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TRADICION Y RENOVACION EN LAS AGUAFUERTES PORTEÑAS DE ROBERTO ARLT El presente estudio de los ensayos costumbristas que Arlt publicó con el título Aguafuertes porteñas ~, tiene por objeto señalar diversas reminíscenesas histórico-literarias, de carácter estilístico y temático, y poner de relieve la importancia y el grado de influencia del costum- brismo tradicional 2 en esta importante faceta de la producción arítia- na ~. Se examinará la gran variedad de procedimientos perspcctivísti- cos heredados de anteriores cultivadores del género satírico, sobre Las citas textuales llevan entre paréntesis los números de página corres- pondientes a la edición empleada para este ensayo: ROBERTO ARLT, Aguafuertes porteñas (Buenos Aíres, Losada, 1958). 2 Hace tiempo que la crítica viene acometiendo la ardua y a veces inútil, empresa de definir el eostumnbrisnio en cuanto género literario. Lo más intere- santa que hemos leído es E. CORRES CALDERóN, «Análisis del cuadro de cos- tumbres», Revista de ideas estéticas, vol. Vil, núm. 25 (Madrid, marzo, 1949), págs. 65-72. Sin intención alguna de criticar este excelente artículo, quisiéra- mos hacerle un ligero reparo: se echa de menos el tratamiento de las diversas terminaciones empleadas por los costumbristas, no menos significativas, cierta- mente, que las introducciones y lemas preliminares que el critico analiza exten- samente. La bibliografia de estudios temáticos y estilísticos sobre Arlt no es exten- Sa, sobre todo con respecto a las Aguafuertes porteñas, obra sobre la cual no hemos encontrado nada, salvo alusiones indirectas en estudios dedicados a las novelas y cuentos. De todos modos hay indicios de que la crítica emprende ya, con interés y entusiasmo, el examen critico dc la valiosa obra en prosa de nues- tro autor. Entre lo mejor que hemos visto se halla un interesante estudio de Jaime Giordano titulado «Roberto Arlt o la metafísica del siervo» [A tenca, XLV, 419 (enero-marzo, 1968), págs. 73-1041. El mismo crítico ha escrito un largo articulo, «El espacio en la narrativa de Roberto Arlt». Nueva narrativa hispanoamericana, vol. II, núm. 2 (septiembre, 1972), págs. 119-148, pero como lo indica el titulo, este estudio es menos útil para el análisis de una obra como las Aguafuertes por/elias, fragmentada y carente de continuidad temporal. En este panicular usamos la terminología y las definiciones utilísimas de Mariano Baquero Goyanes, que en su excelente libro Pcrspectivismo y contraste,

AGUAFUERTES PORTEÑAS DE ROBERTO ARLT - Revistas

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TRADICION Y RENOVACION EN LASAGUAFUERTESPORTEÑASDE ROBERTO ARLT

El presenteestudio de los ensayoscostumbristasque Arlt publicócon el título Aguafuertesporteñas~, tiene por objeto señalardiversasreminíscenesashistórico-literarias, de carácterestilístico y temático, yponer de relieve la importanciay el grado de influencia del costum-brismo tradicional2 en estaimportantefacetade la producciónarítia-na ~. Se examinarála gran variedadde procedimientosperspcctivísti-cos heredadosde anteriorescultivadores del género satírico, sobre

Las citas textuales llevan entre paréntesislos númerosde página corres-pondientesa la edición empleadaparaeste ensayo: ROBERTO ARLT, Aguafuertesporteñas (Buenos Aíres, Losada, 1958).

2 Hace tiempo que la crítica viene acometiendola ardua y a veces inútil,empresade definir el eostumnbrisnioen cuanto género literario. Lo más intere-santa que hemosleído es E. CORRES CALDERóN, «Análisis del cuadro de cos-tumbres», Revista de ideas estéticas,vol. Vil, núm. 25 (Madrid, marzo, 1949),págs. 65-72. Sin intención alguna de criticar este excelente artículo, quisiéra-mos hacerle un ligero reparo: se echa de menosel tratamiento de las diversasterminacionesempleadaspor los costumbristas,no menossignificativas, cierta-mente, que las introduccionesy lemaspreliminaresque el critico analizaexten-samente.

La bibliografia de estudiostemáticosy estilísticossobre Arlt no es exten-Sa, sobre todo con respectoa las Aguafuertes porteñas, obra sobre la cual nohemosencontradonada, salvo alusiones indirectas en estudios dedicadosa lasnovelas y cuentos.De todos modos hay indicios de que la crítica emprendeya,con interés y entusiasmo,el examencritico dc la valiosa obra en prosade nues-tro autor. Entre lo mejor que hemosvisto se halla un interesanteestudio deJaime Giordano titulado «RobertoArlt o la metafísica del siervo» [A tenca,XLV, 419 (enero-marzo, 1968), págs. 73-1041. El mismo crítico ha escrito unlargo articulo, «El espacioen la narrativa de Roberto Arlt». Nuevanarrativahispanoamericana, vol. II, núm. 2 (septiembre,1972), págs. 119-148, pero comolo indica el titulo, esteestudio es menosútil para el análisis de una obra comolas Aguafuertes por/elias, fragmentaday carente de continuidad temporal.

En estepanicular usamos la terminologíay las definiciones utilísimas deMariano Baquero Goyanes,que en su excelentelibro Pcrspectivismoy contraste,

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todo Quevedoy Larra, autorespredilectosde Arlt y. por lo visto, muyinfluyentesen él.

Nuestropropósitoha sido, además,precisaren qué sentidoy hastaqué punto es licito hablarde aportesoriginales por parte del notableensayistaargentino, ya que el lector de Aguafuertesporteñaspercibe,de la maneramás evidente,la presenciade los referidosprosistasespa-floles, no sólo en numerosasalusionesdirectas, sino en persistentessemejanzasde vocabulario,tono y contenidoideológico. Por otra parte,no sonmenos significativaslas divergenciasque tambiénconvieneexa-minar a fin de distinguir con mayor claridad las contribucionesarítia-nas a la evolución de esteañejo y exigentegénero.

Los blancosdc la sátirade Arlt son esencialmentelos de Quevedoy Larra, trasladadosa un escenarioargentinocontemporáneo.Notamosque no sólo critica los mismos vicios moralesy los mismos defectosde la organizaciónsocial, sino que empleaa menudotérminos y tona-lidadesouenroceden de sus ~d”~”~ -1 ~“1~rernos-ponerde manifiesto lo quese entrevémásallá de estasevidentessemejanzas,norquees indudableque Arlt nos sorprendepor momentoscon proce-dimientos muy suyosy con distintivas modificaciones del cuadro decostumbrestradicional.

PRESENCIADF QUEVEDO Y I.A PICARESCA

Se justifica, a nuestromodo de ver, considerarlas Aguafuertespor-teñas una picarescasin pícaro,no sólo por su estructuraadredefrag-mentada,sino por el espíritu que las informa. Con ligeras variantesde énfasis,pero en un tono muy semejanteal de sus insignesprede-cesores,el autor deja pasar su mirada a través de la gran ciudad,fijándoseen los infinitos rinconesdonde habita,como en la picaresca,el hambre,el trabajodegradante,la avaricia y la hipocresía.Agrega,como elemento característicodel ambiente porteño, una especie dehastio, un juego de «papanatas»(pág. 120) que desperdicianla vidaen trabajosinútiles,y cuyaexistenciasería,sin la picantesalsadel «ma-caneo»(pág. 120),aun para ellos, insoportable.Si tuviéramosque ex-traerde las Aguafuertesporteñas,del idearioarítiano todo, en realidad,el vicio que por encimade todos los demásprovoca su mayor repug-

De Cadalso a Pérez de Ayala (Madrid, Editorial Gredos. 1963) estudia(capí-tulos 1 y II, págs. 11-82), las deformacioneshiperbólicas y caricaturescasem-picadasen diversasmodalidadessatíricas. Véanseespecialmentelas págs. 50-58,y las seccionesdel primer capítulo dedicadasa Larra.

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nancia,elegiríamoséste de la indolencia. En numerososartículosde lacolección,el tema repercuteen cl espíritu del autor, entrometiéndose,como por fuerzaespontánea,aun cuandopoco o nadatiene que vercon el tema principal. Nunca le falta tiempo al autor para describiracerbamenteel tristísimo rincón que el argentinomedio ocupa, conderecho úr-Úco de propiedad en «el mar gris de la insignificancia»(pág. 1%).

El minuciosoanálisis de la burguesíaporteña,sobretodo en cuantoa su irrupción en el escenariode la sociedadargentinay la subsiguien-te proliferaciónburocráticaen el siglo xx, apareceen las obrasmaes-tras de la narrativa arítiana El juguete rabioso (1927), Los siete lo-cos (1929) y Los lanzallamas(1931). En estesentido,las tres novelasconstituyen lo que podríamosconsíderar«la épica» de la sociedadbonaerensecontemporánea.Perola ideologíade Arlt seconfunde,comosc confunde en todo novelista, con la de sus personajes;además,sediluye por efecto de las exigenciasliterariasdel género mismo. Comoconsecuencia,no obstantela indiscutible superioridadartística de loscuentosy novelas,las Aguafuertesporteñastienen el mérito inaprecia-ble de proveemosun medio de accesomucho más directo y precisoa la ideologíadel autor.

Los ensayosequivalena andanzasexploratoriasen que el satíricoconvierteal lector en algo así como su acompañante.No es infrecuen-te, en efecto,que el satírico se dirija de frente al lector, incitándole,mediantepreguntasretóricas y aseveracionescorrosivas, a compartirsu tétrica visión de la vida social argentina.Ya que Arlt no es adictoa la «maníade citas y epígrafes»,de la que tan molestamenteabusanmuchoscostumbristas,podemospermitirnosla impertinenciade propo-ocr como lema preliminarde la típica «aguafuerteporteña»el queapa-rece en Padresnegreros(pág. 113): «He sido testigode unaescenaqueme parecedigna de relatarse.»Tal introducción apuntaa la condiciónde retrato,de mirada instantáneay penetrante,que caracterizalas pie-zas de la colección.

Sobradecir queraramentese detieneel autora profundizar;exponesin explicar, lo cual contribuyeen fonna paradójicaa intensificar supesimismo.La obra resulta,en partes,verdaderamentedesconcertantepor su pesimismoradical y porque falta en ella la más leve alusióna futuras mejoraso a posiblesmedidas correctivas.Estas son Incon-cebiblesporque el pequeñoburguésporteño vive irremediablementeestancadoentrelos estrechoslímites de su propia ceguera.Este acen-dradonihilismo pareceser una meta arítianay no podemosdudardeque en los mejoresensayosla alcanza,conmoviendoy desconcertando

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al lector de una manerabastanteinesperadadentrode un género que.salvo en la cumbre (Larra, Mesonero,EstébanezCalderón),puedere-sultar algo insípido en su tratamientosomero de infinitos detallespe-queños,y pesadoen su pretensióncientífica. Sin pasarsede los límitesde esta vieja y rígida modalidad, Arlt efectúauna genuinarenova-c:on. El lector se sienteen presenciade algo familiar, pero al mismotiempo nuevo, de un vehículo anticuadoen manos de un conductormoderno.He aquí, a nuestromodo de ver, el extraordinariomérito deestos ensayos;MIt, al adaptary renovar un procedimiento tradicio-nal, nos descubrenuevasperspectivaslatentesen el género,revelandoas¡ su admirableoriginalidad.

Los ecosde la picarescaresuenancon toda claridad en el magistralensayotitulado E/ parásito jovial (págs. 116-119). El protagonistadela piezaes nuestroviejo amigo toledanoEl Caballerode la Garra, queconocimospor primera vez en la famosaHermandadde los Caballe-ros de la Garra, inolvidable episodio del Guzmánde Alfarache, deMateoAlemán. Arlt haceresucitaral pintorescosujeto, acribillándolo,muy a la manerapicaresca,de apodosdespectivos:«buscavidaspor-teño», «maleantebonaerense»,«garronero»,«garrón». «asaltantedemesapuesta»[porque su campode acción sueleser el café, dondelehallamosen su estadocaracterístico,«largo de hambre,>y dando sus«manotonesde fiera hambrienta»(pág. 171)]. El autor nos relata elcasode «un vendedorde pucherospodridosy de chinchulinespasados,que le puso como título a su almacén‘El Garrón’» (pág. 117). Másadelante(pág. 118) Arlt introducecitas textualesde Mateo Alemán.

La clave del parentescocon los relatospicarescosse halla, desdeluego, en las numerosasdescripcionesde la lúgubre fraternidad delhambre,que a su vez engendrala hipocresíacon sus ingredientesin-dispensables,la envidia, la codicia y la astucia.Todos estosvicios, queson, tanto para Arlt como para Quevedo,la plagadel mundo, figuran,en mayor o menor grado, como los móviles psicológicos más típicosde las variasclasesbajasde la sociedadporteñaque fustiga sin treguaelsatírico.Si analizamoscon detenimientoel amplio repertoriode viciosque el autor condenaen las Aguafuertesporteñas, acabamossiem-pre por verlos brotar de la misma raíz: el hambre y la hipocresía.Estosvicios hallan terreno fértil para su proliferación. desdeluego, enlas esferasínfimas de la sociedad,sobretodo en la baja burguesía.Eneste contexto social el autor examina,con minucia de detalle, cómola pobreza,el hambrey la hipocresíase entrecruzanpara crear lo queel satírico se complaceen llamar, casi con regocijo, «el infierno de ladesdicha»(pág. 179).

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Aunque resulta difícil precisarlo con detalles concretos,hay unadiscerniblelínea ideológica que nne a Dante, Quevedoy los satíricosdel siglo de Oro, y la obra de Arlt que examinamosen este estudio.Recordamosque para Quevedolas tres plagasdel mundoeran la en-vidia, la discordiay la ingratitud; y que las tres son formas de la hi-pocresía.En el autor italiano son, como es sabido, «superbia,incidíae avarizia»y la combinaciónde su efecto rinde la codicia,pecadoquecuentacon el mayor número de adeptosen la humanidad.Quevedosienteespecialdelectaciónen condenara gruposenterosde pecadores:Dante es sublime en cuanto individualiza. El procedimientodantescoda como resultadoun infierno lleno de seresinolvidables, y por ello,el que lee con detenimientola Divina comediadifícilmente los borrade su memoria. Los infiernos de Quevedoson muy distintos, porqueel autor prefiere satirizar en general,apuntandocon mayor insistenciaal vicio que al pecador.Es probableque un ser hipotético obligadoa elegir entreel infierno de Dantey el de Quevedooptaría, sin titubeoalguno,por condenarseen el primero, que no en las anónimasmulti-tudes infernalesde la miseria quevedianas.

Análogo criterio, enfocadoen las Aguafuertesporteñasde Arlt, nosindica que el parentescocon Quevedoes mucho más directo que susemejanzacon la modalidad del autor italiano. Arlt castiga, como yahemosseñalado,unalimitada esferasocial: la burguesía,perono comoindividuos deteminados,salvo una que otra rara excepción,sino enconjuntos. También podemos inferir lógicamenteque la proximidadentrelos dos satíricoshispanosse debe en gran parteal hechode queaunquemáso menostres siglos separana los tres autores,las diferen-cias de organizaciónsocial son mayoresentre la épocade Dantey lasde Quevedoy Arlt. En efecto,hay en ellos todauna seriede persona-jes que,si bien cometenesencialmentelos mismos pecados,no figuranen las «malebolge»de Dante, el cual jamásse hubiera fijado en ellos.

Por último, debemostener en cuenta que Danteno era esencial-mentesatírico como lo son en el fondo Quevedoy Arlt. Estosescri-tores enfocan,por consiguiente,un mundoque se prestamás a la ac-tividad de su favorito recurso literario, la comicidad satírico-burlesca.De modo que la línea que liga a estosescritoresse pone de manifiestoclaramenteen la esferadel pensamientomoral, pero es menoseviden-te en el procesode su transformaciónliteraria; hay evidentespuntosde contacto ideológico entre los tres autores, pero la semejanzaenlos recursosartísticos sólo la advertimosen el octavo círculo del in-fiemo dantescoque estálleno, no de caracteresparticularizados,sinode grupos enteros sumergidosen el vicio y la inmundicia, viviendo

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en conjunto, nuncacomo individuos, muy a la manerade Quevedoy Arlt. Los sueños,las Aguarfuertesporteñas y la octava «bolgia»dantescapresentanuna imagen de los pecadoresbasadaen la comi-cidadque entrañan,o sea, satirizados;Manto, Tiresiaso Taidepodríancolocarseen compañíaíntima y cómodacon el «garrón>~,el «grupé»,el «falluto», el «alacrán»o el «squenun»aritianos sin que hubiesedesentonoalguno entreellos,

Creemosque estasdiferenciasfundamentales(salvo el caso excep-cional que acabamosde señalar)explican por qué las obras plena-mentesatíricascomo Los sueñosy las Aguafuertesporteñas fracasanen lo que a eficaciadidáctica se refiere. La sátirade Arlt, los latigazossarcásticoscon que fustiga a los objetos de su encono,divierten allector, estimulansu fantasía,incluso podría decirseque aguzan hastacierto punto su entendimiento,pero seria exagerarun poco las cosassostenerque le afectan interiormente de una maneramás o menosedificante.

CiertamenteArlt gozacon castigarporque su ojeriza buscadesaho-garseasí, peroel autores tan enteramentenihilista, tan carentede todailusión con respectoa la manerade ser de los argentinosy de su por-venir, queno podemosatribuirle gran valor a las Aguafuertesporteñasen lo que a eficacia didáctica se refiere. Arlt es mucho más que undesengañado;hay en él algo así como una certidumbrede que en supaís las cosastienenqueir, eternae irremediablemente,de mal en peor.Supropósitoparecehabersido dramatizarinfinitos pequeñosepisodiosen la vida diaria de los argentinos,mezquinay árida según él, parasubrayarla falta de espíritu fraternalentre ellos y ofrecer al lector laimagen,creadaen su feroz imaginación, de la esencial inhumanidadde los argentinos.

PRESENCIA DE LARRA

El aquíyace la esperanzade Larra, no obstantesu empaqueemo-tivo, su inicial efecto retórico, presuponela ilusión de que en los es-píritus insigneshayaun germenregenerador;de maneraqueaun cuan-do estamosen presenciade su más hondo y desgarradorpesimismo,sólo asistimosa la pérdidade una ilusión personal.A fin de cuentas,el que se hunde en el abismo de la desesperaciónes el autor mismo.Esto produce un efecto en el lector muy distinto al que suscitan laspiezasde Arlt. Al leer los artículos de Larra el lector sientecompa-sión hacia el sufrimiento de otro serhumanoadmirabley heroico.Esto

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es especialmentecierto con respectoa los ensayosque Larra denomina«delirios filosóficos» (Día de difuntos,La nochebuenade 1836, Necro-logia, etc.). Por lo que se refiere a la generalidadde sus artículospro-piarnentecostumbristas,ofrecen,como es bien sabido,una crítica neo-clasicistacon un fondo inconfundiblede optimismo dieciochesco.Lagran mayoría de las aguafuertesporteñasno comparteneste tono deligera comicidad.

Los puntosde contactosignificativos se hallan entre los «deliriosfilosóficos» de Larra y un reducidonúmerode ensayosarítianos,sobretodo El espíritu de la calle Corrientes no cambiará con el ensanche(pág. 162), Persianasmetálicasy chapasde doctor (pág. 122), La tra-gedia del hombreque buscaempleo(pág. 179) y La decadenciade larecetamédica(pág. 142). Estosensayostampoco soncostumbristasensu esencia,sino versionesarítianasdel «delirio filosófico», llenos de in-tensidademotiva y consideracionespsicológico-moralesde este tipo:«Es indiscutible que el nuestro es un país de vagose inútiles, de as-pirantesa covachuelistas,y de individuos que se pasaríanla existenciaen una hamacaparaguaya»(pág. 195). «En mi conceptola mejor pa-tente de inutilidad que puedepresentarun individuo es la de ser bu-rócrata» (pág. 195>. La visión arítina de la burocraciaargentinanoses presentadaindirectamentemedianteuna burlescaapoteosisdel in-servible,sin talentoy, lo que es peor,sin aspiraciónalguna: el que añotras año desempeña,semialetargado,un cargo inútil en el «mar gris»de las oficinas públicas.Difícil será hallar un retrato de tan incisivaagriedadcomo el quenosofreceArlt de la burocracia,

Si bien es cierto que Arlt observay describecon deleite la «to-pografía»,por así decirlo, de la ciudad,ofreciéndonosen estecontextolos únicos momentosde amenidaden una tónica general de cinismo,cuandoel autor clava la vista en cl elementohumano,todo se vuelveojeriza y mal humor. Por otra parte,no hacesino aguzar la agriedadde su visión en estosensayos,la evidente dimensiónfotográfica queposeen.A diferencia de los artículos costumbristasde Larra. que encomparaciónnos impresionancomo lucubracionesde gabinete, lasaguafuertesdel satírico argentinotienen una cualidad de cosavivida,de visiones y experienciastomadasde una observacióndirecta e in-mediata, de rápidaspinceladasque no han pasadopor una etapa decontemplacióny ordenación.Ant se pasea,hurgay husmealos rinco-nes más íntimos del ambienteporteño,los recovecosde la urbe, y lossometea una radiografíaque minuciosamentenos va revelando susesferasmás recónditas.Tienen, por tanto, junto a su valor fotográ-fico, una dimensión que podríamosllamar intimista, inusitada en la

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tiadición del género,que se manifiestacomo un constantediálogo conel lector a quien incita con persistenciay sin tregua.

El aspirantea cómico de Larra se enorgullecede no saber leero escribir y de no entenderun ápice de psicología o historia. Puesbien, el aspirantea diputado de Arlt (¿Quiere ser usteddiputado?,págs. 191-194) tambiénsc jactade sus «méritos»,figurandoéstoscomoinversióngrotescade todaslas condiciolesque tal vez prometieranunadiscreta actuaciónadministrativa o medianacarreraen el servicio di-plomático. Es ladrón y cínico, virtudes que combina en una especialversión porteñadel traidor, del que sabevenderseoportunamente.Ladiferencia fundamentalentre los dos satíricos al tratar el tema estribaen que Ant no aspiraa nada, ni asomaen él jamás una ilusión quese pierda o un anhelo frustrado; todo —autor, lector, ambiente—sehundeen el desengañocompletoy terminante.No hay seresdefrauda-dos porquenuncaha habido en la Argentinaidealestraicionables.Porcontrastea lo quehemosseñaladoen la crítica social de Larra, en loscuadrosde Arlt no son ni el autor ni sus proyectosreformadoreslosque se esfuman,sino la ciudad misma, la espuriacultura bonaerense,y por extensiónirreversible, la sociedadargentinay. finalmente, la hu-inanidad entera.

En el proceso analítico comparadode dos modalidadesdel génerocostumbristacomo las de Larra y Arlt, asombrantanto o más quelos paralelismos,las divergencias.Leyendoal satírico españoltenemosla impresión inequívocade que,a pesarde su evidentepesimismoul-trarromántico,late en su espíritu cierta fe en la posibilidad de reformasocial y en la eficaciade la literatura en dicha empresa.Pero el lectorse equívocasi supone,tras la primera lectura de las Aguafuertespor-teñas arRianas,una reiteración del hastío romántico, del spleen fini-secular.En estesentido, un abismo separaa los dos autores.En Arltfalta por completoel elementode quejapre-existencialgeneralizada,enla cual el individuo se enfrenta, con actitud combativa,a las circuns-tanciasfatalmentemalogradasde su destino.

Los cuadrosde costumbresque estudiamosse distinguen,en cam-bio, por la observaciónde infinitos detalles concretos,de específicascaracterísticasde la sociedadporteñacontemporánea,elementosque ensu totalidad constituyenun frío y desesperadocatálogode la miseria.Además,en cuantoa temas generales,es patentela orientaciónpolí-tica y económicade estosensayos.La ideología del autor en estases-feras nos es presentadade una manerabastanteclara, pero indirecta,manifestándosea cadapasoen alusionesa las causasy efectos de lasituaciónactual del país.

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El conocido y muy elogiadoensayode Larra, El castellano viejo,tiene su paralelo ideológico en La tristeza del sábadoinglés (págs. 47-50) de Ant. El tema,común a ambaspiezas,es el del individuo quebuscaaliviar la humillación cotidianade su existenciaen un «día dedías»,lamentableintento de romper la monotoníainsoportablede suvida, mediantela «ocasión»especial:una reunión de amigosy parien-tes que al fin produce efectosopuestosa la intención del patéticoan-fitrión. El autor se estremeceen presenciade tanta hipocresíay faltade consideración.El punto crítico que destacaLarra es idéntico al deArlt en su ensayosobreel sábadoinglés. Larra satirizala imposibilidadde anu!ar, en un día de seudohospitalidad,de «buentono»falso y malentendido,un año enterode vida mezquinay egoísta.

Por lo mismo, el «sábadoinglés» no puede aliviar las mortifica-ciones infinitas de una semana,rutinaria y aplastante,de empleo ofi-cinesco. El sujeto, verdaderoEraulio arítiano, ostenta «corbataquetoda la semanapermaneceembaulada,traje que ostensiblementetienela rigidez de las prendasbien guardadas»(pág. 48). Así como Braulioestropeasu «díade días»,el enipleadode ArlÉ echaa perdersu únicoposible día de vida auténtica.convirtiéndolo en «un día sin color ysin sabor; un día que ‘no corta ni pineba’ en la rutina de las gentes.Un día híbrido, sin carácter,sin gestos,en que prosperanlas reyertasconyugalesy en el cual las borracherasson más lúgrubes que un deprofurnlis en el crepúsculo de un día nublado» (pág. 47). Vemos, enesteevidentepunto de contactoentre Larra y Ant, la mismaactitudde repugnanciay el mismo tema trasladadode Madrid, con sus«con-vites caseros»,a Buenos Aires, con sus «sábadosingleses».

Al enfocar el análisis en los recursosexpresivosde estos ensayosy contrastarloscon los del escritorespañol,nos hacemoscargo de queLara es más elegantey conscientementeesmeradoen su empleo,luásdiestro en materiade estilo y quehacerliterarios.Porcontraste,Arlt, noobstantelos diversos puntos de contacto que puedatener con Larraen la esferaideológica, es relativamentedescuidadoen el manejo desus recursosestilísticos.Si bien es cierto que las Aguafuertesporteñascarecende profundidad analitica, por la estrncturafragmentadaqueexige el formato periodístico,la concisión expresivano impide que elautor establezcauna evidentecorrespondenciaentre la asperezaestilís-tica y la actitud nihilista que mantienea lo largo de la colección yque promuevesu ferocidadsatírica.

Cadauno de nuestrosautoreses eficaz a su modo desdeel puntode vista de la flexibilidad estilística.Larra es elegante,pulido, clásico,ingeniosoa veces,siemprechispeantey original en susexpresionesme-

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tafóricas, cristalino y claro en sus descripciones,sublime en susmo-mentosde hondo y dolorido pesimismo.Ant es muy distinto, perotambién hábil en forjarse un estilo que refleje fielmente su estadodeánimo y su actitud frente a la sociedadqueobservay critica: más ira-pacientey brusco que Larra, sin su eleganciay elocuenciaexpresivas.lleno de tropiezosy contrastesde tono, incluso groseríasy lo que amenudo parecenflagranteserrores.

A pesarde estascaracterísticas,no nos da la impresión de ser unescritor frívolo. Lo que buscael satírico argentinoes el efecto sorpre-sivo que sacuda al lector; evidentemente,el buen gusto le trae sincuidado. Debemostener en cuenta que Arlt se dirige a un públicoburguésque consideraabúlico e incompetente,de maneraque sus ti-radashirientes van disparadascomo proyectilescuyo propósitoes, enmareadocontrasteal de Larra, antes bien irritar al lector y desper-tarle de su letargosocial que educarlecon el ejemplo de su propiaconscienciaestética.

Arlt es. como ha señaladoGiordanot el portavoz literario de laclasemediabonaerense.Su granmérito como novelistaconsiste,segúnel crítico, en haberlogrado unafrancaradiografíade dichaclasesocial,sin evadirsede sus normas éticas en aras de una sátira corrosivaydeformadora.En todaspartescl autorve hipocresía,más o menosocul-ta, pero siemprepresentecomo mar de fondo de la vida porteña.Esuno de los móviles psicológicos que más le repugnan.Todo ello con-vierte el costumbrismode MIt en una visión de sueño quevedesco.Sea en las chapasdel doctor, en las tarjetasde un abogado,o en lamanoseadafigura del escribano,pulula por debajodc las accionesex-ternasel vicio interno, el espectrode la hipocresíaque todo lo entur-bia y descompone.

Véansecomo muestrade esto las admirablespáginasdedicadasala Fauna ti-ibunalera (págs. 127~130)6El procedimientocaracterísticodeArlt consisteen un perspectivismode añejo abolengoen la tradiciónde la sátira moral. El sujeto es presentadoen su actividad típica, laque más clara y cabalmentenos lo revela con sus vicios moralesex-puestosa nuestraobservacióny a la crítica hirientedel autor. Los abo-gados,por ejemplo,aparecendevorandoferozmentea sus víctimasenun pleito de herencia.En esteinstantepreciso se introduceun vocabu-Janoconscientementeestilizado.Lo vemos «merodando»(pág. 128) por

Roberto Ant o la metalisica del siervo, pág. 74 (véasela nota 3).

6 Frente al ensayo (pág. 127) cl autor pone «tribunaicra», pero el «Indice»

(pág. 202) dice «tríbuna!esca».

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la casamortuoria,y mientrasla viuda y el huérfanosientenen susen-trañasla desgracia,ellos, con el corazón«deduro pedernaly de resis-tentísimo acero»(pág. 128), vierten lágrimasde cocodrilo. En realidadlo que hacen es calcular sus honorarios, adoptandosiempre gestos«sesudosy cejijuntos» (pág. 128). Como podemosapreciar,éstees unléxico reminiseentede la sátira dieciochescay aun de la picaresca,modalidadescuya presenciase advierte en la colección toda. Para re-matarel episodio,el autor se refiere a las actividadesde abogadosyescribanos—«aprendizde tósigo y ponzoñagraduada»(pág. 130)—como un festín que nos recuerdala comidade las fieras de aquelotrogran satírico, Jacinto Benavente.

Las terminacionesde los ensayoscostumbristasde este tipo sonsumamenteimportantes,por obvias razones. La índole aforística delgénero satírico, sobre todo la modalidad arítiana del mismo (ensayoconcisoy de temalimitado), le impone al autor ciertas exigenciasmuyespeciales.La solucióntradicionalha sido generalmentela elaboraciónde un remateepigramáticoqueresumay sinteticelo esencialde la mo-raleja expuestaen el transcursodel artículo. Arlt no manifiestaprefe-rencia por las terminacionesaforísticas,sino que introduceunainnova-ción muy personal. Nuestroautor suele despedirsedel lector con ungesto irónico que a menudo se desliza hacia una mofa o advertenciaburlona. Podríamoscitar innumerablesejemplos de este importantedetalle. El que sigue nossirve perfectamente;se trata del ensayotitu-lado Apuntesfilosóficos acerca del hombre que «se tira a muerto»(págs. 63-66). Tiene por tema la sutil diferenciaentreel squenun,elque no trabajay el sujeto del artículo, más reprensibleaún, porquesobreno hacernadadisimula y quiere pasarpor trabajadordiligente:«El squennnno trabaja.El ‘hombre que se tira a muerto’ hace comoque trabaja.El primero es el cínico de la holgazanería;el segundo,elhipócrita del dolcefar niente. El primero no oculta su tendenciaa losbaños de sol; el segundo acude a su trabajo, no trabaja, pero hacecoíno que trabajacuandolo puedever su jefe, y luego ‘se tira a muer-to’ dejandoquesus compañerosse deslomentrabajando»(págs.64-65).

La fórmula es de aplicación casi universal; el autor no deja de ex-plicamos,con su habitual insistencia,que la sociedadargentinaes pro-lífica en cuanto a la fauna de los holgazanes,que, generosamentesal-picados a diestray siniestra,actúan como microbios que la corroen.Donde más se concentran,y donde más propicio les resultapara suindolencia el ambiente,es en las escuelasy en las oficinas, especial-mente las públicas. El artículo concluye con este remate burlesco:«Inclinémonosante la sabiduríadel Todopoderoso.Él, que proveede

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alimentosal microbio y al elefantea un mismo tiempo; él, que lo re-parte todo, la lluvia y el sol, ha hecho que por cada diez hombresque se tiran a muertos’,hayaveinteque quierenhacerméritos,de mo-do que por sabiay trascendentalcompensación,si en una oficina haydossujetosque todo lo abandonanen manosdel destino,en esamismaoficina hay siemprecuatro que trabajan por otro, de modo que nadase pierde ni nada gana. Y veinte restanteshacen sebo de modo ra-zonable»(pág. 66).

Los molinos que anuncia el título Molinos de viento en Flores(págs. 12-15) simbolizanuna remotaépocade la vida porteña,perdidaya para siempre, en que la gentevivía con ilusiones, confianzay unafe bastanteingenuaen el progreso.La terminaciónde esta inolvidableestampade épocapuedeservirnostambiéncomo un reveladorejemplode este aspectode la técnicaensayísticadel autor. Hacia el final dela pieza Arlt nos explica, sin cl tono quejumbrosode los románticos,se entiende,que todoello seha hechohumo, para dar lugar a un vastoenjambrede nichos sin horizontes,especiede limbo en que el sujetovive aletargadoy ciego en su mediocridadinsondable:

«En Lautaro se distinguía,hastahaceun año,un mirador devidrios multicolorescompletamenterotos.Al lado estabaun mo-lino rojo, un sentimental molino rojo tapizado de hierba. Unpino dejabamecersu cúpula en los aires los días de viento. Yano estánmás ni el molino ni el mirador ni el pino. Todo sc lollevó el tiempo. En el lugar de la alturaesa,se distinguela puer-ta del cuchitril de una sirvienta. El edificio tiene tres pisos dealtura. ¡Tambiénla genteestá como para romanticismo! Allí la‘¿ara de tierra cuestacien pesos.Antes costabacinco y se vivíamás feliz. Peronos quedael orgullo de haberprogresado,eso sí,pero la felicidad no existe.Se la llevó el diablo» (págs. 14-15).

CONCLUSIÓN

Nuestroexamende la colecciónde artículos titulada Aguafuertesporteñasnos revelaun Arlt eclécticocon respectoa la largatradicióndel géneroaforístico-costumbrista.Se destacanelementosde evidenteprocedenciaquevedianay numerosospuntos de contacto con Larray el costumbrismodecimonono.Dichas semejanzasse manifiestanmásclaramenteen la superficie que en el espíritu de los artículos; soncuestionesde forma, expresióny teínas concretos.Por lo que atañea

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la actitud vital del autor, el parentescoes, como era de esperarse,me-nos discernible.Esto nos permite ver con mayor claridad los factoresque distinguen las piezasarítiana,y poneren perspectivala vaga im-presión inicial de que estamosen aguasfamiliares, pero a la vez ex-trañas, donde las reminiscenciasy alusionesdirectas se confundenyse entreverancon contrastesde tono y actitud espiritual.Las divergen-c¡as que hemos señaladocorresponden,lógicamente,a las diferenciashistórico-culturalesentrelas respectivasépocasen que vivieron y es-cribieron los autoresestudiados.Lo esencial,lo que separaa Arlt de-finitivamentede los satíricosespañoleses, a mi modo de ver, la ausen-cia absolutade idealismoen el escritorargentino,el desengañoradicalque le hace actuar,sentir y, en fin, vivir, de acuerdoa una de susmas inolvidablescreaciones,la «psicología del siervo».

ROBERT M. SCARIUniversidad de California

(EE. VII.)