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CARLOS SCHRADER - VICENTE RAMON :. JOSE VELA (Edi tores) PLUTARCO Y LA HISTORIA ACTAS DEL V SIMPOSIO ESPANOL SOBRE PLUTARCO ZARAGOZA, 20-22 DE JUNIO DE 1996 SOCIEDAD ESPANOLA DE PLUTARQUISTAS SECCIQN DE LA INTERNATIONAL PLUTARCH SOCIETY Alejandro A. Gonzalez Terriza Lamia canta ciega. Nota critica a un pasaje de Plutarco (Moralia, 515F-516A) y analisis de su influencia en la Lamia de Angelo Poliziano MONOGRAFiAS DE FILOLOGiA GRIEGA - 8 ZARAGOZA 1997

Lamia canta ciega: nota crítica a un pasaje de Plutarco (Moralia, 515F-516A) y análisis de su influencia en la Lamia de Angelo Poliziano

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CARLOS SCHRADER - VICENTE RAMON :. JOSE VELA (Edi tores)

PLUTARCO Y LA HISTORIA

ACTAS DEL V SIMPOSIO ESPANOL SOBRE PLUTARCO ZARAGOZA, 20-22 DE JUNIO DE 1996

SOCIEDAD ESPANOLA DE PLUTARQUISTAS

SECCIQN DE LA INTERNATIONAL PLUTARCH SOCIETY

Alejandro A. Gonzalez Terriza Lamia canta ciega. Nota critica a un pasaje de Plutarco (Moralia, 515F-516A)

y analisis de su influencia en la Lamia de Angelo Poliziano

MONOGRAFiAS DE FILOLOGiA GRIEGA - 8 ZARAGOZA 1997

LAMIA CANT A CIEGA. NOT A CRfTICA A UN PASAJE DE PLUTARCO

(MOR., 515 F - 516 A) YAN ALIS IS DE SU INFLUENCIA EN LA LAMIA

DE ANGELO POLIZIANO

Alejandro A. Gonzalez Terriza,

U.N.E.D., Madrid

Esta comunicaoon comprende: 1) una nota crftica al pasaje -defensa de la lectura de los manuscritos, cl'.L8ELv, frente a la enmienda habitual EV8ELv- y 2) un estudio de la influencia de! mismo en la Lamia de Poliziano.

l. El De Curiositate de Plutarco contiene uno de los testimonios mas interesantes sobre Lamia, especie de ogresa o µopµoA.uKE°l ov con la que se asustaba a los niflosl (Mor. 515F-516A). Segun el mito recogido por el historiador helenfstico Duris (de! que solo nos queda un breve epitome en Sch. a Ar., Pax, 758), Lamia, princesa lfbica de extraordinaria belleza, fue amante de Zeus, y sufri6 por ello los celos de Hera. La diosa hizo perecer a cuantos hijos engendraba Lamia, y el enorme dolor de esta perdida convirti6 a la princesa en un ser espantoso y esteril. Hera, ademas, hizo insomne a Lamia, para que fuese consciente sin interrupci6n de su desdicha. Enloquecida de este modo, Lamia huy6 de la civilizaci6n y se convirti6 en una ogresa de aspecto temible, que, envidiosa de las madres felices, robaba y mataba los hijos de estas. Su amante, Zeus, le dio como U.nica compensaci6n la posibilidad de arrancarse los ojos, arrojandolos en una cesta, y volverselos despues a colocar, descansando asf de su desdicha durante el tiempo de estos entreactos.

Plutarco conoda este µu8os sobre Lamia, y en su tratado sobre la curiosidad alude a el como cosa bien sabida. Sin repetir el mito, se refiere unicamente a la costumbre de Lamia de quitarse los ojos cuando esta en casa para descansar de sus males, costumbre que el compara con la conducta de los curiosos. Estos, en efecto, miran con cien ojos la conducta ajena; e ignoran, voluntariamente ciegos, las fallas de su propia persona:

1 Sohre el personaje de Lamia en el imaginario greco-latino, asi corno su pervivencia posterior, cf. nuestros estudios GONZALEZ TERRIZA 1994 y GONZALEZ TERRIZA (en prensa A).

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Nuv 8' wanEp Ev TWL µu8wL TTjv Aciµwv >..€-youaw ol'.KoL µE:v Eu8nv [c'i.L8nv cod.] TU<jl\tjv, EV ayyElWL nvl. Tous 6¢8a\µous EXOtxmv cinoKnµfrous, E~w 8E: npo(oiJaav EVTL8rn8m rnl. ~\ETTELV , ouTWS i)µwv haaTo<; E~w rnl. npos h€pous T~L rnKovolm Ti)v nEpLEpylav wanEp 6¢8a\µov EVTlBT)aL, Tols 8' EaUTWV aµapTtjµacJL KUL KUKOLS TTOAAclKLS TTEpLTTTaloµEv im ' a-yvolas, O\j!LV fo' avTa rnl. ¢ws ou n opL(6µEvoL.

"Ahora, tal coma en el mito Lamia dicen que en casa duerme [canta] ciega, teniendo las ojos guardados en cierto recipiente, pero al mirar afuera se las colaca y ve, asf cada uno de nosotros afuera y hacia las otros se colaca la curiosidad, con mala intenci6n, coma un ojo, pero en cambio en torno a nuestros propios fallos y malas acciones querrfamos pasar par alto con ignorancia, sin procurarnos vision y luz para estas cosas ".

La lectura Eu8ELv, que dan todas las ediciones modemas de! texto, corresponde, rnmo el aparato critico nota, a una conjetura de! fil6logo aleman Wilhelm Holtzmann, quien, siguiendo la costumbre humanista, us6 su nombre latinizado, Xylander, para sus dos ediciones de Plutarco: Plutarchi Mora/ia interpretata, de 1570, y Plutarchi Moralia expurgata, de 1574. Con anterioridad a esta edici6n, los fil6logos (entre ellos, como veremos, Poliziano) habian dado por buena la lecci6n de los manuscritos, que dan en este punto, sin variaciones, ciL8nv.

He aqui, pues, la primera cuesti6n que deseamos abordar: Les realmente necesaria la correcci6n de Xylander? i,O se trata mas bien de un exceso critico, un intento de eliminar los errores introducidos en el texto durante su transmisi6n, que, inadvertidamente, extralimitandose de su funci6n, ha incurrido en reescritura del mismo, debido a que el critico sabe (o cree saber) con exceso de certeza lo que el texto deberfa decimos (digalo o no), y prefiere su propia version, eventualmente, a la del autor mismo2?

Los argumentos en favor de esta correcci6n (como en favor de cualquier correcci6n) suponen dos peligrosas presunciones. La primera, que lo trasmitido constituye un error, por damos un sentido y/o forma inaceptables o deficientes. La segunda, que es posible corregir y explicar ta! error, y determinar por tanto lo que habremos de leer en ese punto.

Respecto al primer punto, conviene comenzar notando que la oraci6n de infinitivo o'(KOL µE:v c'iL8nv Tucjl\tjv constituye una secuencia gramatical de correcci6n intachable , y de sentido, igualmente, perfectamente inteligible.

El (mico argumento que puede esgrimirse contra c'i.L8nv surge de la comparaci6n de este texto con los demas conservados referentes a Lamia. Tai argumento es, en suma, que ningun otro texto nos dice, como este, que

2 Un anaJ.isis de casos clasicos de correcci6n innecesaria (sanar lo que no esta enfermo), causados por una interpretacion err6nea de la sintaxis y Io el sentido del texto, e incluso por el intento de corregir al autor donde este se ha equivocado, pueden verse en la obra de BERNABE 1992: 42-46. Respecto al texto de Plutarco, la necesidad de corregir la tendencia hipercriticista de las ediciones clasicas ha sido sef\alada por los especialistas como una raz6n principal de la revision critica plasmada en el Corpus Plutarchi Mora/ia (CPM ), actualmente en curso (cf. el trabajo de! profesor Ramon Palerm, en este mismo Simposio).

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Lamia, tras quitarse los ojos, cante ciega en casa. Lo cual, como veremos, constituye, si no una falsedad, al menos una verdad a medias3.

Sabre quien de por buena la necesidad de enmienda recaerfa, en todo caso, la responsabilidad de explicar c6mo ha podido introducirse el error (en el caso dJ8nv > c1L8£Lv, no especialmente plausible en terminos paleograficos). Este, ademas, tendrfa que haberse producido en un estadio tan temprano de la tradici6n como para que no hayan quedado rastros, en ningun manuscrito, de una lectio alternativa. Personalmente, no veo c6mo puede explicarse el extraordinario exito de la supuesta innovaci6n, si no es contando con que los copistas y lectores encontraron en ella un sentido satisfactorio. La hip6tesis de la corrupci6n textual supone, pues, algo parad6jicamente, que la imagen de Lamia ciega cantando debi6 ser comun, tanto en la mente del primer copista que introdujo el error como en los sujetos posteriores. Con lo que tal imagen resultarfa, pues, pertinente a pesar de todo para la reconstrucci6n de la figura.

Puesto que el caracter defectuoso de c:h8ELv dista, como vemos, mucho de ser evidente, en rigor no habrfa necesidad de atender los argumentos de Xylander o de otros en favor de la excelencia de E:U8ELv como conjetura. No obstante, creemos que puede ser conveniente el mostrar que tales argumentos reposan ademas sabre una falacia, mas grave en este caso por no contener, siquiera, la mitad de una verdad. La falacia a la que aludo es la siguiente: que los otros textos sobre el personaje, que efectivamente no nos dicen (ta! cual) que Lamia cantase en casa tras quitarse los ojos, sf nos dicen que dormfa tras arrancarselos.

Para juzgar tales extremas, debemos pues apartarnas por un momenta de! texto de Plutarco, y examinar los demas testimonias de! mativo (Lamia ciega, de un modo reversible), comenzando por la version mas campleta y antigua del µ08os. Esta, coma ya hemas indicado, correspande al historiador helenfstico Duris de Samas. El parmenor que nos interesa se nos ha conservada asf en el Sch. a Ar., Pax 758:

µu8E:unm 8E: w<; c'ii.irrvo<; auTT) 8wTE:f...E:l. ~ou/...tjan "Hpa<;, 'Lva KUL ~µEpa<; wt vuKTa<; EV TWL TTEV8n ~L , E'c..i<; ou mh~v Ef...E:tjaas 6 Zd.1s ci<jlmpnous Ul!T~<; TOU<; 6¢8a/...µou<; ETTOLT)CTE:V , OTTWS' av EV at'.IT~l ~l ECmpE:l.08m Kai. rrcif...Lv 8dvm.

3 Vease, mas adelante, el testimonio de Fil6strato (VA IV 25), que nos presenta a Lamia cantando en casa para seducir a su amante; asi como el motivo del canto como propio de las ogresas del tipo de Lamia. Por lo demas, el argumento parece imponer sobre el texto plutarqueo la limitaci6n de decir, Unicamente, lo que otros textos ya han dicho al respecto. Pasajes paralelos sobre una misma historia pueden orientar nuestras expectativas o suposiciones (sobre todo en casos de clara corrupci6n o ininteligibilidad), pero en modo alguno conducirnos a secluir elementos divergentes, o simplemente novedosos, que s6lo se den en nuestro texto. En el caso de los cuentos referentes a Lamia, tan mal atestiguados en la Literatura conservada (y, aun asi, tan ricos en variantes), esta limitaci6n se apoya sobre bases especialmente endebles. Sobre la variedad de tradiciones sobre Lamia, y la parad6jica monotonia de sus elementos constitutivos, cf. nuestro trabajo GONZALEZ TERRIZA (en prensa A).

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"Se cuenta que esta [Lamia] permanecfa insomne par voluntad de Hera, para que dfas y noches estuviera entregada al pesar, hasta que, apiadtindose de ella, Zeus hizo sus ojos desmontables, de modo que estuviera a su alcance el quittirselos y ponerselos de nuevo".

Aquf, coma se ve, no hay ninguna mencion de que Lamia, tras quitarse los ojos, duerma. La esperada coletilla que esperarfamos, guiados por Xylander (se quit6 los ojos ... y pudo asi dormir), no aparece por ninguna parte. Debemos, pues, pensar que Xylander la supuso; que penso que se desprendfa de la logica de! texto, y, mentalmente, la restituyo. Una vez mas, pues, creyo saber lo que el texto --en este caso el del escoliasta­decfa (jaunque no lo dijera!) y se apoyo en ello para reconstruir lo que Plutarco deberfa a su vez haber dicho (pero de nuevo, curiosamente, los manuscritos no nos dicen).

Hay, naturalmente, una posibilidad mas modesta: la de, en vez de rectificar lo que un texto nos dice por lo que otro no nos dice (pero suponemos que quiso decir), aceptar en principio, y procurar entenderlo, lo que uno y otro texto, sin trampa ni carton, nos dan.

Como hemos visto, en el escolio no hay indicacion alguna de que a la ceguera de Lamia siga el sueflo. i,No sera que, tal vez, es logico que no la haya? Intentemos, por un momento, no imponer nuestra logica, sino entender la propia de la narracion. El objetivo de Hera es impedir que su rival descanse jamas de su pena (una pena avasalladora que, coma el texto nos dice, ha arruinado su belleza y su animo). El insomnio no es un fin, sino un medio para obrar esta terrible condena.

Por virtud de la maldicion de Hera, los ojos de Lamia quedan, para siempre, encendidos, desprovistos acaso de parpados (como los de los peces, o el ojo (mico de Sauron, en la obra de J.R.R. Tolkien). Y dado que el semantema ver recubre, para un griego, el de saber (ot8a), no poder cerrar los ojos equivale a no poder apartar la conciencia, quedar fijo en la imagen­idea que causa y mantiene el dolor.

En la mano de Zeus no esta, por supuesto, el levantar sin mas la maldicion. El objetivo de su piadosa accion, en todo caso, no es revocar el insomnia (que, al fin y al cabo, no es sino un medio), sino lograr (ya que el sueflo se descarta) el que Lamia consiga, de otro modo, apartar la conciencia/la vista de su ma!. Puesto que sus ojos ya no volveran a cerrarse, solo arrancarlos de sus cuencas hara que, por fin, el dolor se interrumpa en parte. La ceguera momentanea, reversible, sera el sustituto antinatural, terrible, que venga a suplir, para Lamia, el sueflo que ya no es posible.

i,Que puede, pues, expresar una mayor incomprension de! mito que el confundir sueflo y ceguera: el recurso natural y negado por su sustituto prodigioso y a troz?

Segun esta lectura, lo que tenemos es una trama en la que se aplican, coma es de esperar, las !eyes de! cuento popular: la maldicion de un ser sobrenatural (aquf, Hera) no puede ser anulada, sino solo aminorada por la intervencion de otro benevolo (aquf, Zeus). Es, en fin, la misma mecanica

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de la muerte de la Bella Durmiente, decretada par el hada maligna, y suavizada en sueflo, aunque en sueflo casi eterno, par la accion de! hada madrina.

Entendido esto, poco sorprende el ver que tampoco en la otra version de! mismo µu8os-, la de Diodoro Siculo, racionalizada e ironica, hay menci6n alguna a que Lamia duerma tras quitarse las ojos. En la version de! historiador, las dioses han desaparecido: Lamia es, sencillamente, una autocrata que enloquece tras perder en el parto a sus hijos, y que obliga a matar a Jos hijos de todas SUS subditas4.

Esta vesania imperial, nos indica Diodoro, conoda no obstante momentos de tregua: cuando la reina se emborrachaba, se volvia inofensiva para SUS subditos. Y, puesto que SU curiosidad desapareciaS, pas6 a decirse, metaf6ricamente, que se quitaba las ojos y no vela:

OTE 8E: µE8U1JKOLTO, Ti)V a8nav 8L86vm micnv a ~OUAOLVTO TTOLELV cinapaTT)ptjTWS'. µi) TTOAUTTpayµOVOUoT)S' ovv auTf]S' KUT' EKELVOV TOV xpovov TQ ywoµEva TOUS' KUTQ Ti)v xwpav imo>..aµ~civnv µi) ~AETTELV auTtjv· KUL 8La TOuT' Eµu8oA6yriaciv nvEs- ws- ELS' apacxov Eµ~ci>..m Tous- 6¢8aA.µous-, Ti)v EV o'LvwL CTUVTEAOUµEVT)V oh ywp[av ELS' TO nponpT)µEVOV µhpov µna<jiEpOVTES'' WS' TOUTOU TTUpT)LTTT)µEVOU Ti)v opaaw (D.S. xx 41).

"Pero cuando se ernborrachaba, daba ocasi6n a todos de hacer lo que querian sin vigilancia. Al no curiosear ella en ese tiempo lo que pasaba, los del lugar crefan que no vefa. Y por esto fabularon algunos que arrojaba en una cesta los ojos, trocando la total indiferencia con el vino, en el grado dicho, en que aquello le privaba de vista".

Tambien aqui, pues, lo que tenemos cuando Lamia se quita las ojos es una ceguera transitoria (el argot popular espaflol, con la misma querencia metaforica, nos habla hoy de un ciego o encegamiento par accion de las drogas), ceguera durante la cual la actividad de la ogresa disminuye, al quedar alterada su conciencia. Diodoro es explicito al indicar que, con el vino, Lamia se desinteresa de SUS subditos: no hay ninguna indicacion de sopor en ello, sino, mas bien, de desapego de las demas, lo mismo que de las propias penas. No es un somnifero lo que la reina toma, sino un analgesico de su pena: un neuroleptico del mismo tipo de aquel VT)TTEv8E:s­<jicipµaKov que Helena, en la Odisea, vierte en el vino de su marido, para desvanecer el dolor de! recuerdo (Od., 4.220-221)6.

4 La misma secuencia narrativa o mitema aparece, con sorprendente paralelismo, en una leyenda de las islas Carolinas: Cwmdo Kauna, reina de Nukuoro, perdi6 a su hijo poco despues de su nacimiento, orden6 primero que matasen a todos los nifios pequefios y, a continuaci6n, oblig6 a todas las mujeres embarazadas a abortar, para que su luto fuese mejor compartido por sus subditos (DEVEREUX 1984: 165). 5 Diodoro anticipa, sin explicitarla, la equivalencia, expresa en Plutarco, de la no;\unpayµoauvri con un ojo. Esta asociaci6n de ideas nos lleva al terreno del mal de ojo o evil eye, cuyas implicaciones no cabe desarrollar aqui. N6tese, en todo caso, que el aojamiento es el modo habitual como las brujas debilitan y matan los nifios. 6 Entre los efectos de! farmaco esta, especificamente, el de hacer olvidar el dolor a quienes han sufrido la perdida de alg6n pariente: sus padres, su hermano, o (como aqui Lamia) su

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Asumido, pues, que los textos sobre el mito de Lamia no quieren decir lo que, efectivamente, no dicen (el Eu8nv, ausente de! escolio a Arist6fanes y de Diodoro lo mismo que de! texto de Plutarco; presente, en fin, s6lo en la mente de Xylander), volvamos a lo que el texto trasmitido del tratado plutarqueo sf nos dice, y procuremos entenderlo.

Nada tiene, desde luego, de extrano que a la desaparici6n de la vista/conciencia acompane (coadyuvando, eventualmente, a ella) una actividad rftmica como el canto, la cual, por sf misma, como el vino, constituye un recurso universal para atajar el pensamiento molesto y sustituirlo por la repetici6n, el flujo hipn6tico de la melodfa7.

Por otra parte, este canto, que proviene de un ser monstruoso entregado al .rencor y a la envidia, bien puede no ser precisamente inofensivo. Ludwig Friedlander, que se refiere al pasaje dando por buena, Sin mas expJicacioneS, Ja /ectio trasmitida (aL8ELV), SUgiri6 ya, acertadamente a nuestro juicio, que este canto de Lamia es el propio de las ogresas en los cuentos: aquel con el que se atrae a los ninos, para despues atraparlos e intentar devorarlos (FRIEDLANDER 1921: IV 23). En otra parte (GONZALEZ TERRIZA, en prensa B), hemos sugerido los paralelos de este motivo en otros testimonios de! imaginario griego que conservamos (asf, el canto de la Vieja Primera, que canta para atrapar a alguno segun pasa, en las Asamblefstas, de Arist6fanes, Ee. 881-2; el canto de las Sirenas; el de la Perra Cantara, la Esfinge, cuyas victimas, en las representaciones vasculares mas antiguas, son siempre muchachos muy j6venes).

La documentaci6n explfcita de este canto de Lamia, invitaci6n al placer lo mismo que a la aniquilaci6n, la encontramos en la breve historia de la Vida de Apolonia, de Fil6strato, cuando la Lamia invita a su enamorado a su casa, planeando devorarlo: d.<j>LKoµcivwL aoL WL8tj TE \.mcip~n Eµou ciL8ot!aris rn'L otvos, otov ounw £mEs. "Habra para ti, de parte mfa, una canci6n, y vino coma nunca lo bebiste" (VA IV 25).

2. Una vez defendido el valor de la lectura original de Plutarco que nos dan los manuscritos, quedamos libres para alzar nuestra vista al sentido general de! texto. Como ya hemos indicado, Plutarco utiliza el tema de la ceguera de Lamia para proponer, grosso modo, la misma moraleja de la parabola evangelica (Le. 6.41-42): la vision fascinante de la paja en el ojo ajeno no deja, al curioso, distinguir el contorno de la viga en el propio. En Plutarco la comparaci6n no tiene, todavfa, un valor proverbial: se usa el mito auxiliarmente, sin que el autor pretenda (como sf hace Diodoro) dar su sentido verdadero u origen. No obstante, ya antes de Poliziano, un texto de Juan Tzetzes nos indica la fortuna que esta comparaci6n plutarquea habfa tenido, y c6mo, de hacer los curiosos algo paralelo a lo que Lamia, por otros motivos, hacfa, habfa pasado Lamia a convertirse en curiosa

hijo (Od. 222-226) . Segun Escohotado, el farmaco vertido por Helena, de origen egipcio (Od. 227-31), pudo ser tal vez opio, u otro especifico aun mas potente (ESCOHOTADO 1992: I 82). 7 Quien canta su ma/ espanta, segu.n el recio refran espaii.ol.

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prototfpica ella misma. Se trata de un poema de sus Quilfades, en decapentasflabos o versos polfticos 8:

TIEPI TOY, 0 MOMQL; TIANTA OPON EAYTON OYK OPAi Tew Mwµov KUL T~v Aciµwv <jiaa'Lv o't µu8oypci<jiOL Tel TWV ETEpltlV ~AETTOVTUS, Tel EaUTOV µ~ ~AETTELV . 'O Mwµos TT~pav yap 8rn\~v KUTEXltlV EV ToLS wµOLS Ta E:auTou KUT6mv µE:v T~S pciXEltlS" ~aoTci(n ,

940 rrcivrn 8E: Ta ci\MTpLa E'µrrpoo8Ev <jiEpltlv ~\fon. OuTltl Tov Mwµov ypci<jiouoL · T~v Aciµwv 8E: rrci\Lv, o'(KOL <jiaol. TOVS" o<ji8a\µovs- KPUTTTOUOUV EV ciyyELltlL, ~A.foEw µT]8E:v Twv E:auT~s . E'eltl 8' EeEpxoµfrTJv TO\Js- o<ji8a\µovs TOVS" EaUT~S" \aµ~civouoav TTiiV ~AETTELV . A ouKwv6s- rrou yEypa<jiE Ta TTEpl. T~S" Aaµ(as- . (Historiae, Chi!. IX Hist. 297).

SOBRE MOMO, QUE VIENDOLO TODO LO SUYO NO CATA De Mo mo y ·de Lamia las m it6grafos cu en tan que viendo lo de los demas, lo suyo no lo catan . Pues Mamo , un doble morral soportando en las hombros las cosas propias par detras de su espinazo Ileva y todo Io de las demas teniendo enfrente observa. Asi a Mamo describenlo. Y a su vez, dicen, Lamia las ojos escondiendolos en vaso estando en casa de Io que es suyo nada ve, pero saliendo afuera Ios ojos suyos que dej6 tomandolos ve todo. Luciano en un cierto lugar escrito ha Io de Lamia9.

Una vez mas observamos la ausencia de toda menci6n al suefi.o: Lamia, sencillamente, no ve lo de su casa, porque se quita los ojos. En este caso, el segundo termino de la comparaci6n (los curiosos, que hacen como Lamia) ha desaparecido por resultar ya evidente. No se afi.ade nada a la comparaci6n de Plutarco: simplemente, constatamos la fosilizaci6n de la comparaci6n, que vuelve innecesaria, por pleonasmica, la moraleja.

Un estado ulterior de la comparaci6n, en manos de un ingenio superior con mucho a Tzetzes, lo encontramos en la recreaci6n que hace Angelo Poliziano del pasaje plutarquiano al comienzo de su opusculo Lamia, o explicaci6n previa a las "Priora Analytica" de Arist6teles (1492)10.

Poliziano comienza hablando de Lamia a dos niveles: en primer lugar, las Lamias (en plural) con las que todavia en su infancia le

8 Nuestra traducci6n reproduce, en espaiiol, el patron ritmico de este metro. 9 No conservamos version lucianesca del mito de Lamia . La Unica menci6n a Lamia de este autor, en el Philopseudes 2, no contiene ningttn material narrativo. No se puede descartar que la memoria le fallara en este trance al erudito bizantino. 10 Citamos a Poliziano por la reciente edici6n de Wesseling (A. POLIZIANO, Lamia: praelectio in Priora Aristotelis analytica , critical edition, introduction and commentary by Ari Wesseling, Leiden, 1986).

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aterrorizaba su abuela, y que (coma en el folklore neohelenico: cf. TIOAITHL, 1871: 192-204; TIOAITHL, 1904: 491-499) eran espfritus de las fuentes, semejantes a las Nayades antiguas, o a las Xanas o Moras de nuestro folklore:

Fabulari paulisper lubet, sed ex re, ut Flaccus ait; nam fabellae etiam, quae aniles putantur, non rudimentum modo sed et instrumentum quandoque philosophiae sunt. Audistisne unquam Lamiae nomen? Mihi quidem puerulo avia narrabat esse aliquas in solitudinibus Lamias, quae plorantes gluttirent pueros. Maxima tune mihi formido Lamia erat, maximum terriculum. Vicinus quoque adhuc Fesulano rusculo meo Lucens Fonticulus est, ita enim nomen habet, secreta in umbra delitescens, ubi sedem esse nunc quoque Lamiarum narrant mulierculae quaecunque aquatum ventitant.

"El Jabular un rato bien estti, pero con fundamento, coma dice F Ia co 11; pues incluso las pequenas historias, que se consideran cosa de viejas, no s6Io son rudimento, sino a veces tambien instrumento de filosojfa12. ~No habeis ofdo nunca el nombre de Lamia?13 A mf al menos, cuando nifio, me contaba mi abuela que habfa ciertas Iamias en lugares solitarios, que se tragaban a las nifios llorones. Entonces era Lamia para mf el temor mayor, el pdnico mas grande. Vecina tambien aun hoy a mi finquilla de Fiesole estd la Fuentecilla Luciente, que asf se llama, Ia cual se oculta en una sombra secreta, en donde aun hoy, dicen las mujercillas que frecuentan las aguas, tienen su sede las Lamias".

De esta Lamia de las creencias populares de su epoca, pasa Poliziano a la Lamia (en singular) de los antiguos, que para el es ante todo la de Plutarco. Su magnifica amplificatio de! De Curiositate no puede resultarnos mas clara:

Lamiam igitur hanc Plutarchus ille Cheroneus, nescio doctior an gravior, habere ait oculos exemptiles, hoc est quos sibi eximat detrahatque cum Iibuit rursusque cum libuit resumat atque affigat, quemadmodum senes ocularia specilla solent, quibus hebescenti per aetatem visui opitulantur; nam et cum quid inspectare avent, insertant quasi forfici nasum, et cum satis inspectarunt, recondunt in theca. Quidam vero etiam dentibus utuntur aeque exemptilibus, quos nocte non aliter reponunt quam togam, sicuti uxorculae quoque vestrae comam suam illam dependulam et cincinnos . Sed enim Lamia haec quoties domo egreditur, oculos sibi suos affigit vagaturque per fora, per plateas, per quadrivia, per angiportus, per delubra, per thermas, per ganeas, per conciliabula omnia

11 Cf. AP 338-40, donde precisamente se ponen las historias de Lamia como ejemplo de ficci6n inverosimil. 12 La argumentaci6n de Poliziano es analoga a la de Dion de Prusa al comienzo de su Discurso Quinto, en el cual se cuenta e interpreta filos6ficamente un cuento de nifios sobre At~uKa 611pca (identificadas desde mu.y pronto por los Iectores como variante de Lamias). 13 Esta referencia al nombre de Lamia como cosa archisabida es segu.ramente un juego de Poliziano, que evoca los versos primeros de! perdido Busiris de Euripides: Tl<; t Touvoµa TO brovd8taTOV t ~pOTOt<; I OUK ol8E Aaµla <; T~<; At~UaTtK~<; yE' vo<;; (fr. 922 Nauck-Snell).

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circumspectatque singula, scrutatur, indagat, nihil tam bene obtexeris ut earn lateat. Milvinos esse credas oculos ei aut etiam emissicios sicuti Plautinae aniculae. Nulla eos praeterit quamlibet individua minuties , nulla eos evadit quamlibet remotissima latebra . Domum vero ut revenit, in ipso statim limine demit illos sibi oculos abicitque in loculos. Ita semper demi caeca, semper Joris oculata . Quaeras forsitan domu quid agitet? Sessinat lanam faciens atque interim cantilat .

"Pues bien, esta Lamia dice Plutarco, de quien no se decir que era mayor, si su sabidurfa o su seriedad, que tiene los ojos postizos, esto es, que se los saca y arranca cuando le place, y de nuevo cuando quiere se los pone y los coloca, tal coma suelen los viejos hacer con sus anteojos, que !es sirven de ayuda a su vista debilitada por la edad; pues cuando ansfan inspeccionar alga, se los colocan coma pinzas de nariz, y cuando lo han inspeccionado suficientemente, los guardan en un estuche. (. . .) Pero en verdad esta Lamia cada dfa sale de casa, se pone sus ojos y deambula por los mercados, por las plazas, por las encrucijadas, por las callejuelas, por los templos, por los baflos publicos, por las tabernas, por los concilitibulos todos, y todo lo examina, lo escudrifla, lo averigua, nada lo habrtis cubierto tan bien que le resulte desapercibido. Creerfas que tiene ojos de milano, o escudrifladores incluso, coma los de la vieja plautina . Ninguna minucia les paslI por alto, por mas peculiar que sea, ningun escondite se escapa de ellos, por mas remoto que resulte. En casa, sin embargo, cuando vuelve, en el umbral mismo se quita esos ojos y los arroja en los estantes . Asf, siempre en casa ciega, siempre fuera provista de ojos . ~Preguntas tal vez en casa en que se ocupa? Se sienta a hilar lana, y entretanto canturrea".

Una vez mas, la ceguera de Lamia no puede estar mas lejos del sueflo supuesto por Xylander: Lamia canta ciega, y, segun afladidura de Poliziano, va bordando mientras tanto la Jana, como si se tratara de una Parca.

El eco de Plutarco, junto al de otros autores como Plauto, es evidente: como el, Poliziano se centra en el hecho de que Lamia se quita los ojos cuando esta en casa y se los pone cuando sale. Pero para el, la comparaci6n ha devenido metafora: ya no es que los curiosos hagan como Lamia, sino que Lamia misma es la curiosa prototfpica.

De la formula clasica de la comparaci6n (A es coma B), hemos pasado por tanto a la no menos clasica de la metafora (B -por A-). Todo esta a la mano para dar el siguiente paso: puesto que Lamia es la curiosidad encarnada en cualquier mujer, cualquier curiosa se integra en su molde, resulta lamiesca. En el extrema, el termino imaginario se integra en la cotidianidad: la comadre es una Lamia. El mundo, pues, esta Ueno de lamias:

Vidistisne, obsecro, unquam Lamias istas, uiri Fiorentini, quae se et sua nesciunt, alias et aliena speculantur? Negatis? Atqui tamen sunt in urbibus Jrequentes etiamque in uestra, uerum personatae incedunt: homines credas, Lamiae sunt. Harum igitur aliquot praetereuntem forte conspicatae me substiterunt et, quasi noscitarent, inspexere curiosius,

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ueluti emptores solent. Mox ita inter se detortis nutibus consusurrarunt: 'Politianus est, ipssisimus est, nugator ille scilicet qui sic repenter philasophus prodiit'. Et cum dicta avolarunt quasi vespae dimisso aculeo.

"Os conjuro, hombres de Florencia: t_no habeis vista nunca a esas Lamias, que se ignoran a sf mismas y sus cosas, pero espfan en cambio a las otros y sus asuntos? t_Decfs que no? Y sin embargo, abundan en las ciudades, e incluso en la vuestra; andan, eso sf, enmascaradas: las crees personas, y son Lamias. Algunas de estas, en ejecta, me detienen cuando paso par enfrente, observtindome acaso, y, cuando me reconocen, me inspeccionan con mas curiosidad, coma sue/en hacer las compradores. Luego, volviendo la cabeza, se susurran as[ entre ellas: 'Es Poliziano, el mismo en persona, el que se ocupa de minucias, que ahora de repente se da conocer coma fil6sofo '. Y dicho es to, huyen al vuela, coma avispas que han dejado su · aguij6n ".

De este modo, pues, Poliziano integra tres 6rdenes distintos del imaginario: las Lamias de! folklore de SU epoca, la Lamia de los antiguos, y las lamias en sentido medieval y renacentista, las comadres, brujas y celestinas, de las que nuestro humanista Juan Arce de Otalora escribia asi:

"De esta Lamia dicen que tiene las pies de caballo y todos las otros miembros humanos, y es tan cruel que despedaza sus propios hijos, coma Medea; y porque las brujas casi hacen otro tanto, las dan este nombre" .

Asi pues, el proceso metaf6rico, cuyas primeras huellas podriamos rastrear, ademas de en Plutarco, en Apuleyo (Met. I 17), cristaliza hasta volverse comun: las brujas y comadres, que son lo mas parecido a lamias que uno puede encontrar en la vigilia, se convierten literalmente en lamias. El proceso, por supuesto, puede leerse en direcci6n inversa: las lamias mismas, en cuanto elemento imaginario, quedan incardinadas en estas brujas: cualquiera llega asf a creer que su vecina es capaz de volar, o de fabricar , cual la Canidia de Horacio, ungi.ientos de amor con medula de infantes. Los avistamientos de brujas, como hoy de OVNIS, se hacen comunes: rota la barrera de! espejo, que protege ambos mundos, sus fragmentos afilados invaden lo real. El ma! numinoso se vuelve palpable; se vuelve, ante todo, vulnerable, y por tanto susceptible de castigo: la figura de la lamia, la bruja en la hoguera, Lque es sino un caso mas de! viejo <jlupµaKos-, la vfctima sacrificial que recoge la impureza de la comunidad, y en cuya came esta se purga y destruye? (ESCOHOTADO 1992: I 40-41, 253-258).

El proceso completo observado pasa asf, desde esta 6ptica, a convertirse en algo distinto de la crftica hidrtiulica o de fuentes al uso. Los textos y autores puntuales pueden ser abordados como sfntomas de un proceso mas vasto: la autoria es, al cabo, un pretexto o superficie que encubre y vehicula procesos generates de conformaci6n, y metamorfosis adaptativa, de! imaginario comun. Plutarco esta hacienda una comparaci6n ingeniosa : pero · lo que se expresa a su traves, como una ocurrencia afortunada, es un sfntoma de una tension mas general. La comparaci6n, inocente en apariencia, sefiala el camino por el cual los

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fantasmas siniestros de lo femenino, desarrollados en el mito o en el suefto, van a entrar en el mundo de vigilia coma proyecciones neur6ticas de la identidad colectiva. La metafora es, en fin, el momenta en que el fantasma, la vision, recubre el rostro real cotidiano, y hace de el un mero pretextol4. Los asesinos en serie no consideran humanas a sus victimas: tampoco la psicosis colectiva ve en el cjiapµaK OS' un semejante, sino la proyecci6n de su propio terror: sea este la Zamia, el inmigrante, el agitador politico, o el consumidor de sustancias ilicitas. Quien sabe si, al pensar en Cultura Clasica, en contenidos transversales de! currfculo, pensamos tambien en todo esto: la arqueologia de nuestros propios terrores. El reconocimiento, en Plutarco o en otros, de nuestras propias mareas y sombras.

BIBLIOGRAF1A

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14 Este proceso de desenmascaramie11to de lo cotidiano como pretexto de lo maravilloso es analogo del proceso del suefio: Las personas con las que me relaciono en sueiios no son ni ellas ni yo. Son imagenes en la sombra que cumplen roles arquetipicos, personajes, mascaras, en cuyo interior hay w1 numen (HILLMAN 1994: 176).

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