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MINISTERIO DE ECONOMÍA Y HACIENDA INSTITUTO DE ESTUDIOS FISCALES Madrid, 2011 EL DINERO DE DIOS IGLESIA Y FISCALIDAD EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL (SIGLOS XIII-XV) EDICIÓN Denis Menjot Manuel Sánchez Martínez Jean-Louis Biget José Manuel Nieto Soria Claire Billen José Antonio Ollero Pina Stéphane Boissellier Pierre Pretou Marc Boone Albert Rigaudière Laurence Buchholzer-Rémy Manuel Sánchez Martínez Jorge Díaz Ibáñez Lydwine Scordia Julián P. Díaz López Kristjan Toosmaspoeg Jordi Morelló Baget Herminia Vasconcelos Vilar

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MINISTERIO DE ECONOMÍA Y HACIENDAINSTITUTO DE ESTUDIOS FISCALES

Madrid, 2011

EL DINERO DE DIOSIGLESIA Y FISCALIDAD EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL

(SIGLOS XIII-XV)

EDICIÓNDenis Menjot

Manuel Sánchez Martínez

Jean-Louis Biget José Manuel Nieto SoriaClaire Billen José Antonio Ollero PinaStéphane Boissellier Pierre PretouMarc Boone Albert RigaudièreLaurence Buchholzer-Rémy Manuel Sánchez MartínezJorge Díaz Ibáñez Lydwine ScordiaJulián P. Díaz López Kristjan ToosmaspoegJordi Morelló Baget Herminia Vasconcelos Vilar

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Depósito Legal: xxxxxISBN: 978-84-8008-339-3NIPO: 602-11-018-6Edita: Instituto de Estudios FiscalesAvda. Cardenal Herrera Oria, 378C.P. 28035 Madrid (España)Tel. 91 339 54 28 - Fax 91 339 87 20Maquetación: ADVANTIA, S.A.Formación, 16. Políg. Ind. Los Olivos28906-Getafe (Madrid)Printed by Publidisa

© Universidad de Málaga - Red Arca Comunis (2011)© Instituto de Estudios Fiscales (2011)

Todos los derechos reservados. No está permitido la reproducción total oparcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de nin-guna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por foto-copia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito deleditor.

Diseño de portada: Miguel Ángel Aguilar Martín (IEF)

Catálogo general de publicaciones oficiales:http://publicacionesoficiales.eshttp://www.060.es

La publicación de este libro es el resultado del Convenio Marco de Colaboración,firmado el 23 de julio de 2009 entre el Instituto de Estudios Fiscales y laUniversidad de Málaga (Red Arca Comunis).www.arcacomunis.uma.es

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ÍNDICE

PRESENTACIÓN, por Denis MENJOT y Manuel SÁNCHEZ MARTÍNEZ .....................

PROEMIO: Lydwine SCORDIA, Justification et condamnation de l’impôt sur lesclercs. L’exemple d’une question quodlibétique soutenue par lefranciscain Richard de Mediavilla en 1286...................................

I. IGLESIA, PAPADO Y FISCALIDAD

Jean-Louis BIGET, La fiscalité ecclésiastique: la dîme en France (XIIe-XIV e siècles) ..................................................................................................

Hermínia VASCONCELOS VILAR, Fiscalidade régia e rendimentos eclesiásticos:a imposição dos direitos episcopais no Portugal medieval (séc. XIII-XIV) .......

Stéphane BOISSELLIER, Décimes et réserves des procurations dans la collectorieportugaise (1279-1371), l’apport des registres fiscaux pontificaux ..................

II. FISCALIDAD ECLESIÁSTICA Y FINANZAS REGIAS

Kristjan TOOMASPOEG, L’Église et la fiscalité au royaume de Sicile (XI e-XIV e siècles) ..............................................................................................

José Manuel NIETO SORIA, Fiscalidad eclesiástica y estado monárquico en laCastilla bajomedieval .....................................................................................

José Antonio OLLERO PINA, La iglesia de Sevilla y la consolidación de los subsidios (1482-1495) .....................................................................................

Manuel SÁNCHEZ MARTÍNEZ, La participación de la Iglesia de Cataluña en lasfinanzas regias (siglos XIII-XIV) ......................................................................

Jordi MORELLÓ BAGET, La contribución de la Iglesia a las arcas del rey: a pro-pósito de la recaudación de las décimas en la Corona de Aragón a finales delsiglo XIV y principios del XV ...........................................................................

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III. LOS CLÉRIGOS FRENTE A LA FISCALIDAD SEÑORIAL Y MUNICIPAL

Jorge DÍAZ IBÁÑEZ, Fiscalidad eclesiástica, nobleza y poderes señoriales en laCastilla bajomedieval ......................................................................................

Julián P. DÍAZ LÓPEZ, Usurpar, rentabilizar y encubrir: la gestión de los “habices” del Marquesado del Cenete en la época morisca .............................

Albert RIGAUDIÈRE, Les clercs lyonnais, l’impôt et le Parlement (1369-1378) ....

Laurence BUCHHOLZER-RÉMY, Participation ou exemption fiscale des clercsdans les villes de Haute-Allemagne (XIVe-XVe siècle) .......................................

Claire BILLEN et Marc BOONE, Taxer les ecclésiastiques. Le laboratoire urbaindes Pays-Bas méridionaux (XIIe-XVIe siècle) ....................................................

COLOFÓN: Pierre PRETOU, L’imagerie de l’impôt dans la miniature occidentaleà la fin du Moyen Âge: entre refus fiscal et rachat spirituel ...........

Bibliografía: .................................................................................................

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PRESENTACIÓN

El origen lejano del libro que el lector tiene en sus manos está en el Coloquio so-bre Iglesia y fiscalidad en la Edad Media (siglos XIII-XV), que tuvo lugar en la Casade Velázquez (Madrid) entre los días 22 y 24 de mayo de 2008, y que fue coordinadopor quienes firman esta presentación1.

Los objetivos de aquel coloquio giraban en torno a las relaciones fiscales entre laIglesia y los principales poderes de la época: la monarquía, la nobleza y los munici-pios. Es sabido que, durante la baja Edad Media, los eclesiásticos pagaban importan-tes impuestos y tasas al papado (annatas, vacantes, expolios, procuraciones, etc.), so-bre todo, a raíz de la centralización administrativa y fiscal llevada a cabo por los papasde Aviñón, que perfeccionaron tanto los procedimientos de imposición como las téc-nicas de recaudación. Después de los concilios reformadores de Constanza y Basilea,las condiciones bajo las cuales el clero podía contribuir al mantenimiento de la Iglesiaromana se negociaron con cada reino, generalmente en el marco de un concordato.

También es notorio que las monarquías occidentales, incapaces desde mediadosdel siglo XIII de hacer frente a sus crecientes necesidades (la guerra, sobre todo, perotambién el mantenimiento de la maquinaria estatal) con los ingresos de su propio pa-trimonio, intentaron construir un “nuevo” sistema fiscal que captase los recursos detodos los habitantes del territorio –entre ellos, los eclesiásticos– y no sólo de los va-sallos directos de los soberanos. Debe tenerse en cuenta que, en muchas ocasiones,las dos fiscalidades –la pontificia y la real– llegaron a solaparse, desde el momentoen que el producto de algunos de los impuestos pagados por los beneficios eclesiás-ticos al pontífice (sobre todo, la décima) era transferido a las arcas de las monarquías.Además, con mejor o peor fortuna, los soberanos intentaron asimismo que los ecle-siásticos participasen en los donativos generales concedidos por las asambleas parla-mentarias y/o que pagasen subsidios particulares por los más diversos motivos.

Por otra parte, impelidos por la intensa presión fiscal de la monarquía o por lascrecientes necesidades de las propias ciudades, los municipios también pusieron apunto desde mediados del siglo XIV un complejo y gravoso sistema fiscal. Aunquelos eclesiásticos que vivían en las ciudades y villas siempre se consideraron exentosde los impuestos municipales, los regidores urbanos pugnaron por hacerles contri-buir. Así, en tanto que poseedores de numerosas porciones de suelo urbano, los ecle-siásticos fueron presionados por las autoridades municipales para participar en losgastos comunes, comenzando por la defensa, que les concernía tanto a ellos como alresto de los habitantes. En algunas ocasiones –y aquí habría que advertir, con JeanFavier, que autant de villes, autant de cas– los dirigentes urbanos acabaron por con-seguirlo, aunque casi siempre de manera parcial y puntual y, sobre todo, al precio decontinuos conflictos y de inacabables pleitos.

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1 Debemos advertir que los artículos contenidos en este volumen fueron entregados por sus autores en2008 y 2009. Por tanto, la bibliografía citada no es posterior a esta última fecha y sólo se han actualizadolas referencias a los trabajos que entonces se citaban como “en prensa” y que han visto la luz más tarde.

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Aunque relativamente menos estudiadas que en los casos de las monarquías y delos municipios, merecen ser tenidas en cuenta las no menos conflictivas relaciones,en torno a la fiscalidad, entre la Iglesia y los poderes señoriales que, como se obser-vará en algunos de los capítulos de este libro, van mucho más allá de las cuestionesrelacionadas con la percepción de los diezmos, hasta ahora las más conocidas.

Los trece trabajos que forman el cuerpo central del libro abordan la mayoría delos temas mencionados en un arco temporal comprendido entre el siglo XIII y los al-bores del siglo XVI, y en un ámbito territorial que abarca desde los Países Bajos me-ridionales hasta Sicilia y desde el Imperio germánico hasta los confines de Portugal,pasando por las Coronas de Castilla, de Aragón y de Francia.

En la primera parte del volumen se agrupan tres trabajos que tienen como obje-tivo el estudio de algunas de las particularidades de la fiscalidad eclesiástica y ponti-ficia en diversos territorios. Se inicia con el trabajo de Jean-Louis Biget dedicado alestudio de diezmo, sin duda alguna, la exacción eclesiástica por antonomasia y que,como tal, estuvo en la base de la mayoría de los conflictos entre la Iglesia y los otrospoderes; aunque el autor ciñe su análisis a la Francia de los siglos XIII al XV, es evi-dente que el interés de sus reflexiones sobrepasa con creces aquel marco geográfico.Por otra parte, el caso de Portugal es considerado en dos trabajos, hasta cierto puntocomplementarios. Así, mientras Stéphane Boissellier estudia la organización de la fis-calidad pontificia en tierras lusitanas entre mediados del siglo XIII y mediados del si-glo XIV, Herminia Vasconcelos Vilar centra su atención en el tema todavía poco co-nocido de la fiscalidad episcopal, analizando, entre otras cuestiones, las formas deapropiación de rentas eclesiásticas por parte de la Corona.

Los trabajos reunidos en la segunda parte del libro tienen como eje común el aná-lisis de las relaciones, en términos fiscales, entre las monarquías, el papado y los ecle-siásticos. En primer lugar, Kristjan Toomaspoeg observa cuáles fueron, en el caso deSicilia (siglos XI – XIV), los recursos transferidos a la Iglesia por el fisco regio y, a lainversa, lo pagado por los obispados de la isla a la monarquía. Por lo que se refierea la Corona de Castilla, José Manuel Nieto realiza una aproximación general, en clavepolítica, a las relaciones del estado monárquico con la Iglesia; y lo hace a través dedeterminados niveles de reflexión como la justificación ideológica, la transferencia demodelos de organización o la fiscalización regia de las rentas eclesiásticas. Por suparte, José Antonio Ollero, utilizando como observatorio la iglesia de Sevilla, examinala cascada de subsidios pagados por los eclesiásticos en las últimas décadas del sigloXV y principios del siglo XVI. La segunda parte del volumen se cierra con sendos ar-tículos consagrados a la Corona de Aragón. Unas ricas fuentes emanadas de las Cor-tes de Barcelona de 1413 permiten a Manuel Sánchez conocer el carácter y la entidadde los subsidios pedidos por la monarquía a los eclesiásticos de Cataluña entre me-diados del s. XIII y finales del siglo XIV. Por su parte, y en un trabajo que tiene mu-chos puntos de contacto con el de Stéphane Boissellier sobre el caso portugués, JordiMorelló estudia las vicisitudes de las décimas –recaudación, ingreso y destino final desu producto– concedidas a la monarquía catalanoaragonesa por los papas ClementeVII y Benedicto XIII entre 1393 y 1407.

La tercera y última parte del libro tiene como objetivo considerar el papel reser-vado a los eclesiásticos en las estrategias fiscales de los señores y, sobre todo, de losmunicipios. El trabajo de Jorge Díaz Ibáñez, en la línea de lo observado por Jean-Louis Biget, comienza precisamente con la lucha entre la Iglesia y los poderes seño-riales en torno a las rentas decimales, en el marco de un análisis más general consa-grado a la fiscalidad eclesiástica y a la nobleza en Castilla. Por su parte, Julián P. Díaz

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López, a través del caso de uno de los señoríos más importantes del nuevo reino deGranada –el Marquesado del Cenete, del que era titular la casa de los Mendoza–, es-tudia el proceso de ocupación, por parte de la nobleza, de rentas eclesiásticas, entreellas, los “habices” de las antiguas mezquitas musulmanas. Los restantes trabajos dela tercera parte están íntegramente dedicados a analizar la participación de los ecle-siásticos en el sistema fiscal construido por los municipios a lo largo de los dos últi-mos siglos medievales. A través de un largo pleito (1369-1378) entre los magistradosde Lyon y las comunidades religiosas de la ciudad, Albert Rigaudière muestra la can-tidad y la calidad de los argumentos esgrimidos por las dos partes en torno a la in-clusión del clero en aquella verdadera “fiscalidad de guerra” puesta a punto por Lyony por otras urbes francesas en la misma época. Por su parte, Claire Billen y Marc Bo-one eligen cinco ciudades representativas de la realidad urbana de los Países Bajosmeridionales (Tournai, Gante, Brujas, Lille y Bruselas) para examinar la contribucióndel clero tanto en el impuesto directo de la talla como en la variada panoplia de im-puestos indirectos establecidos por los dirigentes municipales. De la misma maneraque Billen y Boone lo observan para los Países Bajos, también Laurence Buchholzer-Rémy muestra que, en el caso del Imperio, las ciudades sirvieron de laboratorio paraensayar la sumisión de los eclesiásticos al pago de impuestos, lo que fue una reali-dad en las primeras décadas del siglo XVI al compás del triunfo de los movimientosreformadores.

Estos trece trabajos vienen enmarcados por otros dos que pueden servir perfec-tamente de prólogo y de colofón al contenido del volumen. Puesto que tanto se ha-bla en casi todos los artículos aquí reunidos de las razones utilizadas para justificar,en unos casos, o rechazar, en otros, la obligación de los eclesiásticos a contribuir enlos impuestos, parecía necesario conocer los principios teológicos y jurídicos en quese sustentaban aquellas razones. Es lo que hace Lydwine Scordia al examinar deta-lladamente una interesante quaestio debatida en la Universidad de Paris por el fran-ciscano Ricardo de Mediavilla en 1286. Por fin, después de haber visto las diferentesmaneras a través de las cuales la Iglesia participó en los sistemas fiscales de las mo-narquías y las ciudades, Pierre Pretou nos muestra, por medio de un conjunto de ilus-traciones procedentes de la Bibliothèque Nationale de France y de diversas bibliote-cas municipales, cómo se representaban en la baja Edad Media los actos de pagar ypercibir los impuestos.

Llegados al final de esta breve presentación, sólo nos resta agradecer a la Casa deVelázquez su acogida para celebrar el coloquio que está en el origen de este volu-men. También debemos agradecer a Ágatha Ortega, a Amparo Rubio, a Albert Martíy a Albert Reixach su colaboración en la preparación del original. Pero, por encimade todo, nuestro principal agradecimiento debe ir dirigido al Instituto de Estudios Fis-cales que, en el marco de sus relaciones con la Red Temática de Investigación “ArcaCommunis”, ha aceptado publicar un libro llamado seguramente a convertirse en unpunto de referencia, desde el momento que aborda un ámbito todavía tan escasa-mente conocido como el de la fiscalidad eclesiástica y sus relaciones con la monar-quía, los señores y los municipios durante los últimos dos siglos medievales.

Denis MENJOT

Université de Lyon, UMR 5648/CIHAM

Manuel SÁNCHEZ-MARTÍNEZ

Institución Milá y Fontanals, CSIC Barcelona

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1 J. B. HENNEMAN (1971), 303; A. RIGAUDIÈRE (1995); repris dans A. RIGAUDIÈRE (2003),!523-589.2 Questions posées au maître séculier Berthaud de Saint-Denis. Lire infra. 3 Les sources scolastiques connaissent une riche actualité éditoriale!: pour la seule année 2007, ont été

publiés les livres d’A. BOUREAU, E. MARMURSZTEJN et de B. SÈRE.

PROEMIO

JUSTIFICATION ET CONDAMNATION DE L’IMPÔT SUR LESCLERCS. L’EXEMPLE D’UNE QUESTION QUODLIBÉTIQUE

SOUTENUE PAR LE FRANCISCAIN RICHARD DE MEDIAVILLA EN 1286

LYDWINE SCORDIA

Université de Rouen

Il faut comprendre le thème de ce livre dans un double sens!: l’Église est à la foispourvoyeuse de réponses que les clercs élaborent sur le sujet de la fiscalité et elle!estl’objet de la fiscalité du prince ou de la ville. Ce sont les deux aspects qui vont nousintéresser au cours de l’analyse d’une question quodlibétique soutenue à la faculté dethéologie de Paris en 1286. Comment les théologiens ont-ils argumenté sur la ques-tion de l’acquittement de l’impôt par les clercs!au tournant des XIIIe-XIVe siècle ?

Plusieurs traits caractérisent les débuts du règne de Philippe IV (1285-1314)! :l’augmentation des dépenses dues à la guerre!et l’élargissement de la masse des po-pulations directement imposées par le roi1. Les débats des théologiens sur la légitimitéou l’illégitimité de la taxation des clercs ont précédé la pratique royale. En effet, lesquestions fiscales posées dans le cadre de l’Université affleurent dès le règne de Phi-lippe III (1282)2. Elles accompagneront celui de Philippe le Bel

Fondée au tout début du XIIIe siècle, entre 1200 et 1215 pour les premiers sta-tuts, l’Université de Paris est un lieu d’enseignement, c’est-à-dire de transmission desavoirs, elle est également un centre de réflexion et de production de réponses auxquestions du temps, qu’elles soient métaphysiques, théologiques ou morales. L’Uni-versité ne vit pas en dehors du monde temporel. Débats et querelles ponctuent sonhistoire au XIIIe siècle. Et les clivages internes concernant la réception des œuvresd’Aristote ou les relations entre séculiers et Mendiants se répercutent sur les autresdébats.

À la faculté de théologie, maîtres et élèves s’adonnent à trois exercices principaux:le commentaire de la Bible, le commentaire des Sentences de Pierre Lombard et lesquestions quodlibétiques. Ils forment le cœur des sources scolastiques par les sujets etla méthode employée3. Dans le trésor scolastique, il faut mettre à part les questions quo-dlibétiques. Ces questions d’un genre particulier apparaissent au milieu du XIIIe siècle.

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Ce sont des disputes extraordinaires – au sens d’irrégulières, elles n’ont lieu que deuxfois par an!: pendant l’Avent et pendant le Carême –, elles sont facultatives!et publiques.Lors de ces séances solennelles, le maître se prête au feu des questions du public po-sées a quolibet (par n’importe qui) et de quolibet (sur n’importe quel sujet)4. Aussi sont-elles un des exercices les plus fameux de la faculté de théologie.

Les interrogations du public étaient en grande majorité théologiques, mais ontrouve aussi des questions de philosophie sociale directement, ou pas, induites parl’actualité. La question posée au franciscain Richard de Mediavilla en fait partie! :Utrum clerici possint cogi ad solutionem exactionum factarum in civitatem propterutilitatem boni communis ? («!Les clercs peuvent-ils être forcés à payer des impôts éta-blis dans la cité pour l’utilité du bien commun!?!»)5.

L’analyse de la structure et du contenu de la réponse du franciscain occupera no-tre première partie (1), l’étude des principaux thèmes de la détermination du théolo-gien, la deuxième (2), et leur comparaison avec ceux d’autres maîtres du temps, latroisième (3).

I. LA QUESTION II, 30 POSEE AU FRANCISCAIN RICHARD DE MEDIAVILLA

Richard de Mediavilla est un «!maître!» en théologie. Le mot exprime une qualifica-tion professionnelle, il définit un statut et une dignité6. Le savoir et la compétence inte-llectuelle des maîtres en font une élite sociale distincte et considérée. Richard est maîtrerégent en théologie en 1284!; il enseigne à Paris jusqu’en 12877. Il est élu ministre de laprovince de France (1295) et meurt le 30 mars 1300 à Reims. Le franciscain Richard deMediavilla a présidé trois séances quodlibétiques, une pour chacune des années d’en-seignement. On les a conservées dans une trentaine de manuscrits. Le nombre des té-moins est exceptionnel pour ce type de sources!: le corpus quodlibétique de Richard estnumériquement et géographiquement le plus répandu de l’ordre franciscain8.

1. LA STRUCTURE ET LE CONTENU DE LA QUESTION

Toutes sortes de sujets métaphysiques et théologiques ont été abordés lors de cesséances quodlibétiques9. Sur un total de 79 questions posées, on en trouve deux!(II,

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4 Pour une approche formelle, lire B.C. BAZAN et al (éd.) (1985)!; et pour les aspects doctrinaux, C. SCHA-BEL (éd.) (2006 y 2007). Consulter le site «!Quodlibase! », base de données des quodlibets théologiques(1230-1350) établie à partir des deux volumes de P. GLORIEUX (1925-1935), corrigés et mis à jour en fonc-tion des travaux menés depuis leur parution.

5 RICHARD DE MEDIAVILLA, Quodlibeta, II, 30, Paris, Biblioteca Nacional de Francia, ms. lat. 14305, ff. 181v.b-183v.a. On trouvera le texte latin-français dans L. SCORDIA (2009).

6 Être théologien est un titre, une fonction et une méthode, lire P. BERMON (2006), 201. Richard de Mé-diavilla évoque l’honneur dû aux clercs dans la cité, article 4 (a. 4), lire infra.

7 Pour une présentation biographique plus complète (ses liens avec Pierre de Jean Olivi et Louis d’An-jou), lire le numéro des Études franciscaines (2009).

8 L’œuvre quodlibétique connaît une bonne diffusion au XVIe siècle!: on compte six éditions : Venise(1507 et 1509), Paris (1510, 1519, 1529) et Brescia (1591). Richard de Mediavilla est appelé le doctor soli-dus pour la force de sa pensée et la clarté de son exposition.

9 La pluralité des formes, la reconnaissance par Martin IV du droit des Mendiants d’entendre les confes-sions, la question des rentes… Vid L. SCORDIA (2009).

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30 en 1286, et III, 27 en 1287) qui concernent, pour la première la taxation des clercs,et pour la seconde la taxation de laïcs10.

Le quodlibet II a été soutenu pendant le Carême 1286. Il comprenait 31 questions.La question II, 30 arrive après des questions métaphysiques, des questions de disci-pline ecclésiastique, une question sur la vente des rentes et la simonie qui n’est peut-être pas sans rapport avec notre sujet (II, 23), sur les prébendes (II, 24-25), les reli-gieux et leurs détracteurs (II, 26-27), la restitution des gains réalisés au jeu (II, 28), etjuste avant une dernière question sur les prédicateurs liée à la querelle avec les sé-culiers. C’est dans ce contexte qu’émerge l’interrogation!: «!Les clercs peuvent-ils êtreforcés à payer des impôts établis dans la cité pour l’utilité du bien commun!?!».

La question II, 30 adopte la forme scolastique!: arguments pro et contra successi-vement énumérés, puis confrontés, réponse globale, puis réfutation des argumentscontraires à la solution adoptée. Le découpage de la réponse peut se faire de la ma-nière suivante!:

– Intitulé de la question (2 lignes);– Arguments Pro, c’est-à-dire contre le paiement (30 lignes);– Arguments Contra, c’est-à-dire pour le paiement (22 lignes);– Annonce des articles de la question (5 lignes);– Question comprenant 6 articles (277 lignes), dont 21 lignes pour l’article 1; 30

lignes pour l’article 2; 24 lignes pour l’article 3; 77 lignes pour l’article 4; 42lignes pour l’article 5; et 83 lignes pour l’article 6;

– Réponse aux arguments des deux parties et conclusion (20 lignes).

L’originalité vient de la place (les ") qu’occupe la question sur les points diffici-les. Précisons que le sixième article contient trois casus.

Le Père Chenu a décrit la forme des textes scolastiques dont la lisibilité et l’intel-ligibilité de la réponse est facilitée par des termes et formulations stéréotypés, les ré-férences aux autorités, un latin peu élégant, la lourdeur de l’arsenal argumentatif11. Onretrouve effectivement dans la question II, 30 les passifs impersonnels (videtur), lesappels de questions (queritur utrum), les annonces d’autorités (ubi dicitur), de solu-tion (respondendum quod), les parties internes de la question (descendum est ad vi-dendum). L’ensemble de ces signaux aide à suivre le déroulement de la démonstra-tion du maître franciscain. L’impersonnalité stylistique manifeste que l’objet de laquestion n’est pas la personnalisation de la réponse, mais la vérité, recherchée parl’enquête. La forme contribue à déterminer le fond12. Thomas d’Aquin a exposé l’in-térêt heuristique d’exposer des arguments contradictoires! : la confrontation des té-moignages permet d’apporter au philosophe «! le plus de ressources dans son juge-ment!», comme dans une enquête13. Le doute permet de progresser!; la recherche de

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10 J’ai eu l’occasion d’analyser la question III, 27, source principale du chapitre sur l’impôt du Somniumviridarii/Songe du Vergier (1376/1378) dans L. SCORDIA (1999). Vid la transcription et la traduction de III,27 dans L. SCORDIA (2005), 457-462.

11 M.-D. CHENU (1993), ch. II-V. 12 Il y a une différence entre les commentaires d’un texte (dont le but est l’élucidation) et les dialogues

au sujet d’une question (dont l’objet est la vérité). C. VIOLA (1982) ; J. HAMESSE (éd.) (1994).13 Dans le De perfectione spiritualis vitae (ch. 30) et l’Exposition libri Metaphysicae (III, lect. 1), lire E.

MARMURSZTEJN (2007), 81-82.

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la vérité passe par la réfutation des erreurs et la résolution des dubia. Ad veritatemvidendum huius questionis sic procedendum est, c’est ainsi que Richard introduit lessix articles sur les points délicats de la question.

La rigueur scolastique n’empêche pas les maîtres d’inclure dans leur démonstrationdes exempla, apparentés aux histoires des prédicateurs données pour véridiques. Cesexemples ont pour objet de faire comprendre une règle sous un mode réaliste et quo-tidien. Dans ces passages, le maître abandonne le passif impersonnel et dit ego et tu :si tu et ego habemus unam domum communem (a. 4). Le dialogue fictif apporte unerupture de ton dans la réponse du maître, qui est un pédagogue autant qu’un chercheur.

Les procédés de Richard de Mediavilla pour déterminer sa réponse sont de qua-tre sortes!:

– le recours aux autorités, qui peut se faire!par la citation d’un extrait («!Et vi-detur quod non, Extra. De immunitate ecclesiarum. Non minus, ubi dicitursic : ‘!In diversis mundi partibus…’ ») ou par une simple identification («!Item,C. De sacrosanctis Ecclesiis. Placet!») ; ou encore par une allusion perceptiblepar un mot révélateur («! Nicholaus Papa », évocateur du Décret de Gra-tien!23.8.20) ;

– l’analogie, déclenchée par les mots A simili ou !similiter ;– la déduction!annoncée par la conjonction!: ergo videtur, dico!ergo!;– le casus legis qui expose des problèmes dont la solution doit servir de modè-

les dans des situations analogues.

Comme tous les contemporains, Richard de Mediavilla structure et fait avancer sadémonstration grâce à la «!distinction!» qui est un des procédés typique de la «!mé-thode critique scolastique»14. Tout au long du quodlibet, Richard ne cesse de distin-guer (tunc distinguo) les registres et les thèmes, et de les justifier par des autorités. Àla question des conditions de l’acquittement de l’impôt par les clercs, Richard de Me-diavilla répond que tout dépendra des types de charges (munera) pesant sur eux, etil distingue les munera sordida et les munera honesta. Dans le cas des munera ho-nesta, tout dépendra de leur régularité. Richard distingue alors les charges ordinariaet extraordinaria. Dans le cas des charges ordinaires, il est amené à distinguer les im-pôts qui peuvent être personnels, réels ou mixtes, etc… Ce mode de pensée si ca-ractéristique de l’âge scolastique est difficile à synthétiser. Je me souviens en avoir faitla remarque à Dominique Poirel, qui m’avait répondu avec la science et la courtoisiequi le caractérisent!: «!essayez d’exprimer le contenu du paragraphe autrement!». Dif-ficile en effet. En revanche, les distinctions se prêtent bien à une représentation sché-matique arborescente15.

La réponse de Richard de Mediavilla est longue!: elle couvre six feuillets à deuxcolonnes d’un manuscrit in folio (Paris, Bibliothèque Nationale de France, lat. 14305,ff. 181v.b-183v.a). Le sujet est complexe et le maître franciscain ne répond qu’aprèsavoir pris en compte les types de biens des clercs, les types de charges, leur régula-rité ou irrégularité, la consultation des clercs, les buts des pouvoirs taxateurs, les res-sources des laïcs et la capacité des pouvoirs laïcs à forcer les clercs. Ce n’est qu’en

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14 C. H.F. MEYER (2000) cité par L. MAYALI (2006), 85.15 Voir l’arborescence de la question quodlibétique sur la taxation des laïcs, L. SCORDIA (2005), !91.

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fonction de tous ces critères, et après avoir exposé quelques casus, que Richard dé-termine sa réponse.

Le franciscain commence par les arguments contre le paiement!: – Non!! les clercs ne peuvent être forcés à payer des impôts pour l’utilité du bien

commun de la cité. Richard cite un extrait de la Décrétale (De immunitate ecclesia-rum, X. 3.49.4). Car si les pouvoirs temporels les forçaient à payer, leur condition se-rait pire que celle des prêtres sous Pharaon, puisque ce dernier avait exempt la terredes prêtres (Gn 47, 22). Les pouvoirs temporels veulent une juridiction directe sur lesclercs. Le Pape a dit jadis (1215) dans un autre chapitre de la décrétale (X.3.49.7) qu’ilfaut veiller aux utilités communes. Les clercs peuvent par conséquent donner (dare)quelque chose, à condition de consulter préalablement le pontife. Suivent une listed’autorités (5) tirées du Décret de Gratien (Grat.16.1.40.3!; Grat.23.8.20!et 22) et duCode (C.1.2.5!; C.1.3.1). Au total, on dénombre sept arguments pour ne pas payer.

- Richard passe ensuite à la partie contra (c’est-à-dire pour le paiement). Oui!! lesclercs peuvent être obligés à payer. Le franciscain cite le droit canonique (Grat.11.1.27),!où il est dit que les clercs ne peuvent pas refuser le tribut demandé par l’em-pereur, à plus forte raison, ajoute-t-il, pour cause d’utilité commune. Richard évoquele canon suivant (Grat. 11.1.28) qui contient les grandes références fiscales bibli-ques!(Mt 17, Rm 13 et 1 P 2, 18) qui, toutes, engagent à l’acquittement de l’impôt!:de même que le Christ a payé le didrachme dans l’évangile de Matthieu, les hommesdoivent être soumis aux pouvoirs temporels. Richard cite un extrait du Décret(Grat.23.8.22) qui revient sur le fait que le tribut a été payé sur les biens extérieursdu Christ, puisqu’il a été trouvé dans la bouche du poisson. La puissance publiqueprotège et défend les églises, d’où la participation aux dépenses faites dans la citépour l’utilité commune. Comme dans la partie Pro, Richard ajoute une liste de quatreréférences au Code (C.1.2.7, C.1.2.10, C.1.2.11, C.1.3.3). Au total, sept arguments pourpayer. L’égalité en nombre d’autorités des deux parties est parfaite.

Richard met alors l’accent sur un certain nombre de points délicats qu’il va traiterdans une question. Il annonce cinq articles – il y en a six.

Le premier article (a. 1) concerne les types de biens du clergé, Richard distingueles biens proprement ecclésiastiques (pure ecclesiasticae! : primitiis, decimis et obla-tionibus),!que le pape Nicolas appelle la portion lévitique, sur lesquels aucune taxen’est permise (X.3.39.1); et les biens ecclésiastiques qui ont été donnés par les laïcs(praediis, villis et castris et consimilibus) et se sont ajoutés aux autres (Grat.23.8.20).Sur ces biens d’origine temporelle, les clercs doivent des tributs, car le Christ a dit!:Rendez à César (Mt 22, 21).

Le deuxième article (a. 2) concerne les types de munera sordida et honesta, quele franciscain définit. Richard distingue les munera honesta en fonction de leur régu-larité ou irrégularité (ordinaria et extraordinaria), et selon l’assiette!: les munera or-dinaria peuvent peser sur les personnes (personalia), sur les biens (realia) ou sur lespersonnes et les biens (mixta). Dans le premier cas, on parlera d’angaria, dans letroisième de perangaria. Angaria et perangaria sont souvent confondues, dit-il(X.3.49.4 in glosa). Parmi les munera extraordinaria, certaines regardent l’utilité duprince, d’autres concernent la piété et l’utilité commune, comme l’entretien des pontset des routes, ou la défense de la foi et du royaume. Un paiement extraordinaire pourl’utilité du bien commun est admis.

Le troisième article (a. 3) traite de la causa finalis. Les clercs ne sont pas tenusaux munera sordida ordinaria et extraordinaria (Grat. 16.1.40.3 et 4), ni aux mu-nera honesta personalia (C.1.2.11 ; Grat.16.1.40.4 in glosa) si ce n’est en cas de né-

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cessité, ni aux munera honesta ordinaria realia (Grat.23.8.20 et X.3.39.1) sur lesbiens proprement ecclésiastiques et sur les biens ecclésiastiques qui ont obtenu l’im-munité du prince (Grat.23.8.20, 22 et 24! ; X.3.39.1! ; C.10.18.1). Sans immunité, lesbiens en surplus continuent de porter leurs charges fiscales, quel que soit le proprié-taire (Grat.16.1.42 et C.8.12). Les clercs ne sont pas tenus au superdindictum qui estune charge réelle ordinaire (Grat.16.1.40 in glosa et C.10.18.1 et 3).

Le quatrième article (a. 4) développe le contenu de la causa finalis. Les clercs doi-vent payer les impôts levés pour l’utilité du bien commun dans la cité. Tout dépen-dra cependant des finalités de ces perceptions extraordinaires. Les clercs ne paierontrien si la perception n’est faite que dans l’intérêt du prince, sauf si par pacte, les biensleur ont été donnés lors du couronnement du roi, du mariage de la fille ou de la che-valerie!du fils. Richard en vient alors aux bénéficiaires!: laïcs, clercs, laïcs et clercs. Ilserait inique que les clercs payent quoi que ce soit pour le seul intérêt des laïcs. Enrevanche, si l’impôt extraordinaire a pour but l’intérêt commun des laïcs et des clercs(ponts, routes, défense de la foi et du royaume) et si les ressources des laïcs sont in-suffisantes, les clercs paieront à condition que leur consentement ait été requis car lesclercs sont plus dignes que les laïcs dans la communauté. Un droit ne doit pas en vio-ler un autre (X.5.33.4 in textu et in glosa! ; Grat.D.74! ; Grat.25.2.22! ; X.2.4.1). Si lesclercs consentent, ils paieront proportionnellement aux biens qui leur ont été donnés.Ils paieront aussi dans le cas d’une nécessité imminente, même s’ils n’ont pas con-senti. En revanche, s’il s’agit d’améliorer les ponts pour le seul prestige de la cité, lesclercs ne paieront rien. Richard prend le cas concret, présenté sous la forme d’un dia-logue, d’une maison qu’un des habitants décide de pourvoir d’une tour sans l’accordde l’autre. Puis il revient au cas urbain et précise qu’il est équitable (D.12.6.14! ;D.14.2.22) que les clercs payent proportionnellement à leurs biens pour l’utilité com-mune, sauf sur la portion lévitique. Les clercs doivent être solidaires dans le paiementdes dépenses (C.1.2.7). Ils ne montrent en payant aucune servitude, mais la part qu’ilsprennent à l’utilité commune. Richard met l’accent sur la contradiction entre les lé-gistes et les canonistes (C.1.2.7 et Grat.16.1.40 in glosa)!: les premiers affirment queles clercs sont tenus de payer pour l’utilité commune et les autres le nient. Il faut ex-pliquer les décrétales en tenant compte des différents contextes (X.3.49.4 et 7). Carles règles de droit doivent concorder. Richard termine l’article en prenant successive-ment en compte la richesse ou la pauvreté des contribuables laïcs et clercs. La ri-chesse –des clercs et des laïcs– est donc pour le franciscain un facteur d’acquittementde l’impôt.

Le cinquième article (a. 5) traite des moyens de forcer les clercs à payer les char-ges extraordinaires. Tout est une fois encore fonction de l’origine des biens ecclé-siastiques!: portion lévitique, biens donnés à perpétuité et biens patrimoniaux reve-nant à des laïcs après la mort des clercs. Dans ces deux derniers cas, les clercs sonttenus par la justice séculière à payer pour l’utilité, car l’action pèse sur les biens etnon sur les personnes!: elle est réelle et non personnelle. Mais si les clercs n’ont pasd’autres possessions que la portion lévitique (X.3.39.1), ils ne peuvent être forcés parle juge séculier car ni leur personne ni leurs biens ne relèvent pas de la juridictiondes laïcs (X.2.2.2! et 4). Pour y parvenir, les consuls peuvent être amenés à recourirà l’ordinaire ou au pape. Plus simplement, les consuls peuvent forcer indirectementles clercs en levant une taxe sur des marchandises – Richard la désigne sous le nomd’assisum (droit d’assise ou assise). Il faudra tout de même que les clercs ne soientpas obligés d’acheter les produits taxés et que la taxe soit instaurée avec l’accord desseigneurs temporels.

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En sixième article (a. 6), Richard traite du cas (casus) d’une cité endettée, dont lesconsuls pensent que le meilleur moyen de rembourser la dette est de prélever uneassise d’un denier par setier de vin. Ainsi les clercs contribuent au règlement de ladette en achetant le vin plus cher. L’action des consuls est licite si l’assise n’est pas le-vée dans leur seul intérêt mais dans celui de l’utilité commune. Il faut donc analyserl’intention des consuls. Lèvent-ils cette assise dans l’intention de faire du tort auxclercs! (animo iniurandi) ? Sur des produits qui sont davantage achetés par lesclercs!que par les laïcs ? Richard répond en faisant quelques comparaisons sur la li-céité de taxes levées sur des produits achetés par les étrangers plus que par les cito-yens, par les pauvres plus que par les riches. Le franciscain conclut que l’assise est li-cite si elle est levée sans intention de nuire aux clercs, pour la nécessité de lacommunauté et à condition qu’elle soit modérée. Richard illustre son propos par unautre casus où il est question d’un problème de voisinage dont l’enjeu est l’arrivéed’eau à un puits. Richard revient à l’assise qu’il justifie à condition que les clercs nesoient pas obligés d’acheter les produits taxés dans cette ville. Richard présente undernier casus portant sur l’intention dans un conflit d’intérêts!en prenant le cas d’unévêque qui a l’intention de donner une prébende à un clerc, mais qui ne le fait pas.!

Richard revient pour terminer sur la concordance des droits romain et canon(C.1.2.7!; X.3.49.4 et 7) et conclut!: il n’y aura pas de paiement pour la seule utilité deslaïcs, ou quand les clercs ne sont pas consultés, ou quand les ressources des laïcs sontsuffisantes. Les dernières lignes, stéréotypées, ne sont qu’une confirmation formelle dece qui a été dit et un appel à une correction par ceux qui liront le quodlibet.

2. LA DÉTERMINATION DU THÉOLOGIEN

La réponse du maître franciscain a pour objet de traiter l’ensemble des conditionsd’imposition des clercs, sans rien laisser dans l’ombre. Chacun des termes principauxde l’intitulé est analysé, comme dans l’exégèse biblique universitaire. Dans la ques-tion «!Les clercs peuvent-ils être obligés au paiement des impôts faits dans la cité pourl’utilité du bien commun ?!», l’accent est mis sur quatre points!:

– les clercs, principale préoccupation du théologien, en tant qu’ordre, personneset biens (a. 1).

– le but des impôts, c’est-à-dire «!l’utilité du bien commun » (a. 4 et 6).– la cité, cadre politique et juridique, qui exerce un pouvoir de coercition (obli-

gés) (a. 5).– enfin, les types d’impôts (a. 2, 3 et 6).

Dans le quodlibet II, 30, Richard de Mediavilla privilégie l’assiette (causa mate-rialis) et les buts de l’impôt (causa finalis), et il traite moins longuement du pouvoirefficient (causa efficiens) et du barême (causa formalis) – le schéma des quatre cau-ses aristotéliciennes structure, sans qu’il en soit fait mention, la réflexion du francis-cain.

a) Légitimité de l’impôt en fonction de la causa materialis et de la causa finalis

Sur qui et sur quoi pèsera l’impôt!? La causa materialis correspond à l’assiette fis-cale. L’enjeu de la question étant la taxation des clercs, il est logique que la majeurepartie de la réponse concerne la définition et le statut des clercs et leurs biens.

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Richard évoque tour à tour l’Église, au sens d’institution, les églises au sens de bâ-timents et les clercs (Pape, prélats, évêques, clercs), le plus souvent par autorités in-terposées16. Le théologien précise que les clercs occupent une place éminente dans lacommunauté. L’honneur leur est dû!; ils sont plus dignes que les laïcs (a. 4). Nous yreviendrons plus loin. Ils font partie des fideles (Contra, arg. 1), le terme est empruntéà 1 P 2, 28 par le Décret interposé (Grat.11.1.28), et à ce titre, ils doivent payer lescharges demandées (Contra arg. 2). Les clercs sont des sujets (subiecti, Contra, arg.1!; a. 2!; subditi, Contra, arg. 1!; a. 2) et sont astreints aux charges extraordinaires.

Richard définit les biens des clercs, et ce sont ces définitions qui justifient ou nonla charge qu’ils peuvent supporter. Les biens des clercs et les possessions ecclésiasti-ques (possessiones clericorum!; possessionibus ecclesiasticis) sont principalement défi-nis dans les articles 1, 4 et 5, en référence au Décret de Gratien (Grat.23.8) qui dis-tingue!:

– les biens proprement ecclésiastiques (pure ecclesiastice, a. 1), qui consistenten!prémices, dîmes et dons (primitiis, decimis et oblationibus), autrement ap-pelés portio levitica (a. 1, 4 et 5)17. La définition provient de la Bible, et l’ap-pellation du pape Nicolas Ier (858-867)! ; elle a été reprise dans le Décret(Grat.23.8.20);

– les biens donnés en plus par les laïcs! : champs, villas et châteaux et autressemblables (in praediis, villis et castris, et consimilibus, a. l et 4) qui, soit re-viendront après la mort des clercs aux laïcs (a. 5), soit ont été concédés à per-pétuité!(a. 5).

Cette bipartition est répétée à de nombreuses reprises. La destination des biensdes clercs et des églises est le soin des «!pauvres du Christ!» (deputatis usibus paupe-rum Christi, Pro, arg. 1). Quel que soit le sens donné aux pauperum Christi (pauvres,religieux, pauvres religieux…), il est clair que ces biens n’ont pas été donnés pour ac-quitter l’impôt au pouvoir temporel.

Les charges (munera) dépendent du statut des biens et de l’attitude des clercs. Ri-chard sollicite le Décret (Grat.23.8.20, Pro. arg. 4)!qui distingue d’une part, les clercsqui se contentent des prémices et des dîmes, et n’ont pas de biens temporels afin dene pas être soumis aux lois de l’empereur, et d’autre part, les clercs qui ne se satis-font pas des prémices et des dîmes, et possèdent des domaines et autres biens, ce quiattestent leur dépendance temporelle!; ils doivent un tribut à César sur ces biens18, àmoins que la grâce impériale ne les ait dotés d’immunité19.

On en déduira que les biens purement ecclésiastiques ne doivent supporter au-cune charge, à l’exception de la servitude ecclésiastique (a. 3 et 4). Les autres biens

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16 Principalement par la décrétale, Extra De immunitate ecclesie. Non minus (X.3.49.4). 17 La portion lévitique a son origine dans l’offrande faite à Dieu des premiers produits récoltés de l’an-

née; elle est devenue une taxe en nature ou en argent. 18 Sur l’utilisation fiscale de Mt 22, 21, qui distingue les clercs attachés aux choses temporelles et les imi-

tateurs du Christ, lire L. SCORDIA, (à paraître).19 Richard traite à part le cas de biens donnés lors d’événements extraordinaires (couronnement du roi,

mariage de sa fille ou chevalerie de son fils aîné). Ces biens peuvent porter l’impôt dû dans les cas cou-tumiers. C’est-à-dire que le bien garde la mémoire du contexte dans lequel le don a été fait. Lire G. LE BRAS

(1920).

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en revanche sont tenus aux charges ordinaires réelles (a. 3). Ces biens sont compa-rables aux «!biens extérieurs!» du Christ, que Richard évoque en référence au versetde Mt 17!: le Christ acquitte l’impôt, non sur ses biens, il n’en a pas, mais de exterio-ribus suis (Contra, arg. 3), c’est-à-dire par la pêche miraculeuse d’un statère dans labouche du poisson (in ore piscis, Contra, arg. 3). Les biens ont des origines, des sta-tuts et des destinations différents. Ils ne sauraient être taxés de la même manière.

Le thème des biens du clergé est connexe à la question de la richesse de l’É-glise si prégnante au XIIIe siècle. Richard ne semble pas insister particulièrementsur le sujet, obsédant pour certains franciscains, mais il fait une double distinctiondans l’article 4 entre riches clercs et pauvres laïcs d’une part, et pauvres clercs et ri-ches laïcs d’autre part. Il ne serait pas raisonnable (irrationabile), dit-il, que desclercs qui ont beaucoup de richesses ne soient pas tenus de payer pour des infras-tructures (ponts et routes) dont ils profitent, et que les pauvres laïcs payent pourdes infrastructures dont ils profitent peu. De même dans le cas de riches laïcs et depauvres clercs20.

La question du niveau des richesses du clergé est délicate. Selon le droit canon,les privilèges de l’Église ne sont pas fonction de sa plus ou moins grande indigenceou richesse, mais en considération de la dignité de l’état de clerc (De immunitate ec-clesiarum, X.3.49.4). C’est ainsi qu’il!faut continuer à faire des aumônes à une Égliseenrichie. Richard tient une position différente, puisqu’il conditionne l’acquittement del’impôt au degré de richesse, ce qui va à l’encontre de la décrétale. Faut-il y voir l’ex-pression de la sensibilité franciscaine à la question de la pauvreté!? Ou une allusionaux clercs tonsurés qui exercent des activités rémunératrices (clercs marchands ou ar-tisans), cibles des religieux!?21

Dans quels buts et à quelles fins sera perçu l’impôt!? La causa finalis est expo-sée dans l’intitulé de la question!: propter utilitatem boni communis22. Les autres for-mulations sont le couple necessitatem vel utilitatem, la causa communis utilitatis, adusum communis utilitatis et in casu necessitatis. Avant de préciser le contenu desbuts de l’impôt, il faut noter que c’est la communis!utilitas qui domine largement lechamp lexical, elle est souvent associée à la necessitas. Le vocabulaire de l’utilité etde la nécessité est emprunté aux décrétales (X.3.49.4 et 7). Il s’agit de l’utilité com-mune, autrement désignée comme utilité de la communauté. Les notions d’utilitas pu-blica et utilitas rei publice sont absentes23.

L’utilité peut être grande ou petite, directe ou indirecte, concerner le prince ou lacommunauté! ; à l’intérieur de cette dernière, Richard distingue l’utilité des clercs etcelle des laïcs, les deux sont parfois communes. Le texte quodlibétique est saturé d’u-tilité commune (pro utilitate communi). Les clercs sont concernés par l’utilité com-mune, à condition que leur aide soit extraordinaire et volontaire, qu’ils aient été con-

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20 Richard fait le même type de raisonnement dans l’article 6!: rien ne serait plus injuste qu’une taxe quifrapperait davantage les produits achetés par les étrangers que ceux qui sont achetés par les citoyens, ouune taxe sur les produits achetés par les pauvres plus que sur les produits achetés par les riches.

21 P. BUC (1994), 300-311. On notera qu’apparemment Richard de Mediavilla ne fait pas de différenceentre séculiers et religieux, ni entre religieux et religieux… L. SCORDIA (2005), 116-121.

22 Voir L. SCORDIA (2010).23 Sur les différences entre la publica utilitas et la communis utilitas, lire J. GAUDEMET (1951); G. POST

(1964).

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sultés et qu’ils aient consenti, et que les ressources des laïcs ne suffisent pas. Ces dis-tinctions étant faites par le franciscain, on comprend que les clercs auront à payerl’impôt pour une utilité commune avérée, que Richard précise! être l’entretien desponts et chaussées (C.1.2.7), ainsi que la défense de la foi et du royaume.

L’«!utilité du bien commun!» se distingue de l’utilitas publica et du bonum com-mune24. Le concept romain mêlait le bien des citoyens et la pérennité de la res pu-blica ; la notion aristotélicienne transcende les intérêts particuliers dans une fin toutà la fois temporelle et spirituelle. L’«!utilité commune!», invoquée par Richard dans laquestion de 1286, a un contenu concret et temporel. On peut dire que la communisutilitas équivaut aux intérêts matériels des membres de la communauté, qui peuventparfois diverger. Le contexte de la question est la vie quotidienne d’une cité terrestre,en temps de paix, avec ses problèmes de circulation, d’approvisionnement et d’en-dettement!; les mentions du roi dans le cadre des cas coutumiers, du royaume et dela foi sont assez limitées. Le contenu de l’utilité commune de Richard est ici fort peuspirituel et patriotique. Ses limites sont remises en cause par l’intrusion de l’argumentd’imminente nécessité.

La nécessité rompt le temps ordinaire!: necessitas non habet legem. Le concept aété défini dans le droit romain25 et le droit canon26 : tous deux ont précisé les caractè-res du temps d’exception ouvert par la nécessité. Dès Louis IX, les rois de France l’in-voquent pour justifier l’intrusion qu’ils souhaitent faire dans les biens ecclésiastiques27.La principale composante de la nécessité est alors la défense du royaume. Elle consti-tue à ce titre une étape essentielle dans l’histoire de l’impôt moderne puisqu’elle justi-fie les mesures exceptionnelles prises par les pouvoirs, mesures d’exception qui vontêtre régularisées par le contexte des guerres interminables de la fin du Moyen Âge28.

Les clercs ne sont pas tenus aux munera ordinaria realia, sauf en cas de néces-sité (a. 3, Grat.16.1.40, in glosa)!; le consentement des clercs à l’impôt est requis, saufen cas de nécessité (a. 4). La nécessité est un dissolvant29. Elle amène à des décisionsqui vont devenir la règle, car il n’est pas facile d’endiguer la nécessité30.

La causa finalis du quodlibet II, 30 nous permet de préciser le cadre de l’action(une cité en paix), le contenu concret de l’utilité commune (a. 2 et 4) et les différen-

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24 Sur les origines cicéronienne, augustinienne et aristotélicienne de l’utilitas publica, lire J. GAUDEMET

(1951), 465-471!; M. S. KEMPSHALL (1999)!; A. RIGAUDIÈRE (1988), compare «!utilité publique!» et «!bien com-mun!».

25 Le Digeste distingue le temps ordinaire pendant lequel le roi est lié par les lois humaines (potestas or-dinaria), et le temps de la nécessité où son pouvoir est délié (legibus solutus) des lois humaines (potestasabsoluta), mais non des lois divines. Princeps legibus solutus est, Digeste I, 3, § 31 (Dig. 1.3.31). La formuled’Ulpien s’applique aux règles de droit privé et de police dont l’empereur peut accorder la dispense. Lesglossateurs lui donnent une portée absolue au XIIe siècle. Lire A. RIGAUDIÈRE (1987).

26 Dont l’origine est le texte biblique (Mc 2, 23-27), son commentaire par Bède (v. 672-735), repris dansla Glose ordinaire : Quod non est licitum in lege, necessitas facit licitum («!La nécessité rend licite ce quin’est pas permis par la loi!»), Biblia latina cum glossa ordinaria, repr. de l’éd. de Strasbourg, 1480-1481,Brepols, Turnhout, 1992, 4 tomes, vol. 4, f. 96!; et compilé dans le droit canon (Grat.De cons.1.1!; X.5.41.4).

27 La nécessité permet au roi d’imposer les biens ecclésiastiques du regnum, comme le soutient le porte-parole de Louis IX au concile de Lyon. M. PARIS (éd. 1872-1884), a intégré cette diatribe en 1254 dans t. VI,99-112. Un demi-siècle après, les ordonnances de Philippe le Bel surabondent de defensio regni, J. R.STRAYER (1949), 294.

28 E. KANTOROWICZ (1989), 208-213; J. R. STRAYER (1969).29 L. SCORDIA, (2005), 140-164. 30 Le précepte cessante causa cessat effectus est absent du quodlibet II, 30.

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ces à faire en fonction des bénéficiaires (a. 5). On remarquera que Richard parle da-vantage de dépenses (expensis) que d’impôt, c’est-à-dire qu’il polarise sur la causa fi-nalis concrète plus que sur la forme que prendra le prélèvement.

b) En fonction du pouvoir efficient (causa efficiens) et du barême (causa formalis)

La causa efficiens désigne la puissance imposante. Elle est incarnée dans lequodlibet de Richard par les consules civitatum (Pro, arg. 1, a. 4, 5 et 6) ou les do-minis terrenis!sive temporalis (Contra, arg. 2, a. 5 et 6), qu’ils soient imperator (Con-tra, arg. 1 et 3!; a. 1 et 3), rex (Contra, arg. 1) ou princeps (a. 1, 2, 3 et 4). Notonsque la plupart de ces termes sont importés d’autorités juridiques (X.3.49.4 ;Grat.11.1.27! ; Grat.23.8.20 et 22…). Le pouvoir temporel protège les églises et lesclercs (Contra, arg. 3)! ; ces derniers leur doivent par conséquent le tribut(Grat.11.1.27).

Après avoir délimité les conditions de l’impôt, Richard ajoute en fin d’article 5 quela taxe sur les marchandises (assisum) ne peut être levée par les consuls sans l’as-sentiment des seigneurs temporels. Nous entrevoyons ici un risque de conflit entredeux niveaux de pouvoirs temporels dont les clercs pourraient profiter. Comme dansl’affaire de Gand en 1287 qui opposa le clergé à l’échevinage. Ce dernier entendaitsoumettre à l’impôt les clercs qui s’adonnaient au commerce. Les deux parties firentappel!: l’un à l’évêque de Tournai et au pape, l’autre au bailli de Vermandois, au Par-lement de Paris et au roi Philippe IV31.

Dans le cadre de la cité, les consuls ont le pouvoir d’imposer des impôts sous cer-taines conditions!; ils n’ont pas en revanche le droit de forcer les clercs à payer parun judex secularis (a. 5). Face aux pouvoirs temporels, l’Église jouit de l’autorité desprescriptions divines et canoniques rappelées par le pape et les prélats pour la dé-fense de sa dignité et de sa mission dans le monde. Ses moyens!coercitifs spirituelssont l’anathème et l’excommunication!(Pro, arg. 1).

Les relations entre pouvoir efficient et clercs s’établissent de plusieurs manières!:protection!et défense, on l’a dit, et surtout coercition! fiscale qui doit être tempéréepar le compromis. Après avoir très étroitement encadré le champ de l’impôt licite (a.1-4), le franciscain traite du paiement effectif. Les clercs peuvent-ils être forcés à pa-yer les charges extraordinaires auxquelles ils sont tenus!? (a. 5) Oui, ils peuvent l’êtreper judicem secularem!lorsqu’il s’agit d’impôts pesant sur leurs biens en surplus, carl’action n’est pas personnelle mais réelle!: ce n’est pas leur personne qui est obligée,mais les biens. Non, ajoute le franciscain, les clercs ne peuvent être contraints à pa-yer par le juge séculier sur leurs biens lévitiques. Mais les consuls peuvent avoir re-cours à l’ordinaire, juge titulaire d’une juridiction normale chargée de l’exécutif, et aubesoin au Pape. Mais tout le monde sait que le recours au Pape est long et difficile.Aussi, Richard se montre réaliste et fait une proposition! : sachant que les clercs nepeuvent être forcés directement, il est envisageable qu’ils le soient indirectement parl’instauration d’un assisum sur les biens. On remarque que Richard change de regis-tre, il étudiait l’action des juges forçant les clercs à payer, il l’abandonne pour suggé-rer que soit levé un autre impôt. Le prélèvement direct est oublié au profit d’une taxeindirecte (droit d’assise). Richard revient au thème de la contrainte des clercs!: si les

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31 G. de LAGARDE (1939), 116-117.

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consuls émettent une assise, dit-il, les clercs ne seront pas forcés puisqu’ils ne serontpas obligés d’acheter les produits taxés…

Entre règles de droit et pratique, il y a place pour une solution qui passe par uncompromis. Le maître questionné lors de la séance de 1286 doit trouver une issue etnon pas énumérer stérilement des autorités. La réponse du maître franciscain est trèssimilaire aux développements sur les droits et coutumes énoncés par Philippe de Be-aumanoir!à la même époque (1283) : Et se cil sont clerc qui n’i vuelent riens metre etil partissent as aaisemens communs, il doivent estre contraint par leur ordinaire a cequ’il i metent soufisaument, car nus n’en doit estre quites32.

L’assise n’est pas la seule solution proposée par Richard. Les clercs peuvent don-ner (dare) quelque chose en cas d’utilité commune (Pro, arg. 2, dans X.3.49.4), maisils ne peuvent le faire qu’à deux conditions!: la première est la consultation préala-ble du pontife, la seconde est l’insuffisance des ressources des laïcs (Pro, arg. 2, dansX.3.49.7)33. Dans ce cas, pour l’intérêt commun des laïcs et des clercs (ponts, routes,défense de la foi et du royaume), les clercs paieront à condition que leur consente-ment ait été requis. C’est en raison de leur dignité, plus grande que celle des laïcs, etde leur place dans la communauté, que leur consentement doit être demandé par lesconsuls, et non pas en application de la maxime romaine passée dans le droit canon,Quod omnes tangit ab omnibus approbare debet («!Ce qui touche tout le monde doitêtre approuvé par tous!»)34. La maxime est absente du quodlibet35. Richard arrime laconsultation des clercs au fait que les clercs ont une place éminente dans l’ordre hié-rarchique de la cité ou du royaume beaucoup plus qu’à celui du fardeau partagés partous. On y reviendra.

Quelle sera la mesure de l’impôt!? La causa formalis traite du poids et de la fré-quence du prélèvement. C’est l’approche la moins développée par Richard, mais elleva nous permettre de donner l’étendue du vocabulaire fiscal du franciscain. En effet,il distingue et définit les impôts ordinaire et extraordinaire (a. 2)!: le premier fixe etrégulier, le second soudain et irrégulier. Même si on a compris que la question va es-sentiellement traiter des prélèvements extraordinaires (a. 2), Richard commence pardéfinir les charges ordinaires!(a. 2) :

– personnelle, quand il y a prestation de corps, comme servir dans l’armée duroi, c’est l’angaria ;

– réelle, quand elle porte sur un bien, payée en argent (2 deniers) ou en nature(1 chapon à Noël), ce sont les exemples qu’ils donnent, on l’appelle munusordinarium ;

– mixte enfin quand il y a prestation de corps et dépense d’argent, comme lors-qu’on sert dans l’armée du roi à ses propres frais, c’est la perangaria.

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32 P. BEAUMANOIR (éd. 1899-1900), t. II, 264.33 Dix ans après le quodlibet de Richard, en 1296-1297, au plus fort de la crise entre Boniface VIII et

Philippe IV le Bel, un des enjeux du conflit sera justement de se passer de l’accord du pape.34 Y.-M. CONGAR (1958).35 Entre les conciles de Latran III (1179) et Latran IV (1215), la maxime est devenue une règle classique

du droit de l’Église, souvent invoquée par les clercs pour rappeler qu’ils ne devaient pas être taxés sansleur consentement. Congar précise que les théologiens se trouvant dans la mouvance française évitent laformule, mais en gardent le sens.

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Le cas de l’impôt extraordinaire est plus longuement étudié. Richard insiste forte-ment sur les principes permettant de le quantifier. Il est établi que les clercs doiventpayer leur part des dépenses faites dans la ville partem suam (Contra, arg. 3!; a. 4).Celle-ci sera modérée en fonction de la nécessité de la communauté moderamine percomparationem ad necessitatem communitatis (a. 6), c’est-à-dire qu’elle sera propor-tionnelle aux ressources (pro modulo facultatum suarum, a. 2). Le thème est répétésur tous les modes! : proportione, proportionaliter (a. 4-6). L’avis des clercs est de-mandé proportionnellement à leur place dans la communauté (a. 4), ils participentaux dépenses en proportion de leurs ressources (a. 4) et la taxe sur les marchandisessera proportionnelle au sens où les consuls veilleront qu’elle ne touche pas plus lesproduits achetés par les clercs que ceux qui sont achetés par les laïcs (a. 5-6). AlainGouron a étudié l’apparition de la proportionnalité fiscale en 1158, sous l’influencede l’enseignement de Rogerius dans les écoles arlésiennes36. Dans la question de 1286,l’instruction est claire! : toute décision fiscale est prise en fonction de critères finan-ciers et plus encore peut-être en fonction de la place éminence du clergé dans la so-ciété. Aucun pourcentage n’est donné, mais Richard prend un exemple!: avec l’assise,le quart de vin serait vendu à 4 deniers (prix initial), plus 1 obole (poids de la taxe),soit # denier, si l’on prend le mot obole au sens strict. L’assise serait donc une taxede 12, 5 %37.

Quel est en définitive le type de charge admis par Richard!? Une charge honesta etnon sordida ; plus souvent extraordinaria qu’ordinaria »!;!realia et non personalia38 ;une taxe indirecte et non pas directe.

Les noms de l’impôt sont variés dans le quodlibet de Richard de Mediavilla. Lesefforts de définition du maître franciscain ont des limites dont il est conscient!: Quan-doque, tamen confunditur sub uno nomine angaria et per angariam (a. 2). Il ne par-vient pas toujours à donner le nom de l’impôt après en avoir défini les caractéristi-ques! : à propos des prestations en nature, il dit hoc vocatur munus ordinariumsimplice nomine (a. 2).

Les noms de l’impôt du quodlibet II, 30 proviennent tous directement des autori-tés citées à l’exception de l’assisum et de la tripartition des munera39 : angaria(C.1.2.11! ; X.3.49.4)! ; assisum ; censum (Mt 17, 27 par Grat.23.8.22)! ; collecta(X.3.49.7)! ; expeditiones (X.3.49.4)! ; exactiones (Grat.23.8.20 et 22)! ; fossata(X.3.49.4)! ; munera sordida (C.1.2.5 et 7! ; Grat.16.1.40.3 et 4)! ; munerahonesta (C.1.2.5 et 7!; Grat.16.1.40.3 et 4)!; munera ordinaria (C.1.2.5)!; munera ex-traordinaria (C.1.2.5)!; munera personalia ; munera realia!; munera mixta!; peran-garia (C.1.2.11)!; subsidia (X.3.49.4 et 7)!; superindictum (Grat.16.1.40.4 in glosa)!;tributum (Mt 17, 27!; Rm 13, 7 par Grat.11.1.27!et Grat.23.8.20 et 22)!; vectigal!(Rm13, 7 par Grat.23.8.20).

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36 A. GOURON (1994).37 À titre de comparaison, la taxe appelée péjorativement maltôte, levée par Philippe IV de 1292 à 1297,

était de 1 denier par livre, soit 0, 4 %. 38 Le vocabulaire munera sordida, honesta, munera pesonalia, realia, mixta vient du Code (C.1.3.6 et

32), du droit canonique (Grat.161.40.3 et 4) et des commentateurs. 39 Le vocabulaire vient des deux droits et des commentaires postérieurs des décrétales, principalement

Sinibaldo Fieschi, né vers 1195 (Innocent IV, 1243-1254) dans son Apparatus super quinque libros decreta-lium (III, 49, 4) et Hostiensis (Henri de Suse) v. 1200-1271, dans la Summa in quinque libros Decretalium(III, 49, 4), très proche du développement de Richard de Mediavilla. On sait qu’Hostiensis a enseigné à Pa-ris à la fin des années!1230.

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Le franciscain préconise en définitive une fiscalité indirecte sur les biens de con-sommation, assortie de précisions sur le montant de la taxe et sur les types de pro-duits frappés. On entrevoit une typologie de produits,!déterminée par leurs ache-teurs! : produits spécifiques des clercs / des laïcs! ; des pauvres / des riches ; desétrangers / des citoyens… Quels sont ces marchandises!? Des produits!de consom-mation comme le vin, le pain, le poisson, la cire, probablement pour les clercs!; desmarchandises de première nécessité, alimentaires, pour les pauvres. Mais quels sontles produits spécifiquement achetés par les étrangers!?

3. RESSEMBLANCES ET DIFFÉRENCES AVEC D’AUTRES MAÎTRES MENDIANTS

Le débat de l’impôt sur les clercs anime la fin du XIIIe et le début du XIVe siècle.On en trouve des échos dans d’autres questions posées à la faculté de théologie deParis. C’est en les étudiant qu’on prend conscience de l’originalité de Richard et desapports des autres maîtres en la matière.

a) Moteurs et leviers de la détermination de Richard de Mediavilla

Nous avons signalé la définition matérielle que donne Richard de l’ «!utilité dubien commun!», l’importance du consentement et l’insistance du franciscain à distin-guer richesse et pauvreté chez les clercs et les laïcs. On reviendra donc dans cettepartie sur la place des clercs dans la communauté, la levée de taxes en cas d’endet-tement de la cité, l’importance de l’intention!du pouvoir efficient et l’omniprésencedu droit dans la réponse du maître en théologie.

La place des clercs dans la communauté. Les habitants de la cité forment une communauté (a. 4), composée de la commu-

nauté des laïcs et de celle des clercs (a. 6). À ce titre, ils sont concernés par les affairesde la cité! : infrastructures, approvisionnement, endettement, y compris la temporalisproperitas (a. 6). Aussi, les clercs sont associés (socii) dans le règlement des dépensesd’entretien des ponts et routes!; le thème fait référence à une loi du Code (C.1.2.7), maisle terme socii est de Richard (a. 3). Les clercs doivent payer leur part (a. 4). La mêmeannée 1286, une question voisine est posée au maître séculier Henri de Gand, qui ré-pond que les clercs sont une partie de la cité (pars civitatis)40. Ils en sont, pour Richardde Mediavilla, la part la plus digne (a. 4). Lorsque l’impôt est nécessaire, les consuls doi-vent demander l’avis des clercs, c’est un honneur qui leur est dû!(honorem eis debitum): ils sont plus dignes que les laïcs dans la communauté (digniores sint clerici in com-munitate quam laici). Ne pas les consulter équivaudrait à les mépriser (contempnere).Honneur, dignité, mépris appartiennent au registre des relations sociales et renvoient àla place de chacun dans la société. L’honneur est une valeur centrale des comporte-ments au Moyen Âge! : chacun, chaque groupe peut le revendiquer41. C’est la recon-naissance d’un rang, d’un statut, d’une dignité. L’honneur est un, il ne peut être entamé.Le fait de ne pas reconnaître la dignité des clercs ou d’avoir l’intention de les blesserest une violation de leur honneur en tant qu’ordre!: c’est une rupture grave.

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40 HENRI DE GAND (éd. 1983), 327.41 C. GAUVARD (2002), 687-689.

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Là où on attendrait une argumentation étayée sur le bien commun (chacun desmembres de la communauté est tenu de participer aux dépenses communes car lebien du tout est supérieur au bien de chacune des parties), Richard soutient que lesclercs profitant du bon état des ponts et chaussées sont obligés de participer à leurentretien, à condition que les ressources des laïcs ne suffisent pas (a. 4). En 1282, lemaître séculier Berthaud de Saint-Denis soutenait le même propos!: utilisant les cho-ses communes, il est juste que les clercs participent à leur entretien, voire à leur cons-truction42.

Pas d’envolée sur la «!défense de la patrie!» chez le franciscain, contrairement auquodlibet III, 27 qu’il déterminera l’année suivante, mais le rappel de la règle de laparticipation raisonnable de tous aux charges de la cité43.

Des taxes pour rembourser une dette. Une bonne partie de la réponse de Richard de Mediavilla traite du cas d’une ci-

tée lourdement endettée (a. 6, 1er cas), qui décide les consuls à lever une taxe indi-recte (assisum) sur les marchandises. Le remboursement d’une dette ne devient unecausa finalis licite qu’à certaines conditions44. Il ne faut pas qu’elle résulte de l’impé-ritie des consuls. L’endettement ne doit pas être un prétexte pour extorquer de l’ar-gent aux clercs, ajoute Richard. Il n’est pas impossible que le thème de la dette s’ins-crive dans un sujet plus large et plus complexe. Il existe en effet un lien entre laperception de taxes indirectes pour libérer une cité de la dette et l’émission de ren-tes45. Une ville qui a besoin de liquidités vend des rentes (emprunt public) gagées surles taxes à la consommation46. On peut probablement parler dans le casus développédans notre quodlibet d’une fiscalité au service de la dette.

L’intention. Les consuls lèvent-ils la taxe sur les marchandises dans l’intention de faire du tort

aux clercs (animo iurandi clericis)!? La formule revient à six reprises dans l’article 6,sans compter son utilisation dans les casus. Elle implique une injustice, un tort et uneoffense, ce qui nous ramène au thème de l’honneur des clercs. Son emploi répétédans le quodlibet de Richard illustre l’importance prise chez les théologiens de la no-

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42 BERTHAUD DE SAINT-DENIS, Quodlibeta, I, 1, J. LECLERCQ (éd.) (1965), t. I, 610 et 614. 43 En temps de guerre, Philippe IV justifiera les levées fiscales sur le clergé en arguant du fait que «!tous

et chacun, clercs et laïcs de notre royaume sont comme les membres d’un seul corps (in uno corpore) vé-ritablement vivant (lettre du 10 octobre 1305), lire J. R. STRAYER (1949), 289-290.

44 La dette fait partie des cas de nécessité!; elle permet l’aliénation des biens ecclésiastiques, selon Ray-mond de Penyafort, célèbre dominicain, auteur d’une somme des confesseurs en 1220-1221, et futur com-pilateur des Décrétales en 1234. On trouve exposés dans sa somme les six cas de nécessité permettant l’alié-nation des biens ecclésiastiques!: dette urgente, libération de captifs, nourrir les pauvres, édifier des églises,agrandir un cimetière, vendre le plus utile pour acheter le plus utile. R. DE PENYAFORT (1976), I, 14, 3 (Deimmunitate ecclesiarum), p. 407.

45 Dans la même séance quodlibétique (II, 23), Richard a légitimé la vente et l’achat de rentes en pro-posant une solution qui sera adoptée par ses contemporains et successeurs. Le sujet avait suscité des di-zaines de questions depuis une vingtaine d’années car la rente était suspectée de camoufler un prêt, etdonc une usure. E. HOCEDEZ (1925), 27 et 433!; F. VERAJA (1960), 116!; E. MARMURSZTEJN (2007), 205-215!; eten dernier lieu L. SCORDIA (2009).

46 Je renvoie à plusieurs articles de A. RIGAUDIERE, D. MENJOT, et M. SANCHEZ MARTINEZ (eds.) (2005) plusspécialement à A. FURIO (2005). Et pour un autre espace géographique, M. BOONE (1991-1992). L’endette-ment des villes augmente dès la fin du XIIIe siècle, G. BUTAUD (à paraître).

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tion de responsabilité individuelle. Cet «!éveil de la conscience!» s’est épanoui dans lecadre de la casuistique pénitentielle47. Et l’on voit ici une application des distinctionsfaites entre intention et action. Théologiens et canonistes distinguent deux élémentsdans le péché!: la faute morale (intention) et le délit (action). La première relève dutribunal de la pénitence (interne), le second de la juridiction ecclésiastique (externe)48.Si les consuls levaient une taxe en plaçant l’assise sur des produits expressémentachetés par les clercs, ils le feraient par conséquent dans l’intention de les blesser, etla taxe serait illicite. Doublement, pourrait-on ajouter, puisqu’à la fois dans l’intentionet dans l’action. Richard de Mediavilla privilégie la faute morale (intention de blesserles clercs) sur l’action (levée de la taxe), la justice privée sur la justice publique.

La concordance des droits.La réponse du franciscain est totalement imprégnée de droit!: à la fois par les auto-

rités citées et les procédés49. Commençons par ce dernier point. Fréquemment utilisédans les débats juridiques, le casus est également employé par les théologiens50. Le quod-libet de Richard en comprend trois, tous exposés dans l’article 6!: ideo ponatur unuscasus qui ad plures casus consimiles posset trahi. Le premier traite d’une cité lourdementendettée!; le deuxième d’un problème de voisinage!; et le troisième porte sur l’octroid’une prébende. En réalité, le premier est un moyen d’évoquer le droit d’assise, les deu-xième et troisième permettent de trouver une solution dans les cas de confrontationsd’intérêts. Les cas servent à montrer une analogie déclenchée par a simili.

La domination juridique est totale!dans le quodlibet II, 30 : les 51 autorités citéessont extraites des droits51. Richard évoque tour à tour les verba decretalis, istud de-cretum, omnes iste leges, !sicut dicunt iura, illa lex. Le droit canonique domine (70 %)l’argumentation du maître, assez bien partagée entre le Décret de Gratien (20 réfé-rences) et les Décrétales (16), gloses comprises!; le droit civil représente les 30 % res-tants! : 13 références pour le Code et 2 pour le Digeste. Certaines autorités en com-prennent d’autres, c’est le cas du Décret qui cite les versets fiscaux (Rm 13, 1 et 1 P2, 18 dans Grat.11.1.28) ou certaines lois du Code (C.1.2.5 dans Grat.16.1.40.4) ou desDécrétales qui contiennent des lemmes bibliques (Gn 47, 22 et Lm 1, 1 dansX.3.49.4)52. On ne trouve pas une référence aux Pères ou aux philosophes, contraire-ment à ce qu’on peut voir dans d’autres quodlibets voisins.

Maniant tant de canons et de lois, Richard se trouve confronté au délicat problèmede la concordance des droits et de leur application!: Sunt aliqui canoniste, dit le fran-ciscain, mais legiste tamen… Or, «!on ne doit pas observer le droit de celui qui n’hé-

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47 Insistance dans les Sommes des confesseurs sur les mobiles, l’intention et les circonstances, R. DE PE-NYAFORT (1976), livre II, titre 5 De raptoribus, praedonibus et incendariis, § 13 et 15, pp. 478-483. Lire P. MI-CHAUD-QUANTIN (1962), 34-43!; M.-D. CHENU, (1969)!; J. F. BENTON (1982), 263-275 ; et l’article d’A. BOUREAU

(1992), 1114. 48 A. LAINGUI (1987), 213-232!; M. VILLEY (1961) ; E. MARMURSZTEJN (2007), 153 et 236. 49 Les questions quodlibétiques reproduisent la législation canonique récente, lire G. LE BRAS (1960).50 Le casus est très répandue dans les écoles de droit dès la fin du XIIe siècle, en tant que méthode d’en-

seignement! ; et dans d’autres types de sources! : la Summa de Raymond de Penyafort en comprendquelques uns, P. MICHAUD-QUANTIN (1962), 40.

51 Sur le succès du corpus juridique chez les théologiens, lire L. SCORDIA, (2007), 37-43.!52 Les mêmes autorités sont répétées plusieurs fois, principalement X.3.49.4 et 7 ou Grat.23.8.20 ou

C.1.2.7. Il faut compter 11 références différentes sur les 20 cités (Décret)!; 9/16 (Décrétales)!; 9/13 (Code)et 2/2 (Digeste). Au total, ce sont 31 autorités différentes sur les 51 que compte le quodlibet II, 30.

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site pas à violer le droit (ius violare) d’autrui!» (a. 4). Et les!iura iuribus debeant con-cordari (a. 4 et 6). Le franciscain expose l’opposition du Code avec les Décrétales : laloi Ad instructiones (C.1.2.7) enjoint le participation financières des clercs pour l’en-tretien des ponts et chaussées car ces charges ne font pas partie des munera sordida ;mais la décrétale De immunitate ecclesiarum s’oppose aux corvées pesant sur l’Égliseet ses membres, même si elle envisage le cas de nécessité, l’utilité commune, la con-sultation préalable du pape et l’insuffisance des ressources des clercs (X.3.49.4 et 7).Richard met en pratique les règles de «!la méthode critique!» et ouvre le débat!: «!Cesdécrétales De immunitate ecclesiarum. Non minus [X.3.49.4] et aussi Adversus[X.3.49.7] doivent être expliquées pour qu’elles ne s’opposent pas à cette loi [C.1.2.7]!»(a. 4). Et le franciscain termine son exposé! : «!Il m’apparaît donc que les deux dé-crétales Non minus et Adversus [X.3.49.4 et 7] doivent être ainsi expliquées, ainsi queles autres droits allégués en ce sens, et ils ne se contredisent pas!(et isti non contra-rientur) ». Comment a-t-il procédé!?

Laurent Mayali a étudié la phrase d’Hostiensis reprise par Bernard de Parme!dansla glose ordinaire du Décret :!Nulla contrarietas debet esse in iure 53. Férus d’autorités,le problème de leur concordance s’était posé depuis longtemps aux hommes de sa-voir. Les avis devaient être diversi sed non adversi, selon Abélard54. Augustin, Isidorede Séville, Abélard et Gratien ont parmi d’autres discouru sur les méthodes à mettreen œuvre pour éviter les discordances. Chacun a mis en avant un critère de hiérar-chisation des autorités!: l’ancienneté pour Augustin et Isidore, la raison pour Abélard,l’utilité et la raison pour Gratien. Tous savent bien que l’ «!autorité nue!» n’est pas sa-tisfaisante55. Richard de Mediavilla résout les contradictions juridiques selon la justiceet la raison – rationabile est, pour parvenir à comprendre quomodo iura ad partemallegata debeant intelligi et exponi (a. 6). Dans le cas présent, il en arrive à dire quedroit civil et droit canon ne s’opposent pas, mais que la décrétale est plus complètepuisqu’elle envisage le contexte, la question du consentement et précise la finalité fis-cale. Richard expose, constate les difficultés, applique une méthode et propose unerésolution des contradictions. Notre auteur a lu Hostiensis, dont il a gardé l’esprit etla lettre – Hostiensis qui voyait dans le droit canon!: la «!science des sciences!»56.

b) Comparaison avec deux questions quodlibétiques contemporaines

On trouve des réponses permettant de légitimer l’impôt dans d’autres sources thé-ologiques savantes (exégèse, commentaires des Sentences…) et dans des sources de

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53 BERNARD DE PARME, Glose ordinaire au Liber Extra, Rex pacificus, contrarietatem, qui reprend HOS-TIENSIS, Lectura in quinque libros decretalium, Venise, 1581, réimpr. Turin, 1965, f. 4r.b, n° 17!: Proemii de-claratio : «!Contrarietatem!: Et ita compilatio antiqua non fuit legitime ordinata quia nulla contrarietas de-bet esse in iure. Codex. De veteri iure enucleando, lex Tanta contrarium [C.1.17.2] »), cité par L. MAYALI

(2006), 86. 54 P. ABÉLARD (éd. 1976-1977), 103-104; Lire H. de LUBAC (1953), 27-40!; et en dernier lieu, M. CHAZAN et

G. DAHAN (2006), 10.55«!Car si le maître déterminait la question au moyen d’autorités nues (nudis auctoritatibus), l’auditeur

s’entendrait certifier la vérité, mais n’en acquerrait aucun savoir ni aucune intelligence et s’en irait vide (va-cuus abscedet)!», THOMAS D’AQUIN, Quodlibet IV, 18, René-Antoine GAUTHIER (éd.),!Sancti Thomae de AquinoOpera omnia iussu Leonis XIII edita, t. XXV, Rome,!Comissio leonina, 2 vol., 1996, t. II, p. 340, cité par E.MARMURSZTEJN (2007), 55.

56 HOSTIENSIS, Summa aurea, Lyon, 1556, f. 3r.b, cité par L. MAYALI (2007), 42.

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la pratique (sommes des confesseurs, sermons…)57. Tenons-nous en à la comparaisondu quodlibet du franciscain Richard de Mediavilla avec deux questions voisines, l’uneantérieure, posée à Berthaud de Saint-Denis (I, 1) et l’autre contemporaine, à Henride Gand (IX, 31). Les deux maîtres séculiers enseignent à la faculté de théologie deParis. Ce rapprochement va nous permettre de replacer ces débats dans le contextehistorique des initiatives royales et des bulles pontificales des années 1280-1290 po-larisées sur la question des décimes.

La décime est un impôt levé sur les clercs, sur leur temporel ecclésiastique, pourfinancer la croisade. La décime représente la decima pars, 1/10ème du revenu net del’Église. Ceux qui ne se battent pas, mais prient, sont priés de contribuer à la victoirecontre les ennemis de la foi en payant dès le XIIe siècle. Seul le pape peut imposerune décime, un canon de Latran IV le redit en 1215. Très vite, les princes se font con-céder des décimes car ils présentent la lutte qu’ils mènent contre les hérétiques deleur royaume comme une croisade, telle la guerre royale contre les Cathares en Lan-guedoc. Innocent IV rappellera plusieurs fois à Louis IX que la décime suppose con-sultation et consentement préalables.!Les querelles entre pape et roi se règlent sou-vent par l’engagement dans une croisade fait par le roi, et la promesse d’une décimefaite par le pape… ou l’inverse. L’affaire des décimes est donc ancienne!; elle va pren-dre un tour aigu sous le règne de Philippe IV (1285-1314) et le pontificat de BonifaceVIII (1294-1303). Il y a une différence entre la levée des décimes et la levée de taxespour l’utilité commune, mais les argumentations sont assez similaires.

En 1282, le jeudi 5 mars ante letare Ierusalem, c’est-à-dire avant les Rameaux, laquestion suivante est posée au maître Berthaud de Saint-Denis!(+ 1307) : Utrum cle-rici teneantur solvere pedagia vel tributa!? (Les clercs sont-ils tenus de payer les péa-ges et les tributs ?)! »58. Le maître séculier argumente «!pour! » l’acquittement en énu-mérant pour commencer les références bibliques, puis canoniques et enfin civilistes.Les autorités sollicitées sont plus nombreuses (16) que chez Richard, mais il existe unfond commun. Berthaud argumente rapidement «! contre! » (quatre autorités seule-ment). Et met l’accent sur le vocabulaire de l’impôt (tribut et péage) dont il étudiel’étymologie et qu’il définit. Le maître fait ensuite une série de distinctions qui peu-vent s’inscrire dans une arborescence à cinq niveaux!: le tribut est soit personne soitréel!; les impôts réels portent soit sur les biens meubles soit sur les biens immeubles!;tout dépend alors de l’usage, sordide ou honnête des impôts sur les biens immeu-bles!; puis de leur fréquence, ordinaire ou extraordinaire. Les clercs paieront les im-pôts ordinaires sur leurs biens patrimoniaux et sur les biens qui étaient taxés avantd’être dédiés à Dieu, ce qui nous rappelle la position de Richard. En revanche, ils neseront pas tenus de payer pour des impôts extraordinaires, sauf si les facultés desprinces sont insuffisantes!; dans ce cas, les clercs pourront, «!volontairement et nonde manière obligée!», aider les princes. Quand aux clercs exerçant des activités mar-chandes, ils auront à payer les taxes, comme n’importe quel laïc. Berthaud de Saint-Denis termine par une conclusion nuancée!: les princes ont été établis pour la paixet la sécurité de tous, mais ils ne sont pas tenus à la défense et la sécurité desclercs!gratis.

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57 L. SCORDIA (2005).58 BERTHAUD DE SAINT-DENIS, Quodlibeta, I, 1,op. cit, pp. 610-614.

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Pedagia et tributa conditionnent la détermination du maître séculier, puis lestypes de biens des clercs, la question de la fréquence (ordinaire / extraordinaire), lacausa finalis, le niveau des ressources des laïcs, le libre consentement et enfin le casdes clercs marchands. Le quodlibet ne fait pas mention du consentement!des clercsni du cas de nécessité. L’interrogation faite en 1282 semble alors être une questiond’école59.

La croisade d’Aragon, menée par Philippe III en 1284-1285, désorganise les fi-nances!: son coût est évalué au double des revenus royaux. Philippe IV hérite de cettedette que les décimes, concédées par le pape, ne suffisent pas à éteindre60. D’où uncontexte de tensions financières perceptible dans les quodlibets de 1286.

Pendant le Carême 1286, soit dans le même contexte que la questions II, 30 po-sée à Richard, Henri de Gand se voit interrogé!: Utrum clerici teneantur ad exactio-nes quas laici solvunt civitatibus et dominis temporalibus!? («!Les clercs doivent-ils pa-yer les exactions acquittées par les laïcs aux cités et aux seigneurs temporels! ?! »)61.L’intitulé suggère un élargissement de la perspective!: le traitement des clercs est com-paré à celui des laïcs!; le cadre géographique est aussi bien la cité que le royaume.Le type d’impôt n’est pas précisé. Les clercs composent une partie de la cité (pars ci-vitatis)!; ils participent à ce titre à ce qui peut améliorer la cité – le propos s’éloigneici de Richard qui soutenait que l’amélioration de la cité ne profitait qu’à quelquesuns. Le droit canonique sollicité épingle les clercs marchands qui perdent leurs privi-lèges puisqu’ils se comportent comme des laïcs. Le maître distingue, comme Ber-thaud, les biens meubles et immeubles. Et énumère les injonctions bibliques à l’ac-quittement de l’impôt. Il admet le paiement pour les ponts et chaussées et le cas denécessité, à condition que la demande soit faite par l’évêque. Cependant, le maîtrerappelle que le clergé doit conserver son immunité quel que soit son niveau de ri-chesses, car les décrets ont été émis en considération de la dignité de l’état clérical etnon en fonction de leur plus ou moins grande indigence – là encore Henri se diffé-rencie de Richard.

Ces quelques exemples montrent que les maîtres se déterminent principalementen fonction du niveau de richesse des clercs, de la consultation préalable des autori-tés ecclésiastiques, de l’appartenance des clercs à la communauté!et du cas de né-cessité62. C’est ce dernier argument qui envahit les ordonnances royales et justifie lesinitiatives fiscales. Dix ans plus tard, la législation pontificale va évoluer de l’excom-munication des laïcs qui taxent les clercs directement (Clericis laicos, 14 février 1296)à l’autorisation donnée à Philippe IV de lever des décimes pro defensione regni!sansautorisation (Etsi de statu, 31 juillet 1297).

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59 Le discours que tiendra Berthaud de Saint-Denis en juin 1303 aura un ton bien différent!: le maître yénumère les griefs du clergé de France contre le pape. C-V LANGLOIS (1888).

60 J.R. STRAYER (1953). 61 H. DE GAND (1983).62 On pourrait comparer les réponses des théologiens avec celles des juristes du royaume (Pierre de Bel-

leperche, Guillaume de Cunh, Pierre Jacobi…). Travail en cours.

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CONCLUSION

Les sources quodlibétiques permettent de faire le point d’une réflexion et de sui-vre les débats en cours car les maîtres se répondent les uns aux autre par quodlibetsinterposés63. Les déterminations magistrales ne sont pas péremptoires : Richard de Me-diavilla n’avance aucune temeraria assertione et il invite ses auditeurs et confrères àpoursuivre l’enquête!: «!Et si quelque chose y a été mal dit, que cela soit corrigé parceux qui comprennent mieux!». La formule est classique, mais elle exprime bien l’i-déal éthique du théologien. Le contenu du quodlibet II, 30 donne un exemple du réa-lisme du franciscain!qui cherche à dire le vrai, le juste et le faisable. La recherche dela vérité n’exclue pas la nécessité pour les scolastiques de proposer des solutions auxproblèmes concrets des cités et des royaumes.

On remarquera aussi qu’il n’y a pas rejet de l’impôt dans les débats des années1280-1290, mais réflexion pondérée sur les conditions du prélèvement légitime quiconcilie, dans le quodlibet de Richard de Médiavilla, l’honneur dû aux clercs et lesconséquences de leur appartenance à la communauté.

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63 J. LECLERCQ (1947)!; A. L. GABRIEL (1974)!; I.P. WEI (1995).

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I. IGLESIA, PAPADO Y FISCALIDAD

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1 Citons, entre autres, l´article d’U. STUTZ (1908), et les ouvrages de P. VIARD (1912 et 1914)! et G.CONSTABLE (1964).

2 Par exemple, J. GOY (1972) et H. NEVEUX (1980).3 Un programme de recherche collectif, «!Dîme, biens d’Église et territoire ecclésial dans l’occident du

Moyen Âge!», a été lancé à L’Université de Nice, sous la direction de Michel Lauwers; il a donné lieu à deuxrencontres, en 2007 et 2008. En outre, le trentième colloque de Flaran, tenu en octobre 2008, a été consa-cré à «!La dîme dans l’Europe médiévale et moderne!».

4 Sur la doctrine chrétienne de la dîme et les débuts de son application pratique, cf. G. CONSTABLE (1964),9-30.

5 Deutéronome, Lévitique et Nombres, cf. P. VIARD (1912), 12. Les mêmes textes servent, à l’époque ca-rolingienne, pour justifier la levée universelle de la dîme, Ibid., 98-99.

6 Article «!Dîme!», in R. NAZ (1949).

LA FISCALITÉ ECCLÉSIASTIQUE!: LA DÎME EN FRANCE (XIIe-XIVe SIÈCLE)

JEAN-LOUIS BIGET

Ecole Normale Supérieure de Lyon

Les princes, les souverains, les papes et les villes s’efforcent au bas Moyen Âgede soumettre les clercs à l’impôt, en raison de l’importance des revenus patrimoniauxdes églises. Ceux-ci reposent eux-mêmes, pour une large part, sur une fiscalité d’Église, dont la dîme constitue la forme primordiale. L’histoire de ce prélèvement,après avoir nourri des travaux importants1, est demeurée longtemps en déshérence,même si le rapport des dîmes a servi quelquefois à mesurer les oscillations de la pro-duction des grains2. Elle a désormais retrouvé son intérêt, dans des perspectives re-nouvelées3.

Prestation religieuse et cultuelle dans son principe, la dîme devient progressive-ment, dans les faits, un impôt assez largement déconnecté de sa raison première. Ilimporte de saisir à travers le temps les modalités, les étapes et les résultats de cetteévolution, et la manière dont elle est perçue du XIIIe au XVe siècle par les décima-teurs et les décimables du royaume de France. À cette fin, il paraît indispensabled’examiner le statut de la dîme, dans les différents contextes où elle s’insère à partirde la réforme «!grégorienne!».

I. DONNÉES ORIGINELLES

1. FONDEMENTS HISTORIQUES

On connaît assez bien les origines de la dîme4 . Les Pères de l’Église, évoquentsouvent cette aumône en se référant à l’Ancien Testament5. Saint Ambroise, contem-porain de Théodose, qui établit en 381 le christianisme comme seule religion officiellede l’Empire, fait de son paiement une obligation, saint Jérôme et saint Augustin laconsidèrent comme un dû6. Le versement de la dîme demeure alors une obligation de

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conscience7. En effet, au temps de l’Empire chrétien, la question des moyens néces-saires à l’entretien du clergé et des bâtiments du culte ne se pose pas. Service public,l’Église est dotée de biens fiscaux et reçoit en outre des donations privées8. Au VIe

siècle, alors que sévit la peste9, deux conciles, réunis l’un à Tours en 56710 et l’autre àMâcon en 58511, envisagent de rendre la dîme obligatoire, sans doute en compensa-tion d’une crise du revenu ecclésiastique, car le moment marque le nadir économiquedu Haut Moyen Âge. Toutefois, la situation n’est pas mûre et il faut attendre plus d’unsiècle et demi pour que la dîme devienne une réalité.

Héritiers des empereurs romains, les souverains francs considèrent les biens ec-clésiastiques comme les leurs propres, une fraction détachée du fisc, dont ils peuvent,s’il est nécessaire, modifier l’attribution. Clovis procède ainsi12. Les premiers Carolin-giens, pour renforcer leur cavalerie et s’assurer des appuis sûrs, distribuent en pré-caire à leurs fidèles une partie des biens jusque-là dévolus aux églises. À titre de com-pensation, les précaristes doivent faire verser au clergé par leurs dépendants une dîmelevée sur les revenus de ces derniers, puis la dîme est généralisée!; Pépin le Bref enétablit l’universalité13, Charlemagne en fixe les bases et fait punir par ses agents, missiet autres, ceux qui refusent de l’acquitter14. Il s’agit d’une taxe qui pèse sur la pro-duction agricole!; son versement devient une obligation juridique!; tout manquementest sanctionné d’une excommunication par l’Église et d’un châtiment par le prince. Ledistrict fiscal est la paroisse!; toutes les dîmes levées dans ses limites appartiennent àson droit. Hincmar, archevêque de Reims de 845 à 882, demande que le territoire pa-roissial soit nettement délimité, pour éviter tout conflit15. Canoniquement, le produitde la dîme doit être divisé en quatre parts!: une pour l’évêque, toute paroisse étantun démembrement de la paroisse originelle qui se confondait avec le diocèse, unepour l’entretien de l’église, une pour le desservant et les clercs locaux, une pour lamatricule des pauvres16 ; dans le Midi, la part de cette dernière se trouve le plus sou-vent jointe à celle de la fabrique et la division s’opère par tiers.

7 P. VIARD (1909), 34-38.8 J. DURLIAT (1990 et 2002) 9 Elle touche la Gaule en 543; une quatrième poussée survient en 580-582. Cf. P. RICHÉ (1966), ainsi que

J. LE GOFF et J-N. BIRABEN (1969). 10 J. GAUDEMET, B. BASDEVANT (1989), II, 394-397. Epistula episcoporum provinciae turonensis ad plebem :

“Nous vous invitons aussi très instamment à suivre l’enseignement d’Abraham et à ne pas craindre d’offrirà Dieu la dîme de toutes vos ressources en vue de conserver le reste de ce que vous possédez […] L’au-mône éteint le péché […] Nous vous exhortons, en raison de la calamité qui menace, à ce que personnene refuse de payer la dîme, même sur ses esclaves!».

11 Ibid., 462-463!:!«!Les lois divines, veillant aux intérêts des prêtres et des ministres de l’Église, ont, pourleur tenir lieu de part d’héritage, prescrit à tout le peuple de verser aux lieux saints les dîmes de leur s ré-coltes, afin que, n’étant empêchés par aucun travail, prêtres et ministres puissent, aux heures régulières,vaquer aux ministères spirituels […] Aussi, nous statuons et décrétons[…]que tout le peuple verse les dîmesà ceux qui s’acquittent du culte de l’Église[…] Si quelqu’un se montre rebelle à nos très salutaires disposi-tions, qu’il soit en tout temps retranché des membres de l’Église!».

12 Ibid., 416-417.13 P. VIARD (1909), 70, cite une lettre de Pépin à Lul, archevêque de Mayence, qui montre clairement le

caractère général et obligatoire de la dîme, cette obligation ayant force de loi civile!: Et sic providere fa-ciatis et ordinare de verbo nostro, ut unusquisque homo, aut vellet aut nollet, suam decimam donet.

14 Vid. G. CONSTABLE (1964), 31-56. L’acte fondateur est le capitulaire de Herstal de 779 (MGH, CRF, 48). 15 J. DEVISSE (1976), II, 833.16 P. VIARD (1909), ch. III, 119-127.

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On ne saurait revenir en détail sur cette mise en place17, mais il est nécessaire d’enpréciser le contexte, afin de mieux saisir les évolutions ultérieures. L’essor économiqueet démographique continu, qui prend place après 650, rend matériellement possible lesurprélèvement qui pèse sur la paysannerie, mais d’autres facteurs jouent également pourl’instauration et la pérennisation de la dîme. Au Moyen Âge, religion et société sont co-extensives et consubstantielles. Aussi bien, aux temps carolingiens l’Église est-elle, logi-quement, incorporée dans l’État, situation clairement exprimée par le terme d’Einstaa-tung, employé par Friedrich Prinz18. Le souverain se donne et se trouve perçu commerex et sacerdos ; ses thuriféraires l’assimilent à Josias ou David. Il se proclame vicaire deDieu et la mise en scène de la chapelle palatiale d’Aix ou de certains monastères, l’assi-mile au Sauveur19. Il éprouve le christianisme comme la matrice et le ciment essentiel deson empire et l’Église comme la structure portante de ce dernier. À cet égard, l’univer-salité de la dîme constitue un marqueur!; elle affirme une dépendance, en même tempsqu’une identité et une appartenance. Le premier capitulaire saxon se montre sur ce pointparticulièrement significatif. À peine la conquête de la Saxe opérée, il oblige tous lesSaxons au paiement de la dîme. Voici le texte du chapitre 17:

« Suivant le précepte de Dieu, nous ordonnons que tous donnent aux églises et auxprêtres la dixième partie de leur avoir et de leur labeur, tant les nobles que les hommesde naissance libre ou lites, et que tout chrétien, à proportion de ce que Dieu lui a donné,en rende à Dieu une partie »20.

Plus tard, en 895, le concile de Tibur déclare à propos de la dîme!:!«!En s’acquit-tant de cette prestation, les chrétiens appellent les bénédictions divines!»21.

Ces textes indiquent clairement que la dîme s’inscrit dans les mécanismes du donet du contre-don et se fonde sur l’échange réciproque22. À la fin du VIIIe siècle et au-delà, la christianisation de l’Occident a gagné en profondeur et en généralité. La dîmeest présentée, et sans doute reçue, comme une offrande faite à Dieu et aux saints parla médiation des prêtres. Elle contribue à instituer, ou en tout cas à renforcer, le liendes fidèles avec les puissances de l’au-delà. Elle intègre une charge religieuse trèsforte et ce fait, fondamental, conditionne assurément son acceptation. Elle contribueà définir une chrétienté dont les fidèles peuvent se sentir partie prenante.

2. LE MOMENT POSTCAROLINGIEN

À la fin du IXe et durant le Xe siècle, les conditions économiques et anthropolo-giques du temps entraînent l’effacement du pouvoir monarchique au profit desprinces régionaux. Parallèlement, l’établissement progressif du régime féodal impliqueque les maîtres se rapprochent de leurs dépendants, afin de mieux les contrôler. Cesphénomènes suscitent la dispersion et la parcellisation du ban. Les églises suivent la

17 Ibid. 3e partie.18 F. PRINZ (1971).19 Sur ces points, cf. R. FOLZ (1964), 64-69 et 96-104. Voir aussi, M. DURLIAT (1985), 145 et 153-154, ainsi

que C. HEITZ (1980).20 MGH, CRF, 69.21 Cité in A. FLICHE et V. MARTIN (1942), VII, 270.22 Sur ce point, cf. R. LE JAN (2003), 258 et sqq.

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dévolution de ce dernier!; elles se trouvent patrimonialisées au profit des familles aris-tocratiques, qui se substituent au souverain dans la possession et la protection desbiens ecclésiastiques.

Par ailleurs, depuis les débuts de la christianisation, les potentes ont fondé deséglises sur leurs domaines. Ces fondations exprimaient la piété de leurs auteurs, maiselles exaltaient également leur fonction médiatrice entre le monde d’ici-bas et l’universdivin, leur participation au sacré, et elles renforçaient leur prestige en manifestant le ca-ractère essentiel de leur rôle dans le salut collectif! ; elles justifiaient aussi leur statut.Bref, elles les faisaient détenteurs d’un capital symbolique fondamental. Les fondateurset leurs héritiers sont demeurés au fil du temps propriétaires de ces lieux de culte.Comme tout autre bâtiment, l’église constitue alors une dépendance du sol, un acces-soire du fonds. En conséquence, les revenus qu’elle peut offrir sont considérés commefruits du sol et reviennent au détenteur du jus fundi23. Ce type d’église a été dénommépar les historiens allemands Eigenkirche, église privée24. D’origine fiscale ou privée,toutes les églises sont au Xe siècle devenues des biens patrimoniaux. À ce titre, ellessont transmissibles par succession, données, échangées, vendues, concédées en béné-fice. Les dîmes suivent le même régime, conjointement avec les églises ou séparément.

Notons au passage que la dîme semble être, dans une large mesure, la mère deschamparts, terrages et autres redevances à part de récolte qui s’instaurent à partir dudébut du XIe siècle25. À ce moment, la dîme, en raison de sa dévolution, apparaît au-tant comme un élément du domaine seigneurial que comme une aumône à finalitéspirituelle. Cette situation, considérée normale jusque-là, commence alors d’être lour-dement stigmatisée!; des réformateurs la disent inspirée par le démon, tandis que s’af-firme un mouvement d’autonomisation de l’Église, qui provoque un important trans-fert d’églises et de dîmes de leurs détenteurs laïcs vers les communautés religieuses.

II. TRANSFERT DES DÎMES AUX ÉGLISES AUX XIe ET XIIe SIÈCLES

1. LES ATTENDUS DE LA RÉFORME ECCLÉSIASTIQUE

La réforme ecclésiastique s’inscrit dans le courant d’évangélisme qui s’amplifie de-puis 950. Elle exprime une protestation, et même une révolte, contre le statut aristo-cratique de l’Église et les abus qui en résultent, expressions d’une contradiction avecl’Évangile. L’aspiration à la vita apostolica oppose, dans un groupe aristocratique oùla chevalerie occupe désormais ne large place, le milieu des châtelains et des cheva-liers aux comtes et vicomtes. Pour que s’instaure un équilibre dans l’aristocratie, ilconvient que la disposition des dignités et des biens d’Église n’appartienne plus ex-clusivement à la haute noblesse. Il faut, en outre, que cesse l’appropriation hérédi-taire du patrimoine ecclésiastique, afin qu’à chaque génération les cadets surnumé-raires de la chevalerie puissent être accueillis dans les communautés religieuses. Celaimplique, à tous les niveaux, une désappropriation lignagère aux fins de créer un pa-trimoine collectif sous l’égide de l’Église. Ce phénomène est bien éclairé par le fait

23 P. THOMAS (1906).24 U. STUTZ (1895).25 Sur ce problème, vid. !Flaran, 7 (1985).

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que les délaissements ne s’effectuent pas au bénéfice des paroisses, mais au profit ex-clusif des monastères et des chapitres auxquels les paroisses sont incorporées! ; cescommunautés religieuses sont peuplées des fils de la chevalerie. Ainsi les transfor-mations du groupe aristocratique et de son mode de vie, sa dispersion dans l’espacesuccédant à son regroupement et, probablement, son élargissement, imposent que seconstitue un patrimoine ecclésiastique alleutier, ce qui passe par la désappropriationlignagère des églises et de leurs revenus, ainsi que des dignités ecclésiastiques. Laconjoncture spirituelle permet ce transfert.

Un autre facteur de la réforme et de l’émancipation ecclésiastiques réside dans ladispersion générale du ban. Celle-ci engendre des tensions. La seule instance régula-trice et unificatrice de la société morcelée s’avère l’Église, en raison de sa présenceubiquiste, mais aussi – et principalement- du fait de sa fonction spirituelle. Elle seulea la possibilité d’établir une légalité collective qui dépasse le cadre étroit des sei-gneuries. Il importe qu’elle apparaisse comme une institution dépendant seulementde Dieu et possédant en conséquence l’autorité nécessaire pour rendre des arbitragesreconnus et respectés. La haute aristocratie, a pris dès le Xe siècle, l’initiative de la ré-forme dans ses fondations et ses domaines, afin d’accroître son lustre religieux etd’illustrer sa fonction sotériologique26 ; elle en assume au XIe siècle, les nouvelles in-flexions, bien que méfiante à l’origine à l’égard de la militia, et elle en favorise la pro-motion, comme elle se pare du titre de miles et se rallie à l’idéal de courtoisie, né detensions internes au groupe aristocratique et d’une volonté de distinction que sertégalement l’action réformatrice.

La dynamique spirituelle, politique et sociale fait donc que l’Église acquiert un sta-tut propre et une forme d’indépendance. Elle se trouve en possession de terres et derevenus qui relèvent du jus spirituale et échappent en quelque sorte à l’espace et audroit communs, parce qu’ils appartiennent au dominium de Dieu et des saints27. C’estl’expression matérielle du fait qu’à l’instar des moines, les clercs dans leur ensemblese distinguent désormais des laïcs par une discipline stricte et constituent un ordo àpart, doté d’un pouvoir propre, rassemblé sous l’autorité du pape, que relaient desordres religieux qui transcendent les cadres régionaux. Les grégoriens substituent ausystème post-carolingien, caractérisé par la symbiose des élites ecclésiastiques etlaïques dans un espace restreint, une Église qui déploie son magistère sur toute lachrétienté latine et dont les représentants sont fortement séparés des laïcs par leuréthique et leur mode de vie. Parallèlement, s’affirme avec force la séparation des do-maines, des prérogatives et des droits. Le pouvoir laïc est renvoyé du côté du sécu-lier et du profane!; il est disqualifié quant à la détention des res sacrae. Les légats dupape le répètent à satiété dans des conciles régionaux lors desquels ils vouent à l’ex-communication et aux gémonies les contempteurs de la libertas ecclesiae. Il s’agit eneffet de faire passer dans la réalité les conceptions nouvelles et le droit nouveau.

2. LES DÉLAISSEMENTS AUX ÉGLISES

Le clergé réformé gagne en prestige et obtient de nombreux délaissements. L’évo-lution économique, qui gonfle les revenus seigneuriaux après 950, favorise ces dé-

26 F. MAZEL (2002).27 Sur cette question, vid D. IOGNA-PRAT (1998 et 2006) et M. LAUWERS (2005).

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guerpissements, consentis pour des motifs spirituels. Leurs auteurs oeuvrent pour leursalut. Les abandons des realia ecclésiastiques auxquels ils consentent les font béné-ficier tout spécialement des prières des religieux, passeurs entre ici-bas et l’au-delà,médiateurs entre les fidèles d’une part, les saints et les morts d’autre part. Les dona-teurs ont leur mémoire consignée dans les nécrologes!; moines et chanoines célèbrentdes messes à leur intention au jour anniversaire de leur trépas. Ces grâces invisiblesont pour les hommes du Moyen Âge une forte réalité et il convient de ne pas négli-ger l’importance de ce contre-don.

Sur des sentiments religieux très vifs, les réformateurs articulent en outre une pas-torale de la culpabilisation et de la menace. Dès le début du XIe siècle, ils appellentles saints à la rescousse, ainsi que l’atteste, entre autres, le livre des miracles de sainteFoy de Conques!:!

‘‘Sachez, rapaces destructeurs des biens chrétiens, que les justes jugements et les fléauxde Dieu sont inévitables […]. Si votre punition ici-bas est différée, une peine plus dure etplus violente vous attend dans les incendies éternels’’28.

La bonne sainte châtie d’ailleurs les mécréants dès ce bas-monde, comme le prou-vent nombre de ses miracles.

Les conciles anathématisent les détenteurs d’églises et de dîmes. Ils martèlent avecconstance peccatum esse possidere res ecclesiasticas. Ils menacent d’excommunicationles réfractaires au déguerpissement. Aussi bien, le vocabulaire utilisé dans les actes detransfert marque-t-il une inflexion nette, ainsi que l’a noté Florian Mazel pour la Pro-vence. La terminologie de la donation!: dono, cedo, fait place à celui de la restitution!:reddo, restituo, derelinquo. On ne donne plus aux églises, on leur rend et restitue desbiens qui leur appartiennent en propre. Et Florian Mazel souligne avec raison qu’envéhiculant l’idée qu’un certain nombre de droits et de biens se trouvent de manièreillégitime en possession des laïcs, les chartes définissent un domaine qui relève ex-clusivement de l’Église29.

Bien des actes de délaissement révèlent le discours des réformateurs et les pres-sions subies par les détenteurs de biens et revenus ecclésiastiques. Ainsi, après leconcile tenu à Toulouse en 1079, lors duquel les légats Amat d’Oloron et Hugues deDie ont déclenché les censures ecclésiastiques30, un chevalier renonce-t-il à ceux qu’ilpossédait en ces termes! : propter amorem et timorem Dei et metum gehenne igniseterni, seu diem judicii, et propter excommunicationem Romani seu Tolosani concilii31.

28 A. BOUILLET, 41 (1897)!:!Audite, rapaces et christianorum bonorum vastatores, quam inevitabilia suntflagella Dei et justa judicia […] Si differt temporaliter punire, manet vos in eternis incendiis durior effica-tiorque pena.

29 F. MAZEL (2002), 204.30 Sur ce concile, P. OURLIAC (1979).31 Donation d’une église à l’abbaye du Mas d’Azil en mai 1081, C. DEVIC et J. VAISSÈTE (1875), V, c. 668.

Les décisions conciliaires et pontificales sont évoquées de manière directe dans une donation de 1083 à lamême abbaye, Ibid. V, c. 681!: Nutu Dei actum est ut omnes ecclesiae Christi quae per multos annos subjugo a saecularibus hominibus injuste detinebantur, jubente domno papa sedis Romae, cum decimis et pri-miciis et ciminteriis, sicut in priscis temporibus sancti Patres possederunt sponsam Christi, ita ipse decrevitper universum orbem terrarum ut sancta Ecclesia reverteretur in potestate servorum Christi qui per totummundum inhabitant, et ut esset sponsa Christi tuta sine macula et sine ruga. Inter haec autem omniaconstituit et excommunicavit et anathematizavit, ut omnes ecclesiae quae in primis temporibus datae fue-

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La crainte des flammes de la géhenne est universellement évoquée dans les abandonsdes laïcs32.

La piété, la crainte et, sans doute, la conscience plus aiguë de la nécessité de lapénitence suscitent de nombreux délaissements. Dans le Chartrain, par exemple, cin-quante-huit églises sont avant 1100 abandonnées par des laïcs à des communautésmonastiques, trente-cinq le sont encore avant 1150, une seule l’est après cette date.Finalement, sur neuf cent quarante-trois paroisses du diocèse de Chartres, seules dix-sept restent dans la main d’un seigneur laïc33.

Cependant, de l’Artois34 à l’Albigeois35, le transfert des églises aux communautés re-ligieuses s’avère partout plus rapide et plus précoce que celui des dîmes. Joue proba-blement une différence économique!: les revenus de l’autel sont bien moindres. Inter-vient également sans doute une différence de statut dans l’esprit des détenteurs dedroits ecclésiastiques!: si, pour eux, l’église et son enclos se trouvent bien dans la sphèredu jus spirituale, il semble qu’il n’en aille pas de même pour la dîme. La rupture opé-rée par la réforme entre le sacré et le séculier porte des effets négatifs!: assise sur unespace profane, la dîme tend à être davantage considérée comme un droit seigneurialque comme un droit spirituel. L’archevêque d’Arles se place lui-même dans cette pers-pective, car dans les usages qu’il perçoit il range la dîme avec les taxes de tonlieu!; c’estd’ailleurs au titre de suzerain qu’il réussit à l’étendre sur le territoire arlésien36. Un telétat de fait ne favorise pas les transferts de dîmes en faveur des églises, même si le Dé-cret de Gratien (vers 1140) proscrit leur appropriation par les laïcs et limite les droitsdu fondateur à la présentation du desservant, qu’il appartient à l’évêque seul d’insti-tuer37. Alexandre III formalise nettement cette doctrine, reprise ultérieurement dans lesDécrétales de Grégoire IX. Le concile de Latran III de 1179 stipule que les laïcs ne peu-vent disposer des dîmes et qu’ils les détiennent «!au péril de leur âme!»38.

Cependant, à l’instar du ban, la détention des dîmes a glissé du haut de la pyra-mide féodale jusqu’au niveau de la chevalerie!; elles ont fait en outre l’objet de tran-sactions de droit privé, de partages et de concessions en fief, ce qui rend difficile leurrassemblement. Voici, par exemple, la paroisse de Candeil, en Albigeois. Une abbayecistercienne est fondée en ce lieu vers 1150. Les moines s’efforcent alors de récupé-rer les dîmes pesant sur le domaine concédé à l’abbaye. Cela provoque onze dona-tions ou rachats échelonnés de 1156 à 1225, auxquels s’ajoutent trois cessions dedîmes pesant sur le bois qui s’étend dans la paroisse. Pour rassembler les dîmes dela paroisse voisine de Bezelles, onze acquisitions gracieuses ou onéreuses sont né-cessaires!; elles interviennent entre 1153 et 119239. Ainsi, le remembrement des dîmes

rant in monasteriis et per vim ab hominibus saecularibus raptae fuerant, sine ulla contradictione redde-rentur!; si quis vero homo saecularis contra hoc decretum contrastibilis existeret, segregatus permansisset aliminibus sanctae Ecclesiae et a consortio omnium christianorum. En 1091, les seigneurs de Roquefort ren-dent la totalité des dîmes de l’église Saint-Martin de Dreuille à l’abbaye de Sorèze, poenam inferni timenteset quia laicos non decet decimas habere (Ibid. V, c. 729).

32 Elle s’exprime, par exemple, au n° 137 du Cartulaire de Savigny, cité par G. MOLLAT (1949).33 A. CHÉDEVILLE (1973), 324-327. 34 B. DELMAIRE (1994).35 J.-L. BIGET (1972).36 J.-P. POLY (1976), 291, note 30.37 P. VIARD (1909), 255. Voir note suivante.38 J. GAUDEMET (1979), 295 et sqq.39 Bibliothèque Nationale de France (BNF), collection Doat, vol. 114 et 115. Voir aussi C. BLANC (2000).

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d’une paroisse s’avère-t-il un processus long. Le cas de la paroisse de Marseillan, siseau bord de l’étang de Thau, en offre un autre exemple! ; les dîmes paroissiales en-trent, pour l’essentiel, dans la mense du chapitre cathédral d’Agde en sept acquisi-tions, effectuées au cours de la première moitié du XIIe siècle!; puis les chanoines enacquièrent encore deux nouvelles parties à la fin du même siècle40. Si, dans le cas deCandeil, le déguerpissement des dîmes, à l’exception d’une seule fois, semble s’opé-rer à titre gracieux, dans celui de Marseillan, les acquisitions onéreuses sont impor-tantes.

En Artois, Bernard Delmaire a constaté que le mouvement des donations s’atté-nue vers 1120. On passe alors aux engagères, car les communautés religieuses, enri-chies, consentent aux seigneurs et aux chevaliers des prêts gagés éventuellement surdes dîmes. Surtout, les disponibilités monétaires des communautés leur permettentd’acheter directement aux aristocrates en difficulté des jura spiritualia qu’ils détien-nent encore. Dans la région artésienne, les achats de dîmes et les engagères l’em-portent dès 1180 sur les donations. L’ensemble marque un pic entre 1200 et 1220! ;ensuite, les donations se réduisent à un nombre très faible, alors que celui des achatset des engagères se maintient à un niveau élevé jusqu’en 128041.

L’évolution chronologique des transferts de droits ecclésiastiques s’avère très voi-sine aussi bien dans le diocèse de Liège42 qu’en Picardie43. Pour le diocèse d’Arras, Ber-nard Delmaire a pu identifier cent quarante-sept vendeurs de dîmes. Ils appartiennentau clergé pour 12%, à la bourgeoisie pour 1% et pour 87% à la noblesse. Sur quarantecontractants identifiés dans le cas des engagères, 90% sont des aristocrates. Les ac-quéreurs des dîmes se répartissent entre des abbayes de l’ordre de saint Benoît à rai-son de 31%, des chapitres de chanoines séculiers pour 28,5%, des chapitres de cha-noines réguliers à hauteur de 20,5%, des établissements religieux divers pour 15,5%,et l’évêque à raison de 4,5%.

Le jeu économique favorise donc le rassemblement des dîmes par les commu-nautés religieuses. Monastères et chapitres deviennent les gros décimateurs. Cepen-dant, les difficultés de la petite aristocratie peuvent aussi la conduire à s’arcbouterpour la défense de ses droits patrimoniaux, résistance qui freine le processus de trans-fert. C’est le cas en Albigeois, où il se prolonge durant tout le XIIIe siècle, malgré desmodalités de répression sévères, dans un climat nouveau44.

III. LE XIIIe SIÈCLE!: UN CLIMAT NOUVEAU

1. LA DÉTENTION DES DÎMES, UN FAIT D’HÉRÉSIE

Dans sa volonté d’étendre son autorité absolue sur la chrétienté, Innocent IIIuse de l’hérésie comme d’un prétexte à ingérence et à condamnation. En outre, parla bulle Vergentis in senium du 25 mars 1199, il la constitue crime de lèse-majesté di-

40 A. CASTALDO (1970), 114-115.41 B. DELMAIRE (1994), 132 et sqq.42 C. RENARDY (1970).43 R. FOSSIER (1968). 44 J.-L. BIGET (1972).

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vine. Parallèlement, dans une lettre à l’évêque de Verceil, plus tard reprise dans lesDécrétales (X, 3, 30, 26)45, après d’autres prescriptions, il souligne la gravité de ne pasrendre à Dieu les dîmes qu’Il a ordonné de Lui rendre, en signe de son dominiumuniversel!: decimae quas Deus, in signum universalis dominii, sibi reddi praecipit.

Bien sûr, l’argument de la seigneurie divine figure déjà, plus ou moins explicite-ment, dans les écrits des Pères de l’Église et des grégoriens, mais il se trouve en l’oc-currence nettement énoncé et porte à conséquence, puisqu’Innocent III a remplacédans sa titulature vicarius Petri par vicarius Dei. Dans un tel contexte, le refus de dé-laisser ou d’acquitter les dîmes peut être considéré comme la méconnaissance desdroits du Seigneur par excellence, c’est-à-dire comme une offense à Dieu, uneconduite hérétique. La notion d’hérésie embrasse désormais la détention des dîmesou la résistance à leur acquittement. Toutefois, le IVe concile du Latran demeure enretrait sur ce point. Il se borne à rappeler l’obligation pour tous, y compris pour lesordres religieux, d’acquitter la dîme avant tout autre impôt, cens ou redevance, afinque les églises paroissiales ne soient pas lésées.

2. LA CROISADE CONTRE LES ALBIGEOIS, FACTEUR DE L’ORDRE NOUVEAU

En France méridionale, cependant, l’assimilation de la détention des dîmes par leslaïcs au crime d’hérésie suffit à déclencher, lors de la croisade contre les Albigeois àpartir de 1209, un transfert considérable des dîmes au profit des clercs, ce qui favo-rise la dilatation du patrimoine ecclésiastique. Par exemple, entre février et juillet1211, moment significatif, quinze chevaliers du Biterrois abandonnent à l’évêque deBéziers les dîmes qu’ils détiennent46. Dans le Rouergue occidental, aussi concerné parla croisade, de nombreux transferts de dîmes en faveur de l’évêque de Rodez inter-viennent en septembre 121147 .

Les statuts de Pamiers, publiés par Simon de Montfort le 1er décembre 1212, po-sent d’entrée la confirmation des libertés et privilèges des églises et des communau-tés religieuses. Puis, dans leur troisième chapitre, ils exigent le délaissement des dîmesaux églises, conformément aux décisions du pape! : omnes decime reddantur sicutscriptum est et precipitur a domino papa48. La mesure est, naturellement confirmée, auprintemps 1229, par le traité de Paris dans sa huitième clause. Le comte de Toulouse,Raimond VII, promet de payer les dîmes de ses domaines et de ne pas permettre queles chevaliers et les laïcs de sa terre en détiennent ; il s’engage à faire transférer toutesles dîmes aux églises pour observer le droit canonique romain49. Aussi bien, de nom-breux délaissements surviennent-ils durant la période 1210-1230. Les textes conservésévoquent les dîmes acquises, eas de laicorum manibus removendo50. La formule de-cime de novo a laicis acquisitis51 s’y répète fréquemment. Toutefois, si dans les régionssoumises à Montfort la quasi-totalité des dîmes passe dans le patrimoine des églises,

45 Je dois cette référence à Jacques Chiffoleau et à Julien Théry, que je remercie.46 BNF, coll. Doat, vol. 62, ff. 37-62.47 Archives Départementales de l’Aveyron, G 466.48 DEVIC et VAISSÈTE, VIII, c. 626.49 Ibid. VIII, c. 885.50 BNF, coll. Doat, vol. 113, f. 22. Acte de 1230.51 BNF, coll. Doat, vol. 105, f. 334. Vid. J.-L. BIGET (1992), 228.

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les délaissements restent à effectuer dans la zone qui reste soumise au comte de Tou-louse. Et il en va de même dans bien d’autres régions du royaume.

3. LES PRESCRIPTIONS CANONIQUES : DÉCRÉTALES, STATUTS SYNODAUX, DÉCISIONS CONCILIAIRES

Il est donc logique que les Décrétales de Grégoire IX (Livre III, Titulus XXX, ch.XV, XVII, XIX, XXXI, XXXIII) tout comme les statuts synodaux et les actes desconciles52, reprennent les prescriptions canoniques. Les Décrétales n’ajoutent rien à lalégislation antérieure, mais les statuts synodaux précisent, quant aux dîmes, les règlesà suivre, ainsi que le montrent quelques exemples.

Au début du XIIIe siècle, les statuts de Paris demandent que les laïcs soient aver-tis, de manière répétée, qu’ils détiennent des dîmes au péril de leur âme53. Ceux dudiocèse d’Albi, établis en 1230, portent excommunication de jure des laïcs qui ont enleur main dîmes, prémices et tout autre revenu d’Église54. Après 1230, les statuts deBordeaux prescrivent aux laïcs de remettre aux églises dont elles relèvent toutes lesdîmes dont ils conservent la détention, faute de quoi eux-mêmes et leur famille se-ront privés de tous les sacrements et de la sépulture canonique55. Le synodal, com-posé pour Nîmes par le juriste Pierre de Sampson, comporte également une suite dechapitres précis concernant les dîmes56. En parallèle, tous les conciles régionaux in-sistent sur l’obligation qu’ont les décimables d’acquitter la dîme. C’est, notamment, lecas dans la province de Bordeaux et, aussi, dans le comté de Provence, surtout aprèsque Charles d’Anjou est devenu le maître de ce dernier57. Saint Louis favorise le trans-fert des dîmes aux églises en permettant, par une ordonnance de 1269, qu’il puisses’effectuer sans son autorisation58.

4. L’ENTRÉE EN JEU DE L’INQUISITION

Innocent III l’a affirmé!: le paiement de la dîme est la reconnaissance de la sei-gneurie universelle de Dieu sur le monde. Par conséquent, toute atteinte au jus spiri-tuale de l’Église constitue une offense à Dieu. Ne pas verser la dîme est méconnaîtrele dominium du Seigneur, ce n’est pas un signe d’hérésie, mais l’hérésie même.

En Provence, dès 1209 – date sans doute non fortuite – dans la région de Trets,la connexion est établie entre l’hérésie et le refus de payer la dîme59. Innocent IV, en1246, dans une lettre adressée aux Mendiants provençaux pour les requérir de ne pasprêcher contre la dîme, associe cette dernière et le dominium Dei. Ce thème donneplus tard lieu aux commentaires des canonistes Gui de Baisio et Jean d’André60. En1392 encore, les chanoines de Saint-Just de Lyon rappellent que la dîme fut instituéepar Dieu en témoignage de son dominium universel et ils revendiquent le droit de la

52 A. FLICHE, V. MARTIN (1942), 209-210.53 O. PONTAL (1971), 77.54 O. PONTAL (1983), c. 53.55 Ibid., c. 98.56 Ibid., c. 137, p. 374-375!; c. 139, p. 376-377.57 J. CHIFFOLEAU (1990), 97. 58 F.A. ISAMBERT et al. (1821-1833), I, 355. P. VIARD (1912), 155-157. 59 J. CHIFFOLEAU (1990), 94. 60 Ibid., 108-109, note 16.

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lever dans la paroisse de Brignais dont ils ont le patronage61. En Provence, après queJean Baussan, archevêque d’Arles, a taxé d’hérésie en 1249 ceux qui refusent de ver-ser les dîmes62, Benoît d’Alignan, évêque de Marseille de 1229 à 1268, soutient dansson Tractatus super erroribus que l’acquittement de la dîme montre la soumission aupouvoir des clés auquel ont part les prélats et qu’il est le signe de la nécessaire mé-diation de l’Église entre Dieu, les saints, les morts et les hommes, tandis que le refusde cette obligation stigmatise un comportement d’hérésie63. Le même Benoît d’Alignanexcommunie les Marseillais en 1260 parce qu’ils refusent de payer la dîme64. À partirde 1250, un contexte identique s’instaure dans l’ensemble de la France méridionale,où la domination capétienne s’est installée. Par ailleurs l’inquisition pontificale s’estégalement mise en place. Il devient dangereux de déroger aux lois canoniques, d’êtreun décimateur laïc ou un décimable récalcitrant.

La dévolution du comté de Toulouse aux mains d’Alphonse de Poitiers, en 1249,se traduit par d’importants délaissements dans le diocèse d’Albi65 ; à partir de 1251, ils’en produit parallèlement une série considérable dans le diocèse d’Agen où les trans-ferts intéressent près de deux cents localités différentes et donnent lieu à dix-septbulles de confirmation66. La partie septentrionale de l’Albigeois était demeurée partieintégrante des domaines de Raimond VII!; le passage de la région sous l’administra-tion capétienne se conjugue après 1249, avec l’action de l’évêque Durant, qui de-mande en février 1251 aux abbés, prévôts, archidiacres, archiprêtres et autres ecclé-siastiques de son diocèse de dénoncer comme excommuniés tous les usurpateurs oudétenteurs de dîmes67. Un peu plus tard, un évêque juriste, issu de la Curie et décidéà mettre la théocratie en oeuvre dans son diocèse68, utilise la menace de l’inquisitionpour provoquer une cascade de délaissements! : 78 entre 1276 et 1300, dont 45 de1276 à 1285!; un seul de ces abandons comporte une contrepartie financière. Les au-teurs des déguerpissements déclarent les effectuer, non vi, non metu, non dolo, sedgratia propria, libera et spontanea voluntate. Contrairement à ces clauses de style,une double menace pèse sur les laïcs détenteurs de dîmes dans l’Albigeois, celle, ex-plicite, de l’excommunication pour eux et de l’interdit pour leurs terres, et celle, im-plicite, de l’assimilation aux fauteurs d’hérésie. Peu nombreux sont les possesseurs dedîmes (chevaliers et damoiseaux pour 90%) qui refusent de faire droit à la demandede l’évêque. Les très rares qui résistent finissent par venir à résipiscence.

Après 1300, l’évêché d’Albi est placé sous séquestre par les officiers royaux. Cer-tains des laïcs privés antérieurement de leurs dîmes en reprennent alors possession.En l’occurrence, ils portent préjudice à la régale. Les agents du roi exigent alors deces usurpateurs un déguerpissement sans retour et le juge mage de Cahors est, en1307, commis pour faire en sorte que les dîmes encore détenues par les laïcs dans lediocèse d’Albi soient transférées aux églises69. Suite à la croisade de 1285 contre l’Ara-

61 M.-T. LORCIN (1974), 299.62 J. CHIFFOLEAU (1985), 88. 63 F. MAZEL (2002), 458-459. 64 P. AMARGIER (1963).65 J.-L. BIGET (1972).66 Y. DOSSAT (1965).67 BNF, coll. Doat, vol. 106, ff. 66-67.68 Il s’agit de Bernard de Castanet. Sur cet évêque, voir J. THÉRY (2003).69 Pour plus de détails, voir J.-L. BIGET (1972).

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gon et aux affaires Bernard Saisset70 et Bernard Délicieux71, qui ont révélé l’instabilitédu Midi et son orientation éventuelle vers l’outre-Pyrénées, il apparaît que les officiersde Philippe le Bel ont choisi d’éliminer le ferment potentiel que constitue la petite no-blesse de la région en lui retirant les derniers vestiges de sa fortune. Vers 1310, dans98% des paroisses de l’Albigeois, les dîmes sont détenues par l’évêque ou par descommunautés ecclésiastiques72.

Cependant, dans le monde de la dîme, ceux qui la paient tiennent sans doute lerôle majeur. La fréquence des textes qui, de l’époque carolingienne à l’époque desaint Louis, les invitent à s’acquitter sans défaut, témoignent qu’ils rechignent sou-vent à le faire. Jacques Chiffoleau a signalé, pour la Provence du XIIIe siècle, de nom-breux refus, affectant des formes diverses. Et dans certains cas, jouent des contra-dictions tendancielles au sein de l’Église, car, vers 1250, les ordres Mendiants,principalement les Franciscains, qui vivent d’aumômes, prêchent contre la dîme73. Lesdécimables justifient leur défaillance en excipant de la coutume, en arguant de laconduite déplorable de leur recteur, ou bien en prétendant que la dîme n’est pasobligatoire et n’est qu’un don gratuit. Cet argument, peut-être emprunté à la prédi-cation franciscaine par les habitants d’Aureille en 130074, se retrouve plus tard chezMarsile de Padoue, Jean de Jandun, Wyclif et Jean Hus, attachés au principe de l’au-mône volontaire que chacun détermine à son gré75.

Au début du XIVe siècle, des décimables du Sabartès, région correspondant à lahaute vallée de l’Ariège et aux montagnes qui l’entourent, refusent la dîme et s’insur-gent verbalement contre les clercs. Pour ces motifs, ils sont déférés devant le tribunald’inquisition de Jacques Fournier, évêque de Pamiers, le futur Benoît XII. C’est dèsavant 1294 que s’est engagé en Sabartès un véritable bras de fer entre décimables etdécimateurs. Il semble que ceux-ci aient voulu faire payer à ceux-là les charnages,dont ils étaient exempts jusque-là et qu’ils aient décidé d’augmenter le taux de la dîmedes grains, l’établissant au huitième76. Un accord plus favorable aux décimateursqu’aux décimables fut contracté devant l’inquisiteur Geoffroy d’Ablis et le comte deFoix en 131177, mais il fut contesté par les assujettis!; le roi intima à son sénéchal deCarcassonne l’ordre d’appeler l’affaire devant son tribunal, puis lui enjoignit de re-mettre les habitants du Sabartès en possession de leurs anciennes coutumes78. Le sou-verain entend affirmer son droit de confirmer la coutume79. Cependant, promu à l’évê-ché de Pamiers en 1317 et à ce titre inquisiteur de la foi dans son diocèse, Jacques

70 J. THÉRY (2008).71 A. FRIEDLANDER (2000).72 J.-L. BIGET (1972).73 J. CHIFFOLEAU (1990). Voir aussi P. VIARD (1912), 74 et sqq.74 Ibid., 101.75 P. VIARD (1914), 9. 76 Raimond de Laburat, de Quié, déclare devant Jacques Fournier!:!quod homines Savartesii non tene-

rentur solvere decimas et primicias nisi illo modo quo solvere consueverant. Il ajoute!:!ipse nec alii hominesde querio non consueverant solvere aliquid, ut dixit, de ortaliciis, rappis, ferraginalibus, pratis, pullis, equi-nis, vitulinis, porcellis, anseribus et gallinacis et arietibus, nec lanis ovium, nec primiciam agnorum, necde caseis. J. DUVERNOY (1965), II, 322.

77 L’acte est conservé aux Archives départementales de l’Ariège, dans le cartulaire de Foix, 1, ff. 30v.-35r. Il a été publié par J. DUVERNOY (1965), III, 337-341, note 509.

78 Le 13 mai 1314, voir J. POUX (1901). 79 P. VIARD (1912), 2.

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Fournier décide de ne pas en rester là. Il excommunie les habitants des villages re-belles. Et il fait comparaître devant lui certains membres de ces communautés qui sesont répandus en déclarations intempestives, soutenant que les dîmes réclaméesétaient illégitimes, que l’excommunication qui les frappait l’était aussi, et qu’en outrenul homme n’avait le droit d’en excommunier un autre80. Dans ces conditions, bienavant le verdict, la communauté de Tarascon capitule, le 6 août 132181. Les autres fontbientôt de même. Les prévenus, au nombre de quatre ou cinq, jugés coupables sontcondamnés à la prison, le mur.

Aucune réaction du roi!; ce n’est plus Philippe le Bel et il a besoin de décimespour la guerre de Flandre.

5. ASSIETTE ET QUOTITÉ DE LA DÎME

L’affaire du Sabartès conduit à évoquer l’assiette et la quotité de la dîme82. L’uneet l’autre sont éminemment variables, car la résistance des communautés et les ac-cords passés entre décimables et décimateurs au cours du temps ont plus ou moinslimité le champ des matières soumises à la taxe et permis d’abaisser plus ou moins letaux du prélèvement.

Les dîmes essentielles pèsent sur les céréales, «!les blés!», et sur la vendange!; cesont «!les grosses dîmes!». Les petites dîmes portent sur les légumes destinés aux hu-mains, et encore sur les fruits!; et, de même, sur les plantes utilisées pour l’artisanat!:joncs, osiers, chanvre, lin, plantes tinctoriales!; dans certains cas, la dîme est préle-vée sur les prés, le foin et sur les produits de la pêche. Une dîme importante est lecharnage, ainsi dénommée parce qu’elle porte sur des bêtes à viande, et plus parti-culièrement sur le croît des troupeaux, agneaux ou porcelets notamment. L’augmen-tation peut être inférieure à dix têtes. Aussi, aux XIIIe et XIVe siècles, le charnage est-il levé sous forme monétaire, à tant par tête83. Assez souvent, les jardins sont exemptsde la dîme. D’où la tentation pour les décimables d’en étendre la superficie et d’ycultiver des céréales. À la fin du XIVe siècle, pour obvier à la fraude, le chapitre deSaint-Just de Lyon fixe la superficie maximale des verchères à treize ares (une mé-térée). De plus, il établit que le jardin doit jouxter l’habitation de son titulaire etqu’on ne doit pas y faire pousser des céréales84. Décrétales et conciles exigent quela dîme soit prélevée sur le produit brut, sans aucune réduction pour les semences,frais et redevances.

La quotité en est extrêmement variable. En Quercy, à la fin du Moyen Âge, le tauxde la dîme s’avère être strictement le dixième, mais quelquefois il est fixé au onzièmeet, rarement, au neuvième. Un supplément est levé pour les prémices dans certainesparoisses, il oscille du vingtième au quarantième85. Dans la plupart des régions, la taxeregroupe forfaitairement prémices et dîmes, sans doute à la suite d’accords conclusdepuis longtemps. En Auvergne, suite à la dépopulation du XIVe siècle, le taux offi-

80 Parmi les «!victimes!» de l’évêque, in J. DUVERNOY (1965)!; Raimond de Laburat de Quié (II, p. 322 etsqq.), Peire Guilhem d’Unac (!III, p. 339 et sqq.).

81 J. POUX (1901), 254-255.82 Analyse très précise de ces problèmes par P. VIARD (1912), ch. Ier, 4-59.83 P. CHARBONNIER (1980), 127.84 M.-T. LORCIN (1974), 295.85 J. LARTIGAUT (1978), 286-287.

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ciel est le onzième, parfois allégé en treizième86. En Lyonnais, la dépression susciteégalement une réduction du taux, de 10 à 8%. En revanche, dans le Cambrésis, il de-meure élevé, variant entre 12 et 14%, car on prélève dans ce pays la septième ou lahuitième gerbe87. Une manière de frauder consiste en Lyonnais à jouer sur la formulede la dixième gerbe ou dixième ânée de raisins. On en donne une toutes les dix, ladixième incluse, ce qui revient à n’en donner qu’une sur onze et réduit le taux duprélèvement de 10 à pratiquement 9%88.

6. BILAN D’ÉTAPE

Deux siècles après la réforme grégorienne, la dîme est-elle totalement détenuepar les ecclésiastiques!?

Dans le diocèse d’Albi et dans celui de Narbonne89, la plupart des dîmes appar-tiennent effectivement vers 1310 au patrimoine des églises, en raison du contexte ins-tallé dans le Midi après la croisade contre les Albigeois. Cependant, dans beaucoupd’autres régions, les seigneurs laïcs en ont conservé le produit. C’est le cas, parexemple, dans les Montagnes occidentales d’Auvergne90 et de même autour de Bé-thune, où la noblesse détient encore 40% des dîmes en 178991.

Il est clair que la réalité impose des compromis et qu’il existe souvent, entre laïcset gens d’Église des solidarités qui jouent en faveur des premiers et du statu quo. Ledétour pour concilier le droit canonique et les privilèges des laïcs en matière de dîmespasse par une distinction entre le jus decimae et les fructus decimae. Le premier, ledroit de percevoir les dîmes doit toujours rester aux églises!; en revanche, le produitde la dîme peut être concédé aux laïcs. Raimond de Penyafort et Thomas d’Aquin jus-tifient et la distinction et le fait, qui procèdent de toute évidence du droit féodal dis-tinguant propriété éminente et propriété utile92. Le régime de la dîme inféodée93 seprolonge ainsi dans le royaume de France jusqu’à la fin du XVIIIe siècle, les ecclé-siastiques, comme les laïcs, vendant, donnant et engageant les dîmes.

Au début du XIVe siècle, on constate donc l’échec de l’Église à s’assurer effecti-vement l’exclusivité du produit de la dîme. Elle en détient assurément l’essentiel, maisnon la totalité. L’inachèvement du processus lancé au temps de la réforme du XIe

siècle est sans doute à mettre en relation avec une modification du contexte quimarque, après le conflit entre Boniface VIII et Philippe le Bel, l’échec de la théocra-tie. On s’en tient désormais aux situations acquises.

La dîme, bien que proclamée jus spirituale, ressemble beaucoup à une redevanceseigneuriale, dont seul la distingue son caractère universel, mal sensible au niveau desdécimables comme, peut-être, à celui des décimateurs. Elle est laïcisée dans ses pro-duits et ses caractères juridiques. Au demeurant, par le biais des actions possessoires,affaires dans lesquelles une partie revendique la mise en possession d’un bien plutôt

86 P. CHARBONNIER (1980), 730.87 H. NEVEUX, J. JACQUART et E. LE ROY LADURIE (1992), 123.88 M.-T. LORCIN (1974), 296.89 E. GRIFFE (1925).90 P. CHARBONNIER (1980), 368.91 B. DELMAIRE (1994), 127.92 P. VIARD (1911).93 À propos des dîmes laïques et des dîmes inféodées, P. VIARD (1912), ch. 4.

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que sa propriété, les baillis royaux prennent en matière décimale le pas sur la justicedes officiaux, appelés seulement après eux à juger sur le fond94.

IV. LA DÎME AU XIVe SIÈCLE. PRÉLÈVEMENT. POIDS. BANALISATION

Au moment où le roi de France entend taxer globalement les revenus ecclésias-tiques par le biais de la décime, il est intéressant de dresser, un peu avant le milieudu XIVe siècle, un tableau des modalités du prélèvement de la dîme, de son poids et,finalement, de son évolution.

1. MODALITÉS DE LA PERCEPTION DES DÎMES

Les modalités de la perception des dîmes95 sont connues avant tout pour le cas degros décimateurs96, ainsi l’archevêque de Narbonne et l’évêque d’Albi, cela grâce à lacomptabilité de la Chambre apostolique. Au temps de la papauté d’Avignon en effet,la vacance des sièges épiscopaux donne lieu à la perception de leurs revenus par descollecteurs pontificaux. Certains de leurs comptes ont été conservés dans le fonds desCollectorie, ainsi que dans la série Introitus et Exitus des archives du Vatican. Ainsipeut-on connaître les revenus de l’évêché d’Albi97 et ceux de l’archevêché de Nar-bonne pour les années 1337-134098.

Dans l’Albigeois, toutes les dîmes épiscopales sont données à ferme, paroisse parparoisse. Pour les paroisses situées au nord du Tarn, les baux sont passés le mêmejour, en un même lieu. Pour les paroisses situées au sud de la rivière, ils sont conclusun autre jour dans un autre lieu99. Dans le diocèse de Narbonne, qui compte quatrecents paroisses, la vente s’effectue aux enchères publiques en quatre fois! : en maipour les céréales, en juillet-août pour le charnage et les grains, en septembre pour lavendange, en décembre pour les olives100. Les bénéficiaires des dîmes du diocèse deCahors les afferment également. On connaît, par les registres des notaires, soixante-sept contrats et quatre-vingt dix fermiers pour la fin du Moyen Âge. Les paysans for-ment 30% de l’effectif des fermiers!; viennent ensuite les marchands, pour 23,5%!; lesprêtres, 16,5%!; les bouchers, 11%!; les nobles, 9%!; les gens de loi, 3,5% (les diverscomptent pour 7,5%)101.

Pour le diocèse d’Albi en 1337, les baux des dîmes épiscopales sont souscrits,dans 85% des cas, en association par plusieurs personnes. Parmi les fermiers, à côtéde très rares nobles, de quelques notaires et gens d’Église, dominent de manière trèsmarquée des ruraux, probablement des coqs de village, qui arrondissent ainsi leur

94 P. VIARD (1912), 183-184; (1914), 17. Cet auteur écrit en outre (1912, 164)!: «!Au début du XIVe siècle,la dîme laïque triomphe!».

95 Dès que la documentation se fait abondante, au XIIIe siècle, l’affermage et la perception en régie di-recte sont déjà en place, P. VIARD (1912), 60 et sqq.

96 Sur la variété des décimateurs, P. VIARD (1912), 89 et sqq.97 Archives du Vatican, Collectorie 1 et 2.98 E. GRIFFE (1925), 5, note 6, indique les comtes conservés aux Archives du Vatican pour l’archevêché

de Narbonne.99 J.-L. BIGET (2002).100 M.-L. JALABERT (2006).101 J. LARTIGAUT (1978), 289.

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avoir. On sait que les baux seigneuriaux profitent également en priorité à cette caté-gorie de population. Sur quatre ans, les baux des dîmes épiscopales intéressent prèsde mille fermiers, issus des familles dominantes des campagnes. Le système de cesbaux s’est probablement organisé dans les années 1280-1290. Il génère, nécessaire-ment, une solidarité économique essentielle entre les fermiers et l’Église. Cette soli-darité apparaît comme un facteur essentiel du dépérissement de la dissidence reli-gieuse dans le milieu des paysans aisés, le seul dans les campagnes – avec lesaristocrates - à avoir adhéré aux bons hommes. Par ailleurs, le transfert des dîmes dela petite aristocratie à l’Église, en paupérisant la classe chevaleresque, a contribué éga-lement à faire disparaître une autre des bases sociales de la dissidence102.

Dans le Narbonnais, principalement dans le Minervois et les Basses Corbières, àcôté de la ferme, a cours la pratique de l’abonnement. Les paroisses fournissent à l’ar-chevêque une somme forfaitaire annuelle, soldée partie en argent, partie en nature.La levée des dîmes peut aussi s’effectuer en régie directe. En ce cas, les agents de l’ar-chevêque vont sur le terrain au temps des récoltes. Toutefois, les décimables livrentau presbytère le produit du charnage, ensuite partagé entre le desservant et le prélat.La concentration des dîmes s’opère dans le diocèse de Narbonne au chef-lieu des cir-conscriptions administratives du temporel archiépiscopal, les baylies, qui sont aunombre de cinq. Le bayle administre tous les biens et revenus de l’archevêque dansson ressort103.

L’évêque d’Albi, quant à lui, ne possède qu’un temporel modeste. De ce fait, laperception du fermage des dîmes donne lieu à une organisation spécifique. Pour lecharnage et une partie des grains, les fermages sont soldés en monnaie et en argentnon monnayé. Ils sont versés directement à Albi au trésorier épiscopal. Le produit desbaux payables en grains est centralisé et vendu dans neuf circonscriptions appelées«!claveries!». Il arrive que l’évêque, pour ses paiements, pratique des assignations surles clavaires.

La perception des dîmes épiscopales, dans le diocèse d’Albi comme dans celui deNarbonne, s’avère donc solidement structurée dans les décennies précédant la pestenoire. Les archives des collecteurs pontificaux le montrent bien! ; elles permettentaussi d’entrevoir l’importance des dîmes pour le revenu des prélats.

2. LE POIDS ÉCONOMIQUE DE LA DÎME

Les comptes des baylies de l’archevêché de Narbonne ne permettent pas de dis-tinguer les dîmes des autres revenus. En 1338, la seule baylie d’Alaigne, en Bas-Ra-zès, rapporte 2080 livres. Le revenu annuel de l’archevêque, puisque le diocèsecompte cinq baylies, doit alors avoisiner les 10!000 livres104, ce que confirme une es-timation fondée sur les comptes de la décime105. Dans ce total, les dîmes tiennent as-surément une bonne place, si l’on en juge par les profits qu’elles procurent àl’évêque d’Albi en 1337. Ils s’élèvent à près de 6!900 livres, les revenus d’origine sei-gneuriale de l’évêché plafonnant à 660 livres, moins de 10% du produit des dîmes.

102 J.-L. BIGET (2002).103 É. GRIFFE (1925).104 Ibid., 21-22. L’auteur souligne l’importance de ces revenus!: «!Ils paraissent énormes.!»105 J.-L. BIGET (1974), 152-153.

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Pour celles-ci, 70% de leur montant provient des grains et 30% du charnage (qui en-globe la vendange). Il est notable qu’en Albigeois la rentrée des fermages en argentaffecte un retard considérable, mais en année normale où n’interviennent pas les col-lecteurs pontificaux, le flux des paiements effectués pour les exercices antérieursvient compenser le déficit de l’année en cours106. Au total, l’évêché d’Albi s’avère trèsriche au début du XIVe siècle. Jean XXII en 1317 excipe du reste de l’ampleur desressources épiscopales pour justifier la partition du diocèse et l’érection de l’abbayede Castres en évêché107.

Si l’on ajoute aux 6900 livres qui entrent dans les caisses de l’évêque d’Albi en1337 la part laissée aux desservants et les bénéfices des fermiers, le poids des dîmespour les 160 paroisses dont le prélat détient le patronage, doit avoisiner les 10!000livres. Comme le diocèse, avant 1317, compte 327 paroisses, le revenu de la dîme doitalors approcher le double de cette somme. On ne peut être surpris qu’à Albi commeà Narbonne, les chefs des diocèses et les chapitres – eux aussi bien pourvus en dîmes– aient lancé après 1270 la construction de cathédrales nouvelles108.

Il est, bien sûr, difficile de procéder à une pesée globale du prélèvement lié auxdîmes. Pour le Hainaut, Gérard Sivéry a jadis estimé qu’il correspondait à 8% de laproduction agricole et que les terrages seigneuriaux s’avéraient plus lourds, car ilss’élevaient parfois à douze et même seize gerbes sur cent109. En revanche, Pierre Char-bonnier a pu calculer que, pour quatre paroisses auvergnates, le rapport du poids dela dîme à celui de l’impôt variait de 1,70 à 3,43, s’avérant dans tous les cas supérieur110.Cependant, il a finalement estimé qu’en Auvergne, à la fin du Moyen Âge, le prélè-vement de la dîme était, en moyenne, égal au prélèvement seigneurial et équivalait àtrois fois le prélèvement monarchique111.

Il convient de ne pas trop focaliser le regard sur les conflits opposant décimateurset décimables, pour nombreux qu’ils soient dans la documentation. Dès qu’il y aconflit et procès, les actes surabondent. Les situations normales, quant à elles, ne lais-sent guère de traces dans les archives. Il est certain que se manifestent des résistancesà la dîme, comme il existe des résistances au paiement d’autres redevances. Elle de-meure toutefois abondamment productive pour ceux qui en perçoivent les fruits. Ce-pendant, à la fin de la période médiévale, la dîme a changé de statut et ce change-ment a pu occasionner, la crise générale aidant, des résistances plus nombreuses.

3. BANALISATION DE LA DÎME

La productivité de la dîme paraît en effet avoir favorisé sa banalisation progres-sive.

On le sait, à partir du milieu du XIIIe siècle, s’organise dans l’Église un nouveausystème bénéficial. Les bénéficiers cumulent souvent plusieurs bénéfices. Ils sont ainsipourvus afin d’exercer des fonctions qui les éloignent du ministère ecclésiastique etdes fonctions paroissiales. Les papes autorisent les rassemblements d’églises ou de

106 J.-L. BIGET (2002).107 Archives départementales du Tarn 2J 11!; BNF, ms lat. 4114, f. 40!; G. MOLLAT (1906-1946), II, n° 6215.108 J.-L. BIGET (1974). 109 G. SIVÉRY (1973), 809: estimation pour un terroir de l’abbaye de Maroilles.110 P. CHARBONNIER (1980), 730.111 Ibid., 732.

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fractions d’églises, donnés à des chanoines pro prebenda. Un tel système bénéficialne saurait reposer sur le casuel. Il a donc pour support la dîme, levée au profit deprébendés non-résidents, qui, en général, l’afferment.

Le vicaire desservant se trouve ainsi placé hors du circuit de la dîme, à moins qu’iln’en devienne lui-même le fermier, ce qui se produit quelquefois, mais rarement. Lanon-résidence des curés décimateurs et l’affermage des dîmes anéantissent tout lienentre celles-ci et la vie religieuse des fidèles. Les fruits de la dîme partent au loin pourentretenir des clercs inconnus des fidèles. Ce prélèvement, finalement déconnecté dela vie paroissiale, perd pour les décimables tout sens religieux. L’achèvement de ladissociation, de longtemps commencée, entre l’office et le bénéfice enlève à la curedes âmes toute relation effective avec la dîme. Théoriquement, celle-ci appartient à laseigneurie universelle de Dieu, mais elle n’a plus de rapport avec la vie sacramentelleet la pratique religieuse des paroissiens. Elle n’est plus ce qu’elle restait, même tari-fée et obligatoire, à l’époque de ses origines, une aumône et un don qui promet, enéchange, un avenir d’éternité. Son sens spirituel s’efface derrière une réalité exclusi-vement matérielle et fiscale, d’autant que, fréquemment levée par des laïcs, elle de-meure très souvent un élément du patrimoine de laïcs, aristocrates ou roturiers112.

Et c’est là sûrement, un des facteurs pour lesquels les dissidences religieuses àvenir, en Angleterre, en Bohême, en Alsace avec le Bundschuh, puis la réforme pro-testante, vont concerner beaucoup plus que les dissidences antérieures le milieu pay-san, travaillé par des prédicateurs qui pourront facilement montrer, en prenant ladîme pour exemple, qu’il faut chercher ailleurs que dans l’Église romaine une Ec-clesia spiritualis.

112 Sur ce point, remarques intéressantes et judicieuses de J. CHIFFOLEAU (1995). Déjà, P. VIARD (1912),écrivait! : «!Confondue avec les autres redevances seigneuriales, la taxe perçue […] se transforme en unecharge de la terre […] La dîme est ainsi absorbée par le régime féodal et domanial!».

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1 Arquivo Nacional da Torre do Tombo (ANTT), Chancelaria de D. Dinis, Lº 3, ff. 110-111 v.2 R. FOREVILLE (1965), 363-364.3 J. A. PIZARRO (2005) 191; F. F. LOPES (1967), 17-45.4 J. MATTOSO (2001), 220.

FISCALIDADE RÉGIA E RENDIMENTOS ECLESIÁSTICOS:A IMPOSIÇÃO DOS DIREITOS EPISCOPAISNO PORTUGAL MEDIEVAL (SÉC. XVIII-XIV)

HERMÍNIA VASCONCELOS VILAR

Universidade de Évora (CIDEHUS)

A 31 de Março de 1317, D. Dinis, rei de Portugal, numa carta conservada na chan-celaria régia, denunciava uma prática ilícita de alguns prelados que, através de acor-dos estabelecidos com os vigários das igrejas paroquiais e aproveitando a vacânciadas mesmas, auferiam de rendimentos superiores aos devidos1.

Desta forma lesavam, escrevia o monarca, os padroeiros que desconheciam oconteúdo destes acordos e as próprias igrejas.

Não restava, pois, nada mais ao rei do que proibir tal acção aproveitando aindaD. Dinis para, na mesma carta, impedir igualmente a recolha de qualquer bem pelosbispos a título de colheita ou de procuração, a não ser quando visitassem a igreja “porseus corpos”, reafirmando assim uma norma estipulada pela própria Igreja no IV Con-cílio de Latrão2.

Desta forma e de uma maneira clara, D. Dinis intervinha no espaço de cobrançados direitos eclesiásticos ao nível paroquial, ao impôr o limite sancionado pelo uso epelo Direito na colecta da parte episcopal dos rendimentos paroquiais que, como ve-remos, em Portugal coincidia, normalmente, com a terça do dízimo e dos mortuórios(mortuarium). E, em paralelo, definia e impunha claros critérios na recolha das pres-tações devidas pela visita episcopal, reafirmando que o seu pagamento procurava sera contrapartida à visita pessoal do bispo e não uma contribuição feita a título de re-conhecimento do exercício do poder episcopal.

No final da segunda década do século XIV e no contexto de um conflito abertocom Frei Estevão, bispo de Lisboa, e com Fernando Ramires, bispo do Porto, com osquais o rei se tinha incompatibilizado, pelo menos desde 1316, e de cujo comporta-mento se veio a queixar no Primeiro Manifesto que fez contra seu filho e herdeiro,futuro Afonso IV, em 13203, o monarca legislava assim sobre a cobrança de um di-reito episcopal, intervindo numa área que os eclesiásticos reivindicavam como sua,mas na qual o rei não se furtava a participar.

Naturalmente que o conflito atrás mencionado entre D. Dinis e os bispos do Portoe de Lisboa não era de todo estranho ao conteúdo desta carta, nem mesmo o ambientede confronto que já se desenhava entre os apoiantes de velho monarca e os de seu fi-lho, e que viria a deflagrar em guerra civil cerca de dois anos depois4. Da mesmaforma, toda a política de intervenção recorrente deste monarca nas designações epis-

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copais, visível na colocação de clérigos régios e da sua confiança em lugares estraté-gicos da hierarquia diocesana portuguesa5, surge como uma explicação adicional destaintervenção que era, na verdade, apenas uma de entre as várias que pontuaram o seureinado e que, em alguns casos, se limitaram a prosseguir trilhos já ditados pela acçãode seu pai, Afonso III. Medidas cujo impacto transparece tanto nas queixas dirigidaspelos bispos ao Papa, em especial em 1268, como nos textos subjacentes aos acordosestabelecidos entre o episcopado e a realeza em 1289, 1292 e 13096.

Na verdade, em última instância a legitimidade da intervenção régia advogada nacarta repousava na necessidade de defender os direitos e interesses dos padroeiros dasigrejas, no interior dos quais o próprio rei se incluía, enquanto detentor do direito depadroado num amplo conjunto de igrejas dispersas um pouco por todo o reino7.

Contudo, o que estava igualmente em causa era o acesso e a partilha dos rendi-mentos eclesiásticos, nomeadamente de origem paroquial, com destaque para a di-zima e a definição da hierarquia de protagonistas neste processo de apropriação.

Claro que este é um problema que atravessou toda a Idade Média e que originounumerosos e cíclicos litígios e diferentes soluções adaptadas aos locais e à cronolo-gia do seu estabelecimento.

Mas o que propomos é uma reflexão em torno de alguns destes modelos de par-tilha, acesso e apropriação, tomando como ponto de partida o reino português entreo reinado de Afonso III e o final do reinado de Afonso IV ou seja, grosso modo entre1245 e 1357 e como campo de exemplo privilegiado a parte central e meridional doreino, coincidente com as dioceses de Coimbra, Lisboa e de Évora e as dificuldades elimitações colocadas ao estabelecimento da fiscalidade episcopal nestes espaços.

E fá-lo-emos em dois momentos.No primeiro procuraremos invocar alguns aspectos do relacionamento entre o

clero e a realeza ao longo destes cerca de cem anos, tendo como cerne de análise oposicionamento das duas instâncias face aos rendimentos e direitos eclesiásticos emuito em especial, os episcopais. Neste campo interessar-nos-á particularmenteapreender as formas de apropriação desenvolvidas pela realeza portuguesa em rela-ção aos rendimentos eclesiásticos, comparando-o, quando possível, com o quadromais alargado dos reinos peninsulares.

No segundo, equacionaremos as dificuldades e limitações decorrentes da im-plantação da fiscalidade episcopal no contexto do Centro e Sul de Portugal, enquantoestudo de caso que permite aferir das resistências e da diversidade de pagamentosque esta fiscalidade poderia compreender.

Na verdade, ao contrário do que acontece com a fiscalidade pontificia, objecto dealguns estudos clássicos e detalhados sobre a organização institucional, a hierarquiae a importância das colectas feitas , em especial para o período coincidente com ochamado Papado de Avinhão8, a fiscalidade episcopal não tem sido, de uma formageral, objecto de uma atenção semelhante.

5 A. C. HOMEM (1990); H. V. VILAR (1999), 581-604. Uma das razões para a oposição entre Fernando Ra-mires e o rei era provavelmente a falta de apoio régio à eleição deste prelado.

6 M. A. MARQUES (1990), 390-398; Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, 3-61; A. D. DE SOUSA COSTA (1966).7 Sobre a distribuição do padroado régio sobre as igrejas portuguesas veja-se B. S. NOGUEIRA (1988),

421-446.8 Entre os diversos estudos sobre este tema refira-se a obra clássica de Ch. SAMARAN et G. MOLLAT (1905).

Mais recente é o artigo de J.-D. MOREROD (1990), 329-350.

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A diversidade de prestações cobradas em âmbito diocesano pelas instâncias epis-copais, em especial se compararmos espaços diocesanos do Norte e Sul de Portugalconjugada a uma acentuada variabilidade percentual e até de constituição dos ele-mentos dessas mesmas prestações, variabilidade essa ditada pela força dos acordoslocais estabelecidos entre bispos e poderes instalados nas diferentes dioceses, consti-tuem factores explicativos para esta escassez de análises. Mas outra explicação radica,sem dúvida, no carácter lacunar das fontes, em especial quando se procuram valoresquantitativos, as mais das vezes ausentes da documentação destes séculos.

Estas são, pelo menos, algumas das razões que poderão estar na base da escas-sez de estudos para Portugal, onde a rarefacção de análises sobre a fiscalidade ecle-siástica em geral e a episcopal em particular é, por demais, evidente. Em especial secompararmos com o que se passa em Espanha, onde abordagens de âmbito maisglobal, como os de Ladero Quesada e de Nieto Soria9, ou análises regionais, comosão os casos dos estudos centrados em dioceses, têm permitido avançar no conhe-cimento do papel e da importância da fiscalidade episcopal no quadro mais geraldas relações entre a realeza e o episcopado e dos modelos diversificados de co-brança desses direitos.

Em Portugal, o estádio da investigação é, contudo, bem mais incipiente.Aos estudos clássicos de Fortunato de Almeida, Henrique da Gama Barros e Ave-

lino de Jesus da Costa10, ao elenco exaustivo e cuidadoso feito por Iria Gonçalvespara os Pedidos e Empréstimos feitos pela realeza na Idade Média11, juntaram-se, maisrecentemente, as análises incluídas na História Religiosa de Portugal12 e alguns estu-dos parcelares sobre dioceses.

Embora nem sempre tenham tido como horizonte de análise o estudo das fisca-lidades episcopal e paroquial, algumas destas abordagens centradas em dioceses têmpermitido, por vezes, conhecer um pouco melhor os meandros da organização dio-cesana e, como tal, de forma directa ou indirecta, as dificuldades impostas à colectade muitas destas prestações.

Já no que respeita ao quadro geral de relacionamento entre a Igreja e a realezaos estudos de Maria João Branco e de Margarida Garcez Ventura13 permitiram um co-nhecimento mais aprofundado para o caso português para cronologias que se situam,respectivamente, na passagem do século XII para o século XIII e na centúria de 400,mas nem sempre as questões referentes à fiscalidade episcopal foram abordadas ouquando assim aconteceu tenderam a ser analisadas no quadro geral dos litígios oudos acordos estabelecidos.

De qualquer forma, estas duas obras fornecem-nos um enquadramento global daproblemática da relação realeza- episcopado para períodos cronológicos que se si-tuam, respectivamente, a montante e a jusante do período considerado nesta análise.

Mas o que propomos, tal como atrás fizemos referência, é também uma reflexãoem torno dos problemas que se colocam em relação à imposição da fiscalidade epis-copal, entendida esta como reflexo concreto da implantação e de reconhecimento dopoder do bispo e como necessidade inerente à sobrevivência do prelado e da sua ad-

9 M. A. LADERO QUESADA (1993), 191-216; J. M. NIETO SORIA (1993), especialmente 311-342.10 F. DE ALMEIDA (1967-1971), vol.I, 113-124 e 312-320; A. de J. DA COSTA (1959), vol. I, 258-276. 11 I. GONÇALVES (1964)12 A. M. RODRIGUES (2000) 265-266 e 284-300.13 M. J. BRANCO (2000); M. VENTURA (1997).

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ministração, num contexto de partilha e de repartição de direitos no qual o rei jogavatambém um papel.

Desta forma, partiremos de estudos de caso, como forma de abordar a diversi-dade de modelos de percepção impostos pelas diferentes hierarquias de poderes, avariedade de tributos cobrados e a partilha e apropriação desses mesmos rendi-mentos.

Mas este será um segundo ponto deste nosso trabalho.A primeira parte desta análise coloca-nos ,de novo, perante a carta de 1317, com

a qual iniciámos este texto.Coloca-nos perante um rei interventivo na esfera eclesiástica, cioso e defensor dos

interesses dos padroeiros e parte interessada na apropriação dos direitos cuja co-brança D. Dinis procurava definir.

1. A REALEZA E OS RENDIMENTOS ECLESIÁSTICOS

Desde cedo que os monarcas se mostraram interessados na apropriação de umaparte dos direitos eclesiásticos. A coberto da invocação do direito e obrigação de pro-tegerem a Igreja, os seus membros e os seus bens; da necessidade de custearem aluta contra o Infiel, tanto no interior do reino como na Terra Santa; da inevitável ma-nutenção de despesas extraordinárias originadas pela guerra ou por alianças, váriosreis portugueses tentaram obter a necessária autorização papal que lhes permitisseauferir, legitimamente, de uma parte desses rendimentos, tal como já foi demonstradopor Iria Gonçalves e mais recentemente por Mário Farelo14.

Outras, que não raras vezes, apropriavam-se indevidamente de bens e prestações,o que originou longas e complicadas queixas e litígios.

Neste contexto, o acesso régio a uma parte dos rendimentos eclesiásticos em Por-tugal assumiu diferentes aspectos, desde as concessões temporárias feitas pelo Pa-pado em favor dos monarcas portugueses, às prestações e direitos episcopais, cedi-dos, por vezes, voluntariamente, pelo episcopado ou por uma parte dos seusmembros ou apropriado indevidamente pelo rei no contexto de disputas recorrentes,passando pela colecta de rendimentos que o usufruto do estatuto de padroeiro ou deprotector, em especial no caso de sé vacante, lhe permitia legitimamente auferir.

O acesso a uma parte dos rendimentos da Igreja através dos pedidos extraordi-nários dirigidos ao Papado é, talvez, a forma mais estudada de apropriação legitimapor parte da realeza de uma proporção variável dos proventos eclesiásticos. Para tala realeza portuguesa limitou-se a invocar razões e a utilizar argumentos usados nou-tros espaços ibéricos e em outros contextos da Europa cristã, radicando na luta con-tra o muçulmano ou na contracção de despesas extraordinárias a legitimidade paraestas doações autorizadas pelo Papado. E, com efeito, desde pelo menos, o reinadode D. Dinis, mais especificamente desde 1320, que a documentação assinala a pre-sença destas outorgas, feitas pelos Papas em favor dos reis portugueses, doações quese estenderam pelos reinados seguintes, ganhando uma particular importância na se-gunda metade do século XIV15.

14 M. FARELO, “The “haver do rei” from ecclesiastical sources of income: some considerations on a diffi-cult question”. Este texto foi apresentado no Encontro da Associação Portuguesa de História Económica enNovembro de 2007. Agradecemos ao Dr. Mário Farelo a leitura e utilização deste texto.

15 I. GONÇALVES (1964),. 181 e ss..

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De uma forma geral, as doações papais realizadas ao longo da primeira metadede Trezentos incidiram sobre a dizima ou metade da dizima dos rendimentos ecle-siásticos e estabeleceram períodos de tempo relativamente curtos para a cobrançadestes direitos por parte do rei, períodos que oscilaram entre os dois anos comoaconteceu em 1341 e os quatro como foi o caso da concessão de 135516.

Como já foi referido, na base destes pedidos, tanto pelos monarcas portuguesescomo pelos demais reis ibéricos, encontrava-se quase sempre a invocação do direitoà cobrança de uma parte dos rendimentos eclesiásticos em virtude da luta desenvol-vida contra os muçulmanos e a necessidade de libertarem ou de defenderem o terri-tório peninsular desta ameaça militar. Limitavam-se, desta forma, a utilizar os argu-mentos esgrimidos e afirmados pelo IV Concilio de Latrão para o lançamento dacobrança da vigésima parte dos rendimentos eclesiásticos para a libertação da TerraSanta17, estendendo a sua aplicação ao espaço da Península Ibérica, ao mesmo tempoque recuperavam todo um discurso de legitimação da guerra prosseguida no espaçoibérico desenvolvido, em especial, no decurso dos séculos XII e XIII e que procuravaestender à Península a aplicação das benesses e indulgências próprias das cruzadasdirigidas à Terra Santa18.

É este o contexto que explica aliás a curiosa carta que Afonso IV de Portugal eAfonso XI de Castela enviaram ao Papa, cerca de 1329, aquando do seu encontro emFuente Guinaldo19, encontro que antecedeu o ataque e conquista da praça de Teba .

Nessa carta, os dois reis pediam, a título de súplica, o dízimo de todos os frutos,rendimentos e proveitos das igrejas, catedrais, mosteiros, ordens, dignidades, pessoase de todos os outros benefícios eclesiásticos20 pelo prazo de dez anos, bem como osfrutos do primeiro ano de todos os benefícios vacantes no decurso dos cinco anos se-guintes; a terça dos rendimentos vacantes nos cinco anos próximos, à excepção do pri-meiro ano e após o desconto dos encargos espirituais e temporais que incidiam sobrecada instituição e ainda a substituição dos eclesiásticos estrangeiros que detivessembenefícios nos reinos por eclesiásticos oriundos de cada um dos reinos em causa.

No conjunto das súplicas feitas os dois monarcas peninsulares expressavam o queseriam os seus desejos que, no entanto, dificilmente se coadunavam com o que tinhasido a realidade e a prática seguidas nas décadas anteriores no que se referia à ca-pacidade de apropriação legítima por parte da realeza dos rendimentos eclesiásticos.Tanto a amplitude das prestações pedidas como a duração dessa cobrança ía frontal-mente contra a prática de outorga papal que normalmente incidia sobre o a décimaparte ou mesmo metade de décima parte dos rendimentos eclesiásticos e por perío-dos reduzidos de tempo.

Em última instância os monarcas peninsulares propunham-se cobrar um conjuntode prestações cuja colecta cabia, normal e directamente ao Papado e que era dirigidoà manutenção do cada vez mais complexo aparelho pontifical e procuravam chamar

16 Descobrimentos Portugueses (1944-1961), vol. I, doc. 46, 40; doc. 64, 66-69; doc. 71, 83-84 e doc. 151,98-100. No decurso dos reinados de D. Dinis e de D. Afonso IV ou seja até 1357, os reis portugueses usu-fruíram de doação da dizima dos rendimentos régios pelo Papado em 1320, 1341, 1345 e 1355.

17 R. FOREVILLE (1965), 272 e 384-385.18 C. ERDMANN (1940); S. BOISSILIER (1994); J. A. MARAVALL (1954).19 B. VASCONCELOS; e SOUSA (2005), 210.20 O texto deste documento foi publicado nos Descobrimentos Portugueses (1944-1971) vol. I, doc. 56,

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a si o direito de gerir uma parte substancial dos rendimentos da Igreja sob o argu-mento legitimador da necessidade de custearem a guerra contra os merínidas de Mar-rocos e a ameaça granadina.

Da mesma forma, o pedido, algo insólito, no sentido do afastamento dos ecle-siásticos estrangeiros dos benefícios dos reinos peninsulares a coberto da justificaçãoda sua não participação na guerra se, por um lado, evidencia a importância do argu-mento militar na defesa do direito à apropriação de uma parte dos rendimentos ecle-siásticos, por outro espelha as resistências latentes à presença de eclesiásticos estran-geiros em benefícios localizados no reino, presença que o advento do Papado deAvinhão tinha feito aumentar de forma significativa21.

Embora sem grandes efeitos práticos, já que a resposta papal a esta carta será re-lativamente contundente, considerando o pedido como insólito, grave e insuportávelàs igrejas e clérigos22, a verdade é que este documento constitui um espelho privile-giado das pretensões régias sobre os direitos eclesiásticos e sobre a importância doque estava então em causa.

Na verdade, os montantes discutidos não deviam ser despiciendos. Embora nãopossamos avançar dados concretos sobre os valores que a décima sobre os bens ecle-siásticos representaria no Portugal da primeira metade de Trezentos23, a verdade éque a seguirmos algumas ordens de grandeza relativa estabelecidas para outros con-textos regionais coevos, como acontece para o reino de França de final do século XIIIpara o qual as décimas eclesiásticas equivaliam, em 1290-1295, a cerca de metade dosrendimentos régios24, poderemos ter uma ideia aproximada da importância do queentão era requerido pelos reis de Portugal e de Castela e das razões que levavam àformulação escrita dessas pretensões.

Aliás, Afonso IV de Portugal não deixaria, nos anos seguintes, de pressionar o Pa-pado no sentido da obtenção de uma parte dos rendimentos eclesiásticos. Em 1335,depois da redacção da carta já referida, Afonso avisava os eclesiásticos que tinha re-solvido suspender a aplicação das cartas papais que ordenavam a recolha da décimados rendimentos eclesiásticos por seis anos para apoio à Cruzada de libertação daTerra Santa, com o argumento de que também ele se encontrava em luta contra o mu-çulmano necessitando do dinheiro que era recolhido e levado para fora, pelo que te-ria já enviado cartas ao Papa no sentido de impedir essa contribuição25. E, de facto,viria a obter a décima dos rendimentos, pelo menos, em 1341, 1345 e 135526.

De uma forma ou de outra tanto Portugal como Castela viriam a usufruir da doa-ção da décima sobre os rendimentos eclesiásticos de forma recorrente a partir da se-gunda metade do século XIII e ao longo de Trezentos27, tanto de forma legítima, den-tro dos prazos estabelecidos pelas cartas papais, como ilegítima, através doalargamento unilateral dos prazos de cobrança.

21 A. M. RODRIGUES e H. V. VILAR (2004), 611-629.22 Monumenta Henricina (1960) vol. I, nº 76, 162-164.23 A lista de igrejas e dos seus rendimentos foi elaborada após a outorga da décima pelo Papado ao rei

D. Dinis em 1320 e esta lista é, com efeito, um documento único para o conhecimento do valor compara-tivo entre as diferentes igrejas. F. DE ALMEIDA (1967-71), vol. IV.

24 L. SCORDIA (2005), 105 .25 Monumenta Henricina (1960), vol. I doc. nº 80, 170-172.26 Cf nota 16 e I. GONÇALVES (1964), 183 e ss.27 A cronologia das doações feitas a Castela foi definida por M. A. LADERO QUESADA (1993), 203-207 e J.

M. NIETO SORIA (1993), 322-336.

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A esta forma de obtenção de uma parte dos rendimentos eclesiásticos juntavam-se obrigatoriamente outras formas extraordinárias de contribuição do clero que, em-bora nem sempre autorizadas, representavam modelos adicionais de apropriação porparte do rei de uma parte das receitas. Os pedidos feitos a título extraordinário eramuma delas e talvez a mais identificada pela documentação, pelo menos a partir do rei-nado de Afonso III, mais propriamente de 1247 data do primeiro pedido geral co-nhecido28. Estas contribuições eram, regra geral, motivo de longas e complicadas dis-sensões entre a realeza e o clero, tal como é reflectido nos textos das Concordatasestabelecidas em 1289 e nas quais os prelados se queixavam da obrigatoriedade departiciparem em contribuições como fintas ou talhas a coberto da necessidade decontribuírem para o “bem comum”. Em princípio estas contribuições extraordináriassendo teoricamente voluntárias não implicavam, à partida, a autorização papal masapenas a concordância dos eclesiásticos que nelas participavam. É assim que se com-preende a doação feita em 1253 pelo bispo e deão de Évora ao rei Afonso III de doisterços das dízimas das igrejas de Beja pelo período de dez anos com o objectivo decontribuírem para a reedificação dos muros da vila, recentemente conquistada29, ouseja como uma outorga autorizada localmente pela autoridade diocesana, feita, pos-sivelmente, na sequência de um anterior pedido régio ou na lógica de uma políticade articulação entre os interesses do episcopado eborense e os interesses régios.

Contudo, o cerne dos litígios entre rei e eclesiásticos centrou-se, frequentemente,em outras formas de apropriação de uma parte dos rendimentos eclesiásticos muitoem especial dos rendimentos paroquiais subjacentes a algumas das prestações epis-copais e concomitantemente na definição dos modelos de repartição da dizima, dasoblações, mortuórios e primícias.

Assim, um dos primeiros dados relevantes nesta análise coloca-nos perante a con-cessão feita por Afonso II a todos os bispos portugueses e ao mosteiro de Santa Cruzde Coimbra do direito de cobrarem o dízimo sobre todos os bens régios. Estamos en-tão perante a imagem do rei protector e benfeitor da Igreja que aproveitando a Sextafeira Santa de 1218, data carregada de simbolismo e de importância no contexto docalendário litúrgico, beneficia o conjunto dos bispos portugueses.

Utilizando cartas de conteúdo semelhante que estipulavam a outorga da dizimasobre todos os rendimentos, proventos e direitos reais detidos pelo rei em cada dio-cese ou no caso do mosteiro de Santa Cruz, sobre o património existente em Leiria,e que até aí não tinham estado sujeitos a dizimo30, Afonso concretizava uma doaçãoimportante não apenas em termos financeiros, mas também enquanto reflexo do re-conhecimento da universalidade de uma prestação à qual passavam a estar sujeitos,teoricamente, todos os bens régios.

Exaradas na Sexta feira Santa de 1218, estas doações invocavam, tal como já foianalisado por diferentes autores31, um amplo conjunto de personagens próximas deAfonso e por amor e a pedido das quais o rei justificava estas outorgas. Mas, na ver-dade, várias razões contribuíam para esta liberalidade do monarca, entre as quais sedestacam a necessidade de recompensar quem o tinha apoiado no decurso dos anos

28 I. GONÇALVES (1964), 37-38 e 205.29 Chancelaria D. Afonso III, vol. I, doc nº 17, 29.30 A. D. DE COSTA (1966), 67-74, notas 146-152.31 M. J. BRANCO (2000), 505-558 e H. V. VILAR (2005) 205-214.

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anteriores, ao longo da guerra civil travada com as Infantas suas irmãs sob a égide deAfonso VIII de Leão e dos anos em que o seu trono esteve em risco. Mas, em para-lelo, precavia-se, também o rei contra o impacto que uma série de medidas de âm-bito administrativo que tomariam forma nos anos em redor de 1217-1220,como é ocaso das primeiras inquirições régias, poderiam vir a ter no interior do corpo ecle-siástico.

De qualquer forma, a ter-se concretizado nos anos seguintes esta doação deveriater fornecido ao clero português uma fonte não negligenciável de rendimentos. Noentanto, é possível supor que a sua concretização efectiva tenha tardado.

Na verdade, as disputas em torno deste pagamento ter-se-ão mantido ao longodos anos seguintes e no decurso do reinado de Sancho II sucessivas bulas de Gre-gório IX fizeram eco das queixas dos bispos contra a recusa do monarca em solveros dízimos sobre os rendimentos régios, queixas que se prolongaram pelo reinado deAfonso III.

Assim, não obstante as garantias dadas ao clero por este monarca aquando da suaascensão ao trono em 1245 feita na sequência da deposição papal de seu irmão San-cho II32, a verdade é que a década de sessenta do século XIII foi marcada, de novo,pela conflitualidade entre a realeza e o clero episcopal, após uma aparente acalmia earticulação entre as duas partes ao longo da década de 50. E mais uma vez a apro-priação indevida de direitos eclesiásticos ou a ausência de pagamentos do dízimo porparte do rei são razões invocadas em especial no rol de 43 queixas redigidas e apre-sentadas em Viterbo entre Março e Junho de 126833 pela maior parte dos bispos por-tugueses e que darão uma nova dimensão a um conflito que se prolonga pelas dé-cadas de 60 e de 70 até à morte do rei em 1279.

Muitas das queixas incluídas neste rol viriam a ser incluídas nas Concordatas que,no decurso do reinado de D. Dinis, foram estabelecidas entre o clero e o rei, evi-denciando a importância e a perenidade das situações descritas no final dos anos 60.E entre estas a questão referente ao pagamento do dizimo régio era ainda suficiente-mente importante para que, no acordo estabelecido entre D. Dinis e a prelazia em1289, os bispos denunciassem a recusa do rei em solver a dizima dos seus bens aoque D. Dinis respondeu caber-lhe apenas a obrigação do pagamento de dizimo dopão, vinho, linho e “de outras cousas de que o acustumam”34.

A capacidade de apropriação de direitos eclesiásticos por parte da realeza recaíaainda sobre a posse da terça parte dos rendimentos de determinadas igrejas, em es-pecial da terça da fábrica destinada à construção ou reparação e manutenção dos lo-cais de culto, mas também, em alguns casos, da terça episcopal, a crermos no artigoIX da Concordata de 128935 e no rol de 1268·. Posse que não se restringia às igrejasde padroado régio e logo ao espaço sobre o qual o monarca exercia a sua jurisdiçãode padroeiro. De acordo com os prelados, as terças indevidamente apropriadas pelosreis eram utilizadas nas obras dos muros das cidades e vilas e na remuneração de ca-valeiros, de forma indevida de acordo com os eclesiásticos, mas de forma correcta,no dizer de D. Dinis que assim achava dever ser a prática “naquellas Igrejas soomente,

32 Sobre as condições inerentes aos primeiros anos do reinado de Afonso III e sobre a guerra civil de1245 veja-se L. VENTURA (2006), 73 e ss.

33 M. A. MARQUES (1990), 260. 34 Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, tit. II, artigo I, 33.35 Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, tit. I, artigo IX, 8-9.

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nas quaes des o fundamento dellas aquesto expressamente he feito” tendo para tal oconsentimento dos prelados36.

Seria esta a situação de igrejas como as de Riba Coa e da raia de Trás-os-montes,nas quais os monarcas tinham o direito de cobrar a terça em algumas destas institui-ções com o objectivo de contribuir para a construção e reparação de muralhas, daigreja de Freixo de Espada à Cinta37 e das igrejas de Beja, cujos dois terços dos dízi-mos, como já referimos, foram dados, com excepção dos mortuórios, em 1253, ao reiAfonso III, por um prazo de dez anos, pelo bispo e cabido de Évora para reedifica-ção das muralhas da cidade38.

Na verdade, tanto Afonso III como D. Dinis reiteraram por diversas vezes e ape-sar das resistências da Igreja, a necessidade de os eclesiásticos contribuírem, por im-posição régia, para o que eram obras destinadas ao “defendimento da terra e prol dosenhorio” bem como, por direito, para o que eram “cousas que som honestas, ao co-mum proveitosas”39, incluindo a construção e obras de pontes, fontes, carreiras e ros-sios, tal como consta de um documento assinado por D. Dinis e o bispo de Lisboa,João Martins de Soalhães, em 1309.

Desta forma, o rei justificava o direito à detenção de uma parte dos rendimentoseclesiásticos, em especial daqueles que eram tradicionalmente dedicados às obras emanutenção dos templos, se bem que fizesse depender essa contribuição do prévioconsentimento episcopal, lembrado, talvez, das sucessivas bulas que desde o ano de1296 e a Clericis Laicos tinham tentado dirimir os conflitos entre o Papado e a rea-leza francesa. Bulas que tinham começado por reafirmar a necessidade do consenti-mento papal para o levantamento de taxas extraordinárias sobre o clero para, maistarde (Etsi de Statut- 1297), evoluir para a autorização das taxas destinadas à defesado reino e para a possibilidade de os prelados definirem dádivas voluntárias sem pré-via autorização papal.

É claro que a posse das terças régias por parte dos reis castelhanos a partir da se-gunda metade do século XIII, mesmo se de forma intermitente e a capacidade da rea-leza aragonesa de se apropriar de uma proporção variável da dizima40 não deveriamser estranhas a esta reivindicação. Com efeito, a detenção por parte da realeza de Cas-tela de cerca de dois nonos do dizimo colectado41 valor a que correspondiam, tradi-cionalmente, às terças régias não encontra paralelo para o caso português, onde nãose detecta uma doação papal semelhante nem na abrangência nem na duração, o queconstitui, sem dúvida, uma diferença a assinalar no contexto da política de relacio-namento com o Papado seguida nos dois reinos peninsulares e na capacidade de le-gitimação e de apropriação local de uma parte dos rendimentos eclesiásticos. Tantomais quando a cobrança desta terças por parte dos reis de Castela não parece sofrerqualquer interrupção com o usufruto conjuntural da décima ou de parte da décimados rendimentos eclesiásticos outorgadas igualmente de forma recorrente pelos Pa-pas de Duzentos e de Trezentos.

36 Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, titulo I, artigo IX, 8-9.37 F. DE ALMEIDA (1967-71), vol. I, 315.38 Chancelaria de D. Afonso III, vol. I, doc. nº 17, 29. O documento que está publicado na chancelaria

régia inclui igualmente o compromisso régio de devolver ao bispo a totalidade da dizima após 10 anos. 39 Ordenações Afonsinas (1984), vol. II, tit. V, artigo VI, 50-51 no acordo de 1309.40 M. VAN LANDINGHAM (2002), 122. 41 M. A. LADERO QUESADA (1993), 191-202.

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Dito isto, convirá, contudo, reconhecer que este é um aspecto ainda muito poucoestudado para o caso português, tanto nas linhas que podem marcar as suas origens,muitas vezes confusas e dispersas como Ladero Quesada apontou para o caso de Cas-tela42, como no seu desenvolvimento ao longo dos séculos XIII e XIV.

Contudo, a partir de um núcleo reduzido de informações, parece que, em Portu-gal, o acesso às terças ou a uma parte das terças dos rendimentos paroquiais resultade uma posse tradicionalmente detida pelo rei em determinadas igrejas, de doaçõeslocais feitas pelos bispos de determinadas dioceses; de outorgas conjunturais prota-gonizadas pelos Papas ou de posse indevida, da qual os prelados se fazem eco nassuas queixas, mas parece limitado a um conjunto determinado de igrejas e regiões,ao contrário do que acontecia no reino vizinho.

Da mesma forma, o argumento da luta contra os muçulmanos que, em Castela,serve, regra geral, como argumento legitimador para a posse das terças régias, não éaqui empregue, sendo-o apenas como justificação à outorga das décimas ou dos sub-sídios extraordinários. Por outro lado, o facto de Portugal constituir, desde cedo, umreino feudatário da Santa Sé à semelhança do que acontecia com Aragão, não deter-minou modelos semelhantes de acesso aos rendimentos eclesiásticos, face à dispari-dade existente entre a realeza portuguesa e aragonesa na capacidade de captação deuma parte dos rendimentos resultantes da colecta do dízimo e demais direitos ecle-siásticos43.

Neste contexto, estamos perante uma presença régia mais mitigada na apropria-ção dos rendimentos paroquiais e uma menor capacidade, por parte da realeza por-tuguesa, em legitimar essa mesma apropriação. É óbvio que, por um lado, o contextode institucionalização das terças régias em Castela no final da primeira metade do sé-culo XIII (1247) era bem diferente do dominante em Portugal, onde Afonso III tinhaacabado de chegar ao poder com o beneplácito da Igreja e em especial do episco-pado, mas mais refém dos interesses deste mesmo grupo. Por outro, a menor impor-tância da luta contra o muçulmano em Portugal ao longo das décadas seguintes, nãopermitiu à realeza portuguesa a utilização do argumento de base à construção da le-gitimidade para a apropriação das terças como aconteceu no reino vizinho. E, na ver-dade, quando a premência da guerra se impunha a doação procurada parece ter sidomais a da décima dos rendimentos do que uma parte do dízimo cobrado pelas igre-jas e concretizado nas terças.

De qualquer forma enquanto padroeiro de numerosas igrejas dispersas por todoo reino, o monarca usufruía, também, de forma legítima de uma parte dos rendi-mentos paroquiais.

O modelo de partilha dos rendimentos paroquiais vigente na maior parte das igre-jas do reino português no decurso de Duzentos, parece ter sido o da divisão em ter-ças, cabendo uma parte ao bispo, outra ao clero e uma terceira à fábrica da igreja. Aesta divisão tradicional justapunham-se outros modelos ditados pela introdução dopadroeiro, com direito a uma parte desses rendimentos, facto que determinou dife-rentes acordos de partilha e de divisão.

Com efeito, ao direito de apresentação os padroeiros juntavam, frequentemente,a colecta de uma parte dos rendimentos e o rei não era excepção. Detentor do pa-

42 M. A. LADERO QUESADA (1993).43 M. VAN LANDINGHAM (2002), 122.

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droado de numerosas igrejas espalhadas pelo reino, apesar das variadas doações fei-tas ao longo dos séculos XIII e XIV em favor de diferentes destinatários, o monarcanão deixava, contudo, no dizer da prelazia, de se apropriar de muitos outros templos,em especial após o levantamento efectuado aquando das inquirições de 125844, porachar ser devida tal posse45 ou de tentar impor os clérigos por ele apresentados,mesmo nas igrejas onde não era padroeiro46.

A par da apresentação, o monarca usufruía ainda do direito de cobrar a procura-ção ou colheita, de proporção difícil de definir, mas da qual os prelados se queixa-vam, mais uma vez em 1268 e em 1289, que atingia níveis imoderados, incluindo, porvezes, o pedido de cavalos, dado que era considerado como muito oneroso para asigrejas em causa47.

Neste contexto, sem dúvida que a política desenvolvida pela realeza em relaçãoaos rendimentos eclesiásticos e muito em especial no que se referia aos direitos epis-copais, constituía, como é óbvio, uma parte do quadro mais geral de relacionamentoentre a realeza e o episcopado durante os séculos finais da Idade Média. E como taltorna-se, por vezes, difícil tentar elaborar leituras de comportamentos que se enqua-dram em estratégias mais amplas. Contudo, no que se refere aos rendimentos ecle-siásticos os monarcas portugueses de Duzentos e parte de Trezentos oscilaram, fre-quentemente, entre a imagem do rei protector e benfeitor da Igreja, dotando-a oucoadjuvando-a na cobrança dos direitos que lhe eram devidos e um poder concor-rente, na posse e apropriação desses mesmos direitos, fossem enquanto padroeiros,fossem enquanto destinatários temporários de parcelas desses rendimentos outorga-das pelo poder pontifício ou episcopal.

A diferença principal no relacionamento entre estes dois poderes a partir de 1245,quando comparado com o das décadas anteriores, radica, parece-nos, no reconheci-mento implícito do papel do rei e da sua influência na estrutura de partilha e de dis-tribuição desses direitos por parte do episcopado, apesar de todas as queixas formu-ladas e na aceitação tácita da sua influência na estrutura eclesiástica do reino.

Na verdade, se para o rei a apetência por uma parte dos rendimentos eclesiásti-cos se impunha de forma incontornável, enquanto fonte adicional de financiamentode uma estrutura administrativa e política cada vez mais onerosa e complicada, a ver-dade é que para a Igreja portuguesa da segunda metade de Duzentos e das primei-ras décadas de Trezentos a multiplicação dos níveis de intervenção régios em espe-cial no que se relacionava com o espaço de designação episcopal e a crescentedependência do poder pontifício em relação à Europa dos reinos tinham gradual-mente imposto e definido novos limites no relacionamento entre estas duas esferas.E a fiscalidade episcopal não escapava, como era de esperar, a esta influência.

No entanto, a implantação e cobrança dos direitos episcopais não se defrontavamapenas com os problemas decorrentes da afirmação do poder real.

44 A. HERCULANO (1980-83), Livro VI, 131. Uma das queixas apresentadas pelos bispos em 1268 residiana obrigação imposta pelo rei sobre os priores, abades e reitores das paróquias de abandonar em os be-nefícios controlados pelo rei, quando este o exigia.

45 Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, tit. I, artigo XIX, 14-15.46 Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, tit. I, artigo XVIII, 14 e A. HERCULANO (1980-83), livro VI, 134-

135.47 A. HERCULANO (1980-1983), Livro VI,, p. 136 e Ordenações Afonsinas (1984), Livro II, tit. I, artigo

XXII, 17.

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Destinando-se ao sustento do bispo e dos seus colaboradores, estes tributos con-cretizavam no espaço de jurisdição diocesana o exercício do poder episcopal e o seupagamento implicava o reconhecimento do poder do prelado. Desta forma, na resis-tência a estes pagamentos protagonizados tanto por leigos como por outras instituiçõesreligiosas concorrentes jogava-se não apenas a importância dos quantitativos propor-cionais estabelecidos, variáveis de região para região, mas a capacidade de implantaçãoe de reconhecimento do poder episcopal pelos restantes poderes instalados.

Alguns estudos de casos centrados nas dioceses do Centro e Sul de Portugal per-mitir-nos-ão aferir um pouco melhor o conjunto de problemas normalmente colocadose enquadrar algumas das questões gerais que a implantação desta fiscalidade colocou.

2. O BISPO E A DIOCESE: A DIVISÃO DOS RENDIMENTOS

Nas dioceses mais a Norte de Portugal, a precocidade da restauração, a crescentecomplexidade da organização diocesana e o inerente aumento dos encargos, ditarama sobrevivência e mesmo a criação, ainda nos séculos XII e XIII, de um amplo e com-plexo conjunto de tributos recolhidos pelos prelados, entre os quais se incluíam aterça episcopal, as dádivas e jantares, os votos, as mortuárias, os côvados de pano eo bragal, o calendário e a visitação48.

No conjunto, o pagamento destas prestações recaía sobre os fregueses ou as igre-jas paroquiais, e, no total, representavam um fardo, por vezes bastante pesado paramuitas destas instituições, cujas queixas eram dirigidas, amiúde, aos prelados origi-nando a assinatura de documentos de acordo com os párocos das diferentes fregue-sias, de forma aclarar o montante dos pagamentos a efectuar.

Contudo, o quadro passível de ser desenhado para as dioceses do Centro e emespecial do Sul do território parece, sem dúvida, bastante mais simples no que res-peita ao conjunto de direitos cobrados. Normalmente os bispos das centúrias de Du-zentos e de Trezentos da diocese de Évora cobravam, predominantemente e comoveremos, a chamada terça episcopal que se reportava tradicionalmente à terça partedo dízimo mas que poderia sofrer alterações de acordo com equilíbrios e acordos lo-cais estabelecidos, uma parte dos mortuórios, o sinodático (synodaticum) ou cate-drático (cathedraticum) e a procuração, confundida muitas vezes na documentaçãocom o termo de colheita e, em alguns casos, a lutuosa (luctuosa).

Na verdade, o processo de restauração diocesana que seguiu de perto o próprioprocesso de reconquista, foi acompanhado de um movimento gradual de definição dosdireitos episcopais cobrados e aparentemente, de uma diminuição do seu número, emproveito, talvez, de uma cobrança mais eficaz. Com efeito, a manutenção de alguns tri-butos de origem senhorial em dioceses mais a Norte, sobrevivência que em alguns ca-sos se estenderá até ao século XV49, não encontrou paralelo em dioceses localizadas noCentro e Sul do reino e para as quais o quadro de cobrança dos direitos episcopais pa-rece, desde cedo, mais definido e limitado na sua abrangência e complexidade.

A implantação da cobrança do dízimo a partir do século XI em algumas regiõesdo Norte de Portugal50, mas sobretudo a sua difusão e gradual eficácia da sua colecta

48 A. DE J. DA COSTA (1959), p. 258.49 J. MARQUES (1988), 398-421.50 F. DE ALMEIDA (1967-71), vol. I, 114.

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a partir da segunda metade do século XII51 contribuiu decerto para esta diminuiçãodo número de direitos cobrados, já que é possível supor que uma cobrança mais efi-caz do dízimo e logo das partes que cabiam aos prelados propiciaria a estes um ren-dimento mais significativo do que o facultado por uma miríade de pequenos tributos.Da mesma forma as resistências locais, incluindo as de outros poderes instalados nosterritórios diocesanos à implantação de um numeroso conjunto de prestações ecle-siásticas poderá igualmente ter servido de elemento de travão a uma multiplicaçãodessas cobranças, mas sem dúvida que o dizimo se assumirá como o imposto maissignificativo cobrado pela Igreja na plena Idade Média apesar de todas as limitaçõese resistências colocadas à sua efectiva cobrança.

Desta forma, não surpreende o quadro aparentemente mais reduzido de tributospagos em dioceses localizadas no Centro e Sul do território. Tributos que parecemcumprir objectivos bem precisos e corresponder a diferentes níveis de intervenção eda actividade diocesana.

A lutuosa, tributo nem sempre assinalado na documentação do Sul, equivalia aopagamento feito pelo clérigo de uma diocese aquando da sua morte e consistia naoutorga de um bem ou de uma determinada quantia em dinheiro ao bispo52. Ao con-trário dos restantes esta obrigação não recaía sobre o fiel ou sobre a igreja paroquialmas sobre o próprio interior do corpo eclesiástico e correspondia a um tácito reco-nhecimento do poder do bispo senhor, ao qual o clérigo legava uma peça valiosa doseu património, e a um implícito princípio de que a morte de um clérigo acarretavauma perda para o seu senhor que a dádiva, de certa forma, procurava ressarcir.

Da mesma forma, os bispos apropriavam-se, em alguns casos, de uma parte dasoblações e dos mortuórios, ou seja dos bens dados em determinadas ocasiões festi-vas e legados pelos fregueses na altura da morte. Assim aconteceu em Évora onde nadivisão de bens feita entre o bispo e o cabido em 1206 se dispunha que as oblaçõesde quatro festas seriam divididas ao meio, enquanto em 1200 para a igreja de S. Mi-guel de Évora entregue à ordem de Évora se dispunha que um terço das oblações dafesta de S. Miguel deveria caber ao prelado53. Da mesma forma uma parte dos mor-tuórios era, de forma recorrente, recebidos pelo bispo, frequentemente a par da partecorrespondente ao dízimo, sendo estimados em um terço ou um quinto do total re-cebido pela igreja paroquial. Assim foi definido para diferentes igrejas sujeitas ao pa-droado da Ordem do Hospital em 1248 e à ordem de Avis em 1265 situadas no es-paço diocesano eborense.

Já a procuração, denominada no Sul igualmente como colheita, correspondia aotributo pago aquando da visita do bispo à igreja. Na sua origem estava, inquestiona-velmente, a obrigação dos fiéis e das igrejas muito em especial de contribuírem parao sustento do bispo e da sua comitiva que cumpria a sua obrigação de visita e, comotal, em algumas regiões esta prestação era ainda constituída nos séculos XIII e XIVpor géneros, como acontecia em determinadas zonas da arquidiocese de Braga ounas igrejas sujeitas ao padroado da Ordem do Templo mas incluídas na jurisdição dio-

51 A. DE J. DA COSTA (1959), vol. I, 261 . De acordo com Avelino de Jesus da Costa o documento de par-tilha de bens entre o bispo e o cabido data de 1145 e ainda não compreendia o dizimo porque este tri-buto ainda não se encontrava disperso pela diocese.

52 A. DE J. DA COSTA (1989), vol. IV, 86. Em 1206 este imposto era mencionado na documentação de Évoranum acordo estabelecido entre o bispo e o cabido sobre a divisão de bens .

53 Arquivo do Cabido da Sé de Évora (ACSE), CEC 3-III, f. 19 e ff 4-5.

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cesana de Évora54. Contudo, a tendência caminhará inquestionavelmente no sentidodestas prestações serem pagas em dinheiro e de acordo com montantes previamenteestabelecidos. Montantes que oscilaram entre os 20 soldos e os 12 maravedis em dio-ceses como Coimbra e Évora55, dependendo essa variação não apenas da diferenteimportância das igrejas em causa mas também dos equilíbrios entre poderes subja-centes ao estabelecimento de muitos destes acordos.

No que respeitava ao sinodático ou catedrático, assinalado das duas formas emalguma da documentação dos séculos XIII e XIV, este consistia num tributo pago, re-gra geral em dinheiro e em reconhecimento do poder episcopal e que se tendeu aconfundir com a celebração do sínodo anual. Mas se a presença dos párocos nos sí-nodos, quando convocados, era, normalmente, uma obrigação estipulada pelos bis-pos a verdade é que o pagamento deste tributo não dependia obrigatoriamente, emtodas as dioceses, dessa presença nem mesmo da celebração da reunião sinodal. Cu-riosamente as referências a esta prestação não são muito frequentes na documenta-ção oriunda de Évora. Na verdade, embora amiúde os bispos refiram nas composi-ções estabelecidas a necessidade de os párocos assistirem ao sínodo nem sempreidentificam a existência de uma prestação a solver, chegando mesmo no caso daigreja de Portel a estabelecer que o montante a pagar pela procuração o seria igual-mente a título de catedrático56. Estas menções parecem, pois, indicar uma fraca pre-sença desta prestação em dioceses do Sul de Portugal, em especial nos acordos esta-belecidos com algumas igrejas paroquiais e com detentores do direito de padroadona região como acontecia com as Ordens Militares e com nobres como João Peres deAboim. Ou seja, nestes acordos a reafirmação da fiscalidade episcopal passava pelaclara imposição de outros direitos entre os quais estava a chamada terça episcopal.

Era, sem dúvida, a porção que incidia, regra geral, sobre o dízimo ou a própriacolecta do dízimo a prestação que mais problemas colocava, tanto em Portugal comoem outros reinos como era o caso de Castela, onde estudos mais recentes sobre asdioceses de Córdova ou Cuenca, elaborados na esteira de análises anteriores sobre aconflitualidade que se desenhava em torno da cobrança do dízimo57, têm mostradode forma clara. Neste contexto, a diocese de Évora cujos exemplos nos servirão, pri-mordialmente, de suporte não são particularmente originais nos seus conteúdos, nemos contornos dos litígios em que os seus bispos e cabidos se envolveram trazem as-pectos de grande novidade. Contudo, o facto de ser uma diocese partilhada entre di-ferentes poderes permite abordagens comparativas nem sempre tão visíveis em ou-tros espaços. Com efeito, o facto de ter sido uma diocese restaurada apenas nasegunda metade do século XII mas organizada sobretudo no decurso na centúria deDuzentos, detentora da jurisdição sobre um amplo território retalhado entre diferen-tes poderes instalados, com destaque para os senhorios das Ordens Militares, deter-minou que os poderes diocesanos, com particular destaque para o bispo, tivessemsido obrigados a definirem diferentes modelos de partilha e de apropriação dos ren-dimentos eclesiásticos. Modelos que incidiram antes de mais sobre a partilha dos ren-dimentos de igrejas cujo padroado estava entregue a diferentes instituições e perso-

54 H. V. VILAR (1999), 276,280.55 M. A. MARQUES (1983), 347-366; H. V. VILAR (1999), 245 e ss.56 ACSE, CEC 3-III, ff. 43-44v.57 J. DIAZ IBANEZ (2003),240-242; I. SANZ SANCHO (2006), 383-448.

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nagens, desde o rei às ordens militares, passando por comunidades monásticas e no-bres, para além dos próprios prelados e dos capitulares, mas também sobre a colectado dízimo, enquanto imposto geral e cujo pagamento era, por vezes, discutido pelasautoridades concelhias, em especial no que respeitava às chamadas dízimas pessoaisou conhecenças e que eram variáveis de região para região58.

Contudo, nesta análise interessa-nos em especial os modelos de partilha dos ren-dimentos eclesiásticos estabelecidos com as igrejas locais e os detentores do direitode padroado.

Se bem que não seja clara a cronologia de difusão da o dízimo para os espaçosdo Sul do reino, é verdade que desde o final do século XII, mais concretamente desde1187 que os bispos de Évora usufruem da dízima das portagens de Évora, por doa-ção expressa de Sancho I59, dizima que foi estendida a todos os rendimentos régiosna já referida outorga de 1218 realizada por Afonso II60. E desde os primeiros docu-mentos de acordo estabelecidos pelos bispos com os demais poderes instalados nadiocese e que datam logo dos primeiros anos do século XIII, mais propriamente de1200 e de 1214, a colecta de uma parte do dízimo pelo bispo e logo a cobrança dodízimo por parte das igrejas incluídas nestes acordos, parece ser um dado adquirido.

Desta forma, a expansão da cobrança do dízimo no território incluído nesta áreanão parece distar do próprio processo de implantação diocesana e de definição pa-roquial, ocorrido algures entre os últimos anos do século XII e sobretudo os pri-meiros de Duzentos. Cronologia que não está muito distante da estabelecida por Ro-bert Durand para as regiões a Sul do Mondego e que identifica como sendo,predominantemente, as primeiras décadas do século XIII e que, no fundo, articula oprocesso de territorialização das paróquias com o movimento de difusão e cobrançado dízimo61.

Contudo, e regressando de novo às doações régias de 1187 e de 1218, a par doque aconteceu nas demais dioceses, também em Évora a colecta dos direitos doadosnem sempre terá sido muito efectiva nem pacífica. Aliás, logo em 1224, Sancho II rei-terava a doação das dízimas régias de portagens, pão e gado de três localidades doSul: Évora, Marvão e Montemor, sem fazer qualquer alusão directa à anterior ou-torga62, embora em data anterior, num documento não datado, o bispo de Évora ti-vesse recebido o direito, por parte de Afonso II, protagonista da doação de 1218, denomeação de clérigos para receberem as dizimas régias de Évora e de Montemor63.~

Mas os problemas decorrentes da imposição dos direitos episcopais não se cin-giam nesta diocese apenas ao rei, como já atrás referimos. O retalhar progressivo deum território trouxe consigo a implantação de novos poderes mas também a partilhainevitável do espaço de jurisdição eclesiástico. Desta forma, os prelados eborenses de-paravam-se com os problemas decorrentes de um convívio forçado com diferentes or-dens militares e mosteiros, nobres e concelhos que criaram o puzzle dos detentoresde terra e de influência dominante no Sul. E, com todos eles, os bispos de Évora es-tabeleceram acordos, travaram litígios, partilharam direitos e influências.

58 M. H. COELHO (1983), vol. I, 379.59 Documentos de D. Sancho I (1979), 30.60 A. D. DE SOUSA COSTA (1966), 70-71, nota 149.61 R. DURAND (1982).62 ACSE, CEC 3-III, ff. 89v-90.63 ACSE, CEC 3-III, f. 90v.

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Se um traço geral se pode retirar de toda a estratégia seguida ao longo do séculoXIII e da primeira metade de 300 pelos prelados desta diocese esse é, inevitavel-mente, a preocupação latente e recorrente com a afirmação e o reconhecimento dopoder diocesano por parte das outras instituições, tanto por parte daqueles que re-clamando o seu estatuto de isenção, como acontecia com a Ordem de Avis, procura-vam afirmar o seu laço directo com o Papado, como com aqueles que jogavam ape-nas o peso da sua importância regional.

E uma das formas de reconhecimento era, sem dúvida, a aceitação das prestaçõesque definiam o cerne da autoridade episcopal e a integração do poder diocesano naestrutura de partilha do dízimo. E como veremos a terça tradicionalmente cometidapertencente ao bispo era, na maior parte dos casos, pouco mais do que uma miragem.

Implantada num território que foi sendo gradualmente conquistado ao longo daprimeira metade do século XIII, por acção dos contingentes régios, das milícias con-celhias e das ordens militares, a senhorialização deste espaço pela nobreza não foium fenómeno imediato ou, pelo menos, abrangente a todo o espaço diocesano. Al-gumas fases de implantação de membros ligados à família real, como aconteceu como Infante D. Fernando, irmão de Sancho II, nos anos 30 do século XIII ou, mais tarde,de personagens pertencentes à corte de Afonso III, como foi o caso de Estevão Ea-nes, Gil Martins de Riba de Vizela e João Peres de Aboim, marcaram as fronteiras dasenhorialização até quase ao início de Trezentos. Senhorialização à qual a detençãode igrejas e dos rendimentos resultantes do culto não foi um elemento estranho.

Na verdade, a posse dos direitos de padroado sobre as igrejas construídas ou aconstruir no interior do senhorio detido por estes nobres implicou o estabelecimentode acordos que definiram com pormenor o espaço de actuação dos padroeiros leigose a área de intervenção e colecta do prelado.

Tanto para os senhorios de Terena e Viana detidos por Gil Martins de Riba de Vi-zela como para o de Alvito na posse do chanceler Estevão Eanes, a proporção epis-copal oscilou entre o quarto e o quinto, respectivamente, mas incidiu sempre e in-distintamente sobre o dízimo e mortuórios, enquanto no caso de Portel, pertença deJoão Peres de Aboim, a terça foi a proporção escolhida, mais pesada sem dúvida, masincidindo apenas sobre o pão, vinho, linho e animais. A terça foi também a propor-ção que o Infante D. Fernando reconheceu pertencer ao bispo de Évora, em 1235,pela posse da igreja de Serpa a par de outros direitos não identificados. Mas entãoestamos perante um documento de reconhecimento e aceitação do poder do bispona vila após um percurso conturbado deste infante e não perante um acordo estabe-lecido entre partes64.

A esta colecta juntou-se sempre a cobrança da procuração, expressa invariavel-mente em dinheiro mas, como já referimos, em quantias diferentes de acordo com asigrejas e o perfil das composições estabelecidas.

A par dos nobres instalados no Sul a partir de Duzentos as autoridades diocesa-nas de Évora definiram ainda normas de convivência e de partilha com as várias Or-dens Militares aqui sedeadas bem como com mosteiros como Alcobaça e Santa Cruz,cujos interesses se estendiam até ao espaço a Sul do Tejo. Com todos eles foram de-finidos termos de equilíbrio e de cobrança.

64 ACSE, CEC 3-III, ff. 92v-93.

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É claro que os problemas derivados da imposição e da aceitação das prestaçõesepiscopais por parte de outras instituições como é o caso das Ordens Militares nãooriginaram problemas apenas na parte Sul do reino português. Também em outrasdioceses como Coimbra a oposição entre as autoridades diocesanas e as Ordens mi-litares, em especial a do Templo sobre a posse das igrejas de Ega, Redinha e Pombaldeu origem a um longo e recorrente conflito já estudado por Maria Alegria Marques65.O mesmo aconteceu em Braga com a Ordem do Hospital66 e na diocese do Porto comvários mosteiros que detinham o padroado de diferentes igrejas, como era o caso deS. Salvador de Moreira.

Mas, na verdade, alguns dos acordos estabelecidos nas dioceses do Centro e Suldo reino evidenciam uma preocupação notória com a definição dos montantes e dasprestações a cobrar, ao contrário do que acontece em outros espaços mais a Nortecomo é o caso do Porto onde alguns acordos se limitaram a identificar o nome dasprestações a cobrar como sendo census, ceras, mortuaria, loegata, decimas, desena-riis et dona sive luytossas de prelatis deffuntis67, mas nada mais acrescentam sobre osmontantes, como se estes estivessem previamente definidos ou como se a sua defi-nição cabesse em outro lugar que não o conteúdo do documento. Tendência contrá-ria à que é identificada em outras regiões como Coimbra ou Évora nos quais a defi-nição dos montantes da procuração e da percentagem do dízimo a ser cobrado pelobispo surge amiúde mencionadas na documentação.

Por outro lado, é notório que as prestações devidas pelos padroeiros que, na dio-cese do Porto, estabeleceram acordos com o bispo, se bem que nem sempre tão cla-ras nos seus montantes eram, sem dúvida, mais numerosas e diversificadas nas suasdesignações. E o mesmo acontecia em Braga onde alguns acordos estabelecidos en-tre o arcebispo e a Ordem do Hospital sobre o padroado de várias igrejas incluía opagamento de foro, dízimo, dádiva, um terço da mortulha (morturium), jantar e le-tanias68.

Esta marcada diferença tanto em termos do número e designação das prestaçõespedidas como em termos de especificação dos montantes reenvia-nos para o queenunciámos no início desta análise, sobre as diferenciações passíveis de serem traça-das entre dioceses situadas a Norte e no Centro e Sul do território no que respeita,especificamente, à fiscalidade episcopal e eclesiástica. Especificidades que se podemarticular com as diferenciadas cronologias da restauração diocesana destas diocesesmas também com as características do poder episcopal exercido, mais senhorializadoa Norte do que a Sul, onde a hierarquia de prestações parece desde logo mais defi-nida no seu âmbito e alcance e coincidente com as áreas privilegiadas de interven-ção da acção diocesana e episcopal.

Mas a esta questão voltaremos mais adiante. Por ora fixemo-nos, de novo, nascomposições estabelecidas entre o poder episcopal de Évora e os outros poderes re-ligiosos. Não cabe no âmbito desta análise fazer um estudo pormenorizado destesacordos, aliás já feito em outros locais, mas convirá realçar alguns aspectos gerais decaracterização de uma política comum de fiscalidade episcopal.

65 M. A. MARQUES (1983).66 P. COSTA (2000), 131-132.67 Censual do Cabido (1924), 74-75.68 Ver nota 69

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Antes de mais, realcemos a ordem militar de Avis. A isenção que esta ordem in-vocava usufruir esteve na base de um longo e recorrente conflito que se prolongoubem para lá das fronteiras temporais da Idade Média. Contudo, o enorme conjuntode documentos originado por estes litígios determinou a imposição e aceitação porparte da Ordem do pagamento geral, na maior parte das igrejas da diocese, da terçado dizimo e mortuórios a partir de 127969, após décadas de oscilação entre a terça, oquarto e o quinto. Para mais impôs-se a norma definida pelo IV Concilio de Latrãoda obrigatoriedade do pagamento do dízimo sobre os bens adquiridos pela Ordemapós 121570.

Assim, a década de setenta de século XIII trará uma tentativa de uniformizaçãoda prestação episcopal paga pelas igrejas detidas por Avis na diocese, que assim fi-carão, de uma forma geral, compelidas a entregarem a terça dos seus rendimentos ad-vindos do dízimo e dos mortuórios além da procuração. E mais uma vez esta surgecomo um imposto sempre presente e normalmente solvido em dinheiro.

Na verdade, de todos os documentos que referem o pagamento deste tributo, oúnico que inclui um pagamento em géneros é, como já mencionámos, o que se re-fere às igrejas detidas pela Ordem do Templo na área da jurisdição diocesana deÉvora e essa definição terá mais a ver com a zona de implantação das igrejas do quecom outro factor. Aliás, curiosamente este documento é igualmente o único que es-tabelece uma quantia fixa em dinheiro para o pagamento devido pelo dízimo e mor-tuórios, ao contrário de todos os outros acordos estabelecidos, fosse com as restan-tes ordens militares fosse com mosteiros detentores de bens e de igrejas na diocese71,o que encontra um facto explicativo talvez na lógica de implantação desta Ordem,centrada na região a Norte do Tejo e não no espaço Sul, sendo pois estas possessõesrelativamente periféricas, mas também nas características da região em causa, poucopovoada e deficientemente organizada.

Com efeito, em todos os outros casos o bispo conseguiu impor uma proporçãodo dízimo, por vezes do dízimo e dos mortuórios, como parte a cobrar, proporçãoque oscilou entre o dizimo, proporção muito pouco frequente, o quinto, o quarto ea terça propriamente dita, bastante mais comuns, incidindo quase sempre, sobre opão, o vinho, o linho e os animais domésticos e deixando, regra geral, para os de-tentores da igreja ou para os seus servidores o usufruto de outros direitos como asoblações ou as primícias.

De uma forma geral, todos estes acordos que incidiam sobre as igrejas cujos pa-droados estavam distribuídos por diferentes entidades, desde nobres a eclesiásticos pas-sando pelo rei, permitem compor a imagem de uma fiscalidade eclesiástica alicerçadaem três tributos básicos: uma proporção variável do dízimo ao qual se juntava por ve-zes os mortuórios, a procuração e o sinodático, embora este último se limite, em mui-tos casos, a uma obrigatoriedade de participação no sínodo, não sendo referida qual-quer quantia a solver por essa presença. Apenas o sínodo celebrado por D. MartimAfonso em 1344 impunha o pagamento de 20 soldos a quem não estivesse presente72.

69 ACSE, CEC 3-III, ff. 23v-26v.70 Latrão III definiu que todos os bens adquirirdos até 1215 e explorados directamente pelos frades se-

riam isentos de dizima. .71 Com efeito o acordo é de 1250 e definiu o pagamento de 20 maravedis para a igreja de Nisa e de 10

maravedis para a igreja de Montalvão. ACSE, CEC 3-III, ff. 30v-31.72 Synodicum Hispanum (1982), 208.

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Através destas três prestações os prelados de Évora procuravam concretizar o seupoder e impor o seu reconhecimento. Nas demais e em especial nas que recaíam nointerior da sua alçada de padroeiros a hierarquia da apropriação seria, possivelmente,bastante diferente, mas os vestígios documentais são bem menos claros do que norespeita às igrejas entregue a outros padroeiros.

A imagem que se desenha é, pois, a de uma estrutura fiscal relativamente uni-forme para toda a diocese, variando apenas nas proporções estabelecidas, mas dis-tante das colectas variadas de pequenos tributos visíveis para outros espaços e cro-nologias. A ausência de uma memória de senhorialização e ocupação anterior àsúltimas décadas do século XII poderá ter sido um dos factores responsáveis por estequadro, mas o retalhar precoce do espaço não deverá ter deixado de funcionar comoum elemento adicional de explicação.

É óbvio, como já referimos, que a fiscalidade exercida pelo bispo e cabido ao ní-vel diocesano não se esgotava na apropriação exercida sobre os rendimentos das igre-jas paroquiais e os problemas decorrentes da sua cobrança não se limitavam ao esta-belecimento das proporções cobradas ou das quantias fixas devidas.

Ao incidir sobre toda a actividade económica, a cobrança do dízimo motivava sé-rias resistências tanto por parte de leigos como de outras instituições eclesiásticas queviam os seus bens e rendimentos sujeitos à mesma tributação e obrigava a recorren-tes especificações das formas como essa cobrança deveria ocorrer. As actas sinodaissão disso um claro exemplo, sendo notória a preocupação com a definição dos pro-dutos sobre os quais incidia o dizimo, e desde pelo menos o sínodo de Braga de 1304celebrado por Martinho Pires de Oliveira aos de Braga de 1505, passando pelos daGuarda e Porto de finais do século XV73, as preocupações com a definição dos pro-dutos e a forma como se devia, em especial, dizimar o gado reflectem as preocupa-ções e as dificuldades que esta colecta colocava.

E daí os acordos que também ao nível local os bispos tentavam estabelecer comos concelhos definindo os produtos sobre os quais o dizimo deveria incidir, comoaconteceu em 1307 com o concelho de Elvas, situado na raia portuguesa, e com quemo bispo D. Fernando Martins acordou o pagamento de dizimo sobre pão, vinho, li-nho, gado, lã, queijos, cera e mel, mas discordou no lançamento de dizimo sobre moi-nhos, azenhas, fornos e mesteres acerca dos quais o concelho argumentava não seruso cobrar dizimo desde a conquista cristã74.

Deste quadro algo impressionista sobre a rede de poderes e os modelos de par-tilha passíveis de retraçar ao nível da definição e estabelecimento da fiscalidade epis-copal no contexto português dos séculos XIII e XIV convirá, por último, inventariaralgumas das grandes linhas e questões que se perfilam.

Antes de mais um nível de interrogação está inevitavelmente ligado à necessidadede conhecer melhor os meandros, as diferenças e as semelhanças entre os processosde implantação e de definição dos tributos episcopais e consequentemente dos mo-delos de partilha dos rendimentos eclesiásticos incluídos no âmbito desta fiscalidade.Tal tarefa implica retomar, em alguns casos, documentação já conhecida mas em ou-tros implica o estudo sistemático do processo de constituição diocesana.

73 Para todos estes textos veja-se Synodicum Hispanum, vol. II – Portugal.74 ACSE, RR2e.

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Um segundo nível de interrogação articula-se com a necessidade de estudar estafiscalidade enquanto ponto de vista privilegiado para o estudo dos equilíbrios locaise regionais de poderes mas também para a análise do processo de implantação daprópria fiscalidade régia, para a qual os rendimentos eclesiásticos constituem um ele-mento de importância central e com a qual o processo de imposição e consolidaçãoda fiscalidade eclesiástica aos seus diferentes níveis traça inevitáveis zonas de cruza-mento e de sobreposição.

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1 Pour la fiscalité princière, la dernière mise au point approfondie est I. GONÇALVES (1999), 95-110! ; lafiscalité proprement ecclésiastique (autre que les revenus seigneuriaux issus des temporels ou de la juri-diction) est étudiée surtout à l’échelle des diocèses, cf. les travaux cités dans les notes suivantes.

2 Cf. l’absence d’une notice collectoria dans le récent C. M. AZEVEDO, (dir.) (2000). Le principal recense-ment des travaux ibériques (beaucoup moins complet pour les autres régions) est M. FARELO, «!Bibliografiasobre fiscalidade eclesiástica!», en ligne à http://www.fcsh.unl.pt/iem/disponibilizar-biblio-iem.htm.

3 Voir à ce sujet l’introduction de J. Chiffoleau et la conclusion d’A. Vauchez dans A. PARAVICINI BAGLIANI

et V. PASCHE (1995), IX-XXVII et 305-315.

DÉCIMES ET RÉSERVES DES PROCURATIONS DANS LA COLLECTORIE PORTUGAISE (1279-1371), L’APPORT DES

REGISTRES FISCAUX PONTIFICAUX

STÉPHANE BOISSELLIER

Université de Poitiers/CESCM

La mise en place de la fiscalité pontificale au Portugal et son articulation avecle système financier ecclésial local et celui de la royauté –qui, eux, sont mieux étu-diés1– sont encore peu présentes dans l’historiographie portugaise2 ; c’est surtoutpar des médiévistes français spécialistes de la papauté du bas Moyen Âge (notam-ment Y. Renouard) que le premier aspect a été abordé, mais seulement à partir desarchives romaines, et avec le point de vue du gouvernement pontifical, donc dansune approche forcément peu locale. La dimension spirituelle de l’histoire religieuseocculte le fait que les églises locales font l’objet d’une gestion et d’une adminis-tration financières ayant laissé des traces écrites, principalement sous forme dechartes mais aussi sous forme de documents administratifs de type comptable, tousdocuments éclairant bien les problèmes financiers. En outre, ici comme ailleurs,cette dimension proprement économique de l’institutionalisation temporelle del’Eglise n’a pas donné lieu, jusqu’à une époque récente, à des études spécifiques!;entre une histoire économique qui utilise (très abondamment) chartriers et cartu-laires ecclésiastiques dans des analyses macro-économiques et une histoire ecclé-siologique qui se focalise sur la construction de l’administration à partir du (des)plus haut(s) niveau(x) de l’Eglise, seul le thème des finances ecclésiastiques abordequelque peu l’économie «!religieuse! », et encore sans exploiter nos sources pource qu’elles sont, c’est-à-dire le reflet (mais non pas le produit direct) d’une vie éco-nomique locale3.

Pour le Portugal, les institutions les plus attentives à conserver les écrits de l’ad-ministration financière des églises (du type pouillés) sont la monarchie, en tant quepatronne de nombreux lieux de culte, les évêques et, à l’extérieur du royaume, lachambre des finances du Saint Siège, cette dernière principalement à partir de la pa-pauté avignonaise. Les autres grands patrons d’églises, Ordres militaires et aristocrateslaïcs, conservent surtout les titres leur donnant droit à percevoir des revenus ecclé-siastiques locaux (principalement des accords de partage avec les évêques et des do-nations de patronage), mais beaucoup moins les documents proprement administra-

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tifs (listes de revenus perçus ou d’estimations des temporels) ou les menus actes dela pratique (présentation et confirmation des desservants)4.

Ce sont quelques documents issus de l’administration pontificale, principalementpour la levée de décimes, qui nous retiendront ici5. L’apport de ces registres à l’étudede la fiscalité est variable. Proches par leur contenu (des listes de bénéfices) du pointde vue de l’observateur, leur éclairage diverge selon qu’il s’agit d’estimer la valeur fis-cale des églises (assiette de la décime de 1320) ou leurs prestations fiscales réelles(recettes des vacants de 1320, de la décime de 1329-31 et des procurations de 1371)!;mais ce sont tous des comptabilités, qui répondent à une opération précise, consti-tuent une justification à valeur juridique et subordonnent le détail (les bénéfices ec-clésiastiques) à un ensemble (la somme totale)! : leur apport à la connaissance desprocédures administratives et comptables est identique.

Alors que les sources médiévales émanant d’institutions qui administrent l’en-semble du Portugal6 attirent depuis longtemps l’attention des médiévistes portugais,les documents que nous présentons ici!restent curieusement sous-exploités, au moinsdans leur dimension fiscale et financière, en dépit de leur caractère systématique etde leur exhaustivité géographique qui leur confèrent une grande «!modernité! » – sil’on assimile celle-ci à l’emprise de l’Etat, à la force du cadre national et à l’uniformi-sation des pratiques politiques. De fait, ce sont essentiellement les études de géogra-phie ecclésiastique et, dans une moindre mesure, d’hagionymie7 qui ont examiné lesécrits de fiscalité ecclésiastique, en tant que listes d’églises donc.

I. QUELQUES DONNÉES SUR LA COLLECTORIE PORTUGAISE!: LA TOLÉ-RANCE LOCALE À LA PONCTION PONTIFICALE

Malgré ses performances et sa modernité technique, l’administration pontificalen’est pas qu’une affaire de règlements juridiques, de techniques financières et de géo-graphie administrative! ; elle reste une affaire d’hommes, donc de réseaux sociaux,avec l’amateurisme et la relativité que cela implique8.

On sait que, au XIIIe siècle, notamment à partir du pontificat de Clément IV, lesinterventions fiscales des papes hors de l’Etat romain consistent surtout dans la per-

4 Tout au moins, leur intérêt pour ces modestes écrits est tardif!; on peut voir un régeste des titres degestion des églises sous patronage d’un lignage aristocratique (contenant principalement des actes du XVesiècle) dans L. F. OLIVEIRA (2001), 221-260.

5 Ces registres et plusieurs autres, purement monarchiques ceux-ci, sont présentés de façon détailléedans S. BOISSELLIER (sous presse) ; en attendant cette publication, on peut voir la présentation de chacun denos documents dans Idem (2005), 13-45. Pour évaluer le poids de l’économie ecclésiale dans le systèmeéconomique portugais médiéval et étudier les rapports des finances ecclésiastiques avec les finances pu-bliques (monarchiques et municipales), les sources normatives relatives aux exemptions cléricales ou lesconcordats entre rois et évêques ne sont pas à négliger.

6 Enquêtes générales royales, registres de chancellerie royale, «!chapitres!» généraux de Cortes, comptesdu Trésor royal, compilations tardo-médiévales de la législation monarchique, traités diplomatiques, actesde l’Université.

7 D’ailleurs, pour ce thème, les répertoires médiévaux ne constituent pas le meilleur matériau, car ilssont focalisés sur les seules églises ayant une autonomie financière (chefs-lieux de paroisse), aux dépensdes nombreuses chapelles et «!églises-filles!», qui sont les plus intéressantes du point de vue hagionymique.

8 L’implantation de la fiscalité pontificale est bien étudiable dans la correspondance entre la Chambreapostolique et ses agents, qui nous renseigne sur les résistances locales et les pratiques concrètes de pré-lèvement! ; mais les registres fiscaux, peu explicites quant aux procédures, nous donnent les résultats fi-nanciers, qui sont un indicateur essentiel en matière de politique fiscale.

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ception des annates et la levée des décimes. Si F. de Almeida signale une levée de dé-cime au Portugal (pour une Croisade orientale) en 12469, la plus ancienne trace ad-ministrative de collecte pontificale au Portugal date de 1279, à l’occasion de la per-ception de la décime décrétée au concile de Lyon de 1274. Mais la pratique antérieureà la stabilisation des collecteurs, mal connue dans ses détails concrets10, est de faireexécuter la collecte des fonds par le clergé local11 (dans le cadre administratif ordi-naire, sans qu’il y ait passage in situ de collecteurs)!; ainsi, le commissaire de la le-vée de 1279 est Geraldo, archidiacre de Braga. C’est peut-être cette absence de re-présentation directe de l’autorité romaine qui explique l’échec –que nous évoqueronsinfra– de cette perception.

En revanche, quand, au début du XIVe siècle, les premiers papes d’Avignon met-tent en place une fiscalité tous azimuts et permanente, servie par des organes cen-traux lourds comme la Chambre apostolique (à partir de 1319), le Portugal est im-médiatement affecté! ; dès 1320, les revenus d’une partie des bénéfices vacantsportugais sont perçus par la papauté. La comptabilité qui en est issue est le plus an-cien écrit conservé à l’Archivio Segreto Vaticano (Rome)12 à consigner l’intégralitéd’une opération fiscale pontificale au Portugal, ce qui montre que la récente législa-tion fiscaliste de Jean XXII s’applique sans délai et apparemment sans résistance auPortugal. La même année, la levée d’une dîme donne lieu à l’évaluation de tous lesbénéfices portugais, mais les registres qui en sont issus sont conservés dans des char-triers d’un évêché et d’un monastère royal portugais et non pas dans celui de laChambre apostolique.

Il est vrai que le registre de la perception triennale de la décime en 1329-31 setrouve bien, lui, à l’ASV, dans la série normale des Collectoriae, parce que cette dé-cime a alimenté, pour une fois, les caisses pontificales13. Mais le manuscrit d’aucuneautre décime levée au Portugal n’est conservé aux Archives vaticanes, probablementparce que les souverains portugais sont ceux des rois ibériques à avoir contrôlé leplus étroitement les opérations fiscales de ce genre –en limitant les interventions descollecteurs pontificaux dans le processus (contrairement aux souverains castillans etaragonais, dont les décimes sont en partie conservées au Vatican)– et surtout à avoirle plus nettement refusé le partage du produit avec la papauté. Ceci marque bien laspécificité «!nationale!» de cet impôt.

Même au début du XIVe siècle, la perception fréquente ou régulière des impôtspontificaux ne signifie pas qu’il existe une administration financière proprement pon-tificale dans la région. On connaît encore mal l’établissement de la collectorie du Por-

9 F. de ALMEIDA (1967), 257-258!; aux pp. 257-258 et 487-90, l’auteur offre des listes, très incomplètes, desmandataires pontificaux au Portugal.

10 Quelques données générales dans l’article «!Collecteurs!» de P. LEVILLAIN (dir.) (1994), 410-411.11 J. FAVIER (1966), 124-125! ; ce travail fondamental est synthétisé mais élargi et actualisé dans Idem,

(2006).12 ASV,!Camera apostolica, Collectoriae, 111 (Rationes decimarum Hispaniae 1311-1321).13 Registre (dit Recepta decimarum) à l’ASV, Camera apostolica, Collectoriae, 112, ff. 63-122. Ce volume

a été étudié, dans la perspective de l’évolution démographique, par J.L. MARTIN (1996), 123-148, qui en pu-blie les montants financiers pour les deux diocèses de son étude. Le listage des églises de ce registre suitcelui de 1320!; mais ce livre est beaucoup moins détaillé, car les bénéfices ne sont cités que pour les dio-cèses de Coimbra (incomplètement), Lisbonne et Lamego – pour les autres diocèses, on a seulement lemontant total des revenus collectés.

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tugal14. La plus ancienne mention que j’ai trouvée (mais sans recherche exhaustive)d’un collecteur permanent, agent exclusif du pape pourvu du titre de collector, setrouve dans les registres de suppliques et date donc seulement de 134315. Il est vraique sont déjà mentionnés des délégués pour les règnes de Benoît XII (1334-42) etmême Jean XXII (1316-34) mais en termes assez confus (qui… fuit in servicio vestrecamere cum dicto domino archiepiscopo [Bracharensis] et pecunias omnes, quas…vestra camera recepit, fideliter conservavit et qui… per aliqua tempora in regno Por-tugalie camere apostolice deservivit16)!; et P. David identifie comme collecteurs, dès lesannées 1320, des clercs français originaires du sud-ouest (les évêques Raymond I etRaymond II Ebrard [1318-24 et 1325-33], le chanoine puis doyen Guillem de St-Géry[1307-20]) placés sur le siège de Coimbra par leurs compatriotes, les premiers papesd’Avignon17. Comme pour le reste de l’Occident, il semble que les collecteurs, en tantque représentants du St Siège, restent jusqu’au milieu du XIVe siècle des agents ex-traordinaires, nommés temporairement et pour une perception précise, parfois au-delà du cadre de la collectorie, notamment parce que leur mission est souventconfondue avec une nonciature18 ; mais la durée de leur mandat peut s’étendre toutde même à la période pluriannuelle de perception d’une décime19.

Il est vrai que le cas des décimes est particulier. En 1320, l’évaluation des béné-fices pour la levée de la décime et surtout une opération aussi ordinaire que la per-ception des vacants sont faites par des «!estimateurs! » nommés spécialement pourl’opération (l’évêque et le doyen de Coimbra et un chanoine de Hereford)! ; si l’onétait sûr qu’il existe déjà un collecteur permanent, cela signifierait que cette opérationdemandant pourtant une bonne connaissance du terrain (et donc une anciennetédans la fonction de percepteur sur place) n’est pas comprise dans les attributions del’agent ordinaire. Mais cela n’aurait rien que de normal, car cet impôt, extraordinaireet mettant en concurrence les monarques et les papes, conservera toujours un statutparticulier, au moins quant à sa perception!: pour les décimes obtenues par les mo-narques portugais entre 1320 et 1377, les percepteurs sont à chaque fois des agentsad hoc, qui ne portent d’ailleurs pas clairement le titre de collecteur20, alors qu’il existedésormais par ailleurs des collecteurs en titre.

Le livre contenant la comptabilité des vacants de 1320 apporte quelques élémentsà l’histoire de l’organisation des collectories hispaniques. La perception triennale des

14 Le dépouillement effectué par J. Favier sur l’ensemble de la documentation fiscale pontificale necouvre que la période du Grand Schisme, durant laquelle la permanence de la collectorie ne fait plus dedoute.

15 A.D.S. COSTA (1968), 18.16 Ibid., 157 et 225.17 P. DAVID (1942), 16-70.18 Tel l’abbé d’Alcobaça, Estêvão Pais, chargé en 1328 de collecter en Galice, Castille et Portugal une

demi-décime quinquannuelle levée spécifiquement sur les monastères cisterciens (F. de ALMEIDA, 1967, 487).19 Guillaume de Bos reste en poste au Portugal entre 1329 et 1332 pour collecter la décime pontificale

(Y. RENOUARD, 1941, 17).20 En 1320, ce sont les évêques de Coimbra (chargé également de l’estimation) et de Silves et l’abbé d’Al-

cobaça qui sont percepteurs, en 1341 l’archevêque de Braga, en 1345 les évêques d’Évora et de Viseu, en1355 les trois précédents, en 1377 l’évêque d’Évora et le nonce au Portugal (un chanoine de Cahors puisun archidiacre de Lisbonne)!; ce dernier, contrairement à l’appellation courante d’ «!exécuteur!» (de la bulleinstituant la décime), est toutefois qualifié de in dicto regno!nuncius apostolicus et collector (i.e. indépen-damment de la mission qui vient de lui être confiée).

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vacants en réserve pontificale comprend à la fois le Portugal et la Castille, dans lamême mission et par le même collecteur21; l’intégration dans le volume (ff. 1-80) descomptes de la décime perçue en 1309-11 en Castille s’explique par le fait que le col-lecteur prenant en charge les vacants, Raymond de Serra, a été nommé (en 1317) pourterminer la collecte de cette décime, qui avait été chaotique22. Les collectories cas-tillane et portugaise sont évidemment déjà distinctes à cette date. Mais, du point devue administratif, ce qui fait l’unité des collectories naissantes est encore autant la per-sonne du collecteur et sa mission!que le cadre géographique!; dans cette perception,la collecte est exécutée par un envoyé extraordinaire, ayant juridiction sur les agentspontificaux ordinaires23. Toutefois, sa présence est très liée à la décime!; pour la per-ception des vacants au Portugal, le registre mentionne constamment un travail anté-rieur de collecte effectué par l’évêque de Coimbra24 ; le nouveau collecteur se substi-tue donc à un agent de haut niveau et d’implantation durable exerçant la fonction decollecteur. Tout ceci implique que le cadre géographique est stable, puisque fournipar les royaumes, mais ne constitue pas encore un cadre administratif.

En revanche, il existe déjà un réseau de délégués plus proches du terrain. En ef-fet, cette comptabilité mentionne des agents désignés clairement subcollectores enposte dans les diocèses de Silves, Évora, Lamego et Idanha (mais non pas à Lis-bonne)25. Ces sous-collecteurs sont en général prébendiers au siège du diocèse où ilsreprésentent les intérêts de la Chambre apostolique! ; mais la seule possession d’unbénéfice (prébende canoniale et autre) ne garantit pas qu’ils soient des agents per-manents ni même résidents. Ainsi, toutes les bulles instituant une décime mention-nent, jusqu’aux années 1370, la nomination de délégués ad hoc par le collecteur. En-core une fois, c’est seulement à partir de 1342 que le régeste des suppliques par lachancellerie pontificale nous permet d’identifier des sous-collecteurs, qui sont bien,désormais, des chanoines et dignitaires de chapitre26. Dans ces registres, c’est seule-ment à partir des années 1360 qu’apparaissent parfois des personnages dont le titrepourrait faire penser qu’ils sont un sous-collecteur général (pour l’ensemble du Por-

21 Fol 81! : Liber rationis Raimundi de Serra super collectione fructuum beneficiorum ecclesiasticorumvacantum, per sanctissimum patrem et dominum nostrum domnum Johanem, Domini providencia, papamXXII ad triennium reservatorum, in regnis Castelle et Portugalie. Et super residuo cuius ecclesie et censu Ro-mane ecclesie in illis precibus debito. En outre, sur le plan codicologique, la perception des vacants en Cas-tille, en commençant par le diocèse de Ciudad Rodrigo (fol 99 sq.) suit immédiatement celle effectuée auPortugal.

22 L’action en Castille de ce collecteur, originaire du diocèse de Rodez, a été excellemment étudiée parP. LINEHAN (1983).

23 Au f. 82, un deuxième titre du registre indique encore plus précisément que le précédent que l’agentest chargé de cette seule opération. On peut admettre que les collecteurs rédigent alors des registres spé-cifiques pour chacune de leur opération ou même que les archivistes de la Chambre apostolique aient isolécette partie d’un registre général (problème purement codicologique)!; mais on voit mal, alors, pourquoiun collecteur stable et permanent au Portugal interviendrait en Castille.

24 Dans le diocèse d’Évora, domnus reverandus episcopus Colimbriensis habuit etiam a dictis subcollec-toribus ex alia parte VIIIc lbr minus picta, à Lisbonne de predicta pecunia habuit et recepit dominus reve-randus episcopus Colimbriensis a… subcollectoribus M IIc XV lbr XV s, et il intervient pareillement à La-mego et Idanha.

25 En dehors de Lamego, les diocèses septentrionaux, Braga, Porto, Coimbra et Viseu, ne figurent pasdans ce livre, soit parce que la réserve pontificale des vacants ne s’y est pas exercée, soit parce qu’elle aété mise en œuvre par un autre collecteur extraordinaire (mais cette seconde option serait étonnante).

26 Par exemple les sous-collecteurs des diocèses d’Idanha-Guarda et Évora, chanoines décédés en 1361,dans A.D.S. COSTA (1968), 383 et 387.

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tugal ou au moins pour plusieurs diocèses), que le collecteur s’associe pour gérer unetrop vaste collectorie, tel ce Helias Chavalerii, presbyter, pro camera apostolica in re-gnis Portugalie et Algarbii subcollector en 136527 ; mais dès 1320, la comptabilité desvacants mentionne déjà, outre les sous-collecteurs diocésains, deux agents centralisa-teurs des fonds collectés par les précédents (l’évêque de Coimbra et un Domnus Au-relius)28. Il n’est pas de notre propos de réaliser une prosopographie de ces officiers,mais les sources locales et pontificales permettraient aisément de la faire29, et les en-quêtes de ce genre actuellement en cours au Portugal augurent une connaissance sa-tisfaisante de ce milieu30. On peut retenir qu’une hiérarchie d’agents à plusieurs ni-veaux existe précocement.

Du point de vue, essentiel, de son organisation spatiale, l’administration pontifi-cale est obligée de se couler dans les circonscriptions existantes, bien plus anciennes.Contrairement au royaume de France, le cadre général de nos documents est leroyaume portugais! ; ce cadre est même plus fort que dans le reste de la Péninsuleibérique, puisque les listes pontificales de collectories analysées par Y. Renouard auxtrois dates de 1353, 1364 et 1375 indiquent que c’est seulement pour le Portugal qu’iln’est jamais tenu compte des provinces ecclésiastiques31. De même que la localisationdes sous-collecteurs est par diocèse, les listes issues des opérations fiscales prennentcomme unité d’action administrative le diocèse! ; cette organisation est logique,puisque l’unité de base (le lieu de culte ou le bénéfice) de la fiscalité pontificale estreligieuse, et puisque les évêques sont les relais directs de l’autorité romaine. Toute-fois, quand le diocèse ne constitue pas une véritable circonscription duroyaume!(pour ceux qui ne cadrent pas avec les frontières politiques), c’est seulementla partie portugaise du territoire diocésain qui est prise en compte dans les registres32.A l’échelle intra-diocésaine, l’action des agents pontificaux est évidemment totalementdépendante de l’organisation existante! ; au Portugal, ce sont des unités administra-tives civiles (julgado, terra, concelho) qui constituent majoritairement l’instance im-médiatement inférieure au diocèse.

Le dernier registre que nous utilisons33 marque un progrès de l’administration pon-tificale, mais celui-ci est d’autant plus net qu’il intervient après une longue lacune do-cumentaire et que la source a changé de nature. En effet, malgré son titre, ce ms. n’in-tègre pas une opération de décime34, mais enregistre toutes les opérations d’uncollecteur gérant toute la fiscalité pontificale «!ordinaire!» (entre janvier 1368 et mars

27 Ibid., 499!; sur cette pratique, voir J. FAVIER (1966), 107-108.28 Le premier (alors que le diocèse de Coimbra n’est pas concerné par ces annates) reçoit des fonds d’É-

vora, Lisbonne, Lamego et Idanha, tandis que le second en reçoit seulement de Lisbonne et Idanha (ff. 90v.-91v.).

29 A travers les suppliques, on peut en identifier beaucoup, aux fonctions parfois confuses (qualifiés sou-vent simplement de nuntius). Les inventaires de dépouilles de collecteurs au Portugal, publiés dans D.WILLIMANN (1980), permettent d’en repérer encore d’autres.

30 Cf. A.M.S.A. RODRIGUES (dir.) (2005).31 Y. RENOUARD (1941), tableau entre les pp. 12-13.32 Cas des diocèses de Tuy, Ciudad Rodrigo et Badajoz pour l’estime de 1320 et à nouveau Tuy pour la

perception des demi-procurations de 1371.33 ASV, Camera apostolica, Collectoriae, 179 (Rationes decimarum Lusitaniae).34 Curieusement, un paléographe aussi averti qu’A. de J. da Costa a lu triennio à la place de termino,

en assimilant les demi-procurations à une véritable décime biennale (éd. des pouillés de Braga, dans A.D.J.da COSTA (1997-2000).

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1372)! ; si le mandat de ce «!super-collecteur! » est particulier, lié à des difficultés fi-nancières spécifiques du St Siège et donc assez bref35 et étendu à la Castille, la fonc-tion ordinaire de collecteur est devenue désormais plus durable36. L’activité au Portu-gal de ce personnage, Bertrand de Mazel, a été bien étudiée37. Son registre contient!:des PV de dépouilles d’évêques et les comptes de gestion de certains diocèses durantla vacance des sièges ; la comptabilité de divers prélèvements pontificaux ainsi quedes dépenses du collecteur pour leur perception ; et enfin les recettes de la moitiédes procurations épiscopales retenue pour deux ans par le pape Urbain V (puis Gré-goire XI).

Cette réserve des droits de visite épiscopaux, pour alimenter les énormes dé-penses des papes avignonais, est une opération très impopulaire auprès desévêques, et celle qui apparaît dans notre document correspond à la première ré-serve générale jamais exigée38 ; néanmoins, en dehors du problème des espècesdans lesquelles devrait être réglée la taxe, le versement des sommes aux sous-col-lecteurs pontificaux (soit déjà en place, soit nommés ad hoc par le collecteur) parles payeurs (soit les contribuables eux-mêmes, soit les receveurs épiscopaux ordi-naires après collecte) semble s’opérer sans trop de difficultés!; certes, d’assez nom-breuses cures ne paient rien –et ce n’est pas une exemption mais un retard soi-gneusement stipulé dans les mentions comptables–, mais cela semble lié à uneimpécuniosité casuelle ou à un manque d’empressement plus général. La percep-tion de ce dernier impôt et la mention de toute la gamme des prélèvements ponti-ficaux montrent que la fiscalité papale est subie presque sans résistance, sinon lesclassiques et nombreux impayés et arriérés.

A cette date, des sous-collecteurs sont présents partout, et sont apparemment ré-sidents dans leur diocèse39. Certes, la mention de leur bénéfice ne garantit pas qu’ilsfassent une carrière sur place, car ils peuvent fort bien, selon une pratique très cou-rante, être «!parachutés!» sur un bénéfice local le temps de leur mission. Mais, outreleur onomastique généralement ibérique, une charge telle que la collecte de prélève-ments réguliers sur de nombreux bénéfices locaux (annates, vacants, procurationsépiscopales en réserve) impose une solide connaissance du terrain et des pratiquesadministratives! ; d’ailleurs, leur expertise se fait sentir notamment dans la précisiondu classement administratif des bénéfices, meilleure que dans le registre d’assiette de

35 C’est aussi le cas du rouergat Jean Garrigue, résidant au Portugal en 1356-60 (Y. RENOUARD, 1941, 19)comme superviseur du collecteur en poste.

36 Le prédécesseur de Bertrand de Mazel, Guillaume Pilote, a été collecteur au Portugal, d’après nos cal-culs, de 1357 à 1371.

37 J. GLÉNISSON (1947), 95-104.38 Décidée le 1er juin 1369 par Urbain V!; le taux de réserve appliqué (la moitié des procurations) est,

lui, plus ancien car il correspond à la partie des procurations demandée par les papes en échange des dis-penses accordées individuellement aux évêques pour percevoir la taxe sans effectuer la visite pastorale (G.MOLLAT, 1965, 536). Il faudrait une recherche plus poussée dans les archives de la Chambre apostolique(dans la série Introitus et exitus) pour trouver peut-être des traces, pour le Portugal, d’un versement anté-rieur de demi-procurations aux papes!; en tout cas, il ne reste pas de comptabilité détaillée (dans la sérieCollectoriae), car toute la collecte doit être faite par les services fiscaux épiscopaux ordinaires, probable-ment sans intervention d’un envoyé pontifical (collecteur ou commissaire ad hoc).

39 Dans le seul cas où l’on possède une prosopographie des chanoines (pour Évora), il semble que lecomissarius ad recipiendum… per me deputato, donc pas forcément receveur ordinaire du diocèse, cor-responde pourtant au Lourenço Mendes qui fera ensuite une carrière toute locale de chanoine (H.V. VILAR,1999, 382, biogr. 112).

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132040. S’il n’est pas sûr, comme on l’a vu, qu’ils prennent en charge également la dé-cime, leur permanence dans leur fonction est probable!; on en veut pour preuve que,comme pour la perception des vacants en 1320, c’est exclusivement sous forme d’unereddition des comptes des sous-collecteurs et commissaires que le collecteur perçoitles demi-procurations en 1371, au cours d’une opération spécifique qui l’oblige à sedéplacer d’évêché en évêché41.

Autre point intéressant dans ce dernier registre, le collecteur est présent!:

– à partir du 25 mars 137142 à Braga (comptes relatifs à Braga, Tuy [le 28 mars]et peut-être Porto)

– éventuellement à partir du 1er avril à Porto– à partir du 10 avril à Coimbra (comptes relatifs à Coimbra, Viseu [le 16 avril]

et Guarda [le 17 avril], probablement aussi Lamego)– à partir du 30 avril à Lisbonne – à partir du 24 mai à Évora.

Ceci correspond à un itinéraire nord-sud logique et à peu près semblable(quoique simplifié) à celui suivi par les collecteurs de la décime de 1320. Le traite-ment d’affaires ecclésiastiques d’évêchés (septentrionaux) suffragants de Braga ausiège même de cet archidiocèse est tout à fait logique. En revanche, même si l’admi-nistration pontificale ne remet pas en cause la structure spatiale antérieure, la concen-tration des opérations administratives à Coimbra pour plusieurs diocèses du centre duPortugal fait de cette ville une espèce d’archevêché (sans existence légale, bien sûr),dont la centralité peut être liée à la position géographique et/ou au poids du noyauurbain! : dans les faits, la logique purement topographique se combine avec la hié-rarchie administrative. Surtout, il ne faut pas oublier, comme l’a montré G. Pradalié,que Coimbra a été une véritable tête de pont de l’implantation de clercs du sud-ouestfrançais dès avant la papauté avignonaise, notamment parce que leurs liens avec lesréseaux cahorsins permettent de faire circuler les fonds collectés jusqu’à Avignon43 ;on voit bien, grâce au registre du collecteur, que le remplacement des Cahorsins parles Génois en 1358 et le déclin progressif de la filière française, face à l’hostilité desclercs portugais, dès les années 1340, n’ont pas suffi à réduire le rôle de Coimbra dansl’administration fiscale pontificale au Portugal44.

40 Entre autres adaptations, le contrôle financier exercé par les patrons semble s’être relâché depuis1320, puisque le patronage pèse moins dans l’organisation du document (mais les comptes de collectoriesont une image plus indirecte que le livre de la décime de 1320 et ne portent pas sur le même objet). AÉvora, la nomenclature et l’ordre confus de départ sont, comme on l’a dit, largement clarifiés.

41 Il réalise aussi d’autres opérations beaucoup plus lourdes (notamment la gestion des dépouilles desévêques), mais elles sont toutes menées au siège de chaque diocèse – ce qui implique là encore plusieursvoyages à travers le Portugal.

42 Cette date correspond, comme le collecteur l’indique en préambule au chapitre du diocèse de Lis-bonne, à l’Annonciation, c’est-à-dire au terme fixé pour le paiement de la procuration des années 1370 et1371, théoriquement en 2 versements (fuit necesse ut terminus solutionis prime dictarum mediarum pro-curationum ad festum Beate Marie mensis marcii, tunc proxime sequentis (de anno LXX°), prorogaretur)!;il commence donc sa collecte exactement après la dernière rentrée de fonds.

43 G. PRADALIÉ (1982), 369-386 ; une partie du dossier a été reprise et approfondie par M.R.B. MORUJÃO

(2005), 77-91.44 Ce maintien ou cette réactivation du rôle traditionnel de Coimbra en lien avec la filière franco-occi-

tane est peut-être liée à la nomination de Bertrand de Mazel, du diocèse de Mende, comme collecteur (ce

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Pour la période à partir de la dynastie d’Avis et notamment à partir de 1400, lafiscalité monarchique extraordinaire se systématise, et l’intégration croissante duclergé dans ces pedidos généraux (comme dans d’autres charges des sujets), dans lecadre plus large de la lutte des Etats contre le for ecclésiastique, fait disparaître leslevées de décimes en tant qu’impôt spécifique (notamment dans la mesure de sonoctroi par la papauté) ou tout au moins associe étroitement les questes obligatoireset les décimes «!volontaires! » par l’intermédiaire des fermiers des dîmes45 ; ceci ex-plique l’absence de registres identiques à ceux du XIVe siècle!: la taxation des reve-nus ecclésiastiques n’a plus besoin de documents spécifiques, car ce sont les fonc-tionnaires locaux du fisc et les services centraux des finances (Casa dos contos) quiréalisent les taxations. Mais, pour les autres prélèvements pontificaux du XVe siècle(postérieurs au Grand Schisme, qui semble avoir interrompu les versements), la re-cherche reste à faire.

II. L’APPORT DES REGISTRES À L’ÉTUDE DE LA FISCALITÉ ECCLÉSIASTIQUE

La fiscalité pontificale apparaît et se développe précisément sous les règnes desprincipaux rois modernisateurs du Portugal, d’Afonso III à Pedro Ier, qui, désireux, debâtir un «!Etat de finance!», font flèche de tout bois en matière de revenus, et guignentévidemment ceux de l’Eglise ; le contrôle des églises locales est, par ailleurs, suffi-samment important pour l’autorité symbolique de la monarchie pour que soient éla-borés de précieux registres laïcs de gestion, de recensement et d’estimation des bé-néfices46.

Le flux d’argent quittant le royaume pour les caisses pontificales est considé-rable!: 11060£ tournois pour la seule réserve triennale des vacants en 1318-20, 8200florins (35000 à 50000£ selon le change) dans les 4 ans du mandat de Bertrand deMazel (pourtant au terme d’une véritable anarchie financière de la collectorie por-tugaise, qui a été très coûteuse à corriger)!; cela ne peut qu’indigner des monarquesprécocement nationalistes, qui interdisent d’ailleurs le plus souvent les sorties denuméraire de leur royaume à partir du règne d’Alphonse IV, quels qu’en soient lesauteurs. Ainsi, le nationalisme d’Alphonse III, se fondant sur la tradition d’exemp-tion des royaumes ibériques par rapport aux Croisades, fait échouer la perceptionde la décime de 1279, au moins en ce qui concerne la moitié devant revenir à lapapauté (inhibens ne absque ipsius concientia et mandato huiusmodi pecunia ex-tra regnum Portugallie portaretur)47. Par la correspondance des collecteurs, on sait

qui prouve, outre la nomination du quercynois Jean de Cardaillac au siège de Braga 1361-71, que cette fi-lière n’est peut-être pas complètement éteinte au Portugal à la veille du Grand Schisme).

45 Cf. M. G. VENTURA (1997), 301-7, mais l’auteur étudie la levée plutôt que l’estimation. 46 Ils sont listés et édités pour certains dans S. BOISSELLIER (2009-2010), et surtout S. BOISSELLIER (sous presse).47 Le seul document subsistant de la décime levée au Portugal en 1279 est le compte-rendu (ASV, Ca-

mera apostolica, Collectoriae, 213, ff 38-9, publié dans J. RIUS SERRA, 1946, 283-286) attestant que le roiAfonso III a empêché la sortie du numéraire, au moins celui issu de la levée de la première année!(in ar-chis in quibus huiusmodi decime pecunia reponitur clavem suam per suos nuntios fecit poni, inhibens neabsque ipsius concientia et mandato huiusmodi pecunia extra regnum Portugallie portaretur et… omnesfructus et redditus prelatorum dicti regni per suos homines colligi fecit et… collector nesciebat si dictus rexvellet dare decimam de fructibus et redditibus), et finalement le mémoire établi par les comptables de laChambre Apostolique note que de toto tempore recollectionis decime, quantitas non habetur.

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aussi que les rois entravent notamment le transfert à Avignon des dépouilles desprélats portugais48.

Surtout, la richesse de l’Eglise du royaume, quoiqu’elle soit légitimée par ses fonc-tions sociales et par la conception du monde, excite leur convoitise!; la position par-ticulière des monarques ibériques dans la lutte pour la foi leur permet d’obtenir par-fois de Rome la contribution financière du clergé de leur royaume. Mais, une foisterminée la phase d’expansion territoriale de la lutte contre les Maures (en 1250),s’ouvre une longue période où il est plus difficile de justifier cette contribution!; ainsi,c’est en adhérant à un projet de Croisade orientale qu’Afonso III obtient en 1268 deClément IV la concession tri-annuelle de revenus (très ponctuels et seulement en par-tie cléricaux)49. Comme le clergé est exempté des classiques demandes extraordinairesde subsides (pedidos), c’est la décime des Croisades et autres luttes contre l’Infidèlequi devient évidemment le moteur de la relation fiscale des rois avec l’Eglise, aumoins durant le XIVe siècle, quand cette taxe constitue le grand instrument fiscal. Ala suite de l’organisation d’une flotte efficace, permettant de lutter réellement contreles Nasrides grenadins et les Mérinides marocains, des décimes sont régulièrement de-mandées par les monarques à partir de 1320 (en 1329, 1341, 1345, 1355 et 1377), etla plupart sont accordées, généralement pour plusieurs années. Chacune, prélevée surles bénéfices, constitue une perte sèche de revenus pour les bénéficiers, ce quiconfère une dimension éminemment politique au prélèvement. Cette pratique, asseztardive, est interrompue par le Grand Schisme et se concentre donc sous les règnesde Dinis, Afonso IV et Fernando I – surtout sous Afonso IV, qui a su admirablementrentabiliser son expédition de Tarifa/Salado (1340).! Si la décime est conçue dès ledépart pour bénéficier aux laïcs, c’est une véritable substitution de la fiscalité exclu-sivement pontificale qu’envisage Afonso IV en 1329, puisqu’il réclame, en plus d’unedécime décennale, les revenus des bénéfices vacants (la totalité de la première annéeet le 1/3 au-delà de la première année)50.

L’enjeu politique (autant que financier) que constituent les décimes est bien mar-qué par les précautions avec lesquelles les papes les instituent!; si, comme on l’a vu,ce sont des clercs régnicoles parmi les plus importants qui sont nommés pour leurperception et leur utilisation, ce n’est pas tant en raison de leur implantation locale etde leur expertise, utiles au prélèvement, mais surtout parce que leur présence au Por-tugal permet de contrôler la juste utilisation de leur produit (dans la lutte pour la di-latatio fidei sous ses différentes formes). Par ailleurs, le refus opposé à la demandeconjointe de décime, en 1329, des rois Afonso IV et Alfonso XI de Castille s’expliquepar la proximité de la levée antérieure mais surtout par la perception en cours d’unedécime exclusivement pontificale, faisant de celle réclamée par les souverains uneponction supplémentaire insupportable!; la réticence des clercs portugais ainsi pres-surés n’est certainement pas étrangère à ce refus.

En revanche, l’absence de tout écrit proprement financier rend impossible l’ana-lyse des résultats économiques de cette politique. L’assiette de 1320 nous permet

48 On peut même se demander dans quelle mesure le choix par la Couronne portugaise du parti ro-main, lors du Grand Schisme, est dicté (outre le système d’alliances diplomatiques qui l’y pousse) par l’in-capacité de ce parti à prélever les impôts pontificaux depuis Rome (incapacité sur laquelle voir J. FAVIER,1966).

49 Cité par F. de ALMEIDA (1967), 193.50 Texte de la supplique (inséré dans la bulle papale) édité dans A.J.D. DINIS (dir.) (1960), 162-165.

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d’avancer qu’une décime levée sur l’ensemble du royaume rapporte théoriquementun maximum de 60000£ par an! ; or, contrairement aux prélèvements faisant appelprincipalement au réseau pontifical, dont les frais de fonctionnement (surtout le sa-laire du collecteur) sont considérables, le rapport de la décime est élevé.

De toute façon, le prélèvement monarchique direct sur les revenus cléricaux n’estque la partie émergée de l’iceberg, bien visible dans sa dimension symbolique et éva-luable dans sa dimension financière!; mais, comme le prouvent les comptabilités descollecteurs quand ils recueillent les dépouilles des évêques51 et surtout quand ils gè-rent les sièges vacants (en 1359-62 dans le diocèse de Lisbonne52 et en 1368-72 pourplusieurs diocèses), l’économie épiscopale brasse des revenus considérables, souventen nature, et nourrit toute une catégorie de fermiers et de marchands laïcs, dont lestransactions et les profits élevés sont, eux, de plus en plus soumis à une fiscalitéroyale qui est en train de s’étendre des transactions aux capitaux.

Quant aux mécanismes fiscaux, ces documents sont peu loquaces. Leur contribu-tion (sauf le registre d’estime de 1320) est notable seulement dans le domaine, pro-prement financier et monétaire, du maniement des fonds. Les rôles de levée des va-cants de 1320, de la décime de 1329-31 et de la réserve des demi-procurations de1371 contiennent une comptabilité monétaire, qui a déjà été utilisée, en commun avecbeaucoup d’autres, par les spécialistes des finances pontificales, et qui fournit des pré-cisions sur le départ de l’argent.

Les modalités concrètes de perception sont en rapport étroit avec la nature desprélèvements, et le recoupement de ces deux données enrichit quelque peu notreconnaissance. Quand le paiement est casuel et sur une base objective, comme pourla perception des vacants en 1320 ou celle des demi-procurations de 1371, les agentspontificaux effectuent un travail de bureau récapitulatif relativement simple, assurépar les sous-collecteurs en poste aux diocèses. Le rôle d’assiette de la décime de 1320est le plus complexe à établir, car le paiement est général et le calcul fiscal prospec-tif : il se fonde en partie sur un travail «!de terrain! » (contacts avec les bénéficiers)pour déterminer les revenus mais surtout sur des documents déjà existants (c’est-à-dire une succession de paperasserie faisant perdre l’image primitive, de type inquisi-toire, du terrain). Avec le registre de perception des demi-procurations de 1371, on aun paiement général, mais il peut reprendre la trame énumérative des bénéfices de1320, car la prestation est devenue forfaitaire.

Après la collecte proprement dite, des opérations de banque sont nécessaires!; enamont du change effectué par les collecteurs tel qu’il apparaît dans nos registres, ilexiste de nombreuses opérations financières plus modestes permettant aux sous-col-lecteurs de mobiliser le numéraire au moment voulu, à cause du jeu complexe desarrérages et impayés et des échéances! : l’article de G. Pradalié a évoqué, par l’exa-men de testaments, quelques uns de ces crédits consentis par des marchands locauxaux sous-collecteurs et certains prêts ou gages accordés par ces derniers à des fami-liers avec les fonds en attente – et les marchands cahorsins sont parfois partie pre-

51 Voir par exemple A.M.S. SARAIVA (2001-02), 197-228 [éd. de ASV, Camera apostolica, Collectoriae, 504,contenant une enquête, en portugais, d’inventaire de dépouilles].

52 Cette gestion, incluant des comptes remontant jusqu’aux années 1330, est l’objet exclusif du registreASV, Camera apostolica, Collectoriae, 275, dont certains aspects (relatifs au fonctionnement de la maisonépiscopale) sont étudiés par A.M.S. SARAIVA (2005), 419-438 et par Y. RENOUARD (1949), 29-51.

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nante dans ce jeu de créances. Enfin, il faut drainer les espèces jusqu’à Rome puisAvignon53. On a vu que la nomination de clercs français, surtout à partir de Jean XXII,n’est pas sans rapports avec les réseaux financiers existants. Le choix du réseau ca-horsin, jusqu’en 1358, est en rapport avec la capacité matérielle de la circulation at-lantique!; le principal axe fonctionnant dès la seconde moitié du XIIIe et jusque dansla 1e moitié du XIVe siècle est la liaison Porto-La Rochelle (outre Bayonne)54, et le ré-seau cahorsin, présent à La Rochelle, assure ensuite le transfert des fonds jusqu’à Avi-gnon, par Cahors et Montpellier. Ce sont ensuite les marchands-banquiers génois quiprennent la relève, par la voie méditerranéenne.

Même si l’on n’a pas de détails sur les procédures concrètes de prélèvement surle terrain, on peut présumer que le cadre, épiscopal, de la comptabilité constitue éga-lement le cadre de la perception réelle!; c’est évident pour la procuration, qui est unimpôt spécifiquement épiscopal, mais il semble également que ce soit au siège desdiocèses que sont rassemblés, par les sous-collecteurs, les autres fonds recueillis surle terrain, comme on l’a vu avec l’organisation territoriale de la collectorie.

Les listes de paiement nous offrent prioritairement une donnée chiffrée, qui est lasurface financière des églises!; la plupart des études ont donc utilisé nos registres fis-caux, surtout l’estimation de 1320. Même si elle est potentiellement d’un plus grandintérêt, l’interprétation économique est elle aussi délicate55.

On peut être tenté d’utiliser les registres de paiement et d’assiette pour étudierl’impact financier global de la dîme, qui se trouve au cœur social, sinon économique,de la fiscalité ecclésiastique! ; en effet, bien étudiée à l’échelle locale, mais surtoutdans sa dimension politique car analysée à partir de multiples accords de partagefournissant peu de chiffres absolus, la dîme manque trop de comptabilités épiscopaleset locales avant le XVe siècle56 pour qu’on puisse en évaluer le poids et surtout lesfonctions dans l’économie globale, à toutes les échelles. Or, l’assiette (et donc le paie-ment) des décimes et peut-être même des procurations épiscopales intègre évidem-ment la dîme au sein du revenu global ; mais elle ne représente qu’une part, émi-nemment variable, qui n’est jamais la seule base de calcul des prélèvements57. Certes,elle constitue probablement le principal revenu des plus modestes églises parois-siales, dépourvues de temporel notable – celles dont les chiffres sont les plus bas dansnos listes –, mais celles-ci sont nombreuses surtout dans les régions féodalisées, danslesquelles la dîme (surtout personnelle, par opposition à la dîme prédiale) est telle-ment intégrée dans un prélèvement seigneurial global que son impact pour les contri-buables et pour ses bénéficiaires est difficile à saisir, aussi bien dans sa dimension fi-

53 Ce problème a été abordé, sommairement car dans une étude à l’échelle de la Chrétienté, par Y. RE-NOUARD (1941), 161, 238-45 et 323-7.

54 Voir Y. RENOUARD (1955), 239-255.55 La réflexion la plus prudente à cet égard est H.V. VILAR (2005), 279-294.56 Par exemple le Livro das rendas da mesa capitular de Braga, largement utilisé par J. MARQUES (1988),

391-425.57 Dans la taxacio de 1320, les collecteurs appliquent les modalités de la décime générale votée au

concile de Vienne! : ad quem valorem… a decem annis citra redditus et proventus comuniter ascendereconsueverunt (f. 1v.)!; c’est donc la totalité des revenus qui est prise en compte pour estimer l’assiette. Ilest certain en revanche que, à l’époque que nous étudions, s’est imposé le principal légal de l’universalitéde la dîme!: elle frappe la totalité des revenus (sauf exemptions très ponctuelles négociées au cas par cas),notamment depuis que le roi Afonso II, en 1218, y a soumis volontairement les revenus royaux.

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nancière que symbolique!; en outre, il semble que son apport soit plus modeste dansles revenus des églises les plus riches, dont de nombreuses études ont révélé l’im-portance du temporel, notamment urbain (surtout pour les collégiales).

Une autre voie d’approche est de considérer que les revenus d’un bénéfice,quelles qu’en soient les origines, sont globalement proportionnels à la capacité éco-nomique de la paroisse dont il est le centre. Si la paroisse correspond aux autrescadres sociaux, notamment le cadre résidentiel, ce raisonnement est acceptable!: pourles régions au sud du Mondego, dont le peuplement a été réorganisé en même tempsque se mettait en place le réseau ecclésiastique, principalement après l’an mille, doncdans le cadre d’une paroissialisation grégorienne, on observe une assez grande cor-respondance entre les églises chefs-lieux de paroisse et les chefs-lieux castraux desmunicipes! ; cependant, les bénéfices des Ordres militaires, très présents dans cettemoitié méridionale du royaume, sont souvent des montages financiers rendant diffi-cile l’analyse des revenus paroissiaux réels. Pour les vieilles provinces antérieures àl’indépendance du Portugal, dont la trame du peuplement est ancienne (largementfixée avant le XIe siècle), dont l’habitat est plus dispersé et dont l’organisation civileest féodale, donc faiblement territorialisée, l’emplacement des chefs-lieux de paroissesemble plus arbitraire, et leur circonscription décimale ne reflète que très indirecte-ment le dynamisme économique et la capacité financière des communautés locales.

Il est plus facile, pour une première approche faiblement chiffrée comme celle àlaquelle nous nous livrons, de se placer du point de vue des contribuables que de ce-lui des bénéficiaires du prélèvement ecclésiastique – ce qui nous oblige en outre àchanger d’échelle, du diocèse ou du royaume au bénéfice. Si l’on prend l’exemple del’église Ste Marie de Sintra, église-mère collégiale ancienne et fort bien dotée, souspatronage royal, elle est estimée à 1120£ en 1320, mais sa vacance rapporte à la mêmedate 587£, et elle paie en 1331 56£ de décime ; de plus, dans un registre effectué pourle patronage royal avant 1336 (dont on se demande s’il contient des estimations desrevenus globaux ou les perceptions effectives du tiers patronal des dîmes), elle vaut800£!; par ailleurs, elle paie annuellement 30£ de procuration à l’évêque en 1371. Onpeut déjà noter que, malgré leurs divergences, ces chiffres sont précieux, puisque, enl’absence de comptabilités, on est totalement incapable de reconstituer le revenu glo-bal d’une telle institution sur la base des seuls textes de la pratique, surtout quand ilfaut y intégrer les revenus ecclésiastiques.

La disparité de ces chiffres (en excluant la procuration) pose – si elle ne le résoudpas – le problème du partage des revenus ecclésiastiques et donc de l’assiette de l’im-position, qui semble pourtant claire a priori. En-dehors des établissements réguliers(notamment les Cisterciens) et des cathédrales, la quasi totalité des bénéfices locauxont leurs dîmes divisées, théoriquement par tiers, entre le (ou les) desservant(s),l’évêque et le patron58 ; or, les décimes et les prélèvements strictement pontificaux(fondés sur la collation et la réserve) tels que les vacants constituent une contributiondes seuls clercs, et ils ne pèsent donc jamais clairement sur la part du patron quandcelui-ci est un laïc – tout au moins les textes sont-ils muets sur ce problème. Pour les

58 Pour le détail de ces partages, très complexes dans les faits, voir, pour le diocèse d’Évora, H.V. VILAR

(2002), 125-140 et, dans l’optique de la territorialisation paroissiale, S. BOISSELLIER (2003), 217-229 et 335-351!; pour d’autres régions, voir, entre autres, S.A. GOMES (1992), 163-310 et A.J. da COSTA (1997-2000), 419-425.

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vacants, la différence entre le revenu annuel réellement perçu et l’estimation du re-venu global pourrait s’expliquer par la soustraction de la part patronale. Il serait utileaussi de vérifier systématiquement si les montants de la décime réellement payée en1329-31 correspondent bien à l’assiette (établie en 1320) moins la part des patronslaïcs!; mais, un rapide sondage dans l’archidiaconé de Vouga (diocèse de Coimbra)montre que la plupart des églises sous patronage royal paient une décime intégrale,sans défalquer la tierce royale (par exemple Santiago de Vagos, Santiago de Mouta etS. Pedro de Avelãs paient 16 et 10£ de décime sur une base de 160 et 100£), tandisque quelques unes sont totalement exemptées (S. Miguel d’Aveiro et S. Eulalia deAgueda ne paient rien pour une base de 660 et 180£, pourtant bien supérieure à unquelconque seuil de non-imposition).

Pour répondre à la question, essentielle dans une approche socio-économique dela fiscalité, «!qui paie!?! », il semble que, dans le prélèvement purement pontifical etdans les décimes, l’effort soit supporté par les bénéficiers eux-mêmes!; si une enquêtebien plus approfondie et étendue serait nécessaire, on peut verser au dossier le té-moignage des synodes diocésains. A celui de Braga de 1330, la seule décision que sanotice conserve est l’octroi par le clergé pour 3 ans à l’archevêque d’une annate oudu revenu annuel des vacants –le texte n’est pas clair–, alors que l’on est en pleineperception de la décime pontificale (d’ailleurs mentionnée explicitement)59. Il semblebien que l’évêque, profitant de l’exemption de son diocèse quant aux vacants, utilisecette dernière taxation pour se rembourser sur son clergé de la perte du 1/10 de sesrevenus. De même, en 1371, l’évêque de Porto semble vouloir faire supporter la ré-serve de la moitié de sa procuration par son clergé60. Même quand elles ne profitentpas au St Siège, les procédures fiscales inventées par lui ne sont pas perdues…L’échelon intermédiaire que constituent les évêques peut amortir la prédation avi-gnonaise (y compris en profitant de leur fonction de sous-collecteurs), tandis que leclergé local ne peut augmenter le taux de la dîme ni en diversifier les supports et peuttrès difficilement augmenter le montant des prestations forfaitaires des fidèles (pri-mices, oblations).

On peut inférer de la structure même de nos registres quelques éléments relatifsaux modalités de prélèvement. Ainsi, au vu du travail d’évaluation fait en 1320, on ob-serve que l’ancienneté de l’établissement de la fiscalité épiscopale varie selon les dio-cèses. Les collecteurs «!passent! » entre une dizaine (à Viseu, Coimbra, Lisbonne et

59 derom e outorgarom a esse senhor racebispo todolos fruictos, rendas, renovos e proventos de todolosmoesteiros e eigrejas que d’oje este dia adeante vagarem atá tres annos compridos logo seguintes, que os ajaper huum anno comprido do dia da vagaçom… E porque esses moesteiros e eigrejas pagam dizimas a nossosenhor o papa, por que converrá que dos fruictos que o dicto senhor arcebispo avia de receber das dictasvagantes que seja pagada a dicta dizima a nosso senhor o papa (éd. A. GARCÍA Y GARCÍA [dir.], 1982, 46).Notons que le même évêque a demandé l’année précédente (la première du prélèvement de la décime) àson clergé un subside caritatif, sous le même prétexte de la «!défense! » du diocèse (erat pluribus debitisoneratus propter defensionem ecclesie… et petiit… a dicto clero quod aliquod seruitium eidem domino im-pertirent (Ibid, 45).

60 Notice assez vague et indirecte, conservée par une protestation contre la procédure d’assemblée dusynode!: o bispo do Porto convocou a clerezia, abbades e reitores dos mosteiros e igrejas do bispado para sepagar huma certa quantia de floriins a hum legado do Summo Pontifice… especialmente por lhis fazer leere publicar aquellas letras de nosso senhor o papa… para pagarem ao seu delegado huma quantia de florisem ellas conteudas (Ibid., 349-350)!; le subside est présenté comme une demande directe de la papauté.

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Évora) et une quarantaine (à Porto) de bénéfices par jour (une trentaine à Braga etune vingtaine à Lamego)!; ces durées très variables reflètent probablement un avan-cement inégal dans le développement de la bureaucratie de chaque diocèse. A raisonde seulement 4 églises par jour dans les régions au sud du Tage, on peut penser qu’ily a dans certains cas négociation directe des estimateurs avec les bénéficiers ou aumoins recherche de dossiers financiers (peut-être auprès des patrons). En revanche,il est possible que le travail ait été préparé exprès avant le passage des collecteurs parles sous-collecteurs en poste dans chaque diocèse.

Cette dimension d’innovation fiscale s’estompe évidemment dans le registre depaiement des demi-procurations de 1371. Cette taxe (dite aussi au Portugal col-lecta/colheita ou, plus rarement, jantaculum/jantar61), désormais payée annuelle-ment aux évêques, est versée originellement lors de la visite pastorale du béné-fice62. Le passage d’une perception casuelle, parfois en nature, à un impôtpermanent (annuel) et en monnaie s’opère à des dates variables dans chaque dio-cèse, selon le degré de développement de l’autorité épiscopale!; ainsi, les églisessous patronage de l’Ordre militaire d’Avis dans le diocèse d’Évora paient déjà uneprocuration annuelle en 1280, tandis que les églises de l’Ordre de Santiago nepaient encore la procuration que lors du passage de l’évêque en 131763. Le déca-lage d’un diocèse à l’autre est encore plus considérable, puisque le clergé de Por-talegre paie ce droit (procuracionibus que debent racione visitacionis, ainsi que lesautres éléments classiques de la fiscalité épiscopale = 1/3 des mortuaria et dîmes),en plusieurs versements annuels, à l’évêque d’Idanha dès avant 124964. En tout cas,ce passage est acquis partout dans notre registre, probablement dès 1336 (date dela constitution pontificale Vas electionis, invoquée dans notre document, fixant lemontant des procurations) ou même 1327 ; la commutation ne donne pas lieu àdes problèmes particuliers, car l’ensemble des synodes médiévaux portugais neconserve pas trace de conflits à ce sujet65. Or, notre registre est très complet parrapport aux antérieures listes d’églises du royaume!; cela signifie que les évêquesont réussi, à cette date, à intégrer la quasi-totalité des églises paroissiales dans leurjuridiction temporelle.

C’est d’ailleurs le compte de levée de cet impôt épiscopal qui est le plus utileà une réflexion fiscale. On y observe, grâce à la systématicité des données, que sonmontant obéit à un nombre de «!tranches!» fiscales, variable selon les diocèses mais

61 Le livre du collecteur n’emploie que le vocable du droit canonique commun procuratio.62 Cette taxe est issue d’un véritable droit de gîte originel – et il existe d’ailleurs une autre collecta de

droit public due au roi par les municipes!; il pose toutefois beaucoup moins de problèmes que le droit degîte «!privé!» exercé par les patrons des églises (cf. entre autres le canon 33 du synode de Braga de 1281,éd. Ibid., 20), car il est associé à l’exercice d’un droit fortement réglementé, la visite pastorale.

63 Cf. respectivement J.M.C. SARAIVA (1950-53), 55-65 et Arquivo do Cabido da Sé de Évora [ACSE], CEC3-III, ff. 73v.-78. Ce décalage au sein du même diocèse est tellement important que l’on peut se demandersi la procuration perçue en 1317 n’est pas une perception casuelle s’ajoutant à une procuration annuelle(comme cela existe depuis longtemps dans le diocèse de Braga, cf. A.J. da COSTA, 1997-2000, vol. 1, 275),puisque des documents santiaguistes antérieurs mentionnent une procuration forfaitaire (par exempleACSE, CEC 3-III, ff. 14-15, en 1249!: 4 aurei par église-mère et 2 aurei par église-fille).

64 IAN/TT, Chancelaria Afonso III, l. 1, f. 52.65 Sauf des récriminations très tardives, en 1435 et 1505, et dans le seul diocèse de Braga, à cause du

problème particulier de la «!double procuration!» (cf. A. GARCÍA Y GARCÍA [dir.], 1982, 71 et 152, problèmequi existe peut-être aussi à Idanha cf. supra)!; mais il est vrai que les synodes ne sont pas le meilleur ré-vélateur des abus épiscopaux.

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toujours restreint. Comme le montant de la procuration a été négocié au départavec les patrons des églises ou a été fixé au cas par cas par les évêques, il y a eupostérieurement uniformisation plus ou moins poussée (= nombre de tranches plusou moins grand) par l’administration diocésaine. Les «! tranches! » du montant àpayer correspondent probablement grosso modo aux capacités financières dechaque bénéfice! ; mais les évolutions rendent ce réalisme économique quelquepeu lointain! ; dans le diocèse d’Évora, pour les églises des Ordres d’Avis et San-tiago, il y a correspondance mais aussi quelques ajustements et une uniformisationentre les montants payés en 1280 et 1319 et ceux payés en 137166. On peut se de-mander si la constitution de ces tranches n’est pas issue de la division d’un mon-tant global exigé par groupe d’églises (groupe correspondant à une circonscriptionou à un patron commun)!; en effet, avant même que le versement soit devenu an-nuel, les accords de partage des revenus entre patrons et évêque d’Évora établis-sent déjà une procuration assez uniforme (10 et 20£ pour les églises de Santiagoet 5, 6 et 7£ et 5 mb. pour les églises d’Avis67). Quoi qu’il en soit, la collecta sembleêtre dès l’origine un impôt forfaitaire, conçu du point de vue du bénéficiaire, dontles besoins sont identiques à chaque «!auberge!»!: si l’on prend pour base l’assiettede 1320, on observe que des églises aux revenus très variables paient la même pro-curation en 1371.

CONCLUSION

Le caractère très superficiel des réflexions précèdent ne doit pas dissimuler l’in-térêt historiographique et heuristique des problèmes abordés.

Pour l’historien du Portugal, comme pour les contemporains eux-mêmes, lesécrits utilisés dans cet article (des estimations de revenus globaux) constituent uneinformation sans égale dans le reste de la documentation! : si l’on a de nombreuxinventaires de patrimoines, qui n’éclairent d’ailleurs en rien la dynamique écono-mique, les listes de revenus du genre des censiers sont toujours partielles!; à côtéde ces documents récapitulatifs et passifs (enregistrant des phénomènes avérés), lesregistres «!prospectifs!», d’estimations de biens et de revenus, sont des plus rares etne sont conservés que pour le XVe siècle. En outre, tous ces documents nous ren-seignent presque exclusivement sur des revenus fonciers, et les gains issus de la ju-ridiction, comme le sont les revenus ecclésiastiques, nous sont presque totalementinconnus, car les (rares) comptabilités publiques ne les restituent jamais dans leurintégralité.

Il pouvait paraître prématuré d’aborder les dimensions financière et écono-mique du prélèvement ecclésiastique, alors que, comme le fait remarquer H. Vilardans ce même volume, leurs bases juridiques sont encore mal connues!; d’ailleurs,de nombreuses contributions de ce livre préfèrent aborder la dimension norma-tive de notre sujet. Mais, malgré le légalisme incontestable des administrateurs dubas Moyen Âge (et même de l’époque féodale), la conception des normes abs-

66 Cf. ff. 78v.-79v. de notre document (il faut multiplier ces sommes par 2, car la «!réserve!» papale neporte que sur la moitié).

67 Cf. notes supra.

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traites ou même appliquées comme «! fondement! » de l’action sociale est criti-quable! : on les perçoit comme fondamentales seulement parce qu’elles sontmieux éclairées par la documentation. En fait, il existe une relation dialectiqueentre les pratiques et les normes du prélèvement!; on ne peut comprendre celles-ci qu’en étudiant celles-là, dans leurs modalités concrètes et dans leurs consé-quences financières.

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II. FISCALIDAD ECLESIÁSTICAY FINANZAS REGIAS

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1 C. D. FONSECA (1987), J.-M. MARTIN (2006); cf. la carte annexe nº 1.2 Crotone dans l’archevêché de Reggio Calabria, suivi par l’archidiocèse de Santa Severina et ses suf-

fraganea!: Belacastro, Cerenzia, Isola di Capo Rizzuto, San Leone, Strongoli et Umbriatico.3 N. KAMP (1973-1982).4 Cf. G. VITOLO (1990), 73-151.5 Prenons l’exemple de San Leone en Calabre: cet évêché, dont le site même est aujourd’hui disparu,

ne comptait au début du XIVe siècle que 300 habitants et les revenus annuels, partagés entre l’évêque etses chanoines, correspondaient plus ou moins au prix d’un cheval... Cf. L. SANTORO (2007), 29-57.

6 V. VON FALKENHAUSEN (1978), 170-171.

L’ÉGLISE ET LA FISCALITÉ AU ROYAUME DE SICILE (XIe-XIVe SIÈCLES)

KRISTJAN TOOMASPOEG

Université di Lecce

Le monde ecclésiastique du royaume de Sicile médiéval se caractérisait par unesérie d’éléments originaux, dans le cadre de ce qu’on appelle «!la particularité ins-titutionnelle!de l’Italie méridionale»1. Avant tout, il y existait un réseau de diocèsessans rapport avec l’étendue du territoire!: pour donner un seul exemple, en Calabreorientale, dans l’actuelle province de Crotone, donc dans une zone de moins de2000 km2 de superficie, on trouve bien 8 diocèses, partagés entre deux archevê-chés2. Le nombre des diocèses se stabilisa au début du XIIIe siècle à 145 et ne su-bit ensuite que peu de variations avant la fin du Moyen Âge3. Les causes d’une telleorganisation diocésaine résident d’une part dans une conception particulière d’évê-ché citadin –donc, il n’est pas étonnant de trouver des diocèses avec à peine 300habitants, tel San Leone en Calabre– et, de l’autre, dans la volonté des nombreuxconquérants et envahisseurs de la région - Longobards, Byzantins, Normands, maisaussi l’autorité impériale germanique et celle papale - de contrôler le territoire à tra-vers les sièges d’évêque4.

La prolifération des fondations diocésaines sert de point de départ pour monétude, car il est évident que ce phénomène s’accompagnait de la présence de nom-breux évêchés avec une très faible base économique, dont quelques-uns ne possé-daient en réalité que leur cathédrale5. De plus, au royaume de Sicile, les évêques, saufdans quelques rares cas, ne jouissaient pas de droits seigneuriaux!: ils ne possédaientpas des villes, châteaux ou autres centres habités et ne percevaient pas les taxes etles impôts, recueillis directement par l’État, à l’exception de quelques charges demoindre importance. Enfin, les contributions des paroissiens aux églises ne pouvaienten théorie être que volontaires, donc des donations et des legs testamentaires6. L’É-glise du royaume se finançait surtout par le biais de l’administration de son patri-moine immobilier et, ensuite, en faisant appel aux ressources de la couronne.

Les informations que l’on possède sur l’état financier des diocèses du Sud sontloin d’être exhaustives, car ce ne fut qu’après 1265 et la prise du pouvoir dans leroyaume de Sicile par Charles Ier d’Anjou que ceux-ci commencèrent à payer réguliè-

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rement, ou presque, la décime au pape et qu’apparaissent des registres de payementdes taxes pontificales, accompagnés d’une évaluation des revenus annuels des évê-chés7. L’image donnée par les sources fiscales du Vatican, comparée avec des donnéesrecueillies sur place, en Italie méridionale8, permet de diviser les diocèses en groupescorrespondants à leurs revenus annuels9, qui vont de plus de 10.000 florins encaisséspar l’archevêché de Palerme10 jusqu’à moins de 100 florins reçus par une série d’évê-chés de la partie continentale du royaume11. En tout cas, la majorité des diocèses en-caissait moins de 500 florins par an!: cette somme que j’ai prise comme barrière entreles évêchés «!riches!» et «!pauvres!» correspond au prix d’environ 40 chevaux ou bienau double du salaire annuel d’un justicier de province. Sauf une trentaine d’excep-tions, les institutions ecclésiastiques du royaume étaient ainsi plutôt démunies, ce quiinfluençait aussi leurs rapports avec la couronne sicilienne dans les domaines écono-mique, politique et administratif.

En partant de cette considération, j’examinerai à présent très brièvement les liensdirects des diocèses, c’est-à-dire des prélats et de leurs chapitres, avec le fisc duroyaume de Sicile. Mon étude englobe un arc temporaire assez vaste. Elle commenceavec le XIe siècle, donc avant la fondation du royaume qui eut lieu en 1130, car ce futà cette époque que les structures ecclésiastiques du Sud se formèrent, toutefois, lesenjeux que j’examinerai concernent pour la plupart le XIIe et le XIIIe siècle. Je termi-nerai l’étude au XIVe siècle, donc avec la Sicile aragonaise et le continent angevin,mais il faut souligner que le système mis en place continua son existence encore long-temps et ne fut aboli qu’au cours du XIXe siècle.

7 Ces sources ont été partiellement publiées dans la série des Rationes Decimarum Italiae nei secoli XIIIe XIV: P. SELLA (éd.) (1936), D. VENDOLA (éd.) (1939), M. INGUANEZ, L. MATTEI-CERASOLI, P. SELLA (éd.) (1942),P. SELLA (éd.) (1944). Pour la Calabre et les Pouilles, on trouve d’autres sources fiscales du Vatican dans F.RUSSO (éd.) (1974-1977) et D. VENDOLA (éd.) (1940).

8 Il s’agit avant tout du matériel documentaire conservé aux archives diocésaines de l’Italie méridionale:cf. S. PALESE, E. BOAGA, F. de LUCA, L. INGROSSO (éd.) (2000-2003), qui est une présentation générale des dé-pôts d’archives, munie de la bibliographie sur le sujet. Plusieurs diocèses médiévaux du Sud n’ont toute-fois pas laissé des archives et il faut recourir aux fonds des chapitres d’archidiocèses dont ils dépendaientou des établissements monastiques voisins.

9 Cf. la carte annexe n° 2 qui a été rédigée sur la base des informations fournies par les Rationes Deci-marum et par les autres sources fiscales. Les chiffres présentés ne sont que des indications relativementsommaires, car il faut prendre en compte les éventuelles variations des revenus au cours du temps, les la-cunes documentaires et le fait que l’on tentait quelquefois de présenter aux collecteurs pontificaux dessommes incomplètes. En général, les informations plus fiables proviennent des diocèses classés parmi lesplus riches et les plus pauvres et les revenus exacts de ceux «du milieu» sont plus difficiles à cerner.

10 Cette somme fut en grande partie issue des contributions payées à l’archevêché par la cour royale si-cilienne: ainsi, en 1197, l’empereur Henri VI garantissait à l’archevêque Bartholomé un revenu annuel deplus de 2300 onces d’or (cette somme correspondait plus tard à plus de 11600 florins): A. MONGITORE (éd.)(1734), 70-71; D. CLEMENTI (1955); V. MORTILLARO (1842), 46; G. BAAKEN (éd.) (1972-1979), n° 585; H. EN-ZENSBERGER (2004), 457.

11 Quelques exemples des revenus annuels des chapitres diocésains: en 1308-1310, les recettes du cha-pitre et de l’évêque de Bisaccia furent d’environ 150 florins (Rationes Decimarum, Campania, cit., p. 375),la somme était plus ou moins identique à Monteverde (ibidem, p. 379) et Policastro (p. 477), Lettere etMassa Lubrense eurent des revenus pour 75 florins (p. 497, 513), Tertiveri n’eut en 1310 que 20 florins an-nuels (Rationes Decimarum, Apulia-Lucania, Calabria, p 24), Lavello 40 (ibidem, p. 144) et Canne 80 flo-rins (p. 39), en Calabre, en 1325, l’évêque d’Umbriatico déclarait à la Chambre Apostolique des revenuspour environ 50 florins (p. 198-199) et celui de San Leone, le plus pauvre du royaume, n’encaissait, en-semble avec son chapitre, qu’à peine 10 florins par an (p. 208).

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Mon texte se divise en deux parties!: dans un premier temps, je m’intéresserai auxressources concédées par le fisc à l’Église et, dans un second temps, aux sommespayées par les diocèses à la couronne12.

I. LE FISC AU SERVICE DE L’ÉGLISE

La contribution fiscale de la couronne consistait au royaume de Sicile dans le sys-tème des décimes d’État. En bref, la cour royale concédait à la plupart des diocèses unpourcentage des recettes de la baiulatio, donc des sommes qui provenaient, au niveaulocal d’une ville ou d’une petite zone géographique, des taxes ordinaires indirectes etcommerciales, des monopoles d’État et des revenus (amendes) de la justice ordinaire13.

On a discuté longtemps des origines de ce système qui sont à mon avis à cher-cher dans les activités de la noblesse normande antérieures à la fondation du royaumeet dans le pouvoir quasiment illimité des Normands sur les structures diocésaines. Oubien, la petite et moyenne noblesse encouragea la création des institutions ecclésias-tiques dans les territoires qu’elle contrôlait, en dotant ces fondations, souvent exiguës,d’une partie de leurs propres revenus. Il s’agissait dans ce cas-là surtout de monas-tères, églises et chapelles, mais, dans le dernier quart du XIe siècle, la haute noblessenormande reprit cette méthode et l’appliquait aussi aux fondations diocésaines. Lesducs et puis les rois normands affirmèrent d’avoir reçu avec ce qu’on appelle la «!Lé-gation Apostolique!» de la part de la papauté le pouvoir de créer des diocèses14 ; cesnouveaux évêchés furent dotés des recettes fiscales de leurs chef lieux ou, dans le casde l’île de Sicile, de tout le territoire diocésain, ou bien de quelque centre de produc-tion important situé hors les confins diocésains, telles les douanes d’Amalfi, de Naplesou de Palerme, les mines de la Calabre, les madragues de la côte sicilienne etc.15

Il s’agissait bien d’une invention normande, par exemple, parmi la vingtaine de dio-cèses de la Capitanata, seules les quatre fondations normandes bénéficiaient des recettes de la couronne et les autres, crées par les Byzantins peu de temps aupara-vant, en furent privées16. En Sicile, où tous les diocèses furent fondés ou refondés par

12 Le système fiscal du royaume de Sicile était l’un des plus efficaces du Moyen Âge, en garantissant ausouverain au XIIIe siècle des revenus annuels aux alentours de 1 500 000 florins. Cette fiscalité se divisait enquatre branches principales: -les taxes directes (surtout la collecta ou subventio generalis, mais aussi les im-pôts payées par les Juifs et les Musulmans), -les taxes indirectes (commerciales et douanières), -les mono-poles d’État (très développés dans l’Italie méridionale et appliqués non seulement sur les activités commela pêche aux thons, la production du sel et l’extraction des minéraux, mais aussi sur la production artisa-nale etc., en se confondant souvent avec les taxes commerciaux), -la gestion économique du domaine royal(donc les concessions en bail des biens et activités de la couronne. S’y ajoutent aussi les revenus judiciaires,donc les amendes et autres frais encaissés par la cour et, surtout à l’époque angevine, les revenus des fiefset autres propriétés des «!traîtres!», séquestrés par le roi. Bien qu’efficace, le système grevait la population etses activités économiques et se caracterisait par une série de défauts, engendrés par les adjudications desdroits fiscaux de la couronne aux juristes et aux marchands surtout Amalfitains, qui en contrepartie d’unesomme préétablie prenaient en gabelle les charges comme celle du baiulus ou du segretus. Cf. H. WILDA

(1889), O. MÄRKER (1889), G. PAOLUCCI (1904), E. STHAMER (1927), 362-372, T. PEDIO (1959), E. MASCHKE (1966),W. A. PERCY (1981a) et (1981b), N. KAMP (1982), 119-142, K. TOOMASPOEG, (2008), 231-247.

13 K. TOOMASPOEG (éd.) (2009).14 S. FODALE (1991), S. VACCA (éd.) (2000).15 Cf. N. KAMP (1972) et (1977)!; G. ROSSETTI (éd.) (1977), 379-397.16 P. CORSI (1986).

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les Normands, le système des décimes s’appliquait à tous les évêchés! ; dans lesAbruzzes où les diocèses restèrent pour longtemps en dehors du contrôle des Nor-mands, le phénomène fut peu diffus17.

Donc, en quelque sorte, comme dans beaucoup d’autres cas des institutions sici-liennes, une pratique de la noblesse fut élevée au rang d’une procédure appliquéepar la cour royale. Au même moment que les décimes, les diocèses reçurent aussi làoù cela était possible, des droits fiscaux et des monopoles sur les communautés juiveset sur leurs activités, par exemple sur les teintureries18.

Ce système existait déjà pleinement lorsque l’empereur Frédéric II, au début desannées 1230, procéda à la réforme de la fiscalité du royaume de Sicile19. L’empereurpartait d’une considération très précise!: les décimes d’État avaient été créés pour as-socier les institutions ecclésiastiques aux intérêts de la couronne, de la manière à ceque les sommes encaissées par les diocèses soient proportionnelles aux recettes fis-cales et économiques locales. Frédéric II cherchait en revanche à augmenter les re-cettes de l’État, sans devoir partager le surplus avec l’Église!; il transforma donc danstoutes les zones de forte croissance économique les droits proportionnels des dio-cèses en sommes fixes. De même, les pourcentages et taxes imposées aux commu-nautés juives, mises en directe dépendance de la cour royale, furent quelquefois en-levés à l’Église et quelquefois transformés en sommes fixes20.

Dans le même temps, la baiulatio, principale institution d’origine des décimes21,perdait son importance du départ, vu que nombreuses activités de la cour étaient dé-sormais gérées par de nouveaux fonctionnaires, comme les procurateurs du domaineroyal, qui ne participaient pas toujours au système des décimes en faveur des dio-cèses. Enfin, dans de nombreux cas, les décimes ne consistaient plus en 10 % des re-cettes de la couronne mais en 6,7 %.

Ni les Angevins ni les Aragonais qui succédèrent aux Staufen dans la secondemoitié du XIIIe siècle, ne modifièrent ce système qui fut donc définitivement misen place par Frédéric II durant les dernières décennies de son règne. L’importancedes sommes reçues par les diocèses de la part de la couronne variait selon les lo-calités. Ainsi, Palerme, l’archevêché le plus riche du royaume, reçut plus de lamoitié de ses revenus annuels, peut-être même plus, de la part de la cour royalesous forme de pourcentages et des sommes forfataires qui provenaient de la dé-cime de baiulatio, des revenus de la douane locale, des taxes imposées sur lacommunauté juive et des bénéfices monétaires canonicaux crées ad hoc par lamonarchie. Dans le cas des diocèses de taille moyenne, la contribution étatiquepouvait représenter entre 10 et 25 % des revenus annuelles de l’évêque et de sonchapitre!; pour les petits évêchés, ces sommes furent souvent un gage de survie!:ainsi, au début du XIVe siècle, dans la péninsule de Sorrento, quelques petits dio-cèses déclaraient au pape des revenus annuels d’environ 60-70 florins, dont 40

17 N. KAMP (1977), 388.18 Prenons par exemple le cas de Taranto, bien documenté: D. GIRGENSOHN, N. KAMP (1961).19 Sur les réformes fiscales de Frédéric II, cf. N. KAMP (1974).20 N. KAMP (1974), 57. 21 Les baillis étaient depuis l’époque normande responsables de la fiscalité, de la justice ordinaire et de

la gestion du patrimoine de la couronne au niveau local des villes et des petites unités territoriales: cf. M.CARAVALE (1987), 388-393.

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provenaient des décimes d’État sous forme des sommes encaissées sur les recettesde la douane d’Amalfi22.

En tout cas, il s’agissait d’une contribution précieuse à l’économie diocésaine,mais qui ne manquait pas de créer un lien de dépendance entre les prélats et leurschapitres et la couronne. Le phénomène était plutôt accentué au royaume de Sicile!:ainsi, dans un document récemment redécouvert, Frédéric II remercie l’évêque deDragonara, dans la Capitanate, et lui envoie la mitre et l’anneau23 ; l’histoire de l’É-glise de l’Italie du Sud aux XIIe-XIIIe siècles est aussi celle de la lutte entre les cha-pitres et les évêques partisans des Staufen et la curie romaine24.

Comme il s’agit d’un argument qui ne regarde pas directement mon étude, je mecontenterait à observer les aspects financiers de cette soumission. Même si Charles Ier

d’Anjou fut le premier à établir par écrit le lien direct entre le payement des décimes etla «!fidélité!» des évêques à sa cause25, cette condition existait en réalité depuis l’époquenormande. Le système de contrôle des institutions ecclésiastiques fonctionnait le plussouvent à travers la résistance des fonctionnaires qui ne transféraient pas les décimes auprélat, qui fut par consequent contraint à faire appel au roi. Le souverain, à son tour,pouvait ordonner le payement immédiat des sommes dues, laisser la supplique sans ré-ponse ou ordonner une enquête pour vérifier les droits du prélat26. Il existe aussi descas des faveurs particulières concédées aux prélats très liés à la politique de la cour!:ainsi, l’archevêque de Naples reçut en 1274 un payement anticipé des décimes pourpouvoir se rendre au Concile de Lyon27 et quelques autres évêques bénéficiaient des dé-cimes «!spéciales!» qui leur furent payés à titre personnel durant leur vie.

II. LES CAISSES DES ÉGLISES AU SERVICE DE L’ ÉTAT

La soumission indirecte des structures ecclésiastiques à l’administration royale enItalie méridionale était ainsi en grande partie liée aux bénéfices économiques concé-dés aux diocèses par la couronne. Toutefois, et ici j’arrive à la deuxième partie demon texte, il n’y avaient pas que les bénéfices!: les évêchés du Sud ne furent pas exo-nérés des obligations fiscales et, d’une ou autre manière, l’État parvint à contrôler unepartie de leurs ressources.

22 Cf. K. TOOMASPOEG (2009), 45-46.23 J. RIEDMANN (2006), 158.24 Par exemple, le cas de Fiorentino dans la Capitanata (connu aussi comme Castel Fiorentino), château

royal mais aussi le siège d’un petit diocèse, étroitement contrôlé par la cour! : M. S. CARLÒ MARIANI (éd.)(1985).

25 Cette condition est exprimée dans de nombreux mandements royaux, ainsi, le 10 janvier 1270, de Ca-poue, Charles Ier écrit aux secreti (fonctionnaires chargés entre autres de la fiscalité régionale) du Principato,de la Terre de Lavour et des Abruzzes!: Ex parte ... Episcopi Minorensis fuit supplicatum ut, cum de proven-tibus baiulationis Amalfie VIII uncias auri annis singulis pro decimis percipere consueverint, exhibere ... proanno presente XIII indictionis mandaremus. Ideoque fidelitati vestre mandamus quatenus, si dictus Episco-pus preterite turbationis tempore erga Sanctam Romanam Ecclesiam et Maiestatem nostram se gessit fideliter,et notorium sit .... sibi faciatis integraliter exhibere (I registri della cancelleria angioina ricostruiti da Ric-cardo Filangieri con la collaborazione degli archivisti napoletani, III, 1269-1270, éd. R. Filangieri di Can-dida, Naples, 1952 (Testi e documenti di storia napoletana pubblicati dall’Accademia Pontaniana, s. I, 3), n°315, p. 162, IV, 1266-1270, éd. I. Mazzoleni, Naples, 1952 (Testi e documenti, 4), n° 43, p. 219.

26 Sur ces enquêtes, cf. E. STHAMER (1933).27 C. MINIERI RICCIO (1875), 6; Ibid. (1958), 100.

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La couronne disposait de quatre moyens principaux pour participer aux revenusdes évêchés. D’abord, depuis la naissance de l’idée de la «!Légation Apostolique!» àl’époque de la domination normande, les souverains réclamaient le droit à l’admi-nistration des diocèses vacants28. En réalité, lorsque les diocèses furent sans évêque,ce fut souvent à cause du refus de la couronne sicilienne d’accepter le candidat pro-posé par le pape et vice-versa, ou bien à cause de l’opposition du chapitre local quicherchait à imposer son propre candidat, dans ce cas-là souvent aussi pour des rai-sons politiques. Il existe de nombreux exemples d’administration royale des diocèsesqui proviennent surtout des périodes de conflit entre le pape et le roi, à la fin durègne de Frédéric II, mais, surtout, à l’époque de ses fils Conrad et Manfred. Parexemple, on possède une intéressante liste des revenus de l’Église de Messine, rédi-gée en 1262 lorsque l’archidiocèse fut administré par les fonctionnaires de la courroyale de Manfred29.

De la même manière, l’État réclamait l’héritage des prélats décédés! : en Sicilecomme ailleurs, les patrimoines des évêques et des abbés défunts furent inventoriéset vendus aux enchères. Ce droit fut contesté par le Siège Apostolique, mais maintenupar les rois de Sicile jusqu’à l’époque moderne30.

La majorité des sommes récupérées par la couronne provenait de la taxation di-recte, donc surtout de la collecte, mais aussi des taxes directes extraordinaires. Je mepermets de rappeler que la collecte, ou bien la subvention générale, d’origine nor-mande, fut transformée par Frédéric II de fait en une taxe ordinaire régulière, perçuetous les ans sur quasiment toute la population, à la seule exclusion des personnes dé-munies de toute espèce de propriété privée31. La collecte regardait donc aussi les ins-titutions de l’Église comme les monastères et les diocèses et devait peser assez surleur économie. Il est vrai que les ecclesiae possédaient un moyen pour amoindrir leseffets négatifs de la collecte! : introduire elles-mêmes des taxes extraordinaires dansleurs possessions, mais tous les diocèses ne possédaient pas une base territoriale etune emprise sur la population suffisantes pour pouvoir le faire et on connaît seule-ment le cas de l’évêque de Patti qui a imposé à la population du diocèse au paye-ment d’une taxe dite exenium32.

Enfin, la quatrième solution principale pour diriger les ressources des diocèsesvers les caisses de l’État dérivait, d’une manière à première vue paradoxale, du sys-tème des décimes de la couronne.

Les décimes furent dès les débuts du système partagées entre les évêques et leurschapitres. Ainsi, en 1103, lorsque Roger Ier de Hauteville concéda les décimes à l’É-glise d’Amalfi, il précisa que les sommes devaient être divisées en quatre parties! :l’une à l’archevêque, la deuxième à la cathédrale, la troisième aux clercs et la dernièreà la charité au bénéfice des pauvres33.

28 Ce droit fut inséré par Frédéric II dans le Liber Augustalis!: W. STÜRNER (éd.) (1996), 398-399, J. L. A.HUILLARD-BRÉHOLLES (1859-1861), IV, 140. Sur l’argument, cf. F. SCADUTO (1887).

29 12 septembre 1262, extrait dans R. STARRABBA (éd.) (1888), (Documenti per servire alla storia di Sici-lia pubblicati a cura della Società siciliana per la Storia Patria, serie I, 1), n° LXVIII, 92-93, régestes dans C.MARULLO DI CONDOJANNI (1953), 106 et K. TOOMASPOEG (2003), 165-168.

30 F. SCADUTO (1887), 8.31 K. TOOMASPOEG, «!Colletta!», dans O. ZECCHINO et alii (2005), 351-352.32 D. GIRGENSOHN, N. KAMP (1965), 88.33 Mai 1303, F. UGHELLI (1659), col. 264, M. CAMERA (1836), 164.

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Entre le début du XIIe et le milieu du XIIIe siècle, il y eut une évolution dans la ré-partition des sommes reçues!: dans les diocèses de petites et moyennes dimensions, cefurent les évêques à contrôler la moitié ou le plupart des ressources obtenues, maisdans les diocèses plus importants, les chapitres parvinrent à s’imposer aux évêques etarchevêques qui furent souvent contraints de laisser presque toutes les sommes à leurschanoines et clercs. Dans plusieurs diocèses, comme Messine en Sicile ou Mileto en Ca-labre, ces ressources furent divisées entre une longue série de bénéfices canonicaux34.

Toute de suite après la prise du pouvoir par Charles Ier en 1265, les bénéfices plusimportants furent concédés aux officiers et fonctionnaires de la cour royale sicilienneet de la curie romaine. Ainsi, pour donner seulement quelques exemples, nous trou-vons le notaire du roi Nicolas de Messine comme chanoine de Cerenzia et le familierdu roi Gracia comme chanoine de trois sièges différentes, Reggio Calabre, Gerace etPalerme, mais aussi de nombreux personnages liés à la curie comme le chapelain dupape Guillaume de Assisi, chanoine de Squillace, les scriptores Jean de Campulo, cha-noine à Reggio et à Cassano et Paul de Rieti, chanoine de Messine, le protonotaireapostolique Jean de Capoue, lui aussi chanoine de Messine etc35.

Les sommes payées aux diocèses dans le cadre des décimes de la couronne firentainsi leur retour dans les caisses royales comme moyens de rétribution des fonction-naires royaux et pontificaux.

III. LE BILAN DES RAPPORTS ENTRE L’ ÉTAT ET ÉGLISE

Il est extrêmement difficile de dresser un bilan des rapports fiscaux entre la cou-ronne et l’Église au royaume de Sicile, car les sources de l’époque médiévale ne nouspermettent pas d’évaluer avec précision les recettes et les dépenses des diocèses.Pour être plus précis, nous sommes mieux informés sur les revenus que sur les dé-penses, ce qui complique l’évaluation du rôle de la taxation étatique dans l’écono-mie des évêchés.

Sans disposer de chiffres précis et de sources comptables, on ne peut donc qu’ob-server une série de phénomènes de base et il faut se limiter à dresser les grandeslignes d’une évolution qui se caractérise par l’emprise politique et économique de lacour royale sur les institutions ecclésiastiques.

Au positif du bilan appartient le système des décimes d’État qui concerne la ma-jorité des diocèses et qui leur fournit en moyenne entre 10 et 50 % de leurs revenus.Cela s’accompagne jusqu’en 1265 de l’absence d’une taxation régulière pontificaledans le royaume qui permet aux diocèses de maintenir leurs ressources sur place.

La partie négative du bilan est représentée par la participation obligatoire desdiocèses à l’impôt direct, donc, surtout à la collecte, avec tous les enjeux qu’impli-quait l’apparat de perception des taxes du royaume, beaucoup moins efficace et or-donné de ce que l’on pourrait imaginer, surtout lorsque l’on se met dans la positiondu contribuable36. Puis, des sommes furent détournées des caisses des ecclesiae à tra-

34 Prenons l’exemple de Messine où les archevêques concédèrent à la fin du XIIe siècle environ 90 %des décimes de la couronne à leurs chanoines: R. STARRABBA (1888), 54-55.

35 Cf. K. TOOMASPOEG (2009), 73-74 et le tableau p. 534-536.36 Cf. E. STHAMER (1927), et K. TOOMASPOEG, «!Fiscalità!».

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vers l’administration royale des diocèses vacants et la confiscation de l’héritage desprélats défunts.

L’époque angevine ajoute au négatif du bilan deux éléments importants. D’abord,les bénéfices canonicaux plus prospères furent acquis par la couronne qui les utilisapour payer ses fonctionnaires. Ensuite, bien qu’il ne s’agit pas ici de la fiscalité royale,il est tout de même important de noter l’établissement de la fiscalité pontificale dansl’Italie méridionale qui commence dans les années 1260. Le processus fut à vrai direplutôt lent et les fonds du Vatican ne conservent pas pour beaucoup de diocèses duSud des traces du payement de la décime avant le début du XIVe siècle, toutefois, parla suite les payements furent réguliers et pesaient sur le bilan des évêchés.

On ne peut que constater l’originalité du système sicilien de dépendance des ins-titutions ecclésiastiques - nous avons parlé des diocèses, mais l’étude aurait pu êtreélargie aussi aux établissements monastiques - de la monarchie, construite sur la fis-calité. Les évêques de l’Italie méridionale n’étaient pas des seigneurs territoriaux se-lon le modèle allemand, mais pas non plus des simples fonctionnaires d’État selon lemodèle danois. La monarchie leur concédait une partie de ses revenus fiscaux, ens’assurant en contrepartie la fidélité des prélats et, de plus, en récupérant par le biaisd’une série de démarches fiscales et administratives une partie des sommes cédées àl’Église.

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1 Esta es una cuestión que está presente en algunos de mis trabajos, en especial: J. M. NIETO SORIA (1988);Idem (1994a).

FISCALIDAD ECLESIÁSTICA Y ESTADO MONÁRQUICO EN LA CASTILLA BAJOMEDIEVAL

JOSÉ MANUEL NIETO SORIA

Universidad Complutense de Madrid

Cualquier intento de caracterización verdaderamente significativa de la monar-quía bajomedieval castellana viene obligado a tener en cuenta una de las dimen-siones relevantes del ámbito de la acción monarquía como fue el que afectó a susrelaciones con la iglesia. En todo momento los objetivos últimos de la instituciónmonárquica estuvieron en mayor o menor medida afectados por compromisos di-rectamente vinculados con estas relaciones, por lo que la consideración de las mis-mas no podía constituir un aspecto secundario o meramente complementario delperfil de esa monarquía. Dentro de estas relaciones la fiscalidad ocupó un lugar deprimer orden puesto que en ella, a la vez que se reflejaban rasgos específicos deesas relaciones, también estaba muy presente la evolución experimentada por elproceso de transformación de la propia monarquía. Por todo ello, no parece difícilconectar el análisis de la fiscalidad eclesiástica bajomedieval en su relación con lamonarquía con el propio proceso de construcción, con todos sus rasgos evolutivos,de la monarquía misma1.

Al abordar el tema de la fiscalidad eclesiástica, mi perspectiva, en coherencia conlo que acabo de señalar, habrá de apuntar, desde la experiencia de la evolución cas-tellana, a considerar cuáles fueron aquellas interacciones entre las peculiaridades dela fiscalidad eclesiástica y los intereses de un poder monárquico que construirá algu-nos de sus rasgos en su evolución bajomedieval desde las relaciones particularesmantenidas con una fiscalidad eclesiástica que, por aquellos siglos, se desarrollaba ytransformaba en paralelo a la propia fiscalidad regia.

Tal perspectiva de análisis, seguramente más política que propiamente fiscal o, almenos, más propicia a la interpretación en clave política de fenómenos fiscales, meplanteo abordarla en términos de aproximación de síntesis desde cinco niveles de re-flexión concretos:

1. La justificación ideológica.2. La transferencia de modelos de organización.3. La sistematización del diezmo.4. La limitación de las colectorías pontificias.5. La fiscalización regia de las rentas eclesiásticas.

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I. LA JUSTIFICACIÓN IDEOLÓGICA

Como es bien sabido, no han faltado las elaboraciones teóricas en torno a los ide-ales impositivos en el contexto bajomedieval, aunque, con frecuencia, más funda-mentados en el comentario de los textos clásicos, sobre todo en los aristotélicos, queen la reflexión inspirada sobre la casuística impositiva cotidiana2.

Tal como ha destacado en un estudio recientemente publicado Alain Boureau,desde la perspectiva de la reflexión teórica en torno al hecho impositivo, uno de losprincipios que recibieron mayor atención fue el que podría enunciarse, según expre-sión del mencionado autor, como “construcción de la soberanía económica” desde elpoder monárquico. Tal principio ya daría signos de presencia entre algunos teóricosen los años de tránsito entre los siglos XIII y XIV, pudiendo constatarse aproxima-ciones crecientes al mismo según avanza el siglo XIV, tal como se comprueba en JuanDuns Escoto, Jacobo de Viterbo, Pierre de Jean Olivi y distintos legistas al servicio deFelipe IV3.

Entre las expresiones más relevantes de esta soberanía económica que se reivin-dica para las monarquías puede destacarse aquélla que atribuye al príncipe la capa-cidad de cambiar la propiedad de los bienes con motivo de causa razonable. Tal cri-terio sería reivindicado por uno de los legistas de Felipe IV, Pierre Dubois, alestablecer toda una relación de confiscaciones sobre bienes eclesiásticos en 1308, in-vocando para ello como causa razonable la necesidad de una nueva cruzada4.

Seguramente no conviene considerar como meramente casual el que esta sobe-ranía económica de las monarquías emergentes tengan su principal campo de apli-cación precisamente en el terreno de su intervencionismo con relación a las rentaseclesiásticas, en un contexto de evidente deterioro y debilitamiento del poder ponti-ficio y de creciente reivindicación de las monarquías de su capacidad interventora so-bre las rentas y los bienes eclesiásticos en general.

Si atendemos específicamente al caso castellano, en el marco de la producciónsapiencial de relieve político no se constata ningún interés por esta reivindicación dela soberanía económica de la monarquía, ni con relación a los bienes eclesiásticos, nibajo alguna forma de enunciación más genérica, limitándose, por lo común, los tex-tos castellanos a incidir sobre las que podrían considerarse como prácticas virtuosasde los monarcas en la administración de sus bienes en atención a las necesidades ma-teriales del reino y de sus vasallos. Sin embargo, la presencia, tal como ya he puestode relieve en alguna ocasión, de unos ciertos principios teóricos de fundamentaciónde las relaciones monarquía-iglesia5, sí que podría ofrecernos ciertas consecuenciasdesde el punto de vista de estrategias de actuación de la monarquía con respecto alas rentas y bienes eclesiásticos.

Tal como se puede rastrear a partir de los textos legales alfonsinos, así como dealgunos privilegios otorgados a distintas iglesias por el propio Rey Sabio, los princi-pios teóricos que dieron fundamento de la actuación regia en materia eclesiástica ven-drían definidos por el principio de protección paternalista, el de derecho de inter-

2 Una aproximación de conjunto para esta cuestión en E. ISENMANN (1996, 3-35). 3 A. BOUREAU (2006), 269 y ss.4 Ibidem, 279.5 J. M. NIETO SORIA (1988), 21-25.

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vención y el de relación armónica, pudiéndose advertir especial relevancia con rela-ción a los intereses de la monarquía en materia de fiscalidad eclesiástica en los dosprimeros.

La justificación teológica del poder regio que lo definía como de origen divinoestablecía para su titular una exigencia de protección hacia la iglesia como principalobra divina, a la vez que se reconocía una especie de compromiso inmemorial de lamonarquía con la iglesia como protectora natural de ella6. De este modo, teología po-lítica y tradición se asociaban para exigir de la monarquía esa acción protectora de laque no era difícil extraer derechos de intervención especialmente convenientes paralos intereses de la propia monarquía, en especial, en lo que se refería a los asuntosde bienes, rentas y fiscalidad. En cualquier caso, conviene tener presente este funda-mento teórico, y así se recordará en la propia textualidad de las intervenciones regias,a la hora, por ejemplo, de comprobar las reiteradas actuaciones regias dirigidas a darprotección al diezmo y a propiciar la máxima extensión de las recaudaciones deci-males.

De nuevo el principio de origen divino de la realeza, ampliamente explicitado enla concepción corporativa7, el vicariato divino y el reconocimiento de que el rey espuesto en la tierra en lugar de Dios, daban sólidos argumentos a la hora de justificarel derecho ilimitado de intervención del rey también en materia eclesiástica, sobretodo cuando, además, para la más extensa justificación de tal derecho de interven-ción se acudía también a La Política de Aristóteles, de la que, tal como se pone demanifiesto en la Segunda Partida, no era difícil deducir que el rey non tan solamenteera guiador e cabdillo de las huestes, e juez sobre todos los del reyno, mas aun era se-ñor en las cosas espirituales8.

De este modo, la coexistencia, incluso la mutua exigencia y complementariedad,de estos dos principios teóricos extensamente rastreables en la documentación regia,definía un marco especialmente cómodo para la monarquía desde el punto de vistade su implicación como protectora o como interventora con relación específicamentea la fiscalidad eclesiástica.

II. LA TRANSFERENCIA DE MODELOS DE ORGANIZACIÓN

En una aproximación interpretativa a las relaciones monarquía-iglesia, JacquesVerger9 ponía de relieve la presencia de un extenso fenómeno de posible transferen-cia de modelos de organización de la iglesia hacia la monarquía. Considerando elcaso castellano en concreto, algunas de esas transferencias de modelos de organiza-ción señaladas por el autor que se acaba de citar entiendo que podrían tener una pro-bable aplicación. Así podría plantearse con relación a tres problemas distintos, aun-que no exentos de estrechas interconexiones, como son los tocantes al modelo deorganización territorial, como por lo que se refiere a la incorporación al servicio dela fiscalidad regia de medios personales de gestión de origen eclesiástico, como, fi-

6 Fuero Real, I, IV, II; Partidas, II, II, IV; Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Madrid, 1863,I, pp. 294 y 390.

7 J. A. MARAVALL (1968), 103-156.8 Partidas, II, I, IV.9 J. VERGER (1986), 31-39.

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nalmente, por lo que afecta al mayor relieve que va adquiriendo el impuesto de ori-gen eclesiástico en el sostenimiento financiero de la monarquía.

Desde el punto de vista de la concepción territorial del poder, tal como ha puestode relieve el autor al que se acaba de aludir, el ejercicio del poder eclesiástico tuvouno de sus principales fundamentos en el control de un espacio perfectamente jerar-quizado gracias a la distinción de una estructura de circunscripciones reconocibles,cuya extensión se produjo rápidamente en el transcurso de los siglos XI y XII, a tra-vés de la cual se aseguraba la circulación de la autoridad10. Esta perspectiva resultaespecialmente aplicable al caso peninsular, en el que la red diocesana, con sus cir-cunscripciones internas, se convirtió en una base de ubicación territorial cada vez mássignificativa al hilo del avance de la frontera que encontraba en las iniciativas de fun-daciones de sedes episcopales uno de los instrumentos principales de consolidaciónde las conquistas recientes11.

Tal como ha puesto de relieve Francisco Javier Hernández al estudiar las cuentasde Sancho IV, cabe constatar “el importante papel de la iglesia en la definición de laarticulación del territorio peninsular”12. Sin embargo, según ha comprobado el mismoautor, no faltan las discrepancias entre límites eclesiásticos y civiles cuando se trata devalorar la estructura territorial de la fiscalidad regia en la Castilla del siglo XIII. En cual-quier caso, tal como se observa ya para esta centuria, como seguirá sucediendo aúnen pleno siglo XV, una buena parte de la geografía de la fiscalidad regia responderá amarcos territoriales principalmente identificados con las diócesis y los arcedianatos.

Por lo que se refiere a los medios personales implicados en la actividad fiscal dela monarquía, si nos situamos en el contexto de la segunda mitad del siglo XIII, pre-cisamente en coincidencia con el contexto de decisiva implantación y expansión deldiezmo en el conjunto de los territorios de la corona castellano-leonesa, no faltan lasmanifestaciones que dan indicio de una manifestación más de transferencias de ori-gen eclesiástico. En frase bien descriptiva, Manuel Colmeiro se refería a la participa-ción de los prelados castellanos en aquella época en los procesos recaudatorios de lafiscalidad regia, señalando cómo no dudaban en “esgrimir las armas espirituales con-tra los rebeldes a su profano ministerio”13. No me detendré más en este punto que yafue objeto de atención por mi parte en otro lugar14, pero no sin dejar de destacar que,a pesar de que en este ámbito todo parece indicar que según avanzamos en el sigloXIV se va abriendo paso un proceso evidente de secularización, esta tendencia no im-pidió el que en las Cortes de Valladolid de 1385 se produjeran quejas porque lasnuestras rrentas quelas arrendauan los perlados e clerigos delas iglesias, asi de alca-balas e terçias commo otras rrentas, lo que llevó a Juan I a ordenar quelos nuestrosarrendadores y rrecabdadores, assi mayores commo menores non arrienden rrentasalgunas nuestras a clerigos nin a personas eclesiasticas, saluo si dieren buenos fiado-res legos cuantiosos15.

10 Ibidem, 33.11 Puede verse una aproximación de conjunto, diócesis por diócesis, a este proceso de desarrollo terri-

torial la iglesia peninsular en D. MANSILLA (1994). 12 F. J. HERNÁNDEZ (1993), I, LXXIII. 13 M. COLMEIRO (1965), I, 548.14 J. M. NIETO SORIA (1983), I, 369-375.15 Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1861, II, pp.

321-322.

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Finalmente, en esta triple perspectiva de constatación de transferencia de ele-mentos organizativos entre Iglesia y monarquía con implicaciones fiscales no pre-cisa por ahora de mayor explicación la tercera manifestación que en el caso de Cas-tilla resulta especialmente relevante. Me refiero a la incorporación de rentaseclesiásticas a la fiscalidad regia, cuestión que reservo para el final de mis conside-raciones.

III. LA SISTEMATIZACIÓN DEL DIEZMO

La extensa documentación que en el transcurso del siglo XIII nos informa delos diversos problemas que solían concurrir en la recaudación del diezmo ofreceuna prueba bastante rotunda de cómo para entonces el diezmo, en tanto que fi-gura fiscal más característica de la Iglesia, estaba bastante lejos de alcanzar una po-sición bien consolidada, sólidamente regulada y exenta de generar reiterados con-flictos16.

En la reiterada intervención que se comprueba para la monarquía castellana conrelación al diezmo eclesiástico se constata cómo la suerte de éste se percibió desdela monarquía como un factor que no podía considerarse ajeno al propio futuro de laconstrucción monárquica, lo cual se puede entender a partir diversas consideracio-nes, entre las que cabría destacar las cinco siguientes que paso a enunciar:

1. El compromiso de la monarquía con la recaudación del diezmo hizo que seplantease la resistencia a su pago, no sólo como pecado y como resistencia ala Iglesia, sino también como delito y como desobediencia al rey.

2. En un contexto de paulatina extensión del impuesto directo, desde la monar-quía castellana el sólido asentamiento del diezmo debía de considerarse unámbito de actuación fiscal cuya sistematización y regulación podía resultarmuy positiva para la propia consolidación de la fiscalidad regia.

3. Las frecuentes quejas de los prelados en materia de dificultades recaudatoriascon respecto al diezmo plasmada en reclamaciones ante los monarcas debie-ron de ser particularmente bien vistas por éstos ya que no dejaban de produ-cir un efecto de legitimación del intervencionismo regio dentro de la fiscali-dad eclesiástica, de la que, además, le daba un conocimiento muy directo a lavez que le ofrecía la posibilidad de ordenarla en una parte relevante de su fun-cionamiento y según el criterio más conveniente a la propia monarquía y a susintereses recaudatorios.

4. No parece que se deba considerar como casual el que la intervención regia enmateria de diezmos eclesiásticos se intensifique rápidamente precisamente encoincidencia con los comienzos de la recaudación por la monarquía de las ter-cias reales procedentes en concreto del diezmo. Aunque ya hay precedentesde cobro de tercias por la monarquía de tiempos de Alfonso VIII y de Enri-que I17, habrá de ser a partir de la concesión pontificia de 1247, en el contextodel asedio de Sevilla, cuanto se convierta en un ingreso cada vez más común

16 Véanse los precedentes de esta situación en J. SAN MARTÍN PAYO (1940). 17 F. J. HERNÁNDEZ (1993), I, CX.

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de la monarquía, a pesar de que no siempre contase para ello con la precep-tiva autorización pontificia18.

5. Finalmente, más allá de la recaudación de las mencionadas tercias, las irregu-laridades en materia de percepciones decimales también se convirtieron por símismas en una fuente de ingresos para la monarquía, pues en la normativa re-gia alfonsina se estableció que cualquier incumplimiento se castigase con elpago del doble del diezmo, del cual, la mitad debería entregarse al rey19.

Si ya en el Fuero Real, hacia 1254, una de las leyes más extensas se dedica pre-cisamente a hacer previsiones tendentes a asegurar la sistematización del cobro deldiezmo; unos años más tarde, la primera de las Siete Partidas, incluirá un título XXdedicado enteramente a la regulación pormenorizada de la recaudación del diezmo,conteniendo un total de veintiséis leyes que vienen a suponer un completísimoelenco de la extensa casuística que podía concurrir en esa materia20.

A partir de 1255 estamos ante una verdadera avalancha de documentos salidos dela cancillería real destinados a la regulación de las recaudaciones decimales, repro-duciendo lo ya establecido en el Fuero Real, a los que se suman otros muchos quegeneralmente vienen motivados por denuncias concretas de prelados ante determi-nadas irregularidades. La lectura del preámbulo de muchos de estos documentos nosmuestra una imagen de una monarquía de origen divino comprometida con los asun-tos de una Iglesia con la que comparte ese mismo origen y, en consecuencia, objeti-vos y preocupaciones. Resultado de ello es presentar el diezmo eclesiástico como unasunto que entra de lleno en el ámbito de los intereses de la monarquía y cuyo des-tino tampoco puede ser ajeno a los propios intereses regios, por lo que, al igual queya se señalaba en el Fuero Real, al expresar el destino del diezmo se dirá que estosdiezmos:

quiso nuestro Señor para las iglesias, cuemo para las cruzes, para calizes, para vestimen-tas e para substentamientos de los obispos que predican la fe e pora los otros clerigos porquien son dados los sagramientos de la Christiandat, et otrosi pora los pobres en tiempo defambre, et pora servicio de los Reyes a pro de si e de su tierra quando menester es21.

Más allá de estos planteamientos intervencionistas de índole general, la monar-quía también mantuvo una continuada actitud de intervención motivada, tal como seseñalaba antes, por casuísticas conflictivas particulares que suponen un goteo prácti-camente ininterrumpido de órdenes reales motivadas por una amplia diversidad decuestiones decimales. Tales intervenciones reales, según el criterio del prof. MiguelAngel Ladero22, bien se podrían clasificar del siguiente modo:

1. Las que establecen los procedimientos para que el diezmo se pague correcta-mente.

18 J. M. NIETO SORIA (1988), 118.19 Fuero Real, I, V, 4.20 Fuero Real, I, V, 4 y Partidas, I, XX.21 Se trata de un preámbulo ampliamente repetido en distintos documentos como los que se citan en

J. M. NIETO SORIA (1988), 11. nota 133.22 M. A. LADERO QUESADA (1993), 282.

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2. Las que dan respaldo a ciertas reglamentaciones, sean de origen regio o ecle-siástico, para normalizar el pago del diezmo y evitar situaciones de conflicto.

3. Las que demandan de los oficiales reales y de las instituciones concejiles elapoyo necesario para facilitar las recaudaciones decimales.

4. Las que están relacionadas específicamente con propiedades de judíos y mo-ros adquiridas de cristianos.

5. Las que aluden a la recaudación del diezmo sobre los ganados y, en especial,sobre los ganados trashumantes.

6. Las que resuelven problemas específicos de ciertos territorios ajenos al rea-lengo y, en especial, en el caso de los señorío de órdenes militares o, en me-nor medida, de algunos monasterios.

A todas estas motivaciones de la intervención regia en materia decimal no estaríade más añadir la creciente actividad en tiempos de Sancho IV23 y, aun más, en los pri-meros años del siglo XIV, de los malhechores feudales que tuvieron en el apodera-miento de las recaudaciones decimales uno de sus objetivos más rentables en un con-texto de creciente descontrol del orden público, tratándose a veces de personales dealto perfil político o señorial24.

A partir de lo que se acaba de considerar con relación al diezmo, pienso que noresulta excesivo considerar la generalización de la recaudación decimal en el trans-curso de la segunda mitad del siglo XIII como un elemento más del proceso de cons-trucción de la propia monarquía, tanto por lo que tuvo de ingrediente de su sistemafiscal, como por lo que supuso de legitimación de la imagen de una monarquía deorigen divino de lo que cabía extraer consecuencias en cuanto a su derecho de in-tervención sobre un ámbito de intereses característico del poder eclesiástico.

IV. LOS LÍMITES DE LAS COLECTORÍAS PONTIFICIAS

Hay que esperar a épocas ya muy tardías de la evolución bajomedieval que nossitúan en tiempos de los Reyes Católicos para contar con un volumen documental re-levante y con estudios suficientemente detallados para conocer cómo se desarrolló enCastilla una de las manifestaciones más características de la fiscalidad eclesiástica, eneste caso de origen pontificio, como fueron las colectorías.

Sin embargo, a pesar de todas las limitaciones informativas con que cabe moverseen este terreno, parece que todos los indicios apuntan en un mismo sentido: la pre-sencia de una decidida actitud regia de limitar la actuación de los colectores pontifi-cios, reduciendo al mínimo la salida de rentas eclesiásticas en dirección a la cámaraapostólica, lo que tuvo como consecuencia, tal como se ha constatado en algunos tra-bajos. Esta consecuencia no fue otra que Castilla fuera uno de los contribuyentes me-nores a dicha cámara apostólica. Este bajo nivel de contribución de la iglesia caste-

23 Así, Sancho IV tendrá que tomar medidas contra los apoderamientos de diezmo del obispo de Cór-doba que estaban llevando a cabo sus hermanos, los infantes don Juan y don Pedro: Archivo Catedraliciode Córdoba (ACC), Libro de las Tablas, ff.. 24v-25r.

24 En 1302 da orden de actuar contra el alcaide de Oropesa por los apoderamientos de diezmos quevenía realizando contra el obispo de Ávila: Archivo Histórico Nacional (AHN), Clero, carpeta 25, doc. 14.

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llana a los ingresos del pontificado se produjo a pesar de que no faltan los testimo-nios, como se verá, del empeño pontificio en equiparar a Castilla en este aspecto conotros reinos con mayor contribución efectiva, es decir, casi todos los de la cristiandad,de hecho. Es por ello que resulta aún más relevante la actuación regia como cir-cunstancia que debió de favorecer especialmente este fracaso pontificio.

En el contexto del siglo XIII nuestra información es particularmente exiguaen materia de colectorías25. La práctica totalidad de esta limitadísima información secircunscribe a la identificación de los distintos colectores que actuaron y a anecdóti-cas referencias que, en escasa medida, nos informan de los procesos recaudatoriosconcretos que se llevaron a cabo26. En cualquier caso, a partir de esa exigua infor-mación, cabría deducir que predominaría una situación caracterizada por los escasí-simos ingresos obtenidos por los colectores pontificios27. A la vez, esa información, deíndole principalmente anecdótica, apunta a señalar entre una de las causas de esosreducidos ingresos pontificios al obstruccionismo protagonizado por la monarquíapara todo lo que fuera salida de rentas eclesiásticas del reino28.

Algo más de información está disponible a partir de los comienzos del siglo XIV29,en especial, para su segunda mitad y ya para todo el conjunto del siglo XV30. No esposible aquí ni siquiera resumir apresuradamente los datos utilizables que cabe ma-nejar con relación a la actividad de estos colectores pontificios para ese siglo y me-dio aproximadamente, para el que las informaciones se amplían significativamente.Cada una de esas colectorías bien podría convertirse en sujeto de análisis monográ-fico por extenso. Sin embargo, dentro de las limitaciones de esta aproximación inter-pretativa que no tiene como sujeto específico el análisis de tales procesos recaudato-rios, sí conviene espigar algunas referencias que permitan establecer algunavaloración de conjunto sobre el asunto, no sin antes enumerar los colectores de losque se tiene noticia a partir de la documentación consultada, con indicación del pri-mer año en que se constata algún indicio de su actividad en Castilla:

Beltrán de Mazel (1368)Hugo de Lamanhana (1361)Arnoldo de Vernolio (1371)Bertrán de Cosnac (1371)Jacobo de Sirano (1373)Fulco Périer (1375)Guillermo Barral (1384)Pascual García (1384)Guillermo Boudreville (1384)

Durante la guerra que condujo a Enrique II al trono, sabemos, gracias al colectorBertrán de Mazel, cómo la labor de los colectores se hacía prácticamente imposible

25 La mayor parte de esta información relativa al siglo XIII quedó sintetizada en P. LINEHAN (1975), 165-193.

26 Entre esta información anecdótica, la que se recoge en P. LINEHAN (1980), 127-146. 27 Ibidem, 184.28 Ibidem, 186-188.29 Para comienzos de siglo, durante el reinado de Fernando IV: P. LINEHAN (1983). 30 J. M. NIETO SORIA (1994a), 64-94.

Francisco Climent (1402)Pedro Fernández de Montiel (1405)Alonso de Cartagena (1418)Bautista de Padua (1437)Alvaro Pérez (1455)Antonio Veneris (1460)Leonoro Leonoris (1473)Domenico Centurione (1477)

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como consecuencia de la importante presencia del pillaje y de la propia inseguridadfomentada por la confrontación bélica en curso, circunstancias que motivaban queprácticamente no fuera posible sacar del reino nada de lo obtenido de la actividadrecaudatoria de los enviados del papa31. Incluso en alguna ocasión se viene a señalarsu imposibilidad para entrar en el reino de Castilla desde Portugal, donde tambiéncumplía su función como colector, reuniéndose en Braga con los colaboradores conque contaba en el reino castellano, no pudiendo evitar, en cualquier caso, que su la-bor concluyera con un rotundo fracaso.

También por aquellas mismas fechas sabemos cómo otro colector, Hugo de La-manhana intentaba cobrar los 13.000 florines que aún estaban pendientes de unadécima concedida en tiempos de Alfonso XI, noticia que por sí misma ya da ideaprecisa de la escasa operatividad de los agentes de la Cámara Apostólica en Cas-tilla.

Sabemos que tras la entronización de Enrique II y hasta que estalle el cisma, tuvolugar un importante aumento de la actividad de los colectores en Castilla, para lo cualel papa Gregorio XI debió recurrir a solicitar expresamente la colaboración del mo-narca y de los prelados castellanos32. Esto no impedirá que el propio monarca actúeen 1375 a petición de su clero para solicitar ante el papa la cancelación de lo que laclerecía castellana debía en concepto de subsidio, consiguiendo una importante re-baja para el mismo, mostrándose así hasta qué punto por aquel tiempo el rey en ab-soluto era visto como una instancia ajena a los asuntos propios de la fiscalidad ecle-siástica y, en particular, pontificia, para lo que tocaba a su reino33.

En las dos décadas siguientes se incrementó mucho la presencia de colectorespontificios en Castilla, destacando de entre todos ellos como especialmente activo elcanónigo parisino, Guillermo de Boudreville. Sin embargo, sus resultados contablesno pueden considerarse como especialmente relevantes si se tiene en cuenta que enel transcurso de tres años, entre marzo de 1384 y febrero de 1387, consiguió recau-dar entre ocho diócesis de la mitad norte del reino una cantidad en torno a los150.000 maravedíes repartidos de forma muy desigual entre las distintas diócesis. Así,se constata, por ejemplo, el caso notable de que para la de Santiago de Compostelano obtuvo, como buena expresión de su ineficacia, más allá de 750 maravedíes. Ade-más, el proceso recaudatorio se llevó a cabo con bastante desigualdad territorial, ajuzgar por la comparación entre las diócesis en que se mostró menos productivocomo la ya citada, y aquéllas otras donde se obtuvo mayor producto, como Burgos,donde se alcanzó la cantidad de 36.069 maravedíes34. Precisamente a través de los in-formes de este mismo colector, por aquellos años sabemos de la intervención de lainstancia regia en dicha actividad, rindiéndose cuentas del proceso recaudatorio y desus resultados en presencia de los contadores reales que parecían estar informados aldetalle de las actividades de estos colectores pontificios35.

Contrasta, en cambio, la pobreza de estos resultados con los de un subsidio re-caudado en 1385 para armar ocho galeras al servicio de Clemente VII, y con un re-sultado de 451.152 maravedíes.

31 Archivo Segreto Vaticano (ASV), Collecturiae, vol. 114, ff.. 8-98.32 J. M. NIETO SORIA (1994a), 68-69.33 ASV, Registros Vaticanos, vol. 244, f. 48. 34 ASV, Collecturiae, vol. 122, ff. 1-122.35 ASV, Collecturiae, vol. 122, ff. 166-193.

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Aunque durante el pontificado de Benedicto XIII parece haberse impulsado tantoen Castilla como, sobre todo, en Aragón, la presión de los colectores pontificios, deacuerdo con los datos manejados en su día por Jean Favier, la aportación castellanaa la muy necesitada cámara apostólica del Papa Luna quedó ostensiblemente por de-bajo de otras vecinas, pues si el conjunto de la Península había aportado del ordendel 11 por ciento, Castilla no superaría el 3,5, para seguir todavía disminuyendo talporcentaje según avanzamos en los primeros años del siglo XV36.

También resulta relevante para mostrar las peculiaridades del caso castellanocómo apenas se hace uso por parte de los colectores de la colaboración de compa-ñías mercantiles para gestionar la transferencia de lo recaudado, por el contrario delo que se observa para Aragón, incluso cuando a veces estamos hablando de unmismo colector que interviene en Aragón y en Castilla. Esto sería una dificultad aña-dida en el trabajo de los colectores y que nos habla de circunstancias muy distintaspara el trabajo de estos colectores en uno y otro reino. En efecto, hay que tener encuenta cómo hubo colectores que bien simultáneamente o bien en momentos distin-tos ejercieron esta función en Castilla y en Aragón mostrándose el resultado de su ac-tividad incomparablemente más eficaz en el caso aragonés que en el castellano37.

Mientras tanto, según se puede comprobar a partir de algún caso especialmentebien documentado, como fue, por ejemplo, el de los problemas causados por el es-polio de los bienes del obispo de Sigüenza don Juan Serrano, vemos cómo la fiscali-zación por la instancia regia de las actividades de los colectores se produce de unamanera muy directa, delimitando el desarrollo de sus gestiones bajo una aparienciade voluntad regia de colaboración, pero que parece traducirse más bien en control yfiscalización de los movimientos de los colectores que tampoco pueden tomar inicia-tivas eficaces sin contar con el respaldo regio38.

A partir de Martín V, a la vez que aumenta muy significativamente el volumen do-cumental tocante a las colectorías pontificias, aunque con cierta discontinuidad cro-nológica, y se multiplica de modo muy apreciable la presencia de colectores pontifi-cios en Castilla, también se confirman algunos rasgos que se venían advirtiendo desdela centuria anterior sobre tal asunto y que fundamentalmente podemos resumir en losiguiente:

1. Un importante desequilibrio territorial en lo que se refiere a lo recaudado enlas distintas diócesis, habiendo un escasa correspondencia con la entidad eco-nómica de cada una de ellas.

2. Unos resultados contables muy exiguos que apuntan hacia una rotunda inefi-cacia de la labor de los numerosos colectores que se suceden durante estaépoca, cuyos informes contables, además, ponen de relieve unos gastos degestión particularmente elevados.

3. La falta de un tejido financiero competitivo y accesible en forma de compa-ñías mercantiles que dificultaban el proceso de transferencia de lo recaudado,

36 J. FAVIER (1966), 474!; J. M. NIETO SORIA (1994a), 73.37 Este el caso, por ejemplo, del mencionado Fulco Périer, sobre el que no faltan testimonios de la in-

tervención regia por parte de Enrique III para reducir las pretensiones recaudatorias de este colector so-bre algunas iglesias. Véase el caso del cabildo catedralicio de Burgos en ASV, Instrumenta Miscellanea,docs. 4.626, ff.. 8-9 (29-IX-1402).

38 ASV, Instrumenta Miscellanea, docs. 7.255, 4.626.

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lo que hacía depender a los colectores de la disponibilidad regia para facilitarsu traslado a lo ancho y largo del reino.

4. Finalmente, la evidencia de las intromisiones regias que van a acabar dandoun resultado muy significativo ya en tiempos de Enrique IV. En efecto, en1470, el pontificado aceptará la exigencia regia por la que en adelante los co-lectores debían contar con el beneplácito regio, por lo que el papa debía con-sultar al monarca antes de dar por definitivos estos nombramientos39.

El informe elaborado por el nuncio colector Leonoro Leonoris sobre su actividaden Castilla entre los años 1473 y 1476 resume y amplifica muchas de las observacio-nes ya apuntadas en el sentido de confirmar muchas de las dificultades y limitacio-nes que caracterizaron la intervención de la cámara apostólica en Castilla en el tiempoconsiderado, añadiendo la consideración de circunstancias que muestran la complejacotidianidad a la que debían enfrentarse estos colectores, en este caso, en concreto,con relación a la recaudación de la cruzada: la poca colaboración de los fieles por lapérdida de credibilidad de las indulgencias, las condiciones de inseguridad relacio-nadas con la inestabilidad política del reino, la amenaza de la delincuencia, las falsi-ficaciones de las bulas, o los fraudes de los predicadores que cobraban por su cuentapara su propio interés40.

En suma, la actividad de los colectores pontificios en el reino de Castilla vino arepresentar en el conjunto de los reinos occidentales uno los casos menos afortuna-dos para el pontificado. Su labor se vio repleta de dificultades, consiguiendo unos ni-veles de recaudación que quedaron bastante lejos de lo alcanzado en otros reinos ve-cinos. Desde la monarquía siempre se vio con recelo la presencia de estos colectoresa pesar de que no faltaron las relaciones de colaboración como consecuencia de laobtención por los monarcas castellanos de subsidios, décimas y cruzadas, en cuya re-caudación intervinieron tanto colectores como contadores reales. Así, puede con-cluirse en este punto que las colectorías se mantuvieron bajo una estrecha vigilanciamonárquica que acabó por conducir al pontificado a realizar concesiones extraordi-narias, por lo que se refiere al nombramiento de los colectores, que contemplasen laaceptación regia para los designados.

V. LA FISCALIZACIÓN REGIA DE LAS RENTAS ECLESIÁSTICAS

En su Tractado de las rentas de los beneficios eclesiásticos, impreso en Valladoliden 1566, el catedrático dominico fray Martín de Azpilicueta señalaba que Felipe II de-bía ser considerado sin duda como el mayor Perlado en rentas eclesiasticas que ay enel mundo, despues del Papa41. Un siglo más tarde, a mediados del siglo XVII, algo másde la mitad de los 10.400.000 ducados que sumaban las rentas eclesiásticas de la Mo-narquía Hispánica iba a parar a la hacienda regia42. Tanto un dato como el otro bienpueden considerarse como significativas manifestaciones de un largo proceso cuyos

39 J. FERNÁNDEZ ALONSO (1963), I, doc. 26, 52-53.40 Archivio Stato Roma (ASR), Camerale I, busta 1187, fasc. 3. 41 M. DE AZPILICUETA (1566), f. 28v.42 I. SÁNCHEZ BELLA, (1984), 146.

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primeros indicios relevantes son coincidentes con las primeras expresiones de las ten-dencias centralizadoras de la monarquía castellana a partir de mediados del siglo XIII.

No es este lugar para llevar a cabo un análisis de la progresiva incorporación alo largo de la evolución bajomedieval de rentas de origen eclesiástico a la haciendaregia en forma de tercias, décimas, cruzadas o subsidios, principalmente. El asunto hasido ampliamente abordado tanto desde las perspectivas generales que ofrecen elanálisis de la evolución de la hacienda monárquica en el conjunto de la época43, comopara un reinado concreto44, como también desde la óptica de las peculiaridades es-pecíficas de unas determinadas diócesis que permiten establecer tendencias genera-les45, a lo que se podrá añadir, sin duda, múltiples ejemplos de otros muchos casosde índole local o de procesos recaudatorios particulares.

Del mismo modo, son bien conocidos los hitos más significativos de este largo ycontinuado proceso, tanto por lo que se refiere a las súplicas regias, a los contextosde negociación, a la obtención de privilegios pontificios concretos, a los excesos re-caudatorios, a las plasmaciones de tipo legal, como a la marcada tendencia a la sis-tematización de esa diversa tipología de rentas de origen eclesiástico que van siendoabsorbidas por la Corona con ventajoso aprovechamiento de la guerra contra el in-fiel, sea éste meriní, granadino o turco, ya acabada la conquista de Granada.

Lo verdaderamente relevante, desde mi punto de vista, con relación a esta cues-tión es que nos encontramos ante el hecho central de la conexión entre fiscalidad ecle-siástica y evolución del estado monárquico en la que, en buena medida, se sintetizanalgunos de los rasgos más característicos de las relaciones entre monarquía iglesia ensu conjunto y de esa paulatina transformación del propio estado monárquico en eltranscurso de la época bajomedieval. Este hecho central no es otro que, en el casoconcreto castellano, la transformación del poder monárquico que se puede ir perci-biendo a partir de mediados del siglo XIII coincidió con un proceso de expansión te-rritorial vinculado al avance de la frontera frente al Islam, respaldado por un ciertoconcepto cruzadista que, además de dar justificación desde el interés monárquico a lacolaboración eclesiástica, venía a propiciar un protagonismo pontificio necesitado deapuntalar su decadente perfil teocrático. Todo ello era coincidente, a su vez, con unproceso de implantación eclesiástica de una estructura territorial, y también fiscal, vin-culada a las nuevas diócesis, que se iba extendiendo por los territorios recién con-quistados que no podía desarrollarse por sí misma sin la implicación directa de la mo-narquía que, por su parte, iba vislumbrando necesidades financieras crecientes.

Así, en el contexto de ese arranque de la segunda mitad del siglo XIII nos en-contramos para Castilla en el punto de cruce de múltiples vectores que influyen mu-tuamente: concepto cruzadista, dinámica de conquista, implantación territorial dioce-sana, construcción del perfil institucional de la iglesia en el plano local, necesidadlegitimadora de una teocracia pontificia caduca, expansión institucional de la monar-quía acompañada de nuevas necesidades financieras.

Cuando algunos de los factores que estuvieron en el origen de las concesionespontificias de rentas eclesiásticas a favor de la monarquía dejaron de tener relieve, vi-

43 Así, ejemplo, en M. Á. LADERO QUESADA (1993), 267-294; IDEM (1973), 89-93 y 227-238; J. M. NIETO SO-RIA (1988), 118-136; IDEM (1994a), 311-342.

44 F. J. HERNÁNDEZ (1993), I, CIX-CXXVIII; O. VILLARROEL GONZÁLEZ (2002), 803-839. 45 J. DÍAZ IBÁÑEZ (2003), 377-391; I. SANZ SANCHO (1989), 960 y ss. y O. VILLARROEL GONZÁLEZ (2002), 143

y ss.

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nieron a añadirse otros nuevos que propiciaron que tal fórmula de transferencia ten-diese a su perpetuación. Esto fue, por ejemplo, lo que sucedió, como consecuenciade los acuerdos resultantes del concilio de Constanza, cuando el papa Martín Vaceptó la fórmula de la negociación bilateral pontificado-monarquías soberanas pararedefinir las competencias regias en el marco de los respectivos reinos46. De ese nuevocontexto saldría la conocida bula Quoniam maligno, de 8 de octubre de 142147, queaseguraría la perpetuidad de la tercias. Del mismo modo, nuevos factores como el re-lanzamiento de las actuaciones militares sobre Granada o la amenaza turca se con-vertirían en contextos que contribuirían a la predisposición del pontificado a otorgarsubsidios y cruzadas en términos muy favorables a los monarcas castellanos, que asípudieron consolidar, en el transcurso de la segunda mitad del siglo XV, su perfil deadalides de la lucha de la cristiandad contra los infieles musulmanes cuando las cru-zadas contra tierra santa eran un recuerdo remoto y cuando los papas encontrabanbastante renuencia a la implicación de los príncipes cristianos en la lucha contra elavance turco sobre la cristiandad europea.

Todo ello definió, por tanto, un escenario especialmente favorable para una con-junción de intereses entre iglesia castellana, monarquía y pontificado, sobre el queasentó su fundamento un modelo fiscal en el que, a la vez que se fue afirmando lalegitimidad recaudatoria de la monarquía sobre las rentas eclesiásticas, por la propiadinámica de las relaciones monarquía-episcopado y monarquía-pontificado, se fueronampliando también, en términos de derechos de recaudación, los efectos de esa le-gitimidad de origen, facilitando el camino hacia esa situación que tan gráficamentedescribía, tal como se señalaba más arriba, el citado Azpilicueta para la monarquía delos Austrias.

Así la fiscalidad eclesiástica se había visto en Castilla profundamente afectada porla intervención regia, del mismo modo que esta intervención regia también había ejer-cido un peso relevante con relación a la fiscalización pontificia de las rentas del clerocastellano en perjuicio, en este caso, de los intereses de la cámara apostólica, suje-tándose a tres líneas de actuación que definieron los propios límites de actuación deesa fiscalidad pontificia en Castilla, según avanzamos hacia fines del medievo. Esastres líneas de actuación serían las siguientes: importancia de la negociación directaentre monarquía y pontificado con relación a nuevas demandas regias de rentas deorigen eclesiástico, reparto de las cargas en asambleas del clero castellano convoca-das al efecto y control muy directo por la monarquía de la actividad de los colecto-res, hasta llegar a alcanzar también una cierta conformidad regia de validación sobrelos nombramientos de los propios agentes pontificios que debían hacer efectivo elproceso recaudatorio. Como bien se ve, todas ellas son circunstancias que apuntan aun hecho evidente: hasta qué punto muchas de las facetas que formaron parte de lapráctica de la fiscalidad eclesiástica en la Castilla de los siglos XIII al XV formaronparte de la propia dinámica evolutiva del modelo institucional monárquico.

46 J. M. NIETO SORIA (1994b), 113-132.47 ASV, Registros Vaticanos, vol. 354, ff. 86-87.

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1 J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), doc. 2, 66-68, con las cláusulas del acuerdo de Córdoba referentes a la cru-zada y la décima; IDEM (1958), 372-374 y ap. 11, 655-656. Por su parte: J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 71-77;IDEM (1963), doc. 166, 374-376); T. de AZCONA (1960), 129-132. También: L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1966), 22-23y doc. 3, 187-198.

2 Para la legación de Rodrigo de Borja, y especialmente para los aspectos fiscales, la frustrada imposi-ción de la décima y la venta de las bulas de la cruzada: J. FERNÁNDEZ ALONSO (1954), 85-90 y 97-99; T. deAZCONA (1993), 205-217; L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1965), 64-70. Para las asambleas del clero celebradas ese año:L. SERRANO (1943), 119-122; J. FERNÁNDEZ ALONSO (1954), 97-98; T. de AZCONA (1975), 207-208.

3 L. SERRANO (1943), 216 e H. CASADO ALONSO (1982), 179. Sobre Díaz de la Costana puede verse, aúncon provecho: N. ANTONIO (1998), 324, n. 766. Primer inquisidor del tribunal de Ciudad Real con FranciscoSánchez de la Fuente, al que citaremos de inmediato, siendo oficial y vicario general de Toledo por PedroGonzález de Mendoza: F. FITA (1892), 466.

LA IGLESIA DE SEVILLA Y LA CONSOLIDACIÓNDE LOS SUBSIDIOS (1482-1495)

JOSÉ ANTONIO OLLERO PINA

Universidad de Sevilla

Hasta 1482 los subsidios, incluido el que se recaudó en 1474-1475, se habían pre-sentado como soluciones coyunturales concedidas por los pontífices a los reyes sinuna periodicidad determinada y con los que ambos poderes se beneficiaban para susnecesidades financieras. La guerra de Granada y la decidida política autoritaria em-prendida por los nuevos monarcas desembocaría en su integración en la haciendareal. El objeto de este trabajo es el estudio de este proceso desde el marco de la igle-sia de Sevilla, necesariamente reducido, pero que es, como creo que se comprobará,representativo en muchos de sus aspectos del conjunto de la Corona de Castilla.

I. EL AUMENTO DE LA PRESIÓN FISCAL SOBRE EL CLERO: DÉCIMAS Y SUBSIDIOS PARA LA GUERRA DE GRANADA

El subsidio de 1482 fue fruto del acuerdo de los reyes con Domenico Centurione,el nuncio de Sixto IV. Este “pequeño concordato”, como lo denomina Azcona, o simple“arreglo circunstancial”, en palabras de Fernández Alonso, firmado el 3 de junio de 1482en Córdoba, comprendía la distribución de la décima o subsidio junto con la de la cru-zada que se iba a recaudar sobre el clero de Castilla y Aragón y Sicilia con el apoyoreal, reservando un tercio para el pontífice, contra turcos, y los dos tercios para los re-yes, contra mauros et granatenses1. En él los cabildos no jugaron ningún papel encuanto a la decisión de imponer una décima que contradecía las promesas en contra-rio de 14732, aunque se les reservaría la posibilidad de negociar la baja del importehasta situarlo en los 100.000 florines. El cabildo de Burgos recibió el 13 de junio la cartareal que convocaba al estado eclesiástico en Córdoba. Su procurador, don Juan de Or-tega, provisor de Villafranca, y el del obispo don Luis de Acuña, el canónigo magistralPedro Díaz de la Costana, iniciaron su viaje el 1 de agosto3. Las bulas de la cruzada y

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la de la décima están fechadas el 10 de agosto de 1482, cuando la congregación de Cór-doba no había aún iniciado sus sesiones4. Los prebendados de Sevilla no eligieron susrepresentantes para esta “dieta”, que es como la llamaron, hasta el día 28. Al electo, elcanónigo Pedro de Toledo, el futuro administrador de Salamanca y obispo de Málaga5,se le dio la opción de elegir a su vez quien le acompañase entre los doctores Pedro deLeón y el provisor de Zamora6, el doctor Francisco Sánchez de la Fuente, por entoncesracionero del cabildo de Sevilla.7 Es probable que el primero, sevillano y doctor en De-cretos asimismo, que había accedido a su primera prebenda, una mediarración, de laiglesia sevillana en 1481,8 fuera, tal como suponía Hazañas, el mismo Pedro de Leónque era rector de San Clemente de los Españoles cuando Rodrigo de Santaella ingresóen el colegio boloñés en 14679. También había sido, antes de regresar a Sevilla, vicariode Coria y ejercía este oficio en 1479, el año de la muerte en Roma de su obispo Fran-cisco Fernández de Toledo, a quien pudo muy bien haber conocido en Italia10. Familiarde Pedro González de Mendoza como Sánchez de la Fuente, la condición letrada deambos explica que hubiesen sido reclamados como consultores por los inquisidores deltribunal sevillano desde poco antes de ser propuestos para asistir a la asamblea cordo-besa11. Cuando esto ocurrió apenas hacía un mes que Pedro de León había obtenido lacanonjía que había disfrutado un hombre tan íntimamente unido al cardenal como elmaestrescuela Juan de León12. Pero Pedro de Toledo no ejerció la facultad que sus com-pañeros le habían concedido, ni asistiría a la congregación. Todavía el 29 de agosto elcabildo nombraba para que acudiera con él a don Juan de Iranzo, arcediano de Ol-medo de la iglesia de Ávila y canónigo bien reciente de la de Sevilla, y les asignaba unsalario de 400 mrs. a cada uno13. Por fin, el 2 de septiembre, fueron elegidos definitiva-mente como procuradores este último y Pedro de León para se presentar delante delrey e reyna, nuestros señores, de e sobre çiertas cosas conçernientes el seruiçio de Dios yde los señores rey e reyna y en enxalçamiento de la fe católica y para apelar ante la sedeapostólica en caso de agravio14.

Los procuradores sevillanos emprendieron el camino hacia Córdoba el 3 de sep-tiembre, mientras que, por su parte, Pedro González de Mendoza, todavía arzobispo

4 La de la cruzada la editó J. GOÑI GAZTAMBIDE (1958), doc. 12, 656-668. La de la décima citada en p.374. Incorporada en el mandato de los comisarios jueces ejecutores que citaremos más adelante.

5 Sobre Pedro de Toledo en el cabildo de Sevilla, con la bibliografía pertinente: J. A. OLLERO PINA (2006). 6 Archivo Catedral de Sevilla (ACS), Actas Capitulares (AACC), lib. 3, f. 108.7 Francisco Sánchez de la Fuente, originario de Sevilla, en el cabildo como racionero como mínimo

desde 1480: J. HAZAÑAS (1909), 334-335. En estos momentos nada anuncia su carrera posterior. En San Bar-tolomé, donde ingresó en 1458, había coincidido con Pedro Díaz de la Costana: cf. F. RUIZ DE VERGARA

(1661), 117-118.8 El 18 de diciembre de 1481 juraba los estatutos como mediorracionero, ACS, AACC, lib. 3, f. 66v.; cf.

J. HAZAÑAS (1909), 268.9 Ibidem, 3. Como colegial de San Clemente: A. PÉREZ MARTÍN (1979), nº 351, 316-317.10 Véase el breve de Sixto IV, Roma, 9 de febrero de 1479: V. BELTRÁN DE HEREDIA (1967), III, doc. 1245,

158-159.11 16 de junio de 1482, ACS, AACC, lib. 3, f. 97.12 10 de julio de 1482, ACS, AACC, lib. 3, ff. 98v,-99, 99vv-100; cf. J. HAZAÑAS (1909), 268. Sobre la ca-

rrera de Juan de León, siempre vinculada a Pedro González de Mendoza, hay que remitirse a la bibliogra-fía sobre éste. Para su presencia en el cabildo de Sevilla, como canónigo desde 1474 y después como maes-trescuela y mediorracionero, baste, por ahora, remitirse a J. HAZAÑAS (1909), 267-268.

13 29 de agosto de 1482, ACS, AACC, lib. 3, f. 108.14 2 de septiembre, ACS, AACC, lib. 3, f. 109r.-v.

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de Sevilla, había enviado para que lo representara en la congregación a una personade tanta experiencia como su familiar y consejero real el doctor Juan Arias, tambiénarcediano de Reina y canónigo de la misma catedral15. El día 8 los capitulares asistíana la lectura de una carta en la que Iranzo y León les informaban de su desarrollo16.Tres semanas más tarde la asamblea aún no había acabado y el 23, después de querecibieran nuevas letras de sus procuradores, tuvieron que librar el dinero para otrasdiez jornadas17. El 7 de octubre, cinco días después de la data del acta del reparti-miento del subsidio18, el cabildo ordenaba que se les liquidase a su procuradores loque se les debía de sus gastos y el 9 decidió que fuese haciéndose el libro del re-partimiento para evitar prisas de última hora pero sin que, tal como se había acor-dado en la congregación, se pagase nisi interueniente auctoritate et consenssu sedisapostolice19. Esta restricción no guarda relación con los agravios que el clero había ex-puesto en Córdoba, que se referían a quejas contra la justicia real y las autoridadesseculares y que los reyes respondieron20. Además, los procuradores suplicaron que és-tos instaran al Papa a que cumpliera el compromiso de no dictar nuevas décimas queno fueran universales ni sin consentimiento del mismo clero21. En realidad, a los mo-narcas les urgían más otros asuntos, como la provisión de Toledo en el cardenal deEspaña sin que hubiera que ceder la de Sevilla en Rafael Riario, el nepote de SixtoIV, y, en lo que ahora nos ocupa, evitar que la tercera parte de las recaudaciones dela cruzada y del subsidio fuese destinada a la Cámara apostólica. Las instruccionesque le dieron el 16 de octubre a Domenico Centurione recogían la posición real so-bre la diversidad de cuestiones que comprendía la relación con Roma22. Una de susexigencias consistía en la destitución como colector general del licenciado FranciscoOrtiz, el clérigo burgalés, capiscol y canónigo de Toledo, sujeto de la ira regia a causade tantas razones, que en la bula de la décima de 10 de agosto figuraba, como tal,nombrado su comisario juez ejecutor al lado del canónigo de Burgos Alfonso de Val-divieso y fr. Fernando de Talavera23. Aunque, a mediados de enero de 1483, Sixto IVya había ordenado que fuese sustituido por Firmano de Perusa24, Ortiz estampaba susello y rubricaba, con sus dos colegas en el cargo, el 21 de febrero, en Madrid, en la

15 No podemos entretenernos aquí en la importante carrera eclesiástica y política de Juan Arias del Vi-llar. Habiendo llegado al cabildo como racionero en 1457 cuando era canónigo de Burgos, entonces eracanónigo de la iglesia de Sevilla, prebenda que poseía desde septiembre de 1478, accediendo al arcedia-nato de Reina en diciembre de 1480, ACS, AACC, lib. 1, ff. 31v.-32, y lib. 2, ff. 64v.-65, J. HAZAÑAS (1909),456-457.

16 8 de septiembre de 1482, ACS, AACC, lib. 3, f. 110v.17 ACS, AACC, f. 114.18 T. de AZCONA (1975), 217.19 7 y 9 de octubre de 1482, ACS, AACC, lib. 3, ff. 117, 117v.-118.20 T. de AZCONA (1975), 218-222 y 236-239.21 Sobre estas demandas contra la curia, de ¿septiembre? de 1482: L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1966), 30-32 y

doc. 5, 201-203.22 Las instrucciones en L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1966), doc. 6, 203-208. Véase el análisis de J. FERNÁNDEZ

ALONSO (1957), 43-45. 23 El nombramiento papal de Francisco Ortiz y de los otros dos comisarios ejecutores en la bula, tam-

bién de 10 de agosto de 1482, que acompañaba a la Etsi dispositione superna de la décima, en ACS, MesaCapitular, lib. 00921.

24 La sustitución de Ortiz se comunicaba a Pedro González de Mendoza el 18 de enero. No saldría deRoma antes del 6 de febrero, fecha de asignación de su salario: J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 77; IDEM, (1963),395-397.

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carta que mandaba al cabildo de Sevilla que llevase a cabo el cobro del subsidio y,pese a todo, seguiría ostentando la representación pontificia25. Diego de Muros, el se-cretario de González de Mendoza, que, como notario, la protocolaba, llamaba a estacarta instrumentum reductionis et subdelegationis26. Otras iguales serían enviadas alas demás iglesias porque fue la que recibió el cabildo de Burgos27, pero ya dos díasantes de su fecha el abad de Valladolid, don Juan de Ayllón, deán de Sevilla, oficialy vicario general del cardenal de España, actuando como juez ejecutor, había orde-nado al cabildo y sus contadores que repartiesen los 7.565 florines que habían co-rrespondido al arzobispado28.

Esta cantidad se corresponde con la cuota que se había aplicado a la iglesia deSevilla en 1474-1475 (7,565 %). Suponían 2.042.550 mrs., a los que se sumaron112.035 mrs. de las costas de la congregación y de las que se esperaban de distribu-ción y recaudación. No obstante, el monto sobre el que se repartió el subsidio fue de7.611 florines (2.054.970 mrs.) y las costas se redujeron a 99.615 mrs., de modo quefueron 2.154.585 mrs. los que se distribuyeron sobre los valores de renta eclesiásticasegún habían sido computados en 145729. El sistema de distribución entre los contri-buyentes que se aplicó en esta ocasión fue diferente al de los subsidios de 1474-1475.A cada una de las mesas se le asignó el pago de la cuarta parte sin costas, esto es,513.742 mrs., un reparto que suponía, siempre sobre valores de 1457, una tasa parala arzobispal de 27,18 %, mientras que la mesa capitular, como a la fábrica, capella-nes, los préstamos y las prestameras que contribuían con la misma, desembolsaronsegún la proporción de 132 mrs., 7 sueldos y 6 dineros el millar, un 13,25 %, de ma-nera que sobre los capitulares recayó una carga de sólo 305.860 mrs. En la práctica,al hacerse el reparto no se mantuvo a todos, pese a los presupuestos asentados, lavaloración de 1457. Las rentas del cabildo y la fábrica no fueron modificadas y a loscapellanes de la catedral y los clérigos de la veintena se les midieron unos ingresosalgo menores, mientras que préstamos y prestameras aparecían revalorizados. Las rec-tificaciones afectaron mucho más a los otros contribuyentes, a los que les tocaba li-quidar la segunda mitad más las costas, que sumaban 1.127.100 mrs. Los contadoresvaloraron las rentas de la clerecía, caballeros y religiosos en 6.827.734 mrs., supe-rando en 562.549 mrs. el total que les correspondió a todos ellos en 1457, dando lu-gar a una tasa del 16,5 %. Este cambio no perjudicó por igual a cada parte ni se co-rrespondió con las cifras que estuvieron realmente manejando. Se comprueba así quelos ingresos de los religiosos, monasterios y conventos, fueron cuantificados como en1457 y los de la clerecía y los de los caballeros fueron corregidos al alza.

Se habrá adivinado que las cuentas no se caracterizaban por su rigor contable. Larentas de la clerecía y fábricas experimentaron un incremento de 9,4 % (4.805.853mrs. sobre 4.394.238 mrs.), una reevaluación que no obedecía a ningún criterio obje-

25 Todavía el 3 de mayo de 1503 trataba el cabildo sobre una carta presentada por el protonotario Fran-cisco Ortiz, nuncio del papa, referente a la sede vacante, ACS, AACC, lib. 6 f. 26. Una útil reseña biográficade Francisco Ortiz († 1508) en Mª J. LOP OTÍN (2003, 448). Francisco Ortiz y Alonso Ortiz, su hermanastro,ambos canónigos de Toledo, como cabecillas de las trifulcas que sostuvo el cabildo toledano con Cisnerosen 1499 y más adelante: J. MESEGUER FERNÁNDEZ (1980), 66.

26 ACS, Mesa Capitular, lib. 00921.27 L. SERRANO (1943), 239.28 ACS, Mesa Capitular, lib. 00921.29 7.611 florines es también la cifra que figura en las contabilidades generales del subsidio de los do-

cumentos hacendísticos: cf. T. de AZCONA (1993), 665-666; M. Á. LADERO QUESADA (1982), 194.

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tivo y que no resultaba consecuente con el aumento nominal que cabía esperar. A lamayoría de las parroquias o lugares se les asignaba los mismos ingresos, algunos seincrementaban levemente y, por fin, sólo en unos pocos el aumento era sustancioso.Que en todos estos casos sólo figurasen alterados los millares de la valoración hacesospechar el carácter arbitrario de la operación. Por ejemplo, las rentas de la clerecíade Jerez, la mayor de toda la diócesis después de Sevilla, fueron cuantificadas en1475, según los valores de 1457, en 548.850 mrs., y en 1483 en 568.850 mrs.; las deCarmona pasaron de 367.340 a 377.340 mrs., las de Écija de 362.672 a 392.672 mrs.,y de esta manera con las demás. Con la renta eclesiástica de los caballeros los con-tadores del cabildo al menos adoptaron un criterio porque no pudieron ocultar al fe-nómeno de su apropiación por la nobleza. En 1457 su renta sumaba 455.107 mrs. yse la repartían entre seis señores; en 1483 ascendía a 1.168.005 mrs. que se distribu-ían doce, de los que se impusieron 986.336 mrs. porque don Pedro Enríquez, el ade-lantado mayor de Andalucía, logró alegar, y el deán don Juan Ayllón lo admitió, queno disfrutaba del privilegio de las tercias con que Enrique IV le había gratificado yque los reyes le habían revocado30, pero debe considerarse que la apreciación de larenta en especie se hacían sobre los valores de 1460, norma que se mantuvo en lossubsidios de 1485 y 1486.31

En mayo de 1483 el cabildo de Burgos, convencido de que las libertades ecle-siásticas estaban siendo agredidas, ordenaba a sus recaudadores que interrumpiesenla cobranza del subsidio a la espera del regreso de una comisión que había enviadoal nuncio y a los reyes, no consiguiendo otra cosa que retrasar su inicio un mes32. Porel contrario, el cabildo de Sevilla, el 9 de abril, pagaba el importe que debía la fábricay ordenaba a Juan de Lugo, su mayordomo, que devengase los 305.860 mrs. que lehabía correspondido a Andrea Odón, depositario y receptor nombrado por FranciscoOrtiz de la tercia parte que le cabía al Papa, como hizo de inmediato. Desde unas se-manas antes los titulares de los beneficios y las prestameras estuvieron liquidando susimposiciones33. Don Juan de Ayllón, por ejemplo, pagó, además de los 8.468 mrs. queadeudaba por sus dos prebendas catedralicias, otros 13.001,5 mrs. por las prestame-ras y pontificales que disfrutaba en el arzobispado como clérigo rico que era34. Tanafortunado como él, el genovés don Agustín d’Spíndola tuvo que deshacerse de15.018 mrs. por sus préstamos, amén de los 8.468 por una canonjía y el arcedianatode Écija. Otros clérigos que lo eran menos o no lo eran en absoluto, también paga-ron. Andrés Bernal, el cura de Los Palacios de la posteridad, abonó los 735 mrs. quele tocaron a la fábrica de la iglesia de esa villa que administraba como mayordomo ylos 418 mrs. de su medio beneficio. Independientemente de todos estos, vicarios,priores, mayordomos o simples frailes fueron pagando asimismo en nombre de susmonasterios tal como hicieron los nobles.

Se debe reconocer que el cabildo, responsable del proceso de recaudación, teníaconstituido a estas alturas un mecanismo capaz de llevar a cabo la tarea que se le en-comendaba en sólo dos meses. Su correcto funcionamiento competía al receptor quedesignaba. En esta ocasión, como en 1475, fue el racionero Antonio Imperial, quien

30 El mandato de don Juan de Ayllón de 10 de abril de 1483, en ACS, Mesa Capitular, lib. 00921.31 Para 1486, ACS, Mesa Capitular, lib. 08739.32 L. SERRANO (1943), 217, 240.33 El 12 de abril Juan de Lugo entregó la carta de pago de Odón, ACS, Mesa Capitular, lib. 0922.34 Para esto y lo que sigue, ACS, Mesa Capitular, lib. 0922.

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tenía que justificar 684.990 mrs. que correspondieron a la Cámara de su tercia y1.369.913 mrs., incluidos los importes exentos del cardenal, que cupo a los reyes, ade-más de los gastos que acarreó el subsidio, entre ellos su propio salario, los de los ca-nónigos diputados en la congregación, el de los contadores, el del deán como juezapostólico, y los del notario y los troteros, a los que se añadían los descuentos y par-tidas fallidas. El 30 de mayo ya había entregado, en cumplimiento del libramiento cur-sado por los reyes, los colectores apostólicos y el tesorero Ruy López, 856.171 mrs.al criado real Pedro de Vitoria. La liquidez, pues, aunque no todo el dinero pasabapor sus manos, era rapidísima. Juan de Lugo, el mayordomo del cabildo, en concreto,le presentó unas cuentas en que figuraban partidas cobradas de prestameras, benefi-cios y préstamos por un total de 541.248 mrs.

Para la Cámara significaba una ventaja la fuerte presencia genovesa en Sevilla yAndrea Odón, o mejor, Oddone, el receptor de su tercia al que se le entregó el sub-sidio capitular, era uno de los mercaderes ligures más conspicuos de la ciudad35. Suintensa actividad mercantil y su carrera posterior, que le llevaría a convertirse sor-prendentemente en canónigo y arcediano de Reina del cabildo de Sevilla, tiene inte-rés, pero conviene ahora insistir en su origen y en su asociación con Francisco Pi-nelo, pieza esencial de las finanzas pontificias en Castilla, y con sus parientes. Dehecho, Odón aceptó en su cuenta como si se le hubiesen entregado los 100.000 mrs.que el racionero Imperial había prestado a su socio, él mismo colector pontificio delsubsidio desde el año anterior36. La relación con Domenico Centurione y los Gentiletambién se explica por ambas vías. A ninguno de ellos se le iba a escapar el negociode los subsidios y la cruzada. En 1474 y 1475 había actuado en Sevilla, como ban-quero receptor de las cantidades del subsidio debidas a la colecturía, Manfredo deCamilla, socio de Francisco Pinelo en la empresa y ambos procuradores de Dome-nico Centurione entonces, y la actividad proseguía porque ofrecía ganancias y no pa-rece circunstancial que, desde Sevilla, los genoveses se aprestasen a manejarla. Granparte de los pagadores sevillanos del subsidio, instituciones o personas, devengaronen el cambio de Cipriano Gentile y Batista Pinelo, en el que fue depositando dineroel licenciado Imperial, cuya ascendencia genovesa es evidente. La colaboración re-sultaba inevitable. Sólo ellos eran capaces de cambiar, después de todo el oficio queejercían, las diversas monedas con que se hacían los pagos. Entre el 22 de marzo yel 26 de septiembre de 1483 las cuentas de los dos banqueros registraron 1.159.708mrs. de esta procedencia, más de la mitad del cargo final que tuvo que justificar Im-perial, que ascendió a 2.224.566 mrs., 169.663 por encima del importe del subsidio37.

Los delegados de Firmano de Perusa percibieron con normalidad la parte del sub-sidio de 1483 que le correspondía del arzobispado de Sevilla, aunque él no pudiesecumplir con la instancia de Sixto IV de 30 de mayo para que depositase el dinero enel banco de los Centurione38. Todavía el 6 de octubre Juan de Lugo entregaba casi

35 La primera constancia de su presencia en Sevilla, como socio de Francisco Pinelo, la carta real de To-ledo, 28 de mayo de 1480, Archivo General de Simancas [AGS], Registro General del Sello, 148005, 200; conmás noticias sobre el personaje: cf. J. M. BELLO LEÓN (1993), 67-68.

36 El nombramiento, del 10 de agosto de 1482, fue compartido con el canónigo de Toledo Alfonso Or-tiz: J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 77; IDEM (1963), 388. Desarrolla su análisis: L. D’ARIENZO (1987), 72 ss.

37 Como el descargo ascendió a 2.212.213 mrs., el racionero salió alcanzado en 12.240 mrs., ACS, MesaCapitular, lib. 0922.

38 J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 78. Publica el documento el mismo autor (1963), doc. 180, 398; y lo vol-vió a editar: L. D’ARIENZO (1987), doc. 3, 92.

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200.000 mrs. a Andrea Odón, quien dio a continuación a Francisco Imperial el albaládel finiquito de la operación39. Si entonces el numerario, en las bolsas de los ban-queros genoveses sevillanos, pudo llegar hasta Roma, es otro problema. A lo largo de1484, antes y después de la muerte del pontífice, las relaciones de los reyes con elPapado se deterioraron al socaire de la provisión del arzobispado de Sevilla en Ro-drigo Borja, cuestión que se adhirió inseparable a la oposición real a que el tercio dela cruzada acabase en la Cámara con el argumento de su dedicación a la guerra gra-nadina40. En este contexto político se produjo el fracaso financiero de Firmano de Pe-rusa descrito por Fernández Alonso y Goñi Gaztambide. Tampoco es casual que elnuncio se lamentara amargamente de la oposición de los reyes a que ni un solo ma-ravedí se dirigiera hacia las arcas pontificias en diciembre de 1484 desde Sevilla41. Ladecisión de Inocencio VIII de destituirlo pertenecía a la lógica de su fracaso, comotambién procedía de la lógica de la localización de los agentes bancarios genovesesen Sevilla la designación al poco de Cipriano Gentile para sustituirlo. Sobre esta redde intereses comunes se comprenderá la irrupción de estas familias en el mismo ca-bildo catedral y en sus finanzas.

II. EL MONOPOLIO REAL DE LOS SUBSIDIOS

No se sabe si el subsidio que debió recogerse en 1485 fue el concedido el añoanterior por Sixto IV, revocado por el acceso de Inocencio VIII al solio pontificio ytal vez renovado con la bula de la cruzada en enero bajo las mismas condiciones quelos anteriores, que los reyes no estuvieron dispuestos a aceptar42. Conviene recordarque, en los dos primeros meses de 1485, Isabel y Fernando estaban en Sevilla tras re-cibir al legado del Papa, el obispo de Sessa, Angelo Gherardini, con el resultado queya relatara Fernando del Pulgar43, porque el licenciado Illescas, consejero real, se pre-sentó ante el cabildo de Burgos en la primera quincena de marzo para leer una cartade los reyes fechada en la ciudad andaluza el 22 de febrero44. La carta sería la mismaque, suscrita en Sevilla el 20 de febrero, fue enviada al cabildo de Salamanca apre-miándole al pago del subsidio. Ambos cabildos reaccionaron pretextando sus liberta-des e inmunidades porque pudieron poner en duda las condiciones jurídicas de suotorgamiento45. La leída en la primera de estas ciudades demuestra que había tenidolugar una asamblea eclesiástica, restringida y dependiente de la voluntad regia, conPedro González de Mendoza como único asistente conocido, que dio el paso antica-

39 ACS, Mesa Capitular, lib. 0922.40 J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 85-89; T. de AZCONA (1960), 143-150; IDEM (1980a); L. SUÁREZ FERNÁNDEZ

(1966), 109-116. La posición de los reyes se explicitan suficientemente en las instrucciones a sus embaja-dores editadas en esta obra.

41 J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), 49; J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 79 ss. 42 El ‘tal vez’ se entiende porque sólo consta la renovación de la cruzada: J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957),

79-80; y el breve de 30 de enero de 1485: J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), doc. 4, 69-70.43 F. del PULGAR (1943), 139-141. Para las instrucciones de los reyes al protonotario Geraldino: T. de AZ-

CONA (1960), 148-149; y su edición por L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1966), doc. 57, 299-309. También las instruc-ciones al mismo y Francisco de Rojas, de marzo de 1485: L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1966), doc. 70, 325-331. Edi-tadas asimismo por J. GOÑI GAZTAMBIDE (1958), doc. 5, 70-76.

44 L. SERRANO (1943), 225-228.45 T. de AZCONA (1993), 666.

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nónico de llevar a efecto la aplicación del subsidio otorgado por Sixto IV en 1484.Para los reyes una providencia de este tipo estaría justificada por las necesidades definanciación de la guerra y parecería acorde con el embargo de las rentas de las va-cantes de Córdoba y Sevilla que estaban percibiendo al mismo tiempo46.

Este subsidio fue el que se reclamó a los capitulares sevillanos el 7 de marzo de1485, cuando unas cartas reales les dieron a conocer que a la iglesia de Sevilla le co-rrespondía devengar 7.565 florines, la misma cantidad que en 1483. No hubo oposi-ción. La mayoría asintió que les plazía pagar luego y sólo unos pocos expresaron eldeseo de atrasar su liquidación hasta quando touiesen, pero que de presente no teníande qué y les conuenía partirse de aquí por la pestilencia47. En efecto, desde la últimasemana de febrero había comenzado el éxodo de los prebendados a causa de la epi-demia que había invadido la ciudad48, pero imperó la decisión que habían tomado yen los días siguientes fueron dictando las medidas propias de organización de la re-caudación. El receptor del subsidio o servicio real, como lo llamaron de manera másadecuada, era Francisco Núñez, contador y mayordomo de los reyes49, mientras queel cabildo nombró como depositario al mercader genovés Francisco Spíndola, quiendio por fiador a su hermano, el arcediano de Jerez Agustín d‘Spíndola50. No obstante,en mayo se discutía si pagaban el servicio y la decisión adoptada hace sospechar quelos Spíndola no llegaron a actuar51. El dinero deberían recibirlo el contador real y elracionero Francisco Martínez, quienes, mientras continuaban haciéndose cargo de laspartidas pendientes, tenían que entregarlo después al repostero de la reina Villa-corta52. No hay más indicios de este servicio destinado a “la guerra de los moros” quese repartió y cobró en 1485, cuyas fechas no casan con la asamblea del clero que, se-gún Azcona, reunió en mayo al cardenal de España con los obispos residentes en lacorte e impuso un subsidio de 115.000 florines53. Se trató de dos subsidios diferentesy fue el segundo al que se refirió Fernando del Pulgar. Como narró este cronista enlínea con su tono áulico y propagandístico, Inocencio VIII, impresionado por la cam-paña granadina, terminó cediendo ante la presión de los reyes y el 26 de agosto emi-tió tres bulas cuya coincidencia de fechas merece subrayarse. Por una de ellas pro-veía la iglesia de Sevilla en Diego Hurtado de Mendoza, poniendo fin al litigio por lasegunda sede de Castilla54, y con las otras dos prorrogaba la cruzada y concedía unanueva décima con la condición que querían los monarcas, que no era otra que la ex-clusividad en su beneficio, con la contrapartida de diez mil ducados para las arcasapostólicas55.

El mandamiento compulsorio de este subsidio de 115.000 florines, de cuyo re-parto se hizo cargo don Pedro González de Mendoza en Alcalá de Henares a media-

46 La absolución de Inocencio VIII, Roma, 27 de agosto de 1485: T. de AZCONA (1980a), 23-24.47 7 de marzo de 1483, ACS, AACC, lib. 3, ff. 14v.-15.48 25 de febrero de 1483, y como un goteo en los días posteriores: ibidem, ff. 11v.49 Consta como hermano del tesorero Ruy López: M. Á. LADERO QUESADA (2002), doc. 5, 500.50 9, 24 y 29 de marzo: ibidem, ff. 16, 20r.-v.51 9 de mayo: ibidem, ff. 23v.-24.52 Haciendo cumplir una carta de la reina, cabildo, 1 de junio: ibidem, f. 26v.53 T. de AZCONA (1975), 209. Cita la asamblea y la protesta contra la imposición del cabildo de Salamanca

sin proponer fecha en T. de AZCONA (1980), 611 y 666.54 T. de AZCONA (1960), 150.55 J. FERNÁNDEZ ALONSO (1957), 83-84; T. de AZCONA (1960), 148. La referencia de F. del PULGAR (1943, 189)

y la explicación de J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), 52-54.

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dos de noviembre56, lo puso en obra el cabildo sevillano el 31 de diciembre al orde-nar sus contadores que lo repartiesen. Dos días antes Diego de Ávalos, un vecino deTalavera procurador de fr. Hernando de Talavera, se había presentado con el instru-mento de reducción de la décima en subsidio en el que figuraba el cardenal de Es-paña como juez y único ejecutor y con la bula de su institución57. Los 8.752 florinesy un ochavo de florín (2.319.446 mrs.), a los que debían sumarse otros 80.000 de cos-tas propias, que mantenía la cuota de los subsidios anteriores, debió de estar casi li-quidada a principios de mayo de 1486 porque entonces se atendió en cabildo unacarta real que solicitaba el resto de lo que quedaba por remitir58. Los prebendados dis-tribuyeron la carga de acuerdo con el sistema tradicional que sólo había sido leve-mente modificado en 1483 y, por última vez, según la valoración de 1457. Haciéndoseasí, la tasa, que es la que habría de aplicarse antes de costas, a los monasterios se ele-vaba a 193 mrs., 7 sueldos y 6 dineros el millar, un 19,3 % (274.000 mrs.)59, que seconvertían en el 27 % sobre la mesa arzobispal (511.361 mrs.) y el 13,3 % sobre lamesa capitular (307.020 mrs.), la fábrica de la iglesia, los capellanes catedralicios y elconjunto de los préstamos (204.431 mrs.), mientras que a clerecía y caballeros resul-taba el 21 % (1.022.722 mrs.), que se transformaba en el 22,6 % al añadirse 70.840mrs. de costas (1.093.562 mrs.)60. Sin embargo, de hecho, la relación nominal de lasrentas eclesiásticas en manos de la nobleza valorada a los precios de 1457, que ape-nas significaba variación respecto a la que se había hecho para 1483, hacía posibleque la tasa final, con costas, aplicada a clerecía y caballeros se redujera al 19,9 %61.

Se reconoce, por consiguiente, que se dio durante estos años una continuidad enla imposición de subsidios que las series documentales aisladas por sí mismas no re-flejan. Ladero Quesada reconocía hace ya tiempo que en los archivos centrales de laCorona sólo se ha conservado “noticia completa del realizado en 1482 y algunos frag-mentos de los restantes”. Estos restantes, mientras duró la guerra de Granada, fueronlos de 1485, 1487, 1489, 1491 y 149262. El de 1485 debe duplicarse y el numerario totalque terminó exigiéndose a la iglesia castellana en concepto de subsidios se elevó aunas cifras más elevadas que las que se han venido manejando. En 1487 se cobró otroque hay que distinguir del pagado el año anterior y que probablemente se correspondecon la prorrogación de la cruzada cursada por Inocencio VIII en su breve de 27 de fe-brero63, una hipótesis que viene abonada por el hecho de que a la iglesia de Sevilla lecorrespondió a pagar 8.752 florines y 5 ochavos de florín, la misma cantidad que li-quidara en 148664. Además, no fue hasta el 30 de julio que el cabildo no recibió las le-

56 Para la datación del reparto, Alcalá de Henares, 15 de noviembre de 1485: L. SERRANO (1943), 240.57 ACS, Mesa Capitular, lib. 08739; 2 de enero de 1486; ACS, AACC, lib. 3, f. 23. El licenciado Antonio

Imperial, receptor del subsidio en principio, renunció y fue sustituido por el canónigo Pedro Fernández Al-monacir, 4, 9 y 27 de enero: ibidem, ff. 24, 25 y 27.

58 10 de mayo de 1486: ACS, AACC, lib. 4, f. 52.59 ACS, Mesa Capitular, lib. 08739.60 En unas hojas sueltas de ACS, Mesa Capitular, lib. 00920.61 ACS, Mesa Capitular, lib. 08739.62 M. Á. LADERO QUESADA (1967a), 209.63 Para el breve de Inocencio VIII, 26 de febrero de 1487: J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), 57, y doc. 6, 76-

77. También, L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1966), doc. 95, 398-399.64 ACS, Mesa Capitular, lib. 00923. Ladero Quesada publicó las cantidades que cobró Francisco Pinelo

de este subsidio, que suponen una contabilidad parcial que parece corrresponderse con las diócesis al surdel Sistema Central. Sevilla figura con 2.200.642 mrs.: M. Á. LADERO QUESADA (1973), 235.

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tras y los procesos que sobre este nuevo subsidio habían discernido los obispos deÁvila y León, fr. Hernando de Talavera y Alfonso de Valdivieso, que seguirían actuando,cambiando los oficios que ahora desempeñaban, como expertos jueces ejecutores, enlas que nombraban al maestrescuela Juan de Fuentes y al canónigo Pedro Ruiz de Po-rras como comisarios65. Con este acto de obediencia y la designación como receptor deJerónimo Pinelo, el primero de los hijos de Francisco Pinelo, que accedió a un cano-nicato, se iniciaba el proceso, con la nota distintiva de que por vez primera desde 1457,se calculase la distribución sobre una valoración actual de la renta.

De los subsidios impuestos entre 1488 y 1504 ha sobrevivido en los fondos cate-dralicios la contabilidad de los que fueron pagados en 1492, 1495, 1496 y 1504, pero,ciertamente, no fueron éstos los únicos que se repartieron durante todo este periodo66.De la posible congregación del clero de 1488 no ha quedado huella y pocas del subsi-dio, que Azcona considera aún más dudoso que se hubiese tratado en ella67, así comosólo referencias de la décima otorgada por Inocencio VIII en octubre de 1489 y que de-bió recogerse en 149068. Si llegó a cobrarse otra al año siguiente poco puede decirse adiferencia de lo que ocurre con el subsidio que sería recaudado en 1492, del que, aun-que no consta cuándo lo concedió Roma, es tentador suponer que iría, como en otrasocasiones, a la par que la renovación de la cruzada el 1 de octubre de 149169. Los asis-tentes a la reducida congregación que tuvo lugar en Medina del Campo en septiembre,en la que no hubo delegados de la iglesia de Sevilla, se quejaron de la presión fiscalque soportaba el clero y, en particular, de la marginación a la que se veían sometidosobispos y cabildos a la hora del repartimiento de los subsidios porque venía establecidodesde la corte70. El hecho es que la bula de la décima de Inocencio VIII para la guerrade Granada, reducida en un subsidio de 100.000 florines, a los que se añadían los 15.000de costas de recaudación, fue presentada ante el cabildo sevillano el 12 de diciembrede 1491 y de inmediato se ordenó a los canónigos contadores, Diego Cerón y Pedro deFuentes, que emprendieran su distribución. Un mes después, ayudados por otros tresprebendados, ya habían determinado una tabla de precios tasados de productos por losque debía medirse la renta de cada parte contribuyente para recoger los 8.752 florines,2 cuartos y un ochavo a cargo de la diócesis (2.319.446 mrs.)71. Esta cantidad suponía lamisma participación que le había cabido a la diócesis en los subsidios anteriores.

III. RESISTENCIAS ECLESIÁSTICAS: LA CONGREGACIÓN DE 1495

Ladero Quesada ha demostrado que “el fin de la guerra granadina no supuso ali-vio, sino aumento de la presión fiscal, coincidente con el despliegue de una costosa

65 [30] de julio de 1487, ACS, AACC, Mesa Capitular, lib. 4, f. 72.66 Cf. con la lista que suministrara T. de AZCONA (1980b), 204.67 T. de AZCONA (1993), 611; IDEM (1975), 209.68 Las quejas de Inocencio VIII a los excesos de los ministros reales en la recaudación del subsidio du-

rante 1489 en J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), 60 y el breve de Roma, 13 de noviembre de 1489 (doc. 8, 79-80).Antes, la concesión de la décima, 9 de octubre de 1489: J. GOÑI GAZTAMBIDE (1958), 390. Sobre su cobro,en 1490, en Burgos: L. SERRANO (1943), 251.

69 Sobre la renovación de la cruzada, J. GOÑI GAZTAMBIDE (1951), 61; IDEM (1958), 392.70 Sobre la asamblea de Medina del Campo, T. de AZCONA (1975), 222-227; IDEM (1993), 611.71 Los prebendados fueron los doctores Rodrigo Mexía y Pedro de León, canónigos, y el licenciado An-

tonio Imperial, ACS, Mesa Capitular, lib. 08740 (antiguo lib. 1.082).

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política exterior”72. El periodo de la hacienda real que se abrió con la desaparición delreino nazarí disolvió bien pronto cualquier esperanza de los eclesiásticos acerca deun retorno a unos buenos tiempos, cada vez más vislumbrados como una época, másmitificada que real, de inmunidades y libertades. Al igual que el resto de la poblacióncastellana, el clero también probaría la medida colmada de la punción fiscal. En no-viembre de 1494 Alejandro VI otorgó la cruzada y una nueva décima que habría derecaudarse en 1495, año fundamental en orden a la extracción de recursos eclesiásti-cos por parte de la monarquía, pues tales concesiones precedieron a las de la per-petuación de las tercias, la predicación de indulgencia plenaria y la renovación, porúltimo, de la cruzada en el mes de diciembre siguiente, seguramente acompañada deotra décima73. Cruzadas y décimas, en adelante, “empalmaban unas con otras de unamanera monótona”74. El 2 de enero de 1495 los reyes, bajo el compromiso previo delproyecto de la guerra en África contra los enemigos de la fe, prometieron al Papa queel dinero obtenido con décima, cruzada e indulgencia plenaria lo convertiremos y gas-taremos en la defensa de la persona y stado de Su Santidat y de los derechos de lasancta Romana Yglesia y no en otros usos, fórmula nada eufemística para referirse aque se consumiría en la política italiana y en el previsible enfrentamiento con Car-los VIII75. En realidad, ambos destinos habían sido manejados por los embajadores reales, Garcilaso de la Vega y el cardenal Carvajal, con el fin de arrancar la serie debulas que fueron sucediéndose en beneficio de sus señores en la negociación con unpontífice sumido en dificultades superiores a sus fuerzas76.

Las congregaciones del clero no dejaron de reunirse después de la citada de Me-dina del Campo de 1491 para volver a convocarse en 1505, ya en el siglo siguiente.Azcona concluyó primero que el final de la guerra de Granada las hizo innecesarias77,pero identificaría después una congregación de mayo de 1495 en la que se repartió unsubsidio de 160.000 florines que dio origen a protestas y reclamaciones a Roma. Laexistencia de esta asamblea se deduciría de la concordia que unos representantes delclero firmaron con los reyes y en la que intervino Cisneros78. García Oro, que no ha-bla de asamblea, ni mucho menos de congregación, sino de delegados enviados porlos cabildos para la negociación, ha utilizado la misma fuente salmantina de la que sesirvió Azcona para describir el acuerdo rubricado en Madrid el 10 de mayo de 149579.Lo cierto es que tal acuerdo o concordia adquiere todo su sentido cuando se com-prueba que fue consecuente con la protesta contra la décima que el clero había pre-sentado dos días antes a los obispos de Salamanca y Ávila, fr. Diego de Deza y Fran-cisco Sánchez de la Fuente, en la residencia del primero, en las cercanías de Madrid80.

Los cabildos enviaron sus delegados a Madrid, donde estaba la corte, para negociarlas condiciones de la nueva tributación. Su reunión constituyó realmente una congre-

72 M. Á. LADERO QUESADA (1967b), 89.73 Las bulas de cruzada y décima, 12 de noviembre de 1494, y las demás concesiones en: J. GOÑI GAZ-

TAMBIDE (1958), 466.74 J. GOÑI GAZTAMBIDE (1958), 468.75 Carta a Alejandro VI, Madrid, 2 de enero de 1495: L. SUÁREZ FERNÁNDEZ (1971), doc. 62, 284.76 Á. FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA (2005), 669 y 672.77 T. de AZCONA (1993), 611.78 T. de AZCONA (1975), 209.79 Un traslado de la concordia, que es el que aquí utilizamos, en ACS, Fondo Histórico General (FHG),

Caj 195, 2/4, 1. La estudia, sirviéndose del ejemplar salmantino: J. GARCÍA ORO (1971), 322-324; IDEM (1992),I, 62-64.

80 ACS, FHG, Caj. 180, 1.

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gación porque, aunque no estuvieron todas las iglesias y faltaron diputados de algunastan importantes como Santiago, Cuenca y Sigüenza, sí asistieron de todas las provinciaseclesiásticas y de todas las regiones. Tres de estos prebendados, Juan de Quintanapa-lla, arcediano de Cuéllar, de la de Segovia, y canónigo de Toledo, Juan de Mella, arce-diano de Tineo, de la de Oviedo, y canónigo de Zamora, y Diego de Lobera, canónigode Salamanca y chantre de Plasencia, disfrutaban de prebendas en distintas catedralesy quizás ostentasen doble representación, mientras que el canónigo de Burgos Juan Ló-pez de Logroño fue el único que presumió de procurar por su cabildo y su obispo, Luisde Acuña. De hecho, estuvieron presentes veintitrés diputados capitulares de diecisietecabildos diferentes que representaron a veinte al llevar algunos la procuración de losde Badajoz, Cartagena y Astorga. Sus nombres se consignan en el cuadro:

1. Asistentes a la congregación de Madrid, mayo 1495.

Grado universitario Prebendas IglesiaFrancisco Álvarez Doctor in utroque Maestrescuela de Toledo

ToledoProtonotario apostólico

Juan de Quintanapalla Licenciado en Teología Canónigo de Toledo ToledoArcediano de Cuéllar ¿Segovia?

Pedro de León Doctor in utroque Canónigo de Sevilla SevillaPedro de Yévenes Bachiller en Teología Canónigo de Sevilla SevillaJuan López de Logroño Bachiller en Decretos Canónigo de Burgos Cabildo y

obispo de Burgos

Bernardo de Salamanca Bachiller en Decretos Tesorero de Zamora ZamoraJuan Ruiz – Maestrescuela y Córdoba

canónigo de CordobaJuan González de Zamora – Canónigo de León LeónBernardino de Berrio – Canónigo de Oviedo Oviedo

Oficial de OviedoSancho de Mata – Canónigo de Palencia PalenciaJuan Pérez de Palacios Bachiller en Teología Canónigo de Palencia PalenciaDiego de Peñalosa Bachiller en Decretos Canónigo de Segovia SegoviaDiego de Lobera – Canónigo de Salamanca Salamanca

Chantre de Plasencia ¿Plasencia?Francisco de Salamanca – Beneficiado de Salamanca

SalamancaJuan de Mella – Canónigo de Zamora Zamora

Arcediano de Tineo ¿Oviedo?Gutierre Álvarez Doctor en Leyes Canónigo de Plasencia PlasenciaPedro de Villalobos – Racionero de Plasencia PlasenciaFrancisco González Licenciado en Teología Canónigo de Coria Coriade MontemayorÁlvaro Vázquez – Canónigo de Orense OrenseAlfonso Frías – Abad de Losada LugoRodrigo Alfonso – Canónigo de Cádiz Cádizde ArgumedoAlfonso Díaz Bachiller en Decretos Arcediano de Soria OsmaAndrés Calderón Bachiller en Decretos Canónigo de Osma Osma

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De la importancia que le dieron los cabildos al objeto de la convocatoria nos po-demos hacer una idea por el número y la calidad de los asistentes. Pese a la ausen-cia de los capitulares compostelanos, la presencia de toledanos, sevillanos y burgale-ses anuncia el orden jerárquico que se hallará consagrado en las congregaciones delsiglo XVI. Que doce, más de la mitad de los presentes, fuesen titulados universitarios,denota que los cabildos confiaron estos asuntos a aquéllos de sus miembros que dis-ponían de una mayor formación, especialmente jurídica, aunque no faltasen los teó-logos. Sevilla, en concreto, envió un jurista y un teólogo. Pedro de Yévenes, del quedesconocemos dónde estudió y adquirió su bachilleramiento en Teología, era canó-nigo de su cabildo desde 1484, donde permanecería ininterrumpidamente hasta sumuerte81. Seguramente, su influencia entre los prebendados era inferior a la del doc-tor Pedro de León, a quien se le ha visto como procurador en la congregación de1482 y que en el tiempo transcurrido desde entonces, a diferencia de su antiguo com-pañero Francisco Sánchez de la Fuente, no había abandonado el servicio de su igle-sia. Los diputados capitulares actuaban como tales pero la actitud que adoptaron con-tra la imposición del subsidio se explicaría mejor si conociésemos sus personalidadesy sus trayectorias en la misma medida que las de los representantes de Toledo y lade Diego de Lobera. Porque, desde luego, el cabildo de la catedral primada escogiócon cuidado a sus procuradores. El licenciado Juan de Quintanapalla ya había tenidoun papel destacado en la junta de teólogos que, reunida en Alcalá de Henares en1479, condenó las doctrinas de Pedro de Osma82. Francisco Álvarez Zapata, el maes-trescuela de Toledo, además de contar con una sólida carrera eclesiástica anterior yun prestigio indubitable, tenía buenas conexiones con la corte gracias a su condiciónde hermano del secretario real Fernando Álvarez Zapata y podía presumir de que ha-bía mantenido una cercana intimidad con el cardenal Mendoza y de que Cisneros leguardaba cierta amistad. De su carácter independiente daría buena cuenta en el fu-turo83, aunque en la asamblea le sería suficiente a él y a su compañero de represen-tación con limitarse a defender la postura de su cabildo, que, sólo unos días antes, el4 de mayo, había acordado apelar las bulas y los breves de la décima84. Por su parte,aunque habían transcurrido quince años desde aquellos acontecimientos, Diego deLobera, uno de los representantes de Salamanca, era el mismo que había sido objetode la ira regia durante los primeros años del reinado y su nombre, junto con el deFrancisco Ortiz, había sido expresamente vetado por los reyes en 1481 como posiblecolector del subsidio que se estuvo negociando entonces85.

La apelación que los dos síndicos procuradores de la congregación, el canónigode Burgos Juan López de Logroño y el tesorero de Zamora Bernardo de Salamanca,presentaron el 8 de mayo vendría a recoger las conclusiones de las deliberaciones res-pecto a la décima. Desde 1482 el clero había venido soportando a regañadientes lacontinua exacción de sus rentas, pero la continuidad no significaría la participaciónen una homogénea anuencia, ni el desvanecimiento de la argumentación teórica de

81 J. HAZAÑAS (1909), 358-361.82 Quintanapalla, aun condenando la doctrina de Pedro de Osma, mantuvo una opinión relativamente

moderada: M. MENÉNDEZ PELAYO (1981), I, 566-582. Su nombre también en la bula de confirmación de lasentencia, Roma, 9 de agosto de 1479: V. BELTRÁN DE HEREDIA (1967), doc. 1.248, 164-166.

83 F. MÁRQUEZ VILLANUEVA (1960), 96-97.84 J. MESEGUER FERNÁNDEZ (1980), 33.85 T. de AZCONA (1960), 114, 117 y 122.

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sus libertades estamentales. Ante la ejecución de la nueva imposición reaccionaríacon la que quizás fuese la mayor manifestación de resistencia eclesiástica antes de lamuerte de la reina Isabel a una política y a los gastos que implicaba. Se reconocíaahora que Alejandro VI la había otorgado a los reyes con el objeto de financiar laguerra en África. Ésta era su única causa final y no otra. Según la apelación, los obis-pos ejecutores habían cursado órdenes para su cobro antes de que el carácter de latasa, como tal décima, hubiese sido sometido al asenso de prelados y cabildos. No sepuede saber en virtud de qué convocatoria se reunieron los diputados capitulares,pero del sentido de la protesta y la contestación de Deza y Sánchez de la Fuente seentiende que mediaron dos bulas de concesión pontificia. La congregación sería pos-terior a los primeros mandatos que éstos habían emitido como jueces ejecutores dela primera bula que la apelación consideraba contrarios a la costumbre establecida.Se denunciaba que se habían alzado apelaciones después de que hubiesen expedidoórdenes, abierto procesos y facultado a subdelegados que habían exigido los valoresreales de los beneficios y de las rentas de los monasterios y las iglesias para que sepagasen las décimas de acuerdo con estas estimaciones y, obrando en consecuencia,habían revocado sus primeros mandatos. Esta apelación se dirigía ahora contra unossegundos mandatos, posteriores a la segunda bula, por los que habían reanudado lasmedidas anuladas con anterioridad y, sobre todo, negaba que éstas se derivasen delas letras pontificias que concedían la décima y de la intención con que los reyes lashabían solicitado, argumentando que, al no haberse iniciado ninguna guerra enÁfrica, la capacidad de ejecución de los obispos quedaba en suspenso86.

Sin duda, en esta última razón se hallaba el fundamento del planteamiento dela resistencia porque se significaba el carácter extraordinario de una décima quesólo obtenía legitimidad en función del fin para el que había sido otorgada. Los au-tores de la protesta reforzaron esta idea recordando las grandes contribuciones queel clero había aportado a la guerra de Granada, hechas, además, según decían, ge-nerosamente con sus bienes a costa de sus personas, parientes y familias87. Recla-mación dramática que no impedía la insistencia con que se defendía, según se in-terpretaba con la lógica del interés propio, que la literalidad de la concesiónapostólica se refería sólo a las tercias en cuanto subvención que ha de percibirsecada año con destino a sufragar la guerra contra los infieles. Si jurídicamente se tra-taba de negar las facultades y atribuciones con que los ejecutores amenazaban eimponían penas canónicas, bien fuese por defecto de origen o por exceso de co-misión, habiendo llegado incluso a dictar la privación de beneficios, contra la li-bertas ecclesiastica, también se expresaba la reacción contra el celo recaudador. Se

86 Item clare etiam dominationibus vestris constat dictas litteras manifesto obrretionis vitio subiacerecum principaliter fundetur ipsarum concedentis intentio insubuentionis auxilio per expeditionem guerreAffrice que guerra cum nondum inchoata sit nec iidem principes et domini nostri hattenus de super suamdeclarauerint mentem. Igitur satis videtur causam motiuam et effectiuam ipsius concendentis cessare sal-tim ad praesens et sic etiam vestrum executionis offitium esse prope hoc suspensum.

87 (…) quapropter etiam ipse ecclesiastice persone Castelle et Legionis regnorum precipue clerus absquesimilibus monitionibus, censuris et mandatis libenter gratuito animo pro subuentione similium guerrarumin exaltatione fidei per eosdem dominos nostros reges retroactis temporibus contra infideles in Regno Gra-nate facturum in magnis notabilibus pecuniarum summis subuenerunt suasque personas, res et bona libe-raliter et exponitur in eorundem dominorum regum seruitium supposuerunt obque non parua damna,grauamina et iacturas tam in personis propriis quam parentum consaguineorum et adherentium quam eo-rum bonis passisunt.

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trataba de la oposición a la aplicación de la décima sobre la tasación de los valo-res del mismo año y a que se pagase en dos plazos cuyos términos se veían cerca-nos, el primero a fin de junio y el segundo en la próxima Navidad, cuando, por unaparte, los importes de los frutos y los beneficios eclesiásticos aún no se conocíanni se habían recogido y, por otra, resultaba imposible en muchos casos dar con sustitulares, bien porque estuviesen ausentes, hubiesen fallecido o los hubiesen resig-nado. Además, se afirmaba en un tono conmiserativo como causa añadida para ne-gar la validez de las órdenes, muchos clérigos del reino vivían y cumplían sus fun-ciones en la más absoluta pobreza y penuria.

Los obispos se tomaron un día para contestar a los apelantes. La apelación guar-daba todos los requisitos rituales de su formalidad y no menos ritual fue la respuestaque dieron en el Alcázar de Madrid: se negaba en todos sus extremos. Reafirmaronla legalidad de los procesos que habían seguido y la ejecución correcta de las dos bu-las en las que no había habido agravio en su aplicación y cuyo dictado se atribuía ex-clusivamente a la voluntad del Papa. Si con esto hubiese bastado para que sus con-tradictores perdiesen toda esperanza de que la protesta prosperase, no quisieronpasar por alto la denuncia de la asamblea que había osado poner en duda la inten-ción de los reyes respondiendo con una neta e incontrovertible declaración del au-toritarismo monárquico:

nin se puede dezir que los serenísymos prínçipes, rey e reyna, nuestros señores, estánapartados de haser guerra en las partes de África, pues ques notorio en todos estos rey-nos y fuera dellos sus altesas aver aperçibido sus gentes para la guerra y aún llamán-dolas para çierto tienpo, y enviado otras gentes darmas fuera de sus reynos, y non se hade dezir nin publicar nin yntymar a cada uno lo que se conviene haser en la guerra,nin se ha de esperar la contribuçión del dinero fasta que están prestos ya en ella. Bastaa los a los (sic) que esto dizen que veen que nuestros prínçipes son christianísymos y es-tán presentes y saben lo que en esto se fase y lo consyenten, y que, sy otra cosa touiesenen sus voluntades, non darían logar a ello, nin son ellos partes para lo dezir nin alegar.

No hubo, por tanto, solución de continuidad entre la tajante respuesta de los pre-lados ejecutores de la décima, auténticos funcionarios reales, y la concordia que Fran-cisco Álvarez Zapata, Pedro León y los canónigos diputados de León y Córdoba fir-maron en representación de la congregación el 10 de mayo con Cisneros, ya provistoarzobispo de Toledo pero rubricando como vicario de la provincia franciscana deCastilla, que había recibido la comisión real para llevarla a cabo88. Como era de rigor,el acuerdo no aparece como consecuencia de un acto de protesta sino de una súplicaante la que los reyes, remediando agravios y por devoción a las iglesias, consienten.En sí mismo, la conversión de la décima en subsidio no constituía una innovación nisignificaba una cesión ante las quejas y los lamentos de un clero agraviado. Porcuanto éste se había prestado a socorrer para la guerra con los moros con 45.000 flo-rines, en definitiva, el precio que hubo que pagar a cambio de la reducción de la dé-cima, los monarcas se contentaron con el consabido subsidio de 115.000 florines, lacantidad que venía exigiéndose, estableciéndose el mismo tipo de reparto para el to-tal de los 160.000 florines resultantes y quedando a cargo de las iglesias respectivas

88 El traslado de la concordia, Madrid, 10 de mayo de 1495, ACS, FHG, 195, 2/4, 1.

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el coste del mismo y la responsabilidad de su recaudación. Se exceptuaban del pagolas iglesias de la diócesis de Granada y los conventos de clarisas.

En el documento conclusivo del repartimiento del subsidio que se otorgó y fizo enla congregaçión que fizieron los procuradores del clero de las yglesias metropolitanasy cathedrales destos Reynos de Castilla e de León en la corte se remarcó la reducciónde la décima a subsidio a suplicación del clero y “por intercesión” de fr. Francisco Xi-ménez, arzobispo de Toledo. La congregación también aceptó que se quitasen 400florines de exceso de cota a las iglesias de Galicia que hubo que distribuir entre lasdemás, beneficiándose, por decisión arbitral del mismo Cisneros, la de Mondoñedo,con 200 florines menos, y las de Orense y Santiago, a las que se restaron 100 a cadauna89. El concierto concluyó con las cantidades totales que correspondieron a cadadiócesis y las cuatro órdenes militares tal como se reflejan en el cuadro:

2. Subsidio de 1495.

Iglesias/Órdenes Florines Mrs. %Toledo 15.887,62 4.210.218,5 9,99Sevilla 12.208,95 3.235.105,75 7,63Santiago 9.677,88 2.564.638,75 6,05Burgos 12.281,83 3.254.684,5 7,67León 6.481,66 1.717.641,5 4,05Oviedo 3.466,15 918.529 2,17Palencia 9.078,64 2.405.840,5 5,67Zamora 3.261,30 864.246 2,04Salamanca 4.135,12 1.095.807 2,58Cuenca 4.566,59 1.210.147,5 2,85Sigüenza 3.873,66 1.026.519,5 2,42Osma 4.247,60 1.125.613,5 2,65Ágreda 314,28 83.285,25 0,20Calahorra 6.781,76 1.797.167 4,29Alfaro 139,56 36.980,5 0,09Córdoba 3.864,04 1.023.971 2,41Cartagena 1.881,59 498.621 1,18Cádiz 864,56 229.108 0,54Plasencia 2.174,92 576.354,75 1,36Badajoz 2.340,24 620.163,75 1,46Ciudad Rodrigo 1.102,00 292.016,75 0,69Astorga 3.017,53 799.644,5 1,89Orense 2.865,14 759.263 1,79Lugo 1.291,22 342.173 0,81Mondoñedo 2.626,81 696.104,75 1,64Tuy 954,38 252.911,25 0,60Segovia 4.767,09 1.263.280 2,98Ávila 5.318,76 1.409.472,75 3,32Coria 1.810,85 479.874,83 1,13Jaén 2.235,91 592.515,83 1,40

89 ACS, FHG, Diversos, Caj. 151, 2.

(sigue)

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O. de Santiago 11.207,15 2.969.895 7,00Calatrava 6.959,68 1.844.315,66 4,35Alcántara 5.607,48 1.485.983,25 3,50San Juan 2.718,78 720.476,75 1,70

160.009,70 42.402.570,57

Según la concordia, el reparto debía hacerse como se solía, pero sus condicionesimplicaron que se llevara a cabo por cada uno de los capítulos que componían el sub-sidio tal como había sido negociado y así se hizo en la contabilidad. Naturalmente, elcuadro recoge su resultado final tras limar los errores que cometieron en las sumas par-ciales los repartidores que elaboraron el repartimiento o el copista, menores siempre,producto de la contabilización en florines y en sus divisores (cuartos, ochavos, diezmos,veinteavos), sólo en última instancia en maravedís, pero que no afectan de manera no-table a las cantidades parciales y a la cifra total90. Así, primero se dividieron las cifrasasignadas de acuerdo con los porcentajes acordados, que eran los establecidos y quevarían en muy poco de la proporción general, por los 100.000 florines, y a continua-ción se hizo la distribución de los quince mil. Después se repartieron, respetando lasmismas proporciones, los 45.000 florines y, por fin, los 400 restados de las citadas igle-sias gallegas, que fueron prorrateados entre los demás contribuyentes91.

Lo máximo que los procuradores de los cabildos pudieron arrancar fue el explí-cito compromiso real, otras veces repetido, de que en el futuro no se exigirían sub-sidios cuyos importes superasen los 100.000 florines. Presentada así como una con-cordia, sus términos, tan lejos del sentido original de la apelación, parecen más cercade una imposición que consecuencia de una negociación para la que adujeron queno tenían poder. De hecho, prometieron de consultar luego cada uno con su cabildopara que enbíen el consentimiento e la yglesia que no lo quisiere dar quede su dere-cho a saluo para que Sus Altezas manden proseguir lo que fuere su seruicio, pero estacondición restrictiva no retrasó la distribución ni la recaudación que le siguió. La con-cordia de Madrid de mayo de 1495 supuso para la iglesia de Sevilla la crisis del sis-tema de repartimiento que su cabildo había venido aplicando secularmente, inicián-dose así un conflicto que le enfrentó con los demás sectores contribuyentes delestamento y, en especial, con su arzobispo, Diego Hurtado de Mendoza. Para la mo-narquía y la iglesia castellana significó un acuerdo que se mantuvo hasta la muertede Isabel la Católica. La desaparición de la reina abriría de nuevo la espita de resis-tencias y protestas del clero que se habían acallado pero que nunca se olvidaron.

90 La suma de las cantidades por capítulos asciende a 42.402.637 mrs. y la de los totales parciales a42.402.570,57 mrs. como se expresa en el cuadro. Al final se consigna como summa sumarum 160.401 flo-rines, porque, sin duda, añade los 400 florines previamente restados a las diócesis gallegas indicadas,cuando, en realidad, la suma da 160.010 florines.

91 Los pagos de la iglesia de Toledo se determinaron, por ejemplo, del siguiente modo: <Toledo> Copoa Toledo del repartimiento de los çient mill florines primeros, nueve mill y novezientos y çinco florines. /Item del repartimiento de los quinze mill florines, mill e quatroçientos y ochenta y çinco florines y tres quar-tos. Item de los quarenta y çinco mill florines, quatro mill y quatroçientos y çinquenta y siete florines y unquarto. / Item de los quatroçientos florines, treynta y nueve florines y medio y treynta y un mrs. / Sumantodos <XV U DCCCº LXXXVII florines. II quartos XXXI mrs.>». E, igualmente, la iglesia de Sevilla y las de-más: <Seuilla> De los çient mil florines, syete mil y seisçientos y onze florines. / De los quinze mill florines,mil y çiento y quarenta y un florines dos quartos un ochavo. / De los quarenta y çinco mill florines, tres mille quatroçientos y veynte quatro florines dos quartos y tres ochauos. / De los quatroçientos florines, treyntaflorines y un quarto y çinquenta y dos mrs. / Suman todos <XII U CC VII florines III quartos e LII mrs.>.

(continuación)

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1 Aunque los citados memoriales (Archivo de la Corona de Aragón [ACA], Cancillería [C], Memoriales,71/1 y 71/2) son conocidos y sus datos han sido utilizados por algunos historiadores, creo que la docu-mentación en ellos contenida todavía no ha sido objeto de un análisis general, donde se valore su interéspara el estudio de las relaciones fiscales entre la monarquía y la Iglesia. Véase la descripción archivísticade los dos memoriales en J. RIERA (1999), 59-60 y C. LÓPEZ RODRÍGUEZ (2003), 55, nota 80; y, como ejemplode su utilización, la obra de J. Morelló sobre dos villas de jurisdicción eclesiástica (Valls y Reus) en los si-glos XIV y XV ( J. MORELLÓ, 2001).

LA PARTICIPACIÓN DE LA IGLESIA DE CATALUÑA EN LAS FINANZAS REGIAS: LOS SUBSIDIOS EXTRAORDINARIOS

(1249-1400)

MANUEL SÁNCHEZ MARTÍNEZ

Institución Milá y Fontanals (CSIC, Barcelona)

Además de su contribución como brazo o estamento en los donativos generalesotorgados por las Cortes de la Corona de Aragón a la monarquía y además de las cadavez más frecuentes décimas transferidas por el papado a los soberanos catalanoara-goneses a lo largo de la baja Edad Media, los eclesiásticos de la Corona contribuye-ron también a las finanzas regias mediante subsidios particulares solicitados por losmás diversos motivos. El objetivo principal de las páginas que siguen es observar, através de dos memoriales confeccionados en 1414, las características de algunas delas ayudas pedidas a los eclesiásticos de Cataluña entre mediados del siglo XIII y losumbrales del siglo XV1. Pero, antes de entrar en su comentario, veamos brevementeel contexto preciso que explica la confección de ambos memoriales.

I. LAS CORTES DE 1413 Y LOS “GREUGES” DEL BRAZO ECLESIÁSTICO

1. EL DESARROLLO DE LAS CORTES DE BARCELONA

Los hechos son sobradamente conocidos. Muerto Martín el Humano en 1410 sinlegítima herencia masculina y después de un largo y complicado interregno, los com-promisarios reunidos en Caspe proclamaron rey a Fernando de Antequera en 1412.Fue así como un miembro de la dinastía castellana de los Trastámara sustituyó a lossoberanos de la casa de Barcelona en el gobierno de los países de la Corona de Ara-gón. El flamante monarca entró en Zaragoza en agosto de 1412 y, después de ser re-conocido rey por los aragoneses, se dirigió a Cataluña donde había convocado Cor-tes para finales de aquel mismo año.

Estas Cortes, que comenzaron en enero de 1413 y se prolongarían hasta el últimodía de agosto, supusieron un hito muy importante en la articulación político-institu-cional de Cataluña y en la redefinición del diálogo entre la monarquía y la represen-

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tación oligárquica del país2. De entrada, la asamblea se desarrolló de acuerdo con lasreglas de juego definidas en las Cortes de 1283, según las cuales, ninguna constitu-ción de alcance general podría ser promulgada por el rey sin el consentimiento delos tres brazos; y, por extensión, tampoco ningún impuesto general podría estable-cerse por la propia autoridad del soberano y sin previa negociación con la asamblea,cuyos miembros podían autorizarlo sólo si antes se confirmaban antiguos privilegiosy, sobre todo, si se satisfacían los greuges (agravios) causados por el rey o sus oficia-les. La novedad de 1413 radicó esencialmente en que las Cortes fueron presididas, nopor un monarca de la vieja casa de Barcelona, habituado a las peculiares prácticasparlamentarias de la Corona de Aragón, sino por un soberano de una dinastía caste-llana, relativamente ajeno a la concepción paccionada del poder que regía en aquelterritorio desde siglo y medio atrás. De esta manera, en los largos siete meses que du-raron las Cortes de 1413, los grupos privilegiados mostraron al nuevo rey –en oca-siones con mucha aspereza –cuáles eran los principios que regulaban en Cataluña lasrelaciones entre la monarquía y el país; y supieron aprovechar la frágil posición deFernando I –ya amenazado por la rebeldía del conde de Urgell– para arrancarle con-cesiones que marcarían la futura historia política del principado. No es chica paradojaque, bajo un monarca castellano y familiarizado con una tradición de gobierno pre-suntamente autoritaria –aunque conviene recordar con J. VICENS VIVES (1956, 52) quesi la dinastía Trastámara tendía al autoritarismo no era por ser castellana sino preci-samente porque era monarquía– se llevasen hasta sus últimas consecuencias el idea-rio pactista defendido por las oligarquías catalanas.

En la proposición del 4 de enero de 1413, Fernando I expuso los dos motivosprincipales por los que había reunido a las Cortes: provehir a alguns dans e injustí-cies les pus urgents y pedir un subsidio, tanto para recuperar parte del patrimonio realalienado como para subvenir al sostenimiento de la guerra de Cerdeña (Cortes de Ca-taluña, XI, 19). Vemos así que, como era habitual, la concesión de la ayuda veníacondicionada a la satisfacción previa de los “daños e injusticias”. Durante los días si-guientes, la asamblea fue escenario de un duro enfrentamiento entre los brazos ecle-siástico y real, por un lado, y el de los barones, por otro, sobre la polémica cuestióndel cuarto brazo que pretendían formar los caballeros3. Más adelante, tuvo lugar laprimera gran ofensiva pactista en el marco de estas Cortes: el 21 de marzo, el arzo-bispo de Tarragona, en nombre de toda la asamblea, presentó al rey 12 greuges ge-nerales sobre las pretendidas injusticias cometidas por los oficiales reales y sobreotras numerosas e importantes cuestiones (Cortes de Cataluña, XI, 132-137); y, des-pués de los generales, vinieron los greuges del brazo eclesiástico, sobre los que vol-veremos inmediatamente, y los de los caballeros y hòmens de paratge; por su parte,los brazos militar y real aplazaron hasta más tarde la presentación de sus agravios(Ibídem, 137-141).

El 21 de junio, en la que se viene considerando como la sesión más importantede esta asamblea ( J. SOBREQUÉS, 1991, 82), el rey se avino a conceder todo lo que losbrazos pidieron como condición previa al otorgamiento del donativo. No podemosahora entrar en el detalle de estas importantes concesiones. Recordemos solamente

2 Véanse dos procesos de estas Cortes (uno del protonotario y uno familiar general) en Cortes de Ca-taluña (vol. XI, 1-304 y vol. XV, 332-402); y el breve análisis de J. SOBREQUÉS CALLICÓ (1991), 79-85.

3 Cortes de Cataluña, XI, 24-111; véase al respecto F. L. PACHECO CABALLERO (2002), 99-138.

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que, entre otras, el rey juró respetar las ordenaciones hechas respecto al funciona-miento de la Diputación del General4. Finalmente, mostrando de forma meridiana laauténtica naturaleza del gobierno paccionado, sólo después de recibir aquella verda-dera cascada de gracias y privilegios, los brazos accedieron a otorgar un donativo de182.500 libras (Cortes de Cataluña, XI, 229-249). El último día de la reunión (31 deagosto de 1413), los brazos pidieron al infante primogénito (futuro rey Alfonso elMagnánimo), que presidía las Cortes en ausencia de Fernando I, la provisión de losgreuges presentados en el mes de marzo, lo que generó un agrio altercado entre losrepresentantes de la Iglesia, de la nobleza y del realengo otra vez a propósito delcuarto brazo (Cortes de Cataluña, XI, 277-280). Por fin, después de aprobar nuevasconstituciones y unos importantes capítulos sobre el seguro de fuga de esclavos, es-tas trascendentales Cortes fueron clausuradas (Cortes de Cataluña, XI, 287-294; R. SA-LICRÚ, 1998)5.

4 En efecto, las Cortes de 1413 también fueron muy importantes para la historia de la Diputación delGeneral de Cataluña. Como es notorio, esta institución, consolidada a mediados de la década de 1360, te-nía unas funciones estrictamente fiscales y financieras: gestionar los donativos otorgados por las Cortes ala monarquía. En el marco de la gran ofensiva pactista de 1413, la Diputación adquirió crecientes compe-tencias políticas desde el momento en que fue erigida en garante y defensora de la observancia del dere-cho general catalán por parte del rey y de sus oficiales. En este mismo sentido, otra novedad relevanteconsistió en desvincular a la institución respecto de las Cortes, que hasta entonces habían nombrado a losmiembros de la diferentes Diputaciones; en adelante, las dos ternas que formaban la planta de la institu-ción - una de diputados residentes en Barcelona y otra de oidores – serían elegidas cada tres años por losdiputados salientes. Nuevas reformas en 1422-1424, 1433 y 1455 acabarían de perfilar – y por muchotiempo - las competencias y la estructura interna de la Diputación del General. Véanse, entre otros, Mª T.FERRER MALLOL (2009) e I. SÁNCHEZ DE MOVELLÁN (2004), 101-138.

5 Las interpretaciones sobre el significado de las Cortes de 1413 se inscriben en el inacabable debatesobre el siglo XV catalán y el papel desempeñado, después del Compromiso de Caspe, por la dinastía cas-tellana de los Trastámara. En este sentido, todavía seguimos navegando con dificultades entre dos fuertescorrientes historiográficas: por un lado, la de quienes consideran que una monarquía “modernizadora”,apoyada por los campesinos remensas y el movimiento popular de la Busca barcelonesa, tuvo que en-frentarse a los viejos e inoperantes reductos feudales de la Diputación del General, defensora de los inte-reses egoístas de la nobleza, de la Iglesia y del patriciado urbano; y, por otro lado, las de quienes ven enel compromiso de Caspe y en la entronización de los Trastámara el origen de todos los males de Cataluña;así, desde el punto de vista de la historiografía nacionalista, el siglo XV no sería otra cosa que la encarni-zada lucha de la Diputación por defender las “libertades catalanas” contra una monarquía autoritaria. Porlo que se refiere concretamente a las Cortes de 1413, J. VICENS VIVES (1956, 98-102) no ocultaba su admi-ración hacia el modelo político consolidado en esta asamblea, una de las más fructíferas para el pactismocatalán puesto que fue entonces – decía Vicens - cuando se dio el paso entre un sistema medieval de fue-ros y un sistema constitucional a la moderna; en este sentido, el autor no dudaba en afirmar que frasescomo privilegi atorgat tollent ley paccionada de dret, no val o privilegi atorgat contra ben públich és nul·le– pronunciadas en las Cortes de 1413 – no se escucharían en Inglaterra hasta el siglo XVII y en Franciahasta una centuria más tarde. En las antípodas de esta visión de las cosas, y radicalizando al extremo lasconsideraciones favorables a la monarquía de R. D’ABADAL (1972), dice J. SOBREQUÉS (1991, 79 y 85) que enaquellas Cortes se reveló la particular forma de hacer política de las clases dirigentes de Cataluña en susrelaciones con la Corona. Así, en la asamblea de 1413 se pusieron de manifiesto (traduzco del catalán) “to-dos los vicios de la intrasigencia, la agresividad, frecuentemente gratuita, el egoísmo, la insolidaridad y laestupidez política que caracterizaban a la mayor parte de los estamentos privilegiados del país”; de estamanera, “la monarquía, que tenía una visión mucho más generosa y progresista del país..., fue humilladade una forma absolutamente gratuita e innecesaria”. Y concluye un tanto desaforadamente que las Cortesde 1413 “no pueden ser consideradas como un hito especialmente glorioso de nuestro pasado colectivo”.

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2. LOS “GREUGES” DEL BRAZO ECLESIÁSTICO

a) La presentación de los “greuges”

Hemos visto que, en la sesión del 21 de marzo, el arzobispo de Tarragona, ennombre de las Cortes, presentó 12 greuges generales6; y seguidamente hizo lo propiocon los correspondientes al brazo eclesiástico –gravamina communia brachii eccle-siastici–, que se referían casi en su totalidad a las pretendidas invasiones de la juris-dicción eclesiástica por parte de oficiales reales, nobles y municipios7. Nos interesasobre todo el greuge que figura significativamente en el primer lugar de la lista. Enél, los eclesiásticos se quejaban de que, a pesar de las inmunidades, privilegios y fran-quicias de que gozaban, y sin tener en cuenta que sus hombres estaban exentos dequestia, talla, força, tolta y de cualquier exacción similar, los monarcas Juan I (1387-1395) y Martín el Humano (1395-1410) habían hecho demandas per força a los vasa-llos de la Iglesia para coronaciones, caballerías y matrimonios, infringiendo de estamanera las libertades del brazo eclesiástico8.

Antes de pasar adelante, quizás valga la pena enmarcar estas quejas de los ecle-siásticos de Cataluña en su preciso contexto fiscal. Es de sobra sabido que, dada laparticular configuración del poder real en los países de la Corona de Aragón, los máso menos cuantiosos donativos ofrecidos por las Cortes, siempre para la defensa delprincipado, escapaban al control del monarca y de sus oficiales para ser gestionadospor comisiones emanadas de la propia asamblea, comisiones que cristalizarían en laDiputación del General a principios de la década de 1360. Para cubrir otras necesi-dades, tanto Pedro el Ceremonioso como sus sucesores Juan I y Martín el Humanono cesaron de hacer demandas a sus súbditos fuera del marco de las Cortes. Era comosi, apartada del control de los grandes donativos otorgados por las asambleas, la mo-narquía intentase construir un “nuevo” ámbito fiscal por su propia autoridad y res-guardado de la influencia de las Cortes. Estas iniciativas fiscales se reflejaron, porejemplo, en las frecuentes movilizaciones generales implícitas en el usatge “Princepsnamque”, con el fin prioritario de obtener sustanciosos rescates de este servicio mili-tar (M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ, 2005b); en las peticiones de subsidios para coronaciones ymatrimonios, no sólo a las ciudades y villas de realengo sino también a los estable-cimientos eclesiásticos; e incluso parece legítimo pensar que la diligente actuación dela justicia real y de los oficiales de la tesorería real en las inusitadamente frecuentesremisiones de penas, en las concesiones de salvoconductos y en las autorizaciones alos municipios para percibir imposicions, todo ello a cambio de importantes sumas,no tuviese otro objetivo que el de obtener recursos suplementarios para la voraz ha-cienda regia (F. SABATÉ, 1999). Por otra parte, esta ofensiva fiscal de la monarquía,desde principios de los años 1370, coincidió con los importantes donativos concedi-

6 Sobre la importancia de los greuges en el marco de las Cortes catalanas, sobre todo durante el sigloXVI, véanse los trabajos de O. OLEART (1991, 1993 y 1999).

7 El original de los 11 gravamina communia en ACA, C, Processos de greuges, braç eclesiàstic 1413, cua-derno de 15 folios numerados a lápiz; existe una copia de este documento en otro cuaderno del mismolegajo donde se omite el proemio.

8 Más en concreto, el greuge aludía a las demandas para la coronación del rey Martín en 1399, para sumatrimonio con Margarita de Prades, para los matrimonios de sus hijas y hermanas así como para la ca-ballería de Martín el Joven, rey de Sicilia (véase el documento nº 1 del Apéndice).

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dos por las Cortes – y, por tanto, también por el brazo eclesiástico – para defenderCataluña de las amenazas de las compañías mercenarias y para preparar una nuevaexpedición a la isla de Cerdeña9.

Por tanto, no debe extrañar que los tres brazos protestasen ante esta inusitada es-calada fiscal de la monarquía. Así, en las Cortes de 1379-1380, los estamentos ecle-siástico y real pidieron a Pedro el Ceremonioso que cesase de exigir subsidios al mar-gen de la asamblea y que cancelase, en consecuencia, las demandas que yaempezaban a hacerse para el segundo matrimonio del futuro Juan I con Violante deBar. Los brazos querían evitar a toda costa verse sometidos a una presión fiscal su-plementaria a la que ya experimentaban como resultado de los donativos concedidosen la asamblea; lo decían con expresiva claridad: com la terra sia ja molt carregadae sia empatxada de pagar ço que en la present Cort vos atorguen e no deje ésser ana-dida afflicció sobre altre afllicció... (M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ – P. ORTI, 1997, 555). Perola monarquía hizo caso omiso a estas peticiones y, desde comienzos de la década de1380, llovieron las demandas de coronatges y maridatges sobre la Iglesia y las villasde realengo: coronación de Sibila de Fortià, última esposa de Pedro el Ceremonioso(1381); matrimonio de la infanta Juana, hija de Juan I, con Mateo de Foix (1392) y desu hermanastra la infanta Violante con Luis II d’Anjou (las peticiones comenzaron en1392, fecha de la promesa del matrimonio, aunque éste no se celebró hasta 1400); co-ronación de Martín el Humano y María de Luna (1399); matrimonio de Martín el Jo-ven, rey de Sicilia, con Blanca de Navarra (1402), de Isabel, hija del Ceremonioso, conJaime de Urgell (1407) y segundo matrimonio del rey Martín con Margarita de Prades(1409)10. De esta manera, la inquietud por lo pretendidamente infundado y la escasalegitimidad de estas peticiones dieron como resultado la presentación, en marzo de1413, del greuge del brazo eclesiástico.

Y, siguiendo de nuevo el hilo de los acontecimientos, casi dos meses después, el15 de mayo, Fernando I juró proveer los greuges de la Iglesia en el plazo de uno odos años, dependiendo de la naturaleza de los mismos; y prometió cancelar todo tipode demandas hasta que, una vez oídas las partes –el procurador fiscal de la corte ylos representantes del brazo eclesiástico–, se hubiese pronunciado sentencia sobre eldret de propietat de aquellas demandas11. Sin embargo, las Cortes de Barcelona fue-ron licenciadas, como vimos, el último día de agosto sin haberse resuelto todos losgreuges, entre ellos, el que se refería a las demandas para coronaciones y matrimo-nios. Meses más tarde, a mediados de diciembre y en plena guerra contra el condede Urgell, el monarca reiteraba desde Lérida su promesa del 15 de mayo y daba unplazo para que cada establecimiento eclesiástico presentase y fundase sus razonescontra el derecho de la Corona a pedir subsidios por aquellos motivos12. También lamonarquía se apresuró a buscar las pruebas en que apoyar sus pretensiones: a fina-les de diciembre de 1413, Fernando I encargaba a Leonardo de Sos (lugarteniente del

9 Véanse los importantes donativos otorgados en las Cortes de 1371, 1373, 1375, 1376, 1378, 1379-1380y 1384 en M. SÁNCHEZ-MARTÍNEZ – P. ORTI GOST (1997), 423-581.

10 Agradezco estos datos a Esther Redondo García, que elabora una tesis doctoral sobre este tipo de de-mandas en los siglos XIV y XV.

11 Constitucions de Catalunya, incunable de 1495 (1988), 588-591 y Constitutions y altres drets (libroprimero de las pragmáticas) (1704), 51-53.

12 Existen abundantes copias de esta carta en los diferentes cuadernos contenidos en el legajo ACA, C,Processos de greuges 1413, braç eclesiàstic, per demandes coronació I.

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Maestro Racional) y a Diego García, tenens claves del archivo real, que enviasen a lacorte, lo más rápidamente posible (per correu cuytat), documentación relativa al de-recho de los reyes de Aragón a obtener de la Iglesia y de sus vasallos subsidios paracoronaciones y matrimonios13. El resultado de esta pesquisa quedó reflejado en losdos Memoriales que serán objeto de análisis más adelante.

b) De Barcelona (1413) a Sant Cugat (1419): la larga resolución del “greuge” so-bre la licitud de las demandas para coronaciones y matrimonios

El pleito sobre el greuge presentado por el brazo eclesiástico prosiguió durante elaño 1414 y gran parte de 141514. Como el relato pormenorizado de sus incidenciasprocesales nos llevaría lejos del objetivo que persiguen estas páginas, bastará con alu-dir a algunos de sus principales hitos.

Acabamos de ver que, a finales de 1413, el rey encomendó a Diego García la ta-rea de buscar en el archivo real (especialmente, en los registros de Cancillería) docu-mentos que mostrasen algunas peticiones de subsidios a la Iglesia y a sus vasallos15.Y,en la misma fecha, Fernando I también encargó a Jaume Lendrich, del oficio del Maes-

13 El rey pedía a Sos y García el envío de tots actes e anentaments e altres scriptures faents per nós enfavor dels drets de la coronació nostra e de la possesió en què som e nostres predecessors són estats contralos de la condició o estament de la Sgleya o de vassalls de aquella, axí aquells o aquelles qui són o·s porantrobar en los libres de vostre offici con les qui·s trobaran en lo nostre archiu, al tinent de les claus deaquell per semblant manera vos escrivim (...). Con la misma fecha, el rey enviaba a Jaume Lendrich, deloficio del Maestro Racional, y de nuevo al archivero Diego García otras dos cartas donde les solicitaba elenvío de documentación referente a las peticiones hechas a los eclesiásticos para su propiacoronación (ACA, C, reg. 2404, ff. lv.-2r.; citado por C. LÓPEZ RODRÍGUEZ, 2003, p. 44, aunque corrigiendoreg. 2401 por reg. 2404).

14 El material documental relativo a los greuges presentados por el brazo eclesiástico en las Cortes de1413 se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón en tres gruesos legajos. Aunque pendientetodavía de un análisis detenido, parece que el contenido de uno de esos legajos se refiere a los greugesgenerales (ACA, C, Processos de greuges, braç eclesiàstic 1413) mientras los otros dos guardanla documentación concerniente más en concreto al agravio sobre las demandas por coronaciones ymatrimonios: ACA, C, Processos de greuges, braç eclesiàstic 1413, per demandes coronació I y II. Cadauno de esos legajos incluyen, en cuadernos específicos, los greuges y las alegaciones presentadas en el pleitopor todos los obispos de Cataluña, por los abades de los principales cenobios y por los representantes delas dos grandes divisiones administrativas de la orden de San Juan en Cataluña: la Castellanía de Ampostay el Priorato de Cataluña. No hace falta subrayar hasta qué punto todo este material documental es impor-tante para ilustrar las relaciones (especialmente en materia fiscal) de la monarquía con la Iglesia de Cata-luña. Así, desde el punto de vista del derecho a imponer, son de extraordinario interés tanto las razonesaducidas por cada una de las partes como la naturaleza de la documentación aportada para justificarlas. Cre-emos, por tanto, que el pleito desarrollado en 1414-1415 sería merecedor de un estudio en profundidad.

15 Es probable que Diego García estuviese al frente del archivo real ya en el año 1412 o 1413, aunqueel nombramiento oficial como tenens claves archivii no lo recibió hasta agosto de 1419; murió en 1440,después de haber estado al servicio de cinco reyes de Aragón; sobre su trayectoria vital y profesional, vé-anse J. RUBIÓ BALAGUER (1968) y C. LÓPEZ RODRÍGUEZ (2003). Es notoria la extraordinaria labor ejercida poréste y otros archiveros de la época como suministradores de la información que los monarcas necesitabanpara tomar decisiones o, como en nuestro caso, para apoyar sus pretensiones en determinados conflictos.Como recuerda J. Riera, tanto Diego García como su hijo Jaume García confeccionaron índices onomásti-cos sobre los memoriales de sus antecesores, elaboraron un elevado número de memoriales temáticos so-bre los más diversos asuntos y revisaron hoja por hoja una ingente cantidad de registros (J. RIERA, 1999,15). Como ejemplo del valor de los memoriales en la política patrimonial de la monarquía, véase el trabajode Mª T. FERRER MALLOL (2004). Por tanto, también desde esta perspectiva, el pleito sobre los greuges delbrazo eclesiástico en 1414-1415 proporciona relevantes noticias sobre la función del archivo real y el tra-bajo de sus archiveros.

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tro Racional, la misión de buscar en la que podríamos llamar “memoria financiera” delEstado –libros de cuentas de recaudadores, registros de albaranes, libros de tesorería,etc.– datos y cifras que mostrasen de forma palmaria que algunas de aquellas deman-das de la Corona a los eclesiásticos fueron efectivamente pagadas. Diego García em-pezó a realizar su trabajo en Barcelona pero, dada la envergadura de la tarea enco-mendada, debía avanzar con lentitud. De hecho, el procurador fiscal, presente con elrey en Zaragoza, confesaba a mediados de febrero de 1414 no disponer todavía de laspruebas que esperaba de Barcelona, por lo que solicitaba un nuevo plazo para pre-sentarlas; el procurador del brazo eclesiástico, por su parte, se apresuró a acusarle decontumacia por esta demora. En esta tesitura, el rey debió pedir al archivero algunosdocumentos (actes, qüerns e scriptures) que le permitiesen salir del paso y continuarel pleito. Y efectivamente a Zaragoza llegaron aquellos documentos, pero no servíanpara dar fe en el pleito puesto que no venian autenticados, razón por la que fuerondevueltos a Barcelona16. Finalmente, a finales de abril y principios de mayo de 1414–es decir, ocho meses después de la clausura de las Cortes–, la investigación habíaconcluido y Berenguer de Montagut, veguer de Barcelona, puso el signo de autoridaden los dos Memoriales autenticados por Diego García y Jaume Lendrich. Llegados a supoder estos importantes documentos probatorios, el procurador fiscal estuvo en con-diciones de responder (probablemente el primero de junio) al primer greuge general–el que aquí nos interesa– presentado por el brazo eclesiástico. A tal efecto, desgranóun conjunto de razones que merecen un breve comentario17.

Como en casi todas partes, el principal argumento de fuerza esgrimido por el fis-cal fue “el peso acumulativo de la tradición” (E.A.R. BROWN, 1992, 35). En efecto, losmonarcas de Aragón - de tanta antiquitate quod hominum memoria contrarium nonexistit - habían acostumbrado a pedir subsidios y hacer demandas a los eclesiásticosy a los hombres de su jurisdicción por seis motivos fundamentales: coronaciones dereyes y reinas, caballería del primogénito, matrimonio del monarca y de sus hijas, gue-rras (en defensa del reino, contra los musulmanes o como ejecución de justicia con-tra vasallos rebeldes), embajadas a la curia pontificia y, por fin, para subvenir al so-berano y a la cosa pública en caso de necesidad18. Para probarlo, el procurador fiscal

16 La carta donde el rey anunciaba la devolución de las escrituras (Zaragoza, 20 de abril de 1414) fuepublicada por C. LÓPEZ RODRÍGUEZ (2003), 46. Según una hoja suelta contenida en Processos de greuges, braçeclesiàstic 1413, Pere Ram y Leonardo de Sos fueron avisados de que la documentación que quería el reypara presentarla en el pleito debía ir roborada de clausura de dos notarios testimonios e interposar en aque-llas el decreto e auctoridad del veguer o jutge ordinario del lugar e signar con el signo del notario qui losditos registros tiene, segund es la costumbre, de guisa que, produzidas en judicio, pueda fazer fe. Veremosdespués como estos requisitos se cumplían en los Memoriales confeccionados por García y Lendrich. Agra-dezco a Jaume Riera sus comentarios para interpretar plausiblemente el desarrollo de la secuencia esbo-zada más arriba.

17 ACA, C, Processos de greuges, braç eclesiàstic 1413, cuaderno sin numerar, f. 28r.; véase el documento2 del Apéndice.

18 Es sabido que, desde finales del siglo XII y a lo largo de la siguiente centuria, una potente corrientede reflexión teológica había esbozado los principios que legitimaban algunas iniciativas fiscales de losmonarcas. Conocemos también el destacado papel que desempeñó en esas reflexiones la figura de Ramónde Penyafort (m. 1275), al enumerar, entre otras consideraciones, las causas justas por las que unsoberano podía pedir una ayuda moderada a sus súbditos. En el caso que aquí nos ocupa, las demandascuya legitimidad reivindicaba el procurador fiscal pertenecían a una categoría muy difundida en todo elOccidente europeo: las llamadas ayudas feudales (feudal aids) en los cuatro o cinco casos (coronación delrey, caballería del primogénito, matrimonio de las hijas, etc.), aunque Brown prefiere llamarlas ayudas

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se apoyó en los dos gruesos Memoriales preparados por García y Lendrich, donde sepodría observar con meridiana claridad que, desde muy antiguo, los monarcas ara-goneses habían usado –qui usus valuit de iure– hacer ese tipo de demandas, de lasque no estaban exentos –de iure expresso canonico– los vasallos de la Iglesia. Es ver-dad que la parte contraria aseguraba que los eclesiásticos habían recibido de los re-yes privilegios, inmunidades y franquicias, según las cuales, sus hombres no debíanpagar questias, tallas, toltas ni otro tipo de servicio semejante. Pero el procurador fis-cal argumentó en contra, distinguiendo cuidadosamente dos esferas fiscales de natu-raleza diferente: por un lado, las cargas ordinarias (como, por ejemplo, las questiasanuales), de las que los vasallos de la Iglesia eran efectivamente francos; y, por otrolado, las exacciones extraordinarias (en el texto del procurador se las llama specia-les), como las demandas por coronaciones, matrimonios o para la defensa del reino,que no se mencionaban expresamente en las franquicias y privilegios reales aducidospor el brazo eclesiástico. Y no se mencionaban, concluía el procurador fiscal, sim-plemente porque eran de otra naturaleza –sunt alterius iure– y competían en exclu-siva a la prerrogativa de la dignidad regia19.

Naturalmente, el procurador del brazo eclesiástico no le fue a la zaga al fiscal enla presentación de pruebas favorables a su causa. Así, durante la segunda mitad delaño 1414, además de rechazar la validez probatoria de casi todos los documentosaducidos por el procurador fiscal y contenidos en los Memoriales, exhibió numero-sos privilegios y cartas de franquicias favorables al brazo eclesiástico procedentes

consuetudinarias o tradicionales (customary aids) desde el momento en que afectaban a todos los súbdi-tos y su exigencia no estaba vinculada a las relaciones feudovasalláticas (E.A R. BROWN, 1992, 2-7). Quizásvalga la pena recordar que Guillaume de Rennes, glosador de Penyafort, dio un balón de oxígeno a losmonarcas deseosos de ver legitimadas sus demandas cuando afirmaba que aquellas ayudas no sólobeneficiaban al rey sino que repercutían en el bienestar de toda la comunidad. Así por ejemplo, al casar asus hijas, los soberanos ganaban amigos y aliados para sí mismos y para sus súbditos, de la misma maneraque, al armar caballero al primogénito, éste crecía en poder y aumentaba su capacidad para defender elterritorio (BROWN, 1992, 36-79). Puesto que la bibliografía sobre estas cuestiones es bastantecopiosa, me limitaré a citar dos trabajos donde el lector podrá encontrar las referencias adecuadas: E. ISEN-MANN (1996) y L. SCORDIA (2005).

19 Quienes habían preparado los argumentos del procurador fiscal se hacían eco de la vieja distin-ción entre munera ordinaria y munera extraordinaria. Recordemos que, en sus comentarios a las de-cretales de Gregorio IX (precisamente a De inmunitate ecclesiarum), Sinibaldo Fieschi, futuro papa Ino-cencio IV, analizaba las cargas fiscales según tres parámetros: la permanencia del impuesto (ordinario oextraordinario), su utilización (sordida munera y honesta munera) y su incidencia sobre los bienes in-muebles o sobre las personas. Más adelante, en el marco de los debates quodlibéticos que tuvieron lu-gar en París a finales del siglo XIII, concretamente en 1286, Ricardo de Mediavilla reflexionó detallada-mentee sobre aquellos tres parámetros en lo concerniente a la fiscalidad sobre los eclesiásticos. Así, porlo que respecta a nuestro caso concreto, Mediavilla distinguía entre las cargas ordinarias –que certam etregularem habent praestationem– y las extraordinarias, quae regulariter non praestantur sed repentineut si princeps maritet filiam suam et aliqua exigat a subiectis. A su vez, los munera extraordinaria po-dían ser de dos tipos: aquellos que repercutían exclusivamente en la utilidad del soberano (matrimoniode la hija o caballería del hijo) y los que derivaban de la piedad y afectaban a la utilidad común, comola construcción o reparación de puentes y caminos, el negotium fidei o la defensa del reino. Por lo querespecta a las demandas del primer tipo, y siempre según Mediavilla, los eclesiásticos no estaban obli-gados a satisfacerlas nisi forte quando sub certo pacto tali datae sint eis, ut cum princeps coronatur velmaritat filiam suam vel facit primogenitum suum militem... (R. DE MEDIAVILLA, 1591, 79-80). Sobre el quo-dlibet de 1286, véase L. SCORDIA (2005, 78-79, 103-121 y 133-135) y el artículo de la misma autora con-tenido en este volumen. Y, para el caso de la Corona de Aragón, los trabajos de T. de MONTAGUT (1998,1999 y 2004).

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también del Archivo Real y autenticadas, en consecuencia, por Diego García20. Por fin,en enero y febrero de 1415, tanto Arnau Maler, representante del brazo eclesiástico,como Domingo Sanç, procurador fiscal, elevaron las que podríamos llamar conclu-siones definitivas, en cuyo detalle no entraremos por el momento21.

A pesar de que, según vimos más arriba, a mediados de mayo de 1415 acababael plazo de dos años dado por el rey para concluir la causa, el pleito siguió su cursomás allá de esa fecha y todo da a entender que siguió abierto hasta las Cortes deSant Cugat de 141922. En efecto, fue durante la celebración de esta nueva asamblea,ya en tiempos de Alfonso el Magnánimo, cuando se firmó un acuerdo que puso finmomentáneamente a una causa iniciada seis años antes. Así, por la llamada Trans-acción de San Cugat, acordada en la sesión del 20 de octubre de 1419, los vasallosde la Iglesia quedaron obligados a contribuir en las coronaciones de reyes y reinasasí como en los matrimonios de hijas habidas en legítimo matrimonio; en cambio,no se les harían demandas para sufragar la nova cavalleria de reyes y primogénitoso para costear viajes y embajadas enviadas a la curia pontificia. También se acorda-ron las cantidades que se debían pagar en aquellos casos: por cada coronación derey o reina, 5 s. 6 d. por fuego (y el doble, 11 s., si era por el coronatge de ambos)y por cada matrimonio de hijas legítimas, 8 s. por fuego23. Ello no fue obstáculo, sinembargo, para que, en 1450, Alfonso el Magnánimo hiciese demandas para los ma-trimonios de dos hijas ilegítimas, en clara infracción de lo pactado en Sant Cugat tresdécadas antes. Y aunque el hecho provocó encendidas protestas en el Camp de Ta-rragona y quienes debían contribuir lograron al cabo una sensible reducción de loque les correspondía pagar según la Transacción, el objetivo de la monarquía se ha-bía cumplido: afirmar su voluntad a pedir un subsidio a los vasallos de la Iglesia,aunque ello fuese en contra de unos acuerdos tomados en Cortes (J. MORELLÓ, 2001,237-239).

II. LOS MEMORIALES DE 1414: UNA GUIA PARA EL ESTUDIO DE LA FISCALIDAD REGIA SOBRE LA IGLESIA

Como tantas veces he repetido, el resultado de las pesquisas llevadas a cabo enel Archivo Real de Barcelona, por orden del rey y con el fin de apoyar los argumen-tos del procurador fiscal, quedó reflejado en dos Memoriales24.

20 En concreto, el archivero García autenticó 23 documentos, procedentes en su mayoría de la serie deregistros Graciarum, acatando una orden real del 22 de octubre de 1414 (ACA, C, Processos de greuges1414, braç eclesiàstic, per demandes de coronació I, primer cuaderno).

21 Ibídem, primer cuaderno. Se trata de un material de extraordinario interés para conocer, todavía conmayor precisión, la naturaleza de los argumentos esgrimidos por ambas partes en el pleito.

22 Así se dice en la propia introducción al pacto de 1419 que veremos seguidamente: per donar fi alpleyt e qüestió que ara és pendent devallant dels dits greuges.

23 El texto de la Transacción en Cortes de Cataluña (XI, 163-171), en Constitucions de Catalunya, in-cunable de 1495 (1988, 585-594); y en Constitutions y altres drets de Cathalunya (1704, 198-202); véase uncomentario de este pacto en J. MORELLÓ (2001), 233-235.

24 Reunidos posteriormente en un solo volumen y numerados sus folios de manera correlativa; volve-mos a recordar la signatura: ACA, C, Memoriales 71/1 y 71/2.

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1. SU CONTENIDO

El primero de los Memoriales contiene 133 documentos copiados de los registrosde la cancillería real, que abarcan desde 1249 – mediado el reinado de Jaime I – hastaprincipios de marzo de 1386, cuando faltaba poco menos de un año para la muertede Pedro el Ceremonioso. La documentación copiada se presenta casi en todos los ca-sos de la misma manera: precedida o no de un titulillo (por ejemplo, rex Iacobus pri-mus subsidium pro cenis a preposito Terrachone petitum ex consuetudine, f. 1r.; o sub-sidium pro nuntiis mittendis ad curiam romanam, f. 61r.), aparece la copia deldocumento seguida de la autenticación de Diego García, donde el archivero suele ano-tar además de qué serie de registros había sido sacada la copia: Subsidiorum, De-mandarum o Sigilli secreti25. Como hemos apuntado más arriba, al final del Memorialaparecen las firmas de dos testigos –los notarios barceloneses Berenguer Alamany yBartolomeu Guamir– seguidas por la de Berenguer de Montagut, veguer de Barcelona.

En el segundo Memorial, mucho más breve que el anterior, se recogen algunosfragmentos de libros de cuentas y de otro material de parecida índole, procedentesdel archivo del Maestro Racional y referentes a 13 demandas realizadas por los másdiversos motivos26. La primera pieza documental, en orden cronológico, contiene da-tos de la subvenció en lo concili de Tarragona al rey en Jaume per la guerra de Gra-nada (1309) y la última proporciona algunas cantidades de los subsidios obtenidospara la coronación de Martín el Humano (1399)27. Tras la firma de dos testigos, eneste caso, el mismo Diego García como escribano real y el notario Joan Bagès, y dela firma del veguer, el 3 de mayo de 1414 puso su signo el notario Jaume Lendrich,de la oficina del Maestro Racional, quien había ordenado hacer los traslados a librisseu compotis...reconditis in arxivo dicti Rationalis Barchinone28.

Aunque, como es natural, su objetivo fuese muy distinto al de allanar el caminoa los investigadores del futuro, gracias a la diligente labor de Diego García y de JaumeLendrich, disponemos de una excelente muestra de algunas de las demandas hechaspor los monarcas de la Corona de Aragón al clero catalán y a sus vasallos en el sigloy medio que transcurre entre 1249 y 1399. En efecto, los dos Memoriales de 1414 nospermiten, de entrada, observar la frecuencia, los motivos, el carácter (petición de di-nero o de hombres), la forma (en concilio o de manera particular) y, en ocasiones,también la cuantía de las contribuciones de los eclesiásticos a las arcas de la Corona;y, por tanto, constituyen una excelente guía inicial para profundizar con más detalleen el análisis de esas y otras cuestiones.

Ahora bien, inmediatamente nos damos cuenta de que la recopilación de docu-mentos de la cancillería real llevada a cabo por Diego García distó mucho de ser ex-

25 Véanse como ejemplos los documentos 4, 5 y 6 del Apéndice.26 Sobre la magistratura y las funciones del Maestro Racional, véase el trabajo clásico de T. DE MONTA-

GUT (1987).27 Véanse como ejemplos los documentos 7 y 8 del Apéndice.28 Al final del Memorial, se incluyen las sumas de las cantidades pagadas por algunos establecimientos

eclesiásticos de Cataluña –según los fragmentos de las cuentas contenidas en el mismo volumen– para lascoronaciones de Pedro el Ceremonioso y de Martín el Humano, y para los matrimonios de las hijas deJaime II y de las infantas Juana de Empúries y Juana de Foix. Por fin, cierran el Memorial la suma de to-dos los fuegos de Iglesia de Cataluña, según el fogatjament de 1378, y una relación de los lugares de ju-risdicción eclesiástica que pagaron en el subsidio para la coronación del rey Martín. Sobre el recuento defuegos de 1378 véase E. REDONDO GARCÍA (2002).

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haustiva. En primer lugar, porque habría sido materialmente imposible entresacar detodos y cada uno de los millares de registros conservados las noticias referentes a to-dos los subsidios solicitados a los eclesiásticos. Por tanto, el archivero fue a tiro he-cho (valga la expresión) y, como debería hacer en la actualidad cualquier aplicado in-vestigador del tema, acudió a aquellos registros donde sabía con certeza queaparecerían las noticias y datos que buscaba: los pertenecientes a las series Subsidio-rum y Demandarum, donde se contienen las demandas a los lugares de realengo, alas aljamas de judíos y musulmanes y a los establecimientos eclesiásticos, tanto de Ca-taluña como de los reinos de Aragón y Valencia. Pero, en segundo lugar, tampoco fueexhaustiva la mirada de Diego García sobre esas series de registros; de hecho, nosconsta que hubo muchas más demandas de subsidios a la Iglesia de las que se con-tienen en el primero de los Memoriales. La particular selección que hizo el archiveronos pone en relación directa con el objetivo primordial de la pesquisa ordenada porel rey para servir de apoyo al procurador fiscal en el proceso de greuges. Y es no setrataba tanto de cantidad como de calidad: el procurador deseaba disponer de unamuestra selecta, pero lo más representativa posible, de las diversas causas (guerras,envíos de embajadas al papa, coronaciones, matrimonios, etc.) invocadas por los mo-narcas para hacer demandas a los eclesiásticos. En suma, exhibidos unos preceden-tes que se remontaban a mediados del siglo XIII, el fiscal pretendía invalidar el prin-cipal argumento esgrimido por el brazo eclesiástico en su greuge: las pruebaspresentadas demostraban no sólo que los soberanos habían pedido subsidios en losdiversos casos legitimados por la tradición (Memorial 1) sino que, en numerosas oca-siones, los vasallos de la Iglesia los habían pagado efectivamente, como lo demos-traban algunos libros de cuentas conservados en el archivo del Maestro Racional (Me-morial 2).

2. SIGLO Y MEDIO DE SUBSIDIOS ECLESIÁSTICOS

Como puede comprenderse con facilidad, tirando del hilo de cada una de las 146piezas documentales contenidas en los dos Memoriales, podría llevarse a cabo un ri-guroso estudio de las relaciones fiscales entre la monarquía y la Iglesia de Cataluñaen los siglos XIII y XIV. Por el momento, nuestro objetivo, mucho menos ambicioso,consiste sólo en poner de manifiesto la cantidad y la calidad de los datos suministra-dos por estas ricas fuentes, sin ir más allá ni utilizar otro material documental que supropio contenido29. Aunque en ambos Memoriales la documentación aparece orde-nada cronológicamente, por nuestra parte y en aras de una mayor claridad, hemosagrupado las cartas y las cuentas utilizando como guía las mismas causas aducidaspor el procurador fiscal para justificar la legitimidad de las demandas regias30. Desdeeste punto de vista, es posible distinguir dos grandes etapas.

29 Por lo mismo, también hemos optado por no citar, salvo muy escasas excepciones, la copiosa bi-bliografía existente para contextualizar cada una de las demandas a lo largo de 150 años de historia de laCorona de Aragón.

30 Véase en la pieza 3 del Apéndice una sencilla relación donde se expresan los diferentes motivos porlos que se solicitaron subsidios a la Iglesia a lo largo de los ocho reinados contemplados por los compi-ladores de los Memoriales.

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a) Las ayudas en cinco casos (1249-1359)

La primera etapa abarcaría desde 1249 (primera petición contenida en el Memo-rial de Diego García) hasta 1359, en plena guerra de Pedro el Ceremonioso contra Pe-dro el Cruel de Castilla. Podemos observar que, a lo largo de este largo siglo, los sub-sidios fueron pedidos invocando generalmente cinco casos fundamentales (la guerrapor los más diferentes motivos, los viajes y embajadas al papa, las coronaciones dereyes y reinas, los matrimonios de los monarcas y de sus hijas y, por fin, la necessi-tas del soberano), en clara coherencia con los casos legitimados por la reflexión teo-lógica y moral de la época. Como hemos dicho, los veremos siguiendo de cerca larelación de causas expresadas por el procurador fiscal como respuesta al greuge delos eclesiásticos (véase el doc. 2 del Apéndice).

1. La guerra

Destacan en primer lugar las demandas para financiar acciones armadas con cua-tro objetivos diferentes.

* pro defensione regni

De esta naturaleza fueron las ayudas solicitadas para contrarrestar la invasión deCataluña por el rey de Francia en 1285. Así, en abril de ese año, Pedro el Grande so-licitaba a un cierto número de lugares de jurisdicción eclesiástica el envío de hombresen virtud del usatge “Princeps namque”31. Aunque el Memorial no proporciona más do-cumentación sobre esta convocatoria, a finales de mayo de aquel año, el rey se dirigíaa algunos establecimientos eclesiásticos de Cataluña y Valencia solicitándoles una can-tidad en concepto de préstamo con el fin de sostener la guerra contra Francia32.

Para encontrar en los Memoriales otras noticias relativas a los subsidios para ladefensa del territorio hemos de trasladarnos a la segunda mitad de la década de 1350,es decir, a los primeros años de la larga, dura y costosa guerra contra Castilla. Porsendos documentos de finales de 1356, sabemos, por un lado, que la ciudad y elCampo de Tarragona debían pagar al rey 50.000 s. en ayuda de la guerra contra Pe-dro el Cruel; y, por otro lado, que la Castellanía de Amposta había pactado con el reyun subsidio de 63.500 s. jaqueses para el mismo fin33. Más tarde, en mayo de 1358, el

31 Como reza el titulillo: Rex Petrus secundus subsidium pro se defendendo a rege franchorum (ff. 25 r.-v.; puesto que el material documental citado pertenece sin excepción a los Memoriales, sólo citaré la fo-liación, según la numeración moderna en cifras arábigas). Recordemos que, según este usatge, todos loshabitantes de Cataluña, en edad y con capacidad para combatir, deberían acudir en socorro del rey cuandoel principado fuese invadido por un enemigo exterior; sobre las implicaciones fiscales de esta moviliza-ción general, M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (2005b). Véase el documento de referencia en I. VINCKE (1936), 21-22.

32 Rex Petrus secundus subsidium postulatum ab ecclesia pro defensioni regni contra regem francho-rum ratione mutui (ff. 27r.-29r.); cf. I. VINCKE (1936), 22-23. Se indican los nombres de los recaudadoresen cada obispado y las cantidades solicitadas a cada establecimiento eclesiástico.

33 El rey se lamentaba del retraso en el pago del subsidio tarragonés (ff. 138r.-v.); véase al rerpecto J.MORELLÓ (2001), 171. Por otra parte, la ayuda de la castellanía de Amposta (ff. 134r.-135r.) debía ser pa-gada por todos los vasallos de la misma, fuesen cristianos, musulmanes o judíos, ya se llamasen – cogno-minentur - estos últimos Alatzar o de la Cavallería, nombres de dos de las familias judías más prominen-tes de la época.

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Memorial 1 recoge una expresiva carta de Pedro el Ceremonioso dirigida al arzobispode Tarragona, donde le reprochaba su ausencia de la asamblea de Gerona donde elrey pedía – segons que a nós és legut e permés – un subsidio para la guerra (ff. 136r.-v., véase el documento 5 del Apéndice)34.

* pro conquistanda terra et stirpanda gente sarracenorum

Son varias las demandas relacionadas con ambos fines que se contienen en losMemoriales. En primer lugar, para consumar la conquista del reino de Valencia, en unconcilio reunido en Tarragona (marzo de 1249), diversos prelados de la Corona otor-garon a Jaime I la vigésima parte de sus rentas durante una anualidad, prolongandoun idéntico subsidio concedido un año antes en Tortosa35. Más adelante, en la pri-mavera de 1276 y en el marco de la revuelta de los musulmanes del reino de Valen-cia, Jaime I pedía a algunos obispos de Cataluña, Aragón y Valencia que acudiesenal encuentro del monarca en la capital del reino con el mayor número de hombresque pudiesen movilizar36.

La ayuda de los eclesiásticos fue nuevamente requerida en 1309, cuando JaimeII empezaba a encontrar cada vez más dificultades para conquistar la ciudad de Al-mería, en el marco de su campaña contra el reino de Granada. Desde el propio ase-dio de la urbe nazarí, el rey escribía al arzobispo de Zaragoza para que, con todaceleridad, convocase un concilio donde los reunidos pudiesen otorgar un auxilioapropiado37. Sabemos que las deudas acumuladas a causa de la costosa –y frustrada,al cabo– expedición contra Almería gravitaron duraderamente sobre las finanzas dela Corona (V. BAYDAL, 2009). Quizás no fue otro el motivo por el que Jaime II soli-citó un nuevo subsidio a los eclesiásticos reunidos en la villa de Horta [de SantJoan], en el verano de 1313. A pesar de la cargas que pesaban sobre la Iglesia dela Corona y que los asistentes al concilio se encargaron de subrayar –la décima quedebían pagar ese año y la crecida ayuda con que sirvieron al monarca en el pasado,sin excluir la adversidad de los tiempos (temporis sterilitatem)– la respuesta fue fa-

34 Por otro documento (ff. 137r.-v.), sabemos que la ciudad y el Campo de Tarragona contribuyeron enel donativo otorgado por el brazo eclesiástico en 1358 y que se percibiría mediante un fogatge a razón de24 s. por fuego; véase J. MORELLÓ (2001, 172-173). Y sobre el recuento de fuegos para percibir este dona-tivo, véase J. Mª PONS GURI (1964).

35 Los eclesiásticos otorgaron la ayuda attendentes quod vos, Iacobus..., zelum fidei catholice habentespro occulis ad expulsionem sarracenorum de regno Valencie, attenta sollicitudine laboratis vestram etiamnecessitatem et utilitatem nostram propriam in parte huius reputantes (ff. 7r.-v.). La concesión se hacía conla voluntad y el consenso del pontífice.

36 Rex Iacobus primus pro defensione regni Valentie contra sarracenos implorat subsidium a prelatis Ca-thalonie personalem cum militibus (f. 6r.).

37 Subsidium pro guerra fienda regi Granate (ff. 46r.-48v.); cf. I. VINCKE (1936), 95-97. Parecía pertinentepedir una ayuda a los eclesiásticos quibus specialiter competit premissam sectam Mahometicam, nomen do-mini salvatoris nostri Ihesus quod supra omne nomen describitur insaniter blasfemantem, in totis viribusinsequi et injurias quas Deo et suo populo inferre indesinenter sacagit vendicare. Efectivamente, el conci-lio se celebró en Tarragona y el subsidio fue concedido como lo muestran algunas partidas de ingresos sa-cadas de los libros de cuentas del tesorero Pere March que se copian en el Memorial 2 (ff. 160v.-161v.). So-bre esta expedición, véase el reciente trabajo de V. BAYDAL (2009). Es sabido que, entre 1329 y 1334, Alfonsoel Benigno renovó este proyecto de cruzada contra el reino de Granada; y, aunque nos consta que el mo-narca solicitó ayudas particulares a los eclesiásticos durante esos años, nada de ello se refleja en los Me-moriales, lo que constituye un buen ejemplo de la forma selectiva con que procedieron sus compiladores.Sobre esta cruzada granadina, véase M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (1974).

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vorable y los prelados ofrecieron un auxilio de 10.000 l. a pagar por mitades en1314 y 131538.

Un cuarto de siglo más tarde, Pedro el Ceremonioso debió hacer frente a las ame-nazas combinadas de granadinos y mariníes en el contexto de la llamada guerra delEstrecho. El Memorial 2 da cuenta de un nuevo concilio celebrado en Tarragona en1339, donde los eclesiásticos ofrecieron un donativo de 12.000 l.; se recogen allí al-gunos ingresos procedentes principalmente de los libros de tesorería de Ramon deBoil y de Jaume Roig39. Las siguientes peticiones de ayuda para combatir a los mu-sulmanes en la década de 1340 fueron dirigidas al castellán de Amposta y a los co-mendadores y vasallos de la orden del Hospital. Así, en noviembre de 1341, un con-sejero real era enviado a 41 universidades y lugares pertenecientes a la orden paranegociar una ayuda destinada a pagar las armadas que se preparaban en Barcelonay Valencia contra los mariníes (ff. 128r.-v.). En enero de 1344, fue el propio baile ge-neral de Aragón el encargado de pedir un subsidio al castellán por parecido motivo40.Y, por fin, en marzo de 1347, el rey solicitaba un nuevo auxilio a todos los comen-dadores hospitalarios y a los hombres de cada encomienda tam pro deffensione ca-tholice fidei quam totius rei publice nostre (ff. 125r.-126r.).

* pro conquesta

La única documentación que se contiene en los Memoriales alusiva expresamentea una expedición de conquista se refiere a la de Cerdeña en 1322-1323. Así, en el Me-morial 2 se recogen algunas cantidades procedentes de las 10.000 l. otorgadas al in-fante Alfonso, artífice de la conquista, en un nuevo concilio celebrado en Tarragona41.

* pro executionibus iustitiae faciendis contra vassallos et inobedientes [regi]

En primer lugar, podemos agrupar bajo este concepto algunos subsidios pedidosa los eclesiásticos por Jaime I, Pedro el Grande y Alfonso el Liberal en el contexto delos conflictos entre la nobleza y la monarquía que tuvieron lugar en los años finales

38 Rex Iacobus secundus petiit subsidium ab ecclesia et prelatis regnorum Aragonie et Valentie et Catha-lonie pro necessitatibus suis (ff. 49r.-50r.); cf. I. VINCKE (1936), 118-119. En el Memorial 2 se incluyen algu-nas sumas procedentes de la subvenció en lo concili de Ortha (ff. 156r.-158v.), extraída de los albaranespresentados por los recaudadores del subsidio al Maestro Racional. Junto a las cantidades tasadas a cadaestablecimiento eclesiástico, figuran las efectivamente recaudadas, sin dejar de mencionar a aquellos pre-lados que se negaron a pagar por no estar presentes en el concilio. Debe advertirse que los ingresos de-rivados del concilio de Horta aparecen mezclados –volveremos después sobre ello– con los procedentesde una ayuda para el matrimonio de las infantas María y Constanza.

39 Subvenció feta en lo concili de Tarragona al rey en Pere de XII m. lliures per anar en Granada con-tra lo rey de Marrochs (ff. 171v.-172v.; doc. 8 del Apéndice). Sobre este y otros subsidios de la época des-tinados a la guerra contra los musulmanes, véase J. MORELLÓ (en prensa).

40 En este caso, la demanda venía doblemente justificada por la guerra del Estrecho contra los musul-manes y por las campañas simultáneas contra el rey de Mallorca; a prestar un subsidio por ambos motivosestaban obligados todos los súbditos: universi terrarum nostrarum tam prelati quam alii ad subvenien-dum nobis, eorum principi et domino in tanta necessitate constituto, maxime pro exaltacione et defensionefidei catholice et restauracione patrie, divinis et humanis legibus astringantur (f. 127r.)

41 Per rahó del viatge e conquesta de Sardenya fahedor per l’infant n’Amfós fou congregat concili en Ta-rragona en lo qual li foren promeses X m. lliures (ff. 163v.-165v.); las sumas recogidas proceden de las cuen-tas que presentó Francesc Ferriol, dispenser del infante Alfonso, al Maestro Racional. Recuérdese que Cer-deña era un feudo pontificio entregado a Jaime II a raíz del tratado de Anagni; por ello, tanto la propiaconquista de la isla en 1322-1324 como la guerra contra el juez de Arborea a mediados del siglo XIV fue-ron financiadas en parte con las décimas otorgadas por el papado; véase M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (1994-1995).

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del siglo XIII. Así, a mediados de junio de 1275, en guerra contra el conde de Em-púries, Jaime I pedía al obispo de Elna y a varios abades y priores del Rosellón queordenasen a los hombres de su jurisdicción reunirse con el rey en El Voló, con armasy pan para dos meses y medio42.

Mucha mayor envergadura tuvieron las convocatorias de hombres y las peticio-nes de subsidios realizadas por Pedro el Grande para hacer frente a la gran revueltade la nobleza catalana, que tuvo su punto culminante en el asedio de la fortaleza deBalaguer durante la primavera y el verano de 1280. A mediados de junio de ese año,el rey envió a cuatro porters a diversos prelados y comendadores de Cataluña y Ara-gón para negociar subsidios bajo la forma de préstamos43. Pero la especificidad deeste conflicto radicaba en el hecho de que los asediados en Balaguer recibían ayudaextranjera (como decía el rey: havem oyt que alcuns comtes e cavallers e servents d’al-tres terres –básicamente, los amigos y valedores del conde de Foix– vénen en nostraterra en ajuda d’aquells contra nós), lo cual implicaba, como hemos visto más arriba,la invocación del usatge “Princeps namque”. Y así fue: el día después de pedir lossubsidios/préstamos, Pedro el Grande enviaba de nuevo a seis porters para exigir elservicio de los hombres de jurisdicción eclesiástica de gran parte de Cataluña44.

Este ciclo de subsidios se cierra con dos leves noticias; la primera, sobre el auxiliode 12.000 s. ofrecido por el prepósito y cabildo de Tarragona cuando Pedro el Grandeasediaba en 1284 la villa de Albarracín en el conflicto contra su señor, Juan Núñez deLara45; y la segunda, sobre la petición de hombres cursada por Alfonso el Liberal en1290 a los obispos de Gerona, de Barcelona, de Vic y al abad de Sant Cugat para se-guir a los veguers de sus comarcas con el fin de hacer frente a los hermanos Castellcir(super quodam insultu qui factus fuit, ut dicitur, per Rogerium de Castrociro et Gauce-randum, fratrem suum, cum militibus et peditibus comitis Impuriarum) (f. 42r.).

Hemos de avanzar casi medio siglo para volver a encontrar en los Memorialesnuevos subsidios relacionados con las ejecuciones de justicia contra súbditos rebel-des. Los primeros de ellos fueron los solicitados a mediados de la década de 1340para ayudar a Pedro el Ceremonioso en las campañas contra Jaime III –consideradopor el rey como vassallum et feudatarium nostrum nobis rebellem– que concluiríancon la incorporación del reino de Mallorca a la Corona de Aragón. Con este motivo,a mediados de enero de 1344, cuando se preparaba la campaña del Rosellón, el reyenvió a un consejero real para negociar un subsidio con los jurados y prohombres denumerosos lugares de jurisdicción eclesiástica, sobre todo, los pertenecientes a la or-den del Hospital (ff. 142r.-143r.). Recordemos que, entre otras consecuencias, la fi-

42 Rex Iacobus primus mandat personis ecclesiasticis comittatus Rosilionis quod mitant sibi homines...proexpellendis malefactoribus (f. 6r.). Puesto que, al parecer, no acudieron a la convocatoria, un mes despuésel rey pidió las correspondientes redenciones: rex Iacobus primus habuit subsidium de pluribus ecclesias-ticis quare homines eorum non venerunt ad exercitum contra comittem Empuriarum (f. 4r.). Las reden-ciones oscilaron entre los 3.000 s. pedidos al obispo de Elna y los 600 exigidos al abad de Sant Martí delCanigó.

43 Rex Petrus secundus subsidium in peccunia postulatum pro sitio Balagarii et alias causa mutui (ff.14r.-v.).

44 Petrus secundus subsidium virtute usatici Princeps namque pro sitio Balagarii (ff. 8r.-9v.); en las car-tas que llevaban los porters se transcribía en su integridad el texto catalán del usatge.

45 Seis años después, a mediados de agosto de 1290, Alfonso el Liberal reclamaba los 2.508 s. que to-davía quedaban por pagar de este subsidio (f. 40r.). Quizás guarde relación con este conflicto la peticiónde un préstamo al arzobispo de Tarragona a finales de mayo de 1284, precisamente en el asedio de Alba-rracín (f. 15r.).

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nanciación de la guerra contra Jaime III significó un jalón importante en el procesopaulatino de liquidación del patrimonio real en Cataluña; en efecto, entre otros me-dios para obtener recursos, el monarca vendió y pignoró castillos, rentas y jurisdic-ciones (G. ENSENYAT, 1997 y M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ, 1998). Precisamente con el objetivoprioritario de redimir feudos, regalías y otros bienes alienados, la Castellanía de Am-posta ofreció a Pedro el Ceremonioso la suma de 80.000 s. jaqueses46.

Por fin, los subsidios por el concepto que estamos observando concluyen en 1353y 1354 con los solicitados para hacer frente a la revuelta del juez de Arborea en Cer-deña y a su efecto colateral, la guerra contra Génova. A pesar de la victoria obtenidaen agosto de 1353 por la armada enviada por Bernat de Cabrera, se reduplicaron losesfuerzos para combatir el endémico estado de revuelta en la isla. En esta coyuntura,el Memorial 1 da cuenta del donativo de 100.000 s. jaqueses ofrecido de nuevo porel Castellán de Amposta47. Como es sabido, el empeoramiento de la situación sardahizo que el propio Pedro el Ceremonioso se pusiese al frente de una expedición que,partida de Roses en junio de 1354, iniciaba poco después el asedio de L’Alguer. Aun-que nos consta que se pidieron subsidios a más establecimientos eclesiásticos, el Me-morial 1 sólo recoge las demandas hechas a algunos lugares del obispado de Lériday del arzobispado de Tarragona48.

2. Otros motivos

Además de las peticiones para financiar conflictos armados, que se llevan la partedel león en las causas de las demandas pertenecientes al período 1249-1359, los Me-moriales también nos ofrecen ejemplos de la solicitud de subsidios por otros motivos,también legitimados por la tradición.

* pro viagiis et legationibus faciendis ad curiam romanam

Con ambas finalidades, el archivero Diego García seleccionó un conjunto de do-cumentos de finales del siglo XIII, relacionados todos ellos con el grave conflicto me-diterráneo en que se vio involucrada la Corona de Aragón a consecuencia de la con-quista de Sicilia en 1282. Así, dentro de la ofensiva de Alfonso el Liberal para lograrla paz y demostrar a Honorio IV su inocencia en dicho conflicto, fue enviada una em-bajada a Roma en el verano de 1286 para la cual solicitó el correspondiente subsidio(ff. 35r.-v.). Más tarde, por el tratado de Tarascón (1291), el monarca se comprometíaa desplazarse personalmente a Roma con el fin de impetrar el perdón de Nicolás IVy lograr, entre otras cosas, el levantamiento del entredicho que pesaba sobre sus rei-nos; para financiar este viaje, Alfonso el Liberal volvió a solicitar la ayuda de los ecle-siásticos49. Por fin, la tercera y última noticia sobre demandas por este motivo data ya

46 No se indica en el Memorial 1 la fecha de la concesión, pero lo cierto es que, en noviembre de 1346,era enviados porters para reclamar lo que faltaba por cobrar de los lugares dependientes de la bailías deAscó, Horta, Miravet y Monzón (ff. 147r.-v.).

47 Petrus tertius subsidium ab ecclesia et prelatis pro guerra ianuensium et pro executione iustitie con-tra iudicem Arboree (ff. 129r.-v.).

48 Petrus tertius petiit subsidium a prelatis et ecclesiis pro viagio Sardinie pro recuperando ipsum reg-num (ff. 144r.-v.). Sobre las demandas hechas al clero de Cataluña con este motivo véase P. BERTRAN

(1999).49 Rex Alfonsus secundus subsidium pro viagio per eum fiendo ad curiam romanam (f. 41r.); en el Me-

morial 1 sólo se recogen las cantidades solicitadas a la ciudad de Tarragona y a las villas del Camp.

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del reinado de Jaime II. Se trataba de pagar la embajada enviada a Roma en 1294 parapreparar el acuerdo de paz que sería firmado un año más tarde en Anagni. Sabemosque se reunió un concilio en Lérida donde el arzobispo de Tarragona y otros prela-dos de la Corona ofrecieron un subsidio de 100.000 s. in auxilium expensarum nun-tiorum pro tractatu pacis ad romanam curiam mittendorum50.

* ratione coronationis seu coronationum tam regum quam reginarum

La primera demanda para una coronación recogida en los Memoriales data de1328; se trata de una escueta carta dirigida por Alfonso el Benigno en enero de aquelaño al obispo y cabildo de Tortosa, donde se anunciaba el envío de un consejero realpara negociar el subsidio (f. 65r.). Más nutrida es la documentación referida a las de-mandas para la coronación y nueva caballería de Pedro el Ceremonioso solicitadas aprincipios de febrero de 133651.

* pro...regum et reginarum matrimoniis et filiarum eorundem maritandarum

En 1311, María, hija de Jaime II, contraía matrimonio con el infante Pedro de Cas-tilla y, al año siguiente, su hermana Constanza lo hacía con el infante don Juan Manuel;con este motivo, los eclesiásticos fueron de nuevo solicitados para pagar un subsidio52.

La primera demanda para el matrimonio de un rey que aparece en los Memoria-les es la realizada para la boda de Alfonso el Benigno con Leonor de Castilla, quetuvo lugar en febrero de 1329. En octubre del año anterior, cuando el matrimonio yaestaba acordado, el rey pedía una ayuda –expresada en cantidades concretas– a va-rios prelados (ff. 68r.-v.; véase el documento 4 del Apéndice). Es posible que el mo-narca traspasase cierto límite al pedir directamente unas sumas precisas de los esta-blecimientos eclesiásticos, tasadas por la propia corte y sin mediar negociación; elcaso es que, un mes después, escribía a los mismos destinatarios para anunciarles lallegada de Bernat Sapera, encargado de mostrar la importancia de la causa invocaday obtener, en consecuencia, una ayuda; ya no se pedían cantidades concretas, quequedarían al albur de la negociación (f. 67 r.). Por lo que parece, la petición de estesubsidio planteó ciertos problemas, aparte del que acabamos de aludir. A finales demarzo de 1329, cuando el matrimonio ya se había celebrado, el rey volvió a enviar aSapera a los obispos y cabildos de Tortosa y Vic para solicitar un auxilio que sufra-

50 Cf. I. VINCKE (1936), 35. Referente a esta ayuda se trasladó al Memorial una completa relación de losolicitado a prácticamente todos los lugares de Iglesia, con indicación precisa de las cantidades pedidas yde las remisiones que se concedieron posteriormente (62r.-64v.).

51 Rex Petrus tertius petiit a prelatis et ecclesia subsidium pro coronatione sua et nova militia et pro com-plenda ultima voluntate domini regis Alfonsi, patris sui, et pro resistendo aliquibus molientibus contra sta-tum regni sui (ff. 72r., 73r.-v., 74r., 75r., 76v.-77v. y 78r.-v.). Esta información, procedente de los registros deCancillería, se complementa en el Memorial 2 con las cantidades que pagaron efectivamente algunos lu-gares de Iglesia, sacadas de los libros del tesorero Pedro Jordan de Urríes y de las cuentas de Bernat Sa-pera, comisario encargado de las demandas (ff. 168v.-170r.; véase el documento 7 del Apéndice).

52 Vimos más arriba que, en el subsidio dado por el concilio de Horta en 1313 para contribuir a la li-quidación de las deudas del monarca, se mezclaron algunas cantidades recibidas en concepto de los exo-vars de ambas infantas. Además de estos datos, en el Memorial 2 se contiene parte de lo recibido por eltesorero, en aquel mismo año, de algunos lugares que fueron del Temple así como del castellán de Am-posta para sufragar los gastos de los dos matrimonios (ff. 159r.-160r.).

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gase los gastos generados por el matrimonio. La respuesta del obispo de Vic fue bas-tante significativa: en su opinión, parecería más apropiado aducir como causa de laayuda el matrimonio de la infanta Constanza que el del propio rey (ff. 69r.-v.). En con-secuencia, se volvió a enviar la carta de petición, pero con un nuevo tenor: el subsi-dio se pedía para la dote de Constanza, que contraería matrimonio con Jaime III deMallorca en 1336 (f. 69v.; véase también f. 70r.)53.

Los Memoriales se hacen eco después de las ayudas pedidas para los tres primerosmatrimonios de Pedro el Ceremonioso. Con ocasión del enlace con María de Navarraen julio de 1338, se hicieron las habituales demandas a obispos y, sobre todo, a abadesy priores de Cataluña (ff. 88r., 89r.-90r., 92r., 93r.-v. y 94r.-v.). También se hizo una de-manda al obispo de Valencia, quien se negó lisa y llanamente a contribuir si no lo ha-cían todos los prelados de la Corona después de la convocatoria de un concilio (f.88v.)54. Años después, en ayuda del nuevo matrimonio del monarca con Leonor de Por-tugal (noviembre de 1347), se volvía a pedir un auxilio a prelados, priores y comenda-dores del principado (ff. 86r.-v. y 87r.-v.). Fallecida la reina a causa de la peste en 1348,Pedro el Ceremonioso contrajo nuevo matrimonio con Leonor de Sicilia en agosto de1349 y un escribano real fue enviado de nuevo a prácticamente todos los estableci-mientos eclesiásticos de Cataluña para negociar una ayuda, aduciendo, como en tantasocasiones, que semper vestri predecessores in tam speciali et necessario casu pro sup-portando tanto honere expensarum nobis auxilium prestiterint (ff. 95r.-96v.).

* in omni casu in quo ipse serenissimus rex...habuit...necessitatem pro subve-niendo sibi...et eius rei publice

Fuera de los casos concretos que acabamos de ver, todos ellos tipificados desdeantiguo y refrendados por una larga tradición, el procurador fiscal afirmaba tambiénque los monarcas catalanoaragoneses tenían derecho a hacer demandas para atenderindistintamente a sus necesidades. En este sentido, en el Memorial 1 se copiaron al-gunos documentos que eran otros tantos ejemplos de demandas que no tenían otracausa que el estado de necesidad del soberano.

El primer ejemplo es bastante significativo en tanto que muestra la actitud de losvasallos de la Iglesia, en una época relativamente temprana, ante una demanda regiapoco o mal justificada. A finales de 1274, quizás para contribuir a los gastos genera-dos por la estancia del rey de Castilla en Tarragona, el arzobispo pidió 2.000 áureosa la ciudad y a las villas del Campo, en nombre de Jaime I. Y la respuesta fue ro-tunda: se negaron a pagar diciendo con toda claridad que no estaban obligados a ha-cerlo salvo en ciertos casos (pro eo videlicet quod non nisi in certis casibus...aliquidpoterat exigere et habere). Además, para oponerse a la demanda, eligieron síndicos ehicieron conjurationes y monopolia. Por tanto, estamos en presencia de una revuelta

53 Esta duplicidad de motivos explica que, cuando el compilador del Memorial 2 recogió algunas de lascantidades recaudadas en esta demanda, el encabezamiento rece así: Matrimoni del rey n’Amfós ab la in-fanta dona Elionor filla del rey de Castella e foren mudades les letres e feren-se les demandes per rahó delmatrimoni de dona Constança, regina de Mallorques, axí que aquestas demandes són solament unas, axíper lo matrimoni del dit rey com de la infanta sa filla e alguns pagaren per rahó de las primeres letres e al-tres per les segonas (ff. 166r.-167v.). Las cantidades proceden de las cuentas del comisario B. Sapera, de al-gunos porters y de los libros del tesorero Felip de Boil.

54 Se completa la información en el Memorial 2 con algunas partidas ingresadas por el tesorero Jordánde Urríes: Matrimoni del prop dit rey en Pere, avi del senyor rey ara regnant (ff. 170v.-171r.).

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fiscal en toda regla, motivada precisamente por la inadecuada causa por la que se pe-día el subsidio55.

Pocos años después, otra demanda (marzo de 1282) desencadenó una nueva re-vuelta en Tarragona y en las villas del Camp. En la documentación reunida en el Me-morial 1, la causa aducida para pedir el subsidio se expresa de forma vaga: subsidiumindiferenter postulatum ab ecclesia Terrachone (f. 17r.) o in subsidium negotiorumnostrorum (ff. 20r. y 24r.); y sólo en un caso se habla de una ayuda ratione presentisarmate (f. 33r.). Naturalmente, se trataba de la petición de una ayuda destinada a lapreparación de la campaña que concluiría, a partir del verano de 1282, con la con-quista de Sicilia, aunque, como es bien sabido, el destino real de las naves se man-tenía en secreto o se aducía como causa la guerra contra los musulmanes del Magreb.Las cartas copiadas en el Memorial 1 permiten seguir puntualmente las vicisitudes deesta demanda, de la que sólo apuntaremos los principales jalones56. En primer lugar,parece que existieron ciertos problemas con los porters encargados de la colecta (ff.20r., 21r. y 23r.). Seguidamente, conocemos la puesta en práctica de todas las accio-nes legales y compulsiones para obligar a pagar57. En tercer lugar, tenemos noticiasde los primeros brotes de violencia: un habitante de Tarragona se atrevió a arrebatarlas prendas que había tomado el recaudador en esa ciudad y llegó a herir a un hom-bre de su comitiva (18r.). Y, por fin, el estallido de la revuelta: algunos moradores deLa Selva, como hemos visto, duramente afectados por las acciones legales ejercidaspor el colector, asaltaron nada menos que el propio castillo real de Tarragona y sellevaron consigo las prendas que les habían sido tomadas. La respuesta del infante Al-fonso a finales de agosto de 1282 (mientras su padre Pedro el Grande estaba ya apunto de desembarcar en Trapani) no se hizo esperar: fueron movilizadas las hues-tes de las veguerías de Vilafranca y de Montblanc así como de algunas bailías con lamisión de invadir la villa de La Selva –...et ibi talent et faciant malum quidcumquepoterint– y capturar a los participantes en la revuelta58.

Hemos de esperar cerca de 40 años para encontrar en el Memorial 1 la peticiónde una nueva ayuda a los eclesiásticos, que redundaría –decía Jaime II– ad honoremet utilitatem nostram et terre. Nos referimos a la solicitada en 1319 con el fin de ayu-dar a devolver los préstamos concertados para pagar una deuda al rey Sancho de Ma-llorca, por la cual se habían hipotecado las potestates de ese reino que, recordémoslo,era tenido en feudo del soberano catalanoaragonés59.

55 Rex Iacobus primus...se habere subsidium ab hominibus ecclesie (ff. 2r. y 3r.). Todavía en 1279 se re-clamaba una parte de aquellos 2.000 áureos (f. 19r.). Sobre las incidencias de este subsidio – probable-mente la primera demanda regia hecha al Camp de Tarragona -, véase J. MORELLÓ (2001), 141-142.

56 Véase al respecto J. MORELLÓ (2001), 143-145 y la bibliografía allí citada.57 Por ejemplo, a finales de julio de 1282, el infante Alfonso escribía al arzobispo de Tarragona para que

no pusiese obstáculos a las medidas coercitivas utilizadas por el recaudador en la universidad de La Selva,como la clausura de las puertas, tanto de la villa como de los hornos y los molinos (f. 32r.).

58 Además, se ordenaba la captura de bienes pertenecientes a los habitantes de Tarragona, Reus, LaSelva, Riudoms y Mont-roig y su entrega al recaudador hasta reunir las cantidades que cada lugar debíapagar en el subsidio. Al mismo tiempo, el veguer de Barcelona, el cort de Lérida e incluso el justicia deValencia recibieron la orden de incautar mercancías pertenecientes a los moradores en aquellos lugares yconsignarlas al recaudador (ff. 33r.-v.).

59 Subsidium ad redimendum potestates et cetera quas tenebat inpignoratas rex Maioricarum (ff. 51r.-v.). Las peticiones fueron dirigidas a numerosos prelados de Cataluña, aunque también fueron requeridoslos monasterios valencianos de Benifaçà y Valldigna (ff. 51r.-v., 54r. y 58r.-v.). Por lo que se deduce de las

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Por fin, quedan por examinar dos subsidios pedidos sin invocar concretamenteninguna causa precisa. El primero –subsidium sine expresione certe cause (f. 149r.)–fue solicitado por Pedro el Ceremonioso en diciembre de 1338 al obispo y cabildo deGerona y a los abades de Camprodon, de Sant Feliu de Gerona y de Banyoles proaliquibus nostris negotiis. Y el segundo, pedido sub verbis generalibus non expressacausa (ff. 146r.-v.), lo fue por el mismo monarca en julio de 1353.

Tras esta primera fase (1249-1359), caracterizada por la relativa variedad de losmotivos aducidos en las demandas, transcurrió una década (1359-1370) en que losMemoriales no registran ninguna petición de subsidios a los eclesiásticos de Cataluña.No es ningún misterio. Mientras en los primeros años de la guerra de Castilla (1356-1359), Pedro el Ceremonioso solicitó ayudas particulares a las ciudades y villas de re-alengo y, como hemos visto, también a los eclesiásticos, todo iba a cambiar a partirde las Cortes de Cervera (1359). Por primera vez desde finales del siglo XIII (con unbreve episodio en 1350), los tres brazos de las Cortes concedieron al rey pro defen-sione totius rei publice Cathalonie un donativo general, que tomó la forma de un im-puesto percibido sobre todo el territorio catalán y no sólo sobre el realengo (y epi-sódicamente sobre los eclesiásticos) como hasta entonces venía sucediendo. Enadelante, todas las ayudas otorgadas a la monarquía seguirían el mismo patrón: deacuerdo con las reglas del pacto de 1283, los tres brazos reunidos en asamblea con-cederían donativos a cambio del establecimiento de constituciones generales, de laconcesión de privilegios y de la satisfacción de los greuges como sucedería –lo he-mos visto– en las Cortes de 141360. Por tanto, no debería sorprender que los eclesiás-ticos, que ya contribuían en los donativos generales de las Cortes –tanto para sufra-gar la guerra de Castilla como, a lo largo de la década de 1370, para proteger alprincipado de las amenazas de las compañías mercenarias– no fuesen requeridos apagar subsidios particulares para la defensa del territorio.

b) Los subsidios para coronaciones y matrimonios (1371-1399)

Ya fuese porque, como acabamos de decir y parece más probable, no hubo de-mandas dirigidas específicamente a los eclesiásticos porque ya contribuían en loscuantiosos donativos otorgados en Cortes, ya fuese porque el litigio en torno algreuge de 1413 se centraba esencialmente en los subsidios para coronatges y mari-datges, el hecho es que, todas las ayudas contenidas en los Memoriales entre 1371 y1399 sirvieron, con una sola excepción, para sufragar coronaciones, noves cavalleriesy matrimonios. Veámoslos de forma muy resumida.

En el Memorial 2 figuran algunas cantidades pagadas en 1371 por el prior de Ca-taluña y algunos abades y priores del principado per rahó del matrimoni e cavella-ria del futuro rey Juan I, que se casaría en abril de 1373 con Mata d’Armagnac (ff.173r.-174r.).

cartas copiadas en el Memorial 1, respondieron a la petición el castellán de Amposta, que ofreció gratuitavoluntate 60.000 s., y otros prelados y priores del principado (ff. 53r.-v., 55r.-56r. y 59r.-v.). Otros fueronmás reacios a la petición regia (ff. 57r.-v.) o demoraron su pago (f. 60r.).

60 Véanse los capítulos de los donativos concedidos por las Cortes de Cataluña durante la guerra de Cas-tilla y durante la segunda mitad del siglo XIV en M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ – P. ORTI (1997) y un comentario so-bre los otorgados en la década de 1370 en M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (2009).

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Al año siguiente empezaron las demandas para el matrimonio de la infanta Juanacon el conde de Empúries, celebrado en febrero de 1373. En el primer documento re-cogido en el Memorial 1 relativo a este maridatge, se transcriben los capítulos resul-tantes de la negociación (agosto de 1372) de un donativo de 2.000 florines entre dosrepresentantes del rey y Juan Fernández de Heredia, castellán de Amposta61. Pero lagran avalancha de demandas con motivo de este matrimonio tuvo lugar meses des-pués de la boda de la infanta. En todos los casos, la razón aducida por el rey fue lanecesidad de devolver los créditos a corto plazo contraídos para pagar la cuantiosadote –que non modicam summam attingit– al conde de Empúries. Así, en septiem-bre de 1373, con ese motivo concreto, el rey pedía ayuda prácticamente a todos losprelados, priores y comendadores de Cataluña, que sería negociada con los conseje-ros reales enviados al efecto (ff. 117r.-118r., 119r. y 120r.-121r.). La respuesta de laspersonas eclesiásticas y de sus vasallos fue muy variable: algunos pagaron efectiva-mente un subsidio, como se puede comprobar por las cuentas recogidas en el Me-morial 2 (ff. 174v.-176v.); en otros casos, el monarca debió enviar cartas, más o me-nos severas, para reclamar el pago efectivo de las cantidades ofrecidas62. Pero lamayor resistencia a contribuir fue la ofrecida, una vez más, por el arzobispo de Ta-rragona, lo que motivó el envío de numerosas y duras cartas así como la adopciónde diversas medidas coercitivas63.

Un nuevo subsidio fue solicitado con motivo del matrimonio de la infanta Leonorcon el futuro rey Juan I de Castilla, celebrado en junio de 1375. Las primeras peti-ciones fueron dirigidas al castellán de Amposta y a los eclesiásticos del reino de Va-lencia (ff. 99r. y 102r.). Un poco más tarde, después de celebrada la boda, se solici-taba la ayuda de los eclesiásticos de Cataluña, aduciendo, como en el caso delmaridatge anterior, la necesidad de devolver los gravosos préstamos concertados parapagar los gastos del evento (ff. 103r.-104r.)64.

61 El subsidio, que sería pagado por los lugares y vasallos de la Castellanía, se daba bajo ciertas condi-ciones. Destaquemos tres: los 2.000 fl. se otorgaban graciosament e por mera e propia volentat, sin que suconcesión supusiese crear ningún precedente y respetando siempre los privilegios de la Castellanía; la ayudasólo se haría efectiva si el resto de los prelados de Aragón hacían lo propio; y las acciones legales em-prendidas contra los que se negasen a pagar las haría el castellán y no los comisarios regios (ff. 115r.-116v.).Meses más tarde hubo otra petición al obispo y otros eclesiásticos del reino de Valencia (ff. 113r. y 114r.).

62 Todavía en septiembre de 1374 se exigía lo que debía pagar el abad de Sant Cugat, el obispo de Barcelonay el priorato de Cataluña (ff. 122r.-v. y 123r.). Y casi diez años después de celebrado el matrimonio de la infanta,en enero de 1383, aún se reclamaban los 500 fl. que debían pagar los vasallos del obispo de Gerona (ff. 112r.).

63 Así, en septiembre de 1374, el rey reclamaba el pago de los 1.000 fl. concedidos y recriminaba al ar-zobispo por el hecho de que, siendo el primero en ofrecer, fuese el último en pagar (jatsefós que vós fos-sets dels primers a proferir gran res, tots los altres seran estats primers al pagar) (ff. 111r. y 122r.). Por tanto,el monarca enviaba a un porter a Tarragona con la misión expresa de recaudar aquella suma, so pena dela ocupación de las rentas y bienes del arzobispado, como se solía hacer pro debitis ac iuribus fiscalibus,contando siempre con el apoyo de los oficiales regios (124r.). Dos años más tarde, en octubre de 1376, fueel propio lugarteniente del gobernador de Cataluña el encargado de ir a los lugares dependientes del ar-zobispo para pignorar bienes hasta reunir los 1.000 fl. (109r.). Y todavía en 1380, esto es, más de siete añosdespués del matrimonio de Juana, se exigía a los albaceas del arzobispo que obtuviesen aquella cantidadde los bienes que debían administrar (f. 110r.); véase J. MORELLÓ (2001), 190-191.

64 Conocemos los capítulos resultantes de la negociación llevada a cabo entre el lugarteniente de la Cas-tellanía de Amposta y el representante del rey, muy semejantes a los que hemos visto más arriba para pa-gar el maridatge de la infanta Juana en 1372. En este caso, el subsidio ofrecido fue de 3.500 fl., que seríanpagados de nuevo por los vasallos de la Castellanía, a condición de que fuesen tasados por el propio cas-tellán y de que la monarquía no les hiciese ninguna demanda directa; en cambio, las acciones legales con-tra los resistentes a pagar las harían los oficiales regios (ff. 100r.-101r.).

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Casi seis años después, los Memoriales proporcionan datos sobre la costosa y con-trovertida coronación de la reina Sibila, cuarta y última esposa de Pedro el Ceremo-nioso, que tuvo lugar en Zaragoza a finales de enero de 1381. Días antes de la coro-nación, el rey enviaba a un alto dignatario de la corte para pedir una nueva ayuda alos prelados y comendadores de Cataluña. Como en tantas otras ocasiones, el monarcaaducía el lamentable estado de sus finanzas –quia nostra thesauraria est pro nunc pec-cunia exhausta–, incapaces de hacer frente a los dispendios de la costosa ceremonia65.

A finales de abril de 1386 se cumplían exactamente 50 años del reinado de Pe-dro el Ceremonioso. Con este motivo, el soberano decidió celebrar la fiesta del jubi-leo de su reinado; lo justificaba con estas palabras: entre les altres gràcies moltes egrans que nostre senyor Déu...tro ací nos ha feytes, reputam una singular, ço és, que,alargant los dies de nostra vida, nos ha feyt regnar cinquanta anys victoriosament ebé...e havem deliberat sanament fer lo jubileu e gran festa e solemnitat a laor, honore reverència sua e de tota la cort celestial. En otro lugar hemos considerado las peti-ciones para celebrar el jubileo como buen símbolo del final del reinado donde se pu-sieron las bases de un sistema fiscal –estatal y urbano– que habría de durar hasta prin-cipios del siglo XVIII. En efecto, el monarca que comenzó su reinado pidiendo, comohemos visto, una ayuda para su coronación y milicia a principios de 1336 lo concluyómedio siglo después solicitando un socorro para conmemorar precisamente el cin-cuentenario de aquel acontecimiento. Afortunadamente para algunos súbditos de laCorona –no para todo, sin embargo– la muerte del rey a principios de enero de 1387les libró del pago de un nuevo donativo, que se habría superpuesto a las muy gra-vosas cargas que ya soportaban al filo de las últimas dos décadas del siglo XIV (M.SÁNCHEZ MARTÍNEZ, 1999, 1454). Así, para sufragar los gastos de la fiesta, se hicierondemandas a las villas de realengo y, por supuesto, a la Iglesia. En el Memorial 1 secopia una de las cartas de petición (ff. 154r.-v.) y tres más sobre las resistencias ofre-cidas por los obispos de Gerona y de Urgell así como por algunas encomiendas hos-pitalarias (ff. 151r., 152r. y 153r.; véase el documento 6 del Apéndice).

Por fin, el Memorial 2 se cierra con la copia de algunas cuentas presentadas alMaestro Racional por los recaudadores de las ayudas pedidas a los eclesiásticos parael matrimonio de la infanta Juana, hija de Juan I, con Mateo de Foix en 1392 (ff. 181r.-182v.); y para la coronación de Martín el Humano en abril de 1399 (ff. 183r.-188v.).

III. CONSIDERACIONES FINALES

Después de lo escrito más arriba, no abundaremos en la importancia que tuvie-ron las Cortes de 1413 en la consolidación del pactismo como sistema de gobiernoen Cataluña. Tampoco parece necesario volver a subrayar el grado de organizacióndel archivo real a las alturas de la segunda década del siglo XV ni a recordar el dili-gente y eficaz trabajo de los archiveros en tanto que suministradores de la informa-ción que los monarcas necesitaban para tomar decisiones o para apoyar sus prerro-

65 Rex Petrus tertius petiit a prelatis et ecclesia subsidium pro coronatione regine Sibilie (ff. 80r.-81r.). Casitodo el resto de la documentación se refiere, como casi siempre, a las resistencias a pagar y a las medidasadoptadas contra los reticentes a contribuir. En el Memorial 2 se copian algunas de las cuentas de tres delos comisarios encargados de la colecta (ff. 176v.-180v.).

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gativas en casos como el que hemos examinado. En cambio, quizás convenga insis-tir de nuevo en el hecho de que, gracias a la excelente conservación de la memoriade la dinastía, tanto en los registros de la cancillería real como en la documentaciónde carácter financiero custodiada en el archivo del Maestro Racional, podemos dis-poner, como tantas veces hemos dicho, de una estupenda guía para saber cuándo,porqué y cómo la Corona hacía demandas a la Iglesia entre mediados del siglo XIIIy principios del siglo XV.

¿Por qué se hicieron las demandas? Ya hemos visto que, a lo largo de esa centu-ria y media, los motivos aducidos para solicitar el auxilio a los establecimientos ecle-siásticos fueron muy variados. Los hemos clasificado más arriba tal y como fuerondesgranados por el procurador fiscal en su argumentación contra los representantesdel brazo de la Iglesia: desde la guerra (por diversas razones) hasta las indistintas ne-cesidades de la monarquía, pasando por las embajadas al papa o las coronaciones ymatrimonios. Aunque no hemos profundizado en la cuestión –tan compleja comoajena a nuestros objetivos presentes– concerniente al derecho a imponer sobre laspersonas eclesiásticas y sus vasallos, parece que las causas invocadas para pedir sub-sidios entraban dentro de las llamadas “ayudas consuetudinarias”, consideradas justaspor la tradición y por la reflexión teológica y moral de la época.

¿A quién se dirigían las peticiones de ayuda, a las propias personas eclesiásticas,a los hombres de su jurisdicción o a ambos? Aunque en la inmensa mayoría de loscasos las demandas iban dirigidas a los obispos, abades, priores y comendadores dela orden hospitalaria, se entendía que el subsidio era pagado por las universidades ycomunidades sujetas a la jurisdicción de la Iglesia. De hecho, la raíz del greuge es-taba justamente aquí: como hemos visto, el brazo eclesiástico protestaba porque, es-tando sus vasallos exentos de questia y de otros tributos afines, los reyes les habíanpedido auxilios por motivos tales como coronaciones y matrimonios. En última ins-tancia, al presentar el agravio, el brazo eclesiástico no pretendía otra cosa que frenarla intromisión de la fiscalidad regia en las tierras de su jurisdicción y evitar una pun-ción suplementaria sobre sus hombres. También conocemos la respuesta del procu-rador fiscal: los hombres de la Iglesia eran efectivamente francos de aquellos tributosordinarios, pero no del pago de otros subsidios que los soberanos tenían derecho aexigir en determinados casos por especial prerrogativa de la dignidad regia. Además,en un par de documentos copiados en el Memorial 1 y a propósito de la demandapara la coronación de la reina Sibila en 1382-1383, Pedro el Ceremonioso decía contoda claridad que, como era tradicional, el subsidio sería pagado no por los preladossino por sus vasallos66. Y, en consecuencia, como lo muestran numerosos documen-tos, se dejaba a los prelados la misión de tasar ellos mismos a los habitantes de susdominios. Es verdad que algunos documentos copiados en los Memoriales parecenindicar que ciertos subsidios fueron pagados exclusivamente por las personas ecle-siásticas; por ejemplo, el ofrecimiento de la veinteava parte de sus rentas hecho poralgunos eclesiásticos en el concilio de Tarragona (1249) o las 10.000 l. procedentesde sus mensae que se otorgaron en el concilio de Horta (1313). Y en otros casos pa-

66 Así, con relación a la petición hecha a los hombres del obispo de Gerona, se decía que prelati talesconcessiones faciunt pro hominibus suis et ad illorum solucionem iidem homines et non dicti prelati te-nentur et sic fuit usitatum in regnis et terris nostris et nunc etiam praticatur (f.112r.); véanse también losff. 85r.-v.

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rece que el donativo se quería obtener tanto de las personas eclesiásticas como desus hombres. Para aclarar este importante punto, es evidente que sería necesario re-currir a un tipo de documentación complementaria a la contenida en los Memoriales.

¿Qué pedían en cada caso los soberanos a la Iglesia? Naturalmente, dinero. Sólo enalgunas peticiones del último tercio del siglo XIII se solicitaba el envío de combatientes,ya fuese para hacer frente a la revuelta del conde de Empúries (1275) o a la sublevaciónde los musulmanes del reino de Valencia, ya fuese en los casos en que se invocaba elusatge “Princeps namque” contra la entrada en Cataluña de contingentes extranjeros,como en el asedio de Balaguer (1280) o con ocasión de la invasión francesa de 1285.

¿Cómo se hacían las peticiones y se decidía el dinero a pagar por cada estableci-miento eclesiástico? Los Memoriales registran sólo cinco subsidios concedidos en otrostantos concilios, cuatro de ellos reunidos en Tarragona y el quinto en Horta [de Sant Joan].En todos estos casos, las cantidades ofrecidas lo fueron para financiar empresas militaresque, de alguna manera, concernían a la Iglesia: ante todo, el negotium fidei, esto es, laexpulsión de los musulmanes del reino de Valencia (1249), la campaña contra Almería ysus secuelas (1309 y 1313), la conquista de Cerdeña, feudo pontificio (1322) y, por fin, laguerra contra los Banu Marin (1339). Salvo en estos casos, las demandas se hacían direc-tamente a todos o a parte de los prelados, priores y comendadores hospitalarios. En al-gunas ocasiones –las menos– hemos visto que en la carta de petición se indicaban ya lascantidades que la Corona quería obtener. Pero la mayoría de las veces los monarcas se li-mitaban a ponderar la importancia de la causa por la que se pedía el subsidio y a anun-ciar la llegada de alguna persona destacada para negociar con el prelado correspondienteel alcance de la ayuda. Conocemos los nombres de algunos de estos negociadores, ge-neralmente altos cargos de la administración regia: por ejemplo, el propio Maestro Ra-cional Pere Boil, el tesorero Pere Marc y el consejero real Guillem de Lacera en 1319; elconsejero Ferrer de Vilafranca en 1328; el miembro de la casa real Bernat Sapera; el bailegeneral de Aragón en 1344; el escribano de ración Pere de Màrgens y el regente de la te-sorería Pere Desvall en 1372, etc. Lamentablemente, la documentación copiada en los Me-moriales no proporciona detalles sobre los términos de la negociación. Hay dos excep-ciones que se refieren ambas a la Castellanía de Amposta: como hemos visto más arriba,conocemos las condiciones bajo las que el castellán concedió 2.000 fl. para el matrimo-nio de la infanta Juana (1372) y 3.500 fl. para la boda de la infanta Leonor (1375).

Una vez otorgada la cantidad, el prelado o comendador correspondiente proce-día a repartirla entre sus vasallos y a entregarla al recaudador nombrado por la corte.Como decía con claridad Pedro el Ceremonioso en una carta dirigida a diversos ecle-siásticos de las diócesis de Lérida y de Tarragona con ocasión del subsidio para laguerra de Cerdeña (1354): nostre enteniment és que ço que·ns daran pusquen haverde lurs hòmens e que lurs senyors los tatxen (ff. 144r.-v.)67.

67 A propósito de la tasación de los lugares eclesiásticos, no resistimos la tentación de citar el fragmentode una carta de 1358, donde el monarca se expresa con meridiana nitidez sobre lo que, en realidad, sig-nificaba pagar un fogatge de 24 s. por fuego. Traemos a colación la cita porque todavía hay quien cree queel fogatge es un impuesto de capitación donde, en el caso citado, cada fuego pagaría 24 s. Decía Pedro elCeremonioso: car la ajuda dels XXIIII sol. qui·s dóna per cascun foch no·s dóna a fi que cascun foch pachlos dits XXIIII sol. mas que sàpia hom que·s ha a pagar a nós a rahó de XXIIII sol. per foch, e aprés que losenyor o universitat d’aquell loch aquella quantitat destribuscha e tall entre aquells d’aquell loch qui puxenne hajen acostumat de pagar en tayles e comuns (ff. 137r.-v., cit. por J. MORELLÓ, 2001, 173) ). Es evidente,por tanto, que el fogatge era una forma de calcular una cantidad global que después sería repartida entrelos contribuyentes a tenor de los bienes de cada uno.

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Con todo, la parte del león de los documentos copiados en los Memoriales co-rresponde a las cartas dirigidas contra quienes se negaban a contribuir o demorabanel pago68. También hemos visto las medidas adoptadas para obligar a pagar –secues-tro de bienes, clausura de las puertas de las villas, de los hornos y de los molinos,etc.– y las reacciones que provocó, llegando a abiertas revueltas fiscales como las su-cedidas en las ciudad y Campo de Tarragona en 1275 y 1282.

Como decíamos al principio, el propósito de estas páginas no ha sido otro que elde mostrar algunas de las posibilidades que los dos Memoriales de 1414 ofrecen a losestudiosos de los subsidios pedidos por la Corona a los eclesiásticos de Cataluña.Como muchas cuestiones particularmente relevantes apenas han aflorado a lo largode este trabajo, estamos convencidos de que las fuentes aquí utilizadas tienen toda-vía mucho que decir sobre las relaciones entre la monarquía y la Iglesia del princi-pado durante los dos últimos siglos medievales.

APÉNDICE DOCUMENTAL

1

1413, marzo, 21. Barcelona

El arzobispo de Tarragona, en nombre del brazo eclesiástico, presenta al rey Fernando I en lasCortes de Barcelona los agravios de dicho brazo. Después de una introducción general so-bre las agresiones cometidas contra los privilegios, inmunidades y libertades de los eclesiás-ticos, el arzobispo alude a la presuntamente ilegítima exigencia de subsidios para matrimo-nios y coronaciones a los vasallos de la Iglesia.

Archivo de la Corona de Aragón, Cancillería, Processos de greuges, Braç eclesiàstic 1413, ori-ginal de los greuges del brazo eclesiástico, cuaderno de 15 folios numerados a lápiz, ff. 2r.-v.

Molt alt e molt excel·lent poderós príncep e senyor. A la vostra reyal magnificència ha pla-gud en vostra novella e benaventurada venguda e visitació en lo principat de Cathalunya con-vocar e celebrar Corts generals als catalans, eseguint los vestigis de vostres predecessors; e·n lanotabla e, sots breu compendi, insigne proposició per vostra alta senyoria feta oferir liberalmentde voler espatxar al dit principat en aquesta Cort dues coses, la primera, provehir a alscuns danse injustícies les pus urgents e altres bones ordinacions que en breu temps se poran finar; la se-gona, que per los de la Cort sia dada a vós, molt alt senyor, manera e ajuda per algunes cosesen la dita proposició contengudes. Com donchs, molt victoriós senyor, los prelats, capítols, reli-

68 No debe extrañar que muchas de estas cartas fuesen dirigidas al arzobispo de Tarragona, enfrentadoa la monarquía desde tiempo atrás. Recordemos que el importante señorío de la Mitra tarraconense eracompartido desde el siglo XII entre el rey y el arzobispo. Sin embargo, este último actuaba como señorpreeminente, de manera que tenía facultad para desaprobar o impedir que determinadas actuaciones re-gias fuesen ejecutadas en el territorio. El conflicto entre la monarquía y la Mitra fue subiendo de tono alcompás de las crecientes demandas de los soberanos a los habitantes del Camp de Tarragona, vasallos delarzobispo, para culminar hacia 1370 y 1380 en los últimos años del reinado de Pedro el Ceremonioso. Fi-nalmente, Juan I vendió al arzobispo en 1391 buena parte de los derechos jurisdiccionales y rentas queposeía en el Camp, de manera que, a partir de esa fecha, todo el poder señorial sobre el territorio recayóen la Mitra. Véanse los orígenes y los principales jalones de este largo y duro conflicto en J. MORELLÓ (2005,89-138).

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giosos e persones ecclesiàstiques del dit principat dampnificades, perseguides e maltractades endiverses maneres en temps passat ab ardent desideri longuament hagen esperat aquest tempsacceptable e dies de salut, faents a la vostra clemència aquelles humils gràcies que saben ni po-den de la dita liberal oferta [e] loable voluntat e alegrants-se de aquelles procehides de just zele virtuosa pensa e creents ab gran constància que, en temps de vostre principat e benaventuratregiment, la Esgleya de Déu e los prelats e ministres de aquella privilegis, inmunitats e libertatsllurs seran reparats, defeses e mantenguts e viuran en pau e repós e tornaran en aquella antigaveneració en la qual los prínceps e reys antichs de gloriosa memòria axí com a vers catòlichslos havien, hedificant e dotant ampliament les esgleyes e monastirs e privilegiant los ministresd’aquelles molt singularment, per la qual rahó multiplicaven e crexien victoriosament e acqui-rien regnes e terres a llur reyal corona e llur fama era difusa per tot lo món, ab aquella humil edeguda reverència que millor poden davant vostra excel·lent senyoria en la present Cort posenalscuns greuges generals los quals humilment suppliquen, requeren e demanen que en formadeguda sien provehits e reintegrats, lo tenor dels quals se segueix.

Primerament, molt virtuós senyor, posa lo braç ecclesiàstich del dit principat en greuje que,jassia les esgleyes o [la] major part de aquelles del dit principat, prelats e persones ecclesiàsti-ques hajen privilegis, inmunitats e franqueses dels reys d’Aragó e comtes de Barcelona, de altarecordació, que los vassalls llurs són franchs de tota questa, talla, força, tolta, servey e exaccióqualsevulla que dir ni nomenar se puscha, emperò, los senyors rey en Johan e lo rey en Martí,de gloriosa memòria, violentment per força ab comissaris e grans vexacions han fetes moltes ediverses demandes als hòmens e vassalls de la Esgleya e exhigides d’aquells grans quantitatsaxí per coronació del senyor rey en Martí, novella cavalleria del rey de Sicília, per matrimonide llurs filles e germanes e de la reyna dona Margarita com per altres diverses coses, infringintlos dits privilegis e libertats, perquè suppliquen, demanen e requeren que los dits privilegis lossien tenguts e observats e no-res-menys que d’ací avant per aquesta rahó no sia exhigida al-guna cosa d’ells per pretensa possesió ni en altra manera per les damunt dites o altres rahonscontra tenor dels dits privilegis.

2

1414, ¿junio, 1. Barcelona?

Frente al agravio presentado por el brazo eclesiástico, el procurador fiscal de la corte respondeque, desde la más remota antigüedad, los monarcas catalanoaragoneses habían y hanacostumbrado pedir subsidios a los eclesiásticos por diferentes motivos (defensa de los rei-nos, guerra contra los musulmanes, coronaciones y matrimonios reales, etc.) como lo de-mostrarán los documentos que acompañan a su alegación.

ACA, Cancillería, Processos de greuges, Braç eclesiàstic 1413, cuaderno sin numerar, f. 28r.

Super primo gravamine pretenso, dicit procurator fiscalis quod serenissimus rex Aragonum,per se et suos predecessores reges Aragonum, de tanta antiquitate quod hominum memoriacontrarium non existit, consuevit et consueverunt petere, habere et exigere subsidia seu de-mandas facere et servitia habere a prelatis et personis ecclesiasticis et ab eorum hominibus, ra-tione coronationis seu coronationum tam regum quam reginarum et etiam nove militie ipsorumregum et primogenitorum suorum et etiam pro eorumdem regum et reginarum matrimoniis etfiliarum eorumdem regum maritandarum et etiam guerrarum tam pro defensione regni quampro conquistanda terra et stirpanda gente sarracenorum necnon etiam pro executionibus iusti-tie faciendis contra vasallos et inobedientes sibi et pro viagiis et legationibus fiendis ad curiamromanam et generaliter in omni casu in quo ipse serenissimus rex et sui predecessores regesAragonum habuit vel habuerunt necessitatem pro subveniendo sibi et eis et eorum rei publice.

Et ad premissa probanda, procurator fiscalis producit documenta sequentia quatinus tamen

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pro eo faciant sine pluri per quem constat quod ab antiquissimo de premissis indiferenter usifuerunt ipsi reges Aragonum, qui usus valuit de iure, quare homines ecclesiarum et prelatorumet personarum ecclesiaticarum, de iure expresso canonico, non sunt inmunes a talibus deman-dis, servitiis et subsidiis, ymmo dominus rex ab eisdem hominibus predicta petere potest seu abeorum dominis, eorum vice et nomine, prout est de consuetudine Cathalonie et potissime exquo per se et eius predecessores consuevit et consueverunt facere predictas demandas et easexecutare a tanto tempore quod hominum memoria in contrarium non existit. Nec obstant as-serta privilegia desuper mencionata ex adverso quin, viso eorum serie et tenore, non tollunt quindominus rex et sui successores posint facere demandas coronationis, nove militie et matrimonioet pro terra conquistanda et defendendo etiam regno suo et in casibus tagentibus eorum ne-cessitatem, quare de hiis casibus specialibus, que sunt de mera et prorogativa regie dignitatis,non fit mentio in ipsis privilegiis. Et sic solum essent remisse questie annis singulis ordinariefiende et alie exactiones voluntarie et ordinarie etiam fiende, quare per generalem dispositio-nem abnegative prolatam nunquam remittunt nec includuntur ea que sunt alterius iuris et quecompetunt de speciali prorogativa dignitatis militie vel dignitatis regie ut sunt iura in aperto.

3

CAUSAS INVOCADAS POR LOS MONARCAS PARA PEDIR SUBSIDIOS A LA IGLESIA (1249-1399), SEGÚN LOS ME-MORIALES PRESENTADOS POR EL PROCURADOR FISCAL EN EL PROCESO DE “GREUGES”

Jaime I (1213-1276)

• contra los musulmanes del reino de Valencia (1249, 1276)• ejecución de justicia contra el conde de Empúries (redención de ejército, 1275)

Pedro el Grande (1276-1285)

• contra los nobles rebeldes refugiados en Balaguer (1280)• preparativos de la armada que concluiría con la conquista de Sicilia (1282)• ejecución de justicia contra el señor de Albarracín (1284)• defensa de Cataluña frente a la invasión francesa (1285)

Alfonso el Liberal (1285-1291)

• embajada a la curia pontificia (1286)• ejecución de justicia contra Roger de Castellcir (1290)• viaje del rey a la curia papal (1291)

Jaime II (1291-1327)

• embajada a Bonifacio VIII para preparar la paz de Anagni (1294)• campaña de Almería contra el rey de Granada (1309)• matrimonio de las infantas María (con Pedro, infante de Castilla) y Constanza (con don

Juan Manuel)(1313-1314)• redención de las potestates del reino de Mallorca (1319-1320)• conquista de Cerdeña, feudo pontificio (1322)

Alfonso el Benigno (1327-1336)

• matrimonio del rey con Leonor de Castilla y de la infanta Constanza con Jaime III de Ma-llorca (1327-1329)

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• coronación del rey (1328)

Pedro el Ceremonioso (1336-1387)

• coronación y caballería del rey (1336)• matrimonio del rey con María de Navarra (1338)• sine expresione certe cause (1338)• guerra contra los mariníes del Magreb (1339-1347)• guerra de Mallorca (1344-1346)• matrimonio del rey con Leonor de Portugal (1347-1348)• matrimonio del rey con Leonor de Sicilia (1349)• sub verbis generalibus non expresse causa (1353)• guerra contra los genoveses y el juez de Arborea en Cerdeña (1353-1354)• defensa del reino durante la guerra contra Castilla (1356-1358)

• 1359-1370: no consta la petición de ningún subsidio a los eclesiásticos

• caballería y matrimonio del infante Juan con Mata d’Armanyac (1371)• matrimonio de la infanta Juana con el conde de Empúries (1372-1375)• matrimonio de la infanta Leonor con el futuro Juan I de Castilla (1375)• coronación de Sibila de Fortià, última esposa del rey (1381-1383)• celebración del jubileo (1386)

Juan I (1387-1395)

• matrimonio de la infanta Juana con el conde Mateo de Foix (1393)

Martín el Humano (1395-1410)

• coronación del rey (1399)

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1328, octubre, 28, Barcelona

Copia de una carta en la cual Alfonso el Benigno pide a diversos establecimientos eclesiásticosun subsidio para sufragar los gastos de su matrimonio con la infanta Leonor de Castilla.La copia, sacada de un registro de la cancillería real (serie “Subsidiorum”) es autenticadapor Diego García, escribano real y archivero.

ACA, Cancillería, Memoriales 71/1, ff. 68r.-v. (numeración moderna)

Alfonsus, Dei gratia rex Aragonum, Valentie, Sardinie et Corsice ac comes Barchinone, ve-nerabili et religioso abbati monasterii Populeti, salutem et dilectionem.

Sicut pro certo didiscimus, quibusdam nobis de partibus Castelle noviter intimantibus, in-ter nos et inclitam infantissam Elienorem, illustris regis Castelle bone memorie filiam, matrimo-nium est firmatum. Cum igitur, actore Domino, iamdictum matrimonium contrahere et eius so-lempnia honorifice, ut regie dignitati congruit, in proximo peragere intendamus, et in tantonegotio multa[s] concurrat diversas expensarum super quibus nos opportet auxilium postulare.Idcirco, suentes vos ad servitia nostra promptum, rogamus vos interese quatenus in auxiliumpremissorum de quantitate XX millia solidos barchinonensium nobis subvenire velitis, de qui-bus respondeatis loco nostri fideli scriptori nostro Bernardo de Petra, generali aministratori red-

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dituum et iurium nostrorum, vel cui voluerit loco sui. In hiis autem magnum facietis servitiumet regraciabimur vobis multum.

Datam Barchinone, quinto kalendas novembris anno Domini M CCC XXVIIIº

Abbati de Benifaçà ut subveniat de tribus m. s. regaliumEpiscopo et capitulo Dertuse de X m. s. barchinonensiumAbbati Sanctarum Crucum de X m. s. b.Episcopo Ilerde X m. s. b.Abbati Ageris de V m. s. b.Abbati Bellipodii II m. s. b.Episcopo Urgelli X m. s. b.Preposito Solsoniensi V m. s. b.Preposito Minorise millia s. b.Abbati Sancte Cilie de Montserrato II m. s. b.Abbati Sancti Cucuphatis Vallensis III m. s. b.Pontio, barchinonensi episcopo, et capitulobarchinonensi X m. s. b.Abbati de Amerio II m. s. b.Abbati de Balneoles II m. s. b.Abbati Rivipulli X m. s. b.Abbati de Stagno VI m. s. b.

Ego, Didacus Garcie, illustrissimi domini regis scriptor ac tenens claves sui archivii regiiBarchinone, presens translatum a quodam regestro serenissimi domini Alfonsi, bone memorieregis Aragonum, Subsidiorum intitulato, in dicto archivio recondito sumpsi et cum eodem le-galiter comprobavi. Et, ut fides plenior impendatur, hec mea manu scripsi in testimonium pre-missorum et meum hic appono assuetum sig+num.

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1358, mayo, 19. Girona

Copia de una carta de Pedro el Ceremonioso en la cual exigía al arzobispo de Tarragona, ensu calidad de máxima jerarquía eclesiástica, una actitud más decidida para lograr de todoel brazo de la Iglesia un subsidio para sufragar la guerra contra Castilla; le pide el envíoinmediato de procuradores con poder para conceder un donativo consistente en 24 sueldospor cada fuego de jurisdicción eclesiástica durante dos años.

ACA, C, Memoriales, 71/1, ff. 136r.-v.

Lo rey d’Aragó.Per diverses letras nos recorda[m] a vós haver scrit pregant affectuosament que, per honor

e sguart nostre, tots affers apart posats, venguéssets a nós per rahó d’alscuns affers tocants moltnostra honor, los quals sens vostra presència no·s podian bonament espatxar. On, com vós açòno hajats curat fer e los dits affers requiren gran celeritat e cuyta, coven-se que·s declaren losaffers per los quals havian gran necessitat vostra presència.

Vós sabets que nós, per rahó de la gran e evident necessitat que havem per los affers de laguerra de Castella, havem mester hajuda general de totes e sengles persones ecclesiàstiques e se-glars poblades dins nostra senyoria, segons que a nós és legut e permés per dret e per rahó. Aximatex, sabets que vós sots cap d’aquesta província [e] dels altres de vostre braç e sots factura nos-tra ab la qual primerament e devant tots altres devíem finar sobre los dits affers, pensant-nos quevós, en haver lo do e ajuda de vós e dels altres de vostre província, vos mostraríets volenterós e

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favorable segons que sots tengut, per ço que los altres de vostre braç pus leugerament fossen in-duïts a ffer lo dit do e axí com nós degudament per dret e rahó puxam e degam haver de vós edels altres de vostre braç alguna covinent ajuda per deffensió dels regnes e terres nostres, lesquals lo rey de Castella s’esforça sens tota justa rahó pendre e occupar.

Per ço volem e vos, a escusació de nostra consiència, altra vegada pregam, requerim eamonestam que, vistas les presents, tremetats e tremetre fassa[t]s procuradors vostres e de totvostre braç plen poder de atorgar e donar a nós XXIIII sol. per cascun foch dels hòmens quevós e los altres de la sgleya de Tarragona havets dins la vostra província, e açò a dos anys pri-mers esdevenidors. En altra manera, certificam-vos que nós tremetrem nostres algutzirs e altresper fer de ferm la execució rigorosa e aytal con vós havets dada rahó que fer faran. E de con-tinent hajam vostra resposta.

Dada en Gerona, a XIX dies de maig en l’any de la nativitat de nostre Senyor MCCCLVIII.Rex Petrus.

Al reverent pare en Christ en Pere, per la divinal miseració archabisbe de Terragona, can-celler e conseller nostre amat.

Ego, Didacus Garcie, illustrissimi domini regis scriptor ac tenens claves sui archivii regiiBarchinone, presens translatum a quodam regestro serenissimi domini Petri, bone memorie re-gis Aragonum, Demandarum intitulato, in dicto archivio recondito sumpsi et cum eodem le-galiter comprobavi. Et, ut fides plenior impendatur, hec mea manu scripsi in testimonium pre-missorum et meum hic appono assuetum sig+num.

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1386, junio, 6. Barcelona

Copia de una carta de Pedro el Ceremonioso al obispo y cabildo de Urgell en la cual les recri-mina por haberse negado a hacer efectivo un donativo para celebrar el jubileo del reinado,a pesar de haber sido previamente otorgado; al parecer, se estaba negociando la concesión,en lugar del donativo, de la décima de un año de todo el obispado

ACA, C, Memoriales 71/1, f. 152r.

Petrus, Dei gratia rex Aragonum, Valentie, Maioricarum, Sardinie et Corsice comesque Bar-chinone, Rossilionis et Ceritanie, venerabili in Christo patri Berengario, episcopo Urgellensi, acdilectis vestris vicariis et capitulo sedis Urgellensis, salutem et dilectionem.

Pridem, sicut per alias litteras nostras vobis scripsimus et per litteras nuntiorum seu co-missariorum per nos super celebri festo anni iubilei quod de presenti, Deo dante, facere dis-posuimus vobis destinatorum nobis transmissas, intelleximus bonam profertam seu donum gra-tuitum nobis per vos in auxilium expensarum quas nos subire opportet pretextu solempnitatisfesti predicti concessum, de quo vobis cum dictis nostris litteris gratiarum retulimus actiones.Nunc autem, per litteras per vos transmissas eis nostris comissariis, percepimus vos, una cumceteris personis ecclesiasticis diocesis vestri dicti episcopi, colloquium super predictis tenuisse,in quo conclusistis et finaliter tales modos servastis quod dictum donum, quod iam per vos no-bis fuerat concessum, penitus revocastis ac etiam, omni verecundia retroiecta, denegastis incontemptum nostrarum precuum et gratiarum quas vobis iam inde porrexeramus. Unde nos,volendo super predictis providere ac habere dictum donum nobis iam concessum, ut prefertur,sicut decet, certificamus vos quod nos super premissis certas fecimus provisiones, per quas in-ter alia mandavimus ac mandamus serie cum presenti prefatis nostris comissariis ut, casu quoloco dicti doni nobis per vos concessi, ut pretangitur, vos et dicte alie persone ecclesiastice de-cimam ad unum annum totius diocesis vestri dicti episcopi nobis gratiose concedere nolitis, vo-bis et cuilibet vestrum singulariter et distincte in et super predictis aliis personis ecclesiasticis

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ac hominibus vestris et earum demandas nostro nomine faciant ratione predicta et alias comis-sionibus et aliis provisionibus per nos eis factis super predictis utantur juxta seriem et tenoremipsarum.

Datam Barchinone, VIª die iunii anno a nativitatre Domini MCCCLXXXVI. Rex Petrus

Ego, Didacus Garcie, illustrissimi domini regis scriptor ac tenens claves sui archivii regiiBarchinone, presens translatum a quodam regestro serenissimi domini Petri, bone memorie re-gis Aragonum, Demandarum intitulato, in dicto archivio recondito sumpsi et cum eodem le-galiter comprobavi. Et, ut fides plenior impendatur, hec mea manu scripsi in testimonium pre-missorum et meum hic appono assuetum sig+num.

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1336

Copia de algunos apuntes de los libros de cuentas del tesorero Pedro Jordán de Urríes y del co-misario Bernat Sapera donde se contienen las cantidades pagadas por algunos prelados ylugares de jurisdicción eclesiástica con motivo de la coronación y nueva caballería de Pe-dro el Ceremonioso

ACA, Cancillería, Memorials 71/2, ff. 168v.-170r.

Coronació del rey en Pere, avi del senyor rey regnant, e novella cavalleria

En XVII cartes del compte primer d’en Pere Jordan d’Orries, tresorer del senyor en Pere,és feta rebuda dels prohòmens e universitat de Verdú, qui són del abbat de Poblet, per rahóde la coronació e novella cavalleria del dit senyor feta en l’any MCCCXXXVI, de CCCC s. j.

En XVIII cartes del dit compte és feta rebuda d’en Bernat Çapera, qui·ls havia reebuts d’al-guns prelats e lochs de Cathalunya per la dita rahó de coronació e novella cavalleria, XVII m.DCCCXLVI s. IIII d. b.; III m. DXCV s. IIII d. j.

En XXIª cartes del compte terç d’en Pere Jordan d’Urries, tresorer del senyor rey en Pere,del any MCCCXXXVI és feta Iª reebuda d’en Domingo Perez Deltorrent, qui·ls havia reebutsdels hòmens de Muntçó, d’aquells V m. s. que havien atorgats al dit senyor en ajuda de les des-peses de la sua coronació, de DCCC s. j.

En la primera carta del compte primer que·n Bernat Çapera axí com a comissari ordonatper lo senyor rey en Pere a fer les demandes per rahó de la coronació del dit senyor en l’anyMCCCXXXVI és feta Iª reebuda del abbat de Sent Feliu de Guíxols qui·ls havia donats gracio-sament al dit senyor per rahó de la sua coronació, de M s.

Item, del bisbe de Gerona, qui donà per a I cavall al dit senyor per la dita rahó, M. s. b.

En IIII cartes del dit compte és feta reebuda per lo dit Bernat dels prohòmens de Fontru-bia, qui són de esgleya, per rahó de la dita coronació, CCCC s.

En VI cartes del dit compte és feta reebuda per lo dit Bernat dels prohòmens de Cambrilsper la dita rahó, M. s.

Item, dels hòmens de esgleya poblats en la parròquia de Quart e Palau, CC s.

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En VII cartes del dit compte és feta reebuda dels hòmens de la Guàrdia e del Bruch, quisón de Muntserrat, DCXC s.

En el dita carta primera és feta reebuda del abbat de Banyoles en paga d’aquells II m. s.que havia promesos dar per la dita rahó, de CCCC s.

En Vª carta del dit compte és feta reebuda per la dita rahó del abbat de Poblet, de V m. s.

Ibídem, és feta reebuda del abbat de Santes Creus per la dita rahó, III m. s.

En VI cartes del dit compte és feta una reebuda del abbat de Sent Johan ces Abadesses perla dita rahó, de MDCCC s.

Item, del prior de Sent Miquel dez Fay per la dita rahó, de D s.

Item, del prior de Sent Pere de Besulú, CCC s. b.

En VII cartes del dit compte és feta reebuda del prior de Cathalunya qui·ls donà al dit sen-yor per la dita rahó, de XL m.

En XIII cartes del compte VIIè del dit Pero Jordan del any MCCCXXXVIII és feta Iª ree-buda d’en Bernat Çapera de quantitat de X m. s., en la qual són compreses, los quals ell coma comissari havia reebuts de diverses prelats e universitats de Cathalunya per rahó de deman-des fetas per la coronació del dit senyor, V m. s.

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1339

Copia de algunos apuntes de los libros de cuentas de los tesoreros Ramon de Boil y Jaume Roigasí como del comisario Bernat Sapera donde se contienen las cantidades recibidas de dife-rentes establecimientos eclesiásticos, correspondientes al subsidio de 12.000 l. concedidopor el clero en un concilio celebrado en Tarragona para sufragar la guerra contra grana-dinos y mariníes.

ACA, C, Memoriales, 71/2, ff. 171v.-172v.

Subvenció feta en lo concili de Tarragona al rey en Pere de XII m. lliures per anar a Gra-nada contra lo rey de Marrochs

En VII cartes del compte quart del dit Ramon de Boil, tresorer, és feta rebuda d’en ArnauÇabastida, qui aquells havia rebuts de frare Francesch, bisbe de Barcelona, de ço que li per-tanyia a pagar en aquellas XII m. lliures, les quals foren atorgades al dit senyor per los prelatsde la província de Tarragona en lo concili que tingueren en la ciutat de Tarragona en ajuda dela guerra que·l dit senyor havia ab lo rey de Marrochs, de XVI m. CCCXX s.

En XVI cartes del dit compte és feta rebuda del dit archabisbe de Tarragona, e són d’a-quelles XII m. lliures que·l dit archabisbe ab los altres prelats sotsmesos del dit seu archabis-bat donaren al dit senyor per rahó de la dita guerra del rey de Marrochs, XL m. s.

En VI cartes del compte d’en Jacme Roig, tresorer del senyor rey en Pere, ha donat al ditmestre racional del any MCCCXXXXVII és feta Iª rebuda de frare Johan Ferrandez d’Eredia, en

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temps que era lochtinent del mestre del Espital de Sent Johan de Iherusalem en la castellaniad’Amposta, d’aquells LXXX m. sol. iaccensium, los quals havia atorgats dar al dit senyor enl’any prop passat en ajuda de la guerra que·l dit senyor fahia contra lo rey de Marrochs, de Vm. CCCL s. j.

En II cartes del compte segon del dit Bernat Çapera, comissari, és feta Iª rebuda del bisbed’Urgell d’aquella quantitat que li venia a pagar en aquellas XII m. lliures atorgades al dit sen-yor rey n’Amfós per rahó del dit concili, VI m. CCXXVI s. II d. b.

En IX cartes del dit compte és feta altre rebuda del bisbe de Gerona d’açò que li pertan-yia a pagar per la prop dita rahó del dit concili, de MCCCC s. b.

Ibidem, d’ell mateix és feta altra rebuda per la dita rahó, de II m. XXVIII s. b.

En IIII cartes del compte terç del dit Ramon Boil, tresorer del senyor rey en Pere, del anyMCCCXXXVIIIIº és feta Iª rebuda del archabisbe de Tarragona en paga d’aquellas XII m. lliu-res del dit archabisbe ab los altres bisbes, prelats e clergues sotsmesos al dit archabisbat do-naren al dit senyor en la ciutat de Barcelona en lo dit any per rahó d’aquellas galeas que·l ditsenyor tenia en l’estret de Gibaltar per rahó de la guerra del rey de Marrochs, de L m. s. b.

En la dita carta és feta una altra rebuda del dit archabisbe per la dita rahó, de XXX m. s. b.

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1 Este impuesto ha sido abordado, en mayor o menor medida, por todos los estudiosos de la fiscalidady las finanzas pontificias como, por ejemplo, W.E. LUNT (1965), 71-77; Ch. SAMARAN-M. MOLLAT (1968), 12-22; B. CAUSSE (1983). Más recientemente, y para la Italia de época moderna, M.C. GIANNINI (2003). Véase,asimismo, el estudio de S. Boissellier en este mismo volumen.

2 En relación con el debate sobre la génesis del estado moderno, véanse las distintas aportaciones in-cluidas en J.Ph. GENET-B. VINCENT (1986); también J.M.ª NIETO SORIA (2002).

LA CONTRIBUCIÓN DE LA IGLESIA A LAS ARCAS DEL REY: A PROPÓSITO DE LA RECAUDACIÓN DE LAS DÉCIMAS

EN LA CORONA DE ARAGÓN A FINALES DEL SIGLO XIV Y PRINCIPIOS DEL XV

JORDI MORELLÓ BAGET

Institución Milà i Fontanals (CSIC-Barcelona)

Sin duda, una de las más importantes contribuciones a las que estuvo sometido elclero fue la décima, impuesto que se generalizó en toda la Cristiandad a finales del si-glo XIII (a raíz de la décima universal decretada en el segundo Concilio de Lyon,1274), pero cuya máxima difusión se dio a lo largo del siglo XIV1. Al respecto, y antesque nada, sería conveniente hacer algunas consideraciones, aunque sea muy somera-mente, sobre la evolución que tuvo este impuesto en su primera etapa de existencia:

La décima era, en origen, un impuesto papal: la potestad para imponer décimascorrespondía al sumo pontífice y sólo a él, quien solía actuar sin el consentimientodel clero, considerado mero sujeto pasivo de la punción fiscal. Haciendo uso de esamisma plenitudo potestatis, los papas acostumbraron a ceder a favor de las monar-quías todo o una parte de la recaudación de este impuesto. Así, frente a las décimasimpuestas por el papado para sus propios fines, otras sirvieron a los intereses de lospríncipes seculares, y aunque por ello podamos adjetivar a estas décimas como “rea-les”, la exacción siguió siendo prerrogativa del máximo jefe de la Iglesia de Roma; o,dicho de otra manera, la décima nunca dejó de ser un impuesto eclesiástico y nunca,que sepamos, escapó al control de los colectores apostólicos. Los monarcas cristia-nos, incluidos los de la Corona de Aragón, no escatimaron esfuerzos de cara a obte-ner la cesión de aquel impuesto tantas veces y en las mejores condiciones posiblespara ellos. Gracias, pues, a las sucesivas concesiones obtenidas de la Santa Sede, lapercepción de décimas pasó a convertirse en una forma indirecta de canalizar la rentaeclesiástica a favor de las monarquías y también como forma de hacer partícipes a lasIglesias nacionales de la construcción estatal2.

En segundo lugar, es bien sabido que la finalidad de este impuesto debía ser el fi-nanciamiento de las expediciones de cruzada organizadas a Tierra Santa para rescatar alos Santos Lugares del dominio islámico. Con todo, la situación de enfrentamiento bé-lico que existía en algunas zonas fronterizas con el Islam, como la Península Ibérica, in-dujo al papado, a instancias de los monarcas de los reinos peninsulares, a permitir la co-lecta de décimas destinadas, en este caso, a la lucha contra los musulmanes de Granada

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o del Norte de África3. A su vez, algunas décimas pasaron a tener otras finalidades queya poco tenían que ver con la lucha contra el infiel. Así, en el caso de la Corona de Ara-gón, habría que referirse a las décimas otorgadas tras la infeudación, por Bonifacio VIII,de Cerdeña y Córcega (1297) a favor de Jaime II, para ayudar a costear la campaña deconquista de dichas islas4. A partir de mediados del siglo XIV, las décimas otorgadas alos reyes de Aragón casi siempre tuvieron un mismo objetivo: afianzar el dominio ara-gonés sobre Cerdeña, cuya situación de rebelión casi permanente exigió altos costes deintervencionismo militar. El producto obtenido de las décimas habría permitido financiar,al menos en teoría, una parte nada despreciable del coste de tales empresas militares,que difícilmente podía ser obtenido de los ingresos ordinarios de la monarquía5.

En tercer lugar, se trata de un impuesto de carácter extraordinario, esto es, tem-poral, pues su percepción estaba limitada a determinados periodos de tiempo. Frentea los intentos realizados por los diferentes monarcas para alargar la percepción delimpuesto el mayor tiempo posible, los pontífices tendieron a imponer periodos másbien cortos: a lo sumo, en el caso de la Corona de Aragón, de tres años, si única-mente tenemos en cuenta la segunda mitad del siglo XIV. Sin embargo, la obtenciónde sucesivas bulas papales de concesión, que suponían, de hecho, prorrogar anterio-res concesiones, iba a convertir a las décimas en un impuesto casi ordinario. Asípuede observarse a lo largo del periodo que analizaremos aquí, que de hecho coin-cide con un periodo de máxima intensificación de aquel impuesto.

En el presente artículo, intentaremos conocer cuál fue el rendimiento global deeste impuesto en la Corona de Aragón –y en las diferentes jurisdicciones episcopa-les6–, en el transcurso de catorce años de colecta casi ininterrumpida, en función,como se verá, de las sucesivas concesiones realizadas por el papado a favor de losmonarcas aragoneses. Asimismo, se tratará de comprobar hasta qué punto el productode esas décimas sirvió para los fines expresados en las correspondientes bulas papa-les o si cumplió con otras expectativas, en el marco de unas finanzas regias que enesa época estaban altamente necesitadas de recursos7.

3 La cruzada contra los musulmanes granadinos pasó a ser, cada vez más, un asunto que ya sólo inte-resaba, de forma primordial, a Castilla; véase, al respecto, J. GOÑI GAZTAMBIDE (1958).

4 La décima sexenal obtenida en 1297 probablemente derivaba de los pactos suscritos entre la monar-quía y el papado a raíz del tratado de Anagni, por cuanto se enmarca en la guerra contra Sicilia. La dé-cima cuatrienal de 1305 tenía reservadas 2/3 partes de su producto para la aún proyectada empresa mili-tar de conquista de aquellas islas. Posteriormente, tras la ocupación de Cerdeña, efectuada en 1323-24,Jaime II obtuvo una décima bienal que debió servir para consolidar el recién estrenado dominio de la isla.Este mismo monarca también negoció la cesión, cuando no intentó apropiarse, de una parte de la colectade la décima sexenal impuesta por Juan XXII en 1319 para la cruzada a Tierra Santa; véase, entre otros, A.FÀBREGA GRAU (1959 y 1963).

5 Cuando una sola décima podía equivaler, por ejemplo, a siete veces lo que el batlle general de Cata-luña ingresaba del patrimonio real; M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (1994-1995), 1292-1293. Se ha calculado que elrendimiento anual de la décima recaudada en la Corona de Aragón ascendía, desde principios del sigloXIV, a unas 18.000 libras barcelonesas, equivalentes a 15.000 libras tornesas pequeñas.

6 En la Corona de Aragón, había dos archidiócesis o arzobispados, con sus correspondientes obispadossufragáneos: la provincia de Tarragona, además de la diócesis de la capital, comprendía las de Girona, Vic,Barcelona, Urgell, Lleida, Tortosa y Valencia; la provincia de Zaragoza: además de la capital, comprendíalas de Huesca, Tarazona y Albarracín-Segorbe, y, fuera de la Corona de Aragón, las de Pamplona y Cala-horra. Se incluyen, por otra parte, dos obispados más: el de Elna, que pertenecía a la provincia de Nar-bona, y el de Mallorca, dependiente directamente de la Santa Sede. Son un total, pues, de 14 diócesis.

7 La Casa de Aragón, según confesión realizada por el propio Martín I, estaba exhausta de recursos; F.DE MOXÓ Y MONTOLIU (1994), 68. Esta situación se suele achacar al largo proceso de enajenación del patri-monio real, entre otros factores, como serían los dispendios de la corte de Juan I.

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I. LA TRANSFERENCIA DE RENTA ECLESIÁSTICA A LA CORONA: LAS DÉCIMAS REALES

La décima era un impuesto beneficial. Al igual que otras tasas apostólicas, gra-vaba los beneficios eclesiásticos, entendiendo con ello el valor global de las rentasadscritas al mantenimiento de un cargo o institución religiosa. En términos actuales,quizás sería más apropiado hablar de un impuesto sobre la renta, puesto que gravabapor medio de una tasa las rentas de los eclesiásticos constituidas en forma de bene-ficio, desde una simple capellanía hasta una prebenda episcopal. Como su nombreindica, debía percibirse la décima parte del valor en que estuviese tasado cada be-neficio, es decir, del valor resultante de una estimación de la renta anual –renta brutamenos gastos–. Esta tasación estaba regida por las normas adoptadas en el conciliode Lyon (1274), tasación que pronto quedaría fijada –probablemente, como postulaMorerod, ya lo estaría a principios del siglo XIV8–, para no modificarse durante largotiempo, con lo cual se produjo una fosilización de las tasas. Como a lo largo del Tres-cientos no se procedió a una revisión de tales tasas, ni siquiera después de la PesteNegra, la décima se convirtió en un impuesto estereotipado, sin conexión con el va-lor real de los ingresos de los beneficios. Y así se mantenía aún a finales del sigloXIV, lo que, como veremos después, comenzó a cuestionarse.

Las concesiones de décimas a favor de la monarquía aragonesa fueron bastantehabituales a lo largo de la segunda mitad del siglo XIV, y aunque su duración solíaser bastante corta (1, 2 o 3 años), algunas fueron encabalgándose con otras, con loque se fue percibiendo de forma más o menos continua9. Durante la época de Be-nedicto XIII, encontramos décimas prolongadas por periodos de tiempo más largosde los que habían sido habituales hasta entonces, esto es, hasta 10 años. Evidente-mente, esto podría atribuirse a las buenas relaciones mantenidas entre aquel papa yla monarquía aragonesa en tiempos de Juan I y de Martín I, tanto por razones geo-políticas (siempre teniendo como telón de fondo el dominio sobre las islas del Me-diterráneo) como por razones políticoreligiosas (compra de fidelidades por parte, eneste caso, del papa de Aviñón) o de otro tipo10. Sea como fuere, sirvió para revalidarel carácter ya prácticamente ordinario del impuesto.

Como en los demás reinos de la Cristiandad, la monarquía aragonesa tenía dere-cho a percibir una parte de la recaudación de las décimas que se recaudaban en susterritorios. A finales del siglo XIV, esta repartición estaba fijada en las siguientes pro-porciones: 2/3 partes la monarquía y 1/3 parte la Cámara Apostólica. Así pues, aúntratándose de un impuesto compartido, el principal beneficiario de la recaudación de-cimal era el monarca. Pese a ello, la recaudación seguía siendo un asunto, al menosen primera instancia, de los recaudadores eclesiásticos nombrados ad hoc por el pa-

8 J.-D. MOREROD (1990), 337.9 Hubo un periodo anómalo mientras duró la actitud de indiferencia de Pedro el Ceremonioso respecto

del Cisma (1378-1387), con la consiguiente apropiación de las rentas eclesiásticas por parte del fisco real.10 Por ser el papa aragonés y existir, además, lazos familiares con la casa real aragonesa. No está de más

recordar que Martín I estaba casado con María de Luna, pariente lejana del papa Benedicto XIII. Para en-contrar el tronco común a ambos hay que remontarse a cuatro generaciones anteriores, según el árbol ge-nealógico de los Luna: véase B. PEREIRA PAGÁN (1999). No obstante, cuando convino, también supo mante-ner este rey una actitud cautelosa con respecto a la actuación del papa Luna; véase S. PÉQUIGNOT

(2009-2010).

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pado, quiénes a su vez nombraban a otros colectores para actuar en el marco de cadadiócesis. Ejerciendo esta función encontramos a canónigos con diferentes cargos ca-tedralicios, canónigos simples, rectores de parroquias –tanto rurales como urbanas– ysimples presbíteros. Generalmente se trata de eclesiásticos de la misma subcolectoría;y frente al relevo sucesivo de las personas designadas para el ejercicio de este oficio,también observamos la permanencia de otras al frente de algunas diócesis, como se-ría el caso del canónigo de Vic Bernat Despujol [véase Apéndice n.º 1].

Ciertamente, estos colectores apostólicos podían contar con la asistencia de algu-nos oficiales reales (porteros), pero, según parece, todo el peso de la campaña de re-caudación corría a su cargo. Y al final de su gestión, debían rendir cuentas al fiscoreal, esto es, ante el Maestro Racional, a fin de proceder a la repartición de los in-gresos según lo estipulado y también de los gastos que se consideraban comunes, re-partidos en la misma proporción. En todo caso, es obvio que la monarquía, ademásde ser la que recibía la mayor proporción de las décimas, también sacaba provechode una organización fiscal ajena, la puesta en pie por la Cámara Apostólica; cosa dis-tinta era la gestión ulterior de los ingresos obtenidos de estos impuestos cedidos, locual podía comportar la designación de determinados funcionarios, según veremosmás adelante.

Así pues, nuestro objetivo es ver cuáles fueron los ingresos obtenidos por la mo-narquía de las décimas que se estaban recaudando a caballo de los siglos XIV y XV,el uso que la administración regia hizo del producto obtenido de ellas (si se dio cum-plimiento como era previsto o si se utilizó para otros fines), y también qué dificulta-des pudieron surgir a la hora de exigir al clero tales prestaciones. Para ello, acudire-mos a los datos que suministran las fuentes conservadas en el Archivo de la Coronade Aragón (ACA). En primer lugar, hemos realizado la consulta de los libros de co-lecta pertenecientes a la serie “décimas” (sección del Patrimonio Real, subsección delMaestro Racional)11. Los datos primordiales utilizados en la elaboración de este artí-culo ha sido el balance final que se recoge en los últimos folios de cada volumen(donde aparece anotado, no sólo el total de la colecta, sino también la parte corres-pondiente al rey), aunque no disponemos de todos los registros producidos en rela-ción con las sucesivas fases recaudadoras de cada décima12. Para rellenar muchos deestos huecos, hemos debido acudir a la consulta de los albaranes del Mestre Racio-nal, en los cuales se anotan liquidaciones relativas a cada obispado13. De esta manera,podremos evaluar el monto obtenido en cada uno los territorios y diócesis que for-

11 Según P. BERTRAN (1979), 261-262, se confeccionaban varias copias: una para el subcolector, otra parael colector general y otra para el Mestre Racional –en su función de interventor de las finanzas de la mo-narquía–, mientras que otra era enviada a Aviñón, y aún se añadiría una quinta copia para servir de mo-delo a las subsiguientes colectas. Obviamente, los ejemplares conservados en el Archivo de la Corona fue-ron los que se utilizaron en el proceso de fiscalización llevada a cabo en las oficinas de dicho oficial real.

12 Exceptuando un volumen que no nos ha sido posible consultar porque se encuentra en mal estado,hemos revisado un total de 41 registros, distribuidos por diócesis de la siguiente manera: Tarragona (2),Barcelona (2), Vic (2), Girona (7), Elna (2), Urgell (4), Lleida (3), Tortosa (5), Zaragoza (3), Tarazona (3),Huesca (2), Segorbe (1), Valencia (1) y Mallorca (4). Ahora bien, hay que tener en cuenta que mientras al-gunos registros contienen la recaudación entera de una décima, otros se refieren a una sola anualidad o acolectas parciales.

13 A partir de los tres registros comprendidos entre 1393 y 1408, hemos localizado unos 75 albaranesreferidos a liquidaciones de décimas, bien si se trata de colectas enteras o de deudas que faltaba con-signar.

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maban parte de la Corona de Aragón, para pasar a ver, ya en último lugar, cuál ha-bría sido el destino final de la parte adjudicada al fisco regio14.

1. LAS CONCESIONES DE LAS DÉCIMAS Y SU JUSTIFICACIÓN

Según se muestra a continuación, durante la década de 1390 hubo varias conce-siones de décimas:

Concesión Papa Duración Periodos de colecta Nº de concedente tandas

1.VI.139315 Clemente VII 3 años Todos los Santos-1393 / Todos los 5[10 años] Santos-1395

13.VI.1393 Ídem 1 año Todos los Santos-1396 / San Juan B. -1397 2

6.VIII.1397 Benedicto XIII 3 años Todos los Santos-1397 / San Juan B. -1400 6

Todos los Santos-1400 / Todos los 15Santos-1407

Como se ve, el papa Clemente otorgó dos concesiones en tan sólo 13 días de se-paración. La décima concedida el 13 de junio tenía establecida una duración de 1año y de hecho cabría considerarla como una prolongación de la anterior (no enbalde, siguió al frente de la recaudación el mismo diputado general: el arzobispo deZaragoza, García Fernández de Heredia), aunque su colecta quedaría pospuesta paracuando finalizase el periodo trienal de aquélla otra, esto es, en junio de 139616. Conrespecto a esa décima trienal, sólo se pudo recaudar lo equivalente a dos años y me-dio. En los mismos registros de la décima se señala el cese de la actividad recauda-toria por lo que concierne a la sexta y última paga, cese motivado por la muerte delrey Juan I, lo que llevó al clero de cada diócesis a reclamar al papa su anulación(allegant no ésser tenguts de pagar aquella per la mort del dit senyor rey, qui passàd’esta vida abans del terme de la propdita paga)17. Por lo que vemos, hubo una mo-vilización general del clero de ambas provincias, tanto de la Tarraconense como dela Cesaraugustana, para pedir la exención de esta paga. Sea como fuere, el hecho esque por tal razón se recaudaron 5 tandas en lugar de las 6 que estaban previstas18.

14 Por lo que respecta a dicha Corona, existen varios estudios realizados sobre las décimas concernien-tes a determinados periodos: véanse, entre otros, los trabajos de J. RIUS SERRA, J. TRENCHS, W. KÜCHLER, P.BERTRAN y M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ en la bibliografía citada al final.

15 El 24 de junio el papa Clemente comunicó la imposición de esta décima al arzobispo de Zaragoza ya Guillaume Boudreville, ambos colectores apostólicos en las tierras del rey de Aragón; J. BAUCELLS REIG

(1985), 113, doc. nº 58.16 Comenzaría al terminar el trienio de la anterior décima, según aparece en Archivo de la Corona de

Aragón (ACA), Real Patrimonio, Maestro Racional, reg. 657, ff. 22v.-24r.17 Antes que el rey, también había muerto el otorgante (Clemente VII falleció el 16 de septiembre de

1394 y, al cabo de pocos días, fue elegido el aragonés Pedro de Luna con el nombre de Benedicto XIII),hecho que también se aduce en algún momento como motivo del cese. Sea como fuere, la razón princi-pal de la paralización de la colecta fue la muerte del monarca, que se produjo, concretamente, el 19 demayo de 1396, poco antes de la paga prevista para junio. Por este motivo, también se paralizó la colectade las usuras que Clemente VII había concedido a Juan I; M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (2005), 202.

18 Con todo, y según los datos contenidos en los correspondientes libros de colecta, en alguna dióce-sis (caso de la de Tarazona) llegó a recaudarse una parte de la sexta paga; por otra parte, el clero de Ma-

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En el ACA, por lo que se refiere a esta décima, se han conservado 11 libros de co-lecta19.

Y por lo que respecta a la segunda décima del papa Clemente, la colecta se rea-lizó según la secuencia prevista, entre 1396 y 1397, aunque ello se habría hecho nosin suscitar protestas similares. De hecho, la recaudación de esta décima ha dejadomuy pocos vestigios documentales20.

Antes incluso de que se produjera la muerte de Juan I, a primeros de mayo de1396, a súplicas de Martín, duque de Montblanc y hermano del rey de Aragón, Be-nedicto XIII concedió un nuevo trienio de colecta de décimas21. La concesión reali-zada a petición del duque Martín tuvo que ser ratificada más tarde, en 1397, siendoya rey, cuando se fecha una nueva bula papal de concesión de una décima valedoraigualmente por un trienio22. Si antes se había nombrado comisario al obispo de Bar-celona, esta vez pasó a desempeñar este cargo el arzobispo de Zaragoza, al menosnominalmente, junto con el canónigo mallorquín Jaume de Ribes, prelado de la corteaviñonesa. La recaudación de esta décima se realizó según lo previsto y sin interrup-ciones. En el ACA se han conservado 7 registros correspondientes a distintas fases derecaudación del periodo trienal23.

La décima trienal de 1397 finalizó en junio de 1400. Fue éste el momento elegidopara recuperar la colecta interrumpida con la muerte de Juan I, si bien ello se hizoampliando el periodo de concesión a 10 años. Puesto que de la décima de 1393 serecaudó lo equivalente a 2 años y medio, quedaría ahora por cumplimentar 7 años ymedio del periodo decenal acordado ahora24. Ello se hizo no contrastant l’apel·lacióque’l clero de la senyoria del dit senyor [rey de Aragón] havia feta25. Así pues, no sólo

llorca dio cumplimiento a seis pagas, no sabemos si debido a un retraso en la transmisión de la noticia ala isla.

19 Distribuidos por diócesis de la siguiente forma: Elna (1 volumen), Girona (3), Vic (1), Urgell (2: unode ingresos y otro de gastos), Tortosa (1), Zaragoza (1) y Mallorca (1), además de un registro incompletocorrespondiente al obispado de Barcelona.

20 En el ACA existe un solo registro que parece tener relación con esta colecta. Examinando este regis-tro (n.º 1874), que atañe a la diócesis de Mallorca, tenemos la impresión de que tal colecta se dejó a me-dio hacer; de hecho, no hay sumas contabilizadas, lo que demuestra que no se llegó a fiscalizar. En él sealude a la apelación interpuesta por el clero de Mallorca, motivo por el cual se habría interrumpido la co-lecta, posponiéndola a 1400, así por lo que respecta a la segunda paga, que aparece anotada al principiodel volumen n.º 1875. Por lo que se refiere a los albaranes del Maestre Racional, sólo hemos localizado elcorrespondiente a la diócesis de Segorbe; ACA, RP, MR, reg. 657, ff. 22v.-24r. En él se contabilizan 1.483s.b. y 886 s.j., lo que, transformado todo a moneda barcelonesa, equivaldría a unos 2.457 s.

21 La misma concesión se hizo extensiva a Martín el Joven, casado con la reina María de Sicilia; ambasbulas están fechadas por igual; O. CUELLA ESTEBAN (2003-2005), I, 292-293.

22 O. CUELLA ESTEBAN (2003-2005), I, 333. Otra copia se localiza en el Archivo del Reino de Valencia: J.SERRA ESTELLÉS (1980), 26.

23 Registros concernientes a tres diócesis catalanas: Tarragona (1), Girona (1) y Tortosa (1); a las tresaragonesas: Zaragoza (1), Huesca (1) y Tarazona (1); y a la de Mallorca (1), además de otro registro rela-cionado con la gestión de la parte cobrada por la Corona, que analizaremos más adelante.

24 Curiosamente, la documentación de estos años se refiere a la concesión de 1393 como si tal décimahubiese sido concedida, ya desde un principio, por 10 años. Por otra parte, algunas diócesis, como Ma-llorca y Segorbe, pasaron a computar algo menos, o sea, 7 años. Ello, al menos en el caso de la diócesisinsular, sería a cuenta de la paga de más que ya había sido satisfecha a propósito de la décima trienal de1393, según se ha indicado más arriba. Por otra parte, en el libro de colectoría de B. Ribalta (Archivio Se-greto Vaticano, Camerale, Colectoría nº 123), se alude a la décima septenal que Clemente VII concedió aJuan I, luego confirmada por Benedicto XIII al rey Martín.

25 Así aparece expuesto, por ejemplo, en la copia de un albarán del Maestre Racional inserto en el li-bro de colecta de la diócesis de Mallorca (reg. 1875).

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se reanudaba la décima interrumpida en 1396, sino que se ampliaba considerable-mente el periodo de validez: de hecho, tal ampliación iba en contra de la costumbreseguida hasta entonces, pues nunca, que sepamos, se había llegado a poner en prác-tica una concesión por tal periodo de tiempo. Al frente de dicha colecta, fueron nom-brados como comisarios al arzobispo de Zaragoza, junto con los obispos de Barce-lona y Valencia, comisión que luego sería traspasada al obispo de Tarazona (lo eraBerenguer Ribalta, que ya había desempeñado con anterioridad funciones de colec-tor general de los derechos de la Cámara Apostólica26), junto con el obispo de Bar-celona ( Joan Armengol). En cuanto al proceso de recaudación, esta décima “recupe-rada” abarcó un total de 15 tandas o pagas, hasta noviembre de 1407. En consonanciacon la mayor duración de esta décima, hay un considerable número de libros de co-lecta conservados en el ACA: un total de 22 registros27.

Aún dentro del periodo considerado aquí, hubo nuevas concesiones de décimas,cuya colecta tendría que posponerse para más adelante28. Sea como fuere, el hecho esque, durante el periodo comprendido entre 1393 y 1407, se fueron encabalgando unasdécimas con otras, incluso a base de ampliar alguna hasta 10 años. Desde este puntode vista, no habría demasiados reparos en considerar a este impuesto como ordinario.

En cuanto a las razones aducidas para justificar todas esas concesiones, no haygrandes sorpresas respecto de lo que había sido la tónica habitual de las décimasotorgadas durante la segunda mitad del siglo XIV: así, la décima de 1393 estaba des-tinada a financiar los preparativos del viaje que pensaba realizar el monarca con elfin de asegurar el dominio sobre Cerdeña y Córcega29. Mientras tanto, la tercera parteque se reservaba el Papado serviría para cubrir “los gastos del Cisma”30.

Ahora bien, a partir de 1396, se introdujo cierta novedad. Las décimas concedidaspor Benedicto XIII no sólo tenían que servir para ayudar a someter los reinos de Cer-deña y Córcega, sino también para solucionar los problemas que tenía planteados laCasa de Aragón en Sicilia, que también era feudo de la Iglesia; concretamente, teníanque servir para ayudar a Martín el Joven, cuyo gobierno en aquella isla pasaba porserias dificultades.

26 J. MORELLÓ BAGET (2009), 65-125.27 De ellos, la mayoría correspondientes a la primera fase de colecta (1400-03): Elna (1), Girona (3), Vic

(1), Tarragona (1), Lleida (1), Urgell (1), Tortosa (2), Zaragoza (1), Tarazona (1), Segorbe (1), Valencia (1)y Mallorca (1). Respecto a la segunda fase (1404-07): Barcelona (1), Tortosa (1), Lleida (2, uno de ellos re-tirado de la consulta), Urgell (1), Huesca (1) y Tarazona (1).

28 Así, en septiembre de 1405, hallándose en Génova, Benedicto XIII volvió a emitir otra concesión dedécimas a favor del rey Martín por un nuevo trienio; O. CUELLA ESTEBAN (2003-2005), II, 151-156, doc. n.º285. Ahora bien, de la décima entonces vigente aún faltaban por finalizar 2 años y medio (5 pagas). Estaotra décima comenzó a recaudarse a partir de 1408, pero sólo durante 2 años a causa, una vez más, de lamuerte del rey a quien le fue otorgada.

29 Tal como recoge un albarán del Maestre Racional, en ajuda de les despeses del dit rei Joan faedoresllavors per lo passatge que havia proposat fer a les illes e regnes de Sardenya e Córcega per recobrar e tor-nar-les a la seva senyoria, com les tenia en feu per la sancta Església de Roma Recordemos que el término“pasaje” era en esa época una forma alternativa de referirse a una cruzada según J. GOÑI GAZTAMBIDE (1958),231 y ss., lo que concuerda con el hecho de considerar que dichas islas estaban siendo soliviantadas por“cismáticos”.

30 Es obvio que en la empresa de someter Cerdeña y Córcega se daba un interés convergente entre elpapado aviñonés y la monarquía aragonesa, ya que también se postulaba como una lucha contra los par-tidarios del papa romano, lo que podía ayudar a decantar la situación del Cisma a favor, no precisamentedel lado del papa de Roma, pese a la señoría invocada sobre aquellas islas, sino del lado del aviñonés.

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En suma, en esta época, gracias al hecho de que el papa de Aviñón pasó a serun prelado de linaje aragonés (el papa Luna), parece haber existido una plena sim-biosis entre los intereses de la casa de Aragón –en lo que se refiere a su política dedominación del Mediterráneo– y el deseo de terminar con la división de la Iglesia pro-vocada por el Cisma31.

2. LOS INGRESOS DE LAS DÉCIMAS Y LAS DIFICULTADES DE COLECTA

En primera instancia, interesaría conocer la recaudación global obtenida en cadadiócesis, esto es, sin diferenciar la parte que se quedaba el rey de la parte que se re-servaba el pontífice, según aparece indicado en la siguiente tabla32:

Diócesis 1393 1397 1400a 1400b(5 pagas) (6 pagas) (7 pagas) (8 pagas)

Elna 88.117 s. 100.486 s. 108.461 s. 102.852 s.

Girona 94.958 s. 110.520 s. 123.124 s. 130.195 s.

Barcelona 104.409 s. 108.544 s. 115.468 s. [134.581 s.]

Vic 70.425 s. 83.108 s. 96.426 s. 109.788 s.

Urgell 49.474 s. 48.518 s. 106.526 s. 118.289 s.

Lleida 65.351 s. 70.792 s. 78.121 s. 92.872 s.

Tarragona 87.967 s. 104.164 s. 109.353 s. [134.535 s.]

Tortosa - [71.258 s.] 83.749 s. [103.333 s.]

Valencia - 90.738 s. 155.387 s. [162.900 s.]

Segorbe 7.372 s. 7.372 s. 7.374 s.33 9.774 s.

Zaragoza 71.706 s. 103.627 s. [152.632 s.] 147.531 s.

Huesca 40.856 s. 52.244 s. 56.976 s. 74.990 s.

Tarazona 32.001 s. 33.395 s. 36.687 s. 40.949 s.

Mallorca 54.075 s.34 55.212 s. - [66.568 s.]

Totales: 766.711 s. 1.039.978 s. 1.230.284 s. 1.429.157 s.

* Todas las cantidades están expresadas en moneda barcelonesa de acuerdo con las siguientes conversio-nes: la jaquesa a razón de 2 s. más por libra barcelonesa; la mallorquina a razón de 14 s. 8 d. por librabarcelonesa. Para simplificar, prescindimos de anotar las cantidades más pequeñas expresadas en dinerosy óbolos, que tampoco hemos tenido en cuenta en los totales de cada columna.

31 Como decía O. CUELLA ESTEBAN (1996), 178, interesaba apoyar a los reyes de Aragón en su dominiode Sicilia, Cerdeña y Córcega para que la rebeldía política no fuese fuente de rebelión y desobedienciaeclesiástica. Dicho de otra manera: sometimiento a los reyes de Aragón en lo político y al papado aviño-nés en lo religioso.

32 Como se ve, no ha sido posible completar toda la serie de datos requeridos, pues hay lagunas afec-tando a algunos obispados; así, en aquellos casos en los que falta reseñar algunas pagas, he optado porrealizar un cálculo hipotético de cuál podría haber sido la colecta global (cifras indicadas entre corchetes)usando una simple regla de tres en función de las pagas que sí tenemos documentadas. En este cuadro yano hemos incluido la problemática décima de 1396, pues, al respecto, sólo conocemos la colecta de Se-gorbe, que fue de 2.457 s., cifra que se corresponde con una tercera parte de la colecta (trienal) de 1393.

33 Este total sería contabilizando sólo 6 pagas.34 Recordemos que la colecta de esta diócesis abarcaba 6 pagas, o sea, el trienio entero.

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Por lo que respecta al monto total de la décima de 1393, la cifra podría rondarlos 900.000 s. en el caso de haber podido incorporar los datos de las dos diócesis quefaltan. En cambio, tenemos más o menos completa la recaudación de la décima de1397, situándose por encima ya del millón de sueldos. La recaudación de la décimade 1400 en su 1ª fase (hasta 1403) podría elevarse a 1.290.000 s., ya que en el totalindicado en el cuadro falta la colecta de Mallorca; mientras que en la 2ª fase (1404-1407) asciende a cerca de 1.430.000 s. Para todo el periodo estudiado (1393-1407),calculamos una media anual de unos 353.800 s. (=17.690 lb.).

A partir de los datos expuestos en la tabla anterior, podemos tener una idea bas-tante completa, aunque aproximada, de cuál sería el rendimiento anual de la décimaen cada circunscripción.

Valor aproximado de las décimas anuales

Diócesis 1393 1397 1400a 1400bElna 35.247 s. 33.495 s. 30.989 s. 25.713 s.

Girona 37.983 s. 36.840 s. 35.178 s. 32.549 s.

Barcelona 41.764 s. 36.181 s. 32.991 s. (33.645 s.)

Vic 28.170 s. 27.703 s. 27.550 s. 27.447 s.

Urgell 19.790 s. 16.173 s. 30.436 s. 29.572 s.

Lleida 26.140 s. 23.597 s. 22.320 s. 23.218 s.

Tarragona 35.187 s. 34.721 s. 31.244 s. (33.634 s.)

Tortosa - (23.753 s.) 23.928 s. (25.833 s.)

Valencia - 30.246 s. 44.396 s. (40.725 s.)

Segorbe 2.949 s. 2.457 s. 2.458 s. 2.444 s.

Zaragoza 28.682 s. 34.542 s. (43.609 s.) 36.883 s.

Huesca 16.342 s. 17.415 s. 16.279 s. 18.748 s.

Tarazona 12.800 s. 11.132 s. 10.482 s. 10.237 s.

Mallorca 18.025 s. 18.404 s. - (16.642 s.)

Totales: 306.684 s. 346.659 s. 351.510 s. 357.289 s.15.334 lb. 17.333 lb. 17.576 lb. 17.864 lb.

Pasando por alto el resultado de la primera fase, la recaudación anual se sitúa en-tre las 17.000 y 18.000 libras, lo cual guarda mucha correspondencia con el cálculorealizado por M. Sánchez sobre las décimas de la década de 1350, cuando se supo-nía una colecta anual cercana a las 18.000 libras35. Teniendo en cuenta que tal esti-mación también se postulaba a principios del siglo XIV (a propósito de la décima de1309), podríamos ver en ello una prueba de la fosilización del impuesto decimal a lolargo de todo el siglo XIV como resultado de haber mantenido las mismas tasas dereferencia. Pero, por otra parte, ignoramos datos tan básicos como sería el número debeneficios tasados.

Naturalmente, existe un notable contraste entre unas y otras diócesis: por unaparte, Tarazona, Huesca y, sobre todo, Segorbe, ofrecen colectas muy modestas o re-

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35 M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (1994-1995), 1292.

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almente bajas36, comparado con otras diócesis mayores, como las de Barcelona, Zara-goza, Tarragona o Valencia, y otras que consignan cifras que tienden a situarse por en-cima de los 30.000 s. A la cabeza de cada fase recaudadora figuran las siguientes dió-cesis: Barcelona en 1393, Girona, junto con Barcelona, en 1397, y Valencia, junto conZaragoza, en las distintas fases recaudadoras de la décima de 1400. Así mismo, obser-vamos un notable contraste en la colecta obtenida en la provincia zaragozana, entre larecaudación decimal de la capital y la correspondiente a las demás diócesis aragone-sas, que ni siquiera juntas llegan a igualar las cifras obtenidas en aquélla. Este contrasteno es tan acusado en Cataluña o en el ámbito más amplio de la provincia tarraconense,cuya capital (Tarragona) se ve superada con frecuencia por otras diócesis, como aca-bamos de indicar con respecto a las que se sitúan en las primeras posiciones.

Parece que, a lo largo del periodo analizado aquí, se dio una tendencia al alza, qui-zás como signo de una mayor eficacia recaudatoria. Ahora bien, si descendemos al ni-vel de cada circunscripción, observamos un comportamiento bastante desigual [gráfico1]; así, frente a aquellas diócesis cuya recaudación experimentó una caída progresiva

36 La colecta de Segorbe en ningún caso supera los 3.000 s. Sin duda, sería éste el obispado más pobrede la Corona de Aragón, como ya se señala en el artículo de M.ªM. CÁRCEL ORTÍ y V. PONS ALÓS (2001).

37 Efectivamente, por lo que se refiere al obispado urgelitano pudiera deberse a la superación de cier-tos problemas de gestión planteados en la colecta de las primeras décimas anotadas. La colecta de la dé-cima de 1393, que fue delegada por el subcolector Arnau Graner a un presbítero beneficiado en dichasede, presenta una contabilidad bastante caótica, motivo por el cual tuvo que ser revisada a fondo en laoficina del Maestro Racional con el fin de intentar sacar el agua clara.

(como en el caso, sobre todo, de Elna o también de Girona y Tarazona), hay otrasdonde tal recaudación se mantuvo más o menos dentro de unos mismos parámetros(Segorbe, Vic), en contraste con otras dónde se observa un incremento más que con-siderable entre los datos recogidos antes de 1400 y los que aparecen consignados des-pués: el caso más flagrante sería la diócesis de Urgell, pues el monto recaudatorio casise duplicó. Ello podría deberse a problemas de recaudación como de gestión que noa variaciones, por ejemplo, en el número de los beneficios sujetos a tributación37.

Naturalmente, la liquidación de la colecta obtenida en cada obispado se hizo enmomentos diferentes. Tomando de referencia los albaranes del Mestre Racional, te-

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38 En los tres registros del Mestre Racional (reg. 656, 657 y 658), que abarcan de forma ininterrumpidadesde el año 1393 hasta el 1408, encontramos liquidaciones no sólo de las décimas que analizamos aquí,sino también de otras anteriores: de hecho, aún en 1398 se estaban cobrando cantidades pendientes de ladécima de 1387; y en enero de 1402 se procedió a liquidar algunas deudas de la colecta de Barcelona co-rrespondientes a la décima de 1389.

39 Por lo que atañe, por ejemplo, a la diócesis de Urgell (décima de 1400), las cantidades cobradas conposterioridad se elevan a 9.058 s. 10 d.b., lo que supone un suplemento del 13,5% con respecto a la co-lecta principal.

40 En el caso de la iglesia de St. Esteve de Glosianes, la tasa acabó reduciéndose a la mitad (12.XI.1395);también se practicaron reducciones a favor del monasterio de Santa Maria la Real de Perpiñán (a 300. lb.b.)o del priorato de la Garriga (a 16 lb.b.), entre otros. A algunos incluso se les eximió completamente decontribución, como se ve a propósito de St. Llorenç del Munt, iglesia que estaba unida al monasterio deSt. Genís de Fontanes; ACA, RP, MR, reg. 1946.

41 Así se indica sobre todo con respecto a las diócesis de Vic y Barcelona, y, en menor medida, con res-pecto a las de Urgell, Elna, Huesca y Zaragoza. También se registran problemas en Mallorca, donde hayconstancia de la excomulgación dictada a finales de 1396 de 46 clérigos de dicha diócesis por no habersatisfecho sus obligaciones fiscales, al parecer con respecto al pago de un subsidio pontificio; J. ROSSELLÓ

LLITERAS (1986), 125.

nemos documentadas diversas liquidaciones de las décimas estudiadas38. Por lo querespecta a la décima trienal de 1393, la mayoría de albaranes datan de 1398 y añosposteriores, como si se hubiera dejado adrede un tiempo intermedio de resultas dela finalización imprevista de su colecta; en cambio, la décima trienal de 1397 se pudoir liquidando, en la mayoría de diócesis, entre 1400 y 1401; respecto a la décima de1400, el proceso de liquidación parece haber sido algo más complejo, atendiendo almayor número de pagas consideradas; en todo caso, podemos observar cómo aúnen 1413 se estaban liquidando deudas de la décima de siete años.

Ahora bien, hay que tener presente que algunas colectas se cerraron en falso,puesto que quedaban cantidades que, por una u otra razón, no se habían podido co-brar. Para comenzar, en los saldos anotados en los libros de colecta encontramos can-tidades debidas bastante altas: así, por ejemplo, concerniente a la diócesis de Zara-goza (1397-1400) se anota una deuda de 25.580 s.j. (17.053 s. correspondientes al rey);y en la diócesis de Barcelona (1404-07) 11.850 s.b. por la parte del rey. En el ACA,además de los libros de colecta mencionados, se han conservado diversos registros dedeudas pendientes de las décimas analizadas aquí, con montos, en algunos casos, demás de 6.000 sueldos39. Así mismo, parece que en algunas diócesis (Barcelona, Vic) elcobro de sumas pendientes fue algo habitual. [véase el Apéndice n.º 3].

El hecho es que la recaudación de estas décimas no fue ni mucho menos plácidapara los responsables de rendir cuentas, pues se encontraron con ciertas dificultadesante las cuales hubo que ofrecer soluciones de algún tipo. Justamente, una de las me-didas adoptadas fue la moderación de las tasas decimales que tenían adscritas algu-nos beneficios. Así se puso en práctica en la demarcación de Elna, donde ya en 1393,a instancias del subcolector de la diócesis, fueron consentidas algunas rebajas deaquella tasa, en algunos casos a la mitad40. Con todo, parece que siguió existiendo unaoposición bastante generalizada al pago de esta y otras décimas. El hecho es que enmuchas diócesis fueron quedando por cobrar bastantes cantidades a causa, como seindica de forma reiterada, de las moltes objeccions interposades pels eclesiàstichs queeren tenguts de pagar segons les taxacions antigues41. Y si finalmente se cobraron se-ría después de haber llegado a algún tipo de compromiso; per declaracions que aprésne foren fetes, como se suele indicar.

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De lo expuesto hasta aquí, se podría inferir que se estaba generando entre elclero un cierto “hartazgo” contra el pago de aquel impuesto. Ahora bien, las quejasde los eclesiásticos contra la presión fiscal derivada de las décimas no era un hechoen sí novedoso de esta época; en cambio, sería mucho más novedoso el hecho deque, quizás por primera vez, se considerase necesario revisar a la baja las tasacionesutilizadas hasta entonces. De hecho, el papado no tardaría en aceptar una revisióngeneral de las tasaciones de los beneficios eclesiásticos, convertido en un tema de de-bate entre el papado y el clero catalanoaragonés a lo largo de la primera mitad delsiglo XV42. Ello tampoco estaría al margen de un cierto cambio de orientación de lafiscalidad pontificia en la Corona de Aragón. Porque, sin lugar a dudas, la fiscalidadque hemos visto aquí, basada en una percepción prácticamente continua de déci-mas43, dio paso a otro tipo de prestaciones, como eran los subsidios. No en vano, ta-les subsidios implicarían contar con la consulta previa del estamento eclesiástico opor lo menos con un cierto grado de consentimiento de la parte afectada, lo cual yani se postulaba cuando se trataba de contribuir en las décimas44. En caso contrario,tal como se recoge en las quejas formuladas por el clero aragonés a propósito de unsubsidio pedido en 1418 (al parecer, sin dicho consentimiento), sería como volver aestar sometidos al “yugo de otro tiempo”45. Sin duda, con ello se estaría haciendo re-ferencia a la experiencia más reciente, esto es, a la etapa de Benedicto XIII, quien porentonces ya se encontraba recluido en el castillo de Peñíscola sin facultades para se-guir explotando las atribuciones fiscales que le confería su cargo.

3. EL DESTINO FINAL DE LAS DÉCIMAS OTORGADAS AL MONARCA

Como ya sabemos, las dos terceras partes del producto de las décimas iban a pa-rar a las arcas reales. Basándonos en los datos expuestos más arriba (o sea, inclu-yendo partes hipotéticas de las recaudaciones que no se han conservado), obtenemosla siguiente repartición (en cifras aproximadas):

Décimas Rey (2/3) Papa (1/3)Décima de 1393 (30.000 lb.) (15.000 lb.)

Décima de 1397 34.666 lb. 17.333 lb.

Décima de 1400 (1ª etapa) (43.000 lb.) (21.500 lb.)

Décima de 1400 (2ª etapa) 47.639 lb. 23.819 lb.

42 Ya a finales de 1407, según J. FAVIER (1966), 670 y también según O. CUELLA ESTEBAN (1996), 180, el pro-pio Benedicto XIII habría consentido una rebaja a favor del clero de Aragón consistente en reducir las tasasde las décimas a la mitad, como forma de compensación con respecto a los subsidios que estaban pagando.En todo caso, fue más tarde, ya en la década de 1420, cuando se llevó a cabo en los estados ibéricos de laCorona de Aragón, con la aprobación del papa Martín V, la reducción de las tasas de todos los beneficioseclesiásticos a la mitad, y tal reducción se mantuvo hasta 1443; véase W. KÜCHLER (1997), 230. Con ello, pa-rece haberse alcanzado el final de un largo ciclo en el que tales tasas se habían mantenido inamovibles.

43 En 1415, el propio Benedicto XIII, a instancias del clero abanderado por el arzobispo de Tarragona,no sólo aceptó revocar una décima trienal sino prohibir la colecta de cualquier otra décima por un pe-riodo de 7 años; O. CUELLA ESTEBAN (2003-2005), III, 322-324, doc. nº 690-691.

44 En esta época, el clero, además de ser consultado, quería dar su aprobación a las contribuciones queles eran impuestas; W. KÜCHLER (1997), 225.

45 W. KÜCHLER (1997), 225.

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Por el presente, interesa fijarse más en la parte adjudicada a la monarquía46. Lasuma de todos estos ingresos podría rondar las 155.000 libras, aunque en la prácticaserían algo menos después de descontar los gastos de gestión. [A partir de la mediaanual calculada más arriba (353.800 s.), la parte correspondiente al rey podría situarseen unos 235.800 s., o sea, una cifra cercana a las 12.000 lb.]

De hecho, también los gastos de la colecta debían repartirse en la misma pro-porción que los ingresos: 1/3 parte la Cámara Apostólica y las 2/3 partes para elfisco real. Por ello se contabilizan todos los gastos considerados comunes de la co-lecta, dando razón de la parte que correspondía a la Corona, y otros gastos no co-munes, que eran íntegramente satisfechos con los ingresos consignados a la partedel rey.

Para administrar esta parte, se nombraron algunas personas. Sin duda, el más ac-tivo fue Francesc Foix, del oficio de Mestre Racional, quién al cabo del tiempo pasóa actuar como general receptor de totes pecúnies provinents de dècimes, pies causes eusures e altres bulles apostòliques que habían sido concedidas al rey Juan I. Asímismo, también lo vemos actuar como procurador de Luquino Scarampi y FrancescDeudé, y otros mercaderes, por asignación que el mismo rey les había hecho a pro-pósito de ciertas ventas de censales.

Efectivamente, se trataba de los censals morts vendidos por dicho monarca y suesposa al mercader italiano Luquino Scarampi, de la ciudad lombarda de Asti, y aFrancesc Deudé, de la villa de Sant Mateu, por un capital global de 121.000 flori-nes. Al pago de las correspondientes pensiones anuales se asignaron diversas fuen-tes de ingresos, entre las cuales se incluía la décima47. F. Foix pasó a actuar comoadministrador, pues, del llamado contrato Scarampi. De todo ello cabe inferir queparte de la décima de 1393 habría tenido como principales beneficiarios a dichosacreedores de la Corona, además de a otras personas. Todos ellos aparecen citadosen la serie de pagas satisfechas de los ingresos de aquella décima, como se sueledecir, per especials assignacions que·n havien del rey48. Una vez más, para saber cuá-les fueron las cantidades percibidas por dichos acreedores, sería necesario hacer unvaciado exhaustivo de las pagas anotadas en la sección de los gastos de los librosde colecta. Ahora bien, teniendo en cuenta que dicha décima quedó interrumpida(después de la 5ª paga), se plantean las siguientes cuestiones: ¿en qué medida estacircunstancia afectó a la satisfacción de la deuda contraída por la monarquía conambos mercaderes?, ¿se seguiría utilizando el producto de las décimas que siguie-ron a aquella otra o bien hubo que recurrir a otros expedientes? No hay que olvi-dar que había otras fuentes de ingresos (primicias, causas pías, usuras...) igualmenteconsignadas a pagar dicha deuda. Y, por otra parte, no parece que fuera posible in-terrumpir el pago de dichas deudas –posponiéndolo para más adelante–, por lo quetambién cabría plantear como hipótesis una paralización temporal teniendo en

46 Respecto a la parte que fue a parar a las arcas del papado, véase J. MORELLÓ BAGET (2009). A partirdel análisis de esa colectoría, anotamos un ingreso global de unas 12.350 lb., de las cuales la mayor parte(10.462 lb.) se corresponden con las primeras tandas de la décima de 1401, además de un remanente co-rrespondiente a la décima de 1397 (1.749 lb.) y otras cantidades menores aún pendientes de las décimasde 1393 y 1396.

47 M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (2005), 200.48 Como la realizada en 1392 a favor del noble Hug d’Anglesola, camarlengo del rey Juan, sobre la dé-

cima del obispado de Girona, entre otros muchos ejemplos que podrían aducirse.

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cuenta la participación de Luquino Scarampi en el proceso abierto contra los con-sejeros de Juan I49.

En cualquier caso, estamos mejor informados de lo que sucedió a partir de la dé-cima trienal de 1397, cuando de nuevo vemos actuar a Francesc Foix a tenor del nom-bramiento efectuado el 18 de septiembre de 1397, cuando fue nombrado receptor yadministrador de los ingresos de la décima trienal, así como de otro tipo de colectas(concretamente, de los monedajes/“morabatins” de los reinos de Aragón, Valencia yMallorca)50. El producto de todos estos impuestos debía ser convertido en la remune-ración de los soldados y en los fletes de los barcos que se preparaban para ser en-viados a Sicilia para ayudar al heredero de la corona, Martín el Joven, que tenía difi-cultades para consolidarse en el trono siciliano.

Puesto que se han conservado las primeras cuentas realizadas por el indicadoFrancesc Foix en el desempeño de sus funciones, valdría la pena exponer algunas delas informaciones obtenidas del correspondiente libro51. En ellas hay un apartadodonde hallamos consignadas diversas reebudes de dicha décima trienal en relacióncon la primera paga: la de Todos los Santos de 1397. La mayoría de partidas son per-cibidas directamente de los diferentes subcolectores que operaban en cada circuns-cripción, excepto algunas que fueron recibidas a través de Pere Ferrer, mercader deSolsona, quien a su vez también fue nombrado por el rey para percibir el dinero dediversas subcolectorías, quizás para ocuparse de las cantidades adeudadas de aque-lla paga. Sumadas todas las cifras, nos da un total de 3.732 lb. 2 d. (=74.640 s.). Setrata de una cantidad bastante reducida.

La recaudación por diócesis arroja cantidades diversas, que no parecen guardarmucha relación con su posición jerárquica [véase tabla adjunta].

Cuantías ingresadas por F. Foix de la 1ª paga de la décima de 1397

Diócesis: CuantíaElna 447 lb. 11 s. 8 d.Vic 398 lb. 10 s.Lleida 370 lb. 18 s.Tortosa 330 lb.Barcelona 329 lb. 10 s.Mallorca 279 lb. 9 s. 2 d.Urgell 253 lb. 19 s. 8 d.Huesca 143 lb.Girona 127 lb. 5 s.Tarazona 110 lb.Diversas subcolectorías 941 lb. 16 s. 8 d.(P. Ferrer)

49 Dicho banquero fue acusado de “vaciar” el reino de su moneda y de quedarse con el producto delas décimas concedidas por el Papa para enjugar los gastos de la proyectada expedición de Juan I a Cer-deña; F. de MOXÓ Y MONTOLIU (1994), 125.

50 Hay que señalar que F. Foix, junto con otro funcionario, en este caso de la tesorería, Felip de Ferrera,estuvieron al frente de otra comisión para administrar ‘toda’ la moneda asignada a la defensa y sosteni-miento del reino de Cerdeña, entre los años 1396 y 1398; ACA, PR, MR, reg. 657, ff. 214r.-215r. Ahora bien,en la correspondiente liquidación no se da constancia de ningún ingreso procedente de la décima, y ellosería así porque se dio a administrar al mismo Foix en el libro de cuentas que analizaremos ahora.

51 ACA, PR, MR, reg. 1957.

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Sin duda, se trata de cantidades situadas muy por debajo de lo que debía perci-bir la monarquía de cada diócesis, incluso una vez descontadas las pagas realizadaspor los gastos corrientes de la colecta, que incluye el salario del subcolector, canti-dades que o bien tardaron en ingresarse o bien fueron canalizadas por otras vías; ade-más, tampoco aparecen consignadas todas las diócesis (faltan cuatro: Tarragona, Za-ragoza, Valencia y Segorbe), si es que no se encuentran camufladas dentro de laspartidas globales recibidas de P. Ferrer, entre las cuales figura, de hecho, la principalpartida de ingreso por lo que respecta al ámbito que analizamos. Sea como fuere, esteregistro supone un testimonio documental de la administración paralela organizada apropósito de la décima y al margen de los gestores eclesiásticos de la colecta de cadacircunscripción.

Francesc Foix rindió cuentas de su gestión también en marzo de 140252. La mayorparte de los ingresos que consigna son del impuesto del morabatín; de un total de45.808 lb. 9 s., lo ingresado de las décimas tan sólo representa el 8%. Todo ello fueinvertido, pues, en los gastos relativos a la preparación de la armada. En suma, pa-rece que una parte de los ingresos de la décima sirvió realmente para dar cumpli-miento al motivo por el cual había sido establecida, aunque no constituyera unafuente de ingresos principal.

En todo caso, el registro en cuestión debió de acompañarse de otro volumen (porlo que respecta a la segunda paga de la décima) que no se ha conservado, ya seatambién porque no llegó a materializarse. Efectivamente, la administración encomen-dada a F. Foix sólo duró un año, pues, como él mismo reconocía, yo non reebí sinóla primera anyada e encara d’aquella falliren algunes quantitats per certs càrrechsque·l dit senyor hi posà e per certes quantitats que son tresorer ne reebé (11r). Comoda a entender este párrafo, algunas cantidades ya no pasaron por las manos de F.Foix, lo que explicaría en buena medida las cifras un tanto aleatorias y de poca im-portancia que contabilizamos de aquel registro. Es probable que las cantidades des-viadas o traspasadas a otros administradores ya no lo fueran para subvenir al finan-ciamiento de la armada, cuando la cuestión de Sicilia había dejado de ser unapreocupación primordial para la monarquía, sino que seguramente responderían aotros motivos.

La prueba de que el producto de aquel impuesto se estaba utilizando en otrosmenesteres la tenemos en primera instancia en la subsiguiente gestión que se hizo delos dos años restantes de la décima indicada, a raíz del traspaso efectuado a favor dela reina María, juntamente con los derechos percibidos sobre algunas aljamas, por untotal de 24.000 florines. Esta operación fue realizada en Zaragoza, mediante carta degracia, a finales de enero de 139853. De esta manera, sólo 2/9 partes de esa décimatrienal quedaban a disposición del rey. Ahora bien, el hecho de que Martín I traspa-sara a su esposa la parte que le correspondía de la décima, ¿no era ya una forma depasar por alto el propósito por el que se había concedido teóricamente la décima? Eladministrador o perceptor de la parte de la reina fue a su vez el citado Pere Ferrer,

52 ACA, RP, MR, reg. 657, ff. 211r-212r.53 ACA, RP, MR, reg. 1957, f. 7r. Anteriormente, según comisión de la misma reina del 19 de febrero de

1397, F. Foix ya había actuado como general cullidor e reebedor de los ingresos de los dos últimos añosde aquella décima. Sin embargo, de esta gestión tan sólo consignó una entrada procedente de la subco-lectoría de Barcelona (concretamente, 400 florines del subcolector Bonanat Segalers, cantidad que fue en-tregada a un administrador de la corte de la reina), ya que tuvo que dejar dicha comisión debido a susotras ocupaciones; ACA, RP, MR, reg. 657, ff. 213v-214r.

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con quién María de Luna quizás tenía una deuda pendiente54. En todo caso, en los li-bros de colecta analizados anteriormente, Pere Ferrer aparece recibiendo algunas can-tidades (a partir del segundo año) como procurador de dicha reina.

Si el producto de la décima de 1397 sirvió en parte para financiar la armada deSicilia y en parte para motivos particulares de la reina María, ¿qué sucedió, mientrastanto, con el pago al que estaba obligada la monarquía de las pensiones de censalesa los citados acreedores? (similar paréntesis parece constatarse con respecto a la per-cepción de las usuras entre 1397-1400). Al respecto, nos consta que, en junio de 1399,con el fin de solucionar algunos conflictos surgidos entre el fisco regio y los recep-tores de las pensiones de esos censales, se llegó a un acuerdo por el cual los acree-dores recibirían lo que quedase por cobrar de la décima y demás exacciones, redu-ciendo a la mitad el interés de los censales y confiriendo a F. Foix el encargo derecibir las mencionadas asignaciones (M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ, 2005a, 202).

F. Foix, actuando como gestor del contrato Scarampi, fue realizando sucesivas li-quidaciones (hasta 1408), correspondientes a 6 anualidades de la décima de 1400. Noolvidemos que esta décima era la continuación de la otorgada en 1393 y que una po-sible razón de la ampliación a 10 años habría sido, justamente, la imposibilidad de li-quidar la enorme deuda contraída por la monarquía. En la siguiente tabla, damos unaserie de cifras correspondientes a ingresos procedentes de la décima:

Periodo Ingreso bruto Periodo Albarán testimonialAdministrado de la décima decimal (ACA, RP, MR)[24.I.1400] – 31.X.1401 193.154 s. Todos los Santos-1400 / S. Juan-1401 Reg. 657, f.215v-219v

1.XI.1401 – 31.X.1402 201.094 s. Todos los Santos-1401 / S. Juan-1402 Reg. 658, f.40v-43v

1.XI.1402 – 31.X.1403 183.816 s. Todos los Santos-1402 / S. Juan-1403 Reg. 658, f.67r-70v

1.XI.1403 – 31.X.1404 194.272 s. Todos los Santos-1403 / S. Juan-1404 Reg. 658, f.105r-108v

1.XI.1404 – 31.X.1405 187.584 s. Todos los Santos-1404 / S. Juan-1405 Reg. 658, f.148r-150v

1.XI.1405 – 31.X.1406 257.361 s. Todos los Santos-1405 / S. Juan-1406 Reg. 658, f.224r-227v

Total: 1.217.281 s.

Durante todos esos años, pasaron por las manos de dicho funcionario más de1.200.000 sueldos procedentes de la décima recaudada en los territorios de la Coronade Aragón por lo que respecta a la parte que tenía adjudicada la monarquía, lo quesupone una media anual de 202.880 s. = 10.144 lb., unas cifras ligeramente inferioresa las que hemos calculado anteriormente a partir de la información proporcionadapor los libros de colecta, una vez separada la tercera parte reservada por la CámaraApostólica. Sin embargo, en este momento hacía falta proceder a una nueva reparti-ción de aquellas sumas. De acuerdo con los pactos establecidos por la monarquía consus acreedores, de los ingresos netos de la décima, una vez descontados los gastos yotras sumas pendientes de años anteriores, correspondía entregar a aquéllos las 3/4partes de la recaudación, de manera que la suma resultante pudiera ser destinada,como así lo fue en gran parte (83%), al pago de la deuda censal (y también a la amor-tización de esos censales).

54 la senyora reina havent d’aquèn donació del dit senyor [rey] féu venda a·n P. Ferrer, mercader de Sol-sona, e a altres, se dice en el registro 1949, f. 7r.

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Periodo Ingreso neto Parte adjudicada Pago de censales Saldo Porcentajes: de la décima a los acreedores (y redenciones) anual a/ y b/

1400 – 1401 141.241 s. 105.931 s. 98.093 s. +7.838 s. 93% / 51%

1401 – 1402 168.706 s. 134.368 s. 137.328 s. -2.960 s. -2% / 68%

1402 – 1403 163.281 s. 122.461 s. 124.733 s. -2.272 s. -2% / 68%

1403 – 1404 169.378 s. 127.033 s. 122.722 s. +4.311 s. 97% / 63%

1404 – 1405 170.801 s. 128.101 s. 54.268 s. +78.143 s. 42% / 29%

1405 – 1406 21.610 s. 94.351 s. 51.065 s. +43.286 s. 54% / 20%

Totales: 835.017 s. 712.245 s. 588.209 s. 83% / 48%

Porcentajes: a/ respecto a la parte entregada a los acreedores; b/ respecto al monto total ingresado por F.Foix

A título de balance global, resulta que casi la mitad de lo que las arcas del reyingresaron de las décimas en bruto fue consumido por los censales debidos a susacreedores; ciertamente, a partir de 1404, este proceso de transferencia estuvo enparte paralizado a causa de disensiones surgidas entre la monarquía y los acree-dores, lo que tendría un reflejo contable en las cifras más reducidas que aparecenconsignadas por lo que respecta a los dos últimos años de gestión de aquellos re-cursos.

En suma, como acabamos de ver, el rey, atenazado por sus obligaciones crediti-cias, sólo pudo disponer para sus propios fines de ! parte de las entradas de las dé-cimas de esta época, lo que supone 1/6 parte de la colecta global. Desde este puntode vista, la monarquía ya no era el principal beneficiario del producto de las décimas,sino sus acreedores.

Entretanto, y por lo que respecta a la décima de 1400, seguimos anotando dife-rentes asignaciones realizadas por parte de la Corona a favor de terceros: así, porejemplo, tenemos constancia (reg. 1870) de cierta donación realizada a favor de Le-onor, ex-reina de Chipre y prima de Pedro el Ceremonioso, de 2.000 florines anua-les sobre los ingresos de la décima de las diócesis de Tarragona y Lérida –de la co-lecta de Tarragona 1.600 florines y de la de Lérida 400 florines–, según asignaciónrealizada en 1387. Dicha reina vivió como “pensionista” refugiada en el convento dePedralbes, hasta su muerte ocurrida en torno a 1416. Parte de su manutención se ha-bría sustentado, pues, en el producto de las sucesivas décimas recaudadas en las dosdiócesis indicadas55.

Otra beneficiaria del producto de la décima fue la reina Sibila, última esposa dePedro el Ceremonioso, en esta ocasión por donación hecha por sus dos reales sobri-nos ( Juan I y Martín I) de 1.500 florines, a percibir anualmente durante 6 años sobrelas décimas de Barcelona y Girona56.

55 Al parecer, dicha asignación debió de ampliarse al global de la colecta obtenida por el rey de las dé-cimas, ya que, con fecha 29 de abril de 1410, Benedicto XIII confirmó la donación realizada a favor de lareina Leonor de Chipre de 2.000 florines anuales obviando el hecho de que hubiera tenido otro destino;O. CUELLA ESTEBAN (2003-2005), II, 457-458, doc. n.º 975.

56 A propósito del reconocimiento realizado por el procurador de la reina Sibila del pago de 750 flori-nes por parte del subcolector de la diócesis de Barcelona; Archivo de la Catedral de Barcelona, vol. 405,documento de 2.VII.1402. No debía de haberse agotado aquel plazo de tiempo cuando dicha reina murió(1406), puesto que, según figura en el libro de colecta de la citada diócesis (reg. 1860), de tal cesión si-guió beneficiándose su heredera, la infanta Isabel.

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Mientras tanto, la deuda contraída con los mercaderes Luquino Scarampi y Fran-cesc Deudé, sin duda convertida en una pesada losa para las finanzas del rey, siguiógestionándose durante muchos más años, ya fuera del periodo considerado aquí,pero no sabemos si la recaudación de las décimas seguiría jugando un papel o noen este proceso.

En suma, todo parece indicar que la justificación para obtener la concesión de dé-cimas (la “recuperación” de los reinos insulares de Cerdeña y Córcega o también deSicilia), se transforma en pura retórica cuando vemos cuál fue el destino final que sedio a las sumas transferidas al fisco real. Como hemos podido apreciar en los ejem-plos estudiados, el producto de las décimas sirvió para muchos otros fines, los cua-les a veces nada tienen que ver –ni tan sólo de manera indirecta– con los problemasplanteados en aquellos reinos insulares ni con la proyectada expedición que debíareafirmar el dominio catalanoaragonés. Como así ocurrió con los ingresos obtenidosde las usuras57, el producto de las décimas habría servido más bien para satisfacer lasdeudas contraídas por la Corona o, como también hemos visto aquí, como “pensión”de algunas reinas y seguramente de otros familiares o servidores de la monarquía, cir-cunstancias que podrían ir saliendo a la luz a partir del análisis minucioso de los gas-tos consignados en los diferentes libros de colecta.

4. CONCLUSIONES

La percepción de décimas parece haber alcanzado, en el paso del siglo XIV al XV,un momento de máximo apogeo. Ahora bien, si en las recaudaciones decimales ante-riores, fue costumbre establecer una duración de dos o tres años para cada décima, esoslímites temporales fueron superados a partir de los problemas surgidos a propósito dela décima que había otorgado Clemente VII en 1393, cuya duración trienal fue ampliadaluego a 10 años. Sin embargo, la colecta interrumpida en 1396, a raíz de la muerte delmonarca (Juan I), no pudo reanudarse hasta 1400-01; en el periodo intermedio, se si-guieron percibiendo otras décimas (una anual y otra trienal), por lo que el clero ape-nas pudo obtener un respiro con respecto a este impuesto. Se había llegado a un puntoen el que las décimas se habían convertido en un ingreso prácticamente ordinario, tantopara las finanzas pontificias como, sobre todo, para la Corona.

El producto de este impuesto eclesiástico debía ser destinado, como se reitera en to-das las concesiones realizadas, a socorrer los reinos insulares, no sólo para el caso deCerdeña y Córcega, como era habitual invocar en las concesiones precedentes, sino tam-bién para acudir en socorro del reino de Sicilia, donde el dominio catalanoaragonés es-taba complicándose por momentos. Pero una cosa es la retórica contenida en estas con-cesiones y otra la realidad. Por lo que podemos entrever en los pagos efectuados por laadministración real, una parte importante del producto de este impuesto habría tenidodestinos muy distintos: en gran medida, sirvió para responder a los créditos obtenidospor la monarquía de dos mercaderes (los conocidos Lucchino Scarampi y FrancescDeudé); y otra parte se utilizó para las asignaciones hechas a favor de los parientes máspróximos a la realeza. Sólo una porción del producto de aquellas décimas, que en estemomento es imposible de poder evaluar en términos precisos, sirvió directamente parafinanciar una de las armadas preparadas para ser enviadas a las islas. Con esto, no ha-

57 M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (2005), 204.

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cemos otra cosa sino corroborar algunas de las apreciaciones que ya habían hecho M.Sánchez y P. Bertran a la hora de abordar el estudio de estos impuestos.

En cuanto al cuadro de rendimientos de cada décima, hemos obtenido resultadosbastante completos gracias a las informaciones proporcionadas por los albaranes delMestre Racional, que nos han permitido rellenar muchas de las lagunas dejadas porla pérdida de algunos volúmenes de colecta. A partir, pues, de los resultados corres-pondientes a cada diócesis para cada una de las tres décimas estudiadas (1393, 1397y 1400) hemos obtenido los siguientes datos (también visualizados en el gráfico 2, demayor a menor:

Diócesis Índice calculado (media de recaudación58)1. Valencia 19.477,38 100,02. Zaragoza 18.288,31 93,93. Barcelona 17.807,77 91,44. Girona 17.646,04 90,65. Tarragona 16.769,96 86,16. Elna 15.381,38 79,07. Vic 13.836,42 71,08. Urgell 12.415,65 63,79. Tortosa 12.301,90 63,210. Lleida 11.736,00 60,311. Mallorca 9.255,53 47,512. Huesca 8.656,38 44,413. Tarazona 5.501,23 28,214. Segorbe 1.226,62 6,3

58 Índice calculado en base al número de pagas acumuladas. Para la mayoría de diócesis el divisor es26; Valencia y Tortosa, 21; y Mallorca, 19.

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A juzgar por estos datos, la diócesis que más contribuyó por medio de las décimasfue la de Valencia. Se atisba con ello el auge y esplendor que iba a alcanzar esta dió-cesis durante el siglo XV –bautizado por V. Cárcel Ortí como el siglo de oro de la Igle-sia valentina–, que culminaría en 1492 con la erección en archidiócesis59. Le sigue el ar-zobispado de Zaragoza y las diócesis catalanas encabezadas por Barcelona, las cualesocupan una horquilla situada entre el 60 y el 91% en relación con el índice máximo cal-culado para Valencia. La recaudación en las demás diócesis se sitúa a menos del 50%de la colecta de Valencia: ello concierne a la diócesis de Mallorca y a las aragonesas,con la excepción, naturalmente, de la capital. La colecta de Segorbe ni tan sólo llegabaa cubrir una décima parte de la recaudación de la diócesis vecina de Valencia.

En suma, la monarquía catalanoaragonesa, como beneficiaria de las dos terceraspartes de las décimas, obtuvo ingresos nada desdeñables: según nuestros cálculos,unas 30.000 lb. de la décima de 1393; algo más de 34.000 lb. de la de 1397; unas43.000 lb. de la de 1400 (1ª fase) y un mínimo de 47.000 lb. (2ª fase). Si la mediaanual de recaudación estaba calculada en 17.900 libras, a la monarquía le correspon-derían unas 11.900 libras. Sea como fuere, el rendimiento de este impuesto no parecehaber sufrido un “desgaste” importante con respecto a lo que había sido el monto tra-dicional de recaudación.

Una parte de los ingresos obtenidos por esta vía fue utilizada de acuerdo con losmotivos hechos explícitos en las concesiones papales, lo que en la práctica se tradujoen la financiación de la armada de Sicilia (a partir de las primeras entradas de la dé-cima de 1397). Pero, por regla general, el producto de estos impuestos sirvió más bienpara pagar las deudas de la monarquía, y especialmente el enorme crédito de Sca-rampi-Deudé, al cual estuvo asignada la décima de 1393 y la que fue su continuacióna partir de 1400, además de algunas otras pensiones asignadas a la manutención dediversas damas de la corte.

Una última cuestión se refiere a las dificultades con las que se encontraron algu-nos subcolectores en la percepción de las décimas. La existencia de numerosos dé-bitos constituye todo un síntoma de la casi imposibilidad de cumplimentar al 100% lacolecta en cada una de las diócesis, ya que en algunos casos, según hemos visto, sedejaron importantes cantidades pendientes de cobro que debieron ser liquidadas pos-teriormente, a veces, al cabo de bastantes años. Así, lo que ya más o menos pode-mos intuir a través de otras fuentes, como son las colectorías vaticanas, donde se re-gistran numerosas restas de décimas anteriores, queda confirmado a través del estudiobasado en los registros conservados en el ACA. En ellos se alude, por ejemplo, a laoposición planteada por algunos contribuyentes contra la percepción del impuesto,lo que estaría detrás de muchas de las recaudaciones a la baja que presentan algunasdiócesis. De hecho, existió una viva oposición del estamento eclesiástico, que se mos-traba a favor de la paralización de la décima entonces vigente a raíz de la muerte delmonarca ( Juan I), pero esta oposición no fue suficientemente fuerte para conseguir,no sólo la anulación completa de aquella décima, cuya recaudación fue pospuestapara más adelante, sino que se siguieran imponiendo otras décimas en el periodo in-

59 Para esta época más tardía, Valencia era, según el mismo autor, la mitra mejor dotada de la Coronade Aragón a nivel de rentas; cf. V. CÁRCEL ORTÍ (2001), 153. Ya en 1409, a propósito de la ampliación delnúmero de canónigos a veinticinco, era reconocida su condición de iglesia rica; cf. F. MIQUEL ROSSELL

(1948), 380.

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termedio. Quizás no estaría de más aludir al clima de hostilidad y a las resistenciasque se dieron más o menos por la misma época (principios del siglo XV) hacia lascomisiones del fisc de les usures, que llegó en ocasiones a la revuelta60. El hecho deestar ya gravados por las décimas hacía aún más odiosa cualquier carga extraordina-ria que quisiera imponerse sobre el clero, por no hablar de las numerosas protestassuscitadas ante Benedicto XIII por el cobro a las iglesias aragonesas de otro tributotambién cedido en buena parte al erario real: las primicias61, en una época coinci-dente, además, con un aumento de la presión fiscal ejercida por los municipios so-bre la clerecía local62. Y, como se ha visto, el clero ya no aceptaba sin más el pago delas décimas impuestas.

Así pues, todo parece indicar que, ante la intensificación de este tipo de fiscali-dad en la época abordada aquí, se estaba generando un cierto hartazgo entre el es-tamento eclesiástico, que quizás explicaría por qué al cabo de poco tiempo, coinci-diendo con la época de resolución del Cisma y del triunfo de las tesis conciliaresfrente a la actitud soberana de los papas, se dejaron de percibir décimas y se recu-rrió a la demanda de subsidios, aunque de forma mucho más espaciada en el tiempo.Si tal fenómeno tiene otras lecturas, más allá de la puramente fiscal, sería más pru-dente dejarlo para los estudiosos de la Iglesia.

APÉNDICE

1. Nómina de subcolectores

-Subcolectores de la décima de 1393:

Tarragona: Guillem Ferrer, preceptor de la sede de TarragonaBarcelona: Pere de Coll, canónigo y sacristán del monasterio de Santa Maria de l’Estany (diócesis de

Vic)Girona: Nicolau Cifré, canónigo (1ª paga);

Ramon Roig, canónigo (2ª-4ª paga), luego rector de Salses;Felip de Palau, presbítero, rector del hospital de la Sede (5ª paga)

Elna: Joan Jaubert, arcediano de ConflentVic: Bernat Despujol, canónigoUrgell: Arnau Graner, sacristán de la sede de Urgell / procurador: Pere Ramon, rector de Cal-

binyà, presbítero beneficiado en la misma sedeTortosa: Andreu Coscó, canónigo, preceptor de la sede de TortosaMallorca: Francesc Negrell, canónigo

Zaragoza: Joan Bovet, canónigo de Vic

-Subcolectores de la décima de 1396:

Vic: Arnau de Condamina, canónigo tesoreroBarcelona: Joan de Santhilari, presbítero

60 Véase M. SÁNCHEZ MARTÍNEZ (2005), 211-217.61 O. CUELLA ESTEBAN (1996), 179-80.62 Como en los casos que tenemos estudiados de Reus y Valls, a propósito de las soluciones de com-

promiso a las que llegaron, a finales del siglo XIV, los colectivos de presbíteros con las autoridades loca-les con respecto a su participación en las contribuciones municipales (tallas y “onzens”); véase J. MORELLÓ

BAGET (1999 y 2005); véase también la síntesis de P. Verdés Pijuan en este mismo volumen.

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-Subcolectores de la décima de 1397:

Tarragona: Joan de Morelló, canónigo/prior de la sede de TarragonaBarcelona: Bonanat de Segalers, rector de la parroquia de St. Just de Barcelona

(al menos una parte fue recaudada por el colector general Jaume de Ribes)Girona: Felip de Palau, rector del Hospital de la sede de GeronaElna: Joan Jaubert, canónigo y arcediano de ConflentVic: Bernat Despujol, canónigoLleida: Jaume de Salines, presbíteroUrgell: Pere d’Aguilar, presbítero de Solsona63

Tortosa: Guillem Riera, rector de Nules / Berenguer Serrat, canónigoMallorca: Pere Pellicer, presbítero beneficiado de la Sede

Valencia: Francesc Martorell, rector de Énova

Zaragoza: Antoni Caldes, rector de Pujol (diócesis de Valencia)Tarazona: Martín de Mengucho, canónigo Huesca: Martín de Odina, prior de PertusaSegorbe: Ramon Cabrit, presbítero beneficiado en la sede de Segorbe

-Subcolectores de la décima de 1400-07:

Tarragona: Narcís Astruç, canónigo/arcediano mayor de TarragonaJoan Nadal, arcediano de Vilaseca, de la sede de Tarragona

Barcelona: Bernat Miret, presbítero beneficiado en la parroquia de St. PereMiquel Formós, canónigo

Girona: Bernat Descamps, canónigo (durante los 3 primeros años)Joan del Bosc, tesorero de la sede de Gerona

Elna: Joan de Ribesaltes, sacristán de St. Joan de PerpiñánBartomeu Batlle, canónigo

Vic: Bernat Despujol, canónigoLleida: Joan Senant, canónigo/sacristán de Lleida

Narcís de Santdionís, paborde de LleidaUrgell: Pere d’Aguilar, presbítero beneficiado en la iglesia de SolsonaTortosa: Guillem Riera, rector de Nules (encargado de las 3 primeras pagas)

Vicent Segarra, canónigoGuillem Ramon, deán de Tortosa

Mallorca: Bartomeu Manresa, canónigoFrancesc Negrell, canónigoAntoni Estany, rector de Esporles

Valencia: fra Pere Guerau, rector de la parroquia de St. Bartomeu de ValenciaFrancesc Martorell, canónigo

Zaragoza: Jaime Berenguer, canónigo de JacaAntonio de Alpertil, canónigo/sacristán de Santa María la Mayor de Zaragoza

Tarazona: Martín de Mengucho, canónigoHuesca: Martín de Odina, prior de Pertusa

Bartomeu Haiz, ardiácono de Laures, en la iglesia de JacaArnau de Sangosa, canónigo

Segorbe: Ramon Cabrit, presbítero beneficiado en la sede de Segorbe

63 Por otro lado, se cita como subcolector a Bartomeu Martí, que era rector de St. Martí de Brocà; ACA,RP, MR, reg. 1957, f. 12r.

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2. Recaudación decimal de la parte del rey

Periodo Diócesis Sumas recaudadas [nº de Libro Fecha de liquidación segúndecimal pagas contabilizadas] de colecta albarans de Racional

1393-1395 Elna 58.745 s.b. [5] reg. 1861 30.VI.1400 (reg. 657, f.125r-126v)

(5 pagas) Girona 63.425 s. 10 d. (ób.) b. [5] reg. 1863 12.X.1394 (reg. 656, f.132v.-134v) reg. 1864 11.III.1402 (reg. 657, f.212r-213v)reg. 1865 14.II.1401 (reg. 657, f.164v-165v)

Barcelona 70.212 s. 4 d.b. [5] 8.II.1398 (reg. 657, f.19v-21r)

Vic 46.950 s. 7 d. (ób.) b. [5] reg. 1893 2.VIII.1398 (reg. 657, f.39v-40v)

Urgell (32.983 s. 1 d.b.)64 [5] reg. 1888/89

Lleida 39.606 s. 10 d.j. [5] 29.V.1398 (reg. 657, f.30r-31v)

Tarragona 58.645 s. 2 d. ób.b. [5] 24.IX.1400 (reg. 657, f.134v-136r)

Tortosa ?

Valencia ?

Segorbe 4.915 s. 2 d.b. [5] 2.V.1398 (reg. 657, f.21v-22v)

Zaragoza 43.458 s. 3 d.j. [5] reg. 1895 11.XII.1399 (reg. 657, f.108v-110r)

Huesca 24.761 s. 6 d. ób.j. [5] 12.VII.1398 (reg. 657, f.36r-37v)

Tarazona 19.395 s.j. [5] 20.VIII.1398 (reg. 657, f.37v-38v)

Mallorca 49.559 s. 1 d.m. [6] reg. 1873 21.V.1401 (reg. 657, f.179v-181r)

1396-1397 Segorbe 1.638 s. 4 d. ób.b. [2] 4.V.1398 (reg. 657, f.22v-24r)(2 pagas)

1397-1400 Elna 66.997 s. 8 d.b. [6] 12.X.1400 (reg. 657, f.143v-144v)

(6 pagas) Girona 73.680 s. ób.b. [6] reg. 1897 7.II.1401 (reg. 657, f.163r-164r)

Barcelona 72.363 s.b. [6] 24.XI.1400 (reg. 657, f.152r-153v)

Vic 55.405 s. 7 d.b. [6] 19.XII.1400 (reg. 657, f.158r-159r)

Urgell 32.345 s. 5 d.b. [6] 23.XII.1400 (reg. 657, f.159r-160r)

Lleida 42.868 s. 11 d.j. [6] 15.III.1401 (reg. 657, f.170v-171v)

Tarragona 69.442 s. 9 d.b.65 [6] reg. 1899 25.VI.1401 (reg. 657, f.185r.-186v)

Tortosa 39.588 s. 3 d.b. [5] 11.II.1402 (reg. 657, f.200v-202r)reg. 1900 4.I.1401 (reg. 657, f.160v-161v)

Valencia 68.692 s. 6 d.b. [6] 14.III.1401 (reg. 657, f.168v-170r)

Segorbe 4.915 s. 2 d.b. [6] 20.IX.1400 (reg. 657, f.136r-137v)

Zaragoza 62.804 s. 10 d.j.66 [6] reg. 1901 21.V-1401 (reg. 657, f.181v-182v)

Huesca 31.663 s. 4 d.j. [6] reg. 1898 18.IV.1401 (reg. 657, f.174v-175v)

Tarazona 20.239 s. 8 d.j.67 [6] reg. 1878 20.X.1400 (reg. 657, f.144v-146r)

Mallorca 50.193 s. 4 d.m. [6] reg. 1876 30.III.1401 (reg. 657, f.172v-173v)

64 Esta cantidad está obtenida a partir del total de ingresos que se indica, pues las cuentas en este casose saldaron con signo negativo; la parte del rey debió de ser detraída de dicho saldo, que era de 308 lb.5 s. 2 d.b. No hemos localizado el albarán correspondiente.

65 Quedarían aún pendientes de cobro, por la parte del rey, 554 s. 8 d.b., según consta en ACA, RP, MR,reg. 1949, pliego 2º, f. 2v.

66 Quedaba pendiente de cobro una importante cantidad (17.053 s. 4 d.j.) por la parte del rey, según larelación de deudas contenida en ACA, Cancillería, Varia, reg. 442, f. 5r.

67 Según se indica en el propio libro de colecta, quedaban pendientes de cobrar 619 s. 3 d.j., cantidadque tendría que ser liquidada posteriormente por la parte del rey.

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1400-1407 Elna 140.876 s.b. [15] reg. 1862 2.IV.1407 (reg. 658, f.184v-185r)(15 pagas) 24.II.1407 (reg. 658, f.169r-170r)

13.VI.1408 (reg. 658, f.223r-224r)

Girona 168.880 s. 2 d. ób.b. [15] reg. 1866/67 7.III.1407 (reg. 658, f. 175r-176r)1868 (1ª fase) 28.II.1408 (reg. 658, f.206r-207r)

Barcelona 155.484 s. 4 d. ób.b. [14] 21.VI.1404 (reg. 658, f.59v-61r)reg. 1860 26.VI.1408 (reg. 658, f.228v-229v)

Vic 137.476 s. 3 d.b. [15] reg. 1894 31.X.1404 (reg. 658, f.72r-v)3.III.1407 (reg. 658, f.176r-177v)3.III.1408 (reg. 658, f.207r-208r)

Urgell 149.877 s. 1 d. ób.b. [15] reg. 1891 9.IX.1404 (reg. 658, f.65r-67r)1.II.1407 (reg. 658, f.164r-165v)

reg. 1890 26.III.1408 (reg. 658, f.208v-209v)

Lleida 103.633 s. 2 d.j. [15] reg. 1870/71 7.XI.1407 (reg. 658, f.197v-199r)28.II.1407 (reg. 658, f.170r-171r)6.V.1408 (reg. 658, f.239v-240v)

Tarragona 117.747 s. 6 d.b. [11] reg. 1882 19.VII.1408 (reg. 658, f.229v-230v)

Tortosa 90.277 s. 8 d.b. [11] reg. 1885/86 24.V.1403 (reg. 658, f.30v-32r)y 1887 8.I.1404 (reg. 658, f.48r-49r)

Valencia 185.041 s. 10 d.b. [13] reg. 1892 4.XII.1404 (reg. 658, f.74v-76r)17.VII.1408 (reg. 658, f.238r-239v)

Segorbe 11.432 s. 5 d.b. [15] reg. 1877 21.VI.1404 (reg. 658, f.58r-59v)14.II.1408 (reg. 658, f.204v-205v)

Zaragoza 155.487 s. 11 d.j. [13] reg. 1896 1.III.1407 (reg. 658, f.180v-181v)19.III.1407 (reg. 658, f.181v-182v)24.IV.1408 (reg. 658, f.220v-221v)

Huesca 79.529 s. 10 d.j. [15] 20.XI.1404 (reg. 658, f.76r-77r)reg. 1869 14.III.1406 (reg. 658, f.125v-126v)

Tarazona 47.046 s. 8 d.j. [15] reg. 1879 18.XII.1404 (reg. 658, f.129r-130v)reg. 1880 1.III.1407 (reg. 658, f.171v-173r)

21.IV.1408 (reg. 658, f.218v-219v)

Mallorca 45.387 s. 4 d.m. [6] 16.II.1407 (reg. 658, f.168r-169r)

3. Cobros retardados de décimas (parte del rey)

Décima Diócesis Cantidad cobrada Libro Fecha de liquidación según de colecta albarans de Racional

1393-1395 Barcelona 868 s. 4 d. ób.b. reg. 1946/3 18.I.1402 (reg. 657, f.196r-v)

Vic 1.712 s. 4 d.b. reg. 1949/8 25.II.1401 (reg. 657, f.170r)

1397-1400 Barcelona 383 s. 6 d.b. reg. 1949 26.X.1405 (reg. 658, f.110v-111r)

Vic 141 s. 11 d.b. 8.IV.1405 (reg. 658, f.85r)

1400-1407 Elna 6.040 s. 8 d.b. reg. 1946/6 12.VI.1408 (reg. 658, f.222v-223r)

Girona 5.296 s. 1 d.b. reg. 1947 [15.II.1413 / reg. no conservado]

Barcelona 5.611 s. 6 d. ób.b. reg. 1946/1 8.XI.1407 (reg. 658, f.194v-195r)

Vic 1.934 s. 6 d.b. 8.III.1407 (reg. 658, f.177v-178r)

Urgell 7.486 s. 3 d.b. reg. 1949/5 28.III.1408 (reg. 658, f.222r-v)1.572 s. 7 d.b. reg. 1949/6 [3.VI.1413 / reg. no conservado]

Zaragoza 6.489 s. 4 d. ób.j. 21.IV.1408 (reg. 658, f.219v-220v)

Huesca 2.028 s. 8 d.j. reg. 1948 16.III.1406 (reg. 658, f.127r-v)

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III. LOS CLÉRIGOS FRENTE A LAFISCALIDAD SEÑORIAL Y MUNICIPAL

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FISCALIDAD ECLESIÁSTICA, NOBLEZA Y PODERESSEÑORIALES EN LA CASTILLA BAJOMEDIEVAL

JORGE DÍAZ IBÁÑEZ

Universidad Complutense de Madrid

De entre las diferentes dimensiones de análisis que ofrece el estudio de la fisca-lidad eclesiástica, una cuestión que, aunque frecuentemente aparece analizada comoparte de estudios de diferente alcance en materia eclesiástica o nobiliaria, sin embargoen menos ocasiones ha sido estudiada de forma individualizada, es la referente al aná-lisis de las relaciones entre la fiscalidad y economía eclesiásticas y la economía y ren-tas señoriales. En este sentido son varias las cuestiones que deben de tenerse encuenta a la hora de estudiar las relaciones económicas entre la nobleza y la Iglesia.Así, por un lado hay que estudiar los abundantes conflictos que se produjeron en ma-teria decimal. Es necesario analizar, asimismo, los derechos decimales de la noblezaderivados del ejercicio del patronato eclesiástico, las situaciones de donación de ter-cias reales a favor de la nobleza y ese importante fenómeno que fue la encomiendamonástica, de la que se derivaron importantes beneficios económicos para una buenaparte de la nobleza señorial a partir de rentas eclesiásticas. Finalmente, también hayque tener muy presentes las frecuentes donaciones de bienes raíces por parte de lanobleza a la Iglesia (fundación de capellanías y aniversarios, dotación de fundacionesmonásticas, etc.), la actuación de miembros de la nobleza y oligarquías urbanas comoarrendatarios de bienes eclesiásticos, tanto rurales como urbanos, así como la usur-pación y enajenación de tierras de la Iglesia por parte de la nobleza, fenómeno esteúltimo que alcanzaría una especial intensidad durante el siglo XV, cuando los seño-ríos eclesiásticos comiencen su declive en beneficio de los nobiliarios.

I. CONFLICTOS EN TORNO A LAS RENTAS DECIMALES

La mayor parte de los conflictos económicos que se produjeron entre la Iglesia yla nobleza estuvieron motivados por los muchos impedimentos que algunos noblesponían al cobro o arrendamiento del diezmo eclesiástico, sobre todo en los lugaresdependientes de sus señoríos, y también por su usurpación o simple negativa a supago. De este modo, y haciendo a menudo uso de la fuerza, la nobleza trataba deejercer un mayor control en beneficio propio de los recursos económicos de sus do-minios señoriales.

Hay que señalar además que, aunque este tipo de conflictos decimales se agudi-zasen algo más en momentos de crisis política o económica, su presencia será cons-tante a lo largo de toda la baja Edad Media, con mayor o menor intensidad, en prác-ticamente todos los obispados del reino. Por otro lado, si bien es cierto que en el casode las iglesias de patronato laico el patrón tenía derecho, entre otras atribuciones, aretener una determinada parte de los diezmos, según se verá más adelante, tambiénes verdad que muchas veces se producirán abusos al respecto por parte de la nobleza.

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Durante los comienzos de la crisis bajomedieval castellana, aproximadamente en-tre 1250 y 1315, hubo una gran conflictividad en torno al pago del diezmo eclesiás-tico, lo que quedaría reflejado en las prolijas normas sobre el particular que se reco-gen en cuerpos legislativos como el Fuero Real o las Partidas. Gran cantidad demiembros de la nobleza se resistieron a pagar los diezmos, llevando también a caboactos de usurpación de los mismos. Los protagonistas de estas actuaciones fuerontanto la alta nobleza como los infanzones, caballeros y, sobre todo, alcaides de loscastillos, que en su conjunto eran los denominados malfechores feudales, cuyas usur-paciones decimales contra la Iglesia se volvían más intensas en épocas de minoría re-gia y en las zonas de Andalucía y Murcia, cuya reciente conquista favorecía que es-tuviesen menos controladas por la corona1. En el ordenamiento de prelados de lasCortes de Valladolid de 1295 se denuncia, entre otras muchas cosas, la retención ile-gal de diezmos por parte de estos nobles “malhechores”, y lo mismo se hará en lasCortes de Burgos de 1315 y en las de Valladolid de 13252. Fueron sin duda estos abu-sos de la nobleza los que favorecieron la creación de las hermandades generales declérigos de Castilla, cuyo objetivo fundamental era la protección y defensa de los in-tereses de la Iglesia frente a las instancias de poder laico; su auge tuvo lugar sobretodo en los momentos de mayor inestabilidad política, decayendo a medida que sefue afianzando el poder regio en época de Alfonso XI3.

Frente a estas usurpaciones de diezmos por parte de los nobles la monarquía ten-dió a mantener, por lo general, una actitud proteccionista hacia la Iglesia, aunque enocasiones también adoptó posicionamientos un tanto ambiguos al respecto para evi-tar posibles situaciones de enfrentamiento con determinados sectores de la nobleza.Así se puso de manifiesto, por ejemplo, en las Cortes de Guadalajara de 1390, dondeJuan I, tras escuchar las quejas del clero y la explicación ofrecida por los caballerosde Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, a pesar de ordenar al conjunto de laicos que no to-maran ilegalmente diezmos de las iglesias, también defendió los antiguos derechosen materia decimal alegados por dichos caballeros, fundados en el caudillaje militarque ejercían4.

Un tipo de conflicto muy habitual es el que se producía cuando algunos caballe-ros y hombres poderosos impedían por la fuerza y violencia que otras personas arren-dasen las rentas decimales de la Iglesia cuando éstas se subastaban en almoneda pú-blica, para así poder arrendarlas ellos a muy bajo precio. Los conflictos de este tipoestán muy bien documentados, por ejemplo, en el obispado conquense, en especialen Alarcón, Castillo de Garcimuñoz y otros lugares del Marquesado de Villena situa-dos al sur de la diócesis, siendo muchas veces necesaria la interven ción regia o delmarqués de Villena en defensa del cabildo catedralicio conquense. Así, por ejemplo,el 20 de octubre de 1361 Pedro I, a petición del cabildo, mandará a los alcaldes y al-guaciles de Cuenca, Castillo de Garcimuñoz y Alarcón que intervengan para que nin-gún caballero u hombre poderoso arriende las rentas del cabildo catedralicio, dadoque, por miedo, las demás personas se contenían a la hora de pujarlas y de ello seseguía gran perjuicio para la Iglesia5.

1 J. M. NIETO SORIA (1984), 227-228. 2 S. MORETA VELAYOS (1978), 69-70.3 Sobre ello puede verse el trabajo de J. L. MARTIN RODRÍGUEZ (1993), 127-147. 4 A. ARRANZ GUZMÁN (1997), 694. 5 J. DÍAZ IBÁÑEZ (1997), 282.

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Por otro lado, en las peticiones que el cabildo catedralicio conquense dirigió aEnrique II probablemente en las Cortes de Toro de 1371, entre otras cosas, se expu-sieron quejas acerca de la extremada violencia de los poderosos cuando se arrenda-ban en Alarcón las rentas del cabildo. Por ello éste solicitaría al monarca que man-dara que ningún poderoso arrendase dichas rentas. Precisa men te en estas mismasCortes el estamento eclesiástico presenta ría quejas generalizadas al rey contra los po-derosos que arrendaban las rentas decimales de la Iglesia a bajos precios, tratándose,pues, de un fenómeno bastante generalizado en el conjunto del rei no. Por todos es-tos motivos, a partir de esta época el cabildo catedrali cio conquense a veces inten-tará, frecuentemente sin éxito, arrendar en la ciudad de Cuenca sus rentas de Alar-cón, para así tratar de evitar las actitudes violentas de los poderosos de esta villa.

Pero los conflictos aún continuarán en los años siguientes. Así, en 1383 el obispoy cabildo se quejarán a don Alfonso, marqués de Villena, diciendo que en los luga-res del Marquesado les tomaban las bestias que llevaban a Cuenca las rentas del ca-bildo, les querían cobrar portazgo, estando exentos de su pago, y además los pode-rosos de Alarcón les impedían arrendar libremen te sus rentas decimales en dicha villa.De este modo, el 18 de septiembre del mencionado año de 1383, el marqués de Vi-llena mandará a los oficiales de sus villas y lugares en el obispado de Cuenca que noembarguen las rentas del cabildo, y a los caballeros, hidalgos y otros hombres pode-rosos de Alarcón que no impidan el libre arrenda miento de los diezmos pertenecien -tes al cabildo en dicha villa, diezmos de los que, además, una determi nada parte co-rrespondía al propio marqués, repitién dose de nuevo este último mandato el 17 dediciembre de 1387, lo que no impediría que en épocas posteriores volvieran a pre-sentarse problemas por el arrendamiento de los diezmos del cabildo en Alarcón6.

En efecto, durante el siglo XV los conflictos por razones decimales aún conti-nuarían en el obispado conquense. Así, en una carta promulgada por el obispo donDiego de Anaya el 17 de mayo de 1409, en el transcurso del sínodo diocesano cele-brado en la villa episcopal de Pareja, el prelado expuso cómo en esta reunión sino-dal se habían quejado ante él varios clérigos del obispado diciendo que algunas per-sonas poderosas, tanto eclesiásticas como seglares, en aquellos lugares donde teníanpotestad jurisdiccional tomaban por la fuerza los diezmos pertenecientes a las iglesiasparroquiales o a otras personas haciéndose pasar por los arrendadores de dichosdiezmos. Por este motivo el obispo don Diego prohibiría bajo pena de excomuniónque dichos diezmos fueran usurpados. En el mencionado sínodo, además, también seseñaló que los arrendadores de las rentas de la Iglesia no se atrevían a ir a ciertos lu-gares del obispado por temor a algunos hombres poderosos que allí habitaban, porlo que se perdían las rentas en dichos lugares. De este modo, don Diego de Anayamandó que todos los dezmeros de estos lugares acudiesen a entregar sus diezmos alos arrendadores en algún otro sitio cercano y seguro7.

En las villas de Alarcón y Castillo de Garcimuñoz la conflictividad seguirá estandopresente. Prueba de ello es que el 8 de marzo de 1445, previa queja del obispo deCuenca don Álvaro de Isorna, el príncipe de Asturias don Enrique tuvo que mandara los oficiales y hombres poderosos de Alarcón y El Castillo que permitieran al ca-bildo catedralicio sacar libremente sus rentas decimales en dichos lugares, prohi-

6 Ibidem, 282-283.7 Ibidem, 283-284.

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biéndoles además que arrendasen dichas rentas por la fuerza a un bajo precio. Dadala persistencia de los problemas, en el sínodo celebrado por el obispo Fray Lope deBarrientos en 1446, como era de esperar, se legislaría sobre la materia. Así, se expusocómo algunos señores temporales del obispado, y también ciertos concejos y sus ofi-ciales, a veces dictaban normas impidiendo que en los territorios de su jurisdicciónse arrendasen o sacasen las rentas de los diezmos y primicias poniéndoles e fazién-doles e conminándoles sobre ello grandes penas e terrores e amenazando e prendiendoe injuriando e feriendo e dañando a los que van o enbían a demandar e arrendar ecojer e sacar los dichos diez mos, llegando incluso a exigir contra derecho la quintaparte del diezmo a los arrendadores. Por todo ello, el obispo Barrien tos prohibiríabajo pena de excomunión mayor que tales señores o concejos impidiesen la correctapercepción del diezmo8.

Pero este mandato episcopal no impidió que los conflictos continuasen en losaños siguientes. Así, por ejemplo, el 7 de mayo de 1450 nos encontramos con unbreve monitorio del deán de Segovia, legado apostólico de Nicolás V, contra GómezCarrillo de Albornoz, señor de Torralba y Beteta, en el obispado de Cuenca, debidoa que había robado ciertos diezmos de la Igle sia. En enero de 1453 sabemos que es-taba pendiente un pleito entre el cabildo catedralicio conquense y dicho Gómez Ca-rrillo referente a las rentas y derechos que el cabildo tenía en las villas señoriales deTorralba y Beteta, llegándose el 24 de marzo del mencionado año a una concordiamediante la cual, bajo amenaza de excomunión, Gómez Carrillo y su mujer, Teresade Toledo, se comprometieron a salvaguardar los derechos decimales del cabildo endichas villas y a pagar las cantidades que se debían al respecto9.

En la diócesis de Salamanca también nos encontramos similares conflictos con lanobleza en torno al arrendamiento de los diezmos. Así, a principios del siglo XV, enalgunos sínodos salmantinos se lamenta el comportamiento de quienes obstaculizanla libre entrega de los diezmos por parte de los fieles, llegando incluso a redactar or-denanzas que impiden facilitar casas y cubas para diezmar, por lo que se decreta laexcomunión contra tales prácticas. Pero, a pesar de ello, a mediados de siglo se vol-verá a denunciar que muchos señores, caballeros y omes poderosos retienen y ocu-pan ilegalmente gran parte de los diezmos, obstaculizando su arrendamiento10.

En el obispado cordobés, donde este mismo tipo de conflictos están muy biendocumentados, los enfrentamientos al respecto entre el clero y la nobleza señorialirán en aumento desde mediados del siglo XIV, siendo constantes a lo largo de todala siguiente centuria. Así, fueron frecuentes las intervenciones regias para que los no-bles titulares de señoríos en el obispado cordobés no impidiesen la correcta percep-ción de los diezmos por parte de los arrendadores, y para que facilitasen su recogida.Este tipo de conflictos decimales fueron frecuentes, por ejemplo, en las posesionesde los señores de Aguilar11.

Durante los años sesenta del XV hubo violentos enfrentamientos entre el obispoPedro de Córdoba y Solier, que hacía causa común con el conde de Cabra, y el bandoopuesto que encabezaba don Alonso de Aguilar, y que afectaron negativamente a la

8 Ibidem, 284.9 Ibidem, 285.10 J. C. MATÍAS VICENTE (1990), 88. 11 I. SANZ SANCHO (1989), 521-524.

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vida eclesiástica en la ciudad de Córdoba y en buena parte del obispado. Durante eltranscurso de estos enfrentamientos el obispo fue expulsado violentamente de la ciu-dad en varias ocasiones por el señor de Aguilar, quien usurpaba frecuentemente losdiezmos y rentas de la mitra.

Algo similar sucedió en la archidiócesis hispalense, donde el cabildo catedraliciotuvo frecuentemente problemas para arrendar libremente sus diezmos en ciertos do-minios señoriales, como los pertenecientes a los Ponce de León. A finales de la EdadMedia los Ponce de León, señores de Marchena, condes de Arcos desde 1440, y mar-queses de Cádiz entre 1469 y 1493, constituían uno de los principales linajes nobilia-rios asentados en Andalucía12. Herederos de la “vieja nobleza” leonesa, supieron apro-vechar las oportunidades de promoción social y política que les ofreció la frontera deGranada, logrando con el paso del tiempo consolidar un importante y estratégico se-ñorío integrado por localidades como Marchena, Mairena de Alcor, Los Palacios, Arcosde la Frontera, Rota, Chipiona, San Fernando e incluso la propia ciudad de Cádiz13.

Durante el siglo XV están bien documentados los problemas en materia decimalque el cabildo catedralicio hispalense tuvo en algunos señoríos de los Ponce de León.Así, por ejemplo, a comienzos de agosto de 1404 don Pedro Ponce de León habríade mandar a sus oficiales en el concejo de su villa de Marchena que no pusieran im-pedimentos para el libre arrendamiento de los diezmos del cabildo en dicha villa,dado que éste se había quejado de que non fallan arrendadores por miedo que disque han que los maten e acochillen e degoellen..., e que non fallan çillas para el pan,nin lagares nin tinajas para el vino, todo esto segunt disen porque queredes algunosde vosotros las dichas rentas para vos; el 3 de agosto los alcaldes y oficiales del con-cejo jurarían cumplir el mandato del conde14. Éste, pocos días atrás, el 31 de julio, ha-bía firmado una concordia con el cabildo comprometiéndose a no impedir, sino faci-litar, el libre arrendamiento o recaudación en fieldad de los diezmos del cabildo yarzobispo en sus señoríos, en atención a dichas quejas del cabildo sobre intimida-ciones violentas durante los años pasados a los arrendadores del diezmo15.

Varias semanas más tarde, el 27 de agosto, los oficiales del concejo de Mairenatambién juraron cumplir y hacer pregonar un mandato similar del conde para que,dados los problemas existentes, se arrendasen libremente los diezmos correspon-dientes al arzobispo y cabildo catedralicio hispalenses en dicha villa16.

No obstante, años más tarde se presentarán otra vez conflictos de este tipo, enMarchena y también en la villa señorial de Rota, lo que obligará a la firma de unnuevo acuerdo, el 13 de septiembre de 1441, entre el cabildo catedralicio hispalensey el conde don Pedro Ponce de León, quien junto a los vecinos de estas villas rete-nía los diezmos del cabildo o bien impedía su libre arrendamiento, por lo que habíasido excomulgado y dichas villas se encontraban en entredicho17. La situación gene-ral de escasez en la cosecha de cereales que en dicho año de 1441 atravesaba el reino

12 M. Á. LADERO QUESADA (1982b), 115. 13 J. L. CARRIAZO RUBIO (2002), 13.14 Archivo Catedralicio de Sevilla (en adelante: ACS), secc. IX, caj. 26, nº 14/1 (Sevilla, 3 de agosto de

1404). Sobre el patrimonio y rentas señoriales de los Ponce de León en Marchena puede verse el trabajode A. FRANCO SILVA (1997).

15 ACS, secc. IX, caj. 26, nº 10.16 ACS, secc. IX, caj. 26, nº 13/1.17 ACS, secc. IX, caj. 26, nº 9/1.

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de Sevilla18 probablemente contribuyó en cierta medida al resurgir de los conflictos.Según este nuevo acuerdo, el conde se compromete a mandar a sus vasallos pagarlos diezmos debidos al cabildo, haciendo en lo sucesivo una vez al año una pesquisasobre la cantidad que debía pagar cada vecino al cabildo, tanto del diezmo de pan yvino como de menudos, y vigilando que no se cometieran fraudes al respecto, per-mitiendo y facilitando asimismo el libre arrendamiento de las rentas decimales sinningún tipo de amenaza ni impedimento por parte de los oficiales concejiles19.

Idéntica problemática también la encontramos en otros señoríos, como por ejem-plo Sanlúcar de Barrameda20, dependiente de los Guzmán sevillanos. Los Guzmánfueron señores de Sanlúcar desde 1295, condes de Niebla desde 1369, duques de Me-dina Sidonia desde 1445 y marqueses de Gibraltar entre 1488 y 150221. El 9 de agostode 1419, previa queja al respecto por parte del cabildo catedralicio hispalense, donEnrique de Guzmán, conde de Niebla y señor de Sanlúcar, juraría no poner impedi-mentos al arzobispo y cabildo en el arrendamiento de los diezmos que les pertene-cían en esta última villa, mandando además a los alcaldes del lugar que pregonasenel arrendamiento de dichos diezmos y facilitasen casas, cillas y bodegas para su re-cogida22. Y casi un siglo después afloran de nuevo en la documentación los proble-mas del cabildo catedralicio para percibir correctamente los diezmos que le corres-pondían en Sanlúcar de Barrameda. Así, el 24 de mayo de 1513, doña Leonor deGuzmán, como tutora y administradora de los bienes de su hijo don Alonso Pérez deGuzmán, duque de Medina Sidonia, se dirigirá a los alcaldes y regidores del concejode Sanlúcar mandándoles que obliguen a todos los vecinos de la villa a dezmar co-rrectamente al cabildo23, obligación que se pregonó en la villa el día 29 del mismomes24. Por lo demás, los impedimentos que en muchos señoríos se ponían al librearrendamiento de los diezmos del obispo y cabildo constituyeron un fenómeno am-pliamente generalizado en la corona de Castilla, y ello está muy bien documentadopara el caso de otros obispados andaluces25.

En definitiva, la usurpación del diezmo y rentas eclesiásticas, o bien la obstaculi-zación a su arrendamiento, por parte de la nobleza señorial castellana se nos presentacomo un conflicto recurrente a lo largo de toda la baja Edad Media, cuyo desarrollose veía favorecido ante situaciones de inestabilidad política, tratando muchas veces lamonarquía de actuar como mediadora en el curso de los enfrentamientos. Por lo de-más, se trata de un tipo de conflicto que se prolongará mucho más allá de la EdadMedia, dado que también lo encontramos en numerosas diócesis castellanas durantelos siglos de la Edad Moderna26.

18 M. Á. LADERO QUESADA – M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ (1978), 117. 19 ACS, secc. IX, caj. 26, nº 9/1.20 Sobre el señorío de Sanlúcar puede verse el trabajo de A. MORENO OLLERO (1983). 21 M. Á. LADERO QUESADA (1982b), 114. 22 ACS, secc. IX, caj. 18, nº 19. 23 ACS, secc. IX, caj. 18, nº 18, f. 2r.24 Ibidem, f. 2v.25 En el obispado de Cádiz, por ejemplo, durante la baja Edad Media muchos nobles y oficiales conce-

jiles trataron de hacerse con el arrendamiento de los diezmos capitulares y episcopales a muy bajo precio,recurriendo para ello al empleo de amenazas y coacciones hacia otras personas que acudían a las pujas,lo cual será denunciado reiteradamente por los obispos de Cádiz: F. DEVÍS MÁRQUEZ (1984), 240-241.

26 Este mismo tipo de conflictos están documentados, por ejemplo, en Toledo durante el siglo XVII: R.SÁNCHEZ GONZÁLEZ (2000), 130-138.

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II. LA PECULIARIDAD DE LAS IGLESIAS DE PATRONATO

Una situación especial es la que se producía en las iglesias de patronato nobilia-rio situadas en determinados señoríos, dado que en ellas los nobles fundadores te-nían derecho a recibir, al menos, una parte de los diezmos de las mismas, lo que fre-cuentemente dio lugar a conflictos con el obispo y cabildo catedralicio. Hay querecordar que el patronato eclesiástico era un derecho honorífico, oneroso y útil (con-junto de privilegios) que por concesión de la Iglesia competía a los fundadores, y asus sucesores, sobre una determinada iglesia o conjunto de iglesias, o bien sobre al-gún monasterio. El origen de la concesión se encuentra en la contrapartida a quienescedían el solar para edificar un templo parroquial, o lo construían a sus expensas obien dotaban con lo necesario para el sostenimiento del culto. Dentro de este con-junto de privilegios destacan, entre otros, el derecho de presentación de los servido-res de tales instituciones eclesiásticas, así como el derecho de retener, previo acuerdocon el obispo y con el cabildo catedralicio correspondiente, una determinada partede los diezmos en los lugares sobre los que se ejercía el patronato, tal como se re-conoce, por ejemplo, en las Partidas27.

En el reino de Castilla muchos laicos disfrutaron del derecho de patronato sobreun determinado número de iglesias, generalmente parroquiales, siendo lo más habi-tual que los patronos fuesen miembros de la nobleza que disfrutaban de ciertos de-rechos sobre las iglesias de sus señoríos, por lo que estas últimas se veían así afecta-das en la práctica por un cierto grado de dependencia señorial con respecto a losnobles que ejercían el patronato.

Fue particularmente importante el patronato laico en los territorios del norte pe-ninsular. En las diócesis gallegas, donde existía una nobleza señorial fuertementearraigada, hubo frecuentes conflictos debido a los supuestos abusos que numerososcaballeros e hidalgos que tenían iglesias de patronato cometían a la hora de cobrarlos diezmos de dichas iglesias, avivándose la problemática sobre todo a raíz de lasiniciativas reformistas llevadas a cabo en los años ochenta del siglo XV, cuando di-chos caballeros e hidalgos traten de defender sus derechos en materia decimal queahora se les trataba de negar28.

Por otro lado, en los territorios vascos, y particularmente en el señorío de Vizcaya,gran cantidad de parroquias eran también de patronato laico, dependiendo en su ma-yoría del señor de Vizcaya y de otros nobles de la región, que eran quienes reteníangran parte de los diezmos, a pesar de los vanos esfuerzos del obispo de Calahorrapor evitarlo29.

Asimismo, en la diócesis de Oviedo, sobre todo en las zonas rurales, más seño-rializadas, muchos pequeños nobles ejercieron el derecho de patronato sobre las igle-

27 En las Partidas se reconoce el derecho de algunos legos y patronos a percibir parte de los diezmosparroquiales, siempre que las iglesias obtuvieran a su vez algún provecho del patrón, si bien se señala queaun estos tales non los deven tomar como quien ha derecho en ellos, mas por nome de la Eglesia, e ella debeaver siempre el señorío e la tenencia dellos: G. LÓPEZ (ed.) (1555), Primera Partida, título XX, ley 22.

28 Durante la primera mitad del siglo XV, en el marco de la crisis de los señoríos eclesiásticos frente alos nobiliarios, unas 180 parroquias pertenecientes al señorío de la mitra compostelana pasaron a manosde los Mendoza, Moscoso, Sotomayor, Mesía, Ozores, Gres, Ulloa, Valladares, Mariño y otros linajes galle-gos: C. OLIVERA SERRANO (1999), 310, nota 90.

29 J. L. MANERO LEÓN (1994), 505-507.

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sias de sus señoríos, cobrando parte de los diezmos y presentando a los clérigos queiban a servir dichas iglesias. De hecho, en la diócesis ovetense hay documentados du-rante la baja Edad Media hasta 220 casos de presentaciones realizadas por patronoslaicos, si bien ningún patrón llegaría a crear una red densa de iglesias sometidas a suseñorío, sino que, por el contrario, en esta zona hubo una gran dispersión de las igle-sias de patronato entre muchos pequeños señoríos30.

El patronato laico en el arzobispado de Sevilla también está bien documentado.La localidad de Palos, por ejemplo, había sido cedida por Juan I a don Alvar Pérezde Guzmán, alguacil mayor de Sevilla, junto con el derecho a tener cincuenta vasa-llos excusados de todo pecho en dicho lugar, que sería repoblado por don Alvar,quien plantó numerosos olivares31. En 1395 Elvira de Ayala, viuda de Alvar Pérez deGuzmán, en función del derecho de patronato que había heredado por la repobla-ción del lugar, recibía el diezmo eclesiástico y tenía el derecho de presentación delos clérigos e incluso ermitaños del lugar y su término, lo que motivaría que entre losaños 1401 y 1409 tuviese lugar un largo pleito entre la mencionada Elvira de Ayala yel cabildo catedralicio sevillano en relación a la percepción de dichos diezmos32, queel cabildo reclamaba, llegándose finalmente, el 13 de febrero de 1409, a una avenen-cia mediante la cual doña Elvira, en función del patronato que ostentaba, retendría elderecho a percibir los diezmos de Palos a cambio de la entrega anual al cabildo dela cantidad de 2500 maravedíes33. A lo largo del transcurso del conflicto, doña Elviraincluso llegaría a obtener una bula apostólica de Benedicto XIII reconociéndole susderechos sobre dichos diezmos34.

No obstante, al pertenecer Palos a la vicaría de Niebla, y luego a la de Moguer,dentro del arzobispado hispalense, este patronato señorial y la percepción del diezmoirán desapareciendo a medida que avance el siglo XV. De hecho ya en 1435 el ca-bildo catedralicio hispalense tenía derecho a recibir diezmos en Palos. En dicho añodoña Elvira de Ayala ya había muerto, y ahora Palos pertenecía a sus hijas la condesade Ledesma y doña Juana de Guzmán. El 5 de octubre de este año el cabildo exco-mulgaría a los alcaldes y oficiales del concejo de Palos por negarse a dar bodegas ytinajas donde recoger el diezmo del vino al que la institución capitular tenía dere-cho35, levantando dicha sentencia de excomunión el día 30 del mismo mes, bajo lacondición de que el concejo entregase puntualmente dichos diezmos al cabildocuando llegase el momento de su recogida36.

La permanencia de Palos como señorío autónomo, al margen de Niebla, y su di-visión a la muerte de Elvira de Ayala, lo que explica que no se incluyera en ningúnmayorazgo, permitió que tiempo después la corona recuperase la mitad de la juris-dicción sobre la plaza y que Cristóbal Colón pudiera zarpar con sus tres barcos desdeun puerto realengo el 3 de agosto de 149237.

30 F. J. FERNÁNDEZ CONDE (1987), 43-60. 31 M. Á. LADERO QUESADA (1973), 13. 32 ACS, secc. IX, caj. 28, nº 7. El 13 de enero de 1403 el juez eclesiástico nombrado al efecto daría una

primera sentencia contra doña Elvira de Ayala, quien presentó una apelación, por lo que el pleito aún con-tinuaría durante varios años más.

33 ACS, secc. IX, caj. 28, nº 9/1.34 ACS, secc. IX, caj. 28, nº 9/6.35 ACS, secc. IX, caj. 28, nº 9/2.36 ACS, secc. IX, caj. 28, nº 9/4.37 M. Á. LADERO QUESADA (1994), 21-22.

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Asimismo, en otros lugares de señorío del reino de Sevilla sus titulares tambiéndisfrutaron durante el siglo XV de acuerdos con el obispo y cabildo catedralicio his-palenses que les permitían tanto la designación de capellanes como el cobro de todoo parte del diezmo. Por ejemplo en Gatos, aldea del Aljarafe, que antes había sidopropiedad jurisdiccional del cabildo sevillano, sus nuevos señores sufragaban las ne-cesidades eclesiales pero también retenían los diezmos, mientras que en Lepe y Aya-monte sus titulares durante el siglo XV, miembros de la casa de Guzmán, sólo paga-ban a la iglesia hispalense 2000 maravedíes de la moneda vieja como compensaciónpor el diezmo que ésta dejaba de percibir38.

Por otro lado también en Cartaya cobraron el diezmo sus señores, los Stúñiga, du-rante los primeros años de su poblamiento. En 1412 el monasterio de Nuestra Señoradel Carmen de Gibraleón había vendido a Pedro de Stúñiga la heredad de Cartaya porcuarenta mil maravedíes, con las debidas licencias apostólicas. Desde entonces el se-ñor de Gibraleón otorgaría franquezas a quienes acudiesen a repoblar Cartaya, queperteneció al señorío de Gibraleón durante todo el siglo XV y principios del XVI. A suvez, Pedro de Stúñiga estaba casado con Teresa de Guzmán, y por esta vía conyugaleran también señor de Lepe y Ayamonte. Por un documento del 30 de septiembre de1429 sabemos que Pedro de Stúñiga cobraba el diezmo eclesiástico de sus vasallos enCartaya, por su vida y la de su hijo, en virtud de un acuerdo con la iglesia de Sevilla,que percibía una cantidad fija de 430 reales al año como compensación39.

A fines del siglo XV las villas de Lepe y Cartaya, junto a Redondela, todas ellasseñorío de los Guzmán, habían experimentado un importante crecimiento económicogracias a la exportación de vinos y a la participación en el comercio marítimo. En estecontexto, a principios de la centuria siguiente, durante los años 1501 y 1502, se pro-duciría un largo y complejo pleito entre doña Teresa de Guzmán, señora de dichasvillas, y el arzobispo de Sevilla don Diego Hurtado de Mendoza, quien reclamaría lajurisdicción eclesiástica sobre las villas citadas y el derecho a la percepción de losdiezmos40, siendo ello una prueba de la prolongación en el tiempo de este tipo deconflictos que tiempo atrás también se habían producido en otros señoríos, como Pa-los, según hemos visto, conflictos que, por otra parte, seguirán siendo frecuentes a lolargo de todo el Antiguo Régimen.

III. LA USURPACIÓN NOBILIARIA DE RENTAS EPISCOPALESEN ÉPOCA DE SEDE VACANTE

Otro tipo de conflicto económico con la nobleza relativamente frecuente, que in-cluso llegaba a hacer necesaria la intervención pontificia, es el que vino dado por lausurpación nobiliaria de los bienes de mesas episcopales aprovechando periodos desede vacante, tal como ya se denuncia en las Cortes de Valladolid de 129541. Un ejem-plo de ello lo tenemos, nuevamente, en el obispado de Cuenca; así, el 23 de marzode 1333, el papa Juan XXII comisionó al deán de Albarracín, a Andrés Sánchez, ca-

38 M. Á. LADERO QUESADA – M. GONZÁLEZ JIMÉNEZ (1978), 21. 39 M. Á. LADERO QUESADA (1977) 40 ACS, secc. IX, caj. 124, nº 1-2.41 S. MORETA VELAYOS (1978), 69-70.

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nónigo de la misma iglesia, y a los oficiales de Albarra cín para que prestasen ayudaal cabildo catedralicio conquense contra don Juan Manuel, Rodrigo Jiménez de Mesnay García Álvarez de Albornoz, nobles que habían usurpado algunas rentas de la mesaepiscopal dejadas años atrás por el difunto obispo de Cuenca don Pascual. A co-mienzos de dicho año de 1333 el cabildo conquense aún no había terminado de pa-gar a la Cámara Apostólica la totalidad del importe correspondiente a los espolios dedon Pascual, fallecido en 1320, y frutos de la vacante, siendo así como adquiere plenosentido el mandato pontificio42.

IV. LA ENAJENACIÓN DE TERCIAS REALES

En el marco del proceso de diversificación de las fuentes de renta nobiliarias quese produjo en Castilla durante el siglo XV, y aparte de los acuerdos de muchos no-bles con las autoridades eclesiásticas para poder percibir determinadas rentas deci-males en las iglesias de sus señoríos, según se acaba de ejemplificar, también debedestacarse la donación que frecuentemente se produjo de algunas tercias reales porparte de la monarquía a favor de determinados nobles, siendo ello un caso claro deuso indebido de un ingreso cuya percepción por parte de la corona, por concesiónpontificia, estaba vinculada necesariamente a su empleo en la financiación de lascampañas militares de la Reconquista43.

Ya en la Cortes de Valladolid de 1298 algunos concejos habían denunciado la ocu-pación violenta de tercias reales por parte de ricoshombres y caballeros44, y en 1326,también en las Cortes reunidas en Valladolid, se produciría una denuncia similar porparte de los obispos asistentes45.

Pero, al margen de esta usurpación directa de tercias efectuada por algunos no-bles, al menos desde el siglo XIV contamos con ejemplos de enajenación de terciaspor parte de la monarquía a favor de ciertos nobles. Así, Fernando Alfonso de Cór-doba, señor de Cañete de las Torres, recibió de Alfonso XI la concesión de las terciasreales de este lugar en 1337; dicho personaje, además, tuvo problemas en sus obli-gaciones decimales con respecto a la Iglesia cordobesa46.

Otro ejemplo de esta enajenación o privatización de tercias lo tenemos en el li-naje de los Ribera, adelantados de Andalucía. Los Ribera tenían muchas posesionesen la frontera con el reino de Granada, por lo que no es de extrañar que una de susmayores fuentes de ingresos estuviese constituida por las cantidades que la coronaasignó para defender sus castillos limítrofes con el reino granadino. Con este fin seotorgó a los titulares del linaje, a mediados del siglo XV, buena parte de las terciasdel arzobispado de Sevilla y obispado de Cádiz, en la parte de las mismas que secobraba en dinero y exceptuando las ya dadas en merced a otras personas. Estas ter-cias las conservarían los Ribera incluso después de terminada la conquista de Gra-nada47.

42 J. DÍAZ IBÁÑEZ (1997), 282. 43 J. M. NIETO SORIA (1994a), 321. 44 M. COLMEIRO (1861), 138. 45 Ibidem, p. 392.46 I. SANZ SANCHO (1989), 519. 47 M. Á. LADERO QUESADA (1973), 31.

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Algún otro caso de uso indebido de las tercias puede señalarse. Por ejemplo, el4 de octubre de 1470 Enrique IV ordenaría al recaudador o arrendador de las terciasen el arzobispado de Sevilla y obispado de Cádiz librar a favor de Pedro Bermúdez,vasallo real, 40.000 maravedíes que el monarca le había otorgado como ayuda parasu matrimonio48. Y un año después, el 10 de diciembre de 1471, el rey mandó almismo recaudador librar 184.970 maravedíes como pago para ciertos capellanes ycantores49.

V. EL DECLIVE DE LOS SEÑORÍOS ECLESIÁSTICOS EN BENEFICIO DE LOS NOBILIARIOS

Otra cuestión a tener en cuenta al analizar las relaciones económicas de la Igle-sia con la nobleza, y que también afecta a la fiscalidad, es la que viene dada por elestancamiento y disminución de los señoríos eclesiásticos, en beneficio de los nobi-liarios, en el conjunto de la corona de Castilla sobre todo a partir de la segunda mi-tad del siglo XIV. Como prueba del progresivo proceso de expansión de los señoríosnobiliarios y la merma de las tierras señoriales de la Iglesia puede señalarse, en lo re-ferente al conjunto del territorio andaluz, que en época de Enrique II los señoríos dela Iglesia suponían un 10,9 % del total de señoríos, frente al 42,6 % de los pertene-cientes a la nobleza titulada, mientras que en época de los Reyes Católicos los seño-ríos eclesiásticos se habían visto reducidos al 7,9 % y los de la nobleza titulada ha-bían aumentado hasta un 66 %50.

Para el caso del arzobispado de Sevilla, un ejemplo, entre otros muchos, de estepaso de señoríos de la Iglesia a la nobleza lo tenemos en la concesión realizada porJuan I, el 25 de abril de 1380, del castillo de Las Aguzaderas, cuyo señorío y jurisdic-ción habían pertenecido hasta entonces al arzobispo y cabildo catedralicio hispalen-ses, a Per Afán de Ribera, arguyendo que por tratarse de un lugar fronterizo dicho PerAfán era la persona idónea para defenderlo. El arzobispo y cabildo catedralicio reci-birían a cambio un juro de 6000 maravedíes anuales situados sobre el almojarifazgoreal de Sevilla51.

En este contexto, a lo largo del siglo XV, la alta nobleza sevillana y la oligarquíaciudadana de caballeros e hidalgos, que habían sido los principales creadores del pa-trimonio rural del cabildo catedralicio mediante donaciones, se convirtieron a la vez,al ser ellos importantes propietarios de tierras, en una amenaza para el cabildo. Éstetuvo crecientes problemas en el ejercicio de sus prerrogativas señoriales, debido a lasintromisiones de muchos linajes sevillanos y de los concejos vecinos en sus señoríos,lo que acabaría provocando una creciente enajenación de las tierras y señoríos capi-tulares en beneficio de la nobleza y oligarquía sevillanas. De este modo el cabildo pa-saría de ser señor jurisdiccional a rentista de la tierra52.

En relación con este proceso, desde fines del siglo XIV y durante la siguiente cen-turia, disminuyó el número de canónigos que actuaban como arrendatarios de los

48 M. J. SANZ FUENTES – M. I. SIMÓ RODRÍGUEZ (1993), nº 839.49 Ibidem, nº 898.50 M. Á. LADERO QUESADA (1998), 57. 51 Ibidem, pp. 276-277.52 I. MONTES ROMERO-CAMACHO (1988), 485-493.

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bienes del cabildo catedralicio, aumentando sin embargo el número de laicos que ac-tuaban como tales. Entre estos laicos hubo oficiales concejiles y también algunosmiembros de linajes de la oligarquía caballeresca ciudadana, como los Marmolejo,Medina, Cabrera o Santillán, entre otros53. Cabe recordar en este punto que algunosde estos linajes, como los Marmolejo o los Medina, también tuvieron representantesdentro del cabildo catedralicio, lo que sin duda favorecería el que pudiesen partici-par en el arrendamiento de los bienes capitulares.

Con todo, siempre estuvo presente el temor a que la actuación como arrendata-rios de “hombres poderosos” pudiera desembocar en la enajenación final de losbienes arrendados, y de hecho el cabildo catedralicio intentaría evitar que sus bienestanto urbanos como rurales se arrendasen a dichas personas, tal como se recoge enuna constitución establecida por el cabildo y el arzobispo don Diego Hurtado deMendoza (1485-1502):

E por mejor conservaçion de los bienes desta sancta yglesia ordenamos e mandamos queningund benefiçiado pueda sacar [arrendar] casa nin heredat para honbre ni mugerpoderoso o poderosa, duque ni marques ni conde ni adelantado ni mariscal ni alcaldeni alguazil mayor de Sevilla…54

VI. LA ENCOMIENDA MONÁSTICA

La encomienda constituía, en teoría, una figura jurídica a través de la cual un en-comendero, generalmente un noble y a veces algún miembro de la realeza, tomababajo su protección una institución monástica comprometiéndose a defenderla frentea otras instancias de poder, a cambio de la obtención de determinados derechos eco-nómicos y prestaciones del monasterio y sus vasallos55. Aunque ya existía desdetiempo atrás, fue sobre todo a partir del siglo XIII cuando la encomienda monásticaseñorial aumentó en el reino de Castilla, sobre todo en las más señorializadas regio-nes del norte, produciéndose pronto abusos en su utilización por parte de algunosnobles, que se escudaron en ella para, a veces casi por la fuerza, arrebatar bienes yrentas a los monasterios, llegando incluso a exigir ilegalmente a los vasallos monás-ticos la prestación de servicios personales, para de este modo expandir y reforzar supotestad señorial en la región.

Estos abusos nobiliarios respecto a la encomienda monástica harán que, desde elreinado de Fernando IV hasta fines del siglo XIV, el polémico tema se trate frecuente-mente en las reuniones de Cortes. La primera queja del clero fue en las Cortes de Va-lladolid de 1295, contra miembros de la nobleza y de la familia real que tenían enco-miendas; en 1308 algunos monasterios gallegos obtuvieron del monarca undocumento prohibiendo a los nobles tomar encomiendas a la fuerza, pero las nuevasquejas de Cortes posteriores muestran la escasa eficacia de estas medidas. En épocade Alfonso XI, mientras que la encomienda regia irá decayendo, la señorial irá en au-

53 Ibidem, pp. 252-259.54 ACS, secc. I (Secretaría), libro 373, ff. 77r.-v.55 Un estudio clásico sobre el tema es el de J. L. SANTOS DÍEZ (1961). Este trabajo, no obstante, tiene un

enfoque sobre todo jurídico, y no se analiza suficientemente la intervención nobiliaria en los monasteriosen relación con el contexto sociopolítico, mientras que el siglo XV apenas se estudia.

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mento, con las consiguientes protestas del clero en Cortes, sirviendo de poco las ac-tuaciones regias para tratar de frenar su expansión, por lo que al comenzar el reinadode Juan I más de cuarenta monasterios castellanos se veían afectados por la enco-mienda. Precisamente Juan I, en 1380, fue quien tomaría las primeras medidas algoefectivas al respecto, en una reunión mantenida en Medina del Campo con el clero yabades del reino, en la que una comisión nombrada al efecto determinaría que sólo elmonarca pudiese tener encomiendas. De este modo algunos monasterios comenzarona librarse poco a poco de la encomienda señorial, si bien Juan I tuvo que enfrentarsepor este motivo con buena parte de la nobleza, sobre todo en Asturias, León y Gali-cia, como por ejemplo Pedro Ruiz Sarmiento, Pedro Fernández de Velasco, Álvaro Páezde Sotomayor o el duque de Benavente don Fadrique, todos ellos encomenderos mo-násticos. El número de encomiendas disminuyó bastante, pero no se logró ni muchomenos su desaparición, a pesar de que en las Cortes de Guadalajara de 1390 Juan Ivolvió a tomar medidas al respecto contra la nobleza. A partir del siglo XV el tema dela encomienda no se tratará en Cortes, pero sí en algunos concilios eclesiásticos,siendo ahora también más frecuentes las intervenciones pontificias en el asunto56.

Expuesto así en sus rasgos básicos el problema de la encomienda monástica y suevolución, a continuación nos centraremos en el análisis de algunos casos concretos.Así, por ejemplo, en los monasterios de Orense y de Galicia en general, al calor dela crisis de la segunda mitad del siglo XIII, se generalizarían las usurpaciones y sa-queos de dominios monásticos por parte de la poderosa nobleza señorial gallega, quese amparó para ello en la encomienda, a la vez que durante esta época también fue-ron frecuentes los enfrentamientos territoriales y jurisdiccionales entre monasterios yconcejos. En Galicia, así como en el reino de León y ciertas zonas del norte de Cas-tilla, debido al fuerte arraigo de la nobleza el problema de la encomienda seguirá es-tando muy presente a lo largo del siglo XV y no comenzará a vislumbrar una verda-dera solución hasta la reforma monástica emprendida por los Reyes Católicos,perpetuándose en algunos casos hasta comienzos del siglo XVI57.

Los monasterios riojanos también tuvieron grandes dificultades para defender susbienes y señoríos de las usurpaciones efectuadas por miembros de la nobleza, dadoque poderosos linajes, movidos por intereses tanto políticos como económicos, trata-ban de ampliar sus bases de ejercicio del poder. Mientras que los siglos XI al XIII se-rán la época de donaciones y dotación monástica por parte de reyes y nobles, desdemediados del XIII, sin embargo, la nobleza riojana se convertirá en usufructuaria di-recta o indirecta de bienes monásticos, sobre todo en épocas de debilidad monárquica,tal como se observa en familias como los Haro –en sus dos ramas de señores de Viz-caya y señores de Cameros-, los Ramírez de Arellano, los Manrique o los Velasco, en-tre otros. Algunos monasterios cedieron bienes a estas familias a cambio de protec-ción, pero también muchos nobles se apropiarán casi por la fuerza de bienes y rentasmonásticas, sometiendo a su control lugares del señorío de los monasterios, y a vecesincluso se inmiscuyeron en aspectos de la organización interna de los cenobios58.

Para el caso concreto de los monasterios benedictinos, en un libro de cuentas delaño 1338 se señala que algunos nobles habían tomado por la fuerza numerosas ren-

56 A. ARRANZ GUZMÁN (1997), 685-689. 57 Mª M. GRAÑA CID (1990), 695-698.58 Sobre ello puede verse el trabajo de M. DIAGO HERNANDO (1992)

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tas y bienes de hasta nueve cenobios del reino de León59. Los Velasco, por ejemplo,durante el siglo XV y principios del XVI, bien mediante acuerdos con los abades opor simple usurpación, fueron encomenderos de muchos dominios del monasterio deSan Salvador de Oña, y en menor medida de otros como Santo Domingo de Silos,San Pedro de Arlanza o las Huelgas, controlando así numerosos señoríos monásticosen la zona de Burgos, donde la casa de Velasco ya poseía de por sí muchos domi-nios señoriales, convirtiéndose de este modo en poder hegemónico en esta regióndel norte de Castilla frente a otros linajes nobles rivales60.

Finalmente, respecto a los monasterios cistercienses, durante los siglos XII y XIIIya hay documentados algunos casos de encomiendas por parte de nobles, sobre todoen el reino de León, donde será importante la influencia de linajes como los Ponce61.Durante la crisis de fines del siglo XIII, en unos momentos de inestabilidad política,abundarán los casos de retención y usurpación de rentas monásticas por parte de al-gunos nobles, y a lo largo de los siglos XIV y XV habrá frecuentes atentados nobilia-rios, abusando de la encomienda, contra el señorío jurisdiccional de los monasterios,pasando de hecho muchos vasallos monásticos a serlo de los nobles encomenderos,de quienes en la práctica dependerán jurisdiccionalmente, lo cual, entre otras cosas,implicó muchas veces la negativa al pago de rentas al monasterio por parte de algu-nos de sus vasallos62.

APÉNDICE DOCUMENTAL

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1404, agosto, 3. Marchena.Los alcaldes y demás oficiales del concejo de Marchena juran cumplir y hacer cumplir un man-

dato dado dos días atrás por el conde don Pedro Ponce de León, señor de la villa, por el queles ordenaba, a petición del cabildo catedralicio de Sevilla, que permitieran a éste arrendarlibremente y sin impedimento alguno sus diezmos en Marchena, y que le facilitasen cillas,lagares y bodegas para recoger dichos diezmos.

Archivo Catedralicio de Sevilla, Sección IX, caja 26, nº 14/1.

Domingo, tres días de agosto, año del nasçimiento de nuestro señor Ihesu Christo de mille quatroçientos e quatro años, en este día en Marchena, podía ser ora de quando entran enmisas mayores, poco más o menos tiempo, estando Sancho Martínes e Ferrant Martínes, alcal-des, e Juan Gonzáles, alguasil, e Alfonso Sánches e Iohan Yváñes, jurados e ofiçiales por nues-

59 S. MORETA VELAYOS (1978), 72. 60 Los abusos por parte de los Velasco en el uso de la encomienda, que, entre otras cosas, implicaba

que los vasallos de los señoríos monásticos tuviesen que pagar anualmente a sus encomenderos ciertostributos, motivó que se produjesen numerosos choques de jurisdicción entre los Velasco y los monaste-rios, tal como sucedió en San Salvador de Oña. En este último, además, los Velasco incluso participaríanen aspectos internos de la organización del cenobio, siendo buena prueba de ello el impulso otorgado ala implantación de la reforma observante en el monasterio a mediados del siglo XV por parte de PedroFernández de Velasco, primer conde de Haro. Sobre todo ello puede verse el trabajo de M. DIAGO HER-NANDO (2004).

61 J. PÉREZ-EMBID WAMBA (1986), 258-262. 62 Ibidem, pp. 622-629.

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tro señor don Pero Ponçe en Marchena, e otrosy estando y presente Iohan Lorenço, vicario, eotros muchos vesinos e moradores desta dicha villa, ayuntados ante las puertas de las escriva-nías desta dicha villa, en presençia de nos Alfonso Gómes e Ferrant Martínes, escrivanos pú-blicos desta dicha villa que y estávamos presentes, e el dicho Ferrant Martínes, alcalde, dio amí el dicho Alfonso Gómes, escrivano, una carta escripta en papel e firmada del dicho señordon Pero Ponçe, para que leyese ante los dichos alcaldes e ofiçiales e omes buenos que y es-tavan, de la qual carta el su tenor della dise en esta manera que se sigue.

Yo, don Pero Ponçe de León, señor de Marchena, a vos los alcaldes e alguasil e omes bue-nos del conçejo de la dicha villa de Marchena, salud e graçia. Sepades que por parte del deáne cabildo de la eglesia de Sevilla me es dicho e querellado que quando acaesçe que han defaser e arrendar las rentas de los diesmos de pan e vino e menudos de ese dicho lugar, quenon fallan arrendadores por miedo que dis que han que los maten e acochillen e degoellen, eotrosí que non fallan fieles que las cogan por esta rasón, e que non fallan çillas para el pan,nin lagares nin tinajas para el vino, todo esto segunt disen porque queredes algunos de vos-otros las dichas rentas para vos, de lo qual disen que se les han recresçido e recreçe grant daño,e a nuestro señor el rey e a todos otros que han parte en la dicha renta, por las non poderarrendar nin coger libremente segunt deven. E pidieronme complimiento de justiçia en esta ra-són, e tovelo por bien, porque vos mando a vos e a cada uno de vos que non vos entremeta-des de aquí delante de embargar nin poner embargo en las dichas sus rentas e fieldades, ninconsintades que les sean fecho a sus rentas nin a sus arrendadores e fieles agravio nin sinra-són alguna, e que les dedes çillas e lagares e bodegas e tinajas e lugares onde pongan e re-cabden los dichos diesmos, por preçios convenibles e non más, e que ninguno non sea osadode les tomar contra su voluntad cosa alguna de las dichas rentas, ca mi voluntad es de lo fa-ser tener e guardar e complir todo esto que dicho es, porque los dichos deán e cabildo nonayan rasón de aquí adelante de se quexar de mí nin de vos. E porque desto sean ellos más se-guros, mando a vos los dichos alcaldes e alguasil que fagades juramento en forma de derechoante el vicario dende que guardaredes e ternedes e faredes bien e complidamente todo lo enesta carta contenida e cada uno dello, que lo mandedes todo pregonar asy públicamente porel dicho lugar, porque ninguno nin algunos non puedan desir que lo non sopieron. E por estami carta aseguro a los dichos arrendadores e fieles e acarreadores de vosotros que les non fa-redes ynjuria nin desonra nin synrasón alguna, e de cómo esta mi carta vos fuere mostrada ela compliéredes, mando a qualquier escrivano público de la dicha villa de Marchena que détestimonio signado a los dichos deán e cabildo o al que lo pidiere en su nombre, porque yosepa en commo complides mi mandado, e los unos nin los otros non fagades ende al, so penade çinco mill maravedís a cada uno para mí e para la obra de las eglesias del dicho lugar deMarchena, e demás desto, sy lo contraryo fisiéredes, yo iusaría contra vos e contra vuestrosbienes a la pena (...) que fallare por derecho. Fecha primero día de agosto, año del nasçimientodel nuestro salvador Ihesu Christo de mill e quatroçientos e quatro años. Don Pero Ponçe.

E la dicha carta asy resçebida e dada a mí el dicho escrivano, los dichos ofiçiales dixieronque la leyese públicamente en la plaça desta dicha villa ante todos quantos y estavan, e yo eldicho escrivano leí la dicha carta ante todas las personas que estavan ayuntadas en la dichaplaça, e demás se fiso luego pregonar públicamente por la dicha plaça todo quanto en la di-cha carta se contenía. E todo esto así fecho los dichos alcaldes e alguasil e jurados, en fas deldicho vicario, en presençia de nos los dichos Alfonso Gómes e Ferrant Martínes, escrivanos pú-blicos sobredichos, reçibió juramento dellos e de cada uno dellos en forma devida. E los di-chos alcaldes e alguasil e jurados, e el dicho juramento fecho, dixieron que ellos que guardae complirán todo quanto en la dicha carta del señor don Pero Ponçe se contenía, e que lo obe-desçían commo carta de su señor, so cuya merçed son e biven, con aquella reverençia e so-lepnidat que deven. E todo esto en la manera que pasó el dicho Ferrant Martínes, alcalde, pi-dió que ge lo diésemos asy por fe e por testimonio, e nos dímosle ende éste que es, seguntque ante nos pasó, que fue fecho en el dicho dia e mes e era sobredicha, que es signado e fir-mado de nuestros nombres. (Firmas).

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1419, agosto, 9.Don Enrique de Guzmán, conde de Niebla y señor de Sanlúcar de Barrameda, jura no poner

impedimentos al arzobispo y cabildo catedralicio de Sevilla en el arrendamiento de losdiezmos que les pertenecen en dicha villa de Sanlúcar, mandando además a los alcaldesde la villa que cuando vaya a tener lugar el arrendamiento de dichos diezmos capitulareslo hagan pregonar y faciliten casas, cillas y bodegas para su recogida.

Archivo Catedralicio de Sevilla, Sección IX, caja. 18, nº 19.

Sepan todos los que este presente alvala vieren que, por quanto es dubda e sospechan al-gunas personas que yo don Enrique, conde de Niebla, en la mi villa de Sanlúcar de Barramedadefiendo e mando secretamente o en público que los diesmos que deve aver nuestro señor elrey e los que pertenesçen al señor arçobispo e a los señores deán e cabildo de la yglesia deSevilla e a los otros que han parte en los dichos diesmos non los hayan libremente como dederecho los deven aver, por algunas vías cautelosas que disen que yo en ello mando tener, loqual a Dios no plega. Por tanto, porque los dichos señores sean çiertos e seguros que a míplase que nuestro señor el rey e los dichos señores arçobispo e deán e cabildo e los otros aquien pertenesçen los dichos diesmos libremente arrienden las rentas de los dichos diesmos,o los fagan coger en fieldat segunt que a ellos mejor visto fuere, en tal manera que complida-mente cobren e hayan los dichos diesmos en el dicho lugar de Sanlúcar, e por tirar la dichadubda e sospecha prometo e juro por el nombre de Dios e a esta señal de (signo de la cruz),que de aquí adelante, por mí nin por otro en secreto nin en público, non embargaré nin bus-caré vía nin cautela alguna porque los dichos señores pierdan alguna cosa de los dichos dies-mos, e que quanto en mí fuere trabajaré que los dichos señores hayan complidamente los di-chos diesmos en el dicho mi lugar de Sanlúcar, e que los puedan arrendar libremente o cogeren fieldat segunt que mejor les plasiera, así como en los otros lugares del dicho arçobispadolos han e lo fasen quando a ellos plase. E por esta mi carta o por el traslado della firmado deescrivano público mando a los alcaldes de la dicha mi villa de Sanlúcar que agora son o seránde aquí adelante que fagan pregonar cada vegada que dello fueren requeridos por parte de losfasedores de las dichas rentas que libremente en la dicha mi villa de Sanlúcar arriende e pujequalquier e qualesquier que arrendar quisieren e pujar las dichas rentas de los dichos diesmos,e que a los dichos arrendadores o a los dichos fieles en la dicha villa, por preçios convenibles,les sean dadas casas e çillas para poner los diesmos del pan e menudo, e lagares e bodegas etinajas para faser e poner el diesmo del vino e viandas, e todas las otras cosas neccessarias, eyo así lo mando que se faga e cumpla, so pena de dies mill maravedís a qualquier o quales-quier por quien quedare de lo así faser e complir. E porque esto sea firme, e a ninguno nonvenga en dubda, dí esta mi carta a los dichos señores firmada de mi nombre e sellada con misello. Fecha nueve días de agosto, año del señor de mill e quatroçientos e dies e nueve años.Yo el conde. Yo, Iohan Gonçáles, escrivano de mi señor el conde, la fis escrevir por su man-dado.

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1 Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Excelencia de la Junta de Andalucía Granaday la Corona de Castilla: Hacienda y Fiscalidad (1485-1570) (Universidad de Málaga), integrado en la Redde Investigación Cooperativa Arca Comunis (http://www.arcacomunis.uma.es).

2 Posiblemente la mejor síntesis sobre todos los aspectos de la fiscalidad relativos al Reino de Granadaen los últimos años sea la realizada por J. CASTILLO FERNÁNDEZ y A. MUÑOZ BUENDÍA (2000).

3 La más importante en este sentido es Cum ad illos fidei, promulgada por el papa Alejandro VI el 5 dejunio de 1500.

4 A. FRANCO SILVA (1982).

USURPAR, RENTABILIZAR Y ENCUBRIR: LA GESTIÓN DE LOS HABICES DEL MARQUESADO DEL CENETE

EN LA ÉPOCA MORISCA1

JULIÁN P. DÍAZ LÓPEZ

Universidad de Almería. G. I. Surclío

A lo largo del proceso de conquista del Reino de Granada por los cristianos, y enlos años posteriores, se fue diseñando la fiscalidad eclesiástica aplicada en el territo-rio granadino2. Para sufragar la dotación de las diferentes parroquias la Iglesia con-taba, fundamentalmente, con los diezmos y las donaciones reales. La conversión delos mudéjares a partir del año 1500 transformó de forma radical el panorama de lafiscalidad eclesiástica y de los bienes que se aplicaban a ella, especialmente los ha-bices de las mezquitas. En cuanto a la primera cuestión, una serie de bulas papales3

otorgaron a los Reyes Católicos y a los señores temporales la potestad de cobrar lasdos terceras partes de los diezmos de los nuevamente convertidos. En cuanto a la se-gunda, la Corona se incautó de todos los habices, fuesen muebles o inmuebles, dis-tribuyéndolos posteriormente según su procedencia entre diversas instituciones ecle-siásticas (parroquias, monasterios), señores e incluso líderes de los nuevamenteconvertidos para vincularlos a la política de la monarquía. De forma casi paralela, porestos años de finales del siglo XV, la nobleza, las casas nobiliarias, estaban sufriendoun progresivo deterioro de sus fuentes de ingresos. En esta situación, el creciente con-trol que los cristianos ejercieron sobre el territorio del Reino de Granada supuso unimportante balón de oxígeno para los titulados castellanos o para quienes pretendíanconseguir acceder a la nobleza. En definitiva, para todos aquellos que querían incre-mentar sus posibilidades de negocio en unas comarcas que se les ofrecían en toda suferacidad.

Estos mecanismos se pueden seguir de forma casi paradigmática en el marque-sado del Cenete, uno de los señoríos más importantes del reino, por su origen, porsu extensión y por la singularidad de su evolución, especialmente durante el mandatode los tres primeros marqueses. Un período que coincide prácticamente con la épocamorisca. La cesión en señorío de los territorios del Cenete al cardenal Mendoza seprodujo antes del término de la conquista del Reino de Granada. El 30 de marzo de1490 los Reyes Católicos entregaron a don Pedro González de Mendoza4 las villas deAldeire, La Calahorra, Ferreira y Dólar. Pocos días después cedieron Xérez con Alcá-

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zar, Lanteira y Alquife a su hijo don Rodrigo Mendoza5. En ambos casos se trataba derecompensarles la ayuda prestada en la guerra de Granada. Suponían también la cul-minación de las aspiraciones del cardenal en cuanto a legitimación de sus hijos, yaconseguida años antes, y a la constitución de mayorazgos en su favor. El territorio delseñorío se completó en 1492 cuando la Corona vendió Huéneja a don Rodrigo, yaprimer marqués6, con objeto de saldar las deudas contraídas durante la conquista delterritorio granadino. En este momento, y hasta el final del régimen señorial en el si-glo XIX, el Cenete tenía una extensión de casi medio millar de kilómetros cuadrados.El marquesado está situado en la zona más oriental de la actual provincia de Granada,en la ladera oriental de Sierra Nevada. Como dice Martín Civantos, al acercarse a esteterritorio “lo primero que llama la atención del viajero es su extraordinario paisaje: ladiferencia entre las elevadas cumbres de la sierra y el llano; sus profundos y frondo-sos valles y la aridez del altiplano; las extensas vegas; los pequeños pueblos ancla-dos en el piedemonte; el castillo-palacio de la Calahorra”7. Una comarca por tanto, defuertes contrastes paisajísticos, de valles que se hunden en la montaña hacia las ci-mas de Sierra Nevada y se abren hacia una extensa llanura. Grandes y numerososbosques, extensos pastizales, secanos cerealísticos, parcelas regadas con sus abun-dantes recursos hídricos y explotaciones mineras de hierro constituían su riqueza máspalpable. En el momento de la cesión señorial el territorio del Cenete estaba pobladocon 1.160 vecinos, siendo Xérez con su barrio de Alcázar la villa más populosa, con400 vecinos. Le seguían en importancia Aldeire (150 vecinos), La Calahorra, capitaldel marquesado, y Dólar con un centenar cada una8. Una población integrada casi ensu totalidad por mudéjares y por los que llegaron a ella procedentes de las tierras deGuadix, Baza y Almería al ser desterrados de ellas9.

Desde los inicios de su control del territorio, los señores, primero el cardenal ydespués su hijo don Rodrigo, procuraron ir incorporando a su hacienda todas las ren-tas posibles, incluidas las eclesiásticas, aprovechándose de la debilidad de la Coronay de su interés por buscar el apoyo de las casas nobiliarias a su gestión, limitando altiempo el poder de la Iglesia10. Así, desde principios del siglo XVI, don Rodrigo fueel constructor de un duro fisco señorial. Una iniciativa paralela a otros territorios, aun-que se haya escrito en algún momento que era “un ejemplo sin parangón en la His-toria moderna de este país”11. En este sentido, mantuvo la fiscalidad mudéjar de formadirecta o disfrazada. Usurpó las alcabalas con la “benevolencia” de la Corona12. Con-siguió la cesión de las tercias reales de los escasos cristianos viejos que poblaban lastierras y cobró los dos tercios de los cristianos nuevos después de la conversión. Ob-tuvo de forma más o menos clara el cobro de otras rentas pertenecientes a la Iglesiacomo los diezmos, e incluso disfrutó de las procedentes de las carnicerías, tiendas,mesones, baños y demás regalías. Por último, como hemos apuntado, completó el pa-norama apropiándose de todos los bienes habices. Una fiscalidad abusiva que se re-

5 Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional [SNAHN], Osuna, leg. 1887, doc. 2.6 SNAHN, Osuna, leg. 1896, doc. 3.7 J. Mª. MARTÍN CIVANTOS (2007), 13-14.8 Archivo General de Simancas [AGS], Cámara de Castilla, DIV, leg. 44, doc. 24.9 M. Á. LADERO QUESADA (1993), 35.10 Á. GALÁN SÁNCHEZ (2010b), 427.11 R. RUIZ PÉREZ (1998), 403.12 L. SALAS ALMELA (2003), 2.

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lacionaba al tiempo con una permisividad en las costumbres, una elevada toleranciadel señor con sus vasallos moriscos, algo en lo que sí parece ser singular el Ceneterespecto a otros territorios del reino granadino, siendo don Rodrigo uno de los no-bles más indisciplinados13 y uno de los menos proclives a seguir los dictados de laCorona en cuanto a la aculturación de la minoría (mayoría aplastante en su marque-sado) morisca14.

La política de control férreo de todas las rentas desarrollada por el primer mar-qués, don Rodrigo Mendoza, se suavizó algo en tiempos de sus hijas y herederas. Pri-mero doña Mencía de Mendoza, su hija mayor, II marquesa desde 1523 hasta sumuerte sin sucesión directa en 1554; después doña María de Mendoza, la tercera enla línea de sucesión, hermana de la anterior, que murió en 1580. En cambio, encuanto a los bienes procedentes de los antiguos habices, a lo largo de toda la épocamorisca, no cejarán en conservar su propiedad, gestionándolos para conseguir pro-gresivamente mayores ingresos por ellos, enmascarándolos y pagando, cuando no pu-dieron evitarlo, cantidades exiguas a la diócesis accitana para compensarla por suspérdidas, aunque sin reconocer nunca su propiedad. Al tiempo, habrá una políticapermanente de incrementar el rendimiento de todas y cada una de las rentas seño-riales que percibían los marqueses; negociando con los vecinos la firma de conveniospara encabezar las alcabalas, modificando las formas de gestión de las rentas ecle-siásticas, pero manteniendo la permisividad en las costumbres moriscas. Una políticaque enfrentó de forma secular a los señores con la iglesia de Guadix en unos pleitosque superaron la extensión temporal del período morisco15.

En este contexto es importante analizar los detalles de la apropiación por partede los señores de esos bienes de habices que eran de titularidad religiosa, de las mez-quitas, en su mayor parte; de la gestión desarrollada por los marqueses, mejorandoprogresivamente los ingresos y adaptándolos a las necesidades de cada momento.Este es el objetivo del presente trabajo. El proceso, como veremos, tuvo a lo largo dela época morisca dos períodos claramente diferenciados. Uno, desde los primerosaños del siglo XVI, el momento de la usurpación, hasta los años cuarenta; y otro,desde esta década hasta el final de la presencia morisca en el territorio. Ambos pre-sentan caracteres distintos en cuanto a la renta que aportaban, a las formas de cesiónde los bienes y a las relaciones con el obispado accitano.

I. LA USURPACIÓN DE HABICES, SU ACENSUAMIENTO Y LOS PLEITOS (1500-1540)

1. LOS PRIMEROS AÑOS

La tradición de hacer donaciones piadosas, los denominados waqf, o habiz, se re-monta en al-Andalus al siglo VIII, “siendo sólo a partir del siglo III H/IX cuando dis-ponemos de testimonios fiables y variados sobre su funcionamiento en tres aspectos

13 AGS, Cámara de Castilla, CED, 7, 15, 4.14 Á. GALÁN SÁNCHEZ (2008a), 28.15 Los pleitos han sido estudiados en general por R. RUIZ PÉREZ (1984-85) y en concreto el de los bienes

habices por C. VILLANUEVA RICO (1974).

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básicos: finalidad de las donaciones, gestión por parte del cadí y su ayudante y des-arrollo de una casuística jurisprudencial”16. En cualquier caso la dádiva tenía comobase ser el resultado de un acto libre del musulmán, con una finalidad piadosa, y decarácter inalterable e inalienable17. Es verdad que, en la sociedad de al-Andalus, haytestimonios de la existencia de habices de tipo privado, que, como dice García San-juán, “permiten destinar los bienes donados a fines carentes de contenido piadoso,como la que recoge el tratado notarial de Ibn al-Attar y que se refiere al uso de lainstitución por parte de un individuo endeudado como medio de blindar sus propie-dades frente a la presión de los acreedores18. Sin embargo, la mayoría tenían un des-tino caritativo (a favor de los pobres, de los enfermos o del rescate de cautivos), deayuda a las necesidades bélicas (la participación en la yihad), de sostenimiento de lacultura y la educación, de legados a los cementerios y las rábitas, y, sobre todo, decontribución al mantenimiento de las mezquitas, “las principales beneficiarias de loslegados piadosos en al-Andalus”19.

Durante la corta etapa mudéjar, en el Reino de Granada, los bienes de habicescontinuaron sirviendo a sus fines propios. Algo similar debió ocurrir en el marque-sado del Cenete. Sabemos que en esos años había ya quejas de los mudéjares sobreel trato, más bien maltrato, infringido por don Rodrigo20. Por este tiempo un impor-tante número de habitantes del Cenete se unió a las sublevaciones de los alpujarre-ños, huyendo de sus casas y dejando abandonadas sus haciendas. De forma inme-diata el marqués se apropió de todos los bienes de los huidos y los incorporó a supatrimonio. De este modo, el Quinientos se iniciaba en este territorio con el regresopaulatino de los amotinados, las negociaciones para la firma de las capitulaciones dela conversión y la adjudicación y el control de todos los bienes de habices. Analice-mos cada uno de estos aspectos. En primer lugar, cuando fueron sofocadas las re-vueltas de las Alpujarras, el primer marqués del Cenete ofreció un perdón generosoa todos los que volviesen. A su regreso, se les entregaban de nuevo sus bienes rústi-cos o urbanos, pero a censo enfitéutico, conservando el señor la propiedad emi-nente21. El señor conseguía así una doble finalidad: aumentar su poder sobre los va-sallos e incrementar su renta, una muestra más de la política desarrollada por lanobleza castellana durante estos años para combatir la depreciación de su renta feu-dal, combinando la expansión territorial con la captación de fuentes de renta fiscal,en el contexto de una clara “ofensiva señorial”22. En segundo término, las capitula-ciones para la conversión de los mudéjares del Cenete23, fechadas en 10 de octubrede 1500, tienen un sesgo especial que las hace diferentes a las firmadas hasta ese mo-mento en otros lugares del Reino de Granada, puesto que en ellas se contemplabancasi por primera vez medidas como el respeto a sus baños, el mantenimiento de suscarniceros y el adoctrinamiento con clérigos y sacristanes24. Precisamente por ello es

16 A. GARCÍA SANJUÁN (2002), 83.17 Ibídem, 21-22.18 Ibídem, 98.19 Ibídem, 215 y ss.20 AGS, Cámara de Castilla, CED, 5, 301, 6.21 SNAHN, Osuna, leg. 1897, d. 13.22 B. YUN CASALILLA (1995), 864.23 Publicadas por J. Mª. MARCH (1927).24 Á. GALÁN SÁNCHEZ (2010a), 78-80.

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preciso subrayar que en estos momentos se estaban poniendo las bases de un nuevo“pacto” entre el marqués don Rodrigo y los representantes de la comunidad, algo co-mún a todas las capitulaciones, puesto que, como afirma A. Galán, “detrás de aque-llos alguaciles e buenos hombres que figuraban en la mayoría de los textos, se es-condían los mismos personajes: una conjunción de poderosos y de hombres dereligión, que representaban a cada una de las comunidades”25.

La cuestión de los habices es bastante más compleja. Estos bienes de todo el mar-quesado hubieron de pasar a ser controlados por la Corona, como en el resto delReino de Granada. El proceso y las argucias empleadas por don Rodrigo para usur-par todos o la mayoría de ellos nos es desconocido hasta ahora. Podemos aventuraralguna hipótesis. Por un lado, sabemos que, en otras partes del reino como en la Vegade la propia ciudad granadina26, en Almería27 y en algunos de sus pueblos comoAbla28, los bienes de las mezquitas se traspasaron a las nuevas iglesias. En segundotérmino, también conocemos que la hacienda municipal granadina, su hacienda depropios, y posiblemente las de otras poblaciones del reino, se constituyeron con pro-piedades pertenecientes al estado nazarí y con los bienes habices, tratándose en estecaso “de trasladar el concepto de aljama en el sentido árabe literal de la palabra (con-gregación, comunidad) y de integrarlo en un marco institucional asimilable a las for-mas de gobierno castellanas”29. En tercer lugar, estamos al tanto de la cesión de mu-chos de esos bienes de forma vitalicia por los propios monarcas castellanos, los ReyesCatólicos, al mantenimiento de las nuevas iglesias o incluso, como en las Alpujarras,al salario de los alfaquíes convertidos30. Esta misma situación se dio en el Cenete,donde los más beneficiados por estas concesiones fueron los alguaciles y cadíes delos diferentes pueblos, posiblemente los mismos que ya los administraban en la épocanazarí. Especialmente favorecido fue Rafael Abenchapela, cadí de todas las villas31. Latransferencia era una forma de agradecer su actitud positiva ante la conquista y man-tenerlos como fieles vasallos de la Corona. A partir de estas noticias no es demasiadoaventurado pensar que don Rodrigo se apoyase en estas formulaciones para apro-piarse de aquellos bienes denominados genéricamente de habices, tanto los que pa-saron a las iglesias del Cenete, so pretexto de su interés por rehacerlas, socorrerlas ypagar los gastos de culto; como los que fuesen administrados o controlados por loscadíes o alguaciles, so capa de ser el propietario de todos los bienes comunales delmarquesado y tenía la obligación de conservar los caminos, obras públicas, etc.

2. CENSOS, PLEITOS Y CONVENIO

Fuese de esta forma o de cualquier otra más o menos similar, sabemos que a par-tir de 1509 don Rodrigo controlaba ya al menos los bienes de habices denominados“civiles” y, al menos desde 1513, también los destinados a las iglesias. Para desarro-llar esta política, posiblemente se aprovechó de la situación política de Castilla en es-

25 Á. GALÁN SÁNCHEZ (2005), 461 y (2010a), 118 y ss.26 P. HERNÁNDEZ BENITO (1990), 38-40.27 A. GARCÍA SANJUÁN (2002), 234.28 C. J. GARRIDO GARCÍA (1997), 87-88.29 R. G. PEINADO SANTAELLA; Á. GALÁN SÁNCHEZ (2006), 204.30 Á. GALÁN SÁNCHEZ (2008b), 362.31 M. GÓMEZ LORENTE (1989), 64.

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tos años, cuando, en palabras de D. Alonso, “se impuso un gobierno basado en lamultiplicidad de identidades y fidelidades que, si por un lado no parecían ser con-tradictorios, sí redundaba en un espacio político definido en términos de confusión”32,siendo consciente de que la debilidad de la Corona lo beneficiaba en sus aspiracio-nes. En primer término, en cuanto a los bienes cedidos por los Reyes a los alfaquíes,fuese para su administración o para su control33, el marqués, de forma aleatoria esta-bleció una clara distinción entre unos vasallos que pudieron seguir disfrutándolos, yotros a quienes obligó a acensuarlos si querían conservarlos. Entre los primeros po-demos citar al cadí Abenchapela, que siguió teniendo en su poder los de Aldeire;Lope de Bárcena, alguacil de Dólar, que mantuvo los de este pueblo; y el denomi-nado en la documentación el Potalí, que tenía otra hacienda, también por mercedreal34. Se trata de otra manifestación concreta de un proceso que se estaba produ-ciendo desde finales del siglo XV en toda la Corona de Castilla. Los señores procu-raban absorber todas las rentas de sus territorios –dice B. Yun– “por una parte, por-que preservaba aún más el señorío de las intromisiones del rey y, por otra, porque alcoincidir jurisdicción y percepción de la renta se tenían mayores posibilidades de es-tablecer exenciones o radicalizar el cobro en función de la política que más intere-sara”35. El año 1509 es el primero del que tenemos noticia en la documentación so-bre los ingresos que el marqués obtenía de la renta de habices (cuadro 1). En esteaño los encargados de su cobro entregaron cuentas por valor de 62.519 mrs., sin con-tar los de Aldeire y Dólar, en poder de Abenchapela, Lope de Bárcena y el Potalí.

En segundo lugar, nada sabemos respecto a los que procedentes de las mezquitasdebieron haber pasado a las iglesias para su reedificación y mantenimiento. De formainmediata debió apropiarse de ellos don Rodrigo, puesto que en 1513, el obispo, deány cabildo de Guadix presentaron una demanda ante la Chancillería de Granada paraque la justicia obligase a don Rodrigo a satisfacerles los gastos que habían hecho en lasiglesias del marquesado36. El obispado afirmaba haber construido una docena de tem-plos, haberlos dotado de ornamentos y demás necesidades de culto y de haber em-pleado en ello hasta 150.000 mrs. La misma suma que reclamaban al señor territorial,como obligación suya al disfrutar de los ingresos procedentes de los habices de todoel marquesado. Precisamente el inicio del pleito coincidió con un aumento importanteen el volumen de ingresos que declaraban los mayordomos como consecuencia de lainclusión en ellos de la denominada “parte de las iglesias”. Ello supuso un incrementode un 500% en Lanteira y de más del 25% en Xérez. Además, en 1515, se incluyeroningresos procedentes de los llamados “hornos de habices” y de las rentas de habices deAldeire y Dólar. Los cambios introducidos permitieron superar los 80.000 mrs. de in-gresos, más del 20% sobre los años anteriores.

El año 1515 inaugura un ciclo expansivo importante para la Casa marquesal. Alcrecimiento de las rentas de habices hay que sumar la firma de un “convenio” entre

32 D. ALONSO GARCÍA (2007), 253.33 En las capitulaciones de la conversión de los mudéjares del Cenete firmadas en Granada el 10 de oc-

tubre de 1500 se establecía que todos los heredamientos deputados para los pobres e para cautivos e reparode caminos se gaste e destribuya casa cosa de la renta de ellos, lo de los pobres para los pobres e cautivos elo de los caminos para el reparo de los caminos, etc. ( J. Mª. MARCH, 1927, 347).

34 M. GÓMEZ LORENTE (1990), 1.125.35 B. YUN CASALILLA (2002), 79.36 Archivo del Palau Requesens [APR], leg. 118, d. 2.

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don Rodrigo y sus vasallos, producto de una negociación entre las elites del mar-quesado y el gobernador del señor, mediante el que los vecinos pagarían un enca-bezamiento (denominado magrán37 en las fuentes) de 10.000 ducados (3.750.000mrs.) que englobaba las alcabalas y todos los diezmos. Además, también comenzó acobrar rentas por los bienes de habices que disfrutaban por concesión real a Aben-chapela, Bárcena y el Potalí. A pesar de ello, los dos primeros siguieron vinculados ycercanos al poder señorial, continuando con sus cargos. Una única sombra fiscal tuvoeste inicio, la sentencia definitiva del pleito interpuesto por el obispo de Guadix con-denó al señor a pagar los 150.000 mrs. gastados por la Iglesia, pero le ahorró el pagode las costas, le permitió seguir disfrutando de la posesión de los habices y sumió enel olvido el interés del prelado accitano por su control.

Los algo más de 80.000 mrs. procedentes de los bienes de habices tenían un valorexiguo si lo comparamos con el producto de otras rentas que disfrutaba el marquéscomo las alcabalas y los diezmos, pero suponían un gran valor cualitativo en tanto queponían en manos de don Rodrigo todo el control de la estructura eclesial (fábricas deiglesias, gastos en ornamentación, nombramiento de beneficiados), y de una parte dela elite morisca al vincular a la gestión de la renta a los alfaquíes y cadíes.

Durante la guerra de las Comunidades la gestión del marquesado debió estar rela-tivamente abandonada, puesto que don Rodrigo estuvo más preocupado de interveniren los asuntos valencianos que en sus posesiones granadinas, más aún cuando en és-tas la situación era de normalidad. Muerto el marqués en 1523, le sucedió su hija doñaMencía, casada al año siguiente con don Enrique de Nassau. Un hecho que coincidiócon el final del conflicto comunero, con la reordenación fiscal de la Corona de Castillaemprendida por Carlos V en esos años, y con los intentos de la Corona, como el de1524, de procurar la reversión de todas las rentas cuya posesión no pudiesen acreditarlos nobles fehacientemente38. En este contexto, una de las primeras preocupaciones delmatrimonio Nassau - Mendoza fue la actualización de las rentas del Cenete, segura-mente como una forma de allegar más recursos a sus negocios e intereses en la Cortey en los Países Bajos. Dado que en estos momentos era imposible generar nuevas ren-tas y difícil incrementarlas de forma coercitiva, los esfuerzos hubieron de destinarse es-pecialmente a la mejora de su gestión y a la actualización del “pacto” de permisividaddesarrollado ya en tiempos de don Rodrigo. En este sentido, doña Mencía, al tiempoque escuchó las peticiones de los representantes de la mayoría morisca contra los abu-sos de su padre, sistematizó la tarea de los gobernadores y les ordenó que

los vecinos deste nuestro marquesado cristianos nuevos e sus hijos sean por los clerigos ebenefiçiados del muy informados e doctrinados en nuestra sancta fee catolica […] loqual se haga con mucha templança y moderaçion y que los dichois clerigos los tratenbien porque no es nuestra voluntad que sean maltratados porque es de creer que haranmuy mejor lo que deven por via de templança que de rigor39.

Estas transformaciones coincidieron casi en el tiempo con la llegada a la prelaturaaccitana de don Gaspar Dávalos. Durante su corto mandato (1525-1528) la tensión en-

37 R. RUIZ PÉREZ (1984-85), 293.38 B. YUN CASALILLA (2002), 116.39 APR, leg. 137, d. 2.

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tre el obispo y la marquesa doña Mencía fue permanente. La postura del prelado erairreductible y el enfrentamiento cada vez más enconado. Ante esta situación, los seño-res no dudaron en hacer valer sus influencias ante el Emperador de forma inmediata.Así consiguieron remover al obispo y elevarlo a la sede granadina, al tiempo que logra-ron que la sede accitana fuese ocupada por fray Antonio de Guevara, un franciscano pa-riente de don Pedro de Guevara, criado del conde de Nassau. Previamente, para garan-tizar el nombramiento del obispo, habían concertado con él un futuro acuerdo sobre lasrelaciones económicas entre el señorío y el obispado40, que se firmó efectivamente en1530. Mediante él, la Casa marquesal se comprometió a pagar 1.000 ducados anuales(374.000 mrs.) a cambio de las rentas de la tercia decimal de cristianos viejos y de los6/9 de cristianos nuevos correspondientes a la Iglesia, así como de la propiedad y de lasrentas de todos los bienes habices de las iglesias del marquesado. Además, se pagabanotros 1.000 ducados como desagravio por todos los atrasos de los años anteriores.

Los marqueses dejaban claro en el acuerdo que los habices que tenían y cobraban noeran tantos como decía el obispo, puesto que si algo sobraba de esas rentas un año, queseguramente gastasen más en el siguiente41. Una afirmación efectivamente cierta, puestoque en 1528 el valor llegaba hasta los más de 100.000 mrs. (267 ducados)42, aunque elproceso de incremento desde la primera década del siglo había sido constante, llegandohasta el 40%. Una consecuencia clara de años de tensiones políticas en la monarquía his-pánica son constantes, ante las regencias, la llegada de Carlos, y los movimientos antise-ñoriales43, “una coyuntura clave en la delimitación de áreas de competencias y pactos fis-cales de trascendencia secular entre la Corona, el reino, la nobleza y la Iglesia”44.

1. Evolución del valor de los habices en el Cenete (mrs.)

AÑOS TOTAL1509 62.5191510 62.5191514 46.9841515 80.5361516 84.1681523 81.3661528 103.0681529 103.0681530 102.9491532 106.9611544 158.0001543-52 274.542 (arrendamientos)

322.051 (censos)596.593 (total)

1571 314.000

Fuentes: SNAHN, Osuna, leg. 2968, d. 4; leg. 1902, d. 8. APR, leg. 136, d. 1; leg. 136b, d. 25; leg. 137, d. 40; leg. 139, d. 2, d. 9; leg. 141, d. 3;

40 C. VILLANUEVA RICO (1974), 1.157.41 SNAHN, Osuna, leg. 1897, d. 11.42 Cantidades similares a las que podemos encontrar en las declaraciones de los mayordomos en el pleito de

los años veinte. Archivo Catedral de Guadix [ACG], vitrina 1, ff. 59r.-60v.; Cfr. M. GÓMEZ LORENTE (1990), 1.121 y ss.43 El tiempo convulso de las comunidades permitió a don Rodrigo apuntalar la Corona ofreciéndose a

comprar más de 40.000 ducados de deuda, situados sobre las salinas de Atienza, a cambio de la fortalezade la ciudad (D. ALONSO GARCÍA, 2007, 74).

44 L. SALAS ALMELA (2003), 16.

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II. UN NUEVO MODELO DE GESTIÓN Y EL ENCUBRIMIENTO DE LOS HABICES (1540-1571)

1. LOS CAMBIOS EN EL CONTROL Y EN LA CESIÓN DE LOS BIENES

En 1538, tras la muerte de don Enrique de Nassau, doña Mencía regresó a España.Poco tiempo después, en 1541 contrajo matrimonio con don Fernando de Aragón, du-que de Calabria. La nueva situación personal de los nuevos marqueses del Cenete, loscapítulos matrimoniales establecidos entre ellos, que repartían las rentas del territoriogranadino entre ambos cónyuges, coincidió con una coyuntura inflacionista que tuvolugar en Castilla durante estos años, que generaba una devaluación progresiva de lasrentas nobiliarias45; y con la llegada en 1546 de un nuevo prelado a la diócesis de Gua-dix. Todos estos factores impulsaron una serie de cambios en el control y en la ges-tión de las rentas de los estados de la casa de Calabria con un objetivo primordial: sal-vaguardar la propiedad de los habices impidiendo que el desconocimiento o lassentencias judiciales contrarias lograsen la pérdida de los bienes y, por consiguiente,mermasen los ingresos; y, además, mantener una progresión continuada en las rentasque generaban. El cambio de modelo estuvo apoyado en tres pilares fundamentales:el control efectivo de todos los bienes, puesto que con el tiempo y la lejanía de losmarqueses algunos de ellos estaban en manos de vecinos que no pagaban ningunarenta; la actualización de los arrendamientos mediante subasta de los bienes objeto deellos; y el establecimiento de nuevos contratos de censo enfitéutico en otras parcelaso su puesta al día en caso de que los firmantes de los anteriores hubiesen traspasadolas haciendas a sus herederos sin haber pagado la décima por la cesión. La cifra totalde contratos de censo y de arrendamiento de bienes habices que se firmaron entre1542 y 1552, cercana a los 600, nos da idea de la importancia que tenían los bienes,de la categoría que supusieron los cambios, de las preocupaciones que tenían los mar-queses, de las presiones que debieron ejercerse sobre la masa de vasallos.

Las primeras actuaciones tuvieron lugar en 1542. Coincidieron con la llegada deldoctor Espinosa para hacer la residencia del gobernador del Cenete y de don Prós-pero de Castro, contino del duque de Calabria, como visitador del estado. Consistie-ron, por una parte, en la búsqueda de cuantos bienes, fuesen de habices o no, habíanestado siendo utilizados por vecinos sin pagar ninguna renta. Una vez evidenciadostodos ellos se arrendaron o se dieron a censo. Por otra, en la formalización de nuevoscontratos de todos los bienes habices que estaban arrendados en este momento. Estasrealizaciones, como veremos, generaron un importante incremento de las rentas.

Los cambios se desarrollaron en los años previos a la llegada de don Martín Pé-rez de Ayala (1546-1560) a la prelatura accitana y sirvieron para poder blindar las ren-tas y los bienes. El nuevo obispo fue mucho más combativo y con su actitud cambióla situación establecida en la concordia conseguida en 1530. Consideraba que “enaquel negocio su antecesor había sido engañado”46, puesto que en esos momentos losdiezmos y las rentas de habices proporcionaban a los señores mucho más de los milducados acordados. Un año después de su llegada a la silla episcopal, en 1547, ha-bía ya una querella presentada ante la Chancillería de Granada por parte del obis-

45 B. YUN CASALILLA (2002), 86.46 R. RUIZ PÉREZ (1998), 416.

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pado de Guadix47. E inmediatamente, para enmascarar los bienes, los marqueses des-arrollaron una nueva estrategia: pedir permiso a la Corona para sacar haciendas dehabices del mayorazgo y acensuarlas con objeto de tenerlos cedidos a perpetuidad eimpedir o dificultar su reversión a la fábrica de iglesias en caso de sentencias contra-rias a sus intereses.

En las páginas que siguen analizaremos primero de forma minuciosa cada formade cesión, arrendamientos y censos, para después establecer relaciones entre ellas.

2. EL INCREMENTO EN EL VALOR DE LOS ARRENDAMIENTOS

La renovación de los contratos de arrendamiento mediante subasta realizada a fi-nales de 1542 en el marquesado supuso una auténtica revolución en la comarca. Porla cantidad de bienes y personas implicadas en todos los lugares del Cenete, por loscambios en los arrendatarios, por la limitación a diez años en los contratos y por elincremento importante del valor de las rentas, que suponían cerca de 300.000 mrs.anuales (más de 792 ducados), y de los contratos (prácticamente la mitad de los ru-bricados en toda la década, 295 sobre un total de 591). De ellos, 112 (37%) se firma-ron con el mismo arrendatario aunque con un incremento de la renta, y únicamenteen 22 ocasiones (8%) nadie pujó en la subasta para tratar de hacerse con el bien y semantuvo el antiguo arrendatario sin aumento. Aún así, los vecinos que mantuvieronsus parcelas lo lograron con menos perjuicio que aquellos que llegaron nuevos alarrendamiento. Las rentas de aquellos se vieron acrecentadas en un 24%, mientrasque el incremento medio superó el 36%.

En definitiva, se generó una presión para pujar por los mejores bienes, los queincrementaron su renta, y los arrendatarios que lograron conservar sus parcelas, loconsiguieron con menos aumento que la media.

Los nuevos contratos nos aportan también algunas otras conclusiones importan-tes de destacar. Se observa una ligera presión sobre la comunidad morisca, puestoque los firmados con moriscos pasaron del 84%, al 81%, descendiendo más aún enXérez, La Calahorra, Dólar y Huéneja. En la mayoría de los casos los miembros de lacomunidad neoconversa conservaron sus bienes (el 86%).

Los bienes en los que nadie estaba interesado estaban arrendados casi en su to-talidad a miembros de esta comunidad, seguramente por ser los menos apetecidos,los menos rentables, los más aislados, en definitiva, los de peor calidad. Por el con-trario, se observa una clara presión sobre moriscos en algunos pueblos para despla-zarlos de bienes que eran buenos, rentables, en definitiva, de mejor calidad.

47 SNAHN, leg. 1897, d. 13 (2).

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2. Incremento del importe de los arrendamientos de 1543 (mrs)

Ingresos arrendamientos antiguos Ingresos arrendamientos nuevos

total media cristianos total % media % cristianosincremento incremento

medio

Xérez 34.873 671 7.783 51.302 33 987 32 6.265

Lanteira 20.356 2.545 11.880 26.221 18 3.278 22 0

Alquife 9.081 568 2.671 11.257 17 704 19 0

Aldeire 12.426 214 3.076 31.871 40 531 60 2.882

Calahorra 20.547 388 816 42.411 41 800 52 7.412

Ferreira 10.386 742 450 19.835 39 1.417 48 0

Dólar 12.100 526 2.640 19.299 30 839 37 7.752

Huéneja 22.740 711 7.069 49.428 45 1.545 54 12.521

Alcázar 15.000 15.000 0 20.250 26 20.250 26 0

Total/Media 157.510 613 36.385 271.874 36 1.050 42 36.832

Fuente: APR, leg. 121, d. 13.

Los ingresos procedentes de los arrendamientos (cuadro 2) pasaron de 157.510mrs. a 271.874 (incremento superior al 36%). Mucho más representativo de esa ma-yor presión sobre los arrendatarios es que el importe medio de los contratos se elevódesde los 612 mrs. hasta los 1.050 (un incremento del 42%). La presión ejercida porla casa marquesal y sus representantes sobre los vasallos del Cenete fue espectacular.La renovación de los contratos suponía ver incrementada de forma importante la rentasi querían conservar los bienes. La mayor coacción se produjo en Aldeire (aumentomedio del 60% en los contratos), Huéneja, La Calahorra y Ferreira (en torno al 50%).Son las villas en las que los cristianos llegaron a firmar mayor número de contratos,un indicativo de que la presión de los inmigrantes se ejercía en los pueblos más pu-jantes. Subrayamos el caso concreto de Alcázar, un lugar donde la comunidad mo-risca se debía mantener bastante cohesionada o donde sus líderes debían imponerclaramente su autoridad, puesto que sus vecinos volvieron a contratar de forma co-lectiva el arrendamiento de todos los habices con un incremento del 26%, no sabe-mos si con el objetivo de gestionarlos en común.

3. LA MEJORA Y LA AMPLIACIÓN DE LOS CENSOS

El mecanismo que se siguió en el cambio de gestión desarrollada por la haciendamarquesal de aquellos bienes que servían para cubrir los gastos de obras, mezquitas,etc. a lo largo de los años cuarenta en cuanto a la formalización de censos enfitéuti-cos se desarrolló en varios momentos: la realización de una declaración del escribanoen la que se recogieron los contratos que estaban vigentes, la actualización de nu-merosos contratos que estaban a nombre de antepasados, y la firma de contratos nue-vos al tiempo que se hacían los arrendamientos que hemos analizado en el apartadoanterior. Todo este proceso se apoyó en una licencia de la Corona para sacar losbienes del mayorazgo. Esta estrategia tiene varias connotaciones interesantes. Losmarqueses, al pedir permiso expreso al monarca para gestionar los mayorazgos ma-nipulándolos al vender o subrogar sus bienes, estaban sometiéndose a la autoridadreal, aceptando de buen grado la política de patronazgo y control de la aristocracia

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48 B. YUN CASALILLA (2002), 86-87.49 SNAHN, Osuna, leg. 2984 (1), doc. L.5.

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que inició Carlos V desde los años treinta48. Pero, al tiempo, suponía una manifesta-ción de la necesidad que el emperador tenía del apoyo de una casa nobiliaria im-portante como eran los marqueses de Calabria, y en general de la nobleza, a la polí-tica y a las actuaciones del Trono. Y también los nobles conseguían libertad paragestionar sus bienes vinculados disponiendo de ellos fuera de los mayorazgos. Laúnica condición que ponía el monarca para conceder el acensuamiento es que los ré-ditos de los mismos se metan e incorporen en el dicho maiorazgo49, aunque sin con-cretar la forma cómo se ha de producir dicha incorporación y sin poner ningún plazopara ello. Una forma de dejar plena libertad a la casa nobiliaria para establecer el cri-terio, el mecanismo y el momento de anexión de las rentas al mayorazgo. Además,en estos bienes que se acensuaban, de forma implícita, se está solicitando el concursode la Corona para eliminar un resto de legitimidad a la Iglesia en su pretensión deconseguir la propiedad de los habices. El monarca está reconociendo la legalidad dela posesión de estos bienes por el marquesado y negándosela a la institución ecle-siástica. Una forma de debilitar el poder de la Iglesia frente a la nobleza y frente a laCorona, algo que en territorio del Reino de Granada fue una constante desde los pri-meros años de ocupación cristiana.

Mediante este procedimiento y como resultado de la actualización de los antiguoscontratos y de la firma de los nuevos, el valor anual de los réditos de censos enfi-téuticos que ingresaba la casa marquesal superaba la nada despreciable cifra de322.000 mrs. En el cuadro 3 puede verse cómo en Huéneja y Xérez se superaban los60.000 mrs. de ingresos; en Lanteira, Aldeire, Alcázar y la Calahorra entre 30 y 35.000mrs.; mientras que en los restantes (Dólar, Alquife y Ferreira) los marqueses conse-guían ingresar entre 15 y 20.000. También es posible que hubiese una cierta demandade bienes para acensuar por parte de algunos vecinos, puesto que en la almoneda de1543 en la que se arrendaron multitud de bienes después de abrir pujas por ellos, enalgunos casos, se constituyeron censos, es decir, se prefirió el contrato indefinido alque se estaba firmando por una década.

3. Valor de los contratos de censo (mrs.)

Réditos anuales

Xérez 62.681

Lanteira 35.098

Alquife 15.579

Aldeire 34.371

Calahorra 30.909

Ferreira 20.743

Dólar 20.637

Huéneja 69.992

Alcázar 32.041

Total 322.051

Fuente: APR, leg. 121, d. 5; leg. 121, d. 13; SNAHN, leg. 2973(1), (2), (3), (4); leg. 2984 (1) L.5.

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4. CENSOS Y ARRENDAMIENTOS ¿ELEMENTOS CONTRADICTORIOS?

Los censos enfitéuticos y los arrendamientos han sido analizados frecuentementepor los historiadores como dos figuras contradictorias de cesión del uso de una pro-piedad. Se opondrían así los primeros, en los que no se podría actualizar el réditoanual y serían más beneficiosos para el censatario que para el propietario puesto queéstos no podrían exigir la devolución del bien, aunque permitiesen la cesión debienes vinculados; a los segundos, en los que los contratos tenían una duración cortay la constante actualización de la renta perjudicaría a los arrendatarios. Ello implicaque, ante una coyuntura de depreciación progresiva de la moneda, fuesen preferibleslos arrendamientos a los contratos de censo, una fórmula que fijaba la renta y la fo-silizaba. Algunas casas nobiliarias castellanas se vieron progresivamente endeudadaspor el proceso inflacionista que se desarrolló desde los años treinta del siglo XVI, alpercibir casi todas sus rentas en metálico, teniendo que recurrir para mantener su ni-vel de vida y su volumen de gasto a empréstitos que les reportaban elevados gastosde intereses y las situaban en un callejón sin salida. Su disyuntiva era clara. Si con-servaban el sistema basado en las rentas monetarias fijas progresivamente perdían po-der adquisitivo, aunque pudiesen salir de la situación creada por los préstamos eli-minando, como recuerda B. Yun, “una deuda flotante de altos intereses creando otrabasada en el préstamo hipotecario sobre bienes de la familia”50. Si únicamente recu-rrían a los contratos a corto plazo, no podían incorporar a ellos bienes de sus víncu-los, algo frecuente en algunas casas nobiliarias a mediados de siglo51.

El proceso que observamos en la casa del Cenete es sensiblemente diferente. Nooptaron por una única disyuntiva, puesto que acudieron al sistema de censos y a losarrendamientos casi de forma paralela. Así, el volumen de los ingresos procedentesde una y otra fórmula eran similares (55% de los censos) e incluso el valor medio deambos tipos de contratos casi idéntico (1.118 mrs. la media de los contratos de censoy 1.050 en los de arrendamiento). En cuanto a la enfiteusis, controlaron en diversosmomentos su actualización y mejoraron los rendimientos a lo largo de las tres pri-meras décadas del siglo XVI. Por ello, de nuevo ahora, como había ocurrido antes, seaprovechará cualquier traspaso de censo que se realizaba para, además de cobrar ladécima por la transmisión, incrementar el valor del importe anual que se pagaba, y,sobre todo, se firmarán nuevos contratos después de solicitar autorización a la Co-rona para acensuar bienes de habices que estaban incluidos en sus mayorazgos.

También acudieron a la fórmula del arrendamiento de manera clara. En este caso,los bienes de habices estaban fuera de su vínculo y no tenían necesidad de pedir lavenia real. Los contratos realizados en 1543 por una década supusieron un fuerte ba-lón de oxígeno a las finanzas de los marqueses. Una serie de bienes que estaban pre-viamente acensuados en algunos casos y perdidos en la mayoría de ellos, es decir, enmanos de vecinos que no pagaban nada por su disfrute, se controlaron por un go-bernador dilecto, don Gerónimo Pérez de Arnal. La gestión fue inmejorable para lasarcas señoriales. Pero el gobernador y algunos de sus oficiales terminaron su man-dato con diversas acusaciones de apropiaciones y cobros indebidos por parte de los

50 B. YUN CASALILLA (1985), 455.51 J. BRAGADO MATEOS (1992), 455.

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concejos, de los vecinos en la residencia que le hicieron los señores en 1552. Se acusaal gobernador de dar algunas haciendas de habices a censo a sus oficiales y hombresde su entorno, fuesen cristianos viejos (el liçenciado Ortiz; el bachiller Sierra, su al-calde mayor; Juan de Hortega, su mayordomo) o integrantes de la elite neoconversa(Diego Aduladín, Françisco Alabiad), sin hacer pregones, con mejores condiciones eimportes que a los demás vecinos52.

Una serie de cambios y actualizaciones que debieron coincidir con una mejoraindudable de las rentas de los vecinos, fuesen moriscos o cristianos viejos, con la apa-rición de nuevos personajes con capital suficiente e interesados en aumentar su ri-queza inmueble. Si no hubiese sido así, los marqueses hubiesen tenido que gestionarde forma diferente su necesidad de aumentar las rentas. O no lo hubiesen podidoconseguir de ningún modo. En este contexto y con estas fórmulas, el incremento to-tal de la renta de los marqueses procedente de los bienes habices fue espectacular.Como puede seguirse en el Cuadro 1, los años cuarenta dibujan un panorama clara-mente beneficioso para las rentas señoriales. Si tenemos en cuenta una declaraciónque hace el mayordomo general de todos los estados vinculados de doña Mencía ydon Fernando de Aragón, los habices del Cenete producían 158.000 mrs. anuales. Sinos fijamos en las declaraciones del mayordomo, el producto de los arrendamientosde habices entre 1543 y 1552, como consecuencia de la mejora de los contratos, as-cendía a 274.542 mrs. Una cifra muy cercana a los 271.872 mrs. que calculamos comoproducto de los nuevos arrendamientos. Si a ella le añadimos el importe de los rédi-tos de contratos de censo (251.722 mrs.), el valor de aquellos censos que no están re-petidos en ambas relaciones (64.740 mrs.), el de los censos procedentes de la almo-neda de 1543 (5.436 mrs.) y el de los arrendamientos de esta almoneda (21.682 mrs.),tenemos un total de 615.605 mrs. (1.646 ducados). Después de pagados los 1.000 du-cados del convenio de 1530 a la diócesis de Guadix, quedaba libre para las rentas delos señores el 40% de los habices. Desde los primeros años del siglo XVI, en los quedon Rodrigo comenzó a cobrar las rentas de estos bienes e ingresó unos 62.000 mrs.en 1509, su rentabilidad se ha multiplicado por diez. Una progresión constante quenos muestra una evolución muy diferente a la que podemos observar en las rentasde habices gestionados por la Corona en otros puntos del Reino de Granada, comoen las Alpujarras, valle de Lecrín y partido de Almuñécar, donde los 800.000 mrs. al-canzados en los años veinte, se redujeron casi un 40% al final del período morisco; yen la ciudad de Granada, donde los rendimientos más elevados se consiguieron a me-diados de siglo, con algo más de 1.260.000 mrs., pero con resultados muy irregularesen ambos casos y con una oligarquía poco interesada en su arrendamiento53.

Un proceso que debió coincidir en el tiempo con una mejora de la renta de losvecinos moriscos o cristianos viejos, con la aparición de nuevos personajes interesa-dos en aumentar su riqueza inmueble. Si no hubiese sido así, los marqueses hubie-sen tenido que gestionar de forma diferente su necesidad de aumentar las rentas. Ono lo hubiesen podido conseguir de ningún modo.

El mecanismo diseñado en los años cuarenta se conservó hasta el final de laépoca morisca, puesto que, aunque no tenemos datos exhaustivos, diversas manifes-taciones lo ponen de manifiesto. Por un lado, las denuncias de los marqueses ante la

52 APR, leg. 120, d. 54.53 J. CASTILLO FERNÁNDEZ Y A. MUÑOZ BUENDÍA (2000), 139 y 141.

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Chancillería de Granada a clérigos de los pueblos del señorío por soliviantar a los ve-cinos desde el púlpito para que no pagasen a su señoría las rentas que le pagavanporque ella y sus antecesores pecavan gravemente en llevarlas y los que las pagavanen pagarselas y que mirasen cómo arrendavan que los que arrendasen el alcabala delos de fuera los haría castigar54. En segundo término, desde 1561 se revitalizó por lacasa marquesal el proceso de constitución de censos, previa una nueva merced deFelipe II. La justificación teórica es idéntica a la de la fase anterior, es decir, que porser como es la mayor parte de los bienes susodichos habices, e andando en poder dearrendadores e ir cada día en disminución, queríades dar a censo perpetuo o ven-derlo en pública forma, y con el precio dellos comprar renta perpetua para incorpo-rar en su lugar en el dicho mayorazgo55. Además, el valor de los réditos establecidosen los contratos de censo firmados en este momento es mucho más elevado que elfijado en los de la década de los cuarenta y cincuenta. En éstos el rédito medio anualse situaba en torno a los 50 mrs. el marjal; ahora oscila entre 150 y 200 mrs. el mar-jal. Entre tres y cuatro veces más. O sea: se multiplicó por dos la media, y por tres ycuatro en el caso de moriscos. Esto nos está indicando que el mecanismo de incre-mento de las rentas está perfectamente diseñado y no se hacía de forma circunstan-cial y que en los lustros anteriores a la sublevación de la Navidad de 1568 la presiónsobre la mayoría morisca aumentó de forma importante. Como hemos venido indi-cando, la hacienda de la casa marquesal necesitaba incrementar de forma permanentesus ingresos, fuese para contrarrestar la inflación, fuese para hacer frente a gastoscada vez más importantes y políticas familiares más comprometidas.

III. CONCLUSIONES

Ni aplicada a Castilla ni al recientemente conquistado reino granadino es una no-vedad la afirmación de que las casas nobiliarias se apropiaron de todas las rentas po-sibles, perteneciesen a la Corona, a la Iglesia o a los concejos. La rapacidad señorialjalona las comarcas granadinas de ejemplos en ese sentido. El proceso iniciado porel cardenal Mendoza y sus hijos, los marqueses del Cenete, se enmarca en esa ten-dencia. Pero de este marquesado son peculiares diversas actuaciones: la elevada pre-sión fiscal ejercida sobre los vasallos evidenciada en la apropiación de los bienes delos mudéjares huidos, de las rentas de la Corona (alcabalas), de la Iglesia (diezmos),de los habices, fuesen de las mezquitas o civiles. En este caso, no sólo se produjo lausurpación sino que, además, se introdujo un mecanismo de gestión que permitió in-crementar su rendimiento de forma progresiva, aprovechando la turbulenta coyunturacastellana y granadina. Así, los bienes habices, que comenzaron rentándole a las ar-cas de los Mendoza algo más de 60.000 mrs. anuales, pasaron a producirles más de100.000 a finales de los años veinte. Todo ello trufado con una permisividad bastanteelevada en cuestiones relativas a las costumbres musulmanas y laxitud en el procesode aculturación cristiana, una consecuencia plausible de un pacto no escrito entre losrepresentantes de los moriscos, sus líderes, y los marqueses y sus gobernadores.

54 SNAHN, Osuna, leg. 3123, d. 42 (L.5).55 SNAHN, Osuna, leg. 2973 (2), d. L5.

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Muerto el primer marqués, don Rodrigo Mendoza, su hija y heredera, doña Men-cía, no cesó de introducir cambios en la gestión de los habices con objeto de mejo-rar su rendimiento y ocultarlos al obispado de Guadix. Así, desde los años cuarenta,para contrarrestar la progresiva pérdida de capacidad adquisitiva de las rentas, con-secuencia del proceso inflacionista que sufrió Castilla en estos años, los marquesesresolvieron cambiar el modelo de cesión de los bienes habices, introduciendo un há-bil mecanismo que combinaba los arrendamientos y los censos enfitéuticos con unproceso de revitalización del control de las propiedades y de las rentas de la Casa.Los cambios se apoyaron en la firma de más de 600 contratos de nuevos arrenda-mientos por una década, de nuevos acensuamientos que mejoraban los réditos conun incremento espectacular de los valores de las rentas, que llegaron a superar los600.000 mrs. anuales. Ello le daba un importante globo de oxígeno a las finanzas delos marqueses y permitía a su gobernador aprovecharse también al ceder algunas delas propiedades a la elite local. Transformaciones en la gestión que estaban tambiénrelacionados con los nuevos planteamientos de la Corona, de la vinculación de la casade Calabria a la política del emperador y del pacto tácito que se estaba produciendoen Castilla en esos años entre la nobleza y el trono. Aquella apoyaba a éste y altiempo conseguía, además de otras prebendas en la Corte, concesiones en la gestiónlibre de los bienes de los mayorazgos.

A nivel local, en el propio marquesado, estos cambios son consecuencia de laprogresiva llegada de familias que procedentes de otros lugares ven el Cenete comoun territorio con posibilidades. Ello está en la base de los incrementos importantes enlos importes de los nuevos contratos que se estaban firmando en los años cuarenta.Y esta demanda permitía, además, desarrollar una presión constante sobre la comu-nidad neoconversa. Algo que se manifiesta en un incremento mayor de sus contratos,siempre que los bienes fuesen rentables. Todo ello en el contexto de un proceso ex-pansivo en el que la oligarquía iba teniendo cada vez mayor control sobre la estruc-tura productiva del marquesado. Algunos de sus miembros procedentes de las fami-lias mudéjares originarias, otros llegados después. Todos interesados en controlar elarrendamiento de las rentas y en establecer lazos con los representantes de los mar-queses, con los gobernadores, agentes cobradores de las rentas, como mayordomos.

Vemos cómo, unos bienes que tenían como finalidad originaria servir de sustentoa las mezquitas antes de la conquista cristiana y a las iglesias después de ella, al arre-glo de caminos, al auxilio de los pobres, terminaron siendo gestionados por los se-ñores feudales, incorporados a sus mayorazgos y formando parte de la estructura dela hacienda de su estado, en un territorio, el Cenete granadino, que por su extensióny por su evolución paradigmática en el contexto del reino, merece mayor dedicaciónde la que ha tenido hasta ahora por parte de los historiadores.

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1 Pour de nombreux exemples en ce sens, A. RIGAUDIÈRE (1984), 19-95. 2 A.-J. JOURDAN, A. DECRUSY et F.-A. ISAMBERT (1821-1833), T. V, p. 10, art. 5. 3 E. DE LAURIERE (1723-1849), T. V, p. 1418, art. 1, 5 et 8. 4 Sur ce point!: J. SCHNEIDER (1957), 151-153.5 Pour un exposé détaillé de cette question!: A. RIGAUDIERE (1984), 423-444 (Les sources de financement

autres que l’impôt).

LES CLERCS LYONNAIS, L’IMPÔT ET LE PARLEMENT(1369-1378)

ALBERT RIGAUDIÈRE

Université, Panthéon-Sorbonne Assas Paris II

Les premiers revers militaires de la guerre de Cent Ans avec la défaite de Crécy(1346) puis la perte Calais (1347), révèlent partout l’urgente nécessité d’une meilleuremise en défense du territoire. Mesures particulières ou générales se succèdent alors quitraduisent la volonté de la royauté de transformer le royaume en véritable forteresse.Les décisions du pouvoir central deviennent légion, destinées à faire en sorte que s’ins-crive rapidement dans les faits cette politique1. L’attestent entre autres, deux grandstextes à portée générale. Tandis que l’ordonnance du régent du 14 mai 1358 prévoitque toutes les forteresses seraient désormais placées sous contrôle royal et que le sou-verain pourrait en ordonner la restauration ou la destruction2. Celle qu’édicte CharlesV le 19 juillet 1367 impose à toutes les bonnes villes du royaume de remettre rapide-ment en état leurs enceintes3. Cette longue série de mesures déclenche partout, à par-tir des années 1350, une vaste et étonnante vague de restauration des anciennes mu-railles et plus souvent encore de construction d’enceintes nouvelles, mouvement quitransforme pour longtemps la moindre cité en véritable chantier.

Voilà qui venait bousculer quelque peu un équilibre financier urbain déjà forte-ment fragilisé par les brusques revers de conjoncture que lui avait imposés la fin del’embellie du beau XIIIe siècle. Alors que les villes avaient été incitées à multiplier lesinvestissements et à les financer par le crédit et l’émission de rentes viagères4, ellesne pouvaient plus désormais faire face à de telles charges de remboursement de sur-croît lourdement aggravées par l’impérieuse obligation de mobiliser des fonds im-portants en vue d’assumer les lourdes dépenses liées aux obligations de défense. In-compressibles, elles leur furent véritablement imposées par le pouvoir dont le desseinfut constamment affiché de transférer sur le pays l’essentiel du poids de la guerre.Comment dès lors mobiliser rapidement les capitaux nécessaires à des investisse-ments aussi massifs!? Presque livrées à elles-mêmes, le plus souvent dépourvues devéritables «!budgets!» et ne pouvant guère compter sur le maigre apport de leurs res-sources ordinaires5,! villes et communautés d’habitants!n’eurent d’autre moyen qued’avoir massivement recours à l’extraordinaire. Initiative que la royauté ne cessa d’en-courager en les autorisant, de manière aussi régulière que généreuse, à mettre surpied toute une fiscalité nouvelle, à condition d’en affecter exclusivement les revenusau financement des travaux de fortification et de défense.

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En cette heure où la ville avait un large temps d’avance sur l’Etat dans le domainede la technique fiscale, le pouvoir ne cessa d’encourager cette évolution. Elle lui ap-portait, tout à la fois, solution partielle à l’éprouvante épreuve de défense des popu-lations et allègement considérable de ses investissements militaires. A la ville doncd’imaginer un système fiscal performant aussi porteur de recettes nouvelles qu’il sedevait d’être accepté par tous ceux dont il allait ponctionner une partie des revenus.Il ne fut alors, au royaume, point de ville de quelque importance qui ne se trouvâtcontrainte de mettre à la hâte sur pied une véritable fiscalité de crise. Fiscalité si exi-geante, par l’ampleur des revenus attendus, que l’assiette traditionnelle des impôtsjusque-là levés dût être considérablement élargie, aussi bien en direction de toutes lescatégories de contribuables que de leurs biens. Dans ce contexte, et dès les années1340, s’ouvrit un temps nouveau pour la fiscalité urbaine, seul moyen de réunir rapi-dement des fonds importants. Partout les magistrats qui eurent mission de l’imagineret de la mettre en œuvre furent contraints, pour en élargir l’assiette, de se tourner versceux qu’elle avait jusqu’alors au moins partiellement épargnés6. Premiers visés, nobleset clercs durent progressivement accepter de prendre rang eux aussi dans la liste descontribuables pourvoyeurs des «!deniers de la fortification!». Ce fut principalement endirection des clercs et de leurs biens que les gouvernements lancèrent l’offensive. Par-tout, mais à des degrés divers et avec des succès mitigés, ils furent contraints de par-ticiper à cette fiscalité nouvelle. Dans la plupart des villes, cette participation ne futobtenue qu’au terme de longues négociations et de conflits qui ne prirent fin qu’à l’is-sue de rudes et coûteuses batailles judiciaires, souvent conduites jusque devant le Par-lement tant chacune des parties en présence estimait fondée sa revendication. Les re-gistres de la haute juridiction conservent la mémoire de multiples procès qui, tout aulong du XIVe siècle, opposèrent sans relâche aux prétentions des magistrats urbainsles refus répétés des clercs de participer au financement des fortifications7.

Celui au cours duquel s’affrontèrent de 1369 à 1378, dans sa phase la plus aigue,les magistrats lyonnais et la plupart des communautés religieuses de la ville, a vérita-blement valeur d’exemple. Partagées entre les Archives municipales de Lyon et lefonds du Parlement aux Archives de France, les pièces de ce riche dossier valaientd’être rapprochées et confrontées afin de pouvoir reconstituer par le menu toutes lesétapes de cette affaire et en dévider l’écheveau parfois complexe. Dans la cité duRhône, deux beaux livres de comptes pour les fortifications, des années 1361-13788 et1369-13789, permettent de saisir avec précision pourquoi et comment s’est noué ceconflit en même temps qu’est précisée la position respective des parties. A ce cœurde la documentation lyonnaise, il convient d’ajouter de multiples et précieuses piècesannexes du Cartulaire municipal de la ville de Lyon10, tout comme celles remarqua-blement publiées par G. Guigue11. Le fonds du Parlement, riche pour cette affaire deses plaidoiries et de deux séries d’arrêts en 1369 et 1378-1379 accompagnés de

6 La bibliographie sur la question de l’exemption fiscale est considérable. Pour une vue synthétique etun point de départ!: G. DUPONT-FERRIER (1932), 162-190 (L’exemption des finances extraordinaires) et J. FA-VIER (1971), 136-171 (Contribuables et exempts).

7 Pour de nombreux exemples!: P. C. TIMBAL (1961), 105-258 (Mise en défense). 8 Archives Municipales de Lyon (AML), CC 180. 9 AML, CC 181.10 M.-C. GUIGUE (1978).11 G. GUIGUE (1886), Pièces justificatives, 215-421.

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quelques autres pièces de procédure, apporte tout l’éclairage juridique indispensableà la compréhension du dénouement du conflit12. Tout compte fait, un dossier excep-tionnel qui tout à la fois situe avec précision le conflit, énonce avec clarté les argu-ments des parties et restitue fidèlement le contenu des jugements rendus.

I. CONFLIT

Les tensions qui éclatent au grand jour, dans la décennie 1360, entre la commu-nauté cléricale lyonnaise et les édiles ne sont pas nouvelles. Comme partout, la vi-goureuse politique de mise en défense de la cité à partir des années 1340 contraint legouvernement urbain à mobiliser des fonds importants par le biais de l’impôt et à faireen sorte qu’y participent tous les bénéficiaires de cette sécurité nouvelle, que ce soitdans leur personne ou dans leurs biens. C’était clairement affirmer que tout lyonnaisrésidant dans l’enceinte de la cité et quelle que fût sa condition, ne pouvait échapperà cette fiscalité d’un nouveau genre. Tous ceux qui, jusque-là, avaient pu à un titre ouà un autre se prévaloir d’une quelconque exemption devaient désormais obligatoire-ment figurer sur la liste des contribuables effectifs. Véritable révolution fiscale qui vi-sait, au premier chef, le monde clérical lyonnais que la politique des édiles avait jus-qu’alors très ouvertement ménagé. Vouloir si vite et sans discussion le soumettre àl’impôt pour la fortification, c’était ne point compter avec l’attachement profond qu’ilportait à ses privilèges et faire fi de la capacité de résistance de ses membres.

C’est dans le courant de l’année 1346 que se manifestent les premiers signes detension entre la ville et son clergé. Face aux dangers que faisait peser sur l’ensembledu territoire le désastre de Crécy, les consuls lyonnais décident à l’automne 1346 derenforcer la défense de leur cité vers l’ouest. Ils mettent alors en chantier la construc-tion d’une nouvelle muraille dont le tracé, après bien des discussions, exclut la col-line et le bourg de Saint-Just qui se trouve ainsi isolé de la ville et voué à sa propredéfense, tout en constituant un éperon facile à prendre pour l’ennemi. Qualifié de Re-traite par tous les textes de l’époque, ce nouveau rempart débutait par une tour surla Saône près de la porte Saint-Georges, puis renforcé de part en part par d’autres ou-vrages défensifs, il rejoignait le fleuve à la porte de Pierre-Scize13. Exclus du systèmeen dépit de leurs vigoureuses protestations, les chanoines de Saint-Just obtinrent seu-lement que leurs propres murailles fussent remises en état, ce qui n’apaisa en rienleur rancœur à l’encontre du directoire municipal. Dans un acte ultérieur (1360), lesconsuls se plaisent néanmoins à expliquer avec force et conviction que cette décision

12 Première série! : arrêt du 18 mai 1369, X1A 21, ff. 501 v. et suiv. (successivement publié dans M.-C.GUIGUE [1978], 364-368 et P.-C. TIMBAL [1961], 244 -248) et à la même date un arrêt du conseil, beaucoupplus bref, X 1A 1479, f. 375, que précèdent les plaidoiries aux ff. 334 v.-335 r. Deuxième série!: arrêt du 14avril 1478, X1A 27, f. 133 et arrêt du 5 août 1379, X1A 28, ff. 86 r. et v. Je remercie vivement MademoiselleFrançoise Hildesheimer, conservateur en chef aux Archives nationales, pour m’avoir facilité la consultationde plusieurs registres de la série X1A!; Monsieur Axel Degoy, ATER à l’Université Panthéon-Assas, pour sonaide dans la recherche des arrêts concernant ce dossier et tout le groupe du Centre d’Etude d’Histoire Ju-ridique pour son accueil chaleureux.

13 La construction de cette Retraite est une des grandes affaires de la seconde moitié du XIVe siècle lyon-nais. Elle passionna les esprits et marqua pour longtemps les mémoires comme l’attestent toutes les étudesconduites à son sujet!: A. KLEINCLAUSZ (1925), 67-94 et G. GUIGUE (1886) en particulier pp. 44 et suiv. et 178et suiv.

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a été avant tout prise par très grant nécessité et pour la fortification de ladicte ville,laquelle est la clef du royaume et pour la salvation des corps et biens desdiz habitans.Cette clousture qui entoure à cet endroit la ville aux mettes et termes où elle s’estendn’a été entreprise que sur advis et déliberacion de la plus grand et saine partie des ha-bitans de ladicte ville et de plusieurs nobles et autres gens dudit pays expers etcongnoissans14. Cette attitude assurée les avait placés en position de force pour obte-nir de Philippe VI, quelques mois après le début des travaux, une lettre par laquellele souverain demandait à son juge du ressort et au gardien de la cité de Lion decontraindre tous les habitants de la ville à participer, chacun selon son estat et possi-bilité, aux mises et despens qu’il a convenu et convient faire pour la fortification. Dic-tée par le proffit commun, cette décision ne devait tolérer aucune exception dans lamesure où elle visait touz les diz habitans, clercs, religieux et autres de la dite cité, quien icelle tiennent cens, possessions, rentes et héritages, de quelque estat et conditionqu’ils soient15. C’était clairement poser, et sans la moindre dérogation possible, la règleselon laquelle les clercs devaient obligatoirement participer à l’impôt municipal, tanten raison de leur personne que de leurs biens, aussi souvent que les sommes ainsicollectées étaient affectées aux travaux de fortification. Comme ailleurs, la royautéavait compris que l’effort financier de tous était indispensable sinon pour mener àbien de tels travaux, à tout le moins pour en assurer un avancement convenable16.Dans ce contexte d’urgence, elle ne cesse de multiplier les mesures favorisant la misesur pied d’une véritable fiscalité de crise17 à laquelle doit aussi se résoudre l’arche-vêque Raymond Saquet, seigneur de la ville.

Poussé par les consuls il finit par leur accorder, le 26 janvier 1357, ce qu’ils at-tendaient depuis longtemps!: le droit de lever des impôts sur la consommation et d’enaffecter les revenus aux dépenses de fortification. Sa décision, longuement mûrie, re-gorge de justifications. S’adressant aux consulibus et universitati seu communitati ci-vitatis nostre Lugdunensis, il constate que la civitas, rudement éprouvée par l’ennemi,manque cruellement de défense et de munitions. Partout les murs anciens menacentruine et doivent être reconstruits, comme de nouveaux doivent aussi être partout édi-fiés là où n’existe aucune clôture, sans oublier d’aménager tout autour des fossésconvenables. Et tout cela pro bono communi, expression si rare dans les textes ur-bains médiévaux français qu’elle vaut d’être soulignée18. Pauvre et ployant sous les

14 AML, série EE, publié par G. GUIGUE (1886), 268 et sqq.15 M.-C. GUIGUE (1978), 340-341, mandement du 21 avril 1347. Que le roys mande que tuit li habitant et

clercs et religieux qui ant biens en la ville de Lion seiant contraint a paier de les closures de la ville.16 A partir des années 1350, les exemples abondent de participation des clercs au financement des tra-

vaux de défense, obligation que la royauté se plaît toujours à rappeler. C’est ce que fait Charles VI le 6avril 1410 dans une lettre adressée aux échevins de Dijon en précisant que les habitants ne pourraient bon-nement supporter les frais liés à la fortification sans laide et contribution du clergé et gens deglise ayant leurpersonne, bénéfices, rentes, biens et possessions en la cloison et fortiffication de ladite vile, ce qui lescontraint à contribuer comme lautre commun peuple dudit lieu. Pour d’autres exemples dans le même sens,A. RIGAUDIERE (1984), 462-465.

17 C’est ainsi que des lettres patentes du 3 mai 1351 autorisent les consuls à lever pendant cinq ans, envue de financer les travaux de fortification, un impôt de deux deniers par livre sur toutes les marchandisesentrant dans la ville. Mesure semblable est renouvelée le 18 mai 1357 avec l’octroi d’un double impôt surle vin et le blé, G. GUIGUE (1886), 179-180. Ce ne sont là que des exemples qui pourraient sûrement êtrefacilement multipliés à la lecture des archives. On les retrouve partout semblables au même moment danstoutes les villes!: P.- C. TIMBAL, (1961), 217 et sqq.!; A. RIGAUDIERE (1984), 445 et sqq.

18 Sur cette question!: A. RIGAUDIERE (2006).

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charges de toute sorte, la ville doit être aidée, ce qui conduit le primat des Gaules àconclure qu’il ne voit pas d’autre moyen de pourvoir aux necessitatibus et utilitatibuscivitatis que celui d’avoir recours à l’impôt par le biais d’une taxe à percevoir pen-dant trois ans sur les vins et blés entrant dans la ville pour y être revendus. Bénéfi-ciaires exclusifs de ces revenus, les consuls étaient tenus de les affecter uniquementaux travaux de fortification et d’en rendre régulièrement compte19. En même temps,le droit de lever tailles et collectes pro necessitatibus et utilitatibus de la ville leur étaitofficiellement renouvelé20. Rien n’est dit des contribuables soumis à ce nouveau trainde mesures fiscales, mais tout laisse à penser que l’invocation permanente, tout aulong du texte, du bien commun, de l’urgence, de la nécessité et de l’utilité le desti-nait tout autant aux clercs qu’aux laïcs. Si quelques doutes peuvent subsister à la seulelecture du texte, les événements qui accompagnèrent sa diffusion permettent deconclure, sans la moindre hésitation, que les clercs étaient bien eux aussi soumis àcette fiscalité qui se voulait de droit commun.

Telle ne fut pas leur interprétation. A tout le moins celle des membres du chapitremétropolitain qui firent aussitôt entendre une voix discordante. Accusant l’archevêqued’avoir ainsi aliéné une partie des biens de son église, ils lui reprochaient aussi de nepoint les avoir consultés. A ces réserves quant à la forme qui avait présidé à la prisede décision, ils en joignaient d’autres quant au fond. Jamais, selon eux, aucun ecclé-siastique ni aucun pauvre (persone ecclesiastice nec pauperes) n’avait été, en la citéde Lyon, contraint de participer aux dépenses de réfection et de réparation des mu-railles et fortifications, que ce fût sous forme de contribution directe ou indirecte.Seuls les laïcs ont assumé de telles charges en répartissant entre eux la dépense ausol et à la livre. Même ainsi réparti entre les seuls laïcs, un tel impôt demeurait fortinjuste dans la mesure où il frappait davantage les plus pauvres -gros consommateursde blé et de vin- que les plus riches, plus souvent vendeurs qu’acheteurs21. Peu en-clin à se soumettre à son chapitre et fermement décidé à tenir pour négligeables lesobservations de ses membres, l’archevêque passa outre et voulut faire réalité de sesnouvelles mesures fiscales. Grand désordre s’ensuivit dans la ville, tout à la fois fo-menté par des clercs et des familiers du chapitre convaincus de leur bon droit aux-quels se joignirent de nombreux contribuables rebelles. Unissant leurs efforts, ils bri-sèrent toutes les mesures de grain et de vin frappées au sceau de l’archevêque,enfreignant ainsi la sauvegarde royale sous laquelle il était placé, tandis que de nom-breuses tavernes et dépôts de blé étaient mis à mal. Réponse du pouvoir ne se fit pasattendre qui, le 6 mai 1357, donna aussitôt ordre à son bailli de Mâcon de contraindrele chapitre à respecter désormais la sauvegarde dont bénéficiait l’archevêque.22

Le calme retrouvé dans la cité ne pouvant faire ignorer le poids des périls exté-rieurs, chaque partie en revint pour un temps à la raison. C’est dans ce contextequelque peu apaisé que Jean de Grolée, bailli de Mâcon, parvient à réunir autour delui, le 4 décembre 1358, un véritable conseil de guerre dont la mission était d’imagi-

19 C’est là une règle générale partout observée. Sur ce point!: B. CHEVALIER (1982), 210-217. 20 Charte du 26 janvier 1357. Publiée par G. GUIGUE (1886), Pièces justificatives, 215-217. 21 L’essentiel de cette argumentation est tiré d’un texte publié en partie par G. GUIGUE (1886), 4, n. 2

dont il ne précise pas la nature en renvoyant à une côte désormais ancienne (Archives Départementalesdu Rhône [ADR], fonds de Saint Jean, Armoire Abraham, vol. 41, n° 2) qui n’a pu être consultée.

22 Mandement du 6 mai 1357, publié par G. GUIGUE (1886)., Pièces justificatives n° III, pp. 219-221, (ADR,fonds de Saint Jean, Armoire Abraham, vol. 41, n° 4).

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ner de nouvelles sources de financement pour les travaux en cours23. Fidèles du roi,archevêque, consuls de la cité entourés de plusieurs citoyens et représentants descorps de métiers sont invités à participer à cette réunion. Ils s’y rendent effectivement.Cette présence concertée traduit une réelle volonté de coopération pour trouver so-lution à la grave pénurie de deniers si paralysante pour les chantiers en cours. Pourmettre en condition ses conseillers, Jean de Grolée sait habilement invoquer lesthèmes porteurs en pareille situation. Péril de la guerre, désolation du pays, destruc-tions massives, fortifications en ruine et urgente nécessité de les remettre en état sontautant d’arguments qui persuadent tous les assistants -archevêque, chapitre (cette foismentionné), consuls, citoyens et représentants des corps de métier- de lui demander,d’un commun accord et dans un véritable élan de concorde, l’autorisation de lever unnouvel impôt dont le revenu serait exclusivement affecté au financement des fortifi-cations24. Réponse favorable est aussitôt donnée pour l’établissement d’une taxe dedeux deniers par livre à percevoir, pendant deux ans et à compter du 6 janvier pro-chain, sur toutes les denrées et marchandises entrant dans la ville. Tous les habitantssans exception devaient y être soumis, qu’ils fussent clercs ou laïcs, nobles ou nonnobles. Et comme pour rendre collégiale l’exécution de cette décision, tous les parti-cipants donnent mission de la mener à bien à une commission composée de deux ci-toyens de la ville de Lyon et deux chanoines, l’un de Saint-Jean et l’autre de Saint-Just, avec recommandation de n’agir que pro communi utilitate reipublice25. Tout alorslaissait d’autant plus à penser que ce nouvel impôt allait devenir rapidement réalitéque l’archevêque s’y employait de tout son pouvoir. Dés le 27 décembre, il convoqueà son tour en son «!conseil majeur!» (in nostro majori consilio) des représentants duchapitre métropolitain, des églises de Saint-Just, Saint-Paul, Saint-Irénée et Saint-Ni-zier, l’abbé d’Ainay, les consuls, des représentants des corps de métiers ainsi que plu-sieurs citoyens de la ville. Cette réunion n’avait d’autre but que de rappeler les déci-sions prises le 4 décembre, de les confirmer et de s’assurer que le monde des clercs,très fortement représenté, y adhérait pleinement26. Espoir rapidement déçu.

Dès le mois de janvier, le procureur du prévôt de l’église de Saint-Just faisait en-tendre sa voix pour rappeler que le dit prévôt étant titulaire de tous les pouvoirs dejustice (omnimodam juridictionem altam et bassam, merum et mixtum imperium) surla ville de Saint-Just et son territoire, il était hors de question que les décisions priseset les impositions qui en résultaient (dictas ordinationes seu impositiones) puissent yêtre reçues. Rien en effet ne saurait être décidé n’était-ce auctoritate et ex parte dictidomini prepositi et juridictionis sue27. Une véritable bataille juridique s’engageait alorsqui allait se dérouler jusque sur le terrain. Obstinés dans leur position, les chanoinesde Saint-Just s’efforcent de démontrer par tous les moyens que les consuls ont abuséde leur position de pouvoir en lançant la construction de la Retraite et qu’ils ont agi

23 Ordonnance du bailli de Mâcon du 4 décembre 1358, AML, CC 189, ff. 1 et 2 r. Ce conseil est convo-qué ad deliberandum et consulendum meliorem, utiliorem et minus dampnosam viam seu financiam in etper quam … procedi valeret ad reffectiones et reparationes necessarias murorum, fossatarum, fortaliciorumet aliarum clausuram dicte civitatis…

24 Ibid., f. 1 v., Jean de Grolée insiste lourdement sur le fait qu’il agit accedente consensu et voluntatepredictorum dominorum archiepiscopi, capituli, collegiorum, consulum et civium Lugdunensium super hocconcodantium et cum instancia postulantium.

25 Ibid., f. 2 r. 26 Ibid., f. 13 v.. 27 Ibid., f. 18 r.

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sans les consulter. Jamais Saint-Just n’aurait dû être séparé de la ville de Lyon, ce quileur donne le sentiment d’en être coupés. Ils n’ont point acoustumé d’estre ainsi clouset se trouvent désormais empêchés de aller, entrer, yssir et venir … en la dicte ville deLyon de jour et de nuit à telle heure comme il leur plaist28. Vaines protestations qui n’ar-rêtent en rien la construction en cours. Contraints de constater cette situation de blo-cage, les chanoines décident alors de se rendre sur le chantier pour y faire dénon-ciation de nouvel œuvre dont ils espéraient qu’elle inciterait les consuls à interrompreles travaux. Bien connue du droit coutumier et d’usage courant en pays de droit écrit,cette procédure empruntée au droit romain était destinée, en attendant que soit renduun jugement sur le fond, à obtenir la cessation provisoire de troubles causés au pro-priétaire d’un immeuble suite à des travaux entrepris par le propriétaire d’un im-meuble voisin. Très formaliste, elle imposait au plaignant de se rendre sur les lieux etd’y prononcer la formule rituelle «!Nunciamus opus novum!» en l’accompagnant partrois fois d’un jet de pierres sur l’ouvrage contesté en signe de protestation29. Ce quefirent très exactement les chanoines de Saint-Just, comme le rapportent les archivesde la ville!: denunciaverunt dictum novum opus per jactum trium lapidum, juxta etsecundum formam juris30. Voilà qui suffit à prouver qu’ils étaient parfaitement au faitde la procédure ou, qu’à tout le moins, ils étaient entourés de bons juristes, ce quen’atteste pas toujours la suite des événements. Voilà aussi qui témoigne de l’ineffica-cité de leur démarche. Bien que directement interpellés et mis en cause, édiles et ci-toyens n’en tiennent aucun compte. Le chantier de la Retraite continue à battre sonplein. Alors, pour être assurés de leur bon droit, les consuls s’adressent directementau régent qui donne aussitôt ordre au bailli de Mâcon de se rendre sur les lieux afind’y mettre bon ordre. Il lui expose que les consuls lui ont fait savoir qu’ils avaient en-trepris ces travaux pour la fortification de la dicte ville, laquelle est la clef du royaumeet pour la salvation des corps et biens desdiz habitans. Ils n’y ont procédé qu’aprèsl’advis et déliberacion de la plus grand et saine partie des habitans de la dicte ville etde pluseurs nobles et autres gens dudit pays expers et congnoissans en ce. Dans cesconditions, il serait très mal venu de mettre un terme à ces travaux puisque conti-nuellement l’en euvre en ladicte clousture pour la perfection dicelle et que très grandenécessité est qu’elle soit parfaite en raison de l’insécurité permanente qui règne par-tout alentour. Or, malgré cela, archevêque, doyen et chapitre de Saint-Just multiplientles obstacles à la construction de!ladicte Retraite et clousture. Sensible à ce long plai-doyer et desirans de tout nostre cuer que les bonnes villes et forteresses dudit royaumesoient bien fermées, le régent demande au bailli de procéder sur place à une exper-tise, entouré de nobles et autres gens du pays expers et congnoissans en telle chose afinde vérifier si cette construction est convennable a parfaire pour le bien, utilité et prou-fit de nous, de ladicte ville, dudit pays et de la chose publique. Si tel est le cas, alorsycelle clousture faites faire et parfaire!en la fourme et manière que commancié est31.

28 Mandement au bailli de Mâcon du 11 septembre 1360, publié par G. GUIGUE (1886), Pièces just. XXV,pp. 268-270 qui renvoie à AML, série EE.

29 Directement issue du droit romain (D., 39, 1!: De operis novis nuntiatione), cette procédure est bienconnue de tous les auteurs de manuels d’histoire du droit privé qui citent les exemples désormais clas-siques de son utilisation. Voir en particulier, P. OURLIAC et J. DE MALAFOSSE (1961), 247!; J. BART (1998), 255!;J.-Ph. LEVY et A. CASTALDO (2002), 525.

30 G. GUIGUE (1886), 182, n. 1, qui renvoie à ADR, fonds de Saint-Jean, arm. Abraham, vol. 13, n° 16. 31 Mandement du 11 septembre 1360, publié par G. GUIGUE (1886), Pièces just. XXV, pp. 268-270.

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Forts de l’appui du pouvoir, consuls et bourgeois accélèrent les travaux sur lechantier, ce qui ne cesse de provoquer des réactions en chaîne des chanoines aux-quelles répond point par point le gouvernement consulaire tout au long des années1362-136732. Cette phase de tensions permanentes est régulièrement ponctuée de dé-cisions du pouvoir. Constamment favorables au directoire municipal, elles visent enpermanence à lui permettre de trouver les financements nécessaires et à persuader leclergé de la ville, dans son ensemble, de participer au financement des travaux encours. Après avoir contraint, en 1364, les juifs lyonnais au paiement de l’impôt pourles fortifications dont ils étaient exempts jusque-là33, Charles V décide la même année,à la demande des bourgeois et habitants, d’étendre à tous ceux qui habitent la cité,qu’ils fussent clercs ou laïcs, l’obligation d’apporter de jour et de nuit leur concoursphysique aux travaux de fortification34. Toujours soucieux de permettre aux consulsde se procurer rapidement de l’argent frais, il demande aux trésoriers généraux deleur verser la somme de 1000 florins d’or sur les recettes de l’année 1367, opérationqu’il renouvelle presque immédiatement puis les autorise, presque en même temps,à prélever deux deniers par livre sur l’emprunt lancé pour le paiement de la rançonde Jean le Bon35. Ces largesses de la royauté n’empêchent pas les consuls de conti-nuer à solliciter directement les clercs de la ville, tandis que les chanoines de Saint-Just s’opposent toujours, en janvier 1368, à toute forme de participation36. Plus ouvertet convaincu de l’urgente nécessité de trouver les fonds nécessaires, l’archevêque au-torise une nouvelle fois les consuls, au même moment, à lever l’impôt du vingtièmesur le vin vendu au détail37.

Ces conflits permanents avaient, depuis des années, donné naissance à un longprocès entre la ville et son clergé, procès que les archives consultées ne semblentguère relater jusque-là., même si les archives du Parlement font état de contentieuxantérieurs entre les lyonnais et leur archevêque38. Il faut attendre une commission duParlement, en date du 4 décembre 1368, pour comprendre que la haute juridictionavait été saisie de longue date de cette gravis querela. S’adressant à son capitaine jugedu ressort de Lyon et à son lieutenant, Charles V rappelle les termes dans lesquelsconsuls et habitants ont exposé au Parlement le différent qui les opposait au clergéde Lyon. Tant la nécessité de construire et restaurer murs et fossés que l’obligation degarder jour et nuit la cité les avait conduits à engager de lourdes dépenses auxquelles

32 Sur ce jeu de provocations et d’excès réciproques de la part des chanoines et des consuls, souvententrecoupés de marchandages et de tractations!: G. GUIGUE (1886), 185-188 qui les analyse en détail.

33 Ordonnance du 17 septembre 1364, publiée par G. GUIGUE (1886), 186, n. 1, qui renvoie à AML, sé-rie EE. Il est précisé que tous les juifs, homme ou femme, demeurant en ville et dont les facultés sont ju-gées suffisantes ne doivent plus se prévaloir d’une exemption quelconque, mais au contraire participer auxdépenses pour la fortification, tant passées qu’à venir.

34 Ordonnance du 23 août 1364 publiée par G. GUIGUE (1886), 187, n. 1, qui renvoie à AML, série CC.Ordre est donné au bailli de Mâcon de faire en sorte que cette décision vise quoscumque dicte civitatis ha-bitatores, suas ibidem habentes facultates, cujusqumque status et condicionis.

35 G. GUIGUE (1886), 188, renvoie à AML, CC 368, n. 5. 36 Act. capit, T. I, f. 79 v., cité par G. GUIGUE (1886), 189, n. 1. Les chanoines intiment l’ordre à ceux qui

se rendent à l’assemblée convoquée à l’église Saint-Paul, pour négocier avec des citoyens de la ville et lecapitaine de refuser toute nouvelle charge!: ne aliqua via mundi consenciant quod ecclesia in aliqua ser-vitute ponatur, nisi si et in quantum est de jure.

37 AML, BB 368, f. 2 v., cité par G. GUIGUE (1886), 9, n. 2. 38 En particulier, Archives Nationales, X1A, ff. 1r.- 2v. Arrêt du 14 nov. 1469 qui concerne une tout autre

affaire.

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doivent obligatoirement participer, selon leurs moyens, tous les habitants qui y pos-sèdent des biens et qui, de ce fait, bénéficient directement de la sécurité qui en ré-sulte. Requérir de chacun sa participation n’était que demander application de la règleclassique tam de jure et ratione quam de usu et consuetudine generaliter in talibusobservata39. Néanmoins, le clergé lyonnais fortement possesssionné dans la ville et quiy détient l’essentiel du patrimoine immobilier, à refusé de contribuer alors qu’il a étémaintes fois requis de le faire et qu’il est de coutume que les clercs participent en pa-reil cas, pour le tiers, à toute dépense engagée pour la protection et la défense. A l’im-mense murmur et scandalum qui ont alors éclaté, a succédé un grande et irrepara-bile periculum qu’il convient maintenant de conjurer rapidement en raison l’urgentenécessité. C’est pourquoi commission est donnée au capitaine et à son lieutenant decontraindre par tous les moyens toute personne ecclésiastique à contribuer, selon sesmoyens, au cinquième des dépenses auxquelles s’élèvent les travaux en cours et detraduire sans retard devant le Parlement tous les récalcitrants40. Il n’en manqua pointet chacun fit alors valoir ses arguments devant la haute juridiction ainsi appelée à vi-der le conflit.

II. ARGUMENTS

Ils sont retranscrits pour les deux parties, avec beaucoup de précision, dans lesderniers folios de deux registres de comptes pour les travaux de fortification tenuspar l’administration consulaire. Au fol. 1 r° du premier qui couvre la période 1361-1378, il est précisé qu’y sont contenus certains articles et les replicacions que lesdizconseillers, bourgeois et habitans ont fait et baillent a lencontre de certaines frivolesdenunciacions que ont faites et baillées lesdiz gens gens deglise contre les mises bailléespar lesdiz bourgeois et habitans pour le fait de la reparacion et fortiffication de la dicteville41. On y trouve donc, avec tous les détails souhaitables, le dire des consuls etconseillers qui exposent par le menu leurs prétentions qu’ils considèrent être leur«!bon droit!», avec souvent à la marge gauche de chaque article, la position de la par-tie adverse très brièvement résumée en latin et en quelques mots ou expressions fortsibyllins. Au registre suivant qui regroupe lui aussi une autre série de dépenses pourles fortifications, mais pour la période 1369-1378 cette fois, est retranscrite à partir dufol. 42 v. la response faite par les procureurs du clergé de Lion aus faiz et articles deceulz de la ville, ainsi que les denunciacions baillées par la partie du clergié de Liona lencontre des bourgeois, citoiens et habitans de la dicte ville42. Rédigées par Regnaultdu Poisson, procureur du clergé de Lyon, elles sont adressées à Jean de Dissyconseiller du roi ainsi qu’à maître Girart, maître juge du ressort de Lyon et député parle roi en sa court de Parlement43. Puis viennent en fin de registre les responses faitespar Hugues de Rillieu procureur des citoiens, bourgeois et habitans de la ville de Lion

39 M.-C. GUIGUE (1978), Commission du 4 décembre 1368, pp. 362-364. L’obligation de chacun de contri-buer est rappelée en ces termes! : debent contribuere universi et singuli habitatores et temporalitatem etbona possidentes ac securitatem et recursum habentes in eadem, pro modo et qualitate suarum facultatum.

40 Ibid.41 AML, CC 190, ff. 26 v. à 41 r. (fin du registre).42 Ibid. CC 191, ff. 42 v. à 47 r.43 Ibid. CC 191, f. 43 v.

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sur les denunciacions baillées par les procureurs du doyen du chapitre de Lion et gensdesglise44. Il est donc ainsi possible de suivre dans ses moindres détails l’argumenta-tion des deux camps. Elle consiste en réalité, bien plus souvent, davantage à unsimple rappel des faits -toujours présentés sous un jour favorable à la partie qui lesexpose- qu’à une authentique joute juridique tout au long de laquelle auraient pu êtreéchangés des arguments fondés sur des textes précis et une réglementation coutu-mière parfaitement connue et maîtrisée. Une telle démarche est à peine effleurée eton a le sentiment qu’ont fait alors défaut, à chacun, les secours de fins juristes dontla cité lyonnaise était pourtant remarquablement pourvue à ce moment-là45. Plutôt qued’examiner tour à tour les prétentions de chacune des parties, ce qui conduirait à uneénumération fastidieuse et à d’inévitables répétitions, mieux vaut tenter de saisir lestrois grands axes autour desquels elles s’organisent, même s’ils n’apparaissent nulle-ment à une première et simple lecture!: validité de la décision prise par les consulsde procéder à ces travaux (1), fondements de l’obligation de contribution des clercs(2), modalités d’exécution et financement de l’opération (3). Trois points qui sont vé-ritablement au cœur du conflit.

1) Afin d’asseoir leur décision sur des bases juridiquement solides, les consulsavancent en tout premier l’argument classique de l’utilité si souvent mis en avant enpareil cas.46 Ce n’était là que reprendre un concept déjà finement ciselé par les juristesromains47. Pour les magistrats lyonnais, la Retraite qui est entre Lion et Saint Just ….fut faite pour le grant prouffit, bien et utilité de la dicte ville et des gens deglise et ha-bitans dicelle et de tout le païs48. L’intérêt public de cette opération était donc évident.Conduite dans l’intérêt de tous, aussi bien de tous les habitants de la ville que du paystout entier, elle n’était dirigée contre personne, mais au contraire destinée à partici-per à l’effort collectif de défense imposé par le pouvoir central. Ce faisant, les consulsn’ont eu d’autre préoccupation que d’!«!obvier à la perte et destruction!» de la ville49.C’est dire combien la construction de la Retraite a esté si proffitable, considéré la mor-talité qui avoit esté!» et combien aussi, si elle n’avait pas été décidée, la cité eust étépar plusieurs fois en grand péril destre prise des anglois et compagnies, situation dontil aurait résulté très grand dommage et grand prejudice aux dites gens deglise. De plus,cette grave décision ne pouvait être remise en cause dans la mesure où elle avait étéprise dans la plus stricte légalité. Elle le fut effectivement par le conseil et ourdenanceet disposicion de plusieurs bons chevaliers … et autres gens en ce cognoissans et parl’autorité du roi nostre seigneur et de ses officiers et du consentement de la plus sainepartie de touz les habitanz de la dicte ville50. Que pouvait-on alors reprocher à une

44 Ibid. CC 191, ff. 47 v. à 48 v. (fin du registre). 45 R. FEDOU (1964), en particulier pp. 293- 435. C. FARGEIX (2007), en particulier pp. 16-69.46 Argumentation bien classique qui se retrouve partout et au même moment en des circonstances iden-

tiques comme le montre K. WEIDENFELD (2001), 62-65. Pour de nombreux exemples allant en ce sens, A. RI-GAUDIERE (2006), passim.

47 J. GAUDEMET (1951), 465- 499. 48 AML, CC 190, f. 28 v. Sur l’utilisation classique de ces notions en pareilles circonstances: L. SCORDIA

(2005), 133 et suiv. 49 Le procureur de la ville reprend en tous points cette argumentation consulaire quand il affirme que

la fortification dont procès est, a esté faite dehuement, a bonne cause et pour le grant proffit, utilité et biende la ville de Lion et de touz les habitans dicelle et païs d’environ, ou encore qu’elle fu faite pour le trèsgrand bien et utilité de la dicte ville, de touz les habitans et de tout le bien du païs, ibid., f. 47 v.

50 AML, CC 190, f. 28 v.

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telle décision arrêtée au terme d’une expertise conduite par des hommes de l’art, sousl’autorité du pouvoir, et aussitôt approuvée par tous ceux qui traditionnellement sontappelés à représenter le corps des citoyens de la ville51 ? Dans ces conditions, il seraitabsurde de soutenir en si noble court comme est celle de France que les bourgeois deLyon ont fait volontairement et senz cause la dicte Retraite car il n’en est pas un quiserait disposé à despendre son argent senz cause52. S’ils ont accepté d’investir ainsi leplus clair de leur chevance et substance, c’est tout simplement pour la très grant ne-cesité qu’il en estoit!», ainsi que «!pour leur très grant prouffit et tout le païs53.

A cette première série d’arguments, clergé et procureur répondent pied à pied. Par-fois de manière fort succinte et presque discourtoise pour balayer, comme d’un reversde main, avec un Illud nescio et un Nichil est54, la cause qui fondait la décision. Oubien encore pour rejeter d’un Trufe sunt55 tous les développements visant à démontrerla nécessité et l’utilité de ces travaux. Mentionnées en marge des dires consulaires, cesobservations à l’emporte-pièce insérées par le clerc du consulat dans le registre, nesont qu’une caricature de la position certes très ferme du clergé, mais en réalité ex-posée avec beaucoup plus de modération dans ses denunciacions consignées au re-gistre suivant. Dès l’abord, les honorables et ciconspectes personnes -ainsi qualifiées parelles-mêmes- que sont le doyen et chapitre de l’eglise de Lion, les chapitres de saint Pol,de saint Niziers et couvent Daynay, l’abesse et couvent de saint Pierre, le prieur etl’eglise de la Platière, le commandeur de saint Georges de Lion affirment sans lamoindre nuance que les faits relatés par les consuls, tout comme les arguments qu’ilsavancent, ne sont recevables par especial en la forme et manière par eulz baillés56. Rienselon eux ne peut justifier la construction de la Retraite, opération lancée «!sans causeraisonnable et sans aucune nécessité! ». Tout simplement parce qu’il suffisait de re-mettre en état l’appareil défensif existant, comme cela avait été commencé57. Suite augrand débat et controversie qui s’étaient engagés autour de ce projet entre les membresdu clergé et les habitants, il fut bien décidé, comme le rapportent les consuls, que se-rait désignée par les parties une commission d’ arbitres et de compromissaires58. Tel futbien le cas, mais leurs conclusions, au dire du clergé, ne furent en rien ce que rap-portent les consuls. Après avoir entendu les parties, les compromissaires rédigèrent ef-fectivement leur ordenance et prononciations arbitraires! du consentement desdictesparties, mais en stipulant sans le moindre doute possible que ne se feist lors ou autemps a venir aucune fortification ne murailles par lesquelles ne se peut separer la villede saint Just dicelle de Lion, et si viens y avoit estre au contraire que lon le dehut mettreau premier estat59. Or, poursuivent les représentants du clergé, la dicte Retraite estcontre la dicte ordenance et par la dicte Retraite, la ville de saint Just est séparée de laville de Lion. Pis encore, il est de fame publique que anciennement et au lendemain de

51 Sur le recours courant à la «!plus saine partie!» des habitants pour ratifier une décision dans le cadrede la ville!: A. RIGAUDIERE (2000), 1452 et sqq.

52 Sur la notion de cause en matière fiscale et financière!: L. SCORDIA (2005), 98-103!; cf. l’article de L.SCORDIA dans ce même volume.

53 AML, CC 190, ff. 28 v. et 29 r. 54 Ibid., CC 190, f. 28 v.. 55 Ibid.56 Ibid., CC 191, f. 43 v. 57 Ibid., f. 44 r.58 Sur l’arbitrage et le compromis, Y. JEANCLOS (1977), en particulier pp. 29-110.59 AML, CC 191, f. 44 v.

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60 AML, CC 191, f. 45 r. 61 Ibid., ff. 46 v. et 47 r.62 Ibid., CC 190, f. 26 v.

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certains conflits entre la ville et son clergé, le roi qui lors estoit, pour certaines et justescauses … de son autorité royal condempna la dicte Retraite, si bien que nul ne put plusconstruire en ce lieu où, en signe de demoustrance de la dicte condempnation, on ap-posa sur commandement du roi certains et notoires signes qui sont traditionnellementinstallés en pareil cas en des lieus identiques60. A n’en pas douter, le clergé veut ici si-gnifier qu’en ce lieu jadis frappé d’une servitude de non aedificandi par décision duroi et de ce fait sûrement placé sous sauvegarde royale, des panonceaux royauxavaient été apposés. Argumentation assurément bien fragile fondée sur un événementdont nul ne peut avancer la date, mais seulement dire qu’il s’est produit anciennementet que la décision évoquée fut arrêtée par le roy qui lor estoit. Et de plus, rien ne vientcorroborer ce qui est avancé à propos des conclusions rendues par les compromis-saires que les consuls, à en croire leurs contradicteurs, auraient complètement faus-sées. Voilà qui éclaire les très vives réactions du procureur de la ville à la lecture decertains de ces articles qu’ils qualifie de empertinens et négatifs, qu’!il ne croit pas …mais les nie en tant comme il lui seroient dommageables et les réfute parce que plu-sieurs d’entre eux sont negatifz et non responsables61.

On le voit, ce premier train d’arguments échangés entre les parties à propos dela validité de la décision de construire la Retraite manque d’un arrière plan juridiquesolide. Il se situe davantage sur le terrain des faits que celui du droit. Certes, les no-tions de nécessité, d’utilité publique et de cause sont bien mises en avant, mais ellesn’ont d’autre fonction que d’être des poncifs pour lesquels les parties semblent don-ner l’impression d’ignorer à la fois le contenu et la portée. Davantage utilisées pourimpressionner l’adversaire que pour le convaincre, elles ne pouvaient avoir qu’uneportée limitée, reflet avant tout du faible niveau de formation juridique des procureurschargés du dossier. La même remarque vaut pour ce qui est dit du travail des «arbitreset compromissaires!» dont le clergé paraît mal connaître tant la nature que le contenude la fonction. Si la teneur de leur «!ordenance!» fut bien ce qu’il en dit, on imaginemal comment les consuls auraient pu l’ignorer et passer outre pour engager une opé-ration qui leur coûta si cher, comment aussi ils auraient pu plaider de bonne foi l’obli-gation pour tous les clercs de la ville de participer à cette dépense.

2) Ils la plaident certes, mais là encore sans avancer d’argument juridique vérita-blement convaincant. Leur postulat de base est simple et sans nuance, tous les gensd’église sont tenus de contribuer en les fortifications, reparacions, garde, defense etautres mises et frais62. Le point d’ancrage principal de leur démonstration prend appuisur l’étendue considérable du patrimoine immobilier des églises lyonnaises et les re-venus importants qu’elles en retirent. Ils mettent aussi l’accent sur tous les avantagesfinanciers qu’apporte à l’archevêque et à plusieurs églises l’exercice de!«!la juridictionordinaire et temporelle!», sans oublier la protection que leur assurent, ainsi qu’à leursbiens, toutes les nouvelles constructions.

Riche de ses biens fonds et de ses revenus, le clergé se doit de participer à la dé-pense commune. Ce maître argument est constamment mis en avant et développéavec un luxe de détails. Les gens d’église possèdent en leurs temporels, dedans la diteville et fortiffication d’icelle, plusieurs maisons, curtils, vignes et autre ediffices … et

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contiennent bien le quart de la dicte ville. L’affirmation est d’importance qui fait deséglises lyonnaises le possédant du quart du patrimoine immobilier urbain et qui plusest, à l’abri des remparts, donc bénéficiant de l’entière protection qu’ils lui assurent.De tout cela, elles tirent grans proffiz et revenus chacun an63 qui consistent en renteset pensions annuelles sur les maisons des bourgeois en tant et si grande quantité queni a guères mayson en toute la dicte ville que ilz ny aient rentes ou pensions si bienque les habitants en sont pratiquement démunis64, ce que réfutent avec véhémenceles ecclésiastiques par un Negant catégorique65.

La!juridiction ordinaire et temporelle qui est très grant chouse et très grand reve-nue vaut aux églises lyonnaises, et en particulier à l’archevêque, d’exercer une mul-titude de droits, de percevoir une foule de revenus et d’avoir la mainmise sur de nom-breux biens immobiliers qui n’entrent pas dans son patrimoine direct. La liste estlongue de toutes les impositions indirectes et droits divers dont le clergé lyonnais estau moins en partie bénéficiaire. Une taxe sur les blés ou coponage l’autorise à per-cevoir deux mesures (copons) sur chaque cheval qui apporte du blé dans la ville poury être vendu sur le marché. Il en va de même pour le vin à raison d’un denier parcharge. N’est-ce pas là chouses de très grans proffiz et revenus avec les milles charretesqui circulent dans la ville!? A ces profits confortables viennent s’ajouter une part desel acquise en franchise ainsi que le droit de lever des taxes régulières, comme unemanière de péage, sur les draps, autres marchandises et denrées les plus diverses àl’entrée des portes de la ville66. Et comment aussi ne pas mentionner tout ce que rap-porte aux églises lyonnaises le ban daost qui, durant tout le mois d’août, leur assurele monopole absolu de la vente du vin, profit très considérable là encore en cette villede Lion qui est très grant et peuplée ville. S’y adjoint enfin la leyde sur le bétail, qu’ils’agisse des vaches et moutons et autres bêtes qui se vendent en la ville, tout commel’impôt sur les juifs contraints à payer vingt deniers d’entrée, source de revenu consi-dérable depuis dix ou douze ans que les juifs sont venuz demourer au royaume67. Tou-jours en liaison étroite avec l’exercice de la juridiction temporelle, les églises de Lyonjouissent de toute une série d’ autres droits, noblesses, pocessions et revenus tempo-relles en ycelle ville … qui seroient trop longues à ressiter, mais qui, en raison de leurimportance et de leur situation à l’intérieur des fortifications, valent et sont la tiercepartie de tout le temporel de la dicte ville, alors qu’elles seraient de très petite valeur sela dicte ville nestoit fortifiée ne gardée68.

Ce thème de la sécurité apportée à tous grâce à la politique conduite par la mu-nicipalité revient en permanence. Il est un des piliers de la démonstration conduitepar l’entourage des consuls. Puisque les gens d’église ont en la dicte ville touz leursprincipaux retrais et est leur reffuge, ils sont tenus a contribuer a la reparacion, for-tiffication et a la déffense et garde69 et ils y ont plus de proffit que les autres habitans,

63 Ibid., f. 27 r.64 Ibid., f. 27 v. Pour avoir une idée précise du système des rentes et pensions à Lyon à ce moment là

ainsi que de l’importance et de la répartition du patrimoine immobilier lyonnais entre les différentes caté-gories de possédants, voir!: E. PHILIPON et Ch. PERRAT (1927)!; J. DENIAU (1930).

65 AML, CC 190, f. 27 r. 66 Ibid., ff. 27 r. et v. 67 Ibid. 68 Ibid., f. 28 r.69 Ibid., f. 27 v.

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consideré les grans possessions et revenues que ilz ont en la dicte ville et au païs den-viron dont ilz sont seigneurs en la plus grant partie70. Faux, répondent les gens d’égliseen rappelant que la construction de la Retraite a placé nombre d’entre eux hors desnouvelles fortifications et exposé en même temps une grande partie de leurs biens.

3) Leur argumentation devient encore plus rude quand ils émettent de graves ré-serves sur les modalités d’exécution de l’opération et son financement. Déjà contes-tée dans son principe, elle l’est plus encore quant au fond. Edifiée «!contre la volontéexpresse du clergé!», la construction de la Retraite a entraîné pour ses membres degraves dommages et préjudices, en particulier pour les églises de Saint-Just et deSaint-Yriex. Plusieurs édifices, maisons, murailles clôtures, vignes et autres terres quileur appartenaient ont été détruits sur commandement des consuls, sans mandementd’aucuns souverains. Tous ces matériaux et en particulier les pierres ont été réutili-sés sans dédommagement, ce qui représente un préjudice de 10!000 francs et biendavantage71. Pis encore, les consuls ont osé imposer sur les genz clergiés et non cler-giés, pendant deux ans, une certaine somme d’argent à payer à l’entrée de la ville partout habitant y apportant des marchandises. Cette taxe, destinée à financer unique-ment les euvres de fortificacions et reparacions, leur a rapporté la somme rondelettede 13!000 francs pour un budget de 38!707 francs consacré aux travaux de fortifica-tion, dont 6!124 francs pour la seule Retraite72. Sur ces bases, les gens d’église se li-vrent à une véritable bataille de chiffres. Alors que les consuls avaient été contraints,par commission du Parlement, de rendre compte des dépenses engagées, ils leur re-prochent de ne point l’avoir fait selon «!la teneur de l’arrêt et commission!» qu’ils qua-lifient en même temps de rescript73. Ils saisissent cette occasion pour donner la listeprécise et très certainement forcée des recettes que les consuls ont encaissées à cetteoccasion et dont ils auraient dû faire clairement état, ce qu’ils ont omis ou refusé defaire. En quinze ans, l’imposition de deux deniers par livre leur a rapporté 7! 500francs, tandis qu’ils ont perçu pendant 30 ans, 3!000 francs sur les terres estranges.Eux aussi ont eu droit à des coponages sur les moulins, ce qui leur a valu en tout3!600 francs sur une durée de six ans, somme qui est venue s’ajouter aux 11!500francs que leur a rapportés l’impôt sur le vin tout au long de ces dernières 23 années,sans compter les sommes considérables investies dans l’artillerie et les mille quatrecens florins d’or de bon pois que les membres du clergé proposent de verser, de leurbonne volonté et sans préjudices à leur droit, à titre de participation non due pour fi-nancer des travaux à effectuer aux fossés de la ville74. Sans vouloir tirer de ces chiffres

70 Ibid., f. 30 r.71 Ibid., CC 191, ff. 44 v. et 46 r. Une lettre de Jean le Bon du 8 août 1362 concerne effectivement cette

affaire. Suite à la difficulté que rencontraient les consuls pour se procurer pierre, chaux, sablon et autrematière pour construire la Retraite, il les autorise en paiant promptement juste pris et convenable à prendreou faire prendre par leurs gens à l’endroit le plus proche de la forteresse!pierre, chaux et sablon et autreschoses quelconques a icelle nécessaires et convenables. Tout laisse à penser que les consuls outrepassèrentlargement l’autorisation qui leur était donnée. Sur ce texte, en partie publié, G. GUIGUE (1886), 183 et n.1.

72 AML, CC 191, ff. 44 r. et 46 v. 73 Ibid., f. 44 r. Cette qualification de rescrit laisse à penser que la commission à laquelle il est fait allusion

avait été délivrée par le Parlement suite à une demande formulée par le clergé. Elle n’a pu être retrouvée.L’arrêt rendu par le Parlement fait très nettement allusion au refus des consuls de rendre des comptes au su-jet des deniers de la fortification (compotum nunquam reddiderant), AN, X1A 21, f. 502 r.. Sur la délicate ques-tion de la qualification des actes du pouvoir à cette période. S. PETIT-RENAUD (2001), 439-449.

74 AML, CC 191, ff. 45 r. et v. et 46 r.

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la moindre conclusion précise, ils témoignent à souhait s’ils sont exacts -et le direc-toire municipal ne semble pas les démentir- que la ville disposait d’un volent de fi-nancement important, ce qui aux yeux du clergé constituait un argument supplé-mentaire pour ne pas être soumis à l’impôt. Position que réfutent naturellement lesconsuls, en ajoutant aussitôt qu’en raison des grands périls qui ont en permanencemenacé la cité, ils ont dû constamment affecter à sa garde et sur ses murs le tiers desgens de la ville aucune fois, le quart autrefois, ce qui leur a été de très grant coustageet domage … laquelle chouse monterait a très grant et innumerable somme qui le met-trait a estimacion, laquelle estimacion lesdiz conseillers, bourgeois et habitans remet-tent a lordenance de messeigneurs de parlement qui bien le sauront veoir et auser75.

L’impasse était totale. Chacune des parties restait ferme sur sa position. Auxconsuls d’affirmer à l’encontre de certaines frivoles denunciacions des gens d’église,qu’ils veulent contraindre à participer à l’impôt pour les fortifications, que les chosesdessudites!proposéez par lesdits bourgeois et habitans sont vraiez et notoires et dicellesest voix et commune renommée76 et que les gens d’église, contrairement à leurs dires,les ont reconnues comme telles. A ces derniers de répliquer que les personnes cler-gies dessus dictes ne sont par rayson tenues a contribuer aux mises baillées par lesdizde la ville et que pour droit, privilege et coustume, de tels ouvrages et semblables, lesdessus diz du clergié sont francs et exemps77.

Dans ces conditions, ils rejettent en leur totalité les conclusions des consuls qui nesont pas recevables par especial en la forme. Il demandent à en être absouz, quittes etdelivrés et que les consuls soient condamnés au dépens avec versement de dommageset interestz, en rappelant que la ville de Lion et lesdites parties sont assis et demeurenten païs gouverné par droit escript78. Pour faire valoir leur!bon droit, les consuls et leurprocureur en appellent davantage à la raison et stile de parlement selon lesquels les ré-ponses données par les gens d’église ne sauraient être considérées comme suffisantesparce que trop générales79. Effectivement, leur argumentation se limitait à invoquer laraison, le privilège, la coutume et le droit écrit, l’exemption aussi, mais sans jamais s’ap-puyer sur des dispositions précises. Le même reproche valait aussi pour les consulsqui, tout en s’en remettant au style du parlement qu’ils semblaient par ailleurs malconnaître, n’avançaient guère d’argumentation plus précise. A la haute cour, ou à toutle moins à son entourage, revenait la tâche de la mettre en avant.

III. JUGEMENTS

Noué depuis longtemps, mais sans avoir pu en suivre la genèse, ce contentieux,finalement porté devant le Parlement connaît son dénouement à travers deux sériesde décisions rendues par la haute juridiction en 1369, puis dix ans plus tard, en1378/137980. Plus que les arrêts eux-mêmes, et comme toujours en pareille situation,

75 Ibid., CC 190, f. 32 r.76 Ibid., ff. 1 v. et 30 r.77 Ibid., CC 191, ff. 44 r. et 45 r.78 Ibid., CC 191, ff. 43 v. et 46 v. Sur la place du droit écrit à Lyon et dans sa région au XIVe siècle, L.

BOYER (1977).79 AML, CC 190, ff. 30 r.- v.80 Pour les références de ces décisions, voir note 12.

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les plaidoiries apportent bien davantage. Seules celles qui précèdent les décisions de1369 ont pu être retrouvées à la date du 24 mars 1369. Fortement argumentées, elleséclairent et permettent de comprendre la position prise par la haute cour dans cetteaffaire.

Sûrement dues à la plume et au savoir de bons juristes, elles font véritablementavancer l’affaire sur le plan juridique. Elles débutent par un rappel des faits qui ré-sume en quelques lignes la situation. En raison des périls actuels, il est de «!profit etutilité publique!» que la ville de Lyon «!soit bien et fermement gardée et défendue!».Or, bien que dotés de «!grandes possessions!» qui représentent les deux tiers [«!deuxparts!»] du patrimoine immobilier de la ville, le doyen du chapitre et le clergé de lacité ont refusé de contribuer aux dépenses de fortification, position contre laquelles’élèvent «! ceux de la ville! » qui soutiennent que le clergé doit estre condamné etcontraint selon leurs [sic] possessions et heritages qu’ilz ont en la ville avec obligationde supporter les dépens81.

Terminé ce très bref exposé, les défenseurs du clergé développent une argumen-tation qui se veut très juridique, à la fois fondée sur les écritures, le droit canon, ledroit civil et la jurisprudence. Le clergé récite les saintes écritures rapporte la source.Mais lesquelles!? Rien n’est dit à ce propos, même si tout laisse à penser qu’il!s’ap-puie sur les passages bien connus de l’Ancien et du Nouveau Testament82 qui traitentde l’immunité des prêtres d’Israël et de la position du Christ face à l’impôt quand lesPharisiens l’interrogent sur la question. G. Le Bras a bien mis cet argumentaire en lu-mière83 que L. Scordia a considérablement enrichi84. A n’en pas douter, le fameux Red-dite quae sunt Caesaris Caesari, devait bien hanter les esprits des auteurs de cetteplaidoirie, même s’ils n’y font pas directement allusion85. L’argumentation devient plusserrée lorsqu’ils invoquent les fondements canoniques de la situation fiscale spéci-fique des clercs86. Ils prennent d’abord appui sur le très classique canon Adversus,mais seulement en l’évoquant, sans allusion directe aucune à son contenu. Ils en dé-duisent simplement qu’il appert que le clergé n’est tenu de contribuer comme les laizet ne vallent sans consentement ou statuz du contraire87. Cette conclusion, qu’ils for-mulent avec vigueur, trouve aussi son fondement dans le canon Non minus88, auquelest faite une brève allusion, tout comme au célèbre passage du chapitre II du livreXVI du Code théodosien89.

Il n’est pas inutile, pour la compréhension de la démonstration, d’avoir présent àl’esprit le contenu de ces trois textes. Le canon Adversus apparaissait comme unearme particulièrement adaptée à la défense des clercs lyonnais dans la mesure où ilstipulait, qu’en aucun cas, les clercs d’une cité ne devaient être contraints à suppléer

81 Archives Nationales [AN], X1A 1469, f. 334 v., plaidieries du 24 mars 1369. 82 En 1367, les gens d’église de Châlons-en-Champagne avancent aussi, devant le Parlement, la même

argumentation. Ils soutiennent que l’usage des armes leur est défendu selon le viel et nouvel Testament etselon droit canon, AN, X1A 1469, f. 188 v. (13 janvier 1367), publié par P. C. TIMBAL (1961), 237.

83 G. LE BRAS (1920), 15-17.84 L. SCORDIA (2005), en particulier, pp. 56-66. 85 Math. 22, 21.86 AN, X1A 1469, f. 334 v., plaidoieries du 24 mars 1369. 87 X, 3, 49, 7. 88 X, 3, 49, 4.89 C. Th., XVI, 2, 2.

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la défaillance des laïcs pour subvenir à des situations dans lesquelles prévalaientmême nécessité et utilité, sauf si le pape préalablement consulté avait donné son au-torisation. Tout magistrat qui ne respecterait pas cette règle devait être immédiatementexcommunié et ses décisions seraient tenues pour nulles90. Le canon Non minus vadans le même sens qui cherche davantage à préserver la propriété ecclésiastique detoute atteinte qu’à poser le principe général d’immunité des clercs. Rappel est d’abordfait, qu’en bien des villes, les consuls et tous ceux qui y possèdent le pouvoir sécu-lier ont trop souvent taxé les clercs de manière indue et abusive, sans même avoir étésanctionnés, en raison de l’incapacité dans laquelle se trouvent les évêques de le faire.Principe est ensuite posé de l’interdiction de telles taxations, avec une exception ce-pendant. Au cas ou la nécessité et l’utilité commune viendraient à l’imposer, les biensd’église pourraient être taxés, mais à une double condition. Que les capacités contri-butives des laïcs n’y suffisent pas et que l’évêque et son clergé y aient préalablementconsenti91, ce qui n’a jamais été le cas pour Lyon où, comme ailleurs, les décisionsd’imposer le clergé ne valent sans consentement. Enfin, s’appuyer sur le Code Théo-dosien en invoquant la constitution de Constantin qui exempte des munera tous lesministres de la religion, ne pouvait que donner plus de force à la démonstration92.

Les arguments tirés des Ecritures, du droit canonique et du droit romain ne sontpas les seuls à être utilisés par les parties. La jurisprudence elle aussi fait son appari-tion dont les décisions qu’invoquent à leur avantage bourgeois et habitants sont vi-goureusement rejetées par les défenseurs du clergé. Les avocats de la ville, apprend-on, faisaient état pour faire triompher leur cause de deux arrêts rendus en faveur deshabitants de Châlons-en-Champagne et de Reims à l’occasion d’affaires semblables.Aucune autre précision n’étant donnée, il est bien difficile de retrouver les arrêts enquestion, à tout le moins pour Reims. Une hypothèse assez vraisemblable peut néan-moins être émise pour Châlons. Depuis au moins la décennie 1340, un grave conten-tieux à propos du financement de divers travaux de défense y opposait l’évêque etplusieurs abbés aux habitants et au capitaine de la ville. De recours en procès devantle Parlement, le clergé est constamment condamné à payer, ce qu’il est encore par unarrêt du 29 janvier 1368 qui contraint évêque et abbé à contribuer pendant deux ans

90 X, 3, 49, 7. Adversus consules et rectores civitatum, vel alios, qui ecclesias vel ecclesiasticos viros talliisseu collectis vel exactionibus aliis aggravare nituntur, volens immunitati ecclesiasticae Lateranense consi-lium providere, praesumptionem huiusmodi sub anathematis districtione prohibuit, transgressores et fau-tores eorum excommunicationi subiacere praecepit, donec satisfactionem impederint competentem. Verum,si quando forte episcopus simul cum clericis tantam necessitatem vel utilitatem perspexerit, ut absque ullacoactione ad relevandas utilitates vel necessitates communes, ubi laïcorum non suppetunt facultates, subsi-dia duxerit per ecclesias conferenda, praedicti laïci humiliter et devote recipiant cum gratiarum actione.Propter imprudentiam tamen quorundam Romanus Pontifex prius consulatur, cuius interest communibusutilitatibus providere. Quia vero nec si quorundam malitia contra Dei ecclesiam conquievit, adiicimus, utconstitutiones et sententiae, quae a talibus vel de ipsorum mandato fuerint promugatae,, inanes et irritaehabeantur, nullo unquam tempore valiturae. …

91 X, 3, 49, 4 …In diversis mundi partibus consules civitatum vel rectores, nec non et alii, qui potestaemhabere videntur, tot onera frequenter imponunt ecclesiis et ita gravibus eas et crebis exactionibus premunt,ut deterioris conditionis factum sub eis sacerdotum videatu, quam sub Pharaone fuerit, qui legis divinaenotitiam non habebat. … Quocirca sub anathematis districtione fieri de cetero talia severius prohibemus,nisi episcopus et clerus tantam necessitatem vel utilitatem adspexerint, ut absque ulla exactione ad rele-vendas communes utilitates vel necessitates, ubi laïcorum non suppetunt facultates, subsidia per ecclesiasexistiment conferenda.

92 C. Th., XVI, 2, 2. Qui divino cultui ministeria religionis inpendunt, id est hi, qui clerici appellantur,ab omnibus omnino muneribus excusentur, ne sacrilegio livore quorundam ad divinis obsequiis avocentur.

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par provision au quart des dépenses de fortification93. Il n’est donc pas déraisonnablede penser que c’est bien sur cet arrêt, ou sur un de ceux qui l’avaient précédé, queles bourgeois et habitants de Lyon se fondent pour étayer leur position. Démarcheaussitôt récusée par les défenseurs du clergé qui leur répondent qu’!«!ils ne se peu-vent aider! » de telles décisions, tellement sont différentes les situations. A Lyon, lesclercs doivent non seulement faire face à moult grands charges de garde de forteresseset châteaulx qui sont de l’eglise, mais ils doivent en outre les assumer seuls, sans quela ville leur ait voulu aider ne y contribuer. A l’argument selon lequel le clergé pos-sèderait les deux tiers du patrimoine immobilier urbain, il est répondu qu’en cas depéril, le clergé a tenu gens d’armes et grandement aidé a la ville. Voilà qui revenait àdire que la situation du clergé de Lyon n’était en rien comparable à celle des clercsde Châlons et sans doute aussi de Reims. A Lyon, les clercs participent à la défensecommune en assurant celle de leurs châteaux, défense qui bénéficie à la cité et parcomposition ancienne, les habitans sont chargés de la garde de la ville, ce qui excluttoute équivoque comme l’atteste un ancien recours introduit et perdu par les consulsà ce sujet devant la cour pontificale d’Avignon. Une nouvelle fois, il n’est procédé quepar allusion et rien d’autre n’est dit de ce procès. Serait-ce parce que les clercs lyon-nais se considèrent assez sûrs de leurs doits et franchises dont ils affirment jouir de-puis si longtemps qu’il n’est mémoire! du contraire? Assurément. Et en invoquer,comme il est fait, la possession et saisine immémoriale aurait pu être un redoutablemoyen d’échapper à l’impôt, mais encore fallait-il réussir à en administrer la preuve,ce à quoi ne parvient pas le clergé94.

A cette argumentation, les défenseurs des bourgeois et habitants opposent aussitôtle «!droit commun et naturel!» qui, à les suivre, poserait comme grand principe que lagarde de la ville est à la fois nécessaire et profitable à touz et, mieux encore, qu’en cassi périlleux et tant nécessaire, touz y doivent contribuer95. S’appuyer sur le droit com-mun et naturel restait une démarche vague, le droit commun devant sûrement être en-tendu ici comme l’ensemble des pratiques couramment appliquées en la matière et nonpoint le droit romain96. Elle revenait à affirmer que la règle de participation obligatoiredes clercs aux dépenses pour la défense était pratique courante dans la plupart desvilles du royaume. Les avocats de la ville insistent aussi sur le fait, qu’au temps de l’An-cien testament invoqué à l’appui des prétentions des clercs,!l’Eglise n’avoit pas un teltemporel!et les guerres nestoient pas si grandes et périlleuses, situation qui pouvait justi-fier qu’elle puisse être au moins en partie exemptée des charges communes97.

Plus apte à convaincre, le canon Pervenit est alors appelé à la barre qui pose clai-rement le principe de l’obligation pour chacun de participer à la garde des murs aussisouvent que, par temps de nécessité, il convient de renforcer la vigilance sur la cité98.

93 P.-C. TIMBAL (1961), 232-237, analyse en détail les rapports contentieux entre le clergé de Châlons etles autorités civiles pour la période 1340-1369 et donne en pièces justificatives deux arrêts de 1348 et 1367qui condamnent le clergé à contribuer. Il cite aussi (p. 238) l’arrêt du 29 janvier 1368.

94 AN, X1A 1469, f. 335 r., plaidoieries du 24 mars 1369.95 Ibid.96 Pour une réflexion autour de la notion droit commun et les diverses conceptions qui ont pu préva-

loir à la fin du Moyen Âge!: P. PETOT (1960)!; A. GOURON (1998)!; G. GIORDANENGO (1999)!; L. MAYALI (1999). 97 AN, X1A 1469, f. 335 r., plaidoieries du 24 mars 1369. 98 X, 3, 49, 2. Fraternitas tua nullum neque per nostrae vel ecclesiae suae nomen aut quolibet alio modo

excusari a murorum vigiliis patiatur, sed omnes ad hoc generaliter compellantur, quatenus cunctis vigi-lantibus melius (auxiliante Domino) valeat civitatis custodia procurari.

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De plus, de telles dépenses ne sauraient être considérées comme des sordida numera-entendez des charges réelles ou personnelles dégradantes, voire avilissantes- aux-quelles les gens d’église ne sont pas tenus99. Ces sordida munera comptaient entreautres, dans leur liste, les prestations dues par tout possesseur de bien-fonds tant pourla construction que l’entretien des routes100 et des ponts101, munera dont les églisesavaient été exemptées à partir d’une date qui demeure incertaine102. Le premier textequi en fait officiellement mention est une constitution de 397103 et il faut attendre cellede 412 pour avoir la certitude que ce privilège les concerne effectivement dans leurtotalité. Cette constitution de 412 (Placet) qui définit les numera sordida et extrordi-naria, mentionne en même temps avec précision certaines de ces charges, en parti-culier l’entretien des routes et la construction des ponts, ce qui pouvait avoir quelquechose de choquant en raison de l’intérêt que présente pour tous, laïcs et clercs, cegenre d’équipement, alors même que les clercs n’y participent pas104. Voilà pourquoicette disposition fut assez rapidement vidée de son contenu et comment une consti-tution de 432 (Ad instructiones) posa que la construction des routes et des ponts re-devenait une charge commune et honorable -ordinaire- pour laquelle, en consé-quence, les clercs pouvaient être appelés à contribuer105. Parfaitement au fait de cetterèglementation romaine, les juristes en charge de la défense des intérêts des lyonnaisassimilent comme bien d’autres avant eux, travaux aux fortifications et fossés à toutce qui touche à l’entretien et à l’aménagement des ponts et routes, ce qui leur per-met de conclure que sont acoustumez ceulx du clergé a contribuer a tielz charges,tant la cité est mole, affeblie et diminuée d’habitans contribuables. Et de continuer àplaider en mettant en avant la richesse et puissance d’un clergé qui n’a point à arguerdes frais de garde de ses châteaux car ils sont leurs et sont grant partie en ville, si y

99 Sur l’importante notion de munus directement empruntée dans sa globalité au droit romain, voir N.CHARBONNEL (1971), en particulier pp. 49-81. Les juristes romains se sont complus à affiner les distinctionsen opposant tout d’abord les munera publica qui concernent l’administration de la chose publique et lesmunera privata qui relèvent des rapports entre particuliers. Une seconde distinction tient à la nature de laprestation demandée. Tandis que les munera personalia impliquent des prestations financières, les patri-monialia se concrétisent par la réalisation d’un travail corporel ou de l’esprit, alors que les les mixta com-binent les deux. Une troisième distinction est établie entre les civilia (charges imposées dans le cadre dela cité qui en conséquence entrent dans la catégorie des publica), les ordinaria (charges exigées de ma-nière ordinaire, elles entrent le plus souvent dans la catégorie des privata), les extraordinaria (exception-nelles, elles s’intègrent aussi bien dans la catégorie des publica que des privata), les sordida enfin appa-raissent au IIIe siècle pour connaître un grand essor au bas empire et désignent principalement des muneracorporalia considérés comme des charges et contraintes de nature vile.

100 D., 43,7, 3 et 43,8, 2.101 C. Th. 15, 1, 36 et 15, 3, 6. Pour une liste des munera sordida : G. LE BRAS (1920), 25, n.1 qui donne

les références aux textes romains et aussi Ch. DAREMBERG, E. SAGLIO et E. POTTIER (1904), 2038-2043, v° mu-nus.

102 Sur ce point G. LE BRAS (1920), 24-26.103 C. Th., XI, 16, 1, 21 et 22. G. LE BRAS (1920), 24, précise que ce texte doit être interprété avec beau-

coup de réserve. 104 C. Th., XVI, 2, 2, 40: … Nullam iugationem, quae talium privilegiorum sorte gratulatur, muniendi

itineris constringat iniura, nihil extraordinarium ab hac superindicticiumve flagitetur ; nulla pontium ins-tauratio, nulla translationum sollicitudo gignatur; non alia aurum ceteraque talia poscantur. … Ce texteest ensuite repris par Justinen au C., I, 2, 5 qui en retire les dispositions concernant les routes et les ponts.

105 C. Th., XV, 3, 1, 6 Contitution reprise au C. I, 2, 7 : Ad instructiones itinerum pontiumque etiam di-vinas domos et venerabiles ecclesias tam laudabili titulo libenter adscribimus, quia non est inter munerasordida numeratum. L’expression munera sordida disparaît rapidement alors du vocabulaire juridique ro-main. Elle est officiellement abolie par une constitution de 443, Nov., Val. X.

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doivent contribuer. Quant à la composition qui aurait jadis mis à la charge des bour-geois la garde de la ville, elle nappert Au contraire, tous les usages allégués au sujetdes munera realia sont tout à fait recevables, sans même qu’il soit nécessaire d’invo-quer l’argument de nécessité que les oppinions de docteurs excluent en pareils cas,opinions dont il n’est malheureusement donné aucun exemple106.

Il aurait été néanmoins facile, aux juristes qui épousaient la cause des édiles, d’entrouver. Depuis la seconde moitié du XIIe siècle au moins, la position de la doctrinesur ce point paraît bien établie, tant de la part des civilistes que des canonistes107. Re-prenant la théorie romaine des charges de l’Eglise, le grand juriste Rogerius avait posé,dès les années 1160, quelques grands principes. Autant l’Eglise est tenue de contri-buer aux munera ordinaria –que les canonistes limitent aux seules charges pério-diques et perpétuelles envers le prince qui peuvent grever la terre–, autant une dis-tinction s’impose pour les extraordinaria. Entrent-ils dans la catégorie des sordida,alors elle doit en être totalement exemptée. Sont ils honesta, alors il convient de pro-céder par élimination et de ne la soumettre qu’à ceux qui ad pietatem respiciunt, telsque voies et ponts par exemple. Utiles à l’Eglise, réseau matériel du développementde son influence et de propagation de la foi, tenus pour des oeuvres pies en ce quiconcerne les ponts, ils obéissent en même temps au critère de l’utilité publique. Il enva de même, à tout le moins pour ce second critère, des fortifications. Ce qui auto-rise les civilistes à affirmer que l’Eglise se doit de participer à leur financement commel’admet la glose ordinaire de la loi Ad instructiones, tout en précisant que tel ne de-vrait pas être le cas si ces travaux étaient exclusivement entrepris ad ornamentum108.

A cette argumentation, les défenseurs du clergé répliquent sèchement en invo-quant une nouvelle fois le canon Adversus, mais surtout en insistant sur le fait que laloi Ad instructiones109 ne saurait leur être opposée dans la mesure où la constitutionCassa avait définitivement condamné toute exaction fiscale et atteinte aux biens éma-nant de collectivité, de personne publique ou privée, à l’encontre des églises et autreslieux saints ou ecclésiastiques, tout en prévoyant des sanctions sévères contre tousceux qui viendraient à enfreindre cette législation110. Dans ces conditions, il ne faisaitaucun doute pour le clergé lyonnais que la requête des bourgeois et habitants n’étaitpas recevable et ceci d’autant plus qu’ils osaient affirmer que les recettes de la villen’étaient affermées que pour 400 livres. A la cour, concluait-il, de faire droit sur la finde non recevoir opposée par lui à la ville et de déclarer inhabile la provision de-mandée111.

Le 18 mai 1369, le Parlement rend une première décision que le clergé conteste112.Débute alors une seconde procédure dont les étapes ne sont guère connues, mais qui

106 AN, X1A 1469, f. 335 r., plaidoiries du 24 mars 1369. 107 Pour une analyse nuancée de leurs diverses positions, L. SCORDIA (2005), 103-121.108 Pour plus de précisions sur tous ces points, G. LE BRAS (1920), 90 et suiv. 109 C. I, 2, 7110 Auth., 1, 2, 12,!§ 2 Item nulla communitas vel persona publica vel privata collectas sive exactiones,

angarias vel parangarias ecclessiis aliisque piis locis aut ecclesiasticis personis imponant aut invadere ec-clesiastica bona presumant!; quod si fecerint et requisiti ab ecclesia vel imperio emendare contempserint,triplum refundant et nichilo minus banno imperiali subiaceant, quod absque satisfactione debita nullate-nus remittatur.

111 AN, X1A 1469, f. 335 r., plaidoiries du 24 mars 1369.112 AN, X1A 21, ff. 501 v. et suiv. et ibid., fol. 375.

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débouche, près de dix ans plus tard, le 14 avril 1378, sur un second arrêt de la hautecour113 suivi d’un jugement d’exécution114.

Parfaitement construit, l’arrêt du 18 mars 1369 vaut à son lecteur d’y retrouver unrappel précis des faits et un exposé détaillé des prétentions des parties, les burgenseset alii cives ville Lugdunensis, demandeurs qui ont saisi la haute cour de la gravis que-rella qui les oppose à des ecclesiastice persone dicte ville115 défendeurs. Les deman-deurs se plaisent à rappeler, qu’en ces temps de guerre et de périls imminents, ils ontété contraints d’engager de lourdes dépenses tant pour la construction que la répa-ration des murs et fossés ainsi que pour assurer la garde et la sécurité de la ville, toutcomme celle de l’ensemble des habitants. A ces dépenses, frais d’entretien et corvées(sumptus, misias et excubias), doit obligatoirement participer en fonction de sesmoyens (pro modo et qualitate suarum facultatum), tout habitant qui possède desbiens dans la ville et qui en conséquence bénéficie de la sécurité qu’elle lui apporte.Or, nombre d’ecclésiastiques qui détiennent une grande partie du temporel de la citéont refusé de contribuer en dépit de demandes répétées. Tout juste ont-ils consenti àapporter pour un tiers leur écot aux frais engagés à l’occasion de chevauchées degens d’armes organisées pour la défense du pays. Plaintes et scandale (murmur etscandalum) sont venus aggraver cette situation dont il résulte grand et irréparable pé-ril (grande et irreparabile periculum) dans une ville dépeuplée et dont le vaste es-pace qu’elle occupe doit être rapidement équipé d’un long rempart. A défaut de quoi,les dangers qui la menacent deviendraient plus pesants encore. C’est dans ce contexteque les demandeurs ont déjà obtenu de la cour des lettres autorisant le capitaine dela ville à contraindre tous ces ecclésiastiques à contribuer, ce à quoi ils continuent às’opposer. Dans ces conditions, bourgeois et citoyens de Lyon demandent que lesmembres du clergé soient condamnés à contribuer, en fonction de leurs facultés etpar saisie de leurs biens. Et au cas où l’affaire ne serait pas immédiatement jugée, quela provision d’un cinquième des dépenses que le clergé avait été condamné à verserpar les précédentes lettres soit augmentée ou à tout le moins maintenue. Allusion estaussi faite à certains arrêts rendus dans des circonstances semblables (certa arrestraaliter in casibus similibus ut dicebant prolata), sans doute ceux de Châlons et Reimsdéjà évoqués dans les plaidoiries, tandis que plures alias raciones juris, sans autreprécision, sont aussi alléguées116.

Est ensuite rappelée la position des défendeurs. Prenant appui sur le droit divin,le droit canonique, le droit civil, l’usage, l’observance commune, notoire et approu-vée (omni jure divino ac canonico et civili necnon de usu et communi observancianotorie et communiter approbata) –et sans autre précision– ils soutiennent êtreexempts de telles contributions et prestations personnelles (contribuciones et presta-ciones personales) et ne devoir en aucun cas y être astreints aux côtés de personneslaïques. En saisine immémoriale de cette exemption, ils ne sauraient en être dépos-

113 AN, X1A 27, f. 133. 114 AN, X1A 28, f. 86.115 La liste précise en est donnée dans la suite de l’arrêt!: le doyen et chapitre cathédral de Lyon, le cha-

pitre de Saint-Nizier, l’abbé et couvent du monastère Saint-Martin d’Aisnay, le prieur du prieuré du chapitreNotre-Dame de la Platière, le chapitre de l’église Saint-Thomas de Fourvière, le chapitre de l’église de Saint-Paul, le précepteur des Hospitaliers de Saint-Georges, l’abbesse et couvent de Saint-Pierre-les Nonnains.Ibid., X1A 21, f. 501 v.

116 Ibid., X1A 21, ff. 501 v. et 502 r.

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sédés tant sanctions et statuts canoniques (sanctionibus et statutis canonicis) plaidenten ce sens. Les arrêts invoqués par les demandeurs ne peuvent être pris en compteparce qu’ils ont été rendus dans des circonstances différentes et au bénéfice de par-ties tout autres. Quant aux lettres derrière l’autorité desquelles ils se réfugient, ellesn’ont aucune valeur. Subreptices, elles ont été obtenues sur un mensonge tendant àfaire croire que les ecclésiastiques lyonnais possèderaient l’essentiel du patrimoine ur-bain alors qu’ils en contrôlent à peine le centième. Opposer des ecclésiastiques quiseraient riches et puissants (divites et potentes) à des bourgeois et habitants qui se-raient pauvres (pauperes), c’est renvoyer d’eux une fausse image. Ils ont multipliépendant plusieurs années les levées de subsides pour faire face aux dépenses de laville (convertenda ad opus et necessitates onerum et negociorum dicte ville incom-bencium) sans jamais en rendre le moindre compte. Les défendeurs, et plus particu-lièrement le chapitre cathédral, font aussi valoir qu’ils possèdent dans les environs dela ville plusieurs châteaux et forteresses qu’ils entretiennent et gardent à leurs frais.Mieux encore, ils en en ont racheté certains, ad utilitatem ville, qui étaient occupéspar l’ennemi et ceci sans la moindre contribution des habitants. Ils rappellent enfin,qu’au terme d’un ancien accord (antiqua compositio) entre eux et la ville, la gardeétait entièrement à la charge et aux frais des habitants. Rappel est aussi fait de la dé-cision jadis rendue par la cour d’Avignon qui donna en tous points satisfaction auclergé lyonnais117. Autant d’arguments qui autorisaient les défendeurs à conclure queleur opposition était juste et bonne (bona et justa), que la provision demandée n’avaitpas à être retenue et que la commission donnée à ceux qui avaient en charge cetteaffaire devait être annulée.

Très ferme, la réplique des demandeurs relève que, tant de droit naturel que dedroit canonique et civil (tam de jure naturali quam omni alio jure canonico et civili),sans autre commentaire, les ecclésiastiques sont tenus de contribuer en pareil cas dedanger et de guerre à des dépenses communes si utiles à tous les habitants (sumptustam necessarios et utiles universis habitatoribus). Et d’ajouter, non sans quelque in-sistance, qu’on ne doit pas qualifier ces charges de sodida munera nec personalia,mais bien de verius realia jura et que, même l’usage et saisine que mettent en avantles défendeurs d’être exempts de ces munera sordida et personalia, ne sauraient s’en-tendre qu’en dehors de tout péril et pour les ecclésiastiques ne possédant aucun tem-porel. Il n’y a là que pratique admise dans tout le royaume et partout les ecclésias-tiques acceptent de contribuer sans contestation. A lire ce passage, il est évident quela position ici adoptée est des plus rigides. Non seulement l’idée que ces munera sor-dida pourraient être des charges exclusivement personnelles, donc complètement dé-tachées du patrimoine, est totalement abandonnée, mais bien plus, elles sont désor-mais présentées comme des realia jura, c’est-à-dire des droits réels exclusivementdépendants du patrimoine et totalement détachés de la personne. Autant dire que laqualité de clerc n’a pas à être prise en considération pour déterminer les conditionsd’assujettissement à l’impôt levé pour la fortification. Pis encore, bourgeois et habi-tants prétendent même que les ecclésiastiques ne doivent plus désormais échapperaux munera personalia que dans des conditions extrêmement restrictives.

Quant à la composition et au jugement rendus en cour de Rome, ni l’un ni l’autren’étant prouvés, ils n’avaient, selon l’usage et style de la cour à être retenus. Ne sont

117 Ibid., X1A 21, f. 502 r.

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pas davantage à prendre en compte les frais que le chapitre de Lyon a engagés pourla garde de ses châteaux. Non seulement il y perçoit des rentes importantes, maisaussi de nombreux habitants lui sont venus en aide. Enfin, les édiles se disaient prêtsà rendre compte du subside de 6!000 francs levé chaque année par la ville pour lepaiement des frais occasionnés par l’envoi des otages envoyés en Angleterre et le ra-chat de la captivité de Jean le Bon. Voilà qui plaçait bourgeois et habitants en posi-tion d’affirmer une nouvelle fois que les lettres qu’ils avaient obtenues étaient plei-nement valables et que la commission qui avait été délivrée en vue de contraindre lesecclésiastiques à contribuer devait être mise à exécution118.

En dépit de cette argumentation fortement motivée, le Parlement se refuse à tran-cher immédiatement quant au fond. Sa décision se limite à autoriser bourgeois et ha-bitants à demander au clergé lyonnais une provision pour deux ans, réduite d’un cin-quième à un sixième, pour financer l’ensemble des dépenses de fortification, desécurité et de mise en défense de la ville, sans qu’elles puissent être affectées à unquelconque autre poste. Si besoin est, les biens des ecclésiastiques pourront être sai-sis, sans préjudice de la cause principale. Des commissaires seront nommés en vued’entendre les comptes des mises et dépenses des demandeurs, audition à laquellepourront assister les défendeurs. Sur les bases de cette audition et du rapport qui ensera fait, tout comme en se fondant sur d’autres conclusions et ce que demanderontles parties, la cour décidera ce qui lui paraîtra raisonnable. Dans l’immédiat, elle dili-gente une information destinée à connaître l’importance du temporel des églises lyon-naises en vue d’augmenter ou réduire la provision demandée119. Ce faisant, la courconfirmait pleinement la décision du conseil arrêtée à la même date120.

Il n’a pas été possible de suivre le devenir immédiat de ces décisions. Néanmoins,près de dix ans plus tard, ce contentieux oppose toujours les mêmes parties, avec lesmêmes points de désaccord et les mêmes arguments comme l’atteste un nouvel arrêtdu Parlement en date du 14 avril 1378121. Bourgeois et habitants, toujours demandeurs,rappellent que l’arrêt du 18 mai 1369!n’a pas été mis à exécution. Les défendeurs ontrefusé la saisie de leur temporel et n’ont pas versé la provision du sixième des dé-penses de fortification en dépit de l’action énergique d’un sergent. Bien au contraire,ils s’y sont opposés et devant le refus du sergent de les recevoir à opposition, ils ontobtenu des lettres qui les y admettent et ont saisi la haute cour. Ils y rappellent lesdépenses engagées et les travaux entrepris par les bourgeois et citoyens, sans qu’ilsaient été consultés et qui, à leur avis, n’étaient pas nécessaires. Ils insistent une nou-velle fois sur l’absence d’obligation pour eux de participer à ces dépenses et récla-ment l’annulation de la décision d’exécution avec indemnisation pour préjudice subi.

A cette requête, habitants et bourgeois répondent en termes identiques. Travauxet dépenses étaient nécessaires et motivés par le seul souci de sécurité. Point n’étaitbesoin en pareil cas de consulter les défendeurs et compte peut leur être rendu desfrais engagés. Tant en application de l’arrêt qu’en vertu de certaines ordonnances, ilsdoivent s’acquitter du sixième des dépenses. C’est dire que leur opposition doit être

118 AN, X1A 21, f. 502 r.119 Ibid.120 Ibid., fol. 375, arrêt du conseil du 18 mai 1369. 121 Ibid., X1A 27, f. 133.

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rejetée et que des lettres exécutoires doivent être délivrées au bénéfice des deman-deurs, même si les défendeurs assurent ne pas être venus à l’encontre de l’arrêt queseuls habitants et citoyens auraient mal interprété.

Moins frileuse cette fois et prenant en compte ce qu’elle avait antérieurement dé-cidé, la cour condamne les opposants à payer la somme de 1000 livres qui devrontêtre utilisées exclusivement pour les dépenses de fortification dont les demandeursseront tenus de présenter les comptes à des commissaires pour ce nommés. Ils en-tendront les opposants et visiteront s’ils l’estiment utile les travaux réalisés en pré-sence de témoins qu’ils entendront. Quant aux autres demandes formulées, la cour seréserve d’en décider.

A peine plus d’un an plus tard, le 5 août 1379, elle donnait commission à Jean deDissy de procéder à l’arrêt du 14 avril avec le concours de maître Gérard, juge desressorts de Lyon. Elle rappelait en même temps que les demandeurs devaient rendrecompte de leurs dépenses en présence des défendeurs et devant une commission adhoc chargée aussi de vérifier les travaux. Il était en outre prévu qu’après avoir entendudes témoins et une fois sa mission terminée, elle devrait remettre un rapport très com-plet, le lendemain de la purification de Notre-Dame du prochain parlement122.

IV. CONCLUSION

Ainsi prenait fin ce long conflit en bien points semblable à ceux qui, au mêmemoment et en tant d’autres villes, opposent les bourgeois à leur clergé. Comparablecertes, mais aussi très spécifique. Les points de comparaison apparaissent en pleinelumière. A Lyon comme ailleurs, la qualité de l’argumentation invoquée par les par-ties est médiocre et chacune ne renvoie guère mieux à l’autre qu’une sèche énumé-ration des faits qu’elle travestit toujours à son avantage. Le conflit ne prend de la hau-teur que lorsqu’il passe entre les mains des hommes de loi et s’élève jusqu’auParlement. Similitude aussi dans les décisions finales adoptées où il semble bien quepartout s’établisse une sorte quote-part forfaitaire imposée au clergé pour sa partici-pation au financement des fortifications. Variable d’une ville à l’autre, elle paraît néan-moins toujours osciller entre le sixième et le quart du montant du coût des travaux.Ici triomphe avec éclat cet effet niveleur d’une fiscalité de guerre qui se généralise età laquelle pas même les clercs ne sauraient échapper aussi souvent qu’il s’agit de tra-vaux dont ils bénéficient directement, qu’ils sont décidés pro bono communi, pro uti-late communi ou pro bono publico et que l’urgens necessitas est subitement venue ré-véler qu’il fallait sans plus attendre passer à leur exécution. Sur tous ces points, lesdifférentes décisions qui interviennent tout au long de la décennie 1370 en vued’apaiser le conflit lyonnais n’ont rien que de très classique. Elles sont pour l’essen-tiel le reflet d’une politique royale qui, soucieuse de transférer sur le pays la pluslourde part du poids de la défense, contraint chacun à y participer.

Au-delà de cet apparent ralliement à une manière d’uniformité dans le contenudes décisions arrêtées et de leur motivation, de forts éléments de spécificité font decette affaire lyonnaise un cas plein d’originalité. Elle ne réside ni dans les parties enprésence, ni dans leur argumentaire, mais bien dans celui avocats et des juges qui fu-

122 Ibid.

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rent saisis du dossier. Ils nous font vivre en quelque sorte en direct tout l’impact dece nouveau droit romain qui, depuis plus de deux siècles, permet lentement tant à ladoctrine qu’aux gens de justice de trouver de nouvelles clefs pour résoudre desconflits qu’avait amplement connus l’Empire chrétien et pour lesquels il avait inventédes solutions d’une finesse extrême dont on avait souvent perdu le souvenir. Toute lathéorie des munera ici reprise et souvent mal interprétée, mais adaptée à son temps,en est une magistrale illustration qu’accentuent encore davantage les multiples argu-ties développées autour de la subtile notion de munera sordida, personalia et realia.A ce droit romain, même repensé et reconstruit, faisaient encore amplement défautbien des éléments pour résoudre un conflit dont l’une des parties se réclamait pourl’essentiel d’un ordre juridique tout autre que le Parlement ne refuse pas néanmoinsde prendre en compte à condition de le remodeler lui aussi!: le droit canonique. Alorsqu’il ne pénètre guère la législation, la haute cour sait pour une bonne part habile-ment l’intégrer au nouveau système juridique qu’elle met lentement en place et au-quel elle s’efforce d’imprimer une certaine cohérence alors même qu’il est héritier detant de diversité. Et voilà même qu’intervient un nouvel arbitre encore peu présentpour contribuer à départager les combattants!: la jurisprudence. Invitée surprise, elleintervient dans le débat, aussi bien celle que forge la cour d’Avignon en la matièreque celle dont le Parlement s’efforce de dessiner les grandes lignes à l’occasion d’ar-rêts rendus pour des villes aussi importantes que Reims ou Amiens et dont leshommes de loi lyonnais ne semblent rien ignorer.

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1 Voir C. J. HEFELE (1907-1952) et (1914-1915)!; J. FAVIER (1971)!; J.R. STRAYER et Ch. H. TAYLOR (1939); E.MACK (1916)!; Cf. pour Latran III, J. ALBERIGO et al (1973) 221, canon 19.

2 Ces positions fermes furent adoucies au lendemain du conflit entre la papauté et Philippe IV le Bel!:La bulle de Benoît XI, le 12 mai 1304, revint à la contribution du clergé en cas de nécessité après unesimple consultation préalable du pape, ce que confirme la bulle Quoniam de Clément V le 1er février 1306.

PARTICIPATION OU EXEMPTION FISCALE DES CLERCS DANS LES VILLES DE HAUTE-ALLEMAGNE

LAURENCE BUCHHOLZER-REMY

Université de Strasbourg, EA3400, membre associé de l’UMR 5648

Être clerc suffit-il à dédouaner des contributions communes!? L’Église fut bien sûrla première à définir des positions de principe en la matière. C’est ainsi qu’entre leXIIe et le XIVe siècle, plusieurs décisions conciliaires et pontificales vinrent statuer surla non -imposition des clercs et de leurs biens par les pouvoirs temporels1. Le 19e ca-non du 3e concile de Latran (Non minus, 1179) interdit, sous peine d’excommunica-tion, la taxation des biens des églises, de même que ceux des clercs, par les autori-tés laïques. Mais le texte laisse dans le même temps la porte ouverte à une taxationéventuelle!: en cas d’absolue nécessité, l’Église peut concéder quelques subsides, dontdoit décider l’évêque. Le 46e canon du 4e concile de Latran (1215, Adversus) reprendla mesure et la durcit. Désormais, l’aide extraordinaire des clercs doit émaner non seu-lement de l’évêque, mais encore recevoir en sus l’accord du chapitre. Il ne doit enoutre résulter d’aucune contrainte sur le clergé! : laici humiliter et devote recipiant[subsidia] cum gratiarum actione. Il suppose enfin une consultation préalable dupape. Toute constitution ou sentence allant à l’encontre de l’immunité fiscale desclercs est tenue pour nulle et non avenue.

Les décrétales d’Alexandre IV (28 mars 1256, décrétale d’immunité! : Quia non-nulli) et de Boniface VIII (Quamquam pedagiorum exactionem) apportent de nou-velles précisions destinées à régler des cas pratiques litigieux. Alexandre IV interdit lataxation de biens ecclésiastiques déjà exemptés auparavant, et place sous cette mêmeexemption les biens anciennement imposables dès lors qu’ils sont passés en posses-sion de l’Église. Boniface VIII rappelle sous peine d’excommunication que les bienset personnes ecclésiastiques ne doivent pas non plus être frappés de tonlieux, depéages et de taxes de passage, à condition que les cleres ne pratiquent pas le négocepour leur propre intérêt.

La bulle Clericis laicos, émise par Boniface VIII le 25 février 1296, vient enfin par-achever la législation ecclésiastique relative à l’immunité fiscale. Les «!empereurs, roisou princes, ducs, comtes ou barons, puissants, commandants ou officiers ou dirigeants[…] des villes et des places fortes!» se voient interdire nommément la taxation des clercset de l’Église. La prestation fiscale gracieuse du clergé reste possible. Mais elle ne doitplus être permise sans l’autorisation expresse du siège apostolique. Les clercs quicontreviendraient à l’ordre pontifical en octroyant une aide de leur propre chef, sontcomme les laïcs recevant ces subsides, passibles de l’excommunication majeure2.

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Cette brève histoire des positions ecclésiastiques sur l’immunité fiscale des clercstémoigne des grandes étapes de l’affirmation pontificale. Mais au-delà des positionsdogmatiques, les canons et décrétales réagissent aussi aux pratiques des autoritéslaïques, ce que les préambules rappellent en exposant les circonstances précises quiprésidèrent à leur élaboration. La mention précoce des «!exactions fiscales!» orches-trées par les gouvernements urbains rappelle combien les villes furent des lieux d’in-novation fiscale. Or, à parcourir ces textes, l’espace germanique en général, et lesvilles allemandes en particulier, jouent un faible rôle dans les débats sur l’impositiondu clergé.

Le canon 19 du 3e concile de Latran se tournait certes contre les consules civita-tum et rectores nec non et alii qui potestatem habere videntur. Mais malgré son appa-rente universalité, il visait en son temps la taxation des clercs par les villes italiennes.En 1256, les protestations de l’Église répondent cette fois plus spécifiquement à l’at-titude des pouvoirs urbains français!: quod in regno Franciae communiae, scabini seuconsules et alii domini temporales et ii, qui iurisdictionem in ipsis communiis, civita-tibus, castris et villis temporalem exercent, vel quibus in illis commissa est executio ius-titiae saecularis…3

Quant à la bulle Clericis laicos, elle est, on le sait, une réponse musclée aux im-positions du clergé entreprises par Philippe IV le Bel en France4 et Edouard 1er en An-gleterre. Au début du XIVe siècle, même si ce sont les rois que visent les mesures d’im-munité ecclésiastiques, Boniface VIII n’en oublie pas pour autant les dirigeants desvilles dans son interdiction générale de l’imposition ecclésiastique. Ces derniers sontcependant mentionnés à la marge, et sans référence géographique particulière.

A n’en pas douter, l’espace germanique et ses villes forment un cadre périphé-rique dans la législation ecclésiastique relative à l’immunité fiscale de l’Église5. De fait,de nombreux empereurs tels Frédéric 1er, Frédéric II ou encore Charles IV ont épouséla cause de l’Église et appuyé la liberté fiscale des clercs6. Malgré quelques tentatives,

3 Décrétale Quia nonnulli d’Alexandre IV.4 Sur le conflit entre Philippe le Bel et Boniface VIII, voir J. FAVIER (1978)!; G. DIGARD et al., (1894-1939);

M. PACAUT, (1957) ; G. DIGARD, (1936). La bulle intervient après les plaintes de prélats français contre l’im-position arbitraire dont ils font l’objet en France, en particulier, contre la maltôte. En France, les querellessont encore alimentées par le fait qu’en 1294, l’archevêque de Bourges et ses suffragants ont accordé auroi une décime ecclésiastique de 2 ans ex sola gratia et mera liberalitate. Cette grâce était subordonnée àl’accord du pape, mais il ne semble pas qu’on ait pris la peine de le consulter.

5 Depuis le règlement de la querelle des investitures, les conflits entre la papauté et les empereurs n’ontcependant pas manqué, par exemple sous le règne de Louis de Bavière.

6 Dans le deuxième édit de paix impériale (Reichslandfrieden) de 1158, applicable aux territoires ger-maniques et à l’Italie impériale, Frédéric Barberousse garantit l’immunité ecclésiastique par la loi impériale.Il interdit l’imposition des églises par les villes sous peine de devoir rendre le double de ce qui avait étéperçu. En 1182, suite à une plainte de l’église de Worms, le souverain rappelle l’exemption des serviteursde Dieu, à condition qu’ils ne participent pas au négoce. Sous Frédéric II, les peines établies lors du qua-trième concile de Latran en cas d’atteintes à l’immunité, se doublent de sanctions laïques (mise au ban del’Empire et amende en argent au bénéfice de l’empereur). Cf. Constitutio in basilica Beati Petri (22 nov.1220)!: Item nulla communitas vel persona publica vel privata collectas vel exactiones, angarias vel paran-garias ecclesiis aliisque piis locis aut ecclesiasticis personis imponant aut invadere ecclesiastica bona pre-sumant!; quod si fecerint et requisiti ab ecclesia vel imperio emendare contempserint, triplum refundant etnichilominus banno imperiali subiaceant, quod absque satisfactione debita nullatenus remittatur. CharlesIV confirme à son tour les libertés ecclésiastiques et la protection impériale dans les Carolina de eccle-siastica libertate. Cependant, bien que ces grands privilèges servent d’appui aux revendications cléricales,ils se heurtent à des droits de perception octroyés par le souverain à certaines de ses villes.

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leurs successeurs n’ont pas su ensuite imposer une fiscalité moderne qui aurait pesésur tous leurs sujets. Jamais en Allemagne, la papauté ne se trouva face à une forteet unanime volonté de faire payer les clercs, à l’image de la coalition formée enFrance par Philippe le Bel et ses bonnes villes.

N’y aurait-il donc pas matière à traiter de l’exemption ecclésiastique et des villesallemandes!? Contre le silence des sources pontificales, on peut rappeler que les dé-cisions du Saint Siège avaient une vocation universelle et s’appliquaient bel et bien àl’Empire. Des synodes, à l’image de celui de Magdebourg en 1266 (canon 17), repri-rent textuellement des passages des décrétales. Le concile de Bâle (1431-1439) fut enson temps un des hauts lieux de défense des libertés ecclésiastiques7. L’un de ses co-mités de réforme plaida pour un retour à la ligne dure de Clericis laicos et devint latribune d’expression de plusieurs chapitres cathédraux alors aux prises avec les pou-voirs urbains locaux8. Ce qui fut longtemps une question technique ou un refus deprincipe gagna en un siècle la sphère naissante de l’opinion publique. Les revendi-cations contre l’exemption fiscale des clercs vinrent grossir les pamphlets pro-réfor-mateurs et la liste des griefs contre les représentants du culte catholique9. Si le statutfiscal des clercs dans les villes germaniques était éludé dans les textes pontificaux deréférence, le sujet devint donc en quelques siècles une question de premier plan, unepréoccupation plus seulement technique ou théologique, mais sociétale.

C’est cette émergence progressive du débat sur l’immunité des clercs dans lesvilles du Saint Empire romain germanique qu’il s’agira ici d’éclairer au travers de sessources, de ses enjeux et des stratégies municipales mises en œuvre.

I. SOURCES

Le relatif mutisme du législateur pontifical sur l’imposition fiscale des clercs dansles villes allemandes tranche avec ce que renvoient les sources municipales locales.La question de l’imposition des clercs y est omniprésente. Il suffit à l’historien d’ou-vrir les Urkundenbücher urbains édités aux XIXe-XXe siècles pour s’en convaincre.Dans ces nombreux recueils factices, les documents les plus anciens faisant mentiond’une exemption fiscale sont pour l’essentiel des documents impériaux qui confirmentl’exemption fiscale d’un établissement ecclésiastique. En 1219, Frédéric II ordonne parexemple aux écoutètes de Brisach, Colmar et Sélestat de ne pas porter atteinte auxprivilèges du monastère cistercien de Pairis. L’exemption fiscale se précise en 1230,quand Henri (VII) fait savoir qu’il a libéré le monastère de Pairis de toute douane, etque les villes de Colmar, Sélestat et Kaysersberg ne doivent lever aucune taxe sur lesachats et ventes du monastère10. En 1224, Henri (VII) accorde au monastère de Weis-senau des droits similaires dans les villes d’Überlingen et Ravensbourg. Ces privilègesde la fin XIIe et du XIIIe siècle révèlent un vif souci des établissements ecclésiastiques(et tout particulièrement des cisterciens) de voir inscrire leur exemption fiscale noir

7 Parmi une très abondante littérature sur ce concile, voir H. MÜLLER et J. HELMRATH (éd.) (2007)!; J. HELM-RATH (1987); S. SUDMANN (2005).

8 C’est en particulier le cas du chapitre cathédral de Bamberg qui vient revendiquer l’immunité à Bâleen 1431. Voir A. CHROUST (1907).

9 Cf. A. STÖRMANN (1916).10 P. W. FINSTERWALDER (éd.) (1938), Voir n° 21 (1219), nº 22, 26 (1230), 26-32.

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sur blanc. La coïncidence chronologique avec les premières décrétales d’exemptionn’est sans doute pas fortuite. Le rappel de l’immunité fiscale de ces grands monas-tères possessionnés dans les villes répond en outre aux premières tentatives fiscalesdes gouvernements urbains. Le lien est manifeste à Colmar où la réitération des pri-vilèges ecclésiastiques de Pairis dans les années 1220 correspond à la constructiond’une muraille urbaine et à l’instauration d’une accise sur le vin destinée à financerl’entreprise11.

Au cours des XIIIe-XVe siècles, le thème de l’exemption fiscale des clercs surgitdans la documentation d’origine municipale!: les droits et statuts municipaux, ou en-core diverses ordonnances fiscales, y font allusion. Pour les XIVe-XVe siècles, il n’estpas rare de disposer de protocoles du conseil, ou de mémoires. Ils livrent les ré-flexions des conseillers sur l’intérêt ou non de faire payer les clercs, les marges d’ac-tion possibles… Strasbourg a ainsi tenu et conservé au cours du XVe siècle plusieursdélibérations sur l’Ungeld, l’impôt indirect sur le vin. L’une d’entre elle se concentreentièrement sur l’imposition des clercs dans le cadre de cette accise12.

Aux XIVe et XVe siècles, l’offensive fiscale orchestrée par les conseils ne manquede susciter des conflits ouverts entre le clergé et les autorités urbaines. À Mayence,Cologne, Ratisbonne ou Bâle, les chartes d’arbitrage (Pfaffenbrief, Rachtungen) sesuccèdent. Les litiges que l’on peine à régler entre soi se portent à l’époque devantdes instances extérieures!: cour de justice royale, curie, assemblées territoriales (Land-tage), concile de Bâle, de sorte qu’il reste aujourd’hui encore d’imposants dossiers quiexpriment les points de vue contradictoires des gouvernements urbains et des clercs.Bamberg, entre autres, a conservé une chronique sur un conflit local (1430-1435) re-latif au privilège du for, aux zones d’immunité dans la ville13 et à l’immunité fiscale.Dans la plupart des cas bien documentés, la longue succession des litiges et arbitragesmontre que les décisions prises étaient rarement admises par les deux partis! ;l’exemption ou la non exemption demeurait largement une question de rapport deforces temporaire. Bien plus qu’une chronique des conflits locaux, ces corpus, encorelargement inexploités, présentent un argumentaire qu’il s’agirait d’étudier de façoncomparative. Dans leur souci de défendre une cause, ils jouent sur toute la gammedes justificatifs, allant des nécessités pragmatiques jusqu’au droit savant14.

11 Cf. P. W. FINSTERWALDER (éd.) (1938), n° 28.12 Cf. K.T. EHEBERG (1899), n°194: “Rathschlagen über die Verpflichtung der Geistlichen zur Entrichtung

des Ungelt, 427.13 Bamberg, siège d’un évêché fondé en 1007 par l’empereur Henri II, est déjà réputée au Moyen Âge

pour sa structure duale. La ville des clercs siégeait sur la colline, avec la cathédrale et de nombreux édi-fices ecclésiastiques, dont l’implantation renvoyait, disait-on, à la forme d’une croix. En contrebas, vers lefleuve, s’étendait la ville commerçante des bourgeois.

14 On peut par exemple mentionner le mémoire de Winand von Steeg (1371-1453), docteur en droit ca-non et avocat de la ville de Nuremberg. Il obtient en 1420 une prébende canoniale à Saint-André de Co-logne, puis la cure de la paroisse de Bacharach (1421). La part de la dîme affectée à cette cure reposait surles revenus viticoles du chapitre Saint-André. Ce dernier entre en conflit avec le comte palatin du Rhin ausujet des douanes que celui-ci réclamait au chapitre pour le transport de ses vins sur le Rhin (le vin étaitpour l’essentiel acheminé vers Cologne et vendu sur place). Le manuscrit de Winand von Steeg produit ladéfense des clercs, en incluant les avis rendus par 69 experts en droit, diplômés de l’université de Heidel-berg, théologiens de Cologne et étrangers de grand renom. Tous démentent le fait que des clercs qui pra-tiquent le commerce auraient à payer les taxes laïques. Conformément à la décrétale Quamquam, ils ad-mettent certes que celui qui pratique intentionnellement le commerce ne doit pas jouir du privilègeecclésiastique. Mais l’exemption douanière devrait profiter à celui qui gère son bien propre sans intentionde commerce. S’ensuivent des débats sur ce qu’est le commerce (negociacio), un terme que les clercs ré-

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Restent les sources comptables (comptes municipaux, rôles et états fiscaux…),qui seules permettraient de sonder l’impact financier réel de la taxation des clercs,lorsque les villes parvenaient temporairement à la rendre effective. En dépit de plu-sieurs éditions de budgets et comptes municipaux, il n’existe pas, à ma connais-sance, d’études sous cet angle. Un travail récent sur les comptes de Schaffhousemontre que l’analyse serait en fait extrêmement délicate, les montants fiscaux ver-sés par les établissements ecclésiastiques n’étant pas forcément inscrits dans leslivres généraux des recettes15.

II. DES SITUATIONS TRES CONTRASTEES

Sur la base d’une telle documentation, aucune chronologie d’ensemble ne se des-sine nettement. La littérature secondaire, qui remonte en grande part à la fin du XIXe

siècle, a parfois gauchi les traits et présenté le XVe siècle comme une phase de mu-nicipalisation forte, assortie d’une mise au pas du clergé, annonciatrice de réforme. Iln’est pas rare de trouver des ouvrages aux accents «!bourgeois!», anti-catholiques ouanticléricaux, exaltant la volonté acharnée des gouvernements urbains de faire peserles charges sur tous et de lutter contre les privilèges des clercs16.

Mais au-delà des partis pris, il s’avère qu’à une période donnée, les rapports ville-Église variaient fortement d’une localité à l’autre. Une telle impression pourrait n’êtreque l’effet d’une littérature secondaire constituée de monographies rédigées selon desprincipes hétérogènes. Mais lorsque l’on dispose de témoignages de première main,comme l’enquête fiscale menée par Fribourg dans 16 villes du Sud de l’Empire (1476),le constat reste celui de la diversité17. D’après cette enquête, qui a l’avantage de per-mettre un regard transversal à un moment de forte pression fiscale (les guerres deBourgogne), les situations d’exemption, d’abonnement ou de taxation systématique secôtoient. Quand les clercs payent ou sont appelés à payer, ils le sont en outre à des

cusent. La vente de leur propre production ne serait qu’une commutacio, une transformation. Cette diffé-rence de nature, de même que les services rendus par les clercs à la communauté (assistance aux pauvreset aux malades) appelleraient leur exemption de toute douane. Cf. A. SCHMIDT et H. HEIMPEL (1977); S. MANKE

(2001), 129 et s.15 O. LANDOLT (2004), 109-210. À Schaffhouse, les versements consentis par les établissements ecclésias-

tiques soumis à un impôt abonné sont parfois inscrits dans le «!livre des dettes passives!», mais ne figurentpas dans les livres fiscaux correspondants. Voir aussi B. KIRCHGÄSSNER (1960); P. SANDER (1902).

16 Les synthèses sur la fiscalité urbaine germanique sont rares. On peut toujours se reporter utilement àE. ISENMANN (1988), 171-174 avec une bibliographie complémentaire aux pages 203-205; de même que A.ERLER (1939)!; voir la brève synthèse historiographique de F. SCHMIEDER (2005), 113 et s. Sur la base de l’im-munité des clercs et de partis pris contemporains, l’historiographie, surtout au XIXe siècle, a présenté leclergé comme un «!corps étranger!» à la ville médiévale. Max Weber parle ainsi d’une «!puissance étrangèreinassimilable!» par la ville en raison de ses privilèges d’ordre. Le clergé fait figure d’élément perturbateurdans un processus de modernisation (la ville étant alors comprise comme précurseur de l’État libéral mo-derne). La perspective est aujourd’hui inversée. Les conflits entre conseils et clergé (par exemple les pfaf-fenkriegen décrites par les sources hanséatiques) sont désormais replacés dans la logique des négociationset compromis médiévaux. Ils permettaient à chacun d’établir son droit, fût-il temporaire. La récurrence desconflits dans les sources ne doit pas occulter l’existence d’une «!symbiose!» entre ville et Eglise!: les élitesdirigeantes avaient beau promulguer en conseil des lois contre l’exemption des possessions ecclésiastiques,elles ne cessèrent jamais d’offrir des terres à l’Église pour le salut de leur âme, et donc de les soustraireainsi à leur propre ville.

17 Cf. T. SCOTT (éd.) (1986).

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titres forts divers, pas nécessairement associés!: impôts directs, impôts extraordinaires,contributions de guerre, impôts indirects…

Vraisemblablement toutes interrogées par le secrétaire municipal de Fribourg ausujet de leurs exemptés fiscaux (nobles, hôtes, détenteurs d’offices et autres popula-tions sous contrats de bourgeoisie spécifiques), les seize villes sondées passent par-fois sous silence la situation fiscale de leurs clercs. Soit parce que le sort des clercsn’est pas dissocié de celui des autres contribuables - ils payent alors «!comme lesautres bourgeois!» -, soit parce qu’on les range parmi ceux qui résident sous condi-tion, avec des libertés particulières (nobles, Satzbürger, hôtes, officiers)18.

C’est ainsi que sur l’ensemble des villes interrogées, la moitié évoque explicite-ment le statut fiscal des clercs et des établissements ecclésiastiques possessionnésdans leurs murs.

Schaffhouse, attachée à décrire son impôt direct, souligne que les monastèresdonnent un genampti steuer (Satzsteuer), soit un impôt abonné au montant fixe, «!etqu’on les laisse quitte!».

Ceux de Ravensbourg précisent qu’il «!n’ont qu’un couvent chez eux!». L’établis-sement en question, un couvent de Carmélites, «!ne donne rien et n’a rien d’autre quel’aide de la ville et les aumônes!»19.

À Kempten, le conseil se souciait de financer l’aide militaire à l’empereur et l’en-tretien de cent hommes auprès de ce dernier!: «!alors, les prêtres durent aussi payerl’impôt selon le montant de leur bénéfice, soit 1 sous, 16 ou 18 deniers par semaine.!»«!Et quand bien même, ils considéraient que cela ne devait pas être, s’ils voulaientconserver leurs bénéfices, il n’y avait pas de protestation possible!». Un volontarismesimilaire est affiché à Strasbourg en dépit de la libéralité qui y avait cours jusque-là!:«! les prêtres et établissements religieux n’ont pas prêté de service ni participé à laguerre jusqu’à présent, mais [ceux de Strasbourg] sont disposés à les requérir.!» 20

Dans la ville impériale de Nuremberg, le gouvernement semblait au contraires’honorer des libertés des clercs, toutefois placés sous l’étroit contrôle des officiersmunicipaux!: «!le clergé et les établissements ecclésiastiques résident tout à fait libre-ment et sont tous des établissements d’observance spirituelle. Le conseil les contrôleavec des administrateurs et un honorable curateur du conseil auquel l’administrateurdoit rendre ses comptes des recettes et des dépenses!».!21

18 À Fribourg même, on se préoccupait surtout de faire payer les nobles. Mais la question de l’exemp-tion fiscale des clercs restait présente à l’esprit. Le conseil avait tenté de faire payer le clergé local pour unimpôt de guerre, le Reissteuer de 1475. Il dut alors faire face à la fronde des universitaires. Fin 1475, l’ex-pert en droit et syndic Dr Martin Strickenbach adresse une protestation écrite au grand-bailli (Landvogt)contre cette taxation. C’est l’une des raisons qui président au déclenchement de l’enquête fribourgeoise au-près d’autres villes. En mai 1478, le duc Sigismond tranche le différend en faveur de l’université. Voir T.SCOTT (éd.) (1986), XXXII, note 29.

19 Cf. T. SCOTT (éd.) (1986), 7: diß stür gat durch edel und all inwoner, doch welhe mit geding und für-worten siczent, die lat man daby blyben […] Item clöster gebent ein genampti stür, die lat man daby blyben.Pour Ravensbourg, voir 8: Item sy hand nü ein closter by in, das git nüt und hat ouch nit annders dannder statt hilff und almüsen.

20 da müstents priester ouch stüren ye nach rycheit ir pfründen einer wochens i schilling, xvi d. oder xviiid., und wie wol sy meinten, sölhs solt nit sin, wolten sy aber pfründen by in halten, so was hiewider kein red

Cf. T. SCOTT (éd.) (1986), 15. Pour Strasbourg, 43: Priester und clöster haben bißhar nit gedient noch ge-reiset, aber sy sind wol in willen, sy ze ersüchen.

21 Cf. T. SCOTT (éd.) (1986), 28: Priester und clöster siczent gancz fry, und sind alle clöster von geistlicherobservancz. Die versicht ein raut mit schaffnern und eim erlichen pfleger vom raut, dem der schaffner rech-nung muss geben umb innemen und ussgeben.

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Les gouvernements d’Ulm et de Brisach insistent quant à eux sur l’existence d’unebonne harmonie entre la ville et ses clercs. Leur récit décline à loisir le champ lexi-cal du libre don du clergé! : «!volontiers! », «!aider avec bonne volonté! », «!offerts! »,«!amiablement accordé!». À Brisach, «!nous avons prié les couvents et le clergé de nousaider à l’impôt (uns zu sture zukomen) pour une certaine somme, dont nous avonsfrappé chacun. Ils nous l’ont amiablement accordé (die hant uns des gütlich ver-willigt)!; en dehors de cela, il ne donnent pas d’impôts annuels!». «!De même, tousceux qui ont la liberté de ne donner ni impôt ni taille (gewerff), doivent donner lataille militaire (reyse gewerff)!; ce sont tous les artisans, les officiers, les prébendiers(pfründer), secrétaire municipal, sans exception!»22.

En écho à la législation ecclésiastique, l’argumentaire de ces villes renvoie au casautorisé de contribution gracieuse des clercs, sans cacher toutefois que la hiérarchiecatholique défendait parfois une autre ligne de conduite. Ainsi, ceux d’Ulm: «!ont desétablissements ecclésiastiques chez eux, qui ont des domaines (hof) et des dépen-dants à la campagne, lesquels relèvent d’eux et ont été donnés par leurs ancêtresbourgeois lors de la fondation de ces établissements. Ces mêmes dépendents ont servila ville avec des impôts et l’aide. Les clercs séculiers donnent des impôts au titre desmaisons qu’ils ont dans la ville, et ils se sont tous volontiers offerts avec bonne vo-lonté d’aider volontiers à supporter les frais militaires selon leurs patrimoines, quandbien même cela a créé des tensions avec leurs évêques!» 23.

On le voit à ces réponses, les fronts sur lesquels les villes pouvaient imposer leclergé étaient extrêmement variés et l’aventure fut diversement «! tentée! », pour re-prendre le terme des Strasbourgeois. Sur la base d’une législation ecclésiastique mani-festement connue de tous, les différences de traitement fiscal du clergé d’une ville àl’autre étaient aussi une question d’audace. Elles traduisaient l’aptitude inégale desconseils à saisir l’argument de la nécessité, en l’occurrence surtout celui de la guerre,de même qu’une combativité variable des clercs. Quand bien même elle n’autorise au-cune statistique, l’enquête fribourgeoise de 1476 laisse entrevoir la fréquence d’accordsfiscaux passés par les villes avec les clercs ou les établissements ecclésiastiques locaux.Le système de la taxe abonnée paraît gage de concorde. Au-delà des formules insis-tant sur le libre consentement, et donc sur le respect des règles ecclésiastiques, l’his-torien doit donc renoncer à penser systématiquement l’impôt en termes d’oppositionentre clergé et conseils urbains. Ce qui ne va pas toujours de soi au pays de Luther etdes pamphlets contre les abus du clergé. En tout état de cause, le problème del’exemption des clercs ne s’est manifestement pas posé partout avec la même acuité.Secondaire à Ravensbourg, il est au premier plan à Kempten, où l’on revendique hautet fort de faire payer les clercs à hauteur de leurs bénéfices. Peut-être cela traduit-il une

22 Sur Brisach, voir T. SCOTT (éd.) (1986), 43!:!Die closter und priesterschafft haben wir gebetten, uns züstüre zükomen umb ein zimlich gelt, das wir yeglichem angeslagen hant. Die hant uns des gütlich verwil-ligt; sust geben sy kein jar stür. […] Ouch alle, die so friheit hant, weder stüre oder gewerff zügeben, die müs-sent das reyse gewerff geben; dz sind all wercklüt, pfründer, stattschriber, nieman ußgenommen.

23 Ulm est à la limite entre deux diocèses, celui d’Augsbourg et celui de Constance, d’où l’allusion «!auxévêques!». Cf. T. Scott (éd.) (1986), 39: Item sy haben clöster bey in, die hand höff und arm lüt uff dem land,die inen zugehören und von iren eltern burgern zu stifftung der clöster geben sind. Die selben armen lüthaben der statt gedient mit stür und hilff. Die weltlichen priester geben stür von hüsern, die sy in der statthand, und haben sich yecz all mit gutem willen erbotten, gern helffen, die reysscösten nach irem vermögenzu tragen, wiewol mit span ir bischöff beladen signet.

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pénétration inégale des idées pré-réformatrices ou encore un degré d’intervention in-égal des élites urbaines dans la sphère religieuse24 ? Mais outre les conditions intellec-tuelles qui restent difficiles à sonder25 intervenaient aussi des préoccupations beaucoupplus prosaïques. Il importe donc d’explorer davantage les différents enjeux qui pous-sèrent les conseils à tenter, avec des succès divers, la taxation des clercs.

III. LES ENJEUX LOCAUX DE L’IMPOSITION DES CLERCS

La première condition requise était d’en avoir la capacité politique. N’oublions pasen effet que de nombreuses villes, dont celles qui étaient soumises à des princes ec-clésiastiques (et plus particulièrement les sièges épiscopaux), n’avaient pas toute lati-tude en matière fiscale. Au XVe siècle encore, les conseils de Wurtzbourg et Bambergne pouvaient faire appliquer leurs décisions fiscales sans l’aval de l’évêque, leur au-torité de tutelle!; ce qui limitait, il va de soi, les possibilités de taxation du clergé, àmoins de jouer des conflits, fréquents, entre évêques et chapitres, ou entre mendiantset séculiers.

La documentation confirme que des villes de tout statut (impériales, seigneuriales,épiscopales, libres…) ont néanmoins légiféré sur le statut fiscal de leurs clercs. Entretoutes, ce sont les villes épiscopales et les villes libres (c’est-à-dire celles dont la bour-geoisie s’était émancipée du seigneur-évêque) qui présentent les dossiers les plusfournis. Les enjeux de l’immunité fiscale du clergé y étaient en effet multiples.

Dans un même contexte de crise et de besoins financiers, l’opiniâtreté différen-tielle des Magistrats à instaurer l’imposition du clergé est tout d’abord une questionde nombre! : nombre d’établissements ecclésiastiques et de clercs dans la ville, am-pleur de leurs possessions intra et périurbaines, effectifs de leurs dépendants. Et c’estsans surprise dans les villes épiscopales que l’on atteint les chiffres les plus forts. Vers1350, Cologne compte 11 chapitres dont le chapitre cathédral, 20 établissements re-levant d’ordres religieux, 19 cures et deux douzaines de chapelles, sans compter cellesqui relèvent des hôpitaux, des fondations privées et des maisons de monastères ex-térieurs. La part des clercs parmi la population totale devait avoisiner 7 à 9% en comp-tant les béguines et bégards26. À Strasbourg, le recul du pouvoir temporel de l’évêqueaprès sa défaite face à la bourgeoisie en 1263 ne vient en rien contrarier l’essor de lavie religieuse locale. D’après les estimations de W. Kothe, la ville comptait 140 clercsdans les cinq chapitres, 170 membres du clergé paroissial et prébendiers, 430 relevant

24 Sur la religion civique, voir O. RICHARD (2009). De même qu’un dossier sous sa direction paru en avril2010 dans le nº 27 de la revue Histoire urbaine.

25 Voir par exemple, sur l’idée d’égalité et sa diffusion dans les milieux urbains, B. FRENZ (2000).26 Cologne abrite plus de 62 béguinages à l’époque. À titre comparatif, Augsbourg compte aux XIVe-XVe

siècles un chapitre cathédral, 7 autres collégiales et monastères traditionnels, 10 couvents mendiants et 7béguinages. Il y a six paroisses. On y estime le clergé à 10% de la population. Erfurt dispose quant à ellede deux chapitres, 22 monastères et établissements religieux, au moins 36 chapelles et 6 hôpitaux. Avecses 28 paroisses, elle est une des villes les plus riches en églises dans le Saint Empire. Vers 1500, Hildes-heim, ville de 5000 habitants environ, dispose de plus de 50 églises et chapelles, 5 chapitres, 7 églises pa-roissiales et filiales, deux monastères bénédictins, deux couvents mendiants et trois autres couvents. Cesdonnées, établies dans le cadre de monographies, sont synthétisées dans E. ISENMANN (1988), 210 et s; F.SCHMIEDER (2005), 113 et s; Parmi les monographies les plus récentes, voir G. DÖRNER (1996). L’auteur y éva-lue la part du clergé au minimum à 4% des quelque 5000 Zurichois estimés en 1467.

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du clergé régulier (hommes et femmes, dont ordres mendiants) et 30 à 50 béguinages,soit un total de 1100 clercs (7,3% de la population)27. De tels pourcentages de 5 à 10%de la population urbaine ne seront dépassés que, tardivement, par les villes universi-taires où l’on constate que très vite les Magistrats cherchent à faire contribuer les étu-diants et personnels universitaires.

Cependant, même si dans les sources les villes arguent parfois du nombre pré-judiciable des immunistes, il n’existe pas de loi mathématique entre la présence ur-baine du clergé et les tentatives municipales de taxation. Les pratiques démententune telle approche globale!; il est par exemple rare que la législation municipales’adresse au clergé comme à un bloc. Au moins dans un premier temps, nous lereverrons, les gouvernements urbains assujettissent les clercs à l’impôt au cas parcas28.

Au-delà du nombre des clercs qui auraient pu contribuer à l’impôt, l’enjeu, pourles Magistrats, était aussi spatial et politique. Depuis le haut Moyen Âge, il existait dansde nombreuses villes, et à plus forte raison dans les cités épiscopales, des secteurs d’im-munité (appelés muntaten, une déformation du latin immunitatis)29 dont les habitants,y compris les laïcs, bénéficiaient de l’immunité juridique et fiscale. Ces muntater etmuntatsässer, encore évoqués par exemple dans les sources de Bamberg à la fin XIVe

siècle et au début du XVe30, forment une vaste cohorte de serviteurs et domestiquesépiscopaux, de ministériaux, mais aussi d’artisans, d’ouvriers de la Monnaie… qui pra-tiquent des activités lucratives, sans être soumis aux taxations municipales, en vertu deleur zone de résidence31. En 1255 déjà, à Constance, c’est moins l’immunité des clercsqui alimente les conflits sur l’accise (Ungeld) que le statut équivoque de leurs officiers,dépendants et familiers32. À l’heure où les gouvernements urbains s’efforçaient d’unifierl’espace urbain par une muraille commune ou en luttant contre la privatisation de l’eauet de la voierie, ils se souciaient de l’évasion fiscale de leurs contribuables vers les

27 W. KOTHE (1903).28 B. FRENZ (2000), note une tendance similaire au sujet de l’idée d’égalité dans les ordonnances fiscales.

Ces documents sont avant tout techniques et distinguent différents niveaux de revenus et patrimoines àtaxer. Ils sont loin de déployer systématiquement un argumentaire égalitaire, appelant «!riches et pauvres!»à contribuer à l’impôt.

29 Il s’agit à l’époque carolingienne de biens et de lieux protégés par un «!précepte d’immunité!», quiles soustrait aux prérogatives des agents royaux. Cf. B. ROSENWEIN (1999). De telles aires sont attestées parexemple à Strasbourg, Spire et Bamberg. À Bâle et à Spire, l’immunité étroite correspond au secteur de lacathédrale et à ses abords, entourés d’un mur ou d’une palissade. Cet espace bénéficie de l’exemption ju-diciaire!: les juges urbains ne peuvent y tenir leurs assises, ni juger un résident du lieu. À Strasbourg, ce-pendant l’immunité étroite se compose de plusieurs lieux disséminés dans la ville!: la cathédrale, le Bru-derhof et les bâtiments attenants!; le palais épiscopal et ses annexes, les demeures des chanoines et desministériaux. Les Muntaten correspondaient aussi bien à des quartiers canoniaux qu’à des zones non lo-ties ou aux résidences urbaines de monastères extérieurs.

30 Voir Deutsches Rechtswörterbuch, http://drw-www.adw.uni-heidelberg.de/drw/, Muntat et suivants31 Lors de la fondation d’un chapitre collégial à Bielefeld en 1292 et 1293 il est précisé entre autres pri-

vilèges que!:!ac familia vestra domestica ea emunitate seu libertate vel privilegiis gaudeant, quibus alie ec-clesie collegiate, domus et curie necnon familia canonicorum de iure gaudere noscuntur ; Cf. E. MACK

(1916), 155.32 Le conflit est alors arbitré par l’abbé de Saint-Gall qui rappelle que les gens de messe, prêtres et of-

ficiers de l’évêque, de la cathédrale et de Saint-Etienne ne sont soumis à aucune garde ni service à moinsqu’ils ne pratiquent des activités lucratives avec les hôtes!: Die mesenere, die phister und unsers herrin desbischofes und des tu(o)mes und sant Stephans ambetl(i)ute, die suln mit wahte, mit st(i)ure enkeinin dinesttu(o)n, si triben dane aelligen koff mit linwat, mit wahse, mit pheffer und mit einverwer wat, ald mitgastl(i)uleien, alde haben eigen ze Kostinze!: davon suln su dienin!; Cf. K. BEYERLE (éd.) (1902), n°36a, p.44.

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zones franches33. Génératrice d’un manque à gagner, l’immunité et son caractère«! contagieux! » minaient aussi l’autorité politique de la ville non seulement dans lesMuntaten, mais aussi dans l’espace du territoire urbain. Dans l’enquête fiscale fribour-geoise de 1476, Ulm relève clairement le problème!: les clercs et maisons religieuseslocaux disposaient de nombreux dépendants dans l’Umland. Autant d’hommes qu’ils’agissait, au XVe siècle, de soumettre à l’impôt et à la défense comme les sujets de laville, même si leur seigneur direct était, à titre personnel, immuniste.

Dans les rapports des villes avec les clercs, l’enjeu majeur était cependant le fon-cier et la part du sol ou du patrimoine immobilier urbain, susceptible d’échapper àl’impôt en vertu du privilège d’immunité des clercs (la mainmorte)34. Sans mesurespour contrecarrer la tendance, la possession ecclésiastique s’accroissait inexorable-ment par le simple jeu des dons, fondations ou achats. Cette accumulation entre lesmains du clergé de biens de mainmorte, qui étaient précédemment imposables, af-faiblissait à la longue la capacité financière de la ville. La charge fiscale qui pesait surles contribuables s’accroissait d’autant. Or, dans les villes épiscopales ou celles quis’étaient développées sur un patrimoine foncier ecclésiastique, la part du sol détenuepar le clergé était de fait considérable! : l’Église y était l’un des principaux proprié-taires fonciers. À Cologne, à la fin du Moyen Âge, le clergé disposait ainsi de 20 à 30%du foncier, une part que les donations aux ordres mendiants étaient venues accroître.La situation était similaire dans des villes impériales. À Francfort, le clergé vers 1376est déjà détenteur d’un tiers du foncier urbain. À Fribourg, qui connaît dans la se-conde moitié du XVe siècle une grave crise économique et financière35, le foncier entreles mains des clercs aurait augmenté de 13!000 m2 entre le milieu du XVe siècle et ledébut du XVIe siècle. Une lettre adressée par le conseil de Fribourg au prieur géné-ral des Augustins à la fin du XVe siècle souligne la part de responsabilité du clergédans les malheurs de la ville!: «!de telle sorte qu’il semble que près de la moitié dela ville est entre les mains des monastères. En effet, il y a chez nous, ici et dans lesalentours extra muros, 17 monastères qui tous ont profité de revenus, de biens, defruits, de maisons, à ce que l’on dit, et s’en réjouissent et fructifient en paix. Ce quifait que même une ville très riche comme la nôtre peut à peine soutenir une telle in-fluence inaccoutumée de monastères!; que dire de l’absence de ressources de notreville qui ne souffre d’autre mal, au détriment de chacun, que de voir l’accroissementdes monastères!; passons sous silence les œuvres, les oblations, les donations liées àla mort, les héritages, les donations pieuses qui, chacune, limitent, obèrent, déprimentnotre trésor de telle sorte qu’il ne restera plus rien en sus!»36.

33 Ce cas de figure est envisagé dans une sentence de l’empereur Frédéric 1er en 1182. Il y rappelle queles serviteurs des églises doivent être exempts de taxes, c’est-à-dire ceux qui servent les frères et églisesquotidiennement en personne, à condition qu’ils ne fassent pas œuvre de négoces et qu’ils n’aient pas depratiques vénales. Un ajout au texte initial précise qu’est aussi imposable celui qui ne cherche dans la zoned’immunité qu’une échappatoire à l’impôt. Cf. E. MACK (1916), 48 et 152.

34 On parle alors de biens de mainmorte. Ces biens tombés entre les mains de l’Église deviennent in-aliénables et non imposables en vertu du privilège d’immunité des clercs. Voir l’article «!Tote Hand!» dansLexikon des Mittelalters, VIII, col. 894-895.

35 Voir L. BUCHHOLZER (à paraître)!; Cf. A. STÖRMANN (1916); Cf. H. FLAMM (1905), 118-120!: les possessionsdes monastères et autres établissements ecclésiastiques dans le périmètre urbain atteignent respectivement36469 m2 au milieu du XVe siècle, 48!494 m2 vers 1500, 35!604 m2 en 1565. S’y ajoute encore le fonciertenu par les prébendiers, qui passe de 3448 m2 mi XVe à 4505m2 vers 1500, avant de décroître légèrement.

36 Voir H. FLAMM (1905), 158 et s!: Fribourg chercha à imposer le clergé et les monastères en 1491. LesDominicains et à leur suite les Franciscains et Augustins refusèrent, ce qui leur valut le retrait du droit de

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Déjà minée par l’impact fiscal des biens en mainmorte, Fribourg était fragilisée,comme d’autres, par l’intervention croissante des rentes dans le patrimoine du clergé.En effet, les dispositions testamentaires et les fondations pieuses consistaient de plusen plus souvent en rentes perpétuelles gagées sur les biens des donateurs37. Commedans le même temps, les institutions pieuses, clercs et nonnes, plaçaient leur capitaldans les rentes viagères et perpétuelles émises par les villes, ils en devinrent large-ment les créanciers. Ainsi à Cologne, la part des clercs dans la dette municipales’éleva-t-elle jusqu’à 40% au cours du XVIe siècle.

Les ardents efforts déployés localement pour faire payer les clercs pouvaient doncrésulter, moins de positions de principes, que de l’impérieuse nécessité de desserrerl’étau dans lequel étaient prises les finances urbaines.

Avant d’en arriver à une situation aussi extrême, un autre enjeu de la taxation desclercs tenait dans la lutte contre leur concurrence industrielle et commerciale dé-loyale. Les règles canoniques exprimaient elles-mêmes l’incompatibilité entre l’exer-cice d’une activité lucrative et l’exemption fiscale des clercs ou de leur familia. La lé-gislation municipale s’en fait l’écho dès le début du XIIIe siècle!: celui qui s’adonnaitau commerce ou à l’industrie devait acquitter l’impôt à ce titre aux autorités locales.Dès 1207, le droit de Ratisbonne pose ainsi les bornes de l’exemption fiscale!:!«!Item,quiconque, qu’il s’agisse d’un clerc, d’un laïc ou même d’un juif de Ratisbonne, pra-tiquerait quelque affaire d’argent ou quelque commerce ou se livrerait à quelque né-goce dans la cité ou à l’extérieur, devra supporter toutes les charges des collectes fis-cales avec les autres citoyens de la cité!»38.

En dépit des interdictions, la tentation était grande pour les clercs et leur domes-ticité de participer à des activités lucratives, en bénéficiant d’exemptions d’impôts, detaxes, de péages et d’accises, donc en affichant des prix plus modiques sur le mar-ché. Leur concurrence était particulièrement redoutable dans le commerce du vin etdes céréales, des denrées qui constituaient une part importante des revenus du clergé.La vente des excédents, commanditée par les clercs, s’effectuait auprès d’acheteurs ex-térieurs. Mais les villes épiscopales regorgeaient aussi d’échoppes où les clercs et leursdomestiques servaient à boire de la bière ou du vin. L’archevêque Leonhard de Salz-bourg (1495-1519) avait même été en vertu de cela rebaptisé dans sa ville «!Liendll’aubergiste!» ou «!Liendl Pyerschenk!» (Liendl-débit-de-bière), parce qu’il faisait servirdu vin à la cure (Dompropstei) et de la bière dans plusieurs brasseries. Il n’était pasun cas isolé. On a ainsi pu estimer qu’en 1498, le clergé de Worms commercialisa1!800 foudres de vin!; en 1473, d’après des notices, 1100 foudres de vin furent mis

bourgeoisie et des avantages afférents (accès aux communaux, bois…). On détourna les canalisations desfontaines et ne laissa qu’un accès restreint aux couvents. Les dominicains finirent par payer, mais entamè-rent une procédure à Rome et devant l’empereur. Sur ordre impérial, la ville dût restituer l’argent perçu etpayer 150 florins de frais de procès.

En 1510 et 1519, le conseil de Fribourg réitéra ses plaintes, cette fois devant le gouvernement impériald’Innsbruck. Il dénonça les établissements religieux et églises présents dans la ville, qui attiraient à euxtrop de biens par héritage, achat ou autre. Selon ses dires, les possessions en mainmorte du clergé cau-saient à la ville des dommages que même la participation des ecclésiastiques aux frais de guerre ne pou-vait compenser.

37 Voir W. LÜHE (1904)!; M. GECHTER (1983); H. FLAMM (1905).38 Item quicunque sive clericus sive laicus seu etiam iudeus de Ratispona peccuniam aliquam seu quo-

dcunque commercium vel in civitate vel extra civitatem ad negociationem aliquam tradiderit, is cum aliiscivibus civitatis omne onus collectarum portabit. Cf. S. MANKE (2001), 23-26 ; E. MACK (1916), 151.

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sur le marché à Ratisbonne. Or, en 1475, les clercs à eux seuls en avaient fait com-mercialiser 409 foudres et 2 Eimer. À Cologne, la participation du clergé aux revenusdu vin colonais devait avoisiner 10 à 20% à la fin du Moyen Âge, sa part dans la pro-duction de vin oscillant au début du XVIe siècle entre 21 à 27%39. Face à une telle pré-sence des clercs sur le marché de denrées essentielles, les Magistrats de Ratisbonne,Cologne, Worms ou Mayence cherchaient à défendre le produit de leurs propres ac-cises et les intérêts de leurs nombreux ressortissants vivant de ces mêmes activités.Outre le vin et la bière, ce sont le commerce des céréales, l’usage des moulins40, lafabrication et la vente du pain qui focalisaient les griefs réciproques. La productiontextile comme le tissage voyait quant à elle la concurrence des tiers ordres, des bé-guines et des sujets ruraux des clercs.

Afin de juguler les problèmes posés par l’exemption fiscale des clercs, tout en res-pectant les règles canoniques et impériales, les villes allemandes déployèrent des tré-sors d’ingéniosité. L’enquête fiscale de Fribourg nous a déjà montré qu’elles firentalors feu de tout bois. Ce sont ces multiples procédés, dans ce qu’ils ont de conver-gent, qu’il s’agit maintenant d’examiner.

IV. QUAND LES CLERCS PAYENT L’IMPOT

1. UNE PARTICIPATION AUX CONTRIBUTIONS EXTRAORDINAIRES

Dans le domaine des contributions extraordinaires, les décrétales elles-mêmesavaient laissé une marge d’action, en évoquant une éventuelle contribution gracieusedes clercs. Les autorités urbaines s’engouffrent dans la brèche en prenant bien soind’évoquer comme il se doit la «!nécessité!». Dès le premier tiers du XIIIe siècle, le fi-nancement des remparts est l’occasion de requérir les clercs aux côtés de la bour-geoisie41. Le même scénario se reproduit dans les années 1430, lorsque, pour faire faceaux assauts des hussites, de nombreuses villes du sud-est de l’empire rénovent ouconstruisent leurs enceintes. À Bamberg par exemple, tous les résidents des espacesd’immunité (Muntaten) sont contraints à un Beisteuer quand le roi Sigismond or-donne d’entourer la ville d’un mur.

Partout, la collecte d’impôts extraordinaires a tendance à se multiplier au coursdes années 1350-1500. Les exemples d’une levée en force sur le clergé restent ce-pendant rares. À Augsbourg, dans sa notice sur l’année 1379, alors que se déclenchela 1re guerre des villes, le chroniqueur Burkard Zink mentionne la perception autori-taire d’un impôt extraordinaire sur le clergé local. «!Tout le clergé séculier et les mo-nastères ici dans la ville durent soumettre à l’impôt, tous les biens qu’ils avaient dansla ville et dans la dizaine!»42. Seuls les chanoines en furent exemptés. Une partie duclergé résista et quitta la ville, en laissant des biens que la ville saisit.

39 Cf. A. STÖRMANN (1916), 148 et s.40 Sur la quantité totale de céréales que les moulins colonais meulent en 1371-1373, 25 à 30% sont li-

vrées par le clergé.41 Cf. infra, note 11, 252.42 Cf. Die Chroniken der deutschen Städte, V, Die Chroniken der schwäbischen Städte, Augsburg, t. 2,

Leipzig, 1866, 1-333, ici 25; K. SCHNITH (1958). Sur Burkard Zink et sa chronique, voir en français, J. M. MOEGLIN (1997).

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À Bâle où l’impôt indirect dominait, le conseil leva 20 impôts extraordinaires en140 ans. Le suivi des six impôts collectés entre 1429 et 1481 montre combien la levéesur les clercs n’était jamais définitivement acquise… et combien il est difficile, pourl’historien, de déterminer si le paiement a eu lieu ou non. Ainsi l’ordonnance fiscalede 1429 ne comporte pas d’exemption explicite des clercs, mais ceux-ci ne figurentpas pour autant dans les listes fiscales antérieures. Le même phénomène apparaît en1475-1476 et 1480-1481 alors que l’ordonnance fiscale stipule que toute personneayant des biens propres dans la ville de Bâle doit les déclarer et les soumettre à l’im-pôt. Par contre, le paiement des clercs est bel et bien attesté en 1446 d’après l’or-donnance et les livres fiscaux de certaines paroisses!: «! et tous les gens dans la villequi ont 14 ans et plus, hommes et femmes, clercs et laïques, domestiques et servantesou qui qu’ils soient sont inscrits et, sur la base de leurs serments, ils leur demandentce qu’ils ont!». L’ensemble des contribuables bâlois ainsi défini s’acquitta d’une capi-tation et d’un impôt graduel sur les biens pendant 13 semaines. À nouveau, en 1499,la taxation extraordinaire se renouvelle, pour une durée cette fois beaucoup pluslongue! : pendant quatre ans, tous les clercs et religieux durent payer annuellement10 schilling pour 100 florins de patrimoine, comme les bourgeois43.

À Strasbourg, les versements fiscaux extraordinaires des clercs fonctionnent euxaussi par à-coups. Les gens d’Église accordent un don gratuit au Magistrat en 1439afin de mieux protéger la ville contre les Armagnacs. Mais le retour des écorcheursen 1444 ou la guerre contre Charles le Téméraire en 1475, à l’occasion desquels laville réitère ses sollicitations fiscales, se soldent par un refus catégorique du clergé.Un peu comme si évêque et chapitre veillaient à rester dans le cadre prévu par lesdécrétales!: une aide de l’Église pouvait être consentie en cas de nécessité certes, maissans automatisme, ni routine. L’absence de systématicité permettait d’éviter que l’actene devienne performatif, une précaution qui n’est pas inutile si l’on en juge par l’ar-gumentaire de certains conseils. En 1549, on voit en effet la ville d’Essen exiger le ver-sement du Türkensteuer, au motif que le clergé y avait déjà contribué volontairementen 1532, et avait donc reconnu ainsi son devoir de contribution à un tel impôt de dé-fense de la chrétienté!!44

2. DES VERSEMENTS ABONNÉS

Malgré les multiples tentatives, il restait difficile de faire passer les clercs de l’im-position extraordinaire à l’imposition courante. Un des moyens les plus sûrs de ne paslaisser s’échapper l’impôt sur les biens ou revenus ecclésiastiques, de contrer le prin-cipe de mainmorte et d’induire un paiement régulier, était, pour les villes, de négo-cier des accords particuliers. Ces contrats conclus au cas par cas avec les maisons re-

43 Cf. A. STÖRMANN (1916), 163. Cf. E. MACK (1916), 188 et s; G. SCHÖNBERG (1879)!; B. HARMS (1909-1913)!;J. ROSEN (1989).

44 Après être parvenues avec plus ou moins de fortune à une contribution extraordinaire des clercs enville, le corps des villes libres et impériales suggère la généralisation du procédé à l’échelle de l’Empire.Lors de la diète urbaine de Spire en 1523, les représentants des villes encouragent l’implication des ab-bayes, prieurés, monastères, cures, chapellenies dans le paiement de l’impôt, dès lors qu’il s’agit de taxa-tions impériales et des impôts contre les Turcs. Le succès ne fut pas toujours au rendez-vous!: en 1545,Colmar obtient une contribution de son clergé au titre de l’impôt impérial et de la levée contre les Turcs.Mais les chanoines refusent de se prêter à une nouvelle contribution pour le même motif en 1556.

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ligieuses dotées dans la ville, reconnaissaient souvent le principe d’exemption, maisen délimitaient en même temps très strictement l’usage (durée, domaines exemptés).Aux clercs, ils garantissaient en retour le paiement d’une contribution bien légère auregard de la valeur de leurs biens, et surtout une relative sérénité dans leurs rapportsavec le conseil.

Dès le 7 avril 1238, le monastère bénédictin de Blaubeuren conclut un tel ac-cord avec la ville d’Esslingen où il avait des possessions. Pour ses biens et son vi-gnoble dans la ville d’Esslingen, et au titre de la taille (Bede), le monastère devaitcontribuer à hauteur de 2 livres heller/an45. Un contrat du même type est concluau début du XIVe siècle à Schaffhouse entre le monastère cistercien de Salem etle Magistrat afin de clarifier la situation fiscale des biens monastiques urbains46.Les détails du contrat montrent de façon exemplaire combien l’exemption pouvaitêtre assortie de clauses spécifiques qui limitaient la portée des libertés ecclésias-tiques.

En 1313, par contrat, l’écoutête et le conseil de Schaffhouse exemptent d’impôt,de garde et de service une maison que le monastère de Salem détient dans la Ham-pelgasse. Mais seulement «!tant que les moines veulent l’utiliser eux-mêmes et pourl’ordre comme résidence!». Les libertés fiscales ont vocation à être levées si les moinesvendent la maison ou la concèdent contre un cens. Les habitants doivent alors servircomme les autres maisons qui sont du ressort de la ville. Les moines doivent en outremettre à disposition dans la maison des équipements militaires (2 cuirasses et un har-nois) pour que les bourgeois de Schaffhouse les y trouvent en cas de besoin. En casd’utilisation et de détérioration, ils devront en outre les remplacer à leurs frais. En1451, par un nouvel accord, cette maison dans l’Hampelgasse fait l’objet d’une taxa-tion abonnée!: le monastère doit pour elle 2 livres heller de taxe, à quoi s’ajoute cequi est dû depuis 1350 au titre d’une autre maison sur le pont du Rhin!: 2 florins deFlorence par an, payables à la Saint Martin.

À Schaffhouse toujours, le Magistrat s’efforça de soumettre au système de la taxa-tion abonnée les établissements dotés d’un siège dans la ville, à savoir le monastèred’Allerheiligen et de Sainte-Agnès. Or, la liberté fiscale du monastère d’Allerheiligen,avait été confortée par l’obtention de nombreux privilèges pontificaux et seigneu-riaux47. Après une suite de litiges, les partis trouvent un terrain d’entente par arbitrageen 1421 avec l’établissement d’un impôt abonné (genampti stur) de 87 " livres48. C’estcet impôt abonné qui est évoqué en 1476 lors de l’enquête fiscale fribourgeoise!; ilrestera en vigueur jusqu’en 1557. Dans son étude consacrée au budget de Schaff-house, O. Landolt en éclaire un peu le fonctionnement. La somme fiscale versée an-

45 Voir E. MACK (1916), 173-175. La ville d’Esslingen conclut également un accord avec le monastère cis-tercien de Bebenhausen en 1257, puis celui de Salem en 1281.

46 Cf. O. LANDOLT (2004), 118 et s. L’accord porte sur les biens que le monastère a obtenus par dons ouachats. A partir de 1260 au plus tard, le monastère dispose de possessions à Schaffhouse! ; un fils de labourgeoisie locale, entrant au monastère, lui a fait don à cette date de plusieurs biens immobiliers.

47 En 1351, le pape Clément VI autorise le monastère à accepter les biens des hommes libres admis dansl’établissement et garantit ainsi le passage de biens fonciers urbains sous le régime de mainmorte. Le ducd’Autriche, et seigneur de Schaffhouse, garantit quant à lui plusieurs fois sa protection à l’établissement faceaux tentatives de taxations menées par le conseil dans le premier quart du XVe siècle (la ville est alors enproie à de graves difficultés financières!; elle instaure par exemple de nouveaux impôts sur la consomma-tion en 1408/1409, puis en 1414).

48 Le couvent féminin bénédictin de Sainte-Agnès paye quant à lui un impôt abonné de 18 livres.

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nuellement par Allerheiligen est loin de refléter la richesse de l’établissement49. Ellen’est cependant pas complètement arbitraire, puisque le conseil de Schaffhousesemble appliquer un étagement des niveaux fiscaux!: Sainte-Agnès paye 18 livres hel-ler pour 1472 stuck, soit 3 heller/stuck ; Allerheiligen doit s’acquitter de 87 " livrespour 3500 stuck, soit 6 heller/stuck, un tarif fiscal double. Il reste qu’entre la sommeconvenue et le versement effectif il pouvait y avoir un monde…, qui échappe large-ment à l’historien, puisque ces paiements ne sont pas inscrits dans les livres fiscaux.En revanche, comme on les retrouve parfois dans les livres de dettes passives de laville, les versements annuels du monastère d’Allerheiligen pouvaient, quand ilsavaient lieu, venir amortir une partie des rentes viagères et perpétuelles que la villedevait aux moines. Un moyen comme un autre d’alléger la dette municipale auprèsde ses créanciers…

L’un des arguments habituellement avancé par les Magistrats pour la mise enplace d’un impôt abonné consistait à souligner la situation paradoxale dans laquellese trouvaient les clercs et les maisons religieuses!: ils étaient sous la protection de laville, de sa milice et de ses murs50, mais n’en supportaient pourtant pas les charges51.

Pointer du doigt la contradiction était d’autant plus facile pour les conseils qu’àtitre individuel, des clercs se trouvaient détenteurs du droit de bourgeoisie, ce qui lesrendaient en théorie redevables de devoirs, «!comme les autres bourgeois!». À Stras-bourg, dès la fin du XIIIe siècle, des prêtres entrent en bourgeoisie, ce qui est unesource de litige avec l’évêque52. Lequel voit, à juste titre, ce droit de bourgeoisiecomme le premier pas vers la soumission systématique des clercs à l’imposition et àune prestation de serment. Quelques villes en font du reste une politique!: aux XIIIe

et XIVe siècles, le conseil de Francfort impose par exemple le droit de bourgeoisie àtous les clercs qui installent de nouveaux établissements ou acquièrent maisons ethöfe dans la ville53. En vertu de quoi, ils doivent profiter et souffrir au même titre que

49 En 1419, les seuls biens mobiliers du monastère (vin, blé, vaisselle en argent, sans compter l’argentliquide) sont estimés à 3!000 livres. À quoi s’ajoutent la valeur des possessions foncières, le revenu descens annuels et rentes en argent et le résultat des ventes des produits en nature et du bétail (4!300 livres).

50 Au cours des XIIIe et XIVe siècles, de plus en plus de zones d’immunité passent sous protection mi-litaire des villes. Lesquelles mettent en place un système de défense et de milice bourgeoise, selon un dé-coupage en quartiers.

51 Le principe exprimé est que celui qui profite de la protection de la ville doit en supporter les charges(littéralement, «!souffrir avec!» - mitleiden) avec les autres bourgeois. Il est très tôt exprimé, par exempledans un diplôme de Conrad IV pour la ville de Ratisbonne en 1251. Le souverain confirme au conseil queclercs et juifs doivent suivre les statuts urbains concernant la garde, les fortifications et le service militaire,cum hii qui similem suscipiunt vitam, simile in legibus sentire debeant disciplinam! ; J. WIDEMANN (éd)(1912), 39 n°78 (20.01.1251). Le privilège est confirmé par Louis de Bavière, grand adversaire de la papauté,en 1331 (ibidem, p.355, n°632)

52 Ces prêtres bourgeois sont non seulement imposables, mais encore partiellement soustraits à la juri-diction de l’official. On ignore leur nombre, mais ils sont connus au travers une protestation de l’évêqueJean de Lichtenberg auprès de Charles IV. En 1452, Robert de Bavière intime l’ordre à ces prêtres de dé-noncer dans la quinzaine leur droit de bourgeoisie!; les intéressés en appellent à Rome, manifestement sanseffets négatifs pour eux. L’évêque renouvelle ses protestations en 1460. Voir G. LIVET et F. RAPP (dir.) (1981).Sur les clercs bourgeois, voir B. MOELLER (1972); H.J. GILOMEN (2002), 159 et s.

53 Voir A. STÖRMANN (1916), 165. La manœuvre n’implique pas forcément une assimilation totale des clercsaux bourgeois. En 1304, après s’être accordé avec l’évêque, le conseil de Zurich reçoit comme bourgeois tousles clercs séculiers établis dans les murs et les faubourgs. Mais le contrat sépare nettement les clercs (pfaffen)des bourgeois (burgern) et rappelle les privilèges d’immunité des clercs!: «!La liberté des susdits édifices di-vins, chanoines et clercs séculiers ne doit pas être affaiblie ni atteinte par cette loi, en dehors de ce qui a étéprévu explicitement dans ce document!». Cf. J. ESCHER et P. SCHWEIZER (1911), 12-19 n°2752.

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les autres bourgeois, donc participer à la défense54 (taxe de remplacement, équipe-ment) et payer l’impôt. À Augsbourg, la tentative d’imposition du clergé lors de laguerre des villes fut de même précédée d’un octroi autoritaire de la bourgeoisie à l’en-semble du clergé local55.

De tels cas d’assujettissement de tout le clergé local aux devoirs bourgeois res-taient une exception. Plus fréquemment, à partir du XIVe siècle, les gouvernementsmunicipaux du sud de l’empire – et surtout de l’espace helvétique - recoururent à descontrats de bourgeoisie sous condition, individuels ou groupés. On parle alors de Ge-dingbürger, bourgeois au forfait dont les obligations sont négociées56, et de traités decombourgeoisie (Burgrechtsverträge)57. Zurich passe ainsi un contrat de Burgrechtavec les moines d’Allerheiligen, possessionnés dans ses murs. A titre individuel, touteune série de clercs séculiers concluent pareils accords avec la ville dans le dernierquart du XIVe siècle et au XVe siècle. Les clauses, négociées au cas par cas, les enga-gent pour la plupart à un versement fiscal, et à l’acquisition d’une demeure urbaine.«!Comme tout autre bourgeois!» (als ein ander ingesessen burger), ces clercs sont enoutre soumis par serment à l’obéissance envers le conseil58.

En 1330, ce sont Schaffhouse et le couvent de Clarisses Paradies qui entrent àleur tour en combourgeoisie. Aux clercs, le contrat garantit la protection de la ville,y compris en matière de droits et de privilèges. Il leur est également possibled’écouler leurs produits sur marché urbain aux conditions des bourgeois locaux.Mais le Burgrecht induit en contrepartie de donner l’impôt et le service (militaire)!:stur geben und diennen59.

À Zurich, Bâle, Fribourg/Üchtland, Strasbourg, mais aussi Ratisbonne ou Munich,le rappel de principe de l’immunité des clercs n’était donc pas incompatible avec leurimposition «!comme tout autre bourgeois!». Il ne faudrait pas y voir la traduction desseuls intérêts municipaux. Les contreparties économiques, telles la libre circulation oucommercialisation du vin, tout comme la garantie de protection de la ville, pouvaientinviter le clergé à «!aménager!» son immunité.

Il resterait à déterminer, par exemple à l’échelle d’une région donnée, si beau-coup de villes sont parvenues, comme Schaffhouse, à généraliser le système d’abon-

54 S’ils ne peuvent eux-mêmes combattre, tout au moins peuvent-ils contribuer par une taxe de rem-placement ou le financement d’un équipement, comme nous l’avons vu précédemment dans le cas deSchaffhouse. D’après Rolf Kießling, le chanoine augsbourgeois Engelhard von Enzberg promet lors de sonentrée en bourgeoisie en 1347 qu’il contribuera aux expéditions militaires. Cf. R. KIEßLING (1971), 72 et s.

55 Voir infra, note 42, 260. Chroniken der deutschen Städte vom 14. bis ins 16. Jahrhundert, vol.4, Leipzig,1865, p.70. Après la défaite des villes, Augsbourg dût délivrer les clercs qui le souhaitaient de leur droit debourgeoisie. Elle se vit aussi interdire de prendre des clercs comme bourgeois dans les dix années suivantes.

56 C’est un statut de bourgeoisie particulier, qui peut aussi valoir pour des nobles ou des officiers. Cetype de bourgeoisie était généralement limité dans la durée.

57 Cf. article «! combourgeoisie! » dans le Dictionnaire historique de la Suisse : http://www.hls-dhs-dss.ch/textes/f/F9829.php. Voir aussi N. BARRAS (2002). Au-delà de leurs implications fiscales, les Burg-rechtsverträge sont l’instrument d’une politique territoriale.

58 Sur la combourgeoisie à Zurich, voir G. DÖRNER (1996); de même que H.-J. GILOMEN (2002), 162-163.59 Les Clarisses de Paradies doivent dès lors pour leur résidence dans la ville et leur Burgrecht 5 Pfund

pfennige de monnaie de Schaffhouse par an, de même qu’elles doivent donner «!impôt et service!» pourles autres maisons et biens qu’elles ont dans le ressort de Schaffhouse pour l’heure et à venir (la main-morte est donc exclue). En 1471, elles s’acquittent encore à ce titre de 4 florins. Le contrat de Burgrechtest le prélude à une tutelle complète de la ville sur l’administration de l’établissement au XVe siècle. Cf. O.LANDOLT (2004), entre autres 576-577.

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nement entre les XIIIe et XVe siècles. L’enquête fiscale de Fribourg laisse entendre lecontraire. Nombreux étaient sans doute les conseils qui en restèrent au cas par cas.On le voit à Strasbourg où certaines maisons et organisations ecclésiastiques acquit-tent un impôt abonné, mais pas toutes. De telles conditions ont pu s’intégrer à la po-litique de quelques collégiales. En conflit avec l’évêque, elles se trouvèrent un autreprotecteur au travers du Magistrat. Chaque année, l’abbaye Saint-Etienne, la com-manderie de l’ordre teutonique, les chapitres de Saint-Thomas, Saint-Pierre-le Jeuneet Saint-Pierre-le-Vieux versaient ainsi un forfait de 100 florins au conseil municipalen contrepartie de sa protection (Burgrecht) 60.

3. UNE PARTICIPATION DES CLERCS AUX IMPÔTS INDIRECTS

Dans des villes comme Bâle, Cologne ou Strasbourg, l’essentiel des revenus fis-caux provenait des impôts indirects sur les céréales et le vin, des secteurs où laconcurrence et les exemptions des clercs étaient vivement ressenties, nous l’avons vu.Il est donc logique qu’en ces lieux, les conseils aient réfléchi à des formes d’imposi-tion indirecte du clergé. Pour les mêmes raisons, ils tinrent tête avec opiniâtreté etpersévérance aux procès intentés par le clergé61.

À Strasbourg, tout au long du XVe siècle, les magistrats étudièrent le problème del’immunité ecclésiastique avant d’édicter de nouvelles ordonnances sur l’accise (Un-geld) ou l’Helbelingszoll, une douane sur le vin. Leurs dispositions et tentatives, biendocumentées62, paraissent représentatives des mesures prises dans d’autres villes épis-copales, elles aussi plaques tournantes du commerce du vin, telles Cologne, Wormset Ratisbonne.

La législation municipale vise d’abord à délimiter clairement les contours del’exemption et à la restreindre aux seuls clercs. «!Les laïcs qui sont chez les clercs!»,les contrôleurs, cavistes, boulangers, cuisiniers, domestiques et autres femmes deprêtres, devaient, eux, acquitter l’accise et l’helbeling sur le vin qu’ils consommaient.Le conseil strasbourgeois hésitait cependant sur la meilleure manière de les ycontraindre. Un serment promissoire de paiement, la soumission à une somme for-faitaire au motif qu’ils étaient laïcs, la saisie sur leurs corps et biens en cas de fraudeou encore le retrait de la protection de la ville et le bannissement étaient autant desolutions envisagées. Requérir l’impôt indirect auprès des clercs détenteurs d’ordresmineurs, tels les greffiers des tribunaux ecclésiastiques ou les secrétaires, semblaitplus problématique encore. La ville de Strasbourg souligne la non-conformité de leurvie avec l’état clérical et récuse à ce titre l’exemption!: ils «!ont des femmes, pratiquentle commerce, tissent!». Mais le Magistrat semble impuissant à les faire payer!: «!ils neveulent donner ni Helbeling, ni Ungeld ».

À l’égard de ces «!demi-clercs! » comme des ecclésiastiques en général, la tac-tique des autorités municipales consiste alors à limiter l’exemption en quantité et

60 Une trentaine d’établissements religieux extérieurs, comme Marmoutier, Pairis ou Marbach, contri-buaient eux aussi. Ils avaient la protection de la ville contre leur aide militaire et financière, détaillée parexemple dans une liste de 1360. Cf. G. LIVET et F. RAPP (dir.) (1981), 196. D’après L. PFLEGER (1941), 128.

61 Par exemple, à Spire, la generalis discordia au sujet de l’accise: E. VOLTMER (1981), 9-162 sur le con-flit avec l’évêque et le clergé.

62 K.Th. EHEBERG (1899).

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dans le temps63. Les aubergistes qui vendaient le vin des clercs devaient jurer de neservir sans accise que le vin venu des biens propres du clergé. À Spire, selon lestermes d’un arbitrage conclu en 1430, les clercs pouvaient vendre sans taxationentre Pâques et Pentecôte, mais étaient priés de payer l’accise le reste de l’année.L’impôt indirect sur le vin, dû en théorie par le vendeur, pouvait être reporté surl’acheteur, ce qui offrait aux municipalités la possibilité de contourner les libertésecclésiastiques. Vers 1480, quand l’abbé du monastère d’Allerheiligen porta plaintecontre le conseil fribourgeois pour l’imposition des ventes de vin monastique, leconseil s’empressa de souligner qu’en définitive, ce n’étaient pas les clercs quiavaient à payer l’impôt, mais le consommateur de vin64. L’impôt sur le consomma-teur, un temps évoqué par le comité strasbourgeois de réflexion fiscale, ne vit pasle jour dans la ville rhénane. Mais il exista à Worms, où, au terme d’un conflit sé-culaire sur l’accise, les clercs obtinrent de commercialiser le fruit de leurs bénéficeset héritages sans payer la taxe indirecte. En contrepartie, ce sont les acheteurs quidevaient verser à la ville un pfennig par Malter.

En définitive, malgré des tensions et des querelles résurgentes, il en allait de l’im-position indirecte des clercs comme de la taxation directe!: les villes parvinrent à trou-ver un modus vivendi avec plusieurs des établissements religieux locaux et à perce-voir l’impôt sur des clercs. Le fait est explicite dans un mémoire administratifstrasbourgeois de la première moitié du XVe siècle. «!Jusqu’à présent chaque monas-tère a donné quelque chose au titre de l’helbelingzolle, ce qui donnait 80 lb par an.Les percepteurs de l’accise pensent qu’il vaut mieux en rester là, car ils ont comprisauprès de certains monastères que s’ils voulaient élever la taxe, ceux-ci ne donne-raient plus rien. En outre, certains établissements religieux, qui ne veulent ou ne pen-sent rien donner, ne peuvent le faire en raison de leur pauvreté!». Dans un tel contexted’exemption à configuration variable, la tolérance du conseil s’abaisse dès lors queles finances de la ville sont au plus bas. On requiert alors les privilégiés d’hier au mo-tif qu’il ne fallait pas donner à d’autres d’arguments pour ne pas payer, que le conseil,auquel incombe la protection et la défense des clercs et des laïcs, doit faire en sorteque personne ne subisse de surcharge fiscale.

Le pragmatisme fait donc loi. L’imposition est exigée là où le conseil ne rencontrequ’une faible résistance ou est en mesure de s’affirmer grâce à des droits de protec-tion ou de patronage. La ville elle-même entretient volontiers une différence de trai-

63 Cela s’assortit bien sûr de mesures de contrôle renforcées. Ainsi à Nuremberg, le conseil ordonnait-ildes visites régulières des caves et entrepôts des établissements ecclésiastiques. C’est au cours d’un de cescontrôles en 1535 que deux envoyés du conseil constatent au couvent Sainte-Claire la présence de vin douximporté sans avoir été soumis au percepteur de l’impôt indirect, l’Ungelter. Les religieuses durent payer l’ac-cise et on les somma de ne plus stocker à l’avenir de vin sans l’avoir déclaré au préalable.

64 Cf. O. LANDOLT (2004), 172-173. A Fribourg, le livre du conseil mentionne dès 1335 que l’abbé et lechapitre du monastère d’Allerheiligen, le couvent bénédictin de Sainte-Agnès et l’hôpital doivent payer l’ac-cise s’il vendent du vin. Toute personne qui opposerait résistance à cette disposition est passible d’uneamende de 20 livres de monnaie de Schaffhouse. Vers 1408/1409, puis à nouveau en 1411, la ville intro-duit un impôt extraordinaire indirect (le tringkwin) qui frappe la consommation domestique de vin,exemptée jusque-là. Les monastères parviennent à conserver leur immunité en la matière pendant quelquesannées. Mais, en 1421, alors que la ville est devenue immédiate d’empire en 1415 et qu’elle connaissait degraves difficultés financières, un arbitrage somme le monastère d’Allerheiligen de payer les nouveaux im-pôts sur le vin, les céréales et l’argent, dans la mesure où l’abbé et son chapitre sont aussi bourgeois de laville de Schaffhausen. Les moines obtiennent toutefois que la ville n’augmente pas ces impôts à l’avenir etque toute diminution de l’impôt profite aussi au monastère.

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tement entre les maisons religieuses. Ainsi à Strasbourg exempte-t-elle à plusieurs re-prises d’accise et d’helbelingzoll l’hôpital et l’œuvre Notre-Dame65, des institutions so-cialement et politiquement proches des sphères du pouvoir, alors qu’elle soumet àtaxation les ordres mendiants. Au-delà de toute considération stratégique, agir de fa-çon différenciée d’un clerc à l’autre ou d’une maison religieuse à l’autre suffisait à in-sinuer l’idée que l’exemption ne reposait pas, au fond, sur un statut commun desclercs.

4. CONTRÔLER LES DONATIONS FONCIÈRES

Afin de sauvegarder sur le long terme la capacité fiscale de leur ville, l’un des sou-cis prioritaires des conseils était cependant d’éviter la propagation de l’exemption fis-cale aux biens nouvellement acquis par les clercs. En Allemagne, les villes devancè-rent largement en ce domaine les principautés territoriales66.

L’une des interventions les plus précoces contre la mainmorte est attestée à Duis-bourg en 121367. Là, une intervention d’Otton IV garantit la fiscalisation des biens hé-rités, reçus ou acquis par les clercs!:

ut quilibet cuiuscunque professionis tenens praedia vel feoda sive alia quecumquebona, que vel emcione aut jure hereditario ad ipsum sint devoluta in burgo nostroDusburc, ad communem exactionem, que ad nostrum spectat mandatum, de bonisque infra muros predicti burgi aut extra tenet, secundum priscam consuetudinem etjus civile respondeat

Ce que Rodolphe 1er confirme en 1291, en donnant l’ordre au clergé local depayer l’impôt pour tous ses biens et revenus!: precariam, scotum et collectam, velutfieri consuevit temporibus retroactis. En dehors de ce cas d’exception, les mesuresprises au XIIIe siècle gardent une faible envergure!: elles concernent un bien, une mai-son, un vignoble... Le 5 mai 1241, le monastère cistercien de Salem s’oblige ainsi àsoumettre à imposition une maison qui lui a été offerte à Überlingen après un an etun jour d’exemption! :!exactionem facient in illam domum, qualis in aliam equiva-lentem fieri solet68.

À compter des années 1250 et du XIVe siècle, des privilèges impériaux viennentparfois à l’appui de cette politique fiscale municipale, en systématisant le principe restransit cum onere suo69. Augsbourg veille ainsi à faire renouveler par Albrecht un pri-vilège obtenu de Rodolphe de Habsbourg. Le transfert de biens fonciers bourgeois àdes clercs ne devait avoir lieu qu’à la condition que les biens restassent imposables

65 Le motif d’exemption avancé est alors celui de l’action sociale des deux institutions, leur aide auxpauvres et aux malades. Sur l’œuvre Notre-Dame, voir M.J. DORÉ (dir.) (2007), 31-40. La fabrique stras-bourgeoise est une institution hybride où se côtoient des administrateurs laïcs et des ecclésiastiques.

66 Outre les développements d’Anton Störman et d’E. Mack sur les lois destinées à limiter la propriétéecclésiastique franche, voir F. IRSIGLER, «!Amortisationsgesetzte!», Lexikon des Mittelalters, vol.1, col.542-543

67 Voir A. STÖRMAN (1916), 16568 Cf. E. MACK (1916), 16569 En 1274, dans un privilège émis pour Boppard, Rodolphe de Habsbourg précise par exemple que ce

qui est transmis aux clercs ou aux établissements ecclésiastiques au titre des ventes, legs ou dons doit l’im-pôt! :!ipsa bona transibunt com honere, hoc est quod de ipsis bonis ab eorundem possessionibus debita etconsueta non minus quam ante precaria persolvatur!; Cf. E. MACK (1916), 166.

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comme avant. Tel est le contenu de privilèges accordés à Ulm en 1300, Amberg en1318, Esslingen en 1345 ou encore Wetzlar en 134970. Le principe se généralise au XVe

siècle. Des conseils le font entrer dans leurs ordonnances, en étendant la mesure nonseulement aux clercs, mais encore aux hôtes ou bourgeois forains. «!Si un bien im-posable échoit à une personne exemptée, ce bien ne doit pas être moins soumis àl’imposition que s’il était allé à une personne imposable!», peut-on lire dans l’ordon-nance fiscale de Fribourg en 1476. Celle de Schaffhouse en 1464 stipule explicitementque les clercs résidant dans la ville ne sont pas exempts du devoir fiscal. Seul le re-venu qu’ils tirent de leurs bénéfices/prébendes ne doit pas être soumis à l’impôt. Maisleurs biens propres, et les biens ou valeurs acquis aux clercs de quelque façon quece soit (héritage, donation, achat…) doivent être déclarés comme biens imposables71.

Certains droits communaux vont jusqu’à interdire le legs ou la vente de biens fon-ciers intra muros à des clercs ou établissements ecclésiastiques. À Isny dès 1219 ouReutlingen en 1267, il leur faut vendre dans l’année les biens qui auraient pu leur êtredonnés. En 1378, un contrat passé entre le conseil de Heilbronn et le clergé de l’égliseparoissiale rappelle que l’achat de biens fonciers par les prêtres dans le secteur ur-bain n’est autorisé que sur avis du conseil. Les biens immobiliers reçus par dons ouhéritages doivent être vendus à des bourgeois ou doivent conduire les clercs qui lesdétiennent à «!donner impôt et taille comme les autres bourgeois!». Dès la fin du XIIIe

siècle, certains Magistrats n’hésitent plus à barrer l’accès à la propriété aux ordresmendiants les plus actifs ou les plus tard venus, une façon de limiter les dons fon-ciers en leur faveur. Dans le 4e droit municipal de Strasbourg (5 décembre 1276), leconseil, tout juste émancipé du seigneur-évêque, interdit l’établissement de nouveauxcouvents intra muros72. La mesure visait les Dominicains dont l’influence ne cessaitde croître auprès de la population. Déjà dotés hors les murs, vers 1248, ils envisagè-rent l’édification d’un nouvel établissement au cœur de la ville. Le clergé séculier, quis’opposait fermement à cette nouvelle concurrence, trouva dans sa lutte le soutiend’autorités municipales bien décidées à limiter les dons non imposables en faveur desMendiants. Tandis que les Franciscains s’engagèrent en 1283 à ne pas capter les hé-ritages, les Dominicains, eux, en appelèrent au pape, soulignant leur désir «!d’hériterde leurs père, mère et amis comme gens laïcs!». L’escalade fut telle qu’en 1286, le ma-gistrat interdit aux bourgeois de fréquenter l’église des Dominicains et d’y recevoir lessacrements. Le conflit dura trois années entières. Tandis que la ville était placée sousinterdit et le conseil excommunié, les autorités laïques contraignirent les Dominicainsà quitter la ville. Ils y revinrent, triomphants, en 1290, après un arbitrage de l’évêquede Strasbourg73.

À Ratisbonne, les Carmes, arrivés en 1290, se heurtent dès 1306 à un règlementmunicipal qui interdit tout don en leur faveur!: «!Mes seigneurs [le Conseil] comman-

70 Cf. S. MANKE (2001), 93.71 Item wurd ein stürbar güt an ein gefrygtin person vallen, dasselb güt sol nitminder verstürst werden,

als wer es an ein strübari person gevallen. Pour l’ordonnance fiscale de Fribourg, voir T. SCOTT (éd.) (1986)51 et s.!; celle de Schaffhouse est éditée dans O. LANDOLT (2004), 617

72 Voir E. MACK (1916), 233!; G. LIVET et F. RAPP (dir.) (1981), 65. L’épisode est repris par F. RAPP (1981),85-102. Le siège strasbourgeois de l’ordre est l’un des plus précoces dans l’Empire!: les frères dominicainsétaient établis dès 1224 à Strasbourg, mais hors les murs, au Finkwiller.

73 110 Dominicains sont alors mentionnés. Le chapitre général de l’ordre se réunit à nouveau à Stras-bourg en 1296.

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dent aussi, comme ils l’ont déjà demandé, que quiconque est convaincu d’avoir donnéune contribution aux Frères Blancs, que ce soit un don ou autre chose, devra payerune amende d’une livre.!»74

Dans la mesure où ce sont les bourgeois eux-mêmes qui entretenaient le pro-blème des biens de mainmorte en pratiquant ventes, donations et fondations au bé-néfice des clercs, la législation les implique de plus en plus directement aux XIVe-XVe

siècles. Dans le droit municipal de Munich en 1333-1334, Louis de Bavière stipule que«!plus personne ne doit continuer à vendre à aucun monastère [ou couvent] aucunemaison, aucune aire (hofstat), aucune terre à cens (gült), quel que soit le nom qu’onlui donne, aucun jardin ni aucun champ situés dans la ville de Munich ou dans le res-sort de la ville!». À Cologne, jusqu’en 1385, la législation s’adressait uniquement auxmonastères et couvents. À partir de cette date, elle sollicite aussi les laïcs en leur in-terdisant de transférer héritages ou rentes aux «!clercs, maisons de Dieu, couvents, hô-pitaux, maisons du Saint-Esprit, curés, moines, nonnes ou autres personnes ecclésias-tiques! ». L’amende avait de quoi être dissuasive! : elle atteignait la hauteur du bien.Souvent, les testateurs étaient priés de vendre les biens fonciers qu’ils destinaient àdes clercs ou à des fondations pieuses, et de ne leur céder que le produit de la vente.Ainsi, Hans Hueter, bourgeois de Ratisbonne, prévoit-il dans son testament (1451) quel’un de ses légataires, un prêtre, héritera non de biens fonciers, mais de leur valeurmonétaire, conformément au droit de la ville75.

L’application effective des mesures supposait un suivi étroit des échanges foncierset des procédures testamentaires par les gouvernements urbains. On réduisit autantque faire se peut le rôle du clergé paroissial et des ordres mendiants dans la juridic-tion gracieuse, au profit d’une validation des testaments par des membres du gou-vernement76. À Nuremberg, ce sont donc les Genannten, les nommés, membres ho-norables du grand conseil qui rédigeaient les testaments, tandis qu’à Ratisbonne, lesrédacteurs n’étaient autres que les secrétaires du fisc!! Dans ces villes, toute transac-tion au bénéfice d’un clerc ou d’un établissement religieux faisait l’objet d’une sur-veillance rapprochée. Il en est de même à Vienne au milieu du XIVe siècle. Là, selonle droit municipal d’Albrecht II (24 juillet 1340), la donation de biens fonciers auxclercs ne pouvait s’effectuer que devant le conseil ou les nommés. Tout bien héritépar un couvent devait être vendu dans l’année. Et ceux qui entraient en religion de-vaient remettre leurs biens à leurs plus proches héritiers devant le conseil.

CONCLUSION

Dans l’Empire, même si la législation pontificale sur l’exemption des clercssemble n’en avoir jamais fait grand cas, les villes furent un laboratoire où les ma-gistrats tentèrent, par une grande variété de moyens, de soumettre les membres du

74 Cité par O. RICHARD (2009), 235. L’auteur y inventorie les autres mesures de lutte contre la mainmorteprises à Ratisbonne.

75 Pour Munich et Cologne, voir E. MACK (1916), 225 et 228!; sur Ratisbonne, O. RICHARD (2009), 235.76 À Strasbourg, le conseil la partageait avec l’évêque et son chapitre. Cela peut expliquer en partie l’in-

succès des mesures prises par le conseil contre les Dominicains. Sur 48 testaments conservés pour les an-nées 1289-1332, les Dominicains font l’objet de donations 24 fois et sont à 10 reprises les principaux léga-taires.

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clergé à l’impôt. Dans leurs luttes contre l’exemption, ils devancèrent très nettementles princes.

Il n’y eut cependant pas une progression linéaire vers l’imposition systématique.Encore à la fin du XVe siècle, la disparité des situations domine. Pour une ville deSchaffhouse qui parvint à un paiement quasi régulier de l’impôt par ses clercs et mai-sons religieuses, combien de localités où l’imposition variait d’un établissement àl’autre!? Si la généralisation paraît difficile, partout, l’aide du clergé fut utilisée commeune force d’appoint, particulièrement recherchée et appréciée en temps de crises bud-gétaires. Elle n’était pas, en tout état de cause, une question de principe! ; les gou-vernements étaient prêts à des arrangements contractuels, qui ne reflétaient certes pasle potentiel fiscal réel des religieux, mais rendaient le paiement routinier et sapaientl’idée d’une exemption statutaire du clergé. L’argument de la sécurité offerte par laville, une sécurité qui appelait contrepartie, constitua un levier puissant pour l’impo-sition des clercs. Le droit de bourgeoisie, intégral ou négocié, en fut un autre.

À force de répéter, dans les statuts et délibérés, que les clercs, protégés par laville, devaient contribuer et aider comme les autres bourgeois77, à force d’impliquerl’honnête homme dans la lutte contre les biens de mainmorte ou la concurrence com-merciale des clercs, la question de l’exemption fiscale ecclésiastique cessa d’être unesimple question technique entre Magistrats et clergé. Elle gagna le Commun au tour-nant de l’époque moderne. Dans les années 1520, les insurgés et les réformateurs re-prennent les formulations répétées par les gouvernements urbains depuis plus d’unsiècle. Le 29 octobre 1526, le conseil de Bâle fonde ainsi l’obligation nouvelle de par-ticipation financière du clergé à la milice par le fait que ceux qui sont dans les mursdoivent contribuer à la charge commune. À Cologne en 1525, les émeutiers procla-ment que « toutes les personnes religieuses doivent supporter toutes les charges bour-geoises avec les bourgeois! »78. Parvenus plus ou moins durablement au pouvoir, lesréformateurs systématisèrent des moyens éprouvés localement et ponctuellement de-puis le XIIIe siècle. Ainsi les clercs furent-ils soumis à l’impôt à Strasbourg, Francfort,Nuremberg, Ratisbonne ou Trêves en 1523-152679. Bien plus que la technique, c’estl’argumentaire qui évolue dans le premier tiers du XVIe siècle. Là où on évoquait au-paravant le souci des comptes publics ou la nécessité de ne pas trop surcharger lesuns au profit des autres, l’argument religieux prend le relais, selon une chronologiequi resterait à affiner. Ainsi peut-on lire dans un écrit réformateur qui circulait à Ulmen 1523!:

«!D’où vient, frère Henri, que vous, moines et clercs soyez exemptés d’accise (Un-geld), d’impôt, de taxe de guerre, de taxe de garde, etc, de la douane des seigneurset, que moi, pauvre femme, je file au rouet jusqu’à minuit […] et je ne suis pas exemp-tée!? Qui vous a exemptés!? Est-ce le Christ qui l’a fait!?!»80

77 Considérer cet argument comme un appel à l’égalité absolue serait une erreur. Rappelons que le droitde bourgeoisie lui-même n’est pas uniforme!: il y a des bourgeoisies actives et passives, des conditions par-ticulières faites aux «!bourgeois de l’extérieur!» (Ausbürger) et des bourgeois contractuels au statut négo-cié. Il s’agit donc d’amener les clercs à une participation, mais pas forcément identique à la plupart desbourgeois.

78 Voir B. FRENZ (2000), 112. Sur les gravamina colonais, voir G. SCHWERHOFF (1994), 198.79 Pour les établissements avec lesquels des contrats fiscaux avaient été passés, on en reste souvent au

système établi.80 Cité dans A. STÖRMANN (1916).

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1 Le texte qui suit s’insère dans le projet commun PAI (Pôle d’attraction interuniversitaire) VI n°32 ‘Cityand society in the Low Countries (1200-1800)!: urban space, knowledge and culture, social capital’ soutenupar la Politique scientifique belge. Pour plus d’information!: www.cityandsociety.be

2 Pour ces questions, voir en dernier lieu la synthèse de M. BOONE (2008a), 664-670.3 M. BOONE, K. DAVIDS, P. JANSSENS (éds.) (2003).

TAXER LES ECCLESIASTIQUES. LE LABORATOIRE URBAIN DES PAYS-BAS MERIDIONAUX (XIIe-XVIe SIECLES)

CLAIRE BILLEN et MARC BOONE

Université Libre de Bruxelles et Université de Gand1

La mise en place, par les élites urbaines, d’un régime ou d’une ébauche de ré-gime fiscal garantissant l’autonomie financière de l’organisme citadin constitue uneétape fondamentale de l’histoire des villes. Cette étape est mal documentée. Il est gé-néralement admis qu’au départ de l’impôt urbain se trouve la contribution volontairedes membres des familles riches et dominantes, issues des détenteurs laïques du solet de quelques acteurs importants du commerce. Cette contribution se serait progres-sivement étendue à l’ensemble de la population bourgeoise, sous la forme d’unetaille, calculée en fonction des richesses mobilières et immobilières de chacun. Dansles villes des anciens Pays-Bas méridionaux, ce système laisse précocement la placeà un impôt indirect, en prise avec l’activité commerciale, productive et de service! :l’assise, fermeté ou maltôte, dont le rendement principal est issu de prélèvements surla consommation de biens de première nécessité2. L’assise doit en principe faire l’ob-jet d’un octroi princier. Les élites urbaines s’évertuèrent à obtenir, par le versementd’aides, la pérennisation de l’octroi et son élargissement à la plupart des transactions.L’abondance du revenu des assises et sa relative régularité en faisaient, notamment,un outil performant au service de la dette publique des villes. Cette dernière devint,dans le courant du XIIIe siècle, un ressort indispensable de la gestion quotidienne dela plupart des organismes urbains des anciens Pays-Bas3.

Cette histoire fiscale en deux temps majeurs, le temps de la taille et le temps del’assise, assez schématiquement résumée ici, n’a que rarement envisagé la place duclergé dans les systèmes de taxation. On s’en tient, le plus souvent, à considérer quel’église est exempte quant à ses biens et quant à ses activités d’approvisionnement etde consommation interne. Nous voudrions montrer pourtant que les deux momentsfiscaux auxquels nous venons de faire allusion, ont engendré d’innombrables discus-sions sur la façon d’interpréter l’immunité ecclésiastique. Nous voudrions indiquerque les mises en cause de ce statut privilégié, comme les procédures défensives acti-vées pour le maintenir, loin d’être des accidents ponctuels, sont le plus souvent desmoments importants dans la recomposition des équilibres de pouvoir en milieu ur-bain et des témoins révélateurs de l’état des relations politiques entre les élites cita-dines, les princes et tous les détenteurs de la richesse. Nous envisageons, enfin, deprouver qu’il est illusoire de chercher une quelconque cohérence de principe aux di-verses solutions qui furent trouvées pour dépasser les conflits fiscaux entre les pou-

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voirs laïques et les gens d’église. Rapports de force changeants, bifurcations d’al-liances, intérêts circonstanciels des parties prenantes ont longtemps débouché sur descompromis transitoires, sectoriels et locaux.

L’histoire de la législation et l’analyse des débuts de la comptabilité publique ontmontré que les innovations dans ces domaines ont été dévéloppés dans le cadre ur-bain, avant d’être adoptées par l’Etat princier naissant4. Nous avons pu constater, pourles anciens Pays-Bas, que les taxations frappant le clergé ont d’abord été inauguréesdans les villes, pour être adoptées ensuite dans le contexte des Etats. Ce phénomènede transfert explique le titre choisi pour la présente contribution. C’est bien au sein desvilles que diverses formules fiscales ont été expérimentées puis adaptées. Mais nousavons tenu compte, dans la succession des cas analysés, d’une certaine différenciationquant aux types de villes et de constellations politiques et sociales en leur sein. Mal-gré d’indubitables constantes, il existe une palette de nuances dont nous avons vouludonner un certain aperçu. Ainsi Tournai, une des rares villes épiscopales des anciensPays-Bas, ouvrira la série des considérations concrètes. Comme siège d’évêché, elle aconnu, relativement tôt, sa variante du mouvement émancipateur communal, caracté-ristique de plusieurs villes voisines, dans l’espace picardo-flamand5. Nous poursuivronsen évoquant de grandes villes flamandes!: Gand, Bruges et Lille, principalement, et bra-bançonnes!: Bruxelles, principalement, afin de baliser, de manière plus ou moins re-présentative, une thématique en friche. Afin de respecter les limites assignées à cettepublication, nous n’aborderons pas la question de la fiscalité étatique.

Avant d’entamer ce survol, qui a l’ambition de poser les problèmes et de constaterles lacunes de nos connaissances, il est nécessaire d’émettre quelques considérationssur l’espace étudié et sur la diversité de sa géographie cléricale, urbaine et princière.

I. RESEAU URBAIN ET GEOGRAPHIE CLERICALE, UN PAYSAGE LISIBLE!?

La présence du clergé et l’influence potentielle de l’autorité cléricale était, dansles anciens Pays-Bas médiévaux, un sujet de tension permanente entre les pouvoirsprétendant détenir des compétences fiscales!: l’église d’abord, les pouvoirs princiers(comtes, ducs) et les villes. Une caractéristique des Pays-Bas augmentait considéra-blement la complexité des relations entre ces trois pouvoirs!: les évêchés n’y coïnci-daient pas avec les principautés laïques et les sièges d’évêchés se trouvaient à la pé-riphérie des territoires.

Prenons par exemple l’ancien comté de Flandre et le duché de Brabant, territoiresfinalement très réduits. Pas moins de Cinq évêchés y exerçaient leur influence. Thé-rouanne régissait l’extrême ouest du comté de Flandre (sous forte influence fran-çaise). Tournai (enclave française), comptait parmi ses ouailles la partie centrale ducomté et les grandes villes de Gand et de Bruges. Cambrai était compétent pour laplus grande partie du duché de Brabant, du comté de Hainaut et pour la Flandre, diteimpériale (située sur la rive droite de l’Escaut). Utrecht, aux Pays-Bas du Nord, exer-çait son autorité sur une partie de la Flandre et du Brabant septentrional. Enfin, leprince-évêque de Liège comptait dans son diocèse, de nombreuses paroisses du sud

4 Par exemple, sur le plan de la réglementation et de la législation, en général!: Ph. GODDING (1995).5 Pour une mise en contexte sur l’échelle européenne voir K. SCHULZ (1992).

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et de l’est du Brabant et du Hainaut méridional. L’influence métropolitaine était, da-vantage encore, dispersée! : les provinces ecclésiastiques de Reims (dont dépendaitThérouanne, Tournai et Cambrai), Cologne (dont dépendait Liège et Utrecht) etTrèves (pour la principauté de Luxembourg) couvraient en partie les anciens Pays-Basmais n’intervenaient guère dans leurs affaires. Cet état de choses trouve, bien sûr, sonorigine dans l’organisation des civitates de l’époque romaine, cadre sur lequel l’orga-nisation ecclésiastique s’était greffée6.

Les difficultés entraînées par ce découpage complexe donnèrent lieu à des tenta-tives de réforme mais aucune n’aboutit. La plus éloquente, peut-être, se situa dans lesannées 1302-1303, après la victoire flamande de Courtrai, moment paroxystique duconflit franco-flamand. Le fils du comte Guy de Dampierre, Philippe de Thiette, pro-posa au pape Boniface VIII, au nom du peuple et du clergé flamand, la création d’un,voire de deux nouveaux diocèses aux confins du comté. Il partait du constat que lessièges épiscopaux se situaient in terris inimicorum suorum et que les loyautés poli-tiques des évêques les empêchaient de tenir compte des besoins spirituels de leursouailles flamandes7. Plus tard, le duc de Bourgogne Charles le Téméraire, prince ré-formateur par excellence, aurait aussi conçu le plan d’avoir en chascun pays ungevesque. Ce projet fut interrompu par la mort du dynaste devant Nancy, en 1477. Lefait est néanmoins révélateur. Il est commenté en 1565, dans la correspondance ducardinal de Granvelle, qui fait allusion également à un projet ébauché en 1467, enpleine confrontation avec la ville de Liège, visant au démembrement du diocèse deLiège. Un tel démembrement avait déjà été envisagé par le Brabant au XIVe siècle!!8

Déplacer le siège épiscopal de Liège faisait partie de la sentence infligée à la cité mo-sane les dis de la cité, pour leurs grans crismes, offences et malefices se sont rendus in-habiles de jamais avoir le siège épiscopal ne la court espirituel de Liege en ycelle cité.L’ambition répressive se révéla néanmoins inapplicable9.

L’absence d’un pouvoir épiscopal direct entraîna que, dans un certain nombre devilles, des chapitres ou des abbayes bénédictines jouèrent un rôle important. Il arrivamême qu’elles intervinrent dans la genèse d’un «!patriciat!» urbain, sans toutefois éga-ler l’emprise institutionnelle et territoriale de la présence d’une véritable cour épisco-pale10. On connait, ailleurs, l’importance d’une telle présence pour le développementd’une noblesse urbaine et la cristallisation d’un groupe «!ministérial!»11. Mais dans desvilles telles que Gand, Saint-Omer ou Douai, l’emprise d’un chapitre ou d’une abbayen’était pas arrivée à provoquer la naissance d’une élite sociale vouée à l’église locale.

6 Fr. VERCAUTEREN (1934). On y ajoutera les études d’histoire urbaine du même auteur datant essentiel-lement des années soixante, réunies dans!: Fr. VERCAUTEREN (1978).

7 W. SIMONS (2008),! 78-79.8 A. G. JONGKEES (1990), 168.9 Voir les citations et références chez W. PARAVICINI (1975), 150-151. Sur la relation difficile entre le duc

Charles le Téméraire et le monde urbain en général!: M. BOONE (2010).10 Là où un éveché était présent, les élites locales se vouaient au saint patron de l’église cathédrale, de-

venant de la sorte, membres de la familia du saint. On les désigne alors comme homines sancti N ou en-core comme tribunali, voire censuales (sainteurs en français). Voir par exemple les homines sancte Marieà Tournai ou encore les homines sancti Vedasti à Arras!: A. E. VERHULST (1999),119-122.

11 Dans certaines villes, les différences entre les ministeriales au service du prince et les hommes libresvoués au saint de l’église principale du lieu s’estompaient. Ainsi dans la ville de Louvain, les ministerialesde la familia du duc de Brabant se confondaient avec les homines sancti Petri, les hommes de l’église col-légiale de Saint-Pierre!: R. VAN UYTVEN (dir.) (1980), 74.

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Ce fut finalement la propriété allodiale d’une partie du sol urbain (dans certains casachetée ou obtenue d’un propriétaire ecclésiastique) qui délimita la catégorie des virihereditarii, noyau du patriciat classique12.

Dans les grandes villes de Flandre et du Brabant, l’absence d’un contre pouvoirde nature ecclésiastique a donc permis le développement d’une élite urbaine qui nedevait cohabiter qu’avec le pouvoir princier (comtes de Flandre, ducs de Brabant) ettenir à distance le commun. En matière fiscale, les différents à l’intérieur des villes serésumaient, en l’absence d’un vrai pouvoir épiscopal, à un face à face entre l’élite ur-baine d’un côté et une institution ecclésiastique, abbaye ou chapitre collégial, del’autre. On se gardera toutefois de radicaliser cette opposition. Dans un grand nombrede villes, les élites urbaines avaient réussi à se tailler une place parmi les prélats etles chanoines, souvent sélectionnés dans leurs rangs. On peut donc faire l’hypothèse,en l’absence d’une bonne connaissance des réalités quotidiennes, qu’un fort amal-game social entre clercs et laïcs constituait la base d’un certain équilibre entre posi-tionnement dogmatique et réalité financière13.

II. VILLES ET CLERGE!: QUI PAYE QUOI ET A QUEL TITRE!? ETUDES DE CAS

L’étude de quelques cas concrets nous permettra de mieux percevoir les enjeux desconflits fiscaux entre laïcs et ecclésiastiques, de mieux percer les stratégies que les unset les autres déployèrent à l’occasion des affrontements qui devaient les opposer.

Voici d’abord le cas, un peu particulier, de la ville de Tournai. C’est l’une des rarescités épiscopales de l’ensemble territorial qui nous intéresse. Tournai est en réalitéune ville française, enclavée entre Flandre et Hainaut. Son histoire sociale est prochede celle des villes flamandes, bien quelle ait, le plus souvent, constitué la tête de pontde leurs ennemis les plus farouches14. L’intérêt du cas tournaisien réside notammentdans la précocité des éléments qu’il permet de mettre en évidence et dans la conti-nuité de l’information dont il bénéficie, de la fin du XIIe au milieu du XIVe siècle, surle sujet qui nous occupe15.

En janvier 1188 (n.st.)16, ceux qu’un chroniqueur local17 appelle li haut home de la

12 Voir M. BOONE (2002), 34-36. Concernant le sens à donner au droit de bourgeoisie, se reporter à plu-sieurs chapitres dans M. BOONE (2010b).

13 Pour s’informer sur le recrutement et le fonctionnement des institutions régulières, le chercheur disposeavec le Monasticon Belge, d’un répertoire permettant d’orienter les recherches. Pour les séculiers, un Canoni-con belge fait toujours défaut. On s’aidera à l’aide d’études ponctuelles, les références suivantes permettent deretrouver un grand nombre d’études de cas! : B. MEIJNS (2000)! ; J. NAZET (1993)! ; J. PYCKE (1986). Beaucoupd’études se limitent malheureusement aux premiers siècles d’existence des chapitres et ne traitent guère du basmoyen âge, période où se pose plus particulièrement la question des responsabilités fiscales des chapitres.

14 Il n’existe pas de monographie historique récente sur Tournai au moyen âge. La vulgate de l’histoiretournaisienne, fortement marquée par le patriotisme local de son auteur et par sa francophilie, est encoretoujours celle de P. ROLAND (1956). Elle mériterait d’être profondément repensée et écrite à nouveaux frais.

15 Nous avons fortement bénéficié, pour l’examen du système fiscal tournaisien, de l’excellent travail deJ.-M. THIERI (1990).

16 H.-Fr. DELABORDE (éd.) (1916), 268.17 Philippe Mouskès, un Tournaisien appartenant au milieu bourgeois, vivant dans la première moitié

du XIIIe siècle. Sa chronique remonte à la guerre de Troie. Son information semble de qualité, à partir dela fin du XIIe siècle. L’auteur est bien au courant de la grande politique qui se joue, à son époque, entrela France, l’Angleterre, la Flandre et l’Empire. Il a vécu certains événements qu’il raconte. Son histoires’achève en 1243.

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vile18, obtiennent de Philippe Auguste, à grands frais19 et moyennant promesse d’uncontingent militaire, l’entérinement de leurs usages communaux. La charte qui leur estoctroyée, comme la plupart des documents contemporains de Flandre et de Picardie,instaure un régime de paix garanti par l’exercice d’une justice autonome tarifée etconsacre explicitement, ce qui est plus rare, l’existence d’une caisse communale et ledroit d’imposer20. En outre, pour les meurtriers, l’asile ecclésiastique ne vaut pas.

Sur le terrain, le changement est brutal! : on passe d’une seigneurie épiscopale,flanquée d’un chapitre aux prérogatives étendues, à une commune urbaine préten-dant se réclamer directement du roi21. Les conflits de compétence sont désormais in-évitables et le jeu des uns et des autres sur les ambiguïtés du statut d’allégeance dela ville arrivent à l’ordre du jour. La question fiscale tient un rôle important dans lesluttes qui s’engagent. Le cas tournaisien souligne le long acharnement des parties àdéfendre leurs visions contrastées des privilèges ecclésiastiques en la matière. Pour lacommune, probablement exténuée par le prix auquel a monté l’obtention de lacharte, il n’est pas question de laisser échapper ni contribuables potentiels ni matièrestaxables disponibles. Dès 1193, on la voit en opposition frontale avec son nouvelévêque (Etienne d’Orléans 1128-1203, un prélat proche du roi et probablement élu àson instigation, ancien abbé de Sainte-Geneviève à Paris22) et avec le chapitre. Dé-bordé, l’évêque s’adresse sans résultat à l’entremise de l’archevêque de Reims puis àcelle du roi. La crise, majeure, débouche sur l’envoi à Tournai, début 1197, d’une mis-sion d’enquête mixte, composée de l’évêque d’Arras et du châtelain de Lille. Mieuxque les plaintes ampoulées de l’évêque Etienne, grand épistolier23, le rapport des deuxémissaires nous renseigne en détail sur les données du litige, relevons celles qui nousintéressent plus particulièrement!:

– La commune entend tailler les hommes de l’évêque.– Le chapitre détient la balance du marché, les bourgeois se sont dotés de leurs

propres mesures et fraudent le pesage du chapitre.– La commune dicte sa loi quant aux emprises privées du chapitre sur l’espace

qu’elle estime public.– La commune attire devant son propre tribunal toutes les causes civiles et pé-

nales habituellement jugées par le chapitre sur ceux qu’elle considère commeses propres surcéants.

– Enfin, la commune ambitionne de prélever des impôts sur les biens foncierscédés aux églises par des laïcs.

18 F. DE REIFFENBERG (éd.) (1836-1838), 267, vers 19.315.19 Et s’eut de leurs deniers grans pars, Ibid., vers 19.319. Gislebert de Mons consigne également ces évé-

nements, en insistant sur l’aide apportée par le comte de Hainaut au roi de France, désireux de se rendreà Tournai, en passant par Valenciennes, évitant la Flandre avec laquelle il se trouvait en conflit!: L. VAN-DERKINDERE (éd.) (1904), 204.

20 Articles 30 et 31 de la charte, H.-Fr. DELABORDE (éd.) (1916), 273.21 Il s’agit là d’une interprétation probablement abusive, largement répercutée et entérinée par l’histo-

riographie tournaisienne. Dès 1193, le roi lui-même enjoint à ses amis les bourgeois et Magistrat de Tour-nai de prêter serment de fidélité à l’évêque.

22 Sur ce prélat, évêque depuis 1192, voir J. WARICHEZ (1937) et Ch. VUILLIEZ (1991); sur les circonstancesde son élection voir J. W. BALDWIN (1991), 99.

23 J. DESILVE (éd.) (1893).

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Dans ce conflit, quatre enjeux majeurs pour la ville!: une définition restrictive del’immunité ecclésiastique, l’intervention dans le contrôle et la taxation des activitéscommerciales, une délimitation pointilleuse de l’espace public, l’homogénéisation dustatut juridique de la population laïque et plus spécialement de ses devoirs fiscaux.Pour l’église comme pour la ville, il s’agit de questions essentielles.

Les religieux se réfèrent à un arbitrage obtenu en leur faveur à la cour royale, tan-dis que les Tournaisiens, s’ils ne semblent pas s’accrocher vigoureusement aux autresmatières, ils prétendent avoir reçu, directement du roi, l’assurance qu’ils pourraienttailler les biens fonciers échus aux clercs24. Visiblement embarrassés, les enquêteursproposent leur arbitrage. L’évêque et le chapitre acceptent de s’y soumettre, les bour-geois refusent. La cause est renvoyée au souverain. Une deuxième mission des en-voyés royaux échoue, comme la première. Les Tournaisiens, méfiants, s’absentent pardeux fois à l’audition du jugement prononcé par les arbitres, et surtout, s’abstiennentde produire leur charte aux émissaires qui la leur demandent25. On les comprend, lacharte est muette sur certaines des matières qu’ils voudraient voir régler à leur avan-tage et surtout, ils craignent qu’on ne la leur subtilise. A ce point du récit, une inter-prétation de la stratégie des protagonistes peut être tentée!: l’évêque et le chapitre seconsidèrent comme spoliés, un arbitrage ne peut intervenir qu’en leur faveur. La com-mune est, quant à elle, sur la défensive et joue le tout pour le tout. Elle ne peut pastolérer les risques de rétrécissement de sa base fiscale qu’engendreraient inexorable-ment la migration des patrimoines citadins vers l’Eglise. On peut faire l’hypothèse quec’est de cela qu’il s’agit surtout. C’est probablement avec raison, que les adversairesde la commune craignent qu’elle n’entre en contact direct avec le roi et s’efforcent ac-tivement de l’empêcher. Ils savent, et l’évêque y fait allusion dans son courrier, queles cives Pharaonis, comme il qualifie les élites bourgeoises tournaisiennes, risquentune nouvelle fois d’acheter une concession royale, désastreuse pour la position épis-copale. Contraints à la négociation, les Tournaisiens acceptent une proposition de l’ar-chevêque de Reims!: celle de couler en état de droit leurs relations avec l’église lo-cale. Ils choisiraient de s’aligner sur les coutumes d’une des villes épiscopales de laprovince. Pour des raisons qui nous échappent, les Tournaisiens sont amenés à sesoumettre aux usages de Senlis (1199-1200)26. Certains articles devaient intéresser lesTournaisiens, à savoir ceux qui concernaient les biens immobiliers acquis par l’église,dont il était prévu qu’on puisse en contraindre la revente dans l’année, et ceux quitraitaient des transactions effectuées par les clercs, soumises aux taxes habituelles enla matière27. La plupart des directives de la charte de Senlis étaient plutôt en faveurdes privilèges ecclésiastiques. Les bourgeois s’en aperçurent rapidement mais ne pu-rent revenir en arrière. Entretemps, le rachat d’un siège, mis devant la ville par lecomte de Flandre (1197), avait affaibli la position de la commune! : les sommes of-fertes à l’assiégeant n’avaient pu être réunies que grâce à la contribution des églises.Le chapitre et les abbayes riveraines avaient largement payé pour l’obtention de latrêve. La ville se vit obligée de leur expédier des lettres de non préjudice. C’était fra-

24 Ibid., 435-437.25 Ibid., 438-439.26 Ibid., 281-282!; voir l’analyse de cet épisode par Ch. DUVIVIER (1901), 267-271!; pour les actes!: H. Fr.

DELABORDE, Ch. PETIT-DUTAILLIS, J. MONICAT (1943), 171.27 M.!NORTIER (éd.) (2005), 395 et renvoi pour le texte des coutumes de Senlis à l’édition de L. VILLEVAULT

et L. de BREQUIGNY (1769), XI, 283.

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giliser pour de bon sa prétention à faire entrer les églises dans sa fiscalité directe28. Lacharte expédiée à l’abbaye de Saint-Martin, fait directement allusion aux exigences dela ville, en matière de taille, auxquelles elle renonce29. Pour le reste, il semble que lacommune appliqua avec intransigeance la possibilité qui lui était laissée de circonve-nir l’amortissement des biens laïcs. Une admonestation de Louis IX, en juin 1235, in-dique qu’elle outrepassait largement ses prérogatives en la matière30. Par ailleurs, elleadopta une politique de négociations, au cas par cas, avec les institutions ecclésias-tiques, afin de les amener à participer à certaines de ses charges, notamment édili-taires. C’est ainsi que les échevins instrumentent en juillet 1226 au profit du chapitre,indiquant que la somme cédée par ce dernier ad calceios civitatis paviendos, l’a étépar pure aumône31. De même, en octobre 1281, le Magistrat garantit aux chanoinesqu’ils ne seront atrait ne a nulle redevance, pour l’occoison dou don ke il ont fait depure grasce, sans us et sans coustume, du sable nécessaire à construire des latrines pu-bliques sur l’Escaut, pour le netteté et l’onesté de le cité de Tornai32. Mais à l’époque decette transaction, le régime fiscal de Tournai était en train de se modifier profondé-ment. La taille était toujours levée or elle ne suffisait plus à rencontrer les charges. Laville était fortement endettée. Le roi avait octroyé, depuis 1277, la perception d’unemaltôte, destinée théoriquement à financer la construction d’une nouvelle enceinte.La maltôte tournaisienne portait sur l’ensemble des produits de consommation, ali-mentaires ou artisanaux, sur les matières premières comme sur les objets manufactu-rés. Elle touchait également les profits des rentes et les opérations de crédit33. En prin-cipe, tous y étaient soumis.

Un nouveau type de conflit allait naître de cette fiscalité. Les institutions ecclé-siastiques revendiquaient de pouvoir en être exemptes, pour les denrées utiles àleur propre consommation et celle de leurs dépendants. Cette revendication se fai-sait pressante en matière de vin et de bière. Derrière l’exigence, résidait l’espoir,pour les clercs, de revendre une partie de leurs provisions, à prix concurrentielssous le manteau. La plupart des villes ont été confrontées à ce type de fraude. C’estainsi que le Magistrat tournaisien accusa le chapitre d’inciter les marchands de vinà résister à ses réglementations et à fomenter procès et agitation publique à ce pro-pos. Une longue affaire en découla, dont les tenants et aboutissants ne nous sontpas discernables avec précision. Il est probable que le Magistrat ambitionnait d’éra-diquer le circuit parallèle du vin au départ des caves du chapitre, en s’instituant in-termédiaire obligatoire du commerce du vin au détail et en imposant aux mar-chands et taverniers un prix de vente minimum. L’acharnement de la ville àmaintenir ses prétentions fut lourde de conséquence. C’est pour elles, entre autres

28 Ch. DUVIVIER (1901), 226. Ces lettres datent de mars 1199. Tournai devait la somme très lourde de4.000 marcs de Flandre à l’assiégeant.

29 Et quoniam occasione talliarum et exactionum quas aliquando ab eis voluimus extorquere, grandisinter nos et ipsos nonumquam altercatio fuit, ne forte aliquando eis imponatur, quod umquam aliquid no-mine tallie, occasione qualibet, nobis impenderint, presentem paginam sub notatione prepositorum, jurato-rum, scabinorum et electorum in hoc consentientium, et sigillo communie nostre munitam, ipsi fecimusconscribi!; A. d’HERBOMEZ (éd.) (1898), I, 177-179.

30 L. VERRIEST (éd.) (1923), 500.31 A. HOCQUET (1869), 99.32 A. HOCQUET (1869), 45!; L. VERRIEST (1923), 238.33 Pour l’analyse de l’octroi et du fonctionnement de la maltôte de Tournai, voir en dernier lieu l’excel-

lente étude de J.-M. THIERI (1990), 169-222.

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causes, que les Tournaisiens finirent par perdre temporairement leur commune, pararrêt du Parlement de Paris (4 juillet 1332)34.

L’histoire constitue un indice clair que la question du contrôle étroit de la ventedes boissons alcoolisées par le Magistrat, et le monopole qu’il avait finalement tentéde s’arroger sur la commercialisation du vin, constituait désormais un casus belli parexcellence entre la ville et le chapitre, un enjeu à propos duquel les autorités bour-geoises étaient prêtes à toutes les imprudences, en raison de son impact sur les res-sources fiscales. Les ecclésiastiques de leur côté supportaient mal les limites étroitesdans lesquelles la ville s’ingéniait à délimiter leurs fructueuses immunités. Dans laville épiscopale, et dans un premier temps, la question fut réglée aux dépens de laville.

Grosso modo, la nature et les modalités des conflits fiscaux que l’on peut évoquerpour Tournai, se retrouvent dans les villes des Pays-Bas. Le cas de Gand va nous per-mettre de diversifier et de poursuivre nos observations. Nous disposons désormaisd’études permettant de connaître, de façon approfondie, l’histoire des finances pu-bliques de la ville35. Il est frappant de constater pourtant que ces conflits se concen-trent chronologiquement au début de l’époque pour laquelle nous disposons decomptes urbains, c’est-à-dire pour les décennies durant lesquelles l’ancien patriciat ur-bain fut fortement contesté pour sa gestion financière par les groupes exclus de toutexercice du pouvoir. En cette fin du XIIIe siècle, l’impôt direct du genre tallia avaitencore cours mais les impôts indirects étaient en train de les remplacer en importancedans les ressources urbaines. Dès 1287, les échevins gantois se tournent régulièrementvers le roi et son Parlement à Paris, pour obtenir gain de cause dans leurs démêlésavec le clergé, représenté par l’évêque de Tournai et le métropolitain de Reims (1288-1289). Au même moment, le clergé gantois fait appel directement au pape Nicolas V,concernant les gravamina, injurias seu molestias dont il avait été frappé pour avoirrefusé de contribuer aux assises urbaines. La transition fiscale bouleverse, ici aussi, lemodus vivendi entre religieux et autorités citadines. Les relations deviennent de plusen plus épineuses, pour Gand, avec la graduelle insertion des territoires entourant lesgrandes abbayes bénédictines de Saint-Pierre et de Saint-Bavon dans l’agglomérationet donc dans sa fiscalité indirecte, destinée à financer les défenses. Trouver des solu-tions devenait indispensable. On mit au point des accords pour la participation detous dans l’effort commun. Il en fut de même pour le rassemblement de certainesamendes frappant la ville, lorsqu’il fallut, par une contribution généralisée, rétablir,comme en 1311, les relations avec la royauté française, après les guerres du début dusiècle36. Ici aussi, le privilège invoqué par les abbayes de pouvoir vendre du vin et dela bière dans leur enceinte, à un prix inférieur à celui de la ville devait provoquer degrosses tensions. Elles furent finalement résolues par l’assimilation fiscale des habi-tants des villages abbatiaux et la confirmation des privilèges aux seuls moines et àleur personnel. Or la grande défaite militaire de Gand, face au duc de Bourgogne Phi-

34 Edition dans L. VERRIEST (1923), 451-459!; J.-M. THIERI pense plutôt que la démarche serait effective-ment l’imposition d’un monopole de la vente du vin au profit de la ville (une vinée), instituée dans unepériode de difficultés particulières causées par une interruption de l’octroi de la maltôte. L’arrêt du Parle-ment implique pourtant explicitement les dommages entraînés pour le chapitre, à la suite de cette mesurequi s’assortit d’une interdiction de vendre le vin en gros, pour le transférer hors la ville.

35 H. VAN WERVEKE (1934)!; M. BOONE (1990)!; W. RYCKBOSCH (2007).36 Pour une énumération des conflits, voir H. VAN WERVEKE (1934), 99-107.

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lippe le Bon, sur le champ de bataille de Gavre, en 1453, allait relancer le débat. Gandfut obligé de payer une amende astronomique. Afin de répondre à cette obligation,les assises furent rehaussées de façon drastique! : de nouvelles assises, appeléescueillotes aggravèrent la situation des contribuables. C’est à ce moment, que les ab-bayes tentèrent un retour en arrière afin de retrouver une immunité plus complète37.L’argumentation développée pour soutenir leur point de vue dénote chez les prélatsgantois, une certaine lucidité en matière économique!:

c’est en tant que tous les dis de Gand, petis et grans, povres et riches saevent, s’ilz ne sontaveullez du vice d’ingratitude, que la dite ville en soy a de grans honneurs, proffis, emolu-ments des dits deux monastères et se l’on demande en quoy, l’on respont que chascun scetque les dites eglises ont diverses et grandes revenues en divers lieux et pais, qui sont toutesdespansers a Gand38.

Le duc ne fit pas sien l’argument des abbayes mais précisa toutefois qu’elles nedevaient pas être soumises à la cueillote. Dans une ordonnance du 20 mars 1454, ilfit remarquer que les tentatives déployées par la ville afin de faire participer les mo-nastères à l’effort fiscal ne fut oncques fait, veu, ne sceu jusques a present, laquellechose est ainsi actemptee et innovee par les diz echevins et ceulx de la loy de notre ditteville de Gand generalement contre la liberte ecclesiastique39.

Une accusation lourde était ainsi formulée!: celle de nouveauté, elle reviendra dansnotre exposé. Entretemps, le conflit de fond continuait de s’envenimer. A la suite d’unedéfense expresse de la ville aux citadins d’acheter du vin dans l’abbaye de Saint-Pierre,le duc intervint encore, en 1460 et en 1464. On ne trouva point de compromis40.

Autre communauté religieuse, autre règlement!: comme le montrent les comptesde la ville de 1453 à 1455, l’abbaye cistercienne de la Byloque était quant à elle sou-mise aux cueillotes successives à la bataille de Gavre. Elle les devait sur les grains, labière et le vin41. Le 16 septembre 1456, l’abbesse Agata Sersanders (membre d’une fa-mille appartenant à l’élite gantoise) s’accordait avec la ville sur le payement de centlivres de gros comme contribution à l’amende imposée par le duc. En retour, son im-munité était garantie. Elle devait néanmoins s’acquitter de la cueillote sur sa consom-mation mais bénéficiait d’une franchise sur quinze fûts de vin par an. On voit que laville entendait éviter l’éclosion d’un second foyer de subversion fiscale. L’interventionmédiatrice de deux officiers ducaux d’origine gantoise semble avoir ouvert la voie àce règlement à l’amiable, dans lequel il est permis de supposer l’heureuse conjonc-tion de pressions institutionnelles et de gestion familiale42. Avec le prieur des char-

37 Sur la répression fiscale après la défaite de Gavre!: M. BOONE (2010b), 60-67!; sur l’immunité cléricaledans ce contexte!: Ibid., 126-127.

38 A. VAN LOKEREN (éd.) (1871), 242-245.39 Acte conservé en deux originaux!: Archives de l’Etat à Gand (AEG), Chartes de Saint-Pierre, n°1770

et AEG, Fonds de Saint-Bavon, 02169 (inv.0356). Nous tenons à remercier Jonas Braekevelt (Université deGand) qui termine une édition critique des ordonnances de Philippe le Bon pour le comté de Flandre!: ila bien voulu nous transmettre ce texte.

40 Archives de la ville de Gand (AVG), chartes n° 640 et 654.41 AVG, Série 400, n° 17, f. 354 r., 18, f. 5v. et 152r.42 Les officiers gantois se nommaient Pieter Boudins garde des requestes de l’hostel et Jan Utenhove wa-

tergraaf, tous deux issus de vieilles familles gantoises!: AVG, série LXXV, chartes n° 145. Le compte de laville confirme le payement décrit comme der composicie van der quelliote van den grane, biere ende wij-nen binnen de voornoemde cloostere, AVG, série 400, n° 18, f. 5v.

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treux, un accord survenu le 18 novembre 1457 précise le payement de deux sous degros pour la bière brassée au cloître, stipulant une récompense spirituelle si la sommene correspondait plus à l’importance des activités brassicoles43.

On le voit, mise à part la pression urgente née de la défaite et de l’amende àpayer, c’est une approche pragmatique qui semble avoir dominé. Il n’est plus fait ap-pel aux grands principes, comme au début du XIVe siècle, quand ville et clercs pas-saient à l’attaque et se montraient prêts à dépenser des sommes considérables en fraisde justice, pour obtenir gain de cause. Ici, le bon sens domine. C’est lui encore quirésonne dans l’argumentation des frères johannites de 1422, lorsqu’ils sollicitent l’im-munité fiscale. Les échevins gantois le reprennent dans la décision favorable qu’ils re-tournent aux religieux!: ende gemeerct dat an haer residencie die goede lieden van devoornoemde stede van Ghent harlieder broot winnen zullen (étant donné que grâce àleur résidence en ville les bonnes gens de la ville gagneront leur pain)44. Dans uneville où les représentants des corps de métiers disposaient d’une réelle influence po-litique, l’argument a dû convaincre.

Néanmoins, le réalisme du magistrat n’est pas l’apanage de toutes les villes, enmatière de taxation sur les boissons alcoolisées. Le cas de Lille offre un exempleparticulièrement pittoresque d’acharnement à taxer. Il permet d’observer les ressortsinattendus influant sur les décisions de justice. Un conflit oppose, depuis 1394, lechapitre comtal Saint-Pierre aux échevins, bailli, prévôt et fermiers des assises45. Ilappert que le chapitre contourne les receveurs de la taxe en vendant son vin et sabière. L’affaire rebondit sans trouver de solution durable jusqu’à ce que Philippe leBon soit amené à se prononcer le 5 septembre 1455. Ce jugement, qui ne mit pasfin au contentieux, est entré dans l’historiographie sous le nom de ‘la grande sen-tence’, en raison de sa longueur démesurée!: la copie par laquelle elle est conser-vée compte 60 folios46 ! Le document mérite d’être mentionné pour la pugnacité etl’agressivité extraordinaire des discours qu’il consigne. Voici d’abord les hyperbolesauxquelles le chapitre a recours pour exalter ses privilèges!: euls et leur eglise, en-semble les suppotz d’icelle, avecq leurs biens quelconques, sont previlegiez, tant dedroit divin, par l’Ancien et Nouvel Testament, comme aussi de droit positif, canon etcivil, que l’on appelle vulgairement droit commun. Selon eux, les échevins lilloisjournellement en diverses manières machinnent et emprendent sur lesdiz de chap-pitre et leur eglise et tentent de faire payer les assises par voies obliques, si bien ques’ils persévéraient dans leurs rigueurs et empeschements torchonniers! (ce mot re-vient plusieurs fois),! ils encheroient en sentence d’excommunicqation. Les repré-sentants de la ville contre-attaquent, dans la même veine!: à leurs yeux, le chapitrepour avoir vendu vin passé à quarante ans en retenant icelle assise contre bonne foyet certain arrest de Parlement est redevable d’une forte amende et de la restitutiondes sommes dont il a privé la ville et les fermiers des assises. L’utilisation par le cha-

43 AEG, Fonds des chartreux, n°15.44 Bibliothèque Royale de Belgique (KBR), Ms 16700-61, f. 87v.45 S. DAUCHY (2002), 88-89!; (1998), 50, (n°174), 58-59 (n°201)!; pour les textes des jugés!: R. VAN CAE-

NEGEM (éd.)(1966-1977), 201-205 (n°131), 225-229 (n°147).46 E. HAUTCOEUR (1897), 187-191 donne une interprétation du document. Le même auteur en publie mé-

diocrement quelques extraits, dans E. HAUTCOEUR (1894), 1015-1020. Nous remercions vivement Jonas Brae-kevelt d’avoir bien voulu nous faire bénéficier de sa transcription sur les deux copies conservées aux Ar-chives départementales du Nord (ADN), 16G474 et 16G142, pièce 1486, 21 juillet 1507.

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pitre d’un embarcadère sur la Deûle, pour apporter le vin et la bière foraines, la te-nue d’un marché où l’on ne respecte pas les mesures en usage à Lille, tout cela ex-plique ce que l’on doit regarder comme nouvellité haineuse. Surenchérissant, la villen’hésite pas à déclarer que ses officiers et fermiers se situent au-dessus de toutesles autres instances juridiques qui ne respectent pas leur droit. Les échevins accu-sent le chapitre de les molester en especial pour les attraire oblicquement par de-vant aultre juge, meismement ecclesiasticque, ce qui trouble notre haulteur en com-mectant espece de lèze majesté. En pratiquant le commerce du vin!:

les diz de chappitre s’approuvoient avoir apostaté et leur propre vocation vilipendu et es-candelé par icellui entremellement d’acheter pour revendre, quy est chose profane et a eulxtout estrange (…). Avoient aussi les diz de chappitre, par icelle vente dampnable mis ruyneet consequament esclandre a peuple du dit Lille en tant que iceulx de chappitre avoientvendu et vendoient le lot de vin douze deniers meilleur marché que ne peuvent faire les ta-verniers du dit lieu de Lille.

D’ailleurs, on voyait bien le risque que le mal s’étende!:

le chapitre esmouvoit le courage et désir d’iceuls habitans de Lille à frauder l’assiz par déso-beissance, pire soubz ombre et couleur des diz de chappitre pluisseurs simples prestres s’ef-forceraient semblablement d’envoier querir vin es lieu de la Salle, chastel et autres sans as-siz, dont esclandre et violence se pouroit ensuir.

Dans ses réponses, le chapitre, avec adresse, suspectait l’échevinage d’abus depouvoir en matière de réglementation (c’est exactement l’argument que le chapitreNotre-Dame de Tournai avait fait valoir contre la ville de Tournai au moment de l’af-faire du minimum sur le prix du vin). La brèche était trop belle pour un dynaste sou-cieux de reprendre la main sur les villes!: au bout du compte, le duc donna raisonau chapitre! ! Il est clair que pour l’Etat bourguignon, le chapitre lillois était un alliéessentiel. En cette période de schisme, il avait constitué l’une des premières institu-tions ecclésiastiques à se ranger derrière le pape d’Avignon soutenu par les ducs. Ilcontribuait donc à briser l’adhérence flamande au pape de Rome et représentait unlevier important pour affirmer l’ingérence ducale, dans une ville devenue, avec le pro-cessus d’unification des Pays-Bas aux mains de la dynastie, un centre administratif depremier ordre. Concernant ce dernier point, on notera un élément intéressant. Dansla longue marche vers un jugé de l’affaire (si provisoire qu’il se soit avéré par la suite),le comte de Charolais, futur Charles le Téméraire avait, comme gouverneur de laFlandre en absence de son père, organisé l’audition des parties. Il avait proposé qu’unaspect du litige entre la ville et le chapitre soit déféré devant la Chambre des comptesà Lille. Or cette institution, en collusion avec l’élite urbaine, faisait craindre au cha-pitre une position trop favorable au Magistrat. Il la récusa donc avec véhémence47,

47 requerant la cognoissance du droit de l’afforaige des cervoises estranges amenées en ladite ville, dontcy dessus est faite mencion et dont il estoit question entre lesdites parties, feust renvoyé pardevant les gensde noz comptes à Lille qui en estoient juges et debvoient cognoistre de nostre demaine et nulz autres parpluiseurs moien par luy allegiez, a quoy de la part desdits de Saint Pierre eust esté deffendu et soustenu aucontraire. Sur les liens multiples qui s’étaient développés entre l’institution princière et l’élite locale!: J. DU-MOLYN (2003), 151-215. Sur l’élite de Lille beaucoup reste à faire, voir déjà!: D. CLAUZEL (1996).

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prouvant, si besoin en était, qu’après tous les grands principes évoqués durant le pro-cès, une solution négociée s’ouvrait comme seule issue. Elle mettra encore une dé-cennie à être trouvée.

Après ce récit coloré, les autres cas de figure pourraient sembler ternes. Ils confir-ment néanmoins le caractère quasi vital que revêtait pour les villes comme pour lesinstitutions ecclésiastiques la possibilité d’user des ressources inaltérables généréespar la vente des boissons alcoolisées.

Voyons donc pour finir une affaire brabançonne!: celle qui opposa le Magistrat ur-bain au chapitre princier des Saints Michel et Gudule à Bruxelles. Là aussi, les chanoinesconservaient d’abondantes quantités de vin dans leurs demeures, prétextant des besoinsde leur consommation personnelle. A vrai dire, ils débitaient ce vin à bon prix quandl’occasion se présentait. Le conflit, latent pendant tout le XVe siècle48, se déclencha plustardivement qu’à Lille. Il flamba au début du XVIe siècle, dura plusieurs années et mo-bilisa l’attention de l’officialité de Cambrai, de l’archevêque de Reims et même de la pa-pauté!!49 Afin de contraindre les chanoines à payer l’assise, la ville avait recouru à la ma-nière forte! : elle avait fait placer des garnissaires dans les maisons privées desrécalcitrants. L’archevêque alerté avait confirmé, en 1512, les privilèges canoniaux touten incitant les chanoines à proposer une transaction sous la forme d’un don gratuit. Le22 juin 1513, un recours au saint-Siège avait abouti à l’excommunication du Magistratbruxellois. Il faudra que Charles Quint, comme duc de Brabant, saisisse le Conseil en1516, pour que l’affaire trouve un début de solution, entérinée par l’évêque de Cambraien 1520. L’issue constitue un compromis finalement équilibré, à la faveur duquel aucundes acteurs ne perdait la face!: le chapitre était confirmé dans son immunité de prin-cipe mais ses membres ne pouvaient la faire valoir, en matière de vin, qu’en-deçà d’unequantité fixée selon la qualité du breuvage. Au-delà, l’assise devait être payée à la ville.L’accord se maintint sur cette base, jusqu’à la fin de l’ancien régime.

III. LE POIDS DE LA RICHESSE MOBILIERE ET IMMOBILIERE DU CLERGE!:COMMENT EN FAIRE BENEFICIER LA FISCALITE URBAINE!?

Dans la littérature de fiction et de cour, dans les représentations artistiques di-verses qui se déployèrent à l’époque bourguignonne, les membres du clergé étaienttrès souvent représentés comme des prêtres mondains, membres de la «!high society!».L’image ne se limite pas au sommet de la hiérarchie ecclésiastique. Bien sûr la vie fas-tueuse vécue par des prélats comme l’évêque de Cambrai Jean de Bourgogne (1439-1479), bâtard de Jean sans Peur, lui-même père et grand-père de quelque trente-sixenfants et petits-enfants illégitimes, peut avoir inspiré d’autres membres du clergé. Unnombre impressionnant d’entre eux figure dans les Cent nouvelles, collection de ré-cits burlesques écrite dans l’entourage d’un Philippe le Bon vieillissant. Lettres de ré-

48 Notons qu’une taverne de la Grand-Place de Bruxelles s’appelait par dérision la Papenkelder ou cavedes chanoines. Lorsque cet établissement fut démoli, dans la première moitié du XVe siècle, afin d’inclureson fonds dans la nouvelle aile de l’Hôtel de ville, un chapiteau de la galerie de l’édifice public rappelal’existence de la taverne tout en moquant de manière grotesque les rapports scabreux que les chanoinesétaient réputés entretenir avec le vin et la bière. Notons qu’habituellement la littérature historique traduitPapenkelder par cave des moines ce qui est inexact à notre avis. Pour l’interprétation des chapiteaux voirP. BONENFANT (1935), 141-143.

49 P.-L. LEFEVRE (1942), 147-148.

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mission, registres d’officialité, enquêtes princières ou rapports internes à l’église!: plu-sieurs sources de la pratique confirment le déclin des apparences apostoliques et letrouble que suscite l’absence de réserve du comportement de religieux fortementconcernés par le siècle. Ainsi le chroniqueur artésien Jacques du Clercq! : c’estoitgrande pitié que le pechié de luxure regnoit moult fort (…) et mesme regnoit encoiresplus icelluy pechié es prelats de l’eglise et toutes gens d’eglise50. Le clergé comme groupesocial était en voie de stigmatisation et le doute des ouailles se manifestait par deuxtypes de réactions que l’on peut schématiquement identifier!:

– un retour vers la piété individuelle et la pratique d’un certain ascétisme. Onretrouve cette attitude dans la Devotio moderna, précurseur des mouvementsde réforme, plus politisés, du XVIe siècle!;

– à l’inverse, une explosion de pratiques de dévotion extériorisées s’accompa-gnant de fondations multiples, de pèlerinages et de processions de tous genres.

Johan Huizinga, dans son œuvre classique L’automne du moyen âge a fortementinsisté sur les aspects plutôt culturels de cette évolution51. Actuellement, ces mouve-ments attirent à nouveau l’attention de la recherche historique. Par contre, les aspectsfinanciers liés à l’intrication de l’église et du monde laïque ont moins mobilisé leschercheurs. Il est possible que les réactions, très vives et en partie justifiées, déclen-chées par la parution du livre de Jacques Toussaert (1963) y soient pour quelquechose52. La situation des sources est également décourageante. Pourtant, la questionde la place du clergé dans le marché immobilier et dans celui de la rente et de ladette publique urbaine constitue un sujet prometteur. Il permet d’observer la straté-gie des acteurs urbains vis-à-vis de fortunes dont il s’agit pour eux d’évaluer, à bonescient, s’il est préférable de les mobiliser pour l’impôt ou pour le crédit. Le peu qu’onpuisse voir indique une activité considérable des ecclésiastiques dans ce secteur. Leconstat est évidemment trop superficiel parce qu’il ne tient pas compte de la trèsgrande diversité du clergé urbain. Un document fiscal intérieur au clergé, dressé en1498-1499, pour récolter la contribution des religieux et clercs gantois à l’occasion dela joyeuse entrée d’un nouvel évêque de Tournai, Pierre Quicke, nous permet de dres-ser un portrait de groupe des 281 titulaires de positions dans la ville53. L’échelle va dusimple chapelain-adjuteur au curé de paroisse attitré. L’explosion de leur nombre estimpressionnante si l’on se réfère aux chiffres disponibles depuis le XIVe siècle. L’évo-lution rend compte de la multiplication des fondations liées aux mutations de la dé-votion et réfère également aux cumuls et à la non résidence, qui accroissent lenombre des vicaires. L’analyse des contributions révèle de fortes tensions à l’intérieurdu clergé gantois. Les curés titulaires contribuent à un niveau élevé. Si l’on combinece constat avec ce que l’on sait du marché immobilier à Gand, à la même époque, onconstate que les curés y participent de manière considérable, peut-être pas par desachats spectaculaires, mais par la régularité avec laquelle ils achètent ou vendent des

50 La citation et d’autres exemples en grand nombre dans!: W. PREVENIER, W. BLOCKMANS (dirs.) (1983),145-149.

51 Sur cet ouvrage, les gloses sont nombreuses. Pour sa signification et son rayonnement, voir M. BOONE

(2008b).52 J. TOUSSAERT (1963). Voir la mise ne contexte par W. SIMONS (2008), 77-78 et Id. (1997), 115-116.53 M. BOONE et Th. de HEMPTINNE (1983).

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maisons ou des rentes54. A mesure que l’on descend dans la hiérarchie, on descendégalement dans les catégories de maisons ou de quartiers. Dans le contexte d’un ap-pauvrissement généralisé de la population gantoise, et flamande en général, force estde constater qu’en cette fin du XVe siècle, toutes les couches du clergé pouvaient en-core se manifester activement sur le marché de l’immobilier. On confirme cette pré-sence grâce à l’observation du marché des rentes. Un sujet récemment revitalisé parl’étude de la dette publique comme instrument de redistribution des rentrées fiscales!:le clergé y fait apparition en bonne et due forme55. La masse des capitaux injectés parles gens d’église présents dans les villes était de nature à encourager leur prise encompte sur la scène fiscale. Evidemment, cette intégration comportait le risque dupassage vers un régime d’immunité. L’investissement dans l’immobilier et dans lesrentes menaçait l’équilibre entre fonds taxables et biens passés en mainmorte, pho-bie des autorités urbaines. L’incessante fluctuation des magistrats et des dirigeants éta-tiques entre tolérance fiscale et mise au pas du clergé illustre les calculs d’opportu-nité circonstanciels qui pouvaient être faits par les uns et les autres. C’est ainsi quel’on voit des villes comme Bruxelles faire inscrire dans sa charte de paix de 1229, avecl’accord complice du duc de Brabant, l’interdiction absolue de transmettre aucuneterre à quelque institution religieuse que ce soit56. Cette charte est renouvelée quatre-vingts ans plus tard par le duc Jean II. Mais son successeur, en conflit avec Bruxelles,interdit à la ville, en 1312, de s’opposer à l’acquisition de fonds par les ecclésias-tiques57. Cette mesure de rétorsion vis-à-vis de la ville était bien faite pour plaire auchapitre, principal bénéficiaire de la générosité des fidèles. Il est probable que la su-bite bienveillance du prince vis-à-vis de la grande institution bruxelloise n’ait pas étéperdue pour ses finances perpétuellement asséchées. Or il n’y a pas que le duc quidémontrait un comportement parfois contradictoire vis-à-vis de l’église. L’élite urbaineaux affaires devait également louvoyer avec la principale institution de la ville, dontles dignitaires étaient intimement liés aux lignages citadins. Répondant aux nombreuxprivilèges d’immunité que le chapitre brandissait en toute occasion, le Magistrat s’ef-forçait de limiter l’emprise foncière urbaine de la maison religieuse. Ce même gou-vernement fut amené également à défendre ses ressortissants contre les appétits duchapitre en matière de dîmes des jardins. Il n’en demeurait pas moins que Saint-Mi-chel-et-Gudule était un membre essentiel de la société urbaine, un garant, commeéglise-mère, du bon fonctionnement paroissial de la ville et un élément considérablede l’honneur et du prestige de la grande cité brabançonne, prétendante acharnée austatut de place principale du duché. La prospérité du chapitre, le succès de ses grandschantiers de construction, les activités de crédit de ses riches chanoines étaient, parconséquent, aussi nécessaires à Bruxelles que la retenue des prélats dans leurs ambi-tions de profiter d’un statut privilégié. Il convient d’avoir en tête ce double souci desgouvernements urbains successifs, pour comprendre qu’il n’existe pas d’incohérencevéritable entre les marques de générosité de la ville vis-à-vis du chapitre et les conflits

54 M. BOONE, M. DUMON, B. REUSENS (1981), 256-266.55 M. BOONE, K. DAVIDS, P. JANSSENS (éds.) (2003), ou encore M. BOONE (1991) (avec références plus an-

ciennes pour les Pays-Bas). Récemment, pour la ville brabançonne de Bois-le-Duc!: J. HANUS (2007), 94-95où l’on constate une présence importante du clergé sur le marché privé et une retenue plus grande sur lemarché public.

56 F. FAVRESSE (1938), 378-402.57 J.-Fr. WILLEMS (éd.) (1839), 750-751.

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violents qui dressèrent les deux collectivités l’une contre l’autre. Au début du XVe

siècle, le Magistrat bruxellois s’inquiéta de la diminution des ressources qui sem-blaient frapper le chapitre. Ses rentes avaient perdu de leur valeur et les revenus desfunérailles, importante recette de la collégiale comme siège paroissial de la grandeville, avaient fondu avec l’appauvrissement de la population et son fléchissement dé-mographique. Il parut nécessaire de faire un geste. Le gouvernement urbain décida,en 1427, que l’église bénéficierait d’une taxe spéciale, à payer lors de l’admission audroit de bourgeoisie. En guise de gratification supplémentaire, le Magistrat attribua àla collégiale tout l’argent trouvé en possession des condamnés au moment de leur ar-restation58. On peut évidemment s’interroger sur la nature plus ou moins symboliquede ces curieuses marques de sollicitude. Elles témoignent néanmoins de l’attentionportée par la ville aux multiples services qu’assuraient le chapitre et ses églises dé-pendantes auprès de la population et de la ville elle-même. Qu’on ait à faire au clergéséculier gantois, très diversifié, ou au collège socialement plus homogène des cha-noines bruxellois, les hommes d’église pesaient de tout leur poids dans une sociétéurbaine toujours en quête d’équilibre social et financier. Si les conflits évoqués sem-blent tourner autour de questions, à première vue, banales et terre-à-terre, il faut voirqu’ils constituent, malgré tout, une version locale d’amples débats doctrinaux, menésau plus haut niveau intellectuel. La crise que semble traverser la relation entre clergéet autorités urbaines (et étatiques), vers la fin du XIIIe et au début du XIVe siècle, estcertes, sur le plan fiscal, à mettre en relation avec la transition d’un impôt direct versun impôt indirect. Sur le plan théorique, elle correspond néanmoins au débat relatifau rôle du clergé dans la société politique. La fameuse bulle du pape Boniface VIII,Clericis laïcos (1296), coup de tonnerre dans le ciel européen, déclencha une nou-velle confrontation entre le pouvoir séculier (ici celui du roi de France) et l’universa-lisme spirituel et politique ambitionné par l’église de Rome. Le réexamen de ce texteengage à réfléchir sur l’impact des conflits fiscaux opposant clergé et monde laïc. Lyd-wine Scordia analyse ici même les argumentations élaborées par le scolastique Ri-chard de Mediavilla (+ vers 1307)59. C’est ce même auteur qui fait l’objet d’une nou-velle lecture proposée récemment par Alain Boureau60 : comment et dans quellemesure le clergé doit-il ou peut-il contribuer au financement de la cité et d’un corpspolitique plus vaste!? De telles questions ne sont pas exotiques sous la plume d’unmembre éminent de l’ordre franciscain, rompu aux problèmes que pose la vie com-mune dans une ville61. C’est dans les mêmes années qu’un franciscain gantois, restéanonyme, relate les prelia et pericula multimoda, angustias et pressuras varias, expe-ditiones, obsidiones, inpugnationes que terre nostre evenerunt, décrivant, avec préci-sion, et un certain détachement, les effets d’une fiscalité urbaine, vécue comme in-juste et dangereuse pour la cohésion sociale62. Ce témoignage lucide nous porte à

58 Pl.-F. LEFEVRE (1942), 136-137.59 Cf. dans ce même volume l’article de L. SCORDIA.60 A. BOUREAU (2010), 105-138. L’implantation précoce des ordres mendiants dans les Pays-Bas méridio-

naux n’est bien étudiée que pour la Flandre. Les liens avec les provinces françaises sont évidents!: W. SI-MONS (1987), 100-110.

61 Voir les considérations générales et les renvois à la littérature chez G. TODESCHINI (2010).62 F.FUNCK-BRENTANO (éd.) (1896), 1 pour la citation. Le texte a surtout été lu (et encore récemment dans

sa première traduction en néerlandais, Courtrai, 2008), parce qu’il offre le point de vue d’un témoin ocu-laire sur la lutte entre le comté de Flandre et la royauté française, dont la fameuse bataille des Eperons d’orest le point d’orgue. Le récit a néanmoins une portée plus large!: voir M. BOONE (1997), 14-17.

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mesurer la complexité des questions qui se posaient aux contemporains. Il nous en-traîne à prendre au sérieux la multitude des réponses qu’ils y ont apportées, au caspar cas, les mêmes causes n’entraînant pas forcément les mêmes effets63. Certes, nousavons mis l’accent sur le pragmatisme et la créativité opérationnelle des interlocuteursurbains dans leur effort de résoudre leurs conflits fiscaux avec les ecclésiastiques. Ilne faudrait pas oublier néanmoins que tout ne se résume pas à trouver des solutionspratiques. Notre contribution veut se faire l’écho également de la tension qui traversetous les débats fiscaux entre vécu quotidien et théorie.

En s’efforçant de taxer les ecclésiastiques, les villes comme les états se confron-taient à l’extraordinaire complexité juridique et sociale de la société dont ils avaienthérité. On ne peut qu’être fasciné par l’effort d’intégration qu’illustrent tous les épi-sodes rassemblés ci-dessus. Faisons l’hypothèse que les multiples difficultés que lesuns et les autres rencontrèrent, participèrent pleinement à forger, tant chez les laïcsque dans le milieu clérical, une culture sophistiquée de l’économie politique et un artconsommé du compromis, recette inégalée du vivre-ensemble.

63 Pour d’autres illustrations relatives à la mise en discussion des systèmes fiscaux au tournant du XIIIeet du XIVe siècle!: C. BILLEN (2008).

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COLOFÓN

L’IMAGERIE DE L’IMPÔT DANS LA MINIATURE OCCIDENTALE À LA FIN DU MOYEN ÂGE!: ENTRE REFUS FISCAL

ET RACHAT SPIRITUEL

PIERRE PRETOU

Université de la Rochelle

Fuit enim de patria Bethlehem et de domo David,sicut apud Romanos in censu descripta est Maria,ex qua nascitur Christus1.

TERTULLIEN, Adversus Judaeos, IX, 30.

Alors que l’histoire médiévale s’enrichit d’études relatives à l’histoire de l’impôt di-rect comme moyen de gouvernement fondant l’Etat moderne, la figuration de la per-ception fiscale échappe encore à l’observation. Force est de constater qu’à la fin duMoyen Âge, si l’impôt s’écrit, il ne se peint que peu. Nous pouvons avancer qu’unedes explications majeures de ce paradoxe repose sur un interdit moral et religieux,contenu dans l’aphorisme!: «!le roi doit vivre du sien!»2. Le souverain s’honorerait àne dépenser que le produit de son domaine et le refus de l’impôt, lié aux doctrineséconomiques du christianisme occidental, entraverait sa représentation picturale. Lescommanditaires ne souhaitant pas être représentés sous un mauvais jour, les com-mandités ne réalisent que peu d’images que l’on puisse directement associer à l’im-position directe des souverains. Pour un regard moderne trempé dans la certitude quela fiscalité fonde les moyens légitimes du pouvoir et la citoyenneté des contributeurs,cette persistante absence d’images trouble le raisonnement et mobilise de contes-tables explications a silentio. Une théorie de l’impôt peut-elle se passer de sa justifi-cation picturale!? Quelle paix fiscale résulterait d’une telle lacune!? Existe-t-il une re-présentation juste de l’impôt dans l’art de la miniature occidentale! ? Ne pasreprésenter l’impôt signifie-t-il qu’il est refusé par ses contribuables!?

La compréhension des images médiévales passe désormais par la lecture anthro-pologique et l’analyse sérielle3. La Bibliothèque nationale de France et les biblio-thèques municipales se sont dotées d’outils de recherche permettant de considérer ànouveau le problème de la représentation fiscale4. Si l’on recherche la figuration d’un

1 «!Jésus-Christ, en effet, naquit à Bethléem; il appartenait à la famille de David, ainsi que Marie, de quiest né le Christ, est inscrite dans le recensement des Romains!»!; TERTULLIEN, Adversus Judaeos, IX, 30. J. P.MIGNE (1845-1849), vol. 002, Col 0595, 0642B.

2 L. SCORDIA (2002 et 2005).3 J. BASCHET (1996). Pour une approche synthétique, nous renvoyons à J. BASCHET (2008).4 Nous avons entrepris un repérage des types iconographiques identifiant l’imposition. Les bases de

données ont été interrogées en considérant des indexations simples, telles «!impôt!», «!taxe!», ou «!taille!».Puis, les motifs les plus récurrents constatés ont permis d’élargir l’enquête à d’autres termes décomposant

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impôt moderne constitué par une loi souveraine, la récolte d’images paraîtra faible!:une vingtaine de notices pour 15!000 termes d’indexation impliquant plus de 150!000images numérisées accessibles aux chercheurs5. Le paiement de l’impôt par le contri-buable est un motif particulièrement rare de cette imagerie et cette rareté confirmeque l’on est face à un obstacle riche de sens!: le pouvoir ne s’honore pas à s’illustrerpar le paiement de l’impôt par le contribuable. Toutefois, si l’on considère les réfé-rences sacrées qui offriraient l’occasion de peindre l’impôt __ Songe de Pharaon, De-nier de César, parabole du Pharisien et du publicain, Appel des Disciples __ un pre-mier lot significatif d’images surgit de l’enquête. La figure de Matthieu le percepteurl’emporte quantitativement et nous invite à établir un lien entre théorie de l’impôt etchristianisme. Notre lacune fiscale touche donc essentiellement les manuscrits pro-fanes, miroirs du pouvoir, tandis que l’imagerie des manuscrits sacrés n’hésite pas àpeindre l’impôt évoqué par le récit testamentaire. Cette distinction paraitra néanmoinstrop abrupte car l’appréhension des politiques des souverains de la fin du Moyen Âgepasse nécessairement par une justification spirituelle. Oser justifier spirituellementl’impôt par l’image nécessite certes une représentation du refus, mais celle-ci ren-contre le devenir de l’âme et les spéculations des doctrines économiques chrétiennes.Aussi, l’étude de ces peintures ne peut s’arrêter aux seules compositions sacrées, fus-sent-elles significatives. Dès lors, il devient nécessaire de s’interroger sur les codesemployés par la peinture, codes qui alimentent une figuration du geste fiscal. L’en-quête iconographique doit donc être poursuivie par la décomposition des motifs em-ployés par les artistes. Un changement de focale s’impose alors car les miniaturistesne représentent pas le contributeur que nous recherchons!: c’est le collecteur de taxesqui retient leur attention et non le débiteur du fisc. A travers les motifs iconogra-phiques qui décomposent l’impôt, la représentation picturale ne s’arrête pas au refusdes taxes puisqu’au cœur de la théorie de l’impôt vue par le prisme de l’art de la mi-niature, réside en fait sa rétrocession par le collecteur. Il est une lecture sacrée parl’image du geste fiscal qui, repoussant l’impôt de prime abord, s’attarde sur des formesassociées __ tels l’autel, le coffre et le comptoir __ avant de se révéler dans le rachatspirituel de la rente perçue, rachat de l’impôt que les artistes n’hésitèrent plus àpeindre dans la seconde moitié du XVe siècle et que quelques compositions signifi-catives nous permettront d’esquisser ici.

et structurant un geste fiscal!: «!offrande!», «!comptoir!», «!coffre!», etc. C’est à partir de ces outils que nousavons bâti nos fréquences.

5 Les bases de données de la Bibliothèque nationale de France (BNF) contiennent 240.000 notices,50.000 numérisations. Par ailleurs, l’IRHT rend accessible un travail spectaculaire de recensement de 80.000images issues des bibliothèques municipales. Enfin, les bibliothèques de l’enseignement supérieur indexentenviron 31.000 images numérisées. Malgré ces données quantitatives engageantes, requérir les mots de l’im-pôt ne débouche que sur de très maigres résultats. Ceci explique qu’il a été nécessaire de modifier l’ap-proche à la recherche de champs lexicaux détournés et liés aux aspects monétaires, tributaires, ou encoreaux récits sacrés contenant une relation fiscale. Une fois cette enquête terminée, les motifs iconographiquesmis au jour ont permis d’interroger à nouveau les bases à partir d’autres motifs qui nous semblaient dé-composer la peinture du prélèvement médiéval. Les images ainsi consultées n’avaient pas nécessairementrapport à l’impôt mais elles explicitaient la présence d’éléments de mobilier pour lesquels une autre en-quête fut menée. Cette procédure de recherche expose au défaut qui consiste à se fonder sur les repèresdescriptifs tout en lissant des origines iconographiques extrêmement diverses. Néanmoins, elle a le méritefragile de faire ressortir un lot d’images fiscales, support de la présente démonstration, lot qu’il fallait en-suite éprouver miniature par miniature, auprès des livres qui les contenaient.

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I. LE REFUS DE L’IMPOT

Première évidence, malgré leur richesse, les bases de données accueillant la nu-mérisation des miniatures occidentales ne délivrent aucun résultat exploitable faceaux enquêtes fiscales6. En effet, le lexique de l’impôt n’entre que rarement dans unthesaurus, et le terme lui-même ne mobilise qu’exceptionnellement les efforts d’in-dexation7. Cette absence n’est toutefois pas un oubli, ni même une question de pointde vue, car dans la logique de l’inventaire, les légendes n’évoquent pas la fiscalité mé-diévale. Alors qu’ils enluminent les textes sacrés qui évoquent l’impôt, les miniatu-ristes écartent le motif fiscal qu’ils contournent.

La lacune fiscale touche essentiellement les manuscrits profanes, traités politiquesou historiques. Ici ou là, de rares exceptions affleurent comme ce «!Philippe V le Longrécoltant les impôts! » qui est contenu dans l’imagerie des Grandes Chroniques deFrance8. La représentation n’en demeure pas moins exceptionnelle, tant pour sonthème, que pour son contexte. Les levées fiscales du roi y sont insérées dans un dis-positif relatif à la réformation du royaume rendue nécessaire par les révoltes fla-mandes9. L’image est donc extraordinaire, comme l’est l’impôt qui est figuré. Un pro-pos similaire peut être tenu à l’égard d’une miniature du Livre des bonnes mœurs deJacques Legrand10. Cette fois, c’est bien le rejet de l’impôt qui est figuré, puisque lesouverain s’honore du refus adressé à ses contributeurs pourtant consentants11. Là en-core, l’art de la miniature ne semble pas disposé à nous livrer une figuration de la fis-calité qui, au final, semble se résumer soit à son refus, soit à l’exception fiscale. Lecharisme du pouvoir ne passe donc pas par l’expression de sa capacité de prélève-ment et la lacune s’exprime aisément par la nature du support!: le codex nourrit l’hon-neur et non le déshonneur du pouvoir. De plus, lorsque le livre accueille un proposfiscal et comptable __ qu’il enregistre une fiscalité royale, ou même ecclésiastique __ ilne s’accompagne pas de miniatures figuratives. Le «!Catalogue des abbayes du monderomain payant taxe à la Cour de Rome!», pourtant richement historié, n’échappe pasà la règle12. L’entrelacs de décors végétaux qui s’y trouve permet au mieux de distin-guer une vague idée de la contribution. Encore faut-il exercer son regard et accepterde voir dans l’ornement de l’initiale C deux épis de blé, nettement différenciés par lajuxtaposition des couleurs et évoquant la part (fig. 1). Quelle que soit sa nature, l’im-position ne se peint pas, sinon avec discrétion et mesure.

6 Il s’agit ici des bases «!Mandragore!», «!Liber floridus!» et «!Enluminures!».7 Un lexique d’une dizaine de références seulement face à la richesse des 15.000 termes indexés de la

base Mandragore.8 BNF, ms fr 2609, f. 294 v. 9 O. CANTEAUT (2000). 10 Le Livre de bonnes mœurs, ms Chantilly, Condé 297, f.!79v.11 L. SCORDIA (2004).12 Bibliothèque Municipale de Lyon, ms 358, f. 24 r.

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1. Initiale C à l’épiCatalogue des abbayes du monderomain payant taxe à la Cour deRome, fin XVe siècleBM Lyon, ms 358, f. 24r.

Historier une Bible conduit le peintre à représenter l’impôt, lorsque le récit le luiimpose. Le songe de Pharaon [Genèse, 41, 1-57] est un de ces motifs récurrents justi-fiant le prélèvement, puisque le rêve était d’inspiration divine. Pharaon entrevoit dansson sommeil sept vaches grasses et sept autres maigres! : sept années difficiles sui-vront sept années fertiles13. Pharaon doit donc prélever sur les bonnes moissons afind’anticiper les mauvaises. L’interprétation graphique des miniaturistes consiste alors àsuperposer deux lignes de sept bovidés, figurant ainsi un mouvement dans l’imagerépondant au texte sacré!: les maigres dévorent les grasses. L’interprétation graphiquedu songe de Pharaon ne justifie pas un prélèvement mais une redistribution. Lanuance est de taille puisque la contribution elle-même n’est pas figurée. Dans un ma-nuscrit conservé à Dijon14, les vaches semblent solidaires, orientées dans un mêmemouvement et, bien que la tête couronnée du souverain se loge dans le registre dupalais princier, il n’y est associé ni coffre, ni grenier, ni prélèvement provisoire (fig.2). En l’absence de la figuration d’un contenant, élément pourtant déterminant, onpeut douter qu’un quelconque fisc ait été l’objet de l’artiste.

2. Songe de Pharaon.Fin XIIIe siècleBM Dijon, ms 0562, f. 49v.

13 L. SCORDIA (2000). 14 Bibliothèque Municipale de Dijon, ms 562, f. 49 v.

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L’illustration des références vétérotestamentaires amène également à considérer lemotif du recensement des Hébreux [Nombres, 4, 1-49]. Moise dénombre les hommes,signe d’une démarche fiscale. Ici, les peintres se contentent de figurer le pouvoir decommandement plutôt que celui du prélèvement. Le geste de Moise, vu par le mi-niaturiste, ne fonde pas un impôt, mis à part celui du sang versé à la guerre par lepeuple élu. Pourtant, le texte évoque directement le prélèvement monétaire progres-sif servant à la rançon du rachat des hommes [Nombres, 3, 50-51]. L’idée a donc étécontournée, puis interprétée par un esprit médiéval qui préfère ne retenir que le ser-vice militaire15. Au début du XIVe siècle, le maître de Fauvel place les Hébreux en po-sition de soumission, à terre, entourés par un Moise cornu et un sergent à verge le-vée, emblème d’exécution de l’ordre16. Le lien unissant le pouvoir et le compte sontbien figurés mais le texte éclaircit l’affaire! : ci finent li title apres commence le livredes nombres comment nostre sires commanda à moyses à compter les hommes d’israelqui pooient porter armes en bataille selonc la bible. Ban et levée d’hommes en guerresont donc ici l’objet de l’image (fig. 3). Impôt du sang certes, mais pas du denierconservé en coffre. Là encore, le miniaturiste évite la représentation d’un prélèvementou d’un contenant du fisc.

3. Moise recensant les Hébreux,Guiard des Moulins, Bible historiale,début du XIVe siècle.BNF, ms fr 8, f. 78v.

L’illustration du récit néotestamentaire livre sans aucun doute l’imagerie la plusample de l’impôt que l’on puisse recenser. L’épisode du denier de César [Matthieu 22,15-22] aurait pu fournir l’occasion de représenter une justification de l’impôt, mais leschoix des miniaturistes nous en écartent. L’objet des peintres illustrant le «!Rendez àCésar!» n’est ni l’impôt, ni la propriété individuelle, mais le débat monétaire. La plu-part des images l’illustrant utilisent une même figuration et se séparent en deux re-gistres opposés17. A gauche, un groupe tête nue rassemble le Christ, les apôtres nim-bés, ou les auditeurs de la leçon. Venu de la droite, un second groupe coiffé vient

15 Cette lecture de l’artiste se conforme donc aux constatations d’Albert Rigaudière en matière de pro-gressivité de l’impôt!: A. RIGAUDIÈRE (2002).

16 Sur le sens des gestes!: J-C.SCHMITT (1990)17 Le manuscrit français 187 déploie un programme iconographique lié à la parole néotestamentaire. La

prédication du Christ, omniprésente, adopte systématiquement cette composition qui sépare le Sauveur etses disciples de leurs interlocuteurs. Seul l’attribut détenu par les hommes figurés change d’une miniatureà l’autre. On est donc en face d’une représentation parfaitement codifiée qui ne s’éloigne que peu desusages en la matière.

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défier l’Agneau. Dans un exemplaire des Sermons de Maurice de Sully18, ces hommesont les mains chargées de l’or qu’ils s’approprient par la superposition de leurs deuxmains (fig. 4). Le Christ exhibe une pièce qu’il regarde intensément. Si la joute ora-toire est représentée, son contenu intellectuel est plus incertain. Le denier de Césarhistorié par les peintres des XIIIe –XVe siècles ne permet pas de justifier le tribut parl’image car le peintre n’illustre que le seul motif de la joute oratoire portant sur la na-ture de la monnaie et la souveraineté qui y est liée, débat souligné par la position desmains des participants19.

4. Le denier de César.Sermons de Maurice de Sully,début du XIVe siècle.BNF, ms fr 187, f. 30r.

Le plus souvent, ce n’est pas tant la contribution qui est figurée que la personnedu collecteur, c’est-à-dire le publicain. «!Viens suis moi!» [Matthieu 9, 9-13] avait dit leChrist à Matthieu le percepteur. Cette fois, le motif de l’Appel des Disciples livre uneoccasion de représenter la collecte d’impôts et les peintres s’y engouffrent20. Les élé-ments de cette imagerie semblent invariables!et comprennent alors le comptoir sur le-quel le publicain sépare les espèces d’argent et d’or avant de les enfermer à clef dansun coffre. Le Christ arrive par la droite de l’image et interrompt le travail du publicainpour l’attirer hors de l’image, vers le texte d’un Evangile ou d’une vie de saint Mat-thieu21. Dans le Postilla in Bibliam de Nicolas de Lyre22, l’initiale M de Matthieu sert àdépartager la scène de la collecte de celle de l’appel du disciple (fig. 5). La jambe du

18 BNF, ms fr 187, f. 30 r.19 Les mains sises dans le registre supérieur désignent la pièce débattue tandis que les mains situées en

dessous accomplissent des gestes d’appropriation de la monnaie. Pour un éclairage sur le sens des gestescorporels, on se réfèrera aux pistes ouvertes par F. GARNIER (1984, 2003).

20 Deux compositions classiques de l’Appel dominent le corpus!: soit le peintre désigne l’état antérieurabandonné, soit il figure la prédication du Christ accompagné des apôtres dans une foule, ou bien au som-met du Mont des Oliviers que les disciples gravissent. Un exemple dans le Français 152, f. 389 v. cité in-fra.

21 Sur les interactions entre l’image, le texte et les marges!: J-C SCHMITT (2002).22 Paris, Bibliothèque Mazarine, ms. 167, f. 2 v.

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M est traversée par les mains renfermant étroitement l’or payé avant que celui-ci nepasse dans les mains du publicain et de sa bourse23. Un personnage singularisé parsa tunique orangée indique du doigt le texte qui se déroule sur la colonne de droite.Le geste n’est pas accusateur mais annonciateur d’un événement inscrit dans le textesacré ainsi désigné.

5. Le publicain Lévi,Nicolas de Lyre, Postilla in Bibliam,fin XIVe siècleBibliothèque Mazarine, Paris, ms 167,f. 2v.

Le miniaturiste semble pousser le raisonnement lorsqu’il figure la conversion dupublicain Lévi. Dans la Bible historiale de Guiard des Moulins, le peintre nimbe lespersonnages surgissant de la droite, indiquant par là qu’il s’agit bien du Christ et deses apôtres24. Le texte nous invite à y voir un Appel des disciples associé au renver-sement des tables de l’impôt. Toutefois, alors que les deniers tombent à terre, unecolombe qui semble prête à être libérée nous rappelle en fait la figuration des mar-chands du Temple, changeurs et vendeurs d’oiseaux (fig. 6). Le miniaturiste n’adonc pas représenté l’Appel mais la prédication du Christ au Temple25. Au final,l’abandon brutal du comptoir par l’homme d’argent, conséquence de la colère duSauveur,!dénonce l’activité monétaire qui est violemment rejetée en dehors de l’es-pace spirituel. Or, si la justification religieuse de l’impôt nécessite une figurationmonétaire, son exclusion du sacré paraîtra comme un obstacle visuel difficilementfranchissable de l’artiste.

23 Les onciales historiées du Postilla in Bibliam accueillent des figurations qui identifient les apôtres vi-sés par le texte et en vis-à-vis de l’incipit. Le peintre a choisi de représenter Matthieu en percepteur, Lucy est figuré en médecin et Jean en navigateur.

24 BNF, ms fr 152, f. 385 r.25 L’Appel est figuré peu de folios après, au 389v. Nous avons donc corrigé ici l’identification fautive de

la légende de l’image contenue dans la base Mandragore.

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6. Le Christ et les marchands du Temple. Guiard des Moulins, Bible Historiale, Saint Omer, XIVe siècleBNF, ms fr 152, f. 385r.

Pour trouver l’impôt dans l’imagerie médiévale, il faut donc rechercher le péchéet son rachat. Hélas, l’enquête s’alourdit brutalement car l’illustration de la faute nemanque pas dans les bases de données iconographiques, évidemment trop pour enfaire état ici. Quand le prélèvement est injuste, il est mille façons de le représenter,toutes issues d’une représentation de l’usage de la force ou d’une expression de la ty-rannie d’exercice. Quand elle est injuste, la contribution n’est d’évidence pas consen-tie26. L’absence de ce consentement nécessite la peinture de la violentia ou de l’ex-cessus car la taxe ne se nomme pas alors impôt. Tour à tour, elle est pillage, avarice,thésaurisation, rançonnement, abus et excès de pouvoir! : somme toute, une figura-tion du mal27. C’est le consentement à la perception, c’est-à-dire l’offrande, qui semblecaractériser sa peinture et qui nous amène à évaluer ses codes iconographiques. L’ex-plication de la lacune repose dans notre compréhension du sens que revêtaient lajuste offrande et la circulation des pièces, nécessaires prolongements de notre en-quête.

II. L’AUTEL ET LE COMPTOIR

L’enquête iconographique se prolonge dans le lexique des bourses, des conte-nants de numéraire, des greniers et autres réceptacles du fisc. Puisque les figurationsévidentes de l’impôt ne permettent pas d’expliquer les lacunes visuelles, il devient né-cessaire d’étendre le raisonnement aux fondements iconographiques adoptés par laminiature, ceci afin d’y trouver quelques éclairages sémantiques. Nous quittons icil’univers des bibles historiées pour celui des manuscrits profanes, à la recherche dusens de l’impôt, non par des entrées sacrées, mais en suivant la circulation des es-

26 D. MENJOT (2002).27 Du mal politique, si l’on suit les propos de J. BASCHET (1996).

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pèces monétaires entre les individus. La figuration de Matthieu en percepteur nousinvite en effet à confronter ce motif avec ceux déployés pour figurer la perception dela valeur. Parmi les codes iconographiques les plus récurrents, le comptoir est sansaucun doute l’élément de mobilier le plus emblématique du prélèvement. Figuré dansl’Appel des Disciples, il l’est également dans l’imagerie profane. Il sert au miniaturistepour figurer les formes licites de la circulation monétaire. Néanmoins, il ne justifie pasle flux d’argent, lequel flux nécessite la présence d’un autre contenant dans l’imageafin de déterminer sa nature, juste ou injuste. Ceci explique que le comptoir s’asso-cie régulièrement à deux éléments de mobilier dérivés et parfaitement réversibles! :l’autel du sacrifice qui caractérise la juste offrande et le coffre, synonyme d’appro-priation, de thésaurisation, voire d’avarice. Or, en latin, le terme arca désigne ungrand nombre de ces meubles!et la sémantique de cette homonymie semble être lar-gement retenue par les miniaturistes28.

L’impôt licite formé par un pouvoir ne serait pas constitué dans la miniature s’iln’était pas accompagné par un petit comptoir accueillant les espèces. La figuration dupublicain Lévi avant l’appel des disciples le démontre. L’or vient par la droite del’image, tandis que le collecteur attend la contribution sur le plat de son comptoir. Lesespèces poursuivent leur migration dans l’image et quittent le meuble pour rejoindrele coffre, sis derrière le percepteur, à moins qu’il ne soit tout simplement assis des-sus. Suivons ces types iconographiques dans la miniature profane en prenantl’exemple de l’Epitre d’Othéa29. Christine de Pisan y appuie un propos relatif à la ri-chesse dans son chapitre consacré à Junon. Le miniaturiste voit là une occasion depeindre une appropriation et une circulation de la monnaie. De droite à gauche, lespièces empruntent un chemin ponctué d’étapes symbolisées par le mobilier30. Lesbourses entrent par la porte dans un intérieur immédiatement flanqué d’un comptoirséparant nettement deux espaces (fig. 7). Comptées sur le meuble, les monnaies glis-sent ensuite dans un sac entreposé dans l’inévitable coffre placé à gauche de l’image.Le comptoir est donc l’élément central qui fixe la régularité de la circulation et de l’ap-propriation monétaire. Le flux des espèces nécessite là aussi une figuration desmeubles déjà évoqués dans la représentation biblique.

7. Circulation de l’argentChristine de Pizan, L’Epitre d’Othéa, vers 1460.BM Lille, ms 391, f. 48v.

28 Coffres, tables, armoires, autels, mais aussi cercueils. L’analogie peut être riche et nous renvoie auxétudes recueillies par D. JAMES-RAOUL et C. THOMASSET (2007), 290.

29 Le miniaturiste y exploite le chapitre relatif à Junon pour figurer la richesse. Bibliothèque Municipalede Lille, ms 391, f. 48v.

30 Sur les tables, comptoirs et coffres nous renvoyons à J. THIRION (1998).

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La contamination iconographique se poursuit dans l’imagerie des registres deconfréries, livres comptables d’apparence neutre. Le geste est alors décortiqué en plu-sieurs opérations qui signalent la régularité de l’exercice. Le Livre de la confrérie saintNicolas de Valenciennes illustrera ici ce propos31. Les personnages qui entourent lecomptoir exécutent une comptabilité qui suit un ordonnancement précis (fig. 8). Unpersonnage ouvre les bourses mais c’est un autre qui sépare les espèces sur le platdu meuble. Un troisième compte avec le doigt, tandis qu’un quatrième remplit le re-gistre mémorisant le compte. De part et d’autre, quelques confrères effectuent lesgestes qui en font des témoins de la régularité de l’opération. Enfin, un dernier per-sonnage semble endosser la responsabilité de l’ouverture du coffre qui accueille letrésor de la confrérie. Le texte qualifie l’ensemble figuré par la formule suivante! :rendre compte du gouvernement de la dite confrérie32. On est en face d’une bonneforme, réputée juste et licite. En conséquence, on ne peut s’arrêter à l’idée que la pos-session de la monnaie, ou encore sa circulation, condamnent moralement l’impôt.Notre lacune fiscale ne repose pas sur la stigmatisation de la richesse, ni sur sa ré-partition, puisqu’il existe des formes justes que les miniaturistes expriment avec clarté.Toutefois, la double représentation de l’origine et de la destination de l’or, absente decette imagerie de la circulation licite, n’est pas soumise aux mêmes règles.

8. Le compte de la confrérieLivre de la confrérie saint Nicolas deValenciennes, fin XVe siècle.BM Valenciennes, ms 536, f. 14v.

L’absence de l’impôt dans la représentation des miniaturistes occidentaux s’ob-serve dans la difficulté qu’il y a à exprimer le sens de ce dernier. Représenter desformes licites est une chose, figurer les raisons de cette opération en est une autre.Là est l’obstacle majeur qu’affronte cette peinture. A peine le motif du comptoir est-

31 Bibliothèque Municipale Valenciennes, ms 536, f. 14v.32 Le peintre représente ici la vie de la confrérie à l’occasion d’un programme iconographique qui met

en scène la collectivité. Repas, comptabilité, oraisons et services funèbres adoptent des compositions si-milaires autour d’éléments de mobilier caractérisant les activités de la confrérie.!Table, comptoir, autel etcercueil permettent donc d’établir une analogie entre les contenants comme réceptacles des activités decette société.

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il exprimé que l’analyse sérielle des images révèle que ce dernier bute sur autre mo-tif, d’apparence similaire! : l’autel qui réceptionne le don à vocation religieuse. A ladifférence de l’impôt, l’offrande est un motif prégnant, très largement exprimé dansles manuscrits à peintures sacrées. Elle témoigne elle aussi d’une circulation de la va-leur, exprimée cette fois de gauche à droite, circulation qui rencontre aussi un élé-ment de mobilier ressemblant de près au comptoir évoqué!et que l’on nommera au-tel. Des personnages apportent des biens qu’ils offrent à la divinité. Selon les cas, lascène emblématise la dîme ou le sacrifice. Logiquement, ce motif se rencontre dansles évangéliaires et les missels car cette fois-ci, l’offrande prend un sens que l’artisten’a aucune peine à représenter!: le devenir de l’âme. Dans une Bible de la fin du XIIIe

siècle33, la destination de la donation ne fait pas de doute!: la tête des agneaux tra-verse l’initiale U du Lévitique et se dirige vers le Ciel (fig. 9). Dans d’autres cas, c’estl’idée du sacrifice des fruits du travail qui est soulignée par la présence de gerbes deblé34. Plus nettes encore sont ces représentations qui placent au dessus de l’autel unnuage divin d’où émerge la figure divine recevant le don35. D’évidence, la juste of-frande sauve l’âme.

9. Offrande d’agneauxBible, Paris, XIIIe siècleBM Vendôme, ms 1, f. 34r.

Une autre forme d’offrande souligne le rachat de l’homme par le don. En lieu etplace des fruits du travail, le donateur offre son âme et l’artiste représente la scène enutilisant le même motif que précédemment!: personnages issus de la gauche, autel etfigure divine. Une miniature du Missel à l’usage de l’abbaye de Saint-Amand reprendce motif classique des ouvrages liturgiques36. L’âme est symbolisée par un petit enfantnu qui s’élance par-dessus la tête du donateur vers le Créateur logé dans le coin su-

33 Bibliothèque Municipale de Vendôme, ms 1, f. 34r.34 Bibliothèque Municipale de Besançon, ms 4, f. 43v.35 Paris, Bibliothèque Mazarine, ms 38, f. 69r. 36 Bibliothèque Municipale de Valenciennes, ms 118, f. 9r.

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périeur droit de l’image37. La jonction des mains a donc lieu au dessus de l’autel,comme s’il était le tremplin nécessaire à ce mouvement (fig. 10)38.

10. Offrande de l’âme à DieuMissel à l’usage de l’abbaye deSaint-Amand, début du XVe siècle.BM Valenciennes, ms 118, f. 9.

On comprend alors que peu de choses séparent la figuration de l’autel de celledu comptoir ou du coffre. L’artiste doit prendre garde à ne pas mélanger ces motifsépurés que le sens droite –gauche ne parvient pas réellement à départager. Seule lasémantique, illustrée par la présence divine, demeure sans équivoque. Le don est icilibre et juste. Il ne se contente pas de l’expression de sa seule licéité et prouve queles scriptoria n’hésitaient pas à figurer le sens de la contribution, pour autant qu’ellerencontre bien plus qu’une bonne forme, à savoir une destination spirituelle. C’estcette destination qui fait obstacle à la représentation de l’impôt. Puisque, par nature,l’offrande est ascensionnelle tandis que le coffre emprisonne la valeur, les motifs del’autel et du comptoir se percutent nettement dans l’iconographie et il n’arrive quetrès rarement que les deux éléments de mobilier figurent dans la même image. Lescompositions adoptées pour la représentation de Matthieu le percepteur permettentcertes une association du coffre et du comptoir mais elle nous invite surtout à ex-plorer la sémantique graphique de ces contenants. L’obstacle artistique réside en ef-fet dans la représentation du réceptacle du don, et donc de son appropriation. A l’au-tel, le miniaturiste associe le nuage divin tandis qu’au comptoir répond la présencedu coffre. L’autel libère l’âme, mais le coffre l’emprisonne. Un peintre miniaturiste desHeures à l’usage d’Amiens prend le risque de figurer les deux éléments de mobilierque sont le coffre et l’autel39. L’image fournit la démonstration de la réversibilité de

37 Sur la figuration divine: F. BOESPFLUG (2002).38 Cette composition récurrente est également observable dans les miniatures qui accompagnent les

Évangiles d’une figuration de la Présentation au Temple. Nous ne faisons qu’aborder ici ce motif extrême-ment codifié et répandu de l’offrande ascensionnelle.

39 Bibliothèque Municipale de Abbeville, ms 16, f. 3v.

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ces motifs (fig. 11a et 11b). Le texte est ici encadré par une succession de scènes serépondant40. Des marginalia représentant les fruits de la récolte sous forme de gerbesse développent sur la gauche. Au pied de ces gerbes, l’artiste a peint une miniatureséparée en deux registres. Le premier accueille l’autel, le second le coffre. La logiquede l’image conduit à cette idée!: les fruits peuvent être convertis en offrandes de deuxtypes. Le don fait à l’Église est symbolisé par l’encens offert sur l’autel à la divinité.Le donateur est un clerc apaisé et bien vêtu qui tranche avec le personnage nu et mi-sérable qui surgit de son dos et qui semble fasciné par le coffre. Son pied git sous lemeuble surmonté par quelques créatures simiesques et gesticulantes41. Ces singess’agitent vainement autour de la boîte fermée qui emprisonne la valeur des fruits dela récolte. La démonstration picturale est impeccable!: l’appropriation peut être justeou injuste. L’offrande juste des fruits du travail aboutit à la vraie richesse et la paix del’âme. La thésaurisation injuste de la valeur dans le coffre s’achève sur la misère et lasingerie diabolique42. Le vis-à-vis fonde un raisonnement implicite!et la destination desfruits départage les motifs iconographiques. Si coffre et autel se ressemblent, l’image-rie occidentale bute généralement sur la représentation du premier auquel s’associela damnation. La juxtaposition de ces sens antinomiques interdit qu’un impôt ayantbesoin du coffre puisse être justifié par sa peinture. Les motifs sont donc réversiblesmais les analogies qu’ils produisent mettent en danger l’appréhension de l’image parle lecteur.

11a et 11b. La récolte, l’autel et lecoffre.Heures à l’usage d’Amiens, finXVe siècleBM Abbeville, ms 16, f. 3v.

La lacune fiscale que révèle l’analyse sérielle des miniatures occidentales ne re-pose pas sur une dénonciation simpliste de la richesse ou du prélèvement. L’examendes types iconographiques démontre que le peintre a à sa disposition tous les réfé-rents utiles. Toutefois, les sémantiques de deux d’entre eux __ l’autel et le coffre __ sepercutent dangereusement, surtout lorsqu’ils sont stylisés. L’obstacle visuel secontourne par l’association de deux éléments qui signalent la destination juste ou in-juste!: la figure divine surmontant l’autel, ou bien les personnages s’agitant autour ducoffre accueillant le don. En soi, la collecte de l’impôt n’est pas maudite, c’est saconservation qui l’est. Cette apparente contradiction ne touche pas le fisc en tant quetel mais son contenant car ce dernier illustre une destination injuste du prélèvement.Ce choix graphique interdit que l’artiste puisse justifier la perception par sa repré-

40 L’exemplaire d’Abbeville est un manuscrit exceptionnel dans lequel les drôleries s’hybrident de ma-nière savante dans chaque folio. Les compositions, particulièrement subtiles, créent des confrontations desens à visée morale et spirituelle à l’occasion d’une figuration des travaux et des jours.

41 Sur le singe: M-H. TESNIÈRE (2005), 115 sqq. 42 Le singe est un animal introduisant la dérision par une réversibilité du sens: G. LECUPPRE (2007).

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sentation. Néanmoins, l’obstacle iconographique semble levé si l’on isole son fonde-ment!: le rachat de l’âme comme paiement du péché.

III. LE RACHAT DE L’IMPOT

Une fois l’iconographie de l’impôt éclaircie par le sens que prends le don dans laminiature, il appert que notre lacune fiscale doit être liée aux doctrines tardives duchristianisme occidental. S’agit-il pour autant d’un interdit, voire d’un tabou visuel? Lefondement religieux qui écarte la représentation de l’impôt est néanmoins susceptiblede l’autoriser. Cette réversibilité se manifeste pleinement dès lors que le peintres’évade du cadre strict de la représentation du pouvoir chrétien.

Parce qu’il historie aussi l’histoire ancienne ou la géographie des confins dumonde, le miniaturiste figure des scènes dans lesquelles il n’est pas lieu de représen-ter le christianisme. Cette exception iconographique se rencontre essentiellementdans les miniatures ornant les récits d’explorations ou bien les mythes de fondationantiques. L’histoire romaine fournit une de ces occasions rares d’imaginer un pouvoirtel qu’il devait être avant la naissance du Christ43. Et la lacune fiscale de tomber!: re-poussée lorsque l’on historie un pouvoir chrétien, elle est admise largement dès lorsque l’histoire se fait païenne.

12. Les consuls de Rome taxant le célibat.Valerius Maximus, Facta et dicta memorabilia, fin XVe siècle.BNF, ms fr 288, f. 137r.

L’imagerie du Facta et dicta memorabilia ose l’impôt44. Deux consuls, matérialiséspar l’inversion complémentaire des couleurs de leurs tuniques et chaperons, instituent

43 Sur l’histoire romaine comme moyen d’édifier son temps: E. BAUMGARTNER et L. HARF-LANCNER (1997).44 La réception qui est faite aux écrits de Valère Maxime à la fin du Moyen Âge est un support de dis-

cours moral et politique servant d’exemplum au pouvoir des Valois. Les propos relatifs aux unions per-sonnelles prolongent une théorie politique du mariage également contenue dans les programmes icono-

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une taxe frappant les célibataires (fig.12)45. Un sergent à verge levée exécute l’ordretandis qu’un homme remplit d’or le coffre du fisc urbain. L’usage de la force se lit dansla droite de l’image mais l’âge des contributeurs __ un vieillard d’une part, une femmeguimbée, et donc âgée, d’autre part __ permet de douter de l’efficacité d’une telle me-sure en matière de promotion du mariage. Ce n’est pas la fiscalité qui est ici dénon-cée mais la mesure en l’espèce puisque le texte de Valère Maxime décrit la juste sé-vérité des censeurs envers ceux qui, ne donnant pas la vie, doivent donner leur or. Lapersistance du célibat interdit la légitime naissance issue du mariage mais, dans l’in-terprétation subjective du miniaturiste, la loi ne frappait que les personnes âgées dansl’incapacité de procréer!: cette taxe ne promeut nullement les vertus maritales. Prise deposition du peintre donc, qui tolère toutefois la représentation d’une fiscalité licite, dumoment que celle-ci se projette dans une histoire païenne qui n’a pas encore été ra-chetée par le sacrifice du Christ. A suivre le miniaturiste, l’affaire représentée allait dansle sens d’une promotion du mariage mais ce pouvoir ancien s’y prenait fort mal.

Il arrive également que l’impôt soit accepté dans la contemporanéité même dupeintre. Là encore, l’artiste enlumine un pouvoir païen, mais il ne se rencontre quedans des terres lointaines dans lesquelles le paganisme règne46. Ainsi, les peintres duLivre des merveilles s’autorisent-ils la représentation fiscale ordonnée par le GrandKhan47. Attablés à un comptoir, trois officiers enregistrent la perception en suivant unordonnancement caractéristique d’une licéité convenable (fig. 13). Un premierhomme ouvre les bourses. Un second compte et sépare les espèces d’or et d’argent.Enfin, un dernier enregistre le compte et délivre quittances. Les tâches, divisées stric-tement, indiquent que l’on est en face d’une fiscalité convenable!: cy devise de la grantrente que le grant kaan a chascun an de la ditte noble cite de quinsay et de ces ap-pertenances, ajoute le texte. Il s’agit toutefois d’une fiscalité indirecte car le récitévoque ici les profits prodigieux que le Khan retire du commerce du sel et des aro-mates. L’artiste a mis en lumière l’efficacité qu’il pense être liée à la grandeur du pou-voir mongol, attestée par sa capacité à lever l’impôt d’une manière organisée48. Nousretrouvons ici la licéité des formes évoquée précédemment autour des gestes qu’arti-cule la figuration du comptoir médiéval.

graphiques des exemplaires français du Ab urbe condita de Tite Live traduit par Pierre Bersuire. Cetexemple est cependant isolé!: à notre connaissance, la taxation du célibat commentée par le moraliste dansles Faits et dits mémorables n’est reprise par la miniature que dans le seul ms fr 288.

45 BNF, ms fr 288, f. 137r.46 Le voyage du «!par deça!», au «!par delà!»: C. DELUZ (2001).47 BNF, ms fr 2810, f. 69v.48 Les aspects monétaires et fiscaux représentés dans cet exemplaire en font des merveilles, au même

titre que les fabulations légendaires, zoomorphes ou hybrides. L’efficacité fiscale du pouvoir mongol, enrejoignant le programme iconographique, édifie les contemporains sans aucun signe de stigmatisation vi-sible de notre lecture.

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13. La rente du Grand Khan.Maître d’Egerton. Livre des merveilles,début du XVe siècle.BNF, ms fr 2810, f. 69r.

L’absence du christianisme autorise donc des représentations fiscales qui ne né-cessitent pas un ornement de stigmates visuels inspirés par la tyrannie d’exercice oula fureur violente. Le motif de l’offrande ascensionnelle chrétienne ne perturbe nil’image, ni l’imaginaire du peintre. Qu’il s’agisse du consulat antique ou du GrandKhan, le pouvoir de commandement païen s’exonère librement des obstacles reli-gieux frappant la fiscalité. Ces pouvoirs gisent dans une forme d’état originel, soitqu’ils n’aient pas encore connu la Passion, soit qu’elle ne leur ait pas encore été an-noncée. Dans l’esprit du peintre, l’impôt est donc bien lié au pouvoir, à la manièred’une faute historique quasi naturelle. Depuis la Chute, les hommes errent dans le pé-ché et le fisc en est une variante. Pour autant, si l’impôt se lie à la faute, il n’est pasplus interdit que ne l’est le mariage en matière d’interdit sexuel. La contributionconstitue donc une prédation nécessaire rencontrée à l’état brut dans l’exercice d’unpouvoir païen. L’enjeu de cette peinture médiévale consiste à expliciter cette fautecompréhensible tout en l’assortissant d’éléments qui la rendent tolérable.

Parmi les images illustrant l’appel des disciples et la conversion de Matthieu, il estun lot qui surprend. On y retrouve les motifs habituels __ numéraire, bourses, comp-toir, Christ arrivant par la droite __ néanmoins une surprise provient du fait que le pu-blicain est nimbé par l’artiste. Dans la Petite Bible historiale de Charles V49, le Maîtredu Livre du sacre figure un Matthieu percepteur plutôt qu’un Appel des Disciples (fig.14)50. Par la droite, ce sont les contribuables qui arrivent puisqu’ils ne sont pas nim-bés. En revanche, Matthieu l’est alors qu’il se livre ici à ses activités de collecteur detaxes. A-t-il déjà été converti!? La logique de l’image le suppose et écrase donc la chro-nologie. Pourtant, les gestes de l’appropriation de l’or paraissent évidents!: les mainsde Matthieu s’agitent autour des bourses tandis qu’une cassette personnelle accueilleles valeurs de son interlocuteur. Une question se pose alors!: peut-on être publicainet saint à la fois!? L’artiste a choisi de nimber par anticipation du texte des Évangilesque l’image coiffe. Le publicain sera racheté de son impôt mais ici, il ne l’a ni aban-donné, ni jeté à terre. En revanche, on peut admettre que les personnages figurés dé-

49 BNF, ms fr 5707, f. 204 r.50 Commandité par Charles V, le Maître du livre du sacre adopte des programmes iconographiques qui

sont généralement un miroir du pouvoir des Valois.

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battent du prélèvement ou rejettent les espèces monétaires. Quelle que soit l’inter-prétation accordée aux gestes, la valeur de la faute ainsi représentée permet de dou-ter que le péché soit si grave qu’il n’y paraît. L’interprétation conférée à la figurationdes publicains ouvre une interprétation plus subtile que celle qui consiste à y voir uninterdit strict.

14. Matthieu le publicainMaître du livre du sacre. Petite Biblehistoriale de Charles V, 1362-1363 BNF, ms fr 5707, f. 204r.

La parabole du pharisien et du publicain [Luc, 18, 9-14] rappelle que le collecteurd’impôt peut se retrouver moins fautif que ne l’est un faux pénitent. Enluminer lethème revient à associer, dans la même image, les deux offices religieux et fiscaux.Cette association lâche alors le sens que la peinture occidentale du livre affecte à ceque nous pensions être un interdit de l’impôt. Sur un évangéliaire à l’usage de Cam-brai51, l’artiste déploie un motif complexe autour d’une ample initiale I (fig. 15). Lestransgressions visuelles se multiplient autour d’une boucle zoomorphe encerclant deuxpersonnages faisant face à un autel qui indique bien que l’on est dans le cadre de lareprésentation de l’offrande ascensionnelle réputée faire obstacle visuel à l’impôt52. De-bout, un orant orgueilleux revêtu d’un bonnet de béguin adresse ses prières à Dieu. Aterre, se frappant le visage, un publicain masqué par une capuche n’ose montrer sestraits et gît humblement au pied de l’autel. Les couleurs de leurs tuniques sont inver-sées et donc complémentaires, c’est-à-dire que le destin des deux hommes est lié dansla démonstration. En lieu et place du nuage divin observé précédemment dans le mo-tif de l’offrande ascensionnelle, le clerc orant et offrant fait face à une tête renverséed’ovin coiffant un corps reptile, prolongée d’un motif cornu et donc démoniaque ouantichristique. Le même motif zoomorphe encercle la scène et la queue du griffon faitsocle pour la scène, laquelle est portée par l’effort produit par un homme nu flanqué

51 Bibliothèque Municipale de Cambrai, ms 189, f. 120v.52 Le ms 189 de la bibliothèque municipale de Cambrai offre de nombreuses figurations marginales en

interaction avec le texte liturgique. Le programme iconographique y oppose régulièrement la piété à l’im-piété à l’occasion d’une même composition. Sur l’interprétation des marginalia nous renvoyons à J. WIRTH

(2008).

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d’une queue animale. Il s’agit ici d’une figuration de la corruption vers laquelle le pu-blicain s’oriente mais s’en détache en faisant obstacle de ses mains. L’histoire estconnue! : le pharisien orgueilleux ne sera pas racheté, malgré ses offrandes. En re-vanche, le publicain le sera car la sincérité de sa contrition lui ouvrira toutes grandesles portes du Paradis. Des deux hommes, il est seul à avoir conscience de sa faute, deson origine et de son ampleur53. Alors que son voisin n’a pas vu le démon qu’il loue,le publicain a vu le péché qui le ronge. En outre, le pharisien est figuré en béguin cequi permet de fonder une analogie entre la parabole et la distinction qui sépare vraieet fausse pénitence. Si l’impôt est une faute, la mise en scène écarte sa figuration carl’artiste a choisi de ne pas identifier la faute au geste fiscal mais y a préféré une figu-ration de la contrition. La faute est donc générique et la sincérité la rachète tandis quel’orgueil diabolique du béguin pharisien le damne. A la lumière du christianisme, lepublicain des miniaturistes peut racheter son âme devant le véritable Agneau de Dieu.Peu importe sa faute qui n’est pas ici décrite. Littéralement, le publicain rachète sonimpôt puisque la Passion du Christ lui en a ouvert la possibilité.

15. Le pharisien et le publicainEvangéliaire à l’usage de Cambrai,seconde moitié du XIIIe siècleBM Cambrai, ms 189, f.120v.

La portée iconographique du sacrifice du Fils de l’homme ouvre le champ del’interprétation de la miniature fiscale. Si le Christ efface l’impôt de l’humanité pé-cheresse, il l’a donc renvoyé à la compréhension de la corruption originelle.De!même que la chair se pardonne et que le mariage oriente le pécheur vers la sal-vation, de même l’impôt semble attendre sa régulation et l’institution qui le rachète.Les miniaturistes, stimulés par les paraboles évangéliques, loin de voir dans l’impôtun interdit infranchissable, tentent de le transgresser en lui associant une iconogra-phie de repentance. La clef de cette élaboration réside dans le dernier motif fiscalque nous étudierons ici!: l’établissement universel du cens par Auguste [Luc, 2, 1 ets.]. Ce fait rapporté par les évangélistes a souvent permis la datation de la naissancedu Christ. Cette simultanéité chronologique ouvre une toute autre perspective dansl’esprit des peintres, celle du rachat visuel de l’impôt. Le texte, également relevé par

53 Sur l’intérêt des juxtapositions réversibles et des contre-modèles! : G. BARTHOLEYNS, P-O. DITTMAR, V.JOLIVET (2008), 47-74.

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Tertullien54, associe la mention du prince temporel, du fisc et de la naissance de lavéritable majesté de l’Enfant Roi!: en soi, une invitation forte à l’analogie et à la spé-culation. Or, les représentations tardives du recensement augustéen associent, dansune même image, la Nativité d’une part et le cens d’autre part. En témoigne cetteillustration issue de la Chronique de Baudouin d’Avesnes55. Joseph et Marie par-viennent à Bethléem!: comment adont vindrent joseph et la vierge marie en la citede bethleem indique le texte. La Sainte famille, l’étoile, l’étable! : tous les élémentsd’une Nativité se regroupent (fig. 16). Dans le coin supérieur gauche, l’artiste logel’ordre de recensement, plutôt qu’une figuration du massacre des Saints Innocents.Auguste y reçoit les registres du cens et l’on se rappelle alors des raisons qui pré-sidaient à l’arrivée de la Vierge à Bethléem!: l’inscription fiscale56. L’image construitun parallélisme entre la réception du cens du monde habité et la réception du Christvisité par les Mages. L’analogie peut être poursuivie dans l’opposition de deux ma-jestés, la véritable de l’enfant-Roi et la temporelle d’Auguste. Cette imagerie poli-tique du XVe siècle issue d’un manuscrit royal témoigne d’une évolution de la re-présentation fiscale57. Les artistes ont trouvé dans les Évangiles un motif permettantde lever les contradictions et de fonder l’impôt par l’image.

16. Nativité et recensement.Chronique de Baudouin d’Avesnes, fin XVe siècleBNF, ms fr 279, f. 154r.

54 Voir citation en exergue.55 BNF, ms fr 279, f. 154r.56 Sans entrer dans le débat qui pose la question de l’obligation d’inscription pesant éventuellement sur

la Vierge, notons que les miniaturistes tranchent ici dans le sens d’un recensement qui ne pèse que sur Jo-seph. La Vierge se contente de l’accompagner à Bethléem.

57 La chronique de Baudouin d’Avesnes prend la forme d’une chronique universelle tardive. Elle mêleles Écritures aux Histoire Romaines issues des traductions de Tite Live et de Valère Maxime. C’est un ma-nuscrit du pouvoir qui était possédé par l’entourage des Valois qui y avait flanqué une marque de posses-sion aux fleurs de lys. Malgré une rupture témoignant d’un assemblage de deux programmes iconogra-phiques distincts, ce sont les scènes de l’histoire politique qui en font l’unité. La représentation simultanéede la Nativité et du pouvoir augustéen ne relève donc pas du hasard.

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Une miniature ornant un Speculum historiale nous invite à aller encore plus loin58.De nouveau, Nativité et Recensement se mêlent en une même image contenant unpropos politique59. La légende précise!:!de la discription du monde et de la nativite dusauveur si come il ensuit. L’artiste a toutefois été beaucoup plus loin que ce que nousavons observé dans la Chronique de Baudouin d’Avesnes car l’établissement univer-sel du cens constitue cette fois le sujet principal de la miniature (fig. 17). Des officiersromains y enregistrent les hommes de tous âges et de toutes conditions. Le deniertendu par les contribuables marque l’imposition directe!: c’est donc une nette pein-ture de l’impôt temporel à laquelle s’associe une figuration religieuse. Tandis que lafiscalité impériale se déploie au cœur de l’image, le voyage de Marie vient se logerdans le coin supérieur gauche. Vierge et ange annonciateur cheminent donc en di-rection de Bethléem tant pour l’inscription fiscale que pour la naissance du Sauveur.Le geste de l’ange, ainsi que le chemin emprunté par la Vierge, rattachent habilementcette présence au prélèvement augustéen. Le motif est donc inverse à celui observéprécédemment. Simultanément, la Nativité annoncée et le Recensement se confon-dant, le fisc et son rachat viennent au jour, le même jour. Certes, l’empire augustéenn’est pas un pouvoir royal chrétien, mais la simultanéité de la Nativité et du Cens dé-clenche une association d’idée rattachant l’Empire à sa destination providentielle si-gnalée par les mots de l’universalité légendée dans un parchemin tenu par Auguste!:describatur universis orbis. L’image, exceptionnelle, figure même le denier versé parle contributeur qui nous autorise à associer très nettement le recensement et l’impôt.La démonstration produite n’en est que plus forte car elle fonde la fiscalité, ou plutôtle rachat de celle-ci par la naissance du Sauveur60. En détournant le sens des élémentsde chronologie apportés par les Évangiles, les miniaturistes, fondent, ou plutôt re-fondent spirituellement, l’impôt. Cette miniature est donc bien une représentation fis-cale que le voyage de Marie appuie. Certes, la majesté d’Auguste n’est pas compa-rable à celle de l’Enfant Roi, mais l’hybridation de sens peinte produit une sémantiquepolitique, religieuse et fiscale. Nous y verrons donc une forme de naissance miniatu-rée de l’impôt temporel. Bien que singulière, tardive ou isolée, elle témoigne d’uneévolution iconographique qui nous délivre une image fiscale pleine et entière qui sur-monte l’aphorisme «!le roi doit vivre du sien!».

58 BNF, ms fr 50, f. 20r.59 Une marque de possession fleurdelisée rattache ce manuscrit à la maison de Bourbon. Le pro-

gramme iconographique adopté est, là encore, un miroir du pouvoir puisant ses références auprès del’écriture testamentaire ou dans les récits des histoires romaines. Comme nous l’avions noté supra pourla Chronique de Baudoin d’Avesnes, la représentation simultanée du cens et de la Nativité suggère unchoix iconographique politique et délibéré. Il produit une démonstration fiscale conforme aux attendusdu commanditaire.

60 L’image participe ainsi à la peinture de «!l’intériorité de l’âme du roi!»: O. BOULNOIS (2008), 245-249.

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17. Recensement et NativitéVincent de Beauvais. Speculum historiale,traduction Jean de Vignay, 1463.BNF, ms fr 50, f. 201r.

A travers l’analyse sérielle des images indexées contenues dans les bibliothèquesfrançaises, les motifs iconographiques de l’impôt surgissent. Si le pouvoir ne s’honorepas à se représenter en situation de percepteur, le geste fiscal n’est pas pour autantécarté. Les Ecritures sacrées fournissent une occasion de figurer l’imposition mais,dans un contexte chrétien, le sens de la perception vient heurter le motif de l’offrandeascensionnelle. Le collecteur de taxes n’en est pas moins racheté par le sacrifice duChrist. Que faut-il alors déduire du propos des miniaturistes!? L’impôt n’est pas un ta-bou, il est une nécessité surgissant de la corruption issue de la Chute, somme touteune faute bien naturelle mais qui exclut qu’elle soit associée au sacré. Avarice, dé-nonciation de l’accaparement et vision chrétienne de l’économie entravent alors la re-présentation du geste fiscal. Comme toutes les fautes naturelles, elle peut être rache-tée. Ceci implique que la figuration de l’impôt nécessite en réalité la figurationsimultanée de sa rétrocession et de sa salvation. Ce qui importe donc n’est pas l’im-pôt mais le rachat de l’impôt et la nuance implique les lacunes fiscales qu’une étudesuccincte de la miniature occidentale révèle pleinement. Au geste de Charles V abo-lissant la taille sur son lit de mort, l’imagerie récoltée apporte une explication. Cetteposture souveraine n’est pas déraisonnable,!elle est constitutive de l’idée même del’impôt. Charles V rachetait l’impôt car celui-ci était au cœur de son institution. Demême que la figuration de l’impôt nécessite que l’on postule sa propre abolition, demême le souverain doit concevoir la suppression de sa taxe à l’instant même où il l’acréée. Certes, la contradiction s’accentue à mesure que l’essor des fiscalités médié-vales heurte ce fondement chrétien. A cela, le motif tardif de l’institution universelledu cens apporte une réponse splendide. L’impôt direct est alors racheté dans la mêmeimage que celle qui l’institue. Ceci explique que ce n’est pas tant le refus de l’impôt

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qui préoccupait les artistes que la manière de figurer la salvation de son collecteur.Les motifs iconographiques convergent pour fonder une représentation subtile du re-fusant-acceptant la collecte, ambiguë certes, mais utile à la figuration de la prédationnécessaire61. La salvation de l’âme du politique passait par la prise de conscience dela faute déclenchant la contrition véritable. Nous ne pouvons retrancher ce fondementreligieux placé au cœur même de l’impôt médiéval sans en mutiler le sens profond.Alors que l’historien se hâte à rechercher le développement des fiscalités modernes,la miniature médiévale s’empresse de chercher ce qui le pardonne. Alors que nousprolongeons mentalement le geste fiscal dans les progrès de la genèse de l’Etat, lespeintres pensent de manière régressive et représentent le geste fiscal à rebours en ex-pulsant implicitement sa justification dans la Chute originelle. Nous voyons là un obs-tacle à la modernité mais les artistes ne peignent pas plus une dénonciation du pré-lèvement qu’ils ne conçoivent sa justification. A trop rechercher la représentationfiscale, on se résout à ne croire que dans sa lacune. En revanche, si l’on recherche lerachat de l’impôt, les livres peints ne se dérobent plus face à l’interprétation. Il n’étaitalors d’impôt peint que celui qui avait conscience de l’ampleur de son propre péché,tout en ouvrant son rachat devant le Christ. Le propos des artistes s’adresse directe-ment au pouvoir, non par le bas __ la sujétion fiscale __ mais par le haut, c’est-à-direl’âme du prince. En conséquence, le paiement de l’impôt à rechercher n’était pas ce-lui du contribuable, mais celui du collecteur. Ecrivons donc en trois mots que dans laminiature occidentale, l’impôt médiéval ne se verse pas!: il se rachète.

61 Constat qui nous renvoie au motif ambigu du refus de l’impôt soulevé par L. SCORDIA (2004).

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