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, , DOMINGO HERNANDEZ SANCHEZ (Editor) ARTE/ CUERPO/ TECNOLOGÍA Ediciones Universidad Salamanca

2. DUQUE, Felix. Cyborgs

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, , DOMINGO HERNANDEZ SANCHEZ

(Editor)

ARTE/ CUERPO/ TECNOLOGÍA

Ediciones Universidad

Salamanca

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cree , :se desarrolla y muere. Poco hay de naturaleza en e t ~t..1erpos. Al igual que los cuerpos de Duchamp y War­h 1, ele Ousler Aziz & Cucher o Gillian Wearing, los cuer­po ele los re~ratos ele Yelázquez, Rembranclt o Vermeer - s IS rostros, pura pintura, que aparecen depositados· en la UPerficie del cuadro-- estaban ya plenamente forma­dos: inmersos en una mirada, un mundo ele ausencias y presel)c::ias y una significación.

DE CYBORGS, SUPERHOMBRES Y OTRAS EXAGERACIONES

Félix Duque

. Q UÉ ES UN CYBORG? Tal como fue ideado en principio, ¿ es un hombre corregido en sus defectos y caren­cias y a la vez potenciado en sus facultades, mediante el empleo y la implantación de tecnología en su cuerpo. A primera vista, esta definición parece demasiado amplia. Según ella, incluso los primeros homínidos debieran ser considerados como cyborgs: basta un tatuaje, una incisión ritual o un piercing para entrar dentro de esa clase. Y todo el que lleve un marcapasos, una prótesis dental o, simple­mente, aquel al que se le haya puesto alguna vez una vacu­na o una inyección debería ser tenido por un ciberorganismo. Pero la palabra clave en la descripción anterior es tecnolo­gía. Y eso cambia radicalmente las cosas. Pues mientras que la técnica puede entenderse como la aplicación de un saber ideal (embutido en una escritura) sobre un objeto material (por caso, mi propio cuerpo), la tecnología es redundante y autorreflexiva. En primer lugar, no se preocu­pa tanto por la producción de objetos mediante utensilios o máquinas cuanto por la creación, siempre más refinada, de procesos inventivos y de códigos: en la tecnología, el modo

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de información es primario respecto al modo de produc­ción. En segundo lugar, la tecnología tiene necesariamente una tendencia balista: puesto que se basa en una materia­lización polivalente de algoritmos (signos que no repre­sentan ya cosas, sino instrucciones y procedimientos), medra en el interior de un esquema global de asignación de puestos (que es lo constitutivo justamente de toda escri­tura). Como su propio nombre indica, en la tecnología vie­nen a coincidir asintóticamente el lógos, el conocimiento ideal, necesario y universal , y la téchne, el incesante pro­ceso de transformación de los cuerpos en circunstancias, prolongaciones y extensiones de mi cuerpo y sus órganos1

.

A tenor de lo indicado, los términos que mejor cuadran a la tecnología son los de retroalimentación, autorregula­ción y autorreproducción mejorable y corregible. La noción idealista de .. autoactividad" (Selbsttatigkeit) viene aquí muy bien. Sólo que no se refiere ya a la autoconciencia, al Yo absoluto fichteano, sino a las máquinas2

. Al fin, algo pare­cido quería decir Leibniz cuando hablaba de los autómatas, y sobre todo del automaton spirituale. Pues en esta acep­ción -la correcta, filológicamente hablando- un autóma­ta es aquel ser que tiene en su interior los principios que rigen sus movimientos. El autómata cumpliría, pues, uno de los requisitos de la libertad: la independencia de toda coerción externa. Si ahora aplicamos estas ideas al ciberor­ganismo, apreciaremos que "todavía falta un rasgo para definirlo plenamente, a saber: su autonomía. No sólo ha de poder mover su cuerpo (cambiando de ese modo las varia­ciones ele movimiento de otros cuerpos), sino que también ha de darse a sí mismo, reflexivamente, la Ley. O dicho tecnológicamente: ha de ser susceptible de -relativa-

r. Véase mi El mundo por de dentro. Barcelona: Serbal, 1995, p. 34 ss. 2. Todo alevín de filósofo tecuerda el asombro y la leve inquietud de

su primer contacto con una estación alemana, al anunciar una voz metá­lica, justo antes de la salida del tren: Vorsicht, Türen scbliessen selbsttatig' (·¡Atención, las puertas se cierran automáticamente!·; pero literalmente tra­ducida la última voz sería: •por su propia actividad·, lo cual nos recuerda inmediatamente, claro, la Selbsttatigkeit de Fichte y los idealistas).

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autoprogramación y, por ende, de ser dueño de sus cálcu­los e intenciones. El cyborg se escribe, se prescribe y se describe a sí mismo. Es un servomecanismo en el cual sólo muy aproximadamente puede decirse que el remitente coincide con el destinatario, ya que el mensaje que va del uno al otro, al ser ejecutado, hace que cambien remite y dirección. El cyborg es así un mecanismo de transición, un origen que se desplaza y repara a sí mismo a través de la implementación ele códigos. Mas como tal mecanismo, no necesita poseer el florón más preciado del idealismo, a saber: conciencia ele lo que está haciendo y voluntad para proponerse libremente fines y alteraciones. Muy al contra­rio , los inventoreq del término .. cyb.org·, y de los primeros ensayos para su realización, los Doctores Clynes y Kline, proponen una definición precisa en la que se incluye explí­citamente el carácter inconsciente del cyborg. Así, dicen: .. Para el organismo complejo, expandido de forma exógena y funcionando inconscientemente como un sistema home­o~tático integrado, proponemos el término Cyborg.3. La idea surgió de un proyecto para la Fuerza Aérea de Estados Uni­dos: se trataba en efecto de potenciar los órganos vitales del hombre y de alterar sus constantes psicofísicas para robus­tecer al organismo en condiciones precarias; por ejemplo, en el espacio exterior o en otros planetas, según la visión entre heroica e ingenua que se tenía de los viajes espaciales a mediados de los años cincuenta. Y es interesante poner de relieve que aquí, lo mismo que en Internet, un proyecto de tecnología militar acabará por ser difundido, expandido y modificado en mil formas en su utilización civil.

En todo caso, lo primero que hemos de desechar del concepto de ciberorganismo es que éste designe "hom­bres·, según la concepción heredada. Es más: aun cuando el soporte o el punto de partida sea en algunos casos el cuerpo humano, las características del cyborg están bien ale­jadas de la concepción vulgar -burguesa- que se tiene del ser humano (un "YO" personal, inteligente, reflexivamente

3· CLYNES, Manfred E. & KUNE, Nathan .S. Cyborgs and Space. En Tbe Cyborg Handbook. Nueva York y Londres: Rourledge, 1995, p. 30.

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consciente de sí, libre, responsable de sus actos y sólo con­cebible viviendo en sociedad). Así pues, no ghost in the machine, como en la certera descripción del hombre car­tesiano por parte ele Gilbert Ryle, sino animal in andas the machine. Por ejemplo, una de las más conocidas especia­listas en cibergología, Donna Haraway, propone en su inte­resante Prólogo a The Cyborg Handbook4 cuatro tipos ele cyborgs: r) Gaia, o sea la Tierra vista -según la difundida y un tanto mística hipótesis de James Lovelock y Lynn Mar­gulis- como un servosistema complejo autopoiético y autorregulaclor, que constantemente está rediseñándose con el fin ele obtener un medio ambiente óptimo para su propio sostén; en este sentido, Gaia cumple con creces todos los requisitos de un ser viviente, aunque en su caso se difuminan no solamente las fronteras entre lo orgánico y lo tecnológico (clifuminación característica ele todo cyborg que se precie), sino entre estos ámbitos y lo geológico. Gaia es así un ser vivo que sirve de habitat natural a otros cyborgs. 2) Terminator, esa criatura ele ficción surgida de las pesadillas apocalípticas de la Postmodernidad, y que Hara­way analiza agudamente como un caso claro de transferen­cia de prácticas militares a la economía civiJ5 y a la industria del espectáculo. 3) Una rata blanca, en puridad el primer cyborg ele la historia. En el Rockland State Hospital de Nue­va York (un hospital psiquiátrico, y ello no es baladí) se le implantó con éxito a finales de los años cincuenta a una rata una diminuta bomba osmótica que permitía la inyec­ción regular de diversos productos químicos, con el fin de

4· ·Cyborgs and Symbionts: Living Together in the ew World Order•. Prólogo a: HABLES GRAY, Chris et al. (eds.). 1be Cyborg Handbook. Ed. cit. , pp. xi-xx. El ensayo más famoso (conscientemente revolucionario ya des­de su título) de Haraway es el Manifesto for Cyborgs: Scíence, Technology and Socíalist Femínism in the I98os. Socíalist Revíew, So (1985), 65-108 (aho­ra recogido, con leves variaciones, en: Simíans, Cyborgs, and Women. 1be Reinvention of Nature. Londres: FAB, 1991, pp. 149-181).

5· Como se ve claramente en otro caso de famoso cyborg de ficción: Robocop. A partir del cuerpo de un policía clínicamente muerto se crea a la Frankenstein un robot humanoide. Lo interesante del film de Paul Ver­hoeven es que el robot es fabricado por la empresa OrnniConsumerPro­ducts, que es también la dueña ¡del Departamento de Policia de Detroit!

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alterar sus parámetros fisiológicos. Y 4) Mixotricha parado­xa, una bacteria que habita en el intestino de una termita del Sur de Australia. Este último caso, que en efecto pare­ce provocativamente paradójico, es sin embargo muy apro­piado para mostrar la concepción que Haraway tiene del cyborg: un parásito mutante, únicamente posible dentro de una Tierra concebida como una tecnobiosfera. La Mixotri­cha es, más que un ser unitario, una confederación sim­biogenética: el resultado de múltiples recombinaciones genéticas para sobrevivir en el ambiente primigenio ele nuestro mundo, antes ele que se estableciera en él una atmósfera ele oxígeno, resultante en buena medida justa­mente de esas combinaciones genéticas. Cuatro ejemplos ele cyborgs, a caballo entre las ficciones ele la fantaciencia y de la realidad sociocientífica, sobre todo en medicina y en informática, y que se dan en la interfaz del autómata (máquinas autocontroladas y autogobernaclas) y el ser vivo autónomo (en cuanto capaz de mantenimiento homeostáti­co y de reproducción). Es más: los cuatro ejemplos ele Hara·­way pueden entenderse como ciberorganismos de primer

6. En un viaje a Italia he tenido ocasión de conocer por la prensa (LA REPUBLICA, r8 de abril de 2oor, p. 20) la noticia de un ... ¿cómo llamarlo, si no es ni invención ni descubrimiento?, de un -digamos- injerto real­mente sensacional. Normalmente se implantaban mecanismos y artilugios en seres vivos , para crear un cyborg (por eso se llamaba así, con razón: ·ciberorganismo•). Ahora, por vez primera , es una parte -¡y qué parte: el cerebro!- de un ser vivo el que ha sido injertado en un robot (así que habría que hablar aquí más bien ele ·cibermecanismo orgánico•). Se trata del cerebro y médula espinal ele una lamprea, que hacen de •piloto• de un robot con dos •OjOS• electrónicos y dos pequeñas ruedas para despla­zarse. Un revelador capta la luz, convertida en señales eléctricas por un microprocesador que envía por cable dichas señales al cerebro, el cual reacciona al estímulo emitiendo actividad nerviosa; cables insertos en la médula espinal de la lamprea captan la actividad y la remiten al micro­procesador ·lector· de las señales, haciendo mover las ruedas del robot en la dirección de la luz. Esta fantástica vinculación de la ingeniería a la bio­logía ha sido realizada por Sanclro Mussa-Ivaldi, de la Northwestern Uni­versity de Chicago, y abre las puertas al estudio en profundidad del .lenguaje· de las sinapsis (se ha empleado el cerebro de tan prehistórico -y sabroso- animal por su similaridad al cerebro humano en lo con­cerniente a la organización espacial ele los movimientos en condiciones

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orden, por cuanto se mueven en el espacio físico y políti­co de nuestro mundo (imaginario o no)6.

Más interesante es hacer notar la proliferación actual de cyborgs de segundo orden, a saber: las bases de datos genó­micos y electrónicos, y los habitantes informáticos del ciberes­pacio. Los primeros son esos extraños quasi-objetos que, sin poder ser considerados como seres vivos, son sin embargo la condición de posibilidad de la vida social de nuestros días, ya que son ellos los que regulan las confi­guraciones y preferencias sexuales, los sistemas de trabajo, las organizaciones políticas y religiosas, la banca y el sec­tor de la alimentación, y last but not least la industria del espectáculo y la cultura. En este caso cabe hablar de una ' tendencia universal a la identificación de la escritura, sen­su lato, con el cuerpo: un cuerpo generado por el sistema mismo de escritura. Aquí, en una fantástica mutación de la idea marxista sobre la propiedad de los medios de pro­ducción, habría que reconocer que el creciente hiato entre clases sociales se debe ahora al acceso a los medios de información. Quien tiene acceso a los databases, es decir, a estos pools de incubación de gigantescos cyborg-bodies, pertenece eo ipso a la clase privilegiada, ,fica· en informa­ción. Por el contrario, aquel que se comporta como una máquina, como un subsistema viviente, un apéndice del cyborg, necesario por ahora para su funcionamiento, per­tenece a la clase subyugada, "pobre• en información.

normales de gravedad). Y como en el caso de todos los cyborgs, no se trata de un implante meramente mecánico: la interactividad máquina-cere­bro •aprende· de la experiencia, archiva y modifica paulatinamente el sis­tema. Según el ejemplo de Missa-lvaldi (una niña que toca el piano, y cuyo crecimiento -en brazos y músculos- está condicionado por ese ejercicio): •Noi vogliamo ca pire come m u ti il controllo cerebrale dei movi­mienti mente cambiano tutte le proprieta dinamiche del braccio•. Natural­mente, en el reportaje se afirma que el objetivo es •compensare lesioni , paralisi , difetti· en los seres humanos. Y aunque siga siendo actualmente descabellado pensar en robots con cerebros implantados (al menos, con cerebros humanos) , dada la pasmosa complejidad de éstos, sin duda se ha dado un paso de gigante en la vinculación entre cerebro y ordenador. Y no hace falta ser muy soñador ni muy pesimista para sospechar qué puede hacer el Poder gracias a esa estrechísima conjunción.

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Ciertamente, Dora Haraway, influida por Deleuze y Guattari y perfumada por unas gotas de Derrida, defiende una interpretación subversiva del cyborg, viendo en la difu­minación de las fronteras genéricas en que él necesaria-· mente se mueve una nueva oportunidad de rebelión -ya no de revolución- y de reivindicación de la Mujer-Coyo­te-Máquina, aprovechando la promiscuidad típicamente postmoderna de una tecnocultura que se comporta como si se tratase de naturaleza viva: una cultura en la que se disuelve la idea de un Sujeto centralizador e idéntico en cuanto trasunto idealizado del varón blanco heterosexual en la que reaparece el instinto animal en el universo del cyborg, siguiendo la profecía nietzscheana, etc. Pero el optimismo latente en este tecnofeminismo (una nueva variante marxista del postmodernismo) no parece ser el elemento dominante en la cultura cibernética actual, dejan­do a un lado por lo demás lo vago de las consignas de Haraway para cambiar radicalmente el mundo y los ejes de un Poder asentado justamente en la coyunda de la nue.va tecnología informática con el redescubrimiento de la ani­malidad del cuerpo humano.

Lo que algunas tendencias actuales de la cibermanía (más que "cibergología·.) nos presentan deja poco lugar a la esperanza de una rebelión postsocialista -o al menos insumisión, como en Total Recall ( .. Desafío total·.)- de las razas, géneros, y marginados de toda suerte, que se apro­vecharan de la expansión del sistema para boicoteado des­de dentro. Más bien al contrario, parece que estuviéramos asistiendo en estas postrimerías del siglo y del milenio a una extrañísima suerte de tecnoespiritualidad laica como reacción extrema frente a la más bien empalagosa New Age con sus ensoñaciones sobre la Gran Madre Naturaleza las "buenas vibraciones· cósmicas y demás arrebatos de' los ,hijos de las flores•. En las antípodas de este panteísmo tec­nonaturalista, propio de los años sesenta-setenta, encontra­mos ahora un cyberpunk paradójicamente hipercartesiano, o mejor: decididamente gnóstico, dado el odio que sienten estos nuevos cyborgs por su propio cuerpo humano, y sus proclamas para trascender ese "despojo•, indigno de la nue­va era. Presentaré tan sólo tres casos de reescritura del

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. su transformación radical: Stelarc, Macla-cuerpo con v1stas a e Orlan y Hans Moravec.

m . de ·El cuerpo está obsoleto! .. , Stelarc (para el Al gnto 1. "Al adiou ya que los nuevos cyborgs cam-d Ste 10s re '

mun o, b 1 igual que los monjes), fundador de los b. sus nom res, a Jan h Laboratories ha llevado al extremo las S · al Researc ' . urvlv . del body-art. Stelarc trata su cuerpo como s1

tendencias . d diseño, a modo de material básico que fuese un objefto de n1ente modificado por la máquina para h d er pro un a

a e s C 0 amplificado y transhumano, aunque acceder a un uerpb<Jra desnudo calvo y con patillas no 1 f ra de este cy o ' . a ¡gu 1 a ir en pos de esa nueva espec1e de · ·ta desde uego · - · 100

R deado de cables y artilug1os electron1cos, superhomb:_~f" 0

la cabeza munida de bombillas halóge­con una rep a en brazo artificial en el lado derecho y un

con un tercer - . 1 'b nas, . 1 que se clona a SI m1smo en e c1 eres-ro brazo v1rtua cuar b .1 lentamente en la performance Structu­pacio, Stelarc ( al a ostmetafísico no deja de pensar que qué re/Substancel )un p convencernos de que con él ha naci-d nu o para pena e

1 d- de- el hombre microcosmos que los d ·ra por on 0

-mi. Leonardo y su Hamo Vitruvianus a la renacentlst~s, cons ' lo él , Stelarc, el hombre-prótesis , sería cabeza, sonar~n . ola evolución, que extrapola e imagina ahora un· ·gUla en - · ·

· · un escultor genetlco ... un arqUitecto vas trayecto nas... . . nue . . t 1·ores del cuerpo; un cirujano pnm1ge-d 1 espaciOs m er

e os . . t de la evolución provocador de muta-. n alqu¡m¡s a ' . mo. · · u e dar del paisaje humano .. ?. Demaswdas · s y transrorma ClOne 10 hombre solo, por más que disfrace su cuer­cosas para L esta galáctico. Antes, de 1976 hasta su de hombre-orqu po ·-n• cibergológica en 1988, Stelarc se gana­completa ·conve;s¡o Richard Harris en Un hombre llamado ba la vida e~ ~an suspender por ganchos clavados en su Caballa: haoen . ose así sobre costas, monumentos y calles,

Para cermrse carne - . 0 ingrávido. Ahora en un furor sado-n nuevo paJar ' como u b ·epasa con creces las mortificaciones de masoquista que so 1

. nd rra·ectories•. En Obsolete Body/Suspensions/Stelarc. 7· ·Strategtes a J( ds) Cal Da vis 1984 p . 76 (citado en DERY,

STEIARC e · · ., ' ' . . PAFFRATH, J. D . Y La cibercultura en el final del szglo. Madnd: Mark. Velocidad de escape. Siruela , 1998, P· 166).

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algunas sectas cristianas, recibe sobre su cuerpo descargas eléctricas intermitentes o sincroniza los movimientos de sus órganos (el corazón, los pulmones, etc.) o de sus extremi­dades con rayos láser. Como un rabioso futurista que habría hecho palidecer de envidia -o de miédü-'-- al mis­mísimo Marinetti, Stelarc está empeñado en asombrar al público punk con sus laceraciones y conciertos, sin que se sepa muy bien qué se pretende con esta utilización de sis­temas de alta tecnología para convertir al cuerpo humano en una marioneta fustigada y doliente. Esperemos que la evolución transhumana no vaya desde luego por estos veri­cuetos. Y deseemos también que este dolor provocado por desgarramientos cyberpunks no sirva para la ocultación interesada de dolores muchos más reales y cotidianos, sufridos por cuerpos considerados como infrahumanos.

Recordemos solamente algunos horrores que las entre­tenidas fulguraciones de Stelarc y su creencia individualis­ta en la evolución cósmica pueden ayudar a ocultar: el hijo . de Bush, flamante presidente republicano de los Estados Unidos, proclamó en su campaña electoral que, de ser ele­gido, suprimiría el derecho al aborto, sin querer parar mientes en el hecho palmario del negocio de la venta de órganos procedentes de países tercermundistas (con la sos­pecha muy probable del asesinato previo de los ·donan­tes·.), en vergonzoso auge; repárese también en la problemática del SIDA, de las madres de alquiler, de la dro­gadicción, de la opresión de los inmigrantes clandestinos, tratados como ·bestias de trabajo .. , etc. Y piénsese ahora en la incertidumbre deparada por las posibilidades de clona­ción y por el descubrimiento del genoma humano. Contra la visión optimista de Donna Haraway, toda esa tierna excrecencia humana, demasiado humana está siendo ideo­lógicamente utilizada (•reciclada .. , podría incluso decirse) por el New World Order para agitar como un espantajo aquello que podría sucederle al buen ciudadano observante del american way oj life si se atreviera a no seguir la senda establecida por el Gendarme Moral, el nuevo y democrático Gran Inquisidor que necesita a la vez del exceso hiperescri­tural del cyborg y de los defectos carnales de esas heces de

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la sociedad para mantener en movimiento la banda de montaje de la civilización tecnocrática.

El segundo caso clínico de esta carnicería.ciberorgánica es el de la transformista Madame Orlan, con su slogan: "EL

CUERPO NO ES MÁS QUE UN DISFRAZ.8, en triste y grotesca imi­tación de los esfuerzos de Cindy Sherman por presentar su propio cuerpo disfrazado en multitud de fotografías, cada una de las cuales puede ser considerada como una crítica feroz a la situación de la mujer en particular, y a la explo­tación capitalista del cuerpo como espectáculo, en particu­lar. Orlan defiende algo más tajante -y nunca mejor dicho- que el mero tatuaje, el cual no hace en definitiva sino ocultar bajo su superficie sutil la carne viviente del "portador ... Ahora se trata de la recomposición -en princi­pio, indefinida- del propio cuerpo mediante sesiones de cirugía plástica retransmitidas como si de un espectáculo deportivo se tratase, con objeto de que Madame Orlan pue­da llegar a ser la Mujer única, el resumen de la belleza ... convencional y ramplonamente machista, puesto que las intervenciones que se han hecho en su cara tenían como finalidad .. reproducir" en este collage vivo: .. Ja frente de la Gioconda, los ojos de la Psique de Géróme, la nariz de una Diana de la Escuela de Fontainebleau, la boca de la Euro­pa de Boucher y la barbilla de la Venus de Botticelli .. 9. Aquí, la "escritura .. que dirige el recosido y remendado de este cuerpo maltrecho, torturado, es la propia del canon occi­dental del visitante -en grupos organizados y siguiendo las indicaciones del guía- del Museo del Louvre o de los Uffici. Es muy sencillo por demás adivinar qué pretende Madame Orlan con todo esto, además de publicidad: quie­re algo tan romántico como diluirse en los fragmentos de la Belleza Universal, según los criterios turísticos propios, por ejemplo, de una Guía Michelin. Madame Orlan quiere, según sus propias declaraciones al New York Times, seguir con su "obra" hasta que "sea lo más parecida posible al retrato robot electrónico ... ¡A la suprema distinción por la

8. En DERY, Mark. Op. cit., p. 265. 9· !bid.

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máxima. indistinción! Orlan desea dejar de ser ella para convertirSE: en lo Universal. Se ve que no había leído la Lógica de Hegel: allí habría aprendido que la yuxtaposición de la abstracción con las singularidades produce el mons­truo •que aborrece la luz .. , el cual acaba devorando como destino ciego tanto a esa vacua abstracción como a las fatuas singularidades libres, y en verdad fragmentadas. En fin, otras mujeres sufren por no parecerse lo suficiente a Barbie.

Sin embargo, figuras como las de Stelarc u Orlan sirven más bien de marionetas del entertainment cibergológico. Para encontrar un proyecto audaz con base científica y con oculto fondo gnóstico es preciso acudir al a pesar de todo fascinante libro de Hans Moravec: Los hijos de la mentdo. El autor de~iende allí un transhumanismo por transbiomorjo­sts que, s1 alguna vez fuese realizable, supondría el fin de la raza humana tal como hoy la conocemos. Cansado de esta too salid jlesh, que diría Falstaff, Moravec propone la cons­trucción de aparatos que permitan la "descarga .. (la "bajadt"• en el argot computacional) de las redes neuronales del cere­bro a la memoria de un ordenador, en una verdadera metempsicosis hiperpitagórica que garantizaría la inmortali­dad de la conciencia, separada del cuerpo tradicional, que ahora resulta superfluo, relegado y dispuesto a ser dese­chado, también él, como excremento: lo no comestible ni disponible ni reciclable. '

Y uno no puede por menos de recordar aquí el cruel destino del morceau de cire de la Segunda Meditación car­tesiana, sobre todo si seguimos el texto original en latín. Descartes se propone mostrar la falacia de la aparente independencia de los cuerpos, dotados de sus cualidades, con su específica cantidad, y demás dotes categoriales. De manera que, exempli causa, nos propone que tomemos hanc ceram11

• Luego de hacer el ambiguo elogio de sus

IO .. Mind Children: The Future of Robot and Human Jntelligence. Cambndge, Mass.: Harvard Univ. Press. , 1986.

u. Las citas remiten a la ed. Adam-Tannery Vll , 30. Para un cómodo cotejo con la versión francesa del Duque de Luynes, véase la ed. bilingüe de G. Rodis-Lewis. París: Vrin , 1967, p. 30 ss.

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propiedades y del ambiente en que se originó, a fin de que nada haya aquí que no convenga a la noción de corpus (color, figura, tamaño, dureza, frialdad , capacidad para emitir sonidos), dice de pronto: Sed ecce, dum loquor, igní admovetur. "He aquí que, mientras hablo, se la acerca al fuego". Ya es notable aquí la división de funciones, pareci­da a la de Moravec con los cuerpos (también, se supone, con el suyo propio). Descartes dice que, mientras él habla -él en persona y como persona (aunque habría que decir aquí, mejor: mientras que él está escribiendo eso, que para eso es él el intelectual, el sabio)- el cuerpo es acercado al fuego. Sí, pero: ¿quién lo acerca? ¿Cómo es que el sujeto ha desaparecido en esa voz pasiva, o impersonal? ¿Cúyas son las manos del verdugo de .. esta, cera? ¿O acaso se trata de un brazo mecánico, de una máquina? Nada de eso nos revela el texto. Tampoco la traducción francesa (revisada personalmente por Descartes) nos sirve de ayuda: "on l'ap­proche du feu•. Pero sí es revelador en cambio el modo de calificar los cambios que se producen en ese pobre trozo de cera, y que no pueden por menos de recordarnos una verdadera escena de tortura: saporis relíquiae purgantur, odor expírat, color mutatur, figura tollítur ... Y tras esta ver­dadera manifestación de sadismo, o mejor de desconexión del cuerpo de la cera con los sentidos de nuestro propio cuerpo (los dos cuerpos están ahora de trap, los dos, super­fluos), todavía se atreve Descartes a preguntar: Remanetne adhuc eadem cera? Y él mismo se encarga de contestar, como si él fuera la entera humanidad, tan concentrada en él como lo estará en Stelarc: Remanere fatensum est; nema negat, nema aliter putat. ¿Por qué? Evidentemente, porque la cera sigue pesando (más o menos) lo mismo. ¿Y por qué se resalta la cantidad frente a todos los demás atributos? Tampoco es necesario pensar mucho para hallar la res­puesta: porque la cantidad permite la manipulación ad infinitum del cuerpo, o méjor, de su cadáver, dado que con­sidera a cada parte como homogénea. El fragmento de cera se ha convertido ahora en un mero caso de la única res exis­tente en el mundo físico: la res extensa. Al menos, al final de este experimento pre-moraveciano, y después de reconocer que todo lo que caía bajo los sentidos ha quedado ahora

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modificado, Descartes concluye: remanet cera. Vaya, aquí se ha escamoteado la capital distinción del principio. Él -y todos los lectores con él- habíamos comenzado por tomar hanc ceram: .. esta cera". Y ahora lo que tiene a la vista (a la vista de la mente, claro está) es, simplemente, cera. Cera en general, cualquiera. Lo único interesante del cuerpo es su última docilidad sustancial para ser modificado ad libi­tum, como uno quiera. Sí, pero: ¿qué es lo que queremos?, ¿qué quiere nuestra libido? ¿No late aquí, lo mismo que en el transhumanista Hans Moravec, una irresistible pulsión de muerte? ¿No es el miedo a las tripas , a las vísceras, a la "mierda· en fin la que hace que el sistema tecnocientífico se refugie en pétreas, silíceas ensoñaciones de pureza, por miedo en fin al cuerpo y sus excrecencias, por horror ante el vómito, la defecación y la muerte?

Estos cyborgs neocartesianos olvidan sin embargo que esas excrecencias son justamente indicios de la función de renovación de la vida, de la única vida que conocemos: la carnal. Olvidan que la muerte implica la irrupción de nye­va vida, y que las vísceras arropan al recién nacido. Olvi­dan en fin que son hombres, y extienden su grisáceo manto de pureza por toda la sociedad, en firme alianza con el fun­damentalismo religioso -especialmente fuerte en el purita­nismo norteamericano- y con el neoliberalismo capitalista, que necesita acrecentar el terror que la gente -ya bien cyborgízada por el sistema- siente instintivamente ante toda manifestación de azar, ante todo desastre y desbarata­miento de lo acostumbrado, ante todo cuanto no sea tan sólido como las barras de la bandera americana, los lingo­tes de Fort Knox o las spare ribs de la cocina tex-mex. Y lo necesita para apacentar a los androides mecanovinos de dentro y para sojuzgar también como máquinas de bajo rendimiento pero aún menor consumo a montones de cuerpos infelices, a esos parásitos simbióticos emigrados al intestino de la Unión o a su sombra mundialmente alarga­da, y que reciben menos atención por parte de científicos y de políticos que la bacteria Mixotricha paradoxa.

¡Cuánta fantasmagoría! Para escapar de la muerte, para llegar a ser alguna vez inmortales, ¿tendremos que renun­ciar acaso a la vida, a la fugacidad de instantes irrepetibles?

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¿Queremos un cuerpo-máquina duradero, ahora que hemos entrado todos nosotros en la era de la rápida obsolescencia de los bienes de consumo? ¿O iremos cambiando de cuer­po a un ritmo semejante a aquel con que hoy cambiamos de ordenador, hasta volver quizá al final a parecernos al cuerpo de partida, como en la estúpidamente bieninten­cionada cinta de Robín Williams, The Bicentennial Man? ¿O bien, en soso remedo de un Hegel para ciberorganismos aburridos , traduciremos sin resto nuestro cuerpo en escri­tura, como si nuestros pensamientos incorporados trenza­sen un espectáculo de luz y sonido? Tal es lo que pretende, por caso, Terence McKenna: según él, y gracias a la elec­trónica, por fin veremos lo que queremos decir, y así Hegel reposará tranquilo por fin en su tumba . Los sonidos voca­les serán reconvertidos en tiempo real en sensaciones visuales dentro de la Realidad Virtual. ¡Eso sí que será "pen­sar concretamente .. ! Claro está que, para lograr esa maravi­lla, tendremos que convertir nuestro cuerpo más bien en un pulpo. Sí, en un cefalópodo, o sea: en alguien que pien­sa con los pies. Oigamos la palabra del último cyborg por hoy: "Como el pulpo, nuestro destino es convertirnos en lo que pensamos; que nuestros pensamientos se conviertan en nuestros cuerpos y nuestros cuerpos en nuestros pen­samientos•P.

La verdad es que ese cyborg-octopus se parece estética­mente muy poco al otro gran sueño americano: el de Superman, el "hombre de acero .. en el que culmina de manera hiperdarwinista el proceso evolutivo tecnobiótico: un pájaro, un avión- ¡Supermán! He aquí al icono -algo hortera- de la belleza masculina típica del body-fitness tan absolutamente casto como sexualmente atrayente para quienes se deleitan con la conversión de los músculos en redondas y duras protuberancias maquínicas. Supermán es el Ersatz laico y simpático de Dios, alejado de su planeta de origen para siempre extinguido, como si el cielo, o al menos su más excelso habitante, tuviera que venirse a vivir

12. McKE:-.~NA, Terence. Tbe Archaic Reviva!. Nueva York: Harper Collins, 1991 , p . 232.

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a la tierra , sin retorno --o sea, sin «ascensión .. a los cielos-, él mismo doblado de su propia manifestación humana, demasiado humana (gafas, timidez, y el oficio del futuro: el periodismo de investigación, que le permite estar al tanto de cuanto sucede, para "echar una mano .. al respecto). Superman es todo él bondad, todo él espíritu de servicio y de sacrificio (aunque hay que reconocer que le cuesta bien poco): derrocha piedad y compasión por niños , débiles, ancianitos y demás fauna desvalida de Metrópolis. Este Pseudo-Dios pret-a-porter se parece, pues, bien poco tan­to al Übermensch de Nietzsche (la compasión es la tenta­ción última y suprema de Zaratustra, la que le impide -nuevo Moisés- convertirse en el superhombre por él anunciado).

Desde luego, los cyborgs tienen de todo, menos com­pasión. En eso sí parecen acercarse al superhombre nietzs­cheano. Y de hecho, ha sido Nietzsche el primero en saludar el hipercartesianismo de su época: la conjunción inédita de animalidad y máquina , expulsando en cambio al constitutivo central del ser humano, según la metafísica occidental: el Yo ordenador, representador, libre agente y, en definitiva , colaborador de Dios para llevar a perfección y cumplimiento la creación puesta en marcha por la divi­nidad. Muy otro es en cambio el pensamiento de Nietzs­che: "Ya no deducimos al hombre del "espíritu", de la "divinidad", sino que lo hemos vuelto a poner entre los ani­males. Lo tenemos por el animal más fuerte porque él es el más astuto: una consecuencia de esto es su espiritualidad. [. . . ] Por lo que a los animales respecta, Descartes fue el pri­mero en aventurar con venerable audacia la idea de enten­der al animal como machina: toda nuestra fisiología se esfuerza en probar esa tesis. Lógicamente, nosotros ya no exceptuamos al hombre, como hacía aún Descartes: al hombre se le comprende hoy en general exactamente en la medida en que se le concibe como una machina•'3.

13. N IETZSCHE, Fr. Der A n/ichrist. 14. En Krilische Studienausgabe ( KSA). Múnich/ Berlín/Nueva York , 1988; 6 , p. 180.

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FÉLIX DUQUE

Los cyborgs son más bien algo así como simios del superhombre nietzscheano (al igual que el diablo era sim­mia Dei en la tradición cristiana). En realidad, el cyborg es la plasmaci()n universal y planetaria, gracias a la tecnología, del .. último hombre", tal como Nietzsche lo describe en Así hablaba Zaratustra'4: el hombre cansado de sí mismo y del hombre en general, que todo lo desprecia y sobre toda cosa ironi:za. Una suerte de retorno del .. sujeto cómico .. hegeliano (no en vano denunciado por Hegel como última conversión del artista romántico) que se disuelve a sí mis­mo, al aniquilar la verdad intrínseca de todo objeto, al disol­ver en el áqdo de la .. bufonería trascendental .. la seriedad de la vida. Tr~bajado internamente y hasta .. ahuecado" por el nihilismo Cl)nsumado, el último hombre acaba siendo vícti­ma de sí mismo, de su absoluta, querida mediocridad. Nada de atnor, d~ creación, de anhelo, de estrella. Se limita a gui­ñar un ojo , diciendo a sus degenerados congéneres eso de Machado: •.Ya estoy en el secreto ... Todo es nada ... Nada de desgarramientos, de dolores, de muerte, ningún cuestiona­miento, ni siquiera escepticismo. Un poco de veneno para soportar la vida (ya no es necesario el tabaco o el alcohol, cuando se tiene la TV e Internet) y mucho veneno después, para tener una muerte agradable. Eso es todo.

O mejor: eso no es aún todo. Podemos convertir nues­tro cuerpo en una serie de soportes de silicio, fibra de vidrio Y pl~stico, sobre los cuales corren y se entrecruzan los mensajes. El último hombre: un ordenador multimedia con extrer:l\idades. ¿Tiene esto sentido? No. Y por eso el últi­mo hombre se apresta a descubrir constantemente nuevos estímulos, nuevas excitaciones, por efímeras y redundantes que sean. El caso es que pase de todo, sin necesidad de decisión n¡ de refutación. Los spots publicitarios, las pelí­culas Y lo s telefilms: un remedo -propio del enano, del espíritu de la pesantez- del eterno retorno de lo igual.

¿Qué e~ en cambio el superhombre nietzscheano? Pue­de decirse con bastante exactitutd que el superhombre es (o será) el ser capaz de soportar el pensamiento del eterno

14. Vorr~de 5. KSA 4 , p . 19 ss.

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retorno de lo igual. Y ello quiere decir: el pensamiento de que lo que retorna no son las cosas, ni el mundo, sino el instante de la decisión: la "puerta" del retorno no es un lugar fijo desde el que dispararan antitéticamente dos eter­nidades, sino un vano móvil: literalmente, un auto-móvil: la autoactividad que dice Sí .. . a su propia decisión de seguir existiendo, sin ninguna esperanza en el futuro (porque no hay realmente futuro que nos aguarde), sin que ningún pasado garantice tampoco el sentido de nuestros actos. Por tanto , AMOR FATI, aceptación gozosa de la necesidad- del sufrimiento mismo: "Mi fórmula para lo grande que hay en el hombre es amor fati: que no se quiera tener nada dis­tinto, ni hacia adelante, ni hacia atrás , por toda la eterni­dad. No meramente soportar lo necesario, y menos encubrirlo -todo idealismo es mendacidad ante lo nece­sario--, sino amarlo.,I5. Tal es el heroísmo del fuerte: el pesimismo del vigor. Y con él , la desaparición de todo sen­tido del bien y del mal. La puerta del instante es como un punto en el espacio riemanniano, donde todos los sucesos se entrecruzan. Y el superhombre es aquel ser capaz de cargar sobre sí toda esa hiperbólica conjunción de trayec­torias hiperleibnizianas.

¿Qué tipo de hombre podría ser éste? En primer lugar, no un centro de decisiones (en el sentido de la libertas indifferentiae: como cuando se cree que, quien elige, eli­ge realizar una posibilidad, mientras que deja escapar a las otras) . Tampoco una condición de posibilidad -de inteli­gibilidad y de realizabilidad- del mundo, sino al contra­rio: un medium, un propicio acaecer (Ereignis) surgido de ese infinito entrecruzamiento de líneas de fuerza . Ya en la metafísica de artista reivindicada en Ei nacimiento de la tragedia se alude a esta función sacrificial: el artista como caja de resonancia de los dolores del mundo, y a la vez y por ello lugar en el que el Ser se reconcilia consigo mismo: .. En la medida . .. en que el sujeto es artista , [ ... ] se ha con­vertido por así decir en el medium a través del cual el solo sujeto verdaderamente existente celebra en la apariencia su

15. Ecce homo. KSA 6 , p . 297.

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redención. Pues tiene que quedar claro, sobre todo para humillación y elevación nuestras, que la entera comedia artística no se representa en absoluto a favor nuestro, para nuestra mejora y formación; es más: que aún menos somos nosotros Jos creadores en sentido propio de ese mundo artístico ... Por consiguiente, todo nuestro saber artístico es en el fondo completamente ilusorio, porque nosotros , en cuanto sapientes, no somos una misma cosa con ese saber, idénticos a él; es él quien se dispone a un gozo eterno en cuanto único creador y contemplador de esa comedia artís­tica-'6 El superhombre: lugar en el que los procesos terres­tres son precariamente sostenidos ... a cada instante. El superhombre tiene en este sentido una función parecida a la del Dios conservacionista cartesiano: permite que haya mundo a cada vez, a cada golpe de afirmación; con una diferencia fundamental , sin embargo: el superhombre no crea nada (lo cual implica que tampoco está en el secreto del sentido -diríamos: de la ·fabricación·~ de los fenó­menos sensoriales). Al contrario, como un nuevo Varón de Dolores, ha de cargar con el sinsentido del acaecer, forján­dolo en cada caso -gracias a su decisión- como mundo. Sólo que no hay ya sentimiento de dolor por ese aguante y por esa transformación, sino el goce del artista inspirado -e iniciado.

¿Qué es en cambio el cyborg? El último y más degenera­do representante del siervo de la Moral. Odia a su too salid jlesh al igual que odia todo lo visceral y residual -como buen vástago terminal de la lógica del beneficio máximo--. De ahí. su asco, disfrazado de anhelo de seca pureza, al propio cuerpo (¿no es acaso la triste muchacha anoréxica un buen ejemplo de ciberorganismo: el entrecruzamiento del ideal ascético de transparencia y del body-fitness?). De ahí el tedium vitae del cyborg informatizado, ansioso de que todo acabe de una vez, y de que al fin tenga lugar el fin de todo fin: el sabbat de todo sabbat'7. Para que todo

16. Die Geburt der Trag6die. KSA 1, p. 47·

q. Die Geburt der Trag6die. KSA 1, p. 18.

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tenga por fin sentido: para que todo sea definitivamente juzgado.

Frente a tanta miseria biotécnica, el superhombre de Nietzsche es aquel que ha comprendido la inanidad del Todo, que sabe ya que el mundo y sus procesos no son sino una pantomima: literalmente, commedia dell'arte. Lo sabe, y lo quiere, porque de esa absoluta falta de sentido se aprovecha el artista creador, que juega gozosamente a construir efímeros mundos a partir del caos, como el niño heraclíteo (Fr. 52) , como un dios-terrestre que ya no nece­sitara echar de menos al Dios celeste ni siquiera en el momento extremo, el de la muerte. Por ello, el superhom­bre debería encontrar estúpida y peor, cobarde y medrosa la pregunta terrible de Cristo en la Cruz: Nietzsche no nece­sita ni quiere preguntarse por el abandono. Está muy bien así. El superhombre es el hombre capaz de asumir con absoluto coraje -y más, con alegría- las consecuencias de la muerte de Dios; como si dijéramos: la pregunta por el abandono no tiene sentido alguno una vez que Dios-. Padre, el Dios del Cielo, de la Moral y del Rebaño, ha muerto. Pero esa muerte no implica tan sólo la posible transfiguración del hombre como superhombre, sino ade­más y sobre todo la irrupción de un novísimo y a la vez antiquísimo dios: el dios ambiguo de la Tierra, Dionisos. Y el mensajero, el evangelista de la vuelta de Dionisos (del tercer Dionisos: el ·dios venidero• con el que soñaran Hól­derlin y Schelling), ha leído a Heráclito, y sabe por ello que: ·Para el dios todas las cosas son hermosas y buenas y justas; pero los hombres sostienen que unas son injustas y otras justas• (Fr. I02). Claro que, a lo mejor, el Evangelio de

18. Naturalmente, he procedido aquí a una lectura hipotética (y si se quiere, incluso manipuladora) del texto sagrado. En efecto, en los Sinóp­ticos, tras la desesperada pregunta: Eloi, Eloi, lamma sabacthani? (M t. 27, 6; Me. 15, 34), Cristo da una gran voz (como el grito de un animal) y mue­re. En cambio, en el pasaje paralelo johánneo, los soldados, compasivos, acercan una esponja con vinagre y agua a los labios del moribundo, el cual -antes de morir- responde con ese Teteléstai que puede significar la cosa más trivial del mundo (·Estaba buena la bebida , en su punto .. ) o la más sublime (·Todo está consumado•).Y el superhombre sería aquel ser

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Juan podría apuntar con la palabra misteriosa pronunciada por Jesús antes de morir a que también él , el Crucificado, se estaba acercando a través del dolor extremo al supremo goce dionisíaco. Esa palabra es: Teteléstai. Es decir: "todo está bien, consumado,1s.

En todo caso, el superhombre es el "divino espectador,19

capaz de decir sí al fascinante espectáculo de la implosión del tiempo en el "agujero negro .. de la puerta del instante (der Augenblick): ese instintivo abrir y cerrar los párpados, ese dejar que el mundo exista por una vez, para que se sume de nuevo en la nada al siguiente aleteo palpebral , cuyo remedo banal, simiesco, sería justamente el nervioso pestañeo del último hombre, del cyborg que aborrece la luz meridiana en que se baña Zaratustra.

El superhombre no espera nada, no tiene miedo a nada: ante todo es radicalmente in-diferente. Sólo una cosa quie­re: quiere el Todo, quiere que todo siga ... gracias a él, gra­cias a su divina afirmación. Pero, ¿no es ésta acaso la última y más grande exageración del Sujeto que una mente huma­na, demasiado humana, haya osado lanzar en Occidente? ¿Cuál es el antecedente, en definitiva , del superhombre nietzscheano? La única respuesta adecuada es teológica: el precursor del epóptes de los misterios dionisíacos es el übermensch cristiano de Pablo y de Lutero: ese hombre nuevo que, sola gratia Dei, por la mera gracia de Dios es despojado de su vieja carne y de su viejo espíritu, desliga­do de la Ley Antigua, y fundido en el corazón del Dios­Hombre: de Jesucristo, Nuestro Señor: absoluta metánoia. Pero entonces, ¿no es ahora Nietzsche el que parece sim­mia Lutheri? Sí, superficialmente. No, en el fondo. Pues el superhombre es el habitante de una tierra en la que la vida se ha reconciliado consigo misma. ¡La vida, no los vivientes! Éstos , como epifenómenos, como espuma de los días, aceptan -y más, desean- esta soteriología secular

capaz de ver en lo uno lo otro: en lo banal , lo sublime; en el goce del brebaje de la soldadesca al mojar los labios del moribundo, el destello glo­rioso del esplendor del mundo.

19. Zur Genealogie der Moral. KSA 5, p . 323.

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--exacerbación del estoicismo-: la salvación de la Tierra y, por ende, el final del miedo a lo inevitable: el sufri­miento, la muerte. El superhombre es el que dice Sí al mundo por él mismo interpretado. El que no espera nada del futuro ni se agobia cual rumiante con el peso del pasa­do. El superhombre es tan ligero, tan aéreo como el vano del instante. Él es el lugar del instante (Augenblickstatte). El lugar en el que el tiempo literalmente se echa a perder. Y esta redención del tiempo y de sus crímenes ("crímenes .. , sí, necesariamente: porque cada punto-ahora discrimina, separa y corta pasado y futuro , de modo que luego ambos puedan ser anudados en el juicio, en el Tribunal del Pre­sente), que quiere profunda eternidad, es la sola gratia que el superhombre -según Zaratustra, su profeta­impartirá señorialmente a los demás hombres de la tierra , y más, a la entera Creación. Tal es la Gran Política, o mejor: la Gran Teología Política de Nietzsche.

Se cuenta por ahí que si Nietzsche estaba tan seguro de que Dios no existía era porque, de existir, sería él , Nietzs­che, el que sería Dios. Yo no estoy tan seguro: ni de lo uno ni de lo otro. Ni de que Dios no exista, ni de que, a pésar de todo, el hiperbóreo --e hiperbólico- Nietzsche, a las puertas de la locura, no se haya considerado a sí mismo como un dios sufriente que se hubiera libremente sacrifi­cado por el bien de los hombres. Y ante tanta exageración más bien preferiría remitirme al prudente consejo, bien poco pontifical, bien poco edificante en fin , que Maese Pedro da a su adolescente trujamán: "¡Llaneza, muchacho, no te encumbres: que toda afectación es mala!,20

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20. C ERVANTES, Miguel de , El ingenioso hidalgo Don Quijote de laMan­cha, IJ, XXVI. En Obras completas. Madrid: AguiJar, 1970 , p. 1596.