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2.Scare Crow

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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.

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sociales y ayudándolo a promocionar su libro.

¡Disfruta la lectura!

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STAFFModeradora:

Moni

Traductoras:

ElyCas

del Andrea Smith

Juli Sofía Belivok Annabelle

Gabriela CrisCras chrisricki

Niki

Miry GPE

Nikky Gaz Holt

Jasiel Odair Chachii

*~ Vero ~*

Vane hearts Bells767

yure8

AntyLP

florbarbero

Jane katiliz94

Buty Maddox sashas4

MaryLuna

issel Mitzi.Noh

CamShaaw

Adriana Tate

Katita

becky_abc2 Julieyrr

Vanessa Farrow

Alexa Colton

Luna West Moni

Sandry

Correctoras:

Cami G. Mel Markham

Melizza

itxi Niki

Emmie

Valeriia<3 Ampaяo

Pau!! Val_17

florbarbero

Mire★

Sofía Belikov

Michelle♡ Aimetz Volkov

Karool Shaw NnancyC Victoria

SammyD Vanessa Farrow

Jasiel Odair

Revisión Final:

Juli

CrisCras Mel Markham

Luna West

Moni

Diseño:

Mel Markham

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ÍNDICE Sinopsis

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Epílogo de Emily

Epílogo de Cameron

Agradecimientos

Sobre la Autora

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SINOPSIS

Emily Sheppard está perdiendo su cordura.

Desde que su novio rey de la mafia, Cameron Hillard, la abandonó por su bien, Emmy ha estado tratando de seguir adelante con su encantada vida de estudiante universitaria como si nada hubiera pasado.

Ahora rechazada del mundo del inframundo y sufriendo por la supuesta muerte de Cameron, Emily se da cuenta de que no pertenece a

ningún lugar.

Peor que eso, ahora está guardando un peligroso secreto.

Después de poco tiempo con Emily, Cameron ha perdido el control

sobre su mundo.

Mientras intenta miserablemente regresar a lo que queda de su vida y desenredar el lío que ha hecho del inframundo, el odio de Emily se

convierte en desesperación. Ella necesita matar a las cabecillas responsables de la muerte de Cameron antes de que vengan a buscarla.

Mientras Cameron observa secretamente a Emily, él no tiene idea del peligro en el que la ha puesto —O que podría ser demasiado tarde para salvarla.

Scare Crow es una historia de venganza, terror y amor en el que Emily y Cameron se embarcan en viajes separados para enfrentarse a sus

enemigos, corregir errores del pasado, y… encontrar el camino hacia sus destinos.

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Para mis dos inteligentes, fuertes y hermosos bebés, G y M.

Recuerden, los corazones rotos sanarán.

Y para cualquiera que rompa los corazones de mis bebés, corran.

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Y esos hijos en los que escupes

Mientras tratan de cambiar sus mundos

Son inmunes a tus opiniones

Están muy conscientes de lo que están pasando.

—“Cambios”, canción de David Bowie

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Prólogo Traducido por Moni

Corregido por Cami G.

¡Mire las ballenas desde su patio trasero!

Emmy —mi Emmy— vestía un diminuto bikini, acostada en la arena

con un libro inclinado contra su rodilla.

Una oportunidad espectacular de poseer este prístino pedazo de cielo. Disfrute de esta pintoresca isla de poco más de cinco hectáreas de terreno inexplorado rodeada de costas arenosas.

Había una montaña de vegetación detrás de ella que parecía el lomo

de un elefante. Nuestra cabaña se hallaba en algún lugar en las profundidades de nuestra jungla. Pero solo nosotros sabíamos que se encontraba allí. Tenía un techo de hojalata. Emmy amaba escuchar el

golpeteo de la lluvia contra el metal. Yo también.

Esta isla ofrece un entorno sereno y remoto, donde puede ser uno con la naturaleza y olvidarse del resto del mundo.

Yo estaba de pie en el agua, la cadera profunda en el océano, viendo hacia la orilla. Las olas chocaban contra mi trasero, y la miraba, deseando

que este momento durara por siempre, notando que el agua del océano casi tocaba sus pies, resistiendo el impulso de molestarla.

Solo a veinte minutos en helicóptero desde el Aeropuerto Internacional de Bora Bora…

Pero de nuevo, la vida era corta. Luché contra la corriente y encontré

mi lugar sobre ella. Los trajes de baños eran para el resto del mundo libre. No para nosotros.

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Presagio

Traducido por ElyCasdel & Andrea Smith

Corregido por Mel Markham

Cuando el tirante de mi sostén se rompió, despegando como un

ganso al tomar vuelo, y tomó una curva en la carretera para así poder

golpearme el rostro, supe que eso era un mal presagio. Vestirse parecía un paso necesario. No un paso hacia adelante o hacia atrás. Solo un paso. Al

menos era algo. Mejor que esperar a que algo pasara.

Pero tengo que admitir que el picor del tirante contra mi mejilla se sintió casi vivificante.

Miré mi cara en el espejo en la pared de mi habitación, flotando mis dedos sobre la línea larga y roja de mi mejilla. Y decidí, con un 99 por

cierto de certeza, que el placer del dolor físico no significaba que me he reducido al masoquismo. Después de semanas de tener el cociente intelectual de una roca, sentir algo, sentir lo que sea, era mejor que el

entumecimiento que me engullía.

Aunque me hubiera gustado que mi necesidad humana de sentir no hubiera salido de una mancha roja en la mejilla.

Los otros moretones y cortes, lo que Victor había dejado, eran de un rosa pálido ahora, fácilmente ocultados con maquillaje. La reciente marca

agregada a la colección facial era un recordatorio que, sin importar cuánto lo intentara, grande o pequeño —incluso conseguir vestirme— yo nunca volvería a ser la misma.

Comprendí cuán mal presagio era que se rompiera la tira de mi sostén cuando recordé que ese era mi único sostén. El otro ya había sido

comido por la demoniacamente poseída lavadora en la lavandería.

Suspiré, me alejé del reflejo del espejo, y até un nudo para sujetar lo que quedaba.

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Meatball estaba escondido debajo de mi cama, donde yo anhelaba

estar. Él se había ajustado muy rápido a nuestra nueva existencia, como si mudarnos fueran solo vacaciones, un cambio de escenario. A minutos de

la separación de Carly, paseó por el lugar como si lo estuviera alquilando, olisqueando todo, dejando su esencia en lugares creativos, como en el poste de la cama de mi compañera de habitación. Meneó su cola, saltó por

todos lados, rogó salir a jugar y correr. Para él, nada era diferente, más que el lugar. Era como si nada estuviera mal, como si Cameron fuera a regresar. Había días en que lo envidiaba por su habilidad de olvidar tan

rápidamente. Pero algunas veces sentía que era un traidor. Cameron era algo que compartimos alguna vez, pero solo yo seguía con el dolor de su

recuerdo

Ni siquiera podía pensar en el nombre de Cameron sin que mi respiración se acortara, sintiéndome como si fuera a vomitar. La cara de

Cameron coloreaba cada pensamiento, como si todo lo que viera y sentía

fuera cubierto por su hermoso rostro, como si mirara por una ventana, y

Cameron fuera el cristal de la misma. Era enloquecedor.

Si no hubiera sido por Meatball, yo nunca hubiera dejado la casa o el sillón. Nunca hubiera ido al supermercado a comprar comida para perro

y humano; Meatball se reusaba a comer a menos que me le uniera. Si no fuera por él, nunca hubiera ido al supermercado a comprar comida, solo para ser detenida en la caja registradora porque mi tarjeta tenía fondos

insuficientes. Las necesidades de Meatball, la vida de Meatball, Meatball me había mantenido viva por las últimas semanas.

Me encontraba oficialmente en quiebra.

No había ido a trabajar desde mayo, desde que había sido raptada de mi deslucida vida y empujada al inframundo, al mundo de Cameron. Ese

era el mundo donde yo anhelaba estar para poder quedarme con Cameron. Ahora no pertenecía a ningún lado.

Después de faltar como por tres meses, perdí mi trabajo, aunque mi salario había dejado de llegar a mi cuenta de banco hace unas pocas semanas. El hecho de que le tomara tanto a la escuela notar que Emily

Sheppard, una vez dedicada estudiante y empleada, no se presentaba a su trabajo todos los días, normalmente hubiera lastimado mis sentimientos. Ahora yo era indiferente ante eso.

Mientras me vestía, mi perro —aún era difícil para mí llamarlo “mi” perro— seguía de mal humor debajo de la cama. Mi cama aún era la

misma. Aún eran cajas de leches que yo había robado el año pasado de un estacionamiento oscuro de la tienda de la esquina. Después de que Meatball hubiera pasado su primera noche en su nueva casa paseando

infinitamente a mí alrededor, había empujado sus cosas debajo de la cama para que pudiera tener su propio espacio, uno que estaba —y siempre estaría— dentro de mi espacio.

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Y la madriguera debajo de mi cama era donde Meatball se había

resguardado ya que mis compañeros de habitación habían vuelto hace unos días. Él se había puesto muy cómodo con nuestra reclusión. Ahora

que habíamos sido interrumpidos era abrumador.

Yo había esperado que los secuaces de Spider y Victor entraran por la puerta, descubriendo la amenazara que era yo. A pesar de que Cameron

nunca compartió muchos detalles conmigo, sabía lo suficiente de ellos y sus empresas criminales como para causarles mayores problemas.

Pero Meatball y yo habíamos sido dejados en paz por semanas. Y antes de darme cuenta mis compañeros comenzaron a volver, como si todo fuera normal. Normal nunca había sido lo mío, y no iba a comenzar ahora.

Todo había cambiado. Yo había cambiado. Tal vez Spider y Victor no me vieron como una amenaza ya era solo una chica, ¿cierto? La pequeña Emily Sheppard, de diecinueve años, miembro de la millonaria familia

Sheppard, nunca podría ser una amenaza para el inframundo.

Si solo supieran cuánto los despreciaba.

Si solo supieran cuánto me alimentaba el odio.

La gran cabeza de Meatball era la única cosa que se asomaba de debajo de la cama. Cuando me incliné para palmear su gran cabeza, relajó las orejas y cerró los ojos. Aparentemente aún seguía enojado conmigo por

haberle ordenado no morder las cosas de nadie mientras mis compañeros de cuarto regresaban, uno por uno, cargando canastas de

ropa limpia que sus madres había empacado cuidadosamente para ellos. Regresaron de las vacaciones de verano con bronceados y sin

absolutamente nada de dinero ahorrado.

Regresé de mi tan llamada vacaciones completamente sin vida.

Meatball y yo básicamente nos cuidábamos el uno al otro,

permaneciendo escondidos en mi habitación, saliendo solo para una comida rápida. Evitamos encuentros con los otros tanto como pudiéramos. Evitando a quienes prácticamente habían sido mi vida antes de Cameron.

Así que, por lo que sabía, nadie notó una diferencia en mí. Además del hecho de que ahora tenía un compañero peludo viviendo bajo mi cama.

Froté las orejas de Meatball mientras él fingía que no le importaba, aunque el bajo ronroneo lo delató.

Estaba a punto de cambiarme a mi pijama por vaqueros cuando

noté moverse la cortina de mi puerta.

—Un minuto —grité, poniéndome de nuevo los pantalones, sabiendo

muy bien que no tendría un minuto. Hunter ya había asomado su cabeza por la cortina.

—Eso no fue un minuto —espeté, dejando el elástico de mis

pantalones chasquear en la parte trasera de mi cintura.

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Cruzó los brazos y se recargó en el marco de la puerta. —No es nada

que no haya visto antes.

Sabía que intentaba ser lindo. Pero no tenía más sonrisas dentro de

mí.

Me senté en el suelo y saqué mis sandalias de debajo de la cama. Estaban un poco mojadas y tenían perforaciones caninas a lo largo de la

línea de los dedos.

Hunter permaneció esperando y se aclaró la garganta.

—¿Qué quieres, Hunter? —Sequé mis sandalias mordidas contra mi

camisa y entrecerré los ojos a Meatball, quien lucía un podo tímido.

—Necesito todos tus cheques del alquiler por todo el año. El

propietario insiste en que todos necesitan proveer sus cheques de todo el año por adelantado, para que no tenga que preocuparse por los chicos que renuncian a la escuela a medio año y se vayan sin pagar el resto de la

renta.

Ay, mierda. No solo necesitaba dinero para comida. También para la

renta.

Por defecto, porque él era el más mayor de todos —Él había regresado a la escuela cada año por los últimos ocho años… aún cuando

no tenía título que mostrar— Hunter era el “gerente” de la casa. El propietario le daba un descuento en la renta solo por recolectar los

cheques y hacer quehaceres que se suponía hiciera pero que nunca los llevaba a cabo.

—¿Es todo? —Intenté enmascarar la masa de pánico que crecía en mi garganta.

Hunter dudó, desanimado por mi irritabilidad o por el perro de guardia cuya cabeza se había levantado ante el cambio de mi todo de voz.

—Y tus contenedores están bloqueando el pasillo. Es un obstáculo en caso de incendio —añadió—. Es mi trabajo evitar que este lugar se

incendie, ya sabes.

—Y los cables eléctricos que serpentean entre nuestras habitaciones son un obstáculo en caso de incendio. El horno de microondas que

encontraste en la basura, arreglaste con cinta adhesiva, y conectaste en tu habitación es un riesgo de incendio. Mis contenedores son el menor de

nuestros problemas. —Sabía bastante bien que mis contenedores no eran el asunto.

Cuando Hunter comenzó a rascarse inquietamente su barba de chivo, tomé una respiración calmante. —Necesito el espacio extra de abajo

de mi cama. Ya que Meatball duerme ahí. Pero estaría feliz de enviarlo a tu habitación a dormir.

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Miró a mi mascota de tamaño mamut. —Mi habitación ya huele a

orina gracias a él. Y estoy muy seguro que no fue Joseph.

Hunter tenía que compartir habitación con Joseph, quién pasaba la

mayor parte de su tiempo en la habitación frente a la pantalla de su computadora. Desde que me mudé hace un año, apenas había cruzado unas veinte palabras con él. Nos llevamos de las mil maravillas. Y la

esencia de Meatball era definitivamente una prueba del aroma de su habitación.

Traje a colación el asunto de Meatball a propósito, para darle a

Hunter la ventana que obviamente buscaba para advertirme de no tener un perro como mascota en “una zona de no mascotas”. Afronté el hecho de

que tal vez tendría que mudarme, aunque encontrar un lugar barato en septiembre, al inicio del año escolar —cuando los estudiantes aún tenían esperanza de encontrar uno, pero que solo bajarían de precio tres meses

después— hubiera sido casi imposible. No sabía lo que iba a hacer, pero lo que sea que pasara, Meatball y yo íbamos juntos. Y entre más rápido

Hunter y yo lidiáramos con ello, más rápido saldría de mi habitación.

Pero Hunter siguió de puntillas alrededor de asunto. —¿Por qué lo llamaste Meatball?

—Yo no lo hice. —Lo pasé y me detuve afuera del paso de mi puerta de cortina, donde mis contenedores azules estaban casi apilados, uno sobre el otro, de una manera que no impedían una salida de incendios.

Jalé la tapa del contenedor de hasta arriba y fingí buscar mi chequera.

—Pensé que dijiste haberlo encontrado en la calle.

—Lo hice —respondí, con los ojos fijos en mi tarea.

Levanté un calcetín a la vez, como si mi chequera tal vez estuviera mágicamente escondida entre los rollos. Sentí más ojos en mi espalda.

Sabía que Cassie se encontraba detrás de mí y ya no me dejaría en paz. Una vez que salía de mi habitación era presa fácil para mis compañeros.

Saqué mi cabeza de mi contenedor y confirmé la aparición. Ahí estaba Cassie, empapada en ropa negra, cabello negro, y suficiente delineador para abastecer a las chicas de espectáculo de Las Vegas por un

año.

Era difícil de entender por qué Cassie sentía la necesidad de lucir como un mariscal de campo zombi.

El año pasado, alguien (quién sospechamos fue Hunter) dejó calcetines sucios en el radiador. Cuando los calcetines comenzaron a

hacer humo en las primeras horas de la mañana, la alarma de fuego explotó, y los siete chocamos entre todos mientras corríamos por las escaleras y salíamos por la puerta delantera. Cassie no tenía nada de

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maquillaje, y resultó que ella era realmente bonita, con labios todos rosas

y rubias —¡rubias!— cejas.

Esa fue la primera y última vez que vi a Cassie sin maquillaje.

Después de eso, dormía con su maquillaje puesto.

Mientras Cassie permanecía sin expresión, esperando, Hunter hizo algo que raramente hacía, anduvo cerca. Él y Cassie eran tan parecidos

como un mono y una cobra. Y se llevaban similar. Raramente se

encontraban en el mismo espacio para respirar.

Cassie no parecía como si intentara hacerme ningún favor

interrumpiendo la revelación inevitable de que me encontraba en bancarrota. Más bien, había continuado allí de pie mirándome, sin

emoción, levantando una pieza de papel. Yo me encontré en shock cuando reconocí el nombre en la cima de la hoja.

—¿Ese es mi horario de clases? —acusé.

—Parece que estamos en la misma clase de ética —me dijo.

De repente, una imagen apareció en mi cabeza. Estaba de regreso en

el estudio de la granja, en mi habitación favorita aparte del dormitorio de Cameron. Cameron me miraba mientras mis dedos flotaban sobre los lomos de los libros. Había todo un estante dedicado a filosofía antigua.

Luego me encontraba en una de las sillas, con el libro de Platón en mano, sentada frente a Rocco mientras él comía quesitos y me daba unos

momentos de silencio.

Cerré los ojos por apenas un momento más y me mantuve firme frente a mis contenedores.

Luego arrebaté la hoja de papel de Cassie. —¿Dónde la encontraste?

—Llegó en el correo —dijo como si abrir el correo de alguien más fuera una cosa perfectamente normal de hacer y no todo un crimen.

—¿Leíste mi correo?

Me arrebató el horario y señaló la primera hilera. —Ya te has perdido cuatro clases.

Meatball se había mantenido en su lugar debajo de mi cama, sus ojos siguiendo la guerra de “tira y afloja” con mi correo. Arrebaté la hoja de

papel del agarre de Cassie, otra vez. Pero esta vez lo doblé rápidamente y lo puse en la cinturilla de mi pijama. No fue hasta que más compañeros de

cuarto sacaron sus cabezas por sus puertas que me di cuenta que esta discusión no era una coincidencia. Era una intervención.

Pero mantuve mi postura. —Correcto. Perdí mis clases. ¿Y?

—Creí que tenías una beca.

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Así era. Era una beca microscópica de méritos que apenas cubría mi

colegiatura y los libros. Y en algún punto, hace algunos meses, era mi única gracia salvadora, la única forma en que podía valerme yo sola sin

tener que aceptar el dinero de mis padres.

—La escuela te quitará la beca si te pierdes más clases —señaló Cassie mientras todos los demás observaban—. Nuestra clase de ética

empieza en unos minutos. Podemos irnos juntas.

***

Salí en una playera y mis pantalones de pijama mientras Cassie regresaba corriendo a la casa, probablemente para ponerse otra capa de

maquillaje para vampiro. Lo grandioso sobre la universidad era que ir a clase con sandalias y pantalones de pijama era una cosa totalmente normal que hacer.

Había aceptado ir a clase con Cassie. Ética, una rama de la filosofía, era mi materia favorita. En mi primer año en la universidad de Callister

nunca me había perdido una de las clases, sin importar cuán aburridas fueran, pero filosofía era la única clase que de verdad esperaba.

Sin embargo, aceptar ahora ir a clases con Cassie era mejor que

intentar explicarle y a todos los asesores de pasillo por qué no tenía planeado regresar a la escuela, por qué esa parte de mi vida ahora había terminado.

Por primera vez desde que él había venido a vivir conmigo, tenía que dejar a Meatball. Mi perro. Me había seguido afuera de la habitación a la

puerta delantera, donde me vi forzada a ordenarle quedarse antes de cerrar la puerta detrás de mí.

Mientras esperaba a Cassie, comencé a patear esas gravillas

perdidas en nuestro pequeño paso peatonal, intentando bloquear el sonido de los quejidos de Meatball a través de la puerta. Mi sandalia

mordisqueada rozó contra algo esponjoso, bajé la mirada para ver una pieza húmeda de cartón. Era una tarjeta de presentación. Me tomó un minuto darme cuenta de que era la que se le había caído a Carly cuando

intentó darme una hoja de papel con el número de cuenta bancaria de Cameron. Antes de habérsela lanzado de regreso. Eso solo había pasado hace un par de semanas, y aún así, se sentía como hace una vida.

Cruelmente, el sol había estado brillando, brillantemente, felizmente desde entonces. Sin clima de tormenta. Sin rayos o truenos. Ni siquiera una

maldita gota de lluvia para conmemorar lealmente la muerte de Cameron.

Me agaché y levanté la tarjeta del cemento, siendo cuidadosa de no romperla. Era hecha de papel corrugado grueso. La cosa era realmente

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cara. La mayoría de la información de contacto se había deslavado. Solo

permanecían unas pocas letras y números.

Saqué mi cuaderno de mi bolsa y presioné la tarjeta debajo de la

portada. Esa sola pieza de cartón era la única conexión que me quedaba con el inframundo.

Cassie finalmente abrió la puerta delantera, pero nunca tuvo la

oportunidad —Meatball se aventó hacia a ella, lanzándola justo hacia el marco de la puerta. A pesar de que yo estaba lista para agarrarlo de su collar, mis brazos alargados, él me esquivó y corrió a la casa del otro lado

de la calle. Subió por las escaleras de madera hasta el apartamento del segundo piso.

No sabía quién vivía ahí. De hecho, además de mis compañeros de cuarto, no conocía a nadie y nunca había hablado con nadie de nuestra calle. Este no era el tipo de vecindario con quien se socializa, y yo no era el

tipo de chica social.

Quien sea que viva allí, sé que no apreciaría tener una bestia de

perro ladrando en su puerta.

Mientras corría para cruzar la calle, gritándole a Meatball, mis ojos hicieron un escaneo rápido por las ventanas del segundo piso.

Podría haber jurado…

Me detuve en medio de la calle, mi respiración se cortó. No era posible. Sabía que lo imaginaba.

La cara de Cameron apareció por la ventana. ¿No?

Pero no era posible.

Sabía que no era posible.

La semana anterior interrumpí los negocios privados de Meatball, jalándolo tras de mí mientras yo corría detrás de Cameron mientras él

salía de una cafetería. El perfecto extraño al que jalé de su camisa pensó que estaba completamente loca. Y ni siquiera se parecía en nada a

Cameron. El día anterior me encontré gritándole al conductor de un autobús. También resulto no ser Cameron.

Lentamente perdía mi cordura. Aún así, mientras subía los

escalones y agarraba el collar de Meatball, miré hacia adelante, debatiendo, luego miré por la pequeña ventana. Dentro, estaba

completamente vacío, sin nada de muebles, o de Cameron.

Me encontraba inequívocamente loca.

—El propietario nunca te va a dejar quedarte con el perro —me dijo

Cassie mientras nos dirigíamos a la escuela después de haber alejado a Meatball del piso vacío. Prácticamente lo había aventado dentro y cerrado

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la puerta rápidamente antes de que pudiera salir de nuevo. Aún podía

escucharlo ladrar mientras rodeábamos la esquina.

—Siempre puedo intentar ocultarlo.

—Sí, buena suerte con eso —dijo con una sonrisa.

Más caminar. Más silencio. Pero podía sentirla mirándome con su visión periférica.

No fue hasta que nos detuvimos en una luz, esperando la señal de caminar que me confrontó de nuevo. —Estás haciendo un trabajo realmente de mierda intentando ocultar esa gran costra en tu labio.

Mantuve mis ojos al frente, sintiendo náuseas de repente.

—Puedo ayudarte con el maquillaje, si quieres —ofreció ante mi

silencio.

—La luz cambió —respondí y crucé la calle. Caminamos hacia la escuela sin hablar de lo que realmente quería saber: ¿qué rayos te pasó?

¿Qué rayos está mal contigo?

Anoche soñé con Rocco. Una vez más. Casi todas las noches soñaba

con Rocco, de la misma manera que cuando era niña solía soñar sobre mi hermano, Bill, casi durante dos años después de que hubiese muerto. A veces gritando en mi sueño, a veces despertando con un charco en mi

almohada. Despertar y no recordar realmente lo que había soñado, pero tener esa persistencia, esa sensación dolorosa de que se trataba de Bill. Y

ahora Rocco.

Pero nunca soñé con Cameron. Ni una sola vez.

Tenía que verlo. Para ver su rostro.

Sólo una vez más, sentirle a mi lado, respirando, aunque fuera sólo en mis sueños.

Despertarse con el corazón roto se siente como ser apuñalado un

millón de veces por una perforadora. Me despierto cuando todo lo que quiero hacer es dormir y nunca despertar de nuevo.

Verme forzada a ir a clase con Cassie en mis talones era otro segundo ataque con una perforadora. Y luego Cassie y yo realmente llegamos a la maldita clase sólo para ver a mi ex novio Jeremy charlando

con otra estudiante fuera de las pesadas puertas del aula. Este día era cada vez mejor y mejor. Jeremy se precipitó adentro, obviamente

esperando que yo no lo hubiese visto. Habíamos salido durante un periodo de tiempo corto el año pasado. Ahora había pasado un año y parecía que fue hace una eternidad.

Seguimos a la manada mientras los estudiantes subían los escalones hacia el auditorio. El aula estaba encerrada en bloques de cemento, pintada de amarillo pis, sin aire que circulara. Las sillas de plástico se

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combinaban con el linóleo beige. Quien hubiese decorado las aulas de la

universidad era claramente daltónico.

La falta de aire y el zumbido de la charla estudiantil hizo latir mi

cabeza, así que agarré el primer asiento disponible, incluso si estaba en el frente de la clase. Cassie negó con la cabeza por mi elección de asiento “perrito faldero del profesor” y me deslicé para que ella pudiera sentarse a

mi lado. Había un tipo mayor en el frente de la clase, apoyándose con las piernas cruzadas sobre el escritorio. Este era el profesor. Había visto su foto colgada en el departamento de filosofía. Luego había otro hombre

balanceándose delante de él y sosteniendo un portapapeles, sus manos ligeramente temblorosas. Pelo engominado al estilo día de la foto del

anuario, usando zapatillas Nike, camiseta de Linterna Verde. Sin duda, un estudiante de posgrado.

—Sophia Jane Ackermen —tartamudeó el chico de la camiseta de

superhéroe mientras los estudiantes seguían charlando.

El profesor tenía a su estudiante de posgrado pasando la lista

mientras él escarbaba con palillos chinos en algo que parecía tofu, pero olía a pescado podrido. Al instante me arrepentí de elegir un asiento en una de las primeras filas.

Incliné mi cabeza fingiendo estar buscando en mi bolso un bolígrafo y deseando que las arcadas se mantuvieran en control. El intento se vio frustrado cuando mis dedos biónicos se quedaron atrapados en las

espirales de mi cuaderno. Me habían lesionado después de haber logrado golpear a Spider en su horrible rostro. Ahora mis dedos estaban atrapados

en el metal, lo que hacía que todo lo que yo hiciese fuese torpe. Mucho más torpe.

Cassie observaba mi lucha para sacar un bolígrafo.

—¿Cómo exactamente te rompiste los dedos?

—No están rotos.

—Eugena Cassidy Goldblath —llamó el estudiante graduado.

Cassie puso los ojos en él.

—Aquí —respondió, luego se volvió hacia mí—. ¿Supongo que la

férula la usas por moda?

Suspiré. El estudiante de posgrado no estaba siquiera en la mitad

del alfabeto. Hubieran sido unos minutos muy incómodos si no le hubiese dado al menos algún tipo de respuesta.

—Uno de los dedos se rompió. Pero probablemente está bien ahora.

No he ido a checarlo por un tiempo.

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Esto me recordó que tenía que ir a la clínica médica de la escuela

para un seguimiento y conseguir que me quitaran la estúpida cosa de mi mano.

—Cameron James Hillard —llamó el estudiante graduado.

Mi presión arterial cayó al suelo.

Debí haber escuchado mal. Igual como veía a Cameron en todas

partes, ahora estaba escuchando su nombre.

—Cameron James Hillard —gritó de nuevo, prácticamente todas sus letras.

No me lo había imaginado. Tiré de mi asiento y me di la vuelta para afrontar el resto de la clase.

—¿Viene por Cameron o James? —Me preguntó linterna verde.

Escuché a algunos alumnos reírse.

—Emily, ¿qué demonios estás haciendo? —Escuché que Cassie

siseó. Tiró de mi camiseta.

Miré, esperando a que él hablara. Busqué de fila en fila, buscando la

cara que sería capaz de reconocer en un estadio en medio de un concierto de rock.

La habitación daba vueltas. Caras enmascaradas que no conocía.

Finalmente bajé la mirada hacia Cassie, que parecía horrorizada.

—¿Emily? —preguntó.

Mi boca estaba cubierta con una mano.

Pasé sobre Cassie, esquivando sus piernas. Use su hombro para empujarme hacia el pasillo, llevando mi cuerpo a los pomos de las puertas

dobles. Solo cuando las puertas se cerraron, vomité. Justo en frente de las puertas de clase.

***

Me senté en el suelo del baño de chicas de la segunda planta,

sujetando mi cabeza en mis manos.

Él podría haber estado en la misma clase, pensé para mí misma.

Cameron me había admitido una vez que me vigilaba después de que

Bill muriese. Pero hasta que extensión, no lo sabía. Había mucho que no sabía.

Él podría haber estado en la misma clase

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¿Le habría notado alguna vez si Meatball no nos hubiese

presentado?

Él podría haber estado respirando en el mismo espacio que yo.

El año pasado, en mi primer año en la Universidad Callister, un antiguo filósofo había estado en el mismo enorme auditorio. Y había un montón de estanterías dedicadas a antiguos filósofos en el estudio de

Cameron, con libros que habían sido claramente leídos con anterioridad. ¿Había estado Cameron en esta clase conmigo?

¿Había estado en alguna otra de mis clases para así poderme vigilar?

Podría haber tenido más tiempo con Cameron, pero fui demasiado ciega, estaba demasiado absorta en mí misma para darme cuenta de

nadie.

Comprendí lo poco sabía sobre su vida secreta.

Los profesores hacían llamados de lista al principio cada semestre

para ver quien había terminado el receso de verano con vida. Cameron no lo había hecho.

Y a nadie excepto a mi le preocupaba que él no volviese.

Cuando mi mente y estómago estuvieron claros, bajé a la recepción. Alguien había limpiado el vómito que había dejado frente al auditorio.

Afortunadamente antes de que la clase acabase y los estudiantes empezasen a deslizarse y salir por la puerta.

Había otro estudiante en frente de mí, hablando con un empleado

que estaba escondido detrás de un vidrio a prueba de balas, escribiendo en su escritorio. ¿Por qué todo siempre tiene que ser a prueba de balas?

Estábamos en el departamento de filosofía. Ellos, de todas las personas, deberían ser capaces de convencer a los locos que se alejen de sus armas.

Cuando llegó mi turno, la señora detrás del mostrador no apartó la

mirada de su pantalla.

—Tarjeta de identificación del estudiante —ordenó, ahuecando la

mano como un guante de béisbol hasta el agujero de media luna en la parte inferior del cristal. Todos éramos sólo un número más.

Una idea se me ocurrió cuando metió mi número en el sistema. Pero

mientras que el plan todavía se estaba formando en mi cabeza, la administradora esperaba por mi problema estudiantil.

Estaba en realidad obligada a alzar la vista hacia mí, con los ojos

desorbitados.

—¿Puedo ayudarte?

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—Uno de mis… —dudé—, compañeros de clase, olvidó su… —

balbuceé nuevo—, libro en mi casa… —Esta era la frase más dilatada de la historia—, y yo quería, pero no tengo su dirección así que...

—Así que, ¿necesitas que lo busque en el sistema y te de su dirección? —Terminó para mí, con una sonrisa dulce en su rostro.

—Correcto—dije, tomando una pequeña bocanada de valor cuando

dije esto.

Empujó mi tarjeta de estudiante a través del agujero y apoyó las manos en el regazo.

—Estoy segura de que puede entender, señorita… —Vislumbró su pantalla y se volvió hacia mí—. Señorita Sheppard, la universidad tiene

una política de no compartir la información personal de sus estudiantes. ¿Tal vez podrías simplemente decirle al chico que te gusta en lugar de acecharlo por su casa?

Plasmé una sonrisa en mi cara y tomé mi identificación de nuevo.

Me hubiera gustado haberlo pensado un poco y tener más

convicción en mi plan. Esperaba que la prímula tras el cristal estuviese poniendo una nota en mi expediente, en letras rojas y tamaño veinte de letra Times New Roman: acosadora.

Giré sobre mis talones y grité por encima del hombro:

—Es posible que desee enviar a alguien con una fregona al Auditorio

B. Uno de los estudiantes hizo un verdadero desastre en frente de las puertas.

***

Desde la fila de sillas atornilladas a la pared que se encontraban en el pasillo, vi al conserje ir y venir. Había mantenido sus auriculares y tenía

el suelo fregado en menos de dos minutos. Él debía limpiar varias veces a la semana el vómito durante la semana fiestas.

Cuando la clase de ética finalmente terminó, Cassie fue uno de los primeros estudiantes en salir por las puertas.

—¿El panecillo de mantequilla de maní que comiste esta mañana se

volvió en tu contra? —Me preguntó mientras se acercaba.

La mantequilla de maní era el favorito de Meatball. Y yo lo comía

cada mañana... Solía comerlo cada mañana. El solo pensamiento de...

Cassie me entregó mi mochila.

22

—Iba a ir a buscarte, pero a diferencia de algunas personas, no

quería hacer una escena.

Mantuve los ojos fijos en la puerta y me levanté tan pronto como vi a

Jeremy saliendo.

—Vuelvo enseguida —le dije a Cassie cuando ya había comenzado la carrera.

—No te preocupes por mí. Voy a estar esperando. Por ti. Justo aquí —gritó, sarcástica.

Jeremy era mi plan B. Esperemos que el plan B fuese un plan mejor.

—Jeremy —le grité mientras corría hacia él y me detuve, bloqueando su escape—. ¿Cómo estás?

—Hola —dijo Jeremy con cuidado—. Estoy bien.

Él estaba saliendo con otro tipo, y yo interrumpí su conversación. Su amigo palmeó la espalda de Jeremy y se despidió.

Nos quedamos allí de pie por un momento, mientras los estudiantes que salían por las puertas me esquivaban.

—Fue una salida discreta la que hiciste antes —dijo, claramente feliz con mi miseria—. Pude escucharte vomitando desde la fila de atrás.

Me aclaré la garganta.

—Así que… ¿Tuviste un buen verano?

Me acordé de por qué tendía a evitar conversaciones en general y con los ex novios. Increíblemente raro.

—Mejor que el tuyo, supongo —dijo, la amargura coloreando su tono—. Tus oídos parecen estar de vuelta a la normalidad.

Arrugué nariz, tratando de captar el significado de Jeremy. Entonces me di cuenta, una vez más. Esa herida en mi corazón que nunca se cura, la intención de torturarme. Una vez, Cameron y Rocco le habían jugado

una broma a Jeremy y le dijeron que yo estaba en el hospital con una enfermedad desconocida por lo que debía dejar de llamarme. Recuerdos

que nunca serían algo más.

Jeremy no tenía idea de lo mucho que su comentario me había herido. Tomé una respiración y me recompuse.

—Sí, lo siento por eso. Perdí mi teléfono por un par de días. Alguien respondió a mis llamadas como una broma.

—Lo que sea. No era importante. Sólo quería decirte sobre las cosas

del ordenador para que no aparecieses en el trabajo para nada.

—¿Qué cosas con el ordenador?

23

—El programa del ordenador. En la biblioteca. —Cuando una mirada

en blanco se posó en mi cara, arqueó las cejas—. El programa. Que la biblioteca estaba usando. Para catalogar las exploraciones de libros. —

Todavía no hay nada de mí, ni siquiera si él lo hubiera deletreado. Así que continuó—: Fue hackeado, y la biblioteca perdió todos los datos que habíamos introducido. Todos perdimos nuestros trabajos cuando la

biblioteca decidió abandonar el proyecto de biblioteca electrónica y usar los libros de nuevo. ¿Dónde has estado?

El padre de Jeremy era profesor en el departamento de ciencias

políticas. Cuando habíamos estado saliendo utilizó sus conexiones para conseguirme un trabajo en los archivos de la biblioteca.

Pensé que había perdido este trabajo porque no había aparecido. Resultó que el trabajo ni siquiera existe.

Mi plan era pedir ayuda para volver a mi trabajo y así poder de

alguna una manera entrar en el sistema. Pero era muy difícil de recuperar cuando el trabajo ni siquiera existe.

El plan B ya estaba chafado.

—Necesito un trabajo —espeté.

—Bien por ti. ¿Qué tiene esto que ver conmigo?

—Jeremy —dije lentamente, casi suplicante—. No te lo pediría a menos que estuviese desesperada. No tengo dinero. Me van a echar de mi casa si no pago pronto el alquiler.

Suspiró.

—Supongo que podrías conseguir uno donde yo trabajo. En la tienda

de la escuela. Vendiendo camisetas y pegatinas. ¿Crees que podrías hacerlo?

Podría, pero eso no era lo que tenía en mente.

—¿Qué hay del trabajo de recepcionista en uno de los departamentos?

—Sí, eso no va a suceder. Sólo contratan estudiantes de posgrado para hacer esas cosas.

Cassie había venido a mi lado, al parecer cansada de esperarme

pacientemente. Jeremy la miró por un segundo. Tal vez, por la gracia de quien gobernaba la Misericordia, él no se acordaría de ella o cuan malos habían sido ella y el resto de mis compañeros de cuarto cuando habíamos

estado saliendo.

—Por favor, Jeremy —supliqué.

—Sí, se me hace tarde para mi siguiente clase. En serio no puedo ayudarte.

24

Jeremy nos dejó a Cassie y a mí de pie delante de las puertas de

clase, donde el suelo estaba todavía húmedo de la fregona del conserje.

Al parecer, él la había recordado y aún la odiaba. El plan B fue un

fracaso.

Cuando Cassie y yo salimos fuera, ella me agarró por los hombros.

—Él no es el quien te hizo eso en tu cara y tu mano, ¿verdad?

Negué con la cabeza y aparté sus manos.

Debería haber aceptado la oferta de Jeremy para trabajar en la tienda del campus cuando lo ofreció. Ahora no tenía dinero entrando y no

había manera de saber más acerca de Cameron. No era un gran día.

***

A la mañana siguiente, salí corriendo antes de que nadie me pudiese abordar a fuera de mi dormitorio. Tenía que ir a la clínica, quitarme la

férula de mis dedos y dejar de ser el centro de atención. Mi día comenzó con la espera. A la espera de someterme a una revisión. Esperando en la

gran sala de espera mientras esperaba que la recepcionista me invitara a pasar a otra sala de espera mucho más pequeña. Esperé hasta que tocó mi turno. Me tomó un par de horas, pero finalmente llegué a la sala de

consulta. O era la misma habitación o idéntica a la habitación que había sido cuando yo había llegado con mis dedos rotos hace unas semanas. Obviamente habían limpiado el contenedor de basura después de que

hubiese vomitado en él. Pero la habitación estaba casi sin cambios. Estaban las revistas de Reader’s Digest tiradas. Algunas cajas dispersas

de muestras gratis para estudiantes y profesores. Sin embargo, nada era bueno. La mayoría de cosas sólo eran protector solar y palillos dentales que nadie usa nunca.

Había una caja de cartón con polvo de pelotas de goma amarillas. Para apretar y aliviar el estrés, o algo así. Tenían una cara feliz pintada en

ellas. Agarré una para Meatball. Él podría querer perseguirla. Luego tomé una segunda bola. Meatball podría querer jugar con este segundo balón después de devorar el primero. También tomé la caja de kleenex en el

escritorio del doctor porque estábamos quedándonos sin papel higiénico.

Estaba pensando en la caja de tiritas cuando el médico de guardia apareció. Miró a mi cara, y se negó a quitarme la férula hasta que

estuviese seguro de que los dedos se habían curado correctamente. Había esperado toda la mañana para esos cinco minutos de negación.

—Voy a firmar un formulario de autorización. Será nuestro pequeño secreto. Prometo que no voy a demandarle.

25

El médico ya estaba fuera de la habitación. Era como una tromba.

Nunca hubieses sabido que él estuvo allí a menos que realmente lo hubiese presenciado.

Robé la caja de tiritas antes de ser enviada a otra puerta al final del pasillo, donde iba a reunirme con otra autoridad médica para una radiografía. Cuando llegué a abrir la puerta del cuarto de rayos X de la

Universidad de Callister, se me ocurrió leer la señal de advertencia que cuelga en la puerta, y me detuve.

Detalles insignificantes de las últimas semanas comenzaron a

destellar a través de mi cabeza.

Detalles insignificantes se convirtieron en signos trascendentales.

Que alteran la vida.

Me dirigí de nuevo al final del pasillo. Cuando volví a la clínica, me encontré e hice señas al primer personal médico que pude encontrar. Una

joven enfermera en prácticas. Había un montón de ellos aquí. La empujé a un lado, llegué a la oreja de aquella desconocida, y le susurré.

Cuando terminé ella tomó aire, arqueó la cabeza hacia arriba y sonrió, obviamente luchando por controlar las risas. Fue al armario de cosas gratis para los estudiantes, donde se almacenan elementos

esenciales médicos universitarios. Bolsas para nauseas. Los medicamentos en muestras, las mejores cosas (cualquiera que sea que el personal no hubiera ya saqueado). Una estantería sólo para los condones, y en la

esquina, cajas blancas largas que me recordaron a los collares de la joyería de cajas de diamantes, brazaletes de diamantes, relojes de diamantes. Mi

madre los recibía como regalo de mi padre, por lo general, como una disculpa o soborno.

La enfermera me entregó una caja blanca, y yo me metí en el baño.

Me senté en un inodoro y esperé por enésima vez ese día, a pesar de que ya lo sabía. Mi mundo estaba fuera de control. Los signos habían sido

ignorados, por mí, pero habían estado allí. Las náuseas mañaneras, los vómitos en los contenedores de basura, frente a las puertas de la clase de filosofía. Incluso antes de que los cinco minutos pasaran y las dos líneas

de la prueba de embarazo de cortesía se hubiesen desvelado, yo ya sabía que estaba embarazada.

Mientras sostenía la evidencia (la prueba con pis) en una mano, mi

mano libre había encontrado su camino a mi vientre. Cuando me di cuenta, la retiré bruscamente como si me hubiese quemado. Luego tiré la

prueba de embarazo en el suelo y utilicé mis dos pies para sistemáticamente romperla en pedazos.

La venganza es una cosa extraña. Te pone a prueba. Te cambia. Te

hace hacer cosas que nunca habrías pensado que eres capaz de hacer.

26

La venganza se siente mucho como la supervivencia. La necesidad

de hacer daño, la necesidad de matar te consume. Excepto que cuando la venganza se convierte en la supervivencia, el odio se sustituye por la

desesperación total.

27

Borrado

Traducido por Juli & Sofía Belikov

Corregido por Meliizza

Había pasado gran parte de mi tiempo diseñando la granja. Cada

tablón, cada roca, cada arbusto, lo coloqué allí con Emmy inundando mi cerebro —sus gustos, sus aversiones, el color de sus ojos, su sonrisa, su risa. Aunque a menudo soñaría despierto y la vería pasar por las

habitaciones, nunca pensé que en realidad alguna vez la vería, y mucho menos viviría en ella. Aun así, la granja siempre fue hecha para ella.

Ahora lo único que quería hacer era quemarla hasta las jodidas cenizas.

Tal vez algún día sería afortunado, pero ahora me vi obligado a dejar

que nuestros guardias nos borraran completamente de ella. Una vez que termináramos de empacar, limpiar y eliminar la sangre, cerraríamos todo y nos iríamos.

Spider y yo estábamos afuera apoyados en la barandilla, mirando a través de las puertas de cristal mientras nuestro equipo de limpieza

levantaba las tablas del suelo. Este era el lugar donde fue asesinado mi hermano, su sangre empapaba el suelo, su fantasma nos perseguirá a mí y a este lugar para siempre.

Carly atravesó la sala de estar, manteniendo sus ojos por delante y haciendo un círculo extra ancho para rodear los productos de limpieza. Se

unió a nosotros en la terraza y se limpió las manos ennegrecidas en los vaqueros.

—No me gustan las mudanzas —se quejó.

Observó a los guardias llevar sus millones de cajas de la casa de la piscina.

—Quizá mudarnos no sería tan malo si no tuvieras tanta basura —

agregué.

Spider se burló, hasta que Carly le lanzó una mirada de muerte.

28

—No es como si no nos mudáramos cada dos meses, Carly. Uno

creería que ya lo entenderías —añadí.

Este comentario normalmente habría hecho que él consiguiera mi

propia mirada de la muerte, pero Carly últimamente había tenido mucho cuidado cerca de mí. Como si yo estuviera sosteniendo una pistola en mi cabeza. Odiaba que hiciera esto, así que la provocaba siempre que fuera

posible. Y Spider me dejaba salirme con la mía. Esto también me molestaba.

Había tomado un tiempo para que nos sintiéramos lo

suficientemente seguros para volver a la granja después de que los hombres de Victor la atacaron y comenzaron la guerra contra nosotros. No

podíamos volver hasta estar seguros de que el eco de los tiros disparados no llamó la atención no deseada de los vecinos distantes o la policía local.

Teníamos sólo un par de horas para hacer las maletas y volver a la

clandestinidad.

Teníamos más de un centenar de refugios en todo Estados Unidos,

Canadá y Europa. Sin contar mi cabaña, de la cual Spider y Carly no sabían nada. Nos mudábamos cada dos meses. A veces nos mudábamos sólo para hacer las maletas al día siguiente. Nadie era tan bueno en

desaparecer de la civilización, tan a menudo y tan rápido, como nosotros.

Mi mamá y yo nos mudábamos todo el tiempo cuando yo era un niño; aprendí a viajar ligero desde mi nacimiento. No me apegaba a nada, y

Spider tenía la misma filosofía. Carly, por otro lado, tenía tanta basura que se quedaba sin espacio para ella en la casa de la piscina. Constantemente

recogía cosas en los mercados de pulgas, ventas de garaje, la basura de la acera. Se apegaba a toda su basura y a la de todos los demás.

Había pasado un tiempo desde que los tres estuvimos juntos por

más de unos pocos minutos a la vez. He creado un montón de mierda en el inframundo, y a los capitanes les enfurecía. No ayudaba que yo hubiese

planteado el asunto de la venganza contra Shield. No podía explicarles por qué teníamos que arriesgarnos a llamar la atención para eliminar al dirigente sindical de la fuerza policial de Estados Unidos. No tenía ninguna

prueba de que él fue quien atacó la granja y mató a mis hombres. La única persona que fue testigo del crimen, y seguía viva, era Emmy. En lo que a ellos respecta, Emily Sheppard no existía. En lo que a ellos respecta, Rocco

nunca se relacionó conmigo. En lo que a ellos respecta, yo me encontraba aislado —sin amantes, familiares o amigos que podrían ser utilizados para

distraerme de hacerles dinero.

A causa de mi negligencia, perdimos dos cargamentos de drogas por los piratas somalíes, nuestros aliados canadienses se encontraban en un

estado de caos, y el cártel mexicano de la droga había roto el tratado de territorio del sur. Sólo un par de meses con Emmy, y yo había perdido el control sobre el inframundo.

29

Y Shield utilizó todo esto para comenzar a hacer campaña en mi

contra con los capitanes y ayudar a algunos de ellos a meterse con el sistema de justicia, acumulando favores. A pesar de que él podía negar su

participación en todo esto, los dos sabíamos que él era la causa de mi dolor. Tendría que pagar por eso, tarde o temprano.

Nunca había hecho tantos movimientos estúpidos en mi vida.

Necesitaba volver a centrarme en lo único que era bueno —hacer dinero para los señores del inframundo. Pero era más fácil decirlo que hacerlo, porque extrañaba tanto a Emmy que a veces tenía ganas de hacer

exactamente lo que Carly esperaba que hiciera: dispararme los sesos. Después de haber tenido a Emmy a mi lado —inmediatamente adictiva—

nada volvería a ser tan bueno.

Echaba de menos la forma en que sabían sus labios. Echaba de menos la suavidad de su piel y la forma en que su mano encajaba tan

segura en la mía. Echaba de menos el olor de su cabello y la hinchazón de su cara cuando se encontraba cansada. Quería despertar junto a ella y

tenerla toda para mí todos los días, siempre.

La extrañaba completamente, y necesitaba más. Pero todo lo que podía conseguir hoy en día eran vistazos de su vida, algo que solía ser

suficiente para mí. Ahora, sólo verla caminando por la calle hacía que me doliera aún más.

De repente, me encontré atravesando las puertas de cristal y fui

retenido por la mano de Carly en mi hombro.

—¿Escuchaste lo que dije? —me preguntó.

No había oído ni una palabra. Todo lo que podía oír era el eco de la voz de Emmy rebotando alrededor de mi cabeza, jalándome hacia ella con la fuerza de un campo magnético.

Carly mantuvo su mano sobre mí. —¿A dónde vas?

—Tengo cosas que hacer antes de que vayamos a California.

—¿Cómo qué? —Spider mantuvo su puesto en la barandilla, con los brazos cruzados sobre el pecho de forma permanente. Todavía tenía rastros de un ojo negro después de que Emmy le rompió la nariz con su

pequeña mano.

Él pensaba que lo sabía todo sobre el negocio —lo que yo hacía, con quien hablaba, a quién mataba. Y eso solía ser cierto, pero las cosas

cambiaron. Él ya no estaba involucrado en todo lo que hacía. Había estado distraído las últimas semanas —desaparecía, se retiraba de las reuniones.

Y tomé decisiones que me hacían querer evitarlos a él y a Carly.

Mientras trataba de encontrar la manera de salir sin más inquisición, Carly miró a los cielos con exasperación.

—Oh, por el amor de Cristo, Cameron. Sabemos a dónde vas.

30

Cerré la puerta de cristal en su cara, me detuve en el rellano, y

cambié de rumbo a la biblioteca al final de la sala. Un par de guardias recogían los libros en cajas de cartón.

—Salgan —pedí.

Se levantaron y se fueron, manteniendo sus ojos hacia adelante, como si ni siquiera estuviera allí.

La mayoría de los libros ya habían sido retirados de los estantes y empaquetados. Las cajas empacadas se extendían por la habitación, con algunas arrojadas sobre el piano que compré para Emmy. Toda esta

habitación había sido para Emmy —los estantes de piso a techo llenos de libros, la chimenea de piedra, las ventanas con vistas al bosque. Además

de todas las habitaciones de la casa, ésta fue hecha especialmente para ella, imaginándola recostada en el sofá, leyendo frente al fuego.

La primera vez que Emmy entró en esta habitación, yo había estado

nervioso —y yo nunca me ponía nervioso. Pero al ver sus dedos acariciar el lomo de los libros, al ver su rostro a la luz, quería besarla. Quería alzarla y bailar alrededor de la habitación con ella en mis brazos.

Cuando se estableció la comprensión de que nunca iba a bailar con Emmy en esta o en cualquier otra habitación, quería clavarle un hacha a

la misma.

Moví las cajas del piano de Emmy y empecé a abrirlas a tirones en el suelo. Cuando la puerta se cerró detrás de mí, seguí adelante, con la

esperanza de que fuera a encontrar rápidamente lo que buscaba para que pudiera escapar del interrogatorio.

Spider y Carly se sentaron en el sofá en medio de la habitación y me

miraron por un rato. Pero Carly es la persona más impaciente que he conocido.

—¿Cómo se encontraba Emmy cuando la viste?

Mi corazón se estrujó inmediatamente.

Había estado observando a Emmy desde el apartamento de enfrente.

Sentado frente a la ventana durante horas, esperando ser capaz de verla, aunque fuera sólo para mirarla ir y venir. Pero no salía mucho, sólo para llevar a pasear a Meatball.

Nunca vi a Emmy parecer tan... desanimada, como si le hubieran succionado la vida. Era frágil, como si una ráfaga de viento fuera suficiente

para romperla por la mitad. No se parecía a la de antes. No se parecía a mi hermosa y fuerte Emmy. Tan feliz como me sentía por verla, hacerlo de esta manera le provocaba un retroceso a mi corazón.

Carly estuvo analizando mi rostro.

31

—Cameron —suplicó—, ya basta. Ve a por ella. No puedes dejar que

se desmorone así. Todavía hay tiempo para mejorar las cosas.

Pateé la caja recientemente vaciada al otro lado de la habitación y

rasgué la siguiente que se hallaba más cerca de mí. —Voy a por ella, y ¿qué? ¿Le digo que permanezca aquí como un blanco fácil? ¿Que espere a que alguien más nos las tenga jurada y se desquite con ella? No está hecha

para esta vida de mierda.

Carly me miró a los ojos. —No le das suficiente crédito. Es mucho más fuerte de lo que tú crees. De lo que todos creemos.

—Se merece algo mejor que esto —le dije, con tono severo. Emmy tuvo la suerte de haber nacido en el privilegio y podría haber tenido lo que

quisiera. Debería haber sido feliz. Algún día, lo olvidaría; algún día, estaría feliz, segura y viva. Me había convencido de ello—. Estamos atascados viviendo en este tipo de mierda. Aquí no hay lugar para la familia o

amigos.

Vi como Carly y Spider se movieron en sus asientos cuando dije esto.

Y vi a Carly retroceder.

Pero Spider no se hallaba dispuesto a ceder.

—Si sigues espiando a esa chica finalmente te verá. Por lo que

sabemos, ya podría haberte visto.

Le di una patada a otra caja vacía hasta el otro lado de la habitación, y luego pateé la basura suelta que había esparcido en el suelo para poder

despejar el camino hacia la última caja cerrada que se encontraba al lado

del piano. —Ella no me vio. No me va a ver. He sido capaz de esconderme de ella todos estos años. La conozco muy bien. No tenía idea de que yo

estaba allí.

Esto no fue exactamente así. Meatball me vio mirando desde el

apartamento y casi me delató a Emmy. Tuve que esconderme en el baño cuando Emmy llegó para arrastrarlo de nuevo a la casa. ¿Cómo podía un perro tonto ser tan condenadamente inteligente?

—Pero no es sólo ella, Cameron —continuó Carly—. Sabes que Victor probablemente también tiene gente que la observa. Después de todo lo que pasamos para hacerle creer que tú…

Carly respiró y se detuvo de recordarme el día más doloroso de mi vida.

—Nos hemos esforzado mucho para que lleguen a pensar que la dejaste y que no te importa una mierda —continuó Spider—. Si te encuentran, sabrán que hemos estado jugando con ellos. Y entonces todos

estaremos en un jodido problema, incluyendo a Emily.

Abrí la última caja e inmediatamente encontré los libros que había

estado buscando. Me levanté y llevé la caja conmigo.

32

—No puedes seguir viviendo entremedio. —La cara de Carly reflejaba

preocupación—. Si estás convencido de que no vas a ir por ella, si de verdad quieres que siga adelante, entonces déjale pasar el duelo y dale una

oportunidad de vivir.

—Tenemos que volver a los negocios —añadió Spider—. Las constantes interrupciones no van a hacernos volver a estar bien.

Sabía que los dos tenían razón, pero no me encontraba dispuesto a admitirlo. Y mantenerme alejado de Emmy... para siempre... No pensé que alguna vez sería capaz de hacerlo, aunque sabía en mi corazón que era lo

mejor para ella.

—Tienes que quedarte lo más lejos posible de ella —dijo Spider.

Mientras permanecía de pie, listo para irme, con la maldita caja pesada en los brazos, Spider y Carly me observaban y esperaban.

—¿Se te olvidó la promesa que le hice a Bill? —le pregunté a Carly

específicamente—. Le dije que siempre iba a cuidar a Emmy. Que la mantendría a salvo.

Como era de esperar, esto hizo que Spider se enfureciera. —Bill está muerto. ¿A quién le importa si le rompes una promesa a ese idiota? Además, no creo que él esperara que la cuides tan de cerca hasta el punto

de estar desnudo sobre ella.

Mis dedos se clavaron en el cartón cuando Spider sonrió. Por mucho que supiera cómo sacarlo de sus casillas, él sabía cómo hacerlo conmigo.

Carly levantó una bandera blanca. —Si lo que deseas es asegurarte de que está a salvo, puedo hacer que eso suceda. De esa manera, todavía

puedes mantener tu promesa a Bill sin arriesgarte a estar cerca de ella.

Esto atrapó tanto mi interés como el de Spider. —¿Cómo? —pregunté.

—¿Confías en mí? —preguntó.

—En su mayoría.

—¿Confías en que voy a hacer todo lo posible para mantener a Emmy y a nosotros a salvo?

—Sí —le dije sin dudarlo.

—¿Y te comprometes a mantenerte alejado de Emmy?

Dudé. —No vas a decirme lo que estás pensando, ¿verdad?

Negó con la cabeza. —Es mejor si desapareces por completo y dejas

que me ocupe de Emmy.

Cuando miré a Spider, en busca de explicación, sólo se encogió de

hombros. Todo esto era de Carly.

33

—Cameron, sabes que es lo mejor. Si no vas a buscarla, entonces

tienes que dejarla ir —dijo.

Mi corazón se apretujó y apreté los dientes, porque sabía que Carly

tenía razón. —Voy a permanecer lejos de ella.

Las palabras que salieron de mi boca se sintieron como cuchillos en mi lengua.

Cuando llegué a mi coche, Tiny, uno de los pocos hombres en los que confiaba con mi vida, me esperaba. Yo llevaba la caja de verbosos y pesados libros de filosofía de la clase que Emmy y yo, una vez,

compartimos en secreto. Una clase de tamaño anfiteatro en el que podía mantener un ojo en ella y fácilmente seguir oculto. Este año escolar

deberíamos haber estado asistiendo juntos a otra clase. Pero yo no iba a estar allí.

Coloqué la caja en el asiento trasero, y nos marchamos.

No sé si sería capaz de mantener mi promesa a Carly. Mantenerme alejado de Emmy, dejar que otra persona la cuide... con sólo pensarlo me

dieron ganas de degollar a alguien.

***

Fuimos a un barrio pulcro, en Nueva Jersey. Tiny me dejó en la esquina y se fue. Ya se hallaba oscuro. A través de las ventanas

iluminadas, pude ver a familias sentadas y cenando en frente de la televisión, ajenos al hecho de que yo acechaba sus patios traseros. Cuando

llegué al patio limpio de un pequeño bungaló, rápidamente me asomé por la ventana de la puerta trasera y reí al ver los ojos rojos de un detector de movimiento.

Los sistemas de alarma no son sólo una broma; son peligrosos. Su propósito es hacer que pienses que estás a salvo. Te hacen sentir como si

pudieras relajarte y bajar la guardia. Pero lo que sea que un humano haya creado, otro lo puede destruir.

Nada hecho por el hombre es infalible. La muerte es lo único

intocable, y una falsa sensación de seguridad podría hacer que alguien muera.

Me puse unos guantes, desarmé rápidamente el sistema, y entré. No

había tenido que ensuciarme las manos desde que era un niño. Allanamiento de morada, robo, era un método de supervivencia del lugar del que vengo.

Mientras merodeaba por la casa, me acordé de la prisa que solía tener en sacarle cosas a la gente que tenía demasiado y venderlas, por lo

34

que tendríamos dinero para pagar y hacer que la calefacción volviera a

funcionar.

Pero esta casa no era la casa promedio de Joe. Esta era la casa de

un policía. Un lugar en el que, aun cuando era un niño estúpido, nunca me habría aventurado. Por las placas en la pared y las medallas, uno pensaría que se trataba de la casa de un buen miembro de la fuerza

policial. Pero este oficial de policía no era un héroe. Si mirabas lo suficiente, si sabías dónde mirar, encontrarías la suciedad como una luz negra en una habitación de motel.

La botella de Glenfiddich de cincuenta años en el armario de las bebidas, el excesivo centro de entretenimientos, los relojes Rolex y la

cocaína llenando el sofá. Hacía mucho tiempo aprendí que no quedaban verdaderos héroes, sólo buenos actores. Y este tipo no sólo era deshonesto; era extravagante.

Me senté rápidamente frente a su computadora y busqué en unos cuantos sitios de lugares soleados en internet. El intrincado sistema de

seguridad llamó mi atención, y por pura curiosidad comencé a buscar entre sus archivos, encontrando su extensiva colección de porno. Había conocido un montón de gente retorcida; pero este tipo se hallaba realmente

jodido.

Después de pasar su sistema de seguridad y apagar la computadora, rearmé el falso sensor de los policías y encontré una oscura esquina donde

esperar, lejos del alcance del detector.

Cuando llegó a casa, el gordo policía desarmó el sistema, lanzó su

pistolera en la banca delantera y se sentó en el escritorio de su computadora. Observé desde las sombras mientras iba directamente a su colección favorita, ya jadeando por la excitación, o por tener que caminar

hasta aquí.

Antes de que pudiera ponerse demasiado cómodo, caminé hasta

ponerme detrás de él y puse la culata de mi arma contra la parte trasera de su cabeza. Me incliné hacia su oído, oliendo el sudor manchando su camiseta.

—Oficial Breland —murmuré—, tomemos asiento en la cocina.

—Chico —dijo mientras caminábamos a lo largo del pasillo—, no sabes a dónde viniste a meterte. No vas a salir de aquí vivo.

Hice que se sentara en la mesa, y me senté al otro extremo, poniendo el arma en la lisa superficie de la mesa, el cañón apuntando al

oficial.

—¿Sabes quién soy? —le pregunté. Sabía que no tenía idea de quién era; nadie la tenía. Por lo que a él respecta, sólo era un niño de

veintitantos que se encontraba liado en algo que no podía manejar.

35

—Me importa una mierda quién eres —gruñó el oficial Breland.

—Hace un par de meses, entraste en mi recinto y mataste a algunos de mis guardias.

Frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho. —No sé de qué

hablas.

Sonreí. —Perdí un montón de hombres esa noche.

Saqué una bala de mi bolsillo y me aseguré de meterla en mi arma. Su rostro palideció un poco.

—Uno de los guardias que fue disparado se hallaba desarmado. Uno

de tus colegas dijo que fuiste tú el que le disparó.

—No fui yo. —Sudor comenzó a filtrarse a través de la grasa en su rostro.

—Vamos, ¿en serio? Ambos sabemos que no es verdad.

Puse el arma en la mesa de nuevo, con el silenciador de cara al

policía, y puse un pie en una silla, poniendo los dedos detrás de mi cabeza.

—Sólo seguía órdenes —confesó—. Si no lo hubiera hecho, alguien

más sí, y me habrían matado.

—Tú y tus estúpidos compañeros me costaron un montón de dinero.

—Puedo pagarte —ofreció inmediatamente, como había esperado—. Tengo bastante dinero guardado.

—Oh, dudo que puedas permitirte mi precio. Voy a necesitar más

que cualquier mierda que tengas guardada. Alguien tiene que pagar por esto.

Mientras el oficial Breland lo procesaba, observé sus robustas

manos comenzar a temblar. Sabía lo que le pedía, como también sabía que esto podría significar su muerte tarde o temprano. Cuando miró el reloj en

el refrigerador, supe que había hecho su decisión.

—Sé donde puedes conseguir más dinero. Mucho más dinero.

—Chico —dije, imitando su tono—, esas son las mejores noticias que

he escuchado en todo el día.

El oficial Breland y yo entramos a su Chevy, y lo hice conducir así podía mantener el arma apuntándolo.

—Vas a trasladar el dinero esta noche —explicó—. Shield hace que lo trasladen cada dos semanas hasta que pueda usarlo.

Con usarlo, el oficial Breland quería decir lavarlo.

—¿A cuántos tipos tiene custodiando el dinero?

36

—No más que dos.

—¿Sólo dos? —Eso habría dejado su dinero más que un poco vulnerable.

—Shield no le confía a nadie su dinero —me dijo—. Sólo sé sobre él porque en las últimas dos semanas ha estado manteniendo las reservas en la vieja granja de mis padres. La heredé después de que murieron, pero

nunca hice algo con la propiedad.

Observé cada movimiento que hacía mientras hablaba. Mantuvo sus ojos en la carretera, sus manos fijadas firmemente en el manubrio, su

respiración estable. Decía la verdad.

—Si me consigues ese dinero, te dejaré quedarte con algo de él —

prometí—. Puedes usar tu parte para desaparecer antes de que Shield te descubra.

Respiró profundamente, asintió, y relajó su agarre del volante.

Condujimos hasta una granja a las afueras de Jersey. En la entrada había una camioneta con las luces encendidas. Mientras nos acercábamos

a la camioneta y la casa, sabía por las blancas volutas elevándose contra la oscura noche que el motor del camión aún se encontraba encendido, pero aún no habíamos visto a nadie. Le ordené al oficial Breland que

aparcara frente al camión, y esperamos allí.

No había luces al interior de la casa, pero podía ver linternas destellando a través de las ventanas cada cuantos segundos. Dos rayos de

luces distintas —dos linternas. Hasta ahora, eso corroboraba con la historia de Breland de que había sólo dos hombres cuidando del dinero de

Shield.

Observamos mientras las luces se movían a través de la casa, de ventana en ventana. El oficial miró el reloj en la radio. —Deberían de haber terminado de cargar el dinero para ahora.

La heredada granja de Breland era grande y estrecha, como una caja de pañuelos que había sido doblada. Tenía una fachada de viejos y

abultados ladrillos del tamaño de una señal de límite de velocidad. Los ladrillos en la casa lucían como un chaleco antibalas bajo una ajustada camiseta. Unos cuantos metros más adelante, al final de la entrada de

piedritas, se encontraban los restos de un granero. El techo ya se había desplomado, y la estructura se inclinaba hacia un lado, como un hombre

que había bebido demasiado y se encontraba a punto de ser echado por el barman.

—Lindo lugar —me burlé.

—Mis padres eran unos idiotas. Disfruto ver su casa cayéndose a pedazos. —Su miraba se hallaba pegada al granero en la parte trasera. Una mirada que reconocía muy bien. Una mirada que contaba la historia

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de un chico que había sido golpeado más veces de que las que se atrevía a

contar.

Cuando las luces se centraron en la puerta lateral y comenzaron a

ampliarse, Breland y yo salimos del auto.

Un desgarbado hombre de pelo negro salió primero con una linterna metida en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Se hallaba inclinado debido a

un bidón de gasolina rojo, vertiendo en zigzags. Un segundo hombre le siguió. Era más grande y viejo, y llevaba un cajón de madera mientras sostenía la linterna entre sus dientes, iluminando la salida de su

incendiario compañero.

—¿Qué diablos están haciendo? —gritó Breland. Le permití avanzar

hacia los hombres que planeaban quemar la casa de su infancia.

Los incendiarios se detuvieron en seco, apiñados en la pequeña escalera de cemento frente a la puerta lateral.

—¿Qué demonios estamos haciendo? ¿Qué demonios estás

haciendo tú aquí? —demandó el más viejo.

—Shield nos envió aquí para ver qué les tomaba tanto tiempo —respondí calmadamente.

Mientras su joven amigo sostenía el bidón de gasolina y no se había movido ni un centímetro desde que habían sido vistos, el tipo grande puso el cajón en el suelo.

—¿Quién diablos son ustedes? —preguntó y mantuvo sus ojos en mí mientras alcanzaba la pistolera pegada a su pecho.

Estiré los brazos sobre mi cabeza y bostecé. —¿Dónde están los otros tipos?

—¿Qué otros tipos? —preguntó el chico, su ceño fruncido.

Había confirmado que ciertamente sólo se encontraban ellos dos. Les disparé a ambos en la cabeza antes de que el más viejo tuviera siquiera la oportunidad de sacar su arma.

Breland y yo nos acercamos a los cuerpos. Le ordené que pusiera los cuerpos dentro de la casa mientras abría el cajón. Se encontraba cargado

con dinero. Había más que un par de cien mil. Luego regresé al camión, el cual los hombres habían dejado abierto. Había al menos cincuenta cajones más. Lo que sea que Shield hubiera estado planeando hacer con diez

millones de dólares, era demasiado para él. Y aunque probablemente no era sólo su dinero, definitivamente iba a extrañarlo.

Por la luz de las linternas, podíamos ver las botas de los muertos.

Breland aún jadeaba por haber arrastrado a los dos hombres.

—¿Fumas? —le pregunté con una sonrisa.

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Me miró, luego a su casa, se rió y sacó un encendedor de color

dorado. Lo encendió, y sin dudarlo dos veces, lo lanzó en el rastro de gasolina. La casa fue tragada por las llamas en segundos.

Le dije que pusiera el último cajón en la parte trasera del camión y lo seguí. Se estiró para abrir las puertas, y disparé dos tiros —uno para cada una de sus rodillas. Chilló, cayendo de rostro en la parte trasera del

camión. Cerré la puerta y lo encerré con el dinero.

Me alejé con Breland y el dinero, dejando detrás a los hombres muertos de Shield y el auto de Breland, haciéndolo culpable. Cuando

Shield fuera en busca de Breland en su ordenado bungaló, descubriría que la última búsqueda del hombre era por un vuelo con destino a

Sudamérica.

Aún podía escuchar a Breland gritando en la parte de atrás cuando aparqué en el vertedero. Tiny se hallaba de pie junto a mi auto,

esperándome. Abrió la parte trasera y sacó a Breland, arrastrándolo hasta un hoyo en la arena. Lanzó a Breland al hoyo y se movió a un lado.

Observé como Breland se retorcía de dolor y sonreí.

—Tienes tu dinero —gritó—. ¿Qué más quieres?

—Ese guardia desarmado al que le disparaste —expliqué—. Tenía catorce años. Era inofensivo. Sólo un niño.

—Sólo seguía órdenes. No sabía que era un niño.

Tony me tendió una caja, y tomé una profunda respiración. Ese niño

no era cualquier niño. —Era mi hermano. Su nombre era Rocco.

Encendí la cerilla y lo lancé en el hoyo, incendiando la gasolina que Tiny ya había vertido. Caminé hasta el camión, saqué un par de cajones y

los lancé con Breland. Moriría como alguien rico.

Me metí en mi Audi y dejé a Tiny para que limpiara.

Como el hombre que lo había delatado, el oficial Breland había

pagado por lo que le había hecho a mi hermano. Aunque aún faltaba mucho para que me sintiera finalmente saciado, esta pequeña muerte me

había repostado. Pero quería, necesitaba más.

Breland era el decimocuarto hombre que había muerto por mis manos —catorce, la edad que tenía Rocco cuando fue matado. Cada vez

que tomas una vida humana, algo —una oscuridad— crece en tu interior, matándote, hasta que eventualmente, sólo queda oscuridad. La única vez que había sentido que la oscuridad retrocedía, y hacía espacio para mí de

nuevo, fue cuando estuve con Emily. Sin ella, la oscuridad regresaba como el veneno que era.

***

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Cuando conduje a nuestro avión, llevaba una hora de adelanto, y Spider y Carly no se encontraban allí aún. Me subí al avión y le ordené al piloto que despegara. Luego llamé a Carly.

—Necesito que limpies mis fondos personales —le dije después de que hubiera respondido con un atontado saludo.

—¿Por qué?

—Sólo hazlo, Carly.

Hubo un tiempo en el que me habría respondido por la dureza en mi

voz. Pero esa dureza era todo lo que tenía que ofrecer estos días.

—¿Para cuándo lo necesitas?

—Ayer.

—Bien —respondió abruptamente—. ¿Cuánto?

—Tanto como puedas conseguirme en poco tiempo.

Hizo una pausa cuando los motores del avión rugieron y despegamos. —¿Dónde estás?

—En el avión.

—¿Está Spider allí?

—Ustedes dos tendrán que esperar por el próximo vuelo. No tengo

tiempo.

—No voy a ir. Spider ya iba de camino. Un par de minutos no te habrían matado —soltó bruscamente.

—Llámame cuando el dinero esté listo. —Colgué y apagué mi teléfono.

Miré a través de la ventana mientras la luz del sol traía a la vida el

paisaje de Nueva York. Los pastos lucían como pequeños campos de fútbol… e inmediatamente pensé en Emily.

La primera vez que vi a Emily Sheppard, Bill acababa de morir, y ella era sólo una niña. Se hallaba en el campo de fútbol en medio de un juego —esta desgarbada, lechada y pelirroja niña. Permanecí en mi auto,

sorprendido. Nunca había visto un peor jugador de fútbol en mi vida. Era rápida, pero tropezaba tantas veces con el balón y sus propios pies que

sus compañeras prácticamente quemaron un hoyo en sus pulmones mientras trataban de correr más rápida que ella así no se acercaría a la pelota.

Y entonces comenzó a llover. La cancha se convirtió en un hoyo lleno de lodo. Las chicas se deslizaban por todas partes, los entrenadores tenían sus abrigos puestos sobre sus cabezas y los árbitros trataban de

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mantenerse de pie. Pero Emily permaneció inafectada y pareció más

determinada que nunca. Entre más lodoso se volvía el campo, más estable se encontraba ella. Encontró la pelota, pateó y anotó justo cuando el

árbitro sonó el silbato para detener el juego. Mientras la multitud corría para cubrirse dentro de la escuela, la hermana de Bill se quedó atrás para ayudar a uno de los asistentes a reunir las pelotas y llevar las redes al

colegio.

En esa lluviosa tarde, salí del aparcamiento negando con la cabeza, con una sonrisa en mi rostro. La hermana de Bill, no era la rica niñata que

yo había esperado que fuese.

La sofocante luz del día me siguió hasta San Francisco. Cuando

llegué al apartamento, envié a uno de mis guardias para informarle a Shield que me encontraba en California, listo para encontrarlo.

No tenía mucho tiempo antes de que Spider llegara, así que lancé

mis cosas en la habitación y salí de nuevo. Conduje a través del puente hacia Oakland. Giré en el aparcamiento de empleados hacia el puerto de

Oakland y me deslicé a través de las pistas, buscando la camioneta Burgundy correcta. Cuando la encontré, aparqué a unos cuantos lugares, revisé mi reloj y esperé.

Había investigado, sabía todo sobre él, pero necesitaba verlo. Ver con mis propios ojos la clase de hombre que era.

Vi la carga ser sacada de los barcos y puesta en los muelles y me

pregunté qué hacía Emmy.

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Fish Tales1

Traducido por Annabelle & Gabihhbelieber

Corregido por Itxi

Me encontré mirando fijamente a las estrellas que brillaban en la

oscuridad pegadas a mi techo, dejadas por el estudiante que solía ocupar mi armario de limpieza. Las conté, lo que normalmente hacía cuando no podía dormir. Las estrellas comenzaron a despegarse, y de vez en cuando

encontraba una en el suelo. Se me perdió una desde la última vez que las conté.

Era gracioso, últimamente no había encontrado ninguna en el suelo.

Imaginaba que Meatball muy pronto comenzaría a brillar en la oscuridad también si seguía comiéndose las estrellitas de plástico.

La casa se encontraba oscura y en silencio, a excepción de los ronquidos de Meatball. Lo último que recuerdo con lucidez fue lanzar por el inodoro los fragmentos de una prueba de embarazo, pero el resto —

acariciar a Meatball, cepillar mis dientes, tomar un vaso de leche luego de cepillar mis dientes— sólo podía recordarlo como si hubiese estado

viéndome a mí misma actuar en piloto automático desde lejos.

Cuando salí de la clínica, era temprano en la tarde, y ahora era casi el amanecer del día siguiente. ¿En qué momento se hizo tan tarde? Ni

siquiera estaba segura de haber dormido algo o si había pasado toda el día y la noche mirando fijamente las estrellas de plástico.

Tan pronto como un poco de luz comenzó a entrar por mi cortina desde esas habitaciones en la casa que tenían el lujo de tener ventanas, no podía esperar por salir y sacar a Meatball a caminar. Pero en el momento

en que mis pies tocaron el piso, corrí hasta al baño.

Cuando me sentí bien y estuve vacía, surgí a la vida para encontrar a Meatball sentado en silencio junto a la puerta del baño. Ni siquiera se

1 Juego de peces donde comienzas siendo un pez pequeño, comes a los peces de tu mismo tamaño y alcanzas

a comer a los más grandes.

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volvió loco y giró en círculos cuando le pregunté si quería salir a caminar

un rato.

Las náuseas desaparecieron igual de rápido de como vinieron. Pero

aun así, necesitaba saltar de la nube de letargo que había tomado a mi cerebro como rehén. Por primera vez en muchas semanas, cogí mis zapatos de correr junto a la puerta.

Pero en vez de llevarme a mí, como lo hacía normalmente, Meatball se mantuvo a mi lado, tan cerca que su pelaje rozaba contra mi pierna.

Esto hacía que fuera muy difícil correr. Así que avanzamos lentamente y tomamos una caminata extra larga, una que nos llevó hasta los suburbios.

Llegamos hasta un parque afuera de una escuela primaria, donde

había casas y sillas de patio al otro lado del parque verdoso. Debido a la falta de raíces y los pequeños árboles plantados, me fijé que las casas eran nuevas. Era el mismo árbol en exactamente el mismo lugar una y otra vez.

Me sentía como si estuviese en Legoland. Las hojas ya comenzaban a cambiar de colores, y el aire olía pesado, como las explosiones finales de

una ronda de fuegos artificiales, antes de que todo quede en completo silencio.

Mientras caminábamos por la acera, tarareaba un ritmo sin sentido

bajo mi aliento y abarroté mi cerebro de tantos detalles inútiles como fuese posible. Como el número de casas que tenían una casita para aves en su

patio. Eran cinco. Como el número de mesas de picnic en el parque. Eran diecisiete.

Aún debía ser bastante temprano en la mañana ya que el parque se

encontraba vacío, excepto por un niño pequeño que se encontraba jugando en la arena cerca de los toboganes, mientras una mujer, quién asumía era su niñera, lo observaba desde un banco. Meatball tenía una pierna

elevada, así que me detuve cerca de la acera de alambre, mirando al pequeño. Subió por el tobogán, corrió alrededor y volvió a deslizarse por la

rampla. Pero cuando llegó hasta abajo, se tropezó y cayó.

Comenzó a llorar.

La niñera corrió hasta él, secando sus lágrimas y abrazándolo

mientras él escondía su rostro en su hombro. Se sostenían uno al otro con muchísima fuerza, como algo natural.

Me di cuenta de que era su mamá, no su niñera. Y algo dentro de mí estalló.

Llevé a Meatball de vuelta a casa.

Tan pronto como entramos por la puerta, Meatball corrió hasta la cocina antes de yo pudiera volar hasta mi cuarto. Eché comida para perros en lo que solía ser un bol de ensaladas, y se sentó a su lado, esperando.

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Suspiré. Mis nauseas seguían regresando, y lo último que quería

hacer era meterme algo en la boca. Pero teníamos un ritual: Si no comía, entonces Meatball se sentaría allí todo el día hasta que lo hiciese. Abrí mi

alacena designada. Allí tenía una botella de salsa de tomate, una bolsa de sopa Lipton y una bolsa de pan desinflado. Saqué el último pedazo de pan y me obligué a masticar. Meatball descuartizó su comida.

—Hola, aliento a vómito —dijo Hunter al entrar—. Escuché que hiciste toda una escena ayer en clase. Vomitar a propósito para salir de la escuela. Eso requiere de una dedicación seria.

Rápidamente cerré mi gabinete mientras él se encontraba ocupado registrando el suyo lleno de cosas. Su mamá le enviaba regularmente

bolsas llenos de comida y ropa interior.

Esperé por Meatball y me pregunté si la comida para perros también podía ser consumida por humanos —aunque la bolsa medio vacía tampoco

duraría mucho.

Hunter se encontraba cambiando su peso de un pie a otro, hasta

que finalmente se giró a mirarme. —Odio molestarte con esto —comenzó—, pero el propietario viene pronto a recoger todos los cheques de la renta. Los tuyos son los únicos que me faltan.

Me costaba respirar, pero aún así sonreí y llamé a Meatball. —Iré a buscarlos ahora mismo.

Meatball y yo regresamos a mi habitación, y caí sobre la cama.

Spider. Victor.

Spider. Victor.

Cada noche rimaba los nombres de aquellos que asesinaron a Cameron y Rocco. Cada noche me imaginaba a mí misma arruinándolos, matándolos, incluso si eso acababa conmigo. Pero ahora, incluso esto, no

era suficiente para calmar el pánico que aumentaba en mi interior.

No tenía dinero y pronto no tendría casa. Estaba sola.

Y embarazada.

Ni siquiera puedo cuidar de mi perro o de mi misma, pensé. ¿Cómo puedo cuidar de un niño? ¿Cómo puedo ser madre cuando en realidad nunca tuve una? ¿Cómo puedo proteger a un niño contra todo un mundo?

Nunca escuché a mi madre decir—: Te amo.

Además de mi hermano, Bill, Cameron era la única persona que alguna vez me dijo esas dos enormes palabras. Hubo una vez que mi madre mencionó al pasar junto a mí que le gustaba la forma en que la

niñera había peinado mi cabello esa mañana. Me rehusé a lavarme el cabello durante cinco días, hasta que mi madre le dijo a la niñera que

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lucía tres sale, lo cual era su forma francesa de decir que necesitaba un

baño.

Crecí queriendo niñeras a las que no se le permitía (o no se les

pagaba) devolverme el cariño. Mi madre les prohibía que mostraran afecto, ya que no sería apropiado. Y para cerciorarse de que ninguna se apegara demasiado, cambiaba de niñeras cada dos años. Nuestra ama de casa,

María, era la única constante en mi vida —era la que cubría el espacio cuando nos encontrábamos sin niñeras. Fue promovida a jefa de limpieza

cuando crecí demasiado para necesitar niñeras, pero aún la consideraba como mi niñera.

Mi mente regresó hacia el parque, donde la madre se encontraba

calmando, abrazando y adorando a su hijo. Desearía saber lo que eso se sentía.

Estrellé mi cabeza contra la almohada y comencé a sollozar.

Lloré tanto que sentía como si el miedo, el dolor y la soledad estuviesen saliendo de mi corazón y escapando a través de mis lágrimas.

Lloré todo lo que tenía por dentro, y Meatball nunca me abandonó.

Cuando era niña, mi madre me obligó a ir a Muskoka en Canadá durante un par de veranos. Mis tan ansiadas vacaciones siempre se

encontraban perfectamente combinadas con las vacaciones de la niñera del día. Era como una especie de campamento de verano —si es que los

campamentos tenían chefs ejecutivos y un mayordomo por cada búnker. La mayoría de los chicos viajaban en sus Bentleys con choferes o limusinas. Mi madre me hacía ir en el helicóptero de los Sheppard, aunque

me aterrorizaban las alturas. El helipuerto se encontraba convenientemente flotando en medio del lago, a la vista de todos. Los

Sheppard siempre tenían que armar un buen show.

Había un muelle en donde ninguno de los chicos adinerados querían nadar, ya que los peces mordisqueaban sus dedos tan pronto como

entrabas al agua. Cada verano, una madre pez pondría sus huevos debajo del muelle y atacaba a cualquier cosa que se acercara. Un año, uno de los chicos tuvo la brillante idea de poner una red de pescar cerca de los

huevos del pez. La madre inmediatamente comenzó a atacar la red, y el chico la sacó del agua. Uno de los consejeros detuvo al chico antes de que

la matara y le ordenó que la devolviera al agua.

—Sólo está protegiendo a sus bebés —explicó el consejero.

El verano siguiente, el pez se había ido, y también el consejero que

se atrevió a regañar. Me quedé pensando por qué el pez valoraba más la vida de los huevos que la suya propia, cuando ni siquiera conocía a los

bebés.

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Durante un segundo, pensé en acudir a mis padres por apoyo.

Después de todo, tenían más dinero que razones en qué gastarlo, aunque nunca lo regalaban a menos que recibieran algo a cambio. En la familia

Sheppard, la caridad rimaba con “¿y en qué me beneficia a mí?”

Pero una hija volviendo a casa embarazada… esto sería peor que tener un hijo problemático y adicto a las drogas. Por supuesto, mi madre

se embarazó de mí luego de tener un amorío con mí, en ese entonces casado, padre. Pero esto era diferente. Cameron no podría llevar a la compañía de mi padre una unión altamente reconocida a nivel

internacional como lo hizo la familia adinerada de mi madre. La vergüenza más grande para la familia Sheppard no era salir embarazada; era salir

embarazada por ninguna razón, sin traer ninguna ganancia financiera a la familia. El pequeño creciendo dentro de mí era insignificante para ellos.

Imaginarme a alguien pensando, sin hablar diciendo, que mi hijo era

insignificante me hizo dejar de llorar inmediatamente. Apreté mis puños y eventualmente me giré sobre mi espalda, entrelazando las manos detrás de

mi cabeza y observando de nuevo las estrellas del techo.

Victor y Spider vendrán en algún momento. Antes de dejarme aquí en casa, Spider dijo que no me tocarían por quién era —ya que tarde o

temprano, alguien se dará cuenta de que la heredera del imperio Sheppard se hallaba desaparecida, y esto sería una noticia enorme, algo que el

inframundo evitaría a toda costa. Pero esto no cambiaba el hecho de que siempre seré una amenaza para ellos. Sé demasiado; vi demasiado. Era un cabo perdido, y los cabos perdidos no existían en el inframundo. Victor y

Spider sólo se encontraban esperando por la oportunidad perfecta. Para ésta gente, el tiempo lo era todo. Como mis padres, sólo existían para ellos mismos.

Mi hijo no pertenecía a ningún lugar. Ni al mundo de mis padres y, ciertamente, tampoco al inframundo. Pero aún vivía en mi mundo, dónde

sea que fuera eso. Llevé mis manos hasta mi barriga y murmuré—: Te amo. —Porque era cierto, más que a nadie, a nada, y más que todo en el mundo.

De repente, escuché la voz de Cameron en mi cabeza. —A veces la persona que amas es asesinada simplemente porque la amas. —Salté

como si una tarántula hubiese aterrizado sobre mi almohada.

Mi hijo, el hijo de Cameron, puede que no tenga valor en el mundo de mis padres, pero en el inframundo, este niño no tenía precio. Si querían

callarme —tranquilamente— mi hijo será su palanca. Si no podían venir por mí, vendrían por el hijo del anterior rey de las drogas. De esto, estaba segura.

En mi vida tarde o temprano todos me abandonaban. Incluso Cameron se rindió. Haría lo que Cameron no hizo. Lo que no haría.

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Me quedaré y lucharé.

Ni todo el dinero del mundo podría hacer que mi propia madre me amara, o que si quiera pensara en mí. No tenía ni idea de cómo ser padre,

pero lo intentaría; haría todo lo que pudiese para ser una buena. Como la mamá pez, lucharé por la supervivencia de ambos, hasta mi último respiro.

Pasé de contar estrellas a contar dedos. De acuerdo a mi cálculo, tenía unos dos meses de embarazo. Matar a Spider y a Victo aún era

prioridad. Pero tenía que hacerlo antes que descubrieran mi pequeño secreto. El tiempo se acababa.

Me quedé dormida con una mano sobre mi abdomen y otra sobre mi

pecho. Mi dedo índice se encontraba enredado en la cadena que Bill me dio antes de morir.

***

Por la tarde, me despertó mi teléfono sonando. El identificador de llamadas me advirtió quién era.

—¿Jeremy? —respondí, media dormida, medio incrédula.

—Me debes una enorme —dijo Jeremy—. Te conseguí un trabajo en la oficina de admisión. Tienes una entrevista con el director de admisiones

el lunes. No es en uno de los departamentos, pero al menos lucirá bien en tu currículum.

Si Jeremy hubiese estado frente a mío, lo hubiese besado.

—No sé qué decir.

—No te emociones mucho. Vas a pasar la mayoría del tiempo llenando sobres y llevando cartas de un lugar a otro. Y la paga apesta. Sólo

un par de centavos por encima del salario mínimo.

Esto era aún mejor. En mi trabajo anterior ganaba el salario

mínimo.

Debí haberle agradecido al menos unas veinte veces seguidas antes de que Jeremy me detuviera.

—No es nada, Em. Vi en una pizarra de anuncios que buscaban a un estudiante becado. Los llamé y les di tu nombre. Sólo tendrás que

mantener tus notas un punto por encima del promedio.

No tenía ni idea cómo iba a mantener mis notas un punto por encima del promedio, o cuánto tiempo le tomará a la escuela enterarse de

que dejé de ir a clases, pero aún así, estaba agradecida. En verdad había sobrestimado a Jeremy.

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—¿Estás segura que no preferirías venir a trabajar en la tienda?

¿Conmigo? —Se detuvo por un segundo—. Podríamos salir de nuevo.

Sabía que nada venía sin un precio. Aunque estaba agradecida, no

quería entusiasmar a Jeremy. Le iba mejor sin mí; sólo que aún no lo sabía.

—No creo que esa sea una buena idea, Jeremy.

—Seguro —respondió rápidamente—. Sólo lo decía porque en la tienda la paga es mucho mejor.

Después de colgar, me di cuenta de que tendría que tener más

cuidado de a quién acudía por favores.

Cuando todos salieron por fin de la casa, ya pasaba del mediodía.

Dejé a un agotado Meatball durmiendo bajo mi cama y tomé el autobús hacia el centro de la ciudad.

El autobús se detuvo afuera de mi banco. Había una cola enorme

para los cajeros. Mientras esperaba, saqué de mi bolso un bolígrafo y la envoltura de un chicle, luego desabroché el dije de mi cuello.

Antes de morir, Bill me dio una cadena plateada con el dije de un ángel. Era un regalo humilde, para los estándares de los Sheppard, pero nunca me lo quitaba. Durante años, pensé que el dije era un regalo hecho

con cariño, pero Cameron me sacó de mi error. Lo que una vez pensé que eran números de códigos de productos debajo del pedestal en dónde se encontraba sentado el ángel, en realidad eran números de una cuenta

bancaria que Bill abrió para mí. No tenía ni idea de cuánto dinero había en la cuenta, pero por lo que Cameron me dijo, era substancial. Lo suficiente

para que hiciera planes; lo suficiente para que mi bebé y yo sobrevivamos a Spider y Victor.

Mientras esperaba en la cola, rápidamente transcribí la secuencia al

final del dije, manteniéndome alerta para asegurarme de que nadie notara lo que hacía.

—Me gustaría tener acceso al dinero que está en esta cuenta —anuncié cuando llegué al próximo cajero disponible. Le tendí el envoltorio de chicle.

La cajera lucía cómo de mi edad. Su cabello oscuro caía sobre su pecho y terminaba en algún punto, cómo flechas hacia su abundante escote. Tomó el envoltorio por la esquina como si estuviese infectado y lo

miró por un minuto.

Subió la mirada, con ojos confundidos. —No estoy segura de

entender.

—Necesito que el dinero que se encuentra dentro de ésta cuenta esté afuera y en mis manos —parafraseé para ella, como si tuviese cinco años.

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—Pero éste no es un número de cuenta. No es un número de cuenta

aquí. La cuenta es extranjera.

Cuando finalmente nos entendimos, la empleada me envió al

segundo piso, dónde me senté en las sillas junto al elevador.

Cameron me dijo que la cuenta se encontraba en un banco de las Islas Caimán. Asumí que sacar el dinero no sería tan sencillo como ir

hasta el cajero y pedirlo. Simplemente no tenía idea de por dónde comenzar. Así que me quedé allí esperando al gerente del banco, con

esperanzas de que él supiera qué hacer.

Otra gatita se me acercó. Tenía un poco menos escote que la anterior, pero aún así dejaba muy poco para la imaginación. Su blusa se

encontraba tan apretada que parecía que los botones eran torpedos en espera.

—¿Srta. Sheppard? —preguntó. Asentí, y me guió hasta una oficina.

Cuando se sentó, me di cuenta de que ella era la gerente del banco. Aún así, los múltiples títulos en su pared me daban algo de esperanza de

que pudiese ayudarme.

Le tendí el envoltorio de chicle. —La cuenta es de un banco en las Islas Caimán.

Miró el papel y arrugó la frente. —¿Estás segura de que escribiste los números correctamente?

Me devolvió el papel. Sabía que los había copiado exactamente como aparecían en mi dije.

—Son los números que me dieron.

—Bueno, tus números no son correctos —me dijo—. No son números de cuentas en ninguna parte.

Giró el monitor de su computadora hacia mí y me mostró a lo que se

refería. —Todos los bancos siguen ciertos códigos para fijar sus cuentas. Los códigos puede que no sean los mismos en todos los países, pero cada

país tiene su propio identificador para que no vuelvan a repetirse los números de cuenta alrededor del mundo.

Le agradecí a la gerente por explicarme algo que probablemente

aprendió su primer día de formación y salí del banco con las manos vacías.

Sabía que Bill no pudo haber cometido un error. Y sabía que

Cameron no me pudo haber mentido sobre el dinero que Bill me dejó. Una vez, Cameron me mostró algo que Carly inventó para evitar ser detectados por las autoridades —un sistema encriptado. Y me di cuenta de que no

podría tener acceso a la herencia de Bill a menos que descifrara el código de Carly.

—Merde —murmuré. Nunca maldecía en inglés.

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Metí el envoltorio de vuelta a mi bolso y me fui.

Gente como Spider y Carly no existía en el mundo normal. Sólo existían en el mundo de Cameron. Así que encontrar a Spider será difícil,

especialmente ya que ni siquiera sabía su nombre antes de caer en el inframundo. Pero tenía una idea de en dónde encontrar a Shield, también conocido como Victor Orozo, el tío de mi hermano Bill. Él viajaba entre

mundos.

Cuando llegué al cuartel de la policía, era casi de noche; los días ya se volvían más cortos. Había tantos escalones que llevaban hacia las

puertas del edificio que casi hice un baile a lo Rocky cuando llegué arriba, pero me encontraba demasiado cansada y falta de aliento.

Cubrí mi brillante cabello rojo con la capucha de mi chaqueta antes de entrar.

Más allá de las puertas del Departamento de Policía de Callister City,

era todo un desastre. Personas esposadas siendo empujadas. Junto a la fuente se encontraban dos mujeres gritándose una a la otra. Un tipo en

pijama caminaba con un cartel en azul pastel que escribió sobre una caja de cereal. De acuerdo a su cartel, sólo Dios lo haría orinar en un vaso.

Por suerte, la cola hacia la recepción era relativamente corta y se

movía rápidamente. No me fijé hasta que llegué al frente de la línea que ésta sólo era la cola que hacías para tomar un número de la pequeña impresora roja. Me escupió uno que decía que tenía al menos unas

cincuenta personas por delante. Y sólo había un empleado atendiendo a los clientes. Al parecer, toda la ciudad se encontraba delante de mí.

Tomé un número y busqué dónde sentarme. El único asiento disponible era junto a una mujer que posiblemente era una prostituta y un hombre que se encontraba doblado hacia adelante y parecía como si ya se

hubiese hecho pis encima. Me sentía exhausta, pero me mantuve de pie y esperé mi turno. Encontré un espacio vacío en la pared y me incliné contra

ella.

***

No era difícil escuchar a escondidas las razones por el cual las personas se encontraban allí, porque todos contaban sus problemas al

empleado de la policía. Y todo el mundo se hallaba allí para quejarse de algo. Un vecino ruidoso. La brutalidad policial. Una cartera robada. La

brutalidad policial. Rescate financiero. La brutalidad policial.

También me encontraba allí para quejarme, en alguna medida. La diferencia era que estaría preguntando por el sheriff y mi queja sería

impulsar la aplicación de la ley y el inframundo.

50

Víctor era un oficial de policía que anhelaba gobernar el inframundo.

Él abusó de su posición robándome a Cameron con la esperanza de utilizar el amor de Cameron por mí para controlarlo y al inframundo.

Víctor era un chupasangre, pero Cameron no lo podía tocar porque era un agente de la policía; matar a un oficial de policía, como matar a la hija de un hombre rico, traía demasiada atención no deseada hacia el

inframundo.

Yo, por otro lado, no tenía vinculación con el inframundo ni tampoco aversión de matar a Victor. No tenía ninguna manera de hacer que esto

suceda rápidamente antes de la llegada del bebé. La única manera de proteger al bebé de él era sacarlo de las calles y centrar la atención sobre

él. Después de eso, todo lo que haría o planearía sería visto, incluyendo intentar asesinarme. Un día, cuando esté lista, cuando él no esté mirando, vendré a encontrarlo y buscaré justicia por lo que le hizo a Rocco.

Me imaginaba entrando en el programa de protección de la policía. Pero sabía que nunca habría un lugar seguro para mí una vez que

expulsara a Víctor y a su negocio.

Por suerte, el reinado de Víctor en el inframundo se esfumó después de que Bill y Cameron se hicieron cargo. Si pudiera averiguar cómo

apoderarme de la herencia de Bill, entonces podría ocultarnos mejor que la policía lo haría.

Cuando el argumento de las damas del bebedero se volvió puñetazos

y tirones de pelo, dos agentes de policía llegaron a separarlas. Me tomó un poco de tiempo recordar dónde los había visto antes. Fue el tercer oficial

que vino a ayudarlos que refrescó mi memoria. Era un tipo alto, calvo, de ojos hundidos y mejillas hinchadas que me recordaban a pelotas rellenas de un lanzamiento del juego del campamento de verano. Una vez le

susurré a este hombre a través de una puerta cerrada. En una ocasión robé el arma y la sostuve en su cabeza. El oficial calvo era llamado Mickey.

Y sus compañeros de las fuerzas del orden también fueron secuaces de Víctor.

Era absolutamente idiota. ¿Cómo no asumí que al menos algunos de

los hombres bajo el reinado de Shield también habrían sido policías? Un policía corrupto atraerá más policías corruptos. Matones de la calle, policías corruptos —todos los chicos malos son creados genéticamente a

gravitar hacia los demás.

El departamento de policía de Callister era el lugar más peligroso

para estar, y sin embargo, ahí me hallaba, estúpidamente indefensa. Metiéndome dentro de mi capucha, me deslicé por el pasillo más cercano.

Podía escuchar a las mujeres forcejeando en el corto pasillo mientras

los hombres de Shield trataron de separarlas. El vestíbulo tenía una sola puerta de metal, y cerrada con un escáner de tarjeta. Al final había dos

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vitrinas ubicadas una al lado de la otra. Utilicé el reflejo en el cristal para

ver lo que pasaba detrás de mí y encontrar una oportunidad de escapar.

Cuando el chico del pijama intervino en el caos y comenzó a gritar

sus problemas legales detrás de los oficiales de Shield, más oficiales comenzaron a llegar a través de la puerta de metal. Me puse de pie tan cerca del vidrio como pude, intentando mantenerme fuera de su camino y

del campo de visión. El pasillo era un muy mal lugar para ser atrapada. Idiota. Totalmente.

Mientras observaba el espectáculo, algo en una de las vitrinas me

llamó la atención. Lo primero fue una caja de trofeos, conteniendo en su mayoría trofeos de béisbol y de fútbol, y un par de placas de

agradecimiento de pequeñas ligas.

Fue la segunda caja la que hizo que mi aliento se sintiera como si estuviera volviéndose fuego.

Todo comenzó con una foto de Victor recibiendo algún tipo de medalla de honor, dando la mano al sheriff de la ciudad de Callister, que

parecía aturdido, como si estuviera frotando codos con una estrella de rock.

Luego estaban los artículos periodísticos. "Victor Orozo arremete

contra el Crimen Organizado”. “Orozo el más grande decomiso de drogas en la historia de EE.UU". El último decía: "Orozo Victor es elegido Presidente de la Asociación Nacional de Policía de Callister".

Y luego había una foto de Víctor en la Casa Blanca, de pie al lado del presidente de los Estados Unidos de América. Todas sonrisas. Todas

farsas.

Los artículos de prensa, fotografías, certificados, placas y trofeos, todas en la admiración de Victor Orozo, ciudad natal del héroe de Callister.

Incluso hubo un par de cartas de niños que muestran cómo el trabajo de caridad de Víctor cambió sus vidas.

¿Cómo todo el mundo puede estar tan ciego con este psicópata? O tal vez todo el mundo se encuentra metido en esto.

Rápidamente me di cuenta de que Víctor no era un policía corrupto.

Era el principal policía. El líder de su sindicato. Era mucho más inteligente de lo que quería creer. Su alcance, incluido el inframundo, era profundo en la vida cotidiana. Niños, familias, la buena gente de Callister creyeron

que él era uno de los buenos, creían que los policías que caminaban por sus calles estaban ahí para ellos. Pero estaban allí para sí mismos. Y su

líder sindical sociópata.

Si bien toda la fuerza policial corrupta de Callister respiraba en mi nuca, o al menos lo parecía, no tuve otra opción que esperar, mantenerme

escondida en la esquina, y rezar. Era una tortuga encajada en un rincón

52

mientras que los tiburones martillo buscaban entre las algas a una presa

fácil.

Eventualmente, las mujeres fueron esposadas y arrastradas.

Entonces el hombre del pijama fue expulsado del edificio.

Los oficiales traidores desaparecieron detrás de la puerta armada, una vez más.

Y no esperé a que los tiburones volvieran. Tranquilamente salí de la estación, manteniendo mi capucha sobre mi pelo rojo llameante.

Tuve que subir a través de las puertas traseras del autobús, robando

para ir a casa, porque no me quedaba dinero. No dejé de correr desde el momento en que dejé la pared de adoración de Victor hasta que tomé un

asiento en el autobús.

Victor estrechando la mano del presidente.

Victor el líder sindical, llevando todas las organizaciones policiales

en EE.UU.

No sabía lo que esto significaba, pero era muy consciente de que si

los secuaces de Victor eran todos agentes de la policía y que si Víctor era su líder sindical, no había ningún lugar seguro para mí.

Mientras caminaba a casa desde la parada de autobús, divisé a

nuestro propietario por la calle. Era dueño de por lo menos otras cinco casas de nuestra calle y hacía sus rondas para cobrar cheques de alquiler para todo el año. Era la hora de cenar —él tenía el mismo buen juicio

como un vendedor telefónico. Corrí el resto del camino a casa y llamé a Meatball tan pronto como puse mi pie en la puerta.

Meatball trotó afuera conmigo, y nos dirigimos a la parte trasera de la casa, donde permanecía estacionado un trozo de coche de mierda. Era azul bígaro, abollado, oxidado y todo mío.

Saqué mis llaves de mi bolso. Nos metimos en mi coche y esperé que el infierno comenzara. Lo encendí y comprobé el indicador de gasolina.

Tenía un montón de gas, por lo que salí de la entrada y me alejé en la dirección opuesta de donde vi al propietario. No sabía cuánto tiempo me llevaría hacer suficiente dinero para pagar el alquiler, pero sabía que iba a

tener que esquivar al propietario hasta que pudiera. Y tendría que encontrar una manera de mantener a Meatball oculto de él cuando haga sus visitas.

No teníamos a dónde ir, así que dimos la vuelta en círculos durante un tiempo. Meatball se hizo cargo del asiento del pasajero y miraba el

mundo pasar mientras lamía la ventana limpia. Me convertí un poco más aventurera y empecé a ampliar nuestros círculos mientras la tarde se convirtió en la noche negra. Eventualmente, dejamos las luces de la ciudad

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y conducíamos por las carreteras del condado. Sabía a dónde iba. Supongo

que siempre supe que iba a ir allí. Con el tiempo.

Si cerraba los ojos, podía verme estando de nuevo allí. El largo

camino. El camino de grava. El pórtico destartalado. Mi lugar favorito en el mundo. No sabía sí sería capaz de reconocer el camino de entrada. Incluso en plena luz del día, estaba tan bien escondida en los árboles que era

difícil de detectar. Fue Meatball quien me convenció de que era el camino correcto. Se despertó tan pronto como giré en el camino y comenzó a menear su trasero y ladrando cuando reduje la velocidad en la entrada.

Cuando fuimos en coche hasta la casa de Cameron, era temprano en la mañana.

Cuando Cameron y yo salimos de la casa de campo en el día del funeral de Rocco, dejamos a Meatball atrás. Esta casa tenía que haber sido el pequeño secreto de Cameron, pero cuando Carly me trajo a Meatball, me

pasó por la mente que tal vez hubiera sabido acerca de este lugar todo el tiempo. No podía estar segura, porque Cameron podría haber llevado a

Meatball antes de que me rescatara de Víctor, pero siempre había una posibilidad de que Carly y Spider sabían acerca de este lugar. Sabía que era un lugar peligroso para estar; por otra parte, con Víctor a la cabeza de

todas las organizaciones policiales y Spider probablemente en el timón del inframundo, estaban en cualquier lugar del mundo.

Después de tomar un poco de felicidad viendo a Meatball correr a

oler sus lugares favoritos en los bosques de los alrededores y agarrando la llave ubicada en los aleros del cobertizo, ahí estaba yo, de pie en el interior

del lugar que siempre sería un hogar para mí. Juro que en cuanto cerré la puerta, podía oler a Cameron. Era como si todavía estuviera allí. Todo en la casa era exactamente igual a como recordaba, excepto que no estaba

Cameron.

Y fue entonces cuando me di cuenta de que nunca iba a dejar de

sentirme de esta manera. Que nunca habría otro día, otro segundo, sin echarlo de menos.

***

María tenía un pequeño jardín en su habitación. Mantendría el

mayor número de plantas con flores que podía caber en su pequeña ventana. Mi madre no permitía que las plantas vivan en la casa porque

eran —según ella— sucias y podrían dejar las hojas caídas en el suelo que podrían ser fácilmente olvidadas por el personal de la casa. Las únicas plantas vivas que permitiría serían sin flores y vendrían por la mañana y

se irían a la hora de acostarse. María me explicaba que mantenía sus plantas porque la vida nos trae vida, que cuidando otra vida significaba

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cuidar la propia. Aunque secretamente, sabía que ella las conservaba, ya

que era un lugar donde las dos pudiéramos escapar de la frialdad, la falta de vida de la mansión.

Hubo una mañana temprano cuando vino a sacarme de la cama. Hoy era el día en que el walking iris2 florecía. Podía olerlo tan pronto como

entré en la habitación de María. Habíamos estado esperando, cuidándola

durante meses. Y por fin floreció, con sus pétalos blancos y violetas. Me recordó a una estrella de mar usando zapatos color púrpura. La flor más bella y perfumada que encontré. Y luego, al final del día, la floración se

fue.

***

Debería haberlo abrazado. Ese primer día en el parque, cuando

Meatball me derribó. El primer día que puse los ojos en Cameron. Debería haber sabido que iba a cambiar mucho mi vida. Debería haber sabido que

él era demasiado para mí, que éramos demasiado perfectos para durar. Al igual que el walking iris, él era demasiado bueno, algo que la naturaleza no puede permitir por mucho tiempo. Si pudiera solo haberme dado

cuenta de que mi tiempo con él sería interrumpido tan rápido, lo habría tenido en mis brazos y nunca dejado ir.

Estar en la casa de Cameron, en este lugar donde estábamos

perfectos, me dieron ganas de empezar a llorar otra vez. Había estado sola casi toda mi vida. Sólo desde que perdí a Cameron que realmente sentí mi

soledad.

Esperé a que Meatball terminara su ronda de la propiedad, lo dejé entrar, y subí las escaleras inestables a la habitación. Me metí en la cama,

traje la manta de Cameron a mi nariz, y me quedé dormida con el zumbido de la nevera.

El rostro de Rocco volvió a frecuentar mis sueños. Me desperté, pero no tenía lágrimas o sudor frío esta vez, sólo un gran sentimiento de pérdida. La habitación se hallaba casi completamente a oscuras, con la

única luz viniendo de la luz de la luna que brillaba a través de las pequeñas ventanas de la casa. Cameron estaba a mi lado, pero en realidad no dormía. En realidad, nunca dormía.

—Te amo —lo oí murmurar, y me di la vuelta.

Cameron encontró mis labios en la oscuridad. Me besó, suavemente

pero con un propósito, como si estuviera tomando un bocado de un durazno por primera vez. Su lengua saboreó cada centímetro. Su mano subió desde mi muslo a mi pecho, y se movió encima de mí, tirando de mi

2 Es un género de 16 especies de plantas.

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camiseta por encima de mi cabeza. Envolví mis piernas alrededor de su

cintura, tomando el peso de él sobre mí mientras me tomó toda.

Fuimos una piel, una vez más.

Este fue el primer sueño de Cameron que tuve desde su muerte. Pero no era como cualquier otro sueño que había tenido. Este sueño era vivo, hasta el punto de que todavía podía sentir el aliento hormigueante de

Cameron contra mi piel, aunque estaba despierta.

Si hay algo que realmente ocurrió de la misma manera de la que lo recordabas, mientras estabas en el sueño, ¿era todavía un sueño? ¿O era

algo más? Quizás un recuerdo. O una ilusión, como se suele decir. ¿Cuándo el sueño se convierte en memoria, y cuando la memoria se

convierten en sueño?

Este sueño no era sólo un sueño. Era exacto. Fue hace unos meses.

La noche empezó aquí, en esta cama, con una pesadilla sobre Rocco

sólo unos días después de su muerte, y terminó con Cameron y yo haciendo el amor por primera vez.

Sueño. Memoria. ¿A quién le importaba? Me volví a dormir, con la esperanza de encontrarle allí.

***

Llevé a Meatball al muelle cuando me desperté de nuevo. No podía

esperar para saltar en el estanque, aunque el agua estaba helada. Me acosté de espaldas y vi el cielo a través de los árboles, como lo hice con

Cameron. Aunque sabía que era arriesgado permanecer en la casa durante tanto tiempo, me sentí segura aquí.

Spider se encontraba bien escondido dentro del inframundo, pero

Víctor se hallaba en todas partes, a propósito. Él no quería simplemente gobernar el inframundo; quería controlarlo todo. Había hecho un buen

nombre para sí mismo, a pesar de que todo era una mentira.

Fui a la comisaría. Pensé en empañar su reputación —corriendo la voz sobre el engaño de Víctor— y esperaba conseguir que lo arresten, pero

¿de qué serviría? ¿Quién iba a creer en mi palabra contra la de un héroe? ¿Qué pruebas tenía yo, aparte de mi propia observación?

Y luego estaba Spider —como si Víctor no me diera bastante de qué preocuparme.

Tenía la esperanza de que por saber más acerca de Cameron, iba a

encontrar a Spider. Cameron me dijo que él y Spider fueron amigos desde que estuvieron en el reformatorio juntos. Fueron compañeros de crimen cuando Cameron estaba en la secundaria. La vida oculta de Cameron

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seguramente me llevaría a Spider, o al menos darme pistas sobre cómo

encontrar al bastardo.

Todo esto toma tiempo, y el tiempo no estaba de mi lado.

Todas estas preguntas flotaban en mi cabeza; sin embargo, me sentía inusualmente tranquila. El murmullo del agua contra el muelle, el chapoteo de las patas de Meatball, el vaivén de los árboles —todo hizo fácil

que me olvidara de todo lo demás y centrarme en el problema más grande: cómo sobrevivir.

***

Después de encontrar comida para perro y humano en la despensa de la casa de Cameron, Meatball y yo pasamos una noche más. Pero al final del fin de semana, sabía que no podíamos quedarnos más tiempo.

Finalmente nos quedamos sin comida aquí también, y no había muchas posibilidades de trabajo en el medio del bosque. Recogí toda la comida que

quedaba y arrastré a Meatball en el coche. Sabía cómo se sentía. No quería irme tampoco.

La cabeza de Meatball estuvo baja todo el camino a casa. Era

extraño y extremadamente solitario saber que mi único amigo, el único que sabía quién era y dónde había estado, era un perro.

No fue hasta que me bajé del coche y en el frío de la noche que me di

cuenta que dejé mi chaqueta colgada en la silla de la cocina en la cabaña.

Todas las farolas permanecían encendidas, y así como la luz del

pórtico. Ni siquiera sabía que teníamos una luz del pórtico, y mucho menos una con una bombilla funcionando. Entre la correa de Meatball y la bolsa de comestibles robados, luché para girar el pomo de la puerta

delantera. No importaba. La puerta se abrió de golpe, y fui arrastrada dentro. Incluso Meatball fue tomado por sorpresa.

Me tenía en sus brazos tan rápido que no tuve tiempo para tomar un respiro y averiguar quién era.

—Maldita sea, ¿dónde has estado? —exigió—. He estado merodeando

esta mierda por las últimas veinticuatro horas.

Me separé de su pecho y de su agarre.

Negué con la cabeza, segura que imaginaba cosas otra vez.

Sus ojos azules estaban arrugados con preocupación, pero su característica sonrisa se extendía poco a poco, suavizando sus rasgos de

nuevo.

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Seguía sacudiendo la cabeza con incredulidad. —¿Griff? ¿Eres

realmente tú?

Arqueó las cejas. Dejé caer mis comestibles y salté en sus brazos.

Tiró de mí, y me sentía como si me hubieran encerrado en el cemento durante años y de repente puesto en libertad. Como si el círculo de los brazos de Griff nos hubiera llevado a otro mundo, a nuestro propio

reino, donde el dinero no importaba, donde no existieran personas como Spider y Víctor. Donde todo iba a estar bien. Donde sólo por un momento, podría ser ingrávida.

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Pagando El Precio

Traducido por CrisCras & christicki

Corregido por Niki

Supuse que tendría que dar alguna explicación. Después de haber

dejado deliberadamente a Spider en Jersey y volado a San Francisco sin su conocimiento, Spider empezó a hacer preguntas. Cuando finalmente nos encontramos en Los Ángeles, apenas habíamos hablado diez palabras el

uno al otro. Por otra parte, estábamos ambos ocupados planeando el cargamento de drogas más grande de nuestras carreras. Ambos sabíamos

que esto iba a ser nuestra redención… mi redención para los capitanes. Si podíamos concluir con éxito este cargamento, les traería más dinero a los capitanes del que habían hecho en los tres últimos años.

Ahora nos encontrábamos en un avión dirigiéndonos a Montreal. Unas cuantas horas juntos sin escapatoria.

Spider mantuvo los ojos fijos en una gota de agua que descendía lentamente por la ventana. Donde quiera que estuviera, no estaba sentado en un avión conmigo. De repente me di cuenta de que, mientras yo había

estado evitando a Spider, él había estado evitándome a mí. Y esto me preocupaba.

—¿Carly no viene?

Spider saltó un poco ante el sonido de mi voz.

—No se siente bien.

—Parece que ha estado enferma mucho últimamente. Tenemos un negocio que llevar. ¿Tengo que encontrar a alguien para reemplazarla?

Spider se hallaba de nuevo dentro de su cabeza, mirando por la

ventana.

Normalmente, estaba por encima de todo. Nunca había tenido que

pedirle nada dos veces ni pedirle que hiciera algo de nuevo. Pero en los últimos días, se habían cometido errores, tanto por el como por Carly. Los números empezaban a ser incorrectos de nuevo, los mensajes eran

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confundidos, todo llegaba un poco tarde. Normalmente no le llamaría la

atención respecto a ello, sobre todo con los errores que había cometido yo mismo últimamente, pero había algo en su actitud que ahora me

tenía muy preocupado.

La mano de Spider tembló, así que supe que me escuchaba.

—¿Necesito encontrar a alguien para reemplazarte a ti también?

Giró la cabeza. —Me encantaría verte intentarlo.

—Todo el mundo es reemplazable.

Spider me devolvió la mirada.

—Carly está embarazada otra vez.

Me atraganté con mi soda. No estaba seguro de qué parte me había

sorprendido más: el hecho de Carly estuviera embarazada… o que estuviera embarazada otra vez.

—Jesús. —Fue todo lo que pude reunir.

Spider miraba fijamente hacia la nada, sacudiendo la cabeza.

—¿Qué demonios pensaban ustedes dos? —Me las arreglé

finalmente para decir.

—¿Crees que este era mi plan?

—Obviamente tuviste alguna parte en ello.

Spider cerró los ojos.

Ya sabía la respuesta a su adivinanza. Cuando se trataba de Carly,

cuando Carly tenía algo en su cabeza, Spider y el resto del mundo estaban indefensos.

Tanto como me preocupaba, nunca hubo un Spider sin Carly. Cuando Spider y yo nos conocimos, Carly no solo se encontraba en la imagen; ella era la imagen.

Fuimos compañeros de celda en el reformatorio. Yo era un pequeño crío de catorce años, y Spider era el chico con el que nadie se atrevía a

meterse. Los rumores decían que había sido atrapado golpeando a un hombre del doble de su tamaño hasta el borde la muerte. Spider negoció hizo un trueque de todos mis privilegios telefónicos a cambio de

protección. Fue un intercambio fácil; no tenía a nadie a quien llamar.

Llamaba a esta chica de nombre Carly frecuentemente, obsesivamente, el primero en la cola de los teléfonos cada vez. Supuse que

era un poco sorprendente cuando me confesó que el hombre al que golpeó era el padre de la chica. Y que ella todavía cogía sus llamadas.

Mientras las semanas de noches en silencio pasaban, nuestra amistad creció, nuestra confianza creció, y mientras que Spider y yo no

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éramos muy habladores, había oído suficientes fragmentos y trozos de

información para unir toda la historia.

El padre de Carly era un borracho que golpeaba a su esposa,

gastaba cualquier dinero que a duras penas ganaba en alcohol y mujeres, y tenía preferencia por las chicas jóvenes, como sus propias cinco hijas. Debido a que la madre de Carly no hablaba inglés, cualquier trabajo que

consiguiera tenía que ser de noche y bajo la mesa. Aun así apenas llegaba a fin de mes. Spider era el vecino junto a Carly. Había pasado la mayoría de su infancia arrastrándose a través de su ventana por las noches y

durmiendo en el suelo, junto a su cama, manteniendo al padre de Carly alejado, normalmente con un bate de béisbol o una escoba, como haría

uno con una rata en un callejón.

Una noche, afortunadamente como no un adulto del todo, Spider había abordado al padre de Carly después de que él hubiera ido a casa en

un alboroto de borracho, rompiéndolo todo a la vista, incluida la mandíbula de la madre de Carly. Spider terminó en el reformatorio, y el

padre de Carly en la cárcel después de que le dieran el alta en el hospital.

El tiempo corría hasta que su padre hubiera acabado de pagar su deuda con la sociedad y estuviera listo para tomarse su venganza con las

seis mujeres de su vida.

Los niños como Spider y yo pertenecíamos a los reformatorios. Nos preparaba —a gente como nosotros— para las cosas por venir. Primero

viene el reformatorio, luego viene prisión. Esa es justo la manera en que es para la gente que viene de los mismos agujeros de mierda que nosotros. No

tiene sentido esperar nada diferente. Un niño como yo nunca debería haber sido inscrito en Saint Emmanuel, la escuela privada más cara y prestigiosa del este de los Estados Unidos. Demonios, un niño como yo

nunca debería sido inscrito en ningún tipo de escuela. Éramos afortunados si terminábamos octavo grado.

Y aun así fui inscrito en la Academia Saint Emmanuel. No por

ningún desinteresado benefactor rico tipo Papaíto Warbucks3. Lo único

que sucedía era que era el niño de un estafador que necesitaba montar un espectáculo, que encontró una forma de pagar la ridícula matrícula de Saint Emmanuel porque sabía que se embolsaría diez veces más si jugaba

bien sus cartas. Con un extraño acento extranjero, un coche deportivo y un niño en la escuela preparatoria, mi padre era irresistible para cualquier señora mayor rica.

Cuando le hablé a Spider de Saint Emmanuel, él no me creyó al principio, hasta que le hablé de mi padre estafador. Fraudes, estafas —

usar a gente inocente a nuestro favor— esas cosas eran una segunda

3 Persona que cree que puede comprar el amor, el respeto y la atención de otros con

dinero.

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naturaleza para nosotros. Así que empezamos a hablar de usar mi así

llamada buena fortuna para aprovecharnos de los ricos y temerarios. El plan que inventamos para vender drogas en mi escuela privada no era más

que una forma para que él y Carly salieran de los barrios bajos; era una manera para que le pagaran al padre de ella dinero suficiente para mantenerse alejado de su madre y sus hermanas. El padre de Carly salió

de la ciudad con un fajo de billetes y nunca miró atrás.

Ahora, de vez en cuando, Spider aparecía con dinero en efectivo en cualquier agujero en el que hubiera estado el padre de Carly. Despertaba a

su padre el tiempo suficiente para que firmara una carta de disculpa para la madre de Carly y le arrojaba el dinero. Carly le enviaba la carta a su

madre, junto con una fuerte suma de dinero. Tenerlo proveniente de su inútil marido era la única manera en la que la madre de Carly aceptaría la caridad.

Carly y Spider eligieron esta vida para que la madre y las hermanas de Carly pudieran vivir una vida mejor.

Ahora estábamos en un avión, dirigiéndonos a otro montón de problemas. Y Spider esperaba un niño con la chica a la que había dedicado su vida.

—Sabes que no podemos tener esto, ¿verdad? —le dije.

—Lo sé.

—No hay espacio para un niño. Especialmente no con toda la mierda

que está pasando.

—¡Lo sé! —ladró—. Ya se me ocurrirá algo.

Spider volvió a la gota de lluvia de la ventana, y yo nos serví a ambos una bebida fuerte.

Aterrizamos en un pequeño aeropuerto en Quebec, y un conductor

nos llevó al centro de Montreal.

Canadá estaba lleno de puertos, con dos de los puertos más grandes

del mundo, ubicados en Montreal y Vancouver. Los habíamos establecido como nuestros conductos principales para todo, desde armas, drogas y coches robados hasta cualquier otra cosa que pudiera poner dinero en

nuestros bolsillos. Había sido una relación rentable. Y, sin embargo, en los últimos meses, las luchas internas entre las cuatro facciones causaban retrasos en los envíos y una pérdida importante en la carga de las drogas.

La sangre había comenzado a derramarse en las pequeñas ciudades, los periodistas empezaban a dramatizar, y la gente esperaba que el gobierno

detuviera la violencia. Una vez que el gobierno empezara a invertir sus limitados fondos en el problema y se involucrara demasiado, los envíos comenzarían a disminuir, y tendríamos que gastar más dinero en financiar

medidas temporales.

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A diferencia de la cooperativa que habíamos creado en América, las

facciones canadienses todavía operaban de forma independiente. Esto significaba que cada vez que necesitara traer algo a través de Canadá,

tendría que tratar con cinco grupos diferentes: los motoristas, las pandillas de las Primeas Naciones, las tres bandas callejeras, la mafia italiana y la tríada de Asia.

Esto era ineficiente, y estaba todo a punto de cambiar. Como ya había expuesto ante los capitanes americanos hace unos pocos meses, existía la oportunidad de que entráramos y “ayudáramos” a nuestros

hermanos canadienses a organizarse y a hacerse más ricos y más seguros en el proceso. Al trabajar como una coalición, los canadienses podrían

beneficiarse de la Coalición Americana y de los recursos y contactos de los demás, y estar mejor protegidos de las autoridades policiales, trabajando como una unidad. Después de todo, un león es más fuerte en una manada

que en solitario.

Por supuesto, una vez que los canadienses estuvieran organizados,

podríamos recolectar nuestra comisión mientras manteníamos un control total sobre todo.

Al final, una toma de poder norteamericana era inevitable, y el

hampa canadiense lo sabía, con mi firmeza, finalmente nos pondríamos de acuerdo con esto.

Ya se habían extendido la voz entre las facciones de que ahora nos

hallábamos listos para establecer a un solo líder del inframundo de Canadá. Y todos se mordían las uñas, listos para saltar a por el puesto

más alto. Después de la deliberación de los capitanes americanos, solo la tríada y los jefes de la mafia permanecían en la carrera. Me encontraba en Montreal para tomar la decisión final y promover a un subordinado. Spider

estaba allí para asegurarse de que no fuera asesinado en el proceso.

Montreal era territorio de la Mafia y lo había sido desde 1920.

Controlaban los puertos, sindicatos y cualquier cosa considerada de entretenimiento —alcohol, drogas, armas, juego, chicas. Hace dos años, Ignazio había tomado las riendas de la Mafia después de que el ex jefe

hubiera sido asesinado de un disparo en su camino de entrada mientras sacaba la basura en pijama.

Nuestro conductor se detuvo enfrente de un edificio de servicios de

limpieza y fuimos guiados por un par de hombres de Ignazio. Nos llevaron a través de pasillos hasta el armario del conserje. Aparentemente, incluso

una empresa de servicios de limpieza necesitaba servicios de limpieza. Una estantería se hizo a un lado, dejando al descubierto un pasaje escondido vacío. Nos abrimos paso a través de un túnel y luego otro hasta que

llegamos a unas puertas dobles de metal. Cuando las puertas se abrieron desde el interior, una ráfaga de aire sofocante con olor a coñac y a cigarrillos me golpeó la nariz.

63

Ignazio estaba listo para saludarnos a Spider y a mí con un ferviente

apretón de manos tan pronto como entramos. Vestía de forma humilde con vaqueros y una chaqueta deportiva, pero aun así con una buena

manicura, perfectamente adaptada. La habitación estaba destinada a ser un restaurante para la élite de Ignazio. Un tanque de tiburones detrás de una barra adornaba una pared, mientras que un botellero de vino de seis

metros adornaba la otra. Dos mesas habían sido colocadas en medio de la sala: una para los jefes y la otra para sus segundos al mando.

Parecía que nosotros éramos los últimos en llegar y todos habían

estado esperando a que Spider y yo apareciéramos, aunque basado en las ridículas sonrisas extendidas a través de los rostros, no habían estado

aburridos.

Me sentí como si hubiera entrado en una fiesta de año nuevo. Había más chicas en pequeños vestidos brillantes que hombres en trajes caros.

La música era más fuerte que mis propios pensamientos.

Tan pronto como se nos mostró a Spider y a mí nuestros respectivos

sitios a la cabeza de las mesas, la música se apagó, las chicas guapas desaparecieron e Ignazio pidió un brindis mientras los camareros italianos rellenaban los vasos.

—Hay un tiempo para los negocios y un tiempo para el juego. A travola non si invecchia. Ante la mesa con buenos amigos y familia, no te

haces viejo. Esta noche son mis invitados. Esta noche jugamos. ¡Salud!

Ignazio alzó su vaso hacia mí, y todo el mundo en nuestra mesa y en la segunda siguió su ejemplo.

Habíamos esperado ser agasajados, pero la prodigalidad que Ignazio mostraba no tenía precedentes.

Él personalmente fue por ahí, rellenando vasos con cualquiera que fuera el alcohol elegido, palmeando a hombres en la espalda, teniendo pequeñas conversaciones, haciendo bromas. Asegurándose de que nadie

quedara sin atención. Los platos fueron traídos ante el chasquido de los dedos de Ignazio. Se sirvieron exóticos alimentos y se lanzó un ladrillo de cocaína delante de cada patrón. Hubo sonrisas por todas partes, excepto

en los rostros de Seetoo y Zhongshu, el jefe de la tríada y su segundo. La cual era exactamente la razón por la que Ignazio insistió en tenerlos allí.

A diferencia del reciente ascenso al liderazgo de Ignazio, Seetoo había sido el jefe de la tríada durante casi veinte años. Su ascenso había sido estable pero lento, igual que lo había sido la fortuna de su banda. La

mafia había estado haciendo más dinero que la tríada, pero esto venía con el precio de constantes luchas de poder y desastrosos asesinatos de alto

perfil.

Seetoo se encontraba en territorio enemigo, y por la mirada furiosa en su rostro, no estaba feliz con ello. Había decidido que los jefes deberían

64

sufrir todos juntos, dado que tenían toda una vida —unos más larga que

otros— para trabajar juntos. Además, su turno para agasajar llegaría pronto, pero por ahora, se hallaba obligado a ver a Ignazio preparar su

terreno conmigo.

Con su atención con las necesidades y detalles, Ignazio obviamente sabía que buscábamos un líder —alguien que supiera como hacer dinero;

alguien que supiera como unir a todas estas bandas para formar una colectiva.

Agarré mi cuchillo para la carne y corté el paquete de cocaína. Metí

el dedo en el polvo y lo lamí. Era perfecta, pura. Cocaína boliviana. Mientras el resto de la mesa probaba la mercancía, un sentimiento de

admiración se extendió alrededor de las mesas. Seetoo se inclinó hacia atrás en su silla y me observó. Ambos sabíamos que yo había tomado mi decisión.

No era la primera vez que me topaba con tal pureza, pero definitivamente el material era difícil de conseguir. Ignazio no era solo un

gran anfitrión… tenía grandes conexiones.

Me volví hacia la mesa de Spider y me di cuenta de que él ya había revisado la mercancía y estaba enfrascado en una conversación con Feleti,

el segundo al mando de Ignazio.

Seetoo y Zhongshu se marcharon antes de que se sirvieran los llameantes postres.

Cuando los platos se quedaron limpios casi hasta el punto de lamerlos y las chicas volvieron, empujé mi silla hacia atrás y me encontré

con Spider en la puerta.

Ignazio estaba a mitad de una frase con el jefe de los motoristas cuando nos vio marcharnos. Dejó el bar para venir a despedirse. Él y yo

nos miramos el uno al otro a los ojos mientras nos estrechábamos las manos y nos separamos.

***

—Necesito que organices reuniones —le dije a Spider después de que nos dejaran en el centro de Montreal.

—Lo sé —se quejó, y nos separamos sin decir nada más.

Mientras Spider reunía a la gente, yo tenía a alguien a quien ver.

Gabrielle —mi chica de Montreal. Era una belleza de cabello oscuro

que había conocido hacía tiempo. Estuve en una reunión, y ella era vistosa. Ahora tenía un lugar pequeño pero caro, y al menos no era el agujero de mierda en el que vivía cuando la conocí.

65

Usé mi llave para abrir la puerta y recé para que estuviera fuera o

dormida. Crucé la puerta y escuché en la oscuridad. Todo se encontraba en silencio.

Mientras hacía mi camino alrededor de sus muebles de gran tamaño, la habitación iluminada únicamente por el resplandor de las farolas a través de la ventana, noté por primera vez algunas de sus

fotografías distribuidas por su diminuta sala de estar. Podrían haber sido imágenes de su familia, sus amigos, su mundo. ¿Quién sabía? Nosotros nunca habíamos hablando mucho.

—Keith. —Oí a Gabrielle llamarme desde su habitación. Me había oído entrar. Mierda.

Gabrielle me conocía como Keith porque eso era lo que bebía la noche que nos acostamos.

Coloqué un sobre sobre la encimera de su cocina y me marché. Las

puertas del elevador se cerraron justo cuando ella abría la puerta de su apartamento. Ella dependía del dinero que yo le dejaba cada vez, pero no

podía quedarme.

No podía simplemente volver a la forma en que eran las cosas, al hombre que había sido una vez.

Todo en lo que podía pensar era en cómo, cada vez que Emmy se quedaba dormida sobre mí, enterraba su puño en mi estómago y se aferraba a mi camiseta con tanta fuerza que estiraba tela. Como si tuviera

miedo de despertarse sola.

Algún día, sería la camiseta de otra persona la que arruinaría. No se

despertaría sola por siempre.

Pero yo lo haría.

Una probada de Emmy, y todo lo demás supo a arena.

Le dejé suficiente dinero a Gabrielle para que dejara su apartamento de mierda, desapareciera, y nunca tuviera que depender de tipos como yo

de nuevo.

***

Para cuando todos los jefes se reunieron de nuevo, era la noche siguiente, y estábamos bien fuera de la ciudad. Todos se sentaban

alrededor de una mesa, mientras los subjefes esperaban en otra habitación. Spider se sentó junto a la pared, a unos pocos metros detrás

de mí. Había sido capaz de encontrarnos una fábrica de parabrisas vacía para organizar nuestra reunión. Era terreno común para todos esta noche.

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Ignazio y Seetoo me flanqueaban mientras la sala esperaba en

silencio mi decisión.

Ignazio sonrió, mientras Seetoo miraba al frente con rostro de

piedra.

—Todo el mundo en torno a esta mesa va a hacer más dinero este año del que han tenido en toda su vida. Pero la única forma en que eso

sucederá es si trabajan todos juntos. Desde este día en adelante, todo el mundo es ahora capitán en esta Coalición, a excepción de uno de ustedes, que dirigirá y me informará a mí directamente. Mi decisión es definitiva y

está confirmada por los capitanes estadounidenses.

Me levanté y me puse detrás de Ignazio, colocando mis manos sobre

sus hombros.

Deslicé la mano hasta la cintura de mis pantalones, agarré el cuchillo para carne de su restaurante, y se lo clavé en el cuello,

seccionando su arteria carótida. Spider sujetó a Ignazio mientras se desangraba, y tomé mi asiento.

—Todo beneficio debe ser entregado al líder de la Coalición para la distribución —continué, con las manos extendidas sobre la mesa.

Seetoo arrojó un ladrillo de cocaína —el recuerdo de la fiesta de

celebración de Ignazio— sobre la mesa. Cocaína perfecta, pura.

La cocaína boliviana era difícil de obtener, y yo específicamente había ordenado este envío desde Perú antes de que, aparentemente, se

perdiera de camino al Puerto de Montreal. Ignazio había informado que piratas somalíes habían capturado el barco perdido, apoderándose de la

cocaína pura y perfecta.

La cocaína boliviana había sido el error de Ignazio. Habría reconocido esa pureza en cualquier parte, igual que Spider y Seetoo.

Seetoo sabía que había atrapado el liderazgo antes incluso de que Ignazio hubiera siquiera ordenado que se trajeran los postres.

Ignazio se desplomó en el suelo, y Spider se movió sobre él. Me tomé mi tiempo, mirando a cada capitán a los ojos. Nadie se movió.

—Si roban, si toman cualquier cosa de la Coalición, serán

reemplazados. Si mienten, serán reemplazados. Si se pasan de la raya, serán reemplazados.

Asentía hacia Spider, y él abrió la puerta. Feleti, el subjefe de Ignazio, entró, mirando al frente mientras pasaba por encima del cuerpo de Ignazio y tranquilamente tomaba su lugar en la mesa. Después de que

Feleti hubiera compartido voluntariamente la traición de Ignazio siguiendo el estímulo de Spider, se había decidido que viviría para tomar el lugar de Ignazio como capitán.

67

El subjefe de Seetoo entró por la puerta, llevando un par de bolsas

de basura de plástico claras con casi tantas cabezas como la cantidad de hombres alrededor de la mesa. Al ver esto, se produjo un ligero suspiro de

los capitanes. Todos sus subjefes —cada jefe tenía uno— había recibido un disparo en la cabeza y sido decapitado. Las bolsas fueron arrojadas en la mesa.

—Su líder es Seetoo. Como haces negocios, la forma de hacer dinero, con quién estás aliado, todo esto va a cambiar a partir de ahora. —Señalé a las bolsas sobre la mesa—. Seetoo ha hecho su primera decisión como

líder. Le dejaré decirles cómo los ayudará a ser más ricos de lo que se puedan imaginar.

Spider y yo dejamos una habitación silenciosa y muerta, y dejamos a Seetoo para tomar las riendas como líder del inframundo canadiense. Caminamos a través de la fábrica mientras los hornos de vidrios gigantes

eran alimentados con cuerpos decapitados por los hombres de Seetoo.

—¿Crees que Seetoo puede hacerlo? —preguntó Spider mientras

estábamos en nuestro camino a la cena.

Me encogí de hombros.

—Si no lo hace, es su cabeza.

Ignazio fue el decimoquinto hombre que maté.

***

Volé de regreso a Callister, dejando a Spider para limar los detalles

con Seetoo y conseguir mi cargamento de drogas detrás de la Mafia.

El último lugar donde quería estar era Callister, porque sabía que el estar tan cerca de Emmy y no ser capaz de verla sería más doloroso que

conseguir que arrancaran mis uñas una a una. Pero Carly ahora se negaba a volar o viajar a cualquier parte, y tenía que hablar con ella sobre

el dinero.

Por el momento me dirigí hasta nuestro escondite en Callister, echaba humo. No era el hecho de que Carly no quisiera viajar cuando

estaba apenas embarazada o el hecho de tener que volver a programar una reunión porque tuve que hacer una parada extra en Callister; fue el hecho de que ella me hacía volver a Callister, obligándome a estar tan cerca de

Emmy, colgando una maldita zanahoria delante de mi cara —y era el hecho de que ella hacía esto porque estaba embarazada, porque quería

estar embarazada, porque pensaba que estaba bien para nosotros actuar como si fuéramos gente normal que podía tener familia, amar y ser amados incondicionalmente.

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Al momento en que corrí hacia nuestro estacionamiento privado,

presioné el botón del ascensor, y pisoteé por el pasillo alfombrado, pude sentir cada músculo apretado en mi cuerpo.

Tiny se sentaba en el sofá viendo la televisión.

—¿Dónde está Carly? —pregunté.

—Acostada. —Señaló hacia la habitación de Carly.

Por supuesto que sí. Porque eso era lo que hacían las personas embarazadas normales. Se tumban en el medio del día.

Irrumpí en mi habitación y quería arrojar mi bolsa contra la pared.

Pero no lo hice. La dejé con calma, racionalmente, como el líder del inframundo debía comportarse.

Y entonces vi la cama donde Emmy había despertado después de que Rocco le hubiera golpeado la cabeza en el cementerio.

Y entonces vi la silla en la esquina donde la había visto dormir,

preocupado por ella, preocupado por cómo iba a manejar todo. Carly me torturaba, prácticamente empujándome al borde de mis emociones.

Me dejé caer en la silla y hundí la cabeza en mis manos. Volví la cabeza y vi la ciudad, mis ojos se dirigían hacia el barrio de Emily, uno de entre los barrios marginales.

No sabía cuánto tiempo había estado mirando por la ventana cuando oí la puerta abrirse.

—Siento haberte hecho venir aquí. —Ella estaba pálida y luchó para

llegar a la cama para sentarse. Pensé que se suponía que las mujeres embarazadas brillaran.

—No le dije a Spider sobre el dinero que me pediste que consiguiera —me dijo.

—Gracias.

—No es como que Spider me hable mucho en estos días —dijo—. Tuve la oportunidad de obtener una buena cantidad de tu dinero.

Volví mis ojos de nuevo a la ciudad.

—¿Vas a decirme lo que estás planeando hacer con tanto dinero? —preguntó Carly.

No le respondí.

El único ruido provenía de lo que sea que Tiny veía en la televisión.

Pero Carly finalmente rompió el silencio.

—Se siente como que estamos desmoronándonos, Cam. Tú y Spider. Tú y yo. Spider y yo. Casi no hablamos más. Y has sido tan reservado. Es

como si estuvieras tratando de excluir a de todos, y no sé por qué.

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—No tengo que informarte sobre lo que hago con mis fondos

personales.

—Tenía la esperanza de que ibas a decirme que habías encontrado

una manera de ir a buscar a Emily.

Abrí mis ojos a ella.

—Eso no va a suceder.

—¿Por qué no?

—Porque Emmy está mejor sin mí. —Sabía que Carly nunca había aprobado mi plan de fingir mi muerte y liberar a Emmy de mí. Pero el

hecho de que Carly estuviera trayendo esto de nuevo a colación me hizo enojar.

—Emily no es la muñeca de porcelana que pensé que era —continuó Carly, indemne por mi determinación—. Tengo que admitir que ella es inocente, aunque sea un poco ingenua. Pero hay algo en ella, en la forma

en que todos cambiamos cuando está aquí. Es como si hubiera una luz al final de un camino oscuro.

Carly era un extraterrestre para mí ahora. Las palabras bonitas que salían de su boca no eran las de la sarcástica, enojada y amarga Carly que conocía y amaba. Pero a pesar de toda la mierda religiosa que insinuaba,

sabía lo que trataba de decir. Emmy nos trajo —me trajo— amor.

Pero sólo podía traerle dolor.

—Tener a Emily aquí, fue como si todo se sintiera bien para

nosotros. Al igual que las cosas iban finalmente a mejorar de alguna manera. Como tal vez encontraríamos una manera de salir de toda esta

oscuridad —insistió Carly.

¿Por qué estaba tan decidida Carly a referirse a esto? Ella estaba perdiéndolo, perdiendo su control sobre la realidad.

—No hay manera de salir, Carly. Me lo imaginé desde hace mucho tiempo. Emmy no cambiaría eso por nosotros. Ella sólo conseguiría

atascarse, como nosotros. Esta es nuestra vida. Vivamos con ella. Emily no va a volver. El día que metas eso en tu cabeza es el día en que seguiremos adelante.

De repente, Carly hizo una mueca, de afuera hacia adentro contuvo la respiración y apretó los dientes. Luego cerró los ojos.

Enrojecimiento se filtraba a través de sus pantalones beige.

Cuando abrió los ojos, ella tiró de la cama. Pude ver como comenzaba a poner la mano en la pierna del pantalón empapado, lo tocó,

tirando de ella, y se quedó mirando la sangre en la mano. Ella comenzó a sacudir la cabeza, sus ojos llenos en cada sacudida. Cuando me miró, ya estaba inconsciente. La atrapé antes de que se desplomara en el suelo.

70

***

El doctor Lorne acostumbraba ser despertado en pánico, aunque fuera en el medio del día. Todo para nosotros era siempre una cuestión de vida o muerte.

Tiny me ayudó a llevar a Carly a mi coche, y llamó el doctor Lorne mientras salíamos rápidamente de la ciudad. El doctor Lorne estaba serio cuando llegamos a su casa de campo. Carly empezaba a despertar cuando

me la llevé a la sala de emergencia en pleno funcionamiento del doctor Lorne.

—Vas a estar bien —le susurré, aunque casi no me lo creí.

Miró hacia el techo cuando el Doctor Lorne se inclinó sobre ella, y una enfermera me ordenó salir de la habitación.

La Finca del doctor Lorne había sido construida en un cónclave en su propiedad. Aunque me sentía como un recadero cada vez que venía

aquí, al menos era lo suficientemente oculto y lejano de miradas indiscretas mientras arrastráramos cuerpos ensangrentados que el doctor Lorne pudiera curar.

Fuimos a los pastos abajo de la colina en frente de la casa donde un puñado de caballos relinchó y caminaron alrededor. A Meatball le encantaba atormentarlos.

Algunas veces cuando habíamos estado aquí temprano en la mañana, había visto a Lorne saliendo para atender a sus caballos, siempre

con un trago en la mano. Supuse que era un borracho funcional. No estaba acostumbrado a ese tipo de borracho.

Tiny y yo paseábamos en el pórtico por un tiempo antes de que el

médico volviera a salir. Cuando apareció por la puerta, Tiny desapareció. Él sabía su lugar, y sabía lo que era de su incumbencia.

—Era inevitable —me dijo el Doctor Lorne mientras se secaba las manos en el delantal—. No había mucho que pudiera hacer. Su cuerpo nunca dejó que el feto se desarrollara. Sólo la puse más cómoda.

Me quedé mirando al frente. —Gracias.

—Está despierta, si quieres ir a verla. —Volvió a entrar.

Carly ya no estaba embarazada. Carly ya no iba a traer un niño a

nuestras vidas monstruosas. Esto era lo que yo había querido, ¿no?

Volví a entrar en la casa y en la habitación de Carly. Había una

enfermera atareada junto al lecho de Carly, controlando la temperatura de Carly y comprobando su intravenosa. Cuando terminó, nos dejó.

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Carly se encontraba despierta con los ojos todavía en el techo. A

excepción de las almohadas abombadas bajo su cabeza y el cambio de ropa, era como si no se hubiera movido en absoluto.

Me sentí como si todo el aire hubiera sido succionado fuera de la habitación.

¿Qué se supone que debía decir? Que debo ser fusilado por decirle a

Spider que tenía que asegurarse de que este bebé nunca llegara.

Me puse de pie frente a ella.

—Carly —empecé a decir con un nudo enorme en la garganta.

Carly volvió sus ojos y miró a través de mí.

—Es lo mejor. Es como dijiste, no hay otra manera para nosotros.

Esta es la vida que hemos hecho. Esta es la vida en la que vamos a morir.

Fui a coger su mano, pero ella se apartó y sacó la colcha hasta la barbilla, volviendo la cabeza hacia otro lado.

Me quedé de pie durante un minuto, en busca de algo que decir. Era incompetente. No estaba hecho para este tipo de cosas.

Cuando Spider finalmente llegó, había estado allí sólo unas pocas horas. Él envió una nube de polvo de asfalto a través del aire cuando su coche se detuvo. Se pasó por delante de mí en el pórtico sin que me

tomara en cuenta, con la vista al frente, desesperado por ver a Carly.

Después de un tiempo llegó a unirse a mí en el pórtico y se sentó, viendo su sombra sobre las tablas del suelo.

—¿Estará bien? —le pregunté a través de los sonidos de los grillos en la oscuridad.

—¿Físicamente? Estará bien. Sólo tiene que descansar —dijo—. Pero cada vez que aborta, ella cambia. Se pone un poco más oscura. Nada de esto es culpa de ella. Es una cosa médica. Su cuerpo sigue luchando en

contra de cualquier embarazo. No hay nada que los médicos pueden hacer para cambiar eso. Ella probablemente nunca podrá tener hijos. Pero Carly

ve más en esto que eso. Para ella, los abortos involuntarios son una forma de castigo. Ella dice que es una manera de tomar represalias en contra de nosotros por lo que hacemos de Dios, lo que hemos hecho.

—¿Cuántos ha habido? ¿Cuántas veces ha abortado?

—Este es su cuarto aborto involuntario —me dijo.

—Entonces, ¿por qué sigue…?

—¿Por qué quiere quedar embarazada sabiendo que probablemente nunca será capaz de tener hijos? —Negó con la cabeza—. Ella tiene la idea

de lo que su vida debería ser. Echa de menos a su familia y quiere lo que

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sus hermanas tienen. Un montón de niños corriendo alrededor. Una vida

de familia normal.

—Esto no va a suceder de nuevo —prometió.

Estaba a punto de pedir perdón por lo que había dicho en el avión, pero luego me di cuenta de que Spider hablaba consigo mismo.

—No puedo dejar que siga haciéndose esto a sí misma —susurró,

con la cabeza entre las manos.

Dejé a Spider y Carly solos para que pudieran llorar y reagruparse; Envié a Tiny a hacer un recado antes de irme.

Debería haber estado libre para viajar por negocios. Especialmente con Spider fuera de servicio durante todo el tiempo que hiciera falta. Pero

la granja del doctor Lorne estaba demasiado cerca de mi lugar favorito en el mundo como para dejar pasar la oportunidad de pasar por allí. Se sentía como hace toda una vida desde que había estado allí por última vez. De

alguna manera, había sido en otra vida.

Además, ya era de noche.

Cuando giré en la grava al camino largo a la casita de campo, extrañaba a Meatball. Esto era por lo general el punto cuando él comenzaría a enloquecer en el coche, forzando su cabeza sustanciosa por

la pequeña apertura y dejaría abierta para él cuando condujera. Siempre tenía que ser el primero en oler el aire de la casita de campo. Entonces saltaría sobre mí en cuanto abriera la puerta del coche de modo que él

pudiera ser el primero en llegar al pórtico, primero a la charca, primero en hacer que todo en la casita de campo se mojara y oliera a perro empapado.

Meatball había llevado una vida encantada conmigo en lo que se refiere a la vida de un perro.

Pero eso no siempre había sido así.

El primer día que puse los ojos en él, Meatball se hallaba en una jaula que era apenas lo suficientemente grande para él. Tenía relaciones

comerciales con un asqueroso distribuidor que organizaba peleas de perros como un pasatiempo. Estábamos caminando más allá de las dos docenas de jaulas de ladridos, perros rabiando. Así fue como me di cuenta

de Meatball. Él era el único que no actuaba. Se sentó y nos observó irnos sin un sonido.

Cuando la reunión terminó y regresaba a mi coche solo, Meatball

estaba allí, esperándome en el coche. No tenía idea de cómo había llegado hasta allí. Dudé al principio —era, después de todo, una enorme bola de

carne que fue entrenada para luchar hasta la muerte. Aunque el perro no gruñó, no se movía bien. Abrí la puerta; entró y tomó posesión del asiento delantero, mirando al frente. Miré a mí alrededor, me encogí de hombros, y

seguí. Nunca miramos atrás.

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Me tomó un tiempo antes de que pudiera siquiera darle un baño.

Tuve que convencerlo con perritos calientes. Él tenía una gran herida que iba de una oreja a un lado de la mandíbula y laceraciones múltiples en el

cuello y las patas. Lo limpié y decidí mantenerlo. O decidió mantenerme. No estaba muy seguro de lo que realmente había sucedido.

Antes de darme cuenta, tenía un perro llamado Meatball.

Tan pronto abrí la puerta de la casa, sabía que Emmy había estado allí. Era la forma en que el polvo había cambiado, y la chaqueta que quedaba en la parte posterior de una de las sillas de la cocina. Mi corazón

saltó. No sabía qué era peor —la idea de que ella todavía podría estar allí para verme, o la idea de que se había ido.

Dejé la luz apagada y me arrastré escaleras arriba.

La cama se hallaba vacía.

La miré fijamente durante un rato, como si fuera poco familiar. La

única manera en que la recordaba era con Emmy en ella. Ahora sólo había sábanas y un colchón. Lejano.

Subí y volví la cara en la almohada. Todavía podía oler su champú. O soñaba con el olor de su champú.

Soñé que mi cara estaba en su pelo. Podía oír su respiración suave

sobre el canto de los grillos externos.

Sinceramente, intenté resistirme al principio. Al oír su respiración, tan cerca, era un pedazo de mi cielo.

Pero mis dedos se deslizaron por el costado de su cuerpo, a raíz de sus curvas, sobre la piel y una camiseta mientras ella se retorcía en su

sueño. En el momento en que mis dedos fueron por su cuello, estaba despierta y se había volteado, toda sonrojada y regordeta de su sueño. Su dulce sonrisa burlona hizo mi oscuridad desmoronarse.

Con mis dedos sobre sus párpados, le pedí que cerrara los ojos antes de poner mis labios en los de ella, bebiendo su suavidad. Era como la seda

sobre una manzana.

Me abrí paso hasta su cuello. Lo que realmente quería hacer era morder un pedazo de él, para quedármelo. En cambio, me acurruqué en él,

a propósito. Se retorció, tratando de no reírse.

Seguí yendo a la parte superior de su pecho, celoso del cuello de la camiseta que limitaba su clavícula. Levanté la mirada, capturando los ojos

de Emmy color esmeralda mirando a través de sus espesas pestañas. Ella nunca me escuchó, ni siquiera en el juego... pero Dios, amaba ver esos

ojos.

Mantuve los ojos cerrados mientras mi barbilla corría sobre su camiseta de algodón mientras mis dedos se deslizaron para tirar de esta,

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revelando su delicioso estómago y ombligo pequeño. Gruñí, tomé la piel

entre mis dientes, y tiré suavemente. Ella se echó a reír, por fin.

Me encantaba oír su risa.

Me encantó que pudiera hacerla reír.

Me hubiera gustado que se riera siempre.

Besé su estómago, y se resistió, torciéndose de nuevo, tomando un

ligero salto hacia atrás. Jadeando. Me reí y a besé de nuevo. Ella gritó, con horror. Levanté la mirada para encontrarla empujándose hasta el muro, lejos de mí. Estiré la mano hacia ella, tratando de calmarla, pero gritó de

nuevo. Sus manos cubiertas de sangre.

Bajé la vista hacia la hermosa piel lechosa de su vientre para

encontrarlo rezumado en rojo, había un corte profundo en el lugar de donde mis labios habían estado. Había probado su sangre en mi boca. Era espesa y deliciosa.

Mis ojos se abrieron como una bala ida en la oscuridad de la noche. Me senté en la cama y respiré un par de veces para quitarme la sensación

de encima.

Salté de la cama y fui a la nevera para conseguir una bebida. Estaba totalmente vacía. Ni siquiera una botella de salsa de tomate.

Pasé el interruptor de encendido y comprobé los armarios y la despensa. Ellos también se habían limpiado. Apreté los dientes y agarré la parte posterior de la silla de la cocina. Cerré los ojos y tomé unas cuantas

respiraciones más calmantes, resistiendo la tentación de arrojar la silla al otro lado de la habitación.

Suspiré y empujé la mesa de la cocina de nuevo. Había una tabla suelta donde normalmente escondía una pila de dinero en efectivo para las emergencias. Uno de mis muchos puntos alrededor de la propiedad.

Tomé el alijo y lo escondí mal debajo de la almohada de nuestra —su— cama. Así, la próxima vez que Emmy estuviera desesperada por

dinero y no podía permitírselo en las malditas tiendas de comestibles, milagrosamente encontraría este alijo oculto de dinero en efectivo. Sólo esperaba que no fuera a ser demasiado terca para tomarlo.

Antes de cerrar la puerta de la casa, puse todo de vuelva a como estaba, como si nunca hubiera estado allí. Me senté en mi auto por un tiempo y miré mi casita, el lugar que me encantaba, el lugar que me

encantó. Era su lugar ahora —suyo y de Meatball.

Tamborileaba los dedos sobre el volante, debatiendo... entonces corrí

hacia el interior para obtener la chaqueta que se había olvidado Emmy. Puse la llave en el contacto y me prometí no volver jamás.

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Trastornada

Traducido por Niki, mirygpe, Nikky & Gaz Holt

Corregido por Emmie

Griff, con la sonrisa que podría derretir una pista de hielo y los

brazos que podrían aplastar un coche. Griff, con los mechones de cabello rojo que sólo podía ser superado por el mío. Era difícil no dejar que su alegría sin esfuerzo se extendiera a través de mi cuando lo tenía a mi

alrededor. Antes de darme cuenta, sonreía, con tal fuerza que podía sentirlo en mis dientes.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté mientras me salía de sus brazos de oso pardo y me agachaba para asegurarle a Meatball que se trataba de un ataque amistoso.

—Podría decir lo mismo de ti. —Su mirada saltó desde el papel despegándose a los muebles de segunda mano y hacia las asquerosas manchas que cubrían cada superficie posible de la casa—. ¿Es así como la

otra mitad vive?

Oí una carcajada a un lado, donde Hunter estaba inquieto cerca al

arco en la sala de estar.

—¿Es así como vive la otra mitad? —repitió para sí mismo, riendo, sacudiendo la cabeza con asombro. Y seguía de pie allí, insensible al hecho

de que era excedente.

—¿Cómo me encontraste aquí? —le susurré a Griff.

—¿Hay algún lugar donde podamos hablar? —Miró a Hunter desde la esquina de su ojo—. A solas.

—Mi habitación está en la parte superior de las escaleras. Detrás de

la cortina.

Suspiró. —Suena glamoroso.

Fui a la cocina para guardar los alimentos robados. Meatball y

Hunter estaban en la cola; sólo uno de ellos era bienvenido.

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—¿Sabes quién es él? —Hunter estaba tan emocionado que vibraba.

Me puse de puntillas para poner una caja de cereal en el estante superior. —No. No tengo ni idea de quién es ese hombre que se llama Griff

y al que abracé.

—Ese es el Griffin El Asidor Connan. El Asidor.

Estaba segura de que si me daba la vuelta, encontraría que Hunter tenía lágrimas en los ojos.

—¡Es el mejor luchador conocido por el hombre! Su técnica, su

persistencia, su dedicación al deporte... lloré cuando se retiró. Tengo su póster en mi habitación.

Cuando la voz de Hunter se convirtió en la de una muchacha

preadolescente, tiré todo lo que quedaba de la tienda de comestibles en el armario y retrocedí.

—¡Oh Dios mío! —Se asomó—. ¿Crees que firmaría mi poster si se lo pidiera?

—No lo sé, Hunter —le dije mientras salía de la cocina lo más rápido

que pude. Tenía tantas preguntas que iluminaban mi cerebro que no podía permitirme el lujo de concentrarme en otra cosa.

—¿Puedes preguntarle? —gritó desde la cocina mientras corría escaleras arriba.

Me tomó un poco de tiempo para llegar a un acuerdo con el hecho de

que Griff, mi Griff, estaba bajo el mismo techo que yo. Este era el mismo Griff que había estado en la granja, atrincherado en el inframundo

conmigo. Este era el mismo Griff que había amado a Rocco como a un hermano, tanto como yo lo hice. Este era el mismo Griff que había conocido, aunque odiado, a Cameron. No fue hasta que vi a Griff

descansando en mi cama que esa realización realmente se asentó. No había imaginado todo. Cameron, Rocco, Carly, ellos habían existido realmente. Lo que significaba que Spider también existía; todavía vivía.

Tener a Griff allí, era como que los personajes de tu novela de terror favorita cobraran vida.

—He estado esperando aquí desde ayer —me dijo con su acento Inglés colosal—. Tienes compañeros interesantes. Parece que nadie sabe nada acerca de a dónde vas o qué haces por aquí.

Me puse de pie junto a la puerta, tratando de encontrar algo que hacer con mis brazos.

Señaló el techo. —Parece que el techo está a punto de desplomarse.

El techo se había estado filtrando en mi habitación desde que me había mudado. Mayormente lo ignoraba. No tenía una ventana, por lo que

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al menos sabía cuándo llovía, y Meatball disfrutaba el cubo de agua que se

llenaba una vez que empezaba a llover de nuevo.

Cuando finalmente me había decidido por meter indiferentemente

mis manos en los bolsillos, Griff se sentó y sonrió. Las mangas de su camisa de botones ocultaban la piel tatuada que sabía se hallaba en algún lugar ahí debajo.

—¿Vas a sentarte o qué?

—Estoy bien de pie. —Intenté apoyarme contra la pared, pero calculé mal qué tan lejos se encontraba y me tambalee unos pasos hacia atrás en

su lugar.

Esto le hizo soltar una profunda carcajada. Llegó hacia mí antes de

que pudiera encontrar el borde de la pared. Me agarró en un movimiento y me llevó a la cama, donde me sentó y me mantuvo en su abrazo. Había olvidado cuánto calor emanaba Griff. No se contenía nada.

Meatball se había sentado en frente de la puerta, observando cada movimiento que hacía. No sabía mucho sobre el comportamiento canino,

pero podría jurar que estaba enojado conmigo por alguna razón. Supuse que todavía estaba molesto por tener que salir de la casa de Cameron.

—No sabes cuánto me alegro de verte —dijo Griff, con voz grave y

solemne—. No puedo decir que no esperaba volver a verte. Pero cuando llegué aquí, estar tan cerca, y no estabas aquí... —Se quedó sin aliento—. Bueno, pensé que me iba a volver loco.

—Sí, Hunter tiene ese efecto en la gente. —Honestamente, nunca había esperado verlo tampoco. La última vez que había visto a Griff,

trabajaba para los barones de la droga en el medio de un campo de maíz en algún lugar del este de los Estados Unidos. No tenía manera de llegar un día a encontrarlo de nuevo.

—Me alegro de que estés aquí, a salvo.

Me aparté para poder mirarlo a los ojos. —¿Cómo diablos me

encontraste... aquí, de todos los lugares?

—Tengo un ángel de la guarda.

Se levantó, buscó en la bolsa de lona de color rojo que había

arrojado en el piso de mi dormitorio, y arrojó una bolsa de papel del tamaño de un comestible sobre la cama.

—Adelante —insistió cuando vacilé—. Echa un vistazo.

Cuando abrí la bolsa, encontré dinero. Pilas y pilas de billetes de cien dólares. No pude ocultar mi sorpresa cuando mi cabeza se levantó.

Griff reflejó mi asombro.

—Hace unos días, un par de guardias se acercaron a mí, me dijeron que habían terminado de custodiar el cobertizo y me vendaron los ojos —

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explicó, y giró sus ojos hacia el cielo—. Estaba seguro de que estaba

acabado, Em. Fuimos en coche por horas, o por lo menos así me pareció. Nadie habló durante todo el trayecto. Luego, el coche se detuvo. Ellos me

sacaron, me entregaron la bolsa y me dieron un sobre cerrado que tenía esto en él.

Griff tomó un pedazo de papel de su bolsillo y me lo entregó.

Lo desplegué con delicadeza, como si estuviera desarmando una bomba.

Emily. 1777 Riverside Road, Callister, NY.

Mi nombre de pila. Mi dirección. Cuidadosamente mecanografiados.

—No entiendo —le dije mientras me aferraba a la hoja de papel. Me

temblaban las manos y no sabía por qué.

—Tampoco yo —admitió, tomando mis manos, estabilizándolas—. Los guardias me dijeron que camine hacia el sur y se fueron. Cuando

saqué la venda de mis ojos, estaba solo en el lado de un camino forestal con una bolsa de dinero, mis cosas y la única pista que tenía para

encontrarte. Caminé durante dos horas antes de encontrar una ciudad y una tienda, que era también una estación de autobuses. Lo raro es que había estado planeando mi escape de ese infierno por semanas y estaba a

punto de correr cuando me dieron mi permiso. Iba a venir a encontrarte, rescatarte de ese imbécil. De la pocilga donde te mantenía. —Una gota de agua cayó del techo al cubo en el suelo. Su boca se estrechó en una

delgada línea—. ¿En qué nuevo nivel del infierno te has metido esta vez?

Realmente no podía estar en desacuerdo con Griff. La casa hacía a

un chiquero lucir como un palacio. Pero era lo único que podía contar. Por lo menos cuando me despertaba en la mañana, sabía dónde me encontraba. Con el resto de mi vida por completo en un estado de

agitación, necesitaba esa estabilidad. Este lugar era como el matón del que te haces amigo sólo para poder conseguir un poco de paz.

—En realidad no es tan malo el lugar —le dije—. Te acostumbras después de un tiempo.

—Si tú lo dices. Sin embargo, en realidad no importa. No es como si

nos fuéramos a quedar.

—¿No lo haremos?

Acarició la bolsa de papel. —No quedará mucho después de que

pague mis usureros, pero estoy seguro de que podemos darnos el lujo de vivir en un lugar mejor que este de tugurio.

¿Nosotros? Repentinamente despertó en mí que Griff se refería a vivir... conmigo. También me había llamado la atención que no quería que Griff se fuera. Que quería que se quedara... conmigo. Pero no podía dejar

este tugurio, tampoco.

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—No puedo irme, Griff —confesé, mi corazón acelerándose un poco.

Su cabeza se echó hacia atrás. —¿No puedes?

—Voy a la escuela aquí. El año escolar ya ha comenzado. Nosotros

nunca vamos a ser capaces de encontrar un lugar que está cerca de la escuela y que sea económico.

Aunque esta no era la verdadera razón por la que no podía irme,

todo esto era cierto.

Griff estaba sin afeitar y polvoriento. Había dejado que su corte mohawk creciera, y ahora su cabello era un completo desastre. Aunque

parecía que había pasado a través de un túnel de lavado del tercer mundo, sus ojos verdes se las arreglaron para eclipsar la suciedad. Me hubiera

gustado tener una ducha caliente para ofrecerle, pero de nuestra ducha había estado saliendo agua tibia últimamente.

Con la forma en que se veía, con lo que había pasado, decirle la

verdad ahora parecía que hubiera sido más información de la que podría haber manejado.

Me evaluó durante unos segundos, luego suspiró. —No me quieres alrededor, ¿verdad?

—No, no es eso en absoluto. Sólo quería decir... ¿Qué pasa si te

mudas aquí?

—¿Aquí?

—Aquí.

A pesar de que parecía estar un poco menos desilusionado, la idea no le agradaba por completo.

—¿Cuántos compañeros tienes?

—Sólo unos pocos —embellecí. Tenía seis compañeros, en una casa de cuatro dormitorios, si contaba mi armario de escobas como cuarto,

nadie lo hacía. Dos nuevos estudiantes se habían mudado a la otra habitación. No los había conocido aún, pero eso significaba que la casa

estaba llena.

—¿Dónde me quedaría?

Mi puerta cortina voló hacia un lado, cubriendo la cabeza de

Meatball.

—Puedes quedarte en mi cuarto —ofrece Hunter en un chillido. Me

preguntaba cuánto había oído por casualidad.

Griff cerró los ojos y se frotó las sienes con una mano.

—La falta de privacidad en este lugar es razón suficiente para querer

quedarse —dijo, su tono de voz lleno de sarcasmo.

81

Abrió los ojos y escudriñó mi cara. Esperé y esperé, aunque

probablemente no tanto como esperaba Hunter. Cuando vi el brillo en los ojos de Griff, recordé cómo su alegría era casi adictiva.

—Bueno —suspiró—, no puede ser tan malo si estás aquí.

Hunter se quedó a un lado con una sonrisa, como si Griff y yo no estuviéramos en medio de un momento muy personal.

A pesar de mi reticencia, Griff no parecía ser disuadido por la presencia de Hunter. Él me sostuvo en un largo abrazo, como si años hubieran pasado desde la última vez que nos habíamos visto, y sin

embargo, como si el tiempo no hubiera pasado. Como si esta fuera la última vez que me iba a ver.

Mi cabeza había empezado a girar, y el cansancio había hecho que mi náusea regresara.

Todo era un poco demasiado abrumador.

Griff debió sentir que estaba más que cansada. Me sostuvo con el brazo extendido, la preocupación creciente en sus ojos cansados. Llevó sus

labios a mi oído.

—Duerme un poco —ordenó en un susurro.

Fue a examinar el lugar donde dormiría, con Hunter siguiéndolo.

***

No vi mucho de Griff en los próximos días. Una vez me dijo que había sido un luchador de artes marciales, pero tuvo que pasar a la

clandestinidad después de que sus deudas de juego tomaron el control de su vida. Ahora tenía que volver atrás en el tiempo y utilizar el dinero para saldar cuentas. Lo había oído llegar muy temprano por las mañanas.

Asomaba su cabeza por la cortina. Pero yo estaba tan agotada que ni siquiera podía levantar la cabeza de la almohada para verlo.

Para el momento en que me despertaba en la mañana, él ya se había ido.

Había asumido que ponerme al día con mi trabajo escolar sería fácil.

La escuela era una de esas cosas que se me daba bien. Pero no había contado con las oleadas de puro agotamiento que tomarían mi mente y cuerpo como rehenes durante todo el día. Cassie tuvo que empujarme no

tan suavemente para que despertara durante nuestra clase de ética.

Al menos vomitaba en un determinado horario ahora. Ya no tenía

que salir corriendo en el medio de una clase.

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Pero cada vez que entraba a clase, lo buscaba. Como si Cameron

simplemente fuera a aparecer mágicamente del aire sin ventilación. Cuando no aparecía, era como si un clavo fresco se clavara en mi corazón.

No sabía por qué estaba tan empeñada en torturarme a mí misma de esa manera.

No había perdido la esperanza de encontrar más información sobre

Cameron. Quería saber cuántas clases había tomado conmigo el año pasado. Y encontrarlo significaba encontrar a Spider. Por supuesto, un día iba a tener que explicarle al hijo o hija de Cameron quién era su padre.

Pero era más que todo eso. Él sabía todo sobre mí, y me di cuenta de que apenas había arañado la superficie de quién realmente era este hombre

que amaba.

¿Quién era James Cameron Hillard?

Todo lo que sabía era que había sido desechado desde su nacimiento

por una madre alcohólica y un padre delincuente. Las calles le habían criado, y las mismas calles habían criado a su hermano Rocco y el resto de

sus medio hermanos. Productos del vientre de su madre, niños que estaban destinados a permanecer en las calles y repetir el ciclo de miseria de sus padres. Pero Cameron había sido la excepción. Era excepcional en

todos los sentidos. Había usado sus adversidades, aprendido de ellas, y creado un puesto para sí mismo como el líder del inframundo. Se convirtió en el peor tipo de hombre. Engañoso. Manipulador. Premeditado en todas

sus acciones. Su padre estafador, su madre fría y abusiva, el conocimiento que adquirió en las calles y en el reformatorio. Estas desgracias habían

creado el criminal más peligroso en los Estados Unidos.

Estas eran las cosas que Cameron me había revelado.

Salvo que esto no era quien Cameron había sido. Simplemente había

sido su cortina de humo, su modo de supervivencia. El Cameron que conocía, el verdadero Cameron, había sido misericordioso y justo. Había

sido cálido. Tierno. Cuando lo veías, cuando te dejaba ver, Cameron era exquisito. Era todo mi amor y mi alegría. Mi paraíso.

Mi paraíso perdido.

Si era honesta conmigo misma, lo que realmente buscaba era alguien con quien hablar, alguien con quien compartir mi dolor. Cuando Bill murió, tuve a Maria. Ella amaba a Bill, y teníamos recuerdos para

compartir mientras estábamos de duelo y sanábamos. Pero a excepción de Meatball, quien nunca me respondió, no tenía nadie con quien llorar por

Cameron. En lo que le concierne al mundo, Cameron era un matón sin nombre. Nadie sabía la verdad.

La verdad. La verdad tenía tantas capas, tantas versiones.

Mi verdad más profunda era que tenía miedo de olvidarlo. Su rostro, pero sobre todo, su voz. ¿Cómo puedes recordar una voz después de que

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desaparece? Con Bill, tuve imágenes e historias para llenar mis recuerdos.

Pero el día que me di cuenta de que ya no pude recordar cómo su voz sonaba, fue como ser aplastada por una roca, como si lo estuviera

perdiendo todo de nuevo. Olvidar su voz fue la parte más difícil de la muerte de Bill.

Una cara por lo menos podía quedarse impresa en tu mente. En este

momento, si cerraba los ojos, aún podía ver a Cameron, escuchar su voz. Pero no tenía fotos de él. Todo lo que tenía era la versión de mi mente. ¿Cuánto tiempo tenía antes de mi mente empezara a olvidar los detalles?

Tenía miedo de que si dejaba de pensar en él, siquiera por un segundo, todas las partes que lo conformaban desaparecerían, que iba a

desaparecer porque era la única que se acordaba de él.

Alguien tuvo que haber amado a ese hermoso hombre. Alguien debió haber visto lo que vi en él.

Por ahora, la información más básica que necesitaba estaba encerrada en el sistema informático de la escuela. Por lo menos esperaba

que estuviera allí.

***

La oficina de admisiones se hallaba en el centro de la Universidad de Callister. Se parecía mucho a un banco, que era apropiado, considerando

la cantidad de dinero que robaban a los estudiantes cada año. Mientras que el asistente del director de admisiones me mostraba la oficina, vi como

un estudiante tras otro se acercaba al mostrador pidiendo más tiempo para pagar su matrícula. Supongo que era una especie de preparación para lo que vendría más tarde en la vida cuando no pudieran pagar su

hipoteca tampoco.

Jeremy no estuvo bromeando cuando dijo que no habría mucho en

mi nuevo trabajo. Pasaría las pocas horas que estuviera allí cada día de la semana llevando el correo entrante de un escritorio a otro, apilándolo ordenadamente en las mesas de las personas correspondientes y

recibiendo el correo saliente. Volver. Repetir. Lo que no tenía sentido era bueno cuando mi mente ya se encontraba demasiado llena.

Desde el momento en que entré a la oficina de admisiones, analicé

todo y a todos con los que entraba en contacto. Estaba cambiando. Sentía el cambio sucediendo en mi interior. Era como si me estuvieran creciendo

garras. Así como también me hubieran crecido un segundo conjunto de dientes, y estuviera merodeando bajo el agua, cazando a la carnada hasta que estuviera lista para atacar y tirar de ellos hacia el agua. Empujándolos

hasta que los ahogara. Necesitaba información, y la necesitaba rápido.

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Mientras le daba la mano a la gente que me presentaban, decidí

quién sería mi objetivo más fácil. Lo encontré en la forma de una mujer demasiado agradable de unos cincuenta años. La había visto por primera

vez trabajando al frente de un escritorio, sonriendo compasivamente a los estudiantes que suplicaban mientras ella pulsaba las letras en su teclado. No nos habían presentado aún porque estaba demasiado ocupada

tratando de ayudar a los desvalidos.

Tan pronto como el asistente me liberó de orientación, me dirigí a la sala de personal, donde vi anteriormente a mi objetivo. La sala de personal

tenía unas cuantas mesas en el centro y una pequeña cocina para el uso del personal durante las horas de comida. Contra las paredes, había

bancos y casilleros sin puertas. Cada casillero era designado por la dirección. Sabía esto porque el asistente me lo acababa de decir unos segundos antes, y debido a que cada casillero tenía el nombre de su

propietario claramente pegado en el primer estante. También sabía que mi casillero designado estaba en la esquina. En ese momento me di cuenta,

cuando vi desde la marca en mi casillero hacia el casillero de mi objetivo en la parte del frente, que se encontraba demasiado lejos. Así que fui a la taquilla del lado de la señora y colgué mi mochila en el gancho del interior.

La señora tenía un café extra grande posado encima de su casillero, y se agachó, contando el cambio por su compra de café y luego lo guardó en su billetera, un billete y una moneda, al mismo tiempo. Usaba un

suéter, obviamente tejido a mano, naranja y verde con un prendedor en el pecho. El prendedor parecía un ahorcado Sr. Cabeza de Calabaza. Supuse

que estaba destinada a ser quien inicie la conversación, una necesidad de atención.

—Me gusta su broche —dije, manteniendo mi tono tímido.

Levantó la vista y sonrió de inmediato. —Debes ser nuestra nueva recluta.

—Emily.

Le extendí mi mano de nuevo, y ella la tomó entre las suyas. —Bienvenida, querida. Soy Betty Devinport.

—He estado buscando por todos lados un suéter como ese. ¿Dónde lo compró?

Se irguió un poco, casi de puntillas. —Muchas gracias. Puede que no

me creas, pero en realidad lo hice yo misma.

Estaba a punto de soltar una carcajada cuando fui empujada hacia

adelante.

—¿Esta es su mochila?

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Me di la vuelta para ver a un hombre, el cual necesitaba

desesperadamente un corte de pelo, quien sostenía mi mochila por el lazo superior como si estuviera llena de pañales sucios.

—Es nueva, Dave. Ella no sabía.

David dio a Betty una fea mirada y dejó caer mi mochila al suelo. —Mi nombre está en mi casillero. No es difícil ver eso. —Colgó su chaqueta

de leñador, lanzó su maletín en el estante inferior, y se fue.

Betty puso una mano consoladora en mi hombro. —Dave es nuestro chico de Tecnología Informática. No es muy bueno con la gente.

—No creo que le guste —dije mientras tomé mi mochila y me di vuelta.

—No lo tomes como algo personal. No le gusta nadie. Y a nadie le gusta. —Las mejillas de Betty súbitamente se llenaron de color. Y tomé nota de eso.

Le di otra tímida sonrisa antes de alejarme para poner mi mochila en mi casillero designado.

***

Mi primer día de trabajo terminó poco antes de la hora del almuerzo. Me dirigí de nuevo a la sala de personal, directamente a la taquilla de Betty. Rápidamente agarré la cartera de su bolso, eché un vistazo a las

fotos de gatos, y tomé el billete de diez dólares que había colocado tan cuidadosamente allí antes y lo metí en el maletín de Dave, dejando que se

mostrara una pequeña parte del billete. Entonces me fui dando por terminado el día.

A la mañana siguiente, estaba de vuelta para el día dos de mi

mecánico turno laboral. Llegué un poco temprano, con la esperanza de toparme con Betty antes del trabajo. Me alegré de encontrarla sola leyendo

en una de las mesas de la sala de personal, con otra taza extra grande de café frente a ella. Dejé caer mi mochila en mi casillero designado y fui a sentarme con ella.

—Hola, Betty —dije en voz baja, lo suficiente como para despertarla de su libro de Harry Potter demasiado utilizado.

—¿Cómo fue tu primer día ayer?

—Bien —empecé, dejando caer mis hombros—. La mayoría de la gente ha sido muy amable conmigo.

—¿La mayoría de la gente?

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—El chico de Tecnología Informática. Dave, ¿creo que dijiste que se

llama? Definitivamente no me quiere.

—¿Ah, sí? ¿Por qué dices eso?

—Cuando regresé a la sala de personal ayer para buscar mi mochila, salió disparado tan pronto como entré en la habitación. Casi me atropella tratando de salir.

Sus ojos se desviaron a su casillero, luego al de Dave. Bajó la mirada al estante inferior, donde el maletín de Dave habría estado, donde ella habría visto su billete de diez dólares sobresaliendo después de no

encontrarlo en su cartera ayer. Cuando su atención volvió hacia mí, forzó una sonrisa. —Estoy segura de que no es nada, querida.

Con un enemigo común, Betty y yo nos hicimos amigas rápidamente, y por arte de magia nos encontrábamos una a la otra en la sala de personal en cada uno de sus descansos. Me habló de sus tres

gatos y sus esperanzas para ser abuela de gatitos algún día; me inventé historias entrañables acerca de mis padres. Esto no era muy difícil para

mí, había estado inventando historias sobre mis padres toda mi vida, aunque por lo general estas estaban reservadas para mí misma. En lo que a Betty concernía, yo era sólo una típica chica universitaria nostálgica en

busca de una madre sustituta mientras estaba fuera de casa.

Después de graduarse de la Universidad Callister unos treinta años antes, Betty nunca se había ido, convirtiendo un trabajo de medio tiempo

como empleada de admisiones en una sentencia en prisión a tiempo completo. Fue entonces cuando mostré un falso interés en algún día seguir

sus pasos y convertirme en una empleada de admisiones. Esto la hizo jubilosamente feliz, tan feliz como mi madre cada vez que alguien comentaba sobre su belleza intemporal (usualmente después de una de

sus vacaciones acompañada del bisturí).

Con tantos años en su haber, Betty había construido sólidos

contactos. En mi tercer día de labores, se me ocurrió mencionarle que mi falso gato, Sr. Voldemort, tenía un resfriado, pero que no podía permitirme el lujo de llevarlo al veterinario hasta que me pagaran. Al final del día, el

asistente del director de admisiones se acercó para hacerme saber que el director había aprobado un adelanto de mi sueldo y que lo recibiría antes del viernes.

En mi cuarto turno, Dave entró en la sala de profesores mientras Betty y yo nos sentábamos durante nuestro receso. Dejó su maletín, echó

hacia atrás su descuidado cabello, y se fue sin la más mínima mirada hacia donde nos encontrábamos.

—Tarde como siempre —dijo Betty en mi oído.

Me incliné, sintiendo surgir la oportunidad. —¿Sabes lo que me dijo ayer?

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—No, ¿qué?

—Cuando le dije que no podía esperar a graduarme y convertirme en una empleada de admisiones, dijo que los empleados de admisiones eran

inútiles. Que su sistema informático hace todo en estos días y que la Universidad de Callister ya ni siquiera necesitaría al personal de atención. En realidad, creo que utilizó el término arcaico.

Negué con la cabeza al recordar mi conversación imaginaria con Dave, el malvado chico de TI. El comportamiento como gatita de Betty se volvió de tigresa.

Antes de darme cuenta, me mostraba cómo funcionaba el sistema, lo valioso que era su trabajo, y cómo el sistema informático de Dave grababa

mal la información del estudiante. De esto, aprendí dos cosas. Uno, que necesitaba la tarjeta de identificación de un estudiante para entrar al sistema. En un inicio había asumido que la universidad estaría

protegiendo la información personal de sus estudiantes, pero Betty me aclaró que la universidad había cambiado el sistema cuando los empleados

fueron capturados usándolo para buscar porno en Internet.

Ahora, el sistema se apagaba tan pronto como el estudiante interesado se iba y no se volvía a encender hasta que una nueva tarjeta

fuera entregada. Esto significaba no más porno en la facultad, pero también significaba que tenía que conseguir la tarjeta de alguien para obtener cualquier información del sistema. Si usaba mi propia tarjeta, me

arriesgaba a que me atraparan, porque Betty me dijo que la dirección mantenía un registro de todos los números de identificación que se

introducían en el sistema, una buena manera de saber qué estudiantes rogaban y cuáles sufrían en silencio.

La segunda cosa que aprendí fue que absolutamente necesitaba el

acceso a la computadora de Betty porque ella era una purista de las reglas. Sabía que no habría manera de que pudiera influenciarla para

buscar en el sistema a Cameron. E incluso si me arriesgaba a pedirle algo como esto perdería mi título como la típica chica buena.

Tenía que ser astuta y rápida.

El viernes por la mañana, el día de mi quinto turno, coloqué un par de laxantes en el café mañanero extra grande de Betty cuando se inclinó para agarrar y mostrar su último trabajo de tejido.

Cuando nuestro turno empezó, me quedé cerca de mi madre adoptiva. Este fue un gran día. Después de semanas de esquivar al casero

y las indagaciones no tan sutiles de Hunter, había cobrado el adelanto de mi sueldo así que finalmente pude pagar el alquiler y comprar comida decente. Y ahora me encontraba a punto de entrar en el sistema para

conseguir lo que necesitaba.

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Después de una hora más o menos, empezaba a perder la confianza

de que mi plan funcionaría. Pero, de repente, me di cuenta que Betty comenzó a inquietarse en su asiento. Se encontraba en medio de una

conversación con un estudiante, cruzando y descruzando sus piernas, balanceándose de una nalga a la otra. A continuación, una mirada de pánico cruzó su rostro. Su piel comenzó enrojecer, y sus manos apretaron

el borde del mostrador, y sus labios desaparecieron dentro de su boca.

El estudiante al que suponía debía estar ayudando seguía hablando como si no pasara nada.

Corrí al rescate de Betty.

—¿Puedes relevarme, querida? —dijo entre dientes y se escapó antes

de que pudiera responder.

Le di al chico en el mostrador mi sonrisa más reconfortante. —¿Puedo ayudarle?

—Le decía a la otra señora que mi nombre no aparece en ninguna de las listas de clase. Algunos profesores ni siquiera me dejan entrar en su

clase hasta que vean que realmente estoy inscrito.

—Mmm —digo, frunciendo el ceño—. Eso es muy raro. —No había nada raro en ello. Le había dado un rápido vistazo a su archivo, y él no

había pagado la matrícula del año pasado. Basándome en las letras de color rojo en la parte superior, ya ni siquiera era un estudiante, y la longitud de sus rastas sucias me dijo que estaba en contra de los grupos

de poder o de autoridad y que probablemente tampoco pagaría la matrícula de este año.

Le guiñé un ojo al chico de las rastas. —Vamos a ver qué podemos hacer.

Ya estaba fuera de su archivo. Y mientras hacía clic con furia, él se

limitó a observar con una sonrisa expectante. Como si los dos estuviéramos a punto de acabar con el grupo en el poder.

Mientras escribía Cameron James Hillard y lo veía aparecer en la pantalla, me mordí el labio, y dejé mis manos tranquilas sobre el teclado.

—¿Todo bien? —preguntó Rastas.

—Un poco mareada —me las arreglé para murmurar mientras presionaba enter.

—Es el aire aquí. Están tratando de envenenarnos con esta basura reciclada que llaman aire. Ellos quieren mantenernos sometidos. Controlados.

Mientras continuó hablando sobre el gobierno, yo miraba el archivo de Cameron. Había estado matriculado como estudiante a tiempo parcial

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este año y el pasado. Su matrícula había sido, por supuesto, pagada en su

totalidad.

Estuvo inscrito en dos clases el año pasado y podría haber estado

matriculado en dos clases más este semestre. Reconocí esas clases... todas las que yo había tomado y tomaba actualmente. Las clases que él había elegido eran las que tenían lugar en los auditorios más grandes, donde

podría fácilmente perderse entre la multitud.

No sabía qué era peor: el hecho de estuviera sentado en clase conmigo, o el hecho de que había estado allí todo el tiempo y fui

completamente ajena a esto.

No me di cuenta que había dejado de escribir y agarrado mi

estómago. El chico estaba demasiado absorto en su discusión de la inmoralidad política para darse cuenta. Pero una mano se posó sobre mi hombro, y me volví para ver a Betty.

—Estás enferma también —me dijo con preocupación en su rostro maternal—. Debe ser la gripe. Terminaré aquí. Ve a casa y descansa un

poco.

Usé mi cuerpo para ocultarle la pantalla a Betty y me tomé mi tiempo para salir del asiento, el tiempo suficiente para hacer clic

regresando al archivo de Rastas y cubrir mis huellas. Y el tiempo suficiente para memorizar una dirección.

Me fui sin decir adiós a Betty. Ya que había conseguido lo que

necesitaba, probablemente no volvería a hablar con ella de nuevo. Las personas eran desechables para mí ahora.

Me fui a casa como Betty ordenó, pero tan pronto como llegué, agarré a Meatball y me metí a mi auto.

No sabía lo que encontraría en el archivo de Cameron, pero cuando

vi la dirección, la había reconocido de inmediato. Estaba en el otro lado pobre de Callister, donde, con un poco más de dinero, podías alquilar un

lugar que parecía una caja de cereal, con una puerta y dos ventanas. Supongo que la gente que vivía en esta parte probablemente pensaba en sí mismos en mejor situación que la gente de mi vecindario. Al menos ellos

tenían un patio delantero.

Viré hacia el distrito con hileras de viviendas y, finalmente encontré la calle correcta donde vivía la madre de Cameron. Había pensado en venir

aquí muchas veces, pero sabía que, a menos que fuera de puerta en puerta, no había manera de alguna vez encontrar el lugar correcto entre

estos múltiplos de concreto.

Había chicos por todas partes, al igual que el vecindario estaba lleno de ellos. La mayoría de ellos simplemente caminaban por las calles,

haciendo el tonto. Chicos empujando a bebés y niños pequeños en

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cochecitos desvencijados. Chicos sentados en la acera, fumando

cigarrillos.

Fue difícil para mí imaginar a Cameron aquí, caminando por estas

calles. Y, sin embargo, este fue el mundo del que había venido. Esto era parte de lo que había sido.

Recordé vívidamente venir aquí con Cameron. Me acordé de lo

avergonzado que había estado. Recordé a Cameron llamándome su novia. Y recordé lo devastada que había estado su madre después de enterarse de la muerte de Rocco.

Me encontraba allí haciendo lo mismo... decirle a la madre de Cameron que había perdido a otro hijo. Supuse que Spider y Carly, las

únicas otras personas que sabían sobre la madre de Cameron, no habrían venido corriendo para decirle que ellos habían matado a su hijo. Pero yo no hacía esto por su mamá; lo hacía por él. Debido a que merecía ser

extrañado. Quería que su madre lo echara de menos, lo llorara como lo había hecho con Rocco. Quería que Cameron tuviera el amor de su madre,

aunque solo fuera al final.

Cuando me detuve frente al número sesenta y cinco, Meatball simplemente se sentó atrás y gruñó, dejando que los pelos de su espalda

se levantaran. Había un grupo de hombres en el patio al lado. Holgazaneaban, con cervezas en la mano. Pero eso parecía molestar bastante a Meatball, así que lo dejé en el auto. No quería que huyera de mí

otra vez.

Llamé a la puerta del frente de la madre de Cameron, y podía oír a

Meatball ladrándome. Seguramente me haría pagar por esto más tarde.

Tal como cuando Cameron y yo estuvimos allí la última vez, nadie respondió a la puerta. Probé la manija y entré. No había cambiado mucho

desde la última vez que estuve allí. El olor de ropa mojada y cigarrillos seguía siendo lo primero en darte la bienvenida en la puerta. La televisión

estaba todavía en la sala de estar y tres medios hermanos de Cameron todavía se sentaban allí sin calcetines, con la mirada perdida en la televisión.

Me aclaré la garganta para anunciar mi llegada. Sólo uno de ellos, el muchacho, miró hacia mí. Hubiera reconocido esos ojos en cualquier lugar. Marrón oscuro, casi negro. Los ojos de Cameron. Perdí

temporalmente mi respiración en la sala llena de humo.

—Hola, eh, ¿te acuerdas de mí? —le pregunté al chico.

Pero el medio hermano de Cameron perdió el interés y se volvió a ver la televisión de nuevo.

Entré y me dirigí a la cocina, el lugar donde la vi la última vez. La

cocina todavía era un desastre, con el cenicero en la mesa lleno de

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cigarrillos con marcas de labial. La madre de Cameron, sin embargo, no se

encontraba allí.

Pero cuando escuché golpes que venían del piso superior y luego un

par de risas, me di cuenta de dónde estaba y que no se encontraba sola.

Ligeramente asqueada, regresé a la sala de estar y decidí esperar a que los adultos terminaran. Había cajas y bolsas por todas partes, como si

alguien se acabara de mudar. Mi suposición fue que la madre de Cameron tenía otra vez un nuevo novio.

Encontré una caja, empujé un par de bolsas de ropa a un lado y me

senté.

En cualquier otro lugar, habría sido raro para una chica extraña

invitarse a sí misma, sentarse y mirar a los niños. Pero no podía ayudarme a mí misma. He encontrado un poco de Cameron y Rocco en todos ellos. El extravagante pelo castaño. La ligera curvatura en el oído derecho. Y estos

chicos ya tenían esa expresión en blanco, esa mirada de derrota que Cameron tenía cuando él había decidido ponerle fin a eso, a nosotros.

Tuve que mirar hacia otro lado y buscar otra cosa para mantener mi mente ocupada.

Me di cuenta de las botellas de gaseosas volteadas y de las bolsas

rotas de papas fritas. Se veía como si mapaches hubieran pasado en busca de cualquier último bocado de comida, aunque fueran pequeñas. Esta familia, estos niños, dependían del dinero que Cameron le daría a su

madre. Sin él, no había nadie para cuidar de todos ellos. ¿Qué pasaría con ellos?

De repente, el ruido de arriba cesó y la casa quedó en silencio, con el único ruido viniendo de la televisión. Me di cuenta de que no quería hacerle frente a la madre de Cameron. No quería decirle lo que le había

sucedido a Cameron. No ahora. No después de... lo que ella había estado haciendo.

Agarré mi chaqueta y saqué el dinero que había cobrado de mi primer cheque de pago. Separé el dinero en aproximadamente tres pilas y caminé hacia los niños. Tenía toda su atención ahora.

—No se lo digan a su madre —dije con prisa.

Sin una palabra, cogieron el dinero y salieron corriendo por la puerta.

Corrí detrás de ellos, corriendo hacia el coche antes de que la madre de Cameron me encontrara.

De camino a casa, no podía sacar sus rostros de mi cabeza. Y no fue sólo porque me recordaran mucho a Cameron y a Rocco.

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El único error que ellos alguna vez habían hecho fue haber nacido de

esa mujer, haber nacido en la pobreza, el haber nacido en absoluto. Quería juzgar a la madre de Cameron. Desesperadamente quería odiarla. Sin

embargo, no podía. Porque no era tan diferente a ella.

Acababa de dar todo mi alquiler y el dinero de mis comestibles. Los niños lo necesitaban, pero yo también, también lo hacia el niño que

llevaba. Al igual que la madre de Cameron, que iba a traer a este mundo a un niño que no iba a ser capaz de cuidar. Amaría a este niño. Pero el amor no pondría comida en su estómago, no podría protegerlo del mundo que lo

quería muerto.

No podía recordar la última vez que había visto a Griff, y mientras

estacionaba mi choche en la parte de atrás, me di cuenta de lo mucho que quería que él estuviera allí. Y esto me asustó.

Me había pasado toda la vida rechazando a la gente, diciéndome a

mí misma que me encontraba en mejores circunstancias por mi cuenta. Y cuando conocí a Cameron, no sólo había bajado la guardia; le había dado

mi confianza y mi corazón... a pesar de saber muy poco acerca de él. Aún no había descubierto cómo esto podría haber sucedido. ¿Por qué me había dejado caer tan profundamente enamorada de un hombre que apenas

conocía cuando, al final, este hombre había terminado todo y tomado mi corazón y el resto de mí con él?

Ahora tenía a Griff. Necesitaba su amistad y su apoyo tanto que la

sola idea de perderlo de nuevo habría sido suficiente para ponerme sobre el borde.

Pero apenas lo conocía.

Todo lo que sabía era que había aparecido en mi puerta con una bolsa de dinero en efectivo y una nota con mi nombre y la dirección escrita

en él. En el fondo, pensé que podía confiar en él. Pero en el fondo, también una vez había pensado que Cameron nunca me haría daño. Y él había

encontrado una manera de dañarme tanto que me había dado vuelta, como una playa arrasada por un huracán.

Obviamente, mi juicio era deficiente.

Había cosas que necesitaba hacer antes de la llegada del bebé, cosas para las que necesitaría la ayuda de Griff. ¿Pero a qué costo? No se trataba sólo de que me lastimaran otra vez. Tenía a dos personas de las que

preocuparme por ahora.

Griff había sido enviado a mí por una razón, y tanto si no él conocía

esa razón o, lo necesitaba para levantar mi guardia, y mantenerla allí.

***

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Parecía que toda la ciudad estaba en nuestra casa cuando Meatball

y yo entramos por la puerta. Me había olvidado de que era viernes, lo que significaba que la casa era la fiesta central. La última cosa que necesitaba

era más gente alrededor. Tal vez salir con Griff no era tan mala idea después de todo.

Me encontré a mí misma teniendo que zigzaguear a través de una

multitud cuando fui a buscar a Griff. El olor de la cerveza, la música a todo volumen, los desconocidos que trataban de hacer una pequeña charla conmigo mientras pasaba por al lado, Meatball enseñando los dientes a

cualquiera que tratara de acercarse demasiado, y aún no encontré a Griff. Era simplemente demasiado. Tres personas me ofrecieron una bebida, un

tipo realmente puso una bebida en mis labios, y una chica derramó su bebida en la parte inferior de mis pantalones.

Estaba a punto de esconderme en mi dormitorio cuando un tipo se

me acercó en el pasillo de arriba. Nunca lo había visto antes, pero él parecía saber quién era yo.

Prácticamente empujó un trozo de goma roja en mi cara, lo que puso a un asustadizo Meatball listo para saltar. Lo agarré del cuello antes de que pudiera saltar sobre el chico.

—Tú perro se comió uno de mis guantes de boxeo —gritó el hombre. Suspiré mientras me daba cuenta de que era uno de los nuevos compañeros de habitación y que la pieza de goma que había metido en mi

rostro era el resto de su guante de boxeo. Perfecto. Gran manera de comenzar el año escolar.

Miré a Meatball, quién había estado muy tranquilo de repente. ¿Todo un guante de boxeo? ¿En serio, Meatball?

Podía sentirme a mí misma ruborizándome. —Lo siento. Te voy a

comprar uno nuevo.

Pero el tipo no había terminado. —Se comió el casco de bicicleta de

mi hermano también.

Un chico que se parecía a su duplicado, pero usando una camiseta diferente, se acercó por detrás, llevando una medio-masticada correa

negra, que supuse era todo lo que quedaba del casco.

Así que los nuevos compañeros eran gemelos idénticos y yo,

aparentemente, necesitaba alimentar a Meatball más de cuatro veces al día.

—Lo conseguí por mi cumpleaños —se quejó el nuevo doble—. ¿Qué

se supone que voy a llevar en mi cabeza mientras tanto?

A estas alturas, todo el mundo arriba había dejado de parlotear y comenzado a mirarnos. Incluso Cassie se encontraba de pie en su puerta,

mirando con el resto de ellos. Meatball se encogió de miedo dentro de mi

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habitación, dejándome esquivando a los acusadores. Estaba mortificada.

Cansada. Tenía miedo de que me fueran a hacer deshacerme de Meatball. Tantas emociones giraban a través de mí que no podía manejar esto.

Negué con la cabeza y comencé a caminar hacia mi habitación.

Hunter salió de su habitación con una chica, ajeno a lo que sucedía en el pasillo.

—Oh, hola, Emily —dijo—, necesito...

—No tengo el dinero de la maldita renta, Hunter. ¿No puedes darme un maldito respiro?

Hunter se detuvo en seco, con sus ojos redondos y la boca abierta.

Entré hecha una furia a mi habitación, deseando tener una puerta

que me encerrara a mí misma dentro.

Pero después de unos pocos segundos, Hunter llamó al marco de la puerta antes de venir a través de la cortina.

—Sólo estaba a punto de decirte que recibí tu correo y que lo dejé en la mesa de abajo. Y que Griffin ya ha pagado tu renta del año. Incluso

pagó por la mitad de la mía y la mitad de Joseph desde que está interrumpiendo en nuestra habitación.

No lo hacía, y me hubiera gustado que Griff no hubiera pagado el

alquiler porque quería irme.

—¿Está todo bien?

Agarré la correa de Meatball y avance junto a él. —Estoy bien.

Mantuve la cabeza baja mientras hacía mi camino fuera de la casa y tomaba mi monstruoso estómago para una larga caminata. Conseguir mi

correo tendría que esperar hasta que no tuviera un audiencia de borrachos.

Las orejas de Meatball se mantuvieron aplastadas en su cabeza todo

el tiempo. Finalmente, después de la vigésima vez que dio un codazo a mi lado, me di por vencida y le froté el punto dulce debajo de su barbilla. Su

colita se movió con júbilo cuando le perdoné, aunque no tenía ni idea de lo que iba a hacer cuando nos echaran.

En el momento en que regresamos, la fiesta se había ido al bar de la

escuela. Me puse mi pijama y me metí debajo de las sábanas, agradeciendo por la paz y la tranquilidad.

Cuando oí la puerta principal abrirse, sabía que era Griff sólo por la

pesadez de sus pasos. Me levanté de la cama y abría las cortinas mientras él se dirigía hacia su alojamiento compartido.

—¿Griff?

Se detuvo en la puerta antes de darse la vuelta.

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Di un grito ahogado.

Tenía la cara ensangrentada e hinchada. Tenía una herida en la barbilla y otra sobre su ojo. Su labio inferior estaba hinchado.

Griff sonrió, mostrando sus dientes manchados de sangre.

Me llevé la mano de la boca, y él puso las palmas de sus manos entre nosotros como una bandera blanca.

—No te asustes, Em. Estoy bien. No es tan malo como parece.

—¿No es tan malo como parece? —exclamé, tratando de no gritar y despertar a toda la casa.

Me empujó de nuevo dentro de mi habitación obligándome a sentarme sobre mi cama.

—Nada viene sin un precio. No todos mis usureros se conforman con sólo obtener el reembolso en efectivo.

—¿Y qué? ¿Te ponen en una jaula y te hacen pelear contra un león?

Para mi sorpresa, él asintió con la cabeza. —Quizás no es un león, pero sí, algunos de ellos querían su interés pagado con sangre.

—¿Tu sangre? Griff, esto es una locura.

—Si no hiciera esto, no sería capaz de caminar por la calle sin tener que mirar por encima del hombro cada dos segundos. Y no estarías a salvo

conmigo.

Me levanté, haciendo que se sentara en la cama, y bajé las escaleras.

Agarré hielo de una de las neveras de cerveza, metiéndolo en una bolsa de plástico, y agarrando una toalla.

—Tiene que haber otra manera —dije mientras entraba de nuevo a

mi habitación, todavía aturdida por el estado de su rostro.

—No hay. Pero no te preocupes. Ya está arreglado. Estoy libre y limpio, y no le debo nada a nadie más.

—Eso es un pequeño alivio.

Me senté junto a él, examinando su rostro, sin saber por dónde

comenzar. Griff hacía lo mismo con mi cara. Limpié la sangre debajo de su nariz, lo que envió un nuevo chorro de color rojo fluyendo hacia abajo.

—Pon tu cabeza hacia atrás —pedí y empecé tirándolo abajo con un

poco más de fuerza de lo necesario. Él puso su cabeza sobre mis piernas, y llevé la bolsa de hielo a su labio hinchado. Se me quedó mirando mientras

yo sostenía el hielo con una mano y limpiaba la sangre de su barba desaliñada con la otra. Tenía las manos atadas sobre el pecho. Me di cuenta de que sus nudillos también estaban ensangrentados y en carne

viva.

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—Para un tipo que está en tan mal estado, no pareces demasiado

molesto por eso —comenté.

Sonrió de un lado de su rostro al otro. —Soy libre, Em. No me he

sentido así en mucho tiempo. Me siento como si estuviera comenzando una nueva vida.

Le limpié el resto de la sangre, concentrada en mi tarea. Tuve que

fregar bastante duro para lograr quitar la sangre seca de su cabello.

—Estás preocupada —supuso—. ¿Qué te preocupa?

Me reí entre dientes. Esa fue una pregunta capciosa. ¿Sobre qué no

estaba preocupada? —¿Vuelves con tu rostro molido a golpes, y te preguntas por qué estoy preocupada?

Se encogió de hombros. —He recibido una paliza mucho peor que esta.

—Eso es muy reconfortante. Supongo que tendremos que mantener

un cubo de hielo alrededor si te vas a quedar a vivir aquí.

—Las peleas solían ser mi vida. Pero ya no más. Estoy empezando de

nuevo, a partir de ahora. Nunca voy a volver a esa vida otra vez.

Me detuve aferrándome a la toallita empapada en sangre.

Y él me miró. —¿Qué?

Eso no era lo que quería oír. Griff quería salir del inframundo. Y yo quería volver a él.

Suspiré. —Nunca jamás digas nunca.

Me tomó la mano y la sujetó por encima de su cara, así que me vi obligada a mirarlo.

—Lo digo en serio —dijo—. No voy a arruinar esta oportunidad que me han dado. No te voy a hacer daño de esa manera.

Sí. Como si yo nunca había oído eso antes.

—¿No me crees? —preguntó.

—Cierra los ojos —gruñí. Puse el paño húmedo sobre sus ojos, en

parte porque su ojo derecho se empezaba a inflamar y cerrar, y en parte porque no podía soportar que me examinara más así. Era como si estuviera tratando de llegar a mí, a la Emily que se escondía detrás de la

armadura. Me dieron ganas de llorar. Ya estaba cansada de llorar.

No pasó mucho tiempo para que Griff cayera dormido. Me hubiera

encantado hacer lo mismo, pero él ocupaba la mayor parte de mi cama. Emitía tanto calor que era como dormir con una carne asada. Finalmente me rendí y dejé a Meatball y Griff luchar entre sí con sus ronquidos.

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Agarré una cuchara y un tarro de mantequilla de maní de la cocina y

me fui a buscar mi correo. El “comedor” era el lugar donde teníamos una mesa, una que alguien había puesto al lado del camino con su basura y

que mis compañeros habían traído a la casa, balanceándola en dos carritos de supermercado. No había sillas a su alrededor, pero hizo una gran superficie para la recolección de basura de todos y para el

almacenamiento de cajas vacías de cerveza.

Saqué una pila de cajas de debajo de la mesa y me senté en la pila, abrazando mi frasco. Estaba más allá del hambre. Era como si mi

estómago se hubiera vuelto un agujero y todo lo que he comido en mi vida había desaparecido totalmente.

La alfombra estaba pegajosa y crujiente. Alguien de la fiesta debe haber derramado algo en el suelo y usado el diario para absorberlo o tratar de ocultarlo.

Y ellos criticaban a Meatball por ser un animal, me burlé.

Mientras cavaba en el frasco de mantequilla de maní, pateaba el

diario en el suelo. Una foto en la primera página del papel atrajo mi atención. Con la cuchara todavía en mi boca, me agache y saqué el papel del suelo.

Deslicé mis dedos a lo largo de los bordes consiguiendo un corte de papel. Al menos sabía que no soñaba.

Hubo denuncias de corrupción, de malversación de fondos, fraude. Millones de dólares se habían desviado... supuestamente. Alguien había sido detenido y puesto en libertad bajo fianza. Y en medio de todo esto

había una imagen de un hombre de pelo gris en un traje Armani... mi padre, esposado, siendo sacado de su edificio de oficinas. Sonreía, al igual que su abogado a su lado.

Probablemente podría contar con los dedos el número de veces que había visto a mi padre mientras crecía. Él era más como una figura mítica

en nuestro hogar. A la par con el conejito de pascua, supuse. Pero siempre supe que no era un producto de mi imaginación, porque el padre que yo había imaginado como una chica era un dentista que vino a casa cada

noche para asegurarse que cepillé mis dientes.

Ya sea que mi padre estaba en la oficina o él decidió quedarse en

casa un día extraño, siempre había una razón. Todas las razones conducían siempre a los negocios. Si se encontraba en casa, eso significaba que alguien importante iba a venir y yo tenía que asegurarme

de aparecer y desaparecer a voluntad. Aparte del hecho de que él había estado en una prestigiosa escuela de leyes, algo que mi madre nunca me deja olvidar, y se había hecho cargo del imperio de la familia, sabía muy

poco de lo que hizo mi padre para ganarse la vida. El artículo del periódico

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me iluminó sobre lo que realmente hizo, o por lo menos cómo hacía tanto

dinero, supuestamente.

Por la sonrisa en la cara de mi padre, parecía como si esto hubiera

sido todo un gran malentendido, que el gobierno tendría que pagar un alto precio por ello. Me hubiera gustado conocer a mi padre lo suficientemente bien como para saber si era culpable o no. Si él fuera culpable, el reportero

de un periódico asumió que el imperio Sheppard podría colapsar.

El diario estaba fechado unos días antes. ¿Cómo es que no había oído hablar de esto hasta ahora?

Mientras estaba concentrada en la sonrisa de mi padre, un vaso de leche había llegado alrededor de mi hombro y fue puesto sobre la mesa

delante de mí.

—La leche podría ayudar a que la mantequilla de maní bajara un poco más rápido, si eso es posible —susurró Griff.

Guardé el papel entre mis piernas y tirando la cuchara de mi boca mientras Griff sacaba una pila de cajas de cervezas de debajo de la mesa.

—¿No puedes dormir? —preguntó.

Negué con la cabeza tomando un gran trago de leche.

—Me han dicho más veces de las que puedo recordar que soy un

acaparador de cobijas. Lo siento. Debería haberte advertido.

Sonreí y elevé una ceja. —Así que, has robado un montón de mantas de otras chicas, ¿eh?

Se echó a reír. —Sí. Eso sería una historia mejor. —Entonces se aclaró la garganta—. Nah. Solía tener que compartir la cama con mis dos

hermanos mayores. Ellos solían golpearme en el medio de la noche cuando tenían frio. Es decir, hasta que me volví más grande que ellos.

El rostro de Griff estaba hinchado, arañado y magullado en algunos

puntos. Su pelo salía disparado en todas direcciones. Y se veía completamente relajado. Pude ver el niño que una vez había sido, en el que

se convertía de nuevo. No podía evitar mirarlo fijamente.

Mientras estudiaba a Griff, él había estado estudiándome. Bajo la misma luz de la cocina, en la oscuridad silenciosa de la casa, sin nada

más que hacer que mirarnos el uno al otro, de repente me había vuelto un poco tímida. Por lo rojizo de las mejillas de Griff, no era la única.

Le sonreí, y me devolvió la sonrisa. Y los dos nos reímos un poco de

nuestra torpeza.

Con el tiempo, la sonrisa desapareció de sus labios, y me evaluó de

verdad.

—Has cambiado en los últimos dos meses —dijo.

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—¿Lo he hecho? —comenté mientras tomaba más mantequilla de

maní.

Podía sentir sus ojos en mi rostro. —Pareces más mayor. Y un poco

más triste, supongo.

—Y yo que pensaba que la luz tenue me hacía un favor —le dije.

Pero Griff permaneció serio.

Tenía un millón de preguntas para él. Y sabía que él tenía un millón de preguntas para mí, ninguna de las cuales estaba preparada para responder. ¿Por dónde se suponía que iba a empezar? ¿Cuánto podría

decirle?

—Lo siento —dijo, interrumpiendo mis pensamientos.

Incliné la cabeza. —¿Por qué?

—No estuve allí para ti. No mantuve mi promesa de conseguir hacerte salir. Antes de que fuera demasiado tarde.

—Todavía estoy aquí, ¿no? Estoy viva.

Me miró a la cara. —¿Lo estás?

Le di una mirada en blanco, cuando tenía muchas ganas de sacarle la lengua.

—Tus compañeros están preocupados por ti —dijo.

Me costaba mucho creer eso. —¿Cuándo tuviste tiempo para hablar con mis compañeros de cuarto? Apenas los he visto en la última semana.

—Ese chico, Hunter, no se calla. Si no me deja dormir pronto voy a

tener que ahogarlo.

No podría decir si Griff bromeaba. —¿Fue antes o después de que

pagaras el alquiler?

Él se encogió de hombros. —¿Realmente crees que nadie repara en ti?

Meatball se acercó y puso la cabeza en mi regazo. Le di una cucharada de mantequilla de maní, lo que lo tuvo chasqueando labios y

lengua sonoramente.

—No soy muy cercana a mis compañeros de cuarto.

—Vuelves, magullada, con un perro. Te escondes en tu habitación.

No comes.

—¿Es eso lo que te dijeron? —Era una demanda más de una pregunta.

—Puedo ver por mí mismo, Em. Veo lo delgada que estás. Te miro, y me temo que te vayas a convertir en un fantasma pronto. Lo que sucedió

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durante el verano... no puedes mantener esas cosas en tu interior.

¿Conoce alguno de tus compañeros lo que te pasó este verano?

—¿Les dijiste? —le susurré.

—¿Decirles qué? —Griff intentaba mantener la voz baja—. Ni siquiera yo sé lo que pasó. Un día estoy cuidando la casa de un depravado, pensando que mi vida está básicamente terminada. Estoy en el lugar más

oscuro en el que he estado, y, de repente, esta hermosa chica aparece. Ella es una persona asombrosa, y me da ganas de quedarme allí para siempre. Entonces me doy cuenta de que no está allí por su propia voluntad y que

estoy listo para arriesgar mi vida para salvarla. Del mismo modo que tengo la intención de escapar con ella, para hacernos libres, consigo que me

envíen a una granja en el medio de la nada donde no tengo nada que hacer más que preocuparme por mi chica. Me imagino lo peor, y no hay nada que pueda hacer porque me vigilan día y noche. Hasta que, un par de

semanas más tarde, cuando esa hermosa chica camina con el más descuidado y la peor persona del mundo. Ella me sonríe. A pesar de que

no debería estar haciéndolo. Sonrío de nuevo, porque no puedo evitarlo y ella está claramente delirante.

—No era la peor persona del mundo —le susurré, con la sangre

corriendo a mi cabeza.

—Empiezo a pensar en otro plan de escape y formas de tratar de encontrar a mi chica hermosa. Maneras de intentar salvarnos a los dos de

nuevo. Antes de darme cuenta, me envían a estar con ella en este lugar de mierda, y yo todavía no tengo idea de quién es él. Y sin embargo...

Griff se detuvo para recuperar el aliento.

—¿Y sin embargo? —empecé una vez que hubo recuperado la compostura.

—Y sin embargo —dijo, sacudiendo la cabeza—, estoy exactamente donde quiero estar.

Griff tomó mi vaso y terminó mi leche. Luego puso suavemente el vaso delante de él y esperó... ¿a que yo hablara? Me sentía mareada. Tuve que inclinarme sobre la mesa y descansar la frente sobre mis manos. No

sabía qué pensar, y mucho menos decir.

—¿Por qué estás aquí, Em? —me preguntó, con voz serena.

—Porque voy a la escuela aquí —le dije. Esa era la respuesta simple,

de todos modos.

—Sabes que eso no es lo que quise decir —dijo—. ¿Por qué sigues

aquí? ¿En esta tierra? ¿Viva?

Me quedé helada y lo miré. Estaba tan herido, pero me di cuenta que intentaba mantener la calma por mí.

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—¿Realmente crees que nadie nota esas? —susurró. Extendió la

mano y pasó el pulgar por la cicatriz que Victor había dejado en mi mejilla. Me encogí, esperando el dolor. Pero las cicatrices sanaban, y el dolor físico

había desaparecido. Sólo el calor del pulgar de Griff contra mi piel se quedó.

Logré una sonrisa. —¿Estamos comparando cicatrices ahora?

Porque me caí de la moto cuando tenía nueve años y tengo una muy buena herida en la rodilla.

Los labios de Griff se juntaron. —¿Qué pasó? El que te hizo eso

merece morir.

Supongo que esto era lo que había estado esperando. Un socio para

mi venganza. Pero la mirada sombría en el rostro de Griff me hizo echar de menos al nuevo Griff, el que era libre, el que nunca iba a volver.

—¿Por lo menos me quieres aquí? —preguntó. Pude ver la

desesperación en sus ojos.

Y mi corazón ya gritaba la respuesta a esto. Asentí y le sostuve la

mirada, tratando muy duro de mantener las lágrimas a raya.

Entonces saqué el diario de entre mis piernas, lo sostuve durante unos segundos y se lo di.

Me aclaré la garganta. —Esta soy yo.

Esperé mientras Griff escaneaba el diario y la imagen. Volvió a mí y esperó pacientemente a que le explicara.

Tomé un respiro. —Mi nombre es Emily Sheppard. Y este hombre es mi padre. Todavía estoy viva gracias a mi familia.

Griff asintió. —Así que todavía estás viva porque tu familia pagó el rescate.

Una risa nerviosa escapó de mis labios. Dudaba de que mis padres

alguna vez pagaran mi rescate, sobre todo ahora. —No, estoy viva porque mis padres son ricos, y, con el tiempo, la gente se habría dado cuenta de

que estaba desaparecida. Mi rostro se habría pegado en todas las noticias, y averiguarían lo que me pasó se habría convertido en un tema popular para todas las agencias de noticias de todo el mundo. Los narcotraficantes

no necesitan ese tipo de publicidad.

Una arruga se formó entre los ojos de Griff. Podía verlo tratando de entender esto, como Spider me había hecho comprender a mí.

—Está bien —dijo lentamente—. Eres Emily Sheppard. La rica Emily Sheppard.

—Mis padres son ricos —corregí.

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—Tus padres son ricos —dijo, tratando de no lucir divertido—. ¿Y no

puedes permitirte el lujo de pagar la renta en este lugar de mierda?

Me hizo feliz el cambio de su estado de ánimo, aunque fuera a costa

mía. —Iba a pagar el alquiler. Sólo necesitaba un poco más de tiempo.

Rodó los ojos. —Ese no es el punto.

—Me dijiste antes que todo tiene un precio. Lo mismo se aplica a mis

padres. Su dinero, sus reglas. —Señalé el artículo de prensa—. Se puede ver por qué tipo de reglas viven. El dinero no lo es todo.

—Dice la chica que nunca ha tenido que compartir la cama con sus

hermanos —bromeó.

Pero esto realmente había herido mis sentimientos.

Se inclinó y me apretó el hombro de manera que yo lo podría mirar. Entonces extendió la mano, y la tomé.

—Es un placer conocerte, Emily Sheppard.

Mientras Griff me daba la mano, mi corazón se apretó. La sangre se agolpó en mi cabeza de nuevo. Todo lo que podía ver era a Cameron

caminando bajo la lluvia después de haber estrellado el coche. Nos habíamos dado la mano, en la tregua, de esta misma manera.

—Oye —gritó Griff—, ¿a dónde fuiste?

Me obligué a empezar a respirar de nuevo.

—¿Sabías realmente qué significa lo que dije antes? ¿Acerca de nunca volver a ese mundo?

Los ojos de Griff se oscurecieron. —¿Por qué?

—¿Te acuerdas del chico? —le pregunté, tratando de mantenerme

serena.

Él asintió con expresión sombría. —Por supuesto que me acuerdo de él. Era un gran chico. Me gustaba mucho.

—Su nombre era Rocco. —Decir en voz alta el nombre de Rocco se sintió como si alguien hubiera encendido un fósforo contra mis labios—.

La noche que Rocco murió... Yo estaba allí. Lo mataron tratando de protegerme. Lo vi todo...

Había empezado a temblar. Griff me agarró por los hombros y me

tranquilizó. —Sabía que el chico consiguió de alguna manera ser atrapado... pero no tenía ni idea de que estuvieras allí. ¡Jesús!

Podía verlo en sus ojos. La compasión. Pero eso no era lo que yo

buscaba. Bajé sus manos y usé las mías para sostenerlo.

—Las personas que son responsables de la muerte de Rocco son las

mismas personas que son responsables de lo que me pasó.

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Griff me devolvió la mirada, con los ojos cayendo sobre las marcas

que Victor había dejado en mi cara.

—Em... —empezó, en voz baja.

Mi cara se retorció. —No estoy buscando compasión, Griff.

—¿Qué quieres decir?

Sabía que este era un momento crucial. Tenía que decidir si podía

confiar en él y hablarle de mis planes.

—Estoy tratando de decirte que estoy de acuerdo contigo. Que las personas que son responsables de esto tienen que morir.

Él frunció el ceño. —Sí, me siento así. Lo que te pasó, alguien tiene que pagar por eso. Pero si te estoy entendiendo correctamente, no creo que

estemos en la misma página en cuanto a quién debe hacerlos pagar.

Me mordí el labio. Sabía que tendría dificultades para convencer a Griff de que esto era lo que había que hacer. Tenía que esforzarme más.

—¿Sabías que Rocco tenía sólo catorce años? Le dispararon cuando ni siquiera estaba armado.

Griff consideró esto y suspiró. —¿De cuántas personas estamos hablando?

—Sólo dos.

—Sólo dos —repitió en un murmullo—. Déjame adivinar. El rarito que se pasea como si fuera un dios. El jefe, el hombre grande. El que te siguió en el granero.

Pude sentir la garganta cerrándoseme. —No. Ha estado desaparecido desde hace tiempo. Estoy hablando del tipo que solía trabajar para él. El

que tiene el tatuaje de araña en el cuello.

—Joder. Muy bien, así que ese es el psicópata número uno. ¿Quién es el psicópata número dos?

—Su nombre es Shield. Sus hombres mataron a Rocco, y dejó su impresión personal sobre mi rostro.

Griff se tomó un momento para dejar que todo esto se hundiera, con el dedo nerviosamente tocando la mesa frente a él.

—Em, siento que te haya pasado todo esto.

—Ya te lo dije, Griff, no estoy buscando compasión —le dije con la voz fría y constante—. Estoy buscando tu ayuda.

—Lo que estás pidiendo es ridículo —exclamó—. ¿Cuál es

exactamente tu plan? ¿Marchar con una pistola y disparar a estos cabrones mientras sus millones de secuaces armados miran para otro

lado?

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—Es por eso que necesito tu ayuda.

Griff se levantó, me miró, y esperé mientras se paseaba en el comedor.

Se detuvo y se arrodilló delante de mí. —No —dijo, mirándome a los ojos.

—¿No? —repetí, incrédula.

—No, no te voy a ayudar. Y no, no voy a dejar que hagas esto.

El calor subió a las mejillas. —¿No me vas a dejar?

—No voy a dejar que te pongas en esa clase de peligro. Estos

hombres que estás buscando se comen a las chicas como tú con el té de la tarde. Ahora estás a salvo, y así es como voy a mantenerlo.

—No, no estoy a salvo. Con el tiempo vendrán detrás de mí.

Él entrecerró los ojos. —¿Por qué harían eso? ¿Por qué te dejarían ir sólo para volver a tomarte de nuevo?

Mi mano se había abierto camino a mi estómago, pero la retiré antes de que pudiera darse cuenta.

Griff frunció el ceño. —Emily, ¿me estás diciendo todo?

Agarré la pila de correo y me aparté de la mesa. Me levanté, y él me siguió.

—Voy a hacer esto con o sin tu ayuda —le dije, sosteniendo su mirada.

Me apartó un mechón de pelo de la cara. —Entonces no me iré de tu

lado. Nunca. Necesito que te quedes a salvo, Emily. El hecho de que todavía estés viva, el hecho de que todavía estés de una sola pieza, es un

milagro. No voy a desperdiciarlo.

Aparté la mirada y llamé a Meatball.

***

Cuando llegué a mi habitación, cerré la cortina y me hundí en mi piso.

¿Qué acaba de pasar? Esta era la pregunta que daba vueltas en mi

cerebro mientras acariciaba la cabeza de Meatball. Su respiración normal horrible de perro ahora tenía un rastro de mantequilla de maní.

No me esperaba la reacción de Griff. Para mí, estaba muy claro.

Victor y Spider tenían que morir. Aunque supongo que no podía culpar realmente a Griff por negarse a ayudarme, sobre todo cuando no tenía

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toda la información. El hecho de que estuviera embarazada; sabía que no

podía divulgar esto. Pero todavía no tenía claro si me guardaba este secreto porque no confiaba en él o porque tenía miedo de que se fuera. El

mejor de los seres humanos sólo está equipado para manejar un cierto grado de desorden. Yo era un desastre andante. Una calamidad.

Cuando Griff había insistido en mantenerme a salvo, la cara de

Cameron había aparecido en mi cabeza, porque me había dicho lo mismo. Siempre había sospechado que Griff tenía sentimientos por mí. ¿Qué tan profundos eran esos sentimientos? No estaba segura. Para mí, él era más

que un amigo. Su llegada me había traído el aire que necesitaba. ¿Había algo entre la amistad y el amor?

Una cosa era clara: cuando se trataba de Spider y Victor, me encontraba sola. Si Griff sostenía su promesa de nunca salir de mi lado, mi decisión de tratar de conseguir la ayuda de Griff acababa de hacer mi

vida un infierno viviente.

Yo sólo deseaba que Griff hubiera tenido fe suficiente en mí para

ayudarme, o, por lo menos, dejarme estar. Incluso si él no lo sabía todo.

A pesar de que era medianoche, cogí el teléfono y marqué el número de mi madre.

—Es urgente —le dije a la dama que respondió a la línea de mi madre.

***

—Emily, ¿por qué me llamas a estas horas? —me preguntó, con voz aturdida e irritada.

La mayoría de las madres habrían estado preocupadas si hubieran

recibido una llamada de sus hijas a medianoche. Pero Isabelle Sheppard no era como la mayoría de las madres.

—¿Por qué no me lo dijiste? —le exigí—. Papá está arrestado y tengo que saberlo por el periódico. ¿Por qué nadie me llamó para decirme lo que ocurría?

Mi madre rio entre dientes. —Oh, querida. No tienes nada de qué preocuparte, en absoluto. Estas cosas pasan todo el tiempo. Todo terminará pronto.

Me tomé un momento y suspiré. —Está bien. ¿Puedes llamarme si algo como esto sucede? Realmente no quiero tener que leer el periódico

para saber qué está pasando con mi padre.

—Sí, por supuesto —concordó ella, con la voz un poco más tensa—. Ahora déjame dormir un poco.

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Colgué. Mi madre estaba siendo demasiado agradable. Y se había

reído. Sabía que esto no iba a terminar. Y sabía que mi padre era culpable.

Oí a Griff subir las escaleras y detenerse frente a mi puerta. Luego

siguió su camino a su habitación, dejando la puerta abierta.

Apoyé la cabeza en la almohada y cerré los ojos, sólo para volver a abrirlos. No había manera de que fuera a ser capaz de dormir.

Agarré mi pila de correo y empecé a arrastrarme a través de él.

No fue hasta que llegué a un sobre del tamaño de una tarjeta de felicitación que me di cuenta de que hoy había sido mi cumpleaños. Feliz

cumpleaños a mí.

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Dieciséis Velas

Traducido por Jasiel Odair & Chachii

Corregido por –Valeriia♥

Hoy era el cumpleaños de Emmy.

Hoy ella llegaría a la edad de veinte años. Este era el mejor regalo que pude haberle ofrecido.

Eran hace cuatro años del día en que me di cuenta que estaba

enamorado de Emmy.

Siempre encontraba una manera de verla tan a menudo como era

posible, pero sobre todo en días festivos y su cumpleaños. En un principio, porque le había prometido esto a Bill. Pero con el tiempo, se convirtió en más que un ritual, algo que yo necesitaba. Hacía que esos días parecieran

un poco menos solitarios para mí.

Cuando pasé por la mansión de sus padres en East Hampton esa noche en el cumpleaños de Emmy, los coches se alineaban varios

kilómetros por las calles, estacionados cuidadosamente por el personal contratado. Eran los dulces dieciséis de Emmy, y era el acontecimiento

social del año. Estuve un poco sorprendido por esto; Emmy nunca había parecido de ese tipo, aunque se suponía que no la conocía tan bien, después de todo, no obstante creía que sí lo hacía.

No tenía invitación, pero por suerte estaba conduciendo un Maserati. Nadie cuestionó que no pertenecía allí cuando conduje hasta los mozos y

les tiré las llaves.

Constantemente había visto a Emmy desde el exterior, sobre todo en la escuela, porque era más fácil y podía hacerlo sin llamar demasiado la

atención. En realidad, conseguir entrar en los terrenos de los Sheppard, era una definitiva primera vez. El camino a través de las puertas de hierro y los jardines parecidos a parques eran bastante impresionantes. Pero por

dentro, era excesivo. El vestíbulo en sí era más grande que mi gimnasio de la escuela, con una escalera de mármol que se partía en dos a medio

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camino antes de conducir a un entrepiso. Me recordó a una serpiente de

dos cabezas.

Todo el mundo estaba vestido como si fueran a una fiesta de

graduación. Yo llevaba una camiseta y pantalones vaqueros, pero eso no me espantó. Cogí una copa de champán del primer pingüino pagado que pude encontrar y de inmediato me mezclé en busca de la pequeña

hermana de Bill.

Ese año, habíamos establecido finalmente el oleoducto de Canadá, y no había tenido tiempo de vigilar a Emmy. Pero jamás se me ocurriría no

verla en su cumpleaños.

Caminé entre la multitud, yendo por las habitaciones con techos tan

altos como los de una sala de cine y las pinturas más feas que he visto nunca. La orquesta era tan fuerte que apenas podía oírme bebiendo. El perfume caro, los cigarros, la simulación de interés en el tema de otra

persona en la conversación... Cuando por fin encontré aire libre, apenas tuve tiempo de aspirar un suspiro de alivio antes de darme cuenta de que

había otra maldita orquesta tocando afuera. Estas personas estaban obsesionadas con violines.

Estaba buscando una vía de escape de esta lujosa locura cuando las

orquestas finalmente dejaron de tocar en el interior y fuera, y una voz a través de un micrófono se dirigía a la multitud desde la piscina.

—La piscina exterior —especificó la voz después de unos segundos

de caos.

Me las arreglé para hacer mi camino cortésmente a empujones a

través de la multitud hasta el borde del agua. Y cuando la última de las cabezas grises se apartó, la vi, y algo dentro de mí cambió.

Emmy.

Se hallaba de pie en el otro lado de la piscina del tamaño de un lago, oculta sólo por la sombra de su madre. Llevaba un vestido blanco de

encaje de ojal que llegaba hasta las rodillas. Su cabello rojo caía sobre los hombros en mechones largos gruesos. El blanco de su vestido resaltaba cada peca, cada hebra de color rojo se destacaba y hacía al verde de sus

ojos completamente magnéticos. El blanco inmediatamente se convirtió en mi nuevo color favorito. Simplemente podría estar allí y verla siempre.

Emmy mantuvo sus ojos en la nuca de su madre y se colocó el pelo detrás de la oreja. Luego esperó a que su madre tomara el micrófono antes de colocarse el otro lado detrás de la otra oreja.

La madre de Emmy era una mujer hermosa, y en cualquier otro día, no habría sido capaz de quitar mis ojos de ella. Su vestido obviamente estaba destinado a detener el show, con correas de plata que abrazaban

todas sus curvas. Su pelo rojo estaba recogido con mechones cayendo

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perfectamente alrededor de su cara. Pero aún así no era rival para la

belleza de su hija.

Su madre tomó el centro del escenario, pero mis ojos se quedaron en

Emmy. Ya no era sólo una niña linda; se había convertido en una especie totalmente diferente.

La madre dijo sus palabras de bienvenida, así como un montón de

cosas que las personas ricas se dicen el uno al otro cuando se ven obligados a ser agradables. Durante el discurso de su madre, vi como los ojos de los Emmy momentáneamente viraron a su izquierda a un hombre

de cabello gris que se enfrascaba en una conversación de negocios con algún otro en un esmoquin. Burt Sheppard, el padre de Emmy.

Un pastel de cumpleaños que parecía que podía ocultar al menos dos strippers fue traído. Emmy estaba junto a su pastel mientras la multitud cantaba "Feliz Cumpleaños", dirigido por la maldita orquesta.

Cuando ella sopló las dieciséis velas, su madre miraba hacia la multitud con una sonrisa pegada en su rostro. Y su padre nunca se apartó de su

conversación.

Tan pronto como las velas fueron sopladas y la orquesta cambió su melodía, Emmy se dirigía fuera del escenario y desapareció entre la

multitud.

De inmediato comencé a empujar por medio de la gente para que pudiera tenerla en mi vista otra vez, tratando de ir alrededor de la piscina

lo más rápido que podía.

Busqué en los jardines, luego volví a entrar y busqué allí. Los

asistentes a la fiesta estaban cada vez más borrachos, por lo que era difícil para mí abrirme paso entre ellos. Cuando una juguetona señora de edad agarró mi culo mientras caminaba, dejé el centro de la fiesta y me pegué a

los lados, mis ojos escaneando continuamente rostros, esperando que Emmy surgiera de nuevo.

Pero una vez que me quedé en las afueras de la fiesta, estuve expuesto. No pasó mucho tiempo para mi no esmoquin fuese descubierto por uno de los guardias de los Sheppard. Un compañero de más edad,

quien por la camiseta de manga corta extra-limpia y extra-blanca, parecía que trabajaba en la seguridad de la propiedad.

Me metí de nuevo en la multitud antes de que él hubiese dado un

paso en mi dirección y me dirigí hacia la parte de atrás, pegándome a la casa para no perderme dentro del parque Sheppard camino a mi coche.

Llegué a la cuadra, ileso, y me encontré con un montón de camareros que fumaban fuera de la cocina. Cuando me vieron, se detuvieron, echaron un vistazo a mi camiseta y pantalones vaqueros, me ofrecieron un cigarro. Me

negué cortésmente, no tenía el corazón para decirle a estos pobres patanes que lo que ellos aspiraban era mierda enrollada.

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Entonces oí la risa de Emmy. Había hecho eco desde la cocina a

través de la mosquitera de la puerta. Me moví un poco más de un paso y de inmediato la vi. Sentada en un taburete de la barra, con otras dos

mujeres a su lado. Por los uniformes, deduje que se trataba de una criada, y la otra era cocinera. Se congregaron alrededor de la encimera de acero inoxidable, comían pastel, mientras que el resto del servicio bullía a su

alrededor. El cabello de Emmy estaba recogido en una coleta, y sus sandalias se lograban ver debajo. Tenía las piernas cruzadas sobre su asiento.

La criada seguía añadiendo más y más crema batida al plato de Emmy hasta que el pedazo de pastel desapareció bajo la montaña batida.

Cada vez que Emmy daba un mordisco, más crema batida se esparcía, y esto hacía que mi Emmy riera desde sus entrañas. Y me encontré de pie fuera, riendo con ella. Jamás había oído su risa antes. Para ser honesto,

nunca la vía sonreír mucho. Era seria la mayor parte del tiempo; el resto, encontraba la manera de poner una sonrisa falsa cuando la ocasión lo

requería.

No sabía lo que era el amor hasta el momento en que escuché su risa, y sentí la alegría, la libertad, y más vivo de lo que en la vida había

estado antes.

Sabía que la amaba.

Supe que quería estar con ella y que necesitaba esto más que el aire.

También sabía que nunca podría estar a su lado. Y sentí el dolor, como un miembro acabado de ser cortado.

A medida que la comprensión se situaba, di un paso atrás. Horrorizado por lo que todo esto significaba para los dos. Aprendería a saber todo sobre ella, pero ella nunca me conocería y tendría que

asegurarme dce ello.

Para el momento en que el viejo guardia de seguridad me localizó de

nuevo, ya tomaba de vuelta las llaves de mi coche del mozo. Me alejé de los Sheppards, soñando con la próxima vez en que sería capaz de ver a mi Emmy mientras que ella permanecía completamente ajena a mí.

Hoy era su cumpleaños... y yo no estaba presente para celebrar con ella. Tendría muchos más cumpleaños, porque yo no me encontraba allí. Y tenía que estar agradecido por esto.

***

Spider me arrojó un periódico sobre la mesa, enviando a volar mi café sobre los gráficos que Carly había juntado. Estábamos metidos en

una de nuestras casas de seguridad en Callister.

111

Eché un vistazo a la página principal. Una imagen de Shield

abrazando las drogas que le habían confiscado de un barco.

Utilizé el papel para absorber el café.

Spider arrancó la primera plana de mis manos antes de que absorbiera mi café. —Shield acaba de salir en la primera plana aprovechando nuestro cargamento de drogas en Los Angeles, ¿y no tienes

nada que decir?

Tiny entró por la puerta y me dio una señal. Asentí y me levanté. —No es la nuestra —le dije a Spider.

—¿Qué quieres decir con que no es la nuestra? Estuve allí cuando organizamos el envío. ¿Estás tratando de decirme que un cargamento de

droga vino el mismo día, al mismo puerto al que el nuestro se suponía que venía, y sin embargo, esta carga fue incautada y no la nuestra?

—La nuestra en realidad llega mañana a San Francisco.

Me di cuenta de que Spider trataba de dar sentido a todo esto.

—Mientras que los federales se felicitan con esta incautación y

gastan sus preciosos dólares del gobierno en la investigación y determinación de quién va a ser promovido, nuestra carga estará entrando silenciosamente por el puerto de San Francisco —le expliqué, a pesar de

que no tenía que hacerlo.

—¿Estableciste un cargamento ficticio solamente para deshacerte de los federales? —Había un borde afilado en su voz.

Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia. Me di cuenta de que esto hería a Spider, ya sabía que lo haría, pero tenía que suceder de esta

manera.

—Mira cuánto se ha incautado, Cameron. ¿Cómo podemos siquiera pagar esto?

Eché otro vistazo al artículo. La cantidad que se declaró confiscada no era ni la mitad de lo que había enviado en realidad. Alguien estaba

manteniendo una comisión para sí mismo. Shield era tan predecible.

Golpeé el hombro de Spider. —No te preocupes por eso.

Encontré a Tiny en la puerta y nos dirigimos fuera al vehículo en

espera.

—Nuestro hombre fue arrestado —dijo Spider, caminando a nuestro lado.

—Y será generosamente recompensado por su servicio y su confidencialidad. Tenemos un nuevo tipo ahora.

Cerré la puerta y me alejé, dejando a Spider en el estacionamiento de nuestro apartamento de Callister.

112

—No pude encontrar a Norestrom —me confesó Tiny rápidamente—.

Nadie sabe dónde está. Shield lo echó de su clan.

—¡Jesucristo!

Quería tanto llegar a Norestrom que podía saborearlo... casi tanto como quería a Shield muerto. Aunque no me sorprendió. No había escondido mi deseo de torturar y matar al hombre que ordenó la matanza

de mi hermano pequeño, y Shield no querría tener comunicación amistosa en torno a él. Tuve que recordarme a mí mismo que romper mi puño a través de la ventana no habría cambiado nada.

—Así que, ¿a dónde vamos? —le pregunté, tratando de ocultar mi decepción. Tiny había estado pasando un montón de horas tratando de

meterme con los hombres de inteligencia de Shield, manteniendo todo oculto de Spider y el resto del inframundo. No quería a Spider involucrado en nada de esto porque él no aprobaría que yo hiciera todo el trabajo sucio

con mis propias manos. Y debido a que las cosas podrían ir mal muy apresuradamente, y no quería que él quedara enredado en mi desorden —

la clase de lío del que uno no se aleja vivo. Spider era uno de mis dos mejores amigos. Él y Carly eran como familia. Necesitaba saber que iban a sobrevivir. La mierda en que estaba consiguiendo envolverme tenía que

permanecer escondida de ellos por su propia protección.

Spider no sabía que me había reunido con Shield hace unas semanas y le dije acerca de un cargamento que llegaba a Los Angeles. Le

había ofrecido dividirlo con él a cambio de tregua para olvidar el pasado. O eso creía él. Había hecho que mataran a mi hermano, había secuestrado y

casi asesinado a Emmy, pero lo que vio el inframundo era que yo era la bala perdida. Victor sabía eso, y él usaba eso para conspirar contra mí. Pero al ver la cantidad de droga que me estaría robando, cegado por las

posibilidades, olvidando temporalmente sus maquinaciones, sin darse cuenta de lo mucho que quería rasgar el esófago de su garganta. Había

perdido una gran parte de su propio dinero cuando le robé y lo inculpé a Breland. Estaba desesperado por recuperar los fondos perdidos.

Sabía muy bien que me iba a traicionar y utilizar algunos de los

envíos para posicionarse en los medios de comunicación, aunque no había esperado que él se tomara una gran parte del envío para sí mismo. Se volvía cada vez más descarado… o estúpido.

Todo este dinero y atención de los medios, esperaba, lo mantendría distraído y lejos de Emmy. A pesar de que habíamos tomado todas las

medidas posibles para asegurar que todos en el inframundo creyeran que la había dejado y no me importaba lo que le pasara, tenía que mantener a Shield a distancia, aunque me costara todo lo que tenía.

Tuvimos que enlistar a un nuevo chico de envíos de todos modos. El otro se volvió descuidado e imprudente con su dinero.

113

El día en que me dirigí hacia el puerto de San Francisco, ya había

hecho la investigación sobre uno de los supervisores de carga, pero necesitaba verlo por mí mismo antes de acercarme a él con una oferta que

no pudiera rechazar. No era el tipo de hombre con el que normalmente trabajábamos. Era un hombre de familia, matrimonio de veinticinco años, con dos hijas en la escuela secundaria y dos más en la universidad. Caro.

Le había seguido en su minivan destartalada. Condujimos durante casi dos horas en el tráfico hasta que llegamos a una pequeña y tranquila ciudad. Un bonito lugar para criar a cuatro hijas.

Tan pronto como salió de la camioneta, una de sus chicas adolescentes saltó fuera de la casa, lo besó, y se fue en la camioneta.

Pasó las siguientes horas cortando el césped y haciendo tareas de la casa, después de que acababa un turno de noche en el astillero.

Este era sin duda mi chico… uno que necesitaba el dinero y tenía

todo que perder si lo atrapaban o trataba de ir a la policía cuando empezara a chantajearlo.

Mi época de hazañas oscuras y mortales continuaba acumulándose cuando Tiny se detuvo frente a un edificio de apartamentos duplex decrépito localizado en el mismo barrio que el de mi madre. Esto no era lo

que había estado esperando, pero si Tiny dijo que era el lugar, entonces éste era el lugar.

Había conocido a Tiny por mucho tiempo. Su tío, Henry Grimes, era

nuestro contador. Hace unos años, Henry nos había pedido dar a Tiny un poco de trabajo, sacarlo de las calles y fuera de problemas. Resultó que él

nos hizo un favor más de lo que le hicimos por él. Tiny era una gran adición. No era muy hablador, pero confiaba en él.

Subí las escaleras alfombradas agujereadas y entré al departamento

de arriba, lo cual fue bastante fácil ya que la puerta casi se desprendía de sus goznes.

Fui a ver el apartamento de un dormitorio. Era frío y vacío, a excepción de un viejo colchón que había sido echado en el suelo de la sala, con un teléfono al lado. Las ventanas temblaban con el viento, y el calor

era lo suficiente para que las tuberías no se congelaran. Esto no era lo que esperaba del sitio en que vivía un chico haciendo dinero extra.

Encontré un lugar en la pared y caí al suelo, aguardando una larga

espera. Antes de que tuviera tiempo para estirar plenamente mis piernas, escuché que alguien subía por la escalera de incendios. Tomé mi arma y

esperé en el pasillo que conducía a través de la cocina. Una figura salió alrededor de la pared, y encallé la pistola contra su cráneo.

Maldije y alejé el arma.

114

Era Spider. Estaba inmóvil por el hecho de que casi le había

disparado.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le pregunté con un silbido

en mi voz.

Miró alrededor de la vivienda. —La pregunta es... ¿qué demonios estás haciendo tú aquí? ¿Qué han estado haciendo tú y Tiny?

Guardé mi arma y me fui a buscar mi lugar en el suelo. Se dejó caer contra la pared opuesta.

—Esto no es asunto tuyo —le dije.

—Parece que hay un montón de cosas que no me incluyen a mí en estos días.

Ambos miramos la pared frente a nosotros por un tiempo.

—¿Cómo me has encontrado? —pregunté por último.

—Tú y Tiny han estado yendo por su cuenta últimamente. Pensé que

debía seguirlos y ver lo que hacías. —Juntó las manos detrás de la cabeza y se estiró—. Así que, ¿a quién estamos esperando?

—Una de las putas de Shield. —Me imaginé que averiguaría esto eventualmente.

—¿Negocios o placer?

—Es personal.

—Ah —dijo él, ladrando una risa oscura—, debería haber sabido que

todo esto tenía que ver con Emmy. Sólo ella fundiría tu cerebro para que pienses que esto es una buena idea.

—¿Qué quieres que haga? ¿Ignorar el hecho de que las personas que

asesinaron a Rocco y le hicieron eso a Emmy están caminando en esta tierra?

—No. Pero tú y yo sabemos que hay maneras de obtener su

venganza sin que te arriesgues a ti mismo. Tenemos personas que pueden hacerse cargo de eso por ti.

—Como he dicho, es personal.

—¿Y si los capitanes se enteran de que has estado repartiendo personalmente juicio? ¿Que, estás en algún tipo de furia asesina? ¿Crees

que se sentirían confiados de dejarte manejar todos los asuntos de negocios?

—No van a averiguar sobre esto. He sido muy cuidadoso.

—Podrías haberme pedido ayuda, ya sabes.

—¿Habrías estado de acuerdo en ayudarme?

115

—Hubiera definitivamente tratado de convencerte de lo contrario.

Pero no te habría dejado tomar todo el riesgo por tu cuenta. —Había dolor en su voz.

—No quiero que te involucres.

—¿En caso de que algo vaya mal?

—Nada va a salir mal. Tú y Carly no quedarán atrapados en todo

esto.

La expresión de Spider vaciló. —Siempre hemos trabajado en equipo, Cam. Si yo no sé lo que estás haciendo, ¿cómo puedo cuidarte la espalda?

No tenía una respuesta que darle. Tenía razón. Spider y yo habíamos estado juntos desde que nos conocimos. Entre más cosas intentaba

ocultarle a él y a Carly, más rápido se propagaba la oscuridad. Podía sentirlo.

—¿Es por eso que montaste el estúpido envío con Shield sin

decírmelo? ¿Por Emmy? —preguntó él—. Sabes que los capitanes se enterarán y se preocuparán.

Debí haber sabido que Spider al final sumaría dos más dos cuando viera el artículo periodístico sobre el embargo de drogas que hizo Shield. —La entrega de los capitanes vendrá asegurada y en buen estado. Todo lo

que verán es el dinero circulando y a los policías demasiado ocupados para darse cuenta de que la nueva carga ya está en las calles.

—¿Y no crees que van a querer saber quién es el que está intentando

llevarse la hierba a su terreno?

—Les diré que fui yo. Que nos estaban dando muchos problemas y

que necesitábamos distraer a los federales. Además, no apreciarán ver a Shield con toda esa hierba gratis.

—¿Y no se preguntarán quién realmente pagó por la carga?

También debería haber supuesto que a Carly no le tomaría mucho para delatarme con Spider. Así fue como me di cuenta cuán nublado se

ponía mi juicio. Nubes oscuras.

—Lo llamaremos un regalo adelantado de Navidad. Un obsequio por todas las otras cagadas de este año. —Mi voz se fue desvaneciendo.

Alguien subía las escaleras al otro lado de la puerta. Spider y yo nos miramos. Sacamos nuestras pistolas. Se levantó para esperar detrás de la puerta, y yo simplemente me quedé allí como el comité de bienvenida.

Cuando la puerta se abrió, Mike Westfall tenía una pistola en su cabeza rapada y era empujado a la sala por Spider.

—Oficial Westfall —exclamé, juntando mis manos con júbilo. Iba a disfrutar esto.

—Siéntate —le ordenó Spider.

116

Westfall tomó asiento en su viejo colchón sucio y esperó con una

expresión extrañamente solemne.

—¿Sabes por qué estoy aquí? —le pregunté.

—Sí —respondió y alzó la mirada—. Sabía que al final tendría que pagar por lo que le pasó a esa chica.

Su respuesta me agarró desprevenido. Esperaba que negara todo e

intentara negociar su salida, pero Mike en realidad parecía sentirse culpable. Esto me puso curioso.

Miré la habitación vacía. —Un basurero bastante feo el que tienes

aquí.

—No necesito mucho.

—¿Eres un adicto? —No había encontrado ninguna hierba o parafernalia de drogas, pero esa era la única explicación para el decrépito estado de su departamento.

—Nunca toqué eso —contestó el oficial con franqueza.

Entonces miró hacia arriba; observó mi pistola y luego a mí. —

¿Alguna vez has tenido que elegir entre tu familia y hacer lo correcto?

Esperó, como si de verdad quisiera una respuesta.

Spider se aclaró la garganta y me hizo señas con su pistola.

Mike había sido el guardia que estuvo estacionado en la puerta de Emmy después de que Shield la capturara. Mike se quedó sentado y no hizo nada mientras Emmy recibía una paliza. La podría haber protegido.

La pudo haber ayudado a escapar antes de que fuera obligada a pasar por todo eso. No había duda de que lo iba a matar, pero no por el momento. De

repente me interesaba lo que tenía para decir.

El Oficial Westfall dejó caer sus manos entre sus rodillas y descendió la cabeza. —Hubo un momento. Cuando la chica se hallaba detrás de la

puerta y me suplicó que la dejara salir. Hubo un momento donde pensé que escuchaba a mi propia hija —se detuvo y tomó una respiración—.

Cuando pensé que iba a desbloquear la puerta y dejarla escapar antes de que aquel cerdo regresara por ella.

—Y aún así, no hiciste nada —le susurré.

Alzó la mirada. —La amas, ¿no es así?

Lo observé y saqué mi pistola.

—No habrías venido por mí tú mismo si no la amaras —conjeturó en

susurros mientras volvía a dejar caer su cabeza y cerraba los ojos. Metió las manos en su camisa.

117

—¡Oye! Manos donde pueda verlas —ordenó Spider, pero sacudí la

cabeza.

El arma de Mike seguía en la funda pegada a su cinturón. Lo que

sea que buscaba, no era una pistola.

Sacó un pedazo de papel…una imagen que besó. Entonces hizo la señal de la cruz.

—Decidiremos cuando estés listo, amigo —graznó Spider y me miró interrogante—. ¿Qué estás esperando? —Articuló.

Mike sostenía la imagen en su palma, extrañamente tranquilo.

—¿Quién está en la foto, Mike?

Me miró pero no respondió.

—Dámela —demandé.

Pero sostuvo mi mirada.

Spider llevó la pistola a la frente de Mike.

Mike captó el mensaje y finalmente cedió, tendiéndome la fotografía.

Era la imagen de una mujer y una niña sentadas en una cama,

sonriendo y abrazadas. Ambas tenían la cabeza rapada. Estaban en el hospital de algún sitio. La niña pequeña vestida con una bata rosa. Su piel era gris, y tenía tubos saliendo por todas partes.

—¿Quién es?

—Esa es mi esposa y mi hija —respondió él, sus ojos pegados a la foto como si estuviera allí mismo junto a ellas, abrazado en la cama—. Mi

hija se puso realmente enferma cuando tenía cinco años. Y así ha estado desde entonces. Leucemia.

Sabía que esto podría haber sido una trampa, una manera de conseguir simpatía para que no lo matara. Pero cuando me miró mientras yo sostenía la fotografía en mis manos, pude verlo en sus ojos: el odio. La

sola idea de tener a una escoria como yo tan cerca de su esposa y su hija era suficiente para que quisiera destriparme y usar mis intestinos como

badén. Sólo un hombre que de verdad estuviese enamorado tendría ese tipo de reacción. Lo sabía.

Le devolví la foto, y volviendo a respirar, la guardó bajo su remera

para que yo no pudiera volver a tomarla.

—¿Las cabezas calvas?

Pasó su mano por la piel desnuda en su cuello, y una triste sonrisa

llegó a sus labios. —Estuvo muy enojada cuando comenzó a perder su cabello. Solía ser largo y castaño. Era tan espeso y rizado que no podías

118

cepillarlo. Dejamos que nos raparan nuestras propias cabezas. Eso ayudó

un poco.

Me apoyé en la pared y crucé los brazos, manteniendo mi arma

abajo. —¿Por qué diablos arriesgarías todo eso sólo para trabajar para Shield?

—¿Piensas que quiero trabajar para ese idiota? —gruñó él—. No

tengo opción. Mi salario no es suficiente para cubrir nuestras cuentas médicas. Trabajando para Shield, puedo pagar su atención médica, y mi esposa se puede quedar junto a su cama. Cada centavo que tengo va

destinado a mantener con vida a mi chica.

Mantuve la compostura, pero algo se alzaba en mí. Algo que había

estado intentando aplastar toda mi vida, matar.

—Hice que alguien te investigara. Nunca nada de eso salió a la luz.

—Mi esposa y yo nos casamos en Jamaica pero nunca llenamos la

documentación aquí. Es extremadamente terca y no quiso cambiar su nombre cuando nos casamos.

—¿Y nunca nadie se ha preguntado, o te ha dicho algo acerca de ellas?

—Nadie de por aquí sabe que siquiera existen. Desde que empecé a

trabajar para Shield, me he mantenido apartado de ellas —Entonces me miró a los ojos—. ¿Tú no lo harías?

Me quedé alí con el arma, sabiendo qué era lo que necesitaba hacer.

Mike siguió—: Lamento lo que le pasó a tu chica. Pero si la habría dejado ir, entonces Shield me habría matado, o bien habría indagado en

mi pasado y luego me habría matado. Elegí a mi familia.

Ya habíamos dejado de pretender que Emmy era sólo otra chica. Creía que todo lo que decía Mike era cierto. Pero ahora él también sabía

cuán profundo era mi amor por Emmy, y que planeaba ir contra la voluntad de la Coalición, que iba a la caza de cada hombre que había

tenido algún tipo de contacto con Emmy. Mike cargaba con información que haría que me maten a mí y a todos los que una vez me importaron.

Pero Mike tenía sus propias razones para estar allí, el haber tomado

muy malas decisiones. Una hija enferma de muerte. Montones de cuentas de hospital. Una familia que era todo para él.

De repente, Mike y yo teníamos un montón en común. Y matarlo

sería el fin de su familia.

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—Te voy a dejar ir —le dije. Spider y Mike simplemente me miraron

como si pensaran que hablaba Klingon4—. Haz los arreglos que necesites

para zafarte del alcance de Shield. Regresa con tu familia. Y si le dices a alguien cualquier cosa de todo esto, tienes que saber que iré tras de ti, tu

esposa e hija. Desearías que te hubiera matado hoy.

Los ojos de Mike se agrandaron, situación que Spider imitó.

***

—¿Qué diablos fue eso? —gruñó Spider entretanto caminábamos por la cuadra.

—Fue mi decisión. Me atengo a ella.

—Fue esa foto, ¿no? La pequeña niña enferma. Padres devotos que

se rapan sus cabezas para hacerla sentir mejor respecto a la pérdida de su cabello. Te crees esa clásica triste historia acerca de la niña muriendo de

cáncer. Podría haber sido todo un montón de mierda. Podría haber impreso esa foto de internet y guardarla para tener el voto de simpatía.

Recordé la reacción de Mike mientras yo sostenía la imagen. —Decía

la verdad. —De eso no tenía duda.

—¿Qué si no es así?

—Lo era. Y si no fuera el caso, entonces sufrirá una muerte mucho

peor.

Encontré a Tiny esperándome en el punto de encuentro.

—Esta es la razón por la que nunca deberías haber hecho todo esto tú solo. Ahora le has dado tiempo suficiente para advertirle a Shield antes de desaparecer.

—Nadie puede desaparecer para siempre —le recordé—. Y no hará nada para poner en peligro la vida de su hija.

—Eso sólo si realmente tiene una —murmuró Spider mientras yo llegaba al auto.

—Si muere, entonces también lo hace el dinero que paga por las

cuentas médicas de la niña.

Spider sostuvo la puerta por lo que no podía cerrarla. —En ese caso lo matamos y le enviamos a su familia tanto dinero que no sabrán que

hacer. Pueden pagar las cuentas o lo que diablos sea que quieran. ¿A

4 Los klingon (tlhIngan en su idioma), son una raza de humanoides del universo Star Trek

(Viaje a las Estrellas).

120

quién carajo le importa lo que les pase? ¿Desde cuándo te importa?

Nosotros no nos quedamos con estorbos, Cameron.

—Es mi decisión final. Mike quedará indemne a menos que yo diga

lo contrario.

—Emmy se metió demasiado en tu cabeza. Ya no estás pensando con claridad. Ni siquiera está por aquí, y aun así se las arregla para

joderte.

—Vámonos —le ordené a Tiny.

Tan pronto como Tiny presionó el acelerador, Spider soltó la puerta y yo la cerré, dejándolo hablando solo en la vereda. Inmediatamente nos dirigimos al aeródromo más cercano… inicialmente parte de mi plan de

escape en caso de que las cosas con Mike salieran mal.

Al principio se suponía que Spider se encontraría conmigo allí, así que supongo que podría haberle ofrecido acompañarnos. Pero había

llegado por su cuenta a lo de Mike, y bien podría regresar. Además, necesitaba tiempo para calmarse.

Cuando condujimos hasta la pista, estuve sorprendido de ver a Carly esperándome en el avión.

Iba a preguntarle cómo se sentía. Pero por la mirada severa en su

cara, supe que este intento de compasión sería recibido con una mueca.

—Manny ha estado impaciente por encontrarse contigo —dijo ella,

prácticamente escupiendo las palabras. Carly jamás había escondido su desprecio absoluto por Manny.

—¿Para qué?

—Probablemente quiere tener a tus bebés —espetó ella. De repente, su rostro se contrajo y se puso pálido mientras la inmensidad de sus palabras daba en el blanco. Rápidamente lo descartó—. Obviamente no le

contaría a la pequeña de mí su tema tan importante.

Manny. Había nacido en el negocio del inframmundo, literalmente.

Su padre, líder de la Mafia Latina, había sido capitán antes que ella, antes de que fuera asesinado en pleno día por una bala de francotirador. Todo el mundo supo que ella había planeado el asesinato. Pero nadie podía

probarlo. Y nadie se atrevió a tocar el tema. Ocupó su lugar como si él simplemente le hubiese estado manteniendo caliente el asiento. Su belleza,

su crueldad, su hambre por el dinero la habían hecho popular en la mesa de los capitanes y en mi cama.

—Hablaré con ella antes del gran encuentro —le dije a Carly

mientras mis ojos seguían el coche de Spider cuando se dirigía a la pista.

Subí las escaleras, y Carly me siguió a nuestro avión privado. Mientras me servía un trago, Spider entró y encontró un asiento lo más

121

alejado posible de nosotros. Desafortunadamente para él, éste era uno de

nuestros aviones más pequeños.

—Necesito que busques algo para mí —le dije a Carly, hablando lo

suficientemente fuerte para que Spider escuchara—. Hay un tipo llamado Mike Westfall. Necesito que lo investigues.

Se encogió. —¿Qué tengo que averiguar?

Podía sentir a Spider mirándome.

—Tiene una esposa y una niña en algún lado. Puede que tengas algo de problemas encontrándolas. Ha estado intentando esconderlas.

—¿Y qué se supone que haga cuando las encuentre?

—Averigua qué necesitan y dáselos. —Tiré mi asiento hacia atrás y

me tiré una camiseta sobre mi cabeza.

—Eso es tan poco claro como siempre —se quejó.

***

Cuando aterrizamos en Houston, mi primera reunión fue con Kostya, líder de la Mafia Rusa en los Estados Unidos. Con las mejillas caídas y una nariz gorda que parecía haber sido golpeada demasiadas

veces, Kostya era el hombre más feo que había llegado a conocer. Todavía tenía la marca de una bala que se había deslizado por su frente en un intento de asesinato… la primera vez. Hubo dos intentos más después de

ese. Perdió a su esposa hace cerca de diez años por cáncer. Parecía que con cada año que pasaba aislado, sus ojos se hundían un poco más en la

flácida piel de su rostro.

A primera vista, Kostya parecía un matón sin educación. Pero en realidad, era muy bien hablado y cortés.

Nada era lo que parecía en este mundo.

Además de administrar su propio terreno en la Costa Este, Kostya

era responsable de requisiciones farmacéuticas. Cada capitán era responsable de uno de los aspectos de nuestras actividades, ya sea que se tratara de productos o informes policiales.

El auto de Kostya nos esperaba en la pista. Spider y yo subimos, dejando a Carly para cuidar de todo lo demás. Nuestras reuniones de uno a uno siempre eran en autos en movimiento. Todos los capitanes tenían su

idiosincrasia. Ésta era la suya. Después de tres intentos de asesinato, él era un poco nervioso.

—Tenemos que dejar nuestras acciones de Chappelle de Marseille —anunció después de ofrecerme una bebida que rechacé.

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Esto no era novedad para mí. Chappelle de Marseille era el

distribuidor más grande de fármacos en los Estados Unidos. Por años, y a causa de Bill, teníamos un interno dentro de su distribución. Espiando

sus envíos. Arreglando para que la entrega de los camiones desapareciera. Dejar atrás nuestra inversión también significaba que llevaríamos nuestro negocio a otro sitio.

Por los últimos meses, Kostya había estado intentando empujarme a un acuerdo para vender y salir. Él tenía una buena razón: Chappelle de Marseille estaba a punto de someterse a un escrutinio extremo por parte

del gobierno tras la incautación de su empresa matriz. Mi problema era que la empresa madre era la Empresa Sheppard.

Hasta entonces, la crisis era solo un rumor. Todo había sido silenciado por el gobierno para así darles la oportunidad de escarbar discretamente en los fondos Sheppard antes de que desaparecieran

totalmente.

Quitar nuestra participación en Chappelle de Marseille no sólo

dejaba en bancarrota a esta pequeña compañía; sino que también pondría en marcha un frenesí, una avalancha de los medios que arruinaría a todas las Empresas Sheppard y a la familia de Emmy. Emmy se había negado a

tomar mi dinero después de que Carly se lo diera. Temía que si sus padres quedaban en quiebra, ella no tendría absolutamente nada a lo que recurrir si la cosas se ponía mal.

Había estado tratando de detener lo inevitable. —¿Cuál es nuestra alternativa? —le pregunté, esperando que no respondiera al igual que las

últimas veces que nos habíamos juntando para discutir este tema.

—Advantis.

Mi expresión se mantuvo uniforme. —Un poco pequeña para

nuestras demandas, ¿no crees?

—No por mucho tiempo. Mis fuentes me acaban de confirmar que se

van a fusionar con Chemfree. Sólo están a la espera de una financiación… de nosotros.

—Dos pequeñas firmas Americanas que monopolizan el mercado de

fármacos —reflexioné—. Eso está muy bien, pero nosotros necesitamos un interno antes de mover el negocio.

—Ya está hecho —dijo él, una mirada de satisfacción inundando su

feo rostro. No había rastro de duda en su voz.

Cuando vacilé, Spider me miró para ver qué haría. Si no hacíamos

un movimiento pronto, perderíamos millones. Esto era para el bien de la Coalición, y la razón del por qué estábamos aquí.

—Venderemos nuestras acciones —decidí—. Tan pronto como sea

posible.

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La familia Sheppard, sabía, no sobreviviría a esto. Pero me conformé

con saber que Bill habría tomado la misma decisión.

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Sonríe. Aunque Tu Corazón

Se Esté Rompiendo

Traducido por *~ Vero ~* & Letssinkhearts

Corregido por AmpaЯo

Estaba sonriendo. Porque eso era lo que la canción de Charlie Chaplin decía que había que hacer, con la promesa de que el sol brillaría. Así que escondí mi dolor detrás de una sonrisa. Pero las nubes nunca se

fueron.

El tiempo cura todas las heridas. Al menos, eso es lo que dice la gente. Sin embargo, todavía me encontraba soñando con Cameron y Rocco

cada noche, cada sueño cada vez más real mientras el embarazo avanzaba. Cada sueño dejándome sudorosa y con el corazón roto. No podía dejar de

soñar con ellos, incluso si hubiera querido.

Griff había cumplido su promesa y nunca se fue de mi lado. En la escuela y en el trabajo, me acompañaba hasta la puerta y me estaba

esperando cuando terminaba. Si me encontraba vagando por la casa en el medio de la noche, vendría a buscarme.

Yo sonreía. Él sonreía. Pero apenas nos hablábamos. Bueno, Griff trataba de hablar conmigo, razonar conmigo, suplicarme al principio. Había empezado a hablar con él con monosílabos.

Era extraño cuál sola te podías sentir, incluso cuando nunca estabas sola. Tener a Griff era mejor que no tener a Griff allí. Así que sonreía. Griff sonreía la mayoría del tiempo también. Pero me di cuenta

que su mirada vagaba en la nada. Sabía que le estaba rompiendo el corazón y, por mucho que esto me matara, era incapaz de darle lo que

quería: que nosotros siguiéramos adelante.

Si mis compañeros alguna vez se preguntaron por qué Griff se mantenía tan cerca de mí, nunca me lo preguntaron. Demasiado

fascinante, supuse. Griff se había convertido en algo como una celebridad alrededor de nuestra casa. Hunter había arrastrado a todo el mundo que

125

conocía a la casa sólo para que pudieran ver a Griffin el Peleador Connan

con sus propios ojos. Todo sobre Griff era contagioso. Su risa, su confianza en sí mismo, la forma en que su boca se arrugaba en un lado cuando

sonreía. Hunter había aprendido rápidamente a no llevar a ninguna chica a conocer a Griff; de lo contrario, sería ignorado el resto de la noche mientras las chicas se desmayaban sobre Griff.

Sabía que todo el mundo nos estaba tolerando a Meatball y a mí por Griff.

Griff estaba un poco desilusionado por la atención, sobre todo

cuando finalmente encontra¡ábamos un momento para estar solos para ser inmediatamente interrumpidos de nuevo. Pero era lo suficientemente

amable y firmaba autógrafos cuando se lo pedían. Incluso firmó un poster de Hunter después de que accedió a quitarlo de su pared del dormitorio. Toda la atención que Griff estaba obteniendo me hizo sentir aún más

alienada. La única vez que alguien realmente me habló fue para hacerme preguntas sobre Griff, y luego me escondí detrás de una sonrisa.

No me había dado cuenta de lo mal que las cosas habían ido, lo mal que me había ido, hasta que Griff estaba caminando con Cassie y conmigo a la escuela una mañana.

—Cambiaste tu color de pelo —comenté, haciendo una pequeña charla con Cassie. Su pelo se había ido de negro caldera a rubio, y se había quitado el maquillaje pálido de su rostro para revelar sus rubias

cejas. Parecía que había renunciado a sus formas de vampiro para ser bañada por el sol.

Griff y Cassie simplemente me miraron como si estuviera hablando con ellos desde la luna.

—Lo cambié hace dos semanas —dijo con una sonrisa.

Le había tomado el gusto a hacer mi tarea en la biblioteca de la escuela. Debido a que era tranquilo; porque Griff no podía hablar y podría

estar a solas con mis pensamientos. Mientras Griff escogía una mesa cercana y leía un libro, me senté en un ordenador para escribir mi artículo de criminología. El hecho de que me había decidido a escribir sobre el

tema de la delincuencia de fraude no fue coincidencia. Todos los días veía las noticias, en busca de cualquier cosa relacionada con mi padre. Se había convertido en una obsesión, una liberación, una droga. No podía

pasar caminando por el periódico desechado de alguien sin agarrarlo. No podía sentarme en un ordenador sin ver qué nueva información había

sobre mi padre. Por primera vez en mi vida, fui conociendo a mi padre; por desgracia, tenía que ser a través de los ojos de varios periodistas. Sólo deseaba que alguien tuviera algo bueno que decir de él, aparte de su gran

capacidad de hacer dinero. Por lo menos estaba usando mi tiempo en doble sentido y usando la información que recogí sobre los crímenes de mi padre para escribir mi artículo de criminología.

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Griff y yo nos encontramos con cada vez menos cosas de las que

hablar, es decir, discutir. Todo había sido dicho. Él quería seguir adelante y yo no podía. Estábamos en un inmovible punto muerto, tratar de hacer

una pequeña charla no tenía sentido cuando había una enorme roca colgando sobre nuestras cabezas. A veces caminábamos todo el camino a la escuela y volvíamos sin decirnos una palabra el uno al otro. A veces me

iría a la cama por la noche y me daba cuenta de que no había pronunciado una sola palabra a nadie en todo el día. Ya había perdido la esperanza de que Griff viniera, y podía sentir que Griff estaba perdiendo la esperanza de

que yo reaccionaría. Pero cuanto más sedentaria me convertía, los sueños de Cameron y Rocco peor se volvieron. Hasta el punto de que casi no

dormía ni comía. Paseaba por la casa en medio de la noche constantemente.

La obsesión con mi padre no había reemplazado mi obsesión con

Víctor y Spider. De hecho, se había alimentado de ella. En uno de mis ejercicios de caza de noticias, había encontrado una imagen de Víctor en

el Callister City Standard. Estaba de pie junto a un montón de ladrillos de cocaína envueltos en papel. Otro momento glorioso para el héroe local. Quería hacer un agujero a través de su cara empapelada. En cambio, corté

su imagen y la coloqué en mi pared del dormitorio, ocultándola bajo uno de mis posters de Van Gogh para que Griff no lo viera. Cuando me di

cuenta de que este proyecto de arte estaba a medio terminar, hice un dibujo de una fea araña roja y la metí al lado de la foto de Víctor. Había pasado de mirar las estrellas que brillan en la oscuridad sobre mi techo a

mirar una réplica del Wheatfield with Crows.

No sólo quería venganza, la necesitaba. Pero con Griff siguiendo

todos mis movimientos, no podía hacer nada para obtenerlo. Y esto me estaba matando lentamente, como una alta fiebre prolongada.

***

—Hice panqueques —anunció Griff un viernes por la noche, cuando

estábamos solos en casa, un raro momento. Estaba acostada en mi cama haciendo la tarea, tratando de hacer la tarea. Mi mente estaba siempre en

otro lugar estos días.

Sonreí. Por supuesto que sonreí. —No tengo hambre. Gracias.

Pero Griff había dejado de sonreír en los últimos tiempos. —Vamos

—ordenó con su voz contagiosa.

Esto era algo que Griff había empezado a hacer en lugar de sonreír:

insistir en la comida, para mí. Sus habilidades en la cocina eran la cosa que menos me gustaba de sus atributos. Trataría de colar cosas saludables en mi comida, como sustituir azúcar con proteína en polvo.

127

(¿Quién hace eso?) Apenas no podía retener nada; comer panqueques que

probablemente sabrían como el aceite de linaza era una nueva forma de tortura.

Mis ojos habían encontrado su camino de regreso a Symposium de Platón. Ya tenía dos semanas de retraso en las lecturas requeridas para

ética.

Griff se mantuvo de pie allí. Seguí ignorándolo.

Suspiró, un suspiro que salió de lo más profundo. Como si fuera su

último aliento. —¿Hasta cuándo vas a seguir con esto?

—No tengo hambre —insistí, con una sonrisa que realmente tuve que trabajar duro para conseguir.

Vi el cuerpo de Griff ponerse rígido, como si algo se elevara en su interior. Levantó el puño, lo levantó como si estuviera a punto de chocarlo

contra algo. Volvió a respirar con los dientes apretados y dejó que su puño golpeara ligeramente el marco de la puerta. Pude ver que estaba tomando toda su determinación para no explotar.

—Maldita sea, Emily. ¿Qué hay de malo en querer dejar lo malo y seguir adelante hacia algo bueno?

Dejé ir la sonrisa estúpida. —No puedo seguir adelante, Griff. Tal vez puedas perdonar y olvidar fácilmente, pero yo no. Si no hago algo, me voy a morir.

—¿Por qué van a venir y matarte? —dijo, burlándose de mí oscuramente—. Todavía no me has dado ninguna buena razón de por qué alguna vez vendrían por ti otra vez. ¿Por qué te tomaron en primer lugar?

Me quedé mirándolo fijamente. Esto era más información de la que quería dar.

Sus ojos estaban ardiendo. —Así que vas a matar a dos amos de la droga. ¿Alguna vez has matado a alguien siquiera, Sra. Sheppard?

—No —dije, haciendo una mueca—. Pero siempre hay una primera

vez para todo.

—¿Sabes lo ridícula que suenas?

—¿Yo sueno ridícula? —Cerré mi libro y me levanté—. Rocco, un

chico de catorce años de edad, un niño que se parecía a ti, es asesinado sin razón alguna. ¿Y yo soy la ridícula? Por lo menos tengo sentido de la

lealtad.

—Está muerto —gritó, sus brazos extendidos—. El chico era un gran chico y algo así nunca debió haberle sucedido. O a ti. Pero está muerto

ahora, y nosotros estamos vivos. Tenemos una oportunidad de ser felices. El Karma les caerá a esos bastardos y tal vez algún día vamos a ser

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capaces de ajustar cuentas nosotros mismos. Pero por ahora, tenemos que

permanecer fuera de su camino y salir de su mundo.

—Ya te lo dije, Griff. No estoy pidiendo tu permiso, y estoy tan

segura como el infierno de que no te necesito.

Se quedó en silencio.

Me giré de lado para evitar chocar con él cuando salí de mi

habitación.

Griff tiró sus brazos alrededor de mí, en una especie de abrazo, clavando mis propios brazos contra mi cuerpo, mi espalda contra su

pecho.

—¿Qué estás haciendo? —exigí cuando me di cuenta de que no era

un abrazo. Luché para salir de su agarre.

—¿Cómo vas a salir de esto, Em? Si alguien viene y simplemente te atrapa así. ¿Qué vas a hacer? —preguntó, al borde de la histeria.

Me moví, traté de saltar, intenté patear desde atrás, pero nada cambiaba el hecho de que estaba atrapada. Meatball había venido volando

de debajo de mi cama y trataba de empujar para separarnos. Desde que pasaba la mayor parte de sus días con Griff mientras yo estaba en la escuela o el trabajo, habían llegado a algún tipo de entendimiento. Ahora

estaba confundido en cuanto a lo que debía hacer.

Griff estaba tratando de hacer un punto y tenía un punto. No me podía mover.

La ira burbujeaba en mi interior. —Suéltame.

—Estos hombres detrás de los que quieres ir, estos hombres a los

que quieres matar, todos ellos tienen armas. Quieres matarlos cuando ni siquiera puedes liberarte de mis brazos. ¿Qué vas a hacer cuando te encuentras cara a cara con alguien al que nada le gustaría más que

tenerte apretada contra él de esta manera?

Lágrimas furiosas comenzaron a gorgotear.

Griff me dio la vuelta y me sostuvo con el brazo extendido. —El daño, el dolor, el odio. Tienes que dejarlo ir. Si no lo haces, te convertirás en una persona igual que ellos, y vas a morir.

El dolor ensombreció las características juveniles de su rostro. Y eso me enfadó tanto. Porque no quería ser la que le causase todo este

dolor. Y sin embargo lo estaba haciendo.

—Eres un idiota —susurré antes de que pudiera decir nada más.

Pasé por la puerta más cercana y la cerré detrás de mí. Me agaché,

poniendo mis manos sobre mis rodillas. Tomé varias respiraciones y me limpié las lágrimas furiosas que Griff me había conseguido exprimir.

129

Curiosamente, estaba en las habitaciones de Joseph, Hunter, y ahora, la

de Griff. La habitación que nadie suele evitar. Pero la recordaba mucho más desordenada que esto. No había comida o platos sucios por ahí, y

realmente podía ver la alfombra. Griff había hecho un valiente esfuerzo en hacer su cama, que era difícil teniendo en cuenta que todo lo que tenía era un colchón en el suelo hecho entre las camas de Hunter y Joseph.

No tenía ni idea de que Griff era tan responsable en este mundo. Cuando estábamos en la granja, en el inframundo, Griff holgazaneaba tan a menudo como era posible.

En la granja, yo era la responsable. La que esperaba lo mejor, la que se quedaba sobre todo pasiva, a la espera de la decisión de otra persona.

Ahora la situación había cambiado. Griff era el responsable. El que hacía su cama y no iba corriendo detrás de traficantes de drogas.

Podía oír a Griff pasearse fuera de la puerta, así que no tenía

ninguna prisa por salir. No podía hacer frente a su realidad, que era probablemente muy cercana al resto de la realidad del mundo. Pero no era

la mía.

Al agarrarme de esa manera, Griff me dijo básicamente que era sólo una niña rica estúpida que estaba mirando la vida a través de sus oscuras

gafas de color rosa. Era peor que una bofetada en la cara.

Cuando vi que la computadora de Joseph estaba encendida, me senté y me metí en el Internet. Aunque estaba recorriendo las noticias de

nuevo, no era por mi padre. Estaba buscando algo, un artículo que leí hace poco en el Callister City Standard.

Mientras esperaba que la búsqueda de archivos cargara, una burbuja de mensaje apareció en la esquina de la pantalla. Era un mensaje de alguien llamado Bubbalicious.

—Necesito ayuda.

Me reí. No me pude resistir. —¿No la necesitamos todos?

—De verdad. Estoy fallando tres de mis clases.

—Eso realmente apesta —contesté. Sabía lo que sentía. Tenía suerte si pasaba a través de clases sin babear en mi portátil mientras dormía.

—Mi novio me dijo que hackeaste el sistema de la escuela para eliminar la biblioteca electrónica. Genio. ¿Puedes entrar y cambiar mis

notas también?

Quité mis dedos del teclado como si se hubiera prendido fuego. Así que Joseph había sido la razón por la que había perdido mi trabajo en la

biblioteca.

El motor de búsqueda regresó con una lista de artículos que coincidían con mis palabras clave.

130

—¿Hola? —contestó Bubbalicious. Imprimí el artículo que había

estado buscando y tuve el buen sentido de imprimir la conversación que Joseph no sabía que había tenido con Bubbalicious antes de borrarla.

Aparte del hecho de que se veía como si apenas hubiera pasado la pubertad y que pasaba mucho tiempo delante de su computadora, me di cuenta de lo poco que sabía de Joseph. Habíamos estado viviendo bajo el

mismo techo que gotea durante más de un año y ni siquiera sabía su apellido. Por otra parte, es probable que no le importara saber mi apellido tampoco.

Cuando era niña, no se me permitía ver la televisión. Mientras que Bill estaba en la habitación contigua con permiso para envenenar su

cerebro con lo que fuera que lo mantuviera tranquilo, yo estaba sentada con otro adulto. Clases de música, ciencia y matemáticas, francés, alemán, mandarín. Nunca era suficiente para mi madre. Si sospechaba que uno de

sus amigos, conocidos en realidad, tenían niños más inteligentes, más prósperos y mejores, entonces podría esperar tener un profesor nuevo al

día siguiente. Todo lo que vi, todo lo que oí fue controlado por mi madre y sus esbirros pagados.

Cuando tenía ocho años, mi madre vio una niña que llevaba el

mismo vestido que yo en una fiesta. La mí de ocho años de edad debe haberse visto gorda porque tenía un nutricionista al día siguiente y me pusieron a dieta. Comí todo un pastel de queso esa noche. Mi madre

pensaba que era mi forma de rebelarme contra ella, que mi hermano era una mala influencia para mí. A mi realmente solo me gustaba el postre.

Finalmente me enviaron a la escuela porque eso era lo que los padres hacían a los rebeldes como yo: los enviaban a escuelas demasiado caras. Mi madre hizo arreglos especiales para que consiguiera mi propia

habitación, sin televisión permitida por supuesto. Sólo tenía que ser la niña pelo de zanahoria educada en casa más rara que no tenía idea de

quién era Elmo. Hacer amigos era súper fácil a partir de entonces. Me quedaba mucho en el baño.

Me rebelé por completo cuando dejé el agarre de mi madre y me

mudé a Callister. Pero mudarse a pequeños cuartos con un montón de otras personas había sido un poco exagerado para una idiota social como yo. Ahora me hubiera gustado que hubiera tomado el tiempo para llegar a

conocer a Joseph un poco más. Parecía el tipo de chico que una chica desesperada como yo podría necesitar.

Griff finalmente renunció a pasear fuera de la puerta. Lo oí bajar las escaleras y regresar a la cocina. Los panqueques fríos en el plato.

Estaba a punto de volver a mi habitación cuando vi las cajas bajo la

cama de Joseph. El solitario, reservado Joseph. No me pude resistir. Rápidamente caí en mis rodillas y empecé a husmear. Había un montón de piezas de computadoras y cables y una grave falta de condones. Al menos

131

no era tan delirante como para pensar que iba a tener suerte en algún

momento pronto. También había una lata de spray de pintura roja. Me lo imaginé como un artista de graffiti. ¿Quién era este chico? Quien sea que

Joseph era, me gustaba.

Griff había hecho su punto; no podía luchar contra un hombre con mis propias manos. Pero él también había dado en el clavo al hacer su

punto. Toda mi vida, otros habían estado tomando decisiones por mí, decidiendo la persona que iba a ser. La muestra de realidad de Griff había tenido el mismo efecto en mí como el nutricionista de mi madre. Tenía que

demostrarles que estaban equivocados acerca de mí, acerca de lo que ésta malcriada niña rica podría lograr. Comer una torta entera no me mató, y

tampoco lo haría Víctor.

Doblé mis fotocopias y las metí en mi bolsillo. Entonces tomé la lata de spray de pintura y la escondí debajo de mi camisa. Me metí de nuevo en

mi habitación para dejar mis bienes robados y bajé las escaleras con una sonrisa para que Griff y yo pudiéramos volver a no hablar más comiendo

panqueques fríos.

***

Griff tenía razón. No era una asesina, y no poseía ningún tipo de armas. Pero no estaba totalmente indefensa tampoco. Tenía opciones, y

tenía un cerebro. Sólo tenía que trabajar a través de todo ello.

Cuando me fui a trabajar el lunes por la mañana, estaba vestida con

un suéter con capucha gris y unos pantalones de chándal azul marino viejos. No se le había escapado a mi atención que mis ropas estaban flotando sobre mí últimamente, cuando deberían de haber estado

cómodamente ajustadas alrededor de seis meses de embarazo. Traté de quitar esto de mi mente mientras escondí el artículo del periódico y lata de

spray de pintura en mi mochila.

Griff apenas me miró todo el camino al trabajo. Cuando llegué a la puerta de la oficina de admisiones, se dio la vuelta y se alejó. Un pequeño

desgarro se produjo dentro de mí aunque estaba agradecida de que no decidió sentarse en la sala de espera durante toda la mañana hasta que yo hubiera terminado de trabajar, algo que hacía a menudo.

Sabía que no iba a ser demasiado difícil fingir una enfermedad para salir del trabajo. No era exactamente una imagen de buena salud en estos

días. Después de que luché para poner un pie delante del otro y había tenido que aferrarme a un escritorio cuando me vino un mareo, Betty vino a mi rescate y me envió a casa, a pesar de que realmente no había hablado

con ella tanto en las últimas semanas. Lo peor era que ni siquiera había comenzado a fingir mi enfermedad todavía.

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Me subí a un autobús que se dirigía al centro y cerré los ojos,

despertando en cada parada para asegurarme de que no iba a perder la mía.

***

El viento que soplaba a través de los edificios era cruel y frío. Esto me dejó sin aliento y casi me derribó cuando me bajé del autobús. Me esforcé, empujando para dar cada paso mientras caminaba las dos

cuadras al Ayuntamiento.

La plaza de la ciudad era un aglomeración de equipos de cámaras y

reporteros. Había gente mirando por encima de los puentes; unos pocos se habían subido a las farolas. Todos esperaban echar un vistazo a Víctor Orozo al aceptar valientemente la llave de la ciudad. Todos debieron haber

leído el mismo anuncio que tenía el Callister City Standar, aunque dudaba de que tuvieran el mismo plan que yo. Para ser honesta, no estaba segura

de cuál era mi plan. No exactamente.

Spider y Víctor. Uno quería estar perdido; el otro quería estar en todas partes.

¿Cómo haces daño a dos criminales que sólo tienen oscuridad en sus corazones? ¿Cómo consigues tu venganza y los matas cuando no eres

más que una chica, como Griff me había hecho darme cuenta?

Vas detrás de la única cosa de la que ambos tanto aprecian, más que nada: la supremacía. Su desesperación por ser rey, supuse, era su

mayor debilidad. Estaban hambrientos de poder y no eran buenos partícipes. Sólo uno podía estar en la cima y cualquier amenaza a su reinado podría enviar al otro por el borde.

Pero ninguno podía matar al otro sin la aprobación de los capitanes del inframundo, algo que no iba a suceder. No sin un poco de apoyo.

Cameron me había dicho que la única cosa que el inframundo evitaba a toda costa era la publicidad, y nada atrae a los medios de comunicación más que una buena guerra de bandas a la antigua.

Spider y Víctor iban a estar en guerra... simplemente no lo sabían todavía.

Mientras un Cadillac blanco subía, la multitud se disparó y lo mismo hizo mi energía. Me sentía como si me acabaran de inyectar directamente adrenalina al corazón. Me acerqué al coche, manteniendo mi

bolsa de libros cerca y mi rostro oculto bajo la capucha. Víctor salió a la luz del sol y me detuve. Estaba recordando lo que casi me había hecho en esa pequeña habitación con la bombilla oscilante, recordando que era la

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razón por la que Cameron había decidido dejarme para siempre, eligiendo

su muerte.

Víctor se acercó al podio, donde el despistado alcalde estaba

esperando mientras la multitud gritaba y aplaudía. Y yo quería gritar, exponerlo como el asesino que era. Su conductor regresó al coche y se alejó lentamente, evitando a la multitud mientras cruzaba la calle para

echar un vistazo más de cerca al héroe local.

Sonreí y seguí al coche a la acera, escondida entre los fanáticos de Víctor.

El conductor aparcó el coche alrededor de la esquina y salió, bloqueándolo antes de caminar hacia la plaza. Esperé en la sombra de uno

de los edificios. Cuando estuvo fuera de la vista, me dirigí hacia adelante, sacando la lata de spray de mi bolso y agitándola para que estuviera lista para cuando estuviera en el coche.

No perdí tiempo. Me incliné sobre el capó y dibujé una gran fea araña roja en el hermoso Cadillac blanco de Víctor. Luego me moví a la

puerta del lado del pasajero y repetí el mismo mensaje. Estaba a punto de pasar a la parte trasera del coche, cuando tres hombres vestidos con trajes negros vinieron a través de la multitud, sonriendo, charlando en voz baja

entre sí.

No me habían visto todavía, así que jalé la capucha hacia abajo y comencé a alejarme del coche.

Entonces uno de ellos se detuvo, a media conversación. Vio el arte que había dejado en el coche de Víctor. Y luego me vio.

Echó a correr, y cuando los otros dos se dieron cuenta de lo que estaba pasando, siguieron su ejemplo. Mis piernas se descongelaron, me di la vuelta, a toda prisa por la acera. Corrí a través del tráfico al otro lado de

la calle, esquivando a los compradores y chocando contra unas bolsas de la compra. Corrí alrededor de un camión que estaba saliendo de una zona

de entrega, conseguí un golpe en la cadera en el proceso y me zambullí en un callejón cuando estaba fuera de su línea de visión. Mi corazón bombeaba, mi respiración se había ido, me hundí detrás de un contenedor

de basura y me asomé por la esquina. Un montón de trajes negros pasaron corriendo, más de los tres iniciales que me habían visto en acción. Dejé que mi cabeza cayera hacia atrás contra el contenedor frío de metal y

esperé a que mi aliento encontrara su camino de regreso a mis pulmones.

Fue sólo cuando me levanté otra vez que me di cuenta de lo fuerte

que se lesionó mi cadera. Manteniéndome fuera de la vista desde la calle, me sostuve de la pared de ladrillo y fui a la primera puerta. Estaba cerrada con llave. Pero había cuatro puertas en el otro edificio que daba al callejón.

134

Antes de cruzar el corto camino hasta el otro edificio, me aferré al

contenedor y me asomé por la esquina. Fui derribada al suelo por una masa en traje negro.

Luchamos en el cemento fresco del contenedor con fugas. Sus gafas salieron volando. Se apoderó de mis brazos y se sentó en mis piernas.

Seguí luchando, sin ningún resultado. No iba a ninguna parte. Lo

único que pasaba por mi cabeza era que Griff había tenido razón.

El hombre me arrastró, me empujó contra la pared de ladrillo, y tiró de la capucha del suéter gris fuera de mi cabeza. Mi cabello apareció como

una caja de sorpresas. El siervo de Víctor jadeó.

Levanté la mirada, cara a cara con el hombre del traje negro.

Era Mike. El mismo Mike que estuvo de pie fuera de la habitación en la que Víctor me mantenía cautiva. El mismo Mike que se negó a ayudarme a escapar de todo lo que Víctor había planeado para mí.

Mike soltó mis brazos. —Tú —dijo, incrédulo.

Le escupí en la cara. —Yo.

Apreté los dientes, preparándome para el golpe. Pero nunca llegó. Mike se limpió mi saliva de la cara y siguió mirándome.

Echó un vistazo a la lata de spray que se había soltado durante

nuestra lucha. Sus ojos se abrieron paso hasta mis manos, las cuales estaban teñidas con la evidencia de pintura roja, y miró de regreso a mi cara.

Su propio rostro estaba arrugado con incredulidad. Una manada de zapatos de vestir corrió y se detuvo frente a la entrada del callejón. Todavía

estábamos escondidos detrás del contenedor, contra la pared de ladrillo en la que me había empujado.

Mike se detuvo por un segundo, como si estuviera decidiendo.

Luego se puso un dedo en sus labios antes de salir de detrás del contenedor.

—Nada aquí —informó mientras se dirigía al callejón y trató de abrir la primera puerta de enfrente. También estaba cerrada. Los hombres pasaron de largo y Mike regresó—. ¿Qué diablos estabas haciendo? —

Exigió.

Fruncí el ceño. —Envío un mensaje.

Se puso de pie de nuevo, mirándome. Miró mi suéter que también

estaba salpicado con pintura. Obviamente necesitaba lecciones pintando con spray.

Mike cogió la lata de spray de pintura del suelo y la arrojó en el contenedor de basura. Luego se quitó la chaqueta y se sacó la camiseta.

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—Sácate el suéter —ordenó, y me entregó su camiseta.

No había manera de que el siervo de Víctor en realidad fuera a ayudarme. Especialmente después de que se había negado a hacerlo hace

muchos meses. Y, sin embargo, hice lo que me dijo y me quité mi suéter por encima de mi cabeza.

Mientras me colocaba la camiseta negra de Mike, él abotonó su

chaqueta así que apenas notabas que estaba sin camisa. Cruzó el callejón y miró las otras puertas. Todo bajo llave. No había salida.

Lo consideró, regresó y lanzó mi suéter pintado en el contenedor.

—¿Tienes un reloj? —Me preguntó.

No lo tenía. Suspiró y me dio el suyo.

Yo estaba más allá tratando de comprender por qué estaba haciendo esto.

Me hizo sentar frente al contenedor y apuntó su dedo hacia mí. —No

te muevas de aquí por las próximas dos horas.

Asentí.

Se fue.

No tenía ni idea de lo que acababa de suceder.

Pero escuché a Mike y no me moví de mi sitio, manteniendo mis ojos

en el reloj.

Al cabo de media hora, estaba temblando tan fuerte que mi cuerpo estaba haciendo que el contenedor se agitara. Una vez que la adrenalina se

desgastó y el frío se filtró, no podía moverme sin disparos de dolor por arriba y debajo de un lado de mi cuerpo.

Luego vinieron los calambres. En mi estómago. Era algo que nunca había sentido. Era el tipo de dolor que corría por todas las venas y encendía carbones en mi vientre. Por una vez, mi corazón y mi mente

estaban en la misma vía. Algo estaba sucediendo; algo andaba mal con el bebé.

Mientras me doblaba por la cintura, vomitando, el pánico se levantó y me levanté con él, aferrándome a lo que pude. Ajena al tiempo y espacio. Indiferente a Víctor o su seguridad. Me las arreglé para coger un autobús

de vuelta a la escuela y me encontré a mí misma en la clínica, sintiendo la humedad de la sangre en mi ropa interior.

La enfermera detrás del mostrador estaba cerrando la placa de

vidrio, mientras caminaba a través de las puertas automáticas. Música de ascensor sonaba de fondo.

—Está cerrado —me dijo, pero mantuve la placa de vidrio abierta. Alcancé a ver mi reflejo. Mi pelo estaba medio dentro y medio fuera de una

136

cola de caballo, tenía barro en todo mi cuerpo por la pelea con Mike y mis

manos estaban cubiertas de pintura roja.

Había un médico detrás de ella, de espaldas, mientras ponía los

archivos en orden. Era el estudiante de medicina que había, de alguna manera, vendado mis dedos rotos.

—Oye —le grité como la loca que parecía.

Saltó y se giró sobre sus talones. Pareció que le tomó un minuto para averiguar quién en el infierno era.

No tenía un minuto. —Estoy embarazada.

Los ojos de la enfermera se agrandaron y saltaron de mí al estudiante de medicina. Probablemente asumió que lo estaba acusando de

haberme embarazado.

—Estoy sangrando. Creo que el bebé está herido. —Estaba temblando en la camiseta que Mike me había dado. Esta no era una

camiseta térmica.

El médico en entrenamiento dio a la enfermera las buenas noches y

me guió por el edificio a las oficinas en el sótano.

—¿De cuánto estás? —preguntó en voz baja.

Quería llorar, pero no lo hice. —No lo sé. No estoy muy segura.

Abrió una puerta y caminamos a través de una sala de espera vacía en la parte posterior. Me llevó a una pequeña habitación con poca luz e hizo que me acostara, tirando de mi camisa para arriba. Roció gel frío en

mi vientre y una palanca conectada a una máquina de ultrasonido la siguió.

—Esta es la segunda vez que te he visto y estás aún más golpeada que la primera vez —observó, manteniendo los ojos fijos en la pantalla.

Traté de mirar a la pantalla, pero él le había dado vuelta lejos de mí.

Se detuvo y se giró severamente hacia mí.

—Tienes que relajarte. Es difícil ver algo si no te relajas.

Se quedó en silencio de nuevo, con una mano en el teclado, la otra balanceándose con la palanca en mi estómago. Podía escucharle respirar y trató de seguir su ejemplo de calmarse.

Respira, Emily, respira. Una inhalación. Una exhalación. Una inhalación. Una exhalación.

El balanceo en mi vientre disminuyó y comenzó a hacer clic en la

palanca.

Cerré los ojos. Oh Dios. Inhala. Exhala. No llores. Inhala. Exhala.

No hubo más clic, no más balanceo.

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Dejé de respirar.

El médico mantuvo la palanca en mí e hizo clic por última vez en el teclado, aumentando el volumen.

Pum-pum. Pum-pum. Mis ojos se abrieron de golpe. Sabía exactamente lo que era ese sonido. Como si lo hubiera escuchado toda mi vida. Como si hubiera estado esperando toda mi vida para escucharlo de

nuevo.

El médico había volteado la pantalla para que pudiera verlo. Había una pequeña luz parpadeante en el medio de una calabacita ondulada.

El médico señaló la pantalla. —Ese es el corazón. La cabeza. Los brazos. Las piernas.

Tenía brazos y piernas. Tenía una cabeza. Tenía un corazón palpitando.

—El bebé está bien. Basándose en las mediciones, estás cerca de los

cuatro meses de embarazo —continuó y suspiró—. Tú, sin embargo, no te ves bien. ¿Has estado tomando algún tipo de vitaminas?

Le sonreí a la pantalla. —No puedo retener nada últimamente.

Escribió algo en un bloc de papel y me lo entregó. —Esto ayudará. Pero más que nada, tienes que descansar... y cuidar mejor de ti misma.

Necesitas asistencia médica regular, de un médico.

Podía decir por el sonido de su voz que había algo más que quería decir. Pero yo no podía apartar los ojos de la pantalla y no podía dejar de

sonreír.

Eventualmente, tiró de la palanca fuera de mi vientre. Y se mantuvo

silencioso mientras ponía el equipo lejos. Tiré mi camisa hacia abajo, dejando que mis dedos revolotearan sobre la piel de mi estómago.

Me ayudó a levantarme y se excusó por un momento. Miré a la

pantalla en blanco de nuevo, con ganas de más. Entonces mis ojos se posaron en la esquina al lado de la cama, donde una silla para visitantes

había sido colocada cerca para los familiares emocionados, para padres ansiosos.

Miré arduamente y por mucho tiempo la silla, imaginando a

Cameron sentado allí. Pero no había nadie sentado allí para nosotros.

El doctor me sacó del edificio a oscuras y vaciló. Estaba lloviendo el tipo de lluvia fría que succionaba a través de la piel hasta llegar a los

huesos.

—¿Necesitas que te lleve? —Me preguntó.

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Di un paso hacia la lluvia. —No, estoy bien. —Estaría bien.

Estaríamos bien. Pero necesitaba tener más cuidado de ahora en adelante. No podía arriesgarnos.

Asintió y me entregó un folleto antes de correr bajo la lluvia.

Bajé la vista hacia el panfleto. —La violencia doméstica y el embarazo.

Lo arrugué y lo tiré al basurero más cercano antes de volver a casa.

***

El viento y la lluvia hicieron abrieron de golpe la puerta para mí

mientras caminé a través de ella.

Hunter estaba sentado en las escaleras, con el teléfono en la mano. Se levantó de un salto cuando me vio.

—Griffin te ha estado buscando por todos lados. Está fuera con Meatball, caminando a través de la escuela.

Corrí junto a él por las escaleras y fui a mi habitación. Cogí los papeles que había escondido debajo de mi colchón y fui en busca de mi libreta de ética.

Cuando por fin la encontré, Griff y Meatball vinieron saltando por la puerta. Ambos estaban sin aliento.

Griff me tenía en sus brazos antes de que pudiera pedir disculpas y

decirle que tenía razón. Que no podía luchar contra dos hombres que querían gobernar el inframundo.

—Está bien —dijo en mi oído.

Me aparté lo suficiente para poder ver su rostro. —¿Está bien?

—Voy a ayudarte con lo que necesites —dijo con voz asustada y

derrotada—. Pero tienes que contarme todo, Em. No puedo seguir haciendo esto.

Tiré mis brazos alrededor de su cuello y me levanté para estar más cerca de él.

—Siento mucho haberte asustado, Griff. Nunca volveré a hacer eso

—le dije mientras estábamos mejilla a mejilla.

Se rió un poco. —Nunca digas nunca.

Aterricé en el suelo y tomé su mano. Entonces lo arrastré fuera de

mi habitación y abrí la puerta de la suya sin llamar.

—Uh, Em, ¿qué estás haciendo?

139

Joseph estaba sentado con su computadora y giró en su silla,

sorprendido por nuestra desvergonzada entrada.

—Contándote todo —le dije a Griff.

Nos dirigí hasta Joseph.

Me miró de arriba a abajo. —¿Por qué estás empapada?

Le entregué la copia impresa desde su computadora. —Perdí mi

trabajo en la biblioteca gracias a ti.

Se tomó un momento para leer las líneas en la página. Su expresión se puso en blanco, su cara pálida.

Entonces le entregué la tarjeta de presentación empapada que Carly me había dado. Una vez había contenido la información de un contador del

inframundo que iba a ayudarme a conseguir el dinero de Cameron.

—Tengo que encontrar a esta persona —le dije a Joseph.

Le tomó un momento registrar que lo estaba chantajeando.

Echó otro vistazo a la tarjeta. —Pero apenas hay algo aquí. ¿Cómo se supone que voy a encontrar a esta persona?

Entrecerré mis ojos. —Parece que tienes una manera de obtener información a la que nadie más tiene acceso.

Griff estuvo a mi lado, mirando.

140

Crack

Traducido por Bells767 & Yure8

Corregido por Pau!!

Estábamos reunidos en un antiguo molino de metal de Chicago

cuando Manny entró. Y hay tres cosas que noté. Primero, la tira de su sostén se asomaba por debajo de su blusa, la cual lucía lo suficientemente grande para meter a un niño pequeño (esta fue la segunda cosa que noté).

Tercero, estaba acechándome con una mirada que sólo podía comparar con la de una leona en época de apareamiento. Se hallaba deslumbrante y

ella lo sabía.

Carly gruñó al segundo que Manny hizo una línea recta hacia mí hasta estar al alcance de mi oído. Luego gruñó un poco más antes de

darnos un poco de privacidad. Manny sonrió con suficiencia mientras la veía irse.

—Necesitas mejores ayudantes —se burló.

—Me dijeron que querías hablar conmigo sobre algo.

—Lo que dije fue que necesitaba verte. Pero me conformo con hablar

contigo.

Avanzaba poco a poco, su pecho tirando de ella, tratando de cerrar el espacio entre nosotros. —Eso es suficientemente cerca —dije,

manteniendo un tono firme.

Dio una mirada por el lugar mientras algunos de los capitanes

entraban. Todavía era temprano y a aquellos que se encontraban siendo perseguidos por los federales les tomaba un poco más para llegar a salvo a las reuniones.

Los capitanes eran conscientes del hecho de que Manny se sentía atraída por mí y del hecho de que tuvimos una aventura sin importancia hace algún tiempo. (Secretamente, todos ellos deseaban tener la misma

oportunidad).

141

Pero todo eso se había terminado, y no me hallaba dispuesto a

arriesgarme a tener alguna otra distracción.

Manny era una gran distracción. Se balanceó sobre sus tacones y

encajó sus manos detrás de su espalda, haciendo que se apretara cada costura de su pequeña blusa. Una paloma en calor.

—¿Has estado viendo a alguien últimamente? —Esta era la pregunta

me hacía cada vez que nos veíamos últimamente.

Sabía lo que realmente me preguntaba—: ¿La has visto

últimamente? Una pregunta que ya había respondido y que había dejado de responder.

—Oh, han habido un par de chicas aquí y allá —Le di mi sonrisa

más arrogante—. Pero me conoces. Me gusta tenerlas alrededor por un tiempo. Nunca he conocido a nadie que valga la pena mantener.

Hizo una mueca. Esto fue, por supuesto, para dañarla. Aunque

siempre fui claro con ella sobre que lo que teníamos era solo otra aventura y que nunca tendría sentimientos por ella, pero no lo entendía. Esperé que

este último golpe fuese suficiente para detener sus preguntas.

Empecé a alejarme hasta que me retuvo.

—Sigo necesitando hablar contigo —dijo, habiendo recuperado su

lado empresarial.

Arqueé mis cejas y esperé, mi paciencia agotándose.

—He podido hacer un trato con México. El más grande que hemos hecho. Drogas y armas ilimitadas. Podríamos correr todo lo que queramos por sus fronteras, y ellos no nos detendrían.

Manny había sido la encargada de mantener la paz con el cartel Mexicano mientras se aseguraba que nuestros acuerdos fuesen respetados, un trabajo en el que su padre sobresalió antes que ella. Ella

tenía planes más grandes que él.

La miré fijamente. —¿Tuviste esta conversación con el cartel antes o

después de que ellos empezaran a distribuir más allá de las fronteras acordadas?

—No discutí esto con el cartel —dijo con un tono defensivo y se tomó

un momento—. He estado hablando directamente con Julièn.

Manny sabía que no estaba autorizada a hacer este tipo de tratos

por su cuenta. Si era por el beneficio de la Coalición, habría venido a mí primero. Si era por su propio beneficio, ella no tenía negocios ahí en primer lugar.

Habían tres familias de carteles Mexicanos: los Muñoz, los Vásquez, y los Castillos. Los tres eran extremadamente explosivos, entre ellos mismos y con los extranjeros como nosotros. Por su volatilidad y su

142

constante lucha de poder dentro de México, nunca hemos podido tenerlos

en la Coalición. Entonces hemos hecho un trato con las familias, permitiéndoles a cada sección de los Estados comerciar, a cambio de evitar

que su guerra de droga se propague muy lejos.

Crucé mis brazos. —¿Estás en una base de acuerdos directos con el presidente Mexicano?

Entrecerró sus ojos y sonrió. —Nadie más habría sido capaz de hacer ese tipo de trato.

Esta burla había sido en mi contra. Siempre tuve claro que Manny

no solo tenía sentimientos por mí; tenía sentimientos por mi poder. Nos quería tanto a los dos que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa.

—Estás caminando por una línea muy delgada —le advertí tranquilamente—. Mientras te encontrabas ocupada haciendo tratos secretos con el presidente, el cartel se ha acomodado en nuestro terreno.

Necesitas hacer tu trabajo y asegurar que nuestro trato sea respetado, sin empezar una guerra.

—Este trato haría todo más fácil para nosotros—

—Nada nunca es fácil —siseé.

Su mandíbula se endureció. —Solo deseas que tú hubieses sido

capaz de hacer este tipo de trato.

La llevé a un lado y observé el cuarto. —Si los capitanes llegan a escuchar que estás haciendo tratos a un lado sin autorización… te estás

poniendo en serio peligro.

Sus labios se apretaron.

El resto de los capitanes entraron.

Asintió y se alejó.

Nos sentamos alrededor de la mesa y empecé la reunión.

Mientras pasábamos por la agenda del día, mantuve a Manny en mi visión periférica. Se movía nerviosamente en su asiento y giraba un lápiz

por sus dedos, aparentando el menor de los intereses en los temas de conversación.

Kostya terminó con la agenda con nuestra decisión de vender

nuestras acciones en Chappelle de Marseille y financiar Advantis. Aparte de la respuesta regular de gruñidos, esto ganó muy poco interés de parte de cualquiera en la mesa. A excepción de mí.

Di un vistazo rápido a las caras en la mesa y pregunté si alguien tenía algo que quisiera agregar, como siempre hacía. Luego esperé, mi

visión periférica aún en Manny.

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El líder de las bandas callejeras de la costa suroeste elevó la voz,

luciendo un poco incómodo. —No estaba seguro de cuando esto iba a ser hablado —dijo, y envió un papel hasta donde me encontraba yo. Era un

impreso de la primera plana de Callister City Standard. Estaba fechado hoy, con una leyenda de “Vándalos ponen un impedimento en la bienvenida de un héroe” y una foto de una araña roja pintada con spray en

un Sedán blanco—el sedán de Shield.

Le pasé el papel a Spider, quien se encontraba sentado a mi lado. Le

echó una mirada y pasó el papel hacia el lado, su expresión estoica. Todos los ojos estaban en Spider y en mí. Manny sonrió con suficiencia.

—Quería pasártelo antes de la reunión —dijo Viper respetuosamente

y miró a Manny—. Pero estabas ocupado.

Si, pensé, Manny estaba ocupada distrayéndome, entonces esto tendría que ser visto y oído por todos los capitanes, antes de que yo pudiera matarlo y enterrarlo. Ella estaba trabajando todos los ángulos hoy —primero tratando de irrespetar mi autoridad, luego tratando de atacar a mi

hombre de mayor confianza.

—Obviamente, Spider no lo hizo —dije, riendo oscuramente ante la

araña pintada con spray—. Él no es tan artístico.

—Aun así —dijo Viper—, la coincidencia de alguien más pintando una araña en el auto de Shield… es algo loco. Especialmente después de la

votación —que tú demandaste— de librarse de Shield.

Deseé que Viper hubiese tenido tiempo de traer esto a mi atención,

así podría pensar sobre la mejor forma de lidiar con ello. Aunque Spider no hubiera tenido que ver con esto, la coincidencia era sorprendente. Y podría ser usada como ayuda en la afirmación de Shield hacia los capitanes de

que Spider y yo planeábamos matarlo (que por supuesto lo hacía), la cual no había tenido bases. Hasta ahora.

Por lo que sabía, Shield pintó esta araña en su auto para balancear

la votación a su lado, para mostrar que yo comenzaba una guerra que los capitanes ya habían declinado.

Analicé las caras en la mesa e hice una decisión rápida.

—Bueno —Suspiré—, pienso que por el tiempo que dure, hasta que podamos determinar el significado de todo esto y como ésta tan llamada

coincidencia ocurrió, Spider permanecerá fuera de vista y lejos de todo nuestro negocio. ¿De acuerdo?

Gruñidos de aprobación llenaron el cuarto.

No oí nada de Spider, pero sabía que estaría enojado cuando la reunión terminara.

—¿Algo más? —Pregunté en la mesa antes de que saliéramos.

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Algunos de los capitanes ya habían empezado a recoger sus cosas y

murmuraban con sus vecinos.

Manny dejó su lápiz en la mesa, se inclinó hacia atrás, y aclaró su

garganta. —Tengo algo que traer a la mesa —anunció, su voz firme. Una mirada de sorpresa se filtró en los ojos de los capitanes. Con la mayoría de ellos habiendo estado en la Coalisión desde el inicio, Manny aún era nueva

en la mesa, y con la aún cuestionable muerte de su padre, este movimiento fue inesperado.

Ella tenía su atención.

Fue a través de los planes para fabricar y distribuir nuestros propios productos. Drogas. Armas. Cortar los costos de los intermediarios.

Asegurándose de decir el nombre de Julièn la mayor cantidad de veces. Cuando terminó, se inclinó en su silla con una mueca de satisfacción en su cara.

Mientras miré a los chicos viejos, los que han estado en la Coalisión desde el principio, se miraban unos a otros.

Había total silencio alrededor de la mesa. Pero no duró mucho.

El líder de la banda motociclista fue el primero en romper el silencio con un bramido. Su sobrenombre era Slobber por su falta de cabello en la

parte superior y su gran bigote, el cual caía por las esquinas de su boca como si babeara cabello.

—Déjame adivinar —dijo Slobber, sin siquiera intentar esconder su sonrisa de suficiencia —. ¿A cambio de este trato de por vida, los presidentes Mexicanos quieren su parte?

Manny se quedó mirándolo, tratando de mantener la compostura mientras los viejos reían. Los únicos que permanecieron en silencio eran dos de los capitanes de bandas callejeras más recientemente admitidos.

—Julièn está en ello de nuevo —Kostya murmuró.

Lo dejé pasar, solo por un rato, antes de traer orden. Luego le di a

Manny una sonrisa condescendiente. —Julièn —expliqué— ha estado intentando entrar en la acción por años, pero el cartel no quiere tener nada que ver con él. No puede ni controlar las guerras de drogas en su

propio país y quiere asociarse con nosotros, haciendo todas estas promesas que nunca será capaz de cumplir. Dime, ¿qué quiere de este

trato? Porque, todos sabemos, nada viene sin un precio.

Silencio de Manny.

—¿Exclusividad? ¿Estoy en lo correcto? ¿Quiere que tengamos una

sola fuente en México? —Miré a Manny a los ojos—. No hemos trabajado todo este tiempo para construir fuentes con reputación. Si las soltamos todas, ellos encontrarán otra forma de traer la mercancía. No solo

estaremos haciendo negocios con Julièn —alguien que no puede cumplir

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sus promesas— sino que también estaremos en guerra con nuestros

compañeros.

Manny miró en blanco hacia adelante.

—¿Algo más? —Pregunté una vez más a la mesa.

Algunos de los capitanes estaban riéndose entre ellos mientras corrían sus sillas hacia atrás.

—Manny, necesito hablar contigo —La llamé mientras el resto de los capitanes salían. Le devolví un poco del papeleo restante a Spider y esperé a que cerrara la puerta detrás suyo.

Manny se paró derecha tras su silla y me miró moverme detrás de la mesa.

La tome por las caderas y llevé mis labios a su oído. —Si alguna vez me faltas el respeto, tratas de eclipsarme así de nuevo, te cortaré la garganta.

Plantó sus manos sobre las mías, empujándolas más en sus caderas. Cerró sus ojos, se inclinó, y me besó duro en los labios. Un

mordisco venenoso de una serpiente de cascabel.

Cuando salimos fuera de la sala de reuniones, Spider y Carly ya se habían ido.

Uno de los guardias me llevó de vuelta a nuestro lugar en Houston. Teníamos un apartamento en un edificio alto. Desde el exterior, el edificio parecía un motel de mala muerte. En el interior, era peor.

El olor de cigarrillos, sudor y especias mezcladas golpeó mi nariz tan pronto como entré en el vestíbulo. Había folletos y pisos fangosos por la

zona designada para los buzones, aunque la mayoría de ellos se mantenían cerrados por alambres u otros artilugios. Había diversa basura apilada junto a los contenedores absolutamente vacíos.

Cinco elevadores llevaban a los residentes a cualquier parte del edificio entre las veintiocho plantas —aunque sólo dos de ellos estaban

realmente funcionando. Una anciana se arrastró en el mismo ascensor, girando su carrito del supermercado sin valor y vacío, las bolsas de basura robadas detrás de ella. Esto explica por qué todos los botes de basura se

encontraban vacíos.

Un chico había tratado de pintar con spray un signo de bandas en una de las paredes del ascensor. Esto me hizo reír, dado que apenas me

había sentado en una mesa con el capitán que lideraba a esta banda callejera… así como las otras dos pandillas rivales en este estado. Los

niños necesitaban sentir que luchaban por algo, sentir como si pertenecieran a alguna parte. Lástima que luchaban entre ellos para hacer dinero para la misma organización. La nuestra.

146

—Este lugar va al infierno —murmuró la anciana para mí, o para sí

misma.

Poco sabía ella que nosotros—o más bien, nuestra compañía—

poseíamos todo el edificio y que éramos los propietarios de este infierno. Servía como cubierta. No había tal cosa como un vecino entrometido en estos tipos de lugares.

La anciana se bajó en el segundo piso, y fui todo el camino hasta la parte alta. El pasillo de nuestro apartamento se veía exactamente como el resto de pasillos de este edificio. Estaba apenas iluminado, con una

docena de puertas marrones en cada lado del ascensor y una alfombra que podría haber sido una vez de un tono morado. El olor era la única cosa

que era un poco mejor.

Pero una vez que abrí la puerta, se había ido el mal olor. Nuestro apartamento ocupaba toda la planta superior. Estaba limpio y luminoso,

envuelto en una suntuosidad que las personas que viven en nuestro edificio jamás conocerían en sus vidas.

Carly se encontraba sentada en el brazo del sofá, y Spider estaba apoyado en la parte trasera. Me esperaban, ignorándose entre sí. Lo raro de Spider y Carly era que, aunque estaban peleando (o lo que esto fuera),

no podían soportar estar más de a unos pocos metros de distancia.

Cuando vi la cara de Carly, me di cuenta de que me esperaba más

con una advertencia que con una bienvenida.

Apenas tuve tiempo de cerrar la puerta detrás de mí antes de que Spider explotara.

—¡Esa fue tu respuesta!— Gritó Spider—. ¿Echarme del negocio, porque algún idiota pintó una araña en un coche? Los dos sabemos que

sólo Shield sería tan estúpido como para hacer algo así.

—Estoy de acuerdo — le dije, cayendo en un sillón—. Pero hasta que podamos probarlo, tengo que mostrar a los capitanes que su negocio es

seguro, que la Coalición es segura. Esta pintura de araña podría empujar a los federales para empezar a buscar a alguien que se hace llamar araña. ¿Quién sabe a lo que podría llevar?

Carly encontró un asiento en un cojín del sofá. Hice un gesto a Spider para que hiciera lo mismo. Una reunión tranquila y racional era

mejor que lo que fuera que él estaba haciendo. Spider se sentó en el borde de la mesa de centro no muy lejos de Carly.

—¿Y qué exactamente se supone que voy a hacer mientras tanto?

—Por el momento, para el bien del negocio —le dije—, necesito que trabajes desde una ubicación lejana.

—¿Cuán lejana?

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Arqueé mis cejas.

—En ninguna parte cerca de ti o alguno de los capitanes. —respondió él mismo—. Sabes que esto te pone en un lugar peligroso. No

puedes andar por tu cuenta.

Cuando se trataba de negocios, Spider nunca estaba sin mí, y yo nunca me encontraba sin Spider. Nos cubríamos el uno al otro, siempre.

Al menos, solíamos. Nuestro trabajo juntos ha ido disminuyendo poco a poco ya que había estado yendo tras Shield y sus hombres.

—Tendré guardias conmigo — dije.

Spider me miró. —Sabes que eso no es suficiente. Necesitas a alguien que esté dentro contigo. Alguien que sea tus ojos y oídos, mientras

haces dinero.

—Eso es todo lo que podemos hacer en este momento. Tendrás que hacer lo que puedas, sin estar realmente allí.

—Iré contigo —ofreció Carly. Su tono sugería que hablaba realmente en serio.

Spider la miró con horror. Traté de no comenzar a reír, porque imaginé que las entrañas de Spider acababan de estallar.

—¿Perdón? —le preguntó Spider.

—Puedo ser tu número dos, Cameron —me dijo.

Carly era fuerte e inteligente. Podía manejar casi cualquier cosa. Había visto más en su infancia de lo que la mayoría de los hombres alguna

vez verían en su vida. Pero hacer lo que hacía Spider tomaría años de crear relaciones y construir un sexto sentido, ser capaz de detectar un

problema.

Incluso en su mejor día, Carly no sería capaz de simplemente bailar un vals en las reuniones conmigo porque la gente se hallaba demasiado

paranoica para eso. Y tenía que reconocer que Carly no se encontraba en lo mejor desde el aborto involuntario.

Carly mantuvo sus ojos en mí. Había visto mucho esa mirada últimamente; era salvaje, como una locura que estaba creciendo dentro de ella. Lo que había perdido en el aborto involuntario se llenaba por esta

oscuridad.

—Sé que puedes hacerlo, Carly. —Empecé, y Spider se levantó como un cohete.

—¡Absolutamente no!

Carly también se levantó y se enfrentó a Spider. —¡No depende de ti,

Spider! No puedes tomar esa decisión por mí. Soy tan capaz como cualquiera de ustedes.

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—Pero —añadí alzando la voz para interrumpirlos antes de que

llegaran a profundizar demasiado en otra pelea a gritos—, puede que este no sea el mejor momento para que tomes este tipo de labor.

Había llamado la atención de los dos.

—¿No es el momento adecuado? — Preguntó Carly, sus brazos cruzados sobre su pecho.

Sabía que pisaba aguas inestables, así que me tomé mi tiempo tratando de explicarme. —Bueno, con todo lo que ha pasado, con la

Coalición... y contigo y Spider, no creo que sería un buen momento para ti de tomar algo nuevo como esto.

Los ojos de Spider eran redondos. Estaba de pie detrás de Carly,

moviendo su cabeza hacia mí. Pidiéndome que me detuviera.

—¿Qué quieres decir?

Iba a “tierra de nadie“. —Sólo estoy diciendo que con tu estado

emocional…

—¿Mi estado emocional? —Gritó.

Spider se estremeció. Siempre me había preguntado cómo Carly, una chica de metro y medio, podía parecer de repente lo suficientemente monstruosa como para escupir fuego. Me miró fijamente con todas sus

emociones.

Al final, había logrado alejar tanto a Spider como Carly.

Al menos se fueron enojados juntos.

Esperaba que fueran a aprovechar el tiempo para entender las cosas.

Por supuesto, Manny era el verdadero instigador de su salida. La actuación de Viper en la mesa había sido ridícula en el mejor de los casos. Era nuevo en la Coalición, fácilmente controlado por el hermoso veneno de

Manny. Manny había estado tratando de encontrar una manera de sacar a Carly y a Spider de modo que ella tuviera acceso directo a mí. Lo que ella

no sabía era que me había hecho un favor. Yo también había estado tratando de encontrar una manera de tenerlos lejos de mí, aunque por diferentes razones.

La Coalición estaba fracturada. Había sentido las roturas formándose durante un tiempo, incluso antes de que Emmy se viera

envuelta en el inframundo, causando un gran revuelo. Me di cuenta de las cosas pequeñas al principio, como Johnny, el Capitán de la mafia italiana, y Dorio, el Capitán de la tríada de Asia, sentados uno junto al otro en la

mesa. Una historia larga de violencia, de miembros de familias devueltos en piezas, habría hecho a estos dos líderes enemigos inmortales. Traerlos a la coalición y tenerlos en la misma habitación sin matarse unos a otros

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había sido una de las mayores hazañas de Bill. Y ahora ellos estaban

socializando. Mis sospechas aumentaron aún más cuando, juntos, habían convencido a los capitanes de que Ignazio y Seetoo, sus equivalentes en

Canadá, fueran presentados como candidatos por el liderazgo del inframundo en Canadá. No habían sido mi primera ni mi segunda elección. Uno era demasiado extravagante, el otro demasiado sádico. Sin

embargo, todos los capitanes acordaron que eran los únicos en la dirección, y yo no insistí porque quería probar mi teoría.

Johnny e Ignazio eran primos segundos; su bisabuelo tenía una

ciudad nombrada en su honor en Sicilia. Los capitanes norteamericanos no estaban en Canadá y no sabían lo que había pasado hasta que les dije

después del hecho. Uno habría esperado que cuando les informé que había matado a Ignazio a favor de Seetoo, Johnny al menos habría desplegado un escándalo.

Él apenas se inmutó ante la noticia.

Al parecer, siempre y cuando ninguno de sus parientes estuviera al

mando en Canadá, no se inmutaría. Aunque me encontraba bastante seguro de que Ignazio y Seetoo no sabían que sus hermanos norteamericanos habían tenido grandes planes para ellos. Todavía no, de

todos modos.

Por lo que sabía, eran los únicos que estaban conspirando. Pero sería suficiente para derribar a la Coalición, y sabía quién se encontraba

detrás de él.

Shield tenía el llamado mundo real, envuelto alrededor de su dedo

meñique sucio, pero eso no era suficiente para él. Quería ambos mundos para sí mismo. Si su poder le permitía crecer, si le permitía gobernar el inframundo, me estremecía de pensar lo que eso significaría para el resto

del mundo. Guerra. Caos. Destrucción. Shield no se detendría hasta que fuera el rey de todo, y mataría a cualquiera que le pisara el camino hacia

la dominación total. El mundo real, el mundo donde mi Emmy vivía y respiraba, sería uno del inframundo.

Pero yo no estaría allí para verlo. Estaría muerto antes de dejar que

eso suceda. El mundo de Emmy permanecería hermoso y seguro por el mayor tiempo posible, durante el tiempo que estuviera vivo.

Lo que Manny no se dio cuenta fue que, en las entretenidas

conversaciones con el presidente de México y en el alejamiento de las tres familias del cartel mexicano, ella había puesto en marcha un terremoto del

tamaño de la Falla de San Andrés. Uno que finalmente dividiría la Coalición. Al momento que Manny me contó sus conversaciones con el presidente de México, sabía que la etapa para el cambio se había fijado.

Los capitanes no me dejarían matar a Shield, y mis sospechas, lo sabía, no sería suficiente para cambiar sus mentes—e ir en contra de la

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Coalición era un suicidio para el que no estaba preparado, todavía. Al

final, sería un tipo de enfrentamiento Norte frente al Sur, del estilo inframundo. Shield ya se había aliado a los canadienses y dos de las

mayores familias criminales a él. Yo mismo tendría que aliarme a México y a cualquier otra persona que siguiera. Sin embargo, esta decisión tendría que venir de los capitanes, algo en lo que Manny probablemente ya

trabajaba.

Esto era el por qué quería que Carly y Spider se fueran. Eran mis mayores aliados. Eran las personas que siempre me cubrían la espalda

cuando lo necesitaba. Pero al igual que Emmy, eran mi familia. Las cosas estaban a punto de ponerse inestables, y no quería que ellos—alguno de

ellos—estuvieran cerca cuando la Coalición finalmente se rompiera.

¿Cuánto tiempo tengo antes de que esto suceda?

Mi única esperanza era que, al igual que Emmy, Spider y Carly

estarían fuera del panorama el tiempo suficiente para que los demás capitanes estén demasiado ocupados luchando entre sí como para intentar

ir tras ellos. Con el tiempo irían tras ellos—ningún cabo suelto se queda atrás. Pero para entonces, los tendría a salvo, en algún lugar, con Emmy. Esperemos. Cada movimiento hecho de aquí en adelante tenía que ser

preciso y que no parezca ser diseñado por mí.

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No Puedes Vencerlos

Traducido por AntyLP & florbarbero

Corregido por Val_17

Griff me enseñaba a pelear. Tacha eso. Griff me enseñaba a

defenderme, como seguía recordándome.

Insistió en esto después de que volví de pintar con aerosol el auto de

Víctor. Estuve bastante raspada, magullada y cojeando por una semana. Nunca hablamos de lo que me pasó. Sabía que él quería preguntarme, pero no lo hizo. Y apreciaba eso.

Probamos algunas tácticas en la casa, pero después de que casi salí volando por las escaleras, le pedí a Hunter que nos encontrara un lugar más seguro para entrenar. Porque en mi mente, eso era lo que hacía.

Entrenaba. Estaba siendo tan cuidadosa como podía ser.

Hunter consiguió que el gimnasio de la universidad nos prestara su

sala de entrenamiento. Tenía mucho relleno en el suelo.

Desafortunadamente, esto significaba que Hunter y sus amigos también podían venir.

Lo que Griff intentó conmigo, Hunter y sus amigos lo practicaban entre ellos. No todos los días un boxeador profesional enseñaba sus trucos

gratis. Aunque dudaba que Hunter y sus amigos fueran tan cuidadosos entre ellos como Griff lo era conmigo. Por supuesto, la primera cosa que le pedí que me enseñara fue como liberarme de un abrazo, lo cual me hizo

probar su punto de que yo no podía defenderme. Él aun no tenía idea de que sus travesuras casi me enviaron corriendo al regazo de Víctor.

Mi trabajo de pintura con aerosol me había hecho merecedora de la

página principal del diario Callister City Standard. Pero todos los reporteros se referían a mí como un chico duro y Víctor fue citado diciendo

que el incidente simplemente mostraba lo mucho que los chicos de Callister necesitaban un guía. Hizo que la bilis subiera por mi garganta. La historia murió rápidamente después de eso, y nunca escuché de Mike de

nuevo. ¿Por qué me había dejado ir?, no lo sabía. Pero mantenía su reloj

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conmigo solo en caso de que alguna vez volviera por ello. Era barato, pero

por lo menos funcionaba.

Griff y yo caminábamos de vuelta del gimnasio, nuestros brazos

frotándose con cada paso. Sus ojos miraban en todas las direcciones, del rostro de un transeúnte al auto estacionado al otro lado de la calle. Desde mi escapada secreta, lo había visto más cansado, le salieron bolsas bajo

sus ojos y dejaba sus hombros tensos a la altura de sus oídos. Raramente tenía la guardia baja.

Podía sentir la oscuridad de mi vida extenderse hacia él, y esto me

dolía por todas partes. Necesitaba a Griff, pero no quería que se sintiera de la forma en que yo me sentía.

Tiré de la manga de su camiseta para obtener su atención y sonreí cuando se volteó. Sus ojos escanearon mi cara por un segundo, y soltó una risa. En un movimiento que salió tan natural, agarró mi mano entre

las suyas y apretó.

—¿Joseph encontró algo?

—No lo creo —dije, sin siquiera tratar de ocultar la decepción en mi voz.

—¿Qué planeas hacer con todo el dinero cuando lo obtengas?

—Usarlo.

Cuando Griff me preguntó porque necesitaba que Joseph encontrara a ese contador, en un respiro le había confesado que tenía un hermano

que murió y me dejó el dinero, y que el tipo en ese negocio era el único que podía conseguirlo por mí. Podía ver las preguntas en los ojos de Griff.

¿Qué? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Qué? ¡Que! —Está bien —fue todo lo que dijo, bastante calmado, como si supiera cuán difícil había sido para mí revelarle esta información trascendental. Pasé la mayor parte de mi vida haciendo

todo lo que podía para ocultarme, o en su lugar, tratando de ocultar quienes eran mis padres. Nacer con dinero es una cosa, pero nacer en una

familia apestosamente rica como los Sheppard era algo completamente diferente. Añádanle dos niños Sheppard demasiado enredados en el inframundo y tenías suficiente material para mantener todas las revistas

de chismes a nivel mundial por tres años.

Cruzamos la calle. —Tienes un plan para el dinero —dijo, de forma

casual.

—Algo así.

—¿Qué significa eso?

—Significa que no sé exactamente lo que voy a hacer con el dinero.

Griff disminuyó nuestro ritmo. —Pero…

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—Pero hasta que Joseph pueda encontrar al tipo que estoy

buscando, necesito seguir en movimiento. —Tragué con fuerza—. Hay alguien más a quien necesito encontrar.

—No me va a gustar esto, ¿verdad? —preguntó mientras rodeábamos la esquina a nuestra calle.

—¿Cuánto sabes de la gente para la que trabajabas cuando te vi la

última vez, en el granero?

Griff miró al cielo, exasperado. —Lo suficiente como para saber que no los quiero volver a ver de nuevo.

Volvimos a la casa, y Griff me dirigió a la entrada. Estábamos a finales de noviembre y hacia frío, pero me acercó a su cuerpo para

mantenernos cálidos.

—Hasta donde sabía, cuidaba un montón de heno. —Se giró hacia mí —. Tú me conoces, Em. No hago preguntas si no me van a gustar las

respuestas.

—¿Crees ser capaz de llevarme de nuevo al granero?

—No tengo idea de donde está. Tuve los ojos vendados de ida y vuelta. Las únicas personas con la que hablaba era el tipo que venía a vendarme, los otros guardias en el búnker, y el rarito que me ordenaba

que abriera la trampilla.

Sabía que el comentario había sido a costa de Cameron. Griff nunca ocultó su disgusto por él, pero había sido más cuidadoso últimamente de

mantener sus sentimientos para sí mismo.

Pateé el suelo congelado.

—¿Por qué necesitas volver al granero?

—Porque necesito hablar con la gente que conocí cuando estaba bajo tierra. En realidad, una persona en particular. Su nombre era Pops. —

Levanté mi cabeza—. ¿Lo conoces?

—Nunca escuché de él.

—Creo que es un importante traficante de droga… distribuidor —corregí, como Cameron me corrigió una vez—. Él será capaz de ayudarme.

—¿Por qué demonios un bruto que pone drogas en las calles solo

para hacer unos cuantos dólares querría ayudarnos?

No había pasado desapercibido que Griff había cambiado el “te” por el “nos”. Lo hacía mucho también, como si fuera una segunda naturaleza,

y yo seguía probándolo, a veces sin un propósito.

—No es como los otros —dije. Sabía que esto sonaría ridículo para

Griff, así que me tomé un momento antes de divulgar otra importante

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pieza de información que no le dije antes—. Él odia a Spider… y conocía a

mi hermano cuando vivía.

Los ojos de Griff se ampliaron. —¿Tu hermano?

—Antes de que muriera, mi hermano era uno de esos brutos que tanto te desagradan. En realidad, no era solo un bruto, era el bruto.

Mientras mirábamos a través de la calle, le dije a Griff todo lo que sabía sobre los negocios de mi hermano, todo lo que Cameron me había dicho sobre él.

—Ya lo has visto. Una foto de él, de todos modos. En el garaje, en la Granja. La identificación falsa de mi hermano estaba en la bolsa de plástico, y lo llamaste matón.

Griff se ruborizó. —Lo siento. No lo sabía. ¿Por qué no dijiste nada?

—Fue una gran revelación, incluso para mí.

—Y tú no sabías si podías confiar en mí —reconoció—. Entonces, esta persona Pops odia a Spider. Ya me agrada. ¿Qué es lo que va a hacer para ayudarnos?

—Fue algo que dijiste. Me dijiste que no podía pelear con todo el inframundo.

Sonrió. —Sí. Dije eso, ¿no?

—Y tenías razón.

Sonrió incluso más amplio. —Repite eso.

—Tenías razón. No puedo pelear con todo el inframundo. —Tragué—. Pero me puedo unir a ellos.

Griff se estremeció como si lo acabara de golpear con un palo en la

nuca. Un palo pequeño.

A medida que la idea se instaló en su cerebro, sentí su brazo ponerse

rígido contra el mío. —Así que, estás diciéndome que soy responsable por esta… esta… —No podía encontrar la palabra.

—¿Esta locura? —La encontré por él, porque sabía que era lo que

pensaba. Y tenía razón, si no hubiese sido porque me presionó para probar mi punto (y casi me mató en el proceso), no me hubiese dado cuenta que necesitaba un plan mejor—. ¿Has tenido alguna vez el sentimiento de que

necesitas hacer algo incluso si no sabes por qué?

Sonrió muy levemente. —Sigo aquí contigo, ¿no?

—No puedo solo entrar en una habitación y matar a Spider y a Shield, no todavía, incluso si eso es lo que se merecen. Pero puedo hacerlos pagar. Puedo hacer que se arrastren. Puedo quitarles lo que más

aman.

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—¿Qué es?

—Dinero. Poder —dije apretando mis puños.

—¿Y este Pops, el comerciante de droga, nos ayudará de alguna

manera a lograr todo eso?

Ahí estaba ese “nos” de nuevo. Quería besar a Griff un millón de veces.

—¿Cómo? —añadió.

Ahí era donde mi plan se volvía un poco turbio. —Le caía bien, respetaba a mi hermano, y creo que yo también le caigo bien. No estoy

exactamente segura de cómo va a ayudarnos, pero mi intuición me dice que él es el que puede hacer que todo suceda.

Griff se mantuvo callado. Sabía que no amaba la idea. Estaba muy lejos de ello. Pero tampoco se había negado.

—Tú has hecho un montón de contactos en el inframundo. ¿Conoces

a alguien que nos sepa decir cómo llegar al granero o cómo encontrar a Pops? —pregunté.

Pensó en eso y sacudió la cabeza. —Tú no puedes hacer esa clase de preguntas sin generar más preguntas. Lo que sea que decidas hacer, no quiero publicarlo en el infierno antes de que lleguemos allí.

—¿Tienes algún amigo quién nos pueda decir cómo encontrar a Pops… sin hacer más preguntas?

Se rascó la parte de atrás del cuello mientras su boca se fruncía. Lo podía ver en sus ojos. Había visto esa mirada antes cuando alguien le pedía un autógrafo, o le pedía que hablara sobre la lucha.

—Nadie es realmente tu amigo en ese mundo —dijo—. El tipo de amigos que sabrían algo, querrían algo a cambio.

Eso lo entendía. Lo que Griff no sabía era que eso pasaba en cada mundo —infra, supra y cualquiera que fuera el ilusorio mundo donde vivían mis padres.

Los dos tomamos un respiro, acurrucados en el pórtico. La falta de vida por la proximidad del invierno dejaba en silencio las calles de los barrios pobres de Callister, lo cual era equivalente a ser enterrado en barro

helado. Además, no había nada que matara el ruido de mi insaciable estómago gruñón. Traté de ignorarlo al principio. Los dos lo hicimos. Pero

solo se hacía más fuerte, hasta el punto de que ya ninguno se podía oír pensar.

Griff soltó una risa. Todavía había algo de alegría en él. Esto me hizo

reír a mí también.

—Déjame adivinar. ¿Hambrienta? ¿De nuevo?

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No había dejado de comer desde que el doctor me había recetado

esas mágicas píldoras. Incluso había ganado peso, tanto que mis pantalones me quedaban ajustados. Finalmente. Mis niveles de energía

eran increíbles. No podía dejar de moverme hasta que caía en un profundo coma en la noche. Verdaderamente pastillas mágicas.

Dejamos el pórtico. Mientras subía las escaleras, él fue derecho a la

cocina a hacernos algo nutritivo. Por supuesto, comería cualquier cosa que hiciera, pero honestamente, de verdad quería un Big Mac con una docena de tacos a noventa y nueve centavos.

Todavía no le había dicho a Griff que estaba embarazada. Me preparaba para eso ya que si no se lo decía, la naturaleza lo haría. No

había encontrado el momento adecuado. ¿Alguna vez sería el momento preciso para soltar una bomba así? Había algunos momentos en los que pensé decirle. Momentos en los que estábamos en silencio. Momentos en

los que estábamos… simplemente juntos. Pero luego me miraría y sonreiría con esa sonrisa suya, como si fuera el primer ser humano que

hubiese visto en meses luego del apocalipsis y me acobardaría. Quería que me siguiera mirando de esa manera.

La mirada que me daría después de que supiera que llevaba al

descendiente de Cameron, no sería capaz de soportarla. Decir que a Griff

no le gustaba Cameron era como decir que Cujo5 era un perro malo.

Cuando me saqué mis vaqueros y opté por un suéter desaliñado y

pantalones elásticos, me quedé con las inquietas mariposas de mi hinchado vientre. Mariposas que se volvían más ansiosas con cada

momento oportuno que pasaba entre Griff y yo.

Estaba asustada. No podía soportar perder a nadie más, especialmente no a Griff.

Cuando llegué a la parte superior de las escaleras, asomé la cabeza en la habitación de Joseph. Estaba en su computadora, como de costumbre. Pero su pelo se veía como una palmera, y golpeaba el teclado

en vez de su usual tecleo rápido. Yo sostenía una bola de demolición sobre su cabeza, y lo afectaba.

Tomé la silla de su escritorio y me senté. Meatball me siguió y se sentó entre nosotros.

Asumí que Joseph no me vio entrar porque sus ojos nunca dejaron

la computadora. Pero su mano encontró su camino a la cabeza de Meatball y detrás de sus orejas. Los ojos del perro rodaron hacia atrás y su lengua

colgó. Me había dado cuenta de que Meatball venía aquí por su cuenta últimamente. Ahora sabía por qué.

5Cujo es un San Bernardo rabioso de una novela de terror de Stephen King.

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—Es como si este tipo ni siquiera existiera —dijo Joseph, su voz

jadeante, con los ojos todavía en la pantalla.

—Está bien. Sé que has hecho todo lo posible. —Saqué un pedazo de

papel que mantenía en mi bolsillo. Era la bola de demolición que había estado sujetando en su contra—. No se lo dije a nadie, tampoco he hecho copias. Puedes tenerlo de vuelta.

Joseph retiró sus ojos de la pantalla por exactamente dos segundos antes de continuar con su obsesión.

—Puedo encontrar cualquier cosa, a cualquiera, en cualquier

momento. Solo no entiendo por qué no puedo encontrar a este tipo. ¿No tienes ninguna otra información sobre él? ¿Cómo un dígito extra de un

número de teléfono o letra del abecedario?

—No te preocupes. Encontraré otra manera.

—He buscado en un millón de bases de datos. Probé en un millón de

escenarios distintos. Busqué en archivos borrados. Nada.

—Quieres decir, que has hackeado un millón de bases de datos.

Joseph hizo una mueca. Aparentemente la palabra hackear era una palabra tabú entre los hackers.

—Espero que te paguen bien por hacke… entrar en el sistema de la

biblioteca —bromeé cuando me levanté de mi silla.

Joseph buscó dentro de una bolsa un maíz dulce y lo tiró en el aire

para que Meatball lo atrapara. Eso también explica el comportamiento cariñoso de Meatball y el toque de caramelo en su aliento de perro al final de la noche.

—Hago un montón de cosas por dinero extra —admitió Joseph—, pero esa la hice por placer. Mi mamá trabaja media jornada en la biblioteca. Empuja uno de esos carros y pone los libros. La biblioteca

electrónica iba a sacarla de su puesto de trabajo.

Esto inmediatamente me hizo sentir como una idiota por revolcarme

en la pérdida de mi trabajo sin sentido… y por haber usado la evidencia de su piratería para chantajearlo.

—¿Tu mamá vive cerca? —Mi voz comenzó normal, pero terminó en

un chirrido, como si acabara de entrar en la pubertad.

—Vive en Projects. No muy lejos de aquí.

Conocía Projects muy bien. Un recuerdo de Cameron sentado en una mesa de picnic se dibujó en mi cerebro. —Eso es realmente cerca. ¿No vives con ella?

—Hay dos maneras de vivir en Projects. O eres reclutado para estar en una pandilla, o te disparan y matan porque no perteneces a ninguna.

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Algunas veces ambas. Mi mamá no me quiere ahí cerca de todas esas

cosas, especialmente desde que mi hermano ya es un pandillero y quiere que me una. Soy el primero de mi familia en graduarse de la secundaria,

dejemos de lado ir a la universidad. Mi mamá tiene tres trabajos para pagarla.

Pasaba de sentirme como una idiota y a dirigirme a la tierra de

Cruella de Vil.

—Si pierde su trabajo en la biblioteca, entonces también pierde el descuento en la matrícula que la universidad da a los empleados y sus

familias. Incluso si mi mamá tuviese diez trabajos, no sería capaz de pagar mi educación sin ese descuento para empleados —terminó Joseph.

De acuerdo, yo era el diablo. —Debe ser difícil no ser capaz de ir a casa cuando están tan cerca.

—Puedo llevar a mi madre a almorzar de vez en cuando. Cuando me

deja. Además me trae comidas caseras varias veces a la semana. A Meatball realmente le gustan sus albóndigas.

Odié el hecho de que Joseph y yo habíamos estado viviendo bajo el mismo techo agujereado por más de un año y que debido a mis… problemas, no conocía ninguno de los suyos. Podía sentir los puntos rojos

trepando por mi cuello.

Mientras Meatball esperaba en la punta de sus patas por otro caramelo, Joseph buscó en su cajón, sacando una pequeña pila de

impresiones.

El primero era un artículo sobre la audiencia por la fianza de mi

padre. El segundo era un alegre anuncio del Callister City Standard de la ceremonia para darle la llave de la ciudad a Victor.

Primero señaló el artículo de mi padre. —Entonces tú eres esa Emily

Sheppard.

Mi respiración era superficial. —¿Cómo conseguiste esto?

—Dejaste tu historial de búsqueda en internet por toda mi computadora —dijo como si acabara de preguntarle de que color era su camisa azul—. No puedo decir que entiendo por qué estás en bancarrota

todo el tiempo o por qué siquiera vives en esta pocilga. Pero lo que realmente me interesó en un principio era por qué habías impreso este

artículo. —Señaló el artículo de Victor—. Eso fue, hasta que vi esto.

Joseph sacó una tercera hoja de papel, el artículo sobre el vagabundo que pintó con aerosol el auto de Victor. —Reconocí el color de

la pintura en aerosol. Rojo rubí. El color de mi firma de grafiti, que misteriosamente desapareció.

O bien él era un excelente Sherlock Holmes, o yo era la peor transgresora en el mundo.

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El calor que había estado subiendo por mi cuello unos segundos

atrás fue empujado cuando la sangre dejó mi cara. Simplemente me quedé mirándolo inexpresiva, sabiendo que tenía todo para destruirme.

Joseph se rió, recostándose en su silla. —Es gracioso lo poco que puedes saber de alguien con quien has estado viviendo por más de un año.

Mi sentimiento exacto. —¿Qué es lo que quieres?

—¿Qué quieres decir?

—A cambio de la información. ¿Qué es lo que quieres para mantener tu boca cerrada?

—No todo el mundo es un extorsionador. ¿Eres siempre así de paranoica? —preguntó, arrugando la frente—. Puedo no entenderlo, pero

creo que lo que hiciste fue realmente asombroso. Odio a ese tipo. Cuando mi hermano tenía nueve años, fue atrapado por el mismo policía tratando de vender pastillas para la alergia que robó de la farmacia. Este tipo,

Víctor, le dio una paliza tan grande que mi mamá no lo reconoció cuando sus amigos lo trajeron de vuelta a nuestro departamento.

La sensación de alivio fue reemplazada rápidamente por ira. —¿Y no lo reportaste?

—¿Reportarlo con quién? ¿Quién iba a creerle a un niño callejero de

Proyects en vez de a un idiota héroe policial?

Conocía ese sentimiento. Víctor era intocable. Casi intocable.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Joseph.

Mi boca formó una línea delgada, y mis cejas se arquearon.

Se encogió de hombros, aceptando mi falta de respuesta. —¿Me

imagino que Griff no sabe nada al respecto?

Me mordí el interior de mi mejilla. Griff sólo me vio llegar a casa empapada. Si supiera lo que sucedió en realidad…

Joseph continuó—: Probablemente sea mejor que no se lo digas. Apenas duerme, por cómo están las cosas. Su cabeza sale disparada de la

almohada si siquiera mueves tu pulgar.

—Gracias —fue todo lo que pude decirle a Joseph. Hizo por mí lo que no hice por él: no utilizar la información que tenía como método de

chantaje.

—Voy a seguir buscando a ese chico —me dijo mientras salía de su habitación, como si no me sintiera lo suficientemente mal—. Ese tipo de

cosas me obsesionan. Nadie debería ser capaz de esconderse de mí de esa manera.

Tomaba mi búsqueda como su propia búsqueda del tesoro, era sudoku para hackers.

160

* * *

Resultó que sabía más sobre Pops que Griff, a pesar de que sólo estuve con él una vez. Sabía que probablemente se encontraba cerca de una reserva. Pops mencionó algo sobre leyendas tribales, aunque no podía

recordar de qué tribu. También sabía que se hallaba a un día de viaje de la casa de Cameron. Y estaba ese pequeño puesto de perros calientes en el que comimos, el que tenía la cascada, en la que le ofrecí a Cameron

unirme al negocio. Se revolcaría en su tumba si supiera lo que hacía.

Lo malo era que existían por lo menos diez reservas diferentes dentro

una distancia manejable para mi camioneta, y mientras que en nuestra búsqueda aparecieron más de trescientos puestos de perros calientes, ninguno se localizaba cerca de una cascada. De hecho, no pudimos

encontrar ninguna cascada. Estaba segura, casi segura, de que no la había imaginado.

Era emocionante estar sentada en una computadora con Griff, planeando nuestros fines de semana y realizando viajes de carretera por el país. Su estado de ánimo mejoró, al igual que el mío. Dado que me

encontraba en medio de la temporada de exámenes, no tenía mucho tiempo libre. Estudiaba durante toda la semana y debía pasar mis fines de

semana estudiando… pero no lo hacía. Me sentía bastante segura de que pasé mi examen de derecho constitucional, pero mi examen de ética, sin duda fue un fracaso. Supuse que eso evidenciaba cómo mi moral se

desvirtuó en los últimos tiempos.

Nuestro primer fin de semana fuera fue un fiasco, pero sólo en el sentido de que no encontramos a Pops o el granero oculto. Tuvimos un

realmente buen almuerzo. Pero Meatball se comió los bocadillos y las galletas cuando no nos dimos cuenta de que la bolsa se abrió en el asiento

trasero. Así que nos quedamos con la sopa sobrante y el chocolate caliente al que Meatball no pudo llegar.

Todo era diferente en el campo. La tierra era fría y dura. Las horas

durante las que el sol iluminaba eran pocas. Esto hizo que jugar Soy un Espía fuera realmente fácil, ya que todo era blanco, marrón o negro, pero

hizo difícil que reconociera cualquier punto de referencia que hubiera cruzado con Cameron.

En nuestro camino de regreso, compramos un árbol de Navidad a un

sombrío chico al lado de la carretera que tenía algunos abetos en la parte trasera de su camioneta. Los troncos de los árboles fueron cortados en

muchos ángulos extraños, con astillas saliendo de los costados. Donde sea que haya (ilegalmente) adquirido esos árboles, estuvo apresurado en cortarlos. Llegamos a casa, arrastramos el árbol dentro, y le encontramos

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un rincón. Y cuando Griff puso su brazo a mí alrededor y vimos al árbol

del mercado negro, comprendí lo que eso significaba. Que con Griff pasaríamos las vacaciones juntos. Que esta sería una feliz Navidad. Me

empezaba a sentir feliz de nuevo.

Me sentía más fuerte con Griff a mi lado. Más fuerte de lo que me sentía antes de que viniera a buscarme, y definitivamente más fuerte

ahora que se enredó en mi mundo. En la mayor parte de mi mundo. Era como si hubiese crecido dos centímetros, o tal vez sólo caminaba con la

frente en alto, con mi columna recta.

Tampoco hicimos demasiados progresos el fin de semana siguiente. Esta vez nos dirigimos al noreste, pero el viaje fue lento, debido a los

espesos copos de nieve y porque el motor comenzó a protestar por el invierno. Cuando la camioneta tomó lo que parecía ser su último aliento, al subir una pequeña colina, decidimos detenernos para darle a la vieja

chica un descanso, antes de que muriera y nos dejara en el medio de la nada.

Nos bajamos del auto y encontramos un árbol para sentarnos desde donde podíamos mantener un ojo en Meatball mientras enterraba su nariz en la nieve como una marmota ebria.

Nos apoyamos contra la madera y suspiramos al mismo tiempo. Una parte de mí quería que este momento se prolongara. La otra parte sabía

que no podía hacerlo, por muchas razones.

—Esto no va a durar para siempre, ya sabes —dije—. Con el tiempo vamos a encontrar lo que buscamos.

—Y entonces, ¿qué?

—No lo sé. Las cosas van a cambiar.

Se encogió de hombros. —Las cosas siempre cambian. Sólo tienes

que lidiar con los golpes, supongo. Pase lo que pase, lo resolveremos juntos.

Observé a Meatball tirarse en la nieve, con las piernas agitándose hacia el cielo. Me gustaría ser él.

—Tienes un copo de nieve en la nariz, Rojita. —Levantó su pulgar y

limpió la nieve de mi nariz.

No lo había escuchado llamarme Rojita en mucho tiempo.

—Cuando nos conocimos por primera vez —dije, cruzando los brazos sobre mi pecho para mantener el calor—, me dijiste que planeabas regresar a la lucha tan pronto como pudieras conseguir salir de tus

deudas. Estás libre de las deudas ahora.

—¿No me escuchaste antes, cuando dije que las cosas siempre cambian?

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—No quiero ser la que te haga renunciar a eso, Griff.

—No —dijo—, esa parte de mi vida esta lista y terminada.

—Eres un héroe para muchas personas. Hunter se orina en los

pantalones cuando le dices hola. Eras muy bueno en eso, y parecías disfrutarlo.

—Parecía. Tiempo pasado. No voy a volver a eso, Em. Ahora me doy

cuenta de que la lucha me llevó a un lugar oscuro. No quiero volver a ser ese chico de aquel mundo.

Sabía que era hipócrita. Porque era la que obligaba a Griff a

quedarse, lo obligaba a renunciar a algo que claramente amó una vez. La culpa empezaba a corroer mi piel.

—¿Es tan malo querer sólo ser normal… contigo? —dijo.

—Está bien —dije en un tono de sarcasmo-pesado. Obviamente, no tenía absolutamente ninguna idea de lo que era ser normal.

Entonces Griff hizo algo que no vi venir. Se inclinó y me besó en la boca.

Y yo hice algo que tampoco vi venir. Le devolví el beso.

Fue un beso suave y liberador. El tipo de beso que te hace querer extender tus alas y volar alto sobre las montañas, sobre el mar y dentro de

la brisa.

Pero mientras las manos de Griff tomaron mi cara con tanta naturalidad, como si estuvieran tomando mis manos, lo empujé hacia

atrás y negué con la cabeza, obligando a las lágrimas que querían asomar a sus feas cabezas a volver dentro.

Llamé a Meatball y caminé de regreso al auto. Griff me siguió unos minutos más tarde, y nos marchamos.

Sus ojos se movían de mí a la carretera mientras nos sentábamos en

un silencio tan denso, tan apremiante, que podríamos explotar. Por lo menos pasó media hora antes de que alguna palabra fuera pronunciada,

hasta que Griff intervino con la voz más clara que jamás escuché. —Te amo.

¡Boom! La detonación que esperaba.

Podía verlo incluso en el rincón más alejado de sus ojos. La esperanza, la desesperación. Quería que se lo dijera de regreso. Necesitaba

que lo amara tanto como me amaba. Lo sabía. Lo había sabido desde hace un tiempo. Pero elegí pasarlo por alto.

Algo subía por mi garganta. Llevé la mano a mi boca, pensando que

iba a vomitar. Griff salió de la carretera, detuvo el auto, y me miró.

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Extendió la mano, pero lo detuve. No iba a vomitar, lo que subía por

mi garganta eran palabras. Palabras que serían lo suficientemente potentes como para acabarnos. Rompernos.

Las palabras alcanzaron mi boca, y giraron alrededor como un asqueroso remedio. Y entonces mis labios se separaron. —Griff, estoy embarazada.

Griff no se movió. No se inmutó. Su pecho no tomó aire.

—¿Escuchaste lo que dije?

Se tomó otro minuto y resopló.

—¿De cuánto estás? —preguntó, con los ojos fijos adelante.

—Cerca de seis meses.

Lo vi realizar un cálculo rápidamente en su cerebro, mientras imaginaba de quién era el hijo que llevaba. —¿Cuánto tiempo hace que sabes sobre esto?

No podía mentirle. Ya no más. —Hace un tiempo.

Puso el auto en marcha, colocó la señal de retroceso, y nos desvió de

nuevo a la carretera. Luego cambió la música y nos llevó a casa sin decir una palabra más.

Cuando llegamos, agarré la correa de Meatball, pero Griff me la

quitó.

—Me lo llevaré —dijo sin mirarme. Tenía los labios apretados y

blancos mientras se dirigía a la puerta.

Esperaba sentir algún tipo de alivio después de decirle finalmente la verdad sobre el bebé. Pero todo lo que sentía era dolor. La verdad no me

liberó. Creó una asfixiante burbuja a mí alrededor.

Necesitaba hablar con Griff, a pesar de que no tenía idea de qué más decirle. ¿No dije lo suficiente?

Subí a mi habitación, me senté en mi cama, y miré las paredes con goteras, esperando que volviera, preguntándome si volvería.

* * *

Griff regresó un par de horas más tarde. Fue a la cocina, y oí el ruido de la comida para perros contra el recipiente de Meatball, antes de

oír la puerta principal cerrarse mientras se iba. Sólo le tomó un minuto a Meatball terminar su comida antes de subir las escaleras que construí para que pudiera llegar a mi pomposa cama. Eructó en mi cara, y luego

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envolví mis brazos alrededor de su grueso cuello y metí mi cara en su pelo

mientras seguía esperando a Griff.

Estaba totalmente oscuro cuando desperté. Meatball ocupaba todo el

espacio en la cama. Iba a empujarlo para poder conseguir un poco de espacio para respirar cuando lo noté sentado en el extremo de la cama. Me incliné sobre Meatball y encendí la lámpara.

Griff ya se levantaba y se inclinaba sobre el costado, tomándome en sus brazos.

Dijo—: Soy un idiota. Jesús, soy un maldito idiota.

Meatball se quejó y nos empujó el tiempo suficiente como para salir de la cama e ir a buscar un nuevo lugar donde dormir en el suelo.

Pasé de enterrar mi cara en la piel de Meatball a enterrar mi cara en el cuello de Griff. Dejé escapar un suspiro, aligerando el peso que presionaba contra mi corazón.

—Debería habértelo dicho —murmuré a través del hueco de su cuello—. Debería haberlo dicho antes, pero no sabía cómo.

Griff me alejó para poder mirarme.

—Por supuesto que no me lo dijiste. Con todo lo que pasó. —Parecía enfermo, como si él fuera el que tenía náuseas matutinas—. Lo siento,

siento mucho todo lo que sucedió. Ahora entiendo por qué parecías tan cambiada. ¿Cómo estás?

Sonreí, y mis ojos se humedecieron en las esquinas cuando el alivio

se instaló. —Estoy bien, Griff. El bebé está bien. Vi a un médico hace unas semanas.

—Necesitas más que un médico —dijo, preocupación envolviendo su voz—. Cuando llevé a Meatball para dar un paseo, me sentí tan enojado. Pero mi cabeza se despejó, y me di cuenta de que fui un idiota, Em. Estuve

en ese mundo. Vi a esos idiotas en acción. Me sentí mal cuando entendí lo que tratabas de decirme, me encontraba demasiado absorto en mí mismo

como para escuchar. —Sacó un pedazo de papel de su bolsillo, luchando por desplegarlo—. Fui a la biblioteca, y luego al centro de crisis de la escuela.

Miré la hoja de papel, y mi corazón se hundió. Griff no entendía en absoluto.

—No sé cómo ayudarte, pero hay gente que puede —dijo—. Y voy a

estar allí contigo, en cada paso del camino.

Hubo un momento, un momento fugaz, después de leer el trozo de

papel y darme cuenta de que Griff pensaba que quedé embarazada tras ser violada, en el que consideré dejar que creyera eso, porque lo mantendría conmigo.

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Pero tan pronto como ese pensamiento cruzó por mi mente, me sentí

enferma del estómago. Porque Cameron y su memoria no lo merecían, incluso si eligió la muerte en lugar de luchar por nosotros. Y porque

estaría mintiéndole a Griff por mis propias razones egoístas, sólo para que no me dejara.

Griff esperó a que hablara, la esperanza y desesperación

encontrando su camino de regreso a sus ojos.

Tragué y tomé unas cuantas largas respiraciones. —No es lo que piensas, Griff. —No podía hacerlo. No podía decirle. Pero tenía que

hacerlo—. Este bebé fue hecho por amor.

Le conté a Griff sobre Cameron y yo. Cómo se enamoró de mí. Cómo

me enamoré de él.

Esperaba que esto lo lastimara, pero en su lugar, se mantuvo comprensivo. —Tu mente te jugó una mala pasada para ayudarte a

sobrevivir la terrible experiencia. Sé que piensas que lo amabas Em, pero no lo hacías. Y créeme, nunca te amó.

—Lo amaba. Y él lo hizo también —dije, mi voz calmada.

—¿Por cuánto conociste al chico? ¿Unas semanas? No tiene sentido que te enamoraras tan rápido de alguien a quien apenas conocías.

—Sé que no tiene sentido, Griff. No sé por qué me enamoré de Cameron… —Me hice esa pregunta muchas veces. No lo entendía, pero lo acepté.

—Sabes, hay una cosa que no entiendo —dijo—. Cuando te vi ese día en el granero, él apenas te reconoció. Te trataba como si fueras de su

propiedad. ¿Cómo puedes amar a alguien que te trata de esa manera? ¿Eso es lo que las chicas hacen en la actualidad? ¿Estar con un tipo que las trata como si fueran una mierda?

Podía oír la frustración en su voz. Cameron se vio obligado a ignorarme, rechazó lo que sentía por mi propia protección. —Es

complicado, Griff.

Pero eso no fue suficiente para satisfacerlo.

—¿Cómo puedes haber amado a alguien que te dejó? ¡Embarazada,

nada menos!

—Cameron no sabía que me encontraba embarazada cuando… —Suspiré, dándome cuenta de que nunca le dije que Cameron murió—. No

me dejó, Griff. Fue asesinado. Por Spider. Es por eso que tengo que matar a Spider y Víctor, ya que con el tiempo, descubrirá que estoy teniendo el

bebé de Cameron. Y no hay manera de que vayan a dejar que eso suceda.

—¿Qué has dicho?

—Que los tengo que matar.

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—No, eso no. Cameron. ¿Dijiste que está muerto?

Le conté a Griff sobre ser apresada por Shield. Que estuve encerrada en una pequeña habitación. Lo que casi sucedió. Cómo Cameron usó su

último aliento para salvarme antes de ser baleado por Spider.

Una mirada oscura se hizo cargo de Griff. Cuando no habló, finalicé con lo que necesitaba que entendiera. —Lo amo y Cameron me amó.

Aunque me gustaría que hubiese luchado por nosotros, no puedo cambiar eso. Pero voy a luchar por el niño que hemos creado juntos. —Eso fue todo. Ahora dije todo.

Griff lució pensativo por un segundo, pero algo dentro de él se activó. —Quieres decir que lo amabas. Dijiste que lo amas, pero lo que

realmente querías decir es que solías amarlo.

Sabía que esto le haría daño. —Siempre habrá una parte de mí que lo amará. —Le toqué el brazo—. Pero eso no cambia nada. Te amo, Griff.

Pero no sé si te amo de esa manera. Las cosas son simplemente demasiado complicadas y confusas en estos momentos. Ya nada tiene sentido.

Griff se encogió de hombros alejando su brazo de mi agarre. —Mientras lo ames, nunca serás capaz de amarme.

No sabía qué decirle. Pero sentí como si acabara de poner una bala

en su corazón.

Se puso de pie y empezó a caminar. —Así que si ese hijo de puta

entrara por la puerta en este momento, ¿te irías hacía el horizonte con él? ¿Después de todo?

—No tiene sentido realizar esas hipótesis, Griff. Cameron no va a

volver. Esta es mi vida ahora.

Griff dejó de caminar lo suficiente para mirarme. Observándome. Decidiendo que era lo que iba a hacer. Pero ya sabía cuál sería su decisión.

Lo pude ver en el vacío de sus ojos. Tenía tantas cosas que decirle. Cuánto le necesitaba. Cuánto su luz hizo mi vida tolerable. Cómo pude verme

siendo feliz algún día. Pero no tenía sentido. Era demasiado tarde. Lo herí demasiado para eso.

Mientras que el cuerpo de Griff todavía se encontraba aquí, de pie

frente a mí, ya estaba en otra parte.

Se giró y se fue a la cama. Justo antes de que irrumpiera la

madrugada, lo escuché arrastrar los pies en el cuarto de al lado. Salió de puntillas por delante de mi panel y bajó las escaleras. Cuando me levanté por la mañana, fui a su habitación. Su cama se encontraba hecha. Su

bolsa de lona no estaba.

Griff me dejó.

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El hecho de que me enamoré de su némesis lo estaba matando,

como una bala que quedó alojada cerca de su corazón. El hecho de que estaba embarazada del hijo de su enemigo, el hecho de que llevaba la

semilla de todo lo que odiaba, y el hecho de que aún amaba a Cameron fue suficiente para empujar la bala a su objetivo final.

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Ficción

Traducido por Jane & katiliz94

Corregido por florbarbero

No había reescritura para esta historia.

Existían momentos en que me quedaba despierto por la noche, con los ojos cerrados, imaginando una historia diferente. Una que comenzaba con aceptar esa beca para el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en

lugar de hacerme cargo del mundo de las drogas con Bill. Conocería a Emmy en la calle. Le sonreiría. Me la devolvería, arrebatándome de

inmediato el aliento. La llevaría a cenar, a un lugar íntimo, pero caro. La haría reír toda la noche. Daríamos un paseo de la mano por las calles hasta que saliera el sol.

Enamorarme, sin miedo, sin cuidado.

Pediría a su padre su mano en matrimonio. Él me daría una palmada en la espalda, ofreciéndome un cigarro. Me casaría con Emmy en

una gran boda, una con tantos invitados como la cantidad de estudiantes que tenía mi antigua secundaria. Tendríamos hijos. Tantos como ella

quisiera. Crecerían siendo capaces de jugar en el patio delantero con el césped más grueso y más verde que el hombre conoce, sin tener que vivir con el temor de que alguien pudiera estar acechando en los arbustos.

Emmy viviría feliz. Conmigo.

Me encontraba recostado en el sofá con los ojos cerrados. Ella

apareció en mis pensamientos. La alejé. Trató de forzar su entrada otra vez. Abrí los ojos y me levanté porque no cambiaría el final de mi historia. Terminaría mal. Sin Emmy.

Fui a reunirme con Manny en un restaurante tailandés en las afueras de Houston. Hacía tanto calor adentro como afuera y olía a peces muertos dejados en el calor. Al menos, el lugar se encontraba desierto,

como debía. Con Manny tomamos asiento y nuestros guardias se sentaron en las mesas cercanas.

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Manny tomó la jarra de agua que el propietario dejó sobre la mesa

antes de abandonar las instalaciones. Nos sirvió dos vasos. No lo toqué. Por lo que sabía, ella ya lo había envenenado con una toxina o algún tipo

de sedante.

Tomó un gran trago de su vaso, como si estuviera respondiendo a mis pensamientos, demostrándome que me equivocaba. Luego pasó el

dedo índice por el lado de su vaso, recogiendo la condensación y llevándola a su clavícula expuesta. Mientras fingía que no la veía hacerlo, me pregunté si eligió este sofocante lugar sólo para poder usar la menor

cantidad de ropa posible y mojarse.

La luz del sol asomaba a través de las cortinas de plástico y golpeaba

la melena de Manny. Pero todo lo que podía pensar era en lo bonita que se habría visto la piel de Emmy desde esta perspectiva. Y cómo ese vestido haría brillar sus ojos. Todo me recordaba a Emmy en estos días. Cuanto

menos la veía, más pensaba en ella. Se convertía en una obsesión, una que solía ser capaz de controlar. Como el vapor atrapado debajo de una

tapa, solía ser capaz de disminuir la fijación con sólo verla, liberando el vapor atrapado. Entonces podría concentrarme, volviendo a los negocios. Ya no tenía esa salida, por lo que el vapor presionaba debajo de mi piel.

Era una olla a presión.

—No maté a mi padre —anunció Manny, sacándome de mi ensoñación.

No le prestaba atención, así que tuvo que llamar mi atención de alguna manera.

—Sé que todo el mundo piensa que fui la que ordenó que mi padre muriera. Pero no lo hice.

—Mm —dije mientras revisaba mi teléfono. Tenía quince llamadas

perdidas de Spider, algo pasaba. Puse el teléfono en mi bolsillo.

—Me crees, ¿verdad?

Levanté la mirada y examiné su rostro. —¿Es importante para ti que lo crea?

Se encogió de hombros y miró por la ventana.

Últimamente, con Manny pasamos mucho tiempo juntos, tratando de arreglar el desastre que hizo con las tres familias del cártel. Nos reuniríamos con los Castillo, una de las tres familias del cártel mexicano.

Era una reunión de último recurso. Las familias ya no sólo se enfrentaban unas contra otras. Ahora también se enfrentaban a nosotros, porque

sabían que Manny se reunía con Julièn. Era arrogante acerca de sus relaciones con el presidente de México y el cártel veía esto como una traición de toda la Coalición.

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Sospechaba que fue deliberadamente descuidada para salirse con la

suya y a forzar que la Coalición trabajara con Julièn. Para su consternación, la Coalición falló a favor de la reparación de nuestras

relaciones rotas con las familias. La corriente, sin embargo, cambiaba. Fui silenciosamente abordado por tres de los capitanes más jóvenes que expresaron un repentino cambio de idea. De repente, querían trabajar con

Julièn.

Manny aparentemente se esforzaba mucho detrás de escena. Lo que significaba que los chantajeaba, sobornaba o se acostaba con ellos.

Posiblemente hacía todo lo anterior. No tenía nada que ver con Julièn y sí con ser la encargada de traer al redil a Julièn. Quería que los capitanes

vieran que podía negociar grandes ingresos de dinero; cuando llegara el momento de que me reemplazaran, quería ser la primera en la fila.

Mientras tanto, todavía planeábamos un tratado de paz. Pero Manny

vio nuestro tiempo juntos como una oportunidad para volverse en mi favor y meterse en mis pantalones. Cuanto más rechazaba sus afectos, más

desesperada se sentía. Su rodilla rozando la mía, acercando sus hombros a los míos, las miradas persistentes. Me recordaba a un mapache bebé huérfano. Lo ves subsistiendo en tu basura, perdido, sin madre,

necesitado, roto, lo suficientemente lindo para llevarlo a casa. Oh, ella te abrazará, subirá en tu regazo, te hará sentir cálido por dentro y por fuera. Pero trata de acercarte demasiado, de domesticarla y va a mordisquear tu

cara cuando estés durmiendo.

Carly la llamaba malvada. Pero eso no la describía exactamente.

Manny era hermosa, educada, impulsiva, una total sociópata. Suave y tierna en el exterior; pero con rabia esparciéndose en el interior.

Eché un vistazo alrededor del restaurante, hacia los hombres que

traje conmigo, los hombres a los que pagaba por protegerme. Apenas los conocía. No eran mis mejores hombres. Pero los hombres de Manny sí eran

sus mejores. Violentos, asesinos, leales. La mitad, sentados en el interior, preparados. La otra mitad afuera, en los techos, listos para disparar. Esto se suponía que era una reunión de amigos.

Spider seguía manteniéndose fuera de escena. Tiny fue en busca de Norestrom. No tenía amigos en esta sala y eso era bueno, aunque una parte de mí se preguntaba qué tan mal se pondrían las cosas para que

Spider llamara tantas veces a mí teléfono.

Miré mi reloj.

—Parece que llegarán tarde —dijo Manny, adelantándose a mi pregunta.

Esta era su reunión. Era responsable de programar y limar

asperezas. Me encontraba allí como una muestra del apoyo de la Coalición

171

y para asegurarme de que Manny no hiciera ninguna promesa que no

pudiera cumplir.

—Tal vez se quedaron atascados en el tráfico —dije, sonriendo. El

cártel nunca llegaba tarde. Venían cargados y preparados.

Manny trató de sonreír, pero su talento para el drama no era lo suficientemente bueno para ocultar la ansiedad que se incrementaba en

ella. No era el único que notó lo tranquilo que parecía afuera.

Tomé un sorbo de mi bebida, manteniendo los ojos en Manny. Perdió su semblante relajado cuando su mirada recayó en la puerta.

Tomó su teléfono celular demasiado tarde. Nuestra respuesta irrumpió por la puerta en un torrente de balas. Me lancé debajo de la mesa

justo cuando una bala encontraba la jarra de agua y un vaso de agua, haciéndolos estallar por todas partes.

Luego llevé hacia abajo a una aturdida Manny, casi arrancando su

brazo en el proceso.

Mientras que nuestros guardias —los que todavía vivían— devolvían

las balas de los hombres enmascarados, me recubrí, arrastrando a Manny conmigo y dirigiéndome a la cocina del restaurante.

—No. Por aquí —me gritó, dirigiéndose a los baños. Hubo una

explosión en la cocina cuando el resto de la familia Muñoz descubrió una manera de entrar, bloqueando nuestra única salida. Reconocí al grupo Muñoz por su elección de armas: rifles de estilo AK-47 con un punto de

pintura rosa en el mango.

Nos dirigimos al baño de mujeres. Olía mejor de lo que un baño de

hombre jamás podría oler, y tenía tres compartimientos y ninguna maldita ventana a la vista. Un callejón sin salida, ¿o un ataúd bastante oloroso? Manny cerró la puerta con llave, la cuál era fina como un papel y me atrajo

hacia la pared del fondo. Había un antiguo radiador de calor, de esos que hacía que las paredes parezcan como si estuvieran tocando el acordeón.

Manny sacó el radiador de la pared. Era simulado, una falsificación. No se encontraba en absoluto unido a la pared como pretendía. Detrás de este, un agujero del tamaño del capó de una camioneta fue excavado en los

ladrillos y una tabla de metal fue colocada en el piso, llenando el espacio entre las baldosas del paso subterráneo en el piso del baño y la pared de cemento. En el interior del agujero, se encontraba una pequeña pantalla

gris y una palanca, que se veía como el brazo de una máquina tragamonedas. Cuando Manny tiró de la palanca —una trampilla—, el piso

de metal cayó y la pantalla se iluminó con el número treinta. Y a continuación, el número veintinueve.

—Tenemos treinta segundos para saltar adentro —gritó. Las balas

disparaban a través de la puerta del baño. Manny gritó, agarró su muslo y cayó de cuclillas en el suelo.

172

Tiré del falso radiador delante de nosotros como un escudo y con

gusto empujé a Manny en el agujero negro. Cayó dentro como una bolsa de basura bajando por una colina, golpeándose la cabeza contra la pared

de atrás, antes de desaparecer. Disparé mi arma en la puerta para retrasar la entrada del cártel, metí la pistola en la parte de atrás de mis vaqueros y retrocedí en el agujero. Colgaba de mis manos, la oscuridad envolvía mis

extremidades volando libremente y levanté la mirada para ver cinco segundos en el conteo. Los hombres irrumpieron a través de la puerta. Podía oír las balas golpeando los compartimientos vacíos. Era ahora o

nunca.

Me dejé llevar.

Me deslicé, en el fondo, a través de una escotilla balanceándome justo cuando una bola de fuego explotó arriba y fui lanzado mientras la escotilla se cerraba. Aterricé sobre una pila de gomaespuma, junto a

Manny, quién agarraba su pierna herida.

De inmediato reconocí la expresión de su cara. Era una mirada de

conmoción porque le dolía, mucho, pero no tanto como creía, mezclada con incertidumbre por el lugar dónde exactamente se encontraba la bala. ¿Atrapada en un músculo, como un lápiz a través de una papa?

¿Fragmentada? ¿La atravesó? ¿Golpeó algo vital? La bala de Manny simplemente estalló.

Me encontraba en una habitación de metal apenas lo

suficientemente grande como para contenernos a ambos. Podía oír más cosas estallar por encima y alrededor de nosotros y el interior era muy

caliente, pero allí nos encontrábamos a salvo de las llamas ardientes, del cártel y de nuestros propios hombres.

—Las cosas no salieron de acuerdo a lo planeado. —Tiré del

dobladillo de su vestido y comprobé su herida. La bala todavía se encontraba en su muslo, pero viviría. Arranqué un pedazo de su vestido y

la até alrededor de su pierna, colocando su mano sobre la herida de bala.

Entonces crucé los dedos detrás de mi cabeza y me apoyé contra la pared metálica. —Déjame adivinar. Le diste un mensaje a la familia Muñoz

de que nos reuníamos con los Castillo, para que pudieran obtener su oportunidad de matarlos. ¿Les dijiste que si mataban a los Castillo y, eventualmente a la familia Vásquez, les daríamos algún tipo de

exclusividad sobre todas las operaciones mexicanas?

—Se suponía que atraparían a los Castillo fuera del restaurante —

admitió con los dientes apretados.

—Fuera del restaurante. Así sabrías cuando llegaran allí. Para que tus francotiradores tuvieran tiempo suficiente para matar a los dos grupos.

Así tú y yo tendríamos tiempo de escapar. Y tendrías tiempo para quemar todas las pruebas de tu engaño.

173

—Te salvé, ¿no?

—Esto es bastante bueno. Algo perfecto, en realidad. A pesar de que supuse que elegiste este lugar por eso.

Sostuve su mirada y le sonreí a la zorra asesina. Devolvió la sonrisa dulcemente.

Manny era el tipo más peligroso de mujer. Una mujer enamorada,

una mujer despechada, una mujer que no se detendría ante nada para conseguir lo que quería, a mí.

Se hallaba dispuesta a exponernos al peligro a nosotros y a sus

mejores hombres; dispuesta a conseguir que todos —incluyéndonos— muriésemos, así podría tenerme, incluso si era sólo en la muerte.

—Y, ¿sinceramente pensaste que la familia Muñoz iba a permitirte decidir su destino? ¿Qué no sabían lo que hacías? —Se sentía bien ver humillada a Manny—. ¿Te diste cuenta de que tus tiradores fueron

asesinados antes de que siquiera tuvieran una oportunidad para sentir una brisa? Exterminaste a todos tus hombres.

Miré su rostro. Podía decir que lo intentaba ocultar, pero había un rastro de vulnerabilidad en su expresión.

—Lo eché a perder —admitió.

—Sí, lo hiciste.

Se arrastró hasta mi regazo mientras esperábamos que el fuego se consumiese y que llegaran los refuerzos que Spider probablemente ya

envió. Él sabía dónde me reunía con el cártel porque era su trabajo saberlo. Simplemente no se le permitía venir conmigo, esta vez y de ahora

en adelante. Debido a sus sustanciales contactos, Spider sin duda conoció los detalles de la emboscada incluso antes de que hubiésemos entrado en el restaurante. Ese era el por qué me llamó tantas veces. Ese era el por

qué ignoré sus llamadas. Sabía que si él hubiese estado conmigo, o al menos hubiese traído a los hombres que él conocía y con los que se

comunicaba, nos habríamos encontrado afuera antes de que el cártel siquiera cargara sus armas. Pero así no era como se suponía sucederían las cosas.

Al final, Manny consiguió lo que quería. Seguro, consiguió que una docena de hombres inocentes fueran asesinados, tanto suyos como míos. Casi consiguió que nos matasen. Comenzó una guerra, realizó la grieta que

rompió la Coalición. Pero me tenía. Atrapado con ella en una pequeña habitación caliente.

Era una lástima que consiguiese un disparo en la pierna. Sus piernas eran su mejor atributo.

174

***

—¿Qué diablos pensabas? —gritó Carly como si no estuviera de pie a

su lado—. Spider intentó llamarte para advertirte sobre lo que sucedería, e ignoraste sus llamadas. Pensamos que estabas muerto.

Spider se puso a su lado, observando mi expresión pero

permaneciendo en silencio.

Fuimos encontrados vivos en el sótano del restaurante tailandés una vez que el fuego se extinguió, casi doce horas después. Subí a un avión y

volé hasta aterrizar en una pequeña pista al exterior de Albania.

—Algunas cosas tenían que ocurrir de la forma en que lo hicieron —

fue todo lo que dije.

Spider dejó caer una triste sonrisa de sus labios antes de marcharse. Carly se rió a carcajadas de nosotros.

Con la explosión y docenas de hombres del cártel muertos, las cosas iban a moverse rápidamente. No tenía tiempo que perder. Desfilé hacia mi

coche. Carly corrió detrás de mí.

—Todo esto fue obra de Manny, ¿verdad? Ella fue quien organizó todo este gran fiasco.

—Dijiste que necesitabas hablar conmigo. Dijiste que era urgente —dije, abriendo la puerta de mi coche.

Carly sostuvo la puerta y me observó abrocharme el cinturón.

—Es Frances. Quiere dinero y dice que irá a contarle a los policías lo que sabe si no se lo damos.

Frances. La mujer con la que Bill engañó a Carly y a la que dejó embarazada.

—Dáselo.

—Pensé que decidimos que ya no le daríamos hasta que supiésemos con seguridad lo que hacía con todo el dinero que le hemos dado.

En realidad, Spider decidió eso y simplemente accedí porque tenía cosas más importantes que hacer que preocuparme por Frances. Pero al parecer, iba a tener que seguir arrastrándome en este culebrón. —¿Qué

diferencia hace lo que haga? Si necesita dinero, dáselo. Con suerte usará algo de él para Daniel.

Sabía lo que intentaba preguntarme, porque esto siempre parecía

salir.

—¿Por qué no le damos el dinero directamente a Daniel?

175

—Daniel vive con la madre de Frances, y ella los mantiene muy bien

escondidos de todos. Podrías ser capaz de encontrarlos y darles el dinero, pero si lo averigua Frances, podría ser suficiente para que nos denunciara

en la policía o nos traicione con alguien más. Entonces tendríamos que tomar la decisión que hemos estado evitando.

A Carly le llevó un segundo antes de decir lo que quería.

—Spider cree que trama algo.

—¿Y tú?

Hubo un silencio.

El ser la otra mujer, normalmente habría justificado que Carly pateara el culo de Frances y que la asesináramos si siquiera tuviéramos

incluso el más leve indicio de una traición. Pero Daniel era un inocente, dividido por la aventura de sus padres y Carly siempre intentó ser objetiva con toda la situación de Frances por el bien del niño. Y yo también —por el

bien de Bill. Incluso después de todo el tiempo que pasó, no se volvió más fácil para ella y Spider no ayudaba.

—Spider siempre piensa que está metida en algo —dije, con mi tono simpático—. No he visto nada concreto que me diga que anda en algo malo. Sólo dale el dinero, Carly.

Carly se puso de pie, como si hubiera algo más sobre lo que quisiera hablarme. No tenía ni idea de qué podría ser, pero no era el momento.

Cerré la puerta y me alejé conduciendo.

Me encontraba camino a la reserva para ver a Pops y Hawk, sin previo aviso. Habría sido más rápido aterrizar en Callister, pero no podía

confiar en estar cerca de Emmy. Ahora más que nunca, tenía que permanecer alejado de ella. Ya no sólo tenía los ojos de la armada en mi espalda; con las actividades de Manny, también tenía los del cártel, y ellos

eran mucho más inteligentes y peligrosos que la armada. Una vez que se esparciera el rumor de que la Coalición se rompió, una vez que se supiera

que no pertenecíamos más a la armada, íbamos a ser atacados.

Cuando llegué al lugar de Pops, él ya se encontraba afuera, cortando madera en sus botas de goma.

No se sorprendió al verme. Nunca se sorprendía.

Pops detuvo su actividad y se limpió el sudor de la frente. Me miró,

aunque no estaba seguro de que me vio y entonces sus ojos giraron hacia las copas de los árboles.

—El viento está cambiando —dijo al aire o a la tierra o a alguno de

los elementos que adoraba.

176

Hawk salió de la casa sosteniendo algún tipo de carne en una rama,

comiéndolo como si fuera algodón de azúcar. Su madre miró a su bebe demasiado grande desde la ventana.

—¿De qué va esto? —preguntó en medio de un bocado.

Tan hosco como era Hawk, seguía prefiriendo hacer negocios con él. Al menos, se encontraba en esto por el dinero. Algo que entendía. Algo con

lo que podía funcionar. Su padre, por otro lado, siempre tenía la cabeza en las nubes, hablando en prosa y contando leyendas en lugar de llegar al punto. Y se ponía peor con su avanzada edad. Me agradaba. Por supuesto,

yo le agradaba. Estuvo ahí para Bill y para mí en los peores momentos, cuando nadie quería lidiar con nosotros. A pesar de su deteriorado estado,

se lo debía.

Cultivaban la mejor marihuana en Norteamérica y era una de las pocas entradas de droga que permanecía a salvo, completamente sin

vigilancia. Eran pequeños, aunque influentes y no pertenecían a nadie, ni siquiera a nosotros. Uno de los pocos independientes que quedaban.

—Quiero ofrecerte una oportunidad de unirte a la Coalición —dije.

—Vamos a caminar —dijo Pops. A pesar de la fría temperatura, nos dirigimos al bosque, por un camino rodeado con sus plantas. Hawk nos

siguió de cerca, detrás de su padre.

—Ya nos lo ofreciste. Hace muchos años. Esa oferta fue rechazada.

—Esta es la última vez que haré esta oferta.

Pops sonrió.

—Hemos estado bien sin tu Coalición. No respondemos a nadie —

respondió Hawk.

—Las cosas están cambiando. Si no te unes a la Coalición, perderás tus negocios.

Era cuestión de semanas, posiblemente días. Una vez que uniésemos fuerzas con el presidente mexicano, una vez que la Coalición se

desmoronase, rápidamente todos los independientes deberían escoger un lado o ver quemados hasta el polvo a su trabajo, sus familias y todo lo que siempre conocieron y amaron. Si los miembros de la tribu se unían a

nuestro lado —se unían a mí— podía protegerlos. Si se unían a la armada, serían el enemigo. No quería ver que eso ocurriese.

Pops se detuvo en un árbol y examinó una rama solitaria que crecía

fuera del tronco.

—¿Qué te ocurrirá si pierdes nuestros negocios? —pregunté, en voz

baja.

—Continuaremos con algo más —gruñó Hawk.

177

—¿Qué pasaría si no hubiese algún otro lugar a donde ir? ¿Qué

pasaría si el único lugar al que ir fuera peor que el nuestro?

—Siempre encontramos nuestro camino. Con o sin tu Coalición.

Ojalá pudiese decírselos, decirle a Pops, lo que iba a ocurrir. Lo feo que iba a ponerse todo.

Pero Pops se hallaba demasiado ocupado buscando ramas y árboles.

—Esta ramita no es nada más que un engorroso pedazo de bosque —dijo—. Sobresale como si fuera un error. Algunos lo verían como algo que necesita romperse, porque los fustiga en la cara cada vez que pasan por

ella, porque no encaja con el resto del árbol. Mira este árbol. Es hermoso, alto y grueso. Pero por dentro, está muriendo y esta pequeña rama fuera

de lugar es su única esperanza. La dolencia ya se ha esparcido por las venas de este árbol y lo que se encontraba destinado a morir, moriría. No hay forma de cambiar eso. Pero este árbol se volverá fuerte de nuevo

debido a esta insignificante pieza de bosque. Al final, esta ramita se volverá una rama más fuerte.

Sabía que no esperaba una explicación y en verdad no tenía tiempo para una. —Ya no seré capaz de protegerte. Si no te unes, este será el final de nuestra afiliación.

Pops se giró e hizo su camino de regreso. Con Hawk lo seguimos camino a mi coche. Al parecer era escoltado fuera.

Pops adoptó un tono serio mientras abría la puerta del coche.

—Como se planeaba, organizamos una remesa para atravesar dos semanas y las plantas que nos has solicitado están casi listas para el

cultivo. Si cumples con tu pacto, nosotros también lo haremos.

Se alejó. Desde ahora se encontraban por su cuenta.

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Odio Al Amor

Traducido por Buty Maddox, sashas4 & MaryLuna

Corregido por Mire

Cuando mis compañeros terminaron sus últimos exámenes, la casa

se vació lentamente. Todo el mundo se iba para las vacaciones de Navidad. Joseph y yo éramos los únicos que quedaban. Y Meatball, por supuesto.

No me sentía muy triste de ver irse a todo el mundo. Nadie habló

sobre el hecho de que Griff desapareció durante la noche, pero había miradas incómodas. Sabía lo que pensaban: deberías ser tú quien se fuera, él no, nuestro Griff no. Pero él no era su Griff, era mío. Y yo fui la que lo espantó.

Ya me había acostumbrado a que la gente se marchara, tarde o temprano, todo el mundo lo hacía de alguna u otra manera. Mi hermano, Bill... Rocco... Cameron... y ahora Griff. Si Cameron tenía o tuvo mi

corazón, entonces Griff tenía mi alma. Pero sólo hay una determinada cantidad de piezas que la gente puede quitarte antes de desaparecer por completo. Podía sentir que me hundía, como si hubiera caído a través del

hilo fino y sido empujada por la corriente subterránea, mientras las manos resbalaban bajo el duro hielo frío, incapaz de salir a tomar aire.

Y luego estaban todas las pesadillas. Por lo menos una cada noche desde que Griff se fue. Las arañas que caían y colgaban de mi techo. Tratando de huir de Victor con los pies atrapados en arenas movedizas; él

sosteniendo una rama de olivo, viendo hundirme. Mis sueños con Cameron y Rocco fueron reemplazados por mi propia eventual desaparición definitiva. Mi profecía.

Después de que murió Bill, llegué a detestar las vacaciones. Todas las vacaciones. Porque mi hermano no se encontraba allí conmigo y porque

me veía obligada a estar con mis padres, donde quiera que estuvieran en el mundo, sin mi hermano como un amortiguador. Cuando Griff compró ese árbol de Navidad y empezó a hacer planes para pasar juntos las tranquilas

vacaciones de Navidad, empecé a esperarlo con ganas, como un prisionero que espera un pase de un día. Me imaginaba villancicos que llegaban a la

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puerta mientras bebíamos chocolate caliente... La verdad no tenía mucha

experiencia con las fiestas felices.

Al final, las vacaciones todavía serían tranquilas... muy tranquilas.

Por lo menos todavía tenía a Meatball y a Joseph, pensé.

Pero cuando salí de mi habitación y Joseph merodeaba por mi

cortina, me di cuenta que ya ni siquiera tenía eso. Se balanceaba, como si hubiera decidido algo y fuera sorprendido tratando de escapar. Cuando me vio, se detuvo y forzó una sonrisa. Me avergonzaba ponerlo en esa

posición. Por supuesto, no estaría allí para pasar las vacaciones conmigo o con Meatball. Tenía una familia. Una madre que lo amaba, que tenía tres trabajos para mantenerlo en la escuela, que enviaba las comidas caseras

porque se preocupaba de que no comiera lo suficiente.

Sentí que mi estómago revoloteaba de una manera en la que aceptas

el hecho de que eres un perdedor total.

—Oh, hola, Joseph —dije, añadiendo el elemento de sorpresa en mi tono. Rápidamente me volví hacia mis contenedores que fueron apilados

contra la pared frente a mi habitación y quité la tapa—. Pensé que ya te habías marchado.

—Sí, estoy, uh, volviendo a casa. Porque, ya sabes, la Navidad. Y todas esas cosas de la familia. —Se detuvo un segundo, mirando, mientras empezaba a revisar el contenedor superior—. ¿Tú, uh, quieres venir?

Casi podía oír lo que pensaba.

PorfavordinoPordavordinoPorfavordino.

—Gracias. Es muy amable de tu parte. Pero —añadí rápidamente

antes de que el arrepentimiento pudiera mostrar sus características—, debería terminar con estos contenedores antes de que Hunter me mande al

capitán de bomberos.

Joseph arrojó su mochila al hombro y corrió hacia las escaleras antes de que fuera demasiado tarde. —Está bien. Felices fiestas.

Meatball lo siguió y esperó junto a la puerta. Desafortunadamente, se encontraba atrapado conmigo. Éramos la única familia del otro.

A pesar de que Joseph se había ido y no tenía necesidad de

mantener la farsa, seguí sumergiéndome en mis contenedores. No había encontrado el tiempo para hacerlo desde que Carly y sus compinches me

lo trajeron otra vez. Más que nada, lo necesitaba para mantenerme ocupada. La casa se hallaba demasiado tranquila y el sonido del trabajo en curso la hacía un poco menos monstruosa.

Me recordé corriendo por la casa como una niña pequeña, en busca de María. Si me sentía molesta o asustada o necesitaba estar con alguien

que no tratara de moldearme, corría por cada habitación hasta que encontrara la que ella estuviera limpiando. Y recogía un trapo o un

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estropajo y trataba de ayudar; ella tarareaba y yo hablaba de cosas sin

importancia, pero escuchaba de todos modos.

Para mí, la limpieza era equivalente a un abrazo.

A pesar de que siempre teníamos que estar en alerta por mi madre. Si me encontraba confraternizando con el personal (como mínimo el de limpieza) despediría a María y me ganaría un ceño decepcionado como el

que la madre pato le dio a su patito feo.

Pasé por los contenedores sin rumbo fijo. Buscando ropa que se adaptara a mi creciente estado, sabiendo que apenas tenía ropa suficiente

para ocultar el mayor de los secretos. Hice un pequeño, muy pequeño montón de cosas que probablemente podría tirar, que incluían diversas

notas de clase, bolígrafos sin tinta, un llavero y un calcetín sin pareja. Puse el calcetín único de nuevo en la pila. Pasó menos de una hora cuando abrí la tapa de la última y me preocupé. ¿Y ahora qué? Inmediatamente

me consolé con el recuerdo de que vivía en un tugurio de estudiantes. Un millón de abrazos esperados.

Mientras me preocupaba por mantenerme ocupada, debería estar preocupada por lo que encontraría en el último contenedor. Una parte de mí inicialmente y brevemente se preguntó dónde irían éstos, mientras que

la otra parte me impidió buscarlos, con la esperanza de que nunca volvería a verlos. Allí, bajo la bufanda y guantes que estuve buscando hace unos días cuando el clima frío empezó a traspasar mi chaqueta, estaba Rumble Fish, el libro y la película. El libro que leí cuando murió Bill y la película que Cameron me trajo para ayudar a lidiar con la muerte de Bill. Más

recuerdos de amor y pérdida, recordatorios que no necesitaba y apenas podía soportar.

Coloqué con cuidado la tapa en la caja, mi mano temblorosa. Entonces apilé el resto de los contenedores de nuevo, enterrando el hallazgo, poniendo su contenido de nuevo a lugares enérgicamente

olvidados. Bajé las escaleras lentamente, de forma mecánica. Meatball seguía esperando en la puerta, cuando lo pasé en mi camino a la cocina. En mi visión periférica, vi el árbol solitario en la esquina. Griff y yo

compramos una caja de adornos de segunda mano que pusimos a su lado, listo para un momento feliz alrededor del árbol. ¿Habría música de

Navidad en el fondo? Y luego, aparecerían los cantantes de villancicos, y volveríamos a apagar la música e iríamos a beber nuestro cacao caliente en la escalera de entrada.

Me di cuenta. De verdad me di cuenta. Estaba sola, completamente y totalmente sola. Tenía un perro que deseaba estar en otro lugar y un niño

creciendo dentro de mí que pronto desearía lo mismo.

Cogí las llaves del coche y la correa de Meatball, y nos dirigimos hacia fuera.

181

Durante los últimos dos años, mi madre pasaba las vacaciones

escondida en un spa de Belice, la cual era la palabra clave para el consultorio del cirujano plástico, donde trabajaba en la búsqueda de

descanso. Se quitó y aumentó tantas veces que empezaba a parecerse a un animal inflado: ¡un pequeño retoque aquí, un poco de aire allí y ¡voilá! eres un caniche!

En cuanto a mi padre, iba a donde quiera que lo llevara el trabajo.

Cuando era niña, mis padres me dejaban en un hotel o en una de nuestras casas —Hamptons, Aspen, París— donde se le pagaba al personal

para asegurarse de que tuviera una feliz Navidad. Un año, mi madre les pagó a algunos de los niños del personal para que vinieran a jugar

conmigo ese día. Terminé escondida en un rincón, observándolos mientras saltaban en mi cama y se quejaban de mi falta de juguetes. No tenía idea de cómo jugar con los niños o juguetes.

Con el tiempo, hice más fácil y barato la vida de Isabelle y Burt en la búsqueda de algo mejor que hacer durante las vacaciones. El año pasado

me encontré con un profesor que buscaba un asistente para hacer una agotadora investigación durante las vacaciones. Nunca pensó que encontraría a alguien tan desesperado como para hacerlo.

Cuando Meatball y yo nos detuvimos en las puertas, ya había oscurecido. Con mis padres desaparecidos, esperé que la finca Hamptons estuviera escasamente atendida y no más tenuemente iluminada. En

cambio, fue engalanada para las fiestas. Grandes guirnaldas de Navidad colgadas en cada uno de los paneles de salida de la puerta de hierro y

pequeñas luces blancas disparándose en torno a los pilares de piedra. Esto era tan navideño como lo harían los Sheppard. No sabía que tenían la capacidad para hacerlo.

—Es Emily —le grité al poste del altavoz independiente.

—¿Quién?

Era una nueva voz en el otro extremo. Un nuevo jefe de seguridad. Suspiré. Lansing fue jefe de seguridad durante todo el tiempo que podía recordar. Creo que ya tenía noventa años cuando nací. Sabía que en algún

momento tendría que retirarse, a pesar de la tristeza que me llenó cuando me di cuenta que no estuve allí para despedirme.

—Sheppard. Emily Sheppard. Yo... —Mientras luchaba entre yo vivo aquí o mis padres viven aquí o estoy vendiendo galletas de las chicas exploradoras, se produjo un forcejeo por el altavoz.

—¡Tesoro! ¿Eres tú?

María llegó a la línea. Su voz había envejecido en un arrullo rasposo,

pero la reconocería en cualquier parte. Me llamaba tesoro, tesoro en español, desde que era una niña. Era un apodo reconfortante, aunque

182

siempre quise que eligiera uno diferente. Tesoro me recordaba a algo

enterrado, algo que podría ser mirado, pero no tocado, lo que supongo que era verdad.

La puerta se abrió y fuimos hacia delante. Meatball se irguió junto a mí. Todavía podía sentir la muerte inminente. Pero esto era mejor que pasar las vacaciones sola, encerrada en un alojamiento para estudiantes

decrépitos. Por lo menos, aquí tendría espacio para correr.

La calzada de adoquines que llevaban a los árboles se iluminó con farolas, cada una adornada con banderas elegantes que colgaban como

carámbanos. Copo de nieve artístico, muñeco de nieve de buen gusto, copo de nieve artístico, muñeco de nieve de buen gusto. Era como conducir en

la calle principal de las pequeñas ciudades europeas. ¿Era el toque personal de mi madre?

El final de la línea de árboles reveló una creciente fuente de agua de

cuatro niveles y una mansión que se encontraba iluminada como si estuviera hostigando aeroplanos, aquí no se salvaron créditos de carbono.

¡Adiós, selva amazónica!

No estaba segura de si mis padres se hallaban en “casa”, aunque parecía que sí. Fui directamente a la entrada de servicio, que era donde en

verdad quería estar. Mis padres descubrirían muy pronto que me encontraba allí.

María me esperaba con las manos en las caderas y una sonrisa

diabólica, cuando estacioné a un lado. La entrada de servicio apenas iluminada y una vez que apagué mis luces delanteras, María habría

desaparecido en la oscuridad si no hubiera sido por su delantal blanco. Tuve que usar el peso de todo el cuerpo para arrastrar a Meatball por la correa. Decidido a pasar la Navidad en mi auto. No lo culpaba.

María me hizo entrar en la cocina, sin saber que me acompañaba una bestia. Cuando prendió la luz, la mirada que me dio María, habló

fuerte: tu madre va a tener un ataque al corazón cuando vea eso. Le sonreí a su sonrisa diabólica y me encogí de hombros como respuesta.

La cocina no era cómo la recordaba. Darlene, nuestra jefa de cocina,

solía tener a todos a las corridas como si estuviera en medio de una sesión de revista: sonriendo sobre ollas humeantes, un poco de revuelo aquí, otro

poco por allí, tomando un vaso de vino. Siempre todo increíble. Y tenía un equipo completo que saltaba a sus órdenes. Ahora bien, había un personal de tres, al vapor sobre alimentos suficientes para alimentar el jubileo de la

reina. Cacerolas desbordantes, platos en el fregadero. Más rostros nuevos, rostros jóvenes done el estrés era visible. Sentí como si acabara de entrar en una inmersión universitaria que sirve caviar y risotto.

183

—¿Dónde está Darlene? ¿Dónde están los demás? —le pregunté a

María, mirando al guardia de seguridad de niños sentado en un taburete de la barra junto al altavoz y jugando en su teléfono.

Cuando me volví hacia ella, vi la tensión reflejándose en sus características. Sólo existía una diferencia de veinte años entre las dos. Y sin embargo, María parecía que envejeció quince años por encima de eso.

Tenía el pelo canoso y podía jurar que era más alta que eso. Pero más aún, María nunca, y lo digo en serio, tenía un delantal sucio. Incluso si mi madre la hacía fregar el empedrado alrededor de la piscina, siempre

reaparecía impecable.

—Darlene encontró algo más —dijo, usando su delantal para limpiar

tripas de pescado. Me di cuenta que dejó la mitad de un salmón ensangrentado en el tablón.

—¿Y Lansing?

Me dio una sonrisa simpática. —Encontró algo más. ¿Tienes hambre? Puedo hacerte algo, si quieres.

—¿Cuánto tiempo han estado fuera?

Rozó mi hombro. Esto fue lo más conmovedor que podía hacer sin ser despedida. —Tan sólo unos meses. No recuerdo que tu madre me

advirtiera que volverías a casa para Navidad. ¿Cómo va la escuela? Te hemos echado mucho de menos. El otro día Darlene decía…

—¿Quieres decir, antes de irse? —Mi mandíbula se apretó tanto que

pensé que mis dientes se saldrían de mis encías. Darlene y María eran mejores amigas. Mi infancia estuvo llena de recuerdos de sus bromas

internas que nunca entendía, pero reía con ellas. Ninguna se casó; ni tuvieron hijos. La familia de María se encontraba en México y Darlene nunca habló de una familia. Todo lo que tenían era la una de otra.

—No te preocupes, niña. Todo el mundo está bien. Pero parece que uno podría tener hambre. —Señaló a Meatball, que salivaba haciendo un

charco en el suelo de la cocina.

—Siempre está con hambre. —Últimamente teníamos eso en común.

Cuando fui a buscar una toalla de papel para limpiar la saliva en el

piso, recibí miradas desagradables del joven personal. Ellos sudaban sobre estufas; y me hallaba en su camino, distrayendo a María, su cortadora de pescado.

—Voy a ir a buscar a mi madre —le sugerí con un gruñido en mi voz.

María sonrió sin argumento y se apresuró a regresar a su puesto. No

era tan tonta como para pensar que Lansing y Darlene, dos empleados leales, se marcharon voluntariamente. Fueron despedidos o forzados a irse por cualquier razón.

184

Jalé a Meatball y me dirigí a través de los pasillos de la casa

principal. Parecía como si el espíritu de la Navidad hubiera rezumado en la casa. Mi mamá hizo organizar el lugar profesionalmente para hacerlo

parecer cálido, feliz y no como algo impropio de los Sheppard.

Es evidente que planeaba una gran fiesta.

Meatball se quedó cerca mientras registrábamos las habitaciones,

buscando a mis padres, temía que podrían haber sido devorados por toda esta felicidad. En el comedor, un camarero vestido de esmoquin ponía una mesa para ocho personas, a pesar de que tenían suficiente comida en la

cocina para alimentar a todo el estado de Nueva York. Economía nunca estuvo en el vocabulario de mis padres.

No fue muy difícil averiguar en qué lugar de la casa se hallaban mis padres. Sus gritos eran suficientes para despertar a las cuatro estaciones a la vez.

Pensé en darme la vuelta y regresar a mi muy tranquila Navidad con Meatball. Pero tenía curiosidad, así que me dirigí al cuarto de mis padres.

Tenían su parte de la casa.

Y yo tenía un conjunto en la otra parte que solía compartir con Bill. Esta parte se encontraba en el lado opuesto de la casa, lo más lejos posible

del área de adultos, como una antesala de contagio. Aunque no estaba segura de qué lado era el más enfermo.

Cuando me acerqué a la habitación principal, las palabras de

reproche eran filosas, todas suficiente para dejar una marca. Iba a llamar a la puerta, sosteniendo mi nudillo a una pulgada de distancia de la

madera. Entonces vislumbré a Meatball. Sus orejas eran tan planas contra su cráneo que casi desaparecieron en la piel. Tenía razón. Entrar en la zona de guerra sería como si dos hienas lucharan por un cadáver de cerdo,

hasta que un búfalo con una pierna rota se interpusiera entre ellos. Me comerían viva.

Me deslicé en el banco del vestíbulo y Meatball se metió debajo, su cabeza apareciendo entre mis piernas.

—No sé cuanto más pueda aguantar esto. Una cosa es estar obligada

a quedarnos y jugar a los anfitriones en estas noches sin fin y otra es tener que rogar y pedir a estas personas que nos ayuden. Es degradante.

Mi madre gritaba en francés, pero mi padre respondía en inglés.

Nunca necesitaba gritar, incluso en su forma más fría, su tono autoritario era suficiente para cambiar la rotación de la tierra.

—Tienes que bajarte de tu alto caballo francés y cumplir con tu parte. Necesitamos su apoyo y haremos lo que sea necesario para asegurarnos de que eso pase.

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—¿Hasta dónde? ¿Hasta dónde tiene que llegar para que te des

cuenta de que es suficiente? Anoche, el señor Greyson dejó caer un camarón en mi escote y usó sus dedos gordos para sacarlo. Y lo viste. Te

reíste. Y le ofreciste otra bebida. ¿Qué más tengo que hacer, Burt? ¿Quitarme el vestido para que pueda meter dinero en mi ropa interior?

—Eso sería más útil —dijo mi padre sin ningún signo de broma en

su voz—. Es nuestro contribuyente más grande, querida. Si él quiere pellizcarte el culo, vestirte como una sirvienta francesa y hacerte lavar su excusado, entonces hazlo.

—Excusado —me burlé usando el tono presumido de mi padre. Sólo mis padres pueden hacer pretencioso algo tan simple como un cuarto de

baño.

—¿Eso es a lo que he sido reducida? ¿Prostitución? —preguntó mi madre con voz chillona.

—No me casé contigo por tu habilidad para pensar, cariño.

—Y yo no me casé con un hombre que está dispuesto a hacer

cualquier cosa por dinero.

—Ah, pero lo hiciste, mi amor. ¿Quién paga por las mansiones, los coches, los viajes, el extravagante estilo de vida que amas tan

cariñosamente? Simplemente sonríe y luce bonita. Estarás bien.

—¿Qué estilo de vida? Estoy atrapada aquí, contigo, jugando a la señora anfitriona para personas que nada les gustaría más que vernos

hundidos. Tenemos que pretender que todo es sol y arco iris cuando he tenido que dejar irse a casi todo nuestro personal y estoy recurriendo a mi

familia por dinero cuando casi no pueden mantenerse a flote.

—Eso me recuerda —dijo él—, ¿has llamado a tu hermano como te pedí ayer?

—Henry acaba de tener un ataque al corazón, Burt. Por todo el estrés que le has causado. Si lo molesto con algo más de este feo negocio,

podría ser suficiente para matarlo.

—¿Molestarlo? —dijo mi padre como si se hubiera tragado un puñado de arena.

—Si no molestas a tu inconsciente y débil hermano, perderemos todo. Si deciden vender Chappelle de Marseille, nuestros patrocinadores se irán, con su dinero.

—Pero si mi familia no sale, perderán lo poco que les ha quedado.

—Esta noche. Llámalo esta noche.

Mi madre vaciló, su voz silenciosa. —Ya les he pedido mucho. Difícilmente cogen mis llamadas. Esto será la gota que colmará el vaso. Nunca seré capaz de convencer a mi hermano y mi familia renegará de mí.

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—Podrías convencer al Papa para que te prestara su ropa interior

sucia. Puedes convencer al lerdo de tu hermano.

—No puedo. Burt, simplemente no puedo.

Hubo un suspiro largo y dramático. —Sabía que no debí casarme con el dinero de tu sucia familia.

—El dinero de mi sucia familia salvo tu perfecta, vieja y arruinada

familia. ¿Alguna vez te has dado cuenta del desastre que causaste? ¿Ves lo que las personas dicen sobre ti en los papeles? Engaño. Fraude. Robo. Nadie quiere estar cerca de ti, ¿Y llamas sucia a mi familia?

Nunca pasé mucho tiempo con la familia de mi madre. Todo lo que conocía de su familia era un recuerdo vago de un primo en Francia con

hojas pegadas en el pelo y pies embarrados. Mientras que la familia de mi padre, no ocultaba su desaprobación hacia mi madre y yo. Mayormente a mí (mi madre aparentemente probaba ser un poco útil). Parecía que no

resulté de la forma en que pensaban que lo haría o debería.

Al crecer, fui enseñada a mantenerme tranquila y a escuchar. Aparte

de Bill, no sabía casi nada de los miembros de mi familia, incluso de mis propios padres. Nunca hubo un momento en el que estuviera tumbada enfrente del chispeante fuego, mi barbilla apoyada en mis manos,

escuchando con el corazón abierto como mis padres me contaban la historia del día que se conocieron y se enamoraron. Quizás estuvieron enamorados, en algún momento. Pero nunca lo vi. Raramente permanecía

en la mismo lugar con alguno de mis padres por más que unos minutos, mucho menos con los dos a la vez en el mismo sitio. Y ciertamente no el

tiempo suficiente para escuchar una historia de “Cuando Harry conoció a Sally”.

No fue hasta que la cara de mi padre empezó a aparecer en las

noticias que en verdad llegué a conocer a mis padres. Los Sheppard pasaron por momentos difíciles en los ochentas, cuando mi padre

rápidamente se divorció de la madre de Bill y milagrosamente se enamoró de la impresionante Isabelle Tremblay, heredera del imperio de Chappelle de Marseille. Fue poca casualidad que la compañía de mi madre

recientemente hubiera florecido y estuviera madura para una toma de posesión Sheppard.

Recuerdo sentarme alrededor de una mesa del tamaño de un campo

de fútbol mientras mi abuela, Emily Sheppard primera, llamaba a la familia Tremblay una manada de hippies cada vez que podía, cada vez que

mi madre no se encontraba al alcance del oído. Mi padre, su único y precioso hijo, se reiría. Mi madre se mantendría sonriendo y me ordenaría sentarme derecha.

187

Cuando mi padre salió del cuarto que compartía con mi madre, me

vio sentada en el banco a pocos pasos de él. Apenas hizo una pausa antes de continuar su paso hacia la sala, hasta que desapareció.

A veces me preguntaba si mi padre me reconocería si nos encontráramos por la calle. Probablemente no.

Cuando encontré a mi madre en su habitación, sentada frente al

espejo, frotando ligeramente el flujo de lágrimas que dejaron una línea recta en cada mejilla por encima de su maquillaje. Incluso sus lágrimas eran calculadas, lo suficiente para conseguir un punto que cruzaba, pero

no lo suficiente como para arruinar por completo el maquillaje. Sus ojos miraban imperturbables mi aspecto en el espejo antes de regresar a su

propio reflejo. Tenía su bata de seda lila sobre un vestido de noche azul que llegaba hasta sus pies descalzos de duende. Su pelo recogido en un moño apretado, con una cascada de rizos que brotaba por el centro del

nudo.

Esperé detrás de ella, esperando como un soldado esperaría una

inspección de dormitorio. Era de repente consciente de mi considerada, desagradable apariencia. Llevaba la única sudadera grande de algodón que me entraba, bajo la que se ocultaban un par de pantalones vaqueros

desabrochados. Mi cabello, en lo que había sido una cola de caballo. Ahora era sólo una banda elástica colgando en el borde.

Cuando mi madre finalmente terminó de arreglarse, se dio la vuelta

para examinar qué fue de mí. La sonrisa delgada que se extendió en sus labios me advirtió que no le emocionaba mucho. Dejó que la bata de seda

se escurriera de sus hombros desnudos y cayera en la parte posterior de la silla. Levantó la barbilla y se deslizó de la silla hacia mí.

Me quedé quieta, demasiado fascinada para tener miedo. Se puso de

pie frente a mí y tomó mi barbilla debajo de sus dedos largos. Y luego pellizcó la piel debajo de la barbilla, con tanta fuerza que dejé escapar un

grito.

—¿Esto es lo que llaman obtener el peso de la universidad? —se burló en un inglés con acento muy francés antes de soltar el pellizco, pero

no su mirada.

En realidad se decía los quince kilos del estudiante de primer año, pero no la corregí porque no tenía sentido. Siempre me pareció que

cometía errores a propósito en las expresiones en inglés, como una especie de burla. Supongo que era su pequeño motín contra el patrimonio de mi

padre.

Quería decir algo, tal vez defenderme y volver con algo ingenioso con lo que insultarla. No nos habíamos visto en más de un año, debería haber

sido tiempo suficiente para que tuviera listas al menos algunas frases ingeniosas. Pero todavía me encontraba demasiado fascinada como para

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decir nada. El estar bajo el techo de mis padres, en la trampa de mi

madre, me sentía como si volviera a ser la niña cuyas coletas tenían que ser lo suficientemente fuertes como para soportar los vientos de un

tornado.

La mirada de mi madre dejó mi rostro gordo y mi papada para encontrarse con Meatball. Lo acerqué, como si pudiera protegerlo de ella.

Podía oír sus dientes rechinando. —Esto es nuevo —dijo—. ¿Es tuyo?

—Sí —dije resueltamente, sintiendo como si mis pies acabaran de

estabilizarse en el suelo.

—Bueno, puedes atarlo en el garaje mientras estés aquí.

—Sí, eso no va a suceder. Él va a donde voy yo.

Los ojos de mi madre saltaron de nuevo a mi cara, claramente sorprendida. Apoyé la mano en la cabeza de Meatball y la apreté, como

una demostración de fuerza unificada.

Isabelle regresó su atención al espejo y sacó un par de aretes de

diamantes.

—¿Por qué estás aquí? —le pregunté antes de que pudiera exigir lo mismo.

—Tu padre no puede salir del país —dijo con triunfo, como si mi padre la oyera, como si sus palabras pudieran avergonzar a un hombre como él—. Y tengo que jugar a la buena esposa mientras intenta conseguir

favores.

Puso un pendiente en el lóbulo y estiró una sonrisa en el espejo. —Si

sabía que vendrías, te habría hecho saber que nos encontrábamos aquí.

Le devolví la sonrisa. Las dos sabíamos lo que quería decir: lamento arruinar tu navidad solitaria.

El joven guardia de seguridad vino para anunciar la llegada de los invitados. Mi madre lo miró, agradeciéndoselo y sonriéndole hasta que se

fue.

—Tenemos una larga semana de invitados y eventos que atender —me dijo.

—No necesitas cambiar tus planes —dije—. Sólo estaremos aquí por unos días.

Se mantuvo recta, dando una última mirada desaprobatoria a mi disposición desaliñada y a mi perro peludo.

Lo entendí. Tenía que mantenerme escondida.

—Raramente sabrán que estoy aquí —la tranquilicé.

189

Mi madre se puso sus tacones y salió.

Cuando se disipó el ruido de la charla de los invitados en la planta baja desde el vestíbulo hasta alguna parte de atrás, me sentí lo

suficientemente segura como para caminar por la entreplanta sin ser vista. Lo último que quería era avergonzar a mi pobre madre angustiada.

Tan adornado como se hallaban los cuartos de la planta principal, el

ala este, el ala de los niños, se encontraba desnuda. Muebles envueltos en plástico, pinturas apoyadas contra las paredes de mármol, papel de burbujas envolviendo estatuas, cajas apiladas. Esta ala estaba siendo

despejada y sin duda no iba a ser vista por los invitados importantes. Mis padres se hundían. Estaban en quiebra, vendiendo sus posesiones y

quizás en algún momento, la propiedad de los Hamptons. No sabía cómo sentirme acerca de esto. Nunca pensé en ningún lugar como mi casa, pero si lo hubiera hecho, este sería el más cercano que tuve. Este era el lugar

donde estuve encerrada la mayor parte de mi infancia.

Me dirigí a mi cuarto y fui directo a la habitación de Bill, asustada

de lo que encontraría. Su cama desapareció, como cualquier otra cosa. Sus libros, su ropa, sus pósters, todo lo que dejó, se había ido. Llegue al centro de la habitación antes de tirarme en la alfombra. Ya ni siquiera olía a él.

Simplemente a pintura fresca y a limpiador de alfombras. Meatball dejó mi lado y olisqueó alrededor de la habitación. Encontró un lugar limpio contra una estantería para libros que mi madre podría vender, levantó una pierna

y dejó un nuevo aroma.

Me reí tanto que lloré.

Salimos de la habitación auto-proclamada de Meatball y nos dirigimos hacia el lado opuesto de la sala, donde se hallaba mi habitación.

Aunque las cajas vacías esperaban en una esquina, mi habitación

seguía en su mayoría intacta. Había algunas cajas empaquetadas en el suelo marcadas “Para Emily” en rotulador negro. No me habría importado

lo que tenía si no hubiera reconocido la letra de María. Cogí un lado, tiré y sonreí. Eran cosas de Bill. Por supuesto que María nunca dejaría que mi madre se deshaga de todas las cosas de Bill sin guardar las que me

importaban: fotos, anuarios, mapas antiguos, cuadernos llenos de dibujos estúpidos de coches.

***

Me levanté, con un foco de luz cegadora en mis ojos. Olvidé como era dormir en una habitación con ventanas. Me hubiera levantado a cerrar las cortinas, pero ya estaban removidas.

190

Mi cama de tamaño King se encontraba llena de cosas de Bill. En el

momento en que murió, la gente todavía tenía libros de verdad y cajas de zapatos llenas con fotos y todavía usaban mapas, mapas de papel, para

encontrar su camino. Mi corazón se apretó. Bill nunca creció y vio cambiar el mundo.

Meatball dormía cerca de mí, tan cerca que casi me caía por el

borde. Era como si el perro tuviera miedo del espacio.

Me di la vuelta sobre el costado, me estiré y fui a lavarme en el baño, el “excusado”, mientras esperaba que el agua de la ducha se calentara, me

puse de pie sobre el lavabo. Fue en este entorno lujoso que me di cuenta de lo mucho que me parecía a mi madre, o al menos, a como se veía mi

madre en algún lugar bajo todo el plástico. Las pecas en las mejillas y la nariz que me recordaban a la Vía Láctea. Los ojos de un tono más claro que las algas marinas. La nariz que se curvaba en la base. Las partes

óseas alrededor de mi cuello que sobresalían bajo otro grupo de pecas.

Esto normalmente habría hecho que me estremeciera y me alejara

del reflejo del espejo. Pero empecé a desvestirme, dejando que mis ropas cayeran a mis pies y sonreí.

Mi cara era más redonda y tenía una segunda barbilla, la que mi

madre pellizcó sutilmente anoche. Dejé que mis manos bajaran a mi cintura expandida, apoyándolas sobre el pequeño bulto que empujaba hacia fuera. Si era una chica, ¿se parecería a mí? Si fuera un chico, ¿se

parecería a Cameron?

De repente, me podía imaginar a una niña corriendo con la cabeza

llena de pelo rojo detrás de ella. Hermosas pecas salpicando sus pequeñas manos, pies moviéndose. Volví los ojos verdes a mi propio reflejo, un reflejo que se reflejaría en mi hijo.

Y me di cuenta de lo hermosa que era.

No pasó mucho tiempo para que Meatball viniera a buscarme a la

ducha. Era una de esas duchas abiertas carentes de privacidad. Meatball lamió la acumulación de agua en el suelo, pero permaneció lo bastante lejos para no mojarse. Le eché agua con mis dedos en la cara para

asegurarme de que se mojara. Esto fue suficiente para hacerle saltar como un conejo.

Me puse mi traje de baño debajo de una gran bata de felpa para la

piscina cubierta. Al menos uno de nosotros debía divertirse mientras nos encontrábamos aquí. Estaba a punto de tirar de mi bata, cuando vi a mi

madre descansar en la esquina, en su vestido de noche, se había quedado dormida mientras sostenía un vaso de zumo de naranja precariamente sobre su pecho. Mientras Meatball olfateaba alrededor del borde de la

piscina, me fui a agarrar el vaso antes de que se estrellara contra el

191

suelo. Los ojos de mi madre se abrieron de golpe, tan pronto como mis

dedos tocaron el cristal.

—¿Una mala noche? —pregunté, aunque el olor característico del

alcohol que salió de la respiración y a través de sus poros y sobre el borde del vaso me dijo que también era una mañana difícil.

Me senté en la silla que se hallaba a su lado mientras ella se

estabilizada y endurecía sus rasgos adormilados. Miraba como Meatball paseaba alrededor de la piscina. —No quiero que esa cosa esté cerca de la piscina o alrededor de mi casa.

—No te preocupes, le teme al agua. —La mentira era una segunda naturaleza para mí debajo del techo de los Sheppard. Así como la

hostilidad—. ¿Qué pasó con Darlene y Lansing?

—¿Quiénes?

—El Chef. El guardia de seguridad. La gente que ha trabajado para ti

por veinte años.

—Tuve que despedirlos. Desaparecieron cosas en la casa. —Apretó

un dedo en la sien, como si le palpitara un dolor de cabeza, que comenzaba con una E y terminaba con Emily—. ¿Cómo podían robarnos después de que fuimos tan buenos con ellos todos estos años? ¿Con todo

lo que tu padre y yo hemos pasado? Es inhumano.

La visión de mi madre de inhumanidad era retorcida con saña. Problemas del primer mundo retorcidos.

—¿Quieres decir que los despediste con una supuesta sospecha de robo así no tendrías que pagarles el finiquito que merecían?

Isabelle soltó una risa. —¿Aprendiste esas grandes palabras en tu universidad de medio rango?

—Aprendí lo suficiente para saber que lo que hiciste estuvo mal. Si

papá y tú han caído en tiempos difíciles es su culpa, no de ellos. Deberías darle el dinero que les pertenece.

—Tu padre y yo no estamos en tiempo difíciles. Por favor, no declares esas cosas. —Tomó un sorbo de su bebida.

—¿Sí? ¿Es por eso que están vaciando el ala este? ¿La habitación de

Bill? ¿La mía? ¿O esas son parte de las cosas que misteriosamente han desaparecido?

—Esas habitaciones han estado vacías desde hace mucho tiempo.

Decidí que era momento para limpiar la casa. Nunca estás aquí y William no volverá nunca.

William —Bill— no volverá nunca. Lo dijo con un borde de humor en su voz. Mis puños se apretaron con tanta fuerza que pensé que iba a golpear a mi madre borracha.

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En su lugar, decidí contraatacar de la única manera que conocía,

con palabras. —Bueno, es agradable saber que papá y tú están bien porque necesito dinero.

—¿Debo entender que quieres dinero ahora, que nuestro dinero ya no es indigno de ti?

—No he dicho que quiero tu dinero, madre. Dije que necesito dinero.

Creo que todavía tengo un fondo de fideicomiso.

Había un brillo sádico en sus ojos. Acababa de darle munición

suficiente para derribar las barreras que construí por años para mantenerla fuera. Pero algunas cosas tenían que ser dichas en ambos lados.

Mi madre dijo—: Necesito salir de esta casa. Necesito salir de este país. Tu padre tiene que hacer desaparecer sus problemas legales. Todo el mundo necesita algo, querida. Esto no significa que lo conseguirán.

Meatball se acercó poco a poco al borde de la piscina, tratando de ver hasta dónde podía estirar su cuello sin caerse. Cayó. Mi madre maldijo

como un marinero francés.

Fue en la parte menos profunda, por lo que su cabeza apareció de inmediato. Se levantó sobre sus patas traseras, remando con sus patas

delanteras lo suficiente para mantenerlo en posición vertical. Me miró fijamente, con conmoción en la piel de su rostro. Era como si hubiera

olvidado que sabía nadar. Menos de veinticuatro horas encerrado con mis padres y ya se olvidaba de lo que normalmente podría lograr por su cuenta.

Me levanté y me puse mi bata tranquilamente dejando ver un bulto de media luna debajo de mi traje de baño. —Estoy esperando, madre —anuncié calmadamente y caminé hacia la piscina, saltando dentro.

Nadé hacia Meatball, quien, de repente, vio una gran diversión en el hecho de que estaba en el agua con él. Me di cuenta que su colita se

meneaba por el temblor que subía a su cuerpo e hizo mover su cabeza de lado a lado.

—¿Estás esperando? —dijo mamá, en un susurro lo suficientemente

fuerte para que pudiera oír, pero no lo suficientemente alto para que el personal lo oyera—. ¿Un bebé?

—No, estoy esperando un kayak de Amazon. —Pero la broma se perdió en mi madre—. Sí, estoy embarazada. Voy a tener un bebé.

Intenté sacar a Meatball de la piscina, pero no quería salir. Empecé

a remar tipo perro alrededor de él para mostrarle lo que solía ser capaz de hacer. Pero vio esto como una invitación a intentar saltar sobre mí. Me recordó a una marioneta, balanceándose de un lado a otro, con sólo sus

patas delanteras sobresaliendo y delicadamente batiendo en el agua.

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Mi madre se sentó. —¿Alguien que conociera?

No podía dejar de resoplar una risa en la última esperanza cubierta en la voz de mi madre. ¿El padre proviene de una familia importante?

¿Sería quien salvara a los Sheppard, como una vez lo hizo al embarazarse de mí? —No, nadie que conozcas, madre.

Como la última parte de soda en el fondo de un vaso, mi respuesta

absorbió hasta la última pizca de esperanza. Se puso de pie y su rostro se convirtió en piedra.

—Necesito acceso al dinero en mi fondo fiduciario —le dije antes de

que pudiera escapar. Necesitaba el dinero. Mucho, pero más aún, lo quería para admitir que las cosas no eran lo que parecían. No era que quería

prosperar en su miseria, ya que la suya sería la mía. Necesitaba que admitiera que era humana, esa mierda pasa, incluso a ella y a los distinguidos Sheppard.

Mi madre se detuvo, tomó un sorbo y miró por encima del borde de su copa, pero no me miraba. —No tienes fondo fiduciario. No hay dinero.

No tengo nada para ti.

Y allí estaba. Mis padres, que alguna vez tuvieron más dinero de lo que nadie debe permitirse, se encontraban en quiebra.

Mi madre caminó hacia la puerta y se detuvo, manteniendo su espalda hacia mí. —Sería mejor si dejas la casa y permaneces lejos. Tu padre está bajo escrutinio suficiente tal como está. Si los periódicos se

enteran de esto, causará un daño irreparable a la ya precaria situación de tu padre.

El frío de su rechazo goteaba desde la cimia de mi cabeza, por mi cuello hacia la parte posterior de mis rodillas. Meatball debió de sentir el frío, porque dejó de jugar y equilibró su camino a las escaleras, donde

esperaba, goteando agua.

No era como si esperaba que a mi madre le complaciera convertirse

en abuela. En su mente sintética, todavía estaba en sus veintes y no en sus cincuenta. Y ciertamente no había esperado que le diera la bienvenida con los brazos abiertos a la noticia de un niño sin herederos. Pero esta

forma de rechazo, repudio del hijo de su única hija, quien no hizo nada malo, sino haber nacido conmigo, Emily del clan Sheppard, era una nueva baja para mi madre.

Nunca quise hacerle más daño que en este mismo momento. —¿Por qué padre llamaría sucia a tu familia? —pregunté con un siseo en mi voz

antes de que pudiera desaparecer por completo en la casa.

Se quedó parada con gracia, lista para escupir fuego. —Tu padre se olvida de que todo el dinero es sucio. Si tu padre estuviera mirando la

historia de cualquier persona que ha hecho una fortuna en la historia,

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encontraría que ninguno tiene las manos limpias. La promesa de dinero

logra que los humanos se hagan cosas terribles. Mi familia pudo haber hecho una fortuna rápida desde el auge de la cocaína y la heroína en los

años setenta, pero al menos no era a costa de los esclavos en América.

Dejó la piscina, abandonándome.

Salí de la piscina y nos sequé con la toalla a Meatball y a mí.

Mi madre era una ladrona de cualquier alegría que pudiera venir de mí. Cuando era niña, le recé a un Dios que no conocía, con la esperanza de que pudiera cambiar. Esperando que me viera. Nunca entendí por qué

me odiaba tanto.

Lo jodido es que amaba a mi madre. Sabía que la amaba porque sus

rechazos ininterrumpidos me quitaban pequeños fragmentos. Quien dice que es mejor haber amado y perdido que nunca haber amado en absoluto, no conocía a mi madre.

***

Cuando llegué a mi habitación, me fui a mi cama y empecé a recoger los tesoros de Bill. El dolor que retorcía dentro de mí debería ser suficiente

para hacerme llorar. Pero no me dejé ceder a las lágrimas que ya empapaba la almohada de mi niñez.

María entró, con una bandeja de desayuno. Sonrió de una manera

que era como una acaricia en la mejilla.

Me aclaré la garganta y estiré una sonrisa valiente.

—No seas tan dura con tu madre —me dijo en voz baja, poniendo la bandeja a los pies de la cama—. Ha estado pasando por un momento muy difícil.

—¿Nos has oído hablando? —Tenía mi espalda hacia ella, poniendo las cosas de mi hermano en la caja.

—Lo supuse cuando te vi ayer. El embarazo le da a las mujeres un brillo juvenil que ninguna crema para las arrugas en el mundo será capaz de igualar.

María se arrodilló a mi lado y puso las manos sobre las mías, deteniendo mi progreso. —Tienes unos seis meses a lo mucho, ¿no?

No podía mirarla, así que asentí sobre la caja.

No hubo ninguna vacilación en el movimiento de María. Tiró mis hombros hacia su cuerpo y envolvió los brazos alrededor de mí. Era más

alta y más grande que ella (definitivamente más redonda), pero en ese

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momento me sentí muy pequeña. Me sentí como la niña que solía ocupar

esta habitación y deseaba lo mismo que me pasaba ahora.

—Felicitaciones, cariño —susurró en mi oído.

Cuando me di cuenta de lo que hacía, me lancé hacia atrás. —María, te despedirán si mi madre te atrapa.

Agitó una mano en el aire. —Bah.

La observé. Y lo supe. —También te va a despedir, ¿no?

Mantuvo una sonrisa afectada y se encogió de hombros. —Estoy aquí sólo para ayudarla a pasar las vacaciones.

—¿Por qué? No se merece eso. No te merece. Has estado aquí para ella, para nosotros, todos estos años y así es como te paga.

—No siempre ha sido así, ya sabes. Cuando empecé a trabajar aquí, cuando tu madre y tu padre se acababan de casar, tu madre era, bueno, muy parecida a ti. Pero la familia de tu padre, no son gente fácil. Mi madre

solía decir que una mujer sólo puede amar mucho a un ogro durante cierto tiempo antes de que comience a cambiarla.

¿Se suponía que mi padre era el ogro?

—Tu madre pensó que se casaba por amor y continuó amando a tu padre, a pesar de él, a pesar de quién era en realidad.

Hubo un momento de silencio mientras nos dimos cuenta de lo que en realidad decía María. Que mi madre amaba a mi padre más de lo que me amaba a mí. Que había estado moldeándome, tratando de moldéame,

en la Sheppard perfecta, por lo que mi padre la amaría.

—Por lo tanto, vas a tener un bebé —exclamó María, aplaudiendo—.

Déjame adivinar. ¿El padre es alto, moreno y guapo?

—¿Soy tan predecible?

—Durante años hemos visto cerca a ese chico, conduciendo

alrededor de la propiedad, comprobándote. Lansing lo atrapó colándose a la casa en tu decimosexto cumpleaños. Darlene siempre dijo que iba a ser

el joven que vendría a tomar tu corazón.

María no tenía idea de la bomba que puso en marcha dentro de mí. En el exterior, seguí inexpresiva, pero por dentro, era un holocausto

nuclear.

—¿Dónde está el padre?

Incliné la cabeza.

Sabía que Cameron estuvo vigilándome durante muchos años, ya que Bill se lo pidió. Pero Cameron, cerca de mi casa, bajo el techo de mis

padres, en mi cumpleaños... yo odiaba mis cumpleaños sin Bill. Pero mi

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decimosexto cumpleaños fue el peor de todos. Mi madre elaboró una fiesta

enorme con personas que no conocía. Me había presentado, una y otra vez, a los familiares de los pretendientes potenciales. Colocada en un

pedestal, lista para ser subastada a la familia de hiciera la oferta más alta. Mi padre a un lado, hablando de negocios, sin siquiera notar cuando soplé las dieciséis velas de mi pastel. Mi madre constantemente me reordenaba

entre las reuniones. La mejor parte de la noche fue poder comer un poco de torta con María y Darlene en la cocina.

María me observó un rato mientras empujaba artículos alrededor la

caja de Bill, de modo que pudiera caber más adentro.

—¿Te acuerdas de cuando eras una niña y Darlene te dijo que no

tocaras la estufa porque estaba caliente? —recordó—. La tocaste de todos modos ¿y conseguiste una muy desagradable quemadura? Ni siquiera lloraste. Caminaste al fregadero y colocaste tu mano en agua fría. Era

como si supieras que iba a suceder, pero intentaste de todas formas para asegurarte, dispuesta a afrontar las consecuencias después.

Recuerdo haber hecho eso. Mi mano dolió muchísimo por días.

María se rió entre dientes. —Eras la personita más obstinada y desafiante que he conocido. Nunca supe en qué problemas te ibas a meter

después, pero siempre supe que, sin importar qué, ibas a encontrar una manera.

Cansado de esperar a que alguien le ofrezca algo de mi desayuno,

Meatball se sirvió un pedazo de tocino. Luego esperó para ver si se iba a meter en problemas. Cuando no sucedió nada, limpió el plato.

—¿A dónde vas a ir? —me preguntó María mientras luchaba para deslizar las solapas cerradas de la caja rebosante.

—No lo sé. Pero tengo que salir de aquí. —Debido a que mi madre

me echó, porque no podía respirar cuando se encontraba demasiado cerca. Fue increíble cómo uno podía sentir claustrofobia en un espacio tan

grande.

—Pero es la víspera de Navidad. No deberías estar sola.

María puso la mano en mi hombro. —Quédate. Tus padres se van a

la ciudad. Se irán por unos días. Podemos pasar las fiestas juntas.

No me di cuenta de que era la víspera de Navidad. No quería estar sola. Pero eso no significaba que estaba lista para arruinar la Navidad de

María. Nadie quiere pasar la Navidad con la hija de sus jefes no cumplidores. No importa lo mucho que me amaba María, siempre sería el

engendro de Isabelle Sheppard.

María intervino antes de que pudiera encontrar una buena excusa. —Ya le dije a Darlene que estás aquí. Estará aquí tan pronto como se

vayan tus padres. Nos emborracharemos y conectaremos la máquina de

197

karaoke en la sala de fiestas. Bueno, Darlene y yo podemos

emborracharnos. Tú puedes ver.

Me sentía muy emocionada.

Salté por encima de mi caja y hacia sus brazos.

No podía esperar a que mis padres se fueran. Mientras tanto, Meatball y yo pasamos la mayor parte del día caminando por la propiedad.

Buscó en cada arriate que pudo encontrar y cuando le pedí que dejara de cavar, cavó con más fervor. Así que lo dejé destruir el patio.

Cuando mis padres se fueron por fin, Darlene condujo dentro de

inmediato, como si hubiera estado esperando junto a las puertas.

Hubo muchos abrazos y palmaditas a mi vientre. Darlene envió a

empacar al joven personal de la cocina y se hizo cargo de la cocina, su cocina. Darlene y María cumplieron su promesa. Se emborracharon, consiguiendo la mejor bebida. Me dieron las versiones vírgenes.

Era como si nada hubiera cambiado. A pesar de que cambió todo. O tal vez nunca antes preste atención.

Asumí siempre que Darlene y María eran mejores amigas. Existía amistad allí. Pero también amor. Las observé mientras se miraban entre sí. Riendo sobre cosas que no entendía. Al final de la noche, bailaban juntas,

y yo sonreía con tanta fuerza que mi rostro se iba a dividir en dos. Me sentía feliz de tener la oportunidad de ver esto antes de que desaparecieran de mi vida.

Me excusé, citando fatiga, lo cual era cierto. En realidad, sólo quería que pasaran la Navidad juntas sin tener que cuidarme por una vez en sus

vidas.

***

En medio de la noche, alguien llamó a mi puerta. María abrió antes

de que tuviera tiempo de decir algo.

—Mira a quién encontré merodeando por las puertas.

Fuera de las sombras, él entró a mi dormitorio. María me dio una

sonrisa de complicidad, ligeramente borracha antes de cerrar la puerta detrás de sí.

—Sólo la sigo jodiendo, ¿no? —me dijo Griff.

Sí, era así.

Me senté en la cama y encendí mi lámpara de noche. —¿Cómo

sabías que estaba aquí?

198

—Dejaste tu celular en tu cama. Cuando encontré la casa vacía y

todas tus cosas, intenté llamar al número que decía “casa”. Y si eso no funcionaba, iba a llamar a la policía. Una señora contestó cuando llamé.

Confesó que te encontrabas aquí. Sonaba como la misma señora que me trajo aquí.

—Su nombre es María.

—Me costó una fortuna parar un taxi hasta aquí desde Callister.

—Te tomaste tu tiempo. ¿A dónde fuiste?

—Me emborraché y volé de regreso a Inglaterra.

Suspiré. —Tu madre y tus hermanos debieron haber estado felices de verte.

—Nunca llegue a salir de Heathrow. Comprendí en cuanto el avión despegó que cometí el error de un idiota. Tan pronto como el avión aterrizó en Londres, me fui en busca de un vuelo de regreso. Me tomó un tiempo.

Todo se hallaba reservado por las vacaciones.

Meatball se arrastró fuera de un sueño profundo para dejar caer su

cabeza pesada en el regazo de Griff.

—¿Me puedes perdonar? ¿Otra vez? —preguntó Griff.

Por mucho que su partida me hizo daño, sabía que no era inocente

al esparcir dolor. —Sólo si me perdonas por mentir y por ocultarte el embarazo. Por no decirte sobre Cameron y yo.

Griff me miraba. Podría jurar que había compasión en sus ojos.

—¿Has cambiado de opinión? —me preguntó.

—¿Sobre qué?

—¿Sobre ir al granero y hablar con el tipo de las drogas?

Le devolví la mirada a Griff. Mi resolución se fortaleció. Pops era mi última esperanza y ahora tenía un plan. Sabía cómo me podía ayudar.

—Eso es lo que creí. —Me tomó la mano y colocó un pedazo de papel en la misma—. Feliz Navidad.

199

El Fin Es Sólo El

Principio

Traducido por Moni

Corregido por Sofía Belikov

—Sí —anunció Slobber.

—No —respondió Kostya.

Había llegado el momento para que la Coalición tomara una

decisión, de una forma u otra. Íbamos a unir fuerzas con Julièn, o íbamos a dejar que el cartel se apoderara lentamente de nuestro comercio de drogas. Cada capitán tenía su razón para votar por una cosa o la otra. De

lo que no se daban cuenta era que con cada voto, su Coalición se quebraba. El inframundo estaba a punto de detonar. La pregunta era: ¿qué tanto de esto se filtraría al mundo real, donde vivía Emmy?

—No —dijo Johnny.

—No —dijo Dorio.

La mafia italiana y asiática. Bastardos traicioneros. ¿Cuánto de lo que sucedía en la Coalición le contaban a Shield? Había esperado a ver qué votarían, ya que así podría entender cómo funcionaba el demente

cerebro de Shield.

No. Parecía que Shield no quería que nos uniéramos con el

presidente mexicano, incluso a pesar de que eso significaría mi muerte. Quería tomar a los capitanes, uno a la vez, desde las sombras, como el disimulado poca cosa que era. Quería quitarme a la Coalición, verme

perder todo y luego matarme. Y moriría, pero no a su merced, y no antes de que le cortara las manos y lo viera desangrarse hasta morir.

—Sí —dijo Manny.

200

No les había contado a los capitanes que Manny fue quien arruinó la

reunión con el cartel, rompiendo relaciones permanentemente. El decirles firmaría la garantía de su muerte —se la habrían dado al cartel para que

se la comieran, como un estofado de carne, con la más pequeña esperanza de que fuera suficiente para que el cartel volviera a la mesa. El cartel había permanecido en silencio sobre el incidente porque no tenían prueba de que

uno de nuestros capitanes, Manny, había dirigido el asalto —todos los testigos de nuestra presencia en el restaurante tailandés murieron y era difícil imaginar que alguien podía haber sobrevivido la explosión. El hecho

de que Manny y yo hubiéramos sobrevivido habría sido sospechoso. Pero incluso si averiguaran que habíamos estado allí todo el tiempo, incluso si

uno de sus hombres hubiera sobrevivido y dicho que nos encontrábamos allí, no era anormal el tener un plan de escape “sólo por si acaso”. Y Manny tenía una herida de bala nueva en su muslo, prueba de que no

habíamos sido inmunes. Por lo que sabían, el grupo Vásquez —la única familia que seguía ilesa en este debacle— se hallaba detrás de toda la cosa.

Por ahora, los Muñoz y los Castillo permanecían quietos, observando y esperando.

Nunca le había ocultado algo a los capitanes, excepto tal vez la

historia real detrás del secuestro de Emmy. Por culpa de Shield, la Coalición se encontraba al borde del colapso sin importar lo que hiciera. Por el bien del inframundo y el otro mundo, necesitaba fortificar lo que

fuera que quedaba de la Coalición antes de que Shield pudiera tener el control sobre todo ello. Ninguno de los mundos podría sobrevivir eso.

—Sí —dijo Viper, mirando a Manny. Él era el último en votar y con eso, teníamos un empate. La Coalición estaba dividida justo en el medio.

Todas las cabezas se volvieron hacia mí como el voto decisivo.

—Sí —dije.

Había sellado mi destino.

***

Carly colocó de golpe un pedazo de papel frente a mí y comenzó a caminar de un lado al otro. Ella había insistido en encontrarse conmigo después de la votación con la Coalición y entró a toda prisa en la sala de

reuniones tan pronto como todos se habían ido.

—Querías que encontrara esto —acusó.

Debí haber sabido que Carly husmearía antes de hora. Sabía que lo había encontrado hace tiempo y quería hablarme de ello cuando me encontraba en camino a visitar a Pops. Pero en realidad, ella no sabía qué

201

pensar. Finalmente ató los cabos. Se suponía que este argumento lo tenía

que tener con mi cadáver.

—Ahora entiendo qué has estado haciendo con todo tu dinero. Esto

debió costarte una fortuna. ¿Qué más nos has ocultado a Spider y a mí? ¿Cuánto tiempo tomó cubrir tus pistas para que no pudieran rastrearte?

—Bastante —admití, evitando la primera pregunta y mirando las

imágenes aéreas de la propiedad: una pequeña isla en el Sur Del Pacífico. La había comprado, vendido y comprado de nuevo a través de varias corporaciones y organizaciones de beneficencia, algunas falsas, otras

legítimas. Me había costado mucho más de lo que valía. Y aún así no tenía precio.

—La votación de hoy —dijo Carly, con tono ácido—. Vas a hacer exactamente lo que dijiste que nunca harías. Trabajar con Julièn cuando sabes lo que él va a hacer. Lo que hará que hagas. Asesinar al cartel para

que puedas tomar el comercio mexicano con él a tu lado. Sabe que sólo tú puedes empezarlo. Y luego morirás cuando todo el mundo de las drogas de

México vaya tras tu trabajo superior.

—¿Eso es lo que piensas?

—Matas a los jefes de las familias de cárteles y nacen cien más. Eso

es lo que me dijiste una vez.

Maldición, la memoria de Carly era impecable.

—Es un lugar hermoso —le dije, señalando una imagen de una playa

arenosa—. Completamente inhabitado y puedes mirar a las ballenas jorobadas pasar desde el patio trasero. Aunque tendrás que tomar buenas

notas. Se supone que estén allí para estudiar su migración. Esa es tu coartada.

Lentamente, había hecho planes, tratando de encontrar un lugar

seguro para ellos, algún lugar donde pudieran desaparecer hasta que se calmaran las cosas. Me había movido muy despacio y mantenido fuera del

radar de todos, con la esperanza de que tuviera todo en su lugar antes de que la guerra hiciera erupción y mi vida llegara a su fin.

—Esto es para nosotros. Esta isla —dijo, dándolo por hecho.

—Y Emmy. Confío en que te la lleves cuando sea el momento correcto, cuando nadie esté mirando.

Carly me miró a los ojos. —Pero tú no vas a estar allí.

Desearía estar allí con ellos. Incluso me había dejado imaginar cómo sería, vivir libre en una pequeña isla al norte de Fiji. Emmy sentada en la

playa en su bikini; o mejor aún, Emmy en la playa sin su bikini. Pero eso nunca pasaría. Sería cazado con todo el poder que el inframundo tenía para ofrecer. Emmy, Carly y Spider no estarían cerca de mí cuando eso

pasara. Estarían estudiando los patrones de migración de las ballenas

202

jorobadas para la Sociedad de Cetáceos, la fundación falsa que había

creado como coartada.

Carly se sostuvo del respaldar de la silla con las manos y entrecerró

los ojos. —Entonces, ¿exactamente cómo se supone que haga esto? Espero hasta que estés muerto. Hasta que estés muerto de verdad. Luego voy a tocar a la puerta de Emmy. “Hola, ¿cómo has estado? Sé que has estado

sufriendo por Cameron durante meses. Resulta que él no estaba muerto. Pero, sí, ahora sí lo está, así que deberías llorar por él. Por otra parte, te compró una isla”. ¿Y luego la secuestro de nuevo y la obligo a ir a este

lugar sin ti ahí? ¿Para que pueda llorar por ti, puesto que esta vez estás muerto de verdad?

—Emmy lo superará con el tiempo. Esta isla es hermosa. Ella me olvidará y olvidará este desastre en el que la puse. La parte importante será sacarlos a ustedes de aquí hacia un lugar seguro antes de que muera.

Podrán irse de allí algún día, cuando el calor se haya apagado.

—Has perdido a mucha gente, Cameron. Has olvidado cómo es

enterrar a alguien que amas.

Carly me miró mientras se alejaba de la silla.

—Una persona no “olvida” —dijo, haciendo comillas en el aire—. No

lo “superas”. Sólo encuentras una manera de guardar el dolor en un bolsillo en algún lugar interno. Pero de vez en cuando, algo —alguna pequeña e insignificante cosa estúpida— lo activa. Es de lo peor. Y tienes

que comenzar de nuevo. Sentir de nuevo la misma angustia que sólo viene cuando te das cuenta, cuando recuerdas que nunca verás su rostro de

nuevo, que nunca serás capaz de compartir esa cosa estúpida que te lo recordó en primer lugar. El dolor nunca se va. Sólo se adormece, esperando que lo active otra cosa.

Carly tomó el papel de mis manos.

—Emmy no te superará. No importa cuánto trates o cuánto dinero

gastes, vas a matarla. —Se dio la vuelta—. Eres un maldito idiota si piensas lo contrario.

203

Un Nuevo Capítulo

Traducido por Issel & Mitzi Noh

Corregido por Michelle

En Navidad, Griff me había dado un regalo. Un lugar. No era lo que

esperaba. No era el granero, donde estaba la guarida de drogas secreta y clandestina de Pops. Porque, como él lo explico, habríamos sido derribados antes de habernos incluso acercado a un kilómetro del lugar.

Lo que Griff me dio era la verdadera dirección de Pops en la reservación.

Pero esto había venido con un precio. No sé qué tuvo que dar para obtener la información, pero por la expresión esquiva de su cara, no era bueno.

Dejamos la casa de mis padres tan rápido como pudimos salir de ahí, después de muchos abrazos de preocupación por parte de María y Darlene. Las cajas de mi hermano se hallaban cargadas en el asiento

trasero, dejándole a Meatball sólo el espacio suficiente para sentarse y mirarme ferozmente.

Griff tomó mi mano de encima de mi regazo y la apretó. —¿Cuál es el plan?

—Ya verás.

—¿No se enojarán tus padres porque te vayas el día de Navidad, antes de que tuviesen la oportunidad de despedirse?

Traté de no estallar en carcajadas.

Con cada kilómetro que conducíamos, me ponía más nerviosa. Preparando diferentes versiones de mi discurso en la cabeza. Lo qué diría

Pops, cómo respondería yo. Me di cuenta de que era el día de Navidad y que probablemente toda su familia estaría ahí. También tendría que estar preparada para eso. Sobre todo, era clave esconder el embarazo —no sólo

por nuestra seguridad sino por el bien del negocio. ¿Qué magnate de la droga querría aliarse con una chica embarazada?

204

Mientras repasaba en silencio mis líneas, Griff interrumpió mis

pensamientos.

—Quiero casarme contigo —anunció, mirándome.

Me tomó un segundo enfocarme en lo que me dijo.

—¿Ahora mismo?

—Si quieres.

—¿Por qué quieres casarte conmigo? ¿Por qué estoy embarazada? No me casaré contigo sólo porque es conveniente. Eso es lo que hicieron mis padres. Yo no lo haré.

—Bien. Entonces cásate conmigo porque me amas.

Contuve el aliento y meneé la cabeza, sin romper el contacto visual.

Y pude ver las fisuras rompiéndose a través de él.

—Lo entiendo —dijo.

Le apreté la mano. —Te amo, Griff. Te amo mucho, pero...

—Pero no me amas de esa forma, lo entiendo.

—No te amo como mereces ser amado.

Tomó una respiración. —¿Alguna vez me amarás, de esa forma?

—No lo sé —confesé.

—¿Quieres amarme? ¿De esa manera?

—Sí, quiero —contesté sin titubear.

Forzó una sonrisa a través de la máscara de dolor. —Entonces eso es suficiente para mí.

No hablamos por el resto del camino. El anuncio de Griff había sido suficiente para distraerme del salto adelante.

Por alguna estúpida razón, había esperado que el paisaje cambiaria tan pronto como condujésemos dentro de la reservación. Pero no había tiendas tipis u hombres caminando en mocasines. Mayormente, el paisaje

era tan frío y estéril como había sido fuera de la reservación. El único cambio que noté fue la pobreza. Pequeñas chozas de madera situadas en

parcelas de barro, con desmoronados techos de lata, ventanas bloqueadas con periódicos para mantener fuera el invierno. Cada uno con una antena parabólica saliendo del lado.

Nos tomó un rato encontrar la casa de Pops. Los caminos no se hallaban claramente delineados y tampoco los números de las direcciones de las casas de las personas. Era como si todos quisieran ser encerrados y

olvidados. Griff y yo en realidad pasamos la casa de Pops dos veces porque buscábamos una mansión de un señor de la droga. Pero su casa era sólo

un poco mejor que la de los miembros de su tribu.

205

Mi viejo carro se destartaló mientras conducíamos por la carretera

llena de baches. Las ventanas tenían cortinas, en vez de periódicos. No había antenas satelitales visibles y sólo dos carros en la carretera. Me

incliné sobre el asiento y eché una mirada a las cajas de Bill, reasegurando a Meatball con una rascada de oreja antes de salir del carro.

La anciana que abrió la puerta parecía un poco impresionada de

vernos a Griff y a mí parados en su portal el día de Navidad. Un aroma de pavo asándose y zanahorias cocinándose en la cocina vino hacia la puerta con ella.

—Hola. Mi nombre es Emily —anuncié—. Lamento molestarla en su cena de Navidad, pero necesito hablar con Pops. Por favor.

El cabello de la mujer era gris y estaba peinado hacia atrás en un moño. Debajo de su delantal, usaba un traje de poliéster azul y una blusa estampada de puntos. Su mejor ropa para Navidad. Nos miró, insegura.

Mi corazón latía como bongos. Tuve que meter mi mano en los bolsillos de mi chaqueta para que no pudiera ver lo mucho que temblaban

mis manos. Griff puso las manos alrededor de mis hombros, lo que me ayudó a calmarme pero no era suficiente para detener el castañeo de mis dientes. El frío, los nervios se me metían bajo la piel.

Probablemente dándose cuenta que una chica que lucía más asustada que un pavo en Navidad no sería mucha amenaza para ella, la anciana sonrió y se hizo a un lado para dejarnos pasar.

Con un movimiento de su mano, la señora nos llevó hacia una sala de muebles celeste y pantallas de lámparas azul naval que combinaban

con el color de su traje. Así que de verdad le gustaba el color azul.

Nos dejó sentados en el mueble. Los minutos que pasaban parecían convertirse en horas. Mi aprehensión era abrumadora, empujando contra

mi piel como el demonio tratando de escapar. Tan sólo no podía seguir quieta sentada, por lo que me levanté y caminé alrededor de la habitación.

Había algunas fotos enmarcadas en las paredes. Una de Pops fuera en botas de goma. Al lado de esa, había una amarillenta de un chico que parecía una versión mini de su hijo, Hawk. Y luego había una más reciente

con Pops y Hawk, cada uno con un brazo alrededor de la anciana que amaba el azul.

Caminé hacia la esquina, donde refulgía una cocina a leña. Había un

cartel en blanco y negro enmarcado cerca de esta.

Me quedé de pie, calentando mis temblorosas manos sobre la estufa,

con mis ojos en el cartel.

Era una foto de unas viejas y arrugadas manos abiertas en la esquina de la parte superior con una Paloma blanca volando en la otra

esquina.

206

—¿Te gusta? —preguntó alguien desde atrás. Me di la vuelta. Pops

se encontraba de pie al lado de la puerta en sus botas plásticas. Su hijo Hawk, detrás de él con una carga de madera cortada en sus brazos.

—¿Qué significa?

Se quitó las botas y metió sus pies con medias en unas pantuflas color vino

—¿Has escuchado alguna vez la expresión, si amas algo, déjalo ir?

Por supuesto que lo había escuchado. —Si regresa a ti, es tuyo para siempre.

—Y si no regresa, es porque nunca fue tuyo —terminó.

Odiaba esa expresión. ¿Alguna vez alguien se molestó en preguntarle

al ave como se sentía sobre este pequeño experimento?

—Así que, ¿te gusta la foto? —me preguntó de nuevo Pops.

—Ya no.

—A mi tampoco —dijo—. Pero hasta que tenga fotos de mis nietos para colocar, ésta llena el espacio vacío.

Me giré hacia él. —¿No estás sorprendido de verme? —Lo que de verdad me preguntaba era si se enojó porque lo encontré en su propia casa. O si estaba en un estado de ánimo asesino. Tocó mi brazo y me hizo

señas para que me sentara de nuevo en el mueble al lado de Griff, quien se hallaba sentado tranquilamente pero inmóvil, examinando.

—¿Sorprendido? No. ¿Feliz? Sí. Aunque me sorprende ver tu cambio

de compañía.

—Este es Griff —le dije.

Pops escaneó la cara de Griff y sonrió, extendiendo la mano para estrechar la de él. Luego se echó hacia atrás para sentarse en el sillón reclinable azul pálido en la pared opuesta, dejando sus pies elevados hacia

delante.

—Mi hijo Hawk —le dijo Pops a Griff, señalando con la cabeza hacia

su hijo, quien había venido para colocarse al lado de la silla de su padre después de colocar la madera en la cocina.

—¿Cuántos nietos tienes? —le pregunté a Pops, sólo para charlar.

—Ninguno. Ese es el problema.

Hawk me miró peligrosamente. —¿De qué se trata esto? ¿Quién te envió aquí?

—Nadie. Estoy aquí por mi propia cuenta. —Me aclaré la garganta.

Una mirada interrogante vino de sus expresiones.

207

—¿Bueno? —presionó Hawk.

—Estoy aquí porque… —balbuceé—. Estoy aquí porque tengo una proposición de negocios para ustedes.

Hawk dejó escapar una risotada sin que saliera una sonrisa. —¿Tú? ¿Tienes una proposición de negocio? ¿Para nosotros?

Perdía mi valor.

Griff golpeó gentilmente sus rodillas contra la mía para impulsarme a continuar.

Inhalé y mantuve los ojos en Pops. Él no se rió pero había mantenido

una expresión interrogante sobre Griff y sobre mí. ¿Se preguntaba dónde estaba Cameron? ¿Siquiera sabía sobre su muerte? ¿Había estado lidiando

directamente con Spider? ¿Podía confiar en él? ¿Era una absoluta idiota por pensar que podría? Si Pops tenía preguntas, permaneció callado.

—Unos años atrás, mi hermano, Bill, vino a ti con una proposición.

Le diste una oportunidad y no te decepcionó.

—Y ahora, ¿vienes a ofrecernos lo mismo que tu hermano nos ofreció

años atrás? ¿Algo que ya tenemos? —El tono de Hawk era degradante.

Mantuve su mirada por un segundo extra antes de contestar—: Estoy aquí para ofrecerles algo mejor.

Saqué un marcador y el mapa que tomé de la caja de Bill y lo abrí en la mesa de café.

—El país está a punto de padecer una importante escasez

farmacéutica. Lo que significa que habrá una demanda alta en el mercado negro para todas las drogas prescritas.

—¿Y cómo lo sabes? —inquirió Hawk.

Le quité la tapa al marcador rojo. Mis manos estaban firmes. —Porque mi familia está a punto de crear la escasez. Chappelle de Marseille

es la compañía farmacéutica más grande de Estados Unidos y está a punto de cerrar sus puertas. —Mis padres estaban muy hundidos. No serían

capaces de salvar los Sheppard y los Tremblay se irían abajo con ellos, al menos que obtuvieran un trato mejor de mi parte.

Dibujé grandes círculos en el mapa. Nueva York. California.

Arizona. Nevada. Y después me moví a Canadá. Ontario. Quebec. —Todos estos lugares tienen tierras protegidas que están ocupadas por tribus nativas americanas.

Hawk soltó una carcajada. —Sólo una chica blanca agruparía a todos los nativos americanos en un gran grupo. Los territorios que señalas

pertenecen a diferentes tribus. Siouan, Shawnee, Lumbee, Chippewa...

Pops colocó una mano sobre el pecho de su hijo, silenciándolo.

208

—Me di cuenta de eso —continué, cayendo en cuenta de lo ignorante

que sonó esa primera observación. Pero no había terminado—. Porque todos ustedes tienen algo en común: opresión, robo, mentiras, desalojos.

El secuestro y reeducación de sus niños. Y ahora, una epidemia de abuso de droga y alcohol. Pobreza extrema. Puede que sean tribus diferentes, pero es el mismo dolor. Todas sus tribus están disminuyendo en números,

y el gobierno les quita más cada día hasta que eventualmente sus niños morirán demasiado jóvenes, serán asimilados o forzados a dejar las tierras para siempre.

Pops se las arregló para cruzar lentamente un pie sobre el otro. Las suelas de sus pantuflas colgaban por algunos hilos. —Y aun así seguimos

aquí. No nos regodeamos en nuestra situación, joven Emily. Hemos luchado y ganado muchas guerras. Esta pelea también la ganaremos.

Le puse de nuevo la tapa al marcador y me incliné hacia atrás en el

sofá. —Por años, millones de dólares han sido asignados por gobiernos norteamericanos para las tribus nativo-americanas por los llamados

comités de reparación de agravios en el pasado. ¿Cuánto de este dinero has visto tú y los hombres de tu tribu?

—Recuerdo un proverbio —dijo Pops estoicamente—. “Sólo cuando el último árbol haya muerto y el último río haya sido envenenado y el último pez haya sido atrapado, nos daremos cuenta que no podemos comer dinero.” No soy un alma política, Emily. Nada del dinero del gobierno es usado para nosotros. No todos los errores pueden ser remediados con dinero.

Era un hombre orgulloso. Era un hombre generoso. Un hombre que hacía millones pero no mantendría lo suficiente como para comprarse un

par de pantuflas decentes.

—Pero te das cuenta que, en estos momentos, tu gente necesita dinero, un propósito para robar, para pelear y ese dinero que haces del

transporte de droga y de la marihuana nunca será suficiente para todos los hombres de tu tribu.

Podía decir por su expresión de consternación que había tocado un

nervio profundo.

—¿Qué es lo que propones?

Mi voz alcanzó una profunda y más fuerte octava. —Te propongo que nos convirtamos en socios. Tengo los contactos familiares para hacer los mejores farmacéuticos que el dinero pueda comprar y tú tienes la

capacidad de meterlos al país. Podemos aliarnos con todas las tribus de Norteamérica y abastecer a las personas con drogas baratas.

Pops cruzó los brazos sobre su extendido vientre. —Escuchamos que Chappelle de Marseille va a mover su negocio fuera del país pero puede que no seas consciente de que Advantis y Chemfree acaban de anunciar

209

una fusión. Esto compensará que Chappelle de Marseille cierre sus

puertas.

—Sí. Soy consciente de eso. Pero Advantis y Chemfree son dos

pequeñas empresas que tienen muy pocas fábricas, los cuales todas están en los Estados Unidos. Va a llevarles años ser lo suficientemente grandes como para abastecer lo suficiente a toda Norteamérica. Mientras tanto,

tendrán el monopolio sobre el mercado farmacéutico y van a aumentar el precio de los medicamentos que la gente necesita para sobrevivir. La gente buscará una más barata y mejor alternativa y estos seremos nosotros.

—Y una vez que Advantis y Chemfree sean capaces de llegar a la demanda y vender medicamentos a un precio más barato, ¿también vamos

a tener que vender productos farmacéuticos con poca o ninguna ganancia o ir a la quiebra? —argumentó Pops.

—Advantis y Chemfree van a estar muy ávidos por eso. Además, van

les va a costar penetrar el suficiente vapor para conseguir algo más grande, lo que con las hackers cibernéticos y el gran fuego van a quemar

su fábrica principal.

Hawk sonreía. —¿El fuego?

—Con la unificación de las tribus indígenas americanas, tendremos

significantes recursos y mano de obra a través de la tierra. Vamos a tener la capacidad de hacer que las cosas sucedan rápida y eficientemente y sobre todo, en silencio. Las tierras indígenas son prácticamente intocables,

al menos por la policía local. Y si los federales quieren entrar, no pueden hacerlo sin crear una pesadilla política. Al menos, sin que garanticemos

una pesadilla política.

Mientras que Hawk se emocionaba más con cada palabra que pronunciaba, el ceño fruncido de Pops se profundizó. Había observado

cada movimiento que Griff y yo hacíamos. Mover la mano. Picarse la nariz. Un estornudo. Un desplazamiento del cuerpo. Si yo no hubiera estado

usando una sudadera de gran tamaño, podría haber jurado que notó mi estómago hinchado.

—¿Qué piensas, Pops? —le preguntó Hawk a su padre. Echaba

espuma por la boca. Pensé que podría saltar y abrazarme. O por lo menos chocar las manos.

Hablar en público nunca había sido mi fuerte, por decir lo menos.

Pararse —a propósito— en frente de una multitud, donde cada palabra tuya sería juzgada, como una nueva forma de sádico auto-sacrificio. Para

mí, era equivalente a que una virgen suba los escalones del templo maya y ofrezca su cuello para la ejecución azteca.

Pero cuanto más hablaba en esta pequeña habitación mientras Pops,

Griff y Hawk escuchaba cada palabra mía, ganaba más confianza. Sabía

210

de lo que hablaba y sabía que mi idea era un trabajo de un genio. Se

sentía bien.

—El camino de nuestra vida no siempre es el único que está

iluminado por el sol de la mañana —respondió Pops mientras su esposa entraba, trayendo una bandeja de galletas y té. Se levantó y tiró de mi mapa para que pudiera apoyar el té en la mesa de café. Le dio un beso en

la frente antes de que saliera de la habitación. Mientras Griff llenaba su cara con galletas, Pops sirvió el té. Miré a Hawk. Él me miró. Ninguno de nosotros tenía la menor idea de lo que quería decir Pops.

—No entiendo —admití.

—¿Té? —me preguntó el viejo hombre.

No quería té. Quería una respuesta que pudiera entender.

Pops se sentó de nuevo en su silla, sosteniendo su plato con una mano temblorosa, antes de iluminarme. —No. Este negocio arriesgado no

está bien para nosotros.

Mientras que las palabras de Pops se repetían en mi cabeza y

trataba de determinar si me había rechazado, Hawk estaba a punto de protestar por la decisión de su padre antes de ser callado con la elevación del arrugado dedo índice de su padre.

—¿Soy yo o es la idea del negocio lo que te tiene reacio? —le pregunté, la ira agudizando mi tono.

—Vas a encontrar tu camino, joven Emily. De esto, no tengo ninguna

duda. Pero este camino no es el tuyo.

—Voy a cubrir el primer envío. No tendrás que correr riesgo alguno

con tu propio dinero. Y voy a dividir las ganancias.

—Lo siento.

—¿Lo sientes? —repetí—. ¿Entonces es así?

Él sonrió con una sonrisa compasiva.

Lo intenté de nuevo. —Pensé que tú, de todas las personas,

entenderías mi situación. Eres el único que puede ayudarme.

—No todo el camino está iluminado por el sol de la mañana —repitió en diferentes palabras, como si tuviera más sentido y tomó un sorbo de té,

manteniendo los ojos fijos en la pared detrás de mí.

—Vamos —le dije a Griff, jalándolo antes de que tuviera tiempo de lamer el plato vacío de galletas. Asalté la entrada, donde Meatball nos

esperaba pacientemente en el coche.

—Hay un viejo refrán Cherokis —gritó Pops desde la puerta de su

pequeña casa. Me pare junto al coche, mis manos agarrando el borde de la

211

puerta, mi cabello atrapando el viento del invierno—. No dejes que el ayer te agote demasiado de hoy.

Solté un bufido y sacudí la cabeza con incredulidad antes de entrar

en el coche.

—¿Ahora qué? —me preguntó Griff una vez que regresamos a la carretera.

—Ahora nada. Esto fue todo. Pops era mi última esperanza. Estoy a punto de tener un bebé y no tengo manera de defendernos.

—No estás sola. Luchamos juntos. Vamos a encontrar nuestro camino, Em. Como dijo Pops, esto no era correcto para nosotros, pero lo será algo más.

Suspiré. —Griff, no tengo dinero y ninguna manera de hacerlo. No voy a ser capaz de trabajar en la oficina de admisiones mucho más tiempo, y tu dinero se agotará eventualmente.

—Ya lo ha hecho —confesó, manteniendo los ojos en la carretera.

Sabía que la información de Pops le habría costado. Sólo que no me

di cuenta que le costó todo el dinero que le quedaba. —Lo siento, Griff. Te lleve a la quiebra por nada. Obtener información de Pops resultó ser completamente inútil.

—No sólo la información de Pops fue cara. También lo fueron todas las otras cosas. Las deudas más los intereses, el alquiler, el billete de avión

a Inglaterra. Todo esto aumentó al final. Apenas tenía algo de dinero en el momento en que fui a buscar información de Pops.

Griff se aferró al volante

—Tuviste que renunciar a algo más, ¿no? —Sabía lo qué era. Algo a lo que juró que nunca volvería.

Suspiró —Lo bueno es que voy a ser capaz de hacer dinero. Buen

dinero. Para nosotros.

—Y renunciar a tu libertad.

—Seamos realistas, Em. No hay mucho más que un tipo como yo pueda hacer. He estado luchando toda mi vida. Es todo lo que sé.

Agarré su brazo. —Voy a estar allí contigo.

Sonrió valientemente y me dejó poner nuestras manos juntas sobre la consola.

Cuando llegamos a casa, Griff sacó el colchón de la habitación de Hunter y Joseph y lo arrastró a la mía. Lo medio atascó debajo de mi cama y la otra mitad la acercó a la puerta, ocupando el resto del espacio del

piso.

212

No había pedido mi permiso para hacer esto. Porque no tenía que

hacerlo. Lo quería así. Lo necesitaba conmigo.

Nos deslizamos bajo las sábanas y eventualmente cerramos los ojos.

Antes de que lo sepa, estaba de pie en el baño bajo una nube de vapor. Llevé mi mano hacia el espejo y limpié el vapor, parada mientras arañaba su camino de vuelta al espejo. Lo limpié de nuevo y empecé a recoger mi

cabello en una cola de caballo. Cameron llegó detrás de mí, tirando hacia abajo mis manos, mirando mi reflejo. Metió mi cabello mojado detrás de una oreja y luego la otra. Mirándome en el espejo, me acarició la mejilla

sonrojada con el dorso de su mano. Se inclinó y me besó en el hombro, manteniendo mis ojos reflejados. Apartó mi cabello y pasó los labios por mi

nuca. Sus manos me rodearon y tirando de mi toalla, dejándola caer a nuestros pies desnudos. Me miraba en el espejo mientras su mano se deslizaba por mi espalda. Me moví y traté de mantener la compostura

hasta que no pude soportarlo más y me reí. Se rió triunfalmente y su rostro se iluminó. Amaba cuando su rostro se iluminaba así. Sus sonrisas

eran una especie en peligro de extinción.

Cuando nuestros ojos se encontraron en nuestro reflejo, nos volvimos serios de nuevo. Las manos de Cameron serpentearon en mi

pecho, presionando contra mis pechos.

Y me miraba.

Siempre me miraba.

Llevó sus manos a mi cintura y me dio la vuelta para mirarlo. Me levantó en el mostrador del baño, presionándome contra él, presionando

su cara contra la mía, presionando sus labios contra los míos. Corrí mis dedos por su cuello y a través de su cabello, deseando que este momento durara para siempre. Pero terminó, como lo hizo el sueño.

Mis ojos se abrieron a una habitación que se hallaba únicamente iluminada por las estrellas que brillaban en la oscuridad en mi techo. Giré

mi cabeza para encontrar a Griff sentado contra la pared, con los brazos sobre las rodillas y la cabeza apoyada sobre sus brazos sólidos.

—No estás durmiendo —murmuré. Había salido más como una

pregunta porque no podía estar segura. No se movió.

Su cabeza finalmente se levantó y me miró por un minuto, hasta que por fin habló—: Hablabas en tus sueños. —Sus rasgos lucían vacios.

Mis sueños, mis recuerdos le agotaban.

Algo chocó contra la parte interior de mi piel y casi me caí de la

cama.

Llevé mi mano a mi vientre, lo que provocó que Griff saltara de su colchón a mi cama. Hubo tres golpes más del bebé —una contra la mano

de Griff y los otros contra la mía.

213

Deseaba que Cameron hubiera estado allí para sentir la vida de su

hijo por primera vez. Pero no era así.

Estaba Griff.

Pude haber tenido dudas en cuanto a si Pops se había dado cuenta de que estaba embarazada, pero al final, no importaba. Finalmente entendí lo que quiso decir acerca de dejar el pasado y las oportunidades perdidas,

y tomar las cosas buenas que ponen ahora y en el futuro.

—Por si sirve de algo —dijo Griff medio susurrando, manteniendo su mano en mi estómago a pesar de que el bebé se había situado de nuevo—,

hoy estuve orgulloso de ti. La forma en que le hablaste al viejo de tu idea. Brillante. Sé que habrías sido capaz de sacar todo de encima y hacer que

funcione. Con todo lo que está pasando, con todo lo que has estado haciendo, sigues siempre encontrando una manera de sobrevivir. Eres una mujer increíble, Em.

Se deslizó hacia atrás y entrelazó los dedos debajo de su cabeza. Juntos, miramos las estrellas fluorescentes en mi techo.

***

Tan pronto como el sol estuvo alto, estaba fuera de la puerta con Meatball. Griff insistió en mantener vigilancia sobre nosotros. Afuera

estaba congelado pero caminamos rápidamente, manteniendo el calor con un propósito. No tomo mucho tiempo llegar al cementerio como esperaba.

Le pedí a Griff que me esperara mientras iba a buscar la tumba de

Bill y me arrodillaba.

Me tomó un momento empezar. Tenía que decir algo. A Cameron. A

Bill. A Rocco. A todos esos hombres que vinieron a mi vida, dejaron su huella y se fueron.

—Simplemente no puedo hacerlo más —les susurré—. Los sueños.

El dolor. Aferrarme a todos tus recuerdos con una esperanza inútil, como si algo fuera a cambiar. Como si fueras a regresar. No es justo para Griff —

tomé una bocanada de aire frío en mis pulmones—, no es justo para mí.

Comencé a cavar las uñas en el césped, pero era solido y congelado.

—Meatball, cava —le ordené, señalando un punto en el césped.

Meatball olió y movió la cola.

Ugh. —Meatball no caves —pedí correctamente.

Así que él cavó. Lo dejé seguir hasta que el agujero fue lo bastante

grande. Tomé el libro y la película de Rumble Fish y los puse en el agujero. No había tenido nada de Rocco, por lo que robé unos fideos d secos e

214

lasaña de la alacena de Hunter para recordar el amor de Rocco por la

comida. Lo puse en la cima de los otros dos artículos.

Bill. Mis padres lo habían abandonado. Empujado a un lado para

que no tuviera más remedio que irse.

Rocco. Su vida fue truncada antes de que siquiera tuviera la oportunidad de realmente vivirla.

—Cameron… —Tuve que tragar las lágrimas que hacían su camino hasta mi garganta—. Tenías todo de mí y elegiste acabar con ello. Te di todo lo que tenía. Quería luchar por nosotros, incluso después de que te

hubieras ido. Me rompiste el corazón. Duele mucho y a veces creo que el dolor va a explotarme.

Empujé la suciedad suelta sobre el terreno. Acaricié la tierra y dejé descansar mis manos sobre el bulto por un rato. Nada de lo que hiciera, los traería de nuevo.

—Llegará un momento en el que consiga venganza. Les prometo que no voy a dejar que su muerte pase desapercibida. No voy a dejar que los

olviden. —Esto lo sabía con certeza—. Pero… por ahora… tengo que olvidarlo. —Cerré los ojos y me incliné más cerca de la tierra.

Los dejaba ir. Los dejaba descansar en paz para que yo pueda vivir y

hacer lo mismo, para que pueda sanar, para que pueda sobrevivir, para que pueda aprender a amar de nuevo.

Algún día, habría venganza.

Pero ahora no.

215

Fantasmas

Traducido por CamShaaw

Corregido por Aimetz Volkov

—Emmy, nunca te superará. No importa cuánto trates. —Las palabras

de Carly todavía resonaban en mi cabeza.

Me encontraba en la parte trasera de una limusina a prueba de balas fuera de la Ciudad de México, en medio de una caravana. Manny se

durmió junto a mí. Sus piernas estaban dobladas debajo de ella, y su cabeza rebotaba contra la ventana con cada bache en el camino. No

parecía tan mala cuando dormía.

Enrollé mi chaqueta y la metí debajo de su cabeza para que tenga un aterrizaje suave.

Habíamos pasado toda la noche viajando, tratando de perder el seguimiento que la banda mexicana nos envió. Para ellos, enterarse de que

la líder de la Coalición se iba a reunir con el presidente mexicano era una declaración de guerra. Ante mi insistencia, ni siquiera los capitanes sabían exactamente cuándo nos reuníamos.

Finalmente nos arreglamos para deshacernos de nuestra sombra en Arizona.

Tenía un libro en mis manos, que recogí de un banco en un pequeño

aeropuerto en algún lugar de California. Lo había abierto y leído antes de nuestro vuelo, incluso cuando había despegado, pero lo mantendría hasta

que encontrara o robara otro. Entonces reemplazaría el libro que robaría con el que ya leí. Era un hábito, aunque algunas personas podrían haberlo llamado una excentricidad o una rareza. Por otra parte, una persona

normal no podría haber elegido una vida de drogas y asesinato durante una beca para el Instituto de Tecnología de Massachusetts.

Durante el tiempo que puedo recordar, he tenido un libro al alcance del brazo. Cuando era niño, solía infiltrarme en las salas de espera de Callister —dentistas, médicos, abogados—, en las que casi siempre había

algún libro o revista que olvidaban. Con el tiempo, los recepcionistas

216

comenzarían a reconocerme y me espantaban. Luego me quedé estancado

en la biblioteca, aunque no había mucha diversión en robar los libros que querían que tomes.

Mi primer recuerdo vívido era estar sentado en el baño de alguien, esperando a que mi padre venga a buscarme. Debería haber tenido unos cinco años de edad. El cuarto de baño tenía pequeños azulejos azules y

blancos en el piso y grifos de oro unidos a dos lavabos de oro. Había un inodoro y un bidé a juego que pensé que era una fuente de agua para los perros. Todo se hallaba cubierto con una capa de suciedad que sólo viene

del maltrato y descuido. Desesperanza. Mi padre se había dado cuenta recientemente que podía leer cualquier libro dentro de veinte minutos, y

me empezó a llevar a esos lugares mugrientos —a sus fiestas de coca. Yo era el entretenimiento.

—Elijan un libro, cualquiera —solía decirles a los anfitriones de la

fiesta. Y entonces los adultos corrían por la casa, en busca de los libros más grandes y más aburridos que pudieran encontrar. Me encerrarían en

un cuarto de baño con una pila de libros y yo tenía una hora para leerlos a todos.

Entonces se suponía que debían venir a buscarme y ponerme a

prueba para ver si era el prodigio que mi padre había dicho. Pero casi siempre olvidaban volver (o estaban demasiado drogados para preocuparse), y terminaría durmiéndome en la bañadera de alguien. Por lo

menos tenía acceso a un inodoro.

Uno de los adultos una vez trajo la ley penal del Estado de Nueva

York para que lo leyera. Se suponía que era una broma, pero resultó ser el mejor libro que he leído. Estaba lleno de incoherencias, zonas indefinidas y definiciones incompletas. Tenía diez años y pensé que iba a ser abogado.

Ahora me hace reír.

Al final, alguien abriría la puerta del baño en algún momento del día

siguiente, cuando él o ella viniera en busca de algún resto de cocaína. Iría a buscar una parada de autobús y haría mi camino a casa.

Mi madre pudo haber sido una borracha y totalmente ajena a mí,

pero por lo menos no sabía cómo usarme cuando yo era un niño patético. Eso vendría después, cuando fue a buscar un cigarrillo en mi mochila de Transformers y en su lugar encontró montones de dinero en efectivo.

Compró una caja de ginebra y una membresía en Costco y trajo un nuevo novio a casa. Si hubiera tenido un patio, habría enterrado el dinero allí.

Manny se movió justo cuando pasábamos por las puertas de la finca de Julièn. Cuando levantó la cabeza, miró mi chaqueta envuelta y la puso en su regazo. Todavía tenía las marcas de la cremallera estampada contra

su mejilla.

217

Nos encontrábamos en el desierto y sin embargo había exuberancia

en la tierra de Julièn que la hacía casi alucinógena, como un espejismo a las puertas del infierno. Había tantas flores que parecían haber llovido del

cielo. El olor a viveza era discordante con la muerte que lo rodeaba.

Fuimos escoltados por la esposa de Julièn. Iba vestida con una blusa blanca de un solo hombro, casi transparente y un pantalón blanco.

Era una mujer alta, delgada, escultural —una modelo convertida en una maravilla exitosa estrella de pop en los años noventa—, que había quedado atrapada en el estilo de vida ostentoso de Julièn. Su caminata me recordó

a un elefante blanco: lenta, pero cada paso deliberado y resistente.

—Mi esposo todavía está lejos —dijo, su voz monótona. Miró a

Manny de pies a cabeza—. Siéntanse como en su casa.

Nos dejó de pie en medio de la casa de campo.

Manny me mostró los alrededores, destacando los detalles íntimos

con cada paso. Claramente había estado allí antes, y basándome en la recepción que recibimos, la esposa de Julièn estuvo ausente entonces,

aunque claramente sabía de Manny. En la vivienda principal, palmeras cultivadas completamente desarrolladas crecían a través de agujeros en el piso de porcelanato. Había un estanque de peces con forma de luna

alrededor de la escalera caracol.

—Este es el jardín interior —explicó Manny—. Los peces en el estanque son Ptychochromis insolitus. Muy raros.

Miré por encima del borde a los peces en cautiverio. Había leído acerca de estos, eran del río Mangarahara en Madagascar. Y se

encontraban en extinción. Eso se cree.

La sala de estar hundida daba a una piscina de borde infinito, donde tres chicos desparramaban el agua mientras su madre modelo los

observaba desde un lateral. Sabía que Julièn tenía tres hijos, aunque me sorprendió que los haya llevado hasta allí. Yo los hubiera querido lejos de

gente como nosotros.

Desde mi visión periférica, vi que algo se movía en la parte trasera de la propiedad. Manny deslizó su mano en la mía cuando un escalofrío me

recorrió la espina dorsal. Cuando llevé mi mirada a ese lugar donde vi ese algo, ya no había nada.

Retiré mi mano del agarre de Manny, a pesar de la suavidad de su

piel. A pesar del vacío en la boca de mi estomago que sólo se llena con un toque femenino.

Nos trasladamos por el resto de la casa.

Cada habitación tenía una vista al jardín exterior. Y cada vez, fui a la ventana y miré de nuevo a ese lugar en el fondo. Simplemente no había

nada allí.

218

El calor, la falta de sueño, este lugar infernal ya se metía con mi

cerebro.

No fue sino hasta la noche que Julièn por fin hizo su aparición. Y

una aparición fue exactamente lo que hizo. Una caravana de al menos quince coches. Escoltas suficiente para proteger a la Torre de Londres. Y un camión sólo para su equipaje.

Mariella, la esposa de Julièn, fue a saludarlo a la puerta sin los niños. Él la sujetó con el brazo y le dio un rápido beso en la mejilla, antes de que su traje pudiera arrugarse. Desapareció tan pronto como la soltó.

Sus hijos tendrían lugar un poco más tarde a petición suya, mientras nos hallábamos en el centro de las discusiones. Los niños se pararon erguidos,

como si estuvieran en la oficina del director, mientras los palmeaba en la cabeza y los despedía.

Intentar hablar de negocios con Julièn era como hablar con un niño

pequeño. Cambiaba de tema si no le gustara de lo que se hablaba. Lanzaba berrinches al personal si su comida era demasiado caliente, si el

vino era demasiado frio, si llovía. Incluso había planeado citas de juego para nosotros.

—Tengo un par de amigos que me gustaría presentarles —dijo en el

segundo día que estuvimos allí. Suponíamos que sólo debíamos estar allí durante dos noches, y sin embargo, todavía no habíamos llegado a lo importante de los negocios. Iba a tomar mucho más de dos noches. No me

sorprendía. Esa mañana, noté una mesa de comedor que se preparó para al menos veinte personas.

—Cancélalo —le ordené a Julièn. Lo escuchó, lo hizo a regañadientes, pero nunca ganaría ningún concepto de mantener las cosas tranquilas.

—Ya sabes, vengo de la nada —me recordaba cada vez que surgía el tema del dinero, lo cual hacía con la frecuencia que podía. Movía las

manos, señalando a un pedazo de obra de arte de mierda caro en la pared, o alguna bandeja de servicio caoba que adquirió de donde sea—. Algún pueblecito —añadiría, como si esto crearía algún tipo de parentesco entre

nosotros. Como si yo fuera uno de sus votantes, y no sabía que en realidad se había criado en un suburbio de clase media de Phoenix. Difícilmente en medio de la nada.

Lo que sí tenía, sin embargo, era información sobre el ir y venir de de las tres bandas familiares en México. Donde vivían ellos o sus esposas,

hijos y madres. Cuando hacían compras en el supermercado. El regalo de Navidad que compraron para sus hijos el año pasado. Julièn concentraba sus esfuerzos en encontrar y matar a la banda, creándose un nombre en

México y el mundo como un líder que era eficaz contra las drogas, mientras hacía dinero a montones en su propia producción de drogas. Él era la versión mexicana de Shield.

219

Pero todavía no había oído nada sobre cómo iba a fabricar y

distribuir los bienes prometidos. Tampoco tenía ningún plan o no compartía esta información. Era preocupante. Y su personalidad

desagradable me cansaba. Sólo quería poner una bala en su cerebro moderno y acabar de una vez. No podía. Todavía no. Pero cuando la banda llegara en busca de venganza, me prometí prestarle un servicio a sus hijos

y ser el que acabe con su miserable vida.

Cuanto más miraba la interacción con sus hijos, más entendía su razonamiento por tenerlos allí al mismo tiempo que nosotros. A Julièn le

gustaba hacer alarde de su poder, ya fuera sobre todo un país o sobre sus tres niños. Y tal vez esperaba que no le volara los sesos y pintara las

paredes con ellos, mientras que su esposa y sus hijos se encontraban allí. Tuve la tentación, mas de una vez.

Manny observó la mayor parte de la conducta de Julièn como yo,

pero tenía una perspectiva diferente.

—Mi padre nunca quiso una hija —dijo una tarde—. Él quería un

heredero. No una niña. —Nos encontrábamos inclinados sobre un proyecto del compuesto Munoz. Julièn había dejado que su hijo mayor pasara dos horas de pie frente a nosotros con un filete en su boca después de que él

se negó a comer en la cena. Nos dejó ir tras su esposa, luego de que Mariella alzara a su hijo y saliera de la habitación.

—Mi madre tuvo cuatro embarazos antes que yo. Todas niñas,

basado en los ultrasonidos. Mi padre le haría abortar tan pronto como lo descubría. Cuando quedó embarazada de mí, se lo ocultó. Hasta que nací.

Tuvo que conseguir que se involucraran todas las esposas de los subordinados, de modo que no me mataría. Cuando los hombres se vieron amenazados por la defección, él se comprometió a quedarse conmigo, pero

dejó a mi madre y me mantuvo alejada. Ella se suicidó cuando yo tenía cinco años. Mi padre se casó con la niñera después de que le dio su primer

hijo.

Me fui a la cama esa noche sin ninguna duda en mi mente de que Manny mató a su padre. Y que algún día, uno de los hijos de Julièn haría

lo mismo con él, si no lo hago yo primero. La gente como nosotros no debía tener hijos. Eso era seguro.

***

Mantuve el aire acondicionado apagado en mi habitación porque no podía oír nada a través del zumbido. Tenía que ser capaz de escuchar cualquier cosa fuera de lo común. Una emboscada en la noche.

Era como dormir en una barbacoa.

220

Abrí la ventana un poco más, como si eso hiciera una diferencia y vi

algo, una sombra, moviéndose en la hierba.

Estaba allí. Lo pude ver. La figura de la mujer en un vestido fluido,

el pelo rojo que parecía brillar en la oscuridad como la propia luna de octubre y volaba detrás de ella. No lo imaginaba, y obviamente no dormía.

Salí corriendo de la casa y me dirigí en la dirección que vi a la mujer.

Serpenteé alrededor del personal de cocina y hacia los contenedores de basura, en el que podía ver el humo que se levantaba sobre uno de los focos.

Encontré a la mujer. Pero su cabello era más oscuro que la noche.

Mariella se encontraba sentada en una silla de jardín, aspirando un

cigarrillo y mirándome fijamente. Todavía tenía su traje de noche y una botella de vino a su lado.

Yo vestía sólo mis calzoncillos bóxer.

Asentí en modo de saludo. Sopló una bocanada de humo y miró hacia otro lado. Me veía como uno de los colegas de su marido. Si ella

supiera lo mucho que quería sacarle los ojos con una cuchara.

Regresé por donde vine, sintiéndome enfermo y desorientado.

Manny caminaba por las escaleras en un baby doll negro de seda. —

¿Cameron? ¿Estás bien?

Fui a encontrarla en la oscuridad. —Bien. ¿No puedes dormir?

—Odio este lugar —dijo en un susurro—. Odio el olor. Odio el calor.

Odio lo tranquilo que es. Siento que me estoy volviendo loca.

El resplandor del agua del estanque se reflejaba en su rostro. Tenía

el cabello recogido en una coleta desordenada, y tenía un colgante que caía en su escote.

Dejé que la palma de mi mano llegara a su cuello e hiciera su

camino hasta el colgante de plata, tirando de su peso entre mis dedos. Se veía como tres hojas entrelazadas sobre un círculo.

—Es una triqueta6 —explicó—. Mi abuelo se lo dio a mi abuela como regalo de bodas.

No quería preguntarle si había tenido que quitárselo desde las

manos frías y muertas de su abuela.

Mientras me aferraba al colgante, Manny me apretó la mano en su

pecho.

6 La triqueta es un talismán de origen celta que simboliza la vida, la muerte y el

renacimiento.

221

La mirada de Manny igualó la mía. Pupilas oscuras y grandes me

devolvieron la mirada.

—Quédate conmigo —suplicó, jalando mi mano.

—Buenas noches —le dije en voz baja.

La suavidad vulnerable de su rostro desapareció y fue reemplazado por su severidad propia. Giró sobre sus talones y se fue al piso de arriba.

En el camino de regreso a mi habitación, me permití una mirada al exterior. Era tan oscuro como el interior de un ataúd. No había manera de que hubiera visto algo, y mucho menos en el fondo de la finca.

Obsesionado. Eso era lo que me pasaba. Y me destruía. Necesitaba volver a centrarme.

Intenté algo esa noche cuando cerré los ojos en la cama. Olvidé dónde me encontraba. Respiré profundo y me imaginé que me hallaba en otro lugar. Ese lugar que nunca olvidaría, que se forjó en mi cerebro, que

era parte de mi ADN. Fue la única vez que pude dormir.

Me sentía a gusto. Con Emmy. Podía olvidar las cosas. Incluso en los

pocos momentos en sus brazos, fui liberado de mí mismo.

Pude respirar de nuevo y recordar.

Ella estaba sola la mayor parte del tiempo. Rodeada, pero sola. Sola,

pero no aislada. Sola por elección. Teníamos algo en común. Esta necesidad de ser autosuficiente. Y eso era lo que inicialmente me atrajo de ella. Me había visto a mí mismo en ella. Ella era yo, en una versión mejor,

la que podría haber existido en otra dimensión.

Entonces maduró. Se convirtió en una belleza, una clase de belleza

que uno no puede dejar de mirar fijamente, como si no fuera posible, y sin embargo lo era. La miraba desde lejos. Llegué a conocer a Emily Sheppard… Su forma de moverse, el sonido de su risa, sus hábitos, las

personas que la rodeaban. Esto, había pensado, debe ser el amor.

¿Cómo puede alguien que nunca ha sido amado ser capaz de amar?

Jesús, no tenía idea de lo que era el amor.

La persona que veía era un personaje de ficción. Alguien que creé en mi mente. Le había dado una personalidad, sentimientos, pensamientos

que no era los suyos, porque en realidad no la conocía.

Podría haber pasado mi vida estando enamorado de esa hermosa chica que pensaba que conocía. Si ese día en el cementerio nunca hubiera

llegado y si Emmy y yo nunca nos hubiéramos conocido, había estado bien conmigo. No hubiera conocido nada mejor. Ella habría vivido su hermosa

vida, y yo la hubiera visto hacerla.

222

Habría sido ignorante de mí (había reprochado a Emmy por esto),

pero también yo habría sido ignorante de ella. La habría amado. Pero no realmente a ella.

Emmy, resultó ser real. Era impulsiva y emocional y melodramática. Era amable. Podía hacer que tu corazón comience a latir de nuevo. Podía dar vida al lugar más oscuro, al hombre más oscuro. Con una lágrima,

podía hacerte sentir como el imbécil más grande en el mundo. Pero con una sonrisa, eras invencible.

Esto me desgarraba —las visiones de la mujer en el jardín, descalza,

con el cabello rojo que fluía detrás de ella en un viento inexistente—, era el reconocimiento de lo que me perdía.

Estar solos pero no aislados cuando estamos juntos. Ser la contraparte del otro, la mejor parte de cada uno.

Nunca habría otro. Para ella o para mí.

Después de haber tenido una probada, sabía lo que me perdía, y no podía continuar la vida si ella no estuviera a mi lado. Me había estado

enviando a mí mismo a una muerte prematura porque sin ella no podía ser Cameron.

Lo sabía.

Entonces, ¿qué demonios debía hacer ahora?

***

Por la mañana, después de dormir bien por la noche al lado del

espíritu de Emmy, me reuní con Julièn y Manny en la mesa del desayuno.

—La Coalición no será una fuente única para ti —le anuncié mientras tomaba asiento.

Manny se atragantó con el jugo de naranja.

Julièn reajustó la servilleta en su regazo. —Teníamos un trato. Se

han tomado medidas basadas en nuestro acuerdo.

Por medidas, quería decir que ya había hecho promesas, aceptado sobornos y gastado el dinero que haría después de que el acuerdo llegara

al fin.

—Estaría haciendo un perjuicio a la Coalición si no pruebo la propuesta antes de invertir todos nuestros esfuerzos. —Miré a Julièn a los

ojos—. No estoy convencido de que serás capaz de cumplir tus promesas.

Manny se sentó erguida. —Cameron, todo se va a llevar a cabo en un

par de días. Ya hemos gastado mucho tiempo de planificación...

223

—La Coalición está comprometida a construir una relación de

negocios contigo —continué, interrumpiendo a Manny—. Como muestra de nuestra lealtad, te ofrecemos la exclusividad sobre toda la marihuana que

se distribuye por los Estados Unidos. Esto será un peligro considerable para la Coalición. Cortaremos las relaciones con todos nuestros cultivadores actuales, que han demostrado su valía eficiente y confiable

por muchos años. —Necesitaba mantener la paz con la banda durante el mayor tiempo posible, hasta que pudiera recuperar a Emmy.

Julièn se reclinó en su silla y cruzó una pierna sobre la otra,

mostrando sus zapatos de cuero. —Supongo que esto podría lograrse temporalmente…

—Yo, por supuesto, necesitaré la información detallada y completa sobre tus plantaciones actuales. Como una muestra equitativa de buena fe —añadí.

Mantuvo su mirada fija en mí. —Por supuesto.

La mayoría de nuestros productores eran socios de la Coalición.

Mientras que había algunos rumores de la decisión de una única fuente para toda la marihuana en México, los capitanes encontrarían maneras de hacer las paces y mantener la paz.

Pero también había un productor independiente. Y no sería feliz de saber —tras una denuncia anónima—, que su licencia para cultivar acababa de ser anulada.

224

Gatillo

Traducido por Adriana Tate & Katita

Corregido por Karool Shaw

El lado bueno de tocar fondo, de haber agotado todas las opciones,

era que mis ojos se abrieron a nuevas posibilidades. Era como perderse en el desierto llevando un envase vacío de jugo de naranja, colapsando de la deshidratación y en mi último aliento ser dirigida a un envase de jugo de

manzana y un mapa enviándome en una dirección completamente nueva.

Ya era marzo. Me sentaba con las piernas cruzadas en el suelo en

algún gimnasio de mala muerte en el Sur de Callister, con mi tarea extendida delante de mí. Pero me enfocaba en Griff, que golpeaba un saco de boxeo en la esquina. Él había estado entrenando duro para regresar en

forma a las peleas y ya había ganado unos cuantos encuentros, celebrados en unos cuadriláteros en una zona de uso privado turbia. A todos los que nos encontrábamos, se sentían emocionados de verlo de regreso en las

peleas en buena forma. Griff no sólo era un buen luchador. Estaba dotado. Y con cada día que pasaba, notaba que su confianza en sí mismo crecía.

Aunque no me lo admitiría, me di cuenta que se sentía feliz de regresar al ring. Se hallaba en casa.

Lo envidiaba. Sabía cómo se sentía: hacer lo que siempre estuviste

destinado a hacer. Había atrapado un destello de esto cuando estuve con el abuelo. El destello se graznó en el segundo en que el abuelo me rechazó.

Por lo menos los sueños y las pesadillas se habían detenido por lo que Griff podía echar un sueñecito.

No me había olvidado que había todo un mundo de malas personas

que me querían y que querrían a mi hijo. Pero por ahora, lo había dejado de lado, porque no tenía otra opción.

Unos pocos días luego de que Griff y yo regresamos de nuestra

infructífera reunión con el abuelo, una caja grande de cartón fue entregada en nuestra puerta. Era el tipo de caja que mis compañeros

generalmente recibían de sus madres. Cajas con sábanas limpias del

225

Hombre Araña y cenas de Kraft. Excepto que esta caja era para mí. Tenía

un montón de ropas de una talla más grande para acomodar mi barriga en crecimiento. Camisas XL y pantalones de elásticas. Una cobija tejida de

color rojo y marrón. Y una bata de baño de tela de toalla de talla grande, que muy mágicamente, tenía uno de sus bolsillos lleno de mil dólares.

Tan pronto como fue posible después de Navidad, mi amada y

cariñosa madre canceló mis beneficios médicos, así que ahora tenía que pagar en efectivo por mi medicamento para las náuseas. Supongo que esta fue su manera de rechazarme y rechazar a mi hijo nuevamente (en caso de

que no estuviese claro para mí que ya lo había hecho en vísperas de Navidad). Así que obviamente la caja de cuidados no era de mi madre, pero

sí de dos personas que eran lo más parecido a una mamá que pude llegar a tener: María y Darlene. Sabía que mil dólares era un montón de dinero para ellas. Y sabía que si intentaba regresárselos, estarían heridas.

Desde que Griff no me dejaba fuera de su vista, tuve que dejar de trabajar porque mi horario se interponía con su entrenamiento. Y

honestamente, me sentía demasiada cansada como para trabajar. Apenas conseguía manejar ir a clases y mantenerme al día con mis tareas. Ciertos días me sentía como si mi cuello estuviese sosteniendo una bola de

boliche. Pero se lo oculté a Griff.

Las peleas de Griff eran bastante pequeñas (comparadas a lo que una vez estuvo acostumbrado) y pagaban poco, así que el dinero que

Darlene y María me enviaron nos vino bien, manteniéndonos alimentados. Y la caja de ropas me ayudó a seguir ocultando mi embarazo. Por lo que

sabía, nadie se enteró de mi embarazo. Griff y yo planeábamos mantenerlo de esa manera.

Griff y yo, calzábamos juntos como si siempre estuvimos destinados

a hacerlo. Antes de que me diera cuenta, la primavera intentaba abrirse camino fuera de la incontenible nieve.

Grff había terminado su entrenamiento por el día de hoy, y yo todavía tomaba otro viaje al baño mientras él iba a buscar el auto. Había aprendido a ser rápida. La última vez que (aparentemente) había pasado

demasiado tiempo en el baño de las mujeres, él colocó una pistola en mi cartera al día siguiente, y obtuve un curso de dos horas para refrescar mi auto-defensa de uno de sus asistentes de entrenadores.

Cuando me bajé los pantalones en el urinario, mis entrañas se retorcieron cuando descubrí que sangraba nuevamente. Esto había estado

ocurriendo de forma intermitente durante semanas. Las náuseas, la fatiga, el sangrado, el temor por la salud de mi bebé, el temor de lo que sucedería después —todo pesaba sobre mí como un mono de metal. Pero con mi

madre habiendo retirado mi seguro médico y sin tener tiempo a solas para asechar al médico de estudiantes, tenía que consolarme con el hecho que el bebé seguía pateando mis entrañas hasta hacerme papilla.

226

Corrí afuera para encontrar a Griff estacionado con una rueda en la

acera, el lado de la puerta del pasajero abierta para mí y Griff al teléfono. Colgó tan pronto como me vio.

—¿Todo bien?

—Claro —le dije. Le había estado escondiendo mis problemas de salud debido a que no necesitaba añadir la ansiedad. Había días en que se

encontraba tenso del estrés de la pelea, del dinero, de estar cuidándome que pensaba que podría descoserse—. ¿Quién era?

—Mi promotor.

Salió del estacionamiento, casi chocando con un vehículo que se aproximaba. Algo sucedía.

—¿Y? —pregunté cuando estuvimos seguros en la luz roja de un semáforo.

—Hay una pelea en dos semanas. En el Coliseo de Bolster.

Había afiches por toda Callister y sus compañeros de gimnasio habían estado cotorreando sobre ello durante semanas. La primera vez que

la Ciudad de Callister fue sede de peleas combinado con artes marciales en su estadio más grande fue una gran noticia, pero ya no era una noticia nueva.

—¿Y? —pregunté otra vez.

—Uno de los luchadores se lesionó en el entrenamiento. —Se giró

hacia mí antes de que pudiera repetir la misma pregunta—. Quieren que pelee su lucha.

Esta era una gran nueva noticia. —Eso es bueno, ¿no? Es lo que has

estado esperando, por lo cual has entrenado.

Sin embargo, Griff no parecía tan emocionado como pensé. —Esta es una pelea de título, Em. Es el evento principal. No estoy listo para eso.

—Pero lo estarás. Dos semanas es suficiente tiempo para prepararse para ello. ¿Cierto?

—Si entreno veinticuatro horas al día por las próximas dos semanas.

—Entonces hazlo.

—No es tan sencillo.

—¿Por qué no? Entrenas mucho. Ganas. Listo. Si cualquiera puede hacerlo, tú puedes.

Se rió entre dientes. —Te quiero allí. Eres mi amuleto de la suerte.

—Por supuesto que estaré allí. —Estuve en cada una de sus peleas, viendo desde la parte de atrás, donde nadie lograba verme. Quedándome

227

fuera de la vista tanto como era posible, era lo mejor para mantenernos a

salvo al bebé y a mí.

—No —dijo—. Te quiero allí. En las gradas. Necesito ser capaz de

verte cuando esté en el ring.

—Griff… —empecé.

—Por favor, Em. Eres la razón por la que he estado ganando durante

todo este tiempo. No puedo hacerlo sin ti.

Me reí. Encontré eso difícil de creer. Había estado ganando durante todos estos años antes de conocerme. —Este evento será televisado, y soy

tan grande como una ballena. ¿Exactamente cómo se supone que mantendré este embarazo en secreto con millones de personas viendo?

—Emmy, apenas se te nota la barriga. Si no supiera que estás embarazada, habría jurado que simplemente tuviste una gran cena. —Movió las cejas varias veces, y sonrió—. Además, no te mirarán. Estarán

viendo a “Griff, el Luchador Connan.”

Tenía un punto. Cuando Griff entraba en una habitación, nadie

podía quitar los ojos de él, incluyendo a la mayoría de mis compañeros de habitación.

***

Dos semanas más tarde, era mediados de marzo y el día de la pelea

de Griff. Mi barriga todavía era bastante pequeña para estar embarazada de ocho meses, pero encontrar algo bonito —lo suficientemente bonito

para usar— era un gran desafío. Me peinaba a través de mis contenedores, intentando averiguar qué usar para el estadio cuando fui abordada en el pasillo por Hunter y Cassie. Había notado que últimamente pasaban

mucho tiempo juntos. Cassie mantuvo su cabello rubio, aunque el resto de ella todavía gritaba chupa sangre. Chica vampiro y chico de fraternidad

era una extraña combinación, no obstante ambos tenían algo en común: su amor de ver a alguien recibir una paliza por todos los medios necesarios en un ring a prueba de escape.

Griff les había conseguido entradas a todos para la pelea, por lo cual no me sentaría sola… así Griff podía apartar la vista de mí el tiempo suficiente para darle una paliza al tipo que colocaran delante de él. Era el

héroe. Yo era la compañera de trabajo del héroe.

Griff llegó detrás de ellos y se paró riéndose mientras me entregaban

una bolsa de plástico.

Entrecerré los ojos a Griff mientras abría la bolsa. Había un montón de color púrpura oscuro dentro. Desdoblé el material para hallar que era

228

un suéter de algodón con una foto de Griff de tamaño real, de cuando era

un niño. Parecía tener unos diez años, sonriendo con orgullo, sin uno de sus dientes delanteros.

—Me pidieron fotos —me dijo Griff—. Pedí que aquella fuera hecha especialmente para ti. Mi hermano me sacó el diente después de que me hice pipí en su cereal de la mañana. Clásico.

No tenía palabras. —Gracias. Es…

—Muy fea.

Cassie y Hunter se desabrocharon sus suéteres con capuchas,

revelando camisetas iguales de fea. Esta camiseta atraería demasiada atención hacia mí, pero no le podía recordar esto a Griff mientras que

Cassie y Hunter estuvieran a poca distancia escuchando. Y Griff se hallaba demasiado preocupado con la pelea por mí como para recordarle todas las otras cosas de las que teníamos que preocuparnos.

Miré a la etiqueta: extra grande. Suspiré. Bueno, al menos tenía una explicación para mi aumento de peso, y esto escondería mi barriga.

Cuando el resto de los compañeros salieron de sus habitaciones orgullosamente usando sus suéteres feos, sabía que debía tomar una decisión, a pesar de que no tenía opción.

Al menos no estaría sola.

Tiré mi camiseta sobre mi ropa. —Me encanta.

Todos dejamos la casa juntos —Griff y su ejército de las camisetas

feas.

Mis compañeros fueron a encontrar sus asientos en el estadio

mientras que Griff y yo fuimos a un vestuario en la parte de atrás. Los camarógrafos ya se localizaban allí, al igual que el equipo de pelea de Griff. Encontré una esquina para esconderme del centro de atención mientras

Griff se preparaba y lo filmaban alistándose.

Cada vez que una pelea terminaba en el estadio, la cámara se

encendía y regresaba a Griff: Griff golpeando en el aire, Griff luchando con uno de sus compañeros de equipo tirándolo al suelo. Pronto, era el turno de Griff para salir. Los camarógrafos dejaron la habitación para filmar su

salida y entrada en el estadio. Griff y yo tuvimos unos pocos momentos a solas.

Salté en sus brazos tan pronto como todos salieron de la habitación.

Nos quedamos de esa manera por un rato, mejilla contra mejilla, escuchando el sonido afuera.

—Incluso si pierdo…

—No perderás.

229

—Incluso si pierdo —dijo nuevamente—, el segundo premio todavía

es más de lo que haría ganando en un millón de otras peleas. Este dinero nos dará la capacidad de ocultarnos por un tiempo, al menos hasta que

nazca el bebé.

Mi corazón se rompió un poco. Esta era la noche más grande de su vida, y aún se preocupaba por nuestra siguiente comida. Me gustaría que

por una vez se enfocara en sí mismo.

No quería dejar a Griff. Pero cuando un ligero toque vino de la puerta, nuestros brazos cayeron a los lados, y fui guiada afuera antes de

que incluso tuviera una oportunidad de despedirme, antes de que pudiera desearle la buena suerte que no necesitaba.

Tan pronto como estuve afuera de la puerta, el ruido fue ensordecedor y sólo se hacía más fuerte con cada paso. El bebé hacía volteretas de tamaño de caimán contra la piel de mi barriga mientras salía

por la puerta. Había puestos hasta el techo y todos los asientos se encontraban llenos, aunque nadie se sentaba en sus asientos asignados.

Los gritos de los espectadores tomaron todo el aire que quedaba en el estadio. Me sentía como si estuviera gateando a lo profundo en las entrañas de un hormiguero.

Fue bastante fácil encontrar mi asiento: sólo busqué los suéteres más feos en la multitud. Los asientos de mis compañeros se encontraban sólo a unas cuentas filas detrás del frente. Griff lo había planeado para

que pudiera estar lo suficientemente cerca para que me viera en la multitud pero no tan cerca para que las cámaras apuntaran en mi

dirección. El himno de Griff salió de los altavoces, y ninguno de mis compañeros ni siquiera notó que había llegado y encontrado mi asiento (a pesar de que tuve que pasar por encima de un par de ellos para llegar allí).

Estiré mi cuello, pero no vi a Griff entrar en el estadio. Tan pronto como estuvo en el ring, giró la cabeza en mi dirección y nuestros ojos se

conectaron.

Otra canción salió de los altavoces, y miré a una de las megas pantallas colgando alrededor del estadio. Griff peleaba con un luchador

brasileño llamado Batte Gomez. Aparentemente había mantenido el título de peso medio por casi tres años, lo cual era algo inaudito de acuerdo con los rumores del gimnasio de Griff. Hasta ese momento, no tenía idea de

cómo lucía este tipo, más que la foto que era uno de los millones de afiches publicados en todas partes de la ciudad.

Los afiches no le hacían justicia a esta bestia.

Sus manos y su frente eran lo suficientemente grandes para aplastar un autobús escolar como una lata de cerveza. Era menos humano, más

búfalo.

230

Mis ojos inmediatamente fueron en busca de Griff. Negaba con mi

cabeza. Él necesitaba salir de allí.

Griff se encontraba de pie en una esquina, oculto por su equipo de

pelea parada detrás de él. El monstruo entró en el ring, y yo tontamente le gritaba a Griff, mi voz perdida en el hormiguero.

Griff hacía esto por mí, debido a mí. Podría morir haciendo esto por

mí.

El árbitro fue introducido a la impresionante multitud, los luchadores chocaron sus puños y justo cuando los luchadores fueron

separados, Griff miró hacia atrás. Me buscaba y una última vez nuestros ojos se conectaron antes de que fuera pateado en la cara. Tuvo sólo el

tiempo suficiente para sacudirse el dolor del pie de su oponente contra su mejilla antes de que el puño de búfalo encontrara su mandíbula. Hubo un grito de asombro de mis compañeros mientras Griff se tambaleaba hacia

atrás. Se alejó del brasileño mientras que una vez más intentó sacárselo de encima. Usando su mano con el guante, se limpió la sangre que goteaba de

la comisura de su boca y luego miró a la sangre en el guante. De repente, vi algo cambiar en Griff mientras se limpiaba la sangre contra sus pantalones cortos. Sonrió y saludó a la multitud. Rodó sus hombros hacia

atrás y fui en busca de Batte Gomez.

Lo miré enfrentarse al búfalo veloz y poderosamente. Era cuidadoso, metódico, implacable y mucho más rápido que su pesada contraparte.

Griff forcejeó a Gomez hasta el suelo, y cuando terminó la primera ronda, se hallaba sentado en el pecho de Batte intentando situar un hueco debajo

de sus brazos de esa manera podía llegar a su rostro.

La segunda ronda vino tan rápido como terminó la primera ronda. Griff se hizo cargo tan pronto como sonó la campana, su puño delante de

él encargándose. Encontró un espacio debajo de la mandíbula de Batte, y él cayó hacia atrás, con su cabeza golpeando la colchoneta.

Griff se quedó con los puños listos en suspensión. Su oponente puso un codo debajo de sí mismo en un intento de ponerse de pie, pero se desplomó debajo de su peso. Cayó extendido de nuevo y la multitud casi se

quedó en silencio, o tal vez mis oídos los había apagado. Mientras Griff estuvo a punto de tomar ventaja de la incapacitación de su oponente, el árbitro saltó en frente de él, cayó cerca de Batte y agitó los brazos.

Todo el mundo permaneció inmóvil, junto con Griff.

Podía sentir la ola de incredulidad levantarse mientras que todo el

mundo, incluyendo a Griff, se daba cuenta de lo que acababa de pasar. Griffin, el Luchador Connan había ganado. Contra todas las posibilidades.

El equipo de Griff saltaban de arriba abajo a su alrededor mientras

que Griff se giraba, intentando localizarme en la multitud, pero era bloqueado por la multitud que siguió el cinturón de oro. Mientras el equipo

231

de Griff se apartaba para dejar que el cinturón llegara, Griff se echó a

correr. Voló por las escaleras, voló entre las filas de fans.

Sabía a dónde iba. Me encontraba a punto de pasar por encima de

Joseph para toparlo a medio camino y arrastrarlo a la parte de atrás, donde las cámaras no pudieran atraparnos, pero Griff ya se encontraba allí. Me alzó y me mantuvo en su agarre mientras todo el mundo cerca

intentaba saltar dentro de nuestra fila para poner sus manos en el vencedor, pasando a mis compañeros de cuarto, sobre Griff y yo, en el proceso.

Seguridad tuvo que rescatarnos para sacarnos y fuimos guiados de vuelta al vestuario de Griff. Hunter tenía la nariz ensangrentada, y una de

las camisetas de los gemelos había sido rasgada. Nunca se habían visto más felices. Tenía la esperanza de que la estampada de personas nos hubiera mantenido ocultos de las cámaras. Tomé la rápida decisión de

dejarlo ir. Por primera vez en varios meses, dejé de preocuparme sobre lo que podría pasar y celebré con todos los demás. Disfruté el ahora.

Griff todavía me tenía en sus brazos cuando apreté las manos contra su cara. —No pensaste que ibas a ganar.

—No —admitió.

—Deberías habérmelo dicho, explicarme en que te metías. Nunca habría... hubiéramos encontrado otra manera. Pensé que ibas a morir.

—Nadie me hubiera dejado morir. Te prometo que no voy a dejarte,

en la vida o en la muerte.

La puerta se abrió mientras entró el resto del equipo de lucha de

Griff, llevando el champán y el cinturón que había dejado atrás. Después de la victoria alucinante, Griff fue llamado inmediatamente en una conferencia de prensa, entrevistas con los medios de comunicación y

reuniones con patrocinadores y promotores. Acabé yéndome a casa con Joseph, mientras que el resto del lote se mantuvo con Griff, celebrando.

—¿No querías quedarte con todos los demás? —pregunté a Joseph cuando nos encontrábamos en el coche.

—No soy un gran bebedor.

Puse los ojos en blanco. —¿Cuánto te pagó Griff?

—Lo suficiente para hacer que valga la pena.

***

Iba a bajar las escaleras por mi habitual aperitivo de mantequilla de maní y manzanas de las tres de la mañana cuando oí la puerta sacudirse.

232

Uno de mis compañeros borracho, llegando después de salir de fiesta con

los combatientes. Luego de que los compañeros habían conseguido volver de las vacaciones de Navidad, Griff les había ordenado cerrar la puerta a

partir de ahora. ¡Y no más fiestas! La orden fue bien recibida, porque venía de su amado Griff. Pero al menos una vez cada fin de semana, alguien, por lo general un borracho, se quedaba encerrado afuera después de olvidar o

perder su llave. Debe de haber veinte llaves de nuestra casa perdidas en los bares cerca del campus.

Dejé que la persona borracha al otro lado de la puerta sufriera un

poco antes de dejarlo o dejarla entrar.

Había alguien de pie bajo la luz del pórtico, sin soltar los dos clips de

papel que había estado usando para intentar forzar la cerradura. Cuando él dio un paso adelante hacia la luz del pasillo, Meatball vino corriendo por las escaleras.

Tuve tiempo de estirar mi brazo y tomar su collar antes de que atacara al hombre bajo la capucha.

Este hombre parecía sucio, como si hubiera estado durmiendo bajo un puente con goteras y olía como si hubiera estado comiendo de un cubo de basura. No lo reconocí de inmediato. Pero cuando se quitó la capucha,

cuando mis ojos se encontraron con los suyos, sabía exactamente quién era. En este instante, también me di cuenta de que me apuntaba con un arma.

Norestrom.

El hijo de puta que mató a Rocco.

Si no hubiera tenido un arma apuntándome, habría dejado que Meatball rasgara las arterias de su cuello.

—Empezaba a pensar que nunca te encontraría a solas.

No estaba sola. Joseph dormía arriba. Pero no se lo dije. Era evidente que me había estado observando y que claramente había perdido

contacto con la realidad.

—Estoy sola. ¿Qué quieres?

Estaba inquieto, moviéndose en secuencias rápidas. Como si su

cerebro se moviera más rápido que el resto del mundo. Meatball gruñía, echando espuma por la boca. Me costaba mucho mantenerlo cerca de mí. Cuando Norestrom dio un paso hacia adelante, Meatball se lanzó, casi

desgarrando mi brazo. Entonces Norestrom volvió a su lugar original.

—No voy a hacerte daño —me dijo—. Sólo necesito dinero.

Traté de no reírme. —¿Cuánto?

—Lo suficiente para desaparecer.

233

Tenía muchas ganas de darle un puñetazo en la cara. Pero

disfrutaba de verlo tan inquieto. No podría decir si estaba drogado o fuera de sus cabales.

Hubo un ruido arriba. Norestrom apuntó con su arma rápidamente a las escaleras y urgentemente volvió a mí. —Pensé que habías dicho que estabas sola.

—¿No tienes contactos? ¿Personas que tienen suficiente dinero para comprar tu propia isla?

—Quería mantener la calma y hablar.

Pero sus brazos habían comenzado a temblar y el salvajismo de sus ojos crecía como si su tiempo estaría a punto de agotarse.

—Ya no —respondió—. Por tu culpa.

Había sido abandonado por Víctor, por su propia especie. Amaba este hecho recién descubierto.

—Te voy a dar todo el dinero que necesites —dije—, sólo vuelve mañana, y te daré todo lo que tengo.

—Lo necesito ahora. Mañana será demasiado tarde.

—Bueno, no llevo tanto dinero conmigo.

De ida y vuelta sus ojos iban de mi cara a mi perro guardián. Hasta

que algo más le llamó la atención. En mi lucha por mantener a Meatball a mi lado, mi bata se había deshecho y mi vientre sobresalía de mi demasiada pequeña camiseta.

Mientras que el salvajismo de sus ojos permanecía, una sonrisa apareció en su rostro. Reconocí esa sonrisa. Era demoníaca. Era la misma

sonrisa que había tenido en su repugnante cara cuando ordenó a sus hombres matar a Rocco.

—Está bien —dijo, retrocediendo—. Te veré mañana.

Me vería mañana. Con Víctor o con cualquier otro que estuviera dispuesto a pagar el precio de saber que el bebé de Cameron yacía

escondido dentro de mí. Con quien estuviera dispuesto a pagar el precio de ser capaz de usar a mi hijo como ventaja en el inframundo.

Mientras Norestrom bajaba su arma y yo intentaba encontrar la

forma de llegar en mi cama para agarrar el revólver que tenía en mi bolso para que pudiera arrancarle la cabeza de los hombros, Joseph había bajado las escaleras medio dormido.

—¿Qué pasa con todos esos ladridos? —murmuró. Norestrom saltó, yo salté y Meatball se liberó de mi agarre en su collar. Se escuchó un

disparo. Antes de que Norestrom tuviera tiempo de apretar el gatillo de

234

nuevo, Meatball lo había bloqueado, tirándolo al suelo y haciendo volar el

revólver a los zapatos apilados junto a la puerta.

Norestrom pataleaba y gritaba, golpeando a Meatball en la cabeza

con su brazo libre. Traté de alejar a Meatball antes de que Norestrom pudiera hacerle daño, pero su mandíbula seguía firme en el débil brazo de Norestrom.

Joseph corrió a ayudarme y juntos conseguimos quitarle a Meatball de encima. Joseph sostenía su cuello, mientras que corrí a agarrar el arma del suelo.

Norestrom ya se encontraba de pie, preparándose para saltar sobre mí hasta que levanté el arma. Se detuvo en seco, su mirada saltó de mi

cara a la pistola que apuntaba a su cabeza.

Rocco.

Todo lo que podía ver era Rocco. Cuánto le gustaba molestar.

Cuánto le gustaba comer. Cómo su cuerpo adolescente había madurado antes de que su cerebro hubiera tenido la oportunidad de ponerse al día.

De pie en la entrada del pasillo con un arma en mis manos, podía escuchar el eco de su risa —una risa de niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Él era el chico más gracioso. Era un hermano y confidente. Era el

sol en la oscuridad. Y el pedazo de mierda que le quitó la vida a este niño, el que le robó el mundo, se hallaba de pie frente a mí.

Afirmé mi postura y sentí cada músculo de mis brazos apretarse

alrededor de la pistola. La sangre abandonó el rostro de Norestrom. Permaneció erguido, a un paso de la puerta principal y sacó algo del

bolsillo de su camiseta.

—Manos arriba —gruñí.

Ya había sacado una insignia brillante y la sostuvo frente a él —un

escudo para mi pistola.

—Soy policía. No puedes disparar.

Norestrom mantuvo su escudo en el aire y dio un paso atrás. Tenía razón; no podía disparar. Se dio la vuelta y agarró el pomo de la puerta.

Apreté el gatillo.

Apreté el gatillo.

Apreté el gatillo.

Con cada tiro, su cuerpo se sacudió hacia adelante como si estuviera

siendo golpeado por rayos.

Seguí apretando el gatillo hasta que no salió nada más que aire y

Norestrom yacía con la mejilla apretada contra la puerta y su cuerpo sin vida en un charco de su propia sangre.

235

Cuando el humo se disipó, un gemido de Meatball me hizo darme la

vuelta. Sus patas delanteras cedieron y cayó al suelo.

No. No. Nononononononono. Corrí al lado de mi perro. Agarré su

cabeza, sintiendo el calor bajo mis dedos. Cuando saqué mi mano, vi rojo.

La cabeza de Meatball quedó inerte en mis brazos. Mis pantalones de pijama se llenaron con su sangre.

—No —grité—. Meatball. Tú no. No puedo perderte, no lo haré.

Meatball miraba fijamente mi cara y sus ojos comenzaron a cerrarse.

Podía sentir su aliento abandonándolo. Empecé a tratar de moverlo, pero su peso muerto era demasiado para mí.

—Por favor, Meatball. Te necesito. No puedes dejarme aquí. Así no.

Meatball dejó escapar un largo suspiro y se obligó a abrir los ojos. —No voy a lograrlo sin ti. —La cima de su cabeza se hallaba empapada de lágrimas. Se las arregló para mover la cola pequeñita. Luego arrastró su

cabeza hasta mi cara para lamer mi nariz.

Levanté la mirada a través de mis lágrimas y grité a un Joseph

perplejo—: ¡Ayúdame!

Joseph despertó de su aturdimiento y me ayudó a llevar a Meatball hasta mi coche.

Mientras Joseph conducía, tuve a mi gran monstruo perro acostado en mi regazo mientras le susurraba con urgencia. Le prometí todas las

palomitas que pudiera comer. Prometí que pagaría a la madre de Joseph, para que le trajera sus famosas albóndigas cada día de su vida. Le prometí que nunca lo dejaría, siempre y cuando él jamás me dejara.

Con cada respiración, el cuerpo de Meatball se debilitaba en mis piernas, hundiéndose cada vez más en la oscuridad. Sabía que él no podía verme porque sólo miraba distraídamente el asiento de delante. Pero sabía

que podía oírme. Así que no me callé. Ni un segundo hasta que llegamos a una clínica veterinaria de veinticuatro horas.

***

No sabía cuánto tiempo había estado paseando frente a la puerta de la cirugía en mi pijama empapado de sangre antes que el doctor saliera. Se

tomó su tiempo. Se quitó la máscara y su ropa quirúrgica, tomando un respiro.

Me invitó a sentarme, pero me negué. Estaba dispuesta a retorcerle

el cuello para obtener información.

236

—La bala no le dio al corazón, pero hizo un lío en su húmero. —Puso

la mano en mi hombro, como si pudiera sentir que estaba a punto de caer—. Tuve la oportunidad de sacar la bala, pero ha perdido mucha

sangre. Está débil. Muy débil. Pero creo que estará bien.

Mantuve los ojos en su expresión, mientras sus palabras torpemente se procesaban en mi mente. Cuando el médico sonrió con cansancio, me

arrojé a sus brazos y abracé a este perfecto desconocido, como si fuera el padre que nunca tuve.

Joseph y yo fuimos a la habitación de atrás, donde Meatball dormía

en una camilla de metal. El veterinario le permitió despertar el tiempo suficiente para que lo viera. Cuando sus ojos parpadearon hasta abrirse y

me vio, trató de levantarse, pero lo tranquilicé. Me subí a la cama, atraje suavemente su gran cabeza hacia mi regazo y le froté las orejas hasta que se volvió a dormir.

Joseph sacó dinero de su cartera desgarrada y se lo entregó al veterinario. Me tomaría un tiempo para devolverle el dinero, pero lo haría.

Cada centavo y más.

El veterinario nos dejó para que pudiéramos estar con Meatball.

Mientras que mi perro dormía sobre mí, dejé una mano en su pecho

para poder sentir su respiración, sintiendo el pulso de su corazón latiendo bajo mis dedos. Y entonces me acordé de lo que me esperaba en el suelo de casa.

—¿Qué voy a hacer con el cuerpo? —Fue un murmullo lo que salió de mi boca. No me preocupaba por el hecho de que acababa de matar a

alguien. Me preocupaba cómo iba a deshacerme de esa vergüenza de ser humano que yacía en un charco de sangre en la alfombra. Ex ser humano.

—Ya está hecho —dijo Joseph, con la voz totalmente tranquila, como

si estuviéramos hablando de recoger un litro de leche.

—¿Cómo?

—Llamé a mi hermano. Se encargó de ello.

Mí respiración se detuvo. —No deberías haber metido a tu hermano en esto. Acabas de hacerlo cómplice de un asesinato. Asesinato de un

policía.

Joseph se echó a reír. —¿Hablas en serio? Mi hermano no podía esperar para tomar el crédito por el asesinato. Al parecer, el hombre que

mataste era buscado por un gran tipo de las drogas, y había una gran recompensa por quien lograra encontrarlo. Mi hermano va a elevarse en el

ranking de la pandilla por esto. —Puso una mano tranquilizadora en mi hombro—. Nadie sabrá que tuviste algo que ver con eso.

Traté de respirar por la inquietud que se construía en mi estómago.

—Necesito un favor. No le digas a Griff sobre esto.

237

Los hombros de Joseph se hundieron. Sabía que le agradaba y

respetaba a Griff. Pero había pasado mucho tiempo desde que vi feliz a Griff. Norestrom podría estar muerto, pero vendrían más como él.

—¿No se preguntará qué pasó con Meatball? —pregunto Joseph.

—Voy a inventar algo. Le diré que fue castrado.

Joseph hizo una mueca y miró a Meatball con simpatía. —Meatball

estará encantado de haber recibido un disparo.

Sabía que tendría que pensar en una historia mejor, porque la venda blanca sobre el pecho de Meatball no coincidiría con la historia. Pero él se

quedaría en la clínica del veterinario por unos días más hasta que sanara su herida. No quería irme de su lado, pero el veterinario no me permitió

pasar la noche en su jaula. Para sacarme por la puerta, el veterinario me aseguró que Meatball estaría drogado por lo que no podría arañar sus puntos de sutura y ni siquiera notaría mi ausencia.

Cuando regresamos a casa, el sol estaba a punto de salir en el horizonte. La alfombra del pasillo fue arrancada, dejando al descubierto

suelos de parquet limpios. Mi celular sonaba en mi dormitorio. Había esperado que fuera Griff, pero no reconocí el número.

—¿Hola?

—Mi padre me ha pedido que te diga que hemos aceptado tu oferta. Nos pondremos en contacto —dijo una voz por teléfono. El hombre colgó.

Sólo me tomó un segundo extra para darme cuenta de que Hawk

acababa de llamarme. Y que estaba a punto de convertirme en un capo de la droga.

Dejé que mi cuerpo cayera en el colchón. Ya no era una cuestión si haría esto. El acuerdo se había hecho. Iba a hacerlo. Giré mi cabeza y vi una de las cajas de Bill, a los pies de mi cama. Había estado revisando sus

cosas con calma, metódicamente, con la esperanza de que allí encontraría algo, en alguna parte, de él.

Si me viera ahora, a punto de embarcarme en una gran operación de drogas, se habría encerrado conmigo en una torre y se hubiera tragado la llave. Pero se había ido. Y yo debía hacer lo necesario para protegerme.

Repentinamente, se me ocurrió algo.

Busqué en la caja que contenía las cosas de la escuela secundaria

de Bill y saqué su último anuario. Pasé las páginas hasta que encontré lo que buscaba. Frances no era difícil de encontrar. Se encontraba en cada página. Fui a la habitación de Joseph y salté sobre su cama.

—Necesito que localices a alguien para mí.

Tiró de la manta sobre su rostro. —Todavía no he encontrado al último chico que querías hallar.

238

Jalé la manta hacia atrás y tiré en su pecho el anuario de la escuela

de mi hermano. —Tengo un nombre y apellido. Incluso tengo fotos.

Joseph sonrió diabólicamente y saltó de la cama.

—Esto es todo —me dije mientras él tecleaba—, así es como voy a lograrlo.

239

¿Esperanza o Destino?

Traducido por becky_abc2

Corregido por NnancyC

—Cameron. —Mis párpados se abrieron. Era la voz de Emmy.

Apareció otra vez en mi cabeza.

Ahora tenía todo el espacio que ella quería ahí.

Me puse una camiseta y me marché de mi habitación dentro de la suite de invitados que compartía con Carly y Tiny. Anoche habían llegado tarde con la noticia. Los arrastré a ambos hasta la cascada para que

nuestras voces se ahogaran por el choque del agua.

Tiny se quedó esperando. Quería decirme algo, pero observaba a Carly por el rabillo de su ojo. Sabía que tenía que ver con su tarea secreta

de encontrar a Norestrom.

Carly resopló ante Tiny. —Si necesitabas venir aquí sin mí, entonces

obviamente hay algo que no quieren que sepa. Así que obviamente, necesito saber de qué se trata. No vine hasta aquí para ser mantenida en la oscuridad. Confiesa, Tiny.

Ya no me importaba si Carly sabía lo que yo había estado haciendo. Sólo quería llegar a Norestrom.

—Dilo —le pedí a Tiny.

—Norestrom está muerto.

—¿Qué tan seguro estás?

Tiny echó un vistazo alrededor y sacó su teléfono. Apareció un vídeo. Gángsters escondidos bajo bufandas, rondaban alrededor de un cuerpo. El cadáver sin vida e inútil de Norestrom.

—Le dispararon por la espalda.

—¿Quién le disparó? —preguntó Carly. No se sorprendió de lo que yo

había estado haciendo.

240

—Los chicos de la calle Pinzón. Se enteraron de la recompensa que

se ofrecía, y lo encontraron escondido en uno de sus barrios. Lo mataron cuando trató de huir.

Los chicos de la calle Pinzón... su barrio se hallaba cerca del vecindario de Emmy. Norestrom había estado cerca de Emmy. Demasiado cerca.

—Dales la recompensa —le dije a Tiny, a pesar de que la recompensa era para que Norestrom fuera entregado con vida. Habían salvado a Emmy sin saberlo. Por mucho que quería vengarme de ese hijo de puta, Emmy

era más importante. Shield sólo tendría que sufrir mi venganza por Norestrom así como por sí mismo.

Había pasado mucho tiempo trabajando con Julièn y Manny. Visitando los campos de marihuana. Reuniéndome con productores que no tenían idea de lo que hacían. Julièn era bueno para hacer acuerdos, pero

no era un hombre de negocios. No tenía ningún cuidado en el producto que entregaba. Siempre y cuando hubiera producto y recibiera una paga,

el resto era irrelevante. Él tenía mucho que aprender de Pops.

Sí, yo había dedicado un montón de horas en Julièn, pero todavía tenía un montón de trabajo que hacer. Tenía que resarcir las cosas con las

tres familias de cartel. Tenía que resarcir las cosas con Pops. Tenía que matar a Shield. Tenía que arreglar la Coalición. No era demasiado tarde. Yo podría arreglar cualquier cosa.

En primer lugar, tenía que recuperar a Emmy, si ella quería aceptarme. Sí, podría arreglar cualquier cosa.

Tiny veía las noticias deportivas de ayer desde el sofá de diseño que también funcionaba como su cama. La televisión era pequeña en cuanto al tipo de sistema que Tiny acostumbraba a tener. Se encontraba oculto

detrás de un Rembrandt falso porque no encajaba con la decoración europea de Julièn. Como si los europeos no vieran televisión.

Carly se encontraba sentada junto a la ventana con una taza de café frío en las manos. Por primera vez en meses, me sentía acelerado, lleno de energía. No podía esperar para ponerla al corriente. Pero había algo que

me hacía aminorar la velocidad. Sus ojos se movían, pero estaba ausente. Cuerpo. Mente. Espíritu. Todo desarticulado.

Ella nunca había estado tan lejos de Spider por tanto tiempo. Esto

no era casualidad.

Los chicos de Julièn jugaban al fútbol en el césped de afuera. Carly

los observaba.

Me senté frente a ella y me serví una taza de café.

241

—¿Qué estás haciendo aquí, Carly? —le pregunté. Ambos sabíamos

que Tiny no necesitaba ser escoltado aquí para darme la noticia de Norestrom.

—Al parecer, tienes deseos de morir. Vine aquí para asegurarme de que no consigas que te maten. O dejes embarazada a Manny. Es lo mismo.

Uno de los chicos, el más joven, corrió por el balón de fútbol, pero

olvidó parar cuando llegó a él. Rodó sobre el balón y se fue volando por la hierba suave, haciendo que sus hermanos y su madre se rieran a carcajadas. Pensé en Emmy y me reí por lo bajo. Carly permaneció

distante.

—Los dos sabemos que no estás aquí por mí —dije.

Volvió su mirada robótica hacía mí. —Se hizo una vasectomía.

Me acordé de lo que Spider me dijo después de que Carly abortó naturalmente, la última vez que Carly tuvo un aborto espontáneo. —No puedo dejar que se haga esto nunca más —era lo que él había dicho. Supongo que había encontrado una solución.

—Lo gracioso es que… —continuó Carly pensativa—... él no es el único que puede dejarme embarazada.

Lo dijo como si Spider no fuera el único para ella. Suspiré.

—No todo el mundo está destinado a tener hijos. —Definitivamente no nosotros, pensé, pero no lo dije.

—Julièn tiene hijos. Y él es el peor.

No podía negarlo. Pero los chicos ―los tres sucesores― eran los

trofeos de Julièn. Había proporcionado su semilla; esa era la extensión de su cariño. Trataba de encontrar una manera de explicarle eso a Carly, pero el Tiny generalmente tranquilo nos interrumpió.

—Es ese tipo. El pelirrojo que solía trabajar para nosotros.

Se inclinó sobre su estómago gordo para obtener una mejor visión de

la pantalla.

No me hubiera molestado en levantarme de no haber sido por Carly. Me miró fijamente con los ojos abiertos como platos, como si la hubiera

sorprendido un oso en los arbustos y estuviera decidiendo si debía correr o ahuyentarlo.

Vi la pantalla mientras el guardia, cualquiera que sea su nombre,

salió a través del arco bajo las gradas. Avanzó saltando durante su camino al ring.

La habría localizado en cualquier parte, incluso en un estadio con treinta mil cabezas gritando. Y lo hice. Dejé de moverme, hipnotizado por

242

la pantalla chica que no combinaba con este diseño europeo. Me senté en

el sofá incómodo y me incliné como Tiny.

Los presentadores de deportes hablaban de su victoria por nocaut.

Acerca de Griffin, el Luchador Connan. Ese era su nombre: Griff. Él que había tenido los ojos puestos en Emmy. Aquel cuyo rostro había querido golpear. Todavía quería hacerlo.

Sin embargo, el regreso triunfal de El Luchador al ring no era la verdadera noticia. Lo era lo que hizo después. Había abandonado el ring. Antes de estrechar la mano con su rival pasmado como una muestra de

respeto por el deporte. Antes de que el árbitro levantara su mano y oficialmente le declarara el ganador. Antes de que el cinturón se hubiera

colocado alrededor de su cintura.

Antes de que Griffin, El Luchador Connan hubiera tenido la oportunidad de celebrar su triunfo, había corrido para adentrarse en la

multitud. Pasando por encima de los aficionados, para llegar a esta chica desconocida. La cámara los apuntaba. Ella se encontraba en sus brazos.

La imagen se quedó quieta y disminuyó a una imagen flotando entre las cabezas de los dos imbéciles que informaban los deportes. El verdadero nocaut, decía el subtítulo bajo el rostro de Emmy mientras los

presentadores se reían con astucia. Avanzaron al siguiente mejor momento. Podían hacer eso, avanzar. Como si esto fuera sólo otro día en la

oficina.

Tiny había desaparecido silenciosamente de la suite. Sólo quedábamos Carly y yo.

—¿Este? —grité, agarrándome la cabeza con las manos—. ¿Este era tu plan para mantener a Emmy a salvo? Enviarla a los brazos de ese... de

ese... —Sacudí la cabeza, tratando de borrar la imagen de los brazos de Emmy alrededor del cuello de ese hijo de puta.

Él no. Él y ella no. Él no era lo suficientemente bueno para ella. Esos

brazos, esa piel suya, suave, sedosa, alrededor de él.

Carly ladeó la cabeza y luchó para contener las lágrimas de enojo. Cuando habló, me di cuenta de que no se enfadó conmigo. —Esto era lo

que querías, ¿no? ¿Que estuviera segura? ¿Que avanzara sin ti? Ella siguió su camino. Hice lo que me pediste.

—Se merece algo mejor que él. —Se merecía... a mí. La mejor versión de mí. Él que había ido al Instituto de Tecnología de Massachusetts. Él que había conocido en la calle y del que se había enamorado en una cena

iluminada por velas.

—La dejaste. Se merece amar. Y ser amada. Y él le ama, Cameron.

Lo vi. La primera vez que los encontré juntos en la Granja. Y tú también lo viste. Fue por eso que tenías una gran prisa por deshacerte de él.

243

Estaba a punto de decirle a Carly que quería recuperar a Emmy,

como ella había querido que hiciera, como me pidió que hiciera, pero me ganó de mano.

—Esta vida... nadie quiere esta vida. Yo también la extraño, Cameron. Pero ¿viste? ¿Qué tan bien se veía Emmy? Es feliz. Griff la hace feliz. Es un buen hombre. Va a protegerla. La pondrá primero.

Nunca pensé que iba a querer golpear a una chica con tantas ganas, mucho menos a una de mis mejores amigas.

Tuve que respirar. Tenía que concentrarme en cada respiración.

Carly tenía razón. Él era un buen hombre. Y yo era escoria. Emmy. Ella sonreía, radiante. Cuando él había llegado a ella. Se veía más hermosa

de lo que jamás la había visto. Era como si estuviera brillando. Resplandeciendo bajo las luces de la cámara.

¿Feliz? ¿Emmy era feliz? ¿Había seguido adelante?

Había encontrado a alguien más, alguien de su propia clase, casi.

Hizo exactamente lo que le pedí que hiciera. Por una vez en su

hermosa vida, ella había hecho exactamente lo que yo quería...

No iba a volver.

Y yo no iba a recuperarla.

Ella no me pertenecía. Era un idiota para pensar, para tener el pensamiento de que estábamos destinados. Era un idiota por haber tenido esperanza.

Cuando me volví a Carly, me endurecí y mi corazón se volvió insensible. —Sería mejor si me dejas de inmediato.

—¿Qué? —preguntó, a pesar de que oyó claramente.

—Ve con Tiny. Es una orden.

Mantuvo la mirada fija en mí. Entonces asintió una vez.

Agarré el pomo de la puerta, salí de la habitación y fui a llamar a otra puerta.

Manny todavía usaba su camisón cuando apareció en su entrada. Colocó una mano en mi pecho y me jaló hacia el interior.

Los corazones rotos son para los jodidos estúpidos.

244

Promesas Rotas

Traducido por Julieyrr, Vanessa Farrow & Alexa Colton

Corregido por Victoria

Frances y yo salimos a un rascacielos gris en el núcleo del centro de

la ciudad. Era una calle muy transitada, sin estacionamiento a la vista. Estábamos bloqueando el tráfico y los coches sonaban detrás de nosotras. Salí corriendo del coche y ella fue en busca de aparcamiento.

José había encontrado a Frances bastante rápido para mí, como en media hora. Esperé a que Griff volviera de sus celebraciones y escapé tan

pronto como cayó en su colchón, lo cual fue dos minutos después de haber llegado a través de la puerta con el resto del clan de ebriedad.

Francés vivía en un edificio de apartamentos lujosos en el centro. El

portero me miró de forma un poco extraña mientras caminaba hacia la escalera, entonces de nuevo, mi caminar era más un contoneo en estos días. Después de varios golpes en la puerta sin respuesta, me hundí en el

suelo y me apoyé contra la puerta, dispuesta a esperar todo el tiempo que fuera necesario.

Cuando abrió la puerta, me di la vuelta hacia atrás como una pelota de playa, mi cabeza golpeando su alfombra de bienvenida, mis piernas abiertas en el aire como Humpty Dumpty cayendo de su pared.

Miré hacia Frances, que se encontraba en una bata de seda.

—¿Emily?

Rodé hacia atrás y me sacudí mientras se recuperaba del shock. Había un hombre en un traje de pie detrás de ella. Si la enfermedad tenía un rostro, era el suyo; era feo, pero parecía bastante inofensivo.

—Mi hermana —tartamudeó ella.

La besó en la mejilla, manteniendo sus ojos en mí, o mejor dicho, en mi color de pelo no rubio, no fraternal. Tan pronto como estuvo fuera de la

vista por el pasillo, su sonrisa encantada abandonó sus labios y ella me arrastró hasta su apartamento y cerró la puerta.

245

—¿Alguien te vio viniendo aquí?

—Necesito tu ayuda.

Moví mi gabardina a un lado, dejando al descubierto mi secreto

vientre.

Se llevó la mano a la boca.

Después de darle la tarjeta de visita, en su mayoría borrada, que

Carly me había dado y pedirle su ayuda para encontrar al contador del inframundo, ella había dudado.

—Emily —comenzó ella—, el bebé. ¿Es…?

—Es mío —le dije con firmeza—. Todo mío. ¿Vas a ayudarme o no?

A medida que la sangre salió de su cara, se sentó en el brazo de su

silla de marfil y agarró uno de los vasos de whisky que yacían en la mesa de café.

—Realmente no deberías estar aquí —dijo por encima del borde de

su vaso.

Tomé la oportunidad de sentarme sobre la frágil mesa de centro de

cristal y alcancé su brazo.

—¿Recuerdas preguntarme si Bill me había dejado algo de dinero? Bueno, resulta que me lo ha dejado todo. Este contador puede ayudarme a

conseguir el dinero.

Ella todavía estaba sacudiendo la cabeza y viendo mi cara y mi estómago hasta que su mirada se volvió hacia el espacio vacío.

***

Veinticuatro horas más tarde, tenía un nombre, una dirección y un paseo al centro.

Una ráfaga del norte espantaba a la gente, pero yo estaba firme sobre mis pies. Sostuve mi gabardina apretada alrededor de mi cuerpo y

encontré el edificio. Había un kiosco de información tripulada en el centro del vestíbulo, al que no hice caso. Me acerqué a la placa de oro en la pared y busque el nombre que había estado buscando durante tanto tiempo —

Henry Grimes. Estaba en el octavo piso.

Giré sobre mis talones y esperé a Frances. Ella había insistido en venir conmigo. —Emmy —había dicho—, este hombre que vas a ver

gestiona dinero para los mayores traficantes de drogas y asesinos del país. Estás embarazada y no irás allí por ti misma.

246

Y así estaba esperando. La gente en trajes de negocios se filtraba a

mis lados y se metían en los ascensores. Yo estaba retorciéndome las manos, sintiendo lo cerca que estaba de la retribución y de mi libertad.

Eché otro vistazo alrededor. Sin Frances.

Había un gran reloj en la pared. Vi cómo los segundos pasaban, cada uno sintiéndose como toda una vida. Empecé a andar hacia los

ascensores como un mosquito hacia la luz del pórtico.

No podía esperar a que ella llegara. No podía esperar por nadie más, por nadie más.

Me metí en el ascensor con el resto del tráfico y por suerte fui la primera en bajar.

La piel de gallina recorría mis brazos; no sabía si era debido a la excitación o porque el octavo piso me recordaba a un pasillo de la escuela. Las paredes de yeso, los arcos de madera, me traían recuerdos de ser

atropellada por las niñas que eran más bonitas, más inteligentes, más populares que yo. Una parte de mí quería escabullirse y encontrar un

cuarto de baño vacío, cualquier lugar para esconderme. Pero esa parte de mí había sido lentamente extinguida en estos últimos meses. Y ahora ya no estaba. Ya no era ese objetivo nervioso y aislado más. Mi nombre era

Emily Sheppard. Mi hermano había sido Bill Sheppard, una vez rey del infierno. Iba a ser madre. Llevaba el bebé de Cameron —Cameron, quien también había sido rey de los infiernos. Ahora iba a tomar un pedazo del

mundo para mí y para mi hijo.

Mientras que los trabajadores de oficina andaban por el pasillo,

avancé hacia la puerta 10E sin miedo y con la cabeza bien alta.

No había ningún nombre en la puerta, pero no dudaba de mí misma. Yo había leído correctamente en la placa dorada de la planta baja.

Giré el pomo y entré en lo que parecía una pequeña sala de espera, excepto que no había sillas, recepción ni asistente. Me abrí paso por la

alfombra roja como la sangre y abrí la siguiente puerta.

Una bestia de hombre se encontraba sentado detrás de una pequeña mesa barata de roble.

Llevaba un traje que parecía que le había encajado hace tres tamaños. Tenía el pelo cortado a raíz, en una forma geométrica desigual, algo que había hecho furor en los años ochenta. Claramente, este contador

para el bajo mundo seguía viviendo en el pasado.

Aunque Henry Grimes no parecía sorprendido al ver abrirse la

puerta sin un golpe, su expresión se volvió burlona cuando miró por encima de su papeleo y vio que fui yo quien la había abierto.

247

Me senté frente a él. —Mi nombre es Emily Sheppard —anuncié

después de haber practicado este encuentro tantas veces en mi cabeza—. Fui enviada aquí por alguien llamada Carly.

Henry Grimes se echó hacia atrás en su silla, entrelazando sus dedos de salchicha sobre un vientre bien alimentado.

Esto me recordó a mi propio vientre de baloncesto y tiré de mi

gabardina para asegurarme de que mi propio vientre permanecía oculto. Me sentí como si Henry y yo nos hubiéramos conocido antes, como si le hubiera visto en alguna parte.

Definitivamente había algo familiar en él, aunque no podía entenderlo.

—La hermana de Bill Sheppard —dijo, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo de esto—. Carly hizo mención de que ibas a venir a verme. Pero eso fue hace mucho tiempo. Unos pocos meses, al menos.

Tomé el colgante de ángel de mi cuello y lo puse frente a él. —Necesito acceso al dinero que mi hermano me dejó.

De inmediato dio la vuelta al ángel y miró el código debajo de este, luego sonrió, una genuina sonrisa sincera. Obviamente había visto este colgante antes.

—Cuando Bill me habló de su plan para inscribir su herencia en esta pieza barata de hardware, honestamente pensé que nunca iba a volver. Tiene que haberte conocido lo suficiente como para saber que la

mantendrías sin saber cuál era su verdadero significado.

Por supuesto que me había aferrado a ello. Era lo último que Bill me

había dado antes de morir. Me aferré a ello como si Bill estuviera atrapado en alguna parte de esto, como un genio en una botella.

Este hombre había conocido, había conversado y se había reído con

Bill… Tuve que apretar todos los músculos de mi cara para mantener mis emociones bajo control.

Henry escribió números en una hoja de papel. —No puedo conseguir el dinero para ti. —Me devolvió el colgante de ángel y sostuvo su otra mano en alto antes de que pudiera comenzar a gritar todos los nombres viciosos

que rebotaban alrededor de mi cabeza. No podía ocuparme de más piedras en el camino.

—Los códigos que tu hermano había inscrito en su collar son míos.

Se aseguró de que, como medida de seguridad adicional, tendrías que venir a través de mí con el fin de obtener los números de la cuenta

bancaria. —Me entregó el trozo de papel. Los números en ella se veían como los de la cuenta que el director del banco me había mostrado hace algún tiempo.

248

—No serías capaz de obtener el dinero sin estos números —explicó

Henry, a pesar de que ya me había dado cuenta de esto.

Respiré tranquila y consideré la información. —Dijo que se trataba

de una protección adicional. ¿Significa que hay más de una protección?

—Siempre había el riesgo de que alguien trataría de disponer de su dinero moviéndose sin su conocimiento. ¿Te das cuenta de la cantidad de

dinero que está en juego aquí?

—Claro, claro.

—Bill configuró la cuenta para que tú, y sólo tú, fueras capaz de

desbloqueada.

El esperó.

Levanté la vista al cielo. —Tengo que ir a las Islas Caimán yo misma, ¿no?

—Si quieres tu dinero. —Se rio sin saber el inconveniente

espectacular que sería para esta señora embarazada abordar un avión con destino a las zonas tropicales.

Suspiré.

—Tu hermano era muy aficionado, Emily. Y yo era muy amigo de tu hermano. Si hubiera alguna otra manera, la encontraría para ti.

Considéralo unas vacaciones.

—Vacaciones —me susurré a mí misma, sin saber si iba a llorar o a reír.

Me levanté de mi silla en un sueño, pero cuando agarré la manija de la puerta, me di cuenta de que había olvidado algo crucial. Mientras que

había practicado este momento muchas veces en mi cabeza, esta parte no estaba descubierta todavía. Pero habiendo conocido a Henry Grimes, mi siguiente paso estaba claro. Me di la vuelta y abrí la boca.

—No voy a decirle a nadie que estuviste alguna vez aquí —dijo, antes de que pudiera preguntarle.

Cerré la puerta y dije una pequeña oración mientras caminaba por la alfombra a través de la sala de espera vacía. Si todo lo que él había dicho era cierto y había cuidado de mi hermano, entonces tenía que

confiar en él. Pero si hubiera mentido, entonces yo tenía muy poco tiempo para actuar.

Esperé al ascensor y vi a dos hombres entrar en su oficina, los

clientes sombra que Henry había estado esperando en realidad.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Frances saltó con una

expresión loca. La arrastré por el brazo de nuevo al ascensor. Por

249

desgracia, nos arrastramos a un ascensor que iba hacia arriba en vez de

hacia abajo.

—¿Ya conoces al contador? —me preguntó cuando estábamos

finalmente solas y de camino.

—Él no puede conseguir el dinero —susurré, lo que parecía apropiado, incluso si no había nadie más que pudiera oírnos—. Pero

todavía hay una mantera para que yo lo tenga.

Cuando las puertas se abrieron y más personas se subieron, ella me miró, procesándolo.

Me dejó fuera para ir a buscar el coche rápidamente. Había tenido que aparcar dos manzanas más abajo.

Me puse de pie en el frío, frotándome las manos debajo de mi gabardina y saltando de un pie al otro. El clima frío de Callister era inhumano. Tal vez un viaje a las islas no sería tan malo después de todo.

Cuando el bebé me dio una patada mientras pensaba en esto, me lo tomé como una señal de que teníamos que ir.

Estaba tratando de mantenerme en calor para hacer a mi mente trabajar, pensando cómo iba a pagar por este viaje y cómo le iba a decir a Griff sobre lo que había estado haciendo. Él me había dejado esta mañana

para un día de entrevistas con los medios de comunicación y patrocinadores potenciales. Tuve que fingir que estaba muy enferma como para ir con él. Me tomó un tiempo convencerlo para que fuera sin mí.

Me volví hacia el edificio, con miedo de que fuera a ver a Henry cambiar de opinión y venir detrás de mí. Tampoco sabía cuánto tiempo

tenía si él rompía su llamada promesa y alertaba a Carly y Spider de mi llamada. No sabía si a Spider siquiera le importara, dado que Carly había tratado de darme todo el dinero de Cameron de todos modos, que era

probablemente diez veces más de lo que Bill había logrado en su corta vida.

Mientras estaba ocupada haciendo trabajar mi cerebro, no me había dado cuenta de que alguien me había estado observando desde la entrada del edificio de Henry. Ella se aferraba a la puerta mientras que la gente

empujaba más allá de ella, con los ojos fijos en mí. Yo estaba en un trance cuando la vi, incapaz de moverme. Al principio su expresión era de incredulidad, como la mía. ¿Podría realmente ser ella o era yo

imaginándolo?

Ella rompió el hechizo y se acercó a mí. Esto no solo estaba pasando

en cámara lenta… Carly se movía despacio, cada paso en busca de confirmación.

Una ráfaga de viento giró a nuestro alrededor, agarrando mi

gabardina con él. Sus ojos bajaron a mi vientre redondeado y ahora

250

expuesto y se detuvo. Me las arreglé para tirar de mi gabardina hacia abajo

pero el daño ya estaba hecho.

Había esperado la ira, el odio, la mirada asesina en esta nueva

revelación. Pero lo que vi me asustó aún más. Los ojos de Carly tenían hambre, como si hubiera estado muriendo de hambre, privada desde el nacimiento. Y la sangre corrió por mi cara.

Di un pequeño paso atrás, como si estuviera tratando de evitar la mordedura de una cobra. Se quedó mirando de vuelta.

Me di la vuelta y me alejé, buscando desesperadamente el coche de

Frances.

Me siguió y me agarró por el hombro.

—¿Es esto cierto? ¿Estás embarazada?

Miré hacia atrás y sostuve mi cabeza en alto porque yo era Emily Sheppard.

Extendió su mano sobre mí. —Y es de Cameron.

—Aléjate de mí —le grité por encima del viendo y di un paso atrás.

La expresión de Carly fue de sorpresa, y apartó la mano como si quemara.

Empecé a caminar tan rápido como mi vientre me permitía en la

dirección que pensé que había visto irse a Frances. Me volví en la primera calle, dándome cuenta de que era solo un callejón donde recogían basura, un callejón sin salida. Después de unos segundos de libertad, Carly salió

corriendo detrás de mí. Yo podría haber gritado asesino sangriento, pero no había quedado nadie alrededor que me escuchara por encima del

viento. Así que me di la vuelta para mirarla.

—¿No crees que ya has hecho lo suficiente por mí? Tú, Spider, ¿no creen que ya haya sufrido lo suficiente?

Me di cuenta de que quería decir algo. Sin embargo, nada salió de su boca.

—Sólo déjame, Carly. He seguido adelante. Déjanos. Nunca tendrás que preocuparte por nosotros. —Apreté los dientes mientras una lágrima se escapaba sin querer. Inmediatamente la quité, como si también me

hubiera traicionado.

Agarró su frente con dos dedos, como si le estuviera dando una

migraña, y sus ojos pasaron de mi estómago cubierto a mi rostro.

—Por favor —supliqué.

Luego tomó un pedazo de papel de su bolsillo y me lo dio. —Este es

mi número. Tenemos que hablar, pero no aquí. No de esta manera.

251

No tenía respuesta.

Ella me agarró de la mano. —¡Prométeme que me llamarás en el momento en que llegues a casa!

Mis ojos eran redondos. —Está bien.

Comencé a retroceder, manteniendo mis ojos en ella hasta que llegué a la calle principal de nuevo.

El coche de Frances se detuvo y salté dentro incluso antes de que hubiera parado por completo.

—¡Ve, ve! ¡Ahora! —grité, antes de que Carly pudiera ver quién

estaba en el auto conmigo. Cuanto menos supiera, mejor.

Francés pisó el acelerador y huyó.

—¿Esa era quien creo que era? —me preguntó.

Abrí la ventana y dejé que el número volara en el viento. —¿Puedes prestarme algo de dinero?

—Claro —dijo ella muy lentamente—. ¿Qué está pasando?

—Para responder a tu primera pregunta, sí, esa era Carly. Y lo que

pasa es que tengo que ir a las Islas Caimán. Ahí es donde está el dinero y no se liberará a menos que vaya allí. En persona.

—¿Carly sabe que…?

—Lo sabe ahora. Y muy pronto, el resto de su mundo también sabrá que estoy embarazada.

Mientras ella consideraba esta información, me hubiera gustado que

condujera más rápido. —No tengo mucho tiempo antes de que todos vengan por mí.

—Por supuesto, yo te presto el dinero, pero necesito un poco de tiempo para hacer los arreglos —dijo, agarrando el volante.

—¿Qué tipos de arreglos necesitas hacer?

—Creo que me voy contigo —dijo con vacilación. Luego se volvió hacia mí y me sonrió—. No voy a dejar que una mujer embarazada vuele

por sí misma.

Aunque realmente no quería ni necesitaba ninguna compañía, no había tiempo para desacuerdos. Además, me estaba prestando el dinero.

¿Cómo iba a rechazar su compañía?

—¿Cuánto tiempo necesitas? —pregunté.

Ella consideró esto y lanzó una mirada al teléfono en la consola

antes de contestar. —¿Un par de horas?

252

Suspiré. —Está bien. Déjame en casa y me reuniré contigo en el

aeropuerto.

Después de que me dejara en la acera, me metí en la casa y fui a

buscar mi pasaporte. Griff aún estaba fuera, y yo estaba muy agradecida por eso. Lo que iba a hacer, sabía que no solo lo desaprobaría, sino que trataría de detenerme de continuar. Pero simplemente no podía detenerme.

Arranqué una página de mi cuaderno y me quedé mirándola durante un rato. Puse la punta de la pluma sobre el papel.

―Voy a las Islas Caimán para buscar la fortuna que mi hermano me dejó para poder empezar una empresa farmacéutica en el mercado negro, apoderándome del bajo mundo, y hacer que todos los que alguna vez me

lastimaron paguen. Y después de esto te prometo que he acabado con toda esta cosa de la venganza. Ah, y Spider sabe ahora que estoy embarazada y ahora viene detrás de mí, con todo lo que tiene…‖

Esa era la verdad, Eso era lo que le había prometido a Griff siempre decirle. La verdad.

Pero la verdad no fue lo que yo escribí.

―Mi mamá está muy enferma.‖ (Es cierto en un sentido.) ―Está en el hospital.‖ (No es cierto, aunque debería). ―Tengo que ir a verla.‖ (Definitivamente no es cierto). ―Te llamaré tan pronto como llegue allí.‖ (Sí por allí, me refería a las Islas Caimán, entonces sí, esto era cierto.

Aunque yo no estaría esperando esa llamada).

Puse la nota sobre su almohada.

Antes de salir, le dejé una nota rápida y simple a Joseph para que cuidara a Meatball y cogí el sobre de dinero que María y Darlene me dejaron. Doscientos dólares era todo lo que quedaba.

Tuve un par de preciosos minutos antes de encontrarme con Frances en el aeropuerto. Los usé para ir a ver a mi gran bola de carne.

Meatball todavía se encontraba bajo los efectos de las fuertes drogas, roncando en una esquina de la clínica veterinaria. Traje el edredón amarillo de mi cama, así tendría algo que olía a nosotros cuando

despertara.

A pesar de que no se daba cuenta, lo abracé como si fuera la última vez que lo vería. Le acaricié debajo de la barbilla. Froté detrás de las

orejas. Aunque no se diera cuenta.

Estaba distraída. Y conducir por un aeropuerto cuando estás

distraída es muy mala idea. ¡El millón de carriles de un solo sentido que guiaban en círculos, el millón de estacionamientos —E verde, E rojo, E azul— para todas y cada maldita terminal! Después de dar vueltas en

círculos, gastando una cantidad ridícula del combustible que no podía pagar, y ahora llegando muy tarde, finalmente me detuve en un espacio

253

solo para darme cuenta de que me hallaba en el estacionamiento del

personal del aeropuerto.

Frances nos reservó un vuelo al mediodía. Ya eran las once, y ni

siquiera me había registrado o pasado por seguridad.

Un coche se detuvo detrás de mí, así que no podía retroceder. Me bajé del coche, sonreí y caminé cabizbaja, como un pato. Después de una

triste historia de olvidar mi pase de estacionamiento e ir muy tarde para el trabajo, me metí en el estacionamiento usando la tarjeta del tipo de mantenimiento detrás de mí y conseguí un paseo rápido en su cochecito a

la terminal. Frances prácticamente me puso de pie para arrastrarme hasta el mostrador de facturación de Cayman Airways.

—Asegúrate de ocultar tu vientre —me susurró mientras sacaba mi pasaporte—. No te dejarán subir si saben lo avanzado que está tu embarazo.

Después de una mirada suspicaz de seguridad a mi estómago, apenas llegamos al vuelo.

Mientras suspiraba con alivio cuando el avión despegó, Frances clavaba sus uñas en los brazos de su asiento. Al parecer, a pesar de ser tan segura de sí misma, era una pasajera nerviosa. Aprendí un montón de

cosas sobre ella en el poco tiempo que pasamos juntas.

—¿El hombre que salió de tu apartamento, era tu novio? —pregunté en un susurro.

—Supongo.

—Parece un poco viejo para ti.

—Ha sido amable conmigo.

—¿Tienes muchos de estos novios amables?

No tenía ninguna respuesta.

Cuando fui a su apartamento, una cosa me golpeó —cuán precioso e impersonal era. Se veía como una suite de hotel. No había fotos de ella ni

de su hijo. El hecho de que Daniel no vivía con ella no era porque no le importaba; era porque no lo quería en su mundo.

—Eres demasiado hermosa para estar haciendo lo que estás

haciendo —le dije.

Con ojos anhelantes, ella vio a la azafata pasar junto a nosotros con

un carrito de bebidas. —¿Qué otra cosa voy a hacer, Emily? Apenas me gradué de la secundaria. Todo lo que tengo para ofrecer es algo bonito para ver.

254

—¿Eso es todo lo que haces? ¿Darles algo bonito para ver? ¿O es

más que eso? —El término acompañante con beneficios parecía un poco más apropiado para las circunstancias.

—El tipo de chicos con los que tengo que pasar el rato no están interesados en jugar a las casitas conmigo. Por lo menos me pagan por hacer algo que se me da bien. Todo el dinero que recibo, se lo envío a

Daniel. Para el momento en el que no tendré absolutamente nada más que ofrecer.

—O para cuando vuelvas con tu hijo en una bolsa para cadáveres.

—Tú juegas las cartas que se han entregado. Daniel está mejor sin mí en su vida. Por lo menos nunca tendrá que preocuparse por el dinero

que tengo.

Era difícil imaginarme que una chica hermosa como ella podía pensar tan poco de sí misma.

—¿Qué pasó con el dinero que mi hermano te dejó?

Sus labios se tensaron en una línea. —Se acabó.

—¿Cómo?

La segunda azafata se acercó con un carrito de bebidas. Ella pidió un vodka doble.

—¿Qué pasó con el dinero? —le pregunté de nuevo.

—Supongo que puede decirse que fue un negocio que salió mal.

—¿Quieres decir que alguien te quitó el dinero? ¿Uno de tus novios amables? —Me arrepentí de decir esto tan pronto como las palabras salieron de mi boca.

Tomó un pequeño sorbo de su trago como si lo probara, y luego llevó el vaso de plástico de nuevo a sus labios, tomando el resto de su vodka

doble de un trago. No importaba cómo perdió el dinero. El hecho era que se había ido y tenía que prostituirse para mantener los alimentos en la mesa. Yo era una niña rica mojigata.

El vuelo era de aproximadamente cuatro horas. Mientras el avión se preparaba para aterrizar, me giré hacia Frances. —Este dinero. Debería ser tuyo y de Daniel. No mío. Tú sabes que te lo daría todo si pudiera.

¿Verdad?

Sonrió mientras enderezaba la espalda y tiró de su blusa para

quitarle las arrugas del viaje. —Por supuesto. Entiendo…

—Aún no he terminado. No te puedo dar todo el dinero en este momento. Pero puedo dividirlo contigo y con Daniel. Puedes tener un tercio

de todo el dinero que Bill dejó. Tomaré el tercio restante. No sé cuánto será, pero lo que sea lo tomo, te lo devolveré tan pronto como me sea

255

posible. —Sabía que Bill probablemente querría que me quedara por lo

menos con una parte del dinero, pero sabía que podía hacerlo por mi cuenta. No lo necesitaría por siempre. Frances lo haría.

Frunció el ceño. —¿Por qué harías eso? Apenas me conoces. o a mi hijo.

Esperé a que me mirara antes de contestar. —No sé lo que es tener

una familia real. Lo perdí todo cuando Bill murió. Pero Daniel es el hijo de Bill; tiene algo de Bill en él. Eso nos hace familia. —Mientras que Frances se quedó en silencio, me reí—. No te preocupes. No voy a aparecer sin

invitación a la cena de Navidad o a cazar huevos de Pascua. Solo quiero que sepas que en lo que a mí respecta, eres parte de mi familia.

Hasta que el avión aterrizó, no me dijo ni una palabra, pero no dejaba de mirarme. Le devolví la mirada cada vez, mirándola a los ojos.

—Hablas en serio, ¿verdad? —dijo finalmente mientras los pasajeros

tomaron sus equipajes de mano de los compartimentos superiores—. En realidad, nos darías todo el dinero. Sin condiciones.

—No lo haría. Lo haré. Lo que es mío es tuyo.

Me miró por un momento, a pesar de que se sentía más como si estuviera mirando a través de mí.

Teníamos dos horas para salir del aeropuerto y llegar al banco antes de que cerrara, y Frances caminaba tan despacio que prácticamente iba

hacia atrás. Uno pensaría que nunca le ofrecí todo el dinero de Bill. Pensé que iba a gritar cuando dijo que tenía que usar el baño, pero me miraba como si estuviera a punto de vomitar, así que resistí.

Cuando por fin regresó del baño, esperaba que fuera en un atuendo completo de Oscar, pero en realidad se veía peor que cuando entró.

—Te ves un poco verde —señalé.

Hizo una mueca. —La última noche de pizza está volviendo a atormentarme.

Por suerte, los taxistas del Caribe son tan locos como lo son en Estados Unidos. Llegamos a George Town, enfrente del banco con tiempo de sobra.

El Banco Internacional de Caimán parecía pequeño en el exterior, pero tan pronto como entramos, se podía oler el dinero. El suelo era de

baldosas de mármol blanco y borgoña, cada una lo suficientemente grande para que quepa un coche entero; columnas rociadas de oro adornaban los laterales, y el sol del Caribe llegaba a través del techo en forma de cúpula.

Me recordó a la Basílica de San Pedro en el Vaticano, aunque tal vez el dios adorado aquí —dinero— era un poco diferente. Quizá no.

256

Al final de la iglesia del dinero, donde el Papa se habría sentado,

había un mostrador de mármol gris con empleados parados detrás de él. Y un guardia de seguridad sobre-la-colina prácticamente quedándose

dormido en un pequeño escritorio junto a la entrada. Podía ver un par de guardias más jóvenes fumándose un cigarrillo en la pequeña sala de almacenamiento detrás de él. Tal vez lo que olía no era el dinero, sino el

tabaco y el arsénico.

Cuando Frances y yo caminamos hacía uno de los empleados en el mostrador, le entregué mi pasaporte y el pedazo de papel en el que escribió

Henry Grimes. El empleado tenía lo que parecía catorce letras adicionales después de su nombre —licenciatura, maestría, doctorado— y podría jurar

que todos los empleados usaban trajes de Armani color gris a juego. Estas empleadas no eran como las de salario mínimo, de escotes a reventar, del Banco de la Ciudad de Callister. Sin embargo, parecían aburridas.

—Hay una contraseña en la cuenta, señorita —me dijo el recepcionista, tratando de retener un bostezo.

—¿Qué quiere decir?

—Hay una contraseña en la cuenta —repitió, porque decir exactamente lo mismo dos veces era suficiente explicación.

—¿Es necesario que le diga la contraseña?

Arqueó las cejas y forzó una sonrisa, como si yo no debiera haber sido dejada fuera de mi habitación acolchada.

—¿Cuántos intentos tengo?

Me miró extrañamente.

Me alejé y encontré un asiento vacío para poder pensar.

Frances escaneó alrededor y se sentó a mi lado, tomando mi codo. —¿Cuál es la contraseña, Emily?

Era difícil pensar cuando me presionaban así. —Dame un minuto.

Puse la cara entre mis manos, cerré los ojos y dejé que las imágenes

destellaran a través de mi cerebro. Mi infancia. Mi desorganizado e inmaduro hermano mayor con chistes de pedos. La sensación de aislamiento, de abandono después de que Bill murió. La sensación de que

me robaron esa última parte de risa con su último aliento. Estar enojada con él por dejarme —por morir. Estar enojada con él por haberme dejado un estúpido colgante, como si se supusiera que fuera suficiente para

sustituirlo. Sentirme culpable por sentir todo lo que sentía y por no haber estado allí para abrazarlo, consolarlo, cuando murió.

Volví a ese día —ese último día, la última hora, el último minuto— Bill tratando de sonreír mientras me entregaba el estúpido colgante de ángel. Bill diciéndome, diciéndome, diciendo. ¿Qué demonios me dijo otra

257

vez? Busqué en mi cerebro, tratando de encontrar una aguja pequeña

escondida en un montón de recuerdos dolorosos. “Agárrate a esto y no lo olvides nunca” dijo. Tomé el colgante en mi mano y lo apreté hasta que

dejó una huella en la piel de mi palma. Pero eso no era lo que había querido decir. Estábamos sentados en la cama, y trajo algo más de su habitación. Algo más que era totalmente sin valor. Un oso desaliñado

apestoso. Sólo tenía un ojo. Y mi hermano lo llamó Moco.

Mis ojos se abrieron de golpe.

Salté del asiento y llegué a la recepción del empleado excesivamente

educado justo cuando sacaba su letrero de cerrado. —Moco. La contraseña es moco.

El chico en el mostrador se burló, giró la cabeza hacia la pantalla, y tecleó la palabra que probablemente no había dicho en voz alta desde que tenía cinco años de edad.

Pude ver que la pantalla cambió de color por la reflexión que rebotó en su rostro.

Inclinó la cabeza hacia un lado. Me miró, miró a la pantalla, me miró de nuevo.

—Por favor, discúlpame un minuto. —Se alejó saltando y entró en

una oficina, donde se sentó y habló con un hombre en un traje aún más caro. Ambos me miraron al mismo tiempo.

—Te equivocaste —me susurró Frances febrilmente, como si no me

hubiera dado cuenta yo misma.

—¿Qué va a pasar ahora? —pregunté.

Ella miró alrededor, sus ojos detenidos en la entrada principal. Dos hombres se encontraban vigilantes, observándonos. Iban vestidos con vaqueros y chaquetas de vestir, como si fuera para hacerlos lucir como

personas normales que se suponía que se mezclaran con nosotros, las otras personas normales. Me recordaban a los compradores misteriosos o

a la seguridad contratada encubierta.

—¿Señorita Sheppard? —Una voz interrumpió nuestros peores pensamientos. El hombre de la oficina llegó al escritorio. Con la mano

abierta, me invitó a que lo siguiera. Frances y yo caminamos hacia adelante.

—Lo siento. Solo permitimos a los titulares de cuentas en la caja de

seguridad.

Se aferró a mi brazo protectoramente. Pero ya no podía dar marcha

atrás. Era como conducir durante meses para llegar al Gran Cañón y mantener los ojos cerrados cuando llegaste allí. Mis ojos se encontraban muy abiertos.

258

—Está bien. Estaré bien —le dije. Después de todo, una habitación

que era apodada “segura” no podría ser demasiado peligrosa, ¿verdad?

Se aferró a mí por un segundo más, y luego me dejó ir.

La habitación llamada segura consistía en una habitación con paredes de color beige con una mesa y una silla. Me quedé sola durante unos minutos hasta que el hombre regresó con una caja de metal.

La colocó frente a mí y la abrió para revelar un recipiente hecho de una especie de espuma.

—La caja está sellada. Una vez que el sello está roto, todos los

contenidos deben ser sacados. No somos responsables por los artículos olvidados. —Lo dijo mecánicamente. Un discurso preparado por abogados

sobre pagados—. ¿Reconoce la firma, señorita Sheppard?

Sonreí mientras señalaba la firma en el sello. —Sí. —Era de Bill.

Rompió la espuma como si abriera una caja torácica. Se fue,

cerrando la puerta detrás de él.

En el interior, había dos sobres. Abrí el primero —el más grueso. Me

habría considerado una mujer rica de no haber estado lleno de pedazos de papel. Recibos de aparcamiento, entradas de cine, un envoltorio de chicle, un pedazo de papel con un número de teléfono y el nombre de Brandi con

un corazón sobre la "i" escrito en él. Saqué cada pieza, una por una, hasta que llegué a un sobre cerrado tamaño carta. Estaba dirigida a Carly.

Apreté los dientes y abrí el segundo sobre. Otros dos sobres cerrados

y delgados yacían dentro. Uno iba dirigido a mí, el otro a Cameron. Inmediatamente abrí el mío.

No era el dinero. Era una carta. En la letra desordenada y medio ilegible de Bill.

—Emmy —comenzaba.

Empecé a absorber con avidez sus palabras, a sabiendas de que el banco se encontraba a punto de cerrar. Cada palabra, cada revelación me

hundió más en la mente de mi hermano y en su jodido mundo.

Ni siquiera escuché a Frances llegar hasta que me agarró del brazo y me sacudió.

—¿Cómo entraste? —le pregunté, metiendo la carta en el sobre.

—Me metí a hurtadillas mientras se encontraban ocupados con un torrente de clientes. Parecía que todos los dueños de negocios locales

querían hacer sus depósitos de dinero ridículo e insignificante antes del fin de semana —dijo con una sonrisa—. ¿Conseguiste el dinero?

La vi. Por primera vez, la vi. La zorra. La maldita perra codiciosa asesina y engañosa.

259

—No hay dinero. Sólo cartas. Cosas sentimentales.

El hombre que me dejó en la habitación apareció en la puerta, lanzando miradas molestas en dirección a Frances. —Solo el titular de la

cuenta se permite en esta sala. Voy a llamar a seguridad para que la acompañe afuera.

—Nos vamos —le espeté.

—Por favor, asegúrese de que ha recogido todas sus pertenencias antes de salir de la habitación. No somos responsables de los artículos olvidados.

No dejé nada atrás.

—Mi celular murió mientras hablaba con mi mamá. ¿Me prestas el

tuyo? —me preguntó mientras regresábamos a la parte frontal del banco. El rostro de un ángel. Una loba vestida de cordera —con ropa de diseñador.

Echó un vistazo a los dos sobres en mi mano. Le di mi celular, sabiendo que tomaría los sobres después.

Podría haber gritado. Podría haber gritado ¡Hay gente mala tras de mí! La policía habría sido llamada. Las personas habrían sido

interrogadas. Yo habría sido cuestionada. Más tiempo habría sido perdido. Mientras tanto, el mundo del inframundo estaría buscándome, y el primer lugar al que irían a buscarme sería el último lugar donde todo el mundo

me vio: en la televisión, abrazando a Griff el Peleador Connan. Después de que Griff saltó fuera del ring, llegó a los titulares en todas las redes de noticias deportivas del día siguiente —nuestros rostros esparcidos por

todas partes como la broma del día.

Cuanto más tiempo pasaba respondiendo las preguntas, menos

tiempo tenía para volver con Griff antes que ellos. Y definitivamente no quería a los policías involucrados conmigo y los asuntos nefastos de mi hermano mayor.

—¿Cómo pudiste? —le pregunté mientras sostenía mi mano sobre el bebé dentro de mí. No lloraba. Estaba furiosa, rabiando, enojada. Como un mar embravecido listo para tragarse todo un barco.

Miré a Frances. Veía con nostalgia mi vientre y dejé que su mano se deslizara a su propio vientre vacío mientras agarraba mi muñeca aún más

duro con la otra mano. Dijo—: Imagina una de tus extremidades arrancada de ti, y verla, sentirla crecer en otra persona como si nunca hubiera sido tuya en primer lugar. Luego imagina que te dieran la

oportunidad de recuperarla.

—Te refieres a comprarla de nuevo. Con el dinero de Bill. Conmigo y

con mi hijo.

260

Su boca se tensó en una línea. —No sabes lo que es que alejen a tu

hijo de ti. Que el amor por tu hijo sea usado en tu contra, haciendo que hagas lo peor por la promesa de ser capaz de ver a tu bebé por unos

minutos cada semana. Pasan los años, y tu hijo ni siquiera sabe que eres su madre.

—Víctor te lo hizo. ¿Y ahora me lo vas a hacer a mí? ¿Es algún tipo

de castigo?

—Harás cualquier cosa por tu hijo. No soy diferente a ti.

—No merezco esto, Frances. Mi bebé no se merece esto.

Se burló. —¿Alguna vez tuviste una caries, Emily Sheppard?

Siempre se reducía a eso, ¿no es así? Mi denominada vida

encantada. La vida que me haría merecer miseria para el resto de mis días. Y ahora hacía que mi hijo por nacer mereciera esa misma miseria.

Seguí su mirada a la parte delantera del vestíbulo.

Los dos compradores misteriosos en vaqueros que vi anteriormente tenían sus ojos fijos en mí. No trabajaban para el banco, entendí.

Trabajaban para ella; más bien, trabajaban para Víctor. Me di cuenta por el indicio de un arma asomándose a través de una de las chaquetas de los hombres.

El banco se encontraba a punto de cerrar. La mayor parte de las puertas del banco habían sido bloqueadas, excepto por la del centro, donde el viejo guardia se paraba, garantizando que nadie más entrara.

Afuera, más allá de las ventanas y las puertas, el tráfico iba de aquí para allá, como si todo fuera bien. Me detuve y me volví hacía ella. Sus rasgos

eran fríos y decididos.

—¿Cuántos hombres están contigo? —le pregunté.

—No tenía otra opción, Emmy. Algún día, entenderás eso.

Cuando me llamó Emmy, quise escupir en su cara. —¿Cuántos?

—Aparte de los dos esperándonos en la puerta, hay dos más

esperando por el coche afuera. No hay ningún lugar para que te vayas.

—¿Y Víctor?

—Se encontraba en Canadá cuando viniste y no pudo volver a

tiempo. Tenía miedo de que fueras a desaparecer con el dinero si no permanecíamos cerca. Además, hay demasiadas cámaras en el banco y en el aeropuerto. No podía arriesgarse a ser visto cuando esto sucediera. Pero

te está esperando en Callister.

—A él le gusta que las chicas bonitas hagan su trabajo sucio. Ese

hombre es toda valentía —dije con una sonrisa indignada.

La misma sonrisa de complicidad vino a sus labios.

261

—Por lo menos tendrás una buena coartada —le dije.

Una mirada burlona se asomó por su rostro, justo antes de que yo lanzara mi mano hacia arriba hacia su costosa nariz, sintiéndola romperse

bajo la presión de mi palma. Seguí esto girando mi cuerpo, de la forma en la que Griff me mostró, para mantener mi muñeca lejos de su agarre.

Mientras Frances trataba de recuperarse, corrí hacia la única salida,

directamente en el camino de los dos hombres. Dieron un par de pasos hacia adelante y me sonrieron con apatía.

—¡Oh, Dios mío! ¡Esos hombres tienen armas! Todo el mundo abajo

—grité a todo pulmón, apuntando con mi delicado dedo hacia los hombres frente a mí. Hubo gritos de los clientes en la parte de atrás.

Mi voz sonó tan fuerte que el viejo guardia de seguridad ya estaba corriendo con sus pies lentos, apuntando con su arma a los dos hombres antes de que siquiera se hubiese despertado por completo. Una alarma

sonó justo cuando llegué a la puerta que estaba siendo mantenida abierta por un cliente que probablemente había estado feliz de ver al guardia irse

para que él pudiera entrar y consiguiera hacer su trámite bancario antes de que el banco cerrara, pero ahora estaba de pie en estado de estupor ante la acción que se desarrollaba frente a sus ojos. Desde mi visión

periférica, pude ver que otros dos guardias habían venido a acabar con mis casi secuestradores. Una vez que estuve en la calle, di una rápida mirada a mi izquierda y a mi derecha. Una mujer estaba saliendo de un taxi a pocos

metros de distancia. Dos hombres estaban corriendo hacia mí, y yo ya estaba sin aliento por mi carrera fuera del banco. Pero corrí, reuniendo

cada gota de aliento que me fuera posible. Estaba al alcance de los hombres cuando llegué al taxi, me precipité hacia el asiento trasero.

—Estoy fuera de servicio —trató de decirme el conductor. Pero yo ya

le había tirado mis últimos doscientos dólares después de cerrar la puerta del pasajero.

—Aeropuerto. Rápido. Por favor —dije, sosteniendo mi estómago de embarazada.

Nuestras miradas se encontraron en el espejo retrovisor, y se puso

en marcha, dejando a dos hombres furiosos en la acera.

Debería haber tardado una hora y media en llegar al aeropuerto. Pero cuarenta y cinco minutos más tarde, estaba en la terminal y le tiré mi

pasaporte a la operadora del aeropuerto. —Siguiente vuelo a Callister, Nueva York.

Un dolor se extendió por mi espalda y hacia mis piernas, haciendo que mis rodillas se doblaran. Tuve que sostenerme del borde del mostrador.

262

La mujer detrás del mostrador se puso de puntillas y miró por

encima.

—¿De cuánto estás?

—Estoy desesperada —le dije, tratando de no llorar. Me sentía como si todo el mundo estuviese mirando. Cada transeúnte al que se le ocurría mirar hacia donde estaba yo, era la cara de un enemigo inminente. Tratar

de mentirle mientras mantenía un ojo en todo el mundo era demasiado.

La mujer me miró. Ella tenía un anillo en su dedo, su pelo estaba echado atrás en un moño, y era de la edad de mi madre. Mi corazón se

hundió.

Mantuvo mi pasaporte en su mano. —Usted ya tiene reservación

para un vuelo en tres horas, señorita Sheppard.

—Es Emily —gruñí. Si una persona más se dirigía a mí como señorita, me iba a inclinar por el borde—. Y lo sé. Le estoy pidiendo su

primer vuelo. ¿Cuándo es eso?

—Ya están abordando. —Ella arqueó una ceja—. ¿Tu madre sabe

dónde estás, querida?

Me reí, y una lágrima escapó por el filo de mi ojo. Estaba exhausta, física y emocionalmente. Mi cabeza cayó en mis manos mientras ella

seguía trabajando, escribiendo, tomando el teléfono, murmurando como si mi vida no dependiera de ella.

Fue solo unos minutos más tarde, cuando escuché—: ¿Señora? —

Esta vez se trataba de una voz masculina. No podía levantar la cabeza, pero un toque en el hombro me obligó a hacerlo. Un portero del aeropuerto

estaba de pie junto a su carrito—. Podemos llegar hasta seguridad de inmediato. El avión está esperando en la pista por usted.

Me volví hacia la encargada detrás del escritorio.

Ella sonrió. Como lo haría una madre, seguramente. —Que tengas un buen vuelo, Emily.

A pesar de mi contoneo, recibí varias miradas desagradables camino a encontrar mi asiento en el avión. Estaba sentada entre dos mujeres mayores. Mientras discutían delante de mí, lo suficientemente alto para

que sus aparatos auditivos pudiesen captar sus voces sobre el avión lleno de gente, abrí una vez más la carta que Bill me dio, saboreando cada mancha de tinta.

Emmy:

¿Cómo comienzas a escribir una carta cuando sabes que tus palabras serán las ultimas, la voz final, la última vez que tu pequeña hermana sabrá de ti? Te puedo decir que no hay suficientes palabras en este mundo cuando sabes que son tus últimas.

263

Te odié. Nunca te dije esto, pero cuando naciste, te odiaba y deseaba que murieras. Tú mamá bailaba a tu alrededor —con esa cosa que estaba cubierta de adornos de color rosa— como si tú fueras la Segunda Venida de Cristo. Mi madre acababa de morir, y a nadie le importaba; vinieron a verte y a celebrar. Ellos no me dejaban en cualquier lugar cerca de ti, lo que estaba bien para mí, porque todo lo que hacías era llorar, llorar y llorar. Cada vez que alguien te levantaba, cada que los visitantes se te acercaban, llorabas.

Con el tiempo, todos se cansaron de que lloraras y desaparecieron. Estabas sola en tu habitación. Estabas gritando como de costumbre. Era medianoche. Me acerqué a tu cuna con Booger. Arrastré una silla y miré por encime de tu cuna. Puse a Booger a un lado de tu cara, no estoy seguro de si iba a ponerlo sobre tu cara. Dejaste de llorar. Me miraste y me quedé mirando. Metí mi dedo dentro, y tú lo agarraste y lo sacudiste. Nunca te dejé después de eso. Tú llorabas con todos los demás. Nunca conmigo. Tuviste mi corazón en el momento en que me miraste. Nunca nadie me ha mirado como lo hiciste. La forma en que todavía lo haces.

Por eso me gustaría que nunca vieras esta carta. Porque significa que sabes. Acerca de mí. Acerca de lo que tu tonto hermano ha hecho, en lo que se ha convertido. Y esto, sobre toda la otra mierda, me hace sentir enfermo. Nunca te quise en cualquier lugar cerca de esta vida que he creado para mí mismo.

Un poco demasiado tarde, supongo.

Supongo que hay un resquicio de esperanza: Cameron. Él es el único que podría haberte guiado hasta aquí. Él es un buen chico. Confía en él. Dejé un sobre para él. Por favor, asegúrate de que lo consiga.

Es probable que hayas venido aquí en busca de dinero. Hay un montón. Espero que puedas encontrar algo bueno que hacer con eso. Nunca pude. Por desgracia, el dinero no está aquí, como probablemente esperabas. Gente mala estará buscando este dinero, y llegaré a eso en un minuto, pero he puesto un obstáculo más para ti. La razón por la que he hecho esto es, obviamente, para mantener tu dinero lo más seguro posible, y porque quiero que encuentres a alguien que ha crecido hasta tener el otro pedazo de mi corazón. Su nombre es Carlita Fernández… pero no siempre la llaman así a la cara, y por favor, no le digas que te dije su nombre real o me va a cazar y me matará de nuevo. Su nombre es Carly. Sé que es una tontería decirlo, pero realmente espero que ustedes dos se lleven bien. Carly tiene mucho que enseñarte, y tiene tanto amor para dar a pesar de que tiene una extraña manera de demostrarlo. Si piensas que te odia, entonces probablemente te ama más de lo que crees.

Ahora, sobre el dinero. Es probable que ya hayas abierto el más grande de los dos sobres (tú obviamente no has cambiado) y probablemente estabas decepcionada al descubrir trozos de papel. ¡No te deshagas de

264

ellos! Valen mucho dinero. Llévaselos a Carly. Ella sabrá qué hacer con ellos.

Tendrás un montón de preguntas sobre mi muerte. No seré capaz de responderlas todas porque simplemente no sé cómo me voy a morir. Ni siquiera sé si van a dejar un cuerpo detrás por miedo a ser descubiertos, y a las represalias.

Pero hay cosas que necesito que sepas de manera que puedas mantenerte a salvo ahora que has estado expuesta a mi mundo.

Es probable que hayas oído de nuestros queridos padres, en los problemas en los que he estado (desde que nací al parecer), y sabes que me enviaron a vivir con mi tío el oficial de policía, Víctor. Lo que no sabes es que

el tío Víctor no es ningún soldado honorable. Él es engañoso y un sádico criminal. Él tiene dos personalidades —la que quiere que todos vean y llamen Víctor, y el real, llamado Shield. Tenía grandes planes acerca de convertirse en el señor del inframundo, manteniendo un aislamiento del resto del mundo. Cuando me fui a vivir con él, de inmediato me puso a trabajar como su lacayo en las drogas y me hablaba como si yo fuera un mentecato que no tenía idea de cómo funcionaba el mundo terrenal. Poco sabía que yo sabía más que él. Tenía algunas buenas ideas, por lo que yo retrocedía y escuchaba.

Mientras tanto, yo seguía yendo a la escuela secundaria, y me encontré con esta chica. Frances. Era sexy. No voy a asquearte con cualquier otra descripción. Sólo te diré que salimos por un tiempo. No era nada grave. La llevé conmigo. Ella conoció al tío Víctor, y sus ojos casi se salieron de su cabeza cuando él la vio.

Y luego vino Carly. No habría nadie más, lo supe, después de eso. Desafortunadamente, ella estaba ligada a un tipo llamado Spider. Lo soporté todo el tiempo mientras ella me amara. Inmediatamente rompí con Frances, y ella desapareció. No era como que estábamos enamorados, pero yo le tenía cariño. Ella era una buena chica, y le deseaba lo mejor.

Cuando el tiempo avanzó, y con mis mejores amigos a mi lado, reinventé el bajo mundo. Tuve el peor de los enemigos sentado en la misma mesa conmigo a la cabeza y con un objetivo en común: el dinero. Al tener al bajo mundo trabajando juntos como uno, estábamos haciendo más dinero que nunca. Claro, fue inicialmente la idea de Víctor; sin embargo, yo era el único lo suficientemente inteligente como para hacer que eso sucediera.

Sin embargo, Víctor no estaba dispuesto a dejarme tomar el lugar que él reclamaba como suyo. Fue a los capitanes. Él utilizó su autoridad policial para tratar de chantajear a los señores del bajo mundo y destronarme. Esto fracasó y tuvo suerte de que no arrancaran su cabeza de sus hombros.

Pensé que era el final de Víctor, hasta que Frances vino a llamar a mi puerta. Su rostro había sido molido a golpes. Estaba cubierta de moretones.

265

Y estaba embarazada con el bebé de Víctor. Mientras yo había estado ocupado tomando el bajo mundo, Víctor había utilizado ese tiempo para cortejarla, cegándola con regalos y dinero.

Si no los hubiera presentado, si yo no hubiera estado en la vida de Frances, nada de esto habría sucedido.

Nadie en mi mundo sabe que estoy relacionado con Víctor, y lo he mantenido así, porque no quiero volver a ser asociado con ese bastardo. Podemos tener un aspecto similar y tener algo de sangre retorcida en nuestras venas, pero en lo que a mí respecta, no estamos relacionados. Tú, Carly y Cameron son mi única familia. (No te preocupes. Cameron se asegurará de que Víctor nunca vaya a algún lugar cerca de ti. Le he pedido que te cuide; sin embargo, dado que ya sabes acerca de nuestro mundo, no hizo un trabajo muy bueno. Voy a tener que darme la vuelta en mi tumba y perseguir al muy idiota).

Al principio, pensé que podía ocultar a Frances. La tenía en un apartamento; compré su tienda de comestibles. Le daba dinero. Pero eso no era lo que quería. Ella buscaba lo que toda madre desea: un padre que ame a su hijo. Ya había tenido mis sospechas. No era una muy buena actriz, y seguían apareciendo moretones en su piel. Cuando vi los moretones en su vientre, sabía que eso terminaría mal para ella. La enfrenté sobre Víctor. No negó que lo había estado viendo.

Nunca le hablé a nadie acerca de ella. Nunca le dije a Carly, porque me avergonzaba por lo que le habían hecho y porque quería mantener mis lazos familiares con Víctor en secreto. Mantener esos enormes secretos de la gente que más admiro es como saltar de un avión sin paracaídas. Una caída libre hasta llegar a la tierra. Me estaba poniendo nervioso y tomaba decisiones sin pensar. Todo el mundo era sospechoso; Spider, el idiota, incluso me acusó de engañar a Carly enfrente de ella.

Ahora estoy en mi camino a cumplirle a Frances. Ella me llamó esta mañana, frenética, gritando. Ella dijo que Víctor la había arrastrado a un motel de mala muerte en Callister y quería que ella trabajara en su negocio de acompañantes. Al parecer, algunos de los clientes de barrios marginales-de-la-tierra de Víctor, gustan de las mujeres embarazadas.

Mi instinto me dice que es una trampa y Víctor estará esperándome cuando llegue. Él ha estado frecuentando a algunos de los capitanes y les ha estado haciendo creer que me derribará, así ellos lo elegirán como su líder.

No lo harán.

Cameron es, y siempre ha sido, mi sucesor, aunque no lo quiere. Él es brillante.

Mi hermosa e inteligente hermana pequeña. Mientras escribo esta carta, estoy muy triste. No porque sé lo que va a pasarme, sino porque yo no

266

estaré allí para verte crecer y ser la mujer fuerte y obstinada que sé que vas a ser. El hecho de que estés leyendo esta carta significa que, una vez más, no me escuchaste, que fuiste en busca de problemas y los encontraste. Me gustaría que tuvieras más cuidado, pero nunca fuiste así. Te quiero mucho, pequeña. No pasa un día en que no piense en ti o en hablar contigo.

Para el momento en que esta carta llegue al cofre del banco, probablemente habré dejado esta tierra. Si hay una cosa que puedo transmitirte antes de irme, es cree en ti misma. Tú, más que nadie que yo haya conocido, puedes lograr cualquier cosa que te propongas en la mente. Si tan sólo pudieras verte a ti misma a través de mis ojos, a través de los ojos de los que alguna vez te han conocido, entenderías el efecto que tienes sobre las personas.

Te quiero. Ten cuidado. B.

PD. Realmente deseo haberte encerrado en una torre antes de morir. Por favor, asegúrate de que Cameron obtenga su sobre.

***

Las dos ancianas que me flanqueaban en el avión eran en realidad

hermanas, llamadas Georgia y Beatrice. Eran solteras que habían vivido juntas toda su vida, pero no podían soportar estar sentadas una al lado de la otra en un avión. Ellas estaban fuera para visitar a su hermana más

joven, que se había casado (dos veces) y tenía un rebaño de hijos, y ahora nietos. Todos ingratos, maleducados, los cuales venían a recogerlas al

aeropuerto.

—Me encantaría conocerlos —me encontré diciendo.

Ellas sonrieron.

Me pasé la siguiente hora ayudando a Georgia con su tejido de punto. Se veía como una manta, pero era un chal. Las hermanas

disfrutaron de bombones, de esos no compartieron.

Para el momento en que bajamos del avión, tuve un pañuelo verde en mi roja cabellera y los brazos de Georgia y Beatrice en cada uno de los

míos. Como lo habían prometido, toda la familia de su hermana saltó inmediatamente por ellas, con flores y banderas. Como hace toda familia desagradecida y maleducada.

Estuvimos rodeadas tan pronto como estuvimos en la mira y nos llevaron en un carrusel tornado de abrazos y charla.

Mientras me presentaban, mantuve un ojo alrededor en busca de los hombres de Víctor. Había un montón de gente en el aeropuerto, muchos de los cuales vagaban en busca de alguien. Cualquiera de ellos, o todos,

podían trabajar para Víctor. Pero nadie parecía tener sus ojos en mí. En lo

267

que concierne al mundo, yo era solo otra de las gordas señoras mayores.

La tercera solterona.

Me escabullí fuera del círculo de las hermanas una vez que llegamos

al estacionamiento, cuando estuve segura de que no nos estaban siguiendo. Luego fui a buscar mi auto, recordando que lo había dejado en el estacionamiento del personal y que no tenía forma de salir de allí sin un

pase.

Una vez que llegué al coche, me senté detrás del volante durante un segundo o dos. Luego giré el contacto, di marcha atrás y aceleré por el

estacionamiento sin parar hacia la barrera de salida. Vi los trozos de madera volar por encima del coche por mi espejo retrovisor.

A pesar de no tener mucho combustible, conduje tan rápido como el Roadmaster me lo permitió, pero a medida que me acercaba a la esquina de nuestra calle, algo me dijo que redujera la velocidad. Un sexto sentido

que había estado creciendo en mí desde el día en que conocí a Cameron.

Inmediatamente vi un coche de policía aparcado enfrente de nuestra

casa. Me volví hacia el lado opuesto y aparqué lo suficientemente cerca como para ver la casa, pero lo suficiente lejos como para mantenerme fuera de la vista.

Había un oficial de policía de la ciudad de Callister en nuestra puerta, hablando con uno de mis compañeros de habitación. Parecía que era Hunter. El oficial parecía agitado, balanceando los brazos,

gesticulando al tiempo que hablaba. Hunter siguió moviendo la cabeza en respuesta, con una mirada mezcla de miedo y preocupación.

Me alegré de que Griff no fuera el de la puerta. Probablemente aún no había vuelto a casa de sus entrevistas. Solo Dios sabe lo que habría hecho si hubiera tenido que hacer frente a estos desertores.

Hace algún tiempo, juré que cuando tuviera la oportunidad de luchar por amor, lo haría. Me juré que no iba a desaparecer solo para

mantener a alguien que amaba, alguien que me quería, seguro. Me juré que nunca le haría daño a alguien de la misma forma en que Cameron me había hecho daño.

Mientras observaba al oficial dejar el pórtico delantero, frustrado porque no me había encontrado, y volver a su coche para esperar a que volviera a casa, hice exactamente lo que juré que nunca haría.

Puse el coche en marcha y me fui.

Por Griff. Por Meatball. Para que estuvieran a salvo, así no tratarían

de luchar contra Víctor por mí. Víctor los dejaría en paz siempre y cuando me mantuviera lejos.

Sin dinero, agotando el combustible, me dirigí a la autopista.

No tenía tiempo que perder. Tenía que seguir conduciendo.

268

Tomé una respiración profunda, y luego otra. Pero cada respiración

se hacía más superficial, empujadas por una devastación tan profunda que no podía salir de ella. Me detuve al lado de la carretera y dejé caer mi

cabeza contra el volante. Quería llorar, tanto que mis entrañas estaban perjudicando mi decisión. Cada parte de mí se retorcía.

En mi visión periférica, vi un sobre posado tranquilamente en el

asiento del pasajero. Estaba claramente dirigido a "Cameron" con la letra torpe de mi hermano. Lo cogí y arranqué el sello. (No era como si Cameron fuese a leerlo alguna vez.)

Hola, amigo:

Mantente jodidamente lejos de mi hermana.

Atentamente, B.

PD: Gracias por velar por ella. Gracias por todo. Pero en serio, ni siquiera pienses en ello.

Me quedé mirando la tinta en la página. Un bufido escapó de mi garganta. Sonreí, y luego me reí. Después me reí tan duro que ráfagas de

aire fresco se paseaban por mis mejillas.

Puse el coche en marcha y me alejé deprisa.

El coche prácticamente se deslizó hasta la casa de campo de

Cameron, como si estuviera conectado a una línea de pesca, sin conseguir tambalearse. Pero a mitad del camino, el Roadmaster se quedó oficialmente sin combustible. Salí y abandoné mi coche. Me había olvidado

de cómo la negrura de la noche podía consumir todo aquí. No había luna ni estrellas para iluminar mi camino, así que le di una patada a las

piedras para asegurarme de que estaba pegada a la carretera.

Con el tiempo, los árboles se aclararon y mis ojos se acostumbraron a la oscuridad lo suficiente para que pudiera llegar a la puerta.

Me había acostumbrado tanto a la sensación de la pérdida de sangre que había dejado de notar la humedad. El problema fue que cuando

encendí la luz de la cocina, me di cuenta de que la sangre ya había empapado mi ropa interior y los pantalones. Estaba agotada, pero no tenía dolor. Me puse algo de ropa vieja que Cameron había dejado en un

gabinete de la esquina y me fui a acostar.

La agonía llegó. Todavía estaba oscuro cuando me despertó el dolor insoportable en la espalda y la presión en la parte inferior de mi abdomen.

Sentía como si mi cuerpo estuviera alistándose para explotar. O implosionar. Me obligué a levantarme y llevé las manos a mi estómago. No

era necesario tener la luz encendida para saber que mi sangre había empapado el colchón.

269

Mientras la dinamita explotaba dentro de mí, dejé escapar un grito,

uno que venía de las profundidades, antes de caer de nuevo en la almohada.

En la oscuridad.

***

Me desperté de nuevo. Mis brazos y piernas estaban entumecidos. Me di la vuelta hacia el piso y estiré un brazo delante de mí y luego otro,

arrastrándome hacia la escalera como un soldado del ejército. Levanté mi brazo, tratando de agarrar la barandilla.

Antes de regresar de nuevo a la oscuridad.

270

Sin Vida

Traducido por Luna West

Corregido por SammyD

—Un brindis. —Julièn levantó su copa de champán, y el resto de la

mesa siguió sus órdenes. La mía ya se hallaba vacía. Manny la llenó, y volví a acabármela mientras Julièn hablaba.

—El gran Winston Churchill dijo una vez: La guerra es inevitable mientras defendamos nuestras vidas de un destructor que lo devorará todo. —Julièn asintió hacia todos nosotros, como si esperara que absorbiéramos

el poder de sus palabras. El idiota en realidad citó un pasaje de Tolkien de la novela Las Dos Torres. Me serví otra copa de champán.

—Damas. Caballeros —continuó una vez que el momento pasó—. Esta noche habremos liberado a México de los tiranos que nos asesinaban y nos robaban, llenando sus bolsillos con el dinero del pueblo. Hoy es un

día que quedará marcado en la historia como el día que México fue devuelta a su gente. Que Dios tenga piedad de nuestros enemigos, porque yo no la tendré. —Se rio de su comentario listillo, que en realidad era una

cita robada del General Patton.

—¡Salud! —dije, levantando mi copa vacía y chocándola con las

copas alrededor de la mesa.

Por la mueca en el rostro de Julièn, tenía planeado seguir con su discurso. Tomó un sorbo y por suerte se volvió a sentar, así que pudimos

comer nuestra maldita comida.

Mi fin había llegado después de ver a Emily con Girff, después de haber ido a la habitación de Manny y decirle que tuve un cambio de

corazón, en muchos aspectos. Estábamos en una misión suicida. Exactamente a las cuatro de la mañana los equipos tácticos marcharían a

sus dormitorios y asesinarían a los líderes de tres carteles.

Julièn, Manny y yo no tardaríamos en tener el control sobre todo el comercio de drogas en México. Pero por lo que “al pueblo” se refiere, sólo

limpiaríamos la casa y resolveríamos el problema de drogas del país.

271

Podía sentir la tormenta creándose, como las nubes se oscurecían

avanzando hacia nosotros. Cuando las noticias sobre el cambio de mando se esparcieran, los miembros restantes del cartel planearían su venganza y

un centenar más vería la caída de los líderes como su oportunidad para nombrarse a sí mismos los nuevos capos de la droga, cada uno intentando destruir a los otros. Asesinatos, torturas, robos… no serían nada

comparados con la violencia que vendría.

Habíamos desatado una guerra por la lucha de poder. Pero nunca viviríamos lo suficiente para ver qué sucedería.

Mientras celebrábamos en San Luis Potosí, me pregunté quién sería el primero en venir tras nosotros. ¿Los miembros restantes de los

carteles —Los que eran leales, quienes creían en el viejo refrán de ojo por ojo— o los pandilleros aspirantes?

No importaba. El final llegaría de todos modos.

Las meseras comenzaron a llegar con el plato principal. Mi cena vino en forma de un teléfono celular. Miré de reojo a mi lado. Había una

mesera. Joven. Caliente. Luego aparecieron tres más.

—Tienes una llamada telefónica —gritó, como si no lo hubiera deducido ya. Luego volvió a decirlo más para sí misma.

—Eres como un acordeón.

—La persona en la línea dice que es urgente. Muy urgente.

—¿Cuál es tu nombre? —Intenté preguntarle, aunque las palabras

sonaron más como “cuaesyunobre”.

La camarera me entregó el teléfono y se fue.

Divertido, puse el teléfono en mí oído mientras observaba su firme culo salir de la habitación.

—Soy Carly —anunció Carly en la línea—. He estado llamándote a tu

celular por horas. No has contestado la llamada.

—Hay champaña…

—Se trata de Emily.

Como un puñetazo en la cara, inmediatamente volví a estar sobrio.

***

—Creo que estaba con Frances —murmuró en voz baja Carly, como

si fuera ella la que estuviera sentada en un cubículo de baño, esperando que nadie pudiera escucharla. Rápidamente me había ido sin ninguna

explicación y sabía que Manny probablemente se hallaba con un vaso

272

entre su oído y la puerta. Tuve que llamar a Carly de nuevo desde mi

teléfono porque no confiaba en Julièn en los mejores momentos, y ciertamente menos con esto.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir, entró en un auto. No estoy segura. Se marcharon muy rápido.

—¿Era Frances, Carly? —insistí—. ¿Si tuvieras que apostar tu vida, la mía y la de ella, sería Frances?

—Sí, era Frances —replicó con firmeza.

Tomé un respiro. Esto no significaba que Emmy estuviera en problemas. Teníamos nuestras dudas sobre Frances, pero quizás, sólo

quizás…

—Cameron, hay algo más. —Pude escuchar a Carly respirar rápidamente, su aliento fuertemente contra el teléfono—. Está

embarazada. Está muy embarazada.

Colgué y me subí a un avión.

***

—¿Qué es lo que sabemos? —Me encontraba en un avión volando sobre la frontera con México. Había abandonada la fiesta sin excusa, sin siquiera anunciar mi partida.

Carly dijo—: Hablé con Griff. Tampoco sabe dónde está. Le dejó una nota. Algo sobre su mamá estando en el hospital. Algo totalmente falso.

—Él la perdió —dije con los dientes apretados.

—¿La perdió? Tú la abandonaste. Emmy ha sido puesta a un lado y abandonada más veces de las que un ser humano es capaz de manejar. Me

sorprende que haya llegado hasta aquí sin desmoronarse —espetó Carly.

Luego tomó una respiración. —Está histérico, Cameron. Como el

resto de nosotros. Me alegro de que pudiéramos informarle antes que nadie más.

—¿Alguien ha visto a Frances?

—Nadie. Pasamos a su apartamento y hablamos con su madre. Nadie la ha visto o escuchado de ella. Spider tiene guardias afuera de

todos los lugares conocidos que visita. Todavía no hay nada.

Emmy estaba con Frances. Podía sentirlo. Había pasado por alto a Frances porque… ¿Por qué? Porque era la madre del hijo de Bill, porque no

quería pensar que Bill se había equivocado con ella. Porque fui un

273

descuidado, dejando de prestarle atención. Olvidé —me permití olvidar—

mi rol. Nadie nunca se quedaba sin supervisión, sin consecuencias. Mi fracaso épico en mi trabajo iba a costarme a Emmy y al hijo que

llevaba. Mi hijo.

—No lo sé. Yo sólo no sé —gimió Carly. Podía decir que comenzaba a desmoronarse. No teníamos tiempo para eso.

—¿Dónde se encontraba cuando la viste?

—Downtown. Me dirigía a ver a Henry. Había estado trabajando con

él para conseguir liquidar todos tus fondos…

—¿Viste a Henry?

—No. ¡Obviamente no! ¡No creerás que después de ver a Emmy,

embarazada, marchándose con Frances, me preocupé por tu maldito dinero!

—Esa no es mi pregunta, Carly. Tú le diste a Emmy información

sobre Henry tiempo atrás. ¿Emmy pudo haber ido a ver a Henry? ¿Alguien ha hablado con él?

—Estoy segura de que Henry me hubiera llamado si hubiera hablado con él —dijo, aunque era más como una pregunta para sí misma. Inmediatamente colgó.

***

—Henry está muerto. —Fue lo primero que Carly me dijo cuando volvió a llamarme. Volaba sobre Kansas, cambiándome de los asientos

delanteros a los vacíos de atrás—. Lo encontramos en su oficina. Dos disparos en la cabeza.

Emmy había visto a Henry. Alguien sabía que estuvo allí y asesinó a

Henry antes de que nos pudiera advertir.

—Fue a las Islas Caimán. Compruébalo en el aeropuerto —ordené.

Cuando finalmente llegué, trataba de abrir la puerta incluso antes de que el avión se detuviera.

Una vez fuera, inmediatamente vi a Carly y Tiny, quienes me

esperaban justo al lado de las escaleras del avión. Tiny se hallaba allí de pie, estoico. Henry era un buen hombre, un gran hombre. Había sido leal a

nosotros, pidiendo poco a cambio. Algo poco común de encontrar. Y prácticamente crio a Tiny.

Asentí hacia Tiny, y asintió de regreso. Quien hubiera asesinado a

su tío iba a pagarlo. Pero en este momento teníamos que encontrar a Emmy.

274

—Alguien revisó el registro del vuelo. Fue a las Islas Caimán con

Frances. Y luego regresó. Nadie ha sabido nada de ella desde que el avión aterrizó. —Mechones de cabello sobresalían de la coleta de Carly, como si

hubiera estado jaloneándoselo a sí misma. Podía decir que había estado llorando y trataba de no hacerlo nuevamente—. Spider fue al aeropuerto tan pronto como tú nos dijiste, pero el vuelo ya había desembarcado a sus

pasajeros. No estábamos allí cuando aterrizó. La perdimos.

—¿Y Frances?

—Llegó en el vuelo después de Emmy. Fue escoltada por un grupo

de hombres de Victor. Había demasiados. Spider no pudo acercársele.

Cerré los ojos y froté mi frente. Frances había sido y seguía siendo el

peón de Victor. Spider había tenido razón todo el tiempo. Frances era el topo. Fue quien le dijo a Victor sobre Emmy, sobre donde podía encontrarnos. Fue quien consiguió que Rocco fuera asesinado. Y ahora

envió a Emmy hacia las garras sucias de Victor. No, yo la había enviado hacia los brazos de Frances. Frances solo aprovechó la oportunidad que le

di.

—Ellos la tienen, Cameron. La tienen a ella y al bebé.

Carly no me ayudaba a concentrarme. Me gustaría recuperar a

Emmy, de una manera u otra. De la manera que fuera. Intenté bloquear las imágenes de lo que le pasaría si no actuaba lo suficientemente rápido, si no conseguía rescatarla antes de la llegada del bebé y que comenzaran a

enviarme sus partes.

—¿Victor todavía no ha llamado?

Carly sabía lo que le preguntaba: ¿Victor había llamado para regodearse, para hacer sus demandas, para usar a Emmy y el bebé para chantajearme?

—No. Aún no.

—¿Y estás segura de que eran los hombres de Victor los que

recogieron a Frances?

—Positivo. Spider los siguió hasta el coche. Victor los esperaba.

—¿Acaso Frances parecía sorprendida al verlo?

—No. Pero Spider dice que parecía haber estado llorando y que los hombres de Victor fueron bastantes bruscos mientras la escoltaban hacia el auto.

Abrí bien los ojos y miré hacia la oscuridad que iba más allá de las luces del pequeño aeropuerto.

—¿Revisaron su auto?

275

—No pudimos encontrarlo. Inspeccionamos todos los

estacionamientos cercanos al aeropuerto. Nada.

—¿Y nadie ha visto o escuchado nada de Emmy?

—Nadie.

Mis ojos regresaron de nuevo a mi auto, el cual Tiny había traído para mí. A pesar de la luz del aeropuerto, a poco menos de doscientos

metros de distancia, podía ver la chaqueta purpura que había robado de Emmy, la cual aún se posaba sobre el asiento del copiloto. Comencé a correr.

—¿A dónde vas? —preguntó Carly, corriendo tras de mí.

—¿Qué hay de sus compañeras de cuarto?

—No. Ya hemos revisado con…

—¿Y sus padres?

—Tampoco, Cameron. ¿Qué está pasando?

—Mantén tu teléfono encendido y llámame si tienes alguna noticia —le dije mientras cerraba mi puerta y salía a toda velocidad.

A pesar de que era diminuta, todavía había una oportunidad…

Una hora más tarde, giré hacia la calzada de la entrada de la casa, sin siquiera quitar mi pie del pedal. El sol estaba a punto de salir por el

horizonte, pero todavía se encontraba oscuro bajo la sombra de los árboles y casi choqué contra la parte trasera del auto de Emmy. Se hallaba a la mitad del camino entre la carretera y la casa de campo, y la puerta del

lado del conductor estaba totalmente abierta. Salí de mi auto y corrí, vislumbrando desgarradoras manchas de sangre en el asiento delantero.

Empecé a gritar su nombre antes de que la casa siquiera estuviera a la vista.

Me estrellé contra la puerta, luchando por encontrar el interruptor

de afuera. Cuando la luz se encendió, la vi. Sobre las escaleras, la mitad de su cuerpo caía sobre los primeros escalones. Había sangre goteando al

inicio de la barandilla.

—Emmy —dije cuando llegué hasta ella, aunque no había encontrado mi voz aun.

Estaba completamente flácida y pálida.

—Despierta —le dije mientras apartaba el cabello de su frente. No se movió.

—Emily, despierta —dije con más fuerza mientras frotaba su mejilla, sintiendo sus débiles respiraciones.

Saqué el teléfono de mi bolsillo y llamé al doctor Lorne.

276

Contestó al primer timbre, como siempre lo hacía. —Seré directo.

Emmy está embarazada y sangra mucho. —Él no necesitaba hacer preguntas, y no tenía por qué decirle que estuviera listo porque siempre

estaba listo.

—Tienes que seguir peleando, Emmy —le rogué mientras corría de vuelta a mi auto con ella en mis brazos.

Tenía su cabeza recostada en mi muslo mientras conducía como un loco, retando a cualquier policía idiota a intentar detenerme. Una mano en el volante, la otra en su cuello.

Había un pulso. Luego otro pulso. Y entonces no hubo nada.

277

Yo Era

Traducido por Moni

Corregido por Vanessa Farrow

—Despierta.

Allí está esa pregunta monumental que todos se han preguntado a sí mismos en algún punto de sus vidas, ya sea que vivan hasta que tengan cien o hasta que tengan veinte años.

¿Qué pasa cuando muera?

—Emily, despierta. —Podía escucharme a mí misma diciéndolo.

—¿Para qué? —respondí en un tono más bajo.

—Debes seguir luchando.

Me reí a carcajadas. —Ya he terminado con eso.

Y entonces la luz vino.

No era lo que esperaba.

No era suave ni pacífica. No había ángeles cantando ni arpas

sonando. La música era, al menos, orquestada, pero estaba caliente —bastante ardiente. Como una hormiga quemándose bajo una lupa.

¿El infierno?

No debería haber reído ante esto, pero lo hice. La antigua Emily Sheppard nunca habría hecho algo lo suficientemente interesante para

como meterse en el infierno.

Mientras pasaba mis manos contra mis ropas, preparándome para lo

que venía, fui tomada fuera de guardia por lo suaves que se encontraban mis ropas. Cuando miré hacia abajo, vi que usaba un vestido blanco que llegaba hasta mis rodillas. Y tenía la luz de un foco sobre mí.

Miré a mi lado. Mi madre sostenía un micrófono cerca de sus labios. Usaba un vestido similar, aunque el de ella brillaba bajo las luces brillantes, como la cola de una sirena.

278

Me hallaba en mi fiesta de los dieciséis. O mejor dicho, me

encontraba en la fiesta de los dieciséis que mi mamá hizo. Resultó que cumplía dieciséis ese día.

—Oh, querido Dios, realmente estoy en el infierno —dije en voz alta, pero ningún sonido salió.

Si este era el infierno, entonces estaba siendo castigada por mis

pecados. Le quité la vida a un hombre, y esto no pasó desapercibido, no importaba qué tan malvado había sido ese hombre.

De pronto, el rostro de mi madre desapareció, y la luz se suavizó. La

música de orquestra murió, y una brisa apareció, refrescándome. Era capaz de ver el escenario, ver una multitud con el rostro en blanco de mis

padres, amigos —conocidos— de pie con trajes elegantes y vestidos de baile. Se mecían con la brisa. Se sentía como si estuviera de pie frente a un campo de maíz de personas esperando a ser cultivadas.

Di un paso hacia delante y bajé del escenario de mi madre. Mis pies se hallaban desnudos.

Tan pronto como mis pies tocaron el césped, la multitud de maíz se dividió con cada paso que daba, dejándome caminar sin tocarlos, sin que me tocaran.

Llegué al borde de la piscina.

—Cameron —grité.

A pesar de que no podía verlo, sabía que se hallaba allí. Siempre

había estado allí. Yo sólo no sabía cómo buscarlo.

El enjambre de personas sin rostro al otro lado de la piscina se

dividió, y Cameron caminó a través de ellos. Usaba un suéter gris y vaqueros. Y una gorra que llegaba hasta sus cejas, sombreando sus rasgos. Como el primer día que nos conocimos. Pero con cada paso que

daba, se transformaba. Para el momento en el que llegó al otro borde de la piscina, vestía un traje elegante, con el cuello desabrochado y su corbata

negra colgando.

Sonrió.

Era increíble para mí lo rápido que podía robarme el aliento.

Lo extrañé.

Extrañé mirarlo —su rostro, sus hombros, sus manos.

Me extendí para alcanzarlo, a pesar de que había una piscina con

agua entre nosotros. Podía sentirlo atrayéndome, encubriéndome como un rayo de sol.

Lo dejé envolverme así por un rato, sabiendo que algo estaba mal. Algo estaba muy mal.

279

Puse mis manos contra su pecho, contra su corazón, y lo alejé.

—Tenemos un hijo —susurré. Pero de nuevo, ningún sonido salió de mi boca.

Llevé mis manos hacia mi estómago y descubrí que se sentía plano. Vacío.

De pronto, la piscina se encontraba en medio de nosotros de nuevo.

Di un paso hacia atrás y me detuve allí, sonriéndole a Cameron. Él frunció el ceño.

Di otro paso hacia atrás. Trató de alcanzarme.

Negué con la cabeza.

—Te veré luego —articulé para él.

—Quédate conmigo —suplicó.

Le sonreí a mi hermoso Cameron. —Vuelvo enseguida.

Volví a la oscuridad.

280

Y luego Ya No Era

Traducido por Moni

Corregido por Vanessa Farrow

Cuando pierdes a la persona por la que siempre has vivido,

¿mueres?

¿Tus pulmones simplemente dejan de tomar aire?

¿La sangre deja de fluir hacia tu cerebro?

¿Te conviertes en polvo y desapareces como si nunca hubieras estado allí?

281

Epílogo de Emily

Traducido por Ayrim

Corregido por Jasiel Odair

Ojo por ojo, vida por vida. Todos pagaremos por la sangre que

derramamos. Al final.

Pero no todavía.

***

Era el sonido incesante de un pitido. Eso me despertó.

Cuando mis ojos se abrieron, me encontraba en una habitación, en una cama elevada, rodeada de las máquinas que me habían despertado y a

las que, al parecer, estaba enchufada. No podía sentir mis piernas, y las partes de mí que podía sentir estaban adormecidas.

Se me ocurrió la idea de que podría estar en un hospital, excepto porque la habitación no tenía la frialdad y la esterilidad de una sala de hospital. Y olía a estiércol.

El colchón era suave y no estaba recubierto de plástico, y me habían colocado una manta de ganchillo. Mi mano la empujó lentamente y se

detuvo cuando llegó a mi estómago. No podía sentir nada por debajo de mi pecho, pero podía sentir el vacío de mis entrañas. Un grito se elevó desde mi nido vacío, pero el ruido que escapó de mis resecas cuerdas vocales era

apenas el susurro de un ratón.

Algo se movió a mi lado.

Obligué a mi cabeza girar y casi salgo de mi misma.

Spider estaba cobijado en una cómoda silla, rodeado de almohadas, con las piernas levantadas en una otomana7. Un plato de pasta yacía

7 Otomana: es un tipo de sofá que tiene generalmente cabeza pero no parte posterior, aunque a veces no tiene

ni lo uno ni lo otro.

282

sobre una mesa junto a él, con una caja de leche y chocolate. Se podría

pensar que estaba de vacaciones en una cabaña junto al mar. Traté de moverme en silencio, no queriendo despertar al asesino de Cameron.

Pensando que en realidad podría escapar antes de que me atrapara.

Volvió la cabeza lentamente. Nuestras miradas se encontraron. Sus ojos estaban apagados y estaba poniéndose pálido. Parecía tan

sorprendido de verme como yo de verlo.

—Mi bebé. ¿Dónde está mi bebé? —le dije con voz ronca. Spider entró ligeramente en pánico cuando empecé a empujarme para salir de la

cama, tirando de los cables a la vez que se pegaban fuera de mis brazos. Yo estaba tratando de rodar sobre mí misma, compensando las piernas

entumecidas.

—Carly —llamó a gritos, aunque su voz era débil.

Batas blancas entraron corriendo, seguidos de Carly. Llevaba algo

envuelto en una manta. Algo enrollado que no se movía. Mantuve los ojos fijos en la manta mientras el personal médico me volvía a conectar.

—Billy está aquí —me pareció oír decir a Carly.

¿Mi hermano? ¿Billy? No puede ser. —Eso no es posible —me oí gruñir, mis ojos siempre en el objeto inmóvil en sus brazos.

El rostro de Carly se volvió pálido, como esperando que yo no la hubiera escuchado. —No sabíamos cómo querías llamarla. Pensamos…

Puedes cambiar su nombre por el que desees, por supuesto. Ella simplemente me recordó mucho a Bill.

Dio un paso adelante pero fue retenida por uno de los que llevaban

batas. —Todavía no. Ella no es lo suficientemente fuerte. —La parte trasera de mi cerebro reconoció a este médico. Pero al resto de mí le importaba un comino.

—¿Ella? —me pregunté.

Carly empujó al médico a un lado y se dirigió hacia el lado de la

cama. Extendí inmediatamente mis manos cansadas, anhelando tener el bulto, mi hija… mi niña, en mis brazos.

Carly se resistió. —Hay algo que tengo que decirte.

Mi mirada alcanzó la suya. Pude ver al médico, el doctor Lorne recordé, sacudiendo la cabeza en mi visión periférica, con desaprobación.

La oscuridad se acercaba sigilosamente, como si estuviera respondiéndome a la pregunta, dándome la respuesta que necesitaba saber, dándome la respuesta que no quería saber.

—¿Está ella…? —empecé a preguntar, pero no pude terminar la frase.

283

Carly parecía horrorizada. —¡Oh, no!, no. No es eso. No, Billy está

muy bien. Está durmiendo como una roca.

Ella inmediatamente se olvidó de lo que iba a decirme y puso el bulto

en mi pecho. Cruzó mis brazos, por lo que así podía sostener a mi niña.

El ruido de fondo desapareció.

Ver a Billy por primera vez era como poner en una cara todo el amor

y la alegría que había en mí, lo que hubiera sentido alguna vez, multiplicado hasta el infinito. No sabía que algo tan hermoso pudiera existir en este feo mundo. Abrió sus sorprendentes ojos verdes, mis

llamativos ojos verdes, y nos vimos por primera vez. Durante mucho tiempo, ella había estado escondida dentro de mí, y ahora me veía en ella.

Me miró como si estuviera pensando profundamente, finalmente poniendo una cara a la voz que había estado oyendo durante meses. Era como si su piel rosada estuviera magnetizada de manera que no podía

quitarle los ojos de encima, por lo que tuve que tocarla.

Mi mano encontró el camino hacia su boca, donde se quedó,

sintiendo el picor de sus pequeñas respiraciones. Mi pulgar encontró el camino hacia su nariz, rozando el cúmulo de piel seca que la salpicaba, como la cola de una estrella fugaz. Examiné cada centímetro de su cara.

Desplegué la manta y me encontré con sus diminutas manos. Luego empujé el gorrito de su cabeza y un brote de pelo negro apareció, el pelo de su padre.

Me enderecé y puse mi mejilla contra la suya.

—Es pequeña, pero poderosa —murmuró Carly, sonriendo de un

lado de la cara hacia el otro. Sonriendo desde el lugar más profundamente arraigado—. Se ha bebido un biberón entero de casi un solo trago. Nunca he visto nada igual.

—Billy —la llamé. Era perfecta.

Spider estaba de pie junto a la cama, agarrándose a la barandilla

con un brazo vendado. Podría haber jurado que había sonreído cuando bajó la mirada hacia Billy. A continuación, un silencio se extendió por la habitación como un terremoto. Los ojos de Spider se volvieron hacia la

puerta, así que seguí su mirada.

Le tomó unos segundos a mi cerebro creer lo que mis ojos estaban describiendo.

—Cameron —exhalé. Cameron me miró fijamente, sin moverse, con miedo de dar un paso. Sangre roja brillante cubría la camisa del esmoquin

blanco y tenía costra en sus pantalones.

Carly alcanzó a Billy cuando mis brazos empezaron a temblar.

284

Oí a Billy llorando mientras la alejaban de mí. Yo estaba tratando

desesperadamente de aferrarme a la luz, pero era como tratar de subir una cuerda llena de grasa.

Entonces la luz se había ido.

***

Me arqueé, mis manos agarrando la barandilla de madera en frente de mí. Esa era la única forma en la que podía evitar caerme. La punzada

en la parte inferior de mi vientre dolía tanto que apenas podía caminar y no podía estar de pie completamente erguida. Al igual que el jorobado de

Notre Dame.

Vi los caballos en el terreno sobre la calzada de adoquines. Había tantos coches en la entrada de acceso que creerías que estaban haciendo

fila para un desfile, con el Audi negro de Cameron a la cabeza. Pero no había ningún desfile. Y yo estaba muy tranquila.

Los guardias podían verse por toda la propiedad, si supieras dónde buscarlos. Pero mantuve mis entrenados ojos en los caballos. La mayoría de ellos estaban lejos en el pasto, evitando el alboroto. Pero dos de ellos

montaban guardia en la verja, manteniendo un ojo en Meatball, que estaba tratando de ir a saludar, pero su gran cabeza no le dejaba entrar por la valla. Así que se sentó y gimió en su lugar.

El viento se levantó y me abracé al chal que Carly había insistido en ponerme antes de escapar hacia el pórtico. La brisa era cálida y yo estaba

de pie en el sol, aunque todavía estaba temblando. Ya me sentía como si hubiera vivido mil vidas, por lo que supongo que el chal viejo era apropiado. Carly había querido que me quedara en la cama, pero el doctor

Lorne me ordenó volver a andar para conseguir un poco de aire fresco y estirarme. Necesitaba tiempo a solas, tiempo para pensar. Así que seguí

las indicaciones del médico.

Cuando oí crujir las tablas del suelo del pórtico detrás de mí, desvié mi atención de los caballos y vi a Cameron acercarse, Billy cobijada en sus

brazos. Él estaba en los huesos, como si realmente hubiera acabado muerto.

—La recogí cuando se despertó, pero volvió a dormirse —susurró,

sus ojos sobre Billy. Estaba envuelta como una momia en un millón de mantas. Con solo su carita regordeta asomando, parecía una cosa. Supuse

que Carly se estaría quejando.

—Pensé que podría tener frio, así que le puse otra manta —admitió Cameron, como si supiera lo que estaba pensando y tuviera que demostrar

que estaba equivocada.

285

Levantó la vista hacia mí, pero yo mantuve mis ojos en mi niña

hermosa, que dormía en brazos de su padre. Se veía tranquila, como si estuviera exactamente donde se suponía que debía estar siempre. El hecho

de que ella y yo casi no lo logramos, el hecho de que casi la había perdido, me pasó por la mente de nuevo. Pero bloqueé esto antes de que mi imaginación se volviera salvaje. Ella estaba aquí, conmigo, en este

momento, y estaría eternamente agradecida al doctor Lorne. Y por siempre agradecida a Spider.

Cameron debió de haber sentido que estaba ansiosa por tenerla en

mis brazos, porque agarró suavemente mi codo y me ayudó con el intercambio, me entregó a Billy en cuanto me senté. Luego amontonó

todos los cojines de las sillas. Después de construir una fortaleza de cojines alrededor de Billy y de mí, se sentó, giró mis piernas en la suyas, y nos balanceamos en el columpio.

Sentir sus piernas debajo de las mías hizo que mi corazón girara en confusión. Casi no podía mirarlo. Tenía ganas de tocarlo, sostenerlo

apretadamente y nunca dejarlo ir. ¿Cuántas noches había deseado poder estar con él sólo una vez más?

Pero ahora, al verlo, estando tan cerca de él, me causaba mucho

dolor. El dolor de la traición, del abandono. Casi no podía respirar. Nunca supe que iba a ser capaz de amar y odiar a alguien al mismo tiempo.

—Nos dejaste, Cameron —dije. Fue apenas un suspiro.

—No tenía ni idea. Debería de haberlo sabido, nunca hubiera… —empezó a decir, pero se detuvo. Tragó saliva y me miró a los ojos,

buscando—. No sabía que estabas embarazada, Emmy. No sabía acerca de Billy.

—Lo siento —le espeté—. Permíteme reformular eso. Me dejaste,

Cameron. Y lloré por ti. Cada noche, durante días enteros, meses después de que murieras. Después de que supuestamente murieras. ¿Cómo

pudiste hacerle eso a una persona a la que supuestamente amabas?

—Amo —me corrigió—. Nunca amé, nunca supuestamente. Te amo en el pasado, en el presente y para siempre. —Mantuvo sus ojos oscuros

en mí—. Decir que tomé la decisión equivocada, una elección equivocada, es como decir que el sol se pone en el oeste. Nunca me lo perdonaré.

Nos sentamos en silencio, meciéndonos lentamente, las manos de Cameron descansando en mis tobillos, como si hubiéramos estado haciendo esto durante años.

—¿Qué pasa ahora? —le pregunté finalmente.

—No lo sé, Emmy —dijo, manteniéndonos en un ritmo de balanceo—. Pero pase lo que pase, lo resolveremos juntos.

286

Juntos. Me pregunté que nos depararía el futuro. Me pregunté si

alguna vez sería capaz de perdonar la agonía que me causó. El dolor. Todavía estaba allí. El cuchillo se había sacado pero la herida continuaba

sangrando a borbotones.

Pero lo amaba. Sin lugar a dudas. Completamente.

Carly y Spider se unieron a nosotros en el pórtico. Carly acercó una

silla, tratando de sentarse tan cerca cómo pudo de Billy y de mí, Spider se inclinó sobre la barandilla. Él todavía tenía un vendaje en su brazo, donde el doctor Lorne había perforado su piel para conseguir la sangre , lo cual

era extraño, su sangre era igual que la mía.

Yo había muerto. Cuando Cameron me trajo al doctor Lorne, no

tenía pulso, o eso es lo que el doctor Lorne me había explicado. Había perdido mucha sangre. Le dijeron a Cameron que probablemente no iba a sobrevivir. El doctor Lorne había salvado a Billy, sin embargo, y me había

salvado. Pero sobre todo, Spider, su sangre, me había salvado de la muerte, y correría por mis venas. Al final, Spider y yo íbamos a estar para

siempre vinculados. De chiripa.

Un coche vino derrapando por el camino de entrada y Griff salió del lado del pasajero antes de que Tiny incluso tuviera la oportunidad de parar

completamente. No podía ni siquiera pensar en lo que iba a decirle.

Mis ojos se dirigieron de nuevo a comprobar el bulto caliente en mis brazos.

Meatball cojeó hasta Griff, y se dirigieron hacia el pórtico.

Billy se durmió mientras los caballos relinchaban en el pasto.

¿A dónde vamos desde aquí? Me pregunté.

¿Quién diablos lo sabe? Me respondí a mí misma.

Pero pase lo que pase, estábamos juntos en esto.

Por Billy.

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Epílogo de Cameron

Traducido por Moni

Corregido por Cami G.

Una mujer enamorada de un hombre que solo la rechaza podría ser

justo la cosa más peligrosa en el planeta. Solía pensar esto, tontamente. Hasta que tuve una hija.

¿El amor de un padre por su hija pequeña?

Es un arma de destrucción masiva.

Es algo con lo que no te metes.

288

Agradecimientos Gracias a mi esposo por ser mi inspiración para Cameron, sin las

drogas y la violencia y el derramamiento de sangre. De acuerdo, tal vez no tanto como Cameron —mejor dicho mi inspiración para el amor.

Gracias a mis hijos por tomar la siesta en la tarde para que mami pudiera terminar este libro, y a mi mamá y papá por no ser para nada como Isabelle y Burt Sheppard.

Para Sophie Normand: si no fuera por todas esas relaciones enamoradizas y subsecuentes e inevitables corazones rotos, este libro nunca habría llegado a ser. Nos reímos, lloramos, lloramos un poco más, y

reímos de nuevo. Finalmente maduramos.

Un agradecimiento especial a Alan Bower. Alan ha cambiado la vida

(de buena manera) de tantos autores auto-publicados allá afuera (lo sé —lo busqué en Google). No hay muchas personas en el mundo que puedan ver más allá de feas palabras (mías) de un autor nuevo (yo) y ver la historia.

Hay incluso un menor número de personas que escuchan a los lectores, aprecian la pasión que tienen por un libro. Alan, has hecho demasiado por

Crow’s Row. Me haces tener esperanza en que algún día, si sigo trabajando en esto, no me avergonzaré cada vez que relea algo que escribí.

Gracias a mis editores, Elizabeth Day y Cheri Madison por usar

guantes de seda para decirme que Scare Crow aún necesitaba mucho trabajo y por ser el lector del que las pesadillas están hechas. Y gracias a

iUniverse y Author Solutions: cuando todos rechazaron a Crow’s Row, ustedes estuvieron allí para asegurar que la historia de Cam y Emmy fuera

compartida con el mundo y no terminara simplemente en el fondo de mi armario con el resto de las cosas con las que no sé qué hacer.

Ahora, a los fans de Crow’s Row. ¿Por dónde empiezo? Están locos.

Me enloquecen. Aprecio sus ofertas de cuidar a mis hijos para que pueda escribir, aunque hubo momentos en que pensé que si no terminaba Scare Crow, uno de ustedes vendría a mi casa, con suerte a preparar la cena para mis niños, y a encadenarme a mi computadora hasta que acabara.

Vamos a enfrentarlo: si no hubiera sido por su constante acoso (de una manera cariñosa y alentadora, por supuesto), nunca habría terminado Scare Crow. La historia de Cameron y Emily habría terminado en Crow’s Row, y seguiría carcomiéndonos a todos. Espero que les gustase Scare Crow. Espero haberle hecho justicia a la historia de Cam y Emmy. De lo

contrario, temo por mi vida.

289

Julie Hockley

Julie Hockley es una graduada de la

universidad de Ottawa. Vive con su creciente familia en Durham Region, Ontario, Canada. Esta es su novela debut. Visita la web de Julie

en www.juliehockley.com

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Traducido, Corregido y

Diseñado por:

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