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MIÉRCOLES 5 DE NOVIEMBRE DE 2014 SO LI DA RI O NÚMERO 29 @ALADAR_CULTURA DE 5 MIÉRCOLES 29 NÚMERO 2014 DE NOVIEMBRE DE @ALADAR_CULTURA

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OTRA MIRADA A LA CULTURA. Suplemento cultural de EL CORREO DE ANDALUCÍA. Especial solidario. www.aladar.es

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MIÉRCOLES 5 DE NOVIEMBRE DE 2014

SOL I DARIO

NÚMERO 29 @ALADAR_CULTURA

DE 5 MIÉRCOLES

29NÚMERO

2014DE NOVIEMBRE DE

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Miércoles 5 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

os derechos de la persona, lo que entendemos como bien común, la dignidad que todo

ser humano necesita para ocupar un lugar en este mundo sin sufrir desigualdades sociales o para po-der convivir en condiciones de de-sigualdad física (esto es, lejos de la pobreza, de la violencia, del ham-bre o de cualquier impedimento causado por una discapacidad físi-ca); esto, decía, se construye desde la cultura que busca un carácter so-lidario. La cultura no puede ser la atalaya de nadie o un reducto al que sólo se puede acceder presentando unas credenciales ideadas por fal-sas élites. La cultura es universal y debe estar al alcance de todos.

Por tanto, no sólo los intelectua-les o los artistas sino cualquier per-sona integrada en los sistemas cul-turales que están funcionando en la actualidad, todos, debemos ten-der a conseguir que el conocimien-to nos convierta en seres humanos de mayor y mejor categoría. Y, so-bre todo, en iguales sin excepción.

Pero, es verdad, no todos tene-mos la posibilidad de alzar la voz y de ser escuchados. Es por ello por lo que el compromiso de Ala-dar, como parte que es de El Co-rreo de Andalucía y creado con la vocación de llegar a ser transmi-sor de cultura, debe ser poderoso e inquebrantable; debe ser la ra-zón por la que hacerse escuchar diciendo que construir cultura y hacer solidaridad es la misma co-sa. Aladar busca ser fuente de co-nocimiento, busca ser un trans-misor de las corrientes artísticas para que todo tipo de personas tengan una puerta de acceso por la que puedan cruzar y llegar a ese lugar al que todos tenemos dere-cho; y lo hacemos porque existe un convencimiento absoluto de estar, así, más cercanos a la ver-dad que hace más libres a las per-sonas. Más libres, más humanos y más solidarios.

Con todas nuestras limitaciones y desde la humildad necesaria, he-mos querido materializar ese afán solidario cediendo un espacio con-creto, dentro de nuestras páginas y durante las semanas que sean ne-cesarias, a distintas asociaciones, ONG, fundaciones y entidades sin ánimo de lucro, que trabajan a dia-rio para hacer del mundo un lugar mejor, un territorio en el que todos

podamos encontrar acomodo. Es-tas entidades y las personas que las forman han decidido que no es tiempo de excusas con las que dis-frazar la falta de actividad contra la injusticia, contra la falta de igual-dad o de oportunidades; han deci-dido que es hora de hacer sin espe-rar nada a cambio, de hacer sonreír a millones de personas que sobre-viven sin esperanza.

En este número nos acompa-ñan ARPA de Sevilla (Asociación para la Rehabilitación y Prevención de la Afasia) que clausura un mes intenso en el que han convertido en protagonista de la ciudad a una secuela del lenguaje tremenda y de la que poco se sabe; Cáritas Dioce-sana de Sevilla que desarrolla una labor social impagable; Ayuda en Acción de España que trabaja, día a día, en cientos de programas soli-darios de todo el mundo; Funda-ción Ampao de Madrid que busca la posibilidad de ofrecer ocio y tiempo libre a los discapacitados intelectuales; Programa Social del Teatro Real de Madrid que suma es-fuerzos para que la música sinfóni-

ca y la ópera sirvan como herra-mienta terapéutica a los niños que cargan con problemas y desigual-dades físicas y sociales; Taller de teatro Clámide de Vilagarcía de Arousa que desde el escenario brin-da la oportunidad a distintos co-lectivos solidarios; y la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS), que via-jando de un lugar a otro acercan la posibilidad de esperanza con sus instrumentos.

Hagamos del mundo un sitio mejor. Seamos cultos, seamos li-bres y seamos iguales. Clausura de la exposición ‘Rompiendo silencios’, organizada por ARPA, ayer en Sevilla. / CARLOS HERNÁNDEZ

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oy Hiroshima son los niños. Innumerables grupos escola-res que ocupan vagones en-

teros en el tranvía, en los coches de ferrocarril, y que después recorren, de la mañana a la noche el escenario de la hecatombe. Vestidos con sus uniformes de colegio como muñe-quitos dibujados por un mangaka.

Cuando Sadako Sasaki supo de la leucemia que envenenaba su sangre se puso en manos de los dioses tute-lares. Aconsejada por su amiguita Chizuko Hamamoto, decidió empe-ñarse en la labor del origami y cons-truir mil grullas de papel, lo que le per-mitiría volver a caminar siguiendo las creencias de una antigua tradición ja-ponesa. Por ella misma lo hizo, pero también pensando en todas las vícti-mas de la bomba que luchaban con-tra las consecuencias de la radiación. No consiguió terminar su tarea. El 25 de octubre de 1955, la niña Sadako Sasaki moría con apenas 12 años de edad. Pero sus compañeros de la es-cuela continuaron su labor y comple-taron aquellas mil grullas. Ese movi-miento solidario se materializó en el Monumento a la Paz de los Niños. Di-señado por los artistas nipones Ka-zuo Kikuchi y Kiyoshi Ikebe se finan-ció con los fondos recaudados en los

centros docentes. Es un triple arco hi-perbólico de cemento sobre el que se yergue la escultura esquemática de Sadako levantando su grulla de papel. En su base figura la siguiente inscrip-ción: «Este es nuestro grito, esta es nuestra plegaria: paz en el mundo».

Hoy Hiroshima son los niños. In-finitos niños que van dejando flores y ristras de grullas de papel de todos los colores que forman la bandera de la paz. Emociona escuchar sus him-nos, sus discursos. Su alegría es la es-peranza de un futuro sin armas ató-micas. Hiroshima es una ciudad ale-gre de grandes bulevares y puentes sobre los brazos del río Ota, llena de niños que hacen sonar continua-mente el bronce de La Campana de la Paz decorada en sus relieves con el mapa del mundo. Sin cesar, ese soni-do profundo se extiende sobre el Par-que Conmemorativo de la Paz lle-nando el espacio.

Comparado con todo esto, la Cú-pula Atómica resulta de una sorpren-dente banalidad, no deja de ser una ruina, la de un edificio herido. El Pa-lacio de la Exposición de la Prefectu-ra, diseñado por el arquitecto checo Jan Letzel en 1915 en un prematuro estilo art decó, es la estructura más cercana al centro de la explosión que permaneció en pie y se han conser-vado sus vestigios como el símbolo

de la permanencia y de la resistencia que la ciudad encarna. Es la imagen más conocida del parque conmemo-rativo y, sin embargo, los pequeños memoriales que se extienden entre los árboles son más emotivos, más impactantes, quizás más cercanos en su cualidad simbólica. Una pequeña colina de césped coronada con una pequeña pagoda de piedra entierra las cenizas de las 70.000 víctimas ini-dentificadas de la explosión nuclear, se trata del Monte Conmemorativo de la Bomba Atómica. Muy cerca se encuentra el monumento con el que Japón quiere recordar a los 20.000 co-reanos que murieron en el bombar-deo, inocentes para ese castigo, es-clavizados y conscriptos. Doblemen-te maldecidos por el destino.

En la Sala Nacional Conmemora-tiva de la Paz de Hiroshima se recrea en un espacio circular la imagen foto-gráfica de la ciudad destruida según se recogió en los primeros testimo-nios gráficos desde ese mismo lugar físico, el epicentro de la explosión. Es un lugar donde habita el silencio, los computadores permiten acceder a las bases de datos de las víctimas y arro-jan incesantemente sobre unas pan-tallas los nombres y las fotografías de cada uno de ellos: niños, enfermeras, funcionarios de correos, amas de ca-sa, adolescentes enrolados en el ejér-

Los niños esperan agrupados para presentar su homenaje a las víctimas.

cito, señoritas casaderas, doctores, ancianos vestidos con trajes occiden-tales o mujeres con quimono, serios o sonrientes. Vivos. Cerca de allí, la lla-ma de la Paz arderá mientras no se destruya la última arma nuclear que exista en nuestro planeta.

Japón ha edificado su prosperidad sobre la mayor tragedia provocada por el hombre. Consciente de sus errores se reconoce responsable, co-mo sociedad, de haber alentado a los belicistas en su proyecto de expan-sión en el Pacífico, de la esclavitud de Corea y de Manchuria. Y se ha empe-ñado en la tarea de guiar al mundo hacia la paz mediante la educación de sus pequeños, rindiendo así a sus muertos el homenaje inscrito en el cenotafio: «Descansad en paz pues el error no se repetirá nunca.»

El 6 de agosto de 1945 el hongo nu-clear germinaba sobre la ciudad japo-

nesa de Hiroshima. El día 9 del mismo mes, Nagasaki era desolada por otro semejante. Seis días más tarde el go-bierno japonés capitulaba para evitar la aniquilación absoluta de su civiliza-ción anunciada en Postdam por los aliados y el emperador se dirigía a la nación para anunciar la rendición. Era la primera vez que el pueblo escucha-ba la voz del Tenno y la recibió a través de la radio, paralizada por el terror an-te la excepcionalidad de ese instante funesto. Fueron muchos los que llora-ron con el rostro enterrado en el polvo. Decenas de militares cometieron el suicidio ritual –seppukku–.

Paul Tibbets, el piloto que tripulaba el Enola Gay, el aeroplano que soltó la bomba, murió muchos años más tar-de, loco por el miedo y la destrucción que había provocado. Jamás dejarían de sonar en su cabeza las palabras pro-nunciadas a la vista de la nube atómi-ca: «Dios mío, ¿qué hemos hecho?»

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ara quienes aman las artes escénicas, introducirse en un salón teatral es un gusto

por sí solo. Al igual que las salas de cine o los espacios literarios, se trata de una especie de santua-rio donde se firma un pacto táci-to: el tiempo dedicado a disfrutar de una representación no se con-juga con nada más, todos los pro-blemas o preocupaciones que uno pueda tener se quedan de puertas para afuera. Pero si a eso le añadimos que el coste de la en-trada y el esfuerzo de cada actor sobre las tablas tienen un propó-sito solidario, deberíamos acudir sin un ápice de dudas a contem-plar tal espectáculo. Y esta situa-ción, por fortuna, se da en una lo-calidad llamada Vilagarcía de Arousa.

El taller de Teatro Clámide lle-va en funcionamiento 33 años. En la actualidad lo conforman unas 50 personas, vecinos de la peque-ña ciudad (situada en la provincia de Pontevedra) y de municipios de alrededor. Por esta iniciativa han pasado, a lo largo de su histo-ria, más de 200 nombres, algunos de los cuales han terminado de-dicándose profesionalmente a es-te arte. Podría decirse que son una pequeña gran familia, porque además el grupo teatral está divi-dido en tres secciones: Beta (la de los más pequeños), Alfa (para los adolescentes) y Clámide (donde se agrupan adultos de diferentes edades). Y tanto unos como otros han querido poner su grano de arena para llevar a cabo una ini-ciativa en la que, además de dar rienda suelta a la pasión que los une, puedan colaborar con dife-rentes asociaciones que piden una mayor visibilidad y atención.

De este modo nace el Certa-men Solidario Clámide, que dará comienzo este mes de noviembre

en el Salón García de la localidad vilagarciana. La primera de las obras que integran este proyecto es Los árboles mueren de pie, cuya función tendrá lugar el día 8 y se-rá llevada a cabo por la sección de los adultos. El coste de la entrada, de cuatro euros (el mismo para cada una de las cinco representa-ciones), será destinado a la aso-ciación Bata. Es decir, que el ta-lento de los actores aficionados que ese día tomarán el escenario estará vinculado en todo momen-to con el tratamiento del autismo, puesto que Bata es una organiza-ción sin ánimo de lucro que ofre-ce su apoyo a personas con T.E.A. (trastornos del espectro autista) y a sus familias.

La segunda de las sesiones tea-trales se desarrollará el día 15 de este mes. La sección Beta repre-sentará Entremeses de los herma-nos Quintero, y La otra historia de Caperucita. En este caso, la volun-tad de los pequeños intérpretes tiene dos fines distinguidos: la mi-tad de la recaudación irá destina-da a Nupa, asociación de niños con trasplante multivisceral, y afectados de fallo intestinal y nu-trición parenteral. La otra mitad del dinero reunido hace que todo lo que ha empezado el taller de Teatro Clámide cobre un cariz to-davía más humano, pues irá des-tinada a un niño en especial: Álex Dasilva. El pequeño vilagarciano, trasplantado de cinco órganos vi-tales, ha perdido la Ley de Depen-dencia. Pero los niños que forman parte del grupo de teatro no han querido perder la ocasión de tra-tar de ayudarle en la medida de lo posible. Así es: niños ayudando a niños.

La tercera jornada tendrá lu-gar el día 22, cuando se represen-te El número 22 de la plaza del Castillo. De nuevo, los más mayo-res se pondrán en acción y, esta vez, la asociación con quien cola-

Cartel del Certamen Clámide Solidario de Vilagarcía de Arousa. / EL CORREO

borarán será Con Eles, que ayuda a personas con discapacidades psíquicas.

El 29 de noviembre, en la cuar-ta jornada de este certamen soli-dario, la sección Alfa tomará el mando del Salón García. Lo hará con la representación de Angeli-na o el honor de un brigadier. Los jóvenes actores que harán reír y disfrutar al público que se acer-que destinarán lo recaudado a Amigos de Galicia, entidad com-prometida con las personas más necesitadas, en lo relativo a recur-sos económicos, de esta comuni-dad autónoma.

Por último, para cerrar esta ini-ciativa donde arte y solidaridad se funden, el 13 de diciembre se pondrá en cartel la obra Cuatro corazones con freno y marcha atrás, representada por la sección de adultos. La fundación Aldaba, centrada en la tutela de menores y adultos, y que pone su atención también en personas con disca-pacidad, será quien reciba la ayu-da que (actores desde el escena-rio y público desde las butacas) se termine brindando.

De esta manera, el certamen reclama una activa participación de todos los vecinos de Vilagarcía.

Y no solo de ellos, pues cualquier persona que se acerque (venga de donde venga, sea de donde sea) será bien recibida en esta causa solidaria que además ofrecerá buenas dosis de arte escénico. Mayores y pequeños saldrán al es-cenario para hacer gala de sus do-tes en aquello que les apasiona. Y, mientras ellos actúan, cinco aso-ciaciones cobrarán a su vez pro-tagonismo. Recibirán el calor de unos focos que deberían estar constantemente iluminándolas. Falta ahora ver si el público res-ponde con acierto a una iniciati-va donde teatro y solidaridad se-rán, más que protagonistas, her-manos.

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ué se puede hacer con una tela negra y grande, una mesa y dos sillas, una pe-

cera y una puerta de madera más un perchero fabricado con trozos de perchas? Muy fácil: una obra de teatro. Con un poco de imagi-nación montamos un pisito en el escenario (puede que no quede del todo elegante, pero, tal y co-mo están las cosas, es lo mismo). A continuación encargamos un texto sin grandes profundidades, que resulte entretenido. Y, por úl-timo, llamamos a cuatro actores jóvenes que todavía tienen las ga-nas intactas. Y ya está. Como lo oyen. Así está el panorama. Es insólito que algo tan cutre como esto pueda terminar siendo una cosa más que apañada. Y ya les di-go yo que tiene mucho, mucho, mérito conseguir un resultado de-cente con tanta mugre impuesta por una economía desquiciante, la falta de apoyos institucionales y una caída libre de la cultura es-pañola. Pero siempre quedan cuatro locos dispuestos a seguir dando guerra porque están ena-morados de su trabajo, siempre queda alguien que decide nadar contracorriente. Afortunadamen-te, siempre quedan. Ahora bien, el look instituto ya empieza a ser un clásico en el panorama teatral.

Un balcón con vistas es una de esas obras low cost que se construye sin apenas recursos. Una especie de milagro; un milagro que deja ver las miserias con las que se encuentran en el teatro los profesionales y el pú-blico. Por cierto, algunos producto-res se han aprendido que se puede montar un espectáculo trayendo el vestuario de casa y poniendo a los actores a pintar el escenario y han decidido no apostar ni un euro por lo que los espectadores nos queda-mos sin ver cosas que podrían ser muy interesantes; pero esto es hari-na de otro costal. Un balcón con vis-tas está diseñada para hacer pasar un buen rato al público (y se logra), para arrancar unas risas (y se logra). Esas son sus metas. Ni se busca en-trar en zonas conflictivas de la con-dición humana, ni en lugares más allá de lo superfluo. Desde luego, el texto no es el mejor del año aunque cumple su función. Una trama de enredo, muy ligera, un chiste por aquí, un chascarrillo por allá, situa-

del ocio, y nada más que allí, no me terminan de convencer. La obra queda divertida, pero se vacía por los cuatro costados en cuanto nos hacemos cualquier pregunta sobre lo que nos cuentan. Aunque es tea-tro, también es teatro. Y muy meri-torio el esfuerzo que se hace.

No hace falta que les diga nada de la escenografía, la iluminación, el vestuario o la peluquería. Ya es bastante que el escenario parezca ser un escenario. Además, donde no hay rebajas es en el reparto; al-go muy de agradecer. Los cuatro cómicos que suben al escenario lo hacen con decisión, con ganas y para demostrar que hará falta mu-cha desdicha para que dejen aban-donadas sus carreras artísticas. To-dos están bien. Ya he dicho que el texto no reclama grandes alardes interpretativos, pero hacer reír a la

gente es muy difícil y ellos lo logran. Esther Rivas, sustituta de Maggie

Civantos que fallaba por tener otro compromiso, está bien. Alguna pe-queñísima duda en algún diálogo aunque divertida y capaz de sacar partido a un personaje muy este-reotipado (como todos, como lo suelen ser en este tipo de come-dias). Cristina Soria y Rubén Martí-nez defienden sus papeles sin gran-des problemas (ella algo histriónica con un personaje muy vacío que in-vita a serlo para que aquello parez-ca más de lo que, en realidad, es). David Tortosa encarna al personaje más divertido de todos. Abel (así se llama) es tontorrón, simplón. Y el actor logra entender bien lo que le pasa a su personaje, sin un gesto que rompa esa comunión.

Pues bien, esta obra con presu-puesto suficiente traducido en un

Rubén Martínez, Cristina Soria, Maggie Civantos y David Tortosa conforman el reparto de ‘Un balcón con vistas’.

escenario bien rematado, en un vestuario que no nos haga pensar en el fondo de armario de los acto-res o en cierta tranquilidad econó-mica de los cómicos (están con un trabajo y, mientras, piensan en cualquier otra cosa para tener cier-ta continuidad lo que les impide centrarse y sentirse seguros) sería, finalmente, más rentable. Un bal-cón con vistas funciona bien con lo puesto. Imaginen si la pusieran guapa.

ciones extravagantes y punto. Aun-que no parece gran cosa (no lo es) funciona bien entre el público que se acerca al Teatro Lara de Madrid. Soy de los que piensa que lo diverti-do no tiene porqué estar reñido con el conocimiento. Y, por ello, estos textos que nos trasladan al territorio

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 5 de noviembre de 2014 Miércoles 5 de noviembre de 2014 | ELC |

l otoño se está haciendo el remolón. No termina de lle-gar y eso provoca cierto ca-

os entre los madrileños. Abrigos, camisetas de manga corta, san-dalias o botas. Una extraña mez-cla que hace sudar a unos y pasar algo de frío a otros. En cualquier caso, los días son agradables.

Maggie Civantos y David Tor-tosa llegan puntuales a la cita. Ca-fé para los tres. El de ella con le-che de soja. En abundancia, para impedir un exceso de nervios. Son jóvenes, bien parecidos, amables e hiperactivos (al menos eso es lo que dicen; a mí me parece que son encantadoramente tranquilos).

David Tortosa dice que Maggie es muy buena llorando. Maggie dice que si ella tuviera que elegir un papel para David tendría rela-ción con un loco, un psicópata o un tipo oscuro. Sin embargo, la última vez que se les ha visto jun-tos sobre un escenario ha sido in-terpretando sus papeles en la co-media Un balcón con vistas, en la que de lágrimas y oscuridades personales, poco; ya les digo yo que muy poco.

Charlamos sobre sus trabajos más recientes. Maggie termina con una reflexión más que interesante.

«Faltan textos. Claro que fal-tan. Y es que parece que todos va-mos al mismo lugar. Si funciona la comedia, todos a la comedia. Si funciona el microteatro, todos al microteatro. Sin pararnos a pen-sar demasiado en lo que vamos a hacer. Las cosas están muy feas y tampoco tenemos muchas opcio-nes, pero creo que nuestro com-promiso con el mundo de la cul-tura va mucho más allá y debería-mos tomarlo muy en serio. La crítica social, el compromiso ideológico, todo, deberíamos te-nerlo en cuenta aunque hay quien dice que eso no lo quiere escuchar el público actual. Cosa que dudo por otra parte».

David, con una educación ex-quisita, responde.

«Sí, es verdad que hay quien dice eso, pero es, por lo menos, discutible. El público quiere, ne-cesita, que le pongan enfrente la realidad por dura que sea, porque necesita explicaciones y salidas a lo que está sucediendo. No pode-mos pensar que solo quieren reír y olvidarse de lo que está pasan-do; pensar algo así sería menos-preciar a las personas que se acer-can a un teatro».

Se queja Maggie de tener que pensar en salir de España para po-der tener alternativas. ¿Por qué quieres huir, Maggie? Los ojos de Maggie se encienden cuando es-cucha algo que le pone alerta.

«Huir no. De huir nada de na-da, Gabriel. Pero las aventuras pa-rece que están en otro lado. Y las oportunidades laborales. Me con-sidero una actriz muy preparada y no sé si quiero que me valoren por el número de seguidores que

tengo en las redes sociales. No se trata de escapar; lo que sucede es que en España, los actores y actri-ces estamos escasos de motiva-ción. Ni hay trabajo para todos, ni las perspectivas son razonable-mente amables. Y, además, siento la necesidad de contar. O lo que siento lo convierto en teatro o ex-ploto. O lo hago aquí o lo hago en la China Popular».

Miro a David interrogando con el gesto. Recibe el aviso con rapi-dez y contesta.

«Yo escapé hace tiempo. Des-pués de acabar la carrera decidí venir a Madrid buscando trabajo como actor. No disfrutaba de las leyes y sí lo hacía con mi trabajo amateur sobre los escenarios. Cambiar Granada por Madrid fue

un verdadero terremoto en mi vi-da. Y cambiar mi vida fue un te-rremoto. Hubo un momento que todo era un seísmo. Pero no la en-tiendo sin el teatro, sin ver la reac-ción del público; no me veo ha-ciendo otra cosa que no sea ac-tuar. Me hace sentir vivo».

Las miradas entre los dos son de complicidad. Se conocen y se gustan. No negaré que a mí tam-bién me gustan. Entre risas, cafés y leche de soja, avanzamos con la entrevista. Aparecen, de forma inopinada, las madres.

«Las madres siempre nos cuentan todo. Si ven a alguien pa-recido a nosotros nos dicen que qué pasa en este mundo que no estamos allí, que pegaríamos mu-cho más».

Los protagonistas de ‘Un balcón con vistas’ Maggie Civantos y David Tortosa, dos jóvenes andaluces. / EL CORREO

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Lo dice uno (si les digo la ver-dad no recuerdo si él o ella) y el otro dice entre risas «que sí, que sí, que a mí me pasa lo mismo».

Quiero que me hablen de la si-tuación actual del teatro. Maggie contesta casi sin dejar que termi-ne la propuesta.

«El problema viene muy de atrás. Por ejemplo, ser actor no es-tá considerado ser una persona culta. Tal vez tampoco seamos lo suficientemente serios nosotros mismos y no demos la mejor de las imágenes, porque actor pare-ce que puede ser cualquiera. Tam-poco estamos haciendo gran cosa por evitarlo. Y faltan textos y mo-tivación, insisto».

David se lanza a la carga. «Hay varios problemas. Por un

lado, si los directores están acep-tando en sus repartos a actores y actrices amateur por una cuestión de rentabilidades, es para pararse a pensar sobre ello. Una de las con-secuencias de esto es que a todos se nos ha metido en el mismo sa-co. Y, por supuesto, a todos los ni-veles, hay diferencia entre el pro-fesional y el que no lo es. Quizás las apuestas de los teatros no de-berían ser tan extensivas (muchas obras y muy poco tiempo) y más intensivas (apostar definitivamen-te por algo y tratar por todos los medios de llegar al público)».

Os ha tocado bailar con la más fea. Una crisis enorme, una des-preocupación absoluta de los po-líticos por el mundo de la cultura, nuevos movimientos del público

que los hace deslizarse hacia otros territorios… En fin, con la más fea.

Bueno, es un tiempo de oportu-nidades, dice David. Y Maggie, co-locándole el pelo, se ríe y asiente.

Según dice David Tortosa, Maggie Civantos es algo caótica y traslada ese caos personal al per-sonaje que encarna en Un balcón con vistas. Le queda divertidísima la cosa, dice. Me temo que, esta vez, ese caos nos lo ha trasladado a todos. Como el otoño lo provoca en Madrid. Y la entrevista ha sido una de las más divertidas que re-cuerdo haber realizado. Es lo que tiene juntarse a los jóvenes, a sus ilusiones, a su hiperactividad, a su forma de entender el mundo.

Maggie Civantos. David Tortosa.

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ay temas inmersos en la rea-lidad social de los que cuesta aún hoy hablar porque nos

sobrepasan. Uno de ellos es el de la discapacidad intelectual, tema tabú en todo el mundo durante la mayor parte de la noche de los tiempos. El cine ha servido a la vez de revulsivo y adormidera para cambiar ciertas mentalidades acerca de determina-dos casos en particular, sin tener en cuenta en muchos de ellos que una enfermedad, por más mental que sea, no define a toda la persona. Tal vez lo que fastidie más a ciertos sec-tores es la posibilidad de normaliza-ción de ciertos colectivos, a los que nos referiremos dando una perspec-tiva general de la discapacidad que pretende en su modestia, al menos no confrontarla más con estos sec-tores que parecen no querer enten-der lo que a su alrededor sucede.

Hemos de añadir que la ayuda a través de federaciones y ONG es inestimable, así como la de los pa-dres o familiares de afectados que también en internet nos hacen des-cubrir hasta más de veinte pelícu-las centradas en el autismo o el sín-drome de Down, por citar sólo dos de las definiciones (ni siquiera mu-chos las consideran patologías) que nos abarcan. Nuestro propósito, co-mo digo, es mucho más sencillo o simple y es mostrar cómo a lo largo de la Historia del Cine nuestra per-cepción ha cambiado y lo ha hecho a mejor, lo que no quiere decir que no exista un muro, a veces infran-queable, entre realidad y ficción por el que quedan detrás muchas pal-maditas en la espalda, golpes de pe-cho que propician sólo la vanidad de los normales.

También debemos decir que quedan fuera de nuestro objeto de estudio, no por falta de ganas, los discapacitados físicos o sensoriales; en este sentido un ejemplo claro es el film El truco del manco, película

Charlie con su novia mientras hacen el amor, a pesar de ser sorprendido por éste al poco tiempo. Con guion de Ron Bass y Barry Morrow, música de Hans Zimmer y fotografía de John Seale, contó además en su reparto con Tom Cruise, Valeria Golino, Bon-nie Hunt o Ralph Seymour entre otros. Cosechó el Premio César a la Mejor Película Extranjera de 1989, el Oso de Oro de Berlín del mismo año, siendo los del año anterior el David di Donatello a mejor film y actor ex-tranjero, cuatro Oscars de Ho-llywood incluyendo el de guion ori-ginal, tres Globos de Oro, con cuatro nominaciones en la antesala y ocho en la ceremonia mayor.

Por último, ya en 2009 y aquí en España, Álvaro Pastor y Antonio Na-harro, con un guion de ambos, fil-maron la cuasi-documental e inti-mista Yo, también, una película cuyo protagonista, Pablo Pineda, es el pri-mer síndrome de Down que ha ob-tenido un título universitario y tra-baja en la administración pública. Pablo conoce a Laura, de la que se enamora. Con música de Guille Milkyway, la productora Alicia Pro-duce arriesgó en un producto ale-gre, distinto y que trata de ser conci-liador. La fotografía es de Alfonso Postigo y en el reparto destacaron Lola Dueñas, Isabel García Lorca o Pedro Álvarez Ossorio entre otros muchos. Cosechó dos premios Goya a la actriz y la canción, con cuatro nominaciones en total, dos estatui-llas al trabajo actoral principal en el Festival de San Sebastián, la proyec-ción en sección oficial en el Festival de Sundance y el Premio del Público en el Festival de Rotterdam.

española de Santiago A. Zannou e interpretada por J. M. Montilla El Langui, quien llegó a cosechar un premio; y lo citamos porque acerca del tema de toda discapacidad debe haber por parte del afectado, por más ayudas que necesite, un afán de superación y autodeterminación so-bre sus propias decisiones, que en el caso expuesto es muchas veces más motivador que las palmaditas en la espalda de las que hablábamos.

Por otro lado, cierto psicologis-mo ha dado en confundir discapa-cidad con limitaciones, haciendo

ver que todos como personas tene-mos límites. Pasa un poco como con la violencia de género, que tie-ne que ser necesariamente mascu-lina, cuando la femenina también existe y se da, aunque no aparezca con la misma frecuencia en los pe-riódicos o boletines de noticias. Quede claro que al menos en las películas que hablamos los afecta-dos podrían defender al menos su dignidad vital desde la necesidad de huir de estos presupuestos por más que se apoyen en ellos.

Centrada en el campo de la en-señanza musical en un colegio de educación especial, John Cassavet-tes filmó en 1963 Ángeles sin paraí-so, una película de encargo que fi-nalmente fue con la que menos éxi-to personal y profesional obtuvo. Con guion de Abby Mann, narra la implicación emocional de Jean Hansen con uno de sus alumnos al que colma de atenciones a pesar de la oposición del director del centro por considerar su comportamiento contraproducente. El drama, con música de Ernest Gold y rudimen-taria fotografía en blanco y negro de Joseph LaShelle, estuvo protago-nizada por Burt Lancaster, Judy Gar-land, la esposa y actriz fetiche de su director, Gena Rowlands, Steven

Hill o Paul Stewart entre otros. Sor-prende ver cómo un tema tan deli-cado fue tratado al menos con cier-ta sensibilidad, si bien el hecho de que un realizador independiente lo llevara a cabo con actores tan made in Hollywood resultó ser un acci-dente del que su director no llegó a recuperarse financieramente en mucho tiempo.

La siguiente película supuso to-do un revulsivo sobre todo en el as-pecto actoral (grande Dustin Hoffmann), se trata de Rain Man de Barry Levinson, producida en 1988; en ella se trata el tema del autismo desde una perspectiva familiar. Charlie Babbitt, un joven guapo y trepa, espera heredar de su padre una fortuna. El problema le viene cuando aparece su hermano Raymond, un señor que ha pasado la mayor parte de su vida en centros especiales y con el que la conviven-cia empezará siendo un desastre, pa-ra terminar aceptando el rico y gua-po al otro. Con esta premisa argu-mental tan rudimentaria, la película contaba con dos momentos real-mente especiales: en el primero, Raymond en vez de recoger unas ca-nicas que se han caído al suelo, las cuenta con acierto; en el segundo, es capaz de escuchar los gemidos de

Sobre estas líneas, una de las escenas de Ángeles sin paraíso (1963), que narra la implicación emocional de Jean Hansen con uno de sus alumnos al que colma de atenciones.

Lola Dueñas y Pablo Pineda, protagonistas de la película española Yo, también, de Álvaro Pastor y Antonio Naharro.

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 5 de noviembre de 2014 |

ay rincones del mundo en los que no suena la música. Son lugares en los que la

tristeza ha silenciado todas las me-lodías. El ritmo al que pasan los días es el que marca la subsisten-cia. Las canciones que no llegan a la garganta hablan quizás de ham-bre, quizás de soledad, quizás de pérdidas, de odio, de miedo. Sue-nan en la memoria, en el recuerdo de otros tiempos que se fueron. De tiempos en los que sí había ritmo, y melodía.

Pero hay quienes se han empe-ñado en llevar música a esos rinco-nes sin música. Han decidido ha-cerlo porque saben que la música es capaz de transportar todo aque-llo que les falta a la gente que vive en esos lugares, ya sea libertad, es-peranza o progreso.

Hace ya nueve años que Manuel Paz, el director de la Orquesta de Cá-mara de Siero, decidió poner en mar-cha el proyecto Vínculos, señalando con su batuta dos puntos del mapa de América Latina: Bolivia y Brasil. Con un programa de doce concier-tos, actuaciones en lugares como la favela Cantagalo de Río de Janeiro, y decenas de horas de formación de instrumento a niños que jamás po-drían haber soñado siquiera con abrazar un violonchelo, se iniciaba la andadura solidaria de la orquesta.

Desde entonces, los maestros de la OCAS han decidido consagrar sus vacaciones a la solidaridad. Volvieron a Bolivia dos años después, y volaron a Honduras y Guatemala en 2008. Ni-caragua, Ecuador, Grecia, Marruecos en dos ocasiones y también Portugal han sido los destinos de sus concier-tos solidarios y sus proyectos de for-mación de jóvenes músicos, que en muchos de los casos consistían en una primera aproximación a la músi-ca por parte de niños desfavorecidos, enfermos o con alguna discapacidad física o intelectual.

De casi un decenio de Vínculos, los jóvenes maestros de la orquesta asturiana se han traído una colec-ción de vivencias y nuevas ideas pa-ra hacer que su música sonara co-mo suenan las sonrisas. Ya en el pri-mer proyecto, en la ciudad boliviana de Santa Cruz de la Sierra, decidie-ron poner en marcha una campaña de donación de instrumentos para que los niños que los habían acari-ciado con admiración por primera vez pudieran seguir sintiendo su contacto y soñar con una carrera, o simplemente con seguir haciendo sonar música en las densas atmós-feras silenciosas de los escenarios de su vida cotidiana.

Fue entonces cuando entraron en contacto con la Fundación SEUR, que les ofreció apoyo logístico para hacer llegar las donaciones a cual-quier rincón del mundo. Decenas de violines, de clarinetes, de flautas tra-veseras y de todo tipo de instrumen-tos han llegado a su destino, en las manos inquietas de un niño que quiere ser músico, o de un músico que no quiere dejar escapar la ale-gría del niño que fue.

También han atesorado miles de imágenes únicas, como la de la nó-mina completa de integrantes de la orquesta cruzando el desierto en una caravana de camellos. O las que dejó la interpretación por sorpresa de un sirtaki en el Aeropuerto Hera-klion, de Creta. O las que captaron las decenas de cámaras que se dis-paraban para perpetuar el momen-to en el que un niño con parálisis ce-rebral dirigía a todos los maestros, batuta en mano, en Ecuador.

Muchas de esas imágenes han si-do convertidas en documentales por Jabuba Films, una productora au-diovisual integrada por jóvenes rea-lizadores que han acompañado a la OCAS en sus tres últimos proyectos, como una iniciativa con músicos de la calle en Nueva York, con el que han participado en la prestigiosa Semin-ci de Valladolid.

La última gran apuesta de la Or-questa de Cámara de Siero ha sido la de la construcción de instrumen-tos con materiales reciclables. La ini-ciativa partía de un proyecto de la Fundación SEUR para recoger tapo-nes de envases que se intercambia-ban con empresas de reciclaje por juguetes para niños de entornos em-pobrecidos. Los músicos asturianos decidieron reinterpretar el proyecto y encargar a un profesor de acústica de la Universidad de Oviedo que di-señara un violín de bajo coste, que sería posteriormente construido por un luthier. Para completar la inicia-tiva, también han llevado por el

mundo talleres de luthería, y han in-terpretado el Concierto para tapones solidarios y orquesta, compuesto por el maestro Iyán Méndez.

Llaman a todas las puertas que se encuentran en sus caminos dia-rios, para seguir alimentando ilusio-nes con su propia ilusión. A los que se las abren, les piden apoyo que muchas veces se sustancia princi-palmente en instrumentos, pero también en pasajes de avión, en ho-ras de trabajo, y en todo aquello que se pueda transformar en música pa-ra combatir el silencio de los paisa-jes tristes. Entre los iconos de la mú-sica que les han brindado su imagen y su tiempo, el granadino Miguel Ríos o el violinista de origen arme-nio Ara Malikian.

La batuta de Manuel Paz ya ha seleccionado el próximo destino: el próximo verano, la Orquesta de Cá-mara de Siero viajará a Bosnia y Croacia, para conmemorar el vigési-mo aniversario de sus paisajes más tristes, de sus silencios más densos, sólo rotos por el horror de la guerra. Durante el viaje, pretenden rendir homenaje a un hombre que también luchó con las armas de la cultura

contra la sinrazón de la violencia: Kemal Bakarsic, quien fuera director de la Biblioteca Nacional en Saraje-vo, de confesión musulmana, deci-dió salvar de las bombas numerosos manuscritos escondiéndolos en los sótanos del Banco de Bosnia, y entre ellos la Haggada sefardí, con una fe-cha de creación que los especialistas sitúan a mediados del siglo XIV.

Entre las intenciones de los maestros de música que integran la orquesta está también la celebra-ción de conciertos solidarios en Mostar, como ciudad símbolo del conflicto de los Balcanes, y tam-bién de la cooperación militar y ci-vil española, que contribuyó a su restauración.

Para culminar la décima edición del proyecto Vínculos aún faltan nueve meses, en los que la imagi-nación que les ha llevado por ejem-plo a organizar conciertos en los que incorporaban instrumentos co-mo globos que se hinchaban y es-tallaban volverá a impregnar cada uno de sus ensayos, cada una de sus reuniones. Siempre con el objetivo de romper los silencios tristes con la alegría de la música.

La Orquesta de Cámara de Siero ha visitado lugares como Bolivia y Brasil, entre otros. Una primera aproximación a la música por parte de los niños desfavorecidos, enfermos o con alguna discapacidad.

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ELCORREODEANDALUCÍA | Miércoles 5 de noviembre de 2014 Miércoles 5 de noviembre de 2014 | ELC |

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lgo que parece otra cosa y que se va convirtiendo en una novela poco a poco. Es-

tamos En deuda con el placer. Con

recursos que no son nuevos, pero que son utilizados aquí de una ma-nera bastante eficaz: un narrador encubierto, convenientemente construido con detalles autobiográ-ficos, aderezado con un relato de carretera coronado por la gastrono-mía. Hemos de recordar que John Lanchester fue crítico de restauran-tes para el Observer de Londres.

Un mezclum en el que los tonos de color de las diferentes hojas se alternan y se aliñan con acierto. Pero con unas extrañas notas de fondo.

En deuda con el placer es tam-

bién un recetario, y en parte un aná-lisis del gusto, que el autor confiesa influenciado por Brillat-Savarin. Trabado con divagaciones que lle-van al narrador, a quien nos confia-mos incautamente, de lo personal a lo histórico o lo antropológico, pero terminando siempre en el gusto, un sentido que participa como ningún otro de todos los demás, que son capaces de modificarlo. Engañán-donos.

Tarquin Winot, el narrador, es posmoderno en su manera de es-cribir, puntilloso, egocéntrico, ca-paz de unas asociaciones de ideas

inesperadas, nos descubre su nove-la en marcha y sus mecanismos de ficción un poco a la manera de un cocinero estrella, con muchos as-pavientos, mucha cacharrería y al-gún fogonazo repentino.

Y como uno de esos grandes chefs, su mérito último reside en saber mezclar los ingredientes de siempre de una manera distinta a como los esperábamos encontrar. Y eso solo lo sabemos cuando rema-tamos el almuerzo.

Quizás John Lanchester haya si-do un poco sobrevalorado por este libro desconcertante.

tra metamorfosis, sí. Es com-pletamente diferente. Son cucarachas en los dos casos,

sí. Pero en un caso para enajenar, en el otro para liberar. Gregorio Samsa (G. S.) ahora es la cucaracha, G. H. ahora también es la cucara-cha, los dos se transforman. Pero en G. S. es más una condena y una muerte; en G. H., una liberación, no tanto para trascender sino más bien para transgredir la trascendencia: para ser ahora.

G. H. es G.H., sabemos solo sus iniciales. Es la protagonista-narra-dora de esta novela de la escritora brasileña Clarice Lispector. Una no-vela articulada en cuestionamien-tos de carácter ontológicos para ser-vir a un planteamiento metafísico. Una mujer burguesa que no se transforma en cucaracha, se des-transforma para poder ser. Se di-suelve lo individual y lo presente: es una mujer para ser la mujer de to-das las mujeres en el transcurrir de los milenios. Es tan primitiva como la especie a la que pertenecen las cucarachas.

G. H. viaja del salón de su piso burgués hacia el cuarto de la criada (de raza negra) y allí encuentra dos cosas que no esperaba (G. H. espe-raba encontrar desorden): una pin-tura en la pared donde se distinguen

una mujer, un hombre y un perro, y una cucaracha en el armario. Su via-je es como un viaje a las cavernas (no lo digo yo, lo sugiere la propia G. H., y se hace evidente).

Pero el viaje no es de la luz hacia la oscuridad ni de la riqueza hacia la pobreza. Es al revés. Una vez que entra allí y descubre a la cucaracha, G. H. se desheroiza, se des-transfor-ma (y hasta se deshumaniza) para ir de la oscuridad a la iluminación: a

aprender qué es ser, qué es vivir. Pa-ra ello, el camino es el despojo, el al-cance de la neutralidad (cero, na-da), la renuncia y no la adquisición, y el retorno a los orígenes, a la vida anterior, a la era primaria. Lo neu-tro está del lado del silencio, es aquello que no puede ser nombra-do, es la realidad como materia pri-ma y no más el lenguaje como me-canismo para la humanización o la construcción del montaje humano.

Es, al mismo tiempo, una novela existencialista: el ser y la nada per-manentemente. La existencia. Y el concepto del infierno también plan-teado.

G. H. encuentra a la cucaracha inmunda e intenta matarla. Cierra bruscamente la puerta del armario para pillarla, pero aunque lo logra la cucaracha no muere, queda ahí atrapada mirándola fijamente (con ojos salados, así son descritos) y

despidiendo de su cuerpo una sus-tancia blancuzca. G. H. se reconoce inmediatamente en eso inmundo, es ella misma inmunda, pero poco a poco, por medio del gran viaje o monólogo interior que constituye la novela, se acerca a una revelación: la renuncia es la revelación, y ese es el premio. Lo que ahora tiene G. H. es la posibilidad de vivir pues le fue revelado su ser, para el que no se precisaban actos heroicos sino más bien un gesto mínimo. Y G.H. hace ese gesto mínimo: bebe el fluido blancuzco de la cucaracha, y eso es como regresar a las entrañas.

Hay algo de retorno a la leche materna en esa degustación de G. H. Algo de lo primitivo y los oríge-nes ya mencionados. Tal vez por eso interpela a su madre, G. H., en algu-nos pasajes. También hay otro tú al que G. H. habla, a un hombre, a un amor.

Es una novela pesada, compleja, profundamente reflexiva y filosófica sobre una metamorfosis que nos habla de volver a lo más remoto, al mundo primario, como condición para dejar de existir como existía G. H. y empezar a hacerlo de otra ma-nera, romper la envoltura y las más-caras para ser como no se era.

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n esta novela del Nobel de Li-teratura 2012, Mario Vargas Llosa, se nos dibujan unos

conflictos a través de algunos perso-najes (unos nuevos, otros no tanto, como Fonchito, Rigoberto y Lucre-cia) que sorprenden por su actuali-dad. Pintándonos en esta ocasión un Perú próspero donde el capitalis-mo ya está plenamente instaurado, son Felícito Yanaqué e Ismael Carre-ra, algo más que víctimas sin dejar de serlo, ancianos resistentes a todo tipo de tempestades, incluyendo las familiares, que a veces son las peo-res en según qué casos.

En el caso de Felícito se ha de enfrentar a la extorsión, incendio y chantaje de un grupo vinculado a la Casa Verde, liderado por un tal Miguel; gracias a la ayuda incondi-cional de uno de sus hijos, a una santera que le echa las cartas y per-judicado por los mass media que demuestran intenciones aviesas y torticeras, consigue gracias a una dama, quitarse de un problema que le podía haber supuesto la más ab-soluta perdición por más digno que se ponga.

Por otro lado, Ismael, viudo y dueño de una próspera empresa de seguros, se ve amenazado por sus dos hijos, Miki y Escobita, dispues-tos a enterrarlo en vida a cualquier precio con tal de heredar ya su parte e intentando torpemente ganarse la amistad con argumentos caducos de su tío Rigoberto. Ismael encuen-

tra en otra mujer, también, la solu-ción a sus problemas.

Ocupa gran parte de la extensión del texto las relaciones, que en prin-cipio se suceden inseguras y dadas a la frontera entre realidad y locura, de Fonchito, a quién se le aparece el diablo a través de Edilberto Torres, una presencia que sólo él ve.

Con la prestancia a la que nos tiene acostumbrados, el novelista nos regala una fábula menos con-tradictoria que otras veces y tam-bién menos monumental en sus ambiciones, una historia que acer-ca a una verdad que a muchos de sus lectores les puede parecer incó-moda por aquello de la transgene-racionalidad; y lo hace además de una manera agradable, dulce en el lenguaje, prueba de ello es también el final congelado que, sin dejar el sistema corruptible detrás, sí pre-tende hacernos recordar a estos dos protagonistas.

En cualquier caso, las intencio-nes son claras y como en Travesuras de la niña mala, se desprende una idea de libertad afrontada siempre desde un hondo y poético sentido del humor que hace que no se pier-da el fuelle al que nos tiene acostum-brados el gran escritor peruano.

Dos héroes discretos pues, nos son traídos aquí del modo en que Miguel de Unamuno concibió esa intrahistoria de los países emer-gentes.

l amor conyugal es una nove-la corta de ritmo, trama y te-mática más bien clásica, fren-

te a lo cual no está de más recordar que fue escrita en la década de los cuarenta. El comienzo de la novela nos presenta a un feliz matrimonio burgués que goza de las comodida-des del dinero y del amor corres-pondido. La historia es narrada por uno de ellos: el marido, Silvio. Por lo tanto, es al único punto de vista que como lectores podemos acceder. De ella no sabemos nada más que lo que él nos dice, aunque con descrip-ciones demoradas: se trata de una mujer imponente, no por su belle-za, dudosa, que se mantiene en el borde entre existir y no existir (una idea latente de la transformación y la deformación de la persona), sino por su fortaleza, por una presencia y una palabra sentenciosa. Y sin em-bargo, de ella todavía se puede sa-ber algo más, de a poco, quizá antes que él, porque la novela es una tra-ma con tensión in crescendo que nos arrastra a sospechar lo obvio. Tan obvio, que no voy a mencionarlo li-teralmente.

Sin dudas, se trata de una trama pulcra: dos hilos –dos, ni más ni me-nos que dos– tiran de una misma marioneta. Son dos hilos que se en-trecruzan si necesitan entrecruzar-se, que van a darle movimiento a

una misma figura. La figura es la tra-ma, que baila por el movimiento acompasado y nunca independien-te de los dos hilos. Si hubiera que otorgarles una palabra a cada uno de esos hilos serían escritura y amor. El marido se propone (no sin pre-sión por parte de su esposa Leda) escribir una novela basada en el amor de ellos a la que llamará El amor conyugal. Mientras tanto, o al servicio de ese primer propósito, aparece un segundo: renunciar du-rante el proceso de escritura al amor carnal. Es decir, no tendrán vida se-xual durante la etapa en la que él es-té escribiendo ese libro, del que pre-tende que sea su gran obra maestra.

Porque al tirar del hilo del amor se afloja el de la escritura, y vicever-sa, es que el personaje se propone abandonar un hilo para centrarse en el otro, sin tener la mínima con-ciencia de que el hilo abandonado seguirá tensándose inevitablemen-te. Todo resulta ser paradójico, pues-to que a cuanto más orden y pulcri-tud aspira ese hogar, más se trans-forman y se deforman las cosas. Hasta culminar en la deformación

final: el rostro de ella, que al comien-zo de la novela es descrito como be-lleza, aunque imperfecta y alterada por ciertos rasgos y muecas que lo distorsionan y lo transforman (no solo a su rostro, tal vez a ella toda), y que al final es hallado en una más-cara, en una cara esculpida, donde él ya no encuentra belleza sino al de-monio (que ahora, entonces, es ella).

Tal vez la historia es mucho más que eso obvio que sospechamos al ir avanzando en la lectura. Es una historia cuyo tema de fondo podría ser la fragilidad de la belleza, o la fragilidad de las relaciones huma-nas o, mucho peor y más sintético, la fragilidad de lo humano. Si el fi-nal es devastador no lo es tanto por lo que les ha sucedido (que parece ser superado por una condición de sinceridad asegurada, que se impo-ne e impera sobre cualquier trai-ción posible); lo es mucho más por la certeza de que en verdad él a ella aún no la conoce. Que su rostro fe-menino podría ser bello o ser el del diablo. Que en la sutileza de una mueca está la posibilidad de la de-formación absoluta.

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oseph Randolph Ackerley fue gran parte de su vida editor de una revista de arte, The Listener,

y mantuvo amistad con destacados li-teratos de su generación: Forster, Au-

den, Isherwood, Wolf. Memorias co-mo ésta son la parte más importante de su obra. La idea de que el hecho de contar tu historia –o la de las personas de tu familia– es importante, diferente o singular; la sensación de que real-mente pueda aportar algo a la Historia de la Humanidad es el motor de toda novela autobiográfica. Novela porque los hechos son alterados por la parcia-lidad, las lagunas de la memoria y los resortes de la escritura. En sus mo-mentos más gloriosos este género se sostiene en la elaboración literaria (Proust) o en lo excepcional de la me-moria (Chateubriand).

Aquí no se da ninguno de esos su-puestos, aunque el escritor sí que tie-ne algo nuevo que aportar: lo intere-sante de este libro es que J. R. Ackerley

era homosexual, y que muchas gene-raciones después de él han querido es-crutar su vida para comparar las frus-traciones y los deseos. Y Mi padre y yo adquiere el valor del coraje. La valentía de desnudarse delante de otros, sobre todo cuando no se tienen cosas boni-tas que enseñar y los otros te miran sin disimulo. Cuando la sociedad no está preparada para ese striptease.

Ackerley orbita alrededor de los es-pacios en blanco de la vida de su pa-dre para reconstruir su propia perso-nalidad, se introduce a través de grie-tas en lo convencional, analizando el mutuo desconocimiento. Luego se confiesa. Su prosa tiene un fondo áci-do que estremece el humor, y una sen-cillez buscada y eficiente que en algu-nos momentos nos conmueve.

Destinado al público infantil en situaciones físicas o sociales desfavorables, todas las acciones se canalizarán a través de los espectá-culos y actividades del Programa Pe-dagógico del Teatro Real en las que participan en la iniciativa, de forma activa y desinteresada, el Coro y la Orquesta del Teatro Real (Coro Inter-mezzo y Orquesta Sinfónica de Ma-drid). Así, la música se convierte en vehículo integrador y terapéutico.

Las asociaciones sin ánimo de lu-cro, cuya actividad está centrada en el desarrollo y adaptación de estos menores y que participan en el pro-grama son: Fundación ANAR, Fun-dación de Síndrome de Down Ma-drid, Federación Autismo Madrid, Federación Española de Padres de Niños con Cáncer, Ayuda en Ac-ción, Acción Social por la Música y Fundación Víctimas del Terrorismo (niños).

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Miércoles 5 de noviembre de 2014 | ELCORREODEANDALUCÍA |

e todo aquello que es con-sustancial al comporta-miento humano, quizá sea

la violencia lo que me produce un rechazo más visceral. Aun cuando desde el punto de vista legal su uso pueda estar total o parcialmente justificado dentro de los estrictos márgenes de la moderna configu-ración jurídica de la legítima de-fensa, cualquier clase de violencia de cierta gravedad, y muy particu-larmente la física, me causan una congoja y una desazón difícilmen-te soportables.

Con independencia de otras consideraciones más trascenden-tes, las infinitas modalidades de comportamientos violentos imagi-nables en la vida real –y creo saber un poco de lo que hablo– son de una fealdad absoluta. La violencia gene-ra escenarios ruinosos y desolados, deforma los rostros y lo impregna todo con su pegajoso manto de os-curidad y terror. Y sin embargo, po-cos aspectos de nuestra naturaleza

El protagonista de la historia, Roy Cody –que es además su narra-dor en primera persona–, es un ti-po duro de poco más de 30 años que se gana la vida como matón a sueldo de un corredor de apuestas ilegales de Nueva Orleans, Sam Ptitko. Nada nuevo bajo el sol, sal-vo el planteamiento inicial de la novela: que un miembro de la es-cala básica del hampa decida dar un giro a su existencia al descubrir que sufre un cáncer de pulmón con muy mal pronóstico, no deja de ser una idea rompedora. Quienes lle-vamos una vida medianamente tranquila, pensamos que alguien así debe contemplar como muy proba-ble su muerte violenta y, sin embar-go, la realidad es muy otra. El ma-tón, igual que la cajera del super-mercado, cumple con su rutina en la confianza de que, al terminar la jornada, podrá retirarse a descansar hasta el día siguiente y sólo activa sus alarmas cuando existen pode-rosos motivos para hacerlo. Es por esto que, también en su caso, entre extorsión y extorsión, un diagnósti-co médico desfavorable puede lle-gar a cambiarlo todo.

No quiero revelar siquiera míni-mamente la historia de Galveston en este comentario. Es mejor que lean ustedes la novela, que acom-pañen en su viaje a Roy y a los de-más y se dejen sorprender por el hu-mor y la imprevisibilidad del desen-lace final. Quiero que muerdan el polvo de los moteles, miren furtiva-mente las siluetas deformes de los parroquianos de tantos bares sinies-tros, se deleiten con la belleza de una piel dorada de sol y yodo y aprieten los ojos mientras sueñan que vomitan ante la visión de la tor-tura y la muerte. Prefiero que dis-fruten de la belleza y el refinamien-to de alguno de sus párrafos sin transcribirlos aquí, que descubran las sorpresas de un flash back sepa-rado por 20 años, y la ternura, el mie-do, la decencia, la soledad de los per-sonajes. Me gustaría que, durante unas horas, imaginen lo que es vivir así, porque hay gente que no cono-ce más vida que esa que describe Pizzolatto con tanto talento. Seres marcados por una violencia turbia y sin sentido que se manifiesta a los mismos pies de la cuna. Maldita la gracia y, sin embargo, cuanta belleza y cuanta verdad en un solo libro.

han inspirado mejores obras, tanto en la literatura como en el cine. Qui-zá sea porque se trata de un fenó-meno extraordinariamente comple-jo, y es esa complejidad la que cons-tituye, en último término, su principal atractivo. O es posible que la simple interposición de la pala-bra o la imagen nos protejan del ver-dadero sentido del acto violento, ha-ciéndolo más fácilmente digerible.

El lector reflexivo no se escan-dalizará si admito que las secuen-cias televisivas en las que se obser-va el impacto brutal de los aviones contra las Torres Gemelas son de una espectacularidad no exenta de cierta belleza; sin embargo, tal per-cepción es solo un espejismo atroz que cede inmediatamente, en cuanto logramos comprender la magnitud del horror que esas imá-genes encierran. Es en esta única clave en la que se explica la fasci-nación y la morbosa curiosidad que, en ocasiones, sienten las per-sonas de bien ante hechos que no terminan de ser asumidos como reales. Tras verme forzada en más

de una ocasión a hundir los pies en el fango hediondo de la crueldad y sus terribles consecuencias, la úni-ca opción que entiendo razonable frente a la violencia es su reproba-ción y su enérgico rechazo.

Galveston es un relato que gira en torno a la violencia, además de la primera incursión en la novela de Nic Pizzolatto, creador, guionista y productor de la televisiva True De-tective, serie que también me gustó mucho, si bien considero que no es precisamente su guión –amplia-mente superado por la brillantez de la ambientación, la interpretación y los diálogos– su mejor baza. No obs-tante, esta primera novela sí me pa-rece una muy buena historia, y casi, casi, una magnífica película, perfec-tamente visible a través de la lectura de una trama fácil de seguir y que, además, engancha. La exquisita lim-pieza de la prosa de Pizzolatto –ser-vida al lector español por la cuidada traducción de Mauricio Bach–, re-trata con precisión no solo la peno-sa rijosidad de los escenarios en los que sitúa a los personajes, sino tam-

bién la razonable desesperación de esos seres aparentemente abando-nados a su suerte y que, sin embar-go, tal y como ocurre tantas veces en la vida misma, logran conservar casi intacta su dignidad en las peo-res condiciones imaginables, contra viento y marea.

El autor de ‘Galveston’, Nic Pizzolatto, también conocido por ser guionista de la serie ‘True detective’.

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Miércoles

CORREOEL| 2014de noviembre de 5 Miércoles

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