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Juan Albarracin-Jordan; “ Tiwanaku: Arqueología Regional y Dinámica Segmentaria”, Editores Plural, 1996, p. 383, La Paz – Bolivia. Presentación “Los famosos monumentos megalíticos de Tiwanaku han dado motivo a numerosas interpretaciones, siendo las contingencias de la sociedad colonial y la republicana las que crearon un espectro de ideas primarias acerca de ellos. Se debe considerar hoy que el avance de la ciencia arqueológica, por su base empírica y su metodología, necesita desplazar a las especulaciones subjetivas existentes. La evaluación de la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku, no obstante, muestra que existe una amplia gama de ideas, las cuales se enmarcan dentro de diferentes paradigmas. En un extremo se encuentran las creaciones imaginarias, los caprichos fantasiosos y el misticismo; en esta literatura sólo se muestran interpretaciones de efigies y de formas atribuidas a seres extraterrestres o criaturas fantasmales que habrían edificado secretamente los recintos de Tiwanaku. En esta corriente se esconden prejuicios sociales profundos del aventurerismo ideológico que niega la historia de las sociedades nativas y hasta la misma condición cultural, intrínseca a su entorno social. Desde otra óptica, también existe una corriente indigenista que busca explicar el pasado prehispánico con analogías de una sociedad ideal, llena de virtudes, de insuperable eticidad y de moral universal. Utilizando la historia oral y la memoria colectiva se pretende superar los obstáculos del sincretismo cultural y ponderar su carácter social prehis- pánico. Sobre esta base metodológica se intenta mistificar el pasado y caracterizarlo como un ciclo de leyendas proyectadas hasta nuestro tiempo. La arqueología es vista por esta corriente como una extraña creación del pensamiento

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Juan Albarracin-Jordan; “Tiwanaku: Arqueología Regional y Dinámica Segmentaria”, Editores Plural, 1996, p. 383, La Paz – Bolivia.

Presentación

“Los famosos monumentos megalíticos de Tiwanaku han dado motivo a numerosas interpretaciones, siendo las contingencias de la sociedad colonial y la republicana las que crearon un espectro de ideas primarias acerca de ellos. Se debe considerar hoy que el avance de la ciencia arqueológica, por su base empírica y su metodología, necesita desplazar a las especulaciones subjetivas existentes. La evaluación de la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku, no obstante, muestra que existe una amplia gama de ideas, las cuales se enmarcan dentro de diferentes paradigmas.

En un extremo se encuentran las creaciones imaginarias, los caprichos fantasiosos y el misticismo; en esta literatura sólo se muestran interpretaciones de efigies y de formas atribuidas a seres extraterrestres o criaturas fantasmales que habrían edificado secretamente los recintos de Tiwanaku. En esta corriente se esconden prejuicios sociales profundos del aventurerismo ideológico que niega la historia de las sociedades nativas y hasta la misma condición cultural, intrínseca a su entorno social.

Desde otra óptica, también existe una corriente indigenista que busca explicar el pasado prehispánico con analogías de una sociedad ideal, llena de virtudes, de insuperable eticidad y de moral universal. Utilizando la historia oral y la memoria colectiva se pretende superar los obstáculos del sincretismo cultural y ponderar su carácter social prehispánico. Sobre esta base metodológica se intenta mistificar el pasado y caracterizarlo como un ciclo de leyendas proyectadas hasta nuestro tiempo. La arqueología es vista por esta corriente como una extraña creación del pensamiento occidental, siendo desestimada como medio de investigación eficaz para autenticar la noción de la "historia" de los ancestros.” (ix).

“La arqueología, frente a estas formas, tiene funciones científicas y trabaja para identificar la trayectoria de las sociedades a través de los restos materiales que la cultura produce. Esta base empírica (registro arqueológico) y su interpretación se encuentran unidas por la estructura metodológica de la investigación. Son los procedimientos de estudio los que generan nuevas perspectivas en la inferencia de las relaciones que existen entre los restos arqueológicos y la explicación del fenómeno social que los contiene. La arqueología, en tal sentido, opera con un cuerpo de técnicas y herramientas metodológicas que, de acuerdo al enfoque del estudio, le permite extraer información, de los restos materiales, acerca de las sociedades del pretérito; si bien existen varias alternativas de explicación dentro del margen empírico, son la contrastación y el rigor de las pruebas

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materiales los procedimientos que finalmente justifican la formulación de su interpretacion.” (ix-x).

“El trabajo de prospección realizado en el Valle Bajo de Tiwanaku, aquí presentado, fue inicialmente concebido como un estudio del área circundante al antiguo centro prehispánico. Mediante esta investigación se buscaba comprender la amplitud de la red de asentamientos que Tiwanaku estableció en la región así como sus dimensiones productivas. Los trabajos en Pampa Koani (Kolata 1986), ubicada a 12 kilómetros de este valle, muestran un cuadro impresionante de antiguos campos de cultivo que esta cultura habría utilizado para la producción agrícola y el sustento de su extensa población. Si bien esta región cercana al valle presenta estas notables características, no se conocía la naturaleza de esta base agraria construida en la región.

El enfoque original de la investigación fue transformándose con el avance del trabajo; primero, debido a la cantidad de sitios arqueológicos que, cronológicamente, trascienden al desarrollo de la hegemonía Tiwanaku, y, segundo, debido a que existe un número considerable de sitios de data posterior a la fragmentación de esta hegemonía. Esta diversidad de asentamientos humanos descubiertos en el valle no podía quedar al margen del objetivo principal de este estudio. Por un lado, los antecedentes arqueológicos del Periodo Formativo forman una base inferencial fundamental para comprender los procesos de transformación y continuidad que caracterizaron el surgimiento de entes sociopolíticos más extensos. Por otro, los procesos de fragmentación del sistema organizativo de Tiwanaku no pueden entenderse, cabalmente, sin una comparación de los elementos que caracterizan a las manifestaciones culturales posteriores.

Es dentro de esta perspectiva arqueológica más amplia en la que resaltan las diversas etapas de su desarrollo. La periodificación que se utiliza aquí, para precisar estas etapas, surge como resultado de las recientes investigaciones que se han realizado en la región y en zonas aledañas, haciéndose una reevaluación y un replanteamiento de las categorías que tradicionalmente se han empleado en los esquemas cronológicos. Históricamente, los aportes que se han hecho en la formulación de secuencias de desarrollo para Tiwanaku han tenido un significado dentro de determinado momento del avance investigatorio. En la actualidad, este avance continúa por nuevos caminos, siendo que los trabajos sistemáticos no cesan, ni cesarán, en su constante aporte al mejor entendimiento de los cambios sociales que acontecieron en el pasado prehispánico. Estas consideraciones son importantes debido a que no se puede afirmar que el estado actual del conocimiento acerca del orden temporal y sus manifestaciones materiales específicas en la región sea óptimo. Por el contrario, existen varios aspectos de la secuencia cultural que no han sido resueltos. En este sentido, el cuadro evolutivo de los asentamientos en el valle se manifiesta en varias tendencias y en trayectorias generales.” (x).

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“Son las dimensiones históricas del pensamiento producido acerca de Tiwanaku las que se describen y analizan en el segundo capítulo de este trabajo. Desde los primeros años del siglo XVI, se esbozaba una visión hiperbólica acerca de un "nuevo mundo" como estímulo para abandonar el orbe conocido y familiar del "viejo continente". Ella se formó con las especulaciones de unos cuantos aventureros que descubrieron en América una constelación de horizontes imaginativos. En América del sur, el descubrimiento y la conquista de las etnias aborígenes contribuyeron a dar forma a la opulencia de las primeras "fábulas" que Pizarro y Almagro habían escuchado desde comienzos de la década de los1520s (Salas et a1.1987). En las numerosas expediciones realizadas después por los cuatro confines del Tawantinsuyu, surgieron los personajes letrados que acompañaban la marcha fatídica de los conquistadores.” (x-xi).

“Fue en 1549 que Pedro de Cieza de León recorre Tiwanaku y efectúa las primeras descripciones del sitio, recogiendo, asimismo, los mitos existentes acerca del origen de los pobladores del área, quienes atestiguan con entereza el rol primordial desempeñado por Tiwanaku en el pasado. La sociedad aymara que con Tiwanaku glorificaba su pasado, fue blanco de incesantes intentos de enajenación para despojarla de su conciencia histórica y de la solidez de sus estructuras política, económica e ideológica, tratándose así de quitarle continuidad con sus raíces culturales. No obstante de estas circunstancias, sus principios de organización, que forman parte de su ancestral filosofía acerca del mundo y la sociedad, han perdurado hasta nuestros días. Esta continuidad muestra que la formación de las distintas estructuras sociales andinas a través del tiempo y del espacio se ha fundamentado en estrategias recurrentes. Es por ello que la etnohistoria y la etnografía constituyen fuentes primordiales del conocimiento de estos principios organizativos y de algunas de sus estructuras que han sido registradas en documentos.

En los capítulos tres y cuatro se proyecta un cuadro histórico del movimiento de la sociedad andina durante la colonización española, mostrando un panorama de los principios de organización que rigieron, y actualmente todavía tienen vigencia, en la colectividad aymara, desde sus formas más simples de agrupamiento hasta la formación de extensas y poderosas confederaciones. En este trabajo se analizan los resultados obtenidos por varios etnohistoriadores y etnógrafos. Los estudios de Xavier Albó (1972,1976a,1987a, 1987b), Joseph Bastien (197R), Roberto Choque (1990, 1992), Xavier Izko (1986, 1992), Carlos Mamani Condori (1991), Tristan Platt (1982,1987) y Silvia Rivera Cusicanqui (1984,1992), entre otros, son apropiados para este propósito. Las conclusiones obtenidas por éstos, acerca del ayllu y de la marka, por ejemplo, dan cuenta del carácter complejo de estas estructuras, tanto en sus niveles políticos, económicos e ideológicos.

No se puede concebir al ayllu como una masa amorfa de familias, vinculadas exclusivamente por lazos consanguíneos y carentes de autoridades formales. Esta caracterización, sin las consideraciones oportunas, ha primado

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negativamente en algunos estudios arqueológicos que no han profundizado en su análisis. Es más, el ayllu ha sido proyectado, tal cual, hacia el pasado prehispánico, sin ninguna evaluación de los elementos que condicionaron otro tipo de necesidades que, durante la época colonial española y el periodo republicano, determinaron la formación de estructuras jerárquicas diferentes a las de tiempos precolombinos. Respecto a la cuestión del ayllu, en el capítulo cuatro se analiza la estructuración jerárquica política del mismo, visto desde la dinámica segmentaria que caracteriza a la fisión y a la fusión de segmentos sociales. Desde esta perspectiva también se analiza la naturaleza de los nucleamientos poblacionales, o markas, constituidos éstos por determinados niveles del ayllu.

Los primeros cuatro capítulos, entonces, forman la primera parte de esta obra y constituyen un marco de referencia, estableciéndose así los parámetros de interpretación que encierran la temática de los posteriores capítulos.” (xi).

“En la segunda parte se desarrolla, en forma específica, los aspectos vinculados al registro arqueológico de la región. Cada capitulo está organizado, primero, de acuerdo a los restos arqueológicos que hacen posible el diagnóstico de una determinada fase de desarrollo, y, segundo, conforme al patrón de asentamiento de cada fase. Sobre esta base se formula una interpretación propia del sistema de asentamiento para desarrollar un cuadro explicativo de la trayectoria evolutiva seguida por la sociedad prehispánica en el Valle Bajo de Tiwanaku.” (xi-xii).

“Con este trabajo se dan sólidos fundamentos para la contextualización de la interpretación arqueológica andina. La tendencia a aceptar marcos referenciales teóricos ajenos al área ha sido un obstáculo opuesto al avance del conocimiento de Tiwanaku en la explicación de su genuina formación social, de su variabilidad y su complejidad, aspectos éstos que fueron los que caracterizaron definitivamente a Tiwanaku en tiempos precolombinos. Con este estudio se sientan, así, las bases de una perspectiva multidisciplinaria, que reúne a la etnohistoria, etnografía y arqueología de la región para dar explicación a los procesos experimentados por la sociedad en el pasado y el presente. La analogía, como fuente comparativa, y no así como un exclusivo marco ilustrativo, ofrece un amplio espectro de posibilidades que permite contrastar determinados aspectos históricos de la sociedad (Stahl 1993). Es así que una consideración detenida de los ayllus sirve como punto de partida indispensable en la evaluación de continuidad y cambio. Es evidente que los documentos etnohistóricos, tanto administrativos como censales y de orden narrativo (crónicas), reflejan intereses de la época. En ellos, sin embargo, se descubren datos de mucho significado acerca del orden social y de los principios de organización que caracterizaban a la sociedad andina. Es desde la perspectiva histórica documental, precisamente, de la cual surgen las bases cognitivas acerca de los elementos de continuidad y cambio.

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En esta obra, no se proyectan categorías del presente hacia el pasado prehispánico, sino que se presentan alternativas de explicación sobre una base teórica derivada del análisis histórico antropológico. Este marco de referencia, no es, por lo tanto una derivación del "enfoque histórico directo". Si bien varios principios de organización constituyeron, y aún constituyen, estrategias recurrentes en la sociedad andina del último medio milenio, éstos no han generado, necesariamente, manifestaciones socioestructurales idénticas.

El registro arqueológico del Valle Bajo de Tiwanaku da cuenta de importantes transformaciones en los niveles de integración política, económica e ideológica en la región. Este, no obstante, también refleja la variabilidad sincrónica que existió en los distintos niveles de integración, infiriéndose de esta diversidad una significativa autonomía local, similar al segmentarismo observado en los ejemplos etnohistóricos y etnográficos. Los argumentos que aquí se presentan para sustentar un modelo de organización social segmentaria, en épocas prehispánicas, también surgen de la contrastación que se efectúa de propuestas anteriores y cómo éstas se ajustan a la naturaleza del registro arqueológico; criterios de homogeneidad y heterogeneidad en los restos materiales son importantes elementos para esta contrastación. Con la presente obra se buscan abrir alternativas de explicación y no así agotarlas.” (xii).

Prólogo

“Si bien la manera como investigamos y descubrimos nuestra larga historia ha cambiado sustancialmente durante la última década, siguen existiendo una serie de postulados e interpretaciones erróneas de nuestra historia que nos llevan a construir imágenes falsas de nosotros mismos.

El primer gran error, bastante difundido aunque no lo queramos, es el suponer que la situación de extrema pobreza de este inmenso territorio que el día de hoy llamamos altiplano del Titicaca, se debe tanto a sus características climáticas como a las condiciones "naturales" de sus indígenas. A pesar que en esta gigantesca altiplanicie caracterizada por su altitud se encuentran los límites superiores de vida animal y vegetal, tanto la información arqueológica como etnohistórica nos indican que fue un territorio muy rico; incluso más rico de lo que es el día de hoy.

En cuanto a la información etnohistórica, son varios los cronistas del siglo XVI que se refieren al altiplano como el lugar más importante del Nuevo Mundo, por la cantidad de población que ahí habitaba, por la densidad de animales que existía y por su alta productividad. Por ejemplo, documentos del siglo XVII nos hablan de unidades domésticas con 100,000 cabezas de ganado, algo inimaginable el día de hoy. Por otro lado, las fantásticas iglesias coloniales salpicadas en el entorno del lago son evidencias concretas de riqueza, ya que su construcción fue financiada con los excedentes generados de las labores agrícolas, pastoriles y mineras. Por último, para no cansar al lector, cuando los

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europeos se dividen el territorio conquistado asignan el reino Lupaqa (entre Puno ciudad y el río Desaguadero) a la Corona. Gracias a la información etnohistórica sabemos, pues, que a la llegada del invasor europeo, el altiplano del Titicaca no tenía la pobreza que vemos el día de hoy.

La segunda línea de evidencia la tomamos de la información arqueológica. Tanto el altiplano norte del Titicaca como altiplano boliviano y los entornos del lago Titicaca fueron testigos de un largo y dinámico proceso histórico precolonial. Las sociedades que ahí habitaron aprendieron a dominar y transformar el medio ambiente natural, y progresivamente fueron transformándose, de sociedades aldeanas recolectoras de plantas y animales a sociedades productoras a través de la transformación coherente de sus recursos. En los entornos del lago Titicaca surgieron sociedades complejas de manera independiente y autónoma de las sociedades de los Andes Centrales y de los Meridionales. El altiplano fue cuna de civilización, y centro de domesticación y difusión de plantas y animales.” (xiii).

“El ejemplo más importante de esta aseveración es precisamente Tiwanaku, el tema central de este libro, que representa el nivel más alto de desarrollo de los Andes Centro- Sur en su conjunto, área cultural que se extiende desde el paso de La Raya y Sihuas, por el norte, hasta la Quebrada de Humahuaca y el sur de Antofagasta por el Sur, incluyendo parte de los hoy en día países del Perú, Bolivia, Chile y Argentina.” (xiii-xiv).

“En la medida en que Tiwanaku fue sin lugar a dudas la sociedad más avanzada, que podría traducirse en algo así como la sociedad "más exitosa" de esta parte de los Andes, los arqueólogos que trabajamos en los Andes Centro-Sur vemos en ella una suerte de modelo de la manera más coherente y eficaz para manejar de una manera "andina" tan extenso, variado y difícil territorio. Debido a ello, reconstruir sus particularidades es una obligación, no sólo para conocer el pasado, sino sobre todo para construir nuestro futuro.

Se ha escrito mucho sobre Tiwanaku, desde la Colonia Es tal vez la sociedad prehispánica con mayor abundancia de bibliografía, luego de los Inkas, y sin duda es la sociedad que mayores polémicas ha traído en el mundo científico. El carácter megalítico de su ciudad capital, ubicada además en un lugar hoy en día tan deprimido; el extenso territorio sobre el cual se encuentran desparramados sus bienes culturales, a manera de sellos indelebles que enfatizan su presencia; la riqueza y variabilidad de sus manifestaciones culturales, donde sobresale el arte escultórico tan rico en contenidos simbólicos; en fin, la naturaleza monumental de, los Tiwanaku ha encendido pasiones que muchas veces ocultan la realidad de la historia. Y este es el segundo error.

El libro que con entusiasmo prologo, está orientado precisamente a encarar estos y otros errores que tenemos sobre nuestra historia más profunda. La primera contribución del autor que debemos señalar, es que nos ofrece una

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visión histórica del área más nuclear de los Tiwanaku: el valle donde está ubicada la ciudad capital, y del cual poco se sabía. Efectivamente, la monumentalidad del sitio de Tiwanaku, a la que ya hemos hecho referencia, como que nubló nuestra visión de su entorno inmediato. Debido a ello, muchos veían a este gran asentamiento como una especie de "meca" desde la que se regían los destinos del mundo circumlacustre, aislada del resto de la sociedad.

En segundo lugar, a partir de la investigación del valle de Tiwanaku se ha podido reconstruir su historia, como un proceso de larga data que, en un momento dado, testifica la emergencia de una sociedad tan pujante y exitosa como lo fue la Tiwanaku. Si bien este proceso era conocido con anterioridad, las evidencias estudiadas provenían de otros sectores del altiplano. Ahora, gracias al trabajo de Albarracin-Jordan y colaboradores, podemos extender estos conocimientos y articular la información con aquellas que conocíamos de Tiwanaku ciudad.

La nueva información recopilada y analizada por el autor, por último, le permite postular una serie de replanteamientos sobre las especificidades de los Tiwanaku, tanto en el tiempo como en el espacio. Pone en la agenda de la investigación problemas de trascendencia, como la relación hombre-ambiente, y postula hipótesis que sólo futuras investigaciones podrán resolver. Pero eso es parte del proceso de la investigación científica, la manera como tenemos de ir reconstruyendo nuestro pasado con una clara mirada hacia el futuro.

Elias MujicaINSTITUTO ANDINO DE ESTUDIOS ARQUEOLOGICOSLIMA PERU” (xiv).

Capítulo 1: Área de estudio

“El Valle de Tiwanaku, visto en su perspectiva panorámica, ofrece un amplio paisaje, en el que se destacan tres zonas fisiográficas definidas. La primera, y la que más resalta, es la base misma del valle; ésta se extiende desde el margen del Lago Titicaca, hacia el oeste, hasta la angostura que forman el cordón montañoso del sur y la serranía del sector norte (Figuras 1.1 y 1.2). En toda su extensión, la base forma una superficie ondulada, cubierta por pastizales y sujeta a inundaciones periódicas durante la temporada lluviosa. En determinados sectores aparecen pequeñas lomadas que cortan la monotonía fisiográfica de este sector. Una segunda zona está conformada por los cuerpos montañosos que encierran al valle hacia el norte y el sur. Las formaciones rocosas en el sector sur, con sus majestuosos picos, agigantan la imagen del valle, y son las distintas coloraciones de las formaciones geológicas que conforman este cordón montañoso las que avivan el paisaje natural de la región. Las serranías del norte, por otro lado, aunque entrecortadas por numerosas quebradas, muestran un panorama más sereno. Si bien la erosión ha irrumpido en la masa original de conglomerados y arcillas que se habría depositado durante el Terciario, las serranías se presentan como una lengüeta extensa que

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sirve de baja cortina a la imponente vista que presenta la Cordillera oriental hacia el norte. Una tercera zona que destaca en la región es el piedemonte. Las faldas de las montañas y las serranías le otorgan un vértice singular al valle. Es aquí donde gran parte de la agricultura se practica actualmente, merced a la riqueza de sus suelos. El piedemonte no es territorio continuo; éste se encuentra separado en abanicos Coluviales.

Estas tres zonas, que Alfredo Bolsi había identificado en 1966 se limitaban a conformar el amplio cuadro del Valle de Tiwanaku sobre el altiplano boliviano, con sus diversas características fisiográficas y ecológicas. La Cuenca del Titicaca, una zona principal del altiplano, se destaca por sus recursos naturales y por la presencia de grupos humanos que la colonizaron, desarrollando estrategias singulares para la explotación de estos recursos.” (1).

“El Valle de Tiwanaku, en este sentido, fue escenario de importantes y transcendentales trayectorias históricas de la sociedad andina, en general. Es aquí, alrededor de comienzos del siglo V, donde convergen varios denominadores culturales comunes de la cuenca, y probablemente una esfera de interacción más amplia, para consolidar un excepcional centro de poder. El surgimiento, las sucesivas transformaciones y el colapso ulterior de Tiwanaku forman parte de la historia más profunda del asentamiento humano en la región, siendo indispensable, en este orden, la caracterización de los cambios miliares en el patrón de asentamiento dentro de los contextos natural y social. No se trata de "ecologizar" la historia de la organización social, sino de presentar un cuadro de referencia respecto a la variabilidad fisiográfica y microambiental que se advierte en el Valle de Tiwanaku. Como se remarca más adelante, estas consideraciones no representan un intento de llegar a las categorías émicas, respecto a categorías ecológicas, de las culturas prehispánicas del área, sino de formalizar la organización de los atributos asignados a los distintos sitios arqueológicos que se identificaron durante la prospección. Esto significa que la evaluación del contexto natural del área de estudio sirve como marco de referencia en la ubicación de los distintos asentamientos humanos a través del tiempo.” (1-3).

“El Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra ubicado en el sector norte del altiplano boliviano y conforma el sector oeste del Valle de Tiwanaku. Enmarcado dentro de los puntos 170610, 280610, 144896 y 285806 en la retícula UTM (Universal Transverse Mercator, IGM SE 19-3 Serie H531), el valle bajo alcanza aproximadamente 200 km2, circunscritos por una serranía al norte, una cadena montañosa al sur y por el Lago Titicaca al oeste (Figura 1.1). La elevación fluctúa entre los 3812 metros s.n.m. (altura aproximada de la superficie lacustre) y los 4400 m (montañas del límite sur). Este espectro altitudinal influencia, en cierta medida, la distribución de distintos contextos medio-ambientales. De este a oeste, el valle alcanza los 11 km, siendo la zona más amplia la que se extiende a lo largo de la ribera lacustre, con una extensión, norte-sur, de aproximadamente 18.5 km. El valle se torna más angosto hacia el este, con un

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ancho, norte-sur, de ca. 15 km. El Río Tiwanaku sigue un recorrido de este a oeste, paralelo a la serranía del norte, y desemboca en la parte sureste del Titicaca, conocido como "Lago Menor", o como "Wiñaymarka" ("pueblo desecado", en aymara). El único otro río de cierta importancia es el Chilla, el cual tiene su origen en las alturas del nudo montañoso que lleva el mismo nombre. Gran parte del año, el Río Chilla tiene un reducido caudal, convirtiéndose en tributario importante del Río Tiwanaku solamente durante la época de lluvias, entre octubre y abril.” (3-4).

FORMACIÓN GEOLÓGICA

“Al presente, se han efectuado varios trabajos relacionados a la geología del Valle de Tiwanaku, los mismos que enfocan, desde distintas perspectivas, el origen y desarrollo de esta cuenca (Arellano López 1973; Mogrovejo 1969; Perez Valencia 1984; Reyes Camacho 1974; Ticlla 1992). El estudio de Ticlla (1992) da cuenta de las distintas estructuras geológicas y los mecanismos de deposición y erosión que caracterizaron la evolución del valle durante el Cuaternario.

El cuadro geológico del Valle Bajo de Tiwanaku, sin embargo, no puede estar completo sin una breve consideración acerca de la formación del Lago Titicaca. Debido a que el valle bajo, en parte, constituye una extensión de la llanura lacustre, la estructura y dinámica del lago tienen gran importancia en la discusión de los asentamientos prehispánicos. Aunque en esta sección se han intentado resumir las principales características geológicas del Titicaca y el Valle Bajo de Tiwanaku, no se pretende abarcar toda su naturaleza en detalle.

Lago Titicaca

Ubicado entre la Cordillera Real, hacia el este, y la Cordillera Occidental, hacia el oeste, el Lago Titicaca es el cuerpo lacustre de mayor extensión en Sudamérica. A una altura promedio de 3812 m.s.n.m., el lago cubre un área de aproximadamente 8559 km2 (Boulange y Aquize Jaen 1981). Aunque en la década de los treinta, Gilson (1939) le asignó una extensión de ca. 7600 km2 la mayoría de las evaluaciones recientes ubican su extensión alrededor de la asignada por Boulange y Aquize Jaen (Montes de Oca 1989; Muñoz Reyes 1980; Wirrmann 1991). El lago se divide en dos sectores distintos (Figura 1.3): El "Lago Mayor", también denominado "Lago Mayor", y el "Lago Menor", también conocido como "Wiñaymarka". El sector superior ("Lago Mayor") cubre unos 7131 km2, con una profundidad máxima de 284 metros, mientras que el sector inferior ("Lago Menor") tiene aproximadamente 1428 km2 de extensión, con una profundidad máxima de 42 metros. El área lacustre que se encuentra cercana al valle bajo tiene una profundidad promedio de apenas cinco metros (Boulange y Aquize Jaen 1981).” (4).

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“El lago es una depresión tectónica en el Vorland oeste de la Cordillera Oriental. En el sector norte del lago predominan los sedimentos del Sinclinorio de Putina, depositados durante el Cretáceo, mientras que en el sector sur, la orilla se encuentra formada por sedimentos del grupo Puno-Corocoro. Ahlfeld y Branisa (1960) indican que esta depresión se habría formado durante el Terciario, como resultado del levantamiento de la Cordillera Oriental y el hundimiento de la zona interandina hacia el oeste. No existe evidencia de una glaciación que habría cubierto toda la cuenca, como sostenían Steinmann (1929) u Oppenheim (1945).” (4).

“La cuenca del "Lago Menor" tiene un origen distinto a la del "Lago Mayor". La primera no es tan profunda y no tiene contornos rocosos en su alrededor (Néwell 1949). En esta cuenca, al finalizar el Terciario, se depositó gran cantidad de ripio, dando origen a la Formación Taraco. A comienzos del Pleistoceno, esta cuenca se empezó a llenar de agua y paso a conformar lo que Bowman (1916) identificó como el Lago Ballivián. Su extensión habría alcanzado los 13.000 km2. Durante este periodo, la cadena montañosa del sur del Valle Bajo de Tiwanaku era una península. El nivel del Lago Ballivián se encontraba a unos 50 metros por encima del actual nivel del Lago Titicaca, aunque quizás la diferencia haya sido de 65 metros (Bolsi 19b6). Al finalizar el, Pleistoceno, el nivel del Lago Ballivián bajó considerablemente debido a una apertura en el lado sureste, llegando a conformar, entre los 27.000 y 22.000 A.P. (antes del presente), el Lago Minchín. A finales del Pleistoceno (Tardi Glacial) se produjo otro evento lacustre, conocido como el Lago Tauca. Las terrazas fluviolacustres de estos lagos (Ballivián, Minchín y Tauca) pueden ser observados en la península de Taraco (Ticlla 1992;80, Figura 14). A comienzos del Holoceno, hace unos 10.000 A.P., el nivel del Lago Titicaca se encontraba a unos ocho metros por encima de su actual nivel. No obstante, las fluctuaciones anuales pueden haber sido significativas; Ahlfeld y Branisa (1960) indican que entre 1933 y 1943 se dio una baja de 5.3 metros en el nivel del lago, y en 1986, las aguas subieron 2.65 m, inundando varios kilómetros tierra adentro (Roche et al. 1991). Una de las mayores preocupaciones, hoy en día, es la acumulación de sedimento, especialmente en el "Lago Menor". Este fenómeno, coadyuvado por un incremento secular en el grado de evaporación están causando el paulatino encogimiento de este sector.” (1) (5-6).

La Formación Taraco

“Las serranías del norte del valle forman un depósito extenso de ripio que tiene su origen en la Cordillera Real y que fue arrastrado al término del Terciario. Este depósito alcanza los 150 kilómetros de largo en dirección noroeste-sureste, y pese a manifestarse en varios sectores del altiplano, la Formación Taraco, en el Valle Bajo de Tiwanaku está compuesta por clastos y grava en una matríz arenosa. Los clastos son, en su mayoría, de cuarzo, cuarcita, lutita, caliza pérmica, granodiorita y riodacita (Ticlla 1992). La tectónica del sector se caracteriza por fallas y bloques fracturados con una inclinación variable, entre

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los 25° y 50° (Ahlfeld y Branisa 19b0). El ripio yace sobre una arcilla roja. Una de las características sobresalientes de esta formación es la presencia de numerosas quebradas, las mismas que deben su origen a procesos de erosión.

La Cadena Montañosa Sur (Serranía Tiwanaku)

El sector sur del valle se encuentra delimitado por un cordón montañoso que incorpora varias formaciones geológicas. Ahlfeld y Branisa (1960) identifican al grupo Corocoro con sus tres formaciones. Este grupo corresponde al grupo Puno, denominado así por Cabrera La Rosa y Petersen (1936) y Newell (1949). El grupo Corocoro está compuesto por las formaciones Areniscas Coniri, Arcillas Chacarilla y Arcillas Río Barras. Estas formaciones constituyen un anticlinal de considerable grosor. Su origen se remonta al Oligoceno y el Mioceno. La Formación Coniri está compuesta por areniscas de color rojo, café y gris, las cuales se alternan con delgados sedimentos de arcilla roja. El grosor de esta formación es mayor a los 2000 metros. La Formación Chacarilla data del Oligoceno-Mioceno y está compuesta por arcillas rojas y bancos de arenisca clara. Los sedimentos alcanzan un grosor aproximado de 4000 metros y, en general, no se encuentran bien consolidados. En la base de esta formación se encuentran depósitos de travertina. La Formación Río Barras data del Mioceno y está compuesta principalmente por arcillas amarillas y rosadas, así como por capas de travertina. Estos depósitos, tal y como acontece con la Formación Chacarilla, no se encuentran bien consolidados. El grosor de la Formación Río Barras es de unos 500 metros. Lutitas de color verde y de origen metamórfico abundan en las quebradas de este sector.” (6).________________________________________________________________(1) Para mayor referencia respecto al desarrollo geológico del Titicaca, con particular énfasis en la tectónica del Cuaternario, se puede consultar el trabajo de Alain Lavenu (1981, 1991). Aspectos morfológicos, batimétricos, sedimentarios y de recursos lacustres se encuentran ampliamente documentados en el trabajo editado por Dejoux e (ltis (1991).

“En el valle bajo, el anticlinal, en su parte más sobresaliente, se encuentra claramente manifiesto en el Cerro Kala Wajrani, en las cercanías de Guaqui, así como en protruciones cercanas al Cerro Chilla. Pese a que la actividad volcánica durante el Mioceno y el Plioceno tuvo importantes repercusiones en la fisiografía de la región, especialmente en su influencia sobre el grupo Corocoro, las rocas asociadas con esta actividad no se manifiestan extensamente en el valle bajo. Por el contrario, ya casi en la base del valle se encuentran afloramientos de arenisca roja y de grano fino, las que corresponden a la denominada Formación Tiwanaku, con probable origen en el preOligoceno (Gainza y Castaños Echazú 1971). Swanson y Noble (1987) datan la Formación Tiwanaku entre 57 y 29 millones de años atrás, ubicándola, por consiguiente, en el Oligoceno. Mogrovejo (1969) indica que la Formación Tiwanaku está compuesta por dos unidades: La parte superior constituye una serie de conglomerados, en una matríz areno-arcillosa, alternados con areniscas de grano fino y de color café,

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presentando depósitos de cobre; la unidad inferior es un depósito alternado de lutitas y areniscas feldespáticas de color rojo en una matriz de arcilla.

CLIMA

Los cambios climáticos que tuvieron lugar en el sector sureste de la Cuenca del Titicaca, durante el Holoceno, aún no han sido extensamente documentados, aunque los resultados preliminares de las investigaciones en curso brindan pautas importantes (Binford y Brenner 1987; Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991; Ybert 1991). Los estudios geológicos indican que al finalizar el Pleistoceno Medio (ca. 200.000 A.P.) el episodio vinculado al Lago Ballivián habría concluido, dando origen a la primera glaciación del Pleistoceno Superior (Figura 1.4). La alternación entre las subsiguientes glaciaciones y fases lacustres terminó con la formación del actual Lago Titicaca a comienzos del Holoceno, hace aproximadamente unos 10.000 A.P. El inicio de esta glaciación produjo un descenso considerable en el nivel de las aguas. Existe evidencia que la contracción del lago habría empezado entre los 12.500 y los 10.500 A.P. (ServantVildary 1978).

El trabajo de Wirrmann y Oliveira Almeida (1987) contribuye con importantes correlaciones entre datos sedimentológicos y paleontológicos, los mismos que permiten efectuar inferencias acerca de las fluctuaciones en el nivel del lago entre los 7700 y 3650 A.P. Con base en el análisis de dos testigos, obtenidos en los sectores centro y sur del "Lago Menor", los investigadores concluyen que antes de los 7700 A.P., la cuenca del lago era más profunda. Después de los 7700 A.P., hasta los 3650 A.P., hubo un gradual pero continuo declinamiento. El nivel del lago alcanzó unos 50 metros debajo de su actual nivel, entre 7700 y 7250 A.P. {Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991}. Este fenómeno es atribuido a cambios climáticos globales del Holoceno (Wirrmann y Oliveira Almeida 1987). Aunque el trabajo de Servant y Fontes (1984) no enfoca específicamente el sector sureste de la cuenca, los resultados del mismo indican que entre los 6000 y los 700 A.P, se dio un periodo de bajas temperaturas y aridez.

Estudios paleoclimáticos en otras regiones de los Andes proveen datos adicionales y comparativos respecto a cambios en el pasado; no obstante, éstos deben ser tomados con cautela, debido a que las diferencias regionales pueden haber sido sustanciales (Seltzer y Hastorf 1990; Shimada et al. 1991; Thompson et al. 1979).” (7).

“Debido a la proximidad del Lago Titicaca, el valle bajo se caracteriza por temperaturas y humedad más elevadas que en otros sectores del altiplano boliviano. En el sistema Koppen, el clima del área de estudio se encuentra tipificado como "templado con invierno seco" (Cwb). Los datos metereológicos señalan la presencia de dos temporadas bien definidas: una lluviosa (vinculada a la Zona de Convergencia Intertropical [ZCIT]), de noviembre a abril, cuando la precipitación fluctúa entre los 65 y 175 mm por mes, siendo enero el mes con

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mayor lluvia, y otra seca, entre mayo y octubre, con un promedio inferior a los 35 mm por mes. El promedio de precipitación anual no varía en demasía. Los factores críticos, especialmente para el calendario agrícola, son la llegada y la distribución de las lluvias (Kent 1987).” (8).

“El impacto de las fluctuaciones en el nivel del lago son considerables, no solamente en términos del efecto que tiene sobre el asentamiento humano en la ribera sino en términos de las modificaciones ecológicas. Las fluctuaciones en el nivel de las aguas se deben a los regímenes pluviales alrededor de la cuenca. Los ríos Keka, Batallas, Katari y Tiwanaku son los más importantes afluentes en el "Lago Menor." Pese que las lluvias son más intensas sobre el mismo espejo lacustre, éstas no constituyen factores críticos en la fluctuación del nivel del lago. Es la dinámica de evaporación la que parece jugar un rol más significativo en los cambios que se advierten en el Titicaca (Boulange y Aquize Jaen 1981; Roche et a1.1991).

La temperatura anual en el valle bajo tiene una gama bastante amplia. El área a unos cuatro a cinco kilómetros de la ribera del lago mantiene temperaturas y humedad un tanto mayores a las que se dan más hacia el este, y en general, la base del valle es más propensa a las heladas que las laderas de los cerros. Las temperaturas oscilan durante la época seca entre los -14°C y los 22°C, mientras que durante la estación lluviosa éstas se ubican entre los -5°C y los 23°C. Existe poca diferencia entre las temperaturas máximas anuales; sin embargo, la diferencia en temperaturas mínimas, entre la estación lluviosa y la seca, es significativa. La época seca se caracteriza por fuertes heladas, mientras que durante la estación de lluvias, la temperatura mínima raras veces baja a menos de cero grados centígrados. Esta situación condiciona un ciclo agrícola relativamente corto. Un periodo crítico en el calendario agrícola se ubica entre marzo y abril, cuando heladas esporádicas pueden diezmar la producción. Como se indicó anteriormente, la base del valle es más propensa a las heladas, debido a que la superficie se expone directamente a los vientos y a una rápida pérdida termal nocturna. Aunque las laderas de los cerros parecen retener el calor diurno con mayor eficiencia, las temperaturas de los suelos son menores conforme a un aumento en la elevación. En tal sentido, la agricultura alcanza sus límites alrededor de los 4200 metros.

En síntesis, el origen del Lago Titicaca y el Valle Bajo de Tiwanaku se remonta al Terciario, aunque ambas unidades fisiográficas fueron transformadas durante el Cuaternario. Los cambios que acontecieron durante los últimos 10.000 años son especialmente importantes para el presente estudio. Desafortunadamente, al presente, la literatura acerca de patrones paleoclimáticos en el área de estudio es bastante limitada. Tomando en cuenta que en los últimos 2000 años no se han dado cambios drásticos con relación al patrón actual (Leyden 1987; Ybert 1991), es factible delinear las características más sobresalientes de las categorías microambientales que se han podido identificar en la región.” (9).

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DISTRIBUCIÓN MICROAMBIENTAL

“La presencia de flora y fauna en el valle está condicionada por factores climáticos, así como por la naturaleza de los suelos, la topografía y el nivel freático, entre otros. Dentro de los límites del valle bajo, siete microambientes han sido identificados (Figura 1.5). Esta evaluación no es el resultado aislado del presente trabajo; por el contrario, representa una síntesis ampliada y más específica de anteriores trabajos en el área. Se han tomado en cuenta especialmente aquellos estudios que incluyen distribución de fauna, vegetación y tipos de suelos (Ahlfeld y Branisa 1960; Bolsi 1966; Montes de Oca 1989; Perez Valencia 1984; Ticlla 1992). La definición de estas categorías ha estado sujeta a variables altitudinales, topográficas, geológicas y de distribución de flora y fauna. Dentro de esta clasificación del entorno natural, las transformaciones hechas por el ser humano también juegan un rol importante. Un caso específico es el sector del cordón montañoso sur. Las transformaciones culturales en las pendientes de los cerros es extensa y una caracterización de este sector solamente en términos de elevación o depósitos de suelos no hace mérito a su verdadera naturaleza. Los rasgos topográficos de esta zona son, en su mayoría, artificiales, y, como tales, han condicionado la formación de un singular microambiente.” (9-10).

“En la descripción general efectuada por Bolsi {1966}, se indica que debido a las condiciones particulares del valle, en cuanto a relieve y clima se refiere, existe un manto vegetal continuo, el mismo que puede ser dividido en tres sectores. Un primero conformado por ciénegas y bañados de las depresiones de la llanura aluvial. Un segundo conformado por gramíneas de las "pampas," y un tercero caracterizado por vegetación de los faldeos y parte de piedemonte, compuesto por gramíneas y pequeños arbustos. En su división fisiográfica, Bolsi (1966) incluye las siguientes unidades:

1. Llanura aluvial cubierta de pastos, con suelos ricos en humus ("pampas")2. Depresiones de la llanura, con vegas y bañados.3. Remanentes de erosión ubicados dentro de la llanura.4. Faldeos meridionales y septentrionales del valle, pedregosos, con suelo suelto, cubierto por pequeños arbustos.

La prospección del valle bajo permitió evaluar esta clasificación, así como los criterios vertidos en los trabajos de Perez Valencia (1984). Es importante resaltar, nuevamente, que la división del Valle Bajo de Tiwanaku en zonas microambientales, relativamente discretas, sirve como marco de referencia en la catalogación y documentación de los sitios prehispánicos. Además, esta estratificación permite efectuar una evaluación de mayor significado respecto al asentamiento humano a través del tiempo y del espacio y el uso diferenciado de los distintos sectores del valle. Es también importante indicar que si bien son siete los microambientes que se han identificado, esta clasificación no es necesariamente aplicable en todo el Valle de Tiwanaku; tampoco representa una

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categorización "ecológica" de las culturas prehispánicas de la región. Por consiguiente, esta división es una herramienta metodológica en el ordenamiento de los restos arqueológicos del valle, y sirve como marco comparativo en las interpretaciones que se efectúan acerca de los distintos patrones de asentamiento del área de estudio. Estas zonas microambientales ya fueron descritas anteriormente (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990); sin embargo, en el presente trabajo se han ampliado algunos criterios.

Zona de Coluvio Superior (UCZ)

Esta zona se ubica en las serranías norte del valle (Formación Taraco), entre aproximadamente 3975 y 4100 m.s.n.m. (Figura 1.6). El área se encuentra extensamente intersectada por quebradas profundas. Los suelos de la Formación Taraco contienen gran cantidad de clastos y grava y por consiguiente, no pueden ser utilizados eficientemente en la agricultura. Las pendientes son, en general, agudas, y debido a la erosión que afecta la zona, los suelos tienen poca profundidad. La vegetación es escasa y está compuesta principalmente por arbustos decíduos, como ser la Khoa (Menta pulegiur, Satureja boliviana), añahuaya (Adesmia spinossisima), y khanlla (TetragloehL'n cristatum), y pastos, entre los que se destaca el iru-ichu (Stipa pungens, Festuca ortophylla); también crecen algunos líquenes. Debido al tipo de vegetación, la fauna se limita a la presencia de roedores (Cavia cutheri, Phyllotis andeum) y algunas aves, como la perdíz (Nothoprocta cinerscens).” (11).

“Se caracteriza por la presencia de abanicos coluviales, los mismos que se encuentran entrecortados por quebradas que nacen en la Zona del Coluvio Superior (SGZ) (Figura 1.7). Estas quebradas, sin embargo, son mucho más amplias en esta zona y se convierten en verdaderos caudales durante la época de lluvias, transportando grava, arena y greda. Los suelos en los abanicos coluviales son más profundos y fértiles, lo cual incide en la extensa agricultura que se practica en la zona. Los principales productos que se siembran son papa, trigo, oca y cebada. Aunque la vegetación natural tiene cierto parecido con la Zona del Coluvio Superior (SGZ), se aprecian algunas otras plantas, como la yawarilla (Aristida spp.), el sanu-sanu (Ephedra americanus) y la chillihua (Festuca dolichophylla). La fauna está caracterizada por pequeños roedores, así como por aves, como ser la pisaca (Tinamotis pentlandü), el leque-leque (Vanellus resplendens) y la yaca-yaca (Colaptes rupicola). Los pobladores de las comunidades indican que hasta hace pocos años todavía abundaban los zorros (Canis culpeus andinu.s); hoy en día existen pocos ejemplares.” (13).

“Esta se ubica en la Formación Tiwanaku y la Formación Sacacani (Pérez Valencia 1984). Los suelos son profundos y contienen bastante arcilla, situación que hace que el drenaje sea deficiente. Este microambiente se caracteriza por bofedales y pajonales, los mismos que están cubiertos por pastos de distinto tamaño (Figura 1.8). Los pajonales son más frecuentes en sectores más alejados de la llanura lacustre. Los pastos incluyen el cachu-ch'iji (Muhlenhergia

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fa.stigiata, Pa.spolum pygmaeum), el orko-ch'iji (Distichlis humilis), el ch'iji (Boutelova simplex) y la yáwara (Nasella spp.). En los bofadales se encuentran el sercipasto (Carex spp.), la champa (Plantago spp.), la llullucha (Nostoc), el llacho (Myriophyllum spp.), el cabal lo-wichinka (Aristida adseancionis), la cebadilla (Bromus lenatus, Bunioloides) y el ch'iara-iehu (Calamagrostis violacea). Gran cantidad de aves moran en la zona o efectúan frecuentes visitas; entre éstas se encuentran al leque-leque, la yaca-yaca, la choka (Fulica cornuta), el tiqui-tiqui (Fulica gigantea) el khullu (Attagis gayi) y algunos patos (Anas flavirostris, A, puna). Completan la fauna de esta zona algunas especies de ofidios y batracios.” (13-14).

“Esta zona comprende ambos márgenes del Río Tiwanaku (Figura 1.9). Las inundaciones periódicas han acumulado limo-arcillas y arena en ambas riberas, aunque en forma discontínua. Los sectores geológicos más débiles han permitido que el cauce del río siga un rumbo sinuoso, habiendo alcanzado un perfil de equilibrio respecto al nivel del Lago Titicaca (Ticlla 1992:51). Es probable que en épocas prehispánicas el curso del río haya sido alterado por la mano del ser humano, tal y como lo evidencia un paleocauce que avanza en forma paralela al actual río; el desvío se origina a unos once kilómetros del Titicaca. El sector donde el Río Tiwanaku desemboca en el lago se caracteriza por una llanura extensa, denominada "jawira pampa" por los campesinos de la región. Esta zona se encuentra practicamente desprovista de vegetación. La planicie aluvial es un terreno monótono con algunos espacios cubiertos de pastos, como ser el ch'iji (Boutelova simplex) y el iru-ichu (Stipa pungen.s). En las aguas del río se puede advertir, ocasionalmente, la visita de varias especies de aves, entre ellas el allkamari (Phalcoboenus megalopterus) y las aves que habitan en microambientes aledaños. El pez más común, aunque no abundante, es el suchi (Pygidium dispar).” (14-15).

“La extensión de esta zona es bastante variable, dependiendo de las fluctuaciones en el nivel de las aguas del lago. Las inundaciones periódicas tienen efectos desestabilizantes en el área. Los suelos son limo-arenosos y contienen porcentajes significativos de sales (Figura 1.10). Estas condiciones no permiten el crecimiento sostenido de vegetación. Algunas especies de plantas, sin embargo, adaptadas a las condiciones edáficas de la zona, le otorgan un panorama singular al área. Entre éstas se encuentra la totora (Scirpus spp.) que cubre extensos sectores cerca a la ribera del lago, pero restringida al medio acuático. Pese a la aparente escasa vegetación, la fauna es vasta; varios peces habitan en las poco profundas aguas del "Lago Menor;" entre éstos se distinguen el suchi, el mauri (Pygidium rivulatum), el ch'iara carachi (Orestias mulleri), el carachi (Ore.stias neveui), el umanto (Orestias cuvieri), el kellunchu (Orestias luteus), el khañu (Orestias albus) y el ispi (Orestias agassiaai). Todos estos peces nativos, sin embargo, se han visto en grave peligro de extinción debido a la introducción de la trucha (Salmo gairdnerü) en 1939 y la incersión del pejerrey. Las aves están representadas por la choka, el tiqui-tiqui, la wallata …y varias especies de patos.” (15).

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“Esta zona se ubica sobre la Formación Corocoro y parte de la Formación Tiwanaku de la cadena montañosa sur (Figura 1.11). La extensión de esta zona es extraordinaria, aproximadamente 24 km2, tomando en cuenta que es el resultado de las modificaciones del ser humano en las pendientes de los cerros. Los suelos son limosos y fértiles, lo cual condiciona una agricultura bastante productiva. Las terrazas, como tales, datan de tiempos prehispánicos y no son utilizadas hoy en día. La ausencia de mantenimiento de los muros de contención ha incrementado la erosión; es más, los clastos que conformaban los muros de las terrazas han sido reutilizados para el parcelamiento de las tierras. La zona de terrazas denota dos sectores: uno compuesto por terrazas de plataformas amplias (promedio de unos 50 a 60 metros de ancho), que podrían considerarse como "canchones," y uno compuesto por terrazas angostas (promedio de seis metros). El primer sector se ubica en la base misma de los cerros, sobre abanicos coluviales, mientras que el segundo sector se extiende sobre las mismas pendientes de los cerros. Hoy en día, el sector superior es utilizado casi exclusivamente para el pastoreo de ovejas. Estas antiguas plataformas agrícolas se encuentran cubiertas por arbustos, como la thola (Bar,haris mierophilla, B. draeunculifolia, Lepidophyllum quadrangulare), la khoa, la añawaya, el itapallu (Cajophora horrida), y pastos, como el ichu y el iru-ichu. La fauna esta caracterizada por pequeños roedores, el alikamari, la chuseka (Asio flamneus) y el buho (Bugo viginianu.s). Una característica importante de la zona de terrazas, en general, es la presencia de numerosas vertientes que corren a lo largo de las plataformas. Estas vertientes tienen su origen en los elevados depósitos que se forman en cavidades subterráneas de los cerros.” (16).

“Esta zona comprende el territorio que se encuentra por encima de los 4100 metros. El área es utilizada hoy en día exclusivamente para el pastoreo de ovejas. La vegetación incluye el ichu y la thola, así como algunos tipos de líquen. Ocasionalmente, se pueden observar grupos de llamas (Lama glama) y alpacas (Lama pacos) en las cuencas intermontañosas. Existen algunos sectores con terrazas agrícolas antiguas que, al parecer, son una extensión del sector superior de la Zona de Terrazas (TZ). La presencia de campos de cultivo por encima del actual límite superior para la agricultura indica que en tiempos pasados las condiciones climáticas debieron haber sido más benignas. Un caso análogo ha sido documentado por Augusto Cardich (1985) en el Departamento de Puno, en el Perú. Cardich sostiene que el límite superior para el cultivo fluctúa debido a cambios climáticos globales. En tal sentido, la presencia de terrazas por encima del actual límite para la agricultura indica cambios climáticos significativos, especialmente de temperatura.

En resumen, este panorama de los distintos microambientes del Valle Bajo de Tiwanaku muestra la diversidad de nichos ecológicos que conforman el entorno natural de la región. Es innegable que estas consideraciones otorgan un marco de referencia mucho mejor orientado en el registro, evaluación e interpretación de los patrones de asentamiento del pretérito, sin que esto signifique una proyección de las categorías que los habitantes de la región identificaban.” (17).

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“Una de las dificultades en efectuar generalizaciones acerca de la distribución de sitios prehispánicos se relaciona a la "visibilidad arqueológica" en la superficie. Muchos lugares donde se llevaron a cabo actividades humanas no guardan el registro material de dichas situaciones sociales. En otros casos, varios sitios donde se dieron actividades humanas pudieron haber sido cubiertos por sedimentación; por consiguiente, permanecen ocultos al registro arqueológico de superficie. Estas situaciones no dejan de ser un problema en proyectos de prospección, y en el presente estudio se hace fundamental la realización de un balance respecto a las zonas donde estas situaciones pueden manifestarse. Casos concretos son la Zona Lacustre (LZ), la Planicie Aluvial (AP) y la Zona Intermontañosa (IZ). Aunque no es prudente obviar la posibilidad de que estas zonas hayan sido utilizadas como sectores de asentamiento en el pasado prehispánico, la posibilidad se reduce si se toman en cuenta los riesgos que involucran estas zonas. Tomando como analogía las estrategias de las comunidades actuales, es casi imposible que se hayan construido sectores habitacionales permanentes cerca a la Zona Lacustre (LZ) o el Plano Aluvial (AP), debido al enorme e impredecible riesgo de inundación. Por otro lado, la Zona Intermontañosa constituye un sector de pobrísima productividad y de grandes desafíos a las inclemencias del temporal. En general, parece que estas zonas fueron relegadas a otro tipo de actividades que no incluían residencia permanente o inversión agrícola. En zonas donde la agricultura prehispánica ha dejado huella, son otros los factores, como ser la llegada y la distribución de las lluvias o las inesperadas heladas y granizadas, que inciden en su potencial.” (17-18).

“Por todo lo expuesto en esta sección, se ve claramente que el Valle Bajo de Tiwanaku no constituye una región ecológica homogénea; por el contrario, la variabilidad de microambientes que se ha identificado demuestra la complejidad del territorio y el espectro de sus recursos. Es precisamente la dinámica de la relación entre este entorno natural, con todo el potencial de sus recursos, y las sociedades que se desenvolvieron en él la que generó estrategias singulares en la trayectoria histórica de sus pobladores.” (18).

Capitulo 2: Tiwanaku en el pensamiento social acerca del pasado prehispánico

“Toda la historia de la arqueología boliviana ha sido, dominada, sofocada por Tihuanacu, considerado como el símbolo de todas las antigüedades andinas. Semejantes a las altas cumbres de la cordillera sobre las cuales se acumulan las nubes de formas múltiples y variables, las teorías más fantásticas se amontonaron alrededor de Tihuanacu dejando el campo libre a todas las especulaciones y haciendo olvidar la necesidad imperiosa de estudiar el terreno y excavar ese antiguo suelo que todavía no nos ha revelado todos sus secretos. Las deducciones y la imaginación

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reemplazaron demasiado la dura labor metódica en el terreno y en el laboratorio. Jehan Albert Vellard (1942:75) (19).

“Desde los conquista española se han redactado cuantiosas descripciones, comparaciones, análisis y estudios arqueológicos de rigor científico que han matizado la silueta de Tiwanaku con variados tonos interpretativos. Desde los desbordes subjetivos, cuyos extremos se encuentran perfilados en las fantasiosas ideas acerca de extraterrestres, hasta la erudición de trabajos arqueológicos sistemáticos que desde comienzos lo han proyectado, cada vez con mayor sustento empírico, una recorrido evolutivo que tuvieron las culturas prehispánicas, de curiosidad y encanto.

La historia de los trabajos arqueológicos sistemáticos en el Valle de Tiwanaku es relativamente corta. Sus inicios, a comienzos del presente siglo, la ponen en contraste con los tres siglos que le antecedieron, los mismos que se caracterizan principalmente por su carácter descriptivo. Es tarea compleja periodificar la historia del pensamiento Tiwanaku tomando en cuenta únicamente criterios temáticos; es decir, clasificar los antecedentes de acuerdo al enfoque de los trabajos.” (19).

“Para simplificar el complejo cuerpo de ideas que caracteriza a la interpretación del pensamiento acerca de Tiwanaku debe enfocarse desde un análisis temporal y no así desde una perspectiva temática. En la literatura que se ha escrito acerca del sitio, se advierte que los ensayos descriptivos, las narrativas de los viajeros, los mitos, las fantasías, y los estudios arqueológicos, comparten, en muchas instancias, un mismo espacio en la historia. En este trabajo, no se pretende exponer todo lo que se ha escrito acerca de Tiwanaku. El objetivo fundamental, aquí, es mostrar la sucesión y la diversidad de ideas que a través de la historia han generado determinadas posiciones interpretativas, las mismas que no escapan a su realidad social, o coyuntura histórica. Mediante la reflexión crítica de esta historia se pueden divisar más agudamente las causas y los resultados de los intereses que motivan a los diversos grupos sociales para "descubrir" la sociedad del pasado. La periodificación que se utiliza aquí se basa en determinados elementos históricos que, de uno u otro modo, separan tendencias en el pensamiento acerca de Tiwanaku. No es de extrañarse que en algunos casos estas "fases" coinciden con verdaderas etapas en la formación histórica de la nación boliviana. Aunque aparenta ser normativa la manera en la que se han aislado los distintos periodos y sus respectivas fases, la organización temporal, siguiendo criterios de desarrollo histórico, constituye una herramienta en el ordenamiento de los datos, aspecto que nos permite ver el desarrollo de las ideas acerca del pasado dentro de su contexto social.

Si bien se ha argumentado que el pretérito vendría a ser un trebejo de las ideologías del presente (Shanks y Tilley 1987), y que, en ese sentido, cualquier interpretación del pasado es igualmente especulativa, y por consiguiente igualmente válida, la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku demuestra

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que el conocimiento científico, se diferencia sustancialmente de la especulación y el mito. Es así que la percepción del pasado, basada en los principios de la ciencia arqueológica, no puede confundirse con criterios desprovistos de evidencia empírica. Nadie duda que el contexto histórico en el que se desarrollan las ideas forma una singular visión ideológica del pasado; sin embargo, la ciencia, por estar inmersa en el contexto histórico, ha desarrollado normas de procedimientos específicos con singulares parámetros, principalmente metodológicos, que la distinguen de otro orden de ideas que la sociedad también crea.

La fase temprana del Periodo Colonial en el valle, desde ca.1550 hasta aproximadamente 1660, se caracteriza principalmente por las numerosas descripciones de la arquitectura lítica de Tiwanaku, así como la recolección de mitos ligados al origen de las culturas Inka y Tiwanaku. Esta fase temprana se hizo importante debido a que sentaron las bases del debate que paulatinamente se generó alrededor de los afamados monumentos.

Habiéndose delineado los principales elementos de la conquista española en territorio andino, pareciera que todos los representantes peninsulares se habrían sumergido en el saqueo de las fuentes minerales y la explotación de la población aborigen. Aunque integrados a un propósito global de colonialismo más amplio, varios individuos que acompañaron a las primeras expediciones ibéricas, expresaban su preocupación por la manera en la que los indígenas eran tratados y buscaban intensamente denunciar el abuso ante instancias monárquicas de justicia. La obra de Bartolomé de Las Casas ([1559] 1929), Pedro de Cieza de León ([1550] 1943, [1553] 1941), Juan Diez de Betanzos ([155111968) y Cristóbal de Molina ([1575] 1916) son ejemplos claros de la inquietud de estos personajes por la causa indígena.” (20).

“En contraste con esta fase temprana de la Colonia, el siglo XVIII se tipifica por un marcado descenso en la redacción de comentarios o descripciones concernientes a Tiwanaku. Las razones de esta declinación pueden ser atribuidas a varios factores políticos y económicos que azotaban el ámbito colonial.

El inicio del siglo XIX y el nacimiento de la república de Bolivia, en 1825, dieron comienzo a un creciente interés por los monumentos prehispánicos, estimulado por el surgimiento de un neocolonialismo económico europeo de estirpe intelectual francés, alemán o inglés. El paradigma colonial anterior, basado en la teología, fue sustituido por la creciente ideología liberal europea y el fortalecimiento de métodos empíricos, principalmente influenciados por el naturalismo científico de Alcides d'Orbigny (Albarracin Millán 1976). Varios viajeros y exploradores escribieron sobre Tiwanaku, haciendo, en varios casos, hondas descripciones y, en algunos, desarrollando inferencias acerca de sus edificadores. Fue recién a finales del siglo pasado que la arqueología, con métodos propios, fue aplicada al estudio de Tiwanaku.

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Para las esferas políticas bolivianas de comienzos del siglo XX, inmersa en la dinámica de la gran minería y la influencia ideológica de Europa, el "problema del indio" constituía un dilema nacional (Albarracin Millán 1978). Unos fustigaban el orbe aborígen, acusándolo de ser la causa del "retraso" del país. La corriente positivista, por ejemplo, argumentaba que el núcleo del problema se encontraba en las diferencias raciales. Fusionadas con esta perspectiva se encontraban las ideas racistas de Arthur Posnansky, quien liderizaba una postura racionalista, proyectando el tema de las diferencias raciales hacia la época prehispánica. Otros intelectuales de comienzos de siglo, motivados por la "tragedia" histórica de la invasión ibérica, reconstruían un pasado social prehispánico lleno de virtudes. En ambas corrientes, sin embargo, se advierte una aspiración común: la "universalización" de la cultura nacional. Tiwanaku se convirtió en el ideal de esta propuesta y, eventualmente, fue adoptado como símbolo nacional. Desde finales de la década de los 1950s Tiwanaku fue el centro primario de estudios de la arqueología boliviana. Sin embargo, mientras la arqueología en naciones vecinas, como el Perú, se había organizado en legítimas escuelas, el símbolo nacional boliviano se convirtió en el borne de una política marginal que al interior de la ciencia boliviana no generó el debate, la correlación o la promoción intelectual de orden académico que ya normaban en la arqueología de otras naciones latinoamericanas.

Los trabajos que Wendell C. Bennett (1934) realizó en Tiwanaku fueron sostén de la primera secuencia cerámica con base empírica sustancial, pese a que Bennett reconoció algunas dificultades en esta cronología.” (21).

“Desde finales de los años 1950s hasta comienzos de la década de 1970, el Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT) inició un programa de excavaciones con fines de reconstrucción de las principales estructuras monumentales y la formulación de una cronología para la cultura Tiwanaku. Aunque esta última dimensión se vio, aparentemente, beneficiada por fechados radiocarbónicos, la secuencia cerámica, elemento indispensable en varios aspectos de la orientación temporal de las culturas alfareras, no fue considerada y poco se hizo por poner a prueba el esquema de Bennett; por el contrario, como se discute en párrafos posteriores, la secuencia cerámica que inclusive hoy en día se continúa utilizando, aunque intuitivamente reasignada a los periodos que Carlos Ponce (1969a,1969c,1971) ha creado, sigue siendo la secuencia de Bennett.” (21-22).

“El CIAT trabajó en el campo durante más de una década, aunque en los 1970s decayó ostensiblemente. Fue quizás la ampliación del CIAT a un instituto de alcance nacional (Instituto Nacional de Arqueología [INAR], fundado en 1975), la que dispersó sus tareas arqueológicas; empero, obtuvo resultados significativos en la arqueología de otras regiones. La década posterior se inició con la ejecución del proyecto "Wila Jawira", que enfocó, inicialmente, aspectos ligados al ámbito productivo agrícola y a la naturaleza del sitio de Lukurmata (Bermann 1989,1990,1993; Graffam 1990, 1992; Janusek 1994; Kolata 1982, 1986, 1987,

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1989, 1991, 1993; Ponce 1989; Stanish 1989). Su área de estudio comprendió la Pampa Koani, zona ubicada a unos 12 km al norte del Valle de Tiwanaku. Investigaciones posteriores del proyecto se llevaron a cabo en Tiwanaku y en áreas adyacentes (Albarracin-Jordan 1990, 1991 a, 1991b, 1991,c, 1992, 1993, 1995; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Alconini 1993; Couture 1993; Kolata 1993; Mathews 1992; Rivera Casanovas 1994; Sampek 1991; Sutherland 1991).

De estos trabajos han surgido nuevos datos para la interpretación de la organización política y económica de los antiguos habitantes de la región. Resultado de algunas de las recientes investigaciones, principalmente aquellas de alcance regional, es también un cuestionamiento a la secuencia evolutiva propuesta por Ponce (1972) en las décadas anteriores. De esta evaluación histórica de la arqueología surge un panorama multifacético, compuesto por diversos modelos explicativos. Estas dimensiones, en la actualidad, van generando nuevas alternativas de interpretación y un creciente interés por la difusión de los resultados, su mérito científico y su genuina función en la sociedad actual.

PERIODO COLONIAL: FASE TEMPRANA (1550-1660)

Las crónicas del siglo XVI dan los primeros registros escritos acerca de Tiwanaku y sus monumentos líticos. La mayoría de estos documentos tempranos estuvieron basados en la observación directa de sus autores y, por tanto, representan fuentes primarias de información. Varios de lo escritos posteriores utilizaron estas fuentes para generar una perspectiva secundaria. Estas fuentes secundarias, consiguientemente, deben tomarse con mayor precaución. En el análisis que aquí se efectúa, ambas fuentes son tomadas en cuenta, de acuerdo al contexto social en el que fueron escritas. Esta perspectiva contextual es fundamental para entender la motivación que envolvió esta temprana obra de los cronistas.

La primera descripción de los monumentos de Tiwanaku fue escrita por Pedro de Cieza de León, alrededor de 1549 (Paredes 1955:49). En la primera sección de la Crónica del Perú ([1553] 1941}, Cieza hace una breve pero importante descripción de lo que observó en las inmediaciones del área. En forma particular, Cieza enfoca la monumentalidad de las estructuras pétreas y cuestiona el origen de dicho material. Aparte de las descripciones, Cieza hace referencia a otros aspectos de importancia. De acuerdo al consenso que existía entre los pobladores, Tiwanaku era considerado como sitio primordial, anterior al advenimiento Inka. En el capítulo V de la segunda sección de la Crónica del Perú, el cronista indica que Tiwanaku era el centro de Titiviraqocha, creador del mundo:” (22).

“Fuéronle en muchas partes hechos templos, en los cuales pusieron bultos de piedra a su semejanza, y delante dellos hacían sacrificios; los bultos grandes

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questán en el pueblo de Tiaguanaco, se tiene que fué desde aquellos tiempos.

Un poco más tarde de la visita efectuada por Cieza de León a Tiwanaku, Pedro Gutierrez de Santa Clara también hizo un recorrido por la región; Gutierrez ([1556] 1925) se limitó a una descripción general del área y a la de un monolito que le inducía a pensar que representaba un fraile, no a un personaje andino.

Aunque no está bien establecido cuando Juan Diez de Betanzos visitó Tiwanaku, si en realidad estuvo en la zona, en su Suma y Narración de los Incas ([155111968, Tomo I, capítulos I y II), hace referencia a Tiwanaku como centro de creación, efectuando somero relato de como "Contiti Viracocha," de acuerdo al mito indígena, habría compuesto, primeramente, el cielo, la tierra y la gente, que vivía en la oscuridad; luego, convertiría a estos primeros pobladores en piedra, porque "esta gente le hizo cierto deservicio a este Viraqocha." En un segundo acto de creación, él hizo el sol, la luna, el día y las estrellas, creando gente de piedra y mujeres con niños en todas las distintas provincias que ordenó crearse, cada una con su lugar de origen. La influencia de la Biblia en Betanzos fue muy grande.

Pese a que Diego de Alcobaza describió la arquitectura de Tiwanaku alrededor de la década en la que Betanzos escribió su obra, los escritos de Alcobaza aparecieron con posteridad como parte de los Comentarios Reales ([160911943, Vol. I) de Garcilazo de La Vega. El capellán Francisco López de Gómara, religioso al servicio de Hernán Cortés, hizo referencia a los mitos de las gentes de los Andes prehispánicos; su obra, sin embargo, fue anatemizada en 1553, después de descubrirse el plagio de documentos escritos por un soldado (Paredes 1955).

En 1557, Pedro Sarmiento de Gamboa permaneció en el Perú por un tiempo, habiendo sido expulsado de este territorio después de intensas disputas con el gobernador Lope García de Castro. Sarmiento de Gamboa regresó al Perú en 1571 junto con el Virey Toledo, quién comisionó a Sarmiento para que escribiese la historia oficial del imperio Inka. Philip Ainsworth Means (1928;465) señala que Sarmiento se oponía a la preservación de las tradiciones inkas. En varias de sus cartas, el oficial de la Corona sostiene que los Inkas y sus descendientes deberían ser exterminados. Al igual que Betanzos, Sarmiento efectuó descripciones de los mitos de origen, puntualizando que Viraqocha había creado el mundo en Tiwanaku. Un aporte significativo es la mención que Sarmiento hace respecto a Pachacuti Inka. Aunque Cieza de León ([1553] 1941) indica que Tupac Inka Yupanki había aplastado una rebelión de los kollas y que este Inka había conquistado el Kollasuyu, Sarmiento señala en su Historia Indica ([1572] 1907, Capítulos 48-54) que ya Pachacuti Inka había sido el conquistador del Kollasuyu, estableciendo alianzas con algunos grupos aymara de la región del Titicaca. El avance de Sarmiento sobre la historia del Kollasuyu resultaba algo nuevo.

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Cristobal de Molina escribió, en 1575, la Relación de las Fábulas y Ritos de los Incas ([1575] 1916), obra en la cual trata también el tema de los mitos de origen. El aspecto que más resalta en este documento es la mención que se hace respecto a la composición multiétnica que Tiwanaku habría tenido como centro de la creación del mundo. Esta es su contribución principal.” (23).

“Quizás uno de los documentos de mayor valor para el área en cuestión es la Relación de la Provincia de los Pacajes, escrita por Pedro Mercado de Peñaloza en 1583. En este informe, principalmente redactado para dar a conocer el valor de los recursos naturales y humanos de la provincia, se encuentran datos importantes acerca del pueblo de Guaqui, ubicado en las cercanías de la orilla sureste del Titicaca. En el documento de Mercado de Peñaloza se establece que la provincia de Pacajes estaba dividida en cinco repartimientos, más dos pueblos, Guaqui y Viacha. En realidad éstos eran dos repartimientos que pertenecían a la provincia Omasuyo. En la Relación, Mercado de Peñaloza apunta que Guaqui había sido fundada por Tupac Inka Yupanki, y que el pueblo estaba compuesto por dos sectores, una parte compuesta por gente aymara y otra por pobladores urus. Los aymaras de Guaqui, indica el documento, tenían costumbres similares a las de los aymaras de Omasuyu, pese a que los de Omasuyu eran considerados diferentes en sus tradiciones culturales a los de Pacajes. ¿Por qué se encontraba Guaqui, entonces, en pleno territorio Pacajes? ¿Cuál era el rol de los urus en el pueblo? Estas son algunas de las interrogantes que la Relación crea, y que tienen mucha trascendencia en la posterior interpretación que se efectúa de los asentamientos prehispánicos del Valle Bajo de Tiwanaku.

El religioso dominicano Reginaldo de Lizárraga escribió, en 1589, su Descripción de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de La Plata y Chile, en la cual hace un comentario general acerca de las ruinas de Tiwanaku. La obra de Lizárraga ha sido caracterizada como superficial y especulativa por Means (1928:385), aunque Bouysse-Ca,ssagne (198b:208) señala que parte del texto de Lizárraga {[1589] 1968, Capítulo 86:b8, Capítulo 89:72) es una de las pocas fuentes etnohistóricas que hace referencia específica a los pukinas, quienes eran considerados, al igual que los urus, como "gente sucia" por los aymaras. En trabajos posteriores se ha asignado a los pukinas la construcción de Tiwanaku (Espinoza 1980; Gisbcrt et a1.1987; Torero 1970).

En 1590, José de Acosta visitó Tiwanaku, atribuyéndole la construcción de los monumentos a los inkas, en su obra Historia Natural de Las Indias ([159011954, Libro V, Capítulo XIV}. En forma similar a lo relatado por Betanzos acerca del mito de origen inka, Acosta indica que los indígenas creían que Viraqocha salió del Lago Titicaca, hizo de Tiwanaku su centro de creación y autoridad, y que luego marchó al Cusco para crear a los seres humanos. Existen, indudablemente, algunas diferencias en los relatos de los indígenas entre la década de los 1550s y los años 1590s. Varios factores pueden haber incidido en estas diferencias, principalmente divergencias entre una generación y otra (tanto

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en los cronistas como en la población) y distinto conocimiento por parte de los informantes. Nathan Wachtel (1986:290) argumenta que Acosta, al reinterpretar los acápites de Polo de Ondegardo, es responsable de la distorsionada imagen que se tenía de la población uru, la misma que formaba parte de muchos de los pueblos, o markas, incluyendo Tiwanaku, del Kollasuyu.” (24).

“En la Visita que Diego García de Paredes ([1594], obra citada en Parssinen 1992:359) hizo a Guaqui se señalan puntos fundamentales en la composición multiétnica de esta marka, así como su organización. De los documentos de García de Paredes y de Mercado de Peñaloza se deslinda información valiosa respecto a los asentamientos aglutinados (markas) que existían en el Valle de Tiwanaku, pudiéndose considerar las descripciones que hacen de Guaqui y Tiwanaku como parámetros esenciales en la interpretación de los restos materiales que dejaron las sociedades prehispánicas de la región. Si bien estas markas sufrieron cambios con las reformas coloniales, su creación y estructuración tienen raices locales que transmontan los esquemas de comunidad traidos por la cultura ibérica.” (24-25).

“Antonio Herrera Tordecillas efectuó una minuciosa descripción de las ruinas, a finales de los 1590s, en su trabajo titulado Historia general de los hechos de los Castellanos en América desde 1492 a 1554, en las Islas de tierra firme del Mar Oceano (citado en Tiahuanaeo. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897). En la mencionada obra también se hace referencia al mito de origen, el mismo que guarda parecido con lo escrito anteriormente por Betanzos.

En su Historia del reino y provincia del Peru, de sus Incas, Reyes, descubrimiento y conquista por los españoles de la Corona de Castilla, con otras singularidades concernientes a la historia, escrita en 1598, Juan Anello Oliva contribuye con elementos nuevos en cuanto al mito de origen y Tiwanaku. Con base en las informaciones de un quippucamayok, Oliva indica que un tal Uyustus, Señor de Tiwanaku, antecedió a Manco Capac. Más adelante, Oliva apunta que Tiwanaku era también conocido con el nombre chucara, o casa del sol, en la lengua Pukina. Paredes (1955), sin embargo, ha argumentado que chucara no es vocablo Pukina, sino una derivación de la palabra aymara chuki jara, la cual significa "recinto de oro."

En resumen, hacia comienzos del siglo XVII, Tiwanaku era ya un lugar de suma importancia en los relatos de los cronistas. La información que brindaron éstos llegó a formar parte de muchas de la posteriores imágenes que se crearon, y recrearon, del sitio. Si bien las crónicas proyectan determinados elementos de la tradición oral aymara y un bosquejo de los restos arquitectónicos que se vislumbraban en la superficie, las visitas efectuadas por oficiales de la monarquía revelan, con magna autenticidad, parámetros demográficos, cuantía y género de recursos naturales, así como valiosas reseñas de las costumbres y de la organización social de los grupos humanos del Valle de Tiwanaku.” (25).

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“Las obras de los cronistas Garcilazo de La Vega ([1609] 1945), Antonio de La Calancha ([1639] 1939), Fernando de Montesinos ([1644] 1957) y Antonio Vásquez de Espinoza ([162911942) hacen referencia a los monumentos y al mito de origen en forma similar a los cronistas del siglo XVI. Sin entrar en los detalles que estos escritos proporcionan acerca de Tiwanaku, que en realidad son reproducciones de las primeras crónicas, es de mayor provecho ocuparse de los nuevos aportes hallados. La obra de Bernabé Cobo es valiosa por lo que hizo para la historia del pensamiento sobre Tiwanaku. A Cobo le tomaron once años compilar los capítulos de su Historia del Nuevo Mundo, la misma que concluyó en 1653. En el capítulo IX de esta obra, Cobo efectuó una detallada descripción de las ruinas. prehispánicas, indicando además que el vocablo aymara para identificar a Tiwanaku era "Taypicala" (piedra en el centro). En forma singular y con extraordinaria capacidad intuitiva para la época, Cobo dedujo que debido al desgaste que las piezas líticas denotaban, las construcciones debieron ser de mayor edad que las edificaciones inka. Además, Cobo sustentaba este argumento indicando que varios bloques tallados yacían debajo de los que se encontraban en la superficie. Otra importante observación que Cobo efectuó en Tiwanaku fue señalar que debido a la magnitud y cantidad de antiguos bloques líticos, el sitio debió haber sido una gran ciudad que con el pasar de los siglos habría sido cubierta. La obra de Cobo representa, quizás la última crónica de esta primera fase de la Colonia. Pese a que algunas anotaciones fueron hechas en los años 1650s, existe una reducida literatura después de 1660.” (25-26).

“Las crónicas del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII que hacen referencia a Tiwanaku se caracterizan, esencialmente, por su naturaleza descriptiva. Cierta excepción a este enfoque descriptivo se encuentra en los trabajos de Cieza de León y de Cobo; estos cronistas intentaron llegar a una interpretación de la naturaleza y significado de Tiwanaku. El significado de estas tempranas obras no ha dejado de tener vigencia en estudios actuales. Means (1928) intentó ya encontrar tendencias interpretativas en las obras de los cronistas, separándolas en dos escuelas divergentes: La Garciliana, tendencia fundada por Garcilazo de La Vega, y la Toledana, representada por Sarmiento de Gamboa. Este tipo de clasificación, sin embargo, no rige la interpretación más amplia de los principios ideológicos que caracterizaron a las crónicas y a las visitas, habiéndose desarrollado nuevas orientaciones sobre el tema (Aranibar 1963; Lohman 1966; Pease 1978; Porras 1933,1962; Rowe 1946; Wedin 1963).

No es poco lo que se puede decir acerca del modelo europeo que caracterizó al pensamiento de los cronistas. Inclusive aquellos letrados que habían nacido en territorio americano no escapaban el paradigma hispano, principalmente debido a que su formación intelectual la recibían en ámbitos del clero español. Es en este sentido que es frecuente encontrar imágenes de instituciones europeas en las descripciones de la sociedad andina. Las bases ideológicas de las crónicas se encontraban tenazmente enraizadas en los ideales políticos, económicos y religiosos de la época.

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Aunque el universo andino demostraba tener un orden particular, a veces muy ajeno al común espíritu español, el esquema conceptual de los cronistas buscaba elementos familiares en el sistema social que observaba; es así que los conceptos de "reino" e "imperio" fueron directamente transplantados de España para encajar en las formas de organización política que la sociedad inka había alcanzado. En la crónica española, la monarquía era una realidad universal. Proyectando el ideal de su propio sistema político, las crónicas concebían la organización inka como un sistema político condigno, en el cual los gobernantes y los gobernados vivían supuestamente en armonía y paz mística. Los conquistadores servían la causa inevitable de la época, en la cual los conquistados debían aceptar a sus conquistadores en acto ritual. La "monarquía Inka", descrita así por las crónicas, había emulado a la monarquía española en sus esfuerzos por consolidar su poder en territorios conquistados. Los "señoríos" de habla aymara habrían sido parte de la "periferia" que los inkas conquistaron, dejando en claro, sin embargo, que un lugar denominado "Tiahuanacu", designado así por el Inka Mayta Capac (Garcilazo de La Vega [1609] 1945}, había sido el lugar donde Viraqocha creó el mundo.

Las creencias religiosas de los indígenas no tenían un espacio en el ámbito católico; y pese al interés de los cronistas en los mitos de origen, existen pruebas que demuestran el intento, por parte de éstos, de encontrar en las interpretaciones indígenas evidencia de la versión bíblica. Restando los prejuicios que arrastran las versiones de las crónicas, queda establecido que Tiwanaku constituía un punto imborrable en la prehistoria andina, y que los anales de Cieza de León, Betanzos y Cobo, entre otros, fueron las bases del posterior interés, análisis y debate que caracterizan a Tiwanaku.” (26).

“No se puede dejar de lado la importancia que las visitas tienen en esta fase colonial, consideradas no como un justificativo del aparato administrativo sino como elementos mucho más objetivos que las crónicas, que brindan datos de mucha importancia en la interpretación actual de la organización social prehispánica. Es precisamente este tipo de fuente la que demarca; en gran medida, los parámetros interpretativos del modelo que se genera en el presente trabajo para comprender el patrón de dispersión del material arqueológico, y que, eventualmente, proyecta los principios de organización tradicional aymara varios siglos antes de la llegada de los españoles.” (26-27).

PERIODO COLONIAL: FASE TARDÍA (1660-1825)

“En contraste con los primeros 110 años de abundante documentación acerca de los monumentos de Tiwanaku y su importancia en la mitología inka, el siguiente siglo y medio es sorprendentemente pobre. Una serie de eventos pueden haber tenido gran repercusión en este enrarecimiento de publicaciones.Si bien una rebelión indígena de escasas consecuencias tuvo lugar en 1617, la segunda mitad del siglo XVII y gran parte del subsiguiente siglo se caracterizaron por un progresivo malestar social. Como en gran parte de los

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Andes, un desapego intelectual se instauró en el campo, llegándose inclusive al silencio administrativo {Pease 1978:215}. Existen algunos informes que señalan un incremento en la cantidad de forasteros en la provincia Pacajes. Por ejemplo, los testimonios recogidos por el corregidor de Potosí en 1690 confirman el surgimiento de grandes conflictos entre los caciques escogidos por los españoles y el resto de la población indígena en Guaqui; asimismo, se indica que varios individuos se fugaban, tratando de evitar el impuesto de trabajo, o mit'a (Sanchez Albornoz 1978).

La tensión social se generalizaba a comienzos del siglo XVIII, presentándose mayores retos en las rebeliones de Alejo Calatayud en Cochabamba (1730), Juan Santos en la sierra central del Perú (1742), y José Gabriel Condorcanqui, Tomás Katari y Julián Apaza en el sur de Perú y en Bolivia (1780). Estas insurrecciones mesiánicas, a la cabeza de autoproclamados descendientes inkas, tenían como meta la reinvindicación de los antiguos principios andinos de organización social y, obviamente, se convirtieron en seria amenaza para la administración colonial (Riveros Tejada 1964; Stern 1987).

La atmósfera social durante el siglo XVIII no era garantía para los representantes y asociados de España; estas circunstancias tuvieron repercusión entre los entusiastas intelectuales de la época. Los sectores rurales eran aún más peligrosos. Es así que el interés por los orígenes y el desarrollo de las culturas indígenas fue cambiando dé cariz. Los indígenas rebeldes habían transformado la figura inicial del nativo sumiso y humilde. Son, quizás, éstos los principales motivos que inducieron a los doctos de la época a abandonar el tema y el interés por Tiwanaku.

Ya hacia finales del siglo XVIII es cuando una renaciente curiosidad por el pasado prehispánico envolvió a la sociedad urbana en La Paz; en 1790, por ejemplo, se formó la Sociedad de Amantes del País, aunque el estímulo, en realidad, fue mayor para el saqueo en los alrededores de Tiwanaku (Santos Escóbar 1991). Este renovado interés parece haber estado ligado a una búsqueda de una identidad local, por parte de los criollos, para hacer frente al oficialismo español.” (27).

“En una inusual visita efectuada por Thaddáus Haenke a Tiwanaku, en 1794, se elaboran los primeros dibujos de algunos monolitos y de sus grabados. Haenke habría efectuado numerosos dibujos en Tiwanaku, pero al fallecer éste en Cochabamba, en 1816, varios de sus bocetos desaparecieron y varios otros, que habían sido transportados a Lima, se quemaron en un incendio que sufrió la Biblioteca Nacional en 1943 (Gicklhorn 1968); de los 300 bocetos que fueron ubicados en el, archivo del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, dos de ellos muestran figuras que Haenke esbozó en Tiwanaku. El primero de los bocetos muestra la cabeza de un monolito (actualmente conocido como la "cabeza colosal", que se encuentra en el Museo Regional de Tiwanaku). En el mismo croquis se puede apreciar un listado, en letra diminuta, en el margen superior

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derecho de la hoja, donde se leen los nombres de los ayllus que habrían estado ubicados en las cercanías del área. Se nombran a Huankullu, Achaca, Huaraia, Yanarico, Pillapi, Huacullani, Llora Llora (?), Curpa, Chulluntani, Achotas, Causaia, Chambi y Chusicani. En el segundo dibujo se aprecia un segmento de la Puerta del Sol. Se le había asignado a Alcides d'Orbigny la prioridad en el dibujo de la Puerta del Sol; sin embargo, estos croquis de Haenke demuestran que fue el primero en efectuar mensuras y una representación gráfica de la misma (Gicklhorn 1968).” (27-28).

PERIODO REPUBLICANO: PRIMERA FASE (1825-1900)

“Con el nacimiento de la República de Bolivia, el interés por Tiwanaku se incrementó significativamente; esta curiosidad ya no era la misma que en la Colonia, sino que se había convertido en el ícono de una nación independiente. El pasado prehispánico era la antítesis del yugo español y, por consiguiente, una razón de soberbia libertaria. El pretérito indígena, sin embargo, era más una apropiación que una identidad propia, y por tanto, un campo vasto para el ejercicio de la imaginación, la misma que servía para crear un pasado indígena adecuado al pensamiento de la época y sus intereses.

El periodo entre 1825 y 1900 se caracterizó por una afluencia de exploradores extranjeros, gran cantidad de entusiastas y "viajeros", tanto nacionales como extranjeros, y algunos pioneros en el trabajo arqueológico sistemático. Gran parte de los exploradores foráneos, en su misión informadora, buscaban detrás de las ruinas prehispánicas al "noble salvaje" con toda su aura mística y exótica; los entusiastas y viajeros criollos de la época se entretenían en medio de los vestigios pétreos, buscando rastros de su taciturna historia, mientras que algunos eruditos en la naciente ciencia arqueológica maduraban sus hipótesis con base en pruebas materiales; muchas de las ideas acerca de Tiwanaku, que más tarde habrían de conformar verdaderas teorías acerca de su origen, desarrollo y hecatombe, brotan durante este siglo.

El admirable y culto espíritu del Mariscal de Ayacucho dejó estampado en Tiwanaku su alta admiración y su respeto por un glorioso pasado que encargaba conservar y proteger. Fue José Antonio Sucre, en 1825, quien mandó poner de pie a la Puerta del Sol (Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897).” (28).

“Durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz, llega a Bolivia Alcides d'Orbigny, quien, en su afán de naturalista, tenía intereses múltiples. Su viaje por América del Sur tenía como propósito principal el estudio de los diversos recursos naturales y de las diferentes razas humanas del continente. A su paso por Tiwanaku, d'Orbigny (1939) se detuvo a observar la arquitectura del sitio, infiriendo que la figura central de la Puerta del Sol representa un magno personaje político y religioso. Al parecer, la monumentalidad de las construcciones condujo a d'Orbigny (1939) a pensar que Tiwanaku no había sido

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simplemente una confederación tribal sino el centro de una antigua civilización. Asi también, el naturalista francés veía en Tiwanaku la necesidad de ahondar en el estudio histórico para entender la verdadera naturaleza de la antigua sociedad. Con d'Orbigny se abrían los horizontes para la exploración geográfica, acompañada de la etnografía. El legado intelectual que dejó en Bolivia se plasmó, posteriormente, en la creación de instituciones científicas, consagradas al estudio de los recursos naturales de las regiones y sus habitantes. Sus ideas tuvieron gran repercusión en el pensamiento social boliviano, debido, principalmente, a las meticulosas y meditadas observaciones que había hecho acerca de los recursos naturales y de las distintas étnias, tanto en el altiplano, los valles y los llanos (Albarracin Millán 1976:21117). Con d'Orbigny, también se abría un singular interés por la cultura nativa y su pasado prehispánico. Algunos de los especímenes que había recolectado en sus viajes sirvieron para la creación de un museo que el entonces presidente de Bolivia, José Ballivián, tuvo la oportunidad de inaugurar.” (28-29).

“En 1842, varias piezas de Tiwanaku fueron trasladadas a La Paz, habiéndose abandonado, por su caida en el camino, una de las piezas (Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897), la misma que Charles Wiener (1880) más tarde la ubica en Collo-Collo (Lloco-Lloco?). Se trataría de la pieza conocida como la "cabeza colosal." También a comienzos de los años 1830s, pasó por Tiwanaku Mariano Rivero, y una década más tarde el naturalista alemán Johann von Tschudi; ambos publicaron en 1851 Antiguedades Peruanas, una obra en la que hacen una descripción general de Tiwanaku y sus monumentos.

Otra de las misiones francesas en Sudamérica fue encabezada por el Conde Francisco de Castelnau (1850), quien en 1845 estuvo en Tiwanaku realizando observaciones que le indujeron a pensar que el sitio era muy anterior al Cusco de los inkas y que, de acuerdo a lo señalado por Cieza de León, éstos habrían copiado el estilo arquitectónico de Tiwanaku. Castelnau también apunta que los monumentos de Tiwanaku habrían sido dejados inconclusos y que gran parte de los mismos estarían enterrados.” (29).

“En 1848, dos viajeros de elevado prestigio diplomático efectuaban, por separado, sus excursiones a Tiwanaku. Primero, el cónsul-general de Francia, Leonce Angrand (1866) pasó un par de días en el sitio, tomando cuidadosas notas de los grabados en los monolitos. Angrand es quizás el primero en sugerir una filiación entre Tiwanaku y la cultura Maya de Palenque, aunque también sostiene que la población de Tiwanaku habría derivado de la gran familia tolteca. Segundo, el general Bartolomé Mitre, quien llegara a ser presidente de Argentina, se detuvo unas cuantas horas en Tiwanaku. En 1848, Mitre había sido apresado por órdenes del General Belzu, y al ser llevado al exilio hacia la frontera con Perú, Mitre pudo convencer a los soldados que lo escoltaban para quedarse unas horas en Tiwanaku. De esta brevísima visita, sin embargo, Mitre, escribe Las Ruinas de Tiahuanacu (Recuerdos de Viaje). Mitre no solo efectúa

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una descripción de los restos pétreos sino que efectúa varias interpretaciones novedosas y bien fundamentadas. En toda su obra, Mitre enfatiza la necesidad de desarrollar hipótesis que se adecúen al contexto social andino y a su historia cultural; sólo así se podrán esclarecer los misterios. Mitre sostiene que los aymaras son los directos descendientes de Tiwanaku y que su habilidad en la talla lítica es componente intrínseco de sus tradiciones. Las figuras de la Puerta del Sol son para Mitre seres que reencarnan una escena mítica.” (29-30).

“Siguiendo los pasos de Angrand, los hermanos Grandidier (1861) efectuaron una visita a las ruinas en 1858, y afirman que Tiwanaku fue edificada por los aymaras, pero que su civilización se derrumbó debido a un cataclismo. Otro viajero que precozmente pudo identificar un vínculo entre Tiwanaku y Wari fue Antonio Raimondi ([1874] 1942): "Si las ruinas de Tiahuanaco, como por la misma historia aparece, son anteriores á la dominación de los Incas y debidas a otra raza civilizada más antigua; esta misma raza por lo que acabo de decir, debió existir diseminada en varios puntos del Perú, tales como la provincia de Huari, del departamento de Ancahs [sic. Ancash] y talvez la de la Unión del departamento de Arequipa, donde se halló en un sepulcro antiguo una lámina de oro, con un dibujo grabado idéntico á una figura monstruosa que se halla en la puerta de Tiahuanaco" (Raimondi [1874] 1942, citado en Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897).

En la línea de Mitre y Raimondi, Joseph Mano (1877) fue un pionero, en cuanto al cálculo de la edad de Tiwanaku se refiere. Con base en sus apreciaciones de la acumulación de sedimento que presenta el sitio, Mano estimó la antigüedad de Tiwanaku en unos 4000 años; tomando en cuenta la época, ésta fue una apreciación no muy lejana a la verdadera antigüedad del sitio.

En su viaje por territorio boliviano, en 1863, Ephraim George Squier fue el primero en tomar fotografías del sitio, elaborar mapas de algunos de los recintos ceremoniales y esbozar en forma sistemática y extensa gran parte de los bloques líticos tallados. Sus descripciones son meticulosas y sus interpretaciones contrastan con las de d'4rbigny. Buscando respuestas concretas a las interrogantes que envolvían el origen del material lítico de los monolitos, Squier indica que la arenisca roja proviene de riscos que se encuentran a unos 20 kilómetros, y la "traquita apizarrada" y el basalto oscuro de la Península de Copacabana. Aunque posteriormente otras canteras han sido atribuidas al origen del material pétreo que se empleó en Tiwanaku, estas primeras indicaciones son dignas de mérito. En el recorrido que Squier efectuó alrededor de las ruinas se le impregnó la sensación de un ambiente desolado, árido y estéril. A esta primera impresión puede incluirse la temporada en la que visitó Tiwanaku. Esta imagen telúrica del área influenció su pensamiento acerca del pasado prehispánico del sitio: "Tiahuanaco puede haber sido un lugar sagrado o santuario, cuya población se determinó por un accidente, un augurio o un sueño, pero me cuesta creer que fuera una sede de gobierno" (Squier [18771 1973:162).” (30).

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“Charles Wiener ([1880] 1993), otro de los viajeros que visitó Tiwanaku, en 1875, también sacó fotos del sitio e hizo algunos esbozos de la Puerta del Sol, "un inmenso cuadrado de bloques megalíticos" (conocido hoy como Kalasasaya) y de un sector de "Pumachaca" (hoy Pumapunku). Wiener se basó en los escritos de Garcilazo de La Vega, asignando la construcción de Tiwanaku a los Inkas. Para Wiener, Akapana no es más que "un montículo de veinticinco metros de alto, en el que se ha realizado una inmensa excavación, con la esperanza de encontrar en los cimientos del templo tesoros que se sospechaba por doquiera. Naturalmente no se ha hallado nada, y se ha destruido una de las obras más maravillosas de la época incaica" (Wiener [1880] 1993:440-443). Wiener señala que las "autopsias linguísticas" son necias, y que el debate acerca de la mayor antigüedad del aymara o del quechua no conducen a la explicación de la sociedad que hizo Tiwanaku. Es así que Wiener advierte acerca del rótulo "Acapana". La estructura que Angrand (1886) había denominado "El Castillo", en 1848, habría sido bautizada más tarde con el nombre de "Acapana." En tal sentido, "El nombre de Acapana, que no tiene, pues, más de veinte o veinticinco años, que ha nacido de alguna fantasía popular, de algún azar independiente de la historia como de la arqueología, ha servido no obstante, desde hace algunos años, de base a las más aventuradas teorías sobre el origen de las razas americanas... "(Wiener [1880] 1993:454). Pese a que la obra de Wiener se encuentra saturada de prejuicios y dirigida a comprobar sus ideas iniciales acerca de la sociedad prehispánica andina, algunas de las observaciones que éste hizo en Tiwanaku revelan el dinámico e ingenioso carácter del aymara. No es sorprendente que al transcurrir los siglos, se asignaron nombres a varios de los sectores del área arqueológica de Tiwanaku, quizás como respuesta coyuntural al cuestionamiento que, ya desde la Colonia, los viajeros curiosos hacían sobre la toponimia del sitio y sus componentes arquitectónicos.” (30-31).

“En 1880, Theodore Ber, quien estuvo en Tiwanaku en 1877, impulsó la idea de la existencia de dos épocas en Tiwanaku, ambas anteriores a los Inkas. En el informe de Ber, que Bordier (1877) eleva en el Bulletin et Memoirs de la Societé d'Anthropologie de Paris, Ber también indica que los muros de los recintos están orientados en dirección de los puntos cardinales. El mismo año, Alfons Stübel permanecía en Tiwanaku por un par de días. La obra Die Ruinenstátte von Tiahuanaeo in Hochlande des Alten Peru, escrita por Stübel y Max Uhle, en 1892, se constituye en el primer análisis sistemático del sitio. Los autores hacen referencia a distintos aspectos, incorporando los documentos históricos tempranos y evaluando la influencia de Tiwanaku en otras regiones de los Andes. Entre los aspectos más importantes que Stübel y Uhle mencionan, cabe resaltar la asociación que establecen entre Tiwanaku y los aymaras. Con base en la distribución de la lengua aymara en varias y diversas regiones, los autores consideran que esta distribución corresponde también al área de expansión Tiwanaku. Coincidiendo con Stübcl y Uhle, Modesto Basadre (1884) argumentaba que Tiwanaku habia sido el centro de una civilización. En tono más cauto, Adolph Bandelier (1910), que estuvo en Tiwanaku en 1894, sostenía que Tiwanaku debió haber constituido un importante centro cívico y ceremonial.

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Bandelier (1911) también calcula que la antigua población debió alcanzar unas 6000 almas, de las cuales los aymaras actuales serían sus herederos.

Otros viajeros extranjeros, como ser Bresson (1886), Chalon ([1882] 1939), Gibbon (1854), Middendorf (1895) y Pouget, Marqués de Nadaillac (1883), entre otros, elaboraron sus propias descripciones aportando poco a lo ya especulado sobre los monumentos. Tal el caso, por ejemplo, del Marqués de Nadaillac (1883) quién repite lo escrito por Cieza de León; asimismo, siguiendo el pensamiento de Angrand, Chalon y Wiener, el marqués de Nadaillac, hiperdifusionista en sus interpretaciones, anotaba que "Una cosa podemos decir con certeza: tales monumentos no pueden ser los restos de una civilización de desarrollo local, una raza tampoco puede, sin ayuda, haber desarrollado de su propio genio tal conocimiento arquitectónico" (Pouget, Marqués de Nadaillac [188311969:406).” (30-31).

“Los círculos intelectuales bolivianos del siglo pasado habianse inspirado en las distintas corrientes filosóficas que Europa emanaba. Los temas filosóficos eran considerados universales y, por tanto, útiles en la interpretación del pasado. Era la realidad social de la época la que proyectaba toda la problemática de los dogmas. Aunque en el pensamiento de d'Orbigny normaban el naturalismo y el monogenismo como corolarios de la tesis de una sola especie humana, las posteriores influencias del positivismo y el darwinismo social fueron gravitantes en la reafirmación del racismo colonial, tal como lo demuestran las ideas de Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno y José Manuel Pando (Albarracin Millán 1976:141-196). El fortalecimiento del liberalismo y el positivismo en Bolivia, hacia finales del siglo pasado, marca el inicio de la crítica social, con un creciente prejuicio hacia lo indígena. En la mente positivista, el indígena era símbolo de atraso. El spencerismo, representado en su forma radical por Bautista Saavedra (1903b: 171-2(}9) ahondaba en la temática de la supuesta criminalidad innata del aymara. Mediante un trabajo especulativo acerca del ayllu aymara, Saavedra (1903a) intentó justificar, a nombre de la "etnografía", sus ideas acerca de las jerarquías raciales. Otros intelectuales bolivianos de la época tenían una visión más relativa y paternalista en la cuestión histórica del indígena. Emeterio Villamil de Rada (1888), por ejemplo, sostenía que el "noble indígena" no era un salvaje sino una persona que había perdido las costumbres de la civilización.” (31-32).

“Los trabajos de Mitre y de Stübel y Uhle habían sentado bases convincentes de la relación estrecha entre Tiwanaku y los aymaras, pero la extensa historia de estos últimos parecía reducirse a escritos novelescos, siendo una de las preocupaciones literarias de fines del siglo XIX demostrar la primacía cultural de los aymaras sobre los quechuas (Osborne 1973).

En el umbral del presente siglo, Tiwanaku se convirtió paulatinamente en el símbolo nacional, atribuible a las extensas publicaciones de los cronistas, viajeros y entusiastas. Dos posiciones antagónicas, en relación al origen de

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Tiwanaku, surgen como resultado de estas obras: La primera postula un origen local, asociado con la cultura aymara; dentro de esta posición se encuentran elementos radicales en las obras de Bravo (1892) y Santos Taborga (1885), quienes postulan una influencia Tiwanaku en Mesoamérica. La segunda sostiene que Tiwanaku fue el resultado de una difusión de otra región de América, postura ejemplarizada en la obra de Angrand y Wiener. El antagonismo también se extiende a la función que el sitio tuvo en el pretérito. Por un lado, E. G. Squier sostenía que Tiwanaku era simplemente un centro de peregrinos, desprovisto de una población sustancial en sus alrededores; por otro lado, Bandelier, y en cierta medidad Stübel y Uhle, caracterizaban al sitio como un verdadero centro urbano.

PERIODO REPUBLICANO: SEGUNDA FASE (1900-1952)

El arribo de la misión francesa, encabezada por Crequi-Montfort, en 1903, selló el inicio de una serie de excavaciones en Tiwanaku. Max Uhle, en 1895, había solicitado permiso al gobierno boliviano para realizar excavaciones en Tiwanaku, el cual fue rechazado por las autoridades del gobierno de Baptista. Crequi-Montfort corrió otra suerte con el gobierno de Pando, probablemente debido, por un lado, al carácter nacional y oficial de la misión, y, por otro, debido al gran espectro científico que los franceses deseaban desarrollar en territorio boliviano.” (32).

“El objetivo principal de la misión era el de "estudiar al hombre en el altiplano, desde el lago Titicaca, al norte, hasta la región de Jujuy, en el sur" (Crequi-Montfort y de la Grange 1904). Grange 1904). Dentro de este objetivo antropológico y etnográfico se incluían aspectos mucho más amplios, que incluían estudios geológicos, mineralógicos, filológicos y zoológicos. La misión salió de Pauillac el 3 de abril de 1903 y contaba con la participación de Adrien de Mortillet (profesor de L'Ecole d'anthropologie de París, donde dictaba paleontología y paleoetnología), Georges Courty (naturalista del Museo de París, con especialización en geología y mineralogía), Dr. Neveu-Lemaire (zoólogo), J. Guillaume (al servicio de A. Bertillon, quien era el encargado de obtener mensuras antropométricas, fotografías y registros fonográficos), Crequi-Montfort (encargado de los trabajos lingüísticos y etnográficos, en colaboración con de Mortillet) y Sénéchal de la Grange (encargado de investigaciones en folklore). En Bolivia, se unió a la misión M, Bastide, quién fue más un guía. Arthur Chervin (1908) se incorporó luego y estuvo a cargo del análisis craneométrico.” (32-33).

“El 4 de agosto de 1903, Adrien de Mortillet hizo un recorrido en barco a vapor por el Lago Titicaca, desde Guaqui hasta la Península de Copacabana, y en fecha 8 de agosto, de Mortillet se instalaba en Tiwanaku. Sus informes son generales, haciendo referencia a dos sectores principales: Acapana (Akapana) y Puma punco (Pumapunku); aparentemente, De Mortillet, con la ayuda de Bastide, hizo un mapa del sector de Akapana. De Mortillet también indica que

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varias casas del pueblo de Tihuanaco habían sido construidas con bloques líticos del antiguo asentamiento (Crequi-Montfort y de la Grange 1904).

Inicialmente, Georges Courty había sido enviado para estudiar las reservas minerales y la geología de la región; y así lo hizo, efectuando varios viajes por territorio chileno, argentino y el sur de Bolivia (distritos de Chichas, Potosí y Lípez y el departamento de Oruro); también estuvo en Chuquicamata. Después del retorno de Adrien de Mortillet a París, donde debía cumplir con otras obligaciones en l'Ecole d'anthropologie, Courty se hizo cargo de los trabajos arqueológicos en Tiwanaku a finales de septiembre. Courty, reporta interesantes hallazgos en más de tres metros de depósito (Crequi-Montfort y de la Grange 1904), entre éstos se encuentran las cabezas clavas del templete semisubterráneo, tres monolitos, uno de los cuales tenía más de seis metros de largo y extensos grabados en la superficie, una escalinata de más de siete metros de largo, un canal y varios ceramios y piezas de metal, entre otras (Crequi-Montfort y de la Grange 1904). Courty mapeo el primer sector (Akapana) que de Mortillet había identificado. En resumido informe, Crequi-Montfort (1904) da cuenta de los sectores que fueron excavados y de algunos de los materiales que fueron extraídos, entre éstos, no descritos en el primer informe (Crequi-Montfort y de la Grange 1904), se encuentra un segmento de la base de Akapana (donde descubrieron un canal), el muro oeste de Kalasasaya, (denominado la "Grande Enceinte" por Crequi-Montfort), un pequeño sector del área conocida hoy como "Chunchukala" (donde ubicaron un muro con pinturas roja y blanca), el sector este de Putuni (donde encontraron la escalinata de ingreso a este recinto), parte de los muros de Putuni, la esquina suroeste de Putuni (donde ubicaron otro canal, a 2.5 m de profundidad, hecho con bloques tallados) y, finalmente, un sector aledaño al cementerio actual (donde desenterraron dos cadáveres y sus ajuares). Los cráneos fueron estudiados luego por Chervin (1908).” (33).

“A juzgar por la extensión de las excavaciones que Courty efectuó en Tiwanaku, los informes de Crequi-Montfort son ínfimos. Además, las fotografías que Posnansky tomó de las excavaciones de la misión francesa muestran que los peones habrían dañado gran parte de las cabezas clavas del templete semisubterráneo (Ponce 1964; Posnansky 1945). Los hallazgos de Courty, sin embargo, demostraron que muchos de los testimonios materiales de Tiwanaku se encuentran enterrados, y que las piezas que, inclusive hoy, se encuentran en la superficie no son sino una pequeña fracción del total de complejos arquitectónicos. Siguiendo estos indicios, Manuel Gonzales de La Rosa decía que existen dos Tiwanakus, uno que se encuentra expuesto en la superficie y que muestra una porción del núcleo ceremonial, y otro que se encuentra enterrado y que oculta la gran ciudad prehispánica.” (33-34).

“Durante gran parte de la primera mitad del presente siglo, las interpretaciones de Arthur Posnasky fueron ancla de espectaculares pretensiones acerca del origen y desarrollo de Tiwanaku. Entre sus postulados más audaces, Posnansky

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(1945) sostenía la idea que Tiwanaku era la cuna del hombre americano. El enfoque de Posnansky surgió a consecuencia de la síntesis de sus estudios antropológicos en Alemania, su embaimiento con los monumentos prehispánicos y su agenda política frente al creciente espíritu nacionalista de la época. Posnansky (1911, 1928, 1942, 1945) alegaba que el altiplano tenía un clima radicalmente distinto al actual cuando Tiwanaku surgió como civilización; esta última habría pasado por dos periodos de desarrollo (Posnansky 1914). Asimismo, la altiplanicie boliviana habría estado ubicada a menor altura y con un clima mucho más benigno. Siguiendo el pensamiento de Theodore Ber, Posnansky (1911, 1914, 1945) argüía que el sitio era un puerto de la antigua ribera del Lago Titicaca, hace unos 12.000 años, y que la antigua capital había sido construida por los qollas (2) . Estos habrían triunfado en su lucha contra los arawaks debido a su inteligencia innata (Posnansky 1910, 1920, 1932, 1941 a, 1941b, 1942b, 1942c). Los aymaras serían simplemente una retrogradación de los qollas. En las palabras de Posnansky (1945:32):

Estos grupos están al presente casi desprovistos de toda cultura; apenas saben arañar el suelo para proporcionarse el mezquino pan de cada día y tejer rudas telas para resguardar su cuerpo contra la interperie, consumiendo pobremente su vida en chozas de barro que, más que habitaciones humanas, parecen cavernas de trogloditas. La vida monótona y miserable de estos infelices, que adormecen su hambre con la funesta coca, es interrumpida, a veces, por destellos de una alegría triste producida por el falaz veneno del alcohol durante sus fiestas.

El racismo de Posnansky encontró cierta oposición en algunos círculos intelectuales. En Bolivia, su perspectiva era aceptada por partidarios que proclamaban a Posnansky como un gigante intelectual.” (34).

“La corriente nacionalista, inspirada en el naturalismo científico del siglo XIX y ejemplarizada en la obra de Belisario Díaz Romero (1906,1920), también compartía las….

(2) Para Posnansky, los qollas representaban un grupo racial y no así la confederación Kolla, una de las muchas de habla aymara.

…ideas de Posnansky en relación a la antigüedad de Tiwanaku. Díaz Romero atribuía el origen de Tiwanaku a antiguos colonizadores del supuestamente desaparecido continente de la Atlántida, aunque también suponía que en

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Tiwanaku se habría consolidado una hegemonía de varios grupos étnicos, argumentando que la migración era un fenómeno común en la historia cultural de los Andes (Albarracin Millán 1979:210). José María Camacho {1942}, otro intelectual boliviano de la época, sostenía que el ayllu no era la unidad de análisis adecuada en el estudio de la sociedad aymara, siendo la marka, o pueblo, la unidad sociopolítica primaria, organizada en líneas consanguíneas, y liderizada por un jefe y su consejo. En el estilo artístico de Tiwanaku, Camacho encontraba misterio; por consiguiente, consideraba más adecuado enfocar la cuestión de los orígenes desde un ángulo etimológico. Eventualmente, Camacho también abandonó esta idea al ver que no resolvía la interrogante (Albarracin Millán 1979:221).” (34-35).

“En 1910, en el Congreso Internacional de Americanistas que tuvo lugar en Buenos Aires, se organizó un grupo para efectuar visitas a distintos sitios arqueológicos de Perú y Bolivia. En este grupo se encontraban Posnansky y Max Uhle, quienes divergían radicalmente en la cronología y en la naturaleza de Tiwanaku. En una mesa redonda, llevada a cabo en La Paz, Uhle hizo clara su posición de no encontrar evidencia acerca de la antigüedad que Posnansky proclamaba para Tiwanaku; Uhle también puso en claro que de acuerdo a sus hipótesis, Tiwanaku habría sido edificada por los ancestros de los aymaras actuales (Uhle 1910a). En la primera década del presente siglo, Uhle (1910b) también proponía que si bien los inkas habían tratado de imponer su lengua, Tiwanaku era de los aymaras. En este trabajo, Uhle (1910b) indica que los mitos crean confusión en la reconstrucción arqueológica, siendo necesaria la verificación de las narraciones del siglo XVI. Para Uhle, la lengua aymara, quien fuera tan menospreciada por el prejuicio español, es mucho más compleja que el quechua. Además, Uhle apunta que los primeros ayllus del Cusco no eran inkas sino de otras étnias, entre ellas, por lo menos una aymara (ayllu Chima). Los jefes "Manco" eran aymaras, a quienes luego siguieron los "Sinchis", y, posteriormente, los "Inkas".

Con base en sus extensos trabajos en la costa peruana y su definición del estilo artístico de Tiwanaku, Uhle (1935) sostenía que sus representaciones estilísticas eran indicadores de un fenómeno de influencia cultural pan-andina. Sin embargo, los orígenes de esta extensa ascendencia estarían en las culturas tolteca y zapoteca (Uhle 1934). En cuanto a los grabados de la Puerta del Sol, Uhle los clasifica en figuras y en jeroglifos; estos últimos se encuentran debajo de las figuras. Los jeroglifos los divide en seis grupos con los cuales desarrolla una interpretación bastante curiosa: Los dos cóndores de uno de los jeroglifos representan el acto de "generación por el sublime producto mítico que debían dar los huevos" (Uhle 1934:204). Para el autor esto significa que en este mito, grabado en la Puerta del Sol, el astro provino de un huevo de cóndor. Para Uhle, los jeroglifos son testimonio de "antiguas relaciones centroamericanas" (Uhle 1934:208).

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Casi desconocidas son las excavaciones que Otto Buchtien realizó en Tiwanaku, en 1913 (Paredes 1955). Aparentemente, Buchtien excavó cerca del cementerio actual, pero los materiales que sacó y que fueron parcialmente descritos en su informe han desaparecido.” (35).“En 1925, Abelardo Gallo (1925), un intelectual argentino, redactó un extenso volumen donde resume las posiciones de Uhle y Posnansky, y concluye que los monumentos prehispánicos de Tiwanaku muestran signos de no habérselos terminado. Gallo también señala que no es posible asignar la construcción de Tiwanaku a un grupo étnico específico y determinar cuando se habrían edificado los recintos.

Las primeras excavaciones sistemáticas en Tiwanaku fueron realizadas por Wendell Clark Bennett, en 1932. En junio de ese año, Bennett consiguió permiso para excavar diez pozos, cada uno de los cuales no debía exceder los diez pies cuadrados (Bennett 1934a:369). Una de las prioridades de Bennett era la de establecer una cronología relativa para Tiwanaku, basada en una secuencia cerámica y la sucesión estratigráfica. Sus excavaciones fueron hechas siguiendo niveles arbitrarios de 50 cm, los mismos que después eran relacionados con el perfil de corte para asociar los niveles arbitrarios con la estratigrafía natural. Con base en los distintos estilos cerámicos que pudo identificar y asociar con proveniencias estratigráficas, Bennett dividió la secuencia estilística en tres periodos: Temprano, Clásico y Decadente. Bennett (1934a:445) también identificó un intervalo post-Tiwanaku que denominó "Post-Decadente" así como un periodo Inka, aunque inicialmente había utilizado el rótulo "Chullpa" para designar el periodo entre el "Tiabuanaco Decadente" y el Inka (Bennett 1933).

Los resultados de sus trabajos en Tiwanaku pueden resumirse en tres importantes puntos: Primero, Bennett definió una secuencia histórico-cultural con base en criterios de cambio estilístico en la cerámica. Segundo, reconoció la extensa influencia que Tiwanaku tuvo en otras regiones de los Andes, comparando restos arquitectónicos y cerámica. Tercero, efectuó una evaluación de las posibles razones por las que Tiwanaku se expandió hacia otras regiones, efectuando comparaciones con los trabajos previos de Uhle (1903), Julio Tello (1930) y Alfred L. Kroeber (1925) en la costa y en la sierra peruanas. Bennett llegó a la conclusión de que la naturaleza exacta de la influencia de Tiwanaku en otras regiones era imposible de definir. Sin embargo, estaba convencido de que Tiwanaku era el centro, "quizás principalmente un centro ceremonial de una cultura superior que se originó de una cultura general andina" (Bennett 1934a:490).

Posteriores investigaciones de Bennett (1934b,1936) en los valles del este de Bolivia y sectores de la Cuenca del Titicaca cambiaron levemente su perspectiva en cuanto al "Tiahuanaco Clásico" se refiere. Bennett (1936:500) aduce que el estilo arquitectónico de Tiwanaku tiene una distribución mucho más extensa de lo que previamente se pensaba, pero que el "Tiahuanaco Clásico" (entiéndase el estilo cerámico) tiene una manifestación distintiva y algo diferente en las tierras

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bajas. La más amplia distribución del estilo Decadente le indujo a pensar que éste había sido llevado mediante migraciones poblacionales hacia otras regiones (Bennett 193b:505).” (36).“Otra de las contribuciones de Bennett fue la identificación de una cultura anterior a Tiwanaku, plasmada en una distinta base material. Con base en las excavaciones que realizó en Chiripa, sitio ubicado a unos 20 kilómetros al noroeste de Tiwanaku, Bennett identificó una serie de restos arqueológicos que en primera instancia los clasificó como intermedios entre el Clásico y el Decadente, pero que después los puso como anteriores al Clásico (Bennett 1948). Pese a que ya han transcurrido unos 60 años desde que Bennett puso su obra al alcance de la comunidad científica, su importancia sigue vigente ya que la secuencia histórico-cultural, basada en criterios estilísticos de la cerámica, que desarrolló para Tiwanaku, es la única fuente de referencia para este material. Como se verá luego, han habido estudios posteriores que intentaron ampliar o redefinir el espectro cerámico (Ponce 1971; Wallace 1957), pero sin alcanzar los méritos iniciales de Bennett en esta problemática. Evidentemente, existen numerosos problemas en el procedimiento mediante el cual Bennett llegó a establecer su secuencia de estilos. Esta problemática, sin embargo, es analizada con mayor detalle en posteriores capítulos.” (36-37).

“Un año más tarde, en 1933, Eduardo Casanova, designado como miembro de la Comisión del Museo Argentino de Ciencias Naturales, presidida por Martín Doello Jurado, estuvo a cargo de las excavaciones que dicha comisión realizó en Tiwanaku (Casanova 1935). Sus resultados no han sido difundidos y los artículos de prensa vierten muy poca información acerca de su trabajo de campo. Los materiales arqueológicos que obtuvo de los pozos de sondeo que abrió en varios sectores de Tiwanaku llenaron varios cajones que la comisión pretendía llevar a la Argentina. El gobierno boliviano confiscó parte del envío, pero varias piezas fueron trasladadas al Museo de Ciencias Naturales. De las excavaciones de prueba que Casanova (1934, 1934b,1935) realizó se pueden resumir los siguientes aspectos: En Akapana y Kalasasaya no dió con ningún contexto funerario o pieza cerámica completa; sin embargo, en el sector del cementerio actual, "a lo largo de la vía férrea entre Tiahuanaco y Puma Punko," Casanova ubicó varias tumbas con ajuar. Los entierros los divide en dos tipos, uno con cerámica fina polícroma, que le atribuye mayor antigüedad, y otro que se sobrepone al primero y que contiene cerámica tosca, piezas de bronce y objetos líticos. Casanova también encontró rasgos, sin restos humanos, probablemente "pozos-ofrenda", en los cuales se encontraban gran cantidad de piezas cerámicas, en su mayoría incompletas. En su artículo del 30 de julio de 1933, en La Prensa, señala haber encontrado un monolito en la localidad de Mocachi, lugar ubicado en la península de Copacabana que Casanova visitó luego de realizar sus excavaciones en Tiwanaku. Resalta la comparación que Casanova hace de este monolito con el que Bennett, un año antes, encontró en el templete semisubterráneo. Ambos tienen dos figuras humanas, una en la parte anterior y otra en la posterior, ambas llevan grabadas una serpiente en los laterales y ambas tienen a las figuras con las manos cruzadas. Casanova indica

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que el ayllu donde se encontró el monolito lleva la denominación "Paajana". "Recordando que en aymara `paa' significa dos y que cara se dice `ajanu', no podemos menos que pensar en si el nombre del ayllo será debido al monolito" (Casanova 1933).

Pese a que en Tiwanaku, durante los años 1930s, ya se realizaban trabajos arqueológicos, unos más rigurosos que otros, muchos de los entusiastas contemporáneos de Bennett todavía especulaban sobre las ruinas (Buck 1937; Diez de Medina 1942; Mendoza 1937, entre otros). Fritz Buck (1937:154,187,1952) se solidariza con las ideas de Uhle, a quién llama el "Altmeister" de la arqueología peruana, y plantea que "La Portada del Sol de Tiahuanacu es una piedra calendaria que contiene no solo las observaciones sobre un tiempo determinado, sino que exhibe la recopilación de todos los grandes conocimientos de la astronomía (y astrología), que los pueblos americanos de la antigüedad lograron acumular en largos años". Buck (1937) concluye que "Por fortuna, con mi descifración y traducción de las ideografías de la Portada del Sol de Tiahuanacu, he traído esta última y definitiva comprobación de la unidad científica calendaria de Centroamérica con los grupos culturales del Perú, que se relacionan con absoluta claridad."” (37).

En 1938, Stig Rydén (1947) realizó excavaciones de prueba en Tiwanaku. Empleando la secuencia establecida por Bennett, Rydén pudo establecer algunos tipos de cerámica de orden doméstico (ollas, jarras y jarrones) que acompañaban a la cerámica más fina y decorada. Rydén, al igual que Bennett, pudo colegir de los materiales cerámicos que la cerámica decorada corresponde a un 30%, o menos, del total. Pese a que Rydén intentó expandir el conocimiento de los tipos domésticos en la cerámica de Tiwanaku, las falencias metodológicas de campo (niveles arbitrarios de 75 cm) hicieron que las proveniencias se tornaran confusas. Otra de las contribuciones más importantes que Rydén hizo en sus trabajos se vincula a la definición, más contundente que la de Bennett, de un periodo post-Tiwanaku pero pre-Inka. En la nomenclatura empleada por Rydén, éste utiliza el rótulo "Post-Decadente", siguiendo la secuencia de Bennett, pero identifica un estilo decorativo cerámico, que denomina "Khonko". Cabe resaltar que Rydén (1947:160) enfatiza la similitud en la cerámica doméstica entre el "Tiahuanaco Decadente" y el "Post-Decadente". Los trabajos que realizó posteriormente en los valles mesotermales del norte del departamento de La Paz, en la ciudad de La Paz (notas sobre materiales que recogió en Llojeta) y en Cochabamba ampliaron el panorama acerca de la influencia de Tiwanaku en estas regiones (Rydén 1956,1959,1961a,19blb).

Hacia fines de los 1940s y comienzos de los 1950s, el enfoque arqueológico en Tiwanaku parece cambiar paulatinamente de rumbo. Pese a la distinta óptica de las síntesis y descripciones que se elaboran (Ponce 1947,1948; Posnansky 1942a, 1942b, 1943,1945; Vellard 1942), el símbolo de Bolivia ya no podía quedar al margen de una estrategia de génesis nacional, orientada a elevar el nombre de la nación mediante una valorización del ancestro nativo. Por otro

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lado, investigadores bolivianos, incluyendo la figura de Dick Ibarra Grasso (argentino), también habían comenzado desde la década de los 1930 a expandir los horizontes de la arqueología nacional (Cordero Miranda 1954; Ibarra Grasso 1940, 1942, 1943, 1944; Portugal Zamora 1936, 1940, 1941; Vignale e Ibarra Gra.sso 1943).

PERIODO REPUBLICANO: TERCERA FASE (19S2-PRESENTE)

En 1952 se instala en Bolivia un nuevo gobierno, y el nacionalismo se cristalizaba mediante una sangrienta revolución. Hasta entonces, el país era simplemente una extensión del sistema colonial, presa de los grandes barones del estaño y de su burguesía; esta república "semifeudal" se encontraba dividida, económica y socialmente en dos "países" diferentes: el urbano y el rural (Fellmann Velarde 1976:437). Repentinamente, las reformas que el nuevo gobierno dictaminaba sacudían al antiguo sistema económico del país. La primera estrategia consistía en nacionalizar la minería, con lo cual pasaban a propiedad del Estado todos los yacimientos mineros en territorio boliviano. Un año más tarde se aprobaba la Reforma Agraria, mediante la cual se abolía el sistema de la hacienda; los dueños de la tierra eran ahora aquellos que habían sido siervos de los hacendados. Algunos críticos de la Revolución Nacional sostienen que las reformas que se implementaron no fueron necesariamente beneficiosas para el sistema de organización social tradicional andina (Platt 1982; Rivera Cusicanqui 1992).” (38).

Dentro de este nuevo orden que se imponía en el país, surgían importantes innovaciones en materia científica y cultural; de esta forma se imponían una estructura y un orden en la investigación arqueológica. En 1953 se realizó la Primera Mesa Redonda de Arqueología, en la cual se elaboró una síntesis de las investigaciones que hasta ese entonces mostraban la diversidad de culturas preinkaicas, su cronología y su relación con otras culturas de países vecinos (Ponce [editor] 1957). Con este evento también maduraba la creación de instituciones específicas para el estudio de la sociedad prehispánica.” (38-39).

“Mientras en Bolivia se buscaba consolidar el estudio empírico, no dejaban de acercarse los soñadores que retomando la aura mística del desconocido pretérito se enajenaban con ficción. Los vituperios que Bellamy y Allen (1948) lanzaban, no solamente en contra de la cultura indígena sino en contra de la ciencia, abrazaban la ligera y desinformada quimera del incauto ciudadano. Al otorgarle carácter extraterrestre a los monumentos de Tiwanaku no se hacía otra cosa que recrear el racismo del siglo pasado, esta vez disfrazado con verborrea prestada de la ciencia. No sorprende que en círculos sociales desprendidos de toda educación elemental, pero cargados de resentimiento, las ideas de Bellamy y Allen, así como las que Eric Von Daniken (1969) más tarde propagara, tuvieron acogida. Si bien algunos individuos todavía se dejaban llevar por este tipo de charlatanería, la ciencia arqueológica buscaba encontrar respuestas reales a las cuestiones prehispánicas de Tiwanaku.

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A mediados de los 1950s se realizaron algunas excavaciones de prueba en el sitio. Los dos pozos de sondeo que Alfred Kidder excavó en Tiwanaku en 1955, sin embargo, no dejaron sino un esbozo de como fueron excavados y de los materiales que se identificaron. Kidder (1956) da cuenta que los pozos fueron ubicados lo más cerca posible de los pozos donde Bennett, en 1932, había encontrado cerámica del denominado "Tiahuanaco Temprano." Lo único que Kidder (1956) menciona es que excavó en niveles arbitrarios de 25 cm y que identificó cerámica "Tiahuanaco Temprano" asociada con puntas de flecha que a Kidder le sorprenden y le demuestran que éstas fueron también utilizadas con anterioridad al "Tiahuanaco Decadente." Lo más destacable de sus excavaciones fue la extracción de muestras para datación radiocarbónica, las que fueron fechadas algunos años más tarde. Posteriormente, Kidder realizó excavaciones en Chiripa con el objeto de ampliar la información recogida por Bennett en este sitio, recolectar muestras para datación radiocarbónica y obtener una muestra de ceramios para su análisis. La única información que Kidder (1956) da acerca de sus trabajos en Chiripa está vinculada a las casas que encontró debajo de las habitaciones que Bennett había identificado en 1934.Algunos artículos, a mediados de los años 1950s, daban cuenta del hallazgo de un monolito en la localidad de Sullkatata (Sullkata), cerca a Guaqui (Portugal Zamora 1953, 1957), sin que hayan quedado antecedentes ni informes acerca del lugar preciso del hallazgo.” (39).

“La inquietud por Tiwanaku encontró en la institucionalización de la investigación arqueológica la oportunidad de quebrar apreciaciones subjetivas o aquellas sin bases metodológicas que desvirtuaban el genuino significado de su historia cultural. Aunque las excavaciones en gran escala se iniciaron en septiembre de 1957 (Fortún 1958), bajo la administración del Departamento de Arqueología del entonces Ministerio de Educación, la consolidación de la institucionalización tuvo lugar en 1958 con la formación del Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT) (Ponce1961,1964,1971). Los trabajos arqueológicos del CIAT han sido resumidos en varias publicaciones (Ponce 1961, 1964, 1971, 1972), siendo pertinente, para el presente trabajo, hacer solamente una evaluación del contenido y del significado que estos trabajos tienen y sus repercusiones en estudios posteriores.” (39-40).

“Con base en los trabajos del CIAT, Ponce (1970, 1971, 1972, 1975a) elaboró una secuencia cultural para Tiwanaku, de la cual se pueden mencionar los siguientes aspectos:

1. El descubrimiento en Kalasasaya de dos estratos que Ponce sostiene son anteriores al estrato en el que Bennett detuvo sus excavaciones. En el estrato más profundo, separado del superior por una capa estéril, se encontraron varios rasgos arqueológicos, entre los cuales destacaban varias tumbas, basurales, calzadas angostas y numerosos fragmentos de cerámica. Estos materiales fueron asignados a una época inicial (Epoca I) de ocupación en el área; por

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tanto, anterior al "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934a). De los nueve fechados radiocarbónicos para la Epoca I, el más temprano es de 1580±120 A.C., y el más tardío de 297+61 D.C.2. Para la Epoca II se han asignado siete fechados. El más antiguo es 460±40 A.C. y el más tardío 320±130 D.C. Sin embargo, no existen descripciones de los materiales.3. La Epoca III tiene cinco fechados (muestras obtenidas por A. Kidder y W. Coe en 1955), siendo el más antiguo 133±103 D.C., y el más tardío 490±200 D.C. Merced a una supuesta "revolución urbana" que habría ocurrido a comienzos de nuestra era, Tiwanaku se habría convertido en ciudad. Durante esta época, utilizando arenisca roja como material principal, se habrían edificado recintos ceremoniales como Akapana, Kalasasaya, el templete semisubterráneo y Pumapunku(3). Las estructuras aledañas al núcleo ceremonial cubrían un área de 420 hectáreas. La sociedad Tiwanaku habría estado compuesta por una élite que mantenía un aparato burócrata administrativo así como religioso y guerrero; a esta élite le seguía una clase social media que estaba conformada por artesanos, los mismos que producían bienes para la élite; a la clase artesanal le seguía la campesina, la cual habría perdido su autonomía y el derecho a la propiedad colectiva, siendo la élite dueña de la producción con su excedente.4. La Epoca IV tiene cuatro fechados: 248±103 D.C., es el más antiguo y 1172±133 D.C., el más tardío. Durante este lapso se habría perfeccionado la arquitectura, construyéndose nuevos recintos para la élite y tallándose extraordinarias estelas líticas. La cerámica habría alcanzado su máxima expresión en cuanto al esmero de su acabado y decorado se refiere. Se fundía cobre arsenical, oro y plata. Aunque se habrían organizado ferias para permitir el intercambio de bienes, el principal mecanismo habría sido el establecimiento de colonias con el propósito de extraer directamente varios productos como ser maíz y madera. El área rural habría estado conformado por campesinos, ubicados en aposentos en medio de terrazas agrícolas.” (40).

(3) Es importante señalar que ninguna de las muestras obtenidas para los fechados que se asignan a esta época provienen de estos recintos. Tres de las muestras obtenidas por Kidder y Coe fueron extraidas cerca a Kantatayita ("próximo a Kantatayita”) y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce 1981).

“5. La Epoca V tiene ocho fechados; dos provienen de muestras extraidas en ChenChen (Moquegua, Perú), dos de Mizque, una de Omereque y otra de Wankarani. Solamente dos provienen de Tiwanaku (una muestra tomada entre Akapana y Putuni, y otra extraida en el sector de Kherikala). El fechado más antiguo es 910±65 D.C., y el más tardío 1170±150 D.C. Durante esta época se habría producido una expansión en amplia escala, mediante el uso de la fuerza militar. En lugares donde existían culturas de alto nivel de desarrollo el resultado del avance Tiwanaku fue un mestizaje, mientras que en áreas donde las culturas

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habían alcanzado escaso desarrollo el dominio fue directo. El imperio, según la hipótesis, habría alcanzado una extensión de 600.000 km2, con una población aproximada de 3.600.000 individuos.

Ponce (1969) agrupó a estas épocas en estadios, con este resultado: Epoca I y II (Estadio Aldeano), Epoca III (Estadio Urbano Temprano), Epoca IV (Estadio Urbano Maduro) y Epoca V (Estadio Imperial). Esta proposición acerca de la trayectoria atribuida a Tiwanaku fue seguida por las investigaciones posteriores que se realizaron en áreas de influencia Tiwanaku, sosteniéndose una primacía cultural de Tiwanaku sobre sus vecinas culturas. Con esta proclama se intentaba vigorizar el carácter nacionalista de la arqueología boliviana. Contrariamente a lo supuesto por Uhle, Posnansky y Bennett, el trabajo del CIAT señaló una sucesión del desarrollo local aymara y la dimensión de su expresión cultural, en las formas señaladas; asimismo, se anotó que Tiwanaku alcanzó niveles sofisticados de planificación urbana y no fue simplemente un centro de peregrinos, como Bennett (1934) sostenía.

La breve excursión que Jeffrey Parsons realizó en 1966 a las ruinas resultó en el cálculo de la extensión de la antigua urbe en 2.4 km2, con una población entre los 20.000 y 25.000 almas (Parsons 19b8). Las apreciaciones de Parsons tuvieron como fundamento los parámetros que él estableció en el Valle de México. Los trabajos del CIAT contrastan con estas cifras, pese a que los cálculos demográficos de Ponce (1970b) en una población entre 40.000 y 100.000 habitantes también fueron derivados de trabajos en territorio mexicano.

En contraste con la primera mitad del presente siglo, durante las décadas de los 1960s y 1970s los arqueólogos extranjeros tuvieron una actividad limitada en Bolivia(4). Aunque es probable que esto se haya debido a un desinterés por parte de los arqueólogos extranjeros en la región, la verdadera razón de este caso se encuentra en la política ejercida sobre el patrimonio arqueológico boliviano durante esos años. En la reunión anual de la Sociedad Mexicana de Antropología, en 1970, Ponce subrayaba su posición en estos términos:” (41).

“En arqueología se ha confrontado el problema desde tiempo atrás. Por un lado el estudioso nativo del pretérito…

(4) No es sorpresa que gran parte de la bibliografía arqueológica de estas décadas pertenece a autores bolivianos (Arellano 1975; Ponce 1964,1969a,1969b,1970a,1970b,1971,1972,1975,1979; Ponce y Mogrovejo Terrazas 1970; Ponce et a1.1971; Portugal Zamora y Portugal Ortiz 1975,1977; entre otros). La mayoría de los trabajos de Ponce resumen los resultados de las investigaciones del CIAT. Solamente hace unos años atrás, pero varios después del fallecimiento de Louis Girault, se han podido obtener los logros del análisis cerámico que este investigador efectuó con material del templete semisubterráneo (Girault 1990).

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…que además de consagrar su atención a las facetas específicas de su trabajo, busca los orígenes nacionales demostrando cariño a su tierra y evita la sustracción del patrimonio cultural. Enfrente, el investigador extranjero, cuyo único objetivo radica en conseguir ávidamente colecciones para proveerse de material, que examina después en oficinas de comodidad metropolitana. Impulso parecido al del cazador que mediante safari se adueña de cuanto alcanza o al conquistador sediento de botín (Ponce 1970c:3; énfasis añadido).” (41-42).

“Esta declaración testimonia la política seguida en Bolivia en el periodo señalado y da respuesta a la inexistencia de investigación arqueológica extranjera.

El propósito de la "búsqueda de los orígenes nacionales» ha sido motivo de crítica por parte de algunos sectores que interpretan el contexto histórico desde un punto de vista indigenista. Es así que la arqueología boliviana es vista como la legitimación del colonialismo (Mamani Condori 1989, 1992; Rivera Cusicanqui 1980), o la pancarta fantasma del criollismo:

Se trataría, a través de la Antropología y la Arqueología de tender un puente hacia el pasado y de proyectarse por encima de la heterogeneidad cultural boliviana, para sustentar una conciencia nacional que ya ha sufrido tantos embates y derrotas durante la república. De ahí se deriva muy fácilmente a considerar Tiwanaku como la "cuna" de la nacionalidad boliviana-entendida en términos de "nacionalidad" mestizo-criolla-, expropiando de este modo a los pueblos andinos de su memoria histórica (Rivera Cusicanqui 1980:220).

La denuncia que un sector hace está relacionada con el nacionalismo boliviano, que en la percepción indigenista no es más que un fervor coyuntural que utiliza el pasado de los pueblos originarios para sacar un beneficio actual propio; Mamani (1989:47) lo expresa de esta manera:

...Ponce se concentra obsesivamente en hacer de la arqueología la fuente de la identidad "nacional" criolla, y para ello no vacila en

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manipular la información arqueológica contraria a su propósito” (42).

“El caso de Tiwanaku es un ejemplo obvio. Este gran sitio fue el centro de uno de los `horizontes culturales' andinos, entre el siglo VI y el X. Debido a que éste está ubicado en Bolivia cerca al Lago Titicaca, Ponce lo utiliza como la fuente de la identidad nacional boliviana. Por lo tanto, no acepta que Tiwanaku recibió aportes culturales de la costa del Pacífico (lo que es hoy Perú) en sus fases tempranas, y solamente admite vínculos entre Tiwanaku y la costa durante la fase expansiva cuando Tiwanaku era el centro de un imperio (fases 4 y 5 en su periodificación). La distorción que Ponce hace llega al extremo; él inclusive argumenta que `Bolivia como nación es testigo del pasado' (Ponce 1977), cuando Bolivia es un país que activamente oprime a la mayoría indígena de su población.” (42-43).

“Mamani (1992:15) propone la formación de una arqueología indígena, bajo un control propio. Esta arqueología serviría para recuperar la historia indígena, despojarla del colonialismo y vigorizar sus demandas actuales y proyectos del futuro.

En este debate se plasman nítidamente los tintes ideológicos que la percepción del pasado tiene en la lucha política del presente. Existen elementos importantes en esta posición que merecen ser tomados en cuenta por constituirse en otro ángulo del pensamiento acerca del pasado prehispánico. Sin embargo, también arrastra elementos que contradicen los mismos objetivos que pretende alcanzar.Es cierto que algunos rótulos, a los cuales nos hemos acostumbrado, están impregnados de prejuicios que discriminan otros tipos de percepción y comportamiento humanos. Tal como lo considera Mamani (1992:7), el concepto de "pre-historia" parte de la idea que las sociedades que en el pasado no desarrollaron la escritura, u otra grafía para registrar sus memorias, no tienen historia. En este sentido, los que si tienen un pasado escrito pueden describir, opinar y hasta crear las trayectorias históricas de los que "no las tienen." Lo cierto es que en el pasado existieron otras formas de registrar la experiencia y de transmitirla de generación en generación.

En cuanto a la evidencia arqueológica (vestigios materiales del pasado), Mamani Condori (1992:6) señala que ésta no se la percibe únicamente como resto inerte del pretérito, sino que representa la fuente del poder moral del presente y la reafirmación de su autonomía cultural. Utilizando como ejemplo los cuentos(5),

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transmitidos de generación en generación por medio de la tradición oral, Mamani Condori (1992:17-23) desarrolla una periodificación histórica en términos de pacha (periodos históricos en aymara), de los cuales se desprende un solo propósito para el presente y el futuro: liberar su historia y descolonizar su pacha.” (43).

“Dos elementos que sobresalen en los periodos históricos, o pacha, son los que se refieren al periodo de los inkas y al periodo de la Colonia. Primero, de acuerdo a los cuentos, el Inkapacha habría sido un edén, sin heladas o sequías, donde la gente no se enfermaba, donde no existía el hambre o la pobreza. La interrogante es, ¿Quiénes vivían en este paraíso; los quechuas, los aymaras, los guaraníes, u otras étnias? Si bien Mamani…

(5) En las palabras de Mamani Condori (1992a7), los "cuentos no son narraciones imaginarias, sino que plasman nuestra visión del mundo, nuestra visión de la historia y nuestra historiografía oral. Vistos como totalidad, los cuentos nos revelan como fue el pasado más antiguo de nuestras sociedades, pero también, al mismo tiempo, nos muestran el camino futuro a seguir".

…(1992) utiliza fuentes etnohistóricas (principalmente los escritos de Santa Cruz Pachakuti y Betanzos) para justificar la existencia de los pacha, las mismas fuentes, y todas las demás, confirman que los inkas fueron invasores y avasalladores de muchísimas etnias, varias de las cuales se aliaron con los españoles para enfrentar la opresión y la explotación por parte de los inkas. Segundo, el "paraíso" inka, según los cuentos, fue interrumpido por el pachakuti español, que durante 500 años instauró un periodo de catástrofe, eliminando el sistema de qillqas (tablas donde supuestamente se guardaba la historia) y de kipus (sistema de hilos de colores en los que se hacían nudos, supuestamente guardando información demográfica, financiera y astrológica). (43-44).

“¿En qué medida se destruyeron los "textos" de la historia indígena? ¿Eran estos los "textos" de la historia oficial Inka, o existían "textos" de la historia de los pacajes, los lupaqas, los kollas, los umasuyus, entre otros? ¿Qué rol desempeñaban los cuentos durante el lnkapacha? Si bien Mamani Condori (1992:21) acepta que "..esta etapa de la historia [Inkapacha], nosotros la hemos idealizado a través de nuestros cuentos," por qué acepta todos los pacha como legítimos del pasado histórico? ¿No pueden acaso los cuentos ser una estrategia cultural, llena de recreaciones, imaginaciones, inventos e intereses para enfrentar amenazas de cambio? Es obvio que la idealización no permite un acceso concreto y verídico al pasado. No obstante las alternativas de interpretación que la tradición oral supone no se enmarcan en el procedimiento de contrastación que la ciencia arqueológica ha impuesto para seguir un camino hacia el conocimiento del pasado. Bien puede llamársele "ciencia europea", "ciencia norteamericana", "ciencia boliviana", o "ciencia aymara", pero existen

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fundamentos, principalmente de orden metodológico, que ni la "occidentalización", la"orientalización" o la "aymarización" de los marcos teóricos podrá evadir. A estas alturas de nuestro presente histórico, donde la "hegemonía unipolar" viene intentando imponer un orden político y económico global a las culturas (Albarracín Millán 1993), sería de mayor beneficio analizar el porqué de la carencia de instituciones académicas en Bolivia que brinden la oportunidad, a todos los sectores sociales, de formar profesionales antropólogos y arqueólogos, conscientes de la realidad actual, tanto en su territorio como en el ámbito internacional. Para este propósito, es indispensable la participación de aymaras, quechuas, guaraníes, mosetenes, y todos los que busquen dar su voz en la ciencia. "Solo así se podrán convertir en aportes fructíferos a la lucha de los pueblos oprimidos; pero también, solo así recuperarán un status científico y una vocación crítica y desmitificadora" (Rivera Cusicanqui 1980:224).

Un aspecto lamentable de los trabajos arqueológicos que se realizaron en el Valle de Tiwanaku durante los años 1960s y 1970s es el escaso número de publicaciones y su limitada circulación y divulgación. Si se toman en cuenta que, solamente en Tiwanaku, entre 1957 y 1961, el CIAT realizaba supuestamente las excavaciones más grandes de Suramérica, habiendo removido, durante ese lapso, 14.427 m3 de tierra "de 360 pozos y 3 trincheras perfectamente estudiados y clasificados" (Ponce 19b1), las pocas publicaciones existentes no hacen mérito a semejante y valioso trabajo de campo.” (44).

“Con el propósito de planificar sistemáticamente la investigación arqueológica, supervisar los museos arqueológicos, catalogar los sitios, y publicar los resultados de las investigaciones, se creó, en 1975, el Instituto Nacional de Arqueología (INAR), un componente del Instituto Boliviano de Cultura (IBC). Pese a que la cantidad de trabajos se incrementó, en cierta medida, desde la creación del INAR, la mayoría de éstos tuvieron una reducida divulgación. En algunos casos, inclusive, muchas de las notas de campo de los investigadores del CIAT no fueron transcritas. Tal el caso de los trabajos de Gregorio Cordero Miranda, quien realizó algunos sondeos en el sitio de Iwawi, un sitio de filiación Tiwanaku en el valle bajo. En su libreta de campo, Cordero señala que excavó tres pozos, de las que recuperó deshechos domésticos y restos parciales de un entierro secundario. En estos apuntes, Cordero no indica el lugar preciso donde excavó; sólo hace referencia a un bloque de andesita en las cercanías de sus excavaciones.

En general, hasta 1988, se contaban con escasos trabajos en el área circundante al sitio de Tiwanaku. Entre éstos se encuentran el artículo de Maks Portugal Zamora (1953, 1957) en relación al monolito descubierto en las inmediaciones de la comunidad Sullkatata (Sullkata), los artículos de Portugal Zamora y Portugal Ortíz (1975a, 1977) sobre el sitio de Qallamarka (Kallamarka) y un artículo de Girault (1977) tambien sobre Kallamarka. Solamente existe un informe (documento interno del INAR) sobre el reconocimiento que Juan Faldín y Louis Girault realizaron en el valle central (Faldín y Girault 1978); en ese trabajo,

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estos investigadores identificaron un total de 36 sitios, 15 de los cuales tienen filiación "Tiwanaku IV", tres muestran un componente "Tiwanaku V" y 23 son sitios "Inka Regional".

Los estudios realizados por David Browman (1978b,1981) en Chiripa tienen bastante repercusión en la temática que en el presente trabajo se enfoca. Con anterioridad a las excavaciones que Browman realizó en Chiripa, Kidder había expuesto los restos de casas con doble pared, ubicadas alrededor de un patio abierto. Browman identificó un recinto rectangular semisubterráneo que se constituiría en uno de las estructuras ceremoniales más antiguas del altiplano. Con base en sus excavaciones, Browman (1981) divide el Periodo Formativo en tres fases: Condori (1300-850 A.C.), Llusco (850-500 A.C.) y Mamani (500-200/100 A.C.). Browman también señala que extensas redes de intercambio, entre el altiplano, la costa y las zonas tropicales, habrían sido establecidas durante la fase Condori; a este patrón de intercambio, Browman denomina el "modo altiplano." Este modelo es analizado y discutido en subsiguientes capítulos.

El trabajo de Alan Kolata en Pampa Koani, ubicada a unos 12 km al norte de Tiwanaku, ha reforzado los argumentos acerca del complejo sistema de producción agrícola y de su organización social en esta zona (Kolata 1982, 1993). La presencia de una jerarquía de asentamientos dentro de un vasto paisaje agrícola sirvieron a Kolata para sostener que Tiwanaku conformaba una "burocracia administrativa agrícola clásica" (Kolata 1987:40).

El proyecto "Wila Jawira" (Universidad de Chicago-INAR), constituye un proyecto multidisciplinario que inició sus tareas en 1986. Trabajos previos en Lukurmata sugieren que éste sitio habría sido un centro regional de Tiwanaku y que habría estado compuesto por un núcleo social elitista rodeado por residencias de orden doméstico (Stanish 1987). Con base en el reconocimiento pedestre y el mapeo de Lukurmata, Stanish (1987) establece dos modelos para el "urbanismo Tiwanaku:" 1. Núcleos compuestos por una élite especializada y grupos domésticos alrededor. - 2. Centros residenciales y ceremoniales de élite ubicados en forma contínua entre asentamientos de campesinos. Los descubrimientos en Lukurmata conducen a Stanish a apoyar el segundo modelo.” (46).

“El trabajo de Marc Bcrmann (1987, 1989, 1990, 1994) en Lukurmata provee información muy significativa en cuanto a la evolución de las estructuras domésticas y a la cerámica se refiere. En particular, Bermann (1990, 1994) muestra que los cambios en el orden doméstico no tuvieron una correspondencia directa con los cambios en los niveles sociopolíticos más altos, y que la incorporación de Lukurmata en el sistema Tiwanku no fue la única fuente de cambio en la dinámica de la organización doméstica del sitio.

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Gray Graffam (1989, 1990, 1992), por otro lado, enfocó el aspecto agrícola de Tiwanaku y su sistema de organización social. La naturaleza de la distribución de campos elevados de cultivo ("camellones") en la Pampa Koani y la presencia de determinados sitios que Graffam (1990) identifica como pertenecientes al periodo postTiwanaku (Pacajes) inciden en las conclusiones a las que Graffam llega. Contrariamente a lo expuesto por Kolata (1986), Graffam sostiene que los camellones no se asocian exclusivamente con Tiwanaku y que la construcción, mantenimiento y producción en este sistema agrícola no dependió de la intervención administradora de un Estado. Graffam (1990, 1992) demuestra que el manejo, sin burocracia estatal, de amplios segmentos de camellones estuvo en manos de grupos Pacajes, después de la desintegración de Tiwanaku. Graffam (1990) también sugiere, aunque no cuenta con una contundente base empírica, que los camellones pueden tener origen en el Periodo Formativo.

Las investigaciones arqueológicas en Tiwanaku durante la pasada década han generado nuevos datos acerca del antiguo centro, tanto en sus sectores ceremoniales, residenciales de élite, y sectores domésticos en la periferia (Alconini 1993; Couture 1993; Janusek 1993; Manzanilla 1992; Manzanilla y Baudoin 1989; Manzanilla y Woodard 1990; Rivera Casanovas 1994; Sampeck 1991). Algunos investigadores conciben Tiwanaku como un "espacioso e impresionante sitio, pero a la vez simple y elegante centro ceremonial" (Schaedel 1988:772-773). Los recientes resultados demuestran que Tiwanaku es verdaderamente espacioso (Kolata y Mathews 1988) pero mucho más complejo que un simple centro ceremonial. El núcleo del sitio está compuesto por imponentes recintos ceremoniales así como por sectores residenciales de élite. Alrededor de este núcleo se encuentran varios sectores que agrupan zonas residenciales y de producción (Janusek 1993,1994; Rivera Casanovas 1994).

Durante la temporada de campo de 1988, se iniciaron las tareas de prospección del Valle Bajo de Tiwanaku (Albarracin-Jordan 1990, 1991a, 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990). En ese año se efectuó un reconocimiento de la zona, identificándose un total de 50 sitios, con distintos componentes cerámicos, y tres distintos tipos de rasgos agriculturales (camellones, terrazas y qochas). Varios aspectos de este reconocimiento preliminar sirvieron para identificar una importante diversidad cultural, a través del tiempo y del espacio, en el área de estudio.” (46).

“En primer lugar, algunos de los sitios del Periodo Formativo (1500 A.C.-100 D.C.), a decir de los fragmentos de cerámica que se identificaron en la superficie, demostraban tener una filiación con la cerámica Chiripa. En segundo lugar, ese año no se identificaron sitios vinculados al "Tiwanaku I/II"(6). Aunque inicialmente se habían reportado posibles 13 sitios con filiación "Tiwanaku III", los análisis posteriores en el laboratorio demostraron que quizás tres sitios puedan tener un componente estilístico similar {ver capítulo 7}. Los sitios "Tiwanaku IV" de mayor extensión fueron evaluados en cuatro a cinco hectáreas en extensión como promedio; en estos sitios también se identificaron restos de

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arquitectura lítica, montículos con plataformas y concentraciones significativas en determinados sectores de cerámica fina y decorada. En las inmediaciones de algunos de estos sitios se descubrieron varios terraplenes, los mismos que conducen a campos elevados de cultivo. Los camellones se encuentran, casi en su totalidad, en el sector norte del valle, mientras que las qochas, o cotas, (pequeñas cuencas artificiales) se ubican en el sector central, y las terrazas en forma exclusiva en el sector sur. La ocupación postTiwanaku en el valle, al parecer, fue extensa. Con base en los atributos de la cerámica y la disposición de los sitios, fue posible separar la era post-Tiwanaku en tres periodos: El primero fue denominado "Pacajes Temprano", caracterizado por cierta continuidad en la cerámica con Tiwanaku, aunque muchas de las formas polícromas de Tiwanaku no se encuentran presentes. La mayoría de los sitios de este periodo se encuentran cercanos a vertientes y a campos agrícolas. El periodo abarca desde la desintegración de Tiwanaku, estimada alrededor del 1100 hasta la llegada de los Inkas a la región, alrededor de 1470.” (46-47).

“El subsiguiente periodo se caracteriza por la introducción de materiales con rasgos de la cultura inka; en determinados casos, la cerámica proviene directamente del Cusco, o algún sitio principal inka. La mayoría de la cerámica, sin embargo, muestra una imitación de ciertos estilos inkas, confluyendo en una expresión propia de la zona. Esta manifestación fue designada con el rótulo de "Pacajes-Inka" para designar el periodo entre ca. 1470 y ca. 1550; esta última es fecha temprana para el arribo de los españoles a la región pero justifica algunos de los cambios que ya ocurrían en todo el Tawantinsuyu al caer la cúpula administrativa inka en 1532. El tercer periodo, denominado "Pacajes Tardío" se caracteriza por la presencia de algunas formas introducidas en el periodo anterior pero de acabado tosco y decoración sencilla, mezcladas con cerámica colonial. Este periodo abarca del 1550 hasta ca. 1600; esta última es una figura un tanto arbitraria y fue utilizada solamente para demarcar las primeras transformaciones que acontecieron en el valle.

Fueron los resultados de este reconocimiento inicial los que determinaron la realización de una prospección total del Valle Bajo de Tiwanaku. Adicionalmente, con base en los alcances de la prospección, varios sitios fueron mapeados, habiéndose efectuado recolecciones intensivas de material cultural de superficie en lb de ellos. Cinco sitios fueron luego escogidos para la realización de excavaciones de prueba.” (47).

“En resumen, los trabajos de campo de la misión francesa, en 1903, representan el primer programa de excavaciones en Tiwanaku que dejó algún informe, aunque…

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(6) Las "épocas" de Tiwanaku (Ponce 1972) fueron utilizadas como demarcadores cronológicos, existiendo, sin embargo, una incongruencia en la nomenclatura y la metodología de la periodificación, tal como se analiza y aclara en los subsiguientes capítulos.

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…pobremente documentado, y que empezó a mostrar los vestigios de ese invalorable testimonio arqueológico que es Tiwanaku. Contribuciones importantes fueron hechas por investigadores extranjeros durante la primera mitad del presente siglo, aunque sin las repercusiones que en circunstancias similares tuvieron en el Perú. Durante más de un cuarto de siglo después de 1954, el distanciamiento entre la esfera internacional arqueológica, interesada en problemas del área andina boliviana, y la arqueología nacional se hizo mayor. El pensamiento acerca del pasado prehispánico de Tiwanaku, y de otras culturas del actual territorio de Bolivia, tomó un carácter peculiar. Diferencias substanciales surgieron entre las "arqueologías" de Bolivia y los países vecinos. Un ejemplo claro de este contraste se advierte en la comparación con el Perú. La receptibilidad de los investigadores peruanos, desde tiempos de Max Uhle, a un círculo internacional amplio, sirvió el propósito de incorporar diversas tendencias teóricas y metodológicas en la arqueología y la antropología, sin perder una perspectiva nacional y su espíritu creativo (Burger 1989: Chávez 1979). La nación boliviana hizo de Tiwanaku su símbolo. Evidentemente, existieron y existen numerosas formas de ver el pasado, entre ellas la tradición oral, pero la ciencia arqueológica trabaja con restos materiales e impone procedimientos específicos para el nexo entre la base empírica y la explicación. Si bien en la arqueología existen distintas orientaciones en la forma de explicar el fenómeno social del pretérito, todas se rigen a la naturaleza del testimonio tangible que deja la sociedad.” (47-48).

“Mediante esta presentación de la historia del pensamiento acerca del pasado de Tiwanaku se han intentado buscar las raíces que nutren muchas de las posiciones que todavía hoy en día se mantienen vigentes. No se ha pretendido hacer un recuento de todo lo que se ha escrito sobre Tiwanaku, sino contextualizar el origen y el desarrollo de las principales ideas sobre este sitio. Esta base histórica expande la visión interpretativa del presente, facilitando la evaluación de los aspectos que aún no han sido explorados en la explicación de la sociedad andina prehispánica, pero que tienen mucha relación con ésta.” (48).

Capitulo 3:

Historiografia, tenencia y uso actual de la tierra

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“El sector campesino del Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra estructurado en comunidades, las mismas que se organizan alrededor de un sistema sindicalista. Las autoridades del sindicato sirven de nexo entre el campo y las autoridades e instituciones gubernamentales. La organización social de estas comunidades, sin embargo, tiende a obedecer a principios de organización social y jerarquía distintos a los que fueran impuestos por la república. Los principios fundamentales de la tradicional sociedad andina se encuentran reflejados en la reciprocidad, la autoridad, la cooperación, el dualismo y la jerarquía inclusiva; pese a las diferencias sectoriales internas que en la historia más reciente de las comunidades aparece como un desafio, la integración sigue siendo una meta entre los aymaras (Albo 1976).

Indudablemente, la instrucción española en territorio aymara marcó el inicio de una serie de transformaciones. Las ambiciones de riqueza y fama en los espíritus de los conquistadores no encontraron barreras para frenar la usurpación, la explotación de la masa social originaria y el etnocidio. Desde los primeros viajes de Colón a este continente, que a finales del siglo XV permanecía desconocido en Europa, los conquistadores se vieron motivados por los materiales exóticos, joyas, plantas y animales que habían encontrado en las “nuevas tierras”. Si bien causa asombro el coraje y la perseverancia de las primeras expediciones españolas y portuguesas para vencer gigantes obstáculos de la naturaleza (Goodman 1972), la audacia y el desenfreno con lo que expandieron sus posteriores aventuras no fueron sino el origen de un ciclo interminable de opresión y saqueo.

A comienzos del siglo XVI, los españoles estaban convencidos de la existencia de un vasto imperio al sur de Colombia. Pese a los primeros intentos de Fernando Pizarro por explorar la costa noroeste sudamericana, no fue hasta comienzos de la década de los 1530s cuando la existencia del imperio Inka se hizo materialmente evidente. El interés económico, no político, había encontrado una colosal fuente de motivación (Albó y Barnadas 1985: 58).” (49).

“La conquista de la civilización Inka fue el preludio de un largo proceso de colonización y de implementación de nuevas instituciones. Los conquistadores encontraron territorios inmensos, minas prosperas en los metales más codiciados y, por sobre todo, recursos humanos con los que podían explotar esta riqueza. La estrategia fue simple: establecer un control coercitivo de las bases e imponer cabezas políticas al servicio de sus intereses mineros. El Derecho Indiano, legislación que se aplicaba a las tierras recientemente descubiertas, otorgaba derechos y títulos a sus descubridores. La Corona española, mediante las capitulaciones, había aceptado otorgar licencia a los conquistadores para encontrar y, en su defecto, explotar las riquezas de estos territorios.” (50).

“Debido a la información de segunda mano que la monarquía ibérica recibía durante los primeros años de la Conquista, ésta no podía efectuar una

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evaluación cabal del verdadero valor de estas nuevas tierras. Los informes que se empezaron a acumular demostraron que la riqueza de América sobrepasaba todo lo imaginado. Consecuentemente, en las subsiguientes ordenanzas, la Corona quizo establecer regulaciones específicas, enviando oficiales de la monarquía en las expediciones.

Una de las preocupaciones de la Corona estaba vinculada al trato de los indígenas, tema ampliamente discutido en los escritos de fray Bartolomé de las Casas ([1539] 1968) (Bataillon y Saint-Lu 1985). Pese a que se había admitido la libertad de los nativos en los documentos que se emanan desde Castilla, los conquistadores tenían propia praxis sobre este particular. Cómo resultado de la inercia jurídica y los altercados que se originaron entre españoles, se dictaron una serie de medidas para resolver un complejo problema, que, pese a ser lejano a la realidad social de la península ibérica, ocupaba un importante eslabón en la agenda de la monarquía. Entre las primeras regulaciones emitidas se encuentra la creación de la “encomienda” y el “repartimiento” En versión original, estos tenían definiciones distintas, dependiendo del área donde se los iba a imponer; aparentemente, el título original de la encomienda era “repartimiento y junto a él la Real Cédula de gracia o merced fue el título originario para adquirir en las Indias la propiedad de la tierra.” En términos generales, el repartimiento se refiere a una concesión subsecuente, las mismas que en varios casos llevaban el rótulo de “encomienda”. La encomienda, en este sentido, se basaba en la adjudicación del tributo que se imponia a la masa indígena, siendo que el encomendero no debía ningún impuesto al Rey (Albo y Barnadas 1985: 74).

Los indígenas, en su condición de pueblos sometidos, pasaron a ser embestidos por el ansia colonial de los españoles, tan ajena a sus pasadas tradiciones, doblegados, pero no totalmente vencidos, fueron objeto de campañas ideológicas mediante la evangelización que buscaba penetrar en la esencia humana del “indio”. Los reyes de España no aprobaron los atropellos que se venían cometiendo en las colonias ni la obstinación de los conquistadores por mantener su despotismo. La Corona buscó mecanismos legales que hicieran posible controlar y administrar las “nuevas tierras”, tan lejanas y extrañas a la realidad ibérica. Ots Capdequí (1975) señala que la monarquía española trató de multiplicar las instrucciones de gobierno, situación que complicó las diligencias de la burocracia y la administración. Atendiendo a las acusaciones de maltrato de los indígenas por la crueldad de los encomenderos, y utilizando estas denuncias como pretexto para imponer medidas regulatorias en la administración, la monarquía instituyó los corregimientos. Sin embargo, los corregidores, encargados de resolver los problemas de la América, no pudieron detener el proceso que ya tomaba un curso propio (Bouysse-Cassagne 1987:40).” (49-51).

“Varios autores han interpretado la organización social aymara basándose en documentos etnohistóricos (Namdelier 1910, 1911; Bastien 1979; Bouysse-

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Cassagne 1987, 1988; La Barre 1948; Murra 1968, 1972; Platt 1976; Tshopik 1951, entre otros). La organización social aymara puede haber tenido sus propias características, quizás divergentes en muchos aspectos con otros grupos de los Andes. Sin embargo, existen también importantes similitudes dentro de esta diversidad étnica. La influencia inka en la Cuenca del Titicaca, por ejemplo, no puede ser considerada como un torrente cultural quechua en media de una sociedad aymara desprovista de niveles organizativos y perspectivas culturales amplias. Todo lo contrario; la estructura y principios de jerarquía social aymara parecen anteceder lo que comúnmente se ha caracterizado como influencia Inka.

Durante la época incaica (ca. 1200 al 1540 D.C.), el kollasuyo estaba compuesto por numerosos “cacicazgos” (también se los ha denominado “señoríos”), los cuales fueron incorporados al sistema político, económico y ritual del imperio Inka. La mayoría de las crónicas indican que el Inka Pachakuti, y posteriormente su hijo Tupac Inka, fueron responsables de la conquista de estos grupos aymaras (Cieza de León 1967 [1550]; Cobo 1964 [1653]; Morúa 1964 [1590]; Santa Cruz Pachakuti 1968 [1613]; Sarmiento de Gamboa 1943 [1572]). El Inka, aparentemente, tomó ventaja del conflicto que existía entre los lupaqas y los kollas. La alianza Inka-Lupaqa y la conquista de los Kollas fueron estratégicamente organizadas, haciendo efectivo el mecanismo de la reciprocidad asimétrica como medio de incersión política, estableciendo de esta manera una jerarquía a favor del Inka (Bouysse-Cassagne 1987). Aparentemente, los pacajes fueron incorporados a esta alianza Inka-Lupaqa.” (51).

“Ambas sociedades, quechua y aymara, estaban organizadas en unidades sociales, conocidas como ayllus. Históricamente, el carácter del ayllu ha sido motivo de extensa discusión, y pese a que no existe concenso respecto a su verdadero origen, carácter y rol, la mayoría de los investigadores sociales que trabajan en el mundo andino coinciden en señalar que el ayllu es una unidad básica y fundamental para discernir la organización social tradicional andina. Basadre (1937:88) indicaba que el ayllu significa comunidad, linaje, genealogía, casta, género y parentesco. José Antonio Arze (1941:18) afirmaba que el ayllu habría estado originalmente organizado entre miembros consanguíneos y que posteriormente se convirtió en una unidad territorial y económica. Por otro lado, Alberto (51) Zelada (1937:61) manifestaba que el ayllu era un sistema organizado con base en lazos religiosos, económicos y de consanguinidad, y que el vínculo político se originó sucesivamente. Bautista Saavedra (1955: 26) postulaba que el ayllu representó una familia extensa, capaz de dividirse en pequeños ramales, pero siempre una familia, mientras que José María Camacho (1942) sostenía que el ayllu no constituía la unidad fundamental de estudio de la sociedad aymara, siendo la marka, o pueblo, la estructura sociopolítica primaria, organizada en lineas consanguíneas, y liderizada por un jefe y su consejo. Philip Ainsworth Means (1920:511) apuntaba que era “un organismo social caracterizado por el trabajo cooperativo en el cultivo y por relaciones

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consanguíneas o ficticias entre sus miembros.” Means (1920), además, indica que el ayllu era una unidad social pre-Inka, y que los Inkas mismos estaban organizados en ayllus. Elizardo Pérez (1962) destaca la trayectoria evolutiva del ayllu, señalando que la familia constituyó el embrión del cual surgieron formas más complejas. Pérez (1962), asimismo, identifica varios elementos que sostienen al ayllu en su evolución posterior, estos elementos son la familia, el colectivismo, la formas de propiedad y aprovechamiento de la tierra, la industria familiar y el idioma.

Como se puede advertir en estos ejemplos y otros estudios relacionados con el ayllu (Bastien 1978; Costas 1961; Izko 1986, 1992; Palomino Flores 1970; Puga 1950; Montgomery 1971; Urquidi 1971; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui 1992), una definición precisa se complica por las diferencias de interpretación. El denominador común de los ayllus, sin embargo, en su nivel más simple, es la relación consanguínea o ficticia que une a un determinado número de familias. En niveles superiores, varios ayllus “menores” se organizan política y económicamente para conformar unidades sociales más amplias: ayllus “mayores”. En la documentación etnohistórica se señala que éstos, a la vez, podían concluir en federaciones y confederaciones con adjudicaciones territoriales extensas (Bouysse-Cassagne 1987).

El ayllu debe ser considerado también en sus distintas dimensiones, siendo su nivel más simple el ayllu “mínimo” (Platt 1987), una estancia/comunidad (Izko 1992) o un jisk´a ayllu (Rivera Cusicanqui 1992), que constituyó un módulo social básico en la sociedad aymara. Antes de las reformas que impuso la Colonia y la República, el ayllu “menor” tenía acceso a diversas zonas productivas, siendo así que sobre los principios de organización a este nivel se cimentaban las bases de las estructuras políticas y económicas de mayor envergadura. De la documentación etnohistórica o de los ejemplos etnográficos se establece que el ayllu, desde sus niveles de organización menores, no puede ser simplemente emparejado con un grupo de parentesco. Tom Zuidema (1964) enfatiza que “El ayllu, como grupo local, no es y no fue nunca un grupo de parentesco.” A groso modo, esta caracterización de los principios de organización del ayllu es la que se desarrolla y amplía en este estudio y sirve como parámetro en la interpretación del registro arqueológico, llegándose a argumentar que estos principios de organización se remontan a varios siglos antes de la llegada de los españoles. En tal sentido, el ayllu, como tal, no es concebido como una estructura carente de dinámica interna, y si bien el rótulo ayllu sirve en el presente trabajo de guía para el modelo que se desarrolla, esto no significa una “colonización” intelectual del pasado prehispánico, obviando la variabilidad que pudo existir, menos aún la negación de la existencia de estructuras sociales que los principios de dualidad, jerarquía inclusiva, reciprocidad e integración, entre otros, pudieron generar.” (52).

“Durante la conquista, el ayllu, en sus distintos niveles de organización, caracterizaba a la sociedad aymara. Lo más distintivo del ayllu era el control que

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ejercía en distintas zonas ecológicas, una estrategia socioeconómica descrita por John Murra (1972) y conocida como "el control vertical de un máximo de pisos ecológicos." Miembros de un mismo ayllu tenían terrenos en distintas regiones geográficas, contrastando con la actual realidad campesina de la comunidad, restringida a una determinada zona. La aseveración de Means (1920) acerca de la directa relación entre el ayllu y la comunidad indígena actual desestima las bases económicas fundamentales del primero. En el Valle Bajo de Tiwanaku, no obstante, se pueden observar casos de una "verticalidad" comprimida. Una familia generalmente posee terrenos en diferentes sectores del área comunal. En tal sentido, ésta tiene acceso a las laderas de los cerros, a los sectores altos, aptos para el pastoreo, y a la pampa del valle. Esta estrategia de mini-verticalidad, no obstante, no tiene comparación cuantitativa o cualitativa con el verdadero esquema de los antiguos ayllus.

Los estudios etnográficos muestran que el ayliu aymara, existente en algunas regiones de Oruro, Potosí y Sucre, se divide en dos mitades: Alasaya, o sector superior, y Masaya, o sector inferior, aparentemente análogos a Anansaya y Urinsaya del ayllu quechua (Albó et al. 1989, Bouysse-Cassagne 1987; Wachtel 1973; Zuidema 1978). Estos sectores no representan partes iguales en el sentido simbólico; el sector superior está asociado con "fuerza", "masculino", "alto" y "derecho", mientras que el sector inferior lleva las connotaciones de "débil", "femenino", "bajo" e "izquierdo " (BouysseCassagne 1987,1988; Cereceda 1987).

En el pasado, grupos de ayllus, organizados en confederaciones, también estaban divididos en dos sectores (Albó y Barnadas 1985; Izko 1992; Platt 1987). Esta segmentación binaria, sin embargo, funcionaba como unidad, siendo ambos polos complementarios. Cada sector de la confederación estaba representado por un jacha mallku qapac, o líder supremo, quién tenía obligaciones recíprocas con la gente de su parcialidad.

Esta jerarquía fue drásticamente transformada mediante legislación española. Como se anotó anteriormente, la encomienda sirvió intereses económicos; al sistema de la encomienda se deben añadir la mit'a y las reducciones como elementos críticos en la virtual desintegración de la jerarquía de ayllus. Francisco de Toledo llevó adelante, durante la década de 1570, una reforma del sistema de la mit'a, principalmente orientada hacia la explotación minera. Las reducciones tuvieron como principal objetivo el concentrar a la población en forma coercitiva y bajo parámetros distintos, imponiendo un nuevo orden, ajeno al de la tradicional marka, para facilitar tareas impositivas y de evangelización (Espinoza Soriano 1979:214; Montgomery 1971:22). La reforma toledana condujo a un gran número de indígenas a huir de estos nucleamientos y de la mit'a. Estos "forasteros" escapaban al terror impuesto sobre su organización anterior por el nuevo orden español.” (53).

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“Fue también durante la década de 1570, bajo las Ordenanzas de Felipe II, que el término "comunidad indígena" se introdujo en los territorios nucleares de los ayllus. Sin embargo, Espinoza Soriano (1979) indica que ya en 1549, Pedro de La Gasca empleó el concepto de "comunidad" para referirse a los numerosos grupos que conformaban las encomiendas. No es sorpresa que varias de las comunidades actuales tengan una directa correspondencia con los territorios nucleares de sus ancestrales ayllus.” (53-54).

“La tenencia de la tierra fue reglamentada mediante una Reforma Agraria, dictada en 1591, la misma que reafirmaba el adueñamiento de las tierras por parte de los españoles (Maldonado 1956:242). Hacia comienzos del siglo XVII, el sistema de la hacienda empezó a proliferarse, principalmente debido al estancamiento de las actividades mineras. La monopolización de la tierra fue entonces promovida (Barragán 1982; Burga 1979) en el siguiente siglo, la hacienda se solidificó, explotando, como aconteció durante el auge de la encomienda, los recursos humanos y naturales de los Andes. La tensión entre hacendados e indígenas, no obstante, creció significativamente, y hacia mediados del siglo XVIII una serie de rebeliones se llevaron a cabo (Burga 1979:184). Las más serias de éstas fueron las sublevaciones de Tupac Amaru II y Tupac Katari en 1780 y 1781 (Cajías 1983; Costa de La Torre 1973,1974; Flores Galindo 1976; Lewin 1967).

Con el nacimiento de la República de Bolivia, en 1825, Simón Bolivar ordenó la libertad ciudadana para todos y la otorgación de tierras para los indígenas. En la Constitución Bolivariana de 1826, el Congreso otorgó el derecho a la libertad, seguridad, propiedad e igualdad a todo ciudadano boliviano. La oposición de los hacendados, como era de esperarse, fue rotunda y los términos de dicha constitución fueron prontamente anulados.

El tributo, durante el siglo XIX, mantuvo todas las características de la Colonia. En 1831, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz firmó nuevas leyes de registro (Reglamento de Matrícula), reproduciendo las que habían sido establecidas por el "Visitador" Escobedo en 1784 (Sanchez Albornoz 1978:195). Como se conoce, las "visitas", antes de la formación de la República, servían de censos, no solamente como índices demográficos y económicos, sino como medios legislativos y judiciales para hacer cumplir con el tributo. En el siglo XIX, la "Revisita" servía exactamente el mismo propósito. En tal sentido, las primeras disposiciones dictadas después del Gobierno de Sucre pueden considerarse como una prolongación de tiempos coloniales (Barnadas 1978:39). Un claro ejemplo son los decretos de 1866 y 1868; dictaminados por Mariano Melgarejo. Estos le asignaban propiedad de la tierra al Estado; los indígenas no tenían derecho alguno a éstas. Lo que sí podían hacer era comprar terrenos, pero en realidad ningún indígena tenía las posibilidades económicas necesarias. En tal sentido, las tierras podían ser rematadas (Bolivia- Anuario 1868). Con las leyes de "Exvinculación", dictadas en l874, durante la presidencia de Tomás Frías, los

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indígenas habrían de enfrentarse a una "expropiación" disfrazada en beneficio de los grandes terratenientes.

La Guerra del Pacífico, en 1879, y la Guerra del Chaco, entre 1932 y 1935, fueron devastadoras para la economía de Bolivia, pero no así para el hacendado o el industrial. Durante, las décadas que corren entre ambas guerras, la minería del estaño se convirtió en el negocio más lucrativo, guiando la trayectoria política y económica de la nación (Albarracin Millán 1972). Los aymaras eran utilizados en hechos de simple propaganda política mientras que el sistema feudal continuaba intacto.” (54).

“Las condiciones del país durante la década de 1920 eran ideales para la inversión extranjera, la misma que ejerció una extensa influencia en los asuntos políticos internos. Asimismo, es suficiente efectuar una somera relación de las diferentes corrientes ideológicas de la época para develar las distintas opiniones que se vertían acerca del rol del indígena en la sociedad boliviana. El espectro de perspectivas era amplio, desde posiciones racistas, ejemplarizados en los trabajos de Arturo Posnansky, Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno, Octavio Salamanca e Issac Tamayo, hasta los criterios socialistas y nacionalistas de Tristán Marof y Roberto Hinojosa, respectivamente (Albarracin Millán 1979).” (54-55).

“El resultado alcanzado después de esta trayectoria política fue la Reforma Agraria de 1953. Se creó, entonces, el Ministerio de Asuntos Campesinos, se instauraron uniones campesinas y se eliminó el sistema de la hacienda (Albó 1987a). La Reforma trajo consigo importantes cambios en las comunidades rurales, principalmente en la instauración del sindicato. Este último representa la estructura política formal de la comunidad rural, pese a que en muchos casos la autoridad política recae en manos de individuos ajenos al sindicato. Como cuerpo político, el sindicato está presidido por un Secretario General, seguido por otras secretarías que coordinan y dirigen distintos aspectos de la organización y el trabajo comunal, estas secretarías son elegidas anualmente (Albó et al.1989:53).

COMUNIDADES ACTUALES DEL VALLE BAJO DE TIWANAKU

El valle bajo incluye áreas de tres cantones de la Provincia Ingavi del Departamento de La Paz, éstos son los cantones de Tiwanaku, Taraco y Guaqui. En la Figura 3.1 se muestra la distribución de las 20 comunidades del valle. La mayoría, como acontece con otras áreas del valle, han mantenido los topónimos que aparecen en los primeros documentos escritos de la región. Taraco (Taraqu) y Guaqui (Waki) son los pueblos más extensos. En éstos, las autoridades políticas representan a partidos políticos nacionales, y los residentes son miembros, o ex-miembros, de las comunidades adyacentes o "vecinos", tradicionalmente aquellos que tienen descendencia española y que ocupan las residencias alrededor de la plaza central.

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Guaqui (Waki)

En la Relación de la Provincia de los Pacajes, escrita por Pedro de Mercado de PEñaloza en 1583, se indica que Guaqui habría sido fundado por el Inka Tupac Yupanki con e objeto de establecer un centro administrativo en el sector sureste del Lago Titicaca y un puerto de acceso al valle. Siguiendo la crónica de Sarmiento de Gamboa (1943 [1572]), Guaqui fue probablemente establecido alrededor de 1470. Seis aldeas aledañas habrían sido incorporadas, pese a una aparente heterogeneidad étnica. La población de Guaqui estaba compuesta en su mitad por gente uru, la misma que también tenía casas flotantes cerca a la ribera del lago (Mercado de Peñaloza 1965 [1583]). Mercado de Peñaloza también apunta que algunos individuos se especializaban en la producción cerámica; la producción agrícola era significativa, cultivándose papa, quinua y cañiwa, así como algo de maíz. Aparentemente, algunos pobladores de Guaqui tenían vestimenta y tradiciones similares a las de los indígenas de Omasuyo, la provincia al este de Pacajes.” (55).

“En la evaluación toledana, efectuada entre 1573 y 1575, Guaqui, referido en ese entonces como "repartimiento", tenía 5800 pobladores, 1285 de los cuales pagaban tributo (Bouysse-Cassagne 1987:389, Tabla 27). Información etnohistórica, complementaria a las de Toledo y Mercado de Peñaloza, se encuentra en la mencionada Visita de Diego García de Paredes (Párssinen 1992:359).” (55-56).

“En el testimonio de un oficial español, domiciliado en Potosí, se indica que en 1690 Guaqui era considerado como un pueblo de opresión e injusticia. Los caciques, o mandones puestos por los españoles, aprovechaban sus cargos para incrementar sus bienes personales, vendiendo terrenos a forasteros (Sanchez Albornoz 1978, Apéndice 2). No se encuentran mayores referencias a Guaqui como repartimiento en la siguiente centuria. En las Revisitas del siglo XIX, se asigna a Guaqui 601 tributarios (1838), 749 en 1863, y 903 en 1878 (Barnadas 1978:37). A comienzos de nuestro siglo, la vía férrea entre La Paz y Guaqui fue concluida, haciéndose un puerto para el comercio con el Perú. Actualmene, Guaqui todavía mantiene su importancia en la celebración de fiestas y en el intercambio comercial, mediante ferias semanales.” (56-57).

Taraco (Taraqu)

Pese a ser identificada como una marka aymara (Mamani 1991), el reconocimiento arqueológico del área no da cuenta de vestigios materiales anteriores al periodo colonial. En tal sentido, Taraqu habría sido instituido, como pueblo, durante la Colonia.

La documentación histórica da cuenta que Taraco constituía un cantón-marka, compuesto por ocho ayllus (Mamani 1991:22), de los cuales por lo menos cuatro

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se sitúan en el valle bajo; éstos serían Iwawi, Chivo, Pillapi y Jawira Pampa. Una serie de peticiones por parte de los miembros de la marka Taraqu para que se anule la tasación de sus tierras culminó en la masacre de 1869, ordenada por Melgarejo. "Taraqu es una muestra cristalina de la voluntad colonizadora de esa sociedad hipócrita y vanidosa que para liberarse de su culpa hizo de Melgarejo su chivo expiatorio. La investigación nos ha permitido conocer a quienes -como Tomás Frías- tras bambalinas, idearon y ejecutaron el asalto a Taraqu y otros ayllus, que culminaría en un baño de sangre" (Mamani 1991:24). Pero la lucha por el derecho incondicional a sus tierras no terminó con la masacre de 1869. A través de una serie de denuncias, en 1920, se iniciaron otras rebeliones en contra del apoderamiento y explotación de la propiedad comunitaria. Esta resistencia indígena fue acallada mediante el uso de fuerzas armadas privadas o de la participación del ejército.

Yanarico

Los documentos más tempranos sobre Yanarico datan de 1724, con el establecimiento de una hacienda en el lugar. Como era frecuente, la hacienda tomó el nombre de la comunidad donde se estableció. Yanarico era un ramal del ayllu Chambi (Visita y Patrón de los Indios Originarios y Tributarios de Tiwanaku [1724], Waldo Villamor, comunicación personal, septiembre de 1990)

Pillapi

En la Visita de 1756, Pillapi es caracterizada como hacienda, y al parecer ésta también formaba parte del ayllu Chambi. Pillapi fue comprada por Benedicto Goitia, en 1878 (Mamani 1991). Durante la República, se llevaron a cabo algunos proyectos de cooperación y desarrollo (Leonard 1966; Schweng 1962).” (57),

Chivo (Ch'iwu)

“Ch'iwu fue un ayllu de Taraco que fue incorporada al repartimiento de Tiwanaku alrededor de 1770 (Villamor, comunicación personal 1990). En el censo de 1773, Ch'iwu estaba conformada por una población Uru (Ponce 1975b:30-31). Benedicto Goitia adquirió mañosamente varios terrenos (sayañas) de este ayllu en 1882 (Mamani 1991). En cuanto a las otras comunidades actuales se refiere, se tiene información que la mayoría de éstas fueron ayllus, transformados en haciendas, siendo Iwawi (Jiwawi) el último ayllu en convertirse en hacienda en 1907, bajo la imposición de Benedicto Goitia, pasando luego a manos de Jorge Zalles. Cabe resaltar, sin embargo, que Sullkata, ayllu de Guaqui (Waki), nunca aceptó la incersión de un sistema de hacienda en su territorio, habiendo luchado constantemente por el control de sus sayañas, inclusive soportando la arremetida del regimiento Abaroa a disposición de Goitia (Mamani 1991:70). Una gran mayoría de los ayllus del Valle Bajo de Tiwanaku fueron haciendas de

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Goitia, incluyendo Pillapi, Taraqu, Ch'iwu, Chambi, Rosa Pata, Iruni, Iwawi, Umamarka, Jawira Pampa, Belén Pituta, Iruni, Sullkata y Copagira.” (57-58)..

TENENCIA Y Uso ACTUAL DE LA TIERRA

“En la actualidad el territorio de una determinada comunidad está dividido en parcelas privadas, aunque algunos terrenos se los reserva para uso comunal; éstos últimos son utilizados principalmente como zonas de pastoreo. Los terrenos son heredados y distribuidos entre familiares pese a que la venta se está generalizando. El parcelamiento reduce el área de terreno cultivable, siendo éste un factor en disputas dentro círculos familiares. La migración hacia centros urbanos, en particular hacia las ciudades de La Paz y El Alto, se ha convertido en un fenómeno generalizado en el valle. Si bien las oportunidades de trabajo son escasas en los núcleos urbanos, existe una tendencia generalizada a aceptar las condiciones de vida de la ciudad como alternativa al trabajo en el campo. Este fenómeno tiene algunas raíces en el cambio cultural en las nuevas generaciones campesinas. La occidentalización mediante medios de comunicación va transformando la identidad que buscan las jóvenes generaciones. Ante los problemas agudos que presentan la educación rural, la atención médica y la producción agropecuaria, en general, los ideales de mejores oportunidades en la cuidad son también estimuladas en la actualidad por las generaciones más antiguas.

Aunque se podría esperar la presencia de numerosos camélidos andinos en el área, como ser llamas (Lama glama) y alpacas (Lama pacos), curiosamente estos son muy escasos. Durante los dos años de trabajo de campo que realizé en el valle bajo, en muy raras ocasiones tuve la oportunidad de observar grupos de llamas. Generalmente, los llameros vienen desde la región de Jesús de Machaca, unos 20 km al sur, trayendo sal para su intercambio con otros productos los días domingos, cuando en Tiwanaku se realiza la feria. Alpacas son aún más escasas; solamente en las cuencas de altura de la Zona Intermontañosa (IZ) pueden ser ocasionalmente vistas. La virtual ausencia de éstos animales, pese a que los mismos cuentan con condiciones ecológicas ideales para su forma de vida (Gade 1977; Wing 1977, 1978), parece tener su origen en la sustitución de los mismos, durante la Colonia, por ganado vacuno y ovino. Como indica Browman (1987), los camélidos andinos tuvieron miles de años de adaptación al medio ambiente de altura, siendo resistentes a las enfermedades que afectan a otros animales y menos destructivos del balance botánico y metabolizan los pastos de la región en forma mucho más eficiente que las ovejas. Es sorprendente que la preferencia por estas últimas esté tan generalizada.” (58).

“El arado fue introducido al área probablemente con la instauración del repartimiento, convirtiéndose en el instrumento agrícola primario de trabajo. En la Zona del Coluvio Inferior (LCZ), los terrenos son cultivados durante dos o tres

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años, después de los cuales se los deja en barbecho por unos cuatro o cinco. En la Zona de Terrazas (TZ), el aprovisionamiento de agua durante todo el año y la calidad de los suelos permiten el cultivo durante cuatro a cinco años seguidos, después de los cuales se los deja en barbecho por unos dos o tres años. En las pendientes más elevadas de la Zona de Terrazas (TZ) se cultivan la papa (Solanum tuberosum), la oca (Oxalis tuberosa), el isañu (Tropaeolum tuberosum) y cebada, mientras que en las faldas de los cerros se cultivan arvejas, cebollas, zanahorias, habas y quinua (Chenopodium quinoa). En la preparación del terreno, el campesino utiliza el arado para los sectores más amplios y el uiso en los sectores de menor amplitud.

Las faldas de los cerros en el lado sur del valle son, en general, los sectores donde más variedad de cultivos se produce. En el lado norte del valle, predomina la agricultura de secano; paradógicamente, éste es el sector donde se encuentran extensos sectores de camellones (antiguos campos elevados de cultivo), los mismos que hoy se encuentran cubiertos por pastos y son utilizados para el pastoreo. Pese a que existen varias vertientes en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), los suelos son arcillosos y con tendencia a la salinización, motivo por el cual se cultivan menor variedad de productos. En la Planicie Aluvial del Río Tiwanaku (AP) y en la Zona Lacustre (LZ) la agricultura es todavía menos productiva. Por lo general, se cultiva cebada, papa y quinoa.

El uso del tractor y fertilizantes químicos han tenido resultados adversos en las condiciones edáficas de la región. El concepto de la "modernización" agrícola ha tenido pocos resultados, teniendo en cuenta que la introducción de técnicas agrícolas del occidente tiene ya una larga historia de experimentación. Este problema, sin embargo, no es exclusivo del área en cuestión, sino que se extiende a otras regiones de los Andes (Earls 1991; Rengifo 1987; Rengifo y Kohler 1988).

Durante la última década, se han efectuado trabajos de rehabilitación de antiguos campos elevados de cultivo, con el propósito de reintroducir en las actuales comunidades campesinas una tecnología que se habría desarrollado exitosamente hace unos 3000 años en la Cuenca del Titicaca, pero que habría sido abandonada hace unos 700 años atrás. La rehabilitación de camellones en la Pampa Koani y en el Valle Medio de Tiwanaku demuestran que la producción agrícola es significativamente mayor en estos campos que en terrenos donde se utiliza el arado (Kolata 199i). En general, el éxito de estos proyectos de rehabilitación tiene que ser evaluado en términos de niveles de autosuficiencia, a través de resultados "reales" que demuestren la viabilidad y sostenimiento de esta tecnología y su incersión dentro de la actual forma de vida que el campesino tiene.” (59).

“En resumen, el ayllu, a través de su trayectoria histórica, fue extensamente alterado en sus dimensiones estructurales por el nuevo orden económico y

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político que impusieron la Colonia y luego la República, aunque los vestigios de una organización política y económica tradicional pueden ser inferidos en varias comunidades actuales del Valle Bajo de Tiwananku, y con mayor transparencia en los extantes ayllus de Oruro, Potosí y Sucre. Sin embargo, el pleno de sus dimensiones económicas y políticas ha sido disuelto. La tenencia de la tierra ya no tiene el alcance multiregional de épocas pasadas. La "modernización" agrícola, en términos de una percepción occidental, no ha tenido resultados positivos. El campesinado se ha convertido en un sector social dependiente de proyectos, ya sean del gobierno o de organizaciones no-gubernamentales (ONGs). Los proyectos de "rescate de tecnologías tradicionales" no han coordinado sus tareas con análisis y diagnósticos antropológicos previos para fundamentar las estrategias de rehabilitación y aplicación actual de tecnologías del pasado.” (59-60).

Capítulo 4:

La etnohistoria y la etnografia como parámetros de la interpretación arqueologica.

“Las explicaciones acerca de los cambios en el asentamiento humano a través del tiempo no pueden centrarse únicamente en la relación cultura-medio ambiente, descuidando las relaciones sociales como elementos dinámicos y de cambio. Es indudable que el escenario andino está constituido por un complejo mosaico de zonas ecológicas, sin igual en el planeta. También es incuestionable que la sociedad andina prehispánica se desarrolló dentro de este complejo mosaico, no como una condensación de factores determinantes ecológicos sino como resultado del manejo de los múltiples recursos y de la acción recíproca entre unidades sociales. La explicación de la trayectoria evolutiva de esta sociedad, en la formación de Estados panandinos, alternados en el tiempo por desarrollos regionales, representa un reto para la ciencia arqueológica (Willey 1991).” (61).

“Al enfocar la problemática en el mismo corazón de una de los más prominentes Estados andinos, los trabajos en el Valle Bajo de Tiwanaku contribuyen al mejor entendimiento de este fenómeno. El modelo de "jerarquías inclusivas"(7) que surge como resultado de estas investigaciones representa una alternativa a las perspectivas que Bermann (i990:2,1994:244) distingue como "centralistas" y "localistas", dicotomía que brinda la oportunidad de realizar una evaluación de varios modelos que explican el desarrollo histórico cultural desde distintos ángulos. Es precisamente en el análisis de estos modelos que se contrastan los argumentos teóricos con la evidencia material del registro arqueológico. En este sentido, los datos etnohistóricos y etnográficos acerca de los principios de organización social, política, económica y religiosa de los Andes centro-sur sirven como parámetros en la interpretación del testimonio arqueológico. Es esta

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la contextualización que el presente trabajo intenta exponer, para demostrar que las explicaciones que hasta el presente se han formulado, concernientes a las transformaciones que tuvieron lugar en la sociedad prehispánica, no contemplan la verdadera esencia del paradigma andino. Por el contrario, estos modelos han tratado de…

(7) Además de las valiosas fuentes etnohistóricas y etnográficas relacionadas a la organización política, económica y religiosa de la sociedad aymara (Albó 1976, 1987a, 1987b; Albó y Barnadas 1985; Albó et al. 1989; BouysseCassagne 1986, 1987, 1988; Choque 1990, 1992; Harris 1987; Izko 1986, 1992; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992), las cuales sirven de base en la formulación del presente modelo, los trabajos de Patricia Netherly (1984, 1998), en la costa norte del Perú, han tenido una influencia significativa en la percepción inicial de una "contextualización", partiendo, precisamente, de la documentación etnohistórica.

…buscar marcos de referencia en el fenómeno evolutivo social europeo, prescindiendo de características muy particulares de la colectividad andina.” (61-62).

“Son dos aspectos de la organización tradicional aymara los que en el presente estudio tienen gran significado. Por un lado, la interpretación del ayllu, como una entidad flexible en la jerarquía política pero tenaz en sus principios organizativos internos, sirve de base para contrastar los postulados de una estructura altamente centralizada, burocrática y totalitaria. Por otro lado, la marka constituye un importante ejemplo de la organización de ayllus en un contexto aglutinado. En el caso del ayllu, se ha optado por dejar los ejemplos etnohistóricos y etnográficos dentro de su marco histórico, ya que la dinámica de cambio, no solamente después de la imposición cultural española sino a través de muchos siglos durante tiempos prehispánicos, debe ser tomada en cuenta. En tal sentido, considerando los principios de organización del ayllu y de la marka, se emplea el concepto de "jerarquía inclusiva". Existen peligros en la proyección directa de ejemplos etnográficos y etnohistóricos, en particular si se toman en cuenta los procesos de aculturación y cambio interno de las culturas. Sin embargo, es también importante destacar que muchos aspectos de la organización social en los Andes han superado los retos del tiempo y de la conquista (Bouysse-Cassagne 1987; Platt 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992). Las crónicas y los registros administrativos coloniales son fuentes indispensables para identificar esos continuos elementos. Es así, por ejemplo, que los documentos tempranos acerca de la sociedad inka permiten un entendimiento más cabal, no solamente de su organización política, económica y religiosa sino también de sus precursores (Bauer 1991,1992; Duviols 1979,1980; Julien 1978,1982; Murra 1956, 1982,1986; Pease 1978,1982; Rostworowski

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1988; Rowe 1946,1980; Sherbondy 1986; Urton 1989; Wachtel 1982; Zuidema 1964a,1977,1982).

Algunas crónicas y varios informes administrativos, por otro lado, proveen importantes datos con relación a grupos étnicos locales. La síntesis de estos escritos, coadyuvada por datos etnográficos y análisis simbólicos se han convertido en referencia fundamental para el conocimiento de grupos pre-Inka en la Cuenca del Titicaca y regiones aledañas; estudios contemporáneos sobre el ayllu han ampliado significativamente el conocimiento acerca de la historia económica y política del mismo, brindando nuevas pautas sobre su organización antes de la pérdida de su amplio espectro territorial (Albó 1987b; Barragán 1982; Bastien 1978; BouysseLCassagne 1986, 1987, 1988; Bouysse-Cassagne y Harris 1987; Choque 1990,1992; Girault 1988; Harris 1987; Huanca 1987; Izko 1986, 1992; Saignes 1983, 1985; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui; Sebill 1989; Wachtel 1986). Estos trabajos brindan un marco de referencia invalorable y alcanzan un significado importante en la evaluación de la sociedad preinkaica; por todo ello, merecen ser evaluados arqueológicamente.” (62).

EL AYLLU Y EL PENSAMIENTO POLÍTICO AYMARA

“Uhle (1910a) sostenía que Tiwanaku era obra de los aymaras; el mapa de distribución de sitios Tiwanaku coincide, además, muy elocuentemente con la distribución de la lengua aymara. En tal sentido, los documentos etnohistóricos, principalmente los informes administrativos coloniales de la provincia Pacajes, circunscripción donde se encontraban, de acuerdo a la división efectuada por la Corona española, cinco repartimientos: Kallapa, Qakinkura (Caquingora), Qaqayawiri (Caquiaviri), Machaqa, y Tiwanaku, son fundamentales. Kallapa estaba compuesta por tres markas, o pueblos; éstas eran Kallapa, Huiloma y Kurawara. Caquingora comprendía las markas de Caquingora, Kalaqutu (Calacoto) y el centro minero de Corocoro. Qaqayawiri comprendía la marka del mismo nombre con sus 23 ayllus. Machaqa estaba compuesta por la marka del mismo nombre y la marka de Mamañeca (hoy Santiago de Machaca) (Paredes 1931). Roberto Choque (1990:106), por otro lado, basándose en la Relación de la Provincia de los Pacajes que Mercado de Peñaloza redactó en 1583, identifica tres poblados y una serie de ayllus en el repartimiento de Machaqa.” (62-63).

“El repartimiento de Guaqui comprendía seis pequeñas markas, incluyendo a pobladores urus. Viacha estaba compuesta por las markas de Viacha y Canorima, y, por último, Tiwanaku constaba de diez "rancherías" (con certeza referidas a ayllus), también con un sector uru en su población (Paredes l931).

Como se aprecia en la descripción de la composición poblacional de la provincia Pacajes, la organización tradicional aymara estaba compuesta de ayllus y márkas. Es éste el tipo de información que demuestra la importancia de

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considerar a tos ayllus y las markas como unidades fundamentales en el conocimiento de los principios de organización social, económica, política y religiosa. Algunos ejemplos de ayllus y markas aymaras en la provincia Pacajes, así como en los departamentos de Oruro y Potosí, son fundamentales para comprender el significado de estas estructuras sociales y para discernir la formación de jerarquías entre ellas(8) .

Pese a que todavía existen ayllus aymaras en varias regiones de Bolivia, la mayoría de la población rural ha sido reagrupada en "comunidades", las mismas que representan las políticas reductoras coloniales y republicanas (Claverías 1976; Matos Mar 1976; Platt 1982; Rivera Cusicanqui 1992). Como se señaló anteriormente, el ayllu, referido en forma genérica, representa la más importante unidad social en la organización política, económica y religiosa. Su estructura y función han sido extensamente debatidas; sin embargo, se puede afirmar que uno de los enfoques más errados en la elucidación del ayllu ha sido la correlación directa con matrimonio, normas de residencia y sistemas de descendencia (Basadre 1937; Montgomery 1971; Saavedra 1955). Es cierto que los ayllus estaban compuestos principalmente por miembros que tenían un vínculo de parentesco, ya sea consanguíneo o ficticio; sin embargo, el cuadro era confuso debido a que algunos ayllus eran, en algunos casos, patrilineales, mientras que en otros eran matrilineales. Por otro lado, se había advertido que ciertos ayllus eran endógamos, pero otros eran exógamos; asimismo, unos mostraban patrones matrilocales y otros tenían normas de patrilocalidad. Se hizo evidente que esta perspectiva de análisis no enfocaba el verdadero carácter y la organización del ayllu.” (63).

“Aunque previas definiciones del ayllu hacían una correspondencia directa con parentesco y reglas de residencia, Murra (1975:211) ha demostrado que en la terminología aymara "parentesco" se indica con la palabra haatha, la cual no identifica….

(8) No se pretende adjudicar la construcción de Tiwanaku exclusivamente a los ancestros de los aymaras. Los ejemplos de las markas dan cuenta de la constitución multiémica de las mismas, disposición ésta que podría ser evaluada arqueológicamente. En el reciente trabajo de John Janusek (1994) se señala que una serie de elementos arquitectónicos, como ser murallas y canales, habrían separado distintos tipos de "barrios" en Tiwanaku. Las excavaciones de Janusek amplían la evidencia del segmentarismo de la sociedad prehispánica de Tiwanaku.

…tenencia de la tierra o relaciones recíprocas. Recientes investigaciones etnohistóricas también señalan que haatha y ayllu se refieren a dos conceptos totalmente distintos (P'árssinen 1992:376).” (63-64).

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“El control de varios territorios en distintas zonas ecológicas por parte de los ayllus ha sido ampliamente documentado (Barragán 1982; Harris 1987; Murra 1975; Pease 1982; Rivera Cusicanqui 1992; Saignes 1975). En el caso de los Pacajes, Bouysse-Cassagne (1987:211) demuestra que éstos tenían acceso a los valles ubicados al este del altiplano, conocidos como manca yunka en aymara, y a los valles de la costa del Pacífico, o ala yunka. Los Pacajes conformaban una federación de grupos étnicos y estaban divididos en dos mitades: Urqusuyu, o la mitad de "arriba/masculina/fuerte" y Umasuyu, o la mitad de "abajo/femenina/débil". Estas características duales, ya advertidas en la organización de unidades sociales menores, son propiedades intrínsecas de la concepción aymara del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987, 1988; argumentos de una "tríada" pueden encontrarse en van Kessel 1992).

En el valioso trabajo que Platt (1987) ha efectuado en el norte de Potosí se coligen varios aspectos de trascendental importancia en el discernimiento del pensamiento político aymara y la manera en la que éste se manifiesta. Como se advierte en la Figura 4.1, un "ayllu mínimo", también denominado pachaka, constituye el nivel inferior de la estructura jerárquica. La pachaka está dividida en mitades de "arriba" y "abajo". Cada mitad está representada por su líder, o jilaqata, quien participa en grupos de ayllus "mínimos", de los cuales se forma un ayllu "máximo". El ayllu "máximo" se divide en una mitad de "arriba", o alasaya, y una mitad de "abajo", o majasaya. Cada mitad está representada por una cabeza política, o mallku (literalmente significa "condor", aunque, también adquiere el significado de "señor con autoridad y prestigio" [van Kessel 1992:17]). Con base en los principios de dualismo y reciprocidad, se genera inclusive una coalición mayor, como ser la federación, abriéndose inclusive la posibilidad de conformar un nivel superior (Platt 1987).” (64).

“La formación del dualismo aymara se basa, además de una concepción singular del tiempo y del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987), en principios de reciprocidad entre mallkus y jilaqatas, así como entre jilaqatas y las bases de la pachaka. En el caso de Macha, un grupo aymara de la federación Qaraqara, Platt señala que las mitades de "arriba" y de "abajo" son polos complementarios que comparten los recursos naturales de los diversas zonas ecológicas. De esta manera, miembros de los distintos ayllus se alternan para formar un territorio integrado sin la necesidad de un sistema político burocrático o altamente centralizado (Platt 1987:81). Como se verá luego, el modelo de Platt contribuye significativamente a los cuestionamientos más amplios respecto a las estrategias sociales de la sociedad prehispánica antes de la conquista española.

Si bien el caso de Macha es importante en la elucidación de los principios de organización de la sociedad aymara, existen otros ejemplos que amplían el testimonio etnográfico. Uno de ellos es el que presenta Izko (1992) en su estudio de ayllus, en el departamento de Oruro, y del cual establece un "esquema modelo" (Figura 4.2). Existen variantes, sin embargo, en los niveles de

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integración (Figura 4.3). El ayllu "máximo" de Salinas de Garci Mendoza está organizado en dos mitades: la mitad de "arriba" incorpora a los ayllus de Quraqura y Yaritani, mientras que la mitad de "abajo" esta compuesta por los ayllus Thunupa y Watari; cada uno de estos ayllus está compuesto por un número variable de "estancias", cada una de las cuales está conformada por unas 15 familias (Izko 1992:77). El ayllu "mayor" está representado por un jilaqata.” (65).

“El ayllu "máximo" de Turco, por otro lado (Figura 4.4) incorpora un nivel adicional de segmentos sociales y es similar al ejemplo de Macha. Como se puede apreciar en el esquema, en Turco existe un nivel de ayllus "menores" entre las estancias y los ayllus "mayores." Bajo estas circunstancias, el ayllu "menor" está representado por un jilaqata, mientras que el ayllu "mayor" tiene como representante a un mallku.

La naturaleza y el carácter de los distintos niveles de organización política aymara también se encuentran amplia y sistemáticamente documentados en el estudio de Silvia Rivera Cusicanqui (1992), en los ayllus de Chayanta (Provincia Bustillos del Norte de Potosí). En este caso, el complejo sistema de autoridades, con algunas modificaciones en su terminología, sigue vigente "desde el tiempo de los `chullpa achachilas' (periodo preinka), según la percepción generalizada de los comunarios " (Rivera Cusicanqui 1992:113).” (66).

“Los distintos niveles del ayllu en Chayanta también obedecen a los principios de reciprocidad, dualismo y jerarquía inclusiva que los ejemplos de Macha, Salinas de Garci Mendoza y Turco presentan. Aunque en Chayanta ya no existe el nivel superior (la gran Chayanta marka), los ocho ayllus "mayores"(9), o jach'a ayllus,se encuentran organizados en forma variable, pero dentro de dos estructuras jerárquicas principales (Figura 4.5). Cada jach' a ayllu estaba compuesto por un número variable de sullka ayllus, aunque varios de los jach'a ayllus han perdido este nivel de organización durante su trayectoria histórica republicana (Rivera Cusicanqui 1992:103). En la jerarquía de segmentos, los niveles inferiores están representados por los jisk'a aylius, los cuales pueden tener hasta dos niveles. En determinados casos, un jisk'a ayllu, denominado localmente "cabildo" o hatun rancho, puede conformar una sola unidad, y en otros puede tener otros "ranchos", o juch' uy rancho, como subordinados.” (66-67).

“El registro etnohistórico y los datos etnográficos demuestran que los ayllus no pueden ser reducidos en su definición- simplemente a pequeños grupos de individuos con descendencia común, o, como Rivera Cusicanqui (1992:102) bien señala a "simples conglomerados amorfos de familias", pese a que los linajes son elementos intrínsecos de la dinámica segmentaria que caracteriza inclusive a las coaliciones de ayllus "mayores." Si se analizan con mayor detalle algunas de las dimensiones administrativas que caracterizan a los distintos niveles

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organizativos del ayllu, se pueden advertir elementos fundamentales del sistema de mando; autoridad y del personal auxiliar que coadyuva en la tarea de gobierno; estas características del ayllu, aunque ciertamente no idénticas a las que debieron poseer los segmentos sociales prehispánicos, tienen una fundamental trascendencia en la interpretación de la dinámica de integración y desintegración de la sociedad prehispánica.” (67-68).

“En los segmentos más simples, cada estancia/pequeña comunidad (pachaka, en el caso de Macha, y jisk'a ayllu, en el caso de Chayanta) está comandada por una cabeza política que tiene la suficiente autoridad para mediar los conflictos entre miembros de las familias; En el caso de Macha, esta figura política se la conoce como jilanqu (Platt 1987), mientras que en Chayanta se le asigna con el nombre de “alcalde” (10). La Agrupación de varias estancias forma el ayllu "menor", el cual se encuentra liderizado por un jilaqata. El jilaqata tiene poderes más amplios que el jilanqu, tanto en el ámbito político como en el económico. Las facultades que se le asignan al jilaqata le permiten mediar con otros ayllus en las disputas territoriales; asimismo, el jilaqata supervisa y, en varios casos, regula el funcionamiento y la recolección del tributo. En varios de los ayllus "menores", el jilaqata todavía mantiene otra función importante en la cohesión del grupo y que data de tradiciones antiguas. Esta función es la de presidir rituales, los mismos que reproducen la "comunidad simbólica" y sus dimensiones económicas (Izko 1992:83). Por encima de los jilaqatas, de existir una coalición mayor, se encuentran los mallkus, o Segunda Mayor en su denominación colonial, Los mallkus constituían figuras poderosas que a través del tiempo, con la serie de reformas coloniales y republicanas que practicamente han eliminado las coaliciones mayores de ayllus, han ido perdiendo influencia y prestigio. En el pasado, los mallkus poseían una riqueza y un poder político y religioso extenso. Algunos documentos etnohistóricos sugieren que el cargo de mallku era hereditario y que éstos controlaban, de acuerdo a su partición (alasaya o majasaya), numerosos ayllus (Rivera Cusicanqui 1978). A la llegada de los españoles, los mallkus eran las figuras máximas de los denominados "señoríos", como ser los Pacajes, Lupaqas o Kollas, entre muchos otros. Sin embargo, algunos registros etnohistóricos dan cuenta de la existencia de un poder aún más elevado que el del mallku, y que se lo conocía como Qapac (Platt 1987).” (68).

“Los españoles, al buscar imágenes de sus propias autoridades en la sociedad andina, no reconocieron los distintos niveles de organización del ayllu, como tampoco pudieron identificar las distintas categorías de autoridad. Los españoles generalizaron el término "cacique" (etimología derivada del área del Caribe, donde los españoles por primera vez se encontraron con jefes de los grupos indígenas) o el término "curaca" (del quechua…

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(10) Rivera Cusicanqu (1992:1.15-116) señala que esta denominacón es de origen colonial, siendo que sus funciones se asemejan a las del jilanqu, aunque en escala menor.

…"señor étnico") y los utilizaron para todo aquél individuo que mostraba autoridad, sin importar su nivel, en un determinado grupo indígena (Pease 1992).” (68-69).

“Características importantes y globales en la jerarquía de ayllus son la coordinación en la explotación de recursos, la movilización del trabajo y la reciprocidad a través de los ejes sociales verticales y horizontales. Platt (1987) sostiene que el dualismo político aymara se basa en principios de reciprocidad entre el mallku y el jilaqata, el jilaqata y el jilanqu, y entre el jilanqu y la base. La apropiación de territorios, estrategias que los mallku.s y jilaqatas emplean, tienen el objeto de devolver los beneficios de los mismos a las familias de las estancias o de las pachakas.. El reclutamiento de la fuerza de trabajo se encuentra en manos del jilaqata, a quien colaboran un número variable de ayudantes, entre estos los jiliris (supervisores de campo) y los kamanis (cuidadores del terreno); de la misma manera, los chinokamanis llevan la contaduría del ayllu. En el caso de los jisk'a ayllus de Chayanta(11), el jilanqu es colaborado por una serie de personal auxiliar que facilita las tareas administrativas; entre este personal se encuentran el qhawasiri (encargado del cuidado de los cultivos y de la realización de importantes rituales de ofrenda a la pachamama o los achachilas), el sursi (suplente del jilaqata cuando este último de encuentra ausente), el irpiri (encargado de proveer bienes específicos para las ceremonias) y el "cobrador" (encargado de recolectar el tributo de cada familia), entre otros. Estos cargos designan una función rotativa y no así un puesto hereditario (Izko 1992:82).

En realidad, todo el sistema de autoridades se ajusta a la percepción que tiene la sociedad aymara de los ciclos de la naturaleza y a la concepción de participación colectiva. En esta "democracia" étnica casi todas las familias pasan por los principales cargos de autoridad. "A diferencia del sindicato o de cualquier otra forma de democracia occidental-que presupone la existencia de `individuos' desligados de todo vínculo corporativo o de parentesco-la democracia de ayllu, a través de su sistema de turnos, permite regular los derechos y deberes de las familias hacia el ayllu, exigiendo un cumplimiento igualitario, pero acorde con las capacidades y responsabilidades de las familias" (Rivera Cusicanqui 1992:118). Las diferencias económicas entre familias son reducidas, siendo que los que mayor afluencia generan sean los que más inviertan en el grupo; en tal sentido, la circulación de bienes es extensa a través de las unidades familiares. En esta reciprocidad, no obstante, que en muchos casos se transforma en "generosidad", surgen elementos de prestigio que conducen a una diferenciación de las familias y que eventualmente generan diferencias en el rango económico y político; es así que los poderosos mallkus pertenecían a linajes específicos y

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poseían una riqueza que los separaba de otras familias (Rivera Cusicanqui 1978).” (69).

“Uno de los aspectos fascinantes del poder social en los ayllu.s es el relacionado al pronóstico y su alegoría con lo sobrenatural. El yatiri, o "sabio/a" (puede ser hombre o mujer) es el primer consejero de la autoridad política, ya sea el jilaqata o el mallku. Los yatiris no están enmarcados en el sistema de parentesco; por el contrario, éstos son "escogidos" por la naturaleza, ya sea al nacer con cierto distintivo somático, al haber sobrevivido una terrible enfermedad cuando niños, o al recibir el impacto de un rayo, y…

(11) Dependiendo del caso (ver Figura 4.5), los jilanqus pueden representar a los jisk'a ayllus o a los sullk'a ayllus.

…deben adquirir un entrenamiento específico para conocer los procedimientos rituales y ceremoniales que garantizan al reproducción de los ayllus en sus distintos niveles (Bastien 1978; Huanca 1989; Izko 1992:82). Los rituales y las ceremonias, como mecanismos de integración social, consumados en la manipulación de principios de organización compartidos (e.g., dualismo, reciprocidad) tienen un significado muy amplio en la presente discusión acerca de la dinámica de integración y desintegración de la sociedad prehispánica andina.” (69-70).

“El ayllu, por otro lado, tal como se indica en determinados documentos etnohistóricos, también podía adquirir otras dimensiones. Existen informes coloniales que dan cuenta de la presencia de ayllus especializados en determinada artesanía (Julien 1982:130; Wachtel 1986:285). En la Relación de la Provincia de los Pacajes, Mercado de Peñaloza ([158311965) anota que Guaqui era un centro de manufactura cerámica, dando cuenta de la presencia de ayllus de especialistas en el Valle Bajo de Tiwanaku. Un aspecto que aún no se ha establecido, no obstante, es el nivel de especialización; es decir, si es que el ayllu "mínimo", el ayllu menor o, inclusive, el ayllu "mayor" era la unidad de especialistas.

Si bien el ayllu, en sus distintos niveles de organización, se caracteriza principalmente por una jerarquía al servicio de la colectividad, la marka constituye el elemento más elocuente de este principio, no solamente porque en ella convergen varios ayllus, sino porque en su estructura se integran varias identidades étnicas, tal como lo demuestran, por ejemplo, las markas de Tiwanaku, Guaqui y Machaqa.

Datos etnohistóricos que substancian una composición jerárquica inclusiva de las markas se encuentran en los documentos que Marti Parssinen (1992:351-

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362) presenta. El documento de García de Paredes (1594) da cuenta de la forma en que Guaqui estaba estructurada. Esta marka se encuentra ubicada en las cercanías de la ribera sureste del Lago Titicaca y conforma el límite oeste del Valle de Tiwanaku. Desde los primeros años de la Colonia, Guaqui era uno de los cinco repartimientos más importantes de la provincia Pacajes. Guaqui también era conocida como una "cabecera" por los españoles y se encontraba dividida en cuatro sectores, cada uno compuesto por cuatro ayllus y representado por un lider (Figura 4.6). Cada ayllu, por otro lado, tenía su propio representante. Lo más significativo de este documento es que da cuenta de la composición multiétnica de Guaqui. Aunque esta estructura había sido descrita en forma general por Mercado de Peñaloza ([158311965), una década antes, la "visita" de García de Paredes a Guaqui es bastante precisa en la descripción de los aylius. El sector de "arriba" estaba compuesto por dos mitades, una de aymaras y otra de urus. De igual manera, el sector de "abajo" estaba compuesto por cuatro ayllus aymaras y cuatro ayllus urus. Como se aprecia en la Figura 4.6, inclusive se menciona los nombres de los ayllus. Dos de los mismos todavía mantienen cierta relación con comunidades que en la actualidad se encuentran en las cercanías de Guaqui. Estas son Arcato, hoy denominada Arcata, y Sulcata, conocida hoy como Sullkata. Aunque estos detalles son ciertamente significativos, muy poco se da a conocer acerca de las actividades económicas. Lo más factible es que estos ayllus hayan tenido tierras en las cercanías de la antigua marka de Guaqui, tal y como se colige de los memoriales y denuncias que efectúa a comienzos de siglo el jilaqata, y luego cacique-apoderado, Prudencio Kallisaya (Mamani 1991:70).” (70).

“De igual manera, la marka de "Tiahuanaco" (Tiwanaku) estaba compuesta por diez "rancherías" (entiéndase ayllus) (Paredes 1955), divididos en las dos mitades tradicionales (Ponce 1971b; 1972). El documento que Ponce (1971b) utiliza data de 1547, y como se puede apreciar en la obra de Bandelier (1911), estos principios de organización (diez ayllus divididos en dos mitades) aún estaban vigentes a comienzos del presente siglo.” (70-71).

“Otro caso ejemplarizador de la convergencia de ayllus en un núcleo poblacional es la marka de Machaqa (Choque 1990). Con base en los datos que dejó la visita de Toledo en 1573, Choque (1990:1(6} señala que Machaqa estaba dividida en dos mitades; la de "arriba" (Machaqa la Chica), compuesta por aymaras y urus, y la de "abajo", también conformada por pobladores aymaras y urus. Pese a que el documento de Toledo no da cuenta de los ayllus que componían esta marka, las visitas posteriores muestran que Machaqa estaba conformada por doce ayllus(12) . Este número se mantuvo constante hasta 1953 (Choque 1990:111). Estos ayllus estaban divididos jerárquicamente (Albó 1972), "De modo que, las dos parcialidades representan a dos cuerpos humanos con sus respectivas cuatro partes: p'iqi (cabeza), kalachi (hombro), cuerpo o janchi (tronco) y kayu (pie). Esta forma de estructurar la conformación de ayllus, se debe entender que tiene una función ideológica y se realiza a través de la

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ceremonia como manifestación de la cohesión social y política de la marka o comunidad de Jesús de Machaqa" (Choque 1990:113).” (71-72).

“Varios de los elementos que caracterizan a los ayllus y a las markas adquieren un profundo significado en la interpretación del registro arqueológico. Como bien se ha indicado anteriormente, no se pretende proyectar directamente hacia el pretérito las formas que el ayllu y la marka adquirieron durante cl siglo XVI y en las subsiguientes centurias. Lo que si tiene implicancia para la interpretación arqueológica son los principios de organización que caracterizan a estas estructuras. Como muchos de estos ejemplos demuestran, el ayllu y la marka, en sus principios de organización (contenido) han sobrevivido casi cinco siglos de imposición cultural, tan ajena a sus tradiciones pero que no ha podido borrar la coherencia de las estrategias sociales andinas que se remontan no solamente unas centurias en el pasado sino que tienen sus raíces en un proceso milenario de desarrollo.

Naturalmente que el cuadro que se ha reproducido de los ayllus y de las markas no debe ser tampoco considerado como el único panorama estructural. Es decir, que la variabilidad ha tenido que ser también un componente intrínseco de los ayllu.s y markas, dependiendo de las circunstancias sociales y de las regiones y sus recursos. Sin embargo, los denominadores de ambas hacen posible que éstas sean reconocidas como "agrupaciones de naturaleza segmentaria y con base territorial, que poseen niveles organizativos crecientemente inclusivos y englobantes, conforme a la dinámica segmentaria tradicional" (Izko 1986,1992:72). (13) De esta definición y de los ejemplos que se han presentado, surge el concepto de "jerarquía inclusiva", para caracterizar aquellas unidades sociales que conforman autonomías locales pero que pueden formar coaliciones y de esta manera ampliar el nivel de integración así como la estructura jerárquica.” (72).

“Varias interrogantes surgen dentro de este marco de referencia. ¿Cómo coordinaba el sistema político la producción? ¿Cómo y por qué surgen las figuras del jilaqata y del mallku, cuando en el ayllu "menor", ayllu "mayor", o la confederación, las familias tienen acceso a distintos recursos? Las explicaciones acerca del surgimiento de la autoridad política institucionalizada se encuentran lejos del enfoque del presente estudio. Sin embargo, algunas características importantes pueden ser identificadas en el caso de los ayllus y markas. Parte de la respuesta está vinculada a la producción de un excedente, el mismo que requiere de un sistema de redistribución. La otorgación del excedente…

(12) Aunque el Memorial de Gabriel Fernández Guarachi (1661) da cuenta de la presencia de catorce ayllus, que incluye a Jilatíti, Sullkatiti, Ch'ama, Wawatata (y Achuma), Kuypa, Parina, Qulliri, Qhunqhu, Challaya, Qalla, Yawriri, Challaya Titik'ana, Tukari Titik'ana y Janq'ujaqui, Choque (1990:108) señala que algunos

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de estos ayllus están repetidos, siendo que el verdadero numero de ayllus alcanza a doce.

(13) En esta definición que Izko da del ayllu, he ampliado su significado para caracterizar también a la marka. Es así que he utilizado el plural en esta cita.

…dentro de la sociedad aymara significa la concesión de determinados bienes a miembros del orden jerárquico político, esperando de ellos la generosidad del servicio recíproco. Tal y como Platt (1987:98) indica, "La jerarquía estaba paradógicamente al servicio de la igualdad." La redistribución, como acto de reciprocidad, integra el poder político a nivel regional y permite el mantenimiento del sistema jerárquico en su conjunto. Mediante la integración política, especialmente en áreas de alta diversidad ecológica, surge, un refinamiento en la eficiencia y la estabilidad del sistema económico (Brumfiel 1987). La regulación del excedente quizás fue originalmente el resultado, de la integración de varias zonas productivas, pero no fue la razón por la cual, inicialmente, se integraron diversas zonas ecológicas. El control de múltiples zonas productivas, en distintas regiones, fue, originalmente, un aspecto fundamental en el manejo de los factores de riesgo que presenta una determinada zona. La estrategia de la complementación ecológica se basa en el establecimiento y el mantenimiento de vínculos con grupos sociales en diversas regiones para compartir el riesgó (Mazuda et ál. 1985). Estrategias auxiliares involucraron la intensificación local de la producción agrícola y la creación de medios para almacenar varios productos (Browman 1987). Una función importante del ordenamiento jerárquico de los ayllu.s es la coordinación en la explotación y la redistribúción de los recursos. Como se señaló anteriormente; si es que se da el caso de la apropiación de tierras por parte del jilaqata o del mallku, éstos deben retornar beneficios a las bases.” (72-73).

“¿Cómo se relacionan óstos principios de organización política y económica pre-inkaicos con la sociedad Tiwanaku y con sus ancestros? ¿Existieron similares estructuras a las de los ayllu.s y las márka.s en el sistema organizativo de Tiwanaku, o es que el surgimiento de hegemonías mayores excluyó la vigencia de estos módulos sociales?

Todas estas interrogantes adquieren mucho mayor significado cuando; en primer término, sé examinan los modelos que hasta el presente se han formulado en la arqueología para explicar la sociedad prehispánica, y cuando; en segundo término? se evalúan los datos arqueológicos que la prospección regional del Valle de Tiwanaku nos brinda: Hasta este punto en la discusión del significado que tienen los documentos etnohistóricos y los datos etnográficos, se han presentado aquellos aspectos de la organización tradicional andina que consideró esenciales en la formulación de alternativas de explicación. Esto debido a que durante los 90 años de investigaciones arqueológicas en los Andes

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centro-sur, nuestro conocimiento acerca de la trayectoria evolutiva:de la sociedad prehispánica, en general, ha seguido modelos fijos de evolución social, derivados de la historia europea, que han sido transplantados hacia un contexto histórico andino, imponiendo de esta manera, patrones rígidos que no nos han permitido ver y entender la variabilidad de la organización social que se desarrolló en esta parte de América. En este sentido, los estudios acerca del origen y evolución del "Estado" andino han seguido, y en muchos casos recreado, un modelo que engrandece e idealiza una forma de gobierno altamente centralizada y burócrata, basada estrictamente en la clase social y mantenida por un monopolio del control por la fuerza. Debido a la tendencia a aceptar esta visión, creada en occidente, varias dimensiones importantes de la organización social prehispánica han quedado en la penumbra. Pasemos, entonces, a ver los argumentos de algunos de estos modelos.” (73).

MODELOS DE ORGANIZACIÓN SOCIAL: IMPLICANCIA ARQUEOLOGICA

“Pese a que varios investigadores, de una u otra manera, han presentado varios modelos de la organización política y económica de Tiwanaku (Albarracin-Jordan 1991, 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Browman 1978, 1980, 1985; Kolata 1986, 1991, 1993; Lynch 1983; Nuñez y Dillehay 1979; Ponce 1972, 1975a), se ha optado por discutir aquellos que hacen referencia al área nuclear. A este listado se deberían añadir los trabajos de Clark Erickson (1987, 1988, 1993) en el sector vecino de Huatta, departamento de Puno (Perú), y los de Gray Graffam (1990, 1992) en la Pampa Koani, principalmente debido a sus hipótesis en relación a la organización social de producción. Para varios de estos modelos, se ha buscado un determinado rótulo que sintetiza la posición teórica del investigador.

Modelo 1: "La Revolución Urbana"

Una de las prioridades del Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT), durante finales de los 1950s y la década de los 1960s, fue la de reconstruir el panorama monumental del núcleo ceremonial de Tiwanaku. Con base en las excavaciones del CIAT, Ponce (1961, 1964) estableció una secuencia de desarrollo cultural, la cual estaba compuesta inicialmente por cinco periodos, los mismos que posteriormente pasaron a formar parte de un esquema más amplio que Ponce dividió en tres estadios; un primer nivel aldeano, un segundo nivel estatal, y un tercer nivel imperial. Gran parte de las reconstrucciones cronológicas se basaron, asimismo, en las excavaciones del sector ceremonial; algunos datos de sitios Tiwanaku en otras regiones fueron utilizados como elementos auxiliares.

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Según este modelo, de su modesto y simple inicio, durante las primeras diez centurias antes de Cristo, Tiwanaku pasó a ser una verdadera metrópoli alrededor del segundo siglo de nuestra era. Esta transformación habría sido abrupta. Siguiendo el clásico modelo de Gordon Childe(14) (1934), la "revolución urbana" en Tiwanaku habría generado una cadena de transformaciones. Este proceso (aunque más parece sugerirse un evento), supuestamente, se cristalizó en el surgimiento de un aparato estatal, múltiples estratos sociales y una especialización artesanal. Como resultado de esta revolución, la población habría crecido considerablemente.” (74).

En este modelo el principal factor es el surgimiento de la ciudad, resultado del cual se crean todos los demás elementos que caracterizan al Estado. En ninguna parte de los supuestos que se efectúan acerca de esta conmoción que sacudió al Valle de Tiwariaku se dan pautas acerca de la naturaleza del área ceremonial; si es que éste ya existía o si la creación de tal dió lugar al inicio de un poblado extenso. Tampoco se dan razones por las cuales habría tenido que surgir un centro urbano en medio del valle. Por otro lado, Ponce (1975a:21) sostiene que Tiwanaku, a mediados del siglo VIII, se convirtió en imperio mediante mecanismos militares. El área rural habría estado conformado por…

(14) En su libro New Light on the Most Ancient East, Childe sostiene que dos grandes revoluciones ocurrieron en la historia y que tuvieron tanta importancia como la Revolución Industrial. La "Revolución Urbana" habría resultado en el surgimiento de una tecnología más productiva y un incremento massivo en la población. Bruce Trigger (1989:253) señala que Childe sobreestimó el nivel de especialización, industria, intercambio y comercio que las ciudades del Cercano Oriente habían desarrollado.

…"comunidades" (sic) campesinas, con sus moradas dispersas entre pequeños campos de cultivo.” (74-75).

Modelo 2: "Altiplano"

“David Browman (1984) es el investigador que expone este modelo, y que pese a aproximarse a un esquema adaptacionista sus argumentos convergen en un postulado de orden económico. En la tesis de Browman, el establecimiento de redes de intercambio habrían resuelto las dificultades de una estrategia basada en el "control de un máximo de pisos ecológicos" (Murra 1972, 1975). Browman(15) (1984:123) sostiene que la implantación de colonias en diversas zonas ecológicas era "impráctico para la gente que vivía en medio altiplano, debiéndose encontrar otros mecanismos para obtener los recursos necesarios." En tal sentido, los pobladores altiplánicos tuvieron que convertirse en hábiles comerciantes y artesanos. Tiwanaku, un centro de intercambio, se habría

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convertido, de esta manera, en centro industrial. Su influencia política se debió expander merced a una creciente demanda de sus productos. El surgimiento de una extensa red de intercambio debió, asimismo, estar íntimamente ligado a un sistema extenso de caravanas de llamas. El modelo "altiplano" busca explicar el surgimiento de Tiwanaku, alrededor del siglo V, mientras que el modelo "archipiélago" ha sido mayormente utilizado para ejemplarizar las estrategias socioeconómicas de los grupos post-Tiwanaku. Aunque nadie duda que las llamas desempeñaron un rol importante en las economías de las sociedades andinas, este modelo no presenta una explicación de los principios de organización que regían el sistema.

Modelo 3: "La Burocracia Centralizada"

Este modelo ha sido presentado en los trabajos que Alan Kolata (1985,198b, 1987, 1989, 1991, 1993) realizó, principalmente, en Pampa Koani y secundariamente en Tiwanaku, aunque el rótulo que aquí se utiliza para sintetizar su posición no ha sido utilizado como tal en sus publicaciones. La formulación de este modelo deriva de las inferencias que se efectúan acerca de la organización de la producción agrícola. La gran extensión de campos elevados de cultivo que se encuentra en Pampa Koani es un testimonio de los conocimientos agrícolas del pasado y su potencial productivo.” (75).

“Kolata (1991) mantiene que los camellones habrían sido construidos inicialmente durante épocas pre-Chiripa (Periodo Formativo Temprano), y que "La unidad máxima de la organización social de estos campesinos fue probablemente el ayllu, basado territorialmente en pequeños villorios y aldeas (con un espectro entre aproximadamente 10 a unos cuantos centenares de personas)" (Kolata 1991:113, 1993:215). Esencialmente, el ayllu es percibido como un pequeño grupo corporativo sin cargos políticos institucionalizados o burocracias organizadas. De acuerdo a Kolata (1991:115), a medida que la complejidad social fue incrementándose, la fuerza de trabajo para construir amplios complejos de camellones fue extraida "por las autoridades centralizadas del Estado Tiwanaku en la forma de corvée y mediante un mecanismo…

(15) Las traducciones de las citas de las obras de Browman (1984), Erickson (1987), Graffam (1990) y Kolata (1991, 1993) son del autor.

…similar al del sistema de la mita Inka." En una obra más reciente, Kolata (1993:228) señala que, "Pese a que la construcción inicial y pionera de los campos elevados fue probablemente el producto de un orden social autónomo y descentralizado, la subsiguiente reconstrucción de la llanura de Koani en un sistema regional de producción agrícola bajo la hegemonía de la élite de Tiwanaku en el periodo entre 400 a 900 D.C. motivó la movilización periódica y

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la coordinación de una fuerza de trabajo substancial no-residente." La apropiación de tierras por parte del Estado Tiwanaku no hacía otra cosa que expropiar áreas de cultivo para generar el excedente necesario y de esta manera sostener los centros urbanos y su burocracia administrativa. La principal característica del modelo es que la producción agrícola en camellones "apunta hacia la presencia de una mano administrativa que va más allá del villorio autónomo o los grupos de ayilus" (Kolata 1991:115,1993:223); se infiere que el ayllu, durante el primer milenio antes de nuestra era, consitutía un grupo de familias relacionadas mediante el parentezco, que tenían tierras de propiedad común, que derivaban su descendencia de un ancestro común, y que era una formación social pre-estatal, cuyo funcionamiento se basaba en el consenso de la comunidad y no así en cargos políticos atribuidos; además, no existían clases sociales y tampoco una estructura compleja de orden político (Kolata 1993:215; énfasis añadido).” (75-76).

“Es importante resaltar que en esta interpretación de la organización social andina no se efectúa mayor diferenciación de los ayllu.s en sus distintas jerarquías y tampoco se explora la naturaleza de los principios de organización política. Como se advierte en la definición genérica que se hace del ayllu, no existe más que una percepción unidimensional de su forma y de su contenido. Es así que en la interpretación de la sociedad prehispánica de hace unos 3000 años se proyecta el ayllu en forma directa. Esta proyección es evidente cuando se indica que "Esto no quiere decir, sin embargo, que el universo cultural de estos grupos corporativos basados en el parantesco era primitivo o limitado. A juzgar de las descripciones etnográficas contemporáneas del altiplano, estos ayllu rurales disfrutaban de una comunicación substancial y un intercambio social en distancias considerables, concibiendo su interacción en términos de acciones rituales complejas y cíclicas, basadas en una ideología compartida (Bastien 1978; Abercrombie 198b)" (Kolata 1993:215). Es decir, que para Kolata el ayllu actual, definido en forma genérica, corresponde exactamente a la unidad social de hace tres milenios atrás.” (76).

Modelo 4: “La Autonomía Local"

“Las características de este prototipo están enraizadas en los trabajos de Clark Erickson (1987, 1988) en el área de Huatta, del departamento de Puno (Perú) y los de Gray Graffam (1990, 1992) en Pampa Koani. Las excavaciones de segmentos de campos elevados de cultivo, en este caso camellones, y sitios asociados, en Huatta, demuestran que estos campos agrícolas tuvieron distintas fases de contrucción. Con base en fechados de termoluminescencia, Erickson identificó dos. Durante la primera fase, los camellones fueron construidos entre el 600-800 A.C., y durante la segunda, éstos fueron trabajados entre el 1300 y 1500 D.C. Erickson (1987) concluye que la primera fase era, sino contemporánea, algo más temprana que Pucará. Con el colapso de Pucará, alrededor del 200 D.C., los camellones dejaron de ser utilizados. Erickson

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interpreta este abandono cómo el resultado de un cambio en la supremacía política, de Pucará, en el norte de la Cuenca del Titicaca, a Tiwanaku, en el sector sur. Al parecer, el área de Huata estuvo despoblada durante los periodos Tiwanaku. En contraste con la posición de algunos investigadores (Harrison y Turner 1978; Kolata 1986,1987, 1989, 1991, 1993: Turner y Denevan 1985), quienes sostienen que los camellones requieren de una inversión de trabajo intensa y compleja, Erickson afirma que en el altiplano, con la ayuda de la chaquitaqlla, un campesino puede construir un metro cúbico por hora de un segmento de camellón; en este sentido, la inversión de trabajo no es tan grande como se supone. Debido a la supuesta sofisticación del sistema, se había argumentado que una administración centralizada era necesaria para la planificación de los campos y su manejo (Harrison y Turner 1978; Kolata 1986, 1991, 1993). Los hallazgos de Erickson, por el contrario, demuestran que las familias, con reducido número de individuos, manejan eficientemente esta tecnología. Este modelo propone que el ayllu, definido por Erickson (1987:381) como "un grupo con tenencia local de la tierra" habría sido la unidad sociopolítica que habría construido y mantenido los sistemas de camellones.” (76-77).

“En forma similar, los trabajos de Graffam (1990,1992), en Pampa Koáni, testimonian que la agricultura en camellones no depende del surgimiento o del colapso de sistemas complejos de organización política. Graffam se centra principalmente en la organización social ulterior a la desintegración de Tiwanaku, llegando a la conclusión que el trabajo comunal habría sido la base, más que suficiente, para llevar adelante exitosamente el cultivo en camellones; además, habría sido "la fuerza del sistema del ayllu la que posibilitó la función del sistema sin autoridad formal (Graffam 1990:253; énfasis añadido). Se aprecia claramente que en la formulación de este modelo, el ayllu también es utilizado en forma genérica, sin desarrollarse un marco de referencia más amplio de la dimensión política y de la dinámica segmentaria que alcanzan los ayllus.

Los distintos modelos que hasta aquí se han sintetizado guardan directa relación con los resultados del presente trabajo. En tal sentido, éstos serán evaluados una vez que los datos de la prospección regional y de las excavaciones sean presentados. De esta manera se podrán contrastar las propuestas y diferenciar sus posibilidades dentro de los parámetros de la evidencia arqueológica.” (77).

Capítulo 5:

Período Preceramico (ca. 10.000-1500 A.C.)

“Pese a la existencia de numerosos sitios del Pleistoceno Tardío en Sudamérica, la controversia acerca de la antigüedad del ser humano en el continente sigue siendo motivo de intenso debate en la arqueología (Dillehay 1985, 1989, Dillehay y Collins 1988; Dillehay et e1.1992; Lynch 1974,1990;

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MacNeish 1976; Schobinger 1969; entre otros). Hace aproximadamente unos 10.000 años, los Andes centro-sur se caracterizaban por un clima relativamente frío y seco, el mismo que fue posteriormente sustituido por un episodio moderadamente húmedo y cálido; este episodio se ubica entre 7500 y 5500 años antes del presente (A.P.) (Graf 1981). Los resultados de los estudios paleohidrológicos dan cuenta de la presencia de índices de evaporación elevados en el Lago Titicaca entre 7700 y 3650 A.P., asociados a cambios globales durante el Holoceno, lo cual originó un declinamiento de aproximadamente 50 m en el nivel de las aguas (Wirrmann y de Oliveira 1987; Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991). Esta reconstrucción amplia provee algunas pautas acerca del escenario en el que los primeros pobladores del Valle Bajo de Tiwanaku tuvieron que desempeñar sus actividades. La fase fría y seca, entre los 10.000 y 7500 A.P., probablemente estableció un límite para la ocupación humana, relegando la misma a sectores no influenciados por los glaciales. En tal sentido, el Valle Bajo de Tiwanaku, a una altura promedio de 3830 m, habría sido un lugar casi inhóspito, quizás con la excepción del sector lacustre. Este se habría constituido en importante fuente de recursos para grupos de pescadores, cazadores y recolectores. En otras regiones de los Andes, como ser la puna de Junín y el Valle de Ayacucho (Perú), existe evidencia de la presencia de grupos de cazadores y recolectores hace unos 6000 A.P. Estos grupos habrían cazado, y probablemente controlado, camélidos (Wing 1978).

Dos hallazgos aislados son los únicos elementos que sugieren la posibilidad de una actividad cazadora en el valle, incluyendo el valle bajo y el sector central (Mathews 1992). LV-e fue encontrada en el costado de una quebrada, y LV-g fue hallada en una de las laderas de las montañas del sur (Figura 5.1).

Pese a que en los sitios LV-19 y LV-169 sólo se encontraron artefactos líticos en la superficie, es prematuro afirmar que éstos representan asentamientos del Periodo Precerámico. Al presente, desafortunadamente, aún no se han efectuado estudios líticos comparativos en el Valle de Tiwanaku. Las únicas apreciaciones generales que se pueden hacer.de los artefactos recolectados son de índole comparativo con otras regiones de los Andes. De esta manera, se advierten determinadas características entre LV-e y una de las las puntas de la Cueva Fell (Bird 1969), y entre LV-g y las puntas foliáceas encontradas en :Junín, Perú (Lavallé y Julien 1975).” (78).

“La cantidad limitada de los hallazgos pertenecientes a un periodo anterior a los grupos sedentarios en el valle hace difícil la evaluación de las características del asentamiento en la región; es, por esta razón, que este corto comentario solamente se limita a una comparación tipológica, quedando todavía varias interrogantes por resolverse. No se puede afirmar si es que durante el periodo entre 10.000 y 7000 A.P., que correspondería al Periodo Arcaico Temprano y parte del Arcaico Medio (Santoro 1993), se dieron patrones estacionales en la explotación de recursos. Un aspecto que si es significativo, sin embargo, es que durante el Periodo Arcaico Tardío (60()0-3500 A.P.) el nivel de las aguas del

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Titicaca habrían estado a unos 50 metros por debajo de su nivel actual, infiriéndose que el "Lago Menor" no habría existido como tal. Tomando en cuenta estas circunstancias, y de haber existido sitios del Arcaico Tardío en las cercanías del antiguo margen del Titicaca, éstos estarían actualmente bajo las aguas.” (79).

Capítulo 6:

Período Formativo (1500 A.C.-100 D.C.)

RESULTADOS DE LA PROSPECCIÓN

“La escasa evidencia que existe en el valle bajo acerca de la ocupación humana durante el Precerámico contrasta con el testimonio arqueológico de los primeros grupos que tuvieron en su bagaje cultural a la producción cerámica. Esta característica no es, sin embargo, la primordial en la definición de una nueva etapa en el desarrollo de la sociedad andina. Hace aproximadamente unos -3500 años atrás, los segmentos sociales que habitaban en las inmediaciones del Lago Titicaca empezaron a formar núcleos estables sedentarios y a producir y depender de un amplio espectro de plantas domésticas (Browman 1981).

Los resultados de las investigaciones palinológicas y limnológicas que se efectuaron en Pampa Koani, ubicada a escasos 12 km al norte del Valle de Tiwanaku, dan cuenta que los paisajes lacustres, hace unos 2000 años, eran similares a los que actualmente prevalecen (Leyden 1987; Ybcrt 1991). A la luz de estos estudios, se puede colegir que la distribución de microambientes en el Valle de Tiwanaku era también similar. Sin embargo, los datos osteológicos de las excavaciones en el sitio LV-174 (Allkamari) muestran la presencia de camélidos, venado andino y viscacha, lo cual sugiere un contraste en el tipo de fauna que hoy se encuentra en el valle. Esta diferencia tiene ilación directa en las interpretaciones de las estrategias de subsistencia que caracterizaron a este intervalo. Otra importante diferencia que debe ser tomada en cuenta es la referida a la Zona de Terrazas (TZ). Reconocida actualmente como un espacio donde la transformación cultural de las pendientes, en épocas prehispánicas, creó un microambiente particular, toda su extensión no puede ser atribuida a los grupos de este periodo. Es probable, como se discute posteriormente, que el uso de terrazas y andenes agrícolas haya sido un componente del sistema económico productivo de la sociedad del Periodo Formativo. En todo caso, la ubicación de sitios de este periodo en la denominada Zona de Terrazas (TZ) sirve principalmente un propósito referencial.” (80).

“Tomando como base los trabajos previos en Chiripa (Bennett 1936; Browman 1978b, 1981; Layman y Mohr 1965; Mohr 1966; Mohr Chávez 1988), varias similitudes han sido identificadas entre la cerámica de este sitio y la que se

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identificó en varios yacimientos arqueológicos del valle bajo(16). La denominada Fase Llusco (Browman…

(16) En el presente trabajo, se toma el esquema de Mohr Chávez [1988j, quien divide el periodo Formativo en tres fases: Temprana (1400-900 A.C.), Media, o también referida aquí como Intermedia (900-600 A.C.) y Tardía (600-…

1981:413), ubicada entre el 850 y el 500 A.C., se caracteriza, aparentemente, por la manufactura de ceramios con variedades bícromas y con desgrasante de fibra vegetal. Es principalmente esta clase de cerámica la que con mayor frecuencia se encuentra en varios sitios del valle. Sin embargo, esto no significa la ausencia de otras variedades cerámicas durante el Periodo Formativo. Por el contrario, existe un espectro significativo de expresiones cerámicas que demuestran la variabilidad de los grupos alfareros tempranos que se asentaron en el área.” (80-81).

CERÁMICA

“Uno de los atributos diagnósticos de la cerámica Chiripa es la inclusión de fibra vegetal, como desgrasante, en la pasta. Si bién este atributo es caracterizado por Browman (1981) como distintivo de una de las fases de desarrollo de la cultura Chiripa, los datos que Karen Mohr Chavez (comunicación personal) ha procesado de las investigaciones de A. Kidder en el sitio dan cuenta de la presencia de temperante vegetal en la cerámica de varios estratos que Kidder excavó. Por otra parte, la cerámica que se identificó en los distintos estratos excavados en el sitio de Allkamari, en el valle bajo, demuestra que la inclusión de fibra vegetal en la cerámica habría caracterizado a fases más antiguas de las propuestas por Browman.

Los pastos que se utilizaron como desgrasante eran el iru-ichu (Stipa pungens), y el ichu (S. ichu) (Layman y Mohr 19b5). Otras inclusiones que se advierten en algunos casos son arena y fragmentos de cuarzo; estos últimos tienden a caracterizar ceramios de paredes gruesas. La presencia de mica es muy rara. La pasta, en general, es de color café oscuro, rojó oscuro o negro. Las paredes de los ceramios son irregulares aunque existen algunas piezas que denotan paredes delgadas y regulares, principalmente en cuencos. El quemado de las piezas indica una atmósfera reductora. El tratamiento de la superficie se caracteriza, principalmente, por el bruñido, pese a que también se evidencia el pulido de algunas piezas; la decoración, no muy frecuente en los materiales que se identificaron durante la prospección, se basa en el pintado de motivos geométricos con colores crema y/o negro sobre un fondo rojo o café. Ejemplos de algunos fragmentos Chiripa que se identificaron en el valle están ilustrados en las Figuras 6.1, 6.2 y 6.3.

La cerámica descrita por Ponce {1971} y atribuida al intervalo entre los ca. 1580 A.C. y el 43 D.C. {Ponce 1980:30}, se caracteriza por una pasta blanquecina. Elementos típicos de la decoración son figuras geométricas

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incisas pintadas. Un atributo característico de ésta es también el asa horizontal. Algunos fragmentos que guardan cierto parecido con esta cerámica están representados en la Figura 6.4.” (81).

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100 A.C.). Esta división es similar a la que Browman (1981,1987b, n.d.) efectúa, dividiendo el Formativo en Fase Condori (1300-850 A.C.), Fase Llusco (850-600 A.C.) y Fase Maman¡ (600 A.C.-50 D.C.). Coincido con Browman que la fase tardía se extendió hasta la primera centuria de nuestra era, cuando se empiezan a gestar algunos importantes cambios en la Cuenca del Titicaca . En tal sentido, la fase tardía tendría una extensión del 600 A.C. al 100 D.C.

(17) El término "desgrasante" se refiere a la inclusión que tiene la arcilla o al elemento intencional que el ceramista hace en la pasta del ceramio con objeto de darle mayor plasticidad y de "neutralizar" el impacto térmico que causa el quemado de las piezas y la posible ruptura de las mismas (Sinópoli 1991). También puede tener una cualidad específica en las paredes del ceramio, añadiéndole porosidad al mismo. El "desgrasante", también referido como "temperante" en la literatura arqueológica, puede ser arena, mica, fibra vegetal, concha, tiestos de cerámica, hueso fragmentado, etc.

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“Estos dos grupos cerámicos, reconocidos en previas investigaciones, sirvieron como elementos diagnósticos en la asignación de sitios que muestran dichos componentes. No cabe duda que estos parámetros comparativos restringieron, inicialmente, el reconocimiento de un espectro de variantes cerámicas del Periodo Formativo en el valle, situación que, con los datos de las excavaciones, pudo esclarecerse.

No se puede obviar que el lapso de tiempo que el Periodo Formativo abarca es significativamente amplio y que toda apreciación acerca del asentamiento humano durante esta extensión de tiempo ha de ser bastante general. No se puede asociar la dimensión espacial del patrón de asentamiento del Periodo Formativo con un determinado momento histórico. El milenio y medio que abarca este espacio no puede reducirse a una sola configuración. La identificación de "grupos" de asentamientos debe ser tomada con cautela. Por otro lado, pese a existir una cierta debilidad en el control cronológico, las referencias de distribución de los sitios son indicadores muy importantes de las estrategias de substistencia y de las diferencias culturales, al menos en cuanto a la dicotomía que se advierte en la ubicación de sitios con cerámica Chiripa y sitios con variantes cerámicas locales

DISTRIBUCIÓN DE SITIOS

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Zona de Coluvio Superior (UCZ)

LV-33

El sitio está ubicado entre dos pequeños cerros, uno de ellos conocido como cerro Pukara, en el sector norte del valle. El acceso al sitio se limita a los sectores sur y oeste, debido a que quebradas profundas marcan los límites este y norte. No se aprecian estructuras en la superficie, pero el área donde se encuentran dispersos tiestos de cerámica y líticos abarca aproximadamente 0.8 ha. El componente Formativo cubre toda la extensión del sitio. Al parecer, el lugar fue escogido por su ubicación estratégica, no solamente porque puede haber tenido funciones defensivas, sino porque desde la cima se tiene una vista panorámica del Valle de Tiwanaku así como de la Pampa Koani.

LV-174 (Allkamari)

En forma similar a LV-33, el sitio está ubicado entre quebradas; el acceso se encuentra en el sector noreste. La plataforma y la ligera pendiente sobre las cuales se extiende el sitio cubre un área de 0.4 ha. Las densidades del material cultural en la superficie, en determinados sectores del sitio, son elevadas. Al igual que en el sitio LV-33, los artefactos líticos, entre ellos puntas de proyectíl, raspadores y fragmentos de batanes, son frecuentes. Aunque no se observan con claridad restos de estructuras, existe un delineamiento rectangular (aproximadamente 60 x 40 m) sobre la plataforma. También se observan promontorios de piedras en los márgenes del sitio y un pequeño montículo en la parte sur.” (86).

“Con una elevación de 4000 metros, este sitio es uno de los de mayor altura en la región. En forma contraria a la disposición de LV-33 y LV-174, no existen quebradas que demarquen los límites del sitio. La dispersión de material en la superficie se expande sobre una extensión aproximada de 0.09 ha. El material está distribuido por sectores, y se presenta en densidades medias y altas. No existen evidencias de estructuras, aunque se identificaron fragmentos considerables (30 x 30 cm) de barro quemado que al parecer pudieron servir como unidades de construcción. Se pudo advertir que la cerámica del sitio contiene un gran porcentaje de desgrasante de fragmentos de cuarzo.

LV-205

El sitio está ubicado a unos 300 metros al este de LV-33. Las densidades en la distribución del material de superficie, sin embargo, no son tan altas como el sitio vecino y están restringidas a la ladera sur del cerro Pukara. El sitio tiene una extensión de 0.15 ha. Debido a la presencia de bastantes huesos humanos, es factible que éste haya sido un sitio funerario.

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LV-377

Casi a 4000 metros de altura, el sitio está demarcado por quebradas, excepto en el lado norte, el mismo que se conecta con la cadena de serranías del sector norte. La superficie, que alcanza 0.16 ha, se encuentra cubierta de material cultural con densidad considerable; en este sitio también se evidenciaron trozos considerables de arcilla quemada.

Otros dos sitios, LV-372 y LV-382, se ubican en esta zona del Coluvio Superior (UCZ), pero no presentan gran extensión (0.04 ha) y material en la superficie.

Zona de Coluvio Inferior (LCZ)

LV-155

El sitio está ubicado a un kilómetro al norte del Lago Titicaca. La cerámica presenta atributos similares a los descritos para la cerámica Tiwanaku I. Este componente Formativo se extiende por sobre un área aproximada de 0.15 ha; no se advierten estructuras.

LV-156

Ubicado a unos 300 metros al suroeste de LV-155, el sitio presenta características peculiares. Al igual que LV-155, es uno de los pocos sitios en el valle que muestra la presencia de atributos parecidos a los descritos por Ponce (1971) para la cerámica denominada "Tiwanaku I (unidad Kalasasaya)". Sin embargo, también se encuentra un componente cerámico vinculado a Chiripa, situación que complica, en cierta medida, la interpretación de las relaciones entre los portadores de estos distintos grupos cerámicos. La ocupación del Formativo en este sitio abarca una extensión de 0.8 ha, y se distribuye sobre las leves pendientes de un pequeño montículo.” (87).

LV-333

“El sitio está ubicado sobre una ligera pendiente. La ocupación del Formativo se extiende por sobre unas 0.5 ha; las densidades de distribución de material cultural en la superficie no son considerables; no se presentan estructuras.

Seis sitios adicionales fueron identificados en esta Zona de Coluvio Inferior (LCZ): LV-134, LV-158, LV-215, LV-36b, LV-393 y LV-182. El reducido número

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de tiestos de cerámica del Formativo que se identificó en cada uno de estos sitios no excede 0.04 ha.

Zona Lacustre (LZ)

LV-29

El sitio consiste de un montículo que se extiende por sobre unas 0.5 ha. El componente Formativo, sin embargo, se encuentra disperso sobre un área de 0.25 ha. Sectores de camellones se encuentran al norte y al este, pero es prematuro asociar estos campos de cultivo con la ocupación del Formativo, siendo que existe una ocupación Tiwanaku posterior.

LV-150 (Iwawi)

El componente Formativo de este sitio no fue identificado en la superficie. Fue durante las excavaciones de prueba en las que se descubrió un elemento Formativo en los estratos inferiores. Numerosos ceramios de orden doméstico y algunos ejemplos de cerámica decorada con incisiones fueron descubiertos. Estos nuevos elementos del Formativo serán analizados con mayor detalle más adelante. Debido a que el componente Formativo se encuentra cubierto por sedimento, es casi imposible hacer una evaluación de la extensión del sitio. Sin embargo, los resultados de las excavaciones posteriores (Albarracin-Jordan e Isbell 1993) sugieren una extensión mínima de una hectárea.

Otro sitio ubicado en esta zona es LV-164, en el cual sólo se identificó un par de tiestos de cerámica. Tentativamente se asignó a este asentamiento una extensión de 0.04 ha, para el Periodo Formativo.

Zona de Terrazas (TZ)

LV-94

El sitio está ubicado en la cima de un pequeño cerro en el cordón montañoso del sur, y guarda cierta similitud con los sitios del sector norte del valle. El acceso al sitio se encuentra en el lado este, mientras que los sectores norte y sur se encuentran completamente terraceados. Las superficies de cultivo tienen un promedio de 5 m de ancho. Un canal de agua moderno pasa por el sector sur del sitio. La parte central se caracteriza por la presencia de una plataforma que se eleva a un metro por encima de la superficie y mide aproximadamente 15 x 10 rri. La distribución de la cerámica es más densa en el sector de la plataforma y sobre andenes aledaños. El componente Formativo está disperso por sobre unas 2 ha y se constituye en el asentamiento Formativo más extenso del valle.” (88).

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LV-101

“El sitio se encuentra en el margen de esta zona y el comienzo de la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). El componente Formativo tiene una extensión de 0.4 ha, con una densidad media de material cultural en la superficie. No se aprecian componentes arquitectónicos.

LV- 432

El sitio está demarcado por la distribución de cerámica y artefactos líticos sobre una superficie aproximada de 0.25 ha. Los lados este y oeste están demarcados por quebradas, mientras que en el lado norte se encuentran varios andenes.

LV-464

El componente Formativo en este sitio cubre un área de unas 0.6 ha, incluyendo varias plataformas de andenes. No se advierten otros rasgos arquitectónicos. El material esta disperso en forma discontínua, con sectores de media y alta densidad.

LV-467

Al igual que LV-464, el componente Formativo en este sitio está disperso sobre un área de unas 0.6 ha, aunque la densidad del material no es tan elevada. Tampoco se aprecian rasgos arquitectónicos.

LV-468

Ubicado a unos 200 metros al noroeste de LV-467, el sitio cubre un área de unas 0.25 ha, y tiene una distribución escasa de material cultural en la superficie. Con la excepción de muros de andenes, ningún otro rasgo arquitectónico es evidente.

A estos sitios se suman seis sitios adicionales de pequeño tamaño (entre 0.04 y 0.09 ha); éstos son LV-419, LV-436, LV-460, LV-461, LV-462 y LV-474, la mayoría de ellos asociados a andenes.

Zona de Pastos y Manantiales (SGZ)

LV-90

El componente Formativo en el sitio abarca una extensión de 0.25 ha, y se distribuye con densidad baja. La cerámica de este sitio denota cierta similitud con la denominada "Tiwanaku I (unidad Kalasasaya)" (Ponce 1971).

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Dos sitios adicionales completan el inventario de sitios en esta zona, LV-450 y LV-480, los mismos que no exceden las 0.04 ha en tamaño y con densidades muy bajas en la distribución de fragmentos de cerámica.” (89).

PATRÓN DE ASENTAMIENTO

“Un resumen de la distribución, por microambiente, de sitios del Periodo Formativo se encuentra en la Tabla 6.1, y el patrón de asentamiento se encuentra representado en la Figura 6.5. Tal como se muestra en la Tabla 6.1, se puede afirmar que los sitios no están distribuidos en forma aleatoria en los siete microambientes. Esta prueba estadística toma en cuenta a la Zona de Terrazas (TZ) como una categoría separada. Como se indicó anteriormente, sin embargo, es probable que este microambiente no haya tenido la extensión que posteriormente alcanzó. En tal sentido, gran parte de este sector habría conformado un microambiente similar al Coluvio Inferior (LCZ) del sector norte del valle. Si se combinan los sitios de la Zona de Terrazas (TZ) con los de la Zona de Coluvio Inferior (LCZ) la distribución también muestra que los sitios no están distribuidos en forma aleatoria. En resumen, es evidente que cierta preferencia por determinados sectores tuvo vigencia durante este milenio de ocupación humana en el valle bajo.” (89-91).

“Si se examina con mayor detalle la distribución de sitios, se advierte que las zonas de las terrazas y del coluvio inferior (las mismas que probablemente correspondían a una misma unidad microambiental durante este periodo) contienen 21 sitios, lo cual representa el 63.6% del número total. Siete sitios se ubican en el Coluvio Superior (UCZ), correspondiente al 21.2%, mientras que los restantes cinco se encuentran distribuidos casi en forma proporcional entre la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) y la Zona Lacustre (LZ). Es así que un 84.8% de los sitios del Formativo se encuentran en zonas coluviales, confirmando la presencia de una estrategia locacional particular. Si la distribución de sitios muestra una tendencia por las laderas de las serranías y montañas, la distribución de los mismos en estas zonas también parece seguir un determinado patrón de agrupamiento. La inspección visual del mapa de distribución (Figura 6.5), empero, es una manera subjetiva de encontrar asociaciones significativas. En tal sentido, el uso de análisis estadístico espacial constituye una herramienta significativa de la investigación arqueológica.

Esta estrategia de la investigación, no obstante, debe ser tomada como un elemento auxiliar en la inferencia del sistema de asentamiento y no así como el medio para entender las dimensiones de decisión humana que caracterizaron a la sociedad prehispánica. Las relaciones espaciales, tal como se las presenta en las pruebas estadísticas, pueden ser evaluadas solo en términos de "un patrón de comportamiento esperado" (Johnson 1977:480). Aspectos vinculados al comportamiento de los segmentos sociales, tales

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como la reducción al mínimo del gasto de energía y la manipulación óptima de recursos, no puede ser enfocada solamente desde un análisis de patrón de puntos en el espacio. En el presente trabajo, el análisis espacial estadístico es utilizado como una fuente auxiliar en la interpretación de relaciones distanciales que se presentan entre sitios. Esta herramienta, sin embargo, en combinación con otras consideraciones, forma un marco de referencia muy útil en la explicación de los patrones de asentamiento.” (91).

Estadística de “Vecino más Cercano”

“Desde la introducción de la estadística del "vecino más cercano" en la ecología (Clark y Evans 1954), varias aplicaciones arqueológicas le han seguido. Quizás el elemento más importante en la evaluación de esta aplicación, aparte del denominado "efecto de margen", es el relacionado al área en consideración. Pinder et al. (1979) han demostrado que se debe identificar el "área significativa" para que esta estadística adquiera un sentido práctico. Debido a que la distribución de puntos es afectada por el tamaño del área, la definición espacial es esencial para eliminar elementos de distorsión en los cálculos.

Aunque, potencialmente, todos los microambientes del valle bajo pueden haber sido explotados por distintos propósitos, el registro arqueológico demuestra que los asentamientos humanos fueron establecidos con base en consideraciones particulares, y que el análisis de los factores que influyeron en la decisión de esos grupos humanos en el pasado pueden ser determinados.

Una visualización de la distribución de sitios del Formativo (Figura 6.5) nos muestra que existe una especie de dicotomía en el uso del espacio; es decir, que se pueden apreciar dos sectores de asentamiento claros, uno al norte y otro al sur. Un enorme vacío separa estos dos sectores, sugiriendo la presencia de una frontera, quizás política o quizás vinculada al marginamiento de la zona intermedia del valle como un sector carente de significado para el asentamiento humano; la evaluación de las características microambientales y la distribución de sitios indican nítidamente que las llanuras aluviales del Lago Titicaca y el Río Tiwanaku fueron sectores marginales para este propósito. Las características de estas zonas, detallas en el capítulo l, hacen que los factores de riesgo sean muy elevados, y, por tanto, no se debe a factores metodológicos de la investigación la ausencia de sitios en estas zonas. En forma similar, existen argumentos concretos para explicar la exclusión de la Zona Intermontañosa (IZ) como área de residencia permanente, pese a que ésta pudo haber sido utilizada para la caza o para el pastoreo. Las principales causas del marginamiento de la Zona Intermontañosa (IZ) serían, precisamente, la distancia entre ésta y los sectores con mejores suelos y a los factores climáticos que rigen en la área. Se ha indicado que los grupos humanos del Formativo eran segmentos sociales con cierta dependencia en la agricultura, y, en tal sentido, las tierras de esta zona no hubieran brindado los factores óptimos para el cultivo.” (92).

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“En resumen, pese a que estas tres zonas pueden haber sido importantes para la caza, la pesca, la recolección de plantas y el pastoreo, el registro arqueológico no muestra que éstas hayan sido utilizadas como zonas de residencia permanente. Para los propósitos del análisis estadístico, gran parte de la Zona Lacustre (LZ), la Planicie Aluvial del Río Tiwanaku (AP) y la Zona Intermontañosa (IZ) han sido eliminadas del área en consideración. Por consiguiente, los cálculos se basan en un área de 150 km2 para el valle bajo. Análisis separados han sido también efectuados para ver variabilidad entre el sector norte y el sector sur. En la Tabla 6.2 resume la estadística del "vecino más cercano" para cada caso. Los valores del "Test C" corresponden a los valores de los patrones de distribución de los puntos, donde valores menores a -1.0 indican agrupamiento, valores entre -1.0 y 1.0 indican una distribución aleatoria, y valores mayores a 1.0 señalan regularidad(18). Como se puede apreciar en la Tabla 6.2, el resultado de esta estadística indica una aleatoriedad para los 150 km2 del valle. La evaluación del sector norte (75 km2) también da un resultado de aleatoriedad. Sin embargo, la estadística para el sector sur indica un agrupamiento de los sitios.” (92-93).

Análisis Estadístico de "Gravedad"

“La estadística del "vecino más cercano" brinda una importante pauta acerca de los patrones de distribución. Empero, ésta no considera los tamaños de los sitios, obviándose un importante aspecto en la evaluación de la organización del asentamiento. Pese a que los supuestos del análisis de "gravedad" involucran costos de energía de movimiento (e.g., el recorrido sobre terreno accidentado demanda mucho más energía que la cobertura de la misma distancia sobre terreno llano), la prueba estadística considera el tamaño de los sitios y la distancia entre ellos, ampliando las bases interpretativas del patrón de asentamiento (Haggett 1965; Plog 1976).

El resumen de los coeficientes de atracción se encuentra en la Tabla 6.3. De esto resultados surge el diagrama que se muestra en la Figura 6.6. Con pequeñas modificaciones, el agrupamiento que se observa en el mapa (Figura 6.5) es corroborado objetivamente por el análisis de "gravedad".” (93).

“Solamente dos casos presentan una situación no muy clara. Aunque el vecino más cercano de LV-182 es LV-174, en el análisis de "gravedad" este sitio se agrupa con LV-33. Esta situación se esclarece si tomamos en cuenta que LV-33 es mucho más grande en extensión que LV-174. Una situación similar es la que presenta LV-436, el mismo que en el análisis de "gravedad" se encuentra vinculado al grupo de LV-94, cuando su vecino más cercano es LV-436. Nuevamente en este caso, el tamaño de LV-94 toma mucho mayor significado en el análisis, desplazando en importancia la pequeña dimensión de LV-432 y la distancia que lo separa de LV-436.

Con base en estos resultados, cinco grupos de sitios pueden ser discernidos.” (95).

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“El grupo está compuesto por LV-33, LV-134, LV-205 LV-366, LV-372, LV-377, LV382 y LV-393. Casi un 63% de estos sitios se encuentran en la Zona de Coluvio Superior (UCZ), mientras que el restante 37% se ubica en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ). En forma similar al grupo vecino "Allkamari", este grupo incluye un sitio mayor (LV-33; m Figura 6.7), ubicado estratégicamente. El sector norte de este sitio conecta con la cumbre de la serranía y ésta a la vez sirve de nexo entre los grupos ubicados a lo largo del sector norte. Esta disposición, como se discute más adelante, tiene importante implicación en las interpretaciones de interacción entre grupos. Es probable que LV-33 haya tenido varias funciones, tanto defensivas como domésticas, y que los sitios satélites a su alrededor servían funciones domésticas y funerarias. Sin embargo, al presente, sin datos de excavación, es difícil aseverar que todos estos asentamientos eran de residencia permanente.” (96-97).

“Este grupo incluye a LV-174, LV-179, LV-182 y LV-333, todos éstos ubicados en las zonas de coluvio (UCZ y LCZ). Un elemento destacable de este grupo es LV-174, conocido en la comunidad de Pillapi como "Allkamari" (Figura 6.8). Las quebradas profundas que circundan el sitio, excepto por el lado noreste, suponen cierta función defensiva. La ubicación de LV-179, a unos 1.25 km al noreste de LV-174, y la disposición de este último, sugieren que la interacción entre estos dos sitios era mayor que con los otros del grupo. Las excavaciones que se realizaron en LV-174, detalladas más adelante, indican que el sitio constituía un centro habitacional semisubterránco.

III. CHIU

El grupo está compuesto por LV-155, LV-156, LV-158, LV-164 y LV-215, aunque este último podría pertenencer a otro grupo ubicado más al oeste (ver Figura 6.5, márgen superior izquierdo). En contraste con los grupos descritos anteriormente, este agrupamiento no parece incluir a un sitio mayor, aunque existe la posibilidad de asentamientos mayores más al norte, ya fuera de los límites de la prospección. Cuatro de los cinco sitios de este grupo se encuentran ubicados en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ), y solamente uno, LV-164, se encuentra en la Zona Lacustre (LZ). LV-15b constituye un caso interesante, debido que presenta material relacionado a Chiripa y a "Tiwanaku I". Apoyándose en una cronología general, se ha señalado que los estilos cerámicos de Chiripa (estilo definido como "Chiripa Clásico" por Bennett) y "Tiwanaku I" serían contemporáneos (Ponce 1970). En este sentido, las interrogantes apuntarían, hacia el tipo de relación que tendrían los portadores de estos distintos estilos. Los datos del valle central (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:71; Mathews 1992:77) establecen que estos grupos tenían una distribución diferente. Los sitios Chiripa están ubicados principalmente en zonas intermedias (Coluvio Inferior [LCZ]), mientras que los sitios con un componente Tiwanaku I están situados exclusivamente en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). Una situación parecida, aunque no en forma tan extensa, puede ser inferida en el

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valle bajo. Esta dicotomía en el asentamiento, entre Chiripa y Tiwanaku I, es analizada con mayor detalle más adelante.

IV. LACUYUSA

Pese a que los grupos del sector sur del valle exhiben algunas similitudes con sus contrapartes en el norte, existen importantes diferencias. El grupo "Lacuyusa" está compuesto por LV-94, LV-101 y LV-480, aunque los resultados del análisis estadístico de "gravedad" agruparía también a LV-29 y LV-90. LV-94 presenta características análogas con LV-33 y LV-174, con la excepción que alrededor de LV-94 se encuentran varias superficies de andenes (Figura 6.9). Otra importante diferencia es la presencia de fuentes de agua permanentes en "Lacuyusa", y en general en todo el sector montañoso del sur. En forma similar a lo que acontece en el grupo "Chiu", el sitio LV-90 de esta agrupación tiene un componente Chiripa así como "Tiwanaku I."” (98).

V. COPACIRA

“El grupo incluye a LV-419, LV-432, LV-436, LV-450, LV-460, LV-461, LV-462, LV-464, LV-467, LV-468 y LV-474. A excepción de LV-450, todos los sitios están ubicados en la Zona de Terrazas (TZ). Ninguno de ellos constituye un sitio mayor, contrariamente a lo que acontece en otros grupos y tampoco muestran rasgos defensivos, aunque evidencias muy tenues pueden ser vislumbradas en LV-432. Pese a que LV-474 ha sido agrupado, es factible que el mismo pertenezca a otro grupo, fuera de la zona prospectada.” (99-100).

SISTEMA DE ASENTAMIENTO

“El sistema de asentamiento ha sido definido como "el conjunto de reglas que generan el patrón" (Flanery 1976:162), no obstante que las estrategias también deben formar parte de las interpretaciones acerca de la configuración de sitios. Al definir el conjunto de reglas, una tarea metodológica compleja, solo se alcanza un nivel descriptivo; el porqué se desarrolló ese conjunto de normas que crea el patrón es el tema de fondo que finalmente busca una explicación al comportamiento social.

Como se mencionó anteriormente, los grupos sociales andinos interaccionaron dentro de un mosaico ecológico complejo, resultante de su variable geografía, acumulando conocimientos acerca de las regularidades, inestabilidades y variantes de este medioambiente heterogéneo. Estos grupos desarrollaron, por esta condición, una serie de principios organizativos propios para acomodarse tanto al medio natural como al social, lo cual no significa que el proceso de evolución social estuviera condicionado sólo por circunstancias ecológicas. C. R. Hallpike (1968:287) enfatiza que "Debemos, entonces, considerar, el medioambiente no tanto como un conjunto de obstáculos o determinantes,

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menos aún como el agente primario de selección en el sentido darwiniano, sino como un conjunto de oportunidades a ser explotadas, las formas de explobación dependiendo de la organización social y la ideología." La aseveración de Hallpike es acertada, aunque se deben investigar los motivos que forzaron originalmente a los grupos locales a enfrentar los riesgos de subsistencia y competencia.

No se puede determinar con exactitud cuándo los segmentos sociales de los Andes sur-centrales desarrollaron una estrategia de complementación ecológica; sin embargo, puede argumentarse que uno de los factores críticos en la expresión original de esta táctica fue la de evitar o sobreponer factores de riesgo. Al parecer, esta complementación, ya sea mediante el control directo o mediante el ejercicio del intercambio, en sus variadas maneras, ya estaba vigente durante el Periodo Formativo Temprano, sino antes (Santoro 1993).

En el Valle Bajo de Tiwanaku, la formación de grupos de sitios, durante el Formativo Tardío, sugiere que la identidad social estuvo conformada por segmentos discretos. Este fenómeno de agrupamiento puede ser tentativamente interpretado como el resultado de la competencia que existía por los recursos de la región. La presencia de sitios estratégicamente situados, que sugieren una función defensiva, amplían el testimonio, no solamente de una situación competitiva económica sino también de un orden político. Si este fue en realidad el marco de desenvolvimiento de la sociedad del Formativo, la pregunta es si la competencia era entre los grupos del valle. Si se examinan con más detalle algunos datos adicionales, resulta evidente que los grupos del sector norte del valle no podían haber estado en una situación social de conflicto, simplemente debido a que los sitios mayores de los grupos denotan una vinculación geográfica a través de la cima de la serranía que los conecta. Si los sitios mayores son empleados para sugerir la presencia de conflicto, entonces el grupo opositor debe ubicarse fuera del nivel de los grupos del sector norte. No es imprudente adelantar que quizás fue la contemporánea y creciente tradición Tiwanaku, asentada en los sectores llanos del valle, la que contendía con los grupos de filiación Chiripa.” (100-101).

“Con base en los trabajos de Bennett (1936) y Browman (1978b,1981) en el sitio de Chiripa, se puede colegir que, entre el 500 y 100 A.C., se construyó un recinto semisubterráneo rectangular con estructuras especiales para el almacenamiento y un piso de arcilla amarilla que sugieren la edificación de un complejo arquitectónico que trasciende el simple orden doméstico (Mohr Chávez 1988:25). Esta evidencia indica que un sistema "institucionalizado" de redistribución fue establecido en estrecha relación con actividades ceremoniales hacia el 500 A.C.

Es de advertir que la información producida acerca de Tiwanaku durante este periodo no sea en lo mínimo suficiente como para efectuar una comparación con

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Chiripa. En el caso de haberse constituído Tiwanaku en un centro religioso/redistribucional de importancia, al igual que Chiripa, entonces lo que debería hacerse es enfocar la temática de la competencia a nivel multiregional.

Los datos de prospección del valle bajo indican la presencia de por lo menos dos grupos culturales distintos. Su relación puede haber tenido un tinte de agresividad debido al surgimiento de intereses económicos y políticos similares, aunque no se pueden descartar diferencias étnicas más profundas. Sin embargo, aún queda la interrogante acerca de la presencia de elementos Chiripa en asociación con cerámica "Tiwanaku I" Una alternativa de explicación es que el marco de referencia cronológico que actualmente se utiliza no permite una demarcación más precisa de los desarrollos socioculturales que tuvieron lugar durante el milenio y medio que duró este periodo. En tal sentido, es posible que los grupos Chiripa hayan tenido cierta anticipación a los grupos que portaban elementos del "Tiwanaku I," y que los primeros fueron incorporados a la esfera Tiwanaku (Ponce 1978) después de una historia larga de interacción. Supuestamente, esta transformación se dió alrededor del primer siglo de nuestra era.” (101)

Durante el Formativo Temprano, sin embargo, las indicaciones preliminares de la prospección sugerían la coetancidad entre Chiripa ("Fase temprana, 1400-900 A.C.", en la terminología de Mohr Cháve,z [.19881 o "Fase Condori,1300-850", en la clasificación de Browman [1978b,1981]. Los fechados calibrados de las muestras que se obtuvieron en las excavaciones de los niveles inferiores en Iwawi y en el sitio de Allkamari dieron 925±85 A.C. (ETH 8042) y 1161+104 A.C. (ETH 8043), respectivamente. De estos resultados se infiere que al menos dos manifestaciones culturales coexistían durante el Formativo Temprano, mucho antes del surgimiento de Tiwanaku como esfera cultural unificadora en el valle (Albarracin-Jordan 1992:111). Las investigaciones que Mathews (1992) realizó en el valle central dan cuenta de la presencia de otras manifestaciones locales que amplían aún más el espectro cultural durante el Periodo Formativo en su totalidad. La incorporación de Chiripa y de otros segmentos sociales diferenciados fue el resultado de una interacción previa. ¿Cómo se interpreta, entonces, la naturaleza de los segmentos sociales que se asentaron en los distintos grupos de sitios en el valle bajo? A la luz de los resultados de la prospección, parece evidente que manifestaciones culturales como Chiripa estaban segmentadas en pequeños núcleos sociales, los mismos que se adjudicaban territorios en los sectores intermedios y altos de las serranías. Es probable que éstos constituían segmentos semi-autónomos, articulados e integrados por una tradición cultural común. La posición de los sitios en zonas íntermedias y elevadas, además de su carácter estratégico defensivo, pudo también haber servido tácticas de una subsistencia mixta, e.g., caza, pastoreo, agrícultura (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:73).” (101-102).

“Aunque la presencia de sítíos con filiación Chiripa ha sido identificada en varios sectores de la Cuenca del Titicaca (Bermann 1990; Browman 198 1; Mohr

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Chávez 1988; Portugal Ortíz 1988; Stanish, comunicación personal; Tapia Pineda 1984), hasta el presente, no se han realizado estudios sístemáticos sobre la organización que habría exístido entre éstos. Asimismo, se supone que cierto tipo de interacción económica existía entre grupos del altiplano, la costa del Pacífico y los valles deleste; sin embargo, aún no se han investigado a fondo los mecanismos específicos de esta ínteracción. ¿Tiene la estrategia "archipiélago" (Murra 1972) sus raíces en el Formativo?

La formación de esferas sociales de interaccíón en diversas zonas ecológicas fue en gran medida coadyuvada por el desarrollo de mecanismos de integración. Inicialmente, este aspecto estuvo probablemente estrechamente motivado por intereses económicos, relacionados con los riesgos que cada región involucra. La complementación ecológica, sín embargo, abraza dimensiones mayores a la simple explotación de los recursos. Esta representa una red de relaciones sociales complejas. Browman (1981:413) sostiene que durante la fase intermedia del Formativo (denominada "Llusco" en su clasificación), alrededor del 900 y el 600 A.C., la redes de interacción se habrían intensificado, culminando en el establecimiento de redes formales de intercambio durante la fase tardía, entre el 600 y el 100 A.C. Naturalmente que los medios de transporte para el movimiento de productos, de una región a otra, fue grandemente facilitado por el uso de llamas; empero, hasta que se demuestre que las caravanas de llamas eran inicialmente necesarias para el desarrollo de mecanismos de integración, es improbable que el camélido se haya constituido en la razón de intregración de diversos segmentos sociales en distintas zonas ecológicas. Las extensas caravanas de llamas se formaron como resultado de las estrategias de integración, no en forma inversa. Pero veamos como pudo haberse desarrollado una integración a nivel regional.

Aunque es aún prematuro inferir acerca de la organización social durante las primeras fases del Formativo, las evidencias de la fase tardía son más contundentes. Como se indicó anteriormente, la presencia de un centro ceremonial y de redistribución, como Chiripa, y discretos grupos de asentamientos afiliados al primero, sugiere la formación de segmentos sociales semi-autónomos, quizás organizados en niveles superiores al del nivel doméstico e integrados por denominadores ideológicos comunes. Los grupos de asentamiento habrían estado conformados por familias extensas, las mismas que, aparentemente, conformaban una identidad distinta a la de los grupos asentados en la planicie del Valle de Tiwanaku. Los resultados de la prospección corroboran la hipótesis de Browman (1981, 1989) concerniente a la economía mixta de Chiripa. Los portadores de esta tradición cultural mantenían control en zonas lacustres y en zonas intermedias y elevadas, desde las que obtenían diversos recursos, contrarestando así los riesgos de una región altiplánica que constantemente asechan la producción (Earls 1991; Kent 1987; Rengifo 1987). Los grupos Chiripa dependían del cultivo pero mantenían también otras actividades complementarias, como la caza, recolección y pesca.” (102).

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“Como grupo social más extenso, Chiripa articuló los segmentos sociales, consolidando una identidad cultural a través de un ritualismo redistribucional y bajo una ideología común. Las expresiones iconográficas sugieren que algunos de los temas fundamentales de los posteriores principios de organización del espacio eran ya intrínsecos en la sociedad Chiripa. Esto lo demuestra el simbolismo de su estilo escultórico. El estilo "pa-ajanu" (literalmente "dos caras") (Portugal Zamora 1977) da pautas acerca de la importancia que ya tomaba el dualismo como carácter simbólico de la naturaleza y el ser humano. Este elemento de los principios de organización, que llega a perdurar hasta nuestros días, muestra quizás sus raíces en las manifestaciones simbólicas de Chiripa. Se vuelve más probable que el dualismo se haya extendido inclusive a las normas que mantenían la hegemonía de los grupos, y que la dinámica segmentaria tenga sus primeras expresiones en la fase tardía del Formativo, sino antes.

Una de las diferencias más significativas entre los grupos del sector norte del valle y aquellos que se encuentran en el sur es la asociación de estos últimos con la construcción de terrazas agrícolas. Dada la presencia de grupos posteriores al Periodo Formativo, no se puede asumir que la construcción y utilización de todo el complejo de terrazas que se encuentra en las laderas de las montañas se remonta al Formativo. Sin embargo, la identificación de una técnica de construcción de muros distinta a los posteriores trabajos que realizaron los Tiwanaku y los Pacajes sugiere que las terrazas aledañas a algunos sitios del Formativo fueron trabajadas ya en aquellas épocas. Asimismo, la presencia de fuentes de agua permanentes hace que este sector del valle no tenga que depender de una agricultura de secano, reduciendo de esta manera el riesgo de pérdida de cosechas en la producción agrícola. Es difícil evaluar el impacto que estas diferencias sectoriales pudieron tener en el desarrolo social, político y económico de la región, tomando en cuenta que existía una diversidad cultural significativa antes de la formación hegemónica de Tiwanaku.

En marcado contraste con la apreciable distribución de sitios Chiripa, los sitios con vínculos estilísticos del denominado "Tiwanaku I" son solamente tres. Estos fueron ubicados en la base del valle, en la que los restos arqueológicos nos muestran que ninguno de estos era muy extenso o tenía rasgos de fortificación. En este sentido, los sitios señalados muestran una disposición distinta a la de los sitios Chiripa. Es factible que estos asentamientos hayan tenido otra orientación política y económica, basándose principalmente en una subsistencia de orden agrícola intensivo (Albarracin-Jordan y Mathews 1990). Los trabajos de prospección en el valle central (Mathews 1992) muestran que el patrón de distribución para sitios con filiación "Tiwanaku I" es similar al caso anterior. Mathews (1992:73) señala que los asentamientos "Tiwanaku I" tienen un patrón aleatorio, y que el significado de esta disposición es difícil de evaluar, principlamente debido a los problemas severos que presenta la seriación cerámica que complican aspectos de coetancidad o de variabilidad a través del tiempo.” (103).

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“En resumen, la evidencia que presenta el registro arqueológico, a nivel regional, demuestra que la ocupación humana del valle bajo, durante el primer milenio y medio antes de nuestra era, está representado por la formación de diversas manfestaciones culturales. La representación más típica está asociada a la fase tardía del Formativo, y, en tal sentido, coincido con Mathews (1992) al señalar que el fenómeno de agrupamiento que demuestran los sitios Chiripa debe ser intrerpretado como una característica de esta fase. En la siguiente sección de este trabajo se describen y analizan los resultados de las excavaciones en los sitios LV-174 (Allkamari) y LV-150 (Iwawi), los mismos que esclarecen muchos aspectos vinculados a la coetancidad de distintos grupos y formulan nuevas interrogantes acerca de nuestro actual esquema metodológico y teórico.” (103-104).

“El patrón de asentamiento, tomando en cuenta el actual empleo metodológico, no constituye una representación cabal de la dinámica que caracterizó a las fronteras intra e interétnicas, aunque este aspecto también es característico de los posteriores periodos que se tratarán más adelante. El verdadero valor, sin embargo, de esta percepción de la historia prehispánica, usando categorías del "tiempo arqueológico," es que nos permite apreciar tendencias y trayectorias evolutivas que desde una óptica cronológica más reducida no se observan. Son las inferencias acerca de las estrategias de organización social, fundamentadas en el análisis de la distribución de recursos y la configuración de un variado conglomerado de sitios, que explican el fenómeno evolutivo y que en esta región de los Andes muestra tener un caracter singular.

El reconocimiento del probable génesis que tuvieron algunos principios de organización del espacio, inferidos a través del simbolismo que proyecta la escultura lítica de Chiripa y la distribución de sitios adquiere un enorme significado, debido a que forma el eje de la complejidad que posteriores desarrollos de la organización social alcanzaron. Los segmentos sociales del Formativo parecen haberse organizado en estructuras similares, pero no iguales a las de los aylfus etnohistóricos y etnográficos, siguiendo los principios de organización que en forma inclusiva generaron a través del tiempo, distintos niveles políticos, económicos y religiosos. La dinámica segmentaria que Izko (1992), Platt (1987) y Rivera Cusicanqui (1992), entre otros, advierten en la organización tradicional de la sociedad aymara de la Colonia y la República, se manifiesta, claro está en forma incipiente, en los vestigios arqueológicos del Valle de Tiwanaku.

RESULTADOS DE LAS RECOLECCIONES SISTEMATICAS Y EXCAVACIONES

Tres sitios del Periodo Formativo fueron mapeados; éstos son LV-33, LV-94 y LV174 (Allkamari). Varios aspectos de estos sitios fueron comparados y contrastados para establecer cual de ellos podría brindar la mayor información.

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En primer lugar, estos tres sitios son los de mayor extensión para el Periodo Formativo, los tres exhiben sectores con densidad media o alta de fragmentos de cerámica y artefactos líticos, los tres se encuentran ubicados en las cimas de serranías, y, por último, éstos se encuentran demarcados por quebradas y el acceso se encuentra limitado sólo a un sector. Dos de ellos, LV-94 y Allkamari dan muestra de posibles rasgos arquitectónicos, aunque LV-94 si exhibe varios muros de andenes y una plataforma central (Figura b.9). En Allkamari los elementos arquitectónicos son menos evidentes, aunque se advierte la presencia de alineamientos que conforman una especie de rectángulo (Figura 6.8). La decisión de efectuar recolecciones sistemáticas y excavaciones en Allkamari, y no en los otros sitios, se debío a varios factores. Dentro de la logística de la investigación, Allkamari satisfacía varios cuestionamientos de la problemática del Formativo, además de concentrar en el área una importante cantidad de restos materiales vinculados con Chiripa y una probable estructura de proporciones considerables.” (104).

“Una de las características más sobresalientes de Allkamari es su ubicación en las alturas, situación que genera varias interrogantes. ¿Por qué se encontraba un sitio Chiripa, con probable estructura arquitectónica de proporción, en un lugar tan elevado? ¿Qué función tenía este sitio? ¿Podría haber sido un corral o un asentamiento temporal? ¿Cuál es su antigüedad? Muchas de estas interrogantes podían contestarse a través de excavaciones sistemáticas. Es así que para evaluar áreas potenciales de excavación, se efectuaron recolecciones sistemáticas e intensivas en el sitio. De estas recolecciones, se establecieron índices de densidad, tanto de fragmentos de cerámica como de artefactos líticos. Tomando como guía uno de los lados del probable recinto y como indicador auxiliar la concentración de material cultural en la superficie, se decidió poner pozos de prueba en el sector este de la supuesta estructura.

Recolecciones Sistemáticas e Intensivas de Superficie

Se puso inicialmente una retícula sobre el sitio con unidades de 10 x 10 m. Las unidades de recolección tuvieron un área de 16 m2 (4 x 4 m), las mismas que fueron ubicadas en las esquinas suroeste y noreste de cada unidad de la retícula. Todos los materiales culturales que se encontraban en las unidades de recolección fueron recogidos para su análisis y clasificación. Con base en la clasificación del material recolectado, se pudo hacer los mapas con contornos de densidad, tanto para la distribución de cerámica como para el material lítico (Figura 6.10). Evaluando estos mapas, se decidió excavar el sector este del supuesto recinto. Tomando en cuenta la ligera pendiente en este sector, se decidió poner las unidades de excavación algunos metros al noroeste del sector de máxima concentración de tiestos de cerámica.” (105).

Excavaciones

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“Dos unidades de 2 x 2 m fueron ubicadas en el lado este del alineamiento. Una de estas, N483 E521, fue colocada más al este, mientras que la otra unidad fue puesta al lado del alineamiento (Figura 6.1l). A escasos 25 cm debajo de la superficie en la primera unidad se llegó suelo estéril. En la segunda unidad (N477 E521), sin embargo, el contorno de un rasgo circular fue descubierto a unos 20 cm de la superficie. Varios fragmentos de cerámica y artefactos líticos fueron identificados en esta estructura. El relleno también incluía fragmentos de carbón, de los cuales se obtuvieron muestras para su fechado. Una muestra combinada fue obtenida a una profundidad de 1.08 m. El fechado calibrado de esta muestra, proporcionado por el laboratorio de AMS (Accelerator Mass Spectometry), en Zurich, es 1161+104 A.C. (ETH 8043)(19). Se abrieron otras cuatro unidades, adyacentes a la estructura circular, pudiéndose establecer la presencia de un alineamiento de piedras. El sector al este de este rasgo fue excavado en forma separada, habiéndose constatado la presencia de dos estratos de relleno y suelo estéril a los 26 cm de la superficie. El sector hacia el oeste del alineamiento incluía los dos estratos superiores, con la excepción del segundo estrato que alcanzó los 40 cm de profundidad. El tercer estrato, una limo-arcilla (10YR 3/3), alcanzó aproximadamente los 60 cm, habiéndose identificado a esta profundidad una superficie de ocupación. El…

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(19) La curva de calibración empleada en todos los fechados que se presentan en este estudio corresponde a Stuiver y Pearson (1986).

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…alineamiento fue claramente discernido como un muro, construido contra el perfil de corte que se hizo para conformar un recinto semisubterráneo (Figura 6.12). Como muestra la disposición de las piedras y la correlación estratigráfica del perfil sur (unidad N473 E519} (Figura 6.13) el muro se desplomó, en parte, hacia el interior del recinto. Debajo de la superficie de ocupación, un estrato arcilloso mezclado con ceniza y manchas de carbón terminó en una segunda superficie de ocupación. Debajo del cuarto estrato se encontró suelo estéril (limo arcilla [7.5YR 5/4]).” (105-108).

“Hacia el oeste del muro (interior del recinto) y al lado de la estructura circular, se identificó otra estructura de forma semicircular, pegada al muro y a 45 cm de la superficie (Figura b.ll). Se abrieron unidades adicionales, siguiendo la dirección del muro con el propósito de ubicar estructuras habitacionales u otros componentes asociados al muro. Lamentablemente, estos no fueron encontrados. De todos modos, el área que se excavó, en un muestreo pequeño del recinto, no descarta la posibilidad de encontrarse estructuras asociadas al interior del mismo.” (108-109).

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“Los hallazgos son muy significativos, debido a que demuestran la presencia de un espectro considerable de formas cerámicas y más notable es la presencia de desgrasante vegetal en la cerámica de todos los estratos excavados. El fechado de 1161±104 A.C. sugeriría que la inclusión de fibra vegetal en la cerámica fue muy anterior a la denominada fase Llusco (850-b00 A.C.) sugerida por Browman (1978b, 1981) para identificar la aparición de este atributo en la cerámica de Chiripa. Los datos de Allkamari indican que éste habría sido una característica ya de la fase temprana de Chiripa. Por otro lado, también se identificaron dos fragmentos de concha marina, un fragmento de una lámina de cobre, varias wichuñas (lezna para la manufactura de tejidos) de hueso y piedras para moler. Algunos de estos materiales, fragmentos de cerámica y artefactos líticos están representados en las Figuras 6.14-6.18.” (109-110).

“Las excavaciones que se realizaron en LV-150 (Iwawi) revelaron la presencia de un componente cerámico Formativo, debajo de la ocupación Tiwanaku, y que no estaba representado en la superficie. Fue, en realidad, una sorpresa identificar esta cerámica que originalmente fue asociada con una variante del "Tiwanaku I/II" (Albarracin-Jordan 1992:125). Sin embargo, las subsiguientes excavaciones que se realizaron en el sitio, en 1993, y un posterior análisis del material de las excavaciones de 1990, demuestran que esta cerámica constituye un elemento distinto al referido "Tiwanaku I" o a las unidades cerámicas Chiripa.” (111).

“El componente Formativo en Iwawi fue encontrado en los estratos inferiores de las dos unidades de prueba que se hicieron en el sitio (N475 E525 y N490 E525). La limitada exposición horizontal que se hizo en 1990, sin embargo, es insuficiente para efectuar una evaluación de la extensión que tuvo el asentamiento Formativo. Las excavaciones posteriores(20), no obstante, dan cuenta que el sitio, por lo menos, podría abarcar una hectárea. Durante la temporada de campo de 1990, se obtuvieron muestras de carbón de los contextos del Formativo, habiéndose obtenido un fechado calibrado para una de las muestras; ésta dió 925±85 A.C. (ETH 8042). Este fechado sitúa al componente Formativo en Iwawi en coetaneidad con la fase temprana Chiripa y probablemente "Tiwanaku I", aunque Mathews (1992:73-78) afirma que "Tiwanaku I" sería una manifestación tardía del Formativo y no así una "cultura" que habría perdurado por más de mil años. El fechado de Iwawi demuestra una continuidad de ocupación, a través del…

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(20) En 1993 se llevó a cabo el proyecto "Iwawi" dirigido por William Isbell y mi persona. Los análisis de los materiales que se identificaron durante esa temporada de campo han sido analizados parcialmente, razón por la que no se han utilizado estos datos en el presente trabajo.

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…tiempo, bastante larga, puesto que la estratificación cultural del sitio es casi contínua, habiéndose acumulado casi tres metros de depósitos.” (112-113).

“La unidad cerámica que se identificó en Iwawi es diferente a la denominada "Unidad Kalasasaya" que Ponce (1971) asocia con la "Epoca I" de Tiwanaku, y si bien existen: algunos atributos que se presentan tanto en la unidad cerámica de Iwawi como en la "Unidad Tiwanaku" (la otra unidad de la "Epoca I" [Ponce 1971]), el carácter general de la cerámica de Iwawi es distinto. Las características principales de esta cerámica son las siguientes: Las ollas representan más del 90% de las formas identificadas, siendo éstas de paredes delgadas e irregulares, con bases anulares, pasta micácea quemada en atmósfera reductora (aunque en las ollas esta observación se complica debido al tiznado y requemado que presentan las piezas), espatulación vertical, y asas verticales. Los cuencos, en general, muestran labios engrosados, paredes delgadas, y en algunos ejemplos incisiones (sin pintura y post-coción) en los bordes o en el cuerpo. Algunos cuencos, muestran paredes regulares y un reducido bruñido. Las pastas son de color café oscuro o gris. Esta cerámica ha sido asignada a la fase "Huchani" (Albarracin-Jordan 1992:137) (Figuras 6.19-b.23).” (114-116).

LOS RESTOS PALEOBOTÁNICOS Y DE FAUNA .

“Las muestras para el análisis paleobotánico fueron recolectadas de acuerdo procedimientos formales, ampliamente discutidos por Hastorf y Popper (1988) y Lennstrom (1991). Debido a contingencias de tiempo y recursos, solamente una parte (35%) de las muestras han sido analizadas en el laboratorio de la Universidad de Minnesota. Aunque varias estrategias de análisis son presentadas por Lennstrom, Hastorf y Wright (1991), se procedió a la separación de materiales obtenidos en la flotación de las muestras. Una lista de las categorías taxonómicas de plantas identificadas por Lennstrom, Hasterf y Wright (1991) aparece en el Apéndice 1. Tres procedimientos de cuantificación fueron efectuados: Densidad, ubicuidad y porcentajes relativos. La densidad se refiere al número de fragmentos de semillas o semillas íntegras que se encuentran en un litro (unidad empleada como medida de volúmen) de suelo. De esta manera muestras de distinto volúmen pueden ser comparadas. Ubicuidad se refiere a los porcentajes de las muestras que tiene cada unidad taxonómica, lo cual no afecta la cantidad de cada unidad taxonómica. Porcentajes relativos representan simplemente los porcentajes de cada unidad taxonómica en una muestra.” (117-118).

“En el Apéndice 1 se muestran los resultados de los análisis paleobotánicos. De estos datos se puede colegir que el tipo más común de cultivo en Allkamari era la quinua (Chenopodium quinoa) de grano pequeño, o la cañiwa (C, pallidicaule). De la lista también se advierte que un número considerable de pequeñas hierbas fueron probablemente utilizadas.” (118-119).

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“El análisis de los restos de fauna fueron analizados por Ann D.Webster, quién identificó la presencia de llama (Lama glama), cuy (Cavia spp.) y viscacha (Lagidiurn spp.). Componentes secundarios eran los pescados, aves y el venado andino (Hippocamelus antisiensis).

Los datos paleobotánicos y de fauna indican que la subsistencia en Allkamari se basaba en la explotación tanto de recursos silvestres como de domesticados. Tres de estos últimos eran los más significativos: la quinua de grano pequeño, la llama y el cuy. Sorprendentemente, no se identificaron restos de tubérculos en las muestras. La quinua de grano pequeño era probablemente una variedad domesticada pero difiere de la quinua de grano mayor; esta última también fue identificada en las muestras de Allkamari pero, en menor proporción. La presencia del cuy es significativa, debido a que en sitios de data posterior (Tiwanaku y Pacajes) este roedor domesticado aparece en mucho menor proporción. Definitivamente, la caza, la pesca y la recolección de plantas complementaban las actividades de subsistencia en Allkamari.

Los resultados de las excavaciones constituyen, sin lugar a duda, un gran aporte al entendimiento de la variabilidad cultural que se expresa en los restos materiales del Formativo, no solamente en el aspecto estético de sus manifestaciones, tales como la cerámica decorada y la metalurgia, sino también en el aspecto de subsistencia. Si bien los fechados radiocarbónicos son mínimos para poder establecer una secuencia cronológica, estos son bastante esclarecedores en cuanto a la contemporaneidad de los dos sitios se refiere. Este dato y los materiales asociados en cada uno de los sitios, demuestra que durante el Formativo Temprano (1500-900 A.C.) existía una constelación de elementos culturales distintos. Estos elementos son prueba de la diversidad que existía entre grupos de la región. Las excavaciones que Mathews (1992:69-76) realizó en dos sitios (T'ijini Pata y Tilata) del valle central dan cuenta de la presencia de otros componentes que amplían aún más el espectro cultural del Formativo Temprano y sus posteriores fases. Mathews (1992:72) señala lo siguiente con relación al material encontrado en T'ijini Pata: "Si la denominada cerámica del Formativo Temprano, descrita aquí, no exhibe suficiente similitud con el material Llusco, Mamani Chiripa, la cerámica delgada roja de Lukurmata o la cerámica Sillumoco Temprano de Tumatumani, a ser descrita como una variante de una de estas tradiciones, se debe considerar la posibilidad que este material representa un tipo singular del Formativo." Mathews indica además que esta cerámica, la cual denomina "Early Formative Lateral Banded/Incised (LBI)" sería anterior al Chiripa Clásico (fase tardía, 600 A.C.-100 D.C.) y el "Tiwanaku I" Por otro lado, Mathews (1992:74-75) identificó otro tipo de cerámica, anterior al "Tiwanaku I" estratigráficamente, en sus excavaciones en Tilata. Esta cerámica se caracteriza por una pasta con desgrasante vegetal, de paredes gruesas, bases anulares, asas cilíndricas gruesas en ollas y jarrones, engobe café oscuro y un bruñido o pulido de la superficie; no se encontraron piezas decoradas. Mathews especula que esta cerámica puede representar una tradición generalizada del Formativo, pero que no está relacionada con Chiripa.

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En resumen, todo apunta hacia la presencia de una diversidad local extensa.” (119).

“El fechado calibrado de 1161+104 A.C. (ETH 8043) ubica a Allkamari dentro del Formativo Temprano, siendo uno de los sitios más antiguos en la región. La cerámica en Allkamari, como se indicó anteriormente, muestra dos importantes manifestaciones, separadas estratigráficamente. En primer lugar, el estrato inferior demuestra la ausencia de piezas decoradas, mientras que en los estratos superiores se identificaron fragmentos bícromos, muchos de ellos típicos del estilo Chiripa Clásico (Bennett 1936), correspondiente a la fase tardía. Ambas manifestaciones, no obstante, incluyen desgrasante de fibra vegetal. Tomando en cuenta el fechado, la presencia de desgrasante de fibra vegetal parece remontarse a tiempos más antiguos que la fase media.

Un aspecto significativo es la aparición de cerámica decorada en Allkamari, un elemento que sugiere una dimensión distinta al simple empleo de ceramios para la cocción o almacenamiento de productos. Toda transformación en el orden social repercute en las dimensiones materiales; por tanto, elementos que aparecen, o desaparecen, en el registro arqueológico son indicadores de esta dinámica de cambio. La presencia de cerámica decorada en Allkamari puede significar una importante transformación en la distribución de bienes dentro del sistema Chiripa. Si Allkamari fue, en realidad un ramal de este sistema, el surgimiento de figuras de autoridad en niveles intergrupo habrían determinado también el surgimiento de un estatus por encima del eje político local.

Los resultados de las excavaciones en Allkamari e Iwawi proporcionan elementos de juicio que permiten responder varias de las cuestiones que el Periodo Formativo encierra. Al mismo tiempo, no obstante, surgen otras interrogantes que abren nuevas sendas en la investigación arqueológica. En Allkamari, la presencia de numerosos artefactos de orden doméstico, como ser piedras moledoras y ollas, indican que el sitio fue un centro doméstico. Las actividades incluían el tejido y algún tipo de trabajo en cuero, inferidas del número de leznas (wichuñas) y punzones que se encontraron. Es probable que la cerámica también haya sido manufacturada localmente, como lo demuestran los pulidores de piedra y algunos trozos de arcilla quemada. La presencia de dos estructuras circulares, anexas al muro (una en la parte interna del recinto y otra en la externa), es indicativa de áreas de almacenamiento; de existir estructuras habitacionales, estos pozos de almacenamienp se encontrarían fuera de las mismas. Una de las cuestiones que aún queda por resolverse es la continuidad de ocupación en el sitio durante las distintas fases del Formativo. El registro estratigráfico sugiere probables periodos de abandono, durante los cuales el coluvio se acumuló en algunos sectores. Por otro lado, existe una clara división estratigráfica entre los componentes cerámicos; el estrato inferior no presenta cerámica decorada, mostrando un índice mayor de fragmentos de cuarzo en la pasta. La cerámica bicroma aparece en estratos superiores y presenta mayor vínculo con la cerámica del estilo Chiripa Clásico, correspondiente a la fase tardía del Formativo.” (120).

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“Aunque las evidencias demuestran una ocupación doméstica en el sitio, queda la duda de como se abastecía la población de agua. En la quebrada del noroeste existe actualmente un lecho de una vertiente que quizás en el pasado proporcionaba el líquido elemento a los pobladores de Allkamari. El agua, sin embargo, debió ser almacenada en jarrones, tal como lo demuestra la presencia de éstos en los contextos excavados. En caso de que esta pequeña vertiente no haya sido fuente suficiente, los habitantes de Allkamari habrían estado obligados a mantener contacto con otras fuentes de agua. Tomando en cuenta que la filiación del sitio es Chiripa, las fuentes que se habrían utilizado estarían en las vertientes naturales ubicadas hacia el norte.” (120-121).

“Si se toman en consideración las dimensiones que el recinto parece tener (aproximadamente unos 70 x 40 m), se colige que la inversión de trabajo para construir un recinto semisubterráneo de estas proporciones tuvo que ser portentosa, debiéndose, primero, extraer unos 2800 m3 de tierra compacta para darle desnivel al recinto y, segundo, edificar el muro en los lados del rectángulo. La función que esta estrategia de construcción debió cumplir fue probablemente la de proteger al asentamiento de los fuertes y fríos vientos que soplan desde el lago. Aunque es factible que el muro haya tenido mayor elevación, es prematuro afirmar que éste haya servido también como fortificación, además que el grosor del muro no parece ser tan substancial como para afirmar que éste pudo haber sido tal(`). Además, muchos de los elementos que se consideran diagnósticos de sitios fortificados (Topic y Topic 1987) no se encuentran en Allkamari. Sin embargo, la posibilidad de que éste haya tenido cierta dimensión defensiva podría darse si es que el muro efectivamente bordeaba los límites de la plataforma, donde empiezan las pendientes abruptas de las quebradas. Por otro lado, su ubicación en altura y rodeada de quebradas hace suponer que en determinado momento de agresión el sitio podía ser fácilmente defendido. No se pretende insinuar que la guerra endémica prevalecía en la época, sino que la disposición que muestra Allkamari sugiere la presencia de conflictos intermitentes, los cuales no necesariamente requerían de portentosas fortificaciones.

Los materiales culturales de la fase tardía de Allkamari evidencian que sus pobladores mantenían una esfera de interacción social más amplia. Aunque este asentamiento y los sitios aledaños que conforman el grupo constituían un nivel social específico, el conjunto parece haber sido un ramal de un sistema de asentamiento más extenso que controlaba territorios en el área lacustre, zonas intermedias y sectores en altura. Este sistema habría conformado una coalición de grupos que probablemente incluía a LV-33 y que generaba un nivel político, económico y religioso más allá de los niveles familiares. La convergencia de estos grupos habría estado estimulada y promovida por un eje principal que en ritos y ceremonias reproducía la estructura de la sociedad. Es prematuro afirmar que este patrón haya sido ya característico de fases más tempranas de desarrollo; sin embargo, todo hace suponer que la trayectoria evolutiva del Formativo siguío caminos que llevaron a la inclusión cada vez más amplia de distintos niveles jerárquicos. Resulta sorprendente que durante la primera

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centuria de nuestra era, virtualmente todos los sitios Chiripa en zonas intermedias o elevadas fueron practicamente abandonados. Fue quizás el surgimiento de una hegemonía mas globalizante, que garantizaba la seguridad física, económica e ideológica de los segmentos locales, la que originó un reordenamiento en el asentamiento de la región.” (121).

“En trabajos previos (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990) se tomaron como guiás cronológicas los esquemas que hasta entonces representaban los únicos en su género para la región. Tales los casos de la secuencia de Bennett (1934ª,….

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(21) Una técnica similar a la que se empleó para la construcción del muro en Allkamari fue utilizada en Chiripa durante la fase Condori (1300-850 A.C.) (Browman 1978b). .

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…1936, 1948), basada en un evaluación estilística (22) y la de Ponce, fundamentada en los trabajos del CIAT en el área monumental de Tiwanaku(23). Las excavaciones que Mathews (1992) realizó en T' ijini Pata y Tilata, en el valle central, dan cuenta que la denominada cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku sería una manifestación más reciente de lo sugerido hasta el presente, y que su ubicación en el tiempo estaría entre los primeros tres a cuatro siglos de nuestra era, siendo contemporánea con el estilo "Qeya." En el valle bajo sólo se identificaron tres sitios (LV-90, LV-155 y LV-156) con un componente "Tiwanaku I", pero varios están asociados con un componente Chiripa, correspondiente al Formativo Tardío. Si se asume una contemporaneidad entre el Chiripa Clásico (fase tardía del Formativo) y el "Tiwanaku I", entonces queda la interrogante del tipo de interacción que tuvieron estos dos grupos, supuestamente portadores de dos distintas tradiciones. Si se considera que el "Tiwanaku I" no data de la fase temprana del Periodo Formativo, entonces el Formativo Temprano debería resumirse en el patrón de asentamiento Chiripa. Este el panorama que deja entrever la posibilidad de una sola tradición cultural durante la fase temprana del Formativo.

Sin embargo, las excavaciones en Iwawi y los trabajos de Mathews (1992) en T'ijini Pata y Tilata, en conjunto, demuestran que la variabilidad cultural era componente intrínseco de la sociedad del Formativo Temprano, lo cual hace insostenible la hipótesis de "una sola tradición." Además, la ubicación de Iwawi, cerca a la ribera del lago, demuestra que en una misma región existían diversas estrategias de subsistencia y expresiónes culturales. Pese a que Iwawi y Chiripa tienen una ubicación en la zona lacustre, y la distancia entre ambos es de escasos kilómetros, la cerámica de Iwawi no muestra ningún parecido con la de Chiripa.” (122).

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“La ubicación de sitios del Formativo Tardío en el sector sur del valle abre la posibilidad de que la práctica del cultivo en andenes tuvo sus inicios en esta fase. La zona contrasta con los otros microambientes, debido principalmente a la presencia de…

(22) Entiéndase que Bennett (1934) utilizó el concepto de "estilo cerámico" como una manifestación artística (principalmente elementos en el decorado y la forma del ceramio) que sin embargo representaba la cultura. Por consiguiente, era manifiesto que cambios en el estilo significaban cambios en la cultura. La secuencia que Bennett desarrolló se basó en un reducido número de fragmentos decorados, los mismos que fueron correlacionados principlamente con ceramios que se encontraban en colecciones privadas y en algunos museos. La muestra cerámica que Bennett obtuvo de sus excavaciones es reducida si se considera la extensión de Tiwanaku; además, Bennett reconoció que la estratigrafía en casi todas las unidades que excavó no era muy clara, especialmente en estratos superiores. Era de esperar que en un sitio de intensa y, probablemente, contínua ocupación como Tiwanaku, las reconstrucciones eran también constantes, removiendo, en muchos casos, los contextos arqueológicos de épocas anteriores. Pese a ello, en algunos de los pozos de sondeo Bennett pudo establecer determinadas unidades estilísticas, pudiendo de esta manera identificar una unidad que denominó "Tiahuanaco Temprano."

(23) Aunque en las excavaciones del CIAT participaron varios investigadores, entre ellos, Maks Portugal Zamora, Gregorio Cordero Miranda, Gregorio Loza Balsa y Julia Elena Fortún, fue Ponce Sanginés quien publicó los informes y las interpretaciones de estos trabajos. De la síntesis de los mismos y los conceptos teóricos derivados principlamente de los trabajos de V. G. Childe, Ponce elaboró un esquema general de desarrollo. Ponce (1971:7) sostiene que Bennett no llegó a identificar una cerámica anterior al "Tiahuanaco Temprano" porque cuando Bennett realizó excavaciones en Kalasasaya supuestamente había "confundido desacertadamente el material del terraplén con la roca no alterada." En tal sentido, Bennett no descubrió las "dos capas fehacientemente habitacionales", debajo del terraplén que el CIAT más tarde descubrió. De los 73 pozos que el CIAT excavó en Kalasasaya, solamente se indica que en 3 de ellos se encontró la cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku (Ponce 1971:9, Tabla 1). Es más, esta cerámica (35 piezas en total) proviene exclusivamente de contextos funerarios; 24 de las 35 piezas provienen de un solo contexto (Pozo E-17, ofrenda en hoyo, estrato 7), del cual se obtuvo un fechado que sitúa este rasgo en 297±61 D.C. (Ponce 1972, Tabla 1). La muestra fue obtenida a 3.64 m de profundidad. Curiosamente, un fechado de 1580±120 A.C. fue obtenido de una muestra a 3.28 m de profundidad, en el estrato 6; es decir, 36 cm encima de la muestra que es unos 2000 años más reciente. Una evaluación más profunda de las incongruencias que existen entre los fechados de las tres primeras "épocas" de Tiwanaku se encuentra en Browman (1980) y Mathews (1992).

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…fuentes de agua permanentes. Los vínculos con la cerámica Chiripa no son del todo contundentes; en realidad el vínculo más estrecho es el desgrasante de fibra vegetal, existiendo variantes locales en otros atributos, como ser el tratamiento de la superficie, que muestra un leve bruñido y la pasta que principalmente tiene un color café claro y puede estar mezclada con caolín y mica. Estas diferencias y el evidente vacío de asentamientos que separa el sector sur del norte sugieren que los grupos del sector sur constituían un ente social distinto.” (122-123).

“En suma, el Periodo Formativo, en sus tres fases, estuvo caracterizado por un heterogéneo universo de expresiones culturales. Esta variabilidad se constituye en importante testimonio, debido a que la posterior trayectoria de estos segmentos sociales se caracteriza por la convergencia de los mismos en un nuevo orden social, político, económico y religioso, sin que los elementos de una identidad local, sin embargo, se diluyan con la formación de esferas políticas más globalizantes. El surgimiento de estrategias interzonales fue el resultado de las exigencias de los distintos factores de riesgo que afectan un determinado sector. De esta manera, se buscaron maneras de integrar distintos ambientes ecológicos, desarrolándose, mediante este proceso y mediante la interacción social, una creciente complejidad organizativa. El dualismo como eje de coordinación que se refleja en la escultura Chiripa, la segmentación de sitios y una jerarquía incipiente de los mismos, sugieren la presencia de elementos característicos de los principios de organización que vendrían a caracterizar a los herederos de este paradigma.” (123).

Capítulo 7Del Formativo a Tiwanaku

“Durante los primeras cuatro siglos de nuestra era, en la sociedad andina asentada en la Cuenca del Titicaca, se fueron consolidando crecientes coaliciones de grupos que, si bien inicialmente, tenían raíces en varias tradiciones culturales del Formativo Temprano, empezaban después a forjar un reordenamiento de los segmentos sociales que los integraban, llegándose a conformar entes sociopolíticos de mayor extensión y ascendencia. Así, los denominadores comunes de esta naciente colectividad se distribuían en un marco cada vez más extenso, generando importantes centros de poder hegemónico.

Estas inferencias acerca de los primeros cuatro siglos de nuestra, sin embargo, representan una interpolación teórica más que un argumento con un amplio sustento empírico. La transición entre el Periodo Formativo y Tiwanaku, no obstante, adquiere un enorme significado porque antes de ella el registro arqueológico muestra una constelación de elementos que con el surgimiento de la hegemonía Tiwanaku, alrededor del siglo quinto, aparece reorganizada en un nuevo sistema. Este proceso encierra numerosas interrogantes de orden empírico, y, como no podía ser, no deja de constituir, al presente, el menos

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conocido en la arqueología de la región. Esta situación dificulta el tratamiento de cuestiones de orden metodológico que comprometen, en gran medida, los marcos referenciales.

Por un lado, existe una gran diferencia de opiniones acerca de la sustanciación material de este periodo. Los trabajos iniciados por W. C. Bennett en Tiwanaku demostraron la presencia de una manifestación cerámica singular que se encuentra depositada en los estratos inferiores del sitio. Este componente fue denominado por Bennett como "Tiahuanaco Temprano" (Figura 7.1), separándolo del estilo posterior, o "Clásico". En tal sentido, Bennett (1934a) percibió cambios en la expresión material de Tiwanaku, sin interpretar, no obstante, el significado de los mismos.

Si bien la cerámica es un indicador cultural del sistema en su conjunto, existen varias manifestaciones que pueden compartir, ya sea un mismo espacio o varios, en un determinado momento histórico. Estas expresiones son precisamente el reflejo de la variabilidad de identidades sociales y la complejidad de las mismas como medios de comunicación (Wiessner 1988). En este sentido, los estilos patentizan determinados contextos; éste el cuadro sincrónico. Por otro lado, determinados estilos persisten a través del tiempo mientras otros muestran corta duración. En particular, aquellas manifestaciones tradicionales de orden doméstico parecen tener una vigencia mucho más extensa que aquellas que sirven determinada coyuntura ideológica de las esferas elitistas. Es más, la vigencia de determinado estilo en una región no representa necesariamente la vigencia del mismo en otro; éste el cuadro diacrónico de un componente cultural como es la cerámica. La secuencia de Bennett no toma esta variabilidad en cuenta.” (124).

“Las excavaciones del CIAT dieron con la presencia de un componente cerámico de supuesta mayor antigüedad que el "Tiahuanaco Temprano"; se dedujo sobre éste que Bennett había detenido sus excavaciones en Kalasasaya en el relleno del terraplén; confundiéndolo con suelo estéril (Ponce 1971). El "Tiahuanaco Temprano" correspondería, en tal sentido, a los materiales que yacían encima del terraplén. En el esquema de Ponce {1972} pertenecen a la "Epoca III" de Tiwanaku. Sin embargo, no existe ninguna descripción formal de los diagnósticos cerámicos del "Tiwanaku III"; la única pieza cerámica que Ponce (1961:24-25) menciona muestra a ésta como perteneciente a esta época, habiéndose intuido, en el transcurso de las últimas tres décadas, la paridad entre las categorías de Bennett y Ponce. Esta asociación entre el "Tiwanaku III" y el "Tiahuanaco Temprano", como categorías iguales, ha incidido enormemente en la inopia del conocimiento acerca del desarrollo sociocultural en la región. En primer lugar, los criterios de Bennett (1934a,1934b,1936) se basaron casi exclusivamente en la concepción de "estilo/periodo", mientras que los de Ponce (1972) derivan de esquemas macroevolucionistas generales, principalmente los de V. G. Childe, que consideran a la cerámica simplemente como un componente entre los muchos que conforman una cultura.

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El esquema de Ponce está estructurado sobre periodos globalizantes y generales. La monumentalidad arquitectónica de Tiwanaku es tomada como base de las deducciones acerca de la organización social, económica, política y religiosa. El cuadro general es, así, una especie de resumen de la trayectoria evolutiva seguida por todas las civilizaciones en el mundo (de aldea a ciudad y de ésta a estado, y en algunos casos, a imperio). Ponce (1981:197) acompaña un mapa de distribución de 13 sitios de la "Epoca III" en la Cuenca del Titicaca como indicador de un "sentimiento expansionista" manifestado en Tiwanaku. Interpolando argumentos para presentar a las posteriores épocas(24), este "sentimiento expansionista" se habría manifestado en sus conquistas militares. Ponce no da una explicación del mecanismo de expansión de este "sentimiento" durante esta "época". La no existencia de fortalezas u otros sitios con registro de construcciones con fines bélicos hace difícil el sustento de un expansionismo militar. No se indica tampoco cómo se han asignado estos sitios a la "Epoca III", si los criterios estuvieron basados en diagnósticos cerámicos o en otro tipo de evidencia arqueológica; en todo caso, el nexo que pudo existir entre Tiwanaku y estos sitios pudo tener características diversas.

Los estilos cerámicos forman un lenguaje que muestra un determinado contexto social. En tal sentido, la proveniencia arqueológica es indispensable para evaluar el tipo de nexo entre los materiales afines. Si los 13 sitios fueron identificados con base en diagnósticos cerámicos (criterios elaborados por Bennett), y provienen de contextos funerarios, las explicaciones acerca de la presencia de este material deberían considerar , tipos de relaciones, sociales, económicas, e ideológicas.” (126).

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(24) Con relación a la "Epoca III", Ponce (1981:78; énfasis añadido) apunta lo siguiente: "Notorio que la urbe no era autosuficiente y la búsqueda de recursos originó que desde un principio todo el territorio de la zona lacustre de los chiripas pasara a poder de los tiwanacotas, al igual que una porción de la cultura Wankarani. En rigor de la verdad el sentido expansionista de Tiwanaku empezó en la época III, aunque en escala limitada." Más adelante, Ponce (1981:85) indica que "El tercer estadio de Tiwanaku entíendase "Epoca VI en su desarrollo es el imperial. Se produjo su expansión en vasta escala, como culminación de avances precedentes. La naturaleza de ella netamente bélica y por acción militar.”

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“Por otro lado, si estos sitios caracterizan a la "Epoca III", por la presencia de arquitectura de orden ceremonial, no se puede colegir de ello que éstos representen avances militares. Las construcciones y estelas, en la mayoría de estos sitios, muestran recintos de orden ceremonial como indicadores de integración, además de manifestar variantes locales en el estilo escultórico.

Ponce (1979:17-19; énfasis añadido) sostiene lo siguiente,

, Algo que ha enturbiado también la elucidación deriva de la no plena comprensión y definición del estilo en el campo del arte tiwanaquense, como corolario de deficiencias en nociones generales sobre el estilo mismo"... "Las diferencias estilísticas se originan en la adaptación al material y la presencia de estilos en Tiwanaku se correlaciona con los estadios de desarrollo establecidos a lo largo del tiempo, con escaso cambio interno dentro de cada estilo. Lo expuesto demuestra que el diagnóstico de la cultura tiwanacota debe encaminarse a su totalidad, a la integridad de sus subsistemas y no circunscribiéndose tan sólo a un aspecto unilateral y parcial de uno de ellos como sucede con la aproximación estilística a la cerámica: Inclusive, embebiéndose con exclusividad en los motivos, como sucede con wallace, incurso en un arrobamiento al afecto".

De estas aseveraciones se deduce que Ponce se adecúa al enfoque sistémico de David Clarke(25) (1968); empero existe, al parecer, una confusión entre "subsistema" y las "expresiones" materiales del mismo. Los subsistemas de una cultura, tales como el social, el político, el económico y el religioso, se manifiestan materialmente, y la cerámica o el estilo cerámico constituye un medio de análisis e inferencia. Los estilos cerámicos representan, en diferente medida, las dimensiones subsistémicas de una cultura, pudiéndose encontrar la integridad sistémica reflejada en los mismos.

En otro orden de cosas, se indica que,

En Tiwanaku se observa en la cerámica neta normatividad, vale decir que se nota que la producción se enmarcó dentro de pautas bien estatuidas. Inclusive para el profano no es difícil

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percibir un aire de familia, similitud tangible entre los cacharros de barro cocido. Tal cosa jamás podría ser casual, sino por el contrario tener su razón de ser.

Más aún si se piensa que la variación se muestra casi insignificante dentro de la cerámica que corresponde a los estadios de desarrollo identcfieados, a lo largo de centurias.” (127).

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(21) En "Nueva perspectiva para el estudio de la expansión de la cultura Tiwanaku" (1979), Ponce ajusta su esquema original a la tendencia de la arqueología de los años 60. La "Nueva Arqueología" europea se manifestaba, en los escritos de David Clarke, mientras que en Norteamérica esta "nueva perspectiva" era comandada por Lewis Binford y Kent Flannery. Binford (1968, 1972), Flannery (1968) y Clarke (1968) emplean una visión sistémica de la cultura, diferenciándose de la arqueología "histórico-cultural", de las décadas anteriores.

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La alternativa más valedera estribaría en inferir que estaba a cargo de un gremio artesanal, con cuerpo de maestros y aprendices y con transmisión de conocimientos a través de un canal tradicional ajustado a normas muy estrictas y exigentes" (Ponce 1979:15).

Estas aseveraciones aclaran porqué la cerámica nunca fue considerada elemento principal en la secuencia cultural de Ponce; en ella no se han efectuado tratamientos específicos del componente cerámico, y sólo aparecen adoptados y adaptados los elementos de la secuencia original de Bennett.

Salvo una descripción de la cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku (Ponce 1971), la cerámica de los otros "periodos" o de los "Estadios" de Tiwanaku nunca han sido descritos, adoptándose inclusive, en muchos casos, la nomenclatura de Bennett (ver, por ejemplo, Ponce 1975a:18, 1979:16, 1981:30, 78). De esta manera, se ha utilizado el "Tiwanaku III", como un periodo o "estadio urbano temprano", que llena, en varios aspectos, los vacíos teóricos de Bennett, pero que no aporta al conocimiento de la cronología cultural; evidentemente, la cerámica es un elemento de la cultura, pero de trascendental importancia en la arqueología para la identificación y diagnóstico de sitios Tiwanaku que no presentan otros elementos diagnósticos, tanto en el mismo valle como en otras

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regiones. Descuidado este aspecto, la arqueología de la región ha seguido utilizando, implícitamente, los criterios de Bennett en el análisis y la evaluación de los componentes cerámicos de sitios (véase la discusión del trabajo de Wallace más adelante).

Los argumentos acerca de la transformación de Tiwanaku, de aldea en ciudad, durante la "Epoca III" son, asimismo, sólo proyecciones de trabajos exclusivos en el área monumental del sitio, que no tienen sustento empírico en estudios de los sectores circundantes al mismo. Se asocia la construcción de Kalasasaya, Pumapunku, Akapana y el templete semisubterráneo a esta época, indicando que la arenisca es el diagnóstico temporal para la misma (Ponce 1964:68), y que, "Parece que se utilizó el tiempo excedente de los campesinos, quienes para la agricultura necesitaban tan sólo cuatro meses de labranza, restando alrededor de ocho para aportar y acumular los materiales en bruto destinados a las estructuras arquitectónicas en construcción" (Ponce 1981:78). Es importante señalar que los cinco fechados radiocarbónicos que se presentan como demarcadores de la "época III" tienen dos proveniencias generales. Tres provienen de "próximo a Kantatayita A" y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce 1981, Tabla 1). Los grosores de los niveles de donde provienen las muestras son las únicas referencias, sin que existan otros datos acerca del contexto arqueológico de las mismas (e.g., piso, fogón, basural, etc.). Estos fechados, obviamente, no datan la construcción de Akapana, Kalasasaya o el templete semisubterráneo.

Sobre la base de fotografías aéreas, se calcula la extensión de Tiwanaku, para esta época, en 420 hectáreas (Ponce 1980:30), aseveración que no se fundamenta ni en recolecciones sistemáticas intrasitio ni en excavaciones de muestreo estadístico a lo largo de dicha extensión. Si bien es cierto que Tiwanaku alcanzó en su crecimiento grandes proporciones, las evidencias apuntan hacia periodos posteriores y no así hacia comienzos del presente milenio (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:132).” (129).

“A sugerencia de Wendell C. Bennett (1950), el "Tiahuanaco Temprano" fue renombrado "Qeya", siguiendo los delineamientos de la colección de ceramios que Bandelier (1910) consiguió en Qeya Qollu Chico (Kea-Kollu Chico), en la Isla del Sol (Wallace 1957:19). Con base en una seriación de rasgos estilísticos, Wallace (1957) definió la ubicación relativa de atributos en una secuencia que confirma las categorías de Bennett, aunque proporciona nuevas y más detalladas descripciones del material cerámico que antecede al típico estilo Clásico de Tiwanaku. .

Wallace (1957:19) señala que la cerámica Qeya se caracteriza por una pasta micácea de color ante o café claro, suave, sin engobe, pulida y con decoración, de pigmentos brillantes y/o incisiones profundas precocción. Esta cerámica, además, presenta formas singulares (Figura 7.2). Bennett (1934) illustró

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solamente unas cuantas formas, reconstruidas de los fragmentos que obtuvo en sus excavaciones y de las comparaciones que efectuó entre éstos y ceramios íntegros de colecciones privadas, en La Paz (Vetters 1994). Wallace (1957), por otro lado, tuvo a su disposición piezas completas, las mismas que muestran distintas formas y diseños de los de Bennett, aunque la pasta y los pigmentos son los mismos. La muestra que Wallace utilizó, empero, tiene un exclusivo orden funerario, derivando en categorías que muestran explícitamente contextos singulares. Estas circunstancias dificultan su empleo como indicadores cronológicos en sitios donde no se encuentran contextos funerarios o donde los que existen, aunque daten del periodo en cuestión, no necesariamente tuvieron que estar asociados con el estilo Qeya. Pese a ello, este estilo parece haber tenido una importante distribución en el margen oeste de la Cuenca del Titicaca (Mujica 1978).” (129).

“Utilizando la definición de Wallace (1957) acerca del estilo Qeya, Mathews (1992) efectúa un detenido análisis de la cerámica que Ponce (1971) identifica como perteneciente a la "Epoca I" y la cerámica del "Tiahuanaco Temprano". Mathews aduce que la supuesta "corrección" que Ponce (1,971) efectúa en la seriación de Bennett no tiene sustento: "Una cerámica Tiwanaku I podría ostensiblemente anteceder al "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (Tiwanaku III de Ponce), sin embargo, Bennett excavó hasta suelo estéril en por lo menos seis pozos (I-III,V,VIII, y IX) y posiblemente siete (Pozo IV) de sus diez pozos; en otras palabras, alcanzó suelo estéril entre el 60 y el 70 por ciento de su muestra, sin indicación alguna de un tipo cerámico anterior al "Tiahuanaco Temprano" (Mathews 1992:99).

Además de señalar aspectos similares a los que aquí ya se han indicado, Mathews apunta que Jorge Arellano (1991:271) encontró material cerámico "Tiwanaku I" y "Tiwanaku III" en los estratos tres y cuatro en un pozo de prueba que excavó al norte de Kalasasaya, y que estos datos corroboran los resultados de las excavaciones que Mathews realizó en el sitio de Tilata. Existen, por otro lado, numerosas similitudes entre la unidad cerámica Kalasasaya del Tiwanaku I (Ponce 1971) y la cerámica "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934), y las formas domésticas de ambos son casi idénticas. Más aún, pruebas estadísticas de régresión entre los fechados asignados a cada época indican que existe una correlación alta(26) entre éstos. En tal sentido, Mathews (1992:101) sugiere que la secuencia Tiwanaku I/Tiwanaku III fue un lapso corto, de amplia continuidad estilística, cuando se habrían experimentado, no obstante, cambios importantes en la tecnología y la organización social.

En el presente trabajo no se han de resolver los evidentes problemas que muestra la actual secuencia cerámica de la región; éstos deberán ser resueltos en posteriores investigaciones. Sin embargo, las observaciones que aquí se vierten son indispensables para la evaluación del asentamiento humano en el valle bajo. Tomando en cuenta estas consideraciones y los resultados de las excavaciones de prueba en los sitios de Iwawi y Guaqui, se observan

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importantes elementos de vínculo entre el estilo Qeya y los estilos locales, los cuales demuestran una continuidad en la diversidad regional que continuó vigente desde siglos anteriores. :

Cerámica

La identificación del material cerámico correspondiente a esta etapa, durante la prospección, se basó íntegramente en los criterios de Bennett (1934), modificados en cierta medida por Wallace (1957). Se han examinado algunos ejemplares que el CIAT recuperó en sus excavaciones en el área monumental para comparar éstos con las descripciones de Bennett y Wallace.” (130).

“La pasta se caracteriza por una arcilla fina y de color café claro, que parece contener algo de caolín. En determinados casos se observa la inclusión de mica, quizás añadida intencionalmente a la arcilla. En algunos casos se advierte la presencia, aunque en…

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(26) Los gráficos de las ecuaciones que Mathews (1992:118-119) presenta son significativos ya que demuestran la alta correlación que existe entre los fechados de las épocas I y III (r= 0.789) y entre las épocas II y III (r= 0.866). Estas pruebas de regresión estadística amplían aún más el argumento de una contemporaneidad entre materiales de las épocas I y III.

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,

…pequeña proporción, de un desgrasante vegetal triturado, distinto al que se incluía en la cerámica Chiripa. Las formas globulares con bordes evertidos son las más comunes; también se encuentra un prototipo del posterior keru. El tratamiento de la superficie se basa en un fondo negro o el fondo natural del cuerpo cerámico. Se trazaron figuras geométricas y curvilineales (círculos y escalones). Se representan figuras estilizadas de cóndores y pumas, presentando éstas una especie de apéndices, los mismos que terminan en círculos, en la cabeza. Los colores son brillantes y se manifiestan en rojo, blanco, negro y naranja. Algunas de las etiquetas adjuntas a los ejemplares del museo regional de Tiwanaku indican que los mismos proceden de contextos funerarios.” (130-131).

“Inicialmente, los únicos tres sitios en el valle bajo que mostraban cierta filiación con el estilo Qeya eran LV-29, LV-50 y LV-487, los mismos que fueron asignados a este periodo con base en la identificación de algunos atributos de la cerámica descrita por Bennett. Pese a que el reducido número de tiestos (dos o

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tres en alguos casos) muestra un parecido en la composición de la pasta y el decorado, las similitudes son ténues.

El número de asentamientos asociados a esta etapa contrasta con el cuadro de sitios del Periodo Formativo. La explicación de este fenómeno podría interpretarse desde dos perspectivas distintas. La primera podría basarse en el postulado de Ponce (1972) que avisora una "revolución urbana" en la región, concentrando casi a toda la población del valle en un núcleo urbano. La segunda alternativa estaría mas bien vinculada a un orden metodológico. Es probable que varios sitios que datan de esta etapa de transición, entre el 100 y el 400 D.C., no fueron identificados debido a las dificultades intrínsecas de la actual secuencia cerámica. Como se señaló anteriormente, el "Tiahuanaco Temprano", o estilo Qeya, deriva su realidad física de elementos asociados a contextos funerarios o en sectores de arquitectura monumental. La representatividad de esta cerámica de "contexto específico", por tanto, no tiene una vigencia espacial en áreas donde las funciones no incluían necesariamente actividades mortuarias de élite o ceremoniales. En tal sentido, la ubicación de tres sitios en el valle bajo es una imagen del actual estado de conocimiento acerca de la cultura material de los grupos que habitaban la región, y no así un cuadro histórico de la evolución del asentamiento en el valle. Existen varios argumentos, muchos de los cuales ya han sido presentados en párrafos anteriores, que respaldan esta posición. Con base en las excavaciones en Iwawi y Guaqui, se observa que algunos atributos de la cerámica Qeya se encuentran en la cerámica de estos sitios y que antecede al estilo Clásico de Tiwanaku. No obstante, existen otros elementos que sugieren la presencia de tradiciones locales y no así la existencia de un solo estilo homogéneo y generalizado.

RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES EN IWAWI

Si bien el componente cerámico del Periodo Formativo no se encontraba representado en la superficie del sitio, en las recolecciones sistemáticas e intensivas, que se realizaron antes de las excavaciones, se identificó un componente que no compartía los atributos de otras categorías cerámicas conocidas. Este material exhibe un engobe rojo oscuro sobre una pasta blanquecina o de color café claro. Los fragmentos de esta categoría fueron clasificados en un grupo "no-identificado". Se sospechaba la presencia de un componente pre-Clásico pero no se podía justificar su posición cronológica con base en hallazgos de superificie.” (131).

“Dos unidades de prueba fueron colocadas en el sector sureste del sitio(27). En este sector se tiene una densidad de material cerámico en la superficie entre 8 y 11 fragmentos por metro cuadrado. También en este sector se encontró cerámica del grupo "noidentificado". En el estrato b, un limo arenoso (10YR 4/3), de la unidad 1(N475 E525), se identificaron fragmentos del estilo Clásico de Tiwanaku junto a una cerámica con atributos parecidos a los del estilo Qeya, especialmente en la pasta. Un piso fue ubicado en la base de este estrato. Debajo de esta superficie se identificaron aún más elementos de este componente cerámico (Figuras 7.3-7.b). En la unidad 2 (N490 E525), los

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estratos 4, 5 y 6 contenían material similar, aunque la estratigrafía no era tan clara. Al parecer este sector era un basural, donde la microestratigrafía muestra lentes de ceniza…

(27) Una descripción más extensa del sitio y de los hallazgos de los posteriores periodos se encuentran en el capítulo 8.

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…intercalados con lentes de arena. Este novel componente se encontraba, sin embargo, mezclado con material del Formativo, a una profundidad de 2.85 metros de la superficie. El fechado calibrado para la ocupación del Formativo (925±85 A.C.), que fue obtenido de una muestra de la unidad 1, y los materiales de los estratos superiores al sexto, aprisionan este componente que representan una manifestación singular entre el Formativo y la hegemonía Tiwanaku del quinto siglo de nuestra era.” (132-133).

“Los análisis arqueobotánicos de los estratos 6 y 7, en la unidad 1, demuestran la presencia de quinua (Chenopodium quinoa), tanto en sus variedades de grano chico como grande, y semillas silvestres. No se identificaron restos de tubérculos. La importancia de la presencia de quinua, en su variedad de grano mayor, es que sugiere la selección de nuevas variedades de esta planta durante esta etapa. El análisis de los restos de fauna de los estratos 6 y 7 de la unidad 1 y de los estratos 4, 5, y 6 de la unidad 2 indican que grandes cantidades de pescado fueron consumidas, así como algunas variedades de aves. Esto no es sorprendente dada la ubicación de Iwawi en las proximidades del lago. Aunque en menor proporción, también se identificaron restos de llama, viscacha y can.” (133).

RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES EN GUAQUI

“Un grupo de fragmentos cerámicos "no-identificado", similar al de Iwawi, fue identificado en Guaqui durante la prospección. Algunos de los tiestos, recogidos en la recolección de superficie, muestran atributos en común con los fragmentos de Iwawi. Este aspecto sugería la posibilidad de encontrar este material transicional así como material del Periodo Formativo, que como en el caso de Iwawi, podía estar a bastante profundidad de la superficie. Las excavaciones en las dos primeras unidades de prueba que se realizaron, mostraron que Guaqui no tiene la sedimentación profunda de Iwawi. En algunas unidades se ubicó roca a escasos 25 cm de la superficie. De las once unidades de prueba que se excavaron, en cuatro de ellas se identificó un componente anterior al estilo Clásico. En la unidad 4 (N529 E563), el relleno de terraza contenía algunos fragmentos de este componente, aunque mezclados con componentes de periodos posteriores. En la unidad 8 (N484 E 511), fragmentos con atributos similares al estilo Qeya fueron identificados en el estrato 2 (limo arenoso mezclado con ceniza), aunque también mezclados con cerámica clásica. En la unidad 10 se identificó solamente un fragmento de esta etapa, mientras que en los estratos 2 y 3, este material también aparecía mezclado con el estilo Clásico.” (134-135).

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“Aunque los componentes que anteceden al estilo Clásico de Tiwanaku no se encuentran en Guaqui, en forma tan contundente como los de Iwawi, éstos demuestran que el relativo vacío que se observa en la distribución de sitios es reflejo del desconocimiento de la variabilidad que presentan los distintos sitios del valle durante esta etapa. Tomando en cuenta los descubrimientos en Iwawi y Guaqui, y haciendo una revisión de las recolecciones de superficie de los 512 sitios que se identificaron en el valle bajo, algunos presentan elementos cerámicos similares a los que se identificaron en Iwawi y Guaqui, entre ellos LV-30, LV-34, LV-155, LV-lSb y LV-187. En este sentido, el espectro de sitios que data de las primeras tres a cuatro centurias antes del presente puede ampliarse a ocho (Figura 7.8).

Las dificultades que actualmente afectan a la tradicional secuencia cerámica, derivada exclusivamente de contextos funerarios o de sectores monumentales, no hacen sino demostrar la necesidad de realizar futuras investigaciones específicas para resolver esta problemática. Al comenzar este capítulo se indicó que el actual significado de esta etapa de transición es más el resultado de "evidencia negativa" y de deducciones que de testimonio empírico. El nuevo orden que al parecer se gestó durante esta fase, culminó con la consolidación de un poder hegemónico que se desbordó hacia varias regiones, portando una ideología con denominadores de integración. Pese a las limitaciones actuales de la arqueología de este periodo, las investigaciones a nivel regional, así como las excavaciones en determinados sitios del Valle de Tiwanaku, ofrecen alternativas de interpretación y, más que todo, una base para evaluar los distintos modelos teóricos de organización social que se han generado para Tiwanaku.” (136).

La Consolidación de Tiwanaku

“Durante el Periodo Formativo Tardío, sino antes, surgieron principios fundamentales de organización, sobre los cuales muchos grupos de la sociedad andina fundamentaron sus estructuras políticas, económicas y religiosas. Estas estrategias de coordinación, como lo sugieren los elementos simbólicos en determinados sitios, estuvieron acompañadas por un cuerpo ideológico globalizante que proveía el nexo indispensable entre lo natural y lo cultural, así como entre lo natural y lo sobrenatural. No se puede juzgar como insignificante el rol que desempeñaron los principios ideológicos compartidos, o que se instituyeron al formarse entes sociales más amplios en la integración de diversas etnias. El registro arqueológico en distintas regiones muestra el rico contexto simbólico de estos desarrollos. La iconografía de Tiwanaku es claro testimonio de esta opulencia, aunque todavía no se haya podido descifrar el verdadero significado de sus íconos (28). Es así, que pese a reconocerse la presencia de atavíos rituales Tiwanaku en diversas y lejanas regiones, se desconoce su significado más amplio (Conklin y Tórres 1991; Cook 1979,1985; Rivera Díaz 1985). Las esferas de interacción que ligaban varias regiones de los Andes centro-sur no separaban los intereses económicos de los intereses políticos y de sus connotaciones ideológicas.” (137-138).

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“Durante la primera centuria de nuestra era, tuvieron lugar importantes transformaciones en el orden social. Mujica (1978) sostiene que los centros mayores del Periodo Formativo en la Cuenca del Titicaca, como Pucara y Chiripa, cesaron de ejercer su influencia, relegando el poder a Tiwanaku. Esta transferencia de autoridad tuvo quizás como base a un dinamismo comercial creciente que Tiwanaku estableció con otras regiones (Browman 1985; Mujica 1978:305). La importancia de Pucara como centro de poder (Erickson 1988; Mujica 1978) ha sido enfatizada debido a que poco se conoce, en datos arqueológicos concretos, acerca de la evolución política del Valle de Tiwanaku.

En términos bastante amplios, la evolución de Tiwanaku, durante el primer siglo de nuestra era, ha sido caracterizada por la acción de un cambio repentino (Ponce 1972, 1975a,1981), que convirtió a Tiwanaku una verdadera metrópoli. Se argumenta que el cambio cualitativo fue posible gracias a la producción de un excedente agrícola: Supuestamente, sólo un tercio de la producción era necesario para mantener a la población campesina, mientras que el resto era utilizado para sostener a la clase de artesanos y administradores que moraban en la capital (Ponce 1975a:18). Este modelo supone una secuencia de eventos intrínsecos como resultado de la convergencia de personas en un centro urbano. El por qué de este ensanchamiento de núcleos poblacionales es la obvia interrogante.

En la dinámica de la interacción producida entre grupos de distintas regiones, debieron existir, desde las primeras fases del Formativo, diversos y complejos mecanismos de intercambio, vinculando poblaciones del altiplano, costa y yungas. Al parecer, una economía de complementación regional surgió durante las primeras fases del Formativo, ampliándose en escala multiregional durante la fase tardía. La presencia de concha marina en Allkamari (capítulo 6), así como de obsidiana, diversos minerales y piedras preciosas en Chiripa, desde la fase tempana (Browman s.f.), es indicativa del radio de interacción de estos grupos(29). Es factible que entre los mecanismos de complementación…

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(28) En el capítulo 4 se presentan varias de las interpretaciones que se han efectuado respecto a la iconografía de la estatuaria lítica de Tiwanaku. Aunque muchos investigadores han intentado encontrar la sintáxis y la semántica del "lenguaje" que encierran estos grabados, todavía no se ha “traducido" el mismo. Lo destacable en la presentación de determinados elementos es que existe una diferenciación de los medios en los que aparecen. Es decir que la cerámica lleva determinados elementos que no lleva la estatuaria lítica o los textiles, y viceversa. Sin embargo, todos estos materiales expresan la composición, la variabilidad y la dinámica de las dimensiones sociales, políticas, económicas y religiosas de la cultura.

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(29) Browman (s.f.) sostiene que el sistema de intecambio en el altiplano se desarrolló durante el segundo y primer milenios A.C., el cual formó la base de integración de los grupos altiplánicos. Los pequeños fragmentos de andesita y la limonita que se encontraron en Chiripa provienen del área cercana a Copacabana; el cobre en forma de brocantita, de Chiripa (probablemente utilizado desde la fase intermedia (900-600 A.C.), tiene su origen en la región de San Pedro de Atacama; la sodalita proviene del Cerro Sapo, en Cochabamba; la obsidiana tiene distintas proveniencias alrededor de la Cuenca del Titicaca y en Querimita (Oruro).

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…económica se hayan desarrollado enclaves poblacionales como estrategia de control directo; la presencia de materiales Chiripa y Pucara en varias regiones apuntan hacia este tipo de estrategia (Mohr Chávez 1988; Rivera Díaz1984). Un caso concreto es el de la costa norte de Chile. La tradición Chinchorro (ca. 6000-2000 A.C.) fue remplazada por una tradición de filiación altiplánica, con origen en la Cuenca del Titicaca; la tradición altiplánica introdujo la agricultura mediante riego y las bases de una ideología distinta, representada en las figuras del "sacrificador" (Rivera Díaz 1984). A comienzos de nuestra era, estos mecanismos de control multiregional pueden haber caracterizado a varios poderes políticos de la cuenca, incluyendo una creciente hegemonía Tiwanaku.” (138-139).

“La transición hacia una consolidación de Tiwanaku como poder hegemónico estuvo marcada por cambios en la orientación económica e ideológica de crecientes y reforzadas coaliciones. Sin embargo, como lo demuestra la distribución de sitios en el Valle de Tiwanaku, es probable que estos cambios se cristalizaron a partir del quinto siglo de nuestra era. En tal sentido, es menester evaluar las hipótesis que al presente se han formulado para explicar el surgimiento de Tiwanaku como Estado.” (139).

“En primer lugar, si la supuesta "revolución urbana" aglutinó a la mayoría de la población del Valle en Tiwanaku, entonces, ¿cómo se sostenía la masa urbana? En el esquema de Ponce (1972) se le adjudica a una "clase campesina". Este "campesinado" habría perdido la propiedad colectiva de la tierra, pasando ésta a propiedad del Estado. En la propuesta de Ponce no existe ningún sustento empírico del área circundante a Tiwanaku. Simplemente se especula con la existencia de una "clase campesina" dedicada a trabajar un tiempo en la agricultura y en su tiempo "libre" forzada por la élite gobernante a construir los monumentos líticos en Tiwanaku. El patrón de asentamiento del valle bajo, así como del sector central-inmediato a Tiwanaku (Mathews 1992) demuestra que los asentamientos tenían importantes elementos individuales que no muestran una imposición estatal, como la que propone Ponce. Tampoco existen pruebas fehacientes del uso intensivo de diversas tecnologías agrícolas, como acontece en periodos posteriores. Más aún, no se advierte un orden jerárquico de asentamientos que otorgue indicios de una administración planificada, de una

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participación de segmentos o de una cúpula de poder a nivel regional. En otras palabras, no se observa la presencia de una fuerza de coalición que viene a caracterizar a Tiwanaku en sus subsiguientes fases de desarrollo. Este cuadro tiene importantes repercusiones en la formulación del surgimiento de una hegemonía Tiwanaku durante las primeras centurias de nuestra era. La visión regional del asentamiento, como indicador primordial de la evolución de niveles administrativos jerárquicos, no muestra la efervecencia y estructura que caracterizan a los nuevos niveles que surgen durante el quinto siglo. Lo que si muestra es una esfera cultural con más rasgos comunes y con una orientación económica de subsistencia, a nivel general, distinta a la del Periodo Formativo. Todos los sitios de filiación Chiripa son abandonados, optándose por una ubicación casi exclusiva en las llanuras del valle habría(30). Por otro lado, si el uso de arenisca roja tuviera un significado cronológico, como arguye Ponce (1964:57-59), solamente el sector sur del valle habría…

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(30) La excepción podría darse en el sector sur del valle, donde algunos sitios, que probablemente datan de los primeros siglos de nuestra era, se encuentran asociados con las terrazas agricolas. Esta situación no sería improbable ya que la posibilidad del uso de terrazas se remonta al Periodo Formativo (capítulo 6).

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…estado poblado, debido a que en el sector norte se evidencia el uso de andesita. Además, los cinco sitios adicionales que muestran atributos cerámicos similares a los encontrados en Iwawi y Guaqui se encuentran en el sector norte del valle. En tal sentido, es poco probable que la arenisca haya tenido un uso exclusivo durante las primeras centurias. Esta dicotomía en el uso de materiales pétreos parece mas bien estar vinculada al abastecimiento diferenciado de los mismos.” (139-140).

“La aparente reducción de sitios que se observa en el valle, con relación a la cantidad de asentamientos de la fase tardía del Formativo, constituye, en gran medida, el resultado del actual orden metodológico que del panorama de los cambios que se dieron en la sociedad. No obstante, pese a esta situación, se pueden inferir algunos de los cambios más importantes. Esta etapa de "transición" (a falta de mejor término) se caracterizó por la amalgamación de patrones compartidos por una creciente esfera de interacción entre el altiplano y regiones colindantes. Fue la necesidad de integrar y administrar una creciente colectividad multiétnica la que eventualmente condujo al surgimiento de niveles jerárquicos mayores y a la formación de nucleamientos de mayor tamaño y complejidad, identificados por una ideología común. Este fenómeno globalizante, no obstante, alcanza un radio menor y una estructura más modesta durante los primeros siglos de nuestra era, consolidándose el armazón organizativo de Tiwanaku en las posteriores centurias. En esta etapa, las jerarquías logran una integración más extensa, determinando una condición inherente de las propiedades emergentes del nuevo nivel político. En tal sentido, la fusión de

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segmentos sociales más amplios posibilitó la formación de niveles jerárquicos mayores, con poderes y justificativos también más globales.

Los asentamientos Chiripa del Periodo Formativo, en particular aquellos ubicados en los sectores elevados de las serranías y de las montañas, fueron abandonados.

Un aspecto remarcable del ámbito ideológico es el énfasis en la representación de cabezas trofeo y figuras de "sacrificadores", especialmente explícitas en los ejemplos de los materiales Pucara. Estas manifestaciones sugieren que el sacrificio ritual, y no así la guerra, fue un componente integral de los principios ideológicos compartidos. No existen fortificaciones asociadas a este periodo; de modo que de todo lo expresado hasta aquí, se colige que fueron mecanismos de integración (basados en denominadores comunes) y no patrones coercitivos los que eventualmente condujeron al surgimiento de la hegemonía Tiwanaku. “(140).

Capítulo 8

La Hegemonía Tiwanaku 400-1000 D.C.

“La imágen parcializada de Tiwanaku como exclusivo centro religioso ha sido una de las interpretaciones que ha oscurecido, en gran parte, las dimensiones sociales más amplias que le caracterizaron. A la luz de las recientes investigaciones, resulta extraño que esta perspectiva aún tenga vigencia en el pensamiento de algunos investigadores del pretérito andino:

El espacioso e impresionante, pero simple y elegante centro ceremonial de Tiahuanaco, el mismo que puede ser comparado con una "ciudad sagrada", y sus santuarios que, se desprenden de ella, como ser Lucurmata y Pajchiri, se encuentran en marcado contraste con el patrón complejo y espacialmente intensivo de la arquitectura multifuncional de la capital de Huari y sus ampliamente dispersos centros de Wirakochapampa y Pikillkaata [sic] y sus numerosos sitios administrativos. En la teocrácia hegemónica de Tiahuanaco se dió una tradición larga de lugares sagrados y centros de peregrinaje que tuvieron su florecimiento alrededor del 600-900 DC., y en forma episódica continuaron siendo importantes en el imperio Inka, pero nunca hubo una concentración extensa de poder político en estos, tampoco ha quedado más que las tradiciones sagradas, que es el legado de esta hegemonía entre la gente (Richard Schaedel 1988:772-773; traducción mía).” (141).

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“En forma similar, Ana María Lorandi (1986:43) señala lo siguiente: "Tiwanaku fue esencialmente un centro ceremonial, aunque Ponce Sanginés encontró restos de una población densa en las cercanías lacustres (Ponce n.d.; Browman 1973). Wari, por otro lado, fue un centro urbano complejo con muchas construcciones residenciales, cementerios, almacenes, plazas públicas y acueductos (W. H. Isbell 1970)." Estos argumentos tienen una sesgada imágen debido a la "visibilidad" arqueológica que inclusive Bennett tenía del sitio. El programa de excavaciones del proyecto "Wila Jawira" ha intentado balancear el enfoque de los trabajos en Tiwanaku, realizando excavaciones horizontales extensas en los sectores que circundan al núcleo de recintos monumentales. Los resultados de estos trabajos demuestran fehacientemente que los sectores circundantes al complejo cívico-ceremonial estaban ocupados por numerosos complejos habitacionales (Janusek 1993,1994; Rivera Casanovas 1994), y que la antigua capital debío alcanzar entre los 6 y 9 km2 (Kolata y Mathews 1988). Sin embargo, no se sabe con certeza si es que la población era estable. Es decir, si es que se congregaba en mayor número durante cierta temporada del año y luego se dispersaba hacia territorios adyacentes.” (142).

“Por otra parte, históricamente, las investigaciones arqueológicas en el Valle de Tiwanaku han enfocado casi con exclusividad el aspecto monumental del sitio epónimo (Bennett 1934a; Crequi Montfort 1906; Manzanilla 1992; Manzanilla y Woodard 1990; Ponce 1964,1972; Posnansky 1914, 1945; Sampeck 1991; Stuebel y Uhle 1892; entre otros), mientras que los estudios arqueológicos realizados fuera de la región nuclear han desarrollado modelos que proyectan distintos panoramas de la presencia de Tiwanaku en otras áreas (e.g., Berberián 1975; Berenguer 1978; Berenguer y Dauelsberg 1988; Berenguer et al. 1980; Bermann 1990, 1994; Browman 1980, 1985; Goldstein 1985, 1990,1993; Moseley et a1.1991; Rivera Díaz 1985; Tapia Pineda 1978a,1978b,1978c).

Esta visión de la "periferia" versus el cuadro de la "capital" ha dejado un vacío en el conocimiento y en la interpretación de importantes aspectos relacionados a la organización y evolución del asentamiento en el territorio circundante al antiguo centro. En tal sentido, se ignoraban la naturaleza del sistema regional de asentamiento, las dimensiones productivas del valle y el carácter global de las relaciones intersitio. En realidad, se desconocía la sociedad Tiwanaku en su propio territorio; no se sabía cuantos sitios existían en el valle, sus proporciones, sus rasgos arqueológicos, sus vínculos con áreas potenciales de producción agrícola, su disposición en las cercanías del Lago Titicaca y el orden que estos sitios mantenían con Tiwanaku. Se sospechaba que el valle bajo, en particular, debió cumplir una función estratégica para Tiwanaku, debido a que este sector proporciona una especie de corredor directo hacia el lago, el mismo que fue, indiscutiblemente, un medio de apertura y de comunicación con todos los grupos asentados en la Cuenca del Titicaca. Además, el Valle Bajo de Tiwanaku presenta suelos fértiles y recursos lacustres que debieron ser bastante atractivos para una colectividad en creciente necesidad de abstecer a sus distintos segmentos sociales. Fue durante el quinto siglo cuando un orden singular de

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asentamientos con características compartidas sin precedente marca el poder hegemónico de Tiwanaku.” (142).

“Son varios ángulos los que conforman un análisis de la estructura del asentamiento Tiwanaku en el valle bajo; también son diversos puntos los que componen la interpretación de la evolución del asentamiento Tiwanaku a nivel regional. Para abordar estos temas con mayor claridad, este capítulo ha sido organizado en cuatro partes: La primera es una consideración metodológica que evalúa el carácter material de la hegemonía Tiwanaku, particularmente en sus manifestaciones cerámicas, ya que son, precisamente, éstas las que sirven de indicadores primarios en la evaluación de sitios Tiwanaku en el valle. La segunda enfoca detalladamente el patrón de asentamiento Tiwanaku en todas sus dimensiones; en tal sentido, se efectúan pruebas estadísticas para determinar relaciones de distribución de sitios, conforme al orden jerárquico que éstos mantienen. La tercera está relacionada con los diversos regímenes agrícolas que fueron identificados en el valle y que muestran una significativa asociación, en forma sectorial, con los sitios Tiwanaku. Finalmente, la cuarta parte constituye una interpretación del sistema de asentamiento que caracterizó al poder hegemónico de Tiwanaku, evaluándose los distintos modelos que se han formulado acerca de la organización social, política, económica y religiosa de Tiwanaku. En dicha evaluación surge una nueva propuesta para explicar el sistema de asentamiento Tiwanaku, retomando los principios de la dinámica segmentaria aymara como parámetros de interpretación. De este modo, se desarrolla un modelo de "jerarquías inclusivas", el cual da cuenta de las principales características de la organización sociopolítica de la región, reflejadas en el testimonio arqueológico.” (142-143).

Cerámica

“La identificación de la cerámica que caracterizó a la hegemonía Tiwanaku se basa en las descripciones de las manifestaciones que globalizan un conjunto de atributos y que se distribuyen en forma amplia a lo largo del Valle Bajo de Tiwanaku. Los elementos de estos materiales son compartidos en forma general por las diversas manifestaciones que personifican a la cerámica de este estilo. Los lineamientos del denominado estilo "Clásico" fueron los criterios que se emplearon para identificar a los sitios con estas filiaciones (Bennett 1934a; Wallace 1957). No obstante, varios de los sitios con dicho componente denotan algunas variantes que, en cierta medida, deben ser tomadas en cuenta.

Tal como acontece con el "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934a), el "Tiahuanaco Clásico" ha sido adoptado en la secuencia de Ponce (1975a:18, 1979:16, 19$1:30, 78) como el estilo del periodo "Tiwanaku IV". Volviendo a reiterar lo dicho en el capítulo anterior, es importante hacer una diferenciación de las bases metodológicas entre la secuencia general de Ponce (1972) y los criterios estilísticos de Bennett (1934a), ya que ambas tienen connotaciones teóricas diferentes. Bennett desarrolló una cronología relativa con base en los

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elementos decorativos y formas de la cerámica que, correlacionados con la estratigrafía, fueron ubicados en una progresión estilística a través del tiempo. No contando con métodos de datación radiométrica, Bennett no pudo establecer con mayor detalle la antigüedad de estos estilos, aunque en su cronología relativa, Bennett (1934) suponía que la historia de Tiwanaku abarca entre el 200 y el 900 D.C., dentro de la cual "incluye un gran periodo de floración hasta aproximadamente el 600 D.C., denominado comúnmente el Periodo Clásico, y un periodo posterior de declinamiento (aunque la cultura se encontraba todavía activa) conocido como el Periodo Decadente, el cual llena el periodo hasta el 900 D.C." (Bennett 1934b:716).

Esta secuencia estilística, pese a los problemas en la estratigrafía que Bennett mismo reconoció, constituye, junto a la seriación de Wallace (1957), la única fuente substancial de referencia respecto a la cerámica de Tiwanaku en el área nuclear. Debido a la presencia de variantes locales en otras regiones, algunos investigadores han intentado formular nuevos esquemas, los cuales han seguido, no obstante, las categorías generales de Ponce (Bermann 1990,1994; Goldstein 1985,1989,1990).” (143).

“El esquema de Ponce, como ya se dijo, se basa sólo en las excavaciones del área monumental de Tiwanaku, no habiéndose efectuado, como se sabe, una secuencia cerámica de los materiales que se recuperaron. En una crítica del trabajo de Bennett, Ponce 1980:92} señala lo siguiente: "...No es difícil enunciar que la más fina categoría, (denominada clásica en otra terminología, se localiza en su mayor proporción en Tiwanaku y en menor cantidad en otros lugares, por lo que correspondería a una calidad más bien suntuaria y de manufactura urbana. En cambio la de acabado menos esmerado, sería para el medio rural, por supuesto no tan refinado en su gusto, así como para el segmento social popular. Por consiguiente, son coetáneas ambas y no diacrónicas como postulan Bennett y sus adeptos". La coetaneidad de estilos que Ponce sostiene para el periodo "Tiwanaku IV", tal y como se discute en el siguiente capítulo, deja sin elementos cerámicos al posterior "Tiwanaku V". Esta situación ha forzado la continuación en el empleo de los criterios de Bennett. Ante la ausencia de correlatos cerámicos explícitos para las épocas IV y V, resulta metodológicamente congruente, conforme a los criterios utilizados en la clasificación cerámica y las evaluaciones de las excavaciones realizadas, identificar al estilo Clásico como manifestación material de la hegemonía Tiwanaku, entre el 400 y el 1000 D.C. La utilización del término "estilo Clásico" no debe proyectar una imágen hermética de celebridad y homogeneidad culturales. Por el contrario, su empleo en el presente trabajo hace referencia, simplemente, a un conjunto de expresiones materiales que comparten elementos de un mútuo medio de comunicación. Esto significa que existen denominadores comunes entre los materiales cerámicos de un determinado sitio Tiwanaku y otro, aunque también se reflejan variantes locales. La cerámica de los sitios Tiwanaku fue diagnosticada, como tal, con base en los criterios de Bennett y las observaciones de Wallace, habiéndose añadido algunas

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características generales que presentan la cerámica de las excavaciones en Iwawi (LV-150) y Guaqui (LV-55).” (143-144).

“1. La pasta, en general, es densa y se caracteriza por un color naranja o rojizo con pocas inclusiones.

2. El desgrasante más común es la arena, aunque en ciertas formas cerámicas se adviertre la presencia de mica. En forma ocasional se encuentra algo de fibra vegetal. \

3. El quemado de las piezas varía entre una atmósfera reductora y otra oxidante. Algunos ceramios dan cuenta de un quemado irregular, mientras que otros exhiben un quemado homogéneo. De haberse elaborado la mayoría de la cerámica en el valle, es sorprendente que a 3800 metros de altura se hayan alcanzado atmósferas de quemado óptimas. No existe, sin embargo, una correlación entre la forma del ceramio y la atmósfera de quemado.

4. En la mayoría de los casos, el engobe es de color rojo (en distintas intensidades) y muestra una composición arcillosa parecida al de la pasta.

5. El pulido es común, y en menor medida el bruñido. Algunas de las piezas finas muestran un pulido excepcional, dando la impresión de una vidriación en el acabado.

6. Aunque las formas del estilo Clásico son diversas (Figuras 8.1 y 8.2), entre las más comunes y diagnósticas se encuentran el keru, el tazón, la jarra con una asa, y el inciensario en forma zoomorfa.

7. Algunas de estas formas comunes tienen figuras modeladas, tales como pumas, cóndores, llamas y caras humanas.” (144).

“8. El uso de múltiples colores en la decoración de las formas señaladas es común; los colores más frecuentes son el negro, blanco, amarillo, naranja y gris. Algunos kerus exhiben pasta negra y un decorado mediante incisión.

9. Los motivos del decorado son representaciones de pumas, cóndores y cabezas humanas. Algunos motivos se presentan en forma estilizada. Varias figuras geométricas acompañan a las figuras principales. Otras figuras que también se presentan son aves y figuras antropomórficas; en algunos casos cabezas de peces y cuerpos de serpientes. Algunos kerus; y la mayoría de los tazones y jarras, presentan decoración, en forma de lineas onduladas, en la parte superior interna del ceramio.” (145).

Patrón de Asentamiento

“Un total de 50 sitios presentan componentes cerámicos y otros materiales, como ser bloques líticos tallados, vinculados al fenómeno Tiwanaku. La distribución de estos sitios dentro de los distintos microambientes del valle está representada en las Tablas 8.1 y 8.2.” (146).

“Al igual que en los sitios del Periodo Formativo, los sitios Tiwanaku no se encuentran distribuidos en forma aleatoria en los siete microambientes; sin embargo, la distribución de estos últimos varía significativamente del patrón de

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sitios del Formativo. En el anterior capítulo se enfatizó la presencia de un importante cambio en la ubicación de sitios durante la denominada "transición" entre el Formativo y el surgimiento de la configuración Tiwanaku; un cambio de las zonas intermedias y altas hacia las llanuras del valle, con la posible excepción de algunos sitios en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de filiación Chiripa fueron abandonados, probablemente hacia comienzos de nuestra era. Un 85% de los sitios del Formativo esta ubicado en la zonas de coluvio, mientras que solamente un 26% de los sitios Tiwanaku se encuentra en estas zonas. Se advierte, por otro lado, una continuidad de ocupación en los sitios del Periodo Formativo, ubicados en las llanuras. La Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) se convirtió en un sector de preferencia para la ubicación de sitios Tiwanaku; un 40% se encuentra en esta zona. Las otras dos zonas de marcada predilección son el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Terrazas (TZ). En estos tres microambientes se ubica el 84% de los sitios Tiwanaku. En la Tabla 8.2 se observa que la Zona Intermontañosa no incluye sitio alguno.” (147).

“Los sitios Tiwanaku presentan gran variabilidad en tamaño y rasgos arqueológicos. En forma contraria a los que acontecía con ocupaciones previas, algunos sitios Tiwanaku exceden las tres hectáreas y muchos exhiben montículos terraceados, plataformas y montículos en forma oval. Aquellos de mayor extensión también presentan elementos arquitectónicos, como ser bloques líticos tallados. Los sitios intermedios, con extensiones entre una y tres hectáreas, presentan montículos ovales, pero, en general, no muestran materiales líticos tallados. Los sitios menores a una hectárea constituyen pequeños montículos o áreas reducidas de distribución de fragmentos cerámicos que se encuentran generalmente asociados a campos agrícolas. Estas diferencias en la composición de sitios Tiwanaku hace posible la categorización de los asentamientos en tres grupos. Tomando en cuenta que Tiwanaku era el centro primario, con un área promedio de 8 km2 (Kolata y Mathews 1988), los asentamientos del valle bajo pueden clasificarse de la siguiente manera:” (147-148).

“1. Los sitios secundarios se caracterizan por áreas de distribución de fragmentos cerámicos y artefactos líticos que exceden las tres hectáreas. Esta categoría de sitios también presenta varios montículos, plataformas y bloques líticos tallados (en andesita o arenisca).

2. Los sitios terciarios presentan distribuciones de material en la superficie sobre un área entre una y tres hectáreas; algunos tienen montículos pero, en general, no exhiben bloques líticos como los que se evidencia en sitios secundarios.

3. Los sitios cuaternarios están compuestos por distribuciones de material en la superficie que no excede una hectárea, y, en general, constituyen montículos ubicados entre campos agrícolas.

La distribución de estos sitios, por categorías, se encuentra resumida en la Tabla 8.2, en la cual se observa que 10 de los 11 sitios secundarios (91 %) se encuentran ubicados en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), la Zona de

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Terrazas (TZ) y la Zona. de Coluvio Inferior (LCZ). Un solo sitio, Iwawi, se encuentra ubicado en la Zona Lacustre (LZ). Una misma distribución es la que presentan los sitios terciarios, aunque un porcentaje mayor se encuentra ubicado en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de cuarto orden denotan una distribución mas esparcida, aunque la mayoría (78%) también se concentra en las zonas de los sitios secundarios y terciarios.

Es quizás oportuno señalar aquí que solamente dos sitios, de los 50 que muestran una filiación con Tiwanaku, fueron descritos con anterioridad. El sitio de Iwawi era ya conocido desde comienzos de siglo y fue varias veces nombrado en la literatura arqueológica debido a los inmensos bloques de andesita que presenta en la superficie (Ponce et al. 1971:90, 1972; Browman 1984). En 1968, Gregorio Cordero excavó en Iwawi, aunque el registro de estos trabajos se encuentra solamente en uno de sus diarios de campo(31). El otro sitio que aparece en la bibliografía arqueológica de la región es Sullkata (LV-8), referido como Sulkatata por Portugal Zamora (1953,1957). En realidad, no se identifica el sitio arqueológico sino un monolito descubierto por los pobladores de la comunidad de Sullkata y entregado a Portugal Zamora.” (148).“Debido a la importancia que los sitios secundarios y terciarios tienen en el análisis del patrón de asentamiento y las interpretaciones del mismo, es importante brindar un cuadro…

________________________________________________________________(31) Cordero excavó en dos sectores del sitio sin indicar, empero, la ubicación exacta de sus pozos. De sus notas, también se colige que no excavó hasta suelo esteril, y que en los estratos superiores identificó un entierro y algunos ceramios parciales.

…descriptivo de la mayoría de ellos. En determinados casos se han efectuado los relevamientos topográficos correspondientes y recolecciones sistemáticas de superficie que sirven principalmente en la evaluación de la intensidad de ocupación Tiwanaku. Las extensiones que se dan para los sitios, en algunos casos, son evaluaciones basadas en la distribución de la cerámica que muestra filiación con el estilo Clásico.” (148-149).

Distribución de Sitios Secundarios y Terciarios

Zona de Coluvio Inferior (LCZ)

LV- 34 (Auki)

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“El sitio mide unas 3.2 hectáreas con un eje mayor norte-sur (Figura 8.3). El sitio está demarcado al este por una pequeña quebrada. Se observan por lo menos dos plataformas extensas y una de menor tamaño; sobre esta última se encontraron algunas lozas de piedra que el dueño de el terreno había sacado de unas tumbas. Existen tres montículos ovales en el sitio y uno pequeño circular en el sector noreste que muestra una posible asociación con periodos posteriores. Dos montículos en el sector suroeste exhiben tres bloques tallados de andesita. Los fragmentos de cerámica y los artefactos líticos están dispersos en distintas densidades. Hacia el márgen sur del sitio se advierte el puntal de un terraplén, el mismo que vincula el sitio con campos elevados de cultivo, ubicados a unos dos kilómetros al sur. En el corte que la quebrada ha expuesto se observa material cultural hasta una profundidad de 1.8 m, lo cual indica una significativa intensidad e historia de asentamiento en este sitio. ,

LV-36/LV-266

Aunque estos dos sitios se encuentran a una distancia de aproximadamente 150 metros es probable que ambos hayan conformado un solo complejo; el sitio abarca unas 1.5 hectáreas. Pese a que se identificó un pequeño bloque de andesita, el sitio no presenta otros componentes líticos. Los fragmentos de cerámica y los artefactos líticos están distribuidos en forma regular sobre la superficie. Este sitio terciario es el único que no presenta una asociación con campos agrícolas o terraplenes. Algunos segmentos de camellones se encuentran a unos 800 metros al sureste.” (149).

LV-37 (Chambi)

“El sitio está ubicado entre el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ); cubre un área aproximada de 4 hectáreas (Figura 8.4). La característica más notable es un montículo con plataforma (10 m x 7 m x 1.6 m). En el sector sur de la plataforma se observan dos bloques tallados de andesita, los mismos que tienen dimensiones aproximadas de 1 m x 1 m x 0.8 m y presentan orificios. Otro bloque de similares características se encuentra a unos 20 metros al sureste del montículo. Hacia el norte, se encuentra una depresión en forma de U, la cual mide unos 16 m x 12 m. Es probable que este rasgo sea una especie de patio semisubterráneo. Hacia el este se encuentra una pequeña lomada que se extiende por unos 130-150 metros; existen sectores sobre esta lomada que presentan altas densidades de material cultural. Hacia el oeste del montículo se observa un terraplén que vincula el sitio con campos elevados de cultivo, ubicados a unos 1.3 kilómetros al sur. Este terraplén mide unos cuatro metros de ancho y tienen una altura de 1.5 metros; la superficie del mismo está cubierta por cascajo.” (149-150).

LV-158 (Chivo)

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“El sitio tiene unas siete hectáreas, aunque el componente cerámico del estilo Clásico se distribuye solamente por sobre unas cuatro. Existen cinco montículos ovales, aunque es posible que hayan existido muchos más (la construcción de un colegio en la zona y actividades agrícolas, probablemente, han derruido algunos de estos). Los montículos, en general, promedian unos 8 m x 6 m x 1.5 m. Tres de estos exhiben bloques tallados de andesita, los mismos que presentan similitudes con los otros bloques que se encuentran en Iwawi y LV-37. Densidades elevadas de material cultural en la superficie son evidentes en las cercanías de los montículos. En otros lugares del sitio, el material se encuentra disperso en forma discontínua. Campos elevados de cultivo se encuentran directamente asociados hacia el sur del sitio. Estos camellones cubren aproximadamente unas tres a cuatro hectáreas pero debieron haber sido más extensos en épocas pasadas. No se identificaron terraplenes en las cercanías. Se observan dos manantiales en el márgen oeste del sitio.” (151-152).

LV-173 (Ch'ojña Kontu)

“El sitio cubre un área de aproximadamente 1.2 hectáreas (Figura 8.5) y se extiende en forma alargada y paralela al lecho de un riachuelo de época lluviosa. El sitio se encuentra demarcado al este por un terraplén y al oeste por el riachuelo. Se observan dos montículos de similar extensión (6 m x 5 m x 1.2 m), sin embargo, no se observan bloques tallados. En varios sectores del sitio se identificaron densidades altas de material cultural. También se identificaron restos de tumbas saqueadas, en cuyos perfiles se advierte depósitos culturales hasta una profundidad de 1.5 metros. El terraplén conecta el sitio con camellones que se encuentran a unos 500 metros del sitio.

Zona de Pastos y Manantiales (SGZ).

LV-11 /LV-68 (Tunka Kontu)

“El asentamiento, compuesto por dos unidades, cubre un área aproximada de 7.5 hectáreas, aunque el material cerámico Clásico se extiende por sobre unas 5.5 hectáreas. Existen cuatro montículos en LV-6R, aunque es probable que hayan existido más; esta observación se basa en la presencia de sectores que muestran pequeñas lomas, donde actualmente se cultiva intensivamente. En la superficie de uno de estos montículos se identificó un bloque tallado de arenisca (0.7 m x 0.6 m x 0.45 m). Existen sectores aledaños a los montículos que muestran una densidad considerable de fragmentos de cerámica. Un manantial marca el límite este del sitio. A unos 150 metros al norte de LV68 se encuentra LV-11, el mismo que exhibe diez montículos; éstos tienen dimensiones promedio de unos 6 m x 5 m x 1.8 m y están compuestos por ceniza y restos de arcilla quemada. El terreno donde se encuentran estos montículos constituye un sector bastante húmedo. A escasos 30 metros al noroeste del sitio se encontraron

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restos cerámicos que muestran un espectro interesante de fallas, tanto en la cocción como en el pintado. Las características que presenta este sector sugieren la presencia de una zona de producción cerámica.

LV-15/LV-87/LV-90 (Chilla)

Estos tres sitios conforman, al parecer, un solo asentamiento (Figura 8.6). La vía férrea y el camino que conectan Tiwanaku con Guaqui han cortado por medio sitio, cuya extensión abarca unas 5.4 hectáreas. El márgen oeste del sitio está demarcado por el Río Chilla. Existen dos montículos en la parte central del sitio que exhiben bloques de arenisca en la superficie. Dos pequeños montículos adicionales se encuentran ubicados en el sector norte, pero éstos no tienen componentes líticos. Es, sin embargo, en este sector donde se encuentra una mayor cantidad de fragmentos cerámicos. Aunque el sitio no se encuentra directamente asociado con campos agrícolas, existe una serie de qochas o lagunillas, a unos 600 metros al este.

LV-27 (Belén Pituta)

El sitio conforma un montículo de aproximadamente 1.5 hectáreas, aunque el material cerámico del estilo clásico cubre un área de una hectárea. Dos qochas se encuentran en las cercanías del sitio, una al norte y la otra al sur. Grandes sectores aledaños al sitio forman bofedales que en determinados sectores pueden incluir segmentos de camellones. Se identificó un bloque de arenisca roja en el sector norte del sitio. El material cultural de superficie está regularmente distribuido, aunque no presenta sectores de alta densidad.” (153).

LV-30/LV-31

“Este sitio es un montículo de aproximadamente 1.2 hectáreas. Al realizar la prospección del área, el dueño de una parcela que separa LV-30 de LV-31 no nos permitió el acceso a la misma. En realidad, sin embargo, parece que el material se extiende por sobre toda la extensión del montículo, y, como tal, constituye un sitio terciario. El material de superficie se encuentra distribuido en forma irregular y no se identificaron bloques líticos. Sectores extensos de camellones se encuentran aledaños al sitio; el sitio se encuentra conectado con los camellones mediante un terraplén.” (154-155).

LV-95 (Qocha)

“El sitio cubre unas 3.2 hectáreas y está asociado con una qocha (Figura 8.7), la cual mide unos 200 metros de diámetro y es la más grande que se encuentra en el valle bajo. Esta considerable depresión ha sido cortada en la mitad por el camino que une Tiwanaku con Guaqui. Dos pequeños montículos se encuentran en los bordes de esta depresión. Uno de estos montículos presenta un bloque

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de arenisca. El material cultural se encuentra disperso en los sectores norte, noreste y noroeste

LV- 109 (Obsidiana)

Ubicado en el márgen oeste del riachuelo Tiwanaku (denominado así por los comunarios), este sitio cubre aproximandemente unas 4.5 hectáreas (Figura 8.8). Una de las características más notables del sitio es la presencia de numerosos fragmentos y artefactos de obsidiana. Durante la prospección se identificaron materiales cerámicos de filiación Tiwanaku clásico, aunque, en cierta medida, la ocupación del sitio parece ser de data posterior. Las excavaciones que se realizaron esclarecen algunos de estos aspectos y son tratados con mayor detalle en una posterior sección.

LV-133 (Chambi Grande)

El sitio constituye un montículo, con unas 3 hectáreas en extensión; probables áreas de ocupación en el sector norte, ampliarían el tamaño del sitio, sin embargo, a unas 4 ha. Como acontece en otros sitios secundarios, este sitio presenta bloques tallados de andesita en la superficie, aunque estos son más pequeños (promedio de unos 0.5 m x 0.4 m x 0.3 m). Hacia el este del montículo se observa una pequeña qocha, la cual sirve en la actualidad para almacenar agua que proviene de un manantial. El área del sitio y sectores aledaños han sido extensamente arados; es probable que en el pasado hayan existido campos elevados de cultivo asociados con el sitio. En las pendientes del montículo, en particular en el sector noreste, se observan sectores densos de material cultural.” (155).

LV-487 (K'aura)

“El sitio tiene unas 3.2 hectáreas y se encuentra demarcado hacia el este por un corte aluvial profundo. No se advierte la presencia de bloques líticos, aunque en el patio de una de las casas actuales se pudo evidenciar un bloque de arenisca de considerables dimensiones. La distribución del material tiene una naturaleza irregular, existiendo sectores de alta densidad en la parte noreste. En el perfil del corte aluvial se observaron numerosos huesos incinerados de llamas y estratos culturales que llega hasta los 2.3 metros de profundidad. El área al este del sitio es un bofedal extenso, mojado constantemente por los manantiales de la zona. Un grupo de qochas se encuentra a unos 300 metros al oeste del sitio.” (155).

.

LV-425

“El sitio alcanza aproximadamente una hectárea, con material cultural disperso en forma irregular y con sectores de densidad media. Se observa una pequeña plataforma en el sector sur, pero sus características específicas no pueden ser

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ya discernidas debido a la construcción de una casa en el sector. Se observa un bloque de arenisca en la superficie. Hacia el oeste se encuentran dos manantiales.” (156-157).

Zona Lacustre (LZ)

LV-150 Iwawi)

“Iwawi representa uno de los sitios más destacables del valle bajo. El sitio constituye un montículo de pendientes leves y con una extensión aproximada en cuatro hectáreas (Figura 8.9). En la superficie del montículo se encuentran sectores con distribuciones densas de material, especialmente en la mitad norte. Aunque es difícil determinar la extensión de la dispersión de cerámica con filiación Tiwanaku clásico, es probable que ésta alcance unas 3.2 hectáreas. La remoción constante de tierra que se hace para el cultivo en el área del sitio ha causado una mezcla de materiales. En gran parte del sitio se observan bloques de andesita de diversos tamaños. Algunos de éstos alcanzan proporciones ciclópeas, pudiéndose advertir que varios de estos bloques continúan inclusive en sectores bañados por las aguas del lago. En 1990 el nivel del lago dejó entrever un determinado número de bloques en la ribera del mismo, mientras que en 1993, al decaer el nivel de las aguas, se observó un mayor número de bloques. Debido a la disposición de Iwawi y los componentes líticos que presenta, el sitio fue caracterizado como un desembarcadero, donde las andesitas traidas desde Copacabana a través del lago eran desembarcadas en Iwawi y luego arrastradas hasta Tiwanaku (Ponce et al.1971:90). Las excavaciones en el sitio, descritas y discutidas con mayor detalle más adelante, dan cuenta que Iwawi tuvo otras funciones. La ocupación del Periodo Formativo demuestra, además, que Iwawi fue un poblado mucho antes de su incorporación al sistema Tiwanaku; su ubicación estratégica debió, sin duda, ser de gran interés para dicho sistema. Otra característica de Iwawi es la presencia de una especie de dique que circunda la mitad norte del montículo. También se observa un importante sector de camellones al norte y noreste del sitio. El largo de los campos elevados promedia entre 60 y 70 metros, mientras que el ancho es de unos dos metros. Se estima que los camellones cubren un área de unas seis hectáreas, aunque en el pasado debieron existir más camellones en el sector este, destruidos ya por el arado y las inundaciones periódicas del lago.

Zona de Terrazas (TZ)

LV-7 (Arcata)

El sitio se extiende por sobre unas dos hectáreas, incluyendo tres plataformas amplias de terrazas (Figura 8.10), donde el material cultural se distribuye en forma irregular. No se advierten bloques liticos tallados; las paredes de las terrazas fueron construidas con bloques irregulares pequeños de arenisca.” (158).

LV-8 (Sullka )

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“El sitio alcanza algo más de una hectárea y, probablemente, fue parte de un conjunto de sitios que incluía a LV-425, LV-426, LV-427 y LV-428. El sitio se caracteriza por una plataforma baja, la cual mide unos 30 m x 25 m. El lado este del sitio, a unos 20 metros de la plataforma, está demarcado por una vertiente. El material cultural en la superficie se distribuye en forma irregular; se observan terrazas agrícolas al sur del sitio. Al parecer, fue en las cercanías de este sitio que en 1953 un comunario encontró un pequeño monolito (Portugal Zamora 1953, 1957). Portugal dió la noticia el mismo año, pero el contexto y la proveniencia exacta del monolito de desconocen. Un aspecto interesante de este monolito es que está hecho en andesita (similar a la andesita de los sitios del sector norte del valle), un material de rara ocurrencia en el sector sur.” (158-159).

LV-55 (Guaqui)

“El sitio se ubica sobre amplias superficies de terrazas, y cubre unas cinco hectáreas (Figura 8.11). El material cultural se encuentra disperso en forma irregular, con densidades elevadas en el sector norte y este. El sitio se encuentra demarcado en su margen este por un corte aluvial. Las terrazas que componen el sitio tienen dimensiones considerables y son descritas con mayor detalle más adelante. Es sufiente indicar aquí que estas plataformas promedian unos 60 metros. Algunos sectores de los antiguos muros pueden ser todavía identificados, pese a que las piedras con las que se edificaron éstos han sido reutilizadas para la parcelación de los terrenos. Se advierte, no obstante, que las piedras fueron utilizadas para la construcción de la parte superior de los muros, mientras que la mitad inferior consta de limo arcilla. Una característica notable de la zona, como se indicó anteriormente, es la presencia de fuentes de agua permanentes. En la actualidad, un canal atraviesa por el medio del sitio; es muy probable que en el pasado estas fuentes de agua fueron también explotadas. En realidad, grandes trechos del canal que hoy en día recoge agua de las vertientes del sur muestra elementos constructivos similares a los que se observan en otros sitios Tiwanaku.

LV-71 (Hanko Kollu)

“El sitio mide aproximadamente una hectárea; no exhibe bloques en la superficie, pero si se identificaron numerosos uisos, o azadas, de basalto gris. La característica más significativa de este sitio es su asociación directa con un gran complejo de terrazas.

LV-104 (Warmi Pata)

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“El sitio abarca unas 2.5 hectáreas, aunque el material cerámico del estilo Clásico parece cubrir solamente un poco más de una hectárea. Al igual que en la mayoría de los sitios de segundo y tercer orden, el material se encuentra disperso en forma irregular; el sitio se encuentra en directa asociación con terrazas de cultivo.

En la Figura 8.12 se observa que los sitios de cuarto orden se encuentran, generalmente, ubicados en las proximidades de los sitios secundarios y terciarios, aunque se dan algunas excepciones. LV-123 y LV-124 están ubicados en el márgen norte del Río Tiwanaku, a unos dos kilómetros del sitio terciario más cercano. Otros sitios aislados son LV-33 y LV-50, en el sector norte del valle, y LV-29 y LV-73, en el sector sur.

La impresión visual de la configuración de asentamientos proyecta una imágen de dicotomía entre el sector norte y el sector sur, con un territorio en la parte central casi completamente desprovisto de sitios arqueológicos (Figura 8.12). Esta distribución recuerda los dos sectores de asentamiento que fueron observados para el Periodo Formativo. Aunque pareciera que más sitios secundarios y terciarios podrían ubicarse más hacia el este, en el valle central, esto no acontece (Albarracin-Jordan y Mathews 1990, Mapa 4). En tal sentido, no parece dudosa la propuesta de que el Río Tiwanaku marcó una línea divisoria entre dos sectores de asentamiento. Esta dicotomía se torna aún más evidente cuando se toma en cuenta la distribución de los distintos regímenes agrícolas.

Tiwanaku se encuentra a unos seis kilómetros del márgen este del valle bajo y, prácticamente, en la ribera sur del Río Tiwanaku. Como tal, la capital constituye el único sitio extenso, sino el más extenso de la región, ubicado en forma contígua al río. En tal sentido, la denominación aymara Taypicala, o "piedra en el centro", para Tiwanaku es, sin duda, cabal y legítima.” (162).

“Si a primera vista el patrón de asentamiento denota una dicotomía entre los sectores norte y sur, otra característica que resalta es el espaciamiento que guardan los sitios secundarios y terciarios, en ambos sectores. Este orden aparente debe ser evaluado más detenidamente, efectuando medidas de las distancias que separan a los sitios de segundo y tercer orden, y luego efectuando las pruebas estadísticas de "vecino más cercano", aplicadas ya en la distribución de sitios del Formativo, para obtener argumentos complementarios en la interpretación del patrón de asentamiento. Para esto, se ha optado por analizar, primeramente, la configuración de sitios por sectores, y, posteriormente, el cuadro global del valle.” (162-163).

CONFIGURACIÓN EN EL SECTOR NORTE

“En el sector norte del valle bajo se ubican cinco sitios secundarios, tres terciarios y 15 cuaternarios. Iwawi delimita el márgen oeste de los sitios del valle

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(Figura 8.12). El sitio secundario más cercano a Iwawi es LV-158 (Chivo), ubicado a unos tres kilómetros al este. Cinco kilómetros separan a LV-158 del siguiente sitio secundario LV-37. Al este de LV-37, a unos cinco kilómetros se encuentra el siguiente sitio de segundo orden LV-34, y más al este, a unos seis kilómetros se ubica LV-133. Aunque no existe un sitio terciario entre Iwawi y LV-158, LV-36/LV-366 si se encuentra a media distancia entre LV-158 y LV-37. En forma similar, LV-173 se encuentra a media distancia entre LV-37 y LV-34 (a dos kilómetros de LV-34 y casi a tres kilómetros de LV-34). Repitiendo este patrón, LV-30/LV-31 se ubica entre LV-34 y LV-133. Un aspecto destacable en el sector norte del valle es que el actual camino que vincula Tiwanaku con Taraco pasa muy cerca de todos los sitios secundarios y terciarios, lo cual sugiere que esta vía de comunicación puede tener un orígen Tiwanaku.” (163-164).

“Dentro de las distintas aplicaciones que se le ha dado al análisis espacial estadístico en la arqueología, uno de los más comunes ha sido en el área de las sociedades complejas (Conrad 1978; Hodder 1971,1977; Hodder y Hassal 1971; Johnson 1975,1981; Paynter 1983), aunque en muchos casos el concepto de "lugar-central" (Christaller 1933) ha sido utilizado en forma descontextualizada (Crumley 1976). Los datos del Valle Bajo de Tiwanaku proporcionan elementos adecuados para poner a prueba las observaciones preliminares, utilizando algunas de las aplicaciones que el análisis estadístico ofrece. Como se indicó anteriormente, el uso de estas aplicaciones es una herramienta en la síntesis que se esgrime del patrón de asentamiento, del cual surgen las interpretaciones del sistema que generó dicha configuración.

Las consideraciones previas, acerca del área a considerarse en el análisis del "vecino más cercano", también son pertinentes en la evaluación de la distribución de sitios Tiwanaku. Tomando en cuenta las consideraciones fisiográficas que se hicieron con anterioridad, resulta razonable ajustar la extensión del área de asentamiento del valle bajo. A la luz de estas consideraciones, se han restado 50 km2 del área total, correspondiente a las llanuras de inundación del Río Tiwanaku y del Lago Titicaca. La aplicación del "vecino más cercano" también debe tomar en cuenta el "efecto de márgenes", el mismo que puede crear cierta distorsión en los resultados del análisis. Quizás el sector de mayor riesgo para este tipo de efecto es el territorio al este; es decir, el valle central, aunque una inspección del patrón de sitios en este sector devela una disposición similar a la del valle bajo (Albarracin-Jordan y Mathews 1990). El "efecto de márgenes" en los sectores norte y sur es virtualmente nulo debido a que todos los sitios Tiwanaku mayores se encuentran por debajo de los 4000 metros y todos han sido identificados.

Las estadísticas fueron empleadas tomando en cuenta las categorías jerárquicas de los sitios dentro de un área de 75 km2 para cada sector (norte y sur) del valle. Los resultados del análisis han sido tabulados y aparecen en la Tabla 8.3. La estadística "Test C=3.91" para los sitios secundarios (Group 1<s> to Groupo 1<s>} indica una distribución regular de los mismos. Los sitios terciarios se

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encuentran distribuidos en forma aleatoria, alrededor de los sitios secundarios (Group 2<U to Group l<s>), aunque éstos se encuentran regularmente distribuidos entre ellos mismos (Group 2<t> to Group 2<>t). Los sitios cuaternarios (Group 3<q>) muestran un agrupamiento alrededor de los sitios secundarios, aleatoriedad en relación a los sitios de tercer orden y un agrupamiento entre ellos mismos.” (164).

CONFIGURACIÓN EN EL SECTOR SUR

“El sector sur del valle acomoda seis sitios secundarios, nueve terciarios y 12 cuaternarios. De la inspección visual del mapa de distribución (Figura 8.12) se advierte que los sitios secundarios guardan un espaciamiento regular, aunque menos patente que en el sector norte. Guaqui (LV-55), el sitio más al oeste, está separado por cuatro kilómetros de su vecino secundario más cercano LV-11/LV-68. Este último mantiene una distancia de tres kilómetros respecto a su vecino sitio secundario, al este, LV-15/LV87/LV-90, y éste, respectivamente, guarda una distancia de dos kilómetros y medio con dos de sus vecinos sitios secundarios: LV-95, ubicado al noreste y LV-487, situado al sureste. La posición relativa de LV-109 como sitio secundario del Tiwanaku clásico no es tan clara como con los demás sitios; sin embargo, se ha optado por incluir al mismo, debido a que presenta atributos materiales similares a los demás sitios. LV-109 está ubicado a un kilómetro y medio al este de LV-487. Pese a que en varios lugares se advierte la presencia de sitios de tercer orden entre sitios secundarios, este patrón no es evidente en todos los casos. Por ejemplo, no se observa sitio terciario alguno entre LV11/LV-68 y LV-15/U-87/LV-90, entre este último y LV-95, o entre LV-15/LV-87/LV- 90 y LV-487. Por el contrario, los sitios terciarios parecen agruparse alrededor de sitios secundarios, como ser LV-7, LV-8 y LV-425, o esparcirse fuera de los sitios secundarios como en el caso de LV-27, LV-71 y LV-104. Los sitios cuaternarios, al parecer, se agrupan alrededor de sitios secundarios y terciarios.” (165).

“El análisis de "vecino más cercano" está representado en la Tabla 8.4. En contraste con el índice del sector norte, la estadística para este sector muestra una distribución aleatoria de sitios de segundo orden (Test C=0.51). Los sitios terciarios también presentan aleatoriedad. Por el contrario, los sitios terciarios y cuaternarios muestran agrupamiento alrededor de sitios secundarios (Test C= -2.11 y -2.35, respectivamente). Los sitios de cuarto orden también se agrupan alrededor de sitios terciarios (Test C= -2.02).” (166).

EL VALLE BAJO DE TIWANAKU EN SU INTEGRIDAD

“Aunque el análisis previo fue hecho en forma sectorial, siguiendo la dispersión más global que presentan los sitios, no se puede concebir un desarrollo aislado e independiente de ambos sectores, dada la evidencia arqueológica; y pese a existir importantes diferencias entre ambos sectores, ambos constituyeron

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partes de un sistema global e inclusivo. En tal sentido, los resultados del análisis del "vecino más cercano", para el valle bajo en su integridad (Tabla 8.5), muestran que los sitios secundarios se encuentran distribuidos en forma regular (Test C=3.53) y que los sitios terciarios y cuaternarios se agrupan alrededor de los sitios secundarios (Test C= -1.99 y Test C= -2.22, respectivamente). Existe una tendencia a la aleatoriedad entre sitios terciarios, pero el agrupamiento entre sitios de cuarto orden es definitivo.” (166).

El Paisaje Agrícola

“Los resultados de las pruebas estadísticas demuestran que los asentamientos Tiwanaku mantuvieron determinados patrones de distribución, ajustándose, indudablemente, a principios de organización vigentes durante la hegemonía de Tiwanaku. En la discusión de "modelos de concordancia", Conrad (1978), siguiendo el "principio jerárquico de tendencias conflictivas" (Trigger 1968), sostiene que ningún caso de configuración de asentamientos puede ser explicado por un grupo universal de factores determinantes. En tal sentido, los factores pertinentes en el contexto más amplio del área en consideración deben ser tomados en cuenta para explicar la configuración.

Aunque no se identifica un cuadro análogo, tanto en el sector norte como en el sur, al propuesto por Christaller (1933) en su modelo hexagonal, un patrón óptimo para el aumento al máximo de terrenos agrícolas es evidente (Conrad 1978). En tal sentido, es fundamental investigar la naturaleza de los regímenes agrícolas que fueron identificados en el Valle Bajo de Tiwanaku. Solamente de esta manera se podrá obtener un panorama más amplio de las áreas circundantes a los sitios y de su disposición respecto a las características de cada uno de estos campos agrícolas. Asimismo, una descripción de cada uno de estos sistemas de producción otorga una imágen más cabal del potencial productivo de la colectividad del valle y una pauta importante en la interpretación de las diversas estrategias productivas.

Quizás el aspecto más notable es la distribución sectorial de campos agrícolas; Camellones, casi exclusivamente ubicados en el sector norte, y terrazas y qochas, situadas en el sector sur del valle (Figura 8.12).” (167).

CAMELLONES

“En el sector norte del valle se encuentran numerosos complejos de camellones (Figura 8.13), los mismos que incluyen una serie de rasgos, entre ellos las mismas superficies de cultivo, los canales, terraplenes, diques y pequeños montículos dentro de estos complejos. Los camellones también exhiben una diversidad grande entre un sector y otro; algunos están orientados hacia el este mientras que otros se alinean hacia el norte; unos son rectilíneos y otros siguen un patrón curvilíneo; algunos tienen superficies de cultivo más anchas (tres a

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cuatro metros) y otros las tienen más pequeñas (dos metros o menos); algunos son más largos (60 a 70 metros) y otros más cortos (20 a 30 metros); algunos están conectados con sitios mayores mediante terraplenes extensos, y otros parecen haberse construido en las inmediaciones de los sitios mayores sin la necesidad de construir terraplenes. Aunque inicialmente se habían concebido estas diferencias como una "adaptación" a las diferencias de suelos, nivel freático y distancia respecto al régimen lacustre (Albarracin-Jordan 1992), estas diferencias parecen estar más bien ligadas a divergencias culturales locales(32) . Esta reapreciación se fundamenta en la diversidad que se advierte entre un complejo y otro, estando ambos en un mismo sector; además, existen similitudes entre camellones que se encuentran a diez kilómetros del lago y camellones en las riberas mismas.” (168).

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(32) Thomas Lennon (1982) encuentra diferencias en las técnicas constructivas de camellones en el márgen oeste de la Cuenca del Titicaca. Lennon asume que fueron las diferencias entre contextos lacustres y aluviales las que determinaron las diferencias en tamano entre camellones.

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“Es importante anotar que extensos sectores de camellones se encuentran actualmente bajo las aguas del lago en las cercanías de la Península de Taraco, lo cual con periodos de gran depresión en el nivel del lago (Mark Brenner y Binford, comunicación personal, 1990). Solamente un pequeño complejo de camellones fue identificado en el sector sur del valle (Zona Lacustre[LZ]).

El área total de camellones que todavía son visibles en la actualidad se estima en unos 18 km2. Existen sectores, no obstante, donde el arado y las inundaciones periódicas del lago han destruido varios complejos adicionales. Si se toman en cuenta estos sectores adicionales, el área asciende a unos 40 km2. En la actualidad, los territorios que guardan el testimonio de antiguos campos de cultivo son utilizados casi exclusivamente como zonas para el pastoreo. El porqué estos antiguos campos agrícolas fueron abandonados es una interrogante que todavía no encuentra respuesta definitiva. En particular, cuando se demuestra hoy en día, mediante programas de rehabilitación en el Valle Central de Tiwanaku y en la Pampa Koani, que estos campos de cultivo tienen un potencial de producción mayor a otros sistemas agrícolas (Kolata 1991).

Excavaciones en un segmento de camellones en Iwawi sugieren su asociación con el sitio y su utilización durante la incorporación de Iwawi a la hegemonía. Para la Pampa Koani, Kolata y Ortloff (1989) describen camellones construidos con una técnica sofisticada; empero, los camellones de Iwawi demuestran una técnica constructiva menos complicada que los de Pampa Koani (otro aspecto

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importante es la presencia de variabilidad entre complejos de camellones, señalada también por Erickson [1993]). La composición estratigráfica del segmento excavado en Iwawi aparece en la Figura 8.14. Una técnica de construcción similar a la de Iwawi fue identificada por Mathews (1992) en los camellones del valle central.” (169).

TERRAZAS

“La Zona de Terrazas (TZ) constituye un paisaje transformado por la mano humana. La modificación efectuada en las laderas de las montañas, a manera de gradería, determinó la reducción de procesos de erosión, creó superficies adecuadas para el cultivo, redujo los índices de heladas y amplió la frontera agrícola productiva(33). Dentro de esta zona, se identificaron dos sectores con características propias. El primero se caracteriza por andenes de plataforma ancha, con un promedio entre 60 y 65 metros, situado en las partes bajas de las laderas (Figura 8.15). En realidad, este sector está conformado por los abanicos coluviales. Los muros de estos andenes son bajos (promedio de unos 1.2 metros), los cuales están compuestos, en la mitad superior, por pequeños e irregulares bloques de piedra arenisca, y en la parte inferior por limo arcilla. Este patrón de construcción continúa hasta el inicio de pendientes más agudas. El sector de andenes anchos, o de "campo amplio" ("broadfield terraces" en Denevan 1987:22) cubre un área aproximada de 8 km2.” (169-170).

“El otro sector de andenes, ubicado por encima de los 3990 m, se caracteriza por plataformas mucho más angostas, las que, en pendientes más agudas y elevadas, alcanzan unos tres metros de ancho (Figura 8.16); el promedio, no obstante, es de.unos seis metros, y los muros son de mayor altura que en el sector de andenes amplios. La técnica de construcción de los muros presenta dos variantes; una similar a la que denota el sector de…..

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(33) Las distintas propiedades de las terrazas agrícolas han sido resumidas en los trabajos de Denevan (1987), Donkin (1979), Guillet 1987) y Hernández (1986), entre otros. Una clasificación de los distintos tipos de superficies aparece en Denevan (1987). Aunque algunos estudios hacen una diferenciación entre "terraza" y "andén", en el presente trabajo se emplean, en forma sinónima estos términos, diferenciándose sectores con distinta técnica constructiva y amplitud de las superficies.

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…andenes amplios y la otra que presenta una edificación de los muros completa en bloques irregulares de arenisca; detrás de estos bloques que conforman el

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muro se encuentra ripio y cascajo. Este tipo de andenes de superficies más angostas conforman el tipo de "bancos lineares" y "terrazas de contorno" (Denevan 1987:22) y presentan evidencia de utilización durante las épocas post-Tiwanaku. Algunos asentamientos Tiwanaku, pero de filiación más tardía al estilo Clásico, han sido identificados en alturas algo mayores a los 4000 m s.n.m. En lo que atiene a los andenes asociados con sitios Tiwanaku Clásico, solamente aquellos ubicados en los abanicos coluviales demuestran este vínculo.” (170-171).

“Una de las características más sobresalientes del sector de terrazas amplias es el abastecimiento de agua, que es dirigido mediante canales hacia los campos de cultivo. Existen varios canales en este sector que dan cuenta de su filiación con Tiwanaku y que demuestran que las terrazas eran irrigadas. Ahora bien, estas terrazas también eran utilizadas para la construcción de viviendas, tal como lo demuestran las excavaciones que se realizaron en Guaqui.” (171).

“En la actualidad, estas terrazas se encuentran en desuso, habiéndose reutilizado los bloques líticos de los muros para la parcelación de terrenos. En otros casos, los muros han sido derruidos para facilitar el ingreso del arado. La ausencia de mantenimiento de los muros ha incidido en el incremento de la erosión en la zona, creando pendientes que ya no guardan las propiedades de las terrazas. El flujo directo del agua, ya sea durante la época de lluvias o la irrigación, ha causado el arrastre de importantes minerales hacia la base de las pendientes, dejando a los suelos en situaciones más pobres. Pese a estos factores, el cultivo en las antiguas plataformas es intenso. La amplitud de las terrazas permite la utilización del arado, habiéndose generalizado el cultivo de papa, quinoa, trigo y cebada. En determinados lugares, hoy se plantan cebollas, arbejas y zanahorias.” (171-172).

“Durante las excavaciones en Guaqui se identificaron materiales cerámicos del estilo Clásico de Tiwanaku en el relleno de las terrazas aledañas al sitio, sugiriendo la construcción de las mismas a partir del quinto siglo de nuestra era. El uso de terrazas continuó durante periodos posteriores; sin embargo, la evidencia material de las terrazas establece un importante nexo entre Tiwanaku y estas superficies de cultivo. De haberse construido o reutilizado estas terrazas en épocas posteriores, se hubiesen identificado materiales de estos periodos en el relleno; empero, en los lugares que se excavaron esto no aconteció. Con base en las excavaciones se puede inferir la técnica de construcción del complejo de andenes amplios (Figura 8.17).” (172). .

QOCHAS (COTAS)

“Las qochas(34), o cotas, constituyen depresiones donde se acumulan las aguas de las lluvias o las que provienen de manantiales. El área entre el Río Chilla y el márgen este del valle bajo cuenta con la presencia de 18 qochas de variadas dimensiones (entre 40 y 200 metros de diámetro). Solamente cuatro cotas adicionales se encuentran fuera de este sector. En la actualidad estas qochas se

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llenan de agua durante la época lluviosa y se mantienen relativamente húmedas inclusive durante la época seca (Figura 8.18). La mayoría de éstas forman grupos y algunas se encuentran conectadas mediante canales. Aparentemente, estas depresiones no fueron percatadas por los españoles, quienes pudieron haber confundido las mismas con formaciones naturales o campos comunes de cultivo. En la actualidad, estas depresiones tampoco son utilizadas sino para el almacenamiento de agua, aprovechando que el líquido elemento se acumula en estas depresiones durante la época de lluvias. No obstante, las funciones que las cotas tuvieron en el pasado pueden ser inferidas de su uso actual en algunas comunidades tradicionales del altiplano peruano.” (173).

“El trabajo de Jorge Flores Ochoa (1987) en el departamento de Puno brinda importantes pautas de su construcción y de sus usos. Tres funciones primarias son atribuidas a las qochas; l) como campos agrícolas, 2) como zonas de pastoreo, y 3) como…

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(34) Término quechua que identifica todo tipo de cuenca donde se deposita agua, aunque esta palabra es también utilizada para designar la función ritual de algunos platos de cerámica (Flores Ochoa 1987:274). El término aymara para designar dichas depresiones es cota y el conjunto de las mismas se denomina cota cota (Bertonio [1612] 1879). En el presente trabajo se utilizan ambas terminologías.

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…almacenes de agua. Estas funciones no se excluyen mútuamente, siendo posible que algunas qochas sean utilizadas para el pastoreo y otras, al mismo tiempo, para el cultivo. El uso de las qochas como almacenes de agua es, particularmente, ventajoso como una estrategia de conservación durante la época seca (Flores Ochoa 1987).” (173-174).

“Las qochas del valle bajo son del tipo denominado muyu qocha (forma circular) por Flores Ochoa (1987:274), y conforman con el tipo de distribución "esparcido" (menos de 100 qochas por kilómetro cuadrado). Las cotas del Valle Bajo de Tiwanaku se encuentran casi exclusivamente en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) (Figura 8.18), lo cual sugiere importantes estrategias en el manejo de aguas en esta zona; esto probablemente se deba a la composición arcillosa de los suelos, que por su impermeabilidad facilita el almacenamiento del agua. Pese a ello, sin embargo, no se identifican cotas en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) del sector norte del valle, lo cual sugiere que también existieron diferencias de orden cultural en la construcción de las cotas.

Numerosas taquisas, o azadas, fueron identificadas en los bordes de varias qochas, importantes indicadores del uso de estas depresiones en la producción agrícola, tal y como lo demuestra su empleo actual en el altiplano peruano. El área cubierta por las cotas alcanza unos 4 km2, aunque las superficies mismas tienen una extensión aproximada en 1 km2. Es probable que en el pasado hayan existido mucho más cotas en la región, pero el uso actual del terreno y la

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sedimentación han borrado muchas de estas depresiones. Las cotas son utilizadas en forma casual y coyuntural como almacenes de agua, cuando éstas se llenan durante la época de lluvias, o como reservas de pastos para el pastoreo durante la época seca; ya no cumplen una función agrícola de tecnología especializada, como acontece en el altiplano peruano.

Resultados de las Excavaciones en LV-SS (Guaqui)

De los dos sitios secundarios (LV-55 y LV-11/LV-68) asociados con terrazas, Guaqui presenta características singulares que incidieron en la elección de este sitio como punto clave en la elucidación del nexo entre el sector de terrazas amplias y el asentamiento Tiwanaku en la zona. Las interrogantes principales giraban alrededor de las propuestas que se habían efectuado con anterioridad en relación al asentamiento rural Tiwanaku. Ponce (1980:36) sostiene que los campesinos de las áreas rurales moraban en pequeñas casas dispersas entre terrazas agrícolas. Kolata (1986) arguye que la distribución rural también tenía un orden disperso entre campos elevados de cultivo, aunque organizada en una jerarquía administrativa por el control estatal de Tiwanaku. Estas propuestas implicaban lo siguiente: 0 se trataba de una dispersión irregular de estructuras menores con cerámica tosca (de estilo "provincial"(35) en la nomenclatura de Ponce) o de una distribución diferenciada de estructuras con netos indicadores de jerarquías administrativas. En la propuesta de Kolata son principalmente asentamientos en medio de los complejos de camellones. Los resultados de la prospección proveían importantes…

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(35) El estilo "provincial" es el estilo "decadente" de Bennett (1934a) , no existiendo ninguna otra fuente de referencia para su identificación. En el esquema de Bennett, como se verá más tarde, el estilo "decadente" es posterior al estilo "clásico". Wallace (1957) prefirió utlizar el término "post-clásico" para evitar las connotaciones del rótulo "decadente".

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…pautas acerca de esta problemática. Es indudable que el patrón de asentamiento de Tiwanaku muestra agrupamientos de sitios en nódulos territoriales y no así una distribución aleatoria de pequeñas unidades domésticas. Sin embargo, quedaba por esclarecer el orden interno, o patrón intrasitio, de los sitios mayores.” (174-175).

“Las contingencias de tiempo y de financiamiento para las excavaciones, así como el desconocimiento de la profundidad de los depósitos culturales, no iban a permitir una exposición amplia y horizontal del sitio. Estas circunstancias, obviamente, condicionaron las estrategias de excavación en Guaqui, habiéndose optado por escoger sectores donde se evidenciaban rasgos arquitectónicos, principalmente muros de terrazas. De esta manera, los sectores de éxcavación fueron ampliándose de acuerdo a las contingencias señaladas. Un total de 11 unidades fueron excavadas. Aquí se sintetizan las columnas estratigráficas y los

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hallazgos más importantes, habiéndose esquematizado el registro estratigráfico en las Figuras 8.19-8.21.” (175-176).

“En la unidad 1(N502 E564) se encontró roca a escasos 25 cm debajo de la superficie; no se identificaron rasgos; solamente un estrato (SYR 4/3[seco] limo con pequeñas inclusiones, textura heterogénea) constituía el registro deposicional de este sector. En la unidad 2 (N504 E554) una superficie de ocupación fue ubicada debajo del segundo estrato (7.5 YR 4/4 [seco], limo arenoso con mezcla de ceniza). Un basurero asociado con este rasgo contenía material cerámico Tiwanaku del estilo Post-Clásico. Debajo de este estrato se encontró roca. En la unidad 3 (N512 E554) se identificaron dos estratos superiores similares a los de la unidad 2 y con materiales mezclados, tanto del estilo Clásico como del PostClásico. En las unidades 4 (N529 E563) y 6 (N529 E565) se encontró el sector superior del muro de terraza y el relleno detrás del mismo; este relleno es de origen artificial y está compuesto por un limo (10 YR 4/3[seco1) que contiene fragmentos cerámicos del estilo Clásico y Post-Clásico. En el nivel inferior del relleno se encontró un porcentaje mayor de arena y ceniza (7.5 YR 5/2 [seco]). En la base del relleno se ubicó un pequeño basural, el cual contenía tiestos del estilo Clásico. Adjunto al muro se identificó un pequeño pozo de almacenamiento (Figura 8.22). La unidad 5 (N500 E525) presenta una columna estratigráfica similar a la de la unidad 3, aunque en la primera se encontró un basural asociado al estrato 1. En la unidad 7 (N486 E511) se descubrieron los restos de un cista funeraria vacía. De igual manera, una de las dos cistas identificadas en la unidad 8 (N484 E511), estrato 3, también se encontraba vacía. La otra contenía el esqueleto de un individuo adulto (40+ años de edad) con muestras de deformación craneana. No se identificaron indicios de disturbación desde estratos superiores; más aún, las cistas vacías tenían intactas las cubiertas de loza en piedra arenisca. Esto indica que los cuerpos debieron haber sido extraidos en antaño, dejándose en uno de ellos la ofrenda funeraria pero no así la osamenta. En la unidad 9 (N486 E509) también se identificaron dos cistas de piedra, asociadas con material del estilo Clásico, que al parecer constituían estructuras que protruían en la superficie. La disposición de estos rasgos funerarios indica que la tradición de las chullpas debió tener ya un antecedente en determinado sector social de Tiwanaku. En la unidad 10 (N484 E513) se encontraron restos de una estructura doméstica, habiéndose ampliado hacia el sur (unidad11 [N482 E513]) la exposición de los restos de un muro de piedra en doble hilera. El piso de este recinto fue ubicado a 0.95 m de la superficie así como un pequeño fogón en la esquina noreste de la estructura. Se evidenció que el piso de la estructura fue expuesto a un intenso fuego, lo cual sugiere que la estructura misma pudo haberse incendiado. Los elementos diagnósticos de la cerámica que ese encontró en asociación con el piso muestran una filiación con el estilo clásico. Una muestra combinada de carbón vegetal que se extrajo de la superficie del piso dió un fechado calibrado de 752±140 D.C.{SMU 2561}. Debajo del piso de la estructura se identificaron dos estratos con filiación clásica, aunque determinados ejemplos corresponden a estilos anteriores (ver capítulo 7). Algunos de los fragmentos cerámicos y artefactos líticos están ilustrados en las Figuras 8.23-8.41.” (177-182).

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“El análisis arqucobotánico presenta datos sorprendentes. Guaqui presenta las densidades más elevadas de quinua entre los sitios Tiwanaku que fueron excavados. También se encontraron altas densidades de combustible vegetal, incluyendo madera, arbustos y taquia(36) (Lennstrom et a1.1991). El hallazgo más significativo, no obstante,…

(36) El término "taquia" hace referncia a las defecaciones de llama y que al parecer fueron utilizadas como combustible en grandes cantidades en épocas prehispánicas.

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…es la presencia de granos de maíz en el estrato 3, unidad 11(N482 E513), debajo del piso de la estructura, así como en el nivel inferior del estrato 2 de la unidad 9 (N486 E509). Aunque no se pudo identificar la variedad de maíz, la presencia del mismo abre dos alternativas: una procedencia local, del tipo que crece en varios sectores de la Cuenca del Titicaca (Montes de Oca 1989:380) o una procedencia de los valles del este. Las muestras obtenidas del relleno que se excavó en la unidad 4 (N520 E563) muestran la presencia de quinua, lo cual sugiere, pero no establece, que el maíz no era cultivado en Guaqui. De los restos de fauna se infiere que se consumían una variedad de animales; los más importantes eran varios tipos de peces, aves y camélidos; fuente secundaria era el cuy.” (183-185).

Resultados de las Excavaciones en LV-109 (Obsidiana)

“La abundancia de fragmentos de obsidiana en el lugar no tiene paralelo en los otros sitios del valle bajo. Como se pudo comprobar, empero, la ocupación del sitio no tiene una historia tan extensa como la que presenta Iwawi o Guaqui. Un total de 15 unidades fueron excavadas en distintos sectores del sitio, identificándose únicamente dos estratos en la mayoría de ellos. El estrato superior constituye un limo (7.5YR 5/6[seco]), mientras que el segundo estrato consta de un limo (5YR 5/4[seco]}. Debajo de éste se encuentra un depósito estéril limo arenoso. Los perfiles estratigráficos de las distintas unidades aparecen en las Figuras 8.42-8.44. Ambos estratos culturales contienen materiales del estilo Post-Clásico y Clásico. Pese a que en algunas unidades se identificaron superficies de ocupación, no se encontraron estructuras habitacionales o indicio alguno de centros de manufactura de artefactos de obsidiana. Una tumba fue encontrada en la unidad 7 (N4b5 E571), desprovista de ofrenda o cista; el esqueleto se hallaba simplemente en forma flexionada dentro de un pozo; este entierro puede ser posterior a la ocupación Tiwanaku del sitio. El fechado que se obtuvo de una muestra de carbón vegetal de un probable pozo de almacenamiento (N 452 E486) dió 1131±171 D.C. (SMU 25b4), el mismo que sitúa a la construcción de este rasgo en la fase más tardía de Tiwanaku y que se examina con mayor detalle en el siguiente capítulo. Sin embargo, los datos cerámicos obtenidos en las excavaciones sugieren que este asentamiento fue probablemente establecido a finales del siglo VIII o comienzos del IX.” (197-198).

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“Los análisis arqueobotánicos indican que la quinua y la papa eran fuentes importantes de consumo (Lennstrom et al.). Los restos de fauna apuntan hacia el consumo primario de llama complementado por pescado.” (198).

Resultados de las Excavaciones en LV-150 (Iwawi)

“La ubicación de Iwawi en las inmediaciones del Lago Titicaca fue un aspecto que le otorgó gran importancia dentro del sistema que Tiwanaku estableció en la región. Iwawi sirvió de nexo entre la colectividad del Valle de Tiwanaku y otros grupos de la cuenca. Asimismo, probablemente conformó el centro de uno de los nódulos territoriales de la región. La extensa historia de ocupación del sitio da cuenta de la importancia que tuvo en la evolución del asentamiento regional. Estas consideraciones, y la asociación que Iwawi mantiene con campos elevados de cultivo, fueron determinantes en la elección del mismo como lugar primario para excavaciones de prueba. La profundidad de los estratos culturales fue factor decisivo en la excavación de tan sólo dos unidades de prueba. Los dos estratos superiores serán descritos en mayor detalle en el siguiente capítulo, debido a que presentan una asociación cerámica posterior al estilo Clásico. La esquematización de las columnas estratigráficas aparecen en las Figuras 8.45-8.48.” (200-201).

“En la unidad 1(N475 E525)(37), el estrato 3 (10YR 4/3 [seco], limo arena mezclada con algo de ceniza) contenía tiestos del típico estilo Clásico. Un contenido cerámico similar fue discernido en los estratos 4 y 5. El estrato 4 esta conformado por una arena gredosa (lOYR 5/3[seco]), mezclada con ceniza y que presenta algunas manchas de carbón, mientras que el estrato 5 es un limo arcilloso (2.5Y 6/2[seco]), compacto y con manchas…

(37) La cuadriculacián del sitio fue efectuada utilizando el norte magnético.

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…de color café y amarillo. La textura de este depósito y el bajo contenido de material cultural sugieren que el mismo es el resultado de un evento de inundación del área. Debajo del estrato 5 se encontró una superficie de ocupación, debajo de la cual se identificaron estratos con material del estilo Clásico mezclados con tiestos vinculados con el estilo Qeya.” (202-203).

“En la unidad 2 (490 E525), los estrato 3 y 3a están asociados con materiales del estilo Clásico; estos materiales; no obstante, se encuentran también en casi todos los estratos de este sector pero mezclados con materiales tardíos en los estratos superiores y con materiales tempranos en los depósitos culturales inferiores. El estrato 3 es simplemente un relleno de arena limosa (lOYR 4/3 [seco]) que incluye pequeños gránulos calcáreos; el estrato 3a constituye un limo arcilloso (IoYR 5/2[seco]) con manchas de carbón y ceniza. Una tumba, asociada con una ocupación posterior, cortaba estos estratos. Algunos de los tiestos y artefactos líticos están ilustrados en las Figuras 8.49-8.55.” (205-206).

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“Los restos arqueobotánicos indican la presencia de quinua (variedad de grano pequeño) y algo de madera. La fauna está representada por pescado, ave y llama.” (207)

Resumen de las Excavaciones

“La contribución más significativa de la fase de excavaciones es la demostración de una extensa historia de ocupación en Guaqui y, particularmente, en Iwawi. La naturaleza limitada de las excavaciones realizadas, obviamente, no proveen un cuadro global de la dinámica estructural o de la trayectoria evolutiva de un determinado asentamiento, sino J que constituyen un elemento suplementario en la investigación de la evolución del asentamiento regional. En tal sentido, las excavaciones amplían el conocimiento'acerca de la continuidad y la variabilidad, a través del tiempo, de las distintas manifestaciones culturales.” (208).

“Los resultados de las excavaciones en Guaqui demuestran que en las terrazas del sector norte del sitio se encontraban estructuras domésticas y cistas funerarias asociadas con materiales cerámicos en el típico estilo Tiwanaku Clásico. La presencia de deformación craneana en algunos individuos de estos contextos funerarios puede ser indicadora de un sector de determinado estatus dentro del grupo que se organizó en Guaqui; este tipo de evidencia puede tener mayor significado en la diferenciación jerárquica de los segmentos sociales en cada nódulo territorial que la presencia de cerámica decorada; esta apreciación encuentra sustento en la distribución que presenta dicha cerámica a través del espacio en el valle bajo; tanto sitios secundarios como terciarios y de cuarto orden presentan en la superficie cerámica ornamentada con elementos comunes del estilo Clásico.” (208-209).

“La presencia de maíz en el sector norte podría ser interpretada como el acceso a productos que otros sectores de la población no tenían. Sin embargo, dada la distribución que muestra la cerámica decorada, es también probable que se hayan mantenido extensos patrones de redistribución de ciertos bienes de consumo. Por lo tanto, es imprescindible el análisis arqueobotánico de varios sectores del sitio para establecer el patrón de distribución del maíz, así como para determinar la procedencia del mismo.” (209).

“Las excavaciones en LV-109 muestran que la ocupación humana en el área no es tan extensa como en otros sitios excavados. Asimismo, no se han encontrado indicios de rasgos u otros componentes arqueológicos que den cuenta de supuestos talleres de artefactos de obsidiana. Varios de los elementos cerámicos muestran características del estilo Post-Clasico, siendo que el fechado de 113+/-171 D.C. refuerza esta posición.” (209-210).

“Iwawi representa un asentamiento con una historia de ocupación de nos 2500 anos. En esa magnitud temporal se encuentra plasmado el testimonio de gran significado para el mejor entendimiento del surgimiento de la hegemnia Tiwanaku. Debido a que la historia del asentamiento humano en Iwawi

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trasciende la formación política que manifiesta el fenómeno Tiwanaku, es posible conceptualizar varias de las transformaciones que tuvieron lugar en el proceso de incorporación de este sitio en el sistema regional. Se pueden tomar en cuenta dos alernativas: Primero, se podría suponer que Tiwanaku, alrededor del quinto siglo de nuestra era, liderizo una política de control de territorios, expropiándolos de los grupos locales y estableciendo su propio orden administrativo jerarquico. Segundo, se puede argmentar que el surgimiento de la hegemonía Tiwanaku representa la síntesis de n proceso de coalición, en el cual los asentamientos del vale bajo fueron directsos participes en la cnformacion de un orden sociopolítico mayor. En tal sentido, el crecimiento de determinados centros nucleados y la organización de la región fueron el resultado de una dinámica segmentaria y de características cada vez más globalizantcs. El desarrollo de centros urbanos mayores no puede ser divorciado del desarrollo de sus áreas adyacentes. En otras palabras, la evolución del "urbanismo" también fue la evolución del "ruralismo", de tal modo que los sitios con trayectoria histórica local en el valle fueron partícipes del esquema de organización. En tales condiciones, la imposición y la coerción no fueron los mecanismos primarios en la conformación de la hegemonía Tiwanaku. El fenómeno de aglutinamiento, como se discute más adelante, tuvo, al parecer, características singulares, siendo que los nucleamientos constituían centros de convergencia durante determinada época del año y no necesariamente centros de ocupación permanente.” (210-212).

Sistema de Asentamiento

“El "patrón" de asentamiento no es, bajo ninguna circunstancia, la imágen de un sistema estático y rígido de interdependecias sociales, en particular cuando se tratan lapsos temporales que abarcan varios siglos. Es factible que hayan existido varios cambios en las relaciones que se establecieron entre los distintos nódulos territoriales y que "patrones" menores, imperceptibles en el registro arqueológico, hayan surgido por cortos periodos de tiempo. En consecuencia, es poco probable que el rótulo "hegemonía Tiwanaku" pueda representar la perpetuidad de condiciones sociales específicas; es más factible que la dinámica de esta hegemonía se haya caracterizado por una dinámica constante de pugnas y tensiones, apaciguadas en gran parte por un eficiente aparato ideológico que en el sacrificio ritual y las distintas ceremonias encontraba los mecanismos de integración y de justificación de su orden social jerárquico.

En el presente trabajo se han generado explicaciones del patrón de asentamiento como síntesis de ciertas tendencias mayores que generó el sistema de asentamiento, el cual manifiesta estrategias propias de la sociedad Tiwanaku para resolver situaciones de una creciente coalición de segmentos sociales. Por otro lado, la interpretación del registro arqueológico del valle se ajusta a los cánones que establecen los principios de organización social tradicional aymara, expuesta en la documentación etnohistórica y etnográfica; de esta manera convergen el testimonio arqueológico y un marco de referencia fundamentado en la dinámica segmentaria de la sociedad aymara, generando

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una alternativa de explicación más adecuada de los mecanismos que probablemente condujeron a la formación de entes sociopolíticos de la magnitud de Tiwanaku.” (212).

“Ninguna explicación acerca del origen de la hegemonía Tiwanaku puede centrarse solamente en una región, debido a que el fenómeno globalizante de esta coalición integró varias étnias y territorios de los Andes surcentrales. Como se indicó anteriormente, la esfera de interacción desde tiempos del Formativo incluía regiones del altiplano, la costa y los valles mesotermales del este. Pese a que la magnitud y la complejidad de las estrategias de interacción aún no han sido esclarecidas, los datos preliminares sugieren que un patrón de coaliciones se fue magnificando durante los primeros siglos de nuestra era, culminando en la formación de un Estado andino que en la denominación de Platt (1987) vendría a conformar el "Estado segmentario". Los primeros siglos de nuestra era demuestran que la hegemonía Tiwanaku aún no se había conformado, pero que si se gestaban importantes cambios en la disposición de los asentamientos y en las estrategias de subsistencia que eventualmente vinieran a conformar denominadores comunes de cuerpos políticos e ideológicos más extensos. Esta reorganización en niveles más globales no indujo, necesariamente, la pérdida de tradiciones locales, las mismas que se mantuvieron como identidades propias, reflejadas en las manifestaciones materiales.” (212-213).

“El sistema de asentamiento Tiwanaku en el valle bajo toma ciertas características del nivel nodal regional (Smith 1976). Definido brevemente, un nódulo regional constituye un sistema caracterizado por la presencia de un "lugar central/urbano", por vínculos complejos entre comunidades y centros de mayor nivel, y por un patrón organizado de sistemas locales anidados dentro de los mismos (Smith 1976:9). El sistema regional también puede ser dividido en segmentos de nódulos territoriales locales, siendo que los distintos nódulos del valle bajo encapsulan a sitios secundarios y sitios agrupados alrededor de los mismos.

Tomando como argumento los trabajos de Wright y Johnson (1975), en Irán, y los de Isbell y Schreiber (1978), en Perú, se podría argumentar que el orden jerárquico de los sitios Tiwanaku en el valle bajo representa la organización típica de los sistemas estatales. En otras palabras, la presencia de un centro primario y por lo menos tres niveles de decisión administrativa conforma la complejidad característica del Estado. Aunque los datos del valle bajo, en cierta medida, podrían enmarcarse dentro de esta interpretación teórica del Estado, demostrando la complejidad de la configuración del asentamiento dentro de diversos regímenes agrícolas, la organización social, política y económica de los segmentos que conforman el sistema deben ser analizados con mayor detalle y con perspectivas que contextualizen el registro arqueológico dentro de la dinámica segmentaria andina y sus principios de organización.

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Tal como lo demuestra la historia del pensamiento arqueológico(39) acerca de Tiwanaku (capítulo 4), éste ha sido caracterizado, por un lado, desde ópticas estraperlistas, y, por otro, desde enfoques científicos, casi siempre con una visión estrecha del sistema mismo. Para muchos, Tiwanaku todavía significa una especie de "Mecca" en la historia andina (Lorandi 1986; Schaedel 1988), mientras que para otros, Tiwanaku fue un Estado primario, alcanzando inclusive proporciones imperiales (Kolata 1986, 1991, 1993; Ponce 1972, 1975a, 1981). La visión regional de la evolución del asentamiento es, sin lugar a duda, fuente indispensable para contrastar las diferentes propuestas acerca de la naturaleza de Tiwanaku.” (213).

“Tomando en cuenta datos adicionales de regiones adyacentes, se advierte que el poder hegemónico de Tiwanaku comprometió a otros centros cercanos con propias trayectorias históricas, como ser Lukurmata (Bermann 1990, 1994), Pajchiri y Khonkho Wankani. Es , particularmente interesante la disposición que guardan los sitios Tiwanaku en Pampa Koani (Kolata 1986). Si bien se advierte una jerarquía en los montículos de la región, ninguno de estos sitios alcanza las proporciones de los sitios secundarios del Valle Bajo de Tiwanaku o del sector central (Albarracin-Jordan y Mathews 1990), situación que sugiere importantes diferencias en la organización del asentamiento en Pampa Koani respecto del orden que se observa en el valle bajo. De todas formas, Kolata (1986) interpreta esta jerarquía, dentro del contexto agrícola, como evidencia de un sistema estatal integrado y altamente centralizado.” (213-214).

“La distribución jerárquica y nodal de los sitios Tiwanaku en el valle bajo es indicadora de distintos grupos y de varios niveles de decisión; no obstante, los análisis estadísticos refuerzan el argumento de un sistema coordinado e integrado (espaciamiento regular de sitios mayores y un agrupamiento alrededor de los mismos de sitios de menor orden), aunque las evidencias arqueológicas, tanto en las manifestaciones tecnológicas locales de la producción cerámica como en la variabilidad de tecnologías agrícolas, demuestran la existencia de elementos locales significativos, los mismos que trascienden la homogeneización de determinados elementos Tiwanaku.

Una evaluación de los distintos modelos de organización social que se han propuesto para Tiwanaku es aquí apropiada. El modelo de Ponce (1972) refleja una imágen de centralismo burócrata (adecuada más tarde en las interpretaciones de Kolata [1993]) que sitúa al fenómeno urbano como fuente de todos los subsiguientes desarrollos que se dieron en Tiwanaku. En tal sentido, la concentración de la población en determinados centros habría tenido su desenlace en la formación estatal (Ponce 1979:12). "En Tiwanaku existió división clasista piramidal, con una aristocracia en la cúspide (gobernantes, guerreros y sacerdotes), una capa media integrada por los artesanos y en la base los campesinos" (Ponce 1975:21). El área rural habría estado poblada por comunidades que incluían jathas o ayllus (Ponce 1975a:21). Este es el cuadro fundamental del modelo. Al no existir en él una base de datos contundente

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acerca de los asentamientos Tiwanaku en el propio "corazón" de su territorio (Valle de Tiwanaku), el esquema no hace sino proyectar una imágen circunscrita sólo a las interpretaciones del área monumental del sitio; y si bién se presenta un listado de los "patrones de asentamiento Tiwanaku" (Ponce 1981:51; Tabla 3), éstos constituyen simplemente un listado de funciones de sitios. Un aspecto que merece cierta atención en las interpretaciones del área rural es el referido a la manifestación de estilos. Ponce , (1979:16) sostiene que la cerámica del estilo Clásico, definido por Bennett (1934a), habría tenido un uso suntuario y que habría sido manufacturada en Tiwanaku, desplazando a la cerámica más tosca en los medios rurales. Esta apreciación deja de tener vigencia a la luz de la presencia de cerámica de muy buen acabado y con vínculos netos al estilo Clásico en todos los sitios Tiwanaku del valle bajo. Es así que esta cerámica se encuentra inclusive en sitios pequeños de cuarto orden.” (214).

“El modelo de Browman (1981) presenta importantes alternativas en la asociación de los sitios Tiwanaku con esferas de intercambio extensas. Esta expectativa es viable en vista de la presencia de materiales no locales en algunos sitios donde se realizaron r excavaciones. En tal sentido, resulta probable que los segmentos sociales que conformaban los distintos nódulos territoriales del valle realizaban actividades económicas con otros grupos de otras regiones, así como entre ellos mismos. En el modelo de Browman, no obstante, se anticipa la formación de una especie de postas de intercambio. Resulta difícil concebir que todos los sitios mayores del valle bajo hayantenido una función exclusivamente económica o hayan servido intereses netos de intercambio. El modelo "altiplano", no obstante, adquiere un mayor significado en las esferas de especialización. La presencia de sitios Tiwanaku con un posible marco de actividades especializadas (e.g., LV-11/LV-68 [producción cerámica], LV-109[producción de artefactos de obsidiana]) abre la opción de encontrar grupos de especialistas en la región. Mathews (1992:11) caracteriza al modelo "altiplano" de Browman como un esquema "exógeno", descartando su poder explicatorio en el valle central debido a la ausencia de pruebas materiales. Las consideraciones que el modelo "altiplano" hace, sin embargo, no dejan de tener significado y serán objeto de mayor discusión en párrafos posteriores.” (214-215).

“El esquema de interpretación de Kolata (1986,1991,193), denominado en el presente trabajo "burocracia centralizada", ha sido caracterizado como un modelo "autóctono" (Mathews 1992:4), en vista de que considera el potencial agrícola de los antiguos campos elevados de cultivo en Pampa Koani suficiente para mantener una alta población. En tal sentido, las limitaciones productivas que, aparentemente, el altiplano presenta no son justificadas a la luz del inmnenso paisaje agrícola que presenta la región. El modelo de organización social de la producción que Kolata propone tiene directa implicancia en la interpretación del patrón de asentamiento en el valle bajo. La disposición que muestran los sitios Tiwanaku en el valle, en relación a la distribución de regímenes agrícolas, sugiere que su ubicación estuvo orientada para aprovechar

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al máximo los suelos más fértiles de la región; una situación similar a la que presenta Pampa Koani (Kolata 1986, 1991,1993).

Existen, sin embargo, diferencias notables entre una y otra región. En particular, como se indicó anteriormente, llama la atención la diferencia en el tamaño de los sitios. En la Pampa Koani, Lukurmata constituye el mayor centro, con una extensión calculada en 1.2 km2 (Stanish 1987). De los 20 sitios que Kolata (1986:754-755) reporta en la pampa, 19 no alcanzan ni una hectárea en tamaño; solamente un sitio (PK-5/PK-6) tiene 1.64 ha. Es decir, que el 95% de los sitios de la Pampa Koani vendrían a ser sitios de cuarto orden en la clasificación del Valle de Tiwanaku. Los montículos de la pampa, por otro lado, tampoco muestran los componentes líticos u otros materiales que establezcan criterios adicionales en la propuesta de una contundente jerarquía. En tal sentido, la Pampa Koani no presenta sitios análogos a los sitios secundarios y terciaros del Valle de Tiwanaku. La prospección que Kolata efectuó en 1a pampa no fue exhaustiva, y la nueva prospección, a escala regional, que John Janusek viene actualmente realizando en la región, puede cambiar considerablemente el panorama del asentamiento en la Pampa Koani. Al presente, con base en los datos de comparación, se podría inferir una organización rural variable.” (215).

“Aunque Kolata acierta en la identificación de las jerarquías de asentamiento en el sistema Tiwanaku, considero que existen diferencias sustanciales en cuanto se refiere a la interpretación de la organización social de la producción. Si bien los centros que concentraban a un mayor número de población, como ser Tiwanaku y Lukurmata, requerían de un abastecimiento sustancial para su. subsistencia, considero que la mobilización de la fuerza de trabajo en la producción agrícola se la realizaba al nivel del nódulo local y bajo la supervisión de autoridades locales; para el sistema no se necesitaba el concurso de reclutas. El modelo de Kolata enfatiza la formación de una "mano directríz por encima del villorio autónomo local o grupos de ayllus " (Kolata 1991:115). En el concepto de "ayllu", sin embargo, no se consideran ni sus características de organización social internas ni cómo habrían estado distribuidos los supuestos ayllus en la Pampa Koani; en tal sentido, el ayilu aparece simplemente como un grüpo a~'rfo de familias, sin tiempo ni espacio. Esta proyección del ayllu que el modelo de "burocracia centralizada" utiliza para buscar una estructura administrativa de orden radicalmente distinto y de nivel superior sirve la causa de imposición teórica, lejana al verdadero esclarecimiento de las instituciones andinas, pero próxima al paradigma europeo en su concepción de la evolución social; y si bien ésta parece ser la herencia de la esfera intelectual sociológica del siglo pasado, la misma no se ajusta al testimonio empírico que la arqueología nos muestra en los Andes centro-sur.” (215-216).

“Kolata infiere que los montículos con plataforma de la Pampa Koani eran los centros de los administradores y su servidumbre, "encargados de organizar el ciclo anual de actividades agrícolas y de contabilizar el producto que fluía de los campos del estado de la Pampa Koani durante la cosecha" (Kolata 1993:222;

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traducción mía). Los pequeños montículos eran las supuestas moradas de las familias rurales, "involucradas principalmente en la producción agrícola" (Kolata 1993:222). Aquí, el cuadro social se torna confuso. Si es que las familias rurales estaban involucradas, en forma primaria, en la producción agrícola, ¿cómo se distribuía el trabajo con los reclutas que supuestamente también estaban involucrados en las mismas tareas? Se mencionó anteriormente que Kolata sostiene que la fuerza de trabajo para construir y mantener el extenso sistema de camellones era extraida de otras regiones(40) y que los "ingenieros hidráulicos" de Tiwanaku se encargaban de "planificar" las obras de construcción de canales, terraplenes y diques (Kolata 1993:225). De estas interpretaciones se extrae una contingencia importante en la observación del registro arqueológico. De haber existido una planificación por parte de "ingenieros hidráulicos" de las obras en el área rural, y de haberse utilizado una fuerza de trabajo reclutada en otras regiones, pero bajo la mano directríz de los planificadores, se esperaría encontrar cierta homogeneización en las técnicas constructivas de canales, terraplenes y campos de cultivo. Por otro lado, también se esperaría una normatividad, sino una estandarización, en los materiales cerámicos, los mismos que habrían sido manufacturados bajo la supervisión estatal en los centros urbanos y de ahí distribuidos a otros sitios y regiones. El testimonio arqueológico del valle bajo no colma ninguna de estas expectativas.” (216).

“La caracterización del ayllu que el modelo de "autonomía local" propone (Erickson 1987,1988, 1993; Graffam 1990,1992) es otra de las proyecciones que deja sin tiempo histórico, aunque con mayor espacio que el modelo de "burocracia centralizada" le otorga, a un "grupo de parentesco". El énfasis en la posibilidad de que toda obra hidráulica haya sido construida por unas cuantas familias conduce a sobreestimar la capacidad de la fuerza local, sin tomar en cuenta las dimensiones sociales, políticas y económicas que las coaliciones de grupos pueden desarrollar. En los ejemplos etnohistóricos y etnográficos de ayllus se observa que el ayllu no puede ser concebido como un simple grupo de parentesco o de descendencia común, menos aún como un ente aislado. Si bien las identidades locales de los ayllus "menores" se mantienen, la fisión de los mismos forma nuevas esferas políticas y económicas, las mismas que, no obstante mantienen los principios de organización tradicional, intrínsecos hasta en los niveles más simples de la colectividad aymara. Tomando en cuenta estas consideraciones, el modelo de la "autonomía local" resulta una simplificación del concepto de ayllu y una abstracción que no adecúa el verdadero sentido de la dinámica segmentaria en la interpretación de la organización social de la producción. Además es muy incierta la caracterización que se efectúa de los "ayllus", usando este término para transplantar estructuras con antecedentes etnohistóricos y etnográficos.” (216-217).

“Aunque en cierta medida la agricultura en camellones constituía la técnica agrícola más intensiva, el cultivo en terrazas y cotas era tambíen una importante estrategia productiva. El argumento de una dependencia exclusiva de la agricultura en camellones (Kolata 1986, 1991) no adquiere sustento en el

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presente estudio, menos aún el postulado de que la trayectoria evolutiva de Tiwanaku haya sido el resultado de la evolución de la agricultura en camellones (Kolata 1993). Por el contrario, todo apunta hacia una diversificación de tecnologías agrícolas, aspecto que amplificaba el espectro de producción así como las variedades de los productos; la analogía con la zonificación actual de los bienes agrícolas demuestra que determinadas variedades de tubérculos desarrollan mejor, o casi con exclusividad, en sectores coluviales.” (216-217).

LA INTEGRACIÓN DE JEFATURAS INCLUSIVAS

“La naturaleza de la configuración de sitios Tiwanaku en el valle bajo así como la presencia y distribución de una iconografía compartida demuestran que el sistema de asentamiento regional articulaba una pluralidad de nódulos territorales y segmentos, sociales. Esta red de integración, tal como lo demuestra el registro arqueológico, estaba compuesta tanto por elementos compartidos por la colectividad en su conjunto como por medios de expresión e identidad locales. El núcleo urbano y los asentamientos del área circundante representan un sistema de articulación entre élites (políticas, económicas y religiosas de distintos niveles jerárquicos) y los productores. Estas jerarquías se encontraban en cada nódulo territorial y formaban, precisamente, el nexo entre las bases de la colectividad y la cúpula política de la hegemonía Tiwanaku.” (217).

“Los modelos del ayllu (42) y de la marka aymaras, en sus varias dimensiones de organización, amparan los parámetros de interpretación de la dinámica segmentaria tradicional (Izko 1992), así como del contenido de sus diversas formas estructurales y de las transformaciones del poder en todas sus expresiones (económicas, políticas y religiosas). Pese a que ninguno de estos elementos puede ser considerado independiente en la jerarquía de segmentos, la cohesión de los distintos niveles de integración, incluyendo el "Estado segmentario" (Platt 1987), involucraba el consentimiento ideológico, el cual no era sino el prisma de la prosperidad y el bienestar económicos. Esta base de la integración social se diseminaba y fortalecía en las ceremonias públicas y los rituales, los cuales también debieron obedecer una jerarquía específica; algunos realizados al nivel de los segmentos más simples, otros al nivel de los nódulos territoriales, y otros a nivel regional o multiregonal.” (217-218).

“La recreación simbólica del sistema global y su legitimidad tuvo que estar encabezada por un grupo de autoridades y personal auxiliar que promovían un monopolio de determinados atavíos así como del conocimiento de rituales y ceremonias importantes. En tal sentido, las élites superiores organizaban el trabajo de los níveles inferiores y éstos el de la colectividad global para garantizar el bienestar y la continuidad del sistema en su conjunto. Estos servicios de la élite política, tal como se infiere del registro etnohistórico, debieron estar respaldados por la capacidad de sus servicios para demostrar los

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beneficios de los rituales y su aptitud para generar un espíritu de solidaridad. Estos mecanismos sirvieron importantes funciones integradoras. La fuerza del poder de predicción y de contacto con seres míticos, seguramente, generaba convicción, consentimiento y devoción en el sistema(43). De la cadena ritual que hoy se destaca en Salinas de Garci Mendoza, se advierte una jerarquía de ritos, siendo que los de mayor importancia, como ser el del pronóstico del tiempo (en agosto), el de la lluvia (en noviembre) y el del tercer mara,"año" o "periodo" (en febrero) se realizan con la participación de todos los ayllus en la marka o Comunidad Mayor (Izko 1992:99-100), Durante febrero se realizan cosechas anticipadas, considerándose que en los meses posteriores el resto de la cosecha está garantizada. Esto ocasiona que los rituales de la cosecha se realizen ya no en el plano de la Comunidad Mayor sino al nivel de los ayllus. Pese a que el ejemplo de la región de Salinas de Garci Mendoza no puede utilizarse como prototipo del calendario ritual de Tiwanaku en épocas prehispánicas, la división de los distintos ritos, de acuerdo a su jerarquía, brinda considerables pautas acerca del emplazamiento dentro de los distintos niveles de organización. De esta observación se colige que en Tiwanaku y otros centros regionales se debieron efectuar solamente determinados rituales, relegándose a niveles locales el festejo de ritos de menor significado. Los patrones de desecho (pozos de basura con alta cantidad de kerus y sahumadores), en los sitios secundarios que fueron excavados, dan cuenta de la realización de cierto tipo de ritos a nivel local. Este patrón ritual, plasmado en la evidencia arqueológica de los sitios secundarios y terciarios(44) amplía el argumento del orden segmentario de Tiwanaku.” (218).

“La evidencia arqueológica, al presente, indica que Tiwanaku empleó estos mecanismos rituales, y no así la fuerza militar u otra índole de táctica coercitiva, para obtener acceso a diversas regiones, a su población y a sus recursos. El resultado del consenso fue diverso en cada región, así como también fue diverso el beneficio percibido de Tiwanaku en las distintas regiones de interacción. Al existir varios segmentos con sus propias jerarquías políticas, pero cuyas cúpulas conformaban un cuerpo inclusivo mayor, es comprensible que 1a presencia de Tiwanaku en otras regiones sea tan diversa, evidenciándose en ciertos casos, como en la costa sur peruana (Goldstein 1985, 1989, 1993) la presencia de rasgos Tiwanaku que sugieren una relación directa, a manera de "colonias", con el altiplano, aunque aún no se ha precisado si estos elementos provienen directamente de Tiwanaku, de Lukurmata, de Pajchiri, de Khonkho Wankani, de algún sitio secundario del Valle de Tiwanaku o de otro asentamiento mayor. En otros casos, como en el área de San Pedro de Atacama, la presencia de Tiwanaku parece más bien estar ligada a un intercambio de bienes suntuosos; en esta región, al igual que en regiones donde aparece un número mayor de elementos Tiwanaku, tampoco se ha establecido la proveniencia de estos bienes.” (218-219).

“Considero que los sitios secundarios del Valle Bajo de Tiwanaku constituyen un aglutinamiento de segmentos, estos últimos similares, quizás, a las markas

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etnohistóricas, estableciendo entes nucleados con niveles jerárquicos variables de acuerdo a las necesidades locales. Los sitios terciarios conformarían, sino satélites, segmentos complementarios, mientras que los sitios de cuarto orden, en general, vendrían a ser puestos de atención en los campos de cultivo. Cada nódulo, en este sentido, representa la articulación de una jerarquía local y su territorio adyacente. Un esquema del modelo de "jerarquías inclusivas" se encuentra ilustrado en la Figura 8.56.

Esta visión de la "dinámica segmentaria" de Tiwanaku que se advierte en el patrón de distribución de sitios dentro del paisaje agrícola del valle contrasta con el panorama altamente centralizado y burócrata de otros modelos. Si bien coincido en señalar la presencia de un eje central en la estructuración de la hegemonía Tiwanaku, difiero en la interpretación del espacio social, la distribución de jerarquías políticas y la naturaleza de la organización de la producción.” (219).

“La variabilidad tecnológica que presentan los campos agrícolas(45) son claros indicadores de expresiones locales de un conocimiento tecnológico común y no así el monopolio de una élite de "ingenieros hidráulicos" y de reclutas forasteros. Los principios de organización económica del ayllu "mayor" brindan importantes pautas acerca de la coordinación y mobilización de las fuerzas productivas. En tal sentido, considero que en el sistema agrario de Tiwanaku eran las jerarquías locales las que tenían el control de la fuerza de trabajo y las que se encargaban de mobilizar a sus bases respectivas, ya sea en la construcción y mantenimiento de los campos agrícolas o en la coordinación con grupos vecinos para la realización de obras de mayor envergadura, como ser canales y terraplenes extensos; estas obras, obviamente, tenían un beneficio mútuo y no requerían del concurso de una élite de especialistas en el agro y menos aún la participación de una fuerza de trabajo ajena a los segmentos locales. En este sentido, la mobilización periódica de una fuerza de trabajo no-residente para la construcción y mantenimiento de camellones y rasgos asociados (aspectos que se consideran característicos de la Pampa Koani [Kolata 1991:120]), no se manifiesta en el Valle Bajo de Tiwanaku. El conocimiento tecnológico del cultivo en camellones, terrazas y cotas, por tanto, se encontraba en manos de las bases y no así en manos de una élite de planificadores, asentados en la capital.” (221).

“Al haber efectuado una evaluación de los principios de organización tradicional social aymara (capítulo 4), dando cimiento a un enfoque alternativo en la explicación del fenómeno de complejidad social en los Andes centro-sur, considero que el testimonio arqueológico refleja estos fundamentos y que diluye en gran medida la imposición de cuadros evolutivos que reflejan trayectorias históricas ajenas al contexto social y natural que caracterizan a los Andes. En la evaluación de estos principios, se ha enfatizado que no se pretende proyectar las formas del ayllu y de la marka hacia épocas prehispánicas, menos aún en la forma en la que otros modelos teóricos han concebido su naturaleza. Se han

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tomado los ejemplos etnohistóricos y etnográficos como parámetros de interpretación de las raíces que caracterizan a la dinámica segmentaria(46). Esta dinámica se encuentra estampada en los patrones materiales que presenta el testimonio arqueológico de Tiwanaku en el valle bajo y, por tanto, implica una reorientación en la percepción del "Estado" surandino.

Durante las últimas décadas, las interpretaciones de la trayectoria evolutiva de la sociedad prehispánica de esta área de los Andes, en general, han retomado modelos fijos de desarrollo sociopolítico (originalmente concebidos para explicar la naturaleza de la sociedad europea), imponiendo formas y funciones a las instituciones andinas que han impedido un entendimiento cabal de la variabilidad en la organización social humana que se forjó en este sector de América. En tal sentido, los estudios acerca del Estado andino han buscado encontrar, y en muchos casos han recreado, una forma de gobierno altamente centralizada y burócrata, totalmente emancipada del parentesco y mantenida por un monopolio de la fuerza militar. Debido a esta propensión, las dimensiones propias de la organización social prehispánica han permanecido desaprendidas.

En el plano horizontal, las distintas formas de las markas y ayllu.s, tanto en los niveles menores internos de organización como en el plano de las coaliciones, no pueden ser consideradas como elementos homogéneos. A través de la historia, el dinamismo de estas múltiples formas se caracteriza por la capacidad de articulación y desarticulación del espacio político (Izko 1992), forjando propiedades de magnitud diversa en la consolidación de poderes hegemónicos. Las formas, variables a través del tiempo y del espacio, no obstante, se ajustan a continuidades de preceptos que trascienden la vitalidad de determinadas estructuras. Estos principios, principalmente ejemplarizados en la reciprocidad, el dualismo y la organización jerárquica inclusiva, constituyen los ejes de una tenáz capacidad colectiva para comprender y organizar su entorno social y natural. Es la coherencia de estos principios la que determina una continuidad a través de los siglos y la que aún mantiene una cosmogonía singular entre los diversos sistemas de pensamiento.” (221).

“Las evidencias materiales del sistema de asentamiento Tiwanaku reflejan estos principios, demostrando la existencia de elementos simbólicos globalizantes, los cuales, sin embargo, se manifestaban de acuerdo al carácter local de los segmentos sociales que conformaban la colectividad en su conjunto. De ser esta una aproximación cabal de la organización social de Tiwanaku, entonces se podría anticipar una correspondencia en la estructuración del centro urbano principal y de los otros asentamientos mayores regionales, como ser Lukurmata y Khonkho wankani. Por consiguiente, éstos deberían presentar segmentos, conformados por agrupaciones discretas de estructuras, distribuidos probablemente en forma bipartita alrededor del núcleo cívico-ceremonial, y no así a manera de "centro vs. periferia".

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Del modelo aquí propuesto también se desprende que en los sitios regionales mayores se deberían identificar los elementos globalizantes de la hegemonía Tiwanaku así como los que distinguen a cada segmento. A1 presente, aún no se tienen datos comparativos extensos que fortalezcan este argumento; sin embargo, los resultados de las recientes excavaciones que se realizaron en Tiwanaku y en Lukurmata avanzan la hipótesis de un orden segmentario jerárquico (Janusek 1994; Rivera Casanovas 1994), diluyendo la percepción de "anillos" sociales, con una sola élite en el centro y estratos sociales, acomodados en círculos territoriales con decreciente poder económico y político.” (222).

Capítulo 9

La Hegemonía Tiwanaku 1000-1100 D.C.

“El sistema organizativo de Tiwanaku, estructurado políticamente en una jerarquización inclusiva, no puede concebirse como un ente homogéneo y estático. Las pruebas demuestran que la variabilidad entre los materiales de los distintos nódulos Tiwanaku fue intrínseca del sistema en su conjunto, y que pese a la gran esfera de interacción económica (probablemente amalgamada en la convergencia de segmentos en . distintos niveles de nucleamiento), las identidades locales hicieron la estampa del Estado segmentario de Tiwanaku. No obstante los denominadores comunes que unificaron a estos segmentos en una sociedad mayor, que en el presente trabajo ha sido caracterizado como la "hegemonía" Tiwanaku, no se puede aislar la naturaleza heterogénea de las distintas manifestaciones. Se indicó anteriormente que esta hegemonía debió estar constantemente en arrisco de fragmentación, y que la misma dinámica segmentaria que , generó el orden de coalición mayor y sus respectivos niveles de integración habría sido determinante en la persistente pugna de poderes. En tal sentido, infiriendo de los desafíos y contiendas que históricamente muestra la dinámica segmcntaria (Albó 1976; Bastien 1978; Bouysse-Cassagne 1986,1987; Choque 1990,1993; Izko 198b, 1992; Platt 1987; Rivera Cusicanqui 1992) es virtualmente inconcebible que la hegemonía Tiwanaku haya sido inmune a tensiones y sectarismos internos.

Hacia fines del primer milenio de nuestra era, el mosaico étnico de la hegemonía Tiwanaku amplificó, en cierta medida, los patrones establecidos durante generaciones previas, aunque con modificaciones significativas en su carácter regional. No cabe duda que estos cambios debieron tener repercusiones múltiples en varias de las manifestaciones materiales del orden hegemónico Tiwanaku. La naturaleza del registro arqueológico en el valle bajo hace que determinados elementos sean los indicadores primarios de estas transformaciones. Es así que la configuración de asentamientos sirva de base en la inferencia de determinadas reorientaciones a las que el sistema se ajustó.” (223).

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“Es menester señalar que en el presente trabajo se han reformulado nociones previas acerca de las transformaciones del Estado Tiwanaku hacia finales del primer milenio; esto debido a una rcevaluación de los componentes cerámicos que fueron identificados en las excavaciones de sitios Tiwanaku y a la disposición que presentan otros sitios con estos componentes. En capítulos previos se han discutido los desfaces metodológicos que existen entre el esquema cronólogico de Bennett y la secuencia de Ponce, siendo incongruente concebir una correspondencia entre las distintas categorías que ambos desarrollaron. Durante los últimos 30 años, se ha generado una "secuencia fantasma" que ha limitado, sino obstaculizado, el entendlimiento de los procesos de cambio en Tiwanaku. Esta secuencia, por motivos ya señalados en capítulos anteriores, ha empleado la terminología de Ponce (1961) para sustituir las unidades estilísticas cerámicas que Bennett propusiera para caracterizar cambios en la cultura material de Tiwanaku a través del tiempo. Muchos hemos sido cómplices de esta aberración (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Alconini 1993; Bermann 1990, 1994; Browman 1981; Couture 1993; Goldstein 1989; Janusek 1993, 1994; Kolata 1986, 1991, 1993; Mathews 1992; Rivera Casanovas 1994; Sampeck 1991; Sutherland 1991; entre otros) (47) . Es comprensible que ante la ausencia de avances en el conocimiento de los elementos cerámicos Tiwanaku y su evolución no se hayan podido utilizar otros marcos de referencia; sin embargo, lo lamentable es que se hayan hibridizado dos esquemas ajenos a si mismos en sus bases conceptuales y metodológicas.” (223-224).

“Si bien Bennett (1934) reconoció el gran problema que presentaba la relación estratigráfica entre el "Tiahuanaco Clásico" y el "Tiahuanaco Decadente", las diferencias eran lo suficientemente obvias como para notar su significado. Ponce (1980:92), por el contrario, sostiene que el estilo Clásico tuvo una manufactura urbana y que su uso era de orden ceremonial, mientras que el estilo de "acabado menos esmerado" (haciendo referencia al estilo que Bennett denominó "Decadente") era la expresión del medio rural; ambos estilos habrían sido contemporáneos. Si en la interpretación de Ponce los estilos "Clásico" y "Decadente" se ubican en un mismo espacio, ¿por qué se ha concebido al "Tiahuanaco Clásico" como "Tiwanaku IV" y al "Tiahuanaco Decadente" como "Tiwanaku V"?

Ponce (1972) periodifica la transformación de Tiwanaku, de Estado a Imperio durante el siglo VIII, sin formalización alguna ni descripción de los materiales cerámicos que corresponderían al "Tiwanaku V" o "Estadio Imperial"(48). Esto crea un amplio vacío en el entendimiento de la evolución de estilos cerámicos. De conceptual izarse un panorama estático en la expresión material, tanto en los planos tecnológicos como simbólicos, sería diluir precisamente el carácter dinámico que presenta Tiwanaku a través del tiempo(49). En tal sentido, la denominada "secuencia Bennett-Ponce" (Cook 1994) resulta ser un descarrío gnoseológico de los distintos fundamentos metodológicos de los dos esquemas,

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induciendo a crear analogías falsas. Por tanto, aducir la existencia de un "estilo Tiwanaku , V" es completamente incongruente, dado el contraste que aquí se ha presentado.” (224).

“Debido al enfoque de la investigación, en el presente trabajo se identifican principalmente tendencias en los cambios materiales del pasado precolombino, evidenciándose, no obstante, importantes transformaciones en la forma en la que Tiwanaku llevó adelante sus necesidades y estrategias. El aquí denominado estilo "Post Clásico", principalmente derivado de los trabajos de Bennett (1934) y Wallace (1957)(1), constituye, al igual que el estilo Clásico, un conjunto de expresiones materiales que comparten elementos de una forma mútua de comunicación (iconografía compartida). Existen elementos que surgen y que se distinguen de aquellos atributos que caracterizan al previo estilo Clásico y que se presentan en la cerámica de numerosos contextos arqueológicos que se excavaron, así como en áreas de distribución de material cultural en la superficie de varios sitios. La simplificación de los elementos decorativos y la generalización en el uso de pintura negra sobre un fondo de color naranja constituyen los aspectos más importantes de la trayectoria de cambio que presenta la cerámica. Con base en los trabajos practicados en Tiwanaku y en las excavaciones de sitios secundarios en el valle (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Mathews 1992), se infiere que el estilo Post-Clásico se generalizó hacia comienzos del siglo XI.” (224-225).

Cerámica

“Aunque la manifestación del estilo Clásico, en el valle bajo de Tiwanaku, empleó conjuntos bícromos en el decorado de determinadas formas cerámicas, el uso de pintura negra sobre un fondo anaranjado o ligeramente rojizo (5YR 5/6; 7.5 YR b/6) tiende a generalizarse, mientras que el uso de otros colores, como ser rojo, gris y blanco, declina considerablemente. Esto acontece principalmente en los tazones y kerus. La cerámica polícroma, especialmente en inciensarios y kerus, se presenta en muy reducida cantidad. Es indudable la pluralización del simplificado en varios elementos que en las expresiones del estilo Clásico conformaban unidades compuestas. La pasta es compacta, de color naranja, y con pocas inclusiones. Por lo general, en los ceramios decorados, el engobe es de la misma composición que la arcilla del cuerpo, aunque en algunos casos se presenta un engobe rojizo. Como desgrasante se utilizó arena y en determinados ceramios, como ser ollas y jarras, se empleó una mezcla de mica y arena. El quemado de las piezas es muy variable, pese a que se advierte un número mayor de piezas quemadas en atmósfera reductora. La mayoría de las piezas decoradas se encuentran pulidas, aunque algunas no muestran este acabado; las formas más comunes son el tazón, la jarra, el jarrón, y el keru con banda en la parte superior del cuerpo. Algunos ejemplos del estilo Post-Clásico se ilustran en las Figuras 9.1 y 9.2.

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Patrón de Asentamiento

La configuración de asentamientos que presentan un componente Post-Clásico viene a conformar una amplificación del patrón Tiwanaku previo. Cinco de los sitios secundarios muestran una ampliación en sus respectivas dimensiones (aunque no un incremento en número), y los sitios de tercer y cuarto orden denotan una proliferación {Figura 9.3}; de un total de 50 sitios a uno de 132. Tal como se muestra en la Tabla 9.1, los asentamientos no se distribuyen en forma aleatoria en los distintos microambientes del valle (en la Tabla 9.2 se resume la distribución de la jerarquía de sitios por microambiente).” (225).

“De la Tabla 9.2 y de la Figura 9.3 se colige que los nódulos territoriales experimentaron un crecimiento en la densidad de sitios, aunque los sitios secundarios, aparentemente, mantuvieron su ubicación previa. Esta continuidad en la ocupación de sitios mayores contrasta con la colonización de territorios circundantes. Cabe notar, asimismo, un crecimiento en el número de sitios terciarios en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ) y en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), mientras que el número de este orden de sitios se mantiene en la Zona de Terrazas (TZ) y en la Zona Lacustre (LZ); el incremento en sitios terciarios es del 58.3%. En cuanto a los sitios de cuarto orden se refiere, la disparidad con el patrón previo es enorme. Un total de 102 sitios cuaternarios fueron identificados, lo cual contrasta significativamente con los 27 sitios de este mismo orden que muestran una filiación con el estilo Clásico. Este incremento, casi cuádruple, sugiere probables transformaciones en el índice demográfico, así como en la distribución de asentamientos.

Cinco sitios secundarios (LV-55, LV-b8, LV-109, LV-150, y LV-158) presentan indicios de expansión. Pese a que esta evaluación haya estado algo distorsionada por la dispersión de material cerámico del estilo Post-Clásico sobre un componente Clásico, es improbable que la mayor extensión de los sectores con cerámica del Post-Clásico represente un problema de visibilidad arqueológica. Se ha estimado en un 44.7% el incremento en tamaño de los sitios secundarios. La formación de sitios terciarios adicionales contribuyó aproximadamente con unas 10.5 hectáreas al área total de ocupación.” (229).

“Debido a que no se registraron cambios en el número o en la distribución de sitios secundarios, los resultados de la prueba de "vecino más cercano" para este orden de sitios son idénticos a los del previo patrón de asentamiento (Tablas 9.3 y 9.4).” (229).

“En el sector norte, la diferencia más significativa se encuentra en la distribución de los sitios de tercer orden, los cuales exhiben un agrupamiento y no así una distribución regular como lo hicieran anteriormente. Este cambio, no obstante, no se lo infiere en el sector sur del valle.

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Los sitios cuaternarios se agrupan alrededor de sitios de tercer y segundo orden y entre si mismos, aunque en el sector norte éstos se distribuyen en forma regular alrededor de los sitios de tercer orden. Del análisis de "vecino más cercano" no se aprecian otros cambios, siendo el incremento en los índices de agrupamiento el factor que más resalta.

Resultados de las Excavaciones en LV-55 (Guaqui)

Todas las unidades que fueron excavadas en este sitio dan cuenta de la presencia de materiales cerámicos vinculados al estilo Post-Clásico (Figuras 9.4-9.9). En la mayoría de estas unidades, este material se encuentra en los dos estratos superiores y los rasgos asociados con estos.

La evidencia de la unidad 4 (N529 E563) refuerza el argumento de continuidad, no sólo en la ocupación del sitio sino en el uso de terrazas agrícolas. A excepción de las cistas funerarias que se ubicaron en la unidad 9, de probable data hacia finales del primer milenio de nuestra era, la mayoría de los contextos arqueológicos constituyen basurales.

Los restos paleobotánicos evidencian, asimismo, una continuidad en la utilización de recursos respecto a los anteriores siglos, siendo el consumo de la quinua un importante componente de la dieta. Dos variantes, empero, sugieren algunos cambios en los sectores que se excavaron. No se identificó maíz, pero si se encontraron restos de kainya (sin nombre científico), la cual debió ser utilizada para fines medicinales (Lennstrom et al. 1991). En cuanto a la fauna se refiere, se identificaron restos de llama, pescado y aves.” (230-231).

Resultados de ibs Excavaciones en LV-109 (Obsidiana)

“En la unidad 1(N510 E500), en asociación con el estrato 2 (5YR 514 [seco], limo), se encontraron los restos de dientes humanos mezclados con huesos de camclido dentro de un pequeño pozo con ceniza. Este rasgo parece ser una especie de ofrenda (Figura 9.10). , Un rasgo parecido fue encontrado en la unidad 5 (N508 E498), también asociado con el mismo estrato. En la unidad 10 (N462 E498) un keru lítico fue recuperado a escasos 10 cm de la superficie (Figura 9.11 ). Varios de los restos cerámicos encontrados en las diferentes unidades aparecen ilustrados en las Figuras 9.12-9.25. El fechado radiocarbónico calibrado, obtenido de una muestra de carbón vegetal de un probable pozo de almacenamiento (unidad 9 [N452 E486]), es de 1131±171 D.C. (SMU 2564).” (236).

“Los análisis botánicos de una muestra obtenida del mismo pozo dan cuenta de la presencia considerable de quinoa. Lennstrom et al. (1991) también

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identificaron una gran cantidad de castañuela que asocian con la probable manufactura de determinados artefactos (obsidiana ?). La presencia de madera es interpretada por Lennstrom et al., (1991) como indicadora de una ocupación más extensa en el sitio o como evidencia de un acceso extenso que los pobladores de este asentamiento tenían a este material. La variabilidad de los restos paleobotánicos en los basurales así como la presencia de semillas de pastos indica que estos pozos representan episodios de deposición primaria y que no se produjo una mezcla de la basura (Lennstrom et a1.1991). Los restos de fauna evidencian el consumo primario de llama, con índices menores de pescado y pequeños roedores.” (251-252).

Resultados de las Excavaciones de LV-150 (Iwawi)

En este sitio, dos entierros fueron encontrados en asociación con el estilo Post -Clásico. La osamenta del entierro primario en la unidad 1(N475 E525) constituye la de un individuo adulto (40+ años), de sexo femenino (Figura 9.26). Los restos líticos que se encontraban encima del cuerpo incluían un batán, un moledor, una piedra tallada y uñal especie de "peso", todos hechos en andesita. En la unidad 2 (N490 E525), se encontraron los restos de un individuo adulto en un contexto funerario secundario.” (253).

“Algunos artefactos asociados con esta ocupación Tiwanaku aparecen ilustrados en las Figuras 9.27-9.29. Los restos paleobotánicos incluyen quinua y semillas de pastos, mientras que los restos de fauna consisten principalmente de llama y pescado.” (254).

Sistema de Asentamiento

“La evidencia arqueológica de Tiwanaku, por un lado, sugiere que la máxima expansión del sitio se habría producido hacia finales del primer milenio de nuestra era, (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:132), lo cual denota símil ondición al desarrollo de los asentamientos en el valle bajo. En tal sentido, el patrón de asentamiento de finales del primer milenio podría concebirse como una amplificación del patrón previo, aunque los síntomas de cambios estructurales mayores aparecen conjuncionados a este fenómeno de crecimiento. Por otro lado, los datos de Lukurmata muestran cierto declinamiento demográfico en determinados sectores domésticos, situación que podría interpretarse como un proceso de evacuación del sitio (Bermann 1994). Ambos fenómenos podrían haber tenido vigencia ya que las trayectorias evolutivas de Lukurmata y de Tiwanaku tuvieron sus propias particularidades, amalgamadas en determinadas situaciones históricas por la coalición de sus segmentos sociales y fisionadas, en otras, por la ruptura de la alianza y la eliminación de su jerarquía política mayor.” (257-258).

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“En Tiwanaku, la fisión del centro urbano parece haberse producido hacia comienzos del siglo XII, sin que esto tenga relación con el fenómeno demográfico que se infiere en la proliferación y crecimiento de los asentamientos hacia comienzos del siglo XI. Lo que sí es destacable es la rapidez con la que se desintegró el sistema, proceso que se caracterizó por un espectro de continuidades y cambios, de los cuales trata el siguiente capítulo.

La dispersión de los asentamientos Tiwanaku a finales del siglo XI presentan una problemática que merece cierto detenimiento. Si bien el carácter organizativo anterior se fundamentó en la articulación regional de los distintos nódulos territoriales y la extracción de bienes y servicios de los mismos por parte de las jerarquías políticas locales, el patrón nadal sufre la dispersión de asentamientos menores, tendencia que se amplifica en siglos posteriores y que conforma un proceso de "astillamiento" del sistema, lo cual, sin embargo, no significó la desaparición de núcleos poblacionales, como se verá mas adelante, sino la reorganización de la población de acuerdo a los niveles jerárquicos que permanecieron al fisionarse el sistema Tiwanaku. La proliferación de sitios menores también significó la expansión del paisaje agrícola. En particular, se advierte una ampliación del sector de terrazas hacia pendientes más elevadas, donde se construyeron superficies de cultivo más angostas.

El análisis estadístico de "rango-tamaño" (rank-size) que se realizó para los sectores bajo y medio del Valle de Tiwanaku (MacAndrews y Albarracin-Jordan 1994) no hace sino demostrar el carácter nodal del sistema de asentamiento de Tiwanaku. Este trabajo, realizado en forma independiente a la prueba de "vecino más cercano", evidencia la formación de una distribución primo-convexa del patrón de configuración de sitios Tiwanaku hacia finales del siglo XI. Esta distribución indica la presencia de subsistemas (cada uno con un propio centro), articulados a nivel regional por un eje central pero relativamente independientes de cada uno. MacAndrews y Albarracin-Jordan (1994) identifican seis subsistemas, tres de los cuales y parte de un cuarto, estarían ubicados en el valle bajo (Figura 9.30). Las dimensiones de los sitios secundarios de los subsistemas II y V, que incluyen a LV-55, LV-68, LV-15/90/187, LV-95 y LV-487 (subsistema II) y a LV-150, LV-158, LV-37 (subsistema V) determinan el surgimiento de condiciones características de sistemas con distribuciones convexas. Esta disposición demuestra la presencia de "lugares centrales" dentro del sistema de asentamiento Tiwanaku que mantenían cierta autonomía respecto al centro mayor.

La multiplicación de asentamientos menores en territorios más aislados también es síntoma de un proceso de disolución del patrón nodal más riguroso que Tiwanaku trataba de mantener en siglos anteriores. Tal como se describe en el siguiente capítulo, este proceso de fragmentación se generaliza durante los siguientes cuatro siglos, evidenciándose, asimismo, el surgimiento de otras propiedades en el orden colectivo del valle.

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En resumen, los datos arqueológicos muestran un proceso de amplificación del patrón Tiwanaku previo hacia finales del siglo XI, crecimiento que se caracteriza por la proliferación de sitios de tercer y cuarto orden así como por la expansión de sitios secundarios. S i bien este crecimiento denota un incremento demográfico, el proceso de fragmentación también muestra señales de ampliación.” (257).

Aspectos significativos son la virtual desaparición de inciensarios de forma zoomorfa y una disminución notable en la manufactura de cerámica polícroma. Estos elementos apuntan hacia una extenuación de determinados rituales que se encontraban en manos de la cúpula política de la hegemonía Tiwanaku. Asimismo, se colige que una cesación de ceremonias mayores, utilizadas en la reproducción del sistema coadyuvó al proceso de fisión, ocasionando el fortalecimiento, o nuevas síntesis, de ideologías locales. Aunque " inicialmente se había contemplado la posibilidad del surgimiento de un secularismo generalizado (Albarracin-Jordan 1992), una reevaluación de los elementos que caracterizan al sistema de asentamiento segmentario apunta más bien hacia una reorientación del paradigma, con énfasis en la práctica de rituales locales. Si bien los principios de reciprocidad en la integración interna de los segmentos sociales no desaparece, el complejo balance entre las diversas élites de la hegemonía se fueron extenuando. Es incoherente concebir que la precipitación de esta hegemonía haya sido causa del surgimiento, de novo, de los así denominados "señoríos" aymaras. Por el contrario, todo apunta hacia la fragmentación en segmentos sociales, los cuales formaban parte intrínseca del sistema Tiwanaku, y que fueron precisamente éstos los que ocasionaron sectarismos y condicionaron la ruptura de la hegemonía. En la discusión que Stanish (1992) abre acerca de las pulsaciones que se observan en los mecanismos de complementación zonal en los Andes centro-sur, se colige que el establecimiento de enclaves poblacionales atravieza un proceso de jerarquización que eventualmente culmina en la autodeterminación de las "colonias", siendo que durante lapsos de estabilidad política los mecanismos de complementación zonal se fundamentan, principalmente, en el intercambio. La "colon i7.ación" Tiwanaku en el valle Osmore (costa sur del Perú) tuvo un carácter económico primordial, manteniendo inclusive una `J actitud prudente en la disposición de sus asentamientos, distinta a la configuración que muestran los sitios Wari (Bruce Owen 1994; comunicación personal).” (258-259).

“En el norte de Chile se han vertido variados argumentos para explicar la presencia de materiales Tiwanaku. Kolata (1983) sostiene que el carácter imperial de Tiwanaku se encuentra plasmado en los restos arqueológicos del norte chileno y que esta imposición de satélites se habría ya generalizado a mediados del primer milenio de nuestra era. Una colonización del Valle de Azapa por grupos Tiwanaku, quienes establecieron sitios encima de túmulos funerarios del Formativo, se infere de los trabajos de Muñoz (1987). Focacci (1983), por otro lado, sugiere que los elementos Tiwanaku Clásico son b

simplemente influencias que aparecen junto a otros estilo locales, entre ellos

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Cabuza. En una breve apreciación de algunos materiales Tiwanaku que se encuentran en los depósitos del Museo Arqueológico de Arica (Universidad de Tarapacá)(5') se pudo evidenciar que varios atributos de la cerámica Tiwanaku de esta región, especialmente la pasta y el tipo de cocción, no corresponden a las características que presenta la cerámica en el Valle Bajo de Tiwanaku. En tal sentido, la procedencia de este material aún no ha sido establecida. Este aspecto vuelve a demostrar que el origen de los materiales Tiwanaku en la costa del Pacífico no puede atribuirse al área nuclear o concebirse como la satelización de un aparato único y centralizador. Todo lo contrario, el carácter segmentario de la hegemonía Tiwanaku representó la vertebración de múltiples jerarquías inclusivas, situación que, obviamente, devino en la complejidad material arqueológica que hoy en día se nos presenta y que buscamos comprender.” (259).

“En las interpretaciones que se han vertido respecto al carácter de Tiwanaku, hacia finales del primer milenio D.C., se ha concebido su desarrollo como un proceso de expansionismo militar (Ponce 1972). Si bien la amplia dispersión de materiales con elementos de la hegemonía Tiwanaku en varias regiones de los Andes centro-sur es prueba de una esfera de interacción extensa (Berenguer y Dauelsberg 1988; Berenguer et al. 1980; Bermann et al. 1989; Byrne 1984; Goldstein 1985, 1989; Orellana 1985; Portugal Ortiz 1984; Rivera Díaz 1985; Thomas et al. 1985), el supuesto carácter "imperial" de su difusión no tiene asidero en el registro arqueológico. Las estrategias mediante las cuales se difundieron y distribuyeron los elementos culturales de Tiwanaku, al igual que posteriores rasgos, fueron otras, incluyendo diversos mecanismos económicos, directos e indirectos, que condicionaron un variado conglomerado y mosaico de manifestaciones.

Los principios de organización que caracterizan al ayllu y a la marka aymaras han servido en este trabajo para desarrollar una propuesta más amplia y cabal de la dinámica ° segmentaria durante épocas prehispánicas (Izko 1992). Aunque las transformaciones en el poder económico, político e ideológico no pueden concebirse como elementos aislados en las jerarquías inclusivas, la cohesión de niveles superiores de organización, como ser el Estado segmentario de Tiwanaku, tuvo que fundamentarse en campañas constantes, dirigidas a reproducir el sistema en su conjunto. Fue con estos fines que las élites mayores, representantes de varias regiones, diseminaron en sus parcialidades, a través de importantes rituales y ceremonias, la convicción ideológica necesaria para garantizar los medios de extracción de bienes y servicios. La evidencia arqueológica, al presente, indica que la hegemonía Tiwanaku empleó estos mecanismos, y no así un aparato bélico, para acceder a las diversas regiones y sus recursos. El resultado tuvo que ser diverso, no solamente debido a las particularidades de cada región sino también debido al carácter particular del segmento Tiwanaku que buscaba ejercer relaciones en determinada área. Este aspecto del modelo de "jerarquías inclusivas" introduce una variable importante en la explicación de la presencia de elementos Tiwanaku en otras regiones. Ya

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no es útil concebir una irradiación de elementos Tiwanaku a manera de "centro-periferia" para explicar las propiedades emergentes de las diversas relaciones en cada región. El carácter segmentario que tuvo Tiwanaku nos pone frente a un reto de mayor envergadura en la investigación arqueológica, y nos hace ver la necesidad de comparar, contrastar e integrar datos concretos acerca de las particularidades que muestran los diversos elementos Tiwanaku.” (260).

Capítulo 10

De TIWANAKU A UMA PACAJES 1100 - 1470 D.C.

“Antes de efectuarse la prospección sistemática de dos tercios del Valle de Tiwanaku (Albarracin-Jordan y Mathews 1990), algunos atributos de los componentes materiales cerámicos de la era post-Tiwanaku habían sido identificados por Bennett (1934a,1936, 1950), quien incluyó a los mismos dentro de un periodo "Post-Decadente". Rydén (1947), por otra parte, agrupó a estas manifestaciones dentro de un solo estilo que denominó "Khonko". En el reconocimiento realizado por Juan Faldín y Louis Girault (1978) en sectores del Valle Medio de Tiwanaku, los materiales identificados como postTiwanaku fueron incluidos dentro de la categoría "Inka regional". Por otro lado, los trabajos de Max Portugal Ortíz (1988) en la Provincia Pacajes dieron cuenta de la presencia de una unidad cerámica distintiva, característica de Pacajes. Pese a que este componente cerámico fue aislado de los materiales Tiwanaku e Inka, no se identificaron otros aspectos de los componentes Pacajes, tales como las dimensiones de los sitios y el patrón de distribución de los mismos.

A comienzos del siglo XII, la hegemonía Tiwanaku se fisionó en segmentos sociales territorialmente definidos, con núcleos demográficos en la Cuenca del Titicaca y regiones adyacentes y con "islas" territoriales en regiones de la costa del Pacífico, hacia el oeste, y en regiones de los yungas, hacia el este (Murra 1972). Estos grupos postTiwanaku fueron inicialmente identificados y descritos dentro del paradigma colonial español (de ahí las rótulos "reinos", "señoríos" o "cacicazgos"). Solamente en las últimas tres décadas se ha intentado identificar la verdadera naturaleza de estos grupos, llegándose a establecer su orden jerárquico y sus trayectorias evolutivas a través de los periodos coloniales y republicanos dentro del contexto social andino y sus distintas facetas sincréticas (Albó 1976, 1987a, 1987b; Barragán 1982; Bastien 1978, 1979; Bouysse-Cassagne 198b,1987,1988; Bouysse-Cassagne y Harris 1987; Choque 1990,1993; Harris 1986,1987; Huanca 1987; Izko 1986,1992; Kessel 1992; Mamani 1991; Pease 1992; Platt 1982,1987; Rivera Cusicanqui 1984; Saignes 1985).” (261).

HIPÓTESIS DE CAMBIO

La Invasión Aymara

“Aunque no se conocen las causas específicas de la desintegración de la hegemonía Tiwanaku, un argumento común hace referencia a una supuesta

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invasión de grupos aymaras(52) que según Alfredo Torero (1970) habrían provenido del norte; otros autores (Bouysse-Cassagne 1987; Espinoza Soriano 1980; Gisbert et al. 1987) sostienen que dicha incursión se habría producido desde el sur, arrasando con los portadores de la cultura Tiwanaku, o bien, forzándolos a huir hacia determinadas regiones. Basándose principalmente en reconstrucciones linguísticas, la hipótesis de la invasión aymara sostiene que Tiwanaku era una civilización de habla puquina, la cual cayó en manos de guerreros aymaras. Waldemar Espinoza (1980) indica que el origen de estos grupos aymaras se encuentra en el altiplano sur y algunos valles al norte de Chile. Espinoza (1980) también sugiere que antes de la conquista aymara el territorio Tiwanaku se encontraba ocupado por gente puquina. Espinoza se basa en algunos documentos etnohistóricos que dan cuenta de la presencia de grupos puquina en los sectores este y noreste de la Cuenca del Titicaca así como en el norte de La Paz, en sectores de Chuquisaca, Potosí y el Valle del, Colca en Arequipa, Perú.” (261-262).

“La hipótesis de la invasión aymara también hace referencia a los escritos de Cieza de León, quien describe la conquista de Chucuito por los lupaqas, bajo el mando de Cari (Gisbert et a1.1987). Para la región de Pacajes, también se han empleado documentos etnohistóricos para atribuir el origen de los pacajes a una migración aymara. En la Relación de la Provincia de los Pacaje.s, elaborada por Pedro Mercado de Peñaloza en 1583, se indica que algunos de los pacajes de la marka de Guaqui decían tener su origen en la laguna de Chucuito (Lago Titicaca) y que otros decían haber venido de Carangas, territorio al sur dé Pacajes.” (262).

“Alfredo Torero (1970, 1987), por otro lado, sostiene que la invasión aymara se produjo desde el norte de la Cuenca del Titicaca, siendo el núcleo original aymara la , región del Río Pampas (Departamento de Ayacucho), en el Perú. Utilizando principalmente la Copia de curatos, elaborada alrededor de 1600, Torero (1987) establece que en siglo XVI el panorama idiomático del altiplano estaba compuesto por cuatro lenguas: el aymara, el quechua, el puquina y el uruquilla. La primacía de una u otra habría tenido un orden histórico, conforme al poder económico y político de sus "naciones". Sin embargo, la diversidad de grupos étnicos y la variabilidad en el idioma que utilizaban éstos durante gran parte del siglo XVI hace dificultosa la asociación específica entre un determinado grupo y un idioma. Es así, por ejemplo, que existían grupos de urus que hablaban uruquilla, mientras que otros utilizaban el puquina o el aymara. Torero (1987:337), empero, ensaya una secuencia étnica sobre la base de reconstrucciones linguísticas, afirmando que los urus habrían sido los primeros pobladores del área circundante al Lago Titicaca y que éstos habrían hablado el puquina o el uruquilla. A esta étnia originaria, la habría seguido la "nación" Puquina, portadora de la civilización en los Andes surcentrales y representada por el Estado Tiwanaku. «Nos faltó un cronista puquina. Si hubiera existido uno, y si se hubiese atrevido a hablar de un pueblo reprobado y casi extinto, es probable que nos habría contado las proezas y vicisitudes de su pueblo y loado las grandezas de Pucará y Tiahuanaco, que sus remotos antecesores erigieron

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en torno al lago sagrado" (Torero 1987:351). El área puquina (Tiwanaku) habría sido contínuo, extendiéndose desde el sector oriental del Lago Titicaca (Provincia Umasuyos) hasta el Océano Pacífico, al oeste. Hacia el norte, la mancha poblacional puquina se habría extendido desde el Valle Alto del Vilcanota, cerca al Cusco, llegando hasta territorios de los actuales departamentos de Potosí y Sucre, en Bolivia. La continuidad territorial y la distribución homogénea de la "nación" Puquina se habrían vuelto discontínuas debido a la invasión aymara del norte: "Se hace evidente, en todo caso, que el avance de los aymaraes (collaguas, lupacas, pacases) sobre las punas y las vertientes altas de la Cordillera Occidental había vuelto discontínuo, y fragmentado incluso, el antiguo territorio puquina" (Torero 1987:345).” (262-263).

“En resumen, los argumentos de la hipótesis de la invasión, ya sea atribuida a grupos aymaras provenientes del norte o del sur, se basan en la reconstrución de datos linguísticos y en la interpretación de documentos etnohistóricos; la secuencia "étnica" que surge de estas interpretaciones ubica a los urus en el periodo más antiguo, seguido éste por el surgimiento de la "nación" Puquina, que Torero (1987) asocia con Tiwanaku. Posteriormente, los aymaras habrían invadido el territorio puquina, desplazando a su gente y cultura; la expansión aymara habría sido promovida por la administración inka del siglo XV.” (263).

LA DEGRADACIÓN CLIMÁTICA

Los estudios arqueológicos realizados en Pampa Koani (Kolata 1986, 1991, 1993), ubicada a 12 kilómetros al norte del Valle de Tiwanaku, dan cuenta de la presencia de un extenso paisaje agrícola, conformado por campos elevados de cultivo (camellones) y estructuras asociadas, como ser canales, diques y terraplenes. La construcción de este extenso complejo agrícola ha sido atribuida a la cultura Tiwanaku, argumentándose que gran parte de su base económica se sostenía en la producción agrícola en estos campos de cultivo (Kolata 1986, 1991,1993; Ortloff y Kolata 1993). En la prospección realizada en un sector de la llanura de Koani, Kolata (1986:754-755) identificó 20 sitios Tiwanaku, 19 de los cuales son menores a una hectárea en extensión; únicamente el grupo PK5/PK6 alcanza unas 1.64 hectáreas en tamaño. Todos estos sitios constituyen montículos y, al parecer, no presentan restos materiales de ocupación post-Tiwanaku, aunque Kolata (1986:751) señala que los montículos de mayor tamaño muestran evidencia de tumbas rectangulares en cista, que datan de la era post-Tiwanaku. El patrón de asentamiento de Tiwanaku, en la interpretación de Kolata (1986) contrasta ampliamente con la ocupación post-Tiwanaku en las laderas de los cerros. Sobre la base de análisis paleolimnológicos el Lago Titicaca (Binford y Brenner 1987) y de testigos de hielo de Quelccaya (Thompson et al. 1979), Kolata (1993) sostiene que el dramático declinamiento en la precipitación anual que se produjo alrededor de 1000 de nuestra era desarticuló el sistema agrícola de Tiwanaku. Los "agroingenieros" (Kolata 1993:298) no habrían podido contrarestar esta tremenda sequía, la cual habría imposibilitado el cultivo en camellones, desencadenando una crisis productiva que exterminó el poder de la élite de Tiwanaku. "La gente de Tiwanaku no

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pereció, en masa, pero su forma especial de organización social, su poder económico impulsado por conquistas imperiales y producción intensiva en tierras agriculturales ricas, sus ciudades apuntaladas con monumentales exhibiciones de pasada gloria, todos éstos siguieron el camino del dinosaurio" (Kolata 1993:299; traducción mía; énfasis añadido).” (263).

“Si bien el modelo de "colapso" que presenta Kolata para Tiwanaku no contempla la sustitución íntegra de la población, como lo hace el modelo de la "invasión aymara", sí sostiene que la debacle condujo a la pérdida de la "forma especial de organización", así como a un cambio radical en la orientación económica de la población.

ELEMENTOS DE CONTINUIDAD Y DE CAMBIO EN EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO DEL VALLE BAJO DE TIWANAKU

Cerámica

Aunque todo el espectro de ceramios polícromos desaparecen del repertorio cultural de los grupos asentados en el Valle Bajo de Tiwanaku hacia comienzos del siglo XII, muchos de los ejemplares identificados con el rótulo de Pacajes-Temprano (AlbarracinJordan 1990a, 1990b, 1992, 1993; Albarracin-Jordan y Mathews 1990) denotan una esmerada y delicada manufactura. Los ceramios decorados se caracterizan principalmente por una pasta densa de color naranja (2.5 YR 6/8) y se encuentran representados casi exclusivamente en cuencos y jarras. Otros dos tipos de pastas son los más comunes; el primero incluye a una pasta densa (SYR 6/6), empleada en la manufactura de jarras, y el segundo a una pasta, también densa, (7.SYR 5/3) utilizada en la hechura de jarras y jarrones.

El desgrasante está compuesto casi exclusivamente por arena fina y en algunos casos algo de mica; aunque probablemente esta última forma parte del compuesto de arena. La atmósfera de quemado era variable y la aplicación de engobes se encuentra representada principlamente por compuestos similares a los de la pasta, existiendo, no obstante, algunas variantes. La mayoría de los cuencos fueron bruñidos o pulidos en su interior, con algunos ejemplos que muestran estos tratamientos de superficie en la parte externa del ceramio. Las formas cerámicas están conformadas por cuencos, jarras, jarrones y ollas; algunas de estas han sido ilustradas en las Figuras 10.1-10.4.

La decoración se basa en combinaciones de líneas curvas, puntos, triángulos y círculos. Una o dos líneas onduladas son frecuentes en el interior de los bordes de cuencos y jarras, similares a las de los tazones y jarras Tlwanaku. En determinados ejemplares, las figuras de llamas adornan el interior de cuencos. Estas figuras muestran cuerpos gruesos que contrastan con las figuras de llamas bastante delgadas y estilizadas del estilo posterior Pacajes-Inka. La cerámica doméstica está representada por ollas de cuello alto, jarras y jarrones;

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varios de estos ceramios se hallan bruñidos. Ninguna de las formas de los estilos Tiwanaku forma parte del repertorio Pacajes-Temprano, aunque las formas domésticas, la composición de la pasta y el tratamiento de la superficie, muestran bastante similitud con Tiwanaku.” (264).

PATRÓN DE ASENTAMIENTO

“Un total de 440 sitios muestran una asociación con la cerámica Pacajes-Temprano. Tal como se muestra en las Tablas 10.1 y 10.2, así como en la Figura 10.5, un gran número de sitios se encuentran ubicados en la Zona del Coluvio Inferior (LCZ). En contraste con la distribución de sitios Tiwanaku, gran cantidad de sitios Pacajes se sitúan en la Zona del Coluvio Superior, aunque se advierte una continuidad en la ocupación de zonas de Pastos y Manantiales (SGZ) y de Terrazas (TZ). No se identificaron sitios en la Zona Intermontanosa (IZ). (264-269).

“Los sitios con componentes Pacajes-Temprana se identifican principlamente por la distribución de material cerámico en la superficie. En general, no se evidencian restos arquitectónicos, aunque en determinados sitios, cercanos a sitios Tiwanaku seC~ios, al parecer se reutilizaron algunos bloques tallados de andcsita. Las distribuciones de fragmentos cerámicos y artefactos líticos tienen densidades bajas, aunque existen algunas excepciones. Tres sitios (LV-22, LV-23 y LV-108) exhiben densidades considerables; LV-22 constituye un montículo terraplenado extenso, con unas dos hectáreas en extensión y ubicado en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), mientras que LV-108 cubre un área de aproximadamente cuatro hectáreas y se ubica en los márgenes de una cota en el sector sur del valle. En este sitio se encuentran dos pequeños montículos, siendo que en sectores aledaños a estos montículos la densidad de fragmentos cerámicos es considerable.” (270).

LV-23 se encuentra en la Zona de Terrazas (TZ) y cubre unas 2.5 ha (Figura 10.6). El cerro donde se encuentra este sitio es conocido por los pobladores como cerro Pukara. A una elevación de aproximadamente 4090 m, el sitio se encuentra demarcado en el sector sur por un abismo profundo. Aunque una portentosa muralla circunda al sitio, este parece haber incluido dos plataformas adicionales y algunas superficies de terrazas hacia el norte, este y oeste. La muralla alcanza una longitud de unos 350 metros y en varios sectores tiene una altura de unos dos metros. Dentro del espacio que encierra esta muralla se encuentran por lo menos dos plataformas; una de estas mide 12 m x 9 m y fue esculpida de una protrusión de arenisca; la segunda se encuentra en el sector noreste y está circunscrita por la muralla y algunas superficies de terrazas. Fuera del recinto se encuentran dos plataformas adicionales que alcanzan una superficie aproximada de 1.4 ha. Terrazas lineares circundan gran parte del sitio, habiéndose constatado, además, la presencia de un extenso canal prehispánico en la parte superior (sur) del sitio, probablemente fuente del líquido elemento para el consumo e irrigación de las : superficies de cultivo. El canal actual pasa a

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unos 20 metros al este de la muralla. Fragmentos de cerámica y artefactos líticos abundan en la superficie de las plataformas; 1a presencia de numerosas bolas de piedra arenisca y lutita en las cercanías del sitio evidencian la función defensiva del lugar. En el sector oeste se ubicaron alguno grabados sobre el manto de arenisca que protruye en ese sector.” (270-272).

“Otro sitio importante es LV-103, situado a escasos 200 metros al oeste de LV-23. Aunque no se evidencia la presencia de rasgos defensivos, su ubicación sobre una, especie de filón en la cadena montañosa hace que el acceso a este sitio sea dificultoso: El sitio mide aproximadamente una hectárea, y debido a la proximidad con LV-23 y los materiales cerámicos, es factible que ambos constituían asentamientos afiliados.

En el análisis estadístico de "vecino más cercano", las categorías de sitios han sido definidas exclusivamente en términos de tamaño, situación que no siempre ha de coincidir con diferencias cualitativas que podrían haber existido. Asumiendo que en el Valle de Tiwanaku, durante comienzos del siglo XII, Tiwanaku dejó de ser el núcleo primario, los sitios del valle bajo han sido designados en diferente escala. A excepción de LV-108 ningún otro sitio excede las 2.5 hectáreas. Es así que LV-108 constituye el único sitio mayor en el valle bajo. El análisis de "vecino más cercano" demuestra el agrupamiento de sitios pequeños (<1.0 ha} alrededor de sitios más extensos (1.0-2.9 ha) y el agrupamiento entre si mismos en el sector norte del valle (Tabla 10.3).

En el sector sur, los sitios denotan aleatoriedad respecto al sitio primario (LV-108), aunque éstos presentan agrupamiento entre si mismos. (Tabla 10.4). Estos resultados dan' ' cuenta de la presencia de una configuración generalmente dispersa y débilmente integrada. No obstante, la agrupación de determinados sitios sugiere la continuidad en los nódulos que caracterizaban a Tiwanaku (Figura 10.5).” (272).

RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES EN LV-Z3 (PUKARA)

“Este sitio fue escogido principalmente debido a que presenta características radicalmente distintas a los demás sitios del valle. En las recoleciones sistemáticas que se efectuaron en el sitio, se encontraron, sorprendentemente, dos fragmentos de kerus. Considero que éstos no constituyen prueba fehaciente de una ocupación Tiwanaku, aunque existe la posibilidad de una continuidad en el uso de algunos ceramios de carácter suntuario afiliados a los ancestros Tiwanaku.

Debido a los elevados índices de erosión, gran parte del sitio no guarda una deposición significativa. Sin embargo, sectores de terrazas y las plataformas dentro del recinto constituyen contextos deposicionales más profundos. Un total de lb unidades (2m x 2m) fue expuesto en diferentes sectores del sitio; esencialmente, sólo dos estratos fueron identificados en gran parte de estas

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unidades. Un primer estrato, consituido por un limo compac homogéneo (7.5 YR 4/4[seco]) y un segundo compuesto por un limo arcilloso compacto (5YR 4/4[seco] y en niveles inferiores SYR 3/4(húmedo]). En la mayon de las unidades, se alcanzó el manto de arenisca (roca) a escasos 35 cm de profundidad. Las recolecciones sistemáticas e intensivas que se practicaron en el sitio simplemente no fueron indicadores cabales de áreas habitacionales, aunque los resultados de las excavaciones demuestran que este sitio no fue utilizado como asentamiento permanente. Cuatro unidades fueron abiertas al interior de la muralla, no habiéndose constatado la presencia de estructuras habitacionales. Los únicos rasgos significativos constituyen la muralla y una superficie de ocupación a 95 cm de profundidad. Fragmentos de carbón fueron recolectados de esta superficie, los mismos que dieron un fechado calibrado de 1189±128 D.C. (SMU 2559).” (273).

“En cuanto se refiere a la naturaleza de la muralla, ésta fue construida con pedrones de arenisca y alcanzó aproximadamente unos dos metros de altura. Asimismo, el grosor de la misma fue también de unos dos metros. Estas dimensiones de la muralla, más su longitud de aproximadamente 350 metros, dan cuenta de la inmensa inversión de trabajo que se hizo en esta obra.” (273-274).

“En las unidades 12 (N687 E500) y 14 (N689 E 500) fueron descubiertos tres entierros (Figura 10.7). El entierro en la unidad 12 contenía los restos de dos individuos; un adulto (40+ años) de sexo masculino y un individuo jóven (alrededor de 18 años). En la unidad 14, uno de los entierros contenía los restos de un adulto (40+ años), mientras que en el otro entierro yacía la osamenta de un jóven adulto, de sexo masculino. Todos estos entierros conforman cistas de escasa profundidad y con algunas lozas que protruyen a la superficie. La ubicación de estas tumbas en una de las superfices fuera del recinto enmarcado por la muralla sugiere el carácter simbólico que las mismas debieron tener en la confrontación con los grupos agresores.

Las excavaciones que se re izaron en un sector de terrazas dan cuenta de la técnica de construcción de las misma . El muro de la terraza fue construido con piedras de arenisca, mientras que detrás del mismo se identificó grava y cascajo. A 1.1 metros del muro se encontró un segundo muro, indicador claro de la reconstrucción a que fue objeto este sector de terrazas.” (274).

“Los resultados de los análisis paleobotánicos indican el consumo de quinua, aunque los restos son mínimos. En concordancia con la interpretación que aquí se manifiesta respecto a la función del sitio, Lennstrom et al. (1991) sugieren que el sitio debió haber sido utilizado en forma temporal. Los restos de fauna también son escasos y muestran que el consumo de llama fue exclusivo.” (274-275).

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“Con base en estos resultados, se colige que el sitio sirvió como refugio en situaciones de confrontación. Aunque inicialmente dos posibilidades habían sido expuestas para explicar la construcción de fortificaciones durante el periodo Post-Tiwanaku en el valle (Albarracin-Jordan 1990), el fechado radiocarbónico, aunque único, ubica al sitio hacia comienzos del siglo XII, cuando la hegemonía Tiwanaku habíase extenuado en el valle y las confrontaciones esporádicas entre segmentos locales, aparentemente, se tornaron crónicas.”

LOS PETROGLIFOS DE JAQI KAYU

Asociados con algunos elementos decorativos que se advierten en la cerámica Pacajes-Temprano se encuentran los petroglifos de Jaqi Kayu (piés de gente), ubicados en el sector sur del valle bajo. (Figura 10.5). En 1975, Portugal Zamora y Portugal Ortíz informaron mediante artículos de prensa acerca de estos petroglifos. En estos artículos los autores denominan el sector de petroglifos "Qellqata" ("lo que está escrito") y proporcionan una descripción general de algunas de las figuras (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b, 1975c). Estas publicaciones iniciales fueron ampliadas más tarde en un artículo de la Segunda Reunión Boliviano-Peruana de Arqueología (Portugal Zamora 1980a) y en una publicación del matutino El Diario (Portugal Zamora 1980b). En estas publicaciones se hacen algunas interpretaciones de los petroglifos, sosteniéndose una filiación con Tiwanaku; asimismo, se indica que el sitio debió haber tenido una función ritual debido a la presencia de tres cortes semicirculares en un inmenso bloque de arenisca. Estos semicírculos fueron descritos como canales de drenaje.

Los petroglifos fueron grabados sobre un manto de arenisca roja que corresponde, geomorfológicamente, a la Formación Tiwanaku y que aflora en varios sectores al lado este del Río Chilla. Este afloramiento se encuentra en la base de un pequeño cerro, conocido localmente como Wila Jaqi, o "gente colorada". Los grabados se extienden sobre un área de unos 30 x 12 metros. Hoy en día se ha habilitado este sector como parte de un sendero que une algunas unidades domésticas, ubicadas más al sur, con el núcleo escolar, ubicado a unos 250 metros al norte de los petroglifos. Esta situación es lamentable ya que el paso de la gente y del ganado está destruyendo los grabados sobre la roca. Para facili a, descripción de los petroglifos, se han dividido en 12 paneles los distintos motivos que se observan en Jaqi Kayu. Esta división se basa en los grupos de figuras asociadas (Figura 10.8}, aunque ésta no representa necesariamente el orden en el cual los motivos fueron originalmente grabados.” (275).

Panel 1

“En este grupo (Figura 10.9) se observa un claro predominio de las figuras de auquénidos, los cuales están representados de perfil pero sin una orientación específica. Por lo general, estas "llamitas" miden unos 15 cm x 10 cm. La

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representación de piés humanos es otra figura importante en este grupo. Estos motivos representan huellas de pisadas humanas. Una figura, en particular, llama la atención en este panel. Esta está ubicada en el lado izquierdo, encima de una especie de cruz y otra representación en forma de media luna. La figura en cuestión es antropomorfa y quizás represente un felino. En la parte inferior del panel se observa una figura geométrica acompañada de auquénidos. Es dificultoso definir lo que esta figura representa. Su distribución no se limita simplemente a este panel o inclusive a Jaqi Kayu. Una figura similar fué identificada en uno de los petroglifos de la costa del Pacífico y que se la expone en fotografía en el Museo Antropológico de Arica.” (275-277).

Panel 2

“La representación de pies humanos predomina en este grupo (Figura 10.10). En contraste con el panel 1, sin embargo, no se advierte una secuencia de pisadas. En la parte superior del panel se observa un auquénido estilizado. De forma similar al panel 1, las representaciones de auqucnidos no tienen una orientación definida.” (278).

Panel 3

“La representación más sobresaliente de este panel es la cara de un camélido (Figura 10.11). Esta figura fué descrita por Portugal Zamora y Portugal Ortíz (1975b) como una testa de talla tiwanakota. Esta cara está representada de perfil y denota un apéndice en forma de flecha en el sector ocular. Los caninos se destacan en la dentadura y, al parecer, este auquénido lleva una especie de ornamento sobre la cabeza. A unos 1.2 metros al noroeste de esta figura se encuentra otra representación con características similares, aunque ésta se encuentra en un estado bastante deteriorado. El apéndice del sector ocular aún puede ser distinguido, pero no así la cabeza o el hocico. En la parte inferior del panel, varios círculos forman una especie de óvalo. Unido a este óvalo aparece un rectángulo. Otro de estos rectángulos aparece unido a las extremidades posteriores de un auquénido. Al igual que en los otros dos paneles, los camélidos no tienen una orientación definida.” (279-280).

Panel 4

“En este panel se destaca una figura antropomorfa montada sobre un auquénido (Figura 10.12). Esta representación es peculiar ya que la llama, en general, no puede cargar más de unos 30 kilogramos. Sin embargo, es factible que un infante pueda montar un camélido. Otra representación interesante en este panel es la figura de una mano. A unos , 15 centímetros aparece la figura de un auquénido visto desde arriba y que va acompañada de una media luna. Un camélido visto de perfil y dos representaciones de pies humanos completan este panel.” (280).

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Panel 5

“Aquí se observa la figura de una cara de felino vista de perfil (Figura 10.13). Esta testa fué identificada por los Portugal y atribuida a la cultura Tiwanaku. A unos 30 centímetros hacia el norte se observa una caravana de camélidos. En este grupo, todos los animales marchan hacia el suroeste. Dos figuras en forma de media luna y un pequeño cuadrángulo completan este panel.” (280-281).

Panel 6

“En la parte superior se observan cuatro camélidos, todos mirando hacia el noroeste (Figura 10.14). En la parte inferior aparecen tres representaciones que no están bién definidas.” (281).

Panel 7

“Lo más notable en este panel es la presencia de dos figuras en forma de cruz, ambas con sus respectivas bases (Figura 10.15). La cruz en la parte superior del panel lleva un la cúspide una especie de cabezal, elemento que la otra cruz no tiene. Once camélidos, de distinto tamaño y con distinta orientación, completan el grupo de figuras de este panel.

Panel 8

Aquí, las figuras más destacables son las de dos ofidios y las de camélidos con cuerpo en forma de rectángulo (Figura 10.16). En la parte inferior izquierda se observa una cruz parecida a una de las descritas en el panel 7, con el cabezal en la cúspide. En el sector central del panel se encuentran dos auquénidos unidos en el cuello mediante una especie de soga. Otra figura zoomorfa lleva una carga sobre el lomo. La representación de un pié humano completa este panel.” (282).

Panel 9

“En este panel se destaca un óvalo entrecortado en segmentos (Figura 10.17). Cuatro auquénidos de distinto tamaño y con diferente orientación ocupan la parte inferior del panel. Encima de estos se encuentra una especie de doble cruz, y aún más arriba aparece un cuadrángulo con un punto en el centro, similar al del panel 5.” (283).

Panel 10

Lo más destacable en este panel es la figura de una especie de batracio, descrita por los Portugal en 1975 (Figura 10.18). Esta representación lleva cuatro apéndices, los cuales terminan en cuatro dígitos (los Portugal identifican tres en cada apéndice). En uno de los apéndices, la figura lleva una media luna.

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El cuerpo de este batracio parece estar dividido en segmentos. A1 lado este de la figura se encuentra una representación de un ave. Cuatro auquénidos, seis pies humanos, dos aves, y tres media lunas completan este panel.” (284).

Panel 11

“En este panel se distinguen trece figuras de camélidos, cuatro de los cuales están enparejados y unidos por el cuello (Figura l0.19). Uno de los camélidos lleva sobre el lomo una figura antropomorfa, mientras que otro transporta una especie de carga. Debajo de la pareja ubicada en el lado derecho del panel se observa una cría, la cual lacta de uno de los camélidos. Por otro lado, se advierte la presencia de dos grupos de pies humanos, uno representado por cuatro figuras en la parte superior del panel y otro compuesto por dos figuras en la parte inferior. También se observa la figura de una mano en la parte izquierda del panel. Cuatro semicírculos, cuatro media-lunas y dos figuras estilizadas completan los petroglifos de este grupo.” (285).

Panel 12

La presencia de un camélido con cuello largo y cuerpo en forma de cuadrángulo es lo más sobresaliente de este panel (Figura 10.20). Al lado este de las figura se encuentran dos representaciones de pies humanos. En la parte superior del panel se observan un auquénido y la figura de un animal estilizado. En la parte central se observan dos figuras geométricas; debajo de las mismas están representados dos auquénidos y una figura en óvalo.” (286).

LOS PETROGLIFOS DE LV-23 (PUKARA)

“Los petroglifos se encuentran ubicados en un afloramiento de arenisca café-rojiza en el sector oeste de] sitio. Las figuras fueron grabadas mediante picoteo (Figura 10.21). Se observa una especie de venado y otra, probablemente de un zorro. A1 norte de la figura de venado se advierte una representación antropomorfa y hacia el sur se encuentra una especie de hacha. En la parte superior del panel se encuentra una figura zoomorfa, mientras que la parte inferior del panel contiene el grabado de una especie de óculo.” (287-288).

ASOCIACIÓN E INTERPRETACIÓN DE LOS PETROGLIFOS

“En apoyo a los distintos patrones de asentamiento identificados en el valle bajo (Albarracin-Jordan 1991a; Albarracin-Jordan y Mathews 1990), se advierte una relación más estrecha con sitios Pacajes Temprano y Pacajes-Inka (Figura 10.5). Esta disposición sugiere un vínculo más cercano con el área de los petroglifos aunque es importante recalcar que la asociación cultural mediante la proximidad de asentamiento no es evidencia definitiva. Se requieren otras pruebas para justificar el argumento de una relación cultural con los periodos enunciados. Quizás la prueba más contundente, no obstante, se encuentra en la

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forma de las representaciones de auquénidos en la cerámica de estos periodos. Las representaciones de camélidos en la cerámica se asemeja al estilo en el cual las figuras de Jaqi Kayu fueron hechas. Es de suponer que el medio en el cual se diseñó el conjunto de representaciones no ha de ser el mismo, y por lo tanto ciertas figuras están ausentes en el medio cerámico, y vice-versa.

Por otro lado, sobre el manto de arenisca de Jaqi Kayu se observan varios sectores con posibles grabados que hoy en día no pueden ser claramente discernidos. Estos mismos denotan una patina distinta a la que la mayor' á de los grabados presentan. Esta situación sugiere la posibilidad de una diferencia cr oló ' a en el grabado de figuras. En el presente trabajo, la mayoría de las figuras que se ha documentado demuestra una misma técnica de grabado (picoteo) y similar condición de preservación, circunstancias que sugieren la contemporaneidad de las figuras en cuestión.” (288).

Los investigadores Max Portugal Zamora y Maks Portugal Ortiz asociaron los grabados de Jaqi Kayu con el arte Tiwanaku y le adjudicaron una probable función ceremonial al sitio (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b, Portugal Zamora 1980b). La asociación de todo el conjunto de petroglifos con la expresión artística de Tiwanaku es dudosa, no existiendo elementos comparativos entre ésta y las representaciones en Jaqi Kayu. Sin embargo, no se puede descartar que los posibles grabados que hoy en día se encuentran casi totalmente erosionados tengan filiación con la cultura Tiwanaku. Llama la atención la presencia de tres orificios semicirculares que los investigadores Portugal asocian con una función ritual. Con base en comparaciones de bloques líticos en algunos asentamientos Tiwanaku del valle bajo, estos orificios parecen, más bien, haber servido de nódulos en un vector de corte. Esta técnica de canteo es visible inclusive en bloques de arenisca más pequeños que se encuentran a escasos metros al norte del sitio.” (288-289).

“En resumen, Jaqi Kayu sirvió dos funciones. La primera está vinculada a la extracción de bloques líticos, la cual está evidenciada por las marcas dejadas cuando se efectuaron los cortes. La magnitud de los nódulos en el vector de corte, el tamaño del bloque que se habría obtenido, y la presencia de grandes bloques del mismo material en sitios vinculados a la cultura Tiwanaku, sugieren que Jaqi Kayu sirvió de cantera durante la era Tiwanaku.

La segunda función de Jaqi Kayu fué la de medio de expresión simbólica, siendo importante subrayar, en este sentido, que el arte no se reduce a una verbigracia estética sino que también manifiesta aspectos concretos de la sociedad en sus relaciones internas, con otros grupos humanos, y con la naturaleza. La comprensión del significado de las representaciones simbólicas prehistóricas ha sido, y continúa siendo, tema de largo debate en la arqueología, antropología y ramas anexas (Conkey 1983; Halverson 1987; Jochim 1983; Lewis-Williams 1982; Lewis-Williams y Dowson 1988; Leroy-Gourhan 1968)., .

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Dentro del contexto andino, varios trabajos sugieren que el simbolismo aymara se encuentra enraizado en su contenido histórico social y la naturaleza (Bouysse-Cassagne 1987, 1988; Montes Ruiz 1986). Es en este sentido que los petroglifos de Jaqi Kayu son la expresión del significado del pastoralismo en la sociedad pacajes. Este aspecto no solamente se encuentra vinculado al énfasis que se le otorga a la figura del camélido, sino también por las representaciones de pies humanos que acompañan la marcha de los : auquénidos. Como se indicó anteriormente, la llama tuvo un rol múltiple en la cultura andina; las figuras de camélidos, en las distintas disposiciones que fueron grabadas, muestran rebaños con individuos de distinto tamaño; estos elementos indican que las personas que grabaron las figuras quisieron mostrar todo el contenido del grupo de una manera realista. Sin embargo, la realidad también está representada por abstracciones propias de una cultura, y es en este sentido que la interpretación de algunos de los elementos geométricos independientes y los relacionados con figuras antropomorfas y zoomorfas se torna mucho más complicada. Las representaciones de extensiones a manera de cruz, por ejemplo, o las figuras de cuadriláteros unidas a representaciones de auquénidos, son elementos que podrían ser interpretados de muchas maneras. La falta de estudios sistemáticos en la interpretación de estos elementos hace muy prematura una evaluación de los mismos.

La presencia de figuras de ofidios y de un batracio puede estar relacionada al símbolo de agua (Bouysse-Cassagne 1988). En relación a este punto, es importante anotar que el - área donde se encuentran los petroglifos tiene abastecimiento de agua el año entero, debido a que vertientes naturales bajan desde centros de colección ubicados en la cima del Cerro Chilla. Esta característica de la región indudablemente le dió una importancia mayor a este sector ya que probablemente servía como fuente de colección y abastecimiento del liquido elemento.” (289).

“Uno de los grabados que más llama la atención es la figura de una testa de camélido (Figura 10.11). Esta figura fue asociada por los investigadores Portugal con la cultura Tiwanaku (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b). Es indudable que la ornamentación que muestra la figura podría tener relación con el apéndice ocular que denotan algunas de las figuras de Tiwanaku. Sin embargo, este elemento podía haber sido utilizado durante la época Pacajes sin perder continuidad con la tradición anterior. Lo poco que se conoce acerca de las prácticas rituales posteriores a la desintegración de Tiwanaku impiden efectuar una evaluación cabal y justa.” (289-290).

“La asociación de los petroglifos del Cerro Pukara es directa con la cultura pacajes, debido a que el asentamiento tiene un solo componente cultural, como lo demuestra la cerámica de superficie y de excavación. En contraste con los petroglifos de Jaqi Kayu, el afloramiento de arenisca donde fueron grabadas las figuras mide solamente unos 1.5 por 2.3 metros, y tiene una textura mucho más rústica. La presencia de un cérvido y un zorro indican que la caza de estos

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animales en la región fue probablemente importante. La figura antropomorfa, aunque a manera de cruz, y los otros elementos que componen el panel, exhiben relación con Jaqi.Kayu en la técnica de grabado.

Sistema de Asentamiento

La distribución de sitios con cerámica Pacajes-Temprano demuestra que los sitios secundarios de la hegemonía Tiwanaku dejaron de ser núcleos principales. La ocupación Pacajes de estos sitios se restringe a pequeños sectores, los cuales no exceden una hectárea en extensión. El proceso de "astil lamiento" al que se hizo referencia en el anterior capítulo alcanza su máxima expresión en el patrón de asentamiento Pacajes Temprano. Ya no se observa una distribución regular de los sitios mayores, los cuales no superan las tres hectáreas, a excepción de LV-108. Este último fue probablemente el único centro mayor en el valle bajo, siendo probable que al fragmentarse la hegemonía Tiwanaku las disputas entre jerarquías locales se convirtieron en enfrentamientos crónicos. Si bien los nódulos territoriales parecen mantenerse a través del tiempo, la articulación entre los mismos pierde las dimensiones del sistema Tiwanaku anterior.

El carácter defensivo de LV-23 contrasta con la naturaleza de los sitios Tiwanaku, aunque la reducida cantidad de sitios defensivos Pacajes es indicadora de situaciones episódicas más que endémicas. La gran cantidad de sitios pequeños, por otro lado, sugiere una reorientación en las relaciones de los segmenros sociales básicos que durante Tiwanaku se organizaban en nucleamientos más formales.” (290).

Continuidad y Cambio

La desintegración de la hegemonía Tiwanaku, alrededor del 1100 D.C, dejó plasmada la imágen segmentaria de su estructrura original en las distintas confederaciones que quedaron como herederas. Dentro de este proceso de fragmentación que también caracteriza a la dinámica segmentaria andina (Izko 1992) se han resaltado las formaciones de centros regionales poderosos que a través del tiempo, y beneficiados por el éxito y el raudal del desarrollo de la hegemonía, adquieren una autonomía cada vez mayor respecto al eje nuclear y de base. Estas evoluciones locales no hacen otra cosa sino acrecentar el sectarismo y propiciar el desarrollo de esquemas ideológicos dirigidos a resolver las necesidades propias y particulares de determinada región. En tal sentido, la reproducción del sistema local adquiere cada vez mayor significado, desplazando a un segundo plano los propósitos globales, cada vez más ajenos, del sistema multiregional. Es indudable, no obstante, que estas trayectorias evolutivas adquieren sus legítimas peculiaridades conforme a las circunstancias que presenta cada región. Es así, por ejemplo, que determinados elementos Tiwanaku continúan en vigencia en ciertas regiones, mientras que en otras los

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mismos elementos se fusionan con rasgos locales o ~desaparecen por completo del repertorio cultural.” (290-291).

“De acuerdo con los modelos de organización del ayllu "mayor" y de las confederaciones aymaras se explica que la fragmentación de un orden superior (el Estado segmentario de Tiwanaku) debió ser el resultado de la dialéctica interna que engendra el copio económico. La ideología busca reproducir activamente, mediante obras y actos públicos, el carácter benévolo y fructífero del sistema. Este frágil balance entre el éxito (reproducción) y el fracaso (fragmentación) se encuentra condicionado a la capacidad de toda proyección que ejerce la cúpula política. En la colectividad aymara, esta élite ocupa ese privilegio debido al consorcio que mantiene con el personal especializado en el conocimiento de los ciclos naturales y encargado del presagio y la divinación. Cuando Iako (1992:102) señala que "los jilaqatas ya no saben rezar", haciendo alusión a lo expresado por un campesino del ayllu "mayor"Watari (Salinas), se sintetiza el deterioro en la principal cadena ritual que garantizaba la reproducción de la sociedad mayor en su conjunto. A1 romperse el "ritmo de la costumbre no podía ya adentrarse en el antiguo `sendero de la memoria' (amtañ t'aki)" (Izko 1992:102). Este proceso de ruptura de la cadena ritual, la misma que aseguraba la reproducción simbólica de la coalición de ayllus, culminó en el escepticismo, el desencanto y la desconfianza en la capacidad de los jilaqatas y sus yatiris para otorgar garantías de los beneficios que con anterioridad eran percibidos por los segmentos menores. Si bien el ejemplo de Salinas de Garci Mendoza es específico para su tiempo y su realidad histórica, algunos elementos del mismo barajan una serie de posibilidades que enmarcan a la interpretación de la fragmentación de la hegemonía Tiwanaku y sus resultados. Pero antes de propinar alternativas de explicación del fenómeno de fisión, es importante hacer una evaluación del registro arqueológico y de las hipótesis que al presente han sido utilizadas para explicar el "colapso" de Tiwanaku.” (291).

CAMPOS AGRÍCOLAS

“La continuidad en la ocupación de los sitios Tiwanaku previos y la relación con campos agrícolas insinúan la persistencia en el uso de terrazas, camellones y qochas. En cl caso de los camellones, la asociáción sería debil de encontrarse únicamente sitios Tiwanaku con un posterior componente Pacajes Temprano. Sin embargo, existen varios montículos, como ser LV-41, LV-46, LV-47, LV-49, LV-192 y LV-197, dentro de vastas extensiones de camellones, que exhiben únicamente un componente Pacajes Temprano. En la Zona de Terrazas (TZ), existen pruebas contundentes que las terrazas lineares y las de contorno, ubicadas en los sectores más elevados de las montañas, fueron construidas por los Pacajes. La expansión agrícola hacia territorios más elevados, en otras zonas de los Andes, ha sido relacionada con cambios climáticos que aparentemente tuvieron lugar alrededor del 1100 D.C. (Cardich 1985), aunque esta expansión podría haber estado asociada a los procesos de segmentación social y el consiguiente esparcimiento de las unidades elementales.” (291-291).

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“Respecto a las qochas, varios sitios Pacajes Temprano se agrupan alrededor de las mismas, aspecto que sugiere una continuidad con Tiwanaku en el uso de las mismas.

El conocimiento de las tecnologías agrícolas, en particular el cultivo en camellones, no se perdió con la desintegración de Tiwanaku, lo cual demuestra que éste no estaba sujeto a un aparato planificador centralizado, compuesto por "ingenieros hydráulicos", como se ha sugerido (Kolata 1986,1991,1993), sino que se encontraba en el bagage de conocimientos de las bases productivas de la sociedad.

TRADICIONES FUNERARIAS

La era post-Tiwanaku ha sido caracterizada, en general, como un periodo de construcción de torres funerarias o ch'ullpas, las mismas que se encuentran distribuidas en varios sectores del altiplano y otras regiones de los Andes (Bcngtsson 1991; Bennett 1936; Hyslop 1977; Squier 1877; Tschopik 1946). Recientemente, los estudios acerca de estas construcciones funerarias han proyectado argumentos que van más allá de la simple descripción de forma y función, proponiéndose nuevas hipótesis acerca de su creación simbólica y recreación de esquemas organizativos sociales basados en el culto de los antepasados (Bengtsson 1991; Hyslop 1977; Isbell 1993). De esta manera, se ha intentado buscar paralelos en el origen de las Ch’ullpas y de los ayllus. Debido principalmente a las generalizaciones que se han extendido respecto al uso de estas estructuras, se ha argumentado que las construcciones funerarias en la superficie son un fenómeno relativamente reciente en la sociedad prehispánica. De este argumento se ha deducido que el ayllu y los principios de organización que lo caracterizan deben ser también un fenómeno reciente. El problema surge no solamente de la base material que ha servido para fundamentar el origen de las Mul1pas sino de la ingenua simplificación que se pretende proyectar del ayllu.

De las complejas dimensiones políticas, económicas e ideológicas que presenta el ayllu etnohistórico y etnográfico (Albó 1976, 1987a, 1987b; Barragán 1982; Bastien 1978; Bouysse-Cassagne 1987; Choque 1990,1993; Harris 1987; Izko 1992; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992), éste no puede ser concebido, menos comprendido, desde la simple asociación con el culto al ancestro. En tal sentido, inclusive la misma denominación de "ayllu", utilizada genéricamente, pierde todo su significado. Buscar el origen del ayllu en la difusión de un tipo de tradición funeraria (ch'ullpa) es ignorar el espectro histórico más amplio de sus principios de organización y de su estructura económica, política e ideológica. La elucidación del surgimiento de las Ch’ullpas debe enmarcarse, precisamente, dentro del contexto de las jerarquías inclusivas andinas y no al revés, como ente generador de los principios de organización que trascienden los cambios estructurales a través del tiempo. Aunque

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vinculados a la creación y reproducción de las creencias en los ancestros, los patrones funerarios no constituyen base suficiente para entender la verdadera dimensión del ayllu, sus principios de organización y su trayectoria histórica.” (292).

“El argumento del supuesto origen común de los ayllus y las Ch’ullpas se encuentra claramente plasmado en las siguentes aseveraciones: "El ayllu fue un sistemaorganizativo inventado y promovido durante el periodo Intermedio Tardío en el norte del Perú, cuando gobiernos estatales surgían en territorios vecinos." … "El ayllu fue creado por miembros mayores del linaje para promover intereses personales y para resistir la organización estatal basada en una estructura clasista" (Isbe111993:9; énfasis añadido). En términos teóricos, considero que nuestro esfuerzo por entender procesos y trayectorias evolutivas de la sociedad humana, en general, no puede agotarse en el paradigma de la arqueología de finales del siglo pasado y de comienzos del presente, cuando se enfatizaba la invención primaria y única de determinado rasgo cultural en un centro y la diseminación a través de migración o de difusión. Aunque la sociedad humana posee el poder de cambio, mediante el empleo de ideologías y tecnologías, su influencia no actúa como un timón racional de todo el complejo de factores que guía su desarrollo histórico. Es el contexto de las propiedades que emergen en determinada situación el que condiciona un compromiso histórico entre la voluntad humana y las necesidades que debe atender en la constelación de presiones que le presenta su medio social y natural.

Una fuente importante en la elucidación de los principios organizativos de la sociedad aymara es indudablemente el registro etnohistórico, principalmente los documentos administrativos del siglo XVI. Bouysse-Cassagne (1986, 1987) señala que la confederación Pacajes se encontraba seccionada en múltiples grupos étnicos, divididos, al mismo tiempo, en dos mitades: Urqusuyu y Umasuyu. Estas características constituyen imágenes de la organización dual aymara que tipifica todos los niveles sociales y que surge de la percepción del espacio. Dentro de los límites del sector Umasuyu se encontraba el Valle de Tiwanaku. En este territorio no se construyeron torres funerarias (ch'ullpas), mientras que en el sector Urqu, las torres funerarias, cerca del Río Desaguadero y las que se ubican en el área de Viscachani, más al este, han sido ampliamente descritas (Arcllano y Kul jis 1986; Portugal Ortíz 1988; Rivera Casanovas 1990; Ryden 1947).

En contraste con el patrón de entierro del sector Urqu, las tumbas Uma-Pacajes en el Valle Bajo constituyen pequeños pozos, cuya abertura circular en la superficie se encuentra demarcada por losas, bastante semejantes a una de las variantes que presentan las cistas Tiwanaku. En las excavaciones realizadas en LV-23, se encontraron tres tumbas en cista, la primera de las cuales contenía los restos de dos individuos; un adulto (40+ años) de sexo masculino y un individuo jóven (alrededor de 18 años). La segunda estructura funeraria contenía los restos de un adulto (40+ años), mientras que en el otro entierro yacía la

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osamenta de un jóven adulto, de sexo masculino. Todos estos entierros fueron hechos en cistas de escasa profundidad y con algunas losas que demarcaban la forma circular de la tumba (Figura 10.7).

Por otra parte, si bien las torres funerarias se generalizaron en determinados sectores de las confederaciones aymaras, los entierros semisubterráneos y de fácil acceso al cuerpo del difunto ya eran empleados por grupos Tiwanaku, como lo demuestra las tumbas encontradas en las excavaciones realizadas en Guaqui (Albarracin-Jordan 1992). Tumbas Tiwanaku en cámaras circulares (pequeñas torres), divididas en dos partes, una sobre la superficie y otra subterránea, han sido descritas por Bermann (1994), para el área de Lukurmata. Asimismo, Goldstein (1989) identificó tumbas Tiwanaku de superficie ("collar tombs"), en la región de Moquegua.” (293).

EL REGISTRO ETNOHISTORICO

“Como se mencionó anteriormente, en la Relación de la Provincia de los Pacajes (Mercado de Peñaloza 1965 [1583]} se indica que algunos de sus pobladores decían venir del sur, mientras que otros decían tener su origen en el Lago Titicaca. La hipótesis de la invasión aymara ha obviado la aseveración aborigen. Torero (1987:340), por ejemplo, señala que,

Por otro lado, la ubicación de los lupacas en sólo el sector occidental del lago y el carácter de noticia fresca que tienen las versiones transmitidas por Cieza de León acerca del avance de la gente de Cari desde las alturas de la Cordillera Occidental conducen a sospechar que la invasión lupaca-y tal vez también la de los paeases-se produjo no mucho tiempo antes de la irrupción cusqueña en el Altiplano. (énfasis añadido).

Los datos arqueológicos nos muestran un panorama distinto. En primer lugar, no se evidencian elementos de una invasión repentina, como lo demuestran el patrón de asentamiento, la continuidad en el uso de campos agrícolas, las tradiciones mortuorias y la manufactura de cerámica. En segundo lugar, de haberse dado una invasión pacajes "no mucho tiempo antes de la irrupción cusqueña en el Altiplano", se tendría un vacío temporal y espacial en la explicación de la desintegración de Tiwanaku, contradiciendo, precisamente, lo que la hipótesis de la invasión aymara intenta explicar. De la lectura de los documentos etnohistóricos se colige que la integración de diversos grupos étnicos fue una característica intrínseca de la sociedad de los Andes surcentrales. En tal sentido, la información etnohistórica acerca de la convergencia de diferentes ayllus en núcleos poblacionales, denominados

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marka.s, da cuenta de una fundamental estrategia social que trasciende las supuestas innovaciones que habrían impuesto las reformas tolcdanas o, inclusive, el supuesto esfuerzo que habrían puesto los inkas en reunir a los pobladores que se encontraban dispersos en la región. Fuentes etnohistóricas indican que los pacajes tenían su capital en Caquiaviri (Mercado de Peñaloza 1965 [1583]}, mientras que los lupaqas y los kollas tenían sus centros en Chucuito y Hatunqolla, respectivamente (Diez de San Miguel 1964 [1567]; Cieza de León 1941 [15531). Pese a que investigaciones arqueológicas en los antiguos territorios de los lupaqas y de los kollas muestran que estos centros posiblemente fueron promovidos e instaurados por los inkas, ello no demuestra que las confederaciones aymaras carecían de centros de amplio poder económico y político antes de la llegada de los inkas.

Los diferentes argumentos presentados en este análisis pueden ser resumidos de la siguiente manera:” (294).

“1. La desintegración de Tiwanaku ha sido comunmente explicada como resultado de una invasión aymara (algunos investigadores sostienen que ésta se produjo desde el norte [Torero 1970, 1987], mientras que otros sostienen que vino desde el sur [Bouysse-Cassagne 1988; Espinoza Soriano 1980; Gisbcrt, et al. 1987]), la cual supuestamente aconteció alrededor del 1200 D.C. Torero (1987), no obstante, sostiene que esta invasión habría tenido lugar poco antes de la llegada de los inkas al Kollasuyu. Esta hipótesis se basa en reconstrucciones lingüísticas e interpretaciones del registro etnohistórico.” (294-295).

2. La hipótesis de la degradación climática, propuesta por Kolata (1986,1991, 1993) sostiene que fueron las grandes sequías, producidas alrededor de 1000 D.C., las que determinaron el colapso del sistema agrícola en camellones, dando lugar a la debacle de Tiwanaku.

3. Investigaciones en el Valle Bajo de Tiwanaku dan cuenta de la presencia de varios elementos del registro arqueológico que contrastan con las hipótesis señaladas. Son, principalmente, elementos de continuidad los que caracterizan al nexo que existió entre Tiwanaku y Uma-Pacajes. Debido al contraste que aparentemente se dio entre los pacajes del sector noreste y los del suroeste (Bouysse-Cassagne 1987), en este trabajo se ha asociado la continuidad mencionada con el sector noreste (Urna) de la confederación Pacajes; el Valle de Tiwanaku se encuentra en dicho sector.

4. Pese a que fuentes etnohistóricas son utilizadas para afirmar que la destrucción de la "nación" Puquina, asociada con Tiwanaku, se debió a una invasión por parte de grupos aymaras, los partidarios de esta hipótesis pasan por alto las aseveraciones de varios Pacajes que decían tener su origen en la región.

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5. La construcción de ch'ullpa.s ha sido utilizada como evidencia de un transplante cultural, habiéndose inclusive propuesto que los principios de organización del ayllu surgen del culto al ancestro, asociado con las ch'ullpas. En el Valle Bajo de Tiwanaku, no se construyeron estas estructuras, siendo que las tumbas Pacajes son versiones simplificadas de un tipo de tumbas en cista de Tiwanaku. Por otro lado, el argumento de que las ch'ullpas habrían sido novísimas estructuras en territorio Tiwanaku no se ajusta a la evidencia arqueológica; las construcciones funerarias de Guaqui, Lukurmata y Moquegua representan claros antecedentes de estructuras mortuorias de superficie, con fácil acceso al cuerpo del difunto.

6. La continuidad en el proceso de "astillamiento" que se advierte en el patrón de asentamiento Tiwanaku de comienzos del segundo milenio y la configuración que presentan los sitios Pacajes Temprano (1100-1470) constituye otro elemento del nexo entre Tiwanaku y Uma-Pacajes; no existe una ruptura del patrón de asentamiento. Lo que sí acontece es la colonización de sectores elevados de montañas y la construcción de terrazas agrícolas en estos sectores, proce.-o que va se iniciaba hacia comienzos del siglo XI. Desde la óptica del área nuclear de Tiwanaku, se advierte un panorama complejo de integración sincrónica de varios segmentos Tiwanaku, probablemente muchos de ellos distintos unos de otros, pero partícipes de un solo paradigma. Es esta diversidad la que caracteriza el surgimiento de poderes locales y de nuevas ideologías que eventualmente fisionan la corriente integradora; bien pueden ser estos sectarismos resultado de reorientaciones económicas o de intereses políticos, pero las bases de la fragmentación se encuentran precisamente en, la naturaleza de su composición segmentaria. Debido al carácter segmentario de Tiwanaku y la desarticulación de .su sistema, el cual integraba a diversas jerarquías locales, el paisaje social se seccionó en distintos grupos étnicos.” (295).

“La dinámica que rige la pulsación entre la formación de cuerpos sociopolíticos de mayor poder y grupos de menor influencia es selectiva, conforme a las propiedades emergentes que surgen de la constante competencia entre grupos e ideas; el oportunismo reaparece entre los intereses reproductivos de la ideología, lo cual hace que en la sociedad se generen constantemente nuevas estrategias para adquirir la convicción de los individuos.” (296).

“7. El uso de campos agrícolas muestra continuidad entre Tiwanaku y Uma-Pacajes, aspecto que contradice la supuesta equación que se ha propuesto entre la trayectoria de Tiwanaku y el cultivo en camellones. Por un lado, Tiwanaku no dependía exclusivamente de la producción en camellones, habiéndose empleado otras tecnologías, como ser el cultivo en terrazas, o andenes, y en cotas. Par otro lado, como lo demuestra la continuidad en el empleo de diversos campos de cultivo, el conocimiento de estas tecnologías no era el monopolio gnoseológico de unos cuantos "agroi ngenieros", agrupados en

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la capital, sino que era componente intrínseco del conocimiento de las bases productivas de cada segmento social.

A la luz de las múltiples evidencias de continuidad que existe entre Tiwanaku y UmaPacajes, la hipótesis de la invasión aymara y la noción de que una "nación" puquina era la exclusiva portadora de la cultura Tiwanaku no se ajustan al testimonio arqueológico que presenta el valle bajo. Todo apunta hacia una articulación, por parte de la hegemonía Tiwanaku, de múltiples grupos étnicos, los cuales poseían un orden jerárquico propio. Eran las cúpulas políticas de estos grupos las que se articulaban y generaban un orden sociopolítico de mayores proporciones y de influencia. Fue la cultura material que se asociaba con este orden mayor la que se difundió, imitó, reinterpretó y, eventulamente, eliminó.

Es indiscutible que una serie de reajustes surgieron a consecuencia de la fragmentación de Tiwanaku, especialmente en la pugna por territorios y recursos. El complejo mosaico étnico que es descrito en los documentos tempranos de la Colonia, sin embargo, no puede ser interpretado como génesis espontánea de los siglos postTiwanaku o como plena consecuencia de la posterior mit'a inka. La "estratigrafía" idiomática que se ha propuesto para argumentar a favor de una secuencia de "naciones" prehispánicas no hace sino obviar la diversidad que caracterizó al mundo andino antes de los inkas, recreando una visión similar al Kulturkreis que se propusiera un siglo atrás y que la ciencia arqueológica abandonó hace ya mucho tiempo.

Debido a que los múltiples datos arqueológicos evidencian la continuidad entre Tiwanaku y Uma-Pacajes, resulta difícil sostener la hipótesis de una supuesta invasión , aymara y la noción de que gente puquina era representante exclusiva de la cultura ~ Tiwanaku. Es indudable que la hegemonía Tiwanaku articulaba múltiples grupos étnicos, ` entre ellos a los ancestros de los aymaras, urus y puquinas, organizados en distintos niveles jerárquicos, tanto a nivel local como regional. Los reajustes políticos, económicos e ideológicos que continuaron al fisionarse el Estado segmentario de Tiwanaku amplificaron las pugnas territoriales, tal como lo indica la edificación de fortificaciones. No obstante, la "invasión" como agente de la debacle de Tiwanaku carece de pruebas en la región nuclear.” (296).

Capítulo 11

Los Incas en el Va l le Ba jo de T iwanaku

“Importantes cambios fueron introducidos en el Valle Bajo de Tiwanaku al ser incorporado este sector al régimen inka. Fueron de gran significado las postas administrativas que intentaron, fundamentalmente, un control político de la Cuenca del Titicaca (Pease 1982:196), aunque los intereses económicos fueron,

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quizás, el motivo principal de esta estrategia (Murra 1982). La resistencia a la intrusión inka fue la característica intrínseca de las relaciones con las confederaciones aymaras del Kollasuyu, pese a que la desanimosidad reinante entre las mismas fue hábilmente utilizada por el Inka para facilitar la integración de las mismas al sistema cusqueño. A1 establecerse una alianza con los lu- paqas, los inkas pudieron anexar el territorio de los kollas al imperio (Diez de San Miguel [15b7] 1964). El entendimiento con los lupaqas instituyó una relación recíproca, pero jerárquica, entre el Inka y el mallku Cari; este último quedó convertido en el yanapaque (literalmente el "ayudante") del Inka (Bouysse-Cassagne 1987:303).

Fue alrededor de 1470, según la información de Sarmiento de Gamboa ([157211907), cuando el Inka Tupac Yupanki sometió a los grupos aymaras; el Valle de Tiwanaku fue, probablemente, incorporado al imperio alrededor de esta fecha. La influencia inka se identifica, principalmente, en el legado material, como ser la cerámica, aunque fusionada en gran parte con el estilo local. La influencia inka también está plasmada en el patrón de asentamiento. Como se indicó anteriormente, los Urna-Pacajes habrían establecido algunos centros de importancia en el valle bajo, como lo habrían hecho también en el valle central (Mathews 1992). La ascendencia inka, al parecer, buscó amplificar la autoridad de los líderes locales para garantizar la extracción de bienes y servicios a cambio de la suntuosidad e imágen que representaba el nexo con la élite inka.

En este capítulo se efectúa una descripción de los materiales cerámicos que caracterizan al periodo, entre 1470 y 1540, materiales dignóstico éstos, que sirven de base en la identificación de sitios en la región. Seguidamente, se discute la naturaleza del patrón de asentamiento en relación con el patrón de sitios con componentes Pacajes Temprano. De esta comparación se evalúa el carácter que tuvo la influencia inka en el valle.” (297).

Cerámica

Dos unidades cerámicas caracterizan al periodo entre 1470 y 1540. Por un lado, se encuentra el estilo cusqueño, de probable importación, y por otro una manifestación local que copia algunos de los elementos inkas y los fusiona con elementos locales.” (297).

“En general, el aspecto más significativo se relaciona a la introducción de nuevas formas cerámicas, tales como el aríbalo, un plato con decoración plástica zoomorfa (generalmente la cabeza de un pato) en el borde y cuencos de menor concavidad a los que se manufacturaban en siglos anteriores. La unidad cusqueña muestra características casi idénticas a las descritas por John Rowe (1946), aunque, al presente, es prematuro afirmar que ésta haya sido directamente traida de la capital inka.

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La unidad local se caracteriza por una pasta densa y un engobe de color rojizo (lOYR 416,4/8), el cual lleva un pulido extenso. Los cuencos y platos exhiben este pulido tanto en el interior como en la parte externa del cuerpo. Arena fina y algo de mica caracterizan al desgrasante. La variante local copia las formas importadas, siendo el aríbalo y el cuenco los especímenes más comunes. El decorado incluye figuras de pequeños triángulos en cadena, espirales, pájaros y, la más común y típica figura, pequeñas llamas estilizadas (Figuras 11.1-11.4).

Patrón de Asentamiento

La diferencia más significativa respecto al patrón previo (Pacajes Temprano) es la reducción en el número de sitios, resultado probable de la estrategia inka de concentrar al poblado en núcleos (Tablas 11.1 y 11.2).” (298).

“El resultado de este plan fue la instauración de algunos centros mayores, pese a que se advierW n 'diferencias importantes entre la parte norte y la mitad sur del valle (Figura - 11.5). En el sector aparecen tres centros mayores (LV-25, LV-75 y LV-118), mientras que en el sector norte solamente un sitio mayor (LV-164) fue establecido. Estas diferencias pueden estar relacionadas con la distribución de recursos, principalmente ligadas a la producción agrícola.” (298-299).

LV-25 (Guaqui Pacajes-Inka)

“El sitio se ubica dentro de los límites del actual pueblo de Guaqui, siendo este sector distinto al del sitio Tiwanaku. LV-25 es el sitio Pacajes-Inka de mayor extensión en el valle bajo, con un área aproximada de seis hectáreas. Aparentemente cl asentamiento fue fundado por Tupac Yupanki, como señala Mercado de Peñaloza ([1583] 1965). En este documento, el visitador también indica que el Inka habría obligado a los seis viilorios pacajes que se encontraban en la zona a congregarse en un solo pueblo. El cálculo poblacional, derivado de las descripciones de Mercado de Peñaloza, alcanza unas 5000 personas. Por otro lado, en la Relación se anota que la mitad del pueblo de Guaqui estaba constituida por gente uru, quienes vivían en casas flotantes, hechas de totora, cerca de la orilla del Lago Titicaca. Un aspecto significativo al que hace referencia la Relación es que la otra mitad del pueblo se especializaba en la producción cerámica ("pueblo de olleros") y que estaba conformada por gente que tenía tradiciones distintas a las de los pacajes del sur. Mercado de Peñaloza ([1583] 1965:56} señala que esta gente compartía muchas características con pobladores de la Provincia Umasuyu (Omasuyo), ubicada hacia el este. "Y las costumbres que tenían antiguamente eran como las que solían tener los indios de la provincia Omasuyos." La Visita de Diego García Paredes (citada en Parssinen 1992:359) confirma la conformación bi-étnica de Guaqui (capítulo 4), identificada ya como una marka.” (303-304).

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“La construcción moderna de casas, calles y edificios públicos ha cubierto gran parte de la antigua marka. En campos abiertos, detrás de la iglesia y en las cercanías del cementerio, se identificaron altas densidades en la distribución de fragmentos cerámicos. En visitas a algunas casas del pueblo se pudo constatar que en los trabajos de construcción o remodelación de patios y cuartos se encontraron varios ceramios y piedras talladas.

LV-75 (Copagira)

El sitio está ubicado en la Zona de Pastos y Manatiales (SGZ), con una extensión aproximada de cuatro hectáreas. En el sector central del sitio se encuentran actualmente las construcciones del colegio de la comunidad de Copagira. Una vertiente pasa a escasos metros al oeste. No se identificaron restos arquitectónicos aunque las densidades en la distribución de fragmentos de cerámica y artefactos líticos es densa en el sector oeste. Ambas unidades.

cerámicas fueron identificadas en las recolecciones de superficie.

LV-118 (Iru Parque)

Situado en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), LV-118 cubre un área de 3.5 ha (Figura 11.6). Sobre el sector norte se advierte la presencia de cinco montículos. Estos montículos alcanzan un promedio de 10 m x 8 m x 2 m, sobre los cuales yace gran cantidad de deshechos de arcilla quemada y ceniza. A escasos metros hacia el sur, sobre una especie de loma, los tiestos que se encontraron manifiestan la variante cerámica local. La distribución de material cultural, no obstante, es irregular, siendo la zona ' cercana a los montículos la que presenta la mayor densidad. Las características señaladas sugieren que en este sitio se producían ceramios, constituyéndose, junto a Guaqui, en uno de los probables centros de especialización que se encontraron en el valle.” (304).

LV-164 (Sullkamarka)

“El sitio se encuentra en las proximidades de la orilla lacustre y cubre un área de aproximadamente cinco hectáreas. A unos 70 m hacia el sur, un total de 16 bloques tallados en andesita fueron identificados, algunos de los cuales se encuentran alineados en dirección hacia el lago. Pese a que no se advierte la presencia de rasgos arquitectónicos, la dispersión del material cultural en la superficie muestra sectores de densidad considerable.” (304-305).

“El análisis estadístico de "vecino más cercano" demuestra que los sitios mayores se encuentran distribuidos en forma regular en el sector sur del valle (Tabla 11.3). Asimismo, en este sector, los sitios menores se agrupan alrededor de los sitios mayores. Los sitios pequeños (menos de una hectárea) se distribuyen en forma regular alrededor de sitios intermedios (entre una y tres

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hectáreas), aunque este fenómeno puede relacionarse a la relativa concentración de los primeros en la parte este de este sector.” (305-306).

“Esta disposición no se advierte en cl sector norte del valle. Aquí, solamente un sitio mayor (LV-164) fue constituido en antaño, siendo que debido a esta circunstancia, la estadística de distribución muestra una regularidad de sitios pequeños alrededor de LV164 (Tabla 11.4). Los sitios de tamaño intermedio se encuentran distribuidos en forma aleatoria, mientras que los sitios pequeños muestran un agrupamiento entre ellos mismos.” (306).

“En comparación con la distribución de sitios del Pacajes Temprano, en la mitad norte del valle, se observa una pronunciada reducción en el número de sitios pequeños, particularmente en la Zona del Coluvio Inferior (LCZ), corroborando el supuesto de una concentración poblacional en centros mayores. Un descenso similar se advierte en la Zona de Pastos y Manantiales (5GZ) y la Zona de Terrazas (TZ). La distribución de sitios marginales, como ser la Planicie Aluvial (AP), no tuvo cambios considerables.

Sistema de Asentamiento

La influencia inka en el Valle Bajo de Tiwanaku, y por ende, en gran parte del territorio Pacajes, fue limitada debido a la conquista española. El establecimiento de centros mayores, hacia finales del siglo XV, tuvo el propósito de facilitar y coordinar la extracción de la fuerza del trabajo y del tributo en la región. En forma análoga a varias otras regiones, la base del Estado Inka dependió de la promoción de las élites locales (D'Altroy 1992; Hastorf 1986; Moseley 1992:49-80; Pease 1982)(53). La fundación de estos centros, sin embargo, no trajo cambios radicales en la distribución del valle en su conjunto. Al parecer, la influencia inka se vio limitada a la institucionalización de una norma administrativa, la cual, en cierta medida, fusionó a parte de la población en núcleos mayores. La dispersión de sitios que caracterizó al Pacajes Temprano siguío siendo una característica de la región.” (307).

“Es aún prematuro afirmar si es que los campos de cultivo en terrazas (parte sur del valle) servían como zonas de producción de excedente. En el caso de los camellones, ubicados en la parte norte del valle, es probable que éstos ya no hayan servido las _ funciones agrícolas de otras épocas. En tal sentido, el variado número de asentamientos mayores que los inkas establecieron en uno y obro sector del valle parece relacionarse con esta contingencia en el potencial agrícola de la región. El abandono de los camellones es sorprendente, dado que los mismos, mediante varios proyectos de rehabilitación demuestran su inmenso potencial productivo (PELT/INADE-IC/COTESU 1992). La extenuación de esta tecnología pudo haber seguido un proceso paralelo al deterioro de determinados factores climáticos (Cardich 1985; Kent 1987). Ortloff y Kolata (1993) sugieren que los cambios climáticos hacia comienzos del segundo milenio fueron

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responsables del abandono de la agricultura en camellones, lo cual produjo el colapso de Tiwanaku. A la luz de la evidencia arqueológica del Valle de Tiwanaku (Albarracin Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Albarracin-Jordan et al. 1994; Mathews (1992) y de la Pampa Koani (Graffam 1990, 1992; Janusek, comunicación personal), es improbable que los camellones hayan sido abandonados hacia inicios del presente milenio. No obstante, a la llegada de los inkas al valle, estos campos de cultivo se encontraban en desuso. En ninguna de las fuentes etnohistóricas se encuentra referencia alguna acerca de los suka-kollus. En cuanto a las cotas se refiere, tampoco existe fuente escrita, ya sea crónica, visita o relación que haga referencia a las mismas. Pese a que las cotas todavía son utilizadas en sectores del altiplano peruano (Flores Ochoa 1987), las del Valle Bajo de Tiwanaku quizás fueron abandonadas durante el Periodo Colonial Temprano.

Es probable que hacia mediados del siglo XV la subsistencia de los pacajes haya estado principalmente orientada hacia el pastoralismo, el cual, no obstante, habría tenido una base agrícola significativa (Graffam 1992). Aparentemente, los inkas sobrepusieron su sistema económico en el patrón zonal complementario de los pacajes, situación parecida a lo que aconteció con los lupaqas (Pease 1982:185). Esta estrategia, en cierta medida, permitió la extracción de recursos para el Estado sin una intervención directa.

Algunos de los materiales arqueológicos cerámicos de Camarones (costa norte de Chile), conocidos en la región como estilos Chillpe y Saxamar (Niemeyer y Schiappacasse 1981), comparten varios de los atributos con las unidades Pacajes Temprano y Pacajes-Inka, respectivamente. Este aspecto sugiere que los grupos del altiplano continuaron con sus patrones económicos tradicionales sin modificaciones mayores. En resumen, la presencia inka en el valle bajo puede ser caracterizada, en la terminología de Rowe (1946), como una estrategia de diplomacia, la cual permitió la incorporación de los pacajes sin el empleo de mecanismos coercitivos. Al incluir a los mallkus pacajes dentro de la jerarquía administrativa los inkas ejercieron un tipo de control indirecto que simplificó los trabajos de organización, supervisión y control. “ (308).

Capítulo 12 ,

Valle Bajo de Tiwanaku en el primer siglo de la Colonia española

“La penetración de los españoles a Cajamarca, en 1532, y la ejecución de Atahuallpa, en 1533, cambió radicalmente el curso que la sociedad del Tawantinsuyu en su conjunto. La primera arremetida española no terminó con esta victoria militar sino que-fue : convirtiéndose en un largo etnocidio. Mientras la conquista se expandía, expresaba también, simultáneamente, las escaramuzas internas alrededor de la riqueza y el poder; el continente sometido empezó a sufrir la colonización implantada. Si la perversidad y la codicia primaban entre los invasores, la reglamentación a la distancia impuesta por la

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Corona empezaba a operar con mecanismos de alienación. ¿Fue la conquista, en la manera en la que se desarrolló, un proceso inevitable? No se intenta proyectar una imágen ideal de la sociedad prehispánica, sino caracterizar los mecanismos de transformación que trajo el embate europeo. Con los repartimientos impuestos, la población fue incorporada a un sistema administrativo extenuante. Los principios de reciprocidad, dualismo y jeraquía tradicional aymaras, se convirtieron, en la nueva escala social, en fuente de usurpación. El esquema europeo se orientaba hacia la relación "amosirviente", como marco referencial hispano de orden divino.

El colonialismo impuesto en el Valle de Tiwanaku no puede ser nítidamente discernido durante el primer siglo de reformas. En este capítulo sólo se discutirán las características del patrón de asentamiento que caracteriza a los sitios con un componente Pacajes Tardío; poniéndose en perspectiva el proceso colonial más amplio. Antes de efectuar dicha evaluación es imprescindible diagnosticar los elementos que sirvieron de base en la identificación de los sitios Pacajes Tardío. La mayoría de los materiales cerámicos muestra determinada continuidad con las formas introducidas por los inkas,, aunque algunos sitios también contienen fragmentos de vidrio o tiestos de porcelana importada, lo cual podría fechar estos sitios en épocas más recientes.

Cerámica

La cerámica que representa al Periodo Colonial Temprano es esencialmente una extensión del estilo local anterior Pacajes-Inka. Algunas de las formas típicas inkas siguieron siendo manufacturadas. Una especie de cuenco con bordes evertidos, algo distinto a las formas anteriores, hace su aparición (Figura 12.1).” (309)

“En general, la pasta de la cerámica Pacajes Tardío es compacta y tiene un engobe rojizo. Se utilizó exclusivamente arena como desgrasante. En contraste con los ceramios pulidos del Pacajes-Inka, la cerámica del estilo Pacajes Tardío muestra solamente un bruñido en la parte interna de los cuencos. Muchos de los ceramios no tienen engobe y muestran un quemado en atmósfera reductora. La decoración es casi exclusiva en cuencos y consiste de puntos negros y blancos, casi en forma de gruesos pincelazos, en los bordes de los cuencos (Figura 12.1).” (310-311).

Patrón de Asentamiento

“Los centros mayores que se habían fundado por la presencia inka en la región fueron disueltos al caer el Tawantinsuyu. Ulterior al desmoronamiento de la organización inka, al parecer, no quedaron sitios de gran tamaño, aunque esta observación puede, en parte, no ser tan acertada; esto debido a que existen documentos etnohistóricos que dan cuenta de la presencia de grandes pueblos en la Provincia Pacajes, incluyendo el pueblo de Guaqui (Mercado de Peñaloza

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[1583] 1965). Para el valle bajo, empero, no se hace alusión a mallkus, jilaqatas, o caciques, lo cual contrasta con la información que se brinda acerca de los lupaqas o de los Urqu-Pacajes de Jesús de Machaca, donde poderosos mallkus decían tener ancestros en antiguos líderes étnicos (Bouysse-Cassagne 1987:.303-321; Diez de San Miguel [1567] 1964:347).

La mayoría de los sitios con un componente Pacajes Tardío tiene extensiones menores a una hectárea (Tablas 12.1, 12.2 y Figura 12.2). Al igual que en los anteriores patrones de asentamiento Pacajes, las zonas de mayor ocupación fueron el Coluvio Inferior (LCZ), la Zona de Pastos y Manantales (SGZ) y la Zona de Terrazas (TZ). Sin embargo, en contraste con anteriores patrones, algunos sitios se encuentran ubicados en la Zona Intermontañosa (IZ), situación que hace suponer el empleo de recursos extremos para evadir la imposición de la Colonia española.” (311).

“Como se puede advertir en la Tabla 12.2, sólo 13 sitios exceden la hectárea, siendo LV-265 (1.5 ha) el sitio de mayor tamaño. El 96.2% de los sitios no exceden una hectárea en extensión. Es probable que el gran número de sitios pequeños represente una estrategia de "doble domicilio" (Harris 1985), utilizada en la actualidad con el fin de diversificar la producción.” (312).

“El análisis de "vecino más cercano" muestra que en el sector norte del valle los sitios se agrupan, pese a que el resultado de una distribución regular para sitios menores a una hectárea alrededor de sitios de mayores dimensioñes se debe a la mayor concentración de estos últimos en el sector este del valle (Tabla 12.3).” (312-313).

“En la parte sur, los sitios muestran un claro agrupamiento (Tabla 12.4). La división de sitios, en las categorías definidas, refleja solamente divergencias en extensión, siendo que las diferencias entre sitios mayores y menores no son amplias.

Sistema de Asentamiento

El patrón de asentamiento, como se señaló anteriormente, refleja varias características en común con los previos patrones pacajes. La persistencia en el establecimiento de asentamientos dispersos demuestra que la influencia Inka, e inclusive la española, no alteraron radicalmente la tendencia al establecimiento de sitios dispersos. Pese a este panorama, relativamente temprano en la genuina transformación que habría de acontecer en decádas posteriores, no se puede ignorar la depresión demográfica que se presentó hacia comienzos del siglo XVII. La minería de la plata, en Potosí, se convirtió en el principal factor de desequilibrio poblacional en la región. E1 Valle Bajo de Tiwanaku fue incorporado a la mit'a. Un gran número de tributarios fueron reclutados para trabajar las minas de Potosí (Capoche [158511959). La versión española de la

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mit'a hizo que de 868 tributarios, enlistados en el Repartimiento de Tiwanaku, en 1583, solamente resten nueve, en 1658 (Ponce 1975b).” (313).

“Con relación a las estrategias de subsistencia, el arribo de los españoles trajo consigo la introducción de tecnologías distintas a las que tradicionalmente se practicaban en el valle. La principal fue el arado mediante tira de bueyes, sistema que perdira en la actualidad. Es probable que las terrazas y las cotas hayan sido abandonadas durante los primeros años de influencia española. Pese a que los productos agrícolas nativos siguen siendo vitales en la economía de consumo de las comunidades aymaras actuales, el trigo y la cebada se han convertido en plantas indispensables para el co9sumo y para el sustento de los animales. En amplio contraste con el registro de fauna que se tiene en el valle, tanto en los datos arqueológicos como en la documentación etnohistórica, la inserción de ganado bovino, porcino y ovino eliminó virtualmente la cría de llamas y alpacas.” (313-314).

Capítulo 13

Conclusiones

“Más de 3000 años de ocupación humana en el Valle Bajo de Tiwanaku han sido descritos y evaluados en los capítulos anteriores. No se ha intentado globalizar, en su área geográfica, el conjunto de las relaciones sociales principales que se dieron en los Andes centro-sur; tampoco se ha pretendido agotar todas las alternativas de explicación de los distintos sistemas de asentamiento que se dieron a través del desarrollo de la sociedad prehispánica. Sin embargo, el Valle Bajo de Tiwanaku, desde que asoman sus primeros colonizadores, aparece siempre como parte de un sistema más amplio de interacciones. Las tendencias del sistema, tanto en situaciones de estabilidad como de cambio, se encuentran explícitamente estampadas en el registro arqueológico de la región. La investigación sistemática de los restos materiales encontrados muestra que el valle bajo no fue un mero apéndice, sinó que él constituyó uno de los principales ejes de la dinámica de desarrollo cultural que caracterizó a la formación de Tiwanaku. El surgimiento de este centro andino está, precisamente, en relación con el resultado de la evolución de exitosas fusiones y de hegemonías, progresivamente globalizantes, las cuales llegaron a alcanzar dimensiones pan-andinas.” (315).

“A través de la historia del pensamiento arqueológico de Tiwanaku se ven claramente estampadas las diversas hipótesis acerca del origen, desarrollo y colapso de esta formación histórica, sin precedente en los Andes centro-sur. En la constelación de especulaciones y conjeturas que surgen desde las primeras crónicas destinadas a buscar respuestas a este fenómeno, se han ido produciendo cambios significativos en la cantidad y calidad de las pruebas materiales obtenidas, sobre las cuales se fueron construyendo nuevas síntesis y modelos. En las investigaciones arqueológicas de los Andes centro-sur, el

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pensamiento desarrollado acerca de la trayectoria evolutiva de la sociedad prehispánica ha intentado construir paralelos, de contenido y de forma, con modelos teóricos de desarrollo sociocultural aplicados en otras latitudes de nuestro planeta. De esta manera se han creado patrones de investigación que han obscurecido, en lugar de aclarar, el conocimiento puntual de la variabilidad existente en la base de la organización social de este sector de América. Varias de las teorías acerca del surgimiento del Estado andino tienen este carácter. Por otra parte, el modelo de jerarquías inclusivas, introducido en el presente trabajo, proyecta la imagen de un Estado segmentario, en el cual las organizaciones locales tienen atributos propios para resolver sus propias necesidades; atributos que, a partir de la variabilidad que presenta su base, sigue un desarrollo contínuo en la complejidad de la sociedad, Esta variabilidad se manifiestan en forma muy diversa y no siempre en la organización de unidades políticas altamente centralizadas (Claessen y Skalnik 1978; Southall 1988,1991; Stein 1977). Fuera de este modelo sólo se han reproducido esquemas del Estado basados en el centralismo, la coerción y la burocracia. La aceptación de estos principios no ha hecho otra cosa que poner de lado las dimensiones propias de la sociedad prehispánica.” (315-316).

“La investigación arqueológica realizada en el Valle Bajo de Tiwanaku tenía como propósito iniciar el estudio de la naturaleza propia de los sitios Tiwanaku en las inmediaciones del antiguo centro urbano. Los resultados de la prospección, en su conjunto, dieron en conclusión una base cronológica de datos más amplia acerca del asentamiento humano en el valle, información que trasciende la formación del patrón de distribución de sitios Tiwanaku y su eventual fragmentación. Es dentro de este contexto más amplio que los procesos de cambio y de continuidad pueden ser mejor documentados.

El Valle Bajo de Tiwanaku, con un área aproximada de 200 km2, se encuentra circunscrito por una serranía, al norte, por una cadena montañosa, al sur, y por el Lago Titicaca, al oeste. Debido a la proximidad del espejo lacustre, el valle bajo tiene temperaturas y humedad más elevadas que otras regiones del altiplano. La característica más notable del valle constituye su diversidad microambiental. Siete microambientes condicionan la presencia de flora y fauna diversas. Aunque todas estas zonas fueron, de una u otra forma, explotadas por sus abundantes y variados recursos naturales, no todas fueron utilizadas como territorios de asentamiento permanente. Ante las episódicas inundaciones, las llanuras aluviales del Río Tiwanaku y el Lago Titicaca significaron demasiado riesgo para el establecimiento de residencias, mientras que la pobreza de los suelos, los vientos y las bajas temperaturas hicieron de la zona intermontañosa un sector poco productivo y atractivo para el asentamiento permanente.

La historia del asentamiento humano en el valle se inicia con la presencia de grupos cazadores/recolectores, probablemente hace 8000 años antes del presente, aunque la tenue evidencia que se encontró está lejos de demostrar la verdadera dimensión de esta ocupación inicial. La relativa escasez de restos

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materiales del Periodo Arcaico contrasta con el testimonio arqueológico del Periodo Formativo, el cual está representado por 33 sitios. El aspecto más notable del patrón de asentamiento es el agrupamiento de los sitios en cinco conjuntos. Tomando en cuenta que el Periodo Formativo abarca un lapso de aproximadamente 1100 años, es dificultosa la conceptualización de una ,contemporaneidad entre los 33 sitios identificados; no obstante, los atributos cerámicos sugieren que el fenómeno de agrupamiento habría representado a la fase tardía del Formativo, siendo que muchos de éstos se habrían diferenciado notablemente, uno de otro, por tradiciones culturales distintas. Los resultados de las excavaciones en Iwawi y en Allkamari dan cuenta de una coetaneidad relativa entre ambos sitios, aunque las manifestaciones cerámicas de ambos, por ejemplo, muestran divergencias profundas. A esta diversidad que se observa en los grupos del Formativo se adhiere una diferencia en la disposición de sitios. Los sitios que presentan un vínculo con Chiripa se encuentran ubicados principalmente en los sectores intermedios y elevados del valle (Zonas de Coluvio Superior [UCZ] y Coluvio Inferior [LCZ]), mientras que los sitios con manifestaciones locales, como ser Iwawi {LV-150}, LV-156, o LV-464, se sitúan en zonas bajas, como ser la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). Estas diferencias pueden estar relacionadas a variantes en las estrategias de subsistencia, siendo que los sitios Chiripa servían fines de una estrategia de complementación ecológica; por otro lado, otras tradiciones culturales habrían puesto énfasis en la producción agrícola, quizás complementada, como en el caso de Iwawi, con la producción pesquera.” (316-317).

“Los componentes iconográficos que caracterizan a Chiripa apuntan hacia una concepción particular de la naturaleza y de la sociedad. Aunque, al presente, no se puedan aseverar cuáles fueron los orígenes verdaderos de su simbolismo, determinados elementos del mismo sugieren que algunos principios básicos de la organización social andina se habrían forjado en este temprano contexto. En tal sentido, las representaciones del dualismo en la escultura, la reciprocidad en la disposición de rasgos arquitectónicos en Chiripa y la distribución generalizada de cerámica decorada, así como la incipiente jerarquía inclusiva en la configuración del asentamiento, constituyen elementos que, en cierta medida, caracterizan a la dinámica segmentaria andina.

Fue dentro de este contexto de múltiples tradiciones locales que las coaliciones de grupos se fueron haciendo cada vez mayores, dando origen a niveles políticos de mayor alcance e influencia. Los primeros siglos de nuestra era marcan un periodo de desarrollo que precisamente muestra el surgimiento de la fusión de segmentos, del cual surgen pequeñas hegemonías, plasmadas en Pucara y Tiwanaku, manteniéndose, sin embargo, las tradiciones locales.

Apoyándonos en los resultados de las excavaciones realizadas en Guaqui (LV-55) e Iwawi (LV-150) se pusieron de manifiesto los grandes desfaces metodológicos que existen en la secuencia cerámica que todavía se intenta utilizar en la periodificación de Tiwanaku. Los hallazgos hechos en Iwawi y

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Guaqui demuestran que el estilo Qeya se manifiesta con otras unidades cerámicas locales y que no constituye un elemento único. Por otro lado, la configuración de asentamientos que mostraba el resultado de la prospección fue reevaluada con base en los descubrimientos de las excavaciones. De esta manera se pudieron identificar algunos sitios adicionales, asignables, cronológicamente, a los primeros siglos de nuestra era. Esta revisión muestra un patrón de asentamiento que carece una diferenciación entre sitios, siendo, además, que la ocupación no fue del todo extensa ni intensa.

Se ha argumentado que, durante los primeros tres siglos de nuestra era, Tiwanaku se convirtió en ciudad-Estado, en virtud de una "revolución urbana" (Ponce 1972). Los datos obtenidos en el Valle Bajo de Tiwanaku no refuerzan este argumento; por el contrario, por las referencias que se dan de los posteriores desarrollos que acontecen en la región, la propuesta del surgimiento de Tiwanaku como aparato homogeneizador y totalitario en la Cuenca del Titicaca, durante los tres primeros siglos de nuestra era, carece de pruebas, dada la evidencia arqueológica a nivel regional.” (317).

“La formación de la hegemonía Tiwanaku, fenómeno que no se caracteriza por un proceso de desenvolvimiento "centro-periferia" sino por la conformación de una organización política de varias élites en distintas regiones, aparece plasmada en la configuración de asentamientos del valle bajo. Dos modelos que tienen relevancia en la interpretación del sistema son, primero, el denominado "burocracia centralizada" (síntesis de los postulados de Kolata [1986, 1991, 1993]), y el segundo, denominado "autonomía local" (rótulo asignado al conjunto de ideas de los trabajos de Erickson [1987] y Graffam [1990]), El primero pone énfasis en la producción de un excedente agrícola como principal factor en el surgimiento de Tiwanaku como Estado; este excedente habría sido posible gracias al control que Tiwanaku estableció sobre los territorios y población de sus regiones circundantes. La expropiación de tierras facilitó la planificación del paisaje agrícola, siendo, supuestamente, los "ingenieros hidráulicos" de Tiwanaku los que habrían sido los artífices del diseño y supervisión de la base agraria. La burocracia administrativa de Tiwanaku habría estado conformada por la élite política, sacerdotal y un cuerpo de administradores y planificadores, la mayoría de los cuales se habría dedicado a garantizar la producción agrícola en camellones. Para Kolata (1993:182) "El surgimiento, florecimiento, y eventual colapso de la agricultura intensiva en campos elevados en la región del Lago Titicaca virtualmente recapitula la trayectoria de la expansión y declinamiento del Estado de Tiwanaku." En este modelo, el ayllu constituye una formación primaria pero limitada al parentesco de las étnias periferales.” (317-318).

“En el modelo de "autonomía local" se plantea todo lo contrario a la existencia de una buracracia centralizada, llegándose a argumentar, inclusive, que la agricultura en camellones no fue parte del repertorio agrotecnológico de Tiwanaku (Erickson 1987). El ayllu es percibido como "un grupo local con tenencia de la tierra" (Erickson 1987:381) suficientemente apto para construir y

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mantener zonas amplias de camellones. Graffam (1990) sostiene que la agricultura en camellones tuvo una trayectoria independiente al surgimiento, florecimiento y colapso de Tiwanaku, y que fue "la fuerza del sistema del ayllu la que hizo posible que el sistema funcionase sin una autoridad formal" (Graffam 1990:253).

Ambos modelos, aunque divergentes en la concepción de la organización de la producción, proyectan al ayllu centurias antes de la llegada de los españoles, y lo tipifican como una estructura estática y sin las dimensiones políticas y económicas que le caracterizan. En tal sentido, ambos modelos señalan que el ayllu es una forma básica de organización andina y que tanto la sociedad prehispánica como sus posteriores manifestaciones, después de procesos de aculturación y enajenación, estuvo conformada por la misma estructura básica. En esta concepción del ayllu se pierden, primero, su historia y, segundo, al concebirse genéricamente su naturaleza, sus verdaderas dimensiones organizativas.

En el presente trabajo, las fuentes etnohistóricas y los estudios etnográficos han sido utilizados como elementos de juicio en la interpretación de los sistemas de asentamiento. Los trabajos de Izko (1986, 1992), Platt (1982, 1987), Albó (1987b), Choque (1990, 1993), Párssinen (1992) y Rivera Cusicanqui (1992) son significativos en la comprensión de los principios de organización social aymara y su implicancia en el registro arqueológico. De esta manera, se ha caracterizado a la manifestación política de Tiwanaku como una hegemonía que conlleva atributos de un Estado andino segmentario (Platt 1987), donde la centralización y la burocracia no fueron las principales características de su sistema.” (318).

“Mediante análisis de los principios de organización que caracterizaron a la sociedad aymara, accesibles hoy a nuestro conocimiento mediante la documentación etnohistórica y etnográfica de los ayllus y markas, se han obtenido parámetros de interpretación para las épocas prehispánicas, considerándose la existencia de contextos específicos en la manifestación de estos principios en el pasado prehispánico. En este sentido, la evidencia arqueológica puede ser contrastada con las expectativas que presenta la dinámica segmentaria, lo cual no significa que el ayllu o la marka puedan ser proyectados hacia el pasado prehispánico como elementos morfológicos inmutables. Un somero análisis de los cambios estructurales políticos, económicos e ideológicos que se han dado en los ayllus durante los últimos 500 años nos hace ver la importancia de considerar transformaciones en el pasado precolombino, sin que ello represente la negación de los principios de organización como elementos fundamentales, sobre los cuales se estructuraron y estructuran diferentes formas.” (318-319).

“La documentación etnohistórica y los estudios etnográficos demuestran que el ayllu no puede ser concebido simplemente como un pequeño grupo de

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individuos unidos por un ancestro común, aunque el parentesco y los linajes sean elementos fundamentales e intrínsecos en la dinámica segmentaria de las coaliciones mayores (ayllus "menores", ayllus "mayores", federaciones, confederaciones, Estado segmentario). Si se evalúan con mayor detenimiento las dimensiones administrativas de los distintos niveles de coalición, se encuentran figuras políticas y personal auxiliar que constituyen ejes primarios en el entendimiento de algunos mecanismos de integración y desintegración. Cada estancia/comunidad, en el ejemplo de Turco, se encuentra representada por un jilanqu, quien tiene la autoridad para mediar conflictos entre miembros de las familias (Izko 1992). Del consejo de jilanqus, cuando varias estancias convergen para formar ya sean ayllus "menores" o "mayores", dependiendo de la región, surge un jilaqata, quien tiene una influencia política y económica más amplia que el jilanqu. El jilaqata media en las disputas territoriales y es responsable de la recolección del tributo. En Salinas de Garci Mendoza (Izko 1992), el jilaqata todavía mantiene otra función importante, atribuida a tradiciones ancestrales y que le otorga un poder aún mayor; esta función es la de presidir las ceremonias que reproducen la "comunidad simbólica" y sus dimensiones económicas. En algunas regiones de Bolivia, como las provincias de Pacajes y Carangas, aún existen coaliciones de ayllus "mayores" regidas por poderosos mallkus. En el pasado, estas figuras políticas tenían una influencia política, económica y religiosa aún mayor a la de los jilaqatas. Conforme a varios documentos etnohistóricos, los mallkus heredaban sus cargos y ejercían su autoridad en vastos territorios (Rivera Cusicanqui 1978). Aunque a la llegada de los españoles los mallkus eran las máximas figuras políticas y cabezas de las confederaciones aymaras, algunos registros etnohistóricos señalan que los aymaras hacían referencia a un personaje aún más poderoso que el mallku y que denominaban qapaq.” (319).

“Características notables de la jerarquía constituían la coodinación en la explotación de recursos, la mobilización de las fuerzas del trabajo y la reciprocidad, tanto en los ejes sociales verticales como horizontales; Platt (1987) sostiene que el dualismo político aymara se basa en el principio de reciprocidad entre mallkus y jilaqatas, entre jilaqatas y jilanqus y, finalmente, entre jilanqu y las bases de los grupos. La regulación en la distribución y trabajo de tierras se encuentra en manos del jilaqata, asistido por un grupo de asesores (kamanis, jiliri.s, etc.), los cuales no adquieren sus puestos en forma hereditaria sino que son cargos rotativos, al igual que muchos de los jilaqatas. Un aspecto significativo de la cúpula política, desde los ayllus "menores", es su vínculo con especialistas en el conocimiento de lo sobrenatural y la predicción de ciclos de la naturaleza. El yatiri es uno de los principales consejeros de la cabeza política y no se encuentra ajustado a normas de parentesco sino que su cargo es asignado por la naturaleza, siendo que después de haber sido "elegido (a)", éste, o ésta, adquiere sus conocimientos para dirigir los rituales a través de adiestramientos especializados.” (319-320).

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“El modelo de "jerarquías inclusivas", aquí propuesto, converge los principios de organización social y la evidencia arqueológica dentro de un marco explicativo para la sociedad prehispánica. Esto no agota todas las posibilidades de variantes que puedan inferirse en posteriores trabajos. Lo que si brinda es una alternativa de interpretación, ajustada al contexto de las necesidades que la colectividad prehispánica supo resolver y que con base en esas estrategias propias siguió solucionando las situaciones de cambio que a través de los últimos siglos se le han ido presentando.

Tomando como ejemplo la trayectoria evolutiva de los distintos niveles de sitios en la jerarquía de asentamientos Tiwanaku (como ejemplos estarían Iwawi, Guaqui [Albarracin-Jordan 1992], Tilata [Mathews 1992], Lukurmata [Bermann 1990,1994] y , Tiwanaku [Couture 1993; Kolata 1993; Rivera Casanovas 1994), se colige que pese a la presencia de una iconografía común, como medio de aceptación y participación, las manifestaciones locales tuvieron su propia interpretación y uso, adecuadas a las contingencias de cada lugar. La disposición que muestran los sitios secundarios en el Valle Bajo de Tiwanaku son el resultado de una participación conjunta que tuvieron los distintos segmentos sociales mediante sus cúpulas directrices.

La configuración del Tiwanaku Clásico se caracteriza por la distribución regular de los sitios secundarios. Tomando en cuenta que Tiwanaku era el sitio primario, con una extensión entre 6 y 8 km2, los sitios de segundo orden alcanzan entre 3 y 10 hectáreas. Asimismo, los sitios secundarios se encuentran asociados con distintos campos de cultivo, como ser camellones, andenes y cotas. Estos sitios difieren de los sitios terciarios tanto en tamaño como en componentes arqueológicos. Los sitios terciarios alcanzan dimensiones entre una y casi tres hectáreas y carecen de bloques tallados de considerable dimensión, especialmente como los bloques de andesita que se encuentran en los sitios secundarios del sector norte del valle. Los sitios cuaternarios constituyen pequeños asentamientos, menores a una hectárea en extensión; tanto los sitios de cuarto orden como los sitios terciarios se agrupan alrededor de los sitios secundarios. Este patrón de asentamiento fue amplificado hacia finales del primer milenio de nuestra era, aunque se advierte la tendencia a una colonización de territorios más elevados. En estos sectores proliferaron los sitios pequeños y, al parecer, la agricultura en andenes también de expandió hacia territorios de mayor altura.” (320).

“Una característica notable de la asociación que muestran los sitios con campos agrícolas es la partición que se advierte entre los sectores norte y sur del valle. Los campos elevados de cultivo se encuentran casi exclusivamente en la mitad norte, mientras que las cotas y los andenes se ubican en la mitad sur. Aunque existen factores geomorfológicos y edafológicos que, en cierta medida, justifican la construcción de campos de cultivo en determinadas zonas, la variabilidad dentro de los sistemas de cultivo dan aún mayor fuerza al argumento de segmentación, siendo que el conocimiento de las tecnologías agrícolas se

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encontraban en manos de los diversos segmentos sociales del valle y no así en manos de "ingenieros hidráulicos". Por otro lado, la utilización de diversas tecnologías agrícolas demuestra que el surgimiento, florecimiento y eventual colapso del sistema de camellones no puede ser considerado como el "marcapasos" de la trayectoria de expansión y declinamiento de Tiwanaku. La base agraria de Tiwanaku estuvo conformada por un espectro tecnológico mayor que incluía el cultivo en andenes y cotas.” (320-321).

“La distribución de sitios asociados con el Pacajes Temprano (1100-1470 D.C.) muestra que los sitios secundarios Tiwanaku se desintegraron completamente. El nuevo patrón se caracteriza por la dispersión de sitios pequeños y un énfasis mayor en el cultivo en andenes; éstos fueron extendidos hacia sectores por encima de los 4000 metros de altura. Sin embargo, la presencia de montículos Pacajes, ubicados en medio de complejos de camellones, sugiere que estos campos de cultivo también fueron utilizados, manteniéndose una importante continuidad con la tradición tecnológica agrícola de Tiwanaku; inclusive, es factible que algunas áreas hayan sido ampliadas durante este periodo, tal como lo demuestra la reciente prospección que se efectuó en el valle alto (Albarracin-Jordan et al.1994).

Cambios en el patrón de asentamiento entre Tiwanaku y Pacajes indican que la desarticulación del sistema Tiwanaku en su territorio nuclear fue un proceso de segmentación que alteró el nivel de integración. Aunque la hipótesis de una invasión aymara ha sido utilizada frecuentemente para explicar el colapso de Tiwanaku, los datos materiales del valle no se ajustan a este supuesto. Por el contrario, la evidencia arqueológica muestra una continuidad en las tradiciones de manufactura cerámica doméstica, así como en las tradiciones agrícolas y funerarias.

La formación de confederaciones no puede ser un fenómeno de novo, siendo que estos entes fueron componentes del sistema segmentario de Tiwanaku. Lo que se coartó fue el nivel de integración. Aunque existen, probablemente, varios factores que condujeron eventulamente a la fragmentación de la hegemonía Tiwanaku, en el presente trabajo se han presentado algunas alternativas de interpretación, derivadas de los principios de organización de los ayllus y las markas. Es dentro de estos principios que procesos de fusión y fisión son posibles (Izko 1986:91). De la discusión acerca del rol integrador de la ideología y sus mecanismos de transmisión y legitimización se colige que la reproducción del sistema se mantenía mediante un delicado balance entre reciprocidades percibidas y reales. Fue precisamente el fracaso que tuvo la cúpula elitista para garantizar el destino de las realidades locales, destinadas a mantener una constante aceptación del paradigma global, competir con el engrandecimiento de ideologías locales y detener la creciente autonomía de los segmentos, lo que, finalmente, determinó la desarticulación de Tiwanaku.

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La influencia inka sobre la región modificó ténuemente el patrón previo, siendo evidente que algunos centros mayores de asentamiento fueron promovidos a través de las autoridades locales. Estas élites políticas se encargaban de supervisar la producción y recolectar el tributo. En la terminología de Rowe (1946), la administración inka de la región puede ser caracterizada como un claro ejemplo de la diplomacia y del control indirecto. Al parecer, a la llegada de los inkas, los camellones se encontraban ya en desuso por motivos aún no conocidos con certeza. Las cotas y los andenes, en cambio, continuaron siendo cultivados.

El arribo de los españoles al valle, alrededor de 1550, marca el establecimiento de una política económica y social desconocida en la región; su resultado fue la desvirtuación de los conocimientos tradicionales aymaras, tanto en el ámbito económico como religioso.” (321).

“El patrón de asentamiento de este periodo (1550-1660) conforma un panorama temprano de los efectos que tuvo la colonia con el desenfreno español sobre los recursos humanos. Finalmente, se ha indicado al comenzar el presente trabajo, que las interpretaciones acerca del pasado prehispánico, incluyendo la formación del Estado, su orígen, organización y colapso, han sido tradicionalmente derivadas de paradigmas europeos, principalmente el legado intelectual de la historia y sociología francesas y alemanas del siglo anterior. Las burocracias administrativas estatales y un aparato planificador político y económico altamente centralizado, con poderes amplios de coerción, han sido percibidos como componentes fundamentales en la definición del Estado andino. Este ideal, quizás consonante con la formación del posterior Estado-Nación (Netherly 1994) ha impuesto una visión sesgada del registro arqueológico, obviando la variabilidad de la organización humana y sus trayectorias evolutivas. El transplante de modelos teóricos rígidos, orientados por su presente etnográfico (burocracias y tecnocracias) y ajenos al contexto social andino, ha desvirtuado el escenario humano propio de estas latitudes, donde la complejidad social, como se ha demostrado en este trabajo, debe ser enfocada desde los mismos elementos que componen su esencia epistemológica, que permitirá aproximarnos a alternativas de investigación específica para explorar la variabilidad y la organización de las sociedades prehispánicas.” (322).