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Antología Para Directores

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pDF Diplomado

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    Tabla de contenido PRESENTACIN ........................................................................................................................... 3

    I.- TEORIA CRTICA ...................................................................................................................... 4

    PEDAGOGA Y DIDCTICA CRTICA PARA UNA EDUCACIN LIBERADORA. (Mora, 2009) ............. 4

    CRITICAS A LA MODERNIDAD ALAIN TOURAINE. (Osinalde, 1994) ............................................ 11

    II.- PEDAGOGIA CRTICA ............................................................................................................ 16

    PEDAGOGIA DEL OPRIMIDO. CAPITULO III. (Freire, 2010) ......................................................... 16

    INTRODUCCIN: LOS PROFESORES COMO INTELECTUALES. (Giroux, 1989) .............................. 52

    III.- LA FUNCION DIRECTIVA ...................................................................................................... 60

    EL DIRECTOR ESCOLAR: MODELOS TERICOS, MODELOS POLTICOS. (Glvez, 2006) ................ 60

    EL LUGAR DEL CONFLICTO EN LA ORGANIZACIN ESCOLAR. (Jares, 1997) ................................ 75

    LA FUNCIN DIRECTIVA Y EL GESTOR EDUCATIVO, (Sonia Correa Valderrama; Amanda Correa de Urrea; Anglica lvarez Atehorta, 2009) ......................................................................... 93

    TEORA Y PRCTICA DE LA MICROPOLTICA EN LAS ORGANIZACIONES ESCOLARES. (Ruiz, 1997) ................................................................................................................................................. 99

    IV.- LA GESTION ESCOLAR ....................................................................................................... 134

    CINCO TENDENCIAS DE LA GESTIN EDUCATIVA. (Botero, 2009) ............................................ 134

    GESTIONAR LA ESCUELA EN LATINOAMRICA. (Gernimo, 2008) ........................................... 144

    V. EVALUACIN ...................................................................................................................... 155

    INTRODUCCIN: LA EVALUACIN COMO APRENDIZAJE. (Santos , 1999) ................................. 155

    CULTURA QUE GENERA LA EVALUACIN EN LAS ESCUELAS. (Santos , 1999) ............................ 160

    LA EVALUACIN: UN PROCESO DE DILOGO, COMPRENSIN Y MEJORA. (Santos , 1999) ....... 168

    BIBLIOGRAFA ......................................................................................................................... 183

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    PRESENTACIN No hay cambio profundo en la educacin que no pase por la accin de los profesionales.

    (SANTOS, 2006)

    La idea de que la escuela tiene como propsito fundamental contribuir a la

    mejora de la sociedad a travs de la formacin de sujetos crticos, comprometidos

    con ellos y su entorno, responsables y capaces de responder a las necesidades

    de la vida, sigue vigente, como muchas de las creencias, normas, expectativas,

    comportamientos y prcticas que dentro de ella an se desarrollan; por lo que es

    preciso considerar que la escuela est inmersa en una sociedad constantemente

    cambiante, de la cual recibe demandas e influencias, como tambin es verstil la

    comunidad que dentro de la institucin convive.

    En este contexto de una sociedad dinmica, la educacin es una tarea que

    compromete a todos los ciudadanos, en la medida en que todos se interesen y

    comprometan con y por una escuela mejor, tendremos una sociedad distinta. En

    este sentido, la Subdireccin Tcnica de Primaria General presenta el diplomado

    La funcin directiva en la prctica educativa crtica, destinado a directivos y

    asesores tcnicos pedaggicos, con la finalidad de aportar elementos formativos

    de carcter crtico que coadyuven a reorientar el papel del directivo como un ente

    pedaggico, y se transciendan las intenciones tericas y prcticas en

    intervenciones pertinentes, desde la colectividad en la escuela, por medio de la

    concrecin del proyecto educativo enmarcado en el Plan para la Transformacin

    de la Educacin de Oaxaca.

    La presente compilacin, contiene referentes tericos provenientes de la

    teora y pedagoga crtica, as como aportes de la funcin directiva, gestin

    educativa y evaluacin, los cuales puedan servir como un medio para la

    apropiacin de herramientas que permitan llegar al corazn de la prctica

    educativa de las comunidades escolares, misma que est a su consideracin para

    ser empleada con carcter crtico y a la vez enriquecida.

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    I.- TEORIA CRTICA

    PEDAGOGA Y DIDCTICA CRTICA PARA UNA

    EDUCACIN LIBERADORA. (Mora, 2009)

    Teora Crtica El trmino teora crtica o teora crtica de la sociedad fue acuado

    por Horkheimer y Marcuse, en la revista sobre Investigacin Social a mediados de 1937 en los artculos: Teora Tradicional, Teora Crtica y Filosofa y Teora Crtica. En estos artculos reflejan la concepcin filosfica y terica de los participantes del ampliamente conocido Instituto de Investigacin Social de Frankfurt, acreditado tambin como el grupo que constitua la an ms clebre Escuela de Frankfurt. Desde entonces el trmino Teora Crtica, se impuso nacional e internacionalmente como una teora sociocrtica de la sociedad, alcanzando diversos campos, como por ejemplo la sociologa y la educacin.

    El concepto conocido como Teora Crtica, tuvo su inicio a partir del anlisis hecho por Horkheimer y Marcuse, a mediados de los aos '30, a partir del trabajo realizado por Carlos Marx sobre "Crtica de la Economa Poltica". La comprensin del trmino crtica, de parte de este grupo de marxistas, se entendi como dialctica crtica. La teora crtica, desde la perspectiva de la dialctica crtica, considera aspectos de la economa poltica, en relacin con las diversas formas y medios de produccin econmica. Los procesos de produccin, en los diversos campos de la economa capitalista, cuyo fin consiste en la elaboracin de productos necesarios y superfluos, enraizado en el dominio de la naturaleza por los seres humanos y, particularmente, focaliza el uso de la fuerza de trabajo de los hombres sobre la base del mximo rendimiento a menor costo, hasta el punto de impedir toda posibilidad de emancipacin y liberacin del colectivo y del sujeto como esencia fundamental de los procesos productivos a menor, mediana y mayor escala. Cuando hablamos aqu de procesos productivos, no nos referimos nica y exclusivamente a la tradicional relacin entre fuerzas de trabajo productivas, personas, maquinarias, y sectores dueos de los medios de produccin, capital y herramientas, sino esencialmente a toda relacin de dominacin a travs del trabajo, las diversas manifestaciones del capital, la produccin, la tecnificacin y comercializacin. La garanta, para el liberalismo y el neoliberalismo, de la existencia de estas formas diversas de dominacin y explotacin, fue sin duda, el fortalecimiento de las concepciones individualistas de la sociedad. Horkheimer (1969, 148-149) seala, por ejemplo lo siguiente:

    El individualismo es la esencia misma de la teora y la praxis del liberalismo burgus que ve el progreso de la sociedad en el efecto recproco automtico de los intereses divergentes en un mercado libre. El individuo slo puede conservarse como ente social en tanto persigue sus intereses a largo plazo a costa de los placeres inmediatos y efmeros. Las cualidades de la individualidad, forjadas por la disciplina asctica del cristianismo se vieron fortalecidas por el

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    liberalismo. El individuo burgus no se consider como necesariamente antagnico respecto a la colectividad, sino que crea o bien se le enseaba a creer que perteneca a una sociedad capaz de alcanzar el ms alto grado de armona slo por la competencia ilimitada de los intereses individuales. Puede decirse que el liberalismo se consideraba promotor de una utopa realizada, que ya no necesitaba ms el allanamiento de algunos desniveles perturbadores. Tales imperfecciones no podan cargarse en la cuenta del principio liberal, sino en la de los lamentables obstculos no liberales que demoraban el xito pleno de aqul. El principio del liberalismo haba conducido a la uniformidad mediante el principio nivelador de comercio y trueque que mantena unida a la sociedad liberal. La mnada, smbolo del siglo XVII del individuo econmico atomista de la sociedad burguesa, se convirti en un tipo social. Todas estas nmadas, por aisladas que se encontraran gracias a los fosos del egosmo, del inters propio, se asemejaban sin duda cada vez ms unas a otras, en lo que se refiere a la persecucin de ese inters propio. En nuestra poca, la de las grandes corporaciones econmicas y de la cultura de masas, el principio de la uniformidad se libera de su mscara individualista, es proclamado abiertamente, y elevado a la categora del ideal autnomo.

    El contenido real de la Teora Crtica, est orientado al esclarecimiento de las relaciones injustas de produccin, consumo y acumulacin de capital en las sociedades capitalistas, independientemente de las formas de produccin: agrarias, comunitarias, industriales, post-industriales o altamente tecnificadas como ocurre en el momento histrico actual.

    Propsito de la Teora Crtica Primero, la Teora Crtica analiza cmo la economa liberal o neoliberal,

    en las relaciones de poder y produccin contemporneas, conduce al monopolio, no slo del capital, la fuerza del trabajo y los medios de produccin, sino tambin al manejo de los comportamientos e interacciones interpersonales, como por ejemplo formas de actuar, consumo, relaciones entre sujetos y grupos culturales o sencillamente, dependencias sociales y sicolgicas con criterios determinados por los grupos de poder econmico y mediticos. El control de los sujetos, a travs de un supuesto discurso de liberacin individual, tiene gran xito en la sociedades altamente tecnificadas y mediatizadas. El domino del trabajo productivo no est realmente en manos de los sectores populares mayoritarios y explotados, sino en los grupos minoritarios, dueos del capital y con ello de las fuerzas productivas.

    No se trata solamente de la convencional relacin entre las fuerzas productivas tradicionales y los dueos de los medios y fuerzas productivas a travs de los diversos mecanismos de relacin de poder, sino sobre todo, del dominio de unos pocos sectores sobre grandes conglomerados de personas, a travs de formas altamente tecnificadas y sofisticadas de explotacin y dominacin, que alcanza su mxima expresin durante la mitad del Siglo XX e inicios del Siglo XXI. El capital privado, segn la Teora Crtica, es tan daino o peligroso, como el control de la economa de parte del Estado Burgus o los grupos cooperativistas independientes de ste o de los grandes monopolios de capital en manos de banqueros, terratenientes u otras formas sutiles y muy

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    modernas de acumulacin de capital. En todos estos casos, queda intacto el principio de la dominacin y opresin.

    La Teora Crtica pretende un mundo altamente emancipado y a partir de las relaciones de poder y produccin igualitaria, que obviamente, requiere de un largo e intenso proceso de formacin y educacin crtica, poltica, tcnica y liberadora. La Teora Crtica, en consecuencia, se convierte en la teora de anlisis de la filosofa que respalda a la ciencia de la economa enmarcada en el mundo de la neutralidad poltica. De all su importancia, para la Teora Crtica, la Economa Poltica dentro de la concepcin marxista del mundo y las relaciones interactivas entre los sujetos miembros de un determinado grupo cultural con caractersticas semejantes o entre grupos culturales poseedores de aspectos singulares diferenciados. La esencia de la Teora Crtica, entre otros aspectos, explica un conjunto importante de contradicciones de la sociedad burguesa actual, tal vez no analizadas por los marxistas anteriores a la tercera dcada de Siglo XX. Creemos, que la Teora Crtica surge y se desarrolla como complemento importante del anlisis marxista de la sociedad

    Segundo, la Teora Crtica, analiza las formas productivas, y en consecuencia sus productos derivados, superfluos, determinados por la construccin social y sicolgica de necesidades abstractas e irreales, creadas por los grupos de poder con la finalidad de mantener intacto el crculo diablico de la produccin, comercializacin, consumo y explotacin tanto de recursos naturales como de las fuerzas productivas, siempre con el objetivo de perennizar las estructuras sociales, polticas y econmicas de desigualdad. Este ciclo perverso constituye la ideologa de la objetividad y necesidad, que respalda la existencia de sociedades depredadoras de la naturaleza y los seres humanos. Ideologa, por lo dems, inmersa en un mundo de contradicciones y falsa libertad de accin y decisin. Por supuesto que esta ideologa se fortalece, especialmente, en las sociedades altamente industrializadas y tecnificadas, donde supuestamente no existe lucha de clases, puesto que slo una quinta parte de la poblacin pertenece a la clase trabajadora desde la concepcin convencional, pasando por alto el refinamiento de las relaciones de dominacin y acumulacin, tambin altamente modernas.

    La fortaleza de la Teora Crtica, demanda el anlisis, despus de 70 aos, estas formas actuales de desigualdades profundas, que tienen su sustento en nuevos mecanismos de explotacin nacionales e internacionales. Es iluso pensar que estamos en presencia de otras formas de relacin de produccin y poder, y que se ha superado definitivamente la explotacin, las injusticias y las desigualdades. Para bien, la Teora Crtica, nos ayuda bastante en el anlisis y superacin de esta falsa ideologa. El ncleo consiste en el valor de las cosas en s mismas, como parte de la naturaleza del comportamiento de los seres humanos en sociedades burguesas primarias, intermedias o altamente tecnificadas. La verdadera razn est en la existencia de individuos alienados y alienantes, poseedores del poder de la palabra, el capital y las instituciones del Estado Burgus y en especial el poder sobre la ciencia y la tecnologa. Este es el problema real de la sociedad de ayer y hoy. Brquez (2 006, 3 8) resume el pensamiento marxista explicativo, como base de la Teora Crtica, en las siguientes palabras:

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    Karl Marx, intelectual del siglo XIX, queda perplejo por la capacidad econmica y tecnolgica que se desarrolla en el mundo moderno para producir y reproducir mercancas a una velocidad y volumen como nunca antes se haba visto, afirmando que ello slo es posible gracias al uso de paciencia y la tecnologa que aplica en el sistema productivo la burguesa (clase dominante), la cual tiene el capital suficiente, que aumenta constantemente (acumulacin capitalista), gracias a la explotacin de la fuerza de trabajo ejercida contra el proletariado (clase dominada). La burguesa sustenta la reproduccin de su capital, debido, fundamentalmente, a que le paga al trabajador un salario que le permite a ste solamente recuperar su energa para volver a trabajar. Los dueos de los medios de produccin no le reenumeran al obrero un salario equivalente a las ganancias obtenidas. Para Marx, la masa de capital es invertida en materia prima, tecnologa, infraestructura, mantenimiento de los instrumentos de produccin, etc., pero no en un salario justo y equitativo al trabajo realizado por el obrero (horas de labor). Esa parte del "salario" no pagado, Marx la denomina plusvala, y constituye la base del proceso de acumulacin capitalista.

    Tercero, la Teora Crtica pretende develar, a travs de procesos de esclarecimiento y discusin de las contradicciones latentes y subyacentes de nuestras sociedades, la conformacin de una supuesta relacin armnica deliberativa, en las sociedades donde existen democracias representativas burguesas. Estas sociedades han construido a lo largo de los aos supuestas relaciones estables entre los sujetos, constituyendo una estructura sociolgica y sicolgica altamente engaosa. Existe en nuestras sociedades la creencia de la existencia de condiciones iguales de deliberacin y decisin a travs de la participacin momentnea y temporal en procesos electorales de cualquier naturaleza. Las estructuras burguesas de los Estados Capitalistas, han permitido procesos de democratizacin, descentralizacin, municipalizacin e, inclusive, de la participacin popular. Estos mecanismos muy inteligentes de los Estados Burgueses engaosos, han logrado apartar de la discusin y el debate sociopoltico las verdaderas razones de injusticia y desigualdad social. La supuesta deliberacin democrtica, ha logrado un objetivo muy claro y pertinente con los requerimientos de la burguesa: convertir las necesidades e intereses, en la mayora de los casos dirigidos y determinados por la misma burguesa, en comportamientos generales, en torno al cual se mueve y adeca lo particular. Las acciones de cada sujeto estn sometidas, a las condiciones de una supuesta armona generalizada, vlida para cada uno/a de los/as habitantes de este planeta, sin importar los contextos, los intereses colectivos ni las caractersticas propias de la naturaleza, que sufre rpida y directamente las consecuencias de la sociedad depredadora, determinada por los principios del capitalismo en sus diversas manifestaciones: capitalismo incipiente, industrial y altamente tecnificado.

    En ese sentido, conviene reflexionar sobre los principales supuestos de la Teora Crtica, los que obviamente respaldan todos los criterios desarrollados hasta el momento.

    Supuestos(s) de la Teora Crtica La Teora Crtica analiza, como primera premisa bsica, la existencia y

    esencia del capital. Este anlisis est vinculado a la crtica marxista, a la economa

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    en el trabajo como economa poltica. Lo interesante, no es el estudio de un momento histrico del desarrollo de sociedades industrializadas, sino el esclarecimiento de la existencia y dominio del capital en cada sociedad y momento histrico, mientras existan seres humanos en este planeta. La premisa es muy sencilla: la acumulacin de capital tiene relacin con la sociedad de consumo, la existencia de mercancas y las formas propias de produccin, sin la conformacin de medios y maneras de concienciacin.

    El significado de la Teora Crtica, radica en el anlisis de las sociedades altamente desiguales e injustas. Ella no ha pasado de moda ni est des-actualizada, porque su objetivo consiste, en explicar, y por supuesto, superar las contradicciones profundas de las sociedades inmersas en el mundo de la produccin y el consumo de mercancas innecesarias, ms si stas reproducen estructuras injustas en todos los mbitos de las relaciones e interacciones entre los seres humanos de cada comunidad, por muy pequea que sta sea.

    Las sociedades actuales, a diferencia del capitalismo propio del siglo XIX o de la segunda mitad del siglo XX, sustentan sus bases y orientaciones en la supremaca del individuo, en su poder de accin y decisin sobre los otros y de su capacidad de acumulacin y consumo, sin importar el peso que represente para la naturaleza y las condiciones en las que tenga lugar. Es decir, la sociedad de consumo actual es altamente individualista y depredadora, donde el fin ltimo, consumir y acumular, justifica cualquier medio, como por ejemplo, explotar a los/as otros/as sin contemplacin. Estas sociedades pueden atravesar por momentos peridicos o sorpresivos de sobreproduccin-consumo o escasez. El sistema capitalista busca o inventa mecanismos de permanencia, muchos de ellos engaosos y contradictorios. En algunos casos, se muestra muy liberal e individualista, mientras que en otras circunstancias, puede ser protector e inclusive, tener comportamientos propios de sociedades en procesos de transformacin hacia el socialismo. Sin embargo, sus principios continan siendo los mismos. Produccin de bienes innecesarios bajo el control de unos pocos, comercializacin masiva de mercancas poco significativas desde el punto de vista social y personal, mucho consumo de energa, explotacin de seres humanos y altos niveles de depredacin a la naturaleza local y global. Sin caer en la trampa del postmodernismo, podramos afirmar que la crisis del capitalismo en las sociedades modernas, tiene relacin con un conjunto de desfiguraciones sociales, econmicas, polticas, cientficas, mediticas, culturales y, especialmente, en la desorientacin de los avances de la tcnica, que podemos sintetizar, de acuerdo con la opinin de Young (1993, 21-22), de la siguiente manera:

    La modernidad ha creado sus propios problemas: por la arrogancia de una ciencia y de una tcnica satisfechas, por no haber alcanzado un grado de inteligencia social proporcionado a su capacidad tcnica, por la extensin del poder burocrtico a la vida cotidiana y por la enajenacin del individuo, producida por la tentativa de los medios de difusin de manipular la identidad personal. Desde el punto de vista mundial, podemos ver tambin que la modernidad ha tomado una forma especficamente europea, como tambin podemos ver, desde el punto de vista feminista, los rasgos de la desfiguracin patriarcal. A todo ello se aaden los problemas ambientales, que en cierto modo son consecuencia

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    de estas otras desfiguraciones. Las cuatro deben ser subsanadas, si la posibilidad de cierta conservacin de la idea de la racionabilidad ha de ser rescata de s misma. La ciencia se cre una idea parcial de s misma, que despus confundi con la idea de todo posible conocimiento humano. Ignorando los fundamentos sociales de la investigacin, qued presa de los imperativos tcticos del Estado y del complejo militar-industrial. Tambin se confundi la tcnica. Se alz con una tirana y slo mantiene una vida artificial gracias a haber olvidado irreflexivamente sus orgenes en las opciones sociales y culturales humanas. La sociologa, recogiendo estos errores, se ha convertido en bufn que, con grotescas piruetas, trata de imitar el modo de las ciencias "slidas" de engaarse a s mismas. La lgica de la tcnica ha penetrado en la sobras del gobierno y, en nombre de la eficacia, los funcionarios estn colonizando cada vez ms esferas de sentido particular. Por encima de todo ello, como unos espejos deformantes de feria, los medios de difusin emiten tantos reflejos de los que somos o pudiramos ser que nos agradan o acortan sucesivamente hasta embotarnos la sensibilidad. No es raro que unas voces reclamen o el ensueo de recobrar los sentidos perdidos rompiendo los espejos, o una verbena de imgenes reordenando los espejos en una regresin infinita de significados, como el dibujo de la caja de copos de avena Quaker Oats.

    Las dificultades peridicas o sorpresivas, provocada por el sistema capitalista nacional e internacional, pueden llevar a situaciones de desigualdad y explotacin ms profundas que en momentos de abundancia; tambin es posible que conduzcan a comportamientos egostas, xenofbicos, separatistas, violentos y autoritarios, como ocurre actualmente al interior de algunos pases o en el mbito internacional. Un caso muy elocuente consiste en las acciones racistas, inhumanas, injustas y discriminadoras de los pases europeos respecto a los/as inmigrantes, de origen africano, latinoamericano y caribeo.

    Los Estados Burgueses pasan, en el mbito de la democracia representativa- burguesa, a comportamientos totalitarios y autoritarios, ms aun cuando ocurren momentos crticos en los ciclos de la economa perversa que sustentan. Las actitudes antidemocrticas aumentan al producirse, acciones contrarias al orden establecido y requerido por el Estado Burgus imperante. Hoy vemos como existen mecanismos sofisticados de control, a travs de la implementacin mundial de las tecnologas de la informacin y simulacin, la biotecnologa y, muy peligrosamente, la enajenacin. A partir del discurso permanente, aparentemente democrtico y participativo, dirigido a cada trabajador/a, al margen de sus actividades cotidianas individuales y colectivas, se sustenta el gran aparato mundial de control y manipulacin de las personas. Esta superestructura seguir existiendo en cada poca, contexto y momento histrico, mientras haya todo un constructo ideolgico, generado por la teora del capital, su acumulacin y mantenimiento de relaciones de sometimiento. Hoy esta teora, se disfraza con el surgimiento de concepciones neoliberales engaosas como la multiculturalidad, interculturalidad y transculturalidad, el comunitarismo, la sociedad global, etc., que reduce u opaca la discusin y el verdadero debate sobre la lucha por el poder, desigualdades sociales, injusticias y exclusiones, explotacin, discriminacin, racismo y la

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    miseria en la que viven grandes sectores de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeos, as como de otras latitudes, tambin en los pases altamente industrializados y tecnificados.

    Los principios de la crtica ideolgica podran considerarse como la segunda premisa de la Teora Crtica. sta en oposicin a la metafsica idealista en la formacin de la filosofa de la historia, la ontologa, la filosofa irracional de la existencia de la vida y las relaciones entre los sujetos y la ontologa existencialista, as como la actual tendencia mstica y dogmtica de las relaciones de produccin y desarrollo histrico del conocimiento, de nuestros pueblos. La sociedad capitalista actual logra con mucho xito, desviar la atencin del ncleo central contradictorio hacia intereses y posiciones poco analticas desde el punto de vista cientfico. Una de estas falsas concepciones tiene que ver con la bsqueda de una identidad, inexistente por cierto entre el explotado-sometido y el dominador- explotador, donde todos/as supuestamente, dejan de ser excluidos-dominados para entrar en el mundo de los/as incluidos/as dominadores/as. Este mensaje, ilusorio y falso, se expresa hoy en la creencia de que todos/as tienen la misma oportunidad y pueden desarrollar las mismas competencias de dominacin. Sin embargo, y al mismo tiempo, se refuerza los mecanismos de superacin individual, egosta y exclusin, como ocurre, por ejemplo, la educacin a partir de competencias, la conformacin de lderes y el fortalecimiento de la auto- estima, constructos egostas e individualistas, que impiden el logro de procesos de concienciacin popular de cada ciudadano/a en los diversos espacios y contextos donde existen seres humanos. Paulo Freire trabaj ampliamente sobre este aspecto, insistiendo en la necesidad de la reflexin y la accin poltica como medio de liberacin, a partir de cada accin educativa, como por ejemplo en los procesos de alfabetizacin, tal como lo recuerda MeLaren (2004, 152-153):

    Paulo Freire, crtico feroz del neoliberalismo, percibi una gran tensin ideolgica en la capacidad de las personas de asimilar un concepto poltico que fuese ms all de una identidad consumista engendrada a partir de la panoplia de la lgica mercantil. Adems, la convivencia social y los discursos de la vida cotidiana no pueden definirse a priori como formas excluyentes de la esfera poltica. El contacto personal de Freire con campesinos brasileos, durante su juventud, influy de forma decisiva en su proclividad a la rebelda popular contra la explotacin econmica en Amrica Latina, frica y otras partes del mundo. Dadas las contradicciones bsicas que subyacen a un orden social involucrado en la explotacin de la gran mayora de la sociedad brasilea, la tarea o misin de Freire se concentr en la transformacin de las relaciones de produccin de riqueza social junto con los aspectos ideolgicos y polticos a ellas vinculados). Sin embargo, ese intento de restaurar un nuevo orden social, respaldado por un sistema justo de propiedad y distribucin de la riqueza social, acabara relegndolo al nivel de los educadores considerados subversivos por el Estado"... Para Freire, los propios procedimientos de alfabetizacin y el acto de "llegar a conocer" deben transformarse de modo que atribuyan posicin destacada a las cuestiones de la justicia social y la lucha por la emancipacin. Freire nos ense que los oprimidos, para materializar sus propias actividades con fuerza revolucionaria, necesitan desarrollar una conciencia colectiva de

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    su propia condicin o formacin como clase sometida, as como de un espritu de solidaridad e independencia. Desde la perspectiva freireana, la pedagoga de la alfabetizacin crtica es el principal vehculo para el desarrollo de una conciencia crtica entre los pobres, lo cual conduce a un proceso de exploracin de significados y un esfuerzo creativo que combina un profundo significado social con un objetivo comn. La alfabetizacin se convierte, para l, en ese "proceso" comn de participacin, abierto a todos. El problema de la conciencia crtica no puede plantearse si se abstrae de los contextos histricos significativos donde se producen, se implican y se apropian los conocimientos.

    El principio ideolgico, fantstico, de la identificacin del/la explotado/a con el/la explotador/a, se convierte en una ilusin masoquista, cuya consecuencia radica en creer que el individuo fue liberado de las garras y cadenas de la explotacin. Al final se fortalece la idea de que es vlida y aceptable, cada accin y comportamiento de discriminacin, exclusin y humillacin, porque todos/ as se creen con el derecho a dominar. Esta grave asimilacin de las identidades del dominador, genera comportamientos sociales y sicolgicos de aceptacin de las injusticias, mantiene sin ninguna resistencia las estructuras del sistema inhumano capitalista, encubre actitudes de dominacin-explotacin de unos/as sobre otros/as y produce, las condiciones necesarias para la desaparicin parcial o total de los seres humanos en el planeta. Estas relaciones forman parte de las sociedades altamente industrializadas y tecnificadas, donde el discurso actual predominante, consiste en afirmar que all no se puede hablar de luchas de clases, porque la clase trabajadora convencional no llega al veinte por ciento de la poblacin. Esto significa que la ideologa imperante del sistema capitalista ha logrado, mediante la fiereza de la economa depredadora del mundo y la falsa idea de la libertad, que no es ms que un masoquismo generalizado, eliminar del debate y de las luchas sociales, el problema de la explotacin, la miseria humana- social, las desigualdades y la destruccin del planeta, inclinando la balanza hacia la identificacin del explotado-excluido con el dominador-excluyente.

    La Teora Crtica, no slo advirti, hace ms de medio siglo, esta tendencia ideolgica del sistema capitalista internacional, sino que explic e indic sus contradicciones ideolgicas, siempre desde el marxismo, as como las formas apropiadas para la superacin de esas contradicciones.

    CRITICAS A LA MODERNIDAD ALAIN TOURAINE. (Osinalde, 1994)

    En su anlisis histrico de la idea de modernidad, Alain Touraine presenta una revisin de sta a lo largo de los siglos, aportando al mismo tiempo reflexiones sobre la idea de sujeto y la construccin del mismo como ser social. Estas notas se centrarn sobre algunos de los rasgos ms destacados del concepto de modernidad segn Touraine, y sobre cmo l mismo sugiere su reinterpretacin, mostrndose a favor de una aproximacin que site al sujeto en un plano de libertad del que ningn requerimiento colectivo habra de apearlo.

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    En su Crtica de la modernidad Touraine plantea la necesidad de una reinterpretacin de la idea de modernidad que haga posible una relacin armoniosa entre razn y sujeto, ciencia y libertad, superando desentendimientos histricos. El socilogo francs, critica el modernismo como reduccin de la modernidad a la racionalizacin que, en esencia, apost por el triunfo de la razn como instrumento que habra de hacer posible el desarrollo de la ciencia y de un nuevo orden social, haciendo avanzar a la humanidad hacia la abundancia, la libertad y la felicidad.

    Para el autor, la idea de modernidad ha perdido su fuerza creativa. La fuerza de la idea de modernidad se agota a medida que triunfa. No funciona como utopa positiva. Introdujo el espritu cientfico y crtico, pero cre mtodos de organizacin del trabajo y sistemas sociales, que han provocado desencanto y totalitarismos, cre sistemas que propician la normalizacin y la estandarizacin sea sta ejercida de forma liberal o autoritaria

    REINTERPRETAR LA MODERNIDAD

    Para Touraine la situacin actual del mundo, con su profunda y creciente brecha entre paises avanzados y empobrecidos, el deterioro medioambiental, el desencanto de amplios sectores de poblacin respecto al modelo poltico y social del que se han dotado las principales sociedades, el hambre, los conflictos armados regionales, etc., es tal, que debe propiciar una revisin de los valores que han orientado a la civilizacin humana y han hecho posible este estado de cosas. El mundo es hoy ms nico que nunca, pero nunca estuvo tan dramticamente fragmentado. La proximidad que la inmediatez propiciada por los medios de comunicacin parece dar, es slo un espejismo. La humanidad se enfrenta asi al verdadero desafo fundamental: integrar el universo mayoritariamente tcnico y econmico de los pases ricos, con la lucha por la supervivencia, el bienestar y la identidad cultural, por parte de los pases empobrecidos. Ese desafo debe permitir, a juicio de Touraine, recomponer la idea de modernidad.

    La imagen de la modernidad podra ser representada hoy por una economa fluida, un poder sin centro,..., una sociedad sin actores. Las nuevas coordenadas seran, de un lado, la tutela de centros de gestin econmica, poltica y militar, y de otro lado, el universo privado de la necesidad. Lo privado ha adquirido importancia creciente, convirtindose en el refugio delimitado por el mbito del propio inters.

    Para poder hablar de una reinterpretacin de la modernidad, hay que buscar un principio de integracin que restablezca la cohesin entre individuo y colectividad, vida y consumo, y de todo ello con la racionalidad instrumental. Se trata, por tanto, de superar el nfasis hecho en la modernidad como mera racionalizacin y buscar un nuevo equilibrio entre sta y la defensa de la identidad del sujeto y de su libertad personal, frente al poder absoluto de la sociedad.

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    Tras perodos histricos en los que los modelos polticos se presentaban a s mismos como agentes del progreso y siglos en los que las civilizaciones descansaban sobre fundamentos religiosos, hoy Touraine describe un mundo frgil en el que no hay fuerza superior ni instancia de arbitraje que haga posible la interdependencia entre racionalizacin y subjetivacin.

    Crtica de la modernidad plantea el peligro de una disociacin completa entre el sistema y los actores. Cmo reinventar la vida social y en particular la vida poltica, cuya descomposicin actual,..., es el producto de esa disociacin de los instrumentos y del sentido, de los medios y de los fines? Cmo superar el vaco creciente entre vida pblica y vida privada, evitando que se produzca un definitivo repliegue de la mayora al espacio privado, lo que dejara un hueco donde se encontraba el espacio pblico, social y poltico en el que nacieron las democracias modernas?.

    LA SOCIEDAD PROGRAMADA

    Alain Touraine define de esta manera a la sociedad postindustrial, basndose en el hecho de que es la produccin y difusin masiva de conocimientos, cuidados mdicos y de informacin, la que define a esta sociedad, y son por tanto la educacin, la salud y los medios de comunicacin de masas denominados bienes culturales, los que caracterizan a esta civilizacin, como la produccin de bienes materiales metalurgia, textil, qumica, elctrica,..., lo hizo a la civilizacin industrial.

    En esta sociedad, y en particular en el mbito de la salud, la educacin y la informacin, adquiere creciente importancia la defensa de una cierta concepcin de la libertad de cada sujeto, de la capacidad de dar sentido a la vida. As se observa, por ejemplo, en los debates ms actuales en el mundo de la salud, con su nfasis en la persona del enfermo, que adquiere rango de sujeto con derecho a estar informado y a elegir entre los cuidados que le puedan ser de aplicacin, no mero objeto de atencin de las lgicas profesionales, financieras, administrativas o corporativas, de los hospitales y sistemas de salud.

    Asimismo son de extrema actualidad en el mundo educativo, los debates acerca del sentido de una formacin funcionalmente orientada al empleo, frente a una aproximacin ms integral a la persona que se educa y sus demandas globales.

    De modo similar se constata una cada vez mayor preocupacin por los derechos del consumidor, receptor de cantidades de informacin sin precedentes a travs de los medios de comunicacin de masas, que en tantas ocasiones no respetan criterios mnimos de calidad y adecuacin de los contenidos de sus programaciones a los diferentes pblicos objetivo a los que se dirigen. Surgen as autorregulaciones de carcter tico, consensuadas entre los propios agentes de comunicacin, o impuestas por otras instancias, pero que aun se muestran claramente insuficientes.

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    En la sociedad actual se ha producido, segn Touraine, un gran vuelco de la accin colectiva hacia los temas personales o morales. En efecto, hoy en da interesa ms preguntarse por las finalidades de esas industrias culturales que son la educacin, los cuidados mdicos y la informacin de masas, que enfrentarse por la direccin de esos medios de produccin. De esta manera, los movimientos sociales intentan ms que la toma del poder, cambiar la vida.

    La preocupacin se desplaza por tanto hacia la lucha por los derechos humanos, en todas las latitudes, y el derecho a la vida de aqullos a los que amenaza el hambre y el exterminio, porque la conciencia moral que est en el corazn de los nuevos movimientos sociales constituidos en verdaderos movimientos internacionalistas se identifica especialmente con la defensa de la identidad de aquellos seres humanos que luchan contra una opresin extrema o contra la miseria

    Simultneamente, en particular en la juventud, se constata una disminucin de su capacidad de sentirse atrada por las estrategias poltico sociales de sindicatos o grupos de presin que forman parte del sistema de decisin de los pases ms ricos. Antiguos movimientos sociales, como el sindicalismo obrero, se degradan, bien en grupos de presin poltica, bien en agencias de defensa corporativa de sectores de la nueva clase media asalariada antes que de las categoras ms desfavorecidas, esforzndose, en todo caso, por llevar a cabo su propia redefinicin en un contexto rapidamente cambiante. Asimismo, est en crisis el papel de los partidos polticos como representantes de la necesidad histrica constatndose sus limitaciones para atraer el inters de amplios sectores de la poblacin, lo que explicara su estrategia de apertura a la sociedad.

    Por su parte, los nuevos movimientos sociales movilizan principios y

    sentimientos, mientras se produce la descomposicin de las fuerzas y las instituciones polticas venidas de la sociedad industrial, que ya no expresan demandas sociales fuertes y se transforman en agencias de

    comunicacin poltica. En este nuevo escenario, Touraine aboga por una nueva tica, que

    propugna la asociacin estrecha de la construccin del sujeto personal y del movimiento social, subrayando que no hay movimiento social sin apelacin directa a la libertad y a la responsabilidad del sujeto.

    EL RESURGIMIENTO DE LO SOCIAL Desde 1968 vivimos la descomposicin de la sociedad industrial, de sus

    actores sociales, de su forma de accin poltica. Desde comienzos de la dcada de los ochenta las desigualdades se han incrementado notablemente en el mundo. Touraine llama la atencin sobre el hecho de que cuando las desigualdades sociales son tan grandes que los habitantes no tienen el sentimiento de un bien

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    comn, la democracia carece de fundamento, reflexin sta de gran calado si se analiza la situacin del planeta en su conjunto.

    El autor francs subraya el riesgo de la sumisin de la sociedad al Estado,

    que debilita la democracia. Por el contrario, aboga por una sociedad civil fuertemente estructurada, asociada a una sociedad poltica integrada, ambas a su vez independientes del Estado. Para Touraine, se puede prever e incluso observar el resurgimiento de lo social. Nuevos actores, nuevos movimientos sociales que surgen en un siglo marcado por la resistencia al totalitarismo de uno y otro signo.

    La construccin del sujeto personal, en opinin de Touraine, debe hacerse

    en estrecha conexin con el movimiento social. En la sociedad postindustrial, junto a movimientos sociales ya establecidos, aparecen nuevos problemas sociales, nuevos debates, que generan nuevos movimientos sociales. La defensa de la naturaleza, el movimiento pacifista, la defensa de los derechos humanos, la lucha por la igualdad de la mujer o contra el racismo, la cooperacin al desarrollo, son manifestaciones de la capacidad de convocatoria de lo que se ha dado en denominar la sociedad civil.

    El movimiento social hara posible la transformacin de la defensa

    personal y cultural del sujeto en una accin colectiva dirigida contra el poder que somete la razn a sus intereses. En ese empeo, el autor nos invita a no preferir nada a la libertad y nos previene contra todo totalitarismo, este siglo ha sido demasiado violento para que confiemos en la historia o en el progreso.

    La redefinicin de modernidad que Touraine propone, unida

    inseparablemente a la idea de esperanza apoyada en la razn y en la capacidad de cada individuo libre de vivir cada vez ms como sujeto, aleja a este concepto del mero progreso de las tcnicas y del individualismo de los consumidores, para vincularlo a la exigencia de libertad y a la lucha contra todo aqullo que transforme al ser humano en instrumento, en objeto o en extranjero absoluto

    Podemos concluir, con Touraine, aadiendo que aunque pudiera parecer

    paradjico, cuanto ms se parece la sociedad a una empresa que lucha por sobrevivir en un mercado internacional, ms se difunde la obsesin por la identidad, tanto individual como colectiva. Se trata, en su opinin, de la identidad de un sujeto emancipado e inevitablemente social, que orientado por principios ticos, sea capaz de llevar a cabo el dilogo entre la racionalizacin y la subjetivacin.

    A travs de tal dilogo, Touraine se muestra razonablemente esperanzado

    ante un fin de siglo que abrira un nuevo espacio a los principios ticos y a los movimientos sociales.

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    II.- PEDAGOGIA CRTICA

    PEDAGOGIA DEL OPRIMIDO. CAPITULO III. (Freire, 2010) (Giroux, 1989)

    La dialogicidad: Esencia de la educacin como prctica de la libertad. Dialogicidad y dilogo.

    El dilogo empieza en la bsqueda del contenido programtico. Las relaciones hombres-mundo, los temas generadores y el contenido

    programtico de la educacin. La investigacin de los temas generadores y su metodologa.

    La significacin concientizadora de la investigacin de los temas generadores.

    Los momentos de la investigacin.

    Al iniciar este captulo sobre la dialogicidad de la educacin, con el cual estaremos continuando el anlisis hecho en el anterior, a propsito de la educacin problematizadora, nos parece indispensable intentar algunas consideraciones en torno de la esencia del dilogo. Profundizaremos las afirmaciones que hicimos con respecto al mismo tema en La educacin coma prctica de la libertad.1

    Al intentar un adentramiento en el dilogo, como fenmeno humano, se nos revela la palabra: de la cual podemos decir que es el dilogo mismo. Y, al encontrar en el anlisis del dilogo la palabra como algo ms que un medio para que ste se produzca, se nos impone buscar, tambin, sus elementos constitutivos.

    Esta bsqueda nos lleva a sorprender en ella dos dimensiones accin y reflexin en tal forma solidarias, y en una interaccin tan radical que, sacrificada, aunque en parte, una de ellas, se resiente inmediatamente la otra. No hay palabra verdadera que no sea une unin inquebrantable entre accin y reflexin* y, por ende, que no sea praxis. De ah que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo.2

    La palabra inautntica, por otro lado, con la que no se puede transformar la realidad, resulta de la dicotoma que se establece entre sus elementos constitutivos. En tal forma que, privada la palabra de su dimensin activa, se sacrifica tambin, automticamente, la reflexin, transformndose en palabrera,

    1 Siglo XXI Editores, Mxico, 3a. ed., 1972. * Palabra-accin-reflexin: praxis; Sacrificio: a) de la accin: palabrera: b) de la reflexin: activismo 2 Algunas de las reflexiones aqu desarrolladas nos fueron sugeridas en conversaciones con el profesor Ernani Mara Fiori.

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    en mero verbalismo. Por ello alienada y alienante. Es una palabra hueca de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no hay denuncia verdadera sin compromiso de transformacin, ni compromiso sin accin.

    Si, por lo contrario, se subraya o hace exclusiva la accin con el sacrificio de la reflexin, la palabra se convierte en activismo. Este, que es accin por la accin, al minimizar la reflexin, niega tambin la praxis verdadera e imposibilita el dilogo.

    Cualquiera de estas dicotomas, al generarse en formas inautnticas de existir, genera formas inautnticas de pensar que refuerzan la matriz en que se constituyen.

    La existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir, humanamente, es pronunciar el mundo, es transformarlo. El mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los sujetos pronunciantes, exigiendo de ellos un nuevo pronunciamiento.

    Los hombres no se hacen en el silencio,3 sino en la palabra, en el trabajo, en la accin, en la reflexin.

    Mas si decir la palabra verdadera, que es trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres. Precisamente por esto, nadie puede decir la palabra verdadera solo, o decirla para los otros, en un acto de prescripcin con el cual quita a los dems el derecho de decirla. Decir la palabra, referida al mundo que se ha de transformar, implica un encuentro de los hombres para esta transformacin.

    El dilogo es este encuentro de los hombres, mediatizados por el mundo, para pronunciarlo no agotndose, por lo tanto, en la mera relacin yo-t.

    Esta es la razn que hace imposible el dilogo entre aquellas que quieren pronunciar el mundo y los que no quieren hacerlo, entre los que niegan a los dems la pronunciacin del mundo, y los que no la quieren, entre los que niegan a los dems el derecho de decir la palabra y aquellos a quienes se ha negado este derecho. Primero, es necesario que los que as se encuentran, negados del derecho primordial de decir la palabra, reconquisten ese derecho prohibiendo que contine este asalto deshumanizante.

    Si diciendo la palabra con que al pronunciar el mundo los hombres lo transforman, el dilogo se impone como el camino mediante el cual los hombres ganan significacin en cuanto tales.

    3 No nos referimos, obviamente, al silencio de las meditaciones profundas en que los hombres, en una forma aparente de salir del mundo, se apartan de l para admirarlo en globalidad, continuando en l. De ah que estas formas de recogimiento slo sean verdaderas cuando los hombres se encuentran en ellas empapados de realidad y no cuando, significando un desprecio al mundo, constituyan formas de evasin, en una especie de esquizofrenia histrica.

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    Por esto, el dilogo es una exigencia existencial. Y siendo el encuentro que solidariza la reflexin y la accin de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado y humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas de un sujeto en el otro, ni convenirse tampoco en un simple cambio de ideas consumadas por sus permutantes.

    Tampoco es discusin guerrera, polmica, entre dos sujetos que no aspiran a comprometerse con la pronunciacin del mundo ni con la bsqueda de la verdad, sino que estn interesados solamente en la imposicin de su verdad.

    Dado que el dilogo es el encuentro de los hombres que pronuncian el mundo, no puede existir una pronunciacin de unos a otros. Es un acto creador. De ah que no pueda ser mafioso instrumento del cual eche mano un sujeto para conquistar a otro. La conquista implcita en el dilogo es la del mundo por los sujetos dialgicos, no la del uno por el otro. Conquista del mundo para la liberacin de los hombres.

    Es as como no hay dilogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres. No es posible la pronunciacin del mundo, que es un acto de creacin y recreacin, si no existe amor que lo infunda.4 Siendo el amor fundamento del dilogo, es tambin dilogo. De ah que sea, esencialmente, tarea de sujetos y que no pueda verificarse en la relacin de dominacin. En sta, lo que hay es patologa amorosa: sadismo en quien domina, masoquismo en los dominados. Amor no. El amor es un acto de valenta, nunca de temor; el amor es compromiso con los hombres. Dondequiera exista un hombre oprimido, el acto de amor radica en comprometerse con su causa. La causa de su liberacin. Este compromiso, por su carcter amoroso, es dialgico.

    Como acto de valenta, no puede ser identificado con un sentimentalismo ingenuo; como acto de libertad, no puede ser pretexto para la manipulacin, sino que debe generar otros actos de libertad. Si no es as no es amor.

    Por esta misma razn, no pueden los dominados, los oprimidos, en su nombre, acomodarse a la violencia que se les imponga, sino luchar para que desaparezcan las condiciones objetivas en que se encuentran aplastados.

    4 Cada vez nos convencemos ms de la necesidad de que los verdaderos revolucionarios reconozcan en la revolucin un acto de amor, en tanto es un acto creador y humanizador. Para nosotros, la revolucin que no se hace sin una teora de la revolucin y por lo tantos sin conciencia, no tiene en sta algo irreconciliable con el amor. Por el contrario, la revolucin que es hecha por los hombres es hecha en nombre de su humanizacin.

    Qu lleva a los revolucionarios a unirse a los oprimidos sino la condicin deshumanizada en que stos se encuentran? No es debido al deterioro que ha sufrido la palabra amor en el mundo capitalista que la revolucin dejar de ser amorosa, ni que los revolucionarios silencien su carcter bifilo. Guevara, aunque hubiera subrayado el riesgo de parecer ridculo, no temi afirmarlo: Djeme decirle declar, dirigindose a Carlos Quijano, a riesgo de parecer ridculo, que el verdadero revolucionario est guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario autntico sin esta cualidad.

    Ernesto Guevara, Obra Revolucionaria, Ediciones ERA, 1967. Mxico. pp. 637-636.

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    Solamente con la supresin de la situacin opresora es posible restaurar el amor que en ella se prohiba.

    Si no amo el mundo, si no amo la vida, si no amo a los hombres, no me es posible el dilogo.

    No hay, por otro lado, dilogo si no hay humildad. La pronunciacin del mundo, con el cual los hombres lo recrean permanentemente, no puede ser un acto arrogante.

    El dilogo, como encuentro de los hombres para la tarea comn de saber y actuar, se rompe si sus polos (o uno de ellos) pierde la humildad.

    Cmo puedo dialogar, si alieno la ignorancia, esto es, si la veo siempre en el otro, nunca en m?

    Cmo puedo dialogar, si me admito como un hombre diferente, virtuoso por herencia, frente a los otros, meros objetos en quienes no reconozco otros yo?

    Cmo puedo dialogar, si me siento participante de un ghetto de hombres puros, dueos de la verdad y del saber, para quienes todos los que estn fuera son esa gente o son nativos inferiores?

    Cmo puedo dialogar, si parto de que la pronunciacin del mundo es tarea de hombres selectos y que la presencia de las masas en la historia es sntoma de su deterioro, el cual debo evitar?

    Cmo puedo dialogar, si me cierro a la contribucin de los otros, la cual jams reconozco y hasta me siento ofendido con ella?

    Cmo puedo dialogar, si temo la superacin y si, slo con pensar en ella, sufro y desfallezco?

    La autosuficiencia es incompatible con el dilogo. Los hombres que carecen de humildad, o aquellos que la pierden, no pueden aproximarse al pueblo. No pueden ser sus compaeros de pronunciacin del mundo. Si alguien no es capaz de servirse y saberse tan hombre como los otros, significa que le falta mucho que caminar, para llegar al lugar de encuentro con ellos. En este lugar de encuentro, no hay ignorantes absolutos ni sabios absolutos: hay hombres que, en comunicacin, buscan saber ms.

    No hay dilogo, tampoco, si no existe una intensa fe en los hombres. Fe en su poder de hacer y rehacer. De crear y recrear. Fe en su vocacin de ser ms, que no es privilegio de algunos elegidos sino derecho de los hombres.

    La fe en los hombres es un dato a priori del dilogo. Por ello, existe aun antes de que ste se instaure. El hombre dialgico tiene fe en los hombres antes de encontrarse frente a frente con ellos. sta, sin embargo, no es una fe ingenua. El hombre dialgico que es crtico sabe que el poder de hacer, de crear, de transformar, es un poder de los hombres y sabe tambin que ellos pueden, enajenados en una situacin concreta, tener ese poder disminuido. Esta posibilidad, sin embargo, en vez de matar en el hombre dialgico su fe en los

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    hombres, se presenta ante l, por el contrario, como un desafo al cual debe responder. Est convencido de que este poder de hacer y transformar, si bien negado en ciertas situaciones concretas, puede renacer. Puede constituirse. No gratuitamente, sino mediante la lucha por su liberacin. Con la instauracin del trabajo libre y no esclavo, trabajo que otorgue la alegra de vivir. Sin esta fe en los hombres, el dilogo es una farsa o, en la mejor de las hiptesis, se transforma en manipulacin paternalista.

    Al basarse en el amor, la humildad, la fe en los hombres, el dilogo se transforma en una relacin horizontal en que la confianza de un polo en el otro es una consecuencia obvia. Sera una contradiccin si, en tanto amoroso, humilde y lleno de fe, el dilogo no provocase este clima de confianza entre sus sujetos. Por esta misma razn, no existe esa confianza en la relacin antidialgica de la concepcin bancaria de la educacin.

    Si la fe en los hombres es un a priori del dilogo, la confianza se instaura en l. La confianza va haciendo que los sujetos dialgicos se vayan sintiendo cada vez ms compaeros en su pronunciacin del mundo. Si falta la confianza significa que fallaron las condiciones discutidas anteriormente. Un falso amor, una falsa humildad, una debilitada fe en los hombres no pueden generar confianza. La confianza implica el testimonio que un sujeto da al otro, de sus intenciones reales y concretas. No puede existir si la palabra, descaracterizada, no coincide con los actos. Decir una cosa y hacer otra, no tomando la palabra en serio, no puede ser estmulo a la confianza.

    Hablar de democracia y callar al pueblo es una farsa. Hablar del humanismo y negar a los hombres es una mentira.

    Tampoco hay dilogo sin esperanza. La esperanza est en la raz de la inconclusin de los hombres, a partir de la cual se mueven stos en permanente bsqueda. Bsqueda que, como ya sealamos, no puede darse en forma aislada, sino en una comunin con los dems hombres, por ello mismo, nada viable en la situacin concreta de opresin.

    La desesperanza es tambin una forma de silenciar, de negar el mundo, de huir de l. La deshumanizacin, que resulta del orden injusto, no puede ser razn para la prdida de la esperanza, sino que, por el contrario, debe ser motivo de una mayor esperanza, la que conduce a la bsqueda incesante de la instauracin de la humanidad negada en la injusticia.

    Esperanza que no se manifiesta, sin embargo, en el gesto pasivo de quien cruza los brazos y espera. Me muevo en la esperanza en cuanto lucho y, si lucho con esperanza, espero.

    Si el dilogo es el encuentro de los hombres para ser ms, ste no puede realizarse en la desesperanza. Si los sujetos del dilogo nada esperan de su quehacer, ya no puede haber dilogo. Su encuentro all es vaco y estril. Es burocrtico y fastidioso.

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    Finalmente, no hay dilogo verdadero si no existe en sus sujetos un pensar verdadero. Pensar crtico que, no aceptando la dicotoma mundo-hombres, reconoce entre ellos una inquebrantable solidaridad. Este es un pensar que percibe la realidad como un proceso, que la capta en constante devenir y no como algo esttico. Una tal forma de pensar no se dicotomiza a s misma de la accin y se empapa permanentemente de temporalidad, a cuyos riesgos no teme.

    Se opone al pensar ingenuo, que ve el tiempo histrico como un peso, como la estratificacin de las adquisiciones y experiencias del pasado5 de lo que resulta que el presente debe ser algo normalizado y bien adaptado.

    Para el pensar ingenuo, lo importante es la acomodacin a este presente normalizado. Para el pensar crtico, la permanente transformacin de la realidad, con vistas a una permanente humanizacin de los hombres. Para el pensar crtico, dira Pierre Furter, la meta no ser ya eliminar los riesgos de la temporalidad, adhirindome al espacio garantizado, sino temporalizar el espacio. El universo no se me revela seala Furter en el espacio imponindome una presencia matiza a la cual slo puedo adaptarme, sino que se me revela como campo, un dominio que va tomando forma en la medida de mi accin.6

    Para el pensar ingenuo la meta es apegarse a ese espacio garantizado, ajustndose a l y al negar as la temporalidad se niega a s mismo.

    Solamente el dilogo, que implica el pensar crtico, es capaz de generarlo. Sin l no hay comunicacin y sin sta no hay verdadera educacin. Educacin que, superando la contradiccin educador-educando, se instaura como situacin gnoseolgica en que los sujetos inciden su acto cognoscente sobre el objeto cognoscible que los mediatiza.

    De ah que, para realizar esta concepcin de la educacin como prctica de la libertad, su dialogicidad empiece, no al encontrarse el educador-educando con los educando-educadores en una situacin pedaggica, sino antes, cuando aqul se pregunta en torno a qu va a dialogar con stos. Dicha inquietud en torno al contenido del dilogo es la inquietud a propsito del contenido programtico de la educacin.

    Para el educador bancario, en su antidialogicidad, la pregunta, obviamente, no es relativa al contenido del dilogo, que para l no existe, sino con respecto al programa sobre el cual disertar a sus alumnos. Y a esta pregunta responde l mismo, organizando su programa.

    Para el educador-educando, dialgico, problematizador, el contenido programtico de la educacin no es una donacin o una imposicin un conjunto de informes que han de ser depositados en los educandos, sino la devolucin

    5 Trozo de una carta de un amigo del autor. 6 Pierre Furter, Educao e vida, Editra Vozes. Petrpolis, Ro, 1966. pp. 26-27.

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    organizada, sistematizada y acrecentada al pueblo de aquellos elementos que ste le entreg en forma inestructurada.7

    La educacin autntica, repetimos, no se hace de A para B o de A sobre B, sino A con B, con la mediacin del mundo. Mundo que impresiona y desafa a unos y a otros originando visiones y puntos de vista en torno de l. Visiones impregnadas de anhelos, de dudas, de esperanzas o desesperanzas que implican temas significativos, en base a los cuales se constituir el contenido programtico de la educacin. Uno de los equvocos propios de una concepcin ingenua del humanismo, radica en que, en su ansia por presentar un modelo ideal de buen hombre, se olvida de la situacin concreta, existencial, presente de los hombres mismos. El humanismo dice Furter consiste en permitir la toma de conciencia de nuestra plena humanidad, como condicin y obligacin, como situacin y proyecto. 8

    Simplemente, no podemos llegar a los obreros, urbanos o campesinos (estos ltimos de modo general inmersos en un contexto colonial, casi umbilicalmente ligados al mundo de la naturaleza del cual se sienten ms parte que transformadores) para entregarles conocimientos, como lo haca una concepcin bancaria, o imponerles un modelo de buen hombre en un programa cuyo contenido hemos organizado nosotros mismos.

    No seran pocos los ejemplos que podramos citar de programas de naturaleza poltica, o simplemente docente, que fallaron porque sus realizadores partieron de su visin personal de la realidad. Falta verificada porque no tomaron en cuenta, en ningn instante, a los hombres en situacin a quienes dirigan su programa, a no ser como meras incidencias de su accin.

    Para el educador humanista o el revolucionario autntico, la incidencia de la accin es la realidad que debe ser transformada por ellos con los otros hombres y no los hombres en s.

    Quien acta sobre los hombres para, adoctrinndolos, adaptarlos cada vez ms a la realidad que debe permanecer intocada, son los dominadores.

    Lamentablemente, sin embargo, en este engao de la verticalidad de la programacin, engao de la concepcin bancaria, caen muchas veces los revolucionarios, en su empeo por obtener la adhesin del pueblo hacia la accin revolucionaria.

    7 En una larga conversacin con Malraux, declar Mao: Usted sabe qu es lo que proclamo desde hace tiempo; debemos ensear a las masas con precisin lo que hemos recibido de ellas con confusin. Andr Malraux, Antimmoires, Gallimard, Pars, 1967, p. 551.

    En esta afirmacin de Mao subyace toda una teora dialgica sobre la constitucin del contenido programtico de la educacin, el cual no puede ser elaborado a partir de las finalidades del educador, de lo que le parezca ser mejor para sus educandos. 8 Pierre Furter, op. cit. p. 165.

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    Se acercan a las masas campesinas o urbanas con proyectos que pueden responder a su visin del mundo, mas no necesariamente a la del pueblo.9

    Se olvidan de que su objetivo fundamental es luchar con el pueblo por la recuperacin de la humanidad robada y no conquistar al pueblo. Este verbo no debe tener cabida en su lenguaje sino en el del dominador. Al revolucionario le cabe liberar y liberarse con el pueblo y no conquistarlo.

    En su actuacin poltica, las lites dominantes son eficientes en el uso de la concepcin bancaria (en la cual la conquista es uno de los instrumentos) porque, en la medida en que desarrollan una accin que estimula la pasividad, coincide con el estado de inmersin de la conciencia, oprimida.

    Aprovechando esta inmersin de la conciencia oprimida, las lites; la van transformando en aquella vasija de que hablbamos y depositando en ella aquellos marbetes que la hacen an ms temerosa de la libertad.

    Un trabajo verdaderamente liberador es incompatible con esta prctica. A travs de l, lo que se ha de hacer es proponer a los oprimidos los marbetes de los opresores, como problema, propiciando as su expulsin del interior de los oprimidos.

    En ltima instancia, el empeo de los humanistas no puede ser el de la lucha: de sus marbetes con los marbetes de los opresores, teniendo como intermediarios a los oprimidos, como si stos fuesen el escenario de esta lucha, como si fuesen alojadores de los marbetes de unos y otros. El empeo de los humanistas, por el contrario, debe centrarse en que los oprimidos tomen conciencia de que por el hecho mismo de estar siendo alojadores de los opresores, como seres duales, no estn pudiendo ser.

    Dicha prctica implica, por lo tanto, el que el acercamiento a las masas populares se haga, no para llevar un mensaje salvador, en forma de contenido que ha de ser depositado, sino para conocer, dialogando con ellas, no slo la objetividad en que se encuentran, sino la conciencia que de esta objetividad estn teniendo, vale decir, los varios niveles de percepcin que tengan de s mismos y del mundo en el que y con el que estn.

    9 A fin de unirse a las masas deben conocer sus necesidades y deseos. En el trabajo con las masas es preciso partir de las necesidades de stas, y no de nuestros propios deseos, por buenos que fueren. Ocurre en ocasiones que las masas necesitan objetivamente alguna reforma, pero la conciencia subjetiva de esa necesidad no ha madurado an en ella y no se muestran dispuestas ni decididas a llevarla a la prctica. En ese caso tenemos que esperar con paciencia e introducir la reforma slo cuando. gracias a nuestro trabajo, haya madurado la necesidad en la mayora de las masas y stas se encuentren dispuestas y decididas a llevarla a la prctica, porque de lo contrario quedaremos aislados... En ese sentido tenemos dos principios: primero, lo que las masas necesitan en realidad, y no lo que nosotros imaginamos que necesitan; y segundo, lo que las masas estn dispuestas y decididas a hacer, y no lo que nosotros estamos dispuestos a hacer en beneficio de ellas. Mao Tse Tung, El frente unido en el trabajo cultural, en Obras escogidas, Buenos Aires, Platina. 1959, t. II, pp. 424-5.

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    Es por esto por lo que no podemos, a menos que sea ingenuamente, esperar resultados positivos de un programa, sea ste educativo en un sentido ms tcnico o de accin poltica, que no respete la visin particular del mundo que tenga o est teniendo el pueblo. Sin sta el programa se constituye en una especie de invasin cultural, realizada quiz con la mejor de las intenciones, pero invasin cultural al fin.10

    Ser a partir de la situacin presente, existencial y concreta, reflejando el conjunto de aspiraciones del pueblo, que podremos organizar el contenido programtico de la educacin y acrecentar la accin revolucionaria.

    En verdad, lo que debemos hacer es plantear al pueblo, a travs de ciertas contradicciones bsicas, su situacin existencial, concreta, presente, como problema que, a su vez, lo desafa, y hacindolo le exige una respuesta, no a un nivel intelectual, sino al nivel de la accin.11

    Nunca disertar solamente sobre ella ni jams donar contenidos que poco o nada tengan que ver con sus anhelos, sus dudas, sus esperanzas, sus temores. Contenidos que, a veces, aumentan estos temores. Temores que pertenecen a la conciencia oprimida.

    Nuestro papel no es hablar al pueblo sobre nuestra visin del mundo, o intentar imponerla a l, sino dialogar con el sobre su visin y la nuestra. Tenemos que estar convencidos de que su visin del mundo, manifestada en las diversas formas de su accin, refleja su situacin en el mundo en el que se constituye. La accin educativa y la accin poltica no pueden prescindir del conocimiento crtico de esta situacin, so pena de que se transformen en bancarias o en una prdica en el desierto.

    Por esto mismo, muchas veces, educadores y polticos hablan sin ser entendidos. Su lenguaje no sintoniza con la situacin concreta de los hombres a quienes hablan. Y su habla es un discurso ms, alienado y alienante.

    El lenguaje del educador o del poltico (y cada vez nos convencemos ms de que este ltimo ha de tornarse tambin educador en el sentido ms amplio de la palabra), tanto cuanto el lenguaje del pueblo, no existen sin un pensar, y ambos, pensamiento y lenguaje, sin una estructura a la cual se encuentren referidos. De este modo, a fin de que haya comunicacin eficiente entre ellos, es preciso que el educador y el poltico sean capaces de conocer las condiciones estructurales en que el pensamiento y el lenguaje del pueblo se constituyen dialcticamente.

    De ah, tambin, que el contenido programtico para la accin, que surge de ambos, no puede ser de exclusiva eleccin de aqullos, sino de ellos y del pueblo.

    10 En el captulo siguiente analizaremos detenidamente este punto. 11 En este sentido, es bien contradictorio tanto que los hombres verdaderamente humanista, utilicen la prctica bancaria, como el que los hombres de derecha lleguen a empearse en un esfuerzo de educacin problematizadora. stos son siempre ms coherente, jams aceptan una pedagoga de la problematizacin.

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    En la realidad de la que dependemos, en la conciencia que de ella tengamos educadores y pueblo, buscaremos el contenido programtico de la educacin.

    El momento de esta bsqueda es lo que instaura el dilogo de la educacin como prctica de la libertad. Es el momento en que se realiza la investigacin de lo que llamamos el universo temtico12 del pueblo o el conjunto de sus temas generadores.

    Dicha investigacin implica necesariamente una metodologa que no puede contradecir la dialogicidad de la educacin liberadora. De ah que sta sea igualmente dialgica. De ah que, concienciadora tambin, proporcione, al mismo tiempo, la aprehensin de los temas generadores y la toma de conciencia de los individuos en torno a ellos mismos.

    Esta es la razn por la cual (en forma coherente con la finalidad liberadora de la educacin dialgica) no se trata de tener en los hombres el objeto de la investigacin, cuyo sujeto seria el investigador. Lo que se pretende investigar, realmente, no son los hombres, como si fuesen piezas anatmicas, sino su pensamiento-lenguaje referido a la realidad, los niveles de percepcin sobre esta realidad, y su visin del mundo, mundo en el cual se encuentran envueltos sus temas generadores.

    Antes de preguntarnos lo que es un tema generador, cuya respuesta nos aclarar lo que es el universo mnimo temtico, nos parece indispensable desarrollar algunas reflexiones.

    En verdad, el concepto de tema generador no es una creacin arbitraria o una hiptesis de trabajo que deba ser comprobada. Si el tema generador fuera una hiptesis, que debiera ser comprobada, la investigacin, en primer lugar, no sera en torno de l sino de su existencia.

    En este caso, antes de buscar aprehenderlo en su riqueza, en su significado, en su pluralidad, en su devenir, en su constitucin histrica, tendramos que comprobar inicialmente su objetividad. Y slo as podramos intentar su captacin.

    Aun cuando esta posicin de duda crtica sea legtima, nos parece que la comprobacin del tema generador, como una concrecin, es algo a lo que llegamos a travs no slo de la propia experiencia existencial sino tambin de una reflexin crtica sobre las relaciones hombres-mundo y hombres-hombres, implcitas en las primeras.

    Detengmonos en este punto, y aunque pueda parecer un lugar comn, nunca ser demasiado el referirnos nuevamente a los hombres como los nicos seres, entre los inconclusos, capaces de tener, no slo su propia actividad, sino a

    12 Con igual connotacin utilizamos la expresin temtica significativa.

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    s mismos como objeto de su conciencia, factor que los distingue del animal, incapaz de separarse de sus actividades.

    En esta distincin, aparentemente superficial, vamos a encontrar las lneas que demarcan el campo del uno y del otro, desde el punto de vista de las actividades de ambos en el espacio en que se encuentran.

    Al no poder separarse de su actividad, sobre la cual no puede ejercer un acto reflexivo, el animal no consigue impregnar la transformacin que realiza en el mundo de un significado que vaya ms all de s mismo.

    En la medida en que su actividad es una adherencia de l, los resultados de la transformacin operada a travs de ella no lo sobrepasan. No se separan de l, en tanto cuanto su actividad. De ah que ella carezca de finalidades que sean propuestas por l. Por un lado, el animal no se separa de su actividad que a l se encuentra adherida; y por otro, el punto de decisin de sta se halla fuera de l: en la especie a que pertenece. Por el hecho de que su actividad sea l y l sea su actividad y dado que no puede separarse de ella en cuanto su punto de decisin se encuentra en su especie y no en l, el animal se constituye fundamentalmente como un ser cerrado en s mismo.

    Al no tener este punto de decisin en s; al no poder objetivarse, ni objetivar su actividad; al carecer de finalidades que proponerse y proponer; al vivir inmerso en el mundo al que no consigue dar sentido; al no tener un maana ni un hoy, por vivir en un presente aplastante, el animal es ahistrico. Su vida ahistrica se da, no en el mundo, entendido en un sentido riguroso, dado que el mundo no se constituye en un no-yo para l que sea capaz de constituirlo como yo.

    El mundo humano, que es histrico, se hace, para el ser cerrado en s mismo mero soporte. Su contorno no le es problemtico, sino estimulante. Su vida no es un correr riesgos, en tanto que no sabe que los corre. Estos, dado que no son desafos percibidos reflexivamente sino meramente notados por las seales que los apuntan, no exigen respuestas que impliquen acciones de decisin. Por esto mismo, el animal no puede comprometerse. Su condicin de ahistrico no le permite asumir la vida. Y, dado que no la asume, no puede construirla. Si no la construye, tampoco puede transformar su contorno. No puede, tampoco, saberse destruido en vida, puesto que no consigue prolongar el soporte donde ella se da: en un mundo significativo y simblico, el mundo comprensivo de la cultura y de la historia. Esta es la razn por la cual el animal no animaliza su contorno para animalizarse, ni tampoco se desanimaliza. En el bosque, como en el zoolgico, contina como un ser cerrado en s mismo, tan animal aqu como all.

    Los hombres, por el contrario, al tener conciencia de su actividad y del mundo en que se encuentran, al actuar en funcin de finalidades que proponen y se proponen, al tener el punto de decisin de su bsqueda en s y en sus relaciones con el mundo y con los otros, al impregnar el mundo de su presencia

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    creadora a travs de la transformacin que en l realizan, en la medida en que de l pueden separarse y separndose pueden quedar con l, los hombres, contrariamente del animal, no solamente viven sino que existen y su existencia es histrica.

    Si la vida del animal se da en un soporte atemporal, plano, igual, la existencia de los hombres se da en un mundo que ellos recrean y transforman incesantemente. Si en la vida del animal, el aqu no es ms que un habitat con el que entra en contacto, en la existencia de los hombres el aqu no es solamente un espacio fsico, sino tambin un espacio histrico.

    Rigurosamente, para el animal no hay un aqu, un ahora, un all, un maana, un ayer, dado que, careciendo de conciencia de s, su vivir es una determinacin total. Al animal no le es posible sobrepasar los lmites impuestos por el aqu, por el ahora, por el all.

    Los hombres, por el contrario, dado que son conciencia de s y as conciencia del mundo, porque son un cuerpo consciente viven una relacin dialctica entre los condicionamientos y su libertad.

    Al separarse del mundo que objetivan, al separar su actividad de s mismos, al tener el punto de decisin de su actividad en s y en sus relaciones con el mundo y con los otros, los hombres sobrepasan las situaciones lmites que no deben ser tomadas como si fueran barreras insuperables, ms all de las cuales nada existiera.13

    En el momento mismo en que los hombres las aprehendan como frenos, en que ellas se configuren como obstculos para su liberacin, se transforman en percibidos destacados en su visin de fondo. Se revelan as como lo que realmente son: dimensiones concretas e histricas de una realidad determinada. Dimensiones desafiantes de los hombres que inciden sobre ellas a travs de las acciones que Vieira Pinto llama actos lmites, aquellos que se dirigen a la superacin y negacin de lo otorgado, en lugar de implicar su aceptacin dcil y pasiva.

    sta es la razn por la cual no son las situaciones lmites, en s mismas, generadoras de un clima de desesperanza, sino la percepcin que los hombres tengan de ellas en un momento histrico determinado, como un freno para ellos, como algo que ellos no pueden superar. En el momento en que se instaura la percepcin crtica en la accin misma, se desarrolla un clima de esperanza y confianza que conduce a los hombres a empearse en la superacin de las situaciones lmites. 13 El profesor lvaro Vieira Pinto analiza, con bastante lucidez el problema de las situaciones lmites cuyo concepto aprovecha. vacindolo de la dimensin pesimista que se encuentra originalmente en Jaspers. Para Vieira Pinto, las situaciones lmites no son el contorno infranqueable donde terminan las posibilidades, sino el margen real donde empiezan todas las posibilidades; no son la frontera entre el ser y la nada, sino la frontera entre el ser y el ser ms (ms ser). lvaro Vieira Pinto, Consciencia e realidade nacional, Iseb, Ro, 1900, vol. II, p. 284.

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    Dicha superacin, que no existe fuera de las relaciones hombres-mundo, solamente puede verificarse a travs de la accin de los hombres sobre la realidad concreta en que se dan las situaciones lmites.

    Superadas estas, con la transformacin de la realidad, surgirn situaciones nuevas que provoquen otros actos lmites de los hombres.

    De este modo, lo propio de los hombres es estar, como conciencia de s y del mundo, en relacin de enfrentamiento con su realidad, en la cual histricamente se dan las situaciones lmites. Y este enfrentamiento con la realidad para la superacin de los obstculos slo puede ser hecho histricamente, como histricamente se objetivan las situaciones lmites.

    En el mundo del animal, que no es rigurosamente mundo sino soporte en el que est, no existen las situaciones lmites dado el carcter ahistrico del segundo que se extiende al primero.

    No siendo el animal un ser para s, le falta el poder de ejercer actos lmites que implican una postura de decisin frente al mundo, del cual el ser se separa y, objetivndolo, lo transforma con su accin. Preso orgnicamente en su soporte, el animal no se distingue de l.

    De este modo, en lugar de situaciones lmites que son histricas, es el soporte mismo, macizamente, que lo limita. Lo propio del animal es, por lo tanto, no estar en relacin con su soporte si lo estuviese, el soporte sera mundo pera adaptado a l. De ah que, como un ser cerrado en s mismo, al producir un nido, una colmena, un hueco donde vivir, no est creando realmente productos que sean el resultado de 'actos limites', respuestas transformadoras: su actividad productora est sometida a la satisfaccin de una necesidad fsica puramente estimulante y no desafiante. De ah, que sus productos, sin duda alguna, pertenezcan directamente a sus cuerpos fsicos, en tanto que el hombre es libre frente a su producto.14

    Solamente en la medida en que los productos que resultan de la actividad del ser no pertenezcan a sus cuerpos fsicos, aunque reciban su sello, darn origen a la dimensin significativa del contexto que as se hace mundo.

    De ah en adelante, este ser, que en esta forma acta y que, necesariamente, es un ser consciente de s, un ser para s, no podra ser, si no estuviese siendo en el mundo con el cual est, como tampoco existira este mundo si este ser no existiese.

    La diferencia entre los dos, entre el animal, de cuya actividad, por no constituir actos lmites, no resulta una produccin ms all de s, y los hombres que, a travs de su accin sobre el mundo, crean el dominio de la cultura y de la historia, radica en que slo stos son seres de la praxis. Solamente stos son praxis. Praxis que, siendo reflexin y accin verdaderamente transformadoras de

    14 Karl Marx, Manuscritos de 1884. Economa, poltica y filosofa, Editorial Arandu, Buenos Aires, 1968.

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    la realidad, es fuente de conocimiento y creacin. En efecto, en cuanto la actividad animal, realizada sin praxis, no implica una creacin, la transformacin ejercida por los hombres si la implica.

    Y es como seres transformadores y creadores que los hombres, en sus relaciones permanentes con la realidad, producen, no solamente los bienes materiales, las cosas sensibles, los objetos, sino tambin las instituciones sociales, sus ideas, sus concepciones.15

    A travs de su permanente quehacer transformador de la realidad objetiva, los hombres simultneamente crean la historia y se hacen seres histrico-sociales.

    Porque al contrario del animal, los hombres pueden tridimensionalizar el tiempo (pasado-presente-futuro) que, con todo, no son departamentos estancos. Su historia, en funcin de sus mismas creaciones, va desarrollndose en constante devenir, en el cual se concretan sus unidades epocales. Estas, como el ayer, el hoy y el maana, no son secciones cerradas e intercomunicables en el tiempo, que quedan petrificadas y en las cuales los hombres se encuentran enclaustrados. Si as fuere, desaparecera una condicin fundamental de la historia, su continuidad. Las unidades epocales, por el contrario, estn relacionadas las unas con las otras,16 en la dinmica de la continuidad histrica.

    Una unidad epocal se caracteriza por el conjunto de ideas, concepciones, esperanzas, dudas, valores, desafos, en interaccin dialctica con sus contrarios, en bsqueda de la plenitud. La representacin concreta de muchas de estas ideas, de estos valores, de estas concepciones y esperanzas, as como los obstculos al ser ms de los hombres, constituyen los temas de la poca.

    Estos no solamente implican los otros que son sus contrarios, a veces antagnicos, sino que indican tambin tareas que deben ser realizadas y cumplidas. De este modo, no hay manera de captar los temas histricos aislados, sueltos, desconectados, cosificados, detenidos, sino en relacin dialctica con los otros, sus opuestos.

    As como no existe otro lugar para encontrarlos que no sean las relaciones hombres-mundo. El conjunto de los temas en interaccin constituye el universo temtico de la poca.

    Frente a este universo de temas que dialcticamente se contradicen, los hombres toman sus posiciones, tambin contradictorias, realizando tareas unos en favor del mantenimiento de las estructuras, otros en favor del cambio.

    En la medida en que se profundiza el antagonismo entre los temas que son la expresin de la realidad, existe una tendencia hacia la mitificacin de la temtica y de la realidad misma que, de un modo general, instaura un clima de irracionalidad y de sectarismo. 15 A propsito de este aspecto. vase Karel Kosik, Dialctica de lo concreto, Grijalbo, Mxico, 1967. 16 En torno a las pocas histricas. vase Hans Freyer, Teora de la poca actual, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1966.

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    Dicho clima amenaza agotar los temas de su significado ms profundo al quitarles la connotacin dinmica que los caracteriza.

    En el momento en que en una sociedad, en una poca tal, la propia irracionalidad mitificadora pasa a constituir uno de los temas fundamentales, tendr como su opuesto contendor la visin crtica y la dinmica de la realidad que, empendose en favor de su descubrimiento, desenmascara su mitificacin y busca la plena realizacin de la tarea humana: la transformacin constante de la realidad para la liberacin de los hombres.

    Los temas17 se encuentran, en ltima instancia, por un lado envuelto y, por otro, envolviendo las situaciones lmites, en cuanto las tareas que ellos implican al cumplirse constituyen los actos lmites a los cuales nos hemos referido.

    En cuanto los temas no son percibidos como tales, envueltos y envolviendo las situaciones lmites, las tareas referidas a ellos, que son las respuestas de los hombres a travs de su accin histrica, no se dan en trminos autnticos o crticos.

    En este caso, los temas se encuentran encubiertos por las situaciones lmites que se presentan a los hombres como si fuesen determinantes histricas, aplastantes, frente a las cuales no les cabe otra alternativa, sino el adaptarse a ellas. De este modo, los hombres no llegan a trascender las situaciones lmites ni a descubrir y divisar ms all de ellas y, en relacin contradictoria con ellas, el indito viable.

    En sntesis, las situaciones lmites implican la existencia de aquellos a quienes directa o indirectamente sirven y de aquellos a quienes niegan y frenan.

    En el momento en que stos las perciben ya no ms como una frontera entre el ser y la nada, sino como una frontera entre el ser y el ms ser, se hacen cada vez ms crticos en su accin ligada a aquella percepcin. Percepcin en que se encuentra implcito el indito viable como algo definido a cuya concrecin se dirigir su accin.

    La tendencia, entonces, de los primeros, es vislumbrar el indito viable, todava como indito viable, una situacin lmite amenazadora que, por esto mismo, necesita no concretarse. De ah que acten en el sentido de mantener la situacin lmite que les es favorable.18

    De este modo, se impone a la accin liberadora, que es histrica, sobre un contexto tambin histrico, la exigencia de que est en relacin de correspondencia, no slo con los temas generadores, sino con la percepcin que

    17 Estos temas se llaman generadores porque, cualquiera que sea la naturaleza de su comprensin como de la accin por ellos provocada, contienen en s la posibilidad de desdoblarse en otros tantos temas que, a su vez, provocan nuevas tareas que deben ser cumplidas. 18 El proceso de humanizacin o de liberacin desafa en forma dialcticamente antagnica a los oprimidos y a los opresores. As, en tanto es, para los primeros, su indito viable que necesitan concretar, se constituye, para los segundos, en situacin lmite que es necesario evitar.

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    de ellos estn teniendo los hombres. Esta exigencia necesariamente implica una segunda: la investigacin de la temtica significativa.

    Los temas generadores pueden ser localizados en crculos concntricos que parten de lo ms general a lo ms particular.

    Temas de carcter universal, contenidos en la unidad epocal ms amplia que abarca toda una gama de unidades y subunidades, continentales, regionales, nacionales, etc., diversificados entre s. Como tema fundamental de esta unidad ms amplia, que podremos llamar nuestra poca, se encuentra, a nuestro parecer, el de la liberacin que indica a su contrario, el tema de la dominacin, como objetivo que debe ser alcanzado. Es este tema angustiante el que va dando a nuestra poca el carcter antropolgico a que hicimos referencia anteriormente.

    A fin de alcanzar la meta de la liberacin, la que no se consigue sin la desaparicin de la opresin deshumanizante, es imprescindible la superacin de las situaciones lmites en que los hombres se encuentran cosificados. En crculos menos amplios nos encontramos con temas y situaciones lmites caractersticas de sociedades de un mismo continente o de continente distinto que tienen en esos temas y en esas situaciones lmites similitudes histricas.

    La situacin lmite del subdesarrollo al cual est ligado el problema de la dependencia, como tantos otros, es una connotacin caracterstica del Tercer Mundo y tiene, como tarea, la superacin de la situacin lmite, que es una totalidad, mediante la creacin de otra totalidad: la del desarrollo.

    Si miramos ahora una sociedad determinada en su unidad epocal, percibiremos que, adems de una temtica universal, continental o de un mundo especfico de semejanza histrica, ella vive sus propios temas, sus situaciones lmites.

    En un crculo ms restringido, observaremos diversificaciones temticas dentro de una misma sociedad, en las reas y subreas en que se divide y todas, sin embargo, en relacin con el todo en que participan. Son reas y subreas que constituyen subunidades epocales. En una misma unidad nacional, encontramos la contradiccin de la contemporaneidad de lo no coetneo.

    En las subunidades referidas, los temas de carcter nacional pueden ser o no ser captados en su ver