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EL SER HUMANO EN SU UNIDAD CORPÓREO- ESPIRITUAL

Antr Unidad Corporeo-espiritual

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EL SER HUMANO EN SU UNIDAD CORPÓREO-

ESPIRITUAL

PERSONA HUMANA

¿Qué caracteriza a la persona y su vida humana de las otras formas de vida?

Es única e irrepetible Es integral Tiene libertad Tiene racionalidad Tiene valores elegidos Tiene dignidad Tiene derechos

PERSONA HUMANA

“La persona humana es un ser corpóreo y espiritual al mismo tiempo. Es una unidad sustancial de alma (o espíritu) y cuerpo. Decimos unidad sustancial, no accidental, porque la unión entre el alma y el cuerpo resulta en un solo ser: el ser humano, la persona humana. El cuerpo es parte intrínseca de la persona y no un mero accidente suyo; no es un traje que me pongo y luego me quito. Yo no tengo un cuerpo, yo soy mi cuerpo.

Adolfo J. Castañeda es Director de Programas Educativos de Vida Humana Internacional.

PERSONA HUMANA

En la actualidad persisten visiones sobre la persona humana que la reducen a:

su corporeidad (visión materialista), un objeto de placer o consumo (visión hedonista), una mera pieza social o laboral (visión

sociologista), un animal sofisticado (visión cientista o

mecanicista) o, incluso, se va al otro extremo, exagerando su dimensión espiritual, hasta el punto de restarle importancia moral a su corporeidad (visión espiritualista o de "New Age").

Trabajo en grupo

Averiguar de donde nace la visión que tiene cada grupo.

Averiguar qué es lo que expone o defiende. Averiguar en qué se fundamenta. Averiguar cómo ve al ser humano.

Presentar un power point por cada grupo sintetizando la información.

Exponer.

PERSONA HUMANA

La persona humana es, de acuerdo a la teología cristiana y a las filosofías de tal inspiración, un individuo de naturaleza racional, portador de potencialidades que se desarrollan a través de la vida, en el seno de la familia y de la comunidad.

ANTROPOLOGÍA BÍBLICA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La primera afirmación de la antropología bíblica es: El hombre es creatura de Dios. Tanto el texto yavista (Gén 2), como el sacerdotal (Gén 1) contienen sendos relatos de la creación del hombre con esta afirmación

Nota:

. A pesar de la disparidad de autores y épocas, el modelo antropológico del A. T. es notablemente uniforme y estable. Para comprobarlo, examinaremos los términos más importantes del vocabulario antropológico hebreo; a partir del análisis de esos términos descubriremos el modelo de hombre implicado en ellos.

Terminología antropológica hebrea Son tres los términos claves para entender

el concepto del hombre en la cultura hebrea: Basar, Nefesh, Ruah . Ninguno de estos términos tiene una equivalencia precisa en las lengua occidentales modernas; esta circunstancia explica la gran distancia que existe entre la concepción del hombre que dichos términos conllevan y la actualmente vigente . Sin embargo, esta antropología nos suministra muchas intuiciones que son, paradójicamente, muy actuales.

Basar: Originalmente significa CARNE de cualquier ser vivo,

hombre o animal (Is 22, 13; 44, 16; Lv 4, 11; 26, 29). De ahí pasa a designar al ser viviente en su totalidad, en cuanto visiblemente ubicado en el ámbito de los demás seres. La carne es la manifestación exterior de la vitalidad orgánica; y en este sentido se aproxima mucho a lo que hoy se designa como “cuerpo” (Núm 8,7; Job 4,15; 1 Reyes 21, 27). Basar se usa también como designación del hombre entero. Por ejemplo en el Salmo 56,5.12: la “carne” del versículo 5, pasa a ser el “hombre” del versículo 12. Basar se aplica también a los animales; su aplicación al hombre subraya el elemento biológico común al hombre y a los demás seres vivientes. Hombre y animales están, pues, enraizados, en un ámbito ontológico que los acerca, aunque difieren cualitativamente entre sí.

Características del término BASAR: A) Porque el hombre es un ser social cuya realidad

no se agota en la frontera de su piel, sino que se prolonga en su TU próximo . Basar puede significar también parentesco biológico. En Levítico 18,6 la mujer consanguínea es llamada “carne”; José es “carne” de sus hermanos (Gén 37,27). Y puesto que la biología humana es esencialmente la misma, todos los hombres (no sólo el próximo o el consanguíneo) son la misma “carne”. La expresión KOL BASAR (Toda carne), designa así la totalidad solidaria de los individuos que componen la especie humana (Is 40,5; 49,26; Jer 25,31; Job 12,10; Salmo 145,21). Más aún: todos los seres vivientes son Basar (Gén 9,15.16). De esa manera, el término basar conlleva un principio de solidaridad o socialidad.

B) La designación del hombre como Basar (carne), sugiere con frecuencia DEBILIDAD (no sólo física sino también moral), FRAGILIDAD y CADUCIDAD inherentes a la condición humana; por eso, la “carne” se asocia a la conducta pecaminosa (Gén 6,12); la “carne” es efímera como la hierba del campo (Is 40,6); toda carne es un soplo que se va y no vuelve ( Salmo 78,39).

Nota: No se atribuye a la carne el ser causal del mal, como lo afirman las antropologías dualistas, sino que como la carne es esencialmente limitada, por lo mismo padece de desfallecimiento biológico o ético.

NEFESH:

Es el centro vital inmanente del ser humano, la persona concreta animada por su propio dinamismo y dotada de sus rasgos distintivos; lo que hoy llamamos PERSONALIDAD , la PSICOLOGIA particular o colectiva. NEFESH está afectada por Basar. Por ejemplo en Is 29,8 se dice que cuando el ser humano siente hambre (BASAR), su NEFESH está vacía; y en el desierto el pueblo hambriento se queja de que su NEFESH está “seca” (Núm 11,6); se dice también que NEFESH disfruta de los manjares (Is 55,2). Denota así la influencia de lo biológico sobre lo psíquico y viceversa. BASAR y NEFESH pueden usarse distintivamente para denotar al hombre entero. No se trata, pues, de que BASAR y NEFESH sean partes o aspectos diversos de la estructura humana, como ocurre con el dualismo cuerpo-alma, que sumarían para integrar al hombre total, sino que cada uno de esos términos expresa la totalidad del hombre. Todo el hombre es BASAR, todo el hombre es NEFESH. No puede decirse que el hombre tiene BASAR o tiene NEFESH, sino que el hombre es una unidad psicosomática, cuerpo animado o alma encarnada.

NOTA:

Todo lo anterior quiere decir que el dualismo alma-cuerpo, según la concepción platónica griega, es totalmente ajeno al pensamiento bíblico. Entonces cabe preguntar: ¿si no es dualista la antropología bíblica, es monista? Como veremos más adelante, no es monista; es más bien una antropología integracionista, es decir, que ve al hombre como una realidad compleja, pluridimensional; pero, por encima de todo, UNITARIA: unidad psico-orgánica. A NEFESH se le puede atribuir sensaciones orgánicas, p.e. de hambre; mientras que a los órganos corporales se le atribuyen operaciones psiquicas: p.e. las entrañas se conmueven (Gén 43,40); los riñones exultan de gozo (Prov 23,16). El A.T. señala al corazón (LEB) como el verdadero centro interior del hombre en el que se imprimen y desde donde se irradian las operaciones sensitivas, afectivas, electivas, cognositivas.

IMPORTANTE:

Ni siquiera el pecado se adscribe a la carne o al cuerpo y la santidad al espíritu. Pecado y justicia, vicio y virtud, proceden de decisiones personales que comprometen al hombre entero, porque es el hombre total el que está ante Dios.

RUAH:

Indica la apertura trascendental del ser humano. El término significa primeramente “viento”, “brisa”, (Gén 3,8; Ex 10.13; Is 7,2). Por consiguiente significa “respiración” (Gén 41,8), e incluso la “vitalidad” (Gén 45,27). Pero en la mayoría de los casos se usa para designar el ESPIRITU DE YAHVEH; y en otros casos, la comunicación de ese Espíritu de Dios al Hombre. Se trata, entonces, -a diferencia de NEFESH- no del aliento vital del ser vivo, sino de una fuerza creadora, de un don divino específico (Job 33,4; 34, 14-15; Salmo 33,6; Is 31,3). Estamos pues, ante un concepto TEOANTROPOLOGICO con el que se expresa una nueva dimensión del hombre: la de su apertura a Dios, su dimensión sobrenatural. En esta línea los profetas son llamados “Hombres de Espíritu) en cuanto poseedores de un carisma distinguido (Num 27,18; Os 9,7)

NOTA:

Los términos BASAR-RUAH aparecen contrapuestos (Is 31,3); pero esa contraposición no implica la oposición dualista entre lo material y lo espiritual; expresa, más bien, la dialéctica entre la finitud y la limitación de la creatura y el poder omnímodo del Dios creador y soberano. Así, el hombre aparece, al mismo tiempo, como condenado a la caducidad y a la impotencia; pero no como una entidad clausurada en sí misma (en sentido horizontal únicamente), sino verticalmente abierto por ser capaz de una relación dinámica con Dios, quien por su RUAH sostiene la precariedad del hombre, apoya su debilidad y le posibilita trascender su condición carnal por la participación de sus dones divinos.

RESUMEN

En el A.T. el hombre no es objeto de una definición abstracta o genérica, a la mera filosofía. El A.T. describe al hombre como una UNIDAD PSICOSOMATICA, DINAMICA, MULTIDIMENSIONAL y como sujeto de una triple relación constitutiva: Con el mundo y los demás seres vivos, con los que tiene en común la carne animada con el aliento propio (NEFESH); Con sus semejantes, a quienes debe ver como prolongaciones de su propia (o misma) carne; Con Dios que lo creó y cuyo RUAH puede acoger en su misma carne, en su estructura existencial.

EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

El Catecismo subraya que el hombre es a la vez un ser corporal y espiritual (CEC 362). Y llama la atención la preocupación del mismo por subrayar la unidad personal del hombre al tiempo que la dualidad (no dualismo) de principios que en él se dan. Para subrayar la unidad, acude al concilio de Vienne (DS 902), considerando al alma como «forma» del cuerpo. Aquí el término de «forma» va entre comillas, como diciendo con ello que no trata de asumir una filosofía determinada con sus particulares implicaciones de escuela, cuanto de afirmar el pensamiento fundamental y básico según el cual «es gracias al alma como el cuerpo constituido de materia es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas, sino que su unión forma una única naturaleza» (CEC 365).

El concilio de Vienne pretendía, con su doctrina del alma como forma del cuerpo humano, no canonizar el hilemorfismo, sino mantener la unidad sustancial del hombre, que quedaba comprometida si se admite que el hombre tiene varias almas. El cuerpo humano, sigue diciendo el Catecismo, participa de la dignidad de ser «imagen de Dios», precisamente porque está animado de un alma espiritual, de modo que es la persona, toda entera, la que está destinada a llegar a ser, en el Cuerpo de Cristo, templo del Espíritu Santo (CEC 364).

El hilemorfismo (del griego ὕλη, materia, μορφή, forma, e -ismo) es la teoría filosófica ideada por Aristóteles y seguida por la mayoría de los escolásticos, según la cual todo cuerpo se halla constituido por dos principios esenciales, que son la materia y la forma. La materia prima o primera aristotélica es aquello que carece de forma. Como cualquier objeto material tiene una forma, la materia prima es el sustrato básico de toda la realidad. En el mundo material, la materia no puede darse sin forma y la forma no puede darse sin materia.

Así afirmada la unidad personal del hombre, el Catecismo subraya asimismo que en el hombre hay una dualidad de principios que tienen origen diferente. Consciente de que en la Sagrada Escritura el término de alma puede significar la vida humana (toda la persona humana), sabe también el Catecismo y recuerda que dicho término designa también en la Biblia lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y lo más valioso en él (cf. Mt 10,28; 2 M. 6,30), aquello por lo que el hombre es más particularmente imagen de Dios, de modo que «alma significa el principio espiritual del hombre» (CEC 363) (11).

Y, según esto, el cuerpo y el alma tienen un origen diferente. Mientras el cuerpo proviene de los padres, el alma es creada inmediatamente por Dios. Así lo confiesa el Catecismo católico: «La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (cf. Pío XII, enc. Humani Generis, 195: DS 3896; Pablo VI, SPF 8) -no es "producida" por los padres-, y que es inmortal (cf. Cc. de Letrán V, año 1513: Ds 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final» (CEC 366) (12).

Laterano IV, Humani Generis y Credo del Pueblo de Dios sostienen, de acuerdo con la inmortalidad natural que siempre ha mantenido la Iglesia respecto del alma, que ésta subsiste después de la muerte separada del cuerpo, hasta que se junte a él en la resurrección final.

Es difícil pedir mayor claridad a un texto sobre el alma, su existencia, su origen y su condición inmortal. Pero al presentar esta doctrina, el Catecismo no solamente es consecuente con la Tradición, sino que escapa de las enormes contradicciones en las que incurre la teología moderna cuando defiende la llamada visión unitaria del hombre.

Cuando las corrientes modernas, en aras de un unitarismo exacerbado, defienden que en el hombre no hay dualidad de principios, caen en el error de atribuir a un solo y único principio acciones materiales y espirituales, lo cual es metafísicamente imposible. Un perro jamás hablará y un ángel jamás comerá. Un principio material no podrá nunca realizar acciones espirituales, porque lo que tiene partes extensas en el espacio no podrá nunca producir lo simple, es decir, aquello que carece de dimensiones materiales. La materia engendra siempre materia. De la misma manera, la materia no sacará nunca a la luz al alma humana; por ello ésta sólo puede tener su origen en una nueva y directa creación de Dios.

Dejemos que lo diga Sto. Tomás de una forma lapidaria: «El alma, como es substancia inmaterial, no puede ser producida por generación, sino sólo por creación divina. Decir, pues, que el alma intelectiva es producida por el que engendra, equivale a negar su subsistencia y a admitir, consecuentemente, que se corrompe con el cuerpo. Es, por consiguiente, herético decir que el alma intelectiva se propaga por generación» (STh I, q.118,2)

El único origen posible del alma es, por tanto, la creación directa e inmediata por parte de Dios. El alma no proviene de la evolución. Ni aun con la potenciación de Dios puede surgir lo simple a partir de lo que tiene partes extensas en el espacio, pues se trata de dimensiones contrarias.

Ciertamente, el Catecismo habla de la espiritualidad y la inmortalidad como dimensiones naturales del alma. Es consciente de que, para hablar en el hombre de un elemento sobrenatural, la Sagrada Escritura usa el término de «espíritu» (ruah), por el que el alma es elevada gratuitamente a la comunión sobrenatural con Dios (CEC 367).

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

II “CORPORE ET ANIMA UNUS 362 La persona humana, creada a

imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad, con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.

363 A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (Cf. Mt 16, 25-26; Jn 15, 13) o toda la persona humana (Cf. Hch 2, 41). Pero también designa lo que hay de más íntimo en el hombre (Cf. Mt 26, 38; Jn 12,27) y de más valor en él (Cf. Mt 10, 28; 2M 6, 30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: “alma” significa el principio espiritual en el hombre.

364 El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (Cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45): Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma

condición corporal, reúne en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él, éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (GS 14,1).

365 La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la "forma" del cuerpo (Cf. Cc. de Vienne, año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza.

366 La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios (Cf. Pío XII, Enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo VI, SPF 8) -no es "producida" por los padres -, y que es inmortal (Cf. Cc. de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.

367 A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. Así S. Pablo ruega para que nuestro "ser entero, el espíritu, el alma y el cuerpo" sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (1 Ts 5,23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad en el alma (Cc. de Constantinopla IV, año 870: DS 657). "Espíritu" significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin sobrenatural (Cc. Vaticano I: DS 3005; Cf. GS 22,5), y que su alma es capaz de ser elevada gratuitamente a la comunión con Dios (Cf. Pío XII, Humani generis, año 1950: DS 3891).

368 La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de "lo más profundo del ser" (Jr 31,33), donde la persona se decide o no por Dios (Cf. Dt 6,5; 29,3;Is 29,13; Ez 36,26; Mt 6,21; Lc 8,15; Rm 5,5).