8
CUADERNOS de ANTROPOLOGIA SOCIAL BARTRA, Armando: «Campesinado: Base econ6mica y ca- racter de claselt. FIRTH, Raymond: «Trabajo y valor: Reflexiones en tomo a ideas de Karl Marxlt. ~ILLASSOUX, Claude: «De la reproducci6n a la pro- ducci6n; Una aproximaci6n marxista a la Antro- pologia Econ6mica». GUBER, Rosana; ROSATO, Ana M.: «La construcci6n del objeto de investigaci6n en Alli'Topologfa So- cial: Una aproximaci6n». LINS RIBEIRO, Gustavo: «Descotidianizar. Extrafiamiento y conciencia practica. Un ensayo sobre la pers- pectiva AntropoI6gica». GIDDENS, Anthony: «Hermeneutica, etnometodologfa y problemas del anaIisis interpretativo». KROTZ, Esteban: «La ensefianza de la teOrla antropo16- gica en la licenciatura: l,lastre inevitable 0 instru- mento analitico?». REYNOSO, Carlos: «La virtud imaginaria de los sfmbolos. Reflexiones sobre 'Islas de Historia', de Marshall Sahlins.lt . Secci6n Antropologia Social Instltuto de Ciencias Antropo16gicas F acultad de Filosofia y Letras - DBA V2 N°1 1989

ANTROPOLOGIA V2 N°1 SOCIAL 1989 - … · Facultad de Filosofia y Letras - DBA V2 N°1 1989. LA VIRTUD IMAGINARIA DE LOS SIMBOLOS Reflexiones sobre «Islas de Historia .., de Marshall

Embed Size (px)

Citation preview

CUADERNOS de

ANTROPOLOGIASOCIAL

BARTRA, Armando: «Campesinado: Base econ6mica y ca-racter de claselt.

FIRTH, Raymond: «Trabajo y valor: Reflexiones en tomoa ideas de Karl Marxlt.

~ILLASSOUX, Claude: «De la reproducci6n a la pro-ducci6n; Una aproximaci6n marxista a la Antro-pologia Econ6mica».

GUBER, Rosana; ROSATO, Ana M.: «La construcci6ndel objeto de investigaci6n en Alli'Topologfa So-cial: Una aproximaci6n».

LINS RIBEIRO, Gustavo: «Descotidianizar. Extrafiamientoy conciencia practica. Un ensayo sobre la pers-pectiva AntropoI6gica».

GIDDENS, Anthony: «Hermeneutica, etnometodologfa yproblemas del anaIisis interpretativo».

KROTZ, Esteban: «La ensefianza de la teOrla antropo16-gica en la licenciatura: l,lastre inevitable 0 instru-mento analitico?».

REYNOSO, Carlos: «La virtud imaginaria de los sfmbolos.Reflexiones sobre 'Islas de Historia', de MarshallSahlins.lt .

Secci6n Antropologia SocialInstltuto de Ciencias Antropo16gicasFacultad de Filosofia y Letras - DBA

V2 N°11989

LA VIRTUD IMAGINARIA DE LOS SIMBOLOSReflexiones sobre «Islas de Historia .., de Marshall Sahlins.

Se nos ha eneomendado eomentar Islas de His-toria, un texto de cuya edici6n somos en parte res-ponsables (con la anuencia del propio Marshall Sahlins)pero con cuya visi6n de la antropologfa, inerustada enla forma mas extrema y capciosa del idealismo, no po-demos ni remotamente estar de aeuerdo. EI trance esoportuno, entonees, para exponer un punto de vista dis-cord ante que nunea habrfa podido manifestarse en unpr06logo sin incurrir, editorialmente hablando, en al-guna suerte de ineongrueneia.

lComo reaceionar ante un testimonio de esta na-turaleza, que aI abrigo de la exuberancia casi patol6-gica de produecion te6riea que disfruta el pafs del nortese entretiene en juegos interpretativos deliberadamentemenores, en un estilo de clamorosa miscelanea, en unaempresa en la que se pretende resolver con suficien-cia, recurriendo a ejemplos de forzada circunstancia-lidad, los problemas euIminantes de la determinacionestruetural, de la eategorizaci6n y el metodo? lHabraque responder con estupor ofendido , inquiriendo !asrazones de tanta fama, en eontraste eseandaIoso conmedios tan precarios y con valores cientffieos tan men-guados? lCon indifereneia, saIteando paginas, decli-nando la lectura y dejando que aeaso en diez aiios masel simbolismo, preludio del posmodernismo en la es-eena norteamerieana, muera de su propia miseria? lOmejor a6n con parsimonia e interes, seiialando con lamayor paciencia posible los extravfos de una concep-cion del mundo -de una ideo10gfa- que en 10que a nues-tra periferia respecta no puede aportar ni ideas fecundasni praxis viables?

Las maniobras silogfstieas de SaIllins, en las quededuce conclusiones tremendas a partir de analisis par~ticu1ares abordados sin garantfas de pureza metodol6-giea y sesgados hasta la nausea, no han logradoconveneernos, obviamente. De am que no sepamoshasta que punto podemos ser obedientes a la regIa deparsimonia que nos hemos fijado, sin dejarnos arre-batar par la indignacion: SaIllins es un pensador ten-dencioso, tal como 10 conceptlian en passant muchosde sus coterraneos (p.ej. Chibuk, 1981) Yno serfa sen-sato hacer como si asf no fuera.

Trate usted de resumir esta obra de Sall1insy com-probara que, asf como hay creaeiones del intelecto queno resisten e1 analisis, esta, en particular, ni siquieratolera la sfntesis. Buena razon, entonees, para que de-clinemos parafrasearla y para que elaboremos nuestrocomentario presuponiendo su conocimiento. Ahora

bien, como toda erftiea valida debe discurrir en un ni-vel de tipificacion mas e1evado que e1 de aquello queinterroga, no eederemos a 1a invitacion de SaWins aque todo cuestionamiento que se Ie oponga se abismeen su misma retorica, extraviandose en una selva decasos (Fiji, Hawaii, Nueva Ze1anda) suseeptib1es deser reinterpretados hasta el infinito.

No ofreeeremos contraejemplos: el desarrollo se-rio de uno solo reclamarfa mas espacio que e1 queSahlins adjudica a todos sus casos reunidos, porquenuestras exigeneias epistemicas son otras. No serfa pru-dente, ademas, complicarnos en raciocinios en los que10s elementos de juicio, en 1ugar de ser instancias deun calculo 0 premisas neeesarias para una demostra-cion, son meros vehfculos de lucimiento y pro1eg6-menos a una decision interpretativa tomada deantemano. Pues 1aantropologfa de SaIl1insno haee sinoilustrar una practica cada vez mas extendida en la dis-cusion disciplinar: la descarada recoleccion de ejem-plos a traves del corpus (mas que a partir del trabajode campo) y su retorsion exegetica hasta que se avie-nen a soportar una ideo10gfa previa, que para e1 easopuede ser cua1quiera. Este procedirniento, que ya de-nunciaramos haee unos aiios (Reynoso 1987: 124-126),encuentra su clfnlax en Colors and Cultures (1977),un libe10 en el que SaIllins se arroga e1 derecho de in-terpretar un experimento complieadfsirno en el sentidoopuesto a1 que Ie imprimieran sus disenadores origi-nales.

Procuremos clarificar, antes que nada, e1modusestilfstico con que Islas de Historia nos eonfronta. En1a escritura de este autar casi siempre coexisren tresniveles; el de los asuntos referidos (por 10comlin apa-sionantes), el de las interpretaciones que se les asigna(tortuosamente derivadas, aunque predeeibles) y e1dela prectiea obsesiva en contra del materialismo, 1acua1podrfa haberse eonsunlado con total independencia delos otros dos niveles, por cuanto es en realidad e1pro-tagonista clandestino de toda 1a trama.

Frente a afirmaeiones tan difusas como las queeste libro compendia pensamos que 10mejor es hab1arclaro, evitar los cireunloquios, Hamar alas cosas porsu nombre. Nada ganarfamos con precipitarnos en sumisma meeaniea de la insinuacion. Pues no se trata deresenar un 1ibro mas, que para co1mo no es el de ma-yor inlportancia, ni el mas seductor, ni e1 mas repre-sentativo, cuando 10 que urge es ea1ifiear a su autor,elucidar sus intenciones escondidas y situar a aquel y

a estas en las coordenadas de las polemicas antropo-16gicas del momento, por mas que la discusi6n en si(la confrontaci6n enesima de estructura y contingen-cia) tenga el sabor de 10 arcaico.

Esto implica, naturalmente, que nuestro objetode critica no podra ser ya ellibro de marras, sino conmayor justicia el intertexto de la producci6n te6ricade un antrop610go que por su combatividad y su den-

.sidad creativa epitomiza con mejores atributos, dequince afios a esta parte, la figura del idealista y delreduccionista cultural. No es el caso que MarshallSahlins sea, ni mucho menos, el mejor en su especieo el que con mas acabada eficacia lleva agua al mo-lino de su causa. Para ello carece del virtuosismo li-terario de un Clifford Geertz, de la erudici6nposmodema de un Stephen Tyler y de la imaginaci6nde un Levi-Strauss, para no decir nada de un modelocientifico original, de una idiosincracia intelectual de-fmida 0 de un trabajo de campo tangible. A diferenciade 10 que sucede en Geertz, en la tensionada escriturade Sahlins se divisan las cooturas entre el material et-nografico escogido y las elucubraciones que a propo-sito de el se construyen. A diferencia de 10 que es elcaso en Tyler, Sahlins se atreve a abordar el orden dela significaci6n sin demostrar un conocimiento cabalde los rudimentos de lingiHstica y semi6tica, y con-fundiendo alegremente los contenidos semanticos y lacapacidad analitica de los con~eptos que prodiga 1. Ya diferencia de Levi-Strauss, Sahlins sencillamente noes Levi-Strauss, aunque el nucleo de su tactica con-sista en intimidamos con su efigie.

Pero discutir sobre Marshall Sahlins, aunque es-temoo persuadidos de su secundariedad en el pante6nde la disciplina, no deja de ofrecer cierta moraleja pe-dag6gica. El representa, con toda certeza, el punto enel que las estrategias discursivas del idealismo se mues-tran con mayor impudicia y en el que se toman maspatentes sus alcances, sus fuerzas y sus timites.

l.Sahlins idealista? Hay que reconocer que nosiempre 10 fue en plenitud, aunque una revisi6n cui-dadosa de su fase precoz nos revele, retrospectiva-mente, la promesa de un conservador. Un psicoanalistadiria que Salllins no ha asumido 0 no ha elaborado suarrepentimiento. En ellenguaje de la militancia, po-driamos expresarlo diciendo que detras de un funda-mentalista casi siempre subyace un renegado que se .esfuerza en disimular sus pecados de juventud. Hastaen ello es SaWins fiel a su influencia francesa.

Habiendo trabajado fragmentos de IsLas de His-toria en el ambito de la ensefianza universitaria, unade las perplejidades que hubo que conjurar fue de na-turaleza clasificatoria. l.Que tiene que ver -se nosesperaba- Marshall SaWins con el simbolismo? Parael comtm -de los estudiantes de ciencias antropol6gi-cas (y nos atraveriamos a decir que para la generali-

dad de los entendidos de nuestro medio) Salllins seguiasiendo el materialista eclectico, el criptomarxista 0 elevolucionista criterioso que fue quiza en su juventud,en los afios '60, cuando produjo Economfa de LaEdadde Piedra y EvoLuci6n y Cultura (1974, 19(0), ycuando acui16 los dogmas centrales de la postura sus-tantivista en la etema querella de la antropologia eco-n6mica. Nunca Salliins nos incit6 ala lucha de clases,insistimos; pero en aquellos tiempos, desde nueva pers-pectiva lejana y desde nuestra censura, el mero hechode mencionar a Marx y de hablar de Economia con-feria ya cierto lustre revolucionario.

Luego, en los afios negros del Proceso, perdi-moo el contacto. Por la parquedad de los estudios lo-cales en materia de teoria antropo16gica y por lasveleidades de la traducci6n, las noticias sobre la obraulterior de Sahlins fueron indirectas, furtivas, frag-mentarias, a veces inexactas. Los que no eran adictosa la lectura de antropologia en lengua inglesa se en-teraron de su paulatina metamorfosis por terceras per-sonas, yen particular a traves de Marvin Harris, conquien Sal1lins polemiz6 acerca del canibalismo azteca,verbigracia, llevando incidentalmente la peor parte (cf.Harris 1982:361-9).

La fulica noticia directa que lleg6 a nuestros oi-dos, la de la oposici6n rotunda de Sahlins a la NuevaSintesis de Wilson, desarrollada en Uso y Abuso deLaBiologfa (1976a), no era sino el eco de una aven-tura marginal respecto de aquello que mas nos inte-resaba. Una aventura cuyo saldo fue mas bien negativopara la imagen colectiva de la antropologia, por pre-sentar una analogia demasiado simplista entre el «capi-talismo,. y las tres cuartas partes de la ciencia deraigambre darwiniana, y por pretender restringir lafuerza explicativa de 10bio16gico sin mayor argumentoque el de unas cuantas singularidades, esporacticas yde interpretaci6n dudosa.

Lo que sucedi6 en este interregno es muy sim-ple: arrastrado por las mismas modas que tantos otros,Sahlins cambi6 de idea. Lo objetable no fmca en elcambio en si, que pudiera ser abrupto y seguir siendoencomiable, sino en que es 10 que result6 cambiadopor que. Tras su periplo europeo, en el que se encon-tr6 desconcertado en el ojo de la tormenta del Mayofrances, SaWins introdujo en su lexico terminos antesinlpensables en 1m intelectual norteamericano, como«representaci6n», «constitutivo» y «fundante», y co-menz6 a citar a ftl6sofos inusuales, como Cassirer, Ri-coeur y Baudrillard. Hoy en dia, despues de casi undecenio de convivencia con Ronald Reagan, es muycomful que en los Estados Unidos se discuta a Fou-cault 0 a Derrida, adoptando la pose de gente culta masque el estereotipo del cientifico riguroso; pero aque-Ilas eran otras epocas, y Salllins ocup6 la vanguardia,si no de la asimilaci6n real y profunda del europeismo,

SI por 10 menos de su lucimiento publico. 2Cuando Sahlins regres6 a su pals Iuego de estas

mutaciones (cuyo Pigmali6n fue in duda Levi-Strauss)y comenz6 a hablar de semejante cosas, en Iugar dereferirse a c6mputos de trabajo diario, indices de con-sumo domestico, expansi6n redatoria 0 varianzas deproducto per capita, Murdoc .. ' I('~ ecologistas se de-ben haber sentido como 'er ras palurdos. Peroesta, en fm, es otra historia, como tambien 10 es Ia delos motivos que llev n a S a la adopci6n desu simbolismo cosmo ' .. -\.1 respecto existen ver-siones encontradas. ~ -" ellas regocijantes: EricWolf (1987: 115) ase\"" nuestro autor se sinti6impulsado a inda~ar ivas estructuras cultura-les cuando David B COllmmic6que era, nada me-nos, el octavo descerdieIILe ' eal de Ba'al Shem Tov,figura liminal de la ' . Estar en una reuni6nnocturna con elle ' Ba.kan y on el biznieto delRabino de Estrasbur S:r.ms:~),hablando acasode la vida y obra del biz:;:ie{D inn de Marsella(Marcel Mauss), la i6n de coinci-dencias misticas mas PO::~)Sd. 0 que el titubeanteracionalismo de Sa.b.l.Cs rtar,

La que importa resca::;rr es:te chismorreoconjetural es que '- C:e guraci6n, nues-tro autor se dedic6 ar::e . !as diversasfonnas del mate" C"-..}-" _';;0, sin:Jarrlose bajoel signo de un idealisrnlOe:x:::::;::c.,2 ". curiosamente,nunca se presenta ,\- ien como de-fensa desinteresada os aparen.tes»(1979:35-36). De argumentaci6n sepliega insensiblemenre configuracionestipicas: «j,Esta en ve~ . 'ocado el idealistaX?,., 0 bien «l.Son en casas como Ie pa-reee at materialista 1. . > • .:'Ie ::>.... anterior Sahlinsretiene tan sOlo un e r ~5 es>. agravio que, trasrazonamientos i.n.sa:nab".-, ".onimicos, salpicacon generosidad para CE;:D5:t3I n::uo a la ecosistemicacomo a la etnociencia. ~ sociobiologfa comoal materialismo cul . e ;..:: uso (iJXlr que no?) almarxismo. El ardi e inteligente: Sahlinsno puede en puridad ser ~ "rea ionario, por-que su ataque descans.a 0 forjado en el co-raz6n de las izquier

Parad6jicameme. ha Uegado a ser«burgues» todo pensamie • no rinda tributo a lapreminencia de las superesrru nrras. ala prioridad 16-gica y onto16gica de !as i , a la sublime majestaddel slmbolo (1979:14, 1·,33,36, 57, 69, etc.). Su.categorizaci6n opera por contagio: Ie basta Ia mas ina-cente proximidad temporal entre un fen6meno del or-den politico (colonialismo, imperialismo) y una teoriaantropo16gica -aunque sea contestataria- para sentirseautorizado a proclamar su identidad visceral, para im-putar a esta los crimenes de aquel y para hacerlos ex-

tensivos a cualquier estrategia que reivindique partede su herencia. En otros terminos, toda proposici6nque se erija en el interior de un marco cientlfico conel que Salliins antipatice, esta, seglin el, afectada deuna marca original que la invalida, independientementedel asunto que trate y del rigor con que discurra.

Asimismo, Ie aIcanza con amontonar referenciasbibliograficas heterogeneas, de cuyo tenor interpreta-tivo se aduefia, y con abrumar al lector con un mo-roso ejemplo mas 0 menos traido de los cabellos (cuyoexasperante detalle, seamos sinceros, aburriria alin almas escrupuloso especialista), para concluir que el sim-bolo impera en todas partes, por encima de la biolo-gla, la constricci6n fisica 0 el entomo. jC6mo si algotan trascendente, mayUsculo y delicado pudiera ver-daderamente ser resuelto merced a una inducci6n tandifusa 0 a una deducci6n tan imperfecta! Con esta ca-suistica, se siente sin embargo capaz de deconstruirla alternativa te6rica que se Ie ocurre 0 de demostrara gusto 10 que invariablemente demuestra, que es alfin y al cabo una y la misma cosa; porque, pueril-mente, el triunfo de su postma exige como precon-dici6n la culpa y el holocausto de las que se Ie oponen.De todas las teorfas conocidas, s610 el estructuralismo,o mas exactamente su peculiar lectura simbolista delestructuralismo (de la que Levi-Strauss, por 10que sesabe, no ha acusado recibo) Ie parece un paradigmadigno de redenci6n.

EI texto con el que se inaugura esta visi6n es, talvez, Cultura y Raz6n Practica (1976b), al cuallos fran-ceses se han apresurado a re-traducir con el clamorososubtitulo de Raison utiutaire et raison culture/Ie (1979).Su objetivo deelarado es el de cuestionar con una manouna buena fracci6n de los Mbitos te6ricos de la antro-pologia no idealista en tanto vicios emergentes de unamentalidad ocddentalizante, colonialista, capitalista,individualista 0 burguesa, mientras que con la otra de-muestra la radical inadecuaci6n del marxismo(expresi6n culminante del «utilitarismo materialista»)para enfrentarse con los desafios especificos que pre-sentan las sociedades iletradas. La idea capital deSall1ins consiste en denunciar la antinomia endemicadel pensanliento bnrgues entre sujeto y objeto, espl-ritu y materia. hombre y mundo. Concilia estas opo-siciones invocando un tertium quid, la cultura, quetiene que ver oscuramente con los simbolos. El argu-mento se cree irrefutable, de modo que s610 tiene queser ilustrado: el, hombre posee taxativamente cultura,y mas que limitarse a utilizar sinlbolos es, gracias aCassirer, un «animal simb6lico» .

Pero en la disputa sobre la preminencia relativadel mundo de las ideas 0 del universo de las cosas, lacapacidad simb6lica no consigue calificar como unainstancia neutral. Aunque se tratara de una entidad me-nos fantasmal, susceptible de ser definida con alglin

rigor 0 abordable con una mmima constancia seman-tica, se encuentra notoriamente sesgada para el ladode las idealidades. Por afiadidura, mientras mas sepresta crectito a los trabajos interpretativos de Sahlins,menos claros son los referentes empiricos de semejantecapacidad de siJnbolizaci6n. En una pagina, la culturaque se identifica con ella es un conjunto que englobalos bienes materiales, las relaciones sociales y la sig-nificaci6n (1979:256); en otra es mas bien una herra-mienta de impasici6n de significados (p. 10, p. 75);Y en otra, una nueva suerte de objeto, creado a partirde la apreciaci6n simb61ica y de la «smtesis de la rea-lidad objetiva» (p.88).

Lo importante, viene a decir Sahlins, no es lamente, ni el conjlmto de las cosas (necesidades bia-

. 16gicas, pulsiones vitales, percepci6n, ecologfa, rela-ciones materiales) sino mas bien el pensamiento. Y notanto nuestra capacidad de pensar, acaso biol6gica-mente determinada, sino los motivos simb6licos y lasestructuras conforme alas cuales esa capacidad cons-tituye, ordena y jerarquiza nuestra percepci6n de 10real. EI argumento no es nuevo, desde ya, y la deudade Sahlins con Hallowell (quien afirmaba, por ejem-plo, que el entomo ecol6gico esta «culturalmente cons-titufdo») es demasiado palrnaria como para negarla.Aunque aquel, claro esta, la silencia.

Islas de Historia desmerece incluso frente a fi-losofias tan banales y a discusiones tan artificiosas. EItexto es particularmente abstruso y desordenado, atinen contraste con otros aportes de un autor que jamasse caracteriz6 por su sistematicidad. Cuesta trabajo (yno parece ser excesivamente rentable) despejar aun-que mas no fueren los hechos concretos a los cualesse aplican las interpretaciones y de los cuales se de-ducen consecuencias te6ricas de bulto, tales como lapuesta en crisis, en su ominosa globalidad, del «con-cepto occidental de Historia» ethos discursivo de la an-tropologia.

La premisa global es la misma que en otros li-bros: un simbolismo soft-core, con Marx parado so-bre la cabeza: la conciencia, por mediaci6n de lossmlbolos que la constituyen, determina la totalidad delser. Los eventos hist6ricos que justifican estos y otrosdictamenes estan confusamente narrados, en rafagaso en espasmos, porque se los constata, comenta y va-loriza en un mismo trazo de pluma. Los elementos dejuicio de tipo documental aparecen mixturados con di-gresiones que no apartan precisamente claridad. Aplas-tados par el peso de las pretextaciones con que se losrode a a fin de abolir otras explicaciones posibles, loshechos basicos tampoco coinciden con 10 que se ca-noce a partir de fuentes mas puras y menos crispadas(cf. Quilici 1976; Rickman, 1967).

Este desorden no es ajeno al hecho de que el li-bro constituya en realidad lma compilaci6n mas 0 me-

nos azarosa, en la que cada articulo se ramifica enalusiones a otros estudios, generalmente excluidos,pero de cuyas conclusiones Sahlins se sirve a menudo,como si conformaran un cuerpo monolitico de verda-des taxativas que no seria elegante discutir de nuevo.Como subproducto de este procedinliento, par la con-fianza que se deposita en un saber que se presumeafianzado e inexpugnable, no es inusual que se de pordescontado 10 que corresponde demostrar: el estatutoprivilegiado, determinante, de la actividad simb6lica.

Pero por 10 oportuno de 10 que en otro contextoseria considerado un inconveniente de monta, barrun-tamos que todo este embrollo de reenvfos, verdadesa medias, indicios y pruebas fragmentadas obedece me-nos a contingencias editoriales, a razones de econo-mfa expositiva 0 al natural apoyo que todo estudiosoencuentra en sus hallazgos previos, que a una tacticadeliberada, a un recurso del metOdo. Si echamos unamirada de conjunto, veremos que de unos afios a estaparte en los textos de Sahlins rara vez se encuentranpresentes, sistematicamente expuestos, todos los ele-mentos de juicio que conducen a elaborar las conclu-siones a que se llega, para no decir nada de un disefioexperimental cuidadoso, de un reconocimiento de ca-sos an6malos 0 de un analisis honesto de hip6tesis al-temativas: casi siempre se remite a un acervo deconvicciones palemicas que, precisamente par estar au-sentes, pueden usurpar sin escandalo el estatuto epis-temol6gico que en condiciones normales correspondeal saber consolidado y al procedimiento estricto.

A diferencia de 10 que sucedfa en Cultura y Ra-z6n Practica 0 en Colors and Cultures, en Islas de His-toria 10 polemico cede el sitio a 10 palmario, par masque Sahlins, fiel a su costurnbre, pretenda estar diri-miendo una disputa crucial. Si estamos ante un truco,habra que reconocer que es ingenioso: al invertir lamisma furia y al echar mana de iguales estratagemascuando 10que se dice es obvio y cuando 10que se alegaes imposible, la homogeneidad del discurso impedirasaber a ciencia cierta bajo que circunstancias las fuer-zas argumentativas son insuficientes 0 en que contex-tos la demostraci6n se torna 1m juego de nifios.

No es s610 por tratar de cuestiones insulares queel simbolismo de Sahlills, en sus mejores momentos,nos causa el efecto de un estructuralismo pasado poragua, diluido, sin perfiles propios. Refractario 0 in-diferente al inmenso caudal de discusiones en torno aLevi-Straus, todo el texto bien podrfa ser una nota alpie de La Pensee Sauvage, en la que se vuelven a evo-car reflexiones cuya productividad crefanlOs agotadahace tiempo y en la que falta el ingrediente, habitualen los reexamenes, de la mirada fresca 0 la perspec-tiva sagaz.

En efecto, el argumento central que vertebra elconjlmto de los articulos es de una pasmosa obviedad,

en flagrante discontinuidad 16gica con los corolariosque se supone legitimiza: 10 que los antrop610gos lIa-man «estmctura" -las relaciones simb6licas del ordencultural- es unobjeto hist6rico. Con esta solemne afir-maci6n, que nadie en SllS ca al estarfa dispuesto 0siquieta interesado en r usar. SJlllins cree hacer es-tallar la oposici6n, c.siem re pre nte en las cienciashumanas", entre estmetura e hi oria.

Dejemos a un la i olaterales y defec-tos menores de razo 0: todos los antrop6-logos coincidan en "'fini iOnde estmctura,que se falsifique la dicotomia «en to-das las ciencias" I =.= car sabre el errorde siquiera postular . ,'a a las demostra-ciones un espesor imular su inciden-cia en polemicas ...•~ un tenue aire defamilia con 10 que se '" infunda a la he-terogenea teoriza ., a uniformidadficticia al simple ef:>- ntar de unsolo golpe. El p es sOlo el co-mienzo de una lar.=_ os, queluego son reinterpreOl~ precedentenecesario para lie ;I :._- ---= _ ~ veredi tos in-moderados, que "'" '. er la ne-gaci6n de 0 < =,.... :::lbricamenteequivocas y aruLliti:a::~== :,:~",,~:::r:==:,;;. ':::0, di-ruimico, sistema )' =:;"!e::;t:1x::llTIa y su-perestmctura.

Arracimad !XIil::l:~ sereduce a una ejec--tivamente demraleza reestruetu:~J:2forma en que losorden estmctural.de consideracioemitica algabfamos Marx 0tan fundar las c

Como es de '""es mas de emdisuelve en unse toma paroxis •...•ral. No es equi-.sodio en que. -inspiraci6ntercambio de ~(1988:100-102 ._- ~y rarificado de La "'."__nunca semejarue.-::' -un caso tan in ".- -

Lo que e '-fiada confusi6n '"char intencioejemplo basrara r =- t:::::s.:::!:""l:~

«En - .T. _ . Pe-

loponeso, Tucfdides explica su intenci6nde eliminar de su historia todos los ele-mentos de 10 maravilloso, puesto que,como reconoce modestanlente: 'Mi trabajono es una pieza deescritura destinada a sa-tisfacer el gusto de un publico inmediato,sino que fue hecho para durar porsiempre'. Asi comienza la historiograffaoccidental de la Verdad sin omamento enel triunfo del logos sobreel mito. ( ... ) Cu-rioso, entonces, que Sir George Grey, enel 'Prefacio de su Polinesian Mythology',cuente c6mo se vio obligado a reunir sugran corpus de mitos maories a fin de li-brar cierta guerra polinesia. Nombrado go-bemador de Nueva Zelandia en medio deun levantamiento maorf, Sir George prontodescubri6 que no podia negociar las cues-tiones decisivas de la guerra y la paz con108jefes maories si no poseia un s6lido co-nocimiento de su poesia y mitologia"(1988:64)

No hace falta ser un batesoniano confeso ni leertodo 10que Tarski 0 Russell dijeron sobre 108tipos 16-gicos para darse cuenta que no es verdad que «Ia his-toria documentada de las guerras polinesias comienzadonde concluy6 la historia fundamental de las guerrasdel Peloponeso" (1988:65), y que no esta demostradoque, de cara a la praxis, el historiador deba retrotraersemetodol6gicamente al mito, que es 10 que Sal1lins, alfin y al cabo, insinUa. Lo que buscaba Tucidides era,simplemente, dejarse de mitologizar, sin renunciar porelio a referir mitos en tanto tales; y 10 que pretendiaSir George no era retortlar a Hesiodo, ni disolver lahistoriograffa en la mitopraxis, sino comprender me-jor sucesos que tenian en la mitologia su principal mo-tor explicativo. Aunque, contrariamente a 10 que anuestro autor conviene, este movimiento del espiritues similar (y no «opuesto») al de la «pragmatica" dela historiograffa ateniense, no existe entre la posturade Tucfdides y la de Sir George la suficiente homo-logfa, el isomorfismo preciso, como para establecerlos contrastcs, oposiciones y enantiosis con los queSahlins jucga al aprendiz de estmcturalista.

Amen de las deducciones impugnables, de la de-sarmonfa entre premisas y consecuencias, de las ge-neralizaciones infundadas, de la manipulaci6n determinos con significados proteicos, de la resurrecci6nde debates extenuados y de las recurrentes violacio-nes al principio de tipificaci6n que facultan sutiles vai-venes en los valores de verdad, encontramos fmalmenteen Sahlins una desmesurada confiallza en la capaci-dad de las paradojas para revocar la validez de las epis-temologfas de Occidente. Atmque Salllins resultainofensivo en comparaci6n con los posmodemos 3,

quienes asumen su irracionalismo con absoluta since-ridad, nada es tan pretencioso, en todo el texto, comola multiplicaci6n de curiosidades, habida cuenta delprop6sito que ese despliegue de antinomias persigue.Pero pese a la elocuencia critica de hechos tales comola preocupaci6n de los maories (y luego de los brita-nicos) por los mastiles y no por las banderas. 0 la in-molaci6n de Cook por los hawaianos a despecho desu rango divino, la l6gica alternativa que demostra-ria, eventualmente, la bancarrota de Arist6teles y delpensamiento burgues, brilla por su ausencia. Las con-secuencias que acarrearia la ruptura con el dualismoson enigmaticas, porque el mismo Sahlins la reclama

. utilizando tecnicas discursivas que jamas -pese a susdosis de sofisteria- se apartan un apice de 10 conven-ciona!. Por consiguiente, y porque su diatriba contrala epistemologia burguesa es una consigna hueca, sinconsecuencia reflexiva alguna sobre sus propios ra-zonamientos, hay que concluir que Sahlins no nos dicenada nuevo, si es que en realidad nos dice algo quepueda sostenerse. De haber sido bien planteados, susobjetivos podrian a 10 sumo confundirse con los delhostigado Evans-Pritchard 0 con los de cualquier fun-cionalista: encontrar los supuestos a partir de los cua-les un comportamiento paradojal deviene razonable.

En descargo de una compilaci6n que, como esnotorio. dista de conformamos, s6lo cabe aducir la co-lorida fascinaci6n de los hechos polinesios que sirven

de excusa a Sablins para desparramar su habitual fa-ramalla. Islas de Historia. en otras palabras, se be-neficia y llega a ser literatura digerible s610 comoconsecuencia accesoria del esplendor y el exotismo delos hechos que refiere y de la paciencia del escritorpara expresarlos en una envoltura de adjetivos osten-tosos. Sea como fuere, el objeto (la historia polinesia,rnitologizada 0 no) demuestra ser harto mas rico y masvital que el metodo letargico con que se 10 aborda.

Toda vez que en este pais subsisten profesiona-les que 0 bien no han advertido las debilidades de laantropologia simb61ica, 0 estan lisa y llanamente in-teresados en encubrirlas, es obligado pteguntarse quesucedeni en el futuro, y en nuestro medio, con estaespecie de antropologia especulativa y suntuaria. Lapeor -conjeturamos- sera la resignaci6n, el silencio,acaso la reverencia. la idea de que nada pernicioso 0superfluo nos puede llegar de un lugar en que se pro-duce tanto saber consagrado. a excepci6n de un «cien-tificismo~ cada vez mas fantasmatico. Tenemos entrenosotros a la antropologia interpretativa, en mas de unavariante, y desde el extranjero nos llueven promoto-res ansiosos por imponerla. No obstante sus errores,desde aqui no podemos presagiar su colapso, sinocuando mucho sugerir que ya basta. Pero algo es se-guro: cuanto mas calladamente aceptemos este tipo deret6rica como la ciencia a que debemos aspirar, tantomas proliferaran estos conatos en los aftos por venir.

1 EI mAscandoroso y reiterado de estos errores consiste en confundir las diferencias 0 constancias puramente formalesy sintActicascon contrastes 0 igualdades de significado. al mismo tiempo que se sostiene el principio de la arbitrariedaddel signa y que se persiguen correlatos pragmAticosde dicho paralelismo. No aportaremos referencias bibliognlficas enapoyo de nuestro juicio. ya que todo el estructuralismo simbolista de Sahlins se funda en esa falacia.

3 Stephen Tyler. Marylin Strathem. James Clifford. Mary Louise Pratt, Vincent Crapanzano. Renato Rosaldo. GeorgeMarcus. Paul Rabinow. Michael Taussig. para no mencionar m:1sque algunos antrop6logos explfcitamente enroladosen el movimiento.

Sahlins, Marshall. 1Piedra, B

. Stone age economics, Chicago, Aldine (traducci6n espanola: Economia de la Edad delana. Aka.!, 1977).

Sahlins, Marshall. 1espana :

6a. The use and abuse of biology , Ann Arbor, University of Michigan Press. (Traducci6n'50 )' abuso de la biologia, Madrid, Siglo XXI, 1982).

Sahlins, Marshall. 191 e and Practical Reason, Chicago, University of Chicago Press (traducci6n fran-cesa: Au Coeur des Societis. Raison utilitaire et raison culturelle, Paris, Gallimard, 1979)

Sahlins, Marshall. 19po logy , . '

. Cow and Cultures, en Dolgin, Kemnitzer y Schneider (editores), Symbolic Anthro-York. Columbia University Press.