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69 ISSN: 1131-6993 Arqueología evolutiva y Filogenética cultural Evolutionary archaeology and Cultural phylogenetics Daniel GARCÍA RIVERO* Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Geografía e Historia Universidad de Sevilla C/ Doña María de Padilla, s/n, 41004, Sevilla. [email protected] Recibido: 12-12-2011 Aceptado: 18-04-2012 RESUMEN Este trabajo intenta responder por qué la aplicación de la Teoría de la evolución darwiniana en Arqueología es posible y, sobre todo, relevante. Es decir, cómo se beneficia esta rama científica al considerar el estudio de la cultura material, y por extensión el cambio cultural, bajo el enfoque del pensamiento evolutivo. En esta línea, una vez explicados los puntos teóricos principales, se realiza una exposición básica sobre la aplicación de esta epistemología en nuestro área científica, centrándonos fundamentalmente en las tareas de clasificación y secuenciación de los datos arqueológicos e introduciéndonos en lo que puede llamarse Filogenética cultural. PALABRAS CLAVE: Arqueología. Epistemología. Evolución. Filogenética cultural. Filosofía de la ciencia.Taxonomía. ABSTRACT This paper attempts to answer why the application of the Darwinian Theory of Evolution to archaeology is possible and, moreover, relevant. That is, what this scientific field gains by considering the study of material culture, and by extension of cultural change, from the perspective of evolutionary thought. In this line, after explaining the main theoretical points, we develop an exposition on the application of this epistemology in our scientific area, focusing particularly on the tasks of classification and sequencing of archaeological data and thus entering into the field of Cultural Phylogenetics. KEY WORDS: Archaeology. Epistemology. Evolution. Cultural Phylogenetics. Philosophy of Science. Taxonomy. SUMARIO: 1. Breves notas sobre la diversidad filosófica en el estudio del cambio cultural humano. 2. El concepto de evolución darwiniana como herramienta científica arqueológica. 3. El estudio darwinista de la evolución de los rasgos y sistemas culturales. 4. Taxonomía filogenética. 5. Estudios filogenéticos culturales. 6. Discusión. Complutum, 2012, Vol. 23 (2): 69-92 http://dx.doi.org/10.5209/rev_CMPL.2012.v23.n2.40876

arqueol evolutiva

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  • 69 ISSN: 1131-6993

    Arqueologa evolutiva y Filogentica cultural

    Evolutionary archaeology and Cultural phylogenetics

    Daniel GARcA RiveRo*Departamento de Prehistoria y Arqueologa, Facultad de Geografa e Historia

    universidad de SevillaC/ doa Mara de padilla, s/n, 41004, Sevilla.

    [email protected]

    Recibido: 12-12-2011Aceptado: 18-04-2012

    ResumenEste trabajo intenta responder por qu la aplicacin de la Teora de la evolucin darwiniana en Arqueologa es posible y, sobre todo, relevante. Es decir, cmo se beneficia esta rama cientfica al considerar el estudio de la cultura material, y por extensin el cambio cultural, bajo el enfoque del pensamiento evolutivo. En esta lnea, una vez explicados los puntos tericos principales, se realiza una exposicin bsica sobre la aplicacin de esta epistemologa en nuestro rea cientfica, centrndonos fundamentalmente en las tareas de clasificacin y secuenciacin de los datos arqueolgicos e introducindonos en lo que puede llamarse Filogentica cultural.

    PAlAbRAs clAve: Arqueologa. Epistemologa. Evolucin. Filogentica cultural. Filosofa de la ciencia.Taxonoma.

    AbstRAct

    This paper attempts to answer why the application of the Darwinian Theory of Evolution to archaeology is possible and, moreover, relevant. That is, what this scientific field gains by considering the study of material culture, and by extension of cultural change, from the perspective of evolutionary thought. In this line, after explaining the main theoretical points, we develop an exposition on the application of this epistemology in our scientific area, focusing particularly on the tasks of classification and sequencing of archaeological data and thus entering into the field of Cultural Phylogenetics.

    Key woRds: Archaeology. Epistemology. Evolution. Cultural Phylogenetics. Philosophy of Science. Taxonomy.

    sumARio: 1. Breves notas sobre la diversidad filosfica en el estudio del cambio cultural humano. 2. El concepto de evolucin darwiniana como herramienta cientfica arqueolgica. 3. El estudio darwinista de la evolucin de los rasgos y sistemas culturales. 4. Taxonoma filogentica. 5. Estudios filogenticos culturales. 6. Discusin.

    Complutum, 2012, Vol. 23 (2): 69-92http://dx.doi.org/10.5209/rev_CMPL.2012.v23.n2.40876

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    debate, bien conocido, puede ejemplificarse con las perspectivas encontradas de los filsofos T. S. Kuhn y K. Popper). Figrese, si la confrontacin existe casi irreconciliablemente en tan bsicas esferas re-flexivas, cunto pueden distanciarse las posturas conforme subimos en la escala del discurrir de los pensamientos y planteamientos sobre cuestiones histricas particulares. Por otro lado, es positiva la variedad terica existente porque permite ir consi-derando casi todos los rincones, casi todas las posi-bilidades, en ese anlisis y explicacin de los fen-menos naturales. es decir, en funcin del volumen de variacin de pensamiento, seguramente, tendre-mos ms probabilidades de dar con alguna tecla que nos permita validar y asentar algn conocimiento.

    Sin embargo, y aun con esa diversidad terica, existe un factor comn a prcticamente todas las corrientes de pensamiento arqueolgico: mantienen intocable como principio filosfico la intencionali-dad humana como nico, o en el mejor de los casos principal, mecanismo provocador del cambio cul-tural. Esto lleva a que casi todas las epistemologas arqueolgicas den crdito fehaciente de que la His-toria se constituye mediante unos cambios direccio-nales progresivos predeterminados por los propios humanos. En fin, el resultado es que todas las reas de conocimiento dedicadas al estudio de la cultura humana siguen trabajando con un modelo lamarc-kiano del cambio en la vida.

    Resulta paradjico que habindose desacredita-do ste el modelo lamarckiano para todo anlisis cientfico de cualquier organismo o entidad sobre la tierra, incluido el de sus comportamientos, lo aco-jamos sin miramiento alguno para el caso exclusi-vo de Homo sapiens, sobre todo para su conducta, aunque no para las de sus especies ancestrales. Al margen del (natural) peso de nuestras influencias religiosas, filosficas y culturales, y por mucho que nos pese, no podemos mantener axiomticamente la intencionalidad humana y el modelo lamarckiano si nuestro propsito es exclusivamente cientfico. Es decir, no podemos trabajar con la heurstica de la ecuacin intencionalidad humana=cambio estima-do si sta la propia ecuacin no est demostrada cientficamente, no siempre funciona.

    la intencionalidad es slo parte del comporta-miento. Adems, es parte de un comportamiento basado en nuestro sentido comn, es decir, en una determinada forma culturalmente heredada de en-tender la experiencia cotidiana y de relacionar la accin humana con el propsito (dunnell 1982, ci-tado en bentley et al. 2008: 115) que no existe en los sistemas de percepcin sensorial de otras cul-turas humanas. la intencionalidad, la necesidad y el hbito, ya se demostr en su da con el conocido ejemplo del alargamiento del cuello de las jirafas,

    [the] formation of different languages and of species, and the proofs that both have been developed through a gradual process, are curiously parallel We find in distinct langua-ges striking homologies due to community of descent, and analogies due to a similar process of formation.

    (darwin 1871: 59-60).

    1. Breves notas sobre la diversidad filosfica en el estudio del cambio cultural humano1

    Las epistemologas con las que se ha interpretado la parte estrictamente no gentica de los individuos y grupos humanos, esa que ahora podemos llamar cultural y que no supone confrontacin ni incom-patibilidad antagnica con aquella biolgica-, han sido muy numerosas. En lo que respecta particular-mente a la Arqueologa, ciencia histrica que de-bera entrar en comunin con otras ms o menos similares para el propsito de explicar mejor nues-tro pasado y presente como la Antropologa, la Biologa y la Psicologa, entre otras-, tambin los enfoques tericos y paradigmas de pensamiento utilizados desde hace dcadas son muchos y, sobre todo, diversos; por citar algunos de los ms exten-didos en la Arqueologa espaola algunos tienen ms de epistemologas, de cuerpos tericos ms o menos fundamentados, y otros tienen ms de pa-radigmas o modelos explicativos ms aspticos y puntuales-, recurdese por ejemplo el Historicismo Cultural, el Materialismo Histrico, la Nueva Ar-queologa procesualista y, ms recientemente, el Posprocesualismo. Todos stos, y otros no citados con menos allegados, han proliferado ms en unos determinados momentos o coyunturas de nuestra ciencia, y tambin ms en unas ramas cronolgicas o especialidades que en otras, dejndose llevar el xito relativo entre esas epistemologas- por las ma-reas e inercias de las tradiciones y modas de hacer ciencia, a veces irreflexivas, cuando no por intere-ses personales e ideolgicos.

    Al margen del porqu de la desigual aceptacin de una u otra epistemologa en Arqueologa, lo que s es cierto es que esta variabilidad de pensamien-to es natural, lgica y, a todas luces, positiva para nuestra propia ciencia. Es natural y lgica porque, refirindonos a pilares filosficos bsicos, difcil-mente uno que piense por ejemplo que el mundo y la vida estn sujetos a leyes universales objetivas podr convencer a otro que, por el contrario, pien-se que cada sujeto de la vida tiene una perspectiva distinta de la misma y, por ello, rehse la bsqueda de leyes generalistas de tal tipo; la misma dificultad tendra el segundo para persuadir al primero. (este

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    morales y no cientficos, y poco o nada tienen que hacer aqullos en la ciencia. Los nicos que en sta estaran a buen recaudo son los denominados valo-res cientficos o epistmicos. Algunos filsofos de la ciencia han sealado cules son esos valores, y, aunque algunos de stos son clasificados y nombra-dos de forma distinta segn la importancia relati-va otorgada por unos y otros pensadores, podemos citar ahora los siguientes: simplicidad, poder uni-ficador, fertilidad, consiliencia de inducciones, co-herencia interna y consistencia externa, falsabilidad popperiana y precisin predictiva ( McMullin 1983; Ruse 2001: 46-49). Esta ltima referencia el libro de M. Ruse constituye un ejercicio de reflexin magnfico que analiza detenidamente, en funcin de la existencia o no de valores cientficos y morales, el cuerpo epistemolgico darwinista y algunos de sus cientficos ms relevantes o conocidos.

    2. El concepto de evolucin darwiniana como herramienta cientfica arqueolgica

    Actualmente, la comunidad cientfica general dedi-cada al estudio del cambio en la vida est de acuerdo en que la Teora de la evolucin constituye la epis-temologa que ana el mayor nmero de los valores cientficos a los que hemos aludido anteriormente, adems de ser la que lo hace de la forma ms sen-cilla y armoniosa. este paradigma evolutivo, aun siendo tan sencillo, posee un gran poder explicati-vo. el resorte heurstico de la episteme darwiniana puede generar fcilmente un gran volumen de hip-tesis y discusin cientfica que adems puede irse contrastando y refinando conforme a los principios de refutabilidad y construccin del conocimiento.

    El enfoque terico evolucionista permite poner en relacin, bajo unos mismos parmetros de pensa-miento, multitud de reas de conocimiento; este pa-raguas darwiniano enlaza pues enfoques y mtodos de multitud de reas de estudio no slo culturales sino de muchos campos cientficos de diversa ndo-le (Antropologa, Arqueologa, Biologa, Gentica, lingstica, Medicina, paleontologa, psicologa, Sociologa, entre otras), dando cuenta fehaciente-mente del potencial de conexin multidisciplinar o del valor epistmico del poder unificador.

    Existe una muy abundante bibliografa que, en formas y alcances muy distintos, explica los prin-cipios tericos generales de la epistemologa evo-lucionista darwiniana, entre las que destacara El origen de las especies de Ch. R. darwin (1859) y La estructura de la teora de la evolucin de S. J. Gould (2004). Aqu y ahora nos limitaremos a sin-tetizar y definir muy bsicamente cul es el ncleo fundamental (o la idea central) de dicha epistemo-

    no producen por s mismas el cambio, y menos an el cambio que se estima vaya a ocurrir en el futuro. Por qu, si no, todava se nos resiste el hallazgo de curaciones a ciertas enfermedades que medran seriamente en las poblaciones humanas aunque se invierta una ingente cantidad de recursos humanos y econmicos (de intenciones y propsitos) en in-vestigacin mdica? La historia de la tecnologa nos brinda numerosos ejemplos reales que corrobo-ran la inexactitud del modelo lamarckiano2. la in-tencionalidad humana es, efectivamente, ni ms ni menos que un mecanismo generador de variacin, sobre la que luego puede actuar la seleccin la cual explicaremos ms adelante (OBrien, Holland y Fox 2003: 205).

    Sustituyendo y corrigiendo a la explicacin la-marckiana, en Biologa se ha validado cientfica-mente un modelo darwiniano del cambio en la vida, que no slo es vlido para el estudio del cambio gentico y orgnico sino tambin para el del cam-bio cultural. el modelo darwiniano del cambio no es que descarte directamente la posible influencia que sobre el cambio pueda producir la variacin y plasticidad del comportamiento humano. Ms bien, a lo anterior aade otras fuerzas ms importantes como mecanismos provocadores del cambio; sin duda, la ms importante de ellas es la que se cono-ce con el nombre de seleccin natural. este modelo darwiniano ha quedado validado cientficamente porque est contrastado empricamente en diversos mbitos de la vida. por supuesto, lo est en las reas biolgicas orgnicas, y ms recientemente se viene demostrando su verosimilitud con los datos dispo-nibles en otros campos relativos al comportamien-to, como por ejemplo en Etologa y en Arqueologa evolutiva. Adems, este modelo, como veremos en el prrafo siguiente, es acorde con los valores cien-tficos que los filsofos de la ciencia han apuntado en relacin con la epistemologa, el rea de la filo-sofa que estudia cmo sabemos lo que creemos que sabemos (Ruse 2001: 25).

    Si cientficamente, pues, se ha validado, en de-trimento del paradigma lamarckiano, un modelo darwiniano del cambio general de la vida, es lgico que ste pueda (y deba) usarse tambin para el an-lisis de nosotros mismos. (Imagnense que un astr-nomo de la actualidad pretendiese explicar el Uni-verso haciendo caso omiso de la forma elipsoidal, y no plana, de nuestro planeta, y lo mismo si hiciera odos sordos a la posicin relativa de la tierra, y de otros astros, en relacin con el Sol). Es verdad que resulta muy difcil desprenderse de algunas de las enseanzas y los valores que vamos adquiriendo a lo largo de la vida, sobre todo aquellos aceptados en edades tempranas de la misma, pero hemos de tener en cuenta que la mayora de ellos son valores

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    espordicamente segn las interacciones entre los elementos de un sistema.

    la seleccin constituye pues el mecanismo principal segn el cual las frecuencias relativas de rasgos y organismos van modificndose a lo largo del tiempo. Los rasgos u organismos que, por las circunstancias que sean, no logren reproducirse o replicarse, no dejarn descendencia o copias, ms o menos modificadas, de s mismos. Cuando un con-junto o poblacin de rasgos u organismos similares (prximos en fisiologa, conducta, filogenia, econo-ma de la naturaleza, o lo que sea) no logre repli-carse lo suficiente (el lmite mnimo depende de las circunstancias que le rodean), se extinguir en favor de otra serie de rasgos u organismos que en dicha coyuntura tenga mayor reproduccin diferencial y que, por tanto, ocupar su lugar.

    A esta idea de la seleccin pnganle tiempo y es-pacio geogrfico, aadindole una multitud de otros mecanismos y variables influyentes, como pueden ser la mutacin y variacin, la deriva, la migracin y colonizacin, y un sinfn de posibles relaciones y niveles de asociaciones entre organismos y po-blaciones, y obtendr lo que llamamos especiacin: la emergencia de nuevas especies a partir de otras existentes.

    por tanto, y resumiendo, los factores fundamen-tales para que cualquier sistema pueda analizarse pues desde un punto de vista darwinista son: 1) he-rencia, es decir, que los taxones o rasgos que se replican hereden entre s informacin codificada ge-ntica y/o culturalmente; 2) variacin, es decir, que durante esos procesos de reproduccin o replica-cin de taxones o rasgos (somticos o de conducta) se produzca modificacin, o lo que es lo mismo, que las copias descendientes no sean totalmente idn-ticas a los especmenes ascendientes; y 3) compe-tencia entre taxones o rasgos, es decir, que entre las posibles variantes (poblaciones, individuos, estados somticos o culturales) se produzca (provocada por una presin selectiva) una reproduccin diferencial. La figura 1 ilustra bsicamente el modelo funda-mental anterior.

    Si bien este esquema del cambio se haba pensado en estos mismos trminos desde hace mucho tiem-po, los arquelogos e historiadores, normalmente, le hemos prestado poca atencin, creyendo errnea-mente que nuestros menesteres (el comportamiento y la cultura material humanos) no tienen apenas que ver con el conocimiento que se ha venido demos-trando y acumulando en otras reas cientficas. En Biologa se denomina genotipo al ADN que sinteti-za informacin molecular, la cual se expresa o ma-terializa en los rasgos fenotpicos (colores de ojos, de pelo, etc.). en el caso de la cultura, hemos de entender como genotipo toda la informacin que se

    loga, y tambin cules son los requisitos funda-mentales para poder aplicarla a cualquier campo de estudio.

    En esencia, el darwinismo plantea que el soporte gnico de la vida (genotipo) y todas sus expresiones posibles (fenotipo) son, al unsono, elementos mu-tables que cambian a lo largo del tiempo y del es-pacio. No existe la generacin espontnea, o lo que es lo mismo, toda expresin de la vida, sea som-tica (cuerpos fisiolgicos) o extrasomtica (pautas de comportamiento, cultura material, etc.), es una modificacin mayor o menor de algo preexistente. Pero cmo se produce esa modificacin y el cam-bio?

    el concepto de evolucin para los darwinistas se refiere a la nocin segn la cual la variabilidad de las poblaciones cambia a lo largo del tiempo y del espacio. es decir, las frecuencias relativas de los diferentes rasgos (somticos y culturales) que con-forman las poblaciones (o sistemas integrados por diversas poblaciones) no permanecen constantes, sino que cambian con el paso del tiempo. Para los darwinistas, adems, las fuerzas que gobiernan el cambio no residen exclusivamente en el interior de los organismos, tal y como podra entenderse desde el concepto de transformismo predarwiniano. (ste es todava el nico o principal mecanismo provo-cador del cambio en el resto de los enfoques teri-cos aplicados al estudio de la prehistoria e Historia, en los cuales, segn ya ha quedado anotado, rige un modelo lamarckiano del cambio cultural). Al margen de la variacin interior de los organismos, producida por la mutacin gentica y por la inno-vacin del comportamiento, el motor del cambio ms importante para los darwinistas se localizara fuera de los organismos. Aunque se discute en foros especializados sobre la posible existencia de varios mecanismos, sin duda el principal de ellos para el cambio darwinista es lo que se conoce como selec-cin natural.

    El concepto de seleccin se refiere a la situacin eventual donde cualquier tipo de presin provoque un sesgo reproductivo diferencial entre los rasgos de una poblacin (o entre las distintas poblaciones de un sistema). dicha presin (adjetivada normal-mente como selectiva) supone una especie de em-budo o cuello de botella que impide la replicacin y descendencia de parte de la variabilidad existente en pro de una descendencia mayor de la parte res-tante de dicha variabilidad. esta presin selectiva puede surgir a partir del efecto de un grupo de or-ganismos o de variables ambientales ms genera-les, y puede afectar solamente a una poblacin de organismos o a un nmero elevado de poblaciones. De ah que se diga que el cambio darwinista vie-ne de fuera, porque las presiones selectivas surgen

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    Figura 1.- En la parte superior de la figura aparecen tres letras (A, b y C) representando los tres primeros ancestros de nuestro ejemplo. Se podra tratar de tres organismos distintos, de tres pautas de comportamien-to, de tres tipos cermicos o de tres rasgos o variantes culturales posibles existentes en una poblacin y gene-racin dada. Para que el supuesto sea ms ilustrativo y sencillo, el tamao de la poblacin permanecer cons-tante (slo hay disponibles tres nichos o puestos en di-cho ecosistema). el tiempo transcurre de arriba hacia abajo. En la primera generacin se reflejan las dife-rentes fases del proceso, mientras que en las restantes slo se sealan sus propios lmites globales. Volviendo entonces arriba, debemos entender los rasgos A, b y C como las tres variantes culturales existentes en la primera generacin, y que, dada una presin selectiva o cuello de botella, competirn entre s por replicar-se hacia la segunda generacin. esas tres alternativas estrechamente relacionadas entre s (variantes cermi-cas por ejemplo) estn presentes inicialmente a partes iguales, es decir, cada una ocupa el 33% de la pobla-cin. todas ellas producen una variacin de dos nue-vos rasgos (por ejemplo, el rasgo A produce los rasgos A1 y A2). Se puede entender esto como la variacin producida por el alfarero responsable de cada gnero cermico. Sin embargo, no todos estos seis rasgos pue-den reproducirse, porque la demanda crea una presin que ilustra eso de que las variantes compiten entre s (la expresin struggle for life de darwin). en la segunda generacin de nuestro ejemplo slo tres ras-gos acaban constituyndose como descendencia neta (A1, C1 y C2). Ntese cmo los dos rasgos deriva-

    dos del antecesor B se han extinguido. El tercio de la poblacin que ocupaban ha sido sustituido ahora por los dos rasgos derivados del ancestro C (C12 y C13). este incremento de C en la frecuencia relativa de la poblacin a travs de las generaciones (basta con slo una) se denomina reproduccin diferencial (el color gris ms oscuro de la primera generacin se extingue en pro del color gris de tonalidad media). por tanto, en el paso de una generacin las variantes iniciales se han modificado, han evolucionado, incluso algunas han sido sustituidas por otras. No obstante, podemos tra-zar lneas verticales (discontinuas) que nos muestran la fuerte relacin genealgica que mantienen entre s ascendientes y descendientes. esto nos muestra la co-rrelacin de sus fitness o adaptabilidades, en el sentido de que una influye en buena medida sobre la sucesora. efectivamente, este paso de informacin de una gene-racin a otra se produce bajo diversos mecanismos de herencia. Si proseguimos hacia abajo nos encontramos con el mismo proceso en otra nueva generacin, y as sucesivamente.

    almacena y transmite culturalmente por diversos mecanismos entre los cerebros humanos, como por ejemplo las instrucciones alfareras que se codi-fican en las mentes de los artesanos; stas se expre-san fenotpicamente en los recipientes cermicos, sobre los cuales opera la seleccin. por tanto, los comportamientos y la cultura material son fenotipos expresados a partir de los cerebros, que funcionan de forma anloga al genotipo gentico.

    La traslacin del modelo de la transmisin gen-tica al estudio de la transmisin cultural no conlle-va pensar, primero, que necesariamente las trans-misiones de ambos tipos de informacin (gentica y cultural) hayan de producirse siempre de forma independiente, pues ambas estn, al fin y al cabo, relacionadas bajo un mismo sistema integrado: un organismo y, a un nivel superior, una poblacin. en este sentido, somos conscientes de que el genotipo cultural probablemente englobe simultneamente informacin cultural y gentica. Segundo, la impor-tacin de dicho modelo al estudio de la cultura tam-poco implica que la estructura y transmisin de la informacin cultural haya de producirse de formas totalmente idnticas a las del caso gentico. Simple-mente, dado que ese modelo ha permitido un gran avance en el conocimiento del mundo orgnico, est bien contar con un esquema inicial desde el que em-pezar a escudriar cmo se estructura, se transmite y se almacena la informacin cultural, sobre todo a falta de otro modelo alternativo que cumpla mejor los propsitos cientficos en nuestras reas de estu-dio. por tanto, y para terminar esta digresin, cuan-do usamos aqu las nociones de genotipo y fenotipo, estamos refiriendo e incluyendo los cuerpos fsicos,

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    entre las primeras formas de razonamiento cientfico se encuentra el mtodo fundamenta-do en la analoga, que fue planteado por Platn y desarrollado posteriormente por Aristteles. en efecto, la comparacin entre dos partes, cantida-des o conjuntos permite extraer inferencias sobre aspectos que ambos compartan. Hoy en da sera difcil imaginar una ciencia, la arqueolgica in-clusive, a falta del mtodo comparativo. Es muy frecuente, por ejemplo, encontrar en la literatura arqueolgica referencias a otros objetos ms o me-nos similares al que se estudia o presenta, siendo muy habitual el uso del trmino paralelo/s. Al fin y al cabo, lo que se hace es echar un vistazo al registro material conocido y ver qu conjuntos ar-queolgicos estn ms prximos y son ms afines al que est bajo estudio.

    Sin embargo, aunque nos resulte de gran ayuda, la aplicacin del mtodo comparativo, basado ex-clusivamente en la analoga, en la tarea de la cla-sificacin tiene un serio problema, el cual, dicho sea de paso, no se ha percibido en la Arqueologa espaola y en muchas otras: no hemos atendido a las naturalezas de esas afinidades o similitudes entre objetos o conjuntos! esto es: hemos olvidado considerar si los paralelos o analogas se deben al parentesco, porque ambos objetos o conjuntos pro-ceden de un mismo ancestro comn, o sin embargo se deben a otra serie de causas3. por ejemplo, en la dispora fenicia de principios del primer mile-nio a.C. a lo largo del Mediterrneo occidental, dos poblaciones diferentes desconectadas entre s porque salen en momentos distintos y arriban a destinos alejados pueden compartir la simili-tud de albergar el conocimiento de la tecnologa de la produccin metalrgica del hierro porque dicho rasgo cultural tecnolgico ya exista en la poblacin madre original de la que descienden am-bos grupos. Sin embargo, la similitud que puedan compartir los conjuntos materiales de dos pobla-ciones distintas cualesquiera tambin puede deber-se a un paralelismo y a una convergencia evolutiva segn las cuales se haya producido la emergencia independiente del mismo rasgo en taxones distin-tos y distantes, pero tambin puede deberse dicha similitud a la transferencia horizontal del rasgo en cuestin entre las dos poblaciones porque ambas fuesen coetneas. esta ltima razn, la de la trans-ferencia horizontal, es sencilla: las poblaciones romanas transfirieron muchos rasgos culturales y materiales a los numerosos grupos tnicos que se encontraron en diversas reas geogrficas. Muchos pases actuales de todo el globo terrqueo han ad-quirido modas culturales de Estados Unidos, desde diversos productos alimenticios y materiales hasta incluso formatos televisivos de expresin artstica.

    sus comportamientos y, tambin, la cultura material que ambos producen (Bentley et al. 2008: 114).

    En el total de las expresiones culturales de una sociedad podemos incluir un abanico amplsimo de rasgos: ideas, creencias, valores, patrones de conducta, lenguajes, objetos y utensilios materia-les de muy diversa ndole, etc. Como se ha ano-tado, no hay duda de que estos rasgos culturales no permanecen constantes a lo largo del tiempo, y tampoco a lo largo del espacio entre diversos gru-pos y sociedades. La diversidad que muestra el re-gistro antropolgico y arqueolgico es el producto de la evolucin de los rasgos culturales a lo largo del tiempo y espacio, los cuales cambian en ambas dimensiones mediante diversos mecanismos como la variacin, la herencia, procesos de sesgos como la seleccin natural, la difusin, la transferencia horizontal, etc. Si en nuestros anlisis pensamos en trminos de poblaciones y creamos unidades culturales plausibles de ser medidas, como fone-mas y morfemas en lingstica, como atributos determinados en Antropologa y como muchos rasgos del registro arqueolgico, efectivamente bien ajustados a nuestras hiptesis y herramientas metodolgicas, podremos ver cmo esas variantes culturales se distribuyen en y entre las poblacio-nes a lo largo del tiempo. las distintas frecuencias relativas nos permitirn lanzar y contrastar hip-tesis efectivamente inspiradas en los principios darwinistas sobre, por ejemplo, la reproduccin diferencial de cada uno de estos rasgos a lo lar-go de las poblaciones y del tiempo y, por ende, podremos explicar los porqus de la proliferacin y declive de unos y otros tems arqueolgicos, es decir, explicar el cambio cultural.

    3. El estudio darwinista de la evolucin de los rasgos y sistemas culturales el estudio de la evolucin de rasgos y sistemas culturales pasa primero por medir y rastrear esas propias unidades y despus por analizarlas y expli-carlas en funcin de los principios darwinistas del cambio a travs de las generaciones o transmisio-nes correspondientes, segn la escala aproximati-va que nos interese.

    En cualquier caso, la bsqueda de la realidad histrica que pretendemos, la bsqueda de esas verdades histricas en sentido popperiano si se quiere, debe constituir un desarrollo ordenado de preguntas y respuestas, un trabajo sistemtico que relacione adecuadamente nuestras conjeturas, hi-ptesis, inferencias y contrastes, de manera que consigamos un proceso acumulativo (y colectivo) de conocimiento.

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    por otro lado, un paralelismo se trata de un ras-go que emerge casualmente en dos lugares y mo-mentos distintos, pero sin conexin filogentica, o lo que es lo mismo, sin compartir un ancestro comn. Por ejemplo, la figura 2 compara algunos elementos del registro arqueolgico de tribus ind-genas americanas con algunos otros pertenecientes a la Prehistoria Reciente de la Pennsula Ibrica. Se trata de un fenmeno casual que ha llevado a un paralelismo entre dos poblaciones o culturas aparentemente incomunicadas, tanto geogrfica-mente (mediante el ocano Atlntico) como en el tiempo. En este ejemplo hipottico suponemos la incomunicacin espacial y temporal de las dos so-ciedades expuestas, pero qu ocurre cuando esta-mos tratando materiales arqueolgicos del mismo continente y periodo? discernir si los rasgos son similares debidos a paralelismos o a lazos de fi-liacin comunes es prcticamente imposible, o al menos ambiguo. De ah la grave flaqueza del criterio de la analoga por semejanza o similitud, pues de cara a establecer agrupaciones y clasifica-ciones es insuficiente e incorrecto. Por ltimo, una convergencia evolutiva se refiere a un rasgo que se encuentra en dos lugares y momentos distintos, sin conexin filogentica alguna, pero cuyas emer-gencias se deben a procesos de adaptacin simi-lares en ambos casos. efectivamente, se trata de un fenmeno similar al paralelismo, pero con la diferencia de que en la convergencia evolutiva la razn principal de que dicho rasgo se haya desa-rrollado en varias ocasiones responde a presiones selectivas similares en distintos entornos. Adems, se supone, ocurre con mayor frecuencia que los paralelismos. (Incluso, seguramente muchos de los rasgos ms o menos similares que clasificamos presuntamente como paralelismos deban su proxi-midad en realidad a convergencias evolutivas, solo que todava no se han hallado las presiones selec-tivas correspondientes que los subyace.) Un ejem-plo ilustrativo de convergencia evolutiva sera el rasgo color de pelo o pluma en distintos anima-les. la perdiz y bho nivales, as como el oso po-lar, cuentan con plumas o pelos de color blanco, fruto de las presiones selectivas existentes en un entorno de nieve. El color exterior de los organis-mos de estas especies se ha visto moldeado por la seleccin natural en las poblaciones que llegaron y se reprodujeron, a lo largo de las generaciones, en las regiones rticas. este ejemplo demuestra la emergencia o modificacin de rasgos hacia estados idnticos en diversas poblaciones que no compar-ten una historia reciente comn. Es probable que, por ejemplo, la emergencia de sociedades produc-toras en diferentes ncleos primigenios a lo largo del planeta y algunos procesos de intensificacin

    Figura 2.- la decoracin de ortostatos megalticos y de dolos placas ibricos es aparentemente muy si-milar casi idntica a la realizada en marcadores es-paciales y territoriales, y en otros artefactos en forma de placas, por sociedades indgenas americanas. Igual ocurre si comparamos el hecho de decorar mediante pinturas los cantos guijarros americanos con aquellos otros del Aziliense cantbrico. Esta figura compara algunos elementos del registro arqueolgico de tribus indgenas americanas (columna de la izquierda) con algunos otros pertenecientes a la prehistoria Reciente de la Pennsula Ibrica (columna de la derecha). Se trata de un ejemplo que ilustra un paralelismo o una convergencia evolutiva entre dos poblaciones o cul-turas completamente incomunicadas, tanto geogrfi-ca como temporalmente. Figura elaborada a partir de breuil (1935), Carpenter y Schuster (1988) y lillios (2004).

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    las ramas o ciencias histricas (Antropologa, Ar-queologa, Biologa, Paleontologa, etc.), aunque efectivamente parte de la conducta humana pueda haberse extinguido; la nica diferencia es que las preguntas y comprobaciones deben ser indirec-tas (apoyadas en otras dimensiones de los datos). efectivamente podemos realizar cuantas inferen-cias queramos, pero es necesario contrastarlas. la comprobacin de esta informacin, inducida a partir de los datos o deducida segn dimensiones colaterales de una explicacin subyacente, permi-te eliminar la incertidumbre sobre la propia validez de las inferencias. Aunque no todas, gran parte de las tendencias habituales en Arqueologa adolecen tambin de cierta flaqueza en este punto. Valga citar la que todava es una de las corrientes pre-dominantes en la Arqueologa espaola, el Histo-ricismo Cultural. (La mayora de arquelogos que se creen aspticos en cuestiones de epistemologa son por lo general historicistas.) esta corriente propone relaciones de similitud y proximidad en-tre conjuntos y culturas arqueolgicas, en muchos casos acertadas una cualidad de muchos histori-cistas es una intuicin extraordinaria para advertir inferencias certeras, sin embargo no dispone por s misma de un resorte heurstico interno que le permita zanjar objetivamente muchos de los inte-rrogantes histricos planteados, y por eso ha de echar mano frecuentemente de la analoga hist-rica, es decir del registro histrico, arqueolgico, antropolgico, etc. de otras poblaciones o culturas con similares circunstancias a las del caso bajo estudio aunque aqullas estn alejadas de ste en el tiempo y el espacio. Se puede decir como conclusin que muchas de las tendencias tericas aplicadas actualmente en Arqueologa no cuentan con mtodos de comprobacin directa (interna) de sus hiptesis.

    llegados a este punto, hemos plasmado ya al-gunas de las ventajas ms notables que supone el pensamiento evolutivo (y algunas de las desven-tajas correspondientes de otras perspectivas teri-cas) en relacin con algunos de los mtodos cien-tficos fundamentales que usamos en Arqueologa. Recapitulando, el modelo de cambio darwiniano, basado en la herencia, variacin y reproduccin diferencial, se ajusta de una forma ms verosmil a los datos disponibles actualmente y a los fen-menos suficientemente conocidos en numerosas reas cientficas que el modelo lamarckiano, que es el que emplean el resto de teoras arqueolgicas y el cual est basado exclusivamente en la inten-cionalidad o necesidad humanas. la teora darwi-nista, adems, posee todos los valores cientficos sugeridos por los filsofos de la ciencia epistemo-lgica, mientras que, en cambio, entre el resto de

    de la desigualdad social en grupos amplios y en-tornos especficos puedan deberse a convergencias evolutivas.

    en todo caso, el desentendimiento de este punto en Arqueologa no es sorprendente, puesto que tal reflexin necesita de haber pensado y asumido pre-viamente un modelo evolutivo del cambio y suce-sin de las especies, y por tanto de la clasificacin de stas (y de los taxones arqueolgicos), y dicho modelo, que tanto tiempo hace que se practica de forma predominante y casi exclusiva en Biologa y en otras reas cientficas de carcter histrico, se ha considerado poco en nuestro campo. Como expondremos ms adelante, la Filogentica es la nica metodologa de ordenacin que se enfrenta y analiza detenidamente esta cuestin, y, por tan-to, permite unas clasificaciones y propuestas de secuencias histricas ms consistentes y rigurosas. Pero en este momento que hablamos de secuen-cias, pasemos al siguiente mtodo de razonamien-to cientfico que ahora nos interesa.

    el segundo medio fundamental de inferencia en las ciencias histricas es el mtodo de secuen-ciacin. Conforme a ste, los diferentes taxones y conjuntos bajo estudio se ponen en comn en un mismo proceso histrico. Este mtodo se uti-liza tambin desde antiguo en la ciencia general, y antroplogos y arquelogos han hecho uso de l desde la segunda mitad del siglo XIX y espe-cialmente en el siglo XX4; actualmente resultara inconcebible una biologa e Historia sin las mlti-ples tcnicas de secuenciacin. Lo que pasa, aqu tambin, es que apenas hemos considerado en Ar-queologa la naturaleza de esas secuencias. Nor-malmente, se han pensado propuestas de evolu-cin histrica nicamente lineales, en las que una cultura ha pasado por diferentes estadios a lo largo de una misma lnea recta (secuencia filtica). As se ha planteado incluso la historia de nuestro pasa-do homnido hasta hace algunas dcadas; hoy, las propuestas histricas sobre dicha evolucin son bien distintas, representaciones grficas a modo de rboles basadas en un modelo divergente de la vida donde desde un mismo tronco emergen diver-sas ramas y multitud de varas.

    el tercer medio importante para el razonamien-to cientfico es el mtodo experimental, que no es otra cosa que la propia experimentacin de las deducciones e hiptesis. ste se remonta al me-nos a G. Galilei, y su procedimiento estandarizado actual fue filosficamente desglosado por K. Pop-per. Aunque normalmente confundimos y relega-mos la ciencia experimental a las reas o ramas generalmente denominadas exactas (Matemticas, Fsica, Qumica, etc.), es posible hacer ciencia ex-perimental (en el sentido de la comprobacin) en

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    4. Taxonoma filogentica La inmensa mayora de las clasificaciones que encontramos en las publicaciones y trabajos ar-queolgicos se engloban bajo una misma escuela taxonmica que los especialistas de la clasificacin denominan Fentica. sta se basa slo y exclu-sivamente en el criterio de la similitud o semejan-za entre los especmenes a agrupar para constituir grupos anidados inclusivamente en diversos nive-les. Estas clasificaciones ms o menos jerrquicas siguen el patrn taxonmico que desde 1735 em-pez a establecer C. linneo en su Systema Natu-rae. Esta base fundamental del estudio taxonmico sigue vigente hoy en da, sin embargo hace ya ms de siglo y medio que en Lingstica y Biologa se le aadi el concepto de la evolucin, que la hace ms frtil y operativa y ms correcta cientficamen-te. C. Linneo crey que las especies y agrupacio-nes de organismos que clasificaba eran elementos totalmente estticos, inmutables, creados por dios con sus respectivas formas desde el inicio y hasta el final de los tiempos. Una vez que J. B. Lamarck (1809) y Ch. R. darwin (1859), entre otros, demos-traron que los organismos se modifican a lo largo del tiempo, hubo que dotar a este patrn taxonmi-co con un dinamismo antes totalmente ausente: el transformismo de Lamarck o la evolucin por se-leccin natural de Darwin. Lo que ahora realmente nos interesa advertir es que desde entonces las clasi-ficaciones no podran basarse ya slo en la similitud global entre unos y otros organismos, sino que po-dra aadrseles una nueva dimensin que ataese a la propia informacin que se transmita entre ellos. En el caso biolgico, desde entonces, se refirieron las nociones de herencia y parentesco, y se realiz un esbozo grfico y conceptual del rbol de la vida sobre el patrn inmutable aunque de idntica es-tructura- anterior.

    es a mediados del siglo XX cuando esta concep-cin taxonmica se consolida y formaliza metodo-lgicamente, a manos de W. Hennig (1950; 1965; 1966), una vez se cuenta ya con un conocimiento ms avanzado del soporte gnico de la vida (infor-macin almacenada en los genes). esta nueva es-cuela taxonmica se denomin entonces Sistem-tica filogentica, aunque hoy en da se conoce con el nombre de Cladstica5. desafortunadamente, la mayora de la taxonoma arqueolgica practicada hoy en da, aun siendo esta labor una parte impor-tantsima en nuestro trabajo, se ha quedado anquilo-sada en la escuela fentica y en el patrn inmutable linneano, obviando las implicaciones que los prin-cipios evolutivos tienen tambin sobre la cultura material6. (Ya habamos visto atrs cmo no atiende por ejemplo a las diferentes razones posibles de la

    teoras aplicadas al estudio arqueolgico, algunas cuentan solamente con varios de aqullos y otras ni siquiera los consideran. El modelo darwiniano es, por lo que venimos diciendo, cientficamente ms correcto (y tiene mayor potencial de anlisis) para el estudio de la transmisin y cambio cultu-ral y, por tanto, para las tareas de secuenciacin y clasificacin del registro arqueolgico. Muchos enfoques tericos aplicados a la Arqueologa dis-ponen de modelos de anlisis subjetivos, los cua-les sesgan sus factores explicativos del cambio a slo algunos de los mecanismos existentes en la naturaleza. por ejemplo, sabemos de algunas co-rrientes que han explicado todo fenmeno hist-rico basndose slo en la difusin, mientras que otras ms recientes, quizs por un efecto de reac-cin emocional contra lo anterior ms sustentado en modas irracionales que otra cosa, lo hacen so-lamente mediante el mecanismo de la innovacin. Pero al margen de estas menudencias, existen otros problemas ms extendidos y de mayor ca-lado en el grueso de enfoques arqueolgicos. Por ejemplo, no haber considerado las diversas razo-nes posibles de por qu dos objetos o conjuntos arqueolgicos pueden ser similares entre s. Esto ha llevado a que las secuencias y clasificaciones arqueolgicas se hayan basado slo en el criterio ambiguo de la similitud, adoptando generalmente modelos unilineales y otros sin respaldo terico y emprico, y no en los principios de las leyes de la transmisin de la informacin y herencia, como hace la metodologa sistemtica filogentica al amparo de la perspectiva evolutiva. sta, adems, permite comprobar las secuencias clasificatorias y las hiptesis histricas subyacentes mediante una base numrica estadstica acorde con el principio de refutacin y con la sistematizacin y acumula-cin del conocimiento.

    Por qu entonces es til la aplicacin de una Arqueologa sistemtica evolutiva? La razn prin-cipal es que permite alinear operativamente, bajo un modelo filogentico, un fundamento terico congruente (evolucin por descendencia con mo-dificacin) con la realidad histrica y variacin del registro arqueolgico, cuya sistematizacin permite el desarrollo ordenado y progresivo de conocimiento mediante inferencias y deducciones contrastadas. teora de la evolucin (darwiniana) y Sistemtica filogentica son acoplables y con-gruentes entre s, pero tambin con la premisa de la bsqueda objetiva de una realidad histrica, de una verdad en el sentido popperiano. En trminos ideales y heursticos, posiblemente se trate de la herramienta de investigacin con ms potencial a da de hoy en el campo de la Arqueologa, como ha ocurrido hace algunos aos en la paleontologa.

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    puntos tericos principales de la clasificacin y de las tres escuelas taxonmicas existentes (Garca Ri-vero 2010b).

    La nica metodologa taxonmica que existe hoy para estudiar la transmisin es la Filogentica. La Filogentica, pues, se basa en la transmisin, ya sea sta gentica, somtica o cultural. Los estudios filo-genticos basados en informacin gentica o som-tica son muy frecuentes, y pueden verse en aproxi-maciones cercanas a nuestro campo, como pueden ser las propuestas clasificatorias sobre la evolucin de homnidos. stas suelen utilizar informacin morfomtrica concerniente a diversas partes de los restos paleontolgicos, o tambin informacin gentica extrada de las cadenas genmicas de los mismos. Las aproximaciones filogenticas que ahora denominamos culturales pueden basarse, por ejemplo, en rasgos extrasomticos como pueden ser determinadas pautas culturales y la propia cultura material7.

    En su concepcin bsica, la Filogentica utiliza, de cara a establecer agrupaciones, la informacin transmitida segn las leyes del parentesco, es de-cir, la informacin transmitida verticalmente, por ejemplo, de padres a hijos, de alfareros maestros a aprendices, de una generacin a la siguiente en una misma poblacin, etc. la Cladstica obvia los caracteres anlogos, es decir, aquellos de igual esta-do entre diversas especies sin que exista evidencia alguna de genealoga entre ellas. en cambio, utiliza los caracteres homlogos, concretamente los que se denominan caracteres derivados compartidos o, en argot filogentico, sinapomorfas. stas se refieren a los rasgos que, en la tarea de agrupacin, comparten todos los taxones hermanos junto con su ancestro comn, pero no el ancestro previo a ste en ese caso seran caracteres compartidos ances-trales. Las sinapomorfas constituyen, tambin en argot tcnico, grupos o clados monofilticos. Este tipo de agrupacin es el nico criterio que concibe la Cladstica para ordenar taxones bajo el modelo taxonmico darwiniano (Fig. 3).

    el procedimiento bsico para la construccin de un cladograma8 es lo que se conoce como ar-gumentacin hennigiana o regla de inclusin/exclusin, por la cual se conjuga en una misma representacin la informacin disponible en todas las series de transformacin de los caracteres o rasgos considerados (Fig. 4).

    Dentro de lo que generalmente se denomina Filogentica, adems de la Cladstica, existe otra escuela taxonmica que se llama Taxonoma evo-lutiva. sta surge poco despus que la Cladstica, aunque se desarrollan ambas paralelamente. Los trabajos pioneros de este nuevo enfoque taxon-mico se deben a E. Mayr (1969). Si la Fentica se

    semejanza entre dos rasgos u objetos.) La Fenti-ca, pues, flaquea porque le falta un modelo terico subyacente, convirtindose por tanto en un mtodo taxonmico vaco que nada puede contarnos sobre sus propias propuestas de clasificacin. En cambio, en Cladstica, la evolucin darwiniana suministra un marco terico para el sistema taxonmico lin-neano, y as sistema y teora se interconectan (cf. obrien y lyman 2003: 112). Sin seguir profundi-zando aqu en esto porque nos desviaramos en ex-ceso de la lnea central de este artculo, puede con-sultarse un trabajo donde he desglosado, pensando en estudiantes y especialistas de la Arqueologa, los

    Figura 3.- (a) Tipos de agrupaciones taxonmicas; (b) tipos de caracteres reconocidos para sus construccio-nes respectivas. Figura elaborada a partir de Kitching et al. (1998, Figs. 1.8 y 1.10.).

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    hiptesis filogenticas, mientras que la Taxonoma evolutiva lo hace tambin basndose en otros prin-cipios estadsticos como el de la mxima verosi-militud. Frecuentemente, en los casos de estudio reales se obtiene ms de una propuesta clasifica-toria. es decir, se consiguen diversas representa-ciones grficas que reflejan diferentes hiptesis de cmo los taxones bajo estudio se relacionan entre s, con base en los rasgos considerados. el criterio adoptado por la Cladstica para seleccionar entre los distintos rboles es la parsimonia. Asume un devenir parsimonioso, sencillo, en los fenmenos de la Naturaleza. Ante diversas explicaciones fac-tibles sobre un proceso o fenmeno cualquiera, la ms sencilla o ms fcil ser seleccionada porque es la ms probable (Mayr y Ashlock 1991: 216; Goloboff 2003). de esta forma, ante las diferen-tes hiptesis cladistas, se asumir aquella que precise de menos cambios evolutivos. Si, as y todo, tuvisemos ms de un solo cladograma de igual parsimonia distintas representaciones de un mismo problema con igual nmero de cam-bios evolutivos, pasaramos a realizar un rbol de consenso (Fig. 5). En Taxonoma evolutiva, como anotbamos arriba, tambin se utilizan otros principios para elegir y afinar entre las diferentes representaciones grficas, habindose introducido

    basa slo en el criterio de la similitud global para ordenar taxones, y la Cladstica exclusivamente en el parentesco filogentico, la Taxonoma evolutiva argumenta que ambos criterios similitud y genea-loga son tiles para la labor taxonmica. De ah que la Fentica ordene los taxones bajo estudio constituyendo grupos polifilticos y la Taxono-ma evolutiva haga lo propio a base de grupos pa-rafilticos (Fig. 3).

    En este trabajo no entraremos a comparar expl-citamente y a confrontar las dos escuelas taxon-micas filogenticas Cladstica y Taxonoma evo-lutiva-, cuestin que puede consultarse en el traba-jo arriba citado (Garca Rivero 2010b), entre otras cosas porque ambas constituyen, en cierto modo, percepciones distintas y procedimientos diferentes de estudio, contando con propsitos disparejos. Mientras que la Taxonoma evolutiva contempla simultneamente modelo y proceso, buscando y analizando elementos genealgicos en nichos ecolgicos, la Cladstica contempla solamente el modelo, es decir, la teora darwinista supone el modelo desde el cual se proponen y explican los procesos (obrien y lyman 2003: 96).

    No obstante, s hay que advertir que la Cladsti-ca se basa enteramente en el principio de parsimo-nia como criterio de seleccin entre las posibles

    Figura 4.- (a-b) Dos ejemplos de la regla de inclusin/exclusin o argumentacin hennigiana- combinando la informacin de distintas series de transformacin de estados de tres representaciones provisionales. las solucio-nes de ambas series son los dos rboles filogenticos respectivos de la derecha. Figura elaborada a partir de Wiley et al. (1991, Fig. 2.2.). Por ejemplo, en el caso inferior (b) se consideran cuatro taxones (S, T, U y V) y cinco caracteres (nmeros del 1 al 5), cuya presencia se refleja con el nmero 1 detrs de los guiones correspondientes. La primera representacin -la de la izquierda- muestra cmo el carcter 1 es comn a los cuatros taxones; la se-gunda representacin indica que los caracteres 2 y 3 slo aparecen en los taxones U y V; la tercera muestra que los caracteres 4 y 5 estn presentes en los taxones S y T. El cladorama resultante de la derecha pone en comn las tres series anteriores.

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    traspaso de un rasgo entre taxones o poblaciones coetneas; y 3) reversin de estados en los carac-teres, es decir, la reversin espontnea de un rasgo a un estado anterior o ancestral.

    Se han publicado trabajos crticos sobre la con-troversia del uso de mtodos filogenticos en el estudio de la evolucin cultural, y ms especfi-camente en Arqueologa (e.g. Gould 1987: 70; Moore 1994; Terrell y Steward 1996; Tmkin y eldredge 2007; Schiffer 2008). una de las obje-ciones ms recurrentes y serias en dichas crticas est efectivamente relacionada con el problema de la homoplasia, habindose argumentado que la evolucin cultural tiene una naturaleza distinta de la orgnica, ya que aqulla es altamente reticulada (cf. obrien et al. 2008: 48). esta discusin sobre la dicotoma de ambos modelos no es reciente (e.g. Bellwood 1996) y ha provocado incluso que lti-mamente algunos trabajos hayan evaluado la im-portancia de la phylogenesis frente a la ethnogene-sis en casos antropolgicos y arqueolgicos reales (e.g. Collard y tehrani 2005; Collard, Shennan y tehrani 2006).

    En cualquier caso, este presunto problema no es exclusivo de la aplicacin filogentica al estudio de la cultura (cultura material inclusive). los bi-logos moleculares y todos los dedicados al estudio de microorganismos se enfrentan diariamente con esta dificultad. Desde hace algunos aos se viene conociendo la importancia de la transmisin hori-zontal entre genomas de bacterias (Margulis y Sa-gan 2002). Pero tambin cuentan con altas tasas de

    hasta la actualidad el de mxima verosimilitud y el teorema de probabilidades de bayes (e.g. lewis 2001; Holder y Lewis 2003; Ronquist 2004). s-tos requieren, de partida, un modelo explcito de la evolucin de los caracteres o parmetros. Se calcula entonces la verosimilitud para cada estado en todos los sitios, es decir, la probabilidad de los datos segn el modelo. Finalmente, se selecciona el rbol filogentico con la puntuacin de verosi-militud total ms alta.

    Antes de terminar este apartado hemos de entrar en una ltima cuestin, de ndole tcnica, que con-cierne a cualquier aproximacin filogentica ya sea desde la Cladstica o desde la Taxonoma evo-lutiva. Como habamos anotado atrs, la Filogen-tica se basa en la informacin que se transmite ver-ticalmente, segn las leyes del parentesco, o lo que es lo mismo, la informacin que puede explicarse segn el modelo ancestro-descendiente. Frecuen-temente, en fenmenos reales de la Naturaleza, los caracteres homlogos no dan cuenta de toda la informacin transmitida entre taxones o poblacio-nes. Es decir, usualmente pueden existir rasgos que no se han transmitido estrictamente mediante va vertical, empaando as la seal filogentica que puede reconstruirse mediante estos mtodos. Esta presunta deficiencia de tales tcnicas responde al trmino tcnico de homoplasia, y puede darse por las siguientes circunstancias: 1) paralelismo o convergencia evolutiva, es decir, la emergencia in-dependiente del mismo rasgo en taxones distintos y distantes; 2) transferencia horizontal, es decir, el

    Figura 5.- Situacin hipottica donde existen tres posibles cladogramas de igual parsimonia que son incompa-tibles en cuanto al clado conformado por los especmenes A, b y C. en este caso, se practica una solucin de consenso estricto existen diversos tipos de consenso-, segn la cual se conjuga toda la informacin de los tres cladogramas superiores en el rbol inferior. Figura elaborada a partir de obrien y lyman (2003, Fig. 3.9).

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    5. Estudios filogenticos culturales

    En este apartado nos disponemos a exponer un resu-men de los estudios que han considerado de alguna forma una concepcin evolutiva del cambio cultural y, sobre todo, de aquellos ms recientes que vienen aplicando tcnicas y mtodos analticos sistem-ticos para rastrearlo. Aunque haremos referencia a algunos trabajos pioneros en estas aplicaciones, procedentes de diversas reas de conocimiento de las ciencias sociales como la lingstica y la An-tropologa, nuestro objetivo bsico ser mostrar la historia de estas aplicaciones en el campo especfi-co de la Arqueologa.

    Incluso antes que los naturalistas, algunos lin-gistas intuyeron que los idiomas histricos deban de proceder de otras lenguas ancestrales, y por tanto que estaban sujetos de alguna forma a un proceso de evolucin modificada en el sentido que poste-riormente propondran Lamarck o Darwin (con las consabidas diferencias entre ambos). El primer ex-ponente del que tenemos constancia a este respecto es el holands M. Z. van Boxhorn, quien sospech que la similitud entre las lenguas indoeuropeas po-dra deberse a la existencia de una primitiva lengua comn denominada escita; l no se limit a una comparacin lxica entre lenguajes, sino que con-sider la comparacin de todas las lenguas como sistemas orgnicos de regularidades gramaticales, lo que le llev en 1643 a reconocer la familia in-doeuropea (van driem 2001: 159).

    Sin duda, hay que mencionar tambin el traba-jo de W. Jones (1786), que continu con esta idea y sugiri que la gran similitud entre el snscrito y los idiomas europeos, como el griego y el latn, no poda deberse a la casualidad. Ms bien tuvieron que haber emergido de una nica lengua ancestral no muy antigua conocida ahora como protoindoeu-ropeo. La gente que la habl se habra difundido a travs de Eurasia, y distintas poblaciones habran quedado aisladas conformando diversas comunida-des lingsticas y, con el paso de las generaciones, idiomas diferentes.

    Apenas transcurrido un lustro desde que viera la luz la primera edicin del Origen de las espe-cies, se public una propuesta genealgica sobre las lenguas indoeuropeas por parte de A. Schleicher (1863). Como su propio ttulo indica, esta obra esta-ba ya fuertemente influida por el trabajo fundamen-tal de Darwin, entonces recin publicado. Por ello, no sorprende que en la obra de A. Schleicher encon-tremos una clasificacin de la evolucin de algunos idiomas indoeuropeos al puro estilo de las represen-taciones grficas filogenticas actuales (Fig. 6).

    esta concepcin evolutiva en el campo lings-tico no se limit al estudio de la evolucin de los

    transmisin horizontal, bien constatada, muchos gneros y familias de animales y de vegetales. Como M. J. OBrien y R. L. Lyman han recordado citando los estudios correspondientes (cf. 2003: 104-105), incluso la hibridacin parece estar bien documentada en la evolucin biolgica, como por ejemplo en el reino de las plantas, donde puede alcanzar ndices de hasta el 20%, especialmente en las angiospermas; y, con valores algo ms re-ducidos, se constata tambin en el reino animal, donde podran destacarse entre otros los pjaros (Laskowski y Fitch 1989).

    Algunos trabajos han contrastado estas tcnicas mediante la evaluacin del impacto de hbridos y la influencia de la homoplasia en los ndices y coeficientes actualmente utilizados en Cladstica (Sanderson y donoghue 1989; Mcdade 1992; ba-roni, Semple y Steel 2004; 2006; Greenhill, Currie y Gray 2009; Muscio 2010), y, aunque los pro-blemas no son tan pronunciados, probablemente existan algunas flaquezas que deberan estudiarse para solventar dichos escollos. Sin embargo, la constatacin de transmisin horizontal entre po-blaciones de microorganismos, especies vegetales y animales no ha llevado al rechazo de los anlisis filogenticos en Biologa (cf. OBrien et al. 2008: 48). Puede imaginarse sta sin mtodos filoge-nticos? Aun cuando se reconozca alguna tasa de transferencia horizontal de informacin gentica, o incluso de la existencia de hbridos, los bilogos no ignoran estos mtodos porque saben que permi-ten reconstrucciones taxonmicas ms fidedignas y cientficas que cualquier otra aproximacin dis-ponible hoy en da.

    por tanto, la cuestin de la transmisin hori-zontal y de la homoplasia es un problema meto-dolgico ms que terico (Bellwood 1996)- al que podra hacerse frente mediante el estudio y depuracin de las propias tcnicas filogenticas. La subestimacin de procesos de anagnesis e hibridacin fue afrontada hace tiempo por J. S. Farris, quien intent resolver dicho problema me-diante la computacin de rboles de Wagner y la construccin de redes (Farris 1970). Ms recien-temente, algunos autores empiezan a presentar modelos alternativos para contrarrestar el efecto de la homoplasia y de la transferencia horizontal (as como la existencia de politomas9 en los inter-nodos), proponiendo tcnicas basadas en redes o networks con diversos mtodos como Split decom-position y Neighbor Net (bryant y Moulton 2002; Makarenkov y Legendre 2004; Bryant, Filimon y Gray 2005), o en anlisis de reconciliacin y modelos bayesianos mixtos (Gray, Greenhill y Ross 2007), y tambin lo que se ha denominado rings of life (Rivera y Lake 2004).

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    Figura 6.- rbol filogentico (basado en el parentes-co) como modelo de la evolucin de las lenguas in-doeuropeas segn Schleicher (1863, tomado de Fors-ter y Renfrew 2006, Fig. I.2.).

    lenguajes. La idea de que el estudio sistemtico de las variantes (elementos cambiantes) en las tradi-ciones de manuscritos es de naturaleza genealgica es lo que reclamaron desde la primera mitad del si-glo XIX los estudiantes y analistas de manuscritos rea denominada en espaol Ecdtica, como K. Lachmann y C. Gottlieb Zumpt. Existen algunos trabajos ms recientes en esta rea de conocimien-to que estudia las tradiciones de manuscritos (cf. Spencer et al. 2006: 67; lipo et al. 2006b: 5).

    durante el siglo XX, y sobre todo en estos l-timos aos, tambin se han desarrollado estudios lingsticos mediante enfoques y mtodos propia-mente filogenticos algunos ms puramente cla-dsticos y otros usando simultneamente herencia y distancia (e.g. Renfrew 1992; Gray y Jordan 2000; Holden 2006; Gray y Atkinson 2003; Rexo-v, Frynta y Zrzavy 2003; Greenhill y Gray 2005; Holden, Meade y pagel 2005; bryant, Filimon y Gray 2005; Forster y Renfrew 2006; Atkinson y Gray 2006).

    En cuanto a Antropologa y Arqueologa se re-fiere, los trabajos pioneros sobre evolucin cultural proceden de las academias norteamericana y euro-peas en el siglo XIX, cuando compartan modelos unilineales y progresivos que consideraban el cam-bio cultural como procesos dirigidos desde fases rudas (sociedades salvajes o brbaras) hacia esta-dos ms perfectos o elaborados (civilizaciones), y donde el factor de la necesidad humana era el propio motor de la evolucin. Valga citar los cono-cidos trabajos de e. b. tylor (1871) y l. H. Morgan (1877).

    los primeros 60 aos del siglo XX cuentan con otros modelos de evolucin cultural (cf. obrien y Lyman 2003: 3; y Steward 1955; White 1959; Servi-ce 1962) basados en la idea de la descendencia con modificacin darwiniana, aunque la fuerza del cam-bio segua siendo prcticamente la misma (necesidad e intencionalidad humanas) que en los modelos an-teriores. No se atendi a mtodos que profundizasen en cmo y por qu se producan las determinadas evoluciones y tradiciones culturales. Slo se anota-ba de forma metafrica, y nunca analtica, que los factores de invencin independiente y de prstamos culturales (difusin) explicaran todos los procesos (cf. obrien y lyman 2003: 4).

    Las tcnicas y mtodos empleados en esta primera etapa del anlisis de la evolucin cultural, expresa-mente la de naturaleza material, tenan como objeti-vo simplemente crear clasificaciones o lneas que re-lacionasen objetos arqueolgicos a lo largo del tiem-po. Entre estas tcnicas se encuentra la seriacin, basada en la asuncin de la continuidad histrica y, en algn sentido, de la herencia, y que construye series de materiales ordenadas cronolgicamente. Asume que el grado de similitud entre dos objetos se relaciona directamente con el grado de proximidad en el tiempo.

    Los especialistas en la materia M. J. OBrien y R. l. lyman han recogido en algunas de sus publicacio-nes (obrien y lyman 1999; 2003; lyman y obrien 2006) los hitos fundamentales de la historiografa de esta tcnica. Los trabajos de mediados del siglo XIX de J. Evans sobre monedas britnicas protohistricas y romanas son probablemente uno de los primeros ejemplos al respecto (Fig. 7: 3a). Tambin A. H. Pitt Rivers, en 1875, public series de artefactos arqueo-lgicos y etnogrficos procedentes de culturas mela-nesias, como las de palas de remos de Nueva Irlanda en el archipilago de Bismarck (Fig. 7: 1a). En 1899, W. M. F. Petrie orden conjuntos de artefactos en-contrados en tumbas egipcias antiguas, concretamen-te en este caso recipientes cermicos (Fig. 7: 3b). en 1915, b. dean trat la evolucin de cascos metlicos de pocas medieval y moderna (Fig. 7, 2a), y reali-z otras seriaciones divergentes sobre diversos tipos de espadas, pero stas no fueron publicadas enton-ces (cf. lyman y obrien 2006, Figs. 5.12., 5.13. y 5.14.). En 1917, A. V. Kidder tambin utiliz la tc-nica de seriacin para la clasificacin de las cermi-cas de Pecos Pueblo, en Nuevo Mxico (Fig. 7: 1b). Algunos aos despus, en 1937, E. B. Sayles ordena-ra elementos conocidos como manos y metates (molederas y morteros) procedentes de Snaketown, Arizona (Fig. 7: 2b). Tambin en 1937, H. S. Colton y l. l. Hargrave (1937) entendieron de esta forma la clasificacin de las series y tipos cermicos del Su-roeste norteamericano (Fig. 7: 2c).

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    Figura 7.- .1) Ejemplos de secuencias arqueolgicas basadas en el modelo de evolucin anagentica: 1a) Seria-cin de canaletes del archipilago Bismarck, Nueva Guinea, por Pitt Rivers en 1875 (Lyman y OBrien 2006, Fig. 5.3.); 1b) Seriacin de motivos decorativos en cermica de Pecos Pueblo, Nuevo Mjico, segn Kidder en 1917 (Lyman y OBrien 2006, Fig. 5.1.); 1c) Seriacin de artefactos materiales concebida por J.A. Ford en 1962 (OBrien y Lyman 2003, Fig. 1.1.); 2) Ejemplos de secuencias arqueolgicas basadas en el modelo cladogen-tico: 2a) evolucin genealgica de los cascos metlicos medievales y modernos segn dean en 1915 (lyman y OBrien 2006, Fig. 5.10.); 2b) Propuesta de desarrollo de moletas y molinos de Snaketown, Arizona, segn Sayles en 1937 (lipo et al. 2006b, Fig. 1.2.); 2c) Representacin hipottica de las relaciones entre las series de cermi-cas (letras maysculas) y sus tipos (minsculas) del Suroeste norteamericano segn Colton y Hargrave en 1937 (OBrien y Lyman 2003, Fig. 1.5.); 3) Ejemplos de secuencias arqueolgicas basadas en los modelos evolutivos de anagnesis, de cladognesis y de reticulacin: 3a) Seriacin de monedas romanas britnicas segn Evans en 1850 (obrien y lyman 2000, Fig. 6.6); 3b) Genealoga de cermicas de tumbas predinsticas egipcias segn petrie en 1899 (lyman y obrien 2006, Fig. 5.6.).

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    plicativa o explcitamente asociada con el fenme-no estudiado acerca del cambio cultural. Por ello, la mayora de los autores citados desarrollaron estas formas de ordenaciones aun sin preguntarse sobre la propia naturaleza de la informacin cultural que se transfera a lo largo del tiempo y que quedaba materializada en sus artefactos de estudio, as como tampoco sobre de qu maneras (por cules mecanis-mos) se haba transmitido dicha informacin. por otro lado, una caracterstica compartida por todas estas seriaciones es que se construyeron segn el criterio de la similitud entre objetos, por ejemplo la forma de los mismos o el tipo de decoracin que exhiban, y no se basaron en homologas derivadas compartidas como actualmente hace la Cladstica.

    A partir de los aos 60 del siglo XX los estu-dios antropolgicos y arqueolgicos olvidaron las cuestiones sobre filogenias culturales y pusieron sus esfuerzos en aspectos de otra ndole, generalmen-te funcionalista, bajo el prisma del procesualismo. Aunque esta corriente acadmica sigue vigente, fue a partir de los aos 80 cuando de nuevo se re-tomaron los intereses por la bsqueda de filoge-nias culturales. esta nueva etapa sucede por tanto a la corriente procesualista, de la que es de alguna forma deudora ya que en sta se haban invertido grandes esfuerzos destinados a la sistematizacin y a la construccin de modelos de los fenmenos estudiados en las aproximaciones arqueolgicas y antropolgicas. la aplicacin de la componente matemtica y estadstica, que cubre las necesidades metodolgicas de modelizacin, se desarroll por tanto durante la Nueva Arqueologa procesualista, y es en parte una base subyacente que ha facilitado la incorporacin de las tcnicas y mtodos filogen-ticos a nuestra rea de conocimiento. por supuesto, en esto ha influido tambin de forma relevante el avance que en ese momento tuvieron los medios informticos para realizar clculos con grandes cantidades de datos.

    Las flaquezas anotadas antes sobre la primera fase evolucionista comenzaron a salvarse en esta fase, a partir de finales de los 70 y 80 del siglo pa-sado. desde entonces, en Antropologa se ha veni-do haciendo un considerable trabajo para entender los procesos de transmisin cultural (e.g. durham 1976; 1991; pulliam y dunford 1980; Cavalli-Sforza y Feldman 1981; boyd y Richerson 1982; 1985; Richerson y Boyd 2005). Tambin entonces se reabri el debate terico sobre la aplicacin ge-neral de la teora darwinista en Arqueologa (e.g. dunnell 1978; 1980; teltser 1995; Maschner 1996; OBrien 1996; Barton y Clark 1997; OBrien y lyman 2000; Hart y terrell 2002; Shennan 2002). Fue adems entonces, con base en la informacin de la que disponemos, cuando se realiza la primera

    Hay que distinguir, no obstante, distintos tipos de seriaciones entre los ejemplos del prrafo anterior. Se tratan de diferentes concepciones de la ordena-cin en funcin del modelo evolutivo concebido (anagnesis, cladognesis o reticulacin). El prime-ro de ellos el basado en la anagnesis concibe un cambio gradual unilineal, es decir, diferentes taxo-nes van sucedindose y sustituyndose entre s en una nica lnea vertical (obrien y lyman 1999). Algunos de los trabajos anteriores (Fig. 7: 1) utili-zaron exclusivamente este tipo de seriacin tam-bin llamada filtica, como los de Pitt Rivers y Kidder, y tambin fue concebido por A. Ford en sus discusiones tericas de 1962 (cf. obrien y lyman 2003: 7). El segundo el basado en la cladogne-sis- fue implementado por Sayles y por Colton y Hargrave (Fig. 2b y c). Se fundamenta en la idea segn la cual desde un taxn ancestral descienden dos nuevos taxones, siendo en efecto el modelo en el que se basara la Sistemtica filogentica o Cla-dstica. dean aplic conjuntamente este modelo con el anagentico (Fig. 7: 2a). El tercer modelo el de la reticulacin se basa en la idea de que dos taxones pueden hibridar hasta el punto de dar lugar a un nuevo tercer taxn. Dicho modelo fue usado, conjuntamente con los dos anteriores, por evans y petrie (Fig. 7: 3).

    Adems, existen algunas variantes de estas se-riaciones que reflejan otra clase de informacin, no sobre el desarrollo individual de los taxones sino sobre los conjuntos arqueolgicos. El trabajo de A. l. Kroeber en 1916 sobre conjuntos cermicos del Pueblo Zui en Nuevo Mxico, segn cuatro for-mas establecidas de recipientes, se constituye como el primer ejemplo de seriacin de frecuencias (cf. OBrien y Lyman 2003: 11-12). Tambin se ha di-ferenciado la seriacin de ocurrencia, la cual se estableci a partir de la mitad del siglo XX (cf. ly-man y OBrien 2006: 71). Mientras que la seriacin de frecuencia se basa en la cantidad relativa de los presuntos tipos histricos, usualmente medida en porcentaje, la de ocurrencia se basa en la presencia o ausencia de aqullos. Ambas seriaciones, igual que todas las anteriores, asumen la inferencia de informacin cronolgica basada en la continuidad histrica10.

    En definitiva, ha habido numerosos trabajos ar-queolgicos y antropolgicos que, de alguna forma, adoptaron desde antiguo ideas y tcnicas referidas a la continuidad histrica de la continuidad hereda-ble y a la reconstruccin de seriaciones presunta-mente ordenadas cronolgicamente. Sin embargo, debemos anotar un par de objeciones importantes en contra de esta primera fase evolucionista. por un lado, hemos de insistir en que estas aproximaciones estaban generalmente desprovistas de una teora ex-

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    registro estudiado, como ya han recogido algunos especialistas (cf. lipo et al. 2006b: 5), se han he-cho aproximaciones en Europa, Asia, frica, Nor-teamrica y el Pacfico.

    En los que se ha estudiado la cultura material, existen aproximaciones filogenticas concretas y algunas otras ms centradas en los propios proce-sos de transmisin cultural. Adems de los reco-gidos en el trabajo anterior (cf. lipo et al. 2006b: 5-6), existen otros trabajos sobre industria ltica (Darwent y OBrien 2006; Eerkens, Bettinger y McElreath 2006; Apel y Darmark 2007; Buchanan y Collard 2008), sobre figuras simblicas ptreas (Garca Rivero 2010a), sobre industria sea (Rie-de 2008), sobre cermica (Cochrane 2004; 2008; Harmon et al. 2006; Neff 2006), sobre elementos decorativos en soportes varios (Vanpool, palmer y Vanpool 2008), sobre instrumentos musicales (Tmkin y Eldredge 2007) y tambin en estudios multidisciplinares (Moylan et al. 2006)11.

    6. Discusin

    la aplicacin de la teora de la evolucin darwi-niana a la Arqueologa no cuenta apenas con tra-dicin alguna en la academia espaola, y aquellos escasos que dicen aceptarla, fundamentalmente es-pecialistas sobre homnidos del pleistoceno, sola-mente lo hacen a medias, dado que la asumen slo para la evolucin biolgica de los cuerpos pero no para sus pautas de comportamiento y sus manifes-taciones culturales, mucho menos si son stas las de Homo sapiens (escacena 2010).

    La Arqueologa espaola, y extensiblemente la mayor parte de la academia europea, tampoco cuenta con mucha tradicin en la discusin terica de la Taxonoma si la comparamos con la academia norteamericana, y, aun existiendo un arraigado h-bito en cuanto a la propia tarea de clasificar, los enfoques y mtodos utilizados han sido y todava hoy- son sumamente sesgados y parciales. la ma-yora de los arquelogos europeos y especialmen-te espaoles se ha molestado en anotar y describir todos y cada uno de los caracteres considerados en sus estudios, pero sus esfuerzos a este respecto no han pasado de la tarea descriptiva de los objetos pertinentes, y han sido poqusimos los investiga-dores que han usado dichos rasgos de una forma analtica. Es decir, los atributos de estudio, que de-ben ser tericamente pilar central en la creacin de tipos, apenas se han trabajado de forma operativa. Y todo ello debido a la falta de un cuerpo terico subyacente que permita una vinculacin metodo-lgica apropiada y eficaz con los caracteres y datos de estudio, y tambin por la existencia exclusiva

    aplicacin cladstica (moderna) a materiales ar-queolgicos, concretamente a esculturas ibricas y a fbulas de La Tne, a manos de T. Chapa (1980; 1984). estos trabajos procedentes de la academia espaola quedaron aislados, y esta lnea de inves-tigacin no lleg nunca a desarrollarse ni siquiera por su propia autora.

    La ltima fase de la aplicacin de los mtodos filogenticos a la Arqueologa, tal y como la en-tendemos actualmente, se puede situar desde hace solamente una dcada, cuando se reflexionan y desglosan en detalle los puntos principales de esta metodologa en relacin a su rea especfica (cf. obrien y lyman 2000). esta etapa actual ha rena-cido con ms fuerza en las academias norteameri-cana y britnica fundamentalmente. prueba de ello y, sobre todo, del mpetu actual de la Filogentica cultural, ahora sistemtica, son las recientes edi-ciones de diversos trabajos que recopilan contribu-ciones muy variadas en tcnicas, mtodos y con-tenidos (Mace, Holden y Shennan 2005; Forster y Renfrew 2006; lipo et al. 2006; obrien 2008; Shennan 2009). No obstante, en pases de len-gua castellana tambin se han elaborado diversos trabajos monogrficos sobre esta lnea de inves-tigacin de las filogenias arqueolgicas (Garca Rivero 2010a; escacena, Garca Rivero y Garca Fernndez 2010).

    Adems de estas obras monogrficas, se ha pro-ducido durante estos ltimos aos un volumen im-portante de estudios y aplicaciones de estos mto-dos filogenticos en publicaciones de naturalezas y alcances diversos. Algunos de los especialistas ms reconocidos de esta lnea de investigacin han anotado refiriendo los trabajos correspondientes (cf. obrien et al. 2008: 40) que los estudios filo-genticos realizados en Antropologa y Arqueolo-ga en las dos ltimas dcadas se podran clasificar en tres categoras: 1) trabajos que trazan lneas de transmisin y descendencia hacia atrs en el tiem-po hasta llegar a ancestros comunes (prototipos), y luego examinan los procesos que subyacen sobre la distribucin geogrfica y el desarrollo cultu-ral de los descendientes; 2) estudios que primero crean grupos anidados de taxones relacionados, denominados clados, y luego rastrean dichos taxo-nes geogrficamente; y 3) estudios comparativos que dependen del entendimiento de modelos de descendencia para examinar la distribucin de los rasgos funcionalmente adaptativos.

    Estos trabajos, que vienen aplicando sistem-ticamente mtodos filogenticos en reas de co-nocimientos concernientes a la evolucin cultural humana, tratan diversos mbitos geogrficos a lo largo de la tierra, as como un rango cronolgi-co bastante dilatado. Respecto a la geografa del

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    Con esto no se pretende ni mucho menos desa-creditar la importancia de las estratigrafas y tc-nicas de datacin absoluta, tan importantes ambas en nuestra ciencia, sino advertir del potencial de stas si se ponen en conjunto con tcnicas taxo-nmicas intrnsecas basadas en esa continuidad histrica y en el principio de parentesco. la in-tegracin conjunta de todas ellas se convierte as en un resorte fundamental muy apropiado para el anlisis secuencial y el planteamiento de hiptesis de contingencia histrica.

    Y es que hay que recalcar el potencial metodo-lgico e interpretativo que la Filogentica puede aportar a la Arqueologa, potencial ste con carc-ter frtil (incrementa notablemente la exposicin de hiptesis de contingencia histrica) y experi-mental (posibilita la comprobacin de las mismas). Resumidamente, el gran potencial de la Cladstica estriba en: 1) la alineacin epistmica con el mo-delo taxonmico linneano y la teora evolutiva por descendencia modificada verdades o hechos stos demostrados; 2) la aplicacin sistemtica de unos principios claramente objetivos y coherentes, esto es, el establecimiento de relaciones filogenticas o de parentesco mediante la agrupacin anidada de taxones segn la existencia de caracteres deriva-dos compartidos; 3) la posibilidad de contraste y refutacin, o criterio popperiano de falsabilidad; y, derivado del anterior, 4) la valoracin objetiva y sistemtica de hiptesis y resultados a travs de una base estadstica que reduce la incertidumbre y ambigedad presentes en otros mtodos y modelos arqueolgicos.

    El potencial y las ventajas de la metodologa fi-logentica para la Arqueologa no deben descartarse pues a la ligera, porque las (confusas) crticas ver-tidas sobre tal aplicacin apenas se sostienen. de entre ellas, la nica que parcialmente constituye una objecin fundamentada, tal y como hemos expuesto al final del apartado cuatro y por ello no redun-daremos en esta cuestin, es la del problema de la transmisin horizontal y la homoplasia. de todas formas, un punto importante en su defensa para responder a dicha crtica es que el propio mto-do cladstico, tal y como se entiende y utiliza ac-tualmente incluso en su versin ms sencilla, sirve para evaluar o diagnosticar los posibles modelos de transmisin de la informacin. es decir, si nuestros resultados indicasen un exceso de ruido filogen-tico, estaramos teniendo indicios de mecanismos por los cuales algn tipo de homoplasia acontece, y por tanto podramos incluso preguntar y conside-rar la intensidad de los diferentes mecanismos de transmisin que afectan de un modo u otro a los conjuntos coherentes de la cultura (Jordan y Mace 2006: 151). No obstante, ya aclaramos atrs que tal

    de un concepto de especie tipolgico-fentico sin la consideracin al menos terica de otros concep-tos y mtodos taxonmicos.

    la escasa tradicin en el estudio de las cuestio-nes taxonmicas de las academias espaola y eu-ropea, adems de lo recin dicho, tambin cuenta con otro factor explicativo que ha influido en los hbitos de esta trayectoria replicada a lo largo de estas generaciones ms por inercia irreflexiva o por tradicin de hacer las cosas que por otra razn- hasta el punto de poder llegar a exculparse. La Ar-queologa norteamericana se top frecuentemen-te desde sus inicios con un registro arqueolgico descontextualizado, donde las ms de las veces los objetos estudiados no contaban con informa-cin externa referente a su estratigrafa y tampoco con cronologas absolutas. en esta situacin, las discusiones que abordaban toda esta problemti-ca y profundizaban en el estudio taxonmico ar-queolgico constituyeron obras fundamentales y referentes bsicos, de modo que dicha tradicin se reprodujo exitosamente a lo largo del siglo XX. En cambio, la Arqueologa del Viejo Mundo con-taba ciertamente con un registro arqueolgico ms sustancial. Aunque fuese solamente de manera parcial, centrada en algunos de los yacimientos ms conocidos entonces, se dispona de ms in-formacin contextual desde momentos tempranos. Se introdujese antes o despus entre las academias europeas la nocin estratigrfica ms o menos ac-tual, ciertamente se parti de unas circunstancias distintas de trabajo, lo que provoc que ambos crculos acadmicos mantuviesen vigentes y flu-yentes algunas diferencias. A partir de mediados del siglo XX se contaba con cierto dominio de las leyes de la estratigrafa (incluso mucho antes en un marco acadmico ms general: recurdense las fases de Troya conocidas a finales del siglo XIX), si bien dicho conocimiento se consolid notable-mente a finales de la dcada de los 70 del siglo pasado (aparentemente correlacionado con el im-pulso autoctonista liderado por Renfrew en un contexto poltico europeo bien distinto del que le precede). por entonces, y esto es una variable de peso, tambin se depuraron las tcnicas analticas de lo que llamamos datacin absoluta. En fin, que con la ayuda y asistencia de estratigrafas y fechas absolutas, hemos desechado hoy prcticamente olvidado aquellas tcnicas que permiten orde-nar intrnsecamente una serie de objetos; esas que constituyen un procedimiento metodolgico sus-tentado en el anlisis riguroso y sistemtico de los propios rasgos y objetos basadas en la continuidad heredable histrica y que empezaron a desarro-llarse hace ya bastante tiempo y fueron ms o me-nos comunes en el mbito norteamericano.

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    presunta flaqueza no se trata de un asunto filosfico o terico sino exclusivamente metodolgico.

    Por tanto, lo que puede hacerse en adelante es de-purar la propia metodologa filogentica e integrar conjuntamente tanto las distintas tcnicas existentes desde hace tiempo como las que se vienen desarro-llando recientemente. De hecho, y como tambin anotbamos atrs, la propia metodologa est ex-perimentando un desarrollo muy notable en estos ltimos aos. Claro que ste se viene produciendo fundamentalmente en campos de conocimientos ajenos, o ms bien vecinos, como la biologa evolu-tiva (y especficamente la Biologa molecular) don-de estos mtodos se utilizan asiduamente (e.g. Yang

    y Goldman 2008). No obstante, y aunque la apli-cacin filogentica sistemtica en Arqueologa sea muy reciente, algunos de los especialistas ms re-conocidos en este campo ya han advertido que efec-tivamente los mtodos filogenticos de parsimonia y de mxima verosimilitud habran de acompaar-se con otras tcnicas, tales como la simulacin, los grficos de descomposicin y anlisis de redes, el test de independencia serial, la parsimonia iterada, los mtodos bayesianos como las cadenas de Monte Carlo, los test de matriz de correspondencia, la eva-luacin de la estructura jerrquica de los grupos y la seriacin (obrien et al. 2008: 58). Seguramente el esfuerzo merezca la pena.

    AGRAdecimientos

    Quisiera agradecer por escrito a Ruth Taylor y a mis colegas Jos Luis Escacena Carrasco, Enrique Garca Vargas y Manuel J. Casado Ariza el tiempo y ayuda que me han prestado. Los cuatro leyeron el borrador de este artculo e hicieron comentarios interesantes que mejoraron la versin definitiva. Ruth, adems, tradujo al ingls el resumen y las palabras claves.

    notAs

    1. trabajo elaborado en el marco del grupo de investigacin HuM-402 del plan Andaluz de Investigacin.2. J. Diamond (2008: 275-303) recoge diversos casos referentes a la evolucin de la tecnologa humana para de-mostrar esto. por ejemplo, t. edison protest inicialmente cuando su invento del fongrafo se aplic (degradando las serias posibilidades de ste) a la reproduccin de msica en gramolas tragaperras. Su invento no tuvo xito en ninguna de las diez posibles aplicaciones que l mismo haba intencionalmente pensado y previsto. Tambin es ilustrativo a este respecto el ejemplo de la invencin del vehculo de motor. Aunque el primer motor de com-bustin interna se construye en 1866, y se instala en un vehculo de cuatro ruedas en 1896, no fue hasta la primera Guerra Mundial cuando se acepta su uso en camiones y otros vehculos, sustituyendo stos poco a poco, durante los siguientes cincuenta aos, al uso exclusivo de caballos y ferrocarriles.

    3. F. Galton, primo de Darwin, refiri este aspecto en el terrero de la Antropologa, y anot que los estudios com-parativos de adaptacin humana eran irrelevantes si no se descartaba la posibilidad de que las diversas culturas hubiesen compartido un origen comn del rasgo adaptativo bajo estudio (obrien et al. 2008: 39). esta cuestin es conocida en el mundo acadmico como el problema de Galton.

    4. Ms adelante, en la primera parte del apartado 5, haremos un repaso a algunos de los estudios antropolgicos de los siglos XIX y XX que ejemplifican mejor los diversos mtodos de secuenciacin.

    5. Actualmente, junto a la Cladstica existe otra escuela taxonmica denominada Taxonoma evolutiva, que definiremos brevemente un poco ms adelante. Ambas escuelas Cladstica y Taxonoma evolutiva- conforman lo que hoy se conoce como Filogentica o metodologa filogentica.

    6. Esto no quiere decir, en absoluto, que la historiografa no cuente con estudios que hayan considerado la idea de la evolucin para la clasificacin de la documentacin antropolgica y arqueolgica. Numerosas secuencias y seriaciones antiguas de dichos registros, por ejemplo en el Historicismo Cultural, estaban basadas en una idea de la evolucin por descendencia modificada, aunque fuese vaga y desprovista de mtodos explcitos y efectivos para la explicacin del cambio cultural. Una sntesis de la historiografa sobre los estudios culturales que han considerado de alguna forma la idea de la evolucin se desarrollar en el apartado 5.7. Si la transmisin gentica tiene lugar mediante la replicacin y traspaso de la informacin contenida en el ge-noma, la transmisin cultural puede operar por diversos mecanismos, tales como la observacin, la emulacin, la imitacin, el estmulo condicionado, la enseanza directa, el lenguaje hablado y la escritura, etc., en una variedad de procesos ms o menos complejos (Richerson y boyd 2005: 63).

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    8. El trmino cladograma se utiliza por parte de los cladistas para referir la representacin grfica de un diagrama de ramas especificando una hiptesis de relaciones jerrquicas entre los taxones con base en caracteres derivados com-partidos. una vez un cladograma es enraizado -precisando y asumiendo un ancestro comn concreto en la base de la representacin, as como por tanto una polaridad temporal determinada- pasa a constituir un rbol filogentico.

    9. Se denomina con el nombre tcnico de politoma al internodo de un cladograma (hipottico taxn ancestral) que agrupa conjuntamente a ms de dos taxones (cf. Fig. 5).

    10. Posteriormente se han desarrollado por supuesto numerosas tcnicas de seriacin fundamentadas por ejemplo en ordenaciones multivariantes (e.g. doran y Hodson 1975; Fernndez Martnez 1985) pero esto se aleja de la temtica principal (evolucin y filogenias) y de la lnea de exposicin historiogrfica de este trabajo.

    11. Si entendemos el cultivo y la agricultura como un tipo de adaptacin cultural humana o, ms bien, como una coevolucin entre grupos humanos y determinadas especies vegetales dentro de las redes simbiticas (Rindos 1980; 1990), tambin podemos mencionar algunos anlisis filogenticos realizados sobre cuestiones de esta clase (e.g. Coward et al. 2008).

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