127

Bachelard Epistemología

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Bachelard  Epistemología
Page 2: Bachelard  Epistemología

1/

Gaston Bachelard

EpistemologíaTextos escogidos porDominique Lecourt

EDITORIAL ANAGRAMABARCELONA

Page 3: Bachelard  Epistemología

Titulo de la edición original::Épistémologie

Traducción:ELENA POSA

Maqueta de la colección:Argente y Mumbrú

C>Presses Universitaires de FranceParís, 1971

C>EDITORIAL ANAGRAMACalle de la Cruz, 44Barcelona - 17

ISBN 84-339-0026-9

Depósito Legal: B. 48505- 1973

Unas palabras acerca del criterio que ha presidido laelección de estos textos. Intenta responder a una exigen-cia doble y contradictoria: proporcionar un fácil accesoa una epistemología que ha hecho precisamente de ladificultad el signo distintivo del trabajo productivocientífico y filosófico. Por interés pedagógicohemos resti-tuido in extenso los ejemplos que no requieren una infor-mación científica demasiado especializada; en compensa-ción, hemos evitado la aridez de las páginas en la que sepodía caer en la transcripción detallada de los cálculos.Pero no por ello hemos querido alimentar cierta imagen-demasiado extendida- de una bachelardismo benévo-lo que, a partir de aceptar una lectura sin crítica de unaobra ambigua como La formation de l'esprit scientifique,se reduciría a la yuxtaposición inorgánica de algunosprincipios metodológicos generales, de ciertos consejospedagógicos juiciosos y de varias afirmaciones de finapsicología más o menos unificadas bajo la amable ban-dera de un psicoanálisis endulzado. La realidad de laepistemología de Bachelard es muy distinta: se constitu-

•ye con atención tensa, durante casi un cuarto de siglo,h~cia los progresos contemporáneos de las ciencias física

______1 _

Page 4: Bachelard  Epistemología

y qUlmlca, con una vigilancia polémica sin desfalleci-miento s respecto a las teorías filosóficas del conocimien-to y, fruto de estos intereses combinados, con una rectifi-cación progresiva, en una «autopolémica» constante, desus propias categorías. El orden adoptado aquí quisieraexplicar este triple carácter. El lector ya habrá compren-dido que, por principio, esta recopilación no pretendeofrecer un cuadro sistemático de la epistemología de Ba-chelard. Debido a su perpetuo «recomienzo» excluye laforma del sistema para hacer de su esencial estado inaca-bado el índice de su progresión. Que no se tome pues laproximidad de textos aparentemente semejantes por sim-ples repeticiones: cada uno marca una etapa del trabajode Bachelard; que tampoco se sorprenda por no ver aca-barse estos textos con una serie de preguntas teóricasacerca de la historia de las ciencias. Esta «epistemologíahistórica» abría el terreno a una nueva disciplina, en laque otros, después, se han introducido: «la historia epis-temológica de las ciencias». Este no es su menor interés.

LISTA DE LAS OBRAS EPISTEMOLÓGICASDE BACHELARD

Essai sur la oonnaissanoe approchée, Ed. Vrin, 1928(Essai)

Etude sur l'évolution d'un probleme de physique, Ed.Vrin, 1928 (Etude)

Le valeur inductive de la relativité, Ed. Vrin, 1929 (Valeurinductive)

Le pluralisme cohérent de la chimie moderne, Ed. Vrin,1932 (Pluralisme)

Les intuitions atpmístiques, Ed. Boivin, 1933 (Intuf¡.tions)

Le nouvel esprit scientifique, Presses Universitaires deFrance, 1936 (Nouvel Esprit)

La dialectique de la durée, Presses Universitaires ·de Fran-ce, 1936

L'expérience de l'espace dans la physique contemporaine,Presses Universitaires de France, 1937 (Expérience)

La formation de l'esprit scientifique, Ed. Vrin, 1938 (For·mation) *

* La formación del espíritu cientlfico. Ed. Argos, Buenos Aires,1948;Siglo XXI Argentina, Editores, S. A., 1972.

A _

Page 5: Bachelard  Epistemología

La philosophie du Non, Presses Universitaires de France,1940 (Phüosophie)

Le rationalismeappliqué, Presses Universitaires de Fran-ce, 1949 (Rationalisme)

L'activité rationaliste de la physique contemporaine, Pres-ses Universitaires de France, 1951 (Activité)

Le matérialisme rationnel, Presses Universitaires de Fran-ce, 1953 (Matérialisme)

La psychanalyse du feu, Gallimard, collection «Idées»(Psychanalyse) *

La richesse d'inférence de la physique mathématique,Sdentia, 1928

Noumene et microphysique, Recherches philosophiques,1, 1931 (reproducido en Etudes, Vrin, 1970)

Le Monde come caprice et miniature, Recherches philo-sophiques, III, 1933 (reproducido en Etudes, Vrin 1,1970)

Idéalisme discursif, Recherches philosophiques, IV, 1934(reproducido en Etudes, Vrin, 1970)

Univers et réalité, Trabajos del IIo Congreso de las socie-dades de filosofía de Lyon, 1939

Discours du Congres internaJtional de Philosophie desSciences, Ed. Hermann, 1949 I

L'idonéisme et l'eJlXlCtitudediscursive, ex. E~udes de phi-lasophie des sciences, NeucM.tel, Ed. du Griffon, 1950

L'actualité de l'histoire des sciences, Ed. du Palais de laDécouverte, octubre 1951

Puntos de partida

Page 6: Bachelard  Epistemología

I. LA "NOVEDAD" DE LAS CIENCIASCONTEMPORÁNEAS

[1] A fines del pasado siglo, se creía todavía en elcarácter empíricamente unificado de nuestro conocimien-to de lo real. Se trataba incluso de una conclusión en laque se reconciliaban las filosofías más hostiles. En efecto,la unidad de la experiencia aparece desde un doble puntode vista: para los empiristas, la experiencia es uniformeen su esencia porque todo viene de la sensación; paralos idealistas, la experiencia es uniforme porque es im-permeable a la razón. Tanto en la aceptación como en elrechazo, el ser empírico forma un bloque absoluto. Detodos modos, creyendo separar cualquier preocupaciónfilosófica, la ciencia del siglo pasado se ofrecía como unconocimiento homogéneo, como la ciencia de nuestropropio mundo, en contacto con la experiencia cotidiana,organizada por una razón universal y estable, con laaprobación final de nuestro interés común. El científicoera, según Conrad, «uno entre nosotros». Vivía en nues-tra realidad, manejaba nuestros objetos, se educaba connuestro fenómeno, encontraba la evidencia en la claridadde nuestras intuiciones. Desarrollaba sus demostraciones

-----------_ .••....._-------

Page 7: Bachelard  Epistemología

siguiendo nuestra geometría y nuestra mecánica. No dis-cutía los principios de la medida, dejaba al matemáticocon sus axiomas. Contaba cosas separadas, no postulabanúmeros que ya no son verdaderamente números. Entreél y nosotros existía de un modo natural la misma aritmé-tica. La ciencia y la filosofía hablaban el mismo lenguaje.

Todavía enseñamos a nuestros hijos esta ciencia parafilósofos. Es la ciencia experimental de las instruccionesministeriales; pensad, medid, contad; desconfiad de loabstracto, de la regla; ligad los espíritus jóvenes a lo con-creto, al hecho. Ver para comprender, este es el ideal deesta extraña pedagogía. Da igual si el pensamiento va de-trás del fenómeno mal visto, de la experiencia mal hecha.Da igual si la relación epistemológica así establecida vade lo prelógico de la observación inmediata a la verifica-ción siempre infalible mediante la experiencia común, envez de ir del programa racional de investigaciones al ais-lamiento y a la definición experimental del hecho cientí-fico siempre artificial, delicado y escondido.

Pero la física contemporánea no trae mensajes de unmundo desconocido. Estos mensajes están redactados en«jeroglíficos», según la expresión de Walter Ritz. Inten-tando descifrados, nos damos cuenta de que los signosdesconocidos se interpretan mal en el plano de nuestrascostumbres psicológicas. En particular, parecen refrac-tarios al análisis usual que separa una cosa de su acción.,En el mundo desconocido del átomo ¿no existiría unaespecie de fusión entre el acto y el ser, entre la onda yel corpúsculo? ¿Es necesario hablar de aspectos comple-mentarios o de realidades complementarias? ¿No se tra-ta de una cooperación más profunda del objeto y delmovimiento, de una energía compleja en la que convergenlo que es y lo que se hace? Finalmente, como estos fenó-menos ambiguos nunca designan nuestras cosas, se tratade un problema de gran alcance filosófico preguntarsesi designan cosas. De ahí una subversión total de los prin-

cipios realistas de la sintaxis de lo infinitamente pequeño.En esta sintaxis, el sustantivo ya está demasiado mal de-Ifinido para dominar la frase. Ya no será la cosa lo que1, podrá instruimos directamente, como proclamaba laI.fe empírica. No aumentaremos el conocimiento de unobjeto ultra-microscópico aislándolo. Aislado, un cor-púsculo se convierte en un centro de irradiación paraun fenómeno mayor. Tomado en su papel físico es más un.medio de análisis que un objeto para el conocimiento em-f"pírico.Es un pretexto para pensar, no un mundo a explo-\.rar. Es inútil llevar el análisis hasta conseguir aislar des-de todos los puntos de vista un objeto único, ya queparece que en el mundo de la microfísica lo único pierdesus propiedades sustanciales. En este caso sólo hay pro-piedades sustanciales por encima -no por debajo- delos objetos microscópicos. La substancia de lo infinita-mente pequeño es contemporánea a la relación.

Si lo real se desindividualiza físicamente yendo haciaregiones profundas de la física infinitesimal, el científicodará más importancia a la organización racional de susexperiencias a medida que haga aumentar su precisión.Una medida precisa es siempre una medida compleja; setrata, pues, de una experiencia organizada racionalmente.De ahí un segundo transtomo en la epistemología con-temporánea. Debemos subrayar su importancia filosófica.En efecto, nos parece que la construcción matemática delas hipótesis atómicas contradice la teoría que atribuíaa estas hipótesis un papel secundario y provisional. Enel siglo XIX se tomaban las hipótesis científicas como or-ganizaciones esquemáticas o pedagógicas. Se acostumbra-ba a decir que eran simples medios de expresión. Se creíaque la ciencia era real por sus objetos, hipotética por lasrelaciones establecidas entre los objetos. A la menor con-tradicción, a la menor dificultad experimental, se abando-naban estas hipótesis de relación calificándolas de tradi-cionales, como si una convención científica tuviera otro

Page 8: Bachelard  Epistemología

medio para ser objetiva que el carácter racional. El nuevofísico ha derribado la perspectiva de hipótesis paciente-mente dibujada por Vaihinger. Actualmente los objetosestán representados por metáforas, su organización apa-renta realidad. Dicho de otro modo, lo que actualmentees hipotético, es nuestro fenómeno; ya que nuestro con-tacto inmediato con la realidad sólo es un dato confuso,provisional, convencional, y este contacto fenomelológi-co reclama inventario y clasificación. Por el contrario, lareflexión da un sentido al fenómeno inicial sugeriendouna serie orgánica de investigaciones, una perspectiva ra-cional de experiencias. A priori no podemos tener ningunaconfianza en la instrucción que el dato inmediato preten-de proporcionamos. No se trata de un juez, ni de un tes-timonio, es un acusado, y un acusado al que tarde o tem-prano se condena por mentir. El conocimiento científicoes siempre la reforma de una ilusión. Ya sólo podemosver en la descripción, incluso minuciosa, de un mundoinmediato, una fenomenología de trabajo en el mismosentido en que antes se hablaba de hipótesis de trabajo.(Noumene et microphysique, en Etudes, Vrin, 1970).

[2] Las ciencias físicas y químicas, en su desarrollocontemporáneo, pueden caracterizarse epistemológica-mente como campos del pensamiento que rompen clara-mente con el conocimiento vulgar. Se opone a la consta-tación de esta profunda discontinuidad epistemológica la«educación científica» que se cree suficiente para la «cul-tura general» y sólo se plantea la física y la química«muertas». No hay aquí nada peyorativo si únicamentese quiere señalar que existe una ciencia viva. Emile Borelha demostrado que la mecánica clásica, la mecánica

«muerta», era todavía una cultura indispensable para elestudio de las mecánicas contemporáneas (relativista,'cuántica, ondulatoria). Pero los rudimentos ya no bastanpara determinar los caracteres filosóficos fundamentalesde la ciencia. El filósofo debe tomar conciencia de losnuevos caracteres de la nueva ciencia.

El solo hecho del carácter indirecto de las determi·naciones de la realidad científica nos sitúa en un nuevoreino epistemológico. Por ejemplo, mientras se trat?b~, enun espíritu positivista, de determinar los pesos atomICOS,la técnica -sin duda muy precisa- de la balanza era su-ficiente. Pero cuando en el siglo xx se escogen y se pe-san los isótopos, se necesita una técnica indirect~. El es:tectroscopio de masa indispensable pa~a e~ta téCnIca,e~t~basado en la acción de los campos electncos y magnetI-cosoEs un instrumento que se puede calificar de indirec-to si se compara con la balanza. La ciencia de L~voisier .que fundamenta el positivismo de la balanza, esta en re-'Iación continua con los aspectos inmediatos de la expe-riencia usual. No ocurre lo mismo cuando se añade unelectrismo al materÚllismo. Los fenómenos eléctricos delos átomos están escondidos; Hay que instrumentarlosen un aparato que no tiene significación directa en lavida corriente. En la química de Lavoisier se pesa el clo-ruro de sodio igual que se pesa la sal de cocina en lavida corriente. Las condiciones de precisión científica, enla química positivista, sóio acentúan las condiciones deprecisión comercial. De una p~ecisión a ot~a, no se cam-bia el pensamiento de la med1.da. Incluso SI se lee l.apo-sición de la aguja en la cruz de la balanza ~~n~n mIcros-copio, no se abandona la idea de un eqUtltbrlO, ~e ~~aidentidad, de masa, aplicación muy simple del prtnctplOde identidad, tan tranquilamente fundamental para el c~nocjmiento común. En lo que se refien~el espec~ros~oplOde masa nos encontramos en plena eptstemologza dtscur-siw. Es' necesario un largo circuito en la ciencia teórica

_-.:- -db-----------

Page 9: Bachelard  Epistemología

para comprender sus datos. De hecho, los datos son aquíresultados .

.Se nos objetará que proponemos una distinción muydehcada para separar el conocimiento común y el cono-cimiento científico. Pero es necesario comprender que los/matices son aquí filosóficamente decisivos. Se trata nada\~~nos que de la p~~acía de la reflexión sobre la percep-\ClOn,de la preparaClOnnumenal de los fenómenos técnica-mente constituidos. Las trayectorias que permiten sepa-rar los isótopos en el espectroscopio de masa no existenen la naturaleza; hay que producidos técnicamente. Sonteoremas elaborados. Deberemos demostrar que lo queel hombre hace en una técnica científica no existe en lanaturaleza y ni siquiera es una serie natural de fenóme-nos naturales. (Rationalisme, cap. VI, p. 101-102).

[3] Si trazamos un cuadro general de la filosofíacontemporánea, nos sorprenderá el poco espacio que ocu-pa en él la filosofía de las ciencias. De un modo más ge-neral las filosofías del conocimiento parecen estar hoyen día en desgracia. Los esfuerzos del saber parecen im-pregnados de utilitarismo; los conceptos científicos, tanacordes, están considerados como simples valores de us-tensilidad. El hombre de ciencia, de pensamiento tan te-nazy ardiente, de pensamiento tan vivo, está consideradocomo un hombre abstracto. Cada vez se desacreditan mástodos los valores del hombre estudioso, del hombre labo-rioso. La ciencia sólo es una pequeña aventura, una aven-tura en los mundos quiméricos de la teoría, en los laberin·tos tenebrosos de experiencias ficticias. Por una paradojaincreíble, según las críticas de la actividad científica, elestudio de la naturaleza apartaría a los científicos de losvalores naturales, la organización racional de las ideasperJudicaría la adquisición de nuevas ideas.

Si un filósofo habla del conocimiento, lo quiere direc-tQ, inmediato, intuitivo. Se acaba convirtiendo a la inge-

~--------------_•..._---------- J

---==-=d

Page 10: Bachelard  Epistemología

nuidad en una virtud, en un método. Toma cuerpo el juegode palabras de un gran poeta que quita una letra n a lapalabra connaíssance (conocimiento) para sugerir que elverdadero conocimiento es ya un co-naíssance (co-naci-miento). Y se profesa que el primer despertar se hacea plena luz, que el espíritu posee una lucidez innata.

Si un filósofo habla de la experiencia ocurre lo mismo,se trata de su propia experiencia, del desarrollo tranquilode un temperamento. Se acaba por describir una visiónpersonal del mundo como si encontrara ingenuamente elsentido de todo el universo. Y la filosofía contemporáneaes así una borrachera de personalidad, una borrachera deori~nalidad. Y esta originalidad pretende ser radical,arraIgada en el propio ser, afirma una existencia concre-ta, crea un existencialismo inmediato. De este modo cadauno va inmediatamente del ser al hombre. Es inútil bus-car más allá un tema de meditación, un tema de estudio,un tema de conocimiento, un tema de experiencia. La con-ciencia es un laboratorio individual un laboratorio inna-to. Es terreno abonado para los existencialismos. Cadacual tiene el suyo, cada cual encuentra su gloria en su sin-gularidad.

Pues bien, no sale tan barato ser original en la activi-dad científica. El pensamiento científico no encuentratan fácilmente la cohesión de una existencia. Pero, encambio, el pensamiento científico se designa como unaevidente promoción de existencia. Y sobre esta promo-ción de existencia querría llamaros la atención. En resu-men, en vez de una existencia en la raíz del ser, en el re-poso de una natural perseverancia en el ser, la ciencia nospropone un existencialismo en el extremo del ser pensan-te. pl ..pe~l')amiento el') una fuerza, no una substancia.Cuanto Ilútpoi' es/la- fuerza más· alta es la prómodóíÍ- daser. Así, pues, es en los dos momentos en que el hombreamplía su experiencia y coordina su saber cuando se ins-tituye realmente en su dinámica de ser pensante. Cuando

un célebre existencialista nos confiesa tranquilamente:«El movimiento es una enfermedad del ser», le respondo:El ser es una obstrucción del movimiento, una parada,una vacancia, un vaCÍo.Y veo la necesidad de una inver-sión radical de la fenomenología del ser humano, de modoque el ser humano pueda ser descrito como promoción deser, en su tensión esencial, añadiendo sistemáticamentedinamología a la ontología. En otras palabras, me pareceque la existencia de la ciencia se define como un progresodel saber, que la nada simboliza con la ignorancia. Endefinitiva, la ciencia es uno de los testimonios más irrefu-tables de la existencia esencialmente progresiva del serpensante. El ser pensante piensa un pensamiento conoce-dor. No piensa una existencia.

¿Qué será pues, entendida en un estilo moderno, lafilosofía de las ciencias? Será una fenomenología del hom·bre estudioso, del hombre concentrado en su estudio y noúnicamente un balance difuso de ideas generales y deresultados adquiridos. Nos hará asistir al drama cotidia-no del estudio cotidiano, nos hará describir la rivalidady la cooperación, del esfuerzo teórico y de la investigaciónexperimenal, nos colocará en el centro del perpetuo con-flicto de métodos que es el carácter manifiesto, la tónicade la cultura científica contemporánea. (Congreso interna-cional de Filosofía de las Ciencias, 1949).

[4] El concepto de límite del conocimiento científi-co, ¿tiene un sentido absoluto? ¿Es posible trazar lasfronteras del pensamiento científico? ¿Estamos realmenteencerrados en un espacio objetivamente cerrado? ¿Esta-mos dominados por una razón inmutable? ¿Es el espírituuna especie de instrumento orgánico, invariable como la~an...?,limitado como la vista? ¿Está por lo menos sujeto

I---------_ .•.•.•'_....._---------==~----------_.........•..

Page 11: Bachelard  Epistemología

a una evolución regular en relación con una evolución, . ") T dorgamca.. o as estas preguntas múltiples y enlazadas

ponen en Juego toda una filosofía, y deben dar un interésprimordial al estudio de los progresos del pensamientocientífico.

Si el concepto de límite del conocimiento científico pa-rece claro a simple.vista,. es porque, desde un principio,lo apoyamos en afIrmaCIOnesrealistas elementales. Asípues, para limitar el alcance de las ciencias naturales se~bjetarán imposibilidades materiales, es decir imposibi-lIdades espaCIales.Se le dirá al sabio: ¡jamás alcanzaráslos a~tro.s!.j~unca p~drás estar seguro de que un corpús-culo mdIvIdIdo sea mdivisible! Esta limitación tan ma-teri~l, tan geométrica, tan esquemática es la fuente de laclarldad del concepto de las fronteras epistemológicas.Naturalmente hay muchas otras prohibiciones más rele-vantes pero igualmente brutales. Se objetará por ejemplola impos~bilidad de triunfar sobre la muer;e, de conoce;la esenCIa de la vida, la esencia del espíritu la esen-cia de la materia. Poco a poco, de un modo más filosóficose rodeará al pens~miento de una serie de posiciones pre~suntam~nte es~nclales. En otras palabras, se impedirá alpensamIento dIscursivo la posibilidad de conocer las co-sas en sí y se atribuirá a un pensamiento más intuitivo

¡ más directo, pero no científico, el privilegio de los conoci~'p1ientos ontológicos. Los partidarios de la limitación me-ta~ísi~adel pens~miento científico se permiti~án poner aJ1r!Ortunos c~nf!nes que no tienen relación con el pensa-mlento que ftmltan. Esto es tan cierto que el conceptooscur? .de cosa ~n sí s~~t~lizacasi inconscientemente paraespeCIfIcar las lmposlbtlldades de las ciencias particula-res. Así pu~s,.el metaf~sicorepetirá: no podéis decir quées la electncIdad en SI, la luz en sí la materia en sí lavida en sí.· ' ,

Sin e~bargo no debemos dejamos engañar por la.falsa clan dad de esta posición metafísica. De hecho, para

22

demostrar que el conocimiento científico es limitado, nobasta con demostrar su incapacidad para resolver ciertosproblemas, para llevar a cabo algunas experiencias, parahacer realidad algunos sueños humanos. Sería necesariopoder circunscribir totalmente el campo del conocimien-to, trazar un límite continuo infranqueable, marcar unafrontera que afecte realmente el terreno limitado. Sinesta última precaución, se puede decir que la cuestión de

x la frontera del conocimiento científico no tiene interésalguno para la ciencia. El espíritu científico estaría en-t<jp.cesen condiciones de vengarse fácilmente. Podría ar-guir que un problema insoluble es un problema mal plaJn"-teado, que una experiencia se describe como irrealizablecuando se sitúa la imposibilidad en el planteamiento. De- )masiado a menudo el enunciado de una limitación impli-ca una condena al fracaso porque el problema imposibleimpone ya un método defectuoso de resolución.

Insistamos en este punto y veremos cómo la constata-ción de una imposibilidad no es en absoluto sinónimo delimitación del pensamiento. Por ejemplo, el hecho de queno se pueda resolver la cuadratura del círculo no nos dala prueba de que la mente humana esté enferma. Estaimposibilidad demuestra, pura y simplemente, que el pro-blema de la cuadratura del círculo está mal planteado,que los datos de geometría elemental no bastan para dar-nos la solución, que la palabra cuadratura implica ya unmétodo viciado de solución. Hay que dejar pues al mate-mático la tarea de enunciar de nuevo la cuestión intuiti-vamente mal planteada. Hay que permitirIe elaborar unmétodo apropiada al planteamiento convenientementerectificado. Para escabullir inmediatamente la dificultadse podría argumentar de modo análogo que el problemade la muerte es de alguna manera el problema de la cua-dratura del círculo biológico y que se plantea mal si sepretende resolver a nivel humano, como por ejemplo laconservación de una personalidad de la que ni siquiera,

Page 12: Bachelard  Epistemología

tenemos la garantía de que en el curso de nuestra vidaes una y permanente. Se nos pide que conservemos losque ni siquiera poseemos. Para resolver el problema inso-luble de la muerte, se debe recurrir a transcendencias ex-perimentales, a transcendencias biológicas, en el mismosentido que el matemático que completa su material deexplicación ante un nuevo objeto matemático.

Pero al seguir a su adversario en este terreno, el espí-ritu científico sólo tiende a mostramos que, si fuera pre-ciso, sería un buen tramposo. En realidad el debate no eséste. No conviene discutir sobre prohibiciones lejanas ydrásticas. Sólo la propia ciencia está capacitada para tra-zar sus propias fronteras. Sin embargo, para el espíritucientífico, trazar claramente una frontera significa fran-quearla. La frontera científica es más una zona de pensa-mientos particularmente activos, un terreno de asimila-ción, que un límite. Al contrario, la frontera impuestapor el metafísico le parece al sabio una especie de fron-tera neutra, abandonada, indiferente. (Concept de 'frorrv-tíere, VIII Congreso internacional de Filosofía, 1934.)

[5] Científicamente, la frontera del conocimientosólo parece señalar una detención momentánea del pensa-miento. Sería difícil dibujarla objetivamente. Parece quela limitación del pensamiento científico es más aceptableen término's de programa que de obstáculo absoluto, entérminos de posibilidad que de imposibilidad. Sería de-seable que cada ciencia pudiera proponer una especie deplan quinquenal.

Filosóficamente, todas las fronteras absolutas pro-puestas a la ciencia indican un problema mal planteado.Es imposible pensar profundamente en una imposibili-dad. Cuando una frontera epistemoIógica parece clara sedebe a que se otorga el derecho de decidir a propósito delas primeras instituciones. Ahora bien, las primeras ins-tituciones deben rectificarse siempre. Cuando un méto-do de investigación científica pierde su eficacia se debe

a que el punto de partida es demasiado in~uiti~o, dema-siado esquemático, a que la base de orgamzacIOnes de-masiado estrecha. El deber de la filosofía científica pare-ce entonces muy claro. Hay que roer por t~d~s partes1 s limitaciones iniciales, reformar el conOCImIentono~entífico que entorpece siempre el conocimiento cien~í-

,flco. La filosofía científica debe, de algún m,odo,d~s~rwr, sistemáticamente los confines que la filosofIa tradICIonalhabía impuesto a la ciencia. Hay que evit~r .qu~el pe~sa-miento científico conserve restos de las lImitaCIOnesfIlo-sóficas. En resumen, la filosofía científica debe ser esen-cialmente una pedagogía científica. Así pues, a nuevaciencia nueva pedagogía. Lo que más falta nos hace es unadoctri~a del saber elemental acorde con el saber científ~-co. En resumen, ,losa priori del pensamiento no so~ defI-nitivos. También ellos deben sufrir la transmutaCIón delos valores tradicionales. Debemos realizar las condicio-nes sine qua non de la experiencia científica. Pedimos porconsiguiente que la filosofía científica renuncie a la rea-lidad inmediata y que ayude a la ciencia en su lucha con-tra las primeras instituciones. Las fronteras opresorasson fronteras ilusorias. (¡bid.)

Page 13: Bachelard  Epistemología

[6] A los filósofos les reclamamos el derecho a quenos sirvan elementos filosóficos separados de los sistemasen los que han nacido. La fuerza filosófica de un sistemaestá a v~ces concentrada en una función particular. ¿Porqué .vacIla~ en, J?roponer esta función particular al pen-samIento clentIfIco que tanto necesita de principios de in-formación filosófica? ¿Es un sacrilegio, por ejemplo, to-mar un aparato epistemológico tan maravilloso como lacat~gora kantiana y demostrar su interés por la organi-zaCIóndel pensamiento científico?

Si un eclecticismo de las finalidades enreda indebida-mente todos los sistemas, parece admisible un eclecticis-m~ de los medios para una filosofía de las ciencias que~Ulera afronta.r todas las tareas del pensamiento cientí-fICO,ql;lerendIr cuentas de los distintos tipos de teoría,que qUIeramedir el alcance de sus aplicaciones, que quie-ra, ante. t~do, subrayar los distintos procedimientos del

. descubnmlento por muy arriesgados que sean. Pediremos.también a los filósofos que abandonen la ambición dee~contl"ar.un único punto de vista y un punto. de vistafIJOp.ara Juzgar el conjunto de una ciencia tan amplia ycambIante como la física. Esto nos llevará a caracterizar

filosofía de las ciencias con un pluralismo filosófico,único capaz de informar elementos tan diversos de laeriencia y de la teoría, que están muy lejos de situar-al mismo nivel de madurez filosófica. Definiremos la

osofía de las ciencias como una filosofía dispersada,mo una filosofía distribuida. Por el contrario, el pensa-'ento científico nos parecerá un método de dispersióny ordenador, un método de análisis muy agudo, paradiversos filosofemas agrupados demasiado masiva-

ente en los sistemas filosóficos.'Para los científicos, reclamamos el derecho a desviarr un instante la ciencia de su trabajo positivo, de su

'luntad de objetividad para descubrir lo que queda debjetivo en los métodos más severos. Empezaremos porantear a 'los científicos preguntas aparentemente psico-gicas y poco a poco le demostraremos que toda psico-

""> gía es solidaria a los postulados metafísicos. El espíri-/~¡:.tu,'•• ' puede cambiar de metafísica, pero no puede pasarse

f,,:_

<fi" ella. Preguntaremos pues a los científicos: ¿cómo.•',<' nsáis, cuáles son vuestros tanteos, vuestros ensayos,}¡j~''fIUestroserrores? ¿Bajo qué impulso cambiáis de opi-";";,,fti6n?¿Por qué sois tan sucintos cuando habláis de las

~ndiciones psicológicas de una nueva inv~stigación?'" nos, sobre todo, vuestras ideas vagas, vuestras con-',:tl'adicciones,vuestras ideas fijas, vuestras convicciones'i,$inpruebas. Os convertimos en realistas. ¿Podemos afir-," que esta filosofía masiva, sin articulaciones, sin dua-

lidad, sin jerarquía, corresponde a la variedad de vues-tro~ pensamientos, a la libertad de vuestras hipótesis?Deéidnos lo que pensáis, no al salir del laboratorio, sino

~.'J'eri 'las horas en que abandonáis la vida corriente para•.•..••~trar en la vida científica. Dadnos no vuestro empirismo~:,.nacturno, sino el vigoroso racionalismo de las m.Qiíanas,·.'>:el a priori de vuestra meditación matemática, la fogosi-

}\ dad de vuestros proyectos, vuestras intuiciones inconfe-.1.;> ~as. Si pudiéramos extender así nuestra encuesta

Page 14: Bachelard  Epistemología

psicológica, nos parece casi evidente que el espíritu cientí-fico también aparecería en una verdadera dispersión psi-cológica y, en consecuencia, en una verdadera dispersiónfilosófica, porque toda raíz filosófica nace en un pen-samiento. Los diferentes problemas del pensamientocientífico deberían pues recibir diferentes coeficientesfilosóficos. En particular el balance de realismo y de ra-cionalismo no sería el mismo para todas las nociones. Ennuestra opinión las tareas precisas de la filosofía de lasciencias se plantearían al nivel de cada noción. Cada hipó-tesis, cada problema, cada experiencia, cada ecuación re-clamaría su filosofía. Se debería crear una filosofía deldetálle epistemológico, una filosofía científica diferencialque se complementara con la fílosofía integral de los fi-lósofos. Esta filosofía diferencial debería medir la pers-pectiva de un pensamiento. A grandes rasgos, la perspec-tiva de un pensamiento científico correspondería a unanormalización, a la transformación de la forma realistaen una forma racionalista. Esta transformación no esnunca total. Todas las nociones no se encuentran en elmismo momento de sus transformaciones metafísicas,Meditando filosóficamente sobre cada noción, se veríatambién más claramente el carácter polémico de la defi-nición retenida, todo lo que esta definición distingue,suprime, rechaza. Las condiciones dialécticas de una de-finición científica distinta a la definición usual aparece-rían entonces más netamente y se comprendería, en eldetalle de las nociones, lo que llamaremos la filosofía delno. (Philosophie, prólogo, p. 10-13.)

regiones de la epistemología

.::;

t«.:r'i.,' "_

Page 15: Bachelard  Epistemología

lA' NOCION DE REGION EPISTEMOLÚGICA

[7] Ya que queremos caracterizar el racionalismo~ su poder de aplicación y su -poder de extensión, se

(...) indispensable examinar los sectores particula-.de la experiencia científica y buscar en qué condicio-estos sectores particulares -reciben no sólo una auto-a sino también una autopolémica, es decir unacidad crítica para las experiencias antiguas y una ca-dad emprendedora para las nuevas experiencias. Estas del racionalismo activo se opone a la filosofía empí-que da la idea como un resumen de la experiencia des-

·endo de la experiencia todos los a priori de la pre-ción. Se opone también a la filosofía platónica quea que las ideas declinan al aplicarse a las cosas. Al

trario, si se acepta nuestra propuesta de que la apli-n valoriza, la idea aplicada no es un simple retornoexperiencia primitiva, aumenta la «distinción» del• iento ~n· el sentido cartesiano del término. La

no es una reminiscencia, sino más bien una precien-~ idea no es un resumen, más bien es un programa.. de.oro de las ideas no está tras el hombre, sinoél. Volveremos a cada momento, sobre el valor desi6n de las nociones racionales. Las regiones del sa-

Page 16: Bachelard  Epistemología

ber científico están determinadas por la reflexión. No es-tán trazadas en una fenomenología de primera mano. En

(una fenomenología de primera mano, las perspectivas. están afectadas por un subjetivismo implícito que debe-ríamos precisar si pudiéramos trabajar algún día en laciencia del sujeto preocupado por cultivar los fenómenossubjetivos, determinando una fenomenotécnica de la psi-cología. Pero incluso si la perspectiva nos diera garantíasde extraversión e indicara al ser pensante la dirección delsaber seguramente objetivo, nada tendríamos para jus-tificar la parcialidad del interés de conocimiento, inte-rés que no sólo hace elegir al sujeto un sector particularsino que le obliga a persistir en su elección. Necesitamospues sobrepasar las descripciones fenomenológicas quesiguen estando, por principio, sometidas al ocasionalismode los conocimientos. Todo se vuelve claro, transparente,recto, seguro, cuando este interés de conocimiento es elinterés específico de los valores racionales.

De este modo, en contacto directo con el mundo delos fenómenos -al no haber actuado todavía el poderde eliminación-, las regiones del saber no se han cons-tituido. Sólo pueden delimitarse en un primer dibujo sila capacidad de discernir ha fijado razones para funcio-nar. Nos encontramos siempre frente a la misma para-doja: el racionalismo es una filosofía que no tiene co-mienzo, siempre vuelve a empezar. Cuando lo definimosen una de sus operaciones, hace rato que ha empezado denuevo. Es la conciencia de una ciencia rectificada, de unaciencia marcada por la acción humana, por la acciónreflexionada, laboriosa, normalizadora. El racionalismosólo considera al universo como tema de progreso hu-mano, en términos de progreso del conocimiento. Un poe-ta lo ha captado con la audacia de sus imágenes: sólocuando Cristóbal Colón descubrió América, la Tierra con-vencida de que era redonda se puso por fin a dar vueltas 1.

1. Luc DECAUNES, Les idées noires, p. 246.

tonces se detuvo la rotación de los cielos, las estrellasi, jas se convirtieron -durante los cuatro siglos que es-:peraron a Einstein- en señales de un espacio absoluto .l' .y todo porque un barco se marchó en dirección con-otraria hacia el país de las especias. Era necesario que el}hecho de la rotación de la Tierra se convirtiera en un pen-samiento racional, un pensamiento que se aplicase en~enos distintos para que fueran destruidas todas lasproebas de la inmovilidad de la Tierra encontradas en la~periencia común. '".)' 'Deeste modo los hechos se encadenan tanto más sóliJ

·d,amentepor cuanto están implicados en una red de ra-,t(1neS. Los hechos heteróclitos reciben su estatuto d,9flechos científicos por su encadenamiento, concebido ra·iionalmente. El girar de la tierra es antes una idea que'Íb, hecho. Este hecho no tiene, en un principio, ningún;~go empírico. Hay que colocarlo en el lugar que le c~tresponde en un terr'eno racinna;[de ideas para poder afir-)iBarlo. Hay que comprenderlo para aprehenderlo. Si FOlJ}.ult busca, con el péndulo del Panthéon, una prueba¡·terrestre de este hecho astronómico, es debido a que unlargo preámbulo de pensamientos científicos le ha dadola idea de esta experiencia. Y cuando Poincaré dice queen una tierra -cubierta por las nubes los hombres ha-

-:brían podido descubrir la rotación de la tierra por la,;~xperienciade Foucault, no hace más que dar un ejemplo-de racio1WJlismo recurrente que responde a la fórmula:. Se hubiera podido, se hubiera debido preveer, lo que nos'.leva otra vez a definir el pensamiento racional como una:jreciencia.

-Pero con un ejemplo tan escolar, tan escolarizado'como la rotación de la Tierra, la revolución estrictamente,'~istemológica que proponemos para poner a plena luz>jll racionalismo (el orden de las razones) y en posición'tsubalterna al empirismo (el orden de los hechos) puede\I>asecer una simple paradoja. De las enseñanzas cientí-

2't

Page 17: Bachelard  Epistemología

~

1 ficas de la escuela, recordamos los hechos, olvidamos lasrazones y de este modo la «cultura general» queda aban-donada al empirismo de la memoria. Necesitamos encon-trar ejemplos más modernos con los que se pueda seguirel esfuerzo efectivo de instrucción.

Deberemos demostrar que las regiones de lo racionalen las ciencias físicas se determinan en una experimenta-c~ó.nmonumental del fenómeno. Es ahí y no en la super-fICIe de los fenómenos, donde se puede sentir la sensibi-

\

'lidad de l~ ad~P.tación racional. Las ~structuras raciona-les son mas vISIbles en segunda pOSIción que a simplevista; reciben realmente su perfectibilidad cuando se al-canzan los modelos experimentales de segunda aproxi-mación o, al menos, cuando se designa racionalmente a laley por encima de sus fluctuaciones. Si una organizaciónde pensamiento no puede ser la explicación de un progre-so del pensamiento no es aún una organización racional.A ello se debe que una segunda aproximación dé a me-nudo a una noción tan concretada el carácter de raciona-lidad. Desde el momento en que aparece la segundaaproximación, el conocimiento va acompañado necesaria-mente de una conciencia de perfectibilidad. El conoci-miento de segunda aproximación nos demuestra que elconocimiento se valoriza. Si esta segunda aproximacióncomporta problemas de método, es decir problemas que·exigen discusiones racionales, se manifiestan los valoresapodícticos ..Es en este sentido que el racionalismo apli- \

..cado debe SItuarse al nivel de una filosofía comprometi- I

. da, tan profundamente comprometida que ya no es~esclava de los intereses de un primer compromiso. Elracionalismo se realiza al despejar los intereses inmedia-tos, se sitúa en el reino de los valores reflexionados, o loque es lo mismo el reino de la reflexión sobre los valoresde conocimiento. (Rationalisme, p. 121-124.)

[8] Uno de los caracteres exteriores más evidentes:de las doctrinas relativistas es' su novedad. Sorprendente

. jnc1uso al filósofo, convertido súbitamente, frente a unaconstrucción tan extraordinaria, en campeón del sentidocomún y de la simplicidad. Esta novedad se convierte¡así en una objeción, en un problema. ¿No es ya una prue·.ha de que el sistema no está enteramente contenido en.estos postulados, dispuesto a la explicación, apto a la de-.ducción, sino que, por el contrario, el pensamiento quelos anima se sitúa decididamente frente a una tarea cons-tructiva en la que busca los complementos, las adiciones,

·:.toda la diversidad que hace surgir la preocupación de laprecisión? Dicho de otro modo, la novedad relativista no

•.,,,~s estática por esencia; no son las cosas las que nos sor-/liJrenden, sino el espíritu el que construye su propia sor-

l¡;;~;"resay cae en el juego de las preguntas. La relatividad es.~~;aIgo más que la renovación definitiva del modo de pen-

J':t~t~r el fenómeno físico, es un método de descubrimientol':'::

Page 18: Bachelard  Epistemología

progresivo. Históricamente hablando, la aparición de lasteorías relativistas es igualmente sorprendente. Si existeuna doctrina que no explique los antecedentes hist6ricoses sin duda la de la relatividad. Podemos decir que la pri-mera duda relativista la planteó Mach. Pero se trata s610de una duda escéptica; no es en absoluto una duda metó-dica, susceptible de preparar un sistema (oo.). En suma,la relatividad sólo se relaciona con la historia al ritmode una dialéctica. Se plantea oponiéndose. Explota eltérmino descuidado hasta entonces de una alternativainicial. Se explica, pues, que rompa con una enseñanzay unas costumbres particularmente sólidas y que aparez-ca como verdaderamente extraordinaria. (Vaieur induc-tive. Intr., p. 5-7).

[9] La relatividad se ha (... ) constituido como !Insistema de relación abierto. Violentando costumbres -eincluso leyes- del pensamiento, nos hemos dedicado ainterpretar la relación independientemente de los térmi-nos relacionados, a postular más las relaciones que los'objetos, a dar sólo un significado a los miembros de unaecuación en virtud de esta ecuación, tomando así los ob-jetos como extrañas funciones de la función que los rela-ciona. Todo para la síntesis, todo a través de la síntesis,éste ha sido el objetivo, éste ha sido el método. Elemen-tos que la sensación presentaba en un estado de análisisque bien podemos, por diversas razones, calificar de na-turales, han sido relacionados y sólo han tomado sentidoa partir de esta relación. Se ha alcanzado así un fenóme~no de orden casi matemático que se aparta tanto de lastesis de lo absoluto como de las del realismo. ¡Quéejem-plo mejor que el de la fusión matemática del espacio ydel tiempo! Esta unión 10 tiene todo contra sí: nuestraimaginación, nuestra vida sensorial, nuestras representa-ciones; sólo vivimos el tiempo olvidando el espacio, sólocomprendemos el espacio deteniendo el curso del tiempo.

..J~'.Sinembargo el espacio-tiempo tiene su propia álgebra.'\' Está en relación total y pura. Es pues el fenómeno mate~

,\mático esencial.La relatividad sólo ha podido concebir su desarrollo

en la atmósfera de una matemática perfeccionada; espor ello que a la doctrina le falta antecedente. (Valeurinductive, cap. III, p. 98-99.)

[10] A diferencia de la astronomía general la reIati-vidad no ha arrancado a partir de la figura del mundo.Ha nacido de una reflexión sobre los conceptos iniciales,de poner en duda las ideas evidentes, de un desdoblamien-to funcional de las ideas simples. Por ejemplo, ¿hay algomás inmediato, más evidente, más simple que la idea desimultaneidad? Los vagones del tren arrancan todos si-multáneamente y los railes son paralelos: ¿no tenemosahí una doble verdad que ilustra a la vez las dos ideas·primitivas de paralelismo y de simultaneidad? La relati-,vidad atacará sin embargo el primitivismo de la idea desimultaneidad, del mismo modo que la geometría de Lo-batchewsky atacó el primitivismo de la idea de paralelis-mo. Por una exigencia súbita el físico contemporáneo nospedirá que asociemos a la idea pura de simultaneidad laexperiencia que debe demostrar la simultaneidad de am-bos acontecimientos. De esta sorprendente exigencia hanacido la relatividad.

El relativista nos provoca: ¿cómo utilizáis vuestra; ~ea simple?, ¿cómo demostráis la simultaneidad?, ¿cómo....R. conocéis?, ¿cómo os proponéis que la conozcamos, si);t"jo adoptamos vuestro sistema de referencia? En defini-~.~va, ¿cómo hacéis funcionar vuestro concepto?, ¿en qué,,¡,-. álisisexperimentales la implicáis?, pues en la implica-

n de los conceptos en el análisis está el verdadero sen-

Page 19: Bachelard  Epistemología

tido de la experiencia. Y una vez dadas las respuestas,cuando he~os imaginado un sistema de señales ópticaspara que dIferentes observadores puedan convenir unasimultaneidad, el relativista nos obliga a incorporar nues-tra experiencia en nuestra conceptualización. Nos recuer-da que nuestra conceptualización es una experiencia. Elmundo es entonces menos nuestra representación quenuestra verificación. En adelante, un conocimiento dis-cursivo y experimental de la simultaneidad deberá ir li-gado .a l.a pre.sunta intuición que nos ofrecía de repentela comcIdencIa de ambos fenómenos al mismo tiempo.El carácter primitivo de la idea pura no se mantiene.La idea simple sólo se conoce en composición, por su pa-pel en las composiciones en que se integra. Esta ideaque se creía primero no se basa ni en la razón ni en laexperiencia. Como señala Brunschvicg 1, «ni podría serdefinida lógicamente por la razón suficiente, ni cons-tatada físicamente bajo una forma positiva. En el fondoes una negación; acaba por negar que se necesite un cier-to tiempo para la propagación de la acción de señaliza-'ción. Comprendemos entonces que la noción de tiempoabsoluto, o más exactamente la noción de la medida únicadel tiempo, es decir de una simultaneidad independientedel sistema de referencia, no sólo debe su apariencia desimplicidad y de inmediata realidad a una falta de aná-lisis». (Nouvel Esprit, cap. n, p. 43-44.)

3. «LA OBJETIVACIÓN DE UN PENSAMIENTO EN BUSCA DE LOREAL .•• »

, [11] S~intentamos ahora recoger y juzgar las garan-has de ~eahda? de las doctrinas de la relatividad, no po-dremos Impedir la sensación de que son bastante escasasy que se basan en fenómenos poco numerosos y de agu-

.?A\~za desconcertante. Los realizadores se apartan de estas'~octrinas, porque según ellos la realidad no puede espe-

'J!ar, hay que cogerla inmediatamente en su primer fenó-Jt1enoy comprobada con las dimensiones de la experien-

-da positiva. De este modo la experiencia es apremiantey perentoria. Por el contrario los relativistas pretendenhacer un sistema de su libertad espiritual y organizar suprudencia: en primer lugar sólo quieren aprender de loscaracteres completamente asimilables por sus métodosde referencia, confesando pues que no están dispuestos aligarse a toda la realidad; además pondrán todo su interésen relacionar/los fenómenos con los razonamientos sufi-cientes, haciendo prevalecer la objetivación sobre la obje-tividad.

Efectivamente, es erróneo querer ver en lo real larazón determinante de la objetividad, cuando en realidadsólo se puede aportar la prueba de una objetivación co~.rrecta. «La presencia de la palabra real, como muy biendice Campbell, significa siempre el peligro de confun-dir el pensamiento.» Si se quiere conservar la clarividen-cia hay que conseguir plantear el problema sistemática-,mente en términos de objetivación, más que en términos~deobjetividad. Determinar un carácter objetivo no sig-llifíca definir un absoluto, sino probar que se aplica co-

. trectamente un método. Se argumentará que el carácter·tdescubierto es objetivo porque pertenece al objeto, y que

sólo se proporcionará la prueba de su objetividad con':~lación a un método de objetivación. La razón expuesta

;~;!~gratuita, la prueba, por el contrario, es positiva. Cree-'s, pues, que es mejor no hablar de una objetivación

lo real sino de la objetivación de un pensamiento enea de lo real. La primera expresión conduce a una me-sica, la segunda es más susceptible de seguir el esfuer-

',científico de un pensamiento. Precisamente la relativi-(... ) nos parece uno de los esfuerzos más metódicos

pensamiento para alcanzar la objetividad ..'

Page 20: Bachelard  Epistemología

Esta modificación en la dirección del proceso de obje-tivación viene a decimos que el problema de la veracidadd.e una doctrina no deriva del problema de su realidad,smo que, por el contrario, se debe juzgar la realidad enfunción de una organización de pensamiento que ya hadado pruebas de su valor lógico. Campbell indicó esteorden filosófico en términos particularmente claros. Si-tuándose en el mismo punto de vista que el físico se pre~guntaba si.la relatividad pretende descubrir la verdaderanaturaleza real. Esta es una pregunta a la que hay queresponder con preguntas. Estas son las preguntas pri-mordiales 1: «¿Creen los físicos (no menciono a los ma-temáticos o a los filósofos) en la realidad de alguna cosapor otras razones que el hecho de que esta cosa resultede la concepción de una ley verdadera o de una teoríaverdadera? ¿Tenemos alguna razón para afirmar que lasmoléculas son reales, sino por el hecho de que la teoría~olecular es verdadera, verdadera en el sentido que pre-dIce exactamente e interpreta las predicciones en términosde ideas aceptables? ¿Hemos tenido otra razón para decirque el trueno y el relámpago se ,producen realmente en elmismo momento, que la concepción de simultaneidad,que nos dice que esta afirmación es cierta, y hace posiblemedir los intervalos de tiempo? Cuando hayamos res-pondido a estas preguntas, se podrá discutir si la relati-vidad nos dice alguna cosa sobre el tiempo real y sobreel espacio real».

Es así como se ve, ,provocado por un físico, el proble- /ma filosófico de las relaciones entre lo verdadero y loreal. Proponemos que se formule del modo siguiente:¿Cómo lo verdadero puede preparar lo real, o inclusoen cierto sentido, cómo lo verdadero puede convertirse e~real? En efecto, formulado así el problema parece mássusceptible de recoger la importante contribución apor-

1. CAMPBELL, Theory and experiment in Relativy (apud Nature 17febr. 1921). '

. a por la relatividad. Evidentemente, la doctrina rela-ista aparece como verdadera antes de aparecer como

se refiere largo tiempo a sí misma para poder estar'~ero segura de sí. Se trata de una duda provisionalás metódica aún y especialmente más activa que.la ,d~dartesiana, pues prepara y funda una verdadera dIalectIcaatemática. Por otra parte no se ve en absoluto lo que

a prueba experimental podría hacer contra esta duda~sencialmente constructiva erigid~ en sistema de ta~~ohe-rencia matemática. Una vez inicIados en la relatIvIdad,

,e;' ;nos damos cuenta de que en la construcción debe situarse9;~"<~nteslo apodíptico que lo asertórico. Antes que.nada ha?,

'.que tomar conciencia de I.ane~esidad constructIva y oblI->garse a rechazar, como dIce SIr Lodge:,todo aquello queIDO nos parezca necesario. La construCClOnde lo ~eal n~e-"sita más la prueba de la necesidad que la nece~Idad mIS-

" .'ma: la construcción de lo real no pued~ confIarse s~lo:::.a una necesidad que provenga de la realIdad, es p~ecIso'·Y(i.,queel pensamiento constructivo reconozca su pro.~Iane-JliS¡pesidad.Como contrapartida asegurar la construcclOn pori'1'ma realidad ya acabada sólo puede y debe ser supererro-

,,,k/gatorio. (Valeur inductive, cap. VIII, p. 242-246.)

J\~{.. ·k'?<'" .4. EL DESCONOCIMIENTO REALISTA

:cJ;

1\;· [12] En primer lugar lo que debe llamamos la aten-i;ii¿.~ión,es la rapidez con que el realista recu:-re a las expe-. ":'e~ncias propiamente geométricas. ApremIadle un poco.

> tlbjetadle que conocemos pocas cosas sobre .esta reali?a,d;.' e pretende tomar como un dato. El ,r~alIsta ase!1tIr,a;

1'0 responderá inmediatamente: «Que ImportancIa tIe-que no sepamos qué es el objeto; sabemos de todaseras que el objeto es ya que está ahí; tanto US!edo yo, siempre podemos encontrado en una regló,?minada del espacio.» El lugar aparece como la pn-

Page 21: Bachelard  Epistemología

mera cualidad existencial, la cualidad por la que tambiéntodos los estudios deben acabar con la garantía de la ex-periencia positiva. ¿ Podría hablarse de una realidad que .estuviera en todas partes? Es lo mismo decir que no es-taría en ninguna parte. De hecho el espacio es el mediomás seguro para las diferenciaciones y el realista, al me-nos en las polémicas, se basa siempre en la designaciónde objetos diferenciados especialmente. Cuando el realis-ta haya asegurado la raíz geométrica de su experiencialocalizadora, aceptará fácilmente el carácter no objetivode las cualidades sensoriales e incluso de las cualidadesrelacionadas más directamente con la geometría de lalocalización. Por ejem.plo, el realista abandonará la discu-sión acerca de la forma y del volumen. Atribuyendo lavoluminosidad a todas las sensaciones, conseguirá unametáfora cuya objetividad no podrá garantizar 1. Con-sentirá que el objeto aguante mal su figura, que sea defor-mable, comprimible, poroso, huidizo. Pero, al menos,aunque sea por un solo punto, el objeto estará retenidoen la existencia geométrica, y esta especie de centro de.gravedad ontológica se presentará como la raíz de la ex-periencia topológica. (Experience, cap. 1, p. 5-6.)

B) HISTORIA EPISTEMOLÓGICA DEL«ELECTRISMO»

1. EL EMPIRISMODELSIGLOXVIII

[ 13] Leyendo los numerosos libros consagrados a laciencia eléctrica en el siglo XVII,el lector moderno se darácuenta, según nuestra opinión, de la dificultad que supu-so abandonar lo pintoresco de la primera observación,desteñir el fenómeno eléctrico, despojar la experiencia de

1. Cf. W. JAMES, Précis de psychologie, trad. p. 443.

. aspectos parásitos, irregulares. Veremos. e~toncesIDO la primera influencia empí~ic~ n? da sIqUIera. el

,{dibujo exacto de los fenómenos, nI sI~UIera una descnp-i'ción ordenada, jerarquizada de los fe~o~enos. .

Aceptado el misterio de la electncIdad -y SIemprecepta muy rápidamente un misterio como éste-, .esta

&~a lugar a una «ciencia» fácil, muy cercana a la ~IS~-. natural aleiada de los cálculos y teoremas que, es ,e

~~yghens, 'desde Newton, invadían poco a poco la ~eca-nica, la óptica, la astronomía. Priestley e~cn~e tod~Vl~ enun libro traducido ep. 1771: «Las expenenCIas e1ectn~a.sson las más claras y agradables .de. l.as que ofrece la fISI-ca.» Así pues, estas doctrinas pnmItIVas que trataba~ de

roblemas tan complejos, se presentaban como doctl':mas.fáciles, condición indispensable para que fueran dIVer-tidas para que interesaran a un pueblo mundano. O parahabl~r filosóficamente, estas d~ctrinas ~e pres:ntabanmarcadas por un empirismo eVldente e mnato. lEs tanagradable para la pereza intelectual ~ncer~arse e~ el e:~r-

irismo llamar hecho a un hecho e ImpedIr la busque a~e una 'ley! Todavía hoy todos los malos alumnos, ~e laClase de física «comprenden» l~s fórm~las empIncas.

..••·.Creen fácilmente que todas las formula~, mcluso la~ que<~'se desprenden de una teoría bien orgamzada, ~on formu-> las empíricas. Imaginan que una fórmula es solo ~n con-~t,:tunto de números que esperan y que basta con aplIcarIo.s.,,;.,J • l' d '1· . 'smo de la pn-t'y. cada caso partlcu aro A emas, e empm:';,tnera electricidad, ¡es tan seductor! Se trata de un em-" "'.rismo no sólo evidente, sino incluso en colores. No es

esario comprenderlo, simplemente hay que verIo. ~arafenómenos eléctricos el libro del mundo ~s un lIbroimágenes. Hay que hojearlo sin esperar nmguna sor-sa, ¡Parece tan claro que en este ~erreno,. nunca seiera podido preveer lo que s~ ve! Pnestley dIce acerta-ente: «Cualquiera que hubIera lleg.ado (a pr~ver. lamoción eléctrica) por algún razonamIento, habna SIdo

43

Page 22: Bachelard  Epistemología

considerado como un gran genio. Sin embargo los descu-brimientoseléctricos se deben tanto al azar que las fuer-zas de la naturaleza provocan más nuestra admiraciónque ~os res.uItados de la genialidad»; sin duda PriestleyrelaCIOnaSIempre todos los descubrimientos científicoscon el azar. Incluso cuando se trata de sus descubrimien-t~s personales, perseguidos pacientemente con una cien-CIan:uy nota~le de la investigación química, Priestley sepermlt~ el lUJOd~ borrar los lazos teóricos que le han #:

c.onducIdoa expenencias fecundas. Tiene tal voluntad defl1osofíae.mpírica que el pensamiento queda reducido auna espeCIed.ecausa ocasional de la experiencia. Si escu-cham~s a Pnestley el azar es quien lo ha hecho todo.Para el, la muerte supera a la razón. Concedámoslo todoa~ espectáculo. No nos ocupemos del físico, sólo es eldIrector de la obra. Lo mismo ocurre en nuestros díasc~ando la.astucia del investigador, el rasgo genial del teó~nco despIertan admiración. y para dejar claro que el?rige~ del fenómeno provocado es humano, el nombre delInvestIgador queda ligado -sin duda eternamente~ alefecto que ha construido. Así0Gurre con el efecto Zeeman,~l efecto Stark, el efecto Raman, el efecto Compton oIncl~so con el efecto Cabannes-Daure que podría servirde ejemplo de un efecto de algún modo social producidopor la colaboración de los espíritus. '

El pensamiento precientífico no se empeñ~ en estudiarun fenómeno bien circunscrito. No busca la variación sinol~ variedad. y éste es un rasgo particularmente caracterís- /tIco: ~abúsqueda?e la variedad arrastra al espíritu deun objeto a otro, SInmétodo; el espíritu sólo apunta en-tonces h~ci~,la ext~nsión de los conceptos; la búsquedade .la.vanaClOnse lIga a un fenómeno particular, intentaobJetIvar todas las variables, comprobar la sensibilidadde las variables. Enriquece la comprensión del conceptoy prepara la matematización de la experiencia. Pero vea-mos el espíritu precientífico buscando la variedad. Basta

recorrer los primeros libros sobre electricidad pararendernos del carácter heteróclito de los objetos en

que se buscan las propiedades eléctricas. Sin hacer deeh~ctricidaduna propiedad general, de un modo para-jico se la considera a la vez una propiedad excepcionalro ligada a las substancias más diversas. En primera

-naturalmente -las piedras preciosas; luego el azu-los residuos de calcinación y de destilación, los bele-

't~s, los humos, la llama. Se intenta relacionar la pro-~edadeléctrica y las propiedades de primer aspecto. Unaz hecho el catálogo de las substancias susceptibles der electrizadas, Boulanger saca la conclusión de que .«las

?~"iubstanciasmás frágiles y más transparentes son SIem--~1jQ;p:e las más eléctricas» 1. Siendo la electricidad u~ princi-;;fpio natural, se creyó por un momento que pudIera ser;tm medio para distinguir los diamantes buenos de los,'&lsos. El espíritu precientífico pretende siempre ~';le.elproducto natural sea más rico que el producto artIfICIal.(Formation, cap. 1. 1, p. 29-31.)

[14] La botella de Leyde provocó un verdadero,asombro.2 «A partir del mismo año en que fue descu-

¡,'!"bierta,hubo muchas personas en casi todos los paísesA;:,i_~l mundo que se ganaron la vida yendo de aqm parat~~·- mostrándola. La gente vulgar de todas las edades,

xos y categorías observaban este prodigio de la natu-eza con sorpresa y asombro» 3. «Un emperador podríantentarse con la renta que supone las sumas que en

:ji~elines y calderilla se pagaron para ver realizar, la>4iperiencia de Leyde.» En el transcurso del desarrollo

-'-"'i11tífico encontraremos la utilización foránea de al·-,,'-" os descubrimientos. Sin embargo esta utilización es

insignificante. Los que hacían demostraciones de

PRIESTLEY, Histoire de l'électricité, 3 vol., París, 1771, t. 1, p. 237.PRIESTLEY, Histoire de l'électricité, t. 1, p. 156.Loc. cit., t. III, p. 122.

Page 23: Bachelard  Epistemología

rayos X, hace treinta años, a los directores de escuelapara ofrecerles alguna novedad en la enseñanza, no hacíanfortunas imperiales. Parece que en la actualidad han desa-parecido totalmente. De aquí en adelante un abismo sepa-ra, al menos en las ciencias físicas, al charlatán y alsabio.

En el siglo XVIII, la ciencia interesa a todos los hom-bres cultivados. Se cree por instinto que un despacho dehistoria natural y un laboratorio se montan como unabiblioteca, a voluntad; se tiene confianza: se espera quelas casualidades del hallazgo individual se coordinen en-tre sí. ¿Acasola naturaleza no es coherente y homogénea?Un autor anónimo, posiblemente el abate de Mangin, pre-senta su Historia general y particular de la electricidadcon un subtítulo muy sintomático: «O lo que sobre ellahan dicho, de curioso y divertido, de útil e interesante yjocoso, algunos físicos de Europa.» Subraya el interésmundano de su obra, pues al estudiar sus teorías, se po-drá decir algo claro y preciso sobre los diversos debatesque surgen cada día en todo el mundo, y acerca de los'cuales incluso las señoras son las primeras en preguntar ...Tal caballero a quien antes bastaba con un hilo de vozy una buena figura para hacerse un nombre en los círcu-los, se ve obligado actualmente de saber al menos algosobre Réamur, Newton, Descartes» 4 (Formation, cap. I,I, p. 33.)

[15] Los progresos del conocimiento de los fenóme-nos eléctricos han puesto en evidencia una verdadera des-riealizo.ción.Ha sido preciso separar el fenómeno eléctrico

4. Sin nombre del autor, Histoire générale et particuliere de l'élec-tricité, 3 partes, París, 1752;2.- parte, pp., 2 Y 3.

de las especificaciones materiales que parecían ser sucondición básica. Hasta fines del siglo XVIII, la electrici-dad fue considerada como una propiedad de ciertas subs-tancias. Se estudió como una historia natural que colec-ciona substancias, incluso después de iniciado el primeresfuerzo de distinción de los fenómenos, una vez recono-cidos no sólo los fenómenos de atracción, sino tambiénlos de repulsión, no se pudo mantener la designación delas dos electricidades como cristalina y resinosa. Filosó-ficamente estas designaciones son erróneas. A partir de1753Canton reconoció (Mascart, Traité d'electricité stati-que, t. I, p. 14) «que una barra de vidrio esmerilado co-gía electricidad resinosa si se la frotaba con franela yelectricidad cristalina con una tela de seda oleosa y seca».Las condiciones en que se realiza el frotamiento puedenmodificar totalmente los fenómenos.

Hegel señaló este movimiento epistemológico (Filosofíade la naturaleza): «Sabemos que la diferencia de la elec-tricidad, que en un principio se relacionó ~on determina-dos objetos empíricos -el cristal y la r~s~na,que.provo-caron la electricidad cristalina y la electncldad resmosa-se ha idealizado y transformado en una diferencia espe-culativa (Gedankenunterschied), en electricidad positivay electricidad negativa, a medida que la experiencia se haampliado y completado. Ahí tenemos el ejemplo que de-muestra de un modo notable cómo el empirismo, que enun principio, pretende coger y fijar lo general en unaforma sensible, acaba por suprimir él mismo esa forma.»

y Hegel insiste a su manera al señalar «que la natura-leza física y concreta del cuerpo se introduce muy pocoen la electricidad».. La designación de los cuerpos en idio-eléctricos y en

.aneléctricos tampoco puede mantenerse. Se admitió que. .si la electricidad no se manifestaba en los metales frota-

'dos era debido a que la electricidad producida se derra-_ba por la mano del investigador hasta el suelo. Bastó

Page 24: Bachelard  Epistemología

-:;~<'¡)~:';:"

¡J~___________ J-t _

con poner una manga aislante para que la electricidadapareciera sobre el metal.

De un modo definitivo, como indica Mascart (t. 1,p. 90): Coulomb verificó que la electricidad no se extien-de en ningún cuerpo por afinidad química o por unaatracción electiva, sino que se reparte entre diversos cuer-pos puestos en contacto, independientemente de su natu-raleza y únicamente debido a sus formas y dimensiones».

En suma, desde fines del siglo XVIII, todas las referen-cias interioristas habían sido eliminadas paulatinamente.El uso de cristal, y de resina del azufre para producirelectricidad, sólo había sido determinado por razones decomodidad 1 (Rationalisme, cap. VIII, p. 144-145.)

[16] Vamos a seguir con algún detalle, para poderdar un ejemplo muy simple, la actividad conceptualizanteque constituye la noción de capacidad eléctrica. Esteejemplo bastará para demostrar que la conceptualiza-ción en el pensamiento científico no está suficientementecaracterizada si tomamos únicamente el punto de vistadel empirismo. Después de recordar la formación histó-rica del concepto de capacidad eléctrica, pasaremos a verla formación epistemológica de este concepto, insistiendoen sus distintos valores prácticos. Creemos así, poder de-finir un nuevo conceptualismo que estará situado precisa-mente en esta zona intermedia, entre"el nominalismo y elrealismo, en la que agrupamos todas las consideracionesepistemológicas.

Podríamos resumir el primer aspecto con el título: dela botella de Leyde al condensador.

1. Estas consideraciones s610 afectan a la electricidad estática. Laelectricidad voltaica distingue los metales según las fuerzas electromo-trices que aparecen en su contacto.

Apenas podemos hoy imaginamos el interés prodigio-so despertado en el siglo XVIII por los fenómenos de labotella eléctrica. Según Tiberio Cavallo, el gran descubri-miento realizado «en el año memorable 1745de esta bo-tella maravillosa» «dio a la electricidad un nuevo aspec-to» (Traité complet d' électricité, trad. 1785, p. XXIII).Cuando hoy, por recurrencia, se reencuentra en la botellade Leyde las características ¡deun condensador, se olvidaque este condensador fue primitivamente una verdaderabotella, un objeto de la vida corriente. Sin duda, esta bo-tella tenía particularidades que debían molestar al espí-ritu atento a las significaciones comunes; sin embargoel psicoanálisis de las significaciones no es tan fácil comopostulan los espíritus científicos convencidos de su ins-trucción. De hecho, la noción de capacidad es una nocióndifícil de enseñar a los espíritus jóvenes y en este punto,como en tantos otros, la historicidad acumula las dificul-tades pedagógicas. Intentemos ver trabajando a un espí-ritu reflexivo del siglo XVIII.

En primer lugar, no debemos olvidar las ideas claras,las ideas que se comprenden inmediatamente. Por ejem-plo, que el armazón interno se acabe con un gancho, cosamuy natural si tenemos en cuenta que la botella debecolgarse en la barra de cobre de la máquina de Ramsden.También puede comprenderse fácilmente la función de lacadena de cobre, que va desde el gancho hasta las hojasmetálicas que tapizan el interior de la botella, porque yase sabía entonces que los metales son los mejores transmi-sores de electricidad. Esta cadena es el principio concretode la conducción eléctrica. Proporciona un sentido eléc-tricamente concreto a la afirmación abstracta: hacer unacadena entre diez personas para transmitir la descargaeléctrica. El gancho, la cadena metálica, la cadena de ma-nos que sentirán la conmoción eléctrica, son"elementosfácilmente integrados en la fácil imagen de la botella eléc-trica. Acumulando tales ingenuidades nos arriesgamos a

Page 25: Bachelard  Epistemología

cansar al lector instruido. Sin embargo, nos encontramosante el problema del conflicto entre significados: signifi-cado usual y significado científico. Hay que objetivar losfenómenos científicos a pesar de las características delos objetos corrientes. Hay que determinar lo abstracto-concreto, borrando los primeros aspectos, los primerossignificados. Si prestáramos atención a la fenomenologíadel pedagogismo, reconoceríamos la nociva importancia delas convicciones primitivas. De hecho, en el ejemplo tansencillo que proponemos, podemos ver cómo la integra-ción fácil comporta pensamientos oscunos, que se aso-cian a las pobres ideas, demasiado claras, que enumera-mos. De este modo se forma una monstruosidad pseudo-científica que deberá ser psicoanalizada por la cultu-ra científica.

Basta una palabra para designar la monstruosidad queprolífera en el terreno de las falsas explicaciones del co-nocimiento vulgar: la botella de Leyde no es una botella.No tiene ninguna, absolutamente ninguna, de las funcio-nes de botella. Entre una botella de Leyde y una botellade Schiedam 1, hay las mismas diferencias que entre unperro de caza y un perrillo de fusil.

Para salir del atolladero cultural al que nos llevan laspalabras y las cosas, es necesario que se comprenda que lacapacidad de la botella de Leyde no es la capacidad de unrecipiente, pues no contiene realmente la electricidad enfunción de su tamaño y sus dimensiones no se aprecia-rán en función de la avidez de un bebedor.

¡Y sin embargo cuando más grande es la botella deLeyde, más fuerte es con la misma máquina de Ramsdenla conmoción eléctrica! ¿De dónde procede la relacióntamaño y conmoción?

La respuesta a esta primera pregunta concreta es la

1. Me señalan que hay gentes tan ignorantes que no saben que elSchiedam es uno de los mejores alcoholes holandeses.

siguiente: si la botella es grande, la sr:-r:erficiedel a,rma-izón es grande. El tamaño de la superfIcIe del armazon es\ la primera variable técn!ca. ,. "

Naturalmente, los pnmeros tecmcos conOCIeron I?me-diatamente el papel de las superficies ya q~e :e:cubrter,0:Zel interior y el exterior de la botella con.l~mm~s metah-caso Es necesario que la noción de superfIcte actIVa.quedemuy clara para poder exclpir cualquier r~fe~encIa co:n-fusa al volumen de la botella. La botella electnca adqUIe-re «una capacidad» a través de su superficie, a través dela superficie de un armazón.

Otro factor menos aparente interviene pronto, s~ tra-ta del grosor del cristal. Cuanto más delgado es el cnstal,mayor es la capacidad. Sin embargo, no se pueden, co~ercristales demasiado delgados, pues la descarga electn~apodría atravesados. Se intenta obtener técnicamente cns-tales muy regulares, sin burbujas internas. El grosor delcristal es la segunda variable técnica.

Por último se reconoce la influencia de un tercer ele-mento más encubierto. Si sustituimos el cristal por otramateria descubriremos que cada material tiene una pro-piedad ~specífica, que algunas materias producen fenóm~nos más fuertes que otras. Sin embargo, esta re~erencIaa un poder dieléctrico específico: sólo :ruede ocurn: cuan-do se han obtenido algunos medIOS,mas o menos SImples,para medir. Volta comparaba la capacidad de do,s c~m-ductores contando el número de vueltas de una maqumaeléctrica que daba a cada uno ~e los c?nduct?res su cargamáxima. Serán necesarias medIdas mas preCIsas para q~eel factor K, que especifica la acción. particula~ de lo dIe-léctrico en su condensación, quede bien determmado. (Ra-tionalisme, cap. VIII, p. 147-149.)

- ----.:- b.'.t ••••••• _

Page 26: Bachelard  Epistemología

[17] Hemos hecho ya un esbozo suficiente de la pre-historia empírica de los condensadores eléctricos, y he-mos obtenido las variables técnicas que nos permitiránuna instrumentación más libre. En vez de un condensadorparticular como la botella de Leyde, podemos ahora exa-minar condensadores de las formas más diversas. Uncondensador estará formado por dos láminas metálicas se-paradas por un aislante (que puede ser el aire), La pala-bra oondensador también puede integrarse en una signi-ficación científica, hay que desprenderla de su sentidousual. En realidad, un condensador eléctrico no condensala electricidad: recibe la cantidad de electricidad que leserá proporcionada por las leyes que esquematizaremosseguidamente.

Ya hemos prevenido contra la acepción usual de lapalabra capacidad. La teoría nos aclarará pronto esteconce,pto. Pero, si fuera preciso explicar un poco la pa-labra de entrada, sugeriríamos que se utilizara en el sen-tido de diploma de capacidad. Por su capacidad, un con-densador -o de modo más general un conductor aisla-do- es capaz de reaccionar de un modo determinado enlas condiciones que precisaremos l.

¡La aparición de la fórmula que da la capacidad de unoondensador supone un verdadero rayo de luz! Todo loque hemos contado acerca de las dificultades psicológi-cas de los primeros accesos a la ciencia se convierte,

1. CHWOLSON, Traité de physique, t. IV, ler. fascículo, 1910,p. 92:"La palabra capacidad se ha tomado prestada, por analogía, de la teo-ría del calor, pero es importante señalar que, mientras la capacidadcalorífica de un cuerpo sólo depende de la naturaleza y del pesode este cuerpo, la capacidad eléctrica de un conductor no de~nde ni desu naturaleza, ni de su peso, únicamente de su forma externa." Lacomparación de la capacidad eléctrica y de la capacidad calorífica espedagógicamente muy mala. Si la historia de las ciencias es tan difícilde presentar en su contenido psicológico es debido a que nos remite aconcepciones científicas implicadas aún en sus concepciones usuales.

pronto, en algo psicológicamente caduco. En virtud dee racionalismo que se constituye en una fórmula seeden criticar con razón nuestras preocupaciones de

$icoanalista del conocimiento científico. Pero no escri-'mos sólo para los racionalistas convencidos, para los ra-'onalistas que han comprobado las coherencias del pen-

iento científico. Tenemos que asegurar, pues, nuestrataguardia, debemos esta~ seguros de no dejar detrás

uestro rastros de irracionalismo. Por este motivo, en elcaso concreto que estudiamos, hemos querido dar todala psicología de borrador indispensable para basar racia-

:nalmente la ciencia física.l!sta es la fórmula que puede ser ahora el punto de

.partida de una racionalización de la condensación eléc-trica:

s = su,perficiede un armazón (dejando muy claro que!',,;;, el otro armazón debe tener, milimétricamente, la misma:;'. superficie); e= grosor del aislante (que se supone muy

S';" uniforme); K = poder dieléctrico del aislante (que se su-,-,' pone muy homogéneo).

\;, En esta fórmula el estudio filosófico del factor K nosJ \"f~:ipermitirá reanimar el debate entre el empirismo y el ra-

~ aquí un ejemplo en el que la palabra capacidad está entre los dosfi¡nificados: ser capaz de electrizar, contener electricidad: "El céle-.,.. P. Becaria piensa que la frotación aumenta la c~paci~ad del cuer-'eléctrico; es decir, capacita a la parte que toca mmedlatamente al

tador para contener mayor cantidad de fluido; de modo que éstadel cuerpo frotador una sobreabundancia de materia eléct~ca

, sin embargo, sólo se manifiesta en el momento en que la frotaCióna de actuar y entonces pierde esta capacidad, estrechándose o enca-dose" (Tiberio CAVALLO, Traité complet d'électricité, trad. 17SS,

ll5).

Page 27: Bachelard  Epistemología

c~onalismo y mostrar la acción de la racionalización téc-nIca.

El f~ctor ~ d~l?ende de la materia empleada. Puedeser ~l sIgno t~losoflco de la irracionalidad que se resistea la .mtegraclOn d~ l,os fenómenos en una forma algebrai-c~ sImple. ~l empmsta se apoyará en este hecho, que enCIer!O s~ntIdo no está condicionado para demostrar quel~ CIen~Ia.no puede ,alcanzar, en sus explicaciones, el ca-ra.c~ermtImo, el caracter cualitativo de las cosas. La elec-tncIdad tendría, en esta perspectiva, sus substancias sin-gulares.

, A p~rtir. de ahí: es interesante demostrar que este ca-racter Irr~clOnal lIgado a una substancia particular pue-de .de algun modo estar dominado a la vez por el racio-nahsmo y por la técnica. .

Señalemos en pr!m~r l~gar, que nos vemos obligados ahablar del poder dIelectnco del vacío. Incluso tomamoseste poder dieléctrico del vacío como unidad. Creemosque ~s sufic~ente para demostrar que la materialidadde pnmera vIsta, la que afecta nuestros sentidos no estátotalmente introducida en la noción de capacid~d de uncondensador.

Por otra parte, si somos conscientes de la racionalidadde las funciones, la función de K y la función de e en lafórmula

podrán aclararse por compensaciones. Si podemos au-mentar la capacidad disminuyendo e o aumentando Kla inteligencia técni.ca realiza una racionalización compl~ta del factor matertal. Ya no se utiliza a la materia comoun subterfugio para evitar las e demasiado pequeñas. Uncondensador con una lámina de aire demasiado delgada

54

e descargaría con una chispa entre las tapas. Substitu-yendo la lámina de aire por una lámina de mica, evitamoseste inconveniente, al menos dentro de ciertos límites.

Así pues, cuando elem,pirista discutirá el carácter in-condicionalmente realista de una substancia, cuando nosdirá que este poder dieléctrico está representado por unnúmero sin estructura, un número con decimales sin leyracional, podremos responder que el técnico no ve allímás irracionalidad que en una longitud determinada. Téc-nicamente el poder dieléctrico tiene una perfecta equi-valencia geométrica:

Claro está, hemos limitado nuestra discusión al casoen que se toman como láminas aislantes a substancias na-turales como la mica, o substancias fabricadas sin ningunafunción especial, como el cristal. Tendríamos argumentosnuevos si nos refiriéramos a la técnica de las materias, alas posibilidades que ofrece una química que puede crearsubstancias, a propiedades físicas bien definidas.

De todos modos, la técnica realiza con completa se-guridad la fórmula algebraica de la capacidad de un con-densador. Éste es un caso muy sencillo, pero particular-mente claro, de la conjunción entre el racionalismo y latécnica. (Rationalisme, cap. VIII, p. 150-152.)

[18] En primer lugar, mostremos cómo la técnicaque ha construido la bombilla eléctrica con hilo incandes-cente rompe realmente con todas las técnicas de ilumina-ción que se usaban en toda la humanidad hasta el si-glo XIX. En todas las técnicas antiguas, para iluminar hayque quemar una materia. En la lámpara de Edison, elarte técnico está en impedir que se queme una materia.La técnica antigua es una técnica de combustión. La nue-va, técnica es una técnica de no-combustión.

Page 28: Bachelard  Epistemología

Sin embargo, para manejar esta dialéctica se necesita. ,u.n gran conocImiento específicamente racional. El empi-nsmo de la combustión, que se contentaba con clasificarlas substancias combustibles, con valorar los buenos com-bustibles, con dividir entre las substancias susceptiblesde mantener la ~o~bustión y substancias «impropias»para este mantemmIento, ya no basta. Es necesario habercomprendido que una combustión es una combinación, yno ~l desarrollo de un poder substancial, para poder im-pedIr esta combustión. La química del oxígeno transfor-mó totalmente el conocimiento de las combustiones.

. En ~na ~écnicad~ no-combustión, Edison crea la bom-b.Illa.electnca, el ~nstal de lámpara cerrada, la lámparas~n tIro. La bo.mbI11ano está hecha para impedir que lalampara se agIte con las corrientes de aire. Está hechapara ~on.servare.lvacío alrededor del filamento. La lámpa-ra electnca no tIene absolutamente ningún carácter cons-titutivo en común con la lámpara ordinaria. El únicoca;ácter que permite designar las dos lámparas con lamIsma palabra, es que ambas iluminen la habitacióncuando anochece. Para aproximar1as, para confundir1as.p~ra designar1~s,pasan a ser el objeto de un comporta-mIento de la VIdacorriente. Pero esta unidad en la finali-d~d sól? ~upone unidad de pensamiento para aquél quepIensa UI:llc~menteen la finalidad. Esta finalidad recargalas descnpcIOnes fenomenológicas tradicionales del cono-cimiento. A menudo, los filósofos creen atribuirse el obje-to al nombre, sin darse cuenta de que un nombre aportauna significación que sólo tiene sentido en un conjunto decostumbres. «Así son realmente los hombres. Una vez leshan enseñado un objeto, están satisfechos, eso tiene unnombre, ya no olvidarán nunca este nombre.» (Jean deBoschere, L'obscur a Paris, p. 63.)

Se nos puede objetar que al tomar como ejemplo lalámpara eléctrica, nos hemos situado en un terreno dema-siado favorable a nuestras tesis. Es evidente, se nos dirá,

¿ ue el estudio de fenómenos tan nuevos como los fenóme-1';n05 eléctricos, podía dar a la técnica de la iluminación'medios muy nuevos. Pero nuestro debate no se sitúa ahí.

Lo que queremos demostrar es que, en la propia cienciaeléctrica, está instituida una técnica «no natural», unatécnica que no aprende en el examen empírico de la na-turaleza. En efecto, no se trata, tal como subrayaremosseguidamente, de partir de los fenómenos eléctricos talcomo se ofrecen al examen inmediato.

En la ciencia natural de la electricidad, en el si-glo XVIII, se plantea precisamente una equivalencia subs-tancial entre los tres principios, fuego, electricidad y luz.«El fluido eléctrico, dice el abate Bertholon (L'électri'citédes végétaux, p. 25), es el fuego modificado, o lo que eslo mismo, un fluido análogo al fuego y a la luz; pues hayentre ellos muchos puntos en común, el brillar, iluminar,inflamar y quemar, o fundir ciertos cuerpos: fenómenosque demuestran que su naturaleza es el fuego, ya que su~efectos generales son los mismos; pero es el fuego modI-ficado, ya que se diferencia del mismo en algunos aspec-tos.» No se trata de una intuición aislada, la volveremosa encontrar fácilmente en numerosos libros del siglo XVIII.Una técnica de iluminación asociada a esta concepciónsubstancialista de la electricidad habría intentado trans-formar la electricidad en fuego-luz, transformación apa-rentemente fácil ya que, bajo las dos formas, electricidady lu~ se suponía que había el mismo principio .material.La -ixplotación directa de las primeras observaCIones,ex-plotación guiada por las intuici.ones substanciaIista~, .sólopediría que se aportara un allmento a esta electncIdadfuego-luz(un pabulum recogiendo la palabra consagrada).De este modo ponemos en acción una serie de conceptosutilizados en la vida corriente, particularmente el concep-to de alimento que está muy arraigado en el subconscien-te~Nos adentraríamos en la comprensión de los concep-tos ,«naturales» y encontraríamos bajo los fenómenos tan

_____________ -.1_-.. _

Page 29: Bachelard  Epistemología

raros de la electricidad, las cualidades profundas, las cua-lidades elementales: el fuego y la luz.

Arraigada de este modo en los valores elementales, elconocimiento vulgar no puede evolucionar. No puedeabandonar su primer empirismo. Tiene siempre más res-puestas que preguntas. Tiene respuestas para todo. Pode-mos vedo perfectamente en el ejemplo elegido: si labarra de resina lanza chispas al mínimo frotamiento, esporque está llena de fuego. ¿Por qué sorprenderse de estenuevo fenómeno? ¿Acaso no se fabrican desde tiemposinmemoriales antorchas con resina? Y estas chispas noson únicamente luz fría, son calientes, pueden inflamarel aguardiente, el agua de fuego. Todas estas observacio-nes, en el estilo empírico del siglo XVIII, demuestran lacontinuidad de la experiencia común y de la experiencia ..científica. El fenómeno que nos sorprendía en un prin-cipio, pronto se convierte simplemente en un ejemplode la circulación del fuego en la naturaleza, en la vidamisma. Tal como dice Pott, utilizando la palabra sabiaflogística, pero pensando en la palabra popular, fuego:«La extensión de esta substancia (la flogística) es tangrande como el universo; se ha desparramado en todala naturaleza, aunque con combinaciones muy distintas.»De este modo las intuiciones generales son intuicionesingenuas. Las intuiciones ingenuas lo explican todo.

Y, claro está, la física natural tiene su microfísica. Es-tima que el fuego latente está encerrado en los peque-ños alveolos de la materia, al igual que la gota de aceiteestá encerrada en el pequeño grano de colza. El frota-miento que rompe las paredes de estos alveolos liberael fuego. Si esta liberación se generalizase, un fuego visi-ble y constante se encendería en la barra de resina frota-da por la piel de un gato: existe continuidad entre labarra de resina y la rama combustible del pino: «Consi-dero, nos dice además Pott, que la materia del fuego con-tenida en los cuerpos combustibles, el alimento del fuego,

son como una serie de prisioneros encadenados, en la queel primero en liberarse suelta inmediatamenté su vecino,que suelta a su vez a un tercero, y así sucesivamente ... »

Estas imágenes -que podríamos multiplicar -mues-tran con bastante claridad con qué facilidad la observa-ción empírica establece su sistema y con qué rapidez estesistema se cierra. Ya vemos cómo los primeros observa-dores asocian rápidamente los conocimientos eléctricosa una cosmología del fuego. Y si hubiera hecho una lám-para eléctrica en el siglo XVIII se habrían planteado lasiguiente pregunta ¿de qué modo puede el fuego eléc-trico latente convertirse en fuego? ¿De qué modo la luzde la chispa puede convertirse en luz permanente? Todasestas preguntas requieren una respuesta directa. Ningunade estas perspectivas de Universo puede dirigir una téc-nica.

Volvamos pues al examen de la fenomenotécnica. Lahistoria efectiva está ahí para demostrar que la técnica esuna técnica racional, una técnica inspirada en leyes ra·cionales, por leyes algebraicas. Ya se sabe que la ley racio-nal que regula los fenómenos de la lámpara eléctrica in-candesceJtte es la ley de Joule que responde a la fórmulaalgebraica\=

(W: energía, R: resistencia, 1: intensidad, t: tiempo).Se trata de una relación exacta de conceptos bien de·

finidos. W queda registrada en el contador, RFt se gastaen la lámpara. La organización objetiva de los valores esperfecta.

Está claro que la cultura abstracta ha cerrado el pasoa las primeras intuiciones concretas. Ya no se dice -yapenas se piensa- que el fuego y la luz circulan en elfilamento resplandeciente. La explicación técnica va ensentido contrario a la explicación substancialista. Cuando

Page 30: Bachelard  Epistemología

se quieren determinar mejor los efectos de la resistenciase acude a la fórmula:

1R=p-

s

(p : resistenCia del metal, 1: longitud del hilo, s: cortedel ~ilo) y se comprende la necesidad técnica de cogerun hIlo largo y delgado para aumentar la resistencia seadmira la ~elicadeza del hilo que tiembla bajo sus 'po-temas de crIstal. El factor p conserva sin duda una ciertareserva de empirismo bien encuadrado, racionalmenteencu.adrado. ~or. otro lado, contra este empirismo puedesurgtr y multIphcar sus conquistas una ciencia más de-sarrollada. La industria moderna, al ligarse a una técnicadefinida, al trabajar con substancias muy purificadas,c?mo el t~ngst~no,.por ejemplo, desemboca en una espe-CIede raclOnahzacIón de la materia. Para la fábrica queproduce bombill~s con filamentos de tungsteno, el fac-tor p no supone nmguna sorpresa empírica. Está en ciertomod? materialmente desindividualizado. Si se es un pocosenSIble a los matices filosóficos, no se puede dejar dereconocer el trabajo de racionalización presente en unaindustria que produce las lámparas eléctricas en serie.

Podemos pues afirmar perfectamente que la bombillaeléc~ricaes un objeto del pensamiento científico. En estese~tIdo es para nosotros un ejemplo simple pero claro deo~Jeto abstracto-concreto. Para comprender su funciona-mIento hay que dar un rodeo que nos lleva a estudiar lasrelaciones de los fenómenos, es decir a una ciencia racio-nal, expresada algebraicamente. (Rationalisme, cap. VI,p. 105-109.)

[19] A los atomistas de siglos pasados les faltaba unverdadero movimiento en la composición epistemológicapara merecer el nombre de axiomática. Efectivamente,no basta con postular, con la palabra átomo, un elementoindivisible para pretender haber puesto en la base de laciencia física un verdadero postulado. Sería necesariono reducirse a una deducción a menudo sólo verbal queextrae consecuencias de una suposición única; sino que,por el contrario, debiéramos encontrar los medios paracombinar caracteres múltiples y construir con esta com-binación fenómenos nUliVOS.Pero no podemos tener laposibilidad de esta producción~ porque como máximo sepiensa en hacer la prueba de la existencia del átomo pos-tulado, en verificar una suposición. La teoría filosóficadel átomo paraliza las preguntas y tampoco las sugiere.(Intuitions, cap. VI, p. 133-134.)

[20] El filósofo que aborda el estudio de la cienciafísica contemporánea se encuentra incómodo, como todoel mundo, por el peso de los conocimientos comunes, ytambién como cualquier persona educada, por los recuer-dos de su propia cultura. Así, se imagina, siguiendo lasintuiciones de la vida cotidiana, que un corpúsculo es uncuerpo pequeño, y piensa, haciendo un homenaje tradi-cional a la filosofía de Demócrito, que el átomo es indivi-sible, el último elemento de una división de la materia.

¿Cómo se puede comprender la novedad del lenguajede la ciencia con seguridades etimológicas tan indestruc-tibles? ¿Cómo aprender a formar nociones completamen-te nuevas? ¿Cómo establecer, al margen del empirismo

Page 31: Bachelard  Epistemología

cotidiano, la filosofía exacta del empmsmo del labora-torio? Por último, ¿cómo sustituir un racionalismo quefuncionaba a partir de las grandes verdades del conoci-miento universal por un racionalismo puramente axio-mático que se establece como una especie de voluntad enmantener unas reglas muy definidas, muy limitadas enun terreno particular? Ya vemos como las ciencias físicascontemporáneas, necesitarían, para recibir sus exactosvalores filosóficos, filósofos anabaptistas que abjuraríana la vez de sus conocimientos racionales elementales y desus conocimientos comunes para abordar al mismo tiem-po un nuevo pensamiento y una nueva experiencia.

En nuestro intento por reducir la noción de corpúscu-lo a su nuevo sentido y por introducir esta noción de cor-púsculo en su exacto contexto axiomático, empezaremoscomentando una serie de tesis que expresaremos de modoalgo paradójico, atajando inmediatamente las intuicionesperezosas. (Activité, cap. 111,p. 75.)

El corpúsculo no es un cuerpo pequeño. El corpúscu-lo no es un fragmento de substancia. No tiene cualidadespropiamente substanciales. Cuando la química teórica for-mulaba la noción de átomo, despojaba al átomo de mu-chas de sus propiedades retenidas por la experiencia co-mún. Así pues:

El azulamiento pálido y fugitivo del azufre 1

que el poeta señala como una raíz en su ontología infer-nal, no deja rastro alguno en la química del átomo. Alatomizarse, el azufre pierde sus aspectos satánicos. Las«realidades» comunes no se adhieren más sólidamente alátomo del azufre que las «realidades» metafóricas. Elátomo por el sólo hecho de estar definido en una orga-nización racional de la experiencia' química, recibe un

nuevo estatuto ontológico. Quizás todavía de un modomás claro, los corpúsculos de la física moderna están re-feridos a un tipo de organización experimental bien de-finido. Hay que determinar el estatuto ontológico al nivelde su definición precisa. Se introducen costumbres des-tructoras en la ciencia, si se piensa, por ejemplo, que elelectrón es un cuerpo pequeño cargado de electricidadnegativa, si se piensa -en dos tiempos- en la existenciade un ser y la existencia de sus propiedades. H. A. Wilsonha indicado explícitamente la vida filosófica de semejantepensamiento 2: «Podemos preguntamos si protones yelectrones deben considerarse como partículas materialescargadas de electricidad. La respuesta es que esta ideano está justificada por los hechos. La operación de cargarun cuerpo con electricidad negativa consiste en añadirelectrones a este cuerpo, y un cuerpo está cargado positi-vamente cuando se le suprimen los electrones, hasta de-jade un exceso de protones. Así pues, no podemos supo-ner que un electrón está cargado negativamente porque'añadir un electrón a otro electrón daría dos electrones.Electrones y protones son precisamente átomos de elec-tricidad, y según los conocimientos actuales, son indivisi-bles. Sólo conocemos la electricidad en forma de electro-nes y protones, de modo que no tiene sentido hablar deestas diferencias particulares como si se dividieran endos partes: electricidad y materia.» Traducimos este lar·go texto porque el físico que lo proporciona no duda enapenarse ante determinada dificultad filosófica. Nos ha-llamos ante una ruptura totaÍ de los conceptos de micro-física y los de física clásica. La operación: «cargar uncuerpo de electricidad», tan corriente en la ciencia eléc-trica común, ya no tiene sentido al nivel del corpúsculo.El corpúsculo eléctrico no es un cuerpo pequeño cargadode eZectricidad.Un análisis lingüístico sería engañoso. El

Page 32: Bachelard  Epistemología

análisis filosófico usual también debe abandonarse. Nec~sitamos conseguir la síntesis total entre el atributo y lasubstancia, o mejor dicho, debemos «realizar» pura y sim-plemente, el atributo. Detrás del atributo electricidad,no debe considerarse a la substancia materia. La filosofíadel corpúsculo, en esta ocasión del corpúsculo eléctrico,nos enseña una ontología bien definida, estrictamente de-finida. Esta ontología tendría un considerable valor deenseñanza filosófica, si la filosofía quisiera interesarse enella: efectivamente, esta ontología del corpúsculo impidecon una señal muy clara cualquier fuga hacia el irracio-nalismo de la substancia.

No se pueden asignar dimensiones absolutas al cor-púsculo; sólo se le asigna un orden de tamaño. Este ordende tamaño determina más una zona de influencia que unazona de existencia. O, más exactamente, el corpúsculosólo existe en el espacio en que actúa.

En muchas ocasiones señalaremos el carácter esencial-mente energético de la existencia corpuscular. En su obrareciente: Philosophy of Mathematica l1JndNatural Scien-ce (1949), Hermann Weyl, recordando que el orden detamaño atribuido a un rayo del electrón es de 10-13 cm.añade que «este número debe interpretarse como la dis-tanciaen la que dos electrones se aproximan entre sí auna velocidad comparable a la de la luz».

El corpúsculo se define aquí no a partir de su sercomo una cosa inerte, sino a partir de su poder de opo-sición. La curiosa definición de Hermann Weyl busca dealgún modo la máxima oposición. En efecto, si pensamosque la velocidad de la luz está considerada, en la cienciarelativista contemporánea, como una velocidad límite, ve-mos aparecer una relación entre esta velocidad límitey la pequeñez límite.

Este modo de definir dinámicamente las dimensioneslímites de un corpúsculo debe aclararnos la novedadesencial de la filosofía corpuscular moderna. Nada que se

parezca a la noción clásica de impenetrable. No hay quecreer a los físicos más realistas -más tradicionalmenterealistas- de lo que son y ligar, como parece hacer Me-yerson, el atomismo de la ciencia moderna con el ato-mismo de los filósofos. Sólo los filósofos plantean aúnel átomo, o el corpúsculo, como impenetrable. Sin em-bargo, podemos leer miles de libros de física o químicamoderna sin que se mencione en ellos la noción de impe-netrabilidad. Cuando parece que la noción juega un papeldescubrimos pronto que no lo hace con un carácter abso..luto como ocurría en el atomismo filosófico (... ).

Correlativamente, si no podemos atribuir dimensionesal corpúsculo, tampoco podemos atribuirle forma.

Dicho de otro modo, el elemento no tiene geometría.Este hecho debe estar en la base de la filosofía corpuscu-lar moderna. Es una gran novedad filosófica.

La geometría sólo interviene en la composición de loselementos y únicamente cuando es posible la composi- .ción. Desde la perspectiva del conocimiento de los fenó·ménos y de las substancias, la geometría aparece en pri-mer lugar como un juego de puntos y direcciones. Pareceque la composición suscite orientaciones a las que po-demos atribuir una existencia virtual en los elementosantes de la composición. Sin embargo esta existencia vir-tual debe seguir siendo una perspectiva del espíritu. Elelemento devuelto a su soledad no tiene geometría (... ).

Si no podemos atribuir una forma determinada al cor-púsculo, tampoco podemos atribuirle un lugar muy pre-ciso. Atribuirle un lugar preciso, ¿no sería como atribuir-le desde el exterior, aunque fuera negativamente, unaforma?

De este modo la intuición se confunde, tanto cuandobusca el lugar absoluto como cuando busca la figura ab-soluta. En este punto asistimos a una ruptura total conla imaginación cartesiana.

Efectivamente, como ya se sabe, en virtud del princi-

Page 33: Bachelard  Epistemología

pio de indeterminación de Heisenherg, la localización delcorpúsculo, en el análisis exacto que se pide a la mic.ro-física, está sometida a tales restricciones que la funcIónde existencia situada ya no tiene valor absoluto.

Esta carencia de ontología que afecta precisamente ala física del corpúsculo debe hacer reflexionar al filósofo.La existencia situada ¿no es acaso la función primordialque designa a los objetos en cualquier discusión acercadel realismo? Estar ahí también es la función primordialque fija la perspectiva de objectivación en la filosofíafenomenológica. Siguiendo las discusiones filosóficas, ~ospreguntamos a menudo si la conciencia no es una conclen·cia de índice, una conciencia de dedo apuntando a lascosas.

Sin embargo, la microfísica no puede conservar es~eprivilegio de designación directa. Así pues, tanto el reahs-mo tradicional como la fenomenología moderna resultan

. inadecuados para abordar la microfísica. Los filósofos seorientan a partir de la experiencia ~omún. La cien.ci,acontemporánea reclama una nueva sahda. P~antea al fIlo-sofo el curioso problema de una nueva sahda. Hay queapoyarse aquí en técnicas que no se expresan totalmenteen el lenguaje de nuestros gestos mecánicos y de nuestrasintuiciones geométricas. La revolución epistemológica queconlleva la microfísica conduce, además, al.reemplazo dela fenomenología por una numenología, es decir, por unaorganización de objetos del pensamiento. Los obj~tos delpensamiento se convierten a continuación en ob¡e!os ~eexperiencias técnicas, falseando totalmente la expenen~Ia.

·Cuántos fenómenos directos deben apartarse, ataJar-se, dividirse, para trabajar en la física del electr~n! C~an-tos pensamientos acumulados, coordinados, dIscutidospara llegar a asegurar las técnicas del. electrón. .

Hay que subrayar, en el mismo sentido, pensamIentosparadójicos como la locución tan faI?i1i~r,tan cla~a: es-tar en, que comienza a despertar obJecclOnestan Impor-

tantes como las hechas a la locución estar ahí. En efecto,se puede ver en la ciencia del núcleo atómico el caso cu-rioso de un corpúsculo que existe a la salida de un espa-cio en el que sin duda no existía. Expulsa, sin dudaalguna, electrones del núcleo en el curso de ciertas trans-mutaciones. Naturalmente, las primeras tentativas paraimaginar la estructura del núcleo se hicieron tomando alelectrón como uno de los elementos del edificio nuclear.Pero esta concepción de un electrón intranuclear ha lleva-do a dificultades cada vez mayores. Actualmente, se estáconvencido de que no existe electrón en el núcleo. De algu-na manera es la dinámica de la expulsión la que da aquí laexistencia corpuscular al resultado de la expulsión. Eldinamismo es aquí, una vez más, el primer principio en elque hay que reflexionar y es necesario conse~uir u?ainformación esencialmente dinámica de la mIcrologIa.Cuando más se entra en el terreno de la microfísica, másimportancia debe concederse a los temas de la ene~gí?Sólo los objetos del conocimiento común puedert eXIstIrplácidamente, tranquilos e inertes e~ el espacio. ,.

Constatemos también, de paso, como madura rapIda-mente el pensamiento científico en nuestros días. Durantesiglos, se creyó que el fuego existía antes de la percusi?ndel pedernal. Sólo se ha conseguido durante u~os dieZaños la misma intuición con el electrón en el nucleo.

En diversas circunsta'ncias, la microfísica plantea,como un verdadero principio, la pérdida de individualidadde un corpúsculo. ,. .. .

Efectivamente, si dos corpusculos mdIvIduahzadospor sus trayectorias llegan a pasar por una zona tan es-trecha en la que ya no se les distinga, a la salida de estazona ya no podrá mantenerse la numeración que losdistinguía.

Sin embargo, nos engañaríamos si viéramos aquí unaccidente que arruina un conocimiento.. E~ .reali~ad,.,laconstatación de este hecho de una desmdIvIduahzaclOn

Page 34: Bachelard  Epistemología

en las circunstancias que acabamos de explicar proporcio-na un principio fecundo, un principio que da cuenta detodo un sector de la experiencia positiva. Se trata, en defi-nitiva, de un corolario del principio de indetenninaciónde Heisenberg. Este corolario tiene la misma positividadque el teorema fundamental. Claro está, él también re-clama una nueva salida. Renueva la noción de indiscerni-bles que ha provocado tantos debates entre los filóso-fos. (oo.)

Finalmente, la última tesis que contradice el axiomafundamental del atomismo filosófico: la física contem-poránea admite que el corpúsculo pueda anularse. Deeste modo el átomo, cuya primera función era resistira cualquier cambio íntimo, y, con rrlIlyor razón, a la des-trucción, ya no ocupa en la ciencia contemporánea sufunción de absoluta pennanencia, su función de existen-cia radical. El antiguo refrán: nada se pierde, nada secrea, debe meditarse de nuevo. Existen sin duda fenóme-nos consecutivos a la anulación de un corpúsculo y elfilósofo podrá aducir que, una vez desaparecido el cor-púsculo, algo subsiste. Sin embargo, este algo, ya no esuna cosa. Emile Meyerson, creyendo clarificar la filosofíarealista que atribuía al físico, decía que el físico es cosista.Esta intuición coincide en muchos aspectos con la afir-mación bergsoniana sobre la inteligencia humana que es-taría específicamente adaptada al conocimiento de lossólidos. Los átomos se concebían entonces como peque-ños sólidos, como cosas pequeñas. El atomismo era ladoctrina por excelencia de las pequeñas cosas.

Nos parece que la anulación del corpúsculo consagrala' derrota del cosismo. Vamos a reemprender el debatecon el cosismo. Pero antes debemos subrayar su impor-tancia filosófica. Y ello es todavía más necesario por cuan-to que estos fenómenos de creación y anulación corpuscu-lar no llaman la atención de la mayoría de filósofos. Estaindiferencia ante fenómenos tan curiosos, es una nueva

señal de la profunda separación entre el espíritu filosóficoy el espíritu científico. Cuando se evocan los fenómenosde anulación y de creación, ante un público de filósofos,percibimos casi fenomenológicamente esta indiferencia,leemos esta indiferencia en sus caras. Estos fenómenosson, para el filósofo moderno, fenómenos «de la cien-cia», no son fenómenos «de la naturaleza». El filósofolos acepta sin discutir -es necesario- y continúa. No lostiene en cuenta en la filosofía. Conserva sus absolutos enla misma época en que la ciencia demuestra que declinan.(Activité, cap. IlI, p. 75-82.)

[21] Si recorremos la lista de restricciones que he-mos recordado en las páginas precedentes, vemos comoinmediatamente después de poner el concepto de cosabajo las propiedades del elemento corpuscular hay quepensar los hechos de experiencias retirando el exceso deimagen que hay en esta pobre palabra cosa. En particularhay que quitar a la cosa sus propiedades espaciales. Bastacon considerar a todos los «objetos» de la microfísica, atodos los recién llegados que la física designa con la ter-minoación -on -digamos todos los -ons- para compren-der lo que es una cosa no-cosa, una cosa que se singula-riza por sus propiedades que nunca son las propiedadesde las cosas comunes. A continuación intentaremos ca-racterizar rápidamente a todos estos electrones, proto-nes, nucleones, neutrones, fotones ... Pero ya desde ahorahay que señalar la gran variedad de sus tonalidades fi-losóficas. Tienen estatutos ontológicos distintos. Y ladiferencia sería aún mayor si añadiéramos a la lista losgravitones de madame Tonnelat, los limitones de Kwal,los excitones de Bowen y todos los proyectiles de la físicanúclear. Ante la variedad los filósofos, los realistas, los

Page 35: Bachelard  Epistemología

positivistas, los racionalistas, los convencionalistas -ylos escépticos -pueden recoger el ejemplo que les sirvade argumento. Ahogaríamos las discusiones filosóficasconfundiendo todos los aspectos bajo la calificación decosista.

Habría que plantear, paralelamente al problema delcosismo, el problema similar del choquismo. Con la no-ción de choque nos encontramos fren'te a una especiede monstruosidad epistemológica. Se presenta como sim-ple y, sin embargo, es compleja desde el principio, ya quesintetiza nociones geométricas y nociones materialistas.Se construye entonces ciencia y filosofía sobre un con-junto de imágenes burdas e ingenuas. ¡Qué sería la filo-sofía de Hume si los hombres no hubieran jugado albillar! Bastó una carambola para hacer la filosofía detoda la naturaleza.

y la paradoja continúa. El choque que entrega tantaslecciones para una cosmología del azar ha dado la raízmisma de la doctrina de la causalidad. El choque da real-mente la lección ingenua de la causalidad. Y podemospreguntamos si la noción de causalidad supera la ense-ñanza que dan las intuiciones ingenuas del choque. Cuvierhace en este sentido una confesión muy clara que no haretenido suficientemente la atención de los filósofos: «Sa-lidos de los fenómenos del choque, ya no tenemos ideasclaras acerca de las relaciones de causa y de efecto» 1.

(Activité, cap. III, p. 83-84.)

filosofía corpuscular parece que hay que defenderse decualquier referencia a una teoría macroscópica del cho·que, y que sea necesario rehacer de nuevo una teoría delencuentro. Emile Meyerson escribe, sin embargo: «Cual-quier acción entre corpúsculos sólo puede producirse evi-dentemente por el choque... la acción debida al choqueconstituye el elemento esencial; no sólo de la teoría delgas, sino de todas las teorías corpusculares» 2. Hemos sub-rayado dos palabras del texto, pues son las que provoca·rían oposición en una discusión con el filósofo cosista.

De todos modos esta discusión es inútil. La cienciacontemporánea es formal, sus conclusiones son precisa-mente contrarias a la tesis meyersoniana. En efecto, laciencia actual advierte cuidadosamente que sólo empleala palabra choque por su brevedad y no por los distintosprocesos de interacción. Por ejemplo, en su hermoso librosobre los rayos cósmicos, Leprince-Ringuet escribe: «Enel terreno atómico, y particularmente cuando se trata de

, 1 1 1 1 ., "h "partlcu as como os e ectrones, a expreSlOn coque ...no implica que haya contacto, debido a que es imposiblehacerse una representación espacial del electrón: es me-jor decir "interacción" que el choque, porque hace interve·nir imágenes menos definidas y es menos inexacto» 3. P. YR. Daudel hacen la misma observación: para ellos hablarde choque en la escala de la microfísica no tiene muchosentido 4.

Podríamos acumular fácilmente observaciones simi-lares. Basta sólo con pensar en fenómenos de interacciónde partículas de naturaleza distinta como fotón y elec-trón para comprender que esta interacción no puede serestudiada como el choque de dos bolas del mismo marfil.Así pues, es preciso, como mínimo, dar al «choque» nue-vas definiciones. El efecto Compton que estudia esta

[22] Podríamos decir muchas cosas acerca del cho-que esquematizado que se presenta como una idea sim-ple en el conocimiento común. Pero si nos referimos a la 2. Emile MEYERSON, 1dentité et réalité, p. 63.

3. LEPRINCE-RINGUET, Les rayons cosmiques, Albin Michel, p. 23.1. P. y R. DAUDEL, Atomes, molécules et lumi~re, París, 1946.1. CUVIER, Rapport historique sur les progres des sctences nature·

lles depuis 1789, París, 1810, p. 7.

Page 36: Bachelard  Epistemología

interacción está lleno de nuevas ideas. Se perdería suvalor instructivo si se descuidara la variación de frecuen-cia del fotón, si nos limitáramos a ver en el encuentroun «choque».

De este modo el cosismo y el choquismo se nos pre-sentan como filosofías muy poco apropiadas para unadescripción de los fenómenos de la ciencia moderna.Estas filosofías nos lanzan a la esclavitud de nuestrasintuiciones más primarias referentes al espacio ya la fuer-za. Estamos mal preparados para seguir la evoluciónde la atomística moderna si aceptamos la fórmula deMeyerson según la cual el átomo sólo es, en realidad, «untrozo de espacio» 1. Esta es una elemental fórmula-res-puesta, una fórmula que cierra las preguntas, que noplantea preguntas, que liquida rápidamente la problemá-tica de la atomística moderna. También acaba prontocon las restricciones prudentes del espíritu positivista.Podemos, pues, presentar esta fórmula como un ejemploclaro de la involución del pensamiento filosófico. De he-cho, la noción de un corpúsculo definido como «un pe-queño trozo de espacio» nos conduciría a una física car-tesiana, a una física de Demócrito contra la que hay quepensar si queremos abordar los problemas de la cienciacontemporánea. La noción de corpúsculo concebido comoun cuerpo pequeño, la noción de interacción corpuscularconcebida como el choque de dos cuerpos, son, precisa-mente, nociones-obstáculo, nociones que frenan la cultu-ra y contra las que hay que prevenirse.

En este sentido, se orienta el drama de «la explicaciónen las ciencias». ¿Por qué se explica y a quién se explica?Sin duda, se explica al que necesita explicaciones, al queno sabe. Pero, ¿sabe algo y quiere saber más? Y si el ig-norante quiere saber más, ¿está dispuesto a saber de otromodo? ¿Está dispuesto a recibir progresivamente toda la

problemática del tema estudiado? En definitiva, ¿se tratade curiosidad o de cultura? Si la «explicación»es simple-mente una reducción al conocimiento común, al conoci-miento vulgar, no tiene nada que ver con la producciónesencial del pensamiento científico. Y, sin embargo, de-masiado a menudo, lo repetimos, la filosofía que inte-rroga al sabio le pide que reduzca el conocimiento cientí-fico al conocimiento usual, es decir al conocimientosensible. Remonta los siglos para volver a encontrar laf~liz ingenuidad de las primeras intuiciones. (Activité,cap. 111, p. 85-86.)

11. EL CONCEPTO CI'ENTfFICO DE MATERIA EN LA FíSICACONTEMPORÁNEA

[23] Una cosa puede ser muy bien un objeto inertepara una especie de empirismo ocioso y masivo, para unaexperiencia no realizada, es decir, no demostrada y, porconsiguiente, abstracta, a pesar de su interés por lo con-creto. No ocurre lo mismo con un experimento de micra-física. En este caso, no se puede practicar el pretendidoanálisis de lo real y de lo futuro. Sólo se puede describiren la acción. Por ejemplo, ¿qué es un fotón inmóvil?No se puede separar al fotón del rayo de luz, tal comoquerría el cosista acostumbrado a manejar objetos siem-pre disponibles. El fotón es, evidentemente, un tipo decosa-movimiento.De modo general, parece como si cuan-do más pequeño es el objeto, mejor asuma el complejode espacio-tiempo, que es la esencia misma del fenómeno.El materialismo ensanchado, separado de la primitivaabstracción geométrica, nos lleva así, naturalmente, aas~iar la materia y la radiación.

Page 37: Bachelard  Epistemología

En esta perspectiva, ¿cuáles serían los caracteres delfenómeno más importante para la materia? Los relati-vos a su energía. Ante todo, hay que considerar la mate-ria como un transformador de energía, como una fuentede energía; después rehacer la equivalencia de las no-ciones y preguntarse cómo puede la energía recibir losdistintos caracteres de la materia. Dicho de otro modo,la noción de energía constituye el lazo de unión más fruc-tífero entre la cosa y el movimiento; a través de la energíase mide la eficacia de una cosa en movimiento, gracias aeste intermediario, podemos ver como un movimiento seconvierte en cosa.

Sin duda, en la macrofísica del siglo pasado, se exa-minaba ya con interés las transformaciones de energía,pero se trataba siempre de grandes balances en los que nose detallaba la evolución. De ahí la creencia en las trans-formaciones contínuas en un tiempo sin estructura: lacontinuidad de una cuenta bancaria impedía la compren-sión del carácter discontinuo del trueque. Se había llegadoa una especie de doctrina abstracta de la transferenciaque se creía bastaba para calcular la economía energé-tica. De este modo las energías cinéticas se volvían po-tenciales; las diversas formas de energía calorífica, lumi-nosa, química, eléctrica, mecánica se transformabandirectamente una en otra, gracias a los coeficientesde con-versión. Sin duda, se era más o menos consciente de queuna materia debía ser el lugar, servir de base, para esteintercambio energético. Pero en esos intercambios, lamateria era a menudo sólo una especie de causa ocasio-nal, un medio de expresión de una ciencia que quería per-manecer realista. Una escuela entera pretendía prescindirde la noción de materia. Era el tiempo en que Ostwalddecía: el bastón que golpea Scapin no demuestra la exis-tencia de mundo exterior. Este bastón no existe. Sólo exis-te su energía cinética. Karl Pearson decía incluso: lamateria es lo inmaterial en movimiento, Matter is non-

matter in motion 1. Todas estas afirmaciones podían pare-cer correctas, ya que se tomaba a la materia sólo como unsoporte plácido y a la energía como una cualidad, de al-gún modo externa e indiferente al soporte. Criticando aBerkeley se podía ahorrar el soporte, para no tener quehablar del verdadero fenómeno de esencia energética. Seexplica que esta doctrina se haya separado de cualquierestudio relativo a la estructura de la energía. No sólo seoponía a es investigaciones atómica~, sino que !ambiénse dirigía, en su propio terreno, hacIa un estudIo gene-ral de la energía, sin intentar construir la.energía. (NouvelEsprit, cap. III, p. 61-63.)

[24] Si seguimos el problema de los intercambios en-tre la materia y la energía intentando descender a los te-rrenos de la microfísica, donde se forma el nuevo espíri-tu científico, vemos que el estado del análisis de nuestrasintuiciones comunes es muy engañoso y las ideas más sim-ples como choque, reacción, refle~ión mate~ial o l';lmino-sa, han de revisarse. Es como decIr que las Ideas sImplesdeben ser complicadas para poder explicar los microfe-nómenos. Tomemos, por ejemplo, el caso de la reflexiónluminosa y veremos cómo la idea misma de reflexión, tanclara en la intuición macroscópica, se hace borrosa cuan-do pretendemos estudiar la «reflexión» de una radiaciónsobre un corpúsculo. Veremos fácilmente con este ejem-plo la ineficacia epistemológic~ de las id~as simples ?etipo cartesiano cuando sumergImos estas Ideas en la m-tuición inmediata en la que la fusión de las enseñanzasde la experiencia y de la geometría elemental se realizademasiado a prisa.

1. CITADO por REISER, Mathematics and emergent evolution, enMonist, oct. 1930, p. 523.

Page 38: Bachelard  Epistemología

La experiencia corriente del espejo es, a primera vis-ta, tan clara, tan simple, tan diferenciada, tan geométrica,que podría estar en la base de la conducta científica, delmismo modo que Pierre Janet habla de la conducta de lacesta para caracterizar la mentalidad humana y demos-trar la gran superioridad del niño que comprende laacción totalizadora del cesto como contenedor de obje-tos. De hecho, la conducta del espejo es un esquema depensamiento científico tan primitivo que parece difícilde .analizar psicológicamente. Además, los principiantesse sorprenden a menudo de la insistencia del profesorante la ley de la reflexión. Les parece evidente que el rayoreflejado tome una orientación exactamente simétrica alrayo incidente. El fenómeno inmediato no plantea 'proble-mas. Priestley, en su historia de la óptica, dice que laley de la reflexión siempre se conoció, siempre se com-prendió. La dificultad del desarrollo pedagógico provieneaquí, como en muchos casos, de la facilidad de la expe-riencia. Esta experiencia es precisamente el tipo de estosdatos inmediatos que el nuevo pensamiento científicodebe reconstruir. No se trata de una cuestión de detalle,ya que la reflexión de la luz ilustra toda la experiencia derebote. Las intuiciones más diversas se refuerzan entre sí:se comprende el choque elástico por el reflejo luminoso,aplicando un principio intuitivo muy apreciado por Ke-pler, que quería que «todos los fenómenos de la natura-leza fueran referidos al principio de la luz». Recíproca-mente, se explica la reflexión por el rebote de las balasluminosas. En esta aproximación encontramos inclusouna prueba de la materialidad de estas balas. Cheyne,un comentarista de Newton, lo señala expresamente. Laluz es un cuerpo o una substancia, dice, porque «puedeser reflejada y obligada a cambiar de movimientos comootros cuerpos, y únicamente las leyes de la reflexión sonlas mismas que las de otros cuerpos». Se encuentran en

el inteligente libro de madame Metzger " del que recoge-mos esta cita, pasajes en los que el substancialismo delos corpúsculos luminosos está más acentuado; el rebotees siempre la primera prueba. El principio de razón su-ficiente tiene un claro papel en la ley de reflexión; aparecerepentinamente para religar la ley matemática con la ex-periencia real y de este modo se forma, en la base de laciencia, un buen tipo de experiencia privilegiada, ricamen-te explicativa, I totalmente explicada; un acontecimientodel mundo físioo es promovido a la categoría de medio depensamiento, de denkmittel, de categoría del espíritu cien-tífico. Este acontecimiento permite la geometrización ace-lerada que había de despertar las sospechas del filósofoacostumbrado a la complejidad de la física matemática.

Efectivamente, esta fuente de claridad que es la intui-ción privilegiada de la reflexión luminosa puede ser mo-tivo de ceguera. Busquemos, por ejemplo, en el problemadel color azul del firmamento los obstáculos reales queaporta la conducta del espejo.

El problema fue planteado por primera vez en térmi-nos científicos por Tyndall. No se contentó con la expli-cación substancialista, curiosamente ambigua, que preten-día que el aire fuera incoloro cuando era poco denso y decolor cuando ~uera muy denso, doble afirmación biencaracterizada por un espíritu precientífico, descansandoen las tesis realistas, incluso contradictorias. Refiriéndosea ingeniosas experiencias a cerca de suspensiones de mad-Ha en agua clara TyndalI creyó poder establecer que elfenómeno del color azul del cielo provenía de una difu-sión de luz sobre partículas materiales. Lord Rayleighdio en 1897 una teoría del fenómeno al demostrar quela difusión no se producía en absoluto sobre polvo o go-titas sino sobre las propias moléculas del gas. Segúnesta teoría, toda la luz emitida por el sol se difunde bien,

1. HéleneMETZGER, Newton, Stahl, Boerhaave el la doctrine chimi-que, p. 74 Y sigo

Page 39: Bachelard  Epistemología

pero como la intensidad de la luz difundida es inversa-mente proporcional a la cuarta potencia de la longitudde la onda, la luz azul, cuya longitud de onda es la máscorta, predomina en el resultado de conjunto. La fórmulade Lord Rayleigh es ingeniosa y rebuscada, pero la intui-ción de base continúa siendo muy simple: se devuelvela energía recibida; la molécula hace pura y simplementede obstáculo a la luz, reenvía la luz según el comporta-miento de espejo. No se necesita, pues, buscar más lejos.¿Acaso no estamos frente a la más clara, la más diferen-ciada, la más esencial de las intuiciones en donde la cosagenera un movimiento?

Sin embargo, un descubrimiento muy importante que-daba velado por la propia explicación. Parecía lógico queel fenómeno del cambio de color de la luz reflejada' sugi-riera un estudio espectroscópico de la radiación difundi-da. Sin embargo, este estudio espectroscópico se descui-dó durante mucho tiempo. (... )

mite las nuevas matemáticas de un mundo nuevo? Entodo caso, cuando se llega al fondo de los métodos cuanti-tátivos, nos damos perfecta cuenta de que ya no se tratade un problema de choque, de rebote, de reflexión, ni tam-poco de un simple trueque energético, sino que los inter-cambios de energía y de luz se establecen según un doblejuego de estructura, regulado por complicadas conven-ciones numéricas; Así pues, el azul del cielo interpret~domatemáticamenté"es actualmente un tema de pensamIen-to científico cuya importancia no sabríamos exagerar. Elazul del cielo, del que comentábamos hace poco la es~a-sa «realidad», es tan instructivo para el nuevo espíntucientífico como lo fue, hace algunos siglos, el universoestrellado por encima de nuestras cabezas. .

Cuando examinamos el fenómeno de la luz evItandoel esquematismo, luchando contra las primeras intuicio~nes, provocando razones de pluralismo experimental, al-canzamos los pensamientos que rectifican a otros pen:a-mientos y las experiencias que rectifican las observacIO-nes. (Nouvel Esprit, cap. IlI, p. 71-73.)[25] Hasta 1928un genial físico hindú, Sir Raman,

no señaló que la luz difundida contiene rayos de frecuen-cias superiores e inferiores a la frecuencia que incide.El alcance científico del descubrimiento del efecto Ra-man es muy conocido, pero, ¿cómo olvidar su alcancemetafísico? Efectivamente, al nivel de la microfísica, seaprecia una cooperación de la radiación y de la molécula;la molécula reacciona añadiendo a la radiación recibidasus características radiales propias. La vibración que tocaa la molécula no rebotará como un objeto inerte, no másque un eco más o menos apagado; tendrá otro timbre, yaque se le añadirán múltiples vibraciones. Pero se tratatodavía de una visión y una expresión demasiado mate-rializadas para dar cuentas de la interpretación cuantita-tiva del fenómeno. Lo que sale de la molécula alcanzadapor el rayo ¿es realmente un espectro luminoso? ¿No setrata más bien de un espectro de números que nos trans-

[26] Desde que se sabe que los intercambios de ener-gía se producen por unidades, desde que se conoce elvalor de esta unidad, nos encontramos frente a otraperspectiva de racionalidad. De este modo el fracaso delas instituciones continuistas no es, ni mucho menos, unfracaso del racionalismo. Este fracaso ha colocado a laracionalización en una nueva vía. El racionalismo clásico,al desarrollarse en instituciones estrictamente geométri-cas, sólo podía alcanzar la realidad a través del carácterespacial. Podía expresarse en la idealización del espacio.Las relaciones del racionalismo y del idealismo podíancontinuar siendo estrechas. El racionalismo de la energía

(.)

Page 40: Bachelard  Epistemología

~bando?a c.u~lquier posibilidad de interpretación idea-lIsta. SI qUIsIera desarrollar una interpretación subjeti-va sólo se interesaría por las metáforas, sufriría la se-ducción de las bellas imágenes del activismo. El destinod.el racionalismo de la energía es muy distinto si lo con·s~deramo~ ~or el enorme éxito obtenido por el energe-tIsmo cuantlco, por el energetismo discontinuo. Este ra-cionalismo posee ya un objeto real, informa el carácterrealista superior. La energía, decían ya a fines del si~glo XIX, es.la propia realidad. Al químico Ostwald le gus-taba repetIr que lo real no era el bastón de Scapin, sinola energí~ cinétic~ del bastón. Sin embargo, el energetis-mo del SIgloXX tIene un alcance muy distinto. No es unasimp~: descripción de fenómenos; pone en claro la pro-duccwn de los fenómenos. El energetismo quántico nonos dice sólo el cómo de los fenómenos sino también el, ,porque. Y lo que es más, esta ciencia del porqué puedeparecer una decepción total para la ciencia del cómo.Precisamente, esta ciencia del porqué reclama una con-versión de los intereses, una adhesión a nuevos tipos dee~plic~ción, sustituyendo precisamente las pruebas ra-clonahstas por las evidencias sensibles. (Activité, cap. V,p. 139.)

[27] Un rasgo muy especial de la moderna cienciafísica es el de convertirse menos en ciencia de hechosque de efectos. Cuando nuestras teorías han permitidoprever la acción posible de un principio dado, nos afa-namos por realizar esta acción. Estamos dispuestos aponerle el precio necesario, pero es preciso que el efectose produzca a partir del instante en que es racionalmenteposible. Mientras que el efecto Kehr es fácil de obtenerel efecto Zeemann requiere medios más poderosos. EÍ

efecto Stark reclama campos eléctricos muy intensos.Pero los medios se encuentran siempre cuando el fin estádesignado racionalmente. Para un fenómeno previsto ra-cionalmente, poco importa, por otro lado, el orden deaproximación de la verificación. No se trata tanto de ta-maño como de existencia. Amenudo la experiencia comúnes motivo de desaliento un obstáculo; entonces la expe-riencia refinada lo decide todo, pues es ella quien obligaal fenómeno a mostrar su estructura fina.

Hay ahí toda una filosofía del empirismo activo muydistinta de una filosofía del empirismo inmediato y pa-sivo que toma la experiencia de observación por juez. Laexperiencia ya no pronuncia juicios sin apelación posi-ble; o, por lo menos, mientras se niegue a confirmar nues-tra espera, apelamos a una nueva experiencia. La expe-riencia ya no es un punto de partida, ni siquiera es unasimple guía, es un objetivo. (Pluralisme, p. 229.)

Page 41: Bachelard  Epistemología

mía 1. Pero el inconsciente debe ser totalmente psícoanali-zado en una cultura científica. El pensamiento científicoreposa en un pasado reformado. Está esencialmente enestado de continua revolución. Actualmente vive de axio-mas y técnicas, es decir, de pensamientos verificados y deexperiencias que han hecho, con gran precisión, sus de-mostraciones de validez. La ciencia, en estas condiciones,no gana nada si se le proponen falsas continuidades, cuan-do se trata de dialécticas abiertas. Pues nada, absoluta-mente nada, legitima un cambio de filiación de las trans-mutaciones alquimistas a las transmutaciones nucleares.Dejar que se suponga esta filiación, es confundir los valo-res, es faltar precisamente al deber filosófico de institu-cionalizar los valores propiamente científicos, al estable-cer estos valores en su autonomía.

Para institucionalizar estos valores realmente cientí-ficos, hay que situarse en el eje de los intereses científi-cos. A falta de intereses realmente científicos, el pensa-miento se expone a las mayores desviaciones con respectoa los resultados de la ciencia. De todos modos, la técnicade transmutaciones no puede comprenderse sin pedir allector un esfuerzo de pensamiento presente, sin falsahistoria. Es preciso que el lector sepa al menos dónde sesitúan los problemas para juzgar sobre el valor de lassoluciones.

Es fácil, por otro lado, hacer ver la contradicción fi-losófica entre los «trabajos» de alquimia y las investiga-ciones nucleares. El alquimista buscaba un cambio decualidades. Intentaba, por ejemplo, un cambio de colores,confiando en el carácter sustancial del color. Llegar a con-vertirel plomo en amarillo, es una primera aspiración, esun programa. Con simiente gris, con el germen del plomo,qué gran sueño poder madurar la substancia y obtenerrealizando las metáforas, cosechas de oro. Más aún, si el

A) LOS OBSTÁCULOS AL «MATERIALISMORACIONAL»

[28] En los libros de vulgarización, se acostumbra,cuando se quiere presentar el moderno problema de lastransmutaciones de los elementos químicos, a evocar elrecuerdo de los alquimistas. Se recuerda con placer cómogeneraciones de investigadores obstinados intentarontransforman el plomo en plata y oro y se concluye conuna fórmula del tipo: «los sabios contemporáneos hanhecho realidad el viejo sueño de los alquimistas».

Pero, ¿por qué referirse a este trasfondo legendario?¡Qué impureza de pensamiento! ¿Cómo se puede tenertan poca confianza en el espíritu de innovación del lector?El arte, la literatura «realizan» sueños; la ciencia, no.El onirismo de los alquimistas es poderoso. Al estudiar-lo se penetra en capas profundas del psiquismo humanoy cualquier psicólogo del inconsciente encontrará unainagotable mina de imágenes en la literatura de la alqui-

Page 42: Bachelard  Epistemología

trabajo de alquimia pudiera hacer el plomo más pesado,si se pudiera convertir el plomo en tan pesado como eloro casi se habría alcanzado la transmutación.

De hecho si nos guiáramos por los pesos atómicos latransmutación del plomo en oro debería hacerse, por elcontrario, aligerando el peso atómico del plomo. El n?evoprograma debiera ir, pues, en sentido opuesto al antlguo.Pero cómo resolver esta paradoja fenomenológica, cómohacerla comprensible a un lector moderno, si previamenteno hemos dividido la fenomenología de la materia en sustres niveles: nivel de las experiencias físicas - nivel delas experiencias químicas - nivel de las experiencias nu-cleares. Por el contrario, una vez hecha la separación, sepuede hacer comprender que la densidad corresponde auna noción exclusivamente física, una noción válida úni-camente en el primer nivel. Sin duda esta noción hapodido servir para designar claramente substancias ~uími-cas particulares. Pero si pensamos e~ l~ concepclOn.deuna química esencialmente intermatenahsta, de una CIen-cia que estudia las relaciones equilibradas entre las SU?S-tancias que se combinan entre sí para dar substanc~asnuevas, la noción de densidad se relega a su papel de Sl111r

pIe designación preliminar, trabajar en la densida? comointentaban los alquimistas, era trabajar a un mvel su-perficial de la fenomenología, lejos de los factores activosde la transmutación.

El factor activo ni siquiera es un factor químico. Esla Z del núcleo. Es el número de protones en el núcleodel átomo. Si la transmutación «soñada por los al-quimistas» debe hacerse, hay que transformar laigualdad Z = 82 de plomo en Z = 79 de oro. Se tratade una transformación eléctrica, o mejor aún, de unatransformación protónica. La técnica nuclear sólo puederealizar con éxito esta transformación si logra suprimirde cada átomo de plomo tres protones. Si opera esta sus-tracción el resto se da por añadidura: las propiedades

químicas, las propiedades físicas, y las viejas metáforasdel gran peso y del brillo solar.

Cuando no se puede trabajar a estos niveles, más alláincluso del primer nivel químico, al nivel protónico, esinútil cualquier tentativa de transmutación material. Espues algo inútil plantear un falso problema en el origende un problema verdadero, incluso absurdo comparar al-quimia y física nuclear. Más bienes necesario que el pen-samiento filosófico acompañe la técnica para plantear elproblema de la sistemática de las substancias elementalesal nivel en que aparecen las verdaderas filiaciones. Perola perspectiva hacia las profundidades objetivas de lo realcarecerá de contenido si quiere tomar sistemáticamentela claridad del conocimiento al primer esbozo de cono-cimiento, sin seguir la tarea de instrucción progresiva delpensamiento científico. El filósofo fenomenólog~ declaraconstantemente que hay que volver a la cosa mIsma. ¿Aqué cosa, a qué objeto de ciencia podríamos ligarn?scuando la cultura científica realiza precisamente un dIS-tanciamiento de los objetos primeros?

Cuando se señala a los filósofos esta profundización dela fenomenología necesaria para clasificar los valoresde la experiencia científica, cuando se toma como pretex-to para reconocer una profundidad en la objetividad, ycorrelativamente en la conciencia una jerarquía de racio-nalidad, responden a menudo con la vieja imagen escép-tica de los velos de Isis, que por mucho que se le quita-ran siempre conservaba los suficientes para ocultar sumisterio. Rechazan este prodigio racionalista que noshace descubrir cada vez más racionalidad cuando se li-quidan las primeras ilusiones. Pues, en definitiva, la pro-fundidad de la objetividad, tal como la explora la cienciacontemporánea, es, a cada descubrimiento, una extensiónde racionalidad. Aumenta el poder de explicación. Cuandomás profundamente va la experiencia, más sistemática-m(tnte se organiza el saber.

Page 43: Bachelard  Epistemología

Vemos cómo una técnica de la materialidad en pro-fundidad va pareja, como decíamos antes, con un pensa-miento que toma conciencia de su racionalidad, lo quepara nosotros significa una renovación de la toma de con-ciencia. La conciencia de la racionalidad de un saber esun nuevo puntO' de partida para una fenomenología.Semejante toma de racionalidad denuncia por recurren-cia la intencionalidad empírica de la conciencia primera,denuncia el ocasionalismO' esencial de la conciencia aldespertar. La conciencia de racionalidad liga al ser pen-sante a sí mismo en el propio ejercicio de su pensamien-to. (... )

De todos modos, esta división de los niveles materia-les, cuyo esbozo acabamos de hacer, acaba con todas lasconcepciones filosóficas vagas en las que la materia re-cibía caracterizaciones generales, como por ejemplO' enel capítulo muy corto que Emile Boutroux consagra a lamateria en su libro sobre La contingence des lois de lanature. Ahora hay que tomar la ciencia de la materia ensu pluralidad, tomar la materia en sus instancias bien di-ferenciadas. Lo que para el filósofo era una prueba decontingencia se ha convertido en un campo de raciona-lidades cada vez mejor ordenadas, cada vez más jerar-quizadas.

Esta contingencia blanda con la que el filósofo defen-día su sistema de las ciencias se elimina en el examenconcreto de los problemas científicos. Al buscar en larealidad pruebas de contingencia, parece como si el filó-sofo esperara instruirse frente al caos, delante de los fe-nómenos en bruto, sin desenredar. El filósofo perderíasus ilusiones de escéptico si participara no sólo en lapuesta en orden de los seres de la materia, sino tambiénen la creación de seres nuevos, creación operada sobreplanes racionales cada vez mejor elaborados. (Matéria-lisme, cap. In, p. 103-105.)

No sería difícil mostrar cómo los caracteres indicado-res del objeto físico han sido, en realidad, en el origen dela ciencia química, los primeros obstáculos para la defi-nición del individuo químico. Pensemos únicamente enel carácter de solidez o de fluidez tan contingente desdeun punto de vista químico, tan esencial desde un puntode vista físico.

Este fracaso es muy visible si se examina el punto departida de las observaciones químicas en las obras delsiglo XVIII. iHay programa más vasto y a la vez más direc-tamente conectado con la naturaleza que los propuestospor los Lémery, los Rouelle, los Baumé! Baumé proclamahaber realizado con Macquer dieciséis cursos de químicaque comportaron cada uno más de 2.000 experiencias, quesumadas a más de 10.000 experiencias personales de Bau-mé, sobrepasan las 42.000 experiencias. Sin duda, unquímico moderno consigue con ciertas dosificaciones, si-guiendo la evolución de ciertas reacciones, acumular tra-bajos igualmente innumerables; pero se trata siempre deexperiencias similares que pueden agruparse en clasespoco numerosas en conjunto. Con Baumé, entramos encontacto con experiencias diversas e incluso heteróclitas.

Por otro lado, Baumé repite que la naturaleza ofreceun inagotable campo de estudio. De hecho, los estudiosmodernos tienen un pequeño contacto con el hecho natu-ral e inmediato. Salidos de este campo estrecho, se desa-rrollan en profundidad. Todas las cuestiones son indirec-tas. Por el contrario, en el siglo XVIII, se abarca la natura-leza en toda su superficie. «Que el químico, dice Baumé 1,

lance una mirada sobre los más pequeños productos quela naturaleza extiende ante él, y se sentirá humillado alver la cantidad de experiencias que se ofrecen a sus in-vestigaciones.»

t.' BAUMÉ, Chymi'e expérimentale et raisonnée, t. I. p. VII.

,

-(~

Page 44: Bachelard  Epistemología

Tenemos, pues, al químico frente una diversidad que,a primera vista, parece que deba multiplicarse en vez dereducirse. Veamos ahora cómo la analogía actuará en esteterreno inmediato y constatemos que no llega a organi-zarse, a convertirse realmente en una analogía química.Precisamente Baumé pretende que la naturaleza ofrecepor sí misma el plan de reducción. Para él, en efecto, laarmonía natural viene indicada a grandes rasgos por losintercambios químicos de la vegetación. «La vegetación esel primer instrumento que el Creador utiliza para ponerla naturaleza en acción» 2. La función de los vegetales «esla de combinar inmediatamente los cuatro elementos yservir de pasto a los animales». Luego vendrá la acción delos animales que «convierten en tierra calcárea la tierravitrificable elemental ya alterada por la vegetación». Lanaturaleza dispone entonces de combustibles y de materiacalcárea; los usa «de mil y una maneras». Como vemos,serían los reinos de la naturaleza los que proporcionaríanel marco de los estudios químicos. Idea falsa y tan pobre'en aplicaciones inmediatas, que su propio promotor, des-pués de desarrollarla tranquilamente en el largo prefaciode su libro, no tarda en abandonarla cuando llega a lostrabajos de laboratorio.

Incluso con vistas a un estudio profundo y preciso,debe rectificarse la analogía de primer examen. Este esel caso de los primeros ensayos de clasificación basadosen los fenómenos de combustión. Estas acciones violen-tas se designan por sí mismas a los ojos del observador.Nada indica, sin embargo, que deban contar necesaria-mente como factores d~terminantes de una analogía deconjunto. En realidad, Baumé pensará un instante enclasificar los cuerpos según su poder de combustión-poder muy difícil de apreciar en el transcurso del si-glo XVlII-, pero lejos de precisar este principio, Baumé

intentará aproximarlo al motivo de analogía extraído unavez más de la intuición de los reinos naturales. Creerápoder tomar la combustión como un carácter químicopropenso a distinguir, por un lado, los minerales (incom-bustibles) y, por otro, los cuerpos de origen vegetal y ani-mal (combustibles). Así pues, existe siempre la mismatendencia a explicar el fenómeno químico por otro fenó-meno de algún modo más inmediato, más general, más na-tural. Vemos como esta tendencia se dirige al encuentrode los caminos en los que la química moderna encontraráel progreso. La investigación química será fecunda cuan-do buscará la diferenciación de las substancias, más queuna vana generalización de los aspectos inmediatos. (Plu-ralisme, cap. 1, p. 30-33.)

[30] No es raro encontrar en los juicios de valor queel filósofo realiza sobre la noción de materia la huella deuna verdadera antinomia.

En una primera serie de juicios de valor se considera,efectivamente, a la materia como un principio de esencialgeneralidad. Se trata de una entidad lo bastante generalpara sostener, sin explicarlas, todas las formas indivi·duales, todas las cualidades particulares. No se le recono-ce ninguna fuerza para mantener su forma. Incluso se lapuede privar de sus cualidades. Son numerosos los tex·tos de alquimia donde se indica este interés en descalifi-car a la materia para atribuirle después una cualidad ele-gida. Esta técnica se convierte en un movimiento de pen-samiento filosófico bastante corriente, sin e¡ue el pensa-miento filosófico, deje muy claro, en esta ocasión, el sen-tido de sus abstracciones. Desde esta perspectiva, la ma-teria sólo se retiene por la cantidad. La.materia sólo esentonces cantidad,- cantidad inmutable, cantidad que se

Page 45: Bachelard  Epistemología

conserva a través de cualquier transformación. Y así,bajo el signo de la cantidad, gracias a los principios deconversación, el filósofo abandona al sabio la nociónde materia. De hecho, grandes sectores del conocimientose desarrollan de acuerdo con los límites del reino de lamateria. Considerando la materia por su masa, por su vo-lumen, por su movimiento, una doctrina como la mecánicaracional tiene un valor de explicación insigne. Pero in-cluso cuando el filósofo reconoce el éxito de tales expli-caciones científicas, está dispuesto a denunciar el cuan-titativismo como una abstracción.

y este es el otro polo de la antinomia: en otra seriede juicios de valor, se considera a la materia como laraíz misma de la individualización, se le da con todos suselementos, a menudo en su parte más pequeña, cualida-des singulares, cualidades incomparables por esencia deuna materia a otra. Sobre la materia tomada así comoraíz de toda individualización se basa un irracionalismoradical. Y se desafía al científico a conocer la materia «afondo» (cf. Boutroux, Les lois naturelles). Al cuantitativis-mo de la materia se opone entonces un cualitativismo. y elfilósofo pretende que intuiciones muy matizadas puedenpor sí solas hacemos alcanzar la calidad. Toma la calidaden su esencia como se saborea un buen vino. Vive los ma-tices. Vive «inmediatamente» la calidad como si la vidasensible superindividualizara aún la individualidad de lamateria que se ofrece a la sensación.

Esta antimonia no resiste un estudio atento y pacien-te del mundo de la materia. Un estudio científico de losfenómenos materiales -si este estudio trabaja en ambosbordes de la antinomia- nos proporciona, a la vez, carac-teres generales, contables, del conocimiento racional ycaracteres particulares susceptibles de deficiniones expe-rimentales precisas. Si seguimos los grandes progresos dela química comprobaremos a menudo esta doble determi-nación. Pero ya en el conocimiento común se establece

contacto, por un lado, con las constantes materialistasque superan la pobre generalidad con la que se quiere li-mitar el conocimiento de la materia y, por otro, se en-cuentra en las diversas materias propiedades muy bienespecificadas que permiten un acuerdo particularmenteclaro entre los espíritus.

Efectivamente, comparar directamente las materiascon las materias, hacer actuar una materia sobre otra ma-teria, seguir la acción del fuego, del agua, de la luz sobreuna materia, son experiencias inmediatas que puedencrear un acuerdo preliminar de los espíritus relacionadocon el mundo material, acuerdo que será más clarocuando se impida con mayor claridad cualquier interpre-tación. Este acuerdo de los espíritus -aunque sólo fueraprovisional- es ya una objección al irracionalismo inna-to que se coloca bajo el signo de la realidad material in-sondable. Se puede hablar, sin duda, de una claridad ma-terialista, capaz de rivalizar con la claridad geométrica.Si el filósofo desarrolla su protocolo de dudas refirién-dose a los caracteres fluyentes de una materia, a la in-constancia de las cualidades materiales de la cera está,sin embargo, muy seguro de poder reemprender al día si-guiente su meditación acerca de la cera. El filósofo tiene,por otra parte, el convencimiento de ser comprendido porlos demás, cuando habla de cera. Este convencimientono sería mayor si hablase de la forma de las células hexa-gonales de un dulce de cera. Hay especies materiales sus-ceptibles de ser entre sí tan claramente distinguidas comoel cono y la esfera en el terreno de las formas. No se con-fundirá nunca la cera con el alquitrán, como tampocoel hidromiel con la panacea de Berkeley. (Matérialisme,cap. II, p. 61-62.)

Page 46: Bachelard  Epistemología

1. CLASIFICACIÓN DE LOS ELEMENTOS

a) Un «pluralismo coherente»

[31] Estudiando el principio de las investigacionesque nacieron con la organización de las substancias ele-mentales de Mendeleev la ley domina al hecho, que elorden de las substancias se impone como una racionali-dad. ¿Qué mejor prueba se puede alegar sobre el carácterracional de una ciencia de las substancias que llega a pre-decir, antes de su descubrimiento efectivo, las propie~dades de una substancia todavía desconocida? El poderorganizado del cuadro de Mendeleeves tal que el químicoconcibe la sustancia en su aspecto formal antes de discer-nirla bajo las especies materiales. El género domina a laespecie. En vano se nos objetará una vez más que ésta esuna tendencia particular y que la mayor parte de quími-cos, en su trabajo cotidiano, se ocupan de substancias ac-tuales y reales. No es menos cierto que una metaquímicaha nacido con el cuadro de Mendeleev y que la tenden-cia ordenadora y racionalista ha conducido a éxitos cadavez más numerosos, cada vez más profundos.

Debe señalarse un rasgo nuevo, se trata del interés decomp?etividad que se manifiesta en la doctrina de las sus-tancias químicas. El realismo que coloca naturalmenteel objeto delante del conocimiento se confía, a veces, aldato siempre gratuito, siempre posible, nunca acabado.Por el contrario, una doctrina que se apoye sobre unasistematización interna provoca la ocasión, construye loque no se le da. Completa y acaba heroicamente una ex-periencia descosida. A partir de ahí, lo desconocido estáformulado. La química orgánica ha trabajado con estaorientación, también ha conocido la cadena antes que loseslabones, la serie antes que los cuerpos, el orden antes

que los objetos. Las substancias han sido entonces comodepositadas por el empuje del método. Son las concre-ciones de circunstancias escogidas en la aplicación deuna ley general. Un poderoso a priori guía la experiencia.Lo real es sólo realización. Parece incluso que lo real sólosea instructivo y seguro si ha sido realizado y, sobre todo,si se ha vuelto a colocar en su lugar adecuado, a su nivelde creación progresiva.

Nos acostumbramos también a pensar sólo en aquelloque se ha situado en lo real. No se deja espacio a lo irra-cional. La química técnica tiende a eliminar las aberra-ciones. Quiere construir una substancia normalizada, unasubstancia sin accidentes. Está tan segura de haber encon-trado el mismo que lo determina en función de su métodode producción. Si, como dice Roger Caillois1, el raciona-lismo se define por una sistematización interna, por unideal de ahorro en la explicación, por una prohibición arecurrir a principios exteriores al sistema, hay que reco-nocer que la doctrina de las substancias químicas es, ensu conjunto, un racionalismo. Poco in:~o~ta que es~e ra-cionalismo dirigente mande sobre un ejercIto de r~ahstas:El principio de la investigación de las .sub:tancIas ~st~bajo la dependencia absoluta de una CIenCIade pnnCI-pios, de una doctrina de normas ~etódi~as, de u~ plancoordinado en el que lo desconocIdo deja un vaclO tanclaro que la forma del conocimiento ya está prefigurada.

Si hemos podido hacer partícipe al lector de nuestraconvicción de la repentina supremacía de los valores decoherencia racional en la química moderna, si hemospodido darle la impresión que algunas funciones de lafilosofía kantiana pueden servir para designar ciertas ten-dencias que actúan en el conocimiento de las substancias,lo más duro de nuestra tarea no está hecho y lo que quedapendiente es aparentemente muy decepcionante, porque

Page 47: Bachelard  Epistemología

tenemos que demostrar que el kantismo de la sustanciaapenas instalado en la química contemporánea, se dia~lectizará. (Philosophie du Non, cap. 111,p. 58-59.)

b) Dialéctica

[32] Creemos que la dialéctica se desarrolla en dosdirecciones muy diferentes -en comprensión y en exten-sión - bajo la substancia y junto a la substancia - enla unidad de la substancia y en la pluralidad de las subs-tancias.

En p:imer lugar, bajo la substancia, la filosofía quími-ca h~ SItuado esquemas y formas geométricas que, ensu pn~er .~specto, eran muy hipotéticas, pero que, por sucoordmaclOn en un vasto conjunto doctrinal, se valorizanpoco a poco racionalmente. Aparecen entonces en la quí-mica verdaderas funciones numenales, en particular enla qUí~ica orgánica y en la química de los complejos. Nonos sItuamos frente la noción de fórmula desarrolladadiciendo que esta fórmula es una representación conven-cional; se trata más bien de una presentación que sugiere~xperi~ncias. De la experiencia primera a la experienciamstrUIda, hay el paso de la substancUl a un sustituto. Lafórmula desarrollada es un sustituto racional que da a laexperiencia un recuento claro de las posibilidades. Desdeaq~el. ~ome~to hay experiencias químicas que parecen aprton ImpOSIbles porque no están permitidas por las fór-mulas desarrolladas. En el orden de los fenómenos lascualidades sustanciales no indicarían en absoluto tale~ ex-clusiones. Vicevers(lJ,hay experiencias que nunca habría-mos pensado en desarrollar, si no hubiéramos previstoa priori su posibilidad confiándose en las fórmulas desa-rrolladas. Razonamos acerca de una substancia química apartir de que hemos establecido su fórmula desarrolla-da. Vemos pues como, en adelante, a una substanciaquímica se asocia un verdadero numen. Este numen es

complejo, reúne varias funciones. El kantismo clásico lorechazaría; pero el no--kantismo, cuyo papel consiste endialectizar las funciones del kantismo, puede aceptado.

Naturalmente, se nos objetará que este numen quími-co está lejos de la cosa en sí, que está en estrecho contac-to con el fenómeno, traduciendo a menudo, término atérmino, en un lenguaje racional, caracteres que podríanexpresarse en el lenguaje experimental. En especial se nosobjetará que tomamos ahora nuestros ejemplos de unaquímicas de las substancias complejas, y que el carácterfilosófico de la idea de substancia se aprecia en la subs-tancia simple. Pero esta última objección no se sostiene yaque el carácter numenal hace su aparición en la doctrinade las substancias simples. Efectivamente, cada substanciasimple recibe una subestructura. Y como hecho caracte-rístico, esta subestructura ha resultado ser de esenciatotalmente distinta a la esencia del fenómeno estudiado.Explicando la naturaleza química de un elemento a travésde una organización de corpúsculos eléctricos, la cienciacontemporánea establece una nueva ruptura epistemoló-gica. Una especie de no-química se constituye para soste-ner a la química. Y no nos engañemos, no hemos situadoa la fenomenología eléctrica en la fenomenología química.En el átomo las leyes de la fenomenología eléctrica tam-bién se desvían, se dialectizan. De modo que una electrici-dad no maxwelliana se ofrece para constituir una doctri-na de la substancia química no--kantiana. Los descubri-mientos modernos se expresan muy mal en una frase pre-dicativa: «En el fondo la materia es eléctrica». Esta for-ma realista desconoce la importancia de la física internade la substancia. (Philosophie du Non, cap. 111,p. 59-60.)

[33] Con motivo de todos los obstáculos encontradospor los ensayos de clasificación, hay que llegar hasta la,

L ~

Page 48: Bachelard  Epistemología

s~gunda.mitad del siglo XIX para que el problema de unasIstemátIca de los elementos de la materia se plantee enuna perspectiva clarificadora.

Si se hubieran de señalar con rasgos algo toscos lasrevoluciones de ideas mediante las cuales se renueva laciencia, se podría hablar, en primer lugar, de la era ana-lítica de Lavoisier, seguidamente de la era sincrética del\!endeleev. Los trabajos de Mendeleev que tuvieron envIda del autor muy poca repercusión, adquirieron cin-cuenta años después de su aparición una importanciaconsiderable, hasta tal punto de la t;bla de Mendeleevvarias veces modificada, es una de las páginas más filo~sóficas de la ciencia. La tabla que establece como una to-talidad orgánica el conjunto en otro tiempo indetermi-nad~ de, l?s cuerpos simples funda realmente la quími-Cl:D smcretwa.

Vamos a mostrar la coherencia de la sistemática delos cuerpos simples realizada por Mendeleev.

En vez de las clasificaciones lineales que organizanlos elementos por familias, sin organizar nunca entre síl~s familias de elementos, la tabla de Mendeleev pone enpIe un orden cruzado, un orden con dos variables. En unprincipio no se distinguen muy claramente ambas varia-bles; sólo llegan a designarse bien en una informacióneléctrica muy avanzada que no podía aparecer en las pri-meras formas del sistema. Pero los distintos papeles deestas dos variables ordinales se multiplican con el pro-greso de la ciencia y podemos decir que en cada década,~es~e.ha,:: tres cuartos de siglo, se comprende mejor laslgmfIcaclOn del orden cruzado que es el principio dela tabla de Mendeleev.

La idea rectora de Mendeleev ha sido tomar, como pri-mer m~ti,:o de ordenación para los cuerpos simples, alpeso atomlCOy, como segundo motivo, la valencia quími-ca. Escribiendo en una línea horizontal el conjunto decuerpos simples siguiendo el orden creciente de los pesos

atómicos, interrumpía la primera línea para p~on-e""r'"",""e'""n"";Oll!l$__ .,_."", ••

columnas verticales los cuerpos simples de valencia equi- 11valente. Acabada la segunda línea empieza otra siguien- I

do el mismo proceso para poner poco a poco en columnasa las valencias. Nada más simplemente totalizador queesta clasificación que pone en marcha las dos nociones depeso atómico y de valencia química que dominan la quí-mica clásica. (Matérialisme, cap. IlI, p. 91-92.)

d) LAnoci6n de peso at6mico

[34] Pero veamos con más detalle esta noción depeso atómico que parece tener en las primeras formasde la tabla de Mendeleev un privilegio en el orden. Estanoción de peso atómico, si aislamos las fases de su evolu-cíón, puede efectivamente servimos de argumento parael poIifiIosofismo que defendemos en esta obra.

En la corta historia de esta noción que sólo tiene enrealidad un siglo y medio de existencia hay épocas en lasque no se vacila en afirmar el realismo de la noción yotras épocas en las que se señala UIla voluntad explícitade limitarse al positivismo de la experiencia. Se quiereentonces manejar símbolos, confiarse a un simboIismoorganizador, pero sin ir más lejos. No hace mucho tiem-po que en la enseñanza -con retraso una vez más respec-to a la ciencia efectiva- se insistía en el carácter de hip6-tesis de la noción de átomo. Se aconsejaba entonces decirque el peso atómico no es un peso ya que sólo designa lasrelaciones equilibradas de los cuerpos que entran en com-posición. Si el peso atómico fuera realmente el peso deun átomo, debería ser un número absoluto. En las pri-meras determinaciones, y durante todo el siglo XIX, elpeso atómico era un número relativo, un número que indi-caba una relación de peso. El verdadero nombre de lasistemática de los dos pesos atómicos en la química delsiglo XIX hubiera debido ser: tabla de los números pro-

Page 49: Bachelard  Epistemología

pordonales determinando la compOSlClOn, en cuerpossimples, de los cuerpos compuestos. Sólo después de lostrabajos de la escuela atómica del siglo xx -particular-mente la escuela de Jean Perrin- se pudo determinar elnúmero absoluto de átomos contenidos en un peso deter-minado de substancia y calcular el peso absoluto de unátomo de una substancia designada.

Así pues, sobre esta noción particular de peso atómi-co, se puede seguir la evolución de la filosofía química,filosofía que accede lentamente al realismo preciso gra-cias a la organización racional de una experiencia compa-rativa esencialmente compleja. Basta con seguir esta evo-lución que conduce a un realismo científico para ver cuáninertes son las tesis de un realismo inmediato, realismoque está siempre dispuesto a alinear todo su saber apartir de una experiencia particular. Por sus técnicas múl-tiples y sus teorías cada vez más racionales, la químicacontemporánea determina un verdadero «espectro filo-sófico» que sitúa los diversos matices de una filosofía pri-mitivamente tan simple como el realismo.

Nos engañaríamos, además, si detuviéramos la filoso-fía científica en un estado particular de la ciencia, aunquefuera el estado presente. Persiste en el espíritu científicouna historia viva. Es una historia muy visible, evidente-mente activa, al nivel de la noción de peso atómico.Como un hecho imborrable, como el hecho de una cultu-ra activa, subsiste el hecho histórico: el peso atómico esun peso relativo que se ha convertido en absoluto. Esteconvertirse todavía debe introducirse en toda educacióncientífica sana. Y cualquier químico conserva en su espí-ritu la marca de su devenir. En muchos de sus pensa-mientos el químico todavía utiliza la noción de pesoatómico bajo su aspecto de número proporcional de com-binación (noción muy positiva, simple traducción delas relaciones de equilibrio encontradas en los análisisy las síntesis del laboratoriO de química). Pero el químico

-- __ 1

sabe que el físico ha levantado las hipótesis y que ahoraes posible traducir al lenguaje realista las distintas rela-ciones de equilibrio expresadas en el lenguaje positivista.El lenguaje realista es más fuerte, confirma el químico enlo bien fundado de las nociones teóricas; permite al quími-co ligarse más a los esquemas atómicos sin abandonar laprudencia que domina en el laboratorio.

Así al peso atómico corresponde, de hecho, un concep-to caracterizado por un futuro episte:mológico, un concep-to que conserva sus lazos históricos. Un filósofo que mar-case con un sólo trazo la filosofía de este concepto seimposibilitaría para seguir la actividad filosófica real delsabio. Estas simplificacioens filosóficas desembocan enfilosofías univalentes, filosofías siempre escépticas res-pecto a las tesis adversas, pero fácilmente convencidas delas tesis dogmáticamente profesadas.. En particular, si nos alejamos de las tesis generales,

SI se determinan los valores filosóficos al nivel de los pro-blemas particulares, no se puede aceptar como un dilemala elección que propone Meyerson: realismo o positivis-mo. El positivismo no se deja desposeer fácilmente y elrealismo cambia de carácter al cambiar de nivel. Preci-samente, en el problema que nos ocupa, la designaciónelectrónica de los diversos tipos de átomos desplazará yprecisará el realismo de la noción de elementos químicos.Hubo un tiempo, efectivamente, en que la sistemáticafundada por Mendeleev sobre un fenomenología pura-mente química fue profundizada positivamente por unaorganización que ya no corresponde al aspecto propia-mente químico. A la noción de peso atómico le sucede-como variable organizadora de la tabla de Mendeleev-una noción fenomenológicamente más abstracta: la no-ción de número atómico. Al principio este número atómi-co era un verdadero número ordinal; era, en definitiva,el número que determinaba las filas de substancias ele-mentales en la serie de diversas líneas horizontales de la

Page 50: Bachelard  Epistemología

tabla de Mendeleev. Filosóficamente el progreso alcanza-do al nivel de la noción de número atómico ha consistido,precisamente, en el paso de función ordinal a la funcióncardinal. Ha sido posible comprender que con esta no-ción no sólo se ordenaban los elementos, sino que tam-bién se contaba algo. En efecto, correlativamente a lanoción de familia de elementos químicos se estableceuna noción contigua, pero realísticamente más profunda:la noción de estructura electrónica, que revela una conta-bilidad cardinal de electrones.

Así pues, desde principios del siglo xx, la fenomenalo-gía de las substancias elementales se desdobló y una siste-mática específicamente electrónica se instituyó como ba.sede la sistemática química de Mendeleev. Por este motivolas doctrinas de la materia acogieron nuevos tipos de ex-plicación, fundados sobre un verdadero campo de racio-nalidad provisto de principios autónomos: la mecánicacuántica. Un nuevo objeto, el electrón, reclama, en efecto,principios de organización específica, tales como el prin-cipio de exclusión de Pauli. (Matérialisme, cap. III, p. 92-93.)

e) Número atómico: una de las mayores conquistas teó-ricas del siglo

[35] La justificación (de las perturbaciones ordina-les de la tabla de Mendeleev debía) poner en la vía de unconcepto sorprendentemente fecundo cuya formación si-gue un progreso tan continuo que es difícil distinguir elinstante en que este concepto se impuso en la ciencia. Que-remos hablar de la noción de número atómico. Intentare-mos ahora describir la formación de esta noción, puesconstituirá el principal factor de la armonía material.Para nosotros es una de las mayores conquistas teóricasdel siglo.

Sin duda debía parecer muy audaz abandonar los pe-

__ 1

50S atómicos como base de clasificación. Efectivamente,demostraban ser parámetros extraordinariamente sensi-bles, superando la precisión necesaria para clasificar laspropiedades generales. Por otra parte a fines del siglo XIX,se referían sistemáticamente a los caracteres puramentefenomenológicos de la ciencia: ya que los fenómenos nosaparecen solidarios, no importa la raíz, sin duda escon-dida para siempre, de su relación; la tarea realmente po-sitiva debe reducirse a la descripción de las relaciones ypara esta descripción sólo hay razones de comodidad parahacemos preferir una variable a otra. Otras tantas razo-nes para descuidar cualquier discusión acerca de la rea-lidad fundamental de una variable distinguida en la basede una descripción fenomenológica. Además, para cam-biar de variable, ¿por qué no se adopta una variable quesea aparente en el fenómeno, una cantidad que podamosponer en evidencia y medir en una experiencia?

Sin embargo, acabamos por dirigimos a una variableque parecía extraordinariamente posible, porque se aca-ba por elegir, como elemento determinante fundamental,el simple número que fijaba el orden del elemento quími-co en la tabla de Mendeleev como si el número de laspáginas de un libro pudiera aclaramos su estructura.Pero lo que aún sorprende más es que esta variable, queera en un principio una simple señal, que en un primermomento no tenía ningún carácter experimental, ningúncarácter cuantitativo, adquirió poco a poco un valor ex-plicativo más amplio y más profundo. Se ha convertidoen un valor teórico particularmente claro y sugestivo; sele ha encontrado un sentido aritmético muy simple. Ac-tualmente, esta variable solidaria del conjunto de cuerposda realmente la medida de la realidad química de los di-versos elementos. (Pluralisme, cap. VIII, p. 133-135.)

[36] ¿Qué es, pues, el número atómico que caracte-riza un elemento químico dado? Es el número de electro-

Page 51: Bachelard  Epistemología

nes contenido en uno de sus átomos. Entonces se aclaratodo en una nueva explicación electrónica de la sistemá-tica química: el principio ordenador es el número ató-mico, no es el peso atómico. Y si el sistema de Mendeleevha podido constituirse ha sido gracias a un paralelismo(paralelismo por otra parte imperfecto) entre el creci·miento del peso atómico y el crecimiento del númeroatómico varía de 1 a 92, unidad por unidad este núme-ro permite numerar las casillas de la tabla de Mendeleev.

Si los filósofos meditaran este paso del ordinal al car-dinal, serían menos escépticos acerca de los progresosfilosóficos del pensamiento científico.

Veamos ahora la relación entre el número atómico y.las consideraciones de estructura para los diferentes tiposde átomos. Los períodos químicos (longitud de las líneashorizontales de la tabla) se desarrollan cada uno siguien-do el número progresivamente creciente de los electronesen la capa externa de los diferentes átomos del período.Por otra parte, la designación de familias químicas sehace según el número de electrones en la capa externa.Cuando la capa externa contiene un electrón, el elementoes alcalino, cuando contiene dos electrones, el elementoes alcalino-térreo... Con siete elementos en la capa exter-na tenemos la familia de los halógenos; con ocho electro-nes, la familia de los gases inertes. Así las familias quí-micas, por muy difíciles que hayan sido de agrupar por lafenomenología estrictamente química ayudada por lasconsideraciones de valencia que estaban ligadas a las le-yes de Faraday sobre electrólisis, quedan claramente ex-plicadas eléctricamente o, para hablar de un modo másexacto, las familias químicas son explicadas electrónica-mente.

Siendo así, si tenemos en cuenta la cantidad considera-ble de puntos de vista teóricos y de organizaciones técni-cas que reclama la noción de electrón, debemos convenirque la sistemática química si se basa en esta noción, re·

cibe un carácter filosófico nuevo, el mismo carácter quehemos puesto bajo el signo de un racionalismo aplicado.La organización electrónica, tomada como un nuevo cam-po de racionalidad aclara indirecta, pero profundamente,nuestro saber empírico. La tabla de Mendeleev,reorgani-zada a partir de los conocimientos actuales accede a unverdadero racionalismo aritmético de la materia; dichode otro modo, la tabla de Mendeleev es un verdaderoábaco que nos enseña la aritmética de las substancias,que nos ayuda a aritmetizar la química.

Hay que valorar bien esta diferencia filosófica esen-cial: la materia no es eléctrica substancialmente; es elec-trónica aritméticamente. La ciencia de la materia esca-pa pon esta revolución epistemológica a las fantasías delos filósofos irracionalistas. Efectivamente, todo aquelloque el irracionalista postulaba como substancia se desig-na como estructura. En vano, en su embriaguez de lo in-soldable, el filósofo irracionalista objeta al científico con-temporáneo: «En el fondo usted no sabe lo que es lasubstancia del electrón», en vano el filósofo irracionalistacree poder transportar la ingenuidad de sus preguntas almás allá substancialista del corpúsculo constituyente.Predicando una especie de trascendencia de la profundi-dad substancialista, el filósofo irracionalista no hace másque taparse los oídos. El filósofo irracionalista quiere versiempre las cosas a su manera. Pretende limitarse a lascuestiones primitivas. Se niega al largo aprendizaje que hapermitido al científico rectificar las perspectivas inicialesy abordar una problemática precisa. ¿Cómopodría enton-ces plantear las preguntas que nacen precisamente de unainversión de las relaciones de la substancia y de la cua-lidad?

Para comprender esta inversión hay que afirmar: lascualidades substanciales están por encima de la organi-zación estructural; no están debajo. Las cualidades ma-teriales son hechos de composición, no hechos en una

Page 52: Bachelard  Epistemología

substancia íntima de los componentes. Tocamos un lími-te en el que el realismo ya no se interioriza, en el queprecisamente el realismo se exterioriza. Esta revoluciónepistemológica de la doctrina de las cualidades materia-les aparecerá con mayor claridad cuando la hayamos es-tudiado en un capítulo especial. Pero desde ahora debe-mos comprender que la dualidad de la organizaciónelectrónica y de la organización química conlleva una dia-léctica que no puede dejar en su inmovilidad la doctrinatradicional de las cualidades substanciales.

De todos modos, sin aventurarnos aún en una filosofíade las cualidades materiales, podemos constatar una di-ferencia filosófica esencial entre los períodos de laprimitiva tabla de Mendeleev, basada en las cualidadesquímicas y el período de la tabla moderna basada en lasestructuras electrónicas. Los períodos primitivos tal comoaparecieron en las encuestas empíricas, son hechos sinexplicación. Todavía están ligados a la periodicidad de lascualidades a menudo imprecisas, a veces mal medidas, es-tudiadas por Lothar Meyer. Pero cuando la valencia quí-mica se explica con organizaciones electrónicas, el em·pirismo de partida aparece como un conocimiento en pri-mera posición, conocimiento que constata pero no expli-ca. La teoría electrónica toma entonces la función de unorden de razones que explican los hechos. Esta jerarquíaen los hechos y las razones no debe borrarse. Hablartodavía de empirismo absoluto cuando se alcanza tal ca-pacidad de dialéctica y de síntesis, supone confundir losmatices, rechazar precisamente, en la valoración delos pensamientos científicos, los matices filosóficos. No setoma entonces la sorprendente instrucción filosófica queacompaña los progresos modernos del conocimiento cien-tífico. (Matérialisme, cap. 111,p. 95-97.)

[37] La doctrina de las valencias químicas, inclusosi sólo examinamos el período moderno, puede (... ) desa-rroarllse en dos formas según sistematice el aspecto pro-piamente químico o se plantee correlaciones electró-nicas bajo el fenómeno químico de las valencias. Peroya que el electrón localizado no sigue la mecánica clási-ca, ya que el electrón en el átomo y la molécula obedece alos principios de la mecánica cuántica, nos encontramosen una dialéctica fundamental. Se exige una reforma radi-cal de la comprensión si queremos comparar las explica-ciones químicas clásicas y las explicaciones electrónicas.

Si pudiéramos vivir realmente esta alternativa, seguirambos desarrollos paralelos de una ciencia realmente do-blemente activa, nos veríamos recompensados por unadoble comprensión. En estas ideas doblemente ciertasencontramos una gran confirmación de verdad o, comodirá Victor Ruga, «esta idea bifurcada se hace eco a símisma» l.

Nuestra intelencia se ve estimulada por la alegría decomprender dos veces, de comprender desde dos puntosde vista distintos, de comprender de otro modo, creandoen nosotros mismos una especie de conciencia de alterego. Cuando Hegel estudiaba el destino del ser racionalen la línea del saber sólo disponía de un racionalismolineal, de un racionalismo que se temporalizaba en la lí-nea histórica de su cultura realizando los momentos su-cesivos de diversas dialécticas y síntesis. El racionalis-mo que se ha multiplicado tan claramente en la filosofíamatemática moderna debido a la multiplicidad de lasdialécticas de base, a la oposición de los axiomas, recibe,en el campo de la física y de la química contemporáneas,una gran cantidad de líneas de cultura que se orientan

Page 53: Bachelard  Epistemología

hacia el mismo objeto. Este racionalismo de varios regis-tros, estos pensamientos con doble historia, nos obligana librar el espíritu de una historia demasiado lejana. Es-tas dobles filiaciones tienden a ponernos al día en la cul-tura racionalizada. (Matérialisme, cap. IV, p. 138.)

[38] En otro tiempo, la prequímica tenía como tareaprincipal estudiar las «misceláneas», las mezclas materia-les. Es curioso ver a la ciencia contemporánea estudiandoverdaderas misceláneas de teoría!. En esta cooperación deprincipios teóricos se manifiesta la intensa actividad dia-léctica a la ciencia contemporánea.

Esta «miscelánea de teorías» determina una curiosamiscelánea de símbolos que, a nuestro parecer, merecela atención del filósofo. La tarea del simbolismo de la quequeremos hablar afecta al trazo de unión que la químicaelemental ha hecho familiar situándolo en todas las fór-mulas desarrolladas para indicar las valencias intercam-biadas, como por ejempo, en la fórmula desarrollada dela molécula de agua:

En primer lugar, ya que tenemos que distinguir enadelante la electrovalencia y la covalencia, es necesarioque el simbolismo se escinda. Para indicar las electrova-lencias, se utilizarán los signos + y - , que reciben unsignificado eléctrico, el anión tendrá el signo + y el cas-tión el signo - . De este modo para explicitar el carácterheteropolar del ácido clorhídrico lo escribimos H+ el-.Los aniones que tengan dos electrovalencias tendrán nouno sino dos signos + como exponente. Estos anionesdeberán, en una molécula de carácter héteropolar, estar

asociados a cationes que lleven dos signos de exponente.Pero, ¿cómo representar la covalencia? La covalencia

se debe al apareamiento de dos electrones. Es pues muynatural que se represente la unión de covalencia con dospuntos. En lugar de la rayita horizontal, se tomará comosímbolo, en el caso de la covalencia, dos puntos coloca-dos verticalmente. En vez del tradicional signo quími-co (-), tendremos el signo electrónico (:) y la fórmuladel agua desarrollada electrónicamente será:

pues en la molécula del agua, las uniones son uniones ca-valentes.

Aquí entra en acción una dialéctica tan rápida y tanfina cuyo valor podría desconocerse. Esta dialéctica arti-cula sin embargo dos períodos distintos de la historia dela química (... ). Esta dialéctica, que desconcierta por unmomento como cualquier gran dialéctica, consiste en con-servar el guión dándole la significación de los dos puntoselectrónicos.

Veamos una breve historia de este cambio de puntua-ción materialista.

El gran químico R. Robinson propuso reinstalar la ra-yita dándole una significación electrónica l. Bernard Bis-tert presenta este traslado de significado simbólico enestos términos 2: «La rayita no simboliza únicamente unarelación abstracta de valencia entre dos átomos, sinouna relación muy concreta, ya participación común de dosátomos con dos electrones. Y podemos dar un paso toda-vía más decisivo definiendo, según la propuesta de R. Ro·binson, la rayita como el símbolo de dos electrones (paro doblete de electrones). Si se reúne por pares a los elec-.

1. KERMACK y R. ROBINSON, Journ. Chem. Soc., London, 121, 433,1922.

? Bernard EISTERT, Tautomérie et mésomérie.

Page 54: Bachelard  Epistemología

trones y si se representa cada par por una rayita se ob-tiene las fórmulas de Robinson.» Por ejemplo, la fórmulaelectrónica de la molécula de agua:

IH-O-HI

Cuando los dobletes de electrones son libres, Eistertpropone una modificación suplementaria del simbolismode Robinson, que consiste en no poner la rayita que corres-ponde al doblete libre en situación radical, sino en situa-ción tangencial, tangente del núcleo de la molécula. Enestas condiciones en vez de la fórmula de la molécula deagua según Robinson:

IH-O-HI

La tetravalencia del carbono se escribirá en el simbolismode Estert:

en la serie siguiente de fórmulas que representan la mo-lécula de agua:

IH-O-HI '

Para apreciar correctamente todo el valor epistemolá-gico de estas modificaciones del simbolismo, habría quecomprobarIas en fórmulas más complicadas que lasque corresponden a una pequeña molécula, como la mo-lécula de agua. Como todos los valores constructivos, po-demos apreciar su verdadero alcance al nivel de las rela-ciones más complicadas. Para desgracia de la filosofía delas ciencias debe expresarse en casos simplificados mien-tras que el pensamiento científico actúa en los casos máscomplejos. Pero el filósofo debiera tener confianza en elcientífico. El químico no complica los símbolos por capri-.cho sino que sabe que debe hacerlos más adecuados a unaciencia que se complica al progresar. Como acabamos deexponer, el nuevo simbolismo depen~e más del pensa-miento que el antiguo, encierra, no únicamente una ver-dadera historia de progreso, sino que aporta sugestionesa la investigación experimental. El simbolismo rectifica-do, enriquecido, tiene así cierto volumen filosófico, unaprofundidad epistemológica. Un filósofo, sonreirá, sinduda, cuando lea que siguiendo la frase de Robinson, «larayita ha adquirido substancia». El filósofo no se sirvea tan bajo precio de la noción de substancia. Y sin em-bargo la expresión no viene con tanta facilidad a la plumade un químico. Eistert y Dufraisse la adoptan. Basta conmeditar sobre la dialéctica que, salida de la rayita pasan-do por una referencia a la realidad del doblete electróni-co, vuelve a la rayita cargada de sentido para compren-

Page 55: Bachelard  Epistemología

r-

der la justeza de la designación substancialista indicadapor Robinson. En definitiva, si el filósofo quiere juzgarsus categorías, debe examinarlas cuando funcionan, y me-jor aún cuando funcionan delicadamente, sutilmente.¿Puede quedar satisfecho con un acto enunciativo afir-mando una substancialidad todavía sin condiciones, mien-tras que se le ofrecen tipos de substancialización, nuevosusos de la categoría de substancia que la reflexión filo-sófica no podía encontrar? En resumen. ¿No sería mejorpara el filósofo buscar en el pensamiento filosófico tanactivo, objetos concretos para sus discusiones, condicio-namientos delicados susceptibles de matizar el uso decategorías? (Matértalisme, cap. IV, p. 132-135.)

.primer lugar la substancia homogénea, después poneen cuestión la homogeneidad, intentando detectar al otroen el interior del mismo, la heterogeneidad escondida den-tro de la homogeneidad evidente.

Así pues, antes de desembocar en un repertorio desubstancias homogéneas, de especies químicas, de mate-rias fundamentales, el químico requiere numerosas obser-vaciones y experiencias. La realidad sólo ofrece a menu-do mezclas groseras, confusas diversidades. Un «análisisinmediato», según el término utilizado en los tratados dequímica es, pues, una indispensable técnica preliminar.Sin embargo, esta técnica elemental es también una his-toria. Cada época reconsidera la doctrina de las substan-cias homogéneas. Se podría escribir toda la historia de laquímica relatando las exigencias de homogeneización enlos diversos estadios del progreso de la experiencia. Lasubstancia homogénea es un posible punto de partidapara un estudio de la materia. Cuando una materia eshomogénea, parece que tenga un signo substancial. Esca-pa, por algunos lados, a la categoría de la cantidad: 2 gr.de oro y 5 gr. de oro manifiestan del mismo modo la subs-tancia oro. Una ~ubstancia puede considerarse material-mente bien definida cuando ya es homogénea. Esta subs-tancia es el motivo de un conocimiento-materialista claroy precisa. Con la consideración de las substancias homo-géneas es posible un cartesianismo materialista riguroso.Parece como si una especie de lógica materialista basadaen la experiencia química maneja las materias homogé-neas del mismo modo que la lógica formal maneja tér-minos bien definidos. El metal desafía la atención discri-minadora. Da al químico una conciencia clara del mismo.Una substancia química puede cambiar de forma siendola misma. Esta constatación, sin duda muy banal, adquie-re sin embargo una nueva tonalidad si nos planteamos suaplicación por el químico. Lo veremos mejor si recorda-mos -volveremos sobre este punto- los tiempos en que

[39] Cuando el materialismo abandona la falsa cla-ridad de una teoría de 4 elementos de 4 raíces simples del .materialismo, se ve lanzado a investigaciones que se re-fieren a las materias terrestres, a los cuerpos tangibles;se encuentra situado de nuevo frente a la extrema diver-sidad de las materias sólidas. Se trata de reducir, y a serposible ordenar, esta diversidad. La primera gestión con-siste en romper con el mito filosófico de una especie dediversidad en sí. Para ello hay que tener en cuenta unanoción que no ha retenido suficientemente la atención delos filósofos: la noción de homogeneidad material.

A simple vista podría parecer que la noción de homo-geneidad fuera como una especie de categoría del mate-rialismo. Es por muchos aspectos un reposo dentro delprogreso de los conocimientos de la materia. Sin embar-go este reposo es siempre provisional; es el punto de par-tida de una dialéctica materialista: el químico busca en

Page 56: Bachelard  Epistemología

el alquimista incorporaba vida a las substancias, profesa-ba el futuro de las substancias más homogéneas. En elpensamiento científico moderno, el mismo es inmóvil.Con la química entramos en el reino de las substanciasclaras, en el reino de las substancias que la técnica cla-rifica dándoles una homogeneidad total. (Matérialisme,cap. 11, p. 62-63.)

[40] Constantemente debemos insistir en la fenome-nología de las substancias homogéneas, aunque, pareceser, pueda encontrar ejemplos en substancias naturales,se equipara a la fenomenotécnica. Se trata de una feno-menología dirigida.

Olvidaríamos un carácter importante si descuidára-mos el aspecto social de la encuesta materialista. En elumbral del materialismo instruido, se nos deben señalarlas substancias materiales fundamentales. Seguramenteencontraremos un niño genial que reflexionando sólo·re-construya la geometría de Euclides con círculos y barras.Es impensable encontrar un materialista genial que re-construya la química, lejos de los libros, con piedras ypolvos.

Es extraño que ciertos científicos desconozcan este di-rigismo esencial de la ciencia moderna. Podemos leer, porejemplo, una página curiosa en la que el químico Liebigpretende que: «si se reuniera en bloque, sobre una mesa,los 56 cuerpos simples, un niño podría separados en dosgrandes clases según sus propiedades externas» (los me-tales y los metaloides) 1. Esta afirmación no tiene la másmínima verosimilitud; ningún espíritu nuevo, dedicado alempirismo inmediato, pondrá en una sola y única catego-ría: el azufre, el bromo, el yodo, el oxígeno. Es imposibleconstruir sin un maestro la categoría de los metaloides.

1. LIEBIG, Lettres sur le chimie, 1845,p. 34. El número 56 corres-ponde al de los elementos que eran conocidos en esa época.

Son raros los científicos que gustan de restituir los ca-minos reales de su cultura; viven con demasiada intensi-dad la cultura presente para interesarse en el oscuropasado de las nociones. Un hombre tan positivo como Lie-big da a sus certezas de profesor un peso psicológico do-minante. Ésta es una prueba de que los documentos psi-cológicos de los mejores científicos deben someterse a lacrítica. La psicología del espíritu científico está por hacer.

Si seguimos los progresos del materialismo inst~ido,vemos que apenas podemos confiar a una homogenelda?sensible a una homogeneidad de un dato. La homogeneI-dad ret~nida por la ciencia ha pasado por la instruccióndel intermaterialismo, ha sido obtenida indirectamenteaplicando técnicas comprobadas, técnicas continuamenterectificadas. Caracteriza una época científica. Fuera delos métodos de homogeneización basados científicamen-te, la homogeneidad tiene un valor dudoso. Por ej~mplocuando en l'Encyclopédie (artículo : yeso) se defme elyeso muy cocido por «cierta untuosidad, y una grasa quese pega a los dedos cuando se la maneja», se impide u~aencuesta más objetiva. Esta «grasa» del yeso nos remItea un sartrismo avant la lettre, a una filosofía existencia-lista orientada a espaldas de la perspeCtiva del materialis-mo combinador del materialismo que busca sus pruebasen una correlación explícita de las substancias, despojan-do precisamente esta relación de la sensación directa.'Está bien cocido el yeso? Cojamos primero una mues-~ra y desmenucémosla: determine~o~ la ~o.~bina~ió?-yeso yagua. Esta prueba nos permItlra un JUICIOobJeti-vo. Todos los caracteres recogidos por la ciencia de lasmaterias deben ser post-experimentales. Todos los datossólo se reciben provisionalmente. (Matérialisme, cap. 11,p.65-66.)

Page 57: Bachelard  Epistemología

coherencia de las substancias simples, coherencia que con-fiere a los elementos un estatuto bien definido de substan-cia elemental (oo.). Pensemos (oo.) la importancia filosóficade descubrimientos como el de Cavendish que demues-tran que el agua no es un elemento, o el descubrimien-to paralelo de Lavoisier referente al aire. Estos descu-brimientos destrozan la historia. Suponen una derrotatotal de lo inmediato. Hacen aparecer la profundidad delo químico bajo lo físico -o dicho de otro modo, la he-tereogeneidad química de la homogeneidad física. Hayahí una dialéctica íntima que cualquier cultura materia-lista debe atravesar para alcanzar el materialismo ins-truido.

Trasladémonos a través del pensamiento al instantehistórico sorprendente en que se anunció que el agua esel resultado de la síntesis de dos gases. No sólo se desva-nece el privilegio del antiguo elemento agua, sino que almismo tiempo se desvanece la positividad conquistadapor la noción de gas. Antes de Cavendish, antes de Lavoi-sier, la noción de gas participa todavía de la noción defluido. El fluido en el pensamiento precientífico, cargafácilmente con los valores más confusos: es magnético,vital, lleva la vida, lleva la muerte. La experiencia de Ca-vendish es decisiva, elimina con un gesto brutal todo elvitalismo del reino de los «espíritus». Los dos materialis-mos de la substancia tangible (el agua) y de la substanciainvisible (los gases) se ponen en total correlación. Hayuna gran diferencia entre este materialismo generalizadorque extiende su dominio siguiendo experiencias progresi-vas y un materialismo de afirmación inicial que cree to-davía que la materia tangible da lecciones muy decisivas.Se necesitaría un extenso tratado para describir adecua-damente el conjunto de experiencias que han determina-do el carácter elemental del oxígeno y del hidrógeno. Diezaños de psicología del espíritu científico están ani!példospOI'"la historia del descubrimiento del oxígeno. El hec ".

~<:,\¡"L CAT~ .SV "

,::'? 115((~ 84IUOT1CA ;

\\, ;;,'~ ;~-'.:~ C) G o ~];--d

"'-~"~~J;~;:::::'." ¿

[41] Las primeras substancias que habían de recibirel estatuto de cuerpos simples fueron -salvo algunas ex-cepciones como el azufre- metales. Hay que llegar a lostiempos modernos, especialmente al siglo XVIII, para quela corta lista de substancias reconocidas como simplesempiece a aumentar. Los siglos XVIII y XIX son una épo-ca prestigiosa para la exploración materialista. Inclusodesde el simple punto de vista del empirismo, el filósofodebería medir aquí lo que es un aumento de los tipos deseres materiales.

Pero, al mismo tiempo que aumenta la cantidad detipos de substancias encontradas en la materia, se preci-sa una nueva doctrina de la simplicidad. De hecho pode-mos hablar de un verdadero desplazamiento de la ideade simplicidad. Mostrémoslo rápidamente.

En primer lugar, aunque todavía se mencione en elsiglo XVIII, ya no se da un papel a la idea de que los 4 ele-mentos son las substancias más simples. Después ya noimaginamos que las substancias encontradas en la natu-raleza son, por este mismo hecho, substancias simples.El análisis se convierte en la preocupación dominante decualquier químico. El químico empieza su investigaciónmultiplicando los esfuerzos de descomposición. La sim-plicidad aparece como un límite a cualquier esfuerzo dedescomposición. La simplicidad tiene aquí la categoríade resultado; se había planteado como inicial en la doc-trina de los 4 elementos; ahora es terminal. La químicanos presenta así una nueva forma «del declive de losabsolutos» para emplear una expresión de Georges Bou-ligand tan rica en significación para caracterizar la evolu-ción de la epistemología moderna. En efecto, plantear losimple como una limitación a la descomposición no de-termina el carácter absoluto de esta limitación. Sólo enel período contemporáneo se establece una especie de

I. cl------------------------.---

Page 58: Bachelard  Epistemología

de que el oxígeno esté sólo mezclado al nitrógeno en elaire mientras que está combinado con el hidrógeno enel agua, con los metales en los óxidos, despierta muchosproblemas filosóficos. En nuestros días, los libros borrandemasiado aprisa la perspectiva de estos dramas cultura-les. Los libros escolares hacen inmediatamente de la lec-ción sobre el oxígeno un modelo de empirismo simple:basta con calentar en una retorta ciertos óxidos, por ejem-plo el óxido de magnesia, para obtener el gas maravi-lloso que enciende una cerilla aunque sólo tenga «un pun-to en ignición», para utilizar la expresión consagrada queresume a menudo, por desgracia, todo lo que queda enla «cultura general» de las propiedades del oxígeno. Estasencillez de lO!enseñanza esconde la sutil estructura epis-temológica de una experiencia primitivamente implicadaen una problemática multiforme. Aquí es útil recurrir ala compleja situación histórica para hacer sentir como seenriquece el pensamiento materialista.

Que el oxígeno haya sido, durante varias décadas, ex-traído de los minerales, del aire, del agua, en definitivade los cuerpos más diversos para la experiencia común,basta para explicar que se haya promovido este cuerpoquímico particular a un nivel destacado. Se trata, real-mente, de la llegada de una substancia «científica». Des-pués fue necesario quitar al oxígeno el privilegio de desig-nar el poder ácido. Fue durante mucho tiempo el signomaterial de la nueva química. Y los filósofos, los Sche-lling, los Hegel, los Franz von Baader no dudaron en ha-cer del oxígeno un verdadero momento de la explicacióngeneral. Por ejemplo, Hegel pone en relación las cuatrosubstancias: nitrógeno, oxígeno, hidrógeno, y carbonocomo una organización de conceptos que forma «la tota-lidad de la noción» 1. Releyendo estas páginas se tendránejemplos claros de la adhesión precipitada del idealismo

a valores experimentales. El idealismo busca continua-mente razones para unificar la experiencia, sin medir bienlos poderes diversificadores de la experiencia. (... ) Elidealismo es una filosofía demasiado alejada del centrode acción del pensamiento científico para apreciar el pa-pel recíproco de los métodos de encuesta y de las expe-riencias de verificación. Tenemos ahí una prueba concre-ta de la imposibilidad de un idealismo de la experienciacientífica. No se aclara nada en la meditación de un casoúnico en el que una sola experiencia revelaría todo elpoder de conocimiento de un sujeto. Hay que aceptartodas las extensiones positivas de todos los ejemplos. Enrealidad la dialéctica de la oxidación y de la reducciónque ha dado lugar a numerosas reflexiones filosóficas essólo una reprocidad material, tomada entre otros muchosprocesos recíprocos de síntesis y de análisis.

Con el descubrimiento del oxígeno, los filósofos hansido víctimas, aquí como en muchas otras ocasiones, dela novedad. Han querido asimilar inmediatamente undescubrimiento sorprendente apoyándose en racionalis-mo a priori, sin preocuparse por establecer el racionalis-mo científico históricamente preparado por un ajuste pro-gresivo entre la teoría y la experiencia. El idéalismo tienesu raíz en lo inmediato. De alguna manera el espíritu essiempre inmediato a sí mismo. Ahora bien, no hay, ya nohay experiencia científica inmediata. No sabríamos abor·dar en blanco una nueva experiencia científica, con unespíritu sin preparar, sin cumplir para sí mismo, la revo-lución científica que coloca al nuevo pensamiento comoun progreso del espíritu humano, sin asumir el yo socialde la cultura. ¿Es necesario señalar, a modo de digresión,que el yo de la cultura es la antítesis exacta de la culturadel yo? (Matérialisme, cap 11,p. 73-76.)

Page 59: Bachelard  Epistemología

r-

c) Pureza

[42] Antes se planteaba en la qUlmlca como algonormal la existencia de cuerpos puros. Un cuerpo com-pletamente puro, sin embargo, es sólo una entidad. «Puro»ya no es para un químico moderno, un adjetivo que re-pugne a la gradación. Pero se dirá, que la pureza tiene enla materia el papel de una idea platónica en la que par-ticipa el mundo entero. Es un ideal al que el químico seaproxima separando las impurezas. Se acepta que no loalcance nunca. Preferimos decir que un químico minucio-so lo alcanza siempre. Efectivamente, una definición depureza va siempre acompañada de un criterio de pureza 1:«Uncuerpo puro es un cuerpo que sólo experimenta trans·formaciones hilótropas, al menos dentro de su terrenode pureza». (... ) Asípues es tan inútil como falso, separarel criterio de pureza de los instrumentos que lo estudian.(Essai, ~ap. V, p, 80-81.)

estado de hechos, un momento histórico bien definido.Cada época de la ciencia, en su desarrollo moderno, hae-stablecidouna especie cuerpo de reactivos constituidosa un nivel de purificación muy determinado. Hay diversasépocas sociales para la pureza materialista. Nuestra épo-ca tiene tanta perfección en la purificación que podemosdecir que la ciencia contemporánea posee nuevos reacti-vos, nuevos instrumentos que no ha conocido ningunaépoca precedente. La técnica materialista de la químicamoderna nos proporciona una naturaleza nueva. Esencial-mente supone un segundo punto de partida del materia-lismo.

Así, estos instrumentos de purificación que son losreactivos, suponen una verdadera aportación social. Elquímico aislado no puede tener la pretensión de sustituir-los por sus instrumentos personales, un conjunto de reac-tivos reunidos personalmente, rehaciendo por su cuenta,toda la historia de la química. La química moderna aho-rra su larga preparación histórica. Es una de las cien-cias que vive más claramente en su presente. El químicoentra en el laboratorio donde encuentra un presente ab-soluto, el de los datos técnicos, datos que se ofrecen ensu conjunto, en su totalidad, y por consiguiente muy dis-tintos a los datos naturales encontrados en el ocasionalis-mo esencial del empirismo. El químico moderno parte deeste materialismo de un presente absoluto, de este mate-rialismo de reactivos técnicos coordinados. Debe inscri-bir su trabajo cotidiano en el presente de la ciencia en unconjunto humano al que se integra, ya desde un punto devista teórico, por un influjo cultural necesario para laacción científica eficaz.

Todas estas tesis parecerían menos superficiales alfilósofo si quisiera tomar conciencia del verdadero tra-bajo necesario para producir una substancia pura en latécnica contemporánea. Comprendería pronto que estapupficación ya no revela una actividad individual, que

[43] En conjunto, podemos decir que no hay purezasin purificación. Nada mejor para demostrar el caráctereminentemente social de la ciencia contemporánea quelas técnicas de purificación. En efecto, los procesos de pu-rificación sólo pueden desarrollarse por la utilización detodo un conjunto de reactivos cuya pureza ha recibidouna especie de garantía social. Un filósofo podrá denun-ciar ahí un círculo vicioso: purificar una substancia porun conjunto de relaciones en las que se implican reacti-vos garantizados como puros; supone evidentemente ol-vidar el problema inicial, el problema de la pureza de losreactivos. Pero la ciencia contemporánea puede conscien-temente, descuidar esta objección previa. Hay ahí un

Page 60: Bachelard  Epistemología

reclama un trabajo en cadena, purificaciones en cadena,en resumen que la fábrica-laboratorio ya es una realidadfundamental.

La visión de un plan de trabajo para una purificaciónsería, por otra parte, más convincente que cualquier de-sarrollo filosófico. El lector podría remitirse, por ejem-plo, al esquema de operaciones que conducen del beriloal berilio puro en pepitas según el método empleado porla Degussa A. G. Este esquema está indicado por J. Bes·son en un artículo aparecido en el Bulletin de la Sodétéchimique de France (año 1949),y no lo reproduciremosporque dos páginas de este libro no bastarían. Veríamosdocenas de operaciones de purificaciones cruzadas, puri-ficaciones tomadas desde diversos puntos de vista, intro-ducidas por reactivos distintos. Al meditar en todos loscircuitos de estos procedimientos químicos con vistas aproducir una substancia particular con todas las garan-tías de pureza, se comprenderá que sólo puede pensarseen la cima de una cultura y realizada en una ciudad queindustrialice la ciencia de arriba abajo. (Matérialisme,cap. n, p. 77-78.)

de propiedades químicas puede revelarse con una sensi-bilidad increíble a la mínima impureza. Andrew Gemant,en un capítulo del manual de Farkas: Electrioal proper-ties of hydrocarbons (p. 215), dice que un hidrocarbonolíquido tiene una conductibilidad eléctrica que varíade 1(}-19 mho/cm. para una muestra muy purificada a10---13 para una muestra comercial, es decir una variaciónde 1 a un millón. Vemos la enorme acción de la menorimpureza. Gemant añade que las determinaciones de laconductibilidad dan valores que disminuyen indefinida-mente buscando una purificación cada vez mayor, peroque sin embargo no s,e ve ningún valor límite.

Comprendemos que no es posible ordenar purezas na-turales, que se orienten hacia una pureza en sí. Además,a pesar de todos los esfuerzos del materialismo decidida-mente artificialista, la línea de las purificaciones no estánunca segura de orientarse hacia una purificación abso-luta. Bastaría con que se instituyera un nuevo tipo deexperiencias para que el problema se planteara bajo unnuevo aspecto. La pureza de una substancia es, pues, unaobra humana. No se puede tomar como un dato natural.Conserva la relatividad esencial de las obras humanas.Su «en sí» está condicionado por un largo pa'sado de ex-periencias proseguidas por caminos artificiales. De todosmodos lo artificial tiene muchas más garantías que lonatural. (Matérialisme, cap. n, p. 78-79.)

[44] El cuerpo de los reactivos es a la vez coherentey eficaz. Todos los reactivos se toman con una garantíade pureza que permite el trabajo positivo. No sería con-veniente dar validez incondicional al concepto de purezaen sí. Postular la pureza en sí sería alcanzar el mito de lapureza natural. De hecho, ya que la ciencia positiva unela noción de pureza con la de operación de purificación,no se puede separar el relativismo de la pureza. En efec-to, siguiendo el proceso de purificación utilizado, se pue-de obtener, para un mismo producto, distintos grados depureza. Pero no se sobreentiende que estos grados de pu-reza se puedan ordenar ya que la pureza se toma a menu';'do al nivel de una cualidad particular. A veces una propie-dad particular que no implica profundamente el conjunto

4. EL CONCEPTO CIENTíFICO DE MATERIA EN LA QUíMICACONTEMPORÁNEA

[45] El concepto de energía, si lo tomamos en su·acepción científica precisa, es una adquisición esencial-mente moderna. Para un físico, para un matemático, esteconcepto es ahora tan claro que se puede poner, que sede.beponer, en la categoría de conceptos fundamentales,

Page 61: Bachelard  Epistemología

dándole todo su estatuto científico, es decir, separándolode cualquier relación con las nociones comunes, detenien-do todas las resonancias de una palabra que se pierde enel vacío y la multiplicidad de imágenes, en la facilidad delas metáforas.

Sin duda podríamos escribir una historia confusa deeste concepto científico que ahora está tan claro; espe-cialmente podríamos volver a recorrer las últimas difi-cultades antes de su clarificación. Por ejemplo, toca-ríamos un punto sensible a la evolución de las ideasestudiando la noción bajo su forma mecánica, ya muy ra-cionalizada, en las relaciones de la mecánica de Descartesa la mecánica de Leibniz 1. Los debates sobre la noción defuerza viva han sido muy numerosos y cruzados. Siemprehabrá interés en revivir estas polémicas. Pero nuestroobjetivo en este capítulo es partir del espíritu científicoconstituido. Una historia demasiado larga enturbiaríaesta declaración de primacía racional que necesitamoshacer para iniciar la ciencia energética moderna, paracomprender la organización esencialmente energética dela materia.

Desde un punto de vista filosófico, el materialismoenergético se aclara al plantear un verdadero existencia-lismo de la energía. En el estilo ontológico con que elfilósofo acostumbra a decir: el ser es, hay que decir: laenergía es. Es totalmente. Y mediante una conversiónsimple, podemos decir dos veces exactamente lo mismo:el ser es energía - y la energía es ser. La materifl es ener-gía.

Inmediatamente se derrumba el reino del tener. Sederrumba de arriba abajo, no sólo en provecho del ser,

1. Abundan los buenos libros que estudian este período. En par-ticular: Ernest MACH, La mecánica. René DUGAS,Histoire de la mé-canique, 1950. Los filósofos leerán con interés la obra de Martial GUE-ROULT, Dynamique et métaphysique leibniziennes.

sino en provecho de la energía. La energía es la base detodo; no hay nada detrás de la energía... ,

En otro tiempo se decía: la materIa tlene energla;se atribuía energía a la materia como se engancha un ca-ballo a un carro. Al hacer esto se limitaba, con una rápidadialéctica, la noción de materia a su carácter de materiainerte de materia interna. Indudablemente, se estaba enlo cie;to al elegir esta limitación, al imponer esta dialéc-tica en ciertos sectores de la organización científica, enun racionalismo regional como la mecánica racional parala cual es indiferente saber si el móvil del movimiento esde acero, piedra o cobre. Pero este materialismo exterio-rista este materialismo de la materia reducida a su iner-cia, de la materia que se toma como desprovista de. ene:-gía interna ya no basta cuando se a~orda la CIenCIaquímica contemporánea, cuando se qmere conocer, nosólo los fenómenos químicos, dinámica que al aportar laverdadera explicación de la fenomenología materialista,abre el camino para nuevas realizaciones .

.Así pues, la raíz esencialmente energética de los fenó-menos químicos se impone a la investigación. Entramosen una región de la experiencia en la que el fenomena-lismo estricto, el que dice desinteresarse de' las causasprofundas, sólo puede ser una cláusula de estilo. Todaví~podemos decir que tal substancia presenta talo. cual feno-meno. Sin embargo, el fenómeno no es una SImple apa-rIencia que podamos limitamos a describir; es la ma?i-festación de una energía. Si no se conocen las relacIO-nes de energía, no se pueden explotar todas las p·osibili-d'\.des de acción que se nos abren para crear nuevas subs-tancias, A partir de ahí, un filósofo que reconozca elprofundo nivel que supone la en,er?ía, un filósofo ,que sigael pensamiento efectivo del qmmlco contemporaneo, de-berá aceptar que en adelante la energía representa la cosaen sí. Esta vieja noción, cuya carácter de monstruosa abs-tracción se ha denunciado a menudo, se concreta. Como

Page 62: Bachelard  Epistemología

mínimo se puede situar la energía filosóficamente comose situaba la cosa en sí: como el soporte fundamental delos fenómenos. De todos modos, si se insiste en dejar dor-mir en su pasado a los viejos fantasmas de la filosofía,habrá que aceptar que la energía es la realidad que debeestudiarse en segundo lugar, después de haber descrito,sin duda, los fenómenos que se desprenden de las reac-ciones químicas, pero con una necesidad ineluctable sise quiere comprender los fenómenos en toda su profun-didad, a la vez en sus causas profundas y en sus razonesfundamentales. El materialismo tiene algo de energetís.mo. Los fenómenos de la materia se conocen por las leyesde la energía. (Matérialisme, cap. VI, p. 176-178.)

-I_I_I-n- _Il_I_I_IV__ V__ V_I_~1 IH--1---·---• 3 Li 4 Gl S B 6 e 7 N 8 o 9 F---------------3 uNa uMg I X3A1 I4Si ISP x6S I1C1

6 terres

¡rares79Au 80Hg 81Tl 82Pb, 81Bi 84P01 85---1-1-·---7 87 88Ra 89Ac 90Th 19'Pa 9'U

Tabla de Mendeleev, tal como figura enLe pluralisme cohérent de la chimie moderne (p. 154)

Las categorías superIoresde la epistemología

Page 63: Bachelard  Epistemología

\

1. No SE TRATA DE UN RACIONALISMO «DE TODOS LOS TIEM-POS Y DE TODOS LOS PAÍSES»

[46] Una vez fragmentado el racionalismo para aso-ciado adecuadamente a la materia que informa, a losfenómenos que regula, a la fenomenotécnica que funda,nos vemos obligados a plantear el problema filosófico dela relación de un racionalismo general con los diversosracionalismos regionales. Esta relación se puede exami-nar de dos maneras.

La primera -que no es la que seguimos nosotros-define, y redefine si es preciso, un racionalismo a priorique debe servir para todas las experiencias, nadie dice quepara', todas las experiencias, ni tampoco para todas lasexperiencias presentes y futuras. Se constituye así unracionalismo .fuera de la experiencia, un racionalismomínimo con el que se obtiene el derecho paradójico dealcanzar una experiencia de Universo. Cuando más sim-ples son los medios de información, más amplio será eles~cio informado.

I ,-~------- ..ln.; •• .

Page 64: Bachelard  Epistemología

A este punto de vista adoptado por el racionalismofijador, podemos hacerle objecciones apoyándonos ennuestro sistema de explicación filosófica inicial y que nospermitirán presentar otro sistema, el nuestro para resol-ver el problema mencionado.

En efecto, nos parece que un raeionalismo con tal pre-tensión de universalidad se acerque mucho a las solu-ciones solipsi~ del idealismo. Cuando abordamos co-nocimientos aplicados, o más explícitamente cuando pre-tendemos aplicar esquemas lógicos, la identidad A=A essólo la identidad de un punto de vista, una identidadasumida por un sujeto único y por un sujeto que dealguna manera está al margen del conocimiento, suje-to que ya no pone en juego el objeto de su conocimiento,que se limita a los caracteres formales del conocimiento.Cuando el sujeto del conocimiento es «formalizador» seconvierte en «formalizado». La igualdad A = A, no exis-tiría si no hubiera otra igualdad en el nivel de la instan-cia igualadora Yo = Yo.

Debido a la sencillez de la igualdad lógica A = A-igualdad evidentemente burda en la aplicación- lle-gamos a postular la igualdad Yo = Yo, permitiéndonosel desconocimiento de toda la psicología del sujeto. Seconsigue al mismo tiempo expulsar cualquier psicologis- /mo y fundar lógicamente el conocimiento objetivo. Sinembargo, este doble éxito arruina el interés del conoci-miento, impide trabajar al mismo tiempo en la diferen-ciación de la realidad y en la diferenciación de los pensa-mientos. ¡thL '';

Por otro lado, ¿por qué buscar otra verdad cltandb setiene la verdad del cogito? ¿Por qué conocer imperfecta-mente, indirectamente, si tenemos la posibilidad de unconocimiento primitivamente perfecto? Los principios ló-gicos obtenidos por reducción de lo distinto e, incluso, elargumento lógico que asegura la veracidad del cogito,son un núcleo indestructible cuya solidez reconocen todos

los filósofos. Únicamente objetamos que se trata de unnúcleo sin cariocinesis, un núcleo que no puede proliferar.Más sencillamente, un proceso de reducción no permiteobtener un programa suficiente para un estudio filosó-fico del conocimiento. Si una filosofía se dedica a latarea de reducir, fatalmente se convierte en involutiva.

No se excluye, sin embargo, que desde una visión su-ficientemente borrosa, el racionalismo aplique sus princi-pios de r~zón a la experiencia común. El racionalismo setraslada entonces desde los confines del idealismo al rea-lismo sin control, al realismo que se apoya en una rea-lidad sin estudiar. Por último, los principios de la con-servación más hospitalaria doblan, para el racionalismofijista, los principios de razón. Este racionalismo fijistaformula las condiciones de un consensus de los hombresde todos los países y de todos los tiempos frente a todaslas experiencias. Esto conduce a un punto muerto losestudios del movimiento 'de los espíritus, al designarlos factores de inercia que se oponen al cambio. (Rationa,.lisme, cap. VII, p. 131-132.)

[47] Sin embargo, es posible otro racionalismo ge-neral, que tomaría posesión de los racionalismos regio-nales, al que llamaremos racionalismo integral o másexactamente, racionalismo integrante.

Este racionalismo integral o integrante debería serinstituido a posteriori, después de haber estudiado losdiversos racionalismos regionales, tan organizados comofuera posible, contemporáneos a la relación entre sí delos fenómenos que obedecen a tipos de experiencia biendefinidos. Siguiendo este camino, nos vemos obligadosa distinguir entre los consensus limitados a la sociedadculta de los consensus altamente especializados. Se objeta-

Page 65: Bachelard  Epistemología

rá sin duda que una ciudad culta es también una ciudadhumana, y que no modificamos el problema metafísicoal especializar las organizaciones racionales socializadasen una ciudad culta. Tal objeción es falaz. Precisamen-te designamos una ciudad de físicos, una ciudad de ma-t~máticos formadas alrededor de un pensamiento pro-VIsto de garantías apodícticas. Existen ya núcleos de apo-dicidad en la ciencia física, en la ciencia química. No re-conocer este nuevo matiz, es ignorar precisamente lasemergencias de las ciencias contemporáneas. La culturas~gnifica acceder a una emergencia; en el terreno cientí-fICOestas emergencias se constituyen socialmente. En laciudad mecanicista existe un sector relativista. Tiene unaeminente emergencia de cultura que sólo podemos juzgaral adherimos a ella. Podríamos hacer una divertida colec-ción de chistes reuniendo las opiniones de los filósofoso de los escritores que han «juzgado» la relatividad. IgUalcapacidad tendría un ciego hablando de colores. Quienpertenece al sector relativista ve inmediatamente quesemejantes opiniones no se pueden discutir. En resumen,el consensus que define socialmente un racionalismo re~gional, es algo más que un hecho, es el signo de unaestructura.

El racionalismo integral debe ser, pues, un racionalis-mo dialéctico que decida en qué estructura debe incorpo-rarse el pensamiento para informar una experiencia. Seasemeja a una especie de oficina central de una fábricaque ha encontrado una racionalización.

No se trata ya, por tanto, de definir un racionalismogeneral que recogiera la parte común de los racionalismosregionales. Por este camino sólo encontraríamos el racio-nalismo mínimo utilizado en la vida corriente. Se borra-rían las estructuras.

Se trata, por el contrario, de multiplicar y afinar lasestructuras, lo cual, desde una perspectiva racionalista,debe expresarse como una actividad estructuradora, como

una determinación de la posibilidad de múltiples axio-máticas que se enfrenten a la multiplicación de lasexperiencias. Uno de los caracteres más nuevos de la epis-temología contemporánea es el de cómo las distintas apro-ximaciones experimentales de lo real aparecen solidariasde una modificación axiomática de las organizacionesteóricas. El racionalismo integral sólo podrá estar, pues,bajo el dominio de las distintas axiomáticas de base. Y de-signará al racionalismo como una actividad dialéctica,dado que las diversas axiomáticas se articulan dialéctica-mente entre sí.

~. ~í ~ues, desp.ués de trabajar realmente en distintosracIOnahsmos regIOnales, después de comprender su valor

I diferenciador y experimentado psicológicamente, la sen-sibilidad que aportan a las principales variantes, se podráhablar de una axiomatización de las técnicas, atribuyendo

(una axiomática particular a cada técnica particular. Elmovi~ien!o. dialécti~o que empieza con las dialéctica s delas aXIOmatlcas prOSIgue cOn la formación de axiomáticasI e~ fí.sica y finalmente, por ~aformación de axiomáticas entecmca. No se bloquea aSI en absoluto a la experiencia

'

en sus primeras técnicas. A menudo el progreso de las-técnicas viene determinado por una revolución de susbases. En otro lugar insistimos ya sobre esta discontinui-dad esencial. Dábamos el ejemplo simple de la máquinade coser que encuentra su racionalización cuando se aca-ban los intentos de imitar el gesto de la costurera, funda-mentando la costura sobre una nueva base. Pero, estasobservaciones cobrarán todo su sentido en las técnicas no~ecánicas y bastará con examinar, por ejemplo, las téc-mcas radiofónicas para ver cómo actúan las opciones quereclaman adhesiones a axiomáticas particulares.

Se nos objetará, sin duda, que forzamos las tintas yque los antiguos conceptos epistemológicos nos permitencomprenderlo todo, decirlo todo. De este modo, parecequ,e la noción de hipótesis baste para todo. Pero precisa-

~ At .

Page 66: Bachelard  Epistemología

mente por su generalidad esta palabra prepara todas lasincomprensiones que sufre el espíritu filosófico. La hi-pótesis científica es un tema tradicional de disertaciónen el bachillerato. Y a partir de este nivel se fija la cul-tura filosófica que afecta a la metodología científica. Al-rededor de este concepto endurecido se arremolinan lasnociones usuales de la psicología de la suposición. Natu-ralmente se piensa en términos tales como: para los filó-sofos la hipótesis es lo hipotético, lo cual se aproxima auna ilusión o a una simple ficción. No se ve que se tratade un pensamiento construido, un pensamiento realizadoen parte por la técnica. De hecho, las hipótesis básicasde la radiofonía se inscriben incluso en el montaje.

Por otra parte, se subestiman los diferentes elementosde una hipótesis si no se les da su valor de postulado.Por ejemplo, si examinamos el racionalismo regional quecorresponde al atomismo en microfísica, debemos con-siderar como un postulado la hipótesis de que es indes-cifrable. Sin duda, en química se toma como principioque los átomos de un mismo elemento son idénticos. Secree tener la posibilidad de distinguir átomos idénticossegún su situación en el espacio. En efecto, el espaciocomún es un espacio para discernir. Pero no ocurre lomismo en el espacio de la microfísica, por ser un espaciode algún modo celular, según el axioma de Heisenberg.Así pues, la hipótesis atómica en química y la hipótesisatómica en microfísica no tienen la misma estructuranocional. Y precisamente, una estructura nocional es elintermediario entre una estructura realista y una estruc-tura simbólica, se trata de una función que es un elemen-to activo del racionalismo aplicado. Nos encontramosfrente a una diferenciación de la hipótesis atomística. Síseguimos los cambios de hipótesis, en apariencia tan sim-ples y primitivas, comprenderemos que es necesario estu-diar sus valores epistemológicos en su compromiso más

amplio y no, como lo hace la filosofía oficial con la arbi-trariedad del idealismo.

Pueden hacerse otras críticas a este refinamiento dela epistemología. Las harán los físicos que no necesitanfilosofar para trabajar útilmente. Pero nuestra tarea con-siste en devolver a la ciencia todos sus intereses y en pri-mer lugar sus intereses filosóficos. Cuando observamosmás de cerca las funciones filosóficas de la ciencia, éstasse multiplican. Hay pocos pensamientos filosóficamentemás variados que el pensamiento científico. El papel dela filosofía de las ciencias es recoger esta variedad y mos-trar cómo se instruirían los filósofos si quisieran meditarsobre el pensamiento científico contemporáneo. (Rationa-lisme, cap. VII, p. 133-134.)

[48] Si seguimos con atención, es decir con un apa-sionado interés, la actividad de la física contemporánea,vemos animarse un diálogo filosófico que tiene el mérito:de ser excepcionalmente preciso: el diálogo del inves-

,tigador provisto de instrumentos precisos y del matemá->·ticoque ambiciona informar detalladamente la experien-''tia. Mientras que, demasiado a menudo, en las polémicas:,,"osóficas, el realista y el racionalista no consiguen ha-

. de lo mismo, tenemos la neta y reconfortante impre-de que, en el diálogo científico, ambos interlocuto-

. hablan del mismo problema. Mientras que en losgresos de filosofía, vemos como los filósofos intercam-.argumentos, en los congresos de física, los investi-res y los teóricos intercambian informes. ¿No es ne-'0 que el investigador se informe sobre el aspecto

'co de los datos que el matemático estima estrecha-

Page 67: Bachelard  Epistemología

~ente rela~ionados, sin lo cual el investigador, en susmterpretacIOnes puede caer en posiciones personales?¿No es necesario también que el teórico se informe so-bre todas, las ~ircunstancias de la investigación, sin locual sus smtesIS pueden quedar parciales o simplementeabstractas? La física tiene pues dos polos filosóficos. Esun ver~a?ero campo de ,Pensamiento que se especifica enmatematIcas y en experIencias y que se anima al máximocon !~conjunció.n de las matemáticas y la experiencia.La fIsIca determma como síntesis máxima una mentali-dad abstracta-concreta (... ). Intentaremos caracterizaresta m~nta~i,dad.en su doble acción de abstracción y deconcretIzacIOn ~m que se rompa la línea unitaria que im-pone el lenguaje, al desconocer principios más unitariospara comr:ren,der la reciprocidad de las dialécticas queavanzan sm fm, y en ambos sentidos, del espíritu a lascosas. .

El contacto experiencia y matemáticas se desarrollacon una solidaridad extensiva. Cuando la investigaciónaporta el primer mensaje de un nuevo fenómeno el teó-ri~o ?ebe modificar la teoría dominante para qu~ puedaaSImIlar el nuevo hecho. Con esta modificación -sinduda tardía- el matemático muestra cómo la teoríaalgo flexibilizada, hubiera debido prever la novedad. L~ /~sta d~mostrar una fecundidad recurrente que es un ca-racter Importante del racionalismo, pues esta fecundi-dad recurrente constituye el fundamento de la memo-:ia raciona.l. Esta memoria de la razón, memoria de lasI?eaS relacIOnadas, obedece a leyes psicológicas muy dis-tIntas a las de la memoria empírica. Las ideas puestas enorden, .reordenadas y relacionadas en el tiempo lógico,determman una verdadera emergencia de la memoria.Naturalmente, nadie se burla de este retorno a las fuen-tes de la previsi.ón te~rica, ~ menos que nadie el investiga-dor. Al contrarIo, el mvestIgador se felicita por el hechode que las matemáticas asimilen su descubrimiento. Sabe

que un hecho nuevo ligado al aspecto moderno de la teo-ría dominante recibe las garantías de una objetividadprofundamente supervisada, porque la teoría dominantees un sistema de examen experimental en acción en los

_cerebros más claros de la época. Se tiene la impresión deque el problema se ve bien, por el solo hecho de quehubiera podido preverse. La perspectiva teórica sitúa elhecho experimental donde debe estar. Si el hecho estábien asimilado por la teoría se acaban las vacilacionessobre el lugar que le corresponde en un pensamiento.Ya no se trata de un hecho heteróclito, de un hecho enbruto, sino de un hecho de cultura. Tiene un estatutoracionalista. Desde este momento es el sujeto de un diá-logo entre el racionalista y el empirista.

Cuando el teórico anuncia la posibilidad de un nuevofenómeno, el investigador se asoma a esta perspectiva,en el caso de que crea que está en la línea de la cienciamoderna. De este modo en los inicios de la mecánicaondulatoria del electrón, se buscó un fenómeno que equi-valiera para el electrón al fenómeno de la polarizaciónde la luz. Cuando una búsqueda tan bien panteada noobtiene resultados tiene, de todos modos, un carácterpositivo para la epistemología porque ayuda a limitar ya precisar las analogías. La experiencia asociada de estemódo a unas miras teóricas, no tiene nada que ver con labúsqueda ocasional, con esas experiencias improvisadasque no tienen lugar en ciencias fuertemente constituidascomo son ya la física y la química, en otras ciencias enlas que el instrumento es el intermediario necesario paraestudiar un fenómeno realmente instrumentado, desig-nado como objeto de una fenomenotécnica. Ningún físicomalgastaría «sus créditos» para construir un instrumentosin destino teórico. En física la experiencia improvisada

·,4e Claude Bernard no tiene sentido.. ¡Qué entendimiento tácito reina así en la ciudad de la

.>.lffica! ¡De qué modo se ha dejado a un lado a los ~9ña-

Page 68: Bachelard  Epistemología

dores impenitentes que quieren «teorizar» al margen delos métodos matemáticos! En efecto, el teórico debe po-seer todo el pasado matemático de la física -o lo que eslo mismo, toda la tradición racionalista de la experiencia.El investigador por su parte debe conocer el estado ac.-tual de la técnica. Nos sorprenderíamos si un físico, paraconseguir el vacío, utilizara la antigua máquina neumá-tica, aunque tuviera incorporado el grifo de Babinet.

Modernismo de la realidad técnica y tradición raciona-lista de todas las teorías matemáticas, son el doble idealde cultura que debe afirmarse en todos los temas delpensamiento científico.

La cooperación filosófica de los dos aspectos de laciencia física -aspecto racional y aspecto técnico- pue-de resumirse en esta doble pregunta:

¿En qué condiciones se puede dar razón de un fenóme-no preciso? La palabra preciso es esencial pues gracias ala precisión se compromete a la razón.

¿En qué condiciones se pueden aportar pruebas rea-les de la validez de una organización matemática de laexperiencia física?

Han pasado ya los tiempos de una epistemología queconsideraba las matemáticas como un simple medio deexpresión de las leyes físicas. Las matemáticas de la físicaestán más «comprometidas». No se puede fundamentarlas ciencias físicas sin entrar en el diálogo filosófico delracionalista y del investigador, sin responder a las dospreguntas de algún modo recíproco que acabamos deplantear. En otros términos, el físico moderno necesitauna doble certeza:

1.0 La certeza de que lo real está en contacto direc-to con la racionalidad, mereciendo por esto mismo elnombre de real cientlJico.

2.° La certeza de que los argumentos racionales queafectan a la experiencia son ya momentos de esta expe-riencia.

En resumen, no a la racionalidad en el vacío, no al. pirismo desordenado, esas son las dos obligaciones"Iosóficas que funden la estrecha y precisa síntesis de

iJ1l teoría y de la experiencia en la física contemporánea.. Esta doble certeza es esencial. Si falta uno de los tér-minos, se pueden hacer muchas investigaciones, se pue-den hacer muchas matemáticas, pero no se participa en'Ia actividad científica de la ciencia física contemporánea.Esta doble certeza sólo puede expresarse por una filoso-¡fía en dos movimientos, por un diálogo. Pero se trata de.un diálogo tan apretado que hace difícil reconocer elrastro del viejo dualismo de los filósofos. Ya no se tratade confrontar un espíritu solitario y un universo indife-rente. En adelante es necesario situarse en el centro, allídonde el espíritu conocedor está determinado por el ob-

. jeto preciso de su conocimiento y donde en sustitucióndetermina con mayor precisión su experiencia. En estaposición central es donde la dialéctica de la razón y dela técnica encuentra precisamente su eficacia. Intenta-remos instalarnos en esta posición central donde se ma-nifiesta tanto un racionalismo aplicado como un materia-lismo instruido. Insistiremos, además, en el poder deaplicación de todo racionalismo científico, es decir de todoel racionalismo, que demuestre su fecundidad hasta en laorganización del pensamiento técnico. El racionalismo

{ conquista sus valores objetivos a través de sus.aplica~io-" nes. Ya no se trata pues, para juzgar el pensamIento CIen-'¡V", ttfico, de apoyarse en un racionalismo formal, abstracto,·~;'JPlÍversal.Hay que conseguir un racionalismo concreto,. "; .•lidario con experiencias siempre particulares y preci-

~s. Es necesario también que este racionalismo sea lo~lJficientemente abierto para recibir nuevas determina-. nes de la experiencia. Viviendo de cerca esta dialéctica,

s convencemos de la realidad eminente de los campos<,pensamiento. En estos campos epistemológicos se in-

Page 69: Bachelard  Epistemología

tercambian los valores del racionalismo y del experimen.talismo. (Rationalisme, cap. I, p. 2-4.)

[49] De hecho, este entrecruzamiento de dos filoso-fías contrarias en acción en el pensamiento científicoafecta a más filosofías y deberemos presentar diálogossÍn duda menos apretados, pero que extienden la filo-sofía del espíritu científico. Por ejemplo, se mutilaría lafilosofía de la ciencia si no se examinara cómo se sitúanel positivismo o el formalismo que tienen también unpapel en la física y en la química contemporáneas. Perouna de las razones que nos confirman lo acertado denuestra posición central es que todas las filosofías delconocimiento científico se ordenen a partir del racionalis-mo aplicado. Casi no es necesario comentar este cuadrodespués de aplicado al pensamiento científico.

Indiquemos únicamente las dos perspectivas de pensa-mientos debilitados que conducen por un lado del racio-nalismo al idealismo ingenuo y por otro, del materialismotécnico al realismo ingenuo.

Idealismot

Convencionalismot

Formalismot

Racionalismo aplicado y materialismo técnico¡

Positivismo¡

Empirismo¡

Realismo

Así pues, cuando se interpreta sistemáticamente elj;onocimiento racional como la constitución de ciertas.....formas, como un simple montaje de fórmulas dispuestasa informar cualquier experiencia, se instituye un forma-lismo. Este formalismo puede, en último extremo, recibir:los resultados del pensamiento racional pero no puederealizar todo el trabajo del pensamiento racional. Porotra parte, no se depende siempre del formalismo. Se hainiciado una filosofía del conocimiento que debilita el pa-pel de la experiencia. Estamos c,:rca de ver en .la cienciateórica un conjunto de convenClones; una sene de pen-samientos más o menos cómodos organizados en el len-guaje claro de las matemáticas, que sólo son ya. el espe--ranto de la razón. La comodidad de las convenCIOnes noles quita arbitrariedad. Conseguiremos con bastan~e na-turalidad someter estas fórmulas, estas convenCIOnes,esta arbitrariedad a la actividad del sujeto pensante. Nosenfrentamos así a un idealismo. Idealismo que ya no semanifiesta en la epistemología contemporánea, pero queha jugado tal papel en las filosofías de la naturaleza a lolargo del siglo XIX, que todavía de.be f~gurar en un ex~mengeneral de las filosofías de la CIenCIa.Hay que. se~alarademás la impotencia del idealismo para reconstItUIr unracionalismo de tipo moderno, un racionalismo susc~p-tible de informar los conocimientos de las nuevas regIO-nes de la experiencia. Dicho de otro modo, no s.e'puede

r' invertir la perspectiva que acabamos de descnbIr. Enj., realidad cuando el idealista establece una filosofía de la~~&.naturaleza se contenta con ordenar las imágenes que se<¡";'"Ihacede la ~aturaleza, al darse cuenta de lo que estas imá-!d"'genes tienen de inmediato. No sobrepasa los. lí~ites de

'un sensualismo etéreo. No inicia una expenencIa para',·continuada. Se sorprendería si le pidiesen que prosiguie-i ':ra las investigaciones científicas en la investigación esen-

Cialmente instrumental. No se cree obligado a aceptar;las convenciones de los demás espíritus. No consiente a

Page 70: Bachelard  Epistemología

la lenta disciplina que formarfr;z su espíritu con leccionesde experiencia objetiva. El idealismo pierde, pues, cual-quier posibilidad de rendir cuentas del pensamiento cien-tífico moderno. El pensamiento científico no puede en-contrar sus formas duras y múltiples en esta atmósferade soledad, en este solipsimo que es el mal congénito detodos los idealismos. El pensamiento científico necesitauna realidad social, el asentimiento de la ciudad física ymatemática. Deberemos instalamos pues en la posicióncentral del racionalismo aplicado, trabajando para dotaral pensamiento científico de una filosofía específica.

En la otra perspectiva de nuestro cuadro, en vez deesta evanescencia que lleva al idealismo, encontraremosuna inercia progresiva de pensamiento que lleva al realis-mo, a una concepción de la realidad como sinónimo de lairracionalidad. Efectivamente, al pasar del racionalismode la experiencia de la física, muy ligado a la teoría al

.• .• . 'pOSlttVlSmo, parece que perdamos inmediatamente todoslos principios de la necesidad. A partir de aquí, el positi-vismo puro apenas puede justificar el poder de deducciónque actúa en el desarrollo de las teorías modernas' nopuede rendir cuentas de los valores coherentes de l~ fí-sica contemporánea. Y sin embargo, comparándolo con elempirismo puro, el positivismo aparece al menos comoel guardián de la jerarquía de las leyes. Se da el derechode apartar las aproximaciones afinadas, los detalles, lasvariaciones. Pero esta jerarquía de las leyes no tiene lacapacidad de organizar las necesidades claramente com-prendidas por el racionalismo. Como máximo, basándoseen criterios de utilidad, el positivismo tiende a caer en elpragmatismo, en la polvareda de recetas que es el empi-rismo. El positivismo no tiene nada de lo que se necesitapara decidir niveles de aproximación, para sentir la extra-ña sensibilidad de racionalidad que dan las aproximacio-nes de segundo orden, esos conocimientos más aproxi-mados, más discutidos, más coherentes que encontramos

p el examen atento de las finas experiencias que noseen comprender que hay más racionalidad en lo com-ejo que en 10 simple.

..' Por otra parte, si vamos un paso más allá del empiris-o que se absorbe en la explicación de sus éxitos, alcan-

os el conjunto de hechos y cosas molestando al realis-/no, le dan ilusión de riqueza. A continuación mostrare-mos cómo va en contra de cualquier espíritu científico~l postulado, admitido tan fácilmente por muchos filóso-.fos, que asimila la realidad a un polo de irracionalidad.,Cuando hayamos devuelto la actividad filosófica del pen-,$aIlliento científico a su centro activo, aparecerá clara-mente que el materialismo activo tiene precisamentecomo función yugular todo 10 que podría calificarse deirracional en sus temas, en sus objetivos. La química, for-talecida por sus a priori racionales, nos da substanciassin ax:cidentes, despoja todos los temas de la irracionali-dad de sus orígenes. (Rationalisme, cap. 1, p. 6-7.)

C) CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL RACIONA-LISMO APLICADO

[50] Si planteamos ahora el problema de la novedadcientífica en el plano más propiamente psicológico, no,podemos dejar de ver que el aspecto revolucionario de

ciencia contemporánea debe reaccionar profundamentela estructura del espíritu. El espíritu tiene una estruc-

ra variable a partir del momento en que el conocimien-tiene una historia. En efecto, la historia humana pue-

, con sus pasiones, sus prejuicios, con todo lo queela impulsos inmediatos, ser un eterno recomienzo.(?)

tTo hay pensamientos que no vuelven a empezar; son los

Page 71: Bachelard  Epistemología

pensamientos que han sido rectificados, ampliados, com-pletados. No vuelven a su área restringida o vacilante.Ahora bien, el espíritu científico es esencialmente una rec-tificación del saber, una ampliación del marco del conoci-miento. Juzga su pasado histórico condenándolo. Su es-tructura es la conciencia de sus faltas históricas. Cientí-ficamente, se piensa en lo verdadero como rectificaciónhistórica de un largo error, se piensa en la experienciacomo rectificación de la ilusión común y primera. Todala vida intelectual de la ciencia juega dialécticamente so-'bre esta diferencial del conocimiento, en la frontera delo desconocido. La esencia misma de la reflexión es com-prender que no se había comprendido. Los pensamien-tos no baconianos, no euclidianos, no cartesianos se re-sumen en estas dialécticas históricas que presentan larectificación de un error, la extensión de un sistema, elcomplemento de un pensamiento. (Nouvel Esprit, cap. VI,p. 173-174.)

[51] En definitiva, la ciencia instruye la razón. Larazón debe obedecer a la ciencia, a la ciencia más evolu-cionada, a la ciencia que evoluciona. La razón no puederecargar una experiencia inmediata; por el contrario,debe equilibrarse con la experiencia mejor estructtÍrada.En cualquier circunstancia, lo inmediato debe ceder elpaso a lo construido. Destouches repite a menudo: si enun futuro la aritmética se revelase contradictoria refor-maríamos la razón para borrar la contradicción, y conser-varíamos intacta la aritmética. La aritmética ha dadopruebas de eficiencia, de exactitud, de coherencia tannumerosas que no podemos pensar en abandonar su or-ganización. Ante una contradicción inesperada, o másexactamente ante la necesidad inesperada de usar con-tradictoriamente la aritmética, se plantea el problema dela no-aritmética, de una panaritmética, es decir de unaprolongación dialéctica de las instituciones en tal canti-

que permitiría englobar la doctrina clásica y la doc-a nueva.No dudamos en llevar hasta el extremo nuestra tesis

ra hacerla más clara. Esta extensión de la aritméticaestá hecha. Suponiéndola posible queremos afirmarplemente que la aritmética no es más que la geometría

a nueva promoción de una razón inmutable. La aritmé-a no está basada en la razón. La doctrina de la razóntá basada en la aritmética elemental. Antes de saberntar, yo apenas sabía lo que era la razón. En general,espíritu debe plegarse a las condiciones del saber. Debe

rear en él una estructura correspondiente a la estructuradel saber. Debe movilizarse alrededor de articulaciones

'que corresponden a las dialécticas del saber. ¿Qué seríauna función sin ocasiones para funcionar? ¿Qué sería dela razón sin ocasiones de razonar? La pedagogía de larazón debe aprovechar todas las ocasiones para razonar.Debe buscar la variedad de razonamientos, o mejor a-6n

'las variaciones del razonamiento. Ahora bien, las varia-ciones del razonamiento son numerosas en las ciencias

',' geométricas y físicas; se unen a la dialéctica de los prin-! . cipios de razón, a la actividad de la filosofía del no. Hay

-~:'(>,'~;, que aceptar la lección. La razón una vez más debe obede-':I'ii~ ter a la ciencia. La geometría, la física, la aritmética son

!¡ .;¡ ciencias; la doctrina tradicional de una razón absoluta¡ .:;;'i~; e inmutable es sólo una filosofía caduca. (Philosophie,

cap. VI, p. 144-145.)

[52] ¿Cómo no ver entonces que una filosofía que.'uiere ser realmente adecuada al pensamiento científico

evolución constante debe plantearse la reacción de losnocimientos científicos sobre la estructura espiritual?este modo, desde el principio de nuestras reflexiones

erca del papel de una filosofía de las ciencias tropeza-os con un problema que nos parece tan mal planteadono los científicos como por los filósofos. Se trata del

Page 72: Bachelard  Epistemología

problema de la estructura y de la evolución del espíritu.Volvemos a encontrar la misma oposición: el científicocree partir de un espíritu sin estructura, sin ~~nocimie~-tos; el filósofo plantea normalmente un esplntu constI-tuido, provisto de todas las categorías indispensablespara comprender la realidad. .'

Para el científico, el conocimiento sale de la IgnorancIacomo la luz sale de las tinieblas. El científico no ve que laignorancia es un tejido de errores positivos, tenac~s, so-lidarios. No se da cuenta de que las tinieblas espiritualestienen una estructura y que, en estas condiciones, cual-quier experiencia objetiva correcta debe determinar siem-pre la corrección de un error subjetivo. Sin embargo, loserrores no se destruyen fácilmente uno a uno. Están coor-dinados. El espíritu científico sólo puede constituirsedestruyendo al espíritu no científico. Demasiado a menu-do el científico se confía a una pedagogía fraccionada,cuando el espíritu científico debería plantearse una refor-ma subjetiva total. Todo progreso real en el pensamientocientífico requiere una conversión. Los progresos del pen-samiento científico contemporáneo han determinadotransformaciones en los propios principios del conoci-miento.

Para el filósofo, que por su oficio encuentra en sí mis-mo las verdades primeras, el objeto tomado en bloqueno tiene dificultad en confiar los principios generales. Deeste modo las perturbaciones, las fluctuaciones, las varia-ciones, apenas inquietan al filósofo. O las descuida c?modetalles inútiles, o las reúne para convencerse de la Irra-cionalidad fundamental del dato. En los dos casos, elfilósofo está preparado para desarrollar, a propósito dela ciencia, una filosofía clara, rápida, fácil, pero que con-tinúa siendo una filosofía de filósofo. Sin embargo, unaúnica verdad basta para salir de dudas, de la ignorancia,del irracionalismo, basta para iluminar un alma. Su evi-dencia se refleja en reflejos sin fin. Esta evidencia es una I

luz única, no tiene ni especies ni variedades. El espírituvive una única evidencia. No intenta crearse otras eviden-cias. La identidad del espíritu en el yo pienso es tan claraque la ciencia de esta conciencia es inmediatamente laconciencia de una ciencia, la convicción de fundar unafilosofía del saber. La conciencia de la identidad del es-píritu en sus diversos conocimientos aporta, por sí mis-ma, la garantía de un método permanente, fundamental,definitivo. Ante tal éxito, ¿cómo plantearíamos la necesi-dad de modificar el espíritu y de ir en busca de nuevosconocimientos? Para el filósofo, las metodologías, tan dis-tintas, tan móviles en las diferentes ciencias, revelan almenos un método inicial, un método general que debeinformar todo el saber, que debe tratar del mismo modotodos los objetos. Así pues, una tesis como la nuestraque plantea el conocimiento como una evolución del espí-ritu, que acepta los cambios que se refieren a la unidady a la perennidad del yo pienso debe confundir al filó-sofo.

Y, sin embargo, deberemos llegar a esta conclusión siqueremos definir la filosofía del conocimiento científicocomo una filosofía abierta, como la conciencia de un es-píritu que se fundamenta trabajando en lo desconocido,buscando en lo real aquello que contradice conocimientosanteriores. Ante todo, hay que tomar conciencia del he·'Cho que la experiencia nueva dice no a la experiencia:antigua, sin esto, evidentemente, no se trata de una expe-'riencia nueva. Pero éste no nunca es definitivo para un

',,'espíritu que sabe dialectizar sus principios, constituir~entro de sí mismo nuevas clases de evidencia, enrique-cer su cuerpo de explicaEllRJin dar ningún privilegio alo que sería un cuerpo/~n ~¡flicación natural dispuestoa explicado todo. (Phill;;.ir .ae, Prólogo, p. 8-10.)

1'j'J •

Page 73: Bachelard  Epistemología

[53] A nuestro entender, hay que aceptar el siguien-te postulado para la epistemología: el objeto no sabríaser designado como un «objetivo» inmediato; dicho deotro modo, una marcha hacia el objeto no es inicialmenteobjetiva. Hay que aceptar pues una verdadera rup~uraentre el conocimiento sensible y el conocimiento cientí-fico. Efectivamente creemos haber demostrado en eltranscurso de nuestras críticas, que las tendencias nor-males del conocimiento sensible, por muy animadas queestén de pragmatismo y de realismo inmediatos, sólo de-terminaban un punto de partida falso, una falsa dirección.En particular la adhesión inmediata a un objeto sensible;se trata de la satisfacción íntima; no de la evidencia ra-cional. Como dice Baldwin en una fórmula de admirabledensidad: «Laestimulación y no la respuesta, es el fac-tor de control en la construcción de objetos de los sen-tidos». Incluso bajo la forma en apariencia general, inclu-so cuando el ser repleto y colmado cree ver venir la horade pensar gratuitamente, todavía plantea la primera ob-jetividad en forma de estimulación. Esta necesidad desentir el objeto, este apetito de objetos, esta curiosidadindeterminada no corresponden todavía -bajo ningúnconcepto- a un estado de espíritu precientífico. Si unpaisaje es un estado de ánimo romántico, un pedazo deoro es estado de ánimo avaro, una luz un estado de ánimoextático. Un espíritu precientífico, en el momento en quese intenta ponerlo en un aB.fÁ~tocon objecciones sobresu realismo inicial, sobre~ara, Kt~nsiónde tomar, al pri-mer gesto, su objeto, desar.de fjjliempre la psicología deesta estimulación que es elt'vétdadero valor de convic-ción, sin llegar nunca sistemáticamente a la psicologíadel control objetivo. De hecho, como ya deja entrever

aldwin, este control resulta en primer lugar de unaistencia. Por control se entiende en general the chec-

• g, limiting, regulation of the construetive processes.o antes del freno y la reprimenda que corresponden

riosamente al concepto inglés intraductible de check,licitaremos la noción de fracaso, que también está im-

·cadaen esta palabra. Debido a que hay fracaso hayno de la estimulación. Sin este fracaso, la estimulación

,.ría valor puro. Sería borrachera; y gracias a este enor-'me éxito subjetivo que es una borrachera, sería el error"'Qbjetivo más irrectificable. Así pues, según nosotros, elhombre que tuviera la impresión de no equivocarse nuncase equivocaría siempre. (Formation, cap. XII, p. 239.)

[54] Basta con que hablemos de un objeto para quenos creamos objetivos. Pero en nuestra primera elección,el objeto nos elige más a nosotros que nosotros a él y loque tomamos por pensamientos fundamentales sobre elmundo a menudo confidencias sobre la juventud de nues-tro espíritu. A veces nos maravillamos' ante un objeto~legido;acumulamos las hipótesis y los sueños; formam?sasí convicciones que tienen la apariencia del saber. Sm

la fuente inicial es impura: la evidencia primeraes una verdad fundamental. De hecho, la objetividad

cit:mtífi<;asólo es posible si antes se ha roto con el objetoinmediato si se ha rehusado la seducción de la primeraelección si se han detenido y contradicho los pensamien-tos que 'nacen de la primera observación. Toda objetivi-

d debidamente verificada, desmiente el primer contac-con el objeto. En primer lugar debe critic~rl? tod~:sensación, el sentido común, incluso la practIca masnstante, la etimología en una palabra, ya que el verbo,cho para cantar y seducir, encuentra rara.mente a~p~n-miento. Lejos de maravillarse, el pensamIento objetIvo

ebe ironizar. Sin esta vigilancia malévola, nunca toma-mos una actitud realmente objetiva. Si se trata de exa-

Page 74: Bachelard  Epistemología

minar a los hombres, iguales, hermanos, la simpatía es lab~se del método. Pero ante este mundo inerte que noVIvecon nuestra vida, que no sufre ninguna de nuestraspenas, ~ que no exalta ninguna de nuestras alegrías, de-bemos Impedir cualquier expansión, burlamos de noso-tros mismos. Los ejes de la poesía y de la ciencia en unprincipio son inversos. Todo lo que puede esperar la filo-sofía, es convertir la poesía y la ciencia en complemen-tarias, unirlas como dos contrarios bien hechos. Hay queoponer pues al espíritu poético expansivo, el espíritu cien-tífico taciturno para el que la antipatía previa es una sanaprecaución. (Psychanalyse, cap. 1, p. 9-10.)

b) La noción de «hecho científiop'»

[55] La duda universal pulverizaría irremediable-mente el dato en un montón de hechos heteróclitos. Nocorresponde a ninguna instancia real de la investigacióncientífica. La investigación científica reclama en vez dela exhibición de la duda universal, la constitución de unaproblemática. Tiene su punto de partida real en un pro~blema, aunque esté mal planteado. El yo científico es en-tonces programa de experiencias, mientras que el no-yocientífico ya es problemática constituida. En física mo-derna no se trabaja nunca sobre el desconocido absoluto.A fortiori, contra todas las tesis que afirman una irracio-nalidad fundamental, no se trabaja sobre lo incognoscible.

Dicho de otro modo, un problema científico se planteaa partir de una correlación de leyes. A falta de un proto-colo preliminar de leyes, un hecho limitado a una cons-tatación corre el riesgo de ser mal comprendido. Másc?ncretamente, afirmado dogmáticamente por un empi-nsmo que se aferra a su constatación, un hecho se infeu-da en tipos de comprensión sin relación con la cienciaactual. De aquí los errores que la ciudad científica no semolesta en juzgar. El que haya comprendido, por ejem-

p~o, la teoría científica del punto de rocío tiene concien-'~Iade aportar una prueba definitiva que cierra una anti-SUacontroversia. La técnica de un higrómetro como los~e Daniell.o Regnault- para citar sólo aparatos conoci-d?s a medlado~ ~el siglo XIX- da una garantía de objeti-VIdadmenos facI1de obtener con una simple observación«natural». Una vez recibida esta lección de objetividad,

:_:pos.e.puede com~ter el error de un Renan que cree poderrectIf~?ar ~l sentIdo común en estos términos: «El vulgotambIen pIensa que el rocío cae del cielo y apenas cree~ científico que le asegura que sale de las plantas» 1. Am-bas afirmaciones son igualmente falsas; las dos llevanla marca de un empirismo sin organización de leyes. Si elrocío cayera del cielo o si saliese de las plantas, sólo sus-citaría una mínima problemática. El fenómeno del rocíoestá racionalizado por la ley fundamental de la higro-metría ligando la tensión del vapor a la temperatura. Apo-y~?o en la racionalidad de esta ley, es posible, sin apela-ClOnalguna, resolver el problema del rocío.e Otro historiador, muy preocupado por el pensamientocientífico, es víctima de un error, como Renan. Taine es-cribien~o en 1861a su amigo de Suckau quiere ponerloal cornente de los acontecimientos de la ciencia en los-últimos meses: «En estos momentos se estudia la luzcon mucho interés; las experiencias de Fizeau demuestranque corre más rápidamente en el agua que en el aire, ylas de Becquerel hijo demuestran que todos los cuerpos~on fosforescentes» (Correspondance, t. n, p. 214).La luz

dt:va más deprisa en el agua que en el aire». Se hubiera.A~ido que decir lo contrario. Se dirá que es un simple;~psus. Sin duda. Pero con este lapsus el físico queda tan

Illrendido como un historiador al que se diría que ellpe de estado de Napoleón precedió a la Revolución148. Más concretamente, Taine se limita a dar a la ex-

Page 75: Bachelard  Epistemología

periencia de Fizeau el único valor de un hecho constatado.Si hubiera apreciado esta experiencia a partir de la pro-blemática que la hacía interesante, seguramente no hu-biera cometido este error. La experiencia de Fizeau esmás que un resultado, es una conclusión. Es un valor epis-temológico racional. Se da precisamente como una expe-riencia crucial que decide a favor de la teoría de lasondulaciones luminosas contra la teoría de la emisión. Sinduda, con la relatividad, se volverá a plantear el proble-ma, una problemática más amplia requerirá nuevos co-mentarios. Pero hace un siglo, la experiencia exigía ya unlargo comentario, una valoración, pues representabaun valor epistemológico eminente. Era algo más que unhecho histórico, más que un hecho que resulta de unaconstatación. Resolvía un problema. (Rationalisme, cap.III, p. 52-53.)

[56] En estas condiciones, un mundo que tiene yauna seguridad objetiva se nos presenta como una serie deproblemas bien definidos. Esta situación ha sido muy biendefinida por varias notas de Georges Bouligand en lasque el sabio matemático presenta con toda la claridaddeseable la dialéctica de la síntesis global, (estado actualde los conocimientos matemáticos) y problemas claramen-te planteados en función de esta síntesis global. En el te-rreno del conocimiento científico de lo real, la situaciónno está sin duda tan clara como la situación caracteriza-da por Georges Bouligand respecto al progreso de lasciencias matemáticas. Sin embargo la situación plantea lamisma dialéctica. De hecho si se quisiera describir la acti-vidad del pensamiento científico en el estilo ya célebredel existencialismo, habría que decir que el pensamientocientífico está sistemáticamente «en situación» de obje-tivación precisa, de objetivación que se expone como una

cala de precisión. Aquí vemos todavía la enorme supe-oridad de instrucción metafísica del objeto científicoOre el objeto de experiencia común, ya que es en el ex-emo de la objetivación cada vez más precisa que inter-'enen las funciones importantes de la racionalización

'del objeto. En vez del dualismo de exclusión del sujetoy del objeto, en vez de la separación de las substanciasmetafísicas cartesianas, vemos actuar la dialéctica de co-nexión entre los conocimientos objetivos y los conocimien-tos racionales.

En el trabajo de la precisión científica se pueden ob-tener los elementos de una revolución copernicana de laobjetividad. No es el objeto quien designa la precisión, esel método. Se comprenderá este matiz metafísico si nosremitimos a alguna medida primitiva. Por ejemplo, sedice que léi.palabra quilate viene del nombre de un árb~l deAfrica (kuara) cuyas semillas, ya secas, pesan aprOXIma-damente 10 mismo. Los indígenas confiados en esta regu-laridad se sirven de este grano para pesar el oro. Asípues en un primer uso, se utiliza con toda ingenuidad,de una regularidad natural, para determinar una preci-sión técnica, y esto en una medida de metal precioso. Esnecesario invertir la perspectiva para fundar el racionalis-IDode la medida.

Claro está, un objeto puede determinar muchos tiposde objetivación, muchas perspectivas de precisión, puedepertenecer a problemáticas distintas. El estudio de ~namolécula química puede desarrollarse en la perspectIva

'0 de la química y en la perspectiva de la espectrografía. Detodos modos, un objeto científico sólo es instructor re~-pecto a una construcción preliminar que hay que rectl-ficar, que hay que consolidar.. De este modo estamos siempre ante la misma parado-ja :el racionalismo es una flosofía que continúa; nuncaes realmente una filosofía que comienza.

"En estas condiciones, cualquier experiencia sobre la

Page 76: Bachelard  Epistemología

realidad ya informada por la ciencia es al mismo tiempouna experiencia sobre el pensamiento científico. Esta ex-periencia doblada del racionalismo aplicado está dispues-ta a confirmar discursivamente una existencia, a la vezen el objeto y en el sujeto. La existencia del sujeto ra-cionalista no podría comprobarse con el modelo unita-rio. Toma confianza con su poder dialéctico. Es eminente-mente dialéctica y discursiva ya que debe actuar fuerade sí y en sí asumiendo una substancia y una existencia.Si hacemos ontología, es necesario que sea ontología deun devenir psíquico que provoca una ontogenia de pensa-mientos.

Cómo no ver entonces que el objeto designado y elobjeto instructor corresponden a dos instancias de obje-tivación radicalmente distintas. Ambos remiten a nivelesde existencia subjetiva valorados distintamente, la mayorparte de las discusiones filosóficas acerca de «la realidaddel mundo sensible» se hacen a propósito de objetos to-mados como ejemplos, pretextos U ocasiones -es decir,al nivel de la instancia de objetivación del objeto desig-nado. Pero el objeto simplemente designado no es real-mente un buen signo de unión Rara dos espíritus que pre-tenden profundizar el conocimiento del mundo sensible.Por ejemplo, nada más inconciliable que las actitudes fi-losóficas ante un objeto familiar según se tome este ob-jeto en su ambiente de familiaridad o en su individuali-dad necesariamente original. Y se trata todavía de otracosa cuando se quiere estudiar un fenómeno'enraizado énun objeto, una materia, un cristal, una luz. Inmediata-mente se presenta la necesidad del programa de experien-cias y la obligación, para dos espíritus que quieren ins-truirse mutuamente, de ponerse en una misma línea deprofundización. Ya no se trata entonces de designacióninmediata e intuitiva, sino de una designación progresivay discursiva, cortada por numerosas rectificaciones.

Para esquematizar la rivalidad entre el racionalismo y

1 empirismo en esta toma de objetos, se podría evocarste breve diálogo:

El empirista acostumbra a decir al racionalista: «Sé10 que va usted a decir.» A esto, el racionalista debe res-ponder: «¡Bien! En este caso, usted es tan racionalistacomo yo acerca del tema del que discutimos.» El otrocontinúa: «Usted, racionalista, no adivina lo que voy adecir.» «Sin duda, responde el racionalista, pero adivinoque hablará usted fuera del tema del que discutimos.»

Ya vemos como desde el punto de vista del conoci-miento científico, el objeto designado por el conocimien-to común no tiene capacidad de retención. Localiza antesuna palabra en un vocabulario que una cosa en un uni-verso. El objeto designado por el esto, aunque sea con elíndice, lo es normalmente en un lenguaje, con cierto tipode llamada. Ante un objeto que me designan por su nom-bre habitual, nunca sé si es el nombre o la cosa lo quepienso, o incluso esta mezcla de cosa y de nombre, infor-me, monstruosa, en la que ni la experiencia ni el lenguajese dan en su acción mayor, en su trabajo de interpsicolo-gía efectiva. (Ration:o.lisme, cap. III, p. 54-55.)

[57] Todo se aclarará si situamos el objeto de cono-cimiento en una problemática, si lo indicamos en un pro-ceso discursivo de instrucción, como un elemento situa-do entre racionalismo enseñante y racionalismo enseñado.No hace falta decir que se trata ahora de un objeto inte-resante, de un objeto para el que no se ha acabado elproceso de objetivación, de un objeto que no remite puray simplemente a un pasado de conocimiento incrustadoen un nombre. Para decido de pasada, ¿no es una ironíade un sino de filósofo que muchos existencialismos sequ,edan en nominalismos? Creyendo ponerse al margen

Page 77: Bachelard  Epistemología

de las filosofías del conocimiento, las doctrinas existen-cialistas se limitan, en muchos casos, a las doctrinas delr~co~ocimiento. Y, a menudo, pretendiendo vivir su expe-nenCIa presente, dejan a las cosas su pasado de cosasreconocidas. El objeto reconocido y nombrado les ocultael objeto que hay que conocer. Si hacemos a un existen-cialista una objección de esta tendencia al pasado de sut:oría del conocimiento, se vuelve de una sola pieza ha-CIaun futuro de conocimientos y empieza a desarróllar,ante cualquier objeto de la vida común, la singularidadde su actitud de sujeto abierto a cualquier conocimientoprogresivo.

La posición del objeto científico, del objeto actual-mente instructor, es mucho más compleja, mucho másc?mp'rometida. Reclama la unidad del método y la expe~nenCIa. Hay que conocer entonces el método de conoci-miento para alcanzar el objeto del conocimiento, es decir,en el rei~o deL~,?<r;9~~!,I1~en,t9metodológicamente valoriza-do, el obJeto~usceptIble de transformar el método de co-nocimiento. Volveremos a insistir en esta discursividadmetafísica. Lo que necesitamos, de momento, es habersugerido al lector la idea necesaria de una problemáticaantecedente a cualquier experiencia que se quiere instruc-tiva, una problemática que se basa, antes de precisarse,sobre una duda específica, sobre una duda específica porel objeto del conocimiento. Una vez más no creemos enla eficacia de la duda en sí, de la duda que n9 está apli-cada a un objeto. (Rationalisme, cap. 111, p. 56.)

a) ¿Cortesía del espíritu científico?

[58] Ya no es el momento de un Discours de la Mé~thode. Ya Goethe, al final de su vida escribía: «Descartes

hecho y rehecho varias veces su DisC'oursde la Métho-. Sin embargo, tal como lo poseemos hoy, no nos pueder de ninguna ayuda». No sería tan severo como Goethe.ro las reglas generales del método cartesiano ya songlas por sí mismas. Representan, para decido de algún

'modo, la cortesía del espíritu científico; son, para un con-..greso como el nuestro, las costumbres evidentes del hom·bre bien acompañado. ¿Sería un científico el hombre quetomase una cosa por cierta antes de haberlo comprobado?¿Tendría audiencia en un congreso científico aquel queno condujera sus pensamientos en orden teniendo siem-pre presente en el espíritu las verdades básicas de lacienCiaque cultiva?

Las dificultades ya no están aquí. Tienen sus causas enla diversidad de métodos, en la especialización de las ma-.terias, especialmente en el hecho de que los métodos cien-tíficos se desarrollan al margen -a veces en oposición-de los principios del~~ntido común, de las simples ense-ñanzas de la experiencia. Todos los métodos científicosaétivos están precisamente en auge. No son el resumen delas costumbres adquiridas en la larga práctica de unaci~ncia. No se trata de sabiduría intelectual adquirida.~ es realmente una trampa de adquisición, unaestratagema nueva, útil en la frontera del saber.

En otras palabras, un método científico es un méto-do que busca el riesgo. Seguro de su conocimiento searriesga en una adquisición. La duda está ante él y nodetrás, como en la vida cartesiana. Por eso puedo decir,

gradilocuencia, que el pensamiento científico es unpensamiento comprometido. Constantemente pone enjuego su propia constitución.

Hay más. Parece que por una paradoja insigne, el es-científico viva en la extraña esperanza de que elmétodo fracase totalmente. Ya que un fracaso,

hecho nuevo, la idea nueva, es la traviesa función:matemáticaque se sale del corsé de las derivadas conser:

Page 78: Bachelard  Epistemología

vándose honestamente continua. Se burla de los VIeJOSmaestros, sonríe de la ingenuidad de los viejos libros.Ya no recuerdo el nombre del científico -quizás esté en-tre vosotros- que ha dicho que nos apartamos de buenagana de un método fecundo con demasiada regularidad.Este método acaba por pasar de la condición de métodode descubrimiento a la condición de simple método deenseñanza. La claridad a veces hace estragos entre lasfilas del profesorado. Algunos se limitan, en el suavemurmullo de las lecciones, a una claridad antigua y retro-ceden una generación. No quisiera oscurecer este día defiesta intelectual que es la apertura de un congreso dan-do ejemplos de métodos que sólo son un pasado, peroustedes saben bien que el método sólo podría ser unarutina y, utilizando todavía una frase de Goethe: «Cual-quiera que persevere en una investigación se ve obligado,tarde o temprano a cambiar de método.» (Congreso inter-nacional de filosofía.)

[59] Interpretaríamos mal el problema de los méto-dos científicos si viéramos en los métodos, en un excesocontrario de movilidad, una serie de procedimientos sinrelación con el conjunto de verdades profundas, si juzgá-ramos su valor en función de un pragmatismo desusado,de un pragmatismo desmigajado. .

Este pragmatismo ha hecho tales estragos en la doctri-na de la ciencia, ha servido con tanta facilidad para afir-mar un escepticismo acerca de los valores de la verdad,que os pido permiso para insistir sobre el poder de cons-tante integración del saber científico moderno.

Un método particular, un método que se plantee unestudio muy especializado, si realmente es fecundo, deter-mina tales ampliaciones de la cultura que podemos sor-prendemos fácilmente de las prédicas habituales en con-

de la especialización. Sin duda pondríamos en unrieto a quienes profesan una admiración abierta hacia

:la cultura general pidiéndoles que la definieran. En sudefinición, encontraríamos fácilmente la señal indeleblede sus estudios juveniles, de modo que podríamos decir:tllamo cultura general a lo·que mis buenos y viejos maes-tros me enseñaron. Haber sabido es a menudo una excu-sa para desinteresarse en aprender.

Por otra parte toda la polémica se aclara si evocamoslo que podríamos llamar, incluyendo precisamente a las,ciencias humanas, la cultura general científica. Con estaextensión el espíritu científico debe presentarse como elarrrlazón de una cultura general moderna.

Así pues, si seguimos la historia de las ciencias desdehace dos siglos, nos damos cuenta de que se trata a lavez de una historia de especializaciones del saber y de unahistoria de la integración en una cultura general de lasculturas especializadas. Esta capacidad de integraciónes tan grande que el temor a las especializaciones es unclaro ejemplo de temor inútil. A lo largo de la historia delas ciencias, podemos escoger quejas filosóficas que pre-tenden alertar a los espíritus en contra de la especializa-ción. Podemos sorprendemos hoy de que un Goethe en-contrara demasiado especializada la óptica de principiosdel siglo XIX. Lo que está demasiado especializado para unfilósofo es a veces un elemento de la cultura general delcientífico.

Pero el filósofo no se da cuenta de que la especializa-ción supone a menudo la actualización de una culturacientífica general. La especialización hace actuar una fuer-za largamente acumulada. .

La vida del científico encuentra una gran coherencIaén una especialidad profunda. Descubrimos entonces lafenomenología de la obstinación racionalista, la fenome-nología de la experiencia minuciosa, en una palabra, lafeltomenología de la valentía de la inteligencia.

Page 79: Bachelard  Epistemología

Para servir a una especialización el espíritu se abrea todos lados, las miradas se dirigen sobre el vasto mun-do. Y qué inmensa lectura, qué avidez de informacionesnuevas reclama una especialización moderna. Podemosdecir que se han escrito, desde hace medio siglo, más li-bros y artículos sobre el electrón que lo que se ha escritoen todas las épocas sobre la Luna.

Ved pues, dónde se manifiesta la verdadera fecundidadde la cultura, la viveza actual de la cultura. Sin duda lacomparación entre el movimiento de la Luna y el movi-miento de la caída de los cuerpos ha sido la ocasión,cuando las medidas han sido lo bastante precisas, paralas grandes síntesis newtonianas. Pero actualmente el~lectrón, esta luna de prodigios mundos minúsculos, nosmtroduce en una problemática más amplia. El estudio dela mecánica del electrón nos exige pensamientos cada vezmás generales, cada vez más envolventes. Pronto la mecá-nica de la Luna sólo será una mecánica clásica, la mecáni-ca de un electrón perezoso, de un electrón monstruosa-mente más pesado. Y los cientificos lo abandonarán a lossueños de los poetas que volverán a encontrar así una desus especialidades.

Hay que ignorar por completo la psicología del espe-cialista, del trabajador ansioso de especialización, paradescribido como un hombre con gafas que se encuentraen un callejón sin salida. En ciencia las perspectivas pre-cisas son empeños a largo alcance. (¡bid.) .

c) «Cambiando de métodos la ciencia se hace cada vezmás metódica»

[60] Hay otra razón que acentúa el valor de los mé-todos múltiples, otra razón que, a pesar del movimientode sus métodos, da a la ciencia moderna una feliz estabi-lidad. Es el hecho de que cualquier crisis profunda en el

mé~~do es inmediatamente una conciencia de la reorgani-zaclOn del método. Podéis conseguir pruebas de ello siseguís los coloquios de matemáticas, si vais hasta el fon-do de los debates sobre el determinismo.

Nos encontramos frente a los demás evidentes conflic-tos del método. Me pregunto incluso si no hay actual-mente una cierta oposición entre los esfuerzos para fun-dar la ciencia y los esfuerzos para construida. Sin dudano debemos ser víctimas de nuestras metáforas. Despuésde todo fundar, construir andamios, edificar sólo sonimágenes. En lo que respecta al edificio de la ciencia sepued:, edificar sin fundamentos. y ¡desgraciadamente!,tamblen se pueden poner los fundamentos sin edificar.Si mis. solemnes funciones de presidente del congreso nome pnvasen del placer de las polémicas vivas y amisto-sas, podría dar ejemplos. Ustedes mismos los encontra-rán. Pero en tanto que hombres de ciencia saben mejorque nadie que la ciencia no se destruye, que ninguna cri-sis interna puede detener su impulso, que su poder deintegración le permite aprovechar lo que la contradice.Una modificación en las bases de la ciencia implica unaumento en la cima. Cuando más se ahonda en la cienciamás se eleva.

Podemos, pues, estar seguros de que la multiplicaciónde métodos, al nivel que trabajen estos métodos, no puedeperjudicar la unidad de la ciencia. En otras palabras,utilizando un concepto epistemológico de Bouligand, sepuede afirmar que la síntesis global de la ciencia estátanto más asegurada por cuanto esta síntesis global irra-dia su problemática lo más lejos posible. Podemos señalarperfectamente un método que se usa, un método que, encontradicción con la etimología, ya no funciona. Pero en laciencia moderna la condena de un método supone inme-diatamente la propuesta de un método nuevo, un mé-todo joven, un método para jóvenes. Tendréis numercrosos.testimonios de ello en este congreso. No hay intereg-

Page 80: Bachelard  Epistemología

no en el desarrollo de los métodos científicos modernos.Cambiando de métodos, la ciencia se convierte cada vezen más metódica. Estamos en estado de racionalismopermanente. ([bid.)

[61] (...) El espíritu científico puede descarriarsesiguiendo dos tendencias opuestas: la atracción de losingular y la atracción de lo universal. Al nivel de concep-tualización, definiremos ambas tendencias como caracte-rísticas de un conocimiento en comprensión y de un co-nocimiento en extensión. Pero si la comprensión y laextensión de un concepto, son, una y otra ocasiones deparo epistemológico, ¿dónde están las fuentes del movi-miento espiritual? ¿Debido a qué enredamiento puede en-contrar una salida?

Habría que crear aquí una palabra nueva, entre com-prensión y extensión, para designar esta actividad delpensamiento empírico inventivo. Sería preciso que estapalabra pudiera recibir una acepción dinámica particular.En efecto, según nosotros, la riqueza de un concepto cien-tífico se mide por su poder de deformación. Esta riquezano puede atribuirse a un fenómeno aislado al que consi-deraríamos cada vez más rico en caracteres, cada vezmás rico en comprensión. Esta riqueza tampoco puedeatribuirse a una colección que reuniría a los fenómenosmás heterogéneos, que se extendería, de un modo contin-gente, hasta casos nuevos. El matiz intermedio se realiza-rá si el enriquecimiento en extensión se hace necesario,tan coordinado como la riqueza en comprensión. Paraenglobar nuevas pruebas experimentales, habrá que de-formar los conceptos primitivos, estudiar las condicionesde aplicación de un concepto en el mismo sentido delconcepto. En esta última necesidad reside, a nuestro en-

tender, el carácter dominante del nuevo racionalismo,que corresponde a una fuerte unión de la experiencia yde la razón. La división clásica que separaba la teoría desu aplicación ignoraba esta necesidad de incorporarlas condiciones de aplicación en la esencia misma de lateoría.

Como la aplicación está sometida a aproximacionessucesivas, se puede decir que el concepto científico co-rrespondiente a un fenómeno particular es la agrupaciónde las aproximaciones sucesivas bien ordenadas. La con-ceptualización científica necesita de una serie de conC;,ep-tos en vías de perfeccionamiento para recibir el dinámis-mo que plariteamos, para formar un eje de pensamieI1tosinventivos.

Esta conceptualización totaliza y actualiza la historiadel concepto. Más allá de la historia, empujada por la his-toria, suscita experiencias para deformar un estadio his-tórico del concepto. En la experiencia busca ocasionespara complicar el concepto, para aplicarlo a despecho dela resistencia del concepto, para conseguir las condicionesde aplicación que la realidad no puede reunir. Nos damoscuenta entonces de que la ciencia realiza sus objetos sinencontrados nunca acabados. La fenomenotécnica extien-de la fenomenología. Un concepto se ha convertido encientífico en la proporción en que se ha convertido en téc-nico, en que está acompañado por una técnica de rea-lización. Se comprende pues que el problema del pensa-miento científico moderno es, de nuevo, un problema fi-losóficamente intermediario. Cómo en los tiempos deAbelardo quisiéramos situarnos en una posición a medias,entre los realistas y los nominalistas, entre positivistas yformalistas, entre partidarios de hechos y partidarios designos. Nos ofrecemos a la crítica desde todos lados. (For-mation, cap. III, p. 6Q..61.)

Page 81: Bachelard  Epistemología

[62] En la ciencia moderna, las condiciones de pre-cisión se hacen cada vez más absorbentes. Sin duda yaestán mal dilucidadas. Así pues la «Toise del Cha.telet» *empotrada en 1668 en el muro exterior del gran Cha.telet,expuesta a la intemperie, usada por el control frecuentede los pesos y medidas comerciales, sirvió para determi-nar la «toise» del l'erú, que Bouguer, La Condamine yGodin se llevaron en 1735 bajo el ecuador. En las mismascondiciones la misión de Laponia dirigida por Maupertuisy Clairaut determinó la «toise» del Norte. Los científicose investigadores más prudentes y mi.nuciosos de la épocase contentan con una determinación muy tosca inclusoen las investigaciones científicas de carácter más elevado.En la opinión del astrónomo Lalande, la diferencia entrelas dos marcas puede ser hasta de una veinticincoava par-te de la línea, es decir de una décima de milímetro. Hacedoscientos años, un error de una décima de milímetro seconsideraba despreciable o difícilmente determinable.

* Antigua medida francesa de longitud, equivalente a 1949 m. (N.del T.)

A fines del siglo XVIII, el establecimiento del sistemamétrico permite investigaciones más minuciosas. Se uti-lizan nonio s y lentes. Diversos investigadores repiten nu-merosas series de determinaciones. ¿Cuál es el resultado?Delambre en su obra Sur la base du systeme métriquedécimal, da a entender que tamaños como la centésima demilímetro le parecen inaccesibles a las observaciones, in-cluso en las investigaciones científicas de mayor preciosión. Con cincuenta años de intervalo, la precisión límiteha sido decuplicada. Cien años más tarde, limitándose amedios directos, con aparatos ópticos (microscopio deaumento mediano) que los hombres de ciencia de la Con-vención hubieran podido utilizar, se alcanza una aproxi-mación de una diezmilésima de milímetro.

Finalmente en un último período, nos damos cuentade que los instrumentos directamente adaptados a la me-dida de las longitudes han dado toda la precisión quepodían dar. Para afinar el conocimiento, se necesitan mé-todos enteramente nuevos. En 1900, Benoit acababasu informe al Congreso internacional de Física con estaspalabras: «Estoy convencido de que nuestros descendien-tes 10 harán mejor que nosotros, pero para esto, segúntodas las probabilidades, 10 harán de otro modo.» Porejemplo, se irá a las interferencia s ópticas, realizando unaidea de Fizeau. Este físico escribía en 1864: «Un rayo deluz con sus series de ondulaciones extremadamente té-nues, pero perfectamente regulares, puede considerarsecomo un micrómetro natural de gran perfección, particu-larmente apto para determinar longitudes.» A veces, conmétodos diferentes, las dificultades han cambiado total-mente de aspecto. Así pues, en las determinaciones direc-tas de longitud, la parte decimal era evidentemente difícilde precisar. En los procedimientos ópticos, se trata deuna tarea relativamente fácil. El mayor obstáculo estáen conocer toda la parte que se expresa en longitud deonda con un número muy grande. Vemos de este modo•

Page 82: Bachelard  Epistemología

1 Ir

I 1\

I 1

1

'

I I1I

i 1

I

cómo interviene el papel primordial de los instrumentosen los conocimientos aproximados en física. (Essai, cap.V, p. 60-61.)

[63] Un instrumento, en la ciencia moderna es real-mente un teorema; si tomamos la construcción esquemá-tica de la experiencia parte por parte, o incluso instru-mento por instrumento, nos damos cuenta de que lashipótesis deben coordinarse desde el propió punto devista del instrumento; aparatos como el de Millikan,como los de Stern y Gedach están direotamente pensadosen función del electrón o del átomo. Las suposiciones quese hacen ahora en la base de la ciencia a propósito de loscaracteres atómicos no son simples andamiajes. Constitu-yen el verdadero armazón de nuestra ciencia experimen-tal. Por ello la doctrina de Vaihinger, por otra parte tansugestiva, no nos parece que haya despejado el verdade-ro carácter de las concepciones atómicas contemporá-neas. Para Vaihinger, el átomo no es realmente una hi-pótesis; correspondería más a una ficción 1. A parti~ d~ahí, en tanto que ficciones, todos los caracteres atnbUI-dos directamente al átomo debieran eliminarse inmedia-tamente después de-haber cumplido su función interme-diaria, exactamente del mismo modo que el símbolo dela cantidad imaginaria utilizado por el álgebra debe desa-parecer cuando se enuncian los resultados. Precisamenteporque la intuición de átomo se eHminará al final pode-mos cargada de caracteres contradictorios. Esto seríacierto incluso en lo que se refiere a las intuiciones. Vai-hinger llega a decir que una intuición, incluso si ~s.ma-terialmente falsa, sirve a menudo de un modo provlSlonalpara sustituir una intuición exacta. A nuestro parecer,este carácter deliberadamente artificial expresa mal el ca-rácter técnico cuya importancia subrayamos más arriba.

'Lo artificial puede dar perfectamente una metáfora; nopuede, como la técnica proporcionar una sintaxis suscep-tible de ligar entre sí los argumentos y las intuiciones.Como máximo, como reconoce el mismo Vaihinger, sipodemos hablar del juego de la imaginación a propósitode las hipótesis atomísticas, debemos reconocer que estejuego no es ilusorio. Lejos de conducir el entendimientoa error, facilita su tarea. (Intuitions, cap. VI, p. 140-142.)

[64] De un modo todavía más claro y casi material,podríamos determinar las distintas edades de una cienciaa través de la técnica de sus instrumentos de medida.Cada uno de los siglos transcurridos tiene su escala deprecisión particular, su grupo de decimales exactos y susinstrumentos específicos. No queremos rehacer la histo-ria de los instrumentos que ya hemos tratado en otraobra 1. Simplemente queremos señalar la dificultad dedeterminar las primeras condiciones de la medida. Porejemplo, Martine observa que los primeros termómetrosse construían con mucha imprecisión 2. « Incluso los deFlorencia cuyo grado más alto se fijaba según la máximatemperatura del sol en aquella comarca, se considerabandemasiado vagos e imprecisos». Nos damos cuenta, coneste ejemplo simple, del carácter nefasto del uso directodel termómetro. Ya que el termómetro debe informamosde la temperatura ambiente, se pide el principio de su gra-duación a indicaciones metereológicas. En una perspecti-va semejante, Hal1eypropone como punto fijo la tempe-ratura de los lugares subterráneos insensibles al veranoy al invierno. El termómetro recoge esta insensibilidad.A falta de una medida instrumental no era directamente

1. En el Essai sur la connaissance approchée (D. C.) *2. MARTINE, Dissertation sur la chaleur avec les obserwitions nou-

velles sur la construction et la comparaison des thermometres, trad.,París, 175, p. 6.

* Las notas que se añaden a las de Bachelard son de DominiqueLect>urt (D. L.)

Page 83: Bachelard  Epistemología

objetiva. En la época de Boyle, señala Martine, todavía«los termómetros eran tan variables e indeterminadosque parecían moralmente imposible establecer a travésde ellos la medida del calor y del frío, tal como la tene-mos del tiempo, de la distancia, del peso, etc.»

Ante esta carencia de técnica instrumental, no debe-mos sorprendemos de la prodigiosa variedad de los pri-meros termómetros. Pronto se encontraron de más tiposque las medidas del peso. Esta variedad es muy caracte-rística de una ciencia de aficionados. Los instrumentosde una ciudad científica constituida como la nuestra seestandarizan casi inmediatamente.

La voluntad de técnica es en nuestro tiempo tan claray tan controlada que nos sorprendemos de la toleranciade los primeros errores. Creemos que la construcción deun aparato objetivo se hace por sí sola. Todavía no vemosla cantidad de precauciones técnicas que reclama el mon-taje del más simple aparato. Por ejemplo, aparentemen-te, ¿hay algo más simple que el montaje en forma de baró-metro de la experiencia de Torricelli? Sólo llenar el tuborequiere particular atención. El más mínimo error en estesentido, la menor burbuja que quede, determina dife-rencias notables en la altura barométrica. El aficionadoRomas, en la pequeña ciudad de Nérac, observaba lasdiferentes variaciones de cincuenta aparatos. En la mismaépoca se multiplicaban las observaciones para determi-nar la influencia de las variaciones barométricas sobrediversas enfermedades. De este modo el aparato y el ob-jeto de la medida aparecían a la vez mal adaptados, unoy otro de las buenas condiciones de un conocimientoobjetivo. En el primitivo conocimiento instrumental ve-mos levantarse el mismo obstáculo que en el conocimien-to objetivo ordinario: el fenómeno no proporcionabanecesariamente a la media la variable más regular. Al con-trario, a medida que los instrumento~ se harán más pre-cisos, su producto científico estará mejor definido. El

econocimiento se hace objetivo en la proporción en que sehace instrumental.

La doctrina de la sensibilidad experimental es unaconcepción muy moderna. Antes de cualquier empresa ex-perimental un físico debe determinar la sensibilidad desus aparatos. El espíritu precientífico no lo hace. La mar-quesa de ChMelet estuvo muy cerca de la experiencia queJoule realizó un siglo más tarde sin verla viable. Dijoexplícitamente: «Si el movimiento produjera el fuego, elagua fría, sacuaida con fuerza, se calentaría, pero esto noocurre de un modo sensible; si se calienta es con muchadificultad.» El fenómeno que la mano no distingue de unmodo sensible hubiera sido señalado por un termómetroordinario. La determinación del equivalente mecánico delcalor sólo será el estudio de este calentamiento difícil.Nos sorprenderemos menos de esta ausencia de perspi-cacia experimental si consideramos la mezcla de intui-ciones de laboratorio y de intuiciones naturales. AsíVoltaire pregunta, al igual que la marquesa de Chatelet,por qué los vientos violentos del Norte no producen calor.Como vemos, el espíritu precientífico no es una doctrinaclara de lo grande y de lo pequeño. Los mezcla. Lo quemás le falta al espíritu es quizás una doctrina de los erro-.•'es experimentales. (Formation, cap. XI, p. 216-217.)

[65] ¿Cómo no inscribir a partir de ahora en la filo-sofía fundamental del pensamiento científico a partir desu estatuto intersubjetivo, su carácter social ineluctable?Pues, a fin de cuentas, la esencial pluralidad de los pen-sadores de un determinado pensamiento científico deter-mina, como dice el poeta, «la expresión del hombre a la

Page 84: Bachelard  Epistemología

milésima persona del singular» 1, se trata de una genera-ción de hombres de cienca unificada en la singularidadde una nueva verdad, en la artificiosidad de una expe-riencia desconocida por las generaciones anteriores. Pare-ce que el carácter social de las ciencias físicas se designeprecisamente por el programa evidente de estas ciencias.El trabajador aislado debe confesar que «sólo no lo hu-bieraencontrado». Este progreso da a esas ciencias URaverdadera historia de la enseñanza cuyo carácter socialno puede pasar desapercibido. La comunión del raciona-lismo que enseña y del racionalismo enseñado que hemosintentado caracterizar en nuestra obra anterior (se tratade Rationalisme appliqué) da al espíritu científico ladinámica de un crecimiento regular, la dinámica de unprogreso seguro, de un progreso confirmado psicológica-mente y socialmente por la expansión de las fuerzas cul-turales. El hombre duda. La Escuela --en ciencias- noduda. La Escuela -en ciencias- arrastra. La cultura cien-tífica impone sus tareas, su línea de crecimiento. Las uto-pías filosóficas no pueden hacer nada. El idealismo noenseña nada. Hay que ir a la escuela, a la escuela tal comoes, en 10 que se convierte en el pensamiento social que latransforma.

y ya que no queremos olvidar ninguno de los caracte-res que determinan la evolución del pensamiento científi-co debemos indicar la extraordinaria importancia del li-br~ científico moderno. Las fuerzas culturales quieren lacoherencia y la organización de los libros. El pensamientocientífico es un libro activo, un libro a la vez audaz yprudente, un libro de ensayo, un libro del que quisiéra-mos dar ya una nueva edición, una edición mejorada, re-fundida, reorganizada. Se trata realmente del ser de unpensamiento en vías de crecimiento. Si olvidamos estecarácter de solidez sucesiva de la cultura científica mo-

1. Henri PICHEITB, Prefacio de el Grenier sur l'eau de EmmanuelLOOTEN.

derna, se mide mal su acción psicológica. El filósofo ha-bía de fenómenos y de númenes. ¿Por qué no prestar aten-ción al ser del libro, al bibliómano? ¿Un filósofo escépticopregunta si existe el electrón? No supone rehuir el debateresponder con el argumento del libro: el número de li-bros escritos sobre el electrón en cincuenta años sin dudaes mayor que el número de libros escritos sobre la lunaen quinientos años. ¡Existir a través del libro, es ya unaexistencia, una existencia tan humana, tan sólidamentehumana! En vano se objetará que la luna «existe» parados millones de hombres -con gran variedad de valoresontológicos y precisamente sin mucha garantía de obje-tividad común- mientras que el electrón sólo existe paraalgunos miles de físicos enterados que transmiten su cul-tura a algunos cientos de miles de lectores atentos. Peroen esto precisamente se hace necesario edificar una filo-sofía de la cultura científica en la que se indiquen todaslas ocasiones de dar una jerarquía de valores de reali-dad. Esta filosofía de la cultura científica es muy distintadel positivismo ya que, lejos de satisfacerse con los re-sultados adquiridos, esta filosofía se interesa aventura-damente en una discusión acerca de los valores filosóficosde los temas más variados de la experiencia y acerca delas distintas dialécticas que transtornan y reorganizan losvalores racionales. Con estos esfuerzos la naturaleza sepone bajo el signo del hombre activo, del hombre queinscribe la técnica en la naturaleza 1. La coherencia hu-mana alrededor de un ser técnico es en definitiva másfuerte que alrededor de un objeto natural. Ahora bien, latécnica no se descubre, se aprende en la enseñanza, setransmite en diagramas. Nos encontramos frente a valoresde objetividad codificados. (Activité, Intr., p. 7-9.)

Page 85: Bachelard  Epistemología

[66] Vemos aparecer el teórico no solitario. Nume-rosas memorias técnicas llevan frecuentemente variasfirmas. En el primer trimestre de 1948 aparecieron seten-ta memorias en The Physical Review, la mitad únicamentevan firmadas por un solo nombre. Veintidós memoriasaparecen con dos nombres. Ocho con tres. Cuatro memo-rias son el resultado de la colaboración de cuatro autores.Esta operación en el descubrimiento racionalista es señalde los nuevos tiempos. La historia de las matemáticashasta el siglo xx no nos da ni un solo ejemplo de unamatemática a dos voces.

Sin embargo este pequeño recuerdo no nos da unaidea suficiente de la comunión de los teóricos. Del mismomodo que una técnica particular implica construir todauna ciudad, una ciudad-fábrica, para crear algunos áto-mos de plutonio, para alojar algunos corpúsculos más enel ínfimo núcleo de un átomo, para provocar su energíamonstruosa, una energía sin comparación con las fuerzasde la tempestad, del mismo modo, una enorme prepara-ción teórica reclama el esfuerzo de toda la ciudad teórica.

Ambas sociedades, la sociedad teórica y la sociedadtécnica, se tocan, cooperan. Estas dos sociedades se com-prenden. Esta comprensión mútua, íntima, activa, es elhecho filosófico nuevo. No se trata de una comprensiónnatural. Para alcanzarla no basta con profundizar una cla-ridad espiritual nativa o rehacer, con mayor precisiónuna experiencia objetiva corriente. Hay que adherimosresueltamente a la ciencia de nuestro tiempo. En primerlugar, hay que leer libros, muchos libros difíciles y situar-se, poco a poco, en la perspectiva de las dificultades. ~s-tas son las tareas. En el otro eje del trabajo científico,desde el lado científico, hay que manejar, en equipo, apa-ratos que son a menudo, de un modo paradójico, delica-dos y poderosos. Esta convergencia de la exactitud y de

la fuerza.no corresponde, en el mundo sublunar, a ningu-na necesIdad natural. Siguiendo la física contemporáneahem?s abandonado la naturaleza, para entrar en unafdbnca de fenómenos.

?bjetividad racional, objetividad técnica, objetividadSOCIalson ya tres caracteres fuertemente ligados. Si olvi-damos uno sólo de estos caracteres de la cultura cientí-fica moderna, entramos en el terreno de la utopía.

U~a filosofía de las ciencias que no quiera ser utópicadebe mtentar formular una síntesis de estos tres caracte-res. En particular, a ella pertoca sin duda la tarea de mos-trar la importancia del carácter intersubjetivo del ca-r~cter histórico y social del pensamiento filosÓfico. LafIlosofía de las ciencias tiene la tarea de poner en evidencialos valores de la ciencia. Debe rehacer, en todos los perío-dos del "desarrollo de la ciencia, la tradicional disertaciónacerca del valor de la ciencia. A ella corresponde tambiénla tarea de estudiar psicológicamente los intereses cultu-rales, la tareá de determinar los elementos de una verda-dera orientación profesional de la cultura científica(Activité, Intr., p. 9-10.) .

[67] Ya que la especialización del pensamiento cien-tífico está necesariamente precedida por una cultura cien-t~f!ca sólida que precisamente determina la especializa-ClOn, podemos sorprendemos de que la especializacióncientífica sea tan fácilmente, tan constantemente denun-ciada como una mutilación del pensamiento. Incluso enépocas en las que el pensamiento científico era a nuestroparecer, muy general y fácil, volvemos a encontrar las~ismas condenas, las mismas advertencias contra los pe-IIgr?S que am.ena~an a partir de la especialización, el por-vemr de la CIenCIa.Hace algo más de un siglo, Goethe,que durante toda su vida había luchado contra la infor-

Page 86: Bachelard  Epistemología

mación matemática de los fenómenos físicos, lamentabala tendencia de la ciencia hacia la especialización. ¿Y noes sintomático que se encuentren en el mismo juicio unGoethe y un Jéróme Paturot? Louis Raybaud 1 escribíaen 1843: «A costa de empujar la ciencia hacia los espe-cialistas, de perfilar los detalles, si podemos decirlo así,se llega a una especie de quintaesencia en la que todo sedescompone. En química, tengo miedo de que hayamosllegado a este extremo y también en matemáticas.» Y mu-chas páginas dicen textualmente, en esta vieja novela, lasbromas de hoy contra los sabios «encerrados en una espe-cialidad», contra el químico que ha descubierto que «elprotóxido de manganeso es isomorfo con el de hierro, ysu sesquióxido con el peróxido de hierro». El isomorfis-mo no interesa a Jeróme Paturot y ya que la química lointroduciría en problemas tan especializados, tampoco laquímica le dará «una posición social». Él, que se creefilosóficamente espiritual demuestra ser muy inocentejuzgando los valores científicos. Y, como mínimo, estosjuicios, aunque sean pronunciados por un gran hombrecomo Goethe o por un burgués medio como el héroe deLouis Raybaud, deben sorprendemos por su ineficacia.La ciencia sigue tranquilamente sus caminos. Pero sinocuparnos más de los ecos de estas críticas de autor,sin examinar por más tiempo los reproch~s de los partida-rios de la cultura general, de estos filósofos que creenpoder convertirse en jueces en los terrenos que apenasfrecuentan y que son, al contrario de una frase célebre,como esferas cuya circunferencia está por todas partesy el centro en ninguna, tomemos el problema de la espe-cialización en su aspecto positivo y actual.

En primer lugar hay un hecho claro: la especializa-ción del pensamiento científico tiene una recurrencia tan

1. Louis RAYBAUD, Jérome Paturot ti la recherche d'une position so-ciale, 1858, p. 264.

profunda hacia el pasado del saber que re encuentra todala eficacia de los pensamientos generales y estimula lasespecializaciones paralelas. En suma, la especialidad ac-tualiza una generalidad y prepara dialécticas. Da unaprueba precisa de la generalidad, una verificación deta-llada. La especialización es necesariamente del reino de lasegunda aproximación epistemológica. Y no hay ejemplode una segunda aproximación que no conserve el benefi-cio de una primera aproximación. Cualquier útil especial,por muy elemental que sea, rectifica ya una utilidad de-masiado vaga, una utilidad demasiado cercana de unanecesidad primitiva y que el existencialismo denuncia fá-cilmente. Sin duda podemos utilizar cualquier cuerpo só-lido para hacer de palanca y para dar satisfacción a la vo-luntad de potencia. Pero se hace mejor de palanca y secomprende si se toma una barra de hierro. Se ha especia-lizado un utensilio. Si el utensilio llega a faltar se le bus-cará más inteligentemente un sustituto.

Por último; las culturas más especializadas son las que. permiten más fácilmente las substituciones. Para conven-cerse de ello, basta con seguir los progresos esencialmen-te dialécticos de los pensamientos y de las técnicas espe-cializadas en los que un perfeccionamiento de detalleexige a veces una reforma de los procedimientos de fabri-cación. Esta aptitud para las substituciones debe colocar-se al nivel de un valor de primer plano.

Las culturas especializadas son también las que tie-nen una reacción más delicada frente a los fracasos y re-quieren, pues, más cambios. Las rutinas son incorregi-bles y las ideas generales son lo bastante vagas para quese encuentre siempre el medio de verificarlas. Las ideasgenerales son motivo de inmovilidad. Es por ello que pa-san por fundamentales.

Lo mismo ocurre en el terreno de los pensamientosteóricos. Quien se haya especializado en una cuestión de,álg&bra ha ensanchado necesariamente una cultura alge-

Page 87: Bachelard  Epistemología

bráica general. Una especialización supone un profundoempeño de cultura. Se trata de una cultura que quiereun futuro y que posee además de su experiencia, unaproblemática. Una cultura científica sin especializacio-nes sería una herramienta sin punta, unas tijeras con losfilos desgastados.

La especialización científica determina la relación delpensamiento científico a una tarea, que no es siemprela misma, pero que quiere renovarse siempre. Esta rela-ción es la condición de la introducción vigorosa de unespíritu en un terreno de investigación. Sin comprenderesta dialéctica de la relación y de la introducción se des-conocen las virtudes renovadoras de la investigación cien-tífica especializada. La cultura general que preconizan losfilósofos se queda a menudo en una cultura incoativa.

Tampoco hay que hacer de la disposición del espírituun valor absoluto, ya que se necesita que el espíritu cien-tífico tenga, correlativamente, una virtud de posición deobjeto. Leyendo ciertos fenomenólogos, se puede creerque el leitmotiv: el pensamiento es siempre pensamientode algo, es suficiente para definir la vía de objetividadcentral. Pero aquí aparece el doblete epistemológico: apli-cabilidad y aplicación. El pensamiento vagabundo no ca-racteriza más el pensamiento humano al igual que elamor inconstante no recibe el verdadero carácter de amorhumano. El poder de fijación es, en definitiva, el carácterpositivo de la disponibilidad del espíritu sereno. Este po-der de fijación no rechaza las objeciones; rechaza las dis-tracciones. Mientras no se haya realizado el doble ancla-je en el mundo del sujeto y en el mundo del objeto, elpensamiento no encuentra las raíces de la eficacia. En de-finitiva, el filósofo alejado del pensamiento científico nove todo el valor de un interés objetivo porque el objetocomún no determina realmente un interés. Fuera del in-terés estético y del interés científico, el objeto quedacomo un objetivo efímero. Si el objeto es un utensilio,

~,<sele plantea una utilidad momentánea utilidad>de oponerse perfectamente a una utilid~d en otro~~e pue-:;El c?s.mosde ~a.utilidad es un t~jido de contradicc~~:~~:,:;yamm ya .decIa. «Del ~sno, ammal tan útil al hombre~:.nacenabeJor~os, enemIgos del bienestar del hombre»'¡!F~~ra de los mtereses estéticos y científicos el ser es u~tO, ~etodel mundo sin horizonte. Con el pens~iento cien-i~df~o a~arece en ~l,obje~o una perspectiva de profundi-!;da . La.I~~orporacIOnobjetiva se fortalece en una escala¿ .e precIsIOn:en !a sucesión de precisiones cada vez más},~mas,aprox.ImacIOnesque están ligadas a un mismo ob-~;J~toy qu~ s~nembargo se designan unas tras otras como;".nIveles dIstmtos del conocimiento obJ'etI'vo S· . d( t' . Igmen o'''i e~ ~ persp:ctIva de los n~ve~es.objetivos ordenados, el es-1~pmtu se eJer~een una dIscIphna de rectificación. Poco a"i,' poco se conVIerteen el espíritu derecho Ya qu 1 t't d dI' . e a rec 1-(,:"u e. ~ ra~on no es congénita. Incluso si nos guardamos¡del pnvIlegIo de l~ razón correcta, se reconocerá sin difi-,:'culta~ qu~ ~s.bueno tener ocasiones para aplicada. Cuan-.~.d?.mas ~IfICIles la aplicación más saludable es el ejer-"¡,CIClO..E~Ide~temente un pensamiento que se plantee una;.e~~eCIahZaCIO~demuestra buenos síntomas de rectifica-y'cIOn..N~ nos mstalamos sin más en un estudio científicoHFpecIahzado.Y a p~sar,~e 10 que piense la crítica filosó-" lca: ~n verdadero clentlflco no se instala nunca en su es-''pecI~l~dad.Está capacitado en su especialidad, es decir"e sItua entre los mejor armados para descubrir fenó-

.eno~nuevos en esta especialidad. Su cultura es así unastona de constantes reformas.Ex~mi~~dapor un psicólogo de la inteligencia, la cul-

ura cIent.IfIcaaparece como una colección de tipos derogreso m.negabl~s.~~s especializaciones en el terrenoel pensam~entocIentlfIco, son tipos particulares de pro-~eso.Segm~losretrospectivamente, supone tomar la pro-,~aperspectlv~ ~e ~rogreso preciso. La ciencia.. en susver~as espeCIahzacIOnes,nos enseña el progr~sq..Y si

\. "'-~. -,

Page 88: Bachelard  Epistemología

definimos la inteligencia como la facultad esencial de pr~-gresividad, vemos que la cult~ra ~~entífica,~stá mej~r SI-tuada que cualquier determmaclOn empmca medIantetextos para dar a conocer un nivel intelectua.l. La culturacientífica plantea a través de sus logros, objetos de pro-greso, objetivos para la necesidad intelectual de progre-sar. . l' .,

Uno de los rasgos distintivos de la espeCIaIzaclOn-ya nuestro parecer se trata de un .ras~~ afortu~ad~~ esser un logro de la sociedad de los CIentIfIcos..un m~hVI?~Oparticular no puede, mediant~ ~u .J?~opia.mvestI?aclOn,encontrar las vías de la espeCIahzaclOn.SI se dedIcara ~un trabajo especial se enraizaría en ~us costu",!,bres Prl-meras, viviría en el orgullo de su pnmera opclOn, comoestos trabajadores sin libertad técnica que alardean ?etener la mejor hacha porque se trata de su hacha y la tIe-nen -debido a una vieja costumbre- muy a mano. Estostrabajadores se han convertido en los sujetos corp~ralesde un único objeto, de un único instrumento. Envejecen,son fuertes menos fuertes, más perspicaces, menos aten-tos, y cons~rvan en las manos el ~ismo ~i~o, el mismomartillo, la misma gramática, la mIsma poetIca. En todoslos reinos de la actividad humana, los rudimentos se con-vierten en falsas especializaciones.La especial~za~i.óncie~-tífica es lo contrario de estas esclavitudes pnmItIvas. DI-namiza todo el espíritu. Trabaja. Trabaja sin cesar. ,

En resumen, la especialización nos parece que reUI~ela condición que Nietzsche da a la esencia del trabajocientífico. En ella se expresa «la fe en la solidaridad y laduración del trabajo científico, de tal modo que cadauno pueda trabajar en su lug~r, por muy hu~ilde 9-uesea,con la confianza de no trabajar en vano» «Solo eXIsteunagran parálisis: trabajar en vano, luchar en vano» 1 (Acti-vité, Intr., p. 11-14.)

El determinismo filosófico: un «monstruo intelectual»

[68] Si desarrolláramos, en todos sus detalles, lospensamientos que se resumen en el determinismo filosó-fico, retrocederíamos ante afirmaciones increíbles y porúltimo ya no nos atreveríamos a asumir el carácter mons-truoso de la hipótesis del determinismo universal. Perosi queremos tomar ejemplos precisos, damos la impre-sión de ser descorteses con los metafísicos; efectivamentehabría que preguntarles: «¿Creen ustedes sinceramenteque la coz de un caballo en el campo francés, molesta elvuelo de una mariposa en las islas de la Sonda?» 1 Encon-traríamos filósofos empeñados en decir que sí, añadiendoque, sin duda, el efecto de la causa lejana no puede serapercibido, pero existe. De este modo, piensan filosóficOrmente, aunque observen otra cosa como todo el mundo.

Estos filósofos son víctimas de la idea de espacio.Atribuyen a la realidad un tipo de existencia que sólo esuna ontología particular de la idea de espacio. El espa-cio, piensan, tiene una «existencia» ilimitada; así pues, loreal, situado en el espacio tiene la misma determinaciónuniversal que el espacio infinito. Si hacemos volver alfilósofo a la experiencia positiva, si pedimos a un filóso-fo del determinismo universal que estudie el determinis-mo de un fenómeno particular, por ejemplo el determi-nismo de un fenómeno mecánico, o el determinismo deun fenómeno electromagnético, de un fenómeno químico,responde refiriéndose a una intuición elemental de la ex-tensión infinita. Cualquier cosa puesta en cualquier parte,en cualquier momento lleva a todas partes el efecto desu existencia.

Empieza entonces para el determinismo filosófico,

1. DIDEROT, Principes philosophiques sur la matiere et le mouve.ment,

Page 89: Bachelard  Epistemología

para el determinism() que no necesita experiencias paraafirmar su absoluto, el reino de las fórmulas: Todo per-siste - Todo está en todo - Nada sale de nada - Elvacío no tiene realidad - El ser no puede ser limitadopor la nada - El universo es un todo solitario. El deter-minismo filosófico se convierte así en un comentario dela idea de totalidad. A la idea todos, tan clara cuando re-sume la cuenta que acabamos de hacer de los objetos deuna colección, sustituye la idea vaga, oscura, de un Todoindefinido.

Sin embargo los filósofos se apoyan en la opinión deLaplace: «Debemos entender la situación actual del Uni-verso como el efecto de su estado anterior y como lacausa del estado que vendrá. Una inteligencia que cono-ciera, por un instante, todas las fuerzas que animan lanaturaleza y la situación respectiva de los seres quela componen, si por otra parte fuera lo suficientementeamplia para someter estos datos a un análisis, enlazaríaen la misma fórmula los movimientos de los mayorescuerpos del universo y los del átomo más ligero; nada lesería incierto y tanto el futuro como el pasado estaríapresente a sus ojos. Todos los esfuerzos del espíritu hu-mano en la búsqueda de la verdad tienden a acercarsecontinuamente a la inteligencia que acabamos de ima-ginar.»

Este texto, frecuentemente invocado en las discusionesfilosóficas, nos parece marcado por un idealismo destem-plado, tanto más evidente por cuanto se repite a menudodel mismo Laplace, la frase: «No tengo necesidad de lahipótesis de Dios para explicar el universo.» No se prestaatención al hecho de que la hipótesis del matemático queposee una fórmula que resumiría el pasado y el futuro detodos los movimientos, es en el propio estilo de Laplace,un sustituto de «la hipótesis de Dios». De un modo máspreciso la universidad mecánica ingenua supuesta porLaplace es una simple función idealista. Realmente no ve-

OSsu aplicación a la realidad. Si el espíritu humano hi-'era realmente todos los esfuerzos para determinar todos

movimientos de las porciones más pequeñas de todo'.~1universo, llegaría a una especie de determinismo de lo·'lnsignificante. Perdido en ~n. mecanismo d? los fen~me-nos así pulverizados, el espIntu no accedena a las dlVer-$aSsignificaciones de la fenomenología. De hecho el pen-

'samiento filosófico, al igual que el pensamiento científico," sólo puede interesarse en fenómenos estructurado s, ~n

sistemas definidos, en sistemas, que, mediante una senede aproximaciones bien dirigidas, pueden definirse aisla-dos. Podríamos preguntamos, entonces, qué significadopodría plantearse Laplace si le pidiéramos que precisa!ala noción de seres que invoca. ¿Acaso los seres laplacIa-nos no son simples substancializaciones de la función deser situado? Cuando Laplace reclama, como dato prime~ro, «la sit1fflf~1>nrespectiva de los seres que componenla naturaleza». ¿Acaso no hace implícitamente estadode la materia de la que la inteligencia descompone la na-turaleza? ¿No es víctima de un enfoque idealista sin dis-cutir sin estar referido a la experiencia positiva? Bastarácon ~ambiar el tipo de experiencias, bastará con no situaral ser en el primer planteamiento de un espíritu ocioso,para que el problema de la .composi~~óny desco~p?si-ción de «la naturaleza» cambIe la nOClOnde ser. SIgUIen-do los esfuerzos efectivos del pensamiento y de la expe-riencia científica, vemos evidentemente que el ser sesitúa en terrenos de experiencias tan diversas que su des-cripción espacial y temporal no basta para decidir todassus determinaciones. Un determinismo universal limitadoa la descripción espacial -incluso si se puede expresar, in-

si no fuera una simple hipótesis idealista- no da-ría una base suficiente al estudio de la relación real de losfenómenos. (Activité, Conclusión, p. 211-213.)

Page 90: Bachelard  Epistemología

[69] Por otra parte, si fuera necesario, se podría,apoyándose en la ciencia cuántica, designar unos límitesa un determinismo mecánico que pretende implicar todoel universo a partir de una acción local particular.

En efecto, si la energía implicada en un fenómeno me-cánico particular tuviera que propagarse, como lo hacesuponer el determinismo universal, en todas las direccio-nes para ser sensibles en todos los puntos del universo,esta energía se dividiría pronto por un divisor tan grandeque caería debajo del cuanto de energía necesaria pararomper cualquier detector imaginable, cuanto de energíanecesaria, más exactamente, para cualquier decisión na-tural. Efectivamente, esta limitación no se debe única-mente a la insuficiencia de medios humanos. La autode-tección de la naturaleza está en cuestión, ";~;~al que encualquier aplicación del principio de Heisenberg. Entra-mos aquí en un terreno de litigio ya que muchos filóso-fos parecen incapaces de asumir a la vez el realismo delprincipio de Heisenberg y su papel como postulado racio-nalista, uniendo fuertemente el realismo y el racionalis-mo, siguiendo lo que creemos es el verdadero principiodel racionalismo aplicado.

De este modo cuando llevamos la mecánica a un nivelde aproximación más agudo como el de la mecánica cuán-tica, nos encontraremos siempre con una distancia a par-tir de la cual el determinismo absoluto que implica todoel espacio, que implica un espacio monolítico, se abolirá.La mecánica cuántica formulada en la microfísica tendráasí una acción rectificadora sobre las perspectivas pere-zosas de un universo ilimitado. Se puede concebir el mun-do como algo lleno, como un bloque unido que transmitemovimiento mientras se está en una visión cinematográ-fica, en una intuición que no tiene que considerar susfuerzas. El mundo sólo es, entonces, como en la física

cartesiana, un espacio enrarecido. Sólo se estudia en élun determinismo geométrico.

El mundo real y el determinismo dinámico que impli-ca exige otras intuiciones, intuiciones dinámicas para lasque se necesitaría un nuevo vocabulario filosófico. Si lapalabra inducción no tuviera ya tanto sentido, propon-dríamos que se aplicara a estas intuiciones dominadoras.Aunque se les llame intuiciones dinámicas, inducciones,conducciones, no es menos cierto que nos introducen enun realismo dir'ecto de la energía. Este realismo de laenergía nos emplaza a plantear los problemas del raciona-lismo en un reino que ya no es el reino único de la geo-metría. (Activité, Conclusión, p. 214.)

[70] En definitiva, cualquier determinismo es par-ticular, regional. Se toma desde un punto de vista espe-cial, en un orden de tamaño designado, en límites explí-citamente o tácitamente fijados.

Inversamente todo lo que estudiamos con interés cÍen-tífico está determinado, está afectado por un determinadodeterminismo. Incluso el principio de indeterminaciónde Heisenberg tiene una jurisdicción determinada; repre-senta un sector especial del determinismo con expresionesy leyes algebraicas rigurosas. En esta zona del determi-nismo, la indeterminación está codificada y se abren di-versas previsiones concernientes a la nivelación en losfenómenos realmente observables.

Pero cuando ya se ha comprendido que el pensamien-~to científico introduce el determinismo en todos los te-

'Frenos de estudio, ello no implica que según la fórmulafilosófica, todo esté determinado. Esta fórmula filosófica

,110 puede tener ningún sentido para un técnico, ya queprecisamente el papel del técnico consistirá en instalarse

;en una zona del determinismo esforzándose en suprimir•

Page 91: Bachelard  Epistemología

todo lo que podría perturbar el determinismo especialde su técnica. Apartará los parásitos, dominará las per-turbaciones, eliminará las impurezas; se propondrá unrégimen, un paso regular, un acuerdo cada vez mayor en-tre el instrumento y la ley científica. Realizará cada vezmejor su obra absorbiendo el vapor de determinismoilimitado que rodea la estructura del determinismo biendefinido que es el objetivo de su técnica. Si creyera quetodo está en todo, que todo actúa sobre todo, se privaríade su conciencia de aparato, perdería la propia base desus certidumbres técnicas. (Aotivité, Conclusión, p. 217-218.)

[71] El determinismo es entonces una noción queratifica la influencia humana sobre la naturaleza. El granfactor determinante es el factor humano, el factor huma-no de la ciencia humana. Para terminar, intentaremosponer este factor a plena luz. Para ello, aún a riesgo .derepeticiones, tomemos las cosas desde una perspectlvasuperior, reflexionemos simplemente en la noción de cau-salidad y veamos con qué fuerza se especifica esta nociónen los conocimientos científicos. Todas las distincionesque hemos hecho a propósito del determinismo las vol-veremos a encontrar, como era de esperar, a propósitode la noción de causa, con matices que legitiman, segúncreemos, algunas repeticiones.

Se entiende, efectivamente, que. la función humanaconsiste en alcanzar las causas mayores.

Pero moderaremos nuestro examen del determinismoy acabaremos nuestro libro reflexionando simple~enteacerca de la noción de causalidad tal como se preCIsa yse especifica no al nivel del conocimiento común sinomás bien al nivel de la investigación científica actual.

La noción de causa natural no es una noción de in-

uencia tan directa como se dice corrientemente. De he-o, incluso si está consagrada objetivamente, la nocióncausa, en el primitivismo de la convicción que com-

rta, implica un yo pensante ya activo, un yo que afirmepensamiento, como un sustituto de una acción, un yo

ue haya reunido, a través del pensamiento, los elementos.ndamentales que constituyen una causa y que los uti-a como un demiurgo. Esto en lo que se refiere al plangenuo. En el plan científico, la determinación de unausa requiere un sujeto que se instruye, que quiere ins-

reírse, un sujeto en vías de racionalidad. Hay que con-.iderar pues una técnica íntima de elaboración causal..Unicamente si he reunido, yo mismo, los elementos dela causa, la causalidad es objeto de una noción sintética ..:Claro está, esta reunión de elementos causalizantes pue-de hacerse por personas interpuestas. Puedo mandar a lasfuerzas «en causa»; creer que mando, imaginar que man-do. El hombre para comprender el universo crea si es

. preciso los dioses encargados del mecanismo universal.Existe un imperialismo de la causalidad, o como ocurreen cualquier imperialismo, una ficción de imperialismo.Conocer una causa natural, es imaginarse soberano de ununiverso. De ahí estas fórmulas célebres por su orgullosamodestia: saber para poder. Sin duda el imperialismoque afirma el conocimiento de una causa se dispersapronto en una administración anónima. Toda la cienciay más exactamente toda la ciudad científica, se planteacomo garantía de la validez de una ley. Hay que estable-cer la relación de saber y de poder en el detalle de laspropias leyes. Hay que comprender más allá del saber.Sólo entonces el comprender se nos apare en toda su fuer-

o' za. Comprender un fenómeno, supone entonces someterlo.a una especie de potencialidad de mi yo causante, de miyo desencadenador, de mi yo polemizador (seguro de ven-cer) con cualquier otro ser que se negase a comprenderla eausalidad del fenómeno que ahora conoce mi yo. Se

Page 92: Bachelard  Epistemología

quiera o no, una instancia de convicción personal debeplantearse si se quiere hacer la psicología integral del serracional, del ser racionalista, en su adhesión a una causa.Aquí hay una polémica, virtual, latente, sorda, se trata dela conciencia racional obtenida a través de numerososerrores. Toda una causa considerada real aparece sobreun fondo de quimeras. Son quimeras que el ser raciona-lista denunciará en los demás para demostrar su toma deconciencia de la causa real. (Activité, p. 218.)

[72] De todos modos el Universo no es un objeto. Nopodemos considerar como un estado el devenir del Uni-verso. Sólo podemos hablar del devenir de cierta cate-goría de fenómeno tomados en el Universo. Toda nuestraexperiencia y todo nuestro saber son relativos a una sec-ción de una fenomenología cuya totalidad no podemosconcebir.

No podemos hablar de causalidad si no nos apodera-mos, al menos en la imaginación, de las condiciones ini-ciales. Al descubrir las condiciones iniciales que presidenel desarrollo de un fenómeno, nos damos al menos la po-sibilidad de pensar cuando queremos el desarrollo de estefenómeno.

La causa no es entonces realmente empítrica. Siempreestá primitivamente escondida, escondida al menos en loserrores de las primeras investigaciones, escondida entrelas brumas de la ingenuidad. Sólo se conocerá una causasi entra en el sistema de las causas, si ha sufrido unexamen causal. Realmente no existen causas excepciona"les. Una causa excepcional es un milagro. Un milagro noinstruye.

Ahora bien, si siguiéramos la devalorización causal deDavid Hume, habría que decir que la causa más banallleva un resabio de excepción. Es una excepción banaliza"da. Hay que esperada, sin motivo, como una excepción.

y además la sucesión pura de causas y de efectos es

a sucesión en el tiempo humano, en un tiempo expre-do en experiencias de seres. Se trata de un tejido de-siado grueso. Se puede seguir linealmente el flujosal. Se expresa siempre de estación en estación. La'onalidad es quien da la señal de partida asegurando

ogmáticamente que el fenómeno efecto se producirá a la.llegada. Cualquier causa expresada es como un dispara-,doroNo conocemos causa de desarrollo. Felizmente todocambiará cuando se habrá matematizado la continuidad'del tiempo, cuando se haya sustituido la noción antro po-mórfica de causa por la noción científica de función, cuan-do se haya creado principios de encadenamiento medianteuna técnica de la causalidad.

Entonces se eliminará el sujeto individual. Más con-cretamente, se realizará la inversión decisiva que permitepensar la causalidad en la forma de un poder de cualquierser. Pero este ser cualquiera no sabría ser el ser empíricodedicado al empirismo del conocimiento. Es el sujeto queconoce perfectamente las certidumbres de su generalidad,es el ser racional, el ser que tiene garantías de ser el serde un racionalismo enseñante, de una fuerza para trans-mitir conocimientos racionales, en definitiva es el ser dela ciudad científica.

A través de la racionalidad de las causas expuestas enuna matemática de las funciones, se tiene la garantía deacceder a la doble objetividad de lo racional y de lo real.En sus formas primitivas, la casualidad era magia y ani-mismo, es decir relacionada con los niveles de coalescen-cia del inconsciente, donde todo está mezclado en una ne-bulosa psíquica. Bajo su forma científica más destacada,bajo su forma matemática bien elaborada, la causalidades genio. Basta para convencemos de ello con buscar enla historia de las ciencias: todas las grandes causas, todoslos grandes principios, tienen un patronimio. La abstrac-ción en relación inversa al cuadrado de las distancias es«newtoniana». La causa eléctrica está relacionada al genio

Page 93: Bachelard  Epistemología

humano, a tantos genios humanos que tranquilamente sehacen anónimos. Sin la presencia del hombre en la tierrano hay otras causas eléctricas que la que va del relám-pa~ al true~~; una luz y ruido. Sólo la sociedad puedeenVIar electncIdad a través de un hilo; únicamente ellapued: dar a los fenómenos eléctricos la causalidad linealdel hIlo, con los problemas de los enchufes. Poincaré ha-cía notar que si la historia científica hubiera querido quel~ telegra.fía si? hilos ~e encontrara antes que la telegra-fIa con hIlos, esta hubIera sido un perfeccionamiento deaquélla.

Es imposible transportar el sonido de un continentea. otro por medios naturales, por muy potentes que ima-gmemos unos altavoces. El intermediario electrónico esindispensable y este intermediario es humano, social. Porencima de la biosfera y debajo de la ionosfera el hombreha determinado una radiosfera sometida a una' causalidademinentemente técnica. Esta técnica puede indudable-mente ser molestada por parásitos, por perturbacionesmagnéticas. Sin embargo, estos parásitos, estos desórde-nes naturales, causados por la naturaleza nos permitencomprender mejor la fuerza de la organización racionaly técnica que la limita, que los anula. La causalidad téc-nu::ase establece sólidamente a pesar de la causalidad caó-tica natural (... ).

De este modo el determinismo se convierte en una doc-trina general después y no antes de la especialización delos determinismos particulares. Planteado como deter-I?ini~~o universal sería dificultar los esfuerzos de especi-fIcaclOn, detener el esfuerzo humano de determinaciónparticular. Se caería en una especie de fatalismo de lamateria, muy distinto al materialismo técnico. (Activité,Conclusion, p. 220-222.)

[73] Cuando se buscan las condiciones psicológicascI~progreso de la ciencia, se llega pronto a la convicciónd~ que hay que plantear el problema del conocimiento

VCientífico en términos de obstáculos. Y no se trata de·""considerarobstáculos externos, como la complejida.d"yla"fugacidad de los fenómenos, ni de incriminar la debili-

~aa de los sentidos y del espíritu humano: en el mismoacto de conocer, íntimamente, aparecen, por una especie.de necesidad funcional, pausas e inquietudes. Aquí 'mos-traremos causas de estancamiento e incluso de regresión,d~scubriremos causas de inercia a las que llamaremosobstáculos epistemológicos. El conocimiento de lo reales una luz que proyecta siempre sombras en alguna parte.Nunca es inmediata y plena. Las revelaciones de lo real

lson siempre recurrentes. Lo real no es nunca «lo que po-l.4ríamos pensar» sino lo que hubiéramos debido pensar.El pensamiento empírico es claro después, cuando el apa-ratQ de las razones ya está a punto. Volviendo sobre un

Page 94: Bachelard  Epistemología

pasado de errores, encontramos la verdad en un verdade-ro arrepentirse intelectual. De hecho, se conoce contraun conocimiento anterior, destruyendo conocimientos malhechos, remontando lo que, en el propio espíritu, impidela espiritualización.

La idea de partir de cero para crear y aumentar suhaber sólo puede venir de las culturas de simple yuxta-posición en las que un hecho conocido se convierte inme-diatamente en riqueza. Pero frente al misterio de lo real,el alma no puede convertirse, por decreto, en ingenua.Es pues imposible hacer tabla rasa de un solo golpe, delos conocimientos habituales. Frente a lo real, lo que secree saber claramente ofusca lo que deberíamos saber.Cuando se presenta a la cultura científica, el espíritununca es joven. Incluso es muy viejo, ya que tiene la edadde los prejuicios. Acceder a la ciencia, significa rejuvene-cer espiritualmente, aceptar una mutación brusca quedebe contradecir un pasado.

La ciencia, en su necesidad de terminar como en suprincipio se opone absolutamente a la opinión. §i ll~g~a legitimar la opinión en un punto concreto, se debe aotras razones que las que basan la opinión; de modo quela opinión está siempre, por derecho propio, en un error:La opinión piensa mal; no piensa: traduce las necesidades

i en conocimientos. Al designar los objetos por su utilidad,L~.eniega a conocerlos. No se puede basar nada' sobre laopinión: antes hay qu~ destruida, E,seLPIimer obstáculoque hay que superar. No basta con rectificada en aspec-tos concretos, manténiendo como una especie de moralprovisional un conocimiento vulgar provisional. El espí-ritu ,científico no impide tener una opinión sobre temasque no comprendemos, sobre temas que no sabemos for-mular claramente. Ante todo, hay que saber plantear losproblemas. Y a pesar de lo que se diga, en la vida cientí-fica los problemas no se plantean por sí mismos. Precisa-mente este sentido del problema da el carácter del ver-

d~~ero espíritu científic9. Para un espíritu científicocualquier conocimiento es una respuesta a una pregunta.'Si"no ha habido pregunta no puede haber conocimientocfentífico. Nada se da. Todo se construye.

Un conocimiento adquirido por un esfuerzo científicoIpuede declinar. La pregunta abstracta y sincera se gasta,,;..Iarespuesta concreta queda. A partir de ahí, la actividad

,! espiritual se invierte y se bloquea. Un obstáculo epistemo-\.-Jógicose incrusta en el conocimiento incuestionado. Cos-

tumbres intelectuales que fueron útiles y sanas pueden,a la larga, entorpecer la investigación. «Nuestro espíritu,

l/dice precisamente Bergson, tiene una tendencia irresisti-, ble a considerar más clara la idea que le sirve más a me-lnudo». La idea gana así una claridad intrínseca abusiva.

Con el uso de las ideas se valorizan indebidamente. Un va-lor en sí se opone a la circulación de valores. Es un factorde inercia para el espíritu. A veces una idea dominantepolariza totalmente un espíritu. Un epistemólogo irreve-r~nte decía, hace unos veinte alios, que los grandes hom-oreS' son útiles a la ciencia durante la primera mitad de

ysuvida y perjudiciales en la segunda mitad. El instintor formativo es tan persistente en ciertos pensadores que no; debemos alarmamos de esta broma,. Pero finalmente el!~.~tinto formativo acaba cediendo ante el instinto conse.,.-¡vaaor. qega un momento en que el espíritu prefiere loJ que confirma su saber que lo que lo contradice, o prefiere\la~spuestas a las preguntas. Entonces domina el espí-rimconservador, el crecimiento espiritual se detiene.(Formation, p. 14-16.)

w [74] La noción de obstáculo epistemológico puedeestudiarse en el desarrollo histórico del pensamiento cien-tífico y en la práctica de la educación. En uno y otro casoel estudio no es cómodo. La historia, en su principio, eshostil a cualquier juicio normativo. Y sin embargo hayque situarse desde un punto de vista normativo si quere-

Page 95: Bachelard  Epistemología

mos juzgar la eficacia de un pensamiento. Todo lo queencontramos en la historia del pensamiento científico estálejos de servir efectivamente a la evolución de este pensa-miento. Ciertos conocimientos, incluso justos, detienen de-masiado pronto investigaciones útiles. La epistemologíadebe elegir los documentos recogidos por el historiador.Debe juzgados desde el punto de vista de la razón e in-cluso desde el punto de vista de la razón evolucionada,pues sólo en nuestros días, podemos juzgar plenamentelos errores del pasado espiritual. ~or otra parte, inclusoen las ciencias experimentales, la interpretación racionalsltúa los hechos en el lugar que les corresponde. En el ejeexperiencia-razón y en el sentido de la racionalización seeI:lcuentraa la vez el riesgo y el éxito. Sólo la razón dina-miza la investigación, pues únicamente ella sugiere másallá de la experiencia común (inmediata y artificial) laexperiencia científica (indirecta y fecunda,). El esfuerzode racionalidad y de construcción debe retener la aten-ción del epistemólogo. Podemos ver aquí lo que distingueel oficio del epistemólogo del historiador de las ciencias.

~t!lhistoriador de las ciencias debe tomar las ideas comohechos. El epistemólogo debe tomar los hechos comoideas, introduciéndolos en un sistema de pensamientos.llIl..hecho mal interpretado por una época queda comoup.hecho para el historiador. Avoluntad del epistemólogoes un obstáculo, un contra-pensamiento. ... ,

Principalmente al profundizar en la noción de obstácu-lo epistemológico daremos todo su valor espiritual a lahistoria del pensamiento científico. Demasiado a menudola preocupación por la objetividad que lleva al historia-dor de las ciencias a hacer un repertorio con todos lostextos no llega hasta el extremo de medir las variacionespsicológicas en la interpretación de un mismo texto. Enuna misma época, bajo una misma palabra ¡existen con-ceptos tan distintos! Nos engaña que la misma palabra de-signe y explique a la vez. La designación es la misma, la

explicación es diferente. Por ejemplo, al teléfono, corres-ponden conceptos que difieren totalmente para el abona-do: 'para la telefonista, para el ingeniero, para el mate-matIco, preocupado por las ecuaciones diferenciales delfluido telefónico. El epistemólogo debe esforzarse puespar~ ~omprender .los conceptos científicos en síntesis psi-Col~~IcasprogresIvas, estableciendo, a propósito de cadanOClOn,una escala de conceptos, mostrando como un con-cepto produce otro, .y.s~relaciona con otro. Entonces pue-d; ~eneralgu~a pOSIbIlIdadde medir la eficacia epistemo-10gI,ca.InmedIat~~ente, el pensamiento científico apare-cera como una dIfIcultad vencida, como un obstáculo su-perado.. , E¿:J_aeducación, la noción obstáculo pedagógico tam-

bIen se desconocí1.A menudo me ha sorprendido el he-~o de que los profesores de ciencias, más incluso quelos otros, si cabe, no comprenden que no se comprenda.Son pocos los que han profundizado en la psicología delerror, de la ignorancia, de la irreflexión (oo.). Los profe-sores de ciencias imaginan que el espíritu empieza comouna lección, que siempre es posible rehacer una culturadescuidada repitiendo una clase, que se puede compren-der una demostración repitiéndola punto por punto. Nohan re~lexionado en el hecho de que el adolescente llegaa I~ clase de física con conocimientos empíricos ya cons~truIdos: se trata pues no tanto de adquirir una cultura~e:r.imental, como de cambiar de cultura experimental,d~~?~~ar los obstáculos acumulados ya por la vida cotj-dIana. Un solo ejemplo: el equilibrio de los cuerpos quenotan es objeto de una intuición familiar que es un con-junto de errores. De un modo más o menos claro seatribuye una actividad al cuerpo que flota, al cu;rpo.que nada. Si intentamos hundir con la mano un pedazo

<de madera en el agua, se resiste. No se atribuye fácilmen-t~ la resistencia al agua. A partir de aquí es bastante difí.cIl h~cer comprender el principio de Arquímedes en su

Page 96: Bachelard  Epistemología

sorprendente sencillez matemática si no se ha criticadoant~s y .d~sorganizado el impuro complejo de las prime-ras mtUIcIOnes.En particular, sin este psicoanálisis de loserrores iniciales, no se logrará nunca que se comprendaque el cuerpo que emerge y el cuerpo completamente su-mergido obedecen a la misma ley.

De este modo cualquier cultura científica debe comen-zar, como explicaremos detalladamente, por una ciertacatarsis intelectual y afectiva. Queda entonces la tareamás difícil: poner la cultura científica en estado de mo-v!lización permanente, sustituir el saber cerrado y está-tICOpor un conocimiento abierto y dinámico, dialectizartodas las variables experimentales, dar finalmente a larazón motivos para que evolucione.

Estas advertencias podrían además generalizarse: sonmás visibles en la enseñanza científica, pero encuentranun lugar a propósito de cualquier esfuerzo educativo. A lolargo de una carrera ya larga y diversa, no he visto nuncaun educador cambiar de método de educación. Un educa-dor no tiene el sentido del fracaso precisamente porquese cree un maestro El que enseña manda. Van Monakowy Mourgue han señalado precisamente esta dificultad dereforma en los métodos educativos aduciendo el pesode los instintos en los educadores l. «Hay individuos paralos que cualquier consejo relativo a los errores educativosque cometen es completamente inútil ya que estos supues-tos errores sólo son la expresión de un comportamientoinstintivo.» A decir verdad, Van Monakow y Mourguehablan de «individuos psicópatas», pero la relación psi-cológica entre maestro y discípulo es una relación fácil-mente patógena. El educador y el educado requieren unpsicoanálisis especial. En todo caso, el examen de lasformas inferiores del psiquismo no debe descuidarse siqueremos caracterizar todos los elementos de la energía

1. Gérard VARET, Essai de psychologie objective. L'ígnorance etl'irréflexion, París, 1898.

espiritual y preparar una regulación cognito-afectivaindis-pensable al progreso del espíritu científico. De un modomás preciso, descubrir los obstáculos epistemológicos, su-'pone contribuir a crear los rudimentos de un psicoanáli-s~s de la razón. (Formation, p. 16-19.)

[75] :eI1)a formación de un espíritu científico, el pri-mer obstáculo es la experiencia primera, la experiencia'situada antes y por encima de la crítica que es necesaria-mente un elemento integrante del espíritu científico. Yaq~e la crítica no opera explícitamente, la experiencia pri-mera no puede, en ningún caso, ser un apoyo seguro. Da-remos numerosas pruebas de la fragilidad de los conoci-mientos primeros, pero insistimos en oponernos claramen-te a esta filosofía fácil que se apoya en un sensualismomás o menos sincero, más o menos romántico y que pre-tende recibir directamente sus lecciones de un dat:o claro,seguro, constante, que siempre se ofrece a un espírituperfectamente abierto.

Ésta es pues la tesis filosófica que mantendremos: elespíritu científico debe formarse contra la Naturaleza,contra lo que es, en nosotros y fuera de nosotros, el im-pulso y la instrucción de la Naturaleza, contra el entu-.siasmo natural, contra el hecho vistoso y diverso. El es-píritu científico debe formarse reformándose. Sólo puedeinstruirse ante la naturaleza purificando las substanciasnaturales y ordenando los fenómenos complejos. Incluso

. la psicología se convertiría en científica si se hiciese dis-cursiva como la física, si se diera cuenta de que en noso-tros mismos y fuera de nosotros, comprendemos la na-turaleza cuando nos resistimos a ella. Desde nuestro

Page 97: Bachelard  Epistemología

punto de vista la única intuición legítima en psicología esla intuición de una inhibición. Pero éste no es el lugar paradesarrollar esta psicología esencialmente de reacción.Simplemente queremos señalar que la psicología del es-píritu científico que exponemos aquí corresponde a untipo de psicología que se podría generalizar.

Es bastante difícil comprender a primera vista el sen-tido de esta tesis, ya que la educación científica elemen-tal, en nuestros días, ha deslizado entre la naturaleza y elobservador un libro bastante correcto, bastante corregi-do. Los libros de física, pacientemente copiados unos deotros desde hace medio siglo, proporcionan a nuestroshijos una ciencia muy socializada, muy inmovilizada yque gracias a la curiosa permanencia del programa de losexámenes universitarios, llega a pasar como natural; perono lo es en absoluto; ya no lo es. Ya no es la cienciade la calle y de los campos. Se trata de una ciencia elabo-rada en un mal laboratorio, pero que por lo menos llev~la .marca feliz del laboratorio. A veces es el sector de laciudad que proporciona la corriente eléctrica y que apor-ta así los fenómenos de esta antiphysis en la que Berthe~lot reconocía la señal de los nuevos tiempos (Cinquante-naire scientifique, p. 77); las experiencias y los librosestán ahora pues separados en algun sentido de las obser-vaciones primeras.

No ocurría lo mismo durante el período precientífico,en el siglo XVIII. Entonces el libro de ciencias podía serun libro bueno o malo. No estaba contl1olado por la ense-ñanza oficial. Cuando llevaba la señal de un control setrataba a menudo de una de estas Academias de provin-cia reclutadas entre los espíritus más chismosos y mun-danos. Entonces el libro salía de la naturaleza, se inte-resaba en la vida cotidiana. Se trataba de un libro dedivulgación para el conocimiento vulgar, sin el trasfondoespiritual que convierte a menudo nuestros libros de di-vulgación en libros de altos vueltos. Autor y lector pensa-

han al mismo nivel. La cultura científica estaba comoaplastada por la cantidad y variedad de libros secunda-nos, mucho más numerosos que los libros de valor. Porel contrario es chocante que en nuestros días los libros dedivulgación científica sean libros relativamente raros.. A,,~ridun libro de enseñanza científica moderna: la

cle.Ilclaestá presente en relación a una teoría de conjunto.El carácter orgánico es tan evidente que sería difícil sal-ta,r .capítulos. Apenas acabamos de pasar las primeraspagmas, y ya no se deja hablar al sentido común; tam-poco se es~uchan.n~nca las preguntas del lector. Amigolector podna sustltmrse por una advertencia severa: 'Tencui~ado discípulo! El libro plantea sus propias pregu~tas.El lIbro manda.

Abrid un libro científico del siglo XVIII, os daréis cuen-ta de que está enraizado en la vida cotidiana. El autorconversa con su lector como un conferenciante de salón.Enlaza los intereses y las inquietudes naturales. Por ejem~plo, ¿se trata de buscar la causa del trueno? Se hablaráal lector del miedo al trueno, se intentará demostrarleque este temor es infundado, se sentirá la necesidad derepetirIe la vieja advertencia: cuando el trueno estalla elpeligro ha pasado, ya que sólo el rayo puede matar. Asíel libro del abate Poncelet 1 lleva en la primera página laAdvertencia: «Al escribir sobre el Trueno, mi intenciónprincipal ha sido siempre moderar, si era posible, las im-presiones incómodas que este meteoro acostumbra a pro-vocar en infinidad de personas de cualquier edad de cual-quier sexo, de cualquier condición. ¿A cuántos' he vistopasar los días en violentas agitaciones, y las noches eninquietudes mortales?» El abate Poncelet consagra todou~ capítulo, que resulta ser el más largo del libro, a refle-XIOnesacerca de terror que causa el trueno. Distinguecuatro tipos de temores que analiza con detalle. Un lec-

1. Abbée PONCELET, La Nature dans le formation du Tonnerre et re-prcJduction des Etres vivants, 1769.

-----_.•.._-------------------------~j.'~

Page 98: Bachelard  Epistemología

tor cualquiera tiene pues algunas posibilidades de encon-trar en el libro los elementos de su diagnóstico. Este diag-nóstico era inútil, ya que la hostilidad de la naturalezaparecía entonces, de algún modo, como más directa. Nues-tras principales causas de ansiedad son actualmente cau-sas humanas. Es del hombre de hoy que el hombre puede.recibir los mayores sufrimientos. Los fenómenos natura-\les están desarmados por estar ya explicados. Para hacercomprender la diferencia de espíritu en un siglo y mediode intervalo, preguntémonos si la página que sigue toma-da del Werther de Goethe corresponde aún a una realidadpsicológica: «Antesdel final del baile, los relámpagos, queveíamos brillar desde hacía rato en el horizonte, peroque hasta aquel momento había tomado por destellos decalor, aumentaron considerablemente; y el ruido del true-no cubrió la música. Tres damas salieron precipitadamen-te de las filas, sus galanes las siguieron, el desorden sehizo general, y los músicos se callaron ... A estas causasatribuyo las extrañas muecas que hicieron varias de es-tas damas. La más razonable se sentó en un rincón, dandola espalda a la ventana y tapándose los oídos. Otra arro-dillada ante la primera escondía la cabeza entre las ro-dillas de ésta. Una tercera se había deslizado entre susdos hermanas, a las que besaba entre torrentes de lá-grimas. Algunas querían volver a sus casas; otras todavíamás espantadas no tenían suficiente ánimo para defen-derse contra la temeridad de algunos jóvenes audaces,que parecían muy ocupados en recoger de los labios deestas hermosas afligidas los rezos que aterrorizadas, diri-gían al cielo.. '.)}Creo que parecía imposible incluir esterelato en una novela contemporánea. Tanta puerilidad.acumulada parece irreal. En nuestros días, el miedo altrueno está dominado. Sólo actúa en la soledad. No pue-de afectar a una sociedad ya que, socialmente, la doctrinadel trueno está completamente racionalizada; las vesaníasindividuales son s?lo singularidades que se ocultan. Nos

reiríamos de la anfitriona de Goethe que cierra los posti-g?S y corre las cortinas para proteger un baile. (Forma-ttOn, cap. III, p. 23"25.)

[76] Si queremos intentar caracterizar bien la seduc-ción de la idea de substancia, no debemos temer buscarsu origen incluso en el inconsciente, donde se forman laspreferencias indestructibles. La idea de substancia es unaidea tan clara, tan simple, tan poco discutida, que debedescansar en una experiencia mucho más íntima quecualquier otra.. Partiremos, pues, de algunas observaciones que inme-

?iatamente parecerán exageradas. Nos han sorprendidomcluso a nosotros al principio de nuestras reflexiones.Después, las interminables lecturas que hemos hecho delibros de alquimia, las encuestas psicológicas a las quenos hemos podido dedicar a lo largo de una enseñanzaya larga y diversa, nos han puesto en presencia de convic-ciones substancialistas tan ingenuas que ya no dudamosen hacer del realismo un instinto y en proponer para élun psicoanálisis especial. En efecto, no sólo la convic-ción primera del realismo no se discute, sino que ni si-

~

uiera se enseña. De tal modo que el realismo puede conrazón, lo cual para nosotros no es un dato a favor, llamar-e la única filosofía innata. Para juzgarlo correctamente,

¡hay que superar .inclusoel pl~no intelectual y comprender\que la substancIa de un objeto se acepta como un bienpersonal. Se toma posesión de él espiritualmente al igualque se toma posesión de una ventaja evidente. Oíd argu-mentar a un realista: inmediatamente aventaja a su ad-versario, porque cree poseer en su lugar lo real, porqueposee la riqueza de lo real mientras que su adversario,hi.jo pródigo del espíritu, corre detrás de sueños vanos.En su forma ingenua, en su forma afectiva, la certeza del

Page 99: Bachelard  Epistemología

realista procede de una alegría de avaro. ~ar.a precisarmás nuestra tesis, digamos en un tono polemlco: desde

i un punto de vista psicoanalítico y en los excesos de la!. ingenuidad, todos los realistas son avaros. Recíproca.men-'te, y esta vez sin reservas, todos l~s a~ar?s son realIstas.

El psicoanálisis que habría que mstItUIrpa~a ~urar delsubstancialismo sería el psicoanálisis del senttmtento deltener. El complejo que habría que disolver sería el com-plejo del pequeño beneficio, que podríamos llamar,. paraser más breves, el complejo de Harpagón. El complejOdelpequeño beneficio llama la atención en las pequeñas co-sas que no deben perderse ya que no se ~uelven a e~con-trar si se pierden. De este modo, un objeto pequeno seguarda con sumo cuidado. El jarrón ~rágiles el que duramás tiempo. No perder nada es en pnmer lugar una pres-cripción normativa. Esta prescripción se conviert~ a con-tinuación en una descripción; pasa de lo normativo a lopositivo. Finalmente, el axioma fundamental del realis:n0no demostrado: nada se pierde, nada se crea, es un dichode avaro. (Formation, cap. VII, p. 131-132.)

[77] Ha llegado el momento de marcar con más fuer-za más directamente, las alegrías del poseedor y las segu-ridades objetivas que aporta el mantenimi:nto de ciert~ssubstancias. La piedra preciosa es pequena y su preCIOes elevado. Concentra la riqueza. Es apropiada para con-centrar la suave meditación del propietario. Proporcionala claridad de la evidencia al complejo del pequeño bene-ficio. Normalmente, el complejo del pequeño beneficio sedesarrolla a partir de objetos insignificantes: se tratadel complejo de Laffitte recogiendo una aguja ..Pe.r~estadesviación no debe engañamos acerca del prmClplO dela tacañería inteligente: poseer mucho en un volum~,nmí-nimo. Encontramos la necesidad de la concentraclOn .delos bienes. Malouin da como «una de las grandes ventajasde la química, el reducir a veces los medicamentos a un

volumen mínimo, sin debilitar sus virtudes». Todavía ennuestros días, un radiólogo de cada dos no puede evitardecir a su cliente que un pequeño tubo de radio contienemil francos. En otro tiempo los alquimistas conservabansu polvo de proyección en un pequeño estuche. Pensabanen el oro como en una concentración de virtudes 1. «Eloro ... posee las virtudes dilatadas del Sol encerradas ensu cuerpo.» De Locques dice también: en el oro, la natu-raleza «ha recogido las virtudes como en un infinito» 2.

En esta última expresión vemos claramente que es el in-consciente quien encuentra en el oro la causa ocasionalde todos sus sueños.

La contradicción íntima entre el pequeño volumen y elprecio elevado se dobla con otra: la piedra preciosa bri-lla y se esconde. Tanto es la fortuna ostensible como lafortuna disimulada, la fortuna del prodigio como la for-tuna del avaro. El mito del tesoro escondido es imposiblesin esta condensación de bienes. Este mito anima a ge-neraciones sucesivas. El padre de Villiers de L'Isle-Adambuscó durante toda su vida el oro escondido por sus ante-pasados. Villiers de L'Isle-Adam realizó el deseo de supadre al escribir AxeZ. Cualquier rareza se localiza «a es-condidas». El oro se esconde mientras se esconda el oro.El mejor es el más oculto. Ciertos alquimistas atribuyenasí a la naturaleza un comportamiento de avaro. ThomasSonnet dice, sin pruebas: «la naturaleza escoge y eligela generación de oro de una mina y cantera particular-mente recóndita y oculta en el seno de la Tierra»3.

De este modo el oro deslumbra y atrae. Pero estaatracción y este deslumbramiento ¿son metáforas? Lee-

1. Lettre philosophique. Muy apreciada por los que disfrutan conlas Verdades herméticas. París, 1723,p. 47.

2. Nicolás de LOCOUES, Eléments philosophiques de arcanes et dudissolvant général, de leurs vertus, propriétés et effets, París, 1668,p. 49.

~. Thomas SONNET, Satyre contre les charlatans et pseudo-médecinsempyriques, París, 1610,p. 194.

Page 100: Bachelard  Epistemología

mos en la Chimie médicinale de Malouin, impresa en1755(t. II. p. 5): «He notado en el Jardín Real una ciertaalegría pintada en la cara de los oyentes, a la vista del oroque les ponían ante los ojos, antes de disolverlo.» Yo mis-mo he hecho a menudo la misma observación: cuandoen tiempos de escolares acabábamos de disolver la hojade oro en agua de cloro, me planteaba preguntas, escrú-pulos. ¿Se perderíaJ la hoja de oro? Esta muerte de unariqueza perfecta, de una riqueza indiscutida daba a laclase un instante dramático. Ante este interés apasionadonos explicamos más fácilmente que Malouin continúeafirmando con toda tranquilidad que (p. 6) «el oro (lla-mado Mathiole sobre Dioscoride) tiene una cierta virtudde atracción por la que aligera los corazones de los quelo miran.» No se trata de un simple recurso a la erudi-ción ya que Malouin dice por su cuenta: «el oro fortalecemaravillosamente el corazón». De este modo este buenquímico del siglo XVIII pasa insensiblemente de la alegríapintada en el rostro, signo de un consuelo ambiguo, auna acción tónica positiva sobre la más noble de lasvísceras. Un paso más y si nos atrevemos, digerirá sualegría para recordamos que la dirección es el signode la más suave y segura de las posesiones. Malouin es-cribe efectivamente: el oro es «un buen remedio para ladisentería». (Formation, p. 138-139.)

[78] La palabra vida es una palabra mágica. Es unapalabra valorizada. Cualquier otro principio palidececuando se puede invocar un principio vital. El libro delconde Tressan (2 tomos de 400 páginas cada uno) estable-ce una síntesis que reúne a todos los fenómenos en laintuición única de una materia viva que manda sobreuna materia muerta. El fluido eléctrico como materiaviva anima y mueve todo el universo, los astros y las

_~ ...A

plantas, los corazones y las semillas. Es la fuente de cual-quier impulso, de cualquier fermentación, de cualquiercrecimiento, ya que «se repele a sí mismo». En esta obra,podemos sorprender fácilmente la intuición de una in-tensidad de algún modo indefinida, inagotable, mediantela que el autor condensa un valor vital sobre un materialinfinitamente pequeño. Sin ninguna prueba, sólo por elsimple atractivo de una afirmación valorizadora, el autoratribuye un poder sin límites a algunos elementos. Setrata incluso de un signo poder escapar a la experiencia.«La materia muerta es inerte y sin forma orgánica, lamateria viva un millón de veces más ténue que la mo-lécula más pequeña de materia muerta, que el mejormicroscopio, nos permita distinguir ... » Podemos buscaren el enorme tratado del conde de Tressan, no encontra-remos nada para demostrar esta pequeñez, ni nada quepermita legitimar esta substancialización de un impulsovital. Aquí sólo hay, una vez más, las metáforas seductorasde la vida. No se trata de una intuición de un único au-tor. El conde de La Cépede escribe como un axioma en1781: «La expansibilidad no puede convenir de ningunamanera a la materia muerta» 1. Todo impulso es vital.

La vida marca las substancias que anima de un valorindiscutido. Cuando una substancia deja de estar anima-da, pierde algo esencial. Una materia que abandona unser vivo pierde propiedades importantes. «La cera y laseda se encuentran en esta situación, ambas son inelectri-ficables. Para llevar más lejos este razonamiento, la ceray la seda sólo son efectivamente, excrementos de cuerposque han estado vivos» (p. 13.) (Formation, cap. VIII, p.154-155.)

~1. Conde de LA CÉPEDE,Essai sur l'électricité naturelle et artifidelle,2 vol., París, 1781, t. 11. p. 32.

Page 101: Bachelard  Epistemología

[79] Un psicoanálisis completo del inconsciente cien-tífico debería iniciar un estudio de los sentimientos máso menos inspirados por la libido. En particular habríaque examinar la voluntad de poder que la libido ejercesobre las cosas, sobre los animales. Se trata, sin dudade una desviación de la voluntad de poder, que en toda suplenitud es una voluntad para dominar a los hombres.Esta desviación es quizás una compensación. En cualquiercaso, es muy aparente ante representaciones consideradascomo peligrosas. Sólo aportaremos un ejemplo que nosparece requiere un psicoanálisis especial. Se trata del casode un orgullo vencido, de una fuerza ostensible, símbo-lo de una impotencia latente. Veremos a un orgulloso tau-maturgo caído en su propia trampa.

La vista de ciertos objetos, de ciertos seres vivos, estácargada de tal masa de afectividad que sería interesantesorprender los desfallecimiento s de los espíritus fuertesque se vanaglorian de estudiarlos. He aquí un relato di-vertido del abate Rousseau 1 (p. 34.) «Van Helmont diceque si ponemos un sapo en una vasija lo bastante hondapara que no pueda salir y si 10 miramos fijamente, unavez el animal ha hecho todos los esfuerzos para saltarfuera de la vasija y salir, se gira os mira fíjamente, y po-cos momentos después cae muerto. Van Helmont atribuyeeste efecto a una idea de miedo terrible que el sapo con-cibe al ver al hombre. Debido a la atención prolongada,se excita y se exalta hasta el punto de ahogar al animal.Lo he realizado cuatro veces y encuentro que Van Hel-mont tenía razón. Una vez, cuando en Egipto realicé estaexperiencia por tercera vez ante un turco, gritó que yo eraun santo al matar con mi vista un animal que creen pro-ducido por el diablo ...»

¡Ahí tenemos al taumaturgo en toda su gloria! Vea-mos ahora la derrota que nos permitirá ver la ambiva-lencia exacta de una valentía tan mal empleada. «Perocuando quise hacer lo mismo en Lyon por última vez...en vez de que el sapo muriera, fui yo quien creyó morir.El animal después de intentar salir inútilmente, se volvióhacia mí; e hinchándose extraordinariamente y levantán-dose sobre sus cuatro patas, soplaba impetuosamente sinmoverse de sitio, y me miraba sin apartar los ojos, queveía enrojecer e inflamarse por momentos; me cogió derepente una debilidad general, que me hizo desmayar, mellenó de un sudor frío y una evacuación de hez y orines.Me creyeron muerto. Sólo tenía Theriaque y polvos devíbora, de los que me dieron una gran dosis que me hizovolver en sí; y continué tomándolos mañana y noche du-rante los ocho días que me duró la debilidad. No quierocitar todos los efectos notables que este animal puedeprovocar.»

Nos parece que esta página da un buen ejemplo deesta conctetización del miedo que afecta a tantas cultu-ras precientíficas. La valoración de los polvos de víborase hace en parte a partir de un miedo vencido. El triunfosobre la repugnancia y el miedo bastan para valorizar elobjeto. El medicamento se convierte en un trofeo. Puedeperfectamente ayudar a un rechazo y este rechazo, mate-rializado de alguna manera, puede ayudar al inconsciente.Llegaríamos fácilmente a la doctrina que dice que hayque cuidar tontamente a los tontos y que el inconscientenecesita descargarse mediante procedimientos grosera·mente materialistas, groseramente concretos. (Formation,cap. X, p. 207~209.)

[80] Se dirá además que todas las metáforas están .gastadas y que el espíritu moderno, debido a la propiamovilidad de las metáforas ha triunfado sobre las seduc-ciones afectivas que ya no impiden el conocimiento de los

Page 102: Bachelard  Epistemología

objetos. Así pues si queremos examinar bien lo que ocu-rre en un espíritu en formación, situado ante una nuevaexperiencia, nos sorprenderíamos al encontrar en primerlugar, pensamientos sexuales. De este modo es muy sinto-mático que una reacción química en la que entran en jue-go dos cuerpos distintos sea inmediatamente sexualizada,a veces de un modo atenuado, por la determinación deuno de los cuerpos como activo y del otro como pasivo.Enseñando química, he podido constatar que, en la reac-ción del ácido y de la base, la casi totalidad de los alum-nos atribuyen el papel activo al ácido y el pasivo a labase. Profundizando un poco en el inconsciente, no tar-damos en apercibimos de que la base es fenemina y elácido masculino. El hecho de que el producto sea unasal neutra provoca algún efecto psicoanalítico. Boerhaavehabla todavía de sales hermafroditas. Estos puntos devista son verdaderos obstáculos. Así pues, la noción de sa-les básicas es una noción más difícil de admitir, en laenseñanza elemental, que la noción de sales ácidas. Elácido ha recibido un privilegio explicativo por el solohecho de haber sido planteado como activo respecto a labase.

He aquí un texto del siglo XVII que nos puede llevara las mismas conclusiones. «El ácido se fermenta con ál·cali, ya que una vez ha introducido su pequeña punta,en alguno de sus poros, y sin haber perdido todavía sumovimiento, hace esfuerzos para empujar más allá. Poreste medio, amplía las partes, de modo que el poco ácidoque hay en el álcali, al no encontrarse ya tan apretado, seune a su liberador, para sacudir conjuntamente el yugoque le había impuesto la naturaleza.» Un espíritu cientí-fico, que sea de formación racionalista o de formaciónexperimental, geometra o químico, no encontrará en estapágina ningún elemento de reflexión, ninguna preguntasensata, ningún esquema descriptivo. Ni siquiera puede;criticarla, de tanta distancia que hay entre la explicación

figurada y la experiencia qUlmlca. Por el contrario unpsicoanalista no tendrá dificultad en descubrir la fuenteexacta de la convicción.

Si supiéramos provocar las confidencias acerca del es-tado de ánimo que acompaña los esfuerzos de conoci-miento objetivo, encontraríamos muchos de esta simpatíatan sexual para ciertos fenómenos químicos. Así JulesRenard transcribe, en su Journal (1, p. 66), el siguientesueño relacionado evidentemente con sus recuerdos deescolar: «Hacer un idilio con el amor de dos metales.Primero se les vio inertes y fríos entre los dedos del pro-fesor, luego bajo la acción del fuego, se mezclaron, se im-pregnaron mutuamente y se identificaron en una fusiónabsoluta, como nunca conseguirán los amores más violen-tos. Uno de ellos empezaba a ceder, se licuaba por un ex-tremo, se convertía en gotas blanquecinas y chisporro-

fieantes ... » Estas páginas son muy claras para un psico-analista. Lo son menos para una interpretación realista.Efectivamente, es muy difícil determinar la realidad que

i vio Jules Renard. Apenas se hacen aleaciones en la ense-ñanza elemental y los metales no ceden tan fácilmentelicuándose por un extremo. Aquí pues, se cierra el camino¡dela interpretación objetiva y se abre el camino de la in-kerpretación psicoanalítica. Es bastante más picante vercomo un irónico tan poco hábil disimula sus deseos y suscostumbres de colegial. (Formation, cap. X, p. 195-196.)

a) Una simple palabra

[81] Ahora tomaremos la simple palabra esponja yveremos cómo permite expresar los fenómenos más va·

Page 103: Bachelard  Epistemología

riados. Estos fenómenos se expresan, creemos explicados.Se reconocen, creemos conocerlos. En los 'fenómenos de-signados por la palabra esponja el espíritu no es el enga-ño de una fuerza substancial. La función de la esponja esde una evidencia clara, hasta tal punto que no sentimos lanecesidad de explicarla. Explicando los fenómenos conla palabra esponja, no tendremos pues la impresión decaer en un substancialismo oscuro; tampoco tendremosla impresión de hacer teorías ya que esta función es muyexperimental. A la esponja corresponde pues un denkmit-tel del empirismo ingenuo.

Dirijámonos inmediatamente a un autor importanteremitiéndonos a un artículo de Réaumur aparecido en lasMemoires de l'Académie royale des Scíences en 1731(p. 281): «Es una idea bastante corriente mirar el airecomo si fuera algodón, lana, esponja y mucho más es-ponjoso aún'de lo que son los demás cuerpos o conjuntosde cuerpos a los que podemos compararlos. Esta idea esapropiada para explicar porque se deja comprimirconsi-derablemente por los pesos, porque puede también enra-recerse mucho, y aparecer en un volumen que sobrepasaconsiderablemente aquel con que lo habíamos visto an-tes.» Provistos de estos pertrechos metafórico s, Réaumurresponderá a Mariotte que había aclarado algo al asimilarel fenómeno de la disolución del aire en el agua a la diso-lución de una sal. Pienso, dice Réaumur (p. 382), «queMariotte ha llevado su suposición más lejos de lo necesa-rio; me parece que en vez de suponer que el agua puededisolver el aire, disolución que por otra parte es difícilde concebir, si nos contentamos con suponer que puedepenetrarlo, mojarlo, tenemos todo lo necesario para darrazón de los fenómenos que debemos explicar aquÍ». Si-

. guiendo con detalle la explicación de Réaumur, compren-deremos perfectamente lo que es una imagen gneralizada,expresada en una sola palabra, leitmotiv de una intuiciónsin valor. «Continuemos mirando el aire como si se pare-

ciera por su estructura a los cuerpos esponjosos, y quefuera de los que el agua puede penetrar, que pueden em-paparse, y dejaremos de sorprendemos de que el aireque está contenido en el agua, ya no se puede comprimir:y ocupa poco espacio. Si envuelvo una esponja con algunamembrana que el agua no pueda traspasar y mantengoesta esponja sumergida en el agua, mediante algún hiloatado al fondo de la vasija, la esponja será entonces tancomprimible como lo era en medio del aire.

»Si con un pistón, u otra cosa, comprimido el agua, éstabajará y la esponja se verá obligada a ocupar mucho me-nos volumen, sus partes se verán obligadas a situarse enlos vacíos que tienden a conservar entre sí, el agua ocu-pará el espacio abandonado por las partes de la esponja.Dejemos de presionar el agua, la esponja recobrará suprimitivo estado ... Si seguidamente quitamos a la esponjala envoltura con la que la habíamos cubierto, el agua po-drá introducirse en su interior; démosle tiempo para queocupe todos los vacíos que hay entre los hilos esponjosos,y después si todavía disponemos del pistón para compri-mir el agua, nos encontraremos con que no cederá, comohizo la primera vez, o que cederá muy poco. La esponjase ha convertido en incomprimible, o casi incomprimible;sus partes apretadas ya no encontrarán espacios vacíosen los que situarse, el agua los ha llenado; la que se haintroducido detiene el esfuerzo de la que tiende a sacada.Si el aire puede, como la esponja, ser penetrado por elagua, si ésta puede llenar los vacíos que hay entre sus par-tes, el aire deja de ser comprimible.»

Sentimos la necesidad de disculpamos ante el lectorpor haber copiado esta cita interminable, esta cita tanmal escrita de un célebre autor. Pero le hemos ahorradomuchas otras, del mismo estilo, en las que Réaumur ex-plica sin fin los fenómenos por el carácter esponjoso. Ne-cesitábamos, sin embargo un ejemplo un poco largo en elque'la acumulación de imágenes c~ntraría evidentemente

_________ Ah.· .-oíl

Page 104: Bachelard  Epistemología

a la razón, en el que lo concreto reunido sin precauciónobstaculiza la visión abstracta y clara de los problemasreales.

A continuación, Réaumur afirma que el dibujo pro-puesto sólo es un bosquejo, que podemos dar natural-mente a las «esponjas del aire» formas extremadamentedistintas a la esponja ordinaria. Pero todo su pensamien-to se basa en esta imagen, no puede salir de su primera

.intuición. Cuando quiere borrar la imagen, la función de, la imagen subsiste. De este modo Réaumur se niega a de-cidir sobre la forma de «los granos de aire». Sólo recla-ma para su explicación, una cosa (p. 286), «que el aguapueda penetrar en los granos de aire». Dicho de otromodo, está dispuesto en resumidas cuentas, a sacrificarla esponja, pero quiere conservar la espongiosidad. Éstaes la prueba de un movimiento pura y simplemente lin-güístico, que al asociar a una palabra concreta una pala-bra abstracta, cree haber hecho avanzar el pensamiento

.Una doctrina de abstracción coherente necesita despegar-garse más de las imágenes primitivas.

Quizás veamos mejor el carácter metafórico deficientede la explicación por la esponja si nos acercamos a casosen los que esta explicación esté propuesta por fenómenosmenos inmediatos. Así, Franklin escribe 1: «La materiacomún es una especie de esponja para el fluido eléctricouna esponja no recibiría agua, si las partes de agua nofueran menores que los poros de la esponja; sólo la re-cibiría muy lentamente; si no existiera una atracción mu-tua entre sus partes, y las partes de la esponja; ésta seempaparía más rápidamente, si la atracción recíprocaentre las partes de agua no opusiera obstáculo, ya quedebe haber alguna fuerza que las separe; por último laabsorción sería muy rápida si en vez de atracción hu-

1. Benjamin FRANKLIN, Experiences et observations sur l'électricité,comunicadas en varias cartas a P. Collinson de la Soco Roy, de Londres,trad. París, 1752,p. 135.

bi:ra .e~tre las partes de agua una repulsión mutua quecomcIdIera con la atracción de la esponja. Precisamenteéste es el caso en el que se encuentran la materia eléc-trica y la materia común». Todos estos detalles, todasestas suposiciones, todos estas imágenes llenas de arre-pentimientos nos muestran claramente que Franklin in-tenta explicar las experiencias eléctricas en la experienciaprimitiva de la esponja. Pero Franklin sólo piensa en elplano de la esponja. La esponja es para él una verdaderacategoría empírica. Quizás en su juventud, se había ma-ravillado ante un objeto tan simple. Suele suceder. A me-nudo he sorprendido niños muy interesados por un pa-pel secante que «embebe» una mancha.

Naturalmente, si nos dirijimos a autores subalternos,la aplicación será más rápida, más directa, a ser posiblemenos controlada. Entonces la imagen explicará automá-ticamente. En una disertación del P. Béraut, encontra-mos condensada esta explicación doble; los cristales ymaterias cristalizables son «esponjas de luz ya que lamateria que hace la luz los penetra; por el mismo motivopodemos decir que todos son esponjas de materia eléc-trica». Lémery llamaba «esponja de luz» a la piedra deBologne con algo más de precisión ya que esta piedra fos-forescente tiene, después de estar expuesta al sol, unacierta cantidad de «materia luminosa» que luego se derra-ma. Con igual rapidez en tres líneas Marat explica el en-friarp.iento de un cuerpo caliente sumergido en el aire oen el agua 1: «Aquí el agua y el aire sólo actúan como es-ponjas; ya que un cuerpo sólo enfría a otro al tocarlo siabsorbe el fluido ígneo que se escapa».

Esta imagen tan clara puede hacerse más confusa ycomplicada CUándose aplica. Así el abate de Mangin dice

1. MARAT, doctor en medicina y médico de los guardias de corps demonseñor el conde d'Artois, Découvertes sur le Feu, l'Electricité et laLumipre, constatés par une surte d'experiences nouvelles, París, 1779,p. 31.

Page 105: Bachelard  Epistemología

brevemente 2: «El hielo al ser una esponja de agua espe-sada y helada por la retirada del fuego, tiene una am-plitud para recibir fácilmente todo lo que se le presente.»Parece que, en este último caso, asistamos a la interiori-zación del carácter esponjoso. Este carácter es aquí unaaptitud para recibir, para absorber. Encontraríamos fácil-mente ejemplos con los que llegaríamos insensiblementea las intuiciones substancialistas. La esponja tiene enton-ces una fuerza secreta, una fuerza primordial. Para el cos-mopolita: «La Tierra es una esponja y el receptáculo delos demás elementos.» Un comadrón llamado David con-sidera útil esta imagen: «La sangre es una especie deesponja impregnada de fuego.» (Formation, cap. IV, p.74-76.)

b) La física oartesiana: una metafísica de la esponja

[82] Podemos encontrar ejemplos en los que gran-des pensadores se quedan bloqueados, para decido dealgún modo, en la imagen primera. Poner en duda la cla-ridad y la distinción de la imagen que nos ofrece laesponja, es para Descartes, sutilizar sin razón las explica-ciones (Principies, Il). «No sé porqué, cuando se ha que-rido explicar como un cuerpo se enrarece, se ha preferi-do decir que era debido al aumento de cantidad queutilizar el ejemplo de esta esponja.» Dicho de otro modo,la imagen de la esponja es suficiente en una explicaciónparticular, de modo que se puede emplear para organi-zar experiencias diversas. ¿Por qué buscar más lejos?¿Por qué no pensar siguiendo este tema general? ¿Por quéno generalizar lo que es claro y sencillo? Expliquemospues los fenómenos simples, exactamente como se aclarauna idea compleja descomponiéndola en ideas simples.

Aunque los detalles de la imagen lleguen a borrarse,2. Abate de MANGIN, Question nouvelle et intéressante sur l'électri·

cité, París, 1749, p. 38.

esto no debe llevamos a abandonar dicha imagen. Laconservamos por un aspecto, y basta. La confianza deDesca~es e~ !a claridad. de la imagen de la esponja esmuy. smtomatIca de esta Impotencia para instalar la dudaal mvel de los detalles del conocimiento objetivo, para

"desarrollar una duda discursiva que desarticulase todoslos lazos de lo real, todos los ángulos de las imágenes. Laduda general es más fácil que la duda partieular.« Y nodebemos dudar que si el enrarecimiento no se hace comodigo, aunque no percibamos con ninguno de nuestros sen-t~dos el cuerpo que llena (los poros de un cuerpo enrare-CIdo), porque no hay ninguna razón que nos obligue acreer que debamos apercibir con nuestros sentidos todoslos ~uerpos que nos rodean, y veamos que es muy fácilexplIcado de esta manera, y que es imposible concebidode otra.» En otras palabras: una esponja nos muestrala espongosidad. Nos muestra como una materia parti.c,,!,lar«se llen~» con otra materia. Esta lección de la ple-nttud heterogenea basta para explicado todo. La meta-

I física del espacio en Descartes es la metafísica de la es-I ponja. (Formation, cap. IV, p. 78-79.) .

a) Substancializaeión

[83] El fuego es quizá el fenómeno que más ha preo-cupado a los químicos. Durante mucho tiempo se creyóque resolver e~ enigma del fuego era resolver el enigmacentral del Umverso. Boerhaave que escribió hacia 1720dice todavía 1: «Si os equivocáis en la exposición de lanaturaleza del fuego, vuestro error se extenderá a todaslas ramas de la física, debido a que en todas las produc-

1. BOERHAAVE, Eléments de Chimie, trad., 2 vol., Leide, 1752, t.1, p. 144.

Page 106: Bachelard  Epistemología

ciones naturales el fuego... es siempre el agente principal.»Medio siglo después, Scheele recuerda por un lado 1: «Lasinnumerables dificultades que presentan las investigacio-nes sobre el fuego. Quedamos asombrados al pensar enlos siglos que se han sucedido, sin llegar a adquirir másconocimientos sobre verdaderas propiedades.» Por otraparte: «Algunas personas caen en el error opuesto, alexplicar la naturaleza y los fenómenos del fuego contanta facilidad, que parece como si no existan dificulta-des. ¿Pero qué obj€;écionespodemos hacerles? Tan pron-to el calor es el fuego elemental, como un efecto del fue-go: en un lugar la luz es el fuego más puro y un elementoo bien, ya se ha extendido a lo largo de todo el globo, yel empuje del fuego elemental le comunica su movimien-to directo; en otros casos, la luz es un elemento que po-demos encadenar mediante el ácidum pingüe, y que ladilatación de este supuesto ácido libera, etc.» Estas vaci-laciones tan bien indicadas por Scheele, son muy sinto-máticas de la dialéctica de la ignorancia que va de laoscuridad a la ceguera y que tranquilamente toma lostérminos del problema por su solución. Ya que el fuegono ha podido revelar su misterio, se le toma como causauniversal: entonces todo se explica. Cuando más incultoes un espíritu precientífico, mayor es el problema queelije. De este gran problema hace un pequeño libro. Ellibro de la marquesa de Cha.telet tiene 139páginas y tratadel fuego.

En los períodos precientíficos, es pues muy difícilcircunscribir un tema de estudio. Para el fuego, más quepara otros fenómenos, las concepciones animistas y lasconcepciones substancialistas se mezclan de un modoinextrincable. Si en nuestro libro general 2 hemos podidoanalizar separadamente estas concepciones, debemos es-

tudiarlas aquí mezcladas. Cuando hemos podido avanzaren el análisis, ha sido precisamente gracias a las ideascientíficas, que poco a poco, han permitido distinguirlos errores. Pero el fuego no ha encontrado, como la elec-tricidad, su ciencia. Se ha quedado en el espíritu pre-científico como un fenómeno complejo que se relacionaa la vez con la química y con la biología. Debemos con-

. servar al concepto de fuego el aspecto totalizador quecorresponde a la ambigüedad de las explicaciones que vanalternativamente de la vida a la substancia, en intermina-bles movimientos recíprocos para dar cuenta de los fenó-menos del fuego.

El fuego puede entonces servimos para ilustrar lastesis que hemos expuesto en nuestro libro sobre La for-mation de l'esprit scientifique, especialmente por las ideasingenuas que de él nos formamos, da un ejemplo delobstáculo substancialista y del obstáculo animista quedificultan uno y otro el pensamiento científico.

En primer lugar mostraremos casos en los que lasafirmaciones substancialistas se presenten sin las másmínimas pruebas. El R. P. Castel no pone en duda el rea-lismo del fuego': «Los colores negros en pintura songeneralmente producto del fuego, y el fuego deja siem-pre algo corrosivo y ardiente en los cuerpos que hanrecibido su viva impresión. Algunos pretenden que sonlas partes incandescentes, y de un fuego verdadero, lasque quedan en la cal viva, en las cenizas, en los carbones,en los humos.» Nada legitima esta permanencia subs-tancial del fuego en la materia colorante, pero vemoscómo trabaja el pensamiento substancialista: lo que harecibido el fuego continúa quemando y corroyendo.

A veces la afirmación substancialista se presenta conuna pureza tranquila, despojada por completo de cual-quier prueba e incluso de cualquier imagen. De este

1. Charles-Guillaume SCHEI!LB, Traité chtmique de l'air et du feu"trad., París 1781.

2. Se trata de La formación del espíritu científico (D. L.)

~-_._-----_..••._--------------------------==

Page 107: Bachelard  Epistemología

modo, Ducarla escribe 1: «Las moléculas selladas... ca-lientan porque son; y son porque fueron... esta acció~no se acaba hasta que falta el ser.» El carácter tautolo-gico de la atribución substancial queda aquí particular-mente claro. La broma de Moliere acerca de la virtudadormecedora del opio que hace dormir, no impide a u;nautor importante, que escribe a fines del siglo XVIII, .decIrque la capacidad calorífica del calor tiene la propIedadde calentar. (Psychanalyse, cap. V, p. 104-107.)

b) Valorizaeión

[84] Para muchas mentes, el fuego tiene tal valorque nada limita su imperio. Boerhaave prete~de no ~~cerninguna suposición sobre el fuego, pero comIenza dIcIen-do sin la menor vacilación, que «los elementos del fuegose' encuentran en todas partes; se encuentran en el oro,el más sólido de los cuerpos conocidos, y en el vacío deTorricelli» 2. Para un químico al igual que para un filóso-fo, para un hombre instruido al igual que para un soña-dor, el fuego se substantifica tan fácilmente que s~ puedeligar tan bien con lo vacío como con lo lleno. Sm dudala física moderna reconocerá que el vacío está atravesado

i por mil radiaciones de calor radiante, pero no hará de es-tas radiaciones una cualidad del espacio vacío. Si se pro-duce una luz en el vacío de un barómetro que agitamos,el espíritu científico no llegará a la conclusión de que elvacío de Torricelli contenía fuego latente.

La substancialización del fuego concilia fácilmente loscaracteres contradictorios: el fuego podrá ser vivo y rá-pido bajo formas dispersas; profundo y durable bajoformas concentradas. Bastará con invocar la concentra-ción substancial para rendir cuentas de los más diversosaspectos. Para Carra, autor citado a menudo a fines del

1 DUCARLA, lococit., p. 4.2: BOERHAAVB, Eléments de chimie, t. I. p. 145.

siglo XVIII 1 «En la paja y el papel, la flogística integran-te es muy rara, mientras que abunda en el carbón detierra. Sin embargo las dos primeras substancias llameancon la primera aproximación del fuego, mientras que laúltima tarda mucho rato en quemar. No podemos expli-car esta diferencia de efectos, sin reconocer que la flogís-tica que integra la paja y el papel, aunque más rara quela del carbón de tierra, está menos concentrada, más dise-

~ minada, y por consiguiente es más susceptible de un de-sarrollo rápido.» De este modo una experiencia insig-níficante como la del papel rápidamente inflamado seexplica en intensidad, por un grado de concentración subs-tancial de la flogística. Debemos subrayar aquí esta nece·sidad de explicar los detalles de una experiencia primera.Esta necesidad de explicación minuciosa es muy sintomá-tica en los espíritus no científicos que pretenden no des-cuídar nada y dar cuenta de todos los aspectos de la ex-periencia concreta. La vivacidad de un fuego propone asífalsos problemas: ¡Marcó tanto nuestra imaginación ennuestra infancia! El fuego de paja queda, para el incons-ciente, como un fuego característico.

Es particularmente interesante, para un psicoanálisisdel conocimiento objetivo, ver cómo una intuición car-gada de afectividad, como la intuición del fuego se ofre-cerá para explicar nuevos fenómenos. ~ste fue el caso enel momento en que el pensamiento precientífico intentóexplicar los fenómenos eléctricos.

La prueba de que la fluidez eléctrica es sólo el fuegono es difícil si nos contentamos con seguir la seducciónde la intuición substancialista. Así pues el abate de Man-gin se convence pronto 2: «En primer lugar, la materiaeléctrica se encuentra en todos los cuerpos bituminoso s

1. CARRA, Dissertation élémentaire sur la nature de la lumiere, dela chaleur du feu et de l'electricité, Londres, 1787, p. 50. .

2. Abate de MANGIN, Question nouvelle et intéressante sur l'électn-cité¡ 1749, pp. 17, 23, 26.

Page 108: Bachelard  Epistemología

y su1furosos, como el cristal y los guisantes, igual que eltrueno extrae los suyos de los betunes y azufres atraídospor la acción solar.» Además, no es necesario mucho máspara demostrar que el cristal contiene fuego y para si-tuado en la categoría de los azufres y los guisantes. Asípues para el abate Mangin «el olor a azufre que (el cris-tal) extiende cuando al ser frotado se rompe (es la pruebaconcluyente) de que los betunes y los aceites dominan enél». ¿Es necesario recordar la vieja etimología, siempreactiva, en el espíritu precientífico, que pretendía que elvitriolo corrosivo fuese aceite. de cristal?

La intuición de interioridad, de intimidad, tan fuerte-mente ligada a la intuición substancialista aparece aquícon una ingenuidad tanto más sorprendente por cuantopretende explicar fenómenos científicos bien determina-dos. «Dios ha encerrado el fuego principalmente en losaceites, los betunes, las gomas, las resinas, como en tan-tos otros estuches capaces de sujetado». Una vez some-tidos a la metáfora de una propiedad substancial ence-rrada en un estuche, el estilo se llenará de imágenes. Siel fuego eléctrico «pudiera insinuarse en las cámaras delas pequeñas pelotas de fuego, que llenan el tejido de loscuerpos eléctricos; si pudiera desatar esta multitud depequeñas bolsas que tienen fuerza para retener este fuegoescondido, secreto e interno, y unirse entre sí, entoncesestas parcelas de fuego separadas, sacudidas, comprimi-das, desmandadas, asociadas, violentamente agitadas, co-municarían al fuego eléctrico una acción, una fuerza, unavelocidad, una aceleración, una furia, que desuniría, rom-pería, abrasaría, destruiría el compuesto». Pero como estoes imposible, los cuerpos, al igual que la resina, eléctri-cos por sí mismos, deben conservar el fuego encerradoen sus pequeños estuches, no pueden recibir el fuego porcomunicación. Ésta es pues, en imágenes cargadas de ver-balismo, la explicación prolija del carácter de los cuerposque son malos conductores. Por otra parte esta explica-

ción que lleva a negar un carácter es muy curiosa. No ve-mos porqué se necesita una conclusión. Parece que estaconclusión venga a interrumpir simplemente un sueñoque se desarrollaba tan fácilmente, cuando bastaba sólocon acumular sinónimos.

Después de reconocer que las chispas eléctricas quesalen del cuerpo humano electrizado inflamaban el aguar-diente, se produjo un verdadero asombro. ¡El fuego eléc-trico era un verdadero fuego! Winckler subraya «un acon-tecimiento tan extraordinario». Efectivamente no vemoscomo este «fuego», brillante, caliente, inflamable, puedeestar contenido sin la menor incomodidad, en el cuerpohumano. Un espíritu tan preciso, tan meticuloso comoWinckIer no pone en duda el postulado substancialistay de esta ausencia de crítica filosófica nacerá el falso pro-blema 1: «Un fluido no puede encender nada, a menosque contenga partículas de fuego.» Ya que el fuego saledel cuerpo humano, antes estaba oontenido en el cuerpohumano. Hay que señalar con qué facilidad se acepta estainferencia por un espíritu precien tífico que sigue, con-vencido, las seducciones que hemos denunciado en loscapítulos precedentes. El único misterio, es que el fuegoinflama el alcohol en el exterior, mientras que no inflamalos tejidos internos. Esta inconsecuencia de la intuiciónrealista no lleva sin embargo a reducir a realidad del fue-go. El realismo del fuego está entre los más indestructi-bles. (Psychamalyse, cap. V, p. 115-116.)

1. WINCKLER, Essai sur la nature, les effets et les causes de l'électri-cité, trad., París, 1748, p. 139.

Page 109: Bachelard  Epistemología

el)co.....ut::Q,)· .-1U

el)co-Q,)

'"'O

~·...~o~el)· .-1~ ~P-;t-- ~

t:: -'o co. .-1U · .-1

UU ~(1J =::00

Page 110: Bachelard  Epistemología

r--

[85] Una de las objecione~ más comunes de loscontinuistas de la oultura nos lleva a evocar la continui-dad de la historia. Al hacerle un relato continuo de losacontecimientos, se cree poder revivir fácilmente dichosacontecimientos, en la continuidad del tiempo y se dainsensiblemente a cualquier historia la unidad y la con-tinuidad de un libro. Se difuminan las dialécticas bajouna sobrecarga de acontecimientos menores. Y en lo queconcierne a los problemas epistemológicos que nos ocu:-pan, no se aprovecha la extraordinaria sensibilidad dia-léctica que caracteriza la historia de las ciencias.

Los continuistas se complacen además en reflexionarsobre los orígenes, permanecen en la zona de elementali-dad de la ciencia. Los progresos científicos fueron lentos,muy lentos en un principio. Cuando más lentos, más con-tinuos aparecen. Y como la ciencia surge lentamente delcuerpo de conocimientos comunes, se cree tener la cer-tidumbre definitiva de la continuidad del saber comúny del saber científico. Éste es en suma el axioma episte-mológico planteado por los continuistas: ya que los ini-

---~------------~

Page 111: Bachelard  Epistemología

cios son lentos los. progresos son continuos. El filósofono va más allá. Cree inútil vivir los nuevos tiempos, lostiempos en los que precisamente los progresos científicosestallan por todas partes, haciendo «estallar» necesaria-mente la epistemología tradicional.

Para legitimar esta noción de «estallido», veamos re-ferencias y hechos.

Riezler al referirse a los 600 isótopos descubiertos ocreados por el hombre en una sola década encuentra enellos, precisamente, una especie de evolución explosiva,eine stür'mische Entwicklung 1.

Un descubrimiento como el de Joliot-Curle enunciadoen estas dos simples líneas:

Am + OG ~ *pig +"n¡r

. *pfg ~ sii~+ e+¡r

altera, en algunas semanas, todo un sector de la cienciade la materia. Jean Thibault ha señalado también la im-portancia de este descubrimiento resumido en dos líneas.

Hevesy, en el Coloquio sobre los «Intercambios isotó-picos y estructuras moleculares», que tuvo lugar en Parísen 1948 dice (p. 107): «Para los que han vivido el desa-rrollo de la radioactividad desde sus principios, el descu-brimiento de la radioactividad artificial aparece como unmilagro.» Sí, ¿por qué el científico que vive íntimamenteel progreso científico no tendría derecho a utilizar unapalabra tan excepcional para narrar sus impresiones?

A propósito de este descubrimiento de la radioactivi-dad artificial, Pollard y Davidson insisten también en eldesarrollo sorprendente, the astonishing developmentdel campo de conocimientos humanos. Desde 1933,dicen,hasta 1945(fecha de aparición de su libro), el número de

1. Wolfgang RIEZLER, Einführung in dre Kernphysik, 2." ed., Leip·zig, 1942, p. 132.

____c.

radioelementos artificiales pasó de 3 a 300. Esta extraor-dinaria proliferación de la ontología materialista no pue-de apreciarse en su justo valor desde fuera. Por ello elfilósofo no se sorprende de este desarrollo asombroso.Lee y relee generalidades que condenan la técnica. Y nopresta ninguna atención al carácter eminentemente desin-teresado de ciertas investigaciones técnicas, no ve subelleza intelectual, permanece insensible a la armoníaque aparece en esta multiplicación de seres bien ordena-dos. Deshumaniza así un esfuerzo prodigioso del espírituhumano, el propio esfuerzo de la ciudad científica anteun mundo que hay que crear con una extraordinaria no-vedad.

En mayo de 1948(este mes tiene ahora una realidaden la bibliografía científica), F. B. Moon escribiendo elprólogo para el libro Artificial radioactivity aparecido enCambridge en 1949,se disculpa por no poder dar la listacompleta de los cuerpos provistos de radioactividad arti-ficial. Añade: «Se está avanzando tan rápidamente en eltema que estas listas se convierten rápidamente en incom-pletas.» La ciencia de la materia aumenta tan rápidamen-te que ya no es posible hacer el recuento. En tal prolifera-ción de descubrimientos se ve que cualquier línea de con-tinuidad es siempre un trazo demasiado grueso, un olvidode la especialidad de los detalles.

Por otra parte hay que pedir a los propios científicosla conciencia de las discontinuidades de la ciencia con-temporánea. Designan estas discontinuidades con la má-xima precisión deseable. En el prefacio al coloquio delC.N.R.S. sobre la unión química (abril 1948, publicadoen 1950)Edmond Bauer, recordando la memoria funda-mental de Heitler y London sobre la molécula de hidró-geno aparecida en 1927,escribe: «Esta memoria marcauna verdadera discontinuidad en la historia de la quí-mica. Luego, los progresos fueron rápidos.»

, En estos instantes innovadores, el descubrimiento tie-

Page 112: Bachelard  Epistemología

ne una pluralidad tan grande de consecuencias que lle-gamos evidentemente a una discontinuidad del saber. Lamolécula de hidrógeno ya no es un simple detalle del ma-terialismo, un objeto de investigación como los demás.La molécula de hidrógeno, desde la memoria de Heitlery London, es un motivo de instrucción fundamental, unarazón de una reforma radical del saber, un nuevo puntode partida de la filosofía química. Siempre sucede lomismo, el filósofo no aborda la zona de las discontinui-dades efectivas; afirma tranquilamente la continuidaddel saber.

Otra forma de borrar las discontinuidades en el pro-greso científico supone atribuirle el mérito a la mas'a detrabajadores anónimos. Se dice que los progresos esta-ban «en el aire» cuando el hombre de genio los ha puestoal día. Entonces entran en consideración las «atmósferas»las «influencias». Cuando más lejos se está de los hechos:más fácilmente se evocan las «influencias». Las influen-cias se evocan continuamente a partir de los orígenes máslejanos. Les hacen atravesar continentes y siglos. Peroesta noción de influencia, tan cara al espíritu filosófico,no tiene ningún sentido en la transmisión de verdades yde descubrimientos en la ciencia contemporánea. Sinduda los trabajadores se agrupan, y cooperan en la in-vestigación. Forman actualmente, equipos, escuelas. Peroel valor de ciertos laboratorios está hecho a la vez de crí-tica y de innovación. La autocrítica de los trabajadoresde laboratorio contradice en muchos aspeCtos todo lo re-lacionado con una «influencia». Poco a poco, todo lo quehay de inconsciente y de pasivo en el saber se domina.Las dialécticas proliferan. El campo de las contradiccio-nes posibles se extiende. Cuando se aborda la zona de losproblemas, se vive realmente en un tiempo marcado por

instantes p~ivilegiados,por discontinuidades notables. Le-y~~do un lIbro como el de Gamov y Critchfield sobre laflSlca~uclear, se ve cómo los científicos tienen concienciade la Imperfección de sus métodos, de la desarmonía delos métodos. «No es satisfactorio», es la locución que en-contramos en cada párrafo. Nunca este racionalismo en-sayado que representan los métodos nuevos ha sido tandiverso, tan móvil, tan vigilado. De este modo el racio-nalismo científico que debe asimilar los progresos de laexperiencia va en dirección opuesta al dogmatismo delracionalismo suscinto. Describir el espíritu científicocomo un espíritu canalizado en el dogmatismo de unaverdad indiscutida, supone hacer psicología de una cari-catura pasada de moda. El tejido de la historia de laciencia contemporánea es el tejido temporal de la discu-sión. Los argumentos que se entrecruzan son tantas otrasocasiones de discontinuidad.

Los continuistas de la cultura elevan un tercer nivelde objeciones en el terreno de la pedagogía. De este modoya que se cree en la contiuuidad entre el conocimientocomún y el conocimiento científico, se trabaja para man-tenerlo, se considera obligado reforzarlo. Del buen sentidose quieren sacar lentamente, suavemente, los rudimen-tos del saber científico. Repugna violentar el «senti-do común». Y en los métodos de enseñanza elemental,se hacen retroceder, de buen grado, las horas de inicia-ciones viriles, se desea conservar la tradición de la ciencia'elemental, de la ciencia fácil; se considera obligado hacerparticipar al estudiante en la inmovilidad del conocimien-to primero. Hay que llegar sin embargo a criticar la cul-tura elemental. Se entra entonces en el reino de la culturacientífica difícil.

'tenemos ahí una discontinuidad que no borraremos

-----_._-----_._--------_ ....••

Page 113: Bachelard  Epistemología

fácilmente invocando un simple relativismo: de fácil, laquímica se ha convertido repentinamente en difícil. Seha convertido en difícil no sólo para nosotros mismos, nosólo para el filósofo, sino realmente difícil en sí. Loshistoriadores de las ciencias sin duda no aceptarán quese caracterice la cultura científica de nuestro tiempocomo específicamente difícil. Objetarán que en el trans-curso de la historia todos los progresos han sido difícilesy los filósofos repetirán que nuestros hijos aprenden hoyen la escuela muy fácilmente lo que ha exigido un esfuer-zo extraordinario de los genios solitarios de tiempospasados. Pero este relativismo que es real, evidente, sólohace resaltar más el carácter absoluto de la dificultadde las ciencias físicas y químicas contemporáneas a par-tir del momento en que es necesario salir del reino de laelementalidad.

No se trata de una cuestión de aptitud. Para ciertosespíritus, las matemáticas más elementales pueden serdiflJciles.Pero en lo que respecta a la química, parececomo si fuera una especie de erudición de los hechos ma-teriales, que reclamase únicamente una larga pacienciay una minuciosa experiencia. Se la llamaba ciencia dememoria. Esto es lo que precisamente ya no es hoy.

Los químicos son claros respecto a esto. A fines delsiglo XIX, dice Lespiau 1, el estudiante sólo reconocería enla química «una polvareda de hechos sin cohesión»; to-maba como axioma» esta frase repetida tan a menudotodavía en nuestros días (en 1920): la química es sólocuestión de memoria. Al salir de colegio tenía la impre-sión de que esta ciencia (?) no tenía ningún valor educa-tivo. Sin embargo si a continuación escuchaba un cursode química orgánica impartido por un atomista, so. opi-nión cambiaba. Los hechos se encadenaban, bastaba conaprender algunos para encontrar que se sabía mucho».

Excelente ~xpresi~n de inteligibilidad educativa que orde-~a ~n empl~lsmo mforme. Los hechos científicos se mul-tIplIcan y sm embargo el empirismo disminuye. ~sta esla memoria de los hechos sometida a la comprensión delas leyes. En esta perspectiva, la revolución epistemoló-gica prosigue. En la química contemporánea, hay quecomprender para retener. Hay que comprender desdeperspectivas sintéticas cada vez más complejas. La quí-mica teórica se ha creado. Se ha creado en estrecha unióncon la física teórica. A principios de nuestro siglo, apare-cía bajo el nombre de química física una ciencia muy de-limitada, particularmente rica en experiencias bien defi-nidas. En nuestros días aparece una química teórica-físicateórica que da a las ciencias fisicoquímicas un raciona-lismo común. El signo de interrogación que indicaba Les-piau a continuación de la palabra «ciencia» (?) para sim-bolizar el suave desdén de los educadores de su épocacon respecto a un estudio que ocupa inútilmente la me-moria, sólo explica el escepticismo de los ignorantes, elescepticismo de los filósofos que deciden acerca de losvalores de cultura refiriéndose al tiempo de su adolescen-cia escolar.

Para referimos a un texto contemporáneo, hay uncierto desafío irónico en la frase que acaba el prefacioque R. Robinson escribe para el difícil tratado de M. J.S~ Dewar: The electronic theory of organic Chemistry(Oxford, 1949): «Para concluir, deseo un éxito total a esteesfuerzo reciente por generalizar nuestra ciencia en unode sus aspectos más fascinantes. Se han terminado lostiempos en que la química orgánica podía estigmatizar-se como un trabajo memorístico y los estudiantes queconfiarán en Dewar, para que les conduzca a través delterritorio nuevamente conquistado, verán pronto porquéesto es cierto.»

Se hace pues imposible aprender química sin compren-derla, sólo recitando de memoria, sin estos pequeños tra-

------_..•..._----------

Page 114: Bachelard  Epistemología

piezos que nunca engañan al profesor pespicaz, la lecciónde matemáticas. Y si creéis tener este poder memorístico,os bastará con abrir el manual de Dewar -o el de Pau-ling- o el de Eistler o el de Alberta Pullman para com-probado. Abordad la química difícil y reconoceréis quehabéis entrado en un nuevo reino de racionalidad.

¿Esta dificultad de la ciencia contemporánea es unobstáculo o un atractivo a la cultura? Creemos que esla propia condición del dinamismo psicológico de la in-vestigación. El trabajo científico requiere precisamenteque el investigaqor se cree dificultades. Lo esencial está encrearse dificultades reales,eliminar las falsas dificultades,las dificultades imaginarias.

De hecho, a lo largo de la historia de la ciencia, pode-mos distinguir una especie de sed por los problemas difí-ciles. El orgullo de saber reclama el mérito de vencer ladificultad de saber. El alquimista quería que su cienciafuese difícil y rara. Daba a su saber la majestad de ladificultad. Cubría con dificultades cósmicas, morales, re-ligiosas, el problema de las transformaciones materiales.Tenía pues, esencialmente, el comportamiento de lo difí-cil. En suma, el saber alquimista realizaba el para sí dela dificultad. Y como el realismo de las manipulacionesalquimistas fallaba, el alquimista proyectaba su sed dedificultad, esta para sí de la dificultad, en una especiede en si de lo difícil. Quería resolver un gran problema,penetrar el gran misterio. Encontrar la clave del enigmale hubiera dado el dominio total sobre el mundo.

A menudo el historiador que quiere poner al día estososcuros pensamientos tropieza bajo la seducción de difi-cultades archivadas. Añade a la dificultad en la que sedebatía el alquimista la dificultad en situarse, tras múl-tiples evoluciones del pensamiento científico, en el mo-mento de la historia en que los intereses de la investiga-ción eran muy distintos a los nuestros. Pero todas lassombras penosamente reconstruidas desaparecen cuando

situamos los antiguos problemas -los falsos problemas-frente a una objetividad definida. Nos damos cuenta deque la experiencia alquimista no puede «montarse» en unlaboratorio moderno sin tener inmediatamente la impre-sión de hacer a la vez una caricatura del pasado y unacaricatura del presente. Como máximo a ciertos grandessabios contemporáneos les gusta poner como portada desus obras el viejo grabado de un viejo libro que reproduceal alquimista ante sus hornillos. ¿No habría que poneresta nostalgia de los misterios antiguos en la cuenta deeste inconsciente que acompaña al espíritu científicocomo indicábamos al principio de este ensayo? Encontra-ríamos entonces eun tema de continuidad: sería la conti-nuidad de lo que no cambia, la continuidad de lo que re-siste a los cambios. Pero el problema epistemológico quetratamos ya no se sitúa aquí. De hecho «las dificultadesde la alquimia» representan, comparadas con las dificul-tades del materialismo moderno, un puro anacronismo.Entre las dificultades de otro tiempo y las actuales, hayuna total discontinuidad.

Por último, y para terminar con este esbozo de unapolémica contra los partidarios de la continuidad de lacultura científica, señalaremos que el lenguaje puede sertan artificial en las ciencias físicas como en las psicológi-cas para espíritus poco atentos, para espíritus que noestán atentos a la propia evolución del lenguaje de la cien-cia. La nomenclatura química no puede ser definitivacomo la tabla de declinaciones de una lengua muerta.Continuamente se rectifica, se completa, se matiza. Ellenguaje de la ciencia está en un estado de revoluciónsemántica permanente.

Aveces el epistemólogo continuista se engaña, cuandojuz~a la ciencia contemporánea, como una especie de

Ir~-------_.-----------

Page 115: Bachelard  Epistemología

continuidad de las imágenes y de las palabras. Cuando hasido necesario imaginar el inimaginable terreno del nú-cleo atómico, se han propuesto imágenes y fórmulasverbales totalmente relativas a la ciencia teórica. Natural-mente no hay que tomar estas fórmulas al pie de la letray darles un sentido directo. Una constante transposicióndel lenguaje rompe entonces la continuidad del pensa-miento común y del pensamiento científico. Constante-mente, hay que situar las expresiones nuevas en la pers-pectiva de las teorías que las imágenes y las fórmulasresumen.

Éste es el caso, por ejemplo, de la imagen que NielsBohr presentó para condensar ciertas leyes del núcleoatómico bajo el nombre de «gota de agua». Esta imagen«ayuda admirablemente, dicen Pollard y Davidson (op.cit, p. 194),para comprender el cómo y el porqué de lafisión». Bajo el amparo de esta imagen de la «gota» en laque se aglomeran los núcleos, se podrá decir que la in-corporaCión de un neutrón suplementario aumenta laenergía interna del núcleo, dicho de otro modo, la «tem-peratura» del núcleo. Debido a este aumento de «tempe-ratura», una emisión de un corpúsculo puede hacerse si-guiendo un proceso que se llamará una «evaporación».Pero las palabras gota, temperatura, evaporación, debenevidentemente ponerse entre comillas. Para los físicosnucleares estas palabras están de algún modo tácitamente 'redefinidas. Representan conceptos que son totalmenteaistintos de los conceptos de la física clásica, a fortiorimuy distintos de los conceptos del conocimiento común.¡Provocaría mucha hilaridad quien preguntara si la fí-sica nuclear fabrica un termómetro para medir «la tem-peratura» de un núcleo!

No existe pues ninguna continuidad entre la nociónde la temperatura del laboratorio y la noción de la «tem-peratura» de un núcleo. El lenguaje científico es, por prin-cipio, un neo-lenguaje. Para ser comprendido en la ciu-

d.ad ~i~ntíficaha~ que hablar científicamente el lenguajeCIentIfIco,tradUCIendolos términos del lenguaje comúnen lenguaje científico. Si prestáramos atención a esta acti-vidad de traducción·a menudo disfrazada, nos daríamoscuenta de que existen en el lenguaje de la ciencia un grannúmero de palabras entre comillas. El entrecomilladopodría confrontarse con la puesta entre paréntesis de losfenomenólogos. El entrecomillado revelaría una de lasactitudes específicas de la conciencia de ciencia. Se une auna declaración de conciencia de método. La palabra en-tre comillas se eleva de tono. Por encima del lenguajecomún, toma un tono científico. Cuando una palabradel antiguo lenguaje científico se pone entre comillas porel lenguaje científico, significa un cambio de método deconocimiento que afecta a un nuevo terreno de la expe-riencia. Podemos decir que desde el punto de vista delepistemólogo, significa una ruptura una discontinuidadde los sentidos, una reforma del saber.

El concepto de «temperatura del núcleo atómico» to-taliza incluso las dos reformas. En primer lugar avala lanoción cinética de temperatura en un nuevo terreno, talcomo ha sido introducida en la ciencia por la termodiná-mica clásica, y a continuación transpone este conceptocientífico en una esfera. de aplicación en la que el con-cepto clásico ya no se aplica normalmente. Vemos estruc-turarse diversos niveles del conceptualismo de la cien-cia: la «temperatura» del núcleo es una especie deconcepto, un concepto que no lo es de primera abstrac-ción. Se utiliza porque la significación racional clásica delconcepto de temperatura está clara, y este concepto hasido ya despojado por la física clásica de sus significa-ciones sensibles inmediatas. (Matérialisme, Conclusión,p. 209-217.)

~--- ------- .....•

Page 116: Bachelard  Epistemología

[86] La mecánica ondulatoria se presenta como unade las síntesis científicas más amplias de todos los tiem-pos. Se trata realmente de una síntesis histórica. Efectiva-mente, es una síntesis cultural que implica la reunión devarios siglos de cultura. Como señala Louis de Broglie 1 :

«Muchas ideas científicas actuales serían distintas de loque son si los caminos seguidos por el espíritu humanopara alcanzarlas hubieran sido otros.» Por sí sola, estaobservación plantea todo el problema de la objetividadcientífica ya que sitúa esta objetividad en la confluenciade una historia humana y de un esfuerzo de actualidadesencial a cualquier investigación científica.

Se trata pues de una pregunta que debe plantearse elfilósofo: ¿a qué nivel del pensamiento científico se rea-liza la integración de la historia de los pensamientos enla actividad científica? ¿Es exacto que la actividad cientí-fica que quiere objetividad pueda tener como regla cons-tante partir de una tabla rasa? En cualquier caso, conti-

nuando con la mecánica ondulatoria, no imaginamos enabsoluto una pedagogía directa, una pedagogía basadaen experimentos inmediatos. Cualquier pedagogía de se-mejante doctrina es necesariamente un ejercicio de trans-formación de conocimiento. En este caso el espíritu sólopuede instruirse transformándose. Para comprender elsentido de la mecánica ondulatoria, para plantear el pro-blema en toda su amplitud y apreciar los valores de reor-ganización racional de la experiencia que están implica-dos en esta nueva doctrina, conviene recorrer un largopreámbulo histórico.

Pero nos encontramos con una paradoja: caeríamosen un grave error si creyéramos que esta síntesis históri-ca hubiese sido históricamente preparada, si dijéramos,siguiendo la expresión habitual de los historiadores quequieren dar un cuerpo a la historia, que este descubri-miento «ya estaba en el aire». En realidad la óptica físi-ca de Fresnel había suplantado totalmente la óptica físicade Newton cuando Louis de Broglie propuso una nuevaciencia asociando ciertas hipótesis newtonianas a ciertashipótesis fresnelianas para estudiar el comportamientode particular que no se relacionaban con la ciencia deFresnel ni con la ciencia de Newton. Nada nos demues-tra mejor que la síntesis científica es una síntesis trans-formadora. Antes de esta asociación, antes de esta sínte-sis, Einstein había visto sin duda la necesidad de definirun quantum de radiación, que pronto se llamó fotón,para explicar los fenómenos fotoeléctricos (... ). Pero lasíntesis de las hipótesis corpusculares y de las hipótesisondulatorias no se planteaba en toda su generalidad.Ninguna razón histórica impulsaba a la ciencia en el ca-mino de esta síntesis. Sólo una especie de aspiración a laestética de las hipótesis podía abrir la doble perspectivade pensamientos que caracterizaba la mecánica creadapor Louis de Broglie. Lo que ha desplazado el problemay ampliado el debate ha sido aplicar temas ondulatorio s

Page 117: Bachelard  Epistemología

no sólo a la luz sino también a la materia. (Activité, cap.1, p. 21-23.)

[87] En suma, las mecánicas contemporáneas, mecá-nica relativista, mecánica cuántica, mecánica ondulato-ria, son ciencias sin antepasados. Nuestros biznietos sedesinteresarán sin duda de la ciencia de nuestros bisabue-los. Sólo verán en ella un museo de pensamientos conver-tidos en inactivos, o como mínimo pensamientos que yano pueden valer como pretexto de reforma de instrucción.Si se acepta esta fórmula, la bomba atómica ya ha pulve-rizado un gran sector de la historia de las ciencias, ya queen el espíritu del físico nuclear, ya no hay rastros de no-ciones fundamentales del atomismo tradicional. Hay quepensar el núcleo del átomo en una dinámica de la energíanuclear y ya no en una geometría que componga sus cons-tituyentes. Esta ciencia no tiene análoga en el pasado.Aporta un ejemplo particularmente claro de la rupturahistórica en la evolución de las ciencias modernas.

y sin embargo, a pesar de su carácter revolucionario,a pesar de su carácter de ruptura con la evolución histó-rica regular, una doctrina como la mecánica ondulatoriaes una síntesis histórica porque el historiador se detienedos veces en pensamientos bien construidos: los pensa-mientos newtonianos y los pensamientos fresnelianos,toma un nuevo punto de partida y tiende una nueva esté-tica de los pensamientos científicos.

El punto de vista moderno qetermina entonces unanueva persEectiva sobre la historia de las ciencias, pers-pectiva que plantea el problema de la eficacia actual deesta historia de las ciencias en la cultura científica. Setrata efectivamente de mostrar la acción de una historiajuzgada, de una historia que debe distinguir el error y la

verdad, lo inerte y lo activo, lo perjudicial y lo fecundo.De un modo general ¿no se podría decir que una historiaoomprendida ya no es una historia pura? En la histo-ria de las ciencias, hay que comprender necesariamente,pero juzgar. Aquí más que en ninguna otra parte es ciertaesta opinión de Nietzsche: «El pasado debe interpretarsecon toda la fuerza del presente» 1. La historia de los im-perios y de los pueblos tiene como i~eal merecido, el re-lato objetivo de los hechos; pide al historiador que nojuzgue y si el historiador impone los valores de su tiem-po para determinar los valores es de tiempos pasados,se le acusa, con razón, de seguir el «mito del progreso».

Pero nos encontramos con una diferencia evidente:para el pensamiento científico el progreso ha sido de-mostrado, es demostrable, su demostración es inclusoun elemento pedagógico indispensable para el desarrollode la cultura científica. Dicho de otro modo, el progresoes la dinámica misma de la cultura científica, y la histo-ria de las ciencias debe escribir esta dinámica. Debe des-cribir mientras juzga, valorizando, elevando toda posibi-lidad a un retorno hacia nociones erróneas. La historiade las ciencias no puede insistir en los errores del pasadomás que para rechazados. Encontramos entonces la dia-léctica de los obstáculos epistemológicos y de los actosepiste:mológicos. Hemos estudiado largamente el conceptode obstáculos epistemológicos en una obra anterior 2. Lanoción de actos epistemológicos que oponemos hoy a lanoción de obstáculos epistemológicos corresponde a estassacudidas del genio científico que aporta impulsos ines-perados en el transcurso del desarrollo científico. Hayentonces un negativo y un positivo en la historia del pen-samiento científico y aquí el neg~tivo y el positivo se

1. NIETZSCHE, Considérations inactuelles. De l'utilité et des incon·vénients des études historiques, trad. Albert, p. 193.

2. La formati'On de l'esprit scientifique: Contribution a une psy-cha¡talyse de la connaissance objective, Ed. Vrin, 2.- ed., 1947.(D. L.)

Page 118: Bachelard  Epistemología

s~paran tan claramente que el cili:ntíficoque tomase par-tIdo por el n:egati~o se situaría fuera de la ciudad cien-tífica. El que se limitara a vivir en la coherencia del sis-tema de Ptolomeo sólo sería un historiador. Y desde elpunto de vista de la ciencia moderna, lo que es negativodep.ende ~e. un psicoanálisis del conocimiento; hay queataJarlo SI mtenta renacer. Por el contrario lo que en elpas~do continúa siendo ppsitivo, actúa todavía en el pen-samIe.nto moderno .. Esta herencia positiva del pasadoconstItuye una especIe de pasado actual cuya acción en elpensamiento científico del tiempo presente es notable.

Debemos comprender pues la importancia de una dia-léctica histórica propia del pensamiento científico. Ensuma, hay que formar y reformar sin cesar la dialécticad~ historia caduca y de historia sancionada por la cien-CIaactualmente activa. La historia de la teoría de la flo-gística está caducada ya que descansa sobre un errorfundamental, sobre una contradicción de la química pon-dera!. Un racionalista no puede interesarse en ello sin únacierta mala conciencia. Un epistem6logo sólo puede in-teresarse si encuentra motivos de psicoanálisis del cono-cimiento objetivo. Un historiador de las ciencias debesaber que trabaja en la paleontología de un espíritu cien-tífico desaparecido. No puede esperar poder actuar sobrela pedagogía de las ciencias de nuestro tiempo. '

.Al contrario de la hipótesis de la flogística, otros tra-baJOScomo los de Black sobre lo cal6rico, incluso si con-tienen partes recuperables, afloran en las experienciaspositivas de la determinación de los calores específicos.Ahora bien, la noción de calor específico -podemos afir-marlo tranquilamente- es una noción que es para siem-pre una noción científica. Los trabajos de Black puedenpues describirse como elementos de la historia aceptada.Hay un interés constante para conocerlos teóricamente,elu~idarlos epistemológicamente, para seguir su incorpo-raCIónen un cuerpo de conceptos racionalizados. La filo-

s?fía ~istórica, la filosofía epistemológica, la filosofía ra-CIOnalIstapueden encontrar aquí un motivo de análisisespectral en el que se distribuyen los matices de una poli-filosofía.

Se sonreirá quizás del dogmatismo de un filósofo ra-cionalista que escribe un «para siempre» con motivo deuna verdad escolar. Pero hay conceptos tan indispensa-bles en una cultura científica que no podemos concebirvernos obligados a abandonarlos. Dejan de ser contingen-tes, ocasionales, convencionales. Se han formado sin dudaen una atmósfera histórica oscura. Pero se han vuelto tanprecisos, tan netamente funcionales que no pueden temeruna duda instruida. Como máximo están expuestos a estee~~epticismo general que afecta a la ciencia, a este escep-tiCIsmo siempre dispuesto a ironizar acerca del carácterabstracto de las nociones científicas. Pero esta ironía fá-cil no ataca el juramento racionalista que une una culturaa. conceptos indestructibles, juramento que afirma «paraSIempre» un valor epistemológico preciso. La razón esfiel a ciertos temas. Distingue muy bien las nociones quesólo introducen un futuro de pensamiento, de las nocio-nes que dan garantías de futuro a la cultura. La filosofíade la continuidad de las nociones valorizadas está puesfrente a un problema de relación histórica, relación me-diante la cual lo racional domina progresivamente locontingente .

Vemos entonces la necesidad educativa de formularuna historia recurrente, una historia que s-eilumine conla finalidad del presente, una historia que parte de lascertitudes del presente y descubre, en el pasado, las for-maciones progresivas de la verdad. De este modo el pen-samiento científico se asienta en el relato de sus progre-sos. Esta historia recurrente aparece en los libros deciencia actuales, bajo forma de preámbulo histórico. Perodemasiado a menudo se acorta. Olvida demasiado los in-teqnediarios. No prepara suficientemente la formación pe-

~--~-_..•.---------

Page 119: Bachelard  Epistemología

dagógica de los distintos umbrales diferenciales de lacultura.

Claro está, esta historia recurrente, esta historia juz-gada, esta historia valorizada no puede ni quiere resta-blecer mentalidades precientíficas. Está hecha más bienpara ayudar a tomar conciencia de la fuerza de ciertasbarreras que el pasado del pensamiento científico ha for-mado contra el irracionalismo. De este modo, Jean-Bap-tiste Biot en un Essai sur l'histoire des sciences pendant,la Révolution fran{:aise escribía en 1803(p. 6): «La Ency-clopédie era una barrera que impedía para siempre alespíritu humano retroceder.» Hay aquí una especie dedeclaración de los derechos del hombre racionalista ytendremos ocasión de ilustrada a partir de que conside.remos la historia de las ciencias como un progreso de suracionalidad. La historia de las ciencias aparecerá comola más irreversible de todas las historias. Al descubrir loverdadero el hombre de ciencia bloquea lo irracional.Sin duda el irracionalismo puede surgir en otras partes.Pero en adelante hay caminos prohibidos. La historia delas ciencias es la historia de las derrotas del irraciona-lismo. (Activité, cap. 1, p. 25-27.)

III. LA ACTUALIDAD DE LA HISTORIA DE LASCIENCIAS

[88] Si el historiador de una ciencia debe ser juezde los valores verdaderos que afectan a esta ciencia,¿dónde debe aprender su oficio? La respuesta no planteadudas: el historiador de las ciencias para juzgar bien elpasado, debe conocer el presente; debe aprender lo me-jor posible la ciencia cuya historia se propone escribir.y en esto, guste o no, la historia de las ciencias tiene unfuerte ligamen con la actualidad de la ciencia.

En el mismo grado en que el historiador de las cien-cias penetrará en la modernidad de la ciencia, extraerámatices cada vez más numerosos, cada vez más finos, en-la historicidad de la ciencia. La conciencia de modernidady la conciencia de historicidad son aquí rigurosamenteproporcionales.

A partir de las verdades que la ciencia actual ha he-cho más claras y mejor coordinadas, el pasado de verdadaparece más claramente progresivo como propio pasado.Parece como si la clara historia de las ciencias no puedaser completamente contemporánea de su desarrollo. Po-demos ver cómo se desarrolla el drama de los grandesdescubrimientos, tanto más fácilmente cuando hemosasistido al quinto acto.

---------------~---------- __ ----.4

Page 120: Bachelard  Epistemología

rJ(

Iti

ti------------------~-~\~---------

A veces una repentina luz exalta el valor del pasado.Sin duda se trata del conocimiento del pasado que ilu-mina el camino de la ciencia. Pero podríamos decir queen ciertas circunstancias el presente ilumina el pasado.Lo hemos podido ver cuando, a dos siglos de distancia,Brianchon presentó su teorema formando dualidad con elfamoso hexagrama místico de Pasca!. Todo lo que era epis-temológicamente misterioso en el hexagrama místico dePascal aparece bajo una nueva luz. Se trata realmentedel misterio a plena luz. Parece como si en la dualidadPascal-Brianchon, el sorprendente teorema de Pascal do-ble su valor.

Naturalmente esta luz recurrente que participa tanclaramente en d armonioso desarrollo del pensamientomatemático puede ser mucho más indecisa en la fijaciónde los valores históricos para otras ramas de la cienciacomo la física o la química. Al querer convertir en dema-siado activos pensamientos del pasado se pueden cometerverdaderas racionalizaciones, que atribuyan un sentidoprematuro a descubrimientos pasados. Léon Brunschvicglo ha señalado con agudeza al criticar un texto de Houlle-vigne. Houllevigne escribía, después de recordar diversosensayos realizados en 1659para disolver el oro: «Lange-lot en 1672sustituía estos métodos puramente químicospor un procedimiento físico que consistía en triturar -enoro forjado en hojas delgadas durante un mes en un "mo-lino filosófico", seguramente un mortero cuya manecillaestaba accionada por una manivela. Después de este tiem-po obtenía un polvo extremadamente fino que puesto ensuspensión en el agua, permanecía en ella formando unlíquido muy rojo; este líquido obtenido por Langelot...hoy lo conocemos, se trata del oro coloidal. Y de estemodo persiguiendo su quimera, los alquimistas habíandescubierto los metales coloidales cuyas sorprendentespropiedades demostraría Bredig, 250años más tarde.»

Pero Léon Brunschvicg con su habitual sentido de los

matices ~rena de golpe esta «racionalización»: «única.m~nt,e,dIce, su descubrimiento existe para nosotros, noeXIstIapara ellos. En efecto, no está permitido decir quese ~abealgo en el momento de hacerlo mientras no se sabeque ~eha hecho. Sócrates decía que saber es ser capaz deensenar» 1.

La advertencia de Brunschvicg debiera inscribirse en-tre las ~áximas directrices de la historia de las ciencias.Se reqUle:e un verdadero tacto para manejar las posiblesr:curr.encIas. Pero continúa siendo necesario doblar lahIstona del desarrollo de los hechos por una historia deldesarrollo de los.valores. y sólo se pueden apreciar bienlos valores conocIendo los valores dominantes, los valoresq?-e,en el pensamiento científico, se activan en la moderomdad., .La pos.iciónfilosófica que asumo aquí es sin duda di-

fIcIl y pelIgrosa. Contiene un elemento que la arruina setrata d~l,carácter e~ímerode la ciencia. Siguiendo el idealde tensIOnmodermsta que propongo para la historia delas ciencias, será necesario rehacer a menudo la historiade las ciencias. En realidad ocurre precisamente esto. Y laobligación de iluminar la historicidad de las ciencias me-diante la modernidad de la ciencia hace de la historia delas ciencias una de las doctrinas científicas más vivas yeducativas.

Pero no quisiera daros la impresión de limitarme adesarrollar aquí una filosofía abstracta de la historia delas ciencias sin recurrir a ejemplos históricos concretos.~omaré un ejemplo muy simple que me servirá para dosfInes:

1.° Os ~ostr~rá que e~ carácter de historia juzgadaha SIdo SIempre mas o menos claramente activoen la historia de las ciencias.

------._.~

Page 121: Bachelard  Epistemología

2.° Os mostrará que esta asimilación del pasado dela ciencia por la modernidad de la ciencia puedeser catastrófica cuando la ciencia todavía no haconquistado esta jerarquía de los valores que ca-racteriza, en particular, la ciencia de los siglos XIXy XX.

dan un buen ejemplo de estos textos confusos tan carac-terísticos de la verdad en proceso de constitución, perotodavía entorpecidos por nociones precientíficas.

Hagamos un resumen de esta modernización prema-tura. Desde nuestro punto de vista es un ejemplo de lahistoria de las ciencias incoativas, de la historia de lasciencias que intenta constituirse.

El salitre, dice Ingen-Housz, compuesto de potasa yácido «llamado nítrico» no contiene ningún principio íg-neo, la potasa «lejos de ser un combustible apaga el fue-go e incluso impide que se inflamen los cuerpos com-bustibles» que están impregnados. Igualmente «el ácidonítrico, por muy concentrado que esté, no puede infla-marse y apaga el fuego igual que el agua». La unión deambas substancias no ígneas en el salitre no era, paraIngen-Housz, el principio de ignición. «Incluso podemossumergir un hierro al rojo vivo en una masa de nitrofundido y enrojecido, sin que se inflame» 1.

«El carbón, que es el segundo ingrediente necesariode la pólvora, prosigue Ingen-Housz, tampoco nos ofrecenada que pueda hacerse sospechar el mínimo peligro almanejado. Se inflama y queda reducido a cenizas sin elmenor ruido o movimiento.»

Asípues la conclusión de Ingen-Houszes que los cons-tituyentes no teniendo en sí mismos el principio de igni-ción, ni la fuerza de explosión, no permiten que la pólvorase inflame y explote. El viejo inventor, en la opinión deIngen-Housz, no podía comprender su invento partiendode los conocimientos comunes de las substancias quemezclaba.

Veamos ahora a Ingen-Houszen acción para dar al vie-jo conocimiento histórico una actualidad al nivel de laciencia de su propio tiempo.

Estima con razón que el salitre es una fuente de aire

El ejemplo que voy a estudiar me ha sido proporcio-nado por una explicación en la que el excelente físicosuizo Jean Ingen-Housz,escribiendo a fines del siglo XVIII,pretendía dar ciertas propiedades a la pólvora. Intentahacer comprender los efectos de la pólvora utilizando lasnuevas concepciones de la química lavoisiana, al nivelpues de la modernidad de la ciencia de su tiempo.

Jean Ingen-Housz se expresa así 1 :

«La pólvora es un ingrediente tanto más maravillosopor cuanto que, sin los conocimientos que tenemos ac-tualmente de las diversas especies de fluidos aéreos, es-pecialmente del aire deflogisticado (léase oxígeno) y delaire inflamable (léase hidrógeno), parece imposible que se .haya podido imaginar su composición a priori, es decirque se haya podido adivinar antes que estas tres substan-cias (azufre, carbón, salitre, o incluso las dos últimas yaque la primera, el azufre, no es absolutamente necesaria)mezcladas entre sí, pudieran producir un efectó tan sor-prendente.»

y Jean Ingen-Houszexplica ampliamente cómo a pesarde todo, no se hubiera debido poder inventar la pólvora.Pretende así hacer comprender en la actualidad de laciencia de su tiempo lo que no podía ser comprendido enel momento en que la historia fija el descubrimiento. Peroprecisamente la ciencia del tiempo de Ingen-Housz nopermite todavía esta explicación recurrente que haceresaltar los valores, y las explicaciones de Ingen-Housz

1. Jean INGEN-Housz, Nouvelles expériences et observations sur di-vers objets de physique, París, 1785, p. 352.

-~_._----_._-----_.--------~ ---- _d

Page 122: Bachelard  Epistemología

deflogisticado (oxígeno). Piensa erróneamente, que el car-bón es una especie de gas inflamable (hidrógeno). Sabeque la mezcla de los dos «aires» se inflama «con una vio-lencia extrema al acercarse al fuego». Cree tener entoncestodos los elementos, para comprender el fenómeno de laexplosión. Actualiza la historia volviendo a imaginar asíun descubrimiento que estima racional de la pólvora. «Meparece probable, dice, que estos nuevos descubrimientos(del óxígeno y del hidrógeno) hechos sin tener la menoridea de adaptados a la pólvora, nos hubieran llevadopronto al descubrimiento de este compuesto terrible, sino hubiera sido ya descubierto por accidente.»

Así, en este sencillo ejemplo, vemos en acción la nece-sidad de rehacer la historia de las ciencias, un esfuerzopara comprender modernizando. Aquí este esfuerzo esdesafortunado y no podía ser de otro modo en un tiempoen que los conceptos para comprender los explosivos noestaban formulados. Pero este esfuerzo desafortunado,está, también, en la historia y en nuestra opinión tienecierto interés seguir la historia de la historia de las cien-cias, esta historia de las ciencias en un proceso de refle~xión sobre sí misma, esta historia siempre reflexionada yrecomenzada.

Para agotar mi idea, creo que la historia de las cien-cias no podría ser una historia empírica. No podría- des-cribirse en el desmigajamiento de los hechos ya que esesencialmente, en sus formas elevadas, la historia del pro-greso de los lazos racionales del saber. En la historia delas ciencias -además del lazo entre causa y efecto- seestablece un lazo entre razón y consecuencia. De algunamanera, está doblemente ligada. Debe abrirse cada vezmás a las organizaciones racionales. Cuando más nosaproximamos a nuestro siglo, más sentimos que los valo-res racionales dirigen la ciencia. Y si tomamos los mo-dernos descubrimientos, vemos que en el espacio de al-gunos lustros, pasan del estadio empírico a la organiza-

ción nacional. Y así, de un modo acelerado, la historiareciente reproduce la misma ascensión a la racionalidadque el proceso progresivo que se desarrolla al ralentí enla historia más antigua. (Conferencia en el Palais de laDecouverte, 1951).

~---

Page 123: Bachelard  Epistemología

ARQUÍMIDES(Hacia 287 - hacia 212) matemático, físico e ingenierogriego, 74.

BALDWIN(James) (1861"1934) psicólogo americano, 53.BAUME(Antoine) (1728-1804) químico francés, 29,BECQUEREL(Henri) (1852-1908) físico francés, SS.BERGSON(Henri) (1859-1941) filósofo francés, 73.BIOT(Jean-Baptiste) (1774-1862) físico, químico y astrónomo fran·

cés, 87.BLACK(Joseph) (1728-1799) químico escocés, 87.BOERHAAVE(Herman) (1668-1738) médico, botánico y químico ho-

landés, 83.BOHR (Niels) (1885"1962) físico danés, 85.BOREL(Emile) (1871-1956) matemático francés, 2,BOUGUER(Pierre) (1698-1758) matemático, astrónomo e hidrógra-

fO,62.BOULIGAND(Georges) (nacido en 1889) matemático francés, 41, 56,

60.BOUTROUX(Emile) (1845-1921) filósofo francés, 28, 30.BROGLIE(Louis, príncipe de) (1892) físico francés, 86.BRUNSCHVIG(Léon) (1869-1944) filósofo francés, 10, 88.CAMPBELL(Williams) (1862-1938) astrónomo americano, 11.CANTON(John) (1718-1772) astrónomo y físico inglés, 15.CAVENDISH(Henri) (1731-1810) físico y químico inglés, 41.

.CLAIRAUT(Alexis) (1713-1773) matemático francés, 62.

__ •••••••••_,1 ... ~ _ _ --- - •• <"1

Page 124: Bachelard  Epistemología

COMPTON(Arthur) (1892-1962) físico americano, 13.COULOMB(Charles) (1736-1806) mecánico y físico francés, 15.CUVIER(Georges) (1769-1832) zoólogo y paleontólogo francés, 21.

_DELAMBRE(Jean-Baptiste) (1749-1822) astrónomo y geodesta fran-cés, 62.

DEM6cRITO(hacia 460 - hacia 370) filósofo griego, 20.DESCARTES(René) (1596-1650) filósofo, matemático y físico fran-

cés, 45, 82.DIDEROT(Denis) (1713-1784) filósofo y escritor francés, 68.EDlSON(Thomas) (1847-1931) inventor americano, 18.FARADAY(Michels) (1791-1867) físico y químico inglés, 36.FIZEAU(Hippolyte) (1819"1896) físico francés, 55, 62.FOUCAULT(Léon) (1819-1896) físico francés, 7.FRANKLIN(Benjamin) (1706-1790) físico, filósofo y estadista ame-

ricano, 81.FRESNEL(Agustin) (1788-1827) físico francés, 86.GOETHE(Johann Wolfgang) (1749-1832) escritor y estadista ale-

mán, 58, 67, 75.HEGEL(G.W.F.) (1770-1831) filósofo alemán, 15, 37, 41.HEISENBERG(Wemer) (1901-) físico alemán, 20, 69.HUME(David) (1711-1776) filósofo inglés, 21.HUYGENS(Christian) (1629-1695) matemático, astrónomo y físico

holandés, 13.JANET(Pierre) (1859-1947) médico y psicólogo francés, 24.JOULE(James Prescott) (1818-1889) físico e industrial inglés, 18, 64.KEPLER(Johann) (1571-1630) astrónomo alemán, 24.LACÉPEDE(Bernard, conde de) (1756-1825) naturalista francés, 78.LA CONDAMINE(Charles-Marie de) (1701-1774) matemático francés,

62. -LAPLACE(Pierre-Simon, marqués de) (1749"1827) matemático, fío

sico y astrónomo francés, 68.LAVOISIER(Antoine-Laurent de) (1734-1794) químico y fisiólogo

francés, 33.LEIBNIZ (Gottfried Wilhem) (1646-1716) filósofo y matemático

alemán, 45.LEMERY(Nicolás) (1645-1715) médico y químico francés, 81.LIEBIG(Justus, barón de) (1803-1873) quimico alemán, 40.LoBATCHEVSKY(Nicolás) (1792-1856) matemático ruso, 10.MACH(Ernst) (1838-1916) físico y filósofo austríaco, 8.MARAT(Jean-Paul) (1743-1793) médico y político francés, 81.MARIOTTE(abad Edme) (1620-1684) físico francés, 81.MARX(Karl) (1818-1883) filósofo y sociólogo alemán, 65.MAUPERTUS(Pierre-Louis de) (1698-1759) matemático, naturalista

y filósofo francés, 62.

/Q

MENDELEEV(Dimitri) (1834-1907) quimico ruso, 31, 33, 34, 35, 36.MEYER(Lothard) (1830-1895) químico alemán, 36.MEYERSON(Emile) (1859-1933) filósofo francés, 20, 22, 34.MILLIKAN(Robert Andrews) (1868-1953) físico americano, 63.NEWTON(Isaac) (1643-1727) matemático, físico y astrónomo in.

glés, 13, 86.NIETZSCHE(Friedrich) (1844-1900) filósofo alemán, 67, 87.OSTWALD(Wilhem) (1853-1932) físico, químico y filósofo alemán,

26.PAULI(Wolfgang) (1900-) físico ruso, 34.PAULlNG(Linus) (1901-) químico americano, 85.PEARSON(Karl) (1857-1936) biólogo y estadístico inglés, 23.PERRIN (Jean) (1870-1942) físico francés, 34.POINCARÉ(Henri) (1854-1912) matemático y filósofo ~r~ncés, 7.•PONCELET(Jean-Victor) (1788-1867) general y matematIco frances,

75. ól . l'PRIESTLEY(Joseph) (1733-1804) químico, físico y te ogo mg es,13,24. . ó f

PTOLOMEO(Claudio) (11° siglo) astrónomo, matemátIco y ge gra ogriego, 87.

RAMAN(1888-) físico hindú, 13, 25. ,. . ,RAYLEIGH(John William) (1842-1919) fISIC?.mgles, ,24:RÉAUMUR(René-Antoine de) (1683-1757) fISICO,qUlmIco y natura-

lista francés, 81.REGNAULT(Victor) (1810-1878) físico y químico francés, 55.ROBINSON(Sir Robert) (1886-) químico inglés, 38.SCHEELE(Carl Wilhelm) (1742-1786) químico sueco, ~3:. . .TORRICELLI(Evangelista) (1608-1647) físico y matematIco ItalIano,

84. . l' tVAN HELMONT(Juan-Bautista) (1577-1644) médICO, natura IS a yquímico flamenco, 79. . . '

VANINI(Lucilio) (1600-1675) cosmógrafo y matemátIco holandes,

VOL~:IRE (Fran~ois-Marie AROUET,llamado) 1694-1778) escritorfrancés, 64. ,

WEYL(Herman) (1885-1955) matemático aleman, 20.ZEEMAN(Pieter) (1865-1943) físico holandés, 13, 27.

Page 125: Bachelard  Epistemología

ADVERTENCIA 7LISTADELASOBRASEPISTOMOLÓGICASDEBACHELARD. 9

(,PUNTOSDE PARTIDA. 11

1. La «novedad» de las ciencias contemporá-ráneas 13

A) «Mensajes de un mundo desconocido». 13B) Ruptura con el conocimiento común . 16

II. La .«I!.e!.eza»de la filosofía . 19A) Negligencia 19B) Pretensiones 21

III. Las preguntas del epistemólogo 26

SECCIÓN1. LAS REGIONESDELAEPISTEMOLOGfA. 291. La noción de región epistemológica 31

i, II. Epistemología de la física. 35A) La provocación relativista . 35

~..1. «Esta novedad es una objeción». 352. Devaluación de las ideas primiti-

vas . 37251

Page 126: Bachelard  Epistemología
Page 127: Bachelard  Epistemología

4. La noción de «método científico».5. La noción de aplicación

154hú

n. El materialismo técnico . 162

1. Instrumentos Y precisión. 1622. La «ciudad científica» . 1673. Las cuestiones del determinismo . 177

nI. Psicoanálisis del cono~imiento objetivo 187

A) Principios. 187

1. La noción de «obstá,C:1.l10--epis.teIno-lógico» . <:' . 187

2. Algunos obstáculos 193

B) Ilustraciones históricas 205

1. «Extensión abusiva de una imagenfamiliar» 205

2. Química y alquimia del fuego. 211

SECCIÓN In. HACIA LA HISTORIA DE LAS CIENCIAS. 221

1. ¿Continuidad o discontinuidad? 221n. ¿Qué es una síntesis histórica? 232

1. Una «síntesis transparente» 2322. «Ciencias sin antepasados»: un

«acto epistemológico» . 234

nI. La actualidad de la historia de las ciencias. 239

tNDICE DE LOS PRINCIPALES NOMBRES CITADOS • 247

Hans Magnus EnzensbergerDetalles

2 Roger VaillandLacios. Teoría del libertino

3 Georges MouninSaussure. Presentación y textos

4 Barrington Moore, Jr.Poder político y teoría social

5 Paolo CarusoConversaciones con Lévi-Strauss. Fouep.v.~t t i.acJ (

6 Roger MucchielliC\I

Introducción a la psicología estructuralIl '

7 Jürgen Habermas ~

Respuestas a Marcuse'\

8 André GlucksmannEl Discurso de la Guerra

9 Georges MouninClaves para la Lingüística

10 Marthe RobertAcerca de Kafka. Acerca de Freud

11 Wilhelm ReichReich habla de Freud

12 EdmundLeachUn mundo en explosión

13 Timothy Reison (New Society)Los padres fundadores de la ciencia social

14 Renatode FuscoArquitectura como «masas medium»Notas para una semiología de la arquitectura

15 ,Jean.Michel PalmierIntroducción a Wilhelm Reich. Ensayo sobre fel nacimiento del freudo-marxismo