4
BOCATAS, PASIÓN POR EL HOMBRE “Bocatas, pasión por el hombre” ¡Qué sencillo! Pasión por el hombre; no pasión por su actitud, inteligencia o éxito. ¡Qué regalo es ser querido por el mero hecho de ser hom- bre, y no por aquello que hagas o dejes de hacer! ¿Quién no desea ser querido así? E n un mundo en el que se te va- lora únicamente por tus éxitos y capacidades, y se te conde- na por tus limitaciones y errores, se ha introducido una novedad. Y para nosotros, donde esto se hace más evi- dente es en Bocatas: un lugar en el que nadie tiene que aparentar nada. El yonki no tiene que dejar de ser yonki, el gitano no tiene que dejar de ser gitano, y yo no tengo que de- jar de lado mi mezquindad. Porque allí uno es querido por lo que es, in- dependientemente de su condición y de lo que haya hecho. Esta novedad, que consiste en un amor incondi- cional exento de pretensiones, supone una verda- dera liberación, porque cada viernes puedo estar allí con todo lo que yo soy, hasta el punto de mirar mi propio mal y no escandalizarme. Por esta mi- rada gratuita, Bocatas se ha convertido en nuestra casa, un lugar en el que podemos ser ‘siempre li- bres’; en el que, poco a poco, aprendemos en qué consiste amar, y en el que percibimos una prome- sa de algo grande que es para siempre. Esto es lo que nos hace afirmar contundentemente que cada viernes, a pesar de hallarnos entre ‘basura mate- rial’ y ‘escoria humana’, aflora una belleza últi- ma que grita que la vida es un bien. A l llegar a Bocatas, ante toda aquella necesidad y pobre- za, la primera reacción, casi instintiva, es querer solucionarles la vida, y piensas: “este colega no tie- ne zapatillas, ni calzoncillos, ni su- dadera; el próximo viernes le traigo algo”. Pero al final uno se da cuenta de que lo único que verdaderamente necesitan es ser acompañados, por- que realmente no podemos hacer nada por mejorar su situación. Y no sólo es una impotencia ‘material’ ante su situación; es que, aunque les sacá- semos del poblado y les ‘resolviése- mos’ sus vidas, no sería suficiente, al igual que no es suficiente para noso- tros tener nuestras vidas ‘resueltas’. Darme cuenta de que no puedo ser la respuesta a todo lo que el yonki de- sea, me hace ser más consciente de que, al igual que yo no puedo res- ponder a su exigencia, no hay nada ni nadie que pueda colmar hasta el fondo mi necesidad, más que Cris- to. Y por tanto, la pretensión con la que normalmente vivo, exigiendo a mis amigos, mi novia o mi familia que sean ‘suficientes’ para satisfacer todo lo que yo necesito, ya no es la última palabra. Bocatas me educa y libera de esta pretensión, haciéndo- me ver que mis amigos no me van a hacer feliz a mí, y que, por más que me empeñe, yo tampoco voy a ser la respuesta definitiva al corazón de las personas a las que quiero. Y enton- ces empiezo a entender que lo único que puede responder a todo lo que yo soy es Cristo, y que, por tanto, lo único que puede responder a lo que los yonkis y los gitanos necesitan es Cristo. Y esto es lo que nos interesa de verdad, «aprender a amar al otro comprendiendo que él y su destino son Cristo», como decía nuestro gran amigo Marcos Pou E l momento en el que todos paramos lo que estamos ha- ciendo –dar comida o ropa, charlar con la gente…– para escu- char a Chules y rezar un Ángelus es crucial, porque nos hace ser cons- cientes de cuál es el origen de Boca- tas y de la razón por la que estamos allí cada viernes: Cristo se sirve de Bocatas para llegar a las perife- rias existenciales de este mundo, para llegar a la Cañada Real, y curiosamente, es donde también me alcanza a mí. Es el momento que da sentido al resto de la noche, el momento en el que reconocemos que sin Algo más grande todo esto no sería posible. Por mi recorrido personal de los últimos meses, tras mucho tiem- po intentando afirmarme a mí mismo, he vuelto a descubrir que así no voy a ningún lado, que «sin reconocer la re- surrección sólo nos queda una alter- nativa: la nada» (Luigi Giussani). Y por esto me interesa Bocatas, porque habiendo experimentado toda mi nada vacía, toda mi vileza y toda mi mez- quindad, he vuelto a ver que en Bo- catas, un lugar concreto, y a través de unos rostros concretos, se me vuelve a proponer Algo capaz de salvar todo mi mal. Bocatas se ha convertido en algo que me recuerda cada viernes lo que realmente deseo: crecer en la relación con Aquello que puede vencer todo mi mal. Así, puedo decir que fiándome de otro con minúsculas –de los adultos de Bocatas, en este caso–, aprendo a fiarme de Otro con mayúsculas. ¿Qué sería Bocatas sin el acontecimiento cristiano? Bocatas, como caritativa, nos enseña a amar «En este lado florecían las injusticias, las mez- quindades, la crueldad que en otras partes se silenciaban tan astu- tamente. Allí se podía amar a los seres huma- nos casi del mismo modo que los amaba Dios, co- nociendo lo peor: no se amaba una pose, un vestido bonito, un senti- miento artificiosamente exhibido. Sintió un afec- to repentino por Yusef», Graham Greene. «Sigo yendo a la ca- ritativa porque estáis vosotros, que sois la Iglesia, es decir, Cris- to», El sentido de la caritativa «La ley del ser es la caridad, es compartir: solamente Cristo nos lo ha dicho con total seguridad y decisión […]. He aquí la razón para ir a la caritativa: porque la ley de mi ser es la caridad y puedo acep- tarla si quiero ser», Luigi Giussani.

Bocatas, pasión por el hombre

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Paneles de la exposición "Bocatas, pasión por el hombre", realizada por algunos chavales de la asociación Bocatas en junio de 2015.

Citation preview

Page 1: Bocatas, pasión por el hombre

BOCATAS, PASIÓN POR EL HOMBRE“Bocatas, pasión por el hombre” ¡Qué sencillo! Pasión por el hombre; no pasión por su actitud, inteligencia o éxito. ¡Qué regalo es ser querido por el mero hecho de ser hom-

bre, y no por aquello que hagas o dejes de hacer! ¿Quién no desea ser querido así?

E n un mundo en el que se te va-lora únicamente por tus éxitos y capacidades, y se te conde-

na por tus limitaciones y errores, se ha introducido una novedad. Y para nosotros, donde esto se hace más evi-dente es en Bocatas: un lugar en el que nadie tiene que aparentar nada. El yonki no tiene que dejar de ser yonki, el gitano no tiene que dejar de ser gitano, y yo no tengo que de-jar de lado mi mezquindad. Porque allí uno es querido por lo que es, in-dependientemente de su condición y de lo que haya hecho.

Esta novedad, que consiste en un amor incondi-cional exento de pretensiones, supone una verda-dera liberación, porque cada viernes puedo estar allí con todo lo que yo soy, hasta el punto de mirar mi propio mal y no escandalizarme. Por esta mi-rada gratuita, Bocatas se ha convertido en nuestra casa, un lugar en el que podemos ser ‘siempre li-bres’; en el que, poco a poco, aprendemos en qué consiste amar, y en el que percibimos una prome-sa de algo grande que es para siempre. Esto es lo que nos hace afirmar contundentemente que cada viernes, a pesar de hallarnos entre ‘basura mate-rial’ y ‘escoria humana’, aflora una belleza últi-ma que grita que la vida es un bien.

Al llegar a Bocatas, ante toda aquella necesidad y pobre-za, la primera reacción, casi

instintiva, es querer solucionarles la vida, y piensas: “este colega no tie-ne zapatillas, ni calzoncillos, ni su-dadera; el próximo viernes le traigo algo”. Pero al final uno se da cuenta de que lo único que verdaderamente necesitan es ser acompañados, por-que realmente no podemos hacer nada por mejorar su situación. Y no sólo es una impotencia ‘material’ ante su situación; es que, aunque les sacá-semos del poblado y les ‘resolviése-mos’ sus vidas, no sería suficiente, al igual que no es suficiente para noso-tros tener nuestras vidas ‘resueltas’. Darme cuenta de que no puedo ser la respuesta a todo lo que el yonki de-sea, me hace ser más consciente de que, al igual que yo no puedo res-ponder a su exigencia, no hay nada ni nadie que pueda colmar hasta el fondo mi necesidad, más que Cris-to. Y por tanto, la pretensión con la que normalmente vivo, exigiendo a mis amigos, mi novia o mi familia que sean ‘suficientes’ para satisfacer todo lo que yo necesito, ya no es la última palabra. Bocatas me educa y libera de esta pretensión, haciéndo-

me ver que mis amigos no me van a hacer feliz a mí, y que, por más que me empeñe, yo tampoco voy a ser la respuesta definitiva al corazón de las personas a las que quiero. Y enton-ces empiezo a entender que lo único que puede responder a todo lo que yo soy es Cristo, y que, por tanto, lo único que puede responder a lo que los yonkis y los gitanos necesitan es Cristo. Y esto es lo que nos interesa de verdad, «aprender a amar al otro comprendiendo que él y su destino son Cristo», como decía nuestro gran amigo Marcos Pou

El momento en el que todos paramos lo que estamos ha-ciendo –dar comida o ropa,

charlar con la gente…– para escu-char a Chules y rezar un Ángelus es crucial, porque nos hace ser cons-cientes de cuál es el origen de Boca-tas y de la razón por la que estamos allí cada viernes: Cristo se sirve de Bocatas para llegar a las perife-rias existenciales de este mundo, para llegar a la Cañada Real, y curiosamente, es donde también me alcanza a mí. Es el momento que da sentido al resto de la noche, el momento en el que reconocemos que sin Algo más grande todo esto no sería posible.Por mi recorrido personal de los

últimos meses, tras mucho tiem-

po intentando afirmarme a mí mismo, he vuelto a descubrir que así no voy a ningún lado, que «sin reconocer la re-surrección sólo nos queda una alter-nativa: la nada» (Luigi Giussani). Y por esto me interesa Bocatas, porque habiendo experimentado toda mi nada vacía, toda mi vileza y toda mi mez-quindad, he vuelto a ver que en Bo-catas, un lugar concreto, y a través de unos rostros concretos, se me vuelve a proponer Algo capaz de salvar todo mi mal. Bocatas se ha convertido en algo que me recuerda cada viernes lo que realmente deseo: crecer en la relación con Aquello que puede vencer todo mi mal. Así, puedo decir que fiándome de otro con minúsculas –de los adultos de Bocatas, en este caso–, aprendo a fiarme de Otro con mayúsculas.

¿Qué sería Bocatas sin el acontecimiento cristiano?Bocatas, como caritativa, nos enseña a amar

«En este lado florecían las injusticias, las mez-quindades, la crueldad que en otras partes se silenciaban tan astu-tamente. Allí se podía amar a los seres huma-nos casi del mismo modo que los amaba Dios, co-nociendo lo peor: no se amaba una pose, un vestido bonito, un senti-miento artificiosamente exhibido. Sintió un afec-to repentino por Yusef», Graham Greene.

«Sigo yendo a la ca-ritativa porque estáis vosotros, que sois la Iglesia, es decir, Cris-to», El sentido de la caritativa

«La ley del ser es la caridad, es compartir: solamente Cristo nos lo ha dicho con total seguridad y decisión […]. He aquí la razón para ir a la caritativa: porque la ley de mi ser es la caridad y puedo acep-tarla si quiero ser», Luigi Giussani.

Page 2: Bocatas, pasión por el hombre

LOS MARGINADOS DE LOS MARGINADOSValdemingómez es un infierno: un cementerio de muertos vivientes a los que todavía no se les han agotado del todo las pilas y que sobreviven, segundo a segundo, minuto

a minuto y día a día, aferrándose como pueden a su insoportable existencia.

En Valdemingómez apa-rentemente el hombre se extinguió hace años,

sólo quedan yonkis, gentuza, delincuentes… Nadie mira como personas a la gente que vive allí; y de hecho, nadie se atreve a mirar la realidad de la droga, tan cercana y presente en nuestro mundo: apenas 15 minutos en coche a Valdemin-gómez, y enfrente de mi casa el camello del barrio. A noso-tros mismos, al principio, nos costaba tratar con ellos: nos

«Uso las drogas [...] para que estar con uno mismo todo el rato no se convier-ta en algo demasiado insoportable», Nacho Vegas

Les saludas o les das las buenas noches y responden, cosa que no pasaría si fueses por la Cas-

tellana rodeado de ‘personas’ y no de ‘animales drogadictos’. Hoy en día todo el mundo va a su bola, con su móvil y sus pensamientos; pero es-tos yonkis están tan desnudos y tan necesitados que su humanidad sal-ta a la vista. Aun así, no es que sean buenas personas, ni que se quieran o se tomen en serio la vida entre ellos, porque abajo en el poblado se tratan e insultan entre sí como a perros. Sólo cuando suben arriba y se ven mirados de otra forma, se llenan de agrade-cimiento y se vuelven más amables, en el sentido literal de la palabra: se dejan querer.

Sus vidas son dramáticas: la mayoría han pasado tiempo en la cárcel, no saben nada de sus

familias, no conocen a los muchos hi-jos que tienen por ahí, y, sobre todo, se ven en un hoyo del cual no pueden

Con algunos yonkis hemos lle-gado a entablar relaciones preciosas, sintiendo un afecto

mutuo incomprensible. Siempre que suben, lo primero que hacen es pre-guntar por nosotros. A pesar de llevar un tiempo sin comer ni beber nada mí-nimamente digno, no vienen directa-mente a por la comida, sino que vienen a vernos, a estar con nosotros. Reduán, uno que hemos conocido hace poco, vie-ne y muchas ve-ces no coge si-quiera comida, y nos dice que sólo sube a pasar un rato con noso-tros. Santi siem-

daban asco –por muy duro que sue-ne–, están sucios, huelen mal, están desfigurados, no es agradable mi-rarles a la cara o ver cómo buscan una vena todavía útil para pincharse delante de nosotros. Es una realidad muy dura, pero en medio de toda esa basura, han florecido ciertas rela-ciones con algunos de ellos que nos han hecho ver que son personas, como tú y como yo. Nos vienen a la mente Santi y Ana, el Nano, Sevi-lla, Pedro, Reduán, la Petri, Mek y Medussa, Mariví o el Chino.

salir, la droga. Nosotros, ante esto, no podemos hacer nada más que estar ahí con ellos y darles algo de comida.Por ejemplo, una noche se acercó

una mujer que me contó que su hija se había suicidado, y que su familia

la había culpado a ella, por lo que se había divorciado de su marido, y no había vuelto a saber nada de su otro hijo. Escuchándola, aparte de sen-tir una impotencia tremenda, caí en la cuenta de que si realmente no hay algo que dé sentido a tu vida es imposible afrontar situaciones como ésta. Pero, ¿qué salva la im-potencia? ¿Qué me permite estar allí sabiendo que no puedo hacer nada por ellos? Saber que no soy yo quien ha de salvarles. Y esto es lo mismo que me permite estar ante el sufrimiento y el destino de mis amigos y de todas las personas que quiero.

«Precisamente porque les que-remos, descubrimos que no so-mos nosotros quienes les hace-mos felices [...]. Es Cristo quien les hace felices, porque es la ra-zón de todo, quien lo hace todo, porque es Dios», Luigi Giussani

pre nos cuenta su semana y nos dice “Tío el otro día me acordé de ti…”. Es curioso que un yonki que lleva una vida miserable en el poblado se acuer-de de nosotros, cuando muchas veces ni siquiera nosotros mismos nos acor-damos de nuestros amigos más cerca-nos. Hace poco nos dijo: “Chavales, no me puedo morir sin ir a El Esco-

rial y sentarme en la silla de Felipe II, porque tronco, la historia de Espa-ña me flipa...”, y le prometimos que le llevaríamos. Otro día nos dijo que el mundo tenía que conocer de ver-dad la realidad de la droga, hasta tal punto que nos pidió que le consiguié-semos una cámara para grabar el día a día en el poblado, para que la gente viese el infierno que viven él y todos los drogadictos allí. ¿Cómo ha podi-do surgir una relación así entre dos chavales de 18 años y un yonki de unos 50 años?

Un último ejemplo para expre-sar la potencia de la relación que tenemos con varios de

ellos. Aunque no, realmente es im-posible describir la mirada de Pedro, esos ojos llenos de agradecimiento y

ternura cuando al irse nos dice con su acento portugués: “vayan con Dios”. Tendréis que venir a cono-cerles, porque realmente, que pue-dan darse relaciones como éstas es algo de otro mundo.

Page 3: Bocatas, pasión por el hombre

UNA AMISTAD NUNCA IMAGINADAJamás habría pensado que me haría amigo

de unos gitanos. Mi amistad con ellos es un milagro. Aunque debería ser al contrario, es

un constante aprender. Dentro de su humilde co-nocimiento y cultura –porque no tienen ni idea de nada–, me enseñan que la vida no depende de cuánto sepas ni de lo útil que seas para los demás, porque, ¿y si dependiera de eso? Tener que dar la talla en cada instante y ser útil. ¡Qué horror! Vivir sería una presión constante. Cuando es-toy con ellos nadie me mide, no tengo que dar la talla, los gitanos me quieren por lo que soy y no por lo que soy capaz de hacer. Parece pa-

radójico pen-

sar que con un gitano puedas ser tú mismo y que con tus compañeros de clase y amigos muchas veces tengas que ponerte cientos de capas inten-tado tapar todo aquello que eres. Es por esto que mi amistad con ellos es una verdadera liberación.Muchos viernes vienen con cara de “menuda

mierda” porque su semana ha sido una monoto-nía insoportable, en un lugar en el que reina la droga, la soledad y el drama, y ¿qué puedo hacer yo? No tengo ni carnet de conducir para poder ir a buscarles al poblado, ¿entonces? Sólo sé que quiero que mi amistad con ellos crezca, y que vean que la vida mola. Pero, ¿qué permite que mi relación vaya a más y no se pierda?

Me sorprende mucho la amis-tad con los gitanos, porque no les cuento mi día a día,

ni comparto con ellos mis problemas, alegrías, tristezas, etc. Consiste, tan sólo, en estar con ellos y acompañar-les cada viernes. Me llama mucho la atención el cariño que me nace hacia ellos: no concibo una noche en Boca-tas sin charlar, hacer bromas o escu-char canciones juntos. De este cariño que siento hacia ellos también me nace un dolor y una impotencia. Me duele,

sobre todo, ver cómo durante la sema-na no hacen nada; me destroza que al preguntarles por su semana, me digan: “Na, aquí con la moto”. Otra cosa muy sencilla que me llama la atención es el hecho de que nos pidan un abrazo al despedirnos, porque es un gesto en el que muestran un afecto verdadero ha-cia nosotros, por muy diferentes que sean nuestras vidas. Me pregunto qué verán en nosotros para que puedan llamarnos ‘amigos’ y nos esperen ansiosos cada viernes.

La relación con estos chavales me ha hecho entender de verdad que tiene que existir algo que todos

tengamos en común, a partir de lo cual se pueda construir una amistad. Si no sería imposible que yo fuese la mejor amiga de un gitano. No me lo explicaría. Este algo en común que nos une es Bocatas: el lu-gar donde tanto yo como ellos percibimos que la vida puede vivirse de verdad.A veces me parece poco lo que hago, pero

verdaderamente, una amistad más gra-tuita que ésta no he visto en mi vida, don-

de solo se me pide estar allí, y nada más. La relación ha ido creciendo, y cada vez más, José me cuenta cosas que según él no ha contado a nadie, y mi impotencia y el deseo de respon-der a todo lo que desea son cada día mayores. Esta amistad es la que me-jor me hace entender que cualquier relación de verdad pasa por acom-pañarse en las cosas más sencillas, como cuidar el momento de verte una vez a la semana, y escuchar con inte-rés lo que el otro quiere contarte.

Impensable. Esa es la palabra. La verdad es que es impensable que jóvenes universitarios como no-

sotros, que tenemos nuestras vidas, nuestros amigos y nuestros entornos “bien definidos”, hayamos entabla-do una relación así con estos gita-nillos del poblado. Al principio lo único que hacían era llamar la aten-ción molestando, pero poco a poco –¡muy poco a poco!– han ido estan-

do cada vez mejor con nosotros, llegando incluso a contarnos por qué estaban tristes, cuando lo estaban, o las cosas que les preocupan. A nosotros nos sorprende, porque nunca habríamos imaginado ser amigos de unos gitanos de un poblado de yonkis, pero dentro de lo que cabe estamos acostumbrados a ver cosas “sorprendentes”. Pero, ¿y ellos? Ellos, que en su vida no han visto nada más allá del universo gitano, ¿qué pensarán de esta relación con unos payos, surgida de las cenizas de una hoguera de Valdemingómez? ¿Qué hace que cada viernes salgan de sus casas y vengan a vernos?

Page 4: Bocatas, pasión por el hombre

Esta conciencia de lo que les ha sucedido, les permite tener una apertura hacia todo aquél que se les pone delante. Mientras que

a nosotros muchas veces nos apetece estar con nues-tros cuatro amiguitos, ce-rrándonos a que otro nos pueda sorprender, ellos saben que compartiendo con el resto lo que viven, siempre ganan. Sin duda, el fruto más evidente de esta forma de amistad

UNA COMPAÑÍA ENVIDIABLEYo quiero ser amigo de mis amigos como Chules, Nachito,

Copito, Catalá y el resto de adultos de Bocatas lo son. La forma que tienen de relacionarse, a pesar de ser gen-

te tan distinta –un abogado, un profesor, un cura, un carnicero, un bussinessman, etc.–, es realmente atractiva. Viven todo juntos, cui-dan mucho el acompañarse en las situaciones cotidianas de la vida, y sobre todo, tienen una conciencia impresionante de por qué y para qué son amigos y comparten sus vidas.

«Pero yo no quiero confort. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero peligro, quiero la libertad, quiero la bon-dad, quiero el pecado», Aldous Huxley

A menudo, este ‘exigir’ todo a mis amigos en cada momento me hace estar triste, porque al final no me responden como yo espera-

ba o tenía pensado. Pero la caritativa me ayuda a entender que la pretensión que tengo a la hora de estar con mis amigos no es la última palabra en la relación que tengo con ellos. Entendiendo que, al igual que no soy yo quien salva al yonki o al gitano, mis amigos no pueden llenarme del todo ni darme la felicidad, sino que es Otro quien pue-de responder a todo lo que yo soy, esa pretensión toma otra forma mucho más esperanzadora. Em-piezo a comprender que no son ellos, y poco a poco empiezo a intuir a Quién pedirle de verdad que colme todo este deseo. Y, misteriosamente, aun-que mis amigos no sean la respuesta a todo lo que yo grito, sí es a través de ellos el modo en el que se me responde. Realmente ya se me está dando lo que deseo: una intensidad en las relaciones que me haga crecer en la relación con Aquel que de verdad puede hacerme feliz.

«Cuando un hombre tiene la posibilidad de tener una vida ex-traordinaria, no tiene derecho a guardárse-la para sí mismo», J. Cousteau.

Saber que existe un lugar concre-to al que uno puede volver en todo momento y respirar, nos

permite ponernos delante de cualquier situación en la vida con tranquilidad: ya lo tenemos Todo. Y en medio de un mundo donde nada dura, Boca-tas es un lugar en el que todos no-sotros reconocemos que existe algo para siempre.

es el hecho de que entre ellos se encuentran siete ex-toxicó-manos. Ellos son «la joya de la corona de Bocatas, felizmente salidos del infierno y luchando como jabatos para reintegrarse de modo normal a nuestra socie-dad. La nota común: son nues-tros amigos: Sandokan, el Juli, Magdalena, Sebas, el Meji, Ha-rry Potter y Chemita». ¡Esto sí que es apertura a lo inesperado!

«Soy sólo un hombre, tengo necesidad de sig-nos sensibles; construir escaleras de abstrac-ción me cansa pronto. Suscita, por tanto, oh Dios, un hombre en cualquier lugar de la tie-rra; y permite que mirándole yo pueda admi-rarte a Ti», Milosz

Nosotros también hemos sido, de al-gún modo, inesperados. La rela-ción que tenemos con los adultos

de Bocatas es incomprensible, gratuita, y aunque todavía no compartamos del todo nuestra vida con ellos, nos hacen participar de su amistad de una forma muy sencilla: in-vitándonos a ir a la montaña o de vacaciones con ellos, a unas copas en su casa, a ver una película o a celebrar el fin de año juntos, y todo ello con la misma intensidad. Por ejem-plo, cuando fuimos algunos universitarios al Meeting de Lisboa, coincidimos allí, y el viernes, como si fuese otro viernes de Boca-tas, cenamos juntos. Es una amistad que no se restringe al momento de la caritativa.

Bocatas ha introducido una intensidad brutal en mi vida, que se concreta

en un deseo enorme de vivir to-das mis relaciones –con la gente a la que quiero, en mi familia, con mis amigos, en la universidad, en el trabajo, etc.– del modo que se nos propone en Bocatas. Noso-tros queremos amistades así de verdaderas, que vayan hasta el fondo, hasta lo más radical de la vida, que nos mantengan en tensión, que sean para siempre y que nos ayuden a crecer en la fa-miliaridad con Cristo.