Bolsilibros Oeste [Bisonte Azul 312] Carrigan, Lou - Ese Hombre con Revolver.pdf

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  • LOU CARRIGAN

    ESE HOMBRE CON REVOLVER oOo

    CAPTULO I

    Y un da cualquiera, Rom Dukey regres a Ropesville, Texas.

    Lo hizo tranquilamente, con indiferencia, como si regresase de un viaje de un par

    de semanas y todo tuviese que continuar igual all, en aquel pequeo y tranquilo

    pueblo rodeado de sembrados, de espantapjaros, de cercas de alambre de pas.

    A nadie haba avisado, ni esperaba que nadie concediese demasiada importancia

    a su regreso. Entr por la punta norte de la calle Principal, poco despus del

    medioda, sin ruidos, sin alboroto.

    sin embargo, a los pocos minutos todo Ropesville saba ya que Rom Dukey

    haba regresado.

    Muchos le reconocieron apenas verlo: su rostro seco, bronceado, sus flacos

    hombros huesudos, su bigote negro muy descuidado, su revlver y su caballo. Y,

    sobre todo, con aquella inteligente mirada de siempre en sus grises ojos

    bordeados de arrugas producidas por el mucho achicar, encoger los prpados

    para proteger los ojos del sol.

    No pareca ni ms viejo ni ms joven. Era, simplemente, el mismo hombre, con el

    mismo aspecto seco y fuerte, tranquilo, con toda la energa de sus veintisiete aos

    concentrada en los ojos y en el mentn. Ni ms joven ni ms viejo, ni peor ni

    mejor: simplemente, el Rom Dukey de siempre, con su revlver. En Ropesville

    nadie poda recordar a Rom Dukey sin recordar tambin su revlver. Nadie poda

    dejar de asociar a Rom con un revlver. As haba sido siempre, desde que,

    apenas un muchacho, Dukey se compr un revlver y lo estuvo paseando por

    Ropesville hasta que, un da, aburrido, se march, del mismo modo que llegaba:

    sin hacer ruido, sin alharacas. Se march porque le ech su propio padre, harto de

    l, de su indolencia... Y de su revlver.

    Rom le dijo un da, quiero que te des cuenta de que estamos viviendo en un

    lugar pacfico. Aqu, en este lugar, un hombre no tiene necesidad de revlver. Slo

    es necesario trabajar. La tierra es buena y Dios quiere que las cosechas tambin

    lo sean. Pero hay que trabajar esa buena tierra. Comprendes?

    S, padre.

    Entonces, deja ya ese revlver y trabaja. Tienes veinticuatro aos, hace

    tiempo que eres un hombre. Demustralo. Trabaja. En la tierra?

  • En la tierra, Rom. No hay nada mejor...

    Padre, el ganado es mejor. Esta tierra no es tan buena corno vosotros os

    esforzis en creer. Es dura, difcil. Compremos ganado y en poco tiempo seremos

    ricos todos si aprovechamos esos pastos que estamos destruyendo con nuestros

    arado. Un hombre no tiene por qu matarse trabajando, es mucho ms inteligente

    cuando aprovecha adecuadamente el terreno. El ganado...

    Su padre le haba escuchado en silencio, rojo el rostro por la ira. Pero lleg

    aquel momento en que no pudo resistir ms las palabras de su hijo. Rom

    gru secamente, slo se trata de tu eleccin.

    Cul eleccin?

    Esta: o trabajas o te vas. Te vas de aqu, de esta casa. No quiero verte ms por

    ah dando vueltas con ese revlver. Parece como si fueses buscando pelea...

    Elige: o la tierra o nada. Si te quedas, trabaja. Si no quieres trabajar la tierra,

    mrchate.

    Rom ni siquiera haba contestado. Se limit a coger su sombrero, tocarse el

    revlver y salir de la casa. Poco despus, su padre y su madre le vean alejarse a

    caballo.

    La madre haba dicho:

    Has..., has sido demasiado duro con l...

    Djalo. l volver.

    Tuvo razn. Slo que Rom Dukey tard mucho tiempo en volver.

    Tanto tiempo que, a su regreso, todo o casi todo haba cambiado, por lo menos en

    lo que a su vida y situacin se refera. Ya no tena casa, hogar. Ni tena padres.

    Y as, cuando desmont delante del primer saloon que encontr en Ropesville,

    todos aquellos que le estaban mirando no sintieron gran cosa por su regreso. A

    quin demonios le importaba que Rom Dukey regresase o no a Ropesville? Para

    la mayora de los que recordaban, Rom no era ya nadie ni nada.

    Lo ms que podan sentir era desagrado por su revlver.

    Rom entr en el saloon y pidi cerveza. No haba muchas caras conocidas, quiz

    porque el saloon estaba casi vaco a aquella hora. Y de las pocas caras

    conocidas, slo un par de ellas esbozaron una desganada mueca de

    reconocimiento cuando Rom las mir, mientras caminaba hacia una mesa con la

    jarra de cerveza en la mano izquierda.

    Se sent y comenz a beber despacio, sin mirar ya a nadie. Notaba a su alrededor

    la soledad terrible de quien no tiene amigos que le recuerden con afecto.

    Estir las piernas bajo la mesa y suspir con una pizca de desaliento. Afuera haca

    un sol de cien mil diablos, y todo pareca igual que aos atrs, el mismo silencio,

    la misma calma, la misma vida montona.

    Cuando las batientes se movieron, empujadas por un hombre, Rom mir all casi

    por obligacin. Reconoci en seguida al recin llegado, aunque ste s haba

  • cambiado un poco con el tiempo. Se vea algo ms viejo y cansado, ms blando y

    lento.

    El hombre se acerc a la mesa, se detuvo ante Rom, y dijo:

    Hola, Rom.

    Hola, Browser... Qu tal le va?

    Como siempre el hombre suspir tristemente, sealando con un pulgar su

    placa de sheriff. Ya ves que sigo siendo el mismo idiota que dejaste al marchar.

    Rom Dukey sonri un poco.

    Quiere beber algo, Browser?

    Hace un calor asqueroso; tomar una cerveza tambin. Gracias.

    El sheriff John Browser se sent, haciendo una sea al camarero. Hasta que ste

    se hubo marchado despus de dejar la cerveza en la mesa, no volvi a hablar.

    Sabes lo de tu madre, supongo, Rom.

    Lo s.

    Has venido por eso?

    En parte.

    En parte?

    Quiero decir que no creo que mi madre se consuele demasiado por el

    hecho de que yo visite su tumba.

    Claro... Tu padre est enterrado junto a ella. l muri antes.

    S, ya s.

    Por qu no viniste cuando muri tu padre?

    No me enter.

    Le guardas rencor?

    A quin? A mi padre? se asombr Dukey. S.

    No diga tonteras. l era ms listo que yo. Jams se me ocurri guardarle

    rencor. Al contrario. Cuando me ech de casa, yo no era un nio... Slo hace poco

    ms de dos aos de eso. Eleg libremente. Si no vine fue porque no me enter,

    simplemente. Pero cuando supe lo de mi madre me enter a la vez de que padre

    la haba precedido.

    Mala suerte, Rom;

    Rom Dukey inclin la cabeza. En aquellos momentos l estaba pensando

    que su eleccin quiz no haba sido la acertada. S..., mala suerte. Si

    hubiese sospechado esto, jams me habra marchado de aqu.

    Lo supongo: eres un buen muchacho, Rom.

    Oh, s? Quin se lo dijo?

    Es una opinin personal. La considera acertada?

    De momento, me aferrar a ella. Esto...

    Diga.

    Bueno... Tu nombre tiene cierta importancia ahora, Rom.

  • No s si le entiendo, Browser.

    Se dice que..., que tiras muy bien.

    Quin lo dice? sonri Rom.

    Se dice... Hasta aqu han llegado noticias.

    Asombroso. En Ropesville saben algo ms que lo que ocurre en una

    milla a la redonda?

    Este es un pueblo tranquilo, Rom. Nadie se mete con nadie. Hay muy pocos

    hombres que vayan armados. La mayora slo tienen una escopeta para cazar o

    disparar contra los coyotes, pumas y bichos. Me temo que vas a aburrirte aqu.

    Yo tambin lo temo.

    Piensas quedarte?

    Dgame si hay algn inconveniente.

    Sabes perfectamente que no puede haberlo.

    Muy agradecido.

    El representante de la ley estuvo silencioso unos segundos, con la mirada

    fija en la jarra de cerveza.

    Rom dijo de pronto, por qu has venido?

    Cmo dice?

    Antes has asegurado que slo has venido en parte por lo de tu madre. La otra

    parte..., con qu est relacionada? Puro sentimentalismo, Browser. Quise

    volver a ver Ropesville y su gente. Eso es todo. Quiz me quede, quiz no, an no

    lo he decidido. Voy a decirle algo que espero no ir repitiendo por ah.

    Desde luego que no. Y es...?

    Cuando supe lo de mi madre me sent un poco canalla. Al marchar de aqu tena

    ya edad suficiente para saber lo que estaba bien hecho y lo que estaba mal

    hecho... Quiz hice mal. Es posible, incluso, que si yo no hubiese marchado mis

    padres estuviesen vivos ahora.

    De eso, nada. Rom. Me parece muy bien que tengas remordimientos por

    haberlos dejado solos, y eso prueba que mi opinin personal sobre ti es bastante

    acertada. Pero no te culpes de nada. Las cosas sucedieron porque tenan que

    suceder: tu presencia aqu no habra evitado ni cambiado nada.

    Rom Dukey se pas la lengua por los labios.

    Me gusta orle, Browser, le agradezco sus palabras.

    Oh, vamos, no tiene tanta importancia...

    Slo quiero decirle que si alguna vez est un poco apurado en algo, me lo avis.

    Es posible que yo pudiese ayudarle. No slo podras ayudarme, sino hacerlo

    mejor que yo. Es confortante saber que tu revlver estar a mi lado en un

    momento de apuro, Rom, porque todos saben en Ropesville que es un revlver

    rpido y certero. Pero John Browser sonri con una pizquita de humor, t ya

    sabes que nada ocurre nunca aqu.

    Pero nunca se sabe... No cree?

  • Nunca se sabe, es cierto. Tendr en cuenta tu ofrecimiento por si... ocurriese

    algo notable. Aunque ya sabes que eso es poco menos que imposible.

    Rom pareci a punto de decir algo, pero cerr secamente la boca y encogi

    un hombro.

    Tengo que marcharme ahora, Browser dej una moneda sobre la

    mesa. Todava puede tomarse un par de cervezas ms. El sheriff mir la

    moneda, y luego de nuevo a Rom.

    Sabes algo especial, Rom? Algo que te ha hecho venir aqu?

    Adis.

    Se apart de la mesa.

    Vas al cementerio?

    S.

    Quieres que te acompae?

    Prefiero ir solo.

    Claro... Bien, hasta luego.

    Hasta la vista.

    Sali del saloon, destrab a su caballo del atamulas y mont desganadamente. No

    necesitaba ni compaa ni indicaciones para saber dnde estaba el cementerio de

    Ropesville.

    Justo cuando pasaba por el cruce de la calle Principal con la lateral que formaba

    esquina, vio salir a una mujer por una pequea puerta que daba a la calle lateral.

    Era tan hermosa que Rom casi oblig a detenerse a su caballo para contemplarla

    mejor. Pero slo retuvo su marcha, de modo que pudo mirar a la mujer sin mostrar

    descaro.

    Ella empuj la pequea valla blanca que rodeaba la casita de rojo tejado y bonito

    jardn, para cerrarlo. Luego subi a un calesn que estaba a la sombra de un

    gigantesco olmo, se alis un poco los largos guantes y tom las riendas,

    dejndolas caer suavemente sobre las ancas del caballo.

    A todo esto, Rom Dukey haba ya pasado completamente la calle lateral y no

    poda verla sin demostrar su inters. Pero, poco despus, ella le adelantaba en la

    calle Principal, hacia la salida del pueblo. Entonces llevaba ya abierta una bonita

    sombrilla que la protega del sol. Eran las nicas personas que se vean en la

    calzada en aquel momento de calor quemante, casi las dos de la tarde.

    Ella era, en verdad, bonita. Sus cabellos eran negros, y tambin sus rasgados ojos

    brillantes. El cuello era como el talle de una flor que sobresala de entre las

    puntillas que cerraban el vestido en su tomo. La boca era roja, alargada, de labios

    llenos y frescos, y la barbilla redonda y con un hoyuelo en el centro. El cuerpo,

    esbelto y firme, no tena ni un solo detalle en desacuerdo con el lindo rostro.

    La mujer pareca seguir el mismo camino que l, porque Rom la tuvo ante s no

    menos de cinco minutos, ya fuera del pueblo, hasta que ella pas por delante del

    cementerio, dejando definitivamente atrs al jinete.

  • Rom la estuvo mirando unos segundos, hasta volver la mirada hacia el

    cementerio, ante cuya verja estaba. Se desentendi entonces completamente de

    la mujer y desmont.

    Se quit el sombrero y entr en el cementerio.

    No soplaba ni siquiera, el airecillo del campo abierto. Los cipreses se vean

    inmviles, sombros, dejando caer sus sombras sobre la tumba. No haba nadie

    all... vivo, y el silencio era total, absoluto; tanto, que Rom Dukey sinti una

    profunda apata, una tristeza suave que pareca debilitarlo. Vio las tumbas de sus

    padres, una junto a otra, dos minutos despus. Unas tumbas corrientes, con su

    correspondiente cruz a cada cabecera, marcada en la lpida blanca, sobre la

    inscripcin rutinaria de fechas y nombre.

    Las fuertes manos de Rom Dukey arrugaron el viejo sombrero que

    mantena ante sus muslos.

    Bueno... musit, ya he vuelto, padre, madre... Vosotros tenais razn: cada

    hombre tiene su lugar en la tierra, y el mo est aqu, en las tierras de Ropesville.

    Creo que me port mal, pero casi prefiero no haberos visto morir, recordaros

    siempre vivos... Voy a quedarme, padre. Y si Dios es bueno con vosotros, os

    permitir ver a vuestro hijo trabajando la tierra, para siempre un agricultor. Amn.

    Todava estuvo all casi diez minutos ms, en pie, inmvil, recordando miles de

    cosas, de pequeos sucesos de su vida antes de abandonar Ropesville..., antes

    de cometer su equivocacin.

    Luego sali del cementerio, se puso el sombrero, mont y cabalg hacia la

    granja de los Rubn.

    Estaba seguro de que all todava tena amigos.

    CAPTULO II

    Burton Rubn estaba tumbado en un viejo silln de mimbre, en el porche de su

    granja, cuando vio llegar al jinete. Y sonri complacido cuando le vio bordear

    hbilmente las tierras recin sembradas, lo cual demostraba que el hombre tena

    conocimientos sobre aquello. A veces, algunos hombres haban llegado all en

    busca de cualquier trabajo, y la mayora de ellos haban metido el caballo por

    entre los sembrados todava sin fruto, creyendo que el terreno era normal. Eso era

    todo lo que necesitaba Burton Rubin para decidir si un hombre poda o no poda

    trabajar all, en su granja.

    Pero casi en seguida, todava con la sonrisa en los labios, reconoci al

    jinete.

    Rom Dukey susurr.

    La sonrisa desapareci; el gesto se torn ms bien hurao y algo cmo

    inquietud apareci en los ojos de Rubin. Cuando Rom Dukey lleg ante el

  • porche, Burton Rubin continuaba fumando en su pipa, ya sin expresin

    alguna. Buenas tardes, seor Rubin. Cmo est usted?

    Burton no se movi del silln.

    Hola, Rom. Qu tal?

    Bien, gracias.

    Tambin los Rubin estamos bien... No quieres desmontar?

    Rom desmont y pas al porche, Burton le contempl desde su silln. El Rom de

    siempre, alto, huesudo, fuerte como una pareja de mulas, con su exasperante

    mirada de clara inteligencia en los grises ojos.

    Sintate, hombre. Qu te trae por Ropesville, este miserable pueblo de

    agricultores?

    Rom se sent en una silla que haba estado arrimada a la pared de la casa.

    He venido a quedarme, seor Rubin.

    Oh... Algn empleo especial, Rom?

    No seor; voy a trabajar la tierra.

    La pipa casi cay de entre los dientes de Burton Rubin. La tom en una

    mano y se qued mirando a Rom con la boca abierta. Vaya... Lo dices

    en serio?

    Rom sonri levemente ante el asombro de Rubin. Un hombretn de

    cabellos rojos y ojos verdes, genio agrio, pero honrado como nadie.

    Completamente en serio, seor Rubin.

    Bueno... Si es algo que has decidido por ti mismo, me parece bien, Rom.

    Pero tus tierras...

    La puerta de la casa se abri, y una muchacha pelirroja, de bonitos ojos verdes,

    cabellos rojos, como de veinte aos de edad, apareci en el porche

    impetuosamente.

    Pap, con quin...? Rom!

    Rom Dukey se haba puesto velozmente en pie, quitndose el sombrero de

    un manotazo.

    Hola, Susan. Cmo..., cmo ests?

    Susan Rubin pareca no creer lo que estaba viendo.

    Bi... bien... Bien... Y t?

    Oh, perfectamente, gracias. Ests... muy bonita, Susan.

    Ella se sonroj un poco. Rom Dukey tuvo la desagradable impresin de que el

    sonrojo se haba producido en la muchacha por algo que la molestaba, no por

    turbacin.

    Gracias, Rom. Muy..., muy amable...

    Burton Rubn, que estaba mirando con tensa expectacin de uno a otra, se

    coloc la pipa en los labios y dijo:

    Rom ha vuelto para quedarse, Susan. Segn parece, ha llegado a la

    conclusin de que no hay nada mejor que ser agricultor... No es eso

  • aclar Rom. Es que creo que debo hacerlo. Del mismo modo que creo

    que no deb marcharme.

    Un poco tarde, no?

    Un poco tarde, s, seor Rubn... Pero no completamente tarde, Espero.

    Antes te lo iba a decir: tus tierras ya no son tuyas, Rom. No tienes nada. Tu

    madre las vendi poco despus de morir tu padre y se fue a vivir al pueblo.

    Cmo vas a empezar de nuevo sin tierras?

    Ya he pensado en eso. No tengo prisa ya. Puedo trabajar en cualquier lugar, y

    con el tiempo volver a tener tierras propias. Trabajar duro, seor Rubin. Y usted

    sabe que yo s trabajar bien. No es cierto?

    S que cuando queras trabajabas bien, Rom.

    Ahora querr hacerlo...

    Ya. Y has venido a pedirme trabajo a m?

    Rom baj la mirada hacia su sombrero.

    Bueno... Creo que no podra recurrir a nadie mejor. Los Rubin y los Dukey

    siempre fuimos grandes amigos. Burton Rubin mir atentamente, durante unos

    segundos, el revlver de Rom, colocado muy bajo sobre el muslo derecho. Un

    revlver bueno, limpio, brillante.

    No voy a darte trabajo, Rom.

    Rom Dukey pareci recibir un latigazo.

    No? musit. Por qu?

    No me interesas.

    No le intereso... Tiene algo contra m?

    Nada personal.

    Entonces...?

    Rubin seal el revlver con su pipa,

    No quiero los.

    Oh, no habr los, se lo aseguro...

    Los habra.

    Bien... Me quitar el revlver.

    Sera lo mismo. No s si t ests enterado, Rom, pero tu nombre tiene ahora

    una resonancia molesta. Sabemos cosas de ti. Has estado peleando por ah,

    alquilando tu revlver.

    Lo hice en favor de los agricultores. En algunos lugares los ganaderos y los

    agricultores pelean por las tierras. Siempre alquil mi revlver a favor de los

    nuestros.

    Cre que te gustaban ms las vacas.

    Es posible. Pero yo he regresado para ser agricultor. Y luchar por ello.

    Te das cuenta? Aqu nadie tiene que luchar, Rom.

    Si en otros lugares ha habido peleas...

  • Aqu no habr peleas. No te necesitamos. Ni a ti, ni a tu revlver, ni a tu fama

    de pistolero. No quiero los, Rom. De modo que Burton Rubin se puso en pie

    lo mejor que puedes hacer es marcharte.

    Rom Dukey palideci intensamente.

    Me echa de su casa?

    Tampoco tienes que tomrtelo as... Ocurre que yo no quiero los. Ropesville es

    un lugar tranquilo y no quiero ser yo quien emplee al hombre que podra echarlo

    todo a perder.

    Por qu motivo?

    T ya sabes lo que ocurre. Siempre hay quien quiere matar a quien tiene un

    prestigio de pistolero, de rpido tirador. Si t te quedas en Ropesville, aqu irn

    llegando otros hombres como t. Es inevitable. Y en poco tiempo todo ira mal

    para todos..., excepto quiz para ti, que no tendras que ir dando tumbos por ah

    para encontrar con quin pelear.

    Ese es el concepto que tiene de m?

    S.

    Rom lade su mirada hacia Susan.

    Susan, t me conoces mejor que tu padre... Puedo hablar contigo un

    momento... a solas?

    Burton Rubin pas un brazo por los hombros de su hija.

    No, Rom. Nada tienes que hablar con Susan. Y menos a solas.

    Rom miraba fijamente a la muchacha, como si no hubiese odo al padre.

    Susan, he vuelto; Te dije que lo hara... por ti. Cuando me march vine a

    decrtelo. Te dije que regresara pronto, y t me aseguraste que ibas a

    esperarme.:. Han pasado dos aos, Susan, pero no creo que tengan importancia.

    Yo tambin te conozco a ti. Si dijiste que me esperaras, es que has estado

    esperndome.

    Crees que ella ha estado esperando el regreso de un fracasado, Rom?

    desliz duramente Burton Rubin. Fracasado? Por qu? Yo tengo muchas

    cosas por hacer y no voy a detenerme por nada... Por qu llama fracasado al

    hombre que est dispuesto a luchar, seor Rubin?

    No insistas, Rom. Sussie quiere a otro hombre ahora. Quiz porque

    tardaste demasiado.

    Rom palideci otra vez.

    Susan... musit, casi incrdulo. Es cierto eso?

    S, Rom.

    Convncete, Rom machac Burton Rubin: ya no tienes nada,

    absolutamente nada. Ni padres, ni novia, ni dinero, ni tierras... Ni amigos

    aadi secamente Rom.

  • Padre e hija permanecieron en silencio ya. Rom los estuvo mirando unos

    segundos con la atencin de quien ve por primera vez en su vida unos bichos

    desconocidos, extraordinarios, asombrosos.

    Luego dio la vuelta, sali del porche, mont en su caballo y se alej.

    * * *

    Desde lejos vio a James Grayson. Estaba arando la tierra, muy cerca de la

    casa. Casi en seguida comprendi que Grayson tambin le haba visto

    por supuesto, reconocido, ya que James Grayson era otro de los viejos amigos de

    los Dukey.

    Vio a Grayson dejar la azada pasarse la manga por la frente y dirigirse

    hacia la casa. Lo vio entrar en sta y cerrar la puerta. Pero la puerta se

    abri cundo Rom detuvo su caballo ante la casa. Slo que no fue James

    Grayson quien apareci en el porche sino una mujer. Rom se quit el

    sombrero y sonri.

    Buenas tardes, seora Grayson... Cmo est?

    Hola, Rom. Muy bien, gracias.

    Todo va bien?

    Oh, s... S, todo va bien.

    Rom permaneca a caballo. Aplast el sombrero sobre el pomo de la silla y

    se esforz en sonrer ms.

    Me alegro... Bueno yo quera hablar con su marido sobre...

    Oh, l no est, Rom.

    No est James Grayson en casa, seora Grayson?

    Eee... No, no est. Lo... lo siento, Rom.

    S, claro... Comprendo. Bien, no la molesto ms seora Grayson. Adis.

    Adis Rom.

    * * *

    Charles Burr desvi la mirada.

    Lo siento, Rom... Te dara trabajo, pero no slo no podra pagarte, sino

    que, realmente me basto yo solo para hacerlo... Lo siento muchacho. Rom

    mir hacia las tierras. Un hombre solo no podra con ellas ni siquiera

    trabajando veinticuatro horas diarias.

    Si es por el pago no se preocupe. Cobrar en la prxima cosecha. Y no voy a

    ser exigente, seor Burr. De momento, con un lugar donde dormir y la comida,

    podramos...

    No, no. Lo siento, Rom.

  • Lo... Lo siente... Debo creerlo, puesto que tantas veces lo ha dicho.

    Adis.

    Lo siento, Rom.

    Rom le mir hoscamente. Pareci a punto de decir algo, pero pleg los

    labios.

    Y se march.

    * * *

    Mike Bennet seal a sus tres hijos. Tres muchachos altos y fuertes,

    duros, quemados por el sol. Mis hijos y yo podemos atender a esto, Rom.

    Pero siempre va bien una ayuda intent sonrer Rom. Yo no les cobrara

    nada, seor Bennet. Slo quiero comida y cama. Usted sabe que sus hijos y yo

    siempre fuimos buenos amigos mir a uno de ellos. No es cierto, Tommy?

    Mira, Rom, nosotros tenemos mucho trabajo gru Tommy Bennet. Por

    qu demonios no nos dejas en paz? No es culpa nuestra qu t ests ahora en

    esta situacin, no es as?

    No estoy culpando a nadie de nada, Tommy, slo estoy buscando

    trabajo.

    En Ropesville nadie necesita pistoleros.

    Nadie necesita pistoleros... hasta que los necesita. De todos modos, no he

    venido a contratarme como pistolero. Pues no cuentes con otra cosa. No

    tenemos trabajo para ti... Y cuando necesitemos pistoleros se har lo que se tenga

    que hacer. Se les contrata, se les paga y en paz. Pero eso s: cuando necesitemos

    t sers el primero a quien contrataremos.

    Tommy, no te rompo la cara porque no quiero ensuciarme.

    Oh, s, eh? Bueno baja del caballo y veremos quien rompe la cara a

    quin, matn.

    Los cuatro Bennet formaron un slido frente de enormes pechos duros como la

    piedra. Sus miradas eran duras y casi haba en ellos un destello de esperanza de

    que Rom desmontase. Tena unas manazas enormes, fuertes, incapaces de

    manejar un revlver con un mnimo de soltura pero capaces de reventar piedras a

    puetazos.

    Quiz otro da desmonte, Tommy.

    * * *

    Hola, Larry sonri cada vez con ms dificultad Rom. Cmo ests?

    Bien Larry Ladd desvi la mirada. Pero las cosas no me van demasiado

    bien. Hace tiempo que tengo intenciones de marcharme de aqu y dejar todo esto.

    Queras algo, Rom?

  • Rom mir desalentado a Larry Ladd. Este deba tener aproximadamente su edad,

    era rubio, de expresin simptica, pero algo dbil quiz por aniada.

    No susurr Rom. No quera nada Larry. He regresado y cre qu

    deba saludar a los viejos amigos.

    Es de agradecer. Te invitara a pasar, pero ocurre que tengo que

    marcharme ahora...

    Lo comprendo, lo comprendo. Ya volver otro da, Larry.

    S... Otro da, Rom.

    Adis.

    Adis, Rom. Me alegro de que hayas vuelto.

    Rom, que haba ya dado la vuelta a su caballo, se volvi en la silla y mir fijamente

    a Larry Ladd. De pronto se ech a rer con autnticas ganas. Muy agradecido,

    Larry! Pero que muy agradecido, hombre de veras...! S, ya s que todos os

    habis alegrado mucho de mi regreso. Siempre os recordar con agradecimiento.

    Ladd mir con inquietud el revlver de Rom.

    No vale la pena, Rom.

    No? Que s, hombre que s...

    Se alej de all todava riendo.

    Media hora despus entraba de nuevo en Ropesville. El sol ya iba declaradamente

    hacia el ocaso, y las calles se mostraban ms animadas. Se dirigi directamente al

    saloon donde horas antes haba estado bebiendo con el sheriff Browser; pero al

    cruzar la punta de la calle lateral detuvo su caballo, esta vez sin poder contenerse.

    Estaba viendo de nuevo a la hermosa mujer que le haba precedido antes, en un

    calesn, saliendo del pueblo en direccin al cementerio. Pero no detuvo el caballo

    por eso, sino por la compaa que tena la mujer.

    Vaya sonri Rom, parece que Norman Rubn tiene muy buen gusto...

    y mucha suerte.

    Iba a continuar su camino cuando el hombre que conversaba con la

    hermosa mujer se volvi y, en seguida, sonri amablemente. Hey, Rom,

    quieto ah, muchacho...!

    Habl algo apresuradamente con la mujer. Luego, mientras sta entraba en su

    casa, Norman Rubin se acerc a Rom, sonriendo. Cuando lleg ante l, ya en la

    calle Principal, se subi el sombrero con la punta del dedo pulgar.

    Vaya, vaya, Vaya... Regresaste, eh?

    Rom Dukey sonri a medias. All tena a Norman con aspecto de recin civilizado,

    limpio, decentemente vestido, bien afeitado. Pareca algo menos tosco que un par

    de aos antes, y ms simptico y atractivo.

    Regres, Norman.

    Pues me alegro. Vendrs a casa y... Qu pasa? Por qu me miras

    as?

    Estuve ya en tu casa, Norman.

  • El otro parpade.

    De veras? Bien...

    No lo sabas?

    No. Estuve... ocupado sta tarde.

    Rom mir hacia la casa donde haba entrado la hermosa mujer.

    Una linda ocupacin.

    Lo es! ri Norman. Oye, desmonta y beberemos algo. Te hablar de

    Julie...

    Julie?

    Julie Howard Norman seal hacia la casa. Ella lleg no hace

    mucho, y... Bueno, creo que tengo ms suerte de la que merezco. Eso

    ser como compensacin por la suerte que me falta a m, Norman.

    Qu quieres decir? Oh, bueno, maldita sea, desmonta ya y vamos a

    beber algo...

    Creo que ser mejor dejarlo.

    Norman Rubn frunci el ceo.

    Qu demonios te ocurre, Rom?

    Estuve en tu casa repiti Rom, y vi a tu padre y a Susan... No

    debiste perderte la entrevista, Norman.

    Comprendo... Te refieres a lo de Vincent, no?

    Quin dices?

    Vincent Reles. Bueno, l no es un mal muchacho, Rom.

    Si t lo dices... Pero no s de qu me ests hablando.

    No sabes que Vincent Reles es ahora novio de Sussie? No saba

    quin era. Bien, qu ms da que sea l u otro cualquiera? Supongo que

    es uno de los que llegaron despus de marcharme yo. S. Lleg l, los

    Washburn, los Mathers... No demasiados. Ya sabes que este lugar es

    muy... estable.

    Lo s, lo s. Bien, Norman, hasta otra.

    Como quieras... Es que ocurri algo desagradable, Rom?

    Tu padre te lo dir. Y supongo que te aconsejar que no te molestes en

    hablar conmigo. Hasta la vista, Norman. Hasta la vista.

    Rom se alej. Norman lo estuvo mirando unos segundos, se baj el sombrero,

    encogi los hombros y regres ante la casa de la bella mujer llamada Julie

    Howard. Desat el caballo de la trasera del calesn, mont y se march de

    Ropesville.

    Dentro del saloon, Rom Dukey peda su primer vaso de whisky.

    Tena unas terribles ganas de beber, hasta hartarse...

    CAPTULO III

  • Cuando sali del saloon era cerca de la medianoche, y la animacin haba

    decrecido notablemente en un pueblo donde la mayora de sus habitantes se

    levantaban al salir el sol.

    Un pueblo pacfico.

    Un pueblo tranquilo.

    No estaba borracho, ni mucho menos; pero quiz haba bebido un poco de ms.

    Un poco, insuficiente para alejar sus sombros pensamientos. La solucin ms

    sencilla habra sido marcharse de Ropesville en aquel mismo momento, pero no

    pensaba hacerlo. Haba sido necesario que muriesen sus padres para que l

    comprendiese cul era su lugar en la Tierra. Y despus de esto no iba a

    marcharse por mucho que todos se lo propusiesen negndole un trabajo del que

    todos disponan. Cualquiera de los hombres que haba visitado aquella tarde

    podan haberle dado un empleo, por modesto que fuese.

    Muy bien.

    l se iba a quedar, fuese como fuese.

    Se qued delante de las puertas del saloon, mirando hacia la acera de enfrente y

    un poco a su izquierda. Royal Hotel. Bueno, de momento tena dinero para

    pagarse el alojamiento y la comida de una corta temporada.

    Baj la calzada, fija su mirada en las iluminadas cristaleras del Royal,

    distrados sus pensamientos.

    Quiz por eso los vio a los dos a la vez.

    Si su mirada hubiese sido vigilante, probablemente slo habra visto a uno,

    estudindolo con atencin. Pero al no mirar a ningn lugar determinado, vio a los

    dos hombres, como dos sombras, uno a cada lado. Mejor dicho; no los vio, slo

    not el movimiento, su presencia.

    Inmediatamente su mirada cambi de expresin. Ya no fue distrada, sino atenta,

    casi con una expresin de sobresalto... En el mismo momento en que se volva

    hacia su derecha, sonaba el primer disparo en aquella parte. Y al mismo tiempo

    que reciba el balazo en una pierna, Rom Dukey vio la sombra del hombre tras el

    fogonazo del disparo.

    La bala le alcanz en la cara interna del muslo izquierdo, y le hizo girar una vez

    antes de derribarlo. Y mientras esto ocurra, el hombre de la izquierda disparaba

    tambin contra l, pasando su primera bala justo por donde una fraccin de

    segundo antes haba estado el pecho de Rom Dukey. El primero en disparar, el

    que le haba herido en el muslo, estaba disparando otra vez, pero la bala se clav

    en el suelo, a una yarda de Rom, hacia su derecha.

    A todo esto Rom Dukey no haba, permanecido inmvil de manos,

    precisamente.

  • Ya mientras caa, su derecha haba tirado del revlver, y apenas en el suelo, un

    instante despus de que aquella bala se clavase a una yarda de l, Rom haba

    apretado el gatillo.

    l tiraba mucho mejor.

    La bala alcanz al hombre en el centro, del pecho y lo empuj como si quisiera

    aplastarlo contra el polvo de la calle, dejndolo tendido en l, cara al cielo con el

    revlver todava asido en su crispada mano.

    Pero Rom no poda prestar atencin a estos detalles, pues quedaba el otro

    hombre. Y as, apenas disparado aquel plomo, rod hacia un lado, dejando vaco

    el lugar donde al instante se clav otra bala.

    Despus de rodar tuvo que perder un segundo precioso en localizar al enemigo

    que quedaba vivo. En el momento en que lo vea, a menos de ocho yardas, de pie,

    con la mano adelantada, el hombre apretaba por tercera vez el gatillo de su

    revlver.

    Rom estaba de costado apoyado en el codo izquierdo y con la mano derecha algo

    adelantada, list el dedo sobre el gatillo de su revlver. Al mismo tiempo que vea

    el fogonazo y al hombre, la bala disparada por ste araaba su costado derecho,

    como si le hubiese rozado un hierro candente.

    Pero Rom ya estaba entonces apretando el gatillo.

    Y de nuevo dispar mejor.

    El hombre recibi el impacto en un hombro, gir hacia atrs soltando el revlver, y

    cuando el giro le coloc de nuevo cara a Rom, ste volvi a disparar. La bala

    acert de lleno en la frente del desconocido agresor, que se derrumb como

    segado, hacia atrs y de lado, girando todava por el impacto del primer plomo.

    Qued de bruces sobre el polvo.

    Y de nuevo rein la paz en Ropesville.

    Un pueblo pacfico.

    Un pueblo tranquilo...

    Rom se puso en pie, y se acerc cojeando al hombre que haba recibido una bala

    en la frente. Mientras lo volva cara al cielo, oa ya a su alrededor las excitadas

    voces habituales despus de, cada pelea. Algunos hombres corran hacia all.

    Dio la vuelta al hombre.

    No le conoca. Era... Haba sido un hombre ms bien delgado, de rostro huesudo,

    barbudo y boca fina. No pudo verle los ojos, porque los tena cerrados; pero, con

    toda seguridad no le conoca. Se acerc al otro y no tuvo necesidad de tocarlo,

    pues ya estaba cara al cielo y con los ojos abiertos. Tampoco le conoca. Este era

    ms rechoncho y alto, grueso, de ojos pequeos y frente estrecha, labios

    gruesos...

    Qu ha pasado, Rom?

    Rom se volvi hacia el sheriff.

    No lo s exactamente, Browser...

  • No lo sabes? Quin ha matado a estos dos hombres?

    Bueno, eso s lo s... He sido yo, claro.

    Claro, has sido t farfull Browser. Pero por qu?

    Rom lade la cabeza.

    Si se fija bien en ellos comprobar que tienen el revlver fuera de la

    funda, con lo cual quedar demostrado que slo hice que defenderme.

    Eso ya lo s, Rom. Se ve en seguida. Y, adems, ests herido. De

    acuerdo, legtima defensa. Pero... por qu te atacaron?

    No lo s.

    Los conoces?

    No.

    No?

    No!

    John Browser se pas la mano por la barbilla y estuvo pensativo unos

    segundos.

    Bueno, veremos qu pasa se volvi hacia los curiosos. T Frost, ve a

    buscar al doctor y llvalo a mi oficina. Vosotros, cargad con esos muertos y

    llevadlos a la funeraria. Vamos!

    El sheriff tom de un brazo a Rom, como dispuesto a ayudarlo a caminar, pero el

    herido no necesitaba ninguna ayuda, ya que la herida de la pierna apenas haba

    atravesado dos pulgadas de carne, y la del costado era slo un surco en la piel.

    Puedo caminar solo dijo.

    Y entonces vio a Julie Howard, la hermosa mujer que aquel da se pona ante l

    por tres veces ya. Ella estaba en la esquina de la calle donde tena su casa, cerca

    de un farol, pero no tanto que la luz le llegase completamente desde arriba y

    ocultase sus facciones. Se vea muy bien; tensas, asustadas, como si estuviera

    sorprendida al mismo tiempo.

    Rom Dukey se toc el sombrero con un dedo, y la mujer dio entonces la

    vuelta y ech a correr hacia su casa.

    Browser coment:

    La conoces?

    Somos ya viejos conocidos sonri Rom. Hoy nos hemos visto ya tres

    veces... de lejos. La conoce usted? Se llama Julie Howard susurr

    Browser. Lleg hace tres semanas o cuatro, compr la casa..., y eso es todo.

    Excepto que, segn parece, Norman Rubin es un muchacho de suerte.

    Ya. Y esos dos hombres? Los conoca usted, Browser?

    No.

    No los haba visto nunca en Ropesville?

  • No. Eso quiere decir que llegaron esta tarde, o esta noche, y que yo no haba

    tenido an tiempo de verlos en mis rondas... Lo cual me hace sospechar que me

    han estado evitando.

    Ellos queran matarme y largarse de aqu en seguida, eso es todo dijo

    Rom;

    Quiz te confundieron con otro, no?

    Es posible.

    Bueno, vayamos a mi oficina...

    No. Prefiero irme directamente al Royal. Enveme all al doctor, Browser.

    Vas a alojarte en el Royal?

    Eso pretendo. Alguna dificultad?

    No. Slo que el Royal es caro... Y eso me hace suponer que tienes

    mucho dinero, Rom.

    Dukey lanz una carcajada.

    Est es buena...! No llevo la cuenta al centavo, Browser, pero si mis clculos no

    fallan, creo que tengo ahora en el bolsillo algo as como cuarenta y tantos dlares.

    No hay para sentirse millonario, verdad?

    Pues no... Realmente no. Te acompaar...

    No se moleste. Se lo agradezco igual, pero bastar con que me enve el mdico

    al hotel. Mientras, vea si puede enterarse de algo sobre esos dos hombres.

    Lo har maana. Ahora interesa que todo vuelva a su normalidad.

    Rom sonri despectivamente.

    Claro, claro...

    Y se dirigi hacia el Royal, cojeando.

    John Browser volvi a pasarse la mano por la barbilla. Los dos cadveres ya

    siendo llevados a la funeraria. Mir hacia all, hacia Rom Dukey, movi

    negativamente la cabeza.

    No lo entiendo... No lo entiendo!

    * * *

    Pues nosotros s lo entendemos gru Burton Rubin.

    Qu quiere decir, Rubin?

    Burton tena fruncido el ceo. Se apart de los dems agricultores mirando hacia

    la ventana de la oficina del sheriff. Deban ser las once de la maana y afuera

    luca un bonito sol y todo era paz en Ropesville. Estuvo mirando unos segundos la

    calle y la gente que transitaba por ella, los carros... Se volvi.

    Browser, sentado tras su mesa, continuaba mirndolo con fijeza. Los dems

    tambin le miraban, expectantes, de pie alrededor de la mesa del representante

    de la ley.

  • Quiero decir que esto no debera sorprendernos a ninguno... En el

    supuesto de que nos sorprenda Browser. El sheriff parpade.

    Ser mejor que hablemos claro casi gru. Ustedes han venido aqu, en

    peso, a pedirme explicaciones. Les he dado las que s, o sea simplemente lo

    ocurrido, sin que ello signifique que entiendo por qu ocurri. Usted asegura que

    s lo sabe, Rubin. Pues muy bien; explquese claramente, por favor.

    Esos hombres muertos eran pistoleros.

    Con no poco esfuerzo, Browser contuvo una sonrisa.

    Cierto admiti. Y uno de ellos estaba reclamado por quinientos dlares

    abri el cajn central de la mesa y mostr un pasqun. Debemos agradecer a

    Rom Dukey que nos haya librado de un indeseable apenas ste hubo puesto los

    pies en Ropesville.

    Oh, s? Bueno. Por qu cree usted, Browser, que esos indeseables

    vinieron a Ropesville?

    No creo nada. Simplemente, vinieron.

    Nosotros s creemos algo: vinieron porque se enteraron de que Rom Dukey

    estaba aqu. Vinieron para matarlo, para poder decir que ellos lo haban vencido.

    Oh, vamos, Rubn...

    Por eso vinieron!

    Mantengamos claros nuestros pensamientos, seores refunfu Browser.

    Rom lleg ayer al medioda a Ropesville. Me parece demasiada prisa por parte de

    esos dos hombres en venir a buscarlo. Al fin y al cabo, si tan cerca estaban de l,

    pudieron atacarlo en cualquier otro lugar... Por qu esperar a Ropesville y

    esperar tambin la noche? Adems, ellos no le desafiaron, simplemente queran

    matarlo, sin necesidad de darse a conocer, para luego ir alardeando por ah...

    Browser queremos que eche de Ropesville a Rom Dukey.

    John Browser palideci.

    Cmo dice, Rubn?

    Queremos que lo eche. Todos estamos de acuerdo en eso. No es

    cierto, amigos?

    Hubo un compacto murmullo de aprobacin.

    Por qu motivo? susurr el sheriff.

    No queremos peleas en Ropesville. Yo saba que esto tena que ocurrir. En

    cuanto esa gente se entera de que hay un revlver importante, ms o menos

    famoso, en un lugar, acuden como moscas a la miel. Si no echamos de aqu a

    Rom Dukey, Ropesville ser pronto un pueblo peligroso. No les parece que

    estn exagerando?

    Queremos que lo eche. Browser los fue mirando uno a uno. Estaban all Mike

    Bennet y sus tres hijos, Larry Ladd, Burr, Grayson, Cranston, Vincent Reles,

    Dean... En todos los rostros estaba claramente expresada la misma animosidad.

  • Pueden decirme algn motivo que me sirva para expulsar de Ropesville a un

    hombre que vivi aqu tanto tiempo como ustedes y yo mismo... y ms tiempo que

    algunos de ustedes?

    Vincent Reles y Cranston desviaron la mirada, algo azorados.

    Pero all estaba Burton Rubin, intransigente y seguro de s mismo.

    Entiendo que Rom tiene poco dinero...

    Como cuarenta dlares admiti el sheriff.

    Muy bien, chelo, por vagancia.

    Por vagancia...! Qu demonios dicen? Ese muchacho sabe de la tierra tanto

    cmo ustedes y encontrar en seguida alguien que le proporcione trabajo. No?

    La breve pregunta la formul Browser al ver las expresiones de aquellos

    hombres.

    Esta vez fue Grayson quien habl:.

    Nadie le dar trabajo. Estuvo ayer visitndonos, y no consigui ese

    trabajo.

    Browser se mordi los labios.

    Comprendo... No le quieren aqu, eso es todo.

    Eso es todo.

    Y todo por el miedo de que ocasione molestias?

    Estamos bien as, Browser, no tenemos ninguna necesidad de complicarnos la

    vida. Ni Rom tiene necesidad absoluta de vivir en. Ropesville. Que se vaya a

    cualquier otro lugar, lo pasar ms... divertido que aqu.

    Hay una cosa que olvidan el sheriff mostr de nuevo el pasqun en alto:

    Rom Dukey gan anoche, sin proponrselo, quinientos dlares. No se puede

    acusar ya de vagancia a un hombre que tiene tal cantidad.

    Todava no la tiene. Sabemos que ese dinero tardar por lo menos dos o tres

    semanas en llegar. As que lo mejor que puede hacer Rom Dukey es marcharse a

    otro sitio para esperar el cobro. El dinero que tiene ahora se le acabar antes de

    que lleguen los quinientos dlares...

    Ustedes parecen no conocer a Rom. Si le digo que se marche, slo

    conseguir hacer ms firme su decisin de quedarse. Usted tiene una

    autoridad... que nosotros le dimos. sela, Eso es todo definitivamente,

    Browser.

    El representante de la ley los volvi a mirar uno a uno. Dobl el pasqun, lo guard

    en un bolsillo de la cazadora, se puso en pie, recogi su sombrero y sali de la

    oficina en silencio.

    * * *

  • No encontr a Rom en el hotel pero all le indicaron que podra encontrarlo

    en la barbera.

    En efecto, apenas entrar en sta, vio el rostro de Rom por el espejo. Lo

    estaban afeitando.

    Hola, Rom.

    Qu hay, Browser? Ahora iba a ir a verlo... Supo algo de los dos tipos?

    De uno de ellos. Se llamaba Slim Corbett... Dan quinientos dlares por su

    pellejo.

    Vaya! exclam alegremente Rom. Esa s que es una buena noticia!

    Tengo pensado recuperar mis tierras, Browser... Quin las compr? Un

    tal Cranston. Lleg poco despus de marcharte t...

    Cunto pago por ellas a mi madre?

    Como cinco mil dlares, creo.

    Y madre los gast todos?

    Bueno, ella estuvo muy enferma, Rom. No se hubiese salvado ni aunque

    hubiese tenido tres millones... De todas maneras, yo no s nada de ese dinero.

    Cinco mil dlares... Va a costarme mucho esfuerzo reunirlos. Bueno, de todos

    modos no me parece nada mal empezar con quinientos, no le parece?

    Yo... No creo que Cranston quiera vender, Rom. O sea que, aunque

    tuvieses el dinero...

    El barbero termin con Rom. Este se puso en pie, se mir al espejo y sonri

    complacido de s mismo, de modo tan simptico que John Browser se qued sin

    voz para soltar su noticia.

    Rom se haba baado antes, y sus ropas haban sido cepilladas y cosidas en

    algunos puntos. La venda que rodeaba su torso no se vea ni se notaba siquiera

    bajo la camisa. Pero s coje un poco al acercarse a recoger su cazadora. Se la

    puso, se toc el revlver y sonri.

    Bueno...! suspir. Dnde puedo ver a ese Cranston? En mis... en

    sus tierras?

    No musit Browser, mirando por el escaparate de la barbera. Est

    ah afuera, Rom, con los dems.

    Rom se acerc al ventanal y mir hacia la calle. Vio al grupo de hombres delante

    mismo de la oficina de Browser. Ni uno solo de ellos llevaba armas.

    Se volvi hacia el sheriff fruncido el ceo.

    Qu es lo que est, ocurriendo? inquiri.

    Quieren que te vayas.

    Que me vaya de Ropesville?

    S, Rom: eso quieren. Han venido todos para decrmelo.

    Puede usted expulsarme de Ropesville legalmente?

    Por el momento, no. Cunto dinero te queda?

    Rom Dukey comprendi.

  • Se volvi hacia el barbero. Qu le debo, Archie?

    Bueno, contndolo todo..., bao, afeitado... Pongamos cuatro dlares

    Rom.

    Este pag. Luego, sac del bolsillo todo lo que le quedaba y efectu sus

    cuentas en voz alta:

    Tengo que pagar el hotel, el alojamiento de mi caballo, comer... Bueno,

    calculo que esta noche apenas me quedarn veinte dlares, Browser.

    Entonces..., maana tendrs que marcharte de aqu acusado de vagancia.

    Y esos quinientos dlares?.

    Tardarn en llegar. Demasiado, Rom.

    Puedo pedir a alguien a cuenta de ese dinero, y as...

    Nadie va a prestarte nada, Rom. O tienes dinero, o empleo, o te vas de

    Ropesville. Te juro que lo siento.

    Rom cerr con fuerza la mano sobre las monedas que le quedaban.

    Est bien...

    Te vas? Claro, no vas a esperar a qu se te expulse por vago, lo

    comprendo... Todava me queda dinero, Browser. Veremos lo que decido

    mientras me dure.

    Sali de la barbera mirando hacia el grupo silencioso, que no le perda de vista.

    Sonri duramente, y ya iba a cruzar la calle cuando un carro se detuvo justo

    delante del porche, cortndole el paso.

    Es usted Rom Dukey?

    Era una mujer. Rom la mir casi de mal talante. Pudo contener su asombro al ver

    a la muchacha que iba junto a la mujer. Esta deba tener alrededor de cuarenta

    aos, y se vea fuerte y tostada por el sol; sus ojos eran azules, algo cansados, y

    su expresin, a pesar del cansancio de los ojos, resultaba decidida y huraa pero

    no desagradable sino ms bien simptica si se buscaba por debajo de la

    expresin superficial.

    La muchacha se pareca mucho a la mujer, pero era ms suave en todo. Sus ojos

    no eran exactamente azules, sino que mostraban unas pasmosas chispitas de

    color morado y doradas; los prpados se alargaban mucho hacia las sienes; eran

    unos ojos que difcilmente podan olvidarse. Su cuerpo era delgado, fuerte, con

    unos bonitos senos ms bien pequeos y una cintura delgadsima. El rostro,

    tambin muy tostado por el sol, no era demasiado correcto, pero a Rom Dukey le

    pareci el ms gracioso y bonito de cuantos haba visto en su vida, con aquella

    boquita redonda y rosada y la barbilla un tanto agresiva. Quiz tendra dieciocho o

    diecinueve aos...

    Rom se quit el sombrero y se qued mirando a la mujer que le haba

    preguntado.

    S seora: soy Rom Dukey.

  • Muy bien; suba al carro y regresemos ya.

    Rom alz las cejas entre divertido y desconcertado.

    Temo que no la entiendo.

    Usted est buscando trabajo, no es as? l sinti como un puetazo en

    el estmago.

    As es, seora.

    Correcto. Ya tiene trabajo... Entiendo que usted sabe lo que ha de

    hacerse con un buen trozo de tierra, joven. Entendi bien sonri Rom.

    Pues suba: hay mucho trabajo por hacer.

    De acuerdo...

    Rom se dispuso a subir al carro, pero en aquel momento reson en toda la

    calle la voz de Burton Rubin:

    Seora Mathers!

    La mujer se volvi ligeramente hacia all, mirando con indiferencia el grupo de

    hombres que se acercaba a paso de carga. Esper hasta que todos estuvieron

    junto al carro y Rom, pero permitiendo que se viesen perfectamente, puesto que

    las paredes del carro eran muy bajas.

    Y entonces la mujer pregunt:

    Qu se le ofrece, Rubin?

    Qu se propone usted con Rom Dukey?

    Necesito un hombre como l en mis tierras.

    Va a darle trabajo?

    En efecto.

    No puede hacerlo! Nadie dar trabajo en Ropesville a Rom Dukey.

    Por qu no?

    Oiga, anoche mat a dos hombres. Vendrn ms. No es una compaa

    grata para nosotros. No queremos jaleos, y si l se queda en Ropesville...

    Conozco ya toda esa teora de ustedes cort Dorothy Mathers

    secamente. Tienen algo ms que decir?

    No le d trabajo!

    Ya est contratado... Digo, si l acepta se volvi hacia el sonriente Rom:

    diez dlares al mes, comida y un montn de paja en el establo. No puedo darle

    ms. Acepta?

    Encantado, seora Mathers.

    Exactamente: yo soy Dorothy Mathers. Esta es Dolly, mi hija. Qu

    espera para subir al carro, joven?

    Dorothy! rugi Burton Rubin. Ese hombre con revlver, slo va a

    traernos complicaciones a todos si se queda aqu! Rom se adelant un

    poco ms, llevndose una mano a la hebilla del cinto.

    Si le molesta mi revlver, seora Mathers...

  • De ninguna manera! Deje ese artefacto donde est! Me gusta que los hombres

    lleven en la cintura algo ms que el ombligo. Suba al carro de una vez.

    Rom subi al carro, riendo. A su alrededor slo pudo ver otra sonrisa, y

    bastante contenida: la de John Browser. Yo llevar el carro, seora.

    As me gusta... sonri Dorothy Mathers. chate un poco para all,

    Dolly.

    La muchacha obedeci, dejando a su madre entre ella y Dukey. Se inclin un poco

    para mirar a ste, y su rostro se colore levemente cuando Rom, que tambin

    estaba mirando hacia ella, le gui un ojo, ya en el pescante y con las riendas en

    las manos.

    Est bien! tron Rubin. Pero esto va a complicarle la vida, Dorothy, no lo

    olvide. Por el momento ser mejor que no tenga que recurrir nunca a sus vecinos.

    En cuanto a ti, Rom, sera mejor que atendieses este consejo: mrchate.

    Rom fue a decir algo, pero una mano de Dorothy Mathers cay rudamente sobre

    su brazo, apretndolo, y fue ella quien habl: Burton, ninguno de ustedes me ha

    ayudado desde que llegu. Qu es lo que pretenden ahora? Que me arruine

    por propia voluntad? Cul de ustedes me ofreci siquiera uno solo de sus hijos, o

    uno de sus hombres? Cul?

    Usted sabe que faltan hombres por aqu, Dorothy. No podamos...

    Cre que nadie necesitaba ms manos para sus, tierras, seor Rubin

    desliz Rom.

    T te callas...!

    Los ojos de Rom Dukey desaparecieron tras los prpados entornados, y los

    dientes se apretaron. La voz sali como silbada: Es usted quien se ha de callar.

    La seora Mathers tiene derecho a hacer lo que le d la gana, y usted no es nadie

    para indicarle si est bien o mal. Si ella me emplea, all voy. Claro, ahora ya no

    pueden echarme del pueblo. Y otra cosa: si recibimos la menor molestia por parte

    de ustedes en la granja de la seora Mathers, entonces s van a saber de lo que

    es capaz de hacer este hombre con revlver. Entendido? Ahora, aprtense: no

    quiero que estos caballos pisen cucarachas.

    Azot las grupas de los caballos con las riendas; pero apenas haba recorrido el

    carro una yarda cuando detuvo de nuevo a los caballos y se volvi. Recorri el

    grupo con la mirada, en busca de caras desconocidas para l. Slo haban dos,

    entonces. Una de ellas corresponda a un muchacho joven y agradable, alto y

    fuerte. Tuvo la seguridad de que era Vincent Reles, el novio de Susan Rubin. Pero

    eso, realmente, estaba dejando de importarle a toda rapidez.

    Le interes ms el otro hombre, mayor y ms tosco.

    Usted es Cranston?

    S.

    Cunto pag a mi madre por las tierras? Cinco mil dlares.

  • Reunir ese dinero, seor Cranston.

    Y de nuevo puso en marcha el carro. Todos vieron detenerse ste delante del

    establo pblico. All, Rom Dukey recogi su caballo, lo amarr al carro, y subi al

    pescante de nuevo.

    Cuando salan de Ropesville las Mathers y l, Burton Rubin se volvi

    furiosamente hacia el sheriff:

    Y ahora qu, Browser?

    El representante de la ley encogi los hombros.

    Supongo que tendremos que aceptar a Rom Dukey nuevamente como

    vecino, no, Rubin?

    Eso cree, eh? Sepa una cosa: Le haremos la vida imposible!

    De veras? John Browser sonri secamente. Muy bien, all ustedes. Pero

    luego no me vengan llorando: atnganse a las consecuencias de molestar a Rom

    Dukey. Y otra cosa, seores: pidan al cielo que no sean ustedes quienes tengan

    que necesitarle a l, no l a ustedes. Buenos das.

    CAPTULO IV

    Oiga, joven dijo Dorothy Mathers, me gusta cmo les ha hablado

    usted a esos idiotas.

    Gracias, seora Mathers sonri Rom.

    Ella lanz una rpida mirada a las manos que manejaban las riendas.

    Me parece que sus manos van a estropearse pronto...

    No se preocupe por eso, seora. Trabajar con guantes siempre que ello

    sea posible. Pero pierda cuidado: estar contenta de mi trabajo. As lo

    espero. No tengo ningn inters en que sus manos se conviertan en

    zarpas, incapaces de manejar el revlver.

    No le disgusta que lo lleve?

    Claro que no!

    A los dems s.

    Bueno, ellos tienen menos inteligencia que un gusano... Pero no son

    malos del todo, no cree?

    Rom Dukey frunci el ceo, pensativo.

    No. No son malos del todo. Slo un poco egostas. Comprendo lo que ellos

    piensan y sienten. Y quiz tengan razn. Quiz se presenten aqu unos cuantos

    tipos buscando pelea, cualquier da. Si nadie les hace frente, se marcharn. Pero

    si saben que hay un solo hombre que puede pelear con ellos, es posible que

    busquen jaleo. Ellos tienen razn en esto, seora Mathers.

    Lo s muy bien.

    Por qu me emplea, entonces?

  • Porque yo no tengo miedo a nada Dorothy Mathers sonri burlonamente. Y,

    de todos modos, si alguien llega buscando pelea, van a buscarle a usted, no a m.

    Eso es cierto ri Rom. Hace mucho tiempo que llegaron ustedes a

    Ropesville seora Mathers?

    Poco despus de marcharse usted, jovenla mujer hizo una pausa,

    mirando de reojo a Rom. Su madre era una mujer muy... agradable. Rom

    la mir vivamente.

    La trat mucho?

    Estuve con ella desde que empez a sentirse verdaderamente mal. No quiero

    presumir de ello, pero Dolly y yo cuidamos personalmente a su madre. Rom.

    Hasta que... Bueno...

    No, no saba eso...

    Rom miraba con fijeza a Dorothy Mathers.

    Bueno, nadie se lo dijo, verdad?

    Claro. Seora Mathers...

    Rom detuvo el carro y su mirada pareci ahondar en los ojos de la mujer. Pero tan

    expresivamente que sta comprendi lo que iba a decir Rom, y lo evit:

    No me gustan las palabras emocionadas o de agradecimiento y cosas as,

    joven. De manera que no abra la boca y sigamos nuestro camino. Hablemos de

    otra cosa: qu le parecen las condiciones en que le he contratado? Abusivas?

    Rom movi las riendas.

    Lo son sonro. Pero ahora an me importa menos que antes.

    Son abusivas musit Dorothy Mathers. Pero es que, realmente, no

    puedo pagarle ms... por el momento. Est bien. Yo conseguir que sus

    tierras den tanto fruto que podr pagarme cien dlares al mes, seora

    Mathers. Santo Dios, si eso fuese cierto...!

    Lo ser.

    Son buenas tierras suspir la mujer. Pero los hombres se van. A veces... A

    veces he tenido la impresin de que eran bichos huyendo al olor del fuego. Es

    cierto que por ah se estn peleando ganaderos y agricultores por las tierras?

    Lo es.

    Mal presagio.

    Muy mal presagio, en efecto... Es esa su casa?

    Esa es.

    Haban estado rodando por el clsico terreno llano, salpicado con no demasiada

    frecuencia por robles y algunos lamos. De cuando en cuando se vean creosotas

    y algunas amapolas. Era un cuadro al que Rom Dukey haba estado

    acostumbrado desde siempre; pero su emocin no haba sido notada por las

    Mathers en ningn momento.

    Las tierras de las Mathers se vean delimitadas por las vallas de alambre de pas,

    como todas. All estaba el smbolo de lo ms odiado por los ganaderos: los

  • espinos, los lmites entre un trozo de tierra y la misma tierra de una pulgada ms

    all.

    La casa era ms bien pequea y no pareca estar en muy buenas condiciones.

    Haba un pequeo granero que mostraba los huecos de varias tablas rotas. El

    corral tena la puerta casi colgando de un solo gozne. La mitad del porche de la

    casa pareca a punto de caer. Las tierras slo estaban trabajadas en su cuarta

    parte... y no demasiado bien.

    Rom se subi el sombrero por delante con un pulgar, mir de reojo a las

    mujeres y lanz un silbidito de pasmo. Dorothy Mathers se sonroj un poco,

    y carraspe.

    Eeeh... No..., no est todo esto muy presentable, verdad?

    Est asqueroso, seora.

    Bien... Si diez dlares le parece poco podra...

    Diez dlares sern suficientes... hasta que pueda exigirle cien.

    Llev el carro hasta delante del porche, salt del pescante y ayud a las mujeres a

    hacerlo. Cuando ayud a Dolly, el aliento de la muchacha dio en su boca, como un

    soplo de aire fresco que ahuyentaba el calor de cien mil diablos.

    Rom sonri, sin soltar la cintura de la muchacha a pesar de que los pies de sta

    ya estaban en el suelo. Ella no era, ni mucho menos, tan hermosa como Julie

    Howard, ni siquiera como Susan Rubin; pero tena un gesto y unas facciones que

    a Rom le hacan gracia. Cada vez que haba mirado a Dolly Mathers haba sentido

    algo como una sonrisa en el corazn.

    Seorita Mathers musit Rom:, espero que se vaya acostumbrando a mi

    presencia... y de cuando en cuando me hable, aunque sea del trabajo.

    S... S, seor.

    Dolly! gru su madre, ya en el porche. Este joven es nuestro empleado,

    as que le vamos a llamar Rom, simplemente. Qu es eso de seor? Y usted,

    sinvergenza, suelte ya a mi hija.

    S, seora ri Rom. Ir a encerrar los caballos. Bien?

    Bien. Le prepararemos algo de almuerzo.

    Oh, estupendo.

    Las dos mujeres entraron en la casa mientras Rom llevaba el carro hacia el

    corral. Desmont all del caballo derecho, en el cual haba montado de

    un salto a pesar de no haberlo separado an del carro, y se volvi hacia la casa,

    todava sonriendo...

    Dolly Mathers se apart de la ventana vivamente, sonrojada.

    Su madre la mir, algo irritada.

    Te est bien empleado, por espiarle. Te gusta, eh?

    Dolly asinti sonriendo.

  • Madre, es el hombre ms agradable que t y yo hemos conocido... No

    es cierto?

    Es cierto sonri la mujer.

    l tiene una voz simptica. Y unas manos grandes y fuertes, y unos ojos

    muy inteligentes y..., y humanos. Cuando me mira... Cuando l me mira...

    Dolly, hija, t sabes que Rom Dukey era novio de Susan Rubn...

    Pero ya no lo es!

    Eso no quiere decir nada. Puede que contine querindola. Y si ese hombre

    quiere a una mujer, ningn tonto como ese Vincent Reles podr impedir nada de lo

    que pretenda Rom Dukey.

    Ya..., ya lo s...

    Entonces, deja de mirarle. Es mejor que pienses en l solamente como un

    empleado. No te esfuerces t misma en enamorarte... Has estado demasiado

    callada durante el camino, y eso me ha puesto sobre aviso. Esperemos que l

    crea que tu silencio es timidez o..., o que eres tonta; aunque yo sepa que has

    permanecido tan callada porque te sentas impresionada. Deja ya de mirar!

    Dolly se apart de la ventana y se acerc a su madre.

    l es tal como..., como nos lo describi su madre, mam. Y ella acert cuando

    dijo que volvera pronto. Crees que deberamos decirle...? No! Todava no,

    Dolly. Y olvdate de l, no le mires como hace un momento..., por lo menos hasta

    que sepamos qu es lo que l siente por Susan Rubin... Lo hars hija?

    S, mam.

    Bien. Vamos a preparar algo para almorzar. Cuando ese hombre venga aqu

    tendr ms hambre que un coyote solitario. Vaya, no cre que pudisemos tener

    tanta suerte... Me alegro de que ninguno de esos idiotas le haya querido emplear!

    Dolly Mathers sonri dulcemente.

    Yo tambin me alegro...

    * * *

    Rom Dukey se mir el estmago y torci el gesto.

    Bueno, no creo que esta tarde est yo en condiciones de trabajar, seora

    Mathers.

    Por qu?

    He comido demasiado... Es que no tenemos caf?

    Tenemos caf. Somos pobres, Rom, pero no estamos arruinadas.

    Menos mal.

    Dorothy Mathers sonri. En toda su vida, slo otro hombre le haba cado tan

    bien como Rom Dukey: el difunto Aaron Mathers. Con lo cual, Rom Dukey

    quedaba a la mxima altura en la opinin de la viuda.

    Dolly, trae el caf. Pareces tonta.

  • Dolly se sonroj y se puso en pie. Rom sonri, mirando de reojo a la muchacha.

    Pareca incapacitada para moverse. Ella no es tonta, seora Mathers, y usted lo

    sabe: Dolly se ha estado preguntando todo el tiempo de la comida qu tal sujeto

    voy a ser yo. Y modestia aparte, creo que le resulto simptico. No es cierto,

    Dolly?

    La muchacha se volvi de espaldas a los dos, sacando la cafetera del lar.

    Dorothy Mathers lanz un resoplido.

    Estamos ya convencidas de que vamos a pasarlo divertidas con usted,

    joven. Pero no le pagamos para eso. Es cierto; es cierto... Bueno, tomar

    el caf y saldr a trabajar.

    Dolly sirvi el caf en seguida, y Rom lo bebi a cortos sorbos, con resoplidos,

    pues estaba hirviendo. Luego sonri, se puso en pie cogi su sombrero y sali de

    la casa. Dolly corri hacia la ventana.

    Su madre pregunt poco despus:

    Qu est haciendo?

    La muchacha se volvi, con expresin incrdula.

    Est durmiendo...

    Cmo?

    Se..., se ha tumbado bajo el roble grande y..., y se ha dormido...

    Bendito sea Dios... Cmo es posible eso?

    Deba... tener sueo...

    Dolly! Ser verdad que eres tonta?

    La muchacha no replic, dejando sitio a su madre en la ventana. Cierto. Rom

    Dukey se haba dormido. Estaba tendido en el puro suelo, con los brazos bajo la

    nuca y las piernas extendidas. El sombrero le ocultaba el rostro.

    Come como un buey, re como un nio... y duerme como un lirn... musit la

    mujer. Mucho me temo que no hemos hecho un gran negocio, hija ma.

    * * *

    Rom Dukey se despert hacia las seis de la tarde. Entr en la casa, cojeando, dijo

    hola, pidi un trozo de papel y un lpiz y sali de nuevo. Estuvo dando vueltas

    por las tierras, los corrales, el granero, la casa ayudado por una rama de roble que

    haba limpiado a hachazos. Regres cuando ya haba anochecido dijo que tena

    un apetito estupendo, lo demostr, se llen la barriga y se fue de nuevo a dormir,

    bajo las estrellas desdeando el muy relativamente cmodo alojamiento en el

    corral.

    A la maana siguiente no estaba all. Refunfuando, Dorothy Mathers encarg a

    su hija ordear las vacas, y ella fue a dar de comer a los cerdos. Pero las vacas ya

    estaban ordeadas, y los cerdos rebosaban comida por los hocicos.

  • Rom Dukey regres dos horas despus con el carro cargado de troncos. Quiz

    seran las ocho. Fue al corral, sali con una sierra y comenz a convertir los

    troncos en tablones. A las diez apareci en la casa, cojeando, se llen de nuevo la

    barriga, con una cantidad asombrosa de jamn, huevos,

    judas y caf y regres al trabajo...

    * * *

    Tres das ms tarde la puerta del corral estaba reparada slidamente, el techado

    del granero no mostraba ningn hueco, el porche de la casa se sostena

    firmemente, las alambradas haban sido reforzadas y enderezadas todo lo que se

    tena que pintar estaba pintado, y los aperos estaban listos y perfectamente

    reparados para su uso. La parte de las tierras deficientemente sembradas tena

    tres nuevos canales de riego, los corrales estaban limpios, los pesebres mejor

    clavados, haba ms sogas de camo trenzado, la bomba del abrevadero

    funcionaba a la perfeccin...

    Seran poco ms de las doce del medioda cuando Rom apareci en la

    casa, caminando ya casi con absoluta firmeza, quitndose los guantes.

    Hola dijo. Qu tal andamos de comida?

    Dorothy Mathers se volvi, puso las manos en su cintura, y le mir de arriba

    abajo...

    Creo que yo le conozco a usted, joven.

    Rom sonri.

    Seguramente.

    No es usted el tipo que contratamos hace tres das?

    Oh, s mir de reojo a Dolly y la seal con el pulgar, sonriendo

    todava: tengo testigos.

    La seora Mathers dej las bromas a un lado.

    Rom musit seriamente, no es necesario que se lo tome tan a

    pecho, muchacho.

    Estoy preparndolo todo para empezar a trabajar.

    Para empezar? . En tres das usted ha...

    Bueno, yo tengo hambre, no ganas de conversacin... Qu bazofia han

    preparado hoy?

    Lo de siempre.

    Lo devor todo. Luego mir por la ventana suspir, y dijo:

    Creo que hoy voy a echarme otra siesta.

    Muy bien acept Dorothy.

  • Rom se puso el sombrero, pellizc la barbilla de Dolly al pasar junto a ella y

    sali al exterior. Un minuto despus dorma bajo la sombra del roble. Las

    dos mujeres le miraban por la ventana.

    Se lo ha ganado susurr Dorothy. Jams vi a nadie trabajar con tanta rabia.

    Si todo contina igual, dentro de dos aos tendremos que pagarle cien dlares al

    mes, Dolly. Pero no.

    No todo iba a ser siempre igual.

    CAPTULO V

    A Rom le despert el sonido de cascos de caballo. Lo primero que hizo fue tocarse

    el revlver. Luego se incorpor, se desliz hacia un lado y qued apoyado de

    espaldas en el tronco del roble.

    Comenz a liar un cigarrillo.

    Cuando ya lo haba encendido, aparecieron los dos jinetes. Los reconoci en

    seguida. Eran Norman Rubin y la bellsima morena llamada Julie Howard, que se

    dirigan rectamente a la casa de las Mathers.

    Estas aparecieron en el porche cuando an los caballos no se haban detenido, y

    Rom se dispuso a ser un apacible espectador de lo que pudiese ocurrir o hablarse

    all.

    Buenas tardes, seora Mathers salud Norman Rubin.

    Hola, Norman.

    Este, estaba de espaldas a Rom, de modo que su sonrisa result invisible

    para el hombre con revlver.

    Le presento a la seorita Howard, seora Mathers. Qu tal ests, Dolly?

    Dolly no contest. La atencin de las dos mujeres estaba claramente

    dirigida a Julie Howard.

    Han venido por algo importante, Norman, o slo de visita? inquiri

    Dorothy.

    Pues... las dos cosas.

    S? Bueno, desmonten los dos... Caf?

    Norman ayud a Julie a desmontar, con evidente placer al hallar un

    pretexto para tomarla por la cintura,

    No, gracias... Ser una conversacin breve, seora Mathers.

    Bueno, de qu se trata?

    Emmm... El caso es que la seorita Howard quiere quedarse en

    Ropesville...

    Me parece muy bien. Y...?

    Bueno..., ella tiene algn dinero... No demasiado, pero s el suficiente para

    comprar algunas tierras. Naturalmente, ella no va a dedicarse personalmente a

    cuidarlas; pero hemos pensado que alguien podra hacerlo, y as, ella tendra una

  • casa ms... tranquila que en el pueblo. Esto... Bueno, si ha de quedarse aqu, lo

    ms indicado es que tenga un... Bueno, unas tierras...

    S, claro.

    Seora Mathers: nosotros hemos pensado que quiz usted le vendiese

    sus tierras a la seorita Howard. Ella las pagara muy bien. Las Mathers

    parecieron no haber comprendido completamente las palabras de Norman

    Rubin, porque Dorothy indag:

    A ver, a ver... Entiendo que ustedes han venido a comprarme mis tierras?

    Vamos, digo yo que debo estar volvindome tonta, claro; pero jurara que eso es

    lo que hemos entendido mi hija y yo.

    Bueno, eso es lo que he dicho, seora Mathers.

    Primero, el ceo de la mujer se frunci. Luego, poco a poco se fue

    desarrugando. Finalmente, se ech a rer.

    Muchacho, monte a caballo y ensenos la espalda... Ahora mismo!

    Usted no ha entendido...

    Lo he entendido perfectamente! Demonios, por qu no le vende usted

    mismo unas pocas tierras a esta seorita? Bueno, eso es cuestin ma,

    no?

    Pues mis tierras son cuestin ma. Buenas tardes.

    La seorita Howard pagara hasta cinco mil dlares por sus tierras,

    seora Mathers.

    Y qu?

    He dicho cinco mil dlares!

    Y yo digo que no vendo. Si quieren caf, pasen a la casa. Si ha de seguir

    hablando de eso, no tenemos ms que conversar. Atienda, seora

    Mathers: si cree...

    Norman.

    Norman Rubin y Julie Howard se volvieron hacia donde haba sonado la

    voz.

    Y all estaba Rom Dukey, sentado bajo un roble, con la espalda apoyada

    en el tronco, y fumando como si estuviese muerto de aburrimiento.

    Rom... Todava ests aqu?

    El hombre con revlver bostez, echando humo por boca y nariz.

    Yo jurara que s, Norman. Adis.

    Oye, he venido...

    Lo he odo todo. Todo. As que, puesto que la respuesta de la seora Mathers

    es negativa, t y tu linda acompaante podis continuar el paseo por otro lado.

    Norman Rubin enrojeci violentamente, Rom estaba como a treinta pies de ellos,

    tumbado como si tuviese proyectado continuar durmiendo, apoyado en el tronco,

    en cuanto l y Julie se marchasen.

    Quin te has credo que eres? mascull Norman.

  • Un empleado de la seora Mathers. Y t?

    Cmo?

    Quin te has credo que eres t?

    Norman apret los puos y adelant un paso hacia Rom. Este ni siquiera se

    movi. Continu fumando tranquilamente. Y entonces Norman Rubin se llam a

    engao. Avanz ms, hasta detenerse delante de Rom Dukey, y dijo:

    Levntate.

    Estoy cmodo as se neg Rom.

    Rubin se inclin y sus manos aferraron las solapas de la cazadora de Rom Dukey.

    Pero cuando iba a dar el tirn para ponerlo en pie, oy un suave y bien engrasado

    cri-cri, y la punta del can del revlver de Rom se clav en su estmago.

    Te aseguro que voy a disparar si no me sueltas. Norman.

    Este palideci. Los rostros de ambos hombres estaban muy cerca uno de otro. El

    de Norman, plido, crispado. El de Rom, tranquilo, como aburrido.

    Rubn se pas la lengua por los labios.

    Ya ni siquiera eres capaz de pelear con los puos, en? mascull.

    Me parece una tontera malgastar mis fuerzas en eso, Norman. Otro da que me

    encuentre ms animoso, te romper la cabeza. Pero hoy djame tranquilo... S?

    Norman Rubn not una mayor presin del revlver en el estmago. Solt a Rom,

    se enderez y regres junto a las mujeres. Vmonos, Julie la ayud a montar,

    mont l y se volvi hacia las Mathers. Algn da, seora Mathers, se

    arrepentir de tener con ustedes a ese matn: slo va a traerles disgustos.

    De momento sonri Dorothy es usted quien se lo ha llevado,

    Norman... Me refiero al disgusto.

    Rubn encaj las mandbulas y ya no dijo nada ms. Poco despus, l y su

    acompaante se perdan de vista. Rom se levant entonces y fue hacia la casa.

    Lo siento dijo. Mi intencin era buena, pero creo que l tiene razn;

    slo voy a proporcionarles disgustos. Dorothy le estuvo mirando fijamente

    unos segundos como analizndole.

    Venga conmigo, Rom.

    Entraron los tres en la casa. La seora Mathers se dirigi al lar, meti la mano en

    un hueco de un lado de la chimenea y sac un paquete pequeo, envuelto en tela.

    Lo tir a las manos de Rom. Este mir desconcertado a la mujer.

    bralo.

    Rom obedeci. Y un fajo de billetes de cien dlares apareci ante sus ojos,

    enrollado y atado con una cinta.

    Rom Dukey, se qued con la boca abierta, contemplando los billetes,

    nuevos y crujientes.

    Pe... pero aqu hay... mucho dinero...

    As es, Rom.

  • Bueno..., usted dijo que no tena...

    No es mo, Rom.

    Ah... Bien... Bueno, qu hago con l? Debo entregrselo a alguien?

    Ya est en manos de su dueo.

    Seora Mathers, no comprendo.

    Es dinero de su madre, Rom. Me lo entreg poco antes de morir. Dijo que usted

    volvera y que, si continuaba siendo el mismo muchacho honrado y bueno que se

    march, yo deba entregarle el dinero. Pero si regresaba convertido en un pistolero

    asesino, el dinero sera para m. Ella estaba segura de que usted no iba a ser peor

    por el hecho de llevar un revlver. Y veo que tena razn. Bien, cumpl lo que

    promet a su madre, Rom: ah tiene el dinero. Hay tres mil dlares.

    Rom Dukey estaba plido. Miraba de una a otra mujer como si jams hasta

    entonces las hubiese visto.

    Quin saba esto, seora Mathers?

    Dolly y yo.

    Nadie ms?

    La seora Mathers sonri levemente.

    Su madre, Rom.

    Ustedes han podido... quedarse este dinero.

    Claro.

    Rom Dukey se guard el dinero, adelantndose hacia las mujeres, y puso una

    mano en un hombro de cada una, pasando su mirada de unos a otros ojos. Asinti

    varias veces con la cabeza. Luego se apart de ellas, caminando hacia la puerta.

    All se volvi y dijo:

    Veamos qu tal bazofia preparan para cenar hoy. Estar de vuelta dentro

    de un par de horas.

    Y sali de la casa.

    Dolly mir a su madre.

    Mam... susurr, l se va a marchar, se ir de aqu para siempre. Ha

    ido a comprar sus tierras a Cranston. Eso creo. Pero volver para la

    cena.

    Pero luego se marchar..., se ir de esta casa, a la suya... Qu har yo

    cuando l se vaya?

    Tendrs que trabajar ms. Hemos tenido ya tres das de maravilloso

    descanso, Dolly.

    Es que no..., no me refiero a eso...

    Dorothy Mathers acarici las mejillas a su hija.

    Ya lo s, pequea musit. Ya lo s...

    Oyeron el galope del caballo de Rom perdindose en la distancia. Pero esta vez

    Dolly no fue a mirar. No habra podido ver nada, de todas maneras, pues tena los

  • ojos llenos de lgrimas silenciosas, grandes, que resbalaban suavemente hacia su

    bonita boca algo infantil.

    CAPTULO VI

    Sam Cranston estaba en la tienda de Pops llenando la pipa mientras el tendero iba

    amontonando el pedido sobre el mostrador. Los dos miraron hacia la puerta

    cuando la oyeron abrirse. Y los dos evidenciaron cierto desagrado; muy poco por

    parte de Pops. Rom se acerc a ellos sonriendo. Hola, Pops. Buenas tardes,

    seor Cranston.

    Hola, Rom contest Pops;

    Sam Cranston no contest. Continu llenando la pipa como si no hubiese

    odo nada.

    Rom se acerc al mostrador, se subi el sombrero con un pulgar y se

    acod, de lado en la madera.

    Estuve en su casa seor Cranston el hombre le mir sin contestar,

    simplemente alzando las cejas. Me dijeron que estaba por aqu. Bueno, tengo

    algo de qu hablarle.

    Usted y yo no tenemos nada de qu hablar, Dukey.

    Rom hizo de tripas corazn y continu sonriendo amablemente.

    Yo... quera comprarle mis tierras si no le parece mal.

    La boca de Cranston se abri, mostrando estupefaccin.

    Est hablando en serio? gru.

    S, seor. Esto... Bien, he pensado que a usted no le importara...

    comprar otras.

    Y por qu he de hacer eso? Hgalo usted, y en paz.

    Eee... Admito que tiene razn... S, seor; la tiene. Pero he pensado que esas

    tierras son para usted iguales a otras tierras. Y..., para m, tienen un gran

    significado. Le pagara... ms de lo que usted dio a mi madre. Claro que ahora

    sac el rollo de billetes de cien dlares, de momento slo podra darle tres mil

    dlares. Dentro de unos das le dara quinientos ms... ya sabe que..., que

    llegarn un da de stos, por aquello de... Bueno el hombre que mat... Le dara

    este dinero, y los quinientos... Le juro que el resto, hasta lo que usted me pida, se

    lo pagara lo ms pronto posible.

    No puedo hacer eso, Dukey.

    Rom inclin la cabeza.

    Claro... Me lo tema. Yo... le comprendo a usted, seor Cranston.

    Comprendo que no pueda hacer eso.

    Celebro que lo vea as, Dukey.

  • Bien... Rom se guard el dinero. Al menos quisiera tener la seguridad de

    que cuando rena todo el dinero... Bueno, espero que entonces usted me venda

    mis tierras.

    Sam Cranston frunci el ceo.

    Ahora son mis tierras, Dukey.

    Oh, s, claro...

    Y quiero que se entere de algo; jams voy a venderle a usted esas tierras. Me

    pague lo que me pague, no voy a hacerlo. Por m se puede usted ir al mismsimo

    infierno, as que djeme en paz de una vez. Y qutese de la cabeza esa idea de

    recuperar sus tierras, Dukey. Mrchese por ah a pasear ese revlver. Nadie le va

    a admitir ya jams aqu, en Ropesville. Vyase al diablo!

    Pops miraba a Rom Dukey con los ojos muy abiertos, asustada la expresin. Pero

    si esperaba una reaccin violenta por parte del muchacho, al que conoca desde

    muchos aos atrs, qued defraudado.

    Muy plido, Rom estuvo mirando fijamente a Cranston unos segundos. Luego, se

    baj el sombrero, dio la vuelta y se dirigi a la puerta. La abri y sali.

    Inmediatamente, alguien le quit el revlver, y unas fuertes manazas le empujaron

    contra la pared. Como en un sueo, Rom vio volar su revlver hacia el centro de la

    calzada. Pero en seguida qued oculto a su vista, por el muro formado por los

    cinco hombres que le acorralaron contra la pared, cortndole el camino hacia el

    arma.

    Si quieres tu revlver, Rom, slo tienes que pasar por entre nosotros

    ri Norman Rubin.

    Adems de ste, estaban los tres hermanos Bennet, y Vincent Reles. Los cinco

    eran tan altos y fuertes como Rom Dukey, por lo menos. No llevaban una sola

    arma pero tampoco la necesitaban.

    Rom no se movi. Una rpida mirada a su alrededor le permiti darse cuenta de

    que aquello iba a ser un gran espectculo para la gente de Ropesville, que se iba

    lanzando a la calle dispuesta a presenciar la pelea. La paliza...

    Dejadme tranquilo, Norman. Es un buen consejo: todava no sabis vosotros las

    cosas malas que he aprendido por ah. No me obliguis a poneros al corriente...

    Norman adelant un par de pasos, rpidamente, y clav un puetazo en los labios

    de Rom, aplastndole la cabeza contra la pared de la tienda. Inmediatamente,

    retrocedi, sonriendo, para tapar el hueco que haba dejado en el semicrculo de

    castig.

    Eso te ensear a no ser tan fanfarrn, Rom. Qu eres ahora sin tu

    revlver, eh? Nada! No eres nada!

    Rom trag serenamente la sangre que brotaba de sus labios.

    Si t eres ms que yo, Norman, pelea conmigo sin ayuda de nadie.

  • Para qu? Ser ms cmodo as, Rom... Igual que antes, cuando t me

    amenazaste con el revlver. Por qu he de molestarme en recibir unos cuantos

    golpes tuyos? Anda, ven a recoger tu revlver, hombre.

    Rom los mir uno a uno.

    Estaba convencido de que la gente de Ropesville era pacfica, honrada. Nunca

    cre que fueseis realmente cobardes todos los habitantes de este pueblo.

    Deja tranquilos a los dems, hombre ri Rubin. Ellos no tienen nada que ver

    con esto. Es cosa ma, de Vincent, que te tiene unas grandes ganas, y de los

    Bennet, que tambin estn deseando zurrarte por matn. Slo ser una pequea

    paliza... particular, no de la comunidad. Un pequeo desahogo. Rom,

    comprndelo.

    Te escuece la humillacin de antes delante de la chica, eh?

    Norman Rubin palideci de rabia. Adelant de nuevo y quiso golpear a Rom. Este

    alz una pierna y el pie encaj duramente en el bajo vientre de Norman Rubin, que

    salt hacia atrs, sbitamente plido.

    Pero la pierna herida de Rom se resinti lo bastante para fallar, y el hombre con

    revlver cay al suelo, medio sentado. Vincent Reles se adelant entonces, le

    agarr por las solapas, le puso en pie y le clav una rodilla en el vientre,

    empujndole hacia los Bennet. El menor de stos le recibi con una mano

    adelantada para frenarlo. Inmediatamente, le empuj hacia el hermano mayor de

    un directo a la barbilla que reson con claro chasquido en la calle.

    Norman Rubin se haba puesto en pie, vacilante, todava plido.

    Dejdmelo... Dejdmelo!

    Tom Bennet tir a Rom hacia Rubin, cuyo puetazo en el estmago dobl a Rom

    Dukey violentamente, un rodillazo en pleno rostro le enderez, tirndole de nuevo

    hacia Reles... que recibi un directo en plena nariz. Un directo cargado con la

    fuerza del impulso y con la propia del brazo de Rom Dukey. Un directo que

    revent la nariz y tir a Reles, despatarrado y boca arriba, sangrante, a la calzada.

    El mediano de los Bennet atrap a Rom por un hombro y lo volvi rudamente,

    dispuesto a reventarle la cara de un puetazo. Lo recibi l, en un ojo; la ceja se

    parti, incrustada contra el hueso, y Carl Bennet choc contra un poste del porche,

    que se estremeci y cruji.

    Pero Tom Bennet tambin estaba all. Junt los puos y los descarg

    dursimamente contra los riones de Rom, aplastndole contra el suelo. Lo recogi

    en seguida, por el cuello de la cazadora, ech un puo hacia atrs y tir a Rom

    hacia Norman, de un puetazo que abri la carne del pmulo del hombre con

    revlver... pero desarmado entonces.

    Norman Rubin hundi su puo derecho en el estmago de Rom le enderez de un

    gancho en la barbilla y le tir hacia Leo Bennet de un directo en la nariz. Leo

  • Bennet recibi a Rom con un rodillazo en el vientre, le enderez con los dos puos

    juntos golpendole en la barbilla y luego, con uno slo, le tir contra la pared.

    Tom Bennet,; Vincent Reles y Norman Rubin se abalanzaron hacia Rom.

    Norman le despeg de la pared, aullando: Veremos si despus de esto

    te quedas en Ropesville...!

    Los tres se dedicaron de llen a golpear a Rom, que rebotaba una y otra vez

    contra la pared. El muslo izquierdo estaba lleno de sangre que brotaba de la

    herida recibida das antes, abierta cuando ya estaba cicatrizando. Y tambin haba

    sangre en el costado de Rom Dukey:

    Te ensearemos a pelear, Rom, te demostraremos...!

    Bang-boiiinggg...!

    El rebote de la bala se oy como pegado al estampido del disparo. El plomo dio

    sobre las cabezas de los que peleaban y rebot agudamente hacia un lado.

    Rom Dukey qued libre, pegado a la pared, jadeante, a punto de desvanecerse,

    mientras sus castigadores se volvan hacia la calzada. Haba all como media

    docena de jinetes. Uno de ellos tena el revlver en la mano todava humeante, y

    miraba hacia all con una extraa sonrisa que pareca helada. Los dems estaban

    indiferentes, inexpresivos los duros semblantes. Ni uno slo de ellos llevaba

    menos de un revlver; haba rifles en las sillas de montar... y los revlveres

    colgaban muy bajos en las piernas.

    En el silencio que sigui al disparo, el hombre que haba disparado acerc su

    caballo a la acera, se detuvo all y apoy un codo en el pomo de la silla, siempre

    sonriente.

    Mir uno a uno a los cinco agricultores. Luego, su mirada se pos en Rom

    Dukey.

    Cmo te va, Rom? pregunt.

    Rom aspir profundamente.

    Hola, Phil.

    Phil Schober sonri un poco ms humanamente.

    Puedo servirte en algo, Rom?

    Este mir hacia la calzada, Phil Schober sigui aquella mirada y vio el revlver

    sobre el polvo. Se volvi hacia el grupo de hombres que esperaban en silencio y

    dijo:

    Dselo, Sholers.

    Uno de los pistoleros se despeg del grupo, acercando su caballo adonde estaba

    el revlver. Con notable agilidad se inclin hacia el suelo, sin desmontar, y recogi

    el arma. Luego se acerc a la acera y lo tir hacia Rom, que caz el revlver al

    vuelo y se qued inmvil.

    Norman Rubin y compaa palidecieron intensamente cuando la mirada de Rom

    fue hacia ellos. Pero el hombre con revlver se limit a soplar el polvo que

    ensuciaba su arma y luego la enfund.

  • Eso es todo, Rom? inquiri Schober.

    Es todo, Phil..., por ahora.

    Muy bien, t sabrs. Oye, puedes indicarnos un hotel? Ya sabes, el

    mejor, claro.

    Rom lo seal:

    Ah lo tenis: Royal Hotel. Estis de paso, o... o vais a quedaros?

    Creo que tendremos que quedarnos aqu unos das.

    Comprendo.

    Esto... Necesitas un trabajo, Rom?

    Tengo ya uno. En una granja, Phil. Phil Schober se asombr de veras.

    T? T, Rom, destripando terrones?

    As es. Las tierras pertenecen a una mujer llamada Dorothy Mathers, y estn

    como a tres millas al sur del pueblo. La granja es fcil de reconocer, porque todo

    est recin reparado y pintado.

    Entiendo... Entiendo, Rom. Algo ms?

    No.

    Adelant hacia el borde de la acera de tablas, y Norman Rubin, Reles y los Bennet

    se apartaron, cedindole el paso como si quemase. Rom ni siquiera les mir. Baj

    a la calzada, desat a su caballo de la barra y mont un tanto pesadamente, lleno

    de sangre el rostro, el costado y la pierna izquierda.

    Justo en aquel momento, un carro entraba a toda velocidad en Ropesville, por el

    Norte, levantando grandes oleadas de polvo. En el pescante, dos hombres

    aullantes:

    Ganado! chillaban a todo pulmn. Cientos, miles de vacas! Estn

    llegando por el Norte, arrasando todos los sembrados de all, arrancando las

    alambradas...! Han pasado ya por los tierras de Dean, y no han dejado nada

    entero... Estn bajando hacia el valle grande. Miles de vacas!

    Todo Ropesville se lanz a la calle. El carro qued rodeado en pocos segundos.

    Los Bennet, Reles y Rubin tambin fueron hacia all para enterarse bien de lo que

    se les vena encima.

    Rom Dukey se limit a mirar a Phil Schober y a sus hombres, los cuales

    sonrean sardnicamente.

    Qu te parece? ensanch Schober su sonrisa.

    Rom encogi los hombros.

    Saba que tarde o temprano esto pasara tambin en Ropesville.

    Y de qu parte vas a estar, Rom?

    De la ma.

    Agricultores, Rom? frunci el ceo Phil Schober.

    No. He dicho de la ma, Phil.

    Lo tendr en cuenta.

    Rom asinti con la cabeza mientras aceptaba:

  • Est bien. Hasta la vista.

    Hasta la vista, Rom.

    Dolly abri la puerta cuando oy las pisadas de Rom en el porche. Haba una

    sonrisa de esperanza en el rostro de la muchacha cuando empez a preguntar:

    Rom, va a quedarse con...? Rom! Dukey entr abruptamente en la

    casa.

    No es nada gru. Slo necesito agua caliente y un par de vendas,

    Dolly.

    Pero ella no poda moverse. Notaba el temblor en las piernas. El de su

    barbilla era perfectamente visible.

    Dios..., Dios mo, Rom... Qu le ha pasado? Calienta agua, Dolly

    refunfu su madre. Yo traer las vendas. Muvete!

    Rom se dej caer en una silla.

    Me ca del caballo. Como se me hizo de no