BOUYER Eucaristía 06 - LA EUCARISTIA PATRISTICA Y LOS VESTIGIOS DE LA EUCARISTIA PRIMITIVA

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    CAPTULO VI

    LA EUCARISTA PATRSTICA Y LOS VESTIGIOS DE LA

    EUCARISTA PRIMITIVA

    Constitucin de los formularios tradicionales

    La fijacin por escrito de las oraciones litrgicas, en el cristia

    nismo como en el judasmo, es un fenmeno relativamente tardo. En

    un caso como en otro no se produjo sino a partir del momento

    en que se tuvo la sensacin de que corra peligro de alterarse la

    tradicin si no revesta formas fijas en los detalles. Las herejas,

    con la reaccin que provocaron, fueron un factor de particularimportancia en esta evolucin. asta es la razn por la que efectiva

    mente no vemos generalizarse textos cristianos de este gnero

    sino despus de la gran crisis del arrianismo, es decir, a partir de

    la segunda mitad del siglo xv.

    No obstante, un documento como la Tradicin apostlica de san

    Hiplito atestigua que antes de esta fecha comenzaron a redactarse

    modelos tpicos. Pero el mismo documento atestigua tambin que pri

    meramente se propusieron ms bien como ejemplos destinados a

    guiar a los celebrantes y no precisamente como frmulas ne vane

    tun. Y viceversa, mucho despus de la aparicin y de la generaliza

    cin de formularios relativamente fijos pudieron persistir si hasta

    nuestros das variaciones sobre los temas fundamentales. En la

    misma liturgia romana, por muy conservadora que parezca, no cesprcticamente nunca la redaccin de prefacios eucarsticos variables.

    1. cf. Trc4idn GjJQstIicfJ, final del prrafo jo.

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    La eucaristia patrstica

    La liturgia mozrabe, casi todo el tiempo que se mantuvo

    viva, conoci esta plasticidad tocante a todas las partes de la euca

    rista . Y las liturgias orientales por su parte, en particular entre

    los coptos, los etopes y los maronitas, siguieron elaborando hasta

    el final de la edad media frmulas ms o menos nuevas.

    Con todo, es cierto que el gran desarrollo de los formularios

    eucarsticos coincide con el apogeo de la patrstica, es decir, un

    perodo que se extiende de mediados del siglo iv a mediados del

    siglo vi: de los padres capadocios a san Gregorio Magno. Dado

    que los manuscritos litrgicos estaban destinados al uso litrgico

    y se destruan o se dejaban de lado cuando ya no servan, slo nos

    quedan algunos preciosos fragmentos de una poca ms antigua.

    En cambio, como las composiciones de esta poca haban llegado

    a imponerse y a persistir, estamos sumergidos en un cmulo de

    textos producidos en aquel tiempo. Puede decirse que entonces fue

    cuando la eucarista hall sus expresiones clsicas. No hay que

    lamentar demasiado que no tardaran en poner ms o menos trabas

    a la improvisacin. En efecto, hay que reconocer que los siglos

    siguientes no produjeron prcticamente sino variaciones, ms o me

    nos logradas, sobre los temas que en aquella sazn acabaron por

    definirse y organizarse. O bien se perdern stos de vista y no se

    tardar en caer en palabrera y en extravos de la imaginacin.

    Cuando la que, para simplificar, llamamos nosotros la edad media

    no se atenga ya a los textos patrsticos, la oracin eucarstica se

    hallar en constante peligro de adulteracin y de disolucin.

    Por el contrario, cuando se recorren los textos de esta gran

    poca, queda uno sorprendido por su vigor y su riqueza. Pero,

    por lo menos a primen vista, queda uno tambin desconcertado por

    su variedad. Se dejan percibir ciertas constantes, pero la multipli

    cidad de las formas que las envuelven es tal, que se ve uno perplejo

    para clasificar estos documentos, y ms todava para establecer

    su genealoga. Sin embargo, poco a poco, se ha ido imponiendo un

    acuerdo entre los liturgistas comparatistas pan asociar esta vasta

    proliferacin a cinco grandes centros principales, o, para ser

    ms exactos, a cinco reas de composicin y de difusin inicial.

    Uf. mfra, p. 3i7sa.

    Cf. mfra, p. 3373,.

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    Constitucin de los formularios tradicionales

    Tres de ellas se sitan en Oriente y dos en Occidente. As, a pro

    psito de la oracin eucarstica se puede hablar en trminos gene

    rales de cinco esquemas fundamentales, que se reconocen todava

    hoy en los textos ms venerables que se han mantenido en uso.

    estos son, para enumerarlos de este a oeste: el tipo sirio oriental,

    el tipo sirio occidental, el tipo alejandrino, el tipo romano y el

    tipo galicano y mozrabe.

    No debemos cerrar los ojos a lo que hay de simplificacin en

    esta divisin aceptada comnmente. Por ejemplo, hay que admitir

    que el llamado tipo sirio occidental contamin ms o menos tanto

    al tipo sirio oriental como al tipo alejandrino, prcticamente en todoslos formularios de estos que nos son accesibles directamente. Ade

    ms, si se observa ms de cerca, el mismo tipo sirio occidental

    implica dos variedades con diferencias bastante profundas, que

    quiz se puedan referir a Antioqua y a Jerusaln respectivamente.

    As tambin en Occidente, el tipo romano va acompaado de

    toda una serie de tipos secundarios, como el lyons y sobre todo el

    milans llamado ambrosiano. Es sumamente difcil determinarsi son tipos romanos galicanizados, o si ms bien conservaron

    formas romanas arcaicas. Es tan difcil que hasta algunos han

    llegado a sostener que el tipo romano, en los orgenes, no se dis

    tingua netamente en una confusin de formas locales, todas ellas

    ms o menos anlogas a las formas que llamamos galicanas o

    mozrabes, las cuales habran seguido evolucionando en otras partes,

    quedando, en cambio, inmovilizadas en Roma.En todo caso es cierto que hay que contar con exportaciones

    imprevistas y con metamorfosis locales, no siempre fciles de ex

    plicar. No es en Bizancio donde pueden hallarse mejor las carac

    tersticas del antiguo rito bizantino, sino ms bien en la lejana

    Armenia, pese a los revestimientos originales y particularmente

    prolficos que hubieron de experimentar. Influencias, sobre todo

    de Palestina, alteraron mucho ms radicalmente, y hasta abolieronmuchos usos locales antiguos . De la misma manera, no es en Ca-

    4. cf. nfra, p. 252ss.5. Cf. A. KING, Lti.rgies of che Primacial Sen, Londres 1957, p. Isa y 286,,.

    6. Ci., por ejemplo, GREOORY Dix, The Sha of che LOnrgy, p. 563ss.

    7. cf. A. BAUMSTARK, Liturgi. comparte, p. 35.8. BAUMSTARK, Op. cit., p. 6.

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    La eucarista patrstica

    padocia, ni en la vecina Siria, ni tampoco en Constantinopla, sino

    nicamente en Egipto, donde hallamos la eucarista de san Basilio

    bajo una forma que parece ser la original.

    Fuerade

    estas transferencias,ms o menos

    globales, hay elemen

    tos errticos, que es todava ms difcil explicar por qu conducto

    pudieron llegar all, donde ahora los hallamos. Para slo citar un

    ejemplo, cmo se explica que en medio del canon ambrosiano

    tropecemos con una frase que parece provenir directamente de una

    anfora siria occidental?

    A travs de todos estos intercambios hay dos hechos tan eviden

    tes, que con frecuencia se ha intentado explicar por ellos todas lasaparentes asimilaciones. Nos referimos al imperialismo de Roma

    y al de Bizancio. Contrariamente a lo que muchos modernos pro

    penden a imaginar segn una concepcin romntica del liberalismo

    o de la anarqua ortodoxo y del autoritarismo romauio, el imperia

    lismo bizantino, en particular en nuestro terreno, parece haber sido

    mucho ms sistemtico o mucho ms riguroso que el imperialismo

    romano. Durante largo tiempo la liturgia romana se fue extendiendo

    mucho ms por un proceso de prstamos espontneos, o de adopcin

    querida o estimulada por las autoridades seculares, que por

    esfuerzo alguno de la autoridad pontificia. Durante mucho tiempo ha

    sorprendido en gran manera sobre este punto el liberalismo de la

    carta de san Gregorio Magno, en la que ste aconseja a san Agus

    tn de Cantrbery que fabrique para los anglosajones una liturgia

    apropiada tomada de las fuentes que le parezcan mejores. Hasta

    tal punto, que se ha querido ver aqu una falsificacin ID Hoy da

    todos, o casi todos, convienen en reconocer su autenticidad. Es

    cierto que se hallan algunos ejemplos en sentido contrario, como

    una carta particularmente estrecha y llena de acrimonia del papa

    Inocencio al obispo Decencio de Gubbio ". Pero sta traduce un

    temperamento personal en su autor, mucho ms que una polticacoherente de la sede romana en aquella poca. De hecho, la antigua

    Roma eclesistica parece haber permanecido largo tiempo indife

    rente a la expansin de su propia tradicin litrgica. Y en lo

    JDAUMSTAIUC, Of. cit, 1. 59.

    lo. cf. Epst. 64, lib. xx PL. 77, CDI. 1187.it. cf. Gnxooxv Dix, op. cit., p. S64.

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    Constitucin de los formularios tradicionales

    sucesivo se mostr extraordinariamente acogedora de las tradiciones,

    galicanas u otras, que volvieron a ella con las ediciones de sus

    propios libros, que los brbaros haban interpolado copiosamente

    pan su propio uso.

    Habr que aguardar hasta Gregorio vii paraver modificarse esta poltica o ms bien ausencia de poltica. En

    efecto, este papa provocar en algunos aos la destruccin casi com

    pleta del rito mozrabe y su sustitucin en Espaa por el rito

    romano ". Con todo, no hay que olvidar, por una parte, que el

    rito mozrabe se haba desacreditado dogmticamente por el apoyo

    que haba credo hallar en sus frmulas una teologa adopcionista,

    y, por otra parte, que los reyes espafioles, movidos ms o menos

    por la propaganda de los monjes de Cluny, haban ya precipitado

    el movimiento, ms o menos espontneo, que tenda a dicha sus

    titucin.

    Bizancio, en cambio, desde el siglo y sigui una poltica de

    supresin pura y simple de las tradiciones locales y de su sustitu

    cin por la liturgia llamada bizantina, que, a decir verdad, no erasino la forma particular que la liturgia siria occidental haba llegado

    a adoptar en la nueva Roma sobre el Bsforo. Las defecciones que

    de esto se seguirn y que se han cargado en la cuenta de las herejas

    nestoriana o monofisita, hoy da parecen haber sido ms bien reac

    ciones del nacionalismo cultural, exasperado por aquella voluntad

    imperial de unificar a todo trance El absolutismo al que esta

    -oluntad haba de llegar en el siglo xii se expresar sin ambages

    en una famosa consulta del gran canonista Teodoro Balsamn. El

    patriarca ortodoxo alejandrino de la poca le haba preguntado qu

    haba que pensar y qu haba que hacer de la liturgia de Santiago,

    a lo cual aquella gran autoridad le respondi que no haba ms

    liturgias ortodoxas que las llamadas de san Juan Crisstomo y de

    san Basilio por supuesto, bajo la forma en que se conocan y se

    practicaban en la ciudad imperial. La respuesta es tanto ms

    caracterstica, cuanto que Balsamn mismo en de origen antio

    queno, pero no parecia tener el menor barrunto de la tesis, con

    12. cf. nfra, p. 316as.13. Cf. nfra, p. 315.

    14. El nietropolita SERu.fN. cn su libro I_gUse orhodoxe, Paris 1952, pone muy

    de relieve este punto.

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    La eucarista patrstica

    todo, incontestable, de que las liturgias de la nueva Roma no eran

    sino subproductos de aquella liturgia de su ciudad natal .

    En cambio, no hay que olvidar que las victorias de estos dos

    imperialismos se han revelado ms de una vez como victorias de

    Pirro. I.o que hemos dicho sobre la evolucin de la liturgia romana

    y sobre los orgenes mismos de la liturgia bizantina es ms que su

    ficiente para que se comprenda esto sin dificultad. Si la liturgia

    llamada romana acab finalmente por imponerse en todo el Occi

    dente, lo hizo en una forma abigarrada, en la que no hay ya de

    romano ms que cierto marco y ciertas frmulas, pasablemente

    anegadas bajo una afluencia de frmulas extranjeras y ocultasbajo todo un enchapado de ritos, de ornamentos y de cantos que

    no tienen nada de romano. Anlogamente, la liturgia bizantina,

    que no naci en Bizancio, sino en Antioqua y que fue refundida,

    en Antioqua o en otra parte, antes de ser transportada a la ciudad

    imperial, deba verse aqu recubierta con una primera y considera

    ble aportacin monstica venida de Jerusaln y, ms concretamente,

    de la laura de san Sabas. El monasterio de Stoudios, en la capital,ser el centro en todo caso, el principal de esta verdaden refun

    dicin. Y estos elementos algenos distan mucho de ser los ltimos

    que seguir recibiendo la ciudad de los ba-sileis antes de reexportar-

    los, bajo el sello imperial, juntamente con lo que le quedaba de su

    ms antiguo fondo.

    Estas pocas alusiones eran seguramente necesarias pan que

    nadie se haga ilusiones sobre la pureza o la autonoma de los cinco

    grandes tipos de liturgia eucarstica generalmente reconocidos.

    A decir verdad, no son sino familias, entre las cuales hay nume

    rosas alianzas, y en las que en todo caso se permanece en el interior

    de una misma raza.

    Independientemente de los ulteriores cruzamientos, que pudie

    ron borrar ms o menos las diferencias primitivas entre los tipos

    enumerados, parece que hay que reconocer ciertos parentescos ori

    ginarios. Pero stos, repitmoslo, resisten a los prejuicios ms

    enraizados. Estamos acostumbrados a ver a la cristiandad como

    dividida desde muy antiguo en dos bloques, Oriente en torno a Bizan

    15. Cf. PC, 119, col. 1033ss. Por supuesto, Balsamn condena igualmente la liturgia

    de San Marcos.

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    Constitucin de los formularios tradicionales

    do, y Occidente en tomo a Roma. En esta divisin hay no poco de

    artificio, como se revela particularmente, aunque no nicamente,

    en el terreno litrgico. En efecto, la liturgia siria occidental es

    decir, en este caso, de Antioqua parece emparentada ms directamente con las liturgias galicana y mozrabe que con sus vecinas

    de Oriente, si nos atenemos a lo que parece fundamental. Y toda

    va ms claramente, la liturgia romana y la liturgia alejandrina

    parecen ser, si ya no hermanas, por lo menos primas hermanas.

    Con otras palabras: si se quiere trazar una lnea de separacin

    entre los diferentes caminos de la tradicin litrgica y sobre todo

    eucarstica, entre los diferentes modelos de oracin que fueron losprimeros en constituirse en ella, esta lnea no puede ser vertical.

    sta ignora la separacin habitual entre Oriente y Occidente y

    tiende a revelar otra que divide en dos tanto a Oriente como a

    Occidente.

    Aadamos sin tardar que el hecho es seguramente tan poco

    conforme con nuestros hbitos mentales, que muchos hombres de

    ciencia tienen todava dificultad para aceptarlo francamente. No

    pueden negar ni las sorprendentes analogas *ni las comunes dife

    rencias, ya que unas y otras son palmarias. Pero querrn expli

    carla por influjos ms o menos tardos, ms bien que por alguna

    comunidad de origen. Esto sucede particularmente a propsito de

    lo que podemos llamar el extremo Occidente galicano y mozrabe,

    compando con Siria occidental Muchos admiten que las analo

    gas son un hecho secundario y no primitivo. Ms adelante veremos

    algunas razones que parecen militar contra tal opinin. sta, sin

    embargo, es todava sostenible, vista la fecha relativamente tarda

    de todos nuestros documentos detallados sobre los ritos del extre

    mo Occidente. En cambio, es mucho ms difcil sostener la tesis

    de las influencias tardas para explicar las analogas entre Roma

    y Alejandra. En efecto, es claro que cuanto ms antiguos son los

    textos hasta los que podemos remontarnos y que son testigos segu

    ros de un uso local, tanto ms llamativas son en este caso las

    analogas.

    Sea de ello lo que fuere, en los textos, tal como se nos presentan

    16. Cf. A. Kwo, op. cit., p. 457ss.

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    La eucarista patrstica

    a nosotros, y cualquiera que sea la forma corno se quiera dar

    cuenta de ellos, las analogas estn a la vista. Son primeramente

    analogas de estructura, pero con frecuencia van acompaadas de ana

    logas quiz ms sorprendentes lo cual no quiere decir ms probativas por s solas en los detalles de las frmulas.

    Para limitarnos aqu a la estructura de la eucarista, veamos

    cmo se presenta sta, primeramente en las cuatro familias en las

    que, tomadas por parejas, hallamos, pues, semejanzas.

    Comenzando por el rito sirio occidental, cuya estructura parece

    de una claridad muy particular, tenemos sucesivamente:

    1 Una primera parte de accin de gracias, que conduce al himno que en Occidente llamamos el sanctus.

    2 Una segunda parte de accin de gracias, que conduce al

    relato de la institucin eucarstica.

    3 Una oracin de tipo particular, pero prcticamente universal,

    a la que se llama anamnesis, y que parece ser una reasuncin y

    amplificacin de las palabras: Haced esto en memoria o como

    memorial de m.4 Otra oracin, tambin de tipo muy definido, pero que, a decir

    verdad, no se halla en su plenitud sino nicamente en el rito sirio

    occidental y en los ritos influidos por l : la epiclesis, es decir, una

    invocacin en que se pide que descienda el Espritu Santo para

    consagrar el pan y el vino y convertirlos en el cuerpo y sangre

    del Salvador, y, secundariamente, que sea aceptado por parte de

    Dios el sacrificio ofrecido y sea comunicada su gracia a los parti

    cipantes en el mismo.

    5 Una serie de intercesiones detalladas, por todas las nece

    sidades de la Iglesia y del mundo, y de conmemoraciones de los

    santos.

    6 Una doxologa final de forma trinitaria.

    Aadamos, como rasgo propio de la liturgia siria occidental,

    que 1 est dominada por la persona divina del Padre y es ms

    o menos puramente una accin de gracias por la creacin, mientras

    que 2 est dominado por e Hijo y da gracias por la redencin,

    as como 3; 4 y tambin en cierto grado 5 introducen al Esp

    ritu y desarrollan el tema de la santificacin de la Iglesia y de

    todo el universo, en una perspectiva francamente escatolgica.

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    Constitucin de los formularios tradicionales

    Todo esto podemos hallarlo en el mismo orden por lo menos

    en cierto nmero de formularios galicanos y mozrabes, con la nica

    excepcin de 5, que no figura en ellos. Pero en el extremo Occi

    dente, el contenido de las diferentes partes es con frecuencia mucho

    ms esfumado en los detalles, y no es raro que se desve ms o menos

    completamente con respecto a este esquema, aunque siempre se

    halla a una accin de gracias inicial que termina en el sanctus,

    b una reanudacin ms o menos clara de la misma, que desembo

    ca en Tas palabras de la institucin, c una sucesin, en la que cier

    tamente se enmaraan con frecuencia *la anamnesis y la epiclesis,

    pero ms a menudo todava se deshilany

    hastase

    deshilachancasi

    en cualquier clase de oracin, d una doxologa, generalmente poco

    desarrollada.

    Si pasamos a Roma, hallamos aqu un orden completamente di

    ferente y que puede parecer desconcertante si se tiene presente la

    sencillez y armona del precedente. Tenemos primeramente: 1, que

    tambin aqu es una accin de gracias que conduce al sanctus,

    pero en la que se mezclan la redencin y la creacin las ms de lasveces la creacin es, a lo sumo, evocada, 2 una primera oracin

    que evoca el sacrificio, 3 una primen serie de intercesiones por

    los vivos y de conmemoraciones de los santos, 4 una oracin - en

    dos frmulas distintas, pero ligadas - en la que se pide la acepta

    cin del sacrificio y se aade una invocacin formal para la consa

    gracin de los elementos eucarsticos, 5 el relato de la institucin,

    6 una anamnesis, bastante semejante a la de Siria occidental, aunquems sobria, 7 una ltima invocacin - actualmente tambin en dos

    oraciones unidas para que sea aceptado el sacrificio ofrecido y,

    ahora ms en concreto, para que tenga en todos nosotros su efecto

    de gracia, 8 una nueva intercesin, esta vez en primer lugar por

    los difuntos, luego de nuevo por los vivos, esta ltima, acompaada

    de una nueva conmemoracin de los santos, 9 la doxologa final.

    En Alejandra, sobre todo si nos referimos a los documentosms antiguos, caemos en un orden anlogo, slo que todas las

    intercesiones fueron agrupadas al principio, as como las conme

    moraciones, y este bloque, con la oracin que lo precede en el rito

    romano, avanz hasta antes del sanctus, Tenemos, pues, el orden

    siguiente:

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    La eucarista patristica

    1 Accin de gracias inicial.

    2 Primera oracin, que evoca el sacrificio.

    3 Copiosas intercesiones y conmemoraciones terminadas en

    una oracin en que se pide la aceptacin del sacrificio.4 Reiteracin de la accin de gracias que conduce al sanctus.

    5 Nueva oracin en que se pide la aceptacin del sacrificio,

    con una invocacin formal por la consagracin de los elementos.

    6 El relato de la institucin.

    7 La anamnesis.

    8 Una ltima invocacin para que sea aceptado el sacrificio

    ofrecido, y ms en concreto para que tenga en nosotros todos susefectos de gracia.

    9 La doxologa final.

    A esto conviene aadir que ni en Roma en el texto que ha

    llegado hasta nosotros, ni en AFejandria en las ms antiguas formas

    de los textos que nos son conocidas, hay el menor vestigio de una

    atribucin particular de las grandes secciones de la anfora a las

    tres personas divinas en particular, consideradas una tras otra.

    Particularmente, slo en frmulas visiblemente influidas por la

    Siria occidental se halla en Egipto una invocacin especial de una

    venida del Espritu Santo, ya en la segunda o en la tercera de las

    oraciones, entre las cuales, tanto en Alejandra como en Roma,

    parece a primera vista haberse desparramado todo el contenido de

    la epiclesis siria. En otros trminos la epiclesis, tal como se entiende

    de ordinario, no parece ms primitiva en Alejandra que en Roma,

    donde parece sencillamente estar ausente, O, si se prefiere, en

    Alejandra como en Roma, no hay una, sino por lo menos dos

    epiclesis si se toma la palabra epiclesis en sentido lato, una antes

    y otra despus del relato de la institucin, sin hablar de la que se

    podra llamar una preepiclesis, que viene mucho antes de todo

    esto. Pero hoy da en Roma y, a lo que parece, en Alejandra en

    los orgenes, no se hace intervenir al Espritu Santo.

    Supervivencia de un tipo ms antiguo: A dday y Man

    Antes de comenzar a desenredar lo que parece ser una maraa,

    pese a las analogas parciales que pueden sugerir una primera pista

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    Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man

    para las investigaciones que se han de efectuar, conviene que nos

    fijemos en el quinto tipo de la eucarista patrstica, el de Siria

    oriental. Lo hemos dejado de lado hasta aqu, porque se resiste

    evidentemente a entrar dentro de ninguno de los grupos precedentes.

    Por su contextura general, por lo menos a primera vista, podra

    acercarse ms bien al otro tipo sirio, aunque no por su plan, que

    difiere de l en un punto capital: las intercesiones y conmemora

    ciones, todas ellas agrupadas en un solo bloque como en Siria

    occidental, en lugar de seguir a la epiclesis, se insertan entre la

    anamnesisy

    sta, de una forma que no se halla en absoluto en

    ninguna otra parte. Tenemos, pues, el plan que hemos presentado

    en primer lugar, pero en el que estn metatizados 4 y 5:

    1 Primera accin de gracias que conduce al sanctus.

    2 Segunda accin de gracias que conduce al relato de la

    institucin.

    3 Anamnesis.

    4Intercesiones y conmemoraciones.

    5 Epiclesis.

    6 Doxologa final.

    Sin embargo, cuando se examina el testigo ms antiguo de este

    esquema, la eucarista llamada de los apstoles, o tambin de Adday

    y de Man, salta a la vista que aqu es facticio el esquema en

    cuestin Slo se obtuvo, y por lo dems muy imperfectamente,

    por adicin de elementos visiblemente de pocas diferentes, a costadel fraccionamiento de una oracin o de una serie de oraciones

    ms antiguas. Pero stas, sin duda por razn de su grandsima

    antigedad, fueron respetadas casi enteramente en su tenor origina!.

    Puede decirse que sus extremidades separadas artificialmente, tien

    den constantemente a soldarse por encima de los elementos adven

    ticios. No hay ms que suprimir stos para que se vea resurgir una

    oracin innegablemente de un solo y mismo tenor, Y todo induce acreer que esta oracin es la ms antigua composicin eucarstica

    cristiana que tenemos actualmente al alcance. Representa un modelo

    muy distinto de las oraciones de la poca patrstica. En cambio,

    aunque todas sus oraciones son cristianas, se amolda exactamente

    17. Cf. E.C. RATCLIFF, The Original Por,n of the Anojrnora of Addai a,,d Mar;,

    en Journal of tbeological Studies, vol. 30 1929, p. 23,.

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    La eucarista patrstica

    al patrn de las oraciones judas para la ltima copa de la comida.

    Veamos primeramente cmo la anfora primitiva engarzada en

    la liturgia de Adday y de Man surge casi con evidencia de la com

    posicin bastarda que lleva actualmente este nombre en los libroslitrgicos de los nestorianos, de los caldeos catlicos y de todos

    los que han recibido su influencia en el Malabar y otras partes.

    He aqu el texto que ofrece el misal nestoriano de tfrmia, a

    base de la tradicin de Bernard Botte:

    1. Es digno de ser glorificado por todas las bocas, confesado por todas

    las lenguas, adorado y ensalzado por todas las criaturas, el nombre adorable

    y glorioso de la Trinidad gloriosa, del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo,

    que cre el mundo por su gracia, y a sus habitantes por su clemencia, que

    salv a los hombres por su misericordia y nos hizo una gran gracia a nos

    otros, los mortales.

    II. Tu grandeza, Seor, la bendicen y la adoran millares de seres

    de lo alto y mirladas de miradas de ngeles santos; ejrcitos de seres es

    pirituales, servidores de fuego y de espritu, glorifican tu nombre con los

    santos querubines y los serafines espirituales, que aportan la adoracin a

    tu grandeza, claman y glorifican, y se responden unos a otros diciendo:

    Santo, santo, santo es el Seor poderoso. El cielo y la tierra estn llenos de

    sus alabanzas, de la naturaleza de su esencia y del resplandor de su gloriosa

    grandeza. Hosanna en las alturas y hosanna al Hijo de David. Bendito sea

    el que viene y vendr en el nombre del Seor. Hosanna en las alturas.,

    III. [Y con estos poderes celestiales] te alabamos, Seor, [tambin]

    nosotros, tus servidores frzgiles, dbiles y flacos, porque t nos diste una gran

    gracia por la que no se puede dar nada a cambio. Porque t te revestiste de

    nuestra humanidad para vivificamos con tu divinidad; t elevaste nuestra

    humildad y nos levantaste de nuestra calda; t resucitaste nuestra mortalidad,

    perdonaste nuestras faltas y remitiste nuestros pecados. T justificaste la

    culpabilidad de nuestros pecados. T iluminaste nuestra inteligencia y con

    denaste al enemigo, Seor Dii, e hiciste triunfar a la pequeez de nuestra

    dthil naturaleza por las misericordias abundantes de tu gracia. Y por todos

    tus auxilios y tus gracias para con nosotros te damos alabanza, honor, con

    fesin y adoracin, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amn.IV. Seor, Dios poderoso, recibe esta oblacin por toda la santa Igle

    sia catlica, y por todos los padres piadosos y justos que fueron agradables

    a tus ojos, y por todos los profetas y apstoles, por todos los mrtires y

    confesores, por todos los que lloran y estn afligidos, por todos los que

    son pobres y maltratados, dbiles y perseguidos, y por todos los difuntos

    que partieron y nos dejaron, por este pueblo que aguarda y espera tu miseri

    cordia, y por mi inconstancia y mi debilidad.

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    Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man

    T T, Seor, por causa de tus numerosas e inefables misericordias,

    haz memoria buena y favorable de todos los padres piadosos y justos que

    fueron agradables a tus ojos, en la conmemoracin del cuerpo y de la san

    gre de tu Cristo, que te ofrecemos sobre tu altar puro y santo, como t

    nos lo enseaste, y danos tu tranquilidad y tu paz, todos los das del siglo.VI. Seor, Dios nuestro, danos la tranquilidad y la paz todos los das

    del siglo, a fin de que todos los habitantes de la tierra sepan que t eres

    el nico verdadero Dios Padre y que enviaste a Jesucristo, tu Hijo muy

    amado. Y l mismo, Seor y Dios, vino y nos instruy en toda pureza y

    santidad.

    VII. [Haz memoria] de los profetas, apstoles, mrtires, confesores,

    obispos, doctores, sacerdotes diconos, y de todos los hijos de la santa

    Iglesia catlica, que fueron marcados con el signo de vida del santo bautismo.VIII. Y tambin nosotros, Seor, tus servidores frgfles, dbiles y

    flacos, que estamos reunidos en tu nombre y estamos presentes ante ti

    en este momento, hemos recibido, segn la tradicin, el ejemplo que viene

    de ti, regocijndonos, glorificando, ensalzando, conmemorando y celebrando

    este misterio grande, tremendo, santo1 vivificante y divino, de la pasin,

    muerte, sepultura y resurreccin de nuestro Seor y salvador Jesucristo.

    IX. Y venga, Seor, tu Espiritu Santo, y repose sobre esta oblacin

    de tus siervos; bendgala y santifiquela, a fin de que sea para el perdn

    de las faltas y la remisin de los pecados, para la gran esperanza de la

    resurreccin de entre los muertos y la vida nueva en el reino de los cielos,

    con todos los que fueron agradables a tus ojos.

    X. Y por toda esta economia, grande y admirable, te alabamos y te

    glorificamos sin cesar en tu Iglesia rescatada por la sangre preciosa de tu

    Cristo, en voz alta y con el rostro descubierto, dirigindote alabanza, ho

    nor, confesin, adoracin a tu nombre vivo y vivificante, ahora y siempre,

    y por los siglos de los siglos. Amn .

    El gran liturgista anglicano E.C. Ratcliff, que ha dedicado a

    este texto uno de los estudios ms profundos a que ha dado lugar,

    subraya en l primeramente la ausencia del relato de la institucin.

    No habra aqu un ejemplo nico de supervivencia de un tipo

    primitivo de oracin eucarstica, en el que no figuraban estas

    palabras, como tampoco se las halla en la Doctrina de los doce

    apstoles? Adems, todo el prrafo ir, con el sanctss y las primeras

    palabras del prrafo tu puestas entre corchetes, y que por lo

    dems no se hallan en la anfora maronita de san Pedro, llamada

    18. ISERNARD BOTTR, Probl?,nes de Ianaphore syrienne des ap&tres Addai ce Man,

    en LOriene Syrien, vol. z, fase. 1 1965, p. S9ss. El tezto est traducido en las

    p. 9lss, segn el Miissole Unniense, Roma 1906.

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    La eucarista patrstica

    charar, la cual incorpora buena parte de nuestro texto interrumpe

    la sucesin del desarrollo. En cambio, ste vuelve a ser continuado

    si se pone en conexin el prrafo iii con el prrafo i.

    Lo mismo debe decirse del prrafo xx, que puede considerarse

    como una epiclesis por lo menos en sentido lato; notemos, en

    efecto, que pide que descienda el Espritu Santo sobre la oblacin

    y no pide explcitamente la consagracin del pan y del vino en el

    cuerpo y sangre de Cristo. Si se mantiene, el comienzo del prrafo x

    queda en el aire. En cambio, si se suprime, se observa que este

    prrafo x enlaza directamente con el final del prrafo VIII, que

    constituye la anamnesis.De aqu resulta que, por una parte, el sanctus y todo lo que va

    ligado con l, y la epiclesis por otra, parece deben considerarse

    corno recargos posteriores.

    Lo mismo parece poder decirse de los prrafos xv-vn. Las

    intercesiones no slo aparecen aqu en una forma que, segn todos

    los paralelos que poseemos, parece tarda, sino que adems son inco

    herentes. En particular, el prrafo vii queda en el aire, y esto aun

    cuando se le aadan las palabras que Renaudot supone que faltan

    y que nosotros hemos puesto entre corchetes: Haz memoria.

    Si se operan estas supresiones, nos hallamos en presencia de

    una oracin de estructura bastante bella en tres prrafos. En ella

    se celebra a Dios, 1. por su obra creadora, 2 por su obra re

    dentora llevada a cabo en Cristo, 3 se presenta el memorial de ste,

    sobre cuya base se le tributa gloria.

    Sin embargo, dom Botte ha dirigido en dos artculos una serie

    de observaciones crticas contra esta reconstitucin, que no pueden

    pasarse por alto".

    Est completamente de acuerdo con Ratcliff en cuanto a la

    supresin de todo el prrafo u, incluido el sanctus.

    Pero no cree quela

    ausencia de las palabras dela

    institucinsea un hecho primitivo. Su objecin se basa en el hecho de que el

    comienzo de la anamnesis prrafo viii: Y tambin nosotros,

    Seor, tus servidores frgiles, dbiles y flacos, que estamos reunidos

    en tu nombre..., queda no menos en el aire que antes con las

    19. Aadase al artculo mencionado en la nota precedente LAnaphore chaidienne

    des Ap6tres, en Orientalia ebriatiana periodica, vol. 15 1949, p. 259sa.

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    Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man

    supresiones sugeridas por Ratcliff. Este comienzo parece ser suge

    rido por una frase precedente, pero no lo es ms por la conclusin

    de iii que por la de vn.

    Mas los mismos nestorianos que siguen utilizando la anforade Adday y de Ivlari conocen tambin otras dos, que atribuyen res

    pectivameute a Nestorio y a Teodoro de Mopsuesta. Ahora bien,

    precisamente la ltima implica una anamnesis que presenta estre

    chas analogas con la de Adday y de Man tal como sucede con las

    oraciones de intercesi6n, que por lo menos hoy se hallan tanto en la

    una como en la otra, en formas evidentemente afines. Pero la an

    fora de Teodoro contiene efectivamente las palabras de la insti

    tucin, en un texto bastante particular, que conviene citar:

    l, que con sus apstoles, la noche en que fue entregado, celebr

    este niserio en siraco: rozo grande, tremendo, santo y divino: tomando

    pan, lo bendijo, lo parti, lo dio a sus discpulos y dijo: Esto es mi cuer

    po, partido por vosotros en remisin de los pecados. Asimismo el cliz: dio

    gracias, se lo dio y dijo: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, derra

    mada por muchos en remisin de los pecados. Tomad, pues, todos, comed de

    este pan y bebed de este cliz, y hacedlo as todas las veces que os reunis

    en memoria ma20

    Si se compara este texto con la anamnesis de Adday y de Man,

    el comienzo de aqulla: Y tambin wsotros... que estamos reunidos

    en tu nombre..., aparece como un eco directo de la conclusin

    de las palabras de la institucin dadas en forma semejante a la consig

    nada por Teodoro de Mopsuesta. Esta impresin se refuerza si se

    observa un poco ms adelante, en la anamnesis, esta otra frase:

    Celebrando este misterio grande, tremendo, santo, vivificante y

    divino. Parecen un eco del mismo relato, esta vez de su primera

    frase. La coincidencia se hace irresistible si se observa adems,

    siguiendo siempre a dom Botte, que los antiguos comentaristas de

    la liturgia siria tienen conocimiento de una formulacin de las

    palabras de la institucin que deba terminar, no como en teodoro:

    todas las veces que os reunis en menwria ma, sino todas las

    veces que os reunis en mi nombre, lo cual converge exactamente

    con la frmula de la anamnesis de Adday y de Ma.

    20. cf. RsA000r, Liturgiaron oyientsUum Coliectio, Pars 1712, t. 2, p. 619.

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    La eucarista patrstica

    Hay que reconocer que esta demostracin parece tan luminosa

    que dista poco de ser irrefutable. En realidad, desde que, hace

    bastantes aos, la propuso dom Botte, nadie se ha aventurado a

    refutarla. No faltar seguramente quien pregunte: Pero si laspalabras de la institucin se hallaban originariamente en nuestro

    texto, cmo pudieron desaparecer de l en lo sucesivo? Dom Botte

    replica con razn que los manuscritos litrgicos en que no figuran

    estas palabras son innumerables, incluso en casos en los que por lo

    menos los comentaristas contemporneos no dejan la menor duda de

    su presencia obligada en la celebracin. Tal sucede, en efecto, en

    Occidente con todos los testigos de la liturgia galicana, con todos

    los testigos ms antiguos de la liturgia mozrabe, y en Oriente, con

    numerosos manuscritos siracos, en particular entre los maronitas.

    Sencillamente deba suponerse que todo celebrante saba de memoria

    la frmula habitual en un rito determinado.

    Pasemos a la epiclesis. Sin negar la exactitud de la observacin

    hecha por Ratcliff, a saber, que su introduccin rompe una conexinevidente entre el final de viii y l comienzo de x, dom Botte hace

    notar justamente que no por ello deja de ser de factura arcaica tam

    bin la epiclesis y que los paralelismos de su estructura atestiguan

    por otra parte que fue compuesta directamente en siraco y no puede

    ser una traduccin posterior de algn original griego. Permtasenos

    hacer notar por nuestra parte que la entera supresin de ix hara

    desaparecer del texto primitivo un elemento que se halla en las ora

    ciones judas de la comida, precisamente entre la anamnesis - en

    el sentido ms estricto de evocacin de un memorial-

    y la doxo

    loga final. Tal es, en efecto, el fin de la presentacin del memorial

    a Dios: para que l d su cumplimiento final, en su pueblo, a los

    nwgnaJia conmemorados. Pero esto es precisamente lo que se

    descubre si suprimimos sencillamenteel

    comienzo de ix, a saber,la invocacin expresa para que descienda el Espritu Santo.

    Entonces tenemos un texto, en el que el desarrollo de los

    temas es exactamente el de la parte correspondiente de las berakoth

    de la comida:

    conmemorando y celebrando este misterio grande, tremendo, santo,

    vivificante y divino de la pasin, muerte, sepultura y resurreccin de nues

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    Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man

    tro Seor y salvador Jesucristo, para el perdn de las faltas y la remisin

    de los pecados, para la gran esperanza de la resurreccin de entre los

    muertos y la vida nueva en el reino de los cielos, con todos los que fueron

    agradables a tus ojos.

    En estas condiciones, el pensamiento del memorial, lejos de verse

    interrumpido por la invocacin del Espritu Santo, sigue como

    subyacente a todo el final de la frase. As pues, una vez que la

    esperanza escatolgica se pone en relacin directa con la pasin

    y la glorificacin del Salvador, el prrafo x no da ya la sensacin

    de estar desconectado: toda esta economase

    aplica perfecta

    mente al conjunto de la oracin precedente.

    Esto responde al mismo tiempo a una ltima objecin hecha

    por dom Botte a Ratcliff, a saber, que la ausencia de todo elemento

    de intercesin en una anfora antigua sera un hecho nico, difcil de

    explicar.

    Pero una vez que se restituye el final de ix al texto original,

    no hay ya razn para dejar en l nada de las otras intercesiones.

    Volveremos a hablar de esto cuando tratemos de los desarrollos de

    la eucarista en el siglo xv, pan reconocer por otra parte, siguiendo

    a dom Botte, la relativa antigedad de este mismo elemento, tal

    como se ofrece en el estado presente de nuestra anfora.

    Creemos deber hacer todava una ltima observacin antes de

    proponer la reconstruccin del texto primitivo a que se llega. Al

    comienzo del prrafo 1, el nombre adorable y glorioso de la Tri

    nidad gloriosa, del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo...

    parece una aadidura que no puede ser anterior a finales del siglo Iv.

    La expresin nombre de la Trinidad est, por lo dems, vaca

    de sentido. El paralelismo con la conclusin en el prrafo x

    hace suponer que el texto original, tanto al principio como al

    final mencionaba sencillamente: el nombre adorable y glorio

    so que cre el mundo por su gracia, etc.. Una vez efectuada

    esta supresin, hay perfecta consonancia entre el comienzo y el

    final de la oracin. A lo que parece, proporcionan un ejemplo ms

    del empleo, familiar a los primeros cristianos, de la expresin el

    nombre divino, para designar la persona misma de Jess En-

    21. Cf. supra, p. 128.

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    La eucarista patrstica

    tonces se comprende mucho mejor el paso, en forma inmediata,

    de la oracin eucarstica a una invocacin directa de Jess.

    Ahora podemos ya intentar presentar una reconstruccin de la

    fonna original de la oracin eucarstica de Adday y de Man. Pondremos en bastardilla las palabras de la institucin, cuya presencia,

    despus de la demostracin de dom Botte, parece imponerse, pero

    cuya forma exacta es materia de conjetura:

    1. Es digno de ser glorificado por todas las bocas, confesado por todas

    las lenguas, adorado y ensalzado por todas las criaturas, el nombre adorable

    y glorioso que cre el mundo por su gracia, y a sus habitantes por sude

    nencia, que salv a los hombres por su misericordia y nos hizo una gran

    gracia a nosotros, los mortales.

    2. Te alabamos, Seor, nosotros, tus servidores frgiles, dbiles y fla

    cos, porque t nos diste una gran gracia por la que no se puede dar nada a

    cambio. Porque t te revestiste de nuestra humanidad para vivificamos

    cori tu divinidad; t elevaste nuestra humildad y nos levantaste de nuestra

    cada; t resucitaste nuestra mortalidad, perdonaste nuestras faltas y re

    mitiste nuestros pecados. T justificaste la culpabilidad de nuestros pecados.T iluminaste nuestra inteligencia y condenaste al enemigo, Seor Dios, e

    hiciste triunfar a la pequeez de nuestra dbil naturaleza por las misericor

    dias abundantes de tu gracia. Y por todos tus auxilios y tus gracias para

    con nosotros te damos alabanza, honor, confesin y adoracin, ahora y

    siempre, y por los siglos de los siglos. Amn.

    3. Nuestro Seor Jesucristo, con sus apstoles, la noche en que fue

    entregado, celebr este misterio grande, tremendo, santo y divino: sainando

    pan lo bendijo, lo parti, lo dio a sus discpulos y dijo: Esto es mi cuerpo,partido por vosotros en remisin de los pecados. Asimismo el cliz: dio

    gracias, se lo dio y dijo: Esto es mi sangre del Nuevo Testamento, derra

    mada por muchos en remisin de los pecados. Tomad, pues, todos, comed de

    este pan y bebed de este cliz, y hacedlo as todas las veces que os reunis

    en mi nombre. Y tambin nosotros, Seor, tus servidores frgiles, dbiles

    y flacos, que estamos reunidos en tu nombre y estamos presentes ante ti en

    este momento, hemos recibido, segn la tradicin, el ejemplo que viene de

    ti, regocijndonos, glorificando, ensalzando, conmemorando y celebrando estemisterio grande, tremendo, santo, vivificante y divino, de la pasin, muerte,

    sepultura y resurreccin de nuestro Seor y Salvador Jesucristo, para el

    perdn de las faltas y la remisin de los pecados, para la gran esperanza

    de la resurreccin de entre los muertos y la yida nueva en el reino de los

    cielos, con todos los que fueron agradables a tus ojos. Y por toda esta

    economa siraco: indabranutha, grande y admirable, te alabamos y te

    glorificamos sin cesar en tu Jglesia rescatada por la sangre preciosa de tu

    Cristo, en voz alta y con el rostro descubierto, dirigindote alabanza, honor,

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    Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man

    confesin, adoracin a tu nombre vivo y vivificante, ahora y siempre, y por

    los siglos de los siglos. Amn.

    Esta oracin, as restablecida tal como deba ser aproximada

    mente su forma original, aparece evidentemente con un carcter

    plenamente semtico. No lleva huella alguna de los desarrollos ten

    lgicos, inctuso anteriores al arrianismo, que deban producirse en

    el cristianismo de las Iglesias helenizadas. La forma como la do

    minan las nociones asociadas del nombre divino, identificado, segn

    parece, con Cristo, y de la economa, es decir, del designio que

    hall en l su realizacin, nos traslada a lo que el padre Danilou

    ha descrito como la teologa judeocristiana, la cual no sobrevivi

    al desarrollo de la misin en los medios helensticos.

    El modo como, repetidas veces, se pasa del Padre al Hijo, en

    torno a esta nocin del nombre divino, es todava un testigo de una

    teologa muy poco desarrollada, como la que reflejan los discursos

    y las oraciones de los Hechos de los Apstoles.

    Las redundancias que se observan, la acumulacin de sinnimos

    arrastrados por el paralelismo, son ya rasgos caractersticos de la

    oracin juda. El calco de los temas de sta salta a la vista de un

    extremo a otro. Los dos primeros prrafos, que son todava dos

    oraciones bien distintas, tratan sucesivamente en la alabanza, de la

    creacin y de la conservacin, y luego de la redencin. En el segun

    do, la mencin de la inteligencia corresponde a la de la torah

    y del conocimiento. Asimismo, en la tercera parte, tal como

    proponemos reconstituirla, la presentacin del memorial por

    parte de los fieles hace presente el recuerdo inseparable del Mesas

    y de ellos mismos, en Dios, de quien se aguarda el cumplimiento

    ltimo en ellos de lo que constituye el objeto del memorial, exacta

    mente como en la oracin juda.

    Y de lamisma manera esta splica acaba

    enalabanza en la

    doxdloga final.

    Muy primitiva parece tambin esta traduccin del memorial

    por el typos, el ejemplo, como hemos traducido nosotros siguien

    do a dom Botte, pero igualmente se podra decir el sacramento,

    pues, dado por Dios y transmitido por la tradicin, nos comunica

    evidentemente el misterio de Cristo que nosotros alabamos, ensa!

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    La eucarista patrstica

    tamos, conmemoramos, celebramos esta misma ltima palabra se

    traducira quiz ms exactamente por realizamos.

    Pero el rasgo ms primitivo de esta oracin eucarstica est

    en que todava no se halla en ella ninguna frmula tcnicamentesacrificial. No se trata de sacrificio ni de of renda. En cambio, es

    claro que la nocin del memorial que forma su ncleo, identifi

    cado explcitamente con el misterio del Christus passi&s y tambin

    con el sacramento que l nos dio, conserva todo su denso signifi

    cado, tan tpicamente judo, que ha puesto en evidencia Jeremias.

    Con este memorial podemos invocar a Dios para que sus altas

    gestas logren su realizacin en nosotros, as como el memorial, en

    cuanto dado por Dios, conserva para nosotros la actualidad per

    manente de las mismas. As el memorial eucarstico aparece como

    el equivalente del sacrificio, tomado en el sentido ms elevado que

    haba podido destacar el Antiguo testamento, en lo que aparece

    como el sacramento cristiano por excelencia. Habr que contar,

    por tanto, con ver surgir en la anamnesis, como no tardaremosen comprobarlo, las primeras frmulas explcitamente sacrificiales

    de la eucarista. En la anamnesis no sern otra cosa que la traduc

    cin, en un lenguaje ms inmediatamente accesible a los no judos,

    de todo lo que implicaba el memorial judo. Y, en este lugar por

    excelencia en la oracin eucarstica, su explicitacin ir pareja

    con una expresin cada vez ms formal de la celebracin eucarstica

    como actualmente sacrificial, precisamente en cuanto nos une a la

    cruz de Cristo, a la que en los orgenes impuso este carcter.

    A este propsito conviene esclarecer el enlace entre la anamnesis

    y el relato de la institucin. Si dom Botte tiene razn, como creemos,

    en esta eucarista de Adday y de Man vemos ya este relato incor

    pando a la oracin eucarstica y empalmando por su conclusin con

    la formulacin de la anamnesis. El mismo dom Botte no vacila en

    poner como principio, siguiendo a Lietzmann: No hay anamnesis

    sin relato de la institucin. Por nuestra parte nos inclinaramos

    ms bien a decir: No hay relato de la institucin sin anamnesis.

    Hemos visto, en efecto, y ahora podemos verificarlo, que la anam

    22. Cf. dom B. Bon; Probl?mes de Anamn&se, en Journal of Eclesiastkal Hi

    tory, vol. 5 1954, p. 161s, y 11. LIETZMMiN, Mene und Herren,nahl. BerlIn 1955,

    p. 50.

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    Supervivencia de un tipo ms antiguo: Adday y Man

    nesis cristiana tiene su prehistoria y su fuente primera en el me

    morial, formulado en la primera parte de la tercera de las

    berakoth finales de las comidas judas los das de fiesta. Pero es

    claro que en las oraciones judas este memorial no estaba ligadodirectamente con ningn relato de este gnero. Y, como parecen

    mostrarlo las frmulas de la Doctrina de los doce apstoles, en los

    orgenes de la eucarista cristiana no se hallaba tampoco en sta,

    por lo menos en este lugar. Esto no debe extraarnos, pues no

    parece que Jess mismo tratara de incorporar lo que nosotros lla

    mamos las palabras de la institucin eucarstica, a las berakoth mis

    mas, que seguramente dejara intactas. Parece, sin embargo, que

    Jeremias tiene razn al explicar las divergencias de detalle en los

    relatos de la institucin que nos ha transmitido el Nuevo Testamento,

    por el hecho de que se trataba ya de formulaciones litrgicas loca

    les diferentes unas de otras. Pero parece que en los orgenes,

    cuando la eucarista formaba todava un todo indivisible con el

    conjunto de una comida completa de comunidad, debieron de reci

    tarse, como se recitaba antes la lzaggo4ah de la pascua, en el trans

    curso de la comida y como explicacin de sta. Cuando la eucarista

    se desprendi de la comida, la bendicin inicial del pan se vio

    confundida con la primera de las tres berakotlt sobre la copa final,

    puesto que una y otra tenan el mismo objeto: una bendicin por

    el alimento, que daba pie para una bendicin ms general por la

    creacin y la conservacin de la vida. Entonces - creemos nos

    otros-

    la nueva haggadah de la comida sagrada se vio incorporada

    a la oracin eucarstica. Vino naturalmente a soldarse con las pala

    bns de la anamnesis en la tercera bendicin, tanto porque ofreca

    su justificacin, como porque las palabras Haced esto en memo

    rial de m eran atradas, all directamente por la formulacin de

    este memorial en esta parte de la oracin. En la tradicin litr

    gica podemos hallar un doble testimonio de este hecho. Incluso

    donde se organice y se redistribuya sistemticamente toda la oracin

    eucarstica, subsistirn diversos ejemplos, en los que el relato de

    la ltima cena no ser incorporado, en la alabanza por la redencin,

    a la vocacin detallada de los nzirabilia de Cristo, pero ser reasu

    mido despus de la mencin de su muerte y de su glorificacin,

    como lo esboza la anamnesis. Y en otras partes, en particular en

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    La eucarista patrstica

    Egipto, el relato surgir, no antes de que comience la anamnesis

    propiamente dicha, sino en el interior de sta. Esto tambin puede

    explicar el hecho, a primera vista desconcertante, de que haya una

    liturgia cristiana la de san Juan Crisstomo en la que las pala

    bns Haced esto... desaparecieron pura y simplemente del relato.Aqu es donde podemos verificar la exactitud de la observacin

    del padre De Vaux: no hay necesidad de recitar una rbrica una

    vez que se ejecuta.

    La Tradicin apostlica de san Hiplito

    El testimonio de la liturgia de Adday y de Ma sobre un tipo

    primitivo de eucarista calcado directa y exclusivamente sobre las

    oraciones de las comidas judas, se ve corroborado por todo un grupo

    de otros textos. Pero todos ellos son testigos de la subsistencia, ms

    o menos prolongada segn los lugares, de una oracin eucarstica

    cuyo esquema se haba elaborado en la poca en que la eucarista

    se celebraba en una comida de comunidad, sin enlace directo con eloficio de lecturas y de oraciones, ya de la sinagoga, ya de la Iglesia

    primitiva.

    El ms interesante de estos textos es la oracin eucarstica

    que el documento conocido generalmente como la Tradicin apos

    tlica y atribuido a san Hiplito aconseja utilizarlo a un obispo

    recin consagrado.

    Los problemas que plantean este documento y su autor sonextraordinariamente complejos y, particularmente espinosos. De

    ello slo diremos aqu lo necesario pan una lectura inteligente del

    texto que nos interesa, reservndonos para ms adelante volver

    a tratar de su influencia ulterior y sobre todo de su relacin con

    la tradicin litrgica propiamente romana.

    Si a propsito de este texto y de su interpretacin no se quiere

    caer en razonamientos de crculo vicioso nacidos de inconscientes

    peticiones de principio, hay que comenzar por distinguir cuatro

    cuestiones que se plantean acerca de l. Por muy ligadas que estn

    entre s, y precisamente porque lo estn, importa mucho no con

    fundirlas. la primera es la del establecimiento del texto, ya de

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    La Tradicin apostlica de San Hiplito

    todo el documento, ya simplemente de la oracin eucarstica, que

    es lo que aqu nos interesa en primer lugar. De este texto, que debi

    de redactarse en griego, slo tenemos traducciones,yestas traduc

    ciones estn todas incorporadas a otros documentos, en los que no

    siempre es fcil distinguir lo que es cita y lo que es adaptacin.

    De ah el ttulo, de tanta prudencia y modestia, que dio dom Botte

    la ltima edicin del documento preparada por l: Ensayo de

    econstitucin .

    La segunda cuestin es la del ttulo. Es curioso que la mayor

    parte, por no decir la totalidad, de los comentaristas modernos,parecen olvidar que el ttulo mismo no es ms que una conjetun

    que depende de la respuesta que se d a la tercera cuestin.

    Esta concierne al autor de nuestro texto. Tambin aqu estn

    todos de acuerdo en que se trata de un cierto Hiplito, y en este

    particular es la tradicin lo suficientemente unnime para que toda

    duda pueda parecer irrazonable. Pero con esto no hemos adelantado

    gran cosa, pues ni los antiguos ni los modernos estn de acuerdosobre la persona del tal Hiplito y ms en particular sobre el

    conjunto de obras que se le deban atribuir.

    Finalmente, aun cuando esta cuestin se resolviera de forma

    indiscutible, todava quedara la cuarta cuestin, que es quiz la

    ms importante: hasta qu punto nos halamos ante una obra

    personal y hasta qu punto refleja una tradicin local particular,

    y cul?

    Vamos a tratar, si ya no de responder a cada una de las cues

    tiones, por lo menos de despejar los elementos principales de solucin

    que tengamos entre las manos.

    Veamos primeramente cmo se puede reconstituir nuestro texto.

    Apareci por primera vez en 1848, en Londres, en una edicin de

    H. Tattam, de una compilacin en lengua copta bohirica, a la

    que el editor tuvo la desacertada idea de ponerle por ttulo The

    Apostolkal Constitutions. En realidad era sencillamente un testigo

    particularmente interesante de la coleccin cannica del patriarcado

    de Alejandra, llamada Synodos. Slo la tercera parte tena relacin

    23. BERNARD Borra, La Trc4ition apostoli.que de saint Hippotyte, essai de recons

    titution, en Liturgiewissenschaftliche QueI!en und Forschungen, 39, Mnster de West

    bija 1963.

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    La eucarista patrstica

    con la compilacin de las Constituciones apostlicas, de cuyo li

    bro vux reproduca las oraciones en forma abreviada. La segunda

    parte contena un documento anlogo, pero diferente, que todava

    se ignoraba, y al que se llam Constitucin de la Iglesia egipcia.

    En 1870, D.B. Haneberg editaba, por su parte, en Munich, con el

    ttulo de Cationes S. Rippolyti arabice e codici bus ronianis, un texto

    rabe de este ltimo. ste volvera a hallarse todava en un nuevo

    tato, esta vez en copto sahdico, del Synodos alejandrino, editado

    por P. de Lagarde en 1878, y luego en los textos rabe y etipico,

    editados por G. Horner en 1904. Entretanto, en 1899, 1. Rahmani

    haba editado en Maguncia un texto siraco, traduccin de un

    original griego perdido, el Testatnentutn Domini nostri lesit Christi,

    en el que haba fragmentos del mismo documento y en particular

    de su oracin eucarstica, unas veces reproducidos literalmente,

    otras con abundantes desarrollos personales .

    Finalmente, en 1904, E. llauler publicaba un texto palimpsesto

    latino, descifrado bajo un manuscrito de Verona de las Sentenciasde san Isidoro de Sevilla. Este palimpsesto reproduca, entre otras

    colecciones cannicas antiguas, una versin latina de este mismo

    texto, del que existan ya versiones bohirica, sahdica, rabe y

    etipica en diferentes recensiones del Synodos alejandrino. Pero hay

    que observar que en este nuevo testigo, ms precioso que todos los

    dems, puesto que el manuscrito mismo se remonta al siglo y, se

    presentaba e texto con un ttulo hoy completamente borrado eilegible.

    Esto nos lleva derechamente a nuestra segunda cuestin: el

    titulo original de la coleccin, llamada hasta entonces Constitucin

    de la Iglesia egipcia, por el mero hecho de haberse hallado prime

    ramente en diferentes versiones del Synodos alejandrino. Dos estu

    24. Por lo dems, F.X. Fon haba aadido en 1905 a su edicin de las Constitu.

    dones apostlicas vol. st, p. 72ss otro texto griego, al que a veces se ha llamado

    constitucin por Hiplito, aunque este titulo no aparece en el texto mismo sino en la se

    puada parte, y actualmente se le llama ms bien Eptome es decir, resumena de las

    Constituciones apostlicas. De hecho, en eata segunda paree, en el caso de una oracin

    de la consagracin episcopal se reproduce efectivamente en esta compilacin, no el texto

    de las Constituciones apostlicas, sino el de la hipottica Constitucin de le Iglesia egip.

    cia, tal como lo tenemos en la versin etipica, corr&orada por el texto latino de Verona.

    Aaimiaeno, para la ordenacin de! lector no prescribe, como estas mismas fuentes, otra

    cosa que la entrega del libro.

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    La Tradicin apostlica de san Hiplito

    dios, uno de E. Schwartz, publicado en 1910, y otro de RU. Con

    nolly, en 1916, convencieron a la generalidad de los eruditos mo-

    demos de que se trataba de hecho de la Tradicin apostlica, la

    [A]tocrOtx 7tocp&oat, titulo que figura en una lista de obrasreproducida en el pedestal de una estatua annima hallada en

    Roma en el siglo XVI y que, despus de haberse conservado largo

    tiempo en el Museo de Letrn, est instalada actualmente al pie

    de la escalera que conduce a la Biblioteca Vaticana 23

    Esta identificacin resulta probable por el hecho de que un

    prlogo de la composicin en cuestin prlogo que se halla a la vez

    en las versiones latina y etipica, y que tiene cierto paralelismo con

    el libro VIII de las Constituciones apostlicas anuncia que el autor,

    despus de haber hablado de los carismas, va a exponer ahora la

    tradicin aunque l mismo no precisa: la tradici6n apostlica.

    Ahora bien, dado que en el pedestal de la estatua este ttulo sigue

    inmediatamente a la mencin de un [iv]cpt xpLav&Tov, no cabe duda

    de que la coincidencia es sorprendente. Sin embargo, no es com

    pletamente demostrativa sino caso que se admita que el personaje

    annimo representado por la estatua es ese Hiplito al que se

    atribuye nuestro texto en la versin rabe del Synodos.

    Por otra parte, este ltimo punto se admita generalmente hasta

    hace muy poco, primero porque la estatua se haba descubierto

    en la va Tiburtina, en un lugar donde haba sido sepultado y

    venerado un mrtir de este nombre,y

    luego porque se crea que

    diversas obras llegadas hasta nosotros bajo el nombre de Hiplito,

    se podan poner en relacin con uno u otro de los ttulos que

    figuraban en el pedestal.

    Sin embargo, hay que reconocer que, aun despus de todo esto,

    no acaba de disiparse la perplejidad. Eusebio, que atribuye siete

    obras a Hiplito, y en particular un cmputo pascual que podra

    corresponder al mencionado enel

    pedestal de la estatua, sabe nicamente que era obispo, pero ignora de dnde 26 San Jernimo, si

    bien prolonga la lista de Eusebio en su De vitis illusfri bus y men

    25 Cf. E. 5cUWARTZ, Jeber die pseudoapostohschen Kirchenordnungen, Estra,burgo

    1910, y Rl!. CONNDLLY, nc So-Cojied Egyptian Churci, Order aud Derived Docun,rnts

    crexts and Studies viii, 4, Cambridge 1916.

    26. EusEnso, Hi-stori4l eclesistica vi, 20.22.

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    La eucarista patrstica

    ciona en particular un comentario de los salmos y un tratado sobre

    la resurreccin, que podran corresponder a otros dos ttulos de la

    estatua, no sabe ms sobre Hiplito, sino que ste -segn elcontenido de otra obra que le atribuye- habra hablado una vez

    en presencia de Orgenes En otro lugar, en una carta al papa

    Dmaso, lo califica de mrtir . Teodoreto, que cita a Hiplito

    varias veces, lo califica tambin, sin ms, de obispo y de mrtir .

    Pero ninguno de estos autores parece tenerlo por romano.

    En cambio, a partir del siglo y, algunos de los que mencionan

    todava a Hiplito, le asignan una localizacin definida. Desgra-

    ciadamente no estn de acuerdo. No hay que prestar gran atencin

    a lo que dice Gelasio, segn el cual habra sido obispo de Arabia,

    pues esto se basa muy probablemente en una lectura demasiado rpida

    de Eusebio, de donde resulta un contrasentido SO, Otros lo presentan

    ciertamente, a partir de este momento, como obispo de Roma,

    mientras que otros, en cambio, le asignan una sede de Oporto,

    que no parece haber existido hasta una poca muy tarda . Focio,

    sin embargo, que lo tendr por discpulo de san Ireneo, se abstiene

    de atribuirle localizacin alguna

    En el siglo xjx el descubrimiento de los Pltilosophoumena o

    Elenkhos, atribuidos a Hiplito primeramente por Jacobi, luego

    por Bunsen y finalmente por sabios de tanta talla como Dllinger,

    Volkmar y Harnack, impondra una revisin de todas las hiptesis sobre Hiplito. Segn el contenido de este texto, sera este

    personaje un sacerdote romano, en conflicto con el papa Ceferino

    y luego, por algn tiempo, antipapa contra su sucesor Calixto.

    Se le supondra haberse reconciliado con Ponciano, segundo sucesor

    de Calixto, antes de su comn martirio, puesto que, a pesar de

    todo, acabara por figurar en la lista de los mrtires venerados en

    Roma. Toda esta delicada construccin, algunos de cuyos elementos

    son meramente conjeturales, se ha visto vigorosamente sacudida por

    27. SAN JERNIMO, De viLs iJln.tribns, 61.28. Epist,lae, 36, 16, Corn,s de Viena, vol. i, 1910, p. 283,7.

    29. TE000RET0, Eranistes i, ix, xxx; PG, 83, col. 851, 172C, 2841.

    30. E. SCHWARTZ, Publistisch. Samnilungen su, acacianischen Schis,na, en Abhand.

    lungen der Baycrixohen Akadeinie der Wissenschaften, Philosophisch-historxehe Abtei.

    lung, nueva serie, 10, Munich 1934, p. 96, 28.

    31. Cf. 3?. NAOTIN, Hippoiyte et Josipe, Paris 1947, p. 16.

    32. Focxo, Bibliotheca, 121; PG, 103, col. 401.

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    La Tradicin apostlica de san Hiplito

    una tesis sostenida por M. Nautin en 1947 . Segn l, el Frag

    mento contra Nono, que parece ciertamente de Hiplito segn el

    testimonio de Teodoreto, habra seguramente reempleado elemen

    tos del Elenkhos. Pero este mismo reempleo atestiguara que estas

    des obras son de autores diferentes, a juzgar por la teologa, por el

    mtodo heresiolgico, por la formacin del espritu, como tambin

    por el estilo. Como, por otra parte, atestigua el Elenkhos que su

    autor lo es tambin de un tratado Sobre el Universo, ttulo mencio

    nado tambin en el catlogo de la estatua, habra que concluir que

    esta estatua no es de Hiplito, sino de algn otro personaje, nicoa quien convendran las calificaciones de romano y de antipapa.

    il. Nautin, apoyndose sobre todo en una noticia de Focio, que

    atribuye un Sobre el Universo a Josefo, piensa que se trata de una

    confusin de nombres y que el antipapa romano era en realidad

    un cierto Josipo IdaLvo, nombre que Focio declara hallar en los

    manuscritos, pero que atribuye a un error de copista.

    En este caso, Hiplito sera el autor de nuestra coleccin, almismo tiempo que de toda una serie de obras que le atribuye la

    antigedad y que ofrecen evidentes afinidades de estilo y de ideas

    con esta coleccin. Pero no habra ya la menor razn de tomarlo

    por romano y tendramos que resignarnos a ver en l algn obispo,

    sin duda oriental, pero imposible de localizar. El punto ms flaco

    de esta nueva teora est en que, a pesar de todo, habra que atri

    buir a este Hiplito por lo menos dos tratados consecutivos, a los

    que convendran los dos ttulos.: Sobre los carismas y Tradicin

    apostlica, que se siguen precisamente en el pedestal de la estatua

    del hipottico Josipo, por no hablar de otros escritos que pueden

    corresponder a la misma lista. Mera coincidencia, replica M. Nautin.

    Pero, por una parte, B. Capelle, por lo que hace al estilo del

    Elenhitos y del Fragmento quesepara

    M. Nautin, ypor otra

    domEotte por lo que hace a su contenido, parecen haber mostrado que

    los argumentos de M. Nautin no son en modo alguno tan decisivos

    como pudieran parecer a primera vista . La coincidencia, por lo

    33. Op. oit. en la nota 31.31. Cf. dom BERNARD BOTTE, Note Sur &ukur di. De Universo, attrib,, ssint

    Hippolyte, en Recherches de Thologie ancienne et mdivale tomo xv,,, 1951, p. Sss,

    y dom BERNARD CAsaLa, Hippolyte de Ro,,,,, y A tropos dHippolyte de Ron,., ibid.,

    e. xvix, 1950, p. 145ss. y e. xix, 1952, p. 193ss

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    La eucarista patristica

    menos inquietante, entre los dos ttulos consecutivos y el contenido

    de dos obras ligadas, que el mismo M. Nautin atribuye sin vacila

    cin a Hiplito, a lo cual se aade el lugar donde fue descubierta la

    estatua, no parece, pues, en modo alguno a dom Botte carecer de

    fuerza probativa en favor de la unidad de autor. He aqu lo que

    sostiene dom Botte:

    1.0 El autor de la Tradicin apostlica [entendemos aqu nues

    tra coleccin] es con seguridad el titular de la estatua romana.

    2. El autor viva en Roma y all gozaba de cierta considera

    cin, puesto que se le haba levantado una estatua.

    3. Este autor se llamaba Hiplito: los indicios de la tradi

    cin literaria Eptome, Cnones de Hiplito concuerdan con los

    datos arqueolgicos concernientes a la estatua.

    4. La posicin equvoca de Hiplito, jefe de una comunidad

    disidente, explica las fluctuaciones de la tradicin; pero se trata,

    seguramente, del mrtir romano celebrado el 13 de agosto al mismo

    tiempo queel

    papa PoncianoA nosotros nos parece que esto supone todava demasiadas con

    jeturas, probables o simplemente posibles, y que suscita demasiadas

    dificultades no suficientemente resueltas para que se pueda tener

    por demostrado. Con todo, nos parece que es por lo menos la hip

    tesis ms verosmil en el estado actual de la cuestin.

    Pero aunque se admita esto, no basta para dirimir la cuestin

    que aqu nos interesa ms que nada. El documento, al que segu-renios dando el ttulo de Tradicin apostlica y que consentimos en

    atribuirlo todava a un Hiplito, sacerdote romano y algn tiempo

    antipapa, debe por ello ser tenido por un simple reflejo de la li

    turgia romana de la poca? O no representar ms bien concepcio

    nes propias de su autor? Y en este caso, de dnde las sacara? Dom

    Botte, en la primera edicin que haba preparado anteriormente

    para la coleccin Sources clirtiennes, se mostraba afirmativo.

    Nuestro documento sera tpicamente romano, por su contenido y

    por su estilo, y atestiguara, por tanto, la pura romanidad de su

    autor reconocido .

    35. La Tradici,, apostlica cd. de Mnster, p. xiv.

    36. Harpoi.vt Dx Roux, La TradUjo,, apostolique, en sources chrtiennes,, n. 11,

    Paris 1946, p. 9 y p. 24.

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    La Tradicin apostlica de San Hiplito

    En su nueva edicin emplea trminos que parecen ms matiza

    dos. Despus de las lneas que acabamos de citar, escribe: Pode

    mos, por tanto, considerar la Tradicin apostlica como un escrito

    romano. Quiere esto decir que representa exactamente la disci

    plina y la liturgia de Roma en el siglo iii? Debemos guardarnos

    de endurecer las posiciones y de incurrir en un anacronismo. No

    podemos hacer de la Tradicin el equivalente en el siglo iii de lo

    que ser a fines del siglo vi el Sacramentario gregoriano. En tiempos

    de san Gregorio ha adoptado ya la liturgia romana su forma defi

    nitiva. En el siglo iii estamos todava en el perodo en que se or

    ganizan las primeras liturgias, todava no se ha superado el es

    tadio de la improvisacin, e Hiplito presenta sus oraciones como

    modelos, no como frmulas fijas. Por otra parte, no es verosmil

    que escribiendo en Roma, presente como la verdadera tradicin co

    sas que no tendran nada que ver con los usos romanos. Segura

    mente precis algunos puntos por su propia autoridad. Pero en

    conjunto podemos con derecho pensar que la Tradicin representaseguramente la disciplina romana de comienzos del siglo iii

    Huelga subrayar que en este contexto el estadio de la impro

    visacin, el perodo en que se organizan las primeras liturgias

    son expresiones que no se han de tomar demasiado a la letra: de lo

    contrario, cmo podra tratarse de descubrir en tal perodo, en tal

    estadio los usos romanos, la disciplina romana de comienzos del

    siglo iii

    En cambio, la cuestin que no se puede esquivar es la de saber

    en qu medida efectivamente Hiplito - por el hecho de escribir

    en Roma, supuesto que fuera as- no poda presentar all como

    la verdadera tradicin cosas que no tenan nada que ver con los

    usos romanos. Precisamente si el autor de lo que nosotros creemos

    ser la Tradicin apostlica es tambin el del Eien.khos - como nos

    convence de ello dom Botte -, parece cierto que no tena grandes

    escrpulos en otros terrenos, por lo cual precisamente pudo llegar

    a convertirse en antipapa. La teologa trinitaria corriente en Roma,

    y que ciertamente los papas de su tiempo no haban inventado all,

    le pareca una burda hereja. Que all pudieran contraerse, con

    37. En la p. xxv del volumen citado en nuestra nota 23.

    38. cf. Phosophoumena, 9,12.

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    La eucarista patrstica

    aprobacin de la Iglesia, matrimonios entre libres y esclavos, le

    pareca abominable : escndalo incomprensible para un romano,

    cristiano o no. Finalmente, que la penitencia se practicara all con

    mitigaciones que parecen haber sido all una tradicin local pocomenos que constante, era para l particularmente inadmisible 4.

    Despus de esto no debe sorprender sobremanera el que la liturgia

    del pas le pareciera no menos intolerable. Y de hecho parece ser

    que porque le desagradaban las liturgias que vea celebrar donde

    l estaba, como le desagradaba todo lo dems, por eso crey nece

    sario presentar una a su manera.

    Qu nos dice, en efecto, sobre el particular?

    Ahora, movidos por la caridad para con todos los santos, hemos llegado

    a lo esencial de la tradicin que conviene a las Iglesias, a fin de que los

    que estn bien instruidos guarden la tradicin que ha subsistido hasta el

    presente, segn la exposicin que nosotros hacemos de la misma y, tomando

    conocimiento de ella, se vean consolidados, por causa de la cada o del error

    que se ha producido recientemente por ignorancia, y por causa de los

    ignorantes, y el Espritu Santo confiera la gracia perfecta a los que tienenuna fe recta, a fin de que sepan cmo deben enseiar y guardar todas

    estas cosas los que estn a la cabeza de la Iglesia k

    No es probable que se refiera aqu a los mismos Ceferino,

    Calixto y sus fieles a quienes ataca por su nombre en otros luga

    res? Y no es, por consiguiente, igualmente daro que, en este caso

    como en los otros, los verdaderos usos romanos no son los suyos,sino los de sus adversarios?

    Es esto decir que inventa y que pretende imponer algo? Es

    poco probable, en un conservador tan encarnizado como l. Hay

    ms bien que creer que slo tiene por legtimos usos diferentes de

    los que ve en Roma y en otras partes, usos que ha conocido en

    una regin menos evolucionada, de la que es sin duda originario, y

    que tratar de imponer, so color de restauracin, donde l se hallaactualmente. Cuntos romanos en general, y en aquella poca en

    particular, y cuntos cristianos y hasta eclesisticos romanos slo

    lo eran por adopcin! Hay razones para suponer que Hiplito per

    teneca a esta ltima categora.

    39. Ibid. 40. Ibid.

    41. Tradic4,, apostlke 1.

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    La Tradicin apostlica de san Hiplito

    Podemos precisar su origen? El padre Hanssens lo crey, y

    pens que haba que ver en l a un alejandrino venido a ser sacer

    dote romano y que trataba de transportar de Alejandra a Roma

    las formas que l juzgaba ideales. Dom Botte se niega, y no sin

    razn, a ver en esta hiptesis algo ms que una creacin de la fan

    tasa . En efecto, es exacto que en Hiplito no se puede descubrir

    absolutamente nada de las particularidades de la liturgia alejan

    drina, o ms en general, del cristianismo alejandrino. Si, en cam

    bio, el Synoaos de los patriarcas alejandrinos recogi tan fcil

    mente sus elucubraciones, esto no prueba nada en favor de dicha

    hiptesis, ya que esta coleccin, como toda la legislacin cannica

    y litrgica de Alejandra, admite tambin toda clase de aportacio

    nes que sabemos ser extranjeras, y en particular un cmulo de

    elementos sirios.

    Si hay que propender a una localizacin particular de los or

    genes de Hiplito, quiz sea Siria, exactamente como pensaba ya

    tillemont, la que goza de ms ttulos para tal reivindicacin.

    Susprejuicios de clase, su rigorismo penitencial, su teologa que se re

    siente por todas partes de sabelianismo, a lo cual hay que afiadir su

    prevencin sistemtica contra los filsofos, son otros tantos rasgos

    que lo oponen a Alejandra y que lo relacionan con Siria, y espe

    cialmente con sus elementos ms semticos. Ahora bien, all es pre

    cisamente donde haban de sobrevivir ms tiempo las dems arcai

    cas formas litrgicas cristianas, como nos lo ha mostrado ya laliturgia de Adday y de Man...

    Incluso si se adoptara lo que no pasa de ser una simple hip

    tesis, no por ello habra por otra parte que concluir que Hiplito

    habra tratado de aclimatar en Roma una liturgia completamente

    extranjera. En todos los lugares en que se haba introducido el

    cristianismo desde la primera generacin cristiana, y ms en par

    ticular por las juderas locales, haba debido existir una liturgia de

    este gnero, y aun pasado un siglo y ms, todava no haba podido

    perderse del todo su recuerdo. Veremos que de hecho se hallan

    42. 1k. HANSSENS, La liturgie dHippotyte, Roma 1959. ci. el juicio de dom BOTTEen la introduccin a ,u edicin de la Traditio. de Mnster, p. xvi.

    43. LEMAIN nf: Ti,l.rMnr, Itfhnorrs fr,nr stnir a Histoire eccisiestique, t. xii,Pars 1701, ix. 674

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    La eucarista patrstica

    diferentes vestigios de ella en Italia y en otras partes. Pero no est

    vedado pensar que Hiplito, en este punto como en otros, llegara

    a entrar en conflicto con las autoridades romanas practicando una

    poltica deliberadamente arcaizante, pero que era sobre todo la de

    un provincial atrasado. Su liturgia no es una simple supervivencia,

    como la de Adday y de Man. Veremos que revela el artificio de

    sus pretensiones de primitivismo. Pero es probable que estas mis

    mas pretensiones estuvieran alimentadas por un cierto provincia

    lismo: Hiplito nos aparece inmovilizado en un pasado, que l

    retena todava, aunque sin ser ya en absoluto capaz de guardarlo

    intacto, y as nos aparecen tambin ms de un provincial y as se

    ran principalmente los sirios.

    Era difcil evitar esta larga introduccin. Quiz nos sirva para

    leer la eucarista de Hiplito sin proyectar sobre ella una luz que

    no le corresponde. Es probable que esta eucarista no nos ensee

    gran cosa acerca de lo que haba venido a ser ya la liturgia euca

    rstica a mediados del siglo iii en Roma y en otras partes. Ms

    bien nos permite ver lo que esta liturgia poda seguir siendo todava en algunas regiones distantes, lo que todava se poda intentar

    restaurar y mantener en otras partes, en cuanto a formas que es

    taban en vas de desaparicin. Aqu tambin daremos el texto tra

    ducido y esta vez previamente reconstituido por dom Botte:

    Presenten los diconos la oblacin [al obispol y ste, imponiendo las

    manos sobre ella con todo el presbiterio, diga dando gracias:

    -

    El Seor est con vosotros.

    Y digan todos:

    - Y con tu espritu.

    - Levantad voestros corazones.

    - Los tcnemos levantados hacia el Seor.

    - Demos gracias al Seor.

    - Es cosa digna y justa.

    Contine entonces as:

    Te damos gracias, oh Dios!, por tu Hijo puerum muy amado, Je

    sucristo, al que nos enviaste en estos ltimos tiempos como salvador, re

    dentor y mensajero angeluni de tu designio, a l que es tu Verbo inse

    parable, por quien todo lo creaste y al que, en tu beneplcito, enviaste del

    cielo al seno de una virgen y que, habiendo sido concebido, se encarn y se

    manifest corno tu Hijo, nacido del Espritu Santo y de la Virgen. l, cum

    pliendo lo voluntad y adquirindote un pueblo santo, extendi las manos

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    La eucarista patrstica

    ticular de la cristologa, que nos remontan no slo a la teologa

    judeocristiana, con Cristo considerado como ngel, sino tambin

    a los discursos de los Hechos, con la expresin puer ,vot que

    se le aplica en dos ocasiones.

    En el texto, tal como lo hemos presentado, figura una epiclesis:

    te pedimos que enves tu Espritu Santo sobre la oblacin de la

    santa Iglesia. t,iama la atencin ver que concuerda casi exacta

    mente con la epiclesis inserta en la eucarista de Adday y de Ma.

    Como sta, es de l ms rudimentario, en cuanto que no pide ni la

    aceptacin del sacrificio, ni menos todava su consagracin me

    diante la conversin de los elementos. Aqu tambin se apunta direc

    tamente a la reunin de todos los fieles en la Iglesia.

    Pero tambin en este caso podemos preguntarnos si esta frmu

    la de epiciesis pertenece al texto primitivo. Dom Gregory Dix lo

    ha puesto en duda en su propia edicin de la Tradicin . Ha hecho

    primeramente notar la incoherencia del texto latino en este lugar,

    lo cual parece revelar una manipulacin poco hbil. As, insina, eltexto primitivo podra ser el que se ve reproducido en el Testa

    mentum Domini. Cierto que se habla del Espritu Santo, pero no

    se lo puede calificar de epiclesis, ni aun tomando el trmino en sen

    tido lato, ya que no se pide la venida del Espritu Santo al sacra

    mento o sobre el sacramento. Citemos esta frmula en la traduc

    cin latina de Rahn,ani: Da dein.de, Deus, ia tibi wiiantur omnes,

    qui participando accipiunt ex sacris mysterils tuis, itt Spiritu

    Sancto repian-tur ad confir,nationem fidei itt veritate...

    Podramos traducirlo as:

    Da finalmente, oh Dios 1, que te sean unidos todos los que reciben de

    tus santos misterios y participan en ellos, que sean llenos del Espritu

    Santo para la confirmacin de su fe en la verdad...

    Richardson ha opuesto algunas dificultades menores a la idea

    de que este texto hubiera podido prestarse a la transformacin final

    atestiguada por las versiones tanto latina como etipica Pero sobre

    46. Cf. dom GREGoR? Dix, Tite Treotise en tite ApostaRe Tro4ition of Saint Hippo

    ytus of Rorne, Londres 1937, p. 7589.

    47. RAHMSJ4I, op. oit., p. 45.

    48. Cf. C.C. Rxcuaosore, Tite So.caVed Epiclesis u Hippoiytus, en *Ha,-vard

    Theological Review, vol. 40 1947, p. lOlss.

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    La Tradicin apostlica de san Hiplito

    todo dom Botte, que en un principio haba sostenido que, aun cuan

    do la forma dada por el Testamentum Domini fuera primitiva, no

    por ello dejaba de ser el equivalente de una epiclesis lo cual, re

    pitmoslo, parece un abuso de lenguaje, cambi luego de parecer,

    creyendo descubrir la huella de la epiclesis de la Tradicin, no en

    esta frase final de la oracin del Testamentum, sino en una frmula

    anterior . A primera vista hay que reconocer que sta no ofrece

    nada que se le parezca. Pero hay que seguir paso a paso a dom Botte

    en una demostracin, que es quiz la obra maestra de ingeniosidad

    de este sabio tanperspicaz.

    Veamos primeramente el texto en que se basa su anlisis y su

    reconstruccin. Sigue inmediatamente a la anamnesis y Rahinani

    la traduce as:

    0fferimus HM zane qratiarum actionem, aeterna Trizzitas, Domine len.

    Christe, Domine Pate,, a quo onmis creatura et omnis natura contre,niscit

    iii se confugiens, Domine Spiritus Sancte, adfer potum hunc cf escam zane

    sanctitatis tuae, fac itt nobis sint non in iudicium, neque itt ignoniiniazn

    ve! itt perditionem, sed in sanationem cf itt robur sfriritus nosfi50

    Dom Botte no tiene reparo en subrayar el carcter aparente

    mente deshilvanado y tropezoso de este texto. Esta frmula trini

    taria, en la que se menciona primeramente al Hijo, le parece cu

    riosa. Luego se detiene en la frase: Domine Spiritus Sancte, adfer

    potum kunc et escam kant sanctitatis tuae, especialmente pesada

    e incoherente. Se pregunta qu es lo que obtendramos operando

    la retroversin del siraco al griego del que es traduccin el griego

    es la lengua original del Testamentzim, como tambin de la Tradi

    tio. He aqu la respuesta: La retraduccin de Domine Spiritu1s

    Sanete no puede ofrecer dificultad: xpis itvcUjxcc &yIov. Notemos,

    sin embargo, que nvss &ytov puede ser tanto un acusativo como

    un nominativo vocativo. Pero el siraco lo tom por un nominativo

    vocativo, pues de lo contrario no lo habra conservado en este lu

    gar, o le habra antepuesto una partcula.

    A df e,- es en siraco el imperativo de la forma 4el del verbo

    49. Cf. Sources chrtiennen, n.b 11, p. 23 y Lpiclhe de tanaphore dHippoIyt.,

    en cRecherches de tho!ogie ancienne et mdivale, t. 14 1947, p. 241s.

    50. RAHMANI, op. cit., p. 43.

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