Brecht Bertolt - (1957) Los Negocios Del Senor Julio Cesar

Embed Size (px)

Citation preview

Los negocios del seor Julio Csar: Cubierta

Bertolt Brecht

1

Los negocios del seor Julio Csar: ndice

Bertolt Brecht

LOS NEGOCIOS DEL SEOR JULIO CSAR(Die geschfte des herrn Julius Caesar, 1957)Bertolt BrechtNDICELIBRO PRIMERO Carrera de un joven distinguido--------------------------------------------------------------------------------3 LIBRO SEGUNDO Nuestro seor C.-------------------------------------------------------------------------------------------------19 I. Anotaciones de Rarus----------------------------------------------------------------------------------------19 LIBRO TERCERO Clsica administracin de una provincia---------------------------------------------------------------------67 II. Anotaciones de Rarus---------------------------------------------------------------------------------------68 LIBRO CUARTO El monstruo de las tres cabezas-------------------------------------------------------------------------------83 III. Anotaciones de Rarus--------------------------------------------------------------------------------------83

2

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

LIBRO PRIMERO CARRERA DE UN JOVEN DISTINGUIDOEl camino que se nos haba sealado estrecho y bastante empinado ascenda zigzagueante entre los olivares que, a manera de terrazas, descendan hasta el lago sostenidos por pircas de escasa altura. Era una maana radiante. Deba de ser la hora de la segunda comida de los esclavos, pues no se vea a ninguno en las plantaciones, y de algunas haciendas vecinas se elevaban columnas de humo. La villa qued pronto a la vista; parte de ella, por lo menos, se vislumbraba entre los olivos. Estaba enclavada en la mitad de la ladera. Mientras ascenda volvi a surgir en m la duda de si el viejo nos permitira ver realmente los valiosos escritos. Las recomendaciones que portaba mi Sempronio no representaban precisamente una carga. Hubiera preferido verlo sudar bajo su peso. Como en tantas otras ocasiones en que los esfuerzos y adems los gastos resultaban muy penosos, me consol con el pensamiento de que el gran poltico cuya biografa me haba propuesto escribir haba creado a sus bigrafos de modo inconsciente, pero a la vez consciente dificultades mucho mayores que las de alguno que otro viaje fatigoso. Estaba la leyenda que todo lo desdibujaba. l mismo haba escrito libros para desorientarnos. Tambin haba gastado dinero, y no poco! Los grandes hombres se han esforzado siempre por ocultar el verdadero mvil de sus actos. La villa result ser de un solo piso, pero muy amplia. Estaba edificada en un estilo sencillo, muy diferente de las horribles edificaciones de los nuevos ricos de nuestra gran ciudad. El dueo de casa, que nos recibi en la biblioteca, tampoco guardaba semejanza con nuestros nuevos senadores. El antiguo alguacil ejecutor y ms tarde banquero Mummio Spicer es un anciano alto y huesudo con un rostro algo grisceo en el que se destaca la fuerte mandbula. Camina un poco agobiado, aunque no da la impresin de que eso sea sntoma de vejez. De pie junto a la ventana revis nuestras cartas de recomendacin con extremo cuidado. En la manera de manejar los papeles se reconoce su profesin. Los financistas leen ms a fondo que los amantes de las letras. Ellos saben muy bien los inconvenientes que pueden surgir de una lectura apresurada. Ni un solo rasgo de su rostro de lneas acentuadas me revel el juicio que le merecan las distintas notas y el valor que le adjudicaba a las recomendaciones. En esa ocasin pens que las palabras del cuestor imperial Tulio Varro hombre de gran influencia haban de ser las que ms lo impresionaran. Ms tarde, cuando conoc mejor a Spicer, vari de opinin y comprend que la breve nota del liberto Cavella que haca mencin a mi experiencia administrativa era la que haba contribuido a que me recibiera favorablemente. l nunca mencion el tema. Terminada la lectura me devolvi los papeles en silencio y continu dirigindose a m en el mismo tono en el que me haba hablado al recibirme. Las cartas contenan en parte alusiones al objeto de mi visita, y el anciano comenz a inquirir acerca de mis estudios y mis intereses. Sus preguntas eran breves, y reciba mis respuestas sin aprobar ni rechazar. Quiso saber si ya haba publicado algn libro. Mencion mi Soln. Me interrog luego acerca de mi filiacin partidaria, a lo que respond que no perteneca a ningn partido. Luego encar a mi parecer, con bastante impertinencia mi situacin privada, y lentamente fui comprendiendo que su intencin era hacerse pagar los datos que pudiera proporcionarme. Debo admitir que esto me sorprendi un poco. La biblioteca en la que estbamos sentados responda, indudablemente, a una situacin econmica muy holgada; ms adelante comprend que, en su mayor parte, deba de estar constituida por obsequios. Las distintas obras no guardaban relacin entre s, pero eran obsequios de valor como los que se hacen a un hombre rico. Me constaba tambin que sus posesiones eran extraordinariamente productivas y su casa que evidentemente no era barata poda calificarse de muy modesta en relacin a los ingresos que le proporcionaban nada ms que las minas de plata de Cerdea. Mi contacto con l, y por lo tanto mis exigencias, eran de ndole puramente cientfica; de ellas no poda resultar ningn beneficio3

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

pecuniario. Realmente, no era lo ms usual comprar los recuerdos histricos como quien compra vajilla. El anciano no pudo dejar de notar mis reservas. Se produjo un pequeo silencio, no muy cmodo. De repente habl: Qu es lo que usted quiere, en realidad, de m? Le dije que se supona que el diario de Rarus estaba en su poder. Ya no lo tengo dijo con tranquilidad. Call nuevamente. Si crea que, despus de un viaje de once das, estaba dispuesto a regatear por unos pergaminos como si se tratara de una huerta o de un esclavo, se equivocaba de medio a medio. Cuando habl nuevamente lo hizo en forma pausada; pareca impertrrito. Por otra parte, no va a sacar nada en limpio de esos escritos dijo. Creo haber entendido que usted quiere escribir una biografa. Ese diario es algo poltico. Las anotaciones del secretario de un poltico son siempre algo poltico, cualquiera sea su naturaleza dije, ya un poco encolerizado. Puede ser admiti Spicer, clavando la mirada en un ngulo del saln, pero no las tengo. Un pequeo esclavo galo entr en la estancia; deba de tratarse del capataz de la hacienda. El dueo de casa le dio instrucciones muy detalladas acerca de la reparacin de un acueducto. La conversacin con el esclavo en el transcurso de la cual el anciano no me dirigi ni una mirada dur ms de un cuarto de hora. Luego sali el galo y el seor retom nuestro tema. Adems, esas anotaciones no tendran ningn valor para usted sin algunas explicaciones previas dijo con voz serena. Y quin habla de drselas? Lgicamente, si lo que usted quiere son simplemente un par de intimidades... Pero, dudo de que en ese diario se mencionen siquiera detalles como, por ejemplo, si el seor en cuestin coma pescado en el desayuno y cosas por el estilo que son las que interesan al pblico. Este Rarus estaba vinculado con el aspecto comercial de las empresas y usted bien sabe que ese aspecto interesa muy poco a nuestros historiadores. No entienden ni jota de negocios. Consideran todo eso como secundario. No creo que en el diario slo se hayan registrado los precios del trigo repliqu. Y si fuera as? pregunt el anciano y, si bien su rostro permaneci tan impasible como siempre, cre observar en l un matiz de burla. Si as fuera, aun de eso podran extraerse algunas conclusiones respond vivamente. Ah s? Comenc a creer que Spicer perteneca a esa clase de hombres a los que no les satisface una negociacin poco prolongada as como a la mayora de las mujeres no les satisface una cohabitacin breve y resolv proporcionarle una bastante extensa. Es lamentable que se haya desprendido de esas cosas dije con tono apesadumbrado. Despus de todo, estaban vinculadas nada menos que con la fundacin del Imperio. Medit un buen rato antes de volver a hablar. Usted considera que si del desayuno del seor X se puede deducir su carcter, tambin podr lograrlo sobre la base de su actitud respecto de los precios del trigo. Ha alquilado ya habitaciones por aqu? Esta ltima pregunta fue un poco sorpresiva. No sin vacilaciones, le inform que haba alquilado una casita junto al lago por todo un mes. Haba sido una medida inexcusablemente apresurada, que poda dar lugar a las exigencias ms exorbitantes por parte de mi interlocutor. Mummio Spicer me mir atentamente por unos instantes, luego se puso de pie, se acerc a la pared y con los nudillos golpe un plato de latn que colgaba all de un cordel. Aproximndose luego a una hermosa mesa de libros, extrajo una ficha de una carpeta de cuero y, con el dedo meique, seal una anotacin al esclavo que entr en respuesta al llamado. Rein completo silencio hasta que regres el hombre trayendo un cofrecito de fresno bajo el brazo. El anciano tom el cofre y, sin mayores precauciones, lo coloc sobre una estantera detrs de su silla. stas son las anotaciones dijo en tono seco. Qu valor les adjudica usted? Re.4

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

Son incomprensibles si no van acompaadas de detalladas aclaraciones dije. Adems son invendibles sin esas aclaraciones replic Mummio Spicer, imperturbable. Se las proporcionar, pero, por supuesto, lo que usted adquiere no es la propiedad de los pergaminos sino el derecho a consultarlos. 8 000 sestercios ofrec. Vacil. Usted ha hecho un viaje de dos semanas para ver esos escritos, ha alquilado una casa por un mes... Dudo de que quiera regresar sin haber logrado su objetivo. 12 000 sestercios es poco dinero; un buen cocinero cuesta 100 000. Yo estaba irritado. Qu falta de clase la de aquel hombre! Pero, no; no le dara el gusto de prolongar la negociacin. Bien dije brevemente. Pero ya le he dicho expres con cautela que en esos pergaminos no hay mucho material para alguien como usted. Ya lo ha dicho admit impaciente. 12 000 sestercios significaban mucho dinero. Ni siquiera saba si esas anotaciones lo valan. Y para qu hablar de las aclaraciones de mi anfitrin! Yo estaba demasiado irritado para siquiera mentarlas. Sin embargo, evidentemente l daba por sobreentendido que esas explicaciones formaban parte del negocio, pues me invit a volver esa misma noche. El gran Cayo Julio Csar, acerca de cuya vida privada esperaba conocer detalles sobre la base de anotaciones del que fuera su secretario por muchos aos, haba muerto haca dos dcadas. Con l haba comenzado una nueva era. Antes de l. Roma era una gran ciudad con algunas colonias. l haba sido el fundador del Imperio. Haba codificado las leyes, reformado el sistema monetario y hasta adaptado el calendario a los conocimientos cientficos. Sus expediciones a las Galias que llevaron la ensea romana hasta la lejana Bretaa haban abierto un nuevo continente al comercio y a la civilizacin. Su estatua estaba entre las de los dioses. Ciudades y un mes del ao llevaban su nombre, los monarcas lo aadan al suyo propio. La historia romana haba tenido en l su Alejandro. Era evidente que l sera siempre modelo inalcanzable de todos los dictadores. A las generaciones menores slo les restaba narrar sus acciones. sa era la misin de mi proyectada biografa. Ahora tena las bases para ella. Cuando por la noche llegu a la villa del banquero de mi dolo, ya haba adoptado las medidas necesarias para arreglar la parte financiera del asunto. Por la tarde haba viajado en la barca hasta la ciudad ms prxima y el banco local haba prometido examinar sin demora mi carta de crdito. En el transcurso de los prximos das recibira la suma de 12 000 sestercios. Mummio Spicer pareca haber estado esperndome para sentarse a la mesa. No bien llegu me condujo a ella. La comida que se nos sirvi era sencilla, y el viejo slo comi un par de higos, disculpndose por su estmago delicado. Sin embargo, se abri, especialmente para m, un barrilito de sardinas del mar Negro, bocado ste cuyo precio en Roma era de 16 000 sestercios. Esta hospitalidad tan costosa me sorprendi, lgicamente, despus de los penosos sucesos de esa misma tarde. Adelantndome, dir aqu mismo que la generosidad del banquero hacia m fue permanente durante toda mi estada. Debo de haberle costado varias veces los 12 000 sestercios que le entregu; slo el original manuscrito de los discursos de Hortensio que me obsequi al partir valen mucho ms que aquella cantidad. En esa primera velada, Spicer no entr en el tema motivo de mi visita, salvo algunas vagas observaciones acerca de cmo se escriba la historia, observaciones stas que por otra parte eran bastante despectivas. Tampoco se mencionaron los diarios de Rarus; el cofrecito de fresno ya no estaba sobre la estantera. No pude menos que atribuir estas reservas del anciano al hecho de que yo no haba concluido an la parte financiera de nuestro negocio. M irritacin aument nuevamente. Nos despedimos con bastante frialdad.5

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

A la maana siguiente recib el dinero y me puse en camino a la misma hora que el da anterior. El viejo estaba en su biblioteca, dictando a un esclavo. Termin el dictado mientras yo paseaba la vista por sus libros. Luego recibi el dinero, lo cont y se lo entreg al sirviente para que lo guardara. Su falta de tacto me pareci extrema cuando, inmediatamente despus de haber recibido el pago, orden al esclavo que trajera el cofre. El cofre lleg. Nuevamente lo dej, como al descuido, sobre un estante. El anciano comenz a hablar con voz profunda y monocorde. Lo hizo sin transicin, simplemente como si estuviera cumpliendo un contrato. Como quiz usted ya sepa, alrededor del ao 90 yo era alguacil ejecutor del distrito cuarto. Como tal fueron muchas las acciones que se me confiaron en contra de C.1 que viva en ese distrito. Haba acciones hasta por una sorprendente cantidad de cuentas pequeas, como de panaderos y modistos. Eso demostraba que su hacienda de la Camnia que estaba en manos del administrador judicial ya no estaba en condiciones de proporcionar ni siquiera lo necesario para mantener su mansin de la ciudad; C. era muy conocido por la magnificencia que haba desplegado en sus cargos de edil y de cuestor. La gente humilde se deslumbraba ante sus deudas, cuya magnitud se deca que alcanzaba cifras fantsticas. Lo vi por primera vez, si no recuerdo mal, en su dormitorio. El modisto le estaba probando una tnica. Recuerdo perfectamente ese detalle pues me impresion la precisin de sus rdenes respecto del corte del escote. Se expresaba con los trminos tcnicos de los modistos. No era la primera vez que yo iba a su casa. Habitualmente me reciba su secretario, precisamente ese Rarus. Se haba convenido que yo concurrira siempre por la maana para que no me viera la madre de C., ante la cual todo el mundo en esa casa pareca sentir un temor sagrado. C. mismo, no era el que menos la respetaba. Era una anciana pequea y amable, pero sin pelos en la lengua. Ms adelante llegu a conocerla muy bien. C. habl conmigo con la mayor franqueza. Me seal, sin asomo de irona, algunos muebles antiguos de gran valor, y me pregunt si me los quera llevar. Pareca no tener el menor pudor ante su modisto, aun cuando a ste lo debieron asaltar las ms terribles dudas, respecto del pago de su cuenta, no bien me vio. Creo que ya en esa primera entrevista me interrog detenidamente acerca de las condiciones en que yo viva. No eran, por cierto, muy favorables. Viva con mi mujer y seis hijos en una de las casas de Craso, una pequea construccin de una planta, y me resultaba difcil pagar el alquiler. Casi todas mis conversaciones con l giraban de algn modo alrededor de esas dificultades mas. Me daba sus consejos sentado en una silla que yo tena la firme intencin de no dejar en su poder. Lo trat con ms frecuencia y puedo decir que me agradaba visitarlo. Ya nunca dej de tener trato con l hasta su muerte. Spicer interrumpi su relato. Desde afuera llegaban voces y el ruido de muchas pisadas. La segunda comida de los esclavos haba terminado. El pequeo galo del da anterior entr en la habitacin. El dueo de casa traz una enorme S en el libro de rdenes que le present el esclavo. A travs de la puerta divis un cielo ligeramente nublado. Los cercos de laurel, plantados como proteccin, temblaban agitados por el viento. El saln estrecho pero alto, con sus paredes blanqueadas y las simpticas cajas de cuero para los libros, estaba agradablemente tibio. En el hogar chisporroteaban un par de enormes leos. Palade el recuerdo de la sencilla narracin del anciano. Vea con claridad ante m a Spicer, un Spicer joven pero no muy diferente del actual la gente como l no cambia mucho pues ya parecen viejos desde sus mejores aos, por el trabajo y las preocupaciones y al endeudado patricio con su sonoro nombre. Me diverta la idea de que este hombre huesudo, con su mandbula fuerte, hubiera permanecido estrictamente dentro de los lmites de su misin especfica a pesar de la familiaridad con que se lo haba tratado, y que no se hubiera ido de all sin llevarse la silla. Record mis 12 000 sestercios. El anciano bebi un sorbo del vino que se nos haba servido y continu:1

Spicer mencionaba siempre a Csar como C. Al principio pens que l querra acentuar con esto el carcter ilegtimo de nuestra empresa. Pero Rarus tambin hablaba solamente de C. 6

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

Por lo que recuerdo, en esa poca C. no haca absolutamente nada. En su vida haba habido un intento de dedicarse a una profesin y de ganar algn dinero. Haba sostenido en el Foro dos acusaciones contra altos funcionarios del Senado, por encargo de los clubes democrticos. Eran procesos por concusin y otros abusos de autoridad en las provincias. La City pagaba muy bien a los abogados jvenes de familias patricias por esos procesos. Era la vieja lucha de la City contra el Senado. Desde tiempos remotos trescientas familias se repartan los cargos importantes dentro y fuera de Roma. El Senado era su bolsa. All se decida quin se sentara en la banca del Senado, quin en la silla curul, quin en la montura del corcel de guerra y quin permanecera en los latifundios. Eran grandes terratenientes, trataban a los restantes ciudadanos romanos como a su servidumbre y a su servidumbre como a la canalla. A los comerciantes los consideraban ladrones y a los pobladores de las provincias conquistadas, enemigos. Uno de ellos era el viejo Catn, bisabuelo de nuestro Catn, que en mis tiempos y los de C. era jefe del partido senatorial. Este Catn ponderaba la legislacin del siglo II por la que se obligaba a pagar: al ladrn dos veces, y al que prestaba a inters, cuatro veces lo que haba tomado. Una generacin antes de la ma haban votado una ley por la cual se prohiba que los senadores practicaran el comercio. La ley lleg demasiado tarde; pronto se le encontr la vuelta. Con leyes se puede detener cualquier cosa menos el comercio. La ley condujo inclusive a la constitucin de sociedades comerciales en las que cada uno de los cincuenta miembros es dueo de la cincuentava parte de un buque, con lo que puede controlar cincuenta buques, en lugar de hacerlo con uno solo. Ya ve usted cul era la tendencia de esos seores. Eran magnficos generales, muy capaces de conquistar una provincia; pero, eso s, despus de conquistada no saban qu hacer con ella. Pero cuando nuestro comercio sali de paales y comenzamos a exportar aceite, lana y vinos en gran escala y a importar trigo y otros productos, y especialmente cuando comenzamos a sacar dinero de Roma para hacerlo trabajar en las provincias, los seores mostraron una aristocrtica incapacidad de adaptacin al nuevo estado de cosas, y la joven City comprob que a los seores les haca falta una direccin racional. Como usted comprender, no tenamos el menor deseo de cabalgar personalmente sus corceles de guerra, ni de perder nuestro tiempo, que era oro, en mohosos cargos administrativos. Los seores podan seguir siendo, tranquilamente, lo que haban sido hasta entonces, eso s: bajo la slida direccin de la City. Comprender mejor lo que le estoy diciendo si toma como ejemplo las guerras pnicas. El motivo que tuvimos para ellas fue el mejor que existe: evitar la competencia africana. Pero qu se logr despus de todo? Nuestros militares no se apoderaron de los productos y de los ingresos de Cartago, sino de sus murallas y de sus barcos de guerra. No se llevaron el trigo; se llevaron el arado. Nuestros generales decan con orgullo: donde pisan mis legiones, nunca ms crece la hierba... pero lo que perseguamos nosotros era justamente esa hierba... usted lo sabe, de una de esas hierbas se obtiene el pan. Lo que se conquist en las guerras pnicas con inmensos gastos, fueron desiertos. Esas regiones habran podido alimentar cmodamente a toda nuestra pennsula, pero no... Para el desfile triunfal en Roma se les arrebat todo lo que necesitaban para trabajar para nosotros, desde los instrumentos de labranza hasta los esclavos que trabajaban la tierra. A semejante conquista sigui una administracin similar. Los gobernadores slo anotaban cifras en sus libros privados. Se sabe que no hay indumentaria con ms bolsillos que la tnica de un general; pero, evidentemente, los vestidos de los gobernadores estaban constituidos nicamente por bolsillos. Cuando pisaban tierra natal, los seores producan ruidos metlicos como si hubieran llegado vistiendo armadura de guerra. Cornelio Dolabella y Publio Antonio, que eran las figuras contra las cuales arremeti el joven C. en el Foro, haban cargado media Macedonia en sus barcos. De esa manera era imposible organizar nada que pudiera calificarse de comercio. Despus de cada campaa haba en Roma concursos y quiebras. Cada victoria del ejrcito era una derrota de la City. Los triunfos de los generales eran triunfos sobre el pueblo. El clamor dolorido que se elev despus de la batalla de Zama, con la que concluyeron las guerras pnicas, era bilinge. Eran lamentos de los bancos pnicos y de los romanos. El Senado haba matado a la gallina de los huevos de oro. El sistema estaba corrompido hasta sus cimientos.

7

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

Todo esto era tema del momento en Roma. En las barberas se hablaba de la proverbial podredumbre del Senado. En el propio Senado se hablaba de la necesidad de un completo renacimiento moral. Catn el joven vea muy negro el porvenir de las trescientas familias y decidi hacer algo en pro del buen nombre de su clase. A cargo de la gobernacin de Cerdea, se presentaba en las ciudades que estaban bajo su mandato, a pie y acompaado por un nico sirviente que marchaba detrs de l, llevndole el manto y la estola de los sacrificios. Antes de partir de Espaa, en donde tambin haba sido gobernador, vendi su caballo de batalla para no cargar al Estado los gastos de transporte del mismo. Desgraciadamente, lo sorprendi una tempestad y su barco naufrag, perdindose todos los libros de cuentas. Catn se lament hasta el fin de sus das por no haber podido probar a nadie la honestidad con que haba desempeado su mandato. Saba que su conducta resultaba increble. La City no confiaba para nada en los buenos ejemplos y en la prdica moral. Saba muy bien lo que haca falta: haba que pagar a los funcionarios. Efectivamente, los seores desempeaban sus cargos ad honorem. Recibir dinero a cambio de trabajo les pareca deshonroso. Lgicamente, con ideales tan elevados no les quedaba otra solucin que robar... y robaban de los tributos de trigo y de las construcciones de carreteras y del agua de los acueductos del Estado. Como ya le he dicho, la City proceda en forma racional. Se puso de acuerdo con los comerciantes de las provincias conquistadas y los anim a entablar procesos. Los procesos comenzaron, pues. El propio Cicern, la gran trompeta de la ciudad, sostuvo algunas de estas acusaciones en el Foro por cuenta de firmas sicilianas. Pero nuestros seores del Senado se habituaron con el tiempo a los procesos as como uno se habita a la lluvia; basta con echarse un capote. Ya no robaban mucho a unos pocos, sino un poco a muchos, y cuando haba amenaza de proceso, robaban todo. Para defenderse en el pleito se necesitaba dinero, era pues necesario desvalijar a quienes hasta entonces slo haban saqueado moderadamente... Les robaban hasta las costas del proceso. Algunos de los clubes democrticos ms ricos comenzaron entonces a financiar los pleitos contra los ladrones senatoriales..., mejor dicho, contra los ms desvergonzados entre ellos, aquellos que llegaban a entorpecer la marcha de los negocios de los propios comerciantes romanos en las provincias. Estos procesos siempre desacreditaban un poco y lo que quiz era ms importante los abogados jvenes se iban empapando en la materia. En estos pleitos no se trataba slo de pronunciar unos cuantos discursos amenos. El abogado deba buscar testigos y prepararlos convenientemente; adems deba distribuir con habilidad las sumas de dinero necesarias para mantener bien engrasado el aparato judicial. Llegamos a conseguir abogados jvenes de las propias familias senatoriales. No haba mejor forma de estudiar el funcionamiento de la mquina administrativa. Es preciso haber sobornado alguna vez para poder dejarse sobornar bien. C. perdi ambos procesos. Algunos opinan que por falta de habilidad, yo opino que por exceso. Prueba de lo que digo es que poco despus debi emprender un viaje para eludir segn l mismo me lo dijo el ambiente hostil que se haba creado en torno suyo. March a Rodas, segn se dijo para perfeccionarse en elocuencia. Si tenemos en cuenta que el motivo que se invoc para este viaje apresurado distaba mucho de ser honroso para un abogado joven, debemos suponer que existan otros motivos para la partida que, de confesarse, hubieran sonado menos honrosos an. Es verdad que ocasionalmente un abogado puede ganar ms perdiendo un pleito que ganndolo; pero no es bueno que lo haga con el primer proceso que le cae entre manos. Una de las debilidades de aquel joven era no querer hacer nada a medias. Probablemente quiso ser un verdadero abogado desde el comienzo. Ms tarde hizo lo mismo con las campaas militares. Mis canas datan de entonces. El anciano narraba toda la historia de los procesos con total indiferencia, sin el ms leve asomo de humor. Pareca no tener conciencia de que el cuadro que estaba pintando de la primera aparicin pblica del gran estadista no era precisamente agradable. Daba a entender, ni ms ni menos, que el joven Csar se haba dejado sobornar por la parte acusada. Los dos procesos desempeaban siempre un cierto papel en las biografas; se los consideraba como su primer aunque no muy exitoso8

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

intento de levantar la nueva ensea democrtica contra la corrupcin de los senadores. Csar perteneca a una familia que, no obstante su origen patricio, tena una vinculacin tradicional con la democracia. La viuda de Mario, el general del pueblo, era ta suya; la hija de Cinna era su mujer. Era evidente que Spicer no aprobaba la actitud de Csar en aquellas primeras apariciones pblicas; pero los motivos de su disconformidad no eran por cierto muy convencionales. Sin embargo, muy pronto se le consider como una figura promisoria dentro del partido democrtico, no es as? acot. Spicer me mir con expresin impenetrable. S dijo luego con sequedad, prometa. Prometa costar mucho dinero. Estaban deseosos de nombres ilustres y su familia perteneca a las quince o diecisis familias patricias ms antiguas de la ciudad. Decid elevar un poco el nivel de la conversacin. No podr negar que su actitud al negarse a aceptar la sugerencia de Sulla en el sentido de que se divorciara de su primera esposa, Cornelia, por ser hija de Cinna, habla en favor de su vocacin democrtica. Pretende afirmar que tampoco tom en serio ese asunto? Por qu no haba de tomarlo en serio? dijo el anciano con toda paciencia. Cinna haba reunido una considerable fortuna en Espaa. Esos bienes se confiscaron repliqu. A C. no le sacaron nada. Se march con ellos y con Cornelia al Asia. De modo que usted opina que esa negativa a divorciarse de Cornelia nada tuvo que ver con sus convicciones polticas? Por supuesto que tampoco creer que el amor haya intervenido para algo. Spicer me observaba con curiosidad. Continu hablando. Segn su concepto, Csar tampoco era capaz de amar, no? Por qu haba de creer yo semejante cosa? dijo el banquero sin abandonar su tono mesurado. Justamente en ese tiempo estaba enamorado. Amaba a un liberto sirio. He olvidado el nombre. Si ha de darse crdito a lo que dice la gente, Cornelia estaba bastante enojada por ese asunto. Ya en el barco se produjeron escenas desagradables. El sirio insista en que C. se divorciara. Pero as como no haba cedido ante Sulla, tampoco cedi ante las exigencias del sirio. Aun cuando esto lo desilusione, le dir que nunca dej que su corazn mandara antes que su cabeza. Spicer deca todo esto con la ms absoluta seriedad, casi con cierta precaucin que no se advierte con slo leer sus frases bruscas. Era como si me guardara una cierta consideracin. Pareca querer expresar en su voz que yo era absolutamente libre de continuar escuchndolo o no, de tomar o no en cuenta lo dicho por l en cumplimiento del contrato; pero que, en lo que a l se refera, no iba a torcer la verdad ni a variar sus opiniones por darme el gusto. Su opinin acerca de la capacidad de ternura de C. era por dems extraa, considerando que C. haba tenido seis hijos y haba sido, sin duda, un buen padre de familia. Para cortar el tema pregunt: Y qu me dice del entierro que dispuso para Cornelia y para su ta? Fue una medida poltica. Orden que en el cortejo fnebre se llevaran las mscaras de cera de Mario y Cinna. El partido democrtico le pag 200 000 sestercios por eso. Su familia, y en especial su madre de quien ya le he hablado, se lo reprocharon por mucho tiempo. 200 000 sestercios no era ms de lo que se pagaba por dos buenos cocineros; pero los clubes consideraron que con esa cantidad sobraba ya que con la demostracin no se corra ningn riesgo. Por ese entonces el pretor ya era un demcrata. Antes de que yo emprendiera nuevamente mi descenso hacia el lago, Spicer me mostr algo ms de su hacienda. Se cultivaba casi exclusivamente vid y un poco de olivo. Encaminamos nuestros pasos a los corrales de los esclavos. Eran dos barracas de piedra, prolijamente blanqueadas, con numerosos tragaluces estrechos. En el patio, muy bien empedrado, dos asnos hacan girar una noria, bajo la vigilancia de un esclavo sin cadenas. Otro esclavo estaba sentado en un banco de madera, sin hacer nada, junto a la puerta de entrada de una de las barracas. Era un hombre maduro; pareca muy inquieto. Su expresin era ausente y su cabeza giraba sin cesar como si estuviera atento a algn sonido.9

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

A medioda vendrn a buscarlo explic Spicer. Se lo llevan al mercado. Tiene cuarenta aos y est desgastado. Por qu est tan inquieto? pregunt. El anciano pidi informes al esclavo que diriga los asnos de la noria. Nos enteramos que la noticia de su venta le haba llegado en forma inesperada. Se la haban comunicado cuando lo fueron a buscar al campo, donde estaba trabajando, de modo que no tuvo tiempo de despedirse de los dems. Ahora estaba angustiado pensando que el agente lo poda pasar a buscar antes de que los otros regresaran del campo para el descanso de medioda. Quiz tenga amigos entre ellos dijo Spicer, aun hijos. Ya sabe usted que con esta gente nunca se puede saber quines son los padres. Yo no me opongo a las relaciones sexuales entre esclavos; ms bien las fomento. Las mujeres quedan en libertad despus de haber tenido su tercer hijo. Continuamos lentamente nuestro camino. La mujer del cuidador se haba acercado al hombre aquel y le haba entregado un pan y un pescado salado para el viaje. Me volv una vez ms y pude ver cmo el esclavo, sosteniendo las provisiones bajo un brazo, paseaba su mirada, ms inquieta an, por los campos. Siempre necesitaba dinero. Una vez intent tambin comerciar con esclavos dijo el anciano mientras caminbamos. Supongo que usted habr odo la historia con los piratas. Comprend que hablaba nuevamente de C. y asent sorprendido. La impagable ancdota figuraba en todos los textos escolares. Estara dispuesto a repetir lo que sabe de ella? pregunt Spicer. Estoy dispuesto afirm, y repet lo que de ella saba. Al narrar la clebre ancdota imprim a mi voz algo del tono con que sola pronunciar lo aprendido de mi profesor griego: El joven Csar fue hecho prisionero por unos piratas cerca de la isla Farmacusa. Estos piratas tenan flotas considerables y cubran el mar con sus embarcaciones. Desde un comienzo se burl de ellos porque no exigan ms que veinte talentos por el rescate. Es que no saban a quin haban apresado? Por propia voluntad ofreci un rescate de cincuenta talentos y de inmediato envi a algunos de sus acompaantes a recoger el dinero en diferentes ciudades. l mismo permaneci con la mayor indiferencia entre los sanguinarios asiticos, acompaado por su mdico, su cocinero y dos sirvientes. Trataba a los piratas con tanta displicencia que hasta llegaba a ordenarles que guardaran silencio cada vez que l se tenda a dormir. Treinta y ocho das vivi as. Ms pareca que la tripulacin del barco corsario era su guardia personal que l su prisionero. Bromeaba y jugaba con ellos sin asomo de temor. En ocasiones compona poemas y discursos y se los lea llamando brutos y brbaros a los que no los admiraban. Entre risas sola amenazarlos tambin con hacerlos colgar. Los piratas se divertan mucho con l, tomando sus palabras como encantadoras bromas. Pero no bien fue puesto en libertad al llegar el dinero del rescate, se dirigi a Mileto, tripul algunos barcos con gladiadores en aquel puerto y sali en busca de los piratas. Los encontr an en la isla de donde no haban levado anclas y tom prisioneros a la gran mayora. Se apoder de sus riquezas, a las que consider como su justo botn, y dej a los hombres en el presidio de Prgamo. Luego solicit a Junio, gobernador del Asia, que castigara a los prisioneros; pero viendo que ste slo se interesaba por el botn (que evidentemente representaba una considerable suma) y que slo daba una respuesta imprecisa a su pedido arguyendo que no tena tiempo para ocuparse de los piratas, regres a Prgamo e hizo crucificar a toda aquella gente por su propia cuenta, cumpliendo as con lo que tantas veces, entre bromas, les anunciara en la isla. El anciano cabeceaba afirmativamente en casi todas mis frases. Su largo pie pis la tierra floja de un cantero de rbanos, probablemente con la idea de hacer alguna observacin a su gente; luego se puso en marcha otra vez y habl: As es como se ven ahora casi todos los hechos de su vida. Yo le dir cmo fueron las cosas: se trataba de comercio de esclavos. El negocio pertenece a la poca en que C. utiliz el entierro de su mujer y de su ta para hacer una demostracin en pro de la democracia y tuvo lugar inmediatamente despus de haber sostenido las acusaciones contra los senadores por abuso de autoridad en las provincias. Fue precisamente durante su viaje a Rodas cuando haba de perfeccionarse en elocuencia. Nuestro joven abogado siempre quera hacer varias cosas a la vez y fue as que llev en10

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

su barco un cargamento de esclavos. Si mal no recuerdo, se trataba de hbiles talabarteros galos que pensaba vender a muy buen precio. Naturalmente se trataba de contrabando. Los grandes traficantes de esclavos del Asia Menor mantenan antiguos convenios tanto con nuestros puertos como con los puertos griegos y sirios. Estos convenios les otorgaban el monopolio del transporte de esclavos en ambas direcciones. El trfico de esclavos era una rama del comercio muy bien organizada, en la que participaban grandes capitales romanos. En el mercado de Dlos se llegaron a vender en un solo da hasta diez mil unidades. Las relaciones entre los traficantes de esclavos y los comerciantes de la capital eran estrechas y bien reguladas. Slo ms adelante, cuando la City organiz un trfico por su propia cuenta, comenzaron las fricciones con los trusts exportadores del Asia Menor. Nuestros contratantes de aduana organizaban en plena paz verdaderas caceras de esclavos en las provincias del Asia Menor, bajo la proteccin del guila romana. Las firmas sirias se defendan como podan de una competencia que ellos consideraban como unfair. La lucha por el monopolio condujo muy pronto a una seria guerra naval. De uno y otro lado se asaltaban los barcos de transporte y se arrebataban cargamentos ntegros de esclavos. Las firmas romanas protestaban contra los piratas asiticos y las firmas asiticas contra los piratas romanos. C. viaj en invierno. En esa poca del ao haba menos probabilidades de ser atacado por barcos corsarios debido a las tormentas; sin embargo, lo sorprendieron. Se le quit el cargamento y a l se le detuvo. Como usted se ha enterado por los libros de historia, el trato que se le dio fue demasiado benvolo. Se le permiti que conservara su mdico y sus servidores y hasta se escuch con paciencia sus recitados2. Slo se le exiga que pagara la indemnizacin, que se calcul en base al monto del cargamento contrabandeado. Eran veinte talentos. Lo que le voy a contar, lo supe por el procnsul Junio que a la sazn gobernaba aquellas regiones y a quien conoc siendo ya un anciano. Junio investig el asunto porque el escndalo que provoc fue terrible. C. mand primero emisarios a las ciudades del Asia Menor en busca de dinero. No dijo que se trataba de una indemnizacin por trfico ilegal de esclavos, sino que asegur que era el rescate exigido por los piratas. Por otra parte, no pidi veinte sino cincuenta talentos. Se le envi el dinero. Una vez libre se dirigi a Mileto, tripul unos cuantos barcos con gladiadores y arrebat a los asiticos el dinero del rescate y su cargamento de esclavos. Adems llev consigo a Prgamo, no slo la tripulacin del barco corsario, sino tambin a algunos traficantes asiticos que haban fletado la nave..., adems de toda la reserva de esclavos que encontr en su poder. Al intervenir Junio, solicit a ste que juzgara como piratas a la totalidad de los asiticos prisioneros. Cuando Junio se neg a ello y quiso conocer detalles del asunto, parti en plena noche de regreso a Prgamo y, mediante rdenes fraguadas, hizo crucificar a los prisioneros a fin de que no pudieran declarar en su contra. Los historiadores subrayan el hecho de que C. se burl de los terribles piratas amenazndolos primero en broma y luego hacindolos crucificar en serio, como si se tratara de un rasgo de humor... Se equivocan de medio a medio. No tena ni una pizca de sentido del humor; pero en cambio tena espritu de empresa. No comprendo cmo ya en ese entonces tena poder para hacer lo que hizo coment. No tena ms poder que cualquier otro mozalbete de una familia senatorial. Hacan lo que queran. Debimos hacernos a un lado. Detrs de nosotros, una carreta de bueyes descenda zarandendose por el camino. Sentado en ella, iba el esclavo que habamos visto junto a la barraca. A su lado tena un cajoncito. Lo llevaban al mercado. Salud con la mano a una cuadrilla que trabajaba en la via. Los otros respondieron a su saludo pero no le gritaron nada, probablemente porque vieron al patrn. El hombre recorri ansiosamente con la vista la cuadrilla. Por lo visto, la persona que buscaba no estaba all.2

Yo no s lo que deba retener de la descripcin que Spicer hace de los piratas, considerndolos como honrados traficantes, pero los escritores antiguos sealan siempre que sus relaciones eran civilizadas. Deben de haber tenido una excelente literatura. Cito: Nunca resonaron en las costas mediterrneas canciones tan dulces; nunca hubo bajo su cielo lenguaje tan profundo y selecto como en esos sangrientos tiempos de la esclavitud. 11

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

No olvide usted continu Spicer que C. hizo colgar a comerciantes. Comprender pues las dificultades que este asunto cre a Junio. An no se haba llegado al punto de poder calificar oficialmente de piratas a las firmas asiticas. Hoy se las designa as en los libros de historia. Los escribimos nosotros, as que bien podemos exponer los hechos vistos desde el ngulo que ms nos favorece. En Roma ya en ese entonces se haba invertido mucho dinero en una campaa moral contra los asiticos. Se aseguraba que obtenan su mercadera en forma ilcita. Se llegaba al extremo de acusarlos de dispensar trato inhumano a esa mercadera, cuando todo el mundo sabe que los cargamentos que los generales traan de vuelta de sus expediciones sufran mucho ms en el transporte. Al militar le era totalmente indiferente el nmero de piezas que llegaban a destino; en cambio, los comerciantes perdan dinero con cada hombre y por lo tanto se preocupaban de las condiciones sanitarias. Sin embargo, slo varios aos despus del hecho que le he relatado, las firmas romanas lograron que su causa pasara a ser la causa de Roma. Contribuyeron a crear el clima propicio en el Foro, permitiendo que de cuando en cuando el barco corsario de algn pirata griego saqueara un barco romano cargado de trigo. Slo as pudieron clamar por el apoyo estatal y por la aplicacin de la ley contra la piratera. Pero no fue sin lucha que la City obtuvo la flota para su guerra de competencia con el Asia Menor. En esta lucha C. tambin desempe un papel, aunque un papel modesto. En el ao 87, cuando el tribuno de la plebe Gabinio por encargo de la City exigi al Senado que se pusiera la flota de guerra bajo las rdenes de Pompeyo para combatir a los piratas, los distinguidsimos seores terratenientes estuvieron a punto de lincharlo. Tenan convenios a largo plazo con los traficantes del Asia Menor y no podan admitir una interrupcin o una disminucin de la entrada de esclavos. Sus enormes posesiones rurales no podan explotarse sin esclavos. No tenan ganas de otorgar el monopolio a la City. Teman los precios que podan surgir del monopolio. La City apel al pueblo. Los clubes democrticos entraron en accin. Sin un poco de demagogia no se llega a ninguna parte. Al pueblo hay que hablarle en lenguaje popular. Se hizo hincapi (C. tambin, pues estaba entre los oradores) en que los precios excesivamente bajos que las firmas asiticas pedan por sus esclavos quitaban el pan al obrero romano. Entre los pequeos labradores era general la indignacin por la resistencia del Senado. El empleo de esclavos en las grandes haciendas oprima terriblemente al pequeo propietario. Su esperanza era no slo acabar con los traficantes de esclavos del Asia Menor, sino con el trfico de esclavos en general. En Etruria, el Senado debi emplear la fuerza militar contra los campesinos exaltados. Tambin el proletariado de la ciudad padeca por causa de los esclavos. Los empresarios preferan el trabajo barato de stos al del operario romano. Sin embargo, el factor decisivo fue un pequeo aumento en el precio de los granos, impuesto por las jvenes y bien capitalizadas firmas importadoras de esclavos, con el argumento de que los piratas dificultaban la importacin de trigo. Naturalmente, en todo este asunto se invirti mucho dinero. Personas con sobres cerrados desfilaban de continuo ante Pompeyo y ante otros lictores. El pueblo se limit a rer cuando el viejo Catulo del Senado, luego de una florida enumeracin de los mritos de Pompeyo, clam en la Asamblea Popular que no se poda exponer a un hombre as a los peligros de la guerra. Y, cuando, desesperado, exclam: Quin os quedar si perdis a ese hombre?, le respondieron sonriendo: Nos quedas t! Y cuando otro orador les previno acerca de los peligros de concentrar semejante poder en manos de un solo hombre, se elev una gritera tal, que un cuervo que pasaba volando sobre la plaza cay sobre la Asamblea, atontado por el vocero. Es probable que ese cuervo fuera justamente en busca de su parte en los dineros pblicos. Pero todo ese tumulto no hubiera servido de nada si, bajo cuerda, no se hubiera obsequiado a una docena de senadores con acciones de las firmas importadoras de esclavos. Slo entonces la causa se convirti en causa nacional y Pompeyo obtuvo la flota de guerra para los fines de la City. El precio del trigo descendi a la mitad, en tres meses los mares estuvieron limpios de competencia asitica y en seguida se confi a Pompeyo, por un simple mandato adicional, el mando supremo en el Asia. l se encargaba de buscar los esclavos.12

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

Comprende usted cmo era la situacin? El hombre de la calle vot dos veces consecutivas por el mismo hombre; pero ese hombre no hizo dos veces lo mismo. Su guerra naval poda considerarse como un golpe contra el trfico de esclavos. Su guerra terrestre, en cambio, represent trfico de esclavos en escala mxima. Seis meses despus el mercado de esclavos de Roma estaba inundado, esta vez por firmas romanas. Fue justamente en esa poca cuando Cicern pronunci su primer discurso en el Senado pidiendo que se confirieran a Pompeyo poderes extraordinarios en Asia. Ya se podr imaginar de dnde provenan sus honorarios. La manera descarada en que el anciano describa estas maniobras me desagradaba profundamente. Mi interlocutor pareci adivinar mis pensamientos. La notoria habilidad de los banqueros para leer en el alma humana estaba particularmente desarrollada en l. Continu hablando en tono seco: A usted le sorprende que yo admita cosas as. Le voy a explicar por qu lo hago. Acepto los mtodos que empleamos para procurarnos esclavos porque nosotros necesitamos esos esclavos. No respond. A l pareca interesarle mucho ms nuestra City con su trfico de esclavos, que Cayo Julio Csar, pero sus opiniones me dejaban absolutamente indiferente. En nuestro descenso hacia el lago, pasamos junto a una cuadrilla de esclavos que trabajaban en la via atados entre s por pesadas cadenas. Las cadenas no entorpecen el trabajo? pregunt. No fue la respuesta de Spicer. En las vias, no. El trabajo en los viedos exige ms capacidad mental que la tarea de arar. Esta clase, de antiguos delincuentes, es la que ms se presta para esta labor. Es mentalmente ms despierta que las dems y, por aadidura, ms barata. Antes de despedirme, me mostr unos arbolitos de cereza, un nuevo tipo de fruta que se haba hecho enviar. Algunas plantas ya estaban plantadas, otras yacan an envueltas en paja, sobre los terrones recin carpidos. Aqu pruebo todas las novedades me explic el anciano. No saco ms de un doce por ciento. Columela me atribuye un diecisiete por ciento, pero olvida computar en su valuacin los costos de mantenimiento de las vides, los rodrigones y los esclavos. Mi impresin era que el banquero tena aquella hacienda no muy extensa ms como entretenimiento que como fuente de recursos; pero era evidente que no poda tolerar la idea de invertir un capital que no produjera rentas. Sea como fuere, aqulla era realmente una plantacin modelo. Cuando regres a mi pequea villa encontr a mi Sempronio conversando con un hombre bajo, recio y cabezn, que vesta ropas que casi podan calificarse de harapos. Al entrar yo, el visitante se despidi con un breve saludo. Me enter de que haba ido a llevarnos lea. Sempronio, como de costumbre, haba recogido, en pocas horas, entre el vecindario, toda la informacin que se le haba podido proporcionar. En animada charla me comunic que haba escogido a ese leatero que tena un pequeo olivar en la ladera opuesta porque se trataba de un antiguo legionario de Csar. Este descubrimiento me alegr mucho y decid visitar a ese hombre en procura de datos. Me pareci una buena oportunidad para liberarme del estado casi opresivo en que me haba sumido el relato del anciano banquero. Era sorprendente lo poco que haba odo acerca del verdadero Csar por labios de Mummio Spicer, que lo haba tratado durante tantos aos y que haba llegado a ser su asesor financiero durante la expedicin a las Galias. Tena la conviccin de que aquel simple legionario, uno de los bravos campeones cuya idolatra por el gran general se reflejaba en incontables y conmovedoras ancdotas, me dira mucho ms. Nos pusimos en marcha no bien me hube refrescado un poco. El antiguo legionario de Csar estaba sentado con su esclavo junto al fogn de piedra, en la nica habitacin de la choza, bastante ruinosa por cierto. Las paredes, construidas con grandes e irregulares bloques de piedra, estaban ennegrecidas por el humo del fogn. En un rincn colgaba una enorme red. Probablemente, el dueo de casa tambin pescaba un poco en el lago, de vez en cuando.13

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

El hombre nos recibi con una silenciosa inclinacin de cabeza. Estaba comiendo. Mientras el esclavo nos acercaba un viejo banco de madera que estaba delante de la casa, su seor continu hundiendo la cuchara de hojalata en una cazuela y llevndose a la boca trozos de pan. El esclavo, un individuo maduro con pelo de color rojo descolorido, se sent nuevamente junto a su amo e hizo trabajar tambin su cuchara. Sempronio inici la conversacin preguntando dnde se podan conseguir zorzales. Se le suministraron los datos y l se encarg de conducir la conversacin hasta llevarla al libro que yo, su seor, iba a escribir sobre el gran Cayo Julio. El hombre retacn volvi por un instante hacia m su cabezota cubierta de un pelo gris y lanoso y me arroj una rpida mirada. Sin embargo no habl. Limpi el fondo de la cazuela con un trozo de pan para extraer de ella los ltimos hilos de queso de su comida y slo entonces habl, en forma pausada. En diez aos, slo lo vi en dos ocasiones. El pelirrojo retir con movimientos bruscos la cazuela y las cucharas y, llevndoselas al fondo de la choza, comenz a lavarlas en un balde. El ex legionario se ech hacia atrs en su banquillo de madera, hasta que su espalda qued apoyada contra la pared, y dilatando su pecho, increblemente ancho, pase la mirada de Sempronio a m. Qu quiere saber de l? pregunt. Su tono no era precisamente amable. Intervino usted en la expedicin a las Galias? pregunt a mi vez. S, seor. Intervinimos. Tres legiones, seor. Lo vio usted de cerca? Una vez a quinientos pasos, otra vez a mil fue la respuesta. Si quiere conocer ms detalles le dir que una vez fue en una revista en Lucus; la otra vez, cuando nos embarcaron para Bretaa. Era muy querido, verdad? Call por largo rato, mirndome casi desconcertado. Por fin habl: Se lo consideraba muy hbil. Pero la tropa confiaba en l, no? La atencin no era mala. Se deca que l se preocupaba personalmente por eso. Intervino usted en la guerra civil? As es. Luch del lado de Pompeyo. Cmo as? Yo perteneca a las legiones que l haba birlado a Pompeyo. Las devolvi antes de desencadenarse la guerra civil. Claro, claro murmur. Tuve mala suerte. Lo que yo buscaba era la recompensa. l pagaba buenas recompensas..., pero qu le iba a hacer? No me dieron a elegir. Calcul cmo hacer para sacar algo de ese hombre. Prob por otro camino. Por qu se alist usted en el ejrcito? Ha pasado mucho tiempo, seor. No recuerda ya los motivos? Ri. El trax abovedado haca que la risa de aquel hombre retacn sonara potente. Sin embargo, en esa risa no haba maldad. Re con l. Es cabeza dura, eh? dijo por fin. Entr en el ejrcito porque me reclutaron. Nac en la zona de Setia, si es que eso le dice algo. Soy latino. Si no hubiera sido ciudadano romano, no me hubieran podido alistar. Hubiera preferido quedarse en su terruo? No, eso no. ramos cuatro varones. Demasiados para tan poca tierra. Tampoco podamos trabajar en una de las haciendas grandes; all preferan emplear libertos...; a ellos no los enrolaban. Adems tenan sus esclavos. Sus hermanos estn an en esa chacra? El hombrecito se encogi de hombros. Qu s yo? Difcil, seor. Con los precios del trigo... Ahora se trae a Italia el trigo siciliano. Ya en mis tiempos se alimentaba al ejrcito con trigo siciliano. En cuanto a usted...; slo ahora decidi adquirir tierras?14

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

S. A mis aos ya no se es soldado. S... El problema de la tierra no se resolvi ni se resolver nunca. Es imposible. Sus plantaciones no son muy extensas, verdad? Un poco de olivos. Pero es intil, los pequeos propietarios no podemos avanzar... Se necesitan esclavos. Mir al pelirrojo que sala nuevamente con el balde, pero que estaba lo bastante cerca como para or sus palabras. ste ya no sirve para mucho; apenas si vale lo que come. La conversacin se haba desviado; adems estaba oscureciendo. Oy usted algo de los clubes democrticos en su juventud? pregunt de repente. Creo que s. Cuando estuve en la capital. Una vez intervine en unos comicios... pero no me acuerdo si era el pretor democrtico. Me pagaron cincuenta sestercios... mucho dinero. Creo que los demcratas trataron de reglamentar el problema agrario, no es as? dije en un nuevo intento. S? pregunt. Luego medit unos instantes y aadi: No eran ellos los que queran repartir trigo entre los desocupados? Tambin asent. Pero si fue justamente eso lo que ech al suelo los precios del trigo! Pero para los que estaban en la ciudad, como usted, tiene que haber sido una gran ventaja conseguir pan barato murmur sorprendido. S, en la ciudad era necesario. Haba mucha desocupacin. Usted opina que esa medida fue desfavorable para su gente, all en el Lacio? Considera que el bajo precio del trigo los arruin? S, eso y los esclavos... Y a los esclavos los traamos nosotros. De las Galias y dems. Complicado, eh?... Poltica... Me puse de pie porque quera volver a casa de Mummio Spicer. Qu aspecto tena Csar? Medit unos instantes y luego dijo indeciso: Decrpito. Me puse en marcha sumido en hondos pensamientos. La incapacidad humana para apreciar la grandeza me pareca ms enojosa que nunca. Spicer tena visitas. Afranio Carbo, el jurista y conocido autor de varios libros de derecho pblico, se haba detenido all en su viaje hacia la remota Blgica, para formular algunas consultas al viejo banquero y profundo conocedor de las Galias. Carbo se diriga a Blgica por encargo de un trust que le haba encomendado el estudio de las condiciones para la exportacin de abrigos de pao y de jamones. El gran jurista, hombre de unos cincuenta aos, de mejillas colgantes y ojos lacrimosos, me salud con jovialidad, como a un colega ms joven. Muy lindo tema el que ha elegido dijo con voz sonora no bien me hube sentado. Un tema heroico si se lo sabe tratar bien. Ha estado muy acertado al elegir esta fuente de informaciones. Debo admitir que me halag que aquel hombre, tan importante, se interesara por mi plan literario. Sus primeras frases haban demostrado que en l hallara por fin intereses orientados hacia lo grande y lo ideal. Pareca dispuesto a hablar conmigo sobre mi tema, que con razn haba calificado de heroico. El jurista se puso de pie como para liberar ms sus sensaciones, y comenz a pasearse, con pasos pesados, de la mesa a la pared. Por lo que he odo, usted ha encarado el tema desde su mejor ngulo. La idea del Imperio! La democracia! Las ideas de progreso! Por fin se escribir un libro con bases cientficas para ser ledo por el hombre de la calle y por el hombre de la City. El triunfo de Csar es el triunfo de ellos! Al terminar la frase se inclin sobre la mesa y golpe la tabla con la mano abierta. Luego reinici su marcha.15

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

Es imperdonable que an no hayamos escrito un libro as! Un libro en el que se relate nuestra historia, una historia tan heroica como cualquier otra! Es una tpica omisin nuestra! Falta de sentido histrico. La antigua, funesta indiferencia hacia la propia historia. Se abandonan los ideales en manos de la parte contraria, se hace alarde de sobriedad y mesura, se concentra toda la atencin en los negocios sin advertir que la otra parte arrastra a la juventud. Hemos sabido dar su valor a nuestros ungentos sirios, a nuestras telas egipcias, a nuestros vinos samnitas, pero nunca supimos valorar realmente el propio comercio y sus ideales. Los grandes ideales democrticos! Afranio Carbo se detuvo nuevamente unos segundos junto a la mesa y bebi un trago de vino. Lo palade con gesto de buen catador. Una ligera sensacin de desilusin se iba apoderando de m. Sus puntos de vista me parecan muy discutibles. Por otra parte, nuestro anfitrin me estaba haciendo sentir incmodo. Estaba confortablemente repantigado, con su maciza quijada apoyada sobre el pecho, y de cuando en cuando estiraba la mano y tomaba un higo. Lo malo era que entre higo e higo se meta los dedos en la boca y extraa semillas de entre los dientes. Mi atencin estaba dividida entre ese proceso y el discurso del jurista. La catapulta de Escipin el Africano ocupa un sitio de honor en nuestros museos de armas continu Carbo. Y dnde estn las carretas de nuestros primeros comerciantes? Es que no son dignas de exponerse? Es menos meritorio conquistar el mundo con la pluma que con la espada? Cuelga acaso alguna pluma en las salas de honor? Y por qu no?, me pregunto yo. Cualquier carnicero utiliza la espada... Tiene eso algo de honroso? Por qu se conservan los libros de genealoga y no los libros de comercio? Es una psima costumbre entre vosotros, los jvenes, la de burlarse cuando se habla de los ideales que ha aportado el comercio. Con eso no hacis ms que imitar el gesto despectivo de algunos aristocrticos asaltantes. Es que el herosmo slo tiene cabida en la guerra? Y si as fuera acaso no es tambin guerra el comercio? Palabras como comercio pacfico pueden entusiasmar a ambiciosos comerciantes novatos, pero le aseguro que no tienen cabida en la historia. El comercio nunca es pacfico. Las fronteras que no se abren a las mercaderas, se rompen al paso de los ejrcitos. El telar no es el nico instrumento del hilandero; tambin lo es la catapulta. Pero el comercio conduce adems su propia guerra, una guerra incruenta pero no por eso menos mortal. Esa guerra incruenta se libra da a da en cada calle comercial durante las horas de trabajo. Cada puado de lana que se vende en el mercado produce un grito de dolor en otro sector de la misma calle. El carpintero techa tu casa, pero su factura representa el precio de las inclemencias del tiempo. La necesidad de pan mata a quienes la sienten y a quienes no la sienten... Y no slo es mortal la necesidad de pan; tambin lo es el deseo de comer ostras. Afranio Carbo haba detenido su marcha. Ahora estaba con la espalda apoyada contra la pared y las piernas separadas en actitud guerrera. Y a pesar de todo dijo un poco ms tranquilo, se dice la verdad cuando se afirma que el comercio ha puesto un toque humano en las relaciones de los hombres. El primer pensamiento pacfico, la idea de la convivencia armoniosa, tiene que haber surgido en el cerebro de algn comerciante. Me entiende usted? Me refiero a la idea de que por caminos incruentos se puede llegar ms lejos que por caminos ensangrentados. No es acaso ms clemente la muerte por hambre que la muerte por la espada? No es acaso ms agradable el destino de la vaca lechera que el del cerdo destinado al sacrificio? Tiene que haber sido un comerciante el que pens por primera vez que de un hombre se pueden extraer cosas mucho ms valiosas que sus entraas. Pero, eso s, siempre teniendo presente el gran lema humano de vivir y dejar vivir... y la interpretacin es vivir aplicado a quien bebe la leche y dejar vivir a la vaca que la produce. Ya qu conclusin arriba usted si estudia la historia? Si los ideales slo pueden tomarse en serio cuando se ha vertido sangre por ellos, entonces los nuestros, los de la democracia, han de tomarse muy en serio, porque han costado mucha sangre. Tiberio Graco muri por ellos a manos de los hijos de senadores que lo mataron a silletazos. Trescientos de los nuestros murieron con l. Ninguno de los cadveres mostraba seales de armas de hierro. Los cuerpos fueron arrojados al Tber. El general Manio Aquilino haba ofrecido en venta toda una provincia del Asia Menor a los reyes de Pontos y de Betania. El rey de Pontos ofreci ms. Corresponda al Senado aprobar la venta. Hay tres facciones en el Senado, dijo Graco, la primera aprueba la venta; ese sector haba sido sobornado16

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

por el rey de Pontos. La segunda se opone a la venta; ese sector ha sido sobornado por el rey de Betania. La tercera calla; ese sector ha sido sobornado por ambos reyes. El Senado respondi con las patas de las sillas. Eso sucedi en el ao 620; hace, pues, ms de un siglo. Trece aos despus Cayo Graco insisti en que el trigo requisado en las provincias espaolas deba pagarse, en que se enviaran labradores a colonizar las tierras africanas conquistadas, en que se concediera a los latinos el derecho de ciudadana y en que los ingresos del fisco fueran controlados por comerciantes... Un grupo de senadores lo persigui hasta las barrancas del Tber. Se disloc un tobillo y se hizo quitar la vida con uno de sus esclavos para no caer en manos de sus perseguidores. Se le cort la cabeza y se pag por ella a un senador. Transcurrieron veintin aos. En ese lapso, el campesino itlico y el operario romano lucharon contra las bandas de esclavos de Sicilia, contra los ejrcitos nmidas de Yogurta, contra los cimbrios y contra los teutones y en un da de diciembre del ao 654 se acorral a los demcratas en el Foro y luego se los arre hasta el Capitolio, en donde se les cort el agua hasta que debieron entregarse. Se los encerr entonces en el palacio del Senado y la juventud aristocrtica subi al techo, arranc las tejas y aplast con ellas las cabezas de los prisioneros. El labrador itlico y el operario romano conquistaron luego la mitad del Asia y despus Egipto... Era hora de practicar una nueva sangra. Sulla se encarg de la operacin y esta vez el trabajo fue ms completo. Cuatro mil de los nuestros, por parte baja, es decir calculando slo aquellos de posicin acomodada, pertenecientes a la City; sin hablar de carniceras como la que tuvo lugar despus de la batalla de la puerta Colina, cuando se condujo a tres mil prisioneros al Campo de Marte y se ultim hasta el ltimo hombre. El ruido de las armas y los gemidos de los moribundos se oan desde el templo de Bellona en donde Sulla haba convocado a una reunin del Senado. Y la cosa no haba terminado... No haba terminado ni el levantamiento, ni las medidas represivas. Ocho aos escasos antes de la conjuracin de Catilina, el general democrtico Sertorio fue asesinado por senadores mientras coma. Dos lo sostuvieron por los brazos mientras otro le enterraba la espada en el cuello. Cuando Cayo Julio alz nuevamente la bandera de la democracia, todo haba pasado, pero nada haba cado en el olvido. Cada adoqun de las calles de Roma se haba mojado con la sangre del pueblo. Mi padre me seal el sitio hasta donde persiguieron a Cayo Graco. An me parece estar viendo ante m los dos cipreses ralos que se elevaban en aquel lugar... La voz educada del abogado tena ahora un sonido agradable, casi humano; pero arruin el efecto un movimiento de su mano, adornada con el gran anillo de los caballeros, con la que se cubri los ojos. Yo no saba qu deseaba con ms vehemencia, si era que Afranio Carbo encontrara su ltima frase o Spicer su ltima semilla. Pero el jurista continu: Hemos olvidado que somos plebeyos. Usted lo es, Spicer lo es y yo lo soy. No diga usted que eso no significa hoy nada. Eso fue justamente lo que se consigui: que el ser plebeyo no signifique nada hoy. Eso es Csar. Qu representan junto a eso unas cuantas batallas a la vieja usanza, unos cuantos vacilantes convenios con un par de cabecillas de otros pueblos? La City fue obra de los Gracos. Fueron ellos los que cedieron al comercio los contratos de impuestos y de aduanas de las dos Asias. Cayo Julio Csar recogi la idea de los Gracos y el fruto fue el Imperio. Estuve a punto de aadir en alta voz: Y yo, Afranio Carbo. Para aquellos dos seores mi libro ya estaba escrito. Cuando el gran jurista se despidi, explicando que estaba muy fatigado por el viaje, yo apenas si haba podido pronunciar una que otra palabra. Spicer me invit a permanecer un rato ms en su casa. En silencio lo segu a la biblioteca. Insisti en que me dejara proveer de una de sus botellas panzonas y forradas en paja, que contenan vino de la zona, y l se sirvi un nuevo plato de sus amados higos. Luego comenz a hablar. Antes de entregarle los manuscritos en cuestin para que usted los lea, y de acuerdo con lo convenido, quiero pintarle la situacin en que se encontraba cuando su secretario comenz a llevar este diario. Las primeras anotaciones tienen lugar a comienzos del ao 91, justamente cuando se empezaba a hablar del famoso asunto de Catilina. No me ha parecido mal que nuestro amigo le haya17

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

hecho una breve exposicin de las ideas democrticas, que yo difcilmente hubiera podido hacer. Mis ocupaciones siempre fueron de ndole prctica. Ya conoce usted mi profesin. C. se ali con el partido democrtico por una serie de circunstancias que surgen de la lectura de los diarios de Rarus, y fue precisamente en esos aos cuando su nombre comenz a figurar en la alta poltica. No es muy honrosa la pintura que usted hace no pude menos que decir. Estaba irritado. Los relatos que hasta ese momento haba escuchado de labios del anciano, el tono con que hablaba de mi dolo me haban afectado ms de lo que puedo expresar. Era imposible que l no lo hubiera advertido... Sin embargo, no se haba preocupado en lo ms mnimo por mis impresiones personales. Para rematar, me haba hecho escuchar una interminable conferencia acerca de las carniceras del Senado y los dudosos ideales del comercio. Lo poco que haba comentado acerca del fundador del Imperio, uno de los ms grandes hombres de la historia universal, tenda a pintarlo como un retoo particularmente degenerado de una vieja familia. Mi paciencia se haba agotado. Si mi principal inters no hubiera sido el de obtener los valiossimos papeles, me hubiera retirado mucho antes. Lo nico que quera era tenerlos en mis manos e irme con ellos para saber por fin algo acerca del verdadero Csar. Pero el anciano era testarudo, todo lo testarudo que es preciso ser para explotar un viedo de la mitad del valor del suyo. An no haba terminado. Retir el plato de higos (su dentadura pareca estar tambin ya limpia, como pude comprobar con bastante alivio) y dijo pausadamente: Honroso o no, la cuestin es que C. era tambin demcrata. Pero entindame bien, tratndose de obtener cargos se dejaba costear por los clubes democrticos. Los clubes lo apoyaban porque por tradicin algunos miembros de su familia estaban vinculados con el partido. La City invirti una considerable cantidad de dinero en sus candidaturas. Hacia el ao 91 le financi la eleccin para sumo sacerdote..., pero nadie estaba muy entusiasmado con l. Se lo empleaba cundo se poda sacar provecho de l, y entonces se le enviaba un sobre con un cheque. En lo posible, se haca un rodeo para evitar tratos con l. Siempre se tuvo la impresin de que con ese corcel no se poda cabalgar muy seguro. No se lo molestaba con problemas de alta poltica; y, en un principio, tampoco l se preocupaba ni por las dos Asas ni por Catilina. An recuerdo con toda claridad las charlas nada polticas que por ese entonces mantena casi a diario con l. El alguacil ejecutor era la persona que ms lo visitaba en esos das. Ya haba desempeado los cargos de edil curul y de cuestor y estaba enterrado hasta las orejas en deudas. Esos cargos no tenan nada que ver con poltica. Eran peldaos que los seores escalaban para llegar a la pretura y de all a la administracin de una provincia, la meta dorada. La cuestura y el edilato ya haban quedado atrs, la candidatura haba insumido una fortuna y ahora no quedaba nada para cubrir los gastos de la pretura... Y todo el dinero invertido en la carrera haba sido plata tirada. Por todos los dioses, 25 millones de sestercios de deudas! Entonces esa suma representaba mucho ms que ahora. En Roma un artesano ganaba tres sestercios por da. Ms de una vez lo o decir: Este Catilina es mi perdicin. Quin me va a querer prestar dinero cuando ese hombre est armando a todos los bribones de Italia para lograr la condonacin de las deudas? Media City ha hecho ya las valijas! El hombre tena entonces cuarenta aos! No es de sorprenderse que estando en semejante situacin haya apelado a cualquier recurso, poltico o impoltico, que le permitiera mantenerse a flote. Siempre tomaba dinero de donde poda. Un vistazo al diario de su secretario le demostrar que en esa poca (bastante tarde por cierto) comenz a comprender cul era su verdadera posicin. No esperaba encontrar acciones heroicas a la vieja usanza, pero, eso s, si lo sabe leer con los ojos bien abiertos, advertir a travs de l cmo se llega a las dictaduras y cmo se fundan los imperios. El anciano se puso de pie, tom el cofrecito de fresno que estaba sobre uno de los estantes y me entreg las Anotaciones del esclavo Rarus.

18

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

LIBRO SEGUNDO NUESTRO SEOR C. I. ANOTACIONES DE RARUS18-8-91 La guerra en Oriente toca a su fin despus de doce aos. Se ha batido a veintids reyes, entre ellos los tres ms poderosos del Asia; se ha sometido a doce millones de almas; se han conquistado 1 538 ciudades y fortalezas. El guila romana ha sido plantada a orillas de la laguna Meotis, del mar Caspio y del mar Rojo. Roma abre un nuevo continente. Han llegado los planos de la nueva pista de equitacin que C. quiere construir en el parque, frente al gimnasio. 40 000 sestercios. La firma constructora exige esta vez un adelanto de 25 000 sestercios. No da explicaciones por su exigencia, pero uno de los seores del directorio ri cuando dije que no era lo usual exigir adelantos as a un hombre como C. Es un disparate construir esta pista cuando slo hemos de vivir aqu, en Suburra, hasta que podamos mudarnos a la casa grande que hace meses, desde su eleccin como pontfice mximo, se est preparando para l en la Va Sacra. No quiero ni pensar en lo que van a costar esas reformas. Cuando se le presentan las cuentas se malhumora y empieza a ahorrar en los gastos del personal. Como si esas cifras fueran dignas de tomarse en cuenta! Anoche estuve con mi amado, mi nico, Cebio, en los jardines del Tber. Es intil, no puede encontrar trabajo. Es obrero perfumista, pero hasta en esa especialidad se emplean casi exclusivamente esclavos. Pompeyo enva desde Siria miles de hombres capacitados que han conducido all sus propios talleres. A Cebio se le argumenta en todas partes que no tiene sentido emplear gente que cualquier da ser llamada para servir en las filas. Cebio es ciudadano romano. Est desesperado. Dice que no sabra qu hacer sin mi ayuda. 13-8 En la ciudad no queda ya un solo miembro de la clase acomodada. Das clidos y polvorientos. No quiero pensar en los vientos matinales del monte Albano. El nico motivo de nuestra permanencia en Roma es Cintia y no la situacin poltica, como arguy C. Pasa das enteros sin ver a nadie ms que a ella. 14-8 Glauco, el nuevo maestro de esgrima que Pompeyo adquiri en Capua por 15 000 sestercios, dice que C. est en magnfica forma. No tiene ni una onza de grasa en el cuerpo. Y eso a los 38 aos! El clima de la ciudad no lo afecta en lo ms mnimo. Es una vergenza que no se saque provecho real de una personalidad como la suya. Con sus condiciones deba haber llegado ya mucho ms lejos. Sera comprensible que no se recurriera a l si su postura poltica fuese rgida; pero, si bien es demcrata, siempre est dispuesto a aceptar sugerencias que le hagan vislumbrar alguna posibilidad de progreso. Adems, es tan elstico en sus principios, tan libre de prejuicios en todos los problemas polticos, que es inexplicable la forma en que se lo trata. Un hombre que pertenece a una de las familias ms viejas, que tiene una banca en el Senado! Pasando a otra cosa. Glauco es un hombre encantador. Muy instruido. Lo estuve observando mientras haca sus ejercicios matinales. Es esbelto y musculoso. Quiz tome con l algunas lecciones de esgrima; sera bueno para contrarrestar el clima insalubre de esta estacin. Fsicamente no me siento nada bien. Estoy agotado. El recibo de los clientes es espantoso. A las 9 se los hace entrar, pero a las 7 estn ya en la calle y hacen tanto ruido como las majadas que a las 5 de la maana se arrean por la Va Apia rumbo al matadero. C. recibe a los clientes desayunando en el vestbulo. Entran trayendo barro en las botas y charla en la lengua. Preguntan si deben hipotecar sus propiedades, zurrar a su mujer, cambiar su abogado. Piden puestos y prstamos. Muchos de ellos andan descalzos, algunos son ms ricos que nosotros y llevan consigo sus propios19

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

guardaespaldas que me vigilan como si yo fuera un probable asesino a sueldo. Hay veteranos que piden concesiones para bebidas alcohlicas, perfumistas que traen muestras de su mercadera, literatos que traen libros, ladrones que traen citaciones policiales, empleados administrativos que traen secretos de Estado. Los menos traen sobres con cheques. C. emplea un tono diferente para cada uno, pero con ninguno deja de ser C.; mientras que Craso, a quien he tenido oportunidad de ver actuar mientras recibe a sus clientes, trata de hablar en varios dialectos y se comporta de mil maneras diferentes, pero nunca como Craso. En cuanto a Cicern, se dice que obsequia frases de hasta cinco minutos de duracin (pero nunca un dracma). 16-8 He recibido mi primera leccin de esgrima. Muy cansadora. Aunque parezca extrao, la ciudad no est tan despoblada como podra suponerse dada la poca. Este ao ha regresado ya una buena cantidad de gente. Algunos seores del Senado estuvieron a cenar aqu. Tema de conversacin: la guerra de Oriente. La Cmara de Comercio ha hecho llegar al Senado, por intermedio de Cicern, un memorial en el que sugiere que se enve un mensaje de agradecimiento a Pompeyo. En el elogio que se le hace por haber llevado triunfante el guila romana hasta el corazn del Asia se habran deslizado cautelosas pero evidentes sugestiones de dar intervencin a la City en los negocios asiticos. Los seores bromearon mucho sobre el asunto. Albergan una saludable desconfianza hacia el Conquistador de Oriente. Si la gratitud se propaga demasiado, es fcil que Pompeyo y sus legiones, acostumbradas al triunfo, les pongan un pie encima. En el palacio del monte Aventino se oyen ya desde hace dos aos las palabras ominosas: afn dictatorial de Pompeyo. 17-8 El calor es insoportable. Pomponio Celer est aqu. Ha regresado de Bayas para ocuparse de sus negocios en el Oriente. Como cabeza del trust del cuero, es proveedor del ejrcito de Pompeyo. El trust del cuero abarca 34 curtiembres y durante la guerra se concentr en la fabricacin de correas y morrales. Celer ri tambin con motivo del mensaje de agradecimiento. Muy interesante lo que cuenta acerca de la postura de la City respecto de la guerra de Oriente. A pesar de los beneficios que representa la provisin del ejrcito, la City estara muy lejos de entusiasmarse por la guerra en el Este. Antes de que Pompeyo asumiera el mando del ejrcito, fueron muchas las legiones romanas derrotadas; pero todo lo que se dijo entonces de la incapacidad de los generales y de que el ejrcito romano ya no es lo que fue y de que el legionario huye como un conejo, eran disparates. El motivo real de los fracasos era uno solo: al comienzo la City no invirti dinero en la campaa. El Senado haba cancelado sus arriendos de impuestos y rentas aduaneras. Slo cuando se los concedieron nuevamente, aun cuando en forma moderada como ahora, los magnates comenzaron a interesarse un poco por la campaa, facilitando los dineros a Pompeyo. Asia es el negocio de la City. Si no hay contratos de aduana en Asia, no habr democracia en Roma, dice Celer. Se ha permitido a Pompeyo una ganancia de veinte millones hasta el momento, y ahora no hace absolutamente nada por los bancos, que ya no se resignan a las ganancias moderadas que les proporciona la percepcin de impuestos y derechos aduaneros. Adems queda an por delante el gran negocio de la financiacin de las indemnizaciones de guerra! Los bancos romanos esperan, naturalmente, prestar a inters a las provincias conquistadas las cantidades que stas debern pagar como indemnizacin al Estado romano. Pompeyo tampoco se ha esmerado mucho en esos trmites. Resultado: gran hostilidad hacia Pompeyo en la City. C. se congestion detrs de las orejas cuando oy lo de los veinte millones.

20

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

18-8 Nuestra situacin financiera es desesperada. Comienza nuevamente la batalla contra los alguaciles ejecutores. Hoy hice un clculo de las deudas ms pequeas, que han asumido ya proporciones considerables. C. se mostr muy sorprendido del resultado final. He estado meditando sobre ese enigma que es el amor. Me admira poder amar a Cebio y, no obstante eso, no ser inmune (Glauco!) a los impulsos pecaminosos, puramente corporales. Es que las dos cosas no tienen nada que ver entre s? Es extrao! La resistencia de Pompeyo el Grande a la presin de la City ha repercutido en perjuicio hasta de mi insignificancia. Mis modestas acciones en el arriendo de impuestos del Banco de Comercio Asitico han descendido mucho. 19-8 Los esclavos que Pompeyo enva desde el Asia se mandan a remate en las primeras horas de la maana, para no llamar demasiado la atencin del pueblo, y evitar as aglomeraciones innecesarias. Hoy vi una de las caravanas. Eran unos 2 000 que trotaban por la Suburra, en lamentable estado y con un calzado excesivamente liviano para nuestros empedrados. A pesar de la hora temprana, a mi alrededor haba gran nmero de pequeos comerciantes y de desocupados (los primeros comienzan temprano con su trabajo para aprovechar bien las horas de luz, los ltimos se dirigen muy temprano a los mercados para adquirir sobras baratas). Todos contemplaban aquella larga caravana con expresin sombra. Saban que cada uno de los esclavos significaba una vacante menos para quienes buscaban trabajo y un cliente menos para quienes trabajan independientemente. 19-8 (por la noche) Acompa a C. a una reunin en lo de Lculo. Lculo vive, aun en verano, en sus frescos jardines a orillas del Tber. Los seores del Senado, invitados a la reunin, llegaban de sus posesiones rurales. Vi al dueo de casa en el atrio. Es un hombrecillo delgado que camina apoyndose en un bastn. Sigue siendo muy poderoso; ltimamente se ha comentado mucho en el Senado que el Oriente ya haba sido en realidad conquistado por l cuando Pompeyo lo relev, con sus nuevos poderes y con nuevos medios econmicos. Cicern habra dicho que ahora la fama de sus batallas palidece ante la fama de sus cenas. C. quera hablar con el pretor municipal, que tambin estaba invitado. Yo esperaba en el atrio con los papeles, la cpula es tan alta que es imposible iluminarla por la noche. El palacio est constituido, en realidad, por cinco palacios sucesivos. Se necesita una cuadriga para recorrerlo ntegramente. Prest un poco de atencin a las conversaciones de la servidumbre de los seores que coman adentro. Durante dos horas no se habl ms que de las nuevas adquisiciones (campos, villas, caballos, estatuas) que se haban hecho en verano en el crculo senatorial. Otra vez el botn asitico va a parar ntegramente al bolsillo de esos seores. Al escuchar esto resulta muy comprensible el descontento de la City. Slo haba unos cuarenta invitados, todos ellos terratenientes, militares, funcionarios. Sin embargo, es evidente que C. no consigui mantener su conversacin de negocios con el pretor. Queramos obtener una concesin para la construccin de un acueducto municipal. Era para un cliente que nos haba prometido una generosa recompensa. El secretario del pretor municipal me dijo con todo descaro: No pierda tiempo y vulvase a su casa con esas carpetas. No acostumbramos hablar de negocios durante la cena. Vi despus cmo se burlaba de C. con otros sirvientes del grupo. Todo el mundo conoce nuestra situacin. He estado pensando cunto menos xito tiene C. entre los hombres que entre las mujeres. Medio Senado ni siquiera lo saluda. Tal como lo haba previsto el secretario del pretor, no se me llam. Y cuando todos se retiraban me enter de que C. ya se haba ido.21

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

20-8 Hoy se produjo un incidente muy desagradable durante el recibo de los clientes. El gabinete, de trabajo est junto al atrio. El atrio estaba lleno de gente que quera hablar con C. cuando se present el almacenero Horus profiriendo amenazas desde la puerta de entrada, porque no se le abonaban 4 000 sestercios. C. no haba bajado an. Le pregunt qu deba hacer. Me pregunt a su vez si yo no poda adelantar aquel dinero. Adelant los 4 000 sestercios (mejor dicho yo puse 3 200 y Glauco me dio 800). 21-8 Las prdidas en vidas humanas que ha ocasionado la guerra asitica son terribles. Las listas de bajas se exponen en el Foro, entre dos bancos. Una fila permanente se mueve frente a ellas. Mujeres llevando nios de la mano buscan a sus parientes en la larga lista de nombres. Para leerlas contratan a desocupados que por imperio de la necesidad han aprendido a leer. Muchas de las personas que concurren a consultar esas listas vienen del campo. Si despus de recorrer la columna de nombres no encuentran el de su pariente, se sientan en un rincn del Foro y comen el pan que han trado consigo. Por lo general, regresan a sus tierras antes del anochecer pues no pueden pagar su estada en la ciudad y deben volver al trabajo a primera hora porque es poca de trilla en la Campania. 24-8 Nuestros comerciantes de las ciudades del Po se presentaron hoy como enviados por los dioses. A la cabeza de ellos vena el bueno y robusto Favella de Cremona. Los crculos comerciales del Po quieren desplegar una nueva campaa para la concesin del derecho de ciudadana a los habitantes de las llanuras de ese ro. Quieren que eso ocurra este mismo otoo, para las elecciones de cnsul. Hace tres aos C. pronunci discursos en todas las ciudades ms o menos importantes, especialmente invitado por las cmaras de comercio locales. Esos discursos se pagaban muy bien. Craso era a la sazn censor y C. renov, en aquella buena gente, las esperanzas de que se les concediera la ciudadana romana. Pagaron. Hace tiempo ya que su amor por la carta de ciudadana los ha convertido en una segura fuente de ingresos para la democracia. Por un tiempo aquellos pobres estuvieron bastante resentidos porque Craso no los incluy sin ms ni ms en los padrones, y aseguraron que C. les haba prometido demasiado. Sin embargo C. no tuvo la culpa. Si en esos momentos Craso hubiese dado ms participacin en las ganancias al viejo Catulo, su compaero de censura, ste endeudado como estaba no hubiera opuesto ninguna objecin; pero se le dio muy poco y por eso denunci la maniobra. Naturalmente, el derecho de ciudadana de las ciudades del Po qued en la nada. Lo importante es que ahora han vuelto. Despus de todo, la democracia es la nica que se preocupa por ellos. Ponen a disposicin de C. considerables sumas para la campaa. De vez en cuando vale la pena hacer poltica humana!, coment ste con entusiasmo no bien se hubieron retirado los comerciantes del Po. Otra vez estamos estudiando los planos de la pista de equitacin. Realmente, son esplndidos. Se cerrar trato. 29-8 Cebio me viene a decir, justamente ahora, que no le queda ni un as del dinero que le di el mes pasado. Para colmo, tiene que pagar un semestre de alquileres si no quiere que lo dejen en la calle. Su madre es muy desdichada. Cuando pienso que he arrojado todos mis ahorros a las fauces de ese almacenero! Lo peor de todo es que ya est volviendo a ponerse desagradable y no es el nico que est perdiendo la paciencia. No puedo reclamar ese dinero a C.! Qu har?

22

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

1-9 Los albailes que trabajan sudorosos en la pista de equitacin slo hablan de los grupos de choque de Catilina. Cada hombre que ingresa a ellos recibe una ficha con un nmero. Se han apropiado prcticamente de todas las tabernas de la periferia. Despus de la derrota de Catilina en las elecciones de cnsul del ao pasado se le consideraba terminado. Se deca que sus grupos de choque se haban disuelto por falta de fondos. Efectivamente, haban desaparecido durante el verano, pero ahora se hacen ver otra vez. Los operarios sostienen opiniones muy diversas. La construccin se ha confiado a una importante firma que trabaja casi exclusivamente con esclavos; sin embargo, emplea tambin algunos operarios libres para trabajos especiales. Estos ltimos estn, por lo general, en favor de Catilina, ya que ste incluye en su programa el abaratamiento del trigo y la condonacin de las deudas. A los esclavos les es indiferente. Cebio volvi por la noche para saber si haba podido reunir el dinero para el alquiler. Es un asunto muy desagradable. Tengo que quedarme con un par de sestercios... Sin embargo, le di para que pagara por lo menos la mitad de la suma (60 sestercios). Antes se venda trigo a bajo precio a los desocupados. Pero de qu van a vivir ahora? Debo recuperar los 4 000 sestercios que facilit a C. Se dice que el seor Cicern, el cnsul, est tambin de regreso en la ciudad. 2-9 Durante unas dos semanas estuve oyendo hablar otra vez de Catilina, aqu y all; pero ahora, repentinamente, ya no se habla de otra cosa. Me he enterado de que asisti a una concentracin en el distrito tercero, en la que habl ante la entusiasta aprobacin de los concurrentes en contra de los acaparadores y de los especuladores. Clama porque el botn asitico no se distribuya slo entre el Senado y la City, sino que hasta el ltimo ciudadano romano reciba su parte. Pompeya ha regresado en forma inesperada del monte Albano. Hubo una escena en el primer piso. Parece que ha odo algo acerca del asunto de Cintia. Mejor dicho, creo que no sabe el nombre, pero, eso s, sabe que nuevamente hay alguien. C. la pudo tranquilizar mostrndole la pista de equitacin, que an est sin terminar. Los vi juntos en el jardn, trepando entre las piedras de la construccin. Le dijo, naturalmente, que la est haciendo construir para ella y que se era el motivo de su permanencia en la ciudad. Despus de todo, es una suerte que la hayamos hecho construir. (Que los dioses bendigan a nuestros comerciantes del Po!) C. no est en situacin de tener desavenencias con su mujer. Si no fuera por las vinculaciones de su familia se nos tachara de la lista de senadores a causa de nuestras deudas. Pompeya regresa maana a las montaas. 4-9 Tambin el Verdn1 est ya de vuelta en la ciudad. Tuvo una larga conversacin con C. en la biblioteca. Cuando ste lo acompaaba hasta la salida, entr Crpulo, el comerciante en lanas. Pude or lo que respondi Craso al preguntarle Crpulo su opinin acerca de Catilina. Catilina es un hombre de talento y pertenece a una de nuestras familias ms antiguas dijo; por lo tanto est en bancarrota. La City lo sane cinco veces. Est dispuesto a firmar cualquier documento de crdito que se le presente y como jefe de Estado estara tambin dispuesto a firmar todas las ordenanzas que se le pusieran por delante. Desgraciadamente, tiene el don de la elocuencia. Mis inquilinos de los barrios ms pobres, que lo han odo hablar, ya no pagan alquiler. Creo que nos va a dar bastante que hacer. Ms tarde, C. coment con tono displicente que para impulsar a los pobres a una revolucin crea menos en la elocuencia de Catilina que en la de las manchas de verdn de las barracas de Craso. Y no olvidemos tampoco los precios que nuestro Crpulo pide por sus telas de lana aadi. Estas frases las ha aprendido de Alejandro, el bibliotecario de Craso.1

Apodo de Craso quien posea en la ciudad muchas casas de alquiler. La gente lo identificaba con el verdn que pululaba en muchas de dichas casas. 23

Los negocios del seor Julio Csar: Libro Tercero

Bertolt Brecht

El dinero de los comerciantes del Po an no ha llegado, desgraciadamente. El sobre que entreg personalmente el buen Favella, hace tiempo que est vaco. El alguacil ejecutor Mummio Spicer amenaz hoy con prendar los muebles. Lo hizo durante la hora de recibo de los clientes. C. convers con l por espacio de un cuarto de hora. Habla de igual a igual con esa gente sin la menor reticencia. Si se le hace alguna observacin responde: No sea tan poco democrtico, mi estimado Rarus. El asunto con la esbelta Cintia est pasando rpidamente a segundo plano; hoy lleg al vestbulo una dama bastante vistosa (pelo empolvado de rojo). Quise saber quin era y sal a ver su litera. Era comn de adquiler (!). La cena dur tres horas. 5-9 Subida de precios, huida de capitales. Una medida de trigo cuesta un denario y medio. En junio costaba un denario. En cada barco que parte se van cargamentos de oro y de plata. Sin embargo la cosecha siciliana ha sido magnfica este ao. Hoy, en la hora de recibo de los clientes, o a uno de nuestros agentes martimos que deca, a propsito de la huida de capitales: Los lingotes de oro se aprietan la tnica alrededor de sus robustos miembros y suben sombramente a los barcos. No tienen confianza en el gobierno. Pero, el del seor Cicern, no es acaso un gobierno puesto por la City misma? Pese a todo, los valores asiticos estn repuntando un poco. 6-9 Glauco es catilinista! Hoy me lo confes. Hace ya un ao que lo es. Su antiguo seor lo vendi por esa razn. En realidad como l dice, lo nico que hace es dar lecciones de esgrima a los miembros de los grupos de choque. Sin embargo, comparte sus puntos de vista. Los grupos estn militarmente organizados y se renen en forma peridica. Glauco dice que lo que quieren es un gobierno ms fuerte y estn dispuestos a luchar contra