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Ficciones Lorenzo Balk

Breve ensayo sobre Ficciones

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Ensayo breve que trata de describir a las ficciones desde diversas concepciones y modos de operar.

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Ficciones

Lorenzo Balk

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Vivir, es combatir contra los

seres fantásticos que nacen en

las cámaras secretas de nuestro

corazón y de nuestro cerebro…

Ibsen.

Quizás siempre hemos vivido en ficciones como realidades

alternas a nuestras incautas vidas. Nos esforzamos por ir de

lo real al modelo ficticio, en un plano hecho por nosotros

para nosotros mismos y para cualquier otro digno de nuestra

confianza. No está limitado solo y exclusivamente a una

construcción paralela y copia conceptual de la realidad, es

una mezcla de su autor, de la imaginación, del miedo, de los

sueños, de la colectividad. Presumiblemente también está

construida de las ficciones de otros y los anhelos más

profundos. Las ficciones son el nuevo problema de la era

contemporánea, ya que se han convertido en el refugio por

excelencia de las nuevas generaciones con necesidad y hambre

de reconocimiento, apostando por un modelo que evoque las

características más sobresalientes y nobles de los héroes de

la vida diaria. Surgen de un modo peculiar, ya sea por la

actividad de desmembramiento copioso, determinado por nuestro

alcance y agudeza intelectual, así como también por la

capacidad de asimilación. Una vez hecha es inútil resistirse,

aun mas negar su presencia, no hay modo de cuestionarla,

porque existe y este hecho basta. Una cosa es cierta, se

constituye de un hilo lógico, de una llave única para su

entendimiento, no da lugar al caos, no para su autor, pues él

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es único que decide y controla ambos planos: el real y el

ficticio.

Quizá como un leviatán, vive de muchas formas, mismas de

las que se especializa, sostiene sobre los hombros mil

rostros, razón por la cual nadie conoce a la ficción de la

misma manera, aun así, sin cuerpo, busca y acecha,

penetrando, como la raíz al suelo, al cuerpo que decide ser

su incubador, su protector acérrimo. Su relación simbiótica

con su portador es tan estrecha, que si algún día decidimos

separarla de su existencia, ésta amenaza por dejarlo sin

identidad y sin la propia esperanza de seguir adelante, -el ó

ella no sería nada-. En el “terror y la piedad” Schwob,

señala que el organismo consciente tiene raíces personales y

profundas; pero la sociedad ha hecho que en él se desarrollen

tantas funciones heterogéneas que ya no podríamos separarlo,

sin matarlo, de estos miles de pezones por los cuales se

alimenta. No es del todo descabellado pensar que se ha

extendido a todos con este método, un modus operandi simple y

efectivo. Ofrece mucho con la cuota de no desaparecer.

Ilusiona con alcanzar a comprender lo que no quiere ser

descifrado y accionar lo difícilmente accionable. Forma

entonces parte de nosotros mismos. A veces es una mano que

escribe, una cara que sonríe e igualmente llora, una mente

que piensa, un robot ante el mandato de las circunstancias de

un presente desinteresado, en otras personifica la diplomacia

y el dialogo en silencio que tiene su creador con el

espíritu. Las experiencias menos alentadoras encuentran punto

en aspectos negativos de la personalidad humana, ficciones

que encierran y obligan, sofocan y liberan en extremo,

confunden y vuelven tercos.  En ya variadas ocasiones, en las

que medito sobre ello, se me acerca a la mente el concepto de

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la serie anime de “Bleach”. La historia nipona en mención

ilustra la idea esencial. Trata de los dioses de la muerte –

Shinigamis- y su espada (sables) –zanpakto- con espíritus

indisolubles, ligados uno al otro, como dos centro de

atracción recíprocos. Las cualidades de la zanpakto son

determinadas por las características del alma del shinigami,

es por así decirlo, un reflejo profundo del corazon de éste.

La ruina y el éxito de los dioses de la muerte es determinado

por la madurez de la relación de ambos y esto mismo sucede

con las ficciones en las que funcionamos. El mismo creador

del ensayo, Michel de Montaigne, reconoció que “fortis

imaginatio generat casum” -una imaginación robusta produce

los acontecimientos- idea por la cual identificaba, al ser

con intelecto, como creador de sus propias realidades, o

acontecimientos como él precisaba, por lo que fortaleció un

dicho popular muy empleado por sus contemporáneos:

El yo es el mayor laberinto.

No es de extrañar que otras culturas hayan ya meditado en

ello. Por ejemplo, en las sociedades orientales, aparece una

descripción de Buda sobre la realidad, llamada por él mismo:

ilusión. La verdad y la ilusión son aspectos que confluyen en

una sola cosa,- en un solo camino-, la realidad. Importa,

desde luego, la verdad absoluta y nada más, empero, al igual

que Buda, la búsqueda de la verdad esta aun vigente. La

verdad, tesoro muy apreciado, se puede conseguir por diversos

caminos, pero ninguno de ellos es más rápido que otro. A lo

largo de las eras los Budas predicaban que las únicas formas

aceptables para dejar las ilusiones del mundo físico y mental

y obtener la verdad, son por medio de la compasión, la

ecuanimidad y la meditación. Compasión y ecuanimidad nos

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lleva al camino de libertad y del desapego. Es obligado

también, cuando hablamos de Buda, remitirnos a su acto

característico: la meditación. La labor principal de la

meditación es apartar el estorbo que causa la cotidianidad,

liberar la mente de las ataduras de los placeres mundanos, no

excluyendo el comer mas allá de lo que necesita el cuerpo y

la concentración de objetos y cosas, incluso el pensamiento

mismo. Una cultura de la autorealización.

Creo que en ésta, “abstracción metódica” o “hábito de

vida”, en la acción de despojarnos de todo por lo que nos

sentimos alegres o infelices, fuertes o débiles, poderosos o

humildes- se encuentra la verdad, ya que todo lo demás es una

y simple llana ficción. Todo Buda debía de entender esto,

como acto básico de su grandeza. Quienes aspiraban a ser un

Buda saben que al hacer meditación no se tiene el objetivo de

alcanzar la iluminación, aunque esta condición es la que

realmente se espera, pues dicha condición es indispensable

para que un humano ordinario y desconocido, se convirtiera

en un Buda en la totalidad del concepto. Por ello, Monjes,

ilustres y sabios, todos ellos impensando sin la figura del

tiempo, apartándose, alejándose, confinándose en su propio

ser e invocando al estado natural, -de dónde se proviene-, se

entra en meditación, mezclándose en una danza de quietud,

ritual de intenso sabor a la nada, sin objetivo preciso, se

confunde con el todo, se pierde en un estado que no es sueño,

pero tampoco tiene consistencia real, la dimensión física es

la misma, el universo no ha sufrido cambio alguno, y entonces

viene, -para la persona-, sin esperarlo ni forzarlo, algo

maravilloso. No es luz ni conocimiento, es la verdad, es

comprensión y entendimiento, de todo cuanto existe, sin la

noción de tiempos y en la que entonces mostrarse tal cual su

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verdadera imagen, en el que los colores no importan y las

formas pasan a segundo término, el verdadero hombre aparece.

No hace falta explicar esto o aquello, solo se sabe de él

como si fuera parte de uno mismo. En éste estado no hay

cabida a la ficción, porque esta se desmorona ante la verdad.

Rayana esta ultima explicación entre lo imaginario y lo

especulativo, ya que han sido tan pocos aquellos que han

alcanzado este deslinde supremo de las ficciones. Acerco una

reflexión no muy remota al modelo de la meditación:

“La purga de las pasiones, tal como lo

entendía Aristóteles, esa purificación

del alma, no era, tal vez, nada más que

la calma que vuelve a un corazón

agitado.”

Sin embargo, la noción y búsqueda de la verdad, como

únicas armas contra las ficciones, no es único de las

culturas orientales. En las sociedades judeocristianas, el

concepto de la ficción o ilusión aparece bajo un conjunto de

características, -individuales- como una aceptación a la vida

y la muerte, en la experiencia de la riqueza y la carencia,

una moral decadente, los juegos de poder, la perdida de la

identidad, entre otras o –con un sentido más generalizado-

como las concepciones amorfas de la vida identificadas con

arquetipos universales, como el hambre, la pobreza, el dolor

y sufrimiento, la desigualdad, la tristeza, la felicidad o el

amor. Empero, parece que es en estas últimas facetas, en

donde estas culturas encuentran sentido verdadero de las

cosas y de la vida misma. Explicado de otro modo, existen,

entre nosotros personas de un bagaje basto de experiencia,

con una sabiduría sobre los episodios multiformes de la vida

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que pretenden cambiar con los hechos propios de humildad y

comprensión, las nociones dichas con anterioridad, por lo que

evidencian una generalizada noción del concepto del buen

camino. Al saberse conocedoras, su actuar se hace distinto.

Siguen caminos en los que no es necesario llevar nada consigo

mismo, emulando el agua en un rio, como si trataran de

hacernos saber con sus actos, que no importa nada, y que al

final nos espera algo más grande, así como el agua de un rio

que desemboca en un océano. Su actuar insulso elude cualquier

desperfecto y entonces sucede. No hay meditación, no hay

quietud, solo otro camino. Un camino alternativo. Quizás, en

la grandilocuencia y finuras de sus actos, en el sufrimiento

de la enfermedad y la heridas, en las carencias y errores,

encuentran respuesta: la verdad absoluta. No interesa,

entonces, devaneos efímeros de la conciencia, emociones

artificiosas, e insoslayables conductas sin sentido salvo de

esos afeites llenos de memorias olvidadas y experiencias de

vivida narrativa. En alguna parte del proceso, la fe y la

esperanza, la justicia, el perdón y sobre todo el amor fungen

como caminos que liberan de las ficciones y constituyen parte

de la identidad judeocristiana. Recuerdo una cita de gran

sensibilidad de Marcel Schwob acerca de ello:

“El hombre aprende a apiadarse después

de haber sentido todos los terrores,

después de haberlos concretizado y

encarnado en los pobres seres que lo

sufren.”

Por eso creo y no exagero al señalar que como Buda y los

fundamentos de su doctrina (compasión, ecuanimidad

meditación) o como la filosofía judeocristiana (de la fe, la

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esperanza, la justicia, el perdón y el amor) encuentran punto

de fusión y convergencia en la búsqueda de la verdad mediante

inmersiones al origen, en la naturaleza, en la vida

individual y en la comunidad, regresando a la conciencia.

También son respuestas a circunstancias no muy ajenas a la

realidad de los tiempos, en la que la condición del hombre

esta determinada por la escasez y la necesidad. Alejar

aquellas ficciones que menguan la voluntad y visión es una

tarea de siempre, como la búsqueda de la verdad y el

mejorarse así mismo.

Ya en otra esfera del conocimiento humano, -la ciencia-,

Ruy Pérez Tamayo, en Notas sobre la ignorancia médica y

otros ensayos, aclara, -al elaborar una descripción sobre la

imagen del científico, sobre la búsqueda de su verdad: la

verdad científica y como paradigma de objetividad.- se da

cuenta que en el proceso se hace uso y contribuye la

imaginación individual (un subjetivismo) como detonador de

conocimiento, por lo que es desde su punto de vista

filosófico, erróneo e históricamente falso señalar con rigor

científico, el desborde de objetividad que predica, pues

siempre habrá un sujeto y un intelecto que discierna sobre

los problemas del mundo físico, y para lograr el objeto que

se pretende, habrá que echar mano de cualquier otra facultad,

como lo es la imaginación y creatividad.

Siguiendo con la idea primigenia, eludir, simular,

aparentar, cubrir, apartar, desconocer, actuar son términos

que se convierten en sinónimos que denotan ficciones y cada

una encara un rostro no muy ajeno de ésta. Las ficciones se

aferran al humano como el humano a sus pasiones. Se

transforman en bivalencias que no convergen. Desmembrarla no

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sirve de nada, pues seria una filfa para nosotros. El mayor

temor del hombre es que las ficciones se conviertan en

dualismos eternos y repetitivos y que al mismo tiempo

sustituyan la pobre voluntad de su incubador o portador, por

un actuar paralelo a su deseo, ferviente a los imperativos

habituales de la circunstancia, peor aún, miedo en el andar

de la vida férrea, cuando al pisar sobre arena, no se deje

huella. Importa también que nuestras ficciones no borren

nuestras conquistas o propicien un olvido en la memoria de

las cosas. Quizá entonces, mantenerse alerta podría servir de

mucho, para no caer al vacío oscuro y profundo del olvido,

para no vestir el traje de la irreconocibilidad otorgado por

nuestra propia ficción. La mente escrutadora puede ser cauta

pero se desentiende ante el largo proceso de desarrollo de

este mal que no renuncia a extinguirse, una vez infectado el

portador. No causa extrañeza el aspecto oscuro de la ficción

cuando ésta se aparta del control y se desborda del ser

portador, por lo que:

“Ya a la suma de las desgracias del

hombre de la actualidad, se adhiere la

ficción como la más compleja”

El soliloquio armado de las descripciones ulteriores

permite hacernos creer que la ficción, como una mascara del

pensamiento, no tiene una rienda que pueda ser dominada por

algun individuo de conciencia humana, pero esto no es cierto,

las ficiones, como otras caracteristicas del pensamiento

estan gobernadas por la voluntad subyugante del individuo,

quiza ésta sea la verdadera enemiga de aquella. No existe

raigambre perdida entre la voluntad y la ficción, ambos son

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un bodrio primitivo, una secuela y producto de la cosmogonía

histórica del hombre.

Quizá en el “Ensayo sobre la ceguera”, José Saramago, fue

el único que distinguió, sin miedo arrepentirse, los daños

que causa no poder ver más allá de la literalidad de la

realidad y de las consecuencias engañosas de las cosas.

Narrativamente fue describiendo la condición de un hombre que

de pronto y de la nada padece una forma extraña de ceguera

que no tiene antecedente alguno en los libros y en las

historias de los antiguos hombres, aunque se encontraba

oftalmológicamente bien. Su lenguaje retorico, abusando de

nuestro intelecto, forza a comprender el verdadero sentido de

la historia. En términos sugestivos, Saramago perfila la

importancia de la voluntad y la pérdida de la misma ante las

ficciones contemporáneas. Indudablemente un texto revelador,

y quizá mas concientizador que revelador. Con clara lucidez,

el escritor, a propuesta de proverbio, señala:

“aquella noche, el ciego soñó que

estaba ciego”

Entonces y quizá, ¿Será cierto que soñamos en cosas

producto de nuestras propias ficciones y por tanto soñamos

simulaciones, un mundo ciego? Resulta lógico pensar que como

ya adoptamos a las ficciones, en sus diversas formas, como

parte constitutivas de nuestra vida, merece la pena seguir en

ellas y sobre todo, continuar cultivándolas para ampliar su

dominio, ya que es la única manera se seguir superándonos. La

verdad que esto es un sofisma lóbrego. Solo hay que

reflexionar, si de verdad esto sirve, pues en el término de

todo proceso, las cuestiones y los conceptos mas sólidos

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persisten ante aquellos que amenazan la consistencia y

redundan, aparcando la realidad. Saramago abre las puertas a

los hombres, pretende sembrar en ellos la fuerza ante el

miedo de reconocer sufrir ceguera, frases como “Mírame estoy

ciego”, condensa un alto sentido de impotencia y futuro, pues

nos hacemos chiquitos ante la frase ya que no es un porvenir

alentador, declarado como un juego desconocido y tramposo,

caleidoscópico.

Aunque, es cierto que todos los individuos recorren

simultáneos modos de aceptar su propia ficción, suele pasar

un intervalo de tiempo más o menos razonable para que ésta

sea identificada. A veces ocurre en la etapa final de su

cometido, otra en sus inicios. Sin embargo, la primera vez

que identifique a una ficción, fue en el momento en que ésta

hacia su trabajo. Cubierta de una indiscutible verdad,

arremetió contra mí haciéndome creer que todo a mi rededor

era perfecto, con una mecánica fluida y armoniosa, mis actos

se tornaron uniformes y gratos. No levantaba sospecha, todo

compaginaba, todo era incuestionable. Al paso del tiempo, ya

no podía encontrar detalles a mejorar de esto o de aquello, y

aun seguía pensando que avanzaba, pero el rumbo era nubloso.

Normalemente no recuerdo, -cuando me atrapa, sin más

aviso, la ficion- que la voluntad original, existente por la

sola presencia de un intelecto que pueda guiarme. No hay duda

de que pueda serlo, pero en el momento no es tomado en

cuenta, gracias al sonambulismo mentiroso de la ficcion, que

nos mantiene atados a una realidad caleidoscopica llena cosas

que amamos. Pocos tienen el valor de aceptar su incapacidad

para acercarse a la distincion entre verdad y mentira o

imaginacion y sueño. Aunque, son menos todavía quienes, tras

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haber reconocido su forma de ficcion, se atreven a

aventurarse ante la realidad, vivir en ella , como si no

pasare nada, hacer una agenda y romper los esquemas de la

tranquilidad y ser otros, a pesar de que en si mismos,

conocen los limites del control de sus propias mascaras como

el titiritero ante su titere, es por tanto, una muestra de la

exaltacion propia, un exceso de confianza, al conducirnos en

estos parametros peligrosos que tocan el espacio del

infortunio y la desgracia.

Sin embargo hay quienes, como genios y talentosos, pueden, en

verdad hacerla de jinetes de este modelo, dando lugar a

personalidades bastas en diversas areas de la ciencia,

filosofia y la creatividad, ellos mismos conciben que es como

un juego, que conociendo el modo de conducirse, las reglas

precisas, las consecuencias son muy alentadoras, y porque no

decirlo, maravillosas. Resulta que quienes han conseguido

dominar su arte, mente y cuerpo, aun en forma principiante,

son diminutos en numero ante la cifra que desborda arabigos.

Ya lo mencionaba Julio Verne al mencionar "que todo lo que

una persona puede imaginar, otra podran hacerlo realidad" y

en verda estaba en lo cierto. la ficcion pude servir para tal

proeza.

Quizá queda por decir, que la actitud y la reacción ante

ciertos eventos detonan patologías saturadas de emociones y

resultados, bien negativos o bien positivos y en mayor medida

a la evolución de las ficciones.

Del sugerente y especulativo termino Ficción

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Ahora bien, no ha de causar rareza que hasta este punto,

considere que un loco vive en una ficción simultánea y los

cuerdos en simultáneas ficciones. Tampoco he precisado la

terminología, el nombre dado, el vocablo usado para este

fenómeno colectivo que he llamado “ficción”. En primera me he

disgustado con mi diccionario, le he discutido sobre su

semántica que le concede a esta palabra, ¿porque la compara

con la imaginación o la mentira? ¿No conoce lo suficiente de

ella? Parece que no ha pasado por los terrenos de la

psicología humana, o ¿será que la desprecia? O generaliza y

no quiere ver nada con ella. En fin he aceptado

momentáneamente su descripción:

“ficción: creación de la imaginación.// simulación.”

¿No le ha de faltar precisión? ¿Que Sera una ficción

entonces? Los griegos la llamarón persona, reflejo de la

importancia directa de las obras dramáticas helénicas, pues

persona denota literalmente una máscara usada por el actor en

el drama y tragedia. Una ficción es una creación de la

imaginación, pero también de las circunstancias, es un

método, una máscara –como ya dije, a la muy sazón griega-,

una mentira constructora de imagen (para ser por un tiempo

una forma superior o simplemente distinta), un paradigma, una

ilusión, una herramienta del que hace uso la especie humana

para vivir una vida que no es vida, para tener más

posibilidades de encontrarse con el éxito o con los mayores

problemas, es la bebida para sobresaltar su yo y el espíritu.

En adición, también es simulación, pero es una forma.

Forma que corresponde a una de las caras del leviatán, un

método por el que la ficción hace su trabajo hacia con el

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humano. Ya en El Laberinto de la Soledad, Octavio Paz, somete

ante su análisis y escrutinio dicho termino y le confiere un

contraste al señalar:

“La simulación es una actividad parecida a la de los

actores y puede expresarse en tantas formas como

personajes fingimos. Pero el actor, si lo es de

veras, se entrega a su personaje y lo encarna

plenamente, aunque después, terminada la

representación, lo abandone como su piel la

serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida

de sí, pues dejaría de simular si se fundiera con su

imagen. Al mismo tiempo, esa ficción se convierte en

una parte inseparable —y espuria— de su ser: está

condenado a representar toda su vida, porque entre su

personaje y él se ha establecido una complicidad que

nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio.

La mentira se instala en su ser y se convierte en el

fondo último de su personalidad.”

Y agrega semántica de incuestionable soltura:

“SIMULAR ES inventar o, mejor, aparentar y así eludir

nuestra condición. La disimulación exige mayor

sutileza: el que disimula no representa, sino que

quiere hacer invisible, pasar desapercibido —sin

renunciar a su ser—. El mexicano excede en el

disimulo de sus pasiones y de sí mismo. Temeroso de

la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve

sombra y fantasma, eco. No camina,se desliza; no

propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja,

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sonríe; hasta cuando canta —si no estalla y se abre

el pecho— lo hace entre dientes y a media voz…”

A diferencia, de las palabras del ilustre, simular se ha

transformado de un remedio efectivo para aquellos que quieren

ser invisibles o desaparecer, a uno que permite adoptar una

forma distinta que no trata de desaparecer la forma

primigenia que da origen, es una forma de experimento con el

único sentido de que se reconozca, se aprecie y se valore.

Luego entonces, las ficciones evolucionan y se transforman.

Las ficciones reformulan sus postulados y estructuras para

seguir vigente.

El desmán de mis palabras es absurdo, pero tiene validez.

Mi amigo el diccionario –por muy conocedor que sea- le falta

salir por el mundo, conocer por experiencia propia las cosas,

nombres y usos, y cómo dichas cosas se incrustan en las

memorias y materia del alma. Quizá así este sea el mejor

diccionario, un diccionario maduro, el deseado por todos.

Pero aun siendo un sujeto con buen talante, no dejara atrás -

ni por un minuto-, su naturaleza. Nació para ser la autoridad

de las letras y las palabras. Nació para corregir. Sin lugar

a dudas, él ya es víctima de la ficción, su máscara es la

formalidad y la autoridad. La flaqueza de saberse parte del

juego de la ficción, radica en que acepta sin

cuestionamientos su pasado y su futuro, pues cumple con su

cometido. Rabindranath Tagore, bengalí, merecedor del premio

nobel de literatura, ya habia meditado acerca de esto,

enarbolo y limito el concepto en un perfil que deja que

desear por su generalidad arrolladora:

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“la realidad, con su sentido mal leído

y el énfasis mal situado era una

ficcion.”

Más que asociar al termino ficción a un conjunto de

fonemas y grafos de una cultura determinada, éste deriva de

un proceso no relacionado con un modelo lingüístico, aunque

no me imagino los eventos de los hombres antes de la

historia, hombres en cavernas viviendo en su individualismo,

frente de un muro pétreo y hiervas alcaloides y colorantes,

forjándose ideas extrañas que posteriormente imprime y salen

a la luz del tiempo como pinturas rupestres descriptivas de

un periodo lleno de instintos. Quizá las pinturas rupestres,

son una impresión de la viva imagen de las ficciones de

antaño. No hay duda de ello. La idea queda en una deducción

con falta de sustento.

No es necesario plantearnos el origen de la palabra o del

uso de la misma, pues plantearía una encrucijada llena de

vorágines escondidos en el origen del hombre, porque si bien

he planteado, desde el nacimiento de él y su capacidad de

raciocinio, surgen las primeras manifestaciones del fenómeno,

entonces:

“El origen del concepto de ficción se

oculta en la misma bruma prehistórica

que nos impide ver con claridad el

nacimiento del hombre.”

Los dualismos forman parte del fenómeno silencioso de la

ficción. Es la forma más estilizada y eterna de ésta. Todos

convivimos en dualismos. En una dubitación quejumbrosa, el

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hombre siempre está obligado a elegir en dos direcciones.

Optar por una o por la otra es el dilema. Varias especies de

dualismos atrapan y ahorcan desmedidamente, sumergen pero

dejan respirar, carcomen el alma por su perpetuidad, en su

sendero, hay que conducirnos con cuidado. No se limitan al

espacio relativista, consiguen ir más allá de él. Los

dualismos son la representación más pura de la ficción. Una

dualidad omnipresente e irreductible, todas ellos medios de

escape de nuestras situaciones. El humano enfermo de

ficciones, vive empedernido en dualismos subyugantes que

tildan en la agnosis, y degeneran en una amaurosis (tiniebla

total). Circunspecto en su entorno, el hombre crea y destruye

incesantemente, en la danza eterna. Entornos que, de la mano

de un estilo único que cansa y lastima, culturas como la

mexicana y la india, toman de la ficción sus características.

Ambas llenas de dualismos, ambas llenas de arquetipos

universales. La vida y la muerte, pobreza y riqueza, orden y

desorden, justicia e injusticia, son representaciones muy

conocidas. Los dualismos son el eterno problema de las

comunidades avanzadas, e intentan desaparecer, pero en su

intento, solo pierden energía y crean aspereza. Suprimir los

opuestos y complementos, crea confusiones que destruyen lo

que tanto trabajo ha tomado construir. La comunidad humana lo

sabe y prefiere convivir y llevar de la mano un símbolo dual.

Para dejarnos de esta mentira que se pierde en la unidad

de la continuidad, resulta interesante lo siguiente:

“Dioses y budas, antepasados y

fantasmas, demonios y ángeles, ninguno

de ellos puede vivir tu vida, o morir

tu muerte. Tampoco la capacidad de ver

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el futuro o de leer el pensamiento de

los demás te mostraran tu verdadero

camino. Esto es lo que he aprendido. El

resto lo deberás descubrirlo tu.”

Susume-No-Kumo

La simulación de continuidad es el hipnotismo imperante,

el ir y venir, cual ola en playa, provoca la sensación de que

se avanza en la arenas del tiempo. La actividad que satura,

en el día y la noche, permite crear un olvido que cubre en

días e incluso semana y años, los descontentos que crean las

ficciones. Aun en el final de lo días, cuando la vejez se

instala, convierte al sufrido en símbolo de experiencia y

sabiduría, pero no en un libre y convencido de su camino.

Dudoso busca, aunque un poco tarde el último aliento, que

regrese la sensación de un “benne facto”. No quiere recibir

un remedio de quienes aseguran que es la solución a sus

síntomas y malestares, aun sabiendo -que aunque exista un

sentido egoísta de conservación en ello-, el resultado es el

mismo: el vacio, la nada. También sabe, que dicho placebo

mostrado como cura a muchos hábitos y síntomas, encuentra su

identidad en la ficción al momento de que este logra

manipular las percepciones del individuo y su sintomatología,

y logra entonces su cometido: ubicar al paciente en un plano

artificioso pero efectivo. El final entonces estará a los

pies de la ficción; guerra perdida será. El abatimiento que

esto ocasiona es terrible. Llevarlo al cadalso no importaría.

Por ello lo siguiente:

“Si todas las condiciones de la vida

humana pudieran ser determinadas y

previstas, podríamos calcular los actos

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de los hombres como si fueran eclipses.

Escribió Kant”

En una explosión razonada, es mejor prevenir al futuro

lector de tan malvado fenómeno, para que no pase

desapercibido, para que no dañe más de lo que tenga que

dañar, pero como hemos visto, algo puede escapar de las

descripciones y la ficción, como el leviatán de mil rostros,

puede tomarlos por sorpresa, porque aunque se conoce sus

características y parte de ella, quizá pueda apelar a la

voluntad del hombre, a los más profundo de si, o quizá

también, hacer un pacto de raigambre confusa, como profeta,

bien les digo que el pacto es algo que hasta por hoy no he

visto, seria la novedad, y ante su desconocimiento el actuar

sería temerario y lleno de desperfectos. En este punto nos

convertiríamos en una tela blanca, en el cual cualquiera con

color en mano puede pintar. En el comienzo del prologo de “El

libro de los sueños de Jorge Luis Borges, existe una cita

maravillosa de Joseph Adisson, extracto del ensayo el

“Espectador”, elaborado por éste ultimo: “he observado que el

alma humana, cuando sueña, desembarazada del cuerpo, es a la

vez el teatro, los actores y el auditorio, podemos agregar

que también el autor de la fabula”. La imaginación y los

sueños son hermosas ficciones que pueden llegar a ser

realidad, pero todo depende del sujeto quien sueña, pues al

igual que el pensamiento de Adisson, el hombre con intelecto

no necesita un cuerpo para poder hacer realidad cual

fantasía, ya sea en una puesta en escena, llena de actores,

con mensaje o sin él, pero si un auditorio que pueda

reconocer esa tarea o trabajo, ese esfuerzo. Aun que existan

voces que expresen que lo más importante es que el soñador,

este satisfecho con su sueño, siempre he dicho que el

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trasfondo humano, el sentido de comunidad, el espíritu del

Homo Politikon, siempre emerge de los instintos.

Quizá, como escritores vertimos nuestras ficciones en

innumerables mundos, de distintas naturalezas e historias, de

fantasías y sueños, de imaginación y magia, superstición y

cultura, y entonces ya terminada nuestra obra, la sometemos

al escrutinio del deseoso de lectura e invitamos a que se

pierdan en ella, en los fantasmas de su herencia. Pues es la

única forma de quedar satisfechos de las ficciones impresas.

Como escritores, somos los máximos exponentes –en papel- de

las aspiraciones, de los miedos y alegrías, de los universos

de de la cultura, de la finura grandilocuente de quienes nos

rodean, e incluso de aquellas entidades que tienen

consistencia propia, los fantasmas y libros olvidados.

En la tarea del escritor –la literatura y las letras-

hizo nacer seres terribles desde los secretos de su corazón y

de su mente, pero al igual que surgieron seres de maldad

también favorecemos la balanza del orden y equilibrio, y con

antagonismo, creamos destellos de seres mágicos, amigos,

todos ellos, de lo bueno. Le damos matices detalles que

pecan en barroquismos perfectos. El escritor entiende desde

lo más profundo los sentidos de la vida, los dualismos y las

ficciones, y los arquetipos universales de la vida y la

cultura. Quizá, si el escritor –al cabo de los años, de una

vida de letras- se diera cuenta que no alcanzo a comprender

estas ficciones, ¿dejaría de ser escritor? Es una respuesta

enferma de ficción, el escritor lo sabe y conoce que en los

logros y acciones, la diferencia y el parecido son solamente

puntos de vista, una apariencia.

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El “homo contemporaneus” se perfila en una nueva era que

perfila a cambiar, rompe el estilo de los del ayer, pero al

mismo tiempo trata de darle continuidad armónica, no puede

por tanto, ser como el ciego frente a una obra de arte, o el

sordo ante una orquesta, ni mucho menos padecer ceguera ante

los nuevos retos. El reto es no enfermarse de ceguera o de

ficción, de apariencia o de personalizar un arquetipo.

Los sueños, superstición y la magia son modelos de

ficción de antaño, ya que parten de lo inexplicable,

condenados a desaparecer ante los modelos de la ciencia. El

único refugio se encuentra en la cultura y el nebuloso

folklor de los pueblos, lugar donde encuentran identidad y

fortaleza. El poco tiempo que han estado entre nosotros han

sido bivalencias que torturan y matizan los pasajes de la

historia, personalizando al mejor postor, pecaron en los

extremos. Pero ya está dicho que en algún momento del hilo

del tiempo las ficciones desaparecerán ya por la necesidad ya

por sus excesos.

Para concluir, a la intemperie del mundo, huérfanos en la

realidad, el hombre se aventura en soliloquios mezquinos y

ruines que trastocan peligrosamente límites de la identidad

de los conceptos, no espera definirlos, espera cruzarlos sin

creatividad, para producir lo que desea, pues muy egoísta,

acepta su superioridad sobre las demás especies, tratando de

concebir un modelo semántico universal de su concepción. En

sus frases fulgurantes y seductoras, trata de hacer creer a

los demás y mentirse a sí mismo de lo que es, inconsciente de

ese hecho intenta vivirlo como real, sea como sea, esto

origina sus problemas. Es por eso de que en cada lugar en la

historia existan procesos de ajuste amplios y concientizados,

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son momentos en el que se despierta del sueño quejumbroso que

ha provocado la simulación y la apariencia, los misterios de

la cultura y superstición, los sueños y las realidades, la

magia y la imaginación. Es verdad, gustosos estamos de

haberlos creado; gustosos estamos de haber pasado entre

ellos, gustosos estamos de vivir aun con ellos. Excita

nuestra hilaridad, también es verdad.

Quizá, luego entonces, no importa si vivimos un mundo de

un segundo plano en una soledad muy personal, creada por

nosotros para nosotros. Mundo creado y formado por el

desmembramiento, tomado de conceptos a nuestro alcance, no

importa si con esto damos con un leviatán de mil rostros y

multiforme del que todos saben su existencia pero nadie se

atreve a señalar por temor a equivocarse. No importa como

proceda, pues ya está entre los nuestros, pues ya funcionaba

antes del nacimiento de nuestros padres. Su tradición y

método le permitió cubrir una geografía extensa, abarcando

individuos de culturas y filosofías diversas, hasta la

ciencia de hoy tiene un poco de ella. La ficción conoce muy

de cerca los bordes de la desesperación que desencadenan los

arquetipos universales, también conoce las emociones más

bellas del hombre. Cualquier método para apartarnos de ella

toma importancia cuando deseamos comenzar un segundo camino,

meditar, o tener fe y esperanza, encarnar e perdón se es

suficiente. No hay espera y tiempo para preámbulos

innecesarios. Al tratar de definirla nos encontraremos con su

poli semántica de raigambre perdida. Aunque encontremos

confusión, su identidad siempre estará definida, hay que

estar alerta para no caer en una ceguera extraña, o una

simulación bien camuflada en la realidad de las cosas, ya sea

en dualismos o bivalencias que nos esforzamos a desaparecer o

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reconciliar. Recordemos en estos momentos, que son parte de

la continuidad, que como una unidad se constituye en el hilo

del tiempo. No seamos como aquellos que dejan al viejo en un

cuarto forrado de olvido, medicándolo con placebos

mentirosos, que martirizan la transferencia del viejo a su

segundo camino. Simulemos al escritor en el actuar de la

vida, vertamos las ficciones en las cosas más simples en

nuestros alrededores, pues finalmente son una creación de

nuestra mente y pensamiento. Creemos memorias que no denoten

nuestro narcicismo, más bien que nutran a las futuras

generaciones, esa es la mejor forma de dar continuidad.

Seamos actores que manejamos ficciones a diario como si

fuesen mascaras helenas. Demos rienda suelta a nuestra

voluntad plagada de sueños.

De ahí que en mi memoria se haya quedado una cita de

Ibsen, o pasajes de viva sensibilidad de Marcel Schwob, de

Kant, el habilidoso Michel de Montaigne –padre del ensayo-,

una referencia al consiente Ruy Pérez Tamayo, u obras de

premios nobel como el Excelso Octavio Paz, el visionario José

Saramago, Rabindranath Tagore, un sobresaliente de su

tiempo. Incluso Susume-No-Kumo, un literato nipón.

Espero que me atrape una ficción que como un sueño, sueño

se trate: la pasión por escribir.

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