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Celebremos la Eucaristia

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Paso a paso, lo basico en este evento bonito e importante

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PRESENTACION

Por intermedio de la presente cartilla denominada “Celebrando la Santa Misa” intentamos darles a conocer un poquito más de Jesús Eucaristía y a celebrar su fiesta, dándole un sentido a nuestras

expresiones orales y corporales con las que demostraremos concientemente nuestro amor. El

acto litúrgico que hemos tomado como modelo corresponde al “tiempo ordinario”, ya que es la que tiene mayor duración en el año litúrgico. Asimismo, se

incluyen comentarios por medio de notas al pie, con el fin de ampliar un poco más el ¿por qué? de algunas

acciones que realizamos durante la Misa.

Existe una frase muy popular que dice: “Nadie ama lo que no conoce”, y para nosotros una de las mejores maneras de conocer a Dios es por medio de la Celebración Eucarística o Santa Misa, donde Él se hace presente y nos invita a seguirlo, unámonos a Él

participando asiduamente de su fiesta.

Finalmente, esperamos que la presente cartilla nos sirva para superar algunos vacíos respecto del

proceso de la Santa Misa, lo que aún no llenamos por desconocimiento; y además, nos afiance de que hay un lugar en donde SI podemos encontrar a Cristo, y que

es en la Eucaristía.

Sinceramente,

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acto litúrgico
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tomado
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corresponde
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ordinario”,
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“tiempo
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USO DE MARCOS LATERALES EN LA PRESENTACION DE MANIFESTACIONES DE

LOS PARTICIPANTES EN LA MISA

Para una mejor comprensión y uso de la presente cartilla, debe tomarse en cuenta que las manifestación y/o expresiones orales de los que intervienen en la Santa Misa las presentamos mediante diferentes “marcos de borde lateral izquierdo” según lo siguiente:

• Las referidas al Sacerdote o Celebrante: o Cuando su manifestación es en voz alta o normal,

mediante borde de línea simple vertical: Sacerdote:

En el nombre del Padre, del Hijo,… o Cuando su manifestación es voz baja, mediante

borde de línea entrecortada vertical: Sacerdote:

Purifica mi corazón y mis labios, Dios…

• Las referidas a los lectores, todos los fieles y demás participantes de la Santa Misa:

o Cuando el lector concluye la Lectura de la Biblia, mediante borde de línea curveada simple vertical: El lector terminará diciendo:

Palabra de … o Cuando responden todos los fieles, mediante

borde de triple línea simple vertical: Todos:

Y con tu …

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INDICE

ESTRUCTURA DE LA SANTA MISA

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I. PREPARACION:

1. Entrada y Saludo 2. Antífona de Entrada 3. Acto Penitencial 4. Invocación de Piedad 5. Gloria 6. Oración Colecta

II. LITURGIA DE LA PALABRA: 1. Lecturas y Cantos Interleccionales:

a. 1ra Lectura (Antiguo Testamento) b. Salmo responsorial c. 2da Lectura (Nuevo Testamento) d. Aleluya

2. Evangelio 3. Homilía 4. Credo 5. Oración-Plegaria Universal de los fieles

III. LITURGIA EUCARISTICA: 1. Preparación de las ofrendas

a. Presentación de ofrendas b. Lavatorio de manos c. Oración sobre las ofrendas

1 2 2 3 4 5

7 7 8 8 8

9 10 11 13

15 15 18 18

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2. Plegaria Eucarística a. Acción de gracias y Aclamaciones b. Petición de la transubstanciación c. Consagración d. Memoria de la Pasión; Resurrección

y Ascensión del Señor e. Oblación f. Intercesiones g. Conclusión, elevación de la Hostia y

del Cáliz

3. Comunión a. Padrenuestro b. Rito de la Paz c. Fracción del Pan: Cordero de Dios d. Mezcla del Pan y del Vino

consagrados e. Oración del Sacerdote f. El Sacerdote muestra el Pan

Eucarístico g. Comunión del Sacerdote h. Oración de la Comunión i. Distribución de la Comunión j. Oración después de la Comunión

IV. CONCLUSION: 1. Saludo y bendición 2. Despedida

20 20 22 22 24

24 25 26

27 27 28 29 29

29 30

30 31 31 32

33 33

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DESARROLLO DE LA SANTA MISA

I. PREPARACION:

1. Entrada y Saludo:

(1)

(2)

Sacerdote: (3) En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos: ¡Amén!

Sacerdote: (4) [La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.]

Todos: Y con tu espíritu

(1) Mientras el sacerdote, convenientemente revestido, ingresa al templo o sale de la

sacristía los fieles le recibimos de pie, en señal de respeto. (2) Los fieles podemos optar por interpretar un canto de entrada por la alegría de

participar en la fiesta de la eucaristía. Paralelamente, o mientras los fieles cantan, el Sacerdote se dirige al altar y lo besa. (Mediante el beso a la mesa del altar se manifiesta el amor al acto eucarístico, como símbolo de Cristo y recuerdo de los santos; se considera también un espacio santificado porque allí se hace presente Jesús Eucaristía).

(3) El Sacerdote, de cara a los fieles, hace la señal de la cruz. Como la Santísima Trinidad interviene en el sacrificio, el sacerdote se santigua en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos los fieles responden: ¡Amen!

(4) En ésta parte, el Sacerdote nos saluda, este saludo puede ser distinto como: “Dios este con nosotros” o “El Señor este con vosotros.”.

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2. Antífona de Entrada (5)

3. Acto Penitencial (7)

Nota: Hacemos una breve pausa de silencio. (9)

Todos: (10) Yo confieso ante Dios todo poderoso, y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

(5) Es una consideración breve dada por el sacerdote, y que nos sirve para recordar el

tiempo litúrgico en que nos encontramos o la fiesta que se celebra. (6) Estas palabras son para el caso de la fiesta de la Natividad de la Virgen, las

mismas que pueden corresponder a diferentes fórmulas. (7) Es una mirada a nuestro corazón, a nuestra disposición interior con que hemos de

acercarnos al Santo Sacrificio. (8) Estas palabras dadas por el sacerdote pueden corresponder a diferentes fórmulas,

de acuerdo a las circunstancias del culto. (9) Con la pausa de silencio examinamos nuestra conciencia y descubrimos los

pecados de pensamiento, palabra, obra, u omisión con que ofendimos a Dios, para pedirle perdón por ello; si lo hacemos con verdadera contrición, podemos alcanzar el perdón de los pecados veniales y preparar mejor nuestra alma para que –con la confesión sacramental– seamos perdonados de los pecados mortales.

Sacerdote: [Celebremos con alegría el nacimiento de María,

la Virgen: de Ella salió el sol de justicia, Cristo nuestro Señor.] (6 )

Sacerdote: [Hermanos y hermanas: Para celebrar

dignamente los santos misterios, reconozcamos nuestros pecados.] (8 )

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fiesta de la Natividad de la Virgen,
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Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos, y a ustedes, hermanos, que intercedan por mi ante Dios, nuestro Señor.

Sacerdote: Dios todopoderoso tenga misericordia de todos nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

Todos: ¡Amén.! (11)

4. Invocaciones de piedad: (12) Sacerdote:

¡Señor, ten piedad!

Todos: ¡Señor, ten piedad!

(10) Si esto lo hacemos con verdadera piedad, la invocación seguida que hace el

sacerdote, nos llenará de paz. (11) Nuestro amén, deberá ser un acto de fe y de confianza en Dios. (12) Después del acto penitencial –de habernos reconocido pecadores– el perdón nos

vendrá de la misericordia de Dios, por bondad divina, así, aún desconfiando de nosotros mismos y no pudiendo garantizar la sinceridad de nuestro arrepentimiento ni la fuerza de nuestra enmienda –tantas veces desmentida por nuestros actos- nos dirigimos a la Santísima Trinidad y desde el fondo del corazón decimos: - Al Padre: ¡Señor, ten piedad! - Se lo repetimos al Hijo: ¡Cristo, ten piedad! - Y se lo volvemos a repetir al Espíritu Santo: ¡Señor, ten piedad!

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Sacerdote:

¡Cristo, ten piedad!

Todos: ¡Cristo, ten piedad!

Sacerdote:

¡Señor, ten piedad!

Todos: ¡Señor, ten piedad!

5. Gloria (13): Sacerdote:

Gloria a Dios en el Cielo.

Todos: y en la tierra paz a los hombres que aman al Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo, Señor Dios, Cordero de Dios,

(13) Esta plegaria la cantamos o recitamos todos los domingos y en los días de fiesta –

excepto en Tiempo Adviento y Cuaresma, como signo de alabanza–, y mediante el cual le expresamos amor a Dios y le pedimos que atienda nuestras súplicas.

El Gloria es un himno en el que manifestamos a Dios con nuestras palabras y deseos, lo que hemos negado con nuestros pecados. Por eso alabamos, bendecimos, damos gracias y adoramos al Padre, al hijo y al Espíritu Santo.

Si vamos a asistir al Santo Sacrificio querremos alcanzar los mismos sentimientos que Cristo tuvo en la Cruz así como unirnos a su oración e intenciones. Y ¿acaso la oración y las intenciones de Cristo no fueron de adoración, de acción de gracias y de petición por nuestros pecados, para que el Padre nos concediera el perdón? Pues eso es lo que ahora pedimos y buscamos.

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Hijo del Padre; Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque sólo Tú eres Santo, solo Tú Señor, sólo Tú Altísimo Jesucristo,con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

Todos: ¡Amén!

6. Oración Colecta: (14)

Nota: Hacemos una breve pausa de silencio

Sacerdote: (15) [ Concede, Señor, a tus hijos, el don de tu gracia,

para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación

(14) Después de rezar el Gloria, o a continuación de las Invocaciones de piedad –

cuando el gloria no se canta o reza–, el sacerdote invita los fieles a unirse con mayor atención y fervor a las peticiones que en ese momento se van ha dirigir a la Santísima Trinidad.

La oración se hace en nombre y a favor de los fieles que asisten al Santo Sacrificio, y las súplicas se hacen de acuerdo con la celebración del día, del tiempo litúrgico o de la fiesta. En esta oración, llamada también colecta, pedimos a Dios que nos haga participar de los frutos de la redención.

(15) La oración de ejemplo, es la que se reza en la fiesta de la Natividad de la Virgen, la misma que se ajusta a las circunstancias religiosas que origina el acto eucarístico.

Sacerdote: Oremos

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por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. ]

Todos: ¡Amén!

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II. LITURGIA DE LA PALABRA (16)

(17)

(18)

1. Lecturas (19) y Cantos Interleccionales (20):

a. Primera Lectura (21) El lector terminará diciendo:

Palabra de Dios.

Todos Respondemos: Te alabamos, Señor.

(16) La primera parte de la Misa busca al corazón para renovarlo y dirigirlo a Dios por la

conversión interior. En ésta segunda parte se busca la inteligencia, y nos instruye en los misterios divinos a través de la Palabra de Dios: por eso se llama “liturgia de la palabra”.

(17) Los fieles proceden a sentarse. (18) Los fieles pueden optar por interpretar un canto de meditación por la alegría de

participar en la Liturgia de la Palabra de la fiesta eucarística. (19) Cuando queremos a alguien, nos agrada escuchar lo que nos dice. La Biblia nos

cuenta todo lo que Dios ha hecho por nosotros a lo largo de los siglos. Por eso debemos escuchar de buena gana las lecturas. Es Dios el que nos habla a nosotros hoy. Ahora, no sólo debemos limitarnos a escucharla con atención, sino también esforzarnos en comprender su sentido, en recordarla durante el día, y convertirla en buenos propósitos, en resoluciones firmes que se traduzcan en una mejora diaria. Puede ser suficiente una frase o una idea que podamos repetir a lo largo de la jornada como una jaculatoria. Las lecturas constituyen la parte principal de la liturgia de la palabra, y en tiempos ordinarios son dos (02), y en las fiestas y solemnidades tres (03).

(20) El hecho de que se llamen cantos interleccionales no significa que necesariamente hayan de cantarse y, en ausencia de quienes puedan hacerlo, el sacerdote y los fieles –cuando les corresponda–, se limitan a recitarlos. Se consideran como cantos interleccionales al “Salmo responsorial” y al “Aleluya”.

(21) Es un fragmento del Antiguo Testamento, es decir, aquella parte de la Biblia que nos cuenta lo que Dios ha hecho y dicho antes de la venida de Jesús, permitiéndonos conocer las enseñanzas de Dios, sus prodigios y su providencia para mantener limpia la doctrina revelada: la fe y la moral del pueblo elegido, germen de la que después sería su Iglesia.

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b. Salmo Responsorial (22)

c. Segunda Lectura (23) El lector terminará diciendo:

Palabra de Dios.

Todos Respondemos: Te alabamos, Señor.

d. Aleluya (24)

(22) Después de la primera lectura viene un salmo –llamado responsorial, porque en su

recitación pueden intervenir los asistentes–, que por lo general insiste en los argumentos de la primera lectura.

(23) Es un fragmento del Nuevo Testamento correspondiente a los libros: Los Hechos de los Apóstoles, sus cartas o epístolas, y el Apocalipsis de San Juan. En estos libros se recoge la predicación de los Apóstoles y la vida de los primeros cristianos.

(24) A la segunda lectura le sigue el Aleluya u otro canto según las exigencias del tiempo litúrgico, con unos versos que suelen ser del mismo pasaje del Evangelio que se va ha leer a continuación. Aleluya quiere decir alegrémonos, y es lo que la Iglesia pretende: que nos alegremos anticipadamente para disponernos a recibir con gozo la palabra de Nuestro Señor Jesucristo. En este sentido puede decirse que el aleluya, más que seguir a los otros textos de la liturgia de la Palabra, precede al Evangelio con el que debe considerarse unido. Si no hay segunda lectura, se lee a continuación del salmo responsorial.

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2. Evangelio (25)

(26) (27)

a. Rito al iniciar la lectura Sacerdote: (28)

Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie dignamente tu Evangelio.

Sacerdote: (29) El Señor esté con ustedes.

Todos: Y con tu espíritu.

b. Lectura del Evangelio Sacerdote: (30)

Lectura del Santo Evangelio según [San …]

(25) La Iglesia tributa suma veneración al Evangelio, y la liturgia distingue su

proclamación por encima de las otras lecturas con especiales muestras de honor. (26) Mientras el sacerdote se dirige al ambón, los fieles se ponen de pie. (27) Los fieles pueden optar por interpretar un canto de preparación al evangelio. (28) El sacerdote, que va a anunciar la Buena Nueva, siente la necesidad de estar más

limpio aún y, como si no le bastase la preparación de la primera parte de la Misa, dice estas palabras en voz baja y en latín.

(29) Una vez erguido, el sacerdote saluda nuevamente a los fieles presentes. (30) Paralelamente a éstas palabras, el sacerdote y todos lo fieles presentes, se signan

con la señal del cristiano: • Primero en la frente, para manifestar asentimiento a la Palabra de Dios; • Segundo en la boca, para mostrar que las enseñanzas de Cristo serán nuestras

enseñanzas; y • Por último, tercero, en el corazón, para indicar que queremos vivir en ella.

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Todos: Gloria a ti, Señor.

c. Rito al terminar la Lectura (31) Sacerdote: (32)

Palabra del Señor.

Todos Respondemos: Gloria a ti, Señor Jesús

Sacerdote: (33) Las Palabras del Evangelio borren nuestros pecados.

3. Homilía (34)

(35)

Sacerdote: [Hermanos,…] (36)

(31) La lectura del Evangelio no pueden hacerla los seglares, pues está “reservada al

ministro sagrado, es decir, al diácono o al sacerdote” y concluye con el mismo acto de fe que las otras lecturas.

(32) Paralelamente a éstas palabras, el sacerdote besa el libro en señal de respeto. (33) Asimismo, y en voz baja, el sacerdote pide lo que nosotros debemos pedir con El. (34) La homilía trata de una explicación pormenorizada de algún aspecto particular de

las lecturas –fundamentalemnte del Evangelio y/o fiesta que celebra la Iglesia–, teniendo en cuenta las necesidades de los fieles.

(35) Los fieles proceden a sentarse después de haber escuchado de pie y en señal de respeto la lectura del Evangelio, la que se hizo como manifestación de nuestro deseo de imitar a Jesucristo y de seguir con prontitud sus enseñanzas. Ahora, para meditarlas más pausadamente y con más detalle nos sentamos y escuchamos al sacerdote que desarrolla la homilía “necesaria para alimentar la vida cristiana”.

(36) Se ajusta a la inspiración que el sacerdote adecue considerando las necesidades de la comunidad y de los fieles, relacionadas con las lecturas bíblicas.

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4. Credo: Profesión de Fe (37)

(38)

Sacerdote: Creo en un solo Dios. (39)

Todos: Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajo del cielo,

(37) Después de escuchar las lecturas que recogen las enseñanzas divinas y su

comentario –la homilía-, mostramos nuestro asentimiento a la Palabra de Dios recitando el Credo.

(38) Previamente a iniciar la recitación del Credo, los fieles y el sacerdote –cuando se encuentre sentado– se ponen de pie.

(39) El Credo es llamado también Símbolo de los Apóstoles, porque es un resumen de las principales verdades de la fe; según la tradición, fue compuesto por ellos antes de dispersarse por todo el mundo para predicar el Evangelio. En el Credo se reconoce expresamente que Jesucristo, es Hijo de Dios hecho Hombre, por nuestra causa fue crucificado. Y en la Misa ¿qué es sino la renovación del Sacrificio Redentor de Cristo? ¿No es conveniente que lo recordemos ahora, cuando nos disponemos a asistir a ese sacrificio que va a hacerse sobre el Altar?

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(40) y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucito al tercer día, según las escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre, y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, Que procede del Padre y el Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

(40) Al recitar éstas palabras y hasta: “y se hizo hombre”, todos debemos inclinarnos.

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5. Oración-Plegaria Universal de los fieles (41)

a. Oración de Intenciones Sacerdote o Monitor: (42)

[ Hermanos, dirijamos nuestras oraciones a Dios todopoderoso, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. ]

Sacerdote, Monitor o Seglar: (43) [ Por la Santa Iglesia de Dios, …, ] Roguemos al Señor. [ … ] …

Todos: (44) [ Te lo pedimos, Señor. ]

(41) La primera parte de la Misa –la preparación–, terminaba con una oración; la colecta.

Esta segunda parte, la Liturgia de la Palabra, acaba también de la misma manera; en este caso se trata de la oración universal de los fieles, en la que el pueblo ruega por todos los hombres.

(42) Toca al sacerdote o al monitor, de contar con éste, dirigir ésta oración, invitar a los fieles, con una breve monición a orar.

(43) El orden de éstas intenciones será generalmente: • Por las necesidades de la Iglesia. • Por los que gobiernan los Estados y por la salvación del mundo. • Por quienes sufren cualquier dificultad. • Por la comunidad local. • Por los fieles difuntos.

(44) A cada una de las intenciones, nos corresponde unirnos a estas con fe y rogar a Dios con fervor que se digne escuchar nuestras súplicas, por lo que respondemos con diferentes fórmulas como “Escúchanos, Señor.” o “Te lo pedimos, Señor.” o según las indicaciones del monitor o sacerdote, las que pueden ajustarse a cada celebración en particular.

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b. Oración conclusiva (45) Sacerdote:

[ Oh, Dios, refugio y fortaleza nuestra, escucha las oraciones de tu Iglesia y concédenos, por tu bondad, lo que pedimos con fe. Por Jesucristo Nuestro Señor.]

Todos: ¡Amén!

(45) Corresponde al sacerdote celebrante dirigir y terminar ésta parte con la oración

conclusiva. Esta oración también puede amoldarse de la mejor manera a la ocasión de la fiesta de celebración.

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III. LITURGIA EUCARISTICA (46)

(47)

(48)

1. Preparación de las Ofrendas (49)

a. Presentación de las Ofrendas (50)

• Ofrenda del Pan Sacerdote: (51)

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros Pan de vida.

(46) En ésta parte de la misa, que es la mas importante, el sacerdote da gracias a Dios

por todas las cosas bellas del mundo y especialmente por el don de su Hijo Jesús. A partir de éste momento, la Iglesia ha ordenado la liturgia de modo que, en todo

responda a los gestos y a las palabras de Cristo en la Última Cena. (47) Los fieles proceden a sentarse. (48) Los fieles pueden optar por interpretar un canto de ofertorio. (49) En la preparación de las ofrendas, se llevan al altar el pan, el vino y el agua: es

decir los mismos elementos que Cristo usó el Jueves Santo, los que por obra del Espíritu Santo se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. También se recogen donaciones para los pobres y para las necesidades de la Iglesia.

(50) Se trata de una preparación inmediata para la Plegaria Eucarística. Por eso, lo primero es disponer el altar, que es el centro de la liturgia porque en ese altar se va a realizar el sacrificio. La presentación de las ofrendas se hace inicialmente con la procesión de las ofrendas por parte de los asistentes.

(51) El sacerdote ofrece primero el pan con estas palabras. A éste acto de fe y de humildad, por el que reconocemos que hasta el pan es un don de Dios y que nosotros no ponemos más que el pequeño esfuerzo de elaborarlo.

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Todos: (52) Bendito seas por siempre Señor.

• Ofrenda del Vino Sacerdote: (53)

El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.

Sacerdote: (54) Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos: él será para nosotros bebida de salvación.

(52) Nosotros los fieles respondemos con alabanza a Dios. (53) El sacerdote, a continuación toma el cáliz y pone el vino al que añade unas gotas

de agua. Esto se hace así por tres razones: • La primera porque así lo hizo Jesucristo en la Última Cena, en la que nos

enseñó la manera en que se había de renovar el Sacrificio del Calvario. • La segunda para mostrar la generosidad de Cristo en la Cruz que, al ser

traspasado por la lanza del soldado, nos dio la poca sangre que le quedaba, después de haberla derramado tan abundantemente, acompañada del agua que fluyo de su Cuerpo Santísimo.

• Y la tercera, como nos enseña San Cirilo, por que ésta pequeñísima cantidad de agua que se echa queda transformada en el vino, como nosotros hemos de quedar transformados en Cristo.

En efecto, la meta de la vida cristiana consiste en identificarse con Jesucristo: • Ha de ser tal nuestro modo de pensar, de trabajar, de orar, y de amar; • Ha de ser tal nuestra felicidad a sus enseñanzas y a su ejemplo; • Ha de ser tal nuestra conducta y nuestra vida que llegue un momento en que

podamos decir con San Pablo: “ya no soy yo, es Cristo quien vive en mi”. (54) Una vez preparado el Cáliz, el sacerdote lo ofrece al Señor.

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Todos: Bendito seas por siempre Señor.

Sacerdote: (55) Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

(55) El sacerdote, inclinado y en voz baja, ora por todos el ofrecimiento que hacemos al

Señor, en el Santo Sacrificio. Notemos que, tanto en el ofrecimiento del pan como del vino, el sacerdote emplea

la fórmula en plural: no dice en ningún momento “te presento”, sino “te presentamos”.

Recordemos que en la noche del jueves Santo, nuestro Señor Jesucristo, después de convertir el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, mandó a los apóstoles que hicieran lo mismo que Él había hecho. Por eso sólo los Apóstoles, y sus sucesores en el sacerdocio, tienen la capacidad de hacer lo que hizo Jesucristo.

Sin embargo, nosotros los fieles, por haber recibido el bautismo somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y por eso participamos de algún modo en el sacerdocio común, y aunque no tengamos el sacerdocio ministerial –que es propio de los sacerdotes (recibido en el sacramento de la orden) –, este sacerdocio común nos capacita para unirnos al celebrante y ofrecer, junto a él, el Sacrificio de la Misa.

También llama la atención el hecho de pedir al Señor que acepte con agrado el sacrificio que le presentamos, ¿Por qué pedimos esto?, la respuesta la encontramos en lo siguiente: como el sacerdote y los fieles ofrecen el sacrificio, podría ocurrir que ese ofrecimiento no fuera grato a Dios por razón de sus personas. Piénsese, por ejemplo, en la apatía, las distracciones, la tibieza y la falta de disposiciones con que a veces seguimos la Santa Misa, y se comprenderá fácilmente que en esos casos no agradará a Dios y que se perderán, al menos, parte de sus frutos o incluso podríamos quedar privados de éstos.

La solución no está en dejar de acudir al Santo Sacrificio, sino en reconocer esta posibilidad, que desgraciadamente se da en tantas ocasiones, y unirnos con mayor fervor a la petición del sacerdote, para rogarle a Dios que acepte con agrado el sacrificio que le ofrecemos.

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b. Lavatorio de Manos (56) Sacerdote: (57)

Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

c. Oración sobre las Ofrendas (58)

(59)

Sacerdote: (60) Orad, hermanos, para que este sacrificio, mió y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.

(56) A medida que nos acercamos a la consagración, la necesidad de limpieza en el

alma se hace más patente. El sacerdote, a un lado del altar, se lava los dedos por si en la ceremonia de las ofrendas se los hubiese manchado y, sobre todo, como un detalle más de la delicadeza que exige el trato con Dios al que va a tocar en las Sagradas especies sacramentales. En realidad el lavabo es mas un gesto que una necesidad, pues el ministro se cuida de llevar las manos limpias, y si se las lava es para mostrar al Señor sus deseos de purificación interior.

(57) Es recomendable, si queremos participar con fruto en la Santa Misa, es preciso que nos unamos a la petición que hace el sacerdote –mientras el ayudante le hecha agua sobre sus dedos–, repitiendo en voz baja la misma frase que él.

Esas mismas disposiciones interiores son las que hemos de buscar también nosotros, que no deberíamos caer en la torpeza de imaginar que ya nos encontramos suficientemente preparados; por eso podemos decir en voz baja o interiormente en ese momento –como el profeta David–, “Lávame, Señor, más y más de mi iniquidad”.

(58) En la preparación de ofrendas los fieles participamos –del sacerdocio de Cristo–, en lo que la Iglesia llama sacerdocio común, ahora, en ésta parte vamos a ir un poco más lejos y mostrar que también podemos participar en su condición de víctima en el Santo sacrificio.

(59) Terminado el sacerdote de lavarse las manos, los fieles se ponen de pie. (60) Al llegar este momento de la Misa, el sacerdote, desde el centro del altar invita a

orar a los fieles.

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Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrifico, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

Sacerdote: (61) [ El amor y la gracia de tu Hijo, hecho

hombre por nosotros, sea nuestro socorro, Señor, y el que al nacer de la Virgen no menoscabó la integridad de su Madre, sino que la santificó, nos libre del peso de nuestros pecados y vuelva así aceptable nuestras ofrendas delante de tus ojos. Por Jesucristo nuestro Señor.]

Todos: ¡Amén!

(61) El sacerdote, con las manos extendidas, lee en voz alta la oración sobre las

ofrendas, la cuales se ajustan a la festividad de culto que se esté celebrando. Para ejemplo, la que se describe es la que se recita en la fiesta de la Natividad de la Virgen.

Como podrá apreciarse se trata de una oración que, en su brevedad, nos ayuda a despertar el fervor y el recogimiento tan necesarios para unirnos al Sacrificio de Cristo, sin perder de vista que nos aproximamos más y más a la plegaria eucarística. Por eso, fundamentalmente se piden dos cosas a Dios: una, que nos cambie el corazón; y la otra, que acepte nuestras ofrendas.

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2. Plegaria Eucarística (62)

a. Acción de gracias y aclamación (63) Sacerdote:

El Señor esté con ustedes

Todos: Y con tu espíritu.

Sacerdote: Levantemos el corazón

Todos: Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Sacerdote: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

(62) Dentro de la Misa, lo mas importante es la liturgia de la eucaristía, y dentro de ésta

el centro y la cumbre es la Plegaria Eucarística, porque es ahí donde se renueva y actualiza el sacrificio del Calvario.

Se trata de “una plegaria de acción de gracias y de consagración”. El sacerdote invita al pueblo a elevar el corazón hacia Dios, en oración y acción de gracias, y lo asocia con él a la adoración que dirige en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo, a Dios Padre. El sentido de ésta oración es que toda la congregación de los fieles se unan a Cristo en el reconocimiento de la grandeza de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

El Misal recoge distintas plegarias eucarísticas que, lógicamente, tienen unos elementos comunes, y por lo cual, en la presente cartilla, se detalla la estructura o plegaria ordinaria.

Una característica a subrayar de la plegaria eucarística es que en todo momento está dirigida a Dios Padre, porque a Él se le ofrece el sacrificio.

(63) A partir de éste momento vamos a seguir con la máxima fidelidad los pasos de Nuestro Señor Jesucristo en la Última Cena en la que, como consta en los relatos del Nuevo Testamento, dio gracias a Dios Padre para instituir, a continuación, el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.

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Todos: Es justo y necesario

Sacerdote: (64) [ En verdad, es justo y necesario, es

nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.

Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la Natividad de santa María, siempre virgen. Porque Ella concibió a tú único Hijo por obra del Espíritu Santo, y, sin perder la gloria de su virginidad, derramó sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo, Señor Nuestro.

Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo. ]

(64) Como ejemplo, la aclamación que se describe corresponde a la fiesta de la

Natividad de la Virgen.

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Todos: ¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!

b. Petición de la transubstanciación (65)

c. CONSAGRACIÓN (68) Sacerdote:

El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada(69), tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

(65) Conocida también como Epíclesis, y corresponde a la Iglesia, por medio de

determinadas invocaciones, implora el poder divino para que los dones que han ofrecido los hombres queden consagrados y se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para que las Hostias inmaculada, que van a recibir tanto el sacerdote como los fieles que se acerquen a comulgar, les sirva de salvación.

(66) En éste momento el sacerdote extiende las mano sobre las ofrendas, y paralelamente todos los fieles proceden a arrodillarse en señal de amor y respeto a ésta invocación.

(67) Asimismo, el sacerdote traza el signo de la Cruz sobre el pan y el cáliz. (68) Es un momento sublime, pues el sacerdote deja de ser él, y es Cristo que se sirve

de sus manos y de su voz –de su persona– para realizar el prodigio. (69) A éste punto, el sacerdote toma el pan y sosteniéndolo un poco elevado sobre el

altar, prosigue.

Sacerdote: Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad (66), por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu (67), de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.

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TOMAD Y COMED TODOS DE EL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO QUE SERÁ ENTREGADO POR VOSOTROS. (70)

Todos: ¡Señor mío, Dios mío!

Sacerdote: Del mismo modo, acabada la cena: (71) tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo paso a sus discípulos, diciendo:

(72) TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTE ES EL CALIZ DE MI SANGRE, SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA, QUE SERÁ DERRAMADA POR VOSOTROS Y TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MIA. (73)

Todos: ¡Señor mío, Dios mío!

Sacerdote: Este es el sacramento de nuestra fe.

(70) El sacerdote muestra el Pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la

patena y lo adora haciendo genuflexión. (71) El sacerdote toma el cáliz y teniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue. (72) Antes de continuar, el sacerdote se inclina por un instante un poco ante el altar. (73) El sacerdote muestra el cáliz al pueblo, o deposita luego sobre el corporal y lo

adora haciendo genuflexión.

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Todos: [ Anunciamos tu muerte,

proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús! ]

d. Memoria de la Pasión; Resurrección y Ascensión del Señor (74) Sacerdote:

Así pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.

e. Oblación (75) Sacerdote:

Te ofrecemos, en ésta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya

(74) Cristo ha consumado la obra de redención. Ya no puede hacer mas por nosotros.

Pero queda algo que está en nuestras manos: “no permitir que su Sangre se haya derramado inútilmente, porque para el que no corresponde puede convertirse en estéril el Sacrificio del Calvario”.

(75) Se trata de la imploración del poder divino para la consagración de las ofrendas…

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inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo Espíritu. Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles, con el santo Padre, el Papa [ “Benedicto XVI” ], con nuestro Obispo [“Marco Antonio Cortés Lara”], con los demás obispos, los que trabajan por tu pueblo y los mártires, [San ... ] y todos los santos [ San ... ].

f. Intercesiones (76) Sacerdote:

Con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires [San ... ] y todos los santos [ San ... ], por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda. Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad de tu Iglesia,

(76) Las Intercesiones son unas oraciones que se llaman así porque, al dirigirlas al

Señor, ponemos como intercesores a los santos y a la Bienaventurada Virgen María, a los que estamos unidos por la Comunión de los Santos.

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peregrina en la tierra: al Papa [“Benedicto XVI”], a nuestro Obispo [“Marco Antonio Cortés Lara”], al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos y todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo. A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.

g. Conclusión de la Plegaria Eucarística: elevación de la Hostia y el Cáliz (77) Sacerdote:

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Todos: ¡Amén!

(77) En ésta parte, el Sacrificio de Cristo se ha hecho sacramentalmente presente ante

nuestros ojos. Ahora, sólo nos queda reconocer agradecidos la entrega divina.

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3. Comunión

a. El Padrenuestro Sacerdote:

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a rezar la oración que nos ha enseñado:

Todos: Padre Nuestro, que estas en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también perdonamos a quienes nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Sacerdote: Líbranos de todos los males, Señor, concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

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Todos: Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre Señor.

b. Rito de la Paz Sacerdote:

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: “LA PAZ OS DEJO, MI PAZ OS DOY” no tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu iglesia y, conforme a tu palabra, concédenos la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Todos: ¡Amén!

Sacerdote: La paz del Señor este siempre con ustedes.

Todos: Y con tu espíritu

Sacerdote: [Intercambiemos un saludo de paz.] (78)

(78) Intercambiemos la paz de Cristo con un abrazo o con un apretón de manos, o con

otros signos. Nos comprometemos así a querernos, a perdonarnos mutuamente y a llevar la paz a la casa, a la escuela, a todas partes.

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c. Fracción del Pan: Cordero de Dios Todos: (79)

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

d. Mezcla del Pan y del Vino consagrados (Inmixtio) Sacerdote: (80)

El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en éste cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.

e. Oración Privada del sacerdote Sacerdote: (81)

[Señor Jesucristo, La comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa del alma y cuerpo y como remedio saludable.].

(79) Mientras el sacerdote parte el pan, como lo hizo Jesús en la última cena, los fieles

oran. (80) Mientras se reza o se canta (P.e. “Cordero de Dios”), el sacerdote deja caer una

parte del Pan consagrado en el Cáliz. (81) Cada uno puede prepararse como estime mas oportuno para recibir la Comunión,

pero una manera de hacerlo, quizá la mejor, es uniéndose a la oración que recita en voz baja el sacerdote. Existen varias formulas, para el caso la cartilla muestra la

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f. El sacerdote muestra el Pan Eucarístico (82)

Sacerdote: Este es el cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.

Todos: Señor, no soy digno de que entres en mi [casa | vida], pero una palabra tuya bastará para sanarme.

g. Comunión del sacerdote Sacerdote: (83)

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna,

Sacerdote: (84) La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna;

forma corta, pudiendo ser también: ”Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti ”.

(82) El altar es como una mesa bien preparada. La cena del Señor esta lista y todos estamos invitados. Jesús ha dicho: “YO SOY EL PAN VIVO BAJADO DEL CIELO. EL QUE COME DE ESTE PAN, VIVIRÁ PARA SIEMPRE”. Este banquete es un anticipo del banquete que aguardamos en el cielo, donde la fiesta durará siempre.

(83) El sacerdote, inclinado sobre el altar, en señal de respeto al Cuerpo de Cristo que va a recibir, ora en voz baja, y luego de ello comulga el Pan Eucarístico.

(84) Asimismo, toma el Cáliz y ora en voz baja, y luego de ello sume con reverencia la sangre de Cristo.

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h. Oración de la Comunión (85) Sacerdote:

[La Virgen dará a luz un Hijo que salvara a su pueblo de los pecados.]

(86)

(87)

i. Distribución de la Comunión a los fieles (88) Sacerdote:

El cuerpo de Cristo

Fiel comulgante: ¡Amén!

Sacerdote: (89) Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.

(85) Antes de distribuir la Sagrada Eucaristía, el sacerdote recita la antífona de la

comunión, una breve plegaria en la que ordinariamente con textos de la Sagrada Escritura, se busca alimentar la piedad de quienes van a recibir a Nuestro Señor Jesucristo. Para ejemplo, en la presente se recita la de la Natividad de la Virgen.

(86) Terminada la antífona de la comunión, los fieles proceden a sentarse. (87) Paralelamente os fieles pueden optar por interpretar un canto de comunión. (88) En procesión, avanzamos hacia el Altar los que vamos a comulgar, en donde el

sacerdote nos muestra y presenta la Sagrada Hostia mientras nos dice: “El Cuerpo de Cristo”, y a lo cual respondemos: “Amén”.

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j. Oración después de la Comunión (90) Sacerdote:

Oremos.

(91)

Sacerdote: [Que se alegre tu Iglesia, Señor, fortalecida con estos sacramentos, y se goce en el Nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y autora de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.]

Todos: ¡Amén!

(89) Después de dar la comunión, el sacerdote suele purificar la patena y la bandeja que

ha servido, para evitar que el Cuerpo de Cristo caiga al suelo y para recoger las pequeñas partículas que pudieran desprenderse de la Eucaristía a la hora de distribuirla. A continuación se purifica también los dedos y limpia el Cáliz con el purificador y lo seca, mientras ora en voz baja.

Mientras que los fieles después de haber recibido la comunión, y en un acto de contrición, ora interiormente para que sea fortalecido por el alimento espiritual recibido mediante la comunión. Se estila arrodillarse como señal de respeto al hacer esta oración.

(90) Conocida como Post Comunión, y tiene su importancia pues podemos decir que es la última oportunidad dentro de la Celebración de la Misa para expresar nuestra súplica de pedir por Cristo, con Cristo y en Cristo nuestros ruegos.

(91) Paralelamente a las palabras del sacerdote de “Oremos”, los fieles nos ponemos de pie.

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IV. RITO DE CONCLUSIÓN (92)

1. Saludo y bendición: Sacerdote:

El Señor este con ustedes

Todos: Y con tu espíritu.

Sacerdote: La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.

Todos: ¡Amén!

2. Despedida: Sacerdote:

Con la alegría de haber venerado a nuestro Señor. Podemos ir en paz

Todos: Demos gracias a Dios.

[Canto de Despedida]

(92) Como un acto de organización, en ésta parte, bien al inicio o al final, se estila dar

avisos parroquiales que permitan a la comunidad tomar conocimiento de las actividades que se realizan o se van a realizar.

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