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martes 13 de abril de 2010 Summum crede nefas Summum crede nefas animam praeferre pudori et propter vitam vivendi perdere causas. Piensa que el mayor pecado es preferir la vida al honor y por la vida perder aquello por lo que vale la pena vivir. Juvenal, Sátira VIII, v.83-84. El autor de estos contundentes hexámetros es Décimo Junio Juvenal, uno de los maestros del género satírico. Estos versos proceden de una pieza en que critica las desmesuradas pretensiones de la aristocracia de su tiempo, que se vanagloria sobre sus antepasados pero no está a la altura de las virtudes que les dieron fama. A diferencia de la riqueza y los nombres, la virtud no puede heredarse. Aquéllos son, sin ella, honores vacíos porque, para Juvenal, la virtud es la única verdadera nobleza. No sé qué pensará el lector, para mí es imposible no coincidir. martes 4 de agosto de 2009

Citas Latinas

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Page 1: Citas Latinas

martes 13 de abril de 2010

Summum crede nefas

Summum crede nefas animam praeferre pudori

et propter vitam vivendi perdere causas.

Piensa que el mayor pecado es preferir la vida al honor

y por la vida perder aquello por lo que vale la pena vivir.

Juvenal, Sátira VIII, v.83-84.

El autor de estos contundentes hexámetros es Décimo Junio Juvenal, uno de los maestros del género satírico. Estos versos proceden de una pieza en que critica las desmesuradas pretensiones de la aristocracia de su tiempo, que se vanagloria sobre sus antepasados pero no está a la altura de las virtudes que les dieron fama. A diferencia de la riqueza y los nombres, la virtud no puede heredarse. Aquéllos son, sin ella, honores vacíos porque, para Juvenal, la virtud es la única verdadera nobleza. No sé qué pensará el lector, para mí es imposible no coincidir.

martes 4 de agosto de 2009

Suum cuique tribuere - dar a cada uno lo suyo

Page 2: Citas Latinas

Ulpiano

José Manuel me pregunta, desde España, cómo sería en latín la frase, “dar a cada uno lo suyo”

Se trata en realidad de una frase muy célebre en latín, del jurista romano Ulpiano, uno de los más grandes creadores del derecho romano clásico. En un pasaje muy citado de una de sus obras, recopilado posteriormente en el Digesto de Justiniano, este autor proporciona una brillante definición de la justicia:

D. 1.1.10pr «Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi. Iuris praecepta sunt haec: honeste vivere alterum non laedere, suum cuique tribuere.»

"La justicia es la voluntad constante de conceder a cada uno su derecho. Los preceptos del derecho son estos: Vivir honestamente, no dañar a otros y dar a cada uno lo suyo."

Creo que se trata de una definición magistral ¿Qué piensa el lector?

sábado 18 de julio de 2009

Sobre el Tiempo

Page 3: Citas Latinas

Quid est ergo tempus? Si nemo ex me quaerat, scio; si quaerenti explicare velim, nescio'

“¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.”

Así se expresó San Agustín sobre el tiempo y precisó, con pocas palabras, las características centrales de la experiencia humana del mismo. Por un lado el tiempo nos parece algo tan completamente natural, tan intrínsecamente unido a nuestro existir, que la necesidad de buscar explicaciones sobre su evidente naturaleza se nos presenta en un principio como sorprendente. Pero, por otro lado, en cuanto comenzamos a reflexionar con algo de profundidad sobre esa naturaleza, nos enfrentamos inmediatamente con una, hasta ese momento, no percibida dificultad para expresar o definir en qué consiste eso que nos parecía tan evidente. Los hombres vivimos sumergidos en el tiempo, nos regimos por él, él determina todos nuestros actos y nos somete a claras limitaciones.

Las concepciones del tiempo han variado enormemente con el transcurso de los siglos. En la cultura griega predominan, en líneas generales, diversas visiones cíclicas del mismo. Esta concepción es claramente visible en el pensamiento de Pitágoras y Empédocles, entre otros, y sería adoptada por el epicureismo y el estoicismo. En su forma filosófica, la idea común detrás de muchas de estas concepciones cíclicas del tiempo parte de la idea de que

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mientras que la materia es finita, el tiempo es infinito, por lo que todas las combinaciones materiales posibles se sucederán en el tiempo infinidad de veces. Concepción ilustrada simbólicamente con la figura del uróboros, una serpiente o un dragón engullendo su propia cola y formando así un círculo. Posteriormente en el siglo XIX esta concepción sería popularizada por Nietzsche con el título de “eterno retorno” (Ewige Wiederkunft).

A pesar de que esta tesis ha sido rechazada por Momigliano, creo que muchos elementos de esa visión cíclica del tiempo se encuentran presentes en la historiografía antigua. El ejemplo más claro es la teoría de la sucesión de los distintos tipos de formas políticas en el pensamiento de Polibio. En forma más subterránea, sin embargo, se reconoce en los historiadores griegos la idea de que el tiempo y el espacio son escenarios inertes en los que la combinación de un número limitado de factores produce resultados repetitivos. Ello puede verse, por ejemplo, en la famosas declaraciones de Tucídides y Polibio sobre los discursos puestos en boca de las figuras históricas de su obra. Ellos afirman reproducir lo que se dijo a partir de lo que se debería haber dicho. Ello se explica porque lo que se había dicho era, en su concepción, fácilmente deducible de un análisis de los factores presentes en cada caso.

La historiografía romana hereda de la griega esa concepción cíclica del tiempo pero rompe con la misma. La fundación de Roma se concibe, por el contrario, como un evento único e irrepetible que no puede dar lugar a ciclos. La historia

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es entonces, por ejemplo en la concepción de un Tito Livio, el relato de la expansión romana siempre victoriosa y que se mantendrá por toda la eternidad.

3 de julio de 2009

Amicorum communia omnia.

“Entre los amigos todas las cosas deben ser en común”

Erasmo, Adagios I, 1.

Se trata de la versión latina de una frase griega atribuida a Pitágoras: Κοινὰ τὰ τῶν φίλων.

Erasmo pensaba que no podía comenzar su colección de adagios mejor que con este antiguo y muy celebrado apotegma.

La amistad fue una preocupación central de Erasmo durante toda su vida. Su voluminosa correspondencia nos revela el cuidado y dedicación con que el gran humanista mantenía una extensa red de amistades y relaciones por todo el occidente europeo. Erasmo veía en la amistad el lazo positivo que contribuía a la construcción de una sociedad humana acorde a los principios tanto de la filosofía antigua como del cristianismo.

Nada es tan frecuente en nuestras bocas como la palabra amigo, pero pocas cosas son tan extrañas como la verdadera conjunción de mentes que, en la visión de Erasmo, merece el nombre de la Amistad. Según Salustio, Idem velle et nolle, ea demum firma Amicitia est, “desear y rechazar las mismas cosas, es la base más firme para la amistad”. Sin embargo, Erasmo era escéptico sobre la frecuencia con que podían encontrarse tales casos de profunda comunidad. Al respecto, el humanista afirma:

Page 6: Citas Latinas

Tantum ego fucorum, tantum perfidiae in hominum amicitiis reperio, no in his modo vulgaribus, verum his quoque quas Pyladeas vocant, ut mihi iam non libeat novarum periculum facere

“Encuentro tanta falsedad y perfidia en las amistades humanas, no sólo en aquéllas que pueden considerarse vulgares, sino incluso en las unidas por los más fuertes lazos de afecto, que ya no deseo correr el riesgo de buscar nuevos amigos.”

El mismo escritor, en una etapa más avanzada de su vida, y como resultado de una larga experiencia, diría:

Quin en totum, eo degenerarunt hominum mores, ut hodie, cygnus niger, aut corvus albus, menos rarus sit avis, quam fidelis amicus.

Los hombres son ahora tan degenerados, (una denuncia que se ha hecho en todas las épocas), que un cisne negro, o un cuervo blanco, no son tan raros como un amigo fiel.

23 de junio de 2009

10 razones tradicionales y 6 inesperadas por las que empezar a aprender latín hoy

Algunos alumnos me preguntaron cuáles podrían ser las razones para que hoy en día todavía se estudie latín, la lengua de un pueblo ya desaparecido, en lugar de otros conocimientos más prácticos. Los defensores del latín no han carecido tradicionalmente de argumentos. Presento aquí un breve compendio de 10 razones utilizadas normalmente para justificar su estudio y añado otras 6 que creo originales y que ayudaron mucho a convencer a mis alumnos.

Razones tradicionales

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1 - El latín es antepasado directo del español y su estudio nos ayuda a acrecentar el dominio y comprensión de nuestra propia lengua.

2 - El dominio de la gramática latina puede contribuir a hacernos más cuidadosos y correctos en el uso del español.

3 - El latín es la base para conocer la etimología de las palabras españoles y, de esta manera, la historia de nuestra lengua.

4 - El estudio del latín es una buena base para el aprendizaje de idiomas extranjeros modernos, especialmente aquellos que también derivan del mismo, como el portugués, el italiano, el francés o, incluso, el rumano.

5 - El latín está, todavía hoy, omnipresente y juega un papel muy importante en el lenguaje culto y académico.

6 - El estudio del latín permite familiarizarse con una cultura antigua que ha contribuido en forma central a la formación de la “cultura occidental”.

7 - El latín es una lengua prestigiosa. A pesar de todas las críticas y ataques que el latín sufrió en este sentido en las últimas décadas, sigue conservando un aura aristocrática que distingue a los que la dominan.

8 - El latín es una herramienta imprescindible para el conocimiento de la historia europea en todos sus períodos.

9 - El dominio del latín es la llave para acceder a una de las literaturas más ricas de la historia universal.

10 - El estudio del latín fomenta el pensamiento lógico.

Razones inesperadas

1 - El estudio del latín es muy divertido.

2 - El dominio del latín es imperativo para los fanáticos de la serie Lost, pues los “otros” hablan latín.

3 - El latín es todavía una lengua viva y podría algún día ser la lengua de internet.

4 - Harry Potter sabe latín.

5 - Conocer latín será muy útil cuando viajar en el tiempo sea posible (para ir al pasado, por supuesto).

6 - Porque es inútil. No contribuye al desarrollo de productores o consumidores para la sociedad globalizada del siglo XXI. Sin embargo, ayuda a formar personas inteligentes y críticas que tienen la capacidad de observar con mayor objetividad el mundo contemporáneo porque se han sumergido en el estudio de uno que es, en cierta forma, muy semejante y, en otra, muy diferente, del nuestro.

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¿Qué otras razones cree el lector que podrían presentarse?

lunes 28 de septiembre de 2009

Cincinnati y la Roma Antigua

Cincinato deja el arado para asumir la dictadura

Las conexiones históricas son muchas veces sorprendentes. Uno podría preguntarse qué relación existe entre la tercera ciudad del Estado de Ohio y la historia de la Roma antigua. La respuesta sería, una relación estrecha.

La ciudad norteamericana de Cincinnati fue un centro urbano muy importante en el siglo XIX y sigue, en la actualidad, siendo relevante por su historia y cultura. Cincinnati fue fundada en 1788 por John Cleves Symmes y el coronel Robert Patterson. El agrimensor John Filson (más famoso por ser el autor de Las aventuras del coronel Daniel Boone) la bautizó oficialmente "Losantiville", nombre construido combinando cuatro términos, cada uno de un idioma diferente, con el significado conjunto de "la ciudad frente a la desembocadura del río Licking. " Ville en francés significa "ciudad", anti en griego "opuesto", os en latín significa "boca", y "L" fue todo lo que se incluyó de "Licking River". No puede sorprender que este horripilante engendro fuera dejado rápidamente de lado y que en 1790 la ciudad fuera rebautizada. Arthur St. Clair, el gobernador del Territorio del Noroeste, cambió entonces el nombre de la población por "Cincinnati", en honor de la “Sociedad de los Cincinatos”, de la que era miembro. La Sociedad de los Cincinatos es (pues todavía existe – aquí podéis ver su página web) una

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organización histórica con sucursales en los Estados Unidos y Francia, fundada en 1783 para preservar los ideales y el compañerismo de los oficiales de la Guerra de la Independencia (de los EE.UU.) y para presionar al gobierno para cumplir con las promesas que había hecho a los oficiales que lucharon en ella. A fines del siglo XIX, la sociedad tenía como uno de sus objetivos fundamentales honrar la figura de George Washington, a quien se comparaba con la legendaria figura del general romano Cincinato.

Estatua de Cincinato en Cincinnati

Lucio Quincio Cincinato (519 a.C. - 430 a.C.) fue un aristócrata romano, que sirvió como cónsul en el 460 a.C. y como dictador en el 458 y 439 a. C.Cincinato fue considerado por los romanos como un modelo de virtud patriótica y modestia política. Un opositor persistente de los plebeyos, cuando su hijo fue condenado en rebeldía y condenado a muerte, Cincinato fue obligado a vivir en circunstancias humildes, trabajando en su propia granja. Tras una serie de derrotas frente a los ecuos, Cincinato fue llamado a servir como dictador, un puesto que le permitía asumir la totalidad de los poderes del Estado, pues se creía que era el único capaz de hacer frente a la amenaza. Tras obtener una victoria completa sobre los enemigos, Cincinato, lejos de sacar provecho de su posición para vengarse de sus enemigos políticos, renunció a su puesto y regresó a trabajar su granja. Este renunciamiento fue ensalzado por la tradición romana como ejemplo de un liderazgo excepcional, que colocaba a la virtud al servicio de un bien común. Como ejemplo,

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también, de estricto respeto constitucional y de modestia y desinterés en el ejercicio del poder público.

La leyenda de Cincinato carece, muy probablemente, de una base histórica. La misma nos informa más sobre la imagen ideal que de sí mismos tenían los aristócratas romanos que sobre la historia del siglo V a.C. Pero en la historia son con frecuencia esas imágenes ideales y no los hechos reales los que ejercen mayor influencia.

viernes 19 de febrero de 2010

Valerio Massimo Manfredi – El ejército perdido

Para quien se dedica profesionalmente al estudio del pasado, la lectura de novelas históricas deja de ser agradable cuando el autor pretende hacernos creer cosas que el especialista sabe imposibles. Ello sucede a menudo. Podrá parecer pedante, pero es un vicio profesional inevitable. Por el contrario, cuando el autor sabe conjugar los datos conocidos con una trama de ficción interesante, con personajes creíbles y acordes a su contexto, entonces la lectura produce un placer especial. Ese el caso con la novela El ejército perdido de Valerio Massimo Manfredi, que acabo de leer por estos días. Me acerque a ella, lo confieso, con algo de desconfianza, pues nunca encuentro a los Bestsellers muy de mi gusto, pero mis reservas no se vieron confirmadas. El autor italiano conjuga una formación profesional en arqueología e historia clásica con una pluma singularmente prolífica y una gran habilidad para combinar realidad y ficción.

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Ello le ha valido una larga serie de éxitos de ventas internacionales e, incluso, una película.

En El ejército perdido, Manfredi nos presenta una nueva versión de la historia de los diez mil, los mercenarios griegos que pelearon por Ciro el joven en su intento de arrebatar el trono persa de su hermano Artajerjes y que debieron realizar una heroica retirada por varios miles de kilómetros de territorio hostil tras la muerte de Ciro en la batalla de Cunaxa. Poseemos un detallado relato de uno de los protagonistas, el ateniense Jenofonte, su célebre Anábasis. Manfredi relata la historia desde un ángulo nuevo al poner la narración en boca de una mujer, Abira, un personaje ficticio inspirado en aquellas mujeres que siguieron a los soldados griegos en su prodigiosa aventura pero sin recibir casi ninguna mención en las fuentes del período. La novela de Manfredi tiene entonces el encanto de un libro de historia que nos informa sobre un período dramático de las relaciones entre griegos y persas. A ello se suma la habilidad del autor, que le permite combinar con los sucesos históricos una apasionada historia de amor y una intriga política que mantiene al lector en suspenso hasta las últimas páginas. Por supuesto, el libro no carece de algunos puntos flojos, como pueden serlo algunos personajes demasiado estereotipados, o algunos elementos románticos un poco triviales, pero la impresión, en general, es positiva. Sin embargo, para aquellos que no lo hicieron, creo que es mejor invertir el tiempo en leer primero la Anábasis de Jenofonte, una obra maestra que tiene toda la intriga de una novela.

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Publicado por Aldus en 16:28 5 comentarios Enlaces a esta entrada Etiquetas: Anábasis, Historia Antigua, Historia de Grecia, Jenofonte, Novela histórica, Valerio Massimo Manfredi

miércoles 3 de febrero de 2010

Res non verba - ¿Las vacas no hablan?

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Hechos, no palabras

Res non verba no significa –como muchos malintencionados afirman y otros tantos ingenuos repiten– “las vacas no hablan”, sino “hechos, no palabras”. Esa cómica traducción, muy difundida en Internet, tiene, sin embargo, una inesperada relación con el original. Las vacas, mudas como los hechos, representan las realidades percibidas como innegables por el sentido común, mientras que las palabras muchas veces se hilvanan en discursos empecinados en negar lo evidente. Por supuesto, desde lo que se da en llamar “postmodernidad”, la entidad separada de hechos y palabras ya no puede afirmarse sin reparos, pero tales pensamientos no complicaban la vida de los romanos.

Bromas aparte, pocas frases representan como ésta en forma tan concentrada el espíritu pragmático de la mentalidad romana. Estas palabras se atribuyen a Catón el Viejo, un senador del siglo II a.C., cuyo nombre vendría con el tiempo a simbolizar las virtudes de frugalidad, coraje, determinación y trabajo que los romanos más apreciaban y que, según creían, les habían permitido conquistar su imperio. Para los ciudadanos de la gran urbe del Lacio, res non verba era un principio que se aplicaba, sobre todo pero de ningún modo exclusivamente, a su forma de concebir la política. Ello tenía, sin duda, un costado brutal, que sufrieron los pueblos conquistados. Los romanos no les dedicaron muchas palabras, sino sólo hechos, y cargados de violencia. A pesar de este lado oscuro, no puedo evitar muchas veces añorar la idea expresada por esta frase, pues a menudo, la política contemporánea transmite la impresión de que el único hecho son las palabras. Creo que los romanos y las vacas coincidirían conmigo, esto es, si ellas pudieran hablar.

25 de mayo de 2008

Ars longa, vita brevis

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la vida es breve, el arte, largo

Séneca, De brevitate vitae 1

El original de esta frase es griego, obra del padre de la medicina, Hipócrates (Aforismos, I, 1):

Ὁ βίος βραχὺς, ἡ δὲ τέχνη μακρὴ, ὁ δὲ καιρὸς ὀξὺς, ἡ δὲ πεῖρα σφαλερὴ, ἡ δὲ κρίσις χαλεπή

Vita brevis, ars longa, occasio praeceps, experimentum periculosum, iudicium difficile

"La vida es breve, el arte, largo; la ocasión, fugaz; la experiencia, confusa; el juicio, difícil."

Todo aquél que se ha adentrado con afán en algún campo del conocimiento humano conoce la sensación de impotencia que este proverbio evoca. Es tanto lo que hay para aprender, tan compleja la realidad, que varias vidas no bastarían para saciar nuestra sed de conocimiento. Por ello la ciencia es como una antorcha, que se transmite de generación en generación, contribuyendo cada una sólo el pequeño aporte que los estrechos límites de su mortalidad y transitoriedad le permiten. Pero Séneca cita esta frase al comienzo de su tratado acerca de la brevedad de la vida para expresar su desacuerdo:

non accepimus brevem vitam, sed fecimus, nec inopes eius, sed prodigi sumus.

No hemos recibido una vida breve, sino que la hicimos breve, no somos pobres en tiempo, sino derrochadores.

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lunes 18 de enero de 2010

Omnia mea mecum porto

Llevo todas mis cosas conmigo

Cicerón, Paradoxa stoicorum, 1.1.8

Cicerón y Valerio Máximo relatan la siguiente anécdota sobre Bías de Priene, un distinguido legislador y orador, y uno de los legendarios siete sabios de Grecia: Los enemigos habían tomado Priene, y todos sus ciudadanos huían cargando todo lo que podían llevar de sus pertenencias, sólo Bías marchaba sin llevar nada. Al verlo, sus conciudadanos le preguntaron por qué no hacía como ellos. Para su sorpresa, el sabio les respondió que lo hacía, pues él llevaba todas sus bienes consigo. Se trataba de cosas invisibles para los ojos, pero valiosas para el espíritu.

Séneca (Epístolas morales 9.18-19) atribuye la misma anécdota al filósofo griego Estilpón. El fabulista Fedro (4.22) relata una versión algo diferente protagonizada por Simónides, en la que el genial poeta lírico pierde todas sus riquezas en un naufragio pero, a diferencia de los marinos, no lo lamenta, pues lleva todas sus riquezas en sí mismo. Ello es rápidamente demostrado cuando los náufragos son ayudados por un rico habitante de una ciudad cercana, que, siendo un admirador de Simónides, vuelve a proveerlo de todo lo que había perdido.

Debo confesar que se trata de una de mis citas latinas preferidas. En ella vemos ilustrada la idea de la invulnerabilidad del sabio defendida por los estoicos. Nada malo puede

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sucederle, nunca puede verse perjudicado, pues sus bienes se encuentran en un plano que trasciende lo material. De la misma forma, como señala Séneca en su tratado De constantia sapientis, tampoco puede el sabio padecer afrenta o sufrir injuria.

Creo que se trata de un mensaje que conserva hoy plena relevancia. Vivimos en una sociedad consagrada al materialismo más absoluto, transformado a un mismo tiempo en religión, filosofía e ideología. De allí el malestar constante que genera en nuestra cultura la inevitable transitoriedad de lo tangible, que se hace siempre evidente por más que nos resistamos a verla. No poseemos nada. Antes que propietarios, somos usuarios o inquilinos. Todo lo nuestro será tarde o temprano de otro. Las únicas cosas que verdaderamente están bajo nuestro control son la sabiduría, el conocimiento, los valores y las habilidades que hemos adquirido. Ese es nuestro único capital inalienable.

Es posible que mi opinión sea algo exagerada, por ello me gustaría conocer vuestra visión al respecto.

En la última entrada de este blog tratábamos del gran humanista Poggio Bracciolini, concentrándonos en su faceta de cazador de manuscritos antiguos. Poggio fue uno de los pensadores y escritores más versátiles de este período y creo que hay muchos otros aspectos interesantes para destacar de su vida y obra, como sus escritos históricos, sus contribuciones al estudio arqueológico de las ruinas romanas, sus tratados polémicos, etc. Pero hay una faceta particularmente interesante por su originalidad y por revelar una cara poco conocida de los círculos humanistas del renacimiento, se trata de sus escritos humorísticos. Una de las obras más famosas y exitosas de Poggio fue su colección de chistes, Facetiae, uno de los libros más reeditados en Europa entre los siglos XV y XVIII. Se trata de una recopilación de pequeñas historias de gran comicidad y, en su mayoría, de contenido erótico-picaresco. Algunas no han resistido el paso del tiempo y parecen hoy demasiado simples o inocentes, otras conservan intacta su capacidad de hacer reír. Os dejo aquí una pequeña muestra, una de mis favoritas, muy imitada posteriormente.

La admirable respuesta de un niño al cardenal Angelotto

El cardenal Angelotto era un hombre mordaz, siempre dispuesto a discutir, muy locuaz pero poco prudente. Cuando estaba en Florencia el Papa Eugenio, el cardenal fue visitado por un niño de diez años, notable por su extrema inteligencia. El pequeño utilizaba un vocabulario escogido y tenía un discurso excelente. Admirado Angelotto por la seriedad y por

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el estilo de sus palabras, y viendo que el niño respondía inteligentemente a todas sus preguntas, se volvió a sus acompañantes y dijo: “A los que tienen este ingenio y capacidad desde la niñez al crecer les disminuye el intelecto y terminan por volverse idiotas como adultos”. El niño le respondió sin demora: “Vos debéis entonces haber sido el más sabio e inteligente de todos en vuestros primeros años”. El cardenal enmudeció ante la ingeniosa respuesta, viéndose reprochado por estúpido por quien había considerado sólo un niño.

En la Bibliotheca Augustana podéis encontrar una versión completa en latín de las Facetiae de Poggio.

5 de junio de 2009

¿Cien años de citas latinas? - Memento mori

Agradezco los generosos comentarios, felicitaciones y buenos deseos por el primer cumpleaños de citas latinas. Un lector (Heli, de Etiópica) afirma, incluso, su deseo de que este blog prosiga por cien años más. Nada me gustaría tanto como alcanzar ese objetivo, pero soy escéptico de que pueda lograrlo. Tengo muy presente la máxima latina memento mori, recuerda que morirás.

 El sentimiento trágico de la brevedad y fragilidad de la vida humana es omnipresente en la cultura grecorromana y se hace visible en gran diversidad de manifestaciones. La frase a la que me refiero hace su aparición, en diversas versiones, en las lápidas latinas del período imperial, por ejemplo:

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 Qui legis hunc titulum, mortalem te esse memento.

 Tú, que lees esta inscripción, recuerda que eres mortal

 

Otro ejemplo:

 Viator, viator! Quod tu es, ego fui; quod nunc sum, et tu eris

 ¡Viajero, viajero! Lo que tú eres, yo lo fui; lo que ahora soy, tú lo serás

 

 La muerte aparece aquí como la gran destructora y niveladora, ciega a las pretensiones y ambiciones humanas, frente a la cual toda resistencia es fútil. Este sentimiento es recurrente en la literatura latina. Uno de los pasajes en que, a mi juicio, es expresado con mayor belleza poética es el final de la Oda I.4 de Horacio:

 Pallida Mors aequo pulsat pede pauperum tabernas 

  regumque turris. O beate Sesti,

uitae summa breuis spem nos uetat inchoare longam.               15    

 Iam te premet nox fabulaeque Manes

et domus exilis Plutonia, quo simul mearis,    

  nec regna uini sortiere talis

nec tenerum Lycidan mirabere, quo calet iuuentus     

 nunc omnis et mox uirgines tepebunt.         

 

La pálida muerte golpea con el mismo pie las chozas de los pobres y las torres de los reyes. La breve suma de nuestra vida nos impide, dichoso Sestio, albergar grandes esperanzas. Ya te alcanzan la noche y los fabulosos Manes y la hostil residencia Plutonia, en la que, cuando hacia allí hayas partido, no serás más sorteado para escanciar el vino, ni admirarás al tierno Lycidas, por quien todavía toda la juventud se abraza y del que pronto se enamorarán las doncellas.

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Mi traducción es sólo un deslucido reflejo de la belleza del original.

30 de mayo de 2009

Los dioses no se preocupan por protegernos, sólo por castigarnos

La Isla de los Muertos - Arnold Böcklin

non esse curae deis securitatem nostram, esse ultionem

Tácito, Historiae, 1-3

En la primera parte de sus Historiae, Tácito relata los sucesos que siguieron al derrocamiento de Nerón. Las terribles guerras civiles del año de los cuatro emperadores y las atrocidades cometidas en ellas por todos los bandos enfrentados constituyen un tema ideal para que el gran maestro del tono patético y trágico despliegue todos el repertorio de recursos estilísticos de su poderoso lenguaje. Al culminar la revisión general de su tema en la introducción de esta obra, Tácito incluye la cita que aquí nos ocupa como conclusión lógica e inevitable de las calamidades sufridas por el pueblo romano. Este es el pasaje completo en español:

praeter multiplicis rerum humanarum casus caelo terraque prodigia et fulminum monitus et futurorum praesagia, laeta tristia, ambigua manifesta; nec enim umquam atrocioribus populi Romani cladibus magisve iustis indiciis adprobatum est non esse curae deis securitatem nostram, esse ultionem.

Más allá de las variadas vicisitudes de los hechos humanos, hubo prodigios en el cielo y la tierra, ominosos truenos y presagios del futuro, tanto favorables, como contrarios, ambiguos, como manifiestos; nunca antes, en suma, calamidades más atroces del pueblo romano, ni indicios más claros probaron, en forma tan contundente, que los dioses no se preocupan por protegernos, sino sólo por castigarnos.

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Tácito es un profundo y radical pesimista. La historia del imperio se transforma en sus manos en un relato de perversión y decadencia, en el que los ejemplos de virtud están condenados al fracaso y sus protagonistas, a la destrucción. Los hombres son sólo juguetes de dioses caprichosos o, peor aún, incluso malignos. Pero si Tácito parece reconocer aquí por lo menos una cierta intervención divina en los asuntos humanos, en otros pasajes de sus obras se muestra completamente escéptico respecto de cualquier tipo de providencia. En sus Annales, al reflexionar sobre lo inesperado de que Claudio llegara finalmente a ocupar el trono imperial, afirma:

mihi quanto plura recentium seu veterum revolvo tanto magis ludibria rerum mortalium cunctis in negotiis obversantur (Ann., III, 18)

Cuanto más reflexiono sobre los hechos recientes y los antiguos, tanto más observo que un azaroso capricho rige todos los asuntos humanos

La fortuna es la única fuerza que deja reconocer su influencia permanente en el curso de la historia humana. Los hombres son sólo sus juguetes.

24 de abril de 2009

5 frases y expresiones en latín que hay que conocer (primera parte de la serie)

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Numerosas expresiones latinas son moneda corriente en el lenguaje culto y académico. Conocer su significado y dominarlas es una ayuda esencial para la comprensión de textos literarios y científicos. Con frecuencia escucho las quejas de los estudiantes cuando se encuentran con textos plagados de “latines” y entiendo su frustración. Comprenderlas es importante, y de allí a usarlas en nuestros propios textos hay un sólo paso. Nada es más útil como recurso estilístico cuando buscamos un tono elevado que el uso de frases en latín

A modo de ayuda presentaré aquí en una serie de entradas (espero publicar muchas) algunas expresiones muy usadas que, en mi opinión, es imprescindible conocer. Comienzo hoy con un breve análisis de las expresiones “a priori”, “a posteriori” y “ad hominem”, “ad nauseam” y “alter ego”.

1. y 2. “A priori” / “a posteriori”

traducción: “de lo anterior” / “de lo posterior”

significado:

Estas frases son utilizadas en la filosofía y, especialmente, en la epistemología para designar dos tipos diferentes de conocimientos. “A priori”, designa un conocimiento o argumento anterior a la experiencia y “a posteriori” a uno hecho ya sobre la base de la misma. Los términos fueron creados por el filósofo alemán Immanuel Kant. Para este pensador, si bien todo conocimiento comienza con la experiencia, no todo conocimiento tiene necesariamente su origen en la experiencia.

Fuera del contexto específico de la filosofía, estas frases se utilizan, en líneas generales, para distinguir cuando un juicio es una presunción y cuando, por el contrario, es un argumento con una base empírica.

ejemplos:

“La resolución tomada no plantea, a priori, problemas”

“Considerada a posteriori, la resolución tomada se ha revelado como una fuente inagotable de problemas”

3. “Argumentum ad hominem” o abreviado “ad hominem”

traducción: “argumento contra el hombre” o “argumento dirigido a la persona”

Significado:

El argumento ad hominem hace referencia a una falacia, es decir, a un silogismo o razonamiento que se considera lógicamente falso o viciado. Se trata de la descalificación de un argumento por características de la persona que lo afirma y no del

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argumento en sí mismo. Se trata de una falacia muy utilzada y, dicho sea de paso, muy efectiva.

Opera de acuerdo al siguiente esquema:

A afirma B;

Hay algo cuestionable acerca de A,

Por tanto, B es falso.

Por ejemplo, Juan dice que sería mejor aprobar la resolución, pero Juan es un ignorante y no podemos tener en cuenta su opinión.

Ejemplo:

“Se pretende descalificar al líder opositor con un argumento ad hominem”

4. “Ad nauseam”

traducción: hasta la nausea

significado:

La frase “ad nauseam” es utilizada en la lógica para referirse a la repetición en innumerables oportunidades (por diferentes personas) de un mismo argumento con el fin de darle credibilidad. Se trata de un tipo de falacia, porque la repetición no afirma nada sobre la veracidad del argumento. Fuera del contexto específico de la lógica la frase se utiliza para calificar la repetición excesiva de un tema o afirmación.

ejemplo:

Este tema ha sido ya discutido ad nauseam.

5. “Alter ego"

traducción: otro yo

significado:

La frase “alter ego” es utilizada técnicamente sobre todo en el análisis literario, cuando un personaje ficcional representa cercanamente la biografía, opiniones u otros aspectos del autor de la obra, o cuando dos personajes representan facetas diferentes de una misma identidad.

ejemplo:

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El personaje de Auguste Dupin es un alter ego de Edgar Allan Poe.

1 de marzo de 2009

Cómo aprender latín

Un lector de este blog me ha consultado sobre la mejor forma de aprender latín. No es fácil dar una respuesta. Sin duda, el camino más sencillo hacia el dominio de ese idioma sería asistir a un curso dictado por un profesor capacitado pero, probablemente, por cuestiones de tiempo, esa vía estará vedada para la mayoría de los lectores. Afortunadamente, existen otras posibilidades, pero ellas requieren un esfuerzo mucho mayor y un grado de autodisciplina considerable.

La imagen tradicional de la clase de latín

El aprendizaje en soledad de cualquier idioma representa un gran desafío. Más aún en el caso del latín, que tiene una presencia ínfima en el mundo cotidiano. La imagen más difundida de la enseñanza del latín tiende a desalentar a los potenciales interesados. Podríamos ilustrarla con aquella famosa escena de la película La sociedad de los poetas muertos (en España: El club de los poetas muertos) que presenta a los alumnos repitiendo mecánicamente, e innumerables veces, las declinaciones. La clase de latín aparece aquí como prototipo de la enseñanza anticuada y autoritaria que el protagonista cuestiona. No se trata, ciertamente, de una invención cinematográfica, yo mismo fui introducido al latín de forma semejante. Puedo decir que por muchos años no aprendí latín, sino a traducir del latín al español. Sólo en Alemania tomé contacto con metodologías más activas que cambiaron radicalmente mi relación con el idioma antiguo. Allí tuve oportunidad de realizar cursos de traducción, composición y conversación en latín (una peculiaridad en algunas universidades alemanas), además de cursos similares de griego. Creo que estos cursos me dieron herramientas imprescindibles, pero he aprendido también mucho por mi cuenta a través de la lectura y la traducción de autores latinos.

Los nuevos métodos

Quien desee aprender latín por su cuenta dispone hoy, afortunadamente, de una serie de opciones más amables. A fines de la década de 1950 comenzaron a hacer su aparición metodologías con un mayor desarrollo didáctico, que intentan una aproximación similar a la utilizada para el aprendizaje de lenguas modernas. Revolucionario fue el “método directo” desarrollado por el danés H. H. Orberg en su Lingua Latina secundum naturae rationem explicata. El texto se encuentra completamente en latín y sumerge al

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estudiante de lleno en el idioma a aprender. Poco después surgieron otros métodos semejantes como Latin by the natural method de W. Most. Personalmente, he tenido más contacto con el Cambridge Latin Course, que recomiendo por su contenido histórico para aquellos que dominan el inglés. Estos métodos coinciden en que no pretenden sólo enseñar a traducir, sino lograr que el estudiante utilice la lengua latina en forma activa.

Sobre el método de Orberg existe una excelente página en español que os recomiendo visitéis por más información. En Youtube hay muchos videos de clases de latín según este método. Aquí sólo un ejemplo:

20 de febrero de 2009

Ciceronianismo

"Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe." (Borges, El escritor argentino y la tradición, 1951.)

Sobre lo obvio no es necesario explayarse. Esa sería la idea de este fragmento. De la misma forma podría defender el no haber mencionado todavía a Cicerón en este blog, que pretende ocuparse de la cultura clásica. A pesar de no haber sido nombrado expresamente, se ha encontrado siempre presente. Como me informo en este artículo de que –contrariamente a lo afirmado por Gibbon y creído por Borges- si hay camellos en el Corán, pienso remediar mi falta para con Cicerón con una serie de entradas. Para empezar creí oportuno presentar una breve reseña del ciceronianismo.Todo aquel que ha estudiado latín ha tomado contacto directo con las obras de Cicerón (o con algunas de ellas). El gran orador romano es considerado uno de los máximos -sino el mayor- exponente de la prosa latina clásica. A partir de sus textos se han modelado, en buena medida, las gramáticas y demás instrumentos con que el estudiante se inicia y adentra en el estudio de ese idioma. Yo no he sido la excepción. El estilo, la cadencia y la potencia de sus discursos y tratados enriquecieron mis años de estudio y

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todavía me deleitan regularmente.Cicerón fue leído en todas las épocas. Ya en las décadas que siguieron a su muerte su estilo era considerado por la mayoría de los profesores de retórica como uno de los mejores modelos a imitar. Fue Quintiliano, sin embargo, a fines del siglo I d.C. quien lo entronizó definitivamente como máxima concreción de la elocuencia. Movido por el rechazo al más recargado estilo de su época, Quintiliano identificó al gran orador como paradigma de lo clásico. Fue así el creador del Ciceronianismo, concepto por el que se entiende la imitación del lenguaje de Cicerón como modelo estilístico absoluto y la adopción de su ideal sobre la formación del orador perfecto mediante la combinación de elocuencia y sabiduría.

Petrarca

La popularidad del gran orador romano se mantuvo intacta durante la Edad Media, sus ideales filosóficos y educativos siguieron ejerciendo gran influencia, pero el latín medieval se caracterizó por una compleja combinación de las diversas tradiciones idiomáticas del latín y no por una imitación directa de Cicerón. Fueron los humanistas del Renacimiento italiano quienes recuperaron la identificación de la lengua ciceroniana como máximo exponente literario de todos los tiempos y la tomaron como criterio de evaluación para condenar al latín de los autores del medioevo. El precursor fue, por supuesto, Petrarca, quien destacó a Cicerón como uno de los mayores autores de la Antigüedad, pero sin por ello plantearse como objetivo una imitación directa de su estilo. Para él, el autor, tal como las abejas producen la miel con el néctar de muchas flores, debía formar su estilo combinando lo mejor de diversos modelos (véase Ep. ad familiares 1.8).

Hummanistas posteriores destacaron que Petrarca y sus inmediatos seguidores (como Bocaccio o Coluccio Salutati) habían sido los primeros en señalar el camino para la restauración del latín clásico. Consideraban, sin embargo, que su éxito había sido sólo parcial y abogaron por una cercanía mucho mayor con el estilo ciceroniano. La idealización de la vida y obra del orador romano alcanzó entonces un punto extremo, visible, por ejemplo, en el Cicero novus de Leonardo Bruni, una biografía de tono claramente panegírico.

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Leonardo Bruni

Comienza entonces una tendencia fuertemente arcaizante en el uso del latín. No se reconoce como respetable ninguna palabra que no aparezca en las obras de los autores clásicos. Los santos comienzan entonces a ser llamados dii y deae, sus estatuas, simulacra sancta deorum; las monjas, vestales virgines; el cielo, Olympus; los cardenales, augures, el Papa, pontifex maximus, y Dios, Jupiter optimus Maximus!

El ciceronianismo no fue, sin embargo un movimiento uniforme. Por el contrario, fueron frecuentes las diferencias entre los humanistas en torno al grado en que el latín debía regirse por este modelo. Mientras que un grupo era partidario de una imitación libre, otro proponía tomar al Arpinate como precepto riguroso de estilo. Sobre esta disputa basta aquí mencionar dos de sus manifestaciones literarias más famosas. En primer lugar, la discusión al respecto en el intercambio epistolar entre Poliziano y Paolo Cortese (de la que pretendo tratar en una próxima entrada de este blog). En segundo, el magistral diálogo de Erasmo, Ciceronianus. Sive de optimo dicendi genere.

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En el último tercio del siglo XVII el ciceronianismo comenzó a perder influencia rápidamente. El tacitismo, la imitación del estilo de Cornelio Tácito ganó entonces un papel preponderante, especialmente de la mano de Justo Lipsio (1547-1606), uno de los más influyentes humanistas de ese período. El estilo crítico de Tácito era ciertamente más adecuado para una época en la que el absolutismo de los monarcas europeos empezaba a crear un contexto más semejante al Imperio Romano que a la república. El ciceronianismo conservó, sin embargo, su posición de poder en el ámbito educativo y, pese a los innumerables cambios didácticos y metodológicos, la mantiene en buena medida hasta hoy.

Personalmente, me considero un ciceroniano, pero sólo en el sentido de que admiro profundamente el estilo y el pensamiento de Cicerón, sin aspirar en lo más mínimo a reproducirlo o imitarlo, tareas muy por encima de mis capacidades.

17 de julio de 2008

Homo omnium rerum mensura est

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El hombre es la medida de todas las cosas

Protágoras de Abdera (490-420a.C.) es para nosotros una figura borrosa. Todos los testimonios de los que disponemos sobre su persona son indirectos y nuestro principal informante, Platón, era extremadamente crítico de su pensamiento. Protágoras es considerado como uno de los fundadores del movimiento sofístico en la Grecia Clásica. Los sofistas eran una especie de maestros ambulantes que recorrían las ciudades en busca de discípulos, a los que prometían enseñar la excelencia (areté) y las técnicas necesarias para tener éxito en la polis, principalmente la retórica. La imagen de los sofistas ha quedado hondamente marcada por la caracterización negativa hecha de los mismos en los diálogos platónicos, donde se los presenta como relativistas impugnadores de todos los valores morales y preparados a utilizar su destreza argumentativa para lograr el triunfo de posturas injustas.

Protágoras fue uno de los sofistas más exitosos. Logró reunir gran cantidad de discípulos, lo que le permitió, según la tradición, obtener grandes riquezas. Dos fragmentos de sus obras conservados por autores posteriores han atraído gran interés y son citados con frecuencia. Del primero de ellos hemos presentado aquí su forma latina. El texto griego completo afirma: El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en su ser, y de las que no son en su no-ser.

El sentido es disputado por los eruditos modernos, pero la opinión más aceptada es que Protágoras aboga aquí por un relativismo subjetivista absoluto. Es decir, toda verdad es relativa a la persona que la formula o cree en ella.

Platón señala por boca de Sócrates en su diálogo Teeteto que Protágoras se contradice a sí mismo, pues si todo es relativo, entonces la afirmación misma de que el hombre es la medida de todas las cosas también lo es y no puede, por tanto, ser verdadera. Se trataría, de acuerdo con esta opinión, de una contradicción del tipo de la que se produce cuando uno afirma que la verdad no existe, pues, si la verdad no existe, tampoco puede esta afirmación ser verdadera. Pero si esta afirmación no es verdadera, eso quiere decir que la verdad existe.

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El argumento es, de hecho, presentado en una forma más sutil. Si el hombre es la medida de todas las cosas, es verdadero lo que una persona crea verdadero y viceversa. Pues bien, si una persona cree, como Sócrates, que tal afirmación es falsa, sería en verdad falsa y debería ser rechazada.

Pero el triunfo de los opositores es tan sólo aparente y la defensa de Protágoras muy sencilla. Si alguien cree que su afirmación es falsa, entonces ésta es de hecho falsa, pero para esa persona, mientras que para Protágoras sigue siendo verdadera. Éste es el punto central e inderogable de su relativismo. Uno podría objetar todavía que Protágoras no presenta su afirmación como si fuera verdad sólo para él, sino como una regla general. Pero, de hecho, desconocemos el contexto de la máxima de Protágoras. El que la misma ni siquiera pueda ser afirmada con certeza refuerza, en mi opinión, el argumento a favor del relativismo. Tal es la miseria de la condición humana. ¿O tiene el lector un argumento mejor?

El segundo fragmento muy citado que se conserva de la obra de Protágoras afirma:

“de los dioses no puedo saber si existen, ni qué forma tienen. En efecto, son muchas las dificultades que obstaculizan tal conocimiento, como la imposibilidad de recurrir a la experiencia sensible, y la brevedad de la vida" Quizás también le interese:

1 de julio de 2008

Virtus est medium vitiorum utrimque reductum

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La virtud es el punto medio equidistante entre dos vicios

Horacio, Epístolas, 1,18,9

En esta epístola Horacio instruye a su amigo Lollio sobre como comportarse en la amistad con personajes de alto rango. La concepción detrás de esta máxima es aristotélica (de la Ética para Eudemo). La virtud es el equilibrio entre dos vicios, uno que peca por el exceso y otro que lo hace por defecto. El valor es así, por ejemplo, el justo balance entre el exceso de la temeridad y el defecto de la cobardía. Este es el equilibrio al que alude Horacio en otra de sus célebres expresiones: aurea mediocritas, la dorada medianía, el balance justo que permite en la vida un camino de sabiduría, seguridad y comodidad evitando los extremos.

En uno de los más bellos libros de emblemas que conozco, el publicado por Otho Vaenius (Otto van Veen) en Amberes en 1612 y dedicado en exclusividad a máximas extraídas de la obra de Horacio, esta frase es ilustrada con el exquisito grabado que encabeza este post.

Allí la virtud es el equilibrio entre la avaricia y el derroche, ubicadas a izquierda y derecha. En el centro vemos a la liberalidad. Vaenius era un humanista y pintor autor de

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numerosos libros de emblemas, todos ilustrados por él mismo. Vaenius acompaña la máxima horaciana de poemas en cuatro idiomas, aquí vemos el soneto que incluye en español:

Es la virtud del hombre una armoníaQue de contrarios hace consonanciaEntre afectado, y tosco una elegancia,Que aborrece la falta y demasía;Es entre más, y menos norte, y guíaPara la eterna inmaterial estancia,De dos extremos liga, y concordancia,Raquel hermosa entre una, y otra Lia;Es medio universal por donde puede,De sus vicios huyendo los extremos,Sin que caiga aquel Ícaro atrevido,Llegar el hombre al templo, en quien concedeLa prudencia, que ofrezca vela, y remos,Que a tal medio tal fin se está debido.

El principio de la dorada medianía es, de hecho, anterior a Aristóteles y se encuentra ya en el pensamiento pitagórico y socrático. Sus orígenes no son sólo filosóficos, el mismo tema es claramente reconocible en la famosa leyenda de Dédalo e Ícaro aludida por Vaenius en su soneto. Para escapar de Creta, Dédalo, un genial inventor, fabricó con plumas y cera alas para que él y su hijo Ícaro pudieran partir por los aires. El padre advirtió a su hijo que no volase demasiado alto, porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo, porque la espuma del mar mojaría las improvisadas alas. Atraído por el esplendor del sol, Ícaro se elevó demasiado. Derretida la cera, se desplomó al mar. Sólo un curso medio le hubiera permitido salvarse.

Uno de los cuadros más bellos sobre el tema de Ícaro es el de Peter Brueghel: “Paisaje con caída de Ícaro” de 1558.

31 de mayo de 2008

Cave Canem!

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Cuidado con el perro

(de un Mosaico Pompeyano)

Las ruinas de Pompeya constituyen -por su riqueza informativa- un testimonio único de la vida cotidiana de una ciudad del Imperio Romano. El visitante moderno del parque arqueológico cercano a Nápoles se siente doblemente sorprendido. En primer lugar, por la imagen “moderna” que tanto el trazado urbano como sus edificios y viviendas transmiten, lo que produce una sensación de cercanía con sus habitantes antiguos. En segundo lugar, también asombran al visitante los numerosos elementos exóticos, especialmente las representaciones en frescos, mosaicos y relieves. Las mismas evidencian que esa cercanía en lo edilicio y urbanístico es en buena medida superficial y se contrapone a una gran distancia en lo cultural.

Pero hay un mosaico que sorprende invariablemente a los visitantes por su indudable familiaridad y es reproducido lucrativamente por los vendedores de souvenirs. El mismo se encuentra en el piso del vestíbulo de la denominada “casa del poeta trágico” (una vivienda con decoración especialmente exquisita) y representa un perro encadenado acompañado de la breve inscripción cave canem, cuidado con el perro. Una imagen similar es descripta por Petronio (Satyricon 29) y otros hallazgos arqueológicos indican que se trata de un motivo frecuente.

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Esta breve expresión (muy distinta de las profundas y filosóficas reflexiones comentadas normalmente en este blog) tiene un encanto especial. Ella es, en mi opinión, una muestra especialmente poderosa de la fuerza y magia con que el latín puede revestir hasta lo más banal.

Atrio de la Casa del Poeta Trágico

23 de mayo de 2008

Sapere aude!

Atrévete a ser sabio!

(Horacio, Epístolas, libro I, Epístola 2)

Quien comenzó, ya hizo la mitad, escribe Horacio. A continuación, añade: sapere aude, atrévete a saber, o -quizás más precisamente- atrévete a ser sabio.

Esta pequeña frase no es común en las recopilaciones de proverbios del Renacimiento. Florentius Schoonhovius, un intelectual holandés del siglo XVII (ver imagen) la tomó

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como lema para su colección de emblemata. Pero su celebridad es posterior, y se debe en gran medida al filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804), quien la presenta como lema o leitmotiv de la corriente filosófica de la ilustración en su pequeño tratado, Was ist Aufklärung. Desde entonces, ha sido elegida con frecuencia como lema de universidades, academias y otras instituciones educativas.

Kant traduce esta frase como wage zu wissen -atrévete a saber- pero (al igual que Schoonhovius) desplaza el significado de aquél pretendido por Horacio al presentarla como un mandato a la investigación y el descubrimiento de la verdad.

La segunda epístola está dirigida a Lolio, un amigo ocupado en Roma como abogado, a quién Horacio exhorta a emprender el camino de la sabiduría. El sentido no es el de Kant. No se trata de una búsqueda del conocimiento, sino del logro de un equilibrio interno, del establecimiento de una vida sobre bases firmes. Cito estos pasajes de Horacio en la barroca traducción de Tomás TAMAYO DE VARGAS, un -ya olvidado- erudito español del siglo XVII.

De la vista pretendesLas aristas sacar como dañosas,Y con fatal desidiaLa cura se difiereDe lo que roe el ánimo, o le hiere.La mitad tiene hecho aquel que empieza:Atrévete a saber: da el primer paso:Que el que de vivir bien alarga la hora,Al rústico parece, que tropiezaRaudal de agua no escaso,Y aguarda si mejora,Sin la vaga corriente, su camino;Y es que ignorante y ciego no previno,Que es su curso perenne,Y que de serlo para siglos tiene.El dinero se busca, y la fecundaMujer: rompe el aradoLas selvas; mas no debe lo que abunda,Si lo que basta, ser más deseado.No la casa, la hacienda, los caudalesCuran al dueño enfermo, de sus males,Ni al ánimo las penas; pero sanoEl poseedor podrá gozarlo todoSi pensare usar de ello con buen modo.…Despreciad pues los gustos,Que los comprados con dolor y sustosPerjudican. No rompeJamás el que es avaro su indigencia.Corregid los deseos inhumanos;Que la ajena opulenciaEs siempre torcedor del envidioso:Ni hallaron los tiranos

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De Sicilia tormentoMayor que el de la envidia. Quien juiciosoSus iras no modere,Sólo el dolor espereDe haber pasado intrépido, y violentoLa debida templanza,Por el engaño infiel de su venganza.Es la ira un furor rápido, y breve,Que el que en ella no mandaEs de ella dominado.…De esta ciencia no escasaLlena tu tierno corazón; y sigaLas máximas mejoresTu pecho, oh Joven, si en mi aviso fías;Porque por largos díasConserva los oloresEl vaso que los tuvo recogidos:Que yo, vayas despacio, o más violento,Con mis pasos medidosNo he de ir más deprisa, ni más lento.

19 de mayo de 2008

Dimidium facti, qui coepit, habet

“Quien comenzó, ya hizo la mitad”

(Horacio, Epístolas, Libro I, Ep. 2)

No podría comenzar con mejor cita que ésta. Hace mucho tiempo que acariciaba la idea de iniciar un blog de citas latinas en español pero, distraído por otras ocupaciones, siempre postergaba el proyecto. Hoy siento que, como dice Horacio, una parte importante del trabajo ya está hecha, quizás la parte más difícil… comenzar.

Esta cita encierra un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Los hombres rebosamos siempre de proyectos y propósitos, nunca nos encontramos faltos de deseos y objetivos, pero constantemente diferimos su realización para otra oportunidad. Como si dispusiéramos de un tiempo infinito, creemos constantemente que ya encontraremos un momento mejor, que todavía es demasiado pronto, que ya se presentará la situación adecuada, que si esperamos y descansamos podremos empezar con mayor energía, entusiasmo, convicción…

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Un proverbio chino reza: “hasta el viaje más largo comienza por el primer paso”. Ese primer paso es, sin duda, el más difícil. Pero una vez dado, el resto le sigue casi automáticamente. Iniciado viaje, nos convencemos de la necesidad de seguir adelante, de no desviarnos, de alcanzar, finalmente, nuestro destino. Todo proceso tiene una cierta inercia. Una vez iniciado el movimiento, es menor la energía necesaria para mantenerlo.

Pero la belleza de esta frase horaciana no deriva sólo de su sabiduría. Es la elegancia de la concisión latina la que le otorga una fuerza especial. Esa capacidad de sintetizar complejos pensamientos con brevedad singular es lo que enviste a las citas latinas con un aura de magia y misterio. Respiramos o intuimos a través de ellas algo primordial o primigenio. Por eso nos atraen. Y por ello les rendimos culto en este blog.