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DE RAZÓN PRÁCTICA Directores Javier Pradera / Fernando Savater N.º 131 Abril 2003 Precio 7 Abril 2003 131 ERNESTO GARZÓN VALDÉS Optimismo y pesimismo en la democracia NORMAN BIRNBAUM El proyecto hegemónico de George W. Bush GIOVANNI SARTORI Superpoblación: una carrera insensata y perdedora JOHN RAWLS Una biografía THOMAS W. POGGE JULIO SEGURA Economía y matemáticas IGNACIO SOTELO Pretextos y motivos de la guerra de Irak

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DE RAZÓN PRÁCTICADirectoresJavier Pradera / Fernando Savater N.º131Abril 2003

Precio 7 €

Ab

ril 200313

1

ERNESTO GARZÓN VALDÉSOptimismo y pesimismo en la democracia

NORMAN BIRNBAUM El proyecto hegemónico

de George W. Bush

GIOVANNI SARTORISuperpoblación: una carrera

insensata y perdedora

JOHN RAWLSUna biografíaTHOMAS W. POGGE

JULIO SEGURA Economía y matemáticas

IGNACIO SOTELO

Pretextos y motivosde la guerra de Irak

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S U M A R I ON Ú M E R O 131 A B R I L 2 0 0 3

PRETEXTOS Y MOTIVOS IGNACIO SOTELO 4 DE LA GUERRA DE IRAK

SUPERPOBLACIÓN: UNA CARRERA GIOVANNI SARTORI 12 INSENSATA Y PERDEDORA

ECONOMÍA Y MATEMÁTICASJULIO SEGURA 18 LA VISIÓN DE UN ECONOMISTA

OPTIMISMO Y PESIMISMOERNESTO GARZÓN VALDÉS 24 EN LA DEMOCRACIA

LA SOCIOLOGÍA DE LA LIBERTAD HELENA BÉJAR 33 DE J. G. A. POCOCK

JESÚS P. ZAMORA 40 EL NEOPOSITIVISMO ES UN HUMANISMO

Biografía John RawlsThomas W. Pogge 48 Una biografía

Diálogo Claude LefortEsteban Molina 56 A propósito de Cornelius Castoriadis

Política internacional El proyecto hegemónico de Norman Birnbaum 62 George W. Bush

Relaciones europeas Adam Michnik 65 La Europa que necesita Polonia

PsicologíaJuan Díaz Curiel 70 Memoria y duelo en víctimas de la violencia

Ensayo Pluralismo, libertad y Sebastián Escámez Navas 76 artesanía de la convivencia

Casa de citas Joaquín Brotons 80 Cornelius Castoriadis

Correo electrónico: [email protected]: www.claves.progresa.es

Correspondencia: PROGRESA. FUENCARRAL, 6; 2ª PLANTA. 28004 MADRID.TELÉFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.

Publicidad: GDM. GRAN VÍA, 32; 7ª. 28013 MADRID. TELÉFONO 915 36 55 00.

Impresión: VÍA GRÁFICA. ISSN: 1130-3689Depósito Legal: M. 10.162/1990.

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Esta revista es miembro de la Asociación de Revistas de Información

DirecciónJAVIER PRADERAFERNANDO SAVATER

EditaPROMOTORA GENERAL DE REVISTAS, SA

Director general ALFONSO ESTÉVEZ

Director adjunto JOSÉ MANUEL SOBRINO

Coordinación editorial NURIA CLAVER

Diseño MARICHU BUITRAGO

CaricaturasLOREDANO

CARLOS DÍEZ POLANCO (MADRID, 1954) es

fotógrafo especializado, entre otros temas,

en América. Durante diez años ha reunido

imágenes del arte sacro, la arquitectura y la

imaginería católica de diferentes países lati-

noamericanos. En este número publicamos

una selección de paisajes pertenecientes a

esta misma colección.

John Rawls

DE RAZÓN PRÁCTICA

Para petición de suscripcionesy números atrasados dirigirse a:

Progresa. Fuencarral, 6; 4ª planta. 28004Madrid. Tel. 915 38 61 04 Fax 915 22 22 91

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PRETEXTOS Y MOTIVOS DE LA GUERRA DE IRAK

IGNACIO SOTELO

a guerra anunciada no ha faltado a lacita en la fecha prevista por los exper-tos militares en razón de las condicio-

nes climatológicas. Al enviar un ejército de300.000 soldados a la región, la pronta ocu-pación militar de Irak era ya un hecho in-controvertible. La única cuestión que que-daba abierta era si las tropas iban a entrarcon un ataque tan rápido como brutal, o sinencontrar resistencia, bien porque SadamHusein se hubiera exilado, como era la pro-puesta de algunos países árabes y fue el ulti-mátum del presidente Busch el pasado 17de marzo, bien porque en el último mo-mento un golpe militar hubieses acabadocon el régimen; para parte de los mandosdel ejército y del partido en el poder la úni-ca forma de salvarse hubiera sido haber de-rrocado a Husein, poniéndose a la cabezadel nuevo gobierno que propugnan losamericanos.

Una guerra anunciadaHabrá que empezar a desenredar la marañade mentiras y de verdades a medias que ro-dea a esta guerra, al igual que a todas lasotras, partiendo del hecho de que en el 2004Bush no podía ir a la cita electoral con unSadam Husein en el poder, por muy desar-mado que estuviese. Un error que ya come-tió su padre y que lo pagó perdiendo laselecciones frente a un desconocido, llamadoClinton, que se conformó con preguntar alos electores algo que parecía de sentido co-mún: si Sadam Husein es esa especie de tira-no satánico que han descrito, ¿por qué en1991 no entraron las tropas norteamericanasen Bagdad, cortando de una vez la cabeza aldragón? Hace poco a esta pregunta un di-plomático estadounidense me contestabaque sucedió así porque el encargo de Nacio-nes Unidas era tan solo reestablecer la sobe-ranía de Kuwait, y lo hizo sin aludir a lasconsecuencias que entonces hubiera traído laeliminación de Sadam Husein: independen-cia de los kurdos en el norte y tal vez de los

shiíes en el sur; con lo que la intervenciónnorteamericana al final hubiera perjudicadoal mejor amigo, Turquía, y beneficiado alenemigo principal, Irán; por otra parte Ara-bia Saudita, temerosa de una influencia ex-cesiva de los shiíes en los Santos Lugares, ha-bía pedido que se acordase un alto el fuego,antes de que se rompiese la unidad del país.El que el objetivo de los norteamericanos,dijera lo que dijera el Consejo de Seguridad,era acabar con Sadan Husein indica que yacuentan con un plan para después de la gue-rra. Mantener un Irak unido, tal vez en unafederación, o bien, permitir la aparición denuevos Estados o repartir algunas de sus par-tes entre los vecinos es una decisión que pro-bablemente se tome al hilo de los aconteci-mientos. Lo que cambia respecto a 1991 esque el país se mantendrá ocupado por algu-nos años. También las tropas norteamerica-nas se retiraron en 1919 de Europa despuésdel armisticio; error que no volvieron a co-meter en 1945.

El hecho es que, destruído el ejércitoiraquí, se toleró que permaneciese SadamHusein, aunque bien maniatado, con zonasde exclusión, al norte y al sur del país, conla obligación de despojarse de las armas dedestrucción masiva y sin poder exportar suprincipal riqueza, el petróleo. El comienzode la guerra plantea una cuestión que nosuele ocupar un primer plano en las infor-maciones de los medios, pero que no dejade tener una cierta importancia. Si el fin eseliminar el régimen de Sadam Husein y eldesarme sólo el pretexto, la cuestión no essolamente por qué no se llevó a cabo en1991, cuando se tuvo al alcance de la mano,sino por qué se ha aguantado todo un dece-nio para en el verano de 2002 caer en lacuenta de que el régimen iraquí implicabauna amenaza a la seguridad internacionalque no cabría tolerar por más tiempo. ¿Có-mo se explica tanta paciencia en el pasado ytan poca en el presente?

Empezar haciéndose esta pregunta obli-

ga a enfocar el tema desde una perspectivahistórica, lo que entre otras ventajas permitedistanciarse de muchos de los argumentosque se han lanzado a la palestra, a vecesmuy distintos de los que se manejaron en elpasado. Por lo pronto, es evidente que elprimer objetivo de la política norteamerica-na en la región es derrocar a Sadam Husein,y no el desarme, como se ha dicho para po-der encajarlo de algún modo en las resolu-ciones de Naciones Unidas. Tampoco en1991 Estados Unidos paralizó el ataque te-rrestre, aunque Sadam Husein anunciase suretirada de Kuwait. En un editorial de ElPaís del 19 de febrero de 1991 se decía “queSadam Husein acabe por aceptar retirarse deKuwait es una posibilidad que no puededescartarse. En esta coyuntura EE UU y losotros países de la fuerza multinacional de-ben aplazar la ofensiva terrestre que está apunto de comenzar, al menos hasta que seaclare definitivamente si Irak se somete a lasdecisiones de la ONU”. Los bombardeos deBagdad y Kuwait, que habían comenzado el17 de enero, se mostraron eficaces; a SadamHusein no le quedó otro remedio que acep-tar la propuesta soviética de retirarse sincondiciones de Kuwait, cumpliendo así conlas resoluciones de Naciones Unidas. Ahorabien, sacar medio millón de soldados contodo su armamento es una operación logís-tica que requiere algún tiempo. El 26 de fe-brero Sadam Husein anuncia la retirada desus tropas de Kuwait. Estados Unidos con-cede un plazo de 24 horas, por completo in-suficiente, y aprovecha el repliegue del ejér-cito iraquí para destruirlo por completo;después de haber tenido desde el 2 de agos-to de 1990 ocupado Kuwait, no se iba apermitir que Irak salvase el ejército. Desdeun punto de vista militar, tenía sentido des-truir el ejército iraquí, evitando así que con-tinuara siendo una amenaza para sus veci-nos, máxime cuando la operación costó de-cenas de miles de vidas iraquíes, la cifraexacta no la conocemos, pero 79 de los alia-

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dos, 28 de los cuales se debieron al últimoscud que cayó en un campamento nortea-mericano ubicado en Arabia Saudita.

A partir de esta experiencia Irak sabíaque ceder en el último momento no le iba alibrar de un ataque. Por mucho tiempo quehubiese pasado sin que los inspectores en-contrasen armas de destrucción masiva, noquedaba demostrado que no las tuvieran.Una demostración negativa es imposible; silos iraquíes han dicho que no las tienen, elque tendría que aportar la prueba es el queafirma lo contrario. Pero tampoco se podíacreer la palabra de un Gobierno presionadopor la amenaza de guerra. Si está convenci-do de que no hay modo de evitarla, no esta-rá dispuesto a desarmarse, con lo que sólofacilitaría la operación al enemigo. Ante unataque inminente la reacción más elementales conservar el mayor número de armas pa-ra la defensa. En todo caso, mucho menorhubiera sido el riesgo de invasión si, efecti-vamente, el Gobierno de Bagdad dispusierade tales armas en cantidades dignas de con-sideración. Al igual que en Corea del Norte,hubiera sido más fácil que se hubiera im-puesto una solución diplomática. En estepunto hay que poner énfasis: lejos de con-tribuir a que no proliferen las armas de des-trucción masiva, como se afirma sin el me-nor fundamento, esta guerra refuerza la vo-luntad de adquirirlas en los Estados que sesientan más vulnerables.

La cuestión que tenemos que dilucidares por qué Estados Unidos ha estado empe-ñado en deshacerse de Sadam Husein cuan-do éste no ha sido el objetivo en etapas an-teriores. Desde luego no en aquélla en la

que el régimen iraquí actuó de hecho comoaliado frente a un Irán que entonces se con-sideraba el enemigo principal; tampoco en1991, una vez destruido el potencial militardel régimen; ni siquiera en el decenio quesigue, ya sin recursos para reconstruirlo. Encambio, lo ha sido, y de manera cada vezmás acuciante, desde el verano del 2002.Habrá que determinar los factores, tanto losligados al vaivén de las alianzas como aque-llos que dependen del nuevo valor estratégi-co de la región, que han modificado los ob-jetivos de la política norteamericana.

El valor estratégico de la regiónEmpecemos por este último que es a la largael decisivo. Por sus yacimientos de petróleola región poseía ya un valor estratégico deprimer orden; pero sin querer quitar al pe-tróleo un ápice de su importancia (no ten-go el menor reparo en poner en conexiónlas cruzadas por la libertad y los derechoshumanos con intereses económicos) convie-ne decir que el petróleo no es hoy el únicofactor que determina la crisis y con el pasodel tiempo será cada vez de menor impor-tancia: no hay opción a ir preparando fuen-tes alternativas de energía, por mucho que aello se opongan intereses todavía dominan-tes. Aunque el petróleo no sea el único ypuede que ni siquiera el principal factor quesubyace en el conflicto, no cabe duda quemuy distinto sería el panorama si no lo hu-biera en tales cantidades. En todo caso, esmenester resaltar que tanto o más impor-tante que el petróleo es el nuevo valor estra-tégico de la región.

Después de la caída de la Unión Soviéti-

ca, Asia central y el Oriente medio han ad-quirido una posición preeminente en la lu-cha desencadenada por la hegemonía mun-dial. Entre 1990 y 1991 se independizan lasantiguas repúblicas soviéticas de Kasaschs-tán, Turkmenistán, Usbekistán, Tadschiskis-tán y Kirgisistán; la Federación Rusa deja unvacío de poder que Estados Unidos se haapresurado a llenar, en algunos países com-partido con Rusia y en otros sustituyéndola.En este marco resulta básico el control deAfganistán y de Pakistán (que junto con losanteriores países forman un bloque culturalislámico), aunque no fuese más que porquetienen fronteras comunes con las grandespotencias del siglo XXI India, Rusia y China,que intentarán frenar la expansión nortea-mericana en una zona que por Irán e Irak,pasando por los Estados de la Península Ará-biga, con Turquía y Egipto se extiende hastala costa mediterránea. Lo cierto es que en elpresente la hegemonía mundial se disputa enAsia central y en Oriente medio; es éste elfactor principal que explica la política norte-americana en la región.

En el mundo de la guerra fría la con-frontación mundial tenía como escenariouna Europa, partida por el muro de Berlín.Después de las dos grandes guerras Europadejó de mandar en el mundo, pero la políti-ca mundial seguía pasando por su territorio,lo que permitía ejercer alguna influencia.En el último decenio el escenario se ha tras-ladado a otro continente, y nos ha cogidoya sin fuerzas para intervenir tan lejos. Delos europeos, sólo el Reino Unido participaen la política mundial, aunque en calidadde fiel vasallo de la nueva potencia hegemó-nica. Perdida la anterior centralidad geográ-fica, no nos queda otro remedio que ir asi-milando la nueva situación, en la que si pa-ra nuestra suerte han disminuido losriesgos, también contamos cada vez menos.A muchos europeos les cuesta digerir, porejemplo, que Turquía tenga un peso muchomayor en la consideración de Estados Uni-

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dos que la “vieja Europa”. Ya no nos quedani el consuelo de que si no éramos protago-nistas de la historia, por lo menos pasabapor nuestro continente; y para remate, sepresenta cada día más problemática la políti-ca de integración europea que nos prometíasacarnos del rincón al que estamos relegados.Europa no es ya la primera opción de Esta-dos Unidos, a la vez que empieza a tenermás claro qué tipo de Europa unida les con-viene, si es que les conviene alguno. La crisisde Irak ha puesto en evidencia una nueva di-mensión en las relaciones entre Estados Uni-dos y la Unión Europea, no tan de cajón co-mo se pensaba; esta es una cuestión de laque cada vez en mayor medida habremos deocuparnos en los próximos años.

El retroceso de las posiciones occidentalesEl que se haya trasladado el emplazamientode la zona de mayor valor estratégico a Asiacentral y al Oriente medio es un dato esen-cial para entender la política norteamerica-na. A él hay que añadir los cambios que enesta región se han operado en este últimomedio siglo. Pues bien, entre los muchosque habría que enumerar, merece especialatención la rápida descomposición del or-den político que Gran Bretaña dejó a su sa-lida , un desmoronamiento que en buenamedida explica la necesidad de EstadosUnidos por acabar con Sadam Husein y es-tablecer en Irak un gobierno amigo

El acontecimiento que cambia porcompleto la percepción norteamericana deuna zona que, después de la desaparición dela Unión Soviética, se ha revelado como lade mayor valor estratégico, es el ataque te-rrorista del 11 de septiembre, que pone derelieve justamente toda la debilidad del sis-tema de alianzas que Estados Unidos tieneestablecido en la región. Sin la caída de laUnión Soviética en 1990-91 y sin el ataqueterrorista a las torres gemelas en el 2001, nose entendería que Estados Unidos, despuésde la guerra contra Afganistán, la lleve aho-ra a Irak; probablemente no sea la últimaque tenga que lidiar en la región.

En este último medio siglo se ha idodesplomando, país a país, el sistema políticoque el Reino Unido dejó establecido al reti-rarse de la región. En 1952 la monarquíacayó en Egipto y en 1956 un régimen quese decía socialista, y que con Siria, cercandoal joven Estado de Israel, había fundado laRepública Arabe Unida, nacionaliza el canalde Suez. La intervención militar anglofran-cesa, con el apoyo israelí, fracasa, no porqueno fuera suficiente el esfuerzo bélico –mili-tarmente no hubo mayores problemas– sinoporque Estados Unidos y la Unión Soviéti-

ca, en este punto de acuerdo, no estuvierondispuestos a tolerar que dos antiguas poten-cias europeas efectuaran intervenciones mi-litares por su cuenta. La enseñanza que bri-tánicos y franceses sacaron de esta experien-cia marca hasta hoy su política exterior. Paralos ingleses quedó claro que ya sólo acom-pañando a Estados Unidos cabía hacer polí-tica mundial; en cambio, en las nuevas con-diciones que imponía la bipolaridad de dossuperpotencias, Francia concluía que hacerpolítica mundial sólo volvería a ser posible siantes se lograba una Europa económica ypolíticamente unida; la unificación de Euro-pa sería la condición indispensable para quelos europeos, y en concreto Francia, pudie-ran saltar de nuevo a la política mundial. Pa-ra los británicos, incondicionalmente conEstados Unidos, aunque a veces hubiera quedar la espalda a Europa; para los franceses,sólo integrados en una Europa unida cabríavolver a pisar fuerte en la política mundial,que supone como mínimo estar en condi-ciones de replicar a Estados Unidos cuándoy dónde fuere preciso.

En 1958 cae la monarquía en Irak ydespués de la revolución de 1968 surge unEstado modernizador que se quiere socialis-ta y que respalda la Unión Soviética. Otravez un régimen militar de partido único(pero laico, que en el mundo islámico quie-re decir mucho) pretende un desarrollo so-cial y económico fuera del modelo occiden-tal. Aunque en los últimos 40 años sus rela-ciones con Estados Unidos han sidocambiantes, los americanos han preferidoapoyarse en las monarquías semifeudales es-tablecidas en la región, sobre cuyo carácteranticomunista no albergaban la menor du-da, sobre todo si como la del Sha de Persiase mostraba modernizadora en el sentidooccidental. Persia se convierte en el granaliado de Estados Unidos, si se quiere en lapotencia delegada que necesita en la región.La caída del Sha en 1979, en el país máspoblado y desarrollado de la región, suponeel mayor revés que los norteamericanos hansufrido hasta ahora en el área; el que el régi-men de los ayatolás, a diferencia del inte-grismo islámico de Arabia Saudita, no seplegase a la política norteamericana es unacuenta que Estados Unidos tiene aún porsaldar. En suma, el hueso duro que los ame-ricanos tienen que roer es que las monar-quías semifeudales de Jordania, Kuwait,Arabia Saudita y demás emiratos de la Pe-nínsula Arábiga muestran un deterioro quea ojos vistas avanza de manera tan rápidacomo imparable.

El golpe que significó que los ayatolás,a los que Estados Unidos habían ayudadoen el ascenso al poder, no se comportasen

como se esperaba no llevó consigo un cam-bio de política. En Afganistán siguió apo-yando al islamismo integrista, que esta vezse oponía con las armas en la mano al régi-men impuesto por la Unión Soviética. El 11de septiembre llegó la llamada de atencióndefinitiva, con la seria advertencia de queno se podía continuar por este camino. Elterrorismo integrista que los Estados Uni-dos habían alimentado como el principalbastión contra el comunismo, una vez desa-parecido éste, se vuelve contra su anterioraliado, que en la nueva situación se revelauna amenaza para la identidad cultural y re-ligiosa de la región. Los dirigentes de la or-ganización terrorista ‘Al Quaeda’ cuyosnombres han llegado a la opinión públicaeuropea son saudís, egipcios, kuwaitíes, esdecir, ciudadanos de países aliados de Esta-dos Unidos; si alguno viniese de Irak, ya lohabrían resaltado. Se comprende que seaasí, porque se trata de un país semisocialistay semifascista, bastante laico, si es que estascategorías tienen algun significado en elmundo árabe.

El hecho es que el terrorismo integristase financia con dinero saudí y tiene sus líde-res religiosos en Egipto. No afirmo que losostengan los gobernantes de estos países(aunque, cuando se trata de salvar el pellejo,ocurren las más extrañas alianzas) pero síque está conectado con sectores importantesde la población más integrista que odia lacobertura que los “infieles americanos”prestan tanto a los gobiernos corruptos de laregión como al Israel que oprime al pueblopalestino. En resumidas cuentas, es muy di-fícil creer que a medio plazo monarquías se-mifeudales, que en el fondo no son más quemeros residuos del anterior colonialismo,puedan garantizar por mucho tiempo lapresencia estadounidense en la región. Aunen la aliada Turquía, que parecía que elEjército controla por completo, los islamis-tas que se dicen moderados ganan las elec-ciones con mayoría absoluta. El Parlamentoturco, sin respetar las directrices del Gobier-no ni las del Ejército, depara la sorpresa deno autorizar el tránsito de las tropas nortea-mericanas por el territorio nacional.

El 11 de septiembre dejó claro que conel sistema actual de alianzas los norteameri-canos no pueden asegurar su presencia enuna región que desde la caída de la UniónSoviética ha adquirido un valor estratégicode primer orden. Una virtud que no se pue-de negar a los americanos es que suelen ha-blar con bastante claridad; el lenguaje diplo-mático no es su fuerte. No se engañan losque piensan que la guerra pretende exacta-mente lo que manifiestan los portavoces ofi-ciales, una remodelación completa de toda

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la región, después de que, al menos desde elpunto de vista de sus intereses, se hayapuesto de manifiesto una enorme fragilidad.

Si nos preguntásemos por dónde empe-zar para recomponer el tablero, por una lar-ga serie de razones la respuesta que se impo-ne es Irak. Aunque no haya ganado ningunade las guerras que ha desencadenado, no harenunciado a jugar un papel en la región,contando además con las condiciones nece-sarias para que el experimento pueda teneréxito: 24 millones de habitantes; un índicede desarrollo cultural y un grado de laicis-mo de los sectores medios muy superior a lamedia de la zona; agua proviniente de dosgrandes ríos y, gracias al petróleo, recursosfinancieros.

Si se lograse un Irak por fin doblegadopero que al poco tiempo alcanzase una me-jor situación económica, cabría impartiruna doble lección a los demás países de laregión. La primera, que dentro de una de-mocracia que no se saliera de los cauces es-tablecidos se puede impulsar un rápido de-sarrollo. Los americanos suelen referirse alas experiencias ganadas en Alemania y Ja-pón; después de que capitularan, los recons-truyeron con democracias que han propor-cionado a sus poblaciones un alto nivel devida. De la misma manera que Estados Uni-dos utilizó la Alemania ocupada como mo-tor de la reconstrucción europea, que se ini-ció precisamente con el plan Marshall, ca-bría hoy rehacer el Oriente medio a partirde un Irak democratizado. Ni qué decir tie-ne que este tipo de discurso saca de quicio alos alemanes, que no ven relación algunaentre la Alemania de Hitler y el Irak de Sa-dam Husein, ni desde el punto de vista cul-tural ni por el grado de desarrollo socioeco-nómico, convencidos además de que demo-cratizar una sociedad todavía tribal es unempeño inútil. La segunda lección es que elataque a Irak debe servir de aviso y escar-miento a los países en los que en un futurono tan lejano pudiera triunfar una revolu-ción islamista; todos quedan advertidos deque no se les va a tolerar salirse del tiesto; elque camine por una senda distinta de la au-torizada sabe que al final se puede encontrarcon una intervención armada.

Una operación remodeladora de tal en-vergadura sólo resulta factible si se cuentacon soportes fuertes en la región, lo que hoyno es el caso. Se tambalean los aliados, des-de Arabia Saudita a Egipto, el país de la re-gión que después de Israel recibe la ayudaamericana más copiosa; incluso ha empeza-do a dar señales de fragilidad Turquia, el pa-ís más occidentalizado, poblado y desarro-llado, con el mayor ejército . En estas cir-cunstancias Estados Unidos no podría

continuar esperando con los brazos cruza-dos a que el deterioro siga adelante y un díacaiga la monarquía en Arabia Saudita o Tur-quía inicie una política más independiente.

Los estrategas norteamericanos han lle-gado a la conclusión de que para reconvertirel actual proceso de deterioro que sufren susposiciones, no queda otro remedio que irpreparando las intervenciones militares quesean indispensables, aunque después del éxi-to rápido y contundente que esperan teneren Irak confían en que ya no sea necesariauna segunda guerra contra Irán, país quecomo es bien sabido también forma partedel “eje del mal”. En suma, el objetivo esrestablecer el control de Irak para así de pa-so fortalecer la influencia norteamericana enlos Estados que hoy ya son aliados pero ca-da vez más inseguros por la oposición cre-ciente de los pueblos a sus gobernantes. Lainvasión de Irak también significa un avisoa Arabia Saudita de lo que le pudiera suce-der si cambiara de campo. El hecho es queEstados Unidos se han convencido de que ala larga no puede proteger intereses cada vezde mayor envergadura apoyándose única-mente en los países política y socialmentemás retrógados. El integrismo islámico, queen su día sirvió para detener la penetraciónsoviética, muestra cada vez más a las clarasel odio antioccidental que lleva en su entra-ña. Y, last but not least, sólo en un Orientemedio en el que se hubiera logrado una re-lación de fuerzas favorable a Estados Unidoscabe que la cuestión palestina quedase re-suelta de modo que no merme la superiori-dad de que hasta ahora ha disfrutado el úni-co aliado seguro, el Estado de Israel, desdehace medio siglo cabeza de puente de Esta-dos Unidos en la región. Parece evidenteque no habrá solución para el conflicto isra-elí-palestino mientras Estados Unidos notenga ferréamente establecida su domina-ción en toda la zona.

Los factores internosAdemás de valorar la situación que ha resul-tado tanto del desplome de la Unión Sovié-tica como de los cambios que en el Orientemedio ha dejado traslucir el ataque terroris-ta del 11 de septiembre, habría que repasarcon algún detenimiento lo que este tipo deintervenciones significa en la economía y enla cohesión social de Estados Unidos. Dejopara otra ocasión un análisis un poco deta-llado de los factores internos, tanto o másimportantes que los externos, aunque soyconsciente de que sin esta segunda columnael edificio queda en el aire. Entre los inter-nos, unos son meramente coyunturales,aunque su peso no sea despreciable, como elcarácter ultraderechista de parte de la actual

Administración, dispuesta a aprovechar laocasión que depara el 11 de septiembre pararobustecer una política unilateral de natura-leza imperialista; el afán de desviar la aten-ción de los escándalos en los que aparecenimplicados personajes centrales del gobier-no; los regalos fiscales a los más ricos, cuan-do la crisis económica empieza a afectar enserio a una buena parte de la población; lanecesidad de reflotar la economía, aumen-tando los gastos militares. Otros son de máslargo alcance y mayor peso, como el tamañoy valimiento del complejo militar-indus-trial, que cada vez en mayor medida condi-ciona la economía de Estados Unidos, o lainfluencia creciente de las Fuerzas Armadasen la política interna de Estados Unidos; esdecir, habría que describir el nuevo tipo demilitarismo que se va configurando en unpaís en el que el ejército apenas tuvo impor-tancia hasta la I Guerra Mundial. A finalesdel XIX y comienzos del XX, el militarismoparecía un fenómeno exclusivamente euro-peo del que Alemania, Francia o Españaadolecían en mayor medida.

He intentado hacer explícitas las razo-nes que tiene Estados Unidos para una in-tervención armada en un momento en queno existe fuerza militar sobre el planeta ca-paz de detenerlos. Dada la desproporciónabismal de las fuerzas contendientes, habríaque evitar el término de “guerra”, por lomenos en el sentido de enfrentamiento deEstados con un poderío militar comparable,y hablar más bien de “intervenciones milita-res”, como las que se efectuaban en las colo-nias para mantenerlas sometidas. Cuando lasuperioridad militar es tan aplastante (elpresupuesto de las Fuerzas Armadas esta-dounidenses equivale a la suma de lo quegastan los 15 países que le siguen) se tiendea pensar que recurriendo al uso de la fuerzase resuelven todos los problemas.

Explicar no quiere decir justificarPor haber dejado a un lado las emocionesque rodean a los enfrentamientos bélicos,dando cuenta de las razones del intervencio-nismo americano sin manifestar la indigna-ción moral que produce el recurso a la fuer-za, espero que ningún lector sea tan burdoque malinterprete el afán de entender comoun intento de legitimar una política neoim-perial que, por lo demás, no se diferenciamucho de las que, a tenor de lo que noscuenta Tucídides, puso ya en marcha la de-mocracia ateniense en el siglo V a.C., practi-caron siglos más tarde los romanos con unéxito irrepetible o ya en nuestra era los eu-ropeos desplegaron en los siglos XIX y XX.Ahora que nos identificamos con la posi-ción francesa, no estaría mal recordar cómo

IGNACIO SOTELO

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Francia empezó en 1830 su penetración enel norte de África. Con el pretexto de que sehabía insultado al consul francés, conquistala ciudad de Argel, proclamando desde lue-go que sólo pretendía librar a los argelinosdel insufrible yugo turco; paso a paso losfranceses fueron apoderándose de todo elterritorio argelino. En 1881, ocupan Túnezy en 1912 Francia se queda con Marruecos,aunque tenga que ceder a España la franjanorte. La historia del imperialismo dura yamilenios y nada más ingenuo que pensarque en 1945 habría llegado a su final con lafundación de Naciones Unidas.

Se replicará con razón que en la segun-da mitad del XX hemos empezado a implan-tar democracias en las que la opinión públi-ca algo cuenta. Nada de extraño, por tanto,que sea imprescindible acuñar justificacio-nes que hagan plausible el uso de la fuerza,máxime cuando estábamos construyendoun orden internacional que, pese a que enun principio resultase bipolar, tenía desdesus comienzos una vocación multilateralque todos confiábamos que empezase a darfrutos una vez que hubo desaparecido laUnión Soviética de manera tan repentinacomo sorprendente. El hecho de que demo-cracia en el interior de los Estados y sistemamultilateral en el orden internacional semuestren interdependientes, revela toda lagravedad de la situación. ¿Podemos acasoseguir desarrollando la democracia (y sólocon la dinámica de cada vez más democra-cia puede perdurar esta forma de gobierno)en un mundo dominado por una sola po-tencia que trata de sustituir cooperaciónmultilateral por liderazgo unilateral? ¿Cabeque perviva la democracia en el interior delos Estados, sin la correspondiente demo-cratización del orden internacional? Lospueblos empiezan a ser conscientes de quela permanencia de la democracia en los res-pectivos países exige crear un orden interna-cional que por lo menos se ajuste a derecho.La globalización podría desembocar en uncierto cosmopolitismo, pero también facili-tar el surgimiento de un Imperio, difícil deencajar en las instituciones democráticas. Laexpansión imperial de Roma destruyó laRepública y trajo el Principado; los impe-rios coloniales europeos se hicieron antes deque llegase la democracia, y su fin coincidiócon la consolidación de este sistema de go-bierno. ¿Cabe por ventura pensar que unaprolongación indefinida de la guerra en Ar-gelia hubiera sido en Francia compatiblecon la democracia? La pregunta que hoy nopodemos eludir es si a la larga pueden coe-xistir gobiernos belicistas con pueblos quesalen a la calle a gritar un no rotundo a laguerra. La historia de España en la primera

mitad del siglo XX ofrece la suficiente evi-dencia para pensar que, al menos en el pasa-do, esto no fue posible. Las grandes protes-tas contra la guerra de África preparon elgolpe militar de Primo de Rivera, antecen-dente inmediato de la caída de la monar-quía y mediato de la posterior guerra civil.

Doctrina muy extendida es que las de-mocracias tienden a compromisos y solu-ciones pacíficas, mientras que los sistemastotalitarios, las dictaduras en general, sonmás proclives a la guerra. Aunque esta opi-nión tenga su parte de verdad, no se debeinferir precipitadamente que los países de-mocráticos por su propia naturaleza rehu-sen siempre dominar a los otros. Tucídidespuso ya en la picota el belicismo imperialis-ta de la democracia ateniense, por la que

no sentía la menor simpatía. Su traductor,Thomas Hobbes, llegó a escribir que apren-dió a odiar a la democracia leyendo al his-toriador griego. No echemos en saco roto elbelicismo demagógico de la democraciaamericana cuando en 1898 preparaba laguerra contra una España moribunda, se-mejante al que vivimos hoy contra un Irakque todos saben que será derrotado en po-cos días. Aunque a algunos les pueda pare-cer impertinente, tal vez sea oportuno re-cordar los reproches que los americanos ha-cían a la política española en Cuba; laprensa americana llamaba al general Vale-riano Weyler “un monstruo de crueldad”,indignación que provenía según decíanúnicamente del afán de librar a los cubanosde los muchos sufrimientos que les infligíala brutal tiranía española. Y en estas recri-minaciones no faltaba un fondo de verdad,como tampoco falta en las que hoy se ha-cen al régimen de Sadam Husein, pero es-

tos reproches, por justos que en ambos casossean, ocultan los intereses que subyacen entamaña indignación moral. Por más que elgobierno norteamericano y sus aliados así loproclamen, no hay guerras altruístas hechastan sólo por el bien de los demás; en este ca-so, liberar al pueblo iraquí y al resto de lahumanidad de un peligro inminente sinconsiderar si el remedio no comporta unmal mucho mayor que el que se pretendeevitar, sobre todo cuando nadie señala enconcreto en qué consiste peligro tan inmi-nente. No hay guerras “justas”, y menosahora con una capacidad de destrucciónmuchísimo mayor que en el pasado, de esateología incluso el Vaticano se ha distancia-do. Aquellos que, sin buscar un beneficiopropio, echan una mano a los demás, que

también los hay, saben de sobra que el recur-so a la fuerza nunca es el medio adecuado.

El tipo de análisis de las páginas ante-riores, aparte de que sea más o menos acer-tado (y de serlo, tampoco supone que luegosalgan las cosas tal como se han planeado),difícilmente resulta aceptable durante elcombate; luego, cae por su peso, cuando lasuerte ya esté echada y deje de incidir en loscomportamientos. En nombre de valoresmorales de orden superior lo rechazan losque lo malinterpretan como una apologíaimplícita de la lógica del poder, a pesar de que lo único que pretende es ponerla demanifiesto. También contraría a los quedescubren en este tipo de análisis una de-nuncia inoportuna de las justificaciones ide-ológicas que precisa toda política para con-tar con un apoyo mayoritario, sin embargo,nada se entiende de lo que está ocurriendosi se cree que el objetivo de Estados Unidoses atajar una amenaza grave que a todos

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concierne o reaccionar a un ataque terroris-ta que ha cuestionado la invulnerabilidad deun país hasta ahora protegido por dos océa-nos y por la patente debilidad de sus veci-nos del sur. Si, pese a lo fácil que es rebatir-los (se ha hecho ya en mil ocasiones), dejoconstancia de argumentos tan entecos esporque, además de aderezar los discursos dealgunos políticos, personas de buena fe melos han expresado.

Los pretextosEs poco creíble que en las condiciones enque quedó Irak después de la derrota de1991, padeciendo bombardeos continuosen la zona sur de exclusión y con pocos re-cursos para rearmarse, al tener muy limitadala exportación de petróleo, represente depronto un peligro inminente para la seguri-dad mundial por poseer algunas armas dedestrucción masiva que, por lo demás, na-die ha comprobado. El hecho fehaciente, encambio, es que los servicios secretos angloa-mericanos han falsificado las pruebas quehan presentado en el Consejo de Seguridad.Se vincula también, aunque falte cualquiertipo de evidencia, el régimen de Sadam Hu-sein, en su origen nada religioso, al terroris-mo integrista. Cuando, carentes de pruebas,se hunden estos dos argumentos, se pasa adenunciar al régimen de Sadam Husein co-mo una calamidad para su pueblo, lo queresulta ya mucho más convincente, aunqueno quede claro por qué sería peor que otrosregímenes que sufren otros países de la re-gión. En lo que respecta a la integración so-cial de la mujer, estando muy lejos del ideal,Irak es sin duda un poco más presentableque, por ejemplo, Arabia Saudita. CharlesFourier decía que la forma en que una so-ciedad trata a la mujer es la mejor pruebadel grado de civilización que ha alcanzado.La debilidad argumentativa de los que apo-yan la guerra a todo trance queda patenteen que, según cuadre, saltan de un razona-miento a otro, sin acabar ninguno de mane-ra concluyente.

La guerra preventivaSi les seguimos acosando, los belicistas ter-minan replegándose a una argumentaciónhipotética. Puede que Irak no posea aún ar-mas de destrucción masiva en cantidadesalarmantes (por lo menos no podemos de-mostrarlo), pero si continuamos sin hacernada, terminará por tenerlas; puede que losllamados “países canallas” no estén aún co-nectados con organizaciones terroristas, pe-ro ya se sabe que los enemigos de mis ene-migos son mis amigos, y si nos cruzamos debrazos acabarán por estarlo, eso sí, cuandosea demasiado tarde. La meta de este tipo de

argumentación hipotética es desembocar enla necesidad de una “guerra preventiva”, unanoción que los americanos han manejadodesde un principio, aunque últimamente semuestren algo más comedidos. Empero, semantiene de manera implícita al dejar tras-lucir lo razonable que hubiera sido habersedeshecho de Hitler a tiempo. Si no se hu-biese tolerado que en marzo de 1935 se res-tableciese el servicio militar, con el consi-guiente rearme acelerado, que convertía elTratado de Versalles en papel mojado; si unaño después, se hubiese reaccionado de ma-nera contundente a la ocupación de la Re-nania desmilitarizada por el Ejército ale-mán; si en marzo de 1938 los aliados no sehubieran cruzado de brazos ante la anexiónde Austria; si en septiembre del mismo año,Daladier y Chamberlain no hubieran clau-dicado en Munich, dando por bueno queAlemania se apoderase de una parte de Che-coslovaquia; es decir, si se hubiera declaradola guerra cuando Alemania todavía era dé-bil, hubiéramos ahorrado millones de vidasy altísimos costos materiales.

Cuando escucho esta argumentación enboca de algún político no sé que es lo quemás me indigna, si la ignorancia supina o lamanipulación de que hace gala. Ante el rear-me alemán, Francia reaccionó con un pactode mutuo apoyo con la Unión Soviética, y elReino Unido, aprovechando el empeño deHitler por lograr una alianza con Gran Bre-taña, el país “ario” que más admiraba, nego-cia con Alemania un acuerdo sobre el tama-ño de las flotas de guerra, favorable a los in-gleses. Hitler ocupa el 7 de marzo de 1936la zona desmilitariazada de Renania cuandola atención mundial estaba fija en la guerrade conquista que Mussolini lleva a cabo enEtiopía, que los ingleses hubieran podidoevitar cerrando el canal de Suez a los barcositalianos. Pero en donde la ambigüedad bri-tánica se muestra más clara es en la guerra deEspaña, algo que ningún español puede des-conocer; y algunos olvidarlo. Sin la ayudainmediata de Hitler el golpe militar hubierafracasado; es incluso dudoso que Franco hu-biera podido ganar la guerra sin la aporta-ción en tropas y material bélico de Italia yAlemania; a esto hay que añadir el favorinestimable que los ingleses prestan a los ale-manes con el comité de no intervención,que impide por lo pronto que Francia cum-pla sus compromisos militares con la Repú-blica. Si hacen también la vista gorda a lossuministros procedentes de la Unión Soviéti-ca, es porque refuerzan la posición, que tam-bién defienden franquistas y alemanes, deque los militares se habrían sublevado con-tra el comunismo. Ante una burguesía euro-pea que se sentía amenazada por el comunis-

mo, Hitler se presenta como el primer bas-tión del “antibolchevismo”, protector de la“cultura europea” frente a la “barbarie asiáti-ca”. A Hitler se le tolera que vaya colmandosus apetencias nacionalistas, porque se dapor descontado que, desde el supuesto deque la misión histórica del nazismo era aca-bar con la amenaza comunista, antes o des-pués, se enfrentarían los dos regímenes tota-litarios. El 23 de agosto de 1939 la situaciónda un vuelco completo al firmar Ribbentropy Molotov en Moscú un pacto de no agre-sión, adelantándose la Alemania nazi al quetambién estaban negociando los ingleses conla Unión Soviética. Ahora es cuando se col-ma la paciencia británica y ya no toleran quelos dos regímenes totalitarios, que de prontohan pasado de enemigos irreconciliables aaliados, se repartan Polonia.

Si echamos una mirada al mapa de Eu-ropa de 1942, casi su totalidad está en ma-nos de los alemanes, salvo una Inglaterraaislada que sólo gracias al radar había impe-dido la invasión, saltan a la vista las razonespor las que el Reino Unido, con una opi-nión pública que quería la paz a todo tran-ce, zarandeado por la gran depresión de lostreinta y con un Imperio que empezaba atambalearse hasta el punto de que los Do-minios habían advertido que no participarí-an en una guerra en Europa, sin contar conla razón principal, que la capacidad militarera por completo insuficiente como se pusode manifiesto al empezar la guerra, eviden-temente ante la Alemania nazi no cupo másque una política de apaciguamiento. Cues-tionarlo hoy para justificar una guerra colo-nial preventiva es un insulto a la inteligen-cia; el Irak de hoy nada tiene que ver con laAlemania de ayer, ni el panorama interna-cional que se define por la existencia de unasola gran potencia, empeñada en consolidaruna hegemonía mundial, en nada se parecea la Europa de los años treinta del siglo pa-sado.

Lo dicho no es óbice para no seguir in-sistiendo en la noción de guerra preventiva;y ello porque, aunque incompatible con elderecho internacional, y en concreto con laCarta de las Naciones Unidas, instrumentosfundamentales de una convivencia pacífica,constituye un puntal básico de la estrategiaestadounidense a medio plazo. La primeravíctima de la guerra contra Irak es el dere-cho, pisoteado por la fuerza bruta del que selo puede permitir sin temer represalias. Lalucha por la paz que están llevando los pue-blos de América y de Europa adquiere suplena significación cuando se pone de relie-ve que se trata en el fondo de una lucha porel derecho. Además de esta dimensión jurí-dica fundamental, la crisis de Irak tiene una

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proyección europea. Construir una Europaeconómica y políticamente unida sólo resul-ta factible ampliando el grado de autonomíafrente a Estados Unidos. En los años durosde la guerra fría pudimos ir construyendoEuropa gracias al apoyo de Estados Unidos,con la esperanza de que el proceso de inte-gración nos colocaría un día a la altura de laprimera potencia mundial; expectativa esaque contribuía a diluir los restos de un na-cionalismo todavía vigoroso, sobre todo enFrancia. En el fondo de los europeos latía, ypuede que siga latiendo, la ambición de lle-gar a ser fieles aliados de Estados Unidos,pero en un plano de igualdad, que es el úni-co que no tolera el líder que exige siempreque se respeten los rangos. Si nos unimos,seremos tan fuertes como el jefe; es el peca-do de Luzbel que ningún dios perdona.

El desplome de la Unión Soviética ace-leró la llegada del euro. Una Alemania uni-da que ha recuperado la plena soberanía po-nía en cuestión el antiguo equilibrio entrelos dos socios fundadores. Francia exigió asu vecino que sacrificase el marco, hasta en-tonces la divisa europea. La satisfacción conla que Estados Unidos recibió el euro quedapatente en la inmensa bibliografía que sobrela imposibilidad de que funcionase una mo-neda común en economías tan divergentesapareció con la firma de los más ilustreseconomistas norteamericanos.

En los años cincuenta y sesenta, sin elapoyo norteamericano, Europa no hubierapodido dar el menor paso hacia su integra-ción; en cambio, en los noventa, EstadosUnidos se pregunta si debe seguir empujan-do. Cierto que no cabe retroceder a la Euro-pa caduca de los Estados nacionales, pero síreconducir el proceso de modo que a la lar-ga Europa no resulte una competidora; noya en lo económico que, con las enormesinversiones norteamericanas en Europa yeuropeas en Estados Unidos, no es malo pa-ra ninguno de los dos, sino en el ámbito fi-nanciero –el euro, ¿se consolidará como unamoneda de reserva que compita con el dó-lar?– y sobre todo político, de modo quehaya que negociar con los aliados europeoscada una de las intervenciones que resultennecesarias en un mundo globalizado.

El tabú en torno a las cada vez más difí-ciles relaciones de Estados Unidos con laEuropa unida se rompe tras el ataque terro-rista del 11 de septiembre. Estados Unidosignora por completo tanto a la UE como ala OTAN; y para la campaña en Afganistán,como aliados privilegiados elige entre loseuropeos al Reino Unido, Francia y Alema-nia, con rabia de los demás socios de laUnión, aunque sean los gobiernos italiano yespañol los que menos lo disimulan. La fra-

gilidad de la UE proviene de que para cual-quier Estado comunitario las relaciones bi-laterales con Estados Unidos son muchomás importantes que las que mantiene conla Unión o con los demás socios. Un efectocolateral de la guerra contra Irak ha sidoaniquilar los primeros balbuceos de una po-lítica exterior europea común, que Maas-tricht había declarado indispensable parafortalecer la divisa común. El mayor golpepara Europa de la crisis de Irak es que se ha-ya volatilizado, y no se sabe por cuántotiempo, la posibilidad de que Europa hablecon una sola voz.

El Gobierno español, con una políticade seguimiento de la de Estados Unidos, seha colocado frente al derecho y en contra deun orden multilateral, dirigido por NacionesUnidas, a la vez que objetivamente cierra elpaso a una Europa unida, capaz de marcardiferencias con Estados Unidos, como debe-ría ser natural entre aliados que no fuesensimplemente vasallos. No es todo; la políticade Aznar ha dado un golpe duro a la imagende España en el mundo árabe y en Iberoa-mérica, las dos zonas en las que algo contá-bamos, haciendo oídos sordos a los clamoresdel pueblo español contra la guerra, sabien-do el Gobierno que tendrá costos electora-les. ¿Por qué, entonces, el Gobierno ha opta-do por una vía que nos pone en una situa-ción tan embarazosa, como trasluce eltartamudeo del lenguaje oficial, pegado aunas pocas consignas, sino que entraña ade-más riesgos graves para el país, incluso parael partido gobernante? Si eliminamos la hi-pótesis más obvia; el que, habiendo aprove-chado la ocasión para subir a la cumbre, elseñor Aznar sufre vértigo de altura, quedandos conjeturas; insisto, no son más que su-posiciones. La primera hace referencia anuestra mayor debilidad, la lucha, siempreinacabada, contra el terrorismo de ETA, queexplica buena parte de nuestra política inte-rior y casi la totalidad de la exterior. Paraasegurar la colaboración antiterrorista, he-mos tenido que ir pagando un precio a muydistintos países, y no sólo a Francia. ¡Qué es-peranzas no habrá levantado en el Gobiernoespañol el que, después del 11 de septiembreEstados Unidos encabezase la guerra contrael terrorismo! Aznar lo ha dicho con la ma-yor claridad: si Estados Unidos toca a rebatopara una guerra contra el terrorismo, Espa-ña, que lleva decenios en esta lucha, de nin-gún modo puede faltar. Algo parecido he oí-do a un ministro argelino, feliz de que porfin Argelia no estuviera sola en la lucha con-tra el terrorismo integrista.

La segunda explicación, en cierto modocomplementaria, es reconocer que se ganamás si uno se coloca del lado del vencedor.

La posición hegemónica de Estados Unidosestá ya firmemente consolidada; ningunaotra potencia o conjunto de potencias, nin-guna organización internacional, incluída laONU, a la que sólo se le permite existir sino se opone a los planes de Estados Unidos,podrían frenar o modificar un ápice la vo-luntad imperial. A ello se suma el que unaEuropa unida sólo podría tener futuro si, co-mo hasta ahora, se sigue construyendo bajola supervisión de Estados Unidos, dentro dela más recia unidad transatlántica, que seríala que en definitiva importa. El dilema esta-ría entre una Europa atlántica o ninguna.No en balde de la seguridad de Europa seencarga una organización que dirige EstadosUnidos. Aznar ha creído a Estados Unidosque la guerra será breve y que pronto la olvi-darán los pueblos si la bolsa sube y el preciodel petróleo baja; pero en la posguerra unosestarán mejor colocados que otros, y pudieraocurrir que con el apoyo de Estados Unidosel actual eje francoalemán fuese sustituídopor uno formado por el Reino Unido, Italiay España. Al fin y al cabo, estos tres paísesno sólo han apostado por la preeminencia deEstados Unidos sino también por una políti-ca neoliberal que la consideran la única ca-paz de crear riqueza; bien a la vista está enFrancia y en Alemania cómo el modelo re-nano de capitalismo hace agua por todaspartes. A España lo que más le convendría esconvertirse en un aliado privilegiado de Es-tados Unidos. Esto al menos es lo que creoque piensa el Gobierno español, seguro deque, pese a los riesgos corridos, a medio pla-zo tiene todas las de ganar. Si acierta, ya esharina de otro costal. n

Ignacio Sotelo es catedrático de Sociología.

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SUPERPOBLACIÓN: UNA CARRERAINSENSATA Y PERDEDORA

GIOVANNI SARTORI

Somos inconscientes y somos demasiadosHoy, 31 de diciembre de 2000, el siglo XX secierra de verdad; y con el primero de enero de2001 empieza de verdad el siglo XXI. Pero he-mos hecho bien en festejar el cambio de mile-nio dos veces. Porque si la locura humana noencuentra una píldora que la pueda curar, y siesa píldora no la prohíben los locos que nosquieren ver multiplicándonos incesantemen-te, el “reino del hombre” llegará a duras penasal 2100. A este paso, en un siglo el planetaTierra estará medio muerto y los seres huma-nos también.

Quien quiera disfrutar, que lo haga rápi-do. Porque la certidumbre del mañana es in-cierta (siempre lo es) para cada uno de noso-tros, pero es cierta en cambio para la especie,para el homo sapiens. A menos, decía, que sedescubra rápidamente una píldora antilocura.

Todos saben, aunque se hagan los tontos,que el planeta Tierra es finito; y que por esono puede sostener a una población en creci-miento infinito. Y la “no sostenibilidad” denuestro llamado desarrollo ya es un hechomás que cierto.

El único punto incierto de la catástrofeecológica en curso es el del agujero en la capade ozono, que nos podría “quemar” dejandopenetrar los rayos ultravioleta. Este agujero haalcanzado una extensión que más o menos tri-plica la de Estados Unidos. Y es importanteno sólo por sí mismo, sino también porque adía de hoy es el único peligro que hemos sidocapaces de afrontar. El ozono se destruye porlos gases usados para la refrigeración y comopropulsores en las bombonas. No era difícilprohibirlos y después de trece años los efectosde esta prohibición (que data de 1987) pareceque se están dejando notar. Pero la persistenciade esos gases en la estratosfera se ha previstomal (resulta que ha sido mayor de lo que sepensaba), y por tanto no es seguro que dentrode medio siglo ya no exista el agujero en la ca-pa de ozono. En cualquier caso, en este frentecabe esperar una mejora. Pero en todos losotros sólo podemos esperar empeoramientos.

Empecemos por el efecto invernadero, esdecir, el del recalentamiento de la Tierra pro-vocado, en primer lugar, por el anhídrido car-bónico, por los carburantes y por el carbón.En la resolución de este problema, estamos acero. La conferencia de La Haya de noviembrede 2000 ni siquiera ha ratificado la modestareducción, para dentro de diez años, de lasemisiones nocivas decidida en Kioto en 1997.De modo que el anhídrido carbónico aumen-ta cada vez más a pesar de que sus efectos so-bre el cambio climático son cada día más evi-dentes y devastadores. Entre esos efectos estáel crecimiento del nivel de los mares a medidaque los hielos polares de la Antártida se licuan;pero sobre todo y en lo inmediato ha cambia-do la pluviosidad, lo que por un lado provocadesastrosas inundaciones y por otro crea vastaszonas de sequía.

El hecho es que el agua es cada vez másinsuficiente. Ya hoy más de cinco millones depersonas mueren cada año en las zonas másmíseras por beber agua contaminada. Ya hoymás de un quinto de la población mundial su-fre escasez de agua potable. Para 2025 se prevéque 2.000 millones de individuos no dispon-drán de agua bebible. Por supuesto que pode-mos quitar agua de la agricultura y aprove-charla mejor. Pero así no la trasladamos dedonde hay a donde no hay. Y es risible la pre-tensión de que podremos remediarlo desalini-zando los mares.

Está además la desertización o la erosióndel top soil, de la cubierta vegetal y orgánicaque fertiliza el suelo (una capa de 2 centíme-tros que exige mil años). A día de hoy, casi2.000 millones de hectáreas de tierra cultiva-ble y pasto –una extensión parecida a la su-ma de las de Estados Unidos y México– es-tán degradadas. Ello pone en peligro la ali-mentación de casi 1.000 millones de bocas alas que hay que dar de comer. Y se calculaque si la desertización y la degradación delsuelo continúan al ritmo actual, en cincuen-ta años África perderá la mitad de su tierracultivable mientras su población ascenderá

(si la mayoría sobrevive) a 2.000 millones depersonas.

Está por último la destrucción de los bos-ques. Los árboles no sólo oxigenan el aire ab-sorbiendo el anhídrido carbónico, sino quetambién salvan el top soil frenando la erosiónprovocada por las aguas de lluvia; además, au-mentan las reservas de agua de las laderas per-mitiendo la filtración de las lluvias en el sub-suelo. Pues bien, la deforestación continúa a logrande. Ya hemos perdido las cuatro quintaspartes de los bosques que existían antes de queel hombre se dedicase a su destrucción. Y casila mitad del último quinto está en peligro por-que cada año se talan 16 millones de hectáreasde bosque (dos veces Australia): una devasta-ción que por supuesto no se compensa con lareforestación. Y también porque los árboles ta-lados para producir papel son replantables, pe-ro no puede decirse lo mismo de los árbolesque eliminan (el 60 por ciento) quienes bus-can nuevas tierras de cultivo para quitarse elhambre.

¿Y todo esto por qué? ¿Por qué ocurre?Los desiertos que crecen; y los peces, los ani-males, los árboles, la tierra cultivable y elagua que disminuyen, todo este enorme con-junto de desastres no está causado por ciertopor el dióxido de carbono, o anhídrido car-bónico, que ya existía hace cincuenta años (yque es benéfico y necesario), sino por su des-proporcionado aumento; un aumento que asu vez está provocado, en última instancia,por una explosión demográfica que todavíanadie detiene.

En 1500 éramos sólo 500 millones entotal; a principios de 1900 éramos 1.600 mi-llones; hoy somos 6.000 millones. En un so-lo siglo la población del mundo se ha tripli-cado con creces. UNICEF denuncia el dra-ma de 30.000 niños que mueren cada día deenfermedades curables. No considera un dra-ma, en cambio, que cada día la población delmundo crezca en más de 230.000 personas,lo que significa casi 7 millones al mes, 84 mi-llones al año. Cada año nacen así más de dos

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veces la población de España. A este paso en2015 habremos crecido 1.000 millones más;y en 2050 seremos, se calcula, nueve o diezmil millones.

¿Hemos enloquecido? Sí, quien favorecetal hormiguero humano debe de haber enlo-quecido. Se responde que la caída de los naci-mientos en los pueblos subdesarrollados llega-rá “naturalmente” (¿Cuándo? ¿Cuando seamos15.000 millones?) con el desarrollo económi-co. Pero no es así, en absoluto. Porque el au-mento incontrolado de los nacimientos es, a lavez, causa y efecto de pobreza y de subdesarro-llo. Y además, atención, cuando seamos, enhipótesis, el doble que hoy (12.000 millones),la Tierra habitable será, en hipótesis, la mitadde lo que es hoy. No sé si el siglo XX ha sidolargo o corto. Pero me temo que sé que si elcambio de milenio no nos hace abrir rápida-mente los ojos, el siglo XXI será un siglo corto.

Enfermedad de superpoblaciónUna explicación monocausal siempre es simpley nunca es exhaustiva. El primer motor, lacausa primaria, generadora, de todos los malesque hoy afligen a los terrestres y preocupan alplaneta Tierra, ¿es realmente el crecimientoexcesivo de la población? Ésta era y sigue sien-do mi tesis. Pero ahora tengo que centrarla.

Sé muy bien que nada de lo que sucedepuede explicarse por una única causa. Pero re-sulta lícito organizar la multicausalidad en unorden de prioridades. Lo que quiere decir queen mi argumento la superpoblación es causa“primaria” aunque no sea de ninguna maneracausa exclusiva. No faltaba más.

Y aclaro inmediatamente que la causaconcomitante más importante es sin duda latecnología, el desarrollo tecnológico. De he-cho la tecnología es lo que nos permite vivir y

sobrevivir de modo antinatural, o sea traspa-sando los límites impuestos por los recursosnaturales. Hace dos siglos la economía se limi-taba a gestionar los productos concedidos porel sol, por el agua y la fertilidad original delsuelo. Hoy la economía se basa esencialmenteen la química y la transformación de recursosnaturales en energía. Y si la electricidad gene-rada por las centrales hidráulicas es energíalimpia, el carbón y el petróleo producen encambio energía contaminante. Por eso mu-chos mantienen que la contaminación tecno-lógica es una variable independiente, un factorde nuestros males.

Sí, pero a la vez no. Porque la importan-cia de la contaminación siempre está ligada alvolumen de la población. Massimo Fini ad-vierte en Tempo que “no son los 5.000 millo-nes de habitantes del Tercer Mundo los queprovocan la contaminación y todos los desas-tres señalados por Sartori, sino los 1.000 mi-llones que viven en los países industrializados.Basta pensar que Estados Unidos, que tiene el4 por ciento de la población mundial, produ-ce el 25 por ciento de las emisiones de gasesinvernadero”. Pero veámoslo más en detalle.

Estados Unidos, con una población decasi 280 millones de personas, emite anual-mente casi 5.500 millones de toneladas de an-hídrido carbónico, lo que supone más de 20toneladas por cabeza. La Unión Europea emi-te casi 3.300 millones, lo que significa 8,5 to-neladas por cabeza. Por lo tanto Estados Uni-dos y Europa occidental producen juntos casi9.000 millones de toneladas de contamina-ción atmosférica. Lo que no obsta para que elresto del mundo produzca casi 10.000 millo-nes. Así pues, entre pocos contaminadores selas arreglan para contaminar más de la mitaddel total. Supongamos que la población mun-

dial estuviera aún en las cifras de hace menosde un siglo con 2.000 millones de almas. Re-sultaría que, con la misma tecnología, las emi-siones de anhídrido carbónico serían hoy seiso siete mil millones de toneladas en vez de19.000 millones. Y por lo tanto el crecimientode la población sí influye.

Massimo Fini confunde dos problemasdistintos: 1) la desigual distribución de las cul-pas; y 2) la culpa que tenemos todos por serdemasiados. Si en 2020 China llegara a los1.400 millones de habitantes, la contamina-ción crecería mucho también en China; y sien 2020 el subcontinente indio llegase a 2.000millones de habitantes, también allí el creci-miento de la contaminación sería catastrófico.Por el contrario, si la población de EstadosUnidos se hubiera quedado como estaba en1930 (123 millones), la contaminación pro-ducida por los norteamericanos no llegaría a lamitad de la de hoy.

Estas precisiones me permiten coincidircon lo que señala Giorgio Ruffolo en Repubblica, es decir, que “crecimiento y téc-nica contribuyen, con la población, a pro-vocar la insostenibilidad del desarrollo”. Ladiferencia entre mi tesis y la suya es que yotrato de establecer una jerarquía de causas,mientras que el argumento de Ruffolo esequicausal, equipara “población, abundancia(crecimiento de los bienes materiales) y tec-nología”. Esta diferencia no es importante ensí (y es indudable que estas tres variables in-teractúan entre sí); pero es una diferencia quese refleja, y por tanto llega a ser importante,en el terreno de las soluciones.

Para bloquear la explosión demográficabasta una píldora (y favorecer su uso en vezde obstaculizarlo). En cambio no sabría có-mo persuadir a los pueblos ricos para darmarcha atrás y renunciar a la prosperidad.Tanto más cuanto que los ricos viven en de-mocracias en las que tienen voz y voto, y portanto en países en los que el que predica se-mejante pobreza, o algún tipo de renuncias albienestar, pierde las elecciones.

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El pobre Fini (que me permita tenerlecompasión, puesto que él me llama “loco”)mantiene que hay que “parar el llamado desa-rrollo, el llamado bienestar”. Al pobre Fini sele escapa que para esa tarea haría falta un Sta-lin. Y cuando descubre que “los alimentos dehoy no van donde hacen falta sino donde haydinero para comprarlos”, también debería des-cubrir cómo se consigue producir alimentossin coste para regalar a quien no puede pagar-los. ¿Por qué no lo intenta él?

Una carrera insensata y perdedoraUna proyección de las Naciones Unidas dehace diez años indicaba que una tasa de fecun-didad constante (a los niveles de 1992) habríaproducido teóricamente una población terres-tre, en el 2150, de 694.000 millones de perso-nas (cfr. J. E. Cohen, Quante persone possonovivere sulla terra?, página 29). No bromeo: casi700.000 millones de hombres-hormiga (lacuenta se hace rápida: un crecimiento de cien-to treinta veces en el transcurso de ciento se-senta años). Obviamente esta proyección noes una previsión. Una proyección sólo es unaextrapolación; y en este caso no tiene ningúnvalor previsor. Porque una tasa de fecundidadconstante nos llevaría a 22.000 millones ya en2050; con lo que el juego se acabaría ya en-tonces, con la Tierra y los terrestres juntos enel cementerio.

Entre los 6.000 millones de hoy y los22.000 de la hipótesis de antes, ¿en qué mo-mento querrá admitir la Iglesia que somos de-masiados y que hay que intervenir? Es difícilcontestar porque, si la contracepción es peca-do, entonces es pecado siempre, prescindien-do de cuántos seamos. Sería pecado aunquefuésemos 700.000 millones.

Pero la Iglesia distingue entre pecadosmortales y pecados veniales, pecados que sepueden pasar por alto. La contracepción seconvirtió en pecado mortal (no hablo con ri-gor teológico, por supuesto) con la encíclicaHumanae Vitae del papa Pablo VI en 1968.Esta encíclica nació de la nada, fue una sorpre-sa. La Humanae Vitae estuvo precedida portres años de trabajos de una comisión vaticananombrada por el Papa, comisión que habíadecidido que la prohibición de la contracep-ción no se podía sacar ni de las Sagradas Escri-turas ni de la tradición, la teología o las leyesnaturales de la Iglesia. Esta “apertura” aterrori-zó a la Curia y el entonces poderosísimo car-denal Ottaviani convenció al Papa para queno atendiera a las recomendaciones de sus ex-pertos. Pero si ha bastado un cardenal Otta-viani para encallar a la Iglesia en un dique se-co, quizás un nuevo Papa puede bastar parasacarla a flote. Las actas de la Comisión sobreel control de los nacimientos de los años se-senta (cuyo secretario fue un dominico suizo,

el padre Henri de Riedmatten) siguen siendoexhumables. Yacen en los archivos vaticanos.

Mientras tanto la Iglesia del papa Wojtylaha encontrado una ayuda, o mejor una vía desalida, en la tesis de que el crecimiento demo-gráfico alcanzará su punto natural de equili-brio y de parada con la educación y el desarro-llo. El conocido y valiente misionero PietroGheddo me rebate así: “La Iglesia dice: ayude-mos a los pobres a desarrollarse y disminuirátambién su crecimiento demográfico. La edu-cación unida al desarrollo es el único métodoque funciona” (Corriere del 20 de junio de2002). Pues, por desgracia, no. El padreGheddo olvida precisar que los demógrafosprevén que la parada “natural” del crecimientollegará cuando seamos 10 o 12.000 millones.Y entonces será tarde (prescindiendo del he-cho de que esta parada “natural” no es paranada natural).

Ya hoy, siendo 6.000 millones, estamosal límite de la ruptura de los equilibrios eco-lógicos. El envenenamiento del aire aumen-ta peligrosamente incluso con poblaciónconstante. Imagínense cuando entren en elterreno de juego 1.500 millones de chinos“desarrollados” que cambian la bicicleta porel automóvil: en 2050 China ensuciará y re-calentará la atmósfera más que EstadosUnidos. En el otro extremo tomemos el casode Nigeria, el estado africano más populoso(ampliamente poblado por cristianos, el 40por ciento), que en 1950 tenía 33 millonesde habitantes, y prevé 250 millones en 2050.¿En ese momento los nigerianos serán másricos e instruidos? No. Con toda probabili-dad serán más pobres y subdesarrollados quenunca: es el caso de un desarrollo que sólo esperverso, sólo a suma negativa.

El dilema es complejo. Si se logra el desa-rrollo virtuoso (el del padre Gheddo), enton-ces el mundo humano destruirá el mundo na-tural, la contaminación llegará a ser insoporta-ble, se alterará el clima, avanzará ladesertización, el agua no bastará. Y si, en cam-bio, no se consigue el desarrollo virtuoso, en-tonces sólo queda un aumento de fecundidadque equivale a un aumento de muertos dehambre. En ese caso, escribe Paolo Sylos Labi-ni en su libro Sottosviluppo, ”prevenir el naci-miento de […] millones de seres humanosdestinados a sufrir de las maneras más graveses un acto de caridad laica”. Y en ambas hipó-tesis estamos ante un desarrollo no sostenible,ante una carrera insensata y perdedora.

La influencia de la Iglesia¿Es responsable la Iglesia de Roma del excesode nacimientos? Sus defensores lo niegan,aduciendo la prueba de que la explosión de-mográfica se ha producido sobre todo en áreasno católicas. A lo que se puede añadir que en

materia sexual los católicos obedecen cada vezmenos –sobre todo en Europa– los mandatoseclesiásticos. Europa ya no se multiplica. Estosdatos de hecho son innegables. Pero quien“culpabiliza” a la Iglesia contempla otro aspec-to del problema, es decir, que ve su poder debloqueo. Un poder de bloqueo que se debe alhecho de que el Papa controla votos –a escalamundial– que son votos estratégicos.

Para empezar, controla votos decisivos enEstados Unidos. Tanto es así que la primeradecisión del presidente Bush en cuanto se ins-taló en la Casa Blanca fue restablecer la llama-da global gag rule, es decir, bloquear la educa-ción para la contracepción en el mundo (cuyafinanciación depende casi exclusivamente deldinero de EE UU). También ha bloqueado,añado yo, la pequeña pero importante finan-ciación destinada por el Congreso estadouni-dense al fondo de Naciones Unidas para la po-blación (UNFPA), una organización que hatrabajado muy eficazmente en los países en ví-as de desarrollo durante los últimos veinteaños. Al actuar de este modo, Bush pagaba sudeuda al electorado católico que le había per-mitido ganar las elecciones... que era lo que setrataba de demostrar.

Del mismo modo la Iglesia ha logradoparalizar a Naciones Unidas. En la Conferen-cia sobre Población celebrada en El Cairo en1994, el papa Wojtyla desplegó toda su artille-ría, se alió con el mundo islámico (antes el Va-ticano se había aliado también con Mao) y lo-gró bloquear todas las propuestas de controlde nacimientos. Desde entonces las NacionesUnidas han enmudecido por el veto de los pa-íses católicos, o en cualquier caso están condi-cionadas por el voto católico, como se ha vistoen la reciente cumbre de la FAO en Roma dejunio de 2002, donde nadie se atrevió a decirque el hambre sería más fácil de reducir si elnúmero de los comensales se redujera.

Proliferan las imágenes de los niños des-nutridos. Pero nadie recuerda a las mujeresque mueren de abortos clandestinos, y elloporque la prohibición religiosa les obliga a re-currir a burdas “comadronas” (sólo en Brasil laOMS estima que muere así medio millón demujeres al año). Y después está el sida. El Áfri-ca “negra” está apestada por el sida. Y en Áfri-ca la Iglesia sí cuenta, los misioneros cuentan.Pero tienen las manos atadas: la Iglesia de Ro-ma combate el sida recomendando la castidad.Imagínense. El papa Wojtyla se ha dirigido alos enfermos del sida en 1981 en estos térmi-nos: “Dios os quiere a todos sin distinciones[…]; ama también a los que padecen sida”.Desde entonces no ha dicho nada más. Corra-do Augias escribe en Repubblica que hoy losenfermos de sida en el mundo son 40 millo-nes (con otros 15 millones que llegarán en2010), y que sólo en África los afectados son

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28 millones. Y comenta: “Ante las dimensio-nes del estrago, poner obstáculos o impedir eluso masivo de preservativos […] a mí me pa-rece francamente delictivo. No encuentro otrotérmino”. Yo tampoco.

La encíclica Humanae Vitae del papa Pa-blo VI data de 1968. Entonces la poblacióndel mundo era de 3.500 millones. Hoy, ape-nas treinta y cinco años más tarde, es de6.000 millones, que serán 7.000 millones enpoco más de diez años. Frente a este alucinan-te crecimiento, China, la India y por últimola mayoría de los estados islámicos han abier-to los ojos y se han comprometido en el con-trol y la reducción de los nacimientos. Con eléxito, realmente no pequeño, demostrado porlos datos de Massimo Livi Bacci.

Lo cito (Repubblica, 5 de junio de2002):

“En la sociedad islámica todavía hacia 1970 elcontrol de nacimientos era prácticamente desconoci-do […]; el número medio de hijos por mujer estabaentre 6 y 7. Treinta años más tarde el panorama esbien distinto […]. En Indonesia el camino hacia labaja natalidad casi se ha completado (2,06 hijos pormujer en 2001). Turquía y Egipto se acercan, con 2,3y 3 hijos por mujer respectivamente […]. En Irán elprimer programa de planificación familiar se cancelócon la Revolución de Jomeini. Pero en 1989 el Go-bierno dio marcha atrás […]. El cambio ha sido sor-prendente y la fecundidad media de las mujeres iraní-es, que aún giraba en torno a los 6,5 hijos a mediadosde los años ochenta, ha descendido rápidamente al2,1 en 2001”.

También en los países del Magreb la ca-ída ha sido rápida e importante: el índice defecundidad de las mujeres tunecinas es hoyde 2; y el de las marroquíes y argelinas secalcula que ha bajado a 2,5 o menos. Encambio Pakistán sigue siendo muy prolífico,y “Bangladesh, uno de los países más pobresdel mundo, está a mitad de camino”.

Añádase que es falso (aunque sea unamentira muy repetida) que las políticas decontracepción hayan fracasado en China y enla India. En este último país la reducción delos nacimientos es aún insuficiente, sin em-bargo (cito del libro de Antonio Golini sobreLa popolazione del pianeta) incluso aquí el re-sultado de “un amplio y aceptado control denacimientos” ha sido que “el número mediode hijos por mujer ha descendido del valor6,0 entre 1950 y 1955 a 3,1 entre 1995 y2000”. En China la fecundidad “se estimapara 1995-2000 en 1,8 hijos por mujer”. Sise les dejara multiplicarse sin límite, los chi-nos serían hoy 200 millones más. Se podráprotestar por la crueldad de las normas sobrela procreación impuestas en China desde1971. Pero antes, a caballo entre los añoscincuenta y sesenta, entre 15 y 30 millonesde chinos morían de hambre o de epidemias.

¿Es más cruel imponer el aborto que dejaractuar a las carestías?

Volviendo a los países en que la religióninfluye o puede influir sobre la política de-mográfica, hoy por hoy el Islam ha abiertoclaramente los ojos, y las llamativas excepcio-nes de Pakistán y Bangladesh no se basan enprohibiciones religiosas. En el año 2000 laúnica que todavía se niega a ver el problemay a emprender medidas es la Iglesia del papaWojtyla (no el cristianismo protestante), conuna voz y un voto directos o indirectos (nosólo en la sede de la ONU, sino también ensus múltiples voluntariados) que invalidan elargumento de que el Vaticano sólo cuenta enlas zonas católicas. Aunque la Iglesia no pue-da parar a Pakistán, podría al menos detenerel crecimiento demográfico de Nigeria (ac-tualmente del 3,1), del Congo (que en sumayoría es cristiano) o de Etiopía (de reli-gión dominante cristiano-copta), que hoytiene tantos habitantes como Italia, pero queestá camino de tener 110 millones dentro de50 años. Y lo mismo cabe decir de las Filipi-nas y de gran parte de Latinoamérica.

Todavía se cree que los mayores paísescatólicos están en Europa. Pero ya no es así.En 1940 México tenía 19 millones de habi-tantes; hoy tiene 100 millones. Y un lectormexicano me escribe así: “Mantened a vues-tro Papa en Italia durante unos veinte años ynosotros resolveremos la mayor parte denuestros problemas. Pero si cada cuatro ocinco años viene aquí en visita pastoral y de-sencadena la campaña a favor de la familia,que no es otra cosa que una exhortación ahacer hijos… Como consecuencia asistimosa otra invasión de desesperados del campoque van a engrosar los bidonvilles. Y todosnuestros esfuerzos por crear nuevos puestosde trabajo y mejores condiciones de vida sevuelven inútiles. La misma situación se pro-duce en Brasil”. Sí, idéntica situación en Bra-sil. En 1900 los brasileños eran 17 millones,hoy superan los 170 millones. Y así ni siquie-ra Brasil logra salir de la espiral de la pobreza.

¿El Papa no cuenta? Admitamos que yosobrevaloro su influencia. Pero resulta queuna política no se debe juzgar sólo por suéxito, sino también por sus intenciones. Y laintención de combatir cualquier interven-ción para limitar los nacimientos a mí meparece altamente irresponsable. Y además, elPapa cuenta. En una carta al Corriere (del 3de julio de 2001) el padre Gheddo escribe:“En el mundo no hay ninguna catástrofe de-mográfica a la vista. Hace veinte años se ha-blaba de ‘bomba demográfica’; hoy ya no sehabla más de ella”. El problema existe, claroque sí. Pero, precisamente, ya no se habla deél. El papa Wojtyla (¿quién si no?) ha conse-guido silenciarlo urbi et orbi.

El crecimiento demográfico no se para soloLa WWF (World Wildlife Fund), organizaciónque goza de gran predicamento en materia demedio ambiente, ha lanzado una nueva y dra-mática alarma: a este paso al planeta Tierra y asus habitantes les quedan cincuenta años devida. El diagnóstico es irrefutable: la Tierra es-tá demasiado explotada, demasiado “consumi-da”... de donde debería deducirse que la prin-cipal culpa es del elevado número de consu-midores, del hecho de que somos demasiados.Pero el WWF no dice eso. Dice en cambioque el colapso en curso se debe, en primer lu-gar, a los insensatos estilos de vida de los paísesmás ricos, al hecho de que el “peso sobre elambiente” de los consumidores occidentales escuatro veces mayor que el de todos los demás.Pero atención: esa disparidad de daño es dehoy, o sea que se aplica a 6.000 millones de al-mas. Pero el WWF prevé que en 2050 sere-mos 9.000 millones; y ese incremento será casitodo extraoccidental. Por lo tanto en ese mo-mento los macroconsumidores «derrochones»serán entonces sólo 1.000 millones, mientrasque los microconsumidores (que consumenmenos, pero consumen) habrán llegado a ser8.000 millones. En ese momento, el colapsoambiental no será ya culpa de los occidentalessino de la fecundidad.

Con esto no defiendo el derroche, ni mu-cho menos defiendo la política ecológico-de-mográfica del presidente Bush (que considerolamentable). Pero tenemos que aclarar las ide-as. El crecimiento y el exceso de riqueza de lospaíses ricos están ligados hoy a su consumis-mo. Los Estados Unidos tiemblan cada vezque la consumer confidence, la confianza delconsumidor, se tambalea. Y la consigna deldesarrollo económico es estimular los consu-mos. ¿Malo? Sí, quizás malísimo. Pero la má-quina funciona así. Y si la paramos denun-ciando el consumismo, incluso se ralentizaráel crecimiento económico. Los países ricos seencontrarán con que son menos ricos. Con unadiós muy buenas, en tal caso, a las ayudas alos países pobres. Los países ricos no están go-bernados por déspotas ilustrados: son demo-cracias cuyo demos exige beneficios para sí. Porlo tanto, al dicho It’s the economy, stupid! (¡Laeconomía, estúpido!) deberíamos añadirle:This is democracy, stupid! (¡Esto es la democra-cia, estúpido!) Y por lo tanto el discurso de losricos que pagan a los pobres y pagan su multi-plicación no cuadra. Planteado así, el proble-ma es insoluble y se nos escapa cada vez másde las manos.

“Debemos inventar una solución […].Tenemos de nuestra parte a la ciencia y la tec-nología”, escribe Edoardo Boncinelli, otro vir-tuoso más en desear soluciones “de fantasía”que no sabe encontrar. Y sin embargo la solu-

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ción existe. Como cualquier persona de inteli-gencia libre y normal (libre de anteojeras ideo-lógicas o religiosas) entiende muy bien, nues-tro problema es de explosión demográfica; delo que se deduce que para sobrevivir como gé-nero humano tenemos que bloquearla.

¿Pero la debemos bloquear ya e intervi-niendo activamente o bien debemos esperar aque se pare por sí sola? La Iglesia del papaWojtyla nos recomienda esperar al fin “natu-ral” de ese crecimiento. En esta materia el Pa-pa no está protegido (según la misma doctrinade la Iglesia) por la infalibilidad. Por lo tantono es ofensivo mantener –como mantengo–que el Papa equivoca y se equivoca.

Además está el hecho de que no podemospermitirnos que, antes de estabilizarse espon-táneamente, el crecimiento llegue a los previs-tos 10 o 12.000 millones de almas: la estabili-zación demográfica nunca es «natural». Escierto que existe una indudable correlaciónentre educación e independencia de las muje-res por un lado y disminución de sus hijos porotro. Pero ¿por qué? No toda correlación im-plica relación de causa a efecto. También exis-te una fortísima correlación entre la llegada delas golondrinas y la llegada de la primavera, loque no significa que las golondrinas “causen”la primavera.

Paolo Mieli, citando a Amartya Sen (Co-rriere del 28 de junio de 2002), escribe que“son la educación, la democracia y la moder-nidad las que derrotan la natalidad salvaje[…]. Nada más”. ¿Nada más? Al decirlo asíparecería que la educación y la modernidadreducen la fertilidad. En realidad las mujeresmodernizadas son tan fértiles, si quisieran, co-mo las mujeres premodernas. La cuestión es,entonces, que una mujer instruida sabe usarlos contraceptivos mejor que una mujer anal-fabeta. Pero siempre tiene que usar los contra-ceptivos. Si no los usa, también su natalidadpuede ser salvaje, también ella puede generarveinte hijos. Por lo tanto el argumento de queen cierto punto del desarrollo la multiplica-ción de los niños se parará por sí sola es falso.La caída de los nacimientos que se produce enlos países desarrollados no se explica por cau-sas naturales, sino por las prácticas contracep-tivas que la Iglesia condena como “antinatura-les”. La Naturaleza nunca ha parado el creci-miento de los humanos.

Vida, vida humana y almaVida no equivale a “vida humana”. Tambiénlos mosquitos, los piojos, los tábanos son ani-malitos vivientes. Pero los matamos tranquila-mente y nadie cree que matarlos esté mal o seapecado. En cambio la vida humana es inviola-ble y sagrada. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?

La filosofía –que es nuestro mejor saberacerca de las cosas humanas– responde que la

vida humana es distinta de la vida animalporque el hombre es un ser capaz de reflexio-nar sobre sí mismo, y por tanto caracterizadopor la autoconciencia. El animal no sabe quetiene que morir; el hombre sí, el hombre losabe. El animal sufre sólo físicamente; elhombre sufre también psicológica e inclusoespiritualmente. Y de esta respuesta resultaque el hombre no es distinto del animal has-ta que llega a ser consciente de sí mismo,hasta que se convierte en un “animal pensan-te”. El niño recién nacido todavía no lo es. Simuere al nacer, no ha sido consciente de sumuerte y no sufre «mentalmente» su propiamuerte más que cualquier animal. Digamos,entonces, que la vida humana empieza a serdistinta, radicalmente distinta de la vida decualquier otro ser viviente, cuando el niñoempieza a “darse cuenta”. Y no por ciertocuando está aún en el útero de la madre.

Por supuesto que ésta es una respuestalaica. No es, por lo tanto, una respuesta quevincule a la Iglesia. La Iglesia –estamos yaacostumbrados a decirlo– se apoya en la fe,no en la ciencia. Pero es importante recordar,a este respecto, que la antítesis entre fe yciencia es relativamente reciente, que vienede no hace más de cuatro siglos. Antes laIglesia sólo era impugnada en su hegemoníapor la filosofía; y el filósofo no podía discutirmucho si quería evitar una condena por he-rejía. Esa hegemonía acaba con Galileo. Des-pués de Galileo la Iglesia ya no ha podidoimponer una cosmología (la ptolemaica) quehacía girar el universo en torno a la Tierra nisostener que Dios está en los cielos explora-dos por los astrónomos. De 1600 en adelantela Iglesia está cada vez más delimitada y para-da por la ciencia. Este retroceso de la Iglesiapermite incluso que una parte del hombre,su cuerpo, se deje al cuidado de la medicinay a la biología. A la Iglesia le queda, sin em-bargo, lo incorpóreo; le queda el alma.

La noción de alma es antigua, es platóni-ca. Umberto Galimberti escribe: “Alma engriego significa viento (anemos), soplo, respiro(psyche)”. La palabra “alma” no es más que latraducción latina de estos y otros conceptosgriegos (entre ellos pneuma, para nosotros “es-píritu”). Por ello “alma” caracteriza y atraviesatoda la doctrina cristiana que escribía en latín.Cito otra vez de las inteligentes páginas deGalimberti: la tradición patrística y despuésSan Agustín “enseñan que el alma determinael ser del hombre en cuanto que ella, y no elcuerpo, es parte de la misma vida divina”.

Así pues, para la Iglesia el hombre es tal ysu vida es sagrada porque es al hombre, y sóloal hombre, a quien Dios ha dado el alma. Poreso la pregunta decisiva es cuándo llega el al-ma, cuándo entra el alma en el cuerpo (por asídecir). Primero estamos ante una vida cual-

quiera, como la vida del mosquito, o másgrande, ¡de un cocodrilo! Sólo después de queel alma se instala en el cuerpo, la vida se con-vierte en humana, en vida de un ser privilegia-do por Dios. El clero medieval y también elposmedieval se regulaba sobre todo por la ne-cesidad de supervivencia. Ante las carestías elalma se hacía entrar tarde; a veces no antes dela confirmación, o incluso de la comunión.Otras veces podía llegar muy pronto, en elbautismo. Y hasta finales del siglo XVII la opi-nión dominante era que el feto en el seno ma-terno no estaba dotado de “alma racional”. Delo que se desprende que por lo menos hasta elbautismo abortar, o matar a un niño de más,no era pecado. En todo caso el principio eraque el alma sobreviene “después de ciertotiempo” porque la materia todavía no está pre-parada para acogerla.

¿Es posible que la Iglesia del papa Wojtylano sepa estas cosas? Es cierto que da muestrasde haberlas olvidado. Porque la cruzada contrael control de nacimientos no se predica ennombre del alma. Paradójica y absurdamentese proclama en nombre de la ciencia. En lajornada por la vida del 3 de febrero de 2002 elpapa Wojtyla afirmó que “la ciencia ya ha de-mostrado que el embrión es un individuo hu-mano que posee su propia identidad desde lafecundación”. Tesis sin fundamento, porque laciencia sólo puede afirmar que el embrión estáprogramado para convertirse, después de sieteo nueve meses, en un individuo humano, perono que lo sea ya sub specie de embrión.

La ciencia en su argumentar está someti-da a las reglas de la lógica. Y para la lógica yomato exactamente lo que mato. No puedomatar un futuro, algo que todavía no existe,algo que vendrá. Si mato un renacuajo, matoun renacuajo y no una rana. Si el renacuajose come una larva de mosquito, mata a unalarva, no a un mosquito. Si me bebo un hue-vo de gallina, no mato a una gallina. Y así su-cesivamente. Y por lo tanto no tiene ningúnsentido sostener que una interrupción deembarazo es un asesinato de un ser humano.Tanto si el ser humano se define como unanimal autoconsciente o, en términos pura-mente corpóreos, como un cuerpo salido delútero de una madre que comienza a respirar,en ambos casos el ser humano, en el momen-to del aborto, todavía no está.

Y además, una cosa es prevenir un emba-razo y otra distinta interrumpirlo. Hasta elpunto que ambas dos cosas mantienen rela-ción inversa entre sí: cuanto más se consigaprevenir un embarazo, tanto menos se deberárecurrir a su interrupción. Admitamos que,por razones de principio, el aborto nos repug-na. Pero la contracepción no es aborto, sinoque más bien lo previene y borra ex ante. Blo-quear la fertilidad resuelve el problema antes

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de que aparezca. Por lo tanto, la Iglesia no sepuede oponer a los contraceptivos (incluyen-do la llamada píldora del día después, la píldo-ra que impide el arraigo del óvulo fecundadoen el útero) con el argumento que utiliza con-tra el aborto, a saber, que se comete un asesi-nato. Entonces ¿en nombre de qué, con quéotro argumento? La impresión es que la Iglesiahace una montaña de un grano de arena. Esverdad que la prohibición de prácticas anti-conceptivas no encuentra ningún apoyo (ésaes la conclusión de una comisión convocadapor el papa Pablo VI al comienzo de los añossesenta) en las Sagradas Escrituras ni en la tra-dición ni en la teología, la ley natural o la filo-sofía; en fin, en nada. Por lo tanto cuando elpapa Wojtyla declara que la posición de laIglesia en materia de contracepción ha sido es-crita “por la mano creadora de Dios”, es segu-ro que esta afirmación suya va “más allá de loque está escrito”.

Se comprende que la Iglesia pueda con-vencer al sabio católico creyente y practicantepara que suscriba sus tesis. Pero quien las sus-criba lo hará como hombre de fe, no comohombre de ciencia. Si firma como «profesor»,el suyo es un falso testimonio y un abuso decredenciales. La Iglesia también puede con-vencer al jurista católico para que declare que

el feto es persona y que por tanto debe serprotegido por el derecho como se protege a lapersona. Lo que equivale a sostener que la in-terrupción del embarazo es un delito penal.Pero también aquí el jurista habla como cre-yente, no como jurista.

Aunque el derecho conoce la fictio iuris, el“fingir” del derecho tiene que estar justificadopor una razón de ser jurídica, que por lo gene-ral es la de hacer aplicable una norma. En elejemplo clásico de la fictio legis Corneliae sepresumía que una persona capturada por elenemigo había muerto; y la ratio de esa ficciónera permitir sucesiones que de otra manerahubieran quedado bloqueadas. Pero no ten-dría ninguna lógica jurídica el fingir que elhombre es un cuadrúpedo. Del mismo modo,no hay ninguna lógica jurídica en considerarque la intención de matar sea lo mismo quematar, o fingir que matar un feto sea comomatar a una persona.

¿Pero por qué la Iglesia de hoy recurre a laciencia para sostener la fe? ¿No es un contra-sentido, una contradicción en los términos?La ciencia es materialidad y corporeidad, y fi-sicidad. Y entonces ¿por qué la Iglesia no seacuerda del alma? En verdad es una preguntaa la que no sé contestar.

En cualquier caso, el tema es que en toda

esta cuestión el Papa no se pronuncia ex cathe-dra. La encíclica Humanae Vitae de Pablo VI(que en 1968 cae prácticamente de la nada yque incluso fue contestada por un amplio gru-po de teólogos) no ha sido declarada nuncaun pronunciamiento infalible. Por lo tanto enmateria genética el Papa es «falible»; y no esninguna ofensa, ni siquiera religiosa, mantenerque el Papa se equivoca y equivoca. Cuando,en el Génesis (I, 28), Dios insta a Adán y Eva a“ser fecundos, multiplicarse y llenar la Tierra”,se dirige sólo a dos seres humanos. Ahora laTierra ya está llenísima. Pero un obispo esta-dounidense ha declarado –sin sombra deprueba– que la Tierra puede alimentar a40.000 millones de personas. ¡Pobres de noso-tros! Y ante una Iglesia que no sabe distinguirentre vida y vida humana, y ni siquiera entreprevención e interrupción de embarazo, no es-toy nada tranquilo. ¿Seré el único? n

Traducción: Miguel A. Ruiz de Azúa

[Este texto es un extracto de la primera parte del libroLa tierra explota. Superpoblación y desarrollo, de Gio-vanni Sartori y Gianni Mazzoleni, Taurus, 2003]

Giovanni Sartori es catedrático de la Universidad deColumbia. Autor de Homo videns y La sociedad tele-dirigida.

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ECONOMÍA Y MATEMÁTICAS: LA VISIÓN DE UN ECONOMISTA

JULIO SEGURA

on cierta periodicidad salta a la pa-lestra el debate sobre la utilizaciónde las matemáticas en la economía.

La mayoría de las veces reabierto porquienes consideran que el grado de for-malización alcanzado en la discusión dealgunos temas y enfoques es excesivohasta el punto de desvirtuarlos1, perotambién en algunas ocasiones por lospropios defensores del uso del más po-tente instrumental matemático2. Creoque el debate en sí mismo tiene, hoy díay dentro del mundo académico, muy es-caso interés pero me parece que puedetener cierta utilidad proporcionar, sobretodo a quienes no son economistas, al-guna información sistematizada sobrecómo y por qué el análisis económico haconsolidado el uso de técnicas matemáti-cas –algunas muy avanzadas3– para tra-tar de resolver problemas económicos ysobre en qué medida ello ha permitidoentenderlos mejor o no.

Para ello intentaré, en primer lugar,proporcionar algunos ejemplos de cómo,y para resolver qué tipo de problemas,han utilizado los economistas el instru-mental matemático a lo largo de la histo-ria del análisis económico. En segundolugar, discutiré con algo más de detalle eltipo de problemas que tratan de explicarlos economistas analíticos y cómo seaproximan a ellos. Esto incluye los su-puestos que implica el uso riguroso de

las matemáticas en la economía, la formade generar modelos explicativos delcomportamiento de las economías y unadiscusión sobre los criterios de valida-ción o invalidación de los mismos. Entercer lugar, plantearé algunas limitacio-nes y comentaré lo que, en mi opinión,constituyen usos y, sobre todo, interpre-taciones inadecuadas de algunos resulta-dos del análisis económico. Por último,haré algunas reflexiones sobre la investi-gación y la docencia en economía.

1. Algunos ejemplos antiguos del usode las matemáticas en economíaAunque la utilización generalizada de lasmatemáticas –y la estadística y las técni-cas econométricas– en la construccióndel análisis económico es relativamentereciente, los antecedentes son muy anti-guos. Bastará mencionar tres casos.

El primero podría ser la llamada leyde King (1648-1712), que constituye laprimera observación de relaciones entreprecios y cantidades y, por tanto, unaformulación empírica implícita de lafunción de demanda del mercado.

El segundo, el uso de la aritméticaen el Tableau economique de F. Quesnay(1694-1774), que constituye la primeradescripción del funcionamiento de unaeconomía por medio del flujo circular dela renta.

Por último, la ley Engel (1821-1896) y las curvas de renta-consumo: unanálisis estadístico de la relación entrenivel de renta y demanda de bienes quepermitió comprobar que el porcentaje degasto dedicado a adquirir alimentos ybebidas decrece con el nivel de renta.

Otros precursores, de mayor caladomatemático, pueden ser A. Cournot o J.Dupuit, ambos en la primera mitad delsiglo XIX. Cournot formalizó la teoría deloligopolio, es decir, de la interacción en-tre empresas que ejercen poder de mer-

cado. Dupuit propuso un método (el ex-cedente del consumidor) para determi-nar cuál es el beneficio social de unaobra pública.

La entronización definitiva de lasmatemáticas en el análisis económico seprodujo en el segundo tercio delsiglo XIX ligado al triunfo del neoclasicis-mo, que alcanzó su cima más formaliza-da en el análisis del equilibrio general deLéon Walras, quien fue capaz de con-densar en un sistema de ecuaciones elfuncionamiento de todos los agentes in-dividuales (consumidores y empresas) deuna economía de mercado y determinarlas condiciones bajo las que la mismafunciona eficientemente.

No es éste el lugar para entrar enuna disquisición detallada de lo que su-puso el paso del clasicismo (AdamSmith y David Ricardo) al neoclasicis-mo (Jevons, Menger, Walras y Mars-hall), pero sí me parece importantetransmitir la idea de que, pese a las pro-fundas diferencias conceptuales (verbigratia: teoría del valor) e instrumentalesentre ambos, éstas se centraron más enel enfoque de los problemas que en el ti-po de problemas.

No es sorprendente que el análisiseconómico moderno nazca con la Revo-lución Industrial que supone, en lo esen-cial, el paso de una economía con fuertescomponentes gremiales y un alto gradode intervención y protección a sistemasmás guiados por el mercado. Y los clási-cos se ocuparon, principalmente, de in-vestigar cuáles eran los factores determi-nantes del crecimiento del nuevo tipo deeconomías y qué marco institucional era elmás adecuado para lograr mejorar las posi-bilidades de crecimiento económico. AdamSmith (1776) destacó como clave delcrecimiento la productividad, que au-menta con la división del trabajo y de-pende del tamaño del mercado que, a su

C

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

1 El ejemplo más reciente y conocido es el mani-fiesto de un grupo de profesores franceses contra laformalización del análisis económico.

2 Por ejemplo, el informe de la Commission onGraduate Education in Economics (1990), presididapor Anne Krueger, de la que formaron parte, entreotros, economistas como Arrow, Blanchard, Lucas,Panzar o Stiglitz.

3 No se trata solamente del cálculo diferencial, elálgebra matricial y la teoría básica de la optimización,sino de áreas tales como la optimización dinámica, latopología diferencial o la teoría de fractales y el caos.

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vez, se expande con la acumulación decapital. David Ricardo (1814) destacó elpapel central de la acumulación de capi-tal, la necesidad para financiarla del aho-rro; la importancia de la distribución dela renta en la generación de ahorro; lafunción esencial de los empresarios, yaque los trabajadores no podían ahorrar–salarios de subsistencia– y los terrate-nientes no ahorraban, y la existencia deun estado estacionario (por los rendi-mientos decrecientes de la tierra) sólomejorable mediante el progreso técnico.

El enfoque neoclásico, o si se quieremagnificar la revolución neoclásica, tuvodos raíces. Por una parte, el convenci-miento, tras unas décadas de fuerte ex-pansión económica de los países másavanzados, de que las condiciones para elcrecimiento económico estaban garanti-zadas4. La segunda, la sustitución de lateoría del valor trabajo de los clásicos yMarx por una teoría del valor basada enla utilidad. El problema básico de los ne-oclásicos no era distinto del de sus pre-decesores (cómo crecer y cómo hacerlobien); la diferencia radical consistió enque dirigieron su atención a los proble-mas de asignación eficiente de los recur-sos iniciando su análisis en el comporta-miento de los consumidores y empresasindividuales. Pero el resultado básico deWalras –las condiciones bajo las que unaeconomía de mercado presenta un equi-librio eficiente– no es sino la demostra-ción rigurosa del teorema de la mano in-visible formulado literariamente porAdam Smith.

En el fondo, los economistas siem-pre se han ocupado, en forma más o me-nos indirecta, de los problemas plantea-dos por Smith y Ricardo: de qué depen-

de el crecimiento de una economía, quése puede hacer para crecer más, cuálesson los efectos del crecimiento económi-co. Incluso, por insistir en las similitudesmás que ahondar en las diferencias, sien-do obvio que el método neoclásico eradeductivo, no lo fue menos el de Smithy Ricardo.

Pero pese a los desarrollos neoclási-cos iniciales mencionados, la generaliza-ción del uso de las matemáticas tardó enproducirse, porque tanto Cournot comoWalras fueron precursores muy anticipa-dos a su tiempo. De hecho este últimotuvo que hacer frente a numerosas críti-cas por su enfoque y, aunque algunos au-tores (sobre todo Pareto y Edgeworth)siguieron sus pasos, hasta la década de1930 no puede decirse que el métodomatemático empiece a utilizarse extensi-vamente en el análisis económico. Desdela década de los años treinta hasta la delos cincuenta del siglo XX es cuando seproduce la gran explosión, algunos decuyos hitos más relevantes son los si-guientes:

a) la primera demostración rigurosade existencia del equilibrio general com-petitivo de A. Wald (1935-1936);

b) las aportaciones de Von Neu-mann y Ramsey a la teoría del creci-miento;

c) el Valor y capital de Hicks (1939)y los Fundamentos del análisis económicode Samuelson (1947);

d) el análisis de equilibrio generalcompetitivo de Debreu y Arrow (1952-1959);

e) el nacimiento de la econometríade la mano de la Comisión Cowles(1933);

f) la teoría de juegos de Morgensterny Von Neumann (1947).

Desde entonces, y hasta nuestros días, una parte sustancial del análisiseconómico –y no sólo de la microecono-mía, sino también de la macroeconomía,de la teoría del crecimiento, de la econo-mía industrial, de la economía pública,de la economía laboral– utiliza las mate-máticas avanzadas como un instrumentoindispensable en su trabajo. ¿Por qué?

19Nº 131 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

4 Lo que, en algunas ocasiones, se ha bautizadocomo el optimismo neoclásico.

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2. Supuestos, modelos, prescripcionesLos economistas analíticos se preocu-pan, fundamentalmente, por problemasde coordinación y mecanismos de asigna-ción de los recursos. Esto puede parecercomplejo, pero es fácil de explicar.

Tras cada decisión individual de consumo, de inversión, de ahorro, de producción, se encuentran miles dedecisiones previas de otros consumidoresy empresas individuales. Cuando, porejemplo, compro un kilo de judías ver-des no hago más que entregar cuatro eu-ros en el supermercado. Pero para queesta transacción se haya podido realizartiene que haber agricultores que hayancultivado las judías verdes (lo que impli-ca tierra, semillas, abonos, riego, etcéte-ra), un mecanismo de transporte (queimplica camiones, conductores, abaste-cimiento de fuel), un mercado centralen Madrid, una cadena de distribuciónal por menor (que implica locales, traba-jadores, sistemas logísticos) y un largoetcétera. Detrás de un acto tan simplecomo adquirir las judías verdes hay milesde decisiones individuales que se han coor-dinado de forma automática o impercepti-ble para mí.

¿Cómo se han coordinado? Funda-mentalmente a través de un sistema demercados y precios que constituye unmecanismo de asignación de recursos cuyaspropiedades es conveniente analizar,porque vivimos en economías en las queel mercado asigna una parte muy impor-tante de los recursos existentes.

¿Cómo se construye este análisis delos mecanismos de asignación y coordi-nación de las decisiones individuales? Elprimer lugar, necesitamos disponer deteorías explicativas del comportamiento delos agentes individuales (consumidores yempresas). Estas teorías postulan la racio-nalidad de los individuos.

Ésta suele ser una primera línea decrítica al análisis económico moderno.Puesto que los individuos no son siempreracionales, una teoría basada en este su-puesto debe conducir a resultados falsos.

Esta crítica es fácil de desactivar: elsupuesto de racionalidad en el análisiseconómico implica en lo esencial la ca-pacidad de los individuos para ordenarlas alternativas a que se enfrentan y ele-gir la mejor de entre todas, dadas las res-tricciones a que se encuentran sometidos.No parece excesivamente irreal suponerque cuando nos ofrecen dos alternativasseamos capaces de decidir cuál preferi-mos y que, cuando tengamos que optarentre distintas alternativas, elijamos la

que más valoramos de entre lasposibles5.

Pero lo que más interesa destacar de laidea de elección de los agentes no es tansólo el principio de racionalidad sino, ade-más, la idea de que toda elección está some-tida a restricciones. En efecto, ésta es la ca-racterística de un problema económico:cuando gastamos nuestra renta como con-sumidores tenemos como límite el mon-tante de la misma (más el endeudamien-to); cuando se producen tornillos en unaempresa, hay que someterse a las restriccio-nes que implica la tecnología existente. Porponer un ejemplo más próximo a todos:cuando se discute sobre el sistema de pen-siones contributivas (no asistenciales) larestricción es que sea sostenible financiera-mente, y en caso de no serlo, existe unarestricción que es la cuantía que la socie-dad está dispuesta a pagar para sostener omejorar las pensiones.

En consecuencia, cuando se trata unproblema económico han de explicitarse lao las restricciones a las decisiones de los in-dividuos. En caso contrario estaremos ha-ciendo una declaración de buenas inten-ciones, de deseos o, en el peor de los casos,demagogia, pero ni análisis económico nieconomía política.

La conclusión de los últimos comenta-rios es clara: si los individuos elegimos en-tre alternativas que somos capaces de orde-nar en términos de nuestras preferencias yestamos sometidos a restricciones, la formanatural de plantear el comportamiento de unindividuo es como maximizador de una fun-ción que refleja la ordenación de sus preferen-cias sometido a la(s) restricción(es) derivadasdel problema que tratemos. Y esto es, exacta-mente, la descripción de un problema deprogramación matemática.

Una crítica frecuente a este plantea-miento consiste en señalar que los indivi-duos (consumidores, empresas) no se com-portan así en la realidad: no son competen-tes matemáticos capaces de resolvercomplejos problemas de maximización con-dicionada. Pero esta crítica, de nuevo, es fá-cil de desmontar: los modelos del compor-tamiento de los agentes individuales tratande explicar y predecir, no de describir el com-portamiento de los agentes individuales.

¿Cómo modelaría un físico el com-portamiento de un jugador de billar pro-fesional? Haciendo la hipótesis de que esun experto en solucionar sistemas de ecua-

ciones diferenciales (en derivadas parcia-les), porque supondrá que, antes de golpe-ar la bola con el taco, realiza un complejocálculo que incluye la potencia con que yel lugar en que golpea la bola, la capacidadde rebote de las bandas, la pérdida defuerza por rozamientos (el tapete y el cho-que con las bandas), los efectos, etcétera.¿Es el jugador un experto matemático? Esclaro que no, pero suponer que actúa comosi lo fuera conduce a un modelo que expli-ca el resultado (carambola) y que, además,tiene un elevadísimo poder predictivo: sipor media el jugador hace tacadas de 99carambolas, predecirá correctamente el99% de las veces.

Describir el comportamiento del juga-dor de billar es observar sus acciones y ver-balizarlas: inspecciona con cuidado la dis-posición de las bolas, coge el taco con lamano derecha (salvo que sea zurdo), lo pa-sa por una oquedad formada con los dedospulgar e índice de la mano derecha y loapoya en el corazón, lo desliza hacia delan-te y atrás varias veces, etcétera. No merecela pena discutir si esta descripción es útil ono, pero aun en el caso de que lo fuera, nopermitiría ni explicar qué hace ni predecircuál va a ser el resultado de su acción.

3. Las matemáticas: un lenguaje poderosoLas matemáticas son un lenguaje cuya uti-lización presenta muchas ventajas.

La primera consiste en que exige hacerexplícitos todos los supuestos del análisis. Laargumentación literaria, con frecuencia, norequiere definir con exactitud bajo quécondiciones estamos tratando de contestara la pregunta que nos hacemos, y esto esalgo que no permite la argumentación ma-temática. Dado que todas las contestacio-nes a problemas económicos –y en parti-cular la validez de las propuestas de políti-ca económica– dependen de los supuestosque hagamos, la exigencia de tener que ex-plicitarlos con exactitud es fundamental.Por ejemplo, las conclusiones que obtenga-mos de los efectos de la política monetariadependerán crucialmente de cómo supo-nemos que se forman las expectativas delos agentes, de cuál sea el sistema cambia-rio y un largo etcétera.

La segunda ventaja del lenguaje mate-mático es que existen reglas de cálculo lógi-cas precisas aplicables a la colección de su-puestos y al problema de partida. Es decir,trabajar con un lenguaje puramente lógicoque permite estar seguros de que las con-clusiones que se obtienen no incluyen fa-llos de razonamiento. De nuevo, es más fá-cil que en la argumentación puramente li-

ECONOMÍA Y MATEMÁTICAS: LA VISIÓN DE UN ECONOMISTA

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

5 Para tranquilidad de algunos lectores señalarque, dentro del cuerpo del análisis económico formali-zado, hace ya años que se investigan problemas relacio-nados con comportamientos de racionalidad limitada.

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teraria se deslicen errores en los razona-mientos lógicos.

Por tanto, el uso de las matemáticaspermite, sobre la base de la formulación deun problema preciso, la enumeración ex-haustiva de todos los supuestos bajo losque se va a abordar el problema y la aplica-ción de reglas de cálculo lógico, obtenerconclusiones que suelen tomar la forma delemas o teoremas. ¿Ha terminado el análi-sis? No, porque hay que dar la interpreta-ción económica de estos teoremas. Insistiréun poco en esta idea, porque la simple uti-lización del instrumental matemático noconvierte un problema mal planteado enun estudio relevante, ni a un economistaincompetente en uno bueno.

Cualquier expresión matemática debepoder traducirse en términos económicosque sean relevantes para el problema quehemos planteado inicialmenteo, de lo contrario, la utiliza-ción del método matemáticoserá un puro fuego de artificio.En escasísimas ocasiones estono es así en el campo de la in-vestigación6 y, desde luego,siempre lo es en el de la docen-cia: un profesor capaz de llenarvarias pizarras con una demos-tración matemáticamente im-pecable pero incapaz de expli-car a sus alumnos el sentidoeconómico de los supuestos ysu grado de restrictividad rela-tivo o la interpretación econó-mica de las condiciones deequilibrio de un modelo o suinterpretación económica entérminos del problema plante-ado será un mal profesor y, posiblemente,un mal economista7.

4. El estatuto “científico” de la economíaCon frecuencia, erróneamente, se conectael tema de la matematización del análisiseconómico con el carácter científico de laeconomía y se concluye que la aplicacióndel instrumental de las matemáticas y de

conceptos de la física (equilibrio, estabili-dad dinámica, entropía) hace que la eco-nomía sea una ciencia asimilable a las cien-cias de la naturaleza.

El tema no me parece muy relevante.Lo que decidamos calificar como ciencia esun problema de definición, de criterio dedemarcación entre lo que es y no es cientí-fico. Si sostenemos la posición popperianade que las ciencias se caracterizan por ge-nerar proposiciones que sean refutables porla evidencia empírica, entonces la econo-mía no es una ciencia.

Es cierto que se han producido avan-ces significativos en los últimos años en elcampo de la economía experimental, peroello no evita que la experimentación con-trolada sea casi imposible8 al no existir doseconomías que se diferencien en una solavariable, porque con frecuencia los errores

de medición de las variables son significati-vos, porque siempre omitimos variables re-levantes (bien por no disponer de datos,bien por no saber que lo son) y un largoetcétera. En suma, no solemos disponer detests que nos permitan decidir entre doshipótesis alternativas de forma que de laaceptación de una se derive inequívoca-mente el rechazo de la otra, de forma quedos interpretaciones o conjuntos de pre-dicciones contradictorias sobre el mismofenómeno pueden convivir durante añossin excluir la una a la otra.

Pero en nuestro contexto la preguntaa hacerse no es si la economía es unaciencia o no. O si es una ciencia “social”o de otro tipo. Lo significativo es saber siconstituye un conocimiento relevante. Enla medida en que el análisis económicoha ayudado a conocer mejor el funciona-miento de las economías en que vivimos,a facilitar la formulación de políticaseconómicas cada vez más precisas y adisponer de un conjunto de instrumen-tos de análisis mucho más poderoso quehace pocas décadas para discutir sobreproblemas económicos, es un tipo de co-nocimiento relevante.

5. Usos y abusos del análisis formalizadoComo cualquier instrumento o método,el empleo de las matemáticas puede con-ducir a utilizaciones abusivas. No discu-

tiré el tema de si los proble-mas analizados con poderososinstrumentos matemáticosson problemas relevantes oútiles, porque creo que la dis-cusión sobre la relevancia delos temas es muy peligrosa yestá cargada de subjetividad.Pero sí señalaré que, con cier-ta frecuencia, la interpretaciónen términos prácticos de algu-nos resultados de la economíamatemática puede conducir aconclusiones que no se derivanrealmente de aquellos. Analice-mos un par de ejemplos signi-ficativos.

El primero es el caso delos resultados básicos más im-portantes de la teoría del

equilibrio general competitivo (EGC).En lo esencial son resultados de dos ti-pos. En primer lugar de existencia delEGC: si un mecanismo de asignación derecursos, como es una economía de mer-cado con propiedad privada, no puedepresentar un equilibrio, su análisis carecede interés. En segundo lugar, resultadosrelativos a la unicidad y estabilidad delEGC: de forma muy simplificada, es máscómodo que el EGC sea único y parecedeseable que sea estable, es decir, que laeconomía tenga capacidad de recuperarpor sí misma un equilibrio inicial rotopor alguna perturbación exógena.

La demostración de la lista de su-puestos necesarios para garantizar laexistencia-unicidad-estabilidad de unEGC que sea una asignación eficiente delos recursos constituyó un avance funda-mental de esta rama del análisis econó-mico altamente matematizada, porque

JUL IO SEGURA

21Nº 131 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

6 Sólo cuando se obtiene una forma alternativa dedemostrar un resultado que no incorpora nuevas inter-pretaciones ni reduce la exigencia de las hipótesis nece-sarias para su prueba o cuando se detecta un error for-mal que no afecta a los resultados en un trabajo previo.

7 Por eso resulta más difícil explicar introduccióna la teoría económica que análisis microeconómico su-perior: las barreras instrumentales del segundo sonmuy superiores, pero en la primera el profesor nopuede escudarse en los aspectos puramente formales(caveat: la docencia del autor es en análisis microeco-nómico superior).

8 Dónde cabe diferenciar entre los experimentos"en el aula" en que se enfrenta a un grupo de personascon una elección, por ejemplo entre alternativas cuyosresultados (aleatorios) dependen del estado de la natu-raleza resultante, cuya utilidad es más dudosa; y elmás reciente análisis de calibración en que se utilizanpotentes aplicaciones informáticas para evaluar políti-cas económicas alternativas..

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en el fondo constituía –como ya se haseñalado– la demostración rigurosa delas condiciones bajo las que funciona lamano invisible de Adam Smith.

Pero una interpretación abusiva o,cuando menos, incompleta y sesgada,apologética, de estos resultados es que loseconomistas matemáticos habían demos-trado la viabilidad, eficiencia y, por tan-to, deseabilidad, de un mecanismo deasignación de recursos descentralizado yguiado por los precios en una economíade propiedad privada. Una lectura alter-nativa de los mismos resultados es la quecabe denominar precriptivo-negativa9: lorestrictivo de los supuestos necesariospara garantizar los resultados básicos (es-pecialmente ausencia de efectos exter-nos, bienes públicos e indivisibilidades yla información perfecta y simétrica) im-plica que, en la realidad, un mecanismocomo el descrito no presentará las pro-piedades deseables de eficiencia y, portanto, deberá ser complementado por laacción pública en diversas ocasiones10.

El segundo ejemplo pertenece al cam-po de la política macroeconómica. En ladécada de los años setenta del pasado si-glo tomó carta de naturaleza la hipótesisde las expectativas racionales que, en loesencial, sostenía que los agentes indivi-duales aprenden acumulando informa-ción sobre el comportamiento del sectorpúblico y que, con el paso del tiempo,son capaces de anticipar cualquier reglade actuación del mismo, por complejaque sea, siempre que sea sistemática. Portanto, las decisiones de los agentes inclu-yen la anticipación de la conducta queseguirá la autoridad económica, por loque parte de sus posibles efectos se eva-porarán.

La hipótesis es básicamente cierta yha sido muy fructífera en el replantea-miento de muchos problemas relativos ala eficacia de las políticas macroeconó-micas y a la validez de determinadas for-mas de contrastar hipótesis económicas.Pero la lectura abusiva ha conducido, porejemplo, a sostener la ineficacia absolutade la política monetaria y, por tanto, adefender que lo mejor que puede hacerla autoridad monetaria es anunciar unaregla de toma de decisiones simple y no

apartarse de ella bajo ninguna circuns-tancia11.

La experiencia demuestra que la efica-cia de la política monetaria es menor delo que se pensaba antes de la formulaciónde la mencionada hipótesis y que sus ca-nales de transmisión son más complejos yen parte ignorados, lo que constituye unaaportación muy importante del análisiseconómico al problema del diseño de lapolítica monetaria y ha permitido mejo-rar sustancialmente el mismo. Pero tam-bién demuestra que existen márgenes deholgura que pueden ser cuidadosamenteadministrados por las autoridades mone-tarias para tratar de afectar a las variablesreales de una economía y no sólo a la es-tabilidad de los precios.

Pero la moraleja de estos ejemplos delo que, en mi opinión, constituyen lectu-ras abusivas de resultados seminales delanálisis económico matematizado es do-ble y no afecta al núcleo del tema que es-tamos tratando. Primera y fundamental,que este tipo de análisis ha permitido darpasos de gigante en la comprensión delfuncionamiento de la economía y en larespuesta correcta a interrogantes que an-tes o no era posible contestar o se habíancontestado erróneamente. Segunda y apli-cable a todo tipo de análisis de problemaseconómicos, que hay que ser preciso y ri-guroso en las conclusiones prácticas quese pueden derivar de los complejos –y es-tilizados– modelos con que trabaja el aná-lisis económico altamente formalizado.

No querría terminar estos comenta-rios sin mencionar otro abuso del análi-sis económico riguroso con connotacio-nes políticas más amplias. Una parte delas críticas a la matematización del análi-sis económico, aunque se centren en elexceso de formalización del enfoque, loque realmente atacan es el hecho de que,en su opinión, el análisis económico do-minante en el mundo académico ha si-tuado a la Economía Política en un pla-no subsidiario, propio de ideólogos ycharlatanes, frente al rigor cuantitativo yaxiomático de los teóricos. La crítica escierta, pero de quién es la responsabili-dad es mucho más discutible. Las deci-siones finales sobre temas de economíapolítica en una sociedad democrática de-ben ser tomadas por los políticos y nopor los economistas.

La tarea profesional de los economis-tas consiste en determinar los costes ybeneficios de acciones políticas concre-tas, en generar hipótesis precisas y argu-mentos lógicos y empíricos que permi-tan comparar los efectos de medidas al-ternativas, en señalar los efectos sobre laeficiencia y la distribución de políticasconcretas…, pero no estamos habilitadospara suplantar a los políticos en la tomade decisiones. La elección entre medidasde políticas económicas alternativas debedecidirse en función de los criterios polí-ticos sustentados por la mayoría de la so-ciedad, cuya plasmación depende de losprocesos electorales democráticos y de laacción de la sociedad civil. Los econo-mistas, en cuanto tales, debemos opinarsobre los efectos, los costes, las posiblesalternativas a esas medidas. No tenemosderecho alguno a arrogarnos la potestadde sustituir a los políticos, aunque sí laobligación de tratar de conformar unaopinión pública lo mejor informada ymás racional posible. Lo haremos tantomejor cuanto mayor sea la calidad denuestro análisis económico y esta serámás elevada si utilizamos los métodos yenfoques analíticos que he defendido enlos párrafos precedentes.

6. Una nota final sobre investigación ydocenciaPara terminar haré algunos comentariossobre dos aspectos que me parecen rele-vantes cuando se discute sobre la situa-ción de un tipo de conocimiento articu-lado como es el análisis económico. Serémuy sucinto.

Por lo que respecta a la investigación,siempre es preferible (aunque muchísimomás difícil) trabajar en la frontera del co-nocimiento que en reformulaciones, ré-plicas o mejoras marginales, porque, porabstractos que puedan ser los resultados,siempre terminan teniendo un valor aña-dido positivo para el conocimiento de laeconomía real. Por tanto, no deberíamosaplicar criterios de “relevancia”, quesiempre son subjetivos y, aplicados deforma estricta, autoritarios y maniqueos.Esto es aplicable tanto a los hipotéticoscriterios de relevancia social como mate-mática.

Por otra parte, resulta evidente quemuchos de los problemas que se plante-an los investigadores en análisis econó-mico hoy día son mucho más acotados yespecializados (y, por tanto, sus resulta-dos de interés más limitado) que los quese planteaban Smith o Walras. Pero estolo único que demuestra es el avance del

ECONOMÍA Y MATEMÁTICAS: LA VISIÓN DE UN ECONOMISTA

22 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

11 La llamada “regla de oro”, según la cual la au-toridad monetaria debe aumentar la oferta monetariacada periodo de tiempo en la cuantía determinada porla suma (multiplicativa) de las tasas de crecimiento delos precios y de la producción real.

9 Un calificativo acuñado por F. Hahn, uno delos autores que más aportaciones ha hecho a esta ramadel análisis económico.

10 Lo que, para no cometer abusos interpretati-vos en la dirección opuesta, no implica que cualquierfallo de mercado pueda ser resuelto o minorado por laacción pública.

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análisis económico. Estoy seguro de quelos problemas físicos que se plantearonNewton, Bohr o Einstein (o los matemá-ticos que resolvieron Euler, Cauchy oLeibnitz) eran mucho más generales yfundamentales que los que se planteanlos físicos y matemáticos actuales… pre-cisamente porque ellos existieron y resol-vieron esos problemas previos12.

Incluso el argumento utilizado confrecuencia de que la cantidad de esfuerzo(recursos) que se dedica a aspectos for-malizados de la economía es excesiva noes cierto si se tiene en cuenta el porcen-taje de economistas que se dedican a es-tos temas. Cabe suponer que al análisiseconómico puro se dedica no más de un1% de los licenciados en economía. Lasociedad puede permitirse ese lujo.

En segundo lugar, la polémica recu-rrente sobre la primacía entre la investi-gación teórica pura y la investigación apli-cada es absurda. Cuando se le pregunta aun físico si es más importante la investi-gación en física teórica o en física aplica-da, la sorprendida contestación es que enfísica lo esencial es distinguir entre bue-na y mala investigación. En economíaocurre lo mismo.

Pero en economía también sucede,como en física y en cualquier actividadinvestigadora, que resulta imposible hacerbuena economía aplicada sin sólidos fun-damentos analíticos y, por tanto, que elanálisis económico es una condición nece-saria (aunque no suficiente) para hacereconomía aplicada de calidad. Querría in-sistir un poco en la idea de que los bue-nos fundamentos son condición impres-cindible de la investigación aplicada decalidad, pero no la garantizan.

Las dificultades señaladas unos pá-rrafos atrás respecto a la validación ocontrastación de modelos económicoshace que en la investigación en econo-mía aplicada haya que tener un especialcuidado con el tratamiento de los datos.El esmero en la definición precisa de lasvariables, su homogeneidad cuando setrata de estudios comparativos, el trata-miento de observaciones anómalas o dela no respuesta en las encuestas, los ses-gos muestrales o de autoselección, el tipo

de deflactores utilizados para convertirvariables monetarias en reales, y un largoetcétera, no están correlacionados conlos buenos fundamentos analíticos, sinocon el buen hacer –una difícil mezcla desentido común, tiempo dedicado y mi-niaturismo– del investigador aplicado.Incluso, con alguna frecuencia, podemosencontrar trabajos que aplican potentísi-mas técnicas econométricas a malas ba-ses de datos, como si el instrumentalaplicado permitiera mejorar la calidad delos datos. La buena economía aplicadano sólo presenta un valor añadido en símisma, sino que, además, requiere habi-lidades adicionales a los buenos funda-mentos analíticos.

Por tanto, lo fundamental es que lo-gremos garantizar que las personas inte-resadas en desarrollar su actividad profe-sional como economistas tengan unabuena formación analítica, algo imposi-ble sin un adecuado conocimiento de lastécnicas matemáticas usuales del análisiseconómico; que dejemos que cada unotrabaje en lo que quiera, y, por último,que logremos criterios de contraste de lacalidad de la investigación que, inevita-blemente, estarán en manos de la “co-munidad científica” que, pese a sus ses-gos e intereses, siempre será capaz de de-finirlos con más conocimiento de causaque otros colectivos.

Y, quizá, la investigación en econo-mía pudiera tener más componentes co-operativos que puramente competitivos,porque el proceso de obtención de resul-tados es acumulativo, de forma que no esfácil que, como sucede en la física o enla investigación sobre vacunas, el hallaz-go de un investigador conduzca a la inu-tilidad de los esfuerzos acumulados detodos los demás que perseguían el mis-mo objetivo pero no han logrado llegarlos primeros.

Respecto a la docencia, unos brevescomentarios que rozan la trivialidad. Sedebe enseñar lo que ha demostrado ma-yor capacidad explicativa y predictiva y loque permite comprender mejor los fenóme-nos económicos. Dentro de esto, se debenelegir los niveles de análisis con cuidado:no es lo mismo una introducción a laeconomía en enseñanza secundaria que

en la Universidad; ni una introducción ala economía que un curso intermedio deanálisis micro o macroeconómico.

Comentaré como ilustración el casode la Introducción a la economía en las fa-cultades de economía (primer curso). Lacuestión que se ha debatido durante mu-cho tiempo –y se sigue debatiendo– es sidebe ser una introducción a la economíao al análisis económico13. Mi opinión,que quizá sorprenda al lector, es que debe-ría ser una introducción a la economía conuna doble finalidad. Primera, despertar elinterés de los alumnos por la economía yproporcionarles una explicación económicade por qué las sociedades y economías enque vivimos son como son. La segunda fi-nalidad debería ser introducirles al análisiselemental micro y macroeconómico.

Por tanto, el primer cuatrimestre debe-ría dedicarse a explicarles el papel de la di-visión del trabajo y la especialización en eldesarrollo del comercio, de los transportesy de los asentamientos poblacionales, cómoesto depende de la tecnología y de las dota-ciones de recursos humanos y materiales ycómo esto requiere un marco institucionaly unos poderes públicos cuyas funcionescambian con el paso del tiempo… ¿Recuer-da esto a los problemas que se plantearonAdam Smith y David Ricardo? Y, en el se-gundo cuatrimestre, hablemos de deman-da, de oferta y de precios, de consumo, in-versión, renta y empleo, de inflación y pre-supuestos… con modelos algebraicossencillos e interpretando con cuidado suscondiciones de equilibrio. Pero no les ha-blemos aún de mecanismos de asignaciónde recursos, de compatibilidad de incenti-vos, de manipulabilidad de reglas, de arbi-traje regulatorio.

Copiando a Descartes, el sentido co-mún es un bien muy agradecido porque to-dos pensamos que tenemos más del que re-almente disfrutamos; pero está muy maldistribuido y no es muy abundante. Trate-mos de mejorar nuestra dotación de senti-do común y, para ello, discutamos este tipode temas sin maniqueísmos. Excluyamos lomenos posible. A mí ni siquiera me moles-ta discutir con los perezosos, pero sí con losignorantes, los incompetentes y los inquisi-dores (de uno u otro lado). n

[Agradezco los comentarios realizados por JosechuFernández Pérez a una primera versión del trabajoque me han permitido mejorarlo en varios aspectos.]

Julio Segura es catedrático de Fundamentos delAnálisis Económico (UCM).

JUL IO SEGURA

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12 No obstante, quizá fuera deseable que los in-vestigadores básicos se obligaran siempre a traducir enuna página técnica las implicaciones prácticas de susmodelos. Ello siempre es posible –aunque con fre-cuencia no fácil– porque todos los trabajos analíticos,incluso los más abstractos, tienen implicaciones direc-tas o indirectas desde el punto de vista de la políticaeconómica.

13 No es difícil comprender que una parte deldebate real en las facultades concretas no se refieretanto al contenido de la materia como a la adscripcióndepartamental de la misma, porque el tamaño de laplantilla de profesores de un departamento –es decir,por ahora, el número de créditos impartidos– es lamejor medida de su poder. En este tema no entro.

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OPTIMISMO Y PESIMISMO EN LA DEMOCRACIA

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

En las ciencias sociales hablar de futuroes una empresa riesgosa ya que nunca es

posible indicar cuáles son las condiciones su-ficientes para que se produzca un evento. Loúnico que, en el mejor de los casos, pode-mos saber es cuáles son sus condiciones ne-cesarias, es decir, aquellas sin cuya realiza-ción no habrá de producirse el evento encuestión. En qué momento la conjunción decondiciones necesarias puede convertirlas ensuficientes es algo que queda librado, en nopoca medida, a la presunción optimista opesimista del observador. Pero tanto en unocomo en otro caso, a fin de que el optimis-mo no sea ciego ni el pesimismo terco, ha-brá que aportar buenas razones que los sus-tenten.

Pesimismo y optimismo son estados deánimo en los que la esperanza se manifiesta.Por ello, tienen una raíz común en la igno-rancia de lo que habrá de suceder. El opti-mismo aumenta la esperanza, mientras queel pesimismo tiende a su reducción. Tanto elpesimismo como el optimismo tienen queestar referidos a estados de cosas futuros deposible realización. No cabe decir que al-guien es pesimista porque cree que no vivirá200 años o que es optimista porque piensaque podrá festejar el bicentenario de su naci-miento. Los estados de cosas imposibles nopueden ser objeto de actitudes que se basanen incertidumbres. Lo mismo cabe decir delos estados de cosas que se sabe que necesa-riamente habrán de producirse: no decimosque alguien es pesimista porque cree que al-guna vez habrá de morir y tampoco que esoptimista porque cree que tras el inviernollegará la primavera. Cuando el pesimismo oel optimismo se refieren a estados de cosasimposibles o necesarias podemos hablar depesimismo/optimismo infundado y de pesi-mismo/optimismo trivial.

En el caso del futuro de la democracia,es decir, por lo pronto, de un procedimientopara la toma de decisiones públicas que aspi-

ra no sólo a regular el comportamiento hu-mano de forma tal que se asegure la paz so-cial sino que también se garantice el máximoposible de libertad individual en condicionesde igualdad, la actitud optimista o pesimistaque se adopte frente a su destino adquiereuna relevancia especial, ya que ella influyeen el comportamiento cívico de cada cual ypuede afectar negativamente por exceso opor defecto de esperanza la existencia mismadel sistema democrático y la gestación deplanes de vida individuales que se conside-ran moralmente valiosos. Tanto el demócra-ta pesimista como el optimista piensan quela democracia no es una forma de conviven-cia social entre otras, sino la única que pue-de ser justificada frente a las demás alternati-vas posibles, que se extienden desde el auto-ritarismo hasta el anarquismo.

Las condiciones necesarias que aquí inte-resan son de dos tipos: conceptuales y empí-ricas. Las primeras tienen una naturalezanormativa: enuncian exigencias que debensatisfacerse para que pueda predicarse la exis-tencia de una determinada institución. Sobreellas no cabe predicar su verdad o falsedad,sino tan sólo su plausibilidad o implausibili-dad. Las condiciones empíricas necesariasson susceptibles de verificación existencial yse refieren a aquellas circunstancias cuya au-sencia permite inferir la no realización de lascondiciones conceptuales necesarias.

Quienes adoptan una postura optimistafrente al futuro de una determinada institu-ción social tienen, pues, que admitir dosenunciados de diferente nivel: la plausibili-dad de las condiciones necesarias normativasy la probabilidad empírica de su realización.Quienes, por el contrario, asumen una posi-ción pesimista lo hacen o bien porque consi-deran que las condiciones normativas son de-masiado fuertes y hasta contradictorias y, portanto, de realización improbable o imposible,o bien porque piensan que, no obstante la

plausibilidad de aquéllas, no están todavíadadas las condiciones empíricas o que la pro-babilidad de que se den es demasiado remo-ta. Dicho con otras palabras: el optimista tie-ne que mantener una posición afirmativa enlos dos niveles; al pesimista le basta la nega-ción de uno de ellos y es claro que, si noacepta el nivel conceptual, el empírico se levuelve irrelevante. El grado de aceptación/re-chazo de la posibilidad/imposibilidad de lascondiciones necesarias conceptuales y empí-ricas permite establecer una distinción entreoptimistas moderados y exaltados y pesimis-tas moderados y fatalistas.

Desde luego, es obvio que para que lacontraposición entre el optimista y el pesi-mista tenga algún interés, ambos tienen quepartir de una misma concepción de la de-mocracia. En lo que sigue procuraré que las

objeciones del pesimista se refieran a losmismos argumentos del optimista.

Ejemplos paradigmáticos de optimismo ins-titucional democrático moderado fueron ensu tiempo el marqués de Condorcet y Alexisde Tocqueville. Ambos supusieron una mar-cha incontenible y previsible hacia la demo-cracia. Así, Condorcet afirmaba contunden-temente:

“Nuestra esperanza con respecto al estado futurode la humanidad se basa en los siguientes tres puntosimportantes: la eliminación de la desigualdad entre lasnaciones; el progreso de la igualdad dentro de un mis-mo pueblo y, por último, el real perfeccionamiento dela persona”1.

Del estudio de las experiencias pasadasde la humanidad y de la observación de losprogresos de las ciencias y la civilización,Condorcet concluía que

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1 Antoine Caritat, marqués de Condorcet, Entwurf ei-ner historischen Darstellung der Fortschritte des menschlichenGeistes, Francfort del Meno: Suhrkamp, 1976, pág. 193.

2 Ibídem, pág. 195.

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“la naturaleza no ha puesto límite alguno a nues-tras esperanzas”2.

El punto de partida de La democracia enAmérica es una constatación básica que sepresenta como empíricamente verificable: lahumanidad avanza inconteniblemente haciaun estado social de igualdad:

“El desarrollo gradual de la igualdad de condicio-nes es, pues, un hecho providencial, y tiene las siguien-tes características: es universal, durable, escapa a la po-testad humana y todos los acontecimientos, como todoslos hombres, sirven para su desarrollo”3.

“Querer detener la democracia parecerá entoncesluchar contra Dios mismo”4.

Desde luego, entre la visión optimista deCondorcet y la de Tocqueville existen algunasdiferencias significativas que merecen ser re-cordadas brevemente.

Condorcet creía no sólo en el progresomoral de la humanidad sino que pensabaque la decisión de la mayoría tenía un valorepistémico y bastaba para la justificación dela democracia. En la concepción de Condor-cet, la búsqueda de la verdad política es la ra-zón para la acción del homo suffragans. De loque se trataría es de la búsqueda colectiva dela verdad, es decir, de lo probablemente ver-dadero. La pluralidad de personas que emi-

ten su voto permitiría inferir que la probabi-lidad de error es menor que la probabilidadde verdad5. Las leyes votadas por la mayoríaserían la formulación más cabal de una reno-vación del pacto social originario y la referen-cia más realista a la voluntad unánime de losciudadanos en ese pacto:

“Mediante la legislación, los gobiernos puedenadelantar igualmente el restablecimiento de la verdad:ésta hace rápidos progresos en los países en los que sedeja libertad de opiniones porque desde el momentomismo en que las opiniones son discutidas libremente,la verdad acaba por establecerse”6.

En nuestro tiempo Carlos S. Nino y Je-remy Waldron retomaron en parte la argu-mentación de Condorcet acerca del valor mo-ral de las decisiones mayoritarias. Así, segúnNino, la democracia sería un “sucedáneo ins-titucionalizado” de la discusión moral:

“La democracia puede definirse como un proce-so de discusión moral sujeto a un límite de tiempo”7.

“… un proceso de discusión moral con cierto lí-mite de tiempo dentro del cual una decisión mayorita-ria debe ser tomada (…) tiene mayor poder epistémicopara ganar acceso a decisiones moralmente correctasque cualquier otro procedimiento de toma de decisio-nes colectivas”8.

También para Jeremy Waldron,

“[l]a decisión por mayoría no es sólo un procedi-miento eficaz para la toma de decisiones; es también unprocedimiento respetuoso. Respeta a los individuos dedos maneras. Primero, respeta y toma en serio la reali-dad de sus diferencias de opinión acerca de la justicia yel bien común. (…) [Segundo] los trata como igualesen la autorización de la acción política”9.

Alexis de Tocqueville era mucho máscauteloso y hasta desconfiado por lo que res-pecta a las posibilidades de que los juicios dela mayoría pudieran invocar a su favor unmayor acercamiento a la verdad política. Enuna frase que podría ser interpretada comoun diálogo con Condorcet, sostiene que

“El imperio moral de la mayoría se funda en partesobre la idea de que hay más luz y cordura en muchoshombres reunidos que en uno solo, en el número de los

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3 Alexis de Tocqueville, La democracia en América,traducción de Luis R. Cuéllar, México: Fondo deCultura Económica, 1996, pág. 33.

4 Ibídem, pág. 34.

5 Cfr. Gilles-Gaston Granger, La mathématiquesociale du marquis de Cóndorest, París: Odile Jacob,1989, pág. 97.

6 Condorcet, “Disertación filosófica y política oreflexión sobre esta cuestión: ‘¿Es útil para los hom-bres ser engañados?”, en Castillon, Becker, Condor-cet, ¿Es conveniente engañar al pueblo?, edición crítica,traducción, notas y estudio preliminar de Javier deLucas, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales,1991, págs. 181-219, pág. 213.

7 Carlos S. Nino, La construcción de la democraciadeliberativa, Barcelona: Gedisa, 1997, pág. 167.

8 Ibídem, pág. 168.9 Jeremy Waldron, The Dignity of Legislation,

Cambridge: University Press, 1999, págs. 158 y 160.10 Alexis de Tocqueville, op. cit., pág. 255. Sobre

este punto, conviene también no olvidar que, segúnTocqueville (op. cit., pág. 396): “En los tiempos deigualdad, los hombres no tienen ninguna fe los unosen los otros a causa de su semejanza; pero esta misma

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legisladores que en su selección. Es la teoría de la igual-dad aplicada a la inteligencia”10.

Pero esta confianza en la opinión mayori-taria encerraba graves peligros:

“En los Estados Unidos, la mayoría se encargade suministrar a los individuos muchas opiniones yaformadas y los aligera de la obligación de formarlaspor sí. (…) En los siglos de igualdad, se puede preverque la fe en la opinión común vendrá a ser una espe-cie de religión, de la cual es profeta la mayoría”.(...)“Veo claramente en la igualdad dos tendencias: unaque conduce al ánimo de cada hombre hacia nuevasideas, y otra que lo vería con gusto reducido a nopensar. Y concibo cómo bajo el imperio de ciertas le-yes, la democracia extinguiría la libertad intelectualque el estado social democrático favorece, de tal suer-te que después de haber roto todas las trabas que entiempos pasados le imponían las clases o los hombres,el espíritu humano se encadenaría estrechamente a lavoluntad general del mayor número”11.

Por ello, Tocqueville consideraba que eldominio de la mayoría era la “enfermedadrepublicana” por excelencia:

“Dos peligros principales amenazan la existenciade las democracias:

La servidumbre completa del poder legislativo alas voluntades del cuerpo electoral”.

“La concentración, en el poder legislativo, de to-dos los demás poderes del gobierno”12.

Para contrarrestar estos peligros, propo-nía los frenos de las restricciones constitu-cionales expresadas, por ejemplo, en la fun-ción de control de constitucionalidad delpoder judicial:

“Estrechado en sus límites, el poder concedido alos tribunales de pronunciar fallos sobre la anticonsti-tucionalidad de las leyes, forma aún una de las máspoderosas barreras que se hayan levantado nunca con-tra la tiranía de las asambleas políticas”13.

“Los tribunales sirven para corregir los extravíosde la democracia y (…) sin poder detener jamás losmovimientos de la mayoría, logran hacerlos más len-tos así como dirigirlos”14.

En última instancia, el freno al despo-tismo de la mayoría era, según Tocqueville,la “ley de la justicia”, un “lindero”15 que leviene impuesto a la democracia desde fuerade ella misma. Parafraseando a Hans Kelsenpodría decirse que son las restriccionesconstitucionales y morales las que convier-

ten el “dominio de la mayoría” en el “prin-cipio de la mayoría”16.

Sería, desde luego, dar una versión sesga-da de la concepción de la democracia deCondorcet si no se tuviera en cuenta quetambién él veía el peligro de las decisionesmayoritarias y la necesidad de incorporar unmarco de condiciones necesarias a fin de queaquéllas lograsen un máximo de probabilidadde verdad.En efecto, Condorcet sabía perfec-tamente que en la realidad

“En el ejercicio concreto del sufragio el votante es-tá expuesto a los juegos del interés, las pasiones, la co-rrupción y el error (…) Aun si la intervención de estascausas es mínima, ella es desde ya suficiente para volverilusoria la hipótesis fundamental del modelo”17.

Había, pues, que distinguir entre la vota-ción como dato empírico, el fenómeno psico-social de la votación y el dato normativo, esdecir, la concepción ideal del sufragio comoun modo de determinar la verdad:

“Hay un gran número de cuestiones importantes,complicadas o sometidas a la acción de los prejuicios yde las acciones sobre las cuales es probable que una per-sona poco instruida sostendrá una opinión equivocada.Hay pues un gran número de puntos con respecto a loscuales cuanto más se multiplique el número de votantestanto más temor se tendrá de obtener con la pluralidaduna decisión contraria a la verdad; de manera que unaconstitución puramente democrática será la peor de to-das para todos los objetos sobre los cuales no conozcaverdad alguna”18.

Por ello, para que el modelo funcionara,las decisiones de los votantes debían ser

“siempre tomadas bajo ciertas condiciones (o res-tricciones). El número de votantes, la mayoría exigida,la forma de la deliberación, la educación y la ilustraciónde los votantes, son condiciones necesarias para definir lasituación de decisión. La verdad de la decisión no de-pende solamente de los votantes sino de las condicionesen las cuales el voto se efectúa, de la forma de la asam-blea (…) como así también de su funcionamiento parallegar a una decisión”19.

Y así afirmaba Condorcet:

“Supondremos ante todo las asambleas compues-tas de votantes que tienen una igual exactitud de espíri-tu y luces iguales: supondremos que ninguno de los vo-tantes tiene influencia sobre los votos de los otros y quetodos opinan de buena fe”20.

“Una igual sagacidad, una igual perspicacia de es-píritu de las que todos hacen igual uso, que todos estánanimados de un igual espíritu de justicia, en fin, que ca-da cual ha votado por sí mismo, como sucedería si nin-guno tuviera sobre la opinión del otro una influencia

mayor que la que él mismo ha recibido”21.

También Carlos S. Nino considerabaque:

“En una democracia en funcionamiento, es esen-cial que la mayoría nunca sea un grupo definido de gen-te de la población, sino una construcción que hace refe-rencia a individuos que cambian constantemente deacuerdo con el tema que esté en discusión”22.

Las condiciones para asegurar la capaci-dad epistémica de la discusión colectiva y dela decisión mayoritaria eran

“que todas las partes interesadas participen en ladiscusión y decisión; que participen de una base razona-ble de igualdad y sin ninguna coerción; que puedan ex-presar sus intereses y justificarlos con argumentos ge-nuinos”23.

No cuesta mucho inferir que, si se acep-tan las restricciones de Condorcet o de Nino,abandonamos el ámbito de la eficacia causalde un mero procedimiento para la adición devotos y entramos en el de las restricciones alsimple acto de depositar un voto. El homosuffragans es ahora un homo suffragans restric-tus. Surge así el problema de las restricciones alos deseos o a los intereses individuales dequienes participan en el juego político de lademocracia. Sobre este punto volveré másadelante. Lo que me interesa subrayar ahoraes que si se cree en la posibilidad de imponerlas restricciones necesarias, entonces, se puedepredecir con optimista esperanza la marcha

futura de la sociedad democrática.

En una versión de optimismo exaltadopodría hasta afirmarse que ya no hay nadaque predecir, pues el supuestamente probablefuturo es ya un presente inmutable. FrancisFukuyama lo ha expresado con insuperableclaridad:

“Y si ahora nos encontramos en un punto en elque no podemos imaginar un mundo sustancialmentediferente al nuestro, en el que el futuro constituiría unamejora fundamental de nuestro orden actual, tenemostambién que considerar la posibilidad de que la Historiamisma ha llegado a su fin”24.

La mención de la tesis de Fukuyama conrespecto al fin de la historia es relevante paranuestro tema porque ella se basa en una ver-sión optimista con respecto a los dos nivelesdel tratamiento de los problemas de la demo-cracia a los que me he referido más arriba: elconceptual y el empírico.

OPTIMISMO Y PESIMISMO EN LA DEMOCRACIA

26 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

17 Condorcet. Mathématique et societé, selección detextos e introducción de Roshdi Rashed, París: Her-mann 1974, cit., pág. 76.

18 Ibídem, pág. 74.19 Ibídem, pág. 70. Subrayado de E. G. V.20 Ibídem, pág. 152.21 Ibídem, pág. 71.

22 Cfr. Carlos S. Nino, op. cit., pág. 177.23 Ibídem, pág. 180.24 Francis Fukuyama, The end of History and the

last man, Londres: Penguin Books, 1992, pág. 51.

semejanza les hace confiar de un modo casi ilimitadoen el juicio del público, porque no pueden concebirque, teniendo todos luces iguales, no se encuentre laverdad del lado del mayor número”.

11 Ibídem, pág. 397.12 Ibídem, pág. 150.13 Ibídem, pág. 110.14 Ibídem, pág. 286.15 Ibídem, pág. 257.16 Con respecto a la diferencia entre “dominio de

la mayoría” y “principio de la mayoría”, cfr. HansKelsen, Das Problem des Parlamentarismus,Viena/Leipzig: Braumüller, 1925, pág. 31.

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La historia habría terminado porque la“idea liberal”, es decir, la idea de la democra-cia liberal, habría triunfado, pues su fórmulade conciliación de libertad e igualdad seríaconceptualmente insuperable por su impeca-ble coherencia.

Pero también hay otra forma de entenderel “fin de la historia” en Fukuyama: no se tra-taría sólo de la imposibilidad conceptual desuperar la idea liberal sino de que también lapráctica del orden social democrático liberalestá libre de aquellos problemas que constitu-yen contradicciones intrasistémicas e impul-san su cambio y/o reemplazo por otro de or-den superior:

“Un ‘problema’ no se convierte en una ‘contradic-ción’ a menos que sea tan serio que no sólo no puedeser solucionado dentro del sistema sino que corroe la le-gitimación del sistema mismo de forma tal que éste sederrumba por su propio peso”. (…) “A la inversa, pode-mos argumentar que la historia ha llegado a su fin si laforma actual de organización social y política es total-mente satisfactoria para los seres humanos en sus caracte-rísticas más esenciales”25.

La versión optimista de Fukuyama po-dría invocar a su favor los datos empíricos deSamuel Huntington que parecerían testimo-niar una creciente difusión de la democraciaen sucesivas oleadas.

En todo caso, según Fukuyama, no ha-bría que dejarse “extraviar” por el hecho deque “éste o aquel grupo social o individuo es-té manifiestamente insatisfecho porque se leniega el acceso igualitario a las buenas cosasde la sociedad debido a la pobreza, el racismo,

etcétera”26.

La posición pesimista suele poner en dudalos dos niveles de las condiciones necesariasde la democracia. Por lo que respecta a lascondiciones normativas baste la mención dedos autores: Anthony Downs y Kenneth J.Arrow.

En 1957, Downs impugnó la conciliabi-lidad de dos exigencias básicas que el concep-to normativo de democracia impone a la ciu-dadanía: el de racionalidad y el de igual distri-bución de la información pública:

“Todo concepto de la democracia basado en unelectorado de ciudadanos igualmente informados esirracional, es decir, presupone que los ciudadanos secomportan irracionalmente”.(…) “Toda información escostosa, por consiguiente quienes disponen de ingresosaltos pueden obtenerla mejor que los que tienen bajosingresos (…) este hecho distorsiona la operación delprincipio de la igualdad política: el principio que se en-cuentra en el corazón de la teoría de la democracia”27.

Diez años más tarde, Kenneth J. Arrowreactualizaba una conocida paradoja de Con-dorcet y formulaba su teorema de la imposibi-lidad, según el cual

“No puede haber ninguna constitución que satis-faga las condiciones de racionalidad colectiva, el princi-pio de Pareto, la independencia de las alternativas irrele-vantes y la no dictadura”28.

Con su teorema rechazaba la conciliabili-dad de exigencias normativas básicas de unaconstitución democrática.

El pesimista aducirá, además, que lascondiciones normativas necesarias que pre-supone la concepción Condorcet-Nino sonsólo concebibles en situaciones ideales endonde cada ciudadano, elector o elegido, seautoimpone restricciones morales práctica-mente irrealizables.

Objeciones similares valdrían para todoslos intentos de establecer restricciones al do-minio de la mayoría partiendo de característi-cas psicológicas y actitudes morales de los ac-tores en el proceso democrático. Tal es el casode Jean-Jacques Rousseau con su concepciónde un ciudadano que renuncia a sus preferen-cias individuales cuando ellas no coincidencon la persecución del bien común. Se supo-ne que todos en todo momento son auténticosciudadanos democráticos. Desde el punto devista empírico, la exigencia rousseauniana dela renuncia voluntaria de todos al egoísmo co-mo punto de partida para el surgimiento deuna comunidad democrática es impractica-ble. El propio Rousseau lo sabía:

“Si hubiese un pueblo de dioses, se gobernaría de-mocráticamente. Más un gobierno tan perfecto no espropio de los hombres”29.

David Hume propuso la idea de un ciu-dadano simpático, interesado en el bien co-mún. El artificio de la simpatía permitiría quelas personas, sin renunciar a sus inclinacionesegoístas, puedan ir socializando su egoísmo,es decir, reducir sus preferencias autocentra-das en aras de una mayor tolerancia y benevo-lencia. La simpatía nos vuelve más morales,mejor dicho, sin ella sería imposible entenderla moralidad pública. Y en la medida en quemantengamos una identificación simpáticacon el interés público, desaparecerá el conflic-

to entre nuestra autonomía y la imposiciónde las reglas heterónomas de la justicia.

En una comunidad democrática de ciu-dadanos humeanamente “simpáticos” los re-sultados de las votaciones serían, por defini-ción, la expresión de un egoísmo socializado ysignificarían también un avance hacia el des-cubrimiento de la “verdad política”. No ha-bría, en este sentido, mayor inconveniente enconferir calidad moral a esta comunidad querestringe sus impulsos egoístas en aras delbien común. Hume estaba convencido deque su propuesta era más realista que la de sucontemporáneo francés, el little nice man (el“hombrecillo”) como llamaba a Rousseau30,ya que la tendencia a la adopción de actitudessimpáticas estaría enraizada en la propia natu-raleza humana y, por ello, para la superacióndel egoísmo no sería necesario recurrir a su-posiciones supraempíricas tales como la exis-tencia de una “voluntad general”. Sin embar-go, aun admitiendo la posibilidad de una co-munidad de ciudadanos simpáticosdispuestos a aceptar los principios de la de-mocracia, dado el alcance limitado de la sim-patía, que el propio Hume reconocía, estascomunidades tenían que ser relativamente pe-queñas y culturalmente homogéneas. En estesentido, sobre la propuesta humeana pesanlos mismos inconvenientes que padecía la ver-sión rousseauniana para el caso de democra-cias populosas y heterogéneas.

Vistas así las cosas, la concepción quizámenos exigente de un ciudadano razonable,capaz de renunciar a la imposición unilateralde su concepción de lo bueno, parecería seruna buena solución para asegurar la obten-ción de acuerdos democráticos en sociedadespopulosas y culturalmente heterogéneas. Esla propuesta de John Rawls, y también la deBrian Barry. En el modelo de Rawls, el ciu-dadano democrático no debe necesariamen-te ser un agente moral como quería Rousse-au, o simpático como pensaba Hume: bastaque sea razonable.

La concepción rawlsiana de la justicia po-lítica prescinde del concepto de verdad políti-ca –es, por ello, más modesta epistémicamen-te que la versión Condorcet-Nino– y se limitaa la idea de lo razonable ya que ella haría po-sible “el solapamiento consensual de las doc-trinas razonables de una manera que no pue-de lograrlo el concepto de verdad”31. La tesiscentral de Political Liberalism de John Rawlses que un sistema político está justificado si

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

27Nº 131 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

25 Ibídem, pág. 136.26 Ibídem, pág. 139.27 Anthony Downs, An Economic Theory of Demo-

cracy, Nueva York: Harper Collins, 1957, pág. 236.

28 Kenneth J. Arrow, ‘Values and Collective Deci-sion-making’, en Peter Laslett and W. G. Runciman,Philosophy, Politics and Society, Third Series, Oxford:Basil Blackwell, 1967, págs. 215-232, pág. 228.

29 Jean-Jacques Rousseau, ‘Du Contrat Social; ou,Principes du Droit Politique’, en Oeuvres complètes,París: Gallimard, tomo III, págs. 347-470, pág. 406(95). Utilizo para la cita la versión castellana de Fer-nando de los Ríos Urruti: Contrato social, Madrid: Es-pasa-Calpe, 1987; la referencia a la edición castellanase indica entre paréntesis.

30 Cfr. la nota núm. 38 del editor de la versióncastellana de David Hume, Tratado de la naturalezahumana, traducción de Félix Duque, Barcelona: Edi-tora Nacional, 1981, tomo I, pág. 66.

31 John Rawls, Political Liberalism, Nueva York:Columbia University Press, 1993, pág. 94.

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es aceptable por toda persona razonable. Co-mo es sabido, Rawls establece una diferenciaentre racionalidad práctica y razonabilidad.Un agente puramente racional carecería deaquello que Kant llamaba “predisposiciónpara la personalidad moral”. Esta capacidades la que tendría el agente razonable32. Sobrela base de su concepto de razonabilidad,Rawls formula lo que podría llamarse la tesisdel ciudadano razonable, cuyo comporta-miento político conferiría calidad moral alsistema político.

Brian Barry, en Justice as Impartiality, so-bre la base de la concepción de la posiciónoriginaria de Thomas Scanlon, recurre tam-bién a la idea de razonabilidad para definir suconcepción de la justicia:

“Llamaré una teoría de la justicia como imparcia-lidad, aquella teoría de la justicia que recurre a los tér-minos del acuerdo razonable”33.

Tanto en el caso de Rawls como en el deBarry, la razonabilidad es el freno al egoís-mo, es decir, a la imposición incondicionadade las propias preferencias. Una democraciaintegrada por ciudadanos razonables alcan-zaría el más alto nivel posible de justicia y,por tanto, estaría internamente justificada.Su legitimidad procedería de “la disposicióna actuar moralmente” que animaría a susmiembros.

Desde luego, el overlapping consensus alque llegarían los ciudadanos razonables estambién una versión más débil –y, por ello,más realista– de la idea del consenso rousse-auniano: en una sociedad democrática notodos son razonables. Estarían también, en-tre otras personas irrazonables, los perfeccio-nistas, los nostálgicos de la esclavitud34, lostomistas, los nietzscheanos y los católicos ro-manos a quienes habría que derrotar políti-camente y, si es necesario, reprimir por lafuerza35.

Así, pues, tanto la teoría de Rawls comola de Barry recurren al criterio de razonabili-dad como pauta de corrección de justiciapolítica para sociedades multiculturalescuando sus miembros están dispuestos a re-nunciar a la imposición de sus concepcionesde lo bueno a fin de lograr la paz social. Am-bas teorías pretenden ser neutrales con res-pecto a las diferentes concepciones de lobueno; no presuponen ninguna concepción

de lo bueno. En cierto modo, podría decirseque se bastan a sí mismas: “Se presenta[n],pues, como la solución al problema delacuerdo”36. Según Barry, lo único que se ne-cesita es que los acuerdos sociales puedan“ser razonablemente aceptados por personaslibres e iguales”37. También Rawls requiereque los sujetos de los acuerdos razonables se-an “ciudadanos libres e iguales”38.

La propuesta Rawls-Barry del ciudadanorazonable tiene ciertas ventajas con respectoal modelo humeano ya que el alcance de larazonabilidad no está limitado por factoresde homogeneidad cultural o étnica. Pero po-dría ponerse en duda el aspecto de la neutra-lidad moral: los valores de libertad e igualdadque deben ser respetados en la sociedad deciudadanos razonables presuponen una tomade posición axiológica que no podría ser lo-grada a través del acuerdo razonable ya queéste los presupone. Queda también abierta laduda acerca de si un acuerdo es razonablecuando llegan a él personas razonables o, si alrevés, las personas son razonables cuando elacuerdo al que llegan lo es. Creo que tienerazón Gerald Gaus cuando afirma:

“En vez de considerar que una creencia es razo-nable si a ella ha llegado una persona razonable, la teo-ría política debería invocar directamente pautas para larazonabilidad de las creencias mismas”39.

Tomando en cuenta estas objeciones, eloptimista podría argumentar que convieneabandonar la idea de la neutralidad y avan-zar hacia la vía de refuerzos externos de justi-ficación de la democracia a los que apelaríanlos ciudadanos democráticos en sus delibera-ciones. Recurriría entonces al auxilio deAmy Gutmann y Dennis Thompson, quie-nes proponen una versión justificante de lademocracia en la que los ciudadanos actúandeliberativa y moralmente:

“La democracia deliberativa es una concepciónde la política democrática en la cual las decisiones y laspolíticas son justificadas en un proceso de discusiónentre ciudadanos libres e iguales o entre sus represen-tantes responsables. Según nuestra concepción, unademocracia deliberativa contiene un conjunto de prin-cipios que prescribe términos equitativos de coopera-ción. Su principio fundamental es que los ciudadanosse deben recíprocamente justificaciones de las leyesque colectivamente se imponen. La teoría es delibera-

tiva porque los términos de la cooperación que propo-ne son concebidos como razones que los ciudadanos osus representantes responsables se dan recíprocamenteen un continuado proceso de justificación mutua. Lasrazones no son meramente procedimentales (‘porquela mayoría está de acuerdo’) o puramente substantivas(‘porque es un derecho humano’). Ellas apelan a prin-cipios morales (tales como la libertad básica o la igual-dad de oportunidades) que ciudadanos que desean en-contrar términos equitativos de cooperación puedenrazonablemente aceptar”40.

Es claro que la apelación a los principiosmorales significa el abandono del ideal deneutralidad: “La neutralidad no es deseabley es inalcanzable”41. Si ello es así, podría su-ponerse que estos principios enmarcan elcomportamiento del ciudadano deliberativo;en este caso, la justificación del procedi-miento democrático no surgiría del procedi-miento mismo (tal como se infiere de la fra-se citada), sino que sería externa a él. Peroquizá ésta sería una conclusión apresurada sise tiene en cuenta que:

“Primero, el contenido de los propios principiosse forma parcialmente a través de la discusión moral enel proceso político (…) Segundo, las restricciones a losprincipios de libertad y de igualdad de oportunidades–en particular la limitación de recursos– son menos rí-gidas de lo que suele suponerse. El debate moral en lapolítica puede revelar nuevas posibilidades y sugerirnuevas direcciones que hagan más viables los princi-pios que lo que se había inicialmente pensado. Porquela deliberación puede mejorar la comprensión colecti-va de la libertad y la igualdad de oportunidades, lascondiciones de la deliberación son una parte indispen-sable de toda perspectiva interesada en asegurar la li-bertad y la igualdad de oportunidades para todos”42.

y que

“En la democracia deliberativa (…) la búsquedade respuestas justificables tiene lugar a través de argu-mentos acotados por principios constitucionales que, asu vez, son desarrollados a través de la deliberación”43.

El pesimista podría aducir ahora ciertadificultad de comprensión por lo que res-pecta a la gestación de los principios consti-tucionales que limitan los argumentos en ladeliberación democrática, ya que ellos sur-girían precisamente en una deliberación de-mocrática acotada por esos mismos princi-pios. Los ciudadanos deliberativos presen-tan una inquietante similitud con el barónque se tiraba de los cabellos para salir delpantano.

En todo caso, el escepticismo con res-

OPTIMISMO Y PESIMISMO EN LA DEMOCRACIA

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

36 Ibídem, pág. 168.37 Ibídem, pág. 112.38 John Rawls, op. cit., pág. 55.39 Gerald Gaus, ‘The Rational, the Reasonable,

and Justification’, en The Journal of Political Philo-sophy 3, 3 (septiembre de 1995), págs. 234-258,pág. 253. Citado según Lewis Yelin, “Yelin reviewsGaus” Brown Electronic Article Review Service, JamieDreier/David Estlund (eds.) World Wide Web(http://www.brown.edu/Departments/Philosophy/be-ars/homepage.html), Posted 19.9.95.

40 Cfr. Amy Gutmann y Dennis Thompson,‘Why Deliberative Democracy is Different’, en SocialPhilosophy & Policy, vol. 17, 1 (Winter, 2000),págs. 161-180, pág. 161.

41 Ibídem, pág. 162.42 Amy Gutmann y Dennis Thompson, Democracy

and Disagreement, Cambridge (Mass.): Harvard Univer-sity Press, 1996, pág. 224 (subrayado de E. G. V.).

43 Ibídem, pág. 229.

32 “La disposición a ser razonable no se deriva de,ni se opone a, lo racional, pero es incompatible con elegoísmo, porque está relacionada con la disposición aactuar moralmente”. (Ibídem, nota 1 en pág. 49).

33 Brian Barry, Justice as Impartiality, Oxford: Cla-rendon Press, 1995, pág. 7.

34 John Rawls, op. cit., pág. 196.35 Brian Barry, op. cit., págs. 168 y sigs.

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pecto al futuro de una democracia que pre-tenda afianzarse sobre la base de la autolimi-tación de ciudadanos generosos, simpáticos,razonables o deliberativos parece tener bue-nos argumentos a su favor ya que las condi-ciones necesarias que estas concepciones re-quieren son prácticamente irrealizables.

Un optimista moderado podría concederque efectivamente la “enfermedad republica-na” que diagnosticara Tocqueville sólo pue-de ser curada a través de restricciones consti-tucionales que impongan total y no parcial-mente “desde afuera” limitaciones al homosuffragans. Ésta era la tesis de Kant. Porquesabía que el ciudadano es un ser de carne yhueso con debilidades y virtudes, propiciabaun sistema político que pudiera regir en unasociedad de egoístas que querían vivir en so-ciedad. Su idea de la “sociabilidad asocial”(“ungesellige Geselligkeit”)44 condensa esta

idea.Para decirlo con palabras de Kant:

“El problema del establecimiento del Estado tienesolución incluso para un pueblo de demonios (…) y elproblema se formula así: ‘ordenar una muchedumbrede seres racionales que, para su conservación, exigenconjuntamente leyes universales, aun cuando cada unotienda en su interior a eludir la ley, y establecer su cons-titución de modo tal que, aunque sus sentimientos par-ticulares sean opuestos, los contengan mutuamente demanera que el resultado de su conducta pública sea elmismo que si no tuvieran tales malas inclinaciones”45.

Las “leyes universales” a las que Kant serefiere no pueden ser obtenidas a través de unjuego democrático basado meramente en elconsenso mayoritario y de un ordenamientojurídico cuya función se agotara en la supera-ción de un supuesto belicoso estado de natu-

raleza. Es necesario algo más: la imposiciónde lo que suelo llamar el “coto vedado” a lasdecisiones mayoritarias. Él es el que permitejustificar la democracia al facilitarle criteriosexternos46, “muletas morales”, que aseguran ala democracia una marcha erguida y la reali-zación de una vigencia equitativa de las leyes.La democracia constitucionalmente restringi-da sería la solución a los problemas no resuel-tos por una concepción idealizada del ciuda-dano. En la medida en que el juego democrá-tico tome en serio las restriccionesconstitucionales que, por otra parte, están in-cluidas en todas las constituciones modernasy contenidas en múltiples documentos inter-nacionales suscritos por la mayor parte de losEstados, puede entreverse un futuro estable ypromisor de la democracia.

Pero aun si se sostiene la plausibilidad de lascondiciones normativas necesarias, lo que pa-rece ser admisible, aducirá el pesimista, es quecada vez es mayor el abismo que separa lasconcepciones normativas de la democracia dela realidad política. Por ello, las observacionesempíricas estimulan también el pesimismo:los datos acerca del estado de las llamadas de-mocracias en América Latina, África, Asia y eleste de Europa son implacablemente desalen-tadores.

Fukuyama sostenía que no había quedejarse “extraviar” por el hecho de que algu-nos grupos resultaran discriminados y nopudieran obtener la satisfacción de sus dese-os. El pesimista le recordaría que según el úl-timo informe de Merrill Lynch, en AméricaLatina, cuyos países en su inmensa mayoríaintegran la lista de países democráticos deHuntington47, en la llamada década perdidael principal grupo de los magnates logró

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

29Nº 131 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

44 Immanuel Kant, ‘Idee zu einer allgemeinenGeschichte in weltbürgerlicher Absicht’, en Werke,Francfort del Meno: Insel, 1964, tomo VI, págs. 31-50, pág. 37.

45 Immanuel Kant, ‘Zum ewigen Frieden. Einphilosophischer Entwurf’, en Werke, cit., 224 (citadosegún la versión castellana de Joaquín Abellán, La pazperpetua, Madrid: Tecnos, 1985, págs. 38 y sigs.).

46 La externalidad de estas restricciones es subraya-da por James M. Buchanan cuando establece la distin-ción entre política legislativa y política constitucional:“La confusión surge cuando no se aprecia la distin-

ción entre la política mayoritaria, que opera dentro deun conjunto de restricciones o reglas constitucionales,y la política constitucional, que opera para establecerestos parámetros restrictivos. (…) La política mayori-taria dentro de restricciones constitucionales, que po-demos llamar política cotidiana, incluye las activida-des de las legislaturas que operan de acuerdo con lavotación mayoritaria (…) La política constitucionalincluye las elecciones entre conjuntos alternativos derestricciones o reglas. Esta política no penetra tan di-rectamente en la conciencia pública y, además, el pro-ceso no necesita estar estrechamente asociado con laregla de la mayoría en tanto tal”. (James M. Bucha-nan, ‘Can democracy promote the general welfare?’,en Social Philosophy & Policy, vol. 14, núm. 2, Sum-mer, 1997, págs. 165-179, pág. 167).

47 Hasta qué punto esta lista es poco confiable loha puesto de manifiesto con estricto espíritu críticoRuth Zimmerling (Samuel Huntingtons demokratischeWellen - viel Lärm um Gischt?, manuscrito inédito).Pero no sólo ello: también el esquema conceptual deHuntington expuesto en su The Third Wave - Demo-cratization in the Late Twentieth Century,Norman/Londres: University of Oklahoma Press,1991, adolece de notables deficiencias, como lo de-muestra convincentemente Zimmerling.

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acumular una fortuna que equivale al ingre-so de 430 millones de pobres durante63.000 años. Si esto es así, no cuesta muchoinferir que hablar de mero “extravío” es uneufemismo que oculta una realidad en la queno parece que se cumpla el ideal democráti-co de libertad en igualdad.

También en las mismas democracias tra-dicionales se perciben desajustes dentro delpropio mecanismo democrático que le hicie-ron temer a James M. Buchanan que los“apetitos de las coaliciones mayoritarias”48

pudieran tener un efecto suicida para el siste-ma democrático. Por ello, se preguntaba, conrazón:

“¿Puede el hombre moderno, en la sociedad de-mocrática occidental, inventar o captar suficiente con-trol sobre su propio destino como para imponer restric-ciones a su propio gobierno, restricciones que puedanimpedir su transformación en un genuino soberanohobbesiano?”49.

En 1998 Richard Rorty señalaba

“la imposibilidad de creer que las cosas irán paramejor, que la historia culminará algún día en la adop-ción universal del igualitarismo, las costumbres e insti-tuciones democráticas. (…) La imposibilidad de creerha aumentado continuadamente durante las últimasdécadas, cuando se ha vuelto claro que Europa ya noposee la conducción del planeta y que el futuro socio-político de la humanidad se ha vuelto totalmente im-predecible”50.

Fundaba su pesimismo justamente en lanegación de los tres puntos en los que Con-dorcet basara su optimismo:

“1. No es posible tener un gobierno democráticode tipo europeo sin un nivel de vida de alguna maneraparecido al de Europa. (…) Pero hay demasiada genteen el mundo y demasiado pocos recursos naturales co-mo para que todos los seres humanos alcancen ese nivelde vida”.

“2. Los voraces y egoístas cleptócratas se han vuel-to, en décadas recientes, mucho más sofisticados. (…)y el final de la Guerra Fría no ofrece ninguna razón pa-ra el optimismo acerca del progreso de la democracia,por grande que pueda haber sido su contribución parael triunfo del capitalismo”.

“3. [A]un si la tecnología pudiera permitirnos unequilibrio entre población y recursos, y aun si pudiéra-mos eliminar a los cleptócratas de las espaldas de los po-bres, no tendríamos suerte. Pues tarde o temprano algu-

nos idiotas uniformados comenzarán a oprimirbotones atómicos y nuestros nietos vivirán en unadistopía. (…) Creo que éstas son tres razones plau-sibles para creer que ni la libertad democrática ni

el pluralismo filosófico sobrevivirán en el próximo si-glo”51.

El pesimista no cuestionaría, pues, la impor-tancia moral de las restricciones constitucio-nales y hasta aceptaría las condiciones nece-sarias de la versión kantiana a nivel concep-tual. Pero tendría no pocas dudas no sóloacerca de hasta qué punto las restriccionesconstitucionales son tomadas en serio por lamayoría de los países que se autoproclamandemocráticos sino también acerca de en quémedida es posible tomarlas en serio. El pri-mer aspecto tiene que ver con la cultura polí-tica de cada país; el segundo con las circuns-tancias reales en las que la democracia espracticada:

“Vale la pena analizar algunas de estas complejida-des del mundo real porque buena parte del pensamien-to político normativo o de lo que a menudo es llamada‘meta-teorización’ bosqueja condiciones que en la prác-tica son imposibles de realizar. Sin embargo, el hacerque estas condiciones sean reales, que expresen más lím-pidamente la voluntad popular, es el interés fundamen-tal de tal pensamiento”52.

El pesimista invocará, entre otros, los si-guientes argumentos:

a) La complejidad de las decisiones polí-ticas requiere en creciente medida la asistenciade expertos cuyo asesoramiento sólo puedeser evaluado a través de la opinión de nuevosexpertos: en ambos casos se reducen notable-mente las posibilidades reales de un controldemocrático –tanto horizontal como vertical–en el que lúcidamente viene insistiendo yadesde hace tiempo Guillermo O’Donnell co-mo una de las condiciones necesarias para elbuen funcionamiento de la democracia.

b) La disminución del control democrá-tico estimula la actitud de tutela de los gober-nantes y expertos:

“Las democracias modernas son, en realidad, siste-mas altamente manipulados de la vida civil y los gobier-nos no dudan en colocarse ellos mismos en una relaciónde tutela con respecto a su patrón nocional, el demos” 53.

Esta tutela suele invocar a su favor argu-mentos de un paternalismo jurídico-políticojustificable: el vertiginoso cambio en las rela-ciones sociales que trae aparejado el progresotécnico-científico exige la intervención estatala fin de evitar que una parte de la ciudadaníacaiga en una situación de “incompetencia bá-sica” y asegurar así aquel nivel de igualdadque es considerado como condición necesariapara el funcionamiento de la democracia. Pa-

ra usar una fórmula de Kenneth Minogue: sise quiere mantener la “infalibilidad popular”,hay que procurar superar la “estupidez popu-lar”. Dicho más claramente:

“Al final, podría parecer que estamos llegando a latierra prometida de la igualdad. Los opresores estánmuertos y, sin embargo, nos seguimos encontrando ba-jo el dominio de un gobierno que se entromete en todo(…) La madera con la que está hecha la naturaleza hu-mana es tan torcida que un programa de igualizacióntiene que recurrir continuamente a una clase de iguali-zadores: un conjunto de expertos en democracia eigualdad que pueda corregir la incesante tendencia hu-mana a generar nuevas formas de desigualdad (…) hoyya no podemos escapar a la tutela del jurista y del bu-rócrata”54.

El pesimista recordará que es muy delga-da la línea que separa el paternalismo justifi-cable de la manipulación, a la que son tanproclives los populismos seudodemocráticosque, lejos de eliminar el peligro de la “estupi-dez popular”, la estimulan al promover la pe-reza intelectual del ciudadano y reducir su ca-pacidad de crítica política. El problema es en-tonces mayor que el denunciado por Downs:no es que el ciudadano no desee informarseporque su racionalidad le aconseja no invertirtiempo en aumentar su conocimiento de larealidad política, sino que su manipuladamentalidad incrementa su irracionalidad: se“cansa de la democracia” y alimenta su nostal-gia de regímenes de tutela sin fisuras55. Lacultura política de algunas sociedades del cen-tro y este de Europa proporciona buenos tes-timonios al respecto. Con ciudadanos “cansa-dos” lo que nos espera es un sistema con unapronunciada tendencia a la instauración degobiernos descontrolados en el sentido estric-to de la palabra, es decir, el autoritarismo.

c) En no pocos países que se autoprocla-man democráticos las restricciones constitu-cionales no son tomadas en serio. Su invoca-ción es mera retórica de una especie de meta-física política. En buena parte de AméricaLatina sigue teniendo vigencia la cínica refle-xión del protagonista de una novela de AlejoCarpentier: “Como decimos allá, ‘la teoríasiempre se jode ante la práctica’ y ‘jefe con co-jones no se guía por papelitos’”56. El ejemplomás actual de esta situación de desprecioconstitucional es el caso de Argentina.

d) Frente al optimismo de Fukuyama, elpesimista hará valer la tesis de David Held: lo

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48 James M. Buchanan, The Limits of Liberty. Bet-ween Anarchy and Leviathan, Chicago: The Universityof Chicago Press, 1975, pág. 151.

49 Ibídem, pág. 162.50 Richard Rorty, ‘Pragmatism, Pluralism and

Postmodernism’, en –del mismo autor– Philosophyand Social Hope, Londres: Penguin Books, 1999,págs. 262-277, pág. 262.

51 Ibídem, pág. 273 y sigs.

52 Kenneth Minogue, ‘Democracy as a telos’, enSocial Philosophy & Policy, vol. 17, núm. 1, Winter,2000, págs. 203-224, pág. 211.

53 Kenneth Minogue, op. cit., loc. cit.

54 Ibídem, loc. cit.55 Sobre este problema, cfr. Francisco Laporta, El

cansancio de la democracia, en CLAVES DE RAZON

PRACTICA, núm. 99, (enero/febrero de 2000),págs. 20-25.

56 Alejo Carpentier, El recurso del método, Madrid:Siglo XXI, 1976, pág. 31.

57 Cfr. David Held, ‘Jenseits des Dritten Weges’,en Die Zeit, núm. 3/2000, págs. 7 y 9.

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que ha llegado a su fin no es la historia sino lapolítica, que habría sucumbido ante las exi-gencias de la economía57. La aceptación de laideología fundamentalista del mercado, segúnla cual éste estaría en condiciones de satisfacerplenamente las necesidades vitales de los ciu-dadanos, reduciría notablemente el alcance de

las decisiones políticas. A la versión opti-mista del mercado correspondería unaversión pesimista del gobierno:

“Si el gobierno no ha sido la raíz de todos los ma-les, ciertamente ha sido más parte del problema que dela solución”58.

Las cuestiones hasta aquí mencionadas serefieren a aspectos vinculados con el con-cepto de democracia y su realización prácti-ca. Ellas podrían ser consideradas como de-safíos “internos”. Pero conviene no olvidarla existencia de desafíos “externos” que ame-nazan la estabilidad o la implantación de lademocracia. Valga la mención de algunos deellos.

a) El Estado democrático ha perdidobuena parte de su capacidad de control po-lítico-institucional ya que su soberanía estáminada por la intervención de nuevas leyestransnacionales en cuya promulgación esmuy reducida la participación de los repre-sentantes directamente elegidos por el pue-blo. Se habría establecido una “nueva geo-grafía del poder”, una “anonimización legis-lativa”, que tiene muy poco que ver con losrequisitos de una democracia representativa:

“La anonimización dificulta la formación de lavoluntad democrática y la identificación política y fa-cilita decisiones que no son legitimadas y controladasdemocráticamente”59.

b) También en los casos en los que lasdecisiones son tomadas por organismos in-ternacionales que no ocultan la autoría de

aquéllas, el procedimiento que aplican esca-pa al escrutinio público. Esta falta de trans-parencia anula toda pretensión de dominiodemocrático y estimula la irresponsabilidadde sus actores:

“El secreto socava, pues, la democracia. Sólopuede haber responsabilidad democrática si aquellosante quienes se supone que estas instituciones son res-ponsables están bien informados acerca de lo queaquéllas hacen”60.

c) La agresión terrorista del 11 de sep-tiembre ha significado no sólo una tragediadesde el punto de vista de las víctimas quecausara sino que también tiene serias impli-caciones internas e internacionales por loque respecta a la salvaguarda de las institu-ciones democráticas.

Una sociedad atemorizada por la agre-sión terrorista es impulsada a refugiarse ide-ológicamente en posiciones radicalizadasque reducen las posibilidades del diálogopolítico. Las actitudes se polarizan y no po-cos prefieren manifestar su lealtad incondi-cionada a quienes detentan el poder políticoa fin de no ser tildados de “culpables porasociación”, es decir, “simpatizantes de losterroristas”61. Pero la lealtad incondicionadareduce necesariamente la capacidad de críti-ca, virtud democrática por excelencia.

Si, a diferencia de lo que postulaba CarlSchmitt en tiempos de la República de Wei-mar, se considera, como creo que es correc-to, que el ámbito de la política democráticano es el de la confrontación amigo-enemi-go, sino el de la negociación y el compromi-so, no cuesta mucho inferir que el manique-ísmo político, con su secuela de sospechasrecíprocas, denunciaciones y pretendida po-sesión de la verdad absoluta, es una laderaresbaladiza que conduce a lo que DavidHeld llama “abdicación de la política”62.

En el ámbito internacional, la aplica-ción de la doctrina de la llamada “guerrapreventiva” contra Irak, en manifiesta viola-

ción de los artículos 2, párrafo 4 y51 de la Carta de las Naciones Uni-das, ha significado una gravísima“abdicación de la política”. Se ha

afectado radicalmente, en el sentido estrictode la palabra, el fundamento mismo del De-recho Internacional: la prohibición del usode la fuerza para la solución de los conflic-tos.

El pesimista podría, pues, concluir que eldemócrata se encuentra frente a un proble-ma similar al de la cuadratura del círculo, esdecir, de imposible solución:

“De lo que se trata es de vincular tres cosas queno pueden ser vinculadas sin más, es decir, primero,mantener y reforzar la competitividad en medio delos rudos vientos de la economía mundial; segundo,no sacrificar con ello la solidaridad social y la cohe-sión social; tercero, finalmente, hacer todo esto bajolas condiciones y a través de las instituciones de socie-dades libres”63.

Y si el problema es insoluble, si la polí-tica ha llegado a su fin, lo único que sensa-tamente podría hacerse es asumir la posturadel pesimista fatalista.

Un deber intelectual del científico sociales procurar dar un diagnóstico lo más adecua-do posible de la situación que analiza y pro-poner la terapia que juzga conveniente. Loimportante es no engañarse y no hacer comoaquel médico que, en el ejemplo de Kant,quería consolar a un paciente gravemente en-fermo y le aseguraba que cada día estaría me-jor. Pero como el enfermo no era tonto, cuan-do alguien le preguntaba por su estado de sa-lud respondía: “Me estoy muriendo de tantamejoría”64. La democracia no debe morir, pe-ro sus males no han de ser curados con falsasilusiones sino introduciendo las correccionesque exigen las cambiantes circunstancias deuna historia que nunca termina y que no tie-ne más sentido que el que sus actores, es de-cir, el género humano, le confiere.

Cuáles puedan ser las posibles correccio-nes o ampliaciones de nuestro sistema con-ceptual referido a la democracia es algo sobrelo que vale la pena deliberar. Se trata, pues, dedeliberar sobre cosas que creemos no son im-posibles de cambiar. Si así fuera, la delibera-ción carecería de sentido, como ya lo sabíaHobbes:

“[C]on respecto a las cosas pasadas no hay delibe-ración pues es manifiestamente imposible cambiarlas; nicon respecto a las cosas que sabemos que son imposibleso pensamos que lo son: pues los hombres saben o pien-san que tal deliberación es en vano”65.

Y no sólo la deliberación es entonces im-posible sino que tampoco cabe la esperanza nisus manifestaciones de optimismo o pesimis-mo cuyas formas extremas son el optimismo

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

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58 Joseph E. Stiglitz, Globalization and its discon-tents, Nueva York/Londres: W. W. Norton, 2002,pág. 85.

59 Wilhelm Heitmeyer, ‘Autoritärer Kapitalismus,Demokratieentleerung und Rechtspopulismus. EineAnalyse von Entwicklungstendenzen’, en DietmarLoch y Wilhelm Heitmeyer (eds.), Schattenseiten derGlobalisierung, Francfort del Meno: Suhrkamp, 2001,págs. 497-534, pág. 507. “Desgraciadamente no con-tamos con un gobierno mundial, responsable ante lospueblos de cada país, a fin de vigilar el proceso de glo-balización de una manera comparable a la que los go-biernos nacionales condujeron el proceso de naciona-lización. Tenemos en cambio un sistema que podríaser llamado global governance without global govern-ment, uno en el cual unas pocas instituciones –el Ban-co Mundial, el FMI, la OMC– y pocos jugadores –lasfinanzas, el comercio y los intereses comerciales– do-minan el escenario pero en el cual muchos de los afec-tados por sus decisiones carecen de voz”. (Joseph E.Stiglitz, op. cit., págs. 21 y sigs.).

60 Joseph E. Stiglitz, op. cit., pág. 229.61 Cfr. Martha Crenshaw, ‘Reflections on the Et-

hics of Terrorism’, en Martha Crenshaw (ed.), Terro-rism, Legitimacy and Power, Middletown, Conn.:Wesleyan University Press, 1982, págs. 1-37, pág. 16.

62 Cfr. David Held, ‘Violencia y justicia en una eramundial’, en El País del 19 de septiembre de 2001.

63 Ralf Dahrendorf, ‘Die Quadratur des Kreises’,en Blätter für deutsche und internationale Politik, 9/1996,

págs. 1060-1071, pág. 1070.

64 Immanuel Kant, Der Streit der Fakultäten, enWerke, cit., tomo VI, pág. 367.

65 Thomas Hobbes, Leviathan, en Thomas Hob-bes, The English Works, Aalen: Scientia Verlag, 1966,vol. 3, pág. 48.

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exaltado y el pesimismo fatalista. El primeroconsidera que ya no se debe hacer nada puesnecesariamente se logrará lo que se quiere; elsegundo, que no se puede hacer nada pues esimposible lograr lo que se quiere.

Tal vez lo más prudente sea adoptar uncauteloso optimismo o, lo que es práctica-mente lo mismo, un pesimismo moderadoque permita alentar la esperanza de que loque aún-no-es sea mejor que lo ya-sido, comoesperaba Ernst Bloch. Pero como nada es gra-tis en la vida y los diseños institucionales noson obra de los dioses sino de los hombres, latarea del optimista moderado consiste en elcumplimiento de un doble deber: un deberde vigilancia estricta de los posibles vacia-mientos de las instituciones democráticas yun deber de pensar los ajustes que las demo-cracias nacionales, consolidadas o no, requie-ren para enfrentar los peligros que denunciael pesimista moderado. Si esto es así, puedepensarse entonces que es necesario:

a) Procurar mantener alerta la concien-cia de los problemas con los que se enfrentaactualmente la vigencia de la democracia. Setrata aquí de problemas creados por loshombres mismos y, por tanto, también so-lucionables humanamente. En todo caso,los argumentos del pesimista moderado de-ben ser tomados en serio y rechazados losdel pesimista fatalista.

b) No olvidar que cualesquiera que se-an las correcciones que requiera una demo-cracia para ser viable, su finalidad es asegu-rar el mayor grado de libertad en igualdad.Si la igualdad requiere en algunos casos laacción de un paternalismo justificable quesupere la incompetencia básica o relativa dealgunos miembros de la sociedad a fin deasegurar una mayor equidad en el goce deoportunidades, ello no debe conducir a laaceptación de una tutela manipulante porparte de los gobernantes; hacerlo es deslizar-se por la ladera que conduce al despotismo.

c) Saber que lo político debe tener prio-ridad sobre lo económico. No es el mercadoel que debe fijar exclusivamente las reglasdel juego social sino que es el régimen polí-tico democrático el que debe establecer loscauces por los que ha de transcurrir la acti-vidad mercantil a fin de que ella puedacumplir la función que le cabe en la pro-ducción y adquisición de bienes privados.

d) No abdicar de la condición de ciuda-dano, es decir, de sujeto activo en la forma-ción de la voluntad política. La democraciano admite sujetos “cansados” que renunciana la posibilidad de ser gestores de su propiodestino. En un sistema democrático, el ciu-

dadano debe asumir simultáneamente ladoble condición de ser sujeto y objeto de lasdecisiones políticas: quien renuncia a la pri-mera parte de esta condición queda fatal-mente reducido a la segunda y quien pre-tenda asumir sólo la primera se convierte enagente autoritario.

e) Tener en cuenta que la democracia esun sistema normativamente sujeto a reglasmuy exigentes por lo que respecta a la celo-sa garantía de los derechos individuales ysociales, que son los que permiten el des-pliegue de la autonomía de cada ciudadano,es decir, de su no negociable dignidad. Lademocracia es sólo justificable si se somete arestricciones constitucionales. Ellas no pue-den ser violadas en aras de un maniqueísmopolítico que, desde luego, reduce el espectrode opciones gubernamentales y ciudadanasdemocráticas. Surge entonces lo que acerta-damente ha sido llamado “una trampa dedeslegitimación”66. Muchas de las reaccio-nes frente al terrorismo internacional ame-nazan con hacer caer en esta trampa a de-mocracias afianzadas.

f) Tener conciencia de que el mundo seencuentra en una etapa de desarrollo para lacual se ha acuñado el término “globalización”.Sus efectos pueden ser perversos en la medidaen que se vuelvan incontrolables o sean lamanifestación del poder hegemónico del másfuerte. La vía más promisora para que tal nosea el caso es afianzar a nivel nacional la de-mocracia y tomar en serio la vigencia univer-sal de los derechos humanos políticos, socialesy económicos proclamados muchas veces re-tóricamente por los gobiernos que se autoti-tulan democráticos. Pretender en un mundoglobalizado una democratización del sistemainternacional sin una previa democratizaciónde sus miembros es colocar el carro delante delos caballos.

g) Mantener una celosa vigilancia de lavigencia real de la densa red de responsabili-dades recíprocas entre gobernantes y goberna-dos que requiere la democracia. Para que ellasea real es preciso eliminar la opacidad de lasdecisiones y sus fundamentos. Ello contribu-ye a reducir las oportunidades de corrupcióne impunidad.

h) No creer que la libertad en igualdadque la democracia promete se logra si se inter-preta la primera sólo como libertad negativa y

la segunda únicamente como igualdad for-mal. La democracia no acepta la exclusión nilos extravíos discriminatorios que frustran laesperanza de participación política efectiva.

i) No admitir las falsas ilusiones que sue-len tender un velo que distorsiona la reali-dad al idealizar futuros inalcanzables y vedarel camino hacia soluciones sensatamente rea-lizables. Es, por ello, aconsejable hacer casoomiso de la engañosa visión del optimistaexaltado.

j) No caer en la tentación de suponer quese ha logrado ya la realización plena de todaslas potencialidades que encierra la concepciónde la democracia constitucional: la siemprecambiante realidad exige la actualización co-herente de sus principios y la adecuación ca-bal a los desafíos que el progreso científico-técnico trae aparejados. Ya no será posibleprescindir de los expertos, pero ello no signi-fica necesariamente la pérdida de control desus consejos o decisiones. La democracia re-presentativa con mandato libre surgió tam-bién con la actuación de expertos encargadosde interpretar los intereses del pueblo justa-mente porque se pensó que ellos estaban enmejores condiciones de información y cono-cimiento para proponer y discutir las solucio-nes adecuadas dentro del marco de los límitesconstitucionales. El control de los expertos esuno de los problemas de la democracia actual:eliminarlos sería científica y técnicamente sui-cida; dejarlos librados a su arbitrio personalsignificaría renunciar a uno de los pilares de ladecisión democrática. Un optimista modera-do puede confiar en el establecimiento demecanismos para el control de los expertos.

k) No equiparar la tolerancia democráticacon la permisibilidad incondicionada para laque todo vale. Porque la democracia restringi-da constitucionalmente es la manifestación devalores morales que se consideran supremosen la vida en sociedad, el ciudadano democrá-ticamente tolerante está sujeto a la obligaciónde no admitir la violación manifiesta o encu-bierta de aquéllos, tanto a nivel nacional co-mo internacional.

Y si este decálogo mínimo no convence,espero que, al menos, se ande con cuidadocuando se discute acerca del futuro de la de-mocracia y se acepte la sabia advertencia deKarl Popper: “¡Cuidado con las profecías!”. n

Enero de 2003

OPTIMISMO Y PESIMISMO EN LA DEMOCRACIA

32 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

66 Klaus Dieter Wolf, ponencia presentada en uncoloquio sobre “Terror - Seguridad - Civilización”, re-alizado en la Universidad Técnica de Darmstadt el 8de noviembre de 2001.

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33Nº 131 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

LA SOCIOLOGÍA DE LA LIBERTADDE J.G.A. POCOCK

HELENA BÉJAR

1. Apunte metodológicoUna de las premisas de la llamada NuevaHistoria es el rechazo de que los textos delos clásicos del pensamiento político y so-cial deban ser “actuales”. Por el contrario,su valor es, sobre todo, relatar el debate deuna época. Aquélla, lejana o cercana al lec-tor, en que fueron escritos. Peter Laslett,Quentin Skinner, John G. A. Pocock oJohn Dunn excluyen la atemporalidad co-mo criterio que haga interesante, relevanteo analizable un texto. Por eso es de suponerque Pocock, que va a ser el objeto de esteartículo, se extrañaría del súbito y efímerointerés que el republicanismo suscitó en lasélites políticas de izquierdas hace algúntiempo en nuestro país1.

Según los miembros de la Nueva His-toria, lo importante es que los textos atrapenel debate de una época. Sólo de manera se-cundaria pueden animar las discusionescontemporáneas. En Cambridge, el neoze-landés Pocock (1924) sigue las enseñanzasde Quentin Skinner, representante en la fi-losofía política del llamado giro lingüístico,que supuso en los años sesenta una profun-da subversión en las ciencias humanas. Enrelación al análisis de los textos, tanto Skin-ner como Pocock centran su atención en ellenguaje y los significados, en los modes ofspeech y en los idioms del discurso político.

Así, dichos autores resaltan que no hacenhistoria de las ideas, que sería “contar loque los hombres piensan” y que sigue “el pa-radigma de la filosofía”, sino, por el contra-rio, historia del lenguaje o del discurso. És-te hace de las ideas, de lo biográfico y de losocial algo de importancia secundaria. Loshistoriadores del discurso siguen “el para-digma de la retórica” (es revelador el pesoque Pocock da a los filólogos y retóricosdesde el Trecento italiano) y se centran en elcontexto lingüístico. Así, las expresiones bá-sicas en torno a la naturaleza humana, a lalibertad, a lo público o a lo privado confor-man unos “juegos de lenguaje” que son lasunidades básicas de la investigación2.

Otro elemento importante de la Escue-la de Cambridge es su rechazo a la teoría del“reflejo”, tan popular en los largos tiemposde dominación marxista en las ciencias hu-manas, y que afirmaba que la obra era unamera derivación o espejo de fuerzas sociales,históricas o económicas. Frente al determi-nismo de lo social, textualistas, contextua-

listas e intencionalistasafirman la autonomíarelativa de los textos.

1 Me refiero al júbilo con que se descubrió el librode Philip Pettit, Republicanismo (Barcelona, Paidos,2000). Un análisis crítico de esta obra puede verse en H.Béjar ‘Republicanismo en fuga’, Revista de Occidentenúm. 247, diciembre 2001, págs. 76-90. Por su parte, lareciente traducción de la obra maestra de Pocock, TheMachiavellian Moment, 27 años después de su primeraedición en inglés, trasciendemodas que se limitan a unabúsqueda partidista de unanueva retórica política y hacejusticia a un libro mayor e im-prescindible en la teoría políti-ca contemporánea. En rela-ción a la edición en español,cabe preguntarse una cuestiónque no es baladí. ¿A qué se de-be la traducción de Machiave-llian por “Maquiavélica”? Qui-zá a razones puramente co-merciales que descarguen elpeso de un libro extensísimo,erudito e intelectualmentemuy exigente. Tal vez los edi-tores pensaran que para el lec-tor fuera más atractivo lo “ma-quiavélico” y ello sea lo queexplique la traición de la tra-ducción. Porque Pocock se re-fiere a la obra maquiavelianacomo centro del llamado hu-manismo cívico (término queprefiere al de republicanismo)y no a lo maquiavélico del“Momento” del que trata.

2 Al respecto, véase Fer-nando Vallespín, ‘Aspectosmetodológicos en la historia dela teoría política’, en FernandoVallespín (comp.) Historia dela teoría política (vol. 1). Ma-drid: Alianza, 1990; J. G. A.Pocock, ‘The state of the art’,en Virtues, Commerce and His-tory. Cambrigde, Mass., 1985;‘Languages and their implica-tions: the transformations ofthe study of political thought’,en Politics, Language and Ti-me. Chicago y Londres: TheUniversity of Chicago Press,1960. Asimismo, para una vi-sión crítica del método pococ-kiano, Mark Bevir, The Logicof the History of Ideas. Cam-bridge, Mass.: CambrigdeUniversity Press, 1999.

“marxiano” –referido al plano teórico– que de lo “mar-xista” –referido a lo ideológico–? Pues igual sucede conlo “maquiaveliano” –lo referido al análisis del autor flo-rentino– y lo “maquiavélico” –que se asocia con “uncomportamiento que usa la astucia y la doblez” (segúnel DREA), tanto desde el sentido común como desdequienes han malinterpretado al autor de El príncipe y delos Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Éstaes la trampa más llamativa de una edición cuidada, conun estudio preliminar muy documentado y en generalbien traducida.

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Pocock se declara un historiador de la teo-ría social sin temor a errar en la disciplinaque practica y ajeno a intereses académico-corporativos. Así, admite que una cosa esinvestigar el contexto sociocultural de unlenguaje, el del humanismo cívico, el que leinteresa, y por ende tener en cuenta lo quecircunda al discurso. Otra muy distinta esanalizar los textos como reflejos de una ide-ología o como productores o determinantesde acontecimientos históricos. El caso deJohn Locke y su Tratado sobre el segundo go-bierno civil es ejemplar: su interpretación ala luz de la ideología burguesa no es másque un mito. De ello hablaré más adelante.Asimismo, tal como los textos no son unmero reflejo de la infraestructura socioe-conómica, la Nueva Historia también re-chaza como objeto de estudio los motivosde un autor: por ejemplo, el tópico de queMaquiavelo quisiera congraciarse con losMédici al escribir El Príncipe. Lo que inte-resa es sobre todo la intención del autor, elsentido “ilocucionario” del enunciado: elhecho de que Maquiavelo, al afirmar queun príncipe debe aprender a no ser virtuo-so, desafíe e innove radicalmente el génerode “Espejo de príncipes”3.

Heredero de Kuhn, Pocock utiliza laidea de paradigma solapada, a mi juicio,con la de contexto. A veces, los paradigmasde lenguaje “migran”: así ocurre con el hu-manismo cívico, que pasa del debate pos-maquiaveliano en la Inglaterra ilustrada alos Estados Unidos, donde toma una formapeculiar. Al cabo, los paradigmas son susti-tuidos por otros a través de un complejoproceso de innovación conceptual. Tal es elcaso de la mudanza del lenguaje de la vir-tud al del comercio. Mas se verá que estaidea de sustitución de un paradigma porotro se aviene mal con el análisis que hacePocock de dicho cambio, que se planteamás bien como una transición dificultosa yllena de tensiones. Y es que el lenguaje esintrínsecamente ambivalente –basado enpropiedades essentially contested– y los tex-tos son polivalentes y contradictorios4. Entodo caso, Pocock insiste en que no se tra-ta de reconstruir un tipo ideal de lenguaje–ni el republicano ni el liberal– sino demostrar, a través de expresiones recurrentes,el uso que los autores hacen de un vocabu-lario político.

Inmerso en una “historiografía itine-rante”, Pocock analiza el devenir del huma-

nismo cívico, “cuya historia se puede com-parar con la excavación de un túnel subte-rráneo”. Su obra rompió moldes porqueplanteó el paradigma del comercio, que ha-bitualmente se identifica con el liberalismo(o con la “ideología burguesa”, una de las ar-mas favoritas en la guerra de palabras a laque es proclive el marxismo) como algocontingente. Ello le quita el carácter de ine-vitable que tanto sus defensores como suscríticos le han dado. El estudio de las tradi-ciones cívica y liberal, enfrentadas en uncomplejo juego de espejos, relativizó el pe-so de lo que la teoría política y social teníanpor incuestionable: la historia del “comer-cio”. Somos hijos, pues, de una tradición bi-fronte: humanismo cívico y liberalismo. Ol-vidar la primera es otorgar una primacía fa-laz y falsa a la segunda.

2. El momento maquiavelianoPocock presenta una Edad Media domina-da por una historia providencialista y orga-nizada alrededor de un universo cósmico ysocial jerárquico. La defensa de la legitimi-dad tradicional se basaba en el uso, la cos-tumbre y la prudencia. La escatología cris-tiana utilizaba la noción de Fortuna paraseñalar las inseguridades del mundo políti-co, dándole un sentido negativo: era la caraoscura de la vida societal y lo que se oponíaa los designios de la Providencia, rectoradel destino humano. Para salir de la teodiceaque condena el tiempo secular y la vida te-rrenal era preciso crear un nuevo “arsenal in-telectual” que permitiera trascender “la grancadena del Ser” y la jerarquía del feudalis-mo. Ésa es la empresa que llevará a cabo enlas repúblicas del norte de Italia el huma-nismo cívico. Así, Pocock plantea el pro-blema de la libertad desde una suerte de so-ciología del conocimiento: era preciso ela-borar todo un armazón teórico con el que sepudiera pensar en una libertad humana en-troncada con la capacidad de tomar deci-siones políticas. Es esencial, pues, identificarel vocabulario conceptual de los hombres:ello supone a la vez una “revolución lin-güística” en la teoría política y una “reeva-luación de la historia asociada a un aumen-to del énfasis en los valores de la participa-ción cívica”5.

El siglo XV rompe con el pensamientoque defendían, entre otros, Dante y Pe-trarca. Siguiendo a Hans Baron en The Cri-sis of the Early Italian Renaissance, Pocockreconstruye el ideal republicano que de-

fiende los siguientes principios6. Primero,que el hombre halla su plena realizaciónen tanto que ciudadano, como particix-pante consciente y autónomo en la toma dedecisiones de la comunidad. Segundo, quela república es la forma de gobierno dondese construye la libertad colectiva. Tercero,que ésta se halla íntimamente unida a lavirtud, al patriotismo generado en los vín-culos entre los ciudadanos. Cuarto, que larepública está amenazada por la corrup-ción, entendida como degeneración mo-ral, como dependencia entre los hombres ycomo tendencia inherente a todo gobierno.

Pocock narra cómo los retóricos huma-nistas convirtieron en la temprana EdadModerna la vida intelectual en una conver-sación entre contemporáneos. (Algo muyen la línea del mencionado “giro lingüístico”–a lo Rorty o a lo Habermas– que resalta elcarácter dialógico del conocimiento). Asírecuperan el ideal del vivere civile, centradoen la acción política. Desde una revisióncrítica de los tipos de gobierno aristotélicos,los renacentistas van más allá de la tradicióndel gobierno mixto: lo crucial es ahora el ca-rácter relacional de la virtud, el hecho deque cada vita activa haya de engarzarse conla del resto de los ciudadanos y, por este ca-rácter mutuo de la virtud, cada hombre sesienta responsable de la libertad de los demás.La participación es un deber que confiereplenitud, como sucedía con la libertad delos antiguos –en términos de Constant– yque, además, realza la naturaleza moral yautónoma de cada uno en el espejo de losdemás. En mi opinión, la urdimbre de la li-bertad política es la interdependencia, y no lareciprocidad (como se traduce en la versiónespañola, pág. 158). Ésta, que es un uni-versal sociológico, puede ser la materia delintercambio si se adopta una perspectivautilitaria, pero la reciprocidad nunca puedeser el núcleo de la moral, ni política ni social7.

Puesto que la república era una estruc-tura institucional y al tiempo moral “el ciu-dadano debía ser un ciudadano perfectoporque de otro modo impediría que la polityalcanzara la perfección y expondría a sussemejantes (...) a la injusticia y a la corrup-ción. (...) Por consiguiente, el retraimientopolítico de un ciudadano reducía las posi-

3 Véase Q. Skinner, “Motives, intentions and theinterpretation of texts”, en J. Tully (ed.). Meaning andContext (Quentin Skinner and his critics). Princeton, Nue-va Jersey: Princeton University Press, 1988

4 “The state of the art”, op.cit., p.9

5 Pocock, El momento maquiaveliano (El pensa-miento político florentino y la tradición republicana atlán-tica). Madrid, Tecnos, 2002, pág. 142.

6 Para un desarrollo extenso y crítico de la tradiciónrepublicana desde su origen hasta la actualidad ,véaseHelena Béjar, El corazón de la república (Avatares de la vir-tud política). Barcelona, Paidós, 2000

7 En relación a un análisis de la reciprocidad comoalgo extraño a la moral puede verse la sociología de Zyg-munt Bauman, y en concreto Postmodern Ethics. Cam-brigde: Polity Press, 1993. Bauman dedica varias páginasa la crítica de la reciprocidad como pretendido sustentodel vínculo moral.

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bilidades de obtener y hacer pervivir la vir-tud (...)”8. Así, por una parte la virtud en-laza con la idea de salvación social y con laconstrucción colectiva y entusiasta de lacomunidad política. Por eso Maquiaveloafirmará que el ciudadano debía amar a supatria9 más que a su propia alma. Pero, porotra, la idea de que la virtud sea un bien re-lacional, tejido en la interdependencia so-cial, la hace tan atractiva como frágil10. Lapolitización de la virtud, que se opera en elRenacimiento, introduce una novedad cru-cial: la Fortuna deja de ser un ente negati-vo e incontrolable, por ser externo a la vir-tud, y pasa a ser algo engendrado en la ac-ción colectiva de los ciudadanos virtuosos.Ante una Fortuna caprichosa que deja alos hombres inermes ante la contingencia,Maquiavelo sabe que hay que aprender laslecciones de la historia: “Si se conocía loque había sucedido antes resultaría posibleefectuar previsiones respecto de las combi-naciones en que las cosas podrían volver asuceder otra vez”. El “momento maquiave-liano” significa por tanto salir de un tiem-po gobernado por la eternidad de Dios y delos ciclos de Polibio e introducir la libertadde la república en el tiempo humano. A lacontingencia se opone la virtud. Al análisisminucioso del pasado y de las institucionesque construyen el bien común se aprestaMaquiavelo.

La virtud es ahora el principio de la vi-ta activa. Una virtud secularizada pero con-tingente, fuera de la eternidad de la historiaprovidencial. Frente al peso del uso –afín aluniverso medieval– y de la prudencia –pro-pia del gobierno monárquico– la virtud esexpresión y consecuencia de la libertad co-lectiva. Analizados en los Discursos..., la re-ligión civil y la milicia son las instituciones–los ordini– que transforman la comuni-dad política y hacen de los hombres ciuda-danos. La república es ahora “una estructu-ra de acción”: tal es la innovación del flo-rentino. Maquiavelo recoge de Aristóteles laidea de que la autonomía del ciudadanodescansa en la posesión y el uso patrióticode las armas junto con la necesidad de tener

una actividad central diferente de la activi-dad militar. En mi opinión, eso es no tantoalgo que resalte Maquiavelo como Pocock,que desarrollará en toda su obra la impor-tancia de la ciudadanía basada en las armas.

Mas la virtud, de naturaleza frágil porser relacional, por depender de una ciudada-nía que exige grandes sacrificios a los huma-nos, dura ese Momento (otro de los sentidosde este término polivalente) que habla de sufinitud temporal. El análisis sociológico quehace Maquiavelo del fin de la república deRoma se centra en dos causas. Una de natu-raleza “événementièlle”, la reforma de los Gra-cos y el consiguiente enfrentamiento armadoentre nobles y plebeyos; otro, de “larga dura-ción”, la prórroga de los mandos militares.Con la extensión del dominio de Roma los je-fes de los ejércitos se desligan de la autoridadpública y se convierten en partidarios de lasfacciones que dividen a la república; se pasaasí del ejército como instrumento socializadorpatriótico a los ejércitos particulares y clien-telistas. La corrupción ha hecho mella en lafuente de poder más importante de Roma, lamilitar11. La propiedad de las armas pasa deser fuente de autogobierno a nicho de de-pendencia y la explicación que da Maquiave-lo de dicho tránsito de la virtud a la corrup-ción es casi materialista. Con ello construyeuna “sociología de la libertad”, en feliz ex-presión de Pocock. Y puesto que la virtud es-taba hecha de autonomía, de una voluntadcolectiva de dedicación al bien público, sedesvanece cuando la corrupción mina a la re-pública extensa. El delicado equilibrio hechode patriotismo, autonomía política –la de larepública– y económica –la del ciudadano–,y voluntad moral acabará por quebrarse. Elpaso de la república pequeña y contenida a larepública extensa y en guerra se engarza conel pesimismo de la historia cíclica12. El mo-mento maquiaveliano ha terminado.

3. Los mitos del liberalismo: Locke y el individualismo posesivoParecería que Pocock se limita a hacer un es-

tudio exhaustivo del paradigma del huma-nismo cívico, que en estas páginas sólo estoyesbozando. Por su erudición, su ambiciónteórica y su imponente fuerza narrativa me-recería ya ser un clásico. Pero el valor de Elmomento maquiavélico radica, además, enel desafío intelectual e ideológico que su-puso y que todavía supone. Al plantear elanálisis exhaustivo del lenguaje preteridodel republicanismo, Pocock desplazó la im-portancia que hasta entonces tenía el libe-ralismo. En realidad, dice, éste era una en-tidad “atormentada y curiosamente triun-fante”13. Atormentada porque se situabaentre el naturalismo, que giraba en torno aDios y la Naturaleza, y el historicismo, quecobrará fuerza y esplendor con el marxismo.Triunfante porque, en sus años de prestigioacadémico en las ciencias sociales, el mar-xismo describía “la ideología burguesa” co-mo una criatura históricamente inevitable.A su vez, el nacimiento de dicha ideología searraigaba en el “individualismo posesivo”,que C. B. Macpherson había hallado en laInglaterra del XVII y que reclamaba a Lockecomo principal adalid14.

El individualismo posesivo entendía lalibertad de forma negativa, como liberacióncon respecto a la autoridad. La propiedadera la fuente de la identidad y se asociaba aun derecho inalienable y presocial. Pocockatacó desde dos frentes lo que durante de-masiados años fue considerado una críticadecisiva al liberalismo. Primero, criticandoel “mito de Locke” como portavoz del libe-ralismo –en su versión más economicista– yde la llamada ideología burguesa. Segundo,elaborando un modelo alternativo al indi-vidualismo liberal y relacionándolo con elrepublicanismo.

Veamos primero el mito de Locke.Frente a lo que afirman Macpherson y susmúltiples epígonos, Locke no fue el ideó-logo de la llamada Gloriosa Revolución. Po-cock considera la ideología como “una apo-logía representativa o típica de algo en uncontexto de debate público”, un sentidodescriptivo muy alejado del marxista. Loc-ke no podía ser vocero de la apología del co-

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8 Pocock, El momento maquiavélico, pág. 159.9 En la versión en español se traduce “country”

(pág. 75 de la versión original) por “país” (pág. 160), sinduda más políticamente correcto pero muy poco fiel al es-píritu republicano.

10 “... la virtud cívica sólo tenía existencia cuando sepracticaba en una relación de reciprocidad con los propiosconciudadanos / it was the predicament of virtue that itcould only be practiced with one’s fellow citizens (pág. 76) /y consecuentemente podía desaparecer tanto por obrade una negligencia propia como de los demás” (pág.160).Obsérvese de nuevo la inclusión del término reciprocidadcomo algo ajeno al texto original.

11 Una explicación de la evolución del ejército enRoma y de su transformación en clientes de los altosmandos puede verse puede verse en la sociología históri-ca de Michael Mann, Las fuentes del poder (1). Madrid:Alianza, 1991

12 “La visión republicana de la historia continuó es-tando dominada por la fortuna y postulando un desarro-llo cíclico de los acontecimientos hechos de cantidades fi-nitas de energía, raramente movilizadas, inclinada a laautodestrucción y encaminada hacia una entropía totalhasta que una fuerza impredecible la movilizara de nue-vo. Las contribuciones de Maquiavelo a la teoría repu-blicana eran extraordinariamente originales, pero esta-ban fundadas y limitadas en su decisión de que resultarapreferible el dinamismo militar a la búsqueda de la esta-bilidad”. Pocock, op. cit., pág. 300.

13 Pocock, J. G. A. Historia e Ilustración (Doce estu-dios). Madrid, Marcial Pons, 2002.

14 C. B. Macpherson. La teoría política del indivi-dualismo posesivo (De Hobbes a Locke). Barcelona, Fonta-nella, 1970; 1ª edición en inglés, 1962. Por su parteJohn Dunn, otro de los representantes de la Nueva His-toria, hace una interpretación diametralmente opuesta deLocke, centrándose en su rigurosa moral puritana, enThe Political Thought of John Locke. Cambridge Univer-sity Press, 1969 y Locke. Oxford University Press, 1984.Desde una defensa del liberalismo político se puede ver lacrítica que hace Giovanni Sartori a Macpherson en Teo-ría de la democracia 2. Los problemas clásicos. Madrid:Alianza, 1987, págs. 457 y sigs.

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mercio porque estaba fuera del debate de laépoca, la confrontación entre la virtud y elcomercio. Hacer de Locke un teórico delindividualismo posesivo era crear un mitobasado en una confusión intelectual. Éstadescansaba en un historicismo que veía,como natural e inevitable el paradigma“burgués”: la propiedad privada como ba-se moral y material del individuo. Lo quehace Pocock es dejar de lado tales supuestosy analizar pormenorizadamente la contro-versia que recorre los siglos XVII y XVIII enInglaterra (país al que salta el pensamientomaquiaveliano, con Harrington a la cabeza)Así reconoce la importancia del humanis-mo cívico como lenguaje primordial, enconfrontación con el cual surge el liberalis-mo. Otro error intelectual interesado eraver el debate como la lucha entre dos ideo-logías defendidas por grupos sociales opues-tos: en realidad el ideal de la sociedad co-mercial no era una crítica a la aristocraciapor parte de una burguesía emergente sinouna reivindicación de la misma, eso sí, enversión whig15.

“El mito de Locke y la obsesión con elliberalismo” de los marxistas toma, pues laforma de una paradoja irónica: pretendecriticar al liberalismo en sus orígenes pero loque realmente consigue es que olvidemosque durante las revoluciones inglesa, ame-ricana y francesa se discutió si el hombremoderno, podía permitirse, en condicionesde creciente complejidad social y psicológi-ca, abandonar su autodefinición clásica co-mo ser político16. Y en la denuncia de esadistorsión de la historia intelectual que des-precia el lenguaje cívico deberían convergerrepublicanos y marxistas. Lo curioso delmito fundacional del liberalismo es que haseparado a los partidarios de la “política clá-sica” de los marxistas en algo que deberíantener en común: la necesidad de que elhombre se comprometa con la acción polí-tica. Mas la propagación del mito del libe-ralismo como lenguaje dominante niega supropia historicidad y relatividad, al hacerloineludible. A ello contribuyeron algunosautores, como Adam Smith o Adam Fergu-

son. El primero vio en la división del traba-jo el núcleo del avance histórico, de un de-venir que trae a la vez prosperidad y aliena-ción. El segundo periodiza la historia envarias fases haciendo ver cómo el desarrollodel homo faber, del hombre que domina lanaturaleza, da al traste con el heroísmo y lasolidaridad de las primeras etapas. Si Smithes muy ambivalente con el progreso mate-rial, Ferguson es un republicano que, mi-rando con nostalgia la virtud perdida, hacede la historia un proceso “natural” formadopor fases materiales que abocan a la socie-dad comercial. El paradigma del comerciose introdujo a través de un historicismo cen-trado en el avance de la producción. El ma-terialismo marxista y la centralidad del tra-bajo será la continuación de esta narraciónque deja atrás al hombre político.

Además de desenmascarar el mito deLocke, Pocock plantea el segundo frente con-tra el liberalismo como Único Paradigma através de la teorización de otro modelo dehombre, el ciudadano. Según los partidariosde la política clásica –con Hannah Arendtcomo figura preeminente– la definición deciudadano supone una concepción unitariade la persona: el hombre como animal cívi-co es un ser humano completo. Esta unidadla da la doble posesión de la tierra y de las ar-mas. La primera es concebida aristotélica-mente: la propiedad está íntimamente vin-culada con el dominio del oikos, sin el cual elhombre no es independiente. Es la condicióncapacitante para participar en la res publica.Nada que ver con la idea liberal de propie-dad, medio de riqueza y base de la identidadsocial en un mundo mercantil. Junto con lapropiedad capacitante, las armas confierenautonomía al protagonista del humanismocívico. Desde el hoplita griego, pasando porlos largos siglos que protagoniza el caballeromedieval, hasta el yeoman y el militiamanbritánico, la teoría de la virtud sabe que lasarmas son parte intrínseca de la identidadpolítica y moral del hombre antiguo:

“Nosotros hoy no queremos creerlo, después deun siglo de conflictos bélicos inimaginables que ha da-do mala reputación al heroísmo, pero es un hecho dela historia que ésta ha sido una doctrina cardinal, y lasimplicaciones del hecho van más allá de los horroresde la guerra”17.

Tales palabras aluden al rechazo que eltérmino patriotismo suscita entre los mo-dernos, alejados del heroísmo antiguo pormor de la civilización pacificadora. (Arrum-bado el heroísmo militar al pasado, quizá unvalor republicano pero más acorde con la

actual moral privatizada podría ser la in-transigencia y la indignación moral en rela-ción a los abusos del poder18.)

Pero desde el ideal del ciudadano clási-co sólo aquel que posee casa y armas tieneautonomía para dedicarse al bien público,para participar en la construcción de la po-liteia. En el ideal clásico la libertad es la ca-pacidad para intervenir en las decisionespúblicas, noción muy alejada del ideal ins-trumental y negativo del individualismo po-sesivo. Por último, Pocock resalta cómo elhombre clásico pertenecía a una comunidadde lenguaje: “El ciudadano griego, saltandodel oikos a la polis, salía de un mundo de co-sas para entrar en un mundo de relacionesinterpersonales, un mundo de acciones yde palabras, de discursos y guerra”19. Todoello muy arendtiano.

El concepto político de ciudadanía notiene pues nada que ver con la ciudadaníacomo estatus legal afín al liberalismo. En elsegundo lenguaje la libertad no es partici-pación en la creación de la ley sino obliga-ción de actuar de acuerdo con ella; con eldesarrollo de la libertad de los modernos sesubrayará la dejación de la política en ma-nos de los representantes. La política esasunto de profesionales. Para los ciudadanosde a pie es una distracción de lo que másimporta: lo privado.

El individuo regula ahora no una co-munidad de lenguaje sino un mundo decosas, de una propiedad que es base de suidentidad, tanto social como psicológica.Con esta contraposición de ciudadanías eindividualismos –el político/cívico frente alposesivo/liberal– pasamos al debate que avi-va las mentes de los ilustrados y que narra eldeclive del universo cívico.

4. El debate entre virtud y comercio“El problema del maquiavelismo inglés” serefiere a la polémica que protagonizó la gentryinglesa y teorizó el grueso de los intelectualesde la Ilustración, como Montesquieu, Rous-seau, Hume, Smith y Ferguson, por citar alos más relevantes20. Proclamándose histo-riador de la teoría sociológica, Pocock anali-za el cambio social que mina los fundamen-tos del humanismo cívico. Cuando el ideal

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15 “Cualquier tesis que apunte a un conflicto per-manente entre la aristocracia y la burguesía en el sigloXVIII inglés debe ser abandonada sin demora tanto en elplano de la histroria de las ideologías como en la direcciónde la política. La historia de la ideología del comercio seescribiría mejor con una escrupulosa aplicación del tér-mino ‘burguesía’ en su acepción antigua. La mayoría delas fricciones entre el paradigma humanista y los intér-pretes marxistas se producen porque éstos manifiestanuna adicción compulsiva al empleo del término ‘burgue-sía’ dentro y fuera de temporada. Si pudieran aparcar es-te hábito por un tiempo deberíamos encontrar mucho encomún”. Pocock, Historia e Ilustración, pág. 224.

16 Pocock, Historia e Ilustración, pág. 40. 17 Pocock., op. cit., pág. 357.

18 Así lo defiende Maurizio Viroli en NorbertoBobbio y Maurizio Viroli, Diálogo en torno a la repúbli-ca. Barcelona, Tusquets, 2002.

19 Pocock, ‘The ideal of citizenship since classical ti-mes’, en R. Beiner (ed.). Theorizing Citizenship. NuevaYork, State University of Nueva York Press, 1995

20 Razones de espacio me impiden extendermesobre la aportación de cada uno, un análisis detallado ycrítico que hice en El corazón de la república, op. cit.Aquí he preferido exponer los grandes argumentos de lacontroversia.

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maquiaveliano se traslada a la Inglaterra delXVII tiene lugar, en un clima de restauraciónmonárquica, otra versión del paradigma de lavirtud. Los partidarios de la llamada Country–entre los que se encuentran Jonathan Swift–se ven a sí mismos como representantes de lavirtud antigua. Herederos de Harrington(que publica su Oceana en 1656), defiendenla propiedad agraria y la tenencia de armas,frente a la incipiente industria y el desarrollode los ejércitos profesionales. Por otro lado,los portavoces de la Country (entre los cualesestá Daniel Defoe) son grandes propietariosque rechazan la creciente dependencia de lacorte, el patronazgo político y el sistema decrédito público. La Country critica el lujo, pe-ro no desde una perspectiva antigua, comofuente de corrupción y afeminamiento (talcomo argumentará Rousseau), sino porque es

la consecuencia de una excesiva y ostentosariqueza. Además, como desarrolla en el Dis-curso sobre las ciencias y las artes Rousseau, ellujo es la cara de una cultura degenerada aso-ciada a un ocio que tienta mucho más a losmodernos que la guerra y la política.

Pero más que el ejército profesional y ellujo, el crédito es el objeto de crítica de laCountry porque alude a una idea inestabley especulativa de la propiedad que da altraste con la seguridad y la materialidad dela propiedad de la tierra, de la propiedadinmueble21. El crédito se asocia a lo volátil,

a la “fantasía” y a la fortuna; es una propie-dad “simbólica” y no física, como lo era latierra. Precisa, por si fuera poco, de un cli-ma social estable. Por último, la Countrycritica las facciones (un concepto que pre-figura los partidos políticos posteriores yque criticará el Rousseau partidario de lavoluntad general), aliadas con nocivos in-tereses particulares que dañan el bien co-mún. Por todo ello, el cambio social es vis-to como decadencia desde el paradigma dela virtud, hasta entonces dominante.

Por su parte, el paradigma del comercioes defendido por los partidarios de la Court,de una monarquía limitada y abierta a lasmudanzas socioeconómicas. Alejados delentusiasmo maquiaveliano por la res publi-ca, los defensores del interés (principioopuesto a la virtud) creen que el gobierno

debe limitarse a regular el flujo de las pa-siones privadas. (Y, aunque Pocock no lodiga, el del mercado). El zoon politikon hadado paso al hombre sociable, que sabeque el comercio (en el doble sentido detransacción social y económica) suaviza lascostumbres y acerca a los hombres. La vir-tud ya no es algo público sino privado, masno en un sentido cristiano ni moral sino se-cular y societal. La libre disposición de laspasiones privadas aunadas a los interesesparticulares y al progreso como nuevo ide-al dan lugar a una nueva teoría social de lapersonalidad:

“Una vez la propiedad pasó a ser percibida entérminos de valor simbólico expresados en la mone-da o en el crédito, los fundamentos de la personalidad

se hicieron imaginarios, o mejor, vinieron a dependerdel consenso de otros: el individuo llegaba a existir,incluso ante sus propios ojos, únicamente en fun-ción del fluctuante valor que le imponía la evaluaciónde sus semejantes y estas evaluaciones, aunque cons-tantes y públicas, eran efectuadas de una manera de-masiado irracional como para merecer la considera-ción de decisiones políticas de la virtud”22.

El fundamento de la identidad políticaya no es pues la virtud ni un individualismopolítico basado en la posesión de tierras yarmas. El hombre antiguo, entregado a laguerra o a la religión civil, era de una solapieza y carecía de ese concepto de “perso-nalidad” asociado a lo psicológico que alos modernos se nos hace ya imprescindi-ble. Mas en su origen, y sobre todo para susdetractores, esta personalidad era “imagi-naria”, fútil, insegura, dependiente de lamirada de los demás. De esa mirada queRousseau ve como un obstáculo. De esaopinión pública que deplora por ser la por-tavoz de la vanidad, de ese “amor propio”que no es el orgullo del ciudadano (que, co-mo el salvaje primigenio, tenía “amor desí”) sino el arma necesaria para desenvol-verse en una corte que demanda pleitesía,en una sociedad desigual que esconde, ba-jo el desarrollo de las formas, una corrup-ción desconocida hasta entonces23. Lasmanners, la politesse, o la urbanidad consti-tuyen el tercer término del debate. Si Rous-seau combate la cultura de la politesse porser el barniz de la corrupción, Hume ad-mite que los modales nuevos entroncancon el cosmopolitismo (tan apreciado porVoltaire –porque se opone al fanatismo– ypor Kant –porque hace que las nacionescomercien y establezcan un trato más quecívico, civil). Hume, como Montesquieu,se sitúa en una posición intermedia entre lavirtud y el comercio, admitiendo la ten-sión entre el ciudadano virtuoso –conde-nado a la extinción– y el entrepreneurialman; la oposición entre la pasión y la razón;entre el patriotismo y la pacificación de lascostumbres.

La nueva sociabilidad entronca con laprosperidad. El crédito, que expresa la com-plejización de los lazos económicos y es elcentro de la polémica, precisa un clima so-

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21 Es llamativo traducir “real property” como “pro-piedad real”, pág. 563 en la edición en español, 466 en lainglesa.

22 El momento maquiaveliano, pág. 561. Transcribolas últimas palabras de la cita en su versión original, bas-tante más clara: “...and these evaluations, though constantand public, were too irrationally performed to be seen asacts of political decision or virtue”, The Machiavellian Mo-ment, pág. 464, subrayado mío.

23 Para una crítica de la cultura cortesana desde laaristocracia puede verse la obra de François de la Ro-chefoucauld Máximas. Madrid: Akal, 1984 y de LaBruyère, Les caractères (ou les moeurs de ce siècle). P arís:Gallimard, 1975. Una interpretación más cercana alparadigma del comercio la da Hirschman, Las pasionesy los intereses, FCE, Madrid, Méjico, 1978.

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cial donde se dé la confianza. Así lo sabeLocke, para quien aquélla es la clave de la le-gitimidad de un gobierno por acuerdo(agreement), basado en la racionalidad y elconsentimiento. La confianza es también elsentimiento moral de las nuevas transaccio-nes, el marco de una nueva opinión públi-ca culta que se reúne en cafés, salones y clu-bes. En los centros de un nuevo “trato” y“conversación” que teje unos vínculos queRousseau o Choderlos de Laclos juzgan hi-pócritas, pero que descansan en el inter-cambio de fantasías personales, de un juegode espejos de identidades que dependen yano de la virtud colectiva relacional sino de laopinión que tengan los pares de la propiapersonalidad. La nueva virtud ya no es polí-tica sino societal; ha dejado de ser heroica pa-ra convertirse en convencional. Al tiempo, elcomercio tiene un sentido no sólo econó-mico sino también cultural. La preocupa-ción de los ilustrados no es, como lo era lade los ciudadanos, mantener prieta la cade-na de interdependencia virtuosa, sinoaprender el savoir faire de una sociabilidadnueva que se desarrolla en ámbitos exclusi-vos donde se educan las manners. Junto conel cultivo de la virtud privada, Mandevillehabla del self-liking, la propia satisfacción,así como la self-esteem o autoestima24.

Las manners aluden no sólo al refina-miento de las costumbres, requisito en unasociedad que se desarrolla en la corte comoámbito de de identidad social. La combina-ción entre un comercio próspero y unas ma-neras civilizadas constituirá el ethos de la Ilus-tración. Pocok resume así el universo del ho-mo creditor, que se va haciendo protagonistade la una sociabilidad alambicada y moderna:

“Su mundo sería primariamente convencional ysubjetivo, y sólo la experiencia (y el estado del mer-cado) le dirían hasta qué punto sus opiniones con-cernientes a la realidad descansaban realmente en laverdad. Llegados a ese punto, parece que hemos al-canzado el momento de definir esa ‘privatización’que los historiadores modernos se han aficionado adescubrir en las filosofías de la sociedad comercial”25.

La sociabilidad ilustrada está hecha deconvenciones y maneras, de una experien-cia mundana donde los modales exquisitos,el uso del esprit, el galanteo y la charla so-bre novelas de moda o los eventos del díaconstruyen una cadena de lazos sociales a laque la virtud heroica está olvidada. Poco apoco, los partidarios de la Country, de laidentidad basada en la tierra y las armas,que critican la profesionalización del ejér-cito y la representación, se ven rebasadospor los defensores de la Court, de la socia-bilidad urbanizada y convencional, de laprosperidad que trae la industria y la urba-nización. Pero la “historia subterránea” delhumanismo cívico debe continuar. Al otrolado del océano encontramos cómo la vir-tud se posa, de nuevo, durante un “mo-mento” que alimenta el pensamiento so-cial y el discurso político americano.

5. La tradición americana a examenHasta ahora hemos visto dos razones para lapolémica que desató Pocock: la investiga-ción de un ideal de ciudadanía (el “indivi-dualismo político”) y la consiguiente pues-ta en cuestión de la primacía intelectual delliberalismo. La tercera razón se deriva de laanterior y consiste en negar “la premisa delliberalismo” en la ideología americana. De-fendida por Tocqueville, Engels, Hartz, Bo-orstin o Appleby (por mencionar sólo algu-nos con los que polemiza Pocock), se habíainterpretado la revolución americana comoun movimiento de inspiración liberal. Amé-rica era única en su historia porque se habíahecho liberal sin pasar por el feudalismo.Frente a la tesis de la excepcionalidad ame-ricana, Pocock plantea la historia intelec-tual de Estados Unidos como una variantedel debate sobre la virtud y el comercio quese desarrolló en Inglaterra. Con ello des-truía otro mito:

“Atacar el liberalismo era una cosa, desafiar surealidad histórica era imperdonable. La historiografíaconvencional americana se comprometió a mante-ner en el liberalismo la definición de la identidad na-cional (o del ‘experimento americano’). Dudarlo esdudar del experimento o de la identidad”26.

América perdía su originalidad y que-daba inmersa en la “tradición republicanaatlántica”. En el análisis de los Padres Fun-dadores de la teoría política americana Po-cock resalta, no su componente lockeano,sino las huellas del debate entre virtud y

corrupción, de origen maquiaveliano. Lafundación de la república arrastraba varioslenguajes. Primero, el del pacto original(presente en los textos de los pioneros puri-tanos, como Winthrop que, incomprensi-blemente, Pocock relega), de un pacto noindividualista –según la tradición contrac-tualista europea– sino grupalista. Segundo,el del humanismo cívico, en el que me cen-traré, que contiene la defensa de la aristo-cracia natural y de la tierra sin fronteras.Tercero, el del liberalismo, que en Américagira en torno a los “pesos y contrapesos” y lajustificación del interés.

Del primer vocabulario Pocock destacala jeremíada religiosa, una insistencia obse-siva en el pecado y la culpa que hace que lacultura política americana manifieste desdesu origen “una entonación paranoica”. Delsegundo, la creencia en que el gobierno hade pertenecer a la aristocracia natural, auna elite de poseedores de la tierra, necesa-ria para la independencia y la dedicación ala política. Por eso recalca no sólo la im-portancia atribuida a la diferencia27 quetiene que haber entre gobernantes y gober-nados sino la deferencia, una cualidad notanto jerárquica como republicana. (La de-ferencia es un sentimiento moral ambiva-lente puesto que es tanto respeto –el quehan de infundir los gobernantes– comocondescendencia, así como una “humildeopinión”, como resaltan tres de las acep-ciones de dicha noción en el DiccionarioOxford. Implica, como la admiración, unarelación vertical, aunque no necesariamen-te de dominación).

Dentro del lenguaje republicano ame-ricano destaca la idea de república extensa.Mientras que Hamilton –antirrepublicanoy partidario de la centralización– piensa enel imperio y el dominio militar, Jefferson–republicano y simpatizante de la demo-cracia directa– utiliza “la retórica de la fron-tera”: América es la tierra de la libertad porsu vasta extensión, pero cuando el espaciose agote, la frontera se cerrará y sobrevendrála corrupción. Vuelve la crítica agrarista a laciudad, ámbito del lujo, el crédito y el in-terés. Jefferson recrea de una manera muyoriginal el “momento rousseauniano” ensus hundreds o comunas de virtud, esfera defelicidad pública y de entusiasmo partici-pativo. Breve momento y efímera virtudque capta, más distanciadamente, Alexisde Tocqueville. A él iré enseguida.

LA SOCIOLOGÍA DE LA LIBERTAD DE J .G.A. POCOCK

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24 Hoy la psicología popular ha hecho creer que lasacrosanta autoestima, que enarbola la cultura psicotera-peútica, es autorreferenciada y no societal, es decir, ge-nerada por la aprobación y el reconocimiento de losotros, o del “Otro generalizado). Tal autoestima se sola-pa con la autosuficiencia y se yergue como principio¿moral? del individualismo. Mejor dicho, de un neoin-dividualismo basado en una visión “psicomórfica” de larealidad que pretende sostener a un yo débil y supervi-vencial que tiene que suspender la dimensión social ypolítica del mundo. Al respecto véase Christopher Lasch,La cultura del narcisismo. Barcelona: Andrés Bello, 1999,y Richard Sennett, La corrosión del carácter. Barcelona:Anagrama, 2000. La autoestima como tabla de salvaciónde un yo carente de referentes “macro”, nada tiene quever con el amor propio ilustrado.

25 Op.cit.,p. 555

26 Pocock, ‘Between Gog and Magog: the repu-blican thesis and the Ideologia Americana’, Journal of theHistory of Ideas, vol. 48, núm. 2, abril-mayo 1987, págs.325-346.

27 Para un análisis de los argumentos y las institu-ciones que se dan en América sobre “el principio de dis-tinción”,ver Bernard Manin, Los principios del gobierno re-presentativo. Madrid: Alianza, 1998

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El tercer vocabulario político america-no está expuesto en Los papeles federalistas.La preocupación por la república extensaha dado lugar a la reflexión sobre el meca-nismo institucional, los checks and balances,a la representación y al interés como prin-cipio rector.

Son los Estados Unidos del presidenteJackson, que lleva a cabo la expansión quepromulgara también Hamilton la Américaque visita Tocqueville. De la igualdad comoisonomia del zoon politikon aristotélico, laigualdad en la dedicación a la comunidad,se ha pasado a la igualdad de condiciones.Tocqueville sabe que en el mundo modernola virtud clásica ya no tiene cabida. Advier-te, no obstante, que en América se da unaversión muy peculiar de esa virtud relacio-nal trabada de interdependencia y compro-miso entre los ciudadanos. Por supuesto,los ordini ya no pueden ser ni la milicia ni lareligión civil, la primera enterrada por elejército moderno, la segunda mudada encreencia privada. Las instituciones en lasque arraiga la virtud americana, el llamadointerés bien entendido, son las asociacio-nes. Estos núcleos de capital social son unade las exclusas del individualismo, una nue-va moral que prende en los hábitos del co-razón de los modernos.

Mientras que el humanismo cívicoconstruía al ciudadano en la arena pública,el mundo posvirtuoso confiere identidaden la esfera privada. Al individualismo po-lítico del ciudadano, dueño de su casa y desus armas, se opone el individualismo quedescubre Tocqueville. Éste no está hecho deun ansia de posesión depredador sino de unconformismo blando. Cabe conectar aquelmundo de “fantasías” de la primera psico-logía liberal (tan bien analizada por los mo-ralistas escoceses) con el encadenamientode “imágenes” que se da en esa “pequeñasociedad compuesta por los amigos y la fa-milia”, nicho del individualismo, que Toc-queville deplora. La identidad ha dejadode ser política, tanto en el sentido clásicocomo en el ilustrado. Lo público ya no es elagora ni la esfera de la aristocracia ilustrada.La esfera público-privada del debate entrela virtud y el comercio ha dado paso a ladictadura de la opinión pública:

“Cabría señalar también que una sociedad en laque todo hombre se encuentra subordinado a otroporque depende de él para obtener el criterio refe-rencial que le permita juzgar su propia existencia escorrupta en el sentido estricto del término”28.

Tal sentencia, escrita hace veintisiete

años, señala el grado de corrupción al quehemos llegado hoy. Nuestra sociedad es co-rrupta no sólo porque el criterio referencialde nuestra valía ya no sea ya el mundo pú-blico ni la interdependencia societal. He-mos dado un paso más allá en la teoría dela personalidad basada en la “fantasía” delparadigma del comercio con el nuevo in-dividualismo psicologizado: la única refe-rencia de nuestra identidad ante una mo-dernidad líquida y de riesgo (siguiendo aBauman o a Beck) somos nosotros mis-mos. La cuestión es que todavía carecemosde una teoría de esa identidad autorrefe-renciada. Insisto en el llamativo progresodel término “autoestima”. Diríase que el“amor de sí”, la autonomía, el autorrespetoo la dignidad, que suponen una identidadmás moral y social, son ya conceptos cultosque sólo a los críticos del psicologismo de-mocrático nos parecen dignos de análisis.La sociología del cambio social debería te-ner en cuenta esta mudanza del arsenalconceptual de nuestros sentimientos mo-rales. Pero volvamos a Pocock.

Éste termina su Momento maquiavélicoresaltando que el movimiento de la historiaconlleva una teoría de la personalidad a laque se hace muy difícil, en condicionesmodernas, la realización del ideal de virtudclásica, tan “compulsivo”29. A la enormeexigencia de la virtud sucedió la diversifi-cación de la vida por obra y gracia del co-mercio. “El liberalismo que ahora algunosencuentran empobrecedor no lo parecióentonces” (pág. 552 del original). Desde laperplejidad en que tales conclusiones –porotra parte no desarrolladas– dejan al lectorcabe preguntarse, si la virtud era un ideal“compulsivo”, por qué Pocock ha entendi-do el humanismo cívico como una tradi-ción creativa en el relato de la personalidadoccidental. Acaso la libertad fuera sólo pre-cisamente ese momento maquiaveliano quedura tan poco. Pero entonces, ¿por qué ta-char de corrupta una sociedad basada en elreconocimiento de la sociedad diferenciaday progresivamente compleja que narra latradición liberal? ¿Debemos conformarnoscon el interés bien entendido o la virtudparticularista que Tocqueville observa co-mo cemento social de la modernidad?

No parece que a Pocock le interese ellenguaje político del interés, puesto quese ha embarcado en el análisis de la obra deotro republicano, Edward Gibbon30. La

obra del autor de Historia de la decadenciay caída del Imperio Romano, partidario dela virtud antigua y crítico con el cristianis-mo pasivo y apolítico, le parece a Pocockuna prueba en contra de que la Ilustra-ción inglesa fuera partidaria del comercioy demuestra, de nuevo, la fuerza de la polé-mica entre los antiguos y los modernos.Esperemos al tercer volumen. Los dos an-teriores son un avance monumental de los“relatos sobre el gobierno civil”. Todavíamás erudito que El momento maquiavélico,el nuevo libro de Pocok dice de la pasiónque algunos estudiosos, los pocos, tienenpor la empresa teórica. En tiempos de co-rrupción intelectual, donde muy pocos seadentran en obras que duran decenios, co-mo la de Pocock, constituye todo un ejem-plo de virtud. Ojalá que su viaje le lleve abuen puerto. n

Helena Béjar es profesora de Sociología en la Uni-versidad Complutense de Madrid. Autora de El ám-bito íntimo (Privacidad, individualismo y modernidad).

HELENA BÉJAR

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28 Pocock, El momento maquiavélico, p.642

29 Pocock, The Machiavellian Moment, pág. 551.¿Por qué se ha traducido dicho término por “constrin-gente” (pág. 656)?

30 Pocock, Barbarism and Religion. Dos volúmenes.Cambridge: Cambridge University Press, 1999

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EL NEOPOSITIVISMOES UN HUMANISMO

JESÚS P. ZAMORA BONILLA

l siglo XX ha sido, por encima demuchas otras cosas, el siglo de laciencia. Para bien o para mal, nues-

tra tecnificada sociedad se distingue detodas las otras casi en mayor medida quelo que cualesquiera de las demás socieda-des se hayan diferenciado nunca entre sí;y, sin olvidar las importantes transforma-ciones acontecidas en materia política,ello se debe sobre todo a las capacidadescientíficas e industriales que hemos acu-mulado en la historia reciente. Es total-mente absurdo, por tanto, intentar com-prender la sociedad contemporánea pre-tendiendo ignorar simultáneamente losmecanismos capilares mediante los quela investigación y el conocimiento cientí-ficos se interconectan con el resto deámbitos económicos, políticos y cultura-les; y esto exige alcanzar una compren-sión razonable de los procedimientos yresultados de la investigación científica.Por fortuna, no andamos escasos de es-tudios acerca de estos temas, pero hayque reconocer también que mucho de loque se escribe en los últimos años sobrela ciencia parece ser más bien el resulta-do de una profunda incomprensión de susaspectos más fundamentales.

Las fuentes de dicha incomprensiónson muchas, y en ocasiones se multipli-can alimentándose unas a otras, aunquefrecuentemente se trata sólo de interpre-taciones descabelladas, exageradas, o me-ramente precipitadas, de algunos hechosque realmente se dan en el terreno de laciencia y de sus relaciones con la socie-dad: hechos tales como la frecuente faltade consenso entre los científicos, la mag-nitud de los problemas importantes paralos que la ciencia no encuentra solución,la creciente simbiosis entre la investiga-ción científica y el capital privado, lapersistencia de astronómicas desigualda-des económicas en presencia de sofistica-

dos desarrollos tecnológicos o la enormedistancia que media entre el contenidoabstracto de muchos descubrimientos yla visiones hogareñas y llenas de sentidoen cuyo marco transcurre la vida de casitodos nosotros. Estos hechos son indis-cutibles, y una adecuada comprensión dela ciencia debe siempre tenerlos en cuen-ta en su justa medida e intentar explicar-los; pero de ninguna manera para justifi-car un rechazo absoluto de la validez delconocimiento científico, pues es precisa-mente dicha validez la que ha permitidoque la investigación científica y tecnoló-gica haya contribuido a transformar tanintensamente nuestra sociedad. No pormil veces repetido es menos cierto el ar-gumento de que si la aerodinámica y laelectrónica poseyeran más o menos lamisma objetividad que las prácticas má-gicas o la meditación transcendental, losintelectuales que se dedican a criticar la“racionalidad tecnocientífica-instrumen-tal-capitalista” no acudirían a dar susbien pagadas conferencias viajando enavión, sino tal vez volando en una esco-ba, y no discutirían con sus editores através del teléfono móvil o del correoelectrónico, sino mediante la telepatía oel tam-tam.

Tras cuatro décadas de creciente de-sarrollo de las actitudes antiobjetivistashacia la ciencia (estimuladas en parte porla difusión de la maravillosa obrita deThomas Kuhn La estructura de las revo-luciones científicas, cuyo cuadragésimoaniversario se cumple ahora y que es engran medida inocente de las interpreta-ciones más radicales que ha servido parajustificar a posteriori), parece llegada lahora de plantearnos la cuestión de si laimagen más tradicional de la ciencia a laque dicha obra se oponía no habrá sidocriticada de forma demasiado injusta y sino ganaríamos algo intentando recupe-rar algunos aspectos, tremendamente

sensatos, de las concepciones sobre el co-nocimiento científico que proponían losdefensores del llamado “neopositivismo”(expresión esta última que, por cierto, haterminado convirtiéndose casi en un in-sulto entre los filósofos). En este artículovoy a indicar algunas de las ideas de estacorriente que han sido más severamentecriticadas durante las últimas décadas,intentando justificar por qué los aspectosfundamentales del positivismo no sólono se ven afectados por estas críticas sinoque ellas apuntan más bien hacia tesisque cualquier positivista sensato inclui-ría dentro de sus propias posiciones; yargumentaré también que este positivis-mo reflexivo no habría de tomarse comouna concepción epistemológica paraconsumo interno de los filósofos sinomás bien como una parte fundamentalde la visión que los seres humanos pode-mos tener de nosotros mismos a estas al-turas de la historia.1

1. El neopositivismo en el punto de mira.El positivismo, sea viejo o nuevo, es launión de dos tesis, una epistemológica yotra político-moral. La primera sostieneque las únicos métodos válidos de obten-ción de conocimiento, es decir, los úni-cos que nos garantizan en alguna medidarazonable la verdad de los conocimientosobtenidos con ellos, son la demostraciónformal y la contrastación empírica; o di-cho de otro modo: el análisis riguroso eintersubjetivo de nuestros conceptos yde nuestras experiencias. Cualquier otro

E

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1 Mayores detalles sobre las cuestiones de filoso-fía de la ciencia que aquí se plantean muy sucinta-mente, se pueden encontrar en los libros de JavierEcheverría, Introducción a la metodología de la ciencia(Madrid, Cátedra, 1999), y de José Díez y UlisesMoulines, Fundamentos de filosofía de la ciencia (Bar-celona, Ariel, 1997).

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tipo de argumentos con los cuales se nosintente persuadir de alguna teoría u opi-nión no poseerá en realidad nada queapunte hacia la verdad objetiva de susconclusiones; y por lo tanto no existirárazón alguna que nos fuerece a aceptarlassi lo que deseamos es descubrir la verdadsobre aquel asunto. Sólo son conoci-mientos científicos, entonces, los produ-cidos a través de algún método que ga-rantice razonablemente su validez inter-subjetiva.

La segunda tesis afirma que se debepromover la obtención de conocimientoscientíficos sobre todos aquellos ámbitosque sean de interés para los ciudadanos;y en particular, que deben ser denuncia-das como totalmente carentes de validezobjetiva cualesquiera otras ideas u opi-niones pretendidamente fácticas (y porsupuesto, dichas creencias tendríamosque intentar sustituirlas por conocimien-tos verdaderamente científicos, siempreque esto sea razonable). La segunda tesisafirma, pues, la conveniencia de fomen-tar el “espíritu científico” en nuestra so-ciedad.

A estas dos tesis, el llamado “positi-vismo lógico” o “neopositivismo” -desa-rrollado en el período entre las dos gue-rras mundiales por los miembros de Cír-culo de Viena y otros filósofos afines-añadió algunas más sobre la manera co-rrecta de analizar las teorías y los con-ceptos científicos, sus relaciones mutuasy su conexión con la evidencia empírica:

básicamente la doctrina de que carecende sentido todos aquellos enunciados cu-ya verdad o falsedad no pueda ser esta-blecida de manera formal o empírica; yla doctrina de que las teorías deberíanser formuladas como sistemas axiomáti-cos, de tal manera que las teorías con unámbito de aplicación más restringido(por ejemplo, la teoría celular) pudieranser deducidas lógicamente de teorías másprofundas (por ejemplo, la mecánicacuántica), y también de tal forma quefuera posible deducir, a partir de aque-llos axiomas, enunciados que se pudie-ran cotejar automáticamente con expe-riencias intersubjetivas. La primera con-dición garantizaría el progresoacumulativo de la ciencia, en el sentidode que las teorías antiguas que estuviesenbien confirmadas se manifestarían senci-llamente como un “caso especial” de lasteorías nuevas; la segunda condición ga-rantizaría que la aceptación de cualquierteoría se llevará a cabo única y exclusiva-mente en función de si sus prediccionesempíricas son confirmadas por una expe-riencia neutral. La primera doctrina, porsu parte, serviría para purificar el ámbitode la ciencia de todas aquellas tesis (“me-tafísicas”) que pueden esconder la in-fluencia de factores ideológicos.

Como decía en la introducción, elneopositivismo ha sido criticado con de-nuedo desde casi todos los frentes posi-bles con argumentos procedentes de lapropia epistemología, de la historia y la

sociología de la ciencia, de la psicología,y por supuesto de las corrientes de pen-samiento antimodernas. A continuaciónindico las críticas que me parecen másimportantes; las dos primeras son de na-turaleza epistemológica, las dos siguien-tes han sido formuladas sobre todo en elámbito de los estudios sociales sobre laciencia, y la última procede de la filoso-fía en su sentido más tradicional.

• No existe una “base empírica neutral”mediante la que contrastar las hipótesiscientíficas, pues los defensores de una te-oría determinada tienden a interpretar laexperiencia de manera diferente a sus ri-vales. Más bien sucede (o esto se argu-menta) que cuando unos científicosadoptan una teoría reinterpretan sistemá-ticamente los “datos empíricos” de tal for-ma que sean coherentes con su nuevopunto de vista. En definitiva: la experien-cia nunca es un árbitro imparcial con elque juzgar la validez de una teoría.

• Se dice también que las teorías cientí-ficas no pueden ser reducidas a un len-guaje formal en el que el significado decada término esté completamente deter-minado. Los límites semánticos de losconceptos son siempre más o menos di-fusos y van renegociándose a medida quelos científicos discuten entre sí o recibeninfluencias culturales o políticas. Estoimplica asímismo que las afirmacionesde una teoría no puedan reducirse, sin

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ninguna pérdida de significado, a losconceptos de otras teorías. Así pues, elprogreso científico no puede ser acumu-lativo, pues resulta imposible decidir siuna teoría es objetivamente mejor quesus predecesoras.

• La investigación científica no es unaplácida torre de marfil sino más bien uncampo de batalla en el que cada actorpersigue frenéticamente sus propios inte-reses: prestigio, poder, privilegios, o be-neficios económicos. Las alianzas y losconflictos son tan corrientes en la cien-cia como en la política o en los negocios;y, según algunos críticos, en esta luchamaquiavélica la verdad y la objetividadse tornan recompensas de segunda o detercera clase, fácilmente relegadas antepasiones más intensas, o bien meros arti-ficios retóricos que se usan sólo para sal-var las apariencias.

• En particular, la ciencia contemporá-nea no sería una fuerza liberadora de lahumanidad sino más bien un aliado delcomplejo industrial-capitalista-militar.La creciente privatización del conoci-miento, es decir, su transformación ensecreto industrial o militar, impide su di-fusión hacia los grupos sociales y los paí-ses menos favorecidos. Por su parte, laexaltación del cientificismo sería tan sóloun instrumento ideológico que persigueenajenar a la sociedad su derecho a to-mar decisiones, otorgándoselo en exclu-siva a quienes los poderosos hayan seña-lado como “expertos”.

• El neopositivismo ofrece una visiónmuy parcial de la experiencia y las capa-cidades humanas, pues relega casi todoslos ámbitos importantes de la vida (la re-ligión, el arte, la moral...) a la esfera delo subjetivo, donde por principio se con-sideran imposibles las argumentacionesracionales. Además de sobreponer los va-lores de la verdad empírica y del éxitopráctico a otros valores, posiblementemás fundamentales, el neopositivismoignora las concepciones de la racionali-dad que no sean la puramente instru-mental o la puramente cognitiva, e igno-ra asímismo la tremenda importanciaque lo irracional tiene en nuestras vidas.

Con estas (y otras) críticas se preten-de llevarnos a la conclusión de que el ne-opositivismo es el exponente más desta-cado de los vicios de la Modernidad; ysu aparente abandono en el terreno de lafilosofía de la ciencia es visto como un

síntoma del fracaso del sueño ilustrado.Esta última conclusión en particular esmuy precipitada, porque el neopositivis-mo no es la única forma de salvar la ra-cionalidad de la ciencia y de seguir em-barcados, así, en el proyecto de la Ilustra-ción; pero mi objetivo no es simplementedefender la Modernidad frente a los ata-ques de los antimodernos, más bien pre-tendo mostrar que el positivismo siguesiendo, a pesar de las críticas, la opciónmás razonable que tenemos para com-prender la naturaleza del conocimientopues tras varias décadas de discusiones nocontamos aún con ninguna perspectivaque explique mejor que el positivismocuánto y por qué podemos confiar en losresultados de la investigación científica encomparación con la confianza que mere-cen las creencias alcanzadas a través deotros procedimientos.

2. “Esta teoría puede ser peligrosa para su salud”.Antes de responder a las críticas señala-das es conveniente insistir en la preguntacon la que terminábamos la sección an-terior, pues los ataques a las solucionespropuestas por los positivistas deberían entodo caso llevar consigo, o bien algunarespuesta diferente que no cayera en losmismos defectos, o bien un argumentoque demostrase la imposibilidad de obte-ner una respuesta razonable. La cuestiónes, naturalmente, la de qué afirmacionespueden ser tomadas como “conocimiento”,o, dicho de otro modo, cuál debe ser lafuente de la autoridad cognitiva. Este es unproblema epistemológico, por supuesto,pero por encima de todo es un problemasocial, o, si se quiere, político; pues de loque se trata es, en definitiva, de por quétú, o yo, o cualquier ciudadano, debe-mos creernos ciertas cosas en vez deotras o, al menos, por qué debemosaceptar que la sociedad esté organizadasobre unas determinadas creencias en vezde sobre otras. El objetivo del positivis-mo consistiría, por decirlo así, en encon-trar un cierto tipo de procedimientosque permitieran otorgar un “certificadode calidad” a las hipótesis u opiniones;algo así como un aviso de que “las auto-ridades cognitivas le advierten que laaceptación de esta teoría debe hacersebajo su estricta responsabilidad” o bien“las autoridades cognitivas certifican queesta teoría ha pasado las pruebas perti-nentes, y puede ser consumida sin peli-gro”. Vuelvo a insistir en que éste no esúnicamente un problema de metodolo-gía de la ciencia (la disciplina que se

ocuparía de establecer cuáles pueden seresas “pruebas pertinentes”), sino sobretodo una cuestión política, pues la pre-gunta fundamental es la de cómo decidirquiénes han de ser las dichosas “autori-dades cognitivas”.

Desde una perspectiva que tome co-mo valor supremo el de la libertad (valoréste que presupone la posesión de losmedios imprescindibles para ejercerla,todo lo cual no puedo justificarlo aquícon mucho detalle, aunque me temo quemi perspectiva será tachada de eurocén-trica y prepostmoderna), desde una pers-pectiva liberal, decía, hay que tomar co-mo hipótesis de partida la de que nadiepuede ser obligado a aceptar aquello queno quiera creer. Curiosamente, este mis-mo principio es la base moral sobre laque se asientan en nuestros días las posi-ciones irracionalistas: “puesto que unotiene derecho a pensar lo que quiera”, es-cuchamos a menudo, “nadie puede obli-garme a abandonar mi creencia de que elrelato del Génesis es literalmente verda-dero, o de que las personas de ciertas ra-zas son moral e intelectualmente inferio-res a las de la mía, o de que los hechizosamorosos son efectivos, o de que la liber-tad en el mercado mundial de capitalesfavorece a los pobres, o de que el ser hu-mano es bueno por naturaleza”. Hay quereconocer que este hecho (el de que, pa-ra justificar que alguien insista en man-tener creencias tan manifiestamente ab-surdas, se acuda al derecho a creer lo queuno quiera) es claro síntoma del progre-so habido en la sociedad occidental, pueshasta no hace mucho lo que faltaba erael derecho a oponerse a ciertas creencias.En realidad, la ciencia y la tecnologíamodernas proceden de una inacabada re-volución cultural que ha permitido, porprimera vez en la historia, que el ser hu-mano tuviese la libertad, no siempreejercida, de pensar lo que le pareciera,sin tener que aceptar obligatoriamentelas mitologías impuestas por su sociedad.Ahora bien, ¿cómo es posible que el cre-cimiento explosivo de nuestros conoci-mientos sobre la realidad y el manteni-miento imperturbable de supinas estupi-deces sean fruto de una misma causa?

Para aclarar esta cuestión es necesa-rio distinguir entre el derecho a pensar loque uno quiera, que todos tenemos, y elsupuesto derecho a que lo que uno piensasea verdad, que no es naturalmente underecho sino un residuo de la tendenciahumana a imponerse sobre los demás,pues está claro que muchos de los que seadjudican este “derecho” lo hacen sobre

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todo con el fin de imponer sus creenciasa otros y muy especialmente a los másjóvenes. Cuando una persona con razo-nable sentido común se encuentra con eldesconcertante derecho a tener las opi-niones que le parezca, lo primero que sepreguntará es, en cambio, cuáles son lasopiniones que más le interesará tener. Enla mayoría de los casos prácticos, tene-mos muy clara la respuesta a esta últimapregunta: nos interesa tener creencias ver-daderas; y esto significa en la prácticaque habremos de intentar, en la medidade lo posible, que sean las cosas mismaslas que nos dicten la opinión que debe-mos tener sobre ellas, aunque para ha-cerlo tengamos que someterlas a tortuo-sos e imaginativos interrogatorios.

Por ejemplo, si soy un cocinero razo-nable me interesará creer que dejar la co-mida puesta al fuego durante diez horasmuy probablemente la calcinará; si soyun nadador razonable, me interesará cre-er que permanecer más de treinta minu-tos seguidos bajo el agua puede ser muygrave para mi salud; si soy un terroristarazonable (perdón por el oxímoron), meinteresará creer que un tiro en la cabezacausa con más probabilidad la muerteque un tiro en la mano. Desde un puntode vista evolutivo, la principal ventajaque pudieron obtener nuestros antepasa-dos al desarrollar la capacidad de tenercreencias sería la de poder forjarse repre-sentaciones del futuro que coincidieranrazonablemente bien con lo que habríade sucederles llegado el caso. La cienciamoderna no es otra cosa que el intentode extender esta maravillosa capacidadnatural (la de ajustar a la verdad nuestrascreencias sobre asuntos cotidianos) haciaotros ámbitos en los que las autoridadescognitivas de otras épocas no la habíanpermitido desarrollarse, bien fuera pormiedo al resquebrajamiento de su propiaautoridad, o bien por el pánico tambiéninnato que los seres humanos tenemos alo desconocido, a ir más allá de las segu-ridades que nos ha transmitido la tradi-ción (este pánico es tan grande que losmitos, antiguos y modernos, insistenuna y otra vez en que los descubrimien-tos importantes han sido hechos por hé-roes o comunicados directamente por losdioses, más bien que por gente normal).

Así, cuando los seres humanos nosdimos la libertad de pensar como quisié-ramos (cosa que comenzó a suceder muylentamente, en un espacio geográfico ysocial muy restringido y que todavía en-cuentra fuertes resistencias), una buenaparte de quienes disfrutaron de esa liber-

tad la pusieron en marcha, no para rea-firmarse dogmáticamente en sus creen-cias (lo que también hicieron otros mu-chos), sino para ver adónde llegábamosdejando que nuestras creencias fuerandictadas en último término por la expe-riencia y por el razonamiento lógico,guías que habían sido tan provechosasdurante milenios en campos tan impor-tantes como la crianza de los hijos, laagricultura, la contabilidad, la caza, o laguerra. Digamos también que de esta li-beración del sentido común no sólo surgióla ciencia moderna sino también otrosmuchos de los elementos característicosde nuestra sociedad, como la tecnología,el gran arte, la empresa capitalista, o lasinstituciones políticas modernas.

La pregunta de por qué creer en losdescubrimientos científicos ha de ser res-pondida, por tanto, en el mismo paqueteque las cuestiones sobre por qué pode-mos confiar (si es que podemos) en losproductos en que gastamos nuestro dine-ro, o en el funcionamiento de las institu-ciones; y la respuesta es, básicamente,que esta confianza dependerá de si laspersonas que han producido aquellas co-sas o gestionado esas instituciones lo hanhecho bajo un sistema de incentivos queasegure que ellas mismas se beneficiaránel máximo posible (en cualquier sentidoen que ellas entiendan ese beneficio) silo hacen de manera eficaz. Con respectoa la mayor parte de los productos tecno-lógicos y los demás bienes que podemosadquirir, el sistema de incentivos quemejor cumple esta función es, como sesabe, el mercado de libre competencia:cada empresa se esforzará en ofrecer elmejor producto posible, y a un preciorazonablemente bajo, para evitar que losconsumidores adquieran los productosde empresas rivales. Con respecto a lasinstituciones, el mejor sistema conocidoes el democrático, en el que los gestoresque no aciertan a satisfacer las demandasde los ciudadanos son expulsados en lassiguientes elecciones, y en el que ciertosderechos básicos de los ciudadanos resul-tan intocables para cualesquiera gestores.

¿Y con respecto a la ciencia? En estecaso parece que funciona bastante bienel sistema de competencia feroz entre in-vestigadores, cada uno de ellos intentan-do demostrar mediante argumentos lógi-cos y observaciones empíricas que las hi-pótesis de los colegas fal lan, perotambién reconociendo públicamente elmérito de las hipótesis que logran supe-rar dichas críticas. Ciertamente, la prin-cipal diferencia entre este sistema de

control, por un lado, y el mercado o lademocracia, por el otro, es que en el dela ciencia no aparecen por ningún ladolos ciudadanos o consumidores, como sílo hacen en los segundos; dicho de otramanera, las teorías científicas, el hombrede la calle ni las compra ni las vota.

¿Quiere esto decir que el contenidode la ciencia está fuera del control demo-crático? De ninguna manera, porque losciudadanos tendrán una poderosa armade control de la ciencia en la medida enque controlen el flujo de recursos que lle-gan a la investigación científica, y estecontrol se establece fundamentalmentepor tres vías. En primer lugar, las indus-trias fomentarán el desarrollo de conoci-mientos susceptibles de ser aplicados a laproducción de bienes que los consumi-dores deseen comprar: el conocimientode los fenómenos electromagnéticos hasido impulsado en buena medida por elfuribundo deseo que muchas personastienen de ver la televisión, oír la radio, ohablar con sus amigos por el móvil. Ensegundo lugar, en los regímenes demo-cráticos los gobiernos deben justificarante los ciudadanos por qué financianunas determinadas líneas de investiga-ción en vez de otras. Y en tercer lugar, elrecurso económico principal que necesi-ta la ciencia es precisamente su “fuerzade trabajo”: los científicos, que estaránseleccionados habitualmente entre aque-llas personas que tienen un interés ma-yor en influir en el desarrollo de la cien-cia. Por supuesto, también es verdad quetanto en el caso de la ciencia como en eldel mercado, y no digamos en el de lapolítica, habrá posiblemente formas demejorar el funcionamiento de sus siste-mas de control, sobre todo en la medidaen que haya más ciudadanos cada vezmás conscientes del tremendo controlque pueden ejercer sobre estos sistemasmediante la combinación de sus decisio-nes; pero hay que estar muy cegado poralgunas ideologías para negar que unaparte notable de la población ha visto in-crementado su bienestar, sobre todo enel último siglo, gracias al desarrollo de laciencia, la tecnología, la economía demercado y la política democrática, aun-que esta mejoría no se haya extendido,lamentablemente, a otra parte de la po-blación todavía mayor, y a pesar de quela eficacia de la ciencia y la tecnología, eincluso de la democracia, se hayan mani-festado muchas veces bajo formas terri-blemente crueles.

Lo más interesante del positivismoes, por lo tanto, su reconocimiento de

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que la validez de las hipótesis científicasse fundamenta (cuando existe) en la de-mostración empírica de que la realidad escomo efectivamente debería ser si esas hi-pótesis fueran correctas; y asímismo su re-conocimiento de que tanto aquella “de-mostración empírica” como la prueba dela conexión lógica que existe entre cadaconjunto de hipótesis y sus prediccionessólo pueden llevarse a cabo mediante losprocedimientos que estaban al alcance denuestro sentido común desde la época delas cavernas: el razonamiento lógico y larepetición cuidadosa de las experiencias.Pero estos procedimientos son aplicadospor la ciencia con la mayor intensidadposible, con la mayor discusión intersub-jetiva posible, y liberados de aquellas cor-tapisas culturales e institucionales que enotras épocas los limitaban.

3. Positivismo reflexivo.En esta última sección expondré, bienque con poco detalle, las principales razo-nes por las cuales el positivismo supera lascríticas indicadas; aunque, más que ne-gando la validez de dichas críticas, lo harémostrando que los elementos razonablesque ellas contienen son en realidad conse-cuencias de los propios planteamientospositivistas, lo cual hace del nuestro un“positivismo reflexivo”. Esto nos obliga aasumir que, ya que la ciencia es el métodomás eficaz de búsqueda de conocimien-tos, deben tenerse en cuenta los propiosresultados de la ciencia para entender có-mo y en qué medida ella misma funciona(tal es la posición que se conoce como“naturalismo científico”); y también aaceptar que, aunque la ciencia sea más efi-caz -desde el punto de vista cognitivo-que cualquier otro método, no se sigue deahí que vaya a ser muy eficaz en todos losterrenos (lo cual distingue nuestra posturadel “cientificismo”).

• Pues bien, con respecto a la primeracrítica indicada (la no neutralidad de losdatos empíricos), las investigaciones sobrenuestras capacidades cognitivas parecendejar claro que, en general, la percepciónfunciona de manera eficacísima dentro desus límites naturales, de manera que hayal menos ciertos tipos de datos sobre losque cualesquiera seres humanos con capa-cidades sensoriales normales estarán de

acuerdo necesariamente.2 Los desacuer-dos sobre la interpretación de los datosno se refieren, pues, a que distintoscientíficos perciban las cosas de maneradistinta, sino a que utilizan hipótesis di-ferentes mediante las que interpretaresos datos. Lo que el positivismo de-manda es, simplemente, que estas hipó-tesis sean ellas mismas sometidas a con-trastación empírica. Esta demanda nosiempre se consigue satisfacer, pero laexistencia de innumerables procedi-

mientos experimentales estandarizadosda fe de que muchas veces sí consiguecumplirse. La tesis “reflexiva” del positi-vismo respecto a esta cuestión será, portanto, que cuando varias teorías entranen conflicto, es recomendable buscar unterritorio empírico neutral; la base em-pírica dada por nuestras capacidadessensoriales es sólo el límite al que sepuede llegar en esa búsqueda, aunqueen muchas controversias científicas seráposible encontrar un terreno neutralmucho antes de alcanzar dicho límite, y,en cambio, en otras muchas no se con-seguirá determinar suficientemente quéinterpretación de los datos empíricos es

la más correcta.

• La segunda crítica tiene una respuestaparecida: la formalización de las teoríasno es una conditio sine qua non para ga-rantizar la objetividad de la ciencia sinoun ideal que que conviene perseguircuando existe alguna controversia teóri-ca. La misma lógica contemporáneamuestra que existen límites para la po-tencia demostrativa de cualquier sistemaaxiomático con el que pueda formalizar-se al menos la aritmética elemental (este

es el conocido teorema de Gödel), peroesos límites dejan también un amplísimomargen para la producción de argumen-tos objetivamente válidos. Por otro lado,el que los conceptos y las hipótesis ten-gan significados flexibles sólo demuestraque pueden ser modelados con cierta li-bertad (no son tanto de piedra como dearcilla), de manera que los científicostienen siempre la opción de darles unaforma más precisa en vez de una más di-fusa: cuanto más claramente esté delimi-tado lo que pretendemos afirmar con unconcepto o una teoría, tanto más fácilserá su crítica intersubjetiva. La axioma-tización lógica de las teorías es, de nue-

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2 Este punto es convincentemente defendido porAnna Estany en su reciente artículo “The Thesis ofTheory-Laden Observation in the Light of CognitivePsychology”, Philosophy of Science, 68 (junio 2001).

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vo, el límite de ese proceso de clarifica-ción y discusión objetiva (y el continuodesarrollo de nuevas técnicas lógico-ma-temáticas, incluida la informática, per-mite cada vez más posibilidades en estesentido) pero para llegar a un acuerdointersubjetivo, a menudo será suficientecon una formalización menos exigente, ya veces incluso sin ninguna formaliza-ción, sino empleando tan solo principiosclaramente definidos en el lenguaje coti-diano; y también como en el caso ante-rior, a veces ni siquiera una formaliza-ción estricta permitirá determinar unasola respuesta correcta.

• Con respecto a la tercera crítica (la fal-ta de atención del positivismo a los as-pectos sociales de la investigación cientí-fica), hemos de recordar que, tal comohemos visto, la cuestión fundamentalpara el positivismo sería precisamente lade cómo debe organizarse socialmente lainvestigación para garantizar que sus re-sultados tuvieran la máxima credibilidadposible. Los viejos positivistas parecíandefender ingenuamente que para ellobastaba con ordenar la práctica científicasegún unas reglas metodológicas bienfundadas, y que la propia honestidad delos científicos garantizaría que estas re-glas iban a ser cumplidas. La cosa, empe-ro, no está tan clara, pero esto sólo signi-fica que es necesario estudiar con rigorlas estructuras sociales de la ciencia; sidicho estudio llega a la conclusión deque estas estructuras son bastante efica-ces en la producción de conocimientosobjetivos, la tercera crítica carecerá defundamento; y si no es así, el desafío pa-ra el positivismo será más bien el de uti-lizar las mejores herramientas científicasdisponibles (por ejemplo, la disciplinaeconómica conocida como “diseño demecanismos”), junto con una buena do-sis de sentido común, para proponer unareforma de aquellas instituciones científi-cas cuyo funcionamiento sea cognitiva-mente ineficaz.3 En este sentido, la res-puesta es similar a la de las dos críticasanteriores: los propios resultados de laciencia (entonces en ciencias cognitivas,lógica y matemáticas, ahora en sociolo-gía y economía) pueden servir para en-contrar las bases más sólidas a nuestroalcance desde las que llevar a cabo una

discusión objetiva de las teorías, aunqueesa base no pueda ser nunca totalmentesólida. No otra cosa era, al fin y al cabo,lo que mantenían algunos neopositivis-tas, sobre todo Otto Neurath.4

• La cuarta crítica es seguramente la máspopular, especialmente fuera del ámbitode la filosofía académica. En definitiva, lacrítica consiste en la postura del perplejociudadano que no acierta a ver con clari-dad en qué se beneficia él de tan cuantio-sas inversiones en investigación científicay tecnológica, y que sospecha razonable-mente que, aunque el conocimientootorgue poder, es más probable que él sehalle entre las víctimas de ese poder queentre los beneficiarios. La respuesta a estacrítica debe partir del hecho indudablede que el conocimiento proporciona po-der, pero esto puede hacerlo por dos ra-zones diferentes: en primer lugar, quienconoce realmente mejor la manera comolas cosas van a ocurrir, puede aprovecharese conocimiento para dominarlas y do-minar con ello a otras personas; en se-gundo lugar, quien consigue convencer alos demás de que posee mejores conoci-mientos, aunque no los posea de hecho,puede obtener también un cierto controlsobre los convencidos (aunque no sobrelas cosas que afirma conocer). Muchasformas de poder existentes a lo largo dela historia han sido de este segundo tipo:por ejemplo, la gente obedecía a la Iglesiaporque aceptaban que ella tenía las llavesde la condenación y de la salvación. Perola ciencia otorga poder fundamentalmen-te por la primera razón: algunos laborato-rios farmacéuticos ganan fortunas porquemuchas de sus medicinas curan efectiva-mente, y algunas empresas de comunica-ciones consiguen un cierto control sobrela opinión pública porque los satélites ar-tificiales transmiten sus programas efecti-vamente. En realidad, si la acumulaciónde poder técnico en algunas manos no lesha conferido automáticamente un poderpolítico ilimitado, es porque otras manos,con intereses diferentes, también hanconseguido incrementar su poder técni-co, y no está siempre claro quién ha lo-grado más.

Así pues, aquellos que se plantean laimportantísima cuestión de por qué la

ciencia beneficia más a unos que otrosno deberían negar la legitimidad de estaotra pregunta: la de por qué la cienciaproporciona un poder tecnológico tanimpresionante. La respuesta del positi-vismo la hemos visto ya: la ciencia loconsigue extendiendo la práctica del mé-todo experimental y del razonamientológico más allá de los ámbitos tradicio-nales de estos métodos. A la primeracuestión puede intentar dársele tambiénuna respuesta “científica”, de nuevo através de la investigación social y econó-mica, pero lo más interesante será sinduda la respuesta “política”: cómo hacerpara que la ciencia beneficie lo máximoposible al mayor número posible de per-sonas. Pienso que sólo algunos místicoscreerán sinceramente que la situación delos pobres del mundo mejoraría si la in-vestigación científica y sus métodos fue-ran abandonados del todo. En cambio,pienso que si los ciudadanos de los paí-ses ricos nos empeñásemos en que nues-tros gobiernos y nuestras empresas cam-biaran el rumbo de sus respectivas políti-cas (por ejemplo, exigiéndoles que noscobren unos altos impuestos para finan-ciar investigaciones sanitarias útiles paralos países pobres, o negándonos a com-prar los productos de las empresas queexplotan a los ciudadanos de esos paí-ses), podríamos obtener resultados polí-ticos mucho mejores precisamente gra-cias a la ciencia.

Por otro lado, el hecho de que mu-chas decisiones políticamente relevantesse dejen en mano de “expertos científi-cos” puede conducir a problemas quecualquier positivista sensato admitirá.Por ejemplo, quienes emplean a esos “ex-pertos” para persuadir al gobierno o a laopinión pública (sean las empresas taba-queras o las organizaciones ecologistas),necesitan que los científicos sean habi-tualmente creíbles, pues si no, ¿para quécontratarlos, si nadie les va a creer? Denuevo llegamos al problema de cómo or-ganizar la investigación para que sus re-sultados tengan la máxima credibilidadposible. Por otro lado, lo que se critica aestos “expertos” es, en general, que enfo-can de manera sesgada los problemas yque proponen soluciones tendenciosas.La respuesta obvia de un positivista esque en tales casos los científicos no ha-brán seguido un método cognitivamenteeficaz, pues deberían haber tenido encuenta los datos y las ideas que puedenproporcionar las otras partes en conflic-to. Al fin y al cabo, ¿no se está presupo-niendo que es preferible ser objetivo e

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3 Algunos pasos preliminares en esta direcciónlos he intentado dar en mi artículo “Scientific Infe-rence and the Pursuit of Fame: A Contractarian Ap-proach”, Philosophy of Science, 69 (junio 2002).

4 El libro de Nancy Cartwright, Jordi Cat, LolaFleck y Thomas Uebel, Otto Neurath: Philosophy bet-ween Science and Politics, (Cambridge, CambridgeUniversity Press, 1996), ilustra las ideas nada simplis-tas que defendía este autor, y la actualidad de muchosdebates internos del Círculo de Viena.

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imparcial cuando se critica a los “exper-tos” por no serlo en grado suficiente-mente y cuando se asegura que los pro-blemas deberían resolverse intentandomanejar, entre otras cosas, los mejoresconocimientos posibles? Un cauto posi-tivista añadiría, además, que en muchasocasiones los “expertos” lo son en cues-tiones de las que en realidad no se poseecasi ningún conocimiento verdadera-mente objetivo, sino simples opiniones yvisiones interesadas, adornadas con unaretórica más o menos cientificista; estoocurre para la mayoría de los llamados“problemas sociales”, como -pongamos-el urbanismo, la educación, la políticafiscal y otros tipos de delincuencia, perotambién para muchísimas aplicacionesprácticas de la tecnología y de las cien-cias naturales. En estos casos, el positi-vismo no debería utilizarse para dar co-bertura retórica a los argumentos deunos y otros sino más bien para denun-ciar el carácter casi exclusivamente ideo-lógico de tales debates y para mostrarcon claridad lo poquísimo que realmentesabemos precisamente sobre los temasque más nos interesan.

• Finalmente, es la quinta crítica la quemás ha contribuido a que la popularidaddel positivismo sea tan exigua, pues lomuestra como una concepción radical-mente antihumanista. Como queda claropor nuestro título, creo que debemos opo-nernos radicalmente a tan desatinada con-clusión. El positivismo afirma que las ex-periencias y los razonamientos intersubjeti-vos son las únicas guías que poseemos paragarantizar la validez epistémica de nuestrasopiniones (y esto sólo en los casos en losque tales métodos consiguen funcionar demanera mínimamente satisfactoria), perono niega en modo alguno que otros aspec-tos y valores de la vida humana sean tanimportantes como ese tipo de validez. Másbien al contrario: la razón fundamental porla que deseamos tener creencias objetiva-mente verdaderas (sobre todo respecto a lapredicción de los acontecimientos quepuedan afectarnos en el futuro) es, obvia-mente, porque valoramos ciertas cosas yporque el conocimiento objetivo es un me-dio eficaz para conseguir muchas de ellas.Un mundo de seres fríos, robotizados, quesólo poseyeran la capacidad de observar,calcular y predecir, pero no las de amar,odiar, imaginar, desear, temer o entusias-marse, no sería un mundo en el que a na-die le interesase hacer observaciones, pre-dicciones o cálculos: el positivismo sólomuestra su profundo sentido dentro un uni-

verso infestado de valores “no científicos”.Es obvio que acerca de todos estos

valores también podemos razonar, imagi-nar, discutir y negociar: casi no hacemosotra cosa a lo largo de nuestra vida. Peroel mensaje del positivismo es que, pormuy importantes que sean para nosotroslas actitudes y opiniones que resultan deeste comercio cotidiano con los demás(¡y lo son!), y por muy enraizados queestén ciertos valores y creencias en lomás hondo de nuestro ser, nada garanti-za que podamos tomar todo ello como ver-dades objetivas, como efectivamente pue-den serlo la tabla de multiplicar, las leyesde Mendel, las ecuaciones del campoelectromagnético o la tabla periódica delos elementos. De hecho, sólo hemosconseguido obtener conocimientos razo-nablemente válidos sobre ciertos temascuando hemos renunciado a que nues-tras opiniones sobre ellos dependan desu coherencia con nuestro hirviente ima-ginario místico-social, y hemos acepta-do, en cambio, el tribunal de la razón yla experiencia como instancia suprema.Las historias en las que predomina de unmodo u otro este hervidero de creenciasy valores son, por supuesto, las que mássiguen interesándonos, pero esto no debellevarnos a la conclusión de que tales his-torias (o “relatos”, o “mitos”, como algu-nos filósofos prefieren llamarlos) sean al-go más que eso. Los viejos positivistassoñaron con que, si no eliminar taleshistorias, tal vez sí que podríamos susti-tuirlas o refinarlas mediante ideas pro-piamente científicas (como la sociologíay la “religión de la humanidad”, en el ca-so de Comte, o la psicología y la sociolo-gía “fisicalistas” del Círculo de Viena).Tras varias décadas de intentos más omenos vanos en este sentido, me pareceen cambio más razonable la conclusiónde que todos aquellos aspectos de la rea-lidad de los que esas historias formanparte constitutiva (es decir, las estructu-ras e ideologías sociales, las creencias éti-cas y religiosas, la economía, las artes, et-cétera) están demasiado entretejidos conellas como para que podamos alcanzarun conocimiento “científico” sobre esostemas como el que poseemos en la elec-trónica, la química o la biología.

De todas formas, en vez de “eliminarla metafísica” y de sustituir las Geisteswis-senschaften por puritanos estudios queimiten el método de las ciencias experi-mentales, lo que sugiere nuestro positi-vismo reflexivo es que sigamos disfrutan-do con la creación y discusión de teoríasespeculativas sobre estos temas sociales,

éticos y culturales, a sabiendas de que enla inmensa mayoría de los casos, debere-mos tomar dichas teorías como purasobras de arte. Eso sí, como en el resto delas artes, es lógico esperar que en las“ciencias humanas” las obras maestras se-an relativamente escasas; pero incluso laspiezas más extraordinarias deberán indi-car en su etiqueta que, aunque uno dis-frute leyéndolas y perciba las cosas conotro colorido tras hacerlo, hay poca cosaen ellas que sugiera razonablemente quelo que dicen sea verdad, al menos cuan-do pretenden ir un paso más lejos que elsentido común. El auténtico valor de es-tas obras es, más bien, su irreductibledisparidad y subjetividad, su irremedia-ble no llegar a ninguna parte después demiles de argumentos. Esto hace de ellasla imagen misma de nuestra propia vida,de esta vida que la actitud positivista haenriquecido de otra manera al ayudarnosa alcanzar, en no desdeñable medida, co-nocimientos plenamente objetivos sobreotros temas menos transcendentes. n

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omo es bien sabido, la fa-mosa obra de Rawls Teoríade la justicia1 ha reavivado

de forma espectacular el interéspor la filosofía política y animadoa muchos filósofos, economistas,juristas y politólogos a escribirsobre esta materia. Se han vendi-do en torno a 250.000 ejempla-res del libro en su versión inglesa,está traducido a dos docenas deidiomas, se ha convertido en lec-tura obligada en las universidadesnorteamericanas y europeas y esfuente de inspiración para mu-chos en América Latina, China yJapón. Se trata de un auténticoclásico, que seguramente será le-ído y utilizado en clase durantemuchas décadas futuras. Podríaextenderme sobre estas cuestio-nes, pero aquí me centraré en lavida y la personalidad de JohnRawls (1921-2002), en cuantopersona cuya obra ha tenido unimpacto muy profundo y de al-cance mundial.

Inmediatamente llama laatención la extraordinaria inte-gridad moral e intelectual deRawls. A lo largo de muchosaños desarrolló un conocimientoexhaustivo y minucioso de la po-lítica moral y de la filosofía a tra-vés –sobre todo– del estudio desus principales fuentes primarias,así como de gran parte de la lite-ratura secundaria. Lector crítico yatento, retiene sinopsis clara-mente estructuradas de los textosque estudia, de sus distintos pun-tos fuertes y de sus debilidades.Las obras de Rawls demuestransobradamente que como escritor

es igualmente preciso y meticu-loso. Elige con sumo cuidado lostérminos, cuida la formulación yse preocupa por exponer sus pen-samientos con claridad; con fre-cuencia produce varias versionesde un texto, que reelabora a fon-do durante meses o incluso añosantes de autorizar su publicación.En sus conferencias se apreciabael mismo esmero: siempre sober-biamente hiladas, su riqueza ydensidad hacía difícil absorber-las completamente, incluso si seprestaba la máxima atención.

Los extraordinarios logros deRawls, tanto como investigador,escritor y profesor, se deben auna variedad de factores. Poseíagrandes dotes y virtudes intelec-tuales: una inmensa capacidad dereflexión sistemática, una me-moria excelente, curiosidad na-tural y amor por los libros, y unaactitud crítica hacia su propiaobra que generaba una fructíferainsatisfacción que le condujo acontinuar su desarrollo. Siemprese sintió en la obligación de con-tribuir a la vida intelectual de susalumnos y colegas, de la univer-sidad y de la sociedad. Además,Rawls concentró su capacidad ysu trabajo en dos cuestiones querevestían para él gran importan-cia personal y moral: ¿cómo pue-de un orden institucional ser jus-to y la vida de un ser humanoser valiosa? Investigó sobre estaspreguntas en el campo de la éticay la filosofía política, pero tam-bién fue más allá de sus confinestradicionales, adentrándose en lateoría económica y el estudio delas instituciones y de la historiapolítica de EE UU (en especial,su Constitución y las resolucio-nes importantes del Tribunal Su-premo). La profunda aspiraciónde responder a esas cuestiones,

tan visible en sus escritos, sus-tentó a Rawls durante toda unavida de arduo trabajo.

Su dedicación a este impor-tante objetivo intelectual y mo-ral reforzaba también esa mo-destia característica de Rawls yque impresionó a tantos. Natu-ralmente, no desconocía su pro-pia reputación profesional y esseguro que se alegraría de quesu labor haya resultado ser tanfértil. Pero siempre juzgó suobra en relación con el objetivoal que ha dedicado su vida. Yese objetivo supone, desde lue-go, una lección de humildad.

Familia y escuelaJohn (Jack) Brodley Rawls naceel 21 de febrero de 1921 en Bal-timore, segundo de los cinco hi-jos de William Lee (1883-1946)y Anna Abell Rawls (de apellidode soltera Stump, 1892-1954).Sus abuelos maternos proveníande familias acomodadas residen-tes en el elegante GreenspringValley (inmortalizado en la pelí-cula Diner, Barry Levinson1982). Ambos habían heredadocierta riqueza que consistía sobretodo en valores en cartera decarbón y petróleo de Pensilva-nia. Sin embargo, el abuelo, Ale-xander Hamilton Stump, per-dió la mayor parte de la heren-cia, y acabaron divorciándose.Tuvieron cuatro hijas, una de lascuales se casó con un hombreapellidado Rawls.

La familia Rawls proviene delSur, donde ese apellido siguesiendo bastante frecuente. Elabuelo paterno de Rawls, Wi-lliam Stowe Rawls, era banqueroen Greenville, una pequeña ciu-dad de Carolina del Norte. En1896 se mudó con su familia aBaltimore. Como padecía tuber-

culosis, quería vivir cerca del hos-pital de la Universidad JohnsHopkins. Algunos años más tar-de, también el padre de Rawlscontrajo tuberculosis y su saludcontinuó siendo delicada duran-te toda su vida. Nunca fue a launiversidad y empezó a trabajarde bastante joven como mensa-jero para un despacho de aboga-dos. Esto le brindó la oportuni-dad de hacer uso por las nochesde los libros de Derecho del bu-fete. Se formó en Derecho comoautodidacta e incluso llegó aaprobar el examen del colegio deabogados sin haber recibido unaeducación formal. Se convirtióen un abogado respetado y deéxito, especializado en DerechoCorporativo, y trabajó en el bu-fete Marbury (uno de los mejoresde Baltimore), el origen de cuyafama se remontaba al importan-te caso Marbury contra Madison,en 1803. En los primeros añostras su ingreso en el colegio deabogados dio ocasionalmenteclases de Derecho en la Universi-dad de Baltimore.

Ambos padres de Jack sentíanun vivo interés por la política. Supadre fue partidario de Woo-drow Wilson y de la Liga de lasNaciones, así como amigo ínti-mo y asesor oficioso de AlbertRitchie, el gobernador demócra-ta de Maryland. Ritchie llegó apedirle que se presentara a laselecciones al Senado –propuestaque declinó por razones de sa-lud–. También fue firme parti-dario del New Deal, pero perdióel respeto por Franklin D. Roo-sevelt abruptamente con motivode la Court Packing Crisis en1937, crisis con el Tribunal Su-premo provocada por el intentode Roosevelt de romper la resis-tencia del Tribunal a la legisla-

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B I O G R A F Í A

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1 John Rawls, Teoría de la justicia,Fondo de Cultura Económica, Madrid,1997 [1979], traducción de María Dolo-res González.

C

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ción del New Deal mediante elaumento del número de susmiembros en seis nuevos jueces,nombrados por él. La madre deJack –una mujer muy inteligenteque destacaba jugando al bridgey como pintora de retratos– du-rante un tiempo fue presidentade la agrupación de Baltimore dela recientemente creada Leagueof Women Voters (Liga de Mu-jeres Votantes). En 1940 trabajóen la campaña de Wendell Will-kie, quien había abandonado elpartido demócrata para presen-tarse en el partido republicanocontra Roosevelt. Si la relaciónde Jack con su padre, a quien re-cuerda como alguien un tantofrío y desapegado de su familia,fue más bien distante, se sentíamuy cercano a su madre, y atri-buye el interés –conservado a lolargo de toda su vida– por laigualdad de las mujeres a su in-fluencia (así como a la de su es-posa e hijas).

El suceso más importante enla infancia de Jack fue la pérdidade dos de sus hermanos menores,que murieron de enfermedadesque él les había contagiado. Elprimer incidente ocurrió en1928, cuando Jack cayó grave-mente enfermo. A pesar de queRobert Lee (Bobby), que conta-ba 21 meses menos que Jack, ha-bía sido advertido seriamente deque no entrara en la habitaciónde Jack, lo hizo alguna que otravez para hacerle compañía. Pron-to ambos niños estuvieron en ca-ma y con fiebre alta. El médico,un familiar, inicialmente se equi-vocó de diagnóstico y pasó mu-cho tiempo antes de que se des-cubriera que padecían difteria. Eldiagnóstico correcto y la antito-xina llegaron demasiado tardepara salvar a Bobby. Su muerte

supuso un duro golpe para Jack yes posible que (como creía sumadre) originara su tartamudeoque desde entonces y para siem-pre le supuso un importante im-pedimento si bien fue remitiendogradualmente.

Jack se recuperó de la difteria,pero al invierno siguiente enfer-mó gravemente de neumonía,de la que pronto se contagió suhermano Thomas Hamilton(Tommy, nacido en septiembrede 1927). Se repitió la tragediadel año anterior. Mientras queJack se recuperaba poco a poco,su hermano pequeño moría enfebrero de 1929.

El hermano mayor de Jack,William Stowe (Bill), era casi seisaños mayor que él y Jack le siguióen su camino a través de varioscolegios hasta la Universidad dePrinceton. Bill era bastante másgrande y fuerte que Jack y desta-caba en el rugby, la lucha libre y

el tenis. Jack intentó seguir suejemplo en los deportes perotambién desarrolló inquietudesintelectuales propias, interesán-dose por las biografías de cientí-ficos famosos y por la química. Aesto último le aficionó un padri-no que era químico. De niño,poseía un juego para hacer expe-rimentos químicos y, con ayudade sustancias adicionales propor-cionadas por su tío producía to-do tipo de olores y explosiones,con preferencia después de la es-cuela dominical.

Los hermanos comenzaronasistiendo al colegio privado Cal-vert, donde Jack pasó un año deescuela infantil y completó sueducación primaria (1927-1933). El colegio era mixto, peroen los últimos tres cursos niños yniñas estaban en clases separadas.Se fomentaba el hablar en públi-co y las actuaciones teatrales, yJack se dio cuenta con cierta ale-

gría de que superaba su tartamu-deo cuando hablaba en verso.(En la representación del Gui-llermo Tell de Schiller se confun-dió y anunció al divertido públi-co que “la manzana había parti-do la flecha en dos”). Sumagnífico expediente hizo quefuera elegido como representan-te de su curso para pronunciar eldiscurso de despedida del cole-gio. Su rendimiento y su pun-tuación en un temprano test deinteligencia también impresiona-ron a su maestro, John Webster,quien especialmente apoyó y ani-mó al chico y siguió dándole cla-ses particulares hasta mucho des-pués de que hubiera dejado Cal-vert para asistir al instituto deRoland Park. Jack fue enviado aeste colegio público durante dosaños (1933-1935) porque su pa-dre era entonces el presidente(honorario) del Consejo EscolarMunicipal de Baltimore y queríaexpresar su apoyo al sistema deescuelas públicas. Al final delmandato de su padre, Jack –co-mo era habitual entre las clasesacomodadas de Baltimore– fueenviado a un internado privado,donde completó los últimos cua-tro años de formación escolar.

Durante su infancia, el traba-jo de su madre en favor de losderechos de las mujeres cautivó elsentido de justicia de Jack. Tam-bién comenzó a reflexionar so-bre cuestiones de raza y clase. Yaentonces Baltimore tenía una nu-trida población negra (aproxi-madamente un 40%) y Jackpronto se dio cuenta de que losnegros vivían en circunstanciasbien distintas y los niños negrosasistían a colegios aparte. Recor-daba vivamente cómo a su madreno le gustó que se hiciera amigode un chico negro, Ernest, y has-

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ta le visitara en su casa, pequeñay situada en un callejón, una mo-rada típica de la población negrade Baltimore de aquel entonces.

Para escapar de los sofocantesy húmedos veranos de Baltimore,la familia Rawls pasaba las vaca-ciones en Maine, en su casa cer-cana a Blue Hill (que ofrecía unahermosa vista del monte Desert yde la bahía). También poseían unbarco de motor que utilizabanpara visitar las cercanas islas. Fueallí donde Jack entró en contactocon los blancos pobres, los lla-mados “nativos”, algunos de loscuales trabajaban como guardasde la residencia de verano. Teníaalgunos compañeros de juegosentre ellos y se dio cuenta de quesus oportunidades de recibir unaeducación y sus expectativas vi-tales en su diminuto y empobre-cido pueblo eran muy inferioresa las suyas. Estas impresiones desu infancia dejaron en él unahuella imborrable, despertandosu sentido de la justicia, perotambién ahondando un senti-miento que no le abandonaríanunca: el de ser terriblementeafortunado. Había sobrevivido aenfermedades que habían mata-do a dos de sus hermanos y dis-frutado de grandes privilegios in-merecidos, de riqueza y de unaeducación. Más tarde consiguiópasar la guerra sin un rasguño ytambién fue bastante afortuna-do en su vida profesional.

El internado en el que estuvoJack de 1935 a 1939, como hi-ciera su hermano seis años antes,era la Kent School en Connecti-cut Oeste, una escuela de niñosestrictamente religiosa dentro dela tradición episcopal y dirigidapor un monje de la orden de laSanta Cruz, con sede central enPoughkeepsie. El director era unhombre severo y dogmático quedejaba poca libertad a profesoresy alumnos. Salvo en vacaciones, alos alumnos no les estaba permi-tido, por ejemplo, abandonar elrecinto del colegio, y no podíanvisitar el cercano pueblo ni ir alcine. Todos los alumnos teníanque realizar labores domésticasdurante más o menos una horadiaria y asistir a los servicios reli-giosos, una vez en los días de dia-

rio, y en domingo, dos. En el te-rreno intelectual, la escuela enaquel entonces no tenía muchoque ofrecer, así que no sorprendeque Rawls recordara aquella cépoca como triste y estéril.

Universidad y guerraUna vez finalizados sus estudiosen el internado, Rawls –comoantes de él su hermano Bill y des-pués el más pequeño de sus her-manos, Richard Howland(1933-1967)– fue admitido enla Universidad de Princeton co-mo miembro de la promociónde 1943, integrada por unos 630jóvenes. Entonces rara vez se re-chazaba una solicitud de admi-sión, así que entrar era fácil paraaquellos cuyos padres, como losde Rawls, pudieran pagar los cos-tes. Para los menos pudientes, lascosas eran muy distintas: las be-cas eran bastante escasas y gene-ralmente se concedían a atletas,que se necesitaban para las com-peticiones entre universidades.

El comienzo de su primer se-mestre en Princeton coincidiócon el ataque alemán a Polonia, yRawls recuerda que la mayoríade los estudiantes de su promo-ción asumieron que tendrían queluchar en la guerra. Gran partede la promoción se inscribió in-mediatamente en el Cuerpo deInstrucción para Oficiales de Re-serva (ROTC), asegurándose laoportunidad de una rápida ca-rrera como oficiales tras la gra-duación. Rawls no se apuntó, pe-ro la inminente guerra le impul-só a informarse sobre la PrimeraGuerra Mundial en la bibliotecade la Universidad. Aunque na-die deseaba una guerra, en el en-torno de Rawls (tanto en su casacomo en Princeton) se coincidíaen que Estados Unidos debía de-fender a Gran Bretaña. En algu-nos círculos existía una oposiciónaislacionista (“América prime-ro”), pero no era el caso en la fa-milia de Rawls, ni entre sus ami-gos y conocidos.

En su primer año en Prince-ton, Rawls trató de imitar el bri-llante ejemplo que como atletale ofrecía su hermano Bill, quehabía sido miembro del equipouniversitario en tres deportes

(rugby, lucha libre y tenis) y ca-pitán del equipo de tenis. Y enefecto, fue admitido en el equipode rugby de alumnos de prime-ro. Pero la lucha libre resultó serun reto más duro. Rawls no eralo bastante bueno como paraafianzarse un puesto en la cate-goría de los pesos de hasta 83 ki-los, así que intentó competir enla categoría inferior (hasta 78 ki-los). Esto significaba, sin embar-go, que antes de cada competi-ción debía perder bastante peso,lo cual le debilitaba a la hora decompetir. Sin haber tenido mu-cho éxito y sintiendo cada vezmás aversión hacia los deportesde competición individual,Rawls dejó el equipo antes delfinal de la temporada. Tambiéndejó el rugby tras el primer año.Pero siguió jugando al béisbol,aunque sin pertenecer a ningúnequipo oficial.

En Princeton estaban prohi-bidos los clubes de estudiantes, yla vida social giraba en torno a losclubes gastronómicos, formadospor estudiantes de tercer y cuar-to curso. Se podía solicitar la ad-misión (los miembros eran elegi-dos mediante un procedimientode “escaramuzas”) a finales delsegundo curso y, si eran acepta-dos, los miembros podían comersiempre en el club y pasar allí lastardes charlando o jugando al bi-llar. Los clubes también organi-

zaban fiestas, especialmente enlos fines de semana en que se per-mitía a los invitados pasar la no-che en el campus. Entonces to-dos los clubes celebraban unafiesta simultáneamente y estoatraía a muchas jóvenes, tanto delos alrededores como de más le-jos. Sin embargo, se vigilaba es-trechamente el decoro. No sepermitía a las mujeres pasar lanoche en los clubes gastronómi-cos y tenían que terminar sus vi-sitas a los colegios mayores a lassiete de la tarde. Todo contactosexual estaba estrictamenteprohibido y quien resultara cul-pable de él, o meramente de estarcasado, era expulsado de la uni-versidad de forma sumaria. Si-guiendo una vez más los pasosde su hermano, Rawls fue admi-tido en el prestigioso Ivy Club,que tradicionalmente prefería alos estudiantes de Baltimore.

Al principio, Rawls no estabaseguro de qué carrera elegir. Pro-bó con la química, las matemáti-cas e incluso la historia del arte,pero al encontrarse a sí mismopoco interesado y poco dotadopara estas materias, acabó estu-diando filosofía. Con esta elec-ción no siguió los pasos de suhermano Bill, que estudió Dere-cho en Harvard y más tarde ejer-ció como abogado en Filadelfia.Los primeros profesores de filo-sofía de Rawls fueron Walter T.Stace, David Bowers y NormanMalcolm. En el segundo año,Rawls asistió a un curso sobre fi-losofía moral con el utilitaristaStance, en el que estudiaron laFundamentación de la metafísicade las costumbres, de Kant; Utili-tarismo, de John Stuart Mill, y laobra del propio Stance, The Con-cept of Morals (1937). Bowers(que murió trágicamente duran-te la guerra cuando trataba de su-bir a un tren en marcha) dabaclase sobre Kant. Sin embargo,fue Malcolm –apenas unos diezaños mayor que él– quien ejerciósobre Rawls la influencia más im-portante.

Tras un periodo de estudiosen Cambridge, Inglaterra, dondehabía trabajado con Wittgens-tein, Malcolm regresó a Harvardpara terminar su tesis bajo la di-

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rección de C. I. Lewis. Gracias auna encarecida recomendaciónde Lewis, ya le habían ofrecidoun puesto en Princeton. Sin em-bargo, Lewis acabó arrepentidode aquella recomendación. Larazón era la actitud que Malcolmmostraba hacia la fenomenologíaque, promovida y defendida porLewis, dominaba entonces laepistemología norteamericana.Influido por Wittgenstein, Mal-colm había acabado por dese-char este enfoque, como se hizodolorosamente patente durantela defensa de su tesis. Bastanteenfadado, Lewis retiró de mane-ra fulminante su recomenda-ción, pero el departamento defilosofía de Princeton se sintiócomprometido con Malcolm ymantuvo su oferta, permitiendoasí que se convirtiera en el pro-fesor más importante para Rawlsen la primera fase de sus estu-dios universitarios.

El primer encuentro entreambos resultó desagradable, almenos para Rawls. En otoño de1941, Rawls entregó a Malcolmun trabajo de filosofía que creíabastante bueno. Pero Malcolmlo sometió a una dura crítica ypidió a Rawls que “se lo llevara”y que “reflexionase sobre lo queestaba haciendo”. Aunque demomento le descorazonó, estafuerte crítica contribuyó a quepoco a poco el interés de Rawlspor la filosofía se fuera ahon-dando, y atribuye a Malcolm elmérito de haber ejercido, a travésde su ejemplo personal, una im-portante influencia sobre el de-sarrollo de su propia manera dehacer filosofía.

Durante el semestre de pri-mavera de 1942, Rawls se ma-triculó en otro de los cursos deMalcolm que versaba sobre el te-ma (en palabras de Rawls) casireligioso de la maldad humana,con textos de Platón, san Agus-tín, el obispo Butler, ReinholdNiebuhr y Philip Leon. No en-traba dentro de las asuntos filo-sóficos que habitualmente ocu-paban a Malcolm, y puede quesu interés por él hubiera sido ins-pirado por la guerra. CuandoRawls le habló de aquel cursomucho después, durante el man-

dato de Malcolm como presi-dente de la Asociación America-na de Filosofía (APA), no recor-daba en absoluto haberlo impar-tido. La ausencia de recuerdospudo deberse también a queMalcolm ingresó en la Marinaen abril y no terminó de impartirel curso. En cualquier caso, im-presionó mucho a Rawls y reavi-vó su interés por la religión du-rante los tres años siguientes. És-te fue el tema de su tesina ytambién dedicó su tesis doctorala cuestiones de evaluación del ca-rácter relacionadas con él.

Rawls obtuvo su licenciaturaun semestre antes de lo habitual,en enero de 1943, tras habercompletado un semestre extraor-dinario de verano en 1942, aña-dido con motivo de la guerra. Segraduó summa cum laude en fi-losofía, circunstancia que achaca(esto es casi típico) a su buenamemoria y a su hábito de tomarnotas precisas y detalladas. En fe-brero, Rawls se enroló en el ejér-cito y, tras una formación básicaen infantería, realizó un curso enel Cuerpo de Transmisiones. Fueenviado al Pacífico por dos años,donde sirvió en Nueva Guinea,las islas Filipinas y, finalmente,cuatro meses en las fuerzas deocupación en Japón. Durante es-te periodo, Rawls perteneció al128º regimiento de la 32ª divi-sión de infantería y sirvió tantoen la compañía del cuartel gene-ral del regimiento como en unaunidad de Información y Reco-nocimiento (I&R) que, en pelo-tones de siete u ocho hombres,exploraba las posiciones enemi-gas. No participó en muchoscombates, pero una vez escapópor los pelos de una emboscadagracias a que los japoneses dis-pararon demasiado pronto. Des-pués de renunciar, hacia el finalde la guerra, a la oportunidad deconvertirse en oficial –porque noquería permanecer más tiempodel necesario en lo que conside-raba una “institución deprimen-te”– Rawls abandonó el ejércitoen enero de 1946, estando aúnalistado. Como escribió en unbreve apunte biográfico (redac-tado con ocasión de una reuniónde la Kent School para celebrar

el 50º aniversario de su gradua-ción), veía su carrera en el ejér-cito como “de lo más mediocre”.Y desde luego puede parecerloen comparación con la de suhermano Bill, que se había alis-tado como voluntario de la Fuer-za Aérea incluso antes de PearlHarbor y había pilotado bom-barderos cuatrimotores Libera-tor, saliendo muchas veces enmisión de combate desde Italiahacia el sur de Alemania, Austriay Polonia.

A principios de 1946 Rawls,inició sus estudios de segundo ci-clo universitario en filosofía den-tro del programa para veteranosde guerra, matriculándose denuevo en la Universidad de Prin-ceton. Tres semestres más tardepasó un año becado en la Uni-versidad de Cornell, donde tantoMalcolm como Max Black esta-ban trabajando sobre Wittgens-tein. Al curso siguiente (1948-1949) estaba de vuelta en Prin-ceton, escribiendo su tesisdoctoral bajo la dirección deWalter Stace. Tras terminar suformación de filosofía en Dublín,Stace se había convertido en elalcalde de Colombo (capital deCeilán, hoy Sri Lanka), pero apesar de sus obligaciones oficialeshabía continuado sus estudios defilosofía, en especial sobre Ber-keley y Hegel, e incluso escritoun libro, The Theory of Knowled-ge and Existence (Oxford, 1932).La tesis de Rawls desarrolla unprocedimiento antifundaciona-lista –en cierto sentido similar asu posterior concepto de equili-brio reflexivo– para comprobar(y quizá corregir) nuestros jui-cios morales iniciales sobre casosconcretos a través del intento deexplicarlos todos sobre la basede un conjunto de principiosmorales. Su primera publica-ción, Esbozo de un procedimien-to de decisión para la Ética 2, re-sume parte de este trabajo. A fi-nales de 1948, mientras acababasu tesis, Rawls conoció a la quesería su mujer: Margaret (Mardy)

Warfield Fox (nacida en 1927),estudiante de cuarto curso en elPembroke College de la Univer-sidad de Brown. Se casaron enjunio de 1949 y pasaron el vera-no en Princeton, redactando elíndice de Nietzsche: Philosopher,Psychologist and Anti-Christ (Prin-ceton, 1950), de Walter ArnoldKaufmann, a cambio de la en-tonces regia suma de 500 dólares.

Mardy se sentía atraída sobretodo por el arte y la historia, quetambién interesaron a Rawls du-rante toda su vida, y asimismoempezó a desempeñar un papelcada vez más activo en la laborde su marido, ayudándole a leergaleradas, haciendo sugerenciasde estilo y preparando para laedición libros, artículos y po-nencias. También le convencióde la importancia de la igualdadde oportunidades para las muje-res. Cuando se casaron –se co-nocían desde hacía apenas seismeses– le contó que sus padressólo habían querido pagar unaeducación universitaria a sus doshermanos, y no a ella ni a suhermana menor. En vista deello, Mardy había solicitado yconseguido una beca y, con laayuda adicional del salario devarios trabajos, había logradopagarse la carrera. La joven pa-reja acordó que procuraría lasmismas oportunidades a sus hi-jas que a sus hijos. (Y así lo hi-cieron: los cuatro estudiaroncon el apoyo económico de suspadres, dos en la Universidad deMassachusetts en Amherst, y losotros dos en Reed College y enla Universidad de Boston).

Rawls había obtenido una be-ca para el curso 1949-1950, ypor tanto resultaba razonable quepermaneciera en Princeton co-mo estudiante un año más, a pe-sar de que su tesis estuviera enesencia terminada. Durante eseaño, trabajó sobre todo fuera deldepartamento de filosofía: en elsemestre de otoño participó enun seminario de Economía conJacob Viner, y en primavera, conAlpheus T. Mason en un semi-nario sobre la historia del pensa-miento político de Estados Uni-dos y el Derecho Constitucional,en el que el texto principal era

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2 En Justicia como equidad y otros ensa-yos, Tecnos, Madrid, 1986, traducción deJ.A. Rodilla.

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una antología editada por Ma-son: Free Government in The Ma-king: Readings in American Poli-tical Thought (Oxford, 1949). Enel transcurso de este seminario,Rawls estudió los conceptos dejusticia política más importantesarticulados a lo largo de la histo-ria de Estados Unidos e intentódesarrollarlos para que cada unode ellos conformara una concep-ción sistemática de justicia.

Carrera académicaDurante los dos años siguientes,Rawls impartió clases como pro-fesor auxiliar en el departamen-to de filosofía de Princeton.Eran los años de la era Mc-Carthy, de la que sin embargoPrinceton permaneció bastanteaislada. A pesar de sus obliga-ciones docentes, Rawls continuósus estudios fuera del campo dela filosofía. En otoño de 1950asistió a un seminario del (mástarde famoso) economista Wi-lliam J. Baumol, que se centrabaprincipalmente en Value andCapital, de J. R. Hicks, y Foun-dations of Economic Analysis, dePaul A. Samuelson. En la pri-mavera siguiente, estos debatestuvieron continuación en ungrupo de estudio extracurricu-lar. Rawls también estudió Ele-ments of Pure Economics, de Le-on Walras y Theory of Gamesand Economic Behaviour, deJohn von Neumann y OskarMorgenstern. En la misma épo-ca se hizo amigo de J. O. Urm-son, un filósofo de Oxford queestuvo de profesor invitado enPrinceton en 1950-1951. A tra-vés de Urmson tuvo noticia delinteresante desarrollo de la filo-sofía británica y sobre todo deOxford, que (con J. L. Austin,Gilbert Ryle, H. L. A. Hart,Isaiah Berlin, Stuart Hampshire,Peter Strawson , H. Paul Grice yR. M. Hare) estaba en una faseespecialmente creativa. Aconse-jado por Urmson, solicitó unabeca Fullbright y pasó el curso1952-1953 en Oxford comomiembro del claustro de Christ-church College.

En cuanto al desarrollo de sula filosofía, el año en Oxford fueel más importante para Rawls

desde 1941-1942 (su primer cur-so como estudiante de filosofíabajo la influencia de Malcolm).Gracias a Urmson conoció a losmás importantes filósofos de Ox-ford. Asistió a las clases de H. L.A. Hart, recién nombrado cate-drático, quien estaba explicandoalgunas de las ideas que más tar-de publicaría en The Concept ofLaw. Sobre todo, Rawls quedóimpresionado por un seminarioimpartido por Berlin y Hamps-hire, con la participación activade Hart, durante el invierno de1953, que se ocupó de Condor-cet, El contrato social, de Rou-sseau; Sobre la libertad, de JohnStuart Mill, Alexandr Herzen,G.E. Moore y dos ensayos deJohn Maynard Keynes. Rawlssiempre pensó en este seminariocomo un ejemplo a emular deexcelencia docente.

Durante esa época comenzó adesarrollar la idea de una justifi-cación de los principios moralesfundamentales a través de la re-ferencia a un procedimiento dedeliberación adecuadamenteconstruido. Creía que esta ideapodría haber sido inspirada porun ensayo de Frank Knight quemenciona la organización de unasituación comunicativa razona-ble3. La idea inicial de Rawls eraque los participantes debían re-flexionar con independenciaunos de otros y presentar sus pro-puestas de principios morales aun árbitro. Este proceso debíacontinuar hasta que se alcanzaseun acuerdo. Al igual que en ver-siones posteriores de la posiciónoriginaria, Rawls esperaba poderderivar, si especificaba una justi-ficación exacta y elaborada de lasituación inicial y de sus normas,resultados sustanciales a través dela hipótesis, esto es, sin tener queimplementar el procedimientocon participantes reales.

A su regreso de Oxford(1953), Rawls aceptó un puestode profesor ayudante en la Uni-versidad de Cornell, donde fue

promovido a profesor titular nu-merario en 1956. En los añoscincuenta, Cornell tenía un de-partamento de Filosofía bastanteatractivo cuyo carácter estabamarcado por Malcolm y Black.Entre sus demás colegas figura-ban Roger Albritton y DavidSachs, compañeros de carrera deRawls en Princeton. El departa-mento publicaba (como haceaún hoy) una revista de granprestigio, la Philosophical Review,y Rawls se convirtió en uno desus directores.

A pesar de que en el aspectoprofesional estaba bastante con-tento en Cornell, Rawls pensabaque la situación geográfica de launiversidad era un gran incon-veniente. Ithaca es una pequeñaciudad en el norte del estado deNueva York, a cientos de millasde los centros culturales máscercanos: Nueva York, Prince-ton, Filadelfia, Baltimore y Bos-ton. Si bien la región es bastan-te bonita, los inviernos son du-ros, circunstancia que intensificael sentimiento de aislamiento.Este inconveniente empezó apesar cuando la familia Rawlspronto se incrementó en cuatromiembros: Anne Warfield (na-cida en noviembre de 1950), ac-tualmente catedrática de Socio-logía en la Universidad de Way-ne en Detroit, con dos hijos;Robert Lee (nacido en marzo de1954), jefe de producción y di-señador de aparatos de gimnasiaen Seattle, con un hijo y una hi-ja; Alexander (Alec) Emory (na-cido en diciembre de 1955), es-tudiante de Economía en Stan-ford y carpintero y capataz deobra; y Elisabeth (Liz) Fox (na-cida en junio de 1957), escrito-ra, diseñadora de moda y baila-rina de competición de bailes desalón en Nueva York.

La oportunidad de dejar Itha-ca, al menos temporalmente, sur-gió en 1959, cuando Rawls, queentretanto había publicado va-rios ensayos importantes, fue in-vitado a dar clase por un año enHarvard, donde su antiguo cole-ga Albritton tenía un puesto per-manente. Durante aquel curso(1959-1960), Rawls impresionóa muchos filósofos locales, y el

MIT pasó a ofrecerle una cáte-dra. El MIT se concentraba en-tonces sobre todo en Ciencia yen Economía pero también esta-ba empezando a introducirse enel campo de la Filosofía, con Ir-ving Singer como profesor ad-junto y Hubert Dreyfus y Sa-muel Todes como profesoresayudantes. Sin embargo, no exis-tía un departamento de Filosofíaindependiente y los filósofos es-taban englobados en la Facultadde Humanidades, mucho másamplia. Rawls decidió aceptar laoferta de convertirse en el únicofilósofo numerario del MIT. Es-to le permitió profundizar susamistades en Harvard (en espe-cial con Burton Dreben) y man-tener otras más antiguas con Al-britton y Sachs, que ahora ense-ñaba en Brandeis.

Como era comprensible, enel campo de la Filosofía la ad-ministración del MIT queríaconcentrarse en la Historia y Fi-losofía de la Ciencia. Con laayuda de Noam Chomsky, entreotros, Rawls debía crear unasubdivisión de las Humanida-des en ese campo, y lo hizo con-tratando a James Thomson ymás tarde a Hilary Putnam. Co-mo había dedicado bastantetiempo y energía a tareas sobretodo de administración, que leinteresaban poco, Rawls recibiócon alegría una oferta de Har-vard en la primavera de 1961.Aun así, decidió posponer eltraslado por espacio de un añopara poder llevar a buen térmi-no los cambios en el MIT. Apartir de 1962 y hasta su jubila-ción en 1991, Rawls enseñó enel departamento de Filofosofíade Harvard.

La turbulenta década de 1962-1971Los años siguientes estuvierondedicados sobre todo a la con-clusión de Teoría de la justicia(TJ). Rawls buscaba combinaren la mayor medida posible eltrabajo en este libro con susobligaciones docentes. Algunosde sus cursos se basaban, en par-te, en borradores del libro que aveces distribuía entre los estu-diantes. También utilizaba sus

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3 Frank Knight, “Economic Theoryand Nationalism”, en The Ethics of Compe-tition and Other Essays, Londres, 1935.págs. 345-359, esp. la nota de la página345-347.

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clases para estudiar a las gran-des figuras históricas de la filo-sofía política, y empezó su pri-mer año en Harvard con uncurso sobre Kant y Hegel para elque redactó un extenso guiónsobre la filosofía de este último.

En el aspecto político, el finalde los años sesenta estuvo do-minado por la guerra de Viet-nam. Desde el principio, Rawlscreyó que aquella guerra era in-justa y en repetidas ocasionesdefendió su opinión en públi-co. Junto con su colega Rode-rick Firth participó, por ejem-plo, en un congreso contra laguerra celebrado en Washingtonen mayo de 1967. En el semes-tre de primavera de 1969 im-partió un curso sobre “Proble-mas de la guerra”, en el que de-batió distintas posicionesrelacionadas con el ius ad bellumy el ius in bello referidos a la gue-rra de Vietnam. (La última delas cuatro partes del curso fuesuspendida debido a la huelgageneral de los estudiantes deHarvard.)

Rawls se preocupaba profun-damente por entender qué de-fectos de su sociedad podían ex-plicar el que llevara adelante,con tal ferocidad, una guerraclaramente injusta, y qué podíanhacer los ciudadanos para opo-nerse a ella. En cuanto a la pri-mera pregunta, veía el proble-ma principal en una desigualdistribución de la riqueza quepuede traducirse fácilmente eninfluencia política. El procesopolítico en los Estados Unidosestá estructurado de manera quepermite tanto a los individuosricos como a las corporaciones(sobre todo aquellas vinculadas ala industria de defensa) domi-nar la lucha política a través desu apoyo económico a los parti-dos y organizaciones políticas.Escrito durante aquella época,TJ refleja estas ideas:

“Lo ideal sería que los similarmen-te dotados y con los mismos objetivostuvieran casi la misma oportunidad pa-ra ocupar posiciones de autoridad polí-tica independientemente de su claseeconómica y social. (...) Históricamen-te, uno de los defectos principales delgobierno constitucional ha sido que no

ha sabido proteger el justo valor de la li-bertad política (...). Las diferencias en ladistribución de propiedad y riqueza queexceden lo que es compatible con laigualdad política, han sido general-mente toleradas por el sistema” (TJ).

Un ensayo posterior, “TheBasic Liberties and their Priority”(1983)4, desarrolla extensamenteesta crítica, y también reprochaseriamente al Tribunal Supremohaber bloqueado la reforma dela legislación sobre campañaselectorales en el caso Buckley con-tra Valeo.

En cuanto a la segunda cues-tión, Rawls estima importante fo-mentar una cultura pública don-de la desobediencia civil y la ob-jeción de conciencia seanentendidas y respetadas comoapelaciones de una minoría a laconciencia de la mayoría (TJ). Enel contexto de este debate, ofreceuna breve exposición de la éticainternacional (TJ) que amplía (yen ciertos aspectos revisa) consi-

derablemente en su obra poste-rior The Law of Peoples5.

La segunda cuestión le salióal paso más inmediatamente.Muchos jóvenes eran reacios acumplir el servicio militar, obli-gatorio para los hombres hastalos 26 años de edad. El Ministe-rio de Defensa había decididono reclutar a estudiantes conbuen expediente académico,dando así a los profesores unaresponsabilidad y un poder po-co habituales: un suspenso po-día suponer que el estudiantefuera llamando a filas. Rawlsopinaba que estas “prórrogas dedos semestres” para estudianteseran injustas, además de la in-justicia que suponía la guerra ensí. ¿Por qué tratar a unos estu-diantes mejor que a otros?: sobretodo cuando los padres adinera-dos tienen una importante ven-taja a la hora de asegurar a sushijos una plaza en alguna insti-tución educativa. Si hay queobligar a los jóvenes a participaren la guerra, que los hijos de pa-dres pudientes y bien relaciona-dos al menos compartan ese des-tino con los demás. Y si no senecesitaba a todos los jóvenes ap-tos, entonces el número precisa-do debía ser elegido por sorteo.

Junto con siete colegas delDepartamento de Filosofía –Al-britton, Dreben, Firth, Putnam(que se había incorporado aHarvard después de Rawls),Stanley Cavell, G.E.L. Owen yMorton White (pero no WillardV. Quine ni Nelson Goodman)y otros ocho de Ciencias Políti-cas (entre los que estaban Judith(Dita) Shklar, Michael Walzer,Stanley Hoffmann, HarveyMansfield y Edward Banfield)Rawls defendió esta postura ypropuso su adopción en dosreuniones del claustro a finalesde 1966 y a principios de 1967.Algunos de sus colegas se opu-sieron a ella, así como tambiénla administración de la Univer-sidad (dirigida por un presiden-

te conservador, Nathan Pusey),por considerarla una injerenciainapropiada en asuntos externosa la Universidad. En respuesta aesta acusación los defensores dela propuesta señalaron que elpropio Fiscal General, BurkeMarshall, había pedido a lasuniversidades su opinión sobreel asunto. Finalmente, la pro-puesta fue sometida a votación yderrotada. Durante muchosaños, en Harvard reinó un pro-fundo desacuerdo sobre la gue-rra de Vietnam.

Rawls pasó el curso 1969-1970 en el Centro de EstudiosAvanzados de la Universidad deStanford para terminar Teoría dela justicia. Llegó allí con un ori-ginal mecanografiado a un espa-cio de unas 200 páginas de ex-tensión, que revisaba continua-mente añadiendo y sustituyendocosas. Las partes revisadas eranmecanografiadas de nuevo poruna secretaria, Anna Tower, y asíel texto mecanografiado crecía yproliferaba (con páginas inserta-das en orden alfabético) de unamanera difícil de supervisar. Ape-nas 35 años después, ¿podemosimaginar cómo era escribir librossin ordenador? Es más fácil paranosotros, la tribu electrónica,imaginar la repentina pérdida deuna obra en proceso de redac-ción. Y eso casi le ocurre a Rawlshacia el final de su año en Stan-ford. A primeros de abril, el di-rector del Centro le llamó sobrelas seis de la mañana con la terri-ble noticia de que durante la no-che habían explotado algunasbombas incendiarias en el Cen-tro, y terminó diciendo: “Te hanborrado”. Rawls había dejado laversión más reciente de su textomecanografiado en su mesa dedespacho y la única otra versiónexistente era la primera del vera-no de 1969. Parecía que se ha-bían perdido sin remedio ochomeses de intenso trabajo. PeroRawls, de nuevo, tuvo suerte. Sudespacho se había salvado de lasllamas casi enteramente y sólohabía sufrido algunos daños de-bidos al agua. Aunque el valiosomanuscrito estaba empapado, to-davía podía leerse bastante bien.Rawls lo puso a secar y después

THOMAS W. POGGE

53Nº 131 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

4 En Sobre las libertades, Barcelona, Pai-dós 1990, edición de Victoria Camps, tra-ducción de José Vorgil Rubio.

5 El derecho de gentes y “Una revisión dela idea de la razón pública”, Paidós, Barce-lona, 2001, traducción de Hernando Va-lencia Villa.

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lo utilizó como base para modi-ficaciones posteriores.

En septiembre de 1970,Rawls regresó a Harvard y seconvirtió en director del depar-tamento de Filosofía. Este cargodifícil y que exigía mucho tiem-po se complicaba aún más debi-do a las circunstancias políticas.Los miembros del departamen-to tenían opiniones bastante di-vergentes sobre la guerra y sobrelos problemas que planteabadentro de la Universidad. Put-nam, por ejemplo, era miembrodel Partido Maoísta Progresistadel Trabajo, mientras que Qui-ne y Goodman eran conserva-dores. Estas diferencias intrade-partamentales –a pesar de diri-mirse con educación y buenasmaneras– exigían a Rawls tiem-po y esfuerzo adicionales. Co-mo además debía atender a susclases, tenía que aprovechar lasnoches para dar el acabado finalal original mecanografiado.Rawls recuerda ese curso comoel más difícil de su carrera. Peroal final del mismo tenía un tex-to del que estaba satisfecho. Co-mo el texto mecanografiado es-taba lleno de inserciones, no te-nía idea de su extensión real y seasombró cuando Harvard Uni-versity Press le envió 587 pági-nas de galeradas para su correc-ción e indexación. Rawls mis-mo preparó el texto y la obra,extensa y esperada por muchos,se publicó en Estados Unidos afinales de 1971.

Después de Teoría de la justiciaLas décadas siguientes pasaronde forma bastante más tranqui-la. Desde 1960 la familia Rawlsvivió en Lexington, a unas ochomillas de Cambridge. Esta ciu-dad se gobierna por cinco man-datarios honorarios electos queactúan como Consejo Ejecuti-vo y por una Asamblea ciudada-na compuesta por 189 delega-dos electos que actúan como Le-gislativo local. La señora Rawlses miembro de la Asamblea ciu-dadana desde hace unos treintaaños. En calidad de tal, ha cen-trado su trabajo en cuestionesde planificación del uso del sue-

lo y protección del medio am-biente; actividad esta última quetambién ha desarrollado comoprofesional para el estado deMassachusetts. Últimamente haretomado su carrera artística,que en un principio inició en laUniversidad de Brown. Ha ex-puesto sus acuarelas en varioslugares (entre ellos, la Universi-dad de Harvard) y una de ellas,un retrato de Lincoln, adornabael despacho de Rawls.

En cuanto a Rawls, continuódedicando la mayor parte deltiempo a su trabajo intelectual,que realizaba sobre todo en casa.Seguía con interés el trabajo ar-tístico de su mujer, e hizo varioscruceros en barco de vela por lacosta de Maine. Cuidaba su sa-lud manteniendo una dieta es-tricta y haciendo ejercicio con re-gularidad. En 1983 tuvo que de-jar de salir a correr, cosa quehacía durante horas, porque sehabía lastimado un tendón sal-tando a la comba. Sustituyó esteejercicio por la bicicleta y, gra-cias a una bicicleta fija, podía re-alizarlo durante todo el año.

En 1979 Rawls fue promovi-do al más alto rango académicode Harvard, el de “catedráticode universidad” (university pro-fessor). Los miembros de este ex-clusivo grupo no sólo recibenuna salario especialmente altosino que además disfrutan de to-tal libertad docente. Si lo dese-an, pueden impartir cursos enotros departamentos o saltarseun semestre para investigar (sibien Rawls nunca aprovechó es-tas posibilidades). Entonces,Harvard tenía ocho catedráticosde universidad; a Rawls le fueconcedida la cátedra JamesBryant Conant (nombrada enhonor a un antiguo presidentede Harvard), en la que le habíaprecedido el premio Nobel deEconomía Kenneth Arrow.

Rawls enseñó en Harvardhasta 1991. Los colegas a los quese sintió más cercano fueron Al-britton (que pronto se fue a LosÁngeles) y Dreben, así comoFirth, Cavell, Dita Shklar, Char-les Fried y, cuando se incorpora-ron en años posteriores, ThomasM. (Tim) Scanlon, Amartya K.

Sen y Christine Korsgaard. Sóloabandonó Massachusetts parapasar un año sabático en la Uni-versidad de Michigan (1974-1965), un semestre en el Insti-tuto de Estudios Avanzados dePrinceton (otoño de 1977) yotro en Oxford (primavera de1986). En Michigan trabó amis-tad con William K. Frankena yRichard B. Brandt; en Oxfordpudo ver a muchos de los viejosamigos de su estancia en 1952-1953 (en especial a Hart,Hampshire y Berlin), así como aPhilippa Foot, que había estadode profesora visitante en el MITa principios de 1960.

Como siempre, Rawls se vol-caba en sus clases (normalmentedaba tres cursos al año divididosen dos semestres) y siempre go-zaron de gran aceptación y res-peto. Regularmente ofrecía doscursos de enfoque sobre todohistórico aunque con material delectura algo variable: FilosofíaMoral (Butler, Hume, Sidgwick)y Filosofía Social y Política(Hobbs, Locke, Rousseau, Mill,Marx y a veces también TJ). Es-tos cursos eran para estudiantesde segundo y para estudiantesavanzados de primer ciclo; ge-neralmente se matriculabanunos 30 o 50 estudiantes. Secomponían de dos excelentesconferencias por semana (queRawls muchas veces resumía pa-ra los estudiantes en una sola ho-ja manuscrita) además de una se-sión de debate de un hora quedirigía el propio Rawls, en el ca-so de los estudiantes de segundociclo, y un aventajado estudian-te de segundo ciclo, en el caso delos de primer ciclo. Por muchasveces que hubiera dado estoscursos, Rawls preparaba cadaclase de nuevo, repasando unavez más la literatura primaria yfamiliarizándose con la literaturasecundaria nueva e importanteque pudiera haber. Muchos es-tudiantes de segundo ciclo asis-tían a los cursos de Rawls, añotras año, para profundizar susconocimientos en un campo de-terminado y participar en el de-sarrollo de sus ideas.

Rawls siempre tuvo dificulta-des para desenvolverse en grupos

grandes, sobre todo de extraños,y todavía más cuando él mismoera el centro de atención. En esasocasiones podía parecer tímidoo incómodo y a veces aún le im-portunaba su tartamudeo. En lasaulas de Harvard, sin embargo,estos problemas apenas se nota-ban, sobre todo una vez pasadaslas primeras semanas del semes-tre. Para entonces se había acos-tumbrado a su auditorio y enocasiones hasta se permitía algúnchiste que soltaba con total se-riedad de modo que los estu-diantes tardaban algo en darsecuenta. En un marco más infor-mal, con un solo interlocutor (ocon unos pocos) que conocíabien, Rawls podía sentirse bas-tante relajado y hablar con sensi-bilidad y afecto sobre la vida ylos problemas del otro, o sobrecualquier tema de un amplioabanico: política, meteorología,la vida académica, la alimenta-ción sana o una película de estre-no. En esas ocasiones podía re-sultar muy animado, alegre in-cluso, y disfrutar de verdad.

Rawls también impartía conregularidad seminarios paraalumnos de segundo ciclo y tu-torías (cursos parecidos a los se-minarios pero para 4-6 estudian-tes de Filosofía de primer ciclo)en los que presentaba y analizabaobras nuevas e importantes so-bre ética y filosofía política o te-mas relacionados, como la liber-tad y la fuerza de voluntad (Kanty Donald Davidson).

Como es natural, también di-rigía tesis y, en el transcurso delos años, ha formado a un im-presionante grupo de filósofos,entre los que se cuentan DavidLyons (ahora en la Universidadde Boston), Tom Nagel (Univer-sidad de Nueva York), Tim Scan-lon (Harvard), Onora O´Neill(Cambridge), Alan Gibbard (Mi-chigan), y Sissila Brook (Bran-deis), en los años sesenta; Nor-man Daniels (Escuela de Sani-dad Pública de Harvard);Michael Stocker (Syracusa), TomHill (Chapel Hill), Barbara Her-man (Universidad de Californiaen Los Ángeles), Steven Stras-nick, Josh Cohen (MIT), MarciaHomiak (Occidental), y Chris-

JOHN RAWLS: UNA BIOGRAFÍA

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tine Korsgaard (Harvard) en losaños setenta; y después JeanHampton (fallecida, Unversidadde Arizona); Adrian Piper (artis-ta en Nueva York), Arnold Da-vidson (Chicago), Andrews Re-ath (Universidad de Californiaen Riverside), Nancy Sherman(Georgetown), Thomas Pogge(Columbia), David Brudney(Chicago), Sam Freeman (Pen-silvania), Susan Neiman (Eins-tein Forum, Potsdam), SybilSchwarzenbusch (Universidad dela Ciudad de Nueva York), Elisa-beth Anderson (Michigan),Hannah Ginsborg (Universidadde California en Berkeley),Henry Richardson (George-town), Paul Weithman (NotreDame), Sharon Lloyd (Univer-sidad del Sur de California), Mi-chelle Moody-Adams (Cornell),Peter de Marneffe (UniversidadEstatal de Arizona), Hilary Bok(Johns Hopkins), Erin Kelly(Tufts) y Anthony Laden (Uni-versidad de Illinois en Chicago).

La relación de nombres de-muestra que Rawls ha contribui-do mucho para que una carreraen Filosofía resultara factible yatractiva para las mujeres. Tam-bién muestra que la mayoría delos buenos departamentos de Fi-losofía en los Estados Unidos tie-ne al menos un discípulo desta-cado de Rawls. Llama la aten-ción que estos discípulos no sólohan producido textos creativos yoriginales sobre filosofía moral ypolítica sino también excelentesobras de investigación histórica.Aunque el propio Rawls publicóalgunos de sus numerosos traba-jos de historia bastante tarde(Lectures in the History of MoralPhilosophy, 2000)6, ha contribui-do mucho a la ampliación y alavance de los estudios de la his-toria moral y política en los Es-tados Unidos. Un volumen deensayos escritos por sus discípu-los y que le regalaron con motivode su 75º cumpleaños (Recallingthe History of Ethics-Essays for

John Rawls) celebra este éxito desu actividad docente.

Gracias a su calidad comoprofesor y al enfoque y la pre-sentación interdisciplinares de sutrabajo, Rawls ha causado un im-pacto indeleble en muchos estu-diantes de Ciencias Políticas, De-recho o Economía que asistierona sus clases. Ellos han llevado lainfluencia de sus conferencias yescritos a estas disciplinas colin-dantes, contribuyendo a que allífueran recibidas con interés y sindistorsiones.

Es triste que tras su jubilaciónle estuvieran concedidos a Rawlsapenas cuatro años de vida ple-na. Durante una conferencia so-bre su obra en California en1995, sufrió el primero de unaserie de ataques de apoplejía quele causaron un importante dete-rioro físico y mental. Aun así,gracias a una disciplina extraor-dinaria y la infatigable ayuda desu mujer y de algunos de sus dis-cípulos, Rawls ha llevado a buentérmino la labor de su vida a tra-vés de un torrente de publica-ciones largamente planificadasen las que explica, defiende, yamplía pero también revisa suteoría de la justicia.

Su libro Political Liberalism(1993)7 incluye muchos de estosañadidos y enmiendas, pero tieneun enfoque distinto de Teoría dela justicia porque elabora el papelque una teoría de la justicia de-bería jugar en una sociedad de-mocrática y en la vida de sus ciu-dadanos. Así, se centra sobre to-do en la relación entre religión ydemocracia y las condiciones pa-ra que sean compatibles. Dondemás claramente se expresa la opi-nión de Rawls sobre esta cues-tión es en su posterior “The Ideaof Public Reason Revisited”, in-cluida en sus Collected Papers(1999)8 donde están contenidos

todos los trabajos que publicódesde 1951. Justice as Fairness: ARestatement (2001)9 resume la teoría modificada de la justiciaen el nivel nacional y va más alláde las modificaciones incluidasen la edición revisada de Teoríade la justicia (1999), que sólocomprende revisiones realizadaantes de 1975. En El derecho degentes (1999) extiende su teoría alas relaciones internacionales, yasí amplía y perfecciona una con-ferencia de idéntico título quehabía dado para Amnistía Inter-nacional seis años antes. En unfuturo cercano, probablementeverá la luz un segundo volumende conferencias sobre historia,que incluirá también la filosofíapolítica y social.

El significado del proyecto de Rawls

Durante toda su vida, Rawlsse interesó por la pregunta de sila vida humana podía ser redi-mida y en qué medida: si es po-sible que los seres humanos, in-dividualmente o como colectivo,vivan de forma tal que sus vidassean dignas de ser vividas (o, enpalabras de Kant, de manera quela vida de los seres humanos en latierra tenga valor). Esta preguntase relaciona estrechamente conaquella del mal en el ser humanoque tanto fascinó a Rawls duran-te sus años de estudiante, cuandoaún estaba influido por su edu-cación religiosa. Pero incluso lavida de alguien cuya conducta ycarácter están por encima de to-do reproche puede parecer faltade valor. Los humanos malgas-tan mucho tiempo en proyectosprofesionales y personales que enel fondo no tienen sentido y enrealidad no promueven ni la ex-celencia ni el progreso. A la luzde estas ideas, Rawls ha intenta-do llevar una vida valiosa en par-te esforzándose por enseñaraquello que podría dotar de valora la vida humana.

Ha centrado su contribuciónen el aspecto político: ¿es posibleimaginar un orden social en elque la vida colectiva de los sereshumanos tenga valor? Por su-puesto que podemos imaginartoda suerte de cosas. Para que la

pregunta tenga significado hayque entenderla en sentido realis-ta, esto es, en el contexto de lascircunstancias empíricas de nues-tro mundo y de la naturaleza hu-mana. Entonces, la pregunta es sipodemos imaginar una utopíarealista, un orden social ideal quepodamos alcanzar desde el pre-sente recorriendo un camino detransición verosímil, y que, unavez alcanzada, consiga sostenersepor sí misma en el mundo tal co-mo es. A través de la construc-ción de esta utopía realista, Rawlsha querido demostrar que elmundo es bueno, al menos encuanto a que ofrece la posibilidadde que la vida colectiva de los se-res humanos tenga valor.

Ahora bien, podría pensarseque nuestra evaluación del mun-do no tendría por qué verse afec-tada por una mera demostraciónteórica de que es posible unmundo justo y estable, y que in-cluso podría estar a nuestro al-cance desde nuestra posición ac-tual: lo que importa es la calidadmoral de nuestra vida colectiva.Rawls desde luego no objetaría aesto que el nivel de justicia ya al-canzado a través de la política seairrelevante, pero sí opina que másallá de ello una fe bien fundadaen que es posible alcanzar un or-den social ideal nos reconciliacon el mundo. Mientras sigamosconfiando lo bastante en que esrealista creer en la posibilidad deun orden social autosostenido yjusto entre los seres humanos,podemos tener la esperanza deque nosotros, o alguien, algúndía, en algún lugar, lo logrará.Modelando una utopía realistacomo objetivo moral final paranuestra vida colectiva, la filosofíapolítica puede ofrecer una inspi-ración que destierre los peligrosde la resignación y el cinismo, yhaga más valiosas nuestras vidastambién hoy. n

Traducción: Mercedes García Lenberg

Thomas Pogge es profesor de Filoso-fía en la Universidad de Columbia.

THOMAS W. POGGE

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6 Lecciones sobre la historia de la filosofíamoral, Paidós, Barcelona, 2001, compila-ción de Barbara Hermann, traducción deAndrés de Francisco.

7 El liberalismo político, Crítica, Bar-celona, 1996, traducción de AntoniDomènech.

8 El derecho de gentes y “Una revisión dela idea de la razón pública”, Paidós, Barce-lona, 2001, traducción de Hernando Va-lencia Villa.

9 La justicia como equidad: una refor-mulación, Paidós, Barcelona, 2002, tra-ducción de Andrés de Francisco.

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a historia del pensamientopolítico del siglo XX nopuede ser escrita sin las

aportaciones de Claude Lefort(1924). Colaborador, en otrotiempo, de Les Temps Moder-nes; co-fundador, junto a Cor-nelius Castoriadis, de Socialis-me ou Barbarie; impulsor,junto a Pierre Clastres, MiguelAbensour y Marcel Gauchet,de las revistas Textures, y Libre;promotor del Cercle Saint-Justde reflexión política, fue Di-recteur d’études en el Centrede Recherches Politiques“Raymond Aron” (asociado ala École des Hautes Études enSciences Sociales de Paris).Entre sus obras destacan: L’in-vention démocratique (Fayard,1986-1994, segunda edición),Essais sur le politique (DuSeuil, 1986), Écrire. À l’épreu-ve du politique (Calmann-Lévy, 1992), La complication.Retour sur le communisme (Fa-yard, 1999). Así como edicio-nes de referencia de MauriceMerleau-Ponty, de Dante, deFrancois Guizot, de EdgarQuinet, de Jules Michelet.Siempre vinculado a empresaspolítico-intelectuales, infatiga-ble trabajador, su obra hacejusticia a la idea de que la de-mocracia es una forma de so-ciedad, una forma de vidaefervescente, contingente,abierta a la indeterminación; ya la idea de que sólo una deli-rante ilusión –la ilusión totali-taria– puede pretender cercar-la, determinarla, fijarla en uncuerpo de certezas.

ESTEBAN MOLINA. Señor Le-fort, toda su obra lleva lamarca de una pasión: com-prender el sentido moderno de

lo político y, en particular, elsignificado de la forma de vidademocrática. Sin embargo,usted pone mucho cuidado enque su obra no sea asimilada nia la ciencia política ni a la so-ciología política. ¿Por qué?

CLAUDE LEFORT. No discuto,de ninguna manera, la validezdel proyecto de la ciencia polí-tica o de la sociología política.Ambas obedecen a imperativosque son impuestos a las cien-cias humanas a partir del mo-delo de las ciencias de la natu-raleza. Se refieren a un domi-nio de hechos delimitado quetiene que ver con el modo deejercicio del poder, con la ex-tensión de sus prerrogativas,con el funcionamiento de ins-tituciones específicas: el go-bierno, el parlamento, los ór-ganos del ejecutivo, del legisla-tivo y del judicial, los partidos,o el partido… Sea cual sea laparte que corresponda a la ob-servación empírica, o a la cons-trucción teórica, su norma es laobjetividad y neutralidad. MaxWeber ha sido quien mejor hadefinido el ideal de este modode conocimiento, avanzando elprincipio de la separación dehechos y valores. Sin embargo,debemos acordar que la deli-mitación de un sector de la po-lítica distinto de lo económico,de lo jurídico, de lo religioso,en fin, de lo que se entiendepor lo cultural, deriva de la ex-periencia de una sociedad deun tipo particular, esto es, de lasociedad democrática modernaen la que la actividad políticaestá circunscrita.

Esta circunscripción, estadelimitación de la política,tiene ella misma un significado

político; es el signo de unaconstitución de la ciudad, de lapolis. Lo que antes era llamadopoliteia corresponde a esta no-ción de constitución de la polisde la que deriva nuestra propianoción de régimen. La maneraen que el origen del poder y suejercicio son concebidos está li-gada a un cierto modo de exis-tencia de los ciudadanos; a larepresentación que se hacen delo que es legítimo e ilegítimo.La reflexión sobre la diferenciade regímenes no procede de laciencia, sino de la filosofía po-lítica; y esto no solamente en laAntigüedad, sino en los tiem-pos modernos. Incluso Ma-quiavelo, al que se invoca confrecuencia como el fundadorde una ciencia política, comosi fuera neutro respecto a lasdiversas formas de poder, eraen su más alto grado conscien-te de la diferencia de naturale-za de la república, de los prin-cipados y del despotismo. Asípues, no persigo tanto volver ala filosofía política, cuanto apensar lo político distinguien-do el conocimiento, de las acti-vidades e instituciones queproceden de la estricta observa-ción. Y pensar lo político, si esverdad que significa interrogar-se sobre las condiciones histó-ricas de la formación de tal ocual régimen, es también nece-sariamente plantear la cuestiónde lo que se entiende por elmejor régimen. Un régimen noes sencillamente diferente deotro, se construye como conse-cuencia de la condena de otro:sólo se mantiene cuando seconjura la amenaza de su pro-pia destrucción por adversa-rios que buscan cambiar losprincipios de la sociedad exis-

tente. Añado que, al menos enlos regímenes que no disponende los medios del terror paraconservarse, la solidez de unrégimen reside en la adhesiónde la mayoría de la población.no al gobierno de hecho, sino ala forma de vida que le garanti-za. El pensamiento de lo políti-co, aunque tenga en cuenta eltiempo en el que se sitúa, nopuede evitar plantear la cues-tión del mejor régimen. Con-trariamente a lo que pensabaWeber, la filosofía política nopuede obedecer a la separaciónentre conocimiento objetivo delos hechos y juicios de valor.

E. M. ¿Qué significa, entonces,para usted democracia?Cl. L. Pensar la democracia esante todo reconocer que reposaen una disyunción del ordendel poder, de la ley y del saber;que el saber y, por tanto, la leyno pueden estar ya monopoli-zadas por ninguna autoridadpolítica o religiosa. Desde elmomento en que el poder nopuede ser encarnado bien porun monarca, bien por una ins-titución o por un grupo quedetenten la autoridad suprema,implica que sea subordinado alsufragio periódico del puebloy, en este sentido, deviene loque he llamado, en diferentesocasiones, un lugar vacío. Ex-presión que ha sido a vecesmalentendida y que no signifi-ca que haya gobernantes queactúen con resoluciones autori-tarias y utilicen medios deopresión, sino simplementeque están sometidos al sufragioy que, por tanto, son tempora-les y que el poder no puede serocupado. En este sentido hablodel lugar del poder para distin-

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D I Á L O G O

CLAUDE LEFORTA propósito de Cornelius Castoriadis

ESTEBAN MOLINA

L

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guirlo de lo que es el ejerciciodel poder. En una democracianadie –ni individuo ni grupo–puede pretender ser el poder.La democracia en virtud de ladisyunción de esferas de activi-dad que realiza, en virtud de ladelimitación del poder queopera, asegura libertades a lavez políticas, civiles e indivi-duales que son, en mi opinión,la condición de un régimenque asegura una vida colectivareal, a diferencia de las socieda-des totalitarias o de regímenespolíticos que de una u otramanera humillan hoy a su pro-pia sociedad. Como ya hedicho, la democracia es un ré-gimen cuya ley escapa a la cer-teza; de otro modo, es un régi-men fundado en la legitimidaddel debate, que no puede tenergarante ni término, sobre lo le-gítimo y lo ilegítimo.

E. M. Su trabajo intelectualestá, asimismo, vinculado al es-fuerzo de comprender los re-sortes y el significado del tota-litarismo; sobre todo, del tota-litarismo de signo comunista.¿Cómo se formó en usted laidea de que el régimen soviéti-co era un régimen totalitario? Cl. L. Empecé a concebir el sis-tema soviético como un siste-ma totalitario a partir de 1956.Ni durante el tiempo que per-tenecí al Partido Comunista In-ternacionalista, el partido trots-

kista, ni en buena parte deltiempo que pertenecí a Socialis-me ou Barbarie concebí el régi-men de la URSS como un régi-men totalitario. Comprendíque se trataba de un régimentotalitario después de la lecturadel Informe Kruschev. La críti-ca virulenta de los vicios de laburocracia, de la planificación ydel funcionamiento mismo delpartido que hacía Kruschevconcluía en una llamada al re-fuerzo del control del partidosobre sus propios miembros ysobre todas las actividades eco-nómicas y sociales de una ma-nera evidentemente contradic-toria. Así, se me hizo claro queninguna holgura, ninguna dife-renciación, ninguna separaciónentre el sector económico, polí-tico y cultural era posible y queninguna iniciativa indepen-diente podía ser legitimada, to-lerada. Al mismo tiempo queponía fin al terror de masas,Kruschev criticaba a la burocra-cia por ser un cuadro de holga-zanes (sic) que se contentabancon evitar desvíos ideológicos,o con asegurar su puesto, yproponía como único remediola disciplina a todas las escalasde la sociedad. Mientras queHannah Arendt había conside-rado que la desaparición deStalin y de su política terroristaponía punto y final a la era to-talitaria, yo descubría en esemomento que el terror, por im-

portante que hubiera sido paraedificar el régimen, no era suprincipal resorte. Este resorteconsistía en la tentativa de en-cuadrar a la sociedad entera; defijar y determinar todas las acti-vidades de la sociedad.

E. M. El régimen soviético noera comparable a ninguno delos despotismos conocidos. Eraun régimen sin precedentes.¿En qué consistía su novedad?Cl. L. En términos muy esque-máticos, el régimen soviéticoconsistía en la tentativa, queno pudo culminar, de organi-zación de todas las actividadesy modos de conocimiento; deincorporación de los indivi-duos a colectivos que articula-dos formen el cuerpo comunis-ta, el Nosotros comunistas. Lanovedad reside en la idea desubordinación de todos esoscolectivos al partido que, segúnexpresión de Lenin, está porencima de todo y dicta la ley;y, en fin, reside en la tentativade suscitar una identificaciónentre el pueblo y el dirigentesupremo. A mi modo de ver seconstruye un sistema de domi-nación desconocido porquetiene como finalidad hacer in-visible la división entre domi-nantes y dominados.

E. M. Ha mencionado antes aHannah Arendt. Ella conside-raba que la esencia del régimen

soviético residía en su ideolo-gía. No era la única. Otros es-critores de relieve, como Ray-mond Aron o Francois Furet,consideraban también que elsignificado del totalitarismo seencuentra en su ideología.¿Comparte usted esta opinión?Cl. L. En efecto, los tres ponenen un primer plano la ideolo-gía. Arendt como lógica de lahistoria, Aron como religiónsecular y Furet como ilusión.Tengo que destacar, en primerlugar, que no dejo de lado lafunción de la creencia colecti-va, pero lo que no ven lamayor parte de los analistas esque las teorías socialistas delsiglo XIX, que efectivamentehan dado lugar a una especiede fe en la revolución, se trans-forman completamente cuan-do los miembros del partidoforman un verdadero cuerpoen el que los unos están solda-dos a los otros. En este mo-mento las ideas mismas sonsoldadas unas a otras y formanuna especie de cuerpo de ideas,de dogma, que de ninguna ma-nera puede ser puesto en discu-sión. Por tanto, si podemos ha-blar de ideología será en el sen-tido de un nuevo régimen de laideología, pues, insisto, la cer-teza no se vincula solamente aideas que directamente o indi-rectamente permitan justificarel estado de cosas establecido:se vincula al hecho de estarjuntos, cada uno en comunióncon los otros, de formar uncuerpo que detenta un saber úl-timo. Esto es lo que la distin-gue de la ideología burguesa, ode lo que le sigue en la sociedaddemocrática, y que en muchosaspectos no es ya burguesa.Esta no puede ser reducida a

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Lefort y Castoriadis

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un tema generador de todoslos demás, tiene múltiplesfocos, pues depende de la ex-periencia de una sociedad divi-dida, plural. En cambio, la for-mación de un cuerpo colectivocorre pareja con la producciónde una nueva forma de ideolo-gía en la que el poder del dis-curso es confundido con el dis-curso del poder.

E. M. Su trayectoria filosófico-política está asociada a Corne-lius Castoriadis y al grupo So-cialisme ou Barbarie. Este pre-tendía crear una revistapolítico-intelectual, crítica dela burocracia, y convertirse enuna organización revoluciona-ria. Usted no compartía la ideade que el grupo se constituyeraen organización revolucionaria,en partido. A pesar de su fideli-dad al proyecto revolucionario,de la que tuvo que ofrecer nopocas pruebas, usted no consi-guió que en Socialisme ou Bar-barie se rompiera con la mito-logía del partido y terminóabandonando. ¿Cuáles eran lasresistencias? Cl. L. En efecto, participé en lafundación de Socialisme ouBarbarie con Castoriadis. Estegrupo procedía de un pequeñogrupo de disidentes del trots-kismo. Y las condiciones detrabajo en ese momento erandifíciles. A pesar de las diver-gencias sobre la construcción ono de una organización revolu-cionaria, estábamos todos in-tensamente ligados por elhecho de nuestra oposición, nosolamente a los comunistas,sino grosso modo a toda la iz-quierda no comunista. Estonos daba un sentimiento de so-lidaridad que se imponía a lasdivergencias que parecíanmenos cruciales por el momen-to, pues no nos encontrábamosante la posibilidad efectiva deconstruir esa organización. Y esen 1958, al tomar De Gaulle elpoder, cuando Castoriadisquiso persuadirnos de que nohabía logrado oponerse la iz-quierda de ese acontecimiento;de que iba a crear un vacío depoder en las organizaciones

sindicales y políticas del movi-miento obrero; y que había lle-gado el momento de constituiruna nueva organización. Enese momento nuestra diferen-cia se agudizó, y abandoné So-cialisme ou Barbarie con un pe-queño número de camaradascon los que fundé un boletín:Informations et Liaisons Ouvriè-res. Desde el principio, la ideaque tenía en Socialisme ou Bar-barie consistía en difundir in-formaciones en medios obre-ros; difundir la crítica de lasilusiones que se engendrabansobre el Partido Socialista y supropuesta de movilizar a laclase obrera bajo la consigna“Gobierno PC, PS, CGT”; ycristalizar oposiciones de ma-nera que suscitaran la forma-ción de Consejos para el mo-mento en que se produjerauna crisis, como los que enotro tiempo se formaron enAlemania o en Hungría. Al-guien podría decir que en lofundamental mi posición era“espontaneista”, que tenía unaconcepción “espontaneista” dela política. Pero creo que noera exactamente eso, pues yopensaba que eran necesarioslos grupos estructurados aun-que no les reconocía la voca-ción de dirigir lo que hubierapodido ser un movimiento re-volucionario.

Es cierto que en un mediorevolucionario, fuera en el trot-kismo, o incluso en Socialismeou Barbarie, las dudas que unopudiera tener sobre la posibili-dad de realizar nuestros objeti-vos, las dudas sobre la forma-ción de un movimiento revolu-cionario, sobre el socialismo, selas reprime: se practica unasuerte de autocensura portemor a aparecer ante los otroscomo un enemigo. Y esto tieneque ver con mi salida de Socia-lismo ou Barbarie en 1958,pues descubrí muy deprisa, ycon los camaradas de Informa-tions et Liaisons Ouvrières, queno era posible una revoluciónradical que cambiara entera-mente la sociedad; que el pro-letariado era extremadamenteheterogéneo; que era terminan-

temente dudosa una políticafundada sobre el movimientoproletario; y tantos otros des-cubrimientos, como atrevermea confesar ante mí mismo queMarx, aunque fuera un escritory un pensador genial, se habíaequivocado absolutamentesobre la idea de un origen de lahistoria, y que teníamos quepensar la sociedad en la que es-tábamos, la democracia, contodos sus vicios… Todo estome aconteció muy deprisa porel hecho de no estar ya en esemedio en el que no me atrevíaa aceptar no solamente anteotros, sino ante mí mismo, misdudas. Naturalmente en estefenómeno hay algo de lo que, amayor escala, se jugaba en elinterior del Partido Comunis-ta. En el partido trotskista,cuando manifestaba alguna re-serva, sufría la presión directade la gente; incluso en Socialis-me ou Barbarie, había una es-pecie de presión del gruposobre el individuo.

E. M. ¿Cómo fueron sus rela-ciones con Castoriadis?Cl. L. Conocí a Castoriadiscuando todavía militaba en eltrotskismo, en 1946. Yo habíacreado en este partido, el em-brión de una tendencia: meoponía a la dirección del parti-do que hacía un llamamiento ala constitución de un gobiernocomunista, socialista y de laCGT. Este programa me pare-cía aberrante pues no entendíacómo iban a adherirse los obre-ros a nuestro grupo si se les ex-plicaba, a la vez, que el régimensoviético era contrarrevolucio-nario y que los comunistas fran-ceses, que estaban completa-mente subordinados a él, debí-an ser llevados al poder.Pensaba que había una contra-dicción que desacreditabanuestra acción. Sufrí inmedia-tamente una presión muy fuer-te de dirigentes del partidomás viejos que yo, que contabaapenas veinte años, en el senti-do de persuadirme de queotros antes que yo habían teni-do los mismos planteamientosy habían terminado deslizán-

dose por la pendiente jabonosaque conducía al reformismo.Perdí rápidamente el apoyo deun pequeño número de cama-radas y amigos; y envuelto enesa circunstancia conocí a Cas-toriadis, en una reunión delpartido. Castoriadis acababa dellegar de Grecia, donde ya mi-litaba en el trotskismo, y nosentendimos perfectamente.Venía armado de una teoríacrítica del comunismo muy só-lida, que había heredado deltrotskismo griego y que en loesencial consistía en mostrarque, a los ojos de Marx, las re-laciones de propiedad no eranlas decisivas sino las relacionesde producción. En consecuen-cia, la abolición de la propie-dad privada en la URSS no eraun criterio de la abolición de laexplotación capitalista. Plante-aba que si se examinaban lasrelaciones de producción sedescubriría una escisión entreel capital y el trabajo más pro-funda aún que la de las socie-dades occidentales. Entonces,en razón de la concentraciónde capital en las manos del Es-tado, por una parte, y del per-feccionamiento del aparato dedominación sobre los produc-tores, por otra, podría decirseque el régimen soviético seapoyaba en una forma particu-lar de capitalismo, un capitalis-mo burocrático, un capitalis-mo de Estado, tanto o más efi-caz que los sistemas capitalistasfundados en la propiedad pri-vada. Castoriadis hacía un aná-lisis económico extraordinaria-mente demostrativo de la im-presionante oposición entre laburocracia y el pueblo soviéti-co, que desarrolló más tarde enun artículo1 de Socialisme ouBarbarie y cuya tesis suscribíinmediatamente.

E. M. ¿Pero esto ya lo habíaimaginado Trotski?Cl. L. En efecto, Trotski, en La

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1‘Les rapports de production en Russie‘ (1949), en Cornelius Casto-riadis, La société bureaucratique, Chris-tian Bourgois Editeur, Paris, 1990.

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Revolución Traicionada evocabala posibilidad de una cristaliza-ción, de una consolidación dela burocracia de Estado que lepermitiría devenir una verda-dera clase dominante e insti-tuir un auténtico capitalismode Estado. Trotski sólo lanzabauna hipótesis que dejaba delado provisionalmente porquejuzgaba que las bases socialistashabían sido creadas con la re-volución de 1917 y que la víaal socialismo seguía abierta.Me refiero a este punto porquelos trotskistas no habían pres-tado de ningún modo atencióna las reservas que había puestode manifiesto Trotski en 1934,esto es, diez años antes de lallegada de Castoriadis a Fran-cia. Eso no les interesaba. Unpoco más tarde, Natalia Trots-ki, la mujer de Trotski, en unviaje por Francia, nos aseguró,en una reunión con gentes deSocialisme ou Barbarie, queTrotski al final de su vida refu-tó esa posibilidad, esa hipóte-sis. Pero volviendo a Castoria-dis, lo que suscitaba mis reti-cencias era una segunda tesisvinculada a la primera y quecon el tiempo ganó más y másimportancia para Castoriadis,que consistía en afirmar quehabía una lógica de la historiaal término de la cual el capita-lismo de Estado constituiría elmomento culminante de la di-námica del capitalismo. No setrataría, pues, de pasar de unmodo de producción a otrosino que estaríamos frente a undesarrollo que espera alcanzarsu final. Yo no creía en estaidea neohegeliano-marxista deun proceso que desemboca enel capitalismo de Estado sovié-tico. Por otra parte, yo estabaatento al hecho de que la buro-cracia de tipo soviético era deotra naturaleza que la burocra-cia capitalista, en la medida enque la burocracia soviéticatenía un cemento políticomientras que la burocracia ca-pitalista era una burocraciafragmentada en función de losintereses y de las tareas de losempresarios; lo que excluíacualquier asimilación, por ser

excesivamente esquemática.

E. M. Pero llegó 1956 y con élla revolución húngara. Cl. L. Justamente. Nuestras di-ferencias se hicieron aún másvisibles cuando en 1956 escribíLe totalitarisme sans Stalin2,pues Castoriadis no aceptaba,no aceptó nunca, la noción detotalitarismo. Entre la genteque se consideraba anti-totali-taria había muchos que pensa-ban simplemente en términosde anti-estalinismo; o en tér-minos de una sociedad quehabía evolucionado hacia uncapitalismo de Estado, comoera el caso de Castoriadis; o unsistema de opresión, etc. Peroquizá el momento más signifi-cativo de nuestra relación,también en el 56, fuera la in-terpretación de la revoluciónhúngara. Hubo una intensadiscusión en el grupo Socialis-me ou Barbarie, pues lo que meparecía más novedoso en la re-volución húngara era la con-junción, la combinación deuna revolución obrera, de unpoder obrero que creaba Con-sejos, con una revolución de-mocrática, a saber: parlamento,sufragio universal, libertad deprensa y libertades civiles.Aunque me equivocara respec-to a la duración de los Conse-jos Obreros, yo veía dibujarseen la experiencia húngara–dicho en el lenguaje de en-tonces– un socialismo demo-crático. Castoriadis considera-ba que era esencialmente la di-námica de los ConsejosObreros la que importaba y,sin oponerse a las reivindica-ciones democráticas, no veía enellas más que puro interés.Nuestra discusión fue impor-tante y entonces tomé concien-cia de lo que había de esencialen una revolución democráti-ca. En 1958 volvimos a enfren-tarnos como consecuencia deldebate sobre la cuestión de laorganización obrera, momento

en que me retiré de Socialismeou Barbarie3. Volvimos a en-contrarnos a principios de1964. Lo invité a participar enun círculo de reflexión políticaque yo animaba, el CercleSaint-Just. Me contó que habíaabandonado sus tesis marxistasy que había replanteado su teo-ría de la revolución: se habíadespedido de la idea de una re-volución proletaria y conside-raba que su motor era la alie-nación económica que sufría elconjunto de la población. Elrestablecimiento de nuestra re-lación fue fecundo porque co-laboramos sucesivamente en lasrevistas Textures y Libre. Peronuestra ruptura definitiva seprodujo al hilo de un análisisde la URSS que publicó enLibre, en 19804, pues allí con-sideraba que la sociedad sovié-tica estaba dominada por unsistema, por un complejo mili-tar-industrial. Este análisis que,por otra parte, no había sidodiscutido por el pequeño con-sejo de redacción, demostrabaque había renunciado a una vi-sión política de la naturalezade la URSS. Decidí entoncesinterrumpir para siempre nues-tra colaboración en Libre.Todo lo que he dicho no exclu-ye que reconozca la fecundidaddel pensamiento de Castoria-dis, su amplitud cultural, sucuriosidad literaria y filosófica.

E. M. ¿Castoriadis no abando-nó nunca la idea de que la so-ciedad contemporánea estabadeterminada por el imaginariocapitalista y de que sólo la re-volución nos traería la sociedadrealmente autónoma? ¿Nuncadejó de creer en la posibilidady necesidad de una instituciónradical de la autonomía, de lademocracia?Cl. L. Tanto por su voluntaris-

mo y su decisionismo, desdelos inicios de Socialisme ouBarbarie, como por su concep-ción de una institución de lasociedad fundada en una deci-sión libre e imprevisible de susmiembros, hay una continui-dad en su trayectoria intelec-tual que, incluso aunque nopueda anclar su idea de la revo-lución en la carne de la histo-ria, en el proletariado, juzganecesario conservar esta repre-sentación de una ruptura abso-luta, de un origen incondicio-nado. Llevada hasta la sociedadcontemporánea, esa idea tomala forma de una escisión fun-damental entre los que estánalienados y los que detentan ladecisión de dominar. En razónde la fe que conservó en unacreación colectiva que rompie-ra con todo determinismo,mantiene que lo que yo habíaescrito sobre la institución po-lítica de lo social y el lugarvacío del poder no tiene encuenta la realidad de la domi-nación5. Para él, había un hori-zonte de la humanidad en elque la dominación estaría ab-solutamente excluida; idea, ami modo de ver, que es unaficción en la medida en que,por una parte, el poder no sereduce a la dominación; encualquier sociedad el podertiene una función simbólicaque no se traduce por el simplehecho de la dominación; y, porotra parte, no conocemos ex-periencia social que, como yadecía Maquiavelo, no se mani-fieste en la división. Maquiave-lo hablaba de la división delpueblo y de los Grandes; perosea cual sea el término que em-pleemos, no se trata simple-mente de una división que en-frente a dos adversarios, sinoque forma parte de la esenciamisma de la sociedad estar di-ferenciada; abierta a sí mismapor la contestación de los queestán oprimidos y que persi-

ESTEBAN MOLINA

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2Artículo recogido en Claude Lefort,Éléments d’une critique de la bureaucra-tie, Gallimard, París, 1978.

3 Lefort se despidió de Socialisme ouBarbarie después de presentar el textoOrganisation et parti (1958). Artículorecogido en Claude Lefort, Élémentsd’une critique de la bureaucratie, Galli-mard, París, 1978.

4 Recogido en Cornelius Castoriadis,Devant la guerre, Fayard, París, 1981.

5 Vid. Claude Lefort, L’invention dé-mocratique, París, Fayard, 1994, segun-da edición, y Claude Lefort, Essais sur lepolitique, Du Seuil, París, 1986.

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guen que le sean reconocidosderechos que le son rechaza-dos. Creo que es en este puntodonde, efectivamente, la tra-yectoria de Castoriadis y lamía se separaron y no dejaronde distanciarse. Desde enton-ces no he cesado de preocupar-me por comprender y comba-tir el mito de una sociedadtransparente; de entregarme acomprender que no había ins-titución, en el sentido de fun-dación, que no muestre signos,huellas, de una herencia; queno podíamos separar de mane-ra tajante lo que era el puroinstituyente y lo instituido.Por ponerle un ejemplo, la Re-volución Francesa, sobre laque todo el mundo está deacuerdo en decir que es elacontecimiento por excelenciaque marcó una ruptura en lahistoria, produjo una sociedadque continuaba llevando lashuellas de ciertas adquisicionesde la monarquía del AntiguoRégimen. Si puede haber unasuperación, que en ciertomodo ya se produjo, de la so-ciedad burguesa es gracias aciertas adquisiciones que hizola burguesía, a saber, ciertas li-bertades civiles, individuales,que no bastan; pero si conside-ramos sociedades que no pasanpor ser burguesas, vemos lasdificultades que tienen parasalir del totalitarismo o, enotros casos, del semi-despotis-mo. En toda sociedad existe lamarca de una anterioridad y larecuperación de ciertas adqui-siciones que se las hace valerde un modo nuevo. Como ve,tengo una idea de la institu-ción de lo social completa-mente distinta a la que teníaCastoriadis.

E. M. ¿Después de abandonarsu creencia en que la revolu-ción proletaria nos descubriríala verdadera sociedad, la socie-dad no desgarrada por divisiónalguna, y que haría justicia a lalibertad, a la espontaneidad, seentregó al estudio de la obrade Maquiavelo, cuyos resulta-dos recogió en su imponenteLe travail de l’oeuvre. Machia-

vel ¿Por qué Maquiavelo?6

Cl. L. Maquiavelo plantea unacuestión que está en el centrode mi trabajo: la cuestión de ladivisión social. Estoy convenci-do, a la vez, de que su experien-cia y la nuestra no se solapan;de que el camino que abre noestá detrás de nosotros y de queno ha terminado de explorarsesino que, en cierto sentido, estátodavía ante nosotros. Maquia-velo me ha conducido a unacuestión que ha sido borradapor aquellos que han derivadoel estado social de un estado denaturaleza. Maquiavelo no sepreocupa del problema del ori-gen de lo social. Este será elproblema de Hobbes y de mu-chos pensadores modernos.Para él hay una especie de evi-dencia de que el mundo socialestá ya dado. A diferencia deMarx, yo encontraba en Ma-quiavelo la división social comoconstitutiva de la sociedad polí-tica y, por tanto, insuperable.La cuestión que planteaba Ma-quiavelo era la de saber en quécondiciones la división, diga-mos de clase, podía expresarseo, por el contrario, permanecíadisimulada y cómo podía an-clarse el poder en una ciudaddividida. Dicho de otro modo,toda ciudad se ordena en fun-ción de la disposición de la divi-sión entre la instancia del go-bierno y los gobernados, entrela fracción de los dominantes–los Grandes– y la masa de losdominados –el pueblo–. La ideade que Roma, la república porexcelencia, la que tuvo másvida, se benefició de una dura-ción extraordinaria gracias a losconflictos entre el pueblo y losGrandes, entre la plebe y el Se-nado, rompe con la representa-ción corriente. Es claro que elelogio de los tumultos no estáasociado a la creencia en un es-tado final, como ocurriría enMarx, un estado en que las cau-sas de la división serían supri-midas. Los tumultos, con tal de

que sean suscitados por el deseode libertad del pueblo, son bue-nos. Esto podría hacer creer queel pueblo es bueno, pero Ma-quiavelo no dice eso. No dicetampoco que la ley reside en elpueblo. Algunas de sus palabrasparecen ir en esa dirección. Porejemplo, cuando pregunta aquién es mejor confiar la guar-dia de la libertad, responde queal pueblo. ¡De acuerdo! Pero nocree en la bondad del pueblo.Él pone el acento en la fecundi-dad del conflicto. Esta proble-mática ha suscitado mi interés ymi reflexión.

E. M. ¿No pensó nunca Ma-quiavelo que la división socialpodría tener un origen econó-mico?Cl. L. La dominación no es pen-sada en términos de explota-ción, aunque Maquiavelo nosea en absoluto indiferente a losasuntos económicos. A este res-pecto se han escrito tonterías.Su correspondencia y sus rela-ciones dan testimonio de ello;tiene un fino conocimiento delas relaciones de propiedad enFrancia, Venecia, las repúblicasalemanas... La sociedad estásiempre dividida entre los quequieren dominar y los que noquieren ser dominados. Hayque insistir en que, desde supunto de vista, la sociedad noestá dividida de hecho por acci-dente; la sociedad se relacionaconsigo misma en la división, esel lugar de dos humores: unolleva a mandar y a oprimir, elotro a no ser mandado ni opri-mido. Pero estos dos humores odeseos no son extraños el unorespecto del otro. La ciudadforma un todo; tiene una repre-sentación de sí misma en virtudde una separación primera. Estoaclara la idea de que el deseo delpueblo debe ejercer una coer-ción sobre los Grandes. Allídonde el pueblo es fuerte, rei-vindicativo, sólo allí el deseo delos Grandes puede ser conteni-do –al menos en una república.De este modo, bajo el efecto delconflicto nacieron en Romatodas las leyes buenas. Por elcontrario, allí donde los Gran-

des dominan absolutamente, laley se convierte en su propie-dad, la sociedad entera es some-tida. Así, la resistencia del pue-blo, es más, sus reivindicacio-nes, son la condición de unarelación fecunda con la ley quese manifiesta en la modificaciónde las leyes establecidas. La cre-ación en Roma del cargo de tri-buno es un ejemplo de esto.Maquiavelo indica que el co-mienzo de la decadencia roma-na es debida a una imprudenciade los Gracos, no a un error dela república o a un defecto. Elpueblo no es, por tanto, unaentidad positiva y la libertad noes definible en términos positi-vos. La libertad está ligada a lanegatividad; pero ciertamenteno en el sentido de la libertadnegativa de Isaiah Berlin, sinoen el sentido de que implica elrechazo de la dominación. Tales, a mi modo de ver, uno delos resortes principales de la ar-gumentación de Maquiavelo.

E. M. Entre sus “héroes del espí-ritu” podemos encontrar, ade-más de a Maquiavelo, a Etiennede La Boétie, a Marx, a EdgarQuinet, a Jules Michelet. Mi-chelet hablaba, en los últimosaños de su vida, del infierno delolvido, de la injusticia que infli-ge el olvido a los que han lucha-do contra la opresión, del deberde recordar, pues no hay justiciasin memoria. ¿Podrá resistir lamemoria al relativismo que ge-nera la distinción entre hechosy valores a la que usted hacía re-ferencia antes? Cl. L. Es cierto que esa distin-ción ha permitido extenderse aun relativismo grosero bajo elsigno de “cada cual con su opi-nión”, “cada cual con sus valo-res”; y todo ello bajo el signo dela tolerancia, de la aceptacióndel otro. A pesar de la aparenteextensión que pueda tener el re-lativismo, en la sociedad demo-crática sigue habiendo una exi-gencia de justicia, una adhesióna las libertades civiles y políticasque se funda en la idea de quela condena de todas las formasde totalitarismo y la defensa delos derechos humanos no es

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6 Claude Lefort, Le travail del’œuvre. Machiavel, Gallimard, París,1972.

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una cuestión de preferencias.No soy pesimista. Para una ge-neración que va de los treinta alos cuarenta hay una gran de-manda de conocimiento y refle-xión sobre lo que pudo signifi-car el crimen ligado a la últimaguerra mundial. Creo que nohay año que pase en el que nohaya un coloquio sobre loscampos de concentración. Con-tinúa haciéndose un trabajosobre el pasado del siglo XX; yeste trabajo implica la idea deque tenemos una deuda contodos aquellos que han sido víc-timas del nazismo y del estali-nismo. Pero, como dice Miche-let, no son las grandes declara-ciones sentimentales sobre lasdesgracias acontecidas, las gran-des celebraciones, sino la exi-gencia de conocimiento la queresponde a la noción de deberde memoria que él tiene7 . Escierto que Michelet hablaba deuna magistratura de la historia,pero contrariamente a lo que,deforma apresurada y simpledicen algunos comentaristasMichelet no imaginaba conver-tirse en un magistrado de la hu-manidad que juzgara su curso;por el contrario, decía quecuando desapareciera él mismonecesitaría el recuerdo, la asis-tencia que había prestado a mu-chos muertos olvidados y que élmismo sería juzgado. Micheletseñalaba el lazo que une a losvivos con los muertos cuandohablaba de la “ciudad comúnentre los muertos y los vivos”,demandando que se tratara alos desaparecidos como próxi-mos, que se luchara contra laasfixia de la memoria de aque-llos que habían defendido la li-bertad, o que, al menos, habíanresistido a la opresión.

E. M. Últimamente han sonadovoces que cuestionan el abusivouso de los derechos humanos; suconversión en una forma de po-lítica que, en realidad, impide la

política; su conversión en unaideología disolvente de la vidasocial. ¿Cree usted que los dere-chos humanos se han convertidoen una excusa, en un reclamo?Cl. L. Hay que hacer desde elprincipio una distinción esen-cial entre el significado filosófi-co de los derechos humanos yde su alcance político y, porotra parte, el uso de los dere-chos humanos en la actividadpolítica, en el debate político. Ami modo de ver, los derechoshumanos han sido completa-mente desconocidos y caricatu-rizados tanto por la crítica deMarx y de los marxistas comopor los conservadores, entre losque destaca, en primer lugar,Joseph de Maistre, pues los de-rechos humanos no hacen refe-rencia tanto a una naturalezahumana independiente de todavida social como al hombre-ciu-dadano. No hay más que mirarla declaración francesa de 1789-1791 y, de una manera muyconcreta, las relaciones que esta-blecen entre sí los hombres enla sociedad. Los derechos hu-manos, tal y como son fijadospor la Declaración de los dere-chos del hombre y del ciudada-no, son el esqueleto, el arma-zón, de la democracia moderna.Se instituyen bajo el signo delrechazo de la sociedad del Anti-guo Régimen, fundado en unaconcepción organicista que fija-ba la condición de los hombrespor su pertenencia a un orden,a una comunidad, y por las re-laciones de subordinación. Suprimer sentido consiste en abo-lir la imagen de un monarca enel que se encarnaría la ley y, ensegundo lugar, en reconocer laidea de que no es la relación desubordinación,sino la de comu-nicación la que caracteriza fun-damentalmente a una sociedaddigna de ser tal. Allí dondeMarx veía argumentos a favorde la propiedad, sobre todocuando se hablaba de seguri-dad, debemos más bien ver lainstauración, por primera vez,de una justicia que implica elrechazo de la arbitrariedad y lapresunción de inocencia del in-dividuo. Allí donde se ha visto

la fuente del relativismo, delque usted hablaba hace un ins-tante, debemos ver la instaura-ción de una dimensión lateralde las relaciones humanas quese funda en la esencia misma dela comunicación: libre circula-ción de las ideas y convicciones,libertad de publicar y de leer, dehablar y de escuchar… y que yase anunciaba en el humanismorepublicano de otro tiempo.Desconocemos el significado fi-losófico de los derechos huma-nos cuando se los considera elproducto de una ideología, laideología burguesa. No hay queolvidar que la burguesía mismase enfrentó a esos derechospues, al limitar su dominación,se volvieron contra ella.

Respecto al uso político delos derechos humanos hemosde empezar por una doble dis-tinción. Un primer uso ritual,que se manifiesta en los grandeseventos internacionales, en losdiscursos oficiales, donde seevocan los derechos humanos,como se evoca la democracia, larepública… A este uso de losderechos humanos se refierenalgunos de los que critican hoyel droit-de-l’hommisme de lavida social, en la medida en queefectivamente cualquier empre-sa humanitaria, que por otraparte está para mí perfectamen-te justificada, es realizada ennombre de los derechos delhombre. Es cierto que la vidainternacional exige corresponsa-bilidad respecto a las catástro-fes, las epidemias… pero com-batir las epidemias, mandar me-dicamentos a África, o arroz aCorea del Norte, no es defenderlos derechos humanos. Pero,dicho esto, no hay que perderde vista que hay otra crítica delos derechos humanos, otra de-nuncia de droit-de-l’hommisme,en la que convergen desde hacepoco facciones de anarquistas,ultra-izquierdistas sesentayo-chistas y otras especies conser-vadoras que actúan en el fondopor odio a la democracia y quepretenden imponernos esque-mas definitivamente periclita-dos. Por eso me gustaría desta-car un uso político de los dere-

chos humanos que consiste enreferirse, en apoyarse en el con-cepto de derechos humanospara defender a los encarcela-dos, a los torturados, a los disi-dentes. Nadie hasta ahora haencontrado mejor conceptopara movilizar a gentes de opi-niones diferentes frente a lo quees una violación de los derechoshumanos, quizá la peor, y quemuestra su amplia significaciónfilosófica. Lo repugnante de esacondena de los derechos huma-nos, de la crítica de droit-de-l’hommisme, es que, con la ex-cusa de su posible utilizacióndemagógica, perdamos una pre-ciosa referencia para defender aquienes son perseguidos y pri-vados arbitrariamente de sus li-bertades fundamentales. Porquede no ser así, ¿en nombre dequé podríamos hacerlo?...

E. M. Dicho esto, y para termi-nar, ¿consideraría usted que elunilateralismo de los EstadosUnidos formaría parte de la de-fensa de los derechos humanos?Cl. L. Eso es una provocación.La política americana ha entra-do en una pendiente conserva-dora extraordinariamente peli-grosa. La política unilateralistaque tratan de conducir los ame-ricanos no puede tener éxito;aun cuando declaren la guerra aIrak, necesitan apoyarse en lacomunidad internacional. Estapolítica va a contrapelo de lasexigencias de la democracia quese plantean tanto en el interiorde los Estados Unidos como enEuropa. n

París, 23 de diciembre, 2002.

Traducción y notas: Esteban Molina

Esteban Molina es doctor en Filoso-fía. Autor de La incierta libertad. To-talitarismo y democracia en Claude Le-fort. Actualmente prepara la ediciónde Claude Lefort, Experiencia totalita-ria y democracia.

ESTEBAN MOLINA

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7 J. Michelet, Histoire du XIX siècle,tome II, Préface, in Michelet, La cité desvivants et des morts. Préfaces et Intro-ductions, présentées par Claude Lefort,Belin, París, 2002.

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n efecto, a lo que nos en-frentamos es al Leviatán. Laidea de que el Partido Repu-

blicano busca un Estado menorsólo es cierta respecto a las regu-laciones sociales y económicas, alsistema de seguro social y a lasinfraestructuras y servicios públi-cos. En Estados Unidos existeuna tradición de un Estado ex-tremadamente represivo (que par-te de las Actas de Sedición y deExtranjería, nuestra respuesta a laRevolución Francesa), cuyo equi-valente ideológico es la moviliza-ción del chovinismo, la xenofobiay un odio generalizado a lo dife-rente. Desde el 11 de septiembre,hemos sufrido una grave limita-ción de las libertades civiles a tra-vés de una legislación aprobadapor un Congreso sumiso y de lapráctica administrativa del go-bierno federal. Se puede afirmarque, de hecho, tenemos un Esta-do en pie de guerra (uno de losfundamentos del programa deguerra perpetua esbozado en lareciente Directiva presidencial deSeguridad Nacional es la necesi-dad de mantener al país movili-zado, lo que se espera que repor-te beneficios políticos a los repu-blicanos, que se presentan comolos principales adalides de la se-guridad nacional).

Las simplificaciones obsesi-vas del presidente atraen a un im-portante sector del electorado enel que destacan los protestantesfundamentalistas del sur y el oes-te del país, con gran peso en labase electoral de los republicanos.Este sector de la población esta-dounidense (tal vez una cuartaparte) tiene sus propias escuelas,sus propios medios de comunica-ción y vive en comunidades ce-rradas (y le daría igual bombar-dear Bagdad que Nueva York).

Lo que resulta sorprendente de laactual situación es que los funda-mentalistas han llegado a forma-lizar una alianza política con elmás urbano de los grupos de pre-sión estadounidenses, la comuni-dad judía organizada. De acuerdocon su visión apocalíptica de lahistoria, los fundamentalistasconsideran la creación del Estadode Israel –al que apoyan en todassus salvajadas– como una señalde que el Juicio Final está próxi-mo. Por su parte, los judíos esta-dounidenses, bien instalados enlas finanzas, los medios de comu-nicación o las universidades, e in-dispensables para la financiacióndel Partido Demócrata (cuya in-decisión con respecto a la oposi-ción a la guerra contra Irak se de-be en cierta medida a la influen-cia del lobby de Israel), cargan conla culpa retroactiva de su incapa-cidad para frenar el Holocausto ycon la distorsionada lectura quehacen de la situación de OrientePróximo en la cual los palestinosen particular, y los árabes en ge-neral, son considerados como losherederos del antisemitismo eu-ropeo (y estadounidense). La es-trategia a largo plazo del presi-dente y de los republicanos esacabar con la alianza electoral y fi-nanciera de los judíos con los de-mócratas, especialmente en Ca-lifornia y en Nueva York; o, almenos, socavarla gravemente. Po-demos recordar ahora como Go-re, después de darse cuenta deque sus críticas al proyecto de laguerra de Irak le habían supuestoperder una gran cantidad de fi-nanciación potencial, ha decididono presentarse a la campaña pre-sidencial de 2004.

Un influyente grupo de par-tidarios (se podría decir de agen-tes) de Israel se ha instalado en el

corazón del aparato de la políticaexterior. Este grupo está dirigidodesde fuera del gobierno por elinfluyente Richard Perle (el cual,como consejero senatorial y pos-teriormente dentro del gobiernode Reagan, contribuyó en granmedida a sabotear la distensióntan buscada por el equipo deBreznev con el fin de conseguir lainmigración judía desde Rusia aIsrael), y su figura clave en el in-terior de éste es el subsecretario deDefensa para asuntos políticos,Douglas Feith, quien fue abogadoen Israel y mantiene estrechos la-zos con la alianza político-militarisraelí. Feith ha sido designadoresponsable de la reconstrucciónde Irak tras la guerra. El nombra-miento de personas cercanas a Is-rael para ejecutar las políticas es-tadounidenses no se limita, porsupuesto, a los republicanos:Dennis Ross, Stuart Eisenstadt yMartin Indyk fueron demócratascon los mismos vínculos. Lo quediferencia la situación actual es eldescaro con que se produce laabierta alineación del gobiernocon Sharon y con la derecha isra-elí, la enorme presión para evitarque este asunto se discuta ennuestro país y la consonancia delproyecto de Estados Unidos dedominar Oriente Próximo con elobjetivo de un Gran Israel quedestinaría a los palestinos a la ex-pulsión o a algo aún peor.

Pero lo importante es esaconsonancia. Sin un proyectomás amplio, la conexión con Is-rael se limitaría a algo circunstan-cial u ordinario. Este proyectomás amplio es obra de los ex pro-fesores universitarios Paul Wol-fowitz y Condoleezza Rice, laconsejera de Seguridad Nacionaldel presidente, así como del asis-tente de ésta Stephen Hadley y

de funcionarios del Departamen-to de Estado ya antiguos, comoRumsfeld o John Bolton, y su-pone un unilateralismo sistemá-tico y la construcción de coali-ciones ad hoc, la aplicación denuevas tecnologías militares y unaintervención continua en otrospaíses (nuestras fuerzas armadasestán en unos sesenta países ycombaten en Colombia y Filipi-nas, además de Afganistán y Pa-kistán). El rechazo al Tratado deKioto, la destrucción en serie delos tratados de control de arma-mento nuclear, biológico y quí-mico o la negativa a aceptar laCorte Penal Internacional formanclaramente parte de esta tentativa.La doctrina del derecho al ataquepreventivo frente a las amenazas(acompañada de una definiciónde amenaza muy amplia) es unade sus derivaciones. Como afirmala doctrina, el objetivo a largo pla-zo de esta política es prevenir laaparición de cualquier otro centrode poder equivalente. Podríamospensar que con ello se refiere aChina (que ha sido durante un si-glo un eje central de la diploma-cia estadounidense). Pero hay otraamenaza potencial: la posibilidadde la emergencia de una UniónEuropea mucho más fuerte, queno sea una zona de libre comercioen la que las empresas y bancosestadounidenses puedan implan-tarse tranquilamente sino un sis-tema social alternativo, con unamoneda que funcione como di-visa de reserva fuerte y con unapolítica exterior y de defensa in-dependiente. En la actualidad, elgrupo de Bush no teme tanto aChina como a una Unión Euro-pea consumada, en la que las mi-norías musulmanas inmigrantesestén integradas, en la que paísescomo Polonia o Turquía estén

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P O L Í T I C A

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NORMAN BIRNBAUM

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vinculados fundamentalmente aEuropa occidental y no a Esta-dos Unidos, y que establezca unaalianza de facto con Rusia y fun-cione como polo de atraccióncultural, económica y política pa-ra África y para Asia central. Estoes lo que explica ese intento, queha funcionado bastante bien, deorganizar y apoyar un grupo departidarios de Estados Unidos enEuropa cuyos dirigentes actualesson, naturalmente, Blair y suscompañeros (incluido Brown),Aznar, Berlusconi y la CDU-CSU alemana, así como algunosotros en Europa central y del Es-te. Aunque la financiación de laCIA a investigadores, periodistasy partidos políticos no es ningunanovedad, hay una nueva genera-ción de publicistas y políticos eu-ropeos, muchos de los cuales con-sideran que viven en un espaciotrans-atlántico. Después de todo,su apoyo a Estados Unidos en eltema de Irak llega tras años de di-ligente propaganda del “pensa-miento único”.

¿Es casual que el proyecto deocupación de Irak y de rediseñode Oriente Próximo (dado que,una vez que las tropas estadouni-denses estén allí, los regímenes deIrán y Siria deben esperar lo peor)llegue tras dos acontecimientos,

uno en Estados Unidos y el otrointernacional? En Estados Uni-dos, ha colapsado el boom econó-mico de los noventa; y, a nivel in-ternacional, ha tenido lugar unascenso de esos movimientos ciu-dadanos que asociamos con la se-cuencia Seattle, Génova, Floren-cia –movimientos que, natural-mente, están implicados en lareciente oleada de protestas con-tra la guerra en Irak.

Hemos llegado así al funda-mento interno, social, del planhegemónico de Bush. Aunque es-tá relacionado con el petróleo deOriente Próximo y con el poderque otorgaría su control, tieneque ver, sobre todo, con el poderpara difundir, sin controles nioposición, un modelo de socie-dad en el que prácticamente todoestá mercantilizado. Un excelentehistoriador y crítico social esta-dounidense, Michael Lind (au-tor de un libro reciente sobreBush y sus raíces tejanas), ha se-ñalado que si fuésemos una re-pública burguesa nos concentra-ríamos en producir mercancías yvenderlas, en mejorar nuestro sis-tema educativo (cuya cúspide esexcelente, su parte media medio-cre y la inferior miserable) y enaprovechar la paz. Aunque hayalgo de cierto en esta afirmación,

también hay que tener en cuentalo siguiente.

Es correcto oponer el unila-teralismo estadounidense a unatradición muy diferente de nues-tra política exterior. Esta tradi-ción, representada por FranklinRoosevelt y su doctrina Four Fre-edoms finalizó con la ambigua al-ternancia de la AdministraciónClinton de las políticas promoto-ras del libre comercio (cuya figu-ra más influyente dentro del go-bierno fue Robert Rubin, deGoldman Sachs) y la defensa delos derechos humanos. La tradi-ción iniciada por Roosevelt in-cluía los acuerdos de Breton Wo-ods (ideados por Keynes y por eleconomista keynesiano estadou-nidense Harry White, un funcio-nario del Tesoro) como instru-mento para la regulación de losflujos internacionales de capital.Estos acuerdos fueron desprecia-dos por Nixon cuando devaluóel dólar, una consecuencia del in-tento de Johnson de llevar a cabola guerra de Vietnam sin aumen-tar los impuestos en el país. Bas-te decir que el multilateralismode los demócratas se ha visto al-terado, y con frecuencia anulado,por su alianza con el capital fi-nanciero, el sector tecnológico yla industria cultural estadouni-

denses. Frente a esto, la influenciaen la política demócrata de loscolectivos en defensa de los dere-chos humanos, de las Iglesias in-ternacionalistas y de los sindicatos(contrarios a un libre comercioque evidentemente ha reducidolos niveles de vida en EstadosUnidos) ha sido intermitente–más una constante de retaguar-dia que una operación de van-guardia.

El programa de Bush para elpaís es evidente. Prevé la destruc-ción de los elementos centralesde nuestro Estado de bienestar:la Seguridad Social (un sistemauniversal de pensiones para losmayores) y Medicare (un seguromédico universal para los mayo-res de 65 años). También prevé lasustitución del impuesto progre-sivo sobre la renta, por el im-puesto sobre el consumo. Natu-ralmente, las funciones regulado-ras del Estado (con respecto a ladefensa de los consumidores, laprotección del medio ambiente,la sanidad y la seguridad, los de-rechos laborales o el control delfraude financiero) se verán tam-bién gravemente reducidas, o in-cluso eliminadas. La reducciónde los gastos del Estado en el sis-tema de bienestar y en la regula-ción liberará fondos para un granaumento de los gastos con finesmilitares –y para la seguridad in-terior– que fortalecerán los po-deres del Estado en la política ex-terior y nacional.

¿Cuál es la función económi-ca de ese Estado en pie de guerraque proponen? Evidentemente,defender los intereses económi-cos de Estados Unidos en el exte-rior, por ejemplo, construir nue-vos agregados de intereses enOriente Próximo (otro motivopara el alineamiento con Israel,

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George W. Bush

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que tiene grandes reservas de ca-pital y una mano de obra bienformada); también evitar la con-solidación de sistemas de resis-tencia a estos intereses tanto a es-cala regional como interregional(es el caso del apoyo al golpe deEstado contra Chávez). Losacuerdos con Polonia, que va acomprar aviones de guerra esta-dounidenses, muestran un im-portante objetivo secundario de lafinanciación del gasto en arma-mento estadounidense: que elmercado de armamento sea unmercado cautivo –una razón máspara oponerse a unas fuerzas ar-madas europeas.

Sus funciones políticas estánclaras: concentrar tanto poder enlas manos del gobierno y las elitesestadounidenses que se pueda evi-tar la oposición gracias a una for-ma diferente de prevención: lapenetración de otras naciones yregiones por el capital estadouni-dense y por las ideologías que loapoyan. El nuevo plan paraOriente Próximo no oculta su ca-rácter colonial. El proyecto, engran medida ya realizado, para lapenetración de Europa occidentales un colonialismo bajo otronombre.

¿Y qué sucede con la oposi-ción dentro del país? Desde el fi-nal del boom económico, es decirdesde que Bush llegó al gobierno,se han perdido dos millones depuestos de trabajo. La conse-cuente insatisfacción sólo se haarticulado de un modo parcial yescaso, ya que los sindicatos sondébiles (sólo suponen el 13 porciento de la mano de obra; entorno a un 9 por ciento en el sec-tor privado y un 15 por cientoen el público) y el Partido De-mócrata no tiene una postura cla-ra o unida ni está capacitado in-telectualmente para proponeruna alternativa que no sea unadefensa estática y cada vez menoseficaz de unos programas socialesque, como la Seguridad Social, seremontan al primer tercio del si-glo pasado. Y aún peor, el ner-viosismo y la inseguridad gene-rados por los ataques del 11 deseptiembre han sido explotadospara crear una falsa solidaridadnacional, en la que cualquier con-

tramovilización puede ser (y es)denunciada como antipatriótica.Los candidatos a la presidenciapor el Partido Demócrata proce-dentes del Congreso y del Senado(Edwards, Gebhardt, Kerry, Lie-berman) resultan poco convin-centes en este aspecto; como loque más temen es a que alguienpueda pensar que se oponen alpresidente en el tema de la segu-ridad nacional, su capacidad paratrasmitir una alternativa econó-mica clara ha resultado grave, sino fatalmente dañada.

Si se tiene en cuenta la vo-luntaria conversión de una granparte de los medios de comuni-cación, en particular la televisión,en agentes de la más cruda pro-paganda de la Casa Blanca, laoposición a la guerra de Irak enEstados Unidos sorprende por sufuerza. Y al contrario que cuandoempezó la guerra de Vietnam, nose concentra en las universidades,si no que está dispersa entre lascomunidades, en agrupaciones adhoc y en las iglesias protestantesprogresistas y la iglesia Católica(en el Consejo Nacional de Igle-sias). Falta la participación de lasorganizaciones de la comunidadjudía, que han cambiado su anti-guo compromiso con el abstractouniversalismo de la justicia socialpor una solidaridad étnica con laguerra de Israel contra los palesti-nos. Aunque hay un gran núme-ro de ciudadanos judíos que a tí-tulo personal tienen una actitudactiva contra la guerra y actúan enmuy diversos frentes en el interiordel país, esas energías del ViejoTestamento tan visibles hace unageneración se han disuelto, algoque tiene unos efectos despro-porcionados si se tiene en cuentael peso de los judíos en la univer-sidad (donde al menos un 15 porciento de los profesores son judí-os, de un grupo de población entorno al dos por ciento) y en losmedios de comunicación.

En el Congreso, la oposicióna la guerra se concentra en las fac-ciones progresista y negra, lo quesupone unos 80 congresistas deun total de 435 (y los senadoresprogresistas son unos 15 ó 20).Diversos ayuntamientos locales(Los Angeles, Chicago, San Fran-

cisco, Seattle) han hecho públicosu rechazo a la guerra. También lohan hecho los candidatos demó-cratas menos conocidos como elmiembro del Congreso Kucinich,el ex gobernador de Vermont, Dean, o el Reverendo Sharpton,un neoyorkino negro; uno deellos, Dean, tiene algunas posibi-lidades de obtener buenos resul-tados en las primarias del partidoque tendrán lugar a principios delpróximo año. No obstante, sinuna firme resistencia por partedel conjunto de los demócratasen el Congreso, es probable queel presidente siga teniendo lasmanos libres.

Y aún más libres si cabe porcausa de esa cobardía tan exten-dida entre el gran número de fi-guras públicas que tienen expe-riencia en política exterior y queno están de acuerdo con la políti-ca de Bush en este ámbito (fun-cionarios públicos que ahora seencuentran en el sector privado oen las universidades), cuyo silen-cio resulta clamoroso. Brzezinskicuenta a su favor con haber rotorecientemente ese silencio me-diante un artículo muy crítico enel Washington Post. Mientras estaspersonas se mantengan en silen-cio y el Congreso no demuestrefirmeza, a ese gran número deveteranos funcionarios en la ad-ministración y en las fuerzas ar-madas que están dubitativos lesparecerá, lógicamente, más razo-nable no hacer ruido. El ex pre-sidente Carter es una excepción,pero Clinton (cuya mujer Hilary,como senadora y futura aspirantea la presidencia no se puede per-mitir mostrar una excesiva inde-pendencia) es la discreción perso-nificada.

Para terminar, es necesario re-cordar que nuestro electorado es-tá fundamentalmente despoliti-zado y que sólo un 40 por cientodel mismo votó en las recienteselecciones al Congreso. Resultanotable que la sociedad, a pesarde su despolitización, muestre uncreciente escepticismo ante la po-lítica de Bush. En concreto, ensu mayoría insiste en que no sedebe dar ningún paso sin los alia-dos tradicionales de Estados Uni-dos. Lo cual, a su vez, explica esa

campaña, tan estúpidamente bur-da, de denigración de los gobier-nos francés y alemán claramentedirigida por la Casa Blanca. Perodicha campaña puede ser tomadacomo una prueba del notable im-pacto que, hasta el momento, hatenido la firmeza que han mos-trado esos gobiernos y sus pue-blos. Habría sido más que la-mentable y una necia traición anuestras esperanzas en un mundomás racional y democrático en elfuturo, que esos gobiernos hu-biesen hecho caso de los dispara-tes de quienes afirmaban que, da-do que Estados Unidos atacaríade todas formas, hubiese sido me-jor estar integrados en el proyec-to. En ese supuesto, la integra-ción no hubiera sido sino una po-bre descripción del suicidio moraly político de Europa.

Post ScriptumEl comienzo de la guerra ha aca-bado con la oposición de la ma-yoría de los miembros del PartidoDemócrata en el Congreso, perono con la de la sociedad civil. Losexpertos y los ex altos cargos de lapolítica exterior ligados a los de-mocrátas, quienes hasta ahora sehabían mostrado reservados, hanreaccionado con un claro afánpor no echar a perder sus carreras:en su mayoría han anunciado suapoyo al presidente en esta "horade la unidad", una unidad pro-pagada por la televisión y la ma-yor parte de la prensa de un mo-do sólo igualado en las peores"democracias tuteladas" del Ter-cer Mundo. Bush, por su parte,no es capaz de decidir si está másfurioso con Irak por defenderse ocon el resto del mundo por susobjeciones. Por último, resultasorprendente la existencia en Eu-ropa de unos conservadores quese refieren a su "comunidad devalores" con Estados Unidos, algoque sólo puede ser consideradouna prueba más de la autodes-trucción del conservadurismo eu-ropeo. n

Norman Birnbaum es profesor de laFacultad de Derecho en la Universidadde Georgetown.

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a pregunta cómo es la Euro-pa que necesita Polonia estan insolente y denota tanta

soberbia que podía formularlasolamente un individuo tan tos-co y grosero como el director deldiario Gazeta Wyborcza. Ahorabien, ya que me he atrevido aplantear la pregunta, aprovecharéla oportunidad que se me presen-ta para formular unas cuantas re-servas antes de tratar de dar unarespuesta sesuda.

Durante toda mi vida, tantocomo jefe del diario Gazeta Wy-borcza como antes fui constante-mente acusado de ser un cosmo-polita. Pues bien, confieso quesí, que lo soy y que abordo losproblemas y asuntos de Europadesde el punto de vista de uncosmo-polaco. Cuando me pusea analizar la cuestión me hice lapregunta de qué tipo de europe-os eran o son Adam Mickie-wicz1, Jerzy Giedroyc2, CzeslawMilosz3 y Tadeusz Konwicki4 yme respondí: eran cosmopolitas,pero de una clase singular, por-que todos eran cosmopolitas deEuropa Central y del Este. Pien-so que ése es el secreto del euro-

peísmo de los polacos. Nosotrossomos europeos en un sentidoalgo distinto que los franceses,alemanes, italianos o españoles.Y precisamente esa singularidades la que nos convierte en algooriginal, la que nos permitetransmitir un mensaje de granpotencia.

La segunda reserva que quieroformular me obliga a hablar co-mo representante de un pueblode tamaño mediano. Esa condi-ción hace ver el mundo de unamanera muy específica. En Euro-pa hay pueblos grandes y pueblospequeños. Son pueblos grandesel español, el francés, el alemán yel inglés. Pueblos pequeños sonel catalán, el escocés, el eslovenoy el eslovaco. El pueblo pequeñoen muchas ocasiones se planteala pregunta: ¿corre peligro miexistencia? Los pueblos grandesjamás sienten semejante duda.Nosotros, los polacos, siemprefuimos un pueblo mediano, esdecir, pequeño para los pueblosgrandes pero grande para lospueblos pequeños. Sin embargo,en el siglo XIX la situación se con-formó de tal manera que, comopueblo, tuvimos que plantearnosla pregunta de si nuestra identi-dad nacional corría peligro, sipodíamos desaparecer como na-ción. Es evidente que esa pregun-ta determinó nuestro pensamien-to y actitud frente a la políticainternacional y el mundo.

Y la última reserva. Quiero re-cordar una opinión expresada porel gran pensador francés y euro-peo Alexis de Tocqueville:

“Si tengo que admitir que muchosconservadores defendieron al Gobiernoexclusivamente para mantener sus pre-bendas y cargos, también tengo que cons-tatar que muchos opositores lo atacaron

exclusivamente para alcanzar prebendas ycargos semejantes. Es muy lamentable,pero que la devoción por los cargos públi-cos y por la posibilidad de vivir a costa delos contribuyentes no es un defecto de unsolo partido. Es un defecto grande de to-do el pueblo” [Democracia y pobreza: me-morias sobre el pauperismo]

Esa afirmación, tan grandecomo una casa, demuestra quenosotros, los polacos, ya tenemoslos dos pies en Europa.

1. Antes y después de 1989¿Qué era Europa para gente co-mo yo y mis compañeros antes de1989, antes de la caída del régi-men comunista? Era el símbolode la libertad, de la normalidad yde la racionalidad económica. Erasímbolo de ese Occidente al quepertenecíamos de manera natu-ral,pero del que fuimos aisladospor el dictado soviético. En noso-tros vivía la esperanza de que al-gún día podríamos convertirnosen un país normal, parecido aotros países de Europa. Pero almismo tiempo sentíamos tam-bién la sensación de que éramosla muralla de Europa. Polonia, alo largo de su historia, siemprefuncionó como una muralla: antelos mongoles, ante los turcos, an-te los moscovitas, ante los bolche-viques, ante los alemanes. En lostiempos del comunismo fuimosconvertidos en muralla que pro-tegía ante la presión del imperia-lismo norteamericano. Como so-lía decir el poeta Antoni Slonims-ki5, el único jefe que he tenido enmi vida: “Polonia es una murallaútil para las dos partes”.

Nosotros conocíamos las doscaras de esa Europa que tantonos atraía. No solamente la carademocrática, tolerante, opulentay multicultural, la cara de los de-rechos humanos y de la libertad.Conocíamos también la otra carade Europa, la del nazismo y elcolaboracionismo con los fascis-tas, la Europa, cuya intelectuali-dad izquierdista se sentía fascina-da por el totalitarismo soviético,la Europa del egoísmo y de lamiopía, simbolizada por los tra-tados de Múnich en 1938 y Yaltaen 1945.

Jamás olvidaré el relato deKsawery Pruszynski6 titulado Lasombra de Georgia. El narrador seencuentra en París a un ministrodel Gobierno de Georgia en laemigración que le advierte delpeligro de confiar en Europa yañade que es inútil, porque Eu-ropa no ayudará, Europa traicio-nará y lo mejor es no contar conella para nada. Ese relato dePruszynski es estremecedor porsu actualidad. De ese relato pudi-mos sacar conclusiones muy di-versas. Una de ellas indicaría quelo mejor que podíamos hacer erasometernos a la potencia soviéti-ca porque sería inútil hacerlefrente. Pero también podíamossacar la conclusión de que Occi-dente se merecía nuestro amorporque dio un Montesquieu dig-no de adoración, un Fellini dig-no de admiración, un Camusdigno de veneración eso sí sin ol-vidar que, a parte de eso, seríamejor no contar con Europa. Ytengo que decir que toda la filo-

L

R E L A C I O N E S E U R O P E A S

LA EUROPAQUE NECESITA POLONIA

ADAM MICHNIK

1 Adam Mickiewicz (1795-1855), elpoeta romántico polaco más célebre y ve-nerado, cuya obra maestra, El Señor Ta-deo, comienza con la exclamación: “¡Li-tuania, Patria mía!”.

2 Jerzy Giedroyc (1906-2000), elprincipal pilar de la cultura polaca inde-pendiente y libre de las presiones del régi-men comunista, fundador en 1947 de larevista mensual Cultura, publicada prime-ro en Roma y luego en París, vivió mu-chos decenios en la emigración.

3 Czeslaw Milosz (1911, Lituania),poeta polaco galardonado con el PremioNobel de Literatura en 1980, huyó de laPolonia comunista y vivió muchos dece-nios en Estados Unidos en la emigración.

4 Tadeusz Konwicki (1926), escritor ydirector de cine, combatió en la resisten-cia antihitleriana en Lituania.

5 Antoni Slonimski (1895-1976), unode los poetas polacos más destacados delperiodo de entreguerras y de la Poloniacomunista, enfrentado al poder como de-fensor de la libertad de expresión y de cre-ación y enemigo de la censura.

6 Ksawery Pruszynski (1907-1950),escritor, autor, entre otros, del libro De laEspaña roja, de reportajes de la guerra ci-vil española que siguió como corresponsalde medios polacos.

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sofía de la oposición democráticapolaca de aquellos tiempos, a laque yo tuve el honor de pertene-cer, consistía en contar solamentecon nuestras propias fuerzas. Sa-bía que conseguiríamos tanta li-bertad cuanta estuviésemos encondiciones de arrancar connuestras propias manos.

Aquí tengo que recuperar elrecuerdo de aquel cálido día de1979 cuando en la Plaza de laVictoria, en Varsovia, el PapaJuan Pablo II dijo la histórica fra-se de que Europa no podría serestable sin una Polonia indepen-diente. Aquel llamamiento deJuan Pablo II –porque su frasefue un llamamiento– electrizó alos polacos. De pronto, el millónde personas que se encontraba enla Plaza de la Victoria sintieróque tenía su propia identidad,muy distinta a la que exigía el ré-gimen comunista.

Hoy sabemos que cuando ha-blamos con alguien en Washing-ton le oímos decir que el comu-nismo fue aplastado por EstadosUnidos: por el presidente Carter,que introdujo los derechos hu-manos en la política mundial, ypor el presidente Reagan, porquedefinió a la Unión Soviética co-mo el “Imperio del Mal”. Oímosdecir que fue así como EstadosUnidos echó a la Unión Soviéticaal vertedero de la historia. Cuan-do estamos en el Vaticano oímosdecir que es incuestionable que elcomunismo fue vencido por laIglesia católica y el Papa Juan Pa-blo II. En Kabul todos nos ase-gurarían que el comunismo cayógracias a la heroica lucha de losafganos contra los invasores yocupantes rusos. En Moscú to-dos saben que fue la perestroikade Gorbachov la que acabó conel comunismo. Sin embargo, no-sotros, los polacos, sabemos per-fectamente que eso no es verdad.Sabemos que fuimos nosotros losque, en agosto de 1980, arranca-mos el primer ladrillo del murode Berlín. Y por eso, aunque nin-guna otra cosa buena se pudiesedecir de los polacos, ese acto bas-taría de por sí para admitir quehicimos una gran contribución ala cultura europea.

El año 1989 concluyó la revo-

lución que comenzó en 19807.Es verdad que el mundo euro-atlántico, el mundo democrático,fue entonces nuestro gran admi-rador, pero a nosotros nos tocóaprender a un ritmo vertiginosolas reglas de juego del nuevo sis-tema. Yo mismo viví esos cam-bios en mi propia piel, porque enpocos días, de autor de octavillasy boletines clandestinos, tuveque transformarme en directoreficaz del diario Gazeta Wyborc-za, de un diario que necesitabavender sus números porque sabíaque nadie, ni el Comité Centraldel Partido Comunista ni las ri-cas fundaciones occidentales, fi-nanciaría sus pérdidas. En la re-dacción del diario todos com-prendimos que si queríamosresistir y sobrevivir en el mundode las nuevas reglas, tendríamosque fundir dos elementos funda-mentales en uno solo.

Por un lado queríamos ser in-dependientes del Comité Cen-tral; pero, como un diario es unamercancía que alguien tiene quecomprar, teníamos que dependerde nuestros lectores. Con fre-cuencia los presidentes de Polo-nia, Aleksander Kwasniewski, yel de la República Checa, VáclavHavel, cuando lo era, se quejaronde que a los medios les gusta te-ner poder pero no les gusta laresponsabilidad. Yo suelo respon-derles que no tienen razón y lesdigo: “Vosotros pasáis el examenuna vez cada cuatro o cinco años,cuando los electores os apoyan orechazan en las urnas, pero yopaso la misma prueba cada día,cuando los lectores nos apoyan

comprando Gazeta Wyborcza onos rechazan optando por otrodiario. El lector ejerce cada día suderecho democrático comprán-donos o no. Para conseguir quenos compre tenemos que respon-der a sus expectativas”.

El diario es una mercancía,pero una mercancía singular,porque no es lo mismo venderun periódico que cordones o be-tún. El periódico es una mercan-cía llena de valores que propone,además, un determinado lengua-je para el debate público. Y enese sentido el periódico tiene quedisponer de las virtudes caracte-rísticas para los profetas del ViejoTestamento que tenían suficientevalor para decirle al faraón: “No,eso no lo harás, porque eso no sepuede hacer”. Hoy, el profeta sinnegocio tendría que vivir en unatorre de marfil y podría transmi-tir sus valiosas ideas solamente asu familia más cercana; pero, porotro lado, un diario convertidosolamente en negocio se transfor-maría en una fuente de cinismo ydepravación.

2. La utopía de la República autogestionariaEsas reglas democráticas, desdehacía mucho tiempo aplicadas yrespetadas en el mundo occiden-tal, tuvimos que aprenderlas yasimilarlas después de 1989. Perono menos difícil fue otra tarea: lade transformar la manera que te-nían de pensar sobre nuestra re-gión del mundo los políticos, losdiplomáticos y los medios occi-dentales. Tuvimos que convencera muchos de que no somos unrincón incivilizado sino un paísauténticamente europeo, un Es-tado nacional, con su historia,sus identidad y sus tradiciones.Ésas son verdades básicas que du-rante muchos años Occidente nosupo asimilar. Incluso para Han-nah Arendt, ante cuya grandezahago una profunda reverencia,todos los problemas al este delElba eran absurdos. Con despre-cio trataba los conflictos fronteri-zos: ¿Vilna debía pertenecer a Po-lonia y Lvov a Checoslovaquia?Para ella esos conflictos eran in-significantes enfrentamientos en-tre minúsculas tribus carentes de

historia. Tuvimos que cambiaresas ideas y formas de pensar ycreo que, en gran medida, lo he-mos conseguido.

Pero también tuvimos que li-brarnos de una ilusión. Paramuchos de nosotros era imposi-ble imaginar que el nuevo mun-do al que nos habíamos incor-porado nos despojaría de la eco-nomía planificada, del Estadoprotector, de la economía esta-tal. Muchos compartían el sue-ño del socialismo con rostro hu-mano, del socialismo basado enla autogestión obrera. El I Con-greso del sindicato Solidaridadse fijó como meta construir “larepública autogestionaria”. Soli-daridad nos dotó del principioevangélico que dice que uno lle-va la carga de otro. Ese princi-pio nos imponía la obligaciónde apoyarnos mutuamente, de-fendernos, protegernos.

Pero penetró también en no-sotros la lógica de la privatiza-ción y del capitalismo agresivo.Las primera víctimas de esa lógi-ca fueron los obreros de las gran-des empresas, los baluartes de So-lidaridad, los trabajadores quecon sus huelgas hicieron posiblela recuperación de la libertad. Yosé que las fábricas eran anticua-das y que los sindicatos, muyfuertes, se oponían a su moderni-zación. Pero no podemos negarque fuimos testigos de una para-doja que era y sigue siendo muydifícil de aceptar para nosotros,la gente de Solidaridad.

Entendimos, no obstante, aveces con cierto retraso, que “latercera vía” era el camino queconducía directamente al TercerMundo. Entendimos que el ca-mino hacia Europa no pasabapor la utopía de la república au-togestionaria, sino por el mundoconcreto definido por el merca-do y la privatización. Había quedar el poder al Parlamento y alEstado de derecho y no a los só-viets obreros.

Del mundo de la resistencia yde la oposición sacamos muchosvalores que nos esforzamos porimplantar en los tiempos nuevos:el pluralismo, la tolerancia, las li-bertades ciudadanas y también laesperanza de que, el mercado, se-

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7 En agosto de 1980 estallaron gran-des huelgas en Polonia encabezadas porlos trabajadores del Astillero Lenin deGdansk. Tras 10 días, los obreros, enca-bezados por Lech Walesa, y el Gobiernollegaron a un acuerdo que hizo posible lafundación del Sindicato Independiente yAutogestionado Solidaridad, la primeragran organización independiente en elmundo comunista que llegó a tener 10millones de miembros hasta que fue ilega-lizada el 13 de diciembre de 1981 por laley marcial que implantó el general Woj-ciech Jaruzelski. En 1989 Solidaridad vol-vió a ser legalizada tras el acuerdo de laMesa Redonda concertado entre el Go-bierno comunista y la oposición democrá-tica con el fin de realizar la transición de-mocrática y pacífica.

LA EUROPA QUE NECESITA POLONIA

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ría el mejor regulador de la eco-nomía. Es probable que, efectiva-mente, el mercado sea el regula-dor más eficaz e, incluso, el másjusto, pero no menos cierto esque carece de corazón y por esohay que enriquecerlo. Hay quehacer un esfuerzo grande y cons-ciente para nivelar ese fenómenoque provoca una polarización ca-da vez mayor de la sociedad.Aumentaba incesantemente elnúmero de personas con mejorposición, más ricas (propietariosde hoteles, restaurantes, tiendas yempresas, bancos y bufetes deabogados) pero también aumen-taba el número de desamparados,desocupados y vagabundos, degente fracasada y frustrada. Algu-nos se quedaron incluso sin pan.Apareció la apremiante necesidadde multiplicar los juegos y los es-pectáculos.

3. ¿Un país cívico o un país étnicoEn la primera etapa el equilibrioera buscado a ciegas. Los deba-tes sobre la eliminación de loscomunistas y de sus confidentesy colaboradores de la vida públi-ca en gran medida sólo servíanpara desviar la atención de laopinión pública. Cuando me dicuenta de quiénes eran los quemás gritaban exigiendo honesti-dad, me dije que seguramenteera muy positivo que esa hones-tidad no hubiese triunfado. Y esque la polémica de entonces exi-gía que nos pronunciásemos afavor de un sistema en el que nodiscriminaríamos a unos ciuda-danos por razones históricas ypolíticas, por sus raíces y vincu-lación con el comunismo. Esosfueron también los criterios queimperaron en Alemania tras lacaída del Tercer Reich. Debe-mos tener muy presente que ladesnazificación de Alemania oc-cidental fue llevada a cabo porlos norteamericanos. Cuandodevolvieron el poder a los ale-manes, la desnazificación termi-nó. Por eso siempre sostuve quesi nos hubiesen liberado los nor-teamericanos antes de que recu-perásemos la democracia pornuestra cuenta entonces hubie-sen tenido derecho a llevar a ca-

bo la descomunistización. Noso-tros, que nos hicimos con el po-der gracias a que los comunistasnos lo entregaron de manera pa-cífica, no teníamos derecho adescomunistizar a nadie.

Otros debates encaminados adesviar la atención de la opiniónpública se relacionaron con ladefinición del ciudadano y de laidentidad. Se planteó la pregun-ta: ¿Quién puede ser definidocomo sujeto en la III República?¿Lo es solamente el individuodefinido de manera étnica y reli-giosa como polaco-católico? ¿Loes el individuo que entra en ladefinición de la Constituciónque dice: “Nosotros, el pueblopolaco, todos los ciudadanos dela República”? En una palabra,¿somos un país étnico o un paíscívico? Resulta que ese problemanuestro es hoy un problema fun-damental en Europa. Yo mesiento feliz de que, en los dos ca-sos, hayamos optado por solu-ciones comprobadas en Europa,por el rechazo de la descomunis-tización y de la creación de unEstado étnico.

Pero después de hacer unaelección correcta desde el puntode vista europeo, nos dimoscuenta de lo mucho que quedóde la época anterior en nosotros,en nuestra mentalidad y en nues-tro comportamiento, en nuestrolenguaje, retórica y hábitos. Sime viese obligado a caracterizaraquellos años lo haría con unaconstatación hecha por AntónChéjov en una de sus cartas. Elescritor ruso advirtió que él mis-mo y cada uno de sus compatrio-tas tenían que sacarse al esclavodel cuerpo, gota a gota. Las cos-tumbres del esclavo, sus reaccio-nes y sus formas de protestar...

En mi periódico fuimos lea-les desde el primer momento ala filosofía del diálogo democrá-tico, convencidos de que la re-cuperación pacífica de la inde-pendencia, la soberanía y la li-bertad era nuestra mayorconquista política del siglo XX.Y, precisamente, esa concepciónnos enfrentó con muchos ami-gos con los que durante largosaños fuimos uña y carne en lascárceles y en la clandestinidad.

Sin embargo, a pesar de esa tris-te ruptura, sigo convencido deque la Mesa Redonda8, el acuer-do con los comunistas, el diálo-go de unos polacos con otrospolacos determinó la suerte dela patria. Con la excepción delas decisiones que se adoptaronen la Mesa Redonda, todas lasdemás, de importancia singularpara mi país y mi pueblo, seadoptaron fuera de Polonia y sinescuchar su opinión.

Jamás olvidaré la inaugura-ción de las negociaciones de laMesa Redonda, cuando entra-mos en el Palacio del Goberna-dor (hoy Palacio Presidencial) yen la puerta nos recibía el generalCzeslaw Kiszczak, entonces mi-nistro de Interior9. Me escondídetrás de otros, con la esperanzade que el general saludaría a LechWalesa, Tadeusz Mazowiecki yotros y yo no me vería obligado adarle la mano ante las cámaras dela televisión. Kiszczak me la jugóporque me permitió realizar mimaniobra en la puerta pero meobligó a darle la mano en lo altode unas elegantes escaleras, estan-do yo solo con él y no siendouno más. Las cámaras de la tele-visión se cebaron conmigo. Juroque estreché su mano con granmiedo a que mi mujer, despuésde ver semejante escena, no me

dejase entrar en casa. Hoy puedoasegurar que nunca me arrepen-tiré de aquel apretón de manos.

La Mesa Redonda de Poloniaofreció al mundo el mejor meca-nismo para desmontar las dicta-duras por la vía pacífica. Y ésafue otra gran victoria de Polonia,porque supimos crear una nuevaforma de recuperar la indepen-dencia y la libertad, de pasar dela dictadura a la democracia. Elencuentro de Lech Walesa y delgeneral Wojciech Jaruzelski pue-de ser comparado solamente conotro igualmente histórico para elmundo entero: el encuentro deNelson Mandela con Frederickde Klerk. La diferencia consisteen que Mandela y de Klerk reci-bieron luego el Premio Nobel dela Paz, mientras que Jaruzelski si-gue siendo arrastrado por los tri-bunales de Polonia.

4. El populismoDesde la Mesa Redonda hantranscurrido ya 13 años de losque podemos estar orgullosos.Tenemos una democracia sólida.Desde que la implantamos nadieha tratado de gobernar en Polo-nia por la fuerza. Aspiramos a in-gresar en Europa y queremos ha-cerlo con nuestras tradiciones: lasde un país tolerante, abierto y sinpresos políticos. Hoy gozamos dela economía de mercado, graciasa la valentía y el tesón de lasprincipales figuras del primerGobierno democrático: TadeuszMazowiecki10, Leszek Balcero-wicz11 y Jacek Kuron12, así como

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8 La Mesa Redonda: ese nombre se daa las negociaciones entre el poder comu-nista y los representantes de la oposiciónque comenzaron en febrero de 1989 y fi-nalizaron a comienzos de abril de ese mis-mo año, y concluyeron con el compromi-so de los comunistas de legalizar nueva-mente el sindicato Solidaridad y celebrarelecciones pactadas en junio de 1989 conla participación de la oposición. Las elec-ciones que tuvieron lugar el 4 de junioconcluyeron con un triunfo aplastante delos candidatos de la oposición (en el Sena-do, de 100 escaños 99 fueron conquista-dos por candidatos anticomunistas). Elfracaso fue tal que poco después TadeuszMazowiecki fue nombrado primer minis-tro, primer jefe de Gobierno no comunis-ta en Europa del Este.

9 Czeslaw Kiszczak nació en 1925, ge-neral del Ejército responsable del Serviciode Información Militar, tras la proclama-ción de la ley marcial por el general Woj-ciech Jaruzelski en 1981, brazo derechodel jefe de la Junta Militar y posterior-mente ministro de Interior, fue el princi-pal organizador de la Mesa Redonda y de-fensor de sus acuerdos que garantizaron latransición pacífica.

10 Tadeusz Mazowiecki nació en1927, jurista, destacado dirigente del Mo-vimiento de Intelectuales Católicos, figu-ra de la oposición democrática que busca-ba el diálogo y el entendimiento con loscomunistas.

11 Leszek Balcerowicz nació en 1947,economista, viceprimer ministro en elGobierno de T. Mazowiecki, padre de lareforma económica que devolvió a Polo-nia la economía de mercado y encauzó alpaís hacia el saneamiento de su economíay el desarrollo.

12 Jacek Kuron nació en 1934, políti-co, historiador, principal figura de la opo-sición democrática polaca, creador delComité de Defensa de los Obreros en1976, principal consejero del sindicatoSolidaridad en la fase de su fundación,ministro de Trabajo en el Gobierno de T.Mazowiecki.

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el profesor Bronislaw Ge-remek13.

Por último, algo muy impor-tante, en las cuestiones funda-mentales para nuestro país todoslos gobiernos democráticos y to-das las coaliciones que los sostu-vieron respetaron siempre plena-mente los compromisos asumi-dos. Recientemente, el primerministro Leszek Miller14 meconfesó que se sentía como uncorredor más en la carrera de re-levos que nos conduce, desde lostiempos de la esclavitud, del co-munismo, del Pacto de Varsovia,a la libertad, a la Alianza Atlánti-ca, a la Unión Europea. Confie-so que yo no esperaba oír seme-jante declaración del primer mi-nistro Miller. Sin embargo, él sesiente heredero y sucesor de to-dos los gobiernos anteriores.Pienso que ese es un gran logrode la democracia polaca.

Ahora bien, los artífices y be-neficiarios de tan enormes éxitosnos sentimos disgustados, irrita-dos y frustrados. A veces senti-mos hasta rabia, pero ¿cuáles sonlas causas de esos estados de áni-mo? Pienso que las causas sonmuchas y cada uno de nosotrostiene las suyas. Hay que empezarpor reconocer que todos nos en-frentamos de pronto a una situa-ción para la que nadie, ningunode nosotros, estaba preparado.

La gente de la cultura luchabaen la Polonia comunista contrala censura y, aunque sufrían re-presalias, no se rendían, porquese sentían auténticamente im-portantes, sabían que hacían al-go muy útil y necesario. Hoy, en

el caos impuesto por el mercado,en un mundo en el que todosandan detrás del dinero, los inte-lectuales se sienten perdidos, in-necesarios y discriminados.

Los empresarios estaban con-vencidos de que a medida que seconsolidasen las normas de laeconomía de mercado mejoraríala situación de sus empresas.Pensaban que cuantos más im-puestos pagasen más ayuda reci-birían luego del Gobierno.Mientras tanto, hoy tienen lasensación de que cada vez es másfuerte la voz del populismo y delas envidias. Se les acusa de serdeshonestos, se exige la confisca-ción de sus bienes, se multipli-can los obstáculos administrati-vos, se propagan los concursosde ofertas fraudulentos, con re-sultados de antemano compra-dos y vendidos.

Los temores e inquietudes delos obreros de las grandes plan-tas, hombres y mujeres que pier-den su empleo, son conocidos.También los campesinos miranhacia el futuro con mucha preo-cupación. A todos nos asustan elparo, cada vez mayor, y la faltade ideas y recetas para acabarcon esa plaga. Para mí es incues-tionable que un paro tan alto,un paro que afecta a más del18% de la mano de obra, es unabomba de efecto retardado. Elparo masivo genera apatía y de-sesperanza pero genera tambiéndelincuencia e ira. A todos nospreocupan las masas marginadas,esos millones de personas que noencuentran para sí un lugar enlas instituciones democráticas.Vemos las causas de esa margina-ción en el absentismo electoral.A todos nos preocupa también ladimensión alcanzada por lacorrupción y el pésimo funcio-namiento de la justicia. Pero loque más nos preocupa es que to-dos esos fenómenos negativosson por excelencia europeos. Enuna palabra, en lo que conciernea las lacras y a las plagas, ya esta-mos en Europa.

Por eso, cuando me hago lapregunta sobre la Europa quenecesita Polonia, respondo: unaEuropa capaz de arreglar el pro-blema del paro, de la margina-

ción, de la corrupción. Por elmomento vemos que Europa nosabe resolver esos males. Por elmomento, tanto en la UniónEuropea, como en Polonia, esosfenómenos generan movimien-tos populistas. Me refiero a per-sonajes como Le Pen en Franciay Haider en Austria y a los mo-vimientos populistas que provo-can crisis gubernamentales capa-ces de trastornar la ampliaciónde la UE, como sucedió hacepoco en Holanda. Imaginemosque Polonia ya pertenece a laUE y participa en las negocia-ciones sobre una nueva amplia-ción. Imaginemos que en unpartido populista polaco se en-frenten dos de sus líderes y queese enfrentamiento ponga en pe-ligro el futuro de la comunidady de los países que anhelaban in-gresar en ella. Si semejantes co-sas pueden suceder es incuestio-nable que algo funciona mal enlas estructuras comunitarias y,por consiguiente, tiene que sercorregido. Polonia necesita unaEuropa en la que los extremistasno puedan vetar los proyectossensatos y valiosos.

Tengo que hacer referencia aotra enfermedad europea que,por el momento, tiene en Polo-nia los síntomas de un catarromuy ligero. Me refiero alantinorteamericanismo. Nos en-frentamos a una mezcla muy ra-ra de la xenofobia derechista yde consignas y resentimientos dela izquierda, con un aditivo anti-globalista que se manifiesta en lanecesidad de provocar disturbiosy escaramuzas. Bajo las mismasbanderas del antinorteamerica-nismo se manifiestan juntos lospartidarios de Le Pen y los trots-kistas. Y todo se cuece en unasalsa hostil a Israel y, en el fon-do, aunque su espesor sea muydiverso, antisemita. Hace carrerala tesis de que América es lafuente de una conspiración judíaencaminada a sojuzgar al mun-do. Por suerte, en Polonia esmuy difícil encontrar mayoresgrupos antinorteamericanos. Sinembargo, en Europa se trata deun fenómeno de gran dimensiónque es muy peligroso. Yo aquíquiero dejar de lado las imperti-

nencias, insolencias y metedurasde pata de los norteamericanos ysus diplomáticos, porque esoserrores y pasos falsos no dan de-recho a afirmar que EstadosUnidos es el gendarme del mun-do y está empeñado en sojuzgary someter a todos los países. Esaidea es muy peligrosa.

Es evidente que los movi-mientos antiglobalistas son muydiversos y que hay en ellos mu-chas corrientes distintas. Algu-nos de esos movimientos mani-fiestan una oposición honestaante los males del mundo y con-tienen muchos valores positivos.Eso significa que son una espe-ranza real, pero también es in-cuestionable que son una enor-me amenaza. Cuando se propo-ne rechazar de manea total elmundo existente, basado en lafalsa fe en el dinero, hay que res-ponder primero a la pregunta decon qué otro mundo queremosreemplazar el que queremos des-truir. El hombre ya hizo experi-mentos en ese sentido y todosdieron resultados muy trágicos.

5. La corrupción política¿Cuál es, pues, la Europa quenecesita Polonia? Obviamente,una Europa libre del antinortea-mericanismo. Queremos unaEuropa de derechos humanos,porque esos derechos son la llavede la sociedad cívica y de sus ins-tituciones y las fuentes del Esta-do de derecho. Queremos unaEuropa asentada en las raíces ju-deocristianas, porque son el fun-damento de toda nuestra cultu-ra. Queremos la Europa de la to-lerancia y la emancipación,nacida del Renacimiento, de laIlustración y de la democracia li-beral. Queremos una Europa deeconomía sana y fuerte y no deescándalos de corrupción. Noqueremos la Europa de Le Pen yHaider, de los populistas holan-deses, de los separatistas del nor-te de Italia y de los terroristas deETA. No queremos una Europaen la que se arreglan las cuentasa los populistas pistola en mano,como sucedió en Holanda conPim Fortuyn.

Tengo la sospecha de que elantinorteamericanismo europeo

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13 Bronislaw Geremek nació en 1932,historiador, principal cerebro de la oposi-ción democrática, presidente del GrupoParlamentario de la Oposición Democrá-tica (OKP) en el Parlamento de composi-ción pactada elegido en las elecciones del4 de junio de 1989, posteriormente mi-nistro de Asuntos Exteriores.

14 Leszek Miller, nacido en 1946, gra-duado de la Escuela de Ciencias Socialesdel Partido Comunista, fue secretario delComité Central hasta la disolución de laagrupación en enero de 1990, cuando in-gresó en la Socialdemocracia de Polonia(SDRP) fundada por el actual presidentede la república, Aleksander Kwasniewski.Actualmente Miller es presidente de la su-cesora de SDRP, la Alianza de la Izquier-da Democrática.

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nace no solamente del posiz-quierdismo y del posnacionalis-mo. Se trata de algo totalmentenuevo que todavía no sabemosdefinir, de un prefascismo denuevo tipo, de un nuevo diablocapaz de reemplazar y sustituir atodos los demonios anteriores.¿De dónde salió ese diablo? ¿Dedónde saca sus fuerzas? Si anali-zamos quién vota a los populis-tas en Europa Occidental y enPolonia nos daremos cuenta deque se trata de gente asustada.En el pasado teníamos miedo enPolonia a la policía comunista.Hoy nos asusta la insuficienciade policías en las calles de nues-tras ciudades, en las estacionesde trenes y en el transporte su-burbano. Nos paraliza el miedoque sentimos ante la delincuen-cia, también la internacional: unfenómeno que sirve a los popu-listas para buscar el apoyo de losciudadanos.

Si queremos entrar en Europaes, entre otras cosas, para defen-dernos juntos ante la delincuen-cia internacional, porque cons-tantemente oímos hablar de lamafia rusa y ucraniana. Ahorabien, en esa lucha no podemosechar mano de los rencores his-tóricos, de los resentimientosantiucranianos y antirrusos ge-nerados por la difícil historia co-mún. Sé que mi propuesta es di-fícil de realizar, pero también séque una Polonia libre necesitauna Ucrania igualmente libre.Asimismo necesitamos una Ru-sia democrática y todo lo quepuede fortalecerla, consolidarla yestabilizarla. Esa Rusia debe seruno de los objetivos de Europa,de la Europa que necesitamos.

El patriotismo polaco máspuro y honesto nos impulsa aavanzar hacia la Unión Europea.¿Qué es lo que puede dificultar-nos más ese avance? Para mí elmayor peligro es la corrupción,porque destruye el tejido del Es-tado. Yo defino esa enfermedadcomo virus montesinos. ¿Qué su-cedió en Perú? El jefe de los ser-vicios secretos, Montesinos, unhombre muy bien relacionadocon los políticos y los hombresde negocios, construyó un simu-lacro democrático, parecido a las

aldeas artificiales del príncipePotemkin. Desde fuera todo pa-recía perfecto, porque el Parla-mento peruano existía y aproba-ba las leyes y también existíantodas las demás instituciones deun Estado de derecho. Pero laverdad era muy distinta, porquetodo se arreglaba bajo manga,con sobres llenos de dinero. Eljefe de los servicios secretos teníaa todos en sus manos, porquedisponía de documentos, graba-ciones y películas que podíanacabar con la vida o la carrera decualquier persona desobedienteo rebelde.

¿Por qué hablo de esto? Por-que ése es el camino más fácilpara que los delincuentes pue-dan hacerse con el control de lospolíticos y de los empresarios. Silos políticos y los partidos deci-den conseguir el dinero con ayu-da de concursos de ofertas com-prados y vendidos de ante manoy mediante el reparto de licen-cias y concesiones y los hombresde negocios lo aceptan sin re-chistar, todos nos pondremos lacuerda al cuello. Seremos despla-zados por otros más listos, másdespiadados, más dispuestos ahacer uso de la cartera y de lapistola. La situación es tantomás peligrosa por cuanto al mis-mo tiempo se produce la despo-litización de la sociedad. Ya noestamos en el año 1989, cuandomiles de jóvenes se ofrecieronpara trabajar gratuitamente co-mo voluntarios, pegando carte-les, repartiendo octavillas, etcéte-ra. Hoy, si se quiere hacer políti-ca, hay que tener dinero parapreparar e imprimir los carteles,financiar la publicidad en la ra-dio y la televisión, conseguir lasimpatía de los medios. En lospaíses de la Europa poscomunis-ta el mundo de los negocios fi-nancia los partidos y crea mediosde información para que apoyena los políticos. Pero esos proce-sos son precisamente los queamenazan con la propagacióndel virus montesinos. Y, en esaEuropa en la queremos entrar,vemos que hay un país, comoItalia, en el que el primer minis-tro tiene en sus manos el poderpolítico, una enorme cantidad

de dinero y los medios. Se tratade una concentración del podermuy peligrosa.

6. Los peligros de un Estado débilNuestro Estado, ¿no es demasia-do débil? ¿Es capaz, acaso, de re-caudar los impuestos? ¿Tieneuna administración eficaz? ¿Sabey es capaz de imponer la ley?¿Puede garantizar el funciona-miento correcto de la Justicia eimpedir que los delitos prescri-ban por incapacidad de los tri-bunales? ¿Es capaz de proteger alos ciudadanos y su propiedad?¿No es un Estado paralizado porlos intereses de infinidad de gru-pos de todo tipo?

Hay que constatar que el Es-tado débil no es democrático. Esun ente en el que impera el plu-ralismo de los clanes que luchanentre sí por conseguir más in-fluencia y privilegios. Ese plura-lismo de los clanes es evidente-mente mejor que el monopoliode un solo clan, como sucedía enla Polonia comunista, pero pocotiene que ver con la democracia.No hay democracia sin institu-ciones cívicas, sin medios inde-pendientes y, sobre todo, sin unsistema judicial independiente yeficaz. El Estado democráticonecesita asimismo el aislamientode los servicios secretos de la po-lítica y de los medios. Por eso yojamás permitiré que lo serviciossecretos, independientementedel signo que tengan, controlenmi diario, Gazeta Wyborcza. Yhago un llamamiento en ese sen-tido a los directores de todo losdiarios.

En el Estado débil se produceinevitablemente la división de lasociedad en vencedores, arrogan-tes triunfadores, y frustrados yrabiosos perdedores. En esas si-tuaciones nacen las nostalgiasautoritarias. El egoísmo de lostriunfadores no es un pecado si-no también una prueba de sumiopía y estupidez. Con esoquiero decir que la élite de cadapaís tiene que luchar no sólo porsus estrechos intereses. Necesita-mos una Europa en la que fun-cione bien esa máxima. Por lacuenta que nos trae a todos, te-

nemos que preocuparnos tam-bién de los marginados, de losdegradados, de los que se sientenfracasados, porque de lo contra-rio cavaremos nuestra tumba y lade nuestros hijos.

Vivimos en un mundo en elque han fracasado todas las uto-pías. Es un mundo del que nopodremos erradicar el mal, lapobreza y el sufrimiento, peroque podrá tener menos males,miseria y penas. Ese mundo esposible y esa es la Europa quenecesita Polonia. n

Traducción y notas: J. Ruiz Lardizábal

Adam Michnik es director del periódicoGazeta Wyborzca.

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“Se hará justicia¿Cuándo?Cuando los vivos sepan lo que su-

frieron los muertos”.(J. Berger, Puerca Tierra)

“Hay gente que ha visto esas cosas:nada de eso está perdido todavía en ladesmemoria absoluta, la que cae sobrelos hechos y los seres humanos cuandomuere el último testigo que los pre-senció, el último que escuchó una vozy sostuvo una mirada.

(A. Muñoz Molina,‘Munzerberg’, Sefarad)

“Lo que duele a las víctimas no só-lo es la crueldad de quien abusa deellas, si no el silencio de los que están asu alrededor y no dicen nada”

(S. Schem, Monte Miseria).

El objetivo de estas reflexio-nes es hacer un análisis de losrecuerdos y sentimientos rela-cionados con situaciones trau-máticas y duelos de personasvíctimas de la violencia (inter-namientos, campos de concen-tración, secuestros, amenazas yatentados terroristas en España)y las consecuencias psicopato-lógicas de las mismas a corto ylargo plazo. La reconstrucciónse realiza a través de recuerdosautobiográficos plasmados en li-bros y entrevistas de las vícti-mas y novelas que hayan trata-do la violencia.

Algunos autores como Ben-yakar enfatizan la diferencia en-tre “víctima” y “damnificado”.Para este autor, “víctima” es unconcepto que se remonta a laépoca bíblica y que está relacio-nado con las necesidades expia-torias de la sociedad: “Personaque queda atrapada por la si-tuación petrificada en esa posi-ción, pasando a satisfacer las ne-cesidades específicas de la socie-dad, es decir, pasa de ser sujetoa ser objeto de lo social, per-diendo de esta forma la subjeti-

vidad”. Para Beristain, “víctimasson, además del sujeto pasivode la infracción, todas las per-sonas físicas y/o jurídicas quedirectamente sufren un dañonotable como consecuencia in-mediata o mediata de la infrac-ción”. En este estudio, a pesarde esta diferenciación semánticaaclaratoria y oportuna, utilizaréel termino “víctima”, ya que es-tá más generalizada su com-prensión en nuestro ámbitocientífico y cultural.

Las víctimas de situacionestraumáticas ponen en funciona-miento mecanismos de defensaque les permite “sobrevivir” psí-quicamente (en el inicio de laagresión y las semanas o mesesposteriores) para paliar las con-secuencias tanto cognitivas (pro-cesos mnésicos) como emocio-nales a corto y largo plazo. Elfracaso de los mecanismos dedefensa da lugar a manifestacio-nes psicopatológicas como elsíndrome de estrés postraumático(TEPT), reacciones de adapta-ción y trastorno por estrés agudoacuñados por la Escuela Ameri-cana y presente en las diversasrevisiones de los Diseases Statis-tical Mental (DSM) desde 1980.El TEPT coincidiría, en aque-llos casos en los que tiende a cro-nificarse, con las neurosis trau-máticas descritas clásicamente enla literatura y el síndrome del su-perviviente. A medio y largo pla-zo algunos desarrollan caracte-rísticas de alexitimia secundaria(dificultad para reconocer y ex-presar las emociones), con inhi-bición y/o disminución tanto delas capacidades cognitivas comoafectivas, y cambios de personali-dad duraderos vinculados a la si-tuación traumática. Distingo en-tre víctimas que han sido capaces

de elaborar las pérdidas de formanormal y aquellas que han desa-rrollado duelos patológicos antelas mismas.

La esencia de la situacióntraumática, o situación disrup-tiva como prefiere llamarla Ben-yakar, es “aquella que acaece enel mundo externo e irrumpe enel psiquismo, provocando laruptura abrupta de un equili-brio u homeostasis existentehasta ese momento, tanto en elárea individual y/o institucio-nal y/o social. La ruptura de es-te equilibrio puede ser transito-ria, permitiendo una reorgani-zación o permaneciendo comoun evento no elaborado o ela-borable”. Para este autor, todaslas situaciones disruptivas tie-nen un potencial de patogenei-dad y es difícil diferenciar entrelas reacciones normales y las pa-tológicas de las víctimas a lasmismas. La literatura psicoana-lítica destaca dos elementos in-herentes a la situación traumá-tica: 1. La calidad de repentinoy sorpresivo, y 2. Una conse-cuencia inmediata y visible enlos sujetos como signo de la de-sorganización yoica.

En este análisis voy a centrar-me en hechos traumáticos exter-nos con un valor y relevancia his-tórico-política-social. Las dife-rencias individuales siempreaparecen a la hora de elaborarpsicológicamente las consecuen-cias de los traumas y los duelosen los sujetos. Trauma, violenciay duelo se entremezclan. Resolverun trauma conlleva, en un senti-do amplio, elaborar el duelo porla situación vivida y por la pérdi-da de dignidad de uno mismo ode seres queridos en el caso deque hubiese muertes asociadas almismo. Olmeda subraya:

“El duelo es una verdadera crisisexistencial donde nos vemos confron-tados con el caos y con los aspectos in-controlables de la existencia, pero esuna crisis que, como todas las que su-frimos en nuestra vida, nos puede ser-vir para crecer o, por el contrario, pa-ra debilitarnos y enfermar, dependien-do de cómo la afrontemos”.

Es difícil predecir la evolu-ción del duelo, ya que “la res-puesta al estrés causado estámediatizada por las estructurade personalidad, las experien-cias previas y los modos prefe-rentes de afrontamiento”. (Ol-meda). Diferenciar el duelonormal del duelo patológico esuna tarea ardua: el duelo pato-lógico es aquel en el que el deu-do se siente sobrepasado en suscapacidades de afrontarlo, pre-senta conductas maladaptativasy/o persiste el duelo sin modi-ficar a lo largo del tiempo (Ho-rowitz, en Olmeda).

¿Es necesario perdonar y ol-vidar para resolver un duelo porla vivencia de una situacióntraumática? Rojas Marcos, den-tro del contexto del ataque te-rrorista del 11 de septiembre del2001 en EE UU, señala que elperdón no hace que se olvide laagresión, pero sí ayuda a expli-carla y entenderla desde unaperspectiva menos personal ymás amplia, de manera queaquellos capaces de perdonar loimperdonable (la agresión y eltrauma) tiene mayores posibili-dades de liberarse del pasado yvolver a controlar razonable-mente su destino. Magris, en unartículo reciente, comparte la te-sis de que el perdón ayuda a lavíctima a liberarse de “la marañadel rencor, de furia también per-judicial para uno mismo, de ob-sesión que contamina al almaansiosa de venganza”.

70 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 131

P S I C O L O G Í A

MEMORIA Y DUELO EN VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA

JUAN DÍAZ CURIEL

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La elaboración del duelo entre las víctimas del terrorismoEl terrorismo que venimos pa-deciendo en España desde hacemás de 30 años y cuyo goteopersiste de forma sangrienta eimplacable en la actualidad, hadado lugar, como sabemos, acasi mil muertos y miles de víc-timas entre los perseguidos yquienes no pueden ejercer unavida digna por la amenaza de“los otros”. Esta escisión de lasociedad está dando lugar alfuncionamiento social que des-cribe F. Savater:

“Hay quien condena la violenciapero comprende a los violentos; mu-cho más a los violentos que a las vícti-mas. Se sienten más próximos de laideología de los violentos que de laideología de las víctimas. Y sientenmucha más simpatía por los violentosque por las víctimas”.

¿Se puede sobrevivir psicoló-gicamente a las agresiones veja-torias encaminadas a la anula-ción de la identidad? ¿Qué pre-cio hay que pagar para poderdesarrollar en el futuro una mí-nima capacidad para poderabordar las necesidades adapta-tivas de la vida en libertad? Eltérmino "síndrome del sobrevi-viente", que define al conjuntode respuestas adaptativas y no-

adaptativas de los antiguos pri-sioneros de los campos de exter-minio y ha sido tratado en lapsicopatología y la literatura psi-coanalítica a partir de los años50 y 60 del Siglo XX, se puedeampliar a otras situaciones so-ciales donde impere la persecu-ción y la violencia. León Grin-berg y su esposa Rebeca, psico-analistas afincados en España yexiliados del régimen militar ar-gentino, escribieron en su estu-pendo libro Psicoanálisis de laemigración y el exilio algunas res-puestas comunes de los prisio-neros de los campos de concen-tración:

“Los elementos comunes en la histo-ria traumática de estas personas estánconstituidos por la pérdida de seres que-ridos, pérdida del hogar y todas sus per-tenencias, haber sufrido humillaciones ytratos discriminatorios, padecimientosfísicos y psíquicos (torturas, ver torturara otros, estar a punto de morir de inani-ción), ataques a la autoestima y al senti-miento de identidad. Frente a todo ellosolían reaccionar con apatía extrema(pérdida de interés en vivir) o con estadosde despersonalización, estupor, o terror”,

Estas reacciones se pueden apli-car a situaciones donde el te-rror, el secuestro y los atenta-dos amenazan a la sociedad deforma periódica e implacable.

Para León y Rebeca Grinberg,es necesario centrar la atenciónen el sentimiento de culpa paracomprender la patogénesis delas personas que sobreviven a situaciones como los campos de concentración. Estos senti-mientos de “culpa persecutoria”aumentan la severidad del su-peryó, y explica el masoquismodel yo.

El análisis que realiza Amérysobre el sentimiento de culpa,constituye, quizá, la mayor con-tribución al mismo desde la ex-periencia autobiográfica de unsuperviviente de los campos deexterminio. Como señala E.Ocaña en la introducción del li-bro Más allá de la culpa y la ex-piación, “El hecho de la super-vivencia (…) engendrará en larigurosa conciencia moral de es-te sobreviviente un sentimientode culpa que jamás será vencidodel todo a pesar de las tentativasde superación o integración”. Elsuicidio de Améry en 1976 po-ne el punto y final de este in-tento por reparar la culpa perse-cutoria de haber sido testigo deuna de las mayores atrocidadesdel siglo XX.

La presencia constante de lamuerte, en lugares donde la vio-lencia y el terrorismo sacude a la

sociedad de forma periódica,hace que la reacción inicial detrastorno por estrés postraumá-tico, donde el embotamientoafectivo es quizá la conductamás generalizada, no dé lugar asituaciones depresivas, sino a“duelos pospuestos” o bien unanegación de los mismos, comolos que se han dado en sujetosvíctimas de los campos de con-centración. La respuesta suicidade muchas víctimas (años des-pués de la liberación de loscampos de exterminio) es posi-ble que sea el equivalente (mez-cla de culpa, duelo no elabora-do, situación traumática múlti-ple) de estos duelos sin terminarde resolver y que difícilmenteel ser humano es capaz de ela-borar mentalmente.

¿Quiénes son las víctimas delterrorismo? “Víctima es quienfue un humano que perdió suvoz y no puede decir ya nadaen el seno de una sociedad quefunciona para dar plena liber-tad a todas las voces por igual yno queden atemorizadas ni enla humillación del súbdito so-portando a un señor soberano”(M. Azurmendi). Para A. Elor-za, “La memoria de las víctimasse convierte de este modo enagente principal de la recupera-ción de la justicia y del mante-nimiento de la democracia se-riamente amenazada en tierravasca”. J. María Calleja comen-ta refiriéndose a las víctimas:“Son gente que primero sufreel terror y luego se la rematacon la indiferencia”. Culpabili-dad, discriminación, indiferen-cia, éstas son algunas de las con-secuencias por ser víctima, do-blemente víctima. Así escribeMuñoz Molina sobre OrtegaLara tras 16 meses de secuestro:

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P. Levi, J. Semprúm y J. Améry.

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“Pero este hombre, Ortega Lara,sonríe y abraza a su hijo como si deverdad hubiera sido capaz de volver:no sólo de la muerte temida y al finaldeseada, solicitada ansiosamente; tam-bién del sentimiento abismal de la so-ledad, de la ruptura de los lazos con losdemás seres humanos, con la multitudinmensa de los que no padecieron sudesgracia, de los que no conocieron elinfortunio de ser elegidos en la loteríanegra del terror” (…). “Ésa es quizáuna de las sensaciones más crueles quepermanecen en la conciencia de quienha padecido una desgracia que trastor-nó de golpe su vida, un accidente, lanoticia súbita de una enfermedad, lamuerte de alguien tan próximo que supérdida es una amputación: se sienteaislado de los otros, expulsado de lanormalidad sin fisuras en que imaginaque ellos viven, arrojado a un exiliopersonal que tiene algo de estigma, deinaceptable excepción: por qué yo yno otro, qué han hecho o qué tienenlos demás para que a ellos no les so-breviniera lo mismo que a mí, para queno fueran escogidos. En cualquier con-ciencia humana atribulada por la des-gracia surgen como un instinto el la-mento y la rebelión de Job”.

En todos los casos por muerteen atentado terrorista no ha me-diado el adiós (el rito de la des-pedida o “deudo de despedida”)

“Si la partida es un límite que nece-sita protección, atrae de forma inevita-ble al rito –cuya función es proteger allímite–, y aquí ese rito no es otro que ladespedida” (…). “Cuando efectiva-mente ocurre la desgracia, la despedidaes justamente lo que al instante surgecomo el primer asidero que palpando atientas, por así decirlo, en la negruradel desgarramiento, halla la mano delrecuerdo, y al que se aferra con el almaentera como el primer sostén, como alpunto de referencia cardinal, para lacomprensión y aceptación de la trage-dia” (Sánchez Ferlosio).

El rito de despedida es puesnecesario y permite separar loque se conoce desde tiempos in-memoriales como “el mundo delos vivos y el mundo de losmuertos” y la elaboración futu-ra del duelo por la pérdida.

En el libro de C. CuestaContra el olvido se recopila eltestimonio de 44 víctimas delterrorismo, todas ellas de Gui-púzcoa, con el objetivo de “darvoz a los sin voz”, “aportar ma-teria humana a la verdad y lamemoria de lo acontecido” y“dar luz a la oscuridad de la vio-lencia terrorista” después de tresdécadas de violencia en el País

Vasco. En estos testimonios seexplica “lo aberrante de toda sutrayectoria, la sinrazón de susobjetivos deformados por losmétodos y la irracionalidad ab-soluta de las estrategias de todoterrorismo”. Destaca cinco ca-racterísticas comunes en todoslos protagonistas: 1. Actitud devalentía y paciencia; 2. Deseode que nadie sufra lo que elloshan sufrido; 3. Lucha por de-fender la justicia y la verdaddesde el derecho y la ética; 4.No se han tomado la justiciapor su mano; 5. No han perdi-do la esperanza de convivencianormalizada y en paz.

Algunas reflexiones comunesde las víctimas y sus familiaresque permanecen a lo largo deltiempo: la necesidad de buscar unporqué al atentado terrorista(“Necesito saber la verdad, quedigan que mi hijo era inocente”;“Nunca tuve pintadas ni nada.Ninguna sospecha de ningún ti-po”; “Yo quiero luchar por lamemoria, por la memoria de mipadre”; “El comunicado de rei-vindicación acusó a mi maridode chivato de la Guardia Civil, loesperaba, pero es completamen-te falso”; “Estábamos tan sor-prendidos que queríamos saberla causa de su asesinato, fuimosallí”). La reacción de miedo (“Elmiedo se le metió en el cuerpo yno se ha repuesto jamás”. “Pasémiedo y pensé que me iban ahacer lo mismo que a mi mari-do”). Ambivalencia por conocer laidentidad de los asesinos: para al-gunas víctimas es importante sa-ber quiénes mataron y para otrosno es un dato que le ayude a ela-borar el duelo y el dolor por loocurrido (“No sabemos quiénesmataron a mi aita, creemos quejuzgaron a algunos pero no noshemos enterado de nada”. “Esun trago muy fuerte verle la caraal asesino de tu marido”). Hu-millaciones sociales hacia los fa-miliares de las víctimas, como sivolviera a matarlo después demuerto (“He tenido pintadasfrente a mi casa, varias veces”;“Ya le habían matado, qué nece-sidad tenían de seguir haciendotanto daño”; “El asesinato no erael final de la amenaza o del mie-

do sino el principio de un largocamino de descalificación y sam-benito que acompaña para siem-pre a los familiares”). Sentimien-to de culpa, de tal forma que lacarga de la prueba recaiga sobrela víctima y no sobre el agresor.El sentimiento de soledad ante lasociedad (“Me gustaría pasar to-talmente inadvertida, ser trans-parente, dejar de estar siemprealerta. No me agrada tener quedesconfiar siempre de los demás”;“Te sientes solo. A la gente le da-ba miedo o apuro saludarme”;“Al mes nadie se acuerda de loque pasó. A nadie le interesa re-cordar, todos intentan vivir comosi algo tan horrible no hubierapasado nunca”). Posibilidad deelaborar el dolor y el daño me-diante la denuncia y el testimoniopúblico de sus experiencias, comolas que están surgiendo en los úl-timos tiempos así como la perte-nencia a asociaciones y movi-mientos ciudadanos de luchacontra la violencia.

J. María Calleja comentabaen la presentación de su libro¡Arriba Euskadi! La vida diariaen el País Vasco:

“…Se olvida con frecuencia quedetrás de cada atentado de ETA hay unmontón de gente y que, para esa gente,lo verdaderamente difícil empiezacuando han enterrado a sus muertos”.

Las víctimas son para este pe-riodista amenazado: “Gente queprimero sufre el terror y luegose la remata con la indiferen-cia”. El libro está dedicado a lasvíctimas, “lo más importante deeste país”. María San Gil, te-niente alcalde amenazada deSan Sebastián, comentaba lo si-guiente en una entrevista a Ro-sa Montero:

“Luchas por recuperar esos peque-ños espacios, esas pequeñas cosas. Porrecuperar esa normalidad que existe entodas partes menos aquí. Y esa peleanos está costando la salud” (…). “Esoes lo más importante, que no te puedael miedo. Por ahora nosotros le pode-mos al miedo. Pero también hay queser conscientes de que un día el miedote puede, y ese día hay que tener la va-lentía de marcharse”.

¿Puede elaborarse el dueloante la permanente amenaza a

la vida, a la propia identidad ydignidad? Desde lejos del PaísVasco es difícil ponerse en el lu-gar y compartir la vivencia per-secutoria en la que viven mu-chos ciudadanos. Cuando deuna forma obsesiva se imponenuna y otra vez como una com-pulsión de repetición las bom-bas y los tiros en la nuca, unguión que se repite sin ningunaposibilidad de elaboración parael psiquismo colectivo de la so-ciedad vasca, no hay tiempo niesperanza para elaborar los due-los porque se van repitiendo deforma mimética uno a otro. Laexpresión sociológica del mie-do hace que levantar la voz (aúnen el silencio como protesta), ymantener la dignidad personalsea muy difícil. Los mecanis-mos psicológicos con el quemuchas personas han intenta-do adaptarse a la violencia, hanreducido la capacidad expresi-va de la sociedad vasca: hanmutilado a lo largo de muchosaños la expresión de lo vivo yreducido (con mecanismos derepresión y negación de la reali-dad) lo vivo a una “ilusión devida”: recortada y temida en suexpresión. Maite Pagazaurtun-dua responde lo siguiente refe-rido al duelo por la muerte desu hermano Joseba: “Hacemoslo posible para que no se trans-forme en patología, para que nonos gane el abatimiento. He-mos decidido enfrentarnos a lasituación de forma serena yaprender a dosificar el miedo yel dolor. Necesitamos fuerzaspara protestar”. La rebelión, lasolidaridad y el recuerdo de lasvíctimas, el sentido del humor,el refugio en la cultura, son al-gunos de los recursos puestosen funcionamiento para elabo-rar el duelo y la “persecución”.

Por otro lado, hasta el mo-mento se han hecho escasas in-tervenciones psicoterapéuticasde forma sistemática y progra-madas entre las víctimas de laviolencia que tengan en cuentalos principios de inmediatez enel comienzo del tratamiento,que éste se realice en el núcleocercano de la víctima con el ob-jetivo de que ésta recupere las

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actividades previas a la situacióntraumática. La fragmentaciónde la sociedad en Euskadi nopermite que los duelos se reali-cen en el entorno donde se hanproducido y ha dado lugar aque muchas víctimas perma-nezcan en situaciones de aisla-miento y amenaza social o bientengan que emigrar fuera delPaís Vasco.

Las expresiones de duelo co-lectivo que se han ido sucedien-do a lo largo de los años de vio-lencia en el País Vasco todavíano han generado la fuerza sufi-ciente como para transformarlas pérdidas en manifestacionesde creatividad y vida. Como se-ñalaba recientemente Savater:

“El daño que el terrorismo causano consiste solamente en asesinatos yextorsiones puntuales, sino también enla difusión de un clima político de in-timidación que subvierte la conviven-cia libre”.

La secuencia colectiva de ex-presión de sentimientos en losfunerales es un botón sobre elque se puede rastrear el paso dela sumisión y el miedo a la va-lentía y la rabia contenida: des-de las primeras imágenes de losfunerales de víctimas en el PaísVasco, donde el silencio y elmiedo eran patentes, a otrasdonde se empieza a aplaudir alos féretros, de ahí a las mani-festaciones silenciosas en las ca-lles de colectivos (Gesto por laPaz, Foro de Ermua, ¡Basta Ya!)cada vez que se han realizadoatentados, el grito de “¡Liber-tad, Libertad!”, las “manosblancas” expresando la vidafrente a lo siniestro y la muerte,y sobre todo la recuperación dela dignidad de las víctimas, lacapacidad de volver a ser unciudadano digno y no marcadopor el estigma social de los ver-dugos y la identificación maso-quista con el papel de víctima.Cada vez que una antigua vícti-ma (perseguido, insultado, ex-torsionado, amenazado, sobre-viviente de atentado, familiar oamigo, etcétera) recupera la ca-pacidad de vivir como un ciu-dadano libre, expresa una victo-ria sobre los verdugos y todos

los miembros de la sociedad nossentimos un poco más libres. Esposible que esta victoria sea unade los vías de acceso para que lamemoria colectiva de muchosciudadanos del País Vasco y dela sociedad española recupere ladignidad y permita la elabora-ción de un duelo que las vícti-mas han sufrido durante añossilenciosamente.

De este modo se ha ido sedi-mentando en la conciencia demuchos ciudadanos del PaísVasco la necesidad de “rebelar-se” y plantar cara como formade vencer el miedo y el desáni-mo, asumir el papel de “resis-tentes”, vivir con “decencia”, to-mar la decisión de “no achan-tarse y de resistir”, “invertir enrebeldía”, o como refería Bár-bara Duhrkop, viuda del sena-dor E. Casas en el 25º aniversa-rio del Senado: “No vale mirarhacia el otro lado sino que de-bemos rebelarnos todos juntosen contra de la violencia en to-das sus manifestaciones y nopermitir la normalización delsufrimiento”.

La memoria de las situacionestraumáticas:recuerdo y elaboración a través de laescritura

“Se escribe desde la memoria, donde semacera la experiencia de vivir y, al fin,lo más imprescindible, que es la ima-ginación, esa facultad del alma, no esotra cosa que la memoria fermentada”.

L. Mateo Díaz, La mano del sueño

“Lo mismo que el recuerdo de al-gunas vivencias personales que nos ha-bían parecido imborrables, la memoriade aquello que hemos visto con la ima-ginación, porque no alcanzamos a vi-virlo, también se hace borrosa con eltiempo, también se desgasta”.

Juan Marsé, Rabos de lagartija

“Hay cosas que necesitan tiempopara ser asumidas como materia de fic-ción más o menos encubierta”.

Javier Marías. Entrevista en Babelia.

“La memoria de Proust es prodi-giosa: no solamente tiene una memoriavivísima de las personas y cosas quevio o conoció o le explicaron los de-más, sino que llega a recordar los pen-samientos que le sugirieron esos con-tactos...”.

J. Pla, El cuaderno gris

No todos los supervivientesde los que se hace referencia eneste trabajo han podido elaborary reparar internamente a travésde los recuerdos y/o reflexionesnoveladas las vivencias traumá-ticas, el dolor y desgarro pro-ducida por las mismas: pero to-dos han tenido el valor de con-tarlo, de dar testimonio yrecordar a las víctimas; “Y habíaque hablar en su nombre, ennombre de su silencio, de todoslos silencios: miles de gritosahogados. Quizá porque losaparecidos tienen que hablar enel lugar de los desaparecidos, aveces, los salvados en el lugarde los hundidos” (J. Semprún,La escritura o la vida). “Perocuando Miralles muera”, pensé,“sus amigos también morirándel todo, porque no habrá na-die que se acuerde de ellos paraque no mueran” (J. Cercas, Sol-dados de Salamina).

Desde los estudios de Hol-mes y Rahe sobre aconteci-mientos vitales estresantes y suconocida escala de reajusta-miento social, sabemos que lasexperiencias vividas por los pri-sioneros de los campos de con-centración en la Alemania nazisobrepasan el umbral de altoriesgo para desarrollar una en-fermedad médica o psiquiátrica.Estas conductas humillantesconstituyen, probablemente, lapuesta en funcionamiento y eldesarrollo del máximo horrorque el ser humano haya podidoejercer de forma sistemática, or-ganizada y encaminada a laanulación física y moral de lasvíctimas.

Sólo una minoría de los quesobrevivieron a los campos deconcentración o han sufrido unatentado terrorista han podidoescribir sobre esta experiencia, yde éstos una ínfima parte hansido capaces de recrear un mun-do imaginario, de ficción, quepermita trasladar a un planosimbólico lo que supuso esta ex-periencia traumática. Algunosejemplos: Steinberg permane-ció mudo 50 años antes de pro-fundizar en “las destilaciones dela memoria”, ya que necesitaba“el fórceps” de la misma, para

recuperar el pasado de preso enAuschwitz a la edad de 17 años.Améry, maduró la experienciade deportación e internamientoen Auschwitz más de 20 años,hasta que pudo escribir Mas alláde la culpa y la expiación, esperóhasta que la memoria interiori-zó el pasado traumático. Sem-prún necesitó permanecer en si-lencio muchos años antes detrasladar a la literatura su expe-riencia como prisionero:

“Nada indicaba a primera vistadónde había estado en los últimos años.Yo mismo callé al respecto por muchotiempo. No con un silencio afectado, niculpable, ni temeroso tampoco. Era,más bien, un silencio de supervivencia.Un silencio rumoroso de apetito de vi-vir. No es que me volviera mudo comouna tumba. Sino mudo al estar des-lumbrado por la hermosura del mundo,por sus riquezas, deseoso de vivir enellas borrando las huellas de una agoníaindeleble” (La escritura o la vida).

“Hablé por primera y últimavez, por lo menos en lo que alos dieciséis años siguientes serefiere”; para él vivir y contar loocurrido era incompatibles:“Había escogido una prolonga-da cura de afasia, de amnesiadeliberada, para sobrevivir”.Semprún, después de 50 años,reescribe su memoria noveladadel campo de Buchenwald ensu última obra, Moriré con sunombre, vivirá con el mío. Paraeste superviviente no basta sólocon contar la experiencia:

“El verdadero problema no estribaen contar, cualesquiera que fueran lasdificultades. Sino en escuchar…” (…).“El otro tipo de comprensión, la ver-dad esencial de la experiencia, no estransmisible… O mejor dicho, sólo loes mediante la escritura literaria” (Laescritura o la vida).

El reciente Premio Nobel deLiteratura, I. Kertész, aguardómás de 20 años antes de poner-se a escribir la novela autobio-gráfica, Sin destino, que reme-mora su paso siendo un adoles-cente por los campos deexterminio de Auschwitz y Bu-chenwald.

Levi distingue dos actitudesen quienes han experimentadoel encarcelamiento, la persecu-ción y la violencia gratuita: los

JUAN DÍAZ CURIEL

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que se callan y los que hablan.Los primeros son los que sufrenmás profundamente ese males-tar, “vergüenza”, los que no sesienten en paz con ellos mismoso cuyas heridas sangran toda-vía. Los que hablan son los quereconocen la experiencia trau-mática como el centro de su vi-da, que ha marcado su existen-cia entera, y han sido testigosde hechos que trascienden supropia experiencia. Cuentan susexperiencias porque hay otroscapaces de escuchar y compartirsus recuerdos.

Para Levi, escribir es “pro-porcionar documentación paraun estudio sereno de algunosaspectos del alma humana”. Ensu relato autobiográfico sobresu internamiento en Auschwitz,cuenta “el horror” para queotros puedan saber hasta quépunto el ser humano realiza lasmayores atrocidades con otrossemejantes, hasta tratar “al otro”como alguien desprovisto de lamínima dignidad y rebajado aun objeto del que se puede dis-poner, maltratar y eliminar encualquier momento. O comorefiere Semprún: “El envite serála exploración del alma humanaen el horror del Mal…”. Perorecordar y contar no es fácil:

“El recuerdo de un trauma, padeci-do o infligido, es en sí mismo traumá-tico, porque recordarlo duele, o al me-nos molesta: quien ha sido herido tien-de a rechazar el recuerdo para norenovar el dolor; quien ha herido arro-ja el recuerdo a lo más profundo paralibrarse de él, para aligerar su senti-miento de culpa”.

Semprún se pregunta: “¿Perose puede contar? ¿Podrá contarsealguna vez?”, y duda al respecto

“No obstante, una duda me asaltasobre la posibilidad de contar. No por-que la experiencia vivida sea indecible.Ha sido invivible, algo del todo diferen-te, como se comprende sin dificultad.Algo que no atañe a la forma de un rela-to posible, sino a su sustancia. No a su ar-ticulación, sino a su densidad. Sólo al-canzan esta sustancia, esta densidadtransparente, aquellos que sepan conver-tir su testimonio en un objeto artístico,en un espacio de creación. O de recrea-ción. Únicamente el artificio de un rela-to dominado conseguirá transmitir par-cialmente la verdad del testimonio”.

Ésta es la tesis del libro Laescritura o la vida: contar el ho-rror de forma que el testimoniopueda ser escuchado desde unacto de creación literaria. Estatesis la comparte Kertész, paraquien se puede recrear literaria-mente una experiencia sombría(holocausto), pero desde la bús-queda de un cierto gozo, “yaque al escribir siento que pongoen liquidación una parte de mimemoria”.

Para J. Améry, los 12 años de“silencio” hasta que cuenta suexperiencia de prisionero enAuschwitz no supuso que olvi-dara la fatalidad personal vivida,sino que “me había dedicado ala búsqueda del tiempo indele-ble”, reconociendo la dificultadde hablar de la misma. Contarlo ocurrido hizo que recuerdosque permanecían en un “esta-do semiconsciente de ensoña-ción reflexiva” salieran a la luz.

Evitar este dolor es lo que lle-va inconscientemente a supri-mir o deformar el recuerdo desituaciones dolorosas. Como se-ñala P. Levi: “Quien recibe unaofensa o es víctima de una in-justicia, no tiene ninguna nece-sidad de inventarse mentiras pa-ra disculparse de un crimen queno ha cometido (…), pero ellono excluye que sus recuerdospuedan también sufrir altera-ciones”; más que de recuerdosrelata “consideraciones”, que seapoyan tanto en sus propios re-cuerdos como en las circuns-tancias y conocimiento colecti-vo de los traumas de otros se-mejantes que sufrieron como éllos campos de concentración.

Muñoz Molina describe ladificultad para rememorar la si-tuación traumática a través delos recuerdos infantiles de unode los personajes de su novelaSefarad:

“De la vida anterior, Budapest y elpánico, la estrella amarilla en la solapadel abrigo, los noches en vela junto alreceptor de radio, la desaparición de sumadre y sus hermanas, el viaje con supadre, a través de Europa, con pasa-porte español, asombrosamente le que-daban muy pocas imágenes, tan sóloalgunas sensaciones físicas que tenían lairrealidad de los primeros recuerdos dela infancia”.

¿Qué se recuerda? ¿Por quéunas cosas se olvidan y otras semantienen conscientes, accesi-bles al Yo? Como refiere Sem-prún: “La memoria es lo quecuenta”. Todos tenemos escoto-mas, imágenes reprimidas denuestra historia. En el caso delas víctimas, muchos recuerdosson negados o reprimidos, pa-sando a la trastienda de la me-moria: “Mi memoria privilegiael recuerdo de la infancia en de-trimento del de mis veinte años,estando en Buchenwald”.

“Hasta aquel día de invierno, unpoco por azar, mucho por estrategiaespontánea de autodefensa, había con-seguido evitar las imágenes cinemato-gráficas de los campos nazis. Tenía lasde mi memoria, que surgían a veces,brutalmente. Que también podía con-vocar deliberadamente, confiriéndolesuna forma más o menos estructurada,organizándolas un recorrido amnési-co, en una especie de relato o de exor-cismo íntimo. Eran unas imágenes ín-timas, precisamente. Unos recuerdosque me eran tan consustanciales, tannaturales –pese a su dosis de intolera-ble– como los de la infancia. O comolos de la dicha adolescente de las ini-ciaciones de todo tipo: a la fraterni-dad, a la lectura, a la belleza de las mu-jeres”. (...) “Al convertirme, gracias alos operadores de los servicios cinema-tográficos de los ejércitos aliados, enespectador de mi propia vida, en mirónde mi propia vivencia, me parecía queme libraba de las incertidumbres des-garradoras de la memoria” (La escritu-ra o la vida).

Desvelar y hacer conscientela riqueza vivida de cada uno,reconocer las vivencias, com-pletar el puzle de la propia his-toria para poder así alimentar ysuperar los traumas. Esto no hasido realizado más que por unpuñado de las víctimas a lo lar-go de la historia.

La mayor parte de las vícti-mas presentan algunas de las si-guientes alteraciones del recuer-do relacionado con las situacio-nes traumáticas: amnesia delacontecimiento traumático, de-bido a una fuerte represión de lasituación vivida y a veces inclu-so una negación de la misma;pantallas mnésicas, que recubrenlos recuerdos más dolorosos, asícomo distorsiones de los mis-mos (falsificaciones y fabulacio-

nes); otros, por el contrario,presentan hipermnesia, con ungrado exagerado de retención yrecuerdos (Levi, Semprún, et-cétera), a veces con una memo-ria visual de viveza casi alucina-toria (imágenes eidéticas)(Steinberg, Améry). Cuando larepresión y la negación de la si-tuación traumática persiste unlargo periodo de tiempo, de for-ma que el sujeto siente que re-memorar (hacer presente el re-cuerdo) es intolerable, hay quevalorarlo junto con la persona-lidad del sujeto y del grado deajuste en otras áreas del funcio-namiento del mismo. La reac-ción más usual ante una situa-ción disruptiva se traduce en uncuadro de estrés postraumáticoo reacciones de adaptación,donde los mecanismos de de-fensa permiten, por un lado unadaptación mínima del sujeto alas necesidades del entorno pe-ro por otro supone un fracasodebido a la presencia de sínto-mas (ansiedad, insomnio, dis-foria, síntomas psicosomáticos,etcétera) y una reducción delfuncionamiento tanto a nivelintelectivo como afectivo. Loscasos donde se objetiva un cam-bio de personalidad, una alexi-timia secundaria o bien un ajus-te bio-psico-social limitado trasun acontecimiento traumático,son formas patológicas de ela-boración del mismo.

La despedida de un ser que-rido favorece siempre la elabo-ración del duelo en el futuro.En los atentados terroristas conresultados de muerte, donde serompe el vínculo con la vida deforma abrupta e inesperada sinque medie una despedida, es unhandicap para los familiares yseres queridos de cara a encajarla pérdida que se añade a otrasvariables como el sentimientode culpa, la soledad y miedo ylas humillaciones sociales.

La escasa implementación deayudas y/o contención terapéu-tica de forma sistemática quetengan en cuenta los principiosde inmediatez tras el atentado yque se lleve a cabo en la proxi-midad o en el lugar donde vivela misma, han dificultado la ex-

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presión y elaboración de losduelos de una forma positiva.Así mismo, el cisma social entreaquellos que siguen apoyandola violencia y los que la recha-zan, tampoco favorece que lasvíctimas y/o familiares haganuna resolución del hecho trau-mático. Las asociaciones quehan ido apareciendo en los últi-mos años, la sensibilidad socialy la reparación económica y dereconocimiento de las víctimasque las instituciones políticasestán llevando a cabo hacen po-sible una elaboración social ycolectiva de los duelos que per-mite a su vez un comienzo deelaboración del duelo entre lasvíctimas y sus allegados.

La recuperación de la memo-ria moral, la que hace referenciaa las víctimas tanto del terroris-mo reciente como de los repre-saliados por la guerra civil y elexilio que se está produciendoen España en los últimos meses,a través de exposiciones, publi-cación de recuerdos autobiográ-ficos, testimonios y novelas, do-cumentales, películas, etcétera,nos permite pensar y recordarque como dice Reyes Mate “lofundamental en la justicia es lainjusticia contra alguien de car-ne y hueso” y, como señala Goy-tisolo, “el vencido no es aplasta-do del todo si conserva el re-cuerdo de su lucha”

Cuando se da “voz a los sinvoz”, como C. Cuesta en el tes-timonio de 44 víctimas de laviolencia, se abre una vía de ex-presión de sentimientos que enmuchas ocasiones van encami-nados al deseo de una convi-vencia normalizada y en paz. Lareparación social externa es unelemento coadyuvante a la re-paración interna de las víctimasy favorece la disminución delresentimiento y del odio. Las si-tuaciones de violencia gratuita ysistemática, mantenida duranteun largo periodo de tiempo, co-mo son los secuestros y prisio-neros de campos de concentra-ción y víctimas del holocausto,las posibilidades de elaboraciónde duelos y recuperación de lasvíctimas son menores: la recu-peración de la dignidad y el de-

seo de vivir se realiza de una for-ma mucho más lenta y con unprecio muy alto para la salud delas víctimas y sus allegados.

La recreación del recuerdo(vivido o imaginado) del trau-ma a través de la expresión es-crita y la fantasía abre una puer-ta a la elaboración simbólica delos duelos que han permanecidoolvidados y/o reprimidos o quehan necesitado de un tiempoconsiderable de sedimentaciónpara poder rememorarlos y ha-cerlos conscientes como ha sidoel caso de los autores seleccio-nados en este trabajo. Como se-ñala Levi, el recuerdo de untrauma es en sí mismo traumá-tico, ya que duele recordarlo.Pero rememorarlo a través delas palabras permite que el afec-to reprimido se haga conscientey posibilita una mayor integra-ción de las víctimas con su pa-sado y con los acontecimientostraumáticos vividos. n

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Juan Díez Curiel es psicólogo clínico.

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DE RAZÓN PRÁCTICA

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Isaiah Berlin El poder de las ideasC. Morán Calvo-SoteloEspasa-Calpe, Madrid, 2000

Isaiah Berlin Las raíces del RomanticismoTaurus, Madrid, 2000

Elena García GuitiánEl pensamiento político de Isaiah BerlinCentro de Estudios ConstitucionalesMadrid 2001

John Gray, Isaiah BerlinEdicions Alfons el Magnànim-IVEIValencia1996

John GrayLas dos caras del liberalismo. Una nue-va interpretación de la tolerancia liberalPaidós Estado y SociedadBarcelona 2001

n menos de un año se hanpublicado en castellanodos colecciones de ensayos

de Isaiah Berlin. A tales nove-dades emparentadas con el fi-lósofo nacionalizado británicohan de sumarse dos de los li-bros que aquí presentamos: elde Elena García Guitián sobresu pensamiento político y Lasdos caras del liberalismo, unaobra en la que John Gray desa-rrolla, con referencia a la teoríaliberal y la realidad políticacontemporáneas, lo que hoy seconsidera sin lugar a dudas laprincipal aportación del pensa-miento berliniano, esto es, laidea de que no es concebiblearmonizar sin merma el con-junto de los fines humanos; deque no cabe el ajuste entre cier-tos valores sin sacrificar la rea-lización de alguno o de todosellos considerablemente. Laatención editorial por la obrade Berlin que aquí constatamosno es un hecho aislado, sinoque se ubica en la estela de lasediciones y reediciones de sus

ensayos, tanto en inglés comoen español, y de los estudiosacerca del pensador publicadosen los últimos años. Entre estostrabajos, me parece oportunorecuperar para este comentarioel que le dedicara Gray, por subuena factura y por tomar, aligual que la investigación deGarcía Guitián, como trama dela teoría moral y política deBerlin el pluralismo de valo-res1.

El interés por la obra de Ber-lin se ha manifestado inclusoen el debate público que tras-ciende a los medios de comu-nicación y, desde luego, a él noes ajeno la reivindicación quede este autor han realizado co-nocidos filósofos liberales (asíRawls, Raz, Walzer, Williams,Hampshire o Rorty) preocupa-dos por ofrecer una respuesta ala diversidad cultural y de for-mas de vida ¿Cómo explicar

que un escritor que no puedeidentificarse con una “granobra” ni con una teoría políticasistemática, descriptiva o pres-criptiva, se haya convertido enel foco de una moda intelec-tual que no parece del todo efí-mera? Esta pregunta resultamás enigmática si tenemos encuenta la principal actividad yvocación de Berlin: algo tan“alejado del mundo” como lahistoria de las ideas políticas.Sin embargo, y esto lo constataGarcía Guitián en la introduc-ción a su libro, para Berlin, sonlas diferentes visiones del mun-do y las categorías que las cons-tituyen las que estructuran de-cisivamente la experiencia delos hechos; de modo que lacomprensión de aquellas equi-vale a la intelección de los fun-damentos de la vida social, ade-más de mostrarnos el carácteren gran medida cambiante ycontingente de la naturalezahumana. La evaluación de talesconcepciones y categorías seríael objeto de la teoría política. Y,como quiera que el propósitoprincipal del trabajo históricode Berlin es la crítica de la tra-dición “monista” y racionalistaoccidental, he aquí que el que-hacer histórico de Berlin estambién el del alumbramientode una visión de la política.Una visión que no es concebidacomo una producción filosófi-ca personal y novedosa, sinocomo la reivindicación de unatradición de pensamiento quecorre paralela a la corrienteprincipal y que habría sidoeclipsada por ésta. De esta gui-sa modesta y deliberadamenteasistemática, en un estilo cohe-rente con su militante antidog-matismo, destila Berlin la doc-

trina que los libros que aquí secomentan coinciden en desta-car como su aportación inte-lectual más relevante: el plura-lismo.

Lo fundamental que Berlinobjeta a la tradición racionalis-ta es que se cimente en la ideade lograr una solución final pa-ra los problemas de la humani-dad. Tal presupuesto sería, enprimer lugar, teóricamente fa-laz, ya que implica la posibili-dad de conciliar todos los fineshumanos relevantes, cuandoexisten incompatibilidades einconmensurabilidades entreellos. Tampoco sería viable lasolución final en el plano prác-tico, pues llevar a cabo unapropuesta genera, a su vez,efectos impredecibles. Ade-más, la certeza absoluta acercade una respuesta definitiva pa-ra todos nuestros problemasha alentado monstruosos ex-perimentos sociales. Y todoello tendría que ver con loapartada de la experiencia co-mún que se encuentra la cita-da idea primordial: el conflic-to de valores se supone debidoa la ignorancia e incapacidadde los hombres para intentaralcanzar sus verdaderos obje-tivos en vez de verlo como al-go intrínseco a la realidad; ala hora de abordar los dilemasmorales y políticos se abstraelo que las personas efectiva-mente sienten y quieren, loque la gente es empíricamente,para concebirlas como seresexclusivamente racionales.

A quien mantenga tratoscon la teoría política contem-poránea, sea con la Escuela deFrankfurt, sea con Popper, seacon el feminismo, el posmo-dernismo, el multiculturalismo

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PLURALISMO, LIBERTAD Y ARTESANÍADE LA CONVIVENCIA

SEBASTIÁN ESCÁMEZ NAVAS

1 Otros estudios de interés son el gene-ral y completo -aunque quizás complacien-te en exceso- de C. Galipeau, Isaiah Berlin’sLiberalism (Oxford, Oxford UniversityPress, 1994); el lamentablemente agotadode J. B. Díaz-Urmeneta Muñoz, Individuo yracionalidad moderna. Una lectura de IsaiahBerlin (Servicio de Publicaciones de la Uni-versidad de Sevilla, Sevilla, 1994), que ofre-ce un original tratamiento a partir de exa-minar la noción de experiencia de Berlin, sufilosofía del lenguaje y comparar a éste conPopper y Adorno; la colección de estudiosprácticamente sin desperdicio editada porP. Badillo y E. Bocardo, Isaiah Berlin: la mi-rada despierta de la historia (Tecnos, Madrid,1999) y la biografía de M. Ignatief, IsaiahBerlin: su vida (v.c. de E. Rodríguez Halfter,Taurus, Madrid, 1998). Entre las últimasediciones y reediciones de las obras de Berlinhallamos la Antología de Ensayos editadapor J. Abellán (Espasa Calpe, Madrid, 1995),la también antología editada por H. Hardy yR. Hauseer, The Proper Study of Mankind.An Anthology of Essays (Chatto & Windus,Londres, 1997); El sentido de la realidad (ori-ginal en inglés de 1996, v.c. P. Cifuentes,Taurus, Madrid, 1998) y E

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o el comunitarismo, le será fa-miliar esta relación de cargoscontra la Ilustración o el “pro-yecto moderno de emancipa-ción”, y, por lo mismo, enten-derá que pueda estar de actua-lidad el trabajo de Berlin. Elpensamiento de éste, sin em-bargo, casi no tiene en cuentaestos referentes, del mismo mo-do que apenas cita a Weber, pe-se a coincidir con él en que noes posible una defensa científi-ca de los presupuestos norma-tivos y pese a identificar la éti-ca weberiana de la responsabi-lidad con una magníficaexposición del significado polí-tico del pluralismo. Las piezasdel discurso de Berlin son másbien clásicos como Hume, losphilosophes ilustrados, Marx,Tolstoi, Kant, Hegel o Mill.Clásicos que rechazará Berlin entanto que artífices de una filo-sofía naturalista y creyentes enuna providencial teleología deperfeccionamiento de la especiehumana. Que rechazará, en es-pecial, por sostener el ideal ilus-trado de que superar los ape-gos particulares forma parte dela empresa de perfeccionar elespíritu humano. Un ideal que,dice Gray, “comportaba, con-siguientemente, un abandonode la preocupación por los sereshumanos y sus particularidadesheredadas y en parte autocrea-das a favor de los requerimien-tos de la humanidad abstracta[Gray, Isaiah Berlin, pág. 116]”.Pero, además de repulsa, estosclásicos inspirarán a Berlin su-tiles lecturas, rayanas muchasveces en la paradoja, que nosmuestran a un Hume inspira-dor del irracionalismo alemáno los elementos voluntaristas dela obra de Kant; lecturas que

pretenden revelarnos, en suma,cómo el desarrollo del raciona-lismo fue paralelo al de su som-bra filosófica.

Berlin compone su pensa-miento tratando igualmente aautores como De Maistre oHamann, mucho menos reco-nocidos, pero claves en la cons-trucción de la corriente alter-nativa a la tradición racionalis-ta que el filósofo británicoreivindica. Una corriente quetendría como primer hito aMaquiavelo, a quien corres-pondería el honor de descubrirque no todos los fines últimosson necesariamente compati-bles; que hallaría vigorosa ex-presión en la teología de la Re-forma y en la doctrina jurídicaque avalaba la emancipación delos emergentes Estados-nación

del siglo XVI, y que continua-ría con el reconocimiento de ladiversidad de fines perseguidospor los hombres que abande-rara Montesquieu. Y una co-rriente que, de la mano deGiambaptista Vico, recibiría unfuerte impulso al articular ésteel concepto de pluralismo cul-tural, la idea de que la historiaha ido dando lugar a una varie-dad de culturas con modos devida, valores e ideales supremosque son diferentes, y, a veces,también incompatibles. Aun-que, piensa Berlin, será con elRomanticismo cuando el ra-cionalismo occidental recibirásu principal envite, pues aquelsupuso una alternativa sistemá-tica a las concepciones de laIlustración mucho más influ-yente y persistente que las res-

puestas meramente defensivasa ella, como la de De Maistre.

Con el Romanticismo, lasnociones de verdad y de validezobjetivas dejan paso a la del va-lor como una creación huma-na. Los principios llegan aconstituirse como tales por unaresolución de la voluntad sinque exista un mismo criterioque permita evaluar a todos loshombres y culturas. De aquí sederivan, según Berlin, aspectosmuy positivos, que él asumecomo bases de su propio pen-samiento. Aspectos como “lainsistencia en que los ideales delos seres humanos merecen res-peto, aunque no exista garantíade que sean válidos objetiva-mente, pues la dignidad delhombre consiste en el hecho deque es él quien elige”; “la con-vicción de que lo peor de todoes que se degrade al hombre ennombre de un modelo procus-tiano que declare su autoridadobjetiva al margen de las aspi-raciones humanas”; o que “laciencia y la razón no propor-cionan todas las respuestas, so-bre todo en lo que respecta a lascuestiones...sobre valores, por-que si el hombre puede escogersu comportamiento, éste nopodrá explicarse acudiendo aun conjunto de leyes universa-les”. De tal forma sintética noshabla García Guitián en el pri-mer capítulo de su ensayo acer-ca de estas cuestiones, buscan-do esclarecer las raíces de unavisión pluralista de la políticaque sistemática, exhaustiva ycríticamente aborda, y que conénfasis recomiendo a quien leinterese un ordenado e innova-dor catálogo de los significadospolíticos de la obra de Berlin(indefiniciones y antinomias

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Isaiah Berlin

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incluidas), provinientes tantode la fuentes primarias comode las interpretaciones y crea-ciones originales realizadas apartir de aquellas. Gray, por suparte, tratará estos mismosasuntos en los capítulos terceroa quinto de su librito con unestilo próximo al de Berlin: congran erudición, agilidad y sim-patía por el autor y manejando,para bien y para mal, la historiadel pensamiento como materiaprima del pensar político.

El apego de Berlin por lahistoria de las ideas, el deseo deser reconocido ante todo comoautor de tal género, no se com-padece ni con el rigor ni con elacierto en extremos que supe-ran lo anecdótico. Como no sele escapa a García Guitián, exis-te cierta tendencia al esquema-tismo y al voluntarismo en lasinterpretaciones de los fenó-menos históricos elaboradaspor Berlin. Ejemplos de elloson la tosquedad con que re-trata la tradición racionalistaoccidental al identificarla conel monismo, la no menos de-fectuosa representación del plu-ralismo moderno, olvidándosede sus raíces en el politeísmogriego y de las diferencias entrepluralismo moral y político; lagenerosidad con que otorga aMaquiavelo y al Romanticismoel título de defensores de la to-lerancia, o el aparente olvidoque a veces hallamos de las co-nexiones entre Romanticismoy fanatismo. El terror que Ber-lin siente por las consecuenciasdel dogmatismo parece pertur-bar en ocasiones sus dotes crí-ticas y su memoria, y afectarincluso su propia identidad pú-blica como hombre ilustrado.Sin embargo, perder de vista elcompromiso de Berlin con losprincipios liberales y el análisisracional desfigura por comple-to el sentido original de suobra, y por eso es tanto de agra-decer el recordatorio de elloque al respecto nos hace GarcíaGuitián (págs. 47-48).

Tal compromiso de Berlincon los ideales ilustrados y conel liberalismo es, con todo, pro-blemático. El principal argu-

mento de Berlin a favor de la li-bertad se deriva de los límitesde la elección racional: la exis-tencia de valores inconmensu-rables, no susceptibles de ser je-rarquizados con arreglo a unpatrón común y superior, evi-denciaría la falsedad del racio-nalismo ético y, por lo mismo,justificaría la protección de unámbito de elección radical nosujeto al gobierno de la razón.La persistencia de este elemen-to voluntarista en la configura-ción del comportamiento hu-mano avalaría, igualmente, elrechazo berliniano del determi-nismo y de las doctrinas cientí-ficas y políticas que lo asumen.Sin embargo, es objetable que apartir de los límites del racio-nalismo y de la verdad del in-determinismo quepa afirmar laequivalencia entre vida buena yvida elegida; lo más que podríadeducirse es el valor moral de lapluralidad de formas de vida.Berlin desconoce este proble-ma. Para él son dos caras deuna misma moneda la críticaal cosmopolitismo procustiano dela Ilustración y la relevanciaque para las personas tiene lapertenencia a una comunidad,la crítica al racionalismo y ra-dicar una sociedad civil en unacultura común nacional, laproteccción de tal cultura y ladefensa de la libertad; se tratasólo de no caer en el error ro-mántico y comunitarista depostular esquemáticas y cerra-das definiciones de la identi-dad personal y confundir la li-bertad con el gobierno de losmíos. No obstante, algunascuestiones que de forma perti-nente plantea Gray nos hablande la tensión que mantienen laconcepción historicista de lanaturaleza humana de Berlin ysu defensa del liberalismo:

“Si los seres humanos son criaturasautotransformadoras cuyas formas devida, valores e identidades son esen-cialmente plurales, ¿qué es lo que ele-va la validez de la razón liberal –la va-lidez de la elección y la autocrítica-por encima de todas las demás? Si losvalores humanos fundamentales soninconmensurables, ¿no será esto asi-mismo cierto del valor de la elección?Si hay un profundo conflicto de valo-

res marcado por la idea de inconmen-surabilidad, ¿qué puede justificar quese otorgue a la libertad negativa unaprioridad general por encima de otrosbienes políticos en competencia conella?...¿Cómo alcanzar un resultadoque privilegie al liberalismo? [Gray,Isaiah Berlin, pág. 128]”.

Tales preguntas constituyenla trama del libro de Gray sobreBerlin. De una u otra maneralas formula al final de cada unode sus capítulos poniendo enduda la coherencia de las ideasde Berlin acerca de la Libertad,el pluralismo, la historia delpensamiento, el nacionalismo,el Romanticismo o la Contra-Ilustración. Aparecen los inte-rrogantes una y otra vez, y laintriga no se resuelve hasta el fi-nal: la tensión entre la antro-pología historicista de Berlin ysu defensa del liberalismo sólopodría ser trascendida a un pre-cio que éste se muestra renuen-te a pagar, cual es el compro-meterse aún más con el com-ponente historicista de supensamiento y aplicarlo a lapropia filosofía. Aplicado elpluralismo al valor de la elec-ción misma, el liberalismo deBerlin se desprende de todoprivilegio filosófico a la vez quede su principal inconsistencia.De esta manera, piensa Gray,no es posible fundamentar fi-losóficamente el compromisocon el liberalismo en mayormedida que puede justificarseel compromiso con cualquierotro esquema de valor no uni-versalista, regímenes particula-ristas antiliberales – como elhinduísmo, el sintoísmo o ladoctrina judía ortodoxa- in-cluidos. Lo que la verdad delpluralismo ampara filosófica-mente es, por un lado, la nega-ción de toda doctrina que pre-tenda para sí valor universal, asícomo del subjetivismo y del re-lativismo; por otro, la afirma-ción de que todos o casi todoslos modos de vida presuponenla existencia de intereses huma-nos a proteger que hacen quevalga la pena intentar llegar auna coexistencia pacífica. Estasideas las desarrolla Gray en Lasdos caras del liberalismo para de-fender una teoría neohobbesia-

na de la legitimidad como mo-dus vivendi, como artesanía de laconvivencia posible, en la líneade la política de la prudenciapor la que apostó Berlin repeti-damente.

Los valores humanos, plan-tea Gray en Las dos caras del li-beralismo, no constituyen me-ras preferencias subjetivas, por-que su intelegibilidad radica enlos contextos sociales en losque se insertan. Los juiciosmorales son aplicaciones deprácticas comunes, y la diver-sidad de estas prácticas comu-nes es un hecho cierto, por loque el relativismo no puedeserlo al mismo tiempo. Noobstante, es posible que unasmismas personas participen demás de un modo de vida, apli-cando diferentes prácticas mo-rales a diferentes contextos desus vidas. Esto se da con fre-cuencia en las sociedades mo-dernas, donde muchas perso-nas se implican en grado y ma-neras diversas con múltiplesvalores. En tales condicionesde hibridación cultural se en-contraría localmente justifica-da la hegemonía del valor li-beral de la elección individual.Pero, en términos generales, laprioridad de tal valor no po-dría predicarse. En realidad,dice Gray, no hay ningún valor-sea éste la libertad, la igual-dad, el evitar daño a otro, lacomprensión comunitaria dela justicia, la autonomía o ladefensa de los derechos huma-nos- que en sociedad algunaconstituya “un punto fijo enel mundo cambiante de los va-lores rivales”. Los valores, másbien, se sitúan como punto deintersección de los conflictossociales. Una teoría políticaresponsable debe reconocer es-to y, como correlato, instar alolvido de ilusiones salvíficas ysituar a hombres y mujeres an-te la responsabilidad de pro-curar la reconciliación de losfines contradictorios de formaplausible.

La postura de Gray -y la deBerlin en tanto podemos reco-nocer la herencia de éste enaquel, que a mi juicio es mu-

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cho- tiene la virtud de ser unrevulsivo contra dos tipos demaldades: la del complacienteintelectualismo que apuesta porla plena realización de todas lasbuenas causas a la vez, promo-viendo irresponsabilidad y re-sentimiento, y la del dogmatis-mo, que sigue presentándoseen sus terribles versiones faná-ticas, pero también en reaccio-nes a aquellas, como la de una“libertad duradera” elevada avalor absoluto que justificacualquier cosa y avala la confu-sión del disidente con el terro-rista. El pluralismo tiene, poreso, como mínimo el interés deactuar de aldabonazo prome-teico en un contexto demasia-do proclive al cultivo de feti-ches filosóficos -como el de “losvalores fundamentales de nues-tra cultura política” o “el dere-cho a la diferencia”- que fácil-mente animan al enroque deposiciones antes que a asumirlos costes que conlleva la reso-lución de un conflicto para to-dos los implicados en él. A pe-sar de ello, a mi juicio, tanto elpensamiento de Gray, como elde Berlin, adolecen de un gravedefecto de fundamentación:ambos incurren en la falacia depetición de principio. El respe-to por la pluralidad de valoresexistente se deduce del hechode que algunos patrones nor-mativos resultan inconmensu-rables para quienes compartenciertas formas de vida (Berlinparece partir en ocasiones de laidea de inconmensurabilidadabsoluta y no relativa, pero esoes incongruente con su inde-terminismo y su filosofía his-toricista del lenguaje). Sin em-bargo, ¿por qué habríamos deaceptar la trascendencia moraly política de esa diversidad deformas de vida de la que emanala inconmensurabilidad? La ra-zón argüida es que tal diversi-dad manifiesta la esencia de lanaturaleza humana, que seríala capacidad de dotarse a símisma, tanto individual comocolectivamente, de identidadesy valores múltiples y cambian-tes. No obstante, ni es incon-trovertible ese modo de definir

la humanidad ni lo es que lamultiplicidad de valores sea sufiel expresión. La teoría moralsobre la que sustenta el plura-lismo emplea, de esta manera,de modo implícito sus conclu-siones como premisas.

Otro problema del pluralis-mo es el de la pirueta argu-mental a la que debe acudir pa-ra discriminar entre formas devida legítimas e ilegítimas, evi-tando dar pábulo a concepcio-nes crueles aunque no aspirena tener valor universal. Berlincompromete este juicio de le-gitimidad con dos criterios, se-gún distingue bien y original-mente García Guitián: el deque se respete un mínimo mo-ral universal y el de que tratede una concepción del bienidentificable como humanapor aspirar a satisfacer fines co-munes a la humanidad en suconjunto. La definición de loprimero según Berlin era de-masiado deudora de la sensi-bilidad occidental contempo-ránea como para encajar en elesquema pluralista, por lo queGray ha optado por apoyarseen lo segundo, y calificar deilegítimo al régimen cuya “su-pervivencia dependa del dañosistemático que pueda hacer auna amplia gama de los intere-ses humanos” cuya satisfacciónexige “cualquier tipo de vidaque merezca la pena vivirse”(Las dos caras..., pág. 130). Es-ta persuasiva apelación al sen-tido común, ¿no se trata acasode otro punto de intersecciónde los conflictos sociales antesque de una referencia que sirvapara resolverlos? Por otra parte,ninguna normatividad se yer-gue de forma evidente de fe-nómenos como que “casi to-dos los modos de vida tienenintereses en común que hacenque el modus vivendi sea dese-able para ellos”, o que “inclusomodos de vida que no recono-cen ningún ideal de toleranciapueden tener razones para bus-car la coexistencia pacífica”(íbid., pág. 30). También esteextremo del pluralismo deGray se asienta sobre una fala-cia, aunque un lector de su li-

bro que lo sea también de pe-riódicos o de Historia pudiereno sentirse con fuerzas para de-nunciarla.

Frente al de Gray, hallamosdesarrollos del pluralismo quese aproximan a un racionalis-mo del que Berlin nunca sedesprendió por completo. Gar-cía Guitián nos expone unbuen elenco de posiciones enéste y otros sentidos que inclu-ye algunas lecturas propias dela obra de Berlin elaboradas apartir de la presencia del filó-sofo que quiso ser historiadoren el pensamiento liberal con-temporáneo. Entre éstas meparece especialmente perspicazla de Michael Walzer, quien,por un lado, destaca las cone-xiones entre pluralismo y libe-ralismo apreciables en la His-toria y en la experiencia comúnde hombres y mujeres, pero,por otro, no considera viableuna defensa filosófica de laprioridad del liberalismo com-patible con la teoría pluralista.No deja de tener gracia que ellegado más significativo de unfilósofo acusado de generaruna obra rancia, escrita de es-paldas a los asuntos políticosrealmente importantes para lagente de a pie, sea una sendaque conduce al pensamientopolítico más allá y más acá dela filosofía. Una senda por laque cabe llegar hasta el com-promiso sin fundamento conlos idearios o hasta encarar laresponsabilidad de ser ciuda-dano o político sin otras ga-rantías que las ofrecidas por laprudencia. Es cierto que engran medida Berlin trazó esecamino andando de espaldas,pero revolver en la historia delpensamiento occidental paraver lo que ésta ha podido ce-rrar en falso es seguramenteuna urgencia cuando pareceque los avances tecnológicosvan a dejar a los partidarios delFin de la Historia sin otro pa-trimonio que el pasado. Igual-mente, ese mirar atrás a quenos invitan los pasos de Berlinresulta saludable en tiempos enque la reflexión pública sobrelos conflictos relacionados con

la diversidad de culturas y con-cepciones de la vida está satu-rada por tesis novedosas que só-lo el olvido propiciado por elvertiginoso discurrir de nues-tro tiempo permite considerarcomo tales. A diferencia deBerlin y sus epígonos, no pien-so que quepa un discurso declausura de la Filosofía con ma-yúscula que no se contradiga así mismo, ni que sea posibleresolver muchos de los proble-mas que nos acucian de cercaprescindiendo de un gradoconsiderable de abstracción yhasta de la perspectiva de unacomunidad universal de inter-locutores; de hecho tampocoaquellos de los que disientoprescinden totalmente de esepunto de vista. Pero no creoque deba dejarse de exponerlas propias convicciones a laprueba de un paseo por la sen-da del pluralismo. n

Sebastián Escámez Navas es profe-sor de Ciencia Política de la Universi-

SEBAST IÁN ESCÁMEZ NAVAS

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Cornelius Castoriadis (1922-1997), ha sido el filósofo delsiglo XX que más profundamente ha elucidado el proyec-to histórico de autonomía social. Fundó junto a Lyotard,Mothé y Lefort la revista francesa Socialismo o Barbarie,de notoria influencia en la revuelta de mayo del 68. Apartir de 1970 empezó a publicar libros, la mayoría deellos bajo la rúbrica de “Las encrucijadas del laberinto”.Su obra más completa es sin duda La institución imagina-ria de la sociedad, en la que analiza el proyecto de autono-mía individual y colectiva a partir del redescubrimientode la imaginación como creación y condición del pensa-

miento: su idea de que la sociedad instituida no puedeabolir lo instituyente que la subyace si no quiere abolir supropia autonomía ha sido quizá su aportación principal alproyecto ilustrado. De la justeza y lucidez del pensamien-to de Castoriadis se destila una suerte de sabiduría revolu-cionaria, cuya primera lección es que el límite del saberno implica directamente la limitación del campo de ac-ción. Sólo así las cuestiones de la libertad, la verdad y lajusticia –de la filosofía y de la política, en fin- pueden se-guir abiertas a la interrogación humana.

Selección de Joaquín Brotons

C A S A D E C I T A S

CORNELIUS CASTORIADIS

n Pero el mundo –el ser- esesencialmente caos, abismo, lo que notiene fondo. Es alteración yautoalteración. Es sólo en cuanto es porser, es temporalidad creadora ydestructora. [DH, pág.179].

n El tiempo no es solamente el exceso delser respecto de toda determinación quepudiéramos concebir y dar de él. Eltiempo es el exceso del ser respecto de símismo, razón por la cual el ser es siempreesencialmente por-ser. [DH, pág.186].

n Pero el tiempo no reducido a lasnecesidades del cálculo y del legein, eltiempo verdadero, el tiempo de laalteridad-alteración es tiempo delestallido, de la emergencia, de la creación.El presente, el nun, es aquí explosión,escisión, ruptura –la ruptura de lo que escomo tal. Este presente es comooriginamiento, como trascendenciainmanente, como fuente, comosurgimiento de la génesis ontológica.[IIS2].

n La phantasia es pues condición delpensamiento por cuanto sólo ella puedepresentar al pensamiento el objeto comosensible sin materia. La phantasia lo esasimismo en cuanto ella separa, en laforma del objeto, los `momentos´diferentes de esa forma y puedepresentarlos como abstractos, comosustraídos de los demás. [DH, pág.164].

n La imaginación primera está más allá

o más acá de lo verdadero o de lo falso.(...) La imaginación primera no puedeponerse en relación con la verdad deatribución o verdad lógica ni sercolocada bajo su dependencia. Laimaginación primera no pertenece alámbito del logos, que la presupone. Y esmás, no puede ser puesta en relacióncon la verdad de ser o verdadontológica. En el horizonte aristotélicono se podría decir que lo que ellasuministra es en el sentido de la ousia nique es absolutamente. Y todavía más,esa imaginación primera cuestiona, porretroacción, tanto el modo de acceso delnous a sus pensables propios, a lasesencias, como las determinacionesfundamentales de todo ente y, en últimainstancia, la ontología como tal. [DH, pág.173].

n El hombre es un animalinconscientemente filosófico, que se haplanteado de facto las cuestiones de lafilosofía mucho tiempo antes que lafilosofía existiese como reflexiónexplícita; y es un animal poético, que haproporcionado mediante el imaginarioalgunas respuestas a estas cuestiones.[IIS].

n La filosofía, en efecto, comienza conesta pregunta: ¿qué he de pensar? Resultaparcial, secundario, y por tanto falso,definir la filosofía por la `pregunta por elser´ (...). Pero decir: ¿qué he de pensar?significa ipso facto preguntar por y poneren cuestión las representacionesinstituidas y heredadas de la colectividad,

de la tribu, y abrir la vía de unainterrogación interminable. [AI, pág. 101]

n Creación de la idea de autonomía, dereflexión sobre sí misma, de crítica y deautocrítica, de interrogación que noconoce ni acepta límite alguno.Creación, pues, al mismo tiempo de lademocracia y de la filosofía. Pues, asícomo el filósofo no acepta ningún límiteexterno a su pensamiento, del mismomodo la democracia no reconoce límitesexternos a su poder instituyente, susúnicos límites resultan de suautolimitación. [AI, pág. 114]

n El hombre no es un animal racional,como afirma el viejo lugar común.Tampoco es un animal enfermo. Elhombre es un animal loco (que empiezapor estar loco) y que, también por esto,se convierte o puede convertirse enracional. El esperma de la razón estátambién contenido en la locura integraldel primer autismo.[IIS2].

n Lo cierto es que el anillo funcional delsimple ser vivo queda roto en el hombre yque esa ruptura se realiza por la presiónde un desarrollo exorbitante,propiamente monstruoso, del psiquismo,desarrollo análogo a una neoformaciónpatológica y particular de la imaginacióncomo imaginación radical, flujorepresentativo incesante, sin relación con`necesidades vitales´ y hasta contrario aéstas, que constituye un surgimiento

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inmotivado de representaciones. [DH, pág. 229]

n Pues si el `coeficiente de inteligencia´midiese algo –de lo cual puede dudarsebastante- y suponiendo que lo que midepueda separarse de todas las influenciasposnatales sufridas por el individuo -loque me parece aún más dudoso- sólomediría en definitiva la inteligencia delhombre en cuanto inteligenciapuramente animal. En efecto, en elmejor de los casos mediría la`inteligencia´que consiste en la capacidadde combinar y de integrar datos, lo queequivale a la mayor o menor perfeccióndel individuo examinado como autómataconjuntista-identitario, es decir, aquelloque comparte con los monos, el grado enque dicho individuo es un hipermonoparticularmente logrado. Ningún testmide ni podrá medir nunca lo queconstituye la inteligencia propiamentehumana, lo que marca nuestra salida dela animalidad pura, la imaginacióncreadora, la capacidad de establecer ycrear cosas nuevas. Semejante `medida´carecería por definición de sentido. [DH,pág. 137]

n Una vez que la psique ha sufrido laruptura de su `estado´ monádico, que leimponen el `objeto´, el otro y el propiocuerpo, ella se encuentra para siempre enuna situación excéntrica con respecto a símisma, orientada por lo que ella ya no esni puede ser. La psique es su propio objetoperdido.[IIS2].

n La socialización de la psique –ysencillamente su misma supervivencia-exige que se le haga reconocer y aceptarque el deseo en el sentido verdadero, eldeseo originario, es irrealizable. Ahorabien, en las sociedades heterónomassiempre se hizo esto al prohibir larepresentación, al bloquear el flujorepresentativo, la imaginación radical. Ensuma, la sociedad aplicó al revés elesquema mismo de funcionamiento delinconsciente originario: a la`omnipotencia del pensamiento´(inconsciente), la sociedad respondiótratando de realizar la impotencia de esepensamiento, por lo tanto delpensamiento como único medio delimitar los actos. Esto va mucho más lejosque el `superyó severo y cruel´ de Freud;esto se hizo siempre mediante una

mutilación de la imaginación radical de lapsique. [DH, pág. 95]

n En el sujeto como sujeto está el no-sujeto (...) En fin, no está más que enapariencia alejado de nuestro propósitorecordar que el soporte de esta unión delsujeto y del no-sujeto en el sujeto, labisagra de esta articulación de sí y delotro, es el cuerpo, esta estructura`material´ con un pleno sentido virtual.El cuerpo, que no es alienación –esto noquiere decir nada-, sino participación enel mundo y en el sentido, apego ymovilidad, pre-constitución de ununiverso de significaciones anterior atodo pensamiento reflexivo. [IIS2].

n El cuerpo no `limita´, es apertura yacceso al mundo. Ello parece evidente.Ahora bien, el hombre es un serhistórico-social, a este respecto, del mismomodo que es `corporal´; la dimensiónsocial e histórica de su ser no es una`limitación´, es el terreno mismo en quelas limitaciones pueden o no aparecer. Laexistencia de los `demás´ en númeroindefinido y de la institución únicamente

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CORNELIUS CASTORIADIS

82 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº131

en y por la cual pueden ser, igual que yomismo, no es un `maleficio´, es aquelloa partir de lo que yo me hago yo mismoy existo. [ER, pág. 180]

n La historia es creación, es decir,emergencia de lo que no se inscribe ensus `causas´, `condiciones´, etc., de loque no es repetición –ni stricto sensu nicomo variante de lo ya existente-, de loque es, al contrario, planteamiento denuevas formas y figuras, de nuevassignificaciones, es decir, auto-institución.Para expresarlo en términos másprecisos, más pragmáticos, másoperativos: la `espontaneidad´ es elexceso del `efecto´ con relación a la`causa´. [ER, pág. 89]

n Hay pues una unidad en la institucióntotal de la sociedad; considerándola másatentamente, comprobamos que estaunidad es, en última instancia, la unidady la cohesión interna de la urdimbreinmensamente compleja designificaciones que empapan, orientan ydirigen toda la vida de la sociedadconsiderada y a los individuos concretosque corporalmente la constituyen. Esaurdimbre es lo que yo llamo el magmade las significaciones imaginarias socialesque cobran cuerpo en la institución de lasociedad considerada y que, por asídecirlo, la animan. [DH, pág.68]

n El individuo autónomo, tal y como loconocemos a partir de algunos ejemplosy tal y como lo queremos para todos; elindividuo autónomo, que sabiéndoseenvuelto en un orden-desorden carentede sentido en el mundo, se quiere y sehace responsable de lo que es, de lo quedice, de lo que hace, nacesimultáneamente y del mismomovimiento en que emerge la ciudad, lapolis, como colectividad autónoma queno recibe sus leyes de una instanciaexterior o superior, sino que las instituyeella misma para sí misma. [ER, págs. 24 y 25]

n La revolución es ese estado derecalentamiento y fusión de la sociedadque acompaña a la movilización generalde todas las categorías y estratos, ademásde la demolición de todas las barrerasestablecidas. No es sino estacaracterística la que hace comprensible laliberación y la multiplicaciónextraordinarias del potencial creador dela sociedad en los periodos

revolucionarios, la ruptura de los ciclosrepetitivos de la vida social y la aperturarepentina de la historia. [ER, págs. 82]

n [Se trata de] asumir el esfuerzo deconstrucción de una nueva sociedadigualitaria, que no uniformice a todo elmundo, sino que sitúe las diferenciasinter-individuales más allá del mando ode los ingresos. [ER, pág. 128]

n Abolir la heteronomía no significaabolir la diferencia entre sociedadinstituyente y sociedad instituida –loque resultaría, de todos modos,imposible-, sino abolir el avasallamientode la primera por la segunda. [ER, pág. 51]

n Por una parte, la sociedad no puedeexistir sin la ley. Por otra, la ley–ninguna ley- no agota ni agotará jamásla cuestión de la justicia. Aún podríamosdecir más: en uno de sus aspectos la ley–el derecho- es lo contrario de la justicia,pero sin ese contrario no podría haberjusticia. La sociedad, una vez abandomala heteronomía religiosa, ya sea latradicional u otra, la sociedad autónoma,no podrá vivir sino en el seno de estedistanciamiento ineludible –y gracias aél-, que la dispone a su propia cuestión,a la cuestión de la justicia. Una sociedadjusta no es una sociedad que adopta,definitivamente, leyes justas. Una sociedadjusta es una sociedad donde la cuestión dela justicia se mantiene abiertaconstantemente –dicho de otro modo,donde existe siempre la posibilidadsocialmente efectiva de interrogarse apropósito de la ley y de su fundamento.He aquí una manera distinta de decirque se encuentra constantementeenvuelta en el movimiento de su auto-institución explícita. [ER, págs. 49 y 50]

n En una democracia, el pueblo puedehacer cualquier cosa y debe saber que nodebe hacer cualquier cosa. La democraciaes el régimen de la autolimitación y es,pues, también el régimen del riesgohistórico –otra manera de decir que es elrégimen de la libertad –y un régimentrágico. [DH, pág.124]

n Un ser –individuo o sociedad- nopuede ser autónomo si no ha aceptadosu mortalidad. Una verdaderademocracia –no una `democracia´simplemente procedimental-, unasociedad autorreflexiva, que se

autoinstituye y que siempre puede poneren cuestión sus instituciones y sussignificaciones, vive precisamenteasumiendo la mortalidad virtual de todasignificación instituida. [AI, pág. 67]

n El lugar central de la educación en unasociedad democrática es indiscutible. Encierto sentido, puede decirse que unasociedad democrática es una inmensainstitución de educación y de auto-educación permanentes de susciudadanos, y que no podría vivir sinellas. Pues una sociedad democrática, entanto que sociedad reflexiva, ha de apelarconstantemente a la actividad y a laopinión lúcidas de todos los ciudadanos.[AI, pág. 74]

n Debemos comprender también quehay verdad, y que la verdad hay quehacerla y que para alcanzarla debemoscrearla, lo cual quiere decir, en primerlugar y ante todo, imaginarla. [DH, pág. 246]

BIBLIOGRAFíAIIS: La institución imaginaria de la sociedad, 1.Marxismo y teoría revolucionaria.Traducción de Antoni VicensTusquets Editores, Barcelona, 1983.

IIS2: La institución imaginaria de la sociedad, 2.El imaginario social y la sociedad.Traducción de Marco-Aurelio Galmarini.Tusquets Editores, Barcelona,1989.

DH: Los dominios del hombre. Encrucijadas del laberinto 2.Traducción de Alberto L. Bixio.Gedisa, Barcelona, 1986.

ER: La exigencia revolucionaria.Traducción de David Monteira.Acuarela, Madrid, 2000.

AI: El ascenso de la insignificancia.Traducción de Vicente Gómez.Ediciones Cátedra/Universidad de Valencia,Madrid,1998.

Joaquín Brotons es licenciado en Derecho y perio-dista. Actualmente prepara la lectura de la tesis docto-ral en Filosofía Idea trágica de la democracia.