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Cómo Manejar la Agresividad en los Preescolares Fracaso escolar, problemas de socialización y de adaptación, son algunos de los problemas que pueden surgir si no se maneja a tiempo la agresividad en los niños. Antes de saber cómo manejar las situaciones de agresividad en los niños preescolares es necesario entender que la agresión es parte natural de la vida de todo niño y ayuda al desarrollo de la capacidad de autodefensa. Puesto que se encuentra dentro del campo de las emociones, también es una forma de comunicación a través de la cual el niño expresa que no se encuentra a gusto en una situación dada. La energía que provee de los sentimientos agresivos permite a los niños poner límites a otros niños y frenar situaciones. Por ejemplo, la agresión permite enojarse cuando otro niño le quita sus cosas o trata de imponerse sobre él, ayudándolo a no dejarse pasar a llevar y defenderse. De acuerdo a Fernanda Orrego, Sicóloga Infantil, cuando se habla de agresividad, se está hablando de conductas asociadas a sentimientos de rabia como el intento de hacer daño, físico o psíquico, a otra persona. En los niños más pequeños las manifestaciones más comunes son empujones, patadas, gritos, mordidas o tirón de pelo recurrentes. Sin embargo, montos exacerbados de conductas agresivas y sentimientos de rabia podrían indicar que algo no se encuentra bien en la vida del niño y que necesita ayuda. Es por esto que si no se trata en la infancia y se busca apoyo

Cómo manejar la agresividad en los preescolares

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Cómo Manejar la Agresividad en los Preescolares

Fracaso escolar, problemas de socialización y de adaptación, son algunos de los problemas que pueden surgir si no se maneja a tiempo la agresividad en los niños.

Antes de saber cómo manejar las situaciones de agresividad en los niños preescolares es necesario entender que la agresión es parte natural de la vida de todo niño y ayuda al desarrollo de la capacidad de autodefensa. Puesto que se encuentra dentro del campo de las emociones, también es una forma de comunicación a través de la cual el niño expresa que no se encuentra a gusto en una situación dada. La energía que provee de los sentimientos agresivos permite a los niños poner límites a otros niños y frenar situaciones. Por ejemplo, la agresión permite enojarse cuando otro niño le quita sus cosas o trata de imponerse sobre él, ayudándolo a no dejarse pasar a llevar y defenderse.

De acuerdo a Fernanda Orrego, Sicóloga Infantil, cuando se habla de agresividad, se está hablando de conductas asociadas a sentimientos de rabia como el intento de hacer daño, físico o psíquico, a otra persona. En los niños más pequeños las manifestaciones más comunes son empujones, patadas, gritos, mordidas o tirón de pelo recurrentes.

Sin embargo, montos exacerbados de conductas agresivas y sentimientos de rabia podrían indicar que algo no se encuentra bien en la vida del niño y que necesita ayuda. Es por esto que si no se trata en la infancia y se busca apoyo en esas áreas en que el niño está presentando dificultades, probablemente originará problemas en el futuro como fracaso escolar, dificultades de socialización y de adaptación, baja autoestima, incapacidad para cumplir normas, etc. Debido a las posibles consecuencias que esto puede traer, es importante observar que está pasando con cada niño para poder detectar qué está detonando esa agresividad y poder tratarla a tiempo.

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EL ROL DE LA FAMILIA

De acuerdo a la sicóloga, la familia es el pilar fundamental en el desarrollo sociocultural del niño. Es su modelo de comportamiento y conducta y uno de los factores más influyentes en la expresión de la conducta agresiva. Los padres son el modelo admirado por los niños pequeños y buscarán ser similares a ellos. “Un niño que vive en un ambiente de agresividad, llámese físico o psicológico, lamentablemente tenderá a replicar esos patrones”, enfatiza la profesional. Es por esto, que no solamente es importante la forma en que se trata a los hijos y cómo se tratan los hermanos, sino también el trato que los padres tienen entre ellos.

Entre los factores externos que pueden influir en la conducta agresiva, la especialista menciona; el tipo de barrio y niveles de violencia, las amistades y relaciones con pares, estilos de enseñanza de los cuidadores a cargo, estados de mala nutrición, problemas de salud, entre otros.

Por ello, enfatiza que es en esta primera etapa de la vida, los niños necesitan ser guiados y aprender alternativas adecuadas para expresar su enojo, sin hacer daño a los demás ni a sí mismo.

CAUSAS O FACTORES QUE PREDISPONEN LA AGRESIVIDAD

De acuerdo a la psicóloga Fernanda Orrego existen muchos factores que pueden incidir en la conducta agresiva.

-La imitación: los niños copian modelos, cuando existe en la familia, escuela, o entorno cercano, personas que agraden física o verbalmente, ellos inconcientemente y erróneamente aprenden que ésta es la manera de resolver las cosas y conseguir lo que quieren.

-Las Relaciones Conflictivas: Las peleas entre lo padres y un ambiente tenso en casa, también tensiona y asusta a los niños, con lo cual una de las vías de expresión de esos temores puede ser el comportamiento agresivo.

- Falta de Límites: los niños necesitan de normas y límites. Aquellos niños que no poseen límites en casa tienden a angustiarse más y sentir que pueden hacer lo que quieran sin importar las consecuencias y los sentimientos de los demás. Los padres deben enseñarles a sus hijos que agredir a los demás no está bien y no es la forma adecuada de relacionarse con el resto. No sólo deben indicar que no es correcto, también deben enseñar a pedir disculpas y mostrarles otras soluciones posibles.

-Incongruencia en el Comportamiento de los Padres: cuando los padres recurren a la agresión física o amenaza para enseñar que está mal agredir a otros, existe un mensaje contradictorio. Existen estudios que demuestran que los castigos físicos (mechoneo, palmadas, etc.) conllevan a un aumento de rabia al interior del niño y por lo tanto, aumentan la probabilidad de conductas agresivas. Al mismo tiempo cuando una misma conducta algunas veces es

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castigada y otras ignoradas, los niños se confunden y pueden mostrar su confusión como enojo o conductas agresivas.

-Falta de Afecto: este punto es uno de los más importantes. Los niños sobre todos los más pequeños necesitan del afecto de sus padres, necesitan sentirse, queridos, protegidos, acogidos y comprendidos. Un niño carente de afectos puede no saber contactarse con otros de otra forma que por medio de la obtención de atención negativa que obtiene al agredir a otros.

-Niños excesivamente criticados: cuando a los niños recurrentemente se les muestran sus errores, olvidando reconocer sus habilidades, fortalezas y buenas intenciones, tienden a enmarcar su identidad en relación a los aspectos negativos de sí mismos, repitiendo aquellas conductas negativas y en muchas ocasiones agresivas.

ENSEÑAR CONDUCTAS ADECUADAS

En este punto la especialista de Vidaintegra vuelve a enfatizar que lo primero es enseñar con el ejemplo. La conducta de los padres es su principal modelo de aprendizaje. Si el niño ve que sus padres utilizan la agresión para solucionar los problemas, creerá que esa es la forma de solucionar las cosas.

-Corrija la Conducta Inadecuada: si observa que su hijo esta presentando una reacción agresiva inadecuada frente a otros niños, es necesario ayudarlo a detenerse. Para esto trate de contenerlo (físicamente si es necesario), pregunte sobre lo que está pasando para entender la situación y explíquele de forma tranquila pero con firmeza que usted entiende porque él esta enojado, pero que no es correcto hacerle daño a los demás. Es importante que, aunque su hijo haya tenido motivos para enojarse, pida disculpas si su conducta fue inadecuada.

-Recompense las Buenas Conductas: además de corregir, los niños más pequeños aprenden más rápido mediante el reconocimiento positivo. Felicitar y mostrarse orgulloso frente a los hijos, cuando se manejan adecuadamente y muestra su enojo sin agredir, fomenta buenas conductas y una identidad positiva.

-El Autocontrol: enseñarle a los niños alternativas adecuadas para descargar su agresividad es fundamental. Por ejemplo, es inadecuado pegarle a otro niño y es adecuado ir a decirle a la profesora u otro adulto que esta enojado porque su compañero le quitó su juguete. En la casa es bueno tener un cojín al cual está permitido pegarle u hojas para rayar cuando la rabia es muy intensa. De este modo, se limitan las expresiones de rabia permitidas en la casa y a su vez se reconoce y permite la expresión de los sentimientos involucrados.

-Actividad Física y Juegos: realizar actividades físicas permite canalizar el uso de la energía y todo niño lo necesita. Correr, saltar, jugar a la pelota o pasear son indispensables para sociabilizar, elaborar experiencias y sentirse bien con uno mismo.

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-Supervisión de los Adultos: sobre todo en niños preescolares es fundamental, ya que para los niños no es natural auto controlarse y es muy poco probable que lo aprendan sin ayuda. Es importante que un adulto intervenga en caso de peleas con otros niños y les enseñe y medie en las situaciones de conflicto. Esto solamente es posible si es que los adultos en el entorno están atentos a las situaciones agresivas y se ponen a disposición del aprendizaje, crecimiento y desarrollo de los niños.

CUANDO LAS PELEAS DEL NIÑO SON FRECUENTES QUÉ DEBEN HACER LOS PADRES

Los pequeños y los niños de edad preescolar a menudo se pelean por los juguetes. Algunos niños son premiados involuntariamente por su comportamiento agresivo. Por ejemplo, puede que un niño empuje a otro niño, airándole al piso y quitándole su juguete. Si el otro niño llora y se aleja, el niño agresivo se siente victorioso ya que consiguió el juguete. Es importante identificar si este patrón esta ocurriendo en los niños agresivos.

Cuando las peleas son frecuentes, esto puede ser una señal de que el niño tiene otros problemas. Por ejemplo, puede estar triste o alterado, tener problemas controlando el coraje, haber sido testigo de violencia o haber sido la víctima de abuso en el cuidado diurno, en la escuela o en el hogar. Las investigaciones han demostrado que los niños que son físicamente agresivos a temprana edad tienen la tendencia a continuar dicho comportamiento cuando son mayores. Los estudios también han demostrado que los niños que son expuestos a la violencia y la agresión repetidamente a través de la televisión, los videos y las películas, actúan de manera más agresiva.

Si un niño pequeño tiene problemas persistentes con la acción de pelear y de morder o exhibe un comportamiento agresivo, los padres deben de buscar la ayuda profesional de un psiquiatra de niños y adolescentes o de otro profesional de la salud mental que se especialice en la evaluación y tratamiento de los problemas del comportamiento en los niños pequeños.

Qué se debe hacer con los niños peleones

- La intervención temprana es mucho más efectivo. No esperes a que el niño empiece a mostrar un comportamiento más agresivo. Intervenga tan pronto observe que el niño se siente frustrado o que se esté alterando.

- Cuando los niños pequeños pelean a menudo, supervíselos más de cerca.

- Si el niño le da a otro niño, de inmediato separe los dos niños. Luego trate de consolar y atender al niño que ha sido golpeado.

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- Al bebé que comienza a caminar (de 1 a 2 años) dígale: "NO SE DA. DUELE CUANDO DAS".

- Al niño pequeño (de 2 a 3 anos) dígale: "YO SÉ QUE TIENES CORAJE, PERO NO DES. CUANDO DAS DUELE" Esto comienza a enseñarle la empatía hacia otros niños.

- NO le dé al niño si le está dando a otros. Esto le enseña al niño a usar comportamiento agresivo.

- Los padres no deben de ignorar o menospreciar las peleas entre hermanos.

- Enséñales que la agresión no es la forma correcta para conseguir lo que uno quiere. Por ejemplo: imaginemos el caso de dos niños, uno de 6 y otro de 4 años de edad. El mayor está jugando con una pelota hasta que el más pequeño aparece para quitársela. Y ahí se forman peleas y griteríos. El pequeño grita y patalea porque quiere la pelota. Intervenimos y exigimos que el mayor conceda la pelota al más pequeño. Con eso estaremos reforzando de una manera positiva a que el pequeño siempre patalee y grite para conseguir lo que quiere.

NIÑOS PELEONES Y NIÑOS QUE NO SABEN CÓMO DEFENDERSE ¿QUÉ HACER?

Los niños pequeños suelen pelear su derecho de ser reconocidos. Por ello, las constantes luchas de “rivalidad inocente” entre compañeros de clase o de patio, o en la piscina este verano, se producen porque los niños quieren demostrar a sí mismos y a los demás sus capacidades (fuerza física, poder, control…).Las causas de las peleas son múltiples pero detrás de toda pelea se encuentra el hecho de que los niños pequeños no poseen madurez para entender que en la vida no se trata de competir ni de ver quién es mejor en algo, sino de hacer las cosas bien y vivir en armonía.

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A partir de los 5 años, un niño ya puede aprender a ofender y a defenderse, bien con palabras (agresiones verbales como insultos) o bien con agresiones físicas (empujones, pegar, morder, etc).

En estas peleas nos podemos encontrar con dos perfiles distintos de niños: el niño “peleón “ y el niño que no sabe defenderse ante los demás. No podemos “pasar” de estos niños ni tampoco resolver sus problemas, pero podemos intervenir de manera adecuada para ayudarles a ambos de cara al futuro a resolver con éxito cualquier conflicto.

1. Qué se debe hacer con los niños peleones.

Todos los niños tienen rabia y pueden manifestarla puntualmente mediante un insulto o una pelea, pero un comportamiento persistente de este tipo en el tiempo, nos indica que algo va mal y habrá que prestar especial atención ya que esta tendencia de

comportamiento agresivo puede continuar cuando sean mayores. La intervención temprana es la más efectiva. Las pautas a tener en cuenta son:

I. Si el niño pega a otro niño, de inmediato deben ser separados y la primera reacción es consolar al que ha sido golpeado e insultado e ignorar

al otro y no comenzar con una “bronca” a éste.II. No pegar o insultar al que ha cometido esta acción sino insistir en decir: “No se pega ni se insulta”.III. Averiguar qué ha ocurrido y centrar la atención en que el niño que agrede se fije en los sentimientos del otro: “debías estar muy enfadado pero cuando pegas o insultas, duele al otro y se siente triste”.¿Cómo te sentirías tú si te lo hiciesen a ti?” El adulto (padre o maestro) debe poner palabra a estos sentimientos.IV. Ayudarles a encontrar otra solución alternativa y a pensar en las consecuencias positivas ante un modo de resolución no agresivo.V. Aplicar consecuencias negativas : tiempo fuera (retirada del juego, sentarse a pensar…) y obligarle a pedir perdón al otro.VI. No descartar la ayuda de un profesional especializado, psicólogo infantil o psiquiatra, si un comportamiento agresivo es recurrente ya que puede ser indicativo de un problema más profundo.VII. Proporcionar siempre los padres y educadores modelos no agresivos de resolución de conflictos.

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2. Niños que no saben defenderse.

Hay niños que ante una agresión verbal o física lloran o se bloquean lo que puede dar lugar a que los compañeros mas “fuertes” tiendan a repetir con ellos este tipo de comportamiento y se conviertan en “carne de cañón”. Los padres en su desesperación y dolor, suelen aconsejar a estos niños que peguen o insulten y respondan de la misma manera, no ayudando a una adecuada solución (este tipo de niños nunca harán esto) y mucho menos, dando una lección de coherencia pedagógica, respeto y empatía a los demás.

No se trata de enseñar a estos niños una defensa física (pegar) , sino una estrategia diferente e incluso mucho más eficaz: la defensa verbal; defenderse con la fuerza de la palabra. En niños pequeños, podemos enseñarles una frase o muletilla para reaccionar ante un insulto y por supuesto, un fuerte grito sacando pecho ante una agresión física con un “No me pegues, no me toques”.

Este repertorio verbal implica un posterior ensayo y dramatización hasta que el niño se sienta seguro de sí mismo y adquiera confianza en sus nuevos recursos que acaba de descubrir. Se trata de que el niño saque su “genio” reprimido pero bien encauzado y orientado. Es el lema de “la mejor defensa es un buen ataque verbal”, es hacerse valer, reconocerse a uno mismo para ser reconocido por los demás.

Peleas

Cuándo y cómo intervenir

Los niños pequeños pueden armar hasta cinco riñas por hora. ¿Es posible evitarlo?

Por el Lic. NorbertoMonterrey –Psicólogode Niños y Adolescentes yex Docente–.

Viernes, ocho de la tarde: “Nuestra hija ha invitado a una amiga el fin de semana. Y, mientras estamos terminando de preparar la cena, oímos sus gritos. Se están peleando como locas por un juguete. A los chillidos les siguen las quejas y sollozos. ¿Hay que

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acudir a mediar en la pelea? ¿O será mejor esperar a ver si amaina el temporal? De pronto, los lamentos cesan. Nos acercamos sigilosamente y observamos por la ranura de la puerta que las dos niñas vuelven a jugar como si nada hubiera pasado...”.

Las peleas infantiles sitúan a los padres en una posición difícil. Generalmente los motivos por los que los niños discuten (hasta cinco veces por hora) no tienen mucho sentido y, al poco rato, sus contiendas suelen terminar de forma amistosa.

Así es que siempre nos hacen dudar. Si uno se inhibe y la cosa pasa a mayores, es probable que terminen haciéndose daño; pero si intervenimos, tampoco evitaremos que la escena se repita una y otra vez. Entonces, ¿cuál es el modo correcto de actuar?

Para empezar, hay que saber que las peleas entre niños son normales, incluso saludables. A través de las discusiones los niños expresan sus emociones y canalizan sus energía, además de aprender a reafirmar su personalidad. Cuando intervenimos demasiado pronto no dejamos que el niño utilice sus propios recursos para solucionar sus diferencias con sus iguales.

POR QUÉ NO INTERVENIR

Las razones para no interferir son muchas. Primero, porque en ningún caso vamos a impedir que se repitan las peleas: La pulsión agresiva es muy difícil de manejar y sólo a través de años de educación y aprendizaje lo logramos.

Sus discusiones son un entrenamiento para aprender a resolver conflictos que se revelará muy valioso en la vida de adolescente y adulto.

Además, todos sabemos que las peleas infantiles suelen acabar de forma amistosa. Si nos entrometemos antes de tiempo, impedimos que desarrollen su personalidad y aprendan a negociar sus discrepancias.

Hay otra razón, quizá la más importante, y es que al mediar podemos estar reforzando una conducta negativa.

Por ejemplo, en el caso de un niño de seis años que le quita la pelota a otro de cuatro, si cuando el más pequeño empieza a patalear y gritar acudimos y exigimos que el mayor le devuelva la pelota, el menor creerá que siempre que grite y patalee conseguirá lo que quiere.

Otro ejemplo es aquel en el que dos niños, generalmente hermanos, se pelean para atraer la atención de los padres. Si sólo acudimos a verles cada vez que tienen una pelea, seguro que acabarán reforzando esa conducta negativa. Es mejor hacerles más caso en tiempos de paz. Si los padres se dan cuenta de que ésta es la razón de sus peleas, deben hacerles ver que en su corazón tienen sitio para los dos hijos.

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Eso sí, si tienen sólo dos o tres años y los gritos anuncian peligro inminente, entonces sí es apropiado mediar entre ellos, y sobre todo intentar derivar su atención hacia alguna otra actividad que les distraiga del conflicto.

Pero a partir de los cinco años es mejor no meterse en sus asuntos, a no ser que ellos acudan pidiendo auxilio. Y entonces lo ideal es adoptar el papel de mediador, nunca el de árbitro ni el de juez.

SI LLEGAN A LAS MANOS

En realidad sólo deberíamos intervenir en caso de que lleguen a las manos. Y no sólo porque puedan lastimarse, sino porque corren el riesgo de creer que la violencia, patadas, arañazos, mordiscos o tirones de pelos son una forma de solucionar problemas.

En esos casos hay que separar de inmediato a los niños, pero sin tomar partido por ninguno de ellos, y decirles con firmeza que las reglas de la casa no permiten las agresiones para conseguir algo por la fuerza. No obstante, y esto es importante, sí es legítimo defenderse, porque el niño también necesita medir sus fuerzas físicas con sus iguales, siempre que no entrañe peligro, y si tiene prohibido usar sus fuerzas, puede convertirseen un niño inhibido.

En todo caso, es conveniente explicarles que existen otras fórmulas, como el diálogo, para resolver sus diferencias. E inculcarles la idea de que, aunque se esté muy molesto, no por ello hay que hacer daño a nadie.

También se les puede sugerir que se encierren en habitaciones diferentes a meditar sobre lo ocurrido hasta que lleguen a una conclusión. Tiene que quedar claro que no es un castigo, sino una tregua para que puedan volver a jugar sin rencores ni violencia. Cuando alguno de los dos diga estar preparado para volver a reunirse deben pedirse disculpas y, tras elogiarles, lo mejor es dejarles de nuevo solos.

IMPOSICIÓN DE LÍMITES

A veces los niños pequeños provocan peleas cuando, en realidad, están pidiendo que se les ayude a controlar sus impulsos agresivos.

Cuando los niños menores de cinco años tienen un ataque de rabia o una pataleta, hay que dejarles que expresen su ira, incluso con insultos. Si están muy nerviosos, se les puede dejar que se desahoguen pegando a un cojín, pero nunca pegando a sus hermanos o a otros niños. Los niños agradecen la imposición de límites. El truco de enseñarles a contar hasta diez también funciona.

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GUÍA DEL BUEN APACIGUADOR

* ?No caer en el error de intentar averiguar quién empezó la pelea. Es tan culpableel que la inició como el que la siguió.

* ?Dejar que expresen sus sentimientos, pero sin tomar partido por ninguno de ellos.

* ?Evitar las comparaciones entre hermanos o amigos porque siempre aumentan la rivalidad y peleas entre ellos.

* ?Si insisten en reclamar nuestra atención cada vez que se pelean, debemos decirles que dejen de molestarnos por tonterías.

* ?Concentrarnos en la solución y no en los detalles. Evitar preguntas del tipo “¿Por qué pellizcaste a tu hermano?”.

* ?Averiguar por nuestra cuenta qué puede estar originando conflictos y establecer la solución más conveniente para ambos niños:

* ?Inculcarles el hábito de compartir las cosas desde pequeños.

* ?Ignorar los chismes y “buchoneos”. Lo mejor en esos casos es decirles: “Siento mucho que te lleves tan mal con tu hermano (o tu amigo)”.

* ?Si se están pegando, separarlos y explicarles que con pegarse no se soluciona ningún conflicto.

* ?Enseñarles el valor de las palabras y que con ellas se puede expresar los sentimientos y la ternura, pero también producir mucho daño.

* ?En el caso de niños excesivamente agresivos, tomar nota de sus manifestaciones violentas para averiguar qué las provocó y encontrar el modo de que busquen alternativas.

* ?Enseñar a los niños a permanecer en calma ante una provocación.

* Elogiarles cuando cooperan entre ellos, juegan y se llevan bien.

Se disputan el mismo juguete

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Hay que hacerles ver que los dos pueden tenerlo. Se puede utilizar un reloj (de arena si aún no saben mirar la hora) para marcar cuánto tiempo puede tenerlo cada uno.

Cada uno quiere ver un programa de televisión

Que cada uno vea un rato su programa favorito. Si aún así siguen discutiendo, lo mejor es apagar el aparato hasta que se pongan de acuerdo.