Concept o Semiotic o

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    La Cultura como Concepto Semitico.

    Algunas reflexiones metodolgicas tiles al pensamiento sociolgico.

    Luis Humberto Mndez y Berrueta

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    ndice:

    Introduccin

    I. La Cultura como Concepto Semitico

    Breve historia del concepto cultura Definicin y objetivo La interpretacin densa Ethos y cosmovisin

    II. Los Contenidos Semiticos del Concepto Cultura

    Palabra, voz, lengua, lenguaje, enunciacin y discurso Del signo al smbolo La metfora La naturaleza del smbolo El origen mtico del smbolo

    III. Cultura e Imaginario Social Instituyente e instituido Institucin, smbolo e imaginario La institucin alienada y las significaciones sociales imaginarias La tensin instituyente-instituido en la modernidad capitalista

    IV. Cultura e Identidad Identidad, cultura e interaccin social Identidad: lo propio en oposicin a lo alterno Identidad y territorio Otras visiones acerca de la identidad

    V. Cultura y Absoluto Social (lo sagrado)

    Lo sagrado y lo profano Lo sagrado como absoluto social Lo sagrado en la cultura

    VI. Cultura y Tiempo Largo de la Historia

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    Introduccin

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    El ttulo de este trabajo indica su pretensin: explicar por qu resulta

    importante considerar el trmino cultura como un concepto semitico.

    Alcanzar este objetivo obliga a situarlo dentro de la fuente terica que lo

    alimenta: el estructuralismo simblico, entendiendo por tal la corriente de

    pensamiento que considera lo social como una estructura

    institucionalmente organizada, socialmente construida, histricamente

    determinada, semiticamente articulada1, inestable por principio y, por

    tanto, siempre sujeta al cambio, an y cuando el discurso ideolgico-

    cultural que lo amalgama predique su permanencia.

    En aras de la claridad, hacemos explcito lo siguiente: la nocin de

    estructura es una abstraccin, una construccin terica, una herramienta

    mental (por tanto intangible), creada por el hombre para poner orden sobre

    el desorden (aparente o no) del mundo que lo rodea. No tiene una

    representacin fsica, no ocupa un espacio ni tiene una masa: es una

    representacin simblica, slo existe en la mente del hombre y encuentra

    su origen en el campo de lo simblico-lingstico. A travs de este

    instrumento, biolgicamente construido, se relaciona con el mundo que lo

    rodea y confecciona sus particulares formas de convivencia, urdiendo

    enormes redes de significacin a las que comnmente llamamos mundo

    simblico. Por este medio interpreta la realidad externa, edifica sus 1 Entendemos por articulacin semitica el conjunto de signos (lingsticos o no) que en un infinito entrelazamiento de elementos propios del lenguaje (de cualquier tipo de lenguaje), elaboran discursos desde donde se formulan las ideas y se promueven las acciones que instituyen, desde el campo de lo simblico, ese inmenso y contradictorio universo que llamamos sociedad.

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    creencias acerca del mundo, construye sus particulares formas de vida y

    decide cmo comportarse en ella. Consideraremos entonces que el gran

    pilar que sostiene cualquier tipo de estructura es el smbolo.

    Es evidente, sabemos, lo heterogneo de este enfoque para el anlisis de las

    estructuras desde la ciencia social (en especial para el caso que aqu nos

    ocupa, la cultura)2; pero igual nos percatamos que a pesar de sus

    diferencias (en ocasiones grandes), existe un acuerdo, implcito y/o

    explcito, entre diversos pensadores para atribuirle al lenguaje el origen a

    esta influyente forma cognoscitiva.

    En lo general, y desde hace ms de un siglo, se coincide en considerar que

    no hay estructura ms que de lo que es lenguaje, aunque se trate de un lenguaje esotrico o incluso no verbal. No hay estructura del inconsciente ms que en la medida que el inconsciente habla y es lenguaje. No hay estructura de los cuerpos ms que en la medida en que los cuerpos de algn modo hablan con un lenguaje que hace sntoma, que es el lenguaje de los sntomas. Las cosas mismas en general no tienen estructura sino en la medida en que sostienen un discurso silencioso que es el lenguaje de los signos.

    2 El trmino estructuralismo simblico se convierte en etiqueta del pensamiento en ciencia social al momento que la idea de estructuralismo se asocia a la ciencia de la lingstica, en especial con la ciencia de la semitica, y, fundamentalmente, con lo que de ella se deriva: el desarrollo y la profundizacin del smbolo, entendido como fuerza primigenia de la creacin social. Esta etiqueta metodolgica surge con Lvi-Strauss cuando toma el estructuralismo lingstico de Ferdinand Saussure para aplicarlo a la ciencia social; sin embargo, el enfoque simblico se advierte varias dcadas antes desde la sociologa, en especial con Durkheim y Weber a fines del XIX y principios del XX, y, aos despus, con el llamado interaccionismo simblico (Schultz y Mead); posterior a Lvi-Strauss, surgen desde la antropologa y la sociologa un conjunto de pensadores asociados a este principio simblico que, pese a sus diferencias, a veces profundas, mantienen en comn el considerar el pensamiento simblico como elemento destacable en el anlisis de la realidad. En nuestro caso, la utilizacin que aqu hacemos de esta herramienta terica-metodolgica para el anlisis de la cultura, se sostiene, en principio, en el pensamiento del antroplogo Clifford Geertz y su idea de significacin tomada de Weber, en el filosofo Ernest Cassirer y su insistencia en mantener el carcter biolgico del smbolo; y en l tambin filsofo, Cornelius Castoriadis, y su estudio sobre el imaginario social. Cualquier enterado sabe de las diferencias de enfoque que existen entre estos pensadores, en este escrito pareciera que se habla de un pensamiento homogneo, lo cual es falso; jugando a ser relativistas nos atrevimos a tomar de cada uno de ellos lo que consideramos importante para profundizar en nuestro objetivo: el carcter semitico de la cultura.

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    Pero la pretensin del ttulo que significa estas notas, no se detiene slo en

    tratar de explicar el por qu resulta sugerente entender el trmino cultura

    como un concepto semitico, se le agrega un subtitulo que representa otro

    objetivo ms: Algunas reflexiones metodolgicas tiles para el

    pensamiento sociolgico.

    A este trabajo lo atraviesa una importante consideracin que le da sentido:

    los anlisis de las instituciones que simblicamente articulan una particular

    estructura cultural, pierden fuerza interpretativa si no se ubican en los

    terrenos de la interaccin social. Se parte entonces de que ninguna

    estructura puede explicarse en s misma, no son construcciones ptreas,

    inamovibles, a-histricas y mucho menos originadas desde presupuestos

    metafsicos. A pesar de la solidez que muestra cualquier tipo de

    cosmovisin o ethos (no obstante su obligada inclinacin a la permanencia,

    que, advertimos a lo largo de la historia, parece eternizar sus instituciones),

    vistas desde la interaccin social son flexibles, se encuentran en constante

    movimiento, por tanto, un anlisis de la cultura resulta seriamente limitado

    si los elementos que la integran (estructuralmente organizados) no se

    observan desde los contradictorios espacios donde los hombres se

    comunican diariamente; dominios sociales que es comn llamarlos vida

    cotidiana. Sin importar la orientacin terica que ostenten3, todas parten de

    3 Podemos mencionar entre algunas de las reflexiones ms significativas en torno a este problema, los conceptos de representaciones colectivas (Durkheim), intersubjetividad (Schultz, Mead), territorialidad

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    la accin de los individuos en su vida diaria, de las formas de

    comunicacin que establecen en un territorio especfico y un tiempo

    determinado, del conjunto de relaciones que instauran dentro y fuera del

    trabajo, con la familia, con grupos sociales o religiosos, con la autoridad;

    relaciones estables o inestables, simtricas o asimtricas; relaciones

    establecidas interna o externamente por sus habitus particulares y/o por su

    contradictoria relacin con otros territorios ms amplios (nacionales o

    meta-nacionales) que imponen conductas y formas de comportamiento. Es

    este conjunto de elementos el que da forma y substancia al trmino que

    aqu entenderemos como interaccin social, y resultar vacuo, insistimos,

    cualquier anlisis de la cultura que no tome en cuenta, como punto de

    partida, este concepto.

    Es desde esta perspectiva que pensamos til el anlisis de la cultura para

    cualquier trabajo de corte sociolgico, siempre y cuando no se pondere el

    fro dato emprico como la nica fuente posible de valor cientfico; siempre

    y cuando se considere como posible la utilidad de un conocimiento que no

    se limita a formular leyes generales sino a interpretar hechos. Nos

    proponemos mostrar un conjunto de herramientas metodolgicas que,

    comnmente, no son tomadas en cuenta por una disciplina social que tiende

    a priorizar para el anlisis sociolgico las orientaciones de corte positivista.

    (Raffestin), habitus (Bordieu), rutinizacin Guiddens), o la muy trabajada nocin de vida cotidiana (Heller)).

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    Por supuesto, no se trata de invalidarlas, slo queremos cuestionar el

    carcter absoluto que se atribuyen como creadoras nicas de conocimiento

    cientfico. Queremos mostrar que un hecho social es ms que una realidad

    objetiva desvinculada de toda subjetividad (aqu consideraremos que lo

    subjetivo integra tambin al hecho social y exige por tanto ser considerado

    en su anlisis); queremos cuestionar tambin el juicio que postula que el

    conocimiento positivo debe ser considerado como definitorio, que la

    imaginacin se subordina a la observacin y que el conocimiento, para ser

    considerado cientfico, busca hechos que se repitan para formular leyes

    generales. A lo largo de los siguientes captulos trataremos de mostrar que,

    sin dejar de tener su importante parte en eso que, con soberbia, llamamos

    verdad cientfica, no puede reducirse la experiencia social (como lo hace

    cualquier orientacin positivista) a lo meramente objetivo, entendindolo

    como lo neutral, lo que se apoya en lo externo, lo que se considera que es

    sin necesidad de interpretarlo; tratar los conceptos que construye nuestro

    pensamiento abstracto como si fueran cosas; de manera distante; sin ningn

    tipo de implicacin personal, es decir, ajenos a cualquier desliz subjetivo.

    Este empirismo lgico que procede de la experiencia y que se funda en la

    observacin de los hechos desde la percepcin sensorial, se asemeja a lo

    que dentro de la ciencia de la semitica se considera como un signo en

    funcin denotativa cuyo significante responde unvocamente a su

    significado. Para nosotros, sin negar la condicin anterior, resulta frecuente

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    advertir que dicho signo se comporta tambin, con reiterada insistencia,

    connotativamente; mantiene, s, la univocidad de su significante, pero

    desliza su significado y, al hacerlo, adquiere un carcter polismico. En el

    primer caso estamos ante la condicin de objetividad que segn la ciencia

    positiva debe tener todo conocimiento cientfico; en el segundo caso,

    advertimos la intromisin de la subjetividad en este conocimiento; se

    complejiza el acercamiento al conocimiento cientfico cuando se introduce

    una variable no deseada y frecuentemente no aceptada por metodologas de

    corte positivistas: la presencia del smbolo que, dado su estructura

    polismica, obliga a incluir la accin de interpretar en el proceso de

    construccin del conocimiento.

    En este marco, cuando aqu hablemos de cultura como un concepto

    semitico, estaremos inmiscuyndonos en la inacabada discusin sobre el

    rechazo o la inclusin de lo subjetivo en la creacin del conocimiento

    cientfico dentro de la ciencia social. Tomando partido por la inclusin,

    consideraremos como punto de inicio para el anlisis de la cultura, la

    aseveracin que el antroplogo norteamericano Clifford Geertz hace a

    partir de un juicio de Max Weber:

    El concepto de cultura que propugnoes esencialmente un concepto semitico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significacin que l mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el anlisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la

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    explicacin, interpretando expresiones sociales que son enigmticas en su superficie4

    Lo simblico se convierte entonces en el eje alrededor del cual se

    reflexiona sobre la cultura, y es a partir de esta reflexin (que

    necesariamente parte, como ya mencionamos, de la interaccin social) que

    pretendemos aportar las herramientas metodolgicas que consideramos

    importantes para estudios de orden sociolgico. En palabras de Geertz:

    tratar de mantener el anlisis de las formas simblicas lo ms

    estrechamente ligado a los hechos sociales concretos, al mundo pblico de

    la vida comn5; o siguiendo a Weber: los hechos no estn

    sencillamente presentes y ocurren, sino que tienen una significacin y

    ocurren a causa de esa significacin6.

    Dado que estas reflexiones sobre la cultura van dirigidas a los estudiantes

    de licenciatura en sociologa de la UAM-A que cursan la materia de

    sociedad y cultura en el siglo XX, y dado tambin que la obra de C. Geertz

    que tomamos como base de anlisis es pobre en cuanto a la explicacin

    sobre el carcter semitico de la cultura con el que la califica, nos vemos

    obligados, por un lado, a reflexionar (aunque no con la profundidad

    deseada) sobre el trmino semitico con el cual califica al concepto de

    cultura; esto es, problematizaremos el conjunto de elementos que le dan

    4 Cliford Geertz, La interpretacin de las culturas, Gedisa, Barcelona, 1973, p. 20.

    5 Idem, p. 39. 6 Citado por Geertz en idem, p. 122.

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    vida a lo que se conoce como la teora del signo; precisar expresiones como

    palabra, voz, lengua y lenguaje; entender cmo se estructura un signo,

    cmo se construye un smbolo y cmo adquiere vida en el mundo de la

    comunicacin cotidiana a travs de la metfora, cuestiones todas que,

    comnmente, dan por sentadas lo mismo antroplogos que socilogos; y

    por el otro, intentaremos asociar el anlisis de la cultura (como aqu

    estamos entendiendo el trmino) con un conjunto de conceptos propios de

    la ciencia social (aparentemente disociados de este espacio del

    conocimiento llamado cultura) que nosotros pensamos lo enriquecen. Nos

    referimos en concreto al imaginario social y sus expresiones instituyentes e

    instituidas; a los procesos de identidad que se afianzan en los llamados

    lugares antropolgicos o a los que se fragmentan en eso que algunos

    llaman los no lugares; al resbaloso manejo del concepto de ideologa y su

    relacin con la cultura; a los fenmenos sociales que representan lo sagrado

    (los absolutos sociales que dan orden y sentido a los colectivos humanos), y

    a la dificultosa ubicacin de la cultura dentro de los intrincados tiempos de

    la historia.

    Por todo lo antes dicho, bien se pudiera etiquetarnos como relativistas,

    relativismo que, de ser cierto, se adopta no por capricho y mucho menos

    por moda, sino por considerar que esta necesaria pluralizacin del

    conocimiento resulta de un tiempo histrico que se define desde la

    heterogeneizacin del mundo, un universo social que se recompone

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    incesantemente y que, para entenderlo, no alcanzan las certidumbres

    tericas que se establecen como inamovibles, ni las cuantificaciones

    tranquilizadoras que ofrece el dato duro; hace falta, pensamos aqu, la

    sensibilidad que permite advertir que eso que descuidadamente llamamos

    verdad es temporal, condicionado, mudable. Nos alineamos con aquellos

    que propugnan por un conocimiento plural que integre los saberes

    especializados; un conocimiento que se construya, reconstruya o se

    deshaga, si as se considera necesario, con la misma rapidez con que la

    sociedad cambia en este nuestro nuevo tiempo global. Creemos, con

    Maffesoli, que nuestro relativismo pretende proteger la creacin del

    conocimiento del terrorismo de la coherencia7; y recordamos con Weber

    que Toda obra cientfica acabada no tiene otro sentido que el de generar

    nuevas preguntas; as pues, su propsito es el de ser superada y envejecer.

    Quien desea servir a la ciencia debe resignarse a este sino8.

    En suma, consideramos que la aportacin de estas notas escritas para

    jvenes estudiantes de sociologa, radica en comprender la enorme utilidad

    que tiene el uso de la interpretacin en la construccin del conocimiento

    cientfico; o dicho de otra forma, atender la carga de subjetividad que todo

    dato objetivo contiene.

    7 Michel Maffesoli, El conocimiento ordinario. Compendio de sociologa, Sociologa, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 2005, p.23 8 Max Weber, citado por idem,p.22.

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    Vale el comentario, porque no podemos dejar de advertir el hecho de que el

    ordenado conjunto de razonamientos que se exponen a lo largo de este

    texto, se inserta en un particular discurso cientfico que, a su vez, forma

    parte del amplio y contradictorio espacio de la ciencia social; espacio que,

    como todo espacio socialmente construido, expresa relaciones de poder

    donde, hasta la fecha, la centralidad la ocupa el discurso positivista (sobre

    todo en el mbito de la sociologa y de la economa). Por supuesto,

    repetimos, no se pretende aqu establecer una lucha sin cuartel en contra del

    discurso dominante dentro del mbito cientfico, se pretende, simplemente,

    aligerar el carcter absoluto que el imaginario social instituido le atribuye a

    este particular discurso. El discurso cientfico que articula estas reflexiones

    no pretende, como ya se dijo, construir leyes generales a partir de la

    repeticin de datos duros, busca significaciones con las herramientas

    metodolgicas propias de una ciencia interpretativa. Por supuesto, no

    pretendemos ponderarlo como el nico discurso que soluciona los mltiples

    problemas que enfrenta cualquier empresa intelectual que intenta construir

    conocimiento cientfico; estamos conscientes que es slo una vertiente

    entre otras muchas vertientes ms que, de diferentes formas, lo enriquecen;

    es un particular discurso que, dentro del mbito del conocimiento, lucha

    por hacer valer sus juicios en la titnica tarea de generar conocimiento

    cientfico.

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    Por lo antes dicho vale dejar aclarado lo siguiente: cuando hablamos de

    discurso, vamos ms all de su sentido lingstico (conjunto de enunciados

    emitidos en un contexto histrico- social, individual-colectivo, el aqu y el

    ahora de la enunciacin; la deixis), nos referimos ms bien a su sentido

    filosfico: enunciados lingsticos, s, pero que por razones diversas de

    ndole social y cultural (salpicadas siempre de intencionalidad poltica), en

    un espacio y en un tiempo preciso se estructuran como sistemas de

    pensamiento, discusiones, reflexiones, tradiciones, razonamientos, etc., que

    constituyen una particular estirpe de conocimientos organizados, (no

    necesariamente homogneos) para interpretar la realidad simblicamente

    construida por los colectivos humanos. Es a este tipo de discurso al que

    aqu hacemos referencia, irremediablemente inserto en un mbito de saber-

    poder slo entendible desde el lenguaje, inagotable fuente de construccin

    de redes simblicas.

    El discurso, as significado, resulta ser, pensamos, el instrumento vital de

    que se ha valido el hombre social para imponer respuestas especficas a las

    primigenias preguntas que se construyen acerca de el cmo, cundo, dnde

    y para qu estamos en este mundo; y desde las mltiples respuestas que se

    han dado a estas interrogantes, es que surgen los diversos sistemas de

    creencias y normatividades que le han permitido, por miles de aos, vivir

    colectivamente. No dudamos entonces en considerar el discurso como la

    ms colosal herramienta con que cuenta el hombre social para construir

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    esas gigantescas estructuras que a algunos nos da por llamar cosmovisin y

    ethos. Hablar de discurso es hablar de cultura, mejor dicho, de su sustento;

    y si como ya antes expresamos, todo discurso se encuentra inmerso en

    particulares relaciones de poder, tender, inevitablemente, a imponerse

    sobre el orden social que el mismo crea; as, en este proceso de imposicin,

    los discursos que detentan la centralidad (en este caso en el mbito del

    conocimiento) construyen un conjunto de procedimientos de exclusin a

    travs de los cuales aspiran a mantener socialmente vigentes el conjunto de

    comportamientos, creencias, cdigos, estatutos, normas que tienden a

    legitimarlo.

    En suma, con lo antes dicho queremos dejar establecido lo siguiente: dentro

    de ese gran mbito social al que Foucault llama la voluntad de saber, el

    concepto semitico de cultura que aqu nos preocupa, encuentra sus races

    en un discurso, que aqu llamamos discurso interpretativo, en el cual se

    inscribe la heterognea corriente que denominamos estructuralismo

    simblico; discurso que, en sus concreciones, enfrenta los diversos

    postulados de otro discurso (comnmente llamado positivismo) que, hasta

    hoy, ocupa la centralidad en el mbito del conocimiento. As establecido el

    problema que nos preocupa, partimos de que todas las formulaciones

    tericas que aqu se asocian al trmino de cultura (semitica, imaginario

    social, identidad, absoluto social, discurso) se distinguen por pertenecer a

    fener fighter

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    un discurso (el de la interpretacin) que, en lo esencial, se opone al

    discurso positivista.

    Por ltimo, en aras de la claridad conceptual, valdra dejar asentado,

    aunque sea de manera un tanto cuanto esquemtico, como vamos a

    entender tres conceptos bsicos que imbrican, al punto que no es extrao

    que se vean, a veces, como sinnimos, o bien que se les valore

    jerrquicamente. Me refiero a tres voces que deben ser reconocidas en su

    diversidad sin dejar de reconocer su evidente unidad: cultura, sociedad e

    ideologa.

    En la discusin que establece con las posiciones elaboradas desde la teora

    funcionalista (es especial Malinowsky), C. Geertz plantea que:

    una de las principales razones de la incapacidad de la teora funcional para tratar el cambio consiste en no haber tratado los procesos sociolgicos y los procesos culturales en iguales trminos; casi inevitablemente uno de los dos es o bien ignorado, o bien sacrificado para convertirse en un simple reflejo, en una imagen especular del otro. O bien la cultura es considerada como un derivado completo de las formas de organizacin social (el enfoque caracterstico de los estructuralistas britnicos, as como de muchos socilogos norteamericanos) o bien las formas de organizacin social son consideradas como encarnaciones conductistas de esquemas culturales (el enfoque de Malinowsky y de muchos antroplogos norteamericanos). En cualquiera de los dos casos el trmino menor tiende a ahogarse como factor dinmico y nos quedamos con un concepto de cultura que lo abarca todo (ese todo complejo) o con un concepto completamente comprensivo de estructura social (la estructura social no es un aspecto de la cultura sino que es toda la cultura de un pueblo dado manejada en un marco especial de teora). En semejante situacin, los elementos dinmicos del cambio social, que surgen de la circunstancia de que los esquemas culturales

    fener fighter

    fener fighter

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    no sean completamente congruentes con las formas de organizacin social, son casi imposibles de formular9.

    Para Geertz, el problema radica en no distinguir analticamente los aspectos

    culturales y los aspectos sociales de la vida de los hombres; no se les

    concibe como variables independientes que se ocupan de un todo que les

    obliga a corresponderse. Desde esta perspectiva, vamos a entender en este

    trabajo, y para los fines aqu determinados, que tanto sociedad como

    cultura son conceptos, creaciones del pensamiento abstracto,

    representaciones simblicas, herramientas analticas construidas desde el

    cerebro humano, para explicar una misma realidad desde diferentes

    perspectivas. El divorcio o la sumisin conceptual en que, con frecuencia,

    las mantiene el investigador o el terico, impide contemplar los mltiples

    modos de interrelacin a los que se obligan por el hecho de tener como

    referencia una misma totalidad: lo social.

    Cmo distinguir entonces el concepto cultura del concepto

    sociedad?, considerndolos, de principio, como diferentes abstracciones de

    realidades comunes. Una, la cultura, como sistema ordenado de

    significaciones y de smbolos donde se da la integracin social (ethos-

    cosmovisin); otra, lo social, como la estructura de la interaccin social

    9 C. Geertz, op.cit, p. 132.

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    misma, los movimientos sociales de lo cotidiano donde establece su

    contradiccin el imaginario social (instituyente-instituido).

    En un plano (cultura) est el marco de las creencias, de los smbolos expresivos y de los valores en virtud de los cuales los individuos definen su mundo, expresan sus sentimientos e ideas y emiten sus juicios; en el otro plano (sistema social) est el proceso en marcha de la conducta interactiva, cuya forma persistente es lo que llamamos estructura social. Cultura es la urdimbre de significaciones atendiendo a las cuales los seres humanos interpretan su experiencia y orientan su accin; estructura social es la forma que toma esa accin, la red existente de relaciones humanas. De manera que cultura y estructura social no son sino diferentes abstracciones de los mismos fenmenos. La una considera a la accin social con referencia a la accin que tiene para quienes son sus ejecutores; la otra la considera con respecto a la contribucin que hace al funcionamiento de algn sistema social10.

    Y si es relativamente comn que estructura social y cultura no definan con

    precisin sus campos de accin, para el caso del concepto de ideologa su

    indeterminacin resulta an ms grande. Un buen nmero de profesionales

    de la ciencia social, en especial dentro del pensamiento sociolgico, ve a la

    ideologa como el permanente saboteador del discurso cientfico. Viejas

    ideas de socilogos famosos continan enraizadas en el pensamiento

    sociolgico actual. Persiste el juicio de considerar a la ideologa como un

    pensamiento sospechoso, dudoso, algo que deberamos superar y expulsar

    de nuestra mente. La ideologa presenta, se afirma,

    10 Idem, p.133

    fener fighter

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    la desdichada condicin de estar psicolgicamente deformada (torcida, contaminada, falsificada, anublada, desfigurada) por la presin de emociones personales como el odio, el deseo, la ansiedad o el miedo. La sociologa del conocimiento trata del elemento social en la bsqueda y percepcin de la verdadPero el estudio de la ideologa -una empresa enteramente diferente- se refiere a las causas del error intelectual11.

    Y ni que decir de la posicin de un icono de la sociologa norteamericana,

    Talcott Parsons, cuando afirma que las desviaciones de la objetividad

    cientfica se manifiestan como los criterios esenciales de una ideologaEl

    problema de la ideologa surge cuando hay una discrepancia entre lo que se

    cree y lo que puede establecerse cientficamente como correcto12.

    Esta idea tan difundida de falsedad, mentira, engao o ignorancia

    que se atribuye a lo ideolgico, no es compartida en el marco conceptual

    que aqu se construye. Siguiendo el pensamiento de Geertz, en este trabajo

    las estructuras ideolgicas sern entendidas, al igual que en la cultura,

    como sistemas de smbolos en interaccin, como estructuras entretejidas

    de significaciones13. Cul sera entonces la diferencia? En trminos

    empricos, ninguna. En los dos casos se trata de saber cmo los smbolos

    simbolizan al interior de un mismo objeto14: lo social. En trminos

    analticos, si tendramos que distinguir para desideologizar la ideologizada

    visin que an permanece sobre la ideologa. Esta, a diferencia de la

    11 Wemer Satark, discipulo de Mannheim, citado por Clifford Geertz, op.cit. p. 173. 12 Citado en Clifford Geertz, idem, p. 175. 13 Idem, p.182 14 Los contenidos de una unidad llamada smbolo se muestran en un proceso que podra llamarse

    simbolizacin, es decir, una particular manera de significar los contenidos del smbolo.

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    cultura, se nos muestra, no en los espacios del ethos y la cosmovisin, no en

    el estable plano del imaginario social instituido, sino directamente en la

    interaccin social. Ya habamos mencionado que el elemento central de lo

    simblico, el imaginario social en su expresin instituyente, lo advertamos

    dentro de lo social; ahora seremos ms especficos: el elemento instituyente

    del imaginario social, propio de cualquier representacin simblica, lo

    observaremos, empricamente, en las estructuras ideolgicas. Vamos a

    considerar entonces a la ideologa, como el elemento activo en esa

    complicada totalidad que llamamos sociedad; y a la cultura, como el

    elemento pasivo. Podramos decir, aunque pequemos de esquemticos, que

    en un orden institucional con fuerte legitimacin simblica, el papel de la

    ideologa ser secundario (la importancia del anlisis descansar en el

    terreno de la cultura, en las particularidades ticas y cosmovisionales que

    expresa un orden institucional polticamente estable); pero cuando en el

    mundo de lo cotidiano -de la interaccin social- se cuestionan los valores

    culturales establecidos, nos toparemos, sin duda, con el universo de las

    formulaciones ideolgicas. Bien podramos afirmar, sin abandonar nuestro

    esquematismo, que las ideologas se fortalecen como fuentes de

    significacin, cuando las instituciones culturales pierden fuerza simblica.

    Nos falta aclarar lo siguiente: no nos pelearemos aqu con el

    supuesto marxista segn el cual las ideas no pueden explicarse a partir de s

    mismas. Aceptamos (y de una u otra manera as lo sugerimos) que los

  • 21

    sistemas de smbolos en interaccin, las estructuras entretejidas de

    significaciones a partir de las cuales se construyen sistemas culturales o

    ideolgicos, no pueden entenderse fuera de la estructura social que los

    engendra. Sin embargo, esta aceptacin no nos obliga a coincidir con el

    otro supuesto marxista que se deriva del anterior: la falsa conciencia que se

    le atribuye, tanto a las estructuras ideolgicas como a los procesos que la

    crean. En este trabajo se considerar que es errneo aseverar que todas las

    ideas que urde una sociedad acerca de si misma configuren una conciencia

    falsa. El hecho de que toda conciencia social sea reflejo de condiciones

    materiales no obliga, necesariamente, a considerar que detrs de toda

    construccin ideolgica exista una conciencia falsa; razonar

    cientficamente sobre la sociedad, no exige ignorar las elaboraciones

    ideolgicas que los hombres construyen en su interaccin. Decir, como lo

    hizo Engels, que se pone fin a toda ideologa cuando el hombre toma

    conciencia de que sus condiciones de vida materiales determinan el curso

    de los procesos de pensamiento que se desarrollan en su cabeza,

    significara hacer de lado el centro de nuestra argumentacin: el tipo de

    procesos de pensamiento que los hombres desarrollan en su cabeza que,

    segn Engels, son determinados por las condiciones materiales de vida de

    los sujetos son, desde la perspectiva aqu planteada, la expresin del juego

    de imaginarios -instituyentes e instituidos- que construyen y hacen

    permanecer una totalidad institucional desde donde podemos leer tanto lo

  • 22

    ideolgico como lo cultural. Esto es, cuando hablamos de condiciones de

    vida materiales, estamos imaginando un espacio social ms amplio que,

    aunque las incluye, va ms all de las relaciones de produccin.

    En suma, cultura e ideologa, nos remiten a un mismo objeto de

    anlisis visto con diferentes miradas; o ms bien advertido, desde los muy

    diversos comportamientos que los individuos expresan en su cotidiana

    interaccin; desde los diferentes modos en que se relacionan,

    empricamente, con las instituciones sociales: legitimndolas

    simblicamente (permanencia del imaginario social instituido,

    predominancia analtica de lo cultural), ya sea subvirtindolas (presencia

    del imaginario social instituyente, supremaca analtica de lo ideolgico);

    aunque resulta comn, y provechoso para la reflexin, tratar de ver todo lo

    ideolgico que contiene lo cultural y viceversa, aunque siempre prevalezca

    en el estudioso o el investigador el peso de alguna de las dos miradas en su

    anlisis.

  • 23

    I. La Cultura como Concepto Semitico

  • 24

    Introduccin: breve historia del concepto cultura

    Todo aquel preocupado por las incgnitas que plantea esa profunda

    abstraccin del pensamiento humano -cargada de significados- que

    comnmente llamamos sociedad, se ha topado sin duda, en algn momento

    de su quehacer terico o de investigacin, con el espinoso problema de

    definir conceptualmente la palabra cultura; y el intento resulta a tal punto

    escabroso que, de atenerse uno a los principios elementales de eso que

    tradicionalmente conocemos como ciencia, una superficial observacin

    sobre la historia del concepto de cultura transgrede sin remedio las reglas

    elementales que le permitiran ser considerado como tal: el carcter

    polismico que ha adoptado el trmino, rompe con el deseo de univocidad

    que, tericamente al menos, todo concepto debe poseer.

    Sabemos que la palabra cultura en su sentido actual, pertenece al

    inmenso caudal de representaciones simblicas que ayudaron a construir el

    complejo imaginario social instituido al que hoy denominamos capitalismo,

    o sociedad capitalista, o formacin social capitalista, o modo de

    produccin capitalista, o simplemente modernidad. En ese privilegiado

    momento instituyente que hoy reconocemos como ilustracin, una voz

    latina, tradicionalmente empleada para referir la accin de cultivar la tierra,

    cultura- es retomada, metafricamente, para significar los fenmenos de

    la nueva realidad social en construccin. El signo cultura desliz su

  • 25

    significado. Ya no representaba en ausencia solamente la accin de cultivar

    la tierra, ahora habra de adquirir nuevos sentidos: cultivar el espritu,

    cultivar las ideas. Alegricamente, la palabra cultura represent al nuevo

    tiempo. Cultivando el espritu, cultivando las ideas, se potenciaba el

    carcter instituyente de la poca: la transformacin radical de las

    instituciones.

    El problema surge al momento en que la metfora quiso ser concepto. En

    el siglo XIX, a la naciente ciencia de la antropologa que hizo de la cultura

    su principal preocupacin, le resultaba insuficiente la metfora como

    mtodo explicativo; las nuevas realidades sociales creadas por el naciente

    capitalismo lase colonialismo- le exigan conceptualizar el trmino. Algo

    se haba avanzado, sin embargo, en trminos de univocidad. La palabra

    cultura, desde la antropologa, dej de ser una construccin metafrica para

    incursionar en los terrenos de la teora social. Intent encauzar el anlisis

    de la sociedad desde una amplia perspectiva que contempl las formas de

    ser, de pensar, de sentir, de imaginar, de actuar, de organizarse para

    sobrevivir, que empleaban los hombres en su largo transcurrir por la

    historia. Desde entonces, el nuevo concepto tratar de dar cuenta de las

    costumbres, de los sistemas de creencias, de las prcticas y

    comportamientos, cdigos normas y reglas, que definen a los grupos

    humanos, socialmente organizados, en un espacio y en un tiempo

    histricamente determinado. La categora cultura, comprendi dos grandes

  • 26

    conceptos que pretendan dar cuenta de las realidades que estudiaba: ethos

    y cosmovisin.

    A pesar de su innegable avance en trminos conceptuales, esta nueva

    condicin del vocablo cultura resultaba demasiado abarcadora, por tanto,

    imprecisa, plantendose de inmediato una serie de cuestionamientos y

    dudas que, todava al da de hoy, se encuentran sujetos a debate.

    Hablamos de la cultura o de las culturas? Debemos considerar a la

    cultura como sinnimo de lo social o slo como parte de? Es evolutiva,

    funcional, estructural, estructural-funcional o estructural simblica? Es

    esttica y predeterminada o es flexible y en movimiento constante? Se

    circunscribe al mbito de lo ideolgico, lo ideolgico se subsume al campo

    de la cultura, o lo cultural y lo ideolgico son momentos diferentes dentro

    del anlisis de lo social? Qu relaciones mutuas establecen la cultura y lo

    sagrado -laico o religioso-? De estas y muchas interrogantes ms, es que

    comienzan a surgir diversas, y frecuentemente contradictorias,

    interpretaciones acerca del cmo entender la cultura y, en consecuencia,

    diferentes metodologas para abordar su impreciso objeto de estudio.

    As, por ejemplo, influenciada por las teoras darwinistas y el

    positivismo spenceriano de la poca, la antropologa adopta en su origen el

    evolucionismo como su principal herramienta metodolgica. Sus

  • 27

    principales representantes (Bachofen, Morgan, Taylor15), trataban de

    describir, de diseccionar en detalles, las diversas culturas para acceder a su

    conocimiento, y una vez reconocida haba que clasificarla en una ambigua

    escala construida bajo trminos ideolgicos- que iba de menos a ms

    civilizada. Era evidente que una concepcin de la cultura basada en la

    evolucin lineal, y sobre todo en la idea de considerar salvajismo a las

    primeras culturas, ofrecera resistencia desde muchos otros preocupados

    por este problema.

    Una respuesta importante a esta primera lnea de anlisis, vino de un

    grupo identificado como culturalistas, representado en lo esencial por la

    obra del alemn Franz Boas16. Se planteaba, en lo esencial, que era

    incorrecto hablar, en abstracto, de cultura, que era necesario admitir la

    existencia no de una, sino de varias, de mltiples culturas, y que, por tanto,

    haba que aceptar que cada una de ellas era un todo comprensible en sus

    propios trminos; un todo comprensible que daba un particular sentido a la

    vida de los individuos socialmente organizados en un espacio particular y

    en un tiempo histricamente determinado.

    Y no suficiente con estos dos grandes enfoques metodolgicos que

    no alcanzaban an a precisar el concepto de cultura, ya entrado el siglo XX,

    producto de los grandes trabajos etnogrficos de cientos de antroplogos, 15 Lewis Henry Morgan, La sociedad primitiva, publicado en 1877; Edward B. Tylor, Antropologa: una introduccin al estudio del hombre y la civilizacin, publicado en 1881; Johann Jacob Bachofeen, El matriarcado. Una investigacin sobre la ginecocracia en el mundo antiguo segn su naturaleza religiosa y jurdica, publicado el 1861. 16 Es significativo su texto, Franz Boas, Antropologa y vida moderna, publicado en 1928.

  • 28

    irrumpen en el campo de la discusin terica las posiciones estructuralistas.

    Relevante sin duda fue, y sigue siendo, el estructuralismo funcional

    representado en lo fundamental por la obra de Malinowsky17, entre otros.

    Desde este punto de vista, se parte de un supuesto bsico: todos los

    elementos que estructuran una sociedad (para ellos la cultura es slo uno de

    ellos) existen porque son necesarios; en este sentido, todo aquello que

    integra eso que se llama cultura (artefactos, bienes, procesos tcnicos,

    ideas, hbitos, valores heredados, etc.) est fuertemente estructurado y es

    guiado por la necesidad. Los elementos de la cultura, afirmarn, tienen una

    funcin que les da sentido y hace posible su existencia; y ms an,

    plantearn que esta funcin no es dada nicamente por lo social, sino por la

    historia del grupo y su entorno geogrfico. Vale destacar que uno de los

    discpulos de Malinowsky, Radcliffe Brown18, subrayar un elemento

    esencial que ayudar en el proceso de precisin del concepto: el conjunto

    de elementos cosmovisionales y ticos que integran eso que llamamos

    cultura, tiene una funcin prioritaria: mantener el orden social.

    Pero adems del estructuralismo funcionalista, acomete tambin el

    estructuralismo simblico, complicando an ms la posibilidad terica de

    hacer unvoco el concepto que nos ocupa. Ya para este momento era

    prcticamente imposible hablar de cultura en general, al menos en trminos

    antropolgicos; haba que precisar la corriente terica desde la que se 17 Bronislao, Malinowsky, Una teora cientfica de la cultura, publicado en 1944. 18 Radcliffe Brown, Estructura y funcin en la sociedad primitiva, publicado en 1952.

  • 29

    parta, para validar una definicin que, seguramente, sera criticada por

    posiciones de pensamiento antagnicas.

    En este marco se ubica la presencia de un reconocido antroplogo, Claude

    Lev Strauss19, que va a imponer su interpretacin estructuralista ms all

    de la llamada ciencia de la cultura, para contagiar con su pensamiento al

    conjunto de la ciencia social. Vale aclarar que este estructuralismo surge en

    el siglo XIX desde la lingstica, en especial del famoso pensador francs,

    Ferdinand Saussure, que afirmaba que la lengua es un sistema de signos,

    afirmacin base para desarrollar una teora del lenguaje que, hasta la fecha,

    mantiene validez en las discusiones sobre el tema. En el campo de la

    antropologa, Lvi Strauss hace suyo este principio y afirma que la cultura

    es, en lo esencial, un sistema de signos producidos por la actividad

    simblica de la mente humana. En este sentido, y esto es lo novedoso, la

    cultura es un mensaje que puede ser decodificado, tanto en sus contenidos

    como en sus reglas.

    La riqueza de sus planteamientos marcaron un parteaguas en el

    desarrollo de la ciencia de la antropologa, en especial en su referencia

    especfica a la cultura, aunque tambin le valieron sonadas crticas que, lo

    mismo, ayudaron a avanzar en la consolidacin del concepto desde la

    nueva perspectiva. En una apretada sntesis, Lev Strauss plantea que el

    19 Es copiosa y ampliamente difundida y discutida la obra de este autor, para lo que aqu nos interesa vale citar lo siguiente, Claude Lev-Strauss, Antropologa Estructural 1, publicado en 1958, y Antropologa estructural 2, publicado en 1973; adems, uno de sus ms polmicos libros, El pensamiento salvaje, publicado en 1962.

  • 30

    enorme cmulo de smbolos que forman la cultura, son producto de la

    capacidad que poseen todas las mentes humanas para clasificar las cosas

    del mundo en grupos; partiendo de este principio, se propondr demostrar

    que no existen diferencias sustantivas entre los mal llamados pueblos

    primitivos y los civilizados, sus culturas estn hechas de la misma

    materia: el smbolo. Bajo esta comprensin, afirmar que no existe

    superioridad alguna entre una sociedad donde predomina el mtodo

    cientfico y otra donde predomina la magia; ninguna es ms rigurosa o

    metdica que la otra, son, simplemente, de ndole distinta; son

    construcciones simblicas diferentes empleadas para interpretar al mundo,

    las dos apoyadas en discursos lgicos, por tanto, coherentes. Este pensador

    estableci un principio metodolgico que, a la fecha, sigue influyendo en el

    pensamiento social: la estructura se impone a la historia.

    A partir de este momento (sin que se desvanezcan del todo las viejas

    posturas metodolgicas que, de muy diversas formas, se irn readecuando a

    los nuevos postulados tericos e histricos) la reflexin antropolgica sobre

    la cultura se abordar desde el eje simblico, debatindose desde entonces

    alrededor de las problemticas creadas en la discusin establecida entre

    estructura e historia.

    Vale recordar que este enfoque simblico que se le da a la

    antropologa estructural, no era nuevo; adems de su influencia desde la

  • 31

    lingstica estructural de F. Saussure20, no podemos olvidar las

    aportaciones que desde la sociologa hicieron Durkheim y H. Weber21, y

    poco despus, en la primera parte del siglo XX, las que hicieron un

    conjunto de pensadores que, desde la psicologa social y la sociologa,

    conformaron una corriente de pensamiento conocida como interaccionismo

    simblico22.

    Hasta aqu esta comprimida recapitulacin sobre los rumbos que ha

    seguido la discusin sobre el concepto de cultura. Llevarla a cabo tuvo un

    solo sentido: mostrar, aunque sea de manera un tanto cuanto esquemtica,

    la falta de precisin que muestra dentro de la historia del pensamiento

    antropolgico. Es en base a esta premisa que se justifica en este trabajo, por

    un lado, la particular manera como se abordar el concepto en cuestin; y

    por el otro, los muy particulares puntos de vista que aqu se expresarn en

    cuanto a la utilidad metodolgica del concepto cultura en la reflexin

    sociolgica.

    20 F. Saussure, Curso de lingstica general, publicado en 1916. 21 Durkheim, el emblemtico socilogo positivista, empleo tambin los recursos de un estructuralismo simblico en ciernes con el empleo de su concepto de significaciones sociales, importante en su libro sobre Las formas elementales de la vida religiosa, publicado en 1912; lo mismo Weber en su obra maestra Economa y sociedad, publicada hasta 1968, escribe una frase que ser retomada mucho tiempo despus por uno de los grandes representantes de la antropologa simblica, C. Geertz: Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significacin que el mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el anlisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. C.Geertz, La interpretacin de las culturas, Gedisa, Barcelona, 1973. 22 Nos referimos en especial a G. Mead,en su texto Espritu, persona y sociedad, Paids, Buenos Aires, 1968, y A. Schutz, La construccin significante del mundo social. Introduccin a la sociologa comprensiva, Paids, Barcelona, 1993, y Herbert Blumer, El interaccionismo simblico, perspectiva y mtodo, Hora DL, Barcelona, 1982.

  • 32

    Ante la imposibilidad de empleo de un concepto unvoco, nos vimos

    obligados a determinar un punto de vista mucho ms especfico que nos

    permitiera delimitar, en aras de la claridad, la reflexin sobre temas que,

    tradicionalmente, se han prestado a la ambigedad analtica. Este esfuerzo

    metodolgico por marcarle tericamente un punto de partida nico al

    examen sobre la cultura, generar, sin duda -es importante sealarlo-,

    crticas y desacuerdos de muy diversa intensidad e ndole sobre lo que aqu

    se plante. Por la abundante diversidad de puntos de vista que existen sobre

    el tema de la cultura, obviamente divergentes, es fcil entender que todo lo

    que aqu se exprese generar discusin y desacuerdos que, esperamos,

    redunden en beneficio de una comprensin ms acabada sobre los

    problemas que aqu se exponen. En este sentido, bienvenidas sean todas las

    crticas.

    La cultura como concepto semitico: definicin y objetivo

    En lo general, nuestro anlisis se insertar, tericamente, en el llamado

    estructuralismo simblico y, en lo particular, partiremos de una definicin

    concreta elaborada por el antroplogo norteamericano Cliffor Geertz que

    estableca como determinante el carcter semitico del concepto cultura.23

    Ser desde esta definicin, que se discutir a lo largo del texto sobre un

    23 C. Geertz, op.cit., p. 20

  • 33

    conjunto amplio de conceptos relacionados con la cultura que

    consideramos importantes, y sobre todo tiles, para un socilogo.

    Ya antes mencionamos que, de manera general y poco precisa, el

    concepto de cultura comprende, al menos para la antropologa, las muy

    diversas formas en que los colectivos humanos trasmiten y aprenden un

    conjunto de conocimientos que les permiten mantener un orden social; nos

    referimos a todas las formas de ser, de pensar, de imaginar, de actuar, de

    organizarse para sobrevivir, que un conjunto de individuos mantiene en un

    espacio y en un tiempo determinado, expresado en un mundo de

    costumbres, prcticas, cdigos, normas, reglas, sistemas de creencias, que

    posibilitan no slo la sobrevivencia, sino, de manera especial, las

    seguridades ontolgicas que justifican la existencia de los individuos

    pertenecientes a tal o cual cultura.

    Por qu afirmamos que esta definicin es poco precisa como

    concepto?, no slo por la amplitud del conocimiento que pretende abarcar,

    sino, principalmente, porque esta totalidad abstracta que dificulta una

    propuesta unvoca, ha sido vista adems por la antropologa, a lo largo de

    casi dos siglos, desde diferentes y contradictorias pticas metodolgicas

    que dificultan su claridad conceptual. Preocupados entonces por alcanzar

    un mnimo de precisin en el concepto que nos ayude a cumplir con los

    objetivos de este trabajo, nos vimos obligados a tomar una posicin

    metodolgica especfica al respecto. Por un lado, nos situamos, como ya

  • 34

    antes se mencion, dentro una corriente amplia conocida como

    estructuralismo simblico; y por el otro, de forma ms especfica,

    adoptamos, repetimos, el punto de vista C. Geertz que considera a la

    cultura como un concepto semitico. Vamos a entender entonces que las

    muy diversas formas de trasmisin y aprendizaje del conocimiento que

    realizan los colectivos humanos para sobrevivir, y que aqu entendemos

    como cultura, no son sino el resultado de un conjunto sistmico de

    representaciones simblicas, que cumplen con la funcin de dar orden y

    sentido a la existencia de un colectivo social.

    A la letra, dice Geertz:

    El concepto de cultura que propugnoes esencialmente un concepto semitico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significacin que el mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el anlisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicacin, interpretando expresiones sociales que son enigmticas en su superficie24.

    Para nuestro caso, establecemos aqu, siguiendo a Geertz, que el anlisis de

    la cultura consistir en desentraar las estructuras de significacin25 que le

    dan coherencia tica (ethos) y ontolgica (cosmovisin) a un colectivo

    social especfico; se trata entonces de descifrar la inmensa red de

    24 Idem. 25 Idem, p.24

  • 35

    representaciones simblicas, los sistemas de interaccin de signos

    interpretables, que integran esa amplia y compleja totalidad a la que

    llamamos cultura.

    En razn de lo antes dicho, dejemos asentado lo siguiente: si desde la

    perspectiva aqu planteada entendemos el anlisis cultural como un

    ejercicio orientado a desentraar las estructuras de significacin donde

    interactan sistemas de signos interpretables, aceptemos que, tanto en las

    estructuras de significacin como en el conjunto de signos interpretables

    que las integran, existe un mnimo grado de coherencia, coherencia que,

    subrayamos, no puede ser entendida como resultado de un orden

    formalmente determinado, y mucho menos como construccin pre-

    existente de un esquema metafsicamente establecido. Dice Geertz, como

    ejemplo al respecto, que desde esta perspectiva analtica que busca

    interpretar fenmenos sociales hurgando en los campos de significacin, es

    coherente tanto la alucinacin de un paranoide (como) el cuento de un

    estafador26.

    La cultura entonces no va a ser vista en este trabajo como expresin

    de esquemas petrificados de significacin. Las estructuras de significacin,

    nos dice Geertz, no deben su existencia a principios de orden social

    establecidos, abstractamente, por grandes principios cosmovisionales

    determinados a priori. Esa ciencia de la cultura no existe, afirma; es

    26 Idem, p. 30

  • 36

    imaginar una realidad social que nunca podr encontrarse; no existe un

    mapeado de la significacin27.

    Si esto es as, el anlisis cultural desde este enfoque no va a tomar

    significaciones pre-existentes, se tendr que conjeturarlas, el anlisis

    cultural ser, desde este enfoque, intrnsecamente incompleto; mientras

    ms profundo, indica Geertz, menos completo. Sus afirmaciones ms

    convincentes, explica, descansan sobre las bases ms trmulas. Se vive

    siempre bajo la sospecha de no encarar adecuadamente el problema. Para

    l, abrazar un concepto semitico de cultura con un enfoque interpretativo,

    siempre ser esencialmente discutible. Y existe alternativa? Propone

    tratar de mantener el anlisis de las formas simblicas lo ms

    estrechamente ligado a los hechos sociales concretos, al mundo pblico de

    la vida comn. Pero siempre existe, nos aclara, el riesgo de que el

    anlisis cultural pierda contacto con las realidades concretas que contienen

    a los hombres; por ello, insiste, antes que nada debe priorizarse el anlisis

    de esas realidades concretas: la vocacin esencial de la antropologa

    interpretativa, afirma, no es dar respuesta a nuestras preguntas ms

    profundas, sino tener acceso a las respuestas de otros28.

    La interpretacin densa

    27 Idem, p. 32 28 Idem, p.39.

  • 37

    Aceptar que el anlisis cultural debe ser efectuado desde una perspectiva

    semitica, significa que nuestro esfuerzo terico o de investigacin se

    centrar en desentraar estructuras de significacin de colectivos sociales

    especficos, aceptaremos entonces -ya lo dijimos- que esta particular

    mirada al mundo de la cultura no puede ser considerada como una ciencia

    experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de

    significaciones.

    Detrs de esta aseveracin terica existe mucha historia, y, por supuesto,

    no es nuestra intencin elaborar un estado de la cuestin al respecto, pero si

    se nos exige, aunque slo sea de manera superficial, dejar establecido cmo

    entenderemos aqu lo interpretativo en la ciencia de la cultura. Podramos

    iniciar aseverando que, en lo general, lo interpretativo en la ciencia social

    lo constituye un mtodo particular para acceder al conocimiento que,

    comnmente, se asocia a una corriente de pensamiento que data del siglo

    XIX llamada hermenutica29. En su esencia, hermenutica es el arte de

    comprender, es la prctica o tcnica de la interpretacin de un texto30; vista

    29Su origen, recordemos, viene de hermtico que debe su nombre a Hermes, el mensajero de los dioses e intrprete de las rdenes divinas en la mitologa griega; este personaje mtico que interpreta, comunica y funge como mediador entre los dioses, fue propicio, primero, para impulsar una gran corriente de pensamiento (siglo 1 a.c. hasta el renacimiento), que hermanaba los elementos religiosos egipcios, parte de la filosofa griega y varias corrientes gnsticas en un gran Corpus Hermtico; despus, ya en el Renacimiento, este gran Corpus Hermtico desaparece al mezclarse, a lo largo de la Edad Media, con otras tendencias de interpretacin como los Orculos Caldeos, la cbala y varias tendencias espirituales y esotricas, agrupadas desde entonces bajo una denominacin: hermetismo. Ver Jos Antonio Antn Hermtica, en Diccionario de Hermenutica, Universidad de Deusto, Bilbao, 1998, pp. 294-296. 30La cuestin de la hermenutica surge por primera vez como concepto en el trabajo del filsofo alemn Friedrich Schleiermacher en su esfuerzo por comprender e interpretar correctamente las Sagradas Escrituras, a partir de aqu, el concepto ser desarrollado por filsofos alemanes del siglo XIX y del XX, en especial W. Dilthey, Husserl, Heidegger y Gadamer;, ver Emerich Coreth, Historia de la hermenutica, en idem, pp. 296-312. En la segunda mitad de siglo XX destacan por su gran influencia en

  • 38

    desde una perspectiva sociolgica, podramos entenderla como la

    herramienta que nos permite acceder al mundo de sentido que,

    subjetivamente, expresa, objetivamente, la cultura. Hablaramos, por

    ejemplo, del totemismo, el carisma, el famoso fetichismo de la mercanca;

    el Don, los Estados-nacin, las estructuras familiares, las instituciones

    religiosas, las organizaciones militares, todo aquello en fin que representa

    una objetivacin, o una materializacin de la cultura subjetivada a travs de

    la significacin31.

    En suma, de la bibliografa antes citada podemos resumir lo

    siguiente: el mtodo bsico de toda ciencia de la naturaleza es la

    observacin de datos y de hechos; su significacin, le corresponde a la

    interpretacin (hermenutica). Con esta consideracin no resulta

    aventurado decir que, desde su particular intensin, C. Geertz se inscribe en

    esta corriente; baste recordar tan slo que en su definicin de antropologa

    afirma, siguiendo a Weber, que el hombre es un animal inserto en tramas

    de significacin que el mismo ha tejido; considera entonces que la cultura

    es esa urdimbre y que, por tanto, no la entender como una ciencia

    experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de

    significados32. Sin embargo -importa resaltarlo- no rechaza ni el dato ni los

    hechos, cuestin que observamos cuando insiste que si bien el anlisis de la esta disciplina, Paul Ricoeur y su Teora de la interpretacin. Discurso y excedente de sentido, Siglo XXI, Mxico, 1995, y M. Foucault con su teora del discurso, El orden del discurso, Tusquets, Mxico, 2009, y Arqueologa del saber, Siglo XXI, Mxico, 2010. 31 Ver Josetxo Beriain, Hermenutica sociolgica en Diccionario de Hermenetica, op. cit. p. 278. 32Cfr., p. 34.

  • 39

    cultura consiste en descifrar estructuras de significacin, este

    esclarecimiento slo puede tener validez si se realiza desde la interaccin

    social33.

    En concreto, su propuesta metodolgica va a llamarla interpretacin

    densa, y la considerar como mtodo para orientar el trabajo de

    investigacin antropolgico comnmente llamado etnografa. La

    etnografa, nos advierte, es ms, mucho ms, que un conjunto de tcnicas

    orientadas a la observacin de los comportamientos humanos; va ms all

    de la tan socorrida observacin directa o de la militante observacin

    participante que tanto pregona el antroplogo cuando realiza trabajo de

    campo; es en realidad, nos dice, un particular tipo de esfuerzo intelectual

    que se apoya ms en la fuerza de la interpretacin que en la paciencia de la

    observacin; es a este esfuerzo intelectual al que le dio por llamar

    descripcin densa. Su objetivo: descubrir e interpretar las jerarquas

    estratificadas de estructuras significativas a travs de las cuales se explican

    los comportamientos culturales.

    Desde esta perspectiva, vamos a entender en este trabajo que, tanto la

    investigacin antropolgica como el anlisis de la cultura expresan, ms

    que una actividad de observacin, una tarea de interpretacin que busca,

    como ya mencionamos, desentraar estructuras de significacin, ubicarlas

    en su contexto e interpretarlas en su permanente y cambiante

    33Cfr. p. 36

  • 40

    interrelacin34. No se trata pues de describir, sino de describir densamente

    para poder interpretar.

    En este sentido, la descripcin etnogrfica, densamente realizada,

    ser interpretativa. Lo que se escribe, por ejemplo, en un diario de campo,

    no es producto de una observacin, sino de una interpretacin; y ser del

    anlisis de un sinnmero de interpretaciones, que surja la interpretacin

    densa. En suma: interpretaciones de interpretaciones nos hacen avanzar en

    el conocimiento. Y as visto el problema, entenderemos entonces por qu

    Geertz es enftico cuando seala que la ciencia de la cultura no anuncia

    teoras, en el mejor de los casos, dice, las insina a travs de la

    interpretacin densa.

    Resumiendo, cuando afirmamos con Geertz que la cultura no es una

    ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa,

    estamos reconociendo, primero, su enfoque semitico (el anlisis de las

    estructuras de significacin para elaborar el anlisis del discurso social);

    despus, que la ciencia de la cultura no es predictiva, y, por ltimo, que el

    anlisis de la cultura es, desde esta perspectiva, intrnsecamente

    incompleto.

    En base a lo anteriormente expuesto, lo que aqu se entiende como

    cultura no puede ser visto como el resultado de las regularidades

    34 Si las estructuras de significacin se encuentran en una permanente y cambiante interrelacin, es fcil suponer que el esfuerzo intelectual se centrar en la interpretacin y no en la experimentacin que busca leyes que aprehendan fenmenos repetibles.

  • 41

    funcionales y estructurales que se expresan a travs de exigencias sociales,

    sicolgicas o biolgicas; sera incorrecto, desde la perspectiva que aqu se

    muestra, analizar los hechos culturales desde hechos no culturales. En el

    anlisis del hombre como hombre, del hombre como cultura, no valen

    generalizaciones que vayan ms all del carcter social y pblico de su

    pensamiento, de su capacidad de abstraccin, de su facultad para

    simbolizar la realidad. Esto es lo universal dentro de lo diverso. El hombre

    es un animal sumamente variado, y de ah le viene su diversidad cultural.

    La definicin de hombre no va a encontrarse en rasgos universales, sino en

    los rasgos distintivos que definen, en lo particular, a cada una de las

    culturas. Dado que, como ya se dijo, las estructuras de significacin que

    integran lo cultural, terminan tambin por gobernar la conducta

    (costumbres, prcticas, cdigos, normas, reglas, sistemas de creencias), la

    unidad de anlisis de los factores sociolgicos, biolgicos, psicolgicos o

    culturales que influyen sobre los grupos humanos, deben tratarse desde una

    unidad de anlisis: la cultura.

    Es importante sealar, sobre todo cuando aqu se parte de que la

    cultura es un concepto semitico, que la capacidad de pensar que

    universaliza al hombre, a lo humano, no se reduce a los procesos que

    suceden dentro de nuestro crneo, contempla tambin, y de manera

    esencial, el trfico de smbolos significativos; la circulacin de todo aquello

    que signifique la experiencia humana (palabras, gestos, ademanes, sonidos,

  • 42

    seales). Si no fuese as, si fuera de otra manera; si la conducta del hombre

    no estuviese dirigida por sistemas organizados de smbolos significativos,

    sera manifiestamente ingobernable. Una sucesin de comportamientos

    caticos sin finalidad alguna. Estallidos incontrolables de emociones, dice

    Geertz. Por eso, al someterse al gobierno de estructuras simblicas por l

    creadas, el hombre se cre a s mismo. Determin culturalmente, en un

    largo proceso no del todo consciente, su destino biolgico. Por ello, no

    puede existir una naturaleza humana independiente de la cultura. Sin

    hombre, afirma Geertz, no hay cultura, y sin cultura no hay hombres. No

    podemos llegar a ser individuos sin antes ser culturalmente humanos.

    Llegamos a ser individuos guiados por sistemas de significacin histrica y

    socialmente creados. Es por este mundo simblico que formamos,

    ordenamos, sustentamos y dirigimos nuestras vidas. Sin olvidar, y esto hay

    que subrayarlo, que estas abstracciones slo tienen fruto, validez,

    concrecin, dentro de lo diverso.

    Pero tenemos que hablar de lo obvio: ni la propuesta antropolgica

    de C. Geertz en la que se apoya nuestro texto, ni ninguna otra, representan

    una verdad nica, ni mucho menos puede ser calificada como lo ms

    cercano a la objetividad que ha construido el razonamiento humano en

    materia de entendimiento de lo cultural; es, como toda corriente de

    pensamiento, un acercamiento tan slo, una aproximacin ms, con sus

    aciertos y sus fallas, al complejo problema de la cultura; sobre todo en

  • 43

    estos problemticos tiempos del mundo global, en que la vida de los

    hombres y la existencia de sus culturas transitan en la incertidumbre, la

    contingencia y el riesgo.

    Sabemos, y las razones no carecen de fundamento, que por seguir

    esta corriente de interpretacin vamos a ser etiquetados, seguramente,

    como relativistas, pero en un tiempo que paradjicamente pregona la aldea

    global sobre un mundo social enormemente fragmentado, ser relativista,

    con todos los defectos que se le puedan adjudicar a esta posicin terica, no

    deja de contener virtudes: entender desde la disgregacin social de un

    mundo que se pretende integral, la fuerte resistencia social y cultural a la

    nueva modernidad capitalista que trastorna las certezas cosmovisionales y

    ticas que por miles de aos legitimaron la existencia de las culturas. Hoy,

    se sabe, cualquier intento de generalizacin que vaya ms all de lo obvio,

    sufre el rechazo de realidades cotidianas confrontadas con un orden social

    al que le cuesta trabajo legitimar simblicamente sus instituciones. Ya tiene

    tiempo que los mitos resultan insuficientes para mantener resguardos

    ontolgicos que le garanticen a los hombres seguridad y sentido a su

    existencia. Sin embargo, nunca como hoy es condenable (desde los grandes

    poderes multinacionales que hace ya varias dcadas pugnan por imponer un

    mundo global que se construye desde el ser y del pensar occidental) asumir

    la defensa de lo relativo, de lo diferente; nunca como hoy se rechazan

    opiniones que defiendan el derecho a la existencia de lo desigual entre

  • 44

    culturas de principio dismiles, e incluso, al interior de ellas mismas; no se

    toleran sistemas de valores discordantes en la regulacin de la vida

    cotidiana de mltiples colectivos humanos; se tiende a la universalizacin,

    a la tutela de lo absoluto social, no como diversidad culturalmente

    designada, sino como totalidad geopolticamente impuesta por los grandes

    poderes internacionales que, por cierto, tiene tiempo ya que se integran por

    actores silenciosos que rebasan el poder del Estado-nacin.

    Este extrao contexto en que hoy se desarrolla la ciencia social, ha

    favorecido sin duda, al menos dentro de la sociologa y la antropologa, los

    aspectos comprensivos (la significacin de lo social) en el estudio de lo

    sociocultural, en detrimento de las posturas explicativas (el dato, el hecho,

    el acontecimiento, la ley social), lo cual no significa que lo explicativo,

    propio de la ciencia positiva, deje de tener valor en el anlisis. Sucede que,

    ante la ausencia de un orden simblicamente legitimado, la tendencia

    explicativa pierde fuerza ante la larga inestabilidad social que se vive

    abrindole paso a los aspectos comprensivos del conocimiento. La

    construccin de leyes sociales que explican la existencia de un orden,

    pierde fuerza cuando el orden permite que el desorden se haga socialmente

    visible, y, ante la inestabilidad social como constante, parece imponerse un

    pensamiento que lejos de sancionar, interpreta las muchas posibilidades de

    solucin que los problemas sociales presentan.

  • 45

    Si el problema terico se asienta en la imposibilidad de

    generalizacin que supuestamente lo relativo muestra, habra que revisar

    con ms cuidado las soluciones relativistas. Nadie puede negar la tendencia

    que existe dentro de la ciencia social en general a radicalizar posturas

    terico-metodolgicas (esto vale para el relativismo) pero no basta la

    radicalizacin de posturas para rechazar de tajo un pensamiento que, dentro

    de su relativismo, accede a ver o a buscar en las significaciones sociales

    particulares, en las representaciones simblicas propias de colectivos

    humanos especficos, los comportamientos humanos que pueden ser

    generalizables.

    Se afirma que este tipo de pensamiento se ve impedido, de principio,

    para verificar el conocimiento (es decir, a partir de hechos, datos o

    acontecimientos, comparar, generalizar y establecer tendencias y, si se

    puede, leyes sociales). Ya apuntamos las grandes dificultades que hoy se

    presentan para que esto ocurra, sin embargo, a pesar de ello, consideramos

    limitadas este tipo de afirmaciones; si bien es cierto la teora interpretativa

    se distingue por el anlisis y la investigacin de casos especficos, resulta

    aventurado derivar mecnicamente de esta inclinacin metodolgica una

    incapacidad de principio para verificar el conocimiento a travs de la

    generalizacin. Tal afirmacin podra tener sustento, si suponemos que el

    trabajo de cada investigador, si el resultado de cada reporte etnogrfico, se

    detuviera en el anlisis de micro universos; pero si hacemos vlida, al

  • 46

    menos en trminos abstractos, lo que aqu llamamos siguiendo a Geertz

    descripcin densa (modalidad antropolgica del crculo hermenutico), no

    existe razn para suponer que, desde la interpretacin, el anlisis no pueda

    aventurarse en los terrenos de la comparacin que busca verificar el

    conocimiento; se puede, no existe razn para negarlo, lo nico cierto es que

    el resultado de este tipo de anlisis no puede negar los principios que

    establece la teora de la interpretacin.

    Ethos y cosmovisin

    Por ltimo, nos faltara explicar, desde la perspectiva de cultura que

    venimos desarrollando relativista si se quiere- qu vamos a entender por

    los dos grandes conceptos que la explican: ethos y cosmovisin.

    Recurriendo nuevamente a Geertz, entenderemos por ethos el conjunto de

    conceptos morales y estticos de una cultura; y por cosmovisin, o visin

    del mundo, los aspectos cognitivos y existenciales de un pueblo. El ethos

    de un colectivo humano es el tono, el carcter y la calidad de su vida, su

    estilo moral y esttico, la disposicin de su nimo; se trata de la actitud

    subyacente que este colectivo tiene ante s mismo y ante el mundo que la

    vida refleja. El ethos, en consecuencia, es normativo. La cosmovisin por

    su parte, viene a ser la imagen de la manera en que las cosas son; es su

    concepcin de la naturaleza, de la persona, de la sociedad. Contiene las

  • 47

    ideas ms generales de orden de ese pueblo. La cosmovisin por tanto es

    existencial. El ethos se hace intelectualmente razonable al representar un

    estilo de vida implcito que la cosmovisin ofrece; la cosmovisin se hace

    emocionalmente aceptable, al ser presentada como una imagen del estado

    real de cosas del cual aquel estilo de vida es una autntica expresin. En

    suma: ethos y cosmovisin son fusin de lo existencial y lo normativo35.

    Las significaciones estructuradas que integran lo que aqu llamamos

    cultura son, con frecuencia, representaciones simblicas materializadas.

    Una montaa, un rio, un rbol, una construccin megaltica; una cruz, una

    media luna, una serpiente emplumada; una guila devorando una serpiente

    sobre un nopal, un gorro frigio, un palacio o una catedral; el suntuoso

    edificio de una bolsa de valores; las fastuosas construcciones desde donde

    se ejerce el poder poltico en las sociedades modernas; los enormes

    rascacielos propiedad de los grandes poderes multinacionales; los

    monumentales estadios dedicados al deporte comercial, concentran en su

    imagen, al igual que otras muchas representaciones simblicas

    materializadas, el ethos y la cosmovisin de un pueblo.

    An con las dificultades que hoy le complican culturalmente la vida

    a los habitantes del planeta al vivir en un mundo que se define desde la

    incertidumbre, la contingencia y el riesgo, los colectivos humanos, con

    diversos grados de efectividad, continan requiriendo del ethos y la

    35 Al respecto ver el punto 5 Ethos, cosmovisin y el anlisis de los smbolos sagrados en Idem, pp. 118-130

  • 48

    cosmovisin para recrear las condiciones esenciales que permitan a sus

    integrantes creer que la vida debe o necesita ser vivida. Todava, dentro de

    la enorme confusin social que expresa eso que llaman posmodernidad,

    contina siendo prctica comn que todo aquel miembro del grupo que

    viva fuera de las normas morales y estticas simblicamente plasmadas en

    sus sagrados religiosos y/o laicos, sean considerados malos, tontos,

    insensibles, ignorantes o locos; y sern merecedores de exclusin y castigo;

    sufrirn diversas formas de represin social.

    No olvidemos que estos smbolos sagrados, que tradicionalmente

    ofrecen orden social y seguridad ontolgica, varan de una cultura a otra:

    los ethos y las cosmovisiones particulares son generalmente incompatibles

    entre grupos humanos diversos. Todos los smbolos sagrados afirman que

    el bien para el hombre consiste en vivir de una manera realista; el problema

    radica en que son diferentes las visiones de realidad que estos smbolos

    construyen al interior de las culturas. Pero si podemos afirmar, siguiendo a

    Weber, que al margen de la visin particular de realidad que se tenga,

    los hechos no estn sencillamente presentes y ocurren, sino que tienen

    una significacin y ocurren a causa de esa significacin36.

    36 Citado por Geertz, idem, p. 122.

  • 49

    II. Los Contenidos Semiticos del Concepto de

    Cultura

  • 50

    Palabra, voz, lengua, lenguaje, enunciado, discurso.

    Hasta el momento nos hemos detenido en explicar la palabra cultura

    entendida como un concepto semitico; en nuestra reflexin al respecto

    manejamos un conjunto de conceptos que dimos por entendidos y que,

    consideramos, exigen ahora ser explicitados para comprender ms

    cabalmente esta particular definicin del trmino que nos ocupa. De inicio

    vale aclarar que la ciencia de la semitica tiene como objeto el estudio del

    signo, en particular el signo lingstico; daremos cuenta de su estructura

    para entender en qu momento este signo puede ser considerado como

    smbolo, y cmo el continuo e infinito entrecruzamiento de signos y

    smbolos construye metforas que se constituyen en el alma de la

    comunicacin humana; en la manifestacin concreta del pensamiento

    abstracto en su cotidiana circulacin en el mundo de los hombres.

    Sin embargo, si de ser precisos se trata, habra que partir en realidad

    de lo que rutinariamente es inmediato al pensamiento: la palabra; y, como

    siempre, habr que tomar, desde la lingstica, un punto de vista especfico

    para explicarla. Fonolgicamente, podra ser definida como un segmento

    limitado por junturas o pausas que constituyen el ncleo posible de un

    grupo acentual; morfolgicamente, consideraramos que es la mnima

    forma con posibilidad de aparecer libremente en cualquier posicin de la

    cadena hablada; funcionalmente, sera una unidad dotada de una funcin, y

  • 51

    semnticamente, la asociacin de un sentido dado con un conjunto de

    sonidos igualmente dados.

    Para lo que nos importa, nos detendramos ms en la palabra desde

    una perspectiva semntica; esto es, destacarla como un conjunto de

    fonemas con significado que pueden ser representados grficamente; como

    una idea exteriorizada a travs de un sonido o grupo de sonidos que,

    articulados, cobran sentido; como un smbolo arbitrario que asocia una

    forma con una idea. Entonces, si la palabra no es tal si no significa algo, la

    voz sin palabra carecera de sentido, sera algo vacio (entendiendo por voz

    un sonido producido desde la garganta que no necesariamente significa

    algo). La palabra, diramos, existe desde antes de ser traducida en voz,

    aceptaremos entonces que la palabra reside en el pensamiento. Un

    pensamiento, se nos ocurre suponer, puede estar pletrico de palabras y

    carente de voz. Por supuesto, no nos referimos a la palabra como elemento

    fontico que contiene el carcter arbitrario de las lenguas, nos referimos a

    la palabra sin voz, la que anida en el pensamiento, la que se divorcia de la

    lengua. La palabra que anida en el pensamiento busca la voz para

    comunicarse con el otro en un entorno limitado por el espacio y por el

    tiempo.

    Lo anterior nos lleva a suponer entonces que la palabra, expresada en

    voz, no traduce mecnicamente el pensamiento; incluso, la voz, a travs de

    diferentes recursos (entonacin, modulacin, gestualidad) puede falsear a la

  • 52

    palabra: manipularla, disfrazarla, adulterarla, encubrirla, disimularla. Antes

    que suene la voz en el hueco bucal, la palabra, dijimos, existe en el

    pensamiento, y es de alguna manera comn desvirtuarla a travs de la voz;

    sin embargo, nos debe quedar perfectamente claro que, sin ella, la

    comunicacin lingstica resultara imposible.

    Vale aclarar, aunque slo sea de pasada, que la palabra,

    entendindola como se quiera, se encuentra indisolublemente ligada a la

    lengua, es decir, al complejo y arbitrario sistema de signos lingsticos que

    permiten la comunicacin en una comunidad y en un tiempo histricamente

    determinado. En esencia, la lengua expresa la naturaleza del hombre: el

    pensamiento abstracto; pero cuidado, aclaremos que lengua y lenguaje no

    son lo mismo, mal haramos en considerarlos como sinnimos; significan

    realidades cercanas, ntimamente relacionadas, cierto, pero claramente

    diferenciadas. Mientras la lengua es un sistema complejamente organizado

    de signos lingsticos, el lenguaje es una categora ms amplia que

    comprende a la lengua y a cualquier otro tipo de cdigo (leguaje corporal,

    visual, astronmico, geogrfico, sintomtico, cromtico, etc.) a travs de

    los cuales el hombre se vale para llevar a cabo la comunicacin. Por

    supuesto, es obvia la preeminencia de los sistemas lingsticos.

    Para lo que aqu nos importa, destacamos lo siguiente: la palabra, la

    voz, la lengua y, en general, cualquier tipo de lenguaje, son fenmenos

    propios de los hombres socialmente agrupados e histricamente

  • 53

    determinados, que le sirven como instrumentos para representarse

    colectivamente el mundo, interpretar sus realidades y construir sus

    instituciones. Se fundan a s mismos para simbolizarse como entes

    colectivos diferentes de otros, y como intimidades imprescindibles que les

    permiten verse y entenderse como sujetos particulares. Desde la palabra, la

    voz, la lengua y el lenguaje, se construye el ethos y la cosmovisin que le

    dan conocimiento, orden y seguridad a su existencia; se construye la

    cultura, aqu entendida como concepto semitico, como estructuras de

    significacin, como representaciones simblicas, como sistemas de signos

    interpretables. El complejo mundo de la comunicacin metafrica.

    Mencin aparte nos merece el caso de un principalsimo fenmeno

    lingstico que empricamente expresa el carcter abstracto de la lengua: la

    enunciacin (y de alguna manera, podramos imaginar lo mismo para

    cualquier tipo de lenguaje37); Benveniste la refiere como, este poner a

    funcionar la lengua por un acto individual de utilizacin38 (la referencia

    concreta no es al habla que slo produce el enunciado, es al texto que es su

    objeto). Principalsimo porque este hecho comn, miles y miles de veces

    repetido en la comunicacin de todos los das entre los seres humanos en

    cualquier latitud del orbe, se constituye como el mecanismo que supone 37 La enunciacin est pensada por lingistas para resolver problemas propios de su disciplina, nosotros queremos pensar, sin mucho sustento, que el contenido de la enunciacin tambin resulta til para otro tipo de lenguajes, sobre todo cuando el problema que nos importa gira alrededor de la cultura. Por ejemplo, un tipo de lenguaje social como el rito, bien cumple, creemos, con las funciones que le atribuimos al enunciado. 38 mile Benveniste, Problemas de lingstica general II, Siglo XXI Editores, Mxico, 1997, p. 83.

  • 54

    la conversin individual de la lengua en discurso39, discurso que, sabemos,

    aglutina y organiza las grandes estructuras de conocimiento desde donde se

    construyen y significan las instituciones en cualquier tipo de sociedad. Por

    otra parte, su enorme importancia descansa sobre un hecho irrefutable:

    antes de la enunciacin, la lengua no es ms que la posibilidad de la

    lengua. Despus de la enunciacin la lengua se efecta en una instancia de

    discurso, que emana de un locutor, forma sonora que espera un auditor y

    que suscita otra enunciacin a cambio40; y por ltimo, su enorme alcance

    se advierte en el hecho de que la enunciacin contiene la idea de tiempo

    para el individuo que enuncia. Vuelve a decirnos Benveniste:

    De la enunciacin procede la instauracin de la categora del presente, y de la categora del presente nace la categora del tiempo. El presente es propiamente la fuente del tiempo. Es esta presencia en el mundo que slo el acto de enunciacin hace posibleEl presente formal no hace sino explicitar el presente inherente a la enunciacin, que se renueva con cada produccin de discurso, y a partir de este proceso continuo, coextensivo con nuestra presencia propia, se imprime en la consciencia el sentimiento de una continuidad que llamamos tiempo; continuidad y temporalidad se engendran en el presente incesante de la enunciacin que es el presente del ser mismo, y se delimitan, por referencia interna, entre lo que va a volverse presente y lo que acaba de no serlo41.

    39 Idem. p. 84. 40 Idem. 41 Idem, p. 86.

  • 55

    Para lo que aqu nos ocupa, el enunciado adquiere sentido porque se nos

    presenta como el germen del discurso y, ya lo dijimos en la introduccin, la

    construccin de discursos erige instituciones, significa al mundo, ms bien

    mundos particulares de colectivos humanos especficos. En suma, para

    nosotros la cultura descansa sobre el discurso: enunciados lingsticos que

    por razones diversas de ndole social y cultural (salpicadas siempre de

    intencionalidad poltica), en un espacio y en un tiempo preciso se

    estructuran como sistemas de pensamiento, se agrupan como discusiones,

    reflexiones, tradiciones, razonamientos, etc., que constituyen una particular

    estirpe de conocimientos organizados, (no necesariamente homogneos)

    para interpretar la realidad simblicamente construida por los colectivos

    humanos. El discurso, as significado, resulta ser, pensamos, el instrumento

    vital de que se ha valido el hombre social para imponer respuestas

    especficas a las primigenias preguntas que se construyen acerca de el

    cmo, cundo, dnde y para qu estamos en este mundo; y desde las

    mltiples respuestas que se han dado a estas interrogantes, es que surgen

    los diversos sistemas de creencias y normatividades que le han permitido,

    por miles de aos, vivir colectivamente. No dudamos entonces en

    considerar el discurso como la ms colosal herramienta con que cuenta el

    hombre social para construir esas gigantescas estructuras que a algunos nos

  • 56

    da por llamar cosmovisin y ethos42. Lengua, enunciado, discurso, sociedad

    y cultura, y, entreverado, el inmenso mundo en movimiento de signos,

    smbolos y metforas.

    Del signo al smbolo

    Pero volviendo a nuestro asunto, la cultura como concepto semitico, qu

    habremos de entender estrictamente como lo semitico? A sabiendas de

    que existen diversas corrientes tericas al respecto, vamos a entender aqu

    como semitica, tal y como lo definiera Saussure, la ciencia que estudia el

    signo en general, la vida de los signos en el seno de la vida social, es decir,

    no slo el signo lingstico, sino todos aquellos sistemas de signos capaces

    de formar sistemas de significacin43; y por signo, toda aquella

    representacin en ausencia, lo que se pone en el lugar de otra cosa y que

    hace sus veces44. Pero de ms amplitud p