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RELUCIENTES MANZANAS ROJAS Gustos de temporada Los zapatos de Navidad Gestos de amor Pastores andrajosos Curiosa elección CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

CONÉCTATE 170: Navidad

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Page 1: CONÉCTATE 170: Navidad

RELUCIENTES MANZANAS ROJASGustos de temporada

Los zapatos de NavidadGestos de amor

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C A MB I A TU MUNDO C A MB I A NDO TU V I DA

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D Gabriel García V.D Gentian SuçiP Samuel Keating

© Aurora Production AG, 2014

www.auroraproduction.com

Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.

A menos que se indique otra cosa, los versículos citados

provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960

Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado

1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

Año 15, número 12

A N U E S T RO S A M IG O S

Te m p or a da m ág ic a

En mi natal Colombia —lo he notado también en muchos otros países hispanoamericanos—, la tradi-ción de los pesebres o nacimientos pervive con fuerza. Y se agradece, ya que contribuye en gran medida a la magia de la Navidad. Esa costumbre artesanal sigue bien arraigada a pesar de los embates mercantilistas de Papá Noel, alias Santa Claus, que querría destronarla

como emisario malhadado de la modernidad. Pese a su prepotencia económica y propagandística, los chillones muñecos importados no han logrado desbancar lo autóctono, y así los pesebres y sobre todo el Niño siguen vivos y alegrando nuestras Navidades.

De mi infancia recuerdo belenes —así los llaman en otros países— de impre-sionante detalle. Las familias salían a recoger musgo o alguna hierba que sirviera para tapizar todo el paisaje. Se recolectaban también pajas y ramitas para techar el establo y las decenas de casitas vecinas. El portal o la cueva donde se ponía al Niño generalmente se hacía de papel maché. Allí cabían vacas, burros, ovejas, gallinas y cuanto animal uno encontrara. Y claro, no podía faltar la sagrada familia esperando ansiosamente al Niño. Las callejuelas de gravilla serpenteaban entre las casitas y terminaban encaramándose a los montes. Por todas partes se erigían tiendas, mesones, pozos y cuanta ediicación resultara de la inventiva familiar. Todo un regalo para los ojos.

Siempre me fascinaba que en la representación se incluyera no solo el portal, sino también lo que podría haber estado ocurriendo en el pueblo al mismo tiempo. Recuerdo cobrar conciencia de que, con la excepción de los pastores que vieron y oyeron al coro angelical entonar alabanzas a Dios, la mayoría de la gente probablemente siguió su vida como si nada, sin enterarse del colosal aconteci-miento que estaba teniendo lugar.

En ciertos aspectos, eso no ha cambiado. Es fácil que se nos pase la Navidad sin haberla vivido plenamente. Aun en medio del espíritu alegre de las iestas es posible que se nos escape su profundo signiicado.

La mayoría de los habitantes de Belén no se percataron de que sucedía algo insólito y portentoso. Algo igualmente extraordinario puede ocurrir en nuestra vida esta temporada navideña; basta con que abramos nuestro corazón. Tal vez no sea nada rimbombante ni espectacular, y si no estamos atentos nos lo podemos perder. Soy un convencido de que la Navidad es una temporada mágica en la que se gestan milagros. Será emocionante ver lo que esta nos depara.

¡Que tengas una magníica Navidad!

Gabriel García V.Director

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La Navidad de 1984 fue la tercera que pasó nuestra familia lejos de Europa. La remota aldea del este de la India donde por entonces llevábamos a cabo nuestro voluntariado se había convertido en nuestro segundo hogar. Tras algunos altibajos iniciales por lo diferentes que eran el clima y la cultura, llegamos a encariñarnos con la gente tan cálida de aquella región y a disfrutar de los nuevos panoramas, sonidos y fragancias. El mercado de la localidad adquirió un particular atractivo para mí, y esperaba con ansias el día que salíamos de compras. Todo el año se ofrecía una selección estupenda de jugosas frutas, como mangos, plátanos, lichis, papayas, frutas de jack y limas.

En una de aquellas idas al mercado di con un puesto que vendía hermosas manzanas a un precio

RELUCIENTES MANZANAS ROJAS

exorbitante. Nos dijeron que proce-dían del extremo norte del país; de ahí el precio.

Me vinieron recuerdos de mi infancia, y claro, la Navidad es una época en que los recuerdos adquieren especial fuerza. Aquel día me acom-pañaba mi hija mayor, que expresó sucintamente lo que yo sentía:

—Sería lindo comer una manzana en Navidad.

Así surgió la idea de darle una sorpresa a nuestra familia. Un día, después de la cena, mi marido y yo tomamos unas cajitas de cartón, las forramos, las llenamos de galletas y frutos secos y agregamos una manzana roja de buen tamaño.

La mañana de Navidad, los niños saltaron de alegría al abrir sus cajitas y ver semejantes manzanas. Creo que nosotros, los papás, disfrutamos tanto

como ellos y, dado que también había cajitas para nosotros, pudimos saborear nuestra deliciosa manzana.

Hace ya años que regresamos a Europa, y desde entonces hemos comido muchas manzanas; pero nuestra familia aún conserva el bello recuerdo de aquella Navidad pobre en que nos sentimos ricos y agradecidos por una simple manzana.

¡Ojalá siempre encontremos algún motivo sencillo y humilde para estar agradecidos, no solo en Navidad, sino en toda celebración y acontecimiento del año!

A nna Per lini es cofundador a de Per un Mondo Miglior e (http://w w w.perunmondomiglior e.org/), organización humanitar ia activa en la ex Yugoslavia desde 1995. ■

An

na

Per

lin

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Algo que siempre me ha encantado de la Navidad es escuchar y cantar los hermosos villancicos que se han compuesto a lo largo de los siglos. Es más, me gustan tanto que a menudo los escucho en otras épocas del año. Muchos son obras maestras y me conmueven vivamente. Hace poco, mientras buscaba en Internet la letra de algunos de mis favoritos, capté

1. La letra de la versión original en

francés es de Placide Cappeau

(1808–1877); la música la compuso

Adolphe Adam en 1847.

VILLANCICOS INMORTALES

Adaptación de un artículo de Peter Amsterdam

como nunca la belleza de su poesía y la fuerza de lo que expresan.

Lo que me llamó la atención es que, con toda la rima y la repeti-ción que requieren las canciones, comunican mensajes contundentes y llenos de matices. Hablan de verdades profundas acerca de Jesús, Su encarnación, misión, propósito y poder, Su amor y Su sacriicio por la humanidad. No solo dan claro testimonio del Salvador y de la salvación, sino que además, para quienes lo seguimos, constituyen un recordatorio de las grandes verdades que abrazamos.

Por siglos esos villancicos han narrado el nacimiento de quien dejó el Cielo para traernos a todos salvación, han recordado a distintas generaciones la importancia del día en que celebramos el nacimiento de Cristo, el Hijo de Dios, que vivió entre nosotros y dio Su vida por nosotros a in de que vivamos para siempre. En esos bellos villancicos está incorporada la verdad de lo que Dios hizo para llevar salvación a la humanidad.

Charles Wesley compuso Oíd un son en alta esfera en 1739. La música original era solemne. No obstante,

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un siglo después William Cummings le dio el ritmo alegre y hermoso que tiene en la actualidad, basándose en una pieza de Felix Mendelssohn. El mensaje de reconciliación con Dios, de paz gracias al Príncipe de Paz y de regocijo por el hecho de que Jesús es Rey le otorga a este villancico una profunda signiicación.

Oíd un son en alta esfera: «¡En los Cielos gloria a Dios!

¡Al mortal paz en la Tierra!», canta la celeste voz.

Con los Cielos alabemos, al eterno Rey cantemos,

a Jesús que es nuestro bien, con el coro de Belén.

Canta la celeste voz: «¡En los cielos gloria a Dios!»

Noche gloriosa es mi villancico preferido. Más aún, de todas las can-ciones que conozco es la que más me gusta1. Tanto la letra como la melodía emocionan hondamente. Presenta un mensaje de esperanza para todo el que cree en Jesús, y describe el efecto que Él tiene en quienes llegan a conocerlo. Enseguida, algunos fragmentos:

Yacía el mundo sumido en el pecado.

Al llegar Él puso in al dolor.

Nos enseñó a amarnos como hermanos

y nos legó el evangelio de paz.Llegará el día en que Él reine

soberano,y así por in la opresión cesará.

La siguiente estrofa, que rara vez se canta, contiene una conmovedora imagen de consuelo en épocas difíciles.

El Rey que yace en una humilde artesa

es nuestro amigo en toda alicción.¡Cómo comprende Jesús nuestra

laqueza!La frente inclinemos en honra al

Redentor.Es Rey de reyes y nuestro Redentor.

Jesús siempre nos acompaña. Está presente en nuestro peregrinaje por la vida, en cada una de nuestras pruebas y batallas. Como dice el villancico, es nuestro Amigo. Entiende nuestras laquezas y debilidades. Nos conoce al derecho y al revés. Sabe lo bueno, lo malo y lo feo que hay en nosotros y, a pesar de ello, nos ama. Quiere participar en nuestra vida, no solo cuando tenemos diicultades —cuando clamamos a Él en situaciones de

apremio—, sino también en nuestros momentos de alegría y felicidad, cuando celebramos nuestros logros y los de familiares y amigos.

La Navidad nos recuerda el nacimiento de Cristo; de ahí que sea un momento estupendo del año para pensar en Él y en todo lo que ha hecho por nosotros, lo cual trasciende con mucho la temporada navideña. Él es parte integral de nuestra vida, y quiere y puede estar presente en todo lo que hacemos siempre que se lo permitamos.

Este año, cuando cantemos villancicos, aprovechemos para relexionar sobre lo que dicen, sobre lo que hizo Jesús, sobre el profundo amor que abriga por cada uno de nosotros y cada uno de nuestros congéneres. Y a lo largo del año que viene, tengamos muy presentes esos pensamientos y ese amor. Amémoslo, amemos a Sus criaturas y mostrémonos agradeci-dos por todo lo que Él ha hecho.

Que disfrutes de una estupenda Navidad en Cristo.

Peter A mster da m y su esposa, M ar ía Fontaine, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

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Hace poco leí un artículo sobre la Navidad y el origen de nuestras tradiciones navideñas, incluidas las que podrían proceder de rituales o festivales paganos. Algo que me llamo la atención es que una de las verdades fundamentales acerca de Jesús es que Él nos acepta tal como somos.

Él dice que nunca rechaza a nadie que acuda a Él1. Su círculo de amigos no es un club exclusivo con estrictos requisitos de ingreso. Hace mucho más que aceptarnos; también es capaz de adaptarse para cubrir nuestras necesidades.

Resulta interesante estudiar cómo hizo eso durante Su ministerio en la Tierra. En Su encuentro con Nicodemo —un hombre de alta jerarquía dentro del clero, poseedor de una gran cultura y profundos conocimientos teológi-cos—, Jesús presentó razonamientos que despertaran su interés y estimularan su intelecto2. A los niños los tomaba en brazos y les hablaba con suavidad3. Cuando estaba en compañía de recaudadores de impuestos y pecadores, iba a sus casas y comía, bebía y reía con ellos4. En un par de ocasiones, después de predicar a grandes multitudes, se

VINO A

NOSOTROS

dio cuenta de que lo que más las preocupaba era satisfacer el hambre, y por ende les dio de comer5. Ya colectiva, ya individualmente, Jesús hacía lo que fuera necesario para llegar al alma de cada persona y expresarle Su amor.

Así vivió Él toda Su vida. Adoptó un cuerpo humano, se puso a nuestro nivel y se ensució las manos igual que nosotros. Lidió con la vida cotidiana, el hambre y el cansancio. Probablemente se sintió descorazonado más de una vez. Se revistió de la naturaleza humana para poder sentir lo que sentimos y entender lo que es importante para nosotros.

Él puede tomar cualquier cosa que conozcas y que te encante —que signiique mucho para ti, como tus tradiciones navideñas— y conferirle trascendencia.

Este año, cuando estés disfrutando de las celebracio-nes navideñas, abriendo regalos, cantando villancicos y paladeando sabrosa comida, que esas cosas te recuerden el profundo amor de Jesús por ti. Independientemente de dónde se hayan originado esas tradiciones, asócialas con el gran obsequio que Jesús nos hizo a todos al venir a la Tierra para vivir y morir por nosotros.

M ar ie Story vive en EE . UU., donde tr abaja como ilustr ador a independiente y diseñador a. Está afiliada a La Fa milia Inter nacional. ■

1. V. Juan 6:37

2. V. Juan 3:1–21

3. V. Marcos 10:13–16

4. V. Mateo 9:10

5. V. Mateo 14:13–21; Marcos 6:30–44;

Lucas 9:10–17; Juan 6:1–15

Marie Story

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En un estante olvidado de la trastienda de un establecimiento de compra y venta de antigüedades había una estatuilla de un ángel que llevaba de la mano a un niño. Estaba cubierta de hollín y polvo, perdida entre un montón desordenado de tarros, platos y iguras. Un cliente que curioseaba en la tienda la descubrió. De pronto se le ocurrió una idea inspirada: rescatarla, restaurarla y darle un lugar destacado entre sus adornos navideños.

En el taller del sótano de su casa pintó el ángel y el niño con esmalte blanco brillante. Seguidamente pintó de purpurina dorada las alas del ángel y el cabello del niño. Cada pincelada obraba maravillas. La vieja y sucia estatuilla se transformó en una lamante y reluciente, en un objeto de singular belleza.

Mientras pintaba, pensó: «¿No es esto mismo lo que le pasa a uno en Navidad? Uno llega al inal del año cubierto de polvo por la lucha diaria, y entonces la Navidad lo inspira a repintarse de amor, alegría y paz».

¡El arte de repintar el ángel! Esa ha de ser nuestra labor a lo largo de la vida: no quedarnos jamás tirados en el suelo polvoriento, sino levantarnos heroicamente tras cada caída.

¡Repintar el ángel! No debemos perder nunca nuestros ideales, sueños y objetivos. Siempre les podemos dar lustre con renovadas esperanzas.

REPINTAR El ÁNGEL

Esta anécdota nos recuerda que la vida adquiere un brillo singular en Navidad. Todo empieza con un hecho prodigioso: la llegada de un Niño portador de un mensaje de amor y esperanza. Para los que tienen familia, continúa con la felicidad y la camaradería que se genera al festejar juntos. Para todos, estemos solos o acompa-ñados, culmina cuando contemplamos lo que hizo Jesús por nosotros y le agradecemos todos Sus favores.

La Navidad es una época entrañable. En ella disfru-tamos de lo que Dios ha hecho no solo por el mundo entero, sino también por nosotros en particular. Nos ha repintado con nuevas cualidades que no habríamos sido capaces de adquirir por nosotros mismos. Nos ha infundio Su amor. Nos ha dado la paz prometida por los ángeles. Nos ha perdonado todo pecado y fracaso, y ahora nos acepta como hijos Suyos. También nos deja sentir la alegría de conocerlo a Él. La Navidad nos transforma.

A daptación de un r elato de Wilfr ed Peterson que apar ece ta mbién en Tr ibuto a

l a Nav ida d, libro de r egalo publicado por w w w.auror aproduction.com. ■

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LOS ZAPATOS

DE NAVIDAD Steve Hearts

La radio estaba sintonizada con una emisora que transmitía música navideña las 24 horas. El repertorio consistía en villancicos light al estilo de Jingle Bell Rock y Santa Claus Is Coming to Town. En esas, pusieron una canción que contrastaba con las demás. Dejé lo que estaba haciendo para prestar más atención. Más adelante supe que el tema se titulaba he Christmas Shoes (Los zapatos de Navidad) y que era interpretado por el grupo NewSong.

La canción trata de un señor que está haciendo la cola en una tienda la víspera de Navidad, procurando terminar sus compras. Delante de él hay un niño que —a juzgar por su aspecto— no tendría que estar en un almacén de esa categoría. Tiene en las manos un par de zapatos. Cuando le llega el turno de pagar, el chiquillo explica que los zapatos son para su mamá enferma, a quien no le queda mucho de vida. Quiere que se vea bien bonita en caso de que ella se vaya con Jesús esa misma noche. El niño vacía sus bolsillos y pone todas las monedas que tiene sobre el mostrador. El cajero, sin embargo, le dice que con eso no le alcanza. El niño se vuelve con mirada suplicante

La época navideña —sin duda la más querida para mí— me hace revivir momentos inolvidables. Nevaba el día de diciembre en que toda mi familia volvió a los EE. UU. después de varios años de misionar en las Filipinas. Yo tenía entonces seis años. Aquel día conocí a mis abuelos y toqué por primera vez la nieve. Luego, cuando tenía quince años, estuve todas las festividades con una banda de músicos que viajó de Washington a México para rea-lizar una gira de recitales benéicos. Lo pasé bomba.

En todo caso, las Navidades que recuerdo con más emoción son las de los años 2002 y 2003. En mi memoria están estrechamente ligadas debido a una canción y al impacto que tuvo en mi vida.

La Navidad del año 2002 fue todo alegría. Varios meses antes los médicos habían determinado que mi madre se había curado de cáncer. Hacía tiempo que no se la veía tan fuerte. Recuerdo cierto día de diciembre en que se encontraba horneando la comida que íbamos a llevar el día siguiente a una reunión, y el aroma que inundaba nuestro apartamento del sur de California.

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hacia el señor que está detrás de él en la ila. Este paga lo que falta y coniesa que nunca olvidará el rostro agradecido del niño al despedirse.

Al escuchar la canción se me llenaron los ojos de lágrimas. Me di cuenta de lo afortunado que era de tener todavía a mi madre. Me imaginé la tristeza que sentiría si me encontrara en el lugar de aquel pequeño. La melodía continuó resonando en mi mente hasta ya terminada la temporada navideña. Con la llegada del año nuevo se fue desvaneciendo poco a poco.

En el transcurso del 2003 mi madre sufrió una recaída, y el cáncer volvió a causar estragos en su cuerpo. Para las Navidades de aquel año se encontraba en una casa de reposo. Los auxiliares nos informa-ron que lo único que podían hacer a esas alturas era tratar de que pasara sus últimos días lo más cómoda-mente posible. Cierto día que había salido con mi hermano y teníamos encendida la radio del auto, de pronto sonó la canción Los zapatos de Navidad. ¡Me identiiqué muchísimo con el niño de la historia!

Conmovidos, mi hermano y yo le compramos a nuestra madre un par

de hermosos zapatos. Le quedaron de maravilla, y se puso contentísima. Unas semanas después se despidió de nosotros… al menos en el plano físico.

Hoy día esa hermosa canción me ayuda a trascender el ajetreo característico de la Pascua, con sus idas y venidas, preparativos, reunio-nes familiares y todo lo demás. Cuando la incesante actividad me empieza a poner los pelos de punta y estoy a punto de sumirme en la desesperación, oigo a mi madre que me susurra: «Acuérdate de la canción Los zapatos de Navidad».

Con ese recordatorio, mi estrés y mi impaciencia se disipan. Caigo entonces en la cuenta de lo afortunado que soy. Pienso en mis familiares y seres queridos que siguen con vida y gozan de salud, y doy gracias a Dios por estar yo mismo con vida y disfrutar de buena salud. Elevo una oración por los que se encuentran en penosas circunstan-cias durante las festividades, como el niñito de la canción y como toda mi familia la Navidad en que nos despedimos de mi madre. También pido a Jesús que me lleve a conocer a esas personas y me dé la oportunidad

de brindarles consuelo. Él a menudo lo ha hecho.

Desaparece así el nerviosismo por no haber ensayado lo suiciente para las presentaciones musicales que se avecinan, o la irritación por haber pasado por alto algún detalle importante. Todo eso se esfuma cuando me esfuerzo por valorar el simple hecho de que estoy con vida y tengo la posibilidad de disfrutar de otra temporada navideña.

Steve Hearts es ciego de nacimiento. Está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

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«En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños.» Lucas 2:8 (NVI)

De niña, uno de mis cuadros favoritos era uno de Jesús como buen pastor con un cordero sobre Sus hombros. No sé tú, pero yo tenía el concepto de que esos pastores que vigilaban sus ovejas en una ladera la noche en que Él nació eran respetados miembros de la sociedad, ciudadanos honrados, iables, testigos creíbles, rectos, dignos de conianza. Si no fuera así, ¿por qué motivo los ángeles les habrían coniado la importante misión de anunciar la llegada del Hijo de Dios?

La verdad parece ser un poco distinta. Según algunos historia-dores, en la Palestina del siglo i los pastores eran considerados la escoria de la sociedad. El término que empleaban los fariseos para

PASTORES ANDRAJOSOSMaría Fontaine

referirse a ellos se traduce a veces como pecadores. Era un término peyorativo que signiicaba vil y ritualmente impuro. Los pastores se pasaban la vida cuidando animales; a menudo dormían a la intemperie rodeados de estiércol y expuestos a enfermedades. Al parecer no se les creía dignos siquiera de ofrecer un sacriicio a Dios.

Desde la limitada perspectiva humana, Dios encomendó a un grupo de parias la tarea de recibir a Su Hijo y divulgar la buena nueva de la salvación a todos los que prestaran oído. Como si hoy en día un coro de ángeles se apareciera a un grupo de recicladores de un vertedero. Pero Dios se ija en el corazón. No le importa qué oicio desempeña una persona ni cómo va vestida.

En la Biblia dice que los pastores fueron de prisa a ver al Niño. Se entiende que no tuvieron tiempo de darse un baño ni ponerse mejor ropa; de todos modos,

probablemente no tenían nada mejor que ponerse. Corrieron así como estaban, directamente del monte a la presencia de su Salvador1. Es de imaginarse la emoción con que relataron su experiencia a José y a María, y la calurosa acogida que estos les dispensaron.

¿Por qué eligió Dios a los pasto-res? ¿Por qué ofreció ese inestimable privilegio a quienes no eran dignos a los ojos de los hombres? Quizá porque sabía que creerían con fe pura y sencilla y que correrían entusiasmados a ver al recién nacido Hijo de Dios.

Dios no solo honró a los pastores, sino que además les encargó la noble misión de difundir la buena nueva. Al dar a conocer el nacimiento del Salvador2, los pastores se convirtieron en los primeros misioneros cristianos.

M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster da m, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

1. V. Lucas 2:15,16

2. V. Lucas 2:17,18

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Era la mañana de Navidad. Mi mujer y yo disfrutábamos de un descanso después de un mes de diciembre sumamente ajetreado. El paisaje que se admiraba desde nuestro balcón —un lago prístino rodeado de montañas nevadas— era idílico. Sin embargo, como aicio-nado a las aves que soy, lo que captó mi atención fue lo que ocurría en el cielo.

Varias bandadas de miles de tordos realizaban giros y vueltas en perfecta sincronización. Se separaban en pequeños grupos y luego volvían a unirse. Ascendían, descendían y describían círculos como si fueran un solo cuerpo. Los enjambres cambiaban constante-mente de forma. Un lanco de la bandada se unía con otro y luego se separaba para dar lugar a una nueva

Curtis Peter van Gorder

formación que tomaba el rumbo contrario. Aquel espectáculo duró más de media hora.

Según algunos ornitólogos, ese impresionante ballet aéreo se produce cuando las aves buscan corrientes de aire cálido durante el invierno. En esas térmicas son capaces de planear durante horas. Louise Crandal —ex campeona mundial de parapente— entrena con un águila esteparia adiestrada, a in de conseguir mejores resultados. A los parapentistas les recomienda:

«Sigue a las aves. Ellas dominan los cielos. Imítalas. Es así de sencillo… Noté que no vuelan en círculos. Giran, pero nunca en círculos nítidos de 360 grados. Cada vuelta es diferente, y constantemente están ajus-tando su vuelo y yendo hacia donde la térmica es más fuerte, o incluso se desplazan un par de cientos de metros para conseguir mejor sustentación. Siempre que tengas oportunidad de volar con un pájaro, procura seguirlo tan de cerca como puedas. […] Las aves que vuelan alto permanecen

automáticamente en suspensión todo el tiempo que pueden, aunque las per-siga un molesto piloto de parapente. Siempre hay algo que aprender»1.

Volviendo a nuestro día de Navidad y a aquel magníico espectáculo de acrobacias aéreas, daba la impresión de que las aves danzaban en alabanza a su Creador. Pensé entonces en el coro de ángeles que proclamó el nacimiento de Cristo: «Repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”»2

Jesús prometió: «Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a Mí mismo»3. Unámonos a las alabanzas de los ángeles esta Navidad. ¡Despleguemos las alas y remontémonos hacia los cielos!4

Curtis Peter van Gorder es guio-nista e instructor de pantomima (http://elixirmime.com/). Vive en Bombay (India) y está afiliado a La Familia Internacional. ■

1. «ZEN y el arte de los círculos», revista

Cross Country, 23 de marzo de 2006

2. Lucas 2:13,14

3. Juan 12:32

4. V. Salmo 55:6

BA

L L E T E N E L C I E L O

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La Navidad pasada no tuvo en ningún momento esa chispa mágica que suele tener. Me molestó todo el espíritu comercial que contamina nuestra ciudad desde meses antes. Entre los avisos llamativos de las revistas y la sensación de que yo no tenía mucho que ofrecerle a Jesús por lo limitantes que son nuestras cir-cunstancias, perdí el entusiasmo. No me hacía ninguna ilusión decorar el árbol. Tampoco deseaba el estrés y el sentimiento de culpa que suele producir el esforzarse frenéticamente por darle sentido a todo.

Este año, sin embargo, ha suce-dido todo lo contrario. De hecho, comenzamos a prepararnos en julio. ¿Qué pasó?

A mitad de año los niños y yo hicimos un plan para darle a Jesús mil y un regalos antes de Su cumpleaños. Desde entonces, todos los días le enviamos unos cuantos.

MIL Y UN REGALOS PARA JESÚSChalsey Dooley

La puerta de la cocina está cubierta de listas y gráicos. Hay varios cientos de señales que indican los regalos que ya le hemos hecho. Hay una tabla de los actos de bondad que hemos tenido para con los demás, otra de los versículos de la Biblia que hemos memorizado, y otra más de los pequeños relatos bíblicos que vamos grabando para enviárselos a otros niños. Otro gráico muestra las cartas que hemos escrito para animar a nuestros amigos, y otro señala las veces que hemos hecho una pausa para pasar unos momentos con Jesús. Esos son apenas algunos de los regalos de Navidad que le hemos ido entregando a Jesús.

Ha sido muy gratiicante comen-zar la temporada navideña hace meses. No hay prisas, ni presiones, ni sentimientos de culpa, ni momentos de desconcentración. Estamos alcan-zando las metas que nos propusimos y

empleando nuestro tiempo para hacer feliz a Jesús y también a los demás. Los gráicos están casi llenos. Cuando terminemos de llenarlos colocaremos cada lista en una cajita envuelta en papel de regalo y pondremos las caji-tas debajo del árbol. Son regalos del corazón. Cada uno representa tiempo, amor y esfuerzo, obsequios que sin duda a Jesús le agradará recibir.

Ya sabemos cuál será el último regalo: una simple vela de cum-pleaños. La encenderemos un rato todos los días y rezaremos para que personas de todo el mundo lleguen a conocer el amor de Jesús. Esas ora-ciones son otros regalos que podemos ofrecer a Aquel que nos lo dio todo.

Chalsey Dooley vive en Aus-tr alia. Escr ibe textos motiva-cionales par a niños y educa-dor es y se dedica de lleno a la for mación de sus hijos. ■

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A mí me encanta mi cum-pleaños y todo lo que trae aparejado, particularmente los llamados por teléfono, los mensajes de texto, los correos y las tarjetas de felicitación de mis familiares y amigos. Ese día soy el centro de la atención, me preparan mi plato preferido, vamos adonde yo digo, hacemos lo que a mí me place. En resumidas cuentas, me dan todos los gustos. Me encanta ser la cumpleañera y que me consientan.

Lamentablemente, conozco a alguien a quien cada vez le prestan menos atención en Su aniversario.

En el mundo actual, la Navidad ha quedado reducida a un feriado más, una mera pausa en el trabajo, una temporada para hacer compras y un motivo para celebrar reuniones familiares. Si bien se respira mucha alegría, con adornos, intercambio de regalos, iestas y mucho bullicio, el ambiente navideño tradicional ha quedado en buena medida desban-cado por el espíritu festivo moderno.

Una vez leí una anécdota acerca de un niñito que acompañó a su abuela a un centro comercial durante

L O E S E N C I A L

Regálale a Jesús tu corazón esta

Navidad. Basta con que hagas esta

sencilla oración: «Gracias, Jesús, por

venir a este mundo a salvarme. Te

acepto gustosamente en mi vida. Te

ruego que permanezcas a mi lado

ahora y para siempre».

la temporada navideña y quedó fascinado con todos los adornos, juguetes y múltiples personas disfrazadas de Papá Noel. Mientras contemplaba todo aquello, el niño miró a su abuela y preguntó con inocencia: «Y ¿dónde está el niño Jesús?»

La pregunta de aquel niño encierra un profundo mensaje. Entre todo el oropel y el glamour de la Navidad moderna, ¿nos estamos olvidando de su verdadero signiicado? ¿Cuántos recordamos que la Navidad es el cumpleaños de Cristo y nos detenemos a pensar en lo que a Él le gustaría que hiciéra-mos para celebrarlo?

No dudo de que lo conmueven el tiempo y el esfuerzo que dedica-mos a colocar adornos y a comprar regalos para nuestros seres queridos en esta Tierra; pero se pondría muy contento si también le hiciéramos a Él un regalo.

Aquí van algunas ideas para agasajar a Jesús en Su cumpleaños:

● Dile cuánto lo amas. Por mucho que lo hagas, nunca está de más.

¿QUÉ LE GUSTARÍA AL CUMPLEAÑERO?

● Expresa tu amor a tu familia y ami-gos. Nunca sabes quién lo puede estar necesitando con urgencia.

● Sé generoso con los pobres. Acércate a ellos en nombre de Él para que tengan oportunidad de participar del auténtico espíritu navideño.

● Reconcíliate con cualquier persona con la que estés resentido.

¡Este año hagamos algo por el Cumpleañero!

Suk an ya Kumar-Sinha es una lector a de Conéctate de la India. Vive en Gurgaon y tr abaja como dir ector a de progr a mas de una misión diplomática en Nueva Delhi. ■

Sukanya Kumar-Sinha

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Tanto amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16 (NVI)

El relato de los Evangelios nos recuerda una vez más que no fueron los hombres quienes decidieron que el Hijo de Dios naciera en un establo. Por eso, la primera lección que podemos sacar del nacimiento de Cristo es que al Señor no siempre lo hallamos donde nos imaginamos que está. James Colaianni (n. 1922)

Recordemos que el corazón navideño es un corazón dadivoso, un corazón abierto de par en par que pone pri-mero a los demás. El nacimiento del niño Jesús en Belén es el suceso más importante de la Historia. Signiicó que sobre un mundo enfermo se vertiese el bálsamo sanador del amor, el cual durante 2.000 años ha transformado a todo tipo de personas. George Matthew Adams (1878–1962)

EL BEBÉ QUE CAMBIÓ EL MUNDO

Dios nos ha dado vida eterna, y esa vida está en Su Hijo. 1 Juan 5:11 (NVI)

Yo teníatanta rosa de alegría,tanto lirio de pasión,que entre mano y corazónel Niño no me cabía…

Dejé la rosa primero.Con una mano vacía—noche clara y alba fría— me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.Libre de mentiras bellas,me eché a andar tras las estrellascon sangre y nieve en los pies.

Y sin aquella alegría,pero con otra ilusión,llena la mano y vacía,cómo Jesús me cabía—¡y cómo me sonreía!—entre mano y corazón.José María Pemán (1897–1981)

Buscamos la gloria de la vida de Jesús en Sus años de adulto, cuando hizo grandes milagros y reveló Su poder divino, cuando pronunció las magníicas palabras que han tenido una inluencia benéica en el mundo, cuando fue por doquier haciendo el bien, manifestando el amor de Dios en el curso de Su vida cotidiana y en Su cruz. […]

Sin embargo, en ninguna etapa de la vida de Jesucristo hay mayor gloria que en Su nacimiento. Nada denotó mayor amor por el mundo que el que se dignara a nacer en él. Deberíamos decir que el corazón del Evangelio fue la cruz, pero el primer acto de redención fue la encarnación, cuando el Hijo de Dios se despojó de Sus atributos divinos y asumió la vida humana con toda la fragilidad e indefensión de la niñez. Por la revelación de amor y gracia que entrañó, la cuna de Jesús es tan maravillosa como Su cruz. J. R. Miller (1840–1912) ■

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Diciembre es un mes de más. Normalmente hay más preparativos en la casa, más visitas, más gastos. La mayoría disfrutamos de más días libres en que no tenemos que estudiar ni trabajar. Muchas iglesias se llenan más. Las organizaciones benéicas obtienen más donaciones y hasta más voluntarios. También puede que comamos y bebamos más de la cuenta y que en consecuencia terminemos con unos kilos de más.

Pero hay un más particularmente grande: el regalo más valioso de Dios. Podemos imaginarlo hace dos mil años observando a los habitantes de la Tierra y pensando: «Parece que no entienden. Les he dado pautas e instrucciones; sin embargo, ¡qué desastre que han hecho! ¡Cuánto egoísmo y sufrimiento! Tengo que hacer algo más por ellos. Les enviaré

DICIEMBRE, MES DE MÁS

a Mi Hijo. Él les mostrará Mi amor en acción; irá hasta las últimas consecuencias por ellos».

Y así, en circunstancias nada pomposas ocurrió un hecho extraordinario: nació un bebé especialísimo, se hizo maniiesto el amor de Dios y se produjo un giro radical que permitió que nos relacionáramos con Él de otra forma.

El Salvador que nos dio fue el no va más: El Hijo «es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación»1. Vino a traernos paz con Dios y entre nosotros2. «A Dios le agradó […], por medio de Él, reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que derramó en la cruz»3.

El apóstol Juan nos cuenta que después de la cruciixión de Jesús Sus seguidores se reunieron a puerta cerrada, descorazonados y confundidos. Milagrosamente, Jesús resucitado se les apareció y les dijo: «Paz a vosotros»4. Si le damos cabida en nuestro corazón, esa misma paz se nos promete a nosotros.

Aunque diciembre sea un mes más ajetreado, es también cuando celebramos el cumpleaños de Jesús. No dejemos pasar los días sin disfrutar de unos momentos en la presencia de Aquel cuya venida marcó el momento más extraordina-rio de la Historia.

«¡Gracias a Dios por su don inefable!»5

Abi May es escritora y docente. Vive en el Reino Unido. ■

1. Colosenses 1:15 (NVI)

2. V. Lucas 2:14

3. Colosenses 1:19,20 (NVI)

4. V. Juan 20:26

5. 2 Corintios 9:15

MOMENTOS DE SOSIEGO

Abi May

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1. V. Hebreos 13:5

TU REGALO DE NAVIDAD Tengo para ti un regalo único, diferente de cualquier otro que te hayan hecho antes. No está en venta en ninguna tienda, pues no puede comprarse ni venderse, sino que se da gratuitamente. Nunca se pone viejo, nunca se estropea, ni se desgasta, y nunca te quedará chico. Nadie puede despojarte de él. Te durará para siempre. Puedes llevarlo contigo dondequiera que vayas y disfrutar de él en cualquier momento. Aunque permanece inalterable, jamás dejará de sorprenderte y asombrarte. Puedes compartirlo todo lo que quieras, que siempre habrá bastante para todos. No solo eso: cuanto más lo compartas, más lo tendrás.

Ese obsequio es la promesa de Mi presencia1. Quiero estar más cerca de ti y tener contigo una relación más entrañable de la que podrías entablar con ningún amigo o amante terrenal. Tengo mucho que ofrecerte, más que suiciente para llenar cada uno de tus días desde ahora y eternamente.

Mi amor es verdadero, infalible, incondicional, el tipo de amor que has querido y buscado toda la vida. Mi amor es el más pleno y sublime que existe. La felicidad que te comunica no es de este mundo. No es la felicidad efímera que a veces encuentras en otras cosas, sino una felicidad profunda y permanente, con todas sus tonalidades y matices: alegría, aliento, contentamiento, paz, estabilidad, seguridad, optimismo, deleite… Y siempre te acompañaré para disfrutar contigo de los momentos lindos y ayudarte cuando las cosas se pongan feas.

De Jesús, con cariño