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Constantino el Grande Moneda de tiempos de Constantino Contenido [ocultar] 1 Vida 2 Guerra contra Majencio 3 Guerra contra Licinio 4 Único Emperador 5 Apreciación histórica 6 In Hoc signo vinces 7 Edicto de Milán 8 El tema de la tolerancia y la libertad religiosa Vida

Constantino El Grande

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Constantino El Grande

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Page 2: Constantino El Grande

En sus monedas se denominaba como "M", o con mayor frecuencia "C", y se llamaba

FlavioValerio Constantino. Nació en Naissus, hoy Nisch en Servia, hijo del oficial romano

Constancio, quien posteriormente se convirtiera en emperador romano y Santa Helena,

una mujer de extracción humilde pero de recio carácter y habilidades extraordinarias. La

fecha de su nacimiento no es conocida con certeza y se calcula entre 274 y el 288. Luego

de ser elevado su padre a la dignidad de Cesar lo encontramos en la corte de Dioclesiano

y posteriormente (305) combatiendo bajo el mando de Galerio en el Danubio. Cuando

luego de la renuncia de su padre Constancio fue elevado a la dignidad de Augusto, el

nuevo emperador de Occidente le solicitó a Galerio, el Emperador de Oriente, que

permitiera a Constantino, a quien no había visto durante mucho tiempo, que volviera a la

corte de su padre. Galerio accedió con reticencia. Constantino volvió al lado de su padre

bajo cuyo mando tuvo apenas tiempo suficiente para distinguirse en Bretaña antes que

Constancio muriera (el 25 de Julio de 306). Constantino fue inmediatamente proclamado

Cesar por sus tropas, título que fue reconocido por Galerio con algunas vacilaciones. Este

evento se constituyó en la primera oportunidad para lograr el esquema de Dioclesiano de

un imperio de cuatro cabezas (tetrarquía) y fue prontamente seguido por la proclamación

en Roma como Cesar de Maxencio hijo de Maximiano, un tirano disoluto, en Octubre del

306.

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Visión de Costantino, según Rafael

Durante las guerras entre Majencio y los emperadores Severo y Galerio, Constantino

permaneció inactivo en sus provincias. Habiendo fallado el intento hecho por los antiguos

emperadores Dioclesiano y Maximiano en Carmentum en el año 307, para devolver el

orden al Imperio, La promoción de Licinio a la posición de Augusto, la asunción por parte

de Maximino Daia del título imperial y la auto proclamación de Maxencio como único

emperador (abril del 308), condujo a la proclamación de Constantino como Augusto. Como

poseía el ejército mas eficiente, fue reconocido por Galerio, quien se hallaba en guerra

contra Maximino en el Oriente, y por Licinio.

Guerra contra Majencio

Batalla del puente Milvio

Constantino, quien hasta entonces se había limitado a defender su propia frontera contra

los Germanos, no había tomado aún parte en las disputas de los otros pretendientes del

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trono. Sin embargo en el 311, vio la guerra como algo inevitable cuando Galerio el Augusto

de mas edad y el más violento perseguidor de los cristianos sufrió una miserable muerte

luego de cancelar sus edictos contra los cristianos, y cuando Majencio, luego de derribar

las estatuas de Constantino, lo proclamó como un tirano. A pesar de que sus ejércitos eran

muy inferiores a los de Majencio ya que contaba, de acuerdo con varios testimonios, con

25.000 a 100.000 hombres, mientras que Majencio contaba con 190.000 hombres

fuertemente armados, no dudó en iniciar rápidamente su marcha hacia Italia (primavera del

312.)

Luego de ocupar Susa y prácticamente aniquilar un poderoso ejército cerca de Turín,

continuó su marcha hacia el Sur. En Verona enfrentó a un ejercito hostil bajo el mando de

Ruricio, prefecto de la guardia de Majencio, quien se hizo fuerte en la ciudad. Mientras

mantenía la ciudad bajo sitio, Constantino, con un destacamento de su ejercito, atacó y

eliminó fácilmente los refuerzos frescos que venían en auxilio de las tropas que

resguardaban la ciudad. La rendición de Verona fue la consecuencia inmediata. A pesar de

la mayoría arrolladora de su enemigo (100.000 hombres en las filas de Majencio contra

20.000 en las de Constantino) el emperador continuó confiado su marcha hacia Roma.

Una visión le había asegurado que conquistaría en el nombre de Cristo, por tanto sus

guerreros llevaban el monograma de Cristo en sus escudos, a pesar de que la gran

mayoría eran paganos. Las dos fuerzas en conflicto se encontraron cerca del puente sobre

el río Tíber denominado el Puente Milviano. Fue aquí donde las fuerzas de Maxencio

sufrieron la derrota definitiva, habiendo el tirano perdido su vida en el Tíber (Octubre 28 del

312). El vencedor inmediatamente ofreció prueba de su gratitud al Dios de los Cristianos el

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cual fue a partir de ese momento tolerado en todo el imperio (Edicto de Milán, a inicios del

313).

El tirano dioclesiano

Trató a sus enemigos con gran magnanimidad; las acostumbradas ejecuciones

sangrientas no fueron la consecuencia de la victoria del puente Milviano. Constantino

permaneció en Roma tan solo durante un corto tiempo. Siguió a Milán (finales del 312 o

principios del 313) para encontrarse con su colega Augusto Licinio a quien entregó en

matrimonio a su hermana y logró que garantizara la protección de los cristianos de Oriente

y a cambio ofreció su protección contra Maximino Daia, este último un pagano intolerante y

cruel tirano quien persiguió a los Cristianos aún luego de la muerte de Galerio. Fue éste

finalmente derrotado por Licinio, cuyos soldados, siguiendo ordenes suyas, habían

invocado al Dios de los Cristianos en el campo de batalla (Abril 30 del 313.). Maximino a

su vez, imploró al Dios de los Cristianos, pero murió de dolorosa enfermedad en el otoño

siguiente.

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Licinio integró la tetraquía

Quedó Licinio como único superviviente de los Tetrarcas de Dioclesiano. Su traición obligó

a Constantino a alzarse en guerra contra él. Con su acostumbrada impetuosidad el

Emperador le propinó su golpe de gracia en Cibala (Octubre 8 del 314). Licinio, sin

embargo, pudo recuperarse y la batalla librada posteriormente en Castra Jarba (Noviembre

del 314) dejó a ambos ejércitos en condición tal que ambas partes consideraron que la

única salida era hacer la paz. La paz duró diez años. Pero luego cerca del 322, no se

contentó con profesar su paganismo abiertamente comenzó a perseguir de nuevo a los

Cristianos mientras desconocía los derechos y privilegios de Constantino. La guerra era

pues inevitable. Constantino reunió una infantería de 125.000 hombres y una caballería de

10.000. Adicionalmente armó 200 barcos para lograr el control del Bósforo.

Zócalo de mármol de una columna honorífica. Representación de unas Victorias que sostienen un

escudo, celebrado los diez años de existencia de la tetrarquía en el año 303 d. C.

Licinio, por otro lado y dejando la frontera oriental sin defensas obtuvo un ejército más

numeroso aún constituido por 150.000 infantes y 15.000 de caballería, mientras que su

flota naval estaba formada por no menos de 350 barcos. Los dos ejércitos se encontraron

en Adrianopolis el 3 de Julio del 324, donde las bien disciplinadas tropas de Constantino

vencieron y pusieron en retirada a las menos disciplinadas de Licinio. Licinio por otra parte

se hizo fuerte en las barracas de Bizancio de manera tal que un ataque pudiera tener

menor oportunidad de éxito y la única oportunidad de tomar el fuerte era mediante el

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bloqueo y la hambruna. Lo anterior requeriría la ayuda de la flota naval de Constantino, sin

embargo la flota de Licinio se interponía en el camino. Una batalla naval a la entrada de los

Dardanelos no ofrecía garantía de éxito, por lo tanto la Fuerza de Tarea de Constantino se

retiró hacia Elains para reunirse con el resto de su flota. La flota dirigida por el Almirante

Abantus de Licinio, trató de perseguir la flota de Constantino pero se encontró con una

violenta tormenta que dio cuenta de 130 de sus naves y de 5.000 hombres. Constantino

cruzó el Bósforo, dejando atrás tropas suficientes para mantener el bloqueo de Bizancio y

enfrentó al cuerpo principal de su oponente en Chrisopolis, cerca de Calcedonia. De nuevo

le infringió una derrota apabullante, matando 25.000 hombres y desbandando la mayoría

de los sobrevivientes. Licinio huyó a Nicomedia con 30.000 hombres, sin embargo se dio

cuenta que cualquier resistencia sería inútil. Capituló a discreción y el corazón magnánimo

de Constantino le perdonó la vida. Sin embargo, cuando en el año siguiente (325) Licinio

reanudó sus traicioneras costumbres, fue condenado a muerte por el Senado Romano y

ejecutado.

Único Emperador

Edicto de Milan

En adelante, Constantino quedó como monarca único del Imperio Romano. Poco después

de la muerte de Licinio, Constantino determinó que la futura capital del imperio fuera

Constantinopla y con su acostumbrado ímpetu tomo todas las medidas para hacer de esa

ciudad una más grande, fuerte y hermosa. Dedicó los siguientes diez años de su reinado a

promover el bienestar político, económico y moral de sus posesiones y previó la estructura

del gobierno futuro de su imperio. Mientras que colocaba a sus sobrinos Dalmacio y

Anibaliano a cargo de provincias menores, designó a sus hijos Constancio, Constantino y

Constans como los futuros regidores del imperio. No mucho antes de su final, el

movimiento hostil del rey de Persia, Shâpûr, lo lanzó de nuevo al campo de batalla.

Cuando se encontraba a punto de marchar en contra de su enemigo fue atacado por una

enfermedad, de la cual murió en Mayo del 337, luego de haber recibido el bautismo.

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Apreciación histórica

Constantino, con todo derecho, había reclamado el titulo de El grande, ya que había

cambiado la historia del mundo y había hecho de la Cristiandad, que hasta entonces

sufría de una sangrienta persecución, la religión del Estado. Es bien cierto que las

razones más profundas de tales cambios deben ser encontradas en el movimiento

religioso de esos tiempos, pero tales razones eran, a duras penas, imperativas, ya

que los cristianos conformaban tan solo una pequeña porción de la población,

constituyendo una quinta parte de la misma en el Occidente y la mitad en una gran

parte del Oriente. La decisión de Constantino dependía pues, mas de un acto

personal que de una condición general, haciendo que su personalidad sea objeto de

una cuidadosa consideración.

Mucho antes de lo mencionado anteriormente, las creencias del antiguo politeísmo

habían sido sacudidas en sus raíces. En personalidades más sólidas como la de

Dioclesiano, se mostraba su fortaleza en la forma de superstición, magia y

adivinación. El mundo estaba pues, totalmente maduro para recibir el monoteísmo o

su forma modificada el henoteísmo. El monoteísmo de entonces se ofrecía en

diversas variedades, bajo las formas de varias religiones Orientales: en la adoración

al Sol, la veneración de Mitras, el en Judaísmo y en la Cristiandad. Quien quisiera

evitar un rompimiento radical con el pasado buscaría una forma Oriental de

adoración que no exigiera sacrificios severos; en tal caso, por supuesto, la

Cristiandad sería la última elección. Probablemente muchas mentes nobles

reconocieron la verdad contenida en el Judaísmo y la Cristiandad, pero creyeron que

podían apropiárselos sin ser obligados por tal hecho, a renunciar a la belleza de otro

tipo de adoraciones. Una de tales mentes fue el Emperador Alejandro Severo, otro

fue Aureliano, cuyas opiniones se vieron confirmadas por cristianos como Pablo de

Samosata. No sólo los Gnósticos y otro tipo de herejes, sino algunos Cristianos

quienes se consideraban fieles, se mantuvieron, de alguna manera, firmes en la

adoración del sol. León el Grande, en su momento, decía que era la costumbre de

muchos Cristianos el pararse en las gradas de la Iglesia de San Pedro a rendir

homenaje al sol mediante reverencias y rezos. (cf. Euseb. Alexand. en Mai, "Nov.

Patr. Bibl.", 11, 523; Augustin, "Enarratio in Ps. x"; Leon I, Serm. xxvi). Cuando tales

condiciones prevalecían es fácil entender cómo muchos de los Emperadores

cedieron ante la falacia de que podían unir a todos sus súbditos en la adoración al

dios sol quien combinaba en sí el Padre - Dios de los Cristianos y el muy venerado

Mitras. El imperio, por tanto, pudo ser fundado de nuevo bajo una sola religión. Aún

el mismo Constantino, como más adelante se demostrará, abrazó por algún tiempo

estas erradas creencias. Parecería ser que las últimas persecuciones de los

Cristianos estaban dirigidas mucho mas hacia aquellos irreconciliables y extremistas

que contra el gran cuerpo de la Cristiandad. La política de los emperadores no fue

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consistente. Dioclesiano fue, inicialmente, amigo de los Cristianos. Aún su enemigo

más oscuro, Juliano, vaciló. Cesar Constancio, el padre de Constantino, protegió a

los cristianos durante una cruel persecución.

Constantino creció bajo la influencia de las ideas de su padre. Hijo de Constancio

Cloro en su primer matrimonio informal, denominado concubinatus, con Helena, una

mujer de cuna inferior. Durante corto tiempo Constantino fue obligado a permanecer

en la corte de Galerio, de cuyo ambiente, evidentemente, no quedó bien

impresionado. Al retiro de Dioclesiano, Constancio avanzó de la posición de Cesar a

la de Augusto, y el ejército, contra el deseo de los otros emperadores, elevó al joven

Constantino a la posición que había quedado vacante. En ése mismo momento

quedó en evidencia lo poco exitoso del sistema artificial de división de Imperio y de

la sucesión al trono mediante la cual Dioclesiano buscó frustrar el arrogante poder

de la guardia pretoriana. La personalidad de Dioclesiano está llena de

contradicciones; se mostraba tan ramplón en sus sentimientos religiosos como era

astuto y visionario en los asuntos de estado. Hombre de naturaleza autocrática, pero

quien bajo determinadas circunstancias, se imponía limitaciones. Fue quien

comenzó la reconstrucción del imperio la cual sería terminada por Constantino.

Muchas amenazas serias pusieron en peligro la existencia del imperio como fueron

la carencia de una unidad nacional y religiosa y su debilidad financiera y militar.

Como consecuencia, el sistema impositivo tuvo que ser acomodado al sistema de

trueque que por tales razones revivió. Los impuestos cayeron con mayor fuerza

sobre los campesinos, las comunidades campesinas, y los propietarios de tierras; a

lo anterior se sumaba el servicio obligatorio, cada vez mas pesado, que se imponía a

aquellos dedicados a las empresas industriales las cuales fueron unidas en gremios

estatales. El ejército fue fortalecido, las tropas de la frontera fueron incrementadas a

360.000 hombres. Adicionalmente las tribus fronterizas fueron puestas bajo la

nómina estatal, como aliados. Muchas ciudades fueron fortificadas, y nuevas

fortalezas y cuarteles fueron construidos. Poniendo en mayor contacto a los civiles y

a los militares en contraposición al antiguo axioma romano. Cada vez que una

frontera se veía amenazada las tropas domésticas se tomaban el campo de batalla.

Este cuerpo de soldados, denominados los palatini, comitatenses, y que habían

tomado el lugar de la Guardia Pretoriana, no eran mas de 200.000 (en algunos

casos se calculaban en 194.500). Un buen servicios de Correos mantenía una

constante comunicación entre las diferentes partes del imperio. La administración

civil y militar se vio posiblemente mas agudamente dividida que antes, sin embargo

se le concedía una igual y cada vez mayor importancia a la capacidad militar de los

servidores estatales. Sobre todo, el emperador fue entronizado como un dios, y a la

dignidad imperial se la rodeó con un halo, un ámbito sagrado, con un ceremonial que

fue tomado en préstamo de las teocracias orientales. El oriente, desde los primeros

tiempos había sido terreno propicio para un gobierno teocrático, los súbditos de cada

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regente creían que el mismo estaba en comunicación directa con la deidad mayor, y

por tanto, la ley del Estado era vista como la ley revelada. En la misma forma los

emperadores permitían que se les venerara como si fueran oráculos sagrados y

como deidades y todo aquello que se relacionara con ellos era denominado sagrado.

La palabra Sagrado llegó a reemplazar la denominación de Imperial. Un numeroso

séquito de la corte, complicados ceremoniales, y ostentosas vestimentas hacían que

el acceso al emperador fuera aún más difícil. Quien deseara acercarse a la cabeza

del Estado debía transitar primero por muchas antesalas y postrarse ante el

emperador como si fuera una divinidad. Puesto que los antiguos pobladores de

Roma no gustaban de tales ceremoniales, los emperadores mostraron una

preferencia cada vez mayor al Oriente, donde el monoteísmo se mantenía

virtualmente incólume y donde, por añadidura, eran mejores las condiciones

económicas. Roma, pues, no pudo por mas tiempo controlar la totalidad del gran

imperio y sus peculiares civilizaciones.

Por todos los lados comenzaron a aparecer nuevas y vigorosas fuerzas nacionales

de tal manera que tan solo dos políticas eran posibles. O bien se daba espacio a los

nuevos movimientos nacionales, o se mantenían con firmeza los cimientos

nacionales antiguos para revivir los antiguos principios Romanos, la pretérita

severidad militar y el patriotismo de la vieja Roma. . Varios emperadores habían

tratado de seguir éste último sendero en vano. Era tan imposible el retornar a la vida

simplista de antaño como lo era el retornar a las antigua creencias paganas con su

sistema nacional de veneración. Consecuentemente el imperio tuvo que identificarse

con el movimiento progresista, emplear al máximo los recursos existentes dentro de

la vida nacional, ejercer tolerancia, hacer concesiones a las nuevas tendencias

religiosas y acoger a las tribus germánicas dentro del imperio. Tales convicciones

continuaron expandiéndose principalmente por que el padre de Constantino había

obtenido buenos resultados de tales políticas. En la Galia, Bretaña y España, donde

regía Constancio Cloro prevalecieron la paz y la satisfacción. La prosperidad de las

provincias aumentó visiblemente mientras que en el oriente la prosperidad se vio

menoscabada por la inestabilidad y la confusión existentes. Fue, sin embargo, y

particularmente en la parte occidental del imperio donde la veneración de Mitras

predominó. Hubiera sido posible el congregar todas estas diferentes nacionalidades

alrededor de sus altares? Hubiera sido factible que el Sol Deus Invictus, venerado

por Dioclesiano y Galerio, se hubiera convertido en el dios supremo del imperio? Es

posible que Constantino haya reflexionado al respecto y es posible que no haya

rechazado totalmente dicha posición aún luego de los milagrosos acontecimientos

que marcaron su preferencia hacia el Dios de los Cristianos.

In Hoc signo vinces

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Su decisión a favor de los Cristianos fue, indudablemente influenciada por razones

de conciencia; razones resultantes de las impresiones dejadas en cada persona libre

de prejuicios tanto por los Cristianos como la fuerza moral de la Cristiandad y el

conocimiento práctico que los emperadores poseían de los oficiales militares y

oficiales estatales Cristianos. Tales razones, sin embargo no son mencionadas en la

historia la cual le da primaria importancia al evento milagroso. Antes de que

Constantino avanzara en contra de su rival Majencio y de acuerdo con las antiguas

costumbres, convocó a los arúspices, los cuales profetizaron el desastre de acuerdo

con un panegirista pagano. Sin embargo, cuando los dioses le negaban su ayuda,

continúa dicho panegirista, hubo un dios en particular que lo animó ya que

Constantino tenia cercana relación con dicha divinidad. Lactancio. (De mort. persec.,

ch. xliv) y Eusebio (Vita Const., I, xxvi-xxxi). Nos narran la manera cómo la conexión

con dicha deidad se manifestó. El primero dice que fue en un sueño, el segundo a

través de una visión como una manifestación celestial, una luz brillante en la cual

vislumbró a la cruz o al monograma de Cristo. Fortalecido con dicha aparición,

avanzó corajudamente a la batalla, venció a su rival y conquistó el poder supremo.

Fue el resultado lo que dio importancia a la visión, ya que, posteriormente cuando el

emperador reflexionaba respecto del evento le fue claro que la cruz llevaba la

inscripción HOC VINCES (en éste signo conquistarás). Un monograma que

combinaba las primeras letras del nombre de Cristo (CHRISTOS) X y P, una forma

que no puede asegurarse que fuera utilizada antes por los Cristianos, fue convertida

en uno de los símbolos de actualidad y puesta en el Labarum (q. v.). Esta insignia

fue también puesta en la mano de una estatua del emperador en Roma, en cuyo

pedestal se leía la siguiente inscripción "Con la ayuda de este beneficioso símbolo

de fortaleza he liberado a mi ciudad del yugo de la tiranía y devuelto al Senado

Romano y al Pueblo su antiguo esplendor y gloria." Enseguida después de su

victoria, Constantino otorgó tolerancia a los Cristianos y al año siguiente (313) dio un

paso mas en su favor. En el 313 Licinio y él emitieron en Milán el famoso edicto de

tolerancia. En él se declaraba que los dos emperadores habían reflexionado

respecto de lo que sería más ventajoso para la seguridad y bienestar del imperio y,

sobre todo, habían tomado en consideración el servicio que el hombre debía a la

"deidad". Por consiguiente resolvieron dar a los Cristianos y a otros libertad en el

ejercicio de la religión.

Edicto de Milán

Cualquiera podía seguir la religión que considerara mas apropiada. Ellos hicieron

votos por que la "deidad entronizada en los cielos" les otorgaría a los emperadores y

sus súbditos sus favores y protección. Lo anterior fue suficiente para causar enorme

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confusión entre los paganos. Si las palabras del edicto se examinan cuidadosamente

se encuentra evidencia clara del esfuerzo hecho para expresan los nuevos

pensamientos de una manera absolutamente carente de ambigüedad que eliminara

la más mínima duda al respecto. El edicto contiene mucho mas que la creencia a la

cual Galerio, al final, había escogido, como es la de que las persecuciones eran

totalmente inútiles, y otorgaba a los Cristianos libertad de culto y simultáneamente

procuraba no crear afrentas contra los paganos. Sin duda alguna el término deidad

fue cuidadosamente escogido puesto que no excluye su implicación pagana. Las

cautelosas expresiones probablemente se originaron en los archivos imperiales,

donde las concepciones y formas paganas de expresión permanecieron aún por

mucho tiempo. El cambio, sin embargo, de persecución sangrienta a tolerancia de la

Cristiandad, un cambio que implicaba su reconocimiento, puede haber sorprendido a

muchos paganos y suscitado el mismo estupor que un alemán sentiría si un

emperador, siendo Social Demócrata, se hiciera a las riendas del estado por la

fuerza. A tal persona le parecería que los fundamentos del Estado se estuvieran

debilitando. Los Cristianos mismos pudieron haber sido tomados por sorpresa. Antes

de esto, por cierto, ya se le había ocurrido a Melito de Sardes (Eusebius, Hist. Eccl.,

IV, xxxiii) que el emperador en algún momento podría llegar a convertirse al

cristianismo; sin embargo Tertuliano pensaba de manera diferente y había escrito

(Apol., xxi) la frase memorable: "Sed et Caesares credidissent super Christo, si aut

Caesares non essent saeculo necessarii, aut si et Christiani potuissent esse

Caesares" (Pudieran los Césares haber creído en Cristo si los Césares no hubiesen

sido necesarios para el mundo o si los cristianos hubiesen podido ser Césares). La

misma opinión fue emitida por San Justino (I, xii, II, xv). A él y a muchos otros se les

antojaba un imposible total el que el Imperio fuera Cristiano. En todo caso días

felices se presentaban ahora ante los Cristianos. Deben ellos haber tenido los

mismos sentimientos de los perseguidos durante la Revolución Francesa cuando

Roberspierre fue finalmente derrocado y su Reino del Terror terminó. Los

sentimientos de liberación del peligro son delicadamente expresados en el tratado

atribuido a Lactancio (De mortibus persecut., en P. L., VII, 52), respecto de las

maneras como la muerte se apoderó de los perseguidores. Dice: " Debemos ahora

agradecer al Señor Quien ha unido su rebaño el cual había sido devastado por los

lobos rapaces y Quien ha exterminado las bestias salvajes que los alejaron de sus

pasturas. Dónde están ahora las multitudes de nuestros enemigos?, donde los

verdugos de Dioclesiano y Maximiano? Dios los ha barrido de la faz de la tierra;

celebremos entonces Su triunfo con alegría; observemos la victoria del Señor con

cantos de alabanza, y honrémoslo a El noche y día con oración, para que la paz que

hemos recibido de nuevo luego de diez años de miseria, sea preservada." Los

Cristianos fueron liberados de las minas y de las prisiones y fueron recibidos por sus

hermanos en la fe con aclamaciones de júbilo; las iglesias se llenaron de nuevo y

aquellos que se habían alejado de la Cristiandad pidieron perdón.

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Durante algún tiempo parecía que tan sólo la tolerancia y la igualdad prevaldrían.

Constantino se mostraba igualmente condescendiente con ambas religiones. En su

calidad de pontifex maximus vigiló la adoración pagana y protegió sus derechos. Lo

único que hizo fue el suprimir la adivinación y la magia a las cuales los emperadores

paganos habían recurrido ocasionalmente. Por consiguiente el emperador romano

en el año 320 prohibió el acceso a las casas privadas a los adivinadores y arúspices

bajo la pena de muerte. Quien a su solicitud o promesa de pago ofreciera a un

arúspice violar ésta ley sus propiedades serían confiscadas y él mismo llevado a la

hoguera. A quienes informaran de tales hechos se les recompensarían. Quien

quisiera practicar los usos paganos debían hacerlo abiertamente. Debía acudir a los

altares públicos o a los sitios sagrados, y en ésos sitios observar las formas

tradicionales de adoración. "No prohibimos", decía el emperador, "la observancia de

las antiguas tradiciones a la luz del día." En una ordenanza del mismo año dirigida a

los prefectos de la ciudad de Roma, Constantino ordenaba que si un rayo hubiera de

caer sobre el palacio imperial o sobre un edificio público, los arúspices deberían, de

acuerdo con las antiguas costumbres, interpretar el significado de tal acontecimiento

y su interpretación debería ser reportada por escrito al emperador. Igualmente se le

permitía a los individuos privados hacer uso de ésta antigua costumbre, pero al

hacerlo debían abstenerse de los prohibidos sacrificia domestica. De esto no puede

deducirse que existía una prohibición general para la celebración de sacrificios

familiares, a pesar de que en el año 341 Constancio, el hijo de Constantino

menciona tal prohibición (Cod. Teod., XVI, x, 2). Una prohibición de tal naturaleza

hubiera tenido mayores consecuencias, ya que la mayoría de los sacrificios eran de

carácter privado. Mas aún cómo hubiera podido implementarse tal prohibición si los

sacrificios públicos aún eran permitidos? En la consagración de Constantinopla se

utilizó una ceremonia mitad Cristiana y mitad pagana. La carroza del dios sol fue

puesta en el mercado público y sobre su cabeza se colocó la Cruz de Cristo,

mientras que el Kyrie - Eleyson se cantaba. Poco antes de su muerte Constantino

confirmó los privilegios de los sacerdotes de los antiguos dioses. Muchas otras

medidas tomadas por él tenían la apariencia de medidas a medias como si él mismo

hubiera abrazado alguna forma sincretística de religión. Acorde con lo anterior

ordenó a las tropas paganas el utilizar una oración en la cual cualquier monoteísta

pudiera tomar parte y que a la sazón decía: "Te reconocemos a ti solamente como

dios y rey, te invocamos para que nos ayudes. Hemos recibido la victoria de ti y por

ti hemos superado a nuestros enemigos. A ti debemos todo lo bueno que hemos

recibido hasta ahora y en ti confiamos en el futuro. A ti elevamos nuestras súplicas e

imploramos que preserves a nuestro emperador Constantino y a sus hijos temerosos

de dios, libres de mal y victoriosos por muchos años". El emperador tomó un paso

adicional cuando ordenó retirar sus estatuas de los templos paganos, prohibió que

los templos que caían en ruina fueran reparados y suprimió toda forma ofensiva de

adoración. Todas éstas medidas, sin embargo, no fueron mas allá de la tendencia

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sincretística que Constantino había demostrado durante mucho tiempo. Sin embargo

él debió percibir con claridad mayor cada vez que el sincretismo era imposible.

El tema de la tolerancia y la libertad religiosa

De la misma manera la tolerancia y la libertad religiosa no podían continuar

existiendo como una forma de igualdad. Los tiempos no estaban listos para una

concepción de tal naturaleza. Si bien es cierto que los escritores Cristianos

defendieron la libertad religiosa y que, por lo tanto Tertuliano dijo que la religión

prohibe la compulsión religiosa (Non est religionis cogere religionem quae sponte

suscipi debet non vi.--"Ad Scapulam", cerca al final;) y, mas aún, Lactancio declaró

que "El hombre debe estar dispuesto a morir por defender la religión, pero no a

matar." Orígenes enarboló igualmente la causa de la libertad. Muy probablemente la

constante persecución y opresión generaron el entendimiento de que el imponer una

manera de pensar y de concebir el mundo y la vida era una compulsión malvada.

Contrastando con la asfixiante violencia del Estado Antiguo y con el poder y la

costumbre de la opinión pública, estaban los Cristianos como los defensores de la

libertad, pero no solamente de una libertad individual o subjetiva, ni de una libertad

de conciencia como se entiende hoy en día. Aún si la Iglesia hubiera reconocido esta

forma de libertad, el Estado no habría podido permanecer tolerante. Sin percatarse

de la importancia de sus actos Constantino otorgó a la Iglesia un privilegio tras otro.

Desde el 313 la Iglesia obtuvo inmunidad para sus eclesiásticos, incluyendo libertad

de impuestos o servicios obligatorios u oficios obligatorios del estado como era, por

ejemplo, la dignidad curial, que imponía pesadas cargas. La Iglesia obtuvo

adicionalmente la facultad de heredar propiedades y Constantino puso al Domingo

bajo la protección del Estado. Es verdad, sin embargo, que los veneradores de

Mitras también reverenciaban el Domingo y la Navidad, por consiguiente

Constantino se refiere al Domingo no como el día del Señor sino como el eterno día

del sol. De acuerdo con Eusebio a los paganos también se les obligó en éste día a

salir a campo abierto y en conjunto, elevar sus manos y recitar la oración que ya se

mencionó, una oración sin marcadas características Cristianas (Vita Const., IV, xx).

El emperador otorgó muchos privilegios a la Iglesia por que ella cuidaba de los

pobres y por su marcada y activa benevolencia. Pero tal vez demostró sus

tendencias Cristianas de manera mas pronunciada al remover los impedimentos

legales que, desde los tiempos de Augusto, se habían impuesto al celibato, dejando

tan sólo los leges decimarioe, y al reconocer una amplia jurisdicción eclesiástica. Sin

embargo no debe olvidarse que las comunidades judías tenían también sus propias

jurisdicciones, exenciones e inmunidades, así fuera en grado mas reducido. En una

ley del año 318 se rechazó la competencia de las cortes civiles si en un pleito se

apelaba a la corte de un obispo Cristiano. Aún antes de que el pleito fuera iniciado

en una corte civil, era permitido que una de las partes lo transfiriera a la corte del

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obispo. Si a ambas partes se les concedía audiencia legal, la decisión del obispo

tenía plena validez y obligatoriedad. Una ley del 333 ordenaba a los oficiales del

estado a imponer las decisiones de los obispos. El testimonio de un obispo debería

ser considerado suficiente por cualquier juez y ningún testigo podía ser citado con

posterioridad al testimonio del obispo. Dichas concesiones tenían tanto alcance que

la Iglesia misma sentía que el inmenso crecimiento de su jurisdicción era una

restricción en sí mismo. Posteriores emperadores limitaron esta jurisdicción a casos

de sumisión voluntaria de las partes a la corte episcopal.

Constantino logró mucho a favor de los niños, esclavos y las mujeres, todos aquellos

miembros más débiles de la sociedad los cuales eran tratados ásperamente por la

antigua ley romana. Sin embargo él tan solo continuó la labor que, bajo la influencia

del Estoicismo, los emperadores que lo precedieron habían iniciado y habían dejado

a sus sucesores para continuar el empeño de la emancipación. Es así como algunos

emperadores anteriores a Constantino habían prohibido, sin éxito, el abandono de

niños, como niños expósitos o abandonados, éstos eran rápidamente adoptados

para ser utilizados en varios propósitos. Los Cristianos, particularmente, se

esforzaron para apoderarse de éstos niños, consecuentemente, Constantino no

emitió prohibición directa respecto al abandono, a pesar de que los cristianos

equiparaban en gravedad a éste con el asesinato. Ordenó, en lugar de una

prohibición directa que los expósitos deberían pertenecer a aquel que los

encontrara, y le prohibió a los padres reclamar a los niños que habían abandonado.

Aquellos que acogían a estos niños adquirían derecho de propiedad sobre ellos lo

que les permitía un uso extenso de dicho derecho; podían, por ejemplo, venderlos y

esclavizarlos, hasta que Justiniano prohibió su esclavitud bajo cualquier forma. Aún

en los tiempos de San Crisóstomo los padres mutilaban a sus hijos por lucro.

Cuando había hambruna o estando endeudados, muchos padres tan sólo obtenían

alivio mediante la venta de sus hijos, si es que no deseaban venderse a sí mismos.

Leyes emitidas posteriormente en contra de dichas prácticas tuvieron tan poco

efecto como aquellas que prohibieron la castración y la prostitución. San Ambrosio,

de manera vívida, describe el triste espectáculo de la venta de los niños por parte de

sus padres, bajo la presión de los acreedores, o por parte de los acreedores

mismos. Poco sirvieron las muchas formas de atención e instituciones que trataban

de proteger a dichos niños y a los pobres. El mismo Constantino estableció asilos

para los expósitos, pero sin embargo reconoció el derecho de los padres de vender

a sus hijos y tan sólo creó excepciones para los niños de mas edad. Reglamentó

que los niños que habían sido vendidos podían ser vueltos a comprar por sus

padres, en diferenciación clara a aquellos que habían sido expuestos. Sin embargo

su disposición no tenía aplicabilidad alguna si los niños eran llevados al extranjero.

Valentiniano, por tanto, prohibió el tráfico de seres humanos con tierras extranjeras.

Page 17: Constantino El Grande

Las leyes prohibiendo tales prácticas se multiplicaron constantemente, sin embargo

la mayor parte de la carga de tratar de salvar a los niños recayó sobre la Iglesia.

Constantino fue el primero en prohibir el rapto de niñas. El abductor y aquellos que

lo habían asistido, influenciando a la niña, eran amenazados con penas severas.

Armonizando con los puntos de vista de la Iglesia, Constantino hizo más difícil el

proceso de divorcio, no hizo cambios en el divorcio por mutuo consentimiento, pero

impuso severas condiciones cuando la demanda de separación provenía de una de

las partes solamente. Un hombre podía abandonar a su esposa por razón de

adulterio, envenenamiento y prostitución, y en el proceso retener su dote, sin

embargo, si la abandonaba por cualquier otro motivo, debía devolver su dote y se le

prohibía volverse a casar. Si a pesar de lo anterior se casaba, la anterior esposa

podía entrar a su casa y llevarse para sí, todo aquello que la nueva esposa le había

entregado. Constantino hizo más severas las leyes antiguas prohibiendo el

concubinato de una mujer libre con un esclavo, lo cual fue visto con buenos ojos por

la iglesia. Por otra parte el haber guardado las distinciones de clases dentro de la ley

de matrimonio estaba claramente en contradicción con las disposiciones de la Iglesia

la cual rechazaba cualquier discriminación por clase dentro del matrimonio, y

consideraba como legítimos los matrimonios informales (los denominados

concubinatus), puesto que poseían un carácter permanente y eran monógamos.

Constantino, sin embargo, hizo la figura del Concubinatus más difícil y prohibió a los

senadores y a los altos funcionarios del Estado y del sacerdocio pagano el contraer

este tipo de uniones con mujeres de clase inferior (feminoe humiles), haciendo, de

hecho, imposible que pudieran casarse con mujeres pertenecientes a clases

inferiores, a pesar del hecho de que su propia madre pertenecía a una clase inferior.

El emperador, sin embargo, en los demás aspectos siempre demostró el mayor

respeto hacia su madre. Los demás concubinatus, diferentes a los ya mencionados,

fueron colocados en desventaja con respecto del manejo de las propiedades y los

derechos hereditarios de los concubinos y sus hijos eran restringidos. Por otra parte

Constantino alentó la emancipación de los esclavos y decretó que la manumisión en

la iglesia tendría el mismo efecto que la manumisión pública realizada ante

funcionarios estatales o la realizada por testamento. (321). Ni los emperadores

Cristianos ni los paganos permitieron que los esclavos buscaran su libertad sin la

autorización de la ley, los legisladores Cristianos buscaron aliviar la esclavitud

limitando la intensidad del castigo corporal; El amo tan sólo podría utilizar la vara o

enviar al esclavo a la prisión y si el esclavo moría dentro de dichas circunstancia su

amo no era responsable. Sin embargo, si la muerte era producida por el uso de

garrotes o piedras o armas o instrumentos de tortura, la persona que causaba la

muerte era tratada como un asesino. Como más adelante se podrá ver, el mismo

Constantino se vio obligado a observar ésta ley cuando trató de deshacerse de

Page 18: Constantino El Grande

Liciano. Un criminal no podía ser golpeado en la cara, tan sólo en los pies ya que la

cara estaba hecha a semejanza de Dios.

Cuando se comparan éstas leyes con las emitidas por emperadores anteriores cuya

disposición era considerada como humana, no se ve que las emitidas por

Constantino tengan un alcance mayor. En todo aquello deferente a la religión

Constantino siguió las huellas de Dioclesiano y a pesar de las experiencias

negativas permaneció adherido a la división artificial del imperio; trató durante largo

tiempo de evitar un rompimiento con Licinio y repartió al imperio entre sus hijos. Por

otra parte, el poder imperial fue incrementado al recibir la consagración religiosa. La

Iglesia toleró el culto al emperador bajo muchas formas. Se permitía hablar de la

divinidad del emperador, o del palacio sagrado, la cámara sagrada y del altar del

emperador, sin que esto fuera considerado idolatría. Desde éste punto de vista los

cambios religiosos de Constantino pueden ser considerados como meras

frivolidades, eran tan solo poco mas que renuncias a simples formalidades. Puesto

que lo que sus predecesores habían buscado mediante el uso de toda su autoridad y

al costo de un incesante derramamiento de sangre era tan sólo el reconocimiento de

su propia divinidad; Constantino logró esto a pesar de que renunció a que se

realizaran sacrificios a su honor. Algunos obispos, cegados por el esplendor de la

corte fueron a extremos tales de llamar al emperador el ángel de Dios, un ser

sagrado, y profetizar que, tal como lo había hecho el Hijo de Dios, reinaría en el

cielo. Consiguientemente se ha asegurado que Constantino favoreció a la

Cristiandad por simples motivos políticos, y ha sido visto como un déspota

glorificado que hizo uso de la religión como un medio para lograr la implementación

de sus políticas. Cada vez que la política del estado lo requería podía ser cruel. Aún

luego de su conversión decretó la ejecución de su cuñado Licinio y el hijo de éste, lo

mismo que de Crispus, su propio hijo del primer matrimonio, y de su esposa Fausta.

Querelló con su colega Licinio respecto de su política religiosa y en el 323 lo derrotó

en una sangrienta batalla. Licinio se rindió bajo la promesa de que se protegería su

seguridad personal, pero a pesar de esto fue estrangulado un año mas tarde por

ordenes de Constantino. Durante el régimen conjunto, Liciano el hijo de Licinio y

Crispus el hijo de Constantino habían sido ambos césares. A los dos se les hizo

gradualmente a un lado. Crispus fue ejecutado bajo cargos de inmoralidad elevados

contra él por Fausta la segunda esposa de Constantino. Los cargos fueron falsos, lo

cual fue conocido por Constantino, luego de los hechos, a través de su madre

Helena. En castigo Fausta fue sofocada hasta su muerte en un baño caliente.

Liciano fue flagelado hasta morir. Puesto que Liciano no era hijo de la hermana de

Constantino sino de una esclava, aquél lo trató siempre como un esclavo. De ésta

manera Constantino evadió su propia ley respecto de la mutilación de esclavos.

Luego de conocer tales crueldades es difícil creer que el mismo emperador pudiera

Page 19: Constantino El Grande

tener en ocasiones impulsos de suavidad y ternura. La naturaleza humana, empero,

está llena de contradicciones.

Constantino fue generoso, y pródigo en sus donaciones y adornó las iglesias

Cristianas con magnificencia. Puso mas atención a la literatura y el arte de lo que

pudiera esperarse de un emperador de su época, a pesar de que mucho de lo

anterior fue hecho por vanidad, como se comprueba por su agradecimiento a las

dedicatorias hechas a él de trabajos literarios. Es muy posible que él mismo haya

practicado alguna forma de finas artes. Sin duda alguna estaba dotado de un fuerte

sentido religioso, era sincero y piadoso y le fascinaba ser representado en actitud

oratoria con sus ojos levantados hacia el cielo. En su palacio tenía una capilla a la

cual le gustaba retirarse a leer la Biblia y a orar. Dice Eusebio "Todos los días, a una

hora determinada se encerraba en el sitio mas recluido de su palacio, como si fuera

asistir a los Sagrados Misterios, y allí se comunicaba con Dios rogando a Él

ardientemente de rodillas por sus necesidades". En su carácter de catecúmeno no le

era permitido asistir a los misterios de la sagrada Eucaristía. Permaneció como

catecúmeno hasta el fin de sus días no por falta de convicción ni porque llevado por

su disposición apasionada deseara llevar una vida pagana; obedeció lo mas

estrictamente posible los preceptos de la Cristiandad, observando particularmente la

virtud de la castidad la cual le había sido especialmente inculcada por sus padres.

Respetaba el celibato tanto que lo liberó de sus desventajas legales. Buscó elevar la

moralidad, y castigó con particular severidad las ofensas contra la moral que habían

sido promovidas por el culto pagano. Crió a sus hijos como Cristianos y así se

separó gradualmente del sincretismo el cual parecía a veces favorecer. El Dios de

los Cristianos era ciertamente un dios celoso que no toleraba otros dioses fuera de

Él. La Iglesia nunca pudo quejarse de que estuvo en el mismo nivel de otros cuerpos

religiosos. Conquistó para sí un dominio después del otro.

Constantino prefería la compañía de los obispos Cristianos a la de los sacerdotes

paganos. El emperador invitaba con frecuencia los obispos a su corte y les permitía

el uso del sistema de correos imperial, los sentó a su mesa, los llamó sus hermanos

y cuando habían sufrido por la Fe, besó sus cicatrices. Mientras que prefirió a los

obispos como sus consejeros, ellos por otra parte, frecuentemente solicitaban su

intervención. Vg. Poco después del 313 en la disputa Donatista. Durante muchos

años se preocupó del problema árabe y allí, debe ser reconocido, transpuso los

límites de lo permisible como cuando, por ejemplo, dictaminó a Atanasio a quiénes

podía recibir en la Iglesia y a quiénes debía excluir. Aún así evitó cualquier

interferencia directa con el dogma y buscó que se cumpliera tan sólo lo que las

autoridades legítimas, los sínodos, decidieran. Cuando apareció en un Concilio

Ecuménico, no lo hizo para influir en las decisiones, sino para demostrar su interés e

impresionar a los paganos. Desterró obispos tan sólo para evitar disputas y

Page 20: Constantino El Grande

discordias, es decir, por razones de estado. Se opuso a Atanasio porque se le hizo

creer que aquel quería retener las naves cargueras con maíz destinado a

Constantinopla. La prevención de Constantino puede ser mejor entendida si se tiene

en mente lo poderosos que los patriarcas llegaron a ser. Cuando finalmente sintió la

cercanía de la muerte, recibió el bautismo declarando ante los obispos reunidos a su

alrededor, que deseaba, como Cristo recibir el sacramento de salvación en el

Jordán, pero que puesto que Dios le había ordenado lo contrario, no deseaba

demorar mas el bautismo. Dejando a un lado la púrpura, el emperador, en ropajes

de neófito esperó su final dentro de gran paz y alegría.

El mayor de los hijos de Constantino, Constantino II, mostró claras tendencias hacia

el paganismo y sus monedas llevan abundancia de emblemas paganos, su segundo

hijo en favoritismo, Constancio, demostró mayores tendencias Cristianas

convirtiéndose finalmente al Cristianismo Ario. Constancio fue un firme opositor del

paganismo. Cerró todos los templos y prohibió los sacrificios bajo pena de muerte.

Su máxima era: "Cesset superstitio; sacrificiorum aboleatur insania" (Que cese la

superstición, y que la locura de los sacrificios sea abolida). Sus sucesores

recurrieron a la persecución religiosa contra los herejes y paganos. Sus leyes (Cod.

Theod., XVI, v) tuvieron la más desfavorable influencia en la Edad Media y fueron los

fundamentos de la abusada Inquisición. (Ver PERSECUSIONES;

CONSTANTINOPLA; IMPERIO ROMANO)

CHARLES G. HERBERMANN & GEORG GRUPP Transcrito por Rick McCarty

Traducido por Rodrigo Bueno Delgado

Selección de imágenes: José Gálvez Krüger

http://ec.aciprensa.com/wiki/Constantino_el_Grande

Page 21: Constantino El Grande

Donación de Constantino

(Lat., Donatio Constantini).

Por este nombre se conoce, desde el fin de la Edad Media, un documento falsificado

del Emperador Constantino el Grande por el cual, grandes privilegios y ricas

posesiones eran conferidas al Papa y a la Iglesia Romana. En el manuscrito más

antiguo conocido (noveno siglo) (Bibliothèque Nationale, París, MS. Latin 2777) y en

muchos otros manuscritos, el documento lleva el título: "Constitutum domni

Constantini imperatoris". Está dirigido por Constantino, al Papa Silvestre I (314-35) y

consiste de dos partes. En la primera (titulada "Confessio") el emperador relata

cómo fue instruído en la Fe Cristiana por Silvestre, hace una profesión llena de fe, y

cuenta su bautismo por ese Papa en Roma, y cómo de este modo se curó de lepra.

En la segunda parte, (la "Donatio") Constantino dispone conferir a Silvestre y a sus

sucesores los siguientes privilegios y posesiones: el Papa, como sucesor de San

Pedro, tiene la primacía sobre los cuatro Patriarcas de Antioquía, Alejandría,

Constantinopla, y Jerusalén, también sobre todos los Obispos en el mundo. La

basílica de Lateran en Roma, construida por Constantino, mandará sobre todas las

iglesias como cabecera, igualmente las iglesias de San Pedro y San Pablo serán

dotadas de ricas posesiones. Los principales eclesiásticos romanos (clerici

cardinales) quienes también pueden recibirse como senadores, obtendrán los

mismos honores y distinciones que éstos. Como el emperador, la Iglesia Romana

tendrá funcionarios cubicularii, ostiarii, y excubitores. El Papa disfrutará los mismos

derechos honorarios que el emperador, entre ellos, el de llevar una corona imperial,

una capa purpúrea y túnica, y en general toda insignia imperial o señales de

distinción; pero, como Silvestre se negó a poner en su cabeza una corona de oro, el

emperador lo invistió con el superior casquete blanco (frigio).

Constantino, el documento continúa, pone al servicio del Papa, un strator, es decir

quien llevará el caballo en que montará el Papa. Es más, el emperador obsequia al

Papa y a sus sucesores el palacio de Lateran de Roma y las provincias, distritos, y

pueblos de Italia y todas las regiones occidentales (tam palatium nostrum, ut

prelatum est, quamque Romæ urbis et omnes Italiæ seu occidentalium regionum

provinicas loca et civitates) El documento continúa diciendo, que el emperador ha

establecido para sí, en el Este, una nueva capital que lleva su nombre, y allá él quita

su gobierno, porque es inoportuno que un emperador secular tenga poder donde

Dios ha establecido la residencia de la cabeza de la religión cristiana. El documento,

concluye con maldiciones contra todos los que se atrevan a violar estas dádivas y

con la certidumbre que el emperador las ha firmado con su propia mano y las ha

puesto en la tumba de San Pedro. Este documento es sin la duda una falsificación,

inventada en algún momento, entre los años 750 y 850. Ya en el decimoquinto siglo

Page 22: Constantino El Grande

su falsedad fue conocida y demostrada. Nicolás Cardenal de Cusa (De Concordantiâ

Catholicâ, III, ii, en ediciones Basilea de su obra , 1565, I) lo definió como un

dictamen apócrifo. Algunos años después (1440) Lorenzo Valla (Del falso credita et

ementita el Constantini donatione declamatio, Mainz, 1518) demostró la falsificación

con certeza. Independientemente de sus dos predecesores. Reginald Pecocke,

Obispo de Chichester (1450-57), sacó una conclusión similar en su trabajo, "The

represor of over much Blaming of the Clergy", Rolls Series, II, 351-366.

Su autenticidad fue defendida aún de vez en cuando, y el documento todavía llega

más allá, siendo usado como auténtico, hasta Baronio en su "Annales Ecclesiastici"

(ad.an 324) admitió que la "Donatio" era una falsificación, después, pronto fue

admitido universalmente como tal. Es una mentira tan clara que no hay razón para

ninguna sorpresa que, con el reavivamiento de la crítica histórica en el decimoquinto

siglo, el verdadero carácter del documento, se reconociera rápidamente. El

falsificador hizo uso de varias licencias que Grauert y otros (ver abajo) han

investigado completamente. Se imitan la introducción y la conclusión del documento

de las escrituras auténticas del periodo imperial, pero también se utilizan "formulæ"

de otros períodos. En la "Confesión" de fe en la doctrina del Espíritu Santo, se

explica en extensión, la Caída del hombre y la Encarnación de Cristo.

Hay también reminiscencias de los decretos del Sínodo Iconoclasta de

Constantinopla (754) contra la veneración de imágenes. La narrativa de la

conversión y curación del emperador esta basada en los Actos apócrifos de Silvestre

(Acta o Gesta Sylvestri), aún todas las particularidades de la "Donatio" no aparecen

en el relato de los, hasta ahora, textos conocidos de esa leyenda. Las distinciones

otorgadas al papa y a los cardenales de la Iglesia romana, probablemente, el

falsificador las inventó y las describió según ciertos ritos contemporáneos del

ceremonial de la corte romana y de los emperadores bizantinos. El autor también

usó las biografías de los papas del Liber Pontificalis (q.v.), asimismo las cartas del

octavo siglo de los papas, sobre todo en su informe de las donaciones imperiales. La

paternidad literaria de este documento todavía está envuelto en oscuridad.

Ocasionalmente, pero sin razón suficiente, los críticos lo han atribuido al autor de las

Falsas Decretales (q.v.) o a algún eclesiástico romano del octavo siglo. Por otro

lado, el tiempo y lugar de su composición han sido estudiados, completa y

últimamente, por numerosos investigadores (sobre todo alemanes), aunque ninguna

conclusión firme y universalmente aceptada, se ha sacado todavía. Acerca del lugar

de la falsificación, Baronius (Annales, ad.an 1081) sostuvo que fue en Oriente y por

un griego cismático; de hecho, se encuentra en colecciones canónicas griegas.

Natalis Alejandro se opuso a esta interpretación, y ya no es sostenida por ningún

historiador reciente. Muchos de los estudiosos críticos recientes del documento,

localizan su composición en Roma y atribuyen la falsificación a un eclesiástico, su

Page 23: Constantino El Grande

argumento principal es intrínseco: este falso documento se redactó en favor de los

papas y por consiguiente de la Iglesia romana, la propia Roma debe de haber tenido

principal interés en esta falsificación, ejecutada para un propósito tan claramente

expresado. Es más, las fuentes del documento son principalmente romanas. No

obstante, la interpretación más antigua de Zacarias y otros, de que la falsificación se

originó en el Imperio Francogermano, ha sido bastante defendida recientemente y

con habilidad por Hergenröther y Grauert (ver abajo). Ellos llaman la atención sobre

el hecho que la "Donatio" aparece primero en las colecciones Francogermanas, es

decir en las Falsas Decretales y en el manuscrito de St.Denis antedicho; además la

cita segura más primitiva fue hecha por autores del Imperio Francogermano, en la

segunda mitad del noveno siglo.

Finalmente, este documento nunca se usó en la cancillería papal hasta mediados del

undécimo siglo, ni en general fue referido en fuentes romanas hasta los tiempos de

Otto III (983-1002, en el caso que el famoso "Diploma" de este emperador, sea

auténtico). El primer uso cierto en Roma fue hecho por León IX en 1054, y nótese

que este Papa fue por nacimiento y educación, alemán, no italiano. Los escritores

mencionados han evidenciado que el objetivo principal de la falsificación era

demostrar la justicia de la "translatio imperii" a los francogermanos, es decir el

traslado del título imperial a la coronación de Carlomagno en 800; por consiguiente,

la falsificación era principalmente importante para el Imperio Francogermano. Esta

visión, debidamente sostiene, contra la opinión de la mayoría, que la falsificación se

originó en Roma. Un divergencia de opinión, todavía mayor, reina, acerca del

momento de su redacción. Algunos han afirmado (más recientemente Martens,

Friedrich, y Bayet) que cada una de sus dos partes se inventó en momentos

diferentes. Martens sostiene que el autor ejecutó su falsificación entre intervalos

breves; que la "Constitutum" se originó después del 800 en relación con una carta de

Adriano II (778) en qué el Papa reconoció a Carlomagno la posición imperial al rey

de Fracogermania , que por sus propios esfuerzos y fortuna, había logrado. Friedrich

(ver abajo), al contrario, intenta demostrar que la "Constitutum" estaba compuesta

de dos partes muy distintas. La esencia de la primera parte, llamada "Confessio",

apareció entre los años 638 y 653, probablemente 638-641, mientras la segunda, o

"Donatio" propiamente, fue escrita durante el reinado de Esteban II, entre los años

752 y 757, por Paulo, hermano y sucesor del Papa Esteban. Según Bayet la primera

parte del documento se redactó en tiempos de Paulo I (757-767); la última parte

apareció en, o aproximadamente, el año 774.

En oposición a estas opiniones la mayoría de los historiadores mantiene que el

documento fue escrito totalmente y al mismo tiempo, por un autor. ¿Pero cuándo fue

escrito? Colombier se decide por el reino del Papa Conon (686-687), Genelin, por

principios del octavo siglo (antes del 728). Pero ninguna de estas opiniones se

Page 24: Constantino El Grande

apoya en razones suficientes, y las dos son, ciertamente, insostenibles. La mayoría

de los investigadores acepta como posible fecha más antigua, el pontificado de

Esteban II (752-757), estableciendo, así, una conexión entre la falsificación y los

eventos históricos que llevaron al origen de los Estados de la Iglesia y al Imperio

Occidental de los reyes Francogermanos. ¿Pero en qué año del período, desde el

pontificado antedicho de Esteban II hasta la recepción de la "Constitutum" en la

colección de las Falsas Decretales (c. 840-50) fue llevada a cabo, la falsificación?

Casi todos los estudiosos de esta intrincada cuestión, guardan sus propias y

diferentes opiniones. Primero es necesario contestar una pregunta preliminar: ¿

Exhibió el Papa Adrian II en su carta a Carlomagno del año 778 (Códice Carolinus,

ed. Jaffé Ep. lxi) algún conocimiento de la "Constitutum"? De un pasaje de esta

carta:

Sicut temporibus beati Silvestri Romani pontificis a sanctæ recordationis piisimo

Constantino magno imperatore per eius largitatem sancta Dei Catholica et Apostolica

Romana ecclesia elevata et exaltata est et potestatem in his Hesperiæ partibus

largiri dignatus, ita et in his vestris felicissimis temporibus atque nostris sancta Dei

ecclesia, id est beati Petri apostoli, germinet atque exultet...

Varios escritores, ej. Döllinger, Langen, Meyer, y otros han concluido que Adriano I

era consciente, entonces, de esta falsificación, por lo que debe haber aparecido

antes del 778. Friedrich asume en Adriano I, un conocimiento de la "Constitutum" de

su carta al Emperador Constantine VI escrita en 785 (Mansi, Concil. Coll., XII, 1056).

La mayoría de los historiadores, sin embargo, se abstienen debidamente de afirmar

que Adriano I hizo uso de este documento en sus cartas, por consiguiente, el

momento de su origen no puede deducirse. La mayoría de los recientes escritores

sobre el tema acepta el origen de la "Donatio" entre 752 y 795. Entre ellos, algunos

se deciden por el pontificado de Esteban II (752-757) sobre la hipótesis, que el autor

de la falsificación quiso justificar los derechos de este papa, en sus negociaciones

con Pipino (Döllinger, Hauck, Friedrich, Böhmer). Otros bajan la fecha de la

falsificación al tiempo de Paulo I (757-767), y basan su opinión en los eventos

políticos en Italia bajo este Papa, o en el hecho que él sentía una veneración

especial por San Silvestre, y que la "Donatio" tenía, especialmente en vista, el honor

de este santo (Scheffer-Boichorst, Mayer). Otros sitúan su origen de nuevo en el

pontificado de Adriano I (772-795), en la hipótesis que este Papa confió en extender

la autoridad secular de la Iglesia romana sobre una gran parte de Italia y crear de

esta manera un Estado eclesiástico poderoso bajo el gobierno papal. Así (Langen,

Loening). Un grupo más pequeño de escritores, sin embargo, mueve la falsificación

a alguna fecha después de 800, es decir después de la coronación de Carlomagno

como emperador. Entre éstos, Martens y Weiland asignan el documento a los

últimos años del reino de Carlomagno, o a los primeros de Luis el Pío, es decir en

Page 25: Constantino El Grande

algún momento entre 800 y 840. Ellos argumentan que el propósito principal de la

falsificación era otorgar al gobernante occidental el poder imperial, o que la

"Constitutum" significaba que el nuevo emperador, como sucesor de Constantino el

Grande, confería poder a la Iglesia romana. Esos escritores son, además, quiénes

investigan al falsificador en el Imperio Francogermano, sostienen que el documento

se escribió en el noveno siglo, sobre todo Hergenröther y Grauert. El último opina

que la "Constitutum" se originó en el monasterio de St.Denis, en París, brevemente

antes de, o aproximadamente al mismo tiempo, que las Falsas Decretales, es decir

entre 840 y 850. Estrechamente con la fecha de la falsificación, está conectada la

otra pregunta acerca del principal propósito del falsificador de la "Donatio". Aquí,

también, existe una gran variedad de opiniones.

La mayoría de los escritores, que sitúan en la propia Roma el origen de la

falsificación, sostienen que su intención, es principalmente, apoyar las demandas de

los Papas hacia el poder secular en Italia; difieren, sin embargo, acerca de la

magnitud de las demandas. Según Döllinger la "Constitutum" tenía como destino

ayudar en la creación de una Italia unida bajo el gobierno papal. Otros limitarían las

demandas papales a esos distritos que Esteban II quiso obtener de Pipino, o a

territorios aislados que, antes o después, las papas desearon adquirir. En general,

esta clase de historiadores busca conectar la falsificación con los eventos históricos

y los movimientos políticos de ese tiempo en Italia (Mayer, Langen, Friedrich,

Loening, y otros). Algunos, ponen más énfasis en la elevación del papado que en la

donación de territorios. Ocasionalmente se sostiene, que el falsificador buscó

afianzar para el Papa una categoría de autoridad secular superior, una supremacía

imperial en contra del Gobierno Francogermano, sólidamente establecido, entonces,

en Italia. Otras veces, algunos de este grupo, limitan para Italia la expresión

"occidentalium regionum provincias", pero la mayoría interpreta que representa a

todo el Imperio Occidental anterior. Ésta es la actitud de Weiland para quien el

objeto principal de la falsificación, es incrementar el poder papal sobre el imperial, y

el establecimiento de la supremacía imperial del Papa sobre todo Occidente.

También por esta razón él baja la fecha de la "Constitutum" nunca más lejos que el

fin del reinado de Carlomagno (814). Sin embargo, con este documento Silvestre

obtiene de hecho, la jerarquía imperial de Constantino y los emblemas de dignidad

imperial, aunque no la verdadera supremacía imperial. Martens observa, por

consiguiente, en la falsificación, un esfuerzo para elevar al papado en general; todos

alegaron prerrogativas para el papa y eclesiásticos romanos, todos regalos de

posesiones otorgadas, se quieren derechos de gobierno secular, ascensos y

confirmaciones de esta elevación, y de todo eso el nuevo Emperador Carlomagno

delineó conclusiones prácticas en su proceder, respecto al Papa. Scheffer-Boichorst

sostiene una opinión singular, a saber, que el falsificador tuvo la intención de la

glorificación de Silvestre y Constantino, principalmente, y sólo de manera

Page 26: Constantino El Grande

secundaria, una defensa de las demandas papales a las posesiones territoriales.

Grauert para quien la falsificación es un asunto francogermano, comparte la visión

de Hergenröther, es decir el falsificador tenía en mente la defensa del nuevo Imperio

Occidental, de los ataques bizantinos. Por consiguiente fue muy importante, para él,

establecer la legitimidad del imperio recientemente fundado, y este propósito, fue

especialmente auxiliado por todos aquellos documentos que sostuvieran la elevación

del Papa. De lo anterior, se puede observar que la última palabra sobre investigación

histórica en esta materia, todavía está por verse. Preguntas importantes acerca de

las fuentes de la falsificación, el lugar y momento de su origen, la tendencia del

falsificador, aún esperan solución.

Las nuevas investigaciones probablemente prestarán todavía mayor atención a la

crítica textual, sobre todo de la primera parte o "Confesión" de fe. Hasta donde las

evidencias a mano nos permiten juzgar, la falsificación de la "Constitutum" se

conoció primero, en el Imperio Francogermano. El manuscrito en existencia más

antiguo, ciertamente del siglo noveno, se escribió durante el Imperio

Francogermano. En la segunda mitad de ese siglo, el documento es mencionado

expresamente por tres escritores francogermanos. Ado, Obispo de Viena, habla de

él en su Crónica (De sex ætatibus mundi, ad an. 306, in P.L., CXXIII, 92); Æneas,

Obispo de París, se refiere a él en defensa de la primacía romana (Adversus

Græcos, c. el ccix, op. cit., CXXI, 758); Hincmar, Arzobispo de Reims, menciona la

donación de Roma al papa, por Constantino el Grande según la "Constitutum" (De

ordine palatii, c. el xiii, op. cit., CXXV, 998). El documento logró más amplia

circulación por su incorporación en las Falsas Decretales (840-850, o más

específicamente entre 847 y 852; Hinschius, Decretales Pseudo-Isidorianæ, Leipzig,

1863, pág. 249). En Roma, el documento no fue usado durante el noveno y décimo

siglos, tampoco en medio de los conflictos y dificultades de Nicolas I con

Constantinopla, cuando podría haber servido como un bienvenido argumento para

los derechos del Papa. El primer Papa que lo usó en un acto oficial, fue León IX; en

una carta de 1054 a Miguel Cærulario, Patriarca de Constantinopla, él cita la

"Donatio" para demostrar que la Santa Sede tuvo ambos poderes, uno temporal y

otro celestial, el sacerdocio real. De allí en adelante la "Donatio" adquiere más

importancia y se usa más frecuentemente como evidencia en los conflictos

eclesiásticos y políticos entre el papado y el poder secular. Anselmo de Lucca y el

Cardenal Deusdedit lo insertaron en sus colecciones de canones. Gracián, es

verdad, lo excluyó de su "Decretum", pero lo agregó pronto como "Palea". Los

escritores eclesiásticos en la defensa del papado durante los conflictos de principios

del duodécimo siglo, lo citaron como documento autorizado. (Hugo de Fleury, De

regiâ potestate et ecclesiasticâ dignitate, II; Placidus de Nonantula, De honore

ecclesiæ, c.c.p.. lvii, xci, cli,; Disputatio vel defensio Paschalis papæ, Honorius

Augustodunensis, De summâ gloriæ, c. xvii; cf. Mon. Germen. Hist., Libelli de lite, II,

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456, 591, 614, 635; III, 71). San Pedro Damiano también confió en el, en sus

escrituras contra el antipapista Cadalous de Parma (synodalis de Disceptatio

synodalis, in Libelli de lite, I, 88). Gregorio VII nunca citó este documento en su larga

lucha por la libertad eclesiástica contra el poder secular. Pero Urbano II lo usó en

1091 para apoyar sus demandas sobre la isla de Córcega. Después, los Papas

Inocencio III, Gregorio IX, Inocencio IV, tomó su autoridad para conceder a Inocencio

III, el Sermo de sancto Silvestro, (en P.L., CCXVII, 481 sqq.; Raynaldus, Annales, ad

an. 1236, n. 24; Potthast, Regesta, no. 11,848), y los escritores eclesiásticos

adujeron muchas veces su evidencia en favor del papado.

Los adversarios medievales de los papas, por otro lado, nunca negaron la validez de

esta apelación a la pretendida donación de Constantino, pero trataron de demostrar

que el fundamento de las deducciones legales se basaba en interpretaciones falsas.

La autenticidad del documento, como ya se declaró, no fue dudado por nadie antes

del decimoquinto siglo. Fue conocido por los griegos en la segunda mitad del

duodécimo siglo, cuando aparece en la colección de Teodoro Balsamon (1169 sqq.);

luego, otro canonista griego, Matthæus Blastares (aproximadamente 1335), lo

admitió en su colección. También aparece en otras obras griegas. Es más, fue muy

estimado en la Grecia Oriental. Es bien conocido que los griegos, exigieron, para el

Obispo de Nueva Roma (Constantinopla) los mismos derechos honoríficos que

aquéllos gozados por el Obispo de Roma Antigua. Ahora, en virtud de este

documento, reclamaban también para el clero bizantino, los privilegios y

prerrogativas dispensadas al papa y a los eclesiásticos romanos. En Occidente,

mucho tiempo después que su autenticidad fue disputada, en el decimoquinto siglo,

su validez fue aún levantada por la mayoría de canonistas y juristas que continuaron

a lo largo del decimosexto siglo, citándolo como auténtico. Y aunque Baronio e

historiadores antiguos, lo reconocieron como falsificación, ellos trataron de ordenar

otras autoridades, en defensa de su contenido, especialmente como memorias de

las donaciones imperiales. En tiempos posteriores, esto fue abandonado, por lo que

ahora , toda la "Constitutum", en forma y contenido, es considerada debidamente, y

en todo sentido: una falsificación.

Ver FALSAS DECRETALES; SILVESTRE I; ESTADOS DE LA IGLESIA; PODER

TEMPORAL.

El texto de la "Donatio" ha sido frecuentemente impreso, e.g. in LABBE, Concil., I,

1530; MANSI, Concil. col., II, 603; finally by GRAUERT (see below) and ZEUMER in

Festgabe für Rudolf von Gneist (Berlin, 1888), 39 sqq. See HALLER, Die Quellen zur

Geschichte der Entstehung des Kirchenstaats (Leipzig and Berlin, 1907) 241-250;

CENNI, Monumenta dominationis Pontificiæ (Rome, 1760), I, 306 sqq.; cf. Origine

della Donazione di Costantino in Civilta Cattolica, ser. V, X, 1864, 303 sqq. The

following are non-Catholic: ZINKEISEN, The Donation of Constantine as applied by

Page 28: Constantino El Grande

the Roman Church in Eng. Hist. Review (1894), IX, 625-32; SCHAFF, Hist. of the

Christ. Church (New York, 1905), IV, 270-72; HODGKIN, Italy and Her Invaders

(Oxford, 1899), VII, 135 sqq. See also COLOMBIER, La Donation de Constantin in

Etudes Religieuses (1877), XI, 800 sqq.; BONNEAU, La Donation de Constantin

(Lisieux, 1891); BAYET, La fausse Donation de Constantin in Annuaire de la Faculté

des lettres de Lyon (Paris, 1884), II, 12 sq.; DÖLLINGER, Papstfabeln des

Mittelalters (Munich, 1863), Stuttgart, 1890), 72 sqq.; HERGENRÖTHER,

Katholische Kirche und christlicher Staat (Freiburg im Br., 1872), I, 360 sqq.;

GENELIN, Das Schenkungsversprechen und die Schenkung Pippins (Leipzig, 1880),

36 sqq.; MARTENS, Die römische Frage unter Pippin und Karl dem Grossen

(Stuttgart, 1881), 327 sqq.; IDEM, Die falsche Generalkonzession Konstantins des

Grossen (Munich, 1889); IDEM, Beleuchtung der neuesten Kontroversen über die

römische Frage unter Pippin und Karl dem Grossen (Munich, 1898), 151 sqq.;

GRAUERT Die konstantinische Schenkung in Historisches Jahrbuch (1882), 3 sqq.

(1883), 45 sqq., 674 sqq. (1884), 117 sqq.; LANGEN, Entstehung und Tendenz der

konstantinischen Schenkungsurkunde in Historische Zeitschrift für Kirchenrecht

(1889), 137 sqq., 185 sqq.; BRUNNER, Das Constitutum Constantini in Festgabe für

R. von Gneist (Berlin, 1888), 3 sqq.; FRIEDRICH, Die konstantinische Schenkung

(Nördlingen, 1889); SCHEFFER-BOICHORST, Neuere Forschungen über die

konstantinische Schenkung in Mitteilungen des Instituts fürösterr. Geschichtsforsch.

(1889), 302 sqq. (1890), 128 sqq.; LAMPRECHT, Die römische Frage von Konig

Pippin bis auf Kaiser Ludwig den Frommen (Leipzig, 1889), 117 sqq.; LOENING, Die

Entstehung der konstantinischen Schenkungsurkunde in Histor. Zeitschrift (1890),

193 sqq.; BÖHMER, Konstantinische Schenkung in Realencyclopadie für prot. Theol.

(Leipzig, 1902), XI, 1 sqq.

J.P. KIRSCH Transcrito por Steven Fanning Traducido por José Luis Anastasio

http://ec.aciprensa.com/wiki/Donaci%C3%B3n_de_Constantino

http://www.mercaba.org/mediafire/cartel_manual_de_historia_de_la_iglesia.htm