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¿Continúa el siglo del corporatismo?* PHILIPPE C. SCHMITTER El siglo veinte será el siglo del corporatismo de la misma forma en que el siglo diecinueve fue el siglo del liberalismo… Mihaïl Manoïlesco Hasta tiempos recientes, la confiada predicción de Manoïlesco podía ser fácilmente descali- ficada como un ejemplo más de tendencia ideológica, pensamiento cargado de deseo y retóri- ca inflada de los treinta, una respuesta événementielle a un ambiente y un periodo peculiares (Manoïlesco, 1936). Con la derrota subsecuente del fascismo y el nacional-socialismo, el espec- tro del corporatismo no parecía seguir rondando el escenario europeo de manera tan fatalista. Por un tiempo, el concepto mismo fue retirado virtualmente del léxico activo de los políticos, aun cuando se le dejó como un objeto de exhibición conductual, por decirlo así, en algunos museos de prácticas atávicas como Portugal y España. En los últimos tiempos, sin embargo, el espectro se encuentra de nuevo entre nosotros (verbalmente al menos), rondando las preocupaciones de los científicos sociales contem- poráneos con creciente frecuencia y bajo múltiples apariencias. Casi cuarenta años después de que Manoïlesco (1936:7) declarara que “el curso inevitable del destino implica la trans- formación de todas las instituciones sociales y políticas de nuestros tiempos en dirección del corporatismo”, quizá deberíamos nuevamente tomar su predicción con seriedad y ave- riguar si acaso siguiéramos en el siglo del corporatismo —y apenas comenzamos a darnos cuenta. Los propósitos de este ensayo son explorar los diversos usos del concepto de corporatismo, para sugerir una definición operacional de éste como un sistema particular moderno de repre- sentación de intereses; discutir la utilidad de distinguir subtipos de desarrollo y prácticas cor- porativas y, finalmente, presentar algunas hipótesis generales para “explicar” el contexto pro- bable de su emergencia y persistencia. 613 Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual

Continúa el siglo del corporativismo? Schmitter

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corporativismo en el siglo xxi

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  • Contina el siglo del corporatismo?*PHILIPPE C. SCHMITTER

    El siglo veinte ser el siglo del corporatismo de la misma forma en que elsiglo diecinueve fue el siglo del liberalismo

    Mihal Manolesco

    Hasta tiempos recientes, la confiada prediccin de Manolesco poda ser fcilmente descali-ficada como un ejemplo ms de tendencia ideolgica, pensamiento cargado de deseo y retri-ca inflada de los treinta, una respuesta vnementielle a un ambiente y un periodo peculiares(Manolesco, 1936). Con la derrota subsecuente del fascismo y el nacional-socialismo, el espec-tro del corporatismo no pareca seguir rondando el escenario europeo de manera tan fatalista.Por un tiempo, el concepto mismo fue retirado virtualmente del lxico activo de los polticos,aun cuando se le dej como un objeto de exhibicin conductual, por decirlo as, en algunosmuseos de prcticas atvicas como Portugal y Espaa.

    En los ltimos tiempos, sin embargo, el espectro se encuentra de nuevo entre nosotros(verbalmente al menos), rondando las preocupaciones de los cientficos sociales contem-porneos con creciente frecuencia y bajo mltiples apariencias. Casi cuarenta aos despusde que Manolesco (1936:7) declarara que el curso inevitable del destino implica la trans-formacin de todas las instituciones sociales y polticas de nuestros tiempos en direccindel corporatismo, quiz deberamos nuevamente tomar su prediccin con seriedad y ave-riguar si acaso siguiramos en el siglo del corporatismo y apenas comenzamos a darnoscuenta.

    Los propsitos de este ensayo son explorar los diversos usos del concepto de corporatismo,para sugerir una definicin operacional de ste como un sistema particular moderno de repre-sentacin de intereses; discutir la utilidad de distinguir subtipos de desarrollo y prcticas cor-porativas y, finalmente, presentar algunas hiptesis generales para explicar el contexto pro-bable de su emergencia y persistencia.

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    Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual

  • IEl primer paso, propongo, es rescatar el concepto de corporatismo de entre los varios usosde ste que se han colado en la literatura y que (me) parecen hacer ms por disolver o disfra-zar, que por reforzar su utilidad. Por un lado, se ha hecho un fenmeno de fronteras tan vagasque, como el clientelismo, puede ser encontrado en todas partes y, por tanto, en ninguna estde manera clara. Por otro lado, ha sido asociado tan estrechamente a una sola cultura poltica,de configuracin del tipo rgimen o macro social, que el concepto se convierte, en el mejorde los casos, en especialmente descriptivo, ms que comparativamente analtico.

    Sin duda, la tarea ms difcil es despojar al concepto de su tono e implicaciones peyorati-vas. Esto se hace aun ms difcil por el hecho de que (a diferencia de los treinta) en la actua-lidad hay muy pocos regmenes que abierta y orgullosamente se pronuncian a s mismos comocorporativos. Es tentador por tanto, descubrir y denunciar como coporativistas, prcticas quelos regmenes condenan o promueven bajo otras etiquetas, tales como participacin, plani-ficacin colaborante, representacin mixta, y consulta permanente. Por otra parte, si al cor-poratismo se le deja el significado simple de comportamiento de grupos o sistemas de intersque no me gustan o es utilizado como sinnimo de eptetos tales como fascista y represi-vo, puede entonces hacerse de poca o nula utilidad para los propsitos de comparacin sis-temtica. Esto no quiere decir que, a quienes usan el concepto, se les deba prohibir de algu-na forma el expresar frases valorativas o fuertes reacciones normativas respecto a su papel oconsecuencias. He estudiado varios sistemas corporativos y he llegado a juicios personales bas-tante firmes acerca de cada uno de ellos. Pero espero que aquellos que estn en desacuerdocon su deseabilidad, puedan por lo menos llegar a algn acuerdo previo acerca de los referen-tes empricos que identifican su estructura y comportamiento bsicos. Pueden entonces deba-tir en cuanto los costos y beneficios y los beneficios y males que produce.

    He encontrado til en este trabajo el considerar al corporatismo como un sistema de repre-sentacin de intereses y/o actitudes, un arreglo institucional modal o ideal-tpico particular paravincular los intereses organizados de manera asociativa de la sociedad civil, con las estructu-ras de decisin del Estado. Como tal, ste es una de las muchas posibilidades de configuracinmodernas de la representacin de intereses, de las cuales, el pluralismo es quiz la alternativamejor conocida y ms frecuentemente reconocida (pero hablaremos de ello ms delante).

    Restringir el concepto, por decirlo as, para hacer referencia slo a un conjunto concreto yespecfico de prcticas o estructuras institucionales que involucren la representacin (o falsarepresentacin) de intereses grupales empricamente observables, tiene un nmero importan-te de implicaciones. stas diferencian tajantemente mi utilizacin preferida del trmino dediversos usos dados por otros a la misma etiqueta conceptual.

    En primer lugar, al definir el corporatismo en trminos de su praxis, el concepto se libera desu empleo en cualquier ideologa o sistema de ideas particular1. Mientras que, como se harmanifiesto en secciones posteriores de este ensayo, estoy bastante interesado en los argumen-tos presentados por proponentes particulares del corporatismo moderno o neocorporatismo, milectura de su uso en la historia reciente de las ideas sugiere que una extraordinaria variedad detericos, idelogos y activistas lo han defendido por diversos motivos, intereses y razones.

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • Tales tericos, idelogos y activistas van desde los intelectuales romnticos y orgnicos delEstado como Friedrich Schlegel, Adam von Mller, G. W. Friedrich Hegel y Rudolf Kjellen, hastalos pre-marxistas y protosocialistas como Sismondi, Saint-Simn y Proudhon; pasando por elpensamiento social cristiano, ticamente tradicionalista de Wilhelm von Ketteler, Karl vonVogelsang, el Marqus de la Tour de Pin, Albert de Mun y, por supuesto, los papas Len XIII yPo XI; por el autoritarismo fascista de Giuseppe Bottai, Guido Bartolotto, Giuseppe Papi yFrancesco Vito; por el nacionalismo secular modernizante de Mihal Manolesco; por el solida-rismo burgus radical (en el sentido francs) de Len Duguit, Joseph-Paul Boncour, GeorgeRenard y Emile Durkheim; por el universalismo mstico de Ottmar Spann; por el funcionalismointernacionalista de Giuseppe de Michelig y David Mitrany; por el integrismo reaccionario pseu-docatlico de Charles Maurras, Oliveira Salazar, Marcello Caetano y Jean Brthe de la Gressaye;por el reformismo tecnocrtico procapitalista de Walter Rathenau, Lord Keynes y A. A. Berle Jr.;por el sindicalismo anticapitalista de Georges Sorel, Sergio Panunzio, Ugo Spirito, EdmondoRossoni, Enrico Corradini y Gregor Strasser; por el socialismo gremial de G. D. H. Cole, el jovenHarol Laski, S. G. Hobson y Ramiro de Maeztu; por el comunitarismo o socialismo burgus deun Franois Perroux o un Henri de Man por no mencionar a aquellos de sus defensores con-temporneos como Bernard Crick, W. H. Ferry, Pierre Mendes-France y David Alter.

    Todos ellos y la lista de ninguna manera est completa, ni las agrupaciones arriba men-cionadas se distinguen de manera tajante2, han convergido en la defensa de una relacininstitucional entre los sistemas de la toma autoritaria de decisiones y la representacin de inte-reses que puede ser considerada como genricamente corporatista por mi definicin praxiol-gica (y definida frecuentemente como tal por los mismos autores), aun cuando conceban aeste arreglo como uno capaz de involucrar estructuras radicalmente diferentes de poder einfluencia, beneficiar a clases completamente distintas, y promover polticas pblicas diametral-mente opuestas.

    Un estudioso francs del corporatismo describi la situacin muy adecuadamente al decir que:

    El ejrcito de los corporatistas es tan dispar que uno es conducido a pensar que la palabracorporacin es ella misma una etiqueta puesta sobre una gran cantidad de botellas que luegoson distribuidas entre diversos productores, cada uno de los cuales las llena con la bebida desu preferencia. El consumidor debe mirar cuidadosamente (Baudin, 1942:4-5).

    La situacin se confunde aun ms por el hecho de que muchos de los tericos contempo-rneos, idelogos y activistas distribuyen la misma bebida utilizando otras etiquetas.

    El corporatismo no slo es definido como una ideologa (o peor, como unaWeltanschauung) difcil de precisar en un conjunto central de valores o creencias y aun msdifcil de asociar con las aspiraciones de un grupo social especfico, sino que virtualmente todaslas investigaciones empricas detalladas de la praxis corporatista han mostrado que su desem-peo y comportamiento varan considerablemente (si no es que se oponen diametralmente)respecto a las creencias manifestadas por sus defensores verbales. Como observara otro acad-mico francs de los cuarenta (l mismo un defensor del corporatismo sa manire), la reali-dad del corporatismo existente es, sin duda, infinitamente menos seductora que la doctrina(Murat, 1944:206)3. Las conceptualizaciones contemporneas del corporatismo basadas exclu-

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  • sivamente en los motivos y metas explcitas de los actores o sus apologistas tienden slo a ofus-car esta menos que seductora realidad en la praxis.

    En breve, encuentro que existe simplemente demasiada variedad normativa e hipocresaconductual en el uso de la etiqueta ideolgica corporatista como para hacerla un instrumentooperacionalmente til para el anlisis comparativo.

    Tampoco encuentro muy productivo el considerar al corporatismo como una parte exclusi-va de un producto distinto de una cultura poltica particular, especialmente una vinculada aalgn rea geogrficamente circunscrita tal como la Pennsula Ibrica4 o el Mediterrneo5. Estaaproximacin del corporatismo no slo corre a contrapelo de las crticas usuales (y, en mivisin, bien fundamentadas) surgidas en contra de la mayora, si no de todas, las explicacio-nes6 poltico-culturales especialmente contra aquellas basadas en evidencia anecdtica yrazonamiento circular7 sino que tambin es completamente incapaz de explicar por qu con-figuraciones y comportamiento similares en las polticas de inters han emergido y persistidoen una gran variedad de situaciones culturales, extendindose desde el norte de Europa y atra-vesando el Mediterrneo hasta lugares tan exticos como Turqua, Irn, Indonesia y Taiwn,para nombrar algunos. Esta forma de pseudoexplicacin tampoco puede contribuir mucho aresponder a la pregunta de por qu, aun dentro del supuesto terruo de tal ethos, esto es, lapennsula ibrica y sus fragmentos, el corporatismo se ha fortalecido y debilitado durantediversos perodos histricos. Debemos creer que la cultura poltica es una especie de varia-ble grifo que se abre de vez en cuando para producir un sistema diferente de representacinfuncional? Podramos tambin preguntar, por qu las sociedades que supuestamente compar-ten el mismo ethos general exhiben tan amplia diversidad de valores en los grupos de inters,prcticas y consecuencias? Segn todas las normas empricamente disponibles, Espaa es mscatlica que Portugal, Colombia ms que Brasil, pero aun as en cada caso, es el ltimo el queposee, con mucho, el sistema ms corporatista. En el mejor de los casos, entonces, los argu-mentos culturalistas deben ser complementados ampliamente para dar cuenta de tales desvia-ciones embarazosas en cuanto a resultados.

    Finalmente, dado que aquellos que han propuesto tal explicacin tambin tienden a hacergran nfasis en la ideologa (ocasionalmente aun aceptando la palabra como hecho), podra-mos preguntarnos por qu los ms importantes idelogos del corporatismo no provienen deesta parte del mundo. Una rpida mirada a la bibliografa anexa a este ensayo, que admitimosincompleta, mostrar que los orgenes intelectuales del corporatismo son predominantementealemanes, belgas, franceses y austriacos y, secundaria y tardamente, ingleses, italianos y ruma-nos. Aquellos que defendieron al corporatismo en las reas ibrica y latinoamericana, directay descaradamente importaron sus ideas del extranjero. El corporatismo moderno, no medieval,fue difundido al rea ibrico-mediterrnea, no creado en ella8.

    Otra tendencia que ha surgido en discusiones recientes del corporatismo, es definir, o aunmejor, subsumirlo en alguna configuracin poltica ms amplia tal como el Estado orgnicoo el rgimen autoritario9. El concepto de Estado orgnico va en contra de muchas de lascrticas de vaguedad de definicin, falta de potencial especificidad emprica, y circularidad dela argumentacin que han sido tratadas arriba en la aproximacin poltica cultural. Ms impor-tante an, es el que no logre tomar en cuenta el hecho histrico de que muchos Estados org-

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • nicamente concebidos no estaban compuestos por subunidades corporatistas, sino construi-dos sobre una gran variedad de rganos que iban desde las curies y phratries de la antiguaciudad de Fustel de Coulange (1872), a los rdenes metlicos de excelencia moral en la orga-nizacin poltica de Platn10 pasando por los sistemas de tres a cinco propiedades de diver-sos anciens rgimes (Lousse, 1943), las falanges de Fourier (1829); las rgions de Robert LaFont(1967) e incluso por las comunidades autnomas, plurales de Percival, o Paul Goodman (1947)o Gar Alperovitz (1973). Si aceptamos que una caracterstica especial del corporatismo moder-no (como ideologa y como prctica) concierne al papel de asociaciones funcionales de inte-rs, entonces ste es slo una de las muchas unidades estructurales posibles, por ejemplo, fami-liar, territorial-comunitario, moral, religioso, produccionista, etctera, que pueden aportar alestablecimiento de un Estado orgnico. Enfatizar estas macro caractersticas aporta poco a laespecificacin de las relaciones concretas de autoridad, influencia y representacin, a excep-cin de diferenciarlas de nociones igualmente vagas como la de Estado mecnico.

    La relacin del corporatismo en la poltica de inters con un tipo especfico global de rgi-men poltico es un asunto mucho complicado (y en mi visin, ms interesante). Por razonesque se harn, espero, visibles en el curso de este ensayo, he encontrado ms til el definirlocomo un sistema general concreto, observable de representacin de intereses, compatiblecon diversos tipos de rgimen, i.e., con diferentes sistemas partidistas, variedades de ideologade dominacin, niveles de movilizacin poltica, diversos alcances de la poltica pblica, etc.Intentar entonces especificar distintos subtipos de representacin corporatista, que parecen te-ner cuando menos una afinidad electiva por, si no es que como elementos definitorios esen-ciales de tipos especficos de rgimen durante perodos especficos de su desarrollo11.

    Una tendencia ms en la discusin rediviva del corporatismo que difiere de aquella aqu pro-puesta, es la que subsume el concepto no en uno ms amplio de cultura poltica regional, formade Estado o tipo de rgimen, sino en alguna caracterstica macro-social tal como la presencia deestigmas visibles (Rogoswski y Wasserspring, 1971), o la existencia zuile, lager o familles spiri-tuelles12 determinadas religiosa, ideolgica o lingsticamente. Aqu el problema es simplemen-te que las sociedades estigmatizadas o con estructuras verticales exhiben grados completamen-te diferentes de corporatismo en el sentido usado aqu, y que, a la inversa, muchos sistemasaltamente corporatizados de representacin de intereses existen en sociedades que no tienenmarcada estigmatizacin visual o estructuras sociales y culturales verticales. Suecia est nomenos corporatizada debido a su falta de ambas dimensiones13; Blgica no lo est ms debidoa que sufre de ambas14. Estas son dimensiones interesantes y sobresalientes de las sociedades,en y por s mismas, pero no parecen tener ninguna relacin estrecha con el fenmeno sobre elque sugiero enfoquemos nuestra atencin con el concepto de corporatismo.

    En el estado presente de anarqua nominalista que prevalece en la disciplina, es absurdopretender que los acadmicos de alguna manera se reunirn en torno a una conceptualiza-cin particular, rechazar usos alternativos del trmino y, por tanto, convenir en no convenirbasados en una definicin lexicogrfica comn. Lo nico que podemos esperar de una discu-sin introductoria como sta, puede ser el ganar algunos nuevos adeptos a un uso ms espe-cfico y limitado del concepto de corporatismo y llamar la atencin del lector hacia el que unagran cantidad de lo que se ha escrito recientemente acerca del corporatismo y lo que ser dis-cutido subsecuentemente en este ensayo puede no ser de mutua relevancia en absoluto.

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  • II

    Tras rechazar una serie de usos alternativos del concepto de corporatismo y expresar pre-ferencia por una especificacin ms limitada empricamente, enfocada en un conjunto de carac-tersticas observables de manera relativamente directa, y distinguibles en lo institucional queinvolucran la prctica concreta de la representacin de intereses, me incumbe ahora mostrartal especificacin conceptual:

    El corporatismo puede ser definido como un sistema de representacin deintereses en el cual las unidades constitutivas se organizan en un limitado nme-ro de categoras singulares, compulsorias, no concurrentes, ordenadas jerrqui-camente y diferenciadas funcionalmente, reconocidas y autorizadas (si no es quecreadas) por el Estado, y a las que se les concede un explcito monopolio de larepresentacin dentro de sus respectivas categoras a cambio de observar cier-tos controles en la seleccin de sus lderes y en la articulacin de sus demandasy apoyos15.

    Obviamente, una definicin tan elaborada es una descripcin ideal-tpica16, un constructoheurstico y lgico-analtico integrado por una variedad considerable de componentes terica ohipotticamente interrelacionados. Ningn sistema existente empricamente de representacinde intereses puede reproducir perfectamente todas estas dimensiones, aunque dos casos que heestudiado en detalle (Brasil y Portugal) parecen estar bastante cerca17. Mientras que esta gestalto sndrome completo no es susceptible de medicin directa, los componentes propuestos pue-den ser evaluados fcilmente, si no es que cuantificados de inmediato. La investigacin detalla-da respecto a la medida en la cual un sistema dado de representacin est limitado en cuantoal nmero de unidades componentes, es compulsorio en cuanto a membresa, no concurrenteentre sectores compartamentalizados, ordenado jerrquicamente en su estructura interna, reco-nocido o certificado en alguna forma de jure o de facto por el Estado, exitoso en el ejercicio delmonopolio representacional dentro de categoras funcionalmente determinadas y sujetas a con-troles formales o informales en la seleccin de lderes y articulacin de intereses, no slo nospermitir distinguir a qu tipo de sistema de intereses pertenece, sino tambin puede ayudar-nos a medir el grado al cual estas dimensiones mltiples estn relacionadas tanto emprica comolgicamente. Es por supuesto, bastante concebible en esta etapa temprana de la investigacinen estos asuntos, el que, lo que he encontrado como un conjunto de prcticas institucionalesinterrelacionadas que se combinan en un sistema moderno delimitado, altamente covariante yresistente de representacin de intereses, pueda estar bastante limitado en su mbito de aplica-cin, por ejemplo, slo a los regmenes autoritarios ibricos, o restringido nicamente a un sub-tipo del corporatismo tales como los establecidos artificialmente desde arriba por el Estado.

    Un propsito en el desarrollo de este elaborado modelo general, ms all de describir elcomportamiento de un cierto nmero de sistemas polticos que me han interesado, es ofreceral analista poltico una alternativa explcita al paradigma de la poltica de inters que ha domi-nado completamente hasta el momento la disciplina de la ciencia poltica norteamericana: elpluralismo. Mientras que un nmero considerable y una amplia variedad de acadmicos hadescubierto que el pluralismo (y con l, el tipo de rgimen liberal democrtico al que estestrechamente asociado) puede ser de poca utilidad para la descripcin de la estructura y com-

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • portamiento probables de los sistemas de grupos de inters en formas de gobierno contempo-rneas, y mientras algunos han llegado a sugerir que ya no podr ser de mucha utilidad al apli-carse a las prcticas de regmenes industriales avanzados, pocos, si es que alguno de estos aca-dmicos, han propuesto un modelo alternativo o de contraste de las modernas relacionesrepresentativas entre asociaciones y Estado. La mayora simplemente lamentan el fin o dege-neracin del pluralismo y abogan por su regreso18, su reemplazo con alguna democracia jur-dica (Lowi, 1969) ms formalista, autoritativa (si es que no autoritaria), o su peridico boule-versement por movimientos sociales espontneos (Lowi, 1971).

    El pluralismo y el corporatismo comparten un cierto nmero de presupuestos bsicos, comohara casi todo modelo de la poltica moderna de inters que aspire a ser realista: 1) la crecien-te importancia de las unidades de representacin formal de la asociacin; 2) la persistencia yexpansin de intereses funcionalmente diferenciados y potencialmente conflictivos; 3) el flore-ciente rol de los cuadros administrativos permanentes, de la informacin especializada, delsaber tcnico, y consecuentemente de la oligarqua establecida; 4) la cada en importancia dela representacin territorial y partidaria; 5) la tendencia secular hacia la expansin en el mbi-to de la poltica pblica; y 6) la interpenetracin de los campos de decisin privados y pbli-cos. No obstante esta extensa rea de mutuo acuerdo, el pluralismo difiere notoriamente delcorporatismo como respuesta ideal-tpica a estos hechos de la vida poltica moderna.

    El pluralismo puede ser definido como un sistema de representacin de inte-reses en el que las unidades constitutivas estn organizadas en un nmero noespecificado de categoras mltiples, voluntarias, competitivas, ordenadas sinjerarqua y auto-determinadas (en cuanto al tipo o mbito de inters), que notienen licencia especial, reconocimiento, subsidio o intervencin en su creacin,o controladas de alguna manera en la seleccin de su liderazgo o articulacinde intereses, por parte del Estado, y que no ejercen un monopolio de la activi-dad de representacin dentro de sus respectivas categoras.

    Los practicantes del corporatismo y del pluralismo estaran fcilmente de acuerdo conJames Madison en que entre las numerosas ventajas prometidas por un sindicato biencimentado, ninguna merece ser desarrollada con ms cuidado que su tendencia a romper ycontrolar (nfasis mo) la violencia de la faccin. Estaran tambin de acuerdo en que dara todos los ciudadanos las mismas opiniones, las mismas pasiones y los mismos intereseses... tan impracticable como [suprimirlos todos de una vez] sera imprudente. En dondeempezaran ambos tipos de practicantes a diverger es en la afirmacin siguiente de Madisonde que es en vano decir que los hombres de Estado iluminados seran capaces de ajustaresos intereses enfrentados y hacerlos servir al bien pblico. Los corporatistas, basando su fesea en la sabidura superior de un lder autoritario, sea en la visin iluminada de los plane-adores tecnocrticos, creen que tal unidad pblica podra ser lograda y mantenida. Suesquema de representacin, para usar la feliz frase de Madison, en lugar de ampliar elnmero de ciudadanos y la esfera de los intereses, los comprimira en un conjunto fijode categoras verticales representando cada una las funciones interdependientes de un todoorgnico. La metfora de Madison era ms mecnica y ms dinmica. Por tanto, estaba me-nos apasionado acerca de limitar y ordenar las fuentes de divisin sea desde arriba porimposicin, o desde abajo por eliminacin. Los corporatistas de cualquier tipo expresan con-

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  • fianza en que un estadista iluminado (o un Estado iluminado) puede cooptar, controlar ocoordinar no slo a las ms frvolas y vanidosas pasiones y excitar sus ms violentos con-flictos, sino tambin a las fuentes ms comunes y duraderas de escisin... la distribucindiversa y desigual de la propiedad19.

    En suma, pluralistas y corporatistas a la vez reconocen, aceptan e intentan lidiar con la cre-ciente diferenciacin estructural y la diversidad de intereses de las formas modernas de gobier-no, pero ofrecen remedios polticos opuestos e imgenes divergentes de la forma institucionalque tomar tal sistema moderno de representacin de intereses. Los primeros sugieren la for-macin espontnea, la proliferacin numrica, la extensin horizontal y la interaccin compe-titiva; los segundos defienden la emergencia controlada, la limitacin cuantitativa, la estratifica-cin vertical y la interdependencia complementaria. Los pluralistas colocan su fe en el balan-ce cambiante de las fuerzas mecnicamente intersecadas, los corporatistas hacen un llamado alajuste funcional de un todo orgnicamente interdependiente.

    Las limitaciones de tiempo y espacio me impiden desarrollar an ms esta idea, pero tengola sospecha de que estos dos sndromes contrastantes pero no diametralmente opuestos noagotan los posibles tipos alternativos del sistema moderno de representacin de intereses.

    Por ejemplo, la experiencia sovitica sugiere la existencia de un modelo monista quepodra ser definido como:

    un sistema de representacin de intereses en el cual las unidades constitutivas estnorganizadas en un nmero fijo de categoras singulares, ideolgicamente selectivas, no-competitivas, funcionalmente diferenciadas y jerrquicamente ordenadas, creadas, sub-sidiadas y autorizadas por un solo partido y a las que se les concede un rol de repre-sentacin dentro de ese partido y frente al Estado a cambio de observar ciertos contro-les en la seleccin de sus lderes, la articulacin de sus demandas y movilizacin porapoyo.

    Mucho ms difcil de especificar, en trminos de las dimensiones componentes que hemosvenido utilizando para las otras tres, debido a su naturaleza radical y utpica, es la alternativasindicalista. Esbozada apenas por algunos tericos (muchos de los cuales posteriormente seharan corporatistas) este proyectado modelo parece rechazar o buscar transformar substancial-mente muchas de las caractersticas dadas del proceso poltico moderno en mayor o menorgrado aceptado o aun promovido por los otros tres sndromes. No obstante, una breve descrip-cin de sus caractersticas se ofrecer ms delante, en parte debido a que ha emergido con cre-ciente frecuencia (si no es que especificidad) en discusiones recientes acerca de la participa-cin y la representacin20, y en parte porque parece redondear, en trminos lgicos, las posi-bilidades de combinacin de las variables utilizadas para definir a los otros tres tipos.

    El sindicalismo podra ser definido como un sistema de agregacin de intere-ses (ms que una representacin) en el cual las unidades constitutivas son unnmero ilimitado de categoras singulares, voluntarias, no competitivas (o mejor,protegidas), ordenadas sin jerarquizar o funcionalmente especializadas, sin reco-nocimiento, creacin o licencia por el Estado o partido, sin controles estatales o

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • partidistas en la seleccin de sus lderes o en la articulacin de intereses, sin elejercicio del monopolio de la re-presentacin, sino resolviendo sus conflictos ydistribuyendo con autoridad sus valores de manera autnoma sin la interferen-cia estatal.

    Con este ltimo modelo de definicin hemos avanzado cierta distancia respecto a nuestraexplcita limitada preocupacin por especificar las caractersticas del corporatismo como un sis-tema distinto y auto-sostenido de representacin de intereses, y de no confundirlo con un sis-tema entero de dominacin poltica. Sin embargo, esta excursin ha servido para recordarnosque el proceso de capturar, organizar y articular las demandas de la sociedad civil, al igual queaqullos de recibir, interpretar, y aun aplicar las coordinaciones imperativas del Estado es sloparte del proceso poltico, y por tanto inteligible solamente en propsito y consecuencia cuan-do se le considera en relacin con otros subsistemas polticos y configuraciones totales de rgi-men. Este conjunto ms amplio de preocupaciones, irnicamente nos lleva a la consideracinde posibles subtipos de corporatismo.

    III

    No sera difcil ilustrar que la connotacin estructural del corporatismo ofrecida ms arribadescribe adecuadamente el sistema de representacin de intereses de un gran nmero de pa-ses, incluyendo muchos cuyos sistemas polticos globales difieren notoriamente con todo yel lamentable estado de nuestro conocimiento emprico. Por tanto, se ha argumentado v se hamostrado de manera bastante convincente, que Suecia (Elvander, 1966; Anton, 1969; Ruin,1972; Huntford, 1972 y Meijer, 1969:103-116), Suiza (Huber, 1964:106), los Pases Bajos(Kraemer, 1966 y Windmuller, 1969), Noruega (Rokkan, 1966:105-106), Dinamarca (Keller,1968:169-170), Austria (Diamant, 1960; Lembruch, 1967 y Engelmann, 1962:651-620), Espaa(Linz, 1970a, 1970b:146-183; Linz y de Miguel, 1966 y Witney, 1964), Portugal (Schmitter,1973b), Brasil (Schmitter, 1973a), Chile (Menges, 1966:343-365 y Petras, 1969:199-203, 209-219),Per (Cotler, 1972:3-12), Grecia (Legg, 1969), Mxico (Scott, 1959), y Yugoslavia21 tienen, conmucho, asociaciones de intereses singulares, no-competitivas, ordenadas de manera jerrquica,compartamentalizadas sectorialmente que ejercen el monopolio de la representacin y aceptan(de jure o de facto) limitaciones gubernamentalmente impuestas o negociadas en el tipo delderes que eligen y en el alcance e intensidad de las demandas que hace rutinariamente alEstado22. Como resultado, tales asociaciones han logrado un estatus cuasi-legal y un derechoprescriptivo a hablar por sus segmentos de la poblacin. Influyen en el proceso de gobiernodirectamente, sin pasar por el [parlamento]. Son agentes de autoridad, representan al Estado ensectores completos de la vida social, y se les han delegado deberes que en sentido estricto per-tenecen al servicio civil (Huntford, 1972: 86). La sntesis anterior se aplica especficamente aSuecia, pero sirve tambin para describir ampliamente a los pases arriba citados y sin dudaa muchos otros por ser investigados todava.

    Tal demostracin de amplia identidad estructural tiene la virtud de desmentir, si no esque de despojar a algunas de estas formas de gobierno de las etiquetas pluralistas que hanadquirido un prestigioso ttulo que usualmente se les concede por ninguna otra raznque por la mera existencia de una multitud de intereses organizados. Tambin puede ser-

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  • vir para cuestionar la relevancia de muchas supuestas propiedades asociadas con el plu-ralismo y de las que se asume por tanto, que se aplican a estas formas de gobierno: com-petencia dentro de los sectores, y por ende responsabilidad respecto a la membresa; pre-siones diversas y traslape, y por ende vacilacin y moderacin en las demandas; compe-tencia abierta entre sectores de intereses, y por ende soluciones incrementales y equitati-vas; penetracin y subordinacin de los partidos polticos, y por ende metas partidariasampliamente agregativas, baja disciplina partidista y ausencia de fuertes ideologas de par-tido; ausencia de jerarquas estables de influencia organizativa, y por tanto irrelevancia dela clase o la lite gobernante como categoras polticas; bajo umbral de entrada en el pro-ceso de gobierno, y por tanto la asignacin de roles clave a grupos potenciales y ausen-cia de favoritismos o exclusiones sistemticas; importancia central a las presiones sobre lascmaras de representantes, y por tanto, concentracin de la atencin sobre el parlamento;la suposicin de que las iniciativas polticas son producidas por la actividad de grupodesde abajo, y por tanto roles pasivos asumidos por parte del ejecutivo estatal y las bu-rocracias administrativas; amplia dispersin de los recursos polticos, y por tanto, inexis-tencia de grupos omnipotentes con posibilidad de veto, ni elementos marginales despoja-dos de todo poder; y finalmente, simple multiplicidad de intereses y libre asociacin queaseguran la emergencia espontnea de fuerzas de contrapeso, y por tanto una tendenciageneral hacia la homeostasis o equilibrios cambiantes23. Los sistemas corporatistas puedenarreglrselas para lograr y mantener resultados similares de moderacin en las demandas,soluciones negociadas, liderazgo responsable, desideologizacin, participacin inclusiva,equilibrio en el poder y balance homeosttico, pero no pueden hacerlo a travs del pro-ceso que los tericos y analistas del pluralismo han enfatizado. Por ejemplo, en los estu-dios que he conducido acerca de un tipo de corporatismo, he encontrado que caracters-ticas del proceso tales como agendas preestablecidas de los temas a discusin, cooptacinde lderes, compartamentalizacin de las polticas verticales o sectoriales; institucionaliza-cin permanente del acceso; juridizacin o legalizacin de los conflictos de grupo a tra-vs de cortes laborales o administrativas, planeacin tecnocrtica y distribucin de recur-sos por el Estado; desarrollo extensivo de agencias paraestatales funcionalmente especiali-zadas; una cultura poltica que enfatiza el formalismo, el consenso, y las continuas nego-ciaciones; una relacin simbitica con las prcticas clientelistas y patrimonialistas en algu-nas reas temticas y niveles de gobierno; estrechamiento deliberado y encapsulacin delos pblicos relevantes; uso peridico y sistemtico de la represin fsica y la intimida-cin anticipatoria y, finalmente, el establecimiento de lo que Dahrendorf llam un cartelde la ansiedad entre lites restringidas que representan el vrtice de los rdenes o cor-poraciones jerrquicamente diferenciadas contribuy a la persistencia y viabilidad de esossistemas aun a lo largo de extensos perodos de cambio econmico y social y al enfren-tarse con crisis polticas agudas inducidas desde el exterior. Aun cuando las comparacio-nes de longevidad institucional son difciles de hacer, no veo que haya ninguna evidenciade que los sistemas corporatistas de cualquier tipo sean menos estables o ms cortos quelos pluralistas. Hay, sin embargo, fuerte evidencia de que funcionan de manera muy dife-rente y frecuentemente para producir resultados en general similares.

    Este esbozo de un modelo igualmente elaborado y alternativo al pluralismo podra parecera algunos ser por s mismo suficiente justificacin para este ejercicio, pero la mayora de loslectores sentirn una vaga sensacin de que falta algo, si no es que d aguda incomodidad.

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • Despus de todo, Suecia no es Portugal y Suiza no es Grecia; y aun as, ah estn todos ellosignominiosamente agrupados juntos bajo el mismo rubro.

    La razn de esta sensacin de insatisfaccin latente (y en algunos casos, manifiesta) descan-sa sin duda en el espacio de la distincin conceptual que he hecho entre corporatismo y plu-ralismo. Mientras que ste podra ser un paso preliminar indispensable en la clasificacin delos sistemas de inters, especialmente la ubicuidad y el prestigio de la etiqueta pluralista, esste un paso que todava, para usar la expresin de Sartori no ayuda a viajar bien (does nottravel well), o mejor, viaja muy lejos demasiado fcilmente. Si nuestro objeto de investigacinno es hacer comparaciones universalizantes suprahistricas, sino explorar las hiptesis derango medio que son explcitamente calificadas de acuerdo con el espacio cultural, histrico yaun geogrfico, debemos entonces proceder ms all, per genus et deifferentiam, en nuestroviaje taxonmico. Debemos, en suma, desarrollar la nocin de posibles subtipos de polticasde inters corporatistas (al igual que, por supuesto, deberamos hacer con las pluralistas, aun-que esto no lo intentaremos aqu)24.

    El terico corporatista ms original y estimulante, Mihal Manolesco, provey la distincinclave entre dos diferentes subtipos. Uno que llam corporatisme pur, en el que la legitimidad yel funcionamiento del Estado dependan primaria o exclusivamente de la actividad de corpora-ciones de representacin singulares, no-competitivas, ordenadas jerrquicamente. En contraste,llam al segundo corporatisme subordonn, en el que corporaciones estructuradas de manerasimilar eran creadas y mantenidas como rganos auxiliares y dependientes del Estado que fun-daba su legitimidad y funcionamiento efectivo sobre otras bases (1936:92)25. Esta distincin radi-cal que involucra, como veremos, no slo la naturaleza del poder y las razones de influencia,sino tambin el patrn de desarrollo por el cual emerge el corporatismo, ha sido reiterada, expan-dida, y discutida largamente por los tericos corporatistas portugueses, por quienes los dos sub-tipos fueron etiquetados corporativismo de associo y corporativismo de Estado26. Para nuestrospropsitos, podramos etiquetar al primero, autnomo y penetrante, como corporatismo social, yal segundo, dependiente y penetrado, como corporatismo de Estado.

    Algunas pistas de los elementos estructurales y conductuales que diferencian estos dos sub-tipos de corporatismo, pueden encontrarse en nuestra connotacin global inicial, o msespecficamente, en lo que deliberadamente no ha sido incluido en esa definicin.

    1) Nmero limitado: no indica si es establecido por procesos de arreglos entre asociacio-nes, por carteles polticos diseados por los participantes previamente existentes paraexcluir a los recin llegados, o por restriccin gubernamental deliberada.

    2) Singular: no indica si el resultado espontneo de la cooptacin o eliminacin de lacompetencia es obtenido por las asociaciones sobrevivientes, o por una erradicacinimpuesta por el Estado de las asociaciones mltiples o paralelas.

    3) Obligatorio: no especifica si es de facto, a travs de presin social, cuotas contractuales,provisin de servicios esenciales y/o adquisicin de capacidad de licenciamiento priva-do, o de jure, a travs de cdigos laborales o alguna otra autoridad decretada ofi-cialmente exclusiva.

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    Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual

  • 4) No competitivo: no hace explcito si es producto de las tendencias oligrquicas internas,o de los acuerdos voluntarios externos entre asociaciones, del tipo de tratados, o de unainterposicin continua de la mediacin, arbitraje y represin estatales.

    5) Ordenado jerrquicamente: no indica si es resultado de procesos intrnsecos de exten-sin y/o consolidacin burocrtica, o de centralizacin y dependencia administrativasdecretadas por el Estado.

    6) Funcionalmente diferenciado: no especifica si se lleg a esta diferenciacin a travs deacuerdos voluntarios en los respectivos territorios, con la provisin de evitar cambiosviolentos, o por el encuadramiento (framing) establecido por el Estado, de las ca-tegoras ocupacionales y vocacionales.

    7) Reconocimiento por el Estado: no diferencia entre el reconocimiento concedido comomateria de necesidad poltica impuesta desde abajo sobre los funcionarios pblicos, yaqul concedido por el Estado como una condicin para la formacin y la operacincontinuada de asociaciones.

    8) Monopolio de la representacin: similar al anterior, no distingue entre el monopolio con-quistado independientemente y aquel concedido de manera dependiente.

    9) Controles sobre la seleccin del liderazgo y la articulacin de intereses: no sugiere sistos son el producto de un consenso recproco en cuanto a procedimiento y/o metas,o de una imposicin asimtrica por los que detentan el monopolio organizado de laviolencia legtima.

    A travs de este ejercicio de intencin la elaboracin ms detallada de las propiedadesque se combinan para formar un concepto global hemos construido dos subtipos completa-mente distintos. El primero involucra a todos o la mayora de los elementos iniciales en lasdicotomas exclusivas hechas arriba y corresponde idealmente a lo que hemos llamado el cor-poratismo social. Empricamente, sus mejores ejemplos son los casos de Suecia, Suiza, losPases Bajos, Noruega y Dinamarca, al igual que las propiedades emergentes que han sidoobservadas por los acadmicos en otros sistemas, supuestamente pluralistas, como GranBretaa, Alemania Occidental, Francia, Canad, y los Estados Unidos. El segundo tipo, descri-to por los elementos ltimos de cada distincin hecha arriba, integra el subtipo que hemos eti-quetado como corporatismo de Estado y conforma histricamente los casos de Portugal,Espaa, Brasil, Chile, Per, Mxico y Grecia al igual, por supuesto, que las difuntas expe-riencias de la Italia fascista, la Francia petainista, la Alemania nacionalsocialista27, y de Austriabajo Dollfuss.

    Al ser vistos de manera esttica, descriptiva, institucional, estos dos subtipos exhiben unasimilitud estructural bsica, que los separa de los sistemas de representacin de interesespluralista, monista o sindicalista. Al ser vistos en movimiento, sin embargo, se revelan comoproductos de procesos polticos, sociales y econmicos diversos, como los vehculos para dife-rentes relaciones de poder e influencia, y como los portadores de consecuencias administrati-vas muy distintas. El corporatismo social se encuentra inserto en sistemas polticos con unida-

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • des territoriales relativamente autnomas, de mltiples capas; procesos electorales y sistemaspartidistas abiertos y competitivos; autoridades ejecutivas ideolgicamente variadas y basadasen coaliciones aun en subculturas polticas con mltiples capas o altamente estructuradasverticalmente. El corporatismo de Estado tiende a estar asociado con sistemas polticos en losque las subdivisiones territoriales estn fuertemente subordinadas a un poder central burocr-tico; las elecciones no existen o son plebiscitarias; los sistemas de partido estn dominados omonopolizados por un solo partido dbil; las autoridades ejecutivas son exclusivas ideolgi-camente y son reclutadas de manera ms restringida, y son tales que las subculturas polticasbasadas en clase, etnia, lenguaje o regin son reprimidas. El corporatismo social aparece comoel componente concomitante, si no inevitable, del Estado organizado de bienestar democrti-co, postliberal, de capitalismo avanzado; el corporatismo de Estado aparece como el elemen-to definitorio, si no es que de necesidad estructural, para el Estado neomercantilista, antilibe-ral de capitalismo atrasado, autoritario.

    IV

    El corporatismo aparece bajo dos muy diferentes formas: la revolucionaria yla evolucionaria. Es el producto de un nuevo orden precedido de un derroca-miento de las instituciones polticas y econmicas de un pas dado, y creado porla fuerza o por un espritu colectivo especial; o el resultado de una evolucinnatural en las ideas y eventos econmicos y sociales. En el ltimo caso, elcorporatismo emerge entonces como un aspecto de una cierta ide-force queprogresa a lo largo de la amplificacin y especificacin del proceso de desarro-llo de la asociacin, y generador de lo que uno llama actualmente en varios pa-ses, la mstica corporatista (Malherbe, 1940:13-14).

    El autor suizo de estas lneas, l mismo atrapado en la mstica corporatista que barri supas en los treinta, ilustra no slo que los tericos que contemplaban la materia comparativa-mente se daban todos cuenta de la distincin entre los dos subtipos que hemos definido, sinoque tambin eran bastante conscientes de la necesidad de dos teoras esencialmente separadaspara explicar la emergencia del corporatismo moderno. Una de ellas enfatizara ms probable-mente las tendencias a largo plazo, los cambios lentos, graduales, la continuidad cultural e ins-titucional, la gradual toma de conciencia intelectual y la aceptacin poltica pasiva; la otra, esta-ra forjada ms probablemente de la conjoncture inmediata y del colapso inminente, un fuer-te liderazgo y accin represiva, visin arquitectnica y retrica inflada. En breve, los orgenesdel corporatismo social se encuentran en la decadencia lenta, casi imperceptible, del pluralis-mo avanzado, los orgenes del corporatismo de Estado se encuentran en la derrota rpida, alta-mente visible del pluralismo naciente.

    La tarea de construir este conjunto de teoras duales es enorme, dada la aparentementeagobiante variedad de contextos en los que un tipo u otro de corporatismo han emergido, yla frustrante ausencia de estudios empricos acerca de la dinmica histrica de cualquier tipode sistemas de grupos de inters. Para complicar an ms la tarea, existe la tendencia naturala confundir el problema con el ms general y claramente interrelacionado, de las causas dela erosin/colapso de la democracia liberal y del surgimiento/consolidacin del gobierno

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    Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual

  • autoritario. Aun si enfocamos nuestra atencin especfica y exclusivamente en los factores quehipotticamente afectan los cambios en el sistema de representacin de intereses, debemosadmitir desde el principio, que lo mejor que podemos hacer es identificar algunas condicio-nes probabilsticamente necesarias pero claramente insuficientes. Podemos slo intentar postfactum, despojar los casos histricos de sus idiosincrasias de personalidad y cultura, de susaccidentes de buena o mala fortuna, de sus catalizadores o precipitantes inmediatos perosuperficiales, para revelar los elementos subyacentes de conductividad estructural que lleva-ron (y podran llevar en el futuro) a tales resultados similares, y a la vez diferentes, del cor-poratismo social y de Estado28. Difcilmente necesito enfatizar la naturaleza preliminar y espe-culativa de las siguientes teoras duales.

    Tampoco debera subrayar que podran no contribuir en mucho a la explicacin de ocurren-cias o no-ocurrencias especficas. Por ejemplo, por qu los vacilantes y tentativos experimentosde corporatismo de Estado de Sidnio Pais en Portugal (1917-18), Primo de Rivera en Espaa(1923-30), Pangalos en Grecia (1925) y Jos Uriburu en Argentina (1930-31), fracasaron en suintento de apoderarse del poder, cuando diez a doce aos despus, el corporatismo floreci encada caso? Por qu Suecia, Dinamarca, Suiza y los Pases Bajos adoptan tratados internos de pazsocial entre asociaciones cumbre de empleadores y trabajadores en los treinta, y despus se mue-ven rpida y gradualmente hacia el corporatismo social generalizado en los cuarenta y cincuenta,mientras otros pases como Finlandia, Noruega y Blgica se movieron ms dubitativa y espasm-dicamente, mientras que en otros, como Francia, Gran Bretaa, Irlanda y los Estados Unido se hanmostrado consistentemente ms resistentes a los halago del corporatismo? Dudo de que lassiguientes especulaciones puedan contestar preguntas tan especficas de manera muy satisfactoria.

    Cualesquier reservas que se puedan tener acerca del grado de determinacin ejercido porla estructura y el modo de produccin sobre tales variables polticas y actitudes individuales,opciones electorales, sistemas partidistas y doctrinas ideolgicas, la investigacin acerca de losorgenes del corporatismo de cualquier tipo nos conduce rpidamente a las limitaciones, opor-tunidades y contradicciones puestas sobre los actores polticos por la operacin del sistemaeconmico. De modo ms especfico para los casos que me han interesado, lleva a la conside-racin de instituciones bsicas del capitalismo y a la estructura de clase de la propiedad y elpoder generada por ste29. Quiz es lo directo de la vinculacin entre el sistema de represen-tacin de intereses y estas instituciones de concentracin de la produccin y de desigualdadde la distribucin, pero la situacin resultante est particularmente desnuda.

    Como macrohiptesis, sugiero que la corporatizacin de la representacin de intereses, estrelacionada con ciertos imperativos o necesidades bsicos del capitalismo para reproducir lascondiciones de su existencia y acumular continuamente mayores recursos. Las diferencias enla naturaleza especfica de estos imperativos o necesidades en diferentes etapas del desarrolloinstitucional y el contexto internacional del capitalismo, especialmente en la medida en queafectan el patrn de los intereses conflictivos de clase dan cuenta de las diferencias en los or-genes entre las formas de corporatismo social y de Estado.

    En sntesis, la decadencia del pluralismo y su desplazamiento gradual por el corporatismosocial puede trazarse primero en la necesidad imperativa de un rgimen estable dominado porla burguesa, debido a procesos de concentracin de la propiedad, competencia entre econo-

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • mas nacionales, expansin del rol de la administracin pblica y la racionalizacin de la tomade decisiones dentro del Estado para asociar o incorporar a las clases y grupos de estatus sub-ordinados de manera ms estrecha dentro del proceso poltico.

    En cuanto a la repentina derrota del pluralismo incipiente, y su reemplazo dramtico y for-zado por el corporatismo de Estado, sta parece estar estrechamente asociada con la necesi-dad de ejecutar la paz social, no por la cooptacin y la incorporacin, sino por la represiny la exclusin de la articulacin autnoma de las demandas de las clases subordinadas en unasituacin en la que la burguesa est demasiado dbil, dividida internamente, dependiendo delexterior y/o escasez de recursos, para responder efectiva y legtimamente a estas demandasdentro del marco del Estado democrtico liberal.

    Por supuesto que a estos elementos generales, debemos aadir varios otros factores sobre-determinantes que se combinan con los primeros, haciendo del corporatismo un resultadocrecientemente probable: 1) tendencias seculares hacia la burocratizacin y la oligarqua den-tro de las asociaciones de inters; 2) grados privilegiados de movilizacin poltica y participa-cin; 3) difusin de ideologas y prcticas institucionales extranjeras; 4) impacto de guerra y/odepresin internacional. Sin embargo, el meollo de mi especulacin acerca de la conductivi-dad estructural, descansa en los problemas generados por el desarrollo capitalista tardo ydependiente y las relaciones de clase no hegemnicas en el caso del corporatismo de Estado,y en el desarrollo capitalista avanzado, monopolista o concentrado y las relaciones de colabo-racin de clase del corporatismo social.

    Retornando a la explicacin de la relacin capitalismo avanzado-corporatismo social, serbreve, en parte debido a mi menor familiaridad con este aspecto, y en parte porque ya existe unaserie de estudios presentados de forma evocativa y documentados excelentemente sobre el tema.

    El primer terico importante en percibir ciertos imperativos emergentes del capitalismo y envincularlos explcitamente con el corporatismo, fue John Maynard (Lord) Keynes. En un sor-prendente ensayo publicado en 1926, titulado The End of Laissez-Faire, Keynes comienza pordesmentir las afirmaciones del liberalismo:

    No es cierto que los individuos posean una libertad natural indicativa en susactividades econmicas. No hay ningn compacto que confiera derechos a per-petuidad a aquellos que tienen o aquellos que adquieren. El mundo no estgobernado de tal manera desde arriba que los intereses privados y sociales siem-pre coincidan. No es una deduccin correcta de los principios de la economaque el inters propio iluminado siempre opera para el inters pblico. Tampocoes verdad que el inters propio sea iluminado; con mayor frecuencia sucede quelos individuos que actan separadamente para promover sus fines son demasia-do dbiles para obtener siquiera stos. La experiencia no muestra que los indi-viduos al establecer su unidad social, vean con mayor claridad que cuando act-an separadamente (1952:312).

    Dados estos resultados negativos (y una sous-entendu creciente conciencia de ellos entrepblicos cada vez ms amplios que ejercen sus derechos liberales voluntaristas concedidos por

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    Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual

  • abierta cesin de derechos y libertad de asociacin) la agenda y la no-agenda (como la llama-ba Keynes) del Estado debe ser modificada. O, como lo puso de manera ms descarnada enotro ensayo: En el futuro, el gobierno tendr que asumir muchos deberes que ha evitado enel pasado (1952:331). El objetivo de esta expansin imperativa de la administracin pblica esejercer inteligencia directiva a travs de algn rgano apropiado de accin sobre los muchosvericuetos de la empresa privada, aun cuando... impida a la iniciativa y la empresa privadasavanzar. Ms especficamente, not la necesidad de 1) el control deliberado de la moneda ydel crdito por una institucin central, 2) la diseminacin a gran escala de los datos relacio-nados con la situacin de las empresas, 3) acto(s) coordinado(s) de juicio inteligente... encuanto a la escala en que es deseable que la comunidad ahorre como un todo, la escala en lacual estos ahorros deben ir al exterior... y en cuanto a si la organizacin presente del mercadode inversin distribuye los ahorros a lo largo de los canales productivos ms racionales, yfinalmente, 4) una cuidadosa poltica nacional acerca de cul es el tamao de la poblacin...ms conveniente (1952: 317-319). Para 1926, esta era una afirmacin visionaria acerca del futu-ro papel del Estado en las sociedades capitalistas aun en el contenido puntual y el ordensecuencial de la nueva agenda de gobierno.

    A pesar de la heterodoxia de estas sugerencias para mejoras en la tcnica del capitalismomoderno, Keynes observ sabiamente que no hay nada en ellas que sea seriamente incom-patible con lo que me parece la caracterstica esencial del capitalismo, es decir, la dependen-cia en el intenso atractivo de los instintos individuales por hacer y amar el dinero, como laprincipal fuerza motivadora de la mquina econmica (1952: 319). La razn de esta confian-za en su compatibilidad se deriva de la instrumentalidad poltica que defenda como la formade lograr esta revolucin en la administracin pblica, es decir, el corporatismo social.

    Creo que en muchos casos, el tamao ideal de la unidad de control y orga-nizacin est en algn lugar entre el Estado individual y el moderno. Sugiero,por tanto, que el progreso descansa en el crecimiento y reconocimiento de loscuerpos semi-autnomos dentro del Estado cuerpos cuyo criterio de accindentro de su campo es, simplemente, el bien pblico de la manera en que elloslo entienden, y de cuyas deliberaciones, los motivos de las ventajas privadas sonexcluidos, aunque podra ser todava necesario dejar algn espacio, hasta que elmbito del altruismo de los hombres se expanda, para las ventajas aisladas degrupos, clases o facultades particulares los cuerpos que en el curso ordinariode sus asuntos son prioritariamente autnomos dentro de sus limitaciones pres-critas, pero que estn sujetos en ltima instancia a la soberana de la democra-cia, expresada a travs del parlamento. Propongo un regreso, se podra decir, alas concepciones medievales de las autonomas separadas (1952:313-314). [Elnfasis es mo.]

    En tanto no hay evidencia (que yo sepa) de que el pequeo panfleto de Keynes ejercierauna influencia directa, del tipo de cartabn, o que siquiera provocara una toma de concienciaintelectual general de los temas que trat, dentro o fuera de la Gran Bretaa30, el curso sub-secuente del desarrollo de polticas en la mayor parte de las naciones desarrolladas occidenta-les confirm su pronstico. La paradoja fundamental implicada ha sido expresada de maneraexcelente por un acadmico holands:

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • Mientras ms xito tienen los ciudadanos privados en organizarse a s mismosen combinados y asociaciones poderosas para la promocin de sus variados yfrecuentemente conflictivos intereses, ms minan las condiciones esenciales parael funcionamiento real del concepto liberal clsico de un equilibrio logrado auto-mticamente entre fuerzas en libre competencia. Y mientras ms prueba esta ar-monizacin instantnea tener poca relacin con la realidad, ms se ve obligadoel gobierno a interferir en el orden para asegurar una integracin deliberada-mente regulada y planeada de los intereses (Kramer, 1966: 83).

    A esto simplemente aadira otra afirmacin: mientras ms viene el Estado moderno a ser-vir como la garanta indispensable y autorizada del capitalismo, al expandir sus tareas regula-doras e integradoras, ms encuentra que necesita de conocimiento profesional, informacinespecializada, conocimiento prioritario de la opinin global, capacidad contractual y legitimi-dad participativa diferida que slo los monopolios representativos singulares, ordenados jerr-quicamente y guiados consensualmente pueden proveer. Para obtener esto, el Estado debeestar de acuerdo en delegar o compartir con estas asociaciones mucha de su autoridad deciso-ria recientemente adquirida, sujeta, como Keynes not, en ltimo recurso a la soberana de lademocracia expresada a travs del parlamento.

    Este proceso osmtico por el cual el Estado moderno y las asociaciones de inters moder-nas se requieren mutuamente, lleva, por una parte, a extensiones aun ms profundas de lasgarantas y equilibrios pblicos y, por la otra, a una mayor concentracin y control jerrquicodentro de estos gobiernos privados. Las modalidades varan y van desde los subsidios guber-namentales directos para las asociaciones, hasta el reconocimiento oficial de interlocuteurs debona fide, pasando por el desarrollo de responsabilidades delegadas para tareas pblicas comoel seguro de desempleo o de accidente, por membresa permanente en juntas asesoras espe-cializadas, por posiciones de control de corporaciones mixtas (pblicas y privadas), por unestatus informal de quasi-gabinete y, finalmente, por la participacin directa en la toma auto-rizada de decisiones a travs de juntas nacionales econmicas y sociales. La secuencia por lacual el corporatismo social se ha colado en la forma de gobierno, probablemente vara consi-derablemente de caso a caso31, pero en la medida en la que el patrn holands es represen-tativo, muestra una tendencia circular peculiar. Ah comenz en el nivel local y sectorial, yesquemas de seguridad social manejados conjuntamente (1913); luego se movi hacia intentosabortados por establecer juntas de conciliacin (1919, 1923); a cuerpos consultivos sectoriales(1933); extensiones pblicas de las decisiones de cartel (1935); y acuerdos entre trabajadoresy administracin (1937) cubriendo obligatoriamente a los no miembros y no participantes; jun-tas sectoriales para la autorizacin de inversin (1938); el restablecimiento de una junta de fija-cin de salarios coordinada nacionalmente (1945); planificacin nacional indicativa (1945); deregreso al establecimiento de juntas especializadas de produccin e industriales, junto con unaagencia coordinadora general, el Consejo Social y Econmico (1950); y luego hacia abajo, conel establecimiento de consejos consultivos en cada empresa individual (1950), y finalmente, ala creacin del Consejo para la Seguridad Social a nivel nacional, coordinado conjuntamente(1959) exactamente donde empezaron en 191332. El patrn resultante evolucion pragmti-ca y desigualmente, no por el desarrollo de algn gran diseo corporatista concertado. Subiy baj de la empresa al nivel local y al nivel nacional, y fue hacia atrs y adelante desde unapreocupacin por bienes y servicios especficos (seguros, salud, capacitacin) a reas de pro-

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    Retomando el debate de ayer para fortalecer el actual

  • duccin verticalmente especializadas (metalrgica, electrnica, qumica, comercio al menudeo)a amplios sectores de produccin horizontal (industria, comercio, agricultura); y lateralmentede un rea temtica a otra (salarios, precios, inversin, planificacin indicativa). En tanto quela adaptacin osmtica de los Pases Bajos podra ser nica en muchos aspectos, sospecho queun seguimiento secuencial de las medidas del corporatismo rampante en otras sociedades decapitalismo avanzado, no sera muy diferente33.

    Gracias al esfuerzo de Andrew Shonfield, difcilmente parece necesario seguir ms en deta-lle con estas especulaciones. En su magistral Modern Capitalism, ha demostrado con gran deta-lle, para corregir defectos inherentes vinculados con procesos de concentracin interna y com-petencia externa, que el moderno Estado positivo se encuentra simultneamente intentandopromover el pleno empleo, promover el crecimiento econmico, prevenir la inflacin, suavi-zar los ciclos de negocios, regular las condiciones de trabajo, cubrir los riesgos econmicos ysociales individuales y resolver los conflictos laborales. Esta modificacin drstica de la agen-da/no-agenda gubernamental ha llevado en cambio (y en parte su producto) a un cambioimportante en la relacin entre las asociaciones de inters y la burocracia pblica, como fuedefendida y predicha por Lord Keynes. Sin vacilacin, Shonfield etiqueta a esta frmula de cor-poratista: Los principales grupos de inters son unidos y animados a concluir una serie denegociaciones acerca de su comportamiento futuro, que tendrn el efecto de movilizar loseventos econmicos a lo largo del camino deseado. El plan indica la direccin general por lacual los grupos de inters, incluyendo al Estado en sus variadas presentaciones econmicas,han acordado que es la que quieren seguir (1965:231)34.

    En la Europa occidental de la posguerra, Shonfield encuentra esta aproximacin en compe-tencia o en combinacin con otras dos: 1) planeacin indicativa intelectualizada, tecnocrti-ca y, 2) control econmico reforzado directo y propiedad por el Estado.

    En una serie de estudios de caso investigados concienzudamente y bien construidos, explo-ra la medida en la que esta aproximacin social corporativa se ha colado de manera diferen-cial en los procesos de gobierno europeos, solo o en combinacin con los otros dos. En ins-tancias especficas, enfatiza las variables generales del tipo histrico-institucional-legal35, losresiduos ideolgicos36, los niveles previos de consolidacin de la asociacin voluntaria y es-tilos de toma de decisiones37, la seriedad de las presiones demogrficas y de la reconstruccineconmica38, las concepciones consolidadas del rol a seguir por parte de los interesesorganizados39, como proveedores todos ellos, de un incentivo ms grande para la corporati-zacin. Aun ms fascinantes resultan sus explicaciones de por qu los pases europeos hanresistido, o mejor, no han sucumbido tan rpida o completamente ante esta aproximacin. ParaFrancia, subraya el papel del entrenamiento especializado y la autoconciencia de las corpora-ciones de parte de los altos funcionarios civiles (1965:122); para el Reino Unido, encuentra larespuesta en la visin britnica tradicional de la relacin adecuada entre los poderes pblico yprivado (en el que) los dos... son pensados como completamente distintos uno del otro, aligual que en la resistencia, por los industriales, a la membresa y jurisdiccin obligatorias(1965:99, 231-233). En una brillante discusin de la paradoja norteamericana los america-nos, que actuaban en los treinta como los precursores del nuevo capitalismo, parecan deteni-dos en su curso justo cuando el sistema empezaba a dar frutos en el mudo occidental, mos-trando la totalidad de sus poderes para proveer los grandes dones del crecimiento econmico,

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • el pleno empleo y el bienestar social, Shonfield busca las causas de este abortado intentopara impulsar las formas corporatistas del hacer poltico durante el principio del New Deal(1933-35). Las encuentra en las jurisdicciones internamente competitivas y traslapadas de lasburocracias federal y estatales, la preferencia por el estilo de liderazgo de Roosevelt (su luchapor el papel de negociador en jefe, su evidente placer en el ejercicio de un tipo de atletismoadministrativo), en el rol activo, intervencionista, del Congreso en el proceso administrativo,la impronta jurdica y legalista impuesta sobre el Estado norteamericano por el rol especial quelos abogados han jugado en l, y en la ausencia de una lite de servidores pblicos ms pro-fesionales y seguros de s (1965:298-329). Aunque Shonfield lleva su anlisis hasta mediadosde los sesenta, es lamentable que se detenga antes de que Lyndon Johnson y, de manera msrpida, Richard Nixon, se las arreglaran para transformar esta relacin separada por un brazode distancia con la empresa privada (como la describe Shonfield) en algo que se parece msa una especie de activa aglomeracin que los corporatistas de la NRA haban propuesto alprincipio de los treinta (Green y Petkas, 1972:18).

    Su Modern Capitalism nos provee con una verdadera mina de oro de interesantes hiptesisgenerales concernientes a la emergencia del corporatismo social y de sub-hiptesis especficas,aunque de alguna forma ad hoc para explicar su rol diferencial en las formas de gobierno occi-dentales contemporneas, y sus relaciones emergentes con otros mecanismos gubernamenta-les de la administracin capitalista avanzada. Desde mi punto de vista, al que admito menosinformado que otros, tendera a enfatizar un perodo ms largo de revisin histrica paraincluir, por ejemplo, las medidas de planeacin, racionalizacin, movilizacin y reconstruccintomadas durante y tras la Primera Guerra Mundial y su impacto sobre los subsecuentes para-digmas de la administracin pblica40. Adase a esto una discusin ms explcita de ciertasvariables polticas, tales como el grado previo de conciencia de clase y la intensidad del anta-gonismo de clase, la medida de la interpenetracin previa del partido y las asociaciones deinters (estructuras de tipo lager), la difusin ideolgica y el clima internacional, adems de lastasas previas de movilizacin y participacin polticas. No obstante, en nuestra comprensindel corporatismo, iniciamos de manera impresionante, aunque an especulativa.

    No estamos dotados de manera tan afortunada en ninguno de los niveles terico-deductivo,ni emprico-inductivo con respecto al corporatismo social. Por supuesto, una razn para elloes que no existe todava un volumen que acompae al Modern Capitalism tituladoCapitalismo dependiente o derivado. Pero esta falta de detallados estudios comparativos decaso, o siquiera de buenas monografas por pases individuales, es slo parte de la dificultad.

    Los tericos-apologistas del corporatismo de Estado, por lo general no ayudan mucho. Esto,no tanto porque tendieran a ser menos perceptivos y personalmente menos objetivos que,digamos, Lord Keynes, sino que caan en una contradiccin implcita entre su tarea especula-tiva subjetiva y la funcin poltica objetiva que estaban llamados a ejercer.

    As, por ejemplo, escasamente existe un solo terico del corporatismo de Estado que no pro-clame su oposicin al estatismo, su compromiso con una descentralizacin de las decisiones ysu deseo de una eventual autonoma asociativa41. No obstante, nuestro terico se da cuentade que, dada la naturaleza fragmentada, ideolgicamente cargada y dividida en clases del sis-tema poltico dentro del que opera, las asociaciones singulares, no-conflictivas, ordenadas jerr-

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  • quicamente y funcionalmente compartamentalizadas, no es muy probable que surjan espont-neamente. Por tanto defiende el uso temporal de la autoridad del Estado para establecer estasestructuras obligatorias y remover aquellas voluntaristas, con las que compiten, todo porsupuesto en nombre del inters nacional y/o pblico. Aparte de alguna referencia vagamenteespecificada a la emergencia eventual de una conciencia corporatista (su equivalente alNuevo Hombre sovitico), nuestro terico olvida de forma conveniente especificar el meca-nismo poltico por el cual la presencia autoritaria del Estado puede empezar a verse diluida,dejando atrs a aquellos imaginados auto-gobernados agentes de la toma de decisiones des-centralizada. Quiz el caso ms obvio de esta hipocresa praxiolgica ha sido Portugal, aunquetan slo fuera porque Oliveira Salazar tan repetida y (en apariencia) sinceramente expres suoposicin ferviente al estatismo o incluso a cualquier forma de intervencin econmica guber-namental, al tiempo que presida la creacin de uno de los aparatos de Estado ms centraliza-do, hiperburocratizado, regulado hasta en sus mnimos detalles que se haya visto jams.

    Si difcilmente se puede confiar en tales tericos en relacin con el Estado, entonces tampo-co podemos esperar de ellos que sean completamente cndidos acerca de la relacin delcorporatismo con el capitalismo en intereses especficos de clase. Uno de sus temas favoritos confesamente uno que es hoy todava proclamado en voz ms baja es que el corporatismodesde arriba constituye un tipo de tertium gens intermedio y distinto del capitalismo o el socia-lismo-comunismo. De ah que mientras que son frecuentemente capaces de declarar, en trmi-nos sensacionales y bastante convincentes el ejercicio desigual y raqutico de las institucionescapitalistas existentes (y de evocar terribles visiones de la vida bajo el socialismo ateo), obvia-mente no se preocupan mucho por revelar cmo la implantacin forzada del corporatismo actacomo un instrumento para el rescate y consolidacin del capitalismo ms que para reemplazar-lo. Dado el nfasis unnime que ponen en la interdependencia funcional y la armona grupal,difcilmente podramos esperar de ellos que profundizaran demasiado en los elementos del con-flicto social, el antagonismo de estatus, y la tensin centro-periferia para cuya supresin, si noes que para su superacin, est diseado tal sistema impuesto de representacin de intereses.

    En suma, a medida en que intentamos integrar especulativamente algunos contextos en losque esta respuesta del Estado corporatista emerge, y el rango posible de variacin y las secuen-cias de implantacin que podra encerrar, no es muy probable que nos sean de mucha ayudasus tericos-apologistas manifiestos, como nos sucedi en el caso del corporatismo social.

    Afortunadamente existe una interesante excepcin: Mihal Manolesco. Manolesco es unaespecie de Salazar incompleto. Profesor de economa poltica (aunque ingeniero por entrena-miento) y ministro de comercio e industria por un corto periodo en su nativa Rumania42, escri-bi Le Sicle du Corporatisme y su trabajo complementario Le Parti Unique, despus de que sucarrera poltica se haba visto interrumpida, publicndolos en Pars. En el primero no slo pro-pona su prediccin csmica acerca del futuro inevitable del corporatismo, sino que apoyabasu posicin con un argumento complejo, aunque esquemtico elementos del cual son sor-prendentemente modernos43.

    Manolesco afirma primero (sin importar que otros tericos corporatistas lo hicieran en el sen-tido contrario) que su concepcin de este sistema de representacin de intereses de hecho lopresenta como un sistema completo de dominacin poltica no tiene nada que ver, institucio-

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • nal o idealmente, con un imaginado re-avivamiento de las prcticas catlicas o medievales. Noslo duda de la existencia de la armona natural en tales anciens rgimes, sino que acepta comodefinitiva y deseable la ruptura realizada por el liberalismo decimonnico y el desarrollo capi-talista. Su argumento, entonces, es rigurosamente secular y, en su visin, a la vez progresista yrealista mirando hacia el frente de manera prospectiva, ms que hacia atrs con nostalgia.

    En segundo lugar, Manolesco defiende su caso sobre bases materialistas. En tanto conven-cido, como Durkheim, de que las corporaciones propiamente construidas proveeran la res-puesta para superar la enfermedad moral y espiritual del hombre moderno, integrndolo en lasociedad a travs de nuevas ligas comunales, las fuerzas imperativas que llevan a la corporati-zacin deban encontrarse en la poltica econmica de su tiempo, en la naturaleza de la pro-piedad, y la produccin y distribucin del capitalismo mismo. De hecho en diversas ocasiones,Manolesco cita aprobatoriamente a Marx, aunque en general lo considera un terico del siglopasado, ms que del presente.

    En tercer lugar, Manolesco niega que el corporatismo sea un mero mecanismo de defensatemporal para la movilizacin o proteccin del egosmo de clase que de alguna forma desapa-recer cuando la amenaza coyuntural haya pasado. En cambio, lo presenta como una formainstitucional permanente, no ligada intrnsecamente a alguna clase social o aun al mantenimien-to del statu quo, capaz de subsumir intereses particulares a metas nacionales prioritarias y even-tualmente de transformar la base capitalista de la propia sociedad.

    En jerga contempornea, Manolesco era un terico de la dependencia externa. Mientrasque ocasionalmente echa una mirada a condiciones polticas esencialmente internas, por ejem-plo a la radicalizacin prematura de la clase trabajadora a travs de la difusin ideolgica, lafragmentacin y prdida del nimo de parte de la burguesa, las tensiones urbano-rurales, eldeterioro de las lealtades locales y regionales, que podran contribuir a provocar una respues-ta corporatista, su razn para devenir esencial descansa en el sistema de intercambio inter-nacional desigual.

    Exactamente como la teora de Marx nos conduce a entender los fenmenossociales de los mundos capitalistas, y especialmente el de la explotacin por cla-ses, esta teora del intercambio internacional nos hace entender la desigualdadentre pueblos y las relaciones de explotador y explotado que los conectan(1936:30).

    El corporatismo, como l lo entendi y defendi, es una respuesta institucional-poltica a unproceso particular de transformacin que la economa poltica mundial y su sistema subordi-nado de estratificacin internacional est atravesando actualmente. Su causa dominante des-cansa en las relaciones entre pueblos, ms que entre clases dentro de las unidades nacionales.De hecho, las ltimas estn condicionadas, si no determinadas, por las primeras. El espectroentero de las fuerzas polticas ha cambiado: el siglo XIX conoci la solidaridad econmica declase. El siglo XX conocer la solidaridad econmica de naciones (1936:35).

    De acuerdo con Manolesco, el elemento dinmico en este proceso de transformacineconmica mundial consiste en una demanda radical nacional para reestructurar la divi-

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  • sin internacional del trabajo y la distribucin de sus beneficios. Las naciones de capitalis-mo perifrico estn hacindose cada vez ms conscientes de la disparidad en los ingresosgenerados en sus intercambios de materias primas y alimentos por los bienes manufactura-dos producidos por las economas avanzadas de desarrollo ms temprano, y estn empe-zando a poner en prctica nuevas polticas econmicas nacionales, especialmente algunasdirigidas a la industrializacin para la substitucin de importaciones, y el control del comer-cio con el extranjero. Esta difusin de la industrializacin y las tcnicas de administracinpblica se vio acelerada de manera importante por la Primera Guerra Mundial, pero es unatendencia secular autnoma de la que se puede esperar que contine a lo largo del siglo.En esencia y en embrin, Manolesco anticip los argumentos generales y aun muchos delos puntos especficos de lo que veinte aos ms tarde vendra a ser conocida como la doc-trina de la CEPAL (Comisin Econmica para Amrica Latina, de la Organizacin de las Na-ciones Unidas), e incluso ms tarde, de la posicin de la UNCTAD (United NationsConference on Trade and Development: Conferencia de las Naciones Unidas para elIntercambio y el Desarrollo).

    A esto aadi una segunda observacin ms esttica: el fin de la expansin territorial. Elsiglo XX, senta, vera el agotamiento a la vez de las fronteras internas y del imperialismo exter-no manifiesto. Mientras que de ninguna manera se le podra dar crdito por prever la desco-lonizacin formal de frica y Asia (su perspectiva era estrictamente eurocntrica), s logr verque el sistema internacional haba, en un sentido fsico, llenado el espacio existente. Las fron-teras y las lealtades se estaban haciendo fijas; la territorialidad, de ser una variable, se habaconvertido en una constante. Los problemas econmicos, sociales y polticos seran atacados yorganizados especialmente con parmetros constantes de sumatoria cero.

    Estos cambios combinados en las relaciones internacionales el colapso del orden econ-mico liberal de la preguerra, la creciente demanda por igualdad de beneficios y estatus entrenaciones-Estado, la demarcacin definitiva de la territorialidad provean los fundamentosmaterialistas (y especulativos) para la ideologa de Manolesco de una modernizacin defensi-va y nacionalista desde arriba. Cada unidad nacional, cada Estado, debe, por tanto, actuarexclusivamente como su propio agente de sus propios intereses y con sus propios recursos,negociando continuamente por la sobrevivencia y la ventaja propia en un sistema internacio-nal peligroso y equilibrado de manera inestable. Las suposiciones del siglo XIX acerca de lalibertad y la iniciativa en la bsqueda del propio inters individual y la operacin benevolente,auto-correctiva de los mercados y procesos polticos libres y competitivos, haban dejado deser vlidas. Como consecuencia de estas nuevas tensiones, entre los capitalismos central yperifrico y entre las naciones de mente autrquica, el siglo XX impondra nuevas concepcio-nes de justicia y formas de organizacin poltica.

    El corporatismo, argumentaba, sera una de las, si no es que la respuesta institucional a estosimpratifs de lpoque. Por s solo permitira al Estado cumplir las nuevas funciones que se leadjudicaban a la administracin pblica por exigencias externas. Emergera primero en dondeestos imperativos y tensiones fueran ms fuertes, la periferia sudoriental y del sur de Europa,pero una vez victorioso ah obligara a transformaciones similares en la estructura organizacio-nal y en las prcticas de administracin pblica de los sistemas de desarrollo ms tempranoliberal pluralistas.

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    Lecturas sobre el Estado y las polticas pblicas:

  • Pero por qu el corporatismo? Por qu este conjunto particular de sous-instruments delEtat como los llamaba Manolesco de manera irreductible? Sus argumentos eran mltiples,aunque no igualmente convincentes y consistentes:

    1) Tales corporaciones llenaran una jerarqua continua de autoridad, proveyendo, por lotanto, a los individuos aislados e impotentes, con un conjunto de rangos y lealtadesintermediarias bien definidas que lo impulsaran hacia dentro de la sociedad a laDurkheim, y le ofreceran al sistema poltico los medios para resolver desde un puntode vista unitario y lgico todos los problemas especializados planteados por las relacio-nes complejas entre el individuo y el Estado (1936:74). Para hacer esto, notabaManolesco, estas nuevas unidades de representacin tendran que ser intgral, no slocubrir los intereses econmicos como en la Italia fascista, sino igualmente los espiritua-les y morales.

    2) La especializacin funcional de las corporaciones estara tecnolgicamente auto-determinada dividiendo el sistema poltico en unidades verticales de agregacin deintereses que a su vez impulsaran el rol del saber tcnico, despersonalizaran el lide-razgo y acarrearan interdependencias naturalmente balanceadas entre reas de dis-puta. De manera ms importante y especfica, facilitaran el papel de expansin delEstado en la planeacin econmica nacional y en las negociaciones econmicasinternacionales.

    3) Al delegar autoridad por parte del Estado en las manos de jerarquas de intereses cla-ramente definidas, nunca contradictorias y preestablecidas, el Estado sera relevadode la responsabilidad de decisiones y puesta en prctica en cuanto asuntos no-esen-ciales (bienestar, salud, etc.) y podra entonces dedicar ms atencin y esfuerzo a tare-as esenciales como la seguridad interna, la defensa externa, asuntos internacionales,y la propaganda nacional. Adems

    La multiplicacin de las funciones econmicas, culturales, intelectuales ysociales del Estado y la pluralidad de fuentes del poder pblico crea una nuevafuncin (o da un mbito ms amplio a la funcin ya existente en forma embri-nica) que es la funcin de arbitrio y coordinacin de todas las actividadesnacionales... Los imperativos de nuestro tiempo obligan al Estado a reconocerestos [conflictos de intereses colectivos]; lo obligan incluso a resolverlos. Yhacen al Estado el ms activo y solicitado de los rbitros... [Aun ms] debe elEstado tener [su propio poder de iniciativa], debe anticipar estos conflictos deinters; debe tener la iniciativa sobre todas las decisiones generales facilitandola coordinacin de las actividades nacionales. La iniciativa se torna en una nuevafuncin desconocida por el Estado individualista y abarca todas las manifesta-ciones de la vida nacional (1936:131)44.

    4) El corporatismo a travs de su estructuracin vertical compartamentalizada y su jerar-qua interna de autoridad, proveera un antdoto al espritu de clase. Este ltimo, unaforma obsoleta de la conciencia horizontal, sera reemplazado por el nuevo espritude solidaridad nacional y la organizacin funcionalmente independiente.

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  • A pesar del hecho de que la conciencia corporativa es dbil en la ac-tualidad, siempre triunfar al final. Porque en el mundo limitado en el queestamos entrando ahora, en el que la solidaridad y la organizacin son impe-rativos para la sobrevivencia, no habr lugar para diferencias sociales artifi-ciales. Como alternativa, las diferencias de clase son en su mayora artificia-les y temporales, vinculadas las circunstancias excepcionales del siglo dieci-nueve (1936:107-8).

    Al tiempo que Manolesco implica que este benevolente cambio de noventa gradosen las polaridades de la conciencia de grupo empezara en la periferia y sera el resul-tado, ms que el prerrequisito para la implantacin forzosa del corporatismo de Estado,entrev que sera transmitido subsecuentemente por el centro en el que su adopcinsera ms espontnea y voluntaria:

    En Europa occidental, la clase poseedora y la clase trabajadora se unirn,impulsadas por el peligro comn que enfrentan ambas por igual, de ser testigosdel colapso de la superioridad industrial de la que ambos se han beneficiado(1936:108).

    Hablando tcticamente, Manolesco observa que en el corto plazo la mejor manera devencer el antagonismo de las clases, es reconocerlo, esto es, incorporar representacio-nes separadas pero iguales (paritaire) de propietarios y trabajadores dentro de lamisma corporacin, pero en el largo plazo ya no ser necesario proveer siquiera talequilibrio simulado, dada la proyectada desaparicin de la identificacin de clases(1936:108-109).

    5) Una razn por la que Manolesco fue capaz de suavizar los aspectos coercitivos,autoritarios, de la transicin al corporatismo de Estado era su creencia en que el sigloXX vera un cambio importante en las escalas de los valores sociales y moralesmantenidas por los ciudadanos y sbditos. Los ideales del siglo pasado de la igual-dad individual y la libertad seran reemplazados por nuevas metas colectivas de jus-ticia social, basadas en derechos y obligaciones diferenciales de acuerdo con laimportancia funcional del propio papel en la sociedad; y la meta de organizacinpondra restricciones consensuales en la actividad mutua a cambio de seguridad yalta productividad. Estos dos nuevos idoles de lpoque tendran, por supuesto, quehacerse compatibles y subordinarse al ms alto ideal de todos, el criterio indisputa-ble que Manolesco clamara en un arranque de retrica totalitaria, al decir que:Todo lo que se conforma al inters nacional es justo; todo lo que va en contra deese inters, es injusto (1936:110).

    Aun con lo complejas y sugerentes (aunque esquemticas y deformadas por el pensamien-to intencionado) que pueden ser estas hiptesis, Manolesco es mucho menos explcito acercade las polticas y las secuencias de decisin especficas involucradas en la transicin hacia estanueva forma de representacin de intereses. El corporatismo puro (lase social), admita tresaos ms tarde, puede ser logrado slo tras el amplio desarrollo de la conciencia corporati-va y un tan alto nivel de integracin nacional que las viejas y artificiales lealtades de clase

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  • y de partido hayan sido erradicadas, o cuando menos gravemente erosionadas. Esto, admite,est lejos an, y mientras tanto, aquellos imperativos de la poca demandan accin, especial-mente en la periferia. Ah, el corporatismo subordinado es la nica respuesta: es natural quelas corporaciones deban ser tuteladas. El tutor indicado... es el partido nico... por un perodotransitorio (1937:134).

    En la actual ausencia de estudios comparativos de caso, no es fcil evaluar los mritos dela prototeora de Manolesco de la emergencia del corporatismo de Estado, o desarrollarla msen detalle. De manera muy general, parece haber una correspondencia entre el contexto delcapitalismo perifrico atrasado-dependiente; conciencia de relativo subdesarrollo; resentimien-to en contra de un estatus internacional inferior; deseo de una mejor autarqua poltica y eco-nmica; extensin del control estatal a travs de polticas regulatorias, planeacin sectorial yempresa pblica; emergencia de un situs ms profesional de los servidores civiles; y la corpo-ratizacin forzada desde arriba de la representacin de intereses. Los tardos comentarios deManolesco acerca de la instrumentalidad especfica responsable de este cambio, han sido con-firmados con menor exactitud. En ningn caso ha sido el partido gobernante nico el agentetutelar primario o exclusivo. En cambio, los cuerpos de Estado ejecutivos y administrativos ten-dieron a actuar directamente tanto en el establecimiento como en el subsecuente control deestos nuevos sous-instruments. La implantacin del corporatismo de Estado, de hecho, fuecompatible con un amplio espectro de contextos partidistas desde los sistemas sin partidode Brasil, Grecia y Austria, pasando por los sistemas de partido dbil, nico, en el poder perono reinante de Espaa y Portugal, hasta los sistemas de fuerte partido monopolista de la Italiafascista y la Alemania nazi.

    En apariencia, el corporatismo de Estado fue implantado de manera mucho ms dra-mtica, rpida, completa y racional que en el caso del titubeante, disparejo, experimen-tal, acumulativo, acechante patrn de su primo social. Nacidas al golpe del bastnlegislativo, como dijera un crtico francs (Coornaert, 1941:293), inmensas jerarquasorganizacionales eran creadas de la noche a la maana con sonoros nombres, cubriendotodos los sectores de inters y todos los niveles de la forma de gobierno con impresio-nante equilibrio en la representacin e igualdad de acceso. Subsecuentemente, estosmonumentos de arquitectura poltica persistieron, virtualmente por aos, sin modificacinjurdica o formal.

    Sin embargo, anlisis detallados45 no slo han revelado la existencia fsica ficticia demuchas de estas sonoras organizaciones y su influencia marginal sobre las polticas pbli-cas, sino que tambin han desenmascarado su pretensin de simetra de clase e igualdad deacceso. Los corporatistas de Estado, al moverse implacablemente para suprimir todas lasasociaciones de trabajadores existentes y llenar el resultante vaco organizacional tan rpi-damente como fuera posible con un gran conjunto de nuevos y obedientes sindicatos detrabajadores ampliamente dispersos, actuaban mucho ms cautelosa y comprensivamentecon respecto a los intereses del productor y el propietario. Las asociaciones pre-existentes,apoyadas de manera voluntaria, eran toleradas o incorporadas con su liderazgo y funcionesintactos; las lites situadas estratgicamente reciban especiales privilegios y excepcionesorganizacionales, por ejemplo el derecho a formar asociaciones nacionales especializadasindependientes de las jerarquas sectoriales generales; los terratenientes rurales, a excepcin

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  • de aquellos que cultivaban ciertos productos de exportacin eran dejados, en su mayora,intocados, y las asociaciones de trabajadores rurales, cuando se les permita existir, eranpuestas bajo control local; ningn intento serio se realiz para transformar tales corporacio-nes premodernas pre-existentes, tales como la Iglesia y las universidades; la corporativiza-cin de los funcionarios civiles fue expresamente prohibida, al igual que otras formas deasociacin para este situs; finalmente, o no se hizo ningn intento por crear asociacionescumbre uniclase de patrones y trabajadores (Brasil), o en donde se hizo el intento tarda-mente (Portugal), las corporaos resultantes han sido administradas por y para los patro-nes. En suma, los que parecen a primera vista ser monumentos arquitectnicos de granalcance, visin y simetra, resultan, al ser examinados de manera cercana, ser simplementetan limitados, improvisados y desequilibrados como aquellos de sus parientes del corpora-tismo social.

    Algunos de los presupuestos prototericos de Manolesco acerca de las funciones polti-cas y las consecuencias en el gobierno, del corporatismo de Es