crítica revolucionaria

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    Crtica revolucionaria de Luigi Fabbri

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    CRTICA REVOLUCIONARIA*(SELECCIN)

    Luigi Fabbri

    PERODOS DE CRISIS

    Varias veces, unas directa, otras indirectamente, hemos hablado de la crisis que sufreactualmente el movimiento revolucionario.

    Se equivocara quien se descorazonara demasiado y se cruzara de brazos, en actitud fatalista,en espera de que pase esta hora gris. Aun dentro de los perodos menos confortables de laevolucin social, hay un deber que cumplir por los hombres de fe y de voluntad, un trabajo dedemolicin y de siembra que efectuar. Ciertamente que es desconfortante, para el que vive de

    la lucha y sobre el terreno de la lucha brega aos y aos, sentir el vaco en torno suyo y vercomo triunfa a su alrededor la corrupcin ms descarada, la degeneracin ms intensa y elescepticismo egosta ms insultante, todo ello envuelto en un mar de retrica y de verbalismosin sinceridad y sin la menor sombra de ideal.

    Sin embargo, es necesario resistir a esta malsana corriente. Y en esta resistencia es necesariotener un propsito de lucha bien claro, un objetivo hacia el que dirigirse, por lejano que sea,juntamente con la tenacidad de aferrarse desesperadamente al propio ideal, para no ceder,para dejar pasar el flujo de los sucesos que no nos satisfacen, que repugnan a nuestraconciencia, que quisieran extinguir en nosotros la llama de la esperanza en el porvenir.

    Nuestro nimo oscila de continuo entre un excesivo optimismo y un pesimismo igualmente

    excesivo. Para evitar el escollo de estos dos extremos, en los que podra estrellarse todanuestra obra, es necesarios saber mirar las cosas desde un punto de vista lo ms elevadoposible y no fosilizarse en la visin exclusiva de las vicisitudes del propio partido, de la propiacapilla, de la propia faccin. Ciertamente, entre los anarquistas existe esta tendencia perniciosaa aislarse del mundo, o no ver ms all de lo que ocurre fuera del estrecho cerco delmovimiento anarquista que podramos llamar oficial, que lleva el nombre y el vestido exterior delanarquismo.

    De aqu los descorazonamientos repentinos ante los fracasos y las discordias; de aqu lasesperanzas exaltadoras ante algn exterior simptico e impresionante. Muchos anarquistas nose dan cuenta de que todo el mundo pesa sobre nosotros, determinando, modificando yneutralizando nuestra obra, hasta tal punto que los xitos les parecen un mrito exclusivo

    nuestro y los fracasos la consecuencia de no se sabe qu maldad nuestra o ajena. La verdad esque nosotros no podemos sustraernos al ambiente que nos rodea, y si en cierta parte nuestrasdeficiencias tienen su importancia -razn por la cual debemos procurar siempre irnosmejorando-, es preciso percatarse de que la crisis de nuestro especfico movimiento obedecetambin, y muy especialmente, a la repercusin de toda la crisis que trastorna el mundocontemporneo, tanto en la esfera del pensamiento como en la de la accin.

    ----------Quin no recuerda, hace de esto unos veinticinco aos, la seguridad confiada con quepensbamos en la ANARQUA, como si fuera algo demostrable a modo de teorema

    * Digitalizacin: KCL. Traduccin: Guillermo Kult.

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    geomtrico? Toda la filosofa cientfica, o la ciencia filosfica si as se prefiere, se puso acontribucin para demostrar, como dos y dos son cuatro, que la autoridad es un mal, que lapropiedad es un robo y que el comunismo era posible. La astronoma y la geologa, la fisiologay la biologa, el materialismo y el positivismo, todo lo que se puede saber, en suma, nos servapara demoler la sociedad burguesa. Adems, en ayuda nuestra vena la literatura verista

    Fue un paso necesario o fue una infatuacin perniciosa? Es intil discutirlo. Tal vez fue algo

    bueno y algo malo a la vez. Bueno, por todo lo que del viejo religiosismo fue cancelado en unageneracin surgida entre el florecimiento de los falsos idealistas burgueses; malo, por latendencia a tomar por verdad demostrada e indiscutible lo que en el campo cientfico no erams que hiptesis, hiptesis ms razonable, ms probable, ms humana que las hiptesismetafsicas de los idlatras y de los adoradores del Estado. Sea como sea, hoy que la revisincientfica y la crtica filosfica han demolido ms de una de aquellas certidumbres cientficas deque tanto nos valamos, tenemos el deber de preguntarnos: tiene por esto la ANARQUAmenos razn de ser?

    Por nuestra parte respondemos: No. La ANARQUA queda, porque subsisten las condicionesde hecho que nos hacen detestar y combatir la autoridad estatal y la explotacin capitalista. LaANARQUA no se ha casado con ningn dogma cientfico; de las varias hiptesis de la ciencia,

    se sirve como de armas demoledoras que arroja lejos de s en seguida que las considerainservibles. La revolucin que desean apresurar los anarquistas no est subordinada a ningnapriorismo cientfico, sino solamente a la necesidad, a la fuerza que la obstaculiza, mientrasesta fuerza no sea posible vencerla. Nosotros no creemos que la ciencia pueda hacer quiebra,pero si as fuera tanto peor para ella; no por esto la opresin y la explotacin dejaran de serhechos reales contra los cuales sentiramos, lo mismo de un modo que de otro, la necesidad derebelarnos, hasta que desaparezcan, hasta lograr su completa desaparicin. De aqu la perennejuventud del espritu de rebelda y, por tanto, de la ANARQUA.

    Es corriente, hoy, combatir a la ciencia como si fuera una mala mujer que no mantuviera suspromesas. La verdad es que la ciencia no nos ha prometido nada, sea lo que sea lo quenosotros hayamos dicho en el ardor entusiasta de nuestra propaganda. Por eso no hacemos

    coro a los que denigran. La crisis que la ciencia atraviesa no es cosa nueva: la ciencia estperpetuamente en crisis. Ciertamente, tal crisis no perjudica, aunque todo perodo crtico llevaconsigo una perturbacin a aquellos que hablan hecho hincapi en ciertas hiptesis.

    En el mundo del pensamiento contemporneo, nosotros debemos encontrar precisamente unaperturbacin general, una crisis que tiene su repercusin sobre el pensamiento anarquista,como en cualquier otro campo de ideas y de vida social. Ninguna de las afirmaciones actualesde la filosofa y de la ciencia nos satisface por completo ni vence nuestras dudas; ninguna deellas, mientras deshace una hiptesis vieja, nos muestra nuevas sombras que deseen la luz, ninos hace entrever nuevos peligros para la causa de la emancipacin del espritu humano.Podramos afirmar que el actual renacimiento idealista responde tambin a una necesidad denuestro nimo, al que tampoco lo dejaba satisfecho el rido positivismo. Pero, entretanto, nos

    perturba la visin de un probable peligro, el cual puede originarse de que las tendenciasidealistas nos empujen demasiado hacia un espiritualismo que forje nuevas cadenas y nuevosdogmas, obstculos renacientes puestos a la liberacin suprema del hombre de todas lasopresiones tanto morales como materiales.

    ----------A esta crisis espiritual, se agrega otra, ms material, ms baja, en el mundo poltico yeconmico ms cercano a nosotros.

    Nos hablemos de la burguesa, esa vieja y fea cortesana que en su tiempo venci en nombre degrandes ideales y que hoy reniega de todo su pasado y vive en continua contradiccin entre suspalabras y sus actos, por no tener ms actividad que la de atraer hacia dentro de su rbita

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    corruptora, bajo el manto de la democracia, las energas vivas del proletariado, reducindolotodo a una cuestin de compraventa a base de dinero, todo, ideas y conciencias, partidos eindividuos. Hubo un tiempo en que nos forjamos la ilusin de que la burguesa estabamoribunda, y ahora nos damos cuenta de que revive, ms suciamente, s, pero tambin msfuerte, como aquel personaje de Balzac que de tanto en tanto se apropiaba la fuerza vital de lajuventud viril, de un modo parecido a como puede encenderse una lmpara apagada con elaceite que se extrae de otra, cuya llama entonces se extingue.

    La burguesa mata de este mismo modo toda idea nueva y todo partido de vanguardia,absorbiendo sus mejores fuerzas e identificndoselas. Y esto continuar mientras la revolucinno interrumpa de una vez para siempre la obra de la explotacin, y no slo de la explotacin deltrabajo, sino tambin de las energas, de las idealidades, de los entusiasmos de aquellos que sedicen y se han credo durante mucho tiempo enemigos de las instituciones actuales.

    No hablemos, repito, de la burguesa. Consideremos solamente la crisis por que atraviesan lospartidos, las fracciones y las organizaciones de que esperbamos tantas cosas no hace anmucho tiempo.

    Haba antao un partido republicano, adversario nuestro, claro est, pero del cual se poda

    esperar una funcin til para derribar de nuestro camino, por lo menos, el primer obstculo, eldel privilegio dinstico. Pero htelo, a este partido, hogao, ahogndose por completo en lasaguas estancadas del parlamentarismo, aliado a la burguesa ms conservadora; su nico actohostil consiste en votar... alguna que otra vez, contra un ministerio.

    Haba un partido socialista Pero observemos como este partido ha sido conquistado, enabsoluto, por los poderes capitalistas y gubernativos; como ha sido convertido en uno de lospuntales ms eficaces de lo actual. La ltima pgina de la historia parlamentaria del partidosocialista es de lo que ms oprobio que pueda imaginarse, oprobio que, a pasar de suimportancia, no ha dado lugar a la protesta enrgica y consciente de las masas.

    Si dirigimos la mirada a otro lado, veremos a los pigmeos del sindicalismo politicante vidos de

    xito; rabiosos porque no pueden llegar, contra aquellos que ya han llegado a la meta personalque se propusieron, sealando al proletariado, bajo nombres nuevos, un camino viejo, elcamino de un reformismo que comienza all donde termina el viejo reformismo: un reformismode un fondo utilitario desvergonzado, que no deja de ser tal porque sea de clase.

    Y agreguemos, para completar el cuadro, el movimiento de repercusin del proletariado, elsindicalismo econmico que se desarrolla en el ambiente de las organizaciones obreras, acasoms puro, pero no menos inseguro en sus finalidades, no menos preado de peligros para elporvenir. Quin nos dir, entre los partidarios de la organizacin obrera, y lo somos nosotrostambin, el buen camino que sta debera seguir? Teoras no faltan. Acaso las hay con exceso,pero ante el acto prctico las teoras ms revolucionarias ceden el puesto a los hechos msreformistas, a los acomodamientos ms humillantes, a las genuflexiones ms dolorosas. Las

    ltimas huelgas campesinas y ciudadanas nos dan fe de este aserto.Confesemos que esta situacin embarazosa no puede inculparse a unos pocos directores.Sera demasiado cmodo creerlo as. El egosmo y la maldad de algunos puede tener granparte en ello; pero no nos ocultemos que hechos tan generales tienen sus determinantes encausas ms vastas e impersonales. La verdad es que estamos dando vueltas en un crculovicioso que slo una revolucin puede romperlo, y que cuanto ms nos dejemos llevar por losacontecimientos, aguantando la realidad actual, ms la revolucin se aleja y se hace difcil.

    Poda ser el anarquismo lo nico que escapara de esta especie de gravitacin universal haciala crisis? No, ciertamente. El anarquismo quiere la lucha, para vivir; y la calma, si no lo mata,

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    por los menos la amodorra. As se explica, en gran parte, la inercia de muchos de sus adeptos,como asimismo cierta inquietud acre formada por las polmicas y las luchas intestinas. Nopudiendo devorar al adversario, el anarquismo se da mordiscos a s propio, con una especie desdica voluptuosidad. Ah! Si la tempestad purificadora estallara, entonces s, como dice lasentencia bblica, los ltimos seran los primeros. La desaparecida falange anrquica, asfixiadapor el ambiente que anula al mayor nmero y que excita malsanamente a los pocos que sonenrgicos, se volvera entonces el eje de la situacin, sera la triunfadora en la lucha

    desencadenada contra el viejo mundo. ----------Mas, qu hacer entretanto? Esperar tranquilamente que llegue la hora buena? No. Esa horano llegara nunca si no nos cuidramos de prepararla. Encerrarse cada uno y todos en la torrede marfil de nuestras aspiraciones, de nuestros odios y de nuestros amores? No. En el encierrode nuestro sueo de rebelda y de liberacin nos faltara la fuerza popular, sin la cual no hayrevolucin ni liberacin posibles. Seguir y servir a las masas en su vida a ras de tierra, vida depequeas rebeliones y de sucesivos acomodamientos? No. La accin de las grandes masas essiempre excesivamente utilitaria y hasta cuando parece ser rebelde tiende a adaptarse a lomenos malo del ambiente, sin modificarlo.

    Qu hacer, pues? Es muy difcil resolver ese problema. Por nuestra parte, no tenemos la

    pretensin de confeccionar ningn especfico milagroso que cure la malsana vida social. Pero eldecreto del problema nos parece que se encierra, en absoluto, en la rebelda perenne contra larealidad, en la negacin de la realidad vil que o nos aplasta o nos absorbe; rebelda depensamiento y de accin a la vez, individual y colectiva, que no se asla de la masa en nombrede la hiptesis individualista, pero que tampoco se deja arrastrar ni anular por las mayorasdemasiado deseosas de equilibrio en nombre de un derecho igualmente hipottico de lascolectividades. Tener contacto con la multitud, sin la cual no puede haber revolucin, peroresistir a sus tendencias de acomodamiento a la realidad presente; y para poder resistir,mantenerse agarrados con toda la fuerza de los msculos a una bandera ideal propia, a una feen el porvenir adquirida por uno mismo, sin dejarse zarandear de ningn modo por los aleteosdel xito inmediato, cuando ste no sea el xito completo, la suprema victoria.

    Los anarquistas podremos as vencer aun perdiendo, conservarnos aun cuando parezca que enciertos momentos vamos a desaparecer, ya que nada tenemos que conquistar para nosotros,pues que somos un partido del porvenir, solamente del porvenir; un partido que en el seno de lasociedad burguesa no tiene un fin inmediato que realizar para s, fuera del de negar, del delucrar, del de rebelarse contra la fea realidad, del de ser y reservarse de ser en todo momento laprotesta viva y activa, en todos los campos y aspectos, para la conquista de la libertar humana.

    LA FUNCIN ANRQUICA EN LA REVOLUCIN

    La revolucin no es nuestros das como antes de 1914, una eventualidad de la que no correprisa ocuparse. Hay muchas probabilidades de que la revolucin sea pronto un hecho, y de aqunace la necesidad imperiosa de que los anarquistas intentemos saber cul es la funcin quedebemos ejercer en ella, aunque, como es bastante probable, no tome la direccin precisa quenosotros quisiramos.

    Es muy fcil que en la mayor parte de las naciones de la Europa Occidental, una revolucin, enestos momentos o en momentos bastante cercanos, estableciera una repblica que, por

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    muchas tendencias sociales que tuviera, estara muy lejos de asemejarse a un orden de cosasanrquico. Deberemos por esta causa poner obstculos a esa revolucin, o deber sernosindiferente por el hecho de que no podr darnos todo lo que quisiramos? No hay un soloanarquista que as lo piense, creemos. A nuestro juicio, bien contrario a tal actitud, deberemostomar parte en esa revolucin con todas nuestras energas, ya sea con el objeto inmediato dederribar todas las instituciones del privilegio y de la opresin que nos sea posible, o ya paraaprovecharnos de la momentnea ausencia o debilidad de las instituciones gubernativas para

    reforzar nuestra posicin de anarquistas, creando y multiplicando instituciones libres yvoluntarias fundadas en el acuerdo mutuo que sean el punto de partida para una nueva accin yque representen y constituyan la defensa de la libertad en oposicin al nuevo gobierno,cualquiera que fuera, que se constituya.

    Si previendo que la solucin ms probable de la revolucin fuera una repblica ms o menosdictatorial o socialista, nosotros renunciremos de antemano a nuestra funcin de anarquistas ynos adhiriramos al movimiento y a la propaganda republicana o socialista dictatorial, nosconvertiramos en un intil duplicado de otros partidos y nos cerraramos de hecho el caminonuestro, dejaramos de ser una fuerza independiente y quedaramos absorbidos por los partidosgubernamentales de maana. Si sta fuera nuestra actitud, radicalmente equivocada, larevolucin tomara una direccin ms autoritaria aun, y la ausencia de una oposicin que la

    empujara ms adelante, hara, claro est, que sta fuera menos radical. En cambio, aunque dela revolucin surja un gobierno cualquiera, ste ser tanto menos agresivo, y nos tendr que dartantas mayores libertades, cuanto ms imbuido est de espritu igualitario, cuanto ms haya enel pas fuerzas de oposicin ultrarrevolucionarias y libertarias, cuantos ms numerosos sean losncleos, las asociaciones y las instituciones que reivindiquen la libertad de administrar por smismos sus propios intereses y de organizar con iguales libertades las propias relaciones con larestante sociedad.

    Se nos dice que esta oposicin al poder de maana podra favorecer las tentativascontrarrevolucionarias del interior y del exterior y debilitar la posicin general de la revolucin.Decir esto significa desconocer el carcter y el espritu de la oposicin antigubernamentalanrquica. Por otra parte, la ausencia de una oposicin al gobierno podra muy bien provocar en

    l una mayor degeneracin, hasta el punto de que el mismo gobierno fuera el que se convirtieraen centro de la temida contrarrevolucin. Mas aunque as no sucediera, se debe comprenderque la oposicin anarquista se movera siempre en un sentido ms revolucionario, es decir, enun sentido a combatir con mayor energa e intransigencia los residuos que quedaran delpasado, en lugar de favorecerlos. Precisamente esta oposicin es la que podra dar unconcurso ms activo -y en la oposicin es donde este concurso sera ms seguro e inevitable-para combatir, en el terreno de la accin, de acuerdo con las dems fuerzas revolucionarias deotros objetivos, cualquier tentativa reaccionaria o burguesa del exterior o del interior.

    Se suele decir entre los anarquistas, ya desde tiempos de Bakunin, que la revolucin seranrquica o no ser revolucin. Pero hay quien entiende esta frmula de modo errneo, de unmodo que podra concretarse en estas palabras: o la revolucin se encaminar hacia la

    ANARQUA o, en caso contrario, no queremos saber nada de ella. Y esto no es lgico. Bakuninquera decir que, para tener xito, la revolucin necesita que se desaten todas las fuerzaslatentes en el pueblo, sin frenos ni coerciones, en todas partes y en todos los sentidos. Dehecho, as es de prever que ocurra en el primer momento insurreccional. Si se perdierademasiado tiempo ordenando, controlando, etc.; si en todas partes se esperaran rdenes de losjefes o de un centro, es casi seguro que la reaccin ganara la partida. El triunfo de la revolucinser ms indudable si la iniciativa revolucionaria se desarrolla voluntariamente en todas partes,si ataca directamente los organismos autoritarios y, una vez que stos hayan sido abatidos, sepasa a la expropiacin, a tratar de que la propiedad privada pase a ser comn.

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    Concurrirn en la revolucin y podrn tambin ser tiles, las fuerzas organizadas, ordenadas,movidas por este o aquel centro, guiadas por jefes, etctera; pero estas fuerzas solas seraninsuficientes y llegaran siempre demasiado tarde, si la primera accin anrquica, ms o menosindisciplinada formalmente, pero unnime por una disciplina interior ms slida, porque estarformada por una unidad de tendencias, no hubiera vencido las primeras resistencias,desembarazando el terreno de operaciones, e impedido, con el asalto imprevisto y en todos lospuntos, a las fuerzas enemigas, el poder reunirse, concertarse y coaligarse. Aun en este

    sentido, pues, la accin anrquica -entendida, no solamente en el significado del partido, sinoen su ms amplia y general acepcin-, tiene una funcin imprescindible que, si renunciramos aella, para incorporarnos en una especie de ejrcito con sus cuadros, esperando rdenes dejefes y centros, tal vez renunciaramos tambin a la victoria.

    La revolucin, por lo tanto, aunque no sea anarquista en el sentido que quisiramos, no dejarde ser una revolucin y no hay razn alguna que nos impida tomar parte en ella. De todosmodos, que sea ms o menos anrquica, slo de los anarquistas depende. Es muy cierto quecuanto ms anrquica sea tambin ms completa ser y mayores probabilidades tendr devencer. Por lo cual es bien claro que la misin de los anarquistas consiste en imprimir a larevolucin la direccin ms anrquica posible, no el dejar de intervenir en ella porque tengatendencias autoritarias.

    ----------No cabe duda que es sta una misin relativamente limitada ni de que, para llevarla a cabo, notendremos fuerzas abundantes que nos permitan el lujo de dedicar unas cuantas a tareas queno son nuestras.

    Es indudable que si faltan las condiciones necesarias para establecer un rgimen anarquista,surgir un gobierno cualquiera, ms o menos revolucionario y que, por lo tanto, ser precisoque algn grupo o partido asuma la obligacin de gobernar. Pero el hacer esta suposicin noquiere decir que los anarquistas asumamos tal obligacin. No, de ningn modo. Si la greyhumana tiene an necesidad de pastores, que los escoja donde quiera. Pero nosotros, que noqueremos pastores, tampoco debemos querer serlo. Sin duda, ni sabramos serlo.Continuaremos, por consiguiente, combatiendo a los pastores y estaremos contra ellos en la

    medida que ellos mismos merezcan, tanto ms hostilmente cuanto ms les vamos propensos aadoptar el palo y las tijeras del esquilador. Ya desde el primer momento nosotros no queremosque se nos cuarte, ni que se nos pegue, ni que se nos esquile.

    Claro es que no confundimos la autoridad coercitiva con la administracin. La facultad deadministrar ser una de las cosas esenciales, inmediatamente, el mismo da o el siguiente al dela insurreccin victoriosa. Pero, qu ser lo que d derecho a tener esta facultad? Nociertamente el hecho de ser los individuos ms salientes de un partido, ni tampoco lacontingencia de ser nombrados diputados o comisarios del pueblo. Se trata de una facultadtcnica que no es privilegio de gobernantes el ejercerla.

    Nosotros no excluimos a los administradores tcnicos, a condicin de que stos sean elegidos

    entre los interesados, condicin principal para que sean competentes y administren segn lospactos libremente estipulados entre los mismos interesados. Es decir, que se trata dedelegacin de de funciones, siempre revocables, y no de delegacin de poderes. Mientras estono sea posible, mientras, al contrario, ejerzan de administradores aquellos que puedan hacer laley segn la cual luego administren, o sea, mientras los administradores sean gobernantes, esevidente que no habr ANARQUA. En tal caso, cuya posibilidad no excluimos, la funcin de losanarquistas consiste en hacer propaganda y luchar para que sea substituida la ley coercitiva porel libre acuerdo, pero de ningn modo en convertirse en administradores-gobernantes.

    Ni siquiera actualmente, ello es fcil observarlo, los que administran, en el sentido prctico de lapalabra, son los gobernantes. Mas bien, al contrario, stos, dificultan la administracin de los

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    servicios y de la riqueza pblica, mandan a los verdaderos administradores y desvan y hacendegenerar su misin en beneficio propio. Acaso en los municipios la oficina del estado civil ode estadstica tiene necesidad del delegado regio, del alcalde o del asesor para funcionar?Acaso la industria o el comercio, los ferrocarriles, los correos y telgrafos, todos los serviciospblicos, etc., estn administradores por los gobiernos o por los ministros? Los verdaderosadministrados son los funcionarios tcnicos: dependientes, casi siempre desconocidos que, porlo que de til y necesario hacen, ninguna ventaja tienen en ser funcionarios estatales; al

    contrario, les perjudica el servilismo en que han de desenvolverse que, por otra parte, entorpecesus servicios.

    De igual modo, en la gestin de la riqueza privada, la funcin administrativa ms til, la nicanecesaria, no es ciertamente la de los accionistas, la de los propietarios y la de los banqueros,sino la del personal administrativo de cada servicio, de cada fbrica, de cada establecimiento,de cada empresa, estipendiado o asalariado, y no patrono. Ahora bien: por qu no deberausufructuarse sus facilidades administrativas en modo libertario, sin sobreponerles rganos decoercin y de control, intiles en la prctica cuando no nocivos?

    Claro es que mientras los interesados, o por lo menos un nmero suficiente de ellos, no tenganuna cierta consciencia de sus necesidades y del mejor modo de satisfacerlas, y de sus

    derechos y deberes, no ser posible la ANARQUA. Pero esta consciencia no se les podrformar mandndolo, imponindosela con la fuerza, sino crendoles nuevas condiciones quehagan posible la formacin y desarrollo de tal consciencia. En la servidumbre no se formanhombres libres, fuera de pequeas minoras; nicamente la libertad puede dar la consciencialibertaria a las grandes mayoras. Y he aqu porque es necesario que haya, durante y despusde la revolucin, un partido que combata principalmente por la libertad, que conquiste ydefienda la mayor suma de libertad para todos.

    Cierto que la libertas no es el nico problema social importante y que nosotros no queremos deningn modo dejar olvidados los dems. Pero es uno de los ms importantes. Nos parece quees el que va despus del del pan, que es el ms importante de todos. Hasta se podra sostenerque el problema de la libertad est en primera lnea, si se piensa que el salariado es un forma

    de servidumbre y que, en sustancia, los patronos son los opresores, los enemigos de la libertadde los obreros a quienes explotan; si se piensa que, si tuviramos libres de la opresin estatal,si el gobierno no nos impidiera toda libertad de movimiento, pronto nos habramosdesembarazados de cualquier otra opresin y resuelto todos los dems problemas. No seradifcil demostrar que cada problema social se reduce en ltimo anlisis a una cuestin delibertad, como procur demostrar, hace ya algunos aos, Sebastin Faure, en uno de sus msnotables libros.

    Pero esto importa poco. Volviendo al modo ms comn de entender el asunto, es verdad quehoy los hombres entienden poco su inters, pero para que lo entiendan slo puede serlesenseado por la experiencia. Si en cambio se quiere que sean unos cuantos los que sepreocupen y se cuiden de este inters de todos, cmo se elegirn?; quin los elegir? Para

    los imbciles y los ignorantes, tambin la ciencia ser una tirana, suele decirse. Pero quinser el representante de la ciencia que pueda estar autorizado para imponer su tirana? Acasobasta la ciencia para que sean honrados los que la poseen, para hacerles desinteresados, paraimpedir que se sirvan de ella y del poder juntamente con el objeto de ocuparse solamente de suinters personal en perjuicio de la colectividad? Si hoy las verdades ms evidentes de la cienciano son aceptadas buenamente ni reconocidas por todos aquellos que ms inters tienen enreconocerlas, no es por una innata malicia en ellos, sino por el modo como quisieranimponrselas, por las condiciones de ambiente, econmicas y sociales, que les impidencomprenderlas o aceptarlas sin un cierto dao inmediato.

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    No basta, por ejemplo, que el mdico y el arquitecto expresen el parecer de que la gente vaya ahabitar casas higinicas y limpias, para persuadir a las personas habituadas a vivir entreporquera a que cambien de casa. Primeramente es necesario construir las casas sanas ylimpias; es necesario quitar a los seores el uso superfluo de las nueve dcimas partes delespacio que ocupan sus palacios y sus villas, y entonces se ver como la pobre gente, hoyamontonada en los tugurios, no tendr absolutamente ninguna dificultad en pasar a las nuevashabitaciones donde hallaran mayor comodidad y la posibilidad de vida y un mayor motivo para

    aprender a vivir menos descuidadamente y con mucha ms limpieza. Para persuadirse de esto,basta visitar y comparar los barrios viejos donde la poblacin obrera est demasiadoaglomerada, con los barrios nuevos de muchas ciudades, constituidos por casas y casitasobreras construidas segn las normas higinicas y con las comodidades ms modestas -seapor iniciativa privada, o cooperativa, o municipal- para ver en seguida como estas ltimassealan un inmenso progreso sobre las primeras en cuanto que sus habitaciones ofrecen ya unnivel ms alto de civilizacin, de limpieza, de higiene y de orden.

    No cabe duda de que, para la proyeccin de casas, deben ser propuestos los higienistas y losarquitectos y nos los inquilinos, y que al construirlas los albailes siguieran los planos dados porel ingeniero y no las indicaciones del primer ignorante en esta materia que se presente.Suponer que la gente pretenda lo contrario, slo por el hecho de que ya no haya gobierno, sera

    una tontera. En cualquier administracin la capacidad tcnica es la primera cualidad necesaria,pero esta cualidad no tiene nada que ver con la de gobernar, de mandar y de imponerse con laviolencia o la amenaza.

    ----------Pero el esfuerzo que debe hacerse es siempre el mismo: doble; o sea, desbaratar el orden decosas actual; es decir, demoler las instituciones nocivas, cambiar el ambiente, para que loshombres a su vez puedan transformarse, y entretanto ir cambiando cuanto sea posible lamentalidad y la consciencia de la minora ms susceptible de ser influida por nuestrapropaganda, a fin de que esta minora adquiera la fuerza necesaria para dar el primer empujna la barrera estatal y burguesa, al propio tiempo que constituya el primer ncleo de la sociedadlibre de maana.

    Inmediatamente, ya desde el primer momento, sin esperar la poca en que los hombres seanmaduros, deben entenderse todos aquellos que se sientan impulsados por la buena voluntadpara resistir a los malvados y a los sin escrpulos e impedirles que arrastren, engandola, a lamasa aun consciente de los interesados, poniendo en prctica donde puedan y tanto comopuedan, las propias ideas y los propios medios de organizacin social.

    LA HUELGA GENERAL, EL PRIMERO DE MAYO Y LA AGITACINPOR LAS OCHO HORAS DE TRABAJO

    La propaganda antimilitarista y el movimiento de la huelga general estn ntimamentecoordinados con la manifestacin obrera, en todo el mundo, del primero de Mayo. La idea inicialde la manifestacin del primero de Mayo era que sta deba ser como un recuerdo de lasfuerzas revolucionarias del proletariado, una verdadera huelga general de un da, conintenciones antiburguesas y, adems, al propio tiempo, una afirmacin del derecho a todo elbienestar y a toda la libertad para los ciudadanos de todo el mundo, de paso que, asimismo,una manera de reivindicar el derecho a la satisfaccin de las necesidades ms inmediatas y deciertas conquistas parciales, entr estas, en primer trmino, la jornada de ocho horas. Pero,

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    ante todo, la caracterstica de la manifestacin del primero de Mayo era de ndolerevolucionaria.

    Hoy, en cambio, todos le dan una importancia bien diferente. Se atribuyen el carcter de unafiesta como otra cualquiera, tal que si fuera un nuevo domingo agregado a los otros cincuenta ydos del ao. Casi nadie se acuerda ya de su origen revolucionario. Hasta la burguesainteligente y astuta se ha adaptado a ella y hace fiesta yndose al campo, cerrando oficinas y

    comercios, dejando de publicar los peridicos y hasta engalanndose con los vestidos de losdas sealados por el santoral.

    De este modo, la gran manifestacin que al principio despert tantas esperanzas en el coraznde los trabajadores; aquella idea de una resistencia unnime e internacional de los obreroscontra los patronos, aun reducida a un solo da del ao, que se crey deba ser el preludio deuna accin acorde y concorde, y no solamente ya para veinticuatro horas; aquel granmovimiento que cost el sacrificio de tantos hombres y al que est unido el martirio de loshroes de Chicago; aquella simptica fiesta de la revolucin, en fin, hemos visto como ibaperdiendo el color, gradualmente, su vestido purpreo, como se iba falseando su primitivoespritu, como todos los entusiasmos y energas de su primera hora se han ido reduciendohasta convertirse en quietud que se solaza en una jira campestre o en alguna conferencia

    privada, o, lo que es peor aun, en una borrachera colectiva que la polica tolera y que casi todoslos patronos permiten.

    Ms aun. Tan oportunistas nos hemos tornado, que si por desgracia el primero de Mayo norecae en domingo, todos estamos de acuerdo en relegar la fiesta para el domingo que siga. Deesta manera la fiesta del primero de Mayo se convierte en fiesta de un da, que no es ni siquieraaqul cuyo nombre lleva. Fruto perfecto de la ley de adaptacin al ambiente!

    De quin es la culpa? Quines son los responsables de esta desnaturalizacin de unmovimiento tan bello al principio y que tantas promesas encerraba?

    ----------La culpa pertenece por entero, de todos es sabido, a aquellos partidos llamados populares que

    han erigido el legalitarismo en sistema de lucha, y a los que estorbaba una manifestacin quecomenz chocando demasiado con la susceptibilidad burguesa y gubernativa.

    En lugar de aconsejar a los trabajadores la huelga general en todos los talleres, para aquelnico da del ao, se les empuj a implorar de los patronos y de los gobiernos elreconocimiento, puede decirse que casi oficial, de esta fiesta, con lo que sta perdinaturalmente, por completo, aquel carcter de resistencia y de rebelin que tena al principio.

    Y como cuando se est sobre una pendiente es imposible no deslizarse hasta el fondo, lamanifestacin del primero de Mayo, que surgi como un estandarte de barrinada, ondeando alviento toda su grandiosidad, poco a poco se ha ido replegando sobre s mismo,empequeecindose, suavizando los tintes y las esperanzas, permitiendo, en fin, que pueda ser

    aceptado, as tan manco e imperfecto, por los mismos contra los cuales se levant un da comoarma eficaz de combate. En manos ahora de los partidos electorales, se ha convertido en unmedio para procurarse votos y para hacerse un reclamo. Para la polica, tal manifestacin seresume en una ocasin especial debido a la que le es posible desplegar sus fuerzas y darseales de su actividad contra las gentes subversivas.

    Afirmamos, una vez ms, que la causa primordial de esta insipidez de la manifestacin delprimero de Mayo, han sido, en especial modo, los partidos populares, legalitarios y lectorales;pero no hay que ocultar que otra causa bastante importante de semejante efecto ha resididotambin en el descuido de los anarquistas, los cuales, en las primeras tentativas de lossocialistas legalitarios para aduearse de este importante movimiento, para hacrselo suyo, no

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    supieron hacer otra cosa que abandonar, despus de breve resistencia, el campo, limitndosems tarde a ridiculizar a los nuevos festejantes, cuyo objeto, al ser los directores de lamanifestacin, se reduca a que los trabajadores de todo el mundo hicieron mezquinasdemostraciones, en pro del sufragio universal y de la jornada de ocho horas.

    Bien contrariamente a todo esto, los anarquistas tenan que haber disputado el campo a lossocialistas hasta sobre este argumento, y deban haber intentado impedir que aqullos

    monopolizaran una manifestacin internacional que tanta importancia habra revestido y quepoda ser en manos de los revolucionarios un instrumento de actividad, mientras que en manosde los legalitarios no dio ni da ningn fruto, ha perdido todo su buen significado y se ha reducidoa una nueva ocasin para que los proletarios formulen las acostumbradas protestas y lashabituales rdenes del da.

    ----------Sin embargo, a pesar de cuanto han hecho los legalitarios con su condescendencia y losrevolucionarios con su descuido, el primero de Mayo, de todos modos, causa siempre ciertoefecto entre las gentes del pueblo, ejerce cierta fascinacin sobre los trabajadores. De cualquiermodo que sea, la idea, para stos, de que en todo el mundo, en ese da, los obreros se buscancon el pensamiento y manifiestan sus aspiraciones, es ya una cosa grandiosa que predispone alque la acoge para recibir la semilla de las nuevas ideas y para prepararle el nimo para una

    accin acorde, enrgica y resuelta.

    Fue tan bello el impulso que la manifestacin del primero de Mayo dio, en sus primeros tiempos,al movimiento social, que las masas trabajadoras sienten todava las ltimas vibraciones de laprimera sacudida de aquel impulso. De ah que los obreros acudan a nuestras conferencias ensemejante da, que lean nuestros peridicos con ms asiduidad en esa fecha, por ms quesean iguales nuestras palabras o nuestros escritos que en los restantes das del ao.

    Es que ese da sealado los trabajadores estn mejor predispuestos para escucharnos, mspropensos a seguirnos. Vamos a descuidar el aprovecharnos de un estado de nimo de lasmasas tan oportuno y beneficioso? O bien debemos arrojarnos en medio de los obreros paraintentar ensearles dnde est la verdad sobre este particular y cul es el camino ms certero

    para que obtengan su emancipacin? ----------Nosotros, socialistas anarquistas, que tenemos escrito en nuestro programa el primordial deberde aprovechar todas las ocasiones favorables para hacer propaganda de nuestras ideas y deaplicar nuestra accin, debemos procurar conquistar el terreno perdido, debemos darnuevamente al primero de Mayo el carcter revolucionario que tuvo en sus comienzos ytransformarlo en arma de regeneracin social. Poniendo semejante manifestacin encoherencia con los principios anarquistas, probablemente dara frutos benficos.

    Ante todo, con slo abandonar el trabajo en todo el mundo durante un da, bastara para daruna idea, aunque fuera plida, de su eficacia. Sera y volvera a ser, tantas veces cuantas serepitiera, la prueba experimental peridica de la huelga general, que algn da podra

    prolongarse tan pronto como los obreros de todo el mundo se hubieran percatado de que lo quese hace en un da puede tambin hacerse durante muchos.

    Esto es lo que comprendieron y se propusieron hacer los trabajadores sindicalistas yrevolucionarios franceses, hace unos cuantos aos, intentando, con certera visin, dar a lamanifestacin del primero de Mayo el carcter de una afirmacin, como ensayo de huelgageneral, reivindicando en ella la jornada de ocho horas.

    Hace algunos aos, no muchos, los anarquistas, o, para decirlo ms exactamente, algunosanarquistas, ridiculizaban la idea de las ocho horas de trabajo. No dejaban de tener razn,desde muchos puntos de vista. Pero la nica sinrazn suya consista en que en lugar de

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    plantear la cuestin, sacaba por completo de quicio por los socialistas demcratas, en susverdaderos trminos, la rechazaban pura y simplemente, dando de este modo ocasin anuestros adversarios para que la monopolizaran en beneficio suyo y para que la transformaranen un arma de propaganda electoral.

    Las ocho horas, tal como las queran los socialistas demcratas, era una cosa muy cmoda. Alllegar cada primero de Mayo, como en cualquiera otra fiesta conmemorativa de nuestra

    redencin proletaria -como dice un querido amigo mo-, se haca una procesin que se dirigaal ministerio, al gobierno civil o al municipio, y all una comisin presentaba respetuosamente alministro, al gobernador o al alcalde un memorial en el que se demostraba cientficamente lautilidad de las ocho horas de trabajo desde el punto de vista fisiolgico y econmico; desde eleconmico sobre todo, o sea, desde el punto de vista del inters de los patronos. Aquellosseores acogan el memorial sonriendo y, tan pronto como la comisin se marchaba, loarrojaban al cesto de los papeles intiles.

    Cansados de estropear zapatos subiendo y bajando las escaleras de las oficinas burocrticas,comenzaron a ejercer una presin directa sobre los patronos. Que si daban las ocho horas detrabajo, sera mejor para ellos. Que la produccin saldra beneficiado en calidad y encantidad. Que se aminorara el odio entre las clases, y por consiguiente, que terminaran los

    actos de violencia. Pero los patronos sonrean al ver tanta solicitud por sus intereses ydiscutan el asunto. Alguno, que tena los almacenes llenos y no entraba en sus clculosdisminuir el personal, ceda. Esto no era la jornada de ocho horas, pero por algo se comienza.La jornada de diez horas se iba reduciendo a nueve y media, a nueve, en algunos oficios amenos, y esto salan ganando los obreros. Los obreros esperaban y elegan diputados a lossocialistas que se clavaron un 8 -mejor dicho, tres ochos- en el sombrero, y los patronospensaron que era ya cuestin de agradecer a las comisiones la molestia que se tomaban por elinters de ellos, por el aumento de la produccin, por la armona entre las clases pero,pensando al propio tiempo, por otra parte, que, a fin de cuentas, su propio inters lo conocanellos suficientemente, acordaron que podan hacer, referente a todo aquello, lo que mejor se lesantojara. Y esto fue lo que hicieron.

    El pendn de los tres ochos -8 horas de trabajo, 8 de recreo, 8 para dormir- ha sido agitado entodas las naciones por los socialistas demcratas e hizo que fueran elegidos una multitud dediputados socialistas. Pero durante quince aos el pendn y la obra de esos diputados han sidointiles. No poda ser de otro modo. Si algn paso dieron en ese asunto, ms que hacia delante,fue hacia atrs.

    ----------No poda ser de otro modo, porque la idea de la jornada de ocho horas tuvo un origencompletamente revolucionario, como el de la manifestacin del primero de Mayo. Ambas ideaseran buenas, pero en manos de los socialistas, ambas se han echado a perder.

    Claro es que los obreros, trabajando ocho horas, no haban alcanzado su primordial objeto, nimucho menos. Pero con diecisis horas a sus disposicin, tendran ms tiempo que dedicar al

    descanso, a recrearse un poco, a relacionarse algo ms con sus compaeros y amigos, a leer yestudiar algunos problemas, a ir a escuchar conferencias y lecciones, a ayudar a lapropaganda; en suma, a preparar segn sus posibilidades la revolucin y al propio tiempo ameterse mayor nmero de ideas en la cabeza. Todo esto seran ganancias. Pero todo esto locomprendieron muy bien los patronos y por haberlo comprendido, a pesar de las razones justas,aunque oportunistas, de los socialistas legalistas, los patronos hicieron odos de mercader asemejante demanda, con mucha educacin formulada, eso s, pero sin duda desoda por suexcesiva cordura.

    All donde se pidieron las ocho horas de muy otro modo, contando solamente con las fuerzascoaligadas de los obreros y ejerciendo presin con estas fuerzas, no dejando a los patronos

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    libertad de eleccin -como en muchas partes de Amrica, de Inglaterra y de alguna otra nacin-se conquist sin tardanza la jornada de ocho horas. Todo mundo recordar el grandioso, a lavez que revolucionario, movimiento en pro de las ocho horas que se produjo en 1886-87 en losEstados Unidos que tuvo por eplogo la tragedia de Chicago, y que engendr los dos conceptos,ms precisos de que lo eran antes, de la manifestacin revolucionaria del primero de Mayo y dela huelga general.

    Noten la lgica filiacin de estas tres ideas: las ocho horas de trabajo, el primero de Mayo y lahuelga general, y vern que la primera, por mucho que a primera vista parezca un paliativo,tiene un innegable carcter revolucionario. Revolucionario, s, con tal que la conquista se hagacon las propias fuerzas, directamente, y que no sea un fruto de la propia sumisin al poder y alos patronos. Al que les arrebata una cosa, pueden quitarle una parte de lo que es suyo, enespera de recuperar el todo; pero si esta parte la imploran y se la hacen dar de limosna, matansu derecho, y por el huevo de hoy renuncian a la gallina de maana. Si al contrario arrancaneste huevo a la fuerza de manos de quien se los arrebat, se reservarn siempre la posibilidadde quitarle maana la gallina. No es claro esto?

    Aun sin contar con que de este modo habrn realizado un acto de rebelda que servir deejemplo, habrn robustecido los msculos de las fuerzas revolucionarias y aumentado el apetito

    popular, que maana querr algo ms, siempre ms.

    Lo repito: mientras por un lado los anarquistas se desinteresaban de esta cuestin, poranimadversin a los socialistas, que la han estropeado, stos la iban reduciendo ms y mshasta tal punto que ya nadie la reconoce.

    De todos modos, es necesario hacer notar, en descrdito de los socialistas, que esos quinceaos, durante los cuales nosotros tuvimos abandonado el asunto, mientras sus diputados ibanaumentando considerablemente en todos los parlamentos de Europa, los obreros estaban muylejos de conquistar la jornada de ocho horas. Hasta, en ese tiempo, la perdieron en algunaspartes donde ya la tenan. Y no solo, en esos aos, se verific un retroceso en la prctica, enlos hechos, sino que tambin ocurri el mismo fenmeno en las ideas, en la propaganda. En los

    ltimos tiempos de ese largo perodo, quin hablaba ya, entre los socialistas, de la jornada deocho horas?

    Y aun no es esto solamente. En Francia, en Alemania y en otras partes se ha retrocedido hastaen la medida. Los socialistas demcratas no pedan ya en muchas partes las ocho horas, sinoque se contentaban pidiendo nueve, diez, y hasta once De este modo se pierde el apetito, enlugar de aumentarlo.

    ----------Recuerdan el entusiasmo de los socialistas demcratas por el colectivismo? El buen Engelscrea que iba a decretarse por mayora parlamentaria en Alemania en 1898 Pues bien; estosmismos socialistas demcratas hablan ahora del colectivismo como de una cosa fantstica quese obtendr all por el ao 2000, y que puede servir como punto de mira para encaminarse

    hacia l a pasos lentos. Exactamente el mismo fenmeno ha ocurrido, en ellos, respecto a lasochos horas de trabajo.

    Esta conquista, esta reforma, que, por s misma, para un revolucionario puede ser un buenmedio, pero no un fin, entusiasmaba grandemente a los socialistas demcratas del tiempopasado. Pero este entusiasmo era de tan nfima aleacin que a poco casi se habadesvanecido. En efecto, los ocho horas de trabajo, para los socialistas, se transformaron en unautopa buena para abandonarla al calor de los soadores y de los anarquistas; una utopa quellegara a realizarse all por el ao 2000 con lo que la actuacin de los socialistas quedabarelegada para el ao 3000.

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    Qu diablo, hay que ser prcticos! Qu ocho horas de trabajo ni qu cuernos! Y los interesesde la industria? Y el desarrollo necesario de la burguesa? Y la evolucin natural delcapitalismo sobre la trayectoria burguesa? Esto, esto es ciencia econmica y no la jornada deocho horas. Veamos si se puede dejar la jornada en nueve, o si se puede dejar en diez, o enonce y dejemos las utopas para los anarquistas que no han estudiado a Lamark, ni a Darwin,ni a Spencer, ni a Marx, ni al gran socialista Schaeffle, que se crea burgus, malgr lui.

    Y nosotros, anarquistas, aceptamos. Dejemos a los cientficos -hayan o no ledo a Schaeffle, y alos dems grandes hombres, que quiz conozcan por los catlogos o por las citas de Lafargue,de Kautsky y de Ferri- todo su bagaje nominal de la ciencia econmica, y veamos si es posiblehacer algo prctico.

    Ahora que los socialistas demcratas hicieron ya el experimento y les sali mal, hagamosnuevamente nuestra la idea y su buen significado del principio; tratemos de realizarla con susmedios de entonces. Algunos anarquistas franceses han empezado ya esta tarea, dejando unpoco arrinconadas las teoras abstractas y poniendo prcticamente manos a la obra, utilizandopara una agitacin revolucionaria aquella buena influencia sobre el proletariado francs que hanconquistado en largos aos de labor silenciosa, pero asidua, tenaz, en el seno de lasorganizaciones obreras de resistencia.

    ----------La idea, como ya hemos dicho, no es nueva; pero deban ser nuevos el mtodo y la actitud conque haba de reivindicarse esta parcial conquista de disminucin de la fatiga diaria.Examinemos, pues, un poco esta idea en s misma, y el mtodo que deba adoptarse para surealizacin.

    Para todo aquel que, como nosotros, crea que son injustos los actuales rdenes econmicos;para todos los que piensen que la esclavitud del salariado es de tal ndole que requiereeliminarla radicalmente y no atenuarla y hacerla ms soportable; para los que en el taller, en lafbrica, en la cantera, en la mina, en el arrozal, en los campos, en todas partes donde seexplota al hombre, ven un presidio de condenados a trabajos forzosos; para los que no admitenque pueda haber obre humana til si no es hecha por libre y espontnea eleccin; para el

    socialista, en una palabra, trabajar ocho horas diarias para un patrono significa simplementetrabajar ocho horas ms de lo que debera trabajarse .

    Pablo Lafargue reivindicaba ya, en forma paradjica y custica, para el proletariado, frente alcapitalismo, el derecho al ocio; y era un corrosivo antdoto contra las mieles de la retrica oficial,que ensalza continuamente la sublimidad del trabajo de los dems, el deber de trabajarpara los dems, llegando a transformar este deber impuesto en un derecho, para que fuera msagradable con esta denominacin simptica Y muchos han mordido el anzuelo y han dicho:El obrero tiene derecho al trabajo, lo que equivale a sostener que el esclavo tiene derecho asus cadenas. Irona de las palabras! El obrero, al contrario, no debe olvidar que tiene derechoa la libertad de trabajar a su modo, cmo y cuando le parezca, y para l mismo. Esta libertadno la tendr, y por consiguiente no tendr el relativo bienestar que de ella se derivara, con toda

    seguridad, mientras el sistema monopolista y capitalista le acogote para obligarle a trabajar,quieras que no, cmo una bestia de carga, a beneficio de otros.

    Y, al contrario, la organizacin econmica actual de la sociedad no se cambiar mientras lostrabajadores, es decir, los primeros y los ms directamente interesados, no se hayanpersuadidos de la necesidad de este cambio. Lo que quiere decir que es preciso que larevolucin en los hechos vaya en cierto modo precedida de una relativa evolucin en lasconciencias, y a su vez sta necesita que los cerebros se hagan capaces de aceptar las nuevasideas y de trabajar para ponerlas en prctica. Esta capacidad no puede adquirirla el obreromientras su organismo fsico, en lugar de ser el de un ser pensante, no pase de ser unamquina pasiva, lenta e inconsciente en manos del capitalista. Antiguamente muchos

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    revolucionarios marxistas tenan el prejuicio de creer en la utilidad de una miseria crecientecomo coeficiente enrgico de revolucin. El equvoco consiste en esto; que la miseria empuja alhombre a la revolucin, pero slo cuando la miseria sigue a un estado de relativo bienestar o demenor miseria. Sin contar con que si la sacudida rebelde provocada por la miseria, se debe aeste solo impulso, lleva consigo todos los males de los movimientos impulsivos e inconscientes;actos de violencia desenfrenada contra los efectos mejor que contra los primeros responsables.Y que despus del alarido y del espasmo momentneo de odio y de venganza, se sucede un

    aplanamiento y un embrutecimiento mayor, acompaado de una resignacin supina.----------El malestar, la miseria, un aumento de tirana, un acto de represin, pueden ser causaocasional de un movimiento seriamente revolucionario; hasta creo que algo parecido provocarel hecho histrico decisivo que sealar el punto de transicin del rgimen monopolista de lapropiedad al socialista. Esto atraer a la rbita del movimiento un nmero mayor de intereses yla ayuda de aquella masa que de otro modo la fuerza de inercia y de adaptacin al ambientevuelve pasiva. Pero en aumento de miseria o de tirana es por s mismo un mal siempre, y msaun all donde una precedente formacin de consciencia no ha vuelto los nimos tansusceptibles a una irritacin de esta especie que les empuje a la rebelin. Demasiado vemosque un exceso de hambre y de esclavitud vuelve a los hombres ms civiles de lo que podrahacerlos el privilegio. Cuando el estmago est vaco, tambin lo est el cerebro, dice Juan

    Roule a Magdalena en el bello drama de Octavio Mirbeau.

    Para que entre alguna luz en los cerebros de los proletarios; para que en el seno de la claseobrera se forme un ambiente relativamente propenso a aceptar todas las eventualidadeshistricas; para que se determine una conciencia colectiva revolucionaria en los que tienen uninters directo de clase en que advenga la revolucin, es necesario que el organismo deltrabajador no est demasiado extenuado, que le nazcan necesidades intelectuales y quedisponga de tiempo y fuerza para pensar, estudiar y saber. De ah la necesidad de que desdehoy el obrero tenga unas cuantas horas a su disposicin para solaz del espritu; pera ocuparseen algo ms que no sea la busca y captura momentnea del pan; que tenga tiempo paraecharse fuera del taller y del tugurio y poder hablar y discutir con sus amigos; para leer susperidico o su libro; para ir a las reuniones y conferencias; para interesarse en todo lo que le

    afecta de cerca; para formarse una opinin sobre lo que pasa en ele mundo.

    Por consiguiente, algo saldr ganando si logra trabajar las menos horas posibles, con aumento,y no con disminucin, del salario que perciba por cada jornada de trabajo.

    La conquista de la jornada de ocho horas de trabajo es inseparable del concepto de que ladisminucin de trabajo no debe significar disminucin de salario. Le sera intil al obrerofatigarse menos si no pudiera igualmente, y ms si cabe que antes, satisfacer sus ms urgentesnecesidades materiales. Concebida de este modo esa conquista, aparte de la utilidad noindiferente de un mayor bienestar y de una mayor economa de fuerzas, significa otras muchasventajas, parecidas a las anteriores, que sera demasiado largo enumerar aqu, entre ellas, unaaminoracin del nmero de desocupados, puesto que cuanto menor sea el tiempo diario que

    cada obrero dedique al trabajo, mayor ser el nmero de los obreros que encuentre ocupacin,por la necesidad de las industrias y de los comercios.

    Utilidad mxima, adems, de esta reforma social, desde el punto de vista revolucionario, ser lade haber animado, con un objetivo tangible y accesible, la lucha contra el capitalismo. Ya que lajornada de ocho horas no es un objetivo ltimo, y ni siquiera, de por s, demasiado decisivo paralos socialistas, toda vez que desde hoy debe conquistarse una disminucin de trabajo, estelmite de ocho horas no pasa de ser como una seal u orden de batalla que no excluye mayoresconquistas y que no impide tampoco que all donde los obreros puedan o tengan fuerza paraimponer una jornada de trabajo ms reducida la impongan. Nunca me cansar de repetirlo:

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    aunque el obrero trabaje sino una sola hora diaria para el patrono, esta hora ser siempredemasiado.

    Que se reduzca la jornada de trabajo!, ha de ser el constante grito de combate que unasolidariamente a los obreros.

    Nos parece or a los habituales descontentos que nos dicen: Pero de nos hablas? Hace ya un

    montn de aos que se nos viene hablando de esa panacea de la jornada de ocho ho ras yaun no la hemos obtenido, de verdad, en casi ninguna parte.

    Esto es cierto, pero los pesimistas deben observar el problema ms hondamente y no de unmodo tan superficial. Nosotros creemos en la utilidad de la jornada de ocho horas, pero con unasola condicin: la de que se conquisten directamente, con la accin propia de los trabajadores,con el mtodo revolucionario, por el mismo pueblo. De este modo fue como se inici elmovimiento. No se ha dicho: Deben obtener de los patronos que no les hagan trabajar ms deocho horas. Ni tampoco: Deben obtener una ley que obligue al capitalista a no ocupar a lostrabajadores ms de ocho horas. No, nada de eso: el experimento en este sentido ya se hahecho por los socialistas autoritarios, y ha fracasado, los iniciadores del nuevo movimiento nointentan caminar por aquel sendero.

    De ningn modo; el proletariado organizado, los socialistas revolucionarios, y los anarquistas sedirigen a los trabajadores dicindoles: Pongmonos de acuerdo; dmonos la seal y, en un dadado, que fijaremos segn las circunstancias, ninguno trabajar ms de ocho horas. No haynecesidad de hablar a los patronos ni de avisarles para pedrselo, tanto valdra hablar a sordos.En el da fijado, los obreros irn a sus ocupaciones y cuando hayan trabajado ocho horas lasabandonarn. En todas partes donde los obreros estn organizados se har esto, sin vacilacin.Al terminar las ocho horas de trabajo, las minas, las fbricas, los presidios industriales, todos lostrabajos, en fin, sern abandonados, y los patronos, que sin duda alguna ante una huelgatomaran la ofensiva, ante un hecho de esta naturaleza, ante el obrero que empezara a obrarde modo suyo, o tendr que aceptar el hecho consumado o se encontrarn en un callejn sinsalida.

    Porque no hay que darle vueltas: esta forma de resistencia debe efectuarse tambinenrgicamente, es decir, de modo bien distinto al viejo mtodo de los brazos cruzados. Elobrero debe procurar que, al da siguiente a aquel en que comience su accin directa, no se learroje a la calle. Para procurarlo, debe colocar al patrono en una situacin que obligue a ste aceder sin remedio, si es que quiere evitar todos los perjuicios de una resistencia que tiene sucampo de batalla, no fuera de la puerta cerrada del taller, sino dentro de ste, detrs de losformidables baluartes y de esplendentes barricadas que significan las mquinas y cuyas armassern los mismos instrumentos de trabajo. Es una verdadera batalla que debe librarse, y en laque debe preverse todo, tener todas las contingencias. Por ejemplo: es necesario meterse bienen la cabeza que el primer peligro que se corre es el de ser todos despedidos del trabajo. Y espreciso asimismo darse perfecta cuenta de que este peligro no es grave. A poco que se

    reflexione, todos los obreros de las grandes industrias, especialmente, comprendern que no eshacedero un despido general, sobre todo si ellos quieren evitarlo. Cada da de trabajo en untaller tiene su enlace con el siguiente y con el precedente, y no se necesita en verdad granestudio -las organizaciones de oficio pueden ser excelentes medios para ponerse de acuerdorespecto al particular- para encontrar, para cada categora, para cada taller, el modo de que elpatrono no est obligado a abrir las puertas cada da, a fin de que la ausencia de los obreros noperjudiquen el trabajo hecho o por hacer y hasta la maquinaria. Adems, el patrono ha de estarpersuadido de que tiene un enemigo en cada obrero, un enemigo dispuesto a perjudicarle, y lostrabajadores no debern ocultar su propsito consistente en, desde el da en que quieranconvertir talleres y fbricas en campos de batalla, sorda o abierta, segn los casos, librar estabatalla con todas las armas, empezando por el trabajo mal efectuado exprofesamente y

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    acabando si es preciso, pare vencer la resistencia que se les oponga, por dejar las mquinas setornen inservibles.

    No se comprende a decir verdad, como es que los trabajadores, que tan dcilmente se hacenmatar en las calles por tirar piedras o por dar gritos subversivos, no han reflexionado an enque el mejor terreno para las demostraciones, especialmente de ndole econmica, es la mismafbrica o taller, el propio establecimiento donde se les explota, donde el menor gesto, el menor

    acto, puede ocasionar incalculables perjuicios al patrono antes que a los obreros y en donde,por aadidura, sera mucho ms difcil la intervencin de las fuerzas armadas que en la calle losdispersan, y en donde sera fcil toda clase de resistencia contra el patrono y su propiedad.Qu mejor terreno para la lucha de clases que los mismos campos de la explotacin humana?

    Esta es una idea que comparto con muchos amigos revolucionarios y anarquistas. Hace yatiempo que hablamos de accin directa, pero sobre el terreno econmico, y hasta el presente hasido siempre letal para los obreros y nunca para los patronos. No digo que sea posible invertiren seguida los papeles, pero tampoco es imposible que los inconvenientes del oficio comiencena recaer no solo sobre el trabajador, sino tambin sobre los tiranos de la poltica y los delcapitalismo. Buenas son las palabras, pero ms lo sern los hechos. Y el obrero que un dadado, despus de ocho horas de trabajo se coloque su traje de calle y antes de salir del taller

    diga al encargado: Por hoy ya he trabajo bastante -si su ejemplo se imita-, habr roto uneslabn de la fuerte cadena que lo ata al cepo secular de la miseria y de sumisin.----------

    Sin embargo, no nos cansaremos de repetirlo, todo esto no basta.

    Esto es un paso que debe darse, pero no es el ltimo, ni mucho menos. No debemos echar alolvido que todas estas luchas inmediatas, y la misma huelga general, deben tender a tomarposesin del capital, para socializarlo, y a derribar las instituciones burguesas y autoritarias.Este debe ser el fin, el objetivo hacia el cual debe tender todos los medios. Quiero decir que, sino puede llegarse en seguida, siempre se logra el irse acercando ms y ms a la meta final deeste modo, que no echando por las sendas equivocadas del parlamentarismo y de la legalidad.

    Arrebatarles, en lucha continua, a las clases directoras, todo lo ms que sea posible;arrancarles tanto cuanto se pueda a las clases privilegiadas, esto es lo que debemosproponernos realizar. Mientras esto sea compatible con sus intereses y mientras sus interesesse lesionen slo en cierta medida, los privilegiados harn de la necesidad virtud y legalizarn lacesin forzosa de una parte de sus privilegios. Pero cuando el pueblo, acostumbrado a laresistencia y al ataque, quiera ya lo que no sea compatible sino con la abolicin de todos losprivilegios, entonces los privilegiados arrojarn a un lado la hipocresa de la ley y o seresignarn a ser iguales a los dems, o resistirn. Entonces habremos llegado al extremo puntoy lmite en que la transformacin social deber efectuarse, en las formas y en la sustancia,despus de haberse efectuado en la profundidad de las conciencias.

    EL INDIVIDUALISMO STIRNERIANO EN EL MOVIMIENTO ANRQUICO

    Una prueba de la seriedad y de la fuerza de una doctrina, es el hecho de que surjan junto a ellao se desprendan de su tronco tras doctrinas ms o menos duraderas, que tengan de comn conella el reconocimiento de una verdad o bien un punto de partida del que una y otras sacanconclusiones y deducciones diversas.

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    Las doctrinas que conciernen a las multitudes, especialmente, y que tienen un fin oficial, polticoo religioso, suscitan siempre herejes, los cuales tanto pueden ser reformadores yperfeccionadores de la doctrina madre, como corruptores. Sucede casi siempre que en el primercaso la hereja vence a la doctrina y la sustituye convirtindose a su vez en doctrina, en tantoque, en el segundo caso, o la nueva rama se atrofia y se deseca pronto, o lleva una vida mseraal lado del tronco de donde deriva, el cual sigue creciendo y viviendo independientemente.

    Algo semejante ha ocurrido con la doctrina anarquista, que hoy cuenta con no pocasderivaciones, desviaciones y ramificaciones de sus teoras, las cuales se unen a ella en cuantoa lo que constituye su caracterstica necesaria en toda doctrina anrquica: la negociacin delprincipio de autoridad y de toda coaccin violenta del hombre sobre el hombre. Observando ladiversa interpretacin que cada teora hace de este principio negativo, se advierte que en todasla autoridad es ms o menos negada, y que vara el mtodo de combate de cada una, comovaran las otras ideas que cada cual adiciona a la idea madre. Pero esta idea contina siendo elpunto de partida comn, ya sea para las argumentaciones tericas, ora para la accin prcticaque cada uno hace que se origine de su teora particular.

    ----------Histricamente, la ANARQUA -y as es como es aceptada por la mayora de los anarquistas,aunque sea ideolgicamente- es una doctrina socialista.

    El socialismo, despus del perodo embrionario de su formacin, que comprende todo el ciclode los socialistas aprioristas y utopistas -Babeuf, Fourier, Saint-Simon, Owen- se hacepositivista, encuentra su camino a travs de las tentativas de Proudhon, asume forma ylenguaje cientfico con Marx, hasta que con las revoluciones polticas de la mitad del siglo XIX ydespus de la Comuna Pars, llega a su madurez, y se divide en las dos tendencias quecontena en s desde el principio: la autoritaria y la libertaria.

    El socialismo anrquico se personifica en cierto modo en Fourier, como el socialismo autoritarioen Saint-Simon. Las dos tendencias no se manifestaron, sin embargo, mientras que elsocialismo no hubo adquirido un cierto grado de expansin y en tanto que ste no haba tenidosu necesaria elaboracin. La cuestin econmica tena unidas antes a ambas tendencias e

    impeda que se manifestaran por la necesidad imperiosa y absorbente de afirmar conunanimidad de intentos lo que ciertamente fue la conquista social ms importante del siglo XIX:el principio de la socializacin de la propiedad; es decir, la afirmacin del derecho proletariofrente a la burguesa.

    La Asociacin Internacional de Trabajadores hizo esta declaracin de guerra en 1864; fue suintrprete el manifiesto de los comunistas Marx y Engels. La Comuna de Pars, en 1871, fue lavulgarizacin heroica -sublime propaganda por el hecho- de la idea socialista.

    Despus de 1871, en el seno de la Internacional, que ya haba conquistado para el socialismoel derecho de ciudadana entre las ciencias econmicas y sociales, en los Congresosmemorables, que fueron verdaderos laboratorios de ideas, el problema de la libertad se hizo

    sentir ms fuertemente, y se produjo la divisin, ya que se haba hecho imposible lapermanencia en el mismo hogar de las dos tendencias ya adultas y opuestas. Miguel Bakunin yCarlos Marx, dos colosos, sintetizaban la ciencia de ideas y de mtodos entre el socialismoautoritario y el socialismo libertario o anrquico.

    Desde entonces los dos socialismos caminaron separados, cada cual por su camino,ayudndose a veces como aliados, combatindose rudamente con ms frecuencia,pretendiendo cada uno para s la posesin de la verdad y el secreto de la revolucin social.

    No es del caso examinar aqu la cual de los dos tena mayor razn.----------

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    La primera manifestacin de la ANARQUA, por consiguiente, fue socialista. El mismo Proudhonque, puede decirse, tena un pie en el socialismo utpico y otro en el que hoy suele llamarsecientfico, no separ nunca su concepto anrquico de la organizacin social del conceptosocialista de la negacin de la propiedad individual.

    La propiedad es un robo! Esta es la verdad, dicha en tono de paradoja, lanzada ya durante latormenta de la revolucin francesa de Brissot, fue Proudhon quien la volvi a afirmar por cuenta

    propia, y quien la hizo popular.

    Miguel Bakunin, que no tiene las incoherencias de Proudhon, y que fue el primero en presentarla teora anarquista como un conjunto orgnico, fue ante todo socialista. A l se debe, y a susamigos, la vulgarizacin del socialismo en la Europa meridional. Aunque de una manera msradical que Marx, predic la socializacin de la propiedad, hecho al que daba la mayorimportancia. En sus opsculos, libros y artculos se habla sealadamente del socialismo, depropiedad colectiva; y raramente se encuentra en ellos la palabra ANARQUA. Socialista eneconoma hasta ser en cierto modo marxista, estaba en desacuerdo con los marxistas respectoa la forma de organizacin poltica de la futura sociedad colectivista y, mientras tanto, tambinen la organizacin de las fuerzas socialistas en lucha, y en los mtodos.

    Por mucho tiempo en la Europa latina, hasta tanto que no apareci el partido socialdemocrtico, los anarquistas que se mostraban tales en la predicacin de propaganda, sellamaban sencillamente socialistas. Carlos Cafiero, anarquista, fue el primero en vulgarizar enItalia El Capital, de Marx. Un folleto de Enrique Malatesta, Entre campesinos, el mejor folleto depropaganda anarquista que se ha escrito sin ningn gnero de duda, sali la primera vez con elsubttulo: propaganda socialista. Y este folleto no es sino una crtica de la organizacinindividual de la propiedad, crtica tan socialista, que Camilo Prampolini hizo una edicin,purgada de las frases demasiado anrquicas y revolucionarias, para uso de la propagandasocial democrtica.

    Toda la sociologa anrquica, hasta hace poco, estuvo impregnada de marxismo, de sus errorestanto como de sus verdades, y acaso no haya habido marxistas ms coherentes con la doctrina

    del maestro, que los anarquistas, los cuales deben algunos conceptos disolventes -abandonados hoy por la mayora- precisamente a las ideas revolucionarias de Marx.----------

    La idea de la libertad individual, de la autonoma de los individuos, de los grupos, de lasasociaciones y de las comunas en la federacin internacional de los pueblos, no se ha separadonunca en la doctrina de los anarquistas militantes del principio de la solidaridad, del apoyomutuo, de la cooperacin -como, de modo bien claro, lo dicen las mismas palabras grupos,asociaciones, federaciones, etc.- y ha conservado siempre el significado eminentementesocialista que le atribua Bakunin, cuando en oposicin a la centralizacin de los poderes,querida por Marx, hablaba de federalismo.

    Bakunin fue, en efecto -con las debidas diferencias-, para el socialismo, lo que en Italia fue

    Carlos Catbanco para el republicanismo. Como los unitarios no pueden negar que fuerarepublicano Catbanco, as los socialistas no pueden negar -y tampoco pueden negarlo losindividualistas- que fuera socialista el anarquista Bakunin.

    El anarquismo de Bakunin ha sufrido cierta evolucin con el tiempo. Elaborado mejor, ha idohacindose cada vez ms racional y cientfico. Pero no ha perdido nunca su carcter socialista.Antes bien, por decirlo as, se ha perfeccionado hacindose aun ms socialista, al convertirsede colectivista en comunista. En los ltimos congresos de la Internacional fue cuando PedroKropotkin, Carlos Cafiero, Elseo Recls y otros, hablaron del comunismo anarquista, y cuandoel anarquismo fue aceptado con este nuevo nombre. Los mismos social-demcratas admiten

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    que el comunismo es una forma ms avanzada de socialismo que el colectivismo. No eraCarlos Marx comunista?

    Yo creo que los anarquistas han sido demasiado, demasiado dogmticos en el sostenimientodel comunismo. A mi juicio, lo primero en que se deba pensar es en que lo ms importante detodo, sin duda, consiste en asegurar la libertad, al proletariado, de constituir a su modo lapropiedad al da siguiente de la revolucin, despus de haberla arrancado del monopolio

    capitalista. Yo soy comunista, pero pienso que no se debe ser demasiado exclusivista en estateora acerca de la manera de organizar la sociedad; sobre el modo de socializarla. Loimportante es socializar -y esto es socialismo- y socializarla a nuestro modo -y esto es laANARQUA-.

    Por esta razn muchos anarquistas prefieren llamarse, actualmente, siendo comunistas,socialistas-anarquistas.

    ----------Hasta prximamente el ao 1890, no haba ningn anarquista que concibiera la ANARQUAdiversamente de una especial estructura de organizacin socialista. La libertad de un ciudadanocomienza donde concluye la libertad de otro ciudadano, afirmaba Kropotkin en el proceso deLyon, en 1882. Y el sabelasiano Haz lo que quieras, era entendido siempre en el sentido ms

    altruista, en el sentido de la libertad propia completada por la libertad ajena, del bienestar ajenonecesario para el bienestar propio, en una palabra, en el sentido de la solidaridad.

    Solamente despus de 1891 se manifest en el mundo anrquico el individualismo, infiltrndoseen l de una manera que casi podra llamarse clandestina, pero sin lograr conquistar, por depronto, nada ms que algunas individualidades aisladas y consiguiendo, en modo alguno, seraceptado, ni por la ciencia sociolgica, ni por la inteligencia ya clara de las masas.

    Max Stirner fue desenterrado de las bibliotecas polvorientas; este filsofo paradjico volvi aleerse con cierta avidez y obtuvo los honores de ser elogiado por los ms grandes ingenios;especialmente parte de los artistas y literatos encontraron interpretada por l la rebelin contralos dogmas viejos y contra la tirana de la moderna sociedad de gansos y de serpientes, en

    donde sus aspiraciones encuentran muchedumbre de obstculos. Pero todo esto, en lugar desuscitar en ellos el deseo humano de transformar dicha sociedad, suscit el deseoindividualista, egosta, de olvidarse de ella o de despreciarla desde lo alto de sus fantasasliterarias o artsticas.

    Quin sabe si en tal deseo no apunta inconscientemente otro de dominacin y de privilegio;una tendencia a sustituir a la tirana del Estado con la tirana de los intelectuales!

    La preocupacin mxima del yo, que no va acompaada del sentimiento de solidaridad, haceque los anarquistas socialistas desconfiemos de ciertos intelectualismos; nosotros que somos lamasa y que no queremos sobre nosotros ninguna tirana.

    Justificada o no esta desconfianza, comprobamos de todo modos esto: que hasta ayer elindividualismo stirneriano era desconocido de los anarquistas. Con esto se ve, desde luego, quequeda descartada la paternidad de Max Stirner sobre el movimiento anarquista contemporneo,paternidad afirmada, pero no demostrada, por Jorge Plechanov, por Ettore Zoccoli y por otros.

    Examinemos ahora cul es, en nuestros das, la influencia de Max Stirner en el seno delanarquismo, influencia que se ha elaborado posteriormente, y veamos as de modo ms claro laequivocacin -de buena o mala fe, no importa- en que han incurrido los que no ven en laANARQUA sino el triunfo del individualismo, la exageracin, para decirlo como Felipe Turatti,del individualismo burgus.

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    Y veamos tambin qu lazos tiene la teora stirneriana con la que informa el movimientoanarquista. Porque en muchas partes una teora parece ligarse con la otra, cuando, en realidad,son por extremo contradictorias. Y veamos, asimismo, en fin, por qu y cmo soncontradictorios.

    ----------Los anarquistas, en el completo significado de la palabra, es decir, todos cuantos combaten latriple manifestacin de la autoridad coercitiva, representada en la personalidad del sacerdote,

    del patrn y del gobernante, llegan muchas veces a estar de comn acuerdo con otros hombresque, sin aprobar el concepto negativo del anarquismo, ven en este aspecto de l un armaexcelente para su defensa, defensa que puede convertirse muy fcilmente en ofensa contraaquella manifestacin de la autoridad que, en determinado momento, ms les ofenda.

    As, en Francia, cuando el asunto Dreyfus, los anticlericales hallaron en los anarquistas unaayuda formidable, que decidi la victoria en la lucha contra los clericales, como asimismo la delos antimilitaristas contra el militarismo. En la obra de la organizacin obrera y de resistenciacontra el capitalismo, los anarquistas van con mucha frecuencia unidos con los socialistas; sonejemplos de ellos los casos en que se trata de luchar contra la arbitrariedad gubernativa o deobtener mayor suma de libertades polticas. En ambos casos estn los anarquistas en lanecesidad de asociarse, no slo con los socialistas, sino tambin con los republicanos.

    ----------La rebelin de los anarquistas, la rebelin que pretende demoler los fundamentos de lasinstituciones sociales, en las que est actualmente basada la sociedad; ataca lgicamentetambin, en el campo intelectual, artstico y moral, sin respecto alguno, aquellos sagradosprincipios que a medida que fueron formndose fueron elaborando como una corteza defensoraalrededor de las instituciones burguesas y autoritarias.

    En esta lucha, sealadamente de orden moral, en la parte demoledora y no en la constructiva,los anarquistas tienen por aliados a los individualistas stirnerianos1, aliados que son, podemosdecirlo, formidables, de puo de acero, a cuyo ardimiento ideolgico se deben, quiz, lasdenominaciones que les hacen aparecer como verdaderos y autnticos anarquistas,especialmente a los ojos de quien ve a los anarquistas ms bien como nihilistas, como

    destructores -violentos o no- sin parar mientes en su idealismo, en su aspecto reconstructor.

    El stirneriano no se preocupa de la reconstruccin. Se siente obrero, abrumado por un cmulode instituciones exticas, por una avalancha de prejuicios, de hbitos y conveniencias, de lasque quiere librarse proclamando el derecho que tiene el individuo a no ser sacrificado por lacomunidad, que es lo que actualmente constituye el medio en que se desarrolla la accingeneral. Quiere tener derecho a la explicacin del propio pensamiento, de sus facultades, y agozar de la vida con toda la fuerza conservada en su cerebro y en sus msculos.

    Por esta razn, con crtica audaz, combate todas las instituciones que contraran cualquiera desus derechos. Hasta aqu estamos de acuerdo, ya que tambin nosotros, los anarquistas,reivindicamos para el individuo los mismos derechos y, por consecuencia, combatimos iguales

    instituciones.Sin embargo, el individualista se empea en no salir de la consideracin de su yo, diciendo:Nadie se resigne, y cuando todos hagan lo que yo, todos sern libres. Quiere libertarse a smismo, pero no se preocupa de los otros, sino en cuanto stos limitan o pueden limitar suderecho. Debido a este motivo, las tres cuartas partes del problema social escapan a supenetracin, sucediendo que, de premisas as limitadas, pueden derivarse consecuencias

    1 Digo individualista stirneriano, pero incluyo tambin a otros del mismo matiz que se llaman discpulos deNietzsche y de otras escuelas parecidas.

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    ampliamente absurdas y contradictorias, las ms revolucionarias a veces, ciertamente, perotambin otras las ms conservadoras, stas, con mucha ms frecuencia.

    Emilio Henry, en nombre de la soberana del individuo, y para afirmar su derecho contra laopresin burguesa, echa una bomba en el caf -aunque verdaderamente bajo la corteza delindividualista, un alma senta intensamente la solidaridad-. Pero tambin en nombre de lasoberana individual poda Nern incendiar Roma para dar a su yo la satisfaccin de gozar

    desde lo alto de una torre el espectculo inhumano de una ciudad ardiendo; semejanza staalgo excesiva, aunque no falta literato de la expresada tendencia individualista que ha tratadode hacer simptico a Nern por aquel capricho.

    ----------El anarquista es individualista en cuanto se preocupa de la libertad individual propia y de laajena, viendo en esta ltima una garanta y una ayuda para la suya.

    En mi opinin, olvidar esto es lo que aleja de la lgica a los stirnerianos, que vanamentepiensan en la liberacin propia, sin preocuparse de la de toda la humanidad. La humanidad, quepara ellos es una abstraccin nociva, es, sin embargo, el ambiente en que deben vivir y al queno pueden substraerse, supuesto que uno no puede ser libre en un pueblo de esclavos, so penade ser tirano.

    Tampoco pueden hacer abstraccin de la colectividad que les rodea porque, para demoler lasformidables instituciones que cohben la conciencia y las acciones humanas, no bastan loslibros de filosofa ni la intensa rebelin individual, sino que se necesita el esfuerzo organizado ysimultneo de la multitud, guiada por un acuerdo comn.

    Los socialistas-anarquistas conciben la revolucin social como una guerra contra lasinstituciones autoritarias y burguesas, de una multitud -aunque esta multitud sea una minora encomparacin de los vacilantes, los ignorantes y los pasivos- compuesta de individualidadespensantes, ligadas voluntariamente por el estrecho y cordial vnculo de la solidaridad, nicovnculo libertario.

    Los individualistas stirnerianos, no todos, debe decirse, combaten el principio de solidaridad.Pero todos estn de acuerdo en aplazarlo indefinidamente, lo cual significa aplazar lascuestiones sociales en todos sus aspectos polticos y especialmente econmicos.

    Desconocen tambin uno de los aspectos ms importantes de la vida humana, sin el cual nohay humanidad posible, ni siquiera existencia individual. Desconocen que la solidaridad eindividualismo son dos fuerzas de evolucin que, para la sociedad, son lo que las fuerzascentrfuga y centrpeta para el cosmos. Un stirneriano viene a ser como un aficionado a la fsicaque en sus investigaciones atendiera nicamente a la fuerza centrpeta. Del mismo modo, unsocialista de estado, resulta ser como otro aficionado igual, pero que atendiera solamente a lafuerza centrpeta.

    Contrariamente a ambos, el socialista-anarquista no prescinde de ninguna de las dos fuerzas;busca el equilibrio entre ellas y lo encuentra -o al menos cree encontrarlo- en la ANARQUA: unestado de cosas en que la libertad individual est completada por la libertad de todos, de modoque el aislamiento es el mayor obstculo a la libertad.

    El hombre aislado es el ms fuerte -dice Ibsen-; este dicho paradjico se ha repetido tantasveces, que hoy parecer paradoja decir lo que yo sostengo: que le hombre aislado es ms dbilque el asociado. Digo asociado; no se interprete disciplinado.

    El hombre aislado es el ms dbil y el menos libre; porque si es verdad que la necesidaddesenvolver en l cualidades superiores a las que forman el trmino medio, stas resultarn

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    siempre impotentes para vencer las dificultades y los obstculos del ambiente, aunque seannaturales, los cuales sern vencidos fcilmente por los hombres normalmente asociados.

    Un hombre que viviera solo, aunque fuera fuerte como un orangutn e inteligente como Dante,sera siempre menos libre que un nio viviendo en medio de la sociedad, supuesto que lalibertad consiste, substancialmente, en la posibilidad de hacer lo que se quiere y se necesita.

    ----------

    Alguien dira que estoy tratando cuestiones demasiado sabidas, supuesto que cuando nios nosensearon la fbula del hacecillo, que se rompe fcilmente solo y se hace fuerte unido a losotros.

    Es verdad. Pero la especulacin filosfica, desbocada por los campos yermos de la abstracciny de la paradoja, se ha acostumbrado a desnaturalizar y a despreciar las verdades mselementales. No es malo, pues, salir al paso de esa desnaturalizacin, tanto ms cuanto esto sehace a cada paso ms necesario para impedir que se propague y se infiltre entre muchos queacostumbra a practicar aquellas verdades elementales en su lucha cuotidiana por el derecho.

    Sin embargo, la paradoja stirneriana, si lo es cuando se saca la consecuencia del aislamientoindividual, deja de serlo cuando se la considera como el triunfo del ms fuerte en la sociedad;

    un triunfo obtenido ms all del bien y del mal, como dira un partidario de Nietzsche, o, enlengua vulgar, ms all de todas las consideraciones morales y de justicia: el individuo quesatisface su propio yo sin preocuparse de los dems, y aunque sea en perjuicio de los dems.

    Esto no es un paradoja, es la lucha por la vida, como la entienden los antiguos darvinistas; es elcombate con los dientes y con las uas entre hombre y hombre, entre hermano y hermano; esla aplicacin prctica de aquella ley, introducida hoy en la vida social. Antes, venca eldespotismo poltico; ahora, son los dspotas economistas los que triunfan; entonces y ahora, elindividuo ms fuerte venci y vence.

    Ciertamente, son ms antipticos los vencedores actuales que los de la antigedad, porque elelemento, la fuerza que los conduce y les hace desear la victoria, no es ya la ilusin religiosa

    que haca caballeros errantes y que realizaba las cruzadas, no es ya brillante y caballerescoprejuicio de nobleza: la lucha actual es por una sola cosa estpida y brutal sin sombra deaspiracin ni de ideal; el dinero; el dinero, que lo ensucia todo, que se impone a todo, que haceinteligente al idiota que lo posee, fuerte al ms vil; que mata toda aspiracin imponindose eimponiendo la mediocridad, mezclndose hasta en las actividades en que menos voz debieratener: en la artstica y en la literatura.

    Entre artistas y literatos es donde se encuentra mayor nmero de individualistas, y estn en superfectsimo derecho cuando contraponen el propio yo genial, la propia superioridad individual atoda la sociedad moderna, encenegada en el fango de la vulgaridad, a una mayora que, debidoa la imbcil organizacin social, no puede ascender su capacidad comprensiva hasta ciertosconceptos artsticos, hasta ciertos refinamientos literarios. La rebelin ntima y consciente, en

    nombre de la propia individualidad intelectual, es un coeficiente revolucionario imperecedero. Lacrtica corrosiva contra las instituciones que hay en los trabajos de Paul Adam, en las novelasde Mirbeau, en los opsculos, cada uno de ellos una obra maestra, de Len Tolstoi -unindividualista a pesar suyo y de su monomana mstica-, son, sin ningn gnero de duda, para lasociedad moderna los que las comedias satricas de Beaumarchais eran en 1789: preludio de laRevolucin; el crujido del edificio social prximo a la ruina.

    Y para que no se cometa el error gravsimo de confundir a la mayora de la sociedad con elpueblo propiamente dicho, y que caiga sobre ste el desprecio que slo aqulla merece -lasinsolencias a la plebe de la Laus Vitae, de DAnnunzio, pueden probar esto-, qu anarquistano pondra gustoso su nombre al pie de las pginas de estos individualistas?

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    Para el individualista puro, uno de los agentes de progreso en arte y en literatura, no puedetransportarse a la sociologa. El individualismo en economa trae por resultado el privilegio de lapropiedad, los intereses que concurren con ella, el capitalismo, en una palabra, el homo hominilupus de Hobbes.

    Los individualistas anrquicos de la escuela de Max Stirner, aquellos que de su doctrinastirneriana no han querido deducir consecuencias en materia econmica, como John Hnery

    Mackay y Benjamn Tucker -el primero ha expuesto sus ideas en un libro muy conocido: Losanarquistas, y el segundo hizo la propaganda desde su revista Liberty, que se publicaba eningls, en Nueva York-, son verdaderos economistas burgueses, son libertarios que daran lamano a los italianos Maffeo Pantalen, a Wilfredo Pareto y a los jvenes monrquicosconservadores y liberales, etc., como Giovanni Borelli.

    J. Mackay, al cual Zoccoli, en el prlogo de LUnico, de Stirner, no quiere, por respeto a loslectores, honrar con un excesivo acto de cortesa -probablemente Zoccoli ignora tambin, comoignora todo el anarquismo de que habla y alardea, que Mackay, en Alemania e Inglaterra, esreconocido como uno de los ms estimables poetas-; Mackay, repito, es el ms autorizadointrprete de su maestro. El fue el primero que procur hacer y dirigi la segunda edicin de lasobras de Stirner, el que recogi sus escritos menos importantes y el que escribi su biografa;

    pero fue tambin el primero que cometi el error de ver en LUnico una especie de Biblia delanarquismo.

    El individualismo stirneriano conduce en economa a la propiedad individual, al privilegio delcapital, a la negacin, en una palabra, por medio de la potencia del dinero -que los stirnerianosanarquistas no quieren abolir-, de aquella libertad que reivindican en poltica, en moral y enfilosofa. Mackay