Eduardo Milán - Motricidad Fina

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  • Primera Edicin: Ruido Blanco, Quito, noviembre de 2012.

    C. Eduardo Miln, 2012.

    C. Fabin Daro Mosquera.

    Cuidado de la Edicin: Juan Jos Rodrguez Santamara.

    ISBN: 978-9942-11-666-6.

    Todos los derechos reservados.

  • Eduardo Miln parece siempre predispuesto a embestir la ya tradicional pregunta

    esgrimida por Hlderlin y comentada, en extenso, por Heidegger (y que a su vez

    parece siempre predispuesta a embestirlo a l): para qu los poetas en tiempos

    de penuria? Ocurre que ms all del membrete, muy al uso, de orculo de la

    poesa latinoamericana, al que se acude con propsito de inventario o para que

    haga el incmodo trabajo de separar el guijarro del arroz limpio, la presencia

    crtica de Miln representa, neurlgicamente, lejos de contingencia alguna, un

    continuum de vigor intelectual y sensibilidad para interpelar desde diversos

    mrgenes de enunciacin las contradicciones, las taras y mezquindades de la

    historia; as como el papel del poema -ese hogar extrao- en toda esta cabuyera

    (desde luego, no como artificio especular sino como lnea de fuga genuina; de all

    que quizs sea ms apropiado decir que Eduardo se enfrenta a la pregunta

    referida en la reformulacin de Adorno: Cmo es posible la poesa despus de

    Auschwitz? O del gorilismo latinoamericano. Ruanda. Los Balcanes... ).

    "Es un tanto hermtico", me haban advertido, "quizs difcil, no le gusta la tontera

    meditica; si logras entusiasmarlo, habr buen dilogo". Luego de un par de mails

    explicndole que, dada su presencia en Cuenca dictando una serie de

    conferencias- quera hacerle algunas preguntas para el suplemento cultural de un

    diario ecuatoriano, Eduardo al fin contest, escueto: Ok, pregunte. Maana le

    respondo, pues no tengo Internet muy a la mano. Las respuestas fueron

    exhaustivas y generosas. Miln en estado de gracia. Aquel que entiende la

    ausencia de brecha entre pensamiento y escritura, aquel cuya palabra encarna,

    parafraseando a Badiou, una deriva virtuosa, que impone la tentativa escritural

    como indagacin libre de suturas coactivas, encorsetantes. El resultado: una

    enseanza, a la antigua. Es decir: en tiempos del aspaviento ultra-universitario,

    pomposo y tecnocrtico del saber, aqu est, en ristre, una palabra de peculiar

    pureza y al mismo tiempo densidad subjetiva. Una elocuencia inquietante en la que

    algo se juega.

  • Ese fue el inicio de este dilogo, un epistolario generado durante varias semanas

    pasando revista a la sustancia biogrfica y, por otra parte, estableciendo

    preocupaciones de largo aliento que van de la poesa al cine; de la poltica hacia el

    sentido de la poscrtica frente al andamiaje del capitalismo tardo. Heterogeneidad

    de campos sobre los que Miln pone luz. Heterogeneidad que no es tal: gran

    provincia crtica donde las parcelas dialogan incesantemente, como el mistral que

    va de un lado al otro.

    El resultado constituye adems un homenaje a quien, desde sus aos de formacin

    al amparo de las vanguardias en Uruguay, o desde que Octavio Paz lo invitara a

    hacerse cargo de una columna de poesa en la revista mexicana Vuelta, ha

    abordado el poema como tica-erizo, intransigente frente a la domesticacin

    simblica que limpia toda enunciacin de su "maleza", de su exigencia para el

    galope, aquella domesticacin que prescribe a la poesa como una suerte de

    syllabus de la vida elaborado a punta de un "wishfull thinking" acomodaticio.

    En ese sentido, sin embargo, Miln no sesga hacia un registro especfico, puntual,

    su aproximacin a lo que considera cualitativamente relevante en el panorama de

    la poesa iberoamericana. Sus libros de ensayo y su esfuerzo como antologador

    dan muestra clara de una mirada quisquillosamente plural, como puede

    constatarse en los trabajos que prepar para Galaxia Gutenberg: Las nsulas

    extraas (junto a Jos ngel Valente, Andrs Snchez Robayna y Blanca Varela) y

    Pulir Huesos, en los que se encuentran incluidos escritores que apuestan por el

    abigarramiento y la senda barroca, tanto como aquellos que asumen un registro

    irnico/coloquial, objetivista o del poema narrativo. Lo que para Miln resulta

    importante trasciende aquellas consideraciones (que sin embargo son motor de

    unas controversias insufribles entre quienes creen defender, a manera de

    implacable apostolado, el "deber ser" de la poesa): el poema tiene muchas formas

    de tener forma (de erizo).

    Hoy, Ecuador vive un especial momento en esta materia, pues en consecuencia

    con una importante tradicin se consolida un valioso grupo de creadores jvenes -

  • para no usar la etiqueta generacional-; ya son varias las voces imprescindibles de

    la poesa hispanoamericana que han visitado el pas (aunque no siempre sea en las

    circunstancias burocrticas ms felices ni esto sugiera efervescencia sociocultural

    alguna ni mucho menos); libros relevantes se publican... Todo eso permite intuir

    que este volumen sabr apreciarse en su medida por quienes, por oficio y estigma,

    conocen la evidencia de aquella frase de Jos Hierro: la poesa se escribe cuando

    ella quiere. Con el lance ensaystico que cala hondo ocurre lo mismo: se va

    acaudillando escritura no con la certeza, sino hacia ella, como hace Eduardo Miln

    en este texto entraable por la exacta dosis de pathos que contiene; luminoso y

    aleccionador por la forma en que administra un holgado mapa de referencias, y

    sobre todo por la integridad emanada desde su lugar de articulacin crtica. Un

    documento, en fin, de capital importancia para estos nosotros-quin-sabe-quines.

    Fabin Daro Mosquera

    Guayaquil, 30 de septiembre de 2012

  • Te propongo un primer planteamiento extenso. En la entrevista que dio

    origen a este libro y que sali publicada en Ecuador hace unos meses-

    comenzamos nuestro dilogo con la llegada a Mxico. Pero es justo

    precisar que el poeta se hizo antes, esa sensibilidad encrespada y

    enrarecida se cocin mucho antes, desde luego, all en el feudo de la

    infancia uruguaya, en Rivera. Un emotivo texto tuyo, Estoy hablando,

    que se encuentra titulado como una Meditacin potica, asegura:

    Fuera de la infancia yo quera ser feliz. Ser feliz como se es director de

    orquesta (). Este primer planteamiento de largo aliento ira, entonces,

    en dos direcciones: la primera, hacia la simplificacin de la experiencia;

    la otra, hacia su complejizacin, pero siempre en aras de dilucidar cmo

    se forj la vocacin, la subjetividad potica.

    Quisiera, pues, que establecieras un corte en el imaginario de tu

    arqueologa personal para dar con un momento/imagen, un recuerdo,

    en el que creas que se condensa el vaticinio de que tu alojamiento

    sera, ineludiblemente, el poema. Algo de esto ya lo has mencionado en

    alguna otra ocasin; pero me refiero a esa ruta que -dicho en

    psicoanaltico- sugiere al Orden imaginario como el depositario de las

    clausuras semnticas... llegar hasta un destello, un sintagma

    imaginario. Se trata de un hallazgo que obviamente trasciende el

    abordaje ms intelectual sobre, por ejemplo, cmo se organizan las

    lecturas y el sistema de influencias y habla ms bien de una

    predisposicin emocional para aceptarse poeta (o segn un verso

    parcial- de Roque Dalton: se tratara de una desnudez que hace heridas

    de nio).

    Podemos pensar en las imgenes condensadoras aunque, claro, sujetas

    a una lgica del relato- de Margaret Atwood en el prlogo de su libro

    Historias reales; algo de eso hay ya en tu caso cuando, en Estoy

    hablando, haces referencia a elementos muy concretos, de la siguiente

  • manera: () la adolescencia ms que un purgatorio es una fuente de

    placer (todo es de tarde, () una muchacha, un crepsculo y un

    jazminero no desaparecen de mi memoria). Y por all va la segunda

    parte de este planteamiento, la que tiende a la complejizacin, ya que

    agregas: (hay que) Salir de la infancia y entrar en la pgina mediado

    por el cuerpo de la mujer. La fascinacin de la pgina en blanco es

    totalmente real: es una fascinacin imantada que atrae a una cada hacia

    adentro.

    Atendiendo a eso, cmo se fueron articulando, en esa predisposicin

    emocional, los varios planos que se iban suscitando experiencial y

    filosficamente?: partes del erotismo y la fruicin adolescente y te

    enfrentas pronto con la indignacin poltica (que a nivel familiar te toc

    de manera muy profunda, como has dicho en diversas oportunidades,

    hablando de un paso de la orfandad al extraamiento perpetuo en

    relacin con la prdida de tu madre y el posterior encarcelamiento de tu

    padre); y luego surge el poema como hallazgo que acompaa los

    primeros plpitos de una conciencia cultural muy crtica que ha marcado

    tu carrera intelectual desde siempre...

    Hay una imagen de mi padre al lado mo parados frente a la tumba de mi madre

    que me marc. Y el silencio de no decir ni una palabra. Creo que aprend la

    posibilidad de la poesa como un estadio -vivido- entre la presencia y la ausencia

    por el silencio que es lo vinculante entre las dos.

    El silencio ampara la ausencia mediante su ser no-palabra. No digo que haga

    presencia real donde no hay: digo que habilita la ausencia. S que esto es un poco

    dramtico. Pero por m puede sonar como quien sea que escuche quiera. Est

    vivido. Mi infancia para m fue habitar tambin ese afuera, esa ausencia. Y la

    ausencia es implacable. Aun vivida, nunca se familiariza -ni en familias con

    prdidas graves-. Se vive como un peso, como un fondo que cuelga.

  • La salida histrica de mi padre -la lucha poltica- es como la posibilidad de

    abandono de ese peso mtico de la palabra entregada al silencio, esa palabra que

    tena que manifestarse, tomar partido, ante la ausencia. Y para eso, por un buen

    tiempo -12 aos, en que mi padre estuvo preso por motivos polticos, durante la

    dictadura uruguaya - encarn tambin una parte de esa ausencia. Tal vez por eso

    el lenguaje potico, la palabra potica, tiene para m algo de siempre ausente.

    Logr meter eso en un verso de mi libro Nervadura (1985): una estrella brilla sin

    estar. El que no sabe un mnimo de ingls no entiende el juego. Pero tampoco el

    que no escuch nunca un blues podr entender cmo es posible Obama. O es

    demasiado la analoga?...

    Pues quizs Eres un autor prolfico, cules consideras las

    transformaciones ms importantes que ha experimentado, no tanto tu

    poesa, sino precisamente esa subjetividad frente al hecho potico,

    desde tus primeros libros?

    Hubo varios cambios o momentos de cambio en lo que escribo. Maneras de ver la

    poesa, a eso me refiero. Algo que tiene que ver con mi biografa. Esa orfandad

    que mencionaba antes -soy hurfano de madre desde que tena ao y medio- me

    dej descolocado. Y esto es literal: la madre es la que da el lugar. Vea la vida -la

    vida de los otros y la ma propia- como algo ajeno. Cuando me encontr con la

    poesa -y con el arte- no me sucedi algo como al fin: un lugar para m. No,

    sigui siendo extrao. Pero una extraeza posible para un tipo como yo.

    Cuando mi padre fue a la crcel vino el segundo golpe: ms que extraeza me

    imprimi una certeza, un destino de extraamiento. Luego, con el exilio, el

    extraamiento estaba consumado. Entonces me di cuenta de que la poesa

    perteneca a la no naturalidad de la vida, pero en forma extraa a esa no

    naturalidad, un ms all, todava, que terminaba hacindola cercana,

    cercanamente imposible. Un crculo se cierra, es como una vuelta completa. Y ah

    uno se da cuenta de que la escritura es algo que tiene que hacer. Y que importa

  • muy poco lo que digan los dems. A partir de un cierto momento no me importa si

    publico mucho o poco. Escribo poesa por destino, no para entrar en tal o cual

    crculo, tal o cual academia o tal o cual Olimpo. Escribo porque escribo. El mundo

    ya es bastante desconsiderado con sus habitantes como para preocuparse de si el

    crculo de iniciados tal te acepta o no.

    Ahora s, Mxico: llegaste all en 1979, y el pas era ya desde mediados

    del siglo pasado un sitio del exilio intelectual hispanoamericano (Len

    Felipe, Buuel, Cardoza y Aragn, Mutis, Braunstein, Bolvar

    Echeverra). Hablamos, desde luego, de un panorama que se

    presentaba muy saludable para el ejercicio crtico y creativo. Cmo lo

    asumiste al llegar y cuando ya te hiciste un nombre? Si hoy, a la luz de

    los aos y de los ires y venires sobre el tema, tuvieras que sintetizar, por

    ejemplo, los aspectos ms valiosos de tu experiencia con Octavio Paz y la

    participacin en Vuelta, qu podras decir? (aqu quisiera que tomaras

    en cuenta especficamente una frase tuya al respecto: Una revista no

    tiene por qu no ser contradictoria si el tiempo en que vive es

    contradictorio).

    Mi relacin con Vuelta fue un ofrecimiento de Octavio Paz para escribir una

    columna sobre poesa que acept y llev a cabo durante ms de tres aos,

    desde el 87 al 90, aproximadamente. Fue muy importante para m. Aquello se

    ubic como un referente no solo para los lectores/escritores mexicanos -un

    referente ms bien negativo salvo para los jvenes- sino tambin para los lectores

    de lengua castellana. Es curioso, fue mejor recibida la columna fuera de Mxico

    que adentro.

    Paz saba lo que haca al ofrecerme ese trabajo. Se daba una imagen de que

    adentro de Mxico haba una situacin crtica que afuera era difcil de conseguir,

    sobre todo con ese alcance. La revista circulaba por la lengua, no tanto en el Cono

    Sur, donde Vuelta intent abrir una especie de rplica local y fracas. Pero no

  • haba tal efervescencia crtica interior en Mxico. Paz peda desde Vuelta -y antes

    desde Plural- un cierto tipo de crtica, sobre todo tradicional, heredera de la

    Ilustracin. Pero una crtica que cuestionara esos parmetros o que,

    romnticamente, los desbordara -Deleuze, Derrida, Foucault, Lacan y lo que viene

    de ah- rara vez apareca en esas pginas. Lo ms cercano a una cierta disidencia

    del sistema capitalista eran los artculos de Castoriadis o de Lefort, la gente

    vinculada con Socialismo o barbarie.

    El pensamiento ilustrado es tolerante del sistema y del poder -no hay por qu creer

    que el pensamiento ilustrado, es decir, culto, en trminos latinoamericanos, viene

    de la mano de una revolucin, de la cada de la realeza y las cabezas rodando-. El

    sistema poltico mexicano siempre ech mano de una intelectualidad orgnica que

    beba ilustracin. La crtica -que no era crtica- oficiaba de forma legitimante. Yo

    trabajaba con un sistema de referencias ilustrado y crtico de la ilustracin -aunque

    me cuid de que lo que escriba no fuera una fbrica de citas ni una oficina de

    plagios encubiertos sobre un mantel no patentado-, precisamente como los neo-

    estructuralistas que acabo de nombrar en ese margen que no tuvo en cuenta, por

    obvias razones, Vuelta. O sea, aunque aquello se publicaba en Vuelta qued claro

    que era yo quien lo haca. Se cumpla una funcin que Paz aceptaba (Paz y dos o

    tres ms, insisto).

    Un libro recogi esas colaboraciones: Una cierta mirada. Crnica de poesa (Juan

    Pablos-UAM, Mxico, 1989). Fue el primer libro de pensamiento sobre poesa que

    publiqu, aunque fuera pensamiento a propsito de libros de poesa. Una especie

    de crtica situada entre lo que all apareca, la deuda que haba con el pasado

    potico latinoamericano, y un cierto deber ser que yo le imprima dada mi

    formacin terica originalmente ligada a la vanguardia. Camuflado en la resea la

    exceda, era ms crtico que el rey. O sea, nunca fui un crtico. Escribo poesa y

    sobre poesa. Qued claro. Los jvenes poetas fueron sensibles a eso. Bsicamente

    fue esa mi relacin con Paz: una de trabajo. Le agradezco su ofrecimiento y la

    posibilidad que me abri -que significaba entonces un gesto de inslita

  • consideracin que l poda hacer y no muchos ms-, con los que trat de cumplir

    lo mejor posible.

    En qu circunstancias se encuentran la reflexin crtica y los pulsos

    creativos en este Mxico de hoy, aquejado, en trminos generales, por

    esa suerte de narcoparanoia y, en trminos particulares, por esa

    hipertrofia burocrtica de la cultura?

    Hoy hay mayor circulacin de informacin y de opinin en medio del terror

    generado por la guerra contra el narcotrfico y la respuesta brbara y siempre -

    hasta que ocurre- impensable de este. Pero no s si realmente alcanza lo que

    llamara una mejora en la calidad crtica de las propuestas. Es una reflexin poco

    imaginativa. Hay una gran confusin.

    Una cierta literatura joven acept finalmente que tena algo que servirse de la

    literatura del sur de Amrica Latina, lo cual no queda exento de una suerte de

    contradiccin: esa formalizacin distinta no proviene de una experiencia con la

    realidad desintegrada como en el sur (no s hasta qu punto se acepta la

    desintegracin social actual ms all de los catedrticos y de ciertos observadores

    polticos). No veo la conciencia puntual del peso que se ech a cuestas la sociedad

    con este conflicto devastador.

    Yo insisto siempre en las consecuencias formales -en la forma del arte- de los

    conflictos sociopolticos. Algo significativo es precisamente la no significativa

    presencia de un movimiento de indignados en Mxico. Lo que supli un poco esa

    falta fue la presencia del movimiento de origen estudiantil Yo soy 132;

    extraamente dinmico, horizontal en su modo de organizacin, que tuvo algo de

    peso en las elecciones del 1 de julio de 2012. Hizo lo que pudo. Pero ante una

    maquinaria aplastante como la electoral oficial es poco lo que poda hacer. Lo que

    importa es su continuidad ms all de lo electoral. El origen juvenil del movimiento

    es lo que hizo apuntar desde el principio al futuro. Las edades media y adulta

    apuntan al aqu y ahora, obviamente porque no tienen tiempo. Estos jvenes se

  • dieron cuenta de que podran tener mucho tiempo por delante pero ningn futuro.

    Eso los hizo apuntar ms all de unas elecciones totalmente resueltas de

    antemano. Sin embargo, no hay una generalidad consciente de su relacin con

    una realidad social de ms de cincuenta millones de pobres en un pas de 111

    millones, segn datos oficiales. Segn datos no institucionalizados la cifra

    aumentara en casi un veinte por ciento. Hay conciencia ms o menos general de

    un presente adverso. No noto conciencia de la gravedad sistmica, es decir, futura.

    En 2005 afirmaste que el engarce potico-crtico, la coincidencia en el

    mismo sujeto/escritor de la dimensin crtica y la creativa, es algo que

    se perdi hace ya algn tiempo, y que uno de los ltimos representantes

    de ese fenmeno que encuentra su raigambre cultural, como sabemos,

    en la Europa del XVIII; con valiosas expresiones posteriores como los

    inicios del New Criticism norteamericano de mediados del XX- es

    justamente Paz. Considerando que algunas voces plantean que el poeta

    ha debido regresar a ese tipo de ejercicio de reflexin dada la crisis de

    la crtica acadmica o formal, crees que persiste ese divorcio? Cul

    es el radio de accin, hoy, del poeta pensador que reflexiona sostenida

    y exhaustivamente sobre su oficio; y, as mismo, cul el de aquellos que

    se consideran crticos a secas, sin pretensiones literarias?

    Creo que se puede sostener todava lo dicho en aquel momento. Y es bueno hacer

    aqu la distincin entre poeta-crtico y poeta-pensador. Octavio Paz representa bien

    esa figura (aunque hay que decirlo tambin: no muy original en sus ideas, Paz es

    un gran re-elaborador de ideas que juega sobre territorio desolado, es ms crtico

    que pensador en ese sentido; ver Cuadrivio, una obra maestra de la crtica). No

    es el nico, es el que tiene mayor alcance por obvias razones (su capacidad de

    escritura ensaystica notable, su posibilidad de circulacin sobre todo al final con el

    Nobel).

    Hay un par de poetas-crticos en Argentina y Venezuela nacidos cerca de los aos

  • treinta, Sal Yurkievich y Guillermo Sucre, que tienen libros de primera lnea. La

    contribucin del brasileo Haroldo de Campos tambin es relevante, sobre todo en

    lo posterior a la etapa ortodoxa de la poesa concreta (aos 50-60). El Haroldo de

    Campos que teoriza sobre el barroco en la literatura brasilea, por ejemplo. Casos

    aparte son los que vienen de Cuba: Lezama Lima es desorbitado, no hay nadie as,

    es un ensayo riqusimo, impenetrable en sus mejores momentos, un ensayo de

    imaginacin total, para decirlo de alguna manera. Los de Severo Sarduy son

    tambin muy valiosos.

    Pero yo lo deca a partir de los nacidos en la dcada de los cuarenta en adelante.

    Es verdad que la prctica reflexiva viene de la Ilustracin; pero tambin de las

    vanguardias esttico-histricas y su necesidad manifiesta de teorizar el cambio, la

    destruccin del arte. De manera que cuanto ms uno se aleja de aquel momento

    histrico -dcadas primeras del siglo XX- o de la retomada de la dcada de los

    cincuenta -poesa concreta y secuelas, situacionismo de los sesenta que no deja

    mucho rastro en Amrica Latina- se va perdiendo la necesidad de pensar lo

    potico. Parecera que la prctica del lenguaje objeto gana sobre la reflexin de

    esa prctica. Creo que eso se debe tambin a una banalizacin del pensamiento en

    general y de un rechazo al propio pensamiento sobre la cosa. La cosa gan y el

    lenguaje objeto como cosa triunfa sobre su reflexin. Es curioso: la prevencin

    hegeliana de las Lecciones de esttica (la desaparicin del arte y su sustitucin

    en importancia por la reflexin y el conocimiento del arte mismo) parece haber

    pasado literalmente a dominio filosfico y no, como podra pensarse, a dominio de

    la creacin potica.

    Hoy la poesa y el arte en general son pensados ms bien por filsofos. En Francia,

    Lacoue-Labarthe, Nancy, lo que hereda Derrida, Derrida mismo; en Italia, Cacciari,

    Rella, Vitiello, etc... En Espaa s se mantiene la tradicin poesa-pensamiento por

    parte de los poetas: Jos ngel Valente piensa el poema, Jos-Miguel Ulln piensa

    el poema; Miguel Casado, Antonio Mndez Rubio, Benito del Pliego, etc. Somos

    nosotros, los latinoamericanos, quienes en el marco de nuestra lengua tenemos

  • problemas con la relacin entre poesa y pensamiento. La crtica acadmica me es,

    por otro lado, prcticamente desconocida; aunque casos como Jameson son

    ejemplos significativos de lo que se puede hacer desde ah con una cierta libertad.

    Creo que es importante ahondar en el papel del crtico desde esa

    perspectiva, considerando esa libertad y creatividad potenciales a

    partir de su lugar de enunciacin y su rol de pivote para distintas

    experiencias de la elaboracin humanstica. Es decir, no solo en alusin

    al poeta-crtico o poeta-pensador, sino al ejercicio crtico

    contemporneo, de manera ms amplia, tomando en cuenta algunas

    referencias. Comparto entonces un segundo planteamiento contigo.

    Gregory L. Ulmer, por citar un nombre, en un texto que intenta definir el

    objeto de la poscrtica, recuerda las ideas de Hayden White en el

    sentido de que cuando los historiadores afirman que la historia es una

    combinacin de ciencia y arte, generalmente quieren decir que es una

    combinacin de ciencia social de finales del siglo XIX y arte de mediados

    del mismo siglo. White sugiere que los historiadores/crticos, no solo de

    la literatura sino de cualquier otra disciplina, deberan usar

    conocimientos y mtodos cientficos y artsticos contemporneos como

    base de su trabajo; y Ulmer encuentra como mejor ejemplo de aquello el

    Collage/montaje: esa acumulacin de elementos de obras y mensajes

    preexistentes haciendo un recorrido transversal-, que desembocan en

    una nueva obra y en una nueva diseminacin- manifestando rupturas

    de diversa clase. Un espritu Hamletmachine, digamos...

    Algo de ese recorrido transversal flexible vemos cuando, por ejemplo,

    tericos recientes -algunos de moda, si pensamos en el boom

    zizekiano- toman de la elaboracin del psicoanlisis lacaniano y la

    cultura popular para pensar lo poltico (ms all de que a ciertos

    lacanianos, cmodos con la imagen de aristcrata espiritual asignada a

  • su gur, les moleste); cuando alguien como Bolvar Echeverra prescribe

    el cambio de clave del concepto de revolucin, de la romntica a la

    barroca; es decir, no la toma apotesica del Palacio de Invierno, sino la

    invasin rizomtica de los lugares cotidianos de la socialidad, alejados,

    incluso, del pretencioso escenario de la poltica; cuando Perlongher

    escribe su Barroco de trinchera o, as mismo, cuando el fenmeno

    Chiapas se vislumbr, en los 90, como un ovillo de fuga del dispositivo

    ortodoxo de la Izquierda Tradicional (para decirlo en trminos

    deleuzeanos) Incluso, cuando una post-feminista como Camille Paglia

    arremete contra las universidades hiper-departamentalizadas

    ponderando el regreso a la erudicin abierta y al dilogo intenso como

    agentes de autntico cambio sociocultural

    La necesidad, me parece, sera fortalecer estas instancias de criticidad

    autnticamente lcida y radical, considerando que los movimientos de

    los ltimos aos no parecen contar con los mecanismos necesarios para

    levantar un relato crtico que interpele al capitalismo en trminos de su

    transformacin estructural profunda. Los indignados (y los menciono por

    ser el fenmeno ms a la mano) no parecen querer cambiar el sistema,

    sino reincorporarse eufnicamente a l. Recordemos las palabras de

    Zizek, casualmente, cuando expresaba que al pedrseles organizacin

    dentro de una lgica de agendas, pliegos de peticiones y

    representaciones verticales, las viejas figuras de la prctica poltica (se

    refera especficamente a Clinton) les estaban aplicando, a los

    indignados, un abrazo de boxeador, neutralizndolos gentilmente

    Qu opciones de suscitar esa crtica transversal, robusta y radical, ves

    en los espacios del quehacer artstico y el trabajo intelectual en el

    sentido ms amplio- que conoces no solo en Mxico sino en Amrica

    Latina?

  • Por otro lado, en ampliacin un poco de lo conversado con Arturo Borra,

    cul es el lugar del poema dentro de este panorama general de

    necesidad crtica?, considerando que el poeta ya no es un Sujeto-

    Supuesto-Saber, como pudo haberlo sido a mediados del siglo pasado

    (pienso ineludiblemente en Neruda); y haciendo referencia tambin a la

    nocin del erizo-poema, aquel que se enfrenta a las exigencias de

    inteligibilidad acrtica de un consenso lector que no quiere, como has

    dicho, ningn poema que lo espante.

    Quiero dejar claro, primero, que el hecho de que los indignados hayan estado

    fuera de s, o sea en la calle, me parece un excelente momento; que hayan

    sealado el robo econmico como el que est detrs de todo ese ajetreo rescatista

    europeo. El hecho de que se haya sealado al capital -el dinero de los ricos contra

    la ausencia del dinero de los pobres- como el responsable del sin futuro, cuando

    hace veinte aos era el mologrado proyecto socialista.

    El capital en la figura de sus ejecutivos no soporta la ausencia, lo que no est ah.

    Y el control aliado del capital no soporta que la gente est fuera de su lugar, es

    decir, ah. Que no se logre formular hasta ahora una plataforma ideolgica que

    respalde y promueva las acciones -las pasadas y las nuevas- habla de un viejo

    territorio de formulacin ms que arado, roturado.

    En ese sentido, una crtica transversal que arrasara con los diques de contencin

    del pensamiento tradicionalmente crtico o universitario sera ms que bienvenida.

    Tendra que partir de la base de una idea de creacin. Cierto: nunca dejamos el

    collage, nuestra forma -la de estos nosotros-quin-sabe-quines- es el collage. Se

    trata de una forma constelada de proponer pensamiento. Benjamin lo vea. Ese

    paso -el trabajar con presente en el presente- debe ser dado.

    Zizek tiene razn: Clinton es el capital sonriente, no se puede ver un tono limpio

    detrs de la demanda de peticiones. No hay nada que entregarle al presidente o

  • para que sea votado en el senado. No hay nada que sentarse a discutir. Es

    increble que una movida baada en una irracionalidad sangrienta pida sensatez y

    orden en las respuestas que genera. Aunque Clinton no es ninguna izquierda, la

    amenaza de la izquierda institucional est todo el tiempo ah. Pas en la Comuna

    de Pars del XIX. Por qu no va a pasar ahora cuando la izquierda institucional

    tiene muchsimo ms que perder? Me gustara ver en Amrica Latina esa

    conciencia que no veo en Estados Unidos. Pero tampoco. La izquierda artstica en

    general ve ms que la izquierda poltica. Pero est esperando por ella. Amrica del

    Sur, el Cono sobre todo, est inserto en manifestaciones de proteccin ante un

    futuro mercantil de despliegue del capitalismo re-oxigenado por las nuevas sangres

    -China, India-. Son cambios tmidos en relacin con los cambios estructurales que

    se esperaran. Pero el problema parece ser que hay un consenso de lo posible-

    posible (es la hora de gobernar, no de resistir, deca un filsofo argentino en

    Mxico), es decir, una aceptacin de lo que va ocurriendo. Hace algn tiempo la

    presidente de Argentina nacionaliz parte del petrleo que manejaba la espaola

    Repsol. Es una medida radical que arranc la siguiente respuesta del presidente de

    Mxico: No es acto racional. Qu tiene que ver la razn en todo esto? La

    soberana, el futuro son actos racionales? No, racional es la aceptacin de la

    dependencia.

    Referido, entonces, a una pregunta sobre la relacin de la poesa y los indignados

    que me haca Arturo Borra en una entrevista, deca yo que estoy con los

    indignados, que soy un indignado, un saqueado al que le robaron el futuro, que

    hay de poesa a poesa. Pero que, precisamente, primero debemos saber si los

    indignados quieren reinstalarse en el sistema o quieren cambiarlo. Algo similar

    pasa en la poesa: un poeta puede tener posiciones polticas muy dignas -o sea:

    ser un indignado- y escribir una poesa completamente sin dignidad, es decir,

    complaciente con el lector, entregada al lector. Un poema jugado formalmente es

    un poema anticapitalista. Uno formalmente complaciente es pro-sistmico, no

    ocupa Wall Street. Otra cosa es hablar de una ontologa potica antisistmica. Pues

  • en cuanto a lo que la poesa no se vende, cosa que se grita en los festivales

    colombianos de poesa, es totalmente falso: la poesa se vende. Eso lo dice

    Baudelaire con claridad y lo recuerda Benjamin en sus Iluminaciones.

    La coexistencia pacfica de las formas, que lleva a una neo-sacralizacin de la

    poesa como acto vlido en s mismo y, por lo tanto, de antemano legtimo, es lo

    que hizo perder el rumbo -o lo hace- a la mayora de los poetas que escriben hoy

    en Amrica Latina. Cualquier lenguaje, cualquier forma, legtimas de antemano.

    Las antigedades en la calle haciendo de objetos nuevos. Vamos hacia las

    antigedades virtuales.

    Lo que no veo en la poesa de Amrica Latina es conciencia de su momento

    histrico ni del momento histrico por el que pasa en general Amrica Latina.

    Aunque las cosas han cambiado en relacin con treinta aos atrseso se siente-

    no veo el saber detrs de ese sentimiento. Y ya no busco lugares fijos que

    relacionar: relaciono lo que aparece. Me sigue interesando la poesa donde algo se

    juega de manera evidente. Sigo en el odio a los sobrentendidos. Hay que jugarse

    algo en el poema o no hay nada. Ni poema.

    El poema-erizo viene, entonces, de una idea de la poesacomo-erizo de Derrida.

    La aplico a una coyuntura especial: lo que yo llamo el triunfo del lector, parteaguas

    histrico en relacin con el devenir de la poesa occidental desde el corte

    baudelaireano. Empieza a aparecer un problema en el horizonte prctico de la

    poesa latinoamericana que es el siguiente: se inscribe o no en al mbito de la

    poesa occidental parece una paradoja-. Y si se la deja afuera, cmo se la

    describe. La nocin de riesgo es ntima de un tipo de poesa relacionada con la

    modernidad. El erizo le va bien. Es un animal que se protege y agrede. Lo mismo

    creo que hace la poesa que respeto: disiente, se defiende y ataca.

    Volvamos al asunto de la configuracin de tu vocacin potica y, ahora

    s, a las lecturas, el espectro de referencias, etctera. Tu gusto por los

    poetas estadounidenses modernos es bastante conocido, de qu

  • manera crees que los autores norteamericanos han establecido -o

    podran establecer, en tal caso- un dilogo nutritivo con las tentativas de

    la poesa latinoamericana que te interesan, esas que se juegan algo?

    Quisiera plantear la pregunta ms all de autores paradigmticos, como

    Pound o Eliot, y considerando a figuras quizs menos conocidas, o a

    poetas experimentales que han sido redescubiertos recientemente,

    tipo los objetivistas Louis Zukofsky y Lorine Niedecker, por mencionar

    como ejemplo un par de nombres que han despertado el inters de

    autores latinoamericanos radicados en Estados Unidos desde hace

    mucho, como Jos Kozer...

    La lgica distintivo-cultural que nos diferenciaba, y los diferenciaba a ellos de todos

    los dems y de nosotros, parece haber cambiado. No solo el mundo, las poticas

    se han inter-influido.

    Si a principios del siglo XX era posible distinguir con claridad la presencia

    norteamericana de la latinoamericana en un poema de vanguardia, hoy parece

    imposible. La primera estaba determinada por dos factores: el pragmatismo

    filosfico que no diferencia entre palabra y cosa; y el otro, fundamental: la

    cotidianizacin de la experiencia del lenguaje que produce una apertura radical a lo

    que existe como exterior a la poesa, al afuera.

    La segunda presencia, la latinoamericana, estaba marcada por la conciencia de la

    arbitrariedad del signo -herencia francesa-, lo que empujaba al poema a la

    autorreflexin o, paralelo a eso, el exceso metafrico que conden a nuestra

    poesa al seguimiento de la tradicin de la lengua, es decir, al concepto de

    formalizacin en alianza directa con la metfora y la imagen como condiciones ms

    que tropolgicas para el poema.

    La nica cultura potica latinoamericana que asimil desde temprano ese cuerpo

    extrao tan cercano, esa forma extranjera a Latinoamrica de poetizar, fue la

    nicaragense. La gran tradicin que ve Daro desde su inicio y sigue por Coronel

  • Urtecho, Pasos, Cuadra -estos dos tocados tambin con un aliento prehispnico y

    mtico-, Carlos Martnez Rivas, Cardenal, Julio Cabrales y otros tiene esa condicin

    abierta que sealo.

    Hoy la poesa latinoamericana se abre a todo como si todo fuera nuevo y no es tan

    nuevo. Es lmite, pero no nuevo. Se trata, en coexistencia con la apertura a todo,

    de un olvido esencial. Si se piensa bien no est mal: la poesa latinoamericana

    nace a contracorriente de la europea con la vanguardia como signo favorable

    mientras una Europa -Rilke, el elegaco, o Eliot, el baldo- lamenta el destino de

    cada que vea para su cultura. Pero hay algo que se olvida -en el sentido del

    abandono de un elemento constitutivo-, y es un proyecto de construccin de la

    imaginacin creadora, aunque haya que pasar por una fase destructiva que de

    algn modo siempre est presente-.

    A partir de ah, creo que los norteamericanos estn sacando partido de la situacin

    del presente potico mucho ms hondamente que nosotros. Son ms directos,

    asimiladores y despegados que los latinoamericanos. Laurie Anderson es ms libre

    que buena parte de la poesa latinoamericana -son espacios diferentes la oralidad

    grabada y la escritura, no artes diferentes-, o Tom Waits. No se diga Dylan, con

    quien personalmente aprend ms que con cualquiera de mis contemporneos.

    Ocurre que un poema no tiene solo una resolucin, el arte no es de una sola vez.

    Eso que ahora es un boom productivo, el cover, Dylan lo haca hace cuarenta aos.

    Pero Dylan haca un cover de s mismo. Eso, el cover de otros, la versin,

    modifica en mucho varias zonas del arte occidental cimentadas, desde la

    modernidad tarda pre-renacentista, trovadoresca, en la lgica de lo nuevo. La

    versin cambia la perspectiva del arte. La gran influencia de la cultura

    norteamericana es el desprendimiento de la tradicin. La nuestra es una cultura

    aprensiva (fijada a su rezago histrico casi como condicin ontolgica, victimista

    con gran apoyo de la tradicin catlica, apegada a sus orgenes culturales como

    referencia unvoca por si todo sale mal, un apego casi matricial-nutricial que puede

  • terminar en inmovilidad).

    La poesa norteamericana acepta la incertidumbre porque acepta lo nuevo como

    siempre variable. Lo nuevo no es sinnimo de mercanca, de cosa que sustituye a

    otra. Se podra aprender algo de eso. Hasta el imperio y el consumo ensean.

    La cultura brasilea y la lengua portuguesa te llegaron por va materna y

    se convirtieron en un patrimonio importantsimo de tu sensibilidad. Te

    interes de manera especial la inteligencia y la precisin esttica del

    concretismo, por supuesto, pero tambin el desborde y la vibracin

    mtica de Glauber Rocha, entre otras muchas cosas. En el resto del

    continente -la barrera idiomtica y el tamao del pas vecino a lo mejor

    siguen siendo obstculos considerables- no sabemos mucho de lo que

    est pasando en Brasil, tienes algn criterio de lo que ocurre ahora all

    a nivel literario?

    Ampliando el panorama, cmo te relacionas con las otras expresiones

    culturales de un pas que posee, sobre todo, una sobresaliente tradicin

    musical y cinematogrfica?

    Mi relacin con la cultura brasilea es prcticamente literaria y musical. Los poetas

    que cantan -la palabra cantada como deca Veloso- son fundamentales para m.

    No porque yo crea que el libro est perimido y que ahora se trata de cantar. No.

    Por lo que se puede hacer en un espacio material distinto. Al referirme arriba a

    Laurie Anderson y a Dylan lo dej claro. No se trata solo de msica popular -como

    puede ser un Jorge Ben Jor, que toca todos los niveles, de lo culto popularizado a

    lo ms popular- sino simplemente de msica experimental. El Tropicalismo, los

    orgenes de Caetano Veloso y Gilberto Gil, lo vieron bien: era msica... Los arreglos

    de Rogerio Duprat para Tropicalia, o para alguna cancin de Ara Azul (uno de

    los grandes discos de Caetano), lo dejan claro. Era msica simplemente, no

    necesariamente popular, como tambin en el ejemplo de Expresso 2222 de Gil o en

    cosas de Jorge Mautner, Walter Franco, Arnaldo Antunes. Lo que pasa es que

  • aquello tena una circulacin comercial que inclua esa produccin dentro de la

    llamada industria cultural. Claro que es cultura del espectculo y que yo no lo

    hara. La prueba de los lmites es que tampoco Caetano Veloso, a quien no le gusta

    repetirse y me parece digno, aguant todo el tiempo el nivel, su propio nivel. El

    caso de Glauber, el cine brasileo de aquella poca, es diferente. Su trabajo es

    meterico como su vida, fuertemente enraizado en las contradicciones culturales

    del cine mismo en relacin con sus espacios de referencia. Cmo hacer cine en el

    Sertao, que es un desierto habitado donde nada crece o malamente crece? Es una

    enseanza fundamental: la relacin con el entorno que toma en cuenta al entorno.

    No es esa cosa de meter cmara y lo que aparezca. La lucidez de aquella

    generacin, gente de los sesenta, es privilegiada en relacin con la actual, donde

    en apariencia hay ms soltura crtica, pero existe una gran repeticin.

    Poticamente hay una repeticin que lo confunde todo. Brasil no escapa ahora a la

    media mundial. En 1960 no se descubra para los latinoamericanos hispnicos.

    Ahora no es novedad.

    Hiciste ya referencia, con Glauber, a la imagen; y quiero proponerte un

    par de preguntas al respecto, sobre plstica y cine, para luego retomar la

    cuestin de la poesa y establecer el tercer planteamiento largo de este

    dilogo.

    Plstica y cine son manifestaciones que, en general, han tenido un

    influjo muy fuerte sobre tu carcter. Sin ir muy lejos: tu mujer, Gabriela,

    es pintora. De nuevo la genealoga: qu exponentes pictricos te han

    marcado de manera ms profunda en trminos de un posible dilogo con

    tu quehacer? Por otro lado, cul es tu relacin con el bagaje histrico

    de la cinematografa en tanto arte bastarda, como varias veces se ha

    denominado? Esto en referencia a la clsica reflexin de Alexander

    Astruc en La Camra-Stylo, en que describe el trnsito del cine hacia la

    intimidad creativa diciendo que despus de haber sido sucesivamente

    una atraccin de feria, una diversin parecida al teatro de boulevard, o

  • un medio de conservar las imgenes de la poca, se convierte poco a

    poco en una lengua. (...) Es decir, una forma mediante la cual un artista

    puede expresar su pensamiento, por muy abstracto que sea, o traducir

    sus obsesiones exactamente igual como ocurre actualmente con el

    ensayo o con la novela... Claro, todo esto sin dejar de tomar en cuenta

    su potencia tcnica, sus condiciones de produccin a gran escala...

    La plstica es fundamental. Hace mirar de otra manera la escritura. Es una retrica

    distinta que parece no retrica. No s si siguen siendo -como en los albores de la

    modernidad decimonnica- los faros de la poca los pintores. Pero la plasticidad

    misma revela mejor el riesgo.

    Alguien como Baudelaire descubre el rostro oculto de la modernidad con la

    revelacin de la pintura y su crtica, y, con esta, el despuntar de una crisis, la del

    poema (Hipcrita lector, mi semejante, mi hermano), que no termina. La plstica

    revela el fracaso del arte como ninguna otra disciplina. Tiene algo obvio que lo

    muestra: la pintura se ve, un performance se ve, una instalacin. Cierto, es la

    poca del ver, de la obscenidad del ver, la poca en que todo se muestra, en que la

    propia pintura se retrae.

    Adems, nadie expresa mejor lo que dice que un pintor cuando escribe bien. Los

    diarios de Paul Klee son ejemplares. La crtica de arte o alrededor del arte es muy

    buena. Dnde hay un Danto o un Boris Groys en poesa? Tal vez la condicin y la

    circulacin mercantil de la plstica la obliga a pagar un precio de seriedad que la

    poesa en general no paga. Ningn poeta se hace rico escribiendo poesa. No se

    puede decir lo mismo de la plstica. Por lo dems, yo dialogo con Gabriela, escribo

    sobre lo que hace, colaboro con ella.

    Por otro lado, no s qu sera de m sin el cine. Pero tampoco de Borges, para

    situar un ejemplo de grandeza literaria falsamente ubicado en un extremo de

    literariedad casi pura. Sin cine no hay Historia universal de la infamia, en especial

    el texto Bill Harrigan sobre Billy the Kid. Cito a Borges como poeta

  • latinoamericano. Es impensable la literatura norteamericana sin el cine mediando.

    Lo que puede dar un Jarmusch, un Lars von Trier, un Christopher Nolan -adems

    de los clsicos del cine de culto: Welles, Resnais, Antonioni, Einsenstein, Dziga

    Vertov, Sokurov, etc., etc.- no s cmo lo puede dar un poema. El efecto y la

    tecnologa son contundentes. Es fast art aunque sea slow art. La poesa es siempre

    slow art, aunque algunos poetas se pasen de vrtigo. El cine est siempre

    destinado a rehacer el concepto de cultura, cambiar la nocin de ver el arte

    El punto de partida de tu reflexin sobre la poesa norteamericana y

    sus diferencias con la tradicin latinoamericana propician un tercer

    planteamiento, haciendo nfasis, como te deca, en el asunto de la

    imagen y la metfora; o tratando de descifrar ms bien la genuina

    relevancia de estas posibilidades en nuestra tradicin.

    Has dicho que la lnea norteamericana de principios del siglo XX est

    marcada por el pragmatismo filosfico que no diferencia entre palabra y

    cosa, mientras la latinoamericana est fuertemente determinada por la

    conciencia de la arbitrariedad del signo, que mencionas como herencia

    francesa, algo que empuja al poema a la autorreflexin o, paralelo a

    eso, al exceso metafrico que conden a nuestra poesa al seguimiento

    de la tradicin de la lengua, es decir, al concepto de formalizacin en

    alianza directa con la metfora y la imagen como condiciones ms que

    tropolgicas para el poema.

    Lo primero que quisiera acotar es la importancia de la metfora y la

    imagen -la hipotipotis, incluso- en el trabajo de varios autores

    contemporneos de la tradicin moderna de habla inglesa (pienso en una

    confesionalista como Silvia Plath diciendo: las peras engordan como

    Budas mnimos, o una azul neblina, rmora del lago, por no mencionar

    su texto titulado, precisamente, Metfora). O se me viene a la mente

    Seamus Heaney y, como me dijo Mario Arteca alguna vez, esa realidad

  • irlandesa marcada por una hiper-ruralidad cotidiana, en donde se suscita

    una suerte de trabajo del hombre contra s mismo.

    De cualquier forma, el uso de la imagen en dichos casos nunca resulta

    excesivo, son autores que responden a una economa expresiva pre

    a-barroca, para llamarla de alguna manera. Y estn los casos

    (norteamericanos) en que una suerte de organizacin sintctica -y

    rtmica- de la discursividad filosfica va creando un basamento esttico,

    una potica, sin tanta necesidad de la metaforizacin ms recargada.

    Precisaste, Eduardo, en tal sentido, que la nica cultura potica

    latinoamericana que asimil desde temprano ese cuerpo extrao tan

    cercano, esa forma extranjera a Latinoamrica de poetizar, fue la

    nicaragense, con esa condicin abierta al afuera que responde, segn

    has dicho, a la cotidianizacin de la experiencia del lenguaje que

    produce una apertura radical a lo que existe como exterior a la poesa.

    En efecto, aquello est all, pero tambin, en Daro por ejemplo, la

    pltora de imgenes, de metforas que vienen por vertiente doble: por

    un lado, los contactos con la tradicin francesa; y por otro, ese aire

    mtico, ancestral (aunque no es un trmino feliz), que tambin

    adviertes en otros autores.

    Quisiera entonces referirme puntualmente al trabajo de Ernesto

    Cardenal, quizs el autor nicaragense ms conocido de los recientes:

    me parece que es evidente la influencia norteamericana; sus mejores

    poemas conservan esa capacidad sinttica propia de William Carlos

    Williams, si nos remitimos a alguien que estaba entre sus influencias

    tutelares (y ms all de Cntico csmico, ese ambicioso intento de

    conciliacin entre ciencia, religin, poltica y poesa, como dijera

    alguna vez Ivn Carvajal); pero el trabajo con la imagen, en un gran

    tramo de su obra, es endeble, haciendo del poema una alocucin

  • demasiado prosaica, que ha gozado, me parece, de semejante prestigio

    continental ms bien por circunstancias histrico-polticas de activismo y

    compromiso bien conocidas por todos.

    Frente a un fenmeno como ese solemos decir: falta imagen, falta

    metfora, y aqu creo que doy con el nervio de lo que debemos tratar

    ahora: la imagen, la metfora audaz, parecen constantes inherentes a

    la aventura potica latinoamericana, ms all del contacto con la

    tradicin francesa, de la herencia hispnica del Siglo de Oro y,

    especficamente, de la nocin de barroco (Martn Adn deca que el

    primer poema barroco espaol es la conquista); incluso ms all de la

    conciencia de la arbitrariedad del signo (que como principio esttico

    parece haberse fortalecido con las indagaciones de la lingustica de

    vanguardia y Derrida), porque tanto el mestizaje ms o menos

    administrado como la hibridacin cultural impuesta (en fin, el

    sincretismo radical) e incluso la geografa, segn reza el clich, generan

    un imaginario vastsimo, lrico a priori, por ms romntica que suene

    esta idea.

    De all, buscando definir el alcance de la imagen y el trabajo metafrico

    en nuestra tradicin, podramos inquirir: no ser que en la poesa

    latinoamericana, en la medida en que filosofa y mundo sensible tienen

    una frontera difusa, la imagen crea un reducto para que en su centro

    se produzca la transaccin filosfica? (pienso ahora en la nocin de

    Badiou del poema como nombre, como unidad compacta pero

    extramundana). No es eso lo que pasa en el trabajo de algunas de las

    grandes figuras... qu s yo, desde Lezama hasta Viel Temperlay?

    Tanto la metfora como la imagen espacializan, parcelan, crean mbito aparte.

    Ms que fusionar una cadena sintctica, sientan puntos divergentes. Son como

    cortes. No generan una armona general, especie de halo avasallante que todo lo

  • toma. No. La aventura de la metfora oscura, del oscurecer barroco como opuesto

    al amanecer clsico/barroco o de la imagen potica decimonnica -pienso en

    Rimbaud, en Lautramont y luego en los surrealistas, segn ese linaje que los

    ltimos trazaron-, ya manifiesta uno de los puntos altos de eso que llamo crisis

    permanente, trazado de intermitencias que me permite releer la poesa occidental

    como si empezara siempre.

    De modo que antes del estallido -o la irrupcin del corte sintctico -de la frase,

    viene el reventn metafrico (a veces juntos, como en el Mallarm ltimo) Qu

    hace una escritura cuando intuye un cambio de modelo de mundo que no va para

    donde iba y que nadie sabe para dnde va? Sobrepuebla la luz, el territorio total

    de la apariencia. Es verdad, pues, que invierte la frase -pienso en Gngora- y ese

    es un instrumental trado de lejos. Descoloca. Es una lucha despiadada para que

    no se vea. Que es homologable, en el mismo Gngora, a que no se entienda. Es

    un desafo al intelecto chocar con la luz prendida. Mejor chocar en la tiniebla.

    Podemos perder a la armada invencible, no la dignidad. Hay que ver los

    fenmenos tropolgicos como fenmenos epocales, de mundo, no slo como

    agotamientos naturales de tal o cual modo de formalizar.

    Si bien el arte es otra manera, esto es, no una manera ms, sino una manera

    que sienta plaza de alteridad por todo lo que suscita y convoca, los parmetros

    que tiene para moverse nunca fueron muchos. El momento barroco poda declarar

    ilusorio el mundo. Pero eso es un decreto (porque este cielo azul que todos

    vemos/ ni es cielo ni es azul: Lupercio de Argensola). Lo que tena para moverse

    eran dos espacios -ms que el sentencioso-: tropo y sintaxis. Nosotros, luego del

    quiebre del arte, podemos salir y entrar al arte a modo de pasaje como quiere

    Benjamin; o de frontera o linde, como quieren todos los dems. Para nosotros no

    es una catstrofe salirnos de arte. Para Gngora, Quevedo o Juan de Tarsis eso

    es impensable. Es un arte sin autonoma todava. La autonoma del arte como

    conquista de la Ilustracin permite, paradjicamente, que el arte arremeta contra

    s mismo. Que es lo que suceder con las vanguardias. Cuando Neruda se

    arrepiente (Tercera residencia, Espaa en el corazn, fragmento Explico algunas

  • cosas) lo primero que dice para exculparse o fundamentarse ante el lector -con el

    cual tanto l como Vallejo empiezan a contar desesperadamente luego de sus

    salidas de luz o entendimiento, Trilce y Residencias- es: Preguntaris y dnde

    estn las lilas/ Y la metafsica cubierta de amapolasSe refiere, obviamente, a

    Residencia en la tierra I.

    Lo que hay ah como asuncin de un nuevo trayecto, asuncin copernicana, en el

    envo realista de Neruda al lector, explicativo, airado comprensiblemente -Franco

    traicion, Lorca fue asesinado- es la articulacin metafrica ms precisa de su

    obra. Por qu identifica su potica oscura con una metfora? Porque sabe que

    la metfora no explica y ahora lleg el tiempo de la solidaridad, es decir, en

    nuestros parmetros cognitivos y estticos, el tiempo de explicar.

    Lo que llama la atencin es que ese tiempo est activado por la historia, que no

    es el reino de la felicidad, como dice Hegel. O sea: la historia obliga a la

    solidaridad y, por lo tanto, a la alianza entre emisor y receptor de arte. La historia

    es anti-metafrica, anti-imaginstica. Neruda sabe que Residencia es un portento

    que situ a la poesa en otro espacio. Pero el asunto es que ahora, all, en el 36,

    lleg el tiempo del espacio comn. La presin histrica obliga a la claridad visible

    de un espacio comn con poca profundidad de cada, silueta ntida, cosa clara. A

    esto lo llama el chileno realista. Pero podramos llamarlo, en un sentido opuesto

    al de Nicanor Parra, antipoesa, porque no suscita ni convoca nada. La prueba es

    el paso siguiente de Neruda, su hundimiento en lo que l llama realidad, que es el

    Canto General, una pica explicada a los nios -a excepcin de Alturas de Machu

    Pichu-.

    Neruda tal vez no deje bien claro el mvil de nuestra habla porque no es un poeta

    prisionero de la denotata: la imagen es para l sinnimo de poesa -como para la

    mayora de los mortales, hablar por imgenes, cosa que sera literalmente propio

    de la pintura-. Pero hay de imgenes a imgenes. El uso de Lezama es distinto al

    de Neruda. Donde Lezama ve una piedra ve una imagen. Donde Neruda ve una

    piedra ve una imagen pero tambin ve una piedra. Nosotros vemos una imagen,

  • una piedra, un signo y un signo que va a otro signo, etc. Y tambin nada, en una

    articulacin negativa, casi mstica.

    En ese sentido estamos ms cerca del barroco, del tapado. Tapar todava abre

    un camino a la pintura, nadear propicia el tiempo de Dios. El uso de las

    comillas obedece tambin al convencimiento de que la imagen y la metfora son

    puestas en jaque, en entredicho: no ponen, se ponen en jaque ante el lector.

    Simplificando: el lector no quiere poesa. Eso que es para m verdad ya nace en la

    retirada de Neruda del espacio imaginstico con su declaracin de guerra solidaria

    y realista. En Cardenal tambin existe algo que convoca esa nocin de realidad, ya

    no argumentativa como en Neruda, sino objetual, radicalmente secularizada: ese

    amor por los nombres propios, por las fechas, por los datos precisos. A eso

    llamaba yo la pragmtica norteamericana en poesa. Que podra caber en una

    pregunta: el hombre vive de acuerdo con su experiencia o de acuerdo con lo que

    sabe? No importa que las variables formen parte de un nico centro, la ilusin. Lo

    que importa soy yo y cmo me rodeo. La metfora es un agenciamiento posterior.

    Slo en una segunda vuelta puedo pensar que vivo con imgenes -la poesa

    norteamericana de Plath pero tambin de Duncan o de Hart Crane y antes de

    Stevens para no hablar del brutal poder imaginstico de Cummings-. Pero son

    excepciones. En tono de formulacin principista hay que volver a Whitman.

    En el mismo orden de cosas: en la poca del ver, de la obscenidad del

    ver, la poca en que todo se muestra, dnde radica el nervio potico de

    la imagen, hablando ampliamente; en relacin, por ejemplo, con las

    industrias culturales ms heterogneas y su accin ms contempornea?

    Para reflexionar sobre esto, que parece una perogrullada muy general,

    apelo de nuevo a tu condicin de cinfilo y te invito a pensar el

    fenmeno Tarkovski: por qu aceptamos, en consenso, el membrete

    de poeta para Tarkovski ms all del de realizador? Qu conmocin

    subyace esas imgenes, qu voz en s misma (de nuevo Derrida)?,

    qu posibilidades hay para la imagen legtimamente potica en la

    poca del desafuero de la exposicin?

  • En cuanto al cine -y a Tarkovski-, es la constatacin de lo que entiende el lector

    por poesa, una figuracin que en la imagen visual se ve con precisin pero que en

    la imagen escritural no se soporta.

    Por cierto que Tarkovski echa mano a todo. Pero hay un elemento fundamental en

    su cine, de carcter clsico, renacentista, que es la belleza. No slo es la imagen:

    es la belleza de la imagen por bsqueda de la belleza. Necesita mucho tiempo

    Tarkovski para llegar ah. Se trata de una construccin -por tiempo, porque tiene

    que recordar el plano bello- de la imagen. Godard nunca hara eso.

    Tarkovski no es anticine. Lo ms cerca que lleg al concepto fue con Stalker. Y por

    oscurecimiento y enlentecimiento de la accin con mucho auxilio de la palabra.

    Pero lo que importa para m de esto es lo que me parece un alejamiento de los

    dominios textuales imaginsticos sobre todo vinculados con ideales de belleza o a

    ideales de alteridad. Lo que se pide del arte -este es un elemento fundamental

    ahora: lo que se pide del arte, no lo que el arte da- es que est o bien

    radicalmente cerca, casi annimamente -en relacin con sus materiales de

    constitucin- o que sea un espacio de consuelo.

    Este espacio, salido y por lo tanto aparte, podra ser el espacio de un imaginario

    desatado. Pero desatado tipo boom, decorativo, lleno de colgantes, sin el menor

    asomo crtico. No hay consuelo crtico.

    De nuevo en el campo fundamentalmente literario... Considerando que la

    novela es el sustrato de eticidad de nuestra poca, quisiera saber cul

    es tu relacin subjetiva y crtica con ella; es decir, como lector pero

    tambin como creador y pensador de la literatura. Es un proyecto

    pendiente, te interesara elaborar alguna? (son varios los ejemplos del

    poeta que asume la transicin hacia la novela: Adn, de nuevo Lezama

    o Enrique Molina ). Qu hay para decir hoy acerca del gnero en

    Amrica Latina? (la "novela totalizante", "idiosincrtica", como se

    asumi en tiempos del Boom; las relaciones crticas con la novela

    experimental deudora de Joyce o con el legado de la gran novelstica

    norteamericana)...

  • Una novela neoliberal? Una novela indignada, multitudinaria, llena de gente

    marchando contra el modelo econmico, sociopoltico, democrtico falseado? Me

    interesan las imgenes porque vuelve -en Mxico, en Espaa, en los centros

    urbanos de economas tocadas por las polticas de reajuste dictadas por el FMI-

    aquella cosa en movimiento de los sesenta, con una diferencia: sin horizonte o con

    horizonte bloqueado, invisible, no se ve nada. Sin ms horizonte del que se vaya

    construyendo paso a paso.

    Pero el poder juega, mira, filma, ficha, delata, apalea. Y los personajes son, claro,

    dos que se encuentran gritando consignas, casualmente, casi chocando como

    partculas por el aire slo que contra el suelo, apretujados, pies de tenis. O los

    recuerdos de un viejo, sesentero, retrado, a la cola del tren ensanchado de la

    marcha, tren espaciado, no tren temporal.

    Me form leyendo narrativa pero narrativa esencial, Kafka. Y narrativa

    norteamericana junto a la rusa, las mejores para m. La literatura norteamericana

    es fundamental en esto. Porque tiene en la cabeza una imagen. Una imagen del

    mundo de su poca. Nosotros no, nosotros tenemos un cuento en la cabeza en

    Amrica Latina. Tena que salir al quite la narrativa brasilea, Joao Guimaraes

    Rosa. As me form. No distingo mucho entre poesa y prosa, sobre todo cuando

    Guimaraes Rosa demuestra que se puede fragmentar el aire del Sertao, que lo que

    se transmite como enseanza, el continuum de lo enseado se transmite mejor

    por fragmento que por asuntos narrados subordinada tras subordinada. Una

    cpsula, un tomo, trabajar por tomos.

    Finalmente, nadie sabe quin une esos tomos. Un poco de azar. Un poco ms de

    azar. La novela del XIX era todava una especie de caja de mundo donde caba

    todo. Era un dirigible. Un zepeln con un bien ntido anticipo de un Robert Plant a

    la cabeza. Permita salirse de realidad y entrar en ficcin. Mundos aparte donde

    recostar la cabeza y ser otro. Se puede hacer eso? Del boom, el ms cercano

    lingsticamente a un poeta, Julio Cortzar, es ya un escritor de culto.

    Los lectores que determinan la escritura de la mano del mercado -las televisoras

    que determinan el candidato vencedor de la mano del poder- leen a Vargas Llosa,

  • que se entera que Guy Debord le gan de mano pero no tanto, no tanto Porque

    tena una profundidad a la que Vargas Llosa no llega. Eso es la derecha:

    enmendadora de planas. No son creadores, son repetidores, ladrones de banderas

    descaracterizadas. Pero el arte del momento es as: arte de variables, arte de

    derecha. Mientras el arte no vuelva a reencontrarse con la nocin de bsqueda -

    aunque se silencie por el camino- ser un arte de derecha. Un arte de vender.

    Si yo puedo escribir una novela tendra que escribir La novela de los poemas con el

    subttulo, quizs, de algo as como Cuenta lo hecho. Poemas, el protagonista, ira

    de libro en libro como quien va de bar en bar, de novia en novia, adolescente de

    alma pero viejo de aos, sesentero. Claro que tendra que dedicrsela a Juan Luis

    Martnez, mortal autor del inmortal La nueva novela, uno de los libros de y sobre

    poesa que ms me gustan de la segunda mitad del siglo XX. Una cosa que hay

    que hacer de una vez en Amrica Latina es escribir una novela que se llame Los

    inmortales, una eleccin de quienes son los que van a durar de toda esta masa

    autosatisfecha de escritores en el ring del mercadeo; quin dura ms ahora en el

    tiempo del viagra.

    Retomemos, pues, los poemas En una entrevista con Eduardo Faria,

    tras la aparicin de Pulir huesos (antologa de poesa latinoamericana

    de la cual fuiste compilador, en 2007), expresaste: aprend mucho

    con Dcio Pignatari, otro de los poetas concretos. Y nunca escrib poesa

    concreta. Uno puede aprender sin hacer lo mismo donde hay

    generosidad. Ms all del concretismo brasileo, con qu autor te

    ocurri esto de manera ms radical? Cundo has sentido que un poeta

    ubicado lejos de tus elecciones escriturales te ha enseado algo

    relevante, compatible con tu dinmica creativa?

    Con Lezama Lima sent que poda aprender todo lo que no iba a hacer, cosa que

    no es poco. Aprend que lo que no poda o no quera hacer era ocenico. Entonces,

    lo primero que se me ocurre en esos casos es escribir sobre esa gente. Con

    Valente tambin me pas. Con Viel Temperley. No trato, en la escritura, de huir,

    por lo menos en pensamiento, de lo que est lejos de m. Intento ver qu relacin

  • tiene esa ausencia o qu relacin podra tener. Es un poco lo que hice en Pulir

    huesos. Es muy poca gente la que est en la antologa que tiene que ver con lo

    que hago. Por eso mismo estn. Me interesa mucho lo que no entiendo y lo que no

    hago. En la vida es otra cosa, se plantea como contradiccin operativa. En la

    escritura la contradiccin no choca.

    Qu te queda, en ese sentido, de haber trabajado con otras grandes

    figuras de la poesa en castellano como Jos ngel Valente, Andrs

    Snchez Robayna y Blanca Varela, para compilar Las nsulas extraas,

    aquella antologa en lengua espaola que tambin public Galaxia

    Gutenberg (en 2002)? De qu manera se cotejaron y se calibraron los

    diversos juicios; cmo definiras la naturaleza del debate?

    Esa fue una experiencia intensa y triste vista desde ahora. Al comienzo del

    proyecto muri Valente. Unos aos despus Blanca Varela. Recientemente muri el

    editor, el poeta y ensayista colombiano Nicanor Vlez, sin el cual toda la coleccin

    aquella no hubiera podido ser. Las nsulas extraas es un muy buen libro de

    poesa con lo que tiene, con lo que ah est. Personalmente, como

    latinoamericano, me hubiera gustado la presencia de otros poetas de este

    continente un poco ms arriesgados que lo general del conjunto, para mostrar que

    Amrica Latina es, precisamente,un continente, no un pas, por ms que ese pas

    sea el original de la lengua -y de la tradicin potica de esa lengua- que habla y

    asimila -y rechaza luego- el continente... Porque qued mal, Joan Tarrida, director

    editorial de Crculo de Lectores en aquel entonces, me ofreci hacer lo que deriv

    en Pulir huesos. Pero insisto: Las nsulas me parece un excelente libro de

    poesa, muy legible, una referencia. Snchez Robayna, Varela y yo hicimos lo

    mejor en medio de la ausencia -carencia, para ser preciso- que signific Valente.

    Una semana entera leyendo en voz alta todos los poemas que integran la antologa

    es una experiencia inolvidable.

    En muchos poemas tuyos es visible el juego con las derivaciones

    fonticas, qu importancia calculada y no tanto- tiene para ti la

  • oralidad. En qu consiste, desde tu perspectiva, su mdula potica?

    Una cosa es la derivacin fontica y otra el habla. La derivacin fontica puede

    estar en una poesa de lenguaje especfico como la de Gngora o como la de

    Manley Hopkins. Pero la del habla como lo entiendo yo, no. Eso que llamo habla

    pertenece, est ms cerca a ese murmullo que Foucault identifica en su prlogo a

    Historia de la locura en la poca clsica como el discurso de la otra historia: la

    historia no oficial, murmurada, casi callada en cuanto a aquel sentido. Por eso el

    habla no depende de los juegos fonticos. La poesa conversacional repite una

    norma del habla. El habla que yo quiero va contra la normalizada, a la que puede

    identificar tambin como una ortodoxia ya. Esa habla que quiero no est arriba ni

    abajo: est entre, va entre o tangencialmente como Nosferatu en zig-zag cruzando

    el Zcalo.

    Me parece que es Mario Montalbetti quien entre otras cosas aparece

    en Pulir Huesos- el que habl, en una entrevista con Radio Francia

    Internacional, de la rima interna. De aquella que en vez de expandirse

    para enfatizar el galope formal del poema, crece hacia adentro, una

    especie de metro heterodoxo que se descubre cuando el trabajo se lee

    en voz alta. En algunos de tus poemas pienso especficamente en varios

    de los consignados en Medusario, o en Manto- se advierte dicho rasgo.

    Quisiera ubicarme frente a la vieja disyuntiva de la lectura silenciosa e

    ntima del texto vs. la lectura en voz alta, tomando como antecedente la

    consideracin borgiana de que la lectura silenciosa constituye un paso

    evolutivo. Cul es tu idea general acerca de la poesa leda en voz alta?

    Qu piensas del recital como espacio propicio para el contacto potico

    a la manera, por ejemplo, de autores norteamericanos populares como

    Robert Pinsky, quien hasta aparece leyendo sus versos en un captulo de

    Los Simpsons-? Qu postura asumes ante la utilizacin de herramientas

    del performance que cada vez interesan ms a los poetas jvenes

    latinoamericanos, especialmente del Cono Sur?

  • S, esos poemas que incluye Medusario son del libro Errar (1991) donde hay un

    trabajo evidente de la rima interna o de eso que se llama por otro lado contagio

    significante, uso que se presta a todo. Pero realza algo interesante: la nocin de

    contagio viral de Burroughs. Sirve para despejar incgnitas sobre cualquier pureza

    de lenguaje potico a esta altura, cosa que hasta Mallarm, el del Coup (1897)

    rechazara. Me detengo en esto porque la rima en el contexto del lenguaje potico

    es una posibilidad a activar, algo que se activa o no, pero que siempre est latente.

    La poesa leda en voz interna circula por la bveda craneal, inunda la mente,

    mezcla silencio e imagen, crea el efecto de una ampliacin hacia abajo (el fondo

    de uno mismo, el mundo interior) o hacia el costado, es controladamente

    expansiva. La leda en voz alta permite, en efecto, escucharla como si tuviera un

    afuera independiente, es un verdadero lance, para seguir con Mallarm. Salvo que

    fuera una poesa grabada, trabajada en un espacio sobre el que se puede regresar,

    regrabar, dar versiones de lo mismo, es decir, trabajar como en un espacio sonoro

    con libertad, distinto al de la pgina pero no de un arte diferente, se me presentan

    problemas.

    Por ejemplo, se va a tratar de un baile seductor de un pjaro a otro aunque la

    multitud exterior exceda al pjaro. Se va a tratar -y se trata en la mayora de los

    casos que conozco- de facilitar por evidencia zonas del lenguaje que el lector

    encuentra con frecuencia en soledad. El propio volumen colabora. Una palabra

    amplificada puede ser una montaa.

    En cuanto a lo performativo hay algo ya espectacular. Son pocos los poetas que

    dominan la escena teatralmente ms all del humor o de la extravagancia -

    rodearse de piedras, crear un crculo encendido de veladoras. Es el poeta como

    U2, es decir, la lgica del espectculo, msica ms efectos especiales-. Si eso se

    considera bien o mal depende de la ubicacin ideolgica del poeta. Yo creo que no

    hay nada que regalar. Y en relacin con los poetas conosureos que descubrieron

    a los norteamericanos no s si los prefiero a los mexicanos que acaban de

  • descubrir a los conosureos. Uno no escribe poesa de una manera porque no

    escribe de otra que tambin podra. No es tan fcil. Una poesa para recitar -que es

    una segunda vuelta de la cita- debe dejar constancia de que la primera cita es un

    vaco. En la primera cita lo Otro te planta. No hay amor a primera vista en poesa.

    Esa conciencia para m sera el trabajo potico performativo en voz alta.

    Descubrir las potencialidades que la poesa en sus palabras propone hacia ese

    afuera. No se trata de rodearse de objetos que no estn en el poema -plumas,

    talismanes, cruces, colgantes, cencerros, cascabeles-. Para eso uno hace lo que

    haca Mallarm: en plena soledad de escritura se disfrazaba de mago Merln, todo

    de capa constelado, miraba sus mangas y su torso de estrellas reflejado en el

    espejo y se copiaba a s mismo -no hay plus. La lgica es restar-. Cuando no saba

    qu decir bajaba la cabeza y miraba sus babuchas.

    El poeta mexicano Jos ngel Leyva te deca, hace pocos aos, que vea

    dos tendencias en la poesa -no s si a nivel general o continental-: una

    que tira hacia lo confesional y otra que apunta hacia un racionalismo

    feroz que elimina todo lirismo, toda huella emotiva. T acotabas que

    aquello de racionalismo feroz podra hacer referencia a una poesa casi

    abstractizante, y agregabas que lo difcil del discernimiento de la

    literatura actual es que estn todas las formas interactuando. Un poco,

    como ejemplo (no tan reciente) de interaccin de variables, pensaba yo

    de nuevo en el confesionalismo norteamericano de los sesenta, dentro

    del cual convive la rbrica emotiva con el clculo formal ms racional; la

    metfora audaz con el verso directo (pienso en algunos poemas de

    Sexton). Y toda esta reflexin encuentra anclaje en una coyuntura

    latinoamericana, esa s relativamente reciente: a raz de la publicacin

    de Pas Imaginario (2011), antologa regional de Maurizio Medo, se

    han vuelto a encender las acusaciones de que se est desenterrando el

    neobarroco como discurso hegemnico, en tanto esttica de la

    dificultad, negadora del Yo y de la posibilidad comunicativa del poema,

  • etctera; frente a otros que reclaman un poema inteligible y

    emotivo, al que se acusa a su vez de muy conversacional y

    transigente. Medo ha aclarado en varias ocasiones que no se trata de

    una antologa, y por escrito ha puntualizado: no es solo poesa ni

    tampoco es latinoamericana, todo est explicado desde la cartula hasta

    en el prlogo. (...) Si bien a Pas imaginario: escrituras y transtextos

    1960-1979 se le apoda por joda, como seala Mario Arteca,

    Medosario, el libro es tan pro-neobarroco que recoge las voces de

    Martn Gambarotta, Edgardo Dobry, Edwin Madrid, Jernimo Pimentel,

    entre otros, cuyos discursos nada tienen que ver con este movimiento,

    sobre el cual han mostrado una postura bastante crtica... Ms all de

    todo esto, cmo generar un debate sin reduccionismos y etiquetas?

    Cul consideras la herencia capital del neobarroco; cul es hoy su

    posible lugar de enunciacin y dilogo?

    No dudo ni un momento de lo que me dices. Medo defiende una postura que la

    gente no demasiado interiorizada de la poesa llama ininteligible. Tambin yo

    defiendo algo parecido. No hay novedad. Lo que ocurre desde mi punto de vista es

    que el lector -de los que se hacen eco los poetas que piden esa poesa que se

    entienda- pide a la poesa que no sea poesa. Por qu la poesa tiene que ser

    inteligible? No hay nada que lo diga. Salvo que el mundo se ha vuelto insoportable,

    ms negro que ininteligible, ms fatal que ininteligible, ms degradado e injusto

    que ininteligible. El lector quiere sentir en la lectura que el mundo tiene que ser

    salvado.

    La confusin entre sistema y mundo sigue como en sus das, dira Lezama. El

    mundo tiene solucin si el sistema cambia. Si no, podemos esperar lo peor. Ese es

    mi punto de vista. Buscar inteligibilidad es buscar una cierta poesa entre meditica

    -reductora, simplista, verdadera y por lo tanto falsa en trminos de Adorno- y

    tradicional, del tiempo en que la poesa se entenda. Qu tiempo es se? El

    Medioevo? El siglo XVIII? O la poesa conversacional de la utopa fallida

  • latinoamericana que la nostalgia pacificadora del que se entienda quiere

    mantener como fracaso esencial? En todo caso, una poesa anterior al siglo XIX.

    Muchos de esos lectores /productores ven la poesa decimonnica como un

    momento anterior a lo que consideran desastre. Holderlin, Von Kleist, Rimbaud,

    Mallarm, Corbire, Laforgue, Lautramont eran muchachos serenos ante la

    poesa? O es que este mundo ya est suficientemente desquiciado -y aqul no, el

    del XIX- que ya nadie aguanta un problema ms? Y las Comunas de Pars, los

    movimientos sociales, el nihilismo? Desde cundo la poesa es el eje de los

    acuerdos y el conductor de las cordialidades? Sobre la re-aparicin del neobarroco:

    no s si se trata de eso, no s si una emergencia de lenguaje potico -eso dije que

    era para m el neobarroco en un texto llamado Neobarrosos, aludiendo y

    homenajeando a Perlongher- que se da en los aos ochenta se puede repetir

    treinta aos ms tarde as como as. No s, aquello fue interesante, yo no fui

    neobarroso aunque fui testigo del momento en que Perlongher hablando con

    Echavarren bautiz ese momento potico.

    En ese texto lo digo. No veo a aquella gente desde hace mucho tiempo. No s qu

    piensa ahora. Lo que s es lo que pienso yo. El neobarroco, aquellos poetas, son

    muy importantes para la poesa latinoamericana. Y lo siguen siendo sean o no

    todava neobarrocos. Lo que veo difcil es esa emergencia en un contexto tan

    desfavorable. El lector medio de poesa triunf, insisto, en la medida en que logr

    revertir las cartas de la gran tradicin potica de los siglos XIX y XX, esa, la de la

    disidencia, y reconducir la lectura y por lo tanto la escritura a grados de legibilidad

    autolegitimante inslitos. Tal vez, situado en una lgica no comunicativa, el

    neobarroco revele una plus-potencia, una reserva resistente que evidencie

    realmente que lo que se pide es, ms que un ritual de coexistencia pacfica, un

    amansamiento de la conciencia y no su expansin serena. Un control biopoltico de

    las posibilidades poticas y no la garanta de su alcance.

    Bien; queda claro. A otra cosa: te referiste a Neruda la condicin de

    portento de su Residencia-, y ahora paso a preguntarte por otros dos

  • puntos de inflexin en esa lnea diacrnica (ms que desarrollo

    histrico) que sera la de la poesa latinoamericana: Vallejo y Parra,

    nombres recurrentes dentro de tu trabajo ensaystico. En relacin con el

    primero, creo que debe hacerse nfasis en el hecho de que ocurre con l

    una suerte de fenmeno Prez Galds, para ponerlo en los trminos

    que Mutis utiliz al referirse a Don Benito: En Espaa misma (hoy) se

    le mantiene como una especie de institucin nacional, ms mencionada

    que leda, ms celebrada que profundamente estudiada. Actualmente

    hasta un equipo de ftbol en el Per se llama Csar Vallejo y no es raro

    encontrar en cualquier pueblo de interior de cualquier pas

    latinoamericano una escuela que acue tambin su nombre-; pero, a la

    luz de las dcadas, cul es el rasgo esencial de su espritu vanguardista

    que debemos asumir como referencia tutelar para repensarnos (y que, a

    lo mejor, no estamos viendo)? Cul es la consistencia y extensin de la

    sombra de Vallejo, aquella junto a la cual en palabras de Blanca

    Varela- todo poeta parece anmico?

    La pregunta sera bsicamente la misma en referencia a Parra. En su

    Diccionario de autores latinoamericanos, Csar Aira expresa, por

    ejemplo, que el genio potico de Parra le da siempre, de un modo que

    se dira automtico, una irradiacin peculiar, nica. De ah que tomarlo

    por maestro puede ser peligroso; adems de que todo lo que ha escrito

    tiene el aire casual, displicente, del diletante muy dotado, siempre a

    punto de dedicarse a otra cosa. Parra se me antoja a la poesa,

    entonces, y por extrao que suene el parangn, lo que Nirvana al rock n

    roll: una sencillez engaosa, en la medida en que su singularidad

    unvoca, inimitable, ensea, pero no permite hacer escuela. Su

    influencia, obviamente, es indiscutible, en tanto viene a interpelar y

    esto es una perogrullada- a la ortodoxia de lo que se consideraba,

    tradicionalmente, potico. Buscando una homologacin ilustrativa,

  • podramos decir que su relacin con la escritura sugiere la repeticin del

    trnsito emprendido por el readymade de Duchamp. Pero parecera que

    el espritu de Parra tambin se ha malgastado, ha sido desvirtuado por

    varios que lo tomaron como maestro: vemos que hasta la irona se

    convierte en un sonsonete artificioso Cmo someter el discurso de

    Parra a una diseccin crtica que resulte hoy provechosa no solo para las

    diversas agendas escriturales de nuestra poesa sino para nuestra

    experiencia de mundo?

    Las preguntas tocan algo medular a la situacin potica latinoamericana -porque

    uno mantiene el sonsonete poesa latinoamericana-. No quiero insistir en aclarar

    cosas, viviendo la poesa como un aclarador. En ltima instancia eso es bueno y

    de vez en cuando hay que hacerlo en crtica de la cultura. Pero hay que estar en

    otro lado. Una de las cosas de las que me di cuenta cuando escriba, pasada la

    necesidad de escribir, es dnde iba a parar lo que escriba y publicaba, en qu

    contexto, quin lea. Y la respuesta que me di fue desoladora. No slo no hay nivel

    de recepcin de una cierta calidad; no hay educacin para la recepcin. Esto lleva

    a un problema crucial que es el salto al sobrentendido de la cosa en s. Como no

    hay un nivel medio competente, la gente que acepta o sigue estas cosas poticas

    lo hace al margen de toda percepcin crtica. Goza con la duracin, se estimula con

    el comprobante fctico: hay poesa en medio de este mundo brbaro, todavaEl

    inters que hay es que exista mucha produccin simblica. Me gusta exagerar el

    absurdo de la situacin imaginando una especie desaparecida que dej la tierra

    plagada de productos simblicos ante la mirada de los insectos seguros, esos que

    sobreviven s o s, que se limitan a mover sus antenas. Claro que lo que importa es

    el paisaje: completamente pelado, con una luz estridente color clara de huevo

    apenas teida por la yema, humo. Y el escarabajo all frente a la Residencia en la

    tierra de Pablo Neruda.

    No tengo esa parte que desarrollo a la par de la escritura potica, eso de crtico

    literario en el sentido de un crtico de textos. No. Yo aprovecho los textos, son mi

  • apoyatura para decir cosas sobre el mundo o sobre la cultura o sobre la literatura.

    Tal vez se cuele a veces algn aporte en ese sentido. Pero no me interesa hacer

    nfasis sobre problemas de tal o cual texto. Eso es tan evidente que no me

    importa reaccionar ante la descalificacin de algunos ensayos mos. Yo, adems de

    poeta, soy ensayista. Y porque considero que el ensayo es una forma libre como el

    poema es una forma libre de forma, si se quiere. Y eso se confunde. Entonces, me

    deslindo de esa cosa de opinador profesional sobre poesa latinoamericana que

    parece que a veces me cuelgan encima. Yo ensayo lo que digo y digo lo que

    ensayo. Y digo que hay un dficit reflexivo en relacin con la poesa

    latinoamericana, se ve mal reflexionar, es imprudente, el capitalismo est en crisis

    y uno aqu poniendo en crisis la poca porcin de eternidad que nos toc, la

    poesa, variante del paraso.

    Bueno. Si la porcin de eternidad es lo que circula en general por los estantes de

    las libreras de lo escrito ahora, entonces s estamos jodidos. El riesgo, de aqu

    para el real, es dar por bueno la existencia por la existencia misma. Esto es llevar a

    la prctica simblica el permanente estado de excepcin, como dira Agamben.

    Poner la cosa en un lmite pero no pensarla desde el lmite sino antes del lmite,

    antes de haber llegado all. Es como si Duchamp, ante la posibilidad del mingitorio,

    decidiera que la verdad estaba en la pintura rupestre. Todo nacimiento tiene un

    aura. Pero tiene un aura porque emerge entre los otros objetos temporalizados con

    un tiempo especial, el de los comienzos. Si una cultura vive de los comienzos

    para reauratizarse corre el riesgo de no hacer nada ms. Y eso es precisamente lo

    que sostengo. No hay posibilidad de aparicin potica de algo nuevo no slo por

    agotamiento de soportes y de informacin: porque hay suficiente produccin para

    ser permanentemente recomenzada.

    Basta leer todo lo hecho bajo una luz distinta. Ya se lo hizo con la luz histrica

    citaste a Mutis: Mutis es un ejemplo de la intencin de llevar a la poesa una

    restauracin histrica que la novela de principios de siglo, Broch y La muerte de

    Virgilio, por ejemplo, realiz y ahora se vuelve a realizar. Hay grandes

  • consecusiones en eso: el espritu respira aliviado. Finalmente, para algo sirven esos

    monumentos al espritu en el presente: para que se los rehaga, para que suelten

    un plus que anudaba su significacin -y ese era su secreto-, para que vayan

    liberando lo que fue en su mejor momento condensacin tanto significante como

    simblica, que se deshagan ante nuestra insuficiencia de motivos.

    Ya se ley bajo la luz psicoanaltica, tal vez insuficientemente. Ahora se lee bajo la

    luz econmica, luego bajo la luz ecolgica. Bajo la luz cuntica se hace desde hace

    tiempo esa lectura paralela. Yo lo hago muchas veces a la luz de la cancin. Lo

    interesante de todo esto es que pocos poetas lo hacen. Las academias pueden

    inventar cualquier pirueta. Dependen tanto del capital -real como simblico- que

    van a actuar segn la necesidad. Pero los poetas parecen no necesitarlo.

    Yo atribuyo esa falta de necesidad reflexiva, esa falta de necesidad de poner todo

    en jaque a la consideracin de la sobrevivencia. Qu capital potico se puede

    gastar en el anlisis de una situacin potica? El que no sabe crear a partir de

    planteos de discernimiento reflexivo lo gasta todo, puede perderlo. Esos tipos son

    pre-hegelianos, estn antes de la consideracin del fin del arte. No saben

    dialectizar, viven de absoluto. El regreso a lo absoluto en este ltimo tiempo -que

    se poda pensar desde una inmediata reaccin a la vanguardia pero ya estaba

    entre los pliegues de ciertos textos antes- constaba en el Rilke de las elegas,

    estaba en el Eliot de La tierra balda, etc-, es una verdadera migracin. No un

    exilio: el absoluto como lugar, como tierra prometida, como espacio de recepcin

    de los que huyen del presente, es el sitio original de los poetas resultantes de la

    conflagracin planteada en el marco histrico de las vanguardias esttico-

    histricas.

    Los poetas actuales migran a la pre-vanguardia. No hay ninguna lucha que dar en

    el territorio ocupado por el capital. Me estoy refiriendo, claro est, a una

    mentalidad arraigada en la clase potica: la sobrevivencia al margen de la cosa

    civil -que va ms all de lo civil y que tocar los cimientos de nuestra cultura,

  • espero, del mismo modo que espero que haya suficiente salud crtica para

    redistribuir la energa cultural-, una cuestin no tica: po-tica que yo haba

    pensado ya fuera de consideracin. Un indignado poeta puede llegar a la

    vulgaridad. Pero un poeta no indignado no llega a ningn lado: produce

    pestilencia, para parodiar a William Bake.

    Entonces, entremos al asunto puntual:

    1) La cosa Vallejo.

    2) La cosa Parra

    Para cosificarlos, mercantilmente, como quera Benjamin con Baudelaire. Para

    sustraerlos al consuelo y al amparo de todo.

    1. Hubo mucho, en efecto, Vallejo que se junt en una imagen de

    humanidad que no s si sigue teniendo cabida. El problema de Vallejo no

    es, para m, Trilce. Este libro no me parece problemtico en la medida en

    que habita el territorio de los lmites entre lo comunicable y lo

    incomunicable. Ese es el gran territorio de la poesa, creo. Vallejo lo hace

    vivir con sustraccin: resta, quita, no entrega, genera un saldo de vaco que

    con el tiempo cambia de color. Uno puede observar algo ah que tiene que

    ver con lo imposible de lo Real, de lo que hay que gritar o silenciarse. Pero

    no dar un discurso. Es insufrible el anlisis de Trilce. Y no se trata, para

    seguir a Paul de Man, de mantenerlo enigmtico. Trilce supera la dimensin

    de lo enigmtico en la medida en que no responde a una demanda turstica