Upload
vuongliem
View
231
Download
1
Embed Size (px)
Citation preview
Hemos asistido a la puesta en
escena de El amante (1962), de
Harold Pinter (1930-2008), en un es-
pacio teatral sui generis: una casa con-
vertida, a la vez, en café y en foro de
teatro, Koffee Maastricht, ubicado en
la calle Miguel Palacios, esquina con
Ignacio Allende, en el centro de Xa-
lapa. La dirección ha corrido a cargo
de Randia Escalante y las actuaciones
correspondieron a Marisol Torres
(Sarah) y a Cuitláhuac Pascual (Ri-
chard, Max, guardabosques), miem-
bros los tres, junto con Erik Baqueiro,
de los grupos artísticos independien-
tes Producciones Hombre Gacela y
Ellipsis Arte.
Antes de comenzar propiamente
con la reseña de la función, no pue-
do dejar de hacer algunos comenta-
rios sobre el texto dramático mismo:
muy al estilo de Pinter, la obra está
conformada, primero, por una yuxta-
posición de escenas que, si bien en lo
general presentan un ordenamiento
lógico entre sí, no dejan por ello de
acusar ciertos desfases y regresiones
en el tiempo y, segundo, lo que es aún
más característico del autor, por una
sutil ambivalencia en la definición de
la identidad de los personajes —¿es
otro o es el mismo?; si es otro, ¿en qué mo-
mento se llevó a cabo la transición?—, fac-
tores ambos que contribuyen a darle
un carácter de extrañeza y de enigma
a la obra y, a final de cuentas, a dotar-
la de un sentido estético sumamente
poderoso. Desde esta perspectiva, la
indicación, en el libreto original, de
que un mismo actor encarne todos los
roles masculinos cobra su verdadero
significado.
De la dirección y de las actuacio-
nes, por otra parte, puedo decir que
han sido muy afortunadas: estas úl-
timas, si bien empezaron acusando
un cierto mecanicismo —acrecenta-
do o, tal vez, producido por algunas
inconsistencias en la traducción— y,
por esa misma causa, generando un
contexto de inverosimilitud, poco a
poco se fueron recuperando y con-
solidando, de tal modo que, escenas
tan difíciles —porque requieren de
un alto grado de erotismo y de sen-
timentalidad— como la de la cabaña
en el bosque y la de la ruptura, fueron
ejecutadas por ambos actores con una
aceptable maestría.
La utilización de un espacio no
originalmente concebido para mon-
tar —en el sentido tradicional de la
palabra— obras dramáticas, tiene
la ventaja de que, al ser apropiado
para tal fin, se obtienen beneficios
insospechados de algunos elemen-
tos que, de otra forma, difícilmente
se habrían podido incluir en un foro
de teatro convencional. En el caso de
esta representación de El amante, hay
que decir que la escalera, las puertas
y los espejos de la casa en la que tuvo
lugar fueron aprovechados inteligen-
temente. La desventaja inevitable
fue, sin embargo, que la visibilidad de
ciertas escenas estuvo afectada por la
presencia de un pilar, por la falta de
gradación en el posicionamiento de
las butacas y por el ruido del exterior,
condiciones todas inherentes a un si-
tio no diseñado de manera exclusiva
para las funciones dramáticas.
Finalmente, agreguemos a lo has-
ta aquí mencionado un perfecto en-
samblaje entre música e iluminación
para sugerir los cambios de escena y
obtendremos como resultado el juicio
que nos ha merecido esta obra: sin
duda alguna, un montaje que ha vali-
do la pena.* Harold Pinter, El amante. Dir. Randia Escalante. Act. Marisol Torres, Cuitláhuac Pascual. Kofee Maastricht. Xalapa. Febrero de 2011. La puesta en escena es parte de un proyecto de titulación en la Universidad Veracruzana. Cuenta con el permiso de Rafael Spregelburd (traductor oficial de Pinter). Para su realización, se ha establecido un contrato por derechos de autor con la agencia Judy Daish Associates, Ltd., en Reino Unido.
El amante, de Harold Pinter*
Héctor M. Sánchez
Litorale26