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EL ÑANDÚ O AVESTRUZ AMERICANO (1848) Francisco Javier Muñíz*. 1916. Escritos científicos, Ciencias Naturales Argentinas, Seis ensayos publicados con introducción y comentarios de Domingo F. Sarmiento; La Cultura Argentina, Buenos Aires. *1795-1871. www.produccion-animal.com.ar Volver a: Producción de ñandúes INDICE Comentario por Domingo F. Sarmiento 1. El ñandú, churí o avestruz americano 2. Exterioridad de la especie 3. Paralelo entre el ñandú y el avestruz africano; excelencia de aquél en velocidad y fortaleza 4. Alimentación del ñandú. Peculiaridades de su sistema digestivo 5. Generación. Proceso incubativo. Saca y cría. Enemigos de la especie. Sagacidad del padre y sus recursos en protección de la prole 6. Antecedentes de una campería en las pampas de Buenos Aires. Libertad y posibilidad de cualquiera para emprenderla. Provisiones. Unicos medios de ejecución: el caballo y las bolas. Su manejo. Cerco y mal juego en él. Estratagemas e instinto del Ñandú para eludir el peligro. Medios naturales con que lo consigue. Perros cazadores 7. Naturaleza de la carne del ñandú. Su salubridad. Distintas preparaciones que recibe, y las que dan a los huevos. Conducción de éstos a la distancia. Plumas. Toldos o reparos contra la intemperie 8. Domesticidad del ñandú. Modo de conducirlo. Su ineptitud para el vuelo. Su facultad natatoria. Su voz. Aprensiones de los gauchos al campo desierto. Conclusión EL ÑANDÚ O AVESTRUZ AMERICANO. COMENTARIO POR DOMINGO F. SARMIENTO El doctor Muñíz publicó hace años en varios números de "La Gaceta Mercantil" una monografía del ñandú o avestruz americano, que es uno de sus más acabados estudios de las peculiares facciones de nuestro país. Su observación personal le permite rectificar no pocos errores de Buffon, en su famosa historia natural, guiado a veces por similitudes que cree existen con el avestruz de Africa, o bien repitiendo errores de viajeros, que recogen al paso tradiciones y consejos populares sobre las costumbres de los animales notables de América; y hace cierta gracia encontrar que Muñíz desde esta parte de América sobre el ñandú, como Audubon desde el otro extremo con respecto a las costumbres del pavo, tiene que habérselas con Buffon, pudiendo aquel como éste exclamar, "¿qué me ha de decir M. de Buffon sobre el pavo, a mí, que he vivido con ellos años enteros en los bosques, estudiando sus hábitos y costumbres?". Muñíz vivió veinte años entre ellos en las Pampas. Hoy ha tomado una grande importancia el avestruz, como conquista nueva que la industria hace, sometiendo a la domesticidad el ave que provee de plumas de ornato, y conviene que nuestros hacendados conozcan la historia y costumbres de este productivo animal, que hace poco tiempo forma parte del ganado que puebla las estancias y embellece y anima el paisaje con su presencia hasta acabar por domesticarse, desde que el hombre lo ha tomado bajo su protección, en cambio de sus plumas variadas, y en gran demanda, a medida que el bienestar y la moda las hacen codiciar como adorno de todas las femeniles cabezas, envidiosas de los cardenales y picaflores que ostentan penachos de colores brillantes. Amenazaban los indios extirpar la raza en sus boleadas, para obtener su escasa provisión de carne y plumas, cuando la idea de protegerlos en el país cristiano, vino a algunos de los depositarios de la "suma del poder público", no sabemos si Rozas o Urquiza; pero de seguro Urquiza los acogió en sus estancias de Entre Ríos; y tan seguros se mostraban de tan alta protección que se les veía acercarse a los caminos, y detenerse a mirar a los transeúntes, con el desdén que inspira la conciencia del derecho. Por poco no dan en incomodar a los pasajeros, que se guardaban de echar sobre ellos, ni por hacerse la mano, un tirito de bolas; y sea dicho en mengua de las ideas liberales de que blasonamos, y de la hidalguía que nos atribuimos los del habla castellana, que asesinado alevosamente por sus propios protegidos, el amo, los que se pretendieron con ello libres, la emprendieron con los avestruces, ya sin protector; y por poco no acaban en unos cuantos meses con ellos, donde quiera que no estuvieran las armas nacionales para garantirles la existencia. Felizmente el impulso estaba dado, y el ensayo de Urquiza no fue estéril. Los estancieros gustaron de verlos asomar sus cuellos en el paisaje, la industria halló su cuenta, en propagarlos; e imitando el ejemplo de los "boers" y de los ingleses del Cabo de Buena Esperanza, el ñandú forma parte hoy del dominio del hombre, domesticado como el camello en Asia, la llama y la alpaca en América. Ya el de Africa más corpulento se aplica con éxito al 1 de 40

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  • EL AND O AVESTRUZ AMERICANO (1848) Francisco Javier Muz*. 1916. Escritos cientficos, Ciencias Naturales Argentinas,

    Seis ensayos publicados con introduccin y comentarios de Domingo F. Sarmiento; La Cultura Argentina, Buenos Aires.

    *1795-1871. www.produccion-animal.com.ar

    Volver a: Produccin de andes

    INDICE Comentario por Domingo F. Sarmiento 1. El and, chur o avestruz americano 2. Exterioridad de la especie 3. Paralelo entre el and y el avestruz africano; excelencia de aqul en velocidad y fortaleza 4. Alimentacin del and. Peculiaridades de su sistema digestivo 5. Generacin. Proceso incubativo. Saca y cra. Enemigos de la especie. Sagacidad del padre y sus recursos en

    proteccin de la prole 6. Antecedentes de una campera en las pampas de Buenos Aires. Libertad y posibilidad de cualquiera para

    emprenderla. Provisiones. Unicos medios de ejecucin: el caballo y las bolas. Su manejo. Cerco y mal juego en l. Estratagemas e instinto del and para eludir el peligro. Medios naturales con que lo consigue. Perros cazadores

    7. Naturaleza de la carne del and. Su salubridad. Distintas preparaciones que recibe, y las que dan a los huevos. Conduccin de stos a la distancia. Plumas. Toldos o reparos contra la intemperie

    8. Domesticidad del and. Modo de conducirlo. Su ineptitud para el vuelo. Su facultad natatoria. Su voz. Aprensiones de los gauchos al campo desierto. Conclusin

    EL AND O AVESTRUZ AMERICANO. COMENTARIO POR DOMINGO F. SARMIENTO El doctor Muz public hace aos en varios nmeros de "La Gaceta Mercantil" una monografa del and o

    avestruz americano, que es uno de sus ms acabados estudios de las peculiares facciones de nuestro pas. Su observacin personal le permite rectificar no pocos errores de Buffon, en su famosa historia natural, guiado a veces por similitudes que cree existen con el avestruz de Africa, o bien repitiendo errores de viajeros, que recogen al paso tradiciones y consejos populares sobre las costumbres de los animales notables de Amrica; y hace cierta gracia encontrar que Muz desde esta parte de Amrica sobre el and, como Audubon desde el otro extremo con respecto a las costumbres del pavo, tiene que habrselas con Buffon, pudiendo aquel como ste exclamar, "qu me ha de decir M. de Buffon sobre el pavo, a m, que he vivido con ellos aos enteros en los bosques, estudiando sus hbitos y costumbres?". Muz vivi veinte aos entre ellos en las Pampas.

    Hoy ha tomado una grande importancia el avestruz, como conquista nueva que la industria hace, sometiendo a la domesticidad el ave que provee de plumas de ornato, y conviene que nuestros hacendados conozcan la historia y costumbres de este productivo animal, que hace poco tiempo forma parte del ganado que puebla las estancias y embellece y anima el paisaje con su presencia hasta acabar por domesticarse, desde que el hombre lo ha tomado bajo su proteccin, en cambio de sus plumas variadas, y en gran demanda, a medida que el bienestar y la moda las hacen codiciar como adorno de todas las femeniles cabezas, envidiosas de los cardenales y picaflores que ostentan penachos de colores brillantes.

    Amenazaban los indios extirpar la raza en sus boleadas, para obtener su escasa provisin de carne y plumas, cuando la idea de protegerlos en el pas cristiano, vino a algunos de los depositarios de la "suma del poder pblico", no sabemos si Rozas o Urquiza; pero de seguro Urquiza los acogi en sus estancias de Entre Ros; y tan seguros se mostraban de tan alta proteccin que se les vea acercarse a los caminos, y detenerse a mirar a los transentes, con el desdn que inspira la conciencia del derecho. Por poco no dan en incomodar a los pasajeros, que se guardaban de echar sobre ellos, ni por hacerse la mano, un tirito de bolas; y sea dicho en mengua de las ideas liberales de que blasonamos, y de la hidalgua que nos atribuimos los del habla castellana, que asesinado alevosamente por sus propios protegidos, el amo, los que se pretendieron con ello libres, la emprendieron con los avestruces, ya sin protector; y por poco no acaban en unos cuantos meses con ellos, donde quiera que no estuvieran las armas nacionales para garantirles la existencia.

    Felizmente el impulso estaba dado, y el ensayo de Urquiza no fue estril. Los estancieros gustaron de verlos asomar sus cuellos en el paisaje, la industria hall su cuenta, en propagarlos; e imitando el ejemplo de los "boers" y de los ingleses del Cabo de Buena Esperanza, el and forma parte hoy del dominio del hombre, domesticado como el camello en Asia, la llama y la alpaca en Amrica. Ya el de Africa ms corpulento se aplica con xito al

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    http://www.produccion-animal.com.ar/http://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_prologo.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_01.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_02.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_03.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_04.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_05.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_06.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_07.htmlhttp://www.clarin.com/pbda/ensayo/nandu/nandu_08.html

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    tiro de carruajes, imitando sin duda las palomas que tiraban el carro de Venus. (Vyase lo vigoroso del impulso por la falta de elegancia).

    El Dr. Muz, despus de haber agotado la materia en la descripcin del and, concluye por darnos una completa idea de una "boleada" de avestruces segn las buenas reglas del "sport" indgena; y es fortuna que quede este directorio, porque aunque ya desaparecen con el predominio de la Pampa, que ejerci por siglos el caballo, antes y despus del diluvio, cediendo su puesto a la herrada, fatdica y estpida locomotora, no es de perder la esperanza de que salvada la raza de los avestruces, por la domesticidad, multiplicados stos por reclamar el mayor aseo sus plumas en plumeros, y el mayor ornato en plumajes el "sport" cuando deje de ser pura importacin bretona, y se encarne argentino, tengamos el "curre" del avestruz en nuestras dilatadas Pampas, sobre magnficos alazanes de raza, cabalgados por nuestra juventud, brillante entonces de nimo y de salud; tras bandadas de avestruces, "boleando" anduces, al correr de los corceles. Boleando! Por qu no? Ya pudieran los gringos, ms "que aguantarse un par de corcovos", rebolear sobre sus rubias cabezas los libes, y de dos vueltas prendrselos al ave maera (que a un potro seran palabras mayores) como ya la caracteriza Muz, que se tiende de costado, en la rapidez de la fuga, y avanzando el ala con inimitable arte y gracia, sale en ngulo recto, desvindose de la direccin que llevaba, y dejando a mi gringo que vaya a sujetar, a una cuadra de distancia, el pingo indcil al bocado como no lo es un flete de la Pampa al freno mular que no se anda con chicas. Gracias a que cabalgara un mestizo, que de su madre la yegua criolla traer el instinto de tenderse igualmente hacia el lado y en el ngulo que describe el fugaz avestruz. Es lstima que los Casteces, los Castros, y tantos otros campeones de la vieja escuela de equitacin argentina vayan llegando a la poca del desencanto, sucedindoles una generacin de dandys y "cox comb", de a pie, o de carruaje, sino los grandes juegos hpicos, las boleadas de sus buenos tiempos, seran todava el orgullo de nuestros jinetes, con lo que tendramos la adopcin por completo de los usos britnicos, cuyos "gentlemen" corren, es verdad, salvando cercas y saltando zanjas, tras de un zorro de cartn, o cosa parecida, pues estando a punto de extinguirse la raza en las islas que ha visto extinguirse los lobos, conserva en las mansiones seoriales un zorro domstico, y que despus de servir para una cacera, lo guardan a fin de que vuelva a servir en otras sucesivas.

    Y para que el diablo no se ra de la mentira, y porque no habr de repetirse de nuevo la hazaa, ni habr en adelante ocasin de traerla a cuento, consignar aqu un caso ocurrido recientemente en Australia, donde como en Inglaterra hay da designado para abrirse la caza. Habase dado cita una banda de jvenes en una pequea aldea, para de all lanzarse al da siguiente a la caza, en los vecinos campos. Ya enjaezados con los arreos de gala peculiares a aquel "sport", cargaban sus escopetas, ajustaban sus botines y polainas, cuando entra desalado el mozo del hotel, diciendo: una liebre! y sealando hacia el lado donde la dejaba. Esto si que era salirles la liebre al atajo! Corren todos los novicios cazadores, y tanta prisa se dan por tener el honor de ponerla patas arriba, que ningn tiro le aciertan, y la liebre se deja estar tranquila contemplndolos con la mayor indiferencia. Mranse los unos a los otros, asombrados de tan inusitado proceder entre liebres, cuando acercndose uno de los cazadores a distancia poco respetuosa, la liebre indignada saca una pistola, le descerraja el tiro a boca de jarro, y acaso por la emocin tampoco le acierta, lo que evit felizmente efusin de sangre de una y otra parte; y hubiranse dado las manos y quedados tan amigos como de antes, si la liebre por razones que no se dign exponer, no hubiese preferido tomar el portante.

    El hecho es autntico e histrico; y siendo como es de suponer el asunto del da en el teatro de tan singular suceso, dise al fin con la explicacin del fenmeno. Una compaa de prestidigitadores pasaba a la sazn, y el Hermann que la diriga haba adiestrado una liebre, entre otros animales "savants", a disparar en las tablas, un tiro, probablemente vestido de militar (l o ella), y el mozo del hotel se la haba procurado para hacerles aquella mala pasada a los jvenes "nemrods" cuidando de sacar a la carga de las carabinas todo misil mortfero.

    As poco ms o menos es por cierto la caza del zorro manso de Inglaterra, desprovista de la gracia de la del avestruz, con sus gambetas, sus tendidas de alas, cambios de rumbos, y astucias. Po