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El espíritu Para Mead el espíritu es el desarrollo y producto de la interacción social. Puede hablarse de “lo mental” solo en la medida en que se entienda que hay una adopción por parte del individuo (que se dice racional) de la actitud del otro y gracias a la cual puede fiscalizar su conducta propia. Dicho de otra manera, solo apelando a la internalización por parte del individuo de los procesos sociales –esto es, gracias a la internalización de la conversación de símbolos significantes posibilitada por la adopción del individuo de la actitud de los otros hacia él mismo- puede ofrecerse una explicación de lo que el espíritu es. A partir de esta idea puedrá sostenerse que la consciencia emerge solo cuando hay lenguaje y, por lo tanto, afirmar asimismo que el proceso social antecede al espíritu y lo explica al ser el lugar donde se da el lenguaje. El punto de partida y crítica a Wundt

El Espíritu

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El espíritu

Para Mead el espíritu es el desarrollo y producto de la interacción social. Puede

hablarse de “lo mental” solo en la medida en que se entienda que hay una adopción por

parte del individuo (que se dice racional) de la actitud del otro y gracias a la cual puede

fiscalizar su conducta propia.

Dicho de otra manera, solo apelando a la internalización por parte del individuo de

los procesos sociales –esto es, gracias a la internalización de la conversación de símbolos

significantes posibilitada por la adopción del individuo de la actitud de los otros hacia él

mismo- puede ofrecerse una explicación de lo que el espíritu es.

A partir de esta idea puedrá sostenerse que la consciencia emerge solo cuando hay

lenguaje y, por lo tanto, afirmar asimismo que el proceso social antecede al espíritu y lo

explica al ser el lugar donde se da el lenguaje.

El punto de partida y crítica a Wundt

Para Mead, Wundt fue capaz de aislar un elemento fundamental que entra en

funcionamiento en la dinámica de su paralelismo. Ese elemento es el gesto. Pero, ¿cómo

podría definirselo? Básicamente, se trata de una parte del acto de un organismo que sirve de

estímulo para otros individuos implicados en el mismo acto social. Es decir, en la situación

que presenta Wundt -y que Mead asumirá como punto de partida de su propia postura

filosófica – un individuo se adapta a esas (primeras) reacciones gestuales de otro. Este

proceso es repetitivo y se prolonga, esto es, la adaptación del segundo individuo (a la

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reacción del primero) se convierte, a su vez, en un estímulo para que el primero cambie su

acto o respuesta.

Si hay merito en Wundt es porque, además de aislar esta noción de gesto, no la

concibió como un mero canal de expresión de emociones, como sí lo creía Darwin. El lugar

que ocupa el gesto, insístase, no es el de expresión de sentimientos sino el de se una parte

de un acto complejo -en el que distintos individuos están involucrados- que funciona de

estímulo para la reacción de otro individuo

Con todo, hay una dificultad insalvable desde la perspectiva wundtiana que tiene

que ver con la esencia el paralelismo. Si, como sugiere Wundt, existe un estado psíquico

que responde a uno físico, el inconveniente pasa por la imposibilidad de que un organismo -

que reacciona al gesto- experimente u obtenga en sí la correlación psíquica de cualquier

gesto dado que tiene el organismo que hace ese gesto. Dicho otra manera: el gesto de un

individuo representa para otro lo que esta segunda forma hará al respecto del gesto.

Por ejemplo, siguiendo a Wundt, si un individuo se lanza al ataque lo que despierta

en otro es miedo. El gesto provoca y significa miedo para el organismo al cual esta dirigido,

no cólera, que es lo que experimenta el que hace el gesto. Entonces, el gesto no provoca en

el segundo organismo lo que provocó en el primero. Por lo menos no lo hace en un primer

nivel de complejidad. Ahora bien, si esto es así, y el análisis solo queda en esta primera

instancia de complejidad (como sugiere Wundt) o bien la comunicación es imposible, cosa

descartada, o bien, la comunicación es posible pero solo presuponiendo a las personas

como un antecedente del proceso social en el que están incluidas. Surge, sin embargo, un

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problema evidente pues la pregunta que cabe hacer entonces -y que queda sin respuesta- es

cómo se da cuenta de la persona como tal.

El inconveniente del paralelismo reside en que, aun apelando a la noción de gesto,

la comunicación no resulta posible a no ser que se afirme “dogmáticamente” a la persona,

esto es, al individuo consciente de sí. Pero, justamente, la promesa del conductismo era

explicar la noción de conciencia de sí y no partir de ella como presupuesto. La situación,

que no puede ser salvada –vale la pena insistir- es la siguiente: siguiendo el ejemplo que da

Mead, si a un gesto “A”, al que le corresponde una idea “a”, provoca un gesto “B”, al que

le corresponde a su vez una idea “b”, entonces, la idea que corresponde al gesto “A” para el

organismo afectado no es “a” sino “b”. Entendida asi la cuestión, en ninguna parte de este

proceso se estaría provocando en el espíritu del segundo individuo la idea que la primera

forma tiene en sí. La comunicación, pues, no tiene lugar o por lo menos es evidente que no

está siendo explicada cabalmente. Decimos que en este caso no hay comunicación

consciente porque el punto es que, para que la haya, tiene que darse una situación en la que

una forma genere en sí y en otro la misma idea y este no pareciera suceder, como puede

verse. Para que haya una conciencia de sí tiene que verificarse la presencia de

comunicación consciente y, todavía más, quien busque elucidar qué es esa conciencia de sí

tiene que explicar cómo se origina esa situación de comunicación. Este es el punto

fundamental en la crítica de Mead a Wundt.

El gesto

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Según Mead, lo primero a considerar en la tarea de descubrir las condiciones en las

que surge la experiencia del individuo es el proceso social. En este puede aislarse un

elemento básico que es el gesto.

Eventualmente el gesto que puede convertirse en la expresión de un significado, es

decir, puede terminar en una idea. Sin embargo, en un estadio inicial la convesación de

gestos precede a la comunicación, lo que quiere decir que preliminarmente no puede ser

entendida como expresión de un contenido que hubiese en el espíritu de una persona.

En el caso de los animales inferiores y el organismo humano no consciente, pongase

por caso, lo que tenemos es una conversación de gestos que provoca reacciones adecuadas.

Es decir, la acción de una forma provoca una reacción en otra que, a su vez, es respondida

por la primera. Pero aquí, insístase, no puede decirse que el animal “haya querido hacer” lo

que hizo, o sea que haya adoptado una determinación reflexiva.

Asi pues, es solo cuando el gesto representa una idea y, además, provoca esa idea en

otro individuo, que se convierte en lenguaje. A un gesto de este tipo se lo denomina, de

modo preciso, símbolo significante. En toda situación anterior no se nos es lícito hablar de

comunicación en el sentido más acabado del término –entiendase aquí la comunicación

como es concebida entre las personas ya constituidas, es decir como comunicación

consciente- ni tampoco de espíritu o conciencia de sí pues solo el símbolo significante –no

el mero gesto- representa significado consciente.

El lenguaje, entonces, nace a partir de la conversación de gestos no consciente que

tiene lugar en el proceso social pero no es simplemente –lisa y llanamente- eso sino que

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hace falta que esa conversación gestual pase a ser conversación significante para que el

lenguaje emerga.

Símbolo Significante

Según Mead, los gestos se convierten en símbolos significantes cuando provocan en

el individuo que los hacen las mismas reacciones que despiertan en los individuos a quienes

están dirigidos. El valor del concepto de gesto esta fundamentalmente en su calidad de

elemento a partir del cual se genera un símbolo significante. Puede decirse, en pocas

palabras, que la complicación del gesto es el símbolo significante. Ese cambio del gesto al

simbolo significante, cabe aclarar, se da en el fluir del proceso social.

Ahora bien, respecto a la significación del simbolo significante, cuando en una

situación social un individuo indica por medio de un gesto significativo a otro individuo

una determinada cosa, el primero de ellos toma conciencia de la significación de su propio

gesto en tanto y en cuanto adopta la actitud del segundo individuo hacia ese gesto y tiende a

reaccionar del mismo modo que el segundo ante él. Lo que debe notarse en este punto es

que, cuando se trata de una conversación de gestos significantes, se está hablando de un

mecanismo de adopción de cada uno de los individuos -involucrados en la conversación- de

las actitudes de los otros hacia ellos mismos para lograr reaccionar de igual modo al

símbolo en cuestión.

En ese sentido, la conversación significante es la más eficaz adaptación de un

individuo a otro que existe. Para explicitar un poco más esta idea dígase: si la función del

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gesto es posibilitar la adaptación entre los individuos en un acto social1, el símbolo (o

gesto) significante –y particularmente, el gesto vocal- potencia, facilita e incrementa

enormemente dicha adaptación al provocar en la forma que lo hace la misma actitud que

excita en otras en una medida tal que ningún gesto logra alcanzar.

El simbolo significante permite, en sintesis, la significación elevada y compleja o,

sencillamente, la significación consciente. Cuando este tipo de significación aparece quiere

decir que hay conciencia. Por este motivo Mead esta tan interesado en mostrar y

desentrañar la estructura de la significación. Y es que, si la tarea es dar cuenta del espíritu,

y cuando hay significación hay espíritu, entonces la significación es la clave y puerta de

entrada a la solución del tema que se trata y ocupa.

Gesto Vocal

Como se vió en el punto anterior, de lo que se trata para que haya comunicación es

de obtener un símbolo que tenga una significación idéntica. Ahora bien, el gesto vocal es el

estimulo que afecta –como ningún otro- a la forma que lo produce del mismo modo en que

es afectada cuando otra forma lo hace. Dicho de otra manera, este tipo particular de

simbolo significante tiene la importancia central de permitir en el individuo la capacidad de

reaccionar a los propios estímulos como lo haría otra persona.

El gesto vocal indica o denota un objeto del campo social que es común a todos los

individuos involucrados en el mismo. Esto quiere decir que tienen significaciones definidas

tanto para los individuos que los hacen como para los que reaccionan a ellos.1 Véase Mead (1931: 88). “El gesto es esa parte del acto individual frente al que se produce la adaptación por parte de otros individuos en el proceso social de la conducta.”

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Ahora bien, cuando un primer individuo utiliza un gesto vocal se torna consciente

de la actitud del segundo individuo (al que se esta dirgiendo) hacia él y, tomando como

componente de su conducta esta reacción, le permite ajustar su conducta subsiguiente. Esto

era precisamente lo que Mead buscaba al comenzar su análisis pues la intuición incial de lo

que una conciencia de sí podía llegar a ser tenía que ver con algo que no saliera de otro

lugar que no fuese el proceso social y las interacciones entre individuos que en el se diesen.

Puesto en otros términos: si la comunicación es entendida en estos términos

entonces es concebida como un proceso que va desde una conversación inconsciente de

gestos hasta una comunicación consciente de signos significantes por la cual hay una

adaptación mutua entre los individuos involucrados en el devenir social.. Y este era,

recuérdese, el punto con el que había que dar.

El desafío en adelante será mostar cómo o de qué manera este desarrollo arroja

como resultante la emergencia de la conciencia de sí mismo o self. Pero baste aquí con lo

dicho para mostrar las primeras fases de ese desarrollo.

Significación

Quisiera profundizar, en los siguientes apartados, algunas cuestiones sobre el tema

de la significación. La idea ahora es explicitar el contenido de la misma.

Brevemente, lo dicho hasta el momento al respecto podría resumirse de la siguiente

manera.

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La conversación de gestos puede no involucrar un signo significante, es decir,

pudiera suceder que en la interacción no esté presente un símbolo (como por ejemplo el

gesto vocal) que tenga una significación universal para todos los individuos involucrados

en ella. Este contexto tal vez resulte ser, de todas formas, muy eficaz dado que el estímulo

de un individuo puede proporcionar aquello necesario como para provocar una reacción

adecuada. Se tratarían aquí, sin embargo, de una actividad cooperativa más no de lenguaje

significante o comunicación consciente pues no habría una significación común que todas

las formas asignasen a un gesto determinado.

Lo que expresa el lenguaje, justamente, es una serie de símbolos que responden a un

contenido que es idéntico en la experiencia de los distintos individuos. No se trata

simplemente de gestos que son estímulos correctos para una adecuada reacción sino que lo

que tenemos es una significación generalizada a partir de la cual se pueden esperar distintas

reacciones. Este es el paso que Wundt no logra dar, en el sentido de que su conversación de

gestos se queda en el primer estadio no consciente y no avanza hacia una situación como la

que se describe. Por ello su planteo no tiene el suficiente poder explicativo como para dar

cuenta de una consciencia de sí.

Ahora bien, en la significación meadeana, por el contrario, la reacción de otra

persona es provocada (o auto-provocada) y se transforma en un elemento/estímulo para

dirigir, controlar y fiscalizar la propia acción. A esto último Mead lo llama la “significación

del acto de otra persona” y es lo que está incluido en la propia experiencia si de lo que se

trata es de una persona o self. Dicho de otra manera, si el individuo puede asumir la actitud

de otro y, además, la actitud que provoca en sí puede convertirse en un estímulo para él,

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entonces puede hablarse de significación en los términos elevados que se busca: hay

significación consciente.

La estructura de la significación.

La significación -según Mead- tiene una estructura triádica2. Es entendida como el

resultado de la relación entre el gesto de un organismo, la conducta subsiguiente del

organismo dado (a la que Mead llama resultante) y la reacción de otro organismo al gesto.

Esta es la construcción formal/lógica de la significación.

Tomados individualmente, los momentos de la significación podrían definirse del

siguiente modo. El gesto es la primera fase del acto social total donde se da la significación

como tal. La resultante no es más que la relación del gesto con las fases subsiguientes del

acto social dado que inicia el gesto mismo. La reacción del segundo organismo es la actitud

adaptativa que este tiene en función al gesto. Entendidos estos momentos de manera

conjunta -o la relación entre los momento del acto social- constituyen el locus en el cual

emerge la significación.

En la dinámica de esta triple relación la reacción de adaptación esta direccionada a

la resultante del acto social, iniciado por el gesto del primer organismo. Si no existe esta

referencia la significación no es totalizada. Es decir, la reacción adaptativa del segundo

2 La influencia hegeliana empieza puede verse con claridad en la estructura de la significación. No solo por la configuración tríadica sino también por la manera en que Mead concibe esa triada. El último elemento de la misma englobará y reunirá en sí los dos anteriores momentos. Como se sabe esto es típicamente hegeliano.

En varias oportunidades se aprecia en Mead esta influencia. Oportunamente se llamará la atención sobre el mismo punto cuando, por un lado, se explique la estructura o configuración –también tríadica- de la persona o self y cuando, por otro lado, se estudie la concepción meadeana del estado.

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organismo debe estar dirigida a la completación del acto iniciado por el gesto del primer

organismo para poder hablar cabalmente de significación. Así pues, lo que hace del gesto

algo más que una primera fase o una fase inicial de un acto individual es la reacción de otro

organismo hacia él. Esa reacción es su significación. En otras palabras, la significación de

un gesto para un organismo se encuentra en la reacción de otro organismo a lo que sería la

completación del acto del primer organismo que dicho gesto inicia3. Por ello se habla de

una capacidad indicativa y señaladora de la completación o resultante del acto -iniciado por

el gesto- por parte de la reacción.

La significación no requiere inexorablemente, como se sugirió, la presencia de una

o varias conciencias. Por el contrario, está presente en el acto social antes de la emergencia

de la conciencia. De modo que no es un contenido mental que se adiciona -sin explicación-

al espíritu. En definitiva, el proceso social es la referencia ineludible de la significación y

no al revés dado que ella no puede ser entendida fuera del campo de la experiencia social

en la cual surge.

En este sentido, y para completar la idea presentada en los parágrafos anteriores, si

bien la interpretación de un gesto por parte de un organismo -o sea la (su) adaptación al

gesto- no es un proceso ejecutado en un espíritu, la significación puede complejizarse y

expresarse posteriormente en términos de símbolos significantes. Lo que quiere marcarse

con esta afirmación es que este último estadio consciente puede surgir de una situación ya

presente en el proceso social que no es mental ni consciente. Así pues, solamente cuando en

el proceso de la experiencia social emergen símbolos significantes, la significación es

consciente.

3 Obsérvese que la situación social esta presupuesta. El gesto surge en el acto social y no existe en la experiencia del individuo aislado.

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Hay, entonces, de dos tipos de significaciones, en rigor. Por un lado puede darse (i)

una significación no consciente en la que el individuo indica o expresa algo a otro pero al

hacerlo, no expresa esa misma cosa a sí mismo. Por otro lado tenemos (ii) una significación

consciente que solo surge en la medida en que -por lo menos- una parte de la actitud que el

individuo está provocando en el otro, es provocada en él mismo.

Como corolario puede extraerse lo siguiente: para hablar de significación no es

necesario recurrir a los estados mentales de una conciencia pues la naturaleza de la

significación está implícita en la estructura del acto social. Si esto es así, el acento está en la

necesidad de partir de un supuesto dinámico -a saber, el supuesto de un proceso social- y no

en otro estático –este es, el supuesto de una consciencia dada y lógicamente anterior al

proceso social-. El primer supuesto se verifica fácticamente con lo cual tanto el proceso

social como la consciencia de sí pueden ser rigurosamente explicados.

La inteligencia y el contenido del espíritu

Lo que Mead hace cuando analiza la estructura de la significación es mostrar que el

proceso de la comunicación es el que proporciona el material del espíritu. Este contenido

es, fundamentalmente, la actitud de otro adoptada por parte de uno al asumir su papel

gracias a herramientas también surgidas en el proceso de despliegue de la comunicación;

estas son, los símbolos significantes.

El pensamiento es, entonces, como una conversación subjetivada del individuo con

él mismo gracias y por medio de los símbolos significantes4. En la medida en que se de ese 4 Recapitulando y recordando lo dicho más arriba, para Mead, los símbolos significantes guardan la misma significación para todos los miembros del grupo social; esto es, provocan las mismas actitudes en los

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tipo de conversación un individuo se indicará a sí mismo lo que es indicado a otros al

ocupar su perspectiva –la perspectiva del otro individuo- y en esos términos, decimos, hay

significación como contenido del pensamiento.

Puede sostenerse que el contenido del espíritu surge de la experiencia social pues es

solo en este contexto en el que el individuo se estimula a sí mismo para adoptar la actitud

del otro en su reacción al objeto, por medio del símbolo significante. Por lo que la

emergencia o génesis del espíritu –o conciencia- está dada en tanto el organismo se ubique

dentro del contexto de la experiencia social.

Por otro lado, el universo o experiencia de raciocinio es común. En primer lugar

porque la experiencia de ese mundo aparece como una experiencia de grupo. En segundo

lugar, porque ese mundo común de raciocinio no es más que un sistema de significaciones

comunes. Es decir, la universalidad del pensamiento reside en que sea el resultado de la

adopción -por parte de un individuo- de las actitudes de otros individuos hacia él.

Lo que aquí se está defendiendo, podría decirse, es un realismo en el cual nunca se

trasciende la conducta social. No es un realismo metafísico en el cual la experiencia tiene o

está dotada de una sustancia separada y aislada, sino que de lo que se trata es de ver el

carácter universal de esta experiencia en función -o como relativa- a la situación social en

la que la conducta se desempeña y surge.

En la actitud racional deben distinguirse dos puntos importantes.

El primero tiene que ver con que la persona tiene la capacidad de delimitar su

campo de estimulación general. Es decir, la persona (no el organismo biológico sin mas)

individuos que las hacen que en los que reaccionan a ellos.

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selecciona un o unos estimulo/os sobre otro/os. Al escoger de este modo los estímulos

puede escoger las reacciones. Es decir que el medio se ve determinado por la forma al ser

manipulado por esta última.

El segundo de los puntos es el que muestra que la conducta inteligente supone la

capacidad de reacción demorada. Esto es, la persona, para poder adaptarse a los problemas

que le presenta su entorno -que es su situación social- no solo debe organizar y seleccionar

una serie de reacciones específicas sino que, además, para poder llevar a adelante este

reajuste necesita demorar o retener su accionar pues caso contrario no podría fiscalizar su

conducta. Esta capacidad de demora permite a la inteligencia anticipar y pre-evaluar

posibles consecuencias futuras. Con lo cual, por medio de este mecanismo el individuo

pone a prueba, de manera implícita, varias completaciones posibles que anticipan la

completación real del acto ya iniciado5.

Ahora bien, si las fases posteriores de un acto social dado pueden variar en tanto

completaciones posibles del acto total, si las fases iniciales del acto son afectadas por las

finales, y si, además, para la completación real de un acto se toman en cuenta las

situaciones de la experiencia pasada que se muestran en la demora, entonces, el espíritu

más que ser un determinante de la conducta es más bien un emergente de esta en el proceso

social donde toma lugar. De esta manera el argumento central meadeano se ve reforzado.

La posición en cuestión es la inversa a la de la tradición: Mead considera que el

proceso social de la experiencia es previo a la existencia misma del espíritu. Y como el

espíritu tiene origen en el seno de la interacción (no consciente en un momento inicial) de

5 Podría agregarse que al organizar y seleccionar una reacción a los estímulos del ambiente, también entra en juego la memoria –y no solo la previsión como cuando se tienen en cuenta los escenarios futuros posibles.

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individuos dentro del proceso común queda sorteado un problema de larga data que tiene

que ver con la imposibilidad de explicar acabadamente el origen del espíritu.

Última parte: conclusiones sobre el espíritu

La conciencia es, después de todo, un resultado de un proceso de relación entre

individuos. En otros términos, la conciencia aparece en un proceso social.

En la actitud racional, como se vio, una persona se dirige a otra y también a uno

mismo; provoca en sí la reacción que provoca en otro. La primera persona se identifica con

la otra a quien dirige su accionar y, todavía más, en esta conversación racional consciente,

el que oye no responde de manera meramente instintiva sino que se da a sí mismo las

actitudes que la primera persona se dio. Cuando esto último acontece puede afirmarse que

la persona tiene conciencia de alguna cosa.

Por otro lado, no se puede hablar de espíritu sin hacer alusión a otra capacidad: la de

aislar el símbolo significante y mostrarlo en su relación al objeto que le corresponde y con

la reacción que provoca. Esto es lo que puede hacer un individuo pensante. Ampliando un

poco más esta idea, lo que aquí quiere sostenerse es que el símbolo significante recoge una

porción de la experiencia común; esa parte de la experiencia, que así recogida por el

símbolo puede estar presente o no, tiene una significación común y el individuo pensante

puede reaccionar a ella teniéndola presente como idea variando su forma de acción. Así

pues, la capacidad de retener posibilidades de reacción y comunicarlas es lo que constituye

el espíritu.

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Lo dicho anteriormente puede leerse en la clave de la temporalidad: la inteligencia

humana puede tener presente el futuro -como idea- en la conducta actual. El hacer presente

fases futuras posibles de un acto ya desde la primera de fase del acto no es otra cosa que

proceder reflexivamente.

Hay una última dimensión por la cual puede abordarse el espíritu: la relación entre

el organismo y el medio. La reacción de una persona no es meramente una determinación

del organismo por parte del medio sino que el organismo selecciona y construye el medio al

organizar porciones de este como objetos.

Los objetos externos existen independientemente pero no hay que dejar pasar por

alto que sus características obedecen a las relaciones que guardan con los individuos que

los experimentan. Esta relación es nada menos que su significación (del objeto y para la

persona)6.

De lo que se trata para Mead es de quebrar el concepto estático de espíritu de la

tradición al poner de manifiesto que cuando se habla de lo espiritual no solo está

involucrada la subjetividad de la persona sino también el ambiente –social- en el que se

despliega. El espíritu es un entrecruzamiento de dimensiones traducido en la determinación

del organismo al medio tanto como la determinación del medio a los organismos. De tal

6 El cuerpo social, en el devenir de su proceso de relaciones sociales, construye su medio de objetos así como un organismo individual espiritual constituye sus propios objetos. Cabe aclarar que el objeto se dice de modo más riguroso cuando es construido socialmente puesto que la significación solo puede darse de ese modo, en la relación de sus miembros. Y un objeto es una porción de experiencia dotada de significación. En esto consiste el así llamado realismo social meadeano.

Además, de modo individual solo podría hablarse de una experiencia en términos de objeto cuando esa experiencia puntual privada comienza a ser comunicada. Es cierto que uno puede no ser tan tajante en este punto pero la aclaración vale a los fines de ser específico.

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manera dependen para su existencia el uno del otro que el espíritu no puede sino entenderse

como interrelación entre ambos.

Pero ¿Cuál es la estructura de la persona o individuo consciente de sí? ¿Cuáles son

sus fases o momentos? Y, ¿de qué modo expresan las personas en ellas su medio? El

siguiente capítulo “Persona” avanza en una respuesta a estos interrogantes.