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[1] Capitulo 1 Estación Eran las 9 de la noche cuando se escuchaba a un hombre gritar en los pasillos de la estación. Demandaba desesperadamente y con gran frustración que lo suelten. Les repetía que estaban confundidos que el no era al que estaban buscando y que ni siquiera tiene conocimiento del delito de que es acusado. Tambaleaba de un lado para otro como un perro ebrio. El hombre un poco tonteado, hace unos momentos recobro la conciencia. La luz le cegaba y le perforaba los ojos que no aguantaban su propio peso al igual que el. 2 guardias de gran fuerza logran sentarlo en la sala de interrogación. Utilizan unas esposas que estaban mas frías que la mente del detenido, y lo esposaron a una silla que se encontraba frente a una mesa en donde podía reposar la mano que no perdió la movilidad.

El Huésped

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Novela Psicológica Bruno se encamina en un ruta hacia la verdad que nunca quiso saber. El destino le prepara una serie de pruebas que hacen recodarle sus traumas del pasado. Tiene tratamientos psiquiátricos mientras su familia muere uno a uno. Se dará cuenta de su terrible realidad...

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Capitulo 1 Estación

Eran las 9 de la noche cuando se escuchaba a un hombre gritar en los pasillos de la estación. Demandaba desesperadamente y con gran frustración que lo suelten. Les repetía que estaban confundidos que el no era al que estaban buscando y que ni siquiera tiene conocimiento del delito de que es acusado. Tambaleaba de un lado para otro como un perro ebrio. El hombre un poco tonteado, hace unos momentos recobro la conciencia. La luz le cegaba y le perforaba los ojos que no aguantaban su propio peso al igual que el. 2 guardias de gran fuerza logran sentarlo en la sala de interrogación. Utilizan unas esposas que estaban mas frías que la mente del detenido, y lo esposaron a una silla que se encontraba frente a una mesa en donde podía reposar la mano que no perdió la movilidad.

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Un guardia cuya voz se escuchaba en toda la sala se dirigió al detenido diciéndole.

- Espere aquí y no intente nada sospechoso. Ya entrara la Doctora para verle.

El hombre le vuelve a repetir que están confundidos y que le suelten de inmediato. El guardia le presta muy poca atención, se da la vuelta y cierra la puerta de la sala. El hombre esperaría minutos sin saber lo que sucedía. Estaba confundido y frustrado mas no mostraba ninguna señal de preocupación o de pánico. El hombre parecía saber con seguridad que no era culpable de ninguna cosa. El aburrimiento se apodera de el y comienza a meditar. Miro fijamente a las esquinas oscuras del cuarto. Quedo aturdido por el contraste negro que se observaba en el punto en donde las paredes se juntaban. Empieza a pensar en su padre quien extrañaba tanto. El lo

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hubiera sacado de este enrollo. Estaría con el ahorita tomando café en la mesa pequeña de la cocina de su casa. Se quedarían en silencio pero así lo preferían ambos. Disfrutarían de la paz tan amena de su compañía y se mirarían a los ojos vacíos de palabras pero que diría más aquellas. De pronto comienza a escuchar susurros el hombre. Como si pudiera escuchar a su padre tomando del tazón en la mesa de la cocina. Cada vez fue incrementando el volumen del sonido hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos por el chasquido de la puerta de la sala. Entra una mujer con lo que pareciera ser muchas hojas confidenciales en la mano. Ya que los llevaba muy apretados hacia su torso como si no quisiera que el hombre que estaba esposado en la silla lo viera. La luz reflejaba las cicatrices de la edad en el cuello y cara de la mujer. No llevaba ninguna expresión en la cara, su mirada revelaba la seriedad con la que entraba a la sala. El hombre intenta levantarse en manifestación de respeto, como

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para dar saludo a tremenda dama que su prepotencia hacia craquear al piso. La mujer se coloca al otro lado de la mesa que se encontraba en el centro del cuarto oscuro que solo estaba alumbrada por un foco que se encontraba al igual que la mesa en el centro. Le queda viendo por un momento las barbas largas y el pelo antiestético del hombre. Pareciera que habría vivido en la jungla estos últimos días. Se presenta la mujer de una forma muy solemne. Extiende su brazo blanco y delgado que terminarían en su mano suave y sedosa. La mujer le dice:

- Buenas noches señor Vera, yo soy la doctora Tapia y estoy aquí porque soy la asignada de diagnosticarle.

Mientras que el hombre al escuchar su voz angelical y seria le pregunta con un tono muy gentil:

- ¿Porque estoy aquí? No he cometido ningún crimen, deben estar confundidos.

- No se alarme señor Vera, solo estamos aquí para charlar. Si

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usted me responde las preguntas haría de mi trabajo una tarea más simple.

La doctora comenzó preguntándole sus datos personales y confirmando si coincidían con lo que tenía en su hoja confidencial. Siguió por preguntarle si tomaba algún tipo de medicamentos, si tenía una enfermedad permanente o algún daño a la salud. El hombre le negó aquellas acusaciones y le pregunta:

- ¿A dónde quiere llegar con estas preguntas? ¿Vamos al grano y dígame porque estoy aquí?

- Quiero llegar a conocerle mejor, esto es tan solo una introducción.

- ¿Conocerme mejor? ¡Pero si tiene todo anotado en ese papel que tanto mira después de hacerme una pregunta!

La doctora Tapia recoge los papeles y los abraza como si no quisiera que Bruno Vera los viera. Ignora lo que dijo y comento:

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- Señor Vera este es solo el principio de su terapia. Tendrá que venir todos los días de la siguiente semana. Mi clínica se encuentra a 4 cuadras de aquí.

La doctora se levanta con sus papeles abrazados y pegados a su pecho se retira. Bruno confundido mira un instante a la doctora como se levantaba hasta que corto el silencio y le reclamo:

- ¡Yo no he hecho nada! Ni siquiera me dicen porque estoy aquí ¡Exijo que me digan porque tengo que ir a su clínica si yo estoy completamente cuerdo!

La doctora con una calma forzada por si misma contesto

- Le espero mañana a las 9 en mi consultorio, si me ayuda su terapia regresiva podrá hacerse lo mas pronto posible.

El hombre ya hartado le grita que le suelten de inmediato. Violentamente intenta pararse. Se había olvidado que aun seguía esposado y pierde el balance. Para entonces la doctora ya habría salido. Comienza a gritar como

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loco que le liberen, llegan los dos guardias que le trajeron al principio y le frenan de hacerse daño a si mismo. Le quitan las esposas. El hombre se calma pensando que le estaban liberando. Los guardias le cogieron de los brazos a Bruno. Lo llevan a una celda donde lo botaron. Un guardia cierra rápidamente la puerta y le pone seguro. Bruno cae en razón y les empieza a reclamar pero los guardias los cuales se dieron la vuelta e ignorándole se marchan. Apagan las luces y salen. Bruno queda en su celda oscura sin sueño. Como podía dormir si tenia mucho en que pensar, muchas cosas en la cabeza. Se sentía estresado, asustado y confundido. Lo único que hiso fue mirar el destello de luz que causaba a luna al reflejar en la pequeña ventana de su celda.

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Capítulo 2 La celda de mi memoria

Y la celda… ¡esta maldita celda! ¿Me sigo preguntando, que fue lo que hice para terminar encerrado como los criminales? Y aquí estoy, preguntándome si en algún momento de mi vida, en los adentros de mi conciencia me volví un criminal. Esa idea siempre me atormentó, esa idea que vino desde la niñez. Los recuerdos de mi infancia… siempre fueron difíciles, ahora lo entiendo, pero en su momento yo solo era un niño con su pelota. Disfrutaba de las cosas sencillas de la vida, ver el vuelo de las mariposas, el caer de las hojas, su sonido cuando las pisaba en otoño, y el aroma del pastel de arándano que preparaba la abuela cada miércoles, lo recuerdo como si hubiese pasado ayer, aunque en realidad ya han pasado más de 40 años.

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Recuerdo la imagen de papá leyendo el periódico todas las tardes mientras yo pasaba en mi cuarto solo, aunque no recuerdo la imagen de mamá llegando a casa, mi padre decía que tenía que trabajar y por eso nunca la podía ver, porque dicen que el trabajo es primero, que el dinero es primero, cosas que un niño no entiende. Y así fui creciendo, en la soledad de mi niñez, en la soledad de cuatro paredes llenas de juguetes, porque eso es lo que mis padres nunca entendieron, podría tener un palacio lleno de plástico de colores y formas divertidas, pero todo ese plástico nunca llegaría a ser la compañía que siempre quise, la ilusión de tener un verdadero compañero con quien jugar, pero aparentemente un hermano significaba más problemas de los que yo ya era para mis padres, así que es algo a lo que nunca tendría, un compañero con el cual crecer, y es aquí donde comenzaron mis problemas. Fueron en los recuerdos de mi niñez donde la soledad me empezó a encerrar en las celdas de mi mente. Y

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ahora esta celda me recuerda los fríos momentos en los que pasaba solo, esas tardes en las que me adentraba en un océano de aventuras, de guerras y vuelos espaciales en el mar de mi conciencia. Fue tal el punto en el que me adentraba en mis aventuras que no podía distinguir cuando un personaje entre juegos era un producto de mi imaginación, o tan solo un juguete más en mi cuarto. Personajes que me vieron crecer, que poco a poco los fui olvidando, pero siempre estuvieron en mi mente, estoy seguro que todavía rondan por los largos y oscuros pasillos del recuerdo, ocultos en las tinieblas del olvido esperando el momento ideal para volver a aparecer en el momento menos esperado de mi vida. Presiento que están por aparecer de nuevo, aunque sospecho que ya se manifestaron sin yo darme cuenta, tal vez salieron a la luz hace mucho tiempo, y vivo con ellos sin darme cuenta, tal vez aparecen en por las noches en mis sueños, tomando mando de mis decisiones sin yo darme cuenta,

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en las pesadillas o en las ilusiones, o tal vez soy yo un producto imaginario de mi propia imaginación, no lo sé, fueron cosas a las que siempre les tuve miedo y no puedo descifrar. Todas estas ideas y personajes, los lugares y las escenas creadas por mi mente son los responsables de la guerra que está dentro de mi cabeza. Una guerra que la enfrento como un soldado solitario que se enfrenta a sus propios miedos, a los monstros que él mismo creó y ahora buscan destruir a su creador, al hombre que les dio la vida. De vuelta a la celda miro a mi alrededor y recuerdo el lugar donde me encuentro, recuerdo a la psicóloga, y todavía me pregunto qué fue lo que paso que me hizo terminar tras estas frías barras de hierro. Siento la angustia de la soledad, y el terror de mis propios pensamientos. Estoy solo en esta celda, pero me acompañan los misterios de mi mente, los misterios de las explosiones internas, y los gritos, y

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las desesperaciones del fondo. Logro escuchar voces desde kilómetros de distancia que vienen de lo más profundo de mi cabeza, escucho voces desconocidas que pronuncian cosas que nunca se han dicho, descubriendo la conciencia que nunca se descubrió, y las veo como sombras a la luz del día, sombras que lideran la guerra que se desata en mi mente. Esta guerra con la que peleo desde hace muchos años, esta guerra que trata de comerciar mi inocencia en un infierno psicótico. Tratando de conservar mis fuerzas me quedo dormido en un profundo sueño, todavía siento el peligro con cada palabra que pronuncio, pero no lo resisto, y me dejo abrazar por los turbios brazos del sueño. Amanece, al parecer es un día tranquilo. Se sienten los rayos de sol que penetran por la ventana, un fresco aroma natural que viene de los jardines. Todo parece ser perfecto, pero la realidad vuelve a mi mente y entonces recuerdo que no estoy en la

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tranquilidad de mi hogar, y que ahora mi libertad se limita a dos fríos metros cuadrados cercados por barras de hierro. De repente se acercan dos grandes hombres, eran los guardias que me han traído a este lugar. Abren la puerta y me dejan salir. Me pregunto si finalmente me dejaran libre, trato de hablar con ellos, pero mis ilusiones son una vez más negadas. Tan solo me transportarán al consultorio de la doctora para comenzar mi tratamiento. Pensé que todo ese problema del tratamiento era algo sobre lo cual podía escoger, pero no, me obligaran a tomarlo, me obligaran aunque sea en contra de mi voluntad, y temo a lo que me espera. Sin embargo me llevan a un automóvil, y este me conduce al consultorio de la doctora. No toma mucho tiempo, es más, no sé porque no me llevaron caminando, tardamos menos de 2 minutos en llegar. A mi juicio es un desperdicio de recursos, pero bueno, no es algo que me tenga que importar, sé que me debo concentrar en satisfacer a los pedidos

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de esta doctora para que me dejen en libertad y pueda olvidarme de esta pesadilla. Finalmente he llegado al consultorio. Es una sala pequeña, tiene ese característico aroma a enfermo, ese aroma que hace años ha quedado impregnado en la alfombra, en los asientos, en las paredes. Ese aroma que posee la misma doctora, tal vez es una paciente más de su propio tratamiento, tal vez es solo una enferma más que es víctima de sus propios pacientes, y se alimenta de la locura de cada uno de ellos. Tal vez, es ella la que busca ayuda en cada uno de sus pacientes, y no sus pacientes en ella. Han pasado alrededor de 5 minutos, y escucho mi nombre.

- El señor Vera por favor, Bruno Vera

Enseguida me levanto tranquilamente, y me dirijo hacia el pequeño cuarto en el cual se encontraba. Entro, me siento y como si nada de lo que paso el día anterior hubiese sucedido. Sé que si

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vuelvo a pelear preguntado por qué razones me encerraron, terminare tras las barras en muy poco tiempo. -Buenos días señor Bruno.- dice la doctora. Lamento el encuentro inesperado que tuvimos ayer, pero es de suma importancia empezar este tratamiento. Existen hechos importantes sobre los cuales usted está involucrado, y es de suma importancia que coopere con nosotros para resolver dichos problemas. - Lo entiendo doctora, estoy dispuesto a cooperar, pero para eso necesito que me diga por qué es que me eligieron a mí, por qué debo tomar un tratamiento, acaso sufro de alguna enfermedad? - Mire señor Vera .- Dice la doctora. Son temas los cuales son un poco difíciles de entender, usted está involucrado en temas legales en los cuales tuvo intervención de manera directa, pero son hechos que están guardados en su memoria, y el tratamiento al cual se debe someter, consiste en hurgar en las profundidades de su mente para

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descubrir los hechos que lo involucran en el caso. Habiendo escuchado esto, sé que el tratamiento no será nada fácil, el miedo a que penetren en mi mente es inminente, pero es terror lo que siento al saber que una mente extraña tratara de navegar por los océanos de mi recuerdo.

- Empezaremos con el tratamiento señor Vera, tiene que ser lo más rápido posible, por favor siga.

Me lleva a una sala más pequeña donde hay dos sillones, uno en el cual me siento yo, y el otro, el cual usa la doctora.

- Muy bien señor Vera, quiero que se relaje lo más que pueda, y empiece a recordar desde su infancia, sus recuerdos más profundos, más lejanos.

Escucho esto, y siento que toda la odisea por la cual pase la anterior noche en la celda, regresa a mi mente. Pero también regresa el miedo a desenmascarar esos demonios que

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viven en las profundidades de mi mente. Pero no puedo mostrar esa debilidad ante la doctora. Siguiendo las recomendaciones que me hace, me armo de valor, y empiezo a hablarle de mi niñez, de los problemas que siempre tuve, de mis inventos, y mis aventuras, aunque con mucho menos detalle del que me propuse a decirle. Me pregunta sobre la relación con mis padres, me pregunta si fui un niño feliz. Estas preguntas no me gustan para nada, pero debo responderlas. Debo responderlas para saber al fin de que se trata todo esto. Así que me decido a contarle, y un huracán de sentimientos surge desde el corazón. Una oleada de emoción, nostalgia, tristeza, felicidad y resentimiento surge desde lo profundo. Amor a mi vida de niño, pero un desprecio que no logro entender hacia mis padres. Nunca había sentido algún tipo de desprecio hacia ellos, sin embargo en este momento no puedo pensar de ellos en una manera distinta, supongo que es una manifestación de los recuerdos reprimidos de mi niñez.

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De repente surge el recuerdo de la muerte de mi padre. -Yo siempre viví con mi padre.- le digo. Éramos muy unidos, hasta que llego el día de su muerte. Le conté la historia de cómo murió mi padre. Sucedió hace 3 semanas. Yo fui un fin de semana de pesca con mi novia. Nos conocíamos ya algún tiempo, y decidimos tomarnos un fin de semana solo para los dos. Al pasar este fin de semana, recibí la noticia de que mi padre había sido asesinado. La noticia todavía me duele! Y es terrible sentir que no hay ya nada que se pueda hacer, no hay nadie a quien culpar, nunca encontramos al asesino. Y como si fuese poco, mi tía también fue asesinada, al parecer fue un asesino serial. Pero esto a la doctora que le importa, al fin y al cabo son mis problemas el saber cómo manejo mis realidad con mi padre difunto. -Prefiero cambiar de tema por favor doctora.- le digo. -está bien, no se preocupe, hemos avanzado considerable mente, gracias

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por su cooperación. Seguiremos con el tratamiento en otra ocasión. Será dirigido nuevamente a su celda hasta que podamos encontrar una habitación confortable para sus necesidades señor Vera, una vez más, gracias por su cooperación. Los guardias me llevan de nuevo a la celda. Me doy cuenta de que estoy a punto de empezar una odisea descubriendo las entrañas de mi memoria y mis sentimientos. No sé qué tan bueno sea eso, solo puedo estar seguro de una cosa, me he dado cuenta de que mentalmente, algo no anda bien conmigo.

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Capítulo 3 Las entrañas de mi memoria

No puedo más. Por más de que las sombras oscuras del pasado me pidan, en esta misma celda, que lo recuerde todo, no puedo. Ya no puedo resistir el juego que mi mente me está proponiendo. No es un juego que yo quiera jugar, sé que lo voy a perder. No es uno de esos partidos de fútbol callejero que jugábamos cuando todo aparentaba estar en orden, no; esto es algo mucho más serio, no estoy apostando una paleta de helado, estoy apostando mi vida, mi salud mental, y creo que la estoy empezando a perder. Tengo recuerdos instantáneos de las etapas más tristes de mi vida. Yo nunca fui un niño normal. Los niños decían que yo era especial, que hablaba solo y que era muy frío. Mi padre, mi única compañía. Mi padre, que será de ese viejo. Todo en lo que pienso, desencadena en esa maldita escena. Los policías evitando mi paso a la casa. Las cintas amarillas rodeando todo el

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perímetro, rodeando mi mente, mis temores. Esas cintas amarillas marcaron mi desgracia, recuerdo querer terminar mi vida con una de esas cintas de plástico amarillo alrededor de mi cuello, y dar fin el sufrimiento. Ese sufrimiento que me caracterizó desde ese instante hasta ahora. El sufrimiento, por el cual el inspector y detective Suárez vino hacia mí al ver mi cara mojada, y las lágrimas que salían de mis ojos que presenciaban esas desgraciadas cintas amarillas. La duda de todos y en especial de mí, era el desconocimiento del culpable del caso de la muerte de mi padre. Solo eso faltaría, no bastaba con el sufrimiento de un hijo que se quedó sin nadie, sino que también tuve que estar día tras día, comisaría tras comisaría buscando pruebas. Afortunadamente, no estuve completamente solo. El detective Suárez me ayudó. En realidad, nos hicimos amigos cercanos aunque a veces pienso que el pasaba conmigo solo por su propio interés.

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Al otro día del brutal acontecimiento recuerdo haber estado sentado, llorando en la acera de la calle de mi casa; filosofando y pensando entre las cintas amarillas que estaban mojadas por la lluvia de esa oscura noche. En medio de esta profunda discusión entre mí y mi conciencia, escuchaba una triste voz que preguntaba: ¿Bruno? Era una de las pocas personas que quedaban en mi vida, mi tía Marcia. Me comentó su desesperación por encontrarme, no había podido contactarme toda la noche y estaba preocupada, como no va a estar preocupada, claramente todos estábamos en peligro. Nos dimos un abrazo profundo sabiendo que aún nos teníamos el uno al otro. Aún recuerdo ese abrazo, fue muy largo y de mi parte un poco hipócrita. Yo me considero una persona hipócrita. Hablo mal de todos siempre que puedo. Ahora estoy siendo hipócrita, mi tía Marcia no era nadie más que una aprovechada, solo buscaba sus conveniencias de lo que mi

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padre y yo le podíamos ofrecer. Era una vieja perezosa y buena para nada. Mi padre y yo no esperábamos mayor esfuerzo de ella, era una de esas viudas que cuando muere el esposo, también parece que dejan de existir. Y extrañamente, ahora con la muerte de mi padre, yo me siento así. En fin, mi tía me dijo que ese mismo día era el funeral y que nos preparemos aunque vaya a ser algo muy simple. Después lo que vendría sería un triste y apagado funeral, pues mi padre y yo no éramos muy sociables y nuestra familia era muy limitada. Mi tía había contratado un salón donde realizamos la ceremonia y una cena que no era nada del otro mundo. La ceremonia fue horrible, el viejo cura no pronunciaba bien las palabras y en medio del remordimiento y la tristeza, me daba ganas sepultarlo a él en lugar de mi padre. Todos los sueños que había construido con mi padre también fueron sepultados ese día y una parte de mí, una gran parte de mí también.

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Probablemente, sepulté mi fuerza y mi valor por seguir viviendo ese día, y eso es lo que me tiene aquí, entre estas cuatro paredes sin poder sacar de mi mente todas estas ideas. Pero el problema era la muerte. Yo desde pequeño consideré a la muerte como la etapa en la que una persona deja de realizar acciones por el bien de ella y sus seres cercanos, pero no, es algo mucho más abstracto. Cuando era un niño, me encantaba la muerte. Hacía todo tipo de trampas para matar abejas, ratones o producir la muerte de decenas de hormigas. Poco a poco la definición de muerte empezaba a cambiar. La empecé a ver como el paso a otra vida, como el fin de la estadía en uno de los diferentes universos que pueden existir. Cualquier persona me podría catalogar como loco, pero en un momento llegué a pensar que todos estamos muertos y que cuando pensamos que morimos en realidad nuestras vidas recién inician. La muerte es un tema tan abstracto, que deja abierto un sinnúmero de

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posibilidades al que la quiera definir, eso es lo que me gustaba de la muerte. Pero desde que murió mi padre y empecé a reflexionar en el funeral, veo a la muerte como la fase en la que tus seres queridos están preparados para enfrentarse a la vida solos, y hasta ahora no es nada fácil. Probablemente, si mi padre hubiera sabido todos los problemas que he tenido, no me hubiera dejado esa noche. Al término del funeral, estaba trazando mi camino a casa cuando escuché que alguien daba pasos muy rápidos y ágiles atrás de mí. Sigilosamente volví mi cabeza hacia atrás, y vi la cara de espanto más grande en el rostro de mi tía. Sus oscuras y profundas ojeras no solo demostraban tristeza, sino que también indicaba una fuerte dosis de miedo. Le pregunté con mi característica frialdad cual es el problema, y me respondió que no podía evitar el temor de que algo nos pasara a cualquiera de los dos. Mi tía estaba muy sospechosa, parecía saber todo

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sobre la muerte de mi padre. Para tranquilizarla la invité a una cafetería donde yo solía ir con mi papá todos los domingos. Al entrar en la cafetería, los recuerdos me empezaron a perseguir. Parecía un juego entre los recuerdos y mi conciencia. Los sillones rojos de la cafetería, el olor del café recién hecho, los colores de la variedad de panes y donuts a la disposición de los clientes, todo me recordaba a él. Mi padre era un amante de los donuts con azúcar glaseada y pedí una docena para compartirlas con mi tía; un buen espresso con coñac calmó el descontrol por el que los dos estábamos pasando. No podía creer que dos días antes, mi única preocupación era organizar el día de relax y pesca con mi novia y que ahora haya estado pasando por tantas cosas sin sentido.

*** Si cualquier persona me pregunta como estoy, le respondería que nada bien. Estoy solo, hablando conmigo mismo

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en una celda oscura y pequeña que se asemeja a las características de mi alma. No me siento bien, mañana probablemente tenga que contar todo esto a la doctora. No le voy a detallar todas las cosas, esta es mi vida y quiero tener algunos momentos solo para mí, pero ella dice que me puede ayudar, que si yo colaboró pronto saldré de ahí. Pero no tendré nada a cambio, las probabilidades que salga con una sonrisa en el rostro y saltando en un pie son iguales a cero. Máximo podré volver a probar uno de esos donuts glaseados para cerrar los ojos y pensar en mi padre. Para poder pensar en su legado, en todo lo que él hizo por mí y en como nunca le voy a poder agradecer con nada a cambio. Esa será la mecánica de mi vida de ahora en adelante solo estaré adentrándome en mi pasado, en las entrañas de mi memoria, y no sabré como cambiar nada de lo que ya sucedió. Estoy recién iniciando la terapia de la inconformidad, donde me daré cuenta

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todo lo que he hecho mal y como nunca me podré reivindicar.

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Capítulo 4

Destino fatal Aún no sé cómo contar mi historia, ni a mi mismo, ni a la doctora. Existen misterios que mi subconsciente es incapaz de resolver. Mi mente era un colmena de abejas volando hacia cualquier sentido, menos hacia las flores. Era un laberinto repleto de trampas malditas, que llenaban mi mente de angustia, preocupación, y desesperación. No lograba encontrar la primavera en mis misterios. Ya las cosas deberían mejorar-pero no fue así-, cada vez mi mente arrojaba nuevas fuentes de duda a la cascada de confusiones que tenía.

* * * El día que hablé con mi tía, un recuerdo reprimido-no sé de dónde salió-confundió nuestras vidas y nos

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atemorizó. Me acordé que aquella noche-la noche del crimen-escuché la puerta, del cuarto del hotel donde me hospedaba, abrirse. Yo entré en pánico, tal vez sería el asesino de mi padre que ahora, sin bastarle la sangre de mi progenitor, me buscaba a mí. Corrí hacia el balcón , y salté. Sentí un popurrí de sentimientos que me envolvieron y me aturdieron. Por un lado sentí el sabor de la libertad: ya comprendía la dicha de las águilas de poder de moverse por donde quieran. Pero, por otra parte, sentía como mi mente me encarcelaba en un eterno calabozo de preocupaciones por aquel asesino que nos buscaba cual sicótico a mi tía y a mi. Corrí hacia la estación. Necesitaba escapar de todo. Entonces me encontré con el Detective Jiménez. Aproveché para contarle lo pasado. Me advirtió de un posible asesino en serie. Me pidió que vaya con mi tía, que nos protejamos entre nosotros dos. Y así hice las cosas, no se por qué sucedió-yo siempre fui rebelde-pero esta vez había

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una voz en mi interior que me obligaba a obedecer al detective. Caminé por calles agónicas por la corrosión causada gracias a una fuerte tormenta que azotó la ciudad durante cuatro horas. Parecía que el mundo sintiera lo mismo que yo: los árboles sin hojas, el cielo oscurecido, el escalofrío que recorría la ciudad… Definitivamente necesitaba terminar cuanto antes con todo. Ya estaba delirando. Ya todo este complot confuso ha dañado no sólo mi vida, si no mi cordura-al parecer-también. La situación empeoró cuando llegué a casa de mi tía. Para empezar, la nostalgia se apoderó de mi. No había ido allá en años. La última vez que la visité fue cuando mi tío Carlos enfermó. Caminé por estas mismas malditas aceras humedecidas con mi papá. El olor a musgo y metal corroído parecía convertirse en el perfume de un señor que caminaba junto a mi, con apariencia borrosa. Su cara era tan angelical, tan perfecta, tan… de mi

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padre. Y ahora, al parecer, se fusiona un nuevo olor: la sangre. Cuando toqué la puerta, hubo el mismo efecto como si golpeara una caja vacía. Sólo se escucha el estruendo, pero nada al interior. Me preocupé. Mi tía siempre atendía la puerta. Toqué una vez mas… Nadie atendía. “Circunstancias extremas, requieren medidas extremas” decía mi padre. Así que tomé impulso y rompí la puerta. Al ingresar, vi a la justicia y desgracia encarnadas en un cuerpo bello y asqueroso. Estaba allí, tan santa, tan inocente, tan horrorizada, tan hipócrita, tan interesada, tan… muerta. Sí, muerta. Mi tía había sido asesinada. Las puñaladas que atravesaban su cuerpo, desgarrando sus tejidos, parecían tan hipócritas como la vida de mi tía. La mezcla del ambiente tétrico de su casa, los perfumes de mi padre, y los colores de la muerte excitaban mis sentidos. Mis pupilas se dilataron, mi corazón latía más rápido que cualquier

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redoblante militar, mi respiración se agitó, y ese escalofrío recorrió mi cabeza y bajó a mi pecho. Me quedé paralizado por no sé cuánto tiempo. Cuando reaccioné, salí corriendo de ese lugar con todas mis fuerzas-las cuales no tenía por mi fuerte depresión y preocupación-hacia el hotel. Necesitaba descansar. Necesitaba escapar de la muerte… Desperté al día siguiente con una frustración tan grande como mis preocupaciones, pues estas no aliviaron. De hecho, aumentaron. Nunca pensé interesarme tanto en ir al tratamiento con la doctora, pero esta vez lo necesitaba urgentemente. Me puse un pantalón que me regaló mi papá el día antes de morir, una camiseta algo descolorida por el uso, y una chaqueta de cuero. Desayuné y caminé desesperadamente hacia el consultorio de la doctora. Al momento de ingresar a ese lugar sentí un alivio

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como si hubiesen lanzado un balde de agua sobre aquel incendio que llevaba dentro de mí. Pero todo fue un vil espejismo. Mientras la doctora me continuaba entrevistando, surgió el tema de mi madre. Y se avivó el fuego. Lágrimas se truncaron en medio camino por la falta de palabras. Yo nunca conocí a mi madre. Ella murió cuando me daba a luz. Creo que desde entonces tengo esta condena cruel de sufrir a flor de piel. El no tener una madre había afectado mi forma de ser. Mi padre y yo tuvimos que salir adelante bajo nuestros propios medios. Fue muy duro para mí. Soy tímido desde que tengo memoria. Y la vida no me ha favorecido para ser feliz. A veces, de niño, soñaba que una mariposa negra se posaba en mi pecho. Al hacerlo, poco a poco un dolor agudo se iba apoderando desde mi pecho hasta cubrir todo mi cuerpo. Y después de eso soñaba la muerte de una persona que nunca supe quién era…

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Fue entonces cuando la doctora me interrumpió. Me preguntó si recordaba la apariencia de aquel sujeto. Mi mente oxidada no me permitió traer al presente aquellos recuerdos. Con dificultad logro recordar cómo atarme los cordones. Y se alcanzó una solución: Recurriríamos a la hipnosis.

* * * ¿Hipnosis? ¡¿Acaso soy yo un maniático?! COMO SI NO FUESE SUFICIENTE LA MUERTE DE MI PADRE. Hipnosis, aquella “técnica psicológica” igualmente hipócrita que mi tía. Buscar lo que tu cerebro oculta, engañándolo con una máscara, eso es la hipnosis… Una verdadera mierda psicológica. Por eso odio a los psiquiatras. Me hubiese encantado apuñalar a la doctora tantas veces como lo hicieron con mi tía, una puñalada por cada hipocresía…

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Sin embargo, acepté únicamente porque quería deshacerme de aquellas preocupaciones que no me dejaban vivir en paz, y, sobretodo, ser libre de esta pesadilla. Ya no podía más con mi cruel vida…

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Capítulo 5

Persecución Su cara llena de arrugas y su sonrisa quebrada, se distinguieron entre la luz que entraba directamente de la ventana, sofocando un consultorio donde rodeaban preguntas sin respuesta. De acuerdo estoy con esos científicos que argumentan la inexistencia de la hipnosis, un examen que no da ni al borde de la piñata de cualquier relación bipersonal o multipersonal, incluso la relación que conmigo mismo llevo, mono personal. El efecto placebo es más bien estar contigo, más que con nadie, inhalar tu mente, succionar recuerdos, inhibir sentidos y recostar tu presente. ¿En que clase de terapia me he dado rumbo, en que mente he apoyado parte de mis recuerdos? Su cuerpo se posó de nuevo en el sofá rojo escarlata y dirigió su mirada desconcertada y decepcionada hacia mí. ¿Que culpa tenía yo acaso? Uno priva sus recuerdos y experiencias

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a su manera y de hecho hay memorias en detalles que le corresponden a su propia persona. A eso me refiero, que ninguna hipnoterapia debía intentar arrancar documentos escritos en un subconsciente. La hipnosis se había distinguido en un papel en blanco, sin información más que balbuceos y salpullidos de una mente dormida, la mía. Cruzó sus piernas forradas de nailon y apuntó con un esfero en mi registro alguna de sus tonterías sin sentido. Su mirada se apoyó nuevamente en mí y mencionó la palabra que describía exactamente como yo convivía en aquel consultorio: curioso. No deducía aún razones que me exigían estar entre tantas preguntas que inspeccionaban mi mente, que intentaban desplegar mi presente con mi pasado para ser sometido a un análisis incoherente. Me mencionó que no importaba, que el tratamiento no había sido realizado en el momento oportuno y que lo intentaríamos mañana a la misma hora.

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Me interrogó acerca de lo ocurrido durante los días posteriores, y que remedio tenía yo más que forzarme a desgarrar pensamientos, y a poner en palabras lo que había sucedido. La rabia y la impotencia, habían entrado por aquel espacio entra la puerta y un piso malgastado. Nos habían encontrado y tarde o temprano tenía que pasar, para atraparle a aquella doctora que no tenía capacidad para sumergirse en su vida, o para apegarse a mí y de una vez por todas deshacerme de todo este drama que no hacía más que corromper en un estadio filosófico, que trataba de desatar cuerdas enredadas de mi mente. Desconozco la razón que me impregno a la silla donde me apoyaba y me detuvo de cualquier atrocidad que pude haber provocado. Despejé cualquier sombra que había intentado rodearme, y recordé que aquellos últimos días antes de ingresar en la celda y asistir a las terapias, el maldito asesino había estado espiándome y pisando mis talones. Aún no conforme

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por el asesinato de una tía desesperada, asustada, desorientada que buscaba mantener orden en mi vida y que deseaba de cierta manera ser el remplazo de mi padre, pero no llegaría ni a ser la ausencia de él; este asesino me seguía, quería terminar con todo, y sus intenciones estaban clarísimas, me había estado buscando para terminar con todo de una vez. Para asesinos como aquel no necesariamente debe existir algún móvil en concreto, sino es más bien producto de amenaza que su propia mente le prepara. Con una ceja en lo alto la doctora dejó que la duda la sorprendiera y le rodee por completo. Sin dar espacio a razonar lo que le había contando, soltó otra pregunta que cuestionaba que quien creía que había estado atrás de mí, siguiéndome y de que manera podía constatar que esta persona quería mi muerte. Aclaré que la noche del día en que mi tía había sido arrancada de su penosa vida, regresaba al hotel donde me hospedaba y que aquel camino de

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retorno no me encontraba solo, por lo menos de eso estaba seguro. La lluvia caía, pero aparte de caer sobre mi, se distinguía el chasquido sobre el espectro de alguien más. Tan cerca estuvo de mí que el vientecillo provocado por su respiración rozo mi cuello. Regresé a ver pero no encontré más que charcos en la acera, faros a una distancia perfecta entre ellos, un camino recorrido hace algunos segundos por cuerpo húmedo, y mi mente entre más cintas amarillas, caminando entre en ellas, dispuesta a usarlas de nuevo. La astucia fue lo que me dejó atónito, si, la astucia de este asesino que respiraba atrás de mi, pero no pude ni siquiera ver su sombra, pero sabía que andaba cerca, como un hermano siamés. Al llegar al hotel noté que algo andaba diferente en mi habitación pero no logré constatar de que se trataba, pero era algo en el ambiente. A pesar de todo parecer intacto, algo mínimo resaltaba cierta diferencia. Me recosté mirando al techo y la sed de saber que me rodeaba

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crecía… reconozco que jamás logré mantener en orden en mi alrededor, pero esta vez todo se había puesto en mi contra… dos lágrimas surgieron de mis opacos ojos, dos asquerosas lagrimas recordándome que seguía ahí que mi ausencia no le pesaría a nadie, pero la falta de alguien, en realidad estaba recayendo sobre mis hombros y a falta de una vida normal, estos hombros habían soportado cargas de todo tipo, pero se estaban malgastando. Mi cuerpo exhausto se impulsó para poder tomar aquella pastilla que las últimas noches había sido de ayuda para conciliar el sueño. Tome el vaso de agua que había pedido cada noche que me dejen en la habitación y se congeló todo, se helaron mis nervios y mis ojos o no se si me propia lengua percibió el espeso aire que provenía del agua. El sudor de mis manos contribuyó a que el vaso se deslizara por toda la palma y cayera sobra la alfombra y se transformara en pedazos que ya no constituían nada más que peligrosos

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restos de vidrio. Alguien había querido envenenarme, esta vez el asesino no había querido recurrir a un puñal, sino deshacerse de mi sedándome y ni sentir mi sangre recorriendo por sus manos, maldito bastardo… por su culpa ahora estoy aquí contándole y descifrándole el contenido de mis pensamientos a una doctora que ha quedado perpleja hacia mi, descuidando el tiempo, estancada en mis historias. Continué diciéndole que tal era el miedo que había recorrido por mis venas, que telefonee al inspector Suárez para contarle que el asesino le había tocado encargarse de mi, y que había rondado en el mismo lugar donde me encontraba especulando que yo muera esa misma noche. Ninguna palabra consuela a la muerte, ni mucho menos a quien estuvo a punto de sufrirla pero el hecho de que Suárez me haya dicho que iba en camino al hotel para recogerme, me permitieron esperar sin los nervios quemándose ni mucho menos, sentado, perplejo… No tardó en llegar y

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cuestionarme lo acontecido. Me comentó que había notado que la manija de la puerta había sido forzada y que sin duda alguien había entrado en la habitación anteriormente. Me registré fuera del hotel y había sido informado que no notaron que alguien haya entrado en mi habitación entre las 5 de la tarde, hora que yo salí, a 10 de la noche, hora que llegué. El acceso a cámaras estaba denegado por el momento, ya que un día antes las cámaras del piso donde me hospedaba habían sido bloqueadas. Todo había sido planeado, el asesino rondaba cerca, y yo avanzaba con el riesgo de ser uno más con mi padre y mi tía. El inspector me llevó a un motel fuera de la ciudad y decidió quedarse la noche, yo no dije nada al respecto ya que el estar solo no me agradaba en lo absoluto, sabiendo que alguien tenía intenciones de quitarme de su camino. Nos instalamos y Suárez indicó que iría a la tienda más cercana por unos cigarrillos. Me quede observando por la ventana de la habitación, cuando una

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sombra me atrapo por la espalda y me golpeó en la cabeza, todo las imágenes que divisaba desde la ventana se convirtieron en una sonrisa de maldad, esa sonrisa hipócrita del inspector de los cojones. Desperté y me forzaron, encerrándome en aquella celda que se ha tragado mi sensatez y mis ganas de descubrir quien estuvo atrás de todo esto. Fui engañado, y estoy seguro que el inspector estuvo alrededor de todo esto. La doctora parecía entender lo que aquella noche pasó y sus manos relajadas al igual que su mirada, probaban que el inspector era cómplice de esta jodida terapia. Deje el tema de lado y le pedí que se comunicaran con mi novia, que no había tenido la oportunidad de saber de ella desde el día en que planeábamos todo para ir de pesca con mi padre y que puede estar en peligro, ya que el asesino se ha dispuesto a terminar con todo lo que esta a mi alcance. La desesperación salió en forma de grito y rebotó en cada una de las

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paredes del consultorio, simplemente exigía una razón para estar ahí, encerrado, privado de todo, estancado en mi mente… la doctora se levantó abrió la puerta y entraron dos guardias que me sujetaron sin piedad de los brazos. Ellos no entendían que era estar ahí, cuestionado, obligado a recordar algo que no me apetecía. Rodeado de nuevo por 3 paredes y una maldita reja, cerré mis ojos y deje que la rabia fluya por mis venas.

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Capítulo 6

De Vuelta a Casa

Llegué al consultorio, odiaba el color de las paredes, ese tedioso color amarillo que me seguía por todas partes. Entré al consultorio de la doctora una vez más, una vez más de medicamentos, una vez más de escuchar a gente decir que estoy loco. Sesión número 9, paciente Vera. Señor Vera, ¿cómo está usted hoy? dijo la doctora, sólo le quedé mirando, no quería hablar, no me daba la gana. Bueno, ¿le parece si podemos seguir con la sesión anterior? Cierre sus ojos por favor. Cerré los ojos, maldita, creía que podía decirme y mandarme lo que ella quisiera. Ahora necesito que haga algo por mí, recuerde su antigua casa, la casa donde creció, descríbamela. No la recordaba, era un recuerdo demasiado vago como para describir. Dígame que ve. No veo nada le dije. ¿Nada? Trate de recordar lo que más pueda, respire profundamente, piense, ¿cómo era su

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casa? Tenía…empecé a decir. ¿Sí? Dijo ella, ¿qué tenía? Tenía un jardín, lleno de flores amarillas. Mi madre siempre decía cuanto le gustaban. ¿Qué más señor Vera? Recuerdo que solía jugar a las escondidas con mis amigos de la escuela, solía esconderme en el ático de la casa, aunque nunca me gustó. ¿No le gustaba? ¿Por qué? Le tenía miedo, dije con una voz temblorosa. Bueno los miedos son muy comunes en los niños pequeños ¿o no señor Vera? Dígame cuántos años tenía, ¿tal vez unos cuatro? Cuatro años, sí, dije. Y ella interrumpió como siempre lo hacía, Dígame como era su vida a los cuatro años señor Vera. Me comenzaron a llegar flashes del año que cumplí cuatro, comencé a temblar, comencé a pensar demasiadas cosas. ¿Señor Vera? ¿Está usted bien? Sí, sí…recuerdo como un día llegué de la escuela y papá aún no estaba en casa, mamá dijo que había salido hace un par de horas, y yo le dije que él había prometido llevarme al parque. ¿Y cómo

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le hizo sentir eso?, saber que su padre no estaba allí para llevarlo. Sentí rabia, dije. ¿Qué sucedió luego señor Vera? Mamá me llevó a la cama a la hora usual, me contó el maldito cuento de siempre. Ese de aquella niña estúpida que salió al bosque para llevarle comida a su abuela. ¿Lo recuerda Doctora? Aquel en que narra cómo al llegar donde su abuela, a esta la había sustituido el lobo. Como deseaba que el lobo matara a la niña estúpida. Siempre quise que el cuento terminara así ¿Sabe? Pero los cuentos nunca terminaban así. ¿Y luego de que su madre se fue de su cuarto? Preguntó ella. Desperté un par de horas después porque oí unos gritos, le dije. ¿Quiénes gritaban? Mi padre y mi madre. Baje a ver porque siempre fui un curioso bastardo. ¿Y qué vio señor Vera? Mi padre estaba borracho, y comenzó a arrancarle la ropa a mamá…Y ella no hacía nada, sólo lloraba y gritaba por ayuda. Empecé a llorar. Luego de que terminó, mamá logro salir corriendo, pero papá la alcanzó. Siempre fue un

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gran corredor. Sólo empecé a escuchar los gritos ahogados de mamá, mientras papá tenía sus manos alrededor de su cuello, apretando, más y más fuerte. ¿…Y luego señor Vera? La voz de la doctora se sentía cada vez más insegura. Y luego nada. ¿Nada? Silencio. Papá se levantó, y mamá se quedó en el piso, y no volvió a levantarse. Bruno, pensé que su madre había muerto al dar a luz. Empecé a reír a carcajadas, no Doctora Tapia, papi mató a mami el día en yo debí haber ido al parque. Estaba enojado con ella, ¿sabe? Porque por su culpa papá no me llevó al parque, porque ella le hizo enojar. ¿Qué hizo luego de ver a su madre en el piso? Mi padre me vio parado en las escaleras como un imbécil, y se acercó a mí, y me dijo que tenía que salir un momento al lago a deshacerse de algo, que no me preocupara, que mami se había ido de vacaciones y que al siguiente día nos mudaríamos a un lugar mucho más lindo que donde vivíamos, y que me llevaría al parque todos los sábados en nuestro nuevo

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hogar. Luego simplemente subí las escaleras y fui a dormir. Ella empezó a hablar de nuevo, ya no quería escucharla…Señor Vera, ¿qué pasó cuando se mudó? Tenía una buena vida, hasta que unos días comencé a tener episodios de histeria y paranoia cuando era un adolescente. Papá me llevó al médico, y este era un viejo gordo y feo llamado…Ávila, Fernando Ávila, que le dijo mi padre que necesitaría hacerme unos exámenes del cerebro. ¿Qué dieron los resultados? Dijo ella. Aparentemente tenía episodios crónicos de esqui...eh. ¿Esquizofrenia? Sí, eso mismo. Me recetaron medicamentos para controlar los episodios. Pero éstos comenzaron a desaparecer varios días antes de que muriera mi padre. ¿A desaparecer? ¿A qué se refiere con que comenzaron a desaparecer Bruno? Sí doctora, los medicamentos simplemente no estaban allí cada noche que quería tomármelos. ¿Quiere que le cuente algo un tanto gracioso?

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Mi perro Toby murió días antes que mi padre ¿sabe?, no sabemos lo que le pasó, un día simplemente amaneció muerto. Señor Vera, necesito que continúe recordando su vida por mí, ¿sí? Volveré en un momento, necesito hacer una llamada. La doctora salió del consultorio y llegó a un teléfono que se encontraba en el pasillo que llegaba a la cafetería. ¿Hola? Andy hola, necesito que me hagas un favor, hace alrededor de unos 12 años a un hombre llamado Bruno Vera, le recetaron unos medicamentos contra episodios de esquizofrenia por un doctor llamado Fernando Ávila, ¿quieres hacer un poco de investigación sobre eso por mí? Un hombre de voz aparentemente joven le respondió al otro lado de la línea. “Claro Doctora, le llamaré al momento en que sepa algo” Gracias Andy, dijo ella. Colgó el teléfono y regresó a su consultorio donde yo estaba tranquilo, recostado sobre su sofá. Señor Vera, por favor continúe, lamento mi demora.

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Doctora ¿alguna vez ha sentido muchas ganas de matar a alguien? ¿Disculpe Bruno? No entiendo su pregunta. Oh sí la entiende, le dije. Ya sabe, cuando alguien comienza a ser un verdadero dolor de cabeza, alguien que le fastidia y le molesta y no le deja en paz, ¿no le ha pasado? Bueno, soy sicóloga, tengo que lidiar con cosas así todos los días, pero sí, tengo que admitirlo, algunas veces puede ser muy molesto. Y no le ha dado ganas de tomar un cuchillo, o lo que sea que este a su alcance, ¿y terminar con esa molestia, doctora? No Bruno la verdad no lo he pensado así nunca. Todos tenemos a alguien peligroso dentro de nosotros mismos doctora, alguien que lucha por salir cada vez que tenemos a una persona que se vuelve un obstáculo en nuestro camino, ¿qué le pasó doctora? Se quedó callada repentinamente, ¿no me diga que la estoy asustando? Disculpe señor Vera, yo…y luego fue interrumpida por una joven que entró al consultorio “Doctora, le necesitan al teléfono” Señor Vera vuelvo en un momento por

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favor, discúlpeme. La doctora siguió caminando hasta el mismo pasillo y tomó el teléfono ¿Andy? Hola, sí dime. “Doctora no tengo buenas noticias, este tal Bruno Vera es verdaderamente un desquiciado”. ¿Disculpa? “Contacté al tal doctor Ávila, dijo que cuando le recetó los medicamentos a Bruno, éste estaba completamente fuera de sí mismo, meses después dejó de tomar sus medicamentos porque todas las noches se los daba a su perro, el cual evidentemente murió de sobredosis. Oh dios mío… “y eso no es todo Doctora, el tal Bruno Vera asesinó a su padre días después…” El hizo lo mismo con su tía y su novia, dijo la doctora. Además no existe un tal detective Suarez. No hay registro de el. “Le recomiendo que se aleje lo más pronto que pueda de este hombre doctora, tenga mucho cuidado…” La doctora colgó el teléfono y se dirigió de vuelta a su consultorio. Esta vez con un poco de miedo. Pero aun no había terminado con su paciente y sabia que las drogas le impedirían que le haga daño.

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Bruno…necesito que recuerdes lo que pasó luego de que dejaste de tomar tus medicamentos. Ya estaba cansado de esta maldita, no pude aguantarme más y le grité ¡QUÉ MÁS QUIERE QUE RECUERDE¡ ¡LE DIJE TODO, TODA MI MALDITA VIDA! ¿POR QUÉ QUIERE QUE RECUERDE MÁS DE LO QUE LE HE DICHO? ¡Porque mataste a tu padre!!! Dijo ella. ¿Qué? Ah no, no me va a venir con sus trucos de sicólogo, le dije. ¿Qué es esto? ¿Para inspirar en mí un sentimiento de culpa o esas idioteces?? ¡Sí lo hiciste Bruno! Igual que lo hiciste con tu tía, igual que lo hiciste con tu novia, por eso fuiste arrestado, ¡por eso estás aquí! ¡¿Por qué no lo recuerdas?!

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Capítulo 7

Esquizofrenia

De pronto vino a mi como un flash, podía sentir como a sangre envenenada de las drogas al que fui sometido corría por todo mi cuerpo. Fue extraño nunca me había sentido mas vivo. Sentía que vivía lo que mi mente intentaba recordar. Era como cuando fumas marihuana por segunda vez, vives una realidad completamente diferente y comienzas a cuestionar la verdadera realidad. No sientes ese sentimiento de existencia , como si nada pasar y el reloj no diera otro tic. Las paredes amarrillas del cuarto se convirtieron en la puerta de un armario en un cuarto

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donde se podía ver el lago por la ventana. La doctora cambia de morfología y se convierte en una chica con la cabeza baja amarrada en aquel armario. Se escuchaba sus llantos, sus suplicas. Era magnifico. Era como escuchar el coro de una canción favorita o como relajarse con música clásica. No entendía que pasaba pero sentía la necesidad de alzar su cabeza. Tome su mejilla aun húmeda por las lágrimas que soltó. Reconocí esos ojos, eran las puertas del alma de la persona que me alegraba un poco los días. Era mi novia. Pero note un vacío en su mirada era como si no me pudiera ver, sentir y hasta oler. Grite su nombre… KARINA. Pero no interactuaba conmigo y no reaccionaba. Mire su pecho inmóvil y supe ahí que estaba muerta. Regrese a ver su cara, su nariz con simetría perfecta y con la punta dirigiéndose a la mía. No podía sentir el calor de sus respiros, tampoco el frio cuando inspiraba aire. Me levante y cerré el armario con ella adentro. Salí corriendo y mire la luna que estaba

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muy solitaria y a las estrellas que esa noche estaban muy opacas. Es chistoso como la luna es gran parte del romanticismo y del amor. Es una de las cosas más románticas. Pero es lo más solitario que existe. Esta sola ahí arriba, y solo refleja la luz que el sol le da. Además cuando no esta iluminada por otra luz esta congelada y muy fría. De repente vi los oleajes del agua del lago y la cara de la luna que usaba el lago como espejo para verme. Movía el agua del lago y causaba pequeñas olas hacia mí como si me estaba saludando. Ahí es cuando me di cuenta que estaba en el mismo lago en el que mi papa boto a mi madre. Lo sabía porque aun estaba el mismo muelle del lago en el lugar donde antes vivíamos, antes de que mudara. Mis impulsos me controlaron y me subí a un auto. Mis manos como si tuvieran vida propia prendieron el carro. Estaba lleno de rabia y de pánico. Me era difícil respirar. Por suerte era muy tarde para que hayan muchos carros en la carretera, de seguro me hubiera chocado porque no podía

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mantener el enfoque. En la carretera oscura miraba el abismo que se presentaba a mis ojos. Era como que si me quería perder. Buscaba ese escape de la realidad. Todos necesitamos un lugar donde podamos estar solos. Lejos de todos que te hartan, te juzgan y a los cuales tienes que usar una mascara de sonrisa todos los días. Comencé a acelerar como si estuviera tarde para algo. Llegue a mi casa. Abrí el cajón del carro y me brillaba un cuchillo. Lo agarra y mire el reflejo de un hombre con dolor en los ojos. Salí del carro y me dirigí a la puerta de mi casa. Me temblaban las manos al intentar introducir las llaves a la cerradura. El ruido despertó a mi padre y prendió las luces. Me pregunto que hacia a allí a esas horas. No me contuve y lo apuñale. A la misma vez solté un grito de dolor, estaba en llanto. Me quede mirando sus ojos que no podían creer lo que pasaba. La expresión en su cara me partía la vida. El intentaba hablar pero no podía decir nada o tal vez fue porque no sabia

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que decir. Sentí como poco a poco extraía la vida de mi padre. Llorando lo abrase mientras caíamos los dos empapados de sangre al suelo. Respire su ultima exhalación y sentía como poco a poco soltaba la rabia. Aparte de todo el dolor podía sentir placer. Fue lo mismo que sentí cuando mate a mi tía. Ahora que lo recuerdo también mate a mi tía. Que chistoso, como se me podía haber borrado de la memoria algo así. Fue como si los reprimía. Todas completamente todas las memorias. Serian los medicamentos? Seria porque no podía soportar la memoria de ver a mi padre matar a mi madre. Lo que sea que fuera, ya no funcionaba. Ahora lo recuerdo todo. Fui a mi cuarto cogí una mudada lo metí en una maleta y salí despidiéndome de mi padre. Le di un beso en la mejilla y me largue. Regrese al lago. La luna me seguía esperando ahí. Bote el cuchillo al lago junto a mi ropa y me vestí con la mudad que tenia en la maleta. Me fui al estacionamiento y me subí al carro me acosté en el asiento trasero. Cerré los

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ojos y cuando los abrí me di cuenta que hablaba en voz alta y seguía en el consultorio. La doctora sorprendida le explica como esa noche en el hotel cuando escapaba del asesino. Eran los policías buzándole. Ellos lo buscaban desde que encontraron a su novia muerta en el armario de un hotel cerca del lago del cual hablas. Bruno recuerda que estaba con Suarez y le dice a la Doctora Tapia.

- Tengo que hablar con el detective Suarez

La doctora le interrumpe y en voz alta le dice que no existe un tal detective Suarez. Bruno sintió un sudor frio resbalarse por su frente y se sintió mas confundido que nunca. - Que? - No existe Bruno, no hay registro

de el. - No puede ser pero si pase con el

, ambos fuimos a ese hotel. Pago por todo. EL ESTUVO AHÍ PARA MI

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Se quiebra en llanto Bruno y levanta sus manos para tapar su cara. La Doctora prosigue a decirle - Fue creado por tu mente para ser tu cómplice. Necesitabas a alguien que piense como tú y alguien que te comprenda. ¿Quién mejor en eso que tu? Tu imaginación se exalto en crear un personaje para ayudarte a reprimir más recuerdos. Alguien que te ayude en tus locuras. Lo lamento Bruno. Ya se estaban agotando los efectos de la droga y Bruno entro en pánico. Tenia miedo, se sentía desconectado y equivocado. Sintió que perdió el control de su propias acciones y ya no sabia que era cierto y no y si lo que estaba pasándole ahorita era tan solo otro juego de su mente. Se levanta con sus fuerzas ya recuperadas. La doctora se levanta asustada también y se pega contra la pared. Escucho los respiros profundos de Bruno y se alarmo.

- Bruno relájate, siéntate y tranquilicémonos

Dijo la Doctora Tapia. Muy paranoico se dirigió hacia la doctora. La tacleó. La

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doctora gritaba pero Bruno no paraba. Comenzó a ahórcale y por la ventanilla de la puerta una medica ve la escena y corre a decirle a los guardias. Nuestro personaje Bruno muere ahí. Ya no tenia recuerdos ni conciencia. Vivía en el momento en el presente y no sabia que hacia. Las memorias son lo que nos hace únicos a cada uno es lo que nos hace sentir que existimos. Es la base de nuestra conciencia. Sin ellas estamos muertas, nacería un nuevo hombre si algún día padeciéramos de amnesia. No seriamos la misma persona. No tendríamos los mismos conocimientos. No seriamos nosotros. Y eso es lo que le paso a nuestro personaje Bruno. Se levanta y queda mirando al cuerpo de la doctora. Entran los guardias, pero estaban tarde. Abrieron fuego y lo que quedaba de Bruno se choca con la ventana que se encontraba atrás, Las balas lo empujaron y con la fuerza que cayo rompe la ventana y cae desde el 6to piso para chocarse con el final de esta historia.

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Fin

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Por

Fabián Rivadeneyra André Granja

Jeffrey Carrillo Bernardo Puente María José Pinto

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Agradecimientos a:

Zoila Noboa Profesora de Proyectos de Investigación

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Destinado a los estudiantes interesados en una novela de tipo psicológico

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Martim Cereré

2013