El Materialismo Histórico Alemán. Franz Mehring

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  • 7/21/2019 El Materialismo Histrico Alemn. Franz Mehring.

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    EL MATERIALISMO

    HISTRICOALEMN

    FRANZ MEHRING

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    EL MATERIALISMO HISTRICO ALEMN

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    ColeccinSOCIALISMO y LIBERTAD

    Libro 1 LA REVOLUCIN ALEMANAVctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa LuxemburgoLibro 2 DIALCTICA DE LO CONCRETOKarel KosikLibro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLTICO ARGENTINOSilvio FrondiziLibro 4 INTRODUCCIN A LA FILOSOFA DE LA PRAXIS

    Antonio GramsciLibro 5MAO Tse-tungJos AricLibro 6VENCEREMOSErnestoGuevaraLibro 7DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALCTICA DE LO IDEAL

    Evald IlienkovLibro 8 LA DIALCTICA COMO ARMA, MTODO, CONCEPCIN y ARTEIaki Gil de San VicenteLibro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANONstor KohanLibro 10AMRICA NUESTRA. AMRICA MADREJulioAntonioMellaLibro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del surMadeleineRiffaudLibro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista

    David RiaznovLibro 13ANARQUISMO y COMUNISMOEvgueni PreobrazhenskiLibro 14REFORMA o REVOLUCIN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIARosaLuxemburgoLibro 15 TICA y REVOLUCIN - ENSAYO DE LA LIBERACINESTUDIO SOBRE LA AUTORIDAD y LA FAMILIAHerbert MarcuseLibro 16 EDUCACIN y LUCHA DE CLASES

    Anbal Ponce

    Libro 17 LA MONTAA ES ALGO MS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDEOmar CabezasLibro 18 LA REVOLUCIN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero enFrancia. 1789 - 1848. Seleccin de textos. Introduccin de Alberto J. PlLibro 19 MARX y ENGELS. Seleccin de textosCarlos Marx y Federico EngelsLibro 20CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionarioIaki Gil de San VicenteLibro 21LA FILOSOFA BURGUESA POSTCLSICARubn ZardoyaLibro 22

    DIALCTICA Y CONCIENCIA DE CLASEGyrgy LukcsLibro 23 EL MATERIALISMO HISTRICO ALEMNFranz Mehring

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    Libro 23

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    SOBRE EL MATERIALISMO HISTRICOFRANZ MEHRING

    Artculos publicados enDie Neue ZeitReunidos por el autor en Lessing-Legende.(La leyenda de Lessing)Extracto del Epilogo:

    ber den historischen Materialistnus (Sobre el materialismo histrico)

    SOCIEDAD Y ESTADOLA FILOSOFA Y EL FILOSOFAR

    CARTA DE FEDERICO ENGELS A FRANZ MEHRING

    CARTA DE ROSA LUXEMBURGO A FRANZ MEHRING

    GUSTAVO ADOLFO II DE SUECIALA GUERRA DE LOS TREINTA AOS Y LA CONSTRUCCIN DEL ESTADO

    NACIONAL ALEMNFRANZ MEHRING

    Escrito: en 1894. Publicado por vez primera: En Gustav Adolf. Ein Frstenspiegel zu Lehr undNutzen der deutschen Arbeiter. Zweite verbesserte Auflage, mit einem neuen Vorwort.Vorwrts frlag, Berlin 1908. Versin al castellano: Traducido del idioma sueco por JulioFernndez Baraibar, 2007.

    INTRODUCCIN A LA TRADUCCIN AL ESPAOLJESUITISMO, CALVINISMO, LUTERANISMOLOS PERODOS DE LA REFORMA ALEMANA

    LA GUERRA DE LOS TREINTA AOSLA POLTICA SUECA DE GUSTAVO ADOLFO

    LA EXPEDICIN ALEMANA DE GUSTAVO ADOLFOEL LUGAR DE GUSTAVO ADOLFO EN LA HISTORIA

    EL FINAL DE LOS TREINTA AOSEL CULTO A GUSTAVO ADOLFO

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    ...El joven Partido Comunista Alemn, fundado en diciembre de 1918, fueprivado en enero de 1919 de sus tres tericos, polticos y literatos msimportantes. Era un golpe de dimensiones tan graves que hasta entonces nohaba experimentado ningn partido comunista! Rosa Luxemburgo y KarlLiebknecht fueron asesinados bestialmente el 15 de enero de 1919, ambos a laedad de 47 aos, por la calaa criminal de los oficiales del gobiernosocialdemcrata de Ebert y Scheidemann. Franz Mehring, que tena ya 73 aosy que se encontraba gravemente enfermo, no pudo soportar el trgico final desus ms prximos amigos y muri pocos das despus, el 29 de enero.

    Estos tres fueron verdaderamente gigantes por sus facultades intelectuales,apasionamiento y carcter, por su universalidad y sabidura, si empleamos laspalabras que us Engels para caracterizar las grandes personalidades delrenacimiento...

    Hermann DunckerEn memoria de nuestros asesinados en enero de 1919

    Slo hay un internacionalismo efectivo, que consiste en entregarse porcompleto al desarrollo del movimiento revolucionario y de la lucharevolucionaria dentro del propio pas, en apoyar (por medio de la propaganda,con la ayuda tica y material) esta lucha, esta lnea de conducta, y slo sta entodos los pases sin excepcin... (...)

    Es mucho ms fcil, naturalmente, gritar, insultar y vociferar que intentarexponer, explicar y recordar cmo enjuiciaban Marx y Engels en 1871, 1872 y1875 las experiencias de la Comuna de Parsy qu decan acerca del tipo deEstado que necesita el proletariado.

    Por lo visto, el ex marxista seor Plejnov no desea recordar el marxismo.

    He citado las palabras de Rosa Luxemburgo, que el 4 de agosto de 1914denomin a la socialdemocracia alemana "cadver maloliente". Y los seoresPlejnov, Goldenberg y Ca. se sienten 'ofendidos'... en nombre de quin?...

    V. I. Lenin. Las Tesis de Abril,Las Tareas del Proletariado en Nuestra Revolucin

    Pravda n 26. 17 de abril de 1917

    "...Que el pueblo tome la primera idea verdadera de la Igualdad Que estaspalabras: 'igualdad', 'iguales', 'plebeyismo' sean las palabras de unin de todoslos amigos del pueblo! Que el pueblo ponga a discusin todos los grandesprincipios! Que el combate se centre sobre el famoso tema de la igualdadpropiamente dicha y sobre el de la propiedad!..."

    Cayo Graco Babeuf, Manifiesto de los Plebeyos,publicado en La Tribuna del Pueblo. Francia. 1795

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    "...Armamento y organizacin: he ah las armas decisivas del progreso, he ahel medio ms eficaz para poner fin a la miseria y a la opresin. Quien tienehierro, tiene pan. Ante la bayoneta no hay quien se doblegue, mas lasmuchedumbres desarmadas se conducen como rebaos. Una Francia henchidade obreros armados significa el triunfo del socialismo. Ante proletariosapoyados en sus fusiles se evaporan y reducen a la nada todas las dificultades,todas las imposibilidades, todas las resistencias. Pero si los proletarios nosaben ms que divertirse en manifestaciones callejeras, plantando rboles de lalibertad, escuchando discursos de abogados, ya se sabe la suerte que lesespera: primero, agua bendita; luego, insultos; y por ltimo un plato de judasverdes. Y siempre la miseria. Que el pueblo elija!"

    Augusto Blanqui

    ...est dentro del inters de la burguesa rebajar incluso las conquistas de larevolucin para desarmar al proletariado, describirlas como un espejismo queno podr hacerse realidad ms que gracias al ms extremo sacrificio, ponerseen guardia contra los cuervos de mal agero que arriesgaran, por as decir,poner en fuga a los espectros nocturnos. Es as que despus de toda victoriarevolucionaria resuenan los llamados de la burguesa a la "calma a cualquierprecio", supuestamente en el inters de la clase obrera, de hecho, por el fro yastuto clculo de la burguesa.

    Este es el momento ms peligroso para toda revolucin; pero, si bien este hasido fatal hasta el momento para el proletariado, esta vez, la clase obrera rusaha pasado la prueba brillantemente, al responder con resolucin al manifiestodel zar: la revolucin permanente. Los telegramas llegados hoy de Petrogradoa la prensa burguesa dan una testimonio honorable de nuestros hermanosrusos; "Bajo la influencia de los socialistas, la opinin se ha vuelto msdesfavorable de lo que se poda esperar esta maana. La excelenteorganizacin de los socialistas triunfa hoy sobre la burguesa".

    Los obreros rusos no piensan desarmarse, los vencedores de hoy no quieren

    ser los derrotados de maana, y en esto justamente reside el progresohistrico que ofrece la revolucin rusa en relacin con las precedentes...

    Franz Mehring. La revolucin permanente1 de noviembre de 1905.

    Die Neue Zeit, 24 ao, Ier. Vol, n 6. 1905-1906.

    ...Pero la insurreccin armada es un aspecto particular de la lucha poltica,

    sometida a leyes particulares, que deben ser profundamente analizadas. CarlosMarx expres esta verdad de modo muy tangible al escribir que la insurreccinarmada es, como la guerra, un arte. Marx destaca entre las reglas msimportantes de este arte, las siguiente: No jugar nunca a la insurreccin, y una

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    combatiente de la revolucin, ese fue el don que recibi en la cuna! (...)

    En las reuniones de seccin, como en los congresos, se adoptaban resolucionesrevolucionarias. Pero en la prctica no se luchaba ms que por obtenerpequeas mejoras en la situacin material de los obreros, y no por finesrevolucionarios. Y como los actos determinan tanto el carcter de los partidos

    como el de los hombres, la socialdemocracia, a pesar de toda su fraseologarevolucionaria, se convirti en un partido reformista, dejando de ser el partidode la revolucin. (...)

    Los lderes del partido se burlaban de los actos aislados de aquella cabezaloca; pero el joven Liebknecht no se dej desviar de su propsito. Su espriturevolucionario se opona a ello resueltamente. (...) Para Liebknecht, laInternacional no era slo un lazo formal que una entre s a un cierto nmerode partidos; era, como haba de decir despus en el programa del grupoEspartaco, su verdadera patria. Las notables dotes polticas de Liebknechthaban de hacerle detestar, ya antes de la guerra, por una parte a los lderesde la socialdemocracia, mientras, por otra parte, le conquistaban la popularidaden el seno de las masas obreras y en la Internacional. Superaba demasiado elnivel medio del partido alemn para que no se le acusase de ser un ambicioso.

    A esto se unan sus cualidades de hombre que lo distinguan del tipo ordinariode los jefes del partido. En esto, se manifiesta uno de los rasgos caractersticosde Liebknecht. Antes de la guerra, se le reprochaba a menudo que tenaconcepciones demasiado amplias, que acoga con entusiasmo todas lasformas de actividad, aunque no tuviesen una gran importancia de principio.

    Este reproche se basaba en la vitalidad, totalmente extraordinaria en un pascomo Alemania, de Karl Liebknecht, que no le permita renunciar porconsideraciones de orden doctrinal a ningn medio, fuese el que fuese, deactuar, sobre los obreros. Esto es lo que explica su intervencin en elmovimiento contra la Iglesia. Tena una perfecta comprensin de todas lasnecesidades nuevas, as como de todos los nuevos mtodos de lucha. (...)

    Se uni a Rosa Luxemburgo, cuya lnea poltica, fundada en una base tericaslida, era extraa a su naturaleza amplia, y as fue como ambos sellaron, a

    pesar de la diferencia de temperamentos, una alianza a vida y muerte. Durantelas primeras semanas de la guerra intentaron establecer contacto directo conlas masas obreras, pero el Gobierno se opuso a ello. Liebknecht estabadecidido a levantar el estandarte de la rebelda ante la ocasin que le brindabala segunda votacin de los crditos de guerra. Intent entenderse con loscatorce diputados que en el seno de la fraccin parlamentaria socialdemcrata,haban votado como l en contra. Liebknecht, a quien los renegadosreprocharon despus que slo obraba por ambicin, por brillar por encima delos dems, luch hasta el ltimo instante por atraer hacia l, por lo menos, auno o dos de sus vacilantes colegas. Qu doloroso es tener que consignarque, a pesar de todos sus esfuerzos, no logr arrastrar a un solo hombre, enuna fraccin que contaba ms de cien; y que no pudo hacer comprender aninguno que haba que romper con todos los compromisos! As se demostr

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    vieron en eso una prueba de exaltacin interior, que un jefe debe saberdominar. Lo que al da lo lanz a la calle fue la conciencia de su deber. Laconfianza en el socialismo estaba tan sumamente quebrantada en el seno delas masas, a consecuencia de la traicin de la socialdemocracia, que el quequisiera crear una nueva fuerza revolucionaria, no poda limitarse al papel delos generales del Estado Mayor en la retaguardia del frente de combate.

    La ligereza de Liebknecht era, en realidad, una profunda certeza, y sumartirio en la penitenciara ha hecho ms por la revolucin que la accin

    prudente de todo un partido. La clula del Soldado en armas que eraLiebknecht se convirti en el centro de una poderosa fuerza moral, que ningnartificio gubernamental poda ahogar. El acto heroico de Liebknecht produjo enel mundo entero el efecto de un clarinazo y sirvi de ejemplo para otros actossemejantes. (...) Por miedo a la revolucin amenazadora, el Gobiernoimperialista alemn, en vsperas de la bancarrota, devolvi a Liebknecht la

    libertad. Su primera visita fue para la embajada rusa. En la noche siguiente asu liberacin, Bujarin nos anunci que Liebknecht estaba completamente deacuerdo con nosotros. Imposible describir la alegra que experimentaron losobreros rusos al conocer la noticia de la liberacin de Liebknecht. Si hubierapodido trasladarse a Rusia en aquella poca, ningn rey habra sido recibido enparte alguna del mundo como lo hubiese sido Liebknecht por los obreros rusos.Cuando fui a Alemania, a fines del mes de diciembre, y pude, despus decuatro aos de separacin, estrechar la mano de Liebknecht, me dijotranquilamente, sin la menor decepcin: Estamos nada ms que empezando;

    el camino ser largo. Nosotros estbamos de acuerdo con Rosa Luxemburgo ycon l, pensando que no se puede reducir la distancia que nos separa de lameta ms que por medio de la agitacin, de la propaganda, del trabajoesforzado. Todo el que haya visto cmo trabajaban desde el alba hasta muyentrada la noche, cmo rompieron resueltamente los ltimos lazos que losunan an al mundo de la ineficacia, creando el Partido comunista alemn,cualquiera que haya visto cmo, en medio del torbellino revolucionario, supieraguiar a sus partidarios, poda tener una confianza absoluta en el movimientocomunista alemn.

    Liebknecht no haba de ver la nueva era. La primera oleada de la revolucinproletaria lo llev ms lejos de lo que l quera. En el curso del ataque no vioclaramente la distancia que lo separaba de su objetivo. Cuando la insurreccinde enero fue aplastada y el Gobierno social-patriota se esforz en ponerle lamano encima, nadie se atrevi siquiera a sugerirle la idea de la fuga, aunquese viese claramente que para l la detencin era la muerte. Quera salir alencuentro de la campaa de odio provocada contra l. El mismo da en quefuese asesinado, pensaba convocar reuniones pblicas para los das siguientes.Entonces fue cuando cay en manos de los cobardes vidos de asesinar en l y

    en Rosa Luxemburgo a la revolucin alemana. Cay en la primera fase de lalucha, lleno de confianza en la victoria final. Cay como haba vivido: luchando.Y nosotros, los que lo conocimos de cerca, con sus cualidades y sus defectos,los que comprendemos la prdida inconmensurable que ha experimentado la

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    revolucin en la persona de este luchador indomable, decimos sobre su tumba:Quedar entre nosotros como un modelo de fidelidad al socialismo, deabnegacin y de valor, sin los cuales la revolucin jams podra vencer!Liebknecht llevaba en s no slo la inteligencia de la necesidad objetiva delcomunismo, sino que estaba animado adems por un profundo anhelo haciasa vida armoniosa que slo cabe dentro del rgimen del comunismo, y esteanhelo provena de un inmenso amor y una inmensa bondad, de una vivasimpata por todos los sufrimientos, de una capacidad de sacrificio sin la cualel socialismo no es ms que una mascara.

    Karl Radek .A la memoria de Karl LiebknechtBerln, 18 de enero de 1919.

    ... El marxismo, donde se ha mostrado revolucionario -vale decir donde hasido marxismo- no ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y rgido. Losreformistas resistieron a la Revolucin, durante la agitacin revolucionaria post-blica, con razones del ms rudimentario determinismo econmico. Razonesque, en el fondo, se identificaban con las de la burguesa conservadora, y quedenunciaban el carcter absolutamente burgus, y no socialista, de esedeterminismo. A la mayora de sus crticos, la Revolucin rusa aparece, encambio como una tentativa racionalista, romntica, antihistrica, de utopistasfanticos. Los reformistas de todo calibre, en primer trmino, reprueban en los

    revolucionarios su tendencia a forzar la historia, tachando de "blanquista" y"putschista" la tctica de los partidos [leninistas] de la III Internacional...

    Jos Carlos Maritegui: Defensa del marxismoCap. VII. El Determinismo Marxista

    http://elsudamericano.wordpress.com

    HIJOS

    La red mundial de los hijos de la revolucin social

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    SOBRE EL MATERIALISMO HISTRICO

    SOCIEDAD Y ESTADO

    Marx slo lleg a publicar la introduccin a la Crtica de la filosofa del derechode Hegel en los Anales francoalemanes. Posteriormente sintetiz el resultadoall logrado en estas palabras:

    Mi investigacin desemboc en la conclusin de que ni las relacionesjurdicas, ni las formas del estado, pueden comprenderse a partir de ellasmismas ni tampoco a partir del llamado desarrollo general del esprituhumano, sino que ellas tienen, ms bien, su origen en las condicionesmateriales de la vida a las que Hegel sintetiza en su totalidad bajo elnombre de sociedad civil, siguiendo el antecedente de los ingleses yfranceses del siglo XVIII, pero que la anatoma de la sociedad burguesa

    ha de buscarse en la economa poltica. Mientras que Hegel vea en elestado poltico la coronacin del edificio, Marx prob que la clave quepermita comprender el proceso histrico del desarrollo deba ser buscadams bien en la sociedad burguesa, la que haba sido tratada muynegligentemente por Hegel como el estado de la necesidad y delentendimiento.

    El problema se le present ante todo como el problema de la relacin de laemancipacin poltica con la humana. Parti de la crtica de la religin quehaba hecho Feuerbach.

    La crtica de la religin desengaa al hombre para que piense, para queacte y organice su realidad como un hombre desengaado y que haentrado en razn, para que gire en torno a s mismo y a su rol real [...].La crtica de la religin desemboca en la doctrina de que el hombre es laesencia suprema para el hombre y, por consiguiente, en el imperativocategrico de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre seaun ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable [...] La nicaliberacin prcticamente posible de Alemania es la liberacin desde elpunto de vista de la teora, que declara al hombre como la esenciasuprema del hombre.

    Esta serie de ideas aparecen como un hilo conductor a travs del ensayo deCrtica de la filosofa del derecho de Hegel.

    Ahora bien, la transicin a esta filosofa la encuentra Marx en el hecho de queconstituye la nica historia alemana que se encuentra a la altura del modernopresente oficial. La situacin alemana en su realidad ha quedado muy atrsrespecto de este presente; uno de los problemas principales de la pocamoderna, como es el de la relacin del mundo industrial con el poltico, slo hallegado en Alemania al nudo de la intriga, mientras que en Inglaterra y enFrancia arrib ya a su desenlace. Marx hace alusin al agitador List paraapreciar en la distancia que hay entre ste y el socialismo francs e ingls el

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    atraso de la situacin alemana. Lo que, con la situacin moderna del estado sedara en los pueblos desarrollados como descomposicin efectiva, en Alemania,donde esta situacin ni siquiera exista an, se dara por lo pronto comodescomposicin crtica, con el reflejo filosfico de esta situacin.

    Pero en este punto, Marx cala ms hondo que Feuerbach. ste haba suprimido

    la filosofa hegeliana desechndola negligentemente; por el contrario, Marx,como buen dialctico, sabe que no es posible superar el desarrollo histriconegndolo simplemente. l les dice a los liberales del tipo de los Hansemann ycolegas, por ejemplo: no podis superar la filosofa sin realizarla; a la inversa,les dice a los filsofos del tipo de los Bauer y colegas: no podis realizar lafilosofa sin superarla. Se trata de problemas que solamente encuentransolucin a travs de la prctica; y de ese modo surge la pregunta: cmopuede llegar Alemania a una prctica a nivel de los principios, a una revolucinque no solamente la eleve al nivel oficial de los pueblos modernos, sino

    tambin a la altura humana que ser propia de los pueblos en un futuroprximo?

    Slo hay un camino que lleva a esta meta: la teora tiene que arraigarse en lasmasas. Pero con ello, la cuestin no ha quedado resuelta, antes bien, se la haprofundizado. La teora se realiza en un pueblo slo en la medida en que ellaconstituye una realizacin de sus necesidades. Cmo puede concebirse que

    Alemania, que an no ha alcanzado en la prctica los niveles tericamente yasuperados por ella, no slo trasponga con un salto mortale sus propiaslimitaciones, sino a la vez, las limitaciones que debe percibir y hacia las cuales

    aspira en la realidad, para liberarse de sus verdaderas limitaciones? Unarevolucin radical slo puede ser la revolucin de exigencias radicales, cuyossupuestos y exigencias parecen precisamente faltar.

    Mas, si bien Alemania no tuvo participacin en los progresos del desarrollohistrico, si ha debido soportar sus males; se encontrar algn da en el nivelde la descomposicin europea sin haber estado nunca en el nivel de laemancipacin europea. En cuanto deficiencia del presente poltico constituidacon respecto a un mundo propio, Alemania no podr derribar las barreras

    especficamente alemanas, sin derribar las barreras generales del presentepoltico. No es la emancipacin humana general, sino solamente la revolucinpoltica, la que constituye una utopa para Alemania, la sola revolucin polticaque descansa en el hecho de que una parte de la sociedad burguesa seemancipe para llegar a ejercer todo el poder, en que una determinada clasedesde su situacin particular, emprenda la emancipacin general de lasociedad, en que esta clase libere a toda la sociedad, pero slo bajo elsupuesto de que toda la sociedad se encuentre en la situacin de esta clase,esto es, por ejemplo, que posea dinero y cultura o que pueda llegar de algunamanera a su posesin.

    Ahora bien, Marx prueba que en Alemania no se dan las condiciones previaspara una revolucin poltica de tal naturaleza; que a ella se enfrenta la

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    mediocridad filistea de todas las clases alemanas como un obstculoinsuperable; que la sociedad alemana carece de la tensin dramtica de lalucha de clases; que cada una de sus esferas ya ha sido vencida aun antes dehaber vencido; que cada clase se encuentra enredada en la lucha con la claseinmediatamente inferior antes de haber emprendido la lucha con la clasesuperior. De ese modo, la posibilidad positiva de la emancipacin alemanadescansa en la formacin de una clase que ya no pueda apelar a un ttulohistrico, sino nicamente a un ttulo humano, que ya no sea capaz deemanciparse sin emanciparse de todas las restantes clases de la sociedad, yemancipar con ello a todas stas, de una clase que constituya la prdidacompleta del hombre y que por consiguiente slo pueda recuperarse a smisma a travs de la total recuperacin del hombre. Esta disolucin de lasociedad como clase particular est representada por el proletariado.

    As como la filosofa encuentra sus armas materiales en el proletariado, ste

    encuentra en la filosofa sus armas espirituales; tan pronto el rayo delpensamiento cale bien hondo en el suelo virgen del pueblo, se producir laemancipacin de los alemanes como hombres. La emancipacin del alemn esla emancipacin del hombre. La filosofa no puede realizarse sin la superacindel proletariado; el proletariado no puede lograr su superacin sin la realizacinde la filosofa. Cuando se cumplan todas las condiciones internas, el canto delgallo de las Galias anunciar el da de la resurreccin alemana.

    La Introduccin de la Contribucin a la crtica de la filosofa del derecho deHegel constituye uno de los trabajos ms significativos del joven Marx, y

    precisamente por ello provoc siempre la mayor indignacin del catedrticosupernumerario aspirante a profesor titular. El estilo grotesco, la trivialidad msgrande, jams vista ni siquiera en Marx, una profeca totalmente frustrada, lasafirmaciones ms osadas sin ningn intento de prueba: acaso no ha tenidolugar ya la revolucin poltica en Alemania, pese a que, segn Marx, ella debaser imposible? O, se encuentran Inglaterra y Francia a la altura de laemancipacin humana, en la que deban encontrarse ya en un futuro prximoen 1844? As graznan los cuervos y allan los lobos del capitalismo.

    Nos excusamos por haber dedicado este tiempo a tales desatinos. En ellosbarruntan al menos, con seguro instinto, que el espritu del joven Marx se harevelado tpicamente, precisamente en este trabajo, provocando, tambin porconsiguiente de la manera ms aguda, a la estupidez acadmica. Quien frentea ello haya conservado todava un cierto gusto esttico, admirar no sin deleitela fuerza dialctica con la que el joven pensador domina la plenituddesbordante de sus pensamientos. El amaneramiento que sera propio deestos trabajos juveniles de Marx puede ser examinado en su verdaderanaturaleza ahora que estos trabajos se han vuelto nuevamente accesibles paratodos; no es otra cosa que la ingenua alegra del genio producida por su fuerzacreadora, que a veces degenera tambin en osada petulancia, como porejemplo, en el Gtz de Goethe o en los Raber de Schiller. Incluso elhistoriador literario burgus que encontrara en estos primeros alardes geniales

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    los tejedores de Silesia, y escribe:

    Los levantamientos de Silesia lo deben haber sorprendido tanto como anosotros. Constituyen un testimonio brillante de la correccin de suconstruccin del presente y del futuro de Alemania en la introduccin a lafilosofa del derecho. Particularmente legtima se prueba su afirmacin de

    que, en la medida en que ningn sistema, ninguna clase particular alcanzael propio poder, las fricciones, las luchas, son mucho menosconsiderables. Por todas partes los tejedores, los rebeldes, encuentrantestimonios de adhesin, y no es ningn capitalista, ningn burgus, elque ocasionalmente calumnia en los diarios este levantamiento y lo tratacon palabras brutales, sino a lo sumo un miembro fantico del gobiernoque no puede comprender la resistencia que hallaron las bayonetas realesprusianas. En la Klnische Zeitung encontramos ahora ms comunismoque hace un tiempo en la Rheinische; se lleg a abrir una suscripcin para

    los deudos de los tejedores cados en Silesia en los recientes y trgicossucesos, o sea para las familias de los rebeldes de la ms peligrosaespecie. Ms an: en el slido y respetable casino se le ofrece una cenade despedida al seor von Gerlach (y esto tambin constituye una buenahistoria, se le concede la Rheinische Zeitung a este pobre servidor y se loenva, contra sus deseos, pero en el diario segn sus deseos, a Erfurt, yde pronto el hombre adquiere valor para el pblico, como un libro maloque ha sido prohibido). Se encuentran presentes los comerciantes msricos y los funcionarios pblicos de ms alto rango, y se renen cien

    tleros para los deudos de los rebeldes. En vista de hechos de talnaturaleza, lo que por su parte apareca hace aun algunos meses comouna exposicin totalmente nueva, ha adquirido ya casi la certidumbre dellugar comn.

    Hechos como los que Jung relata aqu, no pueden ya darse, por cierto, enAlemania; ya no sern posibles las colectas en banquetes organizados por lascumbres de la burguesa y de la burocracia a favor de un presidente delgobierno prusiano, ni siquiera para las mujeres y los nios de obreros enhuelga, es decir para obreros que luchan totalmente dentro de la ley. Y esto,

    por qu? Porque a partir de ahora se da la posibilidad positiva de laemancipacin alemana, porque el rayo de la filosofa ha calado hondo en elterreno virgen del proletariado, porque la clase trabajadora alemana tompartido por la revolucin, de la que no podr apartarla ni hombre, ni diosalguno, en la medida en que precisamente por ello, tambin la clasedominante, en todos sus matices peculiares, adquiri la perspicacia y labrutalidad que la marcan como representante negativo de la sociedad.

    Toda profeca poltica se convierte en un juego de nios cuando se jacta depredecir el curso futuro de los hechos en cada detalle concreto. Su tarea slopuede consistir, de acuerdo con la acertada expresin de Lassalle, en hacerpatente la significacin del presente a partir del conocimiento del pasado y enesbozar los contornos del futuro. Marx, en su introduccin a la Crtica de la

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    filosofa del derecho de Hegel, dise estos contornos con mano firme, lo queresulta tanto ms digno de admiracin en la medida en que l mismo seencontraba todava en un proceso de trnsito del idealismo al materialismo, enun proceso que si bien, respecto del pasado, le mostraba ya la revolucinfrancesa en su ncleo materialista, le haca representar an a la reformaalemana bajo la luz equvoca de la ideologa.

    En lo que respecta al segundo escrito que Marx public en los Anales franco-alemanes, la crtica profesoral halla consuelo en la perspicaz objecin de quees tan especializado, que una consideracin ms detenida del mismo daralugar a una injustificada extensin. Lo cierto es que el anlisis crtico delensayo sobre la cuestin juda, tiene sus inconvenientes en una poca en laque el antisemitismo superficial y el proselitismo superficial se hallanempeados en llevarse las palmas del absurdo.

    Si en el primer escrito el punto de partida fue Hegel, en el segundo lo fue unode los vstagos ms radicales de Hegel. Bruno Bauer haba publicado untrabajo sobre la cuestin juda en los Deutschen Jahrbcher [Anales alemanes],editado posteriormente como escrito especial; luego haba vuelto sobre elmismo tema en los Einundzwanzing Bogen aus der Schweiz [Veintin folios deSuiza]. Tanto aqu como all no sobrepas el lmite religioso, por msradicalmente que funcionara su instrumento crtico dentro de estos lmites. Apartir del antagonismo entre cristianismo y judasmo trat de probar, en primerlugar, que el estado cristiano era incapaz de emancipar al judo en la medidaen que el judo no poda ser emancipado como judo, y en segundo lugar, que

    el cristiano tena mayor posibilidad de ser emancipado que el judo, pues podaliberarse ms fcilmente de la religin que ste.

    Marx reconoca la consistencia de la interpretacin de Bauer dentro de loslmites de la misma, pero alegaba contra ella que en la cuestin juda no setrataba de la relacin de la emancipacin religiosa con la emancipacin poltica,sino de la relacin de la emancipacin poltica con la humana. Marx inici unproceso contra la filosofa hegeliana como la ltima forma de concepcinreligiosa, precisamente en su forma ms autoconsciente, tal como lo haba sido

    probado por Feuerbach. Tomando el ejemplo de los estados libres deNorteamrica, Marx puso de manifiesto que en un pas donde existe la mscompleta emancipacin poltica poda encontrar no obstante la existencia plenade vida de la religin y, puesto que la existencia de la religin constituye laexistencia de una deficiencia, que el origen de esta deficiencia slo debe serbuscado en la naturaleza del estado mismo.

    La religin no constituye ya, para nosotros, el fundamento, sinosimplemente el fenmeno de la limitacin secular. Nos explicamos, portanto, las ataduras religiosas de los ciudadanos libres por sus ataduras

    seculares. No afirmamos que deban acabar con su limitacin religiosa,para poder destruir sus barreras seculares. Afirmamos que acaban con sulimitacin religiosa tan pronto como destruyen sus barreras temporales.

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    No convertimos los problemas seculares en problemas teolgicos.Convertimos los problemas teolgicos en seculares. Despus que lahistoria se ha visto disuelta durante bastantes siglos en la supersticin,disolvemos la supersticin en la historia. El problema de las relaciones dela emancipacin poltica con la emancipacin humana.

    Al examinar estas relaciones sobre la base de la cuestin juda, se le revela aMarx la diferencia entre el estado poltico y la sociedad burguesa.

    La emancipacin poltica del judo y del hombre religioso en generalconstituye la emancipacin del estado por parte del judasmo y de lareligin en general. El lmite de la emancipacin poltica se pone demanifiesto en el hecho de que el hombre podra liberarse de una barrerasin que el hombre se desprendiera de ella realmente; el estado puede serun estado libre sin que el hombre sea un hombre libre. La elevacinpoltica del hombre por encima de la religin participa de todas lasdesventajas y de todas las ventajas de la elevacin poltica en general:que el estado en cuanto estado anule la propiedad privada, que el hombredeclare polticamente la supresin de la propiedad privada tan prontosuprime el censo para el derecho del sufragio activo y pasivo, como sehizo ya en muchos de los estados libres de Norteamrica. No obstante,con la anulacin poltica de la propiedad privada no slo no se suprime lapropiedad privada, sino que lejos de ello, se la supone. Lo mismo sucedecon todas las diferencias de nacimiento, de clase, de formacin, deocupacin, que el estado suprime a su manera, para dejar que subsistan y

    acten a su modo y segn su peculiar naturaleza. Lejos de suprimir estasdiferencias de hecho, el estado ms bien slo existe sobre la base deestos supuestos, slo se percibe como estado poltico y pone en vigenciasu universalidad en contraposicin a estos elementos.

    Del mismo modo en que Feuerbach elabor la contraposicin entre el cielo y latierra, Marx elabora la contraposicin entre el estado poltico y la sociedadburguesa.

    El estado poltico acabado es, por su esencia, la vida genrica del hombre

    por oposicin a su vida material. [...] All donde el estado poltico haalcanzado su verdadero desarrollo, lleva el hombre, no slo en elpensamiento, en la conciencia, sino en la realidad, en la vida, una doblevida, una celestial y otra terrenal, la vida en la comunidad poltica, en laque se considera como ser colectivo, y la vida en la sociedad civil, en laque acta comoparticular; considera a los otros hombres como medio, sedegrada a s mismo como medio y se convierte en juguete de poderesextraos. El estado poltico se comporta con respecto a la sociedad civil deun modo espiritualista como el cielo con respecto a la tierra. Se halla con

    respecto a ella en la misma contraposicin y la supera del mismo modoque la religin la limitacin del mundo profano, es decir reconocindolatambin de nuevo, restaurndola y dejndose necesariamente dominar

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    por ella.

    El conflicto entre el hombre como adepto de una religin especial y suciudadana, con los dems hombres como miembros de una comunidad, sereduce al divorcio secular entre el estado poltico y la sociedad burguesa; Bauerdeja en pie este antagonismo secular, las relaciones del estado poltico con sus

    premisas, ya sean stas elementos materiales, como la propiedad privada, oespirituales, como la cultura y la religin; deja inclume este divorcio entre elestado poltico y la sociedad burguesa, mientras que polemiza contra suexpresin religiosa.

    Marx no dej de apreciar el gran progreso que significaba la emancipacinpoltica; aun cuando no es la forma ltima de la emancipacin humana engeneral, ella constituye sin embargo la forma ltima de la emancipacinhumana dentro del orden mundial hasta nuestros das. Pero no hay queequivocarse. La desintegracin del hombre en judo y ciudadano, enprotestante y ciudadano, en el hombre religioso y el ciudadano, estadesintegracin no constituye una medida contra la ciudadana; no constituyeuna evasin de la emancipacin poltica, sino ms bien esta emancipacinmisma, que por consiguiente ni suprime, ni tampoco aspira a suprimir laautntica religiosidad del hombre.

    Es cierto que, en las pocas en que el estado poltico brota violentamentecomo estado poltico del seno de la sociedad burguesa, en que laautoliberacin humana aspira a llevarse a cabo bajo la forma de

    autoliberacin poltica, el estado puede y debe avanzar hasta la abolicinde la religin, hasta su destruccin, pero slo como avanza hasta laabolicin de la propiedad privada, hasta las tasas mximas, hasta laconfiscacin, hasta el impuesto progresivo, como avanza hasta laabolicin de la vida, hasta la guillotina. En los momentos de su amorpropio especial, la vida poltica trata de aplastar a lo que es su premisa, lasociedad burguesa y sus elementos, y a constituirse en la vida genricareal del hombre, exenta de contradicciones. Slo puede conseguirlo, sinembargo, mediante las contradicciones violentas con sus propias

    condiciones de vida, declarando la revolucin como permanente, y eldrama poltico termina, por tanto, no menos necesariamente, con larestauracin de la religin, de la propiedad privada, de todos loselementos de la sociedad burguesa, del mismo modo que la guerratermina con la paz.

    De ese modo, Marx se orienta nuevamente tomando como punto de referenciaa la revolucin francesa. La demostracin que sigue ahora de que el estadocristiano acabado no es el llamado estado cristiano que toma al cristianismocomo su fundamento, que lo reconoce como religin del estado, sino

    precisamente el estado ateo, el estado democrtico, el estado que relega a lareligin junto a los dems elementos de la sociedad burguesa, estademostracin ha sido realizada con el mayor ingenio, pero no es muy rica en

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    sugerencias fructferas. Marx sintetiza lo dicho hasta ah, afirmando en contrade Bauer, no que los judos no se puedan emancipar polticamente sinemanciparse radicalmente del judasmo, sino que en la medida en que ellos sepueden emancipar polticamente sin renegar totalmente y sin protesta del

    judasmo, la emancipacin poltica no es en s misma la emancipacin humana.Y a continuacin, con otro golpe de pala, pone en descubierto nuevas fuentespara el conocimiento histrico, pasando a examinar el problema de si el judo,aunque pudiera emanciparse polticamente, puede reclamar los llamadosderechos del hombre.

    Se trata de los derechos propiamente humanos, de los droits de l'homme, en lamedida en que se diferencian de los derechos del ciudadano, de los droits ducitoyen. Entre estos derechos humanos, y precisamente bajo la forma que ledieron sus descubridores, los norteamericanos y los franceses, figura la libertadde conciencia, el derecho de practicar cualquier culto. Y tan ajena es al

    concepto de los derechos humanos la incompatibilidad con la religin, que elderecho a ser religioso, a serlo del modo que se crea mejor, a practicar el cultode su religin, figura expresamente entre ellos. Pero el homme que sedistingue del citoyen es el miembro de la sociedad burguesa. Egalit, libert,sret, proprit, son los derechos del miembro de la sociedad burguesa, delhombre egosta, del hombre alienado de la comunidad.

    Ninguno de los llamados derechos humanos va, por tanto, ms all delhombre egosta, del hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir,del individuo replegado en s mismo, en su inters privado y en su arbitrariedad

    privada, y disociado de la comunidad. Muy lejos de concebir al hombre comoser genrico, estos derechos hacen aparecer, por el contrario, la vida genricamisma, la sociedad, como un marco externo a los individuos, como unalimitacin de su independencia originaria. El nico nexo que los mantiene encohesin es la necesidad natural, la necesidad y el inters privado, laconservacin de su propiedad y de su persona egosta.

    Cmo explicar el hecho enigmtico de que un pueblo que comienzaprecisamente a liberarse y a fundar una comunidad poltica, proclame

    solemnemente la legitimidad del hombre egosta, separado de sus semejantesy de la comunidad; que degrade a la esfera en la que el hombre se conservacomo comunidad, por debajo de la esfera en que se comporta como serparcial; que, finalmente, no considere como hombre verdadero y autntico alcitoyen, sino al hombre en tanto bourgeois?

    Este enigma se resuelve cuando se considera que la emancipacin polticaconstituy la disolucin de la sociedad feudal, que la revolucin poltica fue larevolucin burguesa. sta derrot al poder seorial, al estado ajeno al pueblo;constituy el estado poltico como asunto general, como estado real,

    destruyendo todos los estamentos, corporaciones, gremios y privilegios, queeran otras tantas expresiones de la separacin entre el pueblo y su comunidad.

    Rompi la sociedad civil en sus partes integrantes ms simples, de una

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    parte los individuos y de otra parte los elementos materiales yespirituales, que forman el contenido de vida, la situacin civil de estosindividuos. Solt de sus ataduras el espritu poltico, que se hallaba comoescindido, dividido y estancado en los diversos callejones de la sociedadfeudal; lo aglutin sacndolo de esta dispersin, lo liber de su confusincon la vida civil y jo constituy, como la esfera de la comunidad, de laincumbencia general del pueblo en la independencia ideal con respecto aaquellos elementos especiales de la vida civil.

    Con el idealismo del estado se complet el materialismo de la sociedadburguesa. La liberacin del yugo poltico fue a la vez liberacin de los lazos quemantenan aprisionado al espritu egosta de la sociedad burguesa. La sociedadfeudal se haba disuelto en su fundamento, en el hombre, pero en el hombretal como era realmente su fundamento, en el hombre egosta. Este hombre, elmiembro de la sociedad burguesa, se constituye a partir de ahora en la base,

    en el supuesto del estado poltico. En cuanto tal, es reconocido en los derechoshumanos.

    Con ello queda determinada claramente la naturaleza de la emancipacinpoltica. sta disuelve la vida burguesa en sus componentes sin revolucionarestos componentes mismos y someterlos a la crtica. Se comporta frente a lasociedad burguesa, frente al mundo de las necesidades, del trabajo, de losintereses privados, del derecho privado, como hacia el fundamento de suexistencia, como hacia su base natural. La emancipacin poltica es lareduccin del hombre a miembro de la sociedad burguesa, al individuo egosta

    independiente, por una parte, al ciudadano, a la persona moral, por la otra.

    Y de aqu resulta la naturaleza de la emancipacin humana.

    Slo cuando el hombre individual real recobra en s al ciudadanoabstracto y se convierte, como hombre individual, en ser genrico, en sutrabajo individual y en sus relaciones individuales; slo cuando el hombreha reconocido y organizado sus forres propres como fuerzas sociales ycuando, por tanto, no desglosa ya de por s la fuerza social bajo la formade fuerza poltica, slo entonces se lleva a cabo la emancipacin

    humana.Si la Introduccin a Contribucin a la crtica de la filosofa del derecho de Hegelconclua con un bosquejo de la lucha proletaria de clases, el ensayo sobre lacuestin, en su primera parte, termina con un esquema filosfico de lasociedad comunista.

    LA FILOSOFA Y EL FILOSOFAR

    An nos separa cerca de un decenio del da y del ao en que han de cumplirselos cien aos en que Karl Marx abriera los ojos al mundo, pero los amigos desu juventud, que en su poca lo introdujeron en la filosofa de Hegel, nacieron

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    en los aos 1808 y 1809, y si la posteridad los guardara an en su memoriahabramos celebrado, o estaramos por celebrar, el centenario del nacimientode stos.

    Pero la posteridad no los ha guardado en su memoria, y no se le puedecensurar por ello demasiado, incluso cuando se comprueba que las

    celebraciones de los centenarios y cincuentenarios se han convertido en modaliteraria. Aquellos jvenes hegelianos, en medio de los cuales Marx despert ala autoconciencia filosfica, no han sido olvidados y enterrados sin razn, acasocon una excepcin, y esta sola excepcin no hace ms que confirmar la regla,toda vez que Bruno Bauer se hubiera borrado tambin de la memoria de loshombres como filsofo revolucionario de no haber sacado a la luz, de maneradecidida, un problema histrico de la mayor importancia.

    Pocos intentos tan audaces se conocen en la historia como el de estospretendientes, que pensaban liberar a la humanidad de la pesadilla dos vecesmilenaria del cristianismo, pero nunca un intento tan audaz termin en unfracaso tan lamentable. Qu puede decirse, por ejemplo, de aquel Rutenbergque, cuando tena treinta aos, introdujo al joven Karl Marx en la filosofahegeliana, y que luego trabaj con l en la Rheinische Zeitung; que diez aosdespus, junto con el probo filisteo Zabel, fund el Nationalzeitung, y quepasados otros veinte aos muri en la gracia de Dios, como redactor delStaatsanzeiger real de Prusia, cuando contaba sesenta aos?

    Si hubiera sido el nico, podra decirse: el rebao no es responsable de la

    oveja negra. Pero todos estos jvenes hegelianos terminaron ms o menostristemente, no porque fueran personalmente malas personas, sino porque laidea en la que, siguiendo el modelo de Hegel, vean la gua del desarrollohistrico, abus de ellos. Bruno Bauer se convirti en colaborador delKreuzZeitung y del Post, no por puro inters personal u otros mviles ilcitos.Tambin en este cargo se vanagloriaba de su digna pobreza. Cuando,contando setenta aos, envi a un amigo de su juventud una coleccin deartculos suyos publicados en el Post, incluy la siguiente reflexin en su carta:

    Es posible que usted quiera saber tambin acerca de las dems circunstancias

    de mi vida; el autor de los mamotretos adjuntos debera haber dicho culeseran sus otras ocupaciones importantes. En sntesis: se ha convertido en unesclavo de los intereses. En la poca de 1865, en que an era barata, habaadquirido seis fanegas de tierra, haba tomado del suelo los adobes paralevantar los edificios; su hermano, que antes haba sido librero, se dedica acultivar el huerto, pero carece de la serenidad y del recogimiento para ello.Desde 1865 me veo obligado a pagar intereses por los capitales tomados enprstamo, y a trabajar como un gigante. Pero la paciencia del gigante est apunto de acabarse. Y pocos aos despus el anciano sufra un colapso.

    De este modo, la filosofa hegeliana no sucumbi con los jvenes hegelianos,sino a la inversa, stos sucumbieron con la filosofa hegeliana. Lo que habasalvado a Marx y Engels era su total ruptura con la vieja viuda marchita que

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    atava y maquilla su cuerpo macilento, secado por la abstraccin msrepugnante y que anda recorriendo toda Alemania en busca de unpretendiente. De la filosofa, slo conservaron el mtodo dialctico, que Hegelmismo haba tomado de la antigua filosofa griega, y que Marx y Engelsinvirtieron; pero dieron de baja, definitivamente a la idea, la gua del alma, ycosas semejantes. Ms tarde, Engels sintetiz su postura en esta frase: Detoda la anterior filosofa no subsiste al final con independencia ms que ladoctrina del pensamiento y de sus leyes, la lgica formal y la dialctica. Todo lodems queda absorbido por la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia.

    Si dejamos de lado totalmente el camino que ellos mismos recorrieron en estesentido, la historia les dio la razn en que desde los das de El ManifiestoComunista y de la revolucin de 1848, la filosofa no ha influido ni lejanamentesobre el desarrollo histrico de la nacin alemana, a no ser como quinta ruedaen el carro de la reaccin. Dejamos de lado nuevamente los funcionarios del

    estado y los profesores de filosofa a sueldo, que naturalmente deben cumplircon su funcin, a saber la de ensalzar a las clases dominantes. Pero tambinaquellos filsofos, a los que no se les puede negar, a su manera, haberpensado por s mismos, no han hecho ms que correr echando pestes detrsdel carro rodante de la historia. Pinsese solamente en Schopenhauer, enEduard von Hartmann, en Nietzsche. Se puede convenir gustosamente en queSchopenhauer fue un hombre agudo, y que Nietzsche fue algo poeta, pero,qu posicin adoptaron frente a los grandes problemas que sacudan a sutiempo? Schopenhauer se desataba en improperios contra la revolucin de

    1848 con toda la estrechez del pequeo burgus decadente, Hartmannponderaba la ley contra los socialistas, y Nietzsche condenaba el socialismo conlas gastadas consignas de la explotacin capitalista, con giros apenas yausados, siquiera por el viajante de comercio en la mesa de los parroquianos.

    No es posible concebir una prueba ms concluyente del hecho de que todo haacabado para la filosofa tal como se dio hasta nuestros das. Su gloria, parahablar con Marx, consisti en haber sido el fruto de su tiempo .y de su pueblo,

    cuya savia ms intangible, costosa y sutil se agita en las ideas filosficas; otambin puede decirse de ella lo que Lassalle afirmara cierta vez en los

    parlamentos de la gran revolucin francesa, que sta se coloc siempre a lamxima altura terica de su tiempo, que en su poca no poda rastrearseningn pensamiento que no hubiera movido su pulso. Esto es tan vlido para elholands Spinoza como para los ingleses Hobbes y Locke y Hume, para losfranceses Holbach y Helvtius, como para los alemanes Kant, Fichte y Hegel.Comprese con ellos la postura de Schopenhauer, Hartmann y Nietzsche frentea todo aquello que agit al mundo alemn en la segunda mitad del siglo XIX.

    Claro est que dentro de las clases burguesas se levant contra la filosofa unaoposicin ms o menos vigorosa. Sin embargo, tampoco sta pudo aducir nadamejor que la fuga hacia el pasado. Antes se dijo: Retornemos a Kant!, ydespus que este grito se hubo extinguido poco ms o menos, emerge la

    restauracin de la filosofa hegeliana, lo que posiblemente resulta ms

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    insensato an. Cuando Friedrich Albert Lange propuso, en primer lugar, lavuelta a Kant, lo que buscaba era salir de la niebla de la filosofa conceptualromntica y retornar a un terreno seguro; ahora, despus de haberse probadocomo ilusorio este terreno, la vuelta a la niebla pretende ser la nica salvacin.

    Lange mismo, si viviera an, no participara ciertamente de este retorno del

    retorno. Posea una inteligencia demasiado lgica y clara para ello. En su librosobre la cuestin obrera l mismo expone, en cierta ocasin, el resultado detales retornos a ideologas pasadas: comprueba, en los efectos tardos de lafilosofa platnica y aristotlica como precisamente los hombres poseedores deuna formacin cientfica ms elevada, que en su existencia espiritual searraigan en la tradicin de siglos, se arredran prontamente ante la idea de uncambio fundamental de las condiciones sociales; en otras palabras, seconvierten en reaccionarios polticos y sociales. Lange prob de otra manera lafalta de sentido de todo retorno a ideologas pasadas a travs de su aguda

    crtica de aquel materialismo preconizado por los Bchner, los Molesehott y losVogt: este materialismo no fue, en efecto, otra cosa que una desabrida coccindel materialismo francs, que en su momento haba preparado a la granrevolucin francesa.

    Si ha habido alguna vez un hombre destinado a salvar la filosofa en el sentidoque tuvo hasta ahora, como corona que trasciende a todas las ciencias, estehombre ha sido Albert Lange. Pues junto a los rasgos brillantes del carcter ydel espritu posea, sobre todo, la visin de las fuerzas que daban impulso a sutiempo de la que carecan tan totalmente Schopenhauer, Hartmann y

    Nietzsche; pero precisamente por ello se convirti en un testigo an msfehaciente del hecho de que toda la filosofa, tal como se haba dado hastaentonces, se haba extinguido y no poda ser resucitada nuevamente. Con todoel acierto de su crtica del idealismo filosfico y del materialismo filosfico,Lange no lleg ms all de una duda ltima y suprema, o, como lo expresaraDietzgen cierta vez, de una manera ms drstica, ms all de un deplorablepataleo en los lazos metafsicos. Salvando todos los respetos debidos a estehombre insigne, cuya memoria merece ser guardada con toda veneracin porla clase trabajadora, su pensar filosfico lo convirti, con todo, en aquel gallo

    que se cree impedido de avanzar en razn del trazo de tiza dibujado sobre supico: pese a que tena un conocimiento acabado de los escritos de Marx, nuncatuvo ni la ms ligera nocin acerca del materialismo histrico; en su historiacrtica del materialismo, no menciona en ningn momento la concepcinmaterialista de la historia.

    Ahora bien, el materialismo histrico, que solamente es un mtodo histrico,puede suplir para el proletariado a la filosofa, siempre en el sentido que tuvohasta ahora la palabra, como una concepcin del mundo general, totalizadora,en la que confluyen todas las corrientes de la investigacin de las cienciasnaturales y de las ciencias del espritu? Se recurre aqu a la clebre necesidadmetafsica, que de alguna manera procura aflorar, y no se puede negartampoco la existencia de tal necesidad en las masas trabajadoras. Sin duda

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    alguna, los trabajadores desarrollan muchas veces un inters y unacomprensin profunda, digna de atencin por los problemas filosficos, y uninters y una comprensin tanto ms profundas cuanto mayor es la miseria dela que tratan de salir. Y tampoco puede ponerse en duda que la satisfaccin deesta necesidad constituye un instrumento vigoroso y esencial para capacitar yhabilitar mejor a la clase obrera en el cumplimiento de su misin histrica.

    Pero esta necesidad metafsica no tiene en absoluto races metafsicas, y nopuede tampoco ser satisfecha en lo ms mnimo con el preparado de unanueva filosofa, aunque ms no fuera a partir de los sucedneos ms nobles ypreciados de las filosofas pasadas. Esta necesidad metafsica slo tieneraces enteramente histricas, de las que se nutre y con las que muere. Estasraces constituyen, por una parte, la materia metafsica con la que sofocanlas mentes de los hijos de los proletarios ya en la escuela elemental bajo laforma brutal y brbara de versculos bblicos y libros de cnticos, y por otra

    parte, la forma inanimada de la produccin masiva moderna, el trabajomecanizado, que en su incesante monotona deja en libertad al espritu delobrero y lo mueve a filosofar, de ese modo, acerca del sin sentido de estaexistencia que, como le ha sido inculcado desde su ms temprana niez, lconcibe como obra de poderes sobrenaturales.

    Un aporte altamente instructivo respecto de este problema lo proporciona unapequea coleccin de cartas de obreros, que fuera publicada bajo el ttuloAusder Tiefe [Desde las profundidades] (Morgenverlag, Berln, 1909).Reproducimos algunas muestras de las cartas de un minero que ha emergido

    de las ms recnditas profundidades del proletariado: Quiero liberarme deldualismo que reclama dictatorialmente, liberarme del servilismo. Mi filosofa esla autocracia del espritu... Es esto civilizacin, que el espritu perezca en laatrocidad fsica? Es esto humanidad, que el alma muera de inanicin? Que elimpulso vido de belleza y de fuerza languidezca de sed? A vosotros os exijoremedio! El arado, el cincel, para el puo nervudo, pero este puo pertenece aun hombre, no lo olvidis! La pluma, la lira, el telescopio, pertenecen al ciclodel espritu, no se los neguis! Pues amarga es la venganza de la fuerzasojuzgada... El pensamiento constituye, en mis circunstancias, un factor del

    padecimiento, pues es el pensamiento, precisamente, el que me revela mimiseria y mi infelicidad. Si la mirada de mi espritu estuviera an velada por elpao de la ignorancia, en verdad que mi corazn no sentira ni la mitad deldolor del sufrimiento terreno... He sido absorbido por completo por la ideamarxista de que es precisamente la miseria econmica la que constituye elfundamento de la degeneracin tanto del cuerpo como del alma del pueblo, yque slo una vida medianamente libre de cuidados permite madurar al hombrecomo persona ntegra. De dnde, si no, proviene el hecho de que hasta ahoraslo aquel que tiene asegurada su vida material forma, no digo de manera

    absoluta, pero s, de preferencia, el crculo de la lite artstica? Mientras quecuntos talentos valiosos se pudren bajo el peso brutal de la calamidadeconmica, o mejor dicho, quedan como cadveres embrionarios! El hombre esmaterial, materia, tambin su espritu slo es composicin material, y cuando

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    el alimento fsico slo puede obtenerse penosamente por una fuerza extremaque lo absorbe todo, cesa el elemento vivificante del alma, el elemento que lafecunda. Es natural que este hombre sea absorbido por completo en la luchapor los problemas ordinarios del estmago, y considerado desde este punto devista es y sigue siendo un animal para quien la personalidad espiritual es unafarsa. Aqu yace la enorme y deshonrosa culpa cardinal de la actual humanidadde seores. Estas palabras bastan como muestra, por ms que resultetentador reproducir pginas enteras de estas confesiones de los obreros acercade sus necesidades metafsicas.

    Se percibe aqu que el trabajador moderno, por ms que gracias a nuestramaravillosa escuela elemental no sepa escribir en forma correcta, niortogrfica ni gramaticalmente, ha entendido sin embargo muy bien al viejoKant. Sabe filosofar, pero no quiere saber nada de una filosofa ni del

    dualismo del idealismo filosfico, ni del problema ordinario del estmago

    del materialismo filosfico. Ha sido absorbido totalmente por la ideamarxista, esto es, por el materialismo histrico, quien tiene la posibilidadefectiva de satisfacer por completo su necesidad metafsica, no a travs deuna nueva filosofa, sino a travs de una historia de la filosofa escrita deacuerdo con el mtodo materialista histrico.

    En cierto sentido, no sera demasiado difcil escribirla, pues, como bienafirmara Schopenhauer, toda la filosofa, hasta nuestros das, se mueve entorno de unas pocas ideas fundamentales, que siempre vuelven a aparecer.Pero exponer cmo es que vuelven a aparecer, por qu razones, bajo qu

    formas y circunstancias, requerira un armazn cientfico tanto mayor. De ahque no podamos contar con ella de un da para el otro. Pero con tanta mayorrazn deberamos cuidamos de transportar las especulaciones y los juegosfilosficos a la lucha proletaria de clases, pues sta, en el oscuro impulso de su

    necesidad metafsica, tiene mucho ms conciencia del camino correcto.

    Carta de FEDERICO ENGELS A FRANZ MEHRINGLondres, 14 de julio de 1893

    Estimado seor Mehring:

    No me fue posible agradecerle antes su amable envo de la Lessing-Legende.No quera acusar recibo del libro con una mera nota formal sino hacer, a la vez,algunas observaciones acerca del mismo, acerca de su contenido. De ah mitardanza.

    Comienzo por el final con el epilogo ber den historischen Materialistnusen el que usted ha reunido los hechos principales de manera insuperable ycontundente para cualquier persona imparcial. Si hay algo que puedo objetar,es que usted me atribuye mayores mritos de los que me corresponden, aun si

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    tomara en cuenta todo lo que pudiera haber percibido por m mismo con eltiempo, pero que Marx, con su coup d'oeil mucho ms penetrante y su visinms amplia descubri mucho ms rpidamente. Cuando se ha tenido la suertede trabajar durante cuarenta aos con un hombre como Marx, ocurre por logeneral que viviendo ste, no se logra el reconocimiento que se cree merecer;pero luego que muere el ms relevante, el de menor talla fcilmente essobrevalorado y ste me parece precisamente ahora ser el caso; ser lahistoria la que finalmente har justicia, y para ese entonces, felizmente, ya noestaremos con vida y nada sabremos de todo ello.

    Por lo dems, slo resta un punto, el que empero, no ha sido destacadotampoco metdicamente de manera suficiente ni por Marx ni por m, y conrespecto al cual nos toca a todos por igual la misma culpa. A saber, todoshemos puesto, y hemos debido poner, el acento en la deduccin de lasrepresentaciones polticas, jurdicas y dems representaciones ideolgicas, y de

    las acciones mediatizadas por ellas, de los hechos econmicos fundamentales.Con ello descuidamos el aspecto formal por sobre el contenido: el modo cmose originan estas representaciones, etc. Ello sirvi de pretexto para losequvocos y las deformaciones entre los adversarios, de los que Paul Barthconstituye un ejemplo acabado.

    La ideologa es un proceso que, aun cuando se opera con conciencia por el asllamado pensador, se opera con una falsa conciencia. Las verdaderasmotivaciones que lo mueven permanecen desconocidas para l; de otro modo,no se tratara de un proceso ideolgico. As, pues, se imagina motivaciones

    falsas, esto es, aparentes. En la medida en que se trata de un proceso delpensamiento, deriva su contenido, al igual que su forma, del pensamientopuro, ya sea del propio o del de sus predecesores. Elabora el mero material delpensamiento admitido sin examen como producto del pensar; no va ms allpara buscar un origen ms lejano, independiente, del pensamiento; ello leresulta natural, puesto que para l toda accin, en tanto que mediatizada porel pensamiento, aparece tambin fundada, en ltima instancia, en elpensamiento.

    El idelogo histrico histrico alude aqu simplemente y sintetizando, a lopoltico, lo jurdico, lo filosfico, lo teolgico, en suma, a todos los mbitos quepertenecen a la sociedad y no meramente a la naturaleza; el idelogohistrico, pues, posee en cada mbito cientfico una materia que se haconfigurado de manera autnoma en el pensamiento de las generacionespasadas y que ha experimentado un desarrollo propio, autnomo, en la mentede estas generaciones que se sucedieron unas a otras. Es cierto que hechosexternos, propios de uno u otro de estos mbitos, pueden haber influidoconcomitantemente sobre este desarrollo, pero estos hechos, segn elsupuesto tcito, son a su vez ellos mismos meros frutos de un proceso delpensamiento, y as seguimos an permaneciendo en el mbito del meropensar, el que digiere los ms duros hechos de manera aparentemente feliz.

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    Es esta apariencia de una historia autnoma de las constituciones del estado,de los sistemas jurdicos, de las representaciones ideolgicas en cada mbitoparticular, la que ante todo deslumbra a la mayora. Cuando Lutero y Calvino

    superan a la religin catlica oficial, cuando Hegel supera a Fichte y a Kant,cuando Rousseau, con su Contrato Social republicano supera al Montesquieuconstitucional, ello acontece como un proceso interno de la teologa, de lafilosofa, de las ciencias polticas, representa una etapa en la historia de estosmbitos del pensamiento que en modo alguno salen de los mismos. Y desdeque a ello se ha sumado la ilusin burguesa del carcter definitivo y eterno dela produccin capitalista, la misma superacin del mercantilismo por losfisicratas y por A. Smith es considerada meramente como una victoria delpensamiento, como la comprensin correcta, por fin lograda, de lascondiciones reales existentes siempre y por doquier, y no como el reflejo en elpensamiento de los cambios en los hechos econmicos; si Ricardo Corazn deLen y Felipe Augusto hubieran introducido el libre comercio en lugar deenredarse en las Cruzadas, nos hubiramos evitado quinientos aos de miseriae ignorancia.

    Este aspecto de la cuestin, que aqu slo puede ser insinuado, fue relegadopor nosotros ms de lo merecido. Se trata de la vieja historia: en un principiosiempre se descuida la forma a expensas del contenido. Como queda dicho,tambin yo, por mi parte, he incurrido en ello, y nunca me he topado con elerror sino post festum. As pues, no slo est lejos de m hacerle algnreproche por ello como el ms antiguo de los condiscpulos no tengo derecho

    para ello, todo lo contrario pero si quisiera llamarle la atencin sobre estepunto para el futuro.

    Con ello se relaciona tambin esta concepcin necia de los idelogos: que, enla medida en que negamos un desarrollo histrico autnomo a las distintasesferas ideolgicas, les negamos tambin toda eficacia histrica. Subyace aqula concepcin corriente contraria a la dialctica de causa y efecto, comodos polos rgidamente contrapuestos entre s, el olvido total de la accinrecproca. Los seores olvidan, con frecuencia casi deliberadamente, que unmomento histrico, tan pronto es puesto en el mundo por otras causas que en

    ltima instancia son causas econmicas, puede reaccionar tambin sobre sucontorno e incluso sobre las mismas causas que lo han originado. Un ejemplode ello lo constituye Paul Barth en Priesterstand und Religion, pgina 475 de suobra. He sentido un gran placer por la manera en que usted despachara a eseindividuo superficial ms all de lo imaginable. Y a este hombre lo ponen deprofesor de historia en Leipzig! El viejo Wachsmuth, con toda su chatura decrneo, era otra clase de persona, ya que posea al menos un agudo sentidopara los hechos.

    Por lo dems, en lo que toca al libro, slo puedo reafirmar lo que hemanifestado en reiteradas ocasiones respecto de los artculos cuando stosfueron publicados en Die Neue Zeit: que constituye con mucho la mejorexposicin de la gnesis del estado prusiano de que disponemos; se puede

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    decir, incluso, que es la nica buena que desarrolla correctamente lasconexiones de manera pormenorizada en la mayora de los casos. Deploramosnicamente que no haya podido incluir tambin todo el desarrollo ulterior hastaBismarck, y abrigamos la secreta esperanza de que usted emprenda en otraocasin el trabajo de exponer en sus conexiones el cuadro de conjunto desdela poca del Prncipe Elector Federico Guillermo hasta el viejo Guillermo, ya queusted ha llevado a cabo hace tiempo los estudios preliminares y los ha pocomenos que completado en sus aspectos principales. De todos modos, esnecesario hacerlo antes de que el carricoche se desplome; la disolucin de lasleyendas monarco-patriticas no constituye precisamente un supuestonecesario para la supresin de la monarqua, encubridora del poder de clases(ya que la repblica burguesa pura fue superada en Alemania antes de suimplantacin); sin embargo, representa una poderosa palanca para talesefectos.

    En tal caso tendr usted tambin ms espacio y mayores oportunidades paraexponer la historia local de Prusia como fragmento de la miseria alemana en sutotalidad. Es este el punto en el que me aparto por momentos de suinterpretacin, a saber, en la interpretacin de las condiciones preliminares aldesmembramiento de Alemania y del fracaso de la revolucin burguesaalemana del siglo XVI. En caso de que alcance a reelaborar la introduccinhistrica a mi Bauernkrieg, lo que espero ocurrir el prximo invierno, podrdesarrollar los puntos en cuestin. No es que considere incorrectos los queusted declara, pero yo agrego otros y los ordeno de manera algo distinta.

    En el estudio de la historia alemana que evidentemente pone de manifiestouna nica e ininterrumpida Misre he encontrado siempre que slo laconfrontacin con los correspondientes perodos de Francia proporciona laverdadera piedra de toque por cuanto all acontece precisamente lo contrariode lo que acontece entre nosotros. All la formacin del estado nacional a partird los disjectis membris [miembros dispersos] del estado feudal, precisamentecuando entre nosotros se produca la mxima decadencia. All, una rara lgicaobjetiva en el transcurso entero del proceso, entre nosotros, un vaco, unavacua incoherencia cada vez mayor. All el conquistador ingls medieval, con su

    intervencin a favor de la nacionalidad provenzal y contra la francesa del norterepresentando la intervencin extranjera; las guerras inglesas encarnan, poras decirlo, la Guerra de los Treinta Aos; sta, empero, termina con laexpulsin de los extranjeros y el sometimiento del sur por el norte. Se sucedenluego las luchas del poder central contra el vasallo burgundio apoyado enposesiones extranjeras, y el cual juega el papel de Brandenburgo-Prusia; peroestas luchas terminan con la victoria del poder central y con la implantacindefinitiva del estado nacional, precisamente en el momento en que entrenosotros se desmorona totalmente el estado nacional (si es que el reino

    alemn, integrante del Sacro Imperio Romano, puede ser llamado estadonacional), y en que comienza el saqueo en gran escala del territorio alemn. Setrata para el alemn de un paralelo en alto grado humillante, peroprecisamente por ello tan instructivo, y desde que nuestros trabajadores

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    ubicaron nuevamente a Alemania en las primeras filas del movimientohistrico, nos resulta algo ms tolerable soportar la ignominia de nuestropasado.

    Particularmente significativo para el desarrollo de Alemania es, asimismo, quelos dos estados que finalmente se dividieran entre s a toda la Alemania, no

    fuera ninguno de ellos puramente alemn sino que constituyen colonias enterritorio eslavo que fuera conquistado: Austria, una colonia bvara,Brandenburgo, una colonia sajona, y que slo lograron asegurarse el poder en

    Alemania apoyndose en posesiones extranjeras, no alemanas: Austria enHungra (para no hablar de Bohemia), Brandenburgo en Prusia. Ello no se dioen la frontera occidental, que era la ms amenazada; en la frontera norte seconfi a los daneses la proteccin de Alemania contra los daneses, y en el surera tan poco lo que haba para proteger que los guardias fronterizos, lossuizos, pudieron ellos mismos desligarse de Alemania.

    Pero estoy cayendo en toda clase de divagaciones; que este palabrero le sirvaal menos de prueba de cun incitante ha sido su obra para m.

    Nuevamente, mi sincero agradecimiento y saludos. Suyo

    FEDERICO ENGELS

    Carta de ROSA LUXEMBURGO A FRANZ MEHRING

    Al cumplir Mehring setenta aos de vida, el 27 de febrero de 1916, RosaLuxemburgo, que fue durante la primera dcada de siglo XX y hasta sumuerte, la mas leal amiga y camarada de luchas, le dirigi una carta en la quecon su habitual rigor y concisin de razonamiento explicitaba la importancia dela figura de Mehring en el movimiento obrero europeo. Dicha carta, quepermaneci indita por varios aos, fue publicada por Eduard Fuchs en elprlogo al primer tomo de las obras completas del autor, del cual era su

    testamentario y editor. En espaol se public como apndice de la edicinespaola de la biografa de Marx (Franz Mehring, Carlos Marx. El fundador delsocialismo cientfico, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1965, 3q edicin, pp.422-423).

    Mi venerado amigo: Tiene usted que permitirme que reproduzca aqu las pocaspalabras en las que he intentado decirle verbalmente por qu su personalidad ysu obra me son y seguirn siendo siempre tan caras. Desde hace muchos aos,

    ocupa usted cerca de nosotros, por derecho propio, un puesto que nadie lepuede disputar: el de representante de la autntica cultura del siglo en todo subrillo y esplendor. Y si segn Marx y Engels el proletariado alemn es elheredero histrico de la filosofa alemana clsica, usted es el albacea de esa

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    herencia. Ha salvado usted del campo de la burguesa para traerlo al nuestro,al campo de los socialmente desheredados, todos los tesoros que anguardaba la cultura en otro tiempo espiritual de la burguesa. Sus libros y susartculos han familiarizado ntimamente al proletariado alemn, no slo con lafilosofa alemana clsica, sino tambin con los poetas clsicos, no slo con Kanty Hegel, sino tambin con Lessing, Schiller y Goethe. Con cada trazo de supluma maravillosa, ha enseando usted a nuestros obreros que el socialismono es, precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimientode cultura, una grande y poderosa concepcin del mundo. Defenderla,permanecer en su atalaya a pie firme, es la misin que usted se ha impuestodesde hace ms de una generacin. Cierto es que hoy desde la espantosabancarrota de la guerra mundial los herederos de la filosofa clsica andancomo mseros mendigos llenos de penurias. Pero las frreas leyes de ladialctica histrica que usted ha sabido exponer ante el proletariado, da trasda, con mano maestra, harn que los mendigos, los desharrapados de hoy,vuelvan a erguirse y sean otra vez los luchadores fieros e indomables. Tanpronto como el espritu del socialismo vuelva a soplar en las filas delproletariado alemn, su primer movimiento ser para alargar la mano hacia susobras, hacia los frutos de la labor de su vida, cuyo valor es imperecedero y enlos que alienta siempre el mismo hlito de ideas fuertes y nobles. Hoy, en quelas inteligencias de origen burgus nos traicionan y desertan de nosotros enmanada para retornar al pesebre de los que mandan, podemos verlos marcharcon una sonrisa de desprecio, y decirles: Idos en buena hora! Qu nosimporta que os vayis, si le hemos arrancado a la burguesa alemana lo ltimo

    y lo mejor que le quedaba de espritu, talento y carcter: a Franz Mehring?

    Siempre suya, cordialmente

    ROSA LUXEMBURGO

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    GUSTAVO ADOLFO II DE SUECIALA GUERRA DE LOS TREINTA AOS

    Y LA CONSTRUCCIN DEL ESTADO NACIONAL ALEMN

    INTRODUCCIN A LA TRADUCCIN AL ESPAOL

    Franz Mehring no necesita mucha presentacin para un pblico acostumbradoa la lectura de los clsicos del pensamiento marxista. Nacido en Pomerania, enel norte de Alemania, en el ao 1846, muri en Berln en 1919, pocos dasdespus que sus camaradas y amigos Rosa Luxemburgo y Kart Liebknechtfueran asesinados por los guardias blancos de la reaccin imperial, al fracasarla revolucin alemana de 1918.

    Ingres a la poltica apoyando el proceso de unificacin alemana liderado porBismarck, desde una perspectiva liberal, para coincidir, poco despus, con lasposiciones expresadas por los socialdemcratas encabezados por FernandoLasalle. Ingres al Partido Obrero Socialdemcrata Alemn, donde se convirtien uno de sus principales periodistas y publicistas. Entre 1902 y 1907 fue eleditor jefe del peridico socialdemcrata Leipziger Volkszeitung. Entre 1906 y1911 ense en la escuela del partido. Fue miembro del parlamento prusianoentre 1917 y 1918. Comienza a distanciarse de la socialdemocracia con motivode la votacin a favor del presupuesto de guerra por parte del bloque de su

    partido en el parlamento alemn, hecho que tuvo enormes consecuencias en lahistoria de la socialdemocracia europea. El hecho puso fin a la existencia de laII Internacional y los partidos socialistas europeos apoyarn a partir de all asus respectivas burguesas en la matanza interimperialista de 1914, la PrimeraGuerra Mundial. En 1916 es fundador, junto con Rosa Luxemburgo y KarlLiebknecht, de la Liga Espartaquista que expresaba los puntos de vista de lafraccin socialdemcrata opuesta a la colaboracin de los trabajadores con laguerra imperialista.

    En 1918, un ao antes de su muerte, dio a conocer su libro Carlos Marx(Editorial Grijalbo, Mxico, 1957), producto de sus clases en la escuela de laLiga Espartaquista, y que constituye la mejor biografa poltica del fundador delmaterialismo histrico escrita hasta el presente.

    La unidad nacional alemana, la destruccin de los impotentes principados queretrasaron ms de trescientos aos la creacin de un estado alemncentralizado y, por lo tanto, el pleno desarrollo de sus fuerzas de produccinfueron los objetivos por los que se lanz a la poltica y el principal impulso a suincorporacin a la socialdemocracia. En su pensamiento, slo el proletariado

    alemn podra llevar adelante esas formidables tareas, ante lo que considerabala debilidad de la burguesa germana y su miedo a encarar las necesariastransformaciones que implicaban, entre otras, la abolicin de la monarqua y delos residuos feudales.

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    En 1894 public este folleto sobre el rey sueco Gustavo II Adolfo, quien en eltranscurso de la Guerra de los Treinta Aos, invadi y saque el suelo alemn,y al que la burguesa sueca y la alemana, erigieron en un guerrero por lalibertad de conciencia contra la servidumbre del catolicismo y los jesuitas, loque despert en Mehring una profunda indignacin. Para desmentir estafalacia, Mehring hace en este folleto una revisin histrica sobre la figura delmonarca sueco, sobre la Guerra de los Treinta Aos y sobre la reformaluterana.

    Dos cosas, entre otras, deja en claro el folleto:

    1. La profunda transformacin econmica que, con el ropaje deturbulencias, enfrentamientos y guerras religiosas, conmovieron a lasociedad Europea a partir de fines del siglo XV.

    2. Y dentro de ello, Mehring establece un punto de vista, a mi entender,

    novedoso al apartarse de la condena adocenada del progresismo deizquierda al absolutismo de los Austria y a la contrarreforma jesutica. Conuna luz impiadosa ilumina las pequeeces del luteranismo y de sufundador y algunos seguidores, as como la infamia de los prncipesalemanes, luteranos y catlicos, mientras que eleva al Mariscal de lasfuerzas del Sacro Imperio Romano Germnico y de la Liga Catlica, elbohemio catlico Alberto de Wallenstein a la altura de un fallido, perohbil y esforzado, protounificador del reino alemn.

    Su afirmacin que, siendo Alemania uno de los pases ms atrasados de Europaoccidental de entonces, la religin alemana (el luteranismo) no poda ser sinouna religin atrasada, y su descripcin del jesuitismo como, junto con elluteranismo y el calvinismo, la expresin de las nuevos formas de produccincapitalista en la esfera religiosa, aportan un novedoso, pese a lo centenario deltexto, e iluminador punto de vista.

    La otra razn que me motiv a la traduccin del texto, adems de su ausenciaen la literatura en castellano, es que la lucha secular por la unificacin de

    Alemania, ms all de las obvias y enormes diferencias de tiempo, lugar y

    cultura, y de la existencia arrasadora en nuestros das de un imperialismoeconmico inexistente en el siglo XVII, tiene ricos y aleccionadores puntos decontacto con nuestra lucha por la unidad de Amrica Latina. Tambin aquencontramos figuras similares a los dspotas enanos que menciona Mehring,al referirse a la mirada de duques, condes, margraves, marqueses, prncipes,prncipes electores, obispos, arzobispos y emperador que usufructuaban eltrabajo de los campesinos y las ciudades alemanas. Nuestras impotentesrepblicas, sus muecas de soberana frente a los vecinos y su lacayunaobediencia al imperialismo, juegan el mismo papel que aquellas, son el

    impedimento para nuestra existencia como nacin continental soberana.Si Francia, por un lado, y la rapia sueca, por el otro, ms la traicin de losprncipes, catlicos y protestantes, fueron la razn principal para que Alemania

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    entrara trescientos aos tarde al concierto europeo, como nacin moderna, ashoy el sistema imperialista que rige sobre EE.UU. y Europa, y se descargasobre el mundo semicolonial, y la traicin de las oligarquas latinoamericanasconstituyen el principal impedimento de nuestra unificacin nacional.

    Para no hablar de los historiadores de nuestra balcanizacin que, as como el

    partido de la reaccin alemana erigi en hroe al causante del atraso alemn,han erigido en el papel de prohombres a quienes abrieron las puertas alimperialismo ingls, dividieron la heredad hispanoamericana para facilitar lapenetracin del mismo. Mitre, Portales, Tagle, Rivera y Rivadavia cumplieron elmismo papel que en este folleto Mehring atribuye a los miserables seoresalemanes. Y nuestros Wallenstein, nuestros campeones de la independencianacional y la unidad continental han sido relegados a la categora, o bien dedspotas, o bien de bandidos, actitud esta de la que no se salv ni siquiera elmaestro del profesor Franz Mehring, Carlos Marx.

    Hay un detalle, apenas unas palabras, en el texto de Mehring que no puedopasar por alto y han merecido una pequea nota al pie de pgina de mi parte.

    Al final de su breve ensayo y describiendo la decadencia moral de aquellabanda de prncipes y marqueses, escribe:

    Los prncipes protestantes, que haban vivido desde el final de la guerracampesina hasta la paz de Westfalia, eran una pandilla horripilante, a laque un mar de agua calina apenas alcanzara para ocultar el color naturalde la piel de esos moros bajo una fina capa de color cieno.

    Que en 1908, fecha de la segunda edicin del folleto, Franz Mehring continuaseconsiderando que esas palabras no ofendan a un vastsimo sector de lahumanidad oprimida indica bien a las claras el carcter eurocntrico que elpensamiento socialista marxista, an el ms avanzado y decidido, tena en elImperio Alemn de Guillermo II poco antes de la Primera Guerra Mundial.Llamar moros, en recuerdo de los cultos prncipes del califato de Granada, conel brutal sentido descalificatorio y racial que encierra el prrafo, es para loslatinoamericanos de principios del siglo XXI un indicio ms del derecho deinventario con que tenemos que aprehender los instrumentos del pensamiento

    crtico generados por Europa.Establecido el necesario y sano inventario, entremos entonces al texto de FranzMehring sobre Gustavo Adolfo Wasa.

    Julio Fernndez BaraibarPntano do Sul, Isla de Florianpolis, Santa Catarina, Brasil

    23 de diciembre de 2007.

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    GUSTAVO ADOLFO IIPrlogo a la segunda edicin. 1908

    Cuando las clases dominantes de Alemania, hace catorce aos, para el 300aniversario del nacimiento del rey sueco Gustavo II Adolfo (el 9 de noviembrede 1894) se sintieron inspiradas a elevar ardientes homenajes a estedevastador y predador de la tierra alemana, a la vez que coreaban un roncogrito pidiendo leyes de excepcin contra la clase obrera, consider que estepequeo escrito podra en alguna medida colaborar para que la verdadhistrica saliese a la luz. Se distribuyeron entonces cerca de 30.000 ejemplares.Hace mucho que est agotado en las libreras, de modo que el editor, que enlos ltimos tiempos ha recibido numerosos pedidos del mismo, consideraconveniente una nueva edicin.

    Los ms lejanos motivos para esta publicacin hoy se han perdido, y queda,entonces, la pregunta de si yo no debera olvidarme de su origen y ampliarlo auna detallada historia sobre laGuerra de los Treinta Aos. Recin despus demaduras reflexiones he credo estar en condiciones de responder con un no aesa pregunta. Sin duda, la Guerra de los Treinta Aos tiene un vivo interspara la clase trabajadora, como el definitivo final de la revolucin alemana, quealcanz su culminacin con la gran guerra campesina[1], pero, justamente porello, me parece ms provechoso describir en grandes rasgos el contextohistrico entre los aos 1525 y 1648, y con ello descubrir la red interna de toda

    la tragedia, que describir en detalle su ltimo acto, particularmente cuando laespantosa catstrofe de este ltimo acto, aunque conmovedora y llena delecciones, fue horripilante en sus detalles, especialmente despus que Gustav

    Adolf y Wallenstein se retiraron de la escena histrica.

    Como mi escrito, cuando apareci por primera vez, tambin estaba dirigidocontra las planeadas leyes de excepcin, fue usado como cobayo deexperimento por el primer fiscal prusiano en Postdam, para probar el filo de lasarmas que se estaban forjando contra el proletariado. Acus al peridicopartidario brandenburgus por delito contra el pargrafo 131 del cdigo penal,

    por haber publicado algunas de mis opiniones, en las que se demostraba quelos Hohenzollern haban usado la doctrina pura simplemente para arrebatarlos bienes eclesisticos. Segn el pargrafo 131 el que pblicamente sostengao difunda informaciones inventadas o calumniosas con finalidad degradante,contra instituciones estatales o contra dispositivos de la superioridad,, deberser penado con multa o crcel de hasta dos aos. El primer fiscal de Postdamsostuvo que el mencionado delito contra este pargrafo era claro como el sol.La Socialdemocracia pretenda derrocar a la monarqua; entonces la afirmacinde que los Hohenzollern muertos haban llevado adelante, bajo formas

    religiosas, un pillaje eclesistico era usado para exponer a los Hohenzollernvivos bajo una luz perniciosa, por lo cual se haca evidente que el acusadohaba querido destruir las instituciones de la monarqua. Pero el tema principalera inventado o calumnioso, como sostuviera uno de los especialistas

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    convocados por el fiscal de estado. Este especialista, un tal profesorHeidemann, de un convento de grises hermanos en Berln, logr, bajo

    juramento, asegurar que verdaderamente el enorme agobio de las propiedadeseclesisticas marquesales llevado a cabo por Joaqun II, haba sido realizado deun modo perfectamente ordenado y honesto.

    As se vea la situacin para el acusado, el redactor responsable del peridicode Brandenburgo, para quien el allanamiento de la redaccin y su viviendaprivada ti al caso de una gravedad cercana a la alta traicin y mucho peoran cuando, en la vieja ciudad capital de Brandenburgo, no haba ningnabogado, que pudiera exponer en su defensa otros argumentos que los de la

    escasa cultura del acusado. A ltimo momento, sin embargo, asumi ladefensa un consejero de justicia de Postdam, un seor mayor de los antiguostiempos felices, cuando la educacin burguesa todava era una realidad y noslo una frase. Advirti al tribunal de no quedar en ridculo por dictar

    resoluciones en cuestiones histricas, sobre las cuales ni formal niconcretamente le corresponda juzgar, a la vez que desmenuzimplacablemente la llamada pericia del llamado especialista. As absolvi eltribunal penal al acusado: dado que a partir de los dictmenes se ha recibidola impresin de que los investigadores en estas cuestiones histricas an nohan emitidos opiniones concluyentes, y que, por lo dems, no se haencontrado ningn delito contra el pargrafo 131, an en el caso de que ladeposicin del especialista fuera la pura verdad histrica. Despus de ello, la

    jurisprudencia en Leipzig ha hecho, como es sabido, grandes progresos,

    necesarios para la reputacin de la administracin de justicia alemana, al hacerpblico que la declaracin de hechos histricamente indiscutibles aunquemoralmente repudiables sobre majestades muertas es un delito de lesamajestad contra sus sucesores.

    Al mismo tiempo un venerable sacerdote de la iglesia estatal apunt un msinocuo, aunque no ms brillante, ataque contra mi escrito. En algunapublicacin parroquial o de distrito public una serie interminable de artculosbuscando probar con ella, por milsima vez, la vieja chchara sobre el hroede la fe Gustavo Adolfo, que vino a Alemania para salvar la religin

    protestante. El profesor Kernkamp de msterdam, fascinado una vez ms porel mtodo materialista histrico, con el cual, en 1901 en su discurso deasuncin Over de materialistische Opvattung van de Geschiedenis (Sobre laconcepcin materialista de la historia) intent refutar mi escrito. Consatisfaccin he discutido esto con l en el