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24 horas en... Camagüey Poetas, comida criolla y plazas empedradas en la ciudad cubana. Y muy cerca, la playa ‘Ratatouille’ y el ‘ratmobile’ Disneyland París estrena su atracción número 60. El protagonista es Remy, la rata cocinera La gruta Azul, la sinuosa Via La gruta Azul, la sinuosa Via Krupp, terrazas al Mediterrá- Krupp, terrazas al Mediterrá- neo y villas como la de Tiberio. neo y villas como la de Tiberio. Claves de la isla italiana que Claves de la isla italiana que fue refugio de Neruda fue refugio de Neruda 5 Caprichos Caprichos de Capri de Capri 8 Explorando la calle de Hortaleza Madrileña como pocas, la céntrica calle da para muchas paradas sabrosas y curiosas 7 www.elpais.com/elviajero Vistas sobre el golfo de Nápoles desde la Villa San Michele, en Capri. / G. Simeone El Viajero 22.08.14 El Viajero 22.08.14 Número 825 Número 825

El Viajero - files.salsacdn.comfiles.salsacdn.com/press/1291_Caprichos_de_Capri/misc/1_default.pdf · 12 EL P AÍS EL VIAJERO 22.08.14 24 horas en... Camagüey Poetas, comida criolla

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12 EL PAÍS EL VIAJERO 22.08.14

24 horas en...Camagüey

Poetas, comida criollay plazas empedradasen la ciudad cubana.Y muy cerca, la playa

‘Ratatouille’y el ‘ratmobile’Disneyland París estrenasu atracción número 60.El protagonista esRemy, la rata cocinera

La gruta Azul, la sinuosa ViaLa gruta Azul, la sinuosa ViaKrupp, terrazas al Mediterrá-Krupp, terrazas al Mediterrá-neo y villas como la de Tiberio.neo y villas como la de Tiberio.Claves de la isla italiana queClaves de la isla italiana quefue refugio de Nerudafue refugio de Neruda

5

CaprichosCaprichosde Capride Capri

8Explorando lacalle de HortalezaMadrileña como pocas,la céntrica calle dapara muchas paradassabrosas y curiosas

7www.elpais.com/elviajero

Vistas sobre el golfo de Nápoles desde la Villa San Michele, en Capri. / G. Simeone

El Viajero 22.08.14El Viajero 22.08.14Número 825Número 825

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Fernando Gallardo

H ablar de Cándido en Sego-via es hablar de judiones,lechones y lechazos. Su

peculiar despiece del cochinillo

con el borde de un plato, así co-mo su histrionismo oficialista, levalió el título de Mesonero Ma-yor de Castilla, que exhibió has-ta su muerte, en 1992. Como es-cribió Feliciano Fidalgo en este

periódico, “por Cándido pasó to-da la sociología de la era fran-quista, con Orson Welles y He-mingway a la cabeza”. Su bustopreside hoy los soportales de laplaza del Azoguejo, junto al me-són que rivaliza en popularidadturística con el Acueducto. Por-que, no nos engañemos, casi na-die se acuerda del emperadorromano que lo construyó, perotodos conocen de sobra a Cándi-do. La cocina española ha teni-do sus nombres propios muchoantes del descubrimiento de lagastronomía molecular.

Su hijo, Alberto Cándido Ló-pez, ha extendido el negociomás allá de los fogones. Más alláincluso del centro orbital de laciudad, en dirección a La Gran-ja. En 2006 abrió un hotel de 107habitaciones con el fin de apo-sentar a los estragados del res-

taurante e incluso a los que sus-piran por celebrar sus nupciasen casa del famoso mesonero. Y,ahora, el nieto, Cándido López,sueña también con la expansióninternacional de la firma en vis-ta del predicamento de que gozala casa madre entre los turistasextranjeros.

El complejo hotelero es un re-medo cañí entre el castillo nataldel fundador —Coca— y un aris-

tocrático palacio segoviano.Cuelgan del techo deslumbran-tes arañas, junto a escayolas ydoseles en las camas. El mobilia-rio luce tapicerías con perifollosde época. Diversos motivos botá-nicos engalanan la moqueta delas habitaciones, como las bor-las que fruncen los largos y plisa-dos cortinajes. Amantes del mini-malismo en boga, abstenerse.

Los puntales de la estancia,propuesta decorativa aparte, seencuentran en un servicio absolu-tamente profesionalizado. Huma-no y comprensivo, especialmentecon la clientela menuda. Resoluti-vo al menor inconveniente. Noen vano, muchos de los emplea-dos hicieron escuela con los su-balternos de Cándido en sus díasde gloria: Tomás Urrialde, Maria-no de Pedro, Eduardo García.

La leyenda continúa.

Categoría: cuatro estrellas.Dirección: avenida de Gerardo Diego, s/n. Segovia.Teléfono: 921 41 39 72. Internet: www.candidohotel.es. Instalaciones: jardín,

piscina, gimnasio, spa, salón de estar, cafetería, restaurante. Habitaciones: 107dobles, triples y suites. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacita-dos, animales domésticos prohibidos. Precios: desde 75 euros la habitación doble,IVA incluido; desayuno, 8,50, IVA incluido; 10% descuento por pago online.

10 10Dormir < Nomenclátor: Puntuación de 0 a 10 Buena relación calidad / precio C Establecimiento con encanto

ARQUITECTURA 3DECORACIÓN 4ESTADO DE CONSERVACIÓN 8CONFORTABILIDAD HABITACIONES 7ASEOS 7AMBIENTE 6DESAYUNO 7ATENCIÓN 9TRANQUILIDAD 7INSTALACIONES 7

Valoración

6,5

Fachada del hotel Cándido, en Segovia. A la derecha, una de sus habitaciones.

El hotel del mesoneroCÁNDIDO, buen servicio y un nombrelegendario en Segovia

EL PAÍS EL VIAJERO 22.08.14 11

Juan Cruz

E s una islita, 10,4 kilómetros cuadra-dos; sus farallones blancos pare-cen manos cerradas, puños, perosu mérito no está en que sea gran-

de y famosa a pesar de su pequeñez y de sulejanía. El verdadero lujo de Capri no estáen las tiendas exquisitas, no está tampocoen la huella perfumada de sus múltiplesmultimillonarios, ni en los helados artesa-nos e inolvidables, ni en los restauranteslujosos o las vistas hermosas e infinitas, nien las callejas que parecen argumen-tos de novelas de ensueño. Su verda-dero lujo está en la memoria quealmacena este islote bellísimo al quealguna vez se dio por muerto. Capric’est fini. Pues no, Capri es infinito.

Esta isla que la caótica Nápoles tie-ne como vecina ha sido el faro al quehan ido a vivir poetas y políticos, hom-bres cansados de amor, o hartos deque no los quieran, y políticos quehuían hasta de su sombra. Rilke, Neru-da, Stalin, Nietzsche, Malaparte…

El callejero de Capri te conduce demanera fiel, casi obsesiva, a la memo-ria de todos esos personajes, que vi-nieron aquí casualmente, por un malo un buen amor, por un desengaño opor un engaño. Vivieron (Rilke, Neru-da) en villas prestadas, que ahora si-guen como fueron aupadas ante elMediterráneo, faros en los que elloshallaron inspiración o reposo.

Neruda vivió aquí su pasión porMatilde Urrutia. Rilke se hizo inscri-bir una lápida pidiendo que no le per-turbaran su tristeza. Ahora el musgoalimenta sus entradas, y la leyendallena de libros las minúsculas y muybien dotadas librerías. De la historiade Neruda en la isla su paisano AntonioSkármeta hizo una obra memorable, El car-tero de Neruda, que fue teatro y cine, y queahora es más verdad que la mentira de laficción. Es tan ficción, por otra parte, quetuvo que rodarse en una isla mucho másdesierta, cerca de Capri, pues esta isla deahora no tiene que ver con aquella muchomás artesana en la que, en 1952, Neruda

escondió su identidad para escribir, con pa-sión y desenfreno, Los versos del Capitán.

A Neruda lo perseguía su Gobierno, queentonces era una dictadura, removió geo-grafías amigas, lo intentaron echar de Ita-lia, pero su amigo Giorgio Napolitano (queahora preside la República) y otros comu-nistas de entonces consiguieron que supaís no expulsara al poeta, que fue confina-do a gusto en Capri. El cartero y la callefueron su vida, la espera y la conversación,los bares, los restaurantes. Era, recuerdanlos que oyeron recordar, desordenado y co-

leccionista; guardaba de todo y todo lo deja-ba tirado, de modo que a veces fue la basu-ra el lugar en el que se amontonaban suscolecciones arbitrarias y exageradas, de locual es testimonio tremendo la acumula-ción de Isla Negra, su casa chilena.

En Capri recuerdan que ese maniáticoque guardaba mascarones de proa, con-chas marinas, piedras, llaves y lápices ver-

des no se enfadaba cuando tenía que ir albasurero a reencontrar sus hallazgos; co-mo Picasso, no buscaba sino encontraba, yen el basurero de Capri halló a veces mejo-res objetos que los que había perdido.

A Alberto Moravia, el marido de Elsa Mo-rante, que ayudó a Neruda a quedarse aquíexiliado, decía que Capri asustaba por subelleza extrema, ante una perfección que

hace parecer a la isla como la metáfora ulti-mada de una isla. Es próxima, atracas enella como quien llega a una mano queatrae, pero enseguida el enorme islote ejer-ce sus reglas: has de subir escalando, y siem-pre vas escalando en Capri…, gracias a losascensores que te van alejando del mar has-ta depositarte en el montículo del que par-ten ya todas las callejas. Es una isla y es el

Mediterráneo. En el verano esa luminosi-dad que se esconde en invierno (cuandoCapri parece que se acaba) se refleja en unmar perfecto, azul como el cuadro de unpintor feliz. Demasiada perfección, adelan-tó Moravia, y subrayó Bertolt Brecht, quellegó, encontró la isla un lugar odioso y deci-dió volver al caos creativo del que provenía.

A Neruda le sucedió al contrario: en

Capri se halló como quien se encuentrapor primera vez con la belleza… Y labelleza eran Capri y Matilde. Aquí estánjuntas, en El viento en la isla: “Escónde-me en tus brazos / por esta noche sola, /mientras la lluvia rompe contra el mar yla tierra / su boca innumerable”.

Pasa a la página siguiente

Matilde en el reinode las rocasNeruda y Rilke se dejaron atrapar por Capri,que esconde en sus diez kilómetros cuadradosrincones de gran belleza paisajística

Renato Esposito

C apri es el lugar del alma. La islatiene sus ritmos, sus tiempos.Hay que vivirla lentamente, respi-rar su hálito vital. Capri es como

esos vinos raros de buena añada que hayque catar sorbo a sorbo. Y hay que saberdescubrir en qué lugares todavía se respi-ra el genius loci. Isla dentro de la isla,donde todavía es posible capturar un fu-gaz instante de felicidad.

ArcoNaturaleEl recorrido por el Arco Naturale es litera-rio y natural. Se parte de Via Camarelle

(las antiguas Sellae, los lupanares de Ca-pri) donde ahora están las más prestigio-sas boutiques del mundo. Un lugar queri-do por los poetas. Rainer Maria Rilke yPablo Neruda pasaron aquí largas tempo-radas, en el Villino delle Rose y en CasettaArturo, pequeñas joyas de la arquitecturade Capri. Es un paseo homérico. Los gran-des ilustradores alemanes imaginaron enestos lugares el viaje de la Odisea y lasbatallas de la Ilíada. La vista del Escollode las Sirenas, del Pizzolungo (la espuelade Polifemo) y de la gruta de Matermania(la del velo sagrado de Leucotea) nos harárevivir las vicisitudes de Ulises y de Aqui-les. Villa Malaparte se nos aparecerá co-mo una nave griega que surca el Medite-

rráneo. Al final, llegaremos al Arco Natura-le, gran arco de roca que se abre hacia laspequeñas islas de los Gallos.

Villa JovisCapri es la isla de Tiberio, el que dominó elImperio desde el punto más alto de la isla.Muchos escritores románticos han narra-do historias en las que Tiberio es descritocomo un emperador cruel, misántropo,obsceno y dado a las más orgiásticas depra-vaciones. Villa Jovis es el último escenariode su cruel destino. Hace algunos añosconocí a un funcionario del Museo Arqueo-lógico de Madrid. Era un 31 de diciembre.Me preguntó dónde podía comprar una

botella de champán porque quería pasar elinicio del año con el espíritu de Tiberio,dentro de Villa Jovis. Al día siguiente loencontré y, conmovido, me dijo que lo ha-bía visto y que había sido el fin de año másemocionante de su vida. ¡Poder de la imagi-nación! Camino de vuelta hay que visitar elparque Astarita, con esos puntos panorá-micos que cortan la respiración.

Villa LysisFue construida a principios de siglo pasa-do por el conde Fersen, émulo francés deOscar Wilde. El edificio, de estilo neoclási-co, está dedicado al amor y al dolor. Elescritor francés Roger Peyrefitte ambientóaquí la novela El exiliado de Capri. Es unicono del turismo homosexual, un templopagano dedicado a la belleza. Desde susterrazas, los más afortunados podrán cap-tar el rayo verde cuando el sol se oculta enverano por detrás de Ischia.

Via KruppEsta calle, una joya ensartada en la roca,une Capri con Marina Piccola, en la costasur. A lo largo de su recorrido serpenteantese disfruta de la más hermosa vista sobrelos farallones (esas tres grandes rocas queparecen haber aterrizado frente a la costa yque se han convertido en uno de los iconospaisajísticos de Capri). Lenin recorría estepaseo en la ladera del monte Castiglionedos veces al día mientras meditaba sobrelas estrategias revolucionarias. Via Kruppes un antídoto contra el estrés existencial. Yun paraíso para las gaviotas. El empresarioalemán Friedrich Alfred Krupp se la regalóa la isla en 1902 poco antes de que un granescándalo lo dejase contra las cuerdas. Fueacusado por la prensa de organizar festinescon jóvenes pescadores en una gruta quese halla en esa misma calle, la gruta de FrayFelice. Hundido por el dolor, dejó Capri y,poco después, se suicidó.

Cementerio AcattolicoEs el jardín de la memoria. Un cementeriomonumental y literario. Muchos de losnombres que aparecen en las grandes no-velas de los siglos XIX y XX ambientadasen Capri están enterrados en este umbro-so cementerio que se abre al golfo deNápoles y al Vesubio. Cuando se leen losepitafios, las poesías, las frases sobre lastumbas, se alcanza a comprender porqué Capri fue el último refugio para tantospoetas y escritores.

BelvedereCannoneDesde este pequeño belvedere se disfrutade una estupenda vista sobre los farallo-nes, el escollo de las Sirenas y la gruta delos Helechos. En su origen era una peque-ña planicie donde los franceses, en 1808,colocaron un enorme cañón para defen-derse de una eventual invasión inglesa. Es

el lugar preferido de muchos pintores quequieren capturar la magia de la luz deCapri, cambiante a cada momento sobrela roca dolomítica: uno puede pintar cienveces la misma vista, pero el color de laroca nunca será el mismo.

Monte SolaroyCetrellaEs el oasis verde de la isla, un parquedonde florecen todas las especies de laflora de Capri. A este monte —de 589 me-tros de altura— se puede llegar desdeAnacapri, el segundo municipio de la isla,con un teleférico que está abierto hasta lacaída del sol. Desde la cima del monteparte un sendero que, a través de un bos-que mediterráneo, llega hasta el Eremo deCetrella. Rilke dedicó a la Virgen que pue-

Pasa a la página siguiente

Luisa Castro

E l paseo que lleva hasta la casa deNeruda termina en Punta Tragara.Ahí, frente almar y los imponentes

farallones, comienza el camino que des-ciende hasta la casa Malaparte, en Pun-ta Massullo. Son unos 400 metros quese precipitan empinados hacia el mar. Alprincipio, con la belleza del paisaje, no tedas cuenta de lo pronunciado del des-censo. Pero a partir de un momento, elcamino se bifurca y comienza un tramosalvaje que te hace dudar si continuar ono. Dudas cuando el camino vuelve abifurcarse y comienza el descensopriva-do a la casa, hasta que una valla concandado te frena definitivamente.

La casa de Curzio Malaparte no sepuede visitar, solo se puede contemplardesde la distancia, con elmar pormedio.Hasta aquí los estudiosos de esta arqui-tectura excepcional siguen llegando enperegrinación de todo el mundo, y suúnica compañía es la de losmirtos y los enebros, los can-tos estremecedores de las ga-viotas y los gavilanes, y las pe-queñas lagartijas que sondue-ñas de estos parajes. El cami-no a la casa es un fragmentode tiempo descolgado de laeternidad. Es el reino de lo ani-mal y lo vegetal, con el mar atus pies y los altos farallonesprotectores o amenazadoresa tus espaldas. Y, de repente,un personaje curioso te sor-prende en la inmensidad, elislote llamado Monacone, co-mo si fuera una especie deanticipación o preaviso. Ense-guida, poco después, se divi-sa en la distancia, la “casa co-me me”.

La “casa como yo”. Así fue como labautizó Malaparte en 1938 cuando lamandó diseñar al arquitecto racionalistaAdalberto Libera. AunqueMalaparte aca-bó modificándola a su gusto con la cola-boración de albañiles de la isla. Los naci-dos en Capri la llaman simplemente “laplancha”. Malaparte decía que era “unacasa triste, dura, severa”, pero tambiénel lugar que más amaba. Se la puedecomparar a una nave griega en mediodel Mediterráneo. Goethe, volviendo enbarco de Sicilia, embarranca y naufragacon los demás viajeros precisamenteaquí, en punta Massullo, en 1787. Y apartir de ahí toda una tradición de ilustra-dores alemanes hacen comparecer estepaisaje en las traducciones más difundi-

das de laOdisea y la Ilíada. No sería nadaextraño que Curzio Malaparte tuvierapresente este incidente para elegir el lu-gar. De padre alemán, Malaparte llegó aCapri después de ser apartado del Parti-do Nacional Fascista, al que había perte-necido. Un exilio de lujo que Mussolini leconcede por sus contactos familiares.Pudo ser un personaje incómodo, perojamás castigado; al contrario, bastanteadmirado siempre. Por intervención dela familia, Mussolini lo libera y él hace deesta casa en Capri su legado. Despuésde la guerra ingresa en el Partido Comu-nista, y escribe obras como La piel don-de narra con implacable visión la deses-perada realidad de la Nápoles liberadade la ocupación nazi por las fuerzas alia-das. Es una obra asombrosa, el anversoangustioso y lúcido de sus estancias pa-radisiacas en Capri.

CuandoMalapartemuere en 1957, co-mo una última excentricidad, deja su ca-sa en herencia a una asociación de escri-

tores chinos. La “casa comeme”, contra-dictoria, misteriosa, permanece cerradaal público desde hace ya años. Su inte-rior laberíntico e intrincado se puedeapreciar en la película de Godard, Le me-pris protagonizada por una Brigitte Bar-dot jovencísima y rodada íntegramenteen estos escenarios en 1963. Parece quela mayor parte de los muebles, diseña-dos por el propioMalaparte, están ahoraen la Fundación Malaparte en Florencia,de donde su madre era originaria, y loshabitantes de Capri más conscientes dela riqueza de su isla no ocultan su deseo,y en cierto modo su desesperación, por-que algún día la "casa come me" puedavolver a ser un lugar visitable.» Luisa Castro es escritora y directora delInstituto Cervantes de Nápoles.

Caprichos de CapriCaprichos de Capri

Diez instantes de felicidad

La sinuosa ViaKrupp, en la costasur de la isla deCapri. / Michal

Krakowiak

Los farallones, en la costa sur de Capri. / Yanta

La casa Malaparte, al sureste de Capri. / Johanna Huber

Los restos de Villa Jovis, en Capri. / David Cupp

El escondite de Malaparte

A la izquierda, playa de Marina Piccola. Arriba, el puerto de Marina Grande. / G. Simeone / J. Woodhouse

2 EL PAÍS EL VIAJERO 22.08.14

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José Carlos Capel

N o deja de ser curioso queun pescador de bajura ysu familia regenten un res-

taurante que después de treintaaños de singladura se ha converti-do en uno de los mejores de lacosta malagueña. Aquel chirin-guito que fundó José, el Marinoen un extremo de la playa deFuengirola es hoy un local de en-vergadura. Más aún después dela reforma que ha transformadosus instalaciones.

Con las soberbias piezas que re-ciben a diario desde las lonjas an-daluzas del Atlántico y el Medite-rráneo y las capturas de su propiobarco, los Sánchez componen bo-degones a la vista que constituyensu mejor tarjeta de visita. Sobreuna gran mesa expositor disponenpescados y mariscos con el carné

de identidad en regla. Grandes be-sugos de Tarifa, pargos y hurtas deConil, rayas, cigalas y chopitos deFuengirola, salmonetes de la ba-hía, langostinos de Sanlúcar, atúnrojo de almadraba, coquinas deMálaga, quisquillas de Motril, gam-bas rojas de Garrucha y blancas dela costa. Repertorio que tambiénilustran piezas llegadas de otrosenclaves, incluidas las ostras y con-

chas finas gallegas, además de me-ro de arpón o espardeñas de SantaPola. Despensa de campanillasque constituye el gran tesoro de lacasa. “No tenemos carta fija, laconfeccionamos con la compra decada día”, afirma José Sánchez, je-fe de sala, primogénito, al queacompañan en el servicio sus treshermanos, Laura, Ani y Marcos.Reparto de papeles que concluye

con Pablo, cocinero, que controlalos puntos de una cocina refinada-mente sencilla.

Tres técnicas básicas, horno,fritura y plancha, con exiguoscomplementos y aderezos, permi-ten disfrutar de productos excep-cionales sin enmascaramientos.El mejor ejemplo lo brinda el pul-po de la costa con tomate rallado,excelente. Aparte están sus fritu-

ras, realizadas en aceite limpio,que en pocos lugares resultan tanperfectas. Deliciosos los boquero-nes de Málaga, muy finas las gam-bas blancas rebozadas, y pode-rosamente yodado el hígado derape. En el manejo de la planchala cocina también demuestra suvirtuosismo. Da lo mismo solici-tar unas coquinas, plato emblemá-tico del lugar, que unos choquitosque se sirven sin limpiar, con supropia tinta. Y como tercera op-ción, los pescados al horno, quetambién se asan con acierto a lasal y se presentan jugosos.

Es una lástima que los postresno brillen de la misma manera. Eltocino de cielo es correcto, pero latartita fina de manzana con hela-do resulta mejorable. El punto fi-nal lo pone la bodega bien pertre-chada y mejor gestionada, quebrinda marcas de calidad a pre-cios razonables.

10

Paseo Marítimo Rey de España,161. Fuengirola (Málaga). Teléfo-

no: 952 66 10 12. Web: www.losmari-nosjose.com. Precio: entre 40 y 60 eu-ros. Sopa de marisco, 9,50. Raya deFuengirola frita, 12. Morrillo de atún rojoa la plancha, 24. Milhojas de nata, 6,50.

10 Nomenclátor: Puntuación de 0 a 10 Buena relación calidad / precio C Establecimiento con encanto A Entorno ecológicoComer

Comedor del restaurante Los Marinos José. A la derecha, calamaritos salteados. / García Santos

PAN 6 AMBIENTE 7,5CAFÉ 7 SERVICIO 7BODEGA 7,5 COCINA 7,5ASEOS 7 POSTRES 6

El gran festín del marLOS MARINOS JOSÉ, en Fuengirola, un clásico de la costa malagueña

Valoración7,5

10 EL PAÍS EL VIAJERO 22.08.14

Juan Cruz

E s una islita, 10,4 kilómetros cuadra-dos; sus farallones blancos pare-cen manos cerradas, puños, perosu mérito no está en que sea gran-

de y famosa a pesar de su pequeñez y de sulejanía. El verdadero lujo de Capri no estáen las tiendas exquisitas, no está tampocoen la huella perfumada de sus múltiplesmultimillonarios, ni en los helados artesa-nos e inolvidables, ni en los restauranteslujosos o las vistas hermosas e infinitas, nien las callejas que parecen argumen-tos de novelas de ensueño. Su verda-dero lujo está en la memoria quealmacena este islote bellísimo al quealguna vez se dio por muerto. Capric’est fini. Pues no, Capri es infinito.

Esta isla que la caótica Nápoles tie-ne como vecina ha sido el faro al quehan ido a vivir poetas y políticos, hom-bres cansados de amor, o hartos deque no los quieran, y políticos quehuían hasta de su sombra. Rilke, Neru-da, Stalin, Nietzsche, Malaparte…

El callejero de Capri te conduce demanera fiel, casi obsesiva, a la memo-ria de todos esos personajes, que vi-nieron aquí casualmente, por un malo un buen amor, por un desengaño opor un engaño. Vivieron (Rilke, Neru-da) en villas prestadas, que ahora si-guen como fueron aupadas ante elMediterráneo, faros en los que elloshallaron inspiración o reposo.

Neruda vivió aquí su pasión porMatilde Urrutia. Rilke se hizo inscri-bir una lápida pidiendo que no le per-turbaran su tristeza. Ahora el musgoalimenta sus entradas, y la leyendallena de libros las minúsculas y muybien dotadas librerías. De la historiade Neruda en la isla su paisano AntonioSkármeta hizo una obra memorable, El car-tero de Neruda, que fue teatro y cine, y queahora es más verdad que la mentira de laficción. Es tan ficción, por otra parte, quetuvo que rodarse en una isla mucho másdesierta, cerca de Capri, pues esta isla deahora no tiene que ver con aquella muchomás artesana en la que, en 1952, Neruda

escondió su identidad para escribir, con pa-sión y desenfreno, Los versos del Capitán.

A Neruda lo perseguía su Gobierno, queentonces era una dictadura, removió geo-grafías amigas, lo intentaron echar de Ita-lia, pero su amigo Giorgio Napolitano (queahora preside la República) y otros comu-nistas de entonces consiguieron que supaís no expulsara al poeta, que fue confina-do a gusto en Capri. El cartero y la callefueron su vida, la espera y la conversación,los bares, los restaurantes. Era, recuerdanlos que oyeron recordar, desordenado y co-

leccionista; guardaba de todo y todo lo deja-ba tirado, de modo que a veces fue la basu-ra el lugar en el que se amontonaban suscolecciones arbitrarias y exageradas, de locual es testimonio tremendo la acumula-ción de Isla Negra, su casa chilena.

En Capri recuerdan que ese maniáticoque guardaba mascarones de proa, con-chas marinas, piedras, llaves y lápices ver-

des no se enfadaba cuando tenía que ir albasurero a reencontrar sus hallazgos; co-mo Picasso, no buscaba sino encontraba, yen el basurero de Capri halló a veces mejo-res objetos que los que había perdido.

A Alberto Moravia, el marido de Elsa Mo-rante, que ayudó a Neruda a quedarse aquíexiliado, decía que Capri asustaba por subelleza extrema, ante una perfección que

hace parecer a la isla como la metáfora ulti-mada de una isla. Es próxima, atracas enella como quien llega a una mano queatrae, pero enseguida el enorme islote ejer-ce sus reglas: has de subir escalando, y siem-pre vas escalando en Capri…, gracias a losascensores que te van alejando del mar has-ta depositarte en el montículo del que par-ten ya todas las callejas. Es una isla y es el

Mediterráneo. En el verano esa luminosi-dad que se esconde en invierno (cuandoCapri parece que se acaba) se refleja en unmar perfecto, azul como el cuadro de unpintor feliz. Demasiada perfección, adelan-tó Moravia, y subrayó Bertolt Brecht, quellegó, encontró la isla un lugar odioso y deci-dió volver al caos creativo del que provenía.

A Neruda le sucedió al contrario: en

Capri se halló como quien se encuentrapor primera vez con la belleza… Y labelleza eran Capri y Matilde. Aquí estánjuntas, en El viento en la isla: “Escónde-me en tus brazos / por esta noche sola, /mientras la lluvia rompe contra el mar yla tierra / su boca innumerable”.

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Matilde en el reinode las rocasNeruda y Rilke se dejaron atrapar por Capri,que esconde en sus diez kilómetros cuadradosrincones de gran belleza paisajística

Renato Esposito

C apri es el lugar del alma. La islatiene sus ritmos, sus tiempos.Hay que vivirla lentamente, respi-rar su hálito vital. Capri es como

esos vinos raros de buena añada que hayque catar sorbo a sorbo. Y hay que saberdescubrir en qué lugares todavía se respi-ra el genius loci. Isla dentro de la isla,donde todavía es posible capturar un fu-gaz instante de felicidad.

ArcoNaturaleEl recorrido por el Arco Naturale es litera-rio y natural. Se parte de Via Camarelle

(las antiguas Sellae, los lupanares de Ca-pri) donde ahora están las más prestigio-sas boutiques del mundo. Un lugar queri-do por los poetas. Rainer Maria Rilke yPablo Neruda pasaron aquí largas tempo-radas, en el Villino delle Rose y en CasettaArturo, pequeñas joyas de la arquitecturade Capri. Es un paseo homérico. Los gran-des ilustradores alemanes imaginaron enestos lugares el viaje de la Odisea y lasbatallas de la Ilíada. La vista del Escollode las Sirenas, del Pizzolungo (la espuelade Polifemo) y de la gruta de Matermania(la del velo sagrado de Leucotea) nos harárevivir las vicisitudes de Ulises y de Aqui-les. Villa Malaparte se nos aparecerá co-mo una nave griega que surca el Medite-

rráneo. Al final, llegaremos al Arco Natura-le, gran arco de roca que se abre hacia laspequeñas islas de los Gallos.

Villa JovisCapri es la isla de Tiberio, el que dominó elImperio desde el punto más alto de la isla.Muchos escritores románticos han narra-do historias en las que Tiberio es descritocomo un emperador cruel, misántropo,obsceno y dado a las más orgiásticas depra-vaciones. Villa Jovis es el último escenariode su cruel destino. Hace algunos añosconocí a un funcionario del Museo Arqueo-lógico de Madrid. Era un 31 de diciembre.Me preguntó dónde podía comprar una

botella de champán porque quería pasar elinicio del año con el espíritu de Tiberio,dentro de Villa Jovis. Al día siguiente loencontré y, conmovido, me dijo que lo ha-bía visto y que había sido el fin de año másemocionante de su vida. ¡Poder de la imagi-nación! Camino de vuelta hay que visitar elparque Astarita, con esos puntos panorá-micos que cortan la respiración.

Villa LysisFue construida a principios de siglo pasa-do por el conde Fersen, émulo francés deOscar Wilde. El edificio, de estilo neoclási-co, está dedicado al amor y al dolor. Elescritor francés Roger Peyrefitte ambientóaquí la novela El exiliado de Capri. Es unicono del turismo homosexual, un templopagano dedicado a la belleza. Desde susterrazas, los más afortunados podrán cap-tar el rayo verde cuando el sol se oculta enverano por detrás de Ischia.

Via KruppEsta calle, una joya ensartada en la roca,une Capri con Marina Piccola, en la costasur. A lo largo de su recorrido serpenteantese disfruta de la más hermosa vista sobrelos farallones (esas tres grandes rocas queparecen haber aterrizado frente a la costa yque se han convertido en uno de los iconospaisajísticos de Capri). Lenin recorría estepaseo en la ladera del monte Castiglionedos veces al día mientras meditaba sobrelas estrategias revolucionarias. Via Kruppes un antídoto contra el estrés existencial. Yun paraíso para las gaviotas. El empresarioalemán Friedrich Alfred Krupp se la regalóa la isla en 1902 poco antes de que un granescándalo lo dejase contra las cuerdas. Fueacusado por la prensa de organizar festinescon jóvenes pescadores en una gruta quese halla en esa misma calle, la gruta de FrayFelice. Hundido por el dolor, dejó Capri y,poco después, se suicidó.

Cementerio AcattolicoEs el jardín de la memoria. Un cementeriomonumental y literario. Muchos de losnombres que aparecen en las grandes no-velas de los siglos XIX y XX ambientadasen Capri están enterrados en este umbro-so cementerio que se abre al golfo deNápoles y al Vesubio. Cuando se leen losepitafios, las poesías, las frases sobre lastumbas, se alcanza a comprender porqué Capri fue el último refugio para tantospoetas y escritores.

BelvedereCannoneDesde este pequeño belvedere se disfrutade una estupenda vista sobre los farallo-nes, el escollo de las Sirenas y la gruta delos Helechos. En su origen era una peque-ña planicie donde los franceses, en 1808,colocaron un enorme cañón para defen-derse de una eventual invasión inglesa. Es

el lugar preferido de muchos pintores quequieren capturar la magia de la luz deCapri, cambiante a cada momento sobrela roca dolomítica: uno puede pintar cienveces la misma vista, pero el color de laroca nunca será el mismo.

Monte SolaroyCetrellaEs el oasis verde de la isla, un parquedonde florecen todas las especies de laflora de Capri. A este monte —de 589 me-tros de altura— se puede llegar desdeAnacapri, el segundo municipio de la isla,con un teleférico que está abierto hasta lacaída del sol. Desde la cima del monteparte un sendero que, a través de un bos-que mediterráneo, llega hasta el Eremo deCetrella. Rilke dedicó a la Virgen que pue-

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Luisa Castro

E l paseo que lleva hasta la casa deNeruda termina en Punta Tragara.Ahí, frente almar y los imponentes

farallones, comienza el camino que des-ciende hasta la casa Malaparte, en Pun-ta Massullo. Son unos 400 metros quese precipitan empinados hacia el mar. Alprincipio, con la belleza del paisaje, no tedas cuenta de lo pronunciado del des-censo. Pero a partir de un momento, elcamino se bifurca y comienza un tramosalvaje que te hace dudar si continuar ono. Dudas cuando el camino vuelve abifurcarse y comienza el descensopriva-do a la casa, hasta que una valla concandado te frena definitivamente.

La casa de Curzio Malaparte no sepuede visitar, solo se puede contemplardesde la distancia, con elmar pormedio.Hasta aquí los estudiosos de esta arqui-tectura excepcional siguen llegando enperegrinación de todo el mundo, y suúnica compañía es la de losmirtos y los enebros, los can-tos estremecedores de las ga-viotas y los gavilanes, y las pe-queñas lagartijas que sondue-ñas de estos parajes. El cami-no a la casa es un fragmentode tiempo descolgado de laeternidad. Es el reino de lo ani-mal y lo vegetal, con el mar atus pies y los altos farallonesprotectores o amenazadoresa tus espaldas. Y, de repente,un personaje curioso te sor-prende en la inmensidad, elislote llamado Monacone, co-mo si fuera una especie deanticipación o preaviso. Ense-guida, poco después, se divi-sa en la distancia, la “casa co-me me”.

La “casa como yo”. Así fue como labautizó Malaparte en 1938 cuando lamandó diseñar al arquitecto racionalistaAdalberto Libera. AunqueMalaparte aca-bó modificándola a su gusto con la cola-boración de albañiles de la isla. Los naci-dos en Capri la llaman simplemente “laplancha”. Malaparte decía que era “unacasa triste, dura, severa”, pero tambiénel lugar que más amaba. Se la puedecomparar a una nave griega en mediodel Mediterráneo. Goethe, volviendo enbarco de Sicilia, embarranca y naufragacon los demás viajeros precisamenteaquí, en punta Massullo, en 1787. Y apartir de ahí toda una tradición de ilustra-dores alemanes hacen comparecer estepaisaje en las traducciones más difundi-

das de laOdisea y la Ilíada. No sería nadaextraño que Curzio Malaparte tuvierapresente este incidente para elegir el lu-gar. De padre alemán, Malaparte llegó aCapri después de ser apartado del Parti-do Nacional Fascista, al que había perte-necido. Un exilio de lujo que Mussolini leconcede por sus contactos familiares.Pudo ser un personaje incómodo, perojamás castigado; al contrario, bastanteadmirado siempre. Por intervención dela familia, Mussolini lo libera y él hace deesta casa en Capri su legado. Despuésde la guerra ingresa en el Partido Comu-nista, y escribe obras como La piel don-de narra con implacable visión la deses-perada realidad de la Nápoles liberadade la ocupación nazi por las fuerzas alia-das. Es una obra asombrosa, el anversoangustioso y lúcido de sus estancias pa-radisiacas en Capri.

CuandoMalapartemuere en 1957, co-mo una última excentricidad, deja su ca-sa en herencia a una asociación de escri-

tores chinos. La “casa comeme”, contra-dictoria, misteriosa, permanece cerradaal público desde hace ya años. Su inte-rior laberíntico e intrincado se puedeapreciar en la película de Godard, Le me-pris protagonizada por una Brigitte Bar-dot jovencísima y rodada íntegramenteen estos escenarios en 1963. Parece quela mayor parte de los muebles, diseña-dos por el propioMalaparte, están ahoraen la Fundación Malaparte en Florencia,de donde su madre era originaria, y loshabitantes de Capri más conscientes dela riqueza de su isla no ocultan su deseo,y en cierto modo su desesperación, por-que algún día la "casa come me" puedavolver a ser un lugar visitable.» Luisa Castro es escritora y directora delInstituto Cervantes de Nápoles.

Caprichos de CapriCaprichos de Capri

Diez instantes de felicidad

La sinuosa ViaKrupp, en la costasur de la isla deCapri. / Michal

Krakowiak

Los farallones, en la costa sur de Capri. / Yanta

La casa Malaparte, al sureste de Capri. / Johanna Huber

Los restos de Villa Jovis, en Capri. / David Cupp

El escondite de Malaparte

A la izquierda, playa de Marina Piccola. Arriba, el puerto de Marina Grande. / G. Simeone / J. Woodhouse

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Page 4: El Viajero - files.salsacdn.comfiles.salsacdn.com/press/1291_Caprichos_de_Capri/misc/1_default.pdf · 12 EL P AÍS EL VIAJERO 22.08.14 24 horas en... Camagüey Poetas, comida criolla

Reyes Cuevas

Hortaleza atraviesa el cora-zón de Madrid. La callenace en Gran Vía y llegahasta la plaza de Santa

Bárbara, en Alonso Martínez, 118números y algo menos de un kiló-metro después. Un espacio urbani-zado con terrazas, que se consoli-da como nueva tendencia urbana.La calle atraviesa Chueca, dentrodel barrio de Justicia, y forma unauve con la calle de Fuencarral; suhermana rica, la de las boutiques.

El recorrido comienza en elnuevo Casino Gran Vía (sucursaldel Gran Casino de Aranjuez, conacceso por Gran Vía, 24). Antes deacoger mesas de blackjack, un res-taurante y champañería, este po-deroso edificio de 1924, obra delos arquitectos Joaquín y LuisSainz de los Terreros, alojaba unasociedad mercantil y el palacio delconde de Santa Coloma. En esteprimer tramo de Hortaleza, sor-prende también una pastelería pa-ra celiacos, Celicioso (en el núme-ro 3), abierta en 2012. Elaboran

imaginativa bollería y tartas singluten. En el escaparate, lámparasde leds imitan cupcakes. Anexos, elhotel Petit Palace Ducal (en el nú-mero 3) y la antigua Librería PérezGaldós (en el 5). Y en el número 2,la moderna Librería Letras.

La primera perpendicular es lacalle de la Reina, la de las cocte-lerías. Pero antes de las copas, takeaway (comida para llevar), queabunda en esta parte de la ciudad:la mítica pizzería Vesuvio (en elnúmero 4); el kebab Bósforos (enel 6); o el moderno tex mex TakoAway (8). Food Fusion (10) ofrecesushi y hot dogs. Y enfrente, el asiá-tico Wok to Walk (7), rápido y conprecios mínimos. En el número 9,el Horno San Onofre, clásica pana-dería, luce un loco escaparate concoloridos merengues. Muy cerca,Deli Coffee (15) trabaja pizzas.

Pero en Hortaleza también hayresquicios de historia a cada paso.Stop Madrid (en el 11) es una ta-berna de la época de Alfonso XIIIcon vinos, licores y ventiladoresde aspa. Antiguos carteles de hos-tales cuelgan de las históricas fa-

chadas. Si subimos al Hostal Amé-rica, en la azotea del 19, sorpren-de una bohemia terraza con vistasal Edificio Telefónica. Ascensorabajo, cruzamos al café-bar Ma-ma Inés (22), icono gay y de acto-res junto al tráfico y el trasiego dela avenida, que no cesa ni de no-che; Chueca es zona de marcha.

Para estómagos fuertes, hay ta-pas en El Tigre del Norte (número23). Entre la tienda erótica City y eljaponés con sushi para llevar Maki-take, aparece Oíta Café (30); unacafetería retro de alta pastelería,

traída de la cercana Pomme Sucre(Barquillo, 49), del pastelero astu-riano Julio Blanco. Desde 2010,atraé aquí a los amantes del dulcecon sus milhojas, panetones yunos artísticos suflés en vaso decristal. En el cruce con San Mar-cos, Pannus (en el 38) da desayu-nos. Y Tommy Mel’s (34), hambur-guesas en ambiente vintage.

Dos pequeños desvíosNos alejamos unos metros paraexplorar la angosta y peatonal Pé-rez Galdós, que comunica Hortale-

za y Fuencarral y es un ejemplo derehabilitación del barrio. En estaperpendicular, entre terrazas, apa-rece la moderna peluquería Juan,por Dios! y la gelatería venecianaBellamia. El animado gallego LaTita Rivera hace panes rellenosde pulpo. Todo vale en este epi-centro cosmopolita. De vuelta aHortaleza, en la esquina con Au-gusto Figueroa parada en la pizze-ría Il Siciliano (en el 43). Y enfren-te, Café Figueroa, un clásico delambiente. Nos escurrimos unosmetros en Augusto Figueroa para

descubrir los helados artesanosde Mistura (en el número 5),muestrarios de calzado y saboresde México en Pico de Gallo (en el21). Unos pasos más abajo esperael Mercado de San Antón (24).

Seguimos por la calle que nosocupa, dirección Norte, hasta to-parnos con dos librerías: la míticaBerkana (en el 62), con 21 años devida y 5.000 ejemplares de temáti-ca LGBTQ (lesbianas, gais, bi-sexuales, transexuales, queers). YA Punto (64), librería gastronómi-ca y escuela de cocina, con dos

aulas, libros y accesorios. En estetramo también se sitúa la tiendaOliva (57), que luce lámparas dediseño, y dos propuestas gastro-nómicas: Kung Fu (47) un takeaway chino, y La Panamericana(72), cevichería latina. Al lado, enun palacete, abrió Room 007 (74),un hostal con aires hipsters. Sapo-rem es el bonito restauranteanexo. Ambos llevan la firma delestudio Requena y Plaza. Dos ten-taciones en Hernán Cortés: có-mics y libros de arte y diseño en laimprescindible Panta Rhei y ham-burguesas en Pecado Carnal.

El tramo más insigne de Horta-leza llega con el Colegio Oficialde Arquitectos de Madrid (63).

Asentado desde 2012 en las anti-guas Escuelas Pías de San Antón,es un prominente edificio delXVIII rehabilitado por el propioCOAM, a cargo del arquitecto ga-llego Gonzalo Moure. En el jardíninterior se esconde el restaurante-biblioteca italiano Bosco de Lo-bos, de Tomás Tarruella y PericoCortés, con terraza. El complejoacoge la iglesia de San Antón, pa-trón de las mascotas, con fachadadel valenciano Pedro de Ribera. Yjusto enfrente, la épica trattoriaitaliana Pizzaiolo (84).

La fuente seca del arquitectomadrileño Ventura Rodríguez enla esquina con Santa Brígida re-cuerda que aquí no hay playa. Enla coqueta tienda Le Secret du Ma-rais (en el número 75) venden per-fumes naturales y originales. El tra-mo final gana en finura y precisióngastronómica. El Più di Prima(100) sirve alta cocina italiana. Y elkitsch Miss Sushi (108) tienta conbocados japoneses. De María (81)propone carnes a la parrilla. YAreia (92) es un chill out urbanodonde copear en horizontal.

Cae la noche, y lucen los lumi-nosos. En una anteplaza de SantaBárbara las cañas y tapas de Peca-ditos y Cruz Blanca culminan eltrayecto en sendas terrazas, bajoun grafiti de Boamistura. Los artis-tas urbanos dejaron su sello paraEcoalf (116), la tienda anexa deropa urbana reciclada. Su lema:“Esta vez la basura es la buenanoticia”.

Un kilómetro de puro MadridEntre la Gran Vía y la plaza de Santa Bárbara, la calle de Hortaleza concentrarestaurantes, tiendas eróticas, hostales, terrazas y pastelerías originales Calle de

Hortaleza

Gran Vía

Calle de la Reina

Calle de las Infantas

Calle de Alcalá

Calle

de

Fuen

carr

al

Rutas urbanas

Arriba, librería A Punto. Debajo, una mesa de Oíta Café. / Pablo Gil / Carlos Rosillo

Restaurante Boscode Lobos, en el Cole-gio de Arquitectos./ Olga Planas

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Cómo ir» Alitalia (www.alitalia.es) vuela a Nápolesdesde Madrid y Barcelona, con una escalaen Roma, desde 263 euros, ida y vuelta(para las salidas en septiembre, desde Ma-drid).» Vueling (www.vueling.com) opera unvuelo directo entre Barcelona y Nápolespor 120 euros ida y vuelta en septiembre.» De Nápoles a Capri se toma un barcoen el muelle Beverello. Varias compañíasde ferris e hydrofoils realizan el viaje des-de 12,70 euros por trayecto. Todos loscontactos, horarios y precios, en la webde Turismo de Capri (www.capritourism.com), que también tiene información so-bre visitas, restaurantes y alojamientos.

GuíaLos otros, como Rilke, vinieron a curarseuna depresión, un mal aire, un problemaamoroso que lo persiguió hasta allí cuandosólo tenía 21 años; Neruda vino a gozar, lohizo. Escribió Rilke en aquella lápida que enaquella casa reposaba un hombre con elcorazón muerto… Lo escribió en alemán,los habitantes de Capri no se enteraron en elbullicio de ese idioma que el hombre queocupaba la elegante mansión que lo acogió(cerca de la que acogió a Neruda) padecíatales males del alma. Así que resumieron:está loco.

A Neruda le gustaba todo lo que daba latierra; su sensualidad, que entonces seguíaintacta; disfrutaba con la carne, los ajos, lascebollas; era feliz comiendo y caminando,mirando los pájaros altos, los gatos sin due-ño, las conversaciones con los amigos sim-ples. “Porque, ¿qué te pueden dar los inte-lectuales? Una persona normal te da másque un intelectual”.

Neruda vivió en Capri en invierno. “En-tonces era aquí el rey y la reina de la isla”,me dijo Renato Esposito, escritor, hotele-ro… “Era un volcán que escribía en cual-quier sitio”, y en este caso su poesía, susregalos, todo lo que hacía, tenía como des-tinataria a Matilde, a la que profesabaamor, y cuyo cariño, además, había sidoacrecentado porque ella había perdido elhijo que concebía…

Capri es la reina de las rocas, la patria

de Tiberio, el refugio de Curzio Malaparte,la inspiración de Adorno, el reposo deMáximo Gorki, y, en fin, la casa de la quesurgieron como de una fuente de lava Losversos del Capitán. Es una isla que no sepuede tocar solo por fuera, porque enton-ces te encontrarías con los cristales esmeri-lados de todos los escaparates, con el lujo-so exterior que parece hecho para simularuna enorme revista de moda, pues aquíestán todas las marcas en un carrusel deoro. Y como el lujo hace tanto ruido, tie-

nes que concentrarte mucho, evitar esasluminarias, imaginar la isla, por ejemplo,en invierno o en soledad, para sentir que,en efecto, como creen los nativos y comoexperimentaron todos aquellos visitantes,Capri tiene un ritmo, una respiración pro-pia. Desprende la sensación de que su be-lleza va más allá de lo que se ve a simplevista mientras la andas.

Goethe decía que era el país en el queflorecen los limones; sus farallones de colorblanco, que custodian la isla, son como las

manos de un gigante, y al atardecer esapelambrera abundante se torna una escultu-ra de cabello rosado, como algunas de lasmás contundentes de Eduardo Chillida. Esla Reina de las Rocas, sí, pero esa bellezaque guarda en sus sombras la convierte tam-bién en la Reina de las Sombras. Aquí eltiempo es como una presencia física que túpuedes modelar; sucede en las islas, tienensu propio tiempo. Y Capri es capaz de hacerque el tiempo parezca infinito.» Juan Cruz es autor de Viaje a las islas Canarias.

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A la izquierda, Anacapri. Arriba, playa deMarina Piccola. / Massimo Borchi /Johanna Huber

1 km

Mar Tirreno

ArcoNatural

Gruta deMatermania Villa

Malaparte

VillaJovis

ParqueAstarita

VillaLysis

MarinaPiccola

Via Krupp

Capri

Anacapri

MarinaGrande

Cementeriono católico

Plazoleta de los Pintores

MonteSolaro

VillaSan Michele

Teleférico

Funicular

GrutaAzul

Faro

VillaDamecuta

Punta Carena

VillaGradola

Torre diMaterita

Escollo delas Sirenas

Capri(ITALIA)

de admirarse en esta ermita 10 bellísimospoemas. Retornando a pie a Anacapri sellega a Villa San Michele, morada del mé-dico sueco Axel Munthe.

Los fortinesdeAnacapriEl camino que une el faro con la grutaAzul invita a una caminata de unas cincohoras de duración apta para caminantesentrenados. Entre enebros, genistas, pal-meras y mirtos pueden visitarse los cincofortines napoleónicos que fueron el esce-nario de la famosa batalla entre las tropasde Joachim Murat y los ingleses. Paraísopara los amantes de la ornitología. Hayque hacer altos a lo largo del camino parazambullirse en el mar en las pequeñascalas de la Mesola y Orrico.

Plazoleta delle BoffePermaneciendo en silencio en esta peque-ña plaza de Anacapri, a uno le parece es-

tar en Túnez o en Argel. Los techos de suscasas con bóvedas semicirculares de ca-ñón (boffe en napolitano) evocan la fasci-nación de la arquitectura árabe. Al papa

Ratzinger le gusta pasear bajo sus palme-ras. En verano, durante las horas de máscalor, como dice el escritor Kesel, parececomo si el semidios Pan girara amenaza-dor sobre la Tierra.

La gruta AzulEs hermoso llegar a pie a través de lascallejuelas de Anacapri hasta lo que en suorigen romano fue un ninfeo, pasandopor la Villa Augusta de Damecuta (resi-dencia de Tiberio en Capri). Se aconsejavisitar la gruta Azul temprano por la maña-na para evitar las horas de mayor afluen-cia. Quien consiga llegar a nado en unatardecer habrá cumplido una experien-cia iniciática. Tras haber nadado en el azulse comprenderá por qué los alemanes lla-maron a la isla de Capri, la isla Fantásticao isla de las Fábulas.» Renato Esposito es escritor e historiador.» Traducción de José Manuel Revuelta

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Caprichos de CapriCaprichos de Capri

JAVIER

BELLOS

O

Vistas desde una terraza del monte Solaro, en Capri. / Massimo Borchi

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