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Extracto de Cress (Crónicas Lunares III) de Marissa Meyer

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-PANTALLA CUATRO –DIJO CRESS, ENTRECERRANDO los ojos ante la cuadrícula

de iconos.

-High Jack  a… D5. 

Sin esperar a que el bufón animado diera volteretas hasta su nuevo espacio,

volvió su atención hacia el siguiente juego.

-Pantalla cinco. Reclama los rubíes y las dagas. Descarta las coronas.

La pantalla brilló, pero ella ya había avanzado.

-Pantalla seis. –Hizo una pausa, masticando las puntas de su cabello. Doce hileras

de números llenaban la pantalla, algunos espacios dejados en blanco, otros teñidos con

colores y estampados. Después de que su cerebro girara en torno a una ecuación que

no estaba segura de haber podido realizar una segunda vez, el rompecabezas se

encendió ante ella, la solución tan clara como la salida de la luna sobre la Tierra-. 3A,

inserta amarillo 4. 7B es negro 16. 9G es negro 20.

La cuadrícula se esfumó, sustituida por una cantante de la segunda era

desmayándose junto al micrófono, la audiencia aumentando los aplausos.

-Enhorabuena, Hermana Mayor –dijo la pequeña Cress-. ¡Has ganado!

La victoria de Cress duró poco. Giró sobre su lado y volvió a evaluar el primer

 juego. Ver el movimiento que la pequeña Cress había hecho desde su último turno

sofocó su orgullo. Se había respaldado en un rincón.

-Pantalla uno –murmuró, dejando caer su cabello sobre un hombro y anudando

inconscientemente las puntas humedecidas entre sus dedos. Cinco nudos más tarde, su

victoria en la pantalla seis había sido olvidada. La pequeña Cress iba a ganar esta vez.

Suspiró y efectuó el mejor movimiento que pudo, pero fue inmediatamente

seguido del rey de la pequeña Cress moviéndose hasta el centro del laberinto

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holográfico y reivindicando el cáliz de oro. Un bufón riéndose apareció, engullendo el

resto del tablero.

Cress gruñó y se apartó el pelo del cuello, esperando la tarea que su yo más joven

seleccionaría al azar para ella.

-¡Gané!  –dijo la pequeña Cress una vez el holograma hubo desaparecido al

interior de la pantalla. Los otros juegos se bloquearon automáticamente-. Ahora me

debes diez minutos de baile country-western en línea, tal y como está guiado en el

siguiente vídeo, seguidos de treinta sentadillas. ¡Comencemos!

Cress puso los ojos en blanco, deseando no haber sido tan despabilada cuando

había grabado la voz. Pero hizo lo que le había dicho, deslizándose de la cama mientras

un hombre bigotudo con un sombrero grande aparecía en las pantallas, sus pulgares

enganchados en las trabillas del pantalón.

Un par de años atrás, al darse cuenta de que su alojamiento le ofrecía pocasoportunidades para mantenerse activa, a Cress le había dado por su estado físico. Había

instalado todos los juegos con un programa que elegía una serie de actividades físicas,

las cuales se exigiría que realizara cada vez que perdiera. A pesar de que a menudo se

había arrepentido del programa, sí que la ayudaba a no convertirse en un trozo de

cemento pegado a su silla, y disfrutaba bastante con las rutinas de baile y yoga. Aunque

no deseaba con mucho interés que llegaran esas sentadillas.

Justo cuando el tañido de una guitarra anunciaba el comienzo del baile, un

estridente repicar de campanas retrasó lo inevitable. Con los pulgares enganchados en

las trabillas imaginarias del pantalón, Cress miró a las pantallas de su alrededor.

-Pequeña Cress, ¿qué…? 

-Hemos recibido una petición de enlace de comunicación directa con Usuario

Desconocido: Mecánico.

Se le revolvieron las entrañas como si acabara de hacer una voltereta hacia atrás.

Mecánico.

Con una grito, se medio tropezó, medio cayó hacia la pantalla más pequeña,

pulsando con impaciencia el código de anulación de la actividad física, comprobó el

servidor de seguridad y los ajustes de privacidad, y lo vio. Una petición de D-COMM, y

la más inocente de las preguntas.

¿ A C E P T A R ?

Con la boca seca, Cress se alisó con ambas manos el cabello.

-¡Sí! ¡Aceptar!

La ventana se desvaneció, sustituida por la negrura, y luego… 

Y luego… 

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Allí estaba él.

Carswell Thorne.

Estaba recostado en una silla, con los tacones de sus botas apoyados en frente

de la pantalla. Tres personas se encontraban tras él, pero todo lo que Cress podía ver

eran los ojos azules devolviéndole la mirada, devolviéndosela directamente, empezando

a inundarse con la misma intensa impresión que ella sentía.

El mismo asombro.

El mismo encantamiento.

A pesar de que estaban separados por dos pantallas y vastas cantidades de

espacio vacío, pudo sentir el vínculo siendo forjado entre ambos en aquella mirada. Un

lazo que no podía ser roto. Sus ojos se habían encontrado por primera vez, y por la

mirada de puro estupor en su rostro, supo que él también lo sentía.El calor subió hasta sus mejillas. Sus manos comenzaron a temblar.

-Increíble –murmuró Carswell Thorne. Dejando caer sus pies hasta el suelo, se

inclinó hacia delante para inspeccionar más de cerca-. ¿Todo eso es pelo?

El vínculo se rompió, el momento de fantasía sobre un perfecto amor verdadero

se desintegró a su alrededor.

Un pánico repentino y sobrecogedor desgarró la garganta de Cress. Con un

chirrido, se agachó fuera de la vista de la cámara y se arrastró debajo de la mesa. Su

espalda golpeó la pared con un ruido sordo que hizo que rechinaran sus dientes. Seagazapó allí, con la piel ardiendo y su pulso tronando mientras estudiaba la habitación

que había ante ella (la habitación que ahora él también veía), con las mantas arrugadas

y el hombre bigotudo en todas las pantallas diciéndole que cogiera a su compañero

imaginario y se balancearan.

-¿Qué… adónde ha ido? –La voz de Thorne llegó hasta ella desde la pantalla.

-Sinceramente, Thorne. –Una chica. ¿Linh Cinder?-. ¿Alguna vez piensas antes de

hablar?

-¿Qué? ¿Qué he dicho?

-“¿Todo eso es pelo?” 

-¿Tú lo has visto? Era una especie de cruce entre un nido de urraca y una bola de

hilo después de haber sido mutilados por un guepardo.

Un latido. Luego:

-¿Un guepardo?

-Ha sido el primer gran felino que me ha venido a la mente.

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Cress intentó apresuradamente peinarse con los dedos los enredos de alrededor

de sus orejas. No había cortado su cabello desde que la habían metido en el satélite y

ahora colgaba más allá de sus rodillas, pero Sybil no llevaba objetos puntiagudos al

satélite y hacía mucho tiempo que Cress había dejado de preocuparse por mantenerlo

pulcramente trenzado. Después de todo, ¿quién iba a verla a ella?

Oh, si tan solo se hubiese arreglado el pelo aquella mañana. Si tan solo hubiese

llevado el vestido que no tenía un agujero en cuello. ¿Se había tan siquiera lavado los

dientes después de tomar el desayuno? No podía recordarlo, y ahora estaba segura de

que tenía trozos de espinacas de sus huevos a la florentina liofilizados pegados entre

ellos.

-Ven, déjame hablar con ella.

La pantalla siendo arrastrada.

-¿Hola? –Una chica de nuevo-. Sé que puedes oírme. Lamento que mi amigo estétan chiflado. Puedes ignorarlo.

-Eso es lo que hacemos nosotras normalmente –dijo otra voz femenina.

Cress buscó a toda prisa un espejo o cualquier cosa que pudiera pasar por uno.

-Necesitamos hablar contigo. Yo… Soy Cinder. ¿La mecánica que reparó el

androide?

El dorso de la mano de Cress le dio un golpe al cesto de la ropa. Éste chocó contra

la silla de ruedas, la cual fue impulsada hasta la mitad de la habitación donde dio con lamesa más lejana e hizo que una taza medio llena de agua se ladeara y tambaleara. Cress

se quedó rígida, con los ojos muy abiertos mientras el vaso se balanceaba hacia la unidad

de memoria donde guardaba a la pequeña Cress.

-Eh, ¿hola? ¿Es este un buen momento?

La taza volvió a descansar recta y quieta una vez más, sin haberse derramado

una gota.

Cress exhaló lentamente.

Así no era como se suponía que iría esa reunión. Así no era la fantasía que había

soñado cientos de veces. ¿Qué había dicho en todos esos sueños? ¿Cómo había

actuado? ¿Quién había sido aquella persona?

Todo en lo que podía pensar era en la ardiente mortificación del bailarín de

country-western (ahora mira a tu compañero y ¡acércate, gira y vuelve a tu posición!) y

en su pelo de nido de urraca, sus manos sudorosas y su pulso ensordecedor.

Cerró los ojos con fuerza y se obligó a sí misma a concentrarse, a pensar.

No era una niñita tonta escondiéndose bajo la mesa. Ella era… ella era… 

Una actriz.

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Una actriz magnífica, serena y con talento. Y llevaba puesto un vestido de

lentejuelas que brillaba como las estrellas, uno que hipnotizaría a cualquiera que la

viera. Ella no cuestionaba su propio poder para cautivar a aquellos que la rodeaban,

igual que un taumaturgo no cuestionaría su habilidad para manipular a un público. Ella

dejaba sin aliento. Ella estaba… 

Todavía escondida debajo de la mesa.

-¿Estás ahí?

Un bufido.

-Sí, esto está yendo muy bien. –Carswell Thorne.

Cress dio un respingo, pero su respiración estaba haciéndose menos esporádica

a medida que se envolvía a sí misma en la fantasía.

-Esto es un escenario teatral –murmuró lo suficientemente bajito para que ellosno pudieran escucharla. Lo metió a la fuerza en su imaginación. Aquello no era su

habitación, su santuario, su prisión. Aquello era un escenario teatral, con cámaras y

luces y docenas de directores y productores y asistentes androides circulando por todas

partes.

Y ella era una actriz.

-Pequeña Cress, detén el programa de actividad física.

Las pantallas se interrumpieron, la habitación se quedó en silencio, y Cress salió

de debajo de la mesa.

Cinder estaba sentada ahora frente a la pantalla, con Carswell Thorne

revoloteando por encima de su hombro. Cress lo miró el tiempo suficiente para captar

una sonrisa que quizás tenía la intención de ser una disculpa, pero solo sirvió para hacer

que su corazón diera rápidos brincos en su pecho.

-Hola –dijo Linh Cinder-. Lamento sorprenderte de esta manera. ¿Me recuerdas?

Hablamos hace un par de semanas, en el día de la coronación y… 

-S… sí, por supuesto –tartamudeó. Las rodillas le empezaron a temblar mientras

empujaba clandestinamente su silla de nuevo hacia ella y se sentaba-. Me alegro de que

te encuentres bien. –Se obligó a sí misma a concentrarse en Linh Cinder. No en Carswell

Thorne. Si tan solo se abstenía de encontrarse otra vez con su mirada, podría lograrlo.

No perdería su autocontrol.

Y aun así, la tentación de fijar sus ojos en él seguía allí, tirando de ella.

-Oh, gracias –dijo Cinder-. No estaba segura de… quiero decir, ¿estás al tanto de

las noticias terrestres? ¿Sabes lo que ha estado sucediendo desde que…? 

-Lo sé todo.

Cinder hizo una pausa.

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Cress se dio cuenta de que sus palabras habían salido todas atropelladas, y se

recordó a sí misma que debía vocalizar cuando estaba interpretando un papel tan

sofisticado. Se obligó a sí misma a sentarse un poco más recta.

-Estoy al tanto de todos las noticias –aclaró-. Sabía que fuiste avistada en Francia,

y he estado rastreando tu nave, así que estaba al corriente que no había sido destruida,pero seguía sin saber si os habían causado algún daño, o qué había sucedido, y he estado

tratando de establecer comunicación con la D-COMM pero nunca me respondisteis. –Se

desinfló un poco, atando nudos con los dedos en su cabello-. Pero me alegro de ver que

te encuentras bien.

-Sí, sí. Ella se encuentra bien, nosotros nos encontramos bien, todo el mundo se

encuentra bien –dijo Thorne, apoyando un codo en el hombro de Cinder e inclinándose

hacia la pantalla con el ceño fruncido. Mirarlo a los ojos fue inevitable, y un gritito se le

escapó de los labios (un sonido que nunca antes se había escuchado hacer)-. ¿Acabas de

decir que has estado rastreando nuestra nave?

Abrió la boca, pero la cerró un momento después cuando no salió ningún sonido.

Finalmente, se las ingenió para asentir débilmente.

Thorne entrecerró los ojos como si intentara averiguar si estaba mintiendo. O si

simplemente era una idiota.

Deseaba deslizarse de nuevo debajo de su mesa. 

-De verdad –arrastró las palabras-. Y, ¿para quién habías dicho que trabajabas?

Eres una actriz. ¡Una actriz!

-La Señora  –dijo, forzando las palabras-. La Señora Sybil. Me ordenó que os

encontrara, pero no le he dicho nada… y no lo haré, no tenéis que preocuparos por eso.

Yo… he estado interfiriendo en las señales de radar, asegurándome de que los satélites

de vigilancia estuvieran mirando hacia otro lado mientras vosotros pasabais, ese tipo de

cosas. Para que nadie más pudiese encontraros.  –Dudó, dándose cuenta de que los

cuatro rostros la observaban boquiabiertos como si todo su pelo acabara de

desprenderse-. Debéis de haberos dado cuenta de que no habéis sido atrapados todavía.

Arqueando una ceja, Cinder deslizó su mirada hasta Thorne, quien dejó escaparuna repentina carcajada.

-Todo este tiempo pensábamos que Cinder estaba lanzando algún tipo de

hechizo de bruja sobre las otras naves, ¿y eras tú?

Cinder frunció el entrecejo, pero Cress no habría sabido decir a quién estaba

dirigido su enojo.

-Supongo que te debemos un enorme agradecimiento.

Los hombros de Cress se sacudieron en un incómodo encogimiento de hombros.

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-No fue muy difícil. Encontraros fue la parte más dura, pero cualquiera pudiera

haberlo averiguado. Y colar naves a hurtadillas por toda la galaxia es algo que los lunares

llevan haciendo durante años.

-Tengo un precio a mi cabeza lo suficientemente grande como para comprar la

Provincia de Japón –dijo Cinder-. Si cualquiera pudiera haberlo averiguado, ya lo habríahecho. Así que, de veras, te lo agradezco.

El sonrojo le hormigueo cuello abajo.

Thorne le dio un codazo a Cinder en el brazo.

-Ablandarla con adulación. Buena estrategia.

Cinder puso los ojos en blanco.

-Mira. La razón por la que hemos contactado contigo es porque necesitamos tu

ayuda. Evidentemente más de lo que yo había pensado.

-Sí  –dijo Cress enérgicamente, desenvolviendo el pelo de su muñeca-. Sí. Lo que

necesitéis.

Thorne sonrió alegremente.

-¿Veis? ¿Por qué no podéis ser todos así de agradables?

La segunda chica le pegó en el hombro.

-Ni siquiera sabe todavía lo que queremos que haga.

Cress la miró por primera vez. Tenía el cabello rojo y rizado, una colección de

pecas sobre su nariz, y unas curvas que eran injustamente exageradas al lado de Cinder,

toda ángulos en comparación. El hombre que se encontraba junto a ella las

empequeñecía a ambas y tenía un pelo castaño que se alzaba en todas direcciones,

pálidas cicatrices que daban a entender algo más que su participación en las peleas, y

un moratón reciente en la mandíbula.

Cress hizo todo lo posible para parecer decidida.

-¿Con qué necesitáis ayuda?

-Cuando hablé contigo anteriormente, en el día del baile, me dijiste que habías

estado espiando a los líderes de la Tierra e informando a la Reina Levana. Y también

sabías que una vez Levana se convirtiera en emperatriz, había planeado asesinar a Kai

para poder tener un control absoluto sobre la Mancomunidad y utilizar ese poder para

poner en marcha un ataque a gran escala a los otros países terrestres.

Cress asintió, quizás con demasiado ímpetu.

-Bueno, necesitamos que los habitantes de la Tierra sepan qué medidas está

dispuesta a tomar con el fin de reclamar la Tierra, no solo la Mancomunidad. Si los otros

líderes supieran que ha estado espiándolos todo este tiempo, y que tiene la intención

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de invadir sus países en cuanto se le presente la ocasión, no tolerarían esta boda. No la

aceptarían como líder mundial, la boda se cancelaría, y… con un poco de suerte, eso nos

brindará la oportunidad de… eh. Bueno, la objetivo definitivo es destronarla por

completo.

Cress se lamió los labios.

-Entonces… ¿qué queréis que haga?

-Pruebas. Necesito pruebas de lo que Levana está planeando, de lo que está

haciendo.

Considerándolo, Cress se hundió en su silla.

-Tengo copias de todas las grabaciones de vigilancia durante estos años. Sería

fácil sacar algunos de los vídeos más incriminatorios y enviároslos por este enlace.

-¡Eso es perfecto!

-Sin embargo, es un indicio. Solo demostraría que Levana está interesada en lo

que los otros líderes están haciendo, no necesariamente que planee invadirlos, y no creo

que tenga ningún tipo de documentación sobre su intención de asesinar a Su Majestad

tampoco. Son más mis propias sospechas y especulaciones a raíz de las cosas que ha

dicho mi señora.

-No pasa nada, nos conformaremos con lo que tengas. Levana ya nos ha atacado

una vez. No creo que vaya a costar mucho convencer a los terrestres de que lo volvería

a hacer.Cress asintió, pero su entusiasmo había palidecido. Carraspeó.

-Mi señora reconocerá la grabación. Sabrá que he sido yo quien os la

proporcionó.

La sonrisa de Cinder comenzó a desvanecerse, y Cress supo que no hacía falta

que explicara su situación. Sería ejecutada por traición.

Traducción de Yashube (El Reino de Mis Medias Verdades)

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