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1 MATERIA: PREHISTORIA DEL VIEJO MUNDO. CATEDRA: Prof. Dr. Eduardo Crivelli. TRADUCCION: Alina Torcoletti. Procesamiento de ilustración: Eva Calomino. REVISION: Dra. Dánae Fiore TEXTO: Fagan 2004. Parte I: Comienzos. Capítulo 2: Orígenes Humanos Homo temprano: 2,5 a 2,0 millones de años A.P. Homo habilis Louis y Mary Leakey fueron los primeros en identificar a los primeros homínidos que fueron clasificados como tempranos Homo en la Garganta de Olduvai en 1960. Ellos llamaron a su descubrimiento fragmentario Homo habilis, “Persona Habilidosa”, una etiqueta que conmemoraba las habilidades de fabricación de herramientas asumidas para estos homínidos. Luego, Richard Leakey halló el famoso cráneo 1470 en Turkana del Este, un cráneo de cabeza redonda, con gran cerebro, que confirmaba la existencia de H. habilis sin lugar a dudas (Lewin, 1993) (Figura 2.9) 1 . Si hace 2 millones de años hubieras encontrado un H. habilis, habrías encontrado poco como para distinguir a estos nuevos homínidos de los Australopithecus. Ambos tenían una altura y un peso similar, cerca de 1,3 m (4 pies y 3 pulgadas) de alto y cerca de 40 kg. (88 libras). Ambos eran bípedos, pero el H. habilis habría parecido menos simiesco alrededor de la cara y el cráneo. Su cabeza era más grande y redondeada, su cara menos protuberante, su mandíbula más pequeña. Algunas de las diferencias anatómicas mas significativas implicaban dientes mas uniformes y menos especializados. Los molares eran más estrechos, los premolares, más pequeños y los incisos más grandes y similares a espadas, como si hubieran sido utilizados para rebanar. Sin embargo, estudios microscópicos del desgaste dental han mostrado que tanto el Australopitecus como el H. habilis se alimentaban predominantemente de frutas, por lo que no parece haber habido un cambio considerable en la dieta entre ambos (Tobias, 1991). El Homo habilis poseía un cerebro más grande, con una mayor capacidad craneana, de entre los 600 y los 700 c.c., en contraste con el Australopitecus, la cual se encontraba entre los 400 y los 500 c.c. Los fémures y los huesos de las extremidades hallados en Koobi Fora y en Olduvai confirman que el H. habilis caminaba erguido. Los huesos de las manos son levemente más curvos y robustos que los de los humanos modernos. Se trataba de una mano con un agarre poderoso, más similar a la mano de los chimpancés y los gorilas, que a la de los humanos, una mano ideal para treparse a los árboles. Un pulgar oponible permitía tanto un poderoso agarre como una precisa manipulación de objetos finos. Con esta ultima capacidad, el H. habilis pudo haber fabricado herramientas complejas. Probablemente existió una considerable diferencia en cuanto al tamaño entre los machos y las hembras (Johanson et al., 1987). 1 Figura 2.9. Una reconstrucción tentativa del cráneo 1470 del este de Turkana, Kenya. El cráneo del Homo temprano es notable por su gran capacidad y su área posterior redondeada.

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Traducción de People of the Earth de B. Fagan.

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MATERIA: PREHISTORIA DEL VIEJO MUNDO. CATEDRA: Prof. Dr. Eduardo Crivelli. TRADUCCION: Alina Torcoletti. Procesamiento de ilustración: Eva Calomino. REVISION: Dra. Dánae Fiore

TEXTO: Fagan 2004. Parte I: Comienzos. Capítulo 2: Orígenes Humanos

Homo temprano: 2,5 a 2,0 millones de años A.P.

Homo habilis

Louis y Mary Leakey fueron los primeros en identificar a los primeros homínidos que

fueron clasificados como tempranos Homo en la Garganta de Olduvai en 1960. Ellos llamaron a

su descubrimiento fragmentario Homo habilis, “Persona Habilidosa”, una etiqueta que

conmemoraba las habilidades de fabricación de herramientas asumidas para estos homínidos.

Luego, Richard Leakey halló el famoso cráneo 1470 en Turkana del Este, un cráneo de cabeza

redonda, con gran cerebro, que confirmaba la existencia de H. habilis sin lugar a dudas (Lewin,

1993) (Figura 2.9)1.

Si hace 2 millones de años hubieras encontrado un H. habilis, habrías encontrado poco

como para distinguir a estos nuevos homínidos de los Australopithecus. Ambos tenían una altura

y un peso similar, cerca de 1,3 m (4 pies y 3 pulgadas) de alto y cerca de 40 kg. (88 libras).

Ambos eran bípedos, pero el H. habilis habría parecido menos simiesco alrededor de la cara y el

cráneo. Su cabeza era más grande y redondeada, su cara menos protuberante, su mandíbula más

pequeña. Algunas de las diferencias anatómicas mas significativas implicaban dientes mas

uniformes y menos especializados. Los molares eran más estrechos, los premolares, más

pequeños y los incisos más grandes y similares a espadas, como si hubieran sido utilizados para

rebanar. Sin embargo, estudios microscópicos del desgaste dental han mostrado que tanto el

Australopitecus como el H. habilis se alimentaban predominantemente de frutas, por lo que no

parece haber habido un cambio considerable en la dieta entre ambos (Tobias, 1991). El Homo

habilis poseía un cerebro más grande, con una mayor capacidad craneana, de entre los 600 y los

700 c.c., en contraste con el Australopitecus, la cual se encontraba entre los 400 y los 500 c.c.

Los fémures y los huesos de las extremidades hallados en Koobi Fora y en Olduvai

confirman que el H. habilis caminaba erguido. Los huesos de las manos son levemente más

curvos y robustos que los de los humanos modernos. Se trataba de una mano con un agarre

poderoso, más similar a la mano de los chimpancés y los gorilas, que a la de los humanos, una

mano ideal para treparse a los árboles. Un pulgar oponible permitía tanto un poderoso agarre

como una precisa manipulación de objetos finos. Con esta ultima capacidad, el H. habilis pudo

haber fabricado herramientas complejas. Probablemente existió una considerable diferencia en

cuanto al tamaño entre los machos y las hembras (Johanson et al., 1987).

1 Figura 2.9. Una reconstrucción tentativa del cráneo 1470 del este de Turkana, Kenya. El cráneo del Homo temprano es notable por su gran capacidad y su área posterior redondeada.

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La anatomía esqueletal del H. habilis ofrece una imagen en mosaico, con rasgos tanto

primitivos como avanzados, de un homínido que caminaba bípedamente y conservaba, a la vez,

la habilidad general hominoide para treparse a los arboles. Una pista informativa proviene de los

huesos del brazo de un espécimen de Olduvai, el cual, igual que el de Lucy, era el 95% del largo

del fémur. El chimpancé tiene los huesos del brazo y del muslo de casi el mismo largo, mientras

que en los humanos modernos los huesos de los brazos son sólo un 70 % del largo de los huesos

del muslo. Casi seguramente el H. habilis pasaba gran parte de su tiempo trepando árboles, una

adaptación que los habría hecho mucho menos humanos de lo que ha sido asumido hace pocos

años, en su conducta y presumiblemente en su estructura social.

El Homo habilis, como muchas otras etiquetas taxonómicas, se acomoda a lo que podrían

ser de hecho dos o más especies humanas. La proliferación resultante de nombres de homínidos

refleja una preocupación con la documentación de una variación anatómica que excede

ampliamente las diferencias posibles entre machos y hembras. Por ejemplo, H. habilis pudo

haber vivido junto a otra forma del Este Africano, Homo rudolfensis (ver Tabla 2.5). Para mayor

claridad, aquí conservamos el término genérico H. habilis, pero señalamos que oculta una

considerable variabilidad morfológica, específicamente después de los 2 millones de años A.P.,

cuando nuevas formas humanas estaban evolucionando en África y quizás también en Asia.

¿Una explosión de cambio rápido?

Nuestros predecesores científicos concibieron a la evolución como un mecanismo

gradual y progresivo. Los fósiles tempranos del Este de África sugieren un escenario muy

diferente, que coincide con la perspectiva actual de la evolución como un equilibrio puntuado –

largos periodos de relativa estabilidad puntuados con explosiones de cambio rápido causadas

por nuevas presiones selectivas, que resultan de condiciones alteradas, ya sea cambios

ambientales o alteraciones en el mismo organismo.

Estas explosiones de cambio rápido pudieron haberse sostenido durante los breves

500.000 años que separan al A. garghi del H. habilis. Quien quiera que haya sido el primer

productor de herramientas, el desarrollo de la tecnología lítica dio a sus inventores una mayor

ventaja sobre las otras especies homínidas. Martillos y lascas de piedra les permitieron explotar

las presas de otros predadores2, cambiar hacia una dieta rica en energía y grasas, lo que pudo

conducirlos a todo tipo de consecuencias evolutivas. El tamaño del cerebro aumentó de unos 450

c.c. en A. afarensis a 1000 c.c. en los Homo erectus, mucho más avanzados (ver Capítulo 3).

También hubo modificaciones en las caderas y miembros para la locomoción bípeda y una

reducción del dimorfismo sexual. La forma primitiva del cuerpo y el dimorfismo sexual

característicos de los homínidos tempranos desaparecieron con la emergencia del H. erectus. Sin

embargo, lo que causó este cambio evolutivo sigue siendo un misterio. Algunas autoridades

sospechan que el cambio climático, especialmente temperaturas más bajas, jugaron algún rol

(Vrba et al., 1995).

2 NdeT: con la expresión “exploit predator kills” el autor se refiere al consumo de presas ya cazadas por otros predadores, por parte de los homínidos, es decir, al carroñeo.

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¿Quién fue el primer humano?

Hace una generación, la evolución humana se pensaba como una carrera a través del

tiempo, con un ancestro simiesco en la base y los humanos modernos en la cima. En cuanto a los

humanos, habían aparecido cuando comenzó la construcción de herramientas. Este fue el

razonamiento que causó las grandes controversias del los 60´s sobre quién era el fabricante de

herramientas más temprano. ¿Era el Australopitecus o alguna forma homínida estrechamente

relacionada, como el esperanzadoramente llamado Homo habilis? A medida que el paso de los

descubrimientos se aceleraba, se hizo aparente que varias formas homínidas estaban rondando

cuando la fabricación de herramientas comenzó, haciendo que la identificación de los primeros

“humanos” fuera una tarea aun más desafiante.

En años recientes, cuatro criterios han sido generalmente utilizados para asignar un fósil

al género Homo:

Un tamaño craneano absoluto de 600 c.c.

La posesión de lenguaje, identificado a partir de moldes de los patrones cerebrales del

interior del cráneo

La posesión de una precisión de agarre humana moderna y de un pulgar oponible

La habilidad de manufacturar herramientas líticas

Tal como Bernard Wood y Mark Collard (1999) han señalado, existen serios problemas

con todos estos criterios. La capacidad craneana absoluta es de dudosa importancia biológica.

Actualmente sabemos que la evidencia del lenguaje no puede ser inferida a partir de la caja

craneana. Más aun, todavía no sabemos demasiado acerca de la precisión de agarre entre los

homínidos tempranos. Las herramientas líticas no son un criterio concluyente, simplemente

porque hace 2.6 millones de años tanto los tempranos Homo como los austrolopitecinos robustos

prosperaron en la misma área en la que fueron encontrados los artefactos más tempranos.

La evolución homínida implica un nivel de diversidad de especies mucho mayor de lo que

se pensó anteriormente (Foley, 1995). La evolución humana puede ser vista como una o más

radiaciones adaptativas, más que una simple evolución de una sola vía, de especies sucesivas.

Esta perspectiva deriva de la cladística, un sistema analítico para reconstruir relaciones

adaptativas, propuesto por primera vez en los 50´s. Los análisis evolutivos clásicos se basan en

similitudes morfológicas entre organismos. Lo mismo hace la cladística, pero con una diferencia:

los análisis cladísticos se concentran no sólo en los rasgos que identifican un ancestro en común

sino también en aquellos que se derivan independientemente y que son únicos de linajes

específicos. Inevitablemente, la cladística tiende a enfatizar la diversidad sobre la homogeneidad.

Una definición cladística considera al género humano como un grupo de especies que

están más íntimamente relacionadas entre sí que con especies asignadas a otro género. Esta

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interpretación insiste en que el género humano es monofilético, esto es, que todos sus miembros

descienden en última instancia de un ancestro común. Wood y Collard definen al género humano

“como una especie, o monofilum, cuyos miembros ocupan una zona adaptativa singular” (1999,

pp. 66). Utilizando esta definición, ellos llevaron a cabo un análisis cladístico de todos los fósiles

conocidos de Homo y desarrollaron un cladograma que separa a todas las formas

autralopitecinas, a Homo habilis dentro de un genero y a los humanos tardíos, comenzando con

Homo erectus, dentro de otro (Figura 2.103). Su intrincado análisis estadístico sugiere que se

conoce lo suficiente sobre el tamaño y la forma corporal, la locomoción, el desarrollo y el tamaño

relativo del aparato masticador como para dividir a las estrategias adaptativas de los fósiles

homínidos en dos grandes grupos:

Los autralopitecinos y el Homo habilis (incluido el H. rudolfensis) pertenecen a una grupo

de homínidos con una masa corporal relativamente baja, con la forma del cuerpo mejor

ajustada a un ambiente relativamente cerrado y un esqueleto postcraneal que combina

bipedismo terrestre con trepado experto. Los dientes y mandíbulas de estos homínidos

están bien adaptados a masticar y morder una dieta variada y mecánicamente

demandante. Estudios sobre los dientes y el fémur del Australopitecus muestran que la

taza de desarrollo (y dependencia) de los homínidos jóvenes de este grupo fue más

similar a la de los simios africanos modernos. El desarrollo de los dientes de H. habilis y

H. rudolfensis también parece haber sido similar al de los simios africanos, ya que el

periodo de desarrollo fue también más corto que el de los humanos modernos.

Homo erectus, sus contemporáneos y las formas humanas posteriores pertenecen al

segundo grupo, caracterizado por una mayor masa corporal, un físico humano moderno,

que fue adaptativo en terrenos más abiertos, y un esqueleto postcraneal consistente con

un bipedismo terrestre. La habilidad para moverse sobre los árboles fue muy limitada;

los dientes y las mandíbulas tenían propiedades mecánicas similares a aquellas de los

humanos modernos.

La definición de Homo hace una diferencia clara entre los homínidos previos a 1,9

millones de años A.P. y el Homo erectus y sus sucesores, quienes evolucionaron luego de esa

fecha. Esto implica que un abismo conductual y evolutivo separa a los verdaderos humanos de

muchos otros homínidos que florecieron en África antes de los 2 millones de años A.P. Qué fue lo

que causó este cambio adaptativo en la evolución humana, se desconoce. ¿Se corresponde con un

cambio ambiental y climático significativo, con cambios evolutivos similares en otros grupos de

grandes mamíferos o con cambios específicos en la cultura humana? Las respuestas vendrán de

una nueva generación de investigaciones.

La evolución homínida puede pensarse como una serie de radiaciones adaptativas que se

desplegaron a lo largo de los últimos 5 millones de años. La primera radiación fue la de los

simios bípedos, quienes vivieron, principalmente, en los sectores más secos de África. Otras dos

radiaciones dieron lugar a lo que todavía se llama temprano Homo y australopitecinos robustos,

3Figura 2.10. Diagrama altamente simplificado. mostrando la cronología y el estatus evolutivo de homínidos tempranos y humanos

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cada uno con su propia cuestión adaptativa. En el caso del temprano Homo, un tamaño cerebral

expandido jugó un rol clave, mientras que los australopitecinos robustos desarrollaron una

dentadura especializada. Si bien estos últimos tuvieron grandes variaciones en términos

morfológicos, los humanos posteriores radiaron no tanto morfológicamente sino

ecológicamente, desparramándose desde África y creando poblaciones geográficas distintas.

Este florecimiento de tipos homínidos es exactamente de lo que se trata la evolución:

“una producción sin fin de nuevas maneras de hacer cosas, explorando alternativas, probando

nuevas estrategias mientras las condiciones cambian, todo impulsado por la selección natural”

(Foley, 1995, p. 103). Los homínidos no fueron diferentes de otros mamíferos, quienes

comenzaron como un delgado vástago y radiaron en distintas ramas. Todavía no sabemos

demasiado sobre las relaciones entre estas ramas.

Evidencia Arqueológica de la Conducta Humana Temprana

Estudiar la conducta de los humanos tempranos es complicado por las pobres

condiciones de preservación y por el vasto abismo temporal que nos separa de nuestros

ancestros remotos. En términos generales, tres líneas de evidencia ofrecen oportunidades para

testear hipótesis sobre la temprana conducta homínida:

1. Dispersiones de artefactos. Dispersiones de artefactos y de restos alimenticios forman

al registro arqueológico relacionado con las actividades homínidas, quizás como

matanzas de predadores, campamentos bases o escondrijos de carne.

2. Artefactos manufacturados. A causa de las condiciones de preservación, los artefactos

manufacturados son principalmente objetos líticos. Es importante considerar también el

transporte de la materia prima utilizada para fabricar estas herramientas.

3. Restos de comida. Hallazgos de restos de comida, mayoritariamente huesos

fragmentados de animales, revelan información valiosa sobre nuestros antepasados

remotos.

¿Evidencia para lugares centrales?

Los cazadores recolectores posteriores habitualmente hicieron uso de lugares centrales,

sitios a los que retornaban a dormir, fabricar herramientas, cocinar alimentos y comprometerse

con una amplia variedad de actividades sociales. ¿Tuvieron los homínidos lugares centrales

similares?

La única evidencia arqueológica proviene del Este de Turkana y de la Garganta de

Olduvai (ver el recuadro Sitio), en donde han sido excavadas y estudiadas con cuidado

meticuloso cierto número de concentraciones de huesos y de herramientas líticas, datadas

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alrededor de los 2 millones de años A.P. No se encontraron concentraciones similares con los

homínidos más tempranos de Laetoli o Hadar.

Durante años, Louis Leakey y otros paleoantropólogos pioneros creyeron que esas

dispersiones eran “pisos de ocupación”, lugares en los que nuestros ancestros dormían, hacían

herramientas y carneaban sus presas. Estos eran campamentos base, según argumentaban bajo

la asunción de que los homínidos que crearon las concentraciones de artefactos eran cazadores y

recolectores que se comportaban como versiones primitivas de las bandas vivas.

Los pensamientos recientes sobre el tema miran a estas asunciones como peligrosas.

Primero, el registro arqueológico es muy antiguo, tan antiguo que la única manera de

interpretarlo es con un conocimiento completo de los procesos geológicos y de otros procesos

que hayan afectado la dispersión ósea e instrumental desde que sus fabricantes la abandonaron.

Segundo, actualmente sabemos mucho más acerca de los cazadores vivos y de los primates no

humanos, lo suficiente como para socavar la confianza de que las analogías directas con esas

poblaciones tengan alguna validez cuando estamos tratando con la conducta homínida de hace 2

millones de años. Tercero, una generación completamente nueva de investigaciones que

involucran experimentación controlada, estudios de desgaste de filos (examen microscópico de

las superficies de trabajo de las herramientas) y otros enfoques sofisticados han lanzado la duda

sobre la idea de que el Homo habilis (o cualquier otro homínido contemporáneo) fuera siquiera

un cazador.

Si las dispersiones tempranas de artefactos no son lugares centrales, ¿qué

comportamiento representan? Algunas de las herramientas manufacturadas más tempranas del

mundo provienen de Gona, Etiopía (c. 2,6 millones de años A.P.) (Semaw et al., 1997). Otras,

frecuentemente en asociación con huesos de animales, provienen del área de Koobi Fora del Este

de Turkana y del oeste del lago (Isaac y Harris, 1978; Roche et al., 1999). Varias localidades

fueron excavadas, entre ellas un lecho de río seco en donde un grupo de homínidos

aparentemente encontró la carcasa de un hipopótamo hace 1,8 millones de años A.P.

aproximadamente. Ellos recolectaron en los alrededores y removieron los huesos y la carne del

animal muerto con pequeñas lascas líticas. Los depósitos en los que las rocas y los restos de

lascas fueron hallados son de un grano tan fino que contienen bloques naturales no más grandes

que una arveja. Así, cada trozo de roca en el sitio fue llevado por los homínidos para fabricar

herramientas cerca de la carcasa. Algunos de los núcleos provienen de una distancia de cerca de

14 km. (9 millas), por lo que, presumiblemente, la gente pudo extraer lascas afiladas para

carnear la carcasa. Este sitio provee de clara evidencia de fabricación de herramientas,

transporte de materias primas y descarne. Nosotros simplemente no sabemos si los homínidos

mataron al hipopótamo por sí mismos. El sitio puede representar un lugar en el que se

detuvieron brevemente para carroñear carne de una presa de un predador (predator kill) o de

un animal que murió por causas naturales. (Los arqueólogos identifican los usos de los sitios por

su contenido artefactual y por otros hallazgos, por ejemplo, marcas de refugios pintados que

sugieren que un sitio fue un “lugar central” o un asentamiento. Juzgando los hallazgos, esta

locación ciertamente no fue un lugar central.)

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El sitio FxJj50, también en Koobi Fora, es un curso de agua antiguo, un lugar en el que los

homínidos pudieron encontrar sombra del sol ardiente, ubicado cerca del agua y con recursos

abundantes de roca para fabricar herramientas (Figura 2.124) (Bunn, 1994; Bunn et al. 1980). El

sitio consiste en un conjunto de artefactos líticos: choppers, raspadores toscos, guijarros con

huellas de golpes y lascas filosas. Aproximadamente 2100 huesos que representan al menos a 20

vertebrados, principalmente antílopes, están asociados con las herramientas, algunos de ellos

con marcas de masticación de carnívoros. Existen signos claros de que los huesos fueron

machacados y cortados por homínidos, ya que a partir de su reconstrucción, los fragmentos

muestran signos de golpes de martillo y finas ranuras lineales que sólo pueden ser el resultado

de cortes del hueso con filos de líticos fabricados. Los excavadores notaron la ausencia de

terminaciones articulares de los huesos, una característica de la acumulación ósea que resulta de

la matanza de los carnívoros. Quizás los homínidos simplemente persiguieron a leones y a otros

predadores y luego avanzaron hacia las presas frescas; no estamos seguros. Hay una gran

posibilidad de que la caza exitosa jugase un rol relativamente limitado en la vida de los

homínidos durante estos tiempos tempranos.

Otro sitio consiste en una concentración de herramientas líticas y huesos de animales

fracturados, varios de antílopes y de grandes mamíferos. Esta concentración yace sobre la

superficie de un lecho seco donde el agua podría haber sido fácilmente obtenida cavando en la

arena. Las orillas del curso de agua probablemente tuvieron sombra gracias a una densa hilera

de arboles que proveían de abrigo y de alimentos vegetales. Quizás las personas que dejaron

estas herramientas y huesos trepaban a los arboles por las noches. El sitio estaba tan refugiado

que incluso minúsculas lascas de piedra estaban todavía en su lugar, sin haber sido afectadas por

los fuertes vientos que barren el área; las hojas también dejaron impresiones en los depósitos. La

fuente lítica más cercana está a 3,2 km. (2 millas) del sitio, por lo que los habitantes debieron

haber cargado sus herramientas y, con toda probabilidad, porciones de los animales cuyos

huesos se acumularon en el sitio. Este tipo de conducta –cargar comida hacia un lugar fijo- es

fundamentalmente diferente de aquel de los primates no humanos.

Mucho de nuestro conocimiento presente sobre la forma de vida de los homínidos

tempranos viene de la Garganta de Olduvai, en donde Mary Leakey ploteó y registró sitios en Bed

I, en la base de la garganta (M. D. Leakey, 1971). El piso Zijanthropus en Olduvai resultó ser de

115 metros cuadrados (1239 pies cuadrados), consistente de más de 4000 artefactos y huesos.

Muchos artefactos y huesos estaban concentrados en un área de unos 4,5 m. (15 pies) de

diámetro. Una pila de huesos destrozados y rocas yace a una corta distancia, los huesos quizás

estén apilados en montones, a medida que la medula era extraída. Un área desnuda, en forma de

arco, entre estos montones de huesos y la pila de fragmentos más completos permanece

inexplorada. Leakey se preguntó si fue un sitio de rompeviento rudimentario de ramas, dado que

el área yace en un camino de vientos que prevalecen actualmente.

Investigaciones recientes se han acercado a las locaciones de Olduvai desde variados

ángulos (Bunn y Kroll, 1986; Potts, 1984a). Un cuidadoso examen de los huesos ha revelado que

muchos de ellos han yacido en la superficie por periodos de tiempo considerables, quizás tanto

4 Figura 2.12. Excavaciones en el sitio FxJj50, Koobi Fora, Kenya.

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como cuatro a seis, o incluso diez años, a juzgar por patrones de uso sobre huesos modernos del

este de África. se encuentran huesos de muchos animales diferentes en los conjuntos y los restos

de carcasas pertenecen a un conjunto de animales ecológicamente muy diversos. Los huesos de

los miembros predominan en los “pisos”, como si estos huesos aislados hubieran sido

repetidamente transportados hacia el sitio. Además, las herramientas líticas halladas en las

superficies de Olduvai eran importadas de fuentes de materias primas algo distantes.

¿Qué hace uno con este patrón de huesos ricos en carne y médula concentrados en una

pequeña área junto con herramientas líticas? El porcentaje de huesos de carnívoros es algo más

alto de lo que el ambiente natural sugeriría, aproximadamente de 3% en los conjuntos de

Olduvai, opuesto al 1% del ambiente local actual (en un caso, la figura fue tan alta como un 21%).

¿Hubo entonces una competencia ecológica intensa por las presas entre los homínidos y otros

carnívoros? Parece posible que la presencia de carnívoros haya restringido las actividades de los

homínidos en Olduvai. Ellos deben haber tomado los huesos carnosos de las matanzas de los

carnívoros, luego los llevaron al lugar en donde tenían una colección de herramientas líticas. Allí,

ellos pudieron haber cortado la carne y extraído la medula precipitadamente, antes de

abandonar los huesos frescos a los carnívoros que revoloteaban alrededor. Los sitios de Olduvai

pueden no haber estado libres de carnívoros, y sin fuego o perros domesticados, el H. habilis

probablemente tuvo que depender del "forrajeamiento" / aprovisionamiento (foraging)

oportunístico. Como ya hemos notado, muchos de los huesos de Olduvai contienen tanto marcas

de dientes de carnívoros como de cortes con instrumentos líticos, un reflejo quizás, de la

competencia por las presas. También merece la pena destacar que un hueso homínido hallado en

Olduvai había sido roído por carnívoros.

Cualquiera haya sido su propósito real, podemos estar seguros de que los sitios de

acumulación de huesos y artefactos de Olduvai fueron lugares usados sólo como bases muy

transitorias. ¿Fueron locaciones a las que los humanos regresaron para dormir, alimentar a sus

dependientes y desarrollar otras actividades, o simplemente fueron usadas ocasionalmente para

quebrar huesos y comer carne? Sabemos que los homínidos transportaron rocas para hacer

herramientas y porciones de carcasas de animales de un lugar a otro. No podemos estar seguros

de que, de hecho, viviesen en los lugares en donde estos objetos fueron abandonados, a la

manera en que los posteriores cazadores-recolectores hicieron. Varios expertos creen que las

acumulaciones fueron escondrijos útiles de artefactos líticos, hacia los que eran llevados huesos

u otros recursos alimenticios para su procesamiento (Potts, 1984b). Quizás estos escondrijos

yacieran cerca de fuentes de agua o de recursos alimenticios predecibles. Quizás, también, eran

mantenidos a lo largo del rango del grupo, de manera tal que los homínidos no tuvieran que

cargar con carne o rocas muy lejos (o por largas distancias). De todas maneras, un patrón

consistente de escondrijos distribuidos a través del territorio requiere de un nivel de previsión,

planeamiento y memoria que pudo haber estado más allá de las capacidades intelectuales de los

homínidos de Olduvai.

Todo lo que la arqueología nos cuenta es que los sitios tempranos de Olduvai fueron

lugares hacia los que se cargaban rocas y recursos alimenticios. Estos pueden haber sido los

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antecedentes remotos de los lugares centrales de los cazadores recolectores, que existirían en

tiempos posteriores, probablemente con el uso regular del fuego para cocinar y protegerse.

Caza y carroñeo

¿Fueron estos homínidos cazadores-recolectores hechos y derechos o carroñearon a

partir de matanzas de predadores para obtener carne? ¿O ambas cosas? Ahí yace una de las

controversias fundamentales de la paleoantropología. La Tafonomía, los estudios de

microdesgaste y otros enfoques altamente sofisticados del registro arqueológico de 2 millones

de años de antigüedad, han mostrado una y otra vez la locura total de basar teorías de la

conducta de los tempranos homínidos sobre rudimentarias analogías con sociedades cazadoras

modernas. Tan sólo para comenzar, los homínidos pertenecían a un especie bastante diferente.

Además, ningún simio viviente muestra su conducta. Ni siquiera, en realidad, lo hicieron todos

los homínidos tempranos, algunos de los cuales nunca acumularon huesos.

Diversas comunidades de carnívoros y ungulados se han desarrollado en el este y sur de

África hace 4 millones de años atrás, con una gran diversidad de homínidos como parte de la

comunidad de mamíferos. Algunos científicos creen que esas nuevas formas de adaptación a un

ambiente heterogéneo como lo fue el de la sabana de África del Este, se desarrollaron

oportunísticamente. Argumentan que, bajo algunas condiciones ecológicas, un cambio

oportunístico en el uso de una fuente alimenticia como la carne pudo llevar a un progreso en la

conducta humana que tuvo significancia a largo plazo. Con una gran diversidad de predadores en

la sabana, los homínidos consumidores de carne tuvieron que haber competido exitosamente

con los carnívoros para obtenerla. Esta habilidad competitiva fue seleccionada porque el

consumo de carne se volvió vital para la supervivencia y el éxito reproductivo y porque los

peligros de competir con los carnívoros fueron más que compensados por las ventajas de contar

con fuentes de comida más disponibles y con un éxito reproductivo mayor debido a una mejor

nutrición y a carne fácilmente transportable para alimento de la sociedad. En el presente es

difícil de elegir entre estos modelos ecológicos tan generales.

Los sitios de Olduvai contienen, en su mayor parte, huesos de animales más pequeños,

especies que eran menos poderosas que las homínidas. Más que carroñeo, los cazadores

pudieron haber corrido y tirado al suelo a su presa, antes de matarla. Esto es similar a una forma

de conducta simiesca, si bien los simios han sido vistos carroñeando carne a partir de las

matanzas de predadores. Algunas evidencias microscópicas de sitios muy tempranos de la

Garganta de Olduvai sugieren que el carroñeo pudo ser mucho más importante que la caza. Pat

Shipman (1984) y otros han examinado docenas de huesos quebrados de animales de Olduvai,

observando detalladamente las diminutas pero distinguibles marcas de corte resultado de

actividades como descarne, desarticulación de carcasas y remoción de piel. Ellos realizaron

replicas de marcas óseas de alta fidelidad y luego las examinaron bajo un microscopio de scanner

electrónico, comparando los resultados con aquellos obtenidos de una asentamiento agrícola en

Kenya de 2300 años de antigüedad, en el que los habitantes estaban activamente involucrados

con la desarticulación, el descarne y otras actividades. Ellos encontraron que el 90% de los

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huesos de 2300 años de antigüedad mostraban marcas de corte producto de la desarticulación

de las carcasas, pero solo el 45% de las de Olduvai presentaban las mismas marcas. Esto también

ocurrió con las marcas de descarne, aquellas realizadas al remover la carne de los huesos. En

contraste, cerca del 75% de los huesos de Olduvai y de los de hace 2300 años, muestran las

marcas características que dejan la remoción de cuero y tendones, las cuales son especialmente

visibles en los huesos de los miembros inferiores, dado que tienen poca carne sobre ellos.

Tanto la desarticulación como el descarne fueron, sorprendentemente, poco comunes en

Olduvai, por lo que parece dudoso que los homínidos estuviesen carneando y desarticulando

grandes animales y trasportándolos nuevamente hacia la base. Parecen haber obtenido carne sin

haber cortado muchas carcasas. Es posible que las hayan carroñeado de las matanzas de los

predadores. Una pista tentativa proviene de 13 huesos de Olduvai sobre los que se presentaron

tanto marcas de carnívoro como hechas por humanos. En ocho instancias las marcas humanas se

sobreponen a las marcas de dientes de carnívoros, como si los humanos hubieran carroñeado los

huesos a partir de carcasas que ya habían sido cazadas por leones u otros predadores (ver Potts,

1984a).

La diversidad de animales, incluyendo especies no migratorias, representadas en el

conjunto óseo de Olduvai es llamativa. Richard Potts (1984b) cree que ello representa la

variedad de animales residentes, más que una población de ungulados migratorios, en la que

sólo algunas especies estarían representadas. Argumenta que los homínidos dependían, al

menos parcialmente, de animales residentes, en una situación que podría generalizarse como de

grandes carnívoros siendo cazadores y carroñeros. Así, los homínidos de Olduvai fueron, tanto

mamíferos residentes cazados, como competencia de otros carnívoros en la actividad del

carroñeo.

Estudiando la frecuencia de partes esqueletarias en los conjuntos de Olduvai, Potts

(1984b) ha demostrado que los conjuntos óseos de carnívoros contienen altas proporciones de

extremidades anteriores, la parte esqueletaria removida usualmente primero de la carcasa por

un carroñero. En acumulaciones en que la actividad homínida tiene lugar, los miembros

anteriores son también comunes pero las posteriores también son relativamente abundantes,

según si los homínidos estuvieran obteniendo la carne más temprano o más tarde en la secuencia

de desarticulación de la carcasa.

¿Qué quieren decir estos hallazgos arqueológicos en términos conductuales? Robert

Blumenschine ha gastado largas temporadas de campo estudiando animales predadores en la

Planicie de Serengueti del norte de Tanzania, rica en presas (Blumenschine y Cavallo 1992). Este

ambiente semiárido de praderas, intersectado ocasionalmente por cursos de agua con cinturones

de arboles, es lo más cerca que podemos llegar del paisaje abierto explotado por nuestros

remotos ancestros. El Serengueti abunda en animales de caza de todos los tipos, y en predadores

que los cazan. Es un ambiente de abundancia, incluso de peligro, en el que los homínidos bípedos

debían competir con leones y hienas y en el que ellos mismos eran presas. La sabana, sin árboles,

ofrecía escaso refugio para los homínidos armados no con dientes y garras filosos y sino con

palos y piedras, sin embargo consiguieron carne exitosamente, ya fuese siendo expertos

cazadores o por medio del carroñeo oportunista. Blumenschine observó docenas de presas de

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predadores y examinó las carcasas restantes y los huesos destrozados, comparándolos con

aquellos de Olduvai y de otros sitios homínidos. Al mismo tiempo, identificó dos oportunidades

de carroñeo distintas en las que los homínidos habrían tenido ventajas por sobre sus

competidores.

La primera consiste en los bosques de los cauces de ríos, lugares en los que los leones

matan cerca del agua en la estación seca, alimentándose de la carcasa debajo del dosel de arboles

y escondidos de los buitres que rondan arriba en lo alto. En muchos casos Blumenschine

encontró que puede transcurrir un día hasta que, incluso las hienas, encuentren la presa

abandonada, un tiempo amplio para que los observadores homínidos se acercaran para obtener

su parte. Es aquí también donde los leopardos esconden pequeñas presas en los arboles, por

encima del suelo. Dos millones de años atrás, los tigres diente de sable pudieron haber cazado

animales mucho más grandes en ambientes ribereños (orillas de ríos) similares. A veces, durante

los meses secos, grandes animales mueren de hambre o a causa de enfermedades cerca de la

corriente, otra fuente de carne fresca potencialmente importante.

Blumenschine cree que el carroñeo pudo haber sido más importante durante la estación

seca, cuando el alimento vegetal era escaso. Durante esos meses, la mejor estrategia para

obtener comida fue carroñear a partir de las presas de muchos predadores cerca de las fuentes

de agua permanente. La estación lluviosa encuentra a los mismos predadores explorando sobre

las llanuras abiertas, cazando en lugares donde las hienas y los buitres harían un trabajo rápido

sobre las carcasas sobrantes -lejos de los arboles que eran tan vitales para los insignificantes

homínidos. Pero nuestros ancestros entonces dependían más de los alimentos vegetales, los

cuales maduraban en diferentes momentos. Así, el carroñeo y la recolección estaban mano a

mano, uno complementando a la otra, en diferentes momentos del año.

La teoría del carroñeo de Blumenschine es altamente plausible ya que se basa la asunción

de que los homínidos estaban sujetos a las mismas presiones que el resto de los animales y en un

cuerpo de datos científicos de varias fuentes, en rápido crecimiento. Él nota que el carroñeo no

fue fácil para animales de movimiento lento como los homínidos. La observación cuidadosa fue

muy importante -de los decididos vuelos de los buitres temprano en la mañana en busca de

nuevas presas, de los indicadores mechones de piel de un antílope al pie de un árbol en donde un

leopardo había guardado su presa, de la risa triunfante de una hiena alimentándose de una presa

fresca. Blumenschine teoriza que los homínidos tempranos realizaron un “mapa mental” de sus

territorios, que les permitió predecir dónde podían ser encontradas las carcasas y dónde

maduraban montones de frutas en los diferentes meses (para una revisión y desacuerdo, ver

Domínguez-Rodrigo, 2002).

El arqueólogo Glynn Isaac (1984) cree que el oportunismo -un proceso sin descanso

como la mutación y la selección natural- es un sello de la humanidad. La presión normal de la

competencia ecológica fue capaz de transformar la versátil conducta de los ancestros primates

en el patrón nuevo y distintivo de los homínidos tempranos. El cambio requirió de la

retroalimentación entre subsistemas culturales, como la cacería y el compartir comida. Las

armas y las herramientas hicieron posibles nuevas formas de obtener y procesar comida, incluso

con formas de dietas totalmente nuevas: no sólo de alimentos vegetales sino también de carne. El

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"forrajeamiento" / aprovisionamiento (foraging) proveía de estabilidad, haciendo de la sabana

un nicho ecológico ideal y vacante para los homínidos, quienes vivían del carroñeo, de la caza y

del forrajeo combinados. Los patrones de microdesgaste en las superficies dentarias de

Autralopitecus y de H. habilis muestran que ambas criaturas crecieron con una dieta muy similar

a la de los chimpancés. Pero H. habilis tenía un cerebro mucho más grande, un desarrollo que

estuvo probablemente asociado con un aumento de la complejidad económica y social, y, quizás

también, con el compartir la comida.

Quizás nuestros ancestros más tempranos compartían la comida, dividiéndose las tareas

de carroñear y forrajear y procesando el alimento entre machos y hembras. Esta cooperación

social y planeamiento avanzado fueron necesarios, especialmente desde que las rocas utilizadas

para tallas y los percutores se encontraban en un lugar, con las carcasas de los animales lejos.

Reunir ambos requirió de planeamiento y cooperación social, al punto de que algunos grupos

transportaron rocas tan lejos como 10 km. (6 millas) desde sus fuentes. Además, el carroñeo

pudo haber comenzado como una manera de suplementar el forrajeo de plantas a medida que el

enfriamiento global traía más ambientes abiertos a la África tropical. Así, Australopitecus y H.

habilis, con sus equipos de piedra tallada, obtuvieron no solo medula sino también carne fresca,

utilizando rocas de bordes afilados como equivalentes de los dientes de las hienas.

Forrajeo de Plantas y Homínidos Tempranos

Más allá de algunos trazos microscópicos del desgaste de tejidos vegetales sobre

artefactos líticos tempranos, no hay al momento evidencia arqueológica de que fueran

consumidos alimentos vegetales por los homínidos tempranos, porque esta clase de datos no se

preserva bien (Sept, 1994). Incluso un microscopio de scanner electrónico focalizado en

microdesgaste dental ha mostrado que algunos homínidos del Pleistoceno Tardío tuvieron dietas

muy similares a las de los modernos primates no humanos (Walker, 1981). El descubrimiento

reciente de huesos de extremidades de H. habilis reveló una inconsistencia inesperada, por su

anatomía era mucho más arbóreo de lo que se asumía previamente para un primate de 2

millones de años atrás. Semejantes trepadores de arboles expertos, ciertamente, debieron haber

dependido de frutas y otros vegetales, disfrutando, quizás, de una dieta más cercana a la de los

modernos simios que a la de los cazadores-recolectores. Claramente, los alimentos vegetales

fueron un elemento principal en la amplia dieta de los homínidos tempranos, incluso si la

evidencia arqueológica tiende a resaltar el consumo de carne por sobre el forrajeo.

Fabricación de herramientas

Otros animales, como los chimpancés, utilizan herramientas (Figura 2.135), pero los seres

humanos manufacturan herramientas regular y habitualmente y con mucha más complejidad

5 Figura 2.13. Chimpancé utilizando una vara como herramienta para recolectar insectos. Los chimpancés también usan objetos para jugar y mostrar y los cargan en sus manos. Algunas veces, ellos mejoran sus varas ligeramente con sus dientes. Usan hojas para limpiarse el cuerpo y para sorber agua. Los chimpancés han heredado patrones conductuales más cercanos a los nuestros que a los de los monos.

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(Boesch y Tomasello, 1998). En otras palabras, nosotros hemos ido mucho más lejos en la

fabricación de herramientas que otros primates (Gowlett, 1984). Una razón es que nuestros

cerebros nos permitieron planear nuestras acciones con mayor anticipación. Las herramientas

prehistóricas, en toda su simpleza y, a veces, complejidad extraordinaria, proveen de un registro

de procesos antiguos de toma de decisiones. Analizando las maneras en las que los artefactos

líticos de la prehistoria –la más duradera de todas las tecnologías- fueron hechos, podemos

acercarnos a los procesos mentales de la gente que los creó.

Todos los estudios de artefactos líticos se basan en la asunción de que una secuencia de

lascas removidas, en última instancia, producen un artefacto terminado, sea simple o complejo,

para ser usado con un propósito específico. Muchos detalles de la tecnología lítica más temprana

del mundo son discutidos, pero no hay duda de que fue el trabajo de individuos con un

conocimiento impresionante de las propiedades de la roca (Figura 2.146). Ellos sabían cómo

seleccionar la roca adecuada, podían visualizar en tres dimensiones cómo colocarla para

utilizarla y lasquearla, habían dominado los pasos rutinarios necesarios para crear una

herramienta y eran capaces de pasar este conocimiento a otros.

La Industria Olduvaiense

Todos han siempre asumido que la tecnología lítica temprana habría sido muy simple

(Schick y Toth, 2001). Cuando los Leakey encontraron rocas astilladas toscamente en los lechos

del lago, hace tiempo enterrado, de la Garganta de Olduvai, los artefactos, de hecho, no parecían

tales. (Los Leakey llamaron a su temprano conjunto instrumental Olduvaiense, dado que habían

sido identificados por primera vez en la garganta.) La mayoría eran guijarros y lascas

fracturadas, en su mayoría lascas. Algunas herramientas olduvaienses eran tan rudimentarias

que sólo un experto podría diferenciarlas de una roca fracturada naturalmente, y los expertos

frecuentemente desacuerdan. Todos los choppers y lascas Olduvaienses dan la impresión de ser

implementos extremadamente prácticos; muchos son tan individuales en el diseño que parecen

artefactos descuidados, no estandarizados a la manera que lo fueron las herramientas de la

posterior Edad de Piedra. Es muy difícil clasificarlos ya que no caen en distintos tipos. Las

herramientas no pueden ser descriptas como primitivas ya que muchas despliegan un

entendimiento sofisticado de los usos potenciales en fabricación de instrumentos de la roca.

6 Tecnología lítica temprana. Los principios de la fractura lítica eran totalmente comprendidos por los trabajadores tempranos de la roca, quienes los usaban para realizar artefactos simples pero muy efectivos. Ciertos tipos de roca de pedernal se fracturan de distintas maneras, como se ilustra en (a). los trabajadores tempranos de la roca utilizaban un pesado martillo de piedra para remover lascas con filo, o golpeaban trozos de roca contra yunques para producir el mismo efecto, como se muestra en (b). Las herramientas olduvaienses eran realizadas frecuentemente removiendo algunas pocas lascas de trozos de lava para formar bordes dentados de trabajo. Experimentalmente, estas lascas han demostrado ser remarcablemente efectivas para desmembrar y carnear animales cazados. Tal vez no sea de extrañar que esta simple tecnología lítica haya sido tan duradera. (a) Cuando un golpe es dado sobre una roca de pedernal, se forma un cono de percusión a partir de ondas de choque que ondulan a través de la roca (izquierda). Una lasca es formada (derecha) cuando el bloque (o núcleo) es golpeado en el borde, y la roca se quiebra a lo largo de la orilla de la onda. (b) utilizando un percutor (izquierda) y un yunque (derecha).

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Ahora sabemos que los homínidos de Olduvai eran expertos fabricantes de herramientas líticas,

que utilizaban lascas angulares y trozos de lava para realizar armas, raspadores y herramientas

de corte. Las herramientas mismas eran probablemente utilizadas para cortar carne y, quizás,

madera. Probablemente, los homínidos realizaron un uso extensivo de lascas simples y sin

retocar para distintos propósitos.

Las industrias Olduvaienses ocurren en varios sitios del este de África, con fechados

entre los 2,6 y los 1,5 millones de años A.P. Parece haber relativamente poca variabilidad entre

los equipos de herramientas y los artefactos muestran ciertos rasgos tecnológicos comunes.

Todos fueron realizados a partir de guijarros frecuentemente golpeados a partir de trozos, con

bordes lasqueados a ambos lados (Figura 2.157). Algunos de estos núcleos pudieron haber

servido como choppers rudimentarios, consistiendo el equipo de herramientas en formas

instrumentales para tareas tanto livianas como pesadas, algunas de ellas modificadas como

raspadores rústicos. Esto parece una tecnología muy simple, pero los artefactos demuestran una

apreciación hábil de las técnicas básicas del lascado lítico y de secuencias de lascado que fueron

previstas en la mente.

Por años los arqueólogos han pensado a la tecnología Olduvaiense como una etapa

estática, sin cambio perceptible. A medida que más sitios salieron a la luz y que las técnicas

analíticas se refinaron, la Olduvaiense aparece bajo una luz diferente –como una tecnología

simple, altamente efectiva, que se complejizó a lo largo del tiempo con la aparición del trabajo

bifacial rudimentario, en el que los núcleos eras lasqueados sobre ambos lados (Figura 2.168)

(Gowlett, 1984).

Mary Leakey (1971) estudió los choppers y las lascas Olduvaienses de los niveles de

homínidos tempranos de Olduvai y dividió a los artefactos según diferentes formas morfológicas.

Su clasificación permaneció inalterada hasta que Nicholas Toth, y una nueva generación de

investigadores, se aproximaron a la temprana tecnología lítica desde una perspectiva más

holística (Schick y Toth, 2001; Toth, 1985). El objetivo de sus estudios ha sido aprender tanto

como fuese posible sobre la conducta de los homínidos tempranos a partir de los artefactos

líticos dejados atrás. Dicha investigación se basa en cada aspecto de la tecnología, desde la

adquisición de la materia prima, pasando por la manufactura y uso de los artefactos, hasta el

descarte e incorporación de las herramientas en el registro geológico. Como parte de su trabajo,

Toth, se convirtió en un fabricante experto de herramientas líticas y llevó a cabo estudios de

desgaste de bordes y tafonómicos en sitios del Este de Turkana.

7 Tecnología olduvaiense. Muchos guijarros en Koobi Fora y en la Garganta de Olduvai eran usados como núcleos para producir lascas con bordes afilados. La tecnología era simple al extremo. Primero, golpes agudos eran dados cerca del borde natural de un guijarro para remover lascas. El guijarro era, entonces, dado vuelta y más golpes eran propinados sobre los bordes formados sobre las marcas de los lasqueados anteriores. Resultaba un núcleo con un borde dentado/aserrado, quizás utilizado como chopper. Muchos núcleos estaban “minados” por la extracción de tantas lascas como fuera posible antes de ser descartados. La figura muestra núcleos Olduvaienses de la Garganta de Olduvai. Las flechas muestran los bordes lasqueados. Vistas de frente y perfil (dos quintos del tamaño real). 8 Una mano moderna agarra un chopper Olduvaiense

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Toth emerge a partir de su trabajo con una visión muy diferente del Olduvaiense. Él

señala que los enfoques convencionales de los artefactos líticos están basados en la idea de que

sus fabricantes habían premeditado formas artefactuales en sus mentes. Sus experimentos

replicaron miles de núcleos y lascas Olduvaienses y le permitieron argumentar que muchas

variaciones de los artefactos Olduvaienses eran, de hecho, el resultado de la producción de

lascas. Muchos de los choppers de Olduvai y de Koobi Fora son en realidad “desechos”, núcleos

descartados una vez que se removían tantas lascas como era posible de ellos. Toth también

observa que el tamaño de la materia prima disponible puede afectar profundamente el tamaño y

la variedad de choppers y lascas de un sitio Olduvaiense (Schick y Toth, 2001).

Los experimentos de Toth con herramientas replicadas revelaron que las lascas de

bordes afilados son mucho más efectivas para carnear carcasas de animales, especialmente para

cortar su cuero. Las lascas, entonces, tuvieron mucha mayor importancia de lo que se

sospechaba hasta ahora –lo que no significa que todos los choppers fueran tan sólo desecho.

Algunos pudieron haber servido para cortar madera y como azuelas o para quebrar huesos para

extraer su medula. Estudios de microdesgaste de las pocas lascas Olduvaienses hechas con

materiales de grano fino han insinuado tres usos posibles: despiece y corte de carne, aserrado y

raspado de madera y corte de materia vegetal blanda.

Los sitios de Lokalei en la costa oeste del Lago Turkana datan de alrededor de 2,34

millones de años atrás y han dado guijarros de lava que los homínidos astillaban para realizar

lascas con filo (Roche y otros, 1999). A partir del remontaje de lascas en los guijarros, Roche y

sus colegas, han demostrado que los homínidos ejercían un alto grado de control sobre la fuerza

y la dirección de los golpes dados a la roca. Ellos creen que los fabricantes de herramientas

poseían un buen entendimiento de su materia prima y argumentan que pueden obtenerse pistas

de las habilidades de los fabricantes de herramientas a partir de estudios biomecánicos sobre

huesos de dedos y manos.

¿Cuáles son las implicaciones de estas investigaciones para nuestro conocimiento de las

habilidades cognitivas de los homínidos tempranos? Nicholas Toth cree que los homínidos

tempranos tenían un buen sentido de la mecánica de la manufactura de herramientas líticas y de

la geometría de la manipulación de núcleos. Ellos eran capaces de encontrar el correcto ángulo

agudo necesario para remover lascas por percusión. Ni siquiera los modernos principiantes

tienen esta habilidad; toma varias horas de práctica intensiva adquirirla. Si bien los chimpancés

utilizan varas y rompen nueces con rocas sin lasquear, ellos raramente transportan sus

“artefactos” más de unos pocos metros. En contraste, los homínidos de Koobi Fora y Olduvai

transportaron lascas y núcleos por distancias considerables, por más de 13 kilómetros (8 millas).

Esta conducta representa una forma simple de conservación (curation), retener herramientas

para su uso futuro en vez de utilizar simplemente rocas convenientes, tal como hacen los

chimpancés. Toth hipotetiza que los homínidos probaban los materiales en los lechos de los ríos

y en otros lugares, transportaban las mejores piezas a las áreas de actividades y, algunas veces,

las descartaban allí, transportando con ellos los restos. Él, también señala que debieron haber

tenido una gran dependencia sobre otras materias primas, como la madera o el hueso, y que los

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artefactos líticos no dan una imagen necesariamente exacta de las habilidades cognitivas

homínidas.

La visión tradicional de los arqueólogos sobre el Olduvaiense lo considera como una

“cultura protohumana”, con sus simples artefactos líticos como un primer paso en el largo

camino evolutivo hacia la humanidad moderna. Esta visión, quizás, ha sido coloreada por

analogías con cazadores-recolectores modernos y por interpretaciones demasiado optimistas

que reivindican que los homínidos tempranos apuntaron y tiraron misiles de piedra,

compartieron comida, y así sucesivamente. Otro punto de vista argumenta que los homínidos

Olduvaienses tenían un grado de conducta simiesco, sobre la base de que todas las habilidades

conceptuales y las percepciones necesarias para manufacturar las herramientas olduvaienses

también aparecen en las herramientas manufacturadas por los simios, como en las herramientas

para recoger termitas y en las plataformas para dormir (Wynn, 1991). Además, al igual que los

homínidos Olduvaienses, los chimpancés también carroñean y cazan, persiguiendo pequeños

animales, transportando carne por distancias considerables y utilizando “tecnología extractiva”

para romper huesos de animales y nueces.

Los chimpancés, igual que los homínidos tempranos, utilizan los mismos lugares una y

otra vez, golpeando nueces en las mismas locaciones y transportando comida hacia sus sitios de

alimentación preferidos. Los chimpancés del oeste de África utilizan “herramientas” líticas para

abrir nueces de cascara dura y obtener así más de 3000 calorías por día. Algunas de estas nueces

tienen de hecho cascaras muy duras, especialmente las del árbol panda. Un solo chimpancé abre

tantas nueces como 100 por día, formando montones de cascaras descartadas alrededor de

yunques líticos inmóviles. Las hembras suelen romper más nueces que los machos, utilizando

una técnica que emplea martillos líticos de más de 15 kilogramos (33 libras) de peso, la cual

puede tomarle tanto como siete años a un chimpancé joven dominar. Tanto los percutores como

los yunques muestran un pozeado característico que resulta del golpeteo.

Julio Mercader y sus colegas (2002) utilizaron los mismos métodos empleados para

excavar sitios de homínidos tempranos para investigar una locación en el parque Nacional Taï en

Costa de Marfil, Oeste de África. El sitio yace cerca de un río en la densa selva tropical, lejos de la

habitación humana. Seis yunques de madera dura yacen alrededor de un solo árbol panda, que

murió en 1996 y del que se sabe, a partir de observaciones de los chimpancés, que estuvo en uso

desde 1975, al menos. La excavación recuperó 39,600 gramos (cerca de 21 libras) de cáscara de

nuez y 4500 gramos (9,8 libras) de roca fracturada. No hubo dudas de que la roca fracturada fue

resultado de la actividad de los chimpancés, pero los fragmentos no guardan ningún parecido

con las herramientas de los homínidos tempranos, que son mucho más sofisticadas. Los

fragmentos líticos incluían algunas lascas derivadas de la manufactura de los percutores. Los

conjuntos de roca quebrada eran aproximadamente del mismo tamaño que los de algunos

eventos de homínidos tempranos.

Esta excavación inusual demuestra que los chimpancés dejan detrás de ellos un registro

material a partir de la rotura de nueces. Ellos transportan rocas por alguna distancia hacia sus

lugares de procesamiento, recolectan nueces y percutores formatizados. Los patrones de estas

actividades se parecen a los de los homínidos tempranos, pero ciertamente no representan una

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fabricación formal de instrumentos como la de los humanos tempranos. Sin embargo la

excavación tiene implicaciones importantes para la paleoantropología. Quizás sea posible trazar

las actividades distintivas en los sitios tempranos de primates no humanos ocupados tan

tempranamente como en el Mioceno. Y quizás también, algún día, seamos capaces de demostrar

que los resultados líticos de romper nueces se convierten en los choppers con filo y en las

herramientas de corte utilizados por los primeros humanos –la cultura Olduvaiense. No

obstante, hasta el momento, los orígenes de la tecnología humana siguen siendo un misterio.

Incluso si las especificidades varían en algunos aspectos y el ambiente natural es

diferente, el patrón conductual de los homínidos Olduvaienses era básicamente similar al de los

simios. Existen, sin embargo, dos diferencias conductuales entre los simios y los homínidos

tempranos. En primer lugar, los homínidos tenían la ventaja de ser bípedos, una postura que es

mucho más eficiente para transportar objetos que la marcha sobre cuatro patas. En segundo

lugar, los humanos Olduvaienses estaban adaptados a la vida en la sabana, donde tenían que

organizar y cubrir territorios mucho más grandes en el campo abierto, que sus parientes

primates en la selva. A largo plazo, estos requerimientos pudieron resultar en nuevos conceptos

de espacio y organización espacial, conceptos que fueron definitivamente reflejados en formas

instrumentales más complejas a partir del millón de años atrás (Mithen, 1996).

Los homínidos tempranos, con sus cerebros más grandes, probablemente no se hayan

adaptado o comportado de la misma manera que los simios modernos. Podemos estar seguros

de que existen diferencias significativas entre los primates no humanos y los homínidos de hace

2,5 millones de años, pero esas diferencias pueden no estar reflejadas en los artefactos líticos. Sin

dudas, nuestros ancestros fueron cada vez más dependientes de la tecnología. La naturaleza

oportunista de la primera tecnología lítica contrasta notablemente con los artefactos de los

humanos posteriores, mejor diseñados y mucho mas estandarizados.

La mente de los primeros humanos

Hace 2 millones de años probablemente existían varias especies de Homo temprano, pero

por razones de conveniencia podemos agruparlos pajo una especie única, Homo habilis. Mientras

que muchas herramientas líticas pueden haber sido manufacturadas por los Australopitecus,

quienes pudieron incluso haber fracturado huesos de animales, estamos a salvo asumiendo que

la mayoría de los sitios arqueológicos tempranos y sus artefactos asociados fueron el trabajo de

los Homo tempranos. ¿Cuáles fueron entonces los procesos cognitivos especializados

involucrados en la inteligencia técnica encontrada en estos humanos tempranos, en oposición de

los homínidos fabricadores de herramientas mucho más tempranos (Mithen, 1996)?

Algunas claves yacen en la manufactura de las herramientas líticas. Los chimpancés

forman con sus dientes ramitas para termitas a partir de fragmentos de madera convenientes,

removiendo sus hojas así pueden empujar el “artefacto” por un pequeño agujero. La fabricación

de herramientas líticas requiere de una buena coordinación entre la mano y el ojo, la habilidad

de reconocer ángulos apropiados en la roca y el proceso mental necesario para formatizar una

herramienta utilizando otra. Pero los trabajadores de la piedra Olduvaienses estaban

desarrollando tareas sencillas: formatización de rocas de manera que pudieran sostenerlas en

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una mano para quebrar huesos y astillado de lascas con filo. Sus artefactos desafían una

clasificación precisa en el sentido de que uno puede subdividir herramientas líticas posteriores

en formas como choppers, raspadores y cuchillos, por ejemplo. Sus trozos y lascas presentan una

variabilidad continua, un entendimiento básico de las mecánicas de fractura, aparte de la

habilidad de imponer formas estandarizadas o de elegir fácilmente la materia prima trabajada

¿Podrían hacer los chimpancés tales herramientas, como se ha sugerido? Nicholas Toth intentó

entrenar a un bonobo llamado Kanzi para que hiciera herramientas Olduvaienses a partir de la

demostración. Kanzi aprendió a partir del ensayo y el error. Diez años más tarde, su curva de

aprendizaje había crecido llamativamente, siendo sus habilidades mucho más cercanas a las de

los fabricantes de herramientas Olduvaienses. Pero existen diferencias significativas ente los

artefactos de Kanzi y aquellos de los Olduvaienses (Schick et al., 1999). Stephen Mithen (1996)

argumenta dos posibilidades: o ha evolucionado una inteligencia más general o ha surgido un

proceso cognitivo especializado en el trabajo básico de la piedra –física intuitiva en la mente de

H. habilis.

Las herramientas líticas Olduvaienses se utilizaban principalmente para procesar

carcasas de animales: cuereo, desarticulación, descarne y fractura de huesos. Pero, ¿cómo

interactuaba el H. habilis con el mundo natural?

Una diferencia obvia y significativa entre H. habilis y los chimpancés aparece en el

registro arqueológico de hace 2 millones de años: un aumento dramático del consumo de carne.

Como hemos visto, controversias prolongadas han rodeado el tema de la caza como opuesta al

carroñeo entre los homínidos tempranos, con un consenso que se apoya con mayor énfasis sobre

el carroñeo. En la práctica, el H. habilis probablemente fue un forrajeador conductualmente

flexible, no especializado, cuyo modo de vida estaba marcado por la diversidad: por cambios

entre la caza y el carroñeo y entre compartir comida y alimentarse mientras se movía. Como

señalaron los antropólogos biológicos Leslie Aiello y Peter Wheeler (1995), el cerebro más

grande de H. habilis habría requerido el consumo de más energía y de una dieta de más alta

cualidad. Una tasa metabólica basal se mantuvo estable con una reducción de los intestinos, los

cuales pudieron reducirse sólo como resultado de una dieta más alta en carnes, dado que una

dieta alta en fibras requiere de una mayor actividad intestinal.

Mithen (1996) cree que esta necesidad de mayor carne requiere de otras habilidades

cognitivas además de las necesarias para la fabricación de herramientas: ser capaz de utilizar el

propio conocimiento sobre el ambiente para desarrollar ideas sobre dónde encontrar presas y

altas densidades de animales. Argumenta que la presencia de fabricación de herramientas líticas

a mas de 10 kilómetros (6 millas) de sus fuentes es una señal de que H. habilis movilizaba no sólo

roca sino también carne hacia diferentes, a veces terceras, localizaciones siempre cambiantes.

Dicha habilidad sugiere una interacción sofisticada con el ambiente cuando se compara con la de

los chimpancés, que transportan “herramientas” solo hacia locaciones fijas.

Homo habilis parece haber estado confinado al África tropical y a un rango relativamente

estrecho de ambientes de sabana y pradera, en contraste con los posteriores humanos, quienes

se adaptaron a todo tipo de clima imaginable. Muchos grupos vivían cerca de fuentes

permanentes de agua, atados, por así decirlo, a lugares como el lago superficial de Olduvai,

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donde los sitios estaban apilados unos sobre otros por considerables periodos de tiempo.

Muchas especies de animales aparecen en los escondrijos de Olduvai, como si nuestros ancestros

hubieran vagado ampliamente por el paisaje circundante, pero hubieran transportado mucha de

su comida hacia localizaciones bien definidas.

Homo habilis compartió la habilidad de sus ancestros más tempranos de “mapear”

recursos sobre amplias áreas. Pero ellos pudieron también poseer habilidades cognitivas

adicionales: desarrollar ideas sobre dónde la comida podía ser hallada y utilizar signos

reveladores como animales abandonados para encontrarlos –dentro de un escenario ambiental

relativamente estrecho. Al mismo tiempo, su inteligencia general fue suplementada por alguna

habilidad especializada en la manufactura artefactual que sería una base importante para la

inteligencia ambiental en los milenios siguientes.

La inteligencia social pudo haber evolucionado significativamente. El antropólogo Robin

Dunbar (1992) ha estudiado primates vivos y descubrió evidencias de mayor tamaño cerebral en

individuos que viven en grupos más grandes, desarrollando una ecuación que relaciona el

tamaño del cerebro con el del grupo. Él estimó, entonces, el tamaño cerebral del H. habilis y

aplicó sus figuras a la ecuación de los chimpancés. Los chimpancés viven en grupos predecibles

de unos 60 individuos. En contraste, Dunbar hipotetizó, que los australopitecinos vivían en

grupos con un tamaño medio de unos 67 individuos, mientras que el H. habilis prosperó en

grupos más grandes, de unos 81. La vida en grupo fue esencial para H. habilis quien vivió en un

ambiente abarrotado de carnívoros, frecuentemente compitiendo con ellos por la carne,

solamente con las más simples de las armas para su protección. La vida en grupos grandes tuvo

ventajas dramáticas para los homínidos que vivían en ambientes donde los recursos se

encontraban en grandes “parcelas”, irregularmente distribuidas a lo largo del paisaje. Los

miembros de un grupo podían buscar alimento individualmente o en parejas y luego compartirlo

con otros, de manera que el grupo como un todo podía cubrir un área mucho mayor.

Mithen (1996) cree que los cerebros más grandes de los primeros humanos les

permitieron una mayor inteligencia social, es decir para lidiar con las complejidades de vivir en

yuxtaposición cercana con otros, donde se asume que el conocimiento de los otros es de vital

importancia.

El desarrollo del lenguaje

La cooperación, la habilidad de juntarse para resolver problemas, tanto de subsistencia

como de potencial conflicto, es una habilidad vital en los seres humanos. Somos únicos en tener

un lenguaje simbólico, hablado, que nos permite comunicar nuestros sentimientos más íntimos

el uno al otro. Una pregunta fundamental sobre la prehistoria temprana rodea este desarrollo:

¿en qué punto adquirieron los homínidos la habilidad de hablar (Lieberman, 1991)?

Nuestros parientes vivos más próximos, los chimpancés, se comunican con gestos y

muchos sonidos vocales en la naturaleza, mientras que otros simios utilizan sonidos sólo para

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transmitir información territorial. Sin embargo, los chimpancés no pueden hablarnos porque no

tienen el aparato vocal para hacerlo. En los 60´s, Beatrice y Allan Gardner entrenaron a un

chimpancé llamado Washoe en el uso del Lenguaje Americano de Señas (Gardner y Gardner

1969). En tres años Washoe había adquirido al menos 85 señas y podía conducir una especie de

conversación con los humanos. Pero los chimpancés, ¿pueden construir oraciones? Algunos

argumentan que esta metodología defectuosa ha exagerado las habilidades lingüísticas de los

chimpancés y que los chimpancés son incapaces de construir oraciones.

Sue Savage-Rumbaugh y sus colegas han utilizado un bonobo llamado Kanzi para sugerir

lo contrario (Savage-Rumbaugh y Rumbaugh, 1993). Kanzi fue criado en una selva (no en un

laboratorio) de 22 hectáreas (55 acres), en donde mucha de la comunicación se relacionaba con

las actividades normales de los chimpancés. Le enseñaron cómo entender palabras habladas y

aprendió los símbolos correspondientes en un teclado de computadora. A la edad de 6 años,

pudo identificar 150 símbolos diferentes así como entender el significado de oraciones que

consistían en varias palabras ensartadas. A la edad de 8 años, tenía las habilidades lingüísticas de

un niño de 2.

El equipo de Savage-Rumbaugh reivindica que Kanzi construye oraciones utilizando

algunas reglas gramaticales, pero las oraciones están muy lejos de aquellas usadas por un

humano de 6 años. Casi todas las oraciones de Kanzi son demandas de cosas, mientras que un

humano de 6 años tiene un vocabulario de unas 13.000 palabras y va mas allá de pedir cosas. En

suma, las maneras en que adquieren el lenguaje los humanos y los chimpancés son totalmente

distintas, al punto que el lingüista Stephen Pinker ha llamado a Kanzi, y a otros chimpancés

“habladores”, como “espectáculos con animales altamente entrenados” (1994, p. 151) –quizás un

juicio severo, pero que reconoce que los humanos adquieren módulos especializados de lenguaje

después de los 2 años y que poseen inteligencia lingüística.

Claramente, el lenguaje articulado fue un umbral importante en la evolución humana

porque abrió perspectivas completamente nuevas en conducta cooperativa y un potencial

ilimitado para el enriquecimiento de la vida. ¿Cuándo fue que los homínidos abandonaron los

gruñidos para hablar? No podemos inferir lenguaje a partir de los artefactos simples

manufacturados por H. habilis, pero dos líneas potenciales de investigación se abren. Una utiliza

"endomoldes" (N.d.T: moldes de la parte interna del cráneo). Los endomoldes de los

australopitecinos tempranos son simiescos. Las célula cerebral del cráneo 1470 (ver Figura 2.9)

es unos 300 c.c. más grande y el lóbulo frontal de su endomolde es más humano, especialmente

en el área de Broca, en donde se localiza el control del habla.

La investigación de endomoldes es mucho más general que los detallados estudios

anatómicos de la posición de la caja de voz (la laringe), otra manera de recoger pistas sobre el

desarrollo del habla. Tanto la anatomía comparada como los fósiles pueden ser utilizados para

estudiar las diferencias entre los simios y los humanos. Jeffrey Laitman y otros (Laitman, 1984;

Laitman et al., 1991) estudiaron la posición de la laringe de una gran variedad de mamíferos,

incluidos los humanos. Ellos encontraron que todos los mamíferos, excepto los humanos adultos,

tienen una laringe alta en el cuello, una posición que permite a la laringe bloquear el espacio de

aire en la parte posterior de la cavidad nasal. Si bien esta posición permite a los animales, como

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los monos y los gatos, respirar y tragar al mismo tiempo, limita los sonidos que producen. La

faringe (la cavidad de aire que forma parte de la vía alimenticia) puede producir sonidos, pero

los animales utilizan su boca para modificar los sonidos porque son anatómicamente incapaces

de producir el rango de sonidos necesarios para un lenguaje articulado.

La laringe de los niños humanos también se encuentra situada alta en el cuello desde los

18 meses hasta los 2 años de edad. Luego, la laringe comienza a descender, terminando entre la

cuarta y la séptima vértebra del cuello. Cómo y por qué son todavía un misterio, pero el cambio

altera completamente la manera en que un niño respira, habla y traga. Los humanos adultos no

pueden separar entre respirar y tragar, de manera que pueden sofocarse cuando la comida se

aloja en una vía aérea. Sin embargo, una cámara faríngea ampliada sobre las cuerdas vocales, les

permite modificar los sonidos que emiten en una variedad infinita de maneras, lo cual es la clave

del habla humana.

Afortunadamente, la forma de la base del cráneo es altamente informativa. La mayoría de

los mamíferos poseen cráneos de base aplanada y laringes altas, pero los humanos tienen una

base de cráneo arqueada asociada con laringes bajas. Utilizando análisis estadísticos sofisticados,

Laitman y sus colegas (1991) realizaron pruebas sobre tantos cráneos fósiles como fue posible.

Ellos encontraron que los australopitecinos de entre 4 a 1 millón de años atrás tenían bases de

cráneo aplanadas y laringes altas, mientras que aquellos del H. erectus, con dataciones de 1,5

millones de años A.P. y posteriores, muestran cierta curvatura, sugiriendo que la laringe estaba

comenzando a descender hacia su posición moderna. Fue sólo hace unos 300.000 años A.P. que

la base del cráneo finalmente asumió la curvatura moderna, lo cual permitió la evolución de un

lenguaje totalmente articulado.

El antropólogo Robin Dunbar (1991) ha estudiado el acicalado, el proceso de extraer

pulgas y piojos, en los grupos de primates. Esta actividad aparentemente trivial fue vital para la

socialización, porque el individuo que es acicalado, por el tiempo que es acicalado, y aquellos

habilitados para mirar, son parte de un proceso de emisión de mensajes sociales. Dunbar cree

que a medida que el tamaño de un grupo de primates crece, la necesidad de transferir

información social también crece. El cree que el lenguaje evolucionó como un medio para

intercambiar información social dentro de grupos cada vez más grandes y complejos,

inicialmente como un suplemento del acicalado y luego como su reemplazo. El lenguaje, opina, es

más eficiente que el acicalado. Utilizando simulaciones informáticas, encontró que H. habilis

pasaba cerca de un 28% de su tiempo acicalando, muy cerca de una asignación de tiempo

máxima proyectada de un 30% para dicha actividad. Pero con tanto tiempo usado para el

acicalado, él cree que estos homínidos comenzaron a incorporar información social dentro de

sus vocalizaciones, en maneras parecidas al ronroneo de los gatos o el parloteo entre los grupos

modernos de babuinos Gelada.

Los chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, parecen tener un talento natural

para aprender un lenguaje simbólico bajo condiciones controladas. Como hemos visto, el

chimpancé Washoe fue entrenado para comunicarse con humanos, usando un lenguaje gestual

similar al Lenguaje Americano de Señas (Gardner y Gardner, 1969). Después de más de un año,

Washoe pudo asociar señas particulares con actividades específicas, tales como comer y beber.

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No hay evidencia de que los chimpancés puedan combinar símbolos visuales para crear nuevos

significados o utilizar sintaxis. Las secuencias de signos producidas por los chimpancés

entrenados pueden tener un parecido superficial con las primeras oraciones de múltiples

palabras producidas por los niños, pero más allá de la etapa de aprender símbolos aislados, el

aprendizaje del lenguaje de un simio es gravemente restringido.

El valor real del lenguaje, aparte del estimulo que da al desarrollo cerebral, es que con él

podemos transmitir sentimientos y matices mucho más allá del poder que tienen los gestos o los

gruñidos para comunicar. Podemos asumir que los primeros humanos tenían más maneras de

comunicarse que los gestos y gruñidos de los primates no humanos, pero parece que el lenguaje

articulado moderno fue un estimulo más reciente de la evolución biológica y cultural.

Organización Social

La primera fase de la evolución humana implicó cambios en los patrones básicos de

subsistencia y locomoción, así como nuevos ingredientes: compartir comida y fabricar

instrumentos. Esto condujo, en última instancia, a afianzar la comunicación, el intercambio de

información y la percepción económica y social, así como la astucia y la moderación. Entonces, la

anatomía homínida, y luego la humana, se incrementaron con las herramientas. La cultura se

convirtió en una parte inseparable de la humanidad y la vida social adquirió una complejidad

nueva, todavía poco comprendida.

¿Qué clase de organización social disfrutaba el Homo habilis? Por más que observemos

mucho a los contemporáneos primates no humanos, no podemos estar seguros. La mayoría de

los primates son intensamente sociales y viven en grupos en los que la relación madre-hijo forma

el lazo central. El periodo de dependencia del infante hacia su madre encontrada entre

chimpancés probablemente se alargó considerablemente en H. habilis. El mayor tamaño de los

cerebros implicó que los bebés nacieran con cabezas mucho más pequeñas que los adultos, con

un estadio temprano de madurez mental. Esta realidad biológica habría tenido un impacto

importante en la organización social y en los hábitos cotidianos.

Los chimpancés tienen grupos matriarcales flexibles y pueden incluso tener distintas

culturas. Ocupan un territorio relativamente pequeño, con recursos vegetales suficientes para

soportar una densidad de población considerable; este patrón contrasta marcadamente con el de

las bandas de cazadores-recolectores promedio, típicamente un grupo familiar cercano de unas

25 personas de varias familias (Figura 2.179). La clase de caza sistemática que dichas personas

realizan requiere de territorios mucho más grandes y permite densidades mucho menores por

kilometro cuadrado. Los pocos sitios que han sido excavados sugieren que H. habilis tendía a

vivir en bandas algo parecidas a las de los modernos cazadores-recolectores. Pero con toda

probabilidad, su organización social se parecía más estrechamente a la de los chimpancés y

babuinos, que es muy diferente a la de los humanos.

9 Figura 2.17. Chimpancés forrajeando en la región Gombe de Tanzania. Como otros primates, ellos ocupan territorios bastante pequeños, más pequeños que aquellos ocupados por humanos.

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Los chimpancés y los babuinos viven en un mundo creado en sus cerebros a partir de la

integración de la vista, el oído, el olfato y el tacto. A medida que los estímulos (inputs) y su

procesamiento neural son más complejos, más complejo es el mundo interior construido por el

cerebro. Bien puede ser que el incremento en complejidad es lo que subyazga al crecimiento

acumulativo del tamaño cerebral, que es un rasgo distintivo de la evolución mamífera, desde los

anfibios a los reptiles y, luego, de los mamíferos a los humanos. El mundo del H. habilis fue

mucho menos predecible y mas demandante que, incluso, el del Australopitecus. ¿Qué es lo que

fue más complejo? ¿Por qué es que tenemos que ser tan inteligentes? No para cazar animales o

recolectar alimentos, sino para interactuar con otras personas. Es probable que la complejidad

creciente de nuestras interacciones sociales haya sido una fuerza poderosa en la evolución del

cerebro humano. Para H. habilis, la adopción de una dieta de base ampliada con un grupo social

con el que compartir comida, pudo haber ubicado demandas mucho más apropiadas en la

habilidad de lidiar con lo complejo y lo impredecible. Luego, las brillantes habilidades

tecnológicas, artísticas y expresivas de la humanidad pueden bien ser una consecuencia del

hecho de que nuestros ancestros tempranos hayan sido más y más expertos socialmente.

El primer capítulo de la evolución humana terminó hace unos 2 millones de años, con la

aparición de los primeros humanos verdaderos, clasificados genéricamente como Homo erectus,

descriptos en el Capítulo 3.

Resumen

La historia de la evolución humana comienza con la separación de las líneas del

chimpancé y del humano a partir de un ancestro común, y hasta el momento desconocido, hace

unos 5 o 6 millones de años. Los primeros homínidos vivían en los arboles, tenían brazos y

piernas largos y pechos anchos, y eventualmente se volvieron bípedos, caminando en dos

piernas. Ampliando su dieta para incluir más carne y logrando gran movilidad y flexibilidad

conductual, se adaptaron a tierras más abiertas en África, que eran resultado de un enfriamiento

global de 4 millones de años.

El homínido más temprano conocido posiblemente sea Sahelanthropus tchadensis de

Chad, el cual podría datar de ente 6 y 7 millones de años A.P. Un pequeño homínido bípedo

llamado Ardipithecus ramidus prosperó en Etiopía hace 4,5 millones de años. Un homínido más

tardío, Australopitecus afarensis, fue el ancestro de los homínidos posteriores y prosperó entre

3,5 y 3 millones de años A.P. Hace unos 2 millones de años, la línea homínida había radiado en

muchas formas, entre ellos, australopitecinos robustos y otros más gráciles y otra forma

homínida, el Homo habilis de mayor cerebro. Homo habilis fue un forrajeador que también

carroñeó carne de presas y que, quizás, cazó. Este homínido utilizó una tecnología lítica simple,

tuvo cierta habilidad para comunicarse y una organización social muy rudimentaria. Nuevas

definiciones del género Homo hacen una distinción mayor entre los homínidos de apariencia más

simiesca descriptos en este capítulo, que prosperaron antes de los 2 millones de años A.P. y los

verdaderos humanos, comenzando con Homo erectus, que evolucionaron después de 1,9 millones

de años A.P.

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Pueden utilizarse tres líneas de evidencia para testear hipótesis sobre la conducta

humana: dispersiones artefactuales, artefactos manufacturados y restos de alimentos. Las

dispersiones artefactuales más tempranas no fueron “lugares centrales” o campamentos, como

alguna vez se pensó. Fueron lugares a los que la comida era transportada, procesada y

consumida por los homínidos, quienes, más que cazar grandes animales, carroñeaban mucha de

su carne de las matanzas realizadas por los predadores. Los restos vegetales también eran

importantes. La tecnología humana más temprana, conocida como Olduvaiense, consistió en un

uso simple y efectivo de guijarros de piedra y lascas afiladas, que eventualmente evolucionaron

en lascados de ambos lados –bifaces.

Homo habilis compartía la habilidad de sus ancestros más tempranos de mapear recursos

sobre el paisaje, su inteligencia estaba amplificada por la fabricación de herramientas. Estos

homínidos pudieron haber vivido en grupos más grandes, posible por una mayor inteligencia

social resultado de un mayor tamaño cerebral. A pesar de estas habilidades mejoradas de

comunicarse con otros, los primeros humanos probablemente tuvieron las formas más

rudimentarias de lenguaje, sumadas a los gruñidos y gestos de otros primates.

Conceptos clave

Radiación adaptativa (Adaptive radiation). Explosión evolutiva en la que una sola especie

diverge para llenar cierto número de nichos ecológicos, siendo el resultado una variedad de

formas nuevas.

Antropoides (Antropoids). Suborden de primates que incluye simios, humanos y monos.

Bipedismo (Bipedal). Marcha sobre dos pies, postura en dos patas

Capacidad de carga (Carrying capacity). Habilidad de un ambiente para sostener cierta

densidad de población por kilometro cuadrado.

Lugar central (Central place). Locación en la que los homínidos, y posteriormente los

cazadores-recolectores, retornaron repetidamente para dormir, comer y otras actividades.

Endomoldes (Endocasts). Molde natural del interior del cráneo.

Homínido/Hominidae. Primates de la familia Hominidae, la cual incluye a los humanos

modernos, las subespecies humanas tempranas y sus ancestros directos.

Hominoidea. Superfamilia que incluye a simios y humanos.

Marcha sobre nudillos (Knuckle walking). Postura de cuatro patas, en la que los nudillos de

los miembros anteriores actúan como superficie de apoyo.

Estudios de microdesgaste (Microwear studies). Examen microscópico de las superficies de

trabajo de las herramientas para establecer su uso.

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Pleistoceno. La última época geológica, la cual empezó hacia 1,6 millones de años AP y terminó

hace unos 15.000 años AP. Comúnmente llamada la Era de Hielo o la Gran Era de Hielo.

Póngido (Pongid). Los parientes más cercanos de la humanidad, como los chimpancés

Primates. Un orden de mamíferos que incluye a los prosimios, simios, humanos y monos.

Prosimios. Un suborden de Primates que incluye a los lémures, tarsios y otros “premonos”.

Cuadrupedalismo (Quadrupedalism). Marcha sobre cuatro miembros.

Dimorfismo sexual (Sexual dimorphism). Diferencia de tamaño a causa del sexo.

Estratigrafía (Stratigraphy). En geología, el estudio de los estratos terrestres; también se aplica

para los estratos arqueológicos.

Tafonomía (Taphonomy). Estudio de la descomposición de los huesos luego de haber sido

descartados o de la muerte del animal.

Ungulado (Ungulate). Mamífero con pezuñas.

Guía para futuras lecturas

Blumenschine, Robert, and John Cavallo. 1992. “Scavenging and Human Evolution”. Scientific

American October. 90-96.

Una discusión elegante de una hipótesis sofisticada de carroñeo. Impresionante por su

perspectiva multidisciplinaria y sus detalladas observaciones.

Foley, Robert. 1995. Humans Before Humanity. Oxford: Blackwell.

Un libro provocativo sobre el trasfondo ecológico de la evolución de la humanidad.

Comentario reflexivo y teorización creativa sobre el surgimiento de la humanidad.

Johanson, Donald C., and Maitland A. Edey. 1981. Lucy: The Beginnings of Humankind. New York:

Simon & Schuster.

Un relato bien escrito, vívido, sobre los homínidos de Hadar que se extiende ampliamente

sobre las mayores controversias de la paleoantropología. Excelentes descripciones del

proceso de investigación y de los métodos datación.

Klein, Richard. 1999. The Human Career, 2nd ed. Chicago: University of Chicago Press.

Klein provee de un resumen con autoridad de todos los capítulos de la evolución humana

para el lector más avanzado.

Lewin, Roger. 1987. Bones of contention. New York: Simon & Schuster.

Page 26: Fagan - Origenes Humanos

26

Un relato entretenido sobre las principales personalidades y controversias de la

paleoantropología. Admirable para el lector general.

______.1998. Principles of Human Evolution, rev. ed. Cambridge, MA:Blackwell.

Atractivo y actualizado, este es el mejor libro de texto sobre el tema actualmente en el

mercado.

Mithen, Steven. 1996. The Prehistory of the Mind. London and New York: Thames & Hudson.

Una síntesis brillante de la evidencia de la arqueología y de otras disciplinas sobre la

evolución de la mente humana. Escrito atractivamente para el público general.

Schick, Katy, and Nicholas Toth. 2001. “Paleoanthropolgy at the Millennium”. In Archaeology at

the Millennium: A Sourcebook. Gary M. Feinman and T. Douglas price, ed. Pp. 39-108. New York:

Plenum & Kluwer.

Una síntesis actualizada de la investigación del registro arqueológico de la prehistoria

temprana. Excelente bibliografía.

Tattersall, Ian. 1996. The Fossil Trail: How We Know What We Think We Know About Human

Evolution. New York: Oxford University Press.

Relato bien escrito y agradablemente ilustrado del registro fósil para laicos.

Epígrafe figura 2.10: mya = millions of years ago (millones de años atrás)