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*£¿ií& »t tt\%* Memorias del General Miguel García Granados TOMO PRIMERO POR MIGUEL GARCÍA GRANADOS I Y o 1 u ni t* n 37 ditorial del Ministerio de Educación Pública GUATEMALA * CENTRO AMÉRIl iMiMiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiuiiiiiimiiii i iiiiiniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIMIIMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIMil llllllllllllllllllllllllll IIIIIHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIillllMIIHMMllllllMIIIIIIIII •» •• iiiiiiiuiiiitiiiiin tiiiiiiiiiiiMiiiuci.ini ii ••« JXLIU It UMMMimMMinHUIIMMH t HMHM I Mm i

García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

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Page 1: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

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Memorias del General

Miguel García GranadosTOMO PRIMERO

POR MIGUEL GARCÍA GRANADOS

I Y o 1 u ni t* n 37

ditorial del Ministerio de Educación Pública

GUATEMALA * CENTRO AMÉRIliMiMiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiuiiiiiimiiii i iiiiiniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIMIIMIIIIIIIIIIIIIIIIIIIMilllllllllllllllllllllllllll IIIIIHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIillllMIIHMMllllllMIIIIIIIII•»•• iiiiiiiuiiiitiiiiin tiiiiiiiiiiiMiiiuci.ini ii •••«

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Universidad Francisco Marroquín

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MEMORIAS DEL GENERALMIGUEL GARCÍA GRANADOS

Tomo I

\

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«BIBLIOTECA DE CULTURA POPULAR:

Volumen 37

Impreso en los Talleres de la

Editorial del Ministerio de Educación Pública

Page 5: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

MIGUEL GARCÍA GRANADOS

\

Memorias del General

Miguel Garda Granados

TOMO PRIMERO

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Volumen 37

BIBLIOTECA DE CULTURA POPULARMinisterio de Educación Pública — Guatemala, C. A.

Colección luis lujin Muñoz1-1 uniwmidaéf«flc»scoMarfoquln

www.ufm.edu - Guatemala

Page 6: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I
Page 7: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

DECLARACIÓN OBLIGADA

EBIDO a la fina intervención del

ilustre historiador J. Joaquín Pardo,obtuvimos graciosamente la anuenciade los descendientes de Miguel GarcíaGranados para reeditar las presentes

Memorias, en atención a los fines

eminentemente culturales guatemalte-cos, no mercantilistas, que persigue nuestra Biblioteca deCultura Popular 20 de Octubre.

Así es posible revivir, y poner al alcance del pueblo,

una obra de mérito incuestionable por motivo doble: porel tema y la época que en ella se narra y por la recia

personalidad del autor. Sin menosDreciar, claro está, el

hecho de tratarse de un libro raro, imposible de encontrarhoy en los anaqueles de biblioteca alguna, ya sea pública

o particular. Creemos que con los 4 tomitos en que vie-

nen reeditadas las Memorias del General Miguel GarcíaGranados, se enriquece la bibliografía nacional, y singular-

mente la historiografía guatemalteca referente a la épocade la post-independencia. Por todo ello, deber nuestro es

dejar pública constancia de agradecimiento hacia la fa-

milia García Granados y al ilustre profesor José JoaquínPardo.

Nos hemos limitado a reproducir estas Memorias, encuanto a la primera parte (que nosotros dividimos en los

tomos I y II), de la edición de 1877 publicada por la

Imprenta de El Progreso (8* Calle Poniente, 11). Y la

parte segunda, que en nuestra edición integra los tomitos

III y IV, es reproducida de la edición publicada en 1894por la Tipografía y Encuademación Nacional (2* Ave-nida Sur, número 3). Debemos aclarar que en el citado

texto que nos sirvió de original para la primera parte, nofiguraban epígrafes al principio de capítulos; sin embaípara unificar la presentación tipográfica de ambas pa(primera y segunda), creímos necesario añadirle epígrafe»,

Page 8: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Declaración Obligada

para mejor guía v comprensión del lector, cosa que ade-

más no afecta en lo más mínimo al texto de la obra. Asi-

mismo, al final del tomito IV, decidimos añadirle un lu-

de nombres y lugares citados, lo que aumenta, a nues-

tro modesto entender, el valor documental y de detalle

en t sta ciase de obras.

Finalmente debemos presentar una excusa ante nues-

tros suscriptores : al pedir ilusionados la colaboración del

historiador y director del Archivo del Gobierno, profesor

José Joaquín Pardo, para nuestra edición de las Memo-rias, el ilustre amigo nos correspondió emocionada y ge-

nerosamente, prometiéndonos un estudio sobre la obra del

general Miguel García Granados y extensas notas aclara-

torias a algunos de los hechos narrados, singularmente enla primera parte. Sabemos que el profesor Pardo estabadedicado afanosamente —como es peculiar en él— a ese

trabajo, cuando obligaciones de su alto cargo y de su re-

nombrada personalidad de historiador,- le obligaron a salir

precipitadamente de Guatemala para asistir al Primer con-greso ibero-americano de Archivos, Bibliotecas y Propiedadintelectual que tiene lugar en España, y aprovechar el viaje

para trabajos de investigación sobre la historia de Hispa-noamérica en los grandes archivos peninsulares. Su au-sencia nos ha privado, momentáneamente, del trabajo queya tenía empezado y que, sin duda alguna habría dadomayor valor a la presente edición.

Ante la necesidad de dar a luz la cuarta serie denuestra Biblioteca de Cultura Popular 20 de Octubrea fin de no interrumpir nuestro contacto espiritual con los

miles de suscriptores, después de consultar con personasallegadas al profesor Pardo y que estaban al corriente del

trabajo que preparaba para nuestra edición, decidimos, an-te la situación de hecho precitada, editar las Memoriastal cual aparecen hoy, prometiendo a nuestros suscriptores

que el trabajo del profesor José Joaquín Pardo lo edita-

remos en folleto especial, como complemento a la presen-te edición, que imprimiremos tan pronto nuestro distin-

guido amigo se reintegre a sus labores en Guatemala; fo-

lleto que puntualmente recibirán todos los suscriptores ala cuarta serie, en su propio domicilio y sin costo alguno.

B. Costa-AmicFundador y encargado de la

BdeCP 20 de Octubre

Guatemala, 20 de Octubre de 1952.

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General Miguel García Granados

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I

PRIMERA PARTE

Capítulo I

Mi padre era español y después de hacer fortuna aquí,

vuelve a Puerto de Santa María, España. Por los su-

cesos de Cádiz, mi familia determina volver a Guate-mala.—La sumisión del pueblo a la gente decente.—El atraso en la enseñanza pública.—La muerte de mimadre fué un rudo golpe para mi familia.—Concurro ala escuela pública San José Calasanz en donde se dis-

criminaba alumnos en decentes o niños y del pueblo.

Mejora nuestra hacienda y la del Reino, al quedar libre

el comercio con Belice.—A poco de naufragar mi her-mano José Vicente.—Ensayo republicano en la escuelaque fracasa por el abuso que de la libertad concedidahicieron los alumnos.—Por especiosa argumentación noentro de cadete al Batallón fijo.—La benéfica influen-cia que los librepensadores del siglo xvm ejerció en la

juventud al evolucionar en sus ideas de libertad, quefué factor decisivo para lograr nuestra independenciade la madre patria.

Mi padre era natural del Puerto de Santa Ma-ma, provincia de Sevilla, en la Península Española;vino a Guatemala siendo aun muy joven, hizo unabuena fortuna, y se volvió a España el año de 1792,teniendo ya íntimas relaciones con la familia de mimadre residente en esta capital.

Mi abuelo materno, don Agustín Zavala, emigrócon toda su familia para España por el año de 93,

y uno o dos años después se efectuó en el mismoPuerto de Santa María, el enlace de la mayor desus hijas con mi padre.

Yo nací el año de 1809, siendo el octavo en mifamilia. La invasión francesa obligó a mi pach <

refugiarse en Cádiz, y como había conservado nc-

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6 Miguel García Granados

gocios en Guatemala y la permanencia en Cádiz, si-

tiada a la sazón por los franceses, le era desagra-

dable, ni veía prospecto de volver en mucho tiem-

po al Puerto, determinó venirse a Guatemala, don-

de aun le quedaban algunos intereses. En conse-

cuencia, el año de 1810 tomó pasaje con toda la

familia en el navio "Príncipe" para La Habana yde allí una goleta nos condujo a Campeche.

A un guatemalteco del día, parecerá extraña la

ruta que eligió mi padre para venfr de La Habanaa esta capital. Sin embargo, entonces era una de

las más usadas, y fué la misma que tomó mi abuelo

17 años antes para hacer su viaje a España.

De Campeche, un buque pequeño nos llevó a

la Laguna de Términos, en la Península de Yuca-tán. Allí en un bongo subirnos por el río Usumacin-ta, tardando de quince a veinte días en llegar a unpunto, creo denominado Playas de Catasajá, y desde

aquí, por malísimos caminos, y atravesando la pro-

vincia de Chiapas, vinimos a esta Capital. Para unafamilia numerosa, como era la mía, este viaje debía

estar lleno de penalidades, costar mucho dinero,

y no hacerse en menos de siete u ocho meses. Enefecto, no llegamos a Guatemala sino hasta enero

del año de 1811

La Capitanía General de Guatemala, a pesar de

abundar en elementos de riqueza, era en aquella

época, merced al absurdo sistema colonial de Espa-

ña, un país pobre y miserable. Baste decir, paraformarse una idea de su desarrollo agrícola y comer-cial, que las exportaciones de todo el reino no lle-

gaban a dos millones de pesos. Costa Rica, que era

la más pobre de las provincias que formaban la Ca-pitanía General, y que en aquel tiempo no exporta-

ba nada, exporta al presente de cuatro a cinco mi-llones de pesos.

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Memorias (P parte) 7

Al tiempo de nuestra llegada a Guatemala, ten-

dría esta ciudad una población de cosa de 25 a

26,000 habitantes. Este es un simple cálculo, pues-

to que desde el año de 1804 no se había hecho cen-

so alguno, y entonces resultaron 23,000 y pico de ha-

bitantes. #

El comercio, que sólo era permitido con la ma-dre patria, se hallaba cuasi todo en manos de espa-

ñoles, hombres, con poquísimas excepciones, sin edu-cación y de baja esfera, que venían a América ahacer fortuna, sin otros elementos que la protección,

un tanto dura, de un tío o pariente, y su laboriosi-

dad, honradez y economía. La mayoría de los quevenían a Guatemala se componía de navarros, viz-

caínos y montañeses.

La propiedad territorial pertenecía en su cuasi

totalidad, a las antiguas familias del país, personas

por lo común, ignorantes, pero con humos de no-

bleza, bien que, en algunas, la raza africana asoma-se la punta de la oreja. En muchas de estas familias

su lenguaje era tan vulgar como en la clase másínfima del pueblo.

La gente media era, sin disputa, la más inteli-

gente e instruida, porque careciendo en la genera-

lidad de capital y de posición social, se dedicaba depreferencia al estudio, suministrando al país, en su

gran mayoría, la clase de abogados, médicos, ecle-

siásticos, agrimensores y boticarios.

El pueblo era, al menos el de la capital, igno-

rante, holgazán y pendenciero, fruto sin duda, del

embrutecimiento en que se le tenía. Sin embargo,el chapín, como se llama a todo guatemalteco, ea

naturalmente vivo, astuto e inteligente. Por lo de-

más en aquel tiempo, el pueblo era sumiso y res-

petuoso con lo que se llamaba y aun se llama gente

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8 Miguel García Granados

decente (adjetivo que no siempre se aplica conpropiedad).

La enseñanza pública se hallaba en un estado la-

mentable. La primaria se reducía a leer, escribir,

las cuatro primeras reglas de la aritmética y doctrina

cristiana por Ripalda. Los jóvenes que, como se

decía, se dedicaban a los estudios, cursaban latín,

perdiendo tres o cuatro años en no aprenderlo, ydesoucs concurrían a la Universidad, donde se ense-

ñaba una filosofía escolástica, y en seguida dere-

cho, teología o medicina, según era la profesión a

que se dedicaban. Los que seguían la profesión de

abogados lo hacían sin la esperanza de figurar al-

gún día en la alta magistratura, porque todos los

oidores venían de España

A principios del año de 16, murió mi madre,dejando once hijos vivos, con cuya desgracia puededecirse que quedó mi casa sin gobierno, porque sien-

do mi padre de un carácter bondadoso y un tanto

apático, carecía de la energía suficiente para gober-

nar una familia en que cuasi todos eran voluntario-

sos, altaneros y faltos de aquel respeto tan necesario

para conservar la paz y armonía entre sí.

A ese mismo tiempo, y después de haber adqui-

rido los primeros rudimentos de lectura, principié

a concurrir a una escuela pública denominada deSan José de Calasanz. Un hermano mío, casi tres

años mayor que. yo, asistía ya a esa misma escuela.

Había en ella dos maestros; un principal y un se-

gundo. El local lo formaban dos salones en án-gulo. En el extremo de uno se hallaban los máspequeños, que aprendían a leer. Seguían dos hi-

leras de bancas, en las cuales estábamos los mu-chachos de familias con alguna comodidad, y quepagábamos una pequeña pensión, aunque muy mó-dica. Éramos los "decentes" o, como se decía co-

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I

Memorias (P parte) 9

múnmente, los "niños". En el otro salón, que era

el más grande, estaba toda la clase del pueblo queaprendía a escribir. En el vértice del ángulo queformaban los salones, tenía su mesa el primer maes-tro y en el centro del salón mayor tenía la suya el

segundo. El primer maestro nos tajaba las plumas

y corregía las planas a los "niños", y el segundo alos del pueblo. Seríamos en todos 200.

Asistíamos por la mañana a las ocho y salíamos

a las once, y por la tarde se entraba a las dos y se

salía a las cinco; pero nosotros salíamos un cuarto

de hora antes que el resto de los muchachos, dandoal efecto el primer maestro la voz de: "Vayanse los

niños", a cuya orden nos precipitábamos fuera sin

ceremonia alguna.

Nuestra única tarea, tanto por la mañana comopor la tarde, era hacer una plana en la regla en quecada cual se hallaba. Esta plana bien se podía ha-

cer en poco más de una hora, y como no se ense-

ñaba en la mayor parte del año ninguna otra cosa,

puede decirse que más de la mitad del tiempo lo

pasábamos en no hacer nada. Los sábados por la

mañana se daba doctrina cristiana por Ripalda y porla tarde, en vez de escribir y leer, se rezaba un ro-

sario, en el que llevaba la cuenta el primer maestro.

Los días de fiesta y de media fiesta que en aque-lla época eran muchos, se nos daban feriados, y en

las semanas en que no los había, se nos concedía el

jueves por la tarde, también como feriado. Si a es-

to se agregan las vacaciones que, según recuerdo,

eran tres en el año, se verá que la mitad del tiempoera enteramente perdido.

Todos los años había un examen público, al cual

se presentaban los muchachos más adelantados enescritura, doctrina cristiana, gramática castellana,

historia sagrada y aritmética. Estos tres últimos ya-

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10 Miguel García Granados

mos sólo se enseñaban los tres meses que precedían

a los exámenes. Las lecciones de historia sagrada las

daba orales el primer maestro de 7 a 8 de la ma-ñana, con cuyo motivo pocas veces concurría yo a

ellas; en gramática castellana nunca vi un muchachoque la supiera, y en aritmética no pasábamos de las

cuatro primeras reglas.

El castigo más usual era el de azotes, (con dis-

ciplinas) los que se daban generalmente sobre la

ropa; pero cuando la falta era grave, se aplicaban

a raíz de las carnes, para lo cual era conducido el

delincuente a un extremo del salón, se le desnudaba,

y el maestro le aplicaba tres, seis o doce azotes, según

era la gravedad de lo que se tenía que castigar.

Mientras duraba esta operación, cuatro mucha-chos de los más grandes, con capas extendidas ocul-

taban aquel espectáculo al resto de la escuela.

Mis adelantos eran muy lentos porque era pere-

zoso y poco aplicado. En cuanto a la doctrina cris-

tiana, de la cual debía saberse de memoria cosa de

una llana todos los sábados, mi repugnancia a este

estudio era tal que me di traza y maña para sólo

dar unas pocas lecciones, repitiendo a menudo las

que ya había dado muchas veces. Como las leccio-

nes las tomaban los celadores, y éstos se turnabantodos los meses, con un poco de aplomo y desfa-

chatez conseguí mi intento, sosteniendo al efecto

que en doctrina cristiana yo iba atrás de los otros.

Uno que otro celador, no conformándose con mipretensión, consultaba al maestro, el cual confirma-

ba mi dicho, porque en efecto así era la verdad.

De aquí resultaba que yo daba lo que quería, porlo cual nunca llegué al "pregunto niño". Por lo ex-

puesto se conocerá que muy a menudo era yo cas-

tigado.

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Memorias (P parte) 11

Mi hermano por el contrario, era puntilloso,

cumplido, tenía más disposición que yo para pintar

letras; y así es que nunca fué castigado, porque de-

bo confesar que sólo con los que la merecían había

alguna severidad. Y no por esto se entienda queyo apruebo la pena de azotes en las escuelas o co-

legios. Después que mi hermano, por haber ya

aprendido a escribir, salió de la escuela, mi conductaempeoró, porque a mis faltas anteriores, añadí la de

jubilarme a menudo, cosa que antes no había po-

dido hacer, porque concurría junto con él, y nome lo habría permitido.

Hacia el año de 1818, se efectuó un cambio no-

table en mi casa. El caudal de mi padre había ido

menguando desde que en 1792 se volvió a España.

Vuelto a Guatemala en 1811, en vez de rehacer

su fortuna siguió ésta para abajo por motivos y cir-

cunstancias que no es del caso referir. Mi hermanomayor José Vicente, dotado de una inteligencia pre-

coz, con mucha actividad y energía de carácter,

aunque todavía muy joven, persuadió a mi padre

a realizar los pocos intereses que quedaban y girar-

los de una manera más activa. Así se efectuó, y des-

de entonces este hermano, un tanto ayudado por miotro hermano Joaquín, que seguía en edad al mayor,tomó las riendas de la casa y dirección de los ne-

gocios. El primer ensayo no fué muy feliz. Hicieron

juntos un viaje a La Habana con pocos resultados;

pero el segundo que emprendió José Vicente debereferirse, porque no sólo fué causa de mucho ade-

lanto en la fortuna de mi padre, sino también deuna gran influencia en el comercio de todo el reinó

de Guatemala.El Capitán General don Carlos Urrutia, no si

autorizado por la Corte de Madrid, dio un decreto

permitiendo el comercio con la Colonia Inglesa de

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12 Miguel García Granados

Belice; pero exigía un imposible. No se permitía a

los guatemaltecos ir a Belice a hacer sus compras,

sino que los comerciantes ingleses habían de venir

a nuestros puertos con sus mercaderías, y venderlas

o permutarlas allí, todo con muchas trabas y requi-

sitos, de manera que en varios meses tal decreto nodio resultado alguno, porque ninguno de los comer-

ciantes de aquella Colonia pensó nunca en apro-

vecharse de él.

En estas circunstancias fué cuando mi hermanomayor emprendió su segundo viaje con destino a

La Habana, llevando los cortos intereses de que po-

día disponer. Llegó a Trujillo en donde se hallaban

dos goletas, la Feliz y el Substituto , las que en breves

días debían de hacerse a la vela para aquel puerto.

Mi hermano tomó pasaje en la Feliz, por ser de másandar y más grande aunque más vieja que el Substi-

tuto. La víspera de embarcarse, y cuando ya estaba

su carga a bordo,- tuvo cierto disgusto con el Capi-tán, y la sacó transbordándola a la otra goleta, ytomando en ella pasaje. Al día siguiente, que fué

uno de los últimos del mes de octubre de 1819, am-bas goletas se dieron a la vela, pero no bien hubie-

ron salido del puerto cuando principió a soplar untemporal. Las goletas, en vez de volver a la radade Trujillo, que es poco segura y abierta, se refu-

giaron detrás de una punta que sale hacia el norte,

donde quedaron abrigadas del viento del Este quesoplaba con fuerza. Se acercaron. a menos de un ca-

ble de tierra sin mar ninguna, así es que se creían

en entera seguridad. Pero después de la media no-

che, sopló de repente un huracán horrible, y ambasgoletas garrearon con suma velocidad, de maneraque en pocos minutos se hallaban fuera de todo abri-

go y sin poder hacer rumbo alguno, por la gran

violencia del viento. Media hora después ambos bu-

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I

Memorias (P parte) 13

ques vararon en un banco de arena, que se hallaba

cerca de la costa. La Feliz, como que calaba más yera más vieja, se abrió por completo, y cuasi toda

la tripulación, en cuenta el Capitán, se ahogaron.Tres o cuatro marineros pudieron salvarse, subién-

dose por el bauprés del Substituto que se hallaba va-

rado a cortísima distancia. Éste, más pequeño y másfuerte, pasó al fin sin novedad el banco, impelido

por el fuerte viento y marejada; y, momentos des-

pués embicaba en la costa quedando entre los man-glares. En la madrugada el huracán cesó, mi her-

mano pudo salir de la goleta con el agua hasta la

cintura, y llegar a Trujillo que quedaba a muy corta

distancia de allí. La goleta no sufrió avería notable,

así es que la carga se salvó toda en buen estado.

Dos o tres días después, comía mi hermano con

el Comandante del Puerto, y hacia los postres, y tal

vez bajo el influjo de algunas copas, aquel jefe, ha-

blando del decreto del Capitán General sobre co-

mercio con Belice, y conviniendo con mi hemano en

la imposibilidad de que el tal decreto tuviese resul-

tado alguno, se desató en improperios contra él, quecalificaba de "viejo chocho e imbécil", concluyendopor decir "que estaba resuelto a permitir que fuese

a dicha Colonia Inglesa cualquier comerciante quelo solicitase, y que él respondería de esto al CapitánGeneral". Mi hermano al punto le tomó la palabra,

y al día siguiente le exigió el cumplimiento de su

oferta. El Comandante la sostuvo, y en consecuen-

cia, pocos días después salió mi hermano para Beli-

ce, llevando los cortos intereses que destinaba paraLa Habana, y que se habían salvado a pesar del

naufragio. Desde entonces quedó abierto el comer-ció entre Guatemala y la Colonia Inglesa de Belice,

con gran provecho de los intereses del Reino y en

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14 Miguel García Granados

especial de los de mi casa, porque mis dos hermanosexplotaron ese tráfico con suma actividad.

Volviendo a mi humilde persona, yo he manifes-

tado que en la escuela mis adelantos en escritura

eran cortos; pero por el año de 1820, principié a

concurrir a las clases de aritmética, gramática cas-

tellana e historia sagrada que, en vísperas de los

exámenes, se daban. Estas lecciones eran orales, yteniendo fácil y pronta comprensión yo iba a la par

de los más adelantados. Recuerdo que en la cíase

de historia sagrada refería el maestro el diluvio uni-

versal, y cómo Noé había construido el Arca y meti-

do en ella un par, hembra y macho de cada uno de

los animales. Yo le pregunté si también había meti-

do en ella toda especie de bichos como arañas, mos-cas, pulgas, chinches, etc.; a lo cual me respondió

que no: que esos bichos no merecían el nombre de

animales; que por ejemplo, la pulga no era más queuna bolsita con un pico por donde chupaba la san-

gre y otro tanto podría decirse de los piojos, chinches

y demás insectos. Con esta sapientísima explica-

ción todos parecieron completamente satisfechos,

aunque debo confesar que yo no lo quedé entera-

mente. Pero lo que no explicó el maestro es, si nohabiendo entrado esos bichos en el Arca perecieron

o no con el diluvio, y en caso de haber perecido,

si Dios se sirvió crearlos de nuevo, o si resultaron

por generación espontánea. Este maestro, sin em-bargo, era un joven abogado de talento y de algunainstrucción, y que posteriormente gozó de nombra-día en su profesión y figuró en la República.

El mismo año de 1820 se juró la Constitución

española, y el maestro, que era de ideas liberales,

intentó introducir el régimen constitucional en la

escuela. En consecuencia se abolió la pena de azotes

y se estableció el sistema de elecciones para los nom-

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Memorias (P parte) 15

bramientos de celadores y para los jóvenes que de-

bían pronunciar discursos en los exámenes públicos.

Estas reformas como era natural, nos causaron granjúbilo. Pero como estos nombramientos, en los cua-

les procuraba influir el maestro, a veces no salían

de su gusto, se permitía anularlos y entonces los

hacía de su propia autoridad. Muy pronto, sin em-bargo, sucedió que los muchachos, acostumbradosa ser gobernados por el terror de los azotes, desde

que éstos se abolieron, perdiendo el miedo, princi-

piaron a no respetar ninguna autoridad, introdu-

ciéndose en consecuencia en la escuela una especie

de barullo y de desorden que tocaban en la anarquía. 1

Por fin el maestro perdiendo un día la paciencia yya irritado, empuñó de nuevo las disciplinas y co-

menzó a dar disciplinazos a diestra y siniestra; a mícreo me alcanzaron algunos. Con este "golpe de esta-

do" quedó completamente abolido el régimen consti-

tucional y restablecido el orden en la escuela. Perono por esto se suspendió una clase de Constitución

española, que desde un principio había establecido

el maestro. Yo no concurría a ella y tomaba en este

estudio mucho gusto, por lo que fui uno de los po-

cos designados a sufrir examen en este ramo.

Al año siguiente dejé de concurrir a la escuela,

bien que aun no hubiese concluido mi curso de es-

critura. La causa fué ésta : por una de tantas faltas

de las que a menudo cometía, el maestro determi-

nó encerrarme. Al efecto, dio orden a dos muchachosgrandes que me condujesen hacia el cuarto que de-

bía servirme de prisión, mientras él llegaba con la

1 Esto mismo acontece con los hombres cuando, des-

pués de estar gobernados dictatoríalmente y con mano d<

fierro, súbitamente se pasa a un régimen suave de leyes yen el cual se respetan las garantías individuales.

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16 Miguel García Granados

llave. Al pasar por enfrente del zaguán, me abrí

paso y eché a correr en dirección a mi casa. Yo era

muy ligero, pero me fatigaba con facilidad: así es

que, aunque los muchachos eran mucho más gran-

des que yo, por lo pronto no pudieron alcanzarme;

pero como a las 200 varas habiéndome fatigado,

al fin me atraparon y quisieron llevarme. Yo me re-

sistí, y estando en esta lucha, acertó a pasar por

allí un conocido mío, persona de respeto, quien melibró de las garras de mis perseguidores y me con-

dujo a mi casa. Mis hermanos mayores se hallaban

a la sazón viajando; y esta circunstancia me fué

favorable, porque no hubo ya quien me obligase a

volver a la .escuela.

Desde muy pequeño tuve mucha afición por la

milicia. Siempre que el Batallón fijo, único cuerporano que existía en Guatemala hacía sus ejer-

cicios doctrinales, me hallaba yo presente, y cuasi

todos los oficiales eran mis conocidos, y los visitaba

en el cuarto de banderas, cuando se hallaban deguardia de prevención. Uno de estos oficiales, donFrancisco Arbeu, que visitaba mi casa, y del cual

era yo favorito, me convidó a que entrase de cade-

te en el batallón; explicándome que como mi padreera capitán de las milicias del. Puerto de Santa Ma-ría, en España, podía ser admitido de edad de 12

años, los cuales iba ya a cumplir. Por supuesto

a mí me gustó mucho la idea, y le contesté que le

hablase a mi padre. Así se verificó; y no poniendoéste inconveniente en ello, el mismo Arbeu se en-

cargó de hacer el memorial y presentarlo al CapitánGeneral; y mientras éste se tramitaba, me llevó a

casa un tomo de las ordenanzas, para que aprendie-ra de memoria las obligaciones del soldado y del

centinela, y un fusil recortado, de los que usabanlos sargentos, para que me ejercitase en el manejo

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Memorias (I* parte) 17

del arma. En esto surgió una dificultad que Arb u

no había previsto. El informe que dio el Coronel

del batallón era adverso a mi solicitud, fundándose

en que mi padre era capitán de milicias urbanas y noprovinciales; y que aunque los empleos en esos cuer-

pos eran muy honoríficos, no gozaban del mismofuero que los oficiales de milicias provinciales, o de

los cuerpos de línea: que en consecuencia yo podía

entrar desde luego de cadete, pero sin goce de anti-

güedad, la cual no podía principiarme a correr sino

hasta el día en que cumpliera 16 años. Ésto mecausó un gran disgusto, lo mismo que a Arbeu,

quien ¡sostenía que lo que el Coronel decía no era

cierto, ni estaba fundado en el derecho militar. Tu-viese en ello razón o no, mi solicitud quedó sin efec-

to. Entretanto, un joven amigo mío, don Juan Pa-

vón, se presentó pidiendo ocupar la vacante de ca-

dete que había en el batallón, y teniendo ya la edadcompetente de 16 años, le fué concedida, y con esto

yo ya no volví a pensar en ese negocio.

Por este tiempo se había generalizado en la ju-

ventud guatemalteca el deseo de instruirse. El régi-

men español, es verdad, tenía prohibida la introduc-

ción de las obras de todos los libres pensadores; pero

no por eso dejaban de entrar de contrabando, y los

jóvenes las leían a hurtadillas. Voltaire, Rousseau.

Holbach y demás escritores del siglo Xvm, corrían de

mano en mano y puede decirse, que en aquella épo-

ca, la juventud demostraba más deseos de instruí

que al presente. No es extraño pues, que se hubieran

difundido mucho las ideas liberales, y que, en lo

religioso, cuasi todos los jóvenes se hubiesen vuelto

más o menos volterianos. Mis hermanos n

eran de este número, y como la mayor parle de los

que visitaban mi casa pertenecían a la misma escue-

la, quienes hablaban sin embozo delante de mí, y

1—2

Page 24: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

18 Miguel García Granados

yo ponía mucha atención en las conversaciones, des-

de mi niñez, a pesar de mi ignorancia, yo también

era volteriano. Esta difusión, de nuevas ideas, y los

acontecimientos que tenían lugar en las demás Co-lonias españolas de la América, avivaron en Guate-mala el deseo innato que siente todo pueblo por su

independencia y autonomía.

Page 25: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Capítulo II

Tras el régimen enérgico de Bustamante se cae al débil deUrrutia el que propició la emancipación acordada el

15 de septiembre de 1821.—No hubo en el pueblo el

entusiasmo que se dice, ante tal acontecimiento.—Mipadre no jura fidelidad al nuevo orden de cosas; mishermanos y yo simpatizamos con ese movimiento.

Chiapas, Quezaltenango, Honduras y Nicaragua se pro-

nuncian por el Plan de Iguala, incorporándose a Méxi-co; San Salvador se opone con las armas en la manocontra ese acto y Gaínza, tras encarnizadas luchas, so-

juzga a aquellos patriotas.—Me entusiasman las prácti-

cas militares que ejecutaban las milicias que comandabaFilísola.—Capitulación de los salvadoreños en Gualcinse.

—Semblanza de Filísola; de mi amistad con éste, quienme apoda Chafandín.—El pronunciamiento de CasaMata contra Iturbide, influyó a que el 29 de marzo de1823, se decretase el desligamiento de la Capitanía Ge-neral de Guatemala de México.—Mimado por mi padre,sufro con la severidad no siempre justificada de mishermanos mayores.

Mientras que toda la América española luchabaencarnizadamente por su independencia, el Reinode Guatemala vivía en paz sometido a la madrepatria.

Desde el año de 1811, es verdad, hubo tanto en

San Salvador como en Nicaragua, conatos y movi-

mientos en favor de la independencia, y tal vez és-

tos habrían tomado cuerpo si no hubiera sido porel vigor, la prudencia y tino del Capitán general

Bustamante, que por ese tiempo vino a Guatemala yse hizo cargo del mando. Este gobernante estaba do-

tado de las cualidades que, en un país que por la na-

19

Page 26: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

20 Miguel García Granados

türaleza de su gobierno debe ser regido despótica-

mente, constituyen el don de mando. Sin ser cruel,

sabía inspirar, no sólo respeto, sino terror, y su vi-

gilancia era admirable. Supo pues, cortar el mal en

su principio, y en todo el tiempo que duró su ad-

ministración, que fué hasta 1818, conservó el Reinoen paz y sometido a España. Pero cuando faltó su

administración vigorosa, pasando al débil Urrutia,

se fueron preparando los ánimos para el movimien-to que en primera oportunidad debía estallar.

El pronunciamiento de Iturbide en México, pro-

clamando el Plan de Iguala, avivó la opinión en fa-

vor de la independencia, y el 15 de septiembre de1821 Gaínza, que por dimisión de Urrutia ejercía

provisoriamente la presidencia, se vio obligado a re-

unir una junta compuesta de todas las autoridades

y funcionarios públicos residentes en la capital. Enella se discutió con toda libertad sobre si convendríao no emanciparse de la madre patria, y aunque enla junta, había muchos funcionarios públicos queopinaban en contra, en atención a los sucesos quetenían lugar en México, y a la imposibilidad en quese hallaba el Gobierno, sin fuerzas españolas de re-

sistir la opinión pública, quedó declarada la inde-

pendencia.

Don Alejandro Marure, en su bosquejo histórico

dice: "que el citado 15" desde las ocho de la maña-na estaban ocupados el portal, patio, corredores yantesalas de Palacio, por una inmensa muchedumbreacaudillada por don J. F. Barrundia, el doctor Mo-lina y otros guatemaltecos, entre los cuales, agrega:"figuraba don Basilio Porras". Por qué nombra aMolina y a Barrundia, y no a los otros caudillos, es

lo que no sabré decir, ni menos el que llame la

atención sobre que entre los guatemaltecos figurase

Porras.

Page 27: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 21

En cuando a lo de la inmensa muchedumbre,debo decir —y yo tengo buena memoria— que a la

novedad de los cohetes que tiraron los que querían

reunir pueblo, para dar al movimiento un carácter

popular e imponente, me fui a Palacio y no vi a esa

inmensa muchedumbre de que habla Marure. Laverdad es que el pueblo no tomó ninguna parte en

aquel movimiento, el cual se mostró verdaderamen-

te indiferente. El acto se ejecutó pacíficamente y sin

derramarse una sola gota de sangre, y el mismoGaínza quedó en el poder.

Mi padre, como buen español que era, no vio

con gusto la emancipación de España, y desde lue-

go no auguró nada bueno del curso que tomarían

los sucesos; pero por su carácter moderado, ya viejo,

y un tanto achacoso, no tomó tampoco parte activa

en contra, ni aun de palabras. Sólo, sí, cuando se

le citó de parte de la Municipalidad para que fuese

a jurar la Independencia, (providencia que se tomócon todos los españoles residentes en el país) con-

testó: "que se hallaba enfermo, y no estaba para

juramentos y tonteras". Mi padre era querido y res-

petado en la ciudad, y no volvieron a requerirlo

ni a molestarlo de nuevo. Creo, que fué el único es-

pañol de. los que se quedaron en el país, (que, a

excepción de los empleados, fueron todos) que no

juró la independencia.

Mis hermanos mayores, en su calidad de semi-

españoles, tampoco vieron al principio la emancipa-ción con agrado; pero después de consumado el he-

cho se abanderaron a élapudiendo decirse que si no

eran independientes de la víspera, lo Fueron del día

siguiente. En cuanto a mí, era aun demasiado jo-

ven para tener ideas formadas sobre aquel hecho;

pero sí debo confesar que, ya fuese por amor a la

Page 28: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

22 Miguel García Granados

novedad, ya movido por cierto instinto de lo que es

justo, oí aquel movimiento con placer.

En el acta de independencia se convocaba unCongreso Nacional para que organizase el país; pero

Nicaragua, Honduras y Chiapas, al mismo tiempo

que secundaron el movimiento de independencia,

desconocieron el acta de 1|5 de septiembre, reunieron

sus diputaciones provinciales y se pronunciaron por

el Plan de Iguala, agregándose a México, y segregán-

dose por consiguiente de Guatemala. Otro tanto

hizo Quezaltenango. En la capital se trabajaba tam-

bién con actividad por esa unión, y como el movi-

miento lo favorecía el Capitán general Gaínza, el 5

de enero de 1822 quedó definitivamente acordada

y jurada la incorporación a México. La provincia de

San Salvador, fué la única que protestó contra ese

acto, declarándose; independiente de Guatemala,mientras no tuviese efecto la reunión del Congresoconvocado en septiembre, que era el que debía or-

ganizar a la Nación.

Gaínza se vio obligado a romper las hostilidades

con San Salvador, y al efecto organizó una división

al mando del coronel de artillería don Manuel Arzú,la que en su marcha sobre aquella provincia, fué en-

grosada con milicias «de Santa Ana y de Sonsonateque se habían declarado en favor de Guatemala.En esa división marchó mi hermano Joaquín, queera oficial del batallón de milicias provinciales dela capital.

En San Savador mandaba don Manuel José Ar-ce, quien fortificó el recinto exterior de aquella ciu-

dad, el cual aunque muy extenso, es por naturalezabastante fuerte. Arzú volteó esas fortificaciones in-

troduciéndose, aunque no sin muchas penalidades,por la cima del volcán. Las tropas salvadoreñas se

concentraron en la plaza de la ciudad que también

Page 29: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 23

tenían fortificada. Arzú la atacó el 10 de junio, pe-

ro de una manera floja y sin plan ni dirección, y en

la tarde, no habiendo el ataque producido resultado

alguno y encontrándose ya escaso de municiones, dio

orden de retirada. Ésta se efectuó en el mayor desor-

den, perdiendo su artillería, muchas armas y el pocoparque que aun quedaba, Este suceso dio importan-

cia a San Salvador y, en parte, vino a ser causa del

influjo que posteriormente ejerció en los negocios

de Centro América.

Pocos días después entró a la capital de Guate-mala el general Filísola con la división mexicana,

reducida por la deserción a unos seiscientos y pico

de hombres, bien que este número se haya después

aumentado hasta cosa de 800.

Gaínza fué al mismo tiempo llamado a México yentregó el mando, tanto político como militar, al

general Filísola. Éste procuró arreglar por medios pa-

cíficos ra cuestión con San Salvador; pero previendo

que estas medidas no fuesen eficaces, y que al fin

tedría que recurrir a la fuerza, se ocupó en disci-

plinar y dar instrucción, tanto a la división mexi-

cana que había traído, como a los dos cuerpos del

país que existían en la capital: el Batallón fijo y el

de milicias provinciales. Al efecto, a más de los ejer-

cicios diarios que hacían todos los cuerpos, dos \ i

por semana, los reunía a todos en una llanura con-

tigua a la capital, y maniobraba con ellos desde las

seis y media hasta las diez de la mañana. Esto^ ej r-

cicios de varios cuerpos y diferentes armas reunidos

eran para nosotros una novedad que no habíamosvisto en Guatemala. Para mí en espeí ial tenían unatractivo extraordinario: así fué que no perdi unosólo de los que hubo en la temporada] sucediendo?

me generalmente que me hallaba en la llanura en

que debían tener lugar antes de que hubiese llegado

Page 30: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

24 Miguel García Granados

ninguno de los cuerpos; y mientras duraban, seguía

de cerca a Filísola, para oír las voces de mando que

daba, y oír también las particulares de los coman-dantes, para ejecutar las maniobras que se orde-

naban.

Habiendo Filísola recibido de Iturbide órdenes

terminantes para reducir la provincia de San Salva-

dor por la fuerza, organizó una división de dos mil

hombres, y en noviembre del mismo año marchó en

persona sobre ella, dejando con el mando en Gua-temala a su segundo, el coronel Codallos.

El 7 de enero de 1823, Filísola atacó uno de los

puntos fortificados de la línea exterior de San Sal-

vador, lo tomó y al día siguiente ocupó la ciudad.

El resto de las tropas salvadoreñas se retiraron en

dirección a la frontera de Honduras. Filísola las

persiguió y las alcanzó en Gualcinse, donde capitu-

laron. Con esto quedó sometida toda la provincia

y poco después volvió el vencedor a Guatemala.

Filísola era de nación italiana; pero había he-

cho toda su carrera al servicio del rey de España,hasta que en 1821 se pronunció con Iturbide porel Plan de Iguala. En su físico era fuerte y activo,

y como militar tenía reputación de ser un excelente

táctico y buen organizador. De carácter franco, hon-rado y bondadoso, se hacía estimar de cuantos lo

trataban. En cuanto a sus dotes intelectuales eraninferiores; así es, que en la República mexicana nun-ca figuró en primera línea, bien que la circunstan-cia de no ser nacido en México puede también ha-bí r contribuido a esto

A muy poco de haber entrado a Guatemala, cua-si todos los principales jefes mexicanos entablaronamistad en mi casa. El coronel Codallos, se prendóde una prima nuestra, guapa joven, que habíamos(liado en nuestra casa, y sin pérdida de tiempo

l

Page 31: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (I* parte) 25

contrajo enlace con ella. Era tal la bondad de su

carácter, que a pesar del genio irritable y violento

de Codallos, siempre hubo paz y buena armoníaen el matrimonio. Filísola pasaba en mi casa todas

las horas que sus obligaciones se lo permitían. A míme tomó especial cariño, lo mismo que Codallos, así

es que era favorito de ambos. Yo era en ese tiem-

po muy aficionado a la esgrima y tenía unas espa-

das de palo con taza a la antigua española; en cuan-

to llegaba Filísola las sacaba, y dándole una me po-

nía a tirar con él, quien no rehusaba el convite,

antes bien se divertía en este juguete. Después de

algunos días principió a decirme: "tú has de ser

un Chafandín", y tanto me lo repitió que mis co-

nocidos dieron en llamarme Chafandín; pero ni yo.

ni los que así me llamaban, sabíamos su significado

o etimología. No fué sino algunos años después, y

cuando, como es práctica en Guatemala, ya era

conocido de todos por mi apodo, que vine a tener

conocimiento de que en España existió un bandido

famoso con gran renombre de valiente y diestro en

d manejo de la espada a quien llamaban Chafan-

dín o Chafaldín. En 1831 volví a ver a Filísola en

México, y habiéndole interrogado sobre la etimolo-

gía de mi apodo, me t onfirmó lo que yo bía,

Filísola se quedó un poco de tiempo en San í

vador organizando la provincia, y dejando allí al

coronel Codallos, volvió a Guatemala en prínci]

de marzo, con alguna precipitación, por haber

bido el pronunciamiento de Casa Mata contra ttur-

biclr, aconti cimiento que iba a mudar el¡

político de la nación mexicana. Kl incremento que

fué lomando esa revolución, \ d desconocimiento

al Congreso que había convocado [turbide, he<

por la junta de notables que se reunió i n Puebla.

persuadieron a Filísola de cinc el Gobierno imperial

Page 32: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

26 Miguel García Granados

había caído para no volver a levantarse, y que/ental virtud, no había derecho para mantener por la

fuerza unidas a México unas provincias que siem-

pre habían sido independientes de aquel virreinato.

En consecuencia el 29 de marzo de 1823, el general

Filísola expidió un decreto convocando al Congreso

de Guatemala con arreglo al acta de 15 de septiembre

de 1821, anulada por la ilegal incorporación a Mé-xico, para que este Congreso decidiese, en vista de

las circunstancias, de la suerte de las provincias quecomponían la Capitanía general de Guatemala. Es-

to equivalía a proclamarlas independientes, y dar

en el fondo el triunfo al partido que había sido ven-

cido en San Salvador. El Congreso, que en virtud

de. este decreto se reunió, fué denominado Nacional

Constituyente, y se instaló en Guatemala el 24 de

junio de 1823. En él figuraron cuasi todos los hom-bres de algún crédito por sus talentos o conocimien-

tos, que había entonces en Centro América, no ha-

biéndose posteriormente visto ningún otro en que se

hayan reunido tantas capacidades, verdaderas o su-

puestas.

A principios del mismo año de 1823, mi herma-no Manuel había sido enviado a los Estados Unidosdel Norte, para que concluyese allí su educación, yal mismo tiempo, mi hermano mayor me anuncióque en breve me llevaría con el mismo objeto. Esta

noticia me causó placer. La idea de ir a conocerpaíses nuevos y grandes es siempre halagüeña paraun muchacho.

Para la edad que entonces yo tenía (14 años)

era muy atrasado, pues que ni aun escribir bien sa-

bía. Pero atento siempre a las conversaciones que se

tenían en mi casa, con buena memoria para retener-

las y aplomo para hacer uso de ellas como si

fueran mías, se celebraba generalmente mi precoci-

Page 33: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 27

dad y era favorito de cuasi todos los que trataba

de cerca. Pero no así con mi propia familia, con la

cual., tal vez por mi carácter voluntarioso e inde-

pendiente, nunca lo pasé muy bien. A esto puedehaber contribuido el que de mi padre era de pe-

queño el predilecto, y de consiguiente malcriado,

lo que fué causa de que cuando mis hermanos ma-yores tomaron el gobierno de la casa usaron paraconmigo bastante severidad. Así pasé yo repentina-

mente; de la tolerancia un tanto perniciosa de unpadre bondadoso, a la severidad, no siempre justifi-

cada, de dos hermanos arrogantes y despóticos. Pe-

ro estos defectos estaban más que compensados por

otras buenas cualidades. Ambos eran trabajadores,

tomaban interés en el bienestar de la familia, y en

especial el mayor, José Vicente, que a mucha acti-

vidad reunía una rara inteligencia; así fué que bajo

su dirección, el decaído capital de mi padre, en po-

cos años se rehizo y floreció notablemente, lo quenos proporcionó, no sólo volver a vivir con desaho-

go, sino aun con lujo. Desgraciadamente este esta-

do próspero, como en adelante se verá, duró pocotiempo.

Page 34: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Capítulo III

Emprendo viaje a Norteamérica.—Peripericias que nos su-

ceden en nuestra navegación por el río Motagua.

Compañeros de viaje nada gratos.—Mi buena vista des-cubre el peligro que significaba y significó el acechode que éramos objeto de parte de un barco corsarioque nos aborda en aguas cubanas, nos lleva presos aColombia, se incauta nuestras mercancías, se intentaarraigarnos en La Guaira.—Después de muchas vicisi-

tudes y riesgos, arribamos a Nueva York, casi a los seis

meses de viajar.

En principios de junio, como me lo había anun-ciado mi hermano, salimos de Guatemala con desti-

no a Nueva York y escala en La Habana, pues apesar de habernos declarado independientes, no se

había interrumpido el comercio con la madre patria,

viéndose aun de cuando en cuando ondear el pabe-llón español en nuestros puertos. Mi hermano lle-

vaba un rico cargamento de añil y otras frioleras,

con el cual pensaba reportar una fuerte utilidad.

Nos acompañaba un amigo íntimo de mi familia,

don Juan Montúfar, hermano del coronel Mon-túfar, autor de las Memorias para la histo-

ria de la revolución d\e Centro América. Su com-pañía me fué de consuelo, porque me tenía cariño

y templaba un tanto Ja severidad de mi hermano.Una goleta norteamericana, que mi hermano habíafletado, nos aguardaba en el puerto de Omoa.

Nuestro viaje fué por tierra hasta la villa deGualán, que se halla a unas cincuenta leguas de la

28

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Memorias (P parte) 29

capital y a la orilla del Motagua, río bastante cau-daloso que desemboca en el Golfo de Honduras, aunas seis o siete leguas de Omoa. En dicha villa

nos detuvimos algunos días, mientras llegaba todala carga y se alistaban las piraguas y botes que de-

bían conducirnos río abajo, pasar la barra y llegar

al puerto.

En fin del mismo junio, estando ya todo listo,

nos embarcamos, hallándose a la sazón el río suma-mente crecido, circunstancia favorable para bajar

en menos tiempo. Llevábamos cinco piraguas concubierta y unos cuantos botes sin ella. Nosotros íba-

mos en una nueva y bien construida, que a mas de

nuestros equipajes, cargaba setenta zurrones de añil.

A eso de las cuatro de la tarde, cada día hacíamos

alto, entrábamos a la espesísima selva o montaña,

como se dice en Centro América, y los marineros

construían en poco tiempo unas galeras que cubrían

con palmas. 1 Arrimábamos allí nuestros catres y aun-

que diluviase no penetraba el agua. Al cuarto día

de nuestra salida llegamos muy temprano a la boca

del río, donde encontramos otras piraguas que ha-

cía tiempo se hallaban detenidas, porque la barra

estaba mala y no se habían atrevido a pasarla. Des-

pués de tres días de estar allí, una mañana di-

jeron los prácticos que la barra se había me-jorado y que podíamos pasarla. En conse-

cuencia se tripularon todas las piraguas con cu-

bierta y emprendimos el paso; la nuestra, que sin

duda era la mejor, cerraba la marcha. Aunque con

dificultad todas fueron efectuando el paso felizmen-

te; pero cuando llegó nuestro turno, una ola terri-

1 En Centro América se da el nombre de montaña a

la selva espesa y con vegetación muy fuerte, como sucedede ordinario en las costas, aunque se hallen en plañí*

Page 36: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

30 Miguel García Granados

ble que venía reventando, ladeó la piragua llevándo-

se al agua uno o dos remos. La segunda ola nos

bó de atravesar, quedando así nuestra piragua

sin gobierno, y por consiguiente sin los medios de

pasar adelante. Entretanto seguían viniendo olas que

nos mojaban hasta los huesos, y que a no haber

sido por la mucha manga que tenía la piragua, la

habrían volcado. El patrón y marineros estaban afli-

gidos y sin saber qué hacer. Gritaban que era nece-

sario volver atrás; pero esto era también un imposi-

ble porque carecíamos de los medios de efectuarlo.

En esto, mi hermano con su perspicacia natural,

conoció que estábamos ya salvos y gritó: "No hay

que volver atrás, ya la corriente nos ha sacado". Enefecto, entonces observamos que las olas, en vez de

atar antes de nuestra proa, reventaban atrás.

Esto dio valor al patrón y marineros, tomaron los re-

mos, y un momento después, aprovechando un terral,

hacíamos rumbo para Omoa, donde llegamos a me-dio día.

En este puerto nos detuvimos algunos días, mien-tras se traía el resto de la carga que había queda-do en la bocabarra del Motagua, y hacia mediadosde julio nos hicimos a la vela en dirección como yaindiqué, a La Habana y Nueva York. La goleta quenos llevaba era de buen andar y de noventa tone-

ladas. Su capitán y dueño, Chasteau, buen marino,con el cual ya había navegado mi hermano,aunque con nombre francés era ciudadano de los Es-

tados Unidos.El quinto o sexto día nos hallábamos en calma;

hubo necesidad de abrir una pipa de agua, y al ve-

rificarlo salió de ella una nube de zancudos y st

metió en nuestra diminuta cámara. Estos diabólicos

insectos, Cuyas picaduras forman ronchas dolorosas

que duran muchos días, en especial para los no con-

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Memorias (P parte) 31

naturalizados con ellos, estaban como es de suponer-se, sumamente hambrientos; así es que la estanciaen la cámara se nos hizo insoportable, por lo queresolvimos dormir sobre cubierta, prefiriendo la mo-lestia de tenernos que levantar precipitadamente acada rato, a causa de los chubascos, que en aque-lla estación son muy frecuentes, y refugiarnos en la

infernal cámara, donde permanecíamos mientras el

chubasco duraba.

A la noche siguiente, íbamos corriendo con unabrisa favorable, cuando a eso de la una de la ma-ñana pasamos a corta distancia de una goleta quellevaba el mismo rumbo que nosotros. Al amanecernos quedamos otra vez en calma y la goleta quehabíamos dejado atrás, se hallaba ya como a cinco

o seis millas a nuestra popa. A eso de las 7, hallán-

donos reunidos don Juan Montúfar, mi hermano yyo, dije: "Me parece que ese buque se nos ha acer-

cado". Pero mi hermano me contestó con mal hu-mor: "que qué sabía yo de eso". Media hora o

tres cuartos después, volví a repetir que el buque se

había acercado, y un regaño de mi hermano fué el

resultado de mi observación.¡No podía admitir que

yo tuviese mejor vista que él, y calcular si un obje-

to se había acercado o no! Cuando esto pasaba, yael capitán estaba inquieto, y a la sazón se hallaba enla cofa del velacho, observando a la goleta con el an-

teojo. Un momento después bajó, y con cara bas-

tante desconsolada dijo a mi hermano: "que la

leta traía remos". Yo pues no me equivocaba al ase-

gurar que aquel buque se había acercado. Mi her-

mano ya muy alarmado, tomó el anteojo, subió

la cofa, y después de haber observado un rato, con-

firmó lo que decía el capitán. Claro estaba que aque-lla goleta era, o un corsario probablemente colom-biano, o un pirata de los muchos que en ese tiem-

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32 Miguel García Granados

po infestaban las costas de Cuba, las cuales tenía-

mos a la vista.

Nuestra posición era crítica; o más bien deses-

perada, si, como parecía, continuaba la calma. Noteníamos remos grandes, y aunque los hubiéramos

tenido, de poco nos habrían servido, puesto que ca-

recíamos de gente suficiente para hacer uso de ellos.

Sin embargo, seis remos pequeños que había a bordo,

y que servían para el bote o lancha, se pusieron en

juego, pero con poquísimo efecto.

A las dos de la tarde la goleta que nos dabacaza, hallándose ya a menos de uña milla de nos-

otros, nos tiró un cañonazo e izó la bandera colom-

biana. Estando ya toda esperanza de escapar perdi-

da, el capitán y mi hermano dispusieron echar el

bote al agua e ir a bordo del corsario. Así se verifi-

có y un momento después llegó a nuestro lado unbote del corsario mandado por un viejo francés, con

ocho hombres, entre los cuales sólo uno era colom-

biano. El viejo francés tomó posesión de nuestra

goleta, y a poco vinieron a nuestro bordo mi herma-no y el capitán del corsario, que también era fran-

cés; y al subir sobre cubierta dijo al viejo en alta

voz y en su lengua natal: "Chasteau, Chasteau:buena presa". Estas expresiones del capitán del cor-

sario necesitan explicación.

Algunos años antes, este Chasteau, aunque nor-

teamericano, servía en clase de piloto en una go-leta española, grande y de andar, la Dolores, quehacía el tráfico de negros con la costa de África.

Al llegar a la isla de Cuba, con un cargamento deesclavos, fué apresada por una corbeta colombiana.Queriendo ésta hacer otras presas, los dos buques se

acercaron a La Habana, en frente de cuyo puertocomenzaron a cruzar. Pusieron en la Dolores un ca-

pitán de presa con 20 hombres, y trasladaron la tri-

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Memorias (P parte) 33

pulación de ésta al corsario, menos dos marineros, el

cocinero y el piloto Chasteau. Éste que entonces era

joven y no tenía aún mujer, resolvió libertar a la

Dolores, contando con que, si salía bien en su em-presa, sería ampliamente recompensado por el due-ño o dueños del cargamento. Al efecto^ se concertó

con los dos marineros y el cocinero, y ün día que es-

taba el capitán de presa en una de las cofas ob-

servando un buque, se echaron sobre la parte de la

tripulación que se hallaba sobre cubierta y estaba

descuidada, la encerraron en la bodega y obliga-

ron al capitán a hacer señal al corsario de que iba a

dar caza a una vela sospechosa que se hallaba nolejos. Viendo el capitán del corsario que la presa se

dirigía a toda vela en dirección al puerto de La Ha-bana, entró en sospecha y se puso a darle caza; pero

la Dolores tenía buenos pies, como dicen los marinos,

y no pudo alcanzarla antes de que se refugiase bajo

el cañón de El Morro. Esta hazaña de Chasteau,

porque en efecto lo fué, se esparció entre todos los

corsarios colombianos, y de aquí el que el capitán

del que nos apresó, cuando supo el nombre de nues-

tra goleta, hubiese dicho: "Chasteau, Chasteau, bue-

na presa". Pero esta circunstancia en nada favorec ía

el derecho que se arrogaba aquel corsario, apresando

un buque norteamericano, que conducía un caí

mentó desde un puerto de un país ya independiente

de España y consignado a un ciudadano tambiénnorteamericano, residente en Nueva York.

A poco de haber vuelto mi hermano a nuestro

bordo, se levantó una brisa favorable, la cual pu-

so de manifiesto la inferioridad de andar d< la go-

letilla que nos api de la nuestra. Pienso que Udesde que amaneció ese día hubiéramos hecho use

los pocos remos de que podíamos disponer cuando

1—3

Page 40: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

34 Miguel García Granados

entró la brisa, aún no nos habría alcanzado, en cu-

yo caso estábamos salvos.

Desde luego el capitán corsario nos anunció queiríamos a Colombia, donde se aclararía si éramos

o no españoles, y si la carga nos pertenecía o era

propiedad de ciudadanos norteamericanos. Esto era

para nosotros sumamente perjudicial, porque aun-

que los añiles estaban asegurados, se había hecho el

seguro por un precio muy bajo; de manera que si

no perdíamos en ellos, dejábamos de ganar 20 o25,000 pesos, lo cual constituía una verdadera pér-

dida. A esto se agregaba que algunas otras friole-

ras que llevábamos, y nuestros equipajes, no estaban

asegurados, y era de temer que todo lo perdiéramos.

Dos días después vino a nuestro bordo el capitán

Chasteau, al cual habían tenido en el corsario, y mihermano no perdió tiempo en proponerle levantarse

en un momento en que estuviesen descuidados y li-

bertar la goleta. Chasteau entró en el plan y princi-

pió a prepararlo, hablando al efecto a dos marinerosde los nuestros que habían dejado en la goleta y al

cocinero, que era un negro. De los corsarios habíadiez a bordo, el capitán, viejo veterano, muy vigi-

lante, que toda su vida había sido corsario, y unsegundo, también francés, que se hallaba algo en-

fermo.

Un día íbamos corriendo mal tiempo; Chasteauque se hallaba sobre cubierta, bajó a la cámara y sig-

nificó a mi hermano que el momento era llegado.

Mi hermano al instante se levantó, haciendo otro

tanto Montúfar; pero éste, menos confiado en el

éxito de la empresa, y por naturaleza poco belicoso,

revelaba en su semblante desagrado, poca confianza

o temor de lo que acometían. Al intentar Chasteausubir sobre cubierta, seguido de mi hermano, lo de-

tuvo el viejo capitán con un puñal en la mano or-

Page 41: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 35•

denándole que retrocediese. Chasteau protestó quesubía para ver su buque, puesto que había mal tiem-

po; pero el viejo le repitió la orden de retroceder,

agregando la amenaza de darle muerte si persistía

en su intento. Era claro que el capitán de presa se

hallaba enterado, o, por lo menos, tenía vivas sos-

pechas de lo que Chasteau y mi hermano proyecta-

ban, y lo probable es que el negro cocinero los ha-

bía denunciado, porque posteriormente se aclaró queéste se había hecho a la banda del corsario.

Paréceme, a mí que la ocasión que escogió Chas-

teau para poner en ejecución el plan convenido,

fué desacertada. En momentos en que, por razón del

mal tiempo, toda la tripulación estaba sobre cubier-

ta y el capitán de presa alerta y vigilante, no era

ocasión propicia para poner en ejecución aquella

empresa arriesgada y, sin duda, dificultosa. A más,

el solo hecho de que con semejante tiempo subiese

sobre cubierta mi hermano siguiendo a Chasteau,

cuyos antecedentes eran conocidos, y más que éste,

Montúfar, que se hallaba casi siempre mareado, ypor consiguiente acostado en su camarote, era bas-

tante para despertar las sospechas aun del hombremás confiado, cuanto y más de un zorro tan prácti-

co y astuto como el viejo pirata. La empresa, pues,

escolló, y aunque mi hermano persistió en llevarla

a cabo, Chasteau ya no quiso volver a intentarlo.

El hombre me pareció en lo de adelante amilanado,

y un día lo vi llorar.

El viaje fué largo y muy molesto, pues a misde nuestra condición de presos, se nos escasearon

los víveres y el agua, no quedándonos más que una

carne salada que los misinos marineros no comían

sino en fuerza del hambre, y frijol blanco, que era

lo único que yo podía pasar. De Sigua estaban

también a ración; así es que cuando llegamos a QV

Page 42: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

36 Miguel García Granados

tro destino estábamos enteramente hambrientos. Pa-

a los que después de una larga fiebre, se

hallan en coyalecencia y no piensan más que en

Oomcr.Me parece que fué el 23 o 24 de agosto que lle-

gamos a un puertecito de la isla de Margarita, cuyo

nombre no recuerdo, y del cual había salido el cor-

sario que nos apresó. Al entrar se izjó en nuestra

goleta la bandera colombiana sobre la española, co-

mo si nuestro buque perteneciera a esta nación.

En nuestra goleta hacía dos días que no estaba

el viejo francés de que he hablado, porque venía enel corsario sólo en calidad de pasajero, y se había

trasbordado a una balandra al pasar cerca de SanTomás, quedando en nuestra goleta desde ese día el

capitán del corsario.

Después de estar en aquel puertecito cosa detres días, levamos anclas y salimos de él, anuncián-

dose que íbamos a Cumaná, puerto de la costa firme.

A eso de las 5 de la tarde, y estando en nuestros

camarotes, nos llamó el capitán sobre cubierta, ynos dijo con tono de autoridad, que pasásemos a unbote que se hallaba al costado de la goleta; obedeci-

mos y se nos condujo al corsario, dejando por su-

puesto a bordo todo nuestro equipaje; yo iba en man-gas de camisa. Claro estaba que el objeto era desem-barazarse de nosotros, y en la noche llevarse nuestro

buque. Entretanto, el corsario lo iba mandando el

piloto norteamericano de nuestra propia goleta, jo-

ven, a lo que pude entender, de escasos alcances. Aldía siguiente, al amanecer, nuestra goleta había des-

aparecido y en la tarde fondeamos en Cumaná.No tardó el capitán del puerto en venir, y como

el piloto norteamericano que venía mandando el cor-

sario, no entendía una palabra de castellano, sólo

habló con mi hermano, quien le impuso de todo

Page 43: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 37

lo ocurrido. El capitán pareció simpatizar con nos-

otros, nos llevó a tierra y nos alojó en casa de unitaliano avecindado en Cumaná. Una circunstancia

nos favoreció para ser atendidos y perfectamente

tratados; tanto mi hermano como Montúfar eran

masones, y en aquella época la masonería estaba

en gran boga en Colombia, y tanto el jefe político

del departamento, como el comandante general yotros notables de la ciudad pertenecían a la Orden.De aquí provino, pues, que encontramos una granprotección de parte de las autoridades principales,

franqueándonos todo lo que pudiéramos necesitar,

mientras pasábamos a La Guaira y Caracas.

En cuanto a la fuga del corsario, fué motivada,

según pudimos entender, de lo siguiente. En la Is-

la de Margarita se hallaba a la sazón el General del

Departamento de marina. El capitán del corsario

se abocó con él, y trataron sobre la condena de la

presa. Seguramente el General le manifestó la im-

posibilidad de condenarlo, dándole al mismo tiempo

orden de pasar a Cumaná y aguardarlo allí. Viendoel corsario esta mala disposición, determinó fugarse,

con el intento de descargar la goleta en un islote

desierto, como en efecto lo verificó, devolver el buquea su capitán Chasteau, y procurar introducir la c

ga a San Tomás para venderla por su propia

cuenta. El gobernador de dicha isla tuvo noticia dela operación y le cayó encima a la carga. Posterior-

mente los aseguradores norteamericanos, teniendo

noticia de lo ocurrido, mandaron un comisionadoplenamente autorizado, quien al fin de un largo

juicio, logró recobrarla. Después de una permanen-cia de mas de dos semanas, bastante agradable^ en

Cumaná, nos hicimos a la \.la para La Guadonde llegamos a los cuatro días de nuestra salida.

Page 44: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

38 Miguel García Granados

La Guaira era entonces una población de cosa

de 6.000 habitantes situada en la misma falda de la

cordillera que corre a lo largo de la costa; pobla-

ción fea, pero que hacía cuasi todo el comercio de

Venezuela; así era que nunca faltaban en la rada

20 o 25 buques mercantes, la mayor parte de ellos

goletas norteamericanas. Por una coincidencia, mihermano encontró que el cónsul de Norte América

era compañero en comercio de su corresponsal en

Baltimore; así es que nos ofreció sus servicios y su

bolsa.

Al día siguiente marchamos en muías de alqui-

ler para Caracas, pasando por la cumbre que se de-

nomina "La Silla", a una altura de más de 7,000

pies, desde donde hay una de las vistas más hermosas

que en el curso de mi vida me ha cabido en suerte

admirar. Habíamos salido de La Guaira a las dos

de la tarde, y antes de las ocho estábamos en Cara-

cas. Esta ciudad se hallaba entonces, tanto a causa

del terremoto del año de 12, como de la larga gue-

rra de independencia, bastante decaída, pues que apesar de haber llegado a tener, según se nos asegu-

ró, cerca de 40,000 habitantes, no contenía cuandonosotros la visitamos ni 25,000. Su clima es tem-plado, hallándose a una elevación de cerca de 4,000pies; y el aspecto de la ciudad, agradable. Hice, sin

embargo, la observación de que no había en la ciu-

dad un solo edificio digno de una capital. Caracastiene la gloria de ser la patria de Bolívar, que es

la figura más grande de la guerra de independenciaen toda la América española.

Después de, haber pasado en Caracas ocho días

bastante agradables, nos volvimos a La Guaira cond objeto de embarcarnos para nuestro destino. Eldía que debíamos verificarlo llegó a La Guaira el

armador del corsario que nos apresó, el cual, cuan-

r>oo

Page 45: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias .(I* parte) 39

do supo lo acaecido, tomó la ruta de San Tomáscon el objeto de ver si estaba allí la carga, y si, ale-

gando que era buena presa, hecha por buque com-petente, conseguía que viniese a Colombia y se de-

terminase el caso por los tribunales. Su primer cui-

dado fué, pues, tan luego como desembarcó en LaGuaira presentarse ante el Comandante del puerto

y pedir que se nos detuviese, mientras llegaba el

capitán del corsario, se probaba que éramos espa-

ñoles, y que la carga era nuestra, en cuyo caso la

presa era buena. El Comandante accedió a la soli-

citud del armador, intimándonos en consecuencia

la orden de no partir. Esto nos causó una gran des-

azón, y mi hermano determinó volver sin tardan-

za a Caracas para sacar una orden, previniendo que

no se impidiese nuestra salida. A pocos días volvió

mi hermano con dicha orden; pero fué necesario

aguardar algún tiempo, mientras se proporcionaba

otro buque que saliese para los Estados Unidos.

Por fin se anunció que una goleta se hacía a la vela

para Nueva York. Pero el día que debía verificarse

esto, y cuando ya nuestro equipaje (que consistía

en un solo baúl) se hallaba a bordo, se presentó

otra vez el armador alegando nuevas razones paraque se nos detuviese, y el Comandante volvió a dar-

nos orden de no partir. Fácilmente se comprender;!

nuestra mortificación, y en especial la irritación de

mi hermano, quien, como ya he explicado, era degenio muy vivo y absoluto. Queriendo, pues, éste bur-

lar al armador y también al Comandante, que tan

mal cumplía con sus obligaciones, se arregló con el

capitán de la goleta a fin de que nos aguardasehasta la noche, en que iríamos a bordo, y que en-

tonces levantase el anda y, saliésemos con d terral.

Así quedó arreglado, y ya de acuerdo con el cónsul

americano, que vivía en Maiquctí, pueblito a la ori-

Page 46: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

o Miguel García Granados

lia del agua, a un kilómetro de La Guaira, nos

limos de esta población por la tarde, como quien

va de paseo, y llegamos a casa del cónsul donde nos

quedamos. Un cayuquito estaba ya preparado para

que nos llevase a bordo, y a eso de las once nos

embarcamos en él. Pero a la primera intentona quehicimos de salir, la reventazón nos volcó nuestro

frágil bajel, quedando todos tendidos en la playa.

Una segunda y aun una tercera prueba, no fueron

más felices. Viendo, pues, la imposibilidad de quepudiera pasar la reventazón aquel cayuquito, car-

gado con nosotros tres, convinimos en que saliese

sólo con el patrón y nos fuese a aguardar al muelle,

donde iríamos andando por la playa. El cónsul ame-ricano bondadosamente se aprontó a acompañarnospara el caso, mas que probable, de que algún guar-

da de los que velaban alrededor del muelle, nos

encontrase y quisiese prendernos. En efecto, así su-

cedió; pero mediante la interposición del cónsul, y la

de una onza de oro que le dimos, nos permitió em-barcar.

Llegamos a la goleta a eso de la una, empapa-dos y llenos de arena por las revolcadas que nos

había dado la reventazón, y le avisamos al capitán,

que dormía sobre cubierta, nuestra llegada. Éste

nos dijo que levantaría el ancla en cuanto soplase

el terral, y siguió durmiendo. El terral sopló, perosuavemente; y aunque yo mismo le avisé, contestó:

"que no era aun bastante". Así nos amaneció, des-

pués de haber pasado una noche de perros, y to-

davía bien mojados, tuvimos que volvernos a LaGuaira.

Mi hermano dispuso volver a Caracas y seguir,

ante la misma Corte Superior de Justicia, un pleito,

a fin de que no se repitiese el escándalo que por dos

veces había tenido lugar.

Page 47: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (l9 parte) 41

Montúfar y yo nos quedamos en La Guaira, pa-

sando una vida aburridísima. Como a los 20 días dehallarse mi hermano ausente, me dijo Montúfar quedeseaba ir a Caracas para saber cómo iba nuestro a-

sunto, y me, preguntó "si tendría miedo de quedarmesolo." Yo le contesté que no, y que bien podía ir. Pe-

ro esta contestación se la di de puro punto, porquela verdad es que no me era agradable aquella separa-

ción. Montúfar, pues, partió ofreciéndome volver

pronto.

Nosotros habitábamos una. pieza (que la autori-

dad nos había franqueado) alta y grande, pero muysucia, que daba a la muralla, con vista al mar, yque dominaba el muelle. Esta circunstancia la hacía

agradable, pues, a más de gozar de una hermosaperspectiva, la refrescaba diariamente la brisa del

mar. Pero cuando me quedé solo, considerándome

allí lejos de todo ser viviente, sin mas compañeroque unas grandes y feas arañas1 que se veían con

profusión en toda la pieza, y uno que otro enormeescorpión que de vez en cuando se dibujaba en la

pared, debo confesar que me sentía un tanto nervio-

so, esto es, en buen castellano, que tenía miedo.No fué, pues, sin gusto que a los cuatro días vi vol-

ver a Montúfar.

En todo -ese tiempo y en especial cuando mequedé solo, pasaba gran parte del día en d *

restaurant en que diariamente almorzábamos y co-

míamos. Me entretenía oyendo las conversaciones

de los parroquianos, entre los que figuraban muchoscaraqueños que venían a La Guaira, unes por ne-

gocios y otros por pasco. Los colombianos, en aquel

1 Estas arañas, Begún be podido posteriormcnlcazan a los alacranes, haciendo, por medio de suque ellos mismos se maten.

Page 48: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

42 Miguel García Granados

tiempo, orgullosos con las victorias que habían con-

seguido sobre los españoles, se habían llegado a per-

suadir de que Colombia era una gran nación, lo quea veces les hacía decir cosas bien risibles. Un día se

hallaba allí un cuasi viejo, que tenía la debilidad de

procurar pasar por joven, quitándose al efecto al

menos diez o doce años. Hablaba una vez con varios

jóvenes de Caracas y les dijo: "que él no perdía la

esperanza de ver el día en que Colombia hubiera

conquistado a toda la Europa". Los jóvenes objeta-

ron, pareciéndoles esto, no un disparate, sino sim-

plemente una exageración. "¿Y por qué no?", re-

puso el vejete: dentro de 30 años podrá ya haberse

verificado mi profecía; tengo 36 (aquí los jóvenes se

miraron y se sonrieron) y bien puedo vivir otros 30,

lo cual no haría una edad tan avanzada, que nopueda yo llegar a alcanzarla". Uno de los jóvenes re-

puso que él sí creía que para entonces Colombia ha-

bría conquistado a la España, pero no a la Europa."A la España, insistió el de los 36 años, ya la estamosconquistando. ¿No se mantienen nuestros buques en-

frente de Cádiz, sin atreverse los españoles a salir

a batirlos? Confirmo, pues, lo que ya dije, que den-tro de 30 años habremos conquistado toda la Euro-pa". Han pasado, de cuando tuvo lugar esta con-

versación, 54 años, y Colombia no ha conquistadouna sola pulgada de terreno en ninguna parte del

mundo.

Mi hermano, al fin, volvió de Caracas después

de haber pasado allí más de un mes, pero con el

fallo de la Suprema Corte para que ninguna auto-

ridad pudiera detenernos. A muy poco se hizo ala vela una hermosa goleta norteamericana, con des-

tino a Baltimore, en la cual tomamos pasaje. Nues-tro viaje no tuvo otro incidente que habernos dadocaza al pasar cerca de Puerto Rico, una goletilla,

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Memorias (P parte) 43t

con trazas- de ser pirata; pero nuestro buque sabía

echar sus once millas con buen viento, y no era fá-

cil que nos alcanzase.

El 24 de diciembre llegamos a Baltimore, y des-

pués de estar allí tres días, seguimos a Filadelfia, yde aquí sin detenernos a Nueva York. Como el De-laware estaba ya en algunas partes medio helado,

hicimos el viaje por tierra en diligencia, sin máspercance que habernos volcado ésta, cayendo desde

una altura, porque el cochero, con la obscuridad

de la noche, no vio el camino. Ninguno de los pasa-

jeros se lastimó, con excepción de un viejo qtie es-

taba ebrio y que nos venía molestando. Tuvimos quedormir en un pueblo que estaba muy cerca, dondeencontramos bastante comodidad, y al siguiente día

temprano llegamos a nuestro destino, tardando eneste viaje cerca de seis meses, y habiendo corrido va-

rios riesgos y pasado por muchas vicisitudes.

Page 50: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Capítulo IV

Nueva York no era la populosa urbe que lo es hoy.—In-

greso a un colegio que de tal sólo tenía el nombre,en donde se atendía mal a los alumnos.—Nos trasla-

damos a Filadelfia a continuar nuestros estudios, encasa de Mr. Lafitte, en donde la pasaba bien, por de-

ferencia de su esposa.—Me traslado a Londres.—Mipadre fallece en 1826 y vuelvo a Guatemala después de4 años de ausencia.

Nueva York estaba lejos de ser entonces la gran

ciudad, con más de un millón de habitantes, que

todos admiramos hoy en día, pues su población no

llegaba a 200,000; pero daba ya indicios ciertos de

lo que sería en breve. Su comercio era inmenso, yla rapidez con que se aumentaban sus edificios, cau-

saba el asombro de los extranjeros.

Nuestro corresponsal en aquella ciudad era unespañol de alguna edad, bastante tonto y casado con

una norteamericana, no de malos bigotes que mepareció astuta y un tanto hipócrita, lo que quiere

decir que dominaba completamente a su marido.Yo me quedé a vivir en su casa, mientras llegaba el

día en que entrase al colegio, que según recuerdo,

fué el 2 de enero de 1824.

El colegio a que me destinó nuestro corresponsal,

en el cual ya estaba mi hermano Manuel, era diri-

gido por un tal Velázquez de la Cadena, autor deuna gramática o método para enseñar inglés, de cu-yo mérito nada puedo decir porque no lo he exami-

44

Page 51: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 45

nado. Pero lo que sí atestiguo es que, en su propioestablecimiento, no se enseñaba por él sino por Du-fief, lo cual no lo recomienda mucho. Este colegio

tenía toda la protección de nuestro corresponsal, ycomo éste era el agente general de toda la Américaespañola en Nueva York, cuasi todos los jóvenes queiban con el objeto de educarse, le eran recomenda-

dos, y todos eran destinados a él. Bien pudo mi her-

mano mayor dudar de la bondad de aquel estable-

cimiento, al cerciorarse de que mi otro hermano,

Manuel, después de varios meses de estar allí, nosólo no hablaba el inglés, sino que ni aún lo tradu-

cía o entendía. ¿De dónde provenía, pues, la pro-

tección que el viejo español le daba? ¿No habría

en ello algo de: "tanto me das por cada joven quete proporcione"? Hoy en día se especula en todo.

Había allí como cincuenta jóvenes, todos de la

América española, la gran mayoría de Cuba y deColombia; así es que no se oía liablar otra lengua

que la castellana, y no con mucha pureza, sino conel acento, modismos y faltas propias a las diferentes

provincias a que pertenecían.

Nos levantaban a las 5 de la mañana, nos lle-

vaban a lavar a un recinto batido por el aire por

sus cuatro lados, y en seguida entrábamos al estudio

en una pieza que, por economía, se hallaba siempre

medio fría. Permanecíamos en el estudio hasta las

ocho de la mañana, hora en que se nos llamaba a

almorzar. Consistía el almuerzo en una tacita de

mal café, bautizado con leche (en caso de que lo

fuera) y pan frío a discreción. Como el pan cía tan

malo, comíamos el necesario para matar el hainl

Volvíamos al estudio hasta cerca de las dos de la

tarde, hora en que servían la comida. Ésta se com-ponía de unos tajitos de carne, probablemente so-

bras de un hotel, y algunas \ n calidad de pos-

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46 Miguel García Granados

tres, arroz cocido con un poco de melaza o miel de

caña, prieta y sucia. Otras veces en lugar del arroz

nos daban una agua amarilla, que no supe de quése componía, ni pude nunca bebería. Entre las siete

y las ocho nos servían otra tacita de te con leche yel mismo pan frío.

Por lo expuesto se verá que nuestras comidaseran escasas e infames, y que nos mataban de ham-bre; y esto en un país en que por razón del excesi-

vo frío, se necesita que los alimentos sean más abun-dantes y nutritivos que en nuestros países intertro-

picales.¡Qué diferencia entre esta vida y la tan

regalada que llevaba yo en mi casa! Pero se diría

que en compensación, aquí iba yo a aprender mu-cho, muchísimo, mientras que en mi país no apren-

dería nada. Ya examinaremos este punto.

Veamos ahora cuál era el método de enseñanza,

al menos en la clase de los más jóvenes, que era enla que yo estaba. Los mayores estaban en otra pieza

menor, y les daba clase el Director. La enseñanza se

limitaba (hablo de mi clase) a tres cosas: doctrina

cristiana, por Ripalda; inglés y aritmética. Oí hablarde lecciones de geografía, pero no tuve la dicha derecibirlas.

Poco tiempo antes de mi entrada al colegio ha-

bía llegado de Cuba un español, González de nom-bre y Velázquez lo había ocupado en su estable-

cimiento. Este individuo no sabía una jota de in-

glés y, por más extraño que parezca era él el quepresidía nuestra clase y el que nos tomaba las lec-

ciones en dicha lengua. Una de ellas consistía enaprender de memoria cuatro líneas en un librito

en inglés. Como la mayor parte de los que estábamosallí no comprendíamos una palabra de lo que en él

estaba escrito, ni menos la manera de pronunciarlo,

podrá el lector figurarse la dificultad que encontrá-

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Memorias (P parte) 47

bamos en grabar en la memoria palabras cuyo sig-

nificado y pronunciación ignorábamos. Tambiénpodrá calcular cuál era la utilidad de repetir, comoloro, después de esfuerzos inauditos, aquellos sonidos

pronunciados a la española y que por lo mismo nin-

gún bretón habría podido entender al salir de nues-tros labios. Por supuesto, nos sucedía, que mediahora después de haber repetido aquellas palabras,

que en nuestra boca eran sonidos verdaderamentebárbaros, ya las habíamos olvidado. Éste medio es-

túpido de enseñar una lengua, podrá dar una idea

de la bondad del colegio. De doctrina cristiana dá-

bamos de memoria, diariamente, cosa de una pá-gina; así fué que en cuatro semanas que permanecíen aquel establecimiento, aprendí más del catecismo

que lo que había aprendido en cerca de cinco años

en la escuela de Guatemala. En cambio no adelanté

ni en inglés, ni en aritmética, ni en alguna otra cosa.

Los sábados teníamos por obligación qué escri-

bir a nuestros padres; pero las cartas, con pretexto

de corrección de estilo, debían pasar en revisión alos maestros. La verdadera mira que se tenía en esto,

era evitar que escribiéramos algo contra el colegio.

Algunos muchachos tontos, escribían largas epís-

tolas, llenas de sandeces, que nuestro seudo pro-

fesor González leía en alta voz, procurando que el

autor variase, omitiese o cambiase algunas de las ton-

terías que contenían. Esto a veces nos servía de mu-cha diversión y risa. En cuanto a mí, el primer

bado que me tocó estar allí, no queriendo que se

gozasen con una carta íntima y de familia, me ceñí

en la que escribí a mi padre a decirle i "que aprove-

chaba aquella ocasión para asegurarle que gozaba

de buena salud". Ese sábado había entrado a nues-

tra sala el director Velázquez y se puso a examinarlas cartas. Guando tomó la mía de sólo dos renglo:

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48 Miguel García Granados

y la leyó, me clavó la vista, y después de un mo-mento me preguntó "si yo la había escrito". Lecontesté que sí. Se detuvo un instante, siempre mi-

rándome, y en seguida la oerró. Para mí fué claro

que aquel laconismo le disgustó y le pareció sos-

pechoso.

El primer domingo que, después de oír misa, a

la cual íbamos todos juntos conducidos por un maes-

tro, fuimos a ver a nuestro hermano mayor, comencéa describir nuestro colegio. Expliqué bien qué era lo

que almorzábamos, qué comíamos y qué cenábamos;

qué nos enseñaban, de qué manera se daba la ense-

ñanza y, al menos en mi clase quién el que la daba.

En fin, no perdí una sola circunstancia de las quepudieran servir a mi intento, que era el que se

nos sacase de allí, que pusiera de manifiesto, pin-

tándola con los coloridos más vivos de que mi ima-

ginación era capaz. Mi hermano oyó mi relato con

sorpresa, concluyendo por declarar que debía de ha-

ber mucha exageración en lo que yo refería. Yo ape-

lé al testimonio de mi hermano Manuel, quien,

aunque comenzó por confirmar "que en efecto exa-

geraba yo algo", cuando le fui interpelando en cada

uno de los puntos que contenía mi relato, tuvo queconvenir en que eran ciertos. Mi hermano entonces,

me prometió que iba a tomar informes de otros co-

legios, para sacarnos de aquél, con lo cual me volví

ya algo consolado.

Dos semanas después, nos dijo que en Filadelfia

había un español instruido que solía tomar uno o

dos pupilos, a quienes daba lecciones personalmen-

te, y que estaba decidido a ponernos allí. Esta no-

ticia me llenó de júbilo, porque creo que si hubiera

permanecido .en aquel malhadado establecimiento

me habría muerto de tristeza o de desesperación.

Posteriormente supe que, al fin, los jóvenes que en

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Memorias (P parte) 49

él estaban perdieron la paciencia, se introdujo la

insubordinación y hubo escenas escandalosas. Unasemana después, dejé definitivamente aquel colegio

en el cual mataban de hambre a los alumnos, y en

que lo único que se aprendía era, precisamente

aquello que con raztón o sin ella, menos deseaba yoaprender. Sin embargo, más tarde he pensado quea un ultramontano el sistema adoptado allí debía

parecerle perfecto. Pocos días después, nos hallába-

mos en Filadelfia, instalados en casa de Mr. Lafitte,

quien, aunque con nombre francés, era español denacimiento, ciudadano de los Estados Unidos, casa-

do con una norteamericana, y residente desde su ju-

ventud en aquella ciudad. Su edad como de 40años, de carácter moderado y según pude entender,

con alguna instrucción. Su mujer, que tendría algu-

nos 28 años y no fea, le era inferior en carácter ygenio. Afortunadamente yo le caí bien y en cercade un año que permanecí en su casa, no tuve motivoserio de queja contra ella. No así mi hermano Ma-nuel, con el cual no frisaba mucho.

Nuestra residencia en casa del Sr. Lafitte nos fuébastante agradable. Nos levantábamos a las ocho,media hora después almorzábamos y entrábamos al

estudio a las nueve, el cual se componía de lenguainglesa y aritmética. Comíamos a las dos, volvíamosa entrar al estudio de las tres a las cinco, y el resto

del tiempo lo teníamos a nuestra disposición. A es-

to se agregaba algún aprendizaje de esgrima y baile,

lecciones que tomábamos por fuera.

Como se ve, la instrucción que se nos daba oralimitada, pero con provecho. Yo a veces era repren-dido por no levantarme a la hora prescrita, quedán-dome en la cama hasta una hora más de lo que meera permitido. En estos casos el maestro me conde-naba a que me dejasen sin almuerzo: pero la ni.

1—4

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50 Miguel García Granados

tra me lo servía de oculto; así fué que el castigo

nunca se efectuó.

El primer domingo que pasamos allí, el maestro

nos dijo: que fuésemos a misa a la sola iglesia ca-

tólica que por entonces había en Filadelfia. Fuimos,

pero al mismo tiempo observamos que él no había

asistido. Posteriormente, y cuando tuvimos más con-

fianza, pude conocer que nuestro maestro era libre

pensador, y en calidad de tal, no se volvió a meter

en si oíamos misa o no. En cuanto al Ripalda deesto nunca se habló. Con el señor Lafitte perma-necimos cerca de un año, y salimos sabiendo inglés

y aritmética comercial, pues otra cosa no intentó

enseñarnos. Yo tomé bastantes nociones de geogra-

fía, pero por pura afición y sin maestro, y de con-

tado, sin método. Por este tiempo, también comencéa tener gusto por la lectura de la historia antigua,

el que después se me desarrolló mucho más.

Luego que dejamos al señor Lafitte nos fuimos

a Nueva York, donde mi hermano Manuel entró enuna casa de comercio en clase de dependiente, pero

sin sueldo, y con el solo objeto de aprender. Yome quedé, puede decirse, sin hacer nada. Acababade llegar a aquella ciudad don José Antonio Cañas,

en clase de ministro de Centro América cerca del

gobierno de los Estados Unidos. Este caballero era

miembro de la Asamblea Nacional Constituyente,

salvadoreño de nacimiento, hombre de talento, conalguna instrucción, sumamente bondadoso, y de unahonradez a toda prueba. Se alojó en una casa dehuéspedes cómoda y bien servida que tenía un fran-

cés, yo fui también a alojarme allí. Tuve la for-

tuna de caerle bien, y me trató siempre con el ca-

riño de un padre. Su secretario don Fernando Vale-ro, también me tomó afección, de manera que yolo pasaba, muy a mi gusto. Y sin embargo, lo que

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,

Memorias (-P parte) 51

o más necesitaba era alguno que, no por la auto-

ridad sino por el cariño, y con maña, dirigiese mieducación, porque debo confesar que, aunque dota-

do de una buena y pronta comprensión, tenía el

carácter independiente y voluntarioso, y, lo que peorera, dominado por una fuerte dosis de pereza. Esto

hasta cierto punto se me proporcionó después de al-

gún tiempo de estar en Nueva York, pero por desgra-

cia me duró poco. Entre los españoles americanos

que nos frecuentaban diariamente, conocí a un joven

cubano, por nombre Alfonso, de cosa de 23 años de

edad, de genio calmado y reflexivo, con bastante

talento e instrucción, el cual también me tomó ca-

riño. Me persuadió a que variase de casa de habita-

ción y me pasase a vivir con él, porque mientras es-

tuviese en aquélla, donde la tertulia era permanente,

me sería imposible dedicar tiempo alguno al estu-

dio, y así lo verifiqué. Este excelente joven se to-

maba el trabajo, sabiendo mi propensión a dormir

hasta tarde de la mañana, de entrar todos los

días a mi cuarto a eso de las ocho, me hacía levan-

tar, almorzábamos juntos, en seguida se venía con-

migo, donde leía o dibujaba mientras yo estudiaba.

Me decía que un joven debía estudiar o trabajar

ocho horas al día, y yo me conformaba con esta

regla

Por este tiempo estaba en Nueva York el pres-

bítero Várela que hacía poco había publicado untratado de filosofía. Daba de noche lecciones gra-

tuitas de geografía, uso de la esfera, geometría e

historia a varios jóvenes, la mayor parte cubanos,

y yo comencé a asistir a estas lecciones. Várela g;

taba mucho tiempo y algún dincrito en haeer en-

sayos sobre una máquina que había ideado, y cuyomotor sería el mercurio. Creía que este nuevo mo-tor echaría abajo el vapor y se conseguiría el mo-

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52 Miguel García Granados

vimiento perpetuo. Innecesario es decir que tuvo

que renunciar a su maravilloso invento.

Las horas que me quedaban desocupadas las pa-

saba en la sala del ministro Cañas, donde había

siempre reunión de muchas personas y empleába-

mos el tiempo agradablemente. El mismo Cañas medio las primeras lecciones del juego de ajedrez, ycomo sucediese que a pocos días de jugar (al prin-

cipio dándome un partido fuerte) ya le ganaba,

cuando se veía perdido, pretendía que yo había he-

cho algún movimiento falso. Como era natural yo

me defendía de este cargo; entonces protestaba que

con mis disputas lo atarantaba, y de ahí provenía

que perdiese. Pero era tan bueno y falto de vanidad,

que algunos años después, él mismo contaba en Gua-temala las derrotas que yo le daba al ajedrez, y los

pretextos de que procuraba valerse para no confe-

sarse vencido.

En octubre del mismo año, llegó mi hermano Jo-sé Vicente, de Guatemala, de paso para Europa, yanunció que me llevaría. Esta noticia, naturalmente,

me alegró, aunque no me separé sin pesar de mimentor Alfonso, de Cañas y demás amigos.

El l 9 de noviembre nos embarcamos en uno delos paquetes que corrían entre Nueva York y Liver-

pool, hermosa fragata de 500 toneladas en la queíbamos cosa de veinte pasajeros de primera. Nues-tra navegación fué feliz aunque un poco larga, por-

que no llegamos sino hasta el 30 del mismo mes.

Entonces no había caminos de hierro y la travesía aLondres se hacía en diligencia, tardando en el]a

dos días.

Mi hermano deseaba que aprendiese matemáti-cas, bien que nunca le oí decir que me destinase

para ingeniero, y nuestro corresponsal en Londresse encargó de buscar el colegio en que me las ense-

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Memorias (P parte) 53

ñasen. Pocos días después, fui colocado en calidad

de "border" o huésped, en un pequeño estableci-

miento dirigido por un eclesiástico anglicano, dondehabía unos doce o quince muchachos, todos másjóvenes que yo.

Las lecciones, tanto de álgebra como de geome-tría, me las daba el clérigo en persona, pasandoal efecto dos veces al día a mi cuarto. A los demásmuchachos daba las lecciones un joven ayudanteque tenía el director. También me hacía diriamente

leer en voz alta, un capítulo de la retórica de Blair,

estudio al cual, desde que estaba en New York,

había yo tomado alguna afición. Pero pronto com-prendí que con aquel digno eclesiástico, mis adelan-

tos en matemáticas serían muy lentos, por no decir,

nulos; y así se lo habría significado a mi hermanosi no hubiera ya partido para el Continente. Era in-

dudable que los corresponsales de mi hermano notenían el ojo muy feliz para la elección de colegios,

y aunque éste era muy superior al de Velázquez enNueva York en varios conceptos, y en especial en la

parte de trato y comidas, en lo tocante a la enseñan-za secundaria le faltaba mucho que desear; y paramí era claro que en Inglaterra debía haber estable-

cimientos muy superiores a este en todos los con-ceptos.

Mi vida era la siguiente: a las ocho y mediame llevaban a mi cuarto el desayuno, que consistía

en una taza grande de te con leche y tostadas i

mantequilla. En seguida dedicaba una hora al

tudio de geometría, y después leía algo, en espe-

cial de historia antigua, o lo que tuviera relación

con ella. A esta lectura cobré mucha aficidoj enparticular a la de Roma y Grecia. Admiraba mu-cho a los romanos y más aún a los ]>.m-

círndome este pueblo uii;i especie de portento de

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54 Miguel García Granados

la naturaleza. A las doce pasaba el maestro a micuarto y trabajábamos en álgebra o geometría. Alas dos nos servían la comida, consistiendo ésta enun budín sencillo (plain puding) en vez de sopa;

una magnífica posta de carne (o pierna de carnero)

con papas y coles cocidas (greens) y alguna tártara

o pastel para postres. Al principio extrañaba mu-cho la sopa, y no le hacía entrada al budín senci-

llo; pero a poco me fui aficionando a este manjar.

Presidía la mesa la digna esposa del director, in-

glesota grande, gorda, todavía joven, no fea y decarácter bondadoso. Hacia el fin de la comida,

nunca dejaba el eclesiástico de dirigir a su mujeresta pregunta: "Querida mía, (literal) ¿has gozado(enjoyed) de tu comida?" a lo que infaliblemente

contestaba ella: "Sí, mi querido, y tú?" y el mari-

do contestaba con la afirmativa. Pasada la comidame retiraba a mi cuarto donde leía una o dos ho-

ras. Si el tiempo estaba bueno, salía a hacer unpoco de ejercicio, y a eso de las siete de la nochevolvía a visitarme el maestro, que me hacía leer en

alta voz el capítulo de la retórica de Blair. A las

ocho cenábamos carne fría, de la que había queda-do de la comida, papas asadas y té con leche contostadas. Después de la cena, se retiraban los mu-chachos, y me quedaba yo con el matrimonio ha-ciéndoles tertulia. El maestro encendía su pipa, yofumaba cigarrillos, bebíamos una que otra copa deJerez (el vino era mío) y jugábamos al ajedrez.

Como el digno eclesiástico jugaba con toda la cal-

ma y choya sajona, y era mucho menos fuerte queyo, el juego me entretenía poco. A las diez me re-

tiraba a mi cuarto, leía otra hora u hora y media yme acostaba. Como se podrá colegir, yo adelantabamuy poco en mis estudios, pero sí leía bastante,

aunque sin método ni dirección. Otro ramo que por

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Memorias (P parte) 55

pura afición, me apliqué a estudiar mientras estuve

en Londres, fué el arte de la guerra, leyendo al efec-

to varios tratados de estrategia, así como las campa-ñas de los principales generales, tanto antiguos co-

mo modernos. Aníbal y Julio César me hacían in-

mensa ilusión, en especial el último, que siempre fué

mi héroe favorito.

El colegio se hallaba situado cerca de Dopforda la orilla del camino real. Todos los sábados des-

pués de comer, me iba a Londres en una de las

muchas diligencias que por allí pasaban. Estabanen este tiempo en aquella capital los señores Ayci-

nenas, don Pedro y don Ignacio, y dos primos her-

manos de éstos, don Javier y don Francisco. A estos

dos últimos no los conocía yo, porque, aunque denacimiento guatemaltecos, se habían criado en Ma-drid, por haber sido su padre nombrado consejero

de Indias, lo que lo obligó a trasladarse a aquella

corte. Habiendo muerto éste por el año (creo) de1825, vinieron estos jóvenes a reunirse en Inglate-

rra con sus dos primos. Ambos eran excelentes per-

sonas, muy caballeros y bien educados. Hice conellos mucha amistad, en especial con el menor, conquien la desproporción de edad no era tan grande,

pues no tenía entonces más que 21 años; era demás talento que instrucción, y de un genio delica-

do que a veces rayaba en violento. Con dichos

ñores pasaba yo el tiempo desde el sábado hasta el

lunes en la noche en que me volvía al colegio. Mi de-

ber era volverme el domingo, o por lo menos el lu-

nes muy temprano, pero yo faltaba a él, volviéndomehasta las nueve o diez de la noche.

En fin de abril de 1826 volvió mi hermano deFrancia, y habiéndose persuadido de que, < n puntoa enseñanza, mi colegio era de inferior calidad, mesacó de allí y tomé un maestro privado que me diese

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56 Miguel García Granados

lecciones en mi casa. Éste era un hombre inteligen-

te y que sabía enseñar; pero desgraciadamente eran

más los días que faltaba que los que concurría, ycuando no faltaba, pasaba la mitad del tiempo pla-

ticando. Si a esto se agrega mi falta de aplicación

al estudio, y en especial al de álgebra, que me pa-

recía muy árido, se comprenderá que mis adelantos

siempre fueron muy lentos.

Se hallaba en este tiempo emigrado en Londres,

el célebre orador español, don Antonio Alcalá Ga-liano, y como estaba muy pobre, daba lecciones

para poder subsistir. Mi hermano lo tomó para quele enseñase inglés, y tanto a él como a mí nos dio

un curso de retórica. Si yo hubiese sido un poco

más estudioso, habría sacado' bastante provecho de

tan insigne maestro. Poco tiempo antes de volverme

a Guatemala, principió también a darme un curso

de latín.

Algunos meses después, se volvió a ir mi her-

mano, primero a Escocia y luego a Francia, y cuandoesto sucedía, faltando toda autoridad que me obli-

gase a madrugar un poco y a estudiar, me volvía

más perozoso, pareciéndome a aquel de quien habla

Larra *'que se acostaba a la una y se levantaba ala otra".

Mi padre falleció en Guatemala en 1826. Este

acontecimiento, a mas del justo pesar que nos causó,

nos fué perjudicial, pues aunque hacía ya años quemi padre había entregado a mis dos hermanos ma-yores y en especial a José Vicente el gobierno de la

familia, la presencia de un padre respetado siem-

pre es útilísima en ella; es un elemento conservadornecesario para mantener la paz, la armonía y el buenorden en una casa, asemejándose en cierto modo alos reyes constitucionales en el sistema inglés mo-

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Memorias (P parte) 57

cierno, que reinan pero no gobiernan, y que sin em-bargo son útiles, y tal vez, por ahora, necesarios.

Por el tiempo que murió mi padre, comenzaronen Centro América los disturbios políticos que de-

generaron en guerra civil. Con estos motivos mihermano dispuso, en principios de 1827 mi vuelta

a Guatemala, y en consecuencia el día 18 o 20 demarzo me embarqué en una fragata que salió deLondres con destino a Belice.

Aunque no pude menos de, dejar a Londres, yrenunciar a una permanencia en Frarlcia de dosaños, que me había ofrecido mi hermano, sin algúnpesar, el deseo de volver a mi país era grande, así

es que recibí aquel cambio de determinación, pue-de decirse, con gusto.

Después de estar detenido por vientos contrarios

varios días en Deal, salimos de este puerto en unode los últimos del mismo marzo. Al siguiente, prin-

cipió a soplar un temporal, y después de dos días

más de malísimo tiempo, en que, como es de su-

ponerse, sufrí bastante por el mareo, temiendo amás que en aquellos mares angostos tuviésemos al-

gún percance que nos fuese funesto, pudimos al fin

abrigarnos en Plymouth. Aquí estuvimos dos días,

y habiendo mejorado mucho el tiempo, seguimosnuestra ruta.

En aquella época en que no había como al pre-

sente, grandes vapores en que se procura dar al pa-sajero toda especie de comodidades, y hacer su vida

llevadera, un viaje largo de mar era cosa muy des-

agradable e insegura. Buques de vela, a menudomalos y escasamente tripulados, sin ninguna como-didad y con capitanes a veces ignorantes y cuasi

siempre bruscos y aun groseros: esta era la su<

común de los que se decidían a atravesar el Océano,

y esta fue la que me tocó a mí. El capitán de la

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Miguel García Granados

fragata en que iba yo embarcado, era sin duda, lo

que se llama "un buen marinero", pero no un buenmarino. Ignorante aún en materias de su profesión,

y tosco y grosero en demasía.

Había a bordo un solo pasajero, joven como de

21 años, el cual a una mala educación agregaba

el emborracharse a menudo, y cuando esto le acon-

tecía, buscaba reyerta conmigo. Yo me quejé al

capitán dos o tres veces, pero sin resultado, porqueel tal joven borrachín, era hijo del dueño de la

fragata, y con este motivo le tenía consideraciones

que a mí no me guardaba. El viaje que duró másde dos meses, fué para mí sumamente molesto ypenoso. Una circunstancia que ocurrió pocos días

antes de que terminase, me -demostró la ignorancia

del capitán en materias de su profesión. Estábamosa fines de mayo, nos hallábamos cerca de Jamaica

y según tenía de costumbre, pregunté, después de

las doce, al capitán, cuál era nuestra latitud. Mecontestó que ésta no se había tomado, sin darmela razón o motivo que lo hubiese impedido. Esto mepareció rarísimo, porque el día estaba hermoso, el

cielo perfectamente despejado, y era claro que si

no se había tomado el sol, no había sido porque es-

tuviese el astro invisible o cubierto por espesas nu-bes. Recordé entonces que ese día, estando, tanto

el capitán como el piloto, sobre cubierta con sus oc-

iantes para hacer la observación, los oí hablar mu-cho y con calor, como quienes disputaban. Al si-

guiente día, cuando se acercó la hora de las doce,

y se volvieron a reunir sobre cubierta capitán y pi-

loto, principió de nuevo la disputa. Ésto me dio enqué pensar y me acerqué a ellos con el objeto deimponerme del asunto en cuestión. Con asombro oí

entonces que el capitán no comprendía, y por lo

mismo negaba, que el sol pudiera hallarse al norte

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Memorias (I- parte) 59

de nosotros, porque, decía: "no hemos atravesado

la línea equinoccial". La ignorancia del capitán mealarmó, pues no pude menos de pensar sobre el ries-

go que debía correr un buque que tiene que hacerun viaje largo y por mares desconocidos, en manosde semejante hombre. El piloto procuraba explicarle

que a pesar de no haber atravesado la línea equi-

noccial, el sol se hallaba y debía hallarse ya al nor-

te de nosotros; pero se explicaba con tanta confu-

sión y falta de claridad, que en dos días que duróla discusión, no había podido convencerlo. Yo enton-

ces, y a riesgo de que el capitán me hiciese undesaire, me mezclé en la cuestión y pude al fin ha-

cerle entender la razón, aunque para ello tuve ne-

cesidad de darle una lección elemental, con la cual

ese día se tomó el sol, y supimos a punto fijo enqué latitud estábamos. —¿Cómo es, —le pregunté

en privado al piloto— que a un hombre tan igno-

rante le han podido fiar una fragata para un viaje

largo? El capitán, me contestó el piloto, es muy buenmarinero, (good sailor) pero sólo había viajado en-

tre Inglaterra y El Canadá, y probablemente el due-

ño del buque lo cree más instruido de lo que en ei

to es. Afortunadamente llegamos pocos días después

con felicidad a Belice, teniendo el inmenso gusto dehaber saltado a tierra, dando fin a aquel molesto

viaje, y de separarme del brutal capitán y del nomenos bruto compañero de viaje

A poco, una goletilla me llevó a Izabal, gozandodel inefable gusto de aspirar, al entrar por el río

de la Angostura, la fragancia que despiden aquellas

selvas, de cuya lujosa y rica vegetación no tiene

idea el que no las ha visto. A los seis o siete días

de mi llegada a Izabal, abrazaba yo en mi casa B mis

hermanas, después de una ausencia de cuatro años.

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Capítulo V

Reúnese la Asamblea Constituyente que decreta la sobera-

nía e independencia de las Provincias Unidas de Cen-troamérica, el l

9 de julio de 1823.—Se adopta el sis-

tema federal.—Se forman los bandos liberal y conser-

vador, llamados fiebres o exaltados, y serviles o mode-rados.—Las ambiciones del padre Delgado.—Rivalida-

des de Arce y Valle.— ¡ Un puerco bota al señor presi-

dente!—Rompimiento entre poderes federales y del Es-

tado de Guatemala.

Necesario se hace volver atrás y relatar aunquesucintamente, los sucesos que tuvieron lugar en Gua-temala después de mi salida, y en especial aquellos

que más directamente influyeron en la revolución

y guerra civil en que, ardía el país al tiempo de millegada.

Reunida la Asamblea Nacional Constituyente,

como dije en el Capítulo 2 9 su primer cuidado fué

dar en l 9 de julio, un decreto en el cual se decla-

raba "que las Provincias Unidas de Centro Américaformaban una Nación soberana e independiente de

toda otra". En consecuencia, debía organizarse unPoder Ejecutivo provisional, compuesto de tres in-

dividuos, y desde este momento se marcaron los par-

tidos que fueron posteriormente conocidos con los

nombres de moderados o serviles y liberales o fie-

bres; éstos tuvieron mayoría en aquel cuerpo.

En su mayor parte, los moderados querían quese nombrase al general Filísola uno de los miembrosdel Poder ejecutivo, y el mismo Filísola lo deseaba,

60

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Memorias (P parte) 61

pero los liberales exaltados, teniendo mayoría, com-batieron con éxito esta elección. En mi opinión este

fué un error, pues, como ya he manifestado, este

general era hombre honrado, de buenas intenciones,

que hubiera sido de utilidad por su prestigio paracon la tropa, sus conocimientos militares, su activi-

dad y talento organizador. Habría sido una adqui-

sición para Centro América que debió aprovecharse.

El desaire que se, le infirió, naturalmente le causó

irritación, y al momento dispuso volverse a Méxicocon toda su división, lo que en efecto ejecutó el l 9

del siguiente mes de agosto. Posteriormente este ge-

neral, manchó en cierto modo la hermosa página

de su conducta en Guatemala, publicando en Pue-

bla (creo) un folleto lleno de diatribas contra to-

dos los hombres de Centro América a quienes él

atribuía el desaire que se le había hecho.

El Ejecutivo que se nombró, se compuso de in-

dividuos incapaces, y principió por cometer errores

de trascendencia. Uno de éstos fué poner a la cabe-

za del Batallón fijo, único cuerpo voterano que exis-

tía, a un simple teniente bastante inepto, disgustan-

do así a otros oficiales de más capacidad y gradua-

ción superior que había en el mismo batallón. Eí

error facilitó el motín militar que efectuó el sar-

gento mayor Ariza Torres, quien, con justicia, se

creyó agraviado al ponerlo a las órdenes de un sim-

ple teniente, cuando creía con fundamento que dmando del cuerpo le correspondía. Este motín, quetuvo lugar el 14 de septiembre, causó varias victi-

mas, el desprestigio del Ejecutivo, que en consecuen-

cia fué variado, y la humillación de la misma Asam-blea Constituyente, que se vio obligada a contem-

porizar con su jefe, y reconocerlo como comandan-te general de las armas de la República. Ariza era

un hombre inepto y cobarde, así fué que no supo

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62 Miguel García Granados

mantener el puesto que había arrebatado, ni menos

morir defendiéndolo. Protestó su obediencia a la

Asamblea. Le mandó ésta que saliese de la capital

y fuese a la Antigua para calmar así los ánimos de

la población, y obedeció. Entretanto comenzaron a

llegar refuerzos de que podía disponer el gobierno;

la tropa amotinada principió a desertarse, y Ariza,

conociendo que estaba perdido, se fugó.

La principal de las fuerzas que vinieron a pro-

teger a la Asamblea Constituyente y a la capital,

por creerse subyugadas por Ariza, fué una división

de salvadoreños, quienes resentidos por la guerra

que les había hecho el partido conservador de Gua-temala y sostenidos por liberales exaltados, pusieron

en graves conflictos al nuevo "Poder ejecutivo, com-puesto en su mayoría de conservadores, al cual afec-

taban no reconocer; y aun a la misma Asamblea,

a cuyas órdenes pretendían estar, la hicieron pasar

por varias humillaciones. Al fin, y no sin trabajo,

se libraron el Gobierno y la población de los que ve-

nían con el carácter de libertadores y sostenedores

del orden.

Como ya dije, en la Asamblea dominaba el par-

tido de los liberales exaltados o fiebres. Éstos esta-

ban decididos a establecer, en imitación de los Es-

tados Unidos de América, el sistema federal contodas las teorías que los publicistas modernos pro-

clamaban y pedían para las sociedades más cultas.

Los moderados o serviles opinaban por una Repú-blica central, haciendo por lo pronto las menoresinnovaciones posibles. Pero este partido, viéndose enminoría, y conociendo la decisión de todas las pro-

vincias, al establecimiento de una federación no se

animó a oponer una resistencia firme a su adopción.El establecimiento, pues, del sistema federal fué ad-

mitido por cuasi todos como una necesidad de que

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Memorias (I* parte) 63

no se podía prescindir. Pero éste era, en mi opinión,un gran error. En un país en que lejos de haber al-

guna educación política, la gran mayoría era bárba-ra o semibárbara; donde no había más que unapequeña minoría que pudiera llamarse civilizada,

aunque no instruida; y en que los pocos hombresllamados a dirigir la marcha política del país ca-

recían de práctica para tan difícil tarea; dominadoslos unos por las ideas más exaltadas de la Revolu-ción francesa, y los otros apegados todavía a las

ideas y usos del régimen colonial; querer en seme-jante país, digo, establecer una república democrá-tica y ultraliberal, bajo el sistema complicado y pe-

ligroso federativo, fué de todos los desatinos polí-

ticos el más grande que se pudo imaginar. El resul-

tado fué el que debía esperarse: se hizo una malí-

sima copia de la Constitución de los Estados Unidos,

en la que, al mismo tiempo, dominaban las ideas

exaltadas y poco prácticas de 1793, debiendo for-

marse cinco Estados: Guatemala, El Salvador, Hon-duras, Nicaragua y Costa Rica. Chiapas debería

formar otro Estado, cuando libremente se uniese a

la federación, "porque, se decía en el decreto, no se

reconocía su segregación de Centro América como li-

bre y espontánea". Por lo demás, yo estoy persua-

dido de que los hombres de que podía entonces

disponer el país, no eran competentes para organi-

zar el edificio social cual se tenía en mira. Había,

es verdad, algunos pocos con talento, y otros a quie-

nes no les faltaba instrucción, aunque ésta fuese in-

completa, pero eran teóricos y más o menos ilusos,

con falta de experiencia política, y por lo mismo,incapaces de conducir al país por la senda de la li-

bertad, hasta llevarlo a puerto de salvamento. Talvez faltaban para ello los materiales indispensable

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64 Miguel García Granados

pero en todo caso se necesitaba un genio, y éste por

desgracia no lo había.

Guando se dio este decreto, el Poder ejecutivo

provisional lo componían don Manuel José Arce,

don José Valle y don Tomas O'Hara. Arce y Valle

se hicieron desde el principio rivales en el Ejecutivo,

y ambos eran candidatos para la presidencia de la

República. Arce tenía en su favor el prestigio de

sus antiguos padecimientos por la independencia,

la opinión de valor militar y el concepto de genero-

sidad para con sus enemigos. A estos méritos se

agregaba el no menor de haber sido el caudillo quedefendió a San Salvador contra Filísola, resistiendo

la unión a México. Valle era considerado como hom-bre de talento y mucha instrucción; pero tenía con-

tra sí el suponerse que en tiempo del gobierno espa-

ñol fué opuesto a la independencia, su falta de ca-

rácter en haber admitido el cargo de representante

en el Congreso Mexicano, últimamente el haber ser-

vido un ministerio con Iturbide, y esto después deque aquél dio su golpe de estado disolviendo al Con-greso.

Dadas ya las bases de la Constitución federal, se

mandaron hacer elecciones en toda la República,las que generalmente fueron ganadas por el parti-

do de los exaltados o fiebres. En Guatemala se eligió

Jefe del Estado a don Juan Barrundia, hombre conalgún talento y hermano del tribuno D. José Fran-cisco, a quien se consideraba como cabeza princi-

pal del partido liberal o fiebre. Para vicejefe se eligió

a don Cirilo Flores, quien había adquirido reputa-

ción de honradez y firmeza de carácter, como pre-

sidente de la Asamblea Constituyente, en la crisis

por las cuales pasó la capital en tiempo del motínmilitar capitaneado por Ariza, y posteriormente conla división auxiliar salvadoreña.

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GENERAL GABINO GAlNZA

quien, por dimisión de Urrutia, ejercía provisionalmenteel poder español, vióse obligado a reunir una junta com-puesta de todas las autoridades y funcionarios públicos de la

capital el 15 de septiembre de 1821, ante la opinión enfavor de la Independencia que se había avivado comoconsecuencia del pronunciamiento de Iturbide en México.

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Memorias (P parte) 65

La Asamblea Nacional Constituyente, cerró sus

sesiones el 21f de enero de 1825. Muchas y muy im-portantes fueron las resoluciones y decretos de este

cuerpo, el más lucido que se ha visto en Centro A-mérica, debiendo citarse de preferencia, a más dela Constitución federal, la organización de todas las

provincias que estaban divididas a tiempo de su ins-

talación; la igualdad legal, la abolición de los tí-

tulos de nobleza, la libertad ilimitada de la im-prenta, la tolerancia religiosa en lo privado, la abo-lición de la esclavitud, leyes francas y aranceles decomercio y multitud de otras providencias de inte-

rés público. Cometió, es verdad, errores, siendo el

principal, la adopción del sistema federal como for-

ma de gobierno; pero muchos de éstos, fueron másbien hijos de las circunstancias o de la necesidad

que de falta de discernimiento.

Según el coronel Montúfar, una de las causas

que influyeron en la adopción del sistema federal,

fué la erección de una silla episcopal en San Salva-

dor. El cura don Matías Delgado, hijo de aquella

provincia, hombre astuto, de carácter firme y decostumbres austeras e irreprochables, había desde

el tiempo de la dominación española, promovido la

erección de esa silla episcopal, y ambicionado el o-

bispado. Las circunstancias eran favorables para quesatisfaciese su ambición, porque en San Salvadorgozaba de una inmensa popularidad, y su influjo notenía límites. Establecida la federación y constitui-

da aquella provincia en Estado libre y soberano, hi-

zo que su Congreso decretase le creación de aquella

silla y le nombrase su obispo.

El arzobispo de Guatemala, Casaus, no recono-ció como legítimo nada de lo practicado allí en pun-tó a erección y posesión de la mitra; el clero cl(

quel Estado se dividió en opiniones, unos sostenien-

1—5

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66 Miguel García Granados

do a Delgado y otros desconociéndolo, resultando

de aquí el cisma y los odios y persecuciones conse-

cuentes a las divisiones religiosas. Los conservadores

tanto del Salvador como de Guatemala, combatie-

ron y ridiculizaron al nuevo obispo; los liberales ofiebres, lo defendieron y apoyaron; los ánimos se

agriaron, pudiendo decirse que este incidente fué u-

no de los que contribuyeron a exaltar más los áni-

mos y a que se precipitase un rompimiento. 1

Delgado con el tiempo se desprestigió en el mismoSan Salvador, y murió sin haber nunca conseguido

el objeto de su ambición, objeto por cuyo logro se

agitó toda la vida.

El Congreso federal se instaló en Guatemala el

6 de febrero de 1825, y sú primer acto debía ser e-

legir presidente de la República, por no haber ob-

tenido ninguno de los candidatos elección popular,

bien que este punto haya sido muy debatido. Estos

candidatos eran, como ya he dicho, Arce y Valle

;

proclamaban al primero los exaltados, y los mode-rados al segundo; pero la opinión de los partidos,

en el mismo seno del Congreso, no estaba compactaporque algunos pocos liberales opinaban por Valle

y muchos de los serviles por Arce. El resultado fué

una transacción por la cual quedó electo Arce, pro-

duciendo esto en Valle una ira y resentimiento, enespecial contra los serviles, que le duraron toda su

vida, tanto más, cuanto que sostenía, y con visos derazón, que él había sido electo popularmente. Arcese posesionó de la presidencia en abril de 1825, y fué

1 Véanse sobre estos sucesos las Memorias de Mon-túfar y el bosquejo histórico de Marure. Ambos están bas-tante de acuerdo en los hechos principales; pero no en suimportancia, ni menos en sus consecuencias. Montúfar creeque la erección de la silla episcopal contribuyó en muchoa la guerra civil, opinión que combate Marure.

Page 75: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 67

sin oposición alguna reconocido como autoridad le-

gítima en toda la República.

El día que Arce tomó posesión de su alto desti-

no, le sucedió un percance bastante desagradable,

por lo que tuvo de ridículo. Al salir de la Catedral enunión de todas las autoridades, de oír un Tedeum,un puerco de los que llevaban al mercado, se soltó yechó a huir. El dueño, como era natural, lo persi-

guió con empeño, y el puerco, sintiéndose acosado,

atravesó furioso una bocacalle a tiempo que pasa-

ba la procesión o comitiva que salía de la Catedral,

dirigiéndose a Palacio; pero la suerte quiso que el

inmundo animal tropezase con Arce, dando en tie-

rra con tan gran excelencia. Esta anécdota, explo-

tada por la maledicencia, hizo reír mucho, y se de-

cía que era de mal agüero para el futuro presi-

dente.

Arce comenzó en su destino manifestando impar-

cialidad respecto a los partidos, y procurando conci-

liarse a ambos; pero teniendo siempre condescen-

dencias indebidas con el Estado de El Salvador,

que se había hecho más exigente desde el triunfo

de su candidato. Esta conducta no fué del agrado

de los fiebres, los cuales querían dirigirlo y obligar-

lo a que se pusiese en hostilidad con los conser

dores o serviles. Un incidente que poco después

ocurrió, dio principio al desacuerdo que muy pron-

to debía degenerar en guerra abierta. El 24 de junio

se celebraba una función cívicorreligiosa, en memo-ria de la instalación de la Asamblea Nacional Cons-

tituyente, a la cual debían asistir todas las autori-

dades, tanto federales como del Estado. Los supre-

mos poderes de éste, residían en la Antigua Guate-

mala; pero como la nueva, es decir, la capital, noera distrito federal, sino que dependía del Estado,

las autoridades de éste que existieran allí debían

Page 76: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

68 Miguel García Granados

también concurrir a aquella función, en unión de

las federales, a lo cual se negaron en conformidad

con órdenes superiores que en este sentido recibie-

ron. Arce, después de haber consultado al Congreso,

los obligó a concurrir, llevándolos al efecto por la

fuerza con piquetes de tropa. Este hecho lo recibió

el gobierno del Estado como un ataque a su sobe-

ranía, y desde entonces la escisión se hizo más mar-cada.

Otro hecho ocurrió poco después que agrió máslos ánimos. Los poderes supremos del Estado, comoya dije, residían en la Antigua, se trasladaron a la

capital; pero como no tenían edificios propios para

establecer las oficinas necesariass, intentaron ocuparalgunas casas de particulares. Éstos se resistieron a

darlas, y como se les quisiese forzar a entregarlas,

pidieron auxilio al Gobierno federal quien los pro-

tegió. Esto produjo un gran escándalo y la irrita-

ción contra Arce no tuvo ya límites, vociferando

los liberales que "era indispensable echar abajo al

tirano". El Jefe del Estado reunió a la Asamblea,pidió facultades extraordinarias y autorización para

levantar fuerzas, a fin de proteger a las autoridades

contra los avances del Poder federal. Todo le fué

concedido, de manera que, aunque hubo por lo pron-

to una especie de transacción, ésta debe considerarse

como una tregua mientras se preparaban para la

guerra, y puede decirse, que desde este momentoambos poderes la tuvieron en mira. Hacía muy po-

cos meses que los liberales habían sentado a la silla

presidencial a su candidato y héroe predilecto, y ya

todos sus conatos se dirigían a arrancarlo de ella ydeclararle la responsabilidad. ¿Qué lección daba es-

te solo hecho para prever cuál sería la futura suer-

te de la República?

Page 77: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (I* parte) 69

El Congreso federal, en el cual tenían una cor-

ta mayoría los conservadores, según su organización,

debía renovarse por mitad cada año. La primeradesignación de los que debían quedar en 1826 era

decidida por la suerte, y ésta fué favorable a los li-

berales. Este mismo partido triunfó en las elecciones

populares, de manera que al abrirse las sesiones de

1826, el conservador había perdido por completosu corta preponderancia. No la tuvo nunca en el

Senado; y la Asamblea, Consejo representativo yGobierno del Estado de Guatemala, pertenecían alos exaltados. Todo, pues, lo dominaban, menos el

Ejecutivo federal y la Corte Suprema de Justicia.

En este estado de cosas, cualquier incidente o nue-vo motivo de desavenencia, debía servir de pretex-

to para un rompimiento entre el Gobierno federal

y del Estado. Este pretexto lo proporcionó el fran-

cés Mr. Nicolás Raoul quien, lo mismo que Pierson,

Jonama y Saget, había sido admitido al servicio dela República en clase de coronel de artillería. Tan-to Raoul como los otros en vez de mostrarse agra-

decidos, fueron ingratos con su bienhechor, echán-

dose en brazos del partido exaltado. Esta era unaconducta verdaderamente punible, pues en su clase

de extranjeros y militares del ejército federal, nodebían tomar parte en las cuestiones políticas, ni

mucho menos ser infieles y desagradecidos para con

el gobierno que los había favorecido y empleado.

Pero Raoul, según lo confiesa el mismo Maniré, en

su bosquejo histórico, "siempre se mostró ingrato e

insolente para con todos los que lo favorecieron, ya

fuesen del uno o ya del otro partido". Sobre los su-

cesos concernientes al coronel Raoul y que dieron

pretexto al rompimiento entre los poderes del Es-

tado y de la Federación, he creído conveniente

guir la relación que de ellos hace Montúíar en sus

Page 78: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

70 Miguel García Granados

Memorias, por parecerme claros y bien explicados.

He copiado, pues, literalmente los principales pá-

rrafos :

"Las comisiones del Congreso estaban faculta-

das para llamar auxiliares fuera de su seno, y el co-

ronel Raoul auxiliaba la de guerra en que no había

militar alguno. En este concepto Raoul formó unproyecto de ley orgánica del ejército, que reducía

a la nulidad las fuerzas federales y constituía al Eje-

cutivo federal en la misma nulidad, haciéndolo con-

sistir todo en las milicias de los Estados, y dejando

a la Federación un numeroso Estado mayor. . .

Raoul, que en su orgullo despreciaba a todos los

militares del país, estaba violento bajo la dependen-

cia del Comandante General de la Federación, fal-

tándole al respeto, a la urbanidad y a la obediencia

que le debía: apoyado en el Congreso, faltó tam-

bién a las consideraciones debidas al Gobierno y asus Ministros, mostrándose en su conducta tan in-

grato al Presidente como a todos los que habían in-

tervenido en su admisión al servicio. Cansado desufrirlo, determinó el Presidente hacerlo salir de

la capital con una comisión del servicio. Le nombrópara reconocer las costas del norte y el estado desus fortificaciones: el Congreso se opuso a su salida

bajo el pretexto de serle útil en la comisión de gue-

rra: el Presidente sostuvo que éste no era un motivopara impedir que Raoul, como individuo militar,

cumpliese las órdenes que se le daban por el Ejecu-

tivo, a quien corresponde situar la fuerza pública,

donde lo tenga por conveniente; y que la Constitu-

ción no da al Congreso la facultad de desempeñarlos trabajos legislativos por medio de los empleadosdel Poder ejecutivo. Estas contestaciones, y especial-

mente una nota muy fuerte del Gobierno al Con-greso, agriaron los ánimos. A pesar de esto, Raoul

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Memorias (P parte) 71

fué obligado a marcharse a las costas del norte, yse le dio orden para no volver a Guatemala, aunconcluida su comisión, sino en el caso de ser lla-

mado."Temores de una invasión extranjera, (se supo-

ne por parte de España) habían obligado al Presi-

dente a pedir al Congreso el aumento del ejército

con cuatro mil hombres que debían dar los Estados;

pero como éstos no llenaban ni sus cupos ordina-

rios de hombres y dinero, creyó conveniente el Go-bierno que para obtener este cupo extraordinario

de hombres se nombrase por el Congreso mismo,ciertos comisionados que tuviesen influjo en los Es-

tados, a efecto de facilitar en los Gobiernos parti-

culares la requisición de sus cupos respectivos: los

comisionados debían ser hombres de concepto, deinflujo y de persuasión, y el Congreso para hacer

volver a Raoul, lo nombró comisionado cerca del

Jefe del Estado de Guatemala que residía en el

mismo lugar que el Congreso federal. El Presidente

hizo observaciones al Congreso sobre este nombra-miento: "manifestó que aun cuando el comisiona-

do llenase por su influjo los objetos de la ley, auncuando no fuese mengua emplear a un extranjero

cerca del Gobierno de un Estado para persuadirle

la necesidad de hacer sacrificios en favor de la in-

dependencia nacional, el Congreso no podía em-plear en esta comisión a un militar que estaba des-

empeñando las funciones anexas a su profesión, co-

mo no podía quitar de la cabeza del ejército al ge-

neral en campaña". Pero las pasiones estabas

masiado irritadas, y se previno al Presidente i

manifestase al Congreso haber ordenado el cumpli-

miento de la orden, representando después lo quetuviese por conveniente: esta orden no pasó a la

sanción del Senado, como em preciso, para que fue-

Page 80: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

72 Miguel García Granados

se obedecida por el Ejecutivo. El Presidente contestó

que la orden estaba cumplimentada desde el día

de su recibo, y de nuevo representaba contra ella.

Estas representaciones del Presidente, y el tono desus notas, dieron lugar a algunas proposiciones di-

rigidas a que se declarase que había lugar a forma-ción de causa contra el Presidente, y se habría de-

clarado así, si otro acontecimiento no lo hubiese

impedido.

"En el seno del Congreso había cuestiones sobre

su organización: los representantes de San Salva-

dor y de Costa Rica, sostenían que el Congreso noestaba constituido legalmente por la concurrencia

de varios suplentes que no fungían con arreglo a la

Constitución, objetando con este motivo, que la ma-yoría del Cuerpo legislativo la componían los re-

presentantes de Guatemala, y que los otros Estados

casi no tenían representación. Con este motivo se soli-

citaba la salida de los suplentes, cuyos votos dabanla mayoría a los exaltados y perdían con su falta

esta mayoría. Este asunto se renovaba cada vez q'ue

a los diputados ministeriales convenía paralizar al-

gún golpe contra el Ejecutivo, y muchos diputados

de Guatemala apoyaban la salida de los suplentes.

Como la resistían los exaltados, tomaron la resolu-

ción de abandonar sus asientos los diputados del Sal-

vador, Costa Rica y algunos de los de Guatemala,quedando con este motivo el Congreso sin númerobastante para sus sesiones. La Asamblea y Gobiernodel Salvador, aprobaron esta conducta de sus re-

presentantes, y los excitaron a no volver a sus asien-

tos hasta la salida de los suplentes: éste era el pre-

texto, pero el verdadero objeto de todos, era evitar

que se exigiese la responsabilidad al Presidente poruna causa tan injusta. Los diputados que quedaronreunidos apuraron todos los recursos para que vol-

Page 81: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 73

viesen los que abandonaron los asientos; y no pu-

diendo lograrlo, se vieron obligados a transigir conellos en convenios privados, abocándose el Dr. Gál-

vez con los diputados don José F. de Córdova y donJuan Montúfar, quienes pactaron que volverían los

ausentes hasta cerrar las sesiones del día último dejunio: que entretanto sólo se tratarían asuntos

de interés general y ninguno que afectase el interés

de los partidos, y mucho menos con relación a la

responsabilidad del Presidente en el negocio deRaoul. Bajo estas condiciones volvieron a continuar

las sesiones, y se cerraron pacíficamente el día seña-

lado por la Constitución; pero los diputados del

Salvador y Costa Rica, nunca volvieron al Con-greso.

"Raoul entretanto, confiado en la protección

del Congreso continuó sus insultos al Presidente,

bajo el pretexto de hacer dimisión de su empleo:se volvió a Chiquimula, y el Gobierno no sólo pre-

vino que se le formase causa por la desobediencia

e irrespetos, sino que dispuso que el capitán donJosé María Espinóla pasase a Chiquimula y lo re-

dujese a prisión en cumplimiento de un auto judi-

cial proveído en la causa. Raoul fué preso en el

pueblo de Jalapa. Barrundia, Jefe del Estado deGuatemala, dio orden a Chiquimula para impedirla prisión de Raoul y aprehender a Espinóla, pre-

tendiendo que el Poder ejecutivo federal no tiene

facultad para mover sus fuerzas ni hacer prisiones

dentro del Estado, sino con el consentimiento del

Jefe respectivo. El Presidente interpeló al Jefe

rrundia para que pusiese término a < ándalo

J

pero no fué atendido. El Senado, que por la Cons-

titución de Centro América, es también (i de

gobierno, pidió informe al Presidente sobre estos

hechos, y el Presidente lo evacuó. En el mismo en< i-

Page 82: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

74 Miguel García Granados

po se hicieron proposiciones por el senador don JoséF. Barrundia, hermano del Jefe, en favor de la cau-

sa del mismo hermano. En la Asamblea del Estado

se hicieron también para autorizar al Jefe a efecto

de poner sobre las armas toda la fuerza del Estadopara llevar a cabo la prisión de Espinóla, para opo-

ner la fuerza a la fuerza y para desconocer al Pre-

sidente. Estas proposiciones se elevaron a dictamen,

pero no fué aprobado en la Asamblea; sin embargode esto, Barrundia dio órdenes para que se levan-

tasen fuerzas en Chiquimula, y el capitán mayor,don Cayetano de la Cerda, envolvió la pequeñafuerza de Espinóla cuando éste regresaba a Guate-mala después de haber enviado a Raoul a la forta-

leza de Omoa, y la retuvo prisionera, etc., etc.

"Este suceso (de la prisión de Espinóla) es la

causa primaria de la prisión del Jefe del Estado

de Guatemala, don Juan Barrundia, ocurrida el 6

de septiembre: el Presidente la decretó el 5, previ-

niendo que el Comandante General pusiese sobre

las armas toda la guarnición; que toda ella estuvie-

se competentemente dotada de municiones para eje-

cutar las órdenes del Gobierno; que a las seis de la

mañana se arrestase a Barrundia; que se ocupasen

todas las armas y municiones del Estado existentes

en la capital, y que en caso de resistencia se obrase

fuertemente. Todo se ejecutó con facilidad: el cuar-

tel de San Agustín en que estaban reuniéndose las

fuerzas del Estado, fué sorprendido y tomado todo

el armamento: Barrundia fué reducido a prisión

en el palacio del gobierno: el Presidente proclamóal pueblo y a la tropa anunciando una conspiración

descubierta; y el contento de la capital por la pri-

sión de Barrundia, se manifestaba en todos los sem-blantes y se expresaba de todas maneras. EstabaBarrundia muy desconceptuado, tanto como la

Page 83: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 75

Asamblea y el Congreso del Estado, y la opinión deArce, ganó mucho en esta vez, no sólo en la capital,

sino en todo el Estado de Guatemala."Por el relato que de estos sucesos hace Montúfar,

se podrá juzgar si era posible la paz, bajo un ré-

gimen en el cual se pretendía poder impedir queel Gbierno federal emplease a los militares de su

propio ejército en las comisiones que tuviese porconveniente para e

tl buen servicio público; y más

aun, en que el Gobierno del Estado se creía con fa-

cultades para prohibir que el federal moviese fuer-

zas por su territorio, atreviéndose, como sucedió enel caso que dio motivo a la prisión de Barrundia,

a levantar fuerzas y mandar aprehender al piquete

federal que había marchado en comisión a Chiqui-

mula, con el objeto de prender a Raoul. Todo esto

parecerá increíble, y no podía resultar otra cosa queanarquía y guerra civil. En cuanto a la prisión del

Jefe del Estado, bien que Arce había altamente pro-

vocado a ello y esto hasta cierto punto lo justifi-

caba, no se puede desconocer que obró extralegal-

mente, puesto que la Constitución no le daba esas

facultades. Fué un verdadero golpe de estado para

el cual Are no tenía tamaños. Arce era atrevido pa-

ra emprender; pero sus capacidades no estaban enrelación con su atrevimiento.

Page 84: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Capítulo VI

il vicejefe Flores subroga a Barrundia en la jefatura del

Estado, por haberlo reducido a prisión Arce.—La Asam-r

blea, por esos sucesos, se traslada a San Martín Jilo-

tepeque, Chimaltenango y en seguida a Quezaltenango,

y de hecho autoriza la sublevación de las autoridades,

creando la anarquía entre las del Estado y las federa-

les.—El populacho lincha al vicejefe Flores en el atrio

de la Catedral de Quezaltenango.—Por la impericia deArce, una acción de armas se torna derrota lo que fuéuna victoria.—Pierzon es fusilado.—Se perdona aRaoul.

Preso Barrundia, el vicejefe Flores, entró al ejer-

cicio del Ejecutivo, y la Asamblea acordó el mismodía cerrar sus sesiones en la Capital, para trasladarse

a Quezaltenango y continuarlas allí. Flores negósu obediencia al Presidente, especialmente en cuan-

to a maridar que Cerda depusiese las armas en Chi-

quimula. Entretanto, la Asamblea que se reunió

en San Martín, autorizó ampliamente a Flores paralevantar fuerzas, ocupar toda especie de fondos, ha-

cerse de recursos, comprar armamento, deportar,

aprisionar, etc., etc. Esto era proclamar la insurrec-

ción contra el Gobierno general y organizaría.

El Presidente, que sin datos bastantes había acu-sado en sus proclamas, al Jefe Barrundia, de estar

a la cabeza de una conspiración, de repente lo pusoen libertad y lo mandó a San Martín bajo fianza.

Según Montúfar, "este desenlace hizo ridículo todolo que antes había parecido un golpe maestro deaquellos que afirman el orden": todos los que se

76

Page 85: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 77

habían comprometido, agrega Comenzaron a te-

mer y desconfiaron en lo sucesivo'. El Presidente

publicó pocos días después, una exposición documen-tada de los motivos que causaron el arresto de Ba-rrundia. Pero este fué un documento compuesto deconjeturas y razones débiles, y otras ridiculas quedesacreditaron a su autor. El Gobierno del Salva-

dor, tan luego como supo estos sucesos, les dio su

entera aprobación y ofreció a Arce mil hombrespara que sostuviese sus providencias. En el mismoEstado de Guatemala, casi todos los pueblos se de-

clararon a favor del Gobierno federal, y en Verapazhubo una fuerte demostración en este sentido, su-

blevándose las tropas del Estado contra el Jefe po-

lítico y Comandante de armas, quienes fueron re-

ducidos a prisión y conducidos a Guatemala. Por

este tiempo Raoul, a solicitud de su mujer y de al-

gunos amigos, había sido trasladado de Omoa a SanSalvador, y el Jefe de aquel Estado había prometidocustodiarlo de modo que no comprometiera el ordenpúblico.

El Presidente dio orden al coronel Montúfar pa-

ra que fuese a relevar a Pierzon que se hallaba cula frontera de Chiapas con alguna fuerza, por ha-

berse ya hecho sospechoso. Éste dudó si se dejaría

relevar; pero al fin se decidió a entregar el mandoy marchó a Quezaltenango a poner en alarma aque-lla ciudad, levantando tropas en favor del Estado ycontra el Gobierno federal, de quien era empleado

y dependía. Montúfar recibió órdenes para vol\

a Guatemala, con la corta división que. se hallaba

en la frontera, y Pierzon se opuso a qu< pasase porQuezaltenango, bajo el pretexto de que Montúfartenía órdenes de desarmar al vecindario. Desde i

tonces data la infidencia de Pierzon, quien d

obtuvo el mando general de las anuas del Estado,

Page 86: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

78 Miguel García Granados

estableciendo su cuartel en Patzún, donde se forti-

ficó. Al mismo tiempo la Asamblea del Estado, que

se había provisoriamente reunido en San Martín,

acordó su traslación a Quezaltenango, y Flores mar-chó por delante para preparar el local.

Entretanto, el Senado convocó al Congreso a

sesiones extraordinarias, pero ese mismo cuerpo tu-

vo que suspender las suyas por falta de número. El

Congreso no pudo reunirse por la no asistencia delos diputados del Salvador, de Costa Rica y de al-

gunos de los de Guatemala, subsistiendo aún conmayor fuerza, las causas que habían motivado pocoantes la no concurrencia de esos diputados; a saber:

que no se declarase la responsabilidad al Presiden-

te, principal providencia que se tenía en mira al

promover su reunión.

"En estas circunstancias, dice Montúfar, expidió

Arce el decreto de 10 de octubre de 1826, en quemanifestando la situación política de toda la Repú-blica, convoca para la villa de Conjutepeque en el

Estado del Salvador un Congreso Nacional extra-

ordinario, plenamente autorizado por los pueblos pa-

ra restablecer el orden constitucional y proveer por

todos los medios propios de su poder y sabiduría a

las necesidades de la República. La Junta prepara-

toria del Congreso no reconoció en el Presidente la

facultad para esta convocatoria, pero no teniendo

poder para impedirla, publicó sus actas y sus con-

testaciones, y en seguida se disolvió.

"Mientras esto pasaba, se aumentaba la reunión

de tropas en Patzún y de Guatemala se les manda-ba armas y dinero. Los oficiales del Estado, reci-

bieron órdenes de presentarse en aquel cuartel ge-

neral, y el francés Mr. Isidoro Saget, despedido del

servicio del ejército federal se presentó a Pierzon, yfué empleado como jefe de caballería. Por orden del

Page 87: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 79

mismo Pierzon, se hizo una requisición de caballos

en Quezaltenango, y se ejercieron violencias paratomarlos, especialmente en el convento de frailes

franciscanos que servían aquellas parroquias. Estoalarmó y sublevó al pueblo el 13 de octubre; el vice-

jefe Flores quiso salvarse en el templo, pero allí lo

siguió la multitud, su último atrincheramiento fué

el pulpito, sus defensores los religiosos y sus únicas

armas la presencia del Sacramento de la Eucaristía.

Los religiosos lograban a veces calmar la eferves-

cencia, ofreciendo el destierro de Flores; pero en-

tonces don Antonio Corzo, que estaba en el atrio

con un puñado de milicianos mal armados, hizo unadescarga sobre el pueblo, y éste se irritó en vez deintimidarse; las mujeres se apoderaron de Flores

poniendo escalas al pulpito, le sacaron del templo

y le inmolaron bárbara y horrorosamente: desarma-ron a la tropa; buscaron a los diputados, hirieron

a uno y saquearon la casa de Corzo y del Jefe de-

partamental. Cuando esto pasaba en Quezaltenan-

go, Pierzon se hallaba en Patzún y el Jefe Barrundia

en Solóla, de paso para Quezaltenango, adonde iba

a ejercer el Gobierno. Pierzon contramarchó con sus

tropas; los quezaltecos se armaron de cualquier mo-do, y bajo jefes inexpertos, le salieron al encuentro

en Salcajá: allí los derrotó Pierzon, entrando a Que-zaltenango por capitulación: esto fué el 18 y 19 deoctubre.

5 '

Este es el relato de Montúfar; pero Marurcasegura que algunos serviles, y en especial los frai-

les, contribuyeron mucho para irritar los ánimos deaquel pueblo, entonces muy fanático, difundiendo

especies y calumnias contra las autoridad* s dd Es-

tado.

"Las tropas federales, continúa Montúfar, queél Presidente destinaba contra Pierzon, comenza-

Page 88: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

80 Miguel García Granados

ron a moverse de Guatemala, la tarde del 15 de

octubre. Antes de que éstas salieran, llegaron a la

capital 300 hombres que el Gobierno de El Salvador

enviaba al Presidente para sostenerle contra las fuer-

zas que reunía el Estado de Guatemala: lo queprueba hasta qué punto se aprobó en San Salva-

dor la conducta de Arce respecto de Barrundia,

habiendo a más sido autorizado el Ejecutivo para

adoptar el decreto de convocatoria para el Congre-

so Nacional, poniendo sólo la restricción de que nopodría variarse la forma de Gobierno, ni tocarse

en nada la Constitución federal.

"El Comandante general Cascara, con las tro-

pas del Gobierno, continuó su marcha sobre Pierzon

que estaba con las suyas en Quezaltenango ejercien-

do todos los poderes. Barrundia estaba en Solóla, yde hecho comenzó allí a ejercer el Gobierno con la

noticia de la catástrofe de Flores. En proporción queCascara se acercaba con su división a Los Altos, Ba-rrundia huyó a ocultarse a la costa de Suchitepé-

quez y los diputados se dispersaron. Así, la revolu-

ción de Quezaltenango fué la que disolvió las auto-

ridades del Estado.

"Cascara ocupó a Quezaltenango el 26 de octu-

bre, y la noche antes, había evacuado Pierzon la

ciudad, retirándose con pocas fuerzas hacia Huehue-tenango, y tomando después otra dirección hizo alto

en Malacatán: le seguía una división al mando del

teniente coronel Sánchez, que lo atacó, derrotó ydispersó en el mismo Malacatán el 28 de octubre,

haciéndole una porción de prisioneros, en cuenta los

diputados que seguían a Pierson. Éste se asiló enChiapas, y Saget estuvo oculto mucho tiempo antes

de tomar servicio en El Salvador. Los prisioneros

fueron bien tratados y puestos en libertad pocodespués.

Page 89: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

GENERAL VICENTE FILlSOLA

Enviado por Iturbide al frente de una división, paraaxenar Guatemala al Imperio mexicano. D<Iturbide en México, los patriotas guatemaltn os obli-

garon a Filísola a convocar un Congreso Centro*americano, que el l

9 de julio de 1 823 declaró la

independencia absoluta.

Page 90: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

DOCTOR PEDRO MOLINA

Editó el 24 de julio de 1820 el primer número de El edi-

tor constitucional, periódico en el que colaboraron, hablan-do de libertad e independencia, el canónigo José MaríaCastilla, J. F. Barrundia y otros hombres de ideas avanzadasque tanto contribuyeron a la emancipación política de

Guatemala v Centroamérica de la Corona española.

Page 91: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (]> parte) 81

"El Gobierno de El Salvador excitó al Presidente

para que organizase las autoridades del Estado deGuatemala por nuevas elecciones; pero cuando llegó

esta excitación, ya el Presidente había adoptado esa

medida y convocado a elecciones, las que se practi-

caron en todos los pueblos de Guatemala, no sólo

sin resistencia sino con entusiasmo, y don MarianoAycinena fue electo popularmente Jefe del Estado

y don Mariano Córdova vicejefe."

Por supuesto ya se sabe qué significación tiene

entre nosotros y con el sistema electoral que en-

tonces existía, una elección popular. Los jefes del

partido moderado al hacer elegir a Aycinena, co-

metieron un gravísimo error. Si no querían desacre-

ditarse ni ser tachados de reaccionarios intransigen-

tes, debieron haber establecido un Gobierno liberal

conservador que era el papel que habían procuradorepresentar en su lucha con los liberales exaltados.

Pero al poner a la cabeza del Gobierno del Estado

a don Mariano Aycinena, renegaban de su pasado

y se exhibían como reaccionarios clericales. Aycine-

na era honrado y de carácter bondadoso; tal i

pareció cuando posteriormente lo traté de cerca : pe-

ro ignorante y fanático hasta el grado de que habría

dejado muy atrás al mismo Torquemada; y un hom-bre de estas condiciones, es capaz de mandar que-

mar a su propio padre, si en ello i rvir los in-

tereses de lo que él llama la religión. Dominado Ay-cinena por estas ideas exageradas de fanatismopor un hermano fraile dominico, no menos fanal

que él, su gobierno se hizo bien pronto temido yodioso. Oigamos ahora la explicación que da Mon-túfar del cambio efe< tuado en el Gobierno de El

Salvador.

"Por este tiempo llegó a San Salvador, de

namá, don Pedro Molina con el tratado que se ajus-

1—6

Page 92: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

82 Miguel García Granados

tó en la Asamblea de Plenipotenciarios, y encon-

trando caído su partido en Guatemala, permanecióen San Salvador, negándose a dar cuenta al Presi-

dente de la Convención de Panamá, por no existir

ni el Congreso ni el Senado. Una ocurrencia bien

despreciable había disgustado al doctor Delgado conel presidente Arce su sobrino: había éste permitido

la publicación del Jubileo del año santo, cuya bula

se le presentó al pase, y en el edicto o pastoral conque la publicó el arzobispo, resultaba excluido del

jubileo el Estado de El Salvador, porque allí no se

reconocía la autoridad del metropolitano. Delgadohubiera querido que en Guatemala no se publicase

el jubileo, porque en El Salvador no se indispusie-

ran los pueblos contra el nuevo obispo que no podíacomunicarles estas gracias espirituales. Por otra par-

te los nuevos diputados de la Asamblea de El Salva-

dor no estaban por el episcopado ni por sus escán-

dalos, y a Delgado le convenía llamar la atención

de todo leí Estado a un asunto mas grande. Estas

son las causas que han influido en las anomalíasdel Salvador durante el curso de la revolución. Siem-pre la mitra de Delgado sobresalía en todos los in-

tereses. Molina tenía los suyos y sus opiniones, ydiestro en aprovecharse de todo, sacó partido de los

elementos que encontró en San Salvador.

"El Jefe de aquel Estado, Villacorta, se ha-

bía retirado del mando por enfermedad, y entró a

ejercerlo el vicejefe don Mariano Prado, verdade-ra máquina dispuesta a dejar que jugasen todos los

resortes los perversos que lo rodeaban. Raoul esta-

ba en San Salvador en calidad de detenido, y sus

resentimientos eran tan vivos, como eficaces sus de-

seos de volver a Guatemala, donde se hallaban go-

ces que no proporcionaba San Salvador. Molina sa-

có provecho de todo: inspiró el pensamiento de que

Page 93: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 83

el gobierno de El Salvador convocase el Congresofederal para la villa de Ahuachapán, y la convo-

catoria se expidió: se reunieron algunos diputados

pero no se pudo completar el número preciso para

la organización del Congreso: se desconoció y con-

trarió entonces el decreto de 10 de octubre, cuan-

do ya Costa Rica, Guatemala y un departamento

de Honduras habían practicado sus elecciones: El

Salvador desconocía las nuevas autoridades de Gua-temala, y reunía tropas bajo el pretexto de situarlas

en Ahuachapán y en Santa Ana por la seguridad

y decoro del Congreso. La guarnición de Guatema-la en ese tiempo, no llegaba ni a quinientos hom-bres porque se habían enviado tropas a Chiquimu-la, a los Llanos de Gracias en Honduras, y en Que-zaltenango se había dejado una guarnición para con-

servar el orden.

"A fines de febrero de 1827, se supo en Gua-temala de un modo indudable que las fuerzas reuni-

das en Ahuachapán y Santa Ana no tenían por ob-

jeto el Congreso, sino una invasión contra Guatema-

la para hacer bajar de la silla al Presidente de la

República, y reponer las autoridades disueltas en

el mes de octubre anterior. En los primeros días

del mes de marzo, las tropas de El Salvador esta-

ban en marcha: el mando en jefe se había confia-

do al coronel don Ruperto Trigueros bajo la di-

rección de Raoul: el coronel Ordóñez, desertado de

una prisión de Guatemala, era uno de los jetes de

la expedición: el Magistrado de la alta Corte de

justicia, don Antonio Rivera Cabezas, emigrado de

Guatemala, don Ciríaco Villacorta y un tal S

Martín, componían una junta de guerra que, según

se dijo, debía juzgar breve y sumariamente a todos

los que en San Salvador habían sido calificados de

criminales en las ocurrencias de Guatemala: p

Page 94: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

84 Miguel García Granados

ni el Gobierno de El Salvador, ni el ejército dieron

un manifiesto ni hicieron el menor requerimiento al

Gobierno federal ni al de Guatemala: la empresade tomar la capital, les parecía tan justa como fácil.

"El Presidente, que como se ha dicho, apenastenía disponibles quinientos hombres en Guatemala,desplegó en esta vez tanta actividad como energía:

auxiliado por el Jefe Aycinena, en cuatro días com-pletó y armó como dos mil hombres, dejó el mandoal Vicepresidente Beltranena y se puso a la cabezadel ejército. Beltranena ofició al jefe de la fuerza

invasora, preguntándole con qué objeto y con quéderecho se introducía en el Estado de Guatemala;sin noticia del Gobierno y sin hacerse anunciar, le

excitaba a suspender su marcha para arreglar cual-

quiera diferencia por medios pacíficos, o hasta re-

cibir nuevas de San Salvador, a consecuencia de lo

que en la misma fecha escribía a aquel gobierno el

Vicepresidente. Los invasores se llenaron de orgu-

llo con esta comunicación, y contestaron al Vicepre-sidente negándose a suspender la marcha. El Pre-

sidente situó su cuartel general en Arrazola el 15 demarzo: el 21' regresó a la capital, porque la fuer-

za invasora salvó aquel paso dirigiéndose a Petapapara entrar por otro camino. El 22 se presentaronlas tropas salvadoreñas sobre las alturas de Pínula

y bajaron hasta la pequeña villa de Guadalupe, unalegua de la ciudad de Guatemala: allí fueron re-

chazados con pérdida en una pequeña acción y se

replegaron a Arrazola, punto bastante ventajoso a

cuatro leguas de la ciudad. El Presidente atacó a

los salvadoreños en este punto a la madrugada del

23, derrotándolos completamente con mucha pérdi-

da: la división salvadoreña se dispersó, los jefes hu-yeron antes de que terminase la acción y algunos

antes de comenzar: el campo quedó sembrado de

Page 95: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (I* parte) 85

cadáveres, de prisioneros, armas, municiones y equi-

pajes. El valor de las tropas en esta jornada, co-

rrespondió al entusiasmo del pueblo guatemalteco

contra los invasores; y el placer justo y también en-

tusiasta que gozó el pueblo en la victoria, pruebanhasta dónde se hallaba unido a sus autoridades y lo

odioso que le era, cuanto degradante la dominación

salvadoreña.

"Después de esta acción, el Presidente ganó mu-cho en el afecto de los guatemaltecos: se vio comouna virtud heroica haber combatido en persona a

sus propios paisanos; se olvidaba el empeño y el in-

terés personal del Presidente para acordarse de que

había salvado a Guatemala a cuyos intereses se le

creía unido para siempre: pocos previeron que no

podían ser constantemente iguales los intereses ni

confundirse para siempre las causas por qué cada

uno peleaba. En aquellos momentos nada se había

rehusado a Arce: él resolvió en el campo de bata-

lla seguir al enemigo hasta San Salvador: dio una

proclama anunciando que iba a restablecer el or-

den en toda la República, y es cierto que en aque-

llos momentos sus miras eran extensas y su cafa

estaba llena de una gloria futura."

Desde el principio de esta campaña, Arce exhi-

bió su falta de talento estratégico,' bien que Montú-far, que carecía de ese mismo talento, no lo haya

echado de ver. Arce, a pesar de que, según se a

gura, disponía de dos mil hombres, de los cuales

cerca de quinientos eran veteranos, fuerza en todos

conceptos muy superior a la invasora, comenaó a

obrar a la defensiva, ocupando la posición \ nta-

josa de Arrazola y cuando los salvadoreños, psalvar esc obstáculo, dicion vuelta por Peta]

Ce corrió a cubrir la capital. Los salvad en-

tonces volvieron sobre sus pasos, subieron a la cuín-

Page 96: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

86 Miguel García Granados

brc y ocuparon Arrazola, logrando así posesionarse

sin disparar un tiro del punto defensivo que Arcehabía escogido; pero con la superioridad de fuerzas

con que contaba el Presidente, su conducta debió

ser muy distinta. Supongamos que Arce, al saber

que los invasores habían bajado al valle por Peta-

pa, con lo más selecto del ejército hubiera ocupadola cuesta de Pínula, es decir, la que de Arrazola ba-

ja para Guadalupe, mientras lo restante cubría la

capital. Si los salvadoreños se dirigían sobre ésta,

y la atacaban, Arce bajaba de la cuesta, se les echa-

ba encima por retaguardia, y era probable que noescapase ni uno solo. Si en vez de dirigir el ataque

sobre la capital, lo emprendían sobre Arce situado

en tan ventajosa posición, la división que cubría a

Guatemala los atacaba también por retaguardia e

igualmente eran perdidos sin remedio. Si no se

aventuraban a dar ataque alguno, y se retiraban

por el camino que habían traído, Arce tenía tiem-

po para, por una marcha veloz, ocupar la cumbreque domina a Petapa antes que los invasores, en cu-

yo caso, a éstos no les quedaba otro recurso que em-prender una retirada larga y penosa, dando vuelta

por la costa, y expuestos a ser cortados en ella. Envez de esto, Arce, cuando los salvadoreños se pose-

sionaron de Arrazola, tomando la ofensiva, les ata-

có en aquel ventajoso punto, derrotándolos con fa-

cilidad, a pesar de que en la acción no tomaronparte más que unos 700 hombres poco más o me-nos; pero este resultado fué insignificante compara-do con el que habría podido ser si Arce hubieraobrado con más astucia.

Sigamos oyendo a Montúfar: "Hasta entonces el

Gobierno general y el del Estado de Guatemalamantenían una actitud defensiva: después del triun-

fo de Arrazola tomaron la ofensiva, de invadidos se

Page 97: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 87

hicieron invasores: la causa era justa; las represa-

lias por una parte y por otra la grave injuria he-

cha al Estado de Guatemala, y el crimen de atacar

al Gobierno general con alevosía y con subversión

de todos los principios, daban derecho para ocuparcon tropas el Estado de El Salvador: nunca hubouna guerra más justa, pero no por eso fué políti-

ca. Después del triunfo de Arrazola, el Presidente

y el Estado de Guatemala debieron transigir, y pu-dieron hacerlo con ventajas, con honor y conservan-

do una reputación que se perdió después x con la

unión y la buena armonía que proporcionaron la

victoria (sic) . En' Guatemala se creyó, y también lo

creyó Arce que se podía atacar y tomar a San Sal-

vador con la misma fuerza que se había triunfado

en Arrazola; y aunque por su calidad pudo ser así,

el tiempo que se dio a los salvadoreños para reha-

cerse y fortificarse lo dificultó todo y prolongó la

guerra.

"El buen suceso de Arrazola, hace olvidar unaparte de las faltas cometidas en las operaciones mi-

litares que precedieron (Primera vez que Mon tu-

far hace alusión a las faltas en las operaciones mi-

litares, pero no explica en qué habían éstas consis-

tido). Es constante que si no se sabe sacar fruto de

una victoria, no se hace más que salvar rl peli]

del momento. Esto sucedió en Arrazola: r\ enemi-

gó fué rechazado, el Estado de Guatemala fué <

cuado, los guatemaltecos tomaron 1< ntamente la

ofensiva y la guerra comenzó en vez de termin

los salvadoreños activos y desconfiados, no prrdo-

1 El texto aquí no está* claro, j tal vei ic ha on

la palabra "junto". En este caso debiera leerte

pudieron hacerlo con ventajas, con honor vi

una reputación que se perdió después, }unto * on la ui

y la buena armonía que proporcionó la victo]

Page 98: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

88 Miguel García Granados

naban medio alguno para organizar su defensa; el

vencedor se adormeció en la hacienda de Los Ar-

cos sin aprovechar la victoria, y ésta, viéndose des-

airada, fué a dispensar sus gracias a los vencidos.

Si el 21 de marzo, la tropa ligera y la caballería

hubieran perseguido los restos salvadoreños hasta

las orillas del Paz que divide los dos Estados, la gue-

rra estrictamente defensiva por parte de los gua-

temaltecos, hubiera terminado con gloria y con es-

carmiento del enemigo; pero si se quería ocupar la

capital de El Salvador con menos fuerzas que las

necesarias para una conquista, era necesario apro-

vechar los momentos de su terror y sorpresa, sin

darle tiempo para volver eri sí. No es culpable el

Presidente: después de la victoria de Arrazola, em-prendió la marcha en la misma tarde; pero las tro-

pas colecticias, en el momento de triunfar, comen-zarán a desertarse y se resistían a seguir al enemi-

go : habían tomado las armas para salvar a Guatema-la, y creían cumplidos sus empeños: el Presidente

necesitó de toda su energía para conducirlos hasta

Los Arcos: la poca tropa veterana, era bastante pa-

ra perseguir al enemigo hasta el Paz. El Presidente

había pedido armas y dinero a Guatemala, y mien-tras le llegaban, reflexionó una vez sobre las conse-

cuencias de seguir la campaña: conferenció sobre

esto con algunos jefes, y aprobando la opinión del

coronel Montúfar sobre no invadir El Salvador, le

envió a Guatemala a proponerlo al Vicepresidente

y al Jefe del Estado Aycinena. El primero dijo a

Montúfar que también opinaba por no prolongar

ni fomentar la guerra, pero que siendo esto un pro-

yecto y una resolución del Presidente a quien toca-

ba el mando, que él, Beltranena, desempeñaba ensu ausencia, se había creído en el deber de auxiliar-

le con cuanto pudiese; mas que si la guerra no se

Page 99: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

CANÓNIGO JOSÉ MARÍA CASTILLA

A auien el general Misuel García Granadoscita reDetidamente en sus Memorias. Procer dela Independencia, colaborador con el Dr. Mo-lina en el periódico El editor constitucional.

Page 100: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Num. i.* V°l- g

EL EDITORCONSTITUCIONAL,

LUNES 24 DE JULIO DE 82c»

ARTICULO DE OFICIO.

Circular del Ministerio de Gracia y justicia.

Con esta fecha me ha dirigido el Rey el decreto siguiente:

v> Deseando acreditar mis vivos deseos de que el heroico pueblo

•español empiece desde Juego á disfrutar les beneficios que le pro-

porciona la Constitución de la monarquía española, sancionada por'

las Cortes generales y extraordinarias, que he jurado; he venido

en declarar, de acuerdo con la Junta nombrada per mi decreto de.

p del corriente mes, que desde este dia rige, y se halla en teda

su fuerza y vigor cuanto ella comprerde, y especialmente en lo re-

datlvo á la seguridad personal de mis subditos, y á la libertad de la

imprenta, k cuyo fin se restablecerán inmediatamente en todas Jas

provincias de la Península y de Ultramar las juntas de censura queexistían en el año de 18 14, con los individuos que entonces las com-poníin, ha¡>ta que las Cortes, á quienes exclusivamente pertenece, las

confirmen, ó procedan á nuevos nombramientos. Téndreislo entendido,

y di>pcndreis su pronto cumplimiento/''

De orden de S. M. lo comunico á V. para su inteligencia yla de ese tribunal, y para que haciéndolo circular * todos los pue-blos de su distrito, tenga el debido y pronto cumplimiento. Diosguarde a V. muchos años. Madrid 11 de marzo de 1820.

Prcclami de la 'Jurta provicional.

Ciuíadanos: la lihertad de imprenta se ha restablecido: e c te el

«no de los primeros pasos que S. MM de acuerdo con e^t¿< jm t3,

h» estimado necesarios para establecer el orden constitucional. LaJunta ai anunciaros el itstablecuúefcto de e¿ca e¿ida de la 'libertad

Reproducción facsimilar del primer número de EL EDI-TOR CONSTITUCIONAL, periódico fundado por el Dr.Pedro Molina el 24 de julio de 1820; el ilustre procerabogaba en sus columnas por la independencia y la liber-

tad. Se editaba en la imprenta de Dn. Mariano de Arcvalo.

Page 101: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Num. i. FüI<r

r m ———n i

EL AMIGOOÍ LA PATRIA.

GUATEMALA OCT. 16 DE 820.

¡23

CIENCIAS.

la escala de los seré?, el hombre es el primero. En la

«cala, de los hombres, ti Sabio es el má< gtande.

., 1. . EivS«¿bio ti el que mas se aproxima a la Disinidad: el que

dá fionor a la/especje, y luces a la tierra.

,,Ei "¡nacimiento de otros hombres es suceso ordinario que'

no infhjjd en las sociedades. El nacimiento de un Sabio es •puct'

•n la hjiotorja del ^ontro humanos,C¡antad himnos de gcxiv h<jn>brés <ie todos' los países". Y»'

nació el que ha-tfe. manifestar y ues^rositfere^hoá y dignidad: el que'

ha de cWv conocimientos a los, que son desvalidos £or q.ie no lotf

llenen: el que ha, de escribir para que- los hombres- no sean firttic/

di los hombres: el que h* de iluminar ¡la r obscuridad del África,-

ilustrar la India, y derramar luces sobre nu stra patria. '

4 ;1 Tendiendo |a vista r-por íod» hr o'crra, ve tí Sabio que des-

pués; de siglos hay todavio sal va ges en ella: ;vc que hay S«m*)-'

jfdos¿y Lipones, Cafres y Hotentofól en* el otro continente, Ome^guas y Ch, ymas, Automaquis y Guaraunos en este, Lacandones fCaribes. <n Guatenjala.

Él amaote de las Ái tes uo tiene sentircíén'o'tan pr*of<drfá<v*

timdo nrva-nebas enel^qúadro mas acabado* de 4>r> g oío'W>mo el

Sibio(

viendo, aquellas horda* en la superficie hernüs* del f]

,. tEi> el santuario de la.sabiduría hace el? jurairtcnio grj-

Qidlo, hombre? f de toda* clases. Jura- sbcrifvar» la il

d

g»'*

nerajvtodo& lo4(moftient.os> de-vsir etóttenriac reul •

' te

ha pencado desdek que,.h^y ojeiklras. «a c¿ mundo: eiwdir a U Miiná

EL AMIGO DE LA PATRIA, periódico f

José C.cilio del Valle, el Í6 de octubre de II

primía Dn. [gnacio Beteta. Desde sus coturno tuvo

viva polémica con el grupo de El tdi

cu\o frente estaba el Doctor Pedro Molina.

Page 102: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

EL CURA DON MATÍAS DELGADO

Hijo de la provincia San Salvador, había promovidola creación de un episcopado en aquella ciudad yambicionaba el obispado. Según el coronel Mon-túfar eso fué una de las causas de la adopción del

sistema federal (Véase pág. 65 del presente tomo).

Page 103: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 89

continuaba, él lo celebraría. Aycinena opinaba porcontinuar la guerra y atacar y destruir en San Sal-

vador el germen revolucionario, pero sujetaba entodo su opinión a las resoluciones del Presidente.

Cuando Montúfar llegó a Los Arcos, acababan dellegar el dinero y las armas de Guatemala y un ñ -

fuerzo de tropas de Chiquimula, circunstancias queafirmaron más al Presidente en su primera reso-

lución, sin desistir de nuevo ni fijarse sobre las i

puestas de los gobernantes de Guatemala."Por el anterior relato del mismo Montúfar, se

ve que el solo responsable de la invasión al Salva-

dor fué Arce. Montúfar, no sólo creía que la gua-

ira era impolítica, sino que conforme a su carácter

irresoluto, la juzgaba de éxito dudoso. Sin embar-go, no lo habría sido a no ser por la impericia mi-

litar de Arce, y por ciertos sentimientos de apego ypredilección por su patria, el Salvador, que lo hi-

cieron desperdiciar una ocasión fácil y propicia de

vencer al ejército salvadoreño y concluir la guerra.

Continuemos copiando a Montúfar.

"Ocho días de demora en Los Arcos, once en

Santa Ana y como quince entre Nejapa y Apopa,eran bastantes para que en San Salvador se organi-

zase la defensa. En Santa Ana recibió el coronel

Montúfar, una carta que el coronel Raoul l<

bió de San Salvador, excitándole a medial en unacomodamiento pacífico. Entonces los departamen-tos de Santa Ana y Sonsonate, habían celebrado unaacta separándose del Gobierno de San Salvador \

reconociendo únicamente al Gobierno federal, h

ta la conclusión de la guerra: en consecuencia, die-

ron algunas tropas para aumentar el ejército, \ al-

gunos jefes y oficiales salvadoreños a)di< tos .1 i. ( ¡

sona de Arce, se habían pasado a sus filas. Todoesto había animado más a Arce, y no

Page 104: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

90 Miguel García Granados

Raoul sino hasta Opico, donde Montúfar recibió

otra carta suya: en respuesta se le ofreció que lle-

gando el ejército a Nejapa, tendrían ambos jefes

una conferencia a las inmediaciones de dicho pue-

blo, que dista cuatro leguas de San Salvador. Esta

entrevista tuvo efecto: Raoul que entonces tenía el

mando en jefe de todas las fuerzas salvadoreñas,

ofreció a Montúfar emplear todo su influjo en queSan Salvador conviniera en la convocatoria que da-

ría el Presidente para la completa renovación del

Congreso y del Senado, y que las nuevas autorida-

des del Estado de Guatemala, serían reconocidas porSan Salvador: manifestó Raoul a Montúfar quehombres henchidos de pasiones y sin previsión, se

oponían a este y a cualquier otro acomodamiento,especialmente los guatemaltecos asilados en San Sal-

vador, y puestos fuera de la ley por el decreto del

Jefe del Estado de Guatemala, Aycinena, en quecomprendían al mismo Raoul, Saget, el Dr. Moli-

na, su hijo, Rivera Cabezas y otros. Montúfar cre-

yó sincero a Raoul, y en esta vez lo fué efectivamen-

te: desempeñó su palabra, y el Vicejefe Prado, ini-

ció por sí mismo el acomodamiento escribiendo a

Arce. En el curso de la correspondencia, los áni-

mos se agriaron, los enemigos de la paz acusaron a

Raoul, le depusieron del mando de armas y le con-

dujeron a la cárcel, porque había vendido los inte-

reses y los derechos salvadoreños en su conferencia

con Montúfar. Prado buscó un pretexto especioso

para retractarse, y la negociación no pasó de pre-

liminares, dejando subsistente la guerra. Entoncesel ejército federal se trasladó a Apopa, el de SanSalvador estaba a la defensiva encerrado en sus

fortificaciones.

"Lo que convenía al primero, era sacar de ellas

al segundo: las fuerzas numéricas respectivas, eran

Page 105: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (I* parte) 91

casi iguales con corta diferencia; la fuerza moral,era incomparablemente mayor en las del Presiden-

te: había establecido una disciplina estricta, mucharegularidad y un orden riguroso; los pueblos nadatuvieron que sufrir; Arce los protegía como pueblossuyos; todo se pagaba por sus precios. Los salva-

doreños conocían que no eran capaces de vencer alos federales en campo raso; pero éstos eran en muycorto número para poner un sitio a San Salvador.

Arce se contaminó del antiguo error de Guatema-la, de que bastaban dos mil hombres para reducir

a San Salvador. Este error militar preponderó has-

ta el año de 1828, sobre todas las experiencias ad-

quiridas desde seis años antes."

Detengámonos aquí un momento para examinarel párrafo anterior. ¿A qué hace alusión Montúfarcuando habla del error de Guatemala, "de que bas-

taban dos mil hombres para reducir a San Sal

dor?" Dos habían sido las expediciones que se ha-

bían hecho sobre San Salvador: la primera capi-

taneada por Arzú y la segunda por Filísola. Arzúllevó cosa de mil hombres, y sin embargo, para rfií,

es casi cierto que si hubiera tenido un poco de D

pericia militar habría obtenido el triunfo. Arzú sin

duda era un buen artillero y valicntísimo soldado;

pero en todas ocasiones dio pruebas de careo r delas cualidades que forman al general; excelente pa-

ra obedecer, pero no para mandar. En cuanto a

lísola, cuya división con que invadió al Salvador,

constaba precisamente, de dos mil hombres, a pde que, en mi opinión, cometió el error de

de frente uno de tantos puestos fortificados de la

extensa línea exterioi, < n \ z de flanquear O volt'

aquel que mejor se pre i esta opeí

embargo triunfó con facilidad, sometió .

vador y pacificó al Estado. Al calificar pues, Mon-

Page 106: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

92 Miguel García Granados

tufar la creencia de Arce de "error militar/' pien-

so que en ello cree hacer su propia defensa en la

desgraciada campaña del año de 1828 que, en su

mayor parte él dirigió, la cual a pesar de la bri-

llante victoria con que comenzó, tuvo el fin desas-

troso que todos sabemos, y que tan funesto fué al

partido conservador de Guatemala, y aun puede de-

cirse, a toda la capital, por las pérdidas en hombres

y caudales que sufrió.

"El 17 de mayo salieron los salvadoreños de sus

fortificaciones al mando de don Tomás Alfaro, queno es militar, y bajo la dirección de Saget. Cuandolos dos ejércitos estuvieron a la vista, los salvadore-

ños se creyeron perdidos y lo estaban realmente: se

recurrió a la perfidia, engañaron al Presidente conproposiciones de paz, el General salvadoreño pasóal campo del Presidente, y éste le dictó un acomo-damiento impracticable y peligroso: los dos ejérci-

tos debían entrar juntos en San Salvador aquel día,

y juntos, sin contar con el Vicejefe de aquel Esta-

do, ni con autoridad alguna fuera de los militares,

se* daría el decreto de convocatoria para el nuevoCongreso, según los preliminares de Nejapa. Alfa-

ro sólo quería ganar tiempo para retirarse en segu-

ridad, y ofreció al Presidente que iba a conferen-

ciar con sus jefes y. oficiales y que contestaría en el

acto: la respuesta tardó en llegar, y se observó quelos salvadoreños comenzaban a deslizarse, sin hacerla señal convenida de la negativa, que era un tiro

de cañón: el Presidente en vez de atacarlos, envió

un ayudante a requerir por la respuesta; entoncespasó Saget al campo del Presidente para excusar asu general, porque no había podido reducir a los

oficiales a resolver sin el Gobierno: ofreció dar la

respuesta al día siguiente, y el Presidente se dio porsatisfecho con amenazarlos que en caso contrario

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Memorias (P parte) 93

atacaría la ciudad el 18. Desde entonces comenza-ron a disgustarse la oficialidad y tropas guatemal-tecas: creyeron que el Presidente había rénuricia la victoria por ahorrar desgracias a sus paisanos:las opiniones vulgares fueron menos favorables a Ar-ce; él no había consultado en esta vez ni con su

gundo el general Cascara; poco antes, por una pro-videncia de economía, él mismo en una revista ge-

neral había dejado a las tropas sin más que unaparada por plaza, y el soldado creyó que se le que-

na entregar al enemigo: la. amenaza de atacarlos

otro día, fué pública, y el vulgo de la tropa lo in-

terpretó como un aviso."

Y lo fué en efecto, bien que no haya sido esa la

intención de Arce. En cuanto a dejar, con prct

to de economía, a la tropa, estando al frente del

enemigo, con sólo diez cartuchos por plaza, esto

también es inconcebible, tanto más cuanto que en

aquel ejército había mucho orden y disciplina, y las

municiones no podían sufrir pérdidas, por estar la

tropa amunicionada a tres paradas por plaza, que

era la costumbre en aquel tiempo. Pero lo que de-

bía haber causado peor efecto en el ejército, ha i

bido ser el no haber atacado al enemigo el 17 y per-

mitido que se retirase sano y salvo. La superiori-

dad de la tropa federal sobre la salvadores tal,

que con la mitad de la fuerza que tenía Ai

segura la victoria, y conseguida ésta, la resisten

que podrían oponer los salvadoreños habría sitio nu-

la, y la guerra quedaba concluida* Tuvieron, pu

razón la oficialidad y tropa en irritarse, \ di

te momento, desconfiar de Arce. ;C6mo es quesalvadoreños cometieron la torpeza de salir de sus

atrincheramientos y presentar batalla .ti ejército

deral, es lo que no tiene explicación, j la úni<

Page 108: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

94 Miguel García Granados

yo me doy es que en nada comete la inexperiencia

mayores desaciertos y torpezas, que en la guerra!

Las apreciaciones de Montúfar con este motivo,

me parecen justas: oigámoslas:

"Cuando los salvadoreños se presentaron enfren-

te de Apopa, parecía que la fortuna se empeñabaen perdonar la tardanza de los guatemaltecos: SanSalvador era tomado, la guerra concluida, nada era

dudoso, hubieran entrado juntos, vencedores y ven-

cidos, y las armas enmohecidas, hubieran quedadode trofeos en el santuario de la paz. Pero esta oca-

sión se dejó escapar. La noche del 17 se dieron ór-

denes que indicaban un ataque para el día siguien-

te: muchos jefes previeron que la acción sería des-

graciada: ella se emprendió bajo de malos auspi-

cios. Ningún reconocimiento se había hecho por el

General presidente de los puntos fortificados, nin-

gunas escaramuzas ni maniobras se habían practi-

cado delante de ellas; un pequeño insulto hecho ala gran guardia de Milingo fué todo lo que prece-

dió a la grande acción del 18 de mayo de 1827.

"Amaneció este día y los salvadoreños no hicieron

la señal convenida. Arce marchó con toda su fuerza

por el camino de Milingo, dejando una pequeña e

insignificante reserva en el reducto de Apopa. Lo quedebió comenzar al amanecer comenzó a las diez ymedia del día, llegando en columna y a paso lento

todo el ejército, y esperando media hora sin practi-

car nada; en vez de divertirse la atención del enemi-go amenazándole por diferentes puntos, se acumulótodo el ejército en la convergencia de tres fuegos dis-

tintos. Los flancos de Milingo están cortados por ba-

rrancos profundos, por malezas, lomas y desigualda-

des, y el Presidente mandó marchar al centro, endonde siete piezas de artillería alternadas en dos tro-

neras [esto no entiendo] ocuparon por cinco o seis

Page 109: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias fp parte) 95

horas con sus balas y metralla el espacio que &raba a los sitiados y a los sitiadores. Un foso de gran-des dimensiones detuvo a éstos, sin llevar materialespara terraplenarlo: el Presidente colocó las tropasa su orilla el tiempo necesario para llenarlo de ca-

dáveres: dos morteros colocados en una altura a-

rrojaron algunas bombas sobre Milingo, sin efecto

alguno. Sin que la infantería ni artillería hubiesen a-

bierto brecha: [¡la infantería abrir brecha!] el Pre-

sidente mandó cargar la caballería contra las trin-

cheras y los fosos, el coronel Montúfar la mandaba.

y el Presidente entró también con ella: le representó

aquel jefe que no era posible salvar el foso:"L/<

lo Ud. con hombres y caballos/' fué la respuesta:

la caballería se dispuso a obedecer, tal era la di

plina de aquel ejército; pero el Presidente ordenó la

retirada: la caballería la sostuvo con valor. A las

cinco y media de la tarde el reducto de Apopa res

naba con los quejidos de más de doscientos heridos,

entre los que se contaba un jefe de reputación: r

de cien muertos quedaron en Milingo. Así el capri-

cho de imitar a Reinaldo en el ataque de Jcrusalén,

multiplicó los horrores de la guerra, pues no es lo

mismo que el héroe de un poema épico, convide a

sus soldados a precipitarse por la parte más e*

pada del recinto, que verificarlo en el siglo xix.

"No todo el ejército pudo entrar en acción,|

en la retirada se desertó mucha parte de él, y con las

bajas de muertos y heridos, podía calcularse un to-

tal de quinientos o seiscientos hombres; así, queda-

ba reducido como a mil cuatrocientos. Cuandogeneral Presidente ordenó la retirada, se habían

gotado las municiones, y ésta fué otra falta, porqueno debió emprenderse el ataque sin tenerlas de Sol

Ésto obligó al Presidente a retirarsse de Apopa en la

noche misma del 18 de mayo."

Page 110: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

96 Miguel García Granados

Detengámonos aquí un momento para conside-

rar el ataque hecho sobre Milingo. Este punto comomuchos otros de los de la línea exterior que se forti-

fican, es fácil de flanquear o de voltear sin peligro.

Las lomas o cerros que lo circundan, son accesibles

a la infantería y algunos también a la caballería, ylos bosques y malezas de que están poblados no son

de tal manera espesos que los haga impenetrables. El

haber, pues, atacado a Milingo de frente, pruebauna gran impericia, y en especial si se manda asaltar

llenando los fosos 'con hombres y caballos', comoasegura Montúfar que dijo Arce; y el que haya co-

nocido las ideas un tanto quijotescas de éste, extra-

ñará menos los términos en que se expresó, sin em-bargo, algún tiempo después, hablándome Arce del

ataque a Milingo, me dijo: "que su plan era flan-

quear aquel puesto; pero que el comandante Sánchezcomprometió el ataque sin orden para ello"; y agre-

gó: "si Sánchez no hubiera muerto de su herida, yolo habría hecho juzgar en consejo de guerra y fusi-

lar". Pero este aserto carece de verdad. Todos los

jefes y oficiales de aquel ejército con quienes yo hehablado, están de acuerdo en que Sánchez fué heri-

do por una bala de cañón, cuando a menos de tiro

de fusil, estaba formando su batallón en batalla, yla bala que le llevó la mano y parte del brazo, le vo-

ló la cabeza a un guía a quien Sánchez estaba ali-

neando. Éste, después de herido, se retiró del pues-

to, tomando el mando del cuerpo su segundo, el sar-

gento mayor. Él no ha podido, pues, comprometerla acción o ataque sobre Milingo, y debemos másbien creer que Arce procuró -disculparse con la su-

puesta desobediencia de aquel digno jefe, quien es-

tando ya muerto, no podía defenderse del cargo quegratuitamente se le hacía.

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Memorias (t» parte) 97

Temores de que el camino de Quezaltepequeestuviese ocupado por el enemigo, decidieron al Pre-

sidente a emprender su retirada por Guazapa, cami-no largo y desprovisto de recursos; así fué que en e-

11a el ejército sufrió mucha hambre. Los salvadoreños

persiguieron al ejército, pero, dice Montúfar: "ha-bían quedado aterrorizados por el valor de las tro-

pas federales, y teniéndolas siempre en campo raso,

marchaban a paso de no alcanzarlas. Dos veces per-

noctaron a tres o a dos leguas de los federales; pu-dieron atacarlos cuando pasaron y repasaron el Lem-pa; pero éstos aun en su retirada imponían respeto

a los que sólo debían la victoria a quien les regaló

con ella".

Después de muchos sufrimientos el ejército llegó

el 22 a Santa Ana. Los salvadoreños se presentaron

en la madrugada del 21 en la hacienda de San An-tonio, a dos leguas de distancia, y el Presidente de-

terminó salir a encontrarlos, determinación incon

bible y que sólo puede tomarse como una bravata

que rayaba en calaverada, pues a más de estar el ejér-

cito muy disminuido y un tanto desmoralizado

por el revés sufrido en Milingo, se hallaba escasísi-

mo de municiones. Pero los salvadoreños no habíanperdido el respeto a las tropas federales, y a W vi

se replegaron detrás de unos barrancos. Entró la no-

che y dice Montúfar: "que el Presidente recibía par-

te de dos oficiales cobardes, relativos a la resolución

que tenían de no batirse dos cuerpos del ejército, ysin más examen ordenó la retirada".

Sospecho que lo del parte de los oficiales, no

mas que una invención del misino Arce pal

su retirada; pero que en realidad, ésta la dictó la

reflexión, pues por calavera que fuiimposible

que dejase de comprender que con un ejército dimi-

nuto, algo desmoralizado y falto de muni

1—7

Page 112: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

98 Miguel García Granados

una temeridad provocar una batalla. La retirada,

pues, se hizo necesaria; pero en lo que en mi opi-

nión erró, fué en emprenderla por la noche y enlos instantes en que amenazaba una tormenta. Creo

que la debió haber efectuado una hora antes deamanecer dejando en el campo a la caballería para

que inspeccionase la actitud del enemigo, y lo en-

tretuviese y molestase en caso de que intentara per-

seguir el ejército federal

A poco de comenzar la retirada, descargó la

tormenta que amenazaba, y esto introdujo el desor-

den en la marcha. Llegado así el ejército a SantaAna, continuó su camino para - Guatemala, casi endispersión. Los salvadoreños por su parte, temiendoser atacados, se retiraron igualmente en la nDche,

con poco orden para San Salvador. Así concluyó esa

primera campaña en que se habían concebido espe-

ranzas fundadas de que se daría término a la guerra.

Mientras esto pasaba, Pierzon, asilado en Ghia-

pas, se introducía en el Estado de Guatemala con el

intento de pasar al Salvador y tomar servicio allí.

Cerca de la frontera fué preso y conducido a Gua-temala, donde después de un interrogatorio fus pa-

sado por las armas, en virtud de un decreto que,

al efecto, expidió el Jefe Aycinena. Este decreto se

fundaba en otro que dio el Presidente en octubre

de 1826, declarándolo enemigo de la patria. Mon-túfar se esfuerza en probar que Pierzon, por muchosmotivos, merecía la pena de muerte, pero confiesa

que se cometió la falta "de no haberlo hecho juz-

gar por las formas legales". En efecto, a Pienon se

le debió juzgar militarmente, puesto que eia unoficial federal que había desertado cuando se le

mandó marchar a Guatemala, y hecho armas con-

tra el Gobierno. En tal concepto, todo consejo de

guerra lo habría condenado, conforme a la orde-

Page 113: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 99

nanza, a ser pasado por las armas. Pero se le fusiló

por el Jefe del Estado, sin formas de ninguna espe-cie; y así se hizo de él un mártir de la libertad,

contribuyendo este hecho a ensangrentar la revo-lución.

"El presidente, dice Montúfar, llegó a Cuajini-

quilapa a fines de mayo, como . con 400 hombres

:

desde Santa Ana hasta aquel pueblo, había perdido[por la deserción] cerca de mil: allí recibió un re-

fuerzo de seiscientos y progresivamente se rehizo el

ejército. Orgullosos los salvadoreños por el suceso

de Milingo, hicieron proposiciones para una tran-

sacción, equivalentes a ganar la disputa: ni el Go-bierno ni el Presidente convinieron en ellas.

"La desgracia de Milingo produjo los efectos co-

munes: desconceptuó al Presidente en el ejército yen Guatemala; la desconfianza no se disimulaba:

lo que la tropa atribuía a perfidia, los hombres de

buen sentido lo calificaban de errores y faltas mili-

tares; pero ninguno, le defraudó el concepto de va-

lor, ni el de energía para mantener el orden y la

disciplina: el ejemplo y el influjo de los jefes le

conservó a la cabeza del ejército; algunos de ellos

[supongo que Montúfar hará alusión aquí a sí pro-

pio] no sólo empleó este influjo dentro del mismoejercito, sino que lo extendió a Guatemala. El Pi

sidente estaba enfermo en Cuajiniquilapa, y acaso

ignoraba las opiniones que fermentaban contra «

"Durante la permanencia del Presidente en Cua-jiniquilapa, el coronel Raoul .volvió al servicio del. '

tufar interesándole a fin de obtener su perdón y el ^j

Salvador, y desde el río Paz im tibió al coronel Mon- A

permiso de pasar a México, atravesando i lo

de Guatemala. Sin esperar la i<

deserción de las banderas salvadoreñas. El ¡

dente le indultó, y personas a quienes Raoul había

Page 114: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

100 Miguel García Granados

ofendido, y a quienes después ha pagado con la

más negra ingratitud, le protegieron en Guatemalacontra el mismo decreto de indulto que le mandabasalir de la República dentro de un breve término."

Page 115: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Capítulo VII

Consigo nombramiento para incorporarme a filas del ejér-

cito.—Conozco personalmente a Arce.^Componentcsdel ejército expedicionario y las penalidades que se su-fren en el invierno al emprender caminatas por cami-nos accidentados.

Cuando en junio, como dije al fin del capítulo

49, llegué a Guatemala, mis dos hermanos Joaquín

y Manuel se hallaban en el ejército; el mayor enclase de capitán, y el segundo de teniente de unbatallón de milicia activa que, con motivo de la in-

vasión salvadoreña, se había levantado en la capi-

tal. Todos los oficiales de este batallón pertenecían

a las familias acomodadas, y por consiguiente varios

de ellos eran mis amigos.

Al día siguiente de mi llegada, me dirigí a (

jiniquilapa, parte por curiosidad, y mas que porésta, para visitar a mis hermanos y a los numerososamigos que allí tenía; pero antes encargué a donJuan Montúfar, compañero de viaje, cuando nu<

peregrinación por Colombia, que me consiguiera unnombramiento de oficial, porque deseaba salir a la

campaña que se preparaba.

Cuajiniquilapa era, y a un es, un pueblo fe

incómodo para alojar a una división de mil hom-bres, que era de lo que constaba, poco' mas o menosel ejército que se denominaba federal, Como yo

no conocía a Aire, uno de los ¡cíes me lle\ó a j

sentar. Estaba en cama algo cntenno; mu embarcoentramos a verlo y me recibió con

101

Page 116: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

102 Miguel García Granados

disposición que siempre conservó para conmigo. Pe-

ro con sentimiento, pude desde entonces observar,

que ni con jefes, ni con oficiales tenía partido en el

ejército. Todos atribuían el revés sufrido en Milin-

go a su impericia militar, y el no haber aprovecha-

do la oportunidad de derrotar por completo a los

salvadoreños el 17 de mayo, unos a su parcialidad

por sus paisanos, otros a simpleza y falta de astucia

en haberse dejado engañar, y no pocos a ambascosas reunidas. Ésto, como era natural, no dejó de

desconsolarme, porque, aunque joven, no ignoraba

que una de las principales circunstancias para queun ejército triunfe, es tener confianza en su jefe yopinión de sus talentos militares, y en el caso pre-

sente, ésta estaba del todo perdida. Pero mi afición

a la milicia y el deseo de distinguirme en esa ca-

rrera eran tales, que nada habría podido hacermevariar de propósito.

Después de dos días de permanencia en Cuaji-

niquilapa, me volví a Guatemala, y desde luego meocupé de mi equipo militar. Se hallaba en mi casa,

desde hacía tres años, un primo hermano nuestro

madrileño de nacimiento, y al cual mi hermano Joa-quín había traído de Francia, joven bien educado

y de excelente carácter. En ausencia de mis her-

manos mayores, José Viado, que este era su nom-bre, se hallaba a la cabeza de mi casa, y él corrió

con mandarme hacer y comprarme todo lo que pu-diera necesitar para la campaña. Con mi nombra-miento ya de subteniente del Batallón número 1,

de milicia activa, que era el mismo en que servían

mis hermanos, recibí orden de marchar para el ejér-

cito, mandando una partida como de 16 negros,

compuesta, en parte, de caribes de Trujillo, y enparte de esclavos africanos de nacimiento, prófu-

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Memorias (P parte) 103

gos del establecimiento inglés de Belice. Debíamosconducir municiones y dinero al ejército, y el con-

voy iba al mando del capitán del Batallón número1 federal, don Antonio Aycinena, quien se había

hallado en las acciones de guerra de Arrazola y deMilingo. Este Aycinena era hermano mayor de donPedro y de don Ignacio, a quienes había yo trata-

do tan de cerca en Londres. Con don Antonio,

aunque lo conocía de vista, nunca, según creo, ha-

bía atravesado una palabra, porque era de muchamás edad que yo; pero como tenía amistad con mis

hermanos mayores, y al mismo tiempo era bonda-

doso, desde el primer día me trató con toda confian-

za y también con cariño, sentimiento que con el

tiempo fué en aumento, pudiendo decirse que en la

campaña del año de 1828 fui su único favorito.

Cuando llegamos a Cuajiniquilapa, yo debía pa-

sar a prestar mis servicios al Batallón de milu

del cual era oficial; pero mis deseos eran servir en

el número 1 federal, cuerpo de línea y conside-

rado, con razón, como el mejor de la República. So-

licité, pues, pasar a dicho cuerpo y se me concedió,

aunque, como era natural, en clase de agregado.

Era su comandante don José Antonio Ariza, que ha-

bía hecho su carrera en el Batallón fijo, y mayordon Manuel González, que comenzó la suya en dBatallón de milicias disciplinadas. Aunque CU

años mayor que yo, era amigo mío. 1 lad,

en su mitad, había salido de la clase de sargentos,

los cuales, debo decirlo, como regla general, no

distinguían ni por su pundonor, ni por su valor, ni

menos por su instrucción, teniendo a mas

to de no saberse hacer respetar por la trema. Los

oficiales salidos de esa clase, veían siempre de n

a los que, como yo, habían sido improvisados \

cholos sus iguales, sin (Uros títulos que tener in-

Page 118: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

104 Miguel García Granados

educación, y pertenecer a la clase decente o acomo-dada de la sociedad, dándonos en consecuencia, el

nombre de "los niños".

Los negros que fueron conmigo, también se in-

corporaron en el Batallón número 1 federal. Deéstos, los caribes eran mucho más civilizados que los

esclavos de Belice y, según creo, habían ya servido

militarmente. Con éstos se hacen buenos soldados,

y en tiempo de la dominación española había siem-

pre una compañía de ellos de guarnición en Guate-mala y otra en Trujillo. En cuanto a los negrosprófugos de Belice, eran, con una o dos excepciones

de una torpeza y una estupidez inauditas, parecién-

dome algunos de ellos inferiores en inteligencia aciertos animales; así fué que en los seis meses queduró la campaña, la mayor parte de ellos no pu-dieron aprender ni el simple manejo del arma. Porlo demás eran inofensivos y sin vicios ocupándosetan sólo en preparar sus alimentos. Había, sin em-bargo, un cabo, alto, bien formado y de bastante

inteligencia, con el cual me entretuve varias veces,

pidiéndole noticias sobre sus compañeros, la parte

de África a que cada uno pertenecía, sus costum-bres, etc.; y tuve más de una vez por qué admirarsus conocimientos y buen juicio. Como los negros

de Belice no hablaban una palabra de castellano,

aunque agregados a la 4^ compañía y yo lo habíasido a la primera, se me encomendó que en lo eco-

nómico corriese con ellos, sacándoles el prest y re-

partiéndoselo.

Apenas me incorporé al ejército, se anunció nues-

tra marcha para El Salvador. Esa marcha en la es-

tación de lluvias, que había comenzado con fuerza,

era en mi opinión un grave error. La división quese hallaba en Cuajiniquilapa se componía de los

cuerpos siguientes: batallones l 9 y 2 9 federales,

Page 119: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 105

ambos diminutos; un batallón de milicia activa, dos

compañías de patriotas guatemaltecos que volunta-

riamente habían salido a campaña; la caballería fe-

deral compuesta de dos pequeños escuadrones re-

unidos en un solo cuerpo: otro escuadrón de mili-

cias del Estado y algunos artilleros para servir unaspocas piezas de montaña: en toda, cosa de mil hom-bres efectivos. En el camino se nos debía incorporar

el batallón de Chiquimula, con poco más de 300hombres, y en Santa Ana y Sonsonate podríamoslevantar otros 300 o 400, suma total 1,700 hombres;pero si de éstos se deducen los enfermos y desertores,

quedarían a lo más 1,500 hombres efectivos, fuerza

insuficiente para obrar sobre San Salvador a la ofen-

siva, en especial en lo más riguroso de la estación

de lluvias, y contra un enemigo un tanto aleccio-

nado con la campaña anterior, y envalentonado consu triunfo en Milingo. Hacer la guerra ofensiva en

esa estación en Centro América, es sumamente tra-

bajoso y tiene muchos inconvenientes. Las trop.i^

carecen de tiendas de campaña; no hay en los ejér-

citos proveefluría; los soldados están mal vestidos ysin conveniente abrigo contra las lluvias que caen a

torrentes; así es que lo que sufre el soldado, y aunel oficial, a pesar de que marcha a caballo y muchomejor equipado, no lo puede comprender el que nolo ha experimentado. A esto se agrega el qiu\ en lo

general, los caminos se ponen intransitables, y el másinsignificante arroyo suele crecer de tal modo, quese hace invadeable y detiene al ejército uno o máfl

días, puesto que no hay cuerpo de ingenieros queconstruyan puentes.

Si la intención era, como sucedió, pennan< -i i

en Santa Ana, menos se entiende el objeto (fc la

marcha del ejército, porque sin ningún resultado

favorable, se iba a cansar y aburrir la tropa OOD

Page 120: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

106 Miguel García Granados

mantenerla lejos de sus hogares y en climas infe-

riores al de Guatemala. Así, pues, bajo todos con-

ceptos que se examine aquella determinación, era

condenable

En principios de julio, se puso en marcha el

ejército en dirección a Santa Ana. Aunque agrega-

do yo al l 9 federal, seguí con la partida de negros,

bajo las órdenes del mismo Aycinena, custodiando

el tren de guerra y marchando a retaguardia de to-

do el ejército, tarea molestísima, principalmente endonde no hay aparejos propios y especiales para ca-

da uno de los objetos que lleva una muía. De aquí

es que en los mismos aparejos en que se conducetoda especie de fardos, se cargan los cajones de mu-niciones y todas y cada una de las piezas de que se

compone un cañón de montaña. Esto hace que alas muías, en especial en los malos caminos, cons-

tantemente se les vaya torciendo la carga, hacién-

dose necesario componérsela a cada momento. Lamarcha, pues, se vuelve sumamente lenta y molesta,

sucediendo, por lo general, que la infantería rinda

su jornada dos o tres horas antes que nosotros; yesto a pesar de hacer un alto en algún caserío o al-

dea para almorzar, lo cual no nos era a nosotros

permitido; y como en nuestros climas, en esa esta-

ción, lo más usual es que llueve entre dos y tres de

la tarde, acontecía generalmente que la infantería

rendía su jornada sin mojarse, y a nosotros nos caía

un gran aguacero. En esta disposición llegamos a

Chalchuapa, primer pueblo del Salvador que se ha-

llaba en nuestra ruta, a cinco leguas de Santa Ana.

Aquí cesó el orden de marchar que traíamos, de-

jando nuestra tarea de custodiar el tren, y comencéa prestar mis servicios en el batallón a que había

sido agregado.

Page 121: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (I* parte) 107

Ese mismo día me nombraron por la primeravez de avanzada, camino de Santa Ana, a las ór-

denes de un viejo capitán que había hecho su ca-

rrera desde soldado en el Batallón fijo. Esta avan-

zada, que se componía de 50 hombres, era le quese llamaba la Gran guardia, a pesar de no tener na-

da de grande. Apenas llegamos al puesto en quedebía colocarse, el cual distaría del pueblo algo me-nos de un cuarto de legua, se numeró la guardia de

1 a 48, mandó poner el capitán un centinela consu vigilante, adelantado como unas 100 varas por

el camino de Santa Ana y otro por el de Chalchua-

pa, y sin tomar ninguna otra precaución, ni procu-

rar fortificar el punto, mandó formar pabellones yromper filas por derecha e izquierda. Para las com-pras que fuera necesario hacer, se nombraron dos or-

denanzas; a uno de éstos llamó el capitán y le diri-

gió la palabra en estos términos: "vas al pueblo yme compras un real de... aceite de comer... ¿enten-

dés?" Casualmente el ordenanza era uno de los po-

cos reclutas que se habían incorporado al Batallón

durante la permanencia en Cuajiniquilapa, y le fal-

taba aquella malicia propia de los veteranos;

•fué que el ordenanza, con cierto aire de duda, pre-

guntó al capitán si "aceite de comer qucría,

\ —An-da vos, replicó el capitán, "sos un pe. . . jo". Llamóentonces al otro ordenanza, a quien 1 repitió la

misma orden de compra, y como este lo entendió,

sacando de la bolsa el real, se lo dio junto con unpequeño frasco que podría contener más de mediabotella. Antes de amanecer, el aceite había

)

aparecido por el galillo del viejo capitán; pero al-

gún tiempo después, a (ansa de dertOfl nmion v

tenía cuidado en el cuerpo de no nombrarle s<

ció de avanzada, sino tan sólo de prevención o de

Page 122: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

108 Miguel García Granados

principal; y esto por el mucho uso que hacía del

aceite de comer.

Llegada la noche, cada soldado se tendió en tie-

rra en el lugar que le acomodó, sin orden ni mé-

todo alguno, y sin otra precaución que la de tener

cada uno su arma al lado. Guando era necesario

remudar centinelas, el cabo comenzaba aclamar a

los números a quienes tocaba, y como nadie le con-

testaba, por estar todos dormidos, hacía uso de su

vara para despertar a los soldados. Aun así no siem-

pre lo conseguía, y entonces el capitán mandaba

formar toda la guardia y numeraria de nuevo; pero

con el mismo éxito, pues a las dos horas que debían

volverse a remudar los centinelas, se repetían en

vano los llamamientos del cabo, y el mismo uso

pródigo de la vara para despertar a los que dor-

mían y dar con los números requeridos. Yo nunca

había sido militar, y, por lo mismo, era primera vez

que estaba en una avanzada, pero todo esto me pa-

reció un gran desorden que no habría ni aun sos-

pechado. ¿Por qué esta guardia, me decía yo, no

ha de acostarse en formación, y en el mismo orden

de su numeración? Así, el cabo no tendría más

que contar y sabría son seguridad dónde se hallaba

cada número. A mas, puesto que estamos de avan-

zada en el principal camino por donde puede venir

el enemigo ¿no sería prudente que la mitad de la

tropa estuviera despierta y sentada, mientras la otra

duerme? Tal como nos hallamos desperdigados y

dormidos, si de repente se nos echa encima el enemi-

go, ¿no es claro que todos seremos víctimas? ¿Y có-

mo es que un viejo veterano se conduce con tal des-

cuido y torpeza? Estas fueron mis reflexiones esa

noche, y en el curso de la campaña hice muchas

otras de esta misma naturaleza; pero no por eso de-

jé de hacer como todos y pasado el primer cuarto,

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Memorias (I> parte) 109

con el permiso de mi capitán, me envolví en mi ca-

pa, me tendí por tierra y me quedé profundamen-te dormido.

A los dos días de esto, me hallaba, como a las

siete de la mañana en la plaza de Chalchuapa, cuan-do de repente se oyó el grito de "¡a las armas!"Corrimos a nuestros cuarteles, y poco tiempo des-

pués, todos los cuerpos nos hallábamos formados enla plaza. La alarma había provenido de oírse unospocos tiros en la avanzada, según entiendo dirigi-

dos a una descubierta enemiga. A la media hora de

estar formados, se dio orden de marcha, se cargó

todo el tren de guerra, y a eso de las nueve nos pu-

simos en movimiento para Santa Ana con toda pre-

caución. Llegamos a esta ciudad entre dos y tres

de la tarde, y estábamos aun formados en la plaza

mientras se nombraba el servicio y se aprontaban

los cuarteles, cuando se aseguró que el enemigo es-

taba en El Piñal, alta serranía enfrente de la pobla-

ción, y que la domina. Con tal motivo se dispuso

que una fuerte división, al mando del general Cas-

cara, marchase al Piñal en busca del enemigo. El

camino más practicable para subir a su cumbre, era

por el Portezuelo, punto en que muere esa serranía

y que dista una legua de Santa Ana, situado en el

mismo camino que de Chalchuapa habíamos traído.

Ese camino, pues, tomamos y llegado que hubimosal mencionado Portezuelo, haciendo una conversión

a la derecha, comenzamos a subir, y como la

rranía por allí es poco pendiente y dv fácil acceso,

en poco tiempo llegamos a la cumbre en que se de-

cía se hallaban los enemigos. La compañía que iba

de descubierta alcanzó a ver algunos de ellos, quese retiraban con rapidez por el lado opuesto al quellevábamos, y les disparó algunos tiros, aunque sin

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110 Miguel García Granados

efecto. Entretanto, la división hizo alto en la cres-

ta de la montaña.Iba ya entrando la noche, se preparaba una te-

rrible tempestad, y se pensó en la retirada; pero envez de hacerla por el camino bastante fácil que ha-bíamos traído, y que ya conocíamos, se dirigió porotro que, aunque más corto, para nosotros era des-

conocido, malo y lleno de precipicios. A esto se

agregó que en pocos minutos cerró la noche conuna obscuridad tal, que no nos veíamos ni las ma-nos; al mismo tiempo descargó la tormenta con unafuria de que no tienen idea los que no han vivido

en países intertropicales.

A la cabeza de la columna iba el general Cas-cara, llevando al lado el único guia que nos acom-pañaba. Todos los oficiales marchábamos a pie aga-

rrados unos de otros para no separarnos. Algunoque se aventuró a seguir a caballo, rodó por los pre-

cipicios y se vio a la muerte. Lo que adelantába-

mos era casi nada, y después de una hora de esta

faena, y sufriendo torrentes de agua friísima que nos

mojaba hasta los huesos, de pronto se detuvo la co-

lumna por no encontrar ya camino, y sí sólo preci-

picios. En tanto el General, merced al guía, había

podido seguir adelante, y llegado que hubo a SantaAna, procuró guías que, con hachones de ocote, vi-

nieron a buscarnos para conducirnos. Cuando esto

sucedía, la lluvia había ya cesado; pero nosotros se-

guíamos inmóviles en la cresta de la montaña. Aeso de las diez de la noche llegaron al fin los guías

con los ocotes encendidos, y seguimos nuestra mar-

cha en dirección a Santa Ana, donde llegamos cer-

ca de la media noche. En esta malhadada marcha,

tal vez en alguna de las caídas que me di, se mesoltó la espada, y seguramente entumecido por el

frío, no la sentí y se quedó perdida. Esto fué moti-

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Memorias (P parte) 111

vo de burlas, tanto de mis compañeros de armas co-

mo de los miembros de mi familia, cuando tuvie-

ron noticia de lo acaecido.

No sin dificultad pude dar con la posada que

me había tomado mi criado ; lo encontré que dor-

mía a pierna suelta; lo desperté y le ordené que mediese algo qué cenar. Me contestó que no tenía ni

agua; de manera que el perillán había cuidado de

sí, pero no había pensado en su amo. Traté de des-

nudarme, habiendo tenido que rajar las botas con

un cuchillo, porque estando empapadas en agua se

hizo imposible quitármelas; me envolví en un sara-

pe y me quedé dormido. Cuál sería el hambre con

que almorcé al día siguiente a eso de las nueve, des-

pués de 27 horas de no probar alimento alguno, el

lector podrá calcularlo.

A pocos días de estar en Santa Ana, se me vol-

vió a nombrar servicio de avanzada a las órdenes

de otro capitán que mandaba la Gran guardia, ca-

mino de San Salvador. Estaba ésta situada a la ori-

lla de un arroyo denominado del Molino, a distan-

cia de cerca de una legua de la ciudad. Como no

era un punto fuerte en sí, ni estaba fortificado, cla-

ró era que, en caso de ser atacado, la guardia sería

destruida antes de ser socorrida. Para comprenderesto no se necesita haber hecho muchos estudios so-

bre el arte de la guerra, ni ser gran militar; sin

embargo, en todas nuestras avanzadas siempre pu-

de notar esa misma falta de discernimiento en la

elección de la localidad en que se hallaban situa-

das. En la noche se repitió el mismo desorden quehabía observado en Chalchuapa, a pesar de que dcapitán que mandaba esta Gran guarda, era tam-

bién un antiguo veterano, que había hecho su

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112 Miguel García Granados

ferenciaba del otro viejo capitán, en que éste nomandaba comprar "aceite de comer".

Este capitán, por nombre Vargas, y a quien lla-

mábamos "el ronco Vargas" por padecer de este

defecto, o más bien enfermedad, se alojaba de or-

dinario en el cuartel, cuando el local lo permitía.

Era bondadoso y tenía la cualidad de no dormir

más que dos, o a lo sumo, tres horas a prima no-

che. Siempre que hacía yo guardia de prevención,

a eso de la una de la mañana, que me. veía bien

dormido en una hamaquita que al efecto tenía, bus-

caba un cordelito, y con mucha precaución meamarraba de los pies en ella. Entonces le decía al

cabo de la guardia que me llamase, avisándome quevenía el jefe de día, Yo al despertar y procurar le-

vantarme, me encontraba amarrado, y este juguete

parecía divertirlo mucho. Pero la noche que estu-

ve con él en la avanzada, a las ocho de la noche,

me dijo: "que cuidase de la guardia hasta las diez,

que él iba a dormir hasta esa hora, y que después

podía yo hacerlo sin cuidado". Así se efectuó, y esa

noche dormí perfectamente, no me amarró de los

pies, ni me hizo travesura alguna.

La próxima vez que volví a estar como subal-

terno en la Gran guardia, pareciendo sin duda que

el río del Molino no estaba todavía bastante lejos

del cuartel general, me destacaron con 20 hombres

a un punto situado como unas 800 varas adelante.

Para precaverme un tanto contra una sorpresa, yen especial contra un golpe de mano de caballería,

formé en el camino, con ramas y malezas, una es-

pecie de barricada. En la noche coloqué mi tro-

pita en formación, y en el mismo orden de su nu-

meración, detrás de la barricada, manteniendo la

mitad sentada, mientras la otra dormía. Qué obje-

to había en colocar avanzadas a tanta distancia del

Page 127: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 113

cuartel general, es lo que nunca pude entender, pues

que éstas no sólo corrían inminente riesgo de ser

cortadas y destruidas, sino que aun podría suceder

que sus tiros no fuesen oídos en el ejército, y éste

en consecuencia, ser sorprendido.

A poco tiempo de estar en Santa Ana, se dio

orden de marchar a la mayor parte del ejército.

La organización estaba tan defectuosa que la mar-cha no tuvo lugar el día señalado por no haberse

podido completar las acémilas necesarias. Se dejó,

pues, para el siguiente, y aun así no se pudo efec-

tuar tan temprano como se había mandado. La di-

visión que se puso en movimiento, iba a las órde-

nes del general Cascara; se compondría de unos800 hombres; y tomamos dirección hacia San Sal-

vador. Formaba parte de esta división un cuerpocompuesto en su casi totalidad de volcañeros nue-

vamente levantados, y cuyo mando se había dadoal capitán don Antonio Aycinena. A los tres días

de haber salido de Santa Ana llegamos a Quezal-

tepeque, pueblo a seis leguas de San Salvador yque también nos era adicto. La primera noche queallí pasamos dormimos todos los oficiales de mibatallón en una pieza del cuartel qtie se nos habíaasignado, la cual daba a la plaza. Había en ella unaporción de faroles grandes de los que usan en las

fiestas de los pueblos, los cuales en vez de vid]

tienen papel. Estos faroles estaban atados con cuer-

das de dos en dos. Entre una y dos de la mañadespertamos por un fuerte temblor de tierra; to-

dos los oficiales salieron corriendo del cuarto]

ponerse en salvo en la plaza; yo quise hacer leí mis-

mo, pero me encontré amarrado de los pú ¡s con dos

faroles. Echando ternos contra el ronco Vargas,

mientras el temblor estaba en lo más fuerte, vo meocupaba en desatarme. Cuando al fin me \í libre

1—8

Page 128: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

114 Miguel García Granados

de aquel estorbo, el temblor iba cesando, y no mefué ya necesario salir a la plaza.

A los tres días de estar en Quezaltepeque, nosvolvimos a Santa Ana sin haberle visto la cara al

enemigo Esta expedición, a mi ver, se emprendiósin razón suficiente. Arce, en su memoria publica-

da en México, dice: "que una columna de San Sal-

vador se atrevió a salir de sus trincheras y llegó

hasta Quezaltepeque, y que el general Cascaramarchó contra ella, y la obligó a meterse otra vez

en sus parapetos". Si tal hazaña hicimos entonces

confieso que ninguno de nosotros, tuvo conciencia

de ello. ¿Qué objeto pudo haber tenido esa colum-na en venir a Quezaltepeque? ¿Sería el de marcharsobre Santa Ana y atacarnos? En este caso no se

concibe el que se hubiera retirado sin esperarnos.

Pienso que lo más probable es, que si acaso llegó aQuezaltepeque alguna tropa salvadoreña, tan sólo

fué un piquete. Vueltos a Santa Ana seguimos allí

algún tiempo sin novedad digna de referirse.

En principios de septiembre, se dio orden de

marcha para Izalco, donde había una pequeña guar-

nición nuestra. Este movimiento fué motivado portener noticias Arce de que los salvadoreños amena-zaban a las guarniciones tanto de Sonsonate comode Izalco. A mi modo de ver, lo extraordinario noes que las amenazasen, sino que no las hubiesen ya

destruido, porque destacamentos que distaban tan-

to del cuartel general, era muy fácil que, por unmovimiento rápido desde San Salvador, los hubie-

sen atacado fuerzas triples, a las que les habría si-

do imposible resistir; pero la ineptitud y torpeza pa-

ra hacer la guerra no tenían límites.

Arce dice: "que el movimiento lo dirigió por el

camino de Guaimoco, a caer a retaguardia de los

salvadoreños para cortarlos y destruirlos, con lo cual

Page 129: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 115

le sería imposible al Gobierno de El Salvador sos-

tenerse, y la guerra se concluía; pero que el jefe

que mandaba la vanguardia [este jefe era Montú-far] tomó otro camino porque le dijeron que era

más corto, y llevó al ejército por el escabrosísimo deuna laguna (llamada, creo, de los Cantiles), con lo

cual no le fué posible rendir la jornada el mismodía". Pero Montúfar se defiende, a mi ver, victo-

riosamente de este cargo, manifestando: "que él noconocía el camino; pero que el Presidente mismoeligió el práctico que debía guiarlo según sus pla-

nes, variados en el momento mismo de emprenderla marcha. Es notable, agrega maliciosamente, queeste práctico era criado del Presidente, y que des-

pués ha sido jefe de una partida volante entre los

salvadoreños". También asegura Montúfar, "quecuando el ejército salió de Santa Ana, ya los salva-

doreños se habían retirado a sus fortificaciones, yque esta marcha y el error del camino, si acaso hu-

bo tal error, fué obra del práctico y no influyó de

manera alguna en los sucesos posteriores".

Arce da a entender que si hubiera seguido el ca-

mino que había ordenado, en el día se habría ren-

dido la jornada, cayendo a retaguardia de los sal-

vadoreños; pero esto no es cierto, porque la distan-

cia es demasiado grande para que todo el ejercito

con artillería y tren de guerra la hubiera podidovencer en un solo día, y esto en lo más riguroso

de la estación de lluvias. La marcha también, en vez

de emprenderse por lo menos al amanecer, para a-

provechar todo el día, no comenzó sino entre ocho

y nueve. Sostener, pues, que si se hubiera tomadoel camino de Guaimoco, habríamos en el día caído

a retaguardia del enemigo es, o un verdadero des-

varío, o un pretexto frivolo para disculpar el nin-

gún éxito de aquella operación. En cuanto a nos-

Page 130: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

116 Miguel García Granados

otros, pobres subalternos, entonces nada de esto en-

tendimos, y lo único que podré asegurar es que nos

llevaron por un camino que aunque al principio noera del todo malo, después se volvió infernal, y queesta parte la pasamos de noche y a pie por unos

pretiles a la orilla de una laguna de origen volcá-

nico, sin atrevernos a montar en nuestros caballos

por temor de rodar hasta el lago: que a eso de las

once de la noche, llegamos al fin a una pobre ha-

cienda donde lo pasamos sumamente mal: bien mo-jados, enlodados, hambrientos y llenos de garrapa-

tas. Por fortuna mi criado llevaba pan y chocolate,

con lo cual pude matar el hambre y me di por sa-

tisfecho. La artillería, a pesar de ser de montañae ir en muías, no se atrevió a pasar, y tomó unavereda que la condujo a Coatepeque, donde se que-

dó con una escolta. Esta hacienda distaba de San-

ta Ana, cosa de seis o siete leguas, y habíamos tar-

dado catorce horas en andarlas. Sin embargo, Ar-

ce pretende que tomando el otro camino habríamosandado en el día, trece, o por lo menos doce!

Al día siguiente llegamos a Izalco y me tocó

guardia de prevención. Como nuestra llegada fué

tarde, la tropa 'no salió franca, y un momento des-

pués se tocó retreta. Tal vez esto influyó en que se

me olvidase dar los partes de costumbre, y al comu-nicar el Mayor general (Montúfar) esa misma no-

che al Presidente las novedades habidas en el ejér-

cito, le dijo: "El oficial de prevención del número1, no ha dado parte." "¿Cómo es eso?" contestó

Arce; "que se presente ese oficial preso mañana encuando sea relevado. "¿Quién es ese oficial?" —a-

gregó un momento después— . "Miguel García",

contestó Montúfar. "¡Ah! ese había de ser", repu-

so Arce: "que no se le ponga preso." Esta anécdo-

ta me la contó riendo el mismo Montúfar. Se ve,

Page 131: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 117

pues, que yo gozaba de favor con Arce; y esto a pe-

sar de que nunca lo veía, porque en mi calidad desubteniente, en mi cuerpo, que era el que daba la

guardia del Presidente, no se nombraba este servi-

cio, el cual lo hacían capitanes, y en su defecto, te-

nientes. En cuanto a visitarlo, ningún oficial se lo

habría permitido, ni habría sido tolerado. Una vez,

sin embargo, recién llegados a Izalco, por no se quéincidente, me tocó hacerle. la guardia, y apenas mevio, me entró a su sala (cosa que no hacía con nin-

guno) almorcé, comí con él, y se mantuvo plati-

cando todo el día conmigo. En el curso de la con-

versación, le ocurrió varias veces dar alguna orden

al oficial de guardia, y sin acordarse de que yo lo

era, se levantaba precipitadamente y se dirigía a la

puerta con paso acelerado, gritando: "¡Oficial deguardia, oficial de guardia!" Yo le decía riendo:

"Aquí estoy; ¿qué es lo que ordena?"Al día siguiente se levantó muy temprano, salió

al corredor, y viéndome dormido en mi hamaquita,llamó al sargento de la guardia, le mandó que die-

sen golpes para la lista de seis, y se retiró sin des-

pertarme. Todo lo que me dijo cuando más tarde

me vio, fué: "Si te hubiera querido pintar bigot

lo habría podido hacer".

En octubre pudimos entender que Arce se re-

tiraba a Guatemala y que tomaría el mandó del

ejército el brigadier Cascara. Esta noticia fué bien

recibida, tanto de la oficialidad como de la tropa.

Arce no estaba querido en el ejército, ni se tenía

opinión de sus talentos militares; se le consideraba

a más, parcial por los salvadoreños, j teniendo la

guerra hasta cierto punto un carácter de Estado a

Estado, Arce no era a propósito para acaudillar .1

los guatemaltecos, los que necesariamente habrían

de desconfiar de él. Este sentimiento era aun n

Page 132: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

118 Miguel García Granados

vivo en las poblaciones de El Salvador adictas aGuatemala, y en especial en Santa Ana. A un san-

taneco no se le podía mentar a don Manuel José,

como ellos lo llamaban, sin que prorrumpiera enimproperios. En cuanto a mí, aunque le tenía ca-

riño por su bondad para conmigo, y la distinción

con que me había tratado, deseaba también su se-

paración del mando del ejército, porque creía quebajo su dirección, el triunfo era difícil. SeparadoArce, el mando recaía en Cascara, que aunque yo

lo tenía por un viejo terco, maniático y lleno depreocupaciones, como militar aun no se había des-

conceptuado entre nosotros. Guando a lo que se tie-

ne se le cree malo, es natural el deseo de cambiar-

lo, con la esperanza de mejorar en el cambio. El

chasco que, sin embargo, a veces se sufre, suele ser

cruel.

Por lo tocante a las causas que motivaron la se-

paración de Arce del mando del ejército, creyendoque su conocimiento es necesario para comprenderlos sucesos de aquella época, las expondré en el

próximo capítulo, copiando al efecto algunos párra-

fos de las memorias de Montúfar, sin que por esto

deje de separarme de sus apreciaciones, como ya

lo he hecho varias veces, si en algunas de ellas mepareciere que está influenciado por el espíritu departido.

Page 133: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Capítulo VIII

Montúfar refiere las causas que influyeron para separar a

Arce del mando del ejército federal.—Cascara lo subro-

ga.—Errores de este general y de Prado, en la defensa

de Santa Ana, El Salvador.—Merino es desarmado porel capitán Pavón.—La perfidia de Merino y la inepti-

tud y torpeza de Cascara.

Al referir Montúfar las causas que motivaron la

separación de Arce del ejército, se expresa de la

manera siguiente:

"Las circunstancias habían identificado al Pre-

sidente a la causa de Guatemala; pero las antipa-

tías no dejaban de obrar su efecto sobre las simpa-

tías accidentales: era habitual en el Presidente la

tendencia a demostrar desconfianza y resentimien-

tos respecto de los guatemaltecos, y a no mostrar-

se satisfecho de ninguna clase de consagraciones, ni

de sacrificios: un pequeño chisme podía más en sus

sentimientos, que un acto positivo de adhesión y de

obediencia, y la desgracia le hacía prestar oídos a

oficiales bien despreciables. . .

"El Presidente luego que ocupó a Santa Ana,

pasó algunos días en el curato del padre Merien-

de/: éste mantenía correspondencia con Delgado,

relativa a la guerra, y eran reservadas a todos loa

jefes del ejército, especialmente a los guatemalte-

cos, Estos manejos no dejaron de traslucirse: una

correspondencia de Menéndez con San Salvador,

fué interceptada en Izalco: se interceptó al misino

tiempo una carta de un teniente coronel, herma-

119

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120 Miguel García Granados

no político del Presidente, que nada contenía; perose popularizó mucho la especie, y los soldados deSonsonate tomaron este pretexto para desertarse del

batallón que se estaba formando y que mandaba el

mismo teniente coronel. Los oficiales de Guatema-la observaban en el Presidente cierto desvío, y al-

guna vez escuchaban especies que persuadían su

prevención contra los gobernantes de Guatemala.

"Este estado tenían las cosas en el cuartel gene-ral de Izalco, cuando se presentaron en los puestos

avanzados, dos oficiales de San Salvador con plie-

gos para el Presidente, en que se, hacían proposi-

ciones para un acomodamiento : eran poco másmo

menos iguales a las de los preliminares de Nejapa,

y exigían resoluciones del Ejecutivo general, puesque debía convocarse un nuevo Congreso. El Pre-

sidente consultó con el coronel Montúfar, que era

su secretario, y éste opinó que no estando Arce enel ejercicio del Poder ejecutivo, como General del

ejército, no tenía facultad para celebrar un trata-

do que comprometía al Gobierno en la expedición

de un decreto convocatorio que, tal vez, no quería

dar, y que necesitaba el Presidente una expresa au-

torización del Gobierno para comprometerle enaquel punto. El Presidente se creía facultado por-

que se consideraba propietario de la presidencia yobrando en asunto suyo: otro jefe opinó como Mon-túfar, porque también fué consultado, y el intenden-

te del ejército le dijo lo mismo sin ser llamado. Es-

to persuadió a Arce que se desconfiaba de su per-

sona, sospechó complots que no había, interrumpiósu trato familiar con todos, limitándose a sólo ha-blarles de oficio y con desabrimiento. Contestó a

San Salvador en términos muy dignos y prudentes,

dejando abierta la negociación, y consultó a Gua-temala lo que debía hacer, suponiendo que algunos

Page 135: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 121

jefes le enajenaban la confianza del ejército, y eran

precisamente los que le habían sostenido después dela retirada de Milingo."

Sin duda, aquí hace alusión Montúfar a sí pro-

pio, y hasta cierto punto tenía razón, puesto queeste jefe, astuto, político y seductor en alto grado,

era el más influyente en el ejército.

Arce en su memoria explica su retirada del ejér-

cito, culpando a algunos jefes. Dice así: "Entre al-

gunos jefes del ejército, hubo una repugnancia muypronunciada a tratar con San Salvador, porque entiempos de disturbios intestinos, son raras las per-

sonas que no se afectan de las ofensas y de los in-

tereses que se cruzan, y en quienes no tiene lugar

el espíritu de partido: se consideraba próxima la

rendición de Prado y de todos los que componíansu facción, y no se pensaba en otra cosa que en ven-

cer y en recoger los frutos de la victoria. Dimanóde aquí que los que repugnaban un acomodamien-to, disputaron sobre si yo podía ajustar el tratado

de paz, y se remitieron a Guatemala, para impedir-

lo, cartas que contenían especies equívocas e incier-

tas Yo consulté al Supremo gobierno con las pro-

posiciones que condujeron Gómez y Menéndcz, ha-

ciendo todas las reflexiones que juzgué adecuadas

para fundar que no debía dejarse pasar la oportu-

nidad de transigir nuestras desaveniencias : el Vice-

presidente resolvió, con presencia de todo, que yovolviese a reasumir el Gobierno para que en él pveyera a las necesidades de la Nación",

Mucho se extiende Arce, para probar que el

triunfo sobre San Salvador era seguro, \ aun nos

pone en el secreto de su plan de campaña, plan que,

por no parecer cáustico con un hombre que me dis-

tinguió y yo estimé, no sólo no lo crítico, sino que

lo paso en silencio. Pero sí debo manifestar que no

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122 Miguel García Granados

es exacto que en el cuartel general se considerase

próxima la rendición de Prado, como asegura. Yoconocía la opinión de los principales jefes, los cua-les se externaban delante de mí sin reserva alguna,

y ni éstos ni los oficnales subalternos, abrigaban ta-

les esperanzas. ¿Y qué podría obligar al Gobiernode El Salvador a rendirse, cuando nuestro ejército

permanecía a tanta distancia, sin emprender nada,

y ni éstos ni los oficiales subalternos, abrigaban ta-

ño porque era diminuto, y no habíamos podidoobrar sobre la capital salvadoreña con más de 1,500

hombres efectivos en el campo, (bien que Montú-far haga subir la fuerza del ejército a 1,800 hom-bres) número insignificante para efectuar el sitio oasalto de aquella capital con éxito? Si Arce, pues,

tenía esa creencia, era una ilusión que, atendida su

falta de talentos militares, podría haber traído muymalas consecuencias. Pero debo confesar que meinclino a la opinión de que Arce, sin tener esa cre-

encia, procura inculcarla en los demás, para hacercon este motivo un cargo a los que él supone fue-

ron la causa de su separación del ejército, y porconsiguiente, del mal éxito de la campña. En cuan-to a tener facultades Arce para hacer un tratado

con San Salvador a tiempo de que mandaba el ejér-

cito, pero no ejercía el Poder ejecutivo, indudable-

mente las tenía, aunque sujeto a la ratificación del

Supremo gobierno; lo que se colige, de lo que di-

cen, tanto Montúfar como el mismo Arce es, queéste pretendía, por su clase de Presidente de la Re-pública, tener la facultad de hacer un tratado sin

que quedase sujeto a ratificación alguna, pretensión

que no sé en qué pudiera fundarla. Arce se separó

del ejército lleno de resentimientos, y desde ese día,

puede decirse que su rompimiento con el partido

conservador fué abierto y completo. Pero al romper

Page 137: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 123

con ese partido ¿quedaba por el hecho reconcilia-

do con el exaltado, o por lo menos volvía a reco-

brar su antigua opinión y prestigio en el Salvador?

Éstas fueron sus esperanzas, y a su logro se diri-

gieron todos sus pasos y esfuerzos, aunque nuncapudo lograrlo, quedándose por lo tanto sin los unos

y sin los otros.

El brigadier Cascara que tomó el mando del

ejército, era italiano de nación, pero había comen-zado su carrera desde soldado en España, y vino a

Guatemala el año de 1804, en clase de cabo 1° El

Presidente Bustamante, encontrando en él cualida-

des de reserva, secreto y vigilancia, lo protegió, em-pleándolo para espiar y averiguar lo que los criollos

hablaban sobre independencia o su administración.

Recuerdo haber oído decir, siendo pequeño, quecuando en una tertulia se hablaba de política o del

gobierno de Bustamante, no faltaba alguno que cor-

tase la conversación, diciendo: "Cuidado no estén

escuchando en alguna de las ventanas Cascara o

Toledano". Este era otro a quien también empica-

ba Bustamante en los mismos oficios.

Al hacerse la independencia, creo que Cascara

era ya capitán, y como se quedó en el país juran-

do las nuevas instituciones, se le hizo teniente co-

ronel, nombrándosele Comandante de Omoa. Eneste puerto lo vi yo el año de 1821, a tiempo de

mi primer viaje. Posteriormente apreciándose SUS

buenas cualidades, siguió ascendiendo hasta obtener

el empleo de coronel efectivo con grado de bri

dicr Arce le nombró Comandante general de laI

deración, y en tal concepto le tocaba el mando del

ejército cuando el mismo Presidente no 9C pusiest

su cabeza.

Cascara tenía alguna de las buenas cualidades

que debe tener el jefe militar; pero no se le había

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124 Miguel García Granados

experimentado como estratégico, ni tampoco se le

había visto en uno de aquellos lances críticos enque los hombres revelan lo que son, y lo que deellos se puede esperar para el porvenir. Bien pron-to había de llegar esta ocasión. Cascara, como casi

todos los que han comenzado su carrera desde sol-

dado, no tenía opinión sino de los oficiales que ha-

bían salido de esa clase, y, en especial si eran es-

pañoles. De nosotros, jóvenes a quienes la revolu-

ción había hecho oficiales, tenía la peor idea y nos

veía con el más profundo desprecio, dándonos él

también el nombre de "los umitas''. Cascara, a másde ser terco, maniático y lleno de preocupaciones,

como ya dije, era tonto e ignorante. En su opinión,

el más grande rey que había existido en el mundoera Carlos III, y yo mismo le oí decir poco después,

que si este rey hubiera vivido al mismo tiempo queNapoleón, éste no habría podido lucir ni hacer na-

da!! Esto podrá dar una medida del criterio denuestro nuevo General en jefe.

Por este tiempo llegaron a San Salvador, expul-

sos de Colombia, el coronel don Rafael Merino,dos hermanos suyos y el francés Soumaistre conotros oficiales; y careciendo allí dé militares de al-

gún valer, se les empleó a todos, dando el mandodel ejército al coronel Merino. Éste, que como de-

mostró después, no pasaba de ser un calavera sin

cálculo ni discernimiento, era, sin embargo, activo,

algo tácito y organizador. Fanfarrón y atrevido, lo-

gró inspirar a los salvadoreños alguna confianza en

la victoria.

En tanto, el Ejército federal no estaba en el me-jor pie. El batallón de Santa Ana casi todo se ha-

bía desertado, y el de Sonsonate nunca prosperó;

el ejército estaba a más desperdigado en cuatro

puntos, y era necesario concentrarlo. Con este mo-

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Memorias (P parte) 125

tivo, Cascara dispuso trasladar el cuartel general a

Coatepeque, reorganizar el batallón de Santa Ana,

y guardar refuerzos de Guatemala para hallarse enaptitud de operar sobre San Salvador. El 14 de no-

viembre, pues, nos pusimos en movimiento sobre

Coatepeque, adonde llegamos al día siguiente.

Coatepeque es un pueblo situado en la falda deuna eminencia, por donde pasa el principal caminoque va a San Salvador. En la cumbre de esta emi-

nencia, que distará de la plaza del pueblo unas 500o 600 varas, se puso la Gran guardia, compuesta delos consabidos 50 hombres de infantería, y del pi-

quete de caballería de costumbre. En todas las gran-

des guardias se ponía siempre un piquete de caba-

llería como de 20 hombres al mando de un oficial,

ya fuese que la topografía del terreno se prestase ono al uso de esta arma, porque en todo lo tocante

al servicio e instrucción del ejército dominaba la ru-

tina. Ventajoso el punto en que se hallaba la Granguardia, si fuera atacado por el camino que llegaba

del pueblo, no lo era para defenderse por el que vi-

ne de San Salvador. Era pues, claro que si la avan-

zada se veía acometida por fuerzas superiores no po-

dría sostenerse, y el punto sería tomado antes desocorrido, en cuyo caso, el ejército quedaba comple-tamente dominado, y por consiguiente perdida E&to lo habría comprendido el hombre menos experi-

mentado en la guerra, pero al parecer. Cáscala nolo comprendió. En los últimos días, es verdad, por

saberse que el ejército salvadoreño había salido de

sus atrincheramientos y se hallaba en Nejapa,

construyó en la avanzada un pequeño reducto \

colocó en él una pieza de a tres: pero este era unesfuerzo muy corto que no la ponía a cubierto de

un golpe de mano dado con empuje \ con fuerzas

superiores. Paréceme que si se quería mantener el

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126 Miguel García Granados

cuartel general en Coatepeque, y no veo qué obje-

to podía haber en ello, se deberían haber colocado

500 a 600 hombres en aquella eminencia, defendi-

dos con obras de campaña, y situar allí toda nues-

tra poca artillería. Así el puesto hubiera quedadofuerte y a cubierto contra el ataque de cualquiera

fuerza salvadoreña, aunque ésta se compusiese de to-

do su ejército. Pero en la manera en que nos ha-

llábamos, si el puesto era atacado, estábamos per-

didos, puesto que tendríamos que abandonar preci-

pitadamente la plaza de Goatepeque, y junto con

ésta todo nuestro tren de guerra. Desde entonces

comencé a dudar de las capacidades militares de

nuestro nuevo General en jefe.

Entretanto, el Presidente llegó a Guatemala yvolvió al ejercicio del Gobierno. Veamos ahora la

manera con que Montúfar refiere los sucesos sub-

siguientes: "El 5 de diciembre, dice, Arce expidió

un decreto en que, prescindiendo de la convocato-

ria que dio en octubre de 1826 para el Congreso

extraordinario de Cojutepeque, convoca a eleccio-

nes para un Congreso federal ordinario, con total

renovación de todos los miembros que funcionaban

en el citado año de 26 y al mismo tiempo mandasuspender las hostilidades. Este decreto era en últi-

mo análisis lo que los salvadoreños le pedían en la

nota que recibió en Izalco, y lo que se sospechaba

ser el resultado de las inteligencias secretas entre los

doctores Menéndez y Delgado. La primera noticia

que tuvo Cascara del decreto, fué un parte del co-

mandante de Sonsonate, en que manifestando las

dificultades de reunir tropa en aquel punto, dice:

'que allí corría una copia circulada por el Dr. Me-néndez, y que mandándose suspender las hostilida-

des, alegaban esto mismo los pueblos para no pre-

sentarse al servicio'. Esto aumentó las dificultades

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Memorias (P parte) 127

y los embarazos de Cascara, que eran bastantes por

su poca fuerza y falta de dinero.

"El 9 de diciembre llegó a Coátepeque donJuan de Dios Mayorga, quien en comisión del Pre-

sidente, pasaba a San Salvador a llevar al Gobier-

no el citado decreto del 5. Ya entonces Cascara ha-

bía recibido comunicaciones oficiales que, en virtud

del mismo decreto, le prevenían una actitud defen-

siva. Mayorga llegó a Nejapa, y Merino quiso tra-

tarlo como espía, y no le dejó pasar a San Salva-

dor: llegó al mismo Nejapa el Vicejefe Prado, y se

negó a adoptar el decreto, siendo una fortuna paraMayorga que se le hubiese permitido el regreso. Asu paso por Coátepeque, anunció a Cascara que se-

ría atacado en su cuartel general."

Natural es suponer que Cascara dio crédito a lo

que Mayorga le aseguró. ¿Cómo es, pues, que noprocuró concentrar su ejército en un solo punto?En Santa Ana había una guarnición de cerca de

400 hombres, compuesta del 2 9 batallón federal, el

de Santa Ana ya medio reorganizado, una compa-ñía de caballería de milicias, y diez o doce artille-

ros para servir una pieza de a tres. También enSonsonate había una corta guarnición, y natural

parecía que, pues el enemigo se preparaba]

obrar a la ofensiva, se reuniesen todos al cuartel ge-

neral.

El día 15 de diciembre hubo partes ciertos de

que Merino se acercaba, y el 16 se supo de una ma-nera a no dudarse, que el ejército enemigo, dejan-

do a un lado a Coátepeque, se dirigía a Santa Ana.

Indicado estaba marchar a aquella ciudad y reunir-

se con su guarnición; pero ( ira se empeñó en

creer que el ataque se haría sobre Coátepeque, y te-

da la noche se mantuvo el ejército formado en la

plaza, esperándolo. Cuando amaneció el 17 y se vio

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128 Miguel García Granados

que no había enemigos en las cercanías. Cascara tu-

vo que persuadirse de que el movimiento de Meri-no era sobre Santa Ana. En consecuencia se man-dó cargar el tren, y antes de las ocho emprendimosnuestra marcha; la compañía de cazadores, en queyo servía, llevaba la vanguardia.

Dice Montúfar, que la división de Coatepequese componía de mil doscientos hombres; pero queme perdone su señoría, porque yo tengo la certeza

de que apenas éramos mil efectivos. La marcha se

hizo con toda precaución, como quien teme ser a ca-

da momento atacado; los cuerpos se mantuvieronsiempre reunidos, y conservando su formación a dos

de fondo, que es el único frente que se puede lle-

var en nuestros caminos de herradura, suponiendoque sean buenos. A poco de haber salido de Coate-

peque, nos encontró un oficial enviado por Prado,

avisando que el enemigo se hallaba en el Portezue-

lo, es decir, a una legua de aquella ciudad. Llega-

do que hubimos a unas galeras que se habían man-dado construir (no sé con que objeto), como 300 va-

ras antes de llegar al río del Molino (viniendo deallá para acá) hizo alto el ejército. ¿Con qué ob-

jeto?, tal vez se preguntará. Dice Montúfar que'Cascara hizo alto a media legua de Santa Ana, pa-

ra esperar un batallón que escoltaba municiones deguerra'. Pero que me perdone otra vez el autor de

las memorias de Jalapa. Las galeras en que Cas-

cara hizo alto, se hallaban casi a una legua de San-

ta Ana. La distancia de las mismas galeras a Coa-tepeque, de dos y media leguas, de camino bueno

y sin ningún mal paso ; la marcha se hizo despacio,

y haciendo frecuentes altos para que se mantuviese

el ejército reunido. No ha podido, pues, haber de-

mora de parte de las municiones, y en caso de quela haya habido, no ha podido ser sino de minutos.

Page 143: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 129

Sin embargo, el ejército permaneció en las galeras

desde las once, u once y cuarto hasta cerca de las

tres de la tarde, hora en que oímos los primeros ca-

ñonazos. Lo que yo supe entonces y, a lo que re-

cuerdo, me dijo el mismo don Antonio Aycinena,

que vino allí a conferenciar con Cascara, fué queéste había resuelto ir a atacar a Merino, tomandoal efecto una vereda que de aquel punto partía pa-

ra el Portezuelo, para lo cual esperaba que de San-

ta Ana le enviasen guías. Por qué no llegaron los

guías en más de dos horas que permanecimos allí

después de haber regresado Aycinena, es lo que nosabré decir. Entre una y dos de la tarde, todos vi-

mos cubrirse las crestas de las lomas del Portezue-

lo de los enemigos, y descender en seguida sobre el

camino real que va para Santa Ana. ¿A dónde se

dirigían? Claro está que a atacar aquella ciudad.

A nuestro General se le dio parte de lo que ocu-

rría, salió de la galera en que descansaba, y tam-bién vio al enemigo: sin embargo, permaneció im-

pasible. ¿Seguiría aguardando a los guías?

Dice Montúfar 'que los salvadoreños estaban si-

tuados en las lomas del Portezuelo, y que al ver

las tropas de Cascara, atacaron la plaza con furor'.

Yo pienso todo lo contrario. Creo que nosotros vi-

mos a los salvadoreños, porque se dibujaban sus

cuerpos sobre las cumbres de las lomas, circunstan-

cia que no militaba para con nosotros, y que ellos

no nos veían, porque de lo contrario no habrían

emprendido el ataque sobre Santa Ana, pues de-

biendo suponer que su guarnición estaba fortifica-

da, no podían esperar tomar la plaza en pocos mi-

nutos, ni menos que nuestro ejército, al verlos des-

cender del Portezuelo, no marchase velozmente en

su socorro, y mientras ellos la atacaban, nosotros

los tomaríamos por retaguardia, con lo cual habrían

1—9

Page 144: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

130 Miguel García Granados

sido irremediablemente destruidos. El Portezuelo,

las galeras en que nos hallábamos y Santa Ana,forman un triángulo equilátero, cuya base venía aser la línea que de dichas galeras va para el Porte-

zuelo. Las entradas, pues, de estos dos puntos a

Santa Ana, se hacen por el mismo lado de la ciu-

dad, y no por el opuesto. Si nosotros llegábamos a

los barrios antes de que hubiesen asaltado la pla-

za, estaban perdidos, porque los cogeríamos entre

dos fuegos. Esto, en efecto, fué lo que debió habersucedido, y sólo Cascara se hizo responsable de queno se hubiera destruido al ejército enemigo, alcan-

zando una victoria gloriosa, con lo cual se habría

terminado la guerra felizmente para Guatemala. Pe-

ro¡ojalá éste hubiera sido en ese día su único error!

Prado también cometió la falta de no tener, al

menos medianamente, fortificada la plaza de San-

ta Ana, con cuya precaución habría podido resistir

algunas horas; y no fué sino cuando supo la llega-

da del enemigo al Portezuelo, que precipitadamen-

te improvisó unas barricadas en las cuatro esquinas

de la plaza, sin siquiera defenderlas con un foso,

que obrando con actividad, pudo haber hecho en la

noche y la mañana que precedieron al ataque. Otrafalta que cometió fué, que cuando supo que el ene-

migo se acercaba, destacó guerrillas fuera de los pa-

rapetos para que lo tiroteasen. Estas guerrillas queeran del batallón de Santa Ana, es decir, volcane-

ños, al ser rechazadas, ya no entraron a la plaza, se

dispersaron y tomaron para sus casas, con lo cual

se debilitó la defensa

Cerca de las tres de la tarde, principiamos a oír

cañonazos en Santa Ana. Aunque no debió esto

causar sorpresa, puesto que habíamos visto al ene-

migo bajar del Portezuelo, y era fácil colegir cuál

era la dirección que llevaba, hubo gran alboroto en

Page 145: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (P parte) 131

nuestro campo; formamos con prontitud, y se nos

dio orden de marchar al paso más acelerado posi-

ble. Rompía la marcha la compañía de cazadores

de mi batallón, compuesta de cuarenta hombres en-

tresacados de las compañías de fusileros, al mandode un teniente español, Basagoitia por nombre, buentáctico, pero marrullero y de poco valor. Seguía la

caballería federal, detrás de ésta el resto de mi ba-

tallón y* por orden los demás cuerpos. Desde las ga-

leras hasta la orilla de la ciudad tardaríamos a lo

más media hora, y sin embargo, al llegar a la pri-

mera bocacalle de un barrio, encontramos a un sar-

gento del batallón de Santa Ana, (joven valiente

que después ascendió hasta capitán) atravesado del

hombro de un balazo, quien nos informó que la pla-

za estaba ya tomada. Nosotros seguimos adelante

sin que se nos hubiese dado orden de ninguna es-

pecie, ni tomado el General disposición alguna.

Puede decirse que cada individuo, fuese jefe, oficial

o soldado, obraba por su propia cuenta y según la

inspiración del momento. Desde que entramos a las

primeras calles, comenzamos a encontrar partiditas

de salvadoreños que quemaban y saqueaban las ca-

sas, haciendo fuego sobre los santanecos que huíanen todas direcciones. Mi compañía iba arrollando

estas pequeñas partidas, sin dar cuartel a ninguno,con gran asombro de las víctimas que no compren-dían el fuego que les hacíamos ni bayonetazos queles dábamos, y sin defenderse, sólo nos decían de nohacerles fuego; y cuando con este motivo los reque-

ríamos con el 'quién vive' de costumbre, DOS con-

testaban con entera confianza: 'San Salvador li-

bre', con cuya respuesta seguía la matanza, Era cla-

ro que nos tomaban por salvadoreños, y cuanto lu-

cíamos por probarles lo contrario era en vano. Yesta .es otra prueba que tengo para ( reer que no nos

Page 146: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

132 Miguel García Granados

vieron en las galeras. Recuerdo que cuando en me-dio de aquella confusión habíamos penetrado untanto en la ciudad, al voltear una esquina, vimos adistancia de 60 o 70 varas una partida mandadapor un teniente coronel. Los cazadores, al punto,

hicieron fuego; pero el jefe que mandaba la parti-

da, en vez de contestarlo, nos llamó con empeño.No faltó uno de los cazadores que asegurase queaquel que nos llamaba era Esquivel, un teniente co-

ronel graduado, del segundo batallón federal, y co-

mo en efecto había mucha semejanza entre el quenos llamaba y el citado Esquivel, suspendimos el

fuego, y sin meditar lo que hacíamos, nos fuimos

acercando. He podido observar que en el calor deuna batalla, no hay idea, por disparatada que sea,

que a veces no se acepte: el peligro, la excitación

y el acaloramiento, parece que no permiten al en-

tendimiento, criterio alguno; en otros términos, son

poquísimos los que en estos lances no pierden, máso menos, la cabeza. En el caso presente, la menorreflexión nos habría hecho conocer que aquel ofi-

cial no nos podía pertenecer, porque estando la pla-

za ya tomada, y los enemigos esparcidos por todala ciudad, era imposible que uno de los nuestros se

hallase casi en el centro de esa misma población,

con un pequeño piquete de tropa, que ni huía ni

procuraba escapar de los vencedores. Cuando lle-

gamos adonde estaba aquel teniente coronel, le di-

jo éste, con algo de espanto, a un cazador que es-

taba a mi lado: 'Yo te conozco a tí'. 'Yo tambiénlo conozco a Ud.,' contestó el cazador, y al decir

esto le dio un bayonetazo en la frente, del cual ca-

yó a tierra, recibiendo al mismo tiempo un balazo.

Los de su partida nos hicieron entonces fuego, pe-

ro con tal precipitación y atololondramiento, que nohirieron más que a un soldado. De los enemigos

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Memorias (P parte) 133

creo que no escapó ni uno solo. El jefe que acababade ser muerto, cuyo nombre era Castro, había ser-

vido en el batallón antes que comenzase la guerra,

y de aquí el que se hubiese reconocido con el ca-

zador.

Cuando llegamos a la próxima bocacalle, vi-

mos venir a escape dos o tres individuos, siendo

uno de ellos el Comandante del batallón de SantaAna, Aycinena, que habiendo salido de la plaza

por el lado opuesto al que fué asaltado, después decorrer mucho peligro, logró reunírsenos. Tambiénse nos incorporó la compañía de caballería que es-

taba en la plaza sin haber sufrido más que una o

dos bajas, y uno que otro individuo de tropa d. 1

2 <} Batallón federal.

Pasamos adelante, seguidos de la caballería de

línea y del resto de mi batallón, y al fin los sal-

vadoreños comenzaron a comprender quién*

mos, haciéndonos resistencia. Así llegamos hasta muycerca de la plaza, y mientras la mayor parte de mibatallón seguía el ataque al frente, mi compañía,algunos soldados del mismo cuerpo y la caballería

variando de dirección a la izquierda \ después

la derecha, salimos a una bocacalle que enfrentaba

con la plaza. Entretanto, los demás cuerpos, toman-

do por la derecha habían entrado en línea haciéndo-

se la acción general. En cuanto a recibir órdenes so-

bre lo que debíamos hacer, o dirección en las opera-

ciones, de esto ni se hable Cascara era tan sólo unindividuo más, individuo bien inútil, puesto que ni

tiraba balazos, ni da!).; cuchilladas. Éste personaje

venía detrás de la caballería, y llegó a la i itada bo-

cacalle de (jnc nos habíamos posesionado. Comenza-mos aquí a hacer fuego, pero en vez d

noslo, vimos a un militar a caballo que, mostrando

un pañuelo blanco, procuraba venir hacia nosotros.

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134 Miguel García Granados

Dimos parte de ello a Cascara, y éste dijo: —No,que se le haga fuego— en seguida agregó :

•—Quevenga un negro a tirarle un tiro— . Cascara habíaservido mucho tiempo con caribes de Trujillo, entre

los cuales hay buenos tiradores. Ahora en el ejército

no existían ya caribes, porque a los pocos que yo

mismo conduje, habían sido despachados en unacomisión marítima, y esto lo sabía perfectamente

Cascara, puesto que él mismo había designado adichos caribes como tropa a propósito para desem-peñarla, por ser hombres de mar. Nuestro general,

sin duda, tenía la creencia de que bastaba tener la

piel negra para ser buen tirador. Yo me reí de la in-

sistencia con que mandó que viniese un negro consu certero tiro a librarnos del oficial enemigo que,

al parecer, deseaba parlamentar; pero, como según

dice la tropa, "quien manda, manda", se llamó a

uno de tantos de aquellos negros torpes y estúpidos,

el cual hizo un tiro en dirección al cielo, con lo

cual pareció quedar muy satisfecho nuestro digno

general.

Como el enemigo persistía en no contestar nues-

tro fuego, comenzamos a marchar sobre la plaza,

y no sólo la infantería, sino también la caballería

en columna de a cuatro, lo cual era, para no darle

un calificativo tal vez merecido, una gran impru-

dencia. Yo al comenzar la acción, sabiendo que los

oficiales de infantería deben estar a pie, me habíadesmontando; pero cuando llegué a la bocacalle

mencionada, sintiéndome muy fatigado, y viendo

que el comandante de mi compañía y la mayor par-

te de los oficiales permanecían a caballo, volví amontar el mío, que afortunadamente me llevó allí

mi criado. Marchaba yo a la cabeza de los cazado-

res, y a la de caballería iba su jefe, el mayor Espi-

nóla. Llegábamos ya a la siguiente esquina, cuando

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Memorias (P parte) 135

de la bocacalle salió el mismo jefe enemigo, quehabía estado procurando venir a parlamentar, deestatura alta y de gallarda figura, y al verse conEspinóla, ambos exclamaron: "¡Espinóla!" "Sa-

get," y apurando sus caballos, se abrazaron. Aque-llo no me agradó; marchábamos sobre la plaza

para tomarla, pero si el jefe que iba a la cabeza denuestra columna, se abrazaba con los enemigos, nues-

tra actitud dejaba de ser hostil, y a más daba mar-gen para sospechas de que pudiese haber conniven-

cia entre nuestro jefe y los contrarios. Arrendé, pues,

mi caballo para atrás, y viendo al comandante de

mi batallón, que venía a 12 o 15 pasos de mí, mellegué a él y le dije: —¿Has visto eso? —Sí—, mecontestó. —¿Te gusta No. —Voy a avisarle a

Cascara. —Anda. Y apurando mi caballo llegué a

la icsquina en que se hallaba nuestro general, y en

breves palabras le informé de lo que pasaba. —No,me contestó con aire alarmado: —Vaya usted adecir a Espinóla que se detenga. Y con esta ordenque ciertamente no explicaba mucho, arrendé micaballo para cumplirla; pero Espinóla y Saget ve-

nían ya cerca, y así se lo hice ver a Cascara. Éste

en vez de mandar que Saget quedase prisionero deguerra, y que siguiese el ataque, arrendó su caba-

llo y se fue, dejándonos sin saber qué hacer. Entre-

tanto, Saget, Espinóla y algunos otros predicabanla paz y que no se derramase más la sangre cen-

troamericana. Otros, por el contrario, sostenían quedebían rendirse los salvadoreños, y algunos querían

matar al mismo Saget; de manera que tod< on-

fusión. Un poco detrás de Saget, venía uncon divisas de coronel, hablando con mucha volubi-

lidad y con liases inenherentes. l'.s n< «

cía, ahorrar la sangre centroamericana, ¿Dóndetá el general? ¡Caramba, me han hecho u

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136 Miguel García Granados

300 muertos! Necesito hablar con el General: queno se derrame ya más sangre, etc". El que así se

expresaba no era otro que Merino.

Aquel hombre, que con tanta imprudencia se

introducía entre nosotros, daba indicio de no ha-llarse a su entero juicio, sino bajo la influencia del

licor. Por lo demás, muy apurada debía de ser la

situación del enemigo para que su General y unode sus principales jefes se aventurasen a meterse

entre nosotros, pidiendo que se suspendiesen las hos-

tilidades e hiciéramos la paz.

El capitán don Juan Pavón, que se hallaba enaquella esqluina, dijo a Merino: "que no se podía

hacer otra paz sino que todos se rindiesen", y agre-

gó: "Y usted no se presenta armado entre nosotros".

Y uniendo la acción al dicho, alargó el brazo y le

arrancó la espada. Merino insistió en que necesi-

taba hablar con nuestro General, y un oficial se

encargó de conducirlo. Por lo expuesto se ve queMerino no le envió su espada a Cascara, como re-

fiere Montúfar, puesto que en mi presencia se la

arrancó el capitán Pavón.

Estando las cosas en este estado, se comenzó a

restablecer la calma en aquella esquina, bien queel fuego continuaba vivo por las demás partes dela línea; la caballería formó en ala, y Saget se re-

tiró a la plaza, sin que nadie procurase impedírselo.

Entretanto, fué entrando la noche. La caballería se

retiró de aquella cuadra, lo mismo que el coman-dante y poca tropa de mi cuerpo que estaban allí,

y sólo se quedó mi compañía por no haber recibido

orden alguna para que abandonásemos el puesto.

Al mismo tiempo el fuego cesó en los demás puntos

de la ciudad, y minutos después la noche había ce-

rrado obscura, y un profundo silencio reinaba en de-

Page 151: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Memorias (I- parte) 137

rredor. La sangrienta y desordenada batalla de San-

ta Ana había terminado.

Viéndonos nosotros allí solos y aislados, me dijo

el capitán que fuese a buscar a nuestro Coman-dante, y le preguntase si nos retirábamos o perma-necíamos en aquella esquina. Yo iba a pie porque

había devuelto mi caballo al criado. La noche, era

como he dicho, obscura, y yo después de pasar la

primera cuadra, inadvertidamente crucé a la iz-

quierda, tomando así las mismas calles por dondenos habíamos venido batiendo. Esto era peligroso,

porque me acercaba a los puestos ocupados por el

enemigo, y podía también suceder que me encon-

trase con algunos salvadoreños, de los que, estan-

do desperdigados, aprovechasen la noche para re-

plegarse a la plaza. Preocupado iba yo con estas

ideas, cuando tropecé con algo, y no sin espanto,

conocí que era un muerto, porque debo confesar

que tenía miedo a los muertos; que si alguno pi

guntare con extrañeza, de qué nacía en mí, libre

pensador y sin preocupaciones de ninguna esj»

ese miedo pueril, mi sola contestación es cgue las

sensaciones y sentimientos que nos infunden en la

niñez (o que tal vez se heredan, porque mi madreadolecía de la misma debilidad) son muy difíciles

de desarraigar. Seguí adelante mucho más preocu-

pado que antes, por todo lo que me faltaba quepasar, cuando de repente oí una voz breve y ame-nazadora que me dijo: —¿Quién vive?— Enton

vi a unos diez pasos de mí, una sombra blanca, que

me pareció que me apuntaba con un fusil. El que

así me había requerido, tanto podía ser un amigo

como un enemigo; pero yo no podía vacilar,j

contesté sin detenerme: —Guatemala. ¿Usted quién

es? Levantó entonces su fusil y me dijo que

soldado del dos, denotado en la pla/a ; míe estaba

Page 152: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

138 Miguel García Granados

escondido en una casa, y que aprovechando la obs-

curidad de la noche, había salido para reunirse al

ejército. Le dije que se viniese conmigo, y ya conaquella escolta seguí mi camino, sin miedo alguno alos muertos.

El ejército se había ido concentrando en una ca-

lle a orillas de la ciudad, y cuando encontré a miComandante, me dio orden de -volver y decir aBasagoitia" que retirase la compañía. Yo, pretextan-

do que estaba muerto de hambre, porque no habíaprobado bocado en todo el día (lo cual era cierto)

y que quería buscar a mi criado para que me diera

algo qué comer, le supliqué que enviase a otro acomunicar la orden, y como era mi amigo, tuvo la

bondad de acceder.

Guando al fin mi criado me dio algo qué comer

y satisfice esa necesidad, procuré informarme del

curso que llevaban los negocios, y supe que se esta-

ba haciendo un convenio entre Cascara (auxiliado

de Montúfar) y Merino. Entonces procuré descan-

sar, y comencé a reflexionar sobre todo lo que había

ocurrido. Un gran desconsuelo y tristeza fueron el

resultado de mis reflexiones. El mucho desorden,

falta de obediencia y disciplina que había obser-

vado aquel día, me causaban extrañeza. ¿De quésirven, me decía, la instrucción y ejercicios con quediariamente se molesta a la tropa, si en el momentoen que se rompe el fuego, se pierde toda formación,

y nadie hace sino lo que le da su real gana? Pero

lo que más desconsuelo me causó, fué el habermepersuadido de la perfecta ineptitud y estupidez de

nuestro General en jefe, sin tampoco haber obser-

vado en los demás jefes cosa que prometiese para

lo futuro. Tuve, además, esa misma noche, una no-

ticia que aumentó considerablemente mi tristeza. Enla plaza se hallaba nuestro primo, don José Viado,

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Memorias (P parte) 139

quien había traído de Guatemala una fuerte fac-

tura de efectos de la casa, los cuales estaba comen-zando a realizar con ventaja; y en el asalto a la

plaza, murió de un balazo que le atravesó el pecho,

perdiéndose todos los efectos, que fueron saqueados.

Perdimos a un excelente joven a quien todos amá-bamos, y además de 18 a 20,000 pesos, valor de los

efectos. Agregábase a todo esto el sentimiento dehaber muerto tanto compañero de armas, porquenuestras pérdidas habían sido grandes. La división

de Goatepeque no había tenido, según recuerdo, masque cuarenta y nueve muertos, en cuenta un tenien-

te coronel de artillería; pero la división que defen-

día la plaza tuvo pérdidas muy sensibles, en espe-

cial el 2 9 Batallón federal, del cual murió más de

la mitad de la gente. En Santa Ana teníamos unhospital, y los salvadoreños, en el calor del asalto

cometieron la crueldad de asesinar a cuasi todos

los enfermos. Entre éstos se hallaba el pobre viejo

capitán que, cuando estaba de guardia o de avan-

zada, mandaba al ordenanza a comprar "aceite

comer". Las pérdidas de los salvadoreños fueron

iguales o, mayores que las nuestras, pero, a puntofijo, no he podido saber a cuánto ascendieron unas

y otras. La tropa de mi Batallón, resentida con lo

sucedido en Apopa, después de Milingo, con nutros heridos, no dio cuartel; pero los otros cuerpos

hicieron 70 prisioneros. Oigamos ahora a Monte-en lo tocante al convenio celebrado enti ( ara

y Merino. Dice así

:

"Quedó Merino en poder de ( en-

trada la noche, se .ii>n<> una conferencia sobre la

paz, y (íe acuerdo < <>n todos los jefes, 8C unarmisticio. En virtud de él, ambos ej( debfan

desocupar Santa Ana al siguiente día, situándose el

salvadoreño en Goatepeque y el federal en Chai-

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140 Miguel García Granados

chuapa: dentro de dos días debían reunirse en San-

ta Ana los jefes de ambos ejércitos para ajustar la

paz: los prisioneros debían volverse recíprocamen-

te, lo mismo los equipajes, municiones y armas de

la Federación que con la plaza habían caído en po-

der de los salvadoreños. . .

"Cascara y todos los jefes cometieron el gran-

de error de permitir el regreso de Merino sin exi-

girle rehenes ni seguridad de ninguna clase. Meri-

no era un aventurero, y no debió esperarse que el

tratado se cumpliría. Así sucedió efectivamente: la

más negra perfidia dio la victoria a los vencidos;

aquella misma noche llegó a la plaza la división de

reserva con las municiones: hallaron también el de-

pósito de los federales y Merino ya no se creyó obli-

gado a cumplir un pacto solemne, ni a correspon-

der a su palabra de honor.

"El 18 se conjearon los prisioneros. Merino pre-

textando su gran número de heridos, pidió a Cas-

cara una prórroga para desocupar la ciudad y la ob-

tuvo para el medio día: se quejó después de que

se había cortado el agua a la plaza, y se le^ satis-

fizo. Continuó con otras quejas y reclamos infun-

dados, en términos que anunciaban una rompimien-

to, y Cascara siempre sufrió y satisfizo. Faltaban

víveres y se escuchaban en el campo de Cascara al-

gunas murmuraciones contra el armisticio, y Cascara

temió y apresuró su salida de Santa Ana, dejando

aun posesionado a Merino de la plaza, que ofreció

evacuar al día siguiente."

Que había, no algunas sino muchísimas murmu-raciones en el campo de Cascara, es ciertísimo, por-

que todos comprendieron que se había dejado es-

capar la victoria por ineptitud y torpeza.

El ejército federal desfiló en buen orden delan-

te de la plaza, y en la noche llegamos a Chalchuapa.

Page 155: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

I

Memorias (I- parte) 141

Tanto la compañía de Izalco, como los poquísimos

santanecos que se nos habían reunido, se deserta-

ron, y el disgusto de la tropa era visible. El 19 se

recibieron comunicaciones descomedidas de Merino,que anunciaban el rompimiento del armisticio, y la

deserción se comenzó a comunicar a los demás cuer-

pos, con lo cual se determinó retirarnos a Guate-mala: al efecto nos pusimos en movimiento el 20,

durmiendo esa noche en Chingo. El 22 llegamos a

Jutiapa, donde encontramos al teniente coronel

Prado ligeramente herido, a don José Batres, quedespués lució como poeta, otros oficiales y algunos

pocos individuos de la clase de tropa pertenecien-

tes al dos federal, que habían logrado escapar jun-

to con Prado. El 26 entramos a Guatemala, no con700 u 800 hombres, como dice Montúfar, sino con600 y pico.

Page 156: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Primera parte

ÍNDICE DEL TOMO I

PÁGS.

Aclaración debida 3

Capítulo i.—Mi padre era español y después de ha-cer fortuna aquí, vuelve a Puerto de Santa María,España. Por los sucesos de Cádiz, mi familia de-termina volver a Guatemala.—La sumisión del

pueblo a la gente decente.—El atraso en la ense-

ñanza pública.—La muerte de mi madre fué unrudo golpe para mi familia.—Concurro a la es-

cuela pública San José Calasanz en donde se

discriminaba alumnos en decentes o niños y del

pueblo.—Mejora nuestra hacienda y la del Reino,al quedar libre el comercio con Belice.—A pocode naufragar mi hermano José Vicente.—Ensayorepublicano en la escuela que fracasa por el abusoque de la libertad concedida hicieron los alumnos.—Por especiosa argumentación no entro de cadeteal Batallón fijo.—La benéfica influencia que los

librepensadores del siglo xvm ejerció en la juven-tud al evolucionar en sus ideas de libertad, quefué factor decisivo para lograr nuestra indepen-dencia de la madre patria 5

Capítulo ii.—Tras el "régimen enérgico de Busta-mante se cae al débil de Urrutia el que propició

« la emancipación acordada el 15 de septiembre de1821.—No hubo en el pueblo el entusiasmo quese dice, ante tal acontecimiento.—Mi padre nojura fidelidad al nuevo orden de cosas; mis her-

manos y yo simpatizamos con ese movimiento.

. Chiapas, Quezaltenango, Honduras y Nicaraguase pronuncian por el Plan de Iguala, incorporán-dose a México; San Salvador se opone con las

armas en la mano contra ese acto y Gaínza, tras

142

Page 157: García Granados - Memorias del General Miguel García Granados Tomo I

Índice 143

PAGS.

encarnizadas luchas, sojuzga a aquellos patriotas.

—Me entusiasman las prácticas militares que eje-

cutaban las milicias que comandaba Filísola.

Capitulación de los salvadoreños en Gualcinse.

Semblanza de Filísola; de mi amistad con éste,

quien me apoda Chafandín.—El pronunciamientode Casa Mata contra Iturbide, influyó a que el 29de marzo de 1823, se decretase el desligamientode la Capitanía General de Guatemala de Mé-xico.—Mimado por mi padre, sufro con la seve-

ridad no siempre justificada de mis hermanos ma-yores 19

Capítulo iii.—Emprendo viaje a Norteamérica.

Peripercias que nos suceden en nuestra navega-ción por el río Motagua.—Compañeros de viaje

nada gratos.—Mi buena vista descubre el peligro

que significaba y significó el acecho de que éramosobjeto de parte de un barco corsario que nosaborda en aguas cubanas, nos lleva presos a Co-lombia, se incauta nuestras mercancías, se intenta

arraigarnos en La Guaira.—Después de muchasvicisitudes y riesgos, arribamos a Nueva York, casi

a los seis meses de viajar 28

Capítulo iv.—Nueva York no era la populosa urbeque lo es hoy.—Ingreso a un colegio que de tal

sólo tenía el nombre, en donde se atendía mal alos alumnos.—Nos trasladamos a Filadelfia a con-tinuar nuestros estudios, en casa de Mr. Lafitte,

en donde la pasaba bien, por deferencia de su

esposa.—Me traslado a Londres.—Mi padre fa-

llece en 1826 y vuelvo a Guatemala después de4 años de ausencia i l

Capítulo v.—Reúnese la Asamblea Constituyenteque decreta la soberanía c independencia ch

Provincias Unidas de Gentroaméricsu d ilio

de 1823.—Se adopta el sistem; J.—Se U

man los bandos liberal > ronsn \ ador, llamadosfiebres o exaltados, y sen ; r.—Lasambiciones cid padre Delgado. R ivalida*

Arce y Valle.—¡Un puerco bota al

dente!—Rompimiento entre 1>* >c I

.

del Estado de I 60

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144 Índice

PAGS.

Capítulo vi.—El vicejefe Flores subroga a Barrun-dia en la jefatura del Estado, por haberlo redu-cido a prisión Arce.—La Asamblea, por esos su-

cesos, se traslada a San Martín Jilotepeque, Chi-maltenango y en seguida a Quezaltenango, y dehecho autoriza la sublevación de las autoridades,

creando la anarquía entre las del Estado y las fe-

derales,.—El populacho lincha al vicejefe Flores enel atrio de la Catedral de Quezaltenango.—Porla impericia de Arce, una acción de armas se tornaderrota lo que fué una victoria.—Pierzon es fu-

silado.—Se pordona a Raoul 76

Capítulo vil—Consigo nombramiento para incorpo-rarme a filas del ejército.—Conozco personalmen-te a Arce.—Componentes del ejército expediciona-rio y las penalidades que se sufren en el invier-

no al emprender caminatas por caminos acciden-

tados 101

Capítulo viil—Montúfar refiere las causas que in-

fluyeron para separar a Arce del mando del ejér-

cito federal.—Cascara lo subroga.—Errores de este

general y de Prado, en la defensa de Santa Ana,El Salvador.—Merino es desarmado por el capi-

tán Pavón.—La perfidia de Merino y la ineptitud

y torpeza de Cascara 119

Impreso en los Talleres de la

Editorial del Ministerio de Edu-cación Pública, en octubre de1952. La edición estuvo a car-

go de Bartolomé Costa-Amic.

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