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GIGANTES PATAGONICOS PARA LA IMAGINACION EUROPEA EL NUEVO MUNDO RESULTO UNA INAGOTABLE FUENTE DE RIQUEZAS Y SORPRESAS. AMERICA ERA EL ESPACIO EN EL QUE CABIAN TODAS LAS FANTASIAS, DONDE LA IMAGINACION SUPLANTABA A LA REALIDAD, Y LOS SUEÑOS MAS FEBRILES, AL CONOCIMIENTO. ANIMALES Y SERES HUMANOS CONFORMABAN UNA GALERIA DE MONSTRUOS. LOS GIGANTES PATAGONICOS FUERON UNA CREACION DE ESOS DELIRIOS. UN METRO DE CARPINTERO, TRAIDO AQUI POR EL AFAN CIENTIFICO DEL SIGLO XVIII, REDUJO LA TALLA DE LOS PATAGONES A SU EXACTA MEDIDA. AL HACERLO, SEPULTO PARA SIEMPRE LA LEYENDA DE SU GIGANTISMO. MONIKA SCHILLAT La descripción que de un tehuelche hizo Antonio Pignfetta en 1519 echó a. rodal la leyenda de los gigantes patagónicos. «En tan airo él, que no le pasábamos de la cintura», apunto. Grabado anónimo en madera de 1603. en el que aparece un gigante patagón con problemas de estómago, introduciéndose una flecha en la garganta. Para ilustrarla medida del titán se ¡e agregó un buey, que lleva en su mano izquierda. En la derecha se observan boleadoras. Andró Thevet, Cosmographie Universelle, Pans, 1575. imagenes de seres imaginarios. Entre ellos se destacaron ¡os gigantes, que alcanzaron gran fama en el mundo medieval. Grabado en madera aparecido en la versión alemana de los viajes de Mandeville en 1482. Historia de una leyenda: La conquista de América sedujo a los contemporáneos europeos por la posibilidad de enriquecerse de manera fácil. El oro fue, sin duda, lo más obvio para los soldados comunes y lo más importante

GIGANTES PATAGONICOS

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Los vestigios de una civilización de gigantes, en las cartas de Hernando de Magallanes al rey de España,

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GIGANTES PATAGONICOS

PARA LA IMAGINACION EUROPEA EL NUEVO MUNDO RESULTO UNA INAGOTABLE FUENTE DE RIQUEZAS Y SORPRESAS. AMERICA ERA EL ESPACIO EN EL QUE CABIAN TODAS LAS FANTASIAS, DONDE LA IMAGINACION SUPLANTABA A LA REALIDAD, Y LOS SUEÑOS MAS FEBRILES, AL CONOCIMIENTO. ANIMALES Y SERES HUMANOS CONFORMABAN UNA GALERIA DE MONSTRUOS. LOS GIGANTES PATAGONICOS FUERON UNA CREACION DE ESOS DELIRIOS. UN METRO DE CARPINTERO, TRAIDO AQUI POR EL AFAN CIENTIFICO DEL SIGLO XVIII, REDUJO LA TALLA DE LOS PATAGONES A SU EXACTA MEDIDA. AL HACERLO, SEPULTO PARA SIEMPRE LA LEYENDA DE SU GIGANTISMO.MONIKA SCHILLAT

La descripción que de un tehuelche hizo Antonio Pignfetta en 1519 echó a. rodal la leyenda de los gigantes patagónicos. «En tan airo él, que no le pasábamos de la cintura», apunto.

Grabado anónimo en madera de 1603. en el que aparece un gigante patagón con problemas de estómago, introduciéndose una flecha en la garganta. Para ilustrarla medida del titán se ¡e agregó un buey, que lleva en su mano izquierda. En la derecha se observan boleadoras. Andró Thevet, Cosmographie Universelle, Pans, 1575.

imagenes de seres imaginarios. Entre ellos se destacaron ¡os gigantes, que alcanzaron gran fama en el mundo medieval. Grabado en madera aparecido en la versión alemana de los viajes de Mandeville en 1482.

Historia de una leyenda: La conquista de América sedujo a los contemporáneos europeos por la posibilidad de enriquecerse de manera fácil. El oro fue, sin duda, lo más obvio para los soldados comunes y lo más importante para los caballeros endeudados. Sin embargo, no fue lo único que empujó la conquista. La codicia de oro jamás hubiera podido provocar un movimiento tan colosal. Lo decisivo, lo que hizo perdurar la conquista, fue el impulso hacia la lejanía. La energía que la Edad Media había vivido hacia adentro tomó rumbo hacia afuera. Curiosidad, codicia de oro, fanatismo religioso y, sobre todo, la ansiedad de vivir aventuras, fueron las fuerzas que impulsaron hacia ultramara los europeos de todos los estratos sociales. Con ideas fantásticas y cartas poco exactas, se iniciaron grandes empresas. Los cronistas de la época, nutridos por los cuentos de los navegantes, divulgaron pronto noticias increíbles sobre sus protagonistas y lo hallado en el Nuevo Mundo. Los viajeros del siglo XVI, fuertemente influidos por la época del Renacimiento, iniciaron sus expediciones a la espera de encontrar cosas maravillosas. Antonio Pigafetta, joven aristócrata italiano, quien acompañó a Fernando Magallanes en su viaje de relevamiento al Atlántico Sur,

declaró con franqueza: «Supe que navegando por el Océano se veían cosas maravillosas y me determiné a asegurarme por mis propios ojos de la veracidad de todo lo que se contaba, para a mi vez, contar a otros mi viaje, tanto para entretenerlos como para serles útil y lograr al mismo tiempo hacerme un nombre que llegase a la posteridad».'Entre las cosas milagrosas ansiadas por los contemporáneos, se hallaron animales míticos, medicinas prodigiosas como el elixir de la vida eterna, plantas pórtenlas y otras maravillas que durante siglos los habían preocupado en tradiciones y leyendas. También creían en la existencia de seres monstruosos. Aparte de los A/íonoco/i y los Monopodos. que contaban solamente con un ojo y con un pie, respectivamente, se encontraban los Astomi. que no tenían boca alguna y que, consecuentemente, debían alimentarse del aroma de ciertas frutas. Los Acefali no poseían cabeza, y llevaban su rostro en el pecho. Seres con cabezas de perro, los Cynocefa¡i, Skiapodos. y finalmente los pigmeos y gigantes.2 La colección antigua de seres fabulosos de Gajus Julius Solenus. De mirabUus mundi, sirvió como fuente de inspiración durante toda la Edad Media a los enciclopedistas cosmógrafos y cronistas. Entre todos estos seres imaginados se destacaron los gigantes, que lograron una fama extraordinaria en el mundo medieval. No sólo que fueron conocidos por la leyenda, sino también a través de la misma Biblia. No nos tiene por qué sorprender entonces que los navegantes de aquella época, llenos de expectativas, enfrentando un mundo nuevo y chocante, finalmente encontraran gigantes en las Indias, sólo porque los querían encontrar. Es el joven Pigafetta quien describió el primer encuentro de europeos con los supuestos colosos de la ribera norte del estrecho de Magallanes, que luego ganarían fama como patagones. Este aristócrata italiano describió los tehuelches de la bahía de San Julián en el año 1519 sin imaginarse jamás que sus observaciones serian luego comparadas con las de viajeros posteriores a él. Solamente asi se explica su desmesurada exageración al describir la estatura de los autóctonos: «Un dia, de pronto descubrimos a un hombre de gigantesca estatura el cual desnudo, sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura».' Sucesores de Pigafetta, que viajaron por la misma ruta que éste, divulgaron testimonios llenos de contradicciones en favor y en contra acerca de la existencia de titanes en el sur de América. García de Loaysa encontró solamente algunas pisadas grandes sobre la costa patagónica.4 En el estrecho mismo fueron avistados indios canoeros y, no sabiendo que se trataba de otra etnia. se supuso que ellos también eran patagones. Esta confusión llevó a que los cronistas en Europa describieran a estos autóctonos, supuestamente alacaluf con un talle medio de 1.60 metros . erróneamente como gigantes.' Simón de Alcazova fue quien observó en el año 1534 autóctonos cerca del río Gallegos, pero no logró acercarse lo suficiente como para poder juzgar la altura de los mismos.' Luego, su expedición también se encontró en el estrecho de Magallanes con los indios canoeros. En su relato no encontramos, sin embargo, ninguna mención sobre una posible esta tura extraordinaria de los aborígenes. Recién en el año 1559 un navegante francés confirmó las observaciones de Pigafetta. .lean Alfonse declaró haber visto en la Patagonia huellas de hombres gigantescos que medían el doble de un europeo grande.' Thomas Cavendish, en el año 1588. solamente había visto pisadas grandes. Sin embargo, Jacob le Maire y Wilhelm Schouten encontraron en el año 1615 por lo menos un esqueleto extraordinariamente largo. Tres años más tarde. García de Nodal" impugnó enérgicamente la existencia de gigantes en esa región, explicando que los patagones median solamente una cabeza más que los españoles. Esta opinión

fue compartida por sir John Narborough, quien viajó en 1670 por aquel meridiano.9 Narborough, que había buscado amparo en la bahía de San Julián, hizo una minuciosa descripción de los aborígenes. Sometido a un clima cada vez más riguroso, permaneció con su tripulación bajo la mirada de los indígenas que, recelosos y distantes, contemplaban sus miserias. En su deseo de ganarse la voluntad de los tehuelches. llegó a improvisar inclusive un baile con su segundo, al que se agregaron los demás. Sólo obtuvo como resultado la mirada indiferente de los patagones, que quizás pensaban que ellos lo hacían mejor. Sus compatriotas, John Bulkley y John Cummins, describieron correctamente el talle de los autóctonos entre 5 y 6 pies."Comparando las distintas medidas de la estatura de los patagones durante tres siglos, se puede observar que habia enormes diferencias entre las descripciones de los distintos viajeros. Entre 5 y 11.5 pies se halla cualquier medida posible. Si bien esto nos demuestra que las observaciones etnográ ticas eran de un carácter subjetivo, igualmente debe aclararse que el valor documental de dichas medidas es limitado. dado que antes de la introducción del sistema métrico en Europa existían, por ejemplo en Alemania, más de cien distintas medidas del pie. variando entre 25 centímetros y 35 centímetros de largo. Lo mismo sucedió en Francia e Inglaterra. El tbot inglés sólo desde hace muy poco fue fijado en un valor de 30,48 centímetros. Agravante es no sólo que no se pueda saber con qué tipo de pie realizaron las mediciones, sino que tampoco existiera control sobre la exactitud de las traducciones de los relatos de los viajeros. Sin embargo, prueban las medidas que la imagen de los tehuelches siguió acercándose más y más a la realidad con el transcurso de los siglos. Mientras que los primeros relatos de viajes nos proporcionan más información sobre los europeos mismos, sus sueños, miedos y expectativas, que sobre los autóctonos americanos, el empirismo del Barroco llevó a mediciones más realistas. Las Américas ya no se percibían solamente con los ojos. El capitán Wallis llevó un metro de carpintero a la Patagonia para poder verificar el talle de los supuestos gigantes, y llegó a la conclusión de que median 1,82 metros promedio."

Interés por lo exótico y apetito por la riqueza

Con la más fuerte expansión de los europeos hasta ese momento, en regiones desconocidas e inaccesibles, comenzó una actividad de recolección que se extendió a los más diversos territorios. En apoyo a las ideas de la analogía del macro y del microconsumo, tanto principes como sabios realizaron colecciones. Estas se colocaban en un espacio que representaba el «Gran Mundo». Pertenecían a ellos «Colecciones» que representaban etnias no europeas. La curiosidad europea no tenia limites, abarcaba de la misma manera a todo lo raro o lo extravagante, fuera humano o animal: los objetos expuestos fueron todo tipo de monstruosidades.En el transcurso del siglo xvni se comenzó con la búsqueda de esqueletos exóticos. El anatomista Peter Camper fue uno de los primeros que realizó un estudio sistemático de la anatomía comparada de la fisonomía de razas. Anatomía y estética, como también la historia del origen de la humanidad, iban de la mano.12Pero aunque mediciones exactas probaron que los tehuelches no eran nada más que hombres grandes, experimentó la leyenda de los gigantes patagones un nuevo esplendor en el siglo xviu. El interés prolongado por los colosos de América del Sur habia traido consigo expediciones europeas a la Patagonia y a la Tierra del Fuego, que a su vez aumentaron los conocimientos generales sobre esta remota región, despertando asi el interés internacional en la explotación de mamíferos marinos.

Al mismo tiempo, se inició la búsqueda francesa e inglesa de puntos de apoyo en esta zona. Después de la guerra de los Siete Anos, cambió el panorama de las Américas. Inglaterra habia triunfado sobre España en los últimos meses de la guerra. En Canadá habia derrotado definitivamente a los franceses, aliados de España, ocupó la Luisiana Oriental, la Florida y las islas de Tobago, Granada y Granadina, entregadas a su soberanía, atacó y rindió a La Habana, que luego devolvió, simbolizando este hecho la debilidad del poder español en el Caribe. La seguridad de sus triunfos indicó nuevos rumbos, que apuntaban al Atlántico Sur y al Pacifico, a las costas de Buenos Aires, la Patagonia y el litoral chileno y peruano. comenzando a eslabonarse desde entonces una serie de empresas amenazadoras para la corona española.La campaña de lord Anson en el Pacifico habia sido ya una advertencia. Las posteriores expediciones de Byron, Wallis y Carteret y Cook, acentuaron el interés británico por las costas australes y la ruta hacia el Pacifico, que finalmente llevó a la ocupación transitoria de las islas Malvinas y a continuas incursiones de balleneros ingleses en los mares patagónicos. Paralelamente al avance británico, los franceses buscaron en el Atlántico Sur una recompensa para suspérdidas en América del Norte. Antoine de Bougainville tomó las islas Malvinas en 1765 para el gobierno francés, y empezó a poblarlas con colonos franceses que habian sido expulsados del Canadá. En el mismo año, el navegante inglés John Byron también tomé posesión del archipiélago para la corona inglesa, ignorando la ocupación francesa de la isla Soledad. Solamente en este contexto se entiende por qué John Byron hizo revivir la vieja leyenda de los gigantes patagones pese a que sus compatriotas Bulkley y Cummins en 1741 ya habían divulgado que no había gigantes en el estrecho de Magallanes. Byron pretendió lo contrario, y eclipsó a sus predecesores con una descripción espantosa. En una carta al conde Egmont. comentó su encuentro con los tehuelches al norte del cabo Vírgenes; «El más corpulento de mis granaderos no parecía nada al lado de ellos (...) nuestros hombres a bordo, los cuales nos estaban vigilando con sus catalejos, dijeron luego que nosotros parecíamos enanos entre esa gente (los tehuelches), creo que esa gente, se asemeja a gigantes más que cualquier otro pueblo del mundo»."Como el gobierno inglés no podía' saber que Bougainvi lie ya había tomado las islas Malvinas para Francia, trató de ocultar a sus vecinos sus verdaderas intenciones en-el Atlántico Sur. No solamente guardaron silencio sobre sus propósitos durante el viaje de Byron,14 sino también lo ocultaron cuando ya había regresado con la noticiado la ocupación exitosa de las islas para la corona inglesa, el público no recibió ninguna información. Esta retención de datos y el largo silencio que guardó la tripulación en conjunto con la forma abrupta en que se produjo, recién un año después, la divulgación de las noticias excitantes sobre la existencia de los colosos en la Patagonia, fecha que coincide con la próxima expedición inglesa al Atlántico Sur (Wallis y Carteret 1766-1769) coincide con esa suposición. Cuando la tripulación de Byron finalmente rompió su silencio lo hizo en forma escrita, mandando una carta dirigida a la Royal Society.15 La academia científica real los hizo publicar sin comentario alguno."

Esa publicación sensacional causó una ola de discu-sióncientifica a lo largo de toda Europa. Nuevamente aparecieron los grabados en madera de los gigantes patagones. En esa época ya quedaban solamente unos pocos defensores de la leyenda. De ellos, los más destacados y reconocidos no se encontraban en Inglaterra, sino justo en Francia.'7 Lo cual prueba una vez más que el intento de dejar revivir ese viejo mito se dirigía a los franceses con el fin de engañarlos

sobre las intenciones verdaderas de los viajes que iban a seguir al de Byron.De hecho, era muy corriente en el año 1767 suponer que el almirantazgo inglés mandara las siguientes expediciones para poder seguir observando a los gigantes. Empero, no se halló ninguna orden al respecto en las instrucciones que Wallis y Carteret recibieron del primer torddel almirantazgo, conde de Egmont.en 1766.'"En efecto, trajeron datos bastante pobres y desilusionantes sobre los aborígenes de la Patagonia que acabaron de una vez y para siempre con la vieja leyenda: «Gente muy corpulenta, pocos de ellos medían menos que seis pies siete pulgadas (...) porque llevé un metro de carpintero conmigo y medi más que veinte de ellos».'9Mientras tanto, el barco de suministro de esa expedición, el Prince Frederik, tenia la orden de anclar en Port Egmont y permanecer allí esperando nuevas órdenes.20.Los viajes de James Cook entre los años 1768 y 1779 terminaron ese primer ciclo de misiones científicas inglesas en el hemisferio sur. Cook había recibido órdenes adicionales secretas que lo obligaban a buscar el continente, hasta entonces desconocido, la Térra Ausfralis. En el caso de no poder encontrarla, su misión consistía en explorar la costa de Nueva Zelandia y ocupar cada isla que todavía no fuese poblada por europeos.2' El segundo viaje del capitán Cook diocomo resultado que la Térra Ausfralis de las leyendas no existia. Siguiendo las órdenes del almirantazgo de circunnavegar las latitudes extremas del hemisferio sur, Cook había incursionado ya varias veces en el círculo antartico. Su viaje de 1774 llegó hasta los 71°10' de latitud sur. Su búsqueda, tan metódica como decepcionante, comprobó que no había ningún subcontinente habitable en esas latitudes.Dadas estas circunstancias, el interés británico se concentró otra vez en la posible ocupación de Tierra del Fuego y la fortificación de las islas Malvinas, ya ocupadas. Al mismo tiempo se hicieron obsoletas las observaciones sobre la talla de los autóctonos patagónicos, dado que la discusión sobre si eran o no gigantes de verdad ya no brindaba ninguna ventaja. Asi entonces el mundo se olvidó de los tehuelches.

ilustración de un marinero inglés ofreciéndole a la mujer gigante patagón una galleta para su pequeño hijo. Portada del relato del viaje de Jolin Byron, Londres,

Representación de un indio canoero (supuestamente alacaluf) como artético gigante de Tierra del Fuego con rasgos holandeses. Grabado en madera de un holandés anónimo, alrededor de 1600. NOTAS 1. antonio piuafetta, Primer via;e en romo del globo, Buenos Aires, 1954: tomado de la introducción de Pigafetta.

2. fraijre gewecke, Wie die neue Weolt ín die alte kani, Stuttgart, 1986, p. 63.

3. antonio PhiAFETTA. Op. CÍt., p. 26.

4. john callender, térra Austraíis cognita or voyages tothe Térra Australis. tomo i, Amsterdam, 1967,p. 113.

5. Idem, ibídem.

6. Idem, ¿bidem.p. 125.

7. jean altonse, Les voyages aventurcux du capitaine íanAlfonceSainctongeois, París, 1559, p. 60: «Les gens son grans comme géants et y a été vu un honime plus grand deux dois que le plus grand de toute 1'Ewope. et a été trowé en teñe son pas, et étaif plus grand que deux pieds des notres et eut bien chaussé souJiers de vingt-quatrepoints».

8. bartolomé y gonzalo garcia nodal, Reíactón de) viaje, quepororden desuMagd. y acuerdo del Real Consejo de Indias, hizieron Jos capitanes Bartolomé García Nodaí y Goncalo de Nodal normanos, naturales de Pontevedra, al descubrimiento del Estrecho de Magallanes, Madrid, 1621.

9. G. corizza de k.emper / A. doval, «La fracasada ocupación de Puerto Deseado en 1670», en Conflictos en el A tlantico Sur - siglos XVH-XX, Buenos Aires, 1988. p. 33. helen wallis, «The Patagonian Giants», en R.E. Gallagher (ed.), Byron 's Joumal of his circumnavigation 1764-J766, Cambndge. 1964, pp. 185 y 186 10.JUAN PaulDUVIOLS. L'Amerique españole vue et révée - les li\ res de voyages de Chnstophe Colomb a Bougainville 1492-1768. París, 1985. p. 32. 11.Urs Bitterli Die «Wilden» unddie «Zivilisierten». Munich. 1976, p. 32.

12. stefan goldmann, «Wilde in Europa - Aspekte und Orte ihrer Zurschaustellung», en Thomas Theye (ed.), Wirunddie Wilden. Hamburgo, 198'), p. 247 y 248.

13. Traducción de la autora. La carta de .lohn Byron al conde Egmont fue mandada con el barco de suministro Florida e) 24 de febrero de 1765. Editada en R.E.Gallagher(ed.),op. cit..p. l55:«Thestoutest ofour Grenadiera wouid appear nothing to them (...) OurPeople on Board. who were looking at us t¡m' theirgiasses. said we ¡ooked like meer Dwarfs to the Peopie we were gone amongst (...i People, who in size come thenearest to Giíiiits ofany People I believe in tbe Worid».

14. El relato de un oficial, participante del viaje de Byron 1764-65, muestra claramente que éste ignoraba por completo la orden de ocupar las Malvinas «Hasta el 13 de Enero no había nada especial. Ese día descubrimos tierra, y nos parecía que se trataba de un grupo de i si as, una cerca de la otra [El oficial habla de las Islas Malvinas.]», traducción de la autora, según Johann B. Mezler(ed.), Jolm Byrons Reise wn die We¡t in den Jahren 1764-I76S, Frankfurt/Leipzig, 1768, p. 52. Texto en el original: «Bis den 13. Januaríus hatten wir nichts veranderliches. An diesein Tage aber entdeckten wir Land, und es schien uns, ais wenn solches aus verschiedenen nabe beyeinanderinsein bestünde».

15. Charles Clerke mandó su relato del viaje sobre el encuentro con los gigantes el 3 de noviembre de ] 766 al doctor Maty, director de la Academia de Ciencias, la Royal Sociefy.

16. La Royal Society publicó el relato pocos meses después en Philosopilicai Transactions. tomo 57, Londres, 1767, pp. 75-79.

17. Asi lo demuestran las obras de GeorgeLouis Leclerc Buffon, Fierre Louis Moreaude Maupertuis y Charles de Brosses.

18. Public Record Office, Almirantazgo 2/¡332, pp. 146-152. según H. wei,us, Carteret's Voyageroimd the Worid ¡766-1769. Cambridge. 1965, p. 302-306.

19. Ibidem, p. 193. Traducción de la autora. Original: «A very stout People, fewofthemifanyundersix feet seven incites - fori took a measure i n shoar with me. and measured more than thenty».

20. PubIicRecordOffice.Almirantazgo2/¡332,p. 152, según H. wali.is, Carterefs Voyage. p. 306.

21. JohnCawteBeaglehole(ed)., TheJoumalsofCaptain James Cook on his Voyages of Discovery, tomo I, «The Voyages of de Endeavour 1768-1771», Cambridge. 1955, pp. 279-281. Origen de datos: TODO ES HISTORIA

RELATO DE MAGALLANES:

... Penetró en el Rió de la Plata (10 de enero de 1520) y constató que no era un estrecho, siguió costeando la América meridional y en el golfo de San Julián, en la patagonia argentina decidió invernar. Allí debió sofocar un motín.

Pigafetta consignó en su relato que el cabecilla era Juan de Cartagena, éste al parecer había logrado controlar tres de los navíos y planeaba poner proa a España. Magallanes enterado, colocó algunos de sus hombres en los barcos amotinados logrando tomar el control de ellos.

Inmediatamente sometió a los líderes a corte marcial y todos ellos fueron encontrados culpables. Ejecutó a unos, a otros como Juan de Cartagena los abandonó en tierra cuando volvió a ponerse en marcha, y algunos que apoyaron la sublevación como Juan Sebastián Elcano continuaron con la expedición.

Pasaron dos meses en el golfo antes de ver nativos, hasta que "un día vimos de repente un hombre desnudo de estatura gigantesca, bailando en la playa, cantando y echándose polvo en la cabeza ... Este hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura. De hermosa talla, su cara era ancha y teñida de rojo, excepto los ojos, rodeados por un círculo amarillo, y dos

trazos en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos, escasos, parecían blanqueados con algún polvo."

No tardaron en aparecer más gigantes, que entablaron buenas relaciones con los exploradores, hasta el punto de bailar con ellos, dejando huellas de medio palmo de profundidad en la arena. Al parecer rellenaban con hierba seca las pieles en que se envolvían los pies, a fin de proporcionarse más calor, lo cual daba la impresión de unos pies descomunales, por lo que Magallanes llamó "patagones", la región no tardó en ser conocida con el nombre de Patagonia.

Antes de continuar la exploración, envió a la "Santiago" a reconocer la costa hacia el sur, la nave se perdió en una tormenta, pero los sobrevivientes informaron haber encontrado un lugar más favorable. A él se dirigieron los cuatro barcos restantes permaneciendo hasta el 18 de octubre.

Tres días después de partir, unas cien millas más al sur, la flota costeó un cabo arenoso, entró en una bahía. Magallanes envió las naves "Concepción" y "San Antonio" a explorarla, buscando si se trataba de la ansiada salida al oeste.

La tormenta le impidió seguirlos durante dos días, cuando los encontró le informaron que habían navegado más de 100 millas sin rastos de agua dulce, no era la desmebocadura de un río, debía ser el estrecho al gran mar del sur.

La flotilla se adentró por el paso, entre montañas altísimas. "Y pensaron que en el mundo no había mejor ni más hermoso estrecho que éste", contó Pigafetta. Lo llamó estrecho de "Todos los Santos", hoy lleva su nombre. Los exploradores vieron hacia el sur muchas hogueras, y Magallanes llamó al lugar Tierra del Fuego.

Toparon con una isla grande en el canal y Magallanes ordenó al capitán de su nave de mayor tamaño, la "San Antonio", que explorara su lado meridional mientras el resto de la flota seguía por la orilla norte. No tardaron en encontrar un buen lugar donde fondear en la desembocadura de un río pululante de sardinas. Magallanes puso a su tripulación a salar una buena provisión de pescado. Para no arriesgar la flota en aquellas peligrosas e inexploradas aguas, envió una barcaza a buscar una salida al mar. Pocos días después volvieron, gritando que la habían hallado. La nueva produjo a Magallanes tal emoción que, según Pigafetta, aquel hombre de hierro lloró.

Pero la "San Antonio" no volvió. Temiendo que hubiera naufragado, Magallanes perdió cerca de tres semanas buscándola en vano, hasta que tuvo que rendirse a la triste evidencia de que la tripulación había desertado y retornado a España, llevándose gran parte de las escasas provisiones de la flota. Resolvió seguir hacia el oeste entre las aguas agitadas del estrecho.

Finalmente, el 28 de noviembre, los tres barcos salieron de los 450 kilómetros de canal a un océano vasto y pacífico. Después de la indispensable ceremonia de acción de gracias, Magallanes anunció a sus oficiales: "Señores, navegamos por aguas que ningún navío recorrió antes. Ojalá

siempre las hallemos tan sosegadas como esta mañana. Con esta esperanza llamaré a este mar, Pacífico."...

Américo Vespucio : Carta al Rey con el relato de sus cuatro viajes, fechada 4 de Septiembre de 1504

... Y visto que no teníamos provecho alguno, partimos y llegamos a otra isla, y encontramos que en ésa habitaba gente muy grande; fuimos en seguida a tierra para ver si encontrábamos agua fresca; y creyendo que la isla estaba despoblada por no ver gente, andando a lo largo de la playa, vimos huellas de gente en la arena muy grandes, y pensamos que si los otros miembros respondían a la medida, que serían hombres grandísimos; andando en esto nos encontramos en un camino que iba tierra adentro, y acordamos nueve de nosotros, y juzgamos que por ser chica la isla no podía haber en ella mucha gente; pero anduvimos por ella para ver qué gente era aquella, y cuando habíamos andado cerca de una legua, vimos en un valle cinco de sus cabañas, que nos parecieron deshabitadas; y fuimos a ellas, y encontramos sólo cinco mujeres, dos viejas y tres muchachas de estatura tan alta que las mirábamos con asombro. Así como nos vieron les entró tanto miedo que no tuvieron ánimo para huir, y las dos viejas comenzaron con palabras a convidarnos trayéndonos muchas cosas para comer; y nos llevaron a una cabaña, y eran de estatura mayor que un hombre grande, que bien serían grandes de cuerpo como fué Francisco degli Albizi, pero de mejores proporciones; de modo que todos tuvimos el propósito de tomar a las tres jóvenes por la fuerza y como cosa maravillosa traerlas a Castilla. Y estando en estos razonamientos, comenzaron a entrar por la puerta de la cabaña unos 36 hombres mucho más grandes que las mujeres, hombres tan bien hechos que era admirable verlos, los cuales nos turbaron tanto que mejor hubiéramos querido estar en las naves que encontrarnos con tal gente.

Traían arcos grandísimos y flechas, con porras, y hablaban entre sí en un tono como si quisieran atacarnos. Viéndonos en tal peligro, hicimos varios consejos entre nosotros, algunos decían que nos echásemos sobre ellos dentro de la casa, y otros que era mejor en el campo, y otros decían que no comenzásemos la contienda hasta tanto viésemos que querían hacer; y acordamos salir de la cabaña e irnos disimuladamente por el camino de las naves; y así lo hicimos, y tomado nuestro camino nos volvimos a las naves, ellos nos seguían siempre a un tiro de piedra, hablando entre sí, creo que no con menos miedo de nosotros que nosotros de ellos, porque alguna vez descansábamos y ellos también, sin acercarse a nosotros; hasta que llegamos a la playa donde estaban los bateles esperándonos.

Entramos en ellos, y cuando nos largamos saltaron y nos tiraron muchas saetas, pero ya poco miedo teníamos de ellos; les disparamos dos tiros de bombarda, más para asustarlos

que para hacerles mal, y al estampido huyeron todos al monte; y así nos separamos de ellos y nos pareció salvarnos de una peligrosa jornada. Andaban desnudos del todo como los otros. Llamo a esta isla la Isla de los Gigantes, a causa de su gran talla; y fuimos más

adelante bordeando la tierra, en la cual muchas veces nos ocurrió combatir con ellos porque no nos dejaban coger cosa alguna de tierra...

HABITANTES DEL SUR POLAR ABORIGEN:LOS GIGANTES PATAGONES.

APROXIMACIÓN A LA PROTOHISTORIA AUSTRALRafael Videla Eissmann

Desde la llegada de los primeros expedicionarios occidentales a las latitudes australes de América, un hecho llamó poderosamente la atención: la presencia de seres de notable estatura, quienes habitaban el extremo sur del continente. Debido a sus características físicas les llamaron Gigantes ó Patagones, casi indistintamente. Su existencia real se halla registrada en innumerables crónicas y registros de expediciones a lo largo de las centurias. ¿Cómo explicar estas afirmaciones? ¿Era acaso, la “proyección” de la mentalidad europea de la época, que “imagina” a éstos extraordinarios seres en la geografía sublime y mágica de la América Aborigen, especialmente en la Patagonia? Ó bien, ¿existieron realmente los Gigantes Patagones, hallándonos entonces frente a una página no reconocida en la historiografía oficial? ¿Acaso, una temática no abordada adecuadamente por la antropología y la Historia? ¿Qué sucedió entonces con los Gigantes? ¿Cuál fue su destino?

La problemática en la investigación en torno a tan interesante capítulo de la Historia americana, que yuxtapone mito y realidad, genera un campo historiográfico complejo, pues si bien existen innumerables registros de ésta antigua raza, se tiende a explicar el hecho a través del recurso que fundamenta la presencia de los Gigantes Patagones como fruto de la “mentalidad europea de la época”. Los testimonios de seres sobrenaturales a los ojos de los occidentales y la existencia de lugares fantásticos como Elelín, El Dorado, Trapananda y la mítica Ciudad de los Césares, fueron importantes factores que incentivaron y promovieron el conocimiento de la geografía americana y el posterior asentamiento en determinadas regiones.

Los Gigantes en América

La existencia de Gigantes en la geográfica del continente americano, no es un hecho exclusivo de la zona austral y patagónica, existiendo registros y documentación de éstos misteriosos habitantes desde Norteamérica hasta el Cabo de Hornos. Sin duda alguna, los Patagones, como asimismo las sirenas, las Amazonas, los dragones, los coludos y otros seres sobrenaturales y fantásticos, despertaron la curiosidad y el espíritu aventurero de los occidentales europeos,

incentivando las expediciones  de conocimiento tanto antropológico como geográfico en tierras americanas. La existencia de los Gigantes, en particular, está bien documentada a lo largo del continente. De ésta manera, tenemos los siguientes registros:

 I.- Los Gigantes en Mesoamérica:

Desde los albores del llamado “Descubrimiento” de América, es posible encontrar referencias acerca de los Gigantes en la geografía del continente. Así, en el Reino de Nueva Granada, es posible rastrear la existencia de éstos seres. El cronista Bernal Díaz del Castillo hará referencia acerca de los huesos de Gigantes enviados por el conquistador Hernán Cortés al Rey Carlos V:

Y dijieron [los tlaxcaltecas] que les habían dicho sus antecesores que en los tiempos pasados que había allí entre ellos poblados hombres y mujeres muy altos de cuerpos y grandes huesos... Y para que viesen qué tamaños y altos cuerpos tenían trajeron un hueso o zancarrón de uno de ellos, y era muy grueso, el altor tamaño como un hombre de razonable estatura, y aquel zancarrón era desde la rodilla hasta la cadera... .

En la Antigua Tradición Mexicana, se señala en la Leyenda de los Soles, la existencia de Cuatro Edades. En la primera de ella, es decir, el Sol Tigre, llamado Nahui Ocelotl, se establece que la Tierra estaba poblada de Gigantes, creados por los dioses. Sin embargo, éstos no sembraban ni cultivaban la tierra, si no que comían bellotas y frutas silvestres. Los Gigantes, también llamados Quinametzun, serán destruidos por los planetas que se transformaron en tigres cuando  el cielo se desplomó y el Sol se inmovilizó. Todo se sumergió en tinieblas, en el día llamado 4. Tigre. Existen otras referencias del mismo acontecimiento, asegurando que esto aconteció bajo el signo 4 Ocelotl (Cuatro Tigre), llamado Ocelotonatiuh (Sol del Tigre), siendo este el Segundo Sol, pero con la misma destrucción de los Gigantes. Dejaron dicho los Gigantes que su saludo era: No caiga Usted, porque el que se caía, se caía para siempre. En la misma tradición, se señala que Tezcatlipoca, se hizo sol para alumbrar. Los dioses crearon entonces Gigantes, que eran hombres muy grandes y con tantas fuerzas que arrancaban los árboles con las manos. No comían más que bellotas de encina y vivieron mientras duró este sol, que fueron trece veces cincuenta y dos años, que son seiscientos setenta y seis años... Perecieron cuando el dios Tezcatlipoca dejó de ser sol y los tigres acabaron con ellos y los comieron.

Otro cronista, Fray Diego Durán, señala que un anciano de más de cien años de edad, perteneciente a la región de Cholula, le contó acerca de los Gigantes que vivieron en estas tierras. Deseando ir a buscar al sol, unos se fueron por el occidente y otros por oriente, Al llegar a la costa, regresaron al lugar de donde habían partido. Este lugar era Iztaczulin Ineminian. Los Gigantes siguieron con su propósito de llegar al sol y construyeron una torre que lo alcanzase. Debido a esto, los Dioses destruyen la edificación, con lo cual los Gigantes huyen y parte de su memoria es borrada. El mismo Fray Durán asegura haber visto a un indio de gran

estatura en una junta tolteca en Teotihuacan, el cual bailó durante el ritual, armando después una matanza ante los nobles toltecas, quien luego huyó, viéndose al día siguiente sobre un cerro.

Por otra parte, el gran cronista Joseph de Acosta, en su obra Historia Natural y Moral de las Indias, señala:

Mas fue vencida su mucha fuerza con la maña de los tlascaltecas, los cuales los aseguraron, y fingiendo paz con ellos, los convidaron a una gran comida, y teniendo gente puesta en celada, cuando mas metidos estaban en su borrachera, hurtáronles las armas con mucha disimulación... Hecho esto, dieron de improvisto en ellos; queriéndose poner en defensa y echando de menos sus armas, acudieron a los árboles cercanos, y echando manos a sus ramas, así las desgajaban como otros deshojaran lechugas. Pero al fin, como los tlascaltecas venían armados y en orden, desbarataron a los gigantes, y hirieron en ellos sin dejar hombre a vida .

Acosta prosigue su relato:

Nadie se maraville ni tenga por fábula lo de éstos gigantes, porque hoy día se hallan huesos de hombres de increíble grandeza. Estando yo en México, año de ochenta y seis, toparon un gigante de estos enterrado en una heredad nuestra, que llamamos Jesús del Monte, y nos trajeron a mostrar una muela, que sin encarecimiento sería bien tan grande como un puño de un hombre, y a esta proporción lo demás, lo cual yo vi y me maravillé de su disforme grandeza.

Veytia señala que cuando los Ulmécatl y los Xicaláncatl llegaron a Pánuco, encontraron tribus de Gigantes, quienes vivían en cuevas y de forma muy natural, quienes les permitieron poblar sus tierras hasta que los primeros se levantaron contra los Gigantes y los mataron. Otro cronista, Cabeza de Vaca, en su Naufragio y Relaciones, señala que como los habitantes de la Florida son tan crecidos de cuerpo y andan desnudos desde lejos parecen gigantes.

II.- Los Gigantes en Sudamérica y el Mundo Andino:

Existen numerosos reportes a su vez de los Gigantes en Sudamérica, siendo registrados por varios cronistas en diferentes épocas. Así, el reconocido navegante Américo Vespucio, es un testigo clave de la existencia de los Gigantes americanos, escribiendo acerca de éstos seres hallados en la zona de Curaçao:

Encontramos una población de unas doce casas, donde hallamos sino siete mujeres, de tan grande estatura, que no había ninguna que no fuera un palmo y medio más alta que yo... Y mientras que estabamos en esto vinieron 36 hombres y entraron en la casa donde estabamos bebiendo, y eran de tal estatura que cada uno de ellos era más alto arrodillado que yo en pie. En conclusión eran de la estatura de los gigantes según la grandeza y proporción del cuerpo que

correspondía con ésta, que cada una de ellas parecía una Pentesilea y ellos Anteo.

En Perú, por su parte, el conquistador Francisco Pizarro encontró estatuas de estos antiguos gigantes en la localidad de Puerto Viejo y huesos gigantescos, que eran de grandes proporciones. También hallaron calaveras con dientes de tres dedos en gordo y cuatro en largo, que tenían un verdugo por fuera y estaban negros.        

El cronista andino, Pedro Cieza de León, deja un interesante registro de la existencia de los Gigantes acaecida en el antiguo Perú. En el capítulo titulado  De los Pozos que ay en la punta de Sancta Elena: y de lo que cuentan de la venida que hizieron los gigantes en aquella parte: y del ojo de alquitrán que en ello está, indica:

También he dado noticia de los principales pueblos desta comarca y porqué en el Perú ay fama de los gigantes que vinieron a desembarcar a la costa en la punta de sancta Elena; que es en los términos de esta ciudad de Puerto viejo; me paresció dar noticia de lo que ay dellos según que yo lo entendí, sin mirar las opiniones del vulgo y sus dichos varios, que siempre engrandece las cosas más de lo que fueron. Cuentan los naturales por relación que oyeron de sus padres, la qual ellos tuuieron y tenían de muy atrás que vinieron por la mar en vnas balsas de juncos a manera de grandes barcas vnos hombres tan grandes, que tenía tanto vno dellos de la rodilla abaxo como vn hombre de los comunes en todo el cuerpo, aunque fuesse de buena estatura; y que sus miembros conformauan con la grandeza de sus cuerpos difformes: que era cosa monstruosa ver las cabeças, según eran grandes: y los cabellos que los allegauan a las  espaldas. Los ojos señalan que eran tan grandes como pequeños platos. Afirman que no tenían baruas; y que venían vestidos algunos dellos con pieles de animales; y otros con la ropa que les dio natura y que no traxeron mugeres consigo. Los quales como llegassen a esta punta: después de auer en ella hecho su assiento a manera de pueblo (que aun en estos tiempos ay memoria de los sitios destas casas que tuuieron) como no hallasen agua: para remediar la falta que della sentían hizieron vnos pozos hondísimos; obra por cierto digna de memoria, hecha por tan fortísimos hombres, como se presume que serían aquellos; pues era tanta su grandeza. Y cauaron estos pozos en peña biua, hasta que hallaron el agua y después labraron desde ella hasta arriba de piedra, de tal manera que durará muchos tiempos y edades: en las quales ay muy buen ay sabrosa agua, y siempre tan fría, que es tan gran contento beuerla. Auiendo pues hecho sus assientos estos crecidos hombres o gigantes, y teniendo estos pozos o cisternas de donde beuían; todo el mantenimiento que hallauan en la comarca de la tierra que ellos podían hollar lo destruyan, y comían. Tanto que dizen, que vno dellos comía más vianda que cinquenta hombres de los naturales de aquella tierra. Y como no bastasse la comida que hallauan para sustentarse, matauan mucho pescado en la mar con sus redes y aparejos, que según razón tenían.

Biuieron en grande aborrecimiento/ de los naturales: porque por vsar con sus mugeres las matauan, y con ellos también vsauan sus luxurias. Los naturales no se hallauan bastantes para matar a esta nueua gente que auía venido a ocuparles su tierra y señorío; aunque se hizieron grandes juntas, para practicar sobre ello, pero no les ossaron acometer.

Pasado algunos años, estando todauía estos gigantes en esta parte: como les faltassen mugeres; y las naturales no les quadrasen por su grandeza, o porque sería vicio vsado entre ellos por consejo y unduzimiento del maldito demonio, vsaban unos con otros el peccado nefando de la sodomía, tan grauísimo y horrendo. El qual vsauan y cometían pública y descubiertamente, sin temer de Dios, y poca vergüença de sí mismos. Y afirman todos los naturales, que Dios nuestro señor no siendo seruido de dissimular peccado tan malo, le embió el castigo conforme a la fealdad del peccado. Y assí dizen, que estando todos juntos embueltos en  en su maldita sodomía, vino fuego del cielo temeroso y muy espantable, haziendo gran ruydo: del medio del qual salió un ángel resplandesciente  con vna espada tajante y muy refulgente, con la qual de vn solo golpe los mató a todos, y el fuego los consumió; que no quedó sino algunos huessos y calaueras, que para memoria del castigo quiso Dios que quedassen sin ser consumidas del fuego. Esto dizen de los gigantes; lo qual creemos que passó. Porque en esta parte dízense han hallado y se hallan huesso grandíssimos. E yo he oydo a los Españoles que han visto pedaço de muel, que juzgaran que a estar entera pesara más de media libra carnicera. Y también que auían visto otro pedaço del huesso de una canilla, que es cosa admirable contar quán grande era; lo qual haze testigo auer passado: porque sin esto se vee adonde tuuieron los sitios de los pueblos, y los pozos o cisternas que hizieron. Querer afirmar, o dezir de qué parte o por qué camino vinieron estos, no lo puedo afirmar; por que no lo sé.

En este año de mill y quinientos y cinquenta oy yo contar, estando en la ciudad de los Reyes, que siendo el illustríssimo don Antonio de Mendoça, visorey y gouernador de la nueua España, se hallaron ciertos huessos en ella de hombres tan grandes como la de estos gigantes y aun mayores. Y sin esto también he oydo antes de agora, que en un antiquíssimo sepulchro, se hallaron en la ciudad de México, o en otra parte de aquel reyno ciertos huessos de gigantes. Por donde se puede tener, pues tantos lo vieron, y lo afirman, que ouo estos gigantes, y aún podrían ser todos vnos.

Otro conocido cronista de la Historia de América, Fernando Montesinos, en su obra llamada Memorias Antiguas Historiales y Políticas del Perú, en el capítulo titulado De lo que sucedió en tiempo de este rey en el Cuzco, y origen de los gigantes en el Pirú, apunta:

Estando el rey Ayar Tacco Capac con mucha quietud en el Cuzco, le dijieron los ariolos y adivinos, cómo, queriendo aplacar la ira del Illatici, hallaron muy mal pronóstico en las entrañas de las ovejas y carneros que habían sacrificado. Dióle cuidado esto al rey, y al cabo de pocos días le vino nueva cómo en los Llanos

habian desembarcado, de balsas y canoas, que hacian una gran flota, mucho número de gentes extrañas, y que si iban poblando, especialmente á las orillas de los ríos; y que unos hombres de grande estatura habian pasado adelante. Y afirman los amautas que fue sin número las gentes y naciones que por este tiempo vinieron. Luégo que el rey supo desta venida, envió á saber qué gente era, qué armas ofensivas y defensivas traían, y qué modo de vida. Volvieron los espías y dijieron, que donde quiera que llegaban que habia gente, se quedaban y sujetaban á todos los de la tierra, y que habian poblado por los Llanos, y algunos habian subido á las sierras, y que se gobernaban por behetría.

Sabido esto por el Ayar Tacco Capac, previno sus capitanes y gente de guerra para lo que sucediese; pero no fue necesario para este efecto, porque los forasteros se detuvieron en los Llanos, pareciéndoles que era imposible que hubiese hombres despues de tan altas y ásperas sierras, excepto algunos pocos que las pasaron y poblaron en Huátira y Quínoa, prosiguiendo unos edificios que hallaron comenzados, con los instrumentos de hierro que de sus tierras trajeron.

Los que se quedaron en Pachacama, hicieron un templo suntuosísimo al Criador de todas las cosas, en hacimiento de gracias. Fingen aquí los amautas, trocando las suertes, que el dios Pachacama, que quiere decir «Criador», crió estas infinitas gentes en la mar y las trajo á estas partes, y por eso llaman Criador á Pachacama.

Tambien las espías dijieron cómo los hombres grandísimos y altos habian llegado hasta la punta que hoy llamamos de Santa Elena, y señeorando aquella tierra de Puerto Viejo, y que los naturales se iban huyendo dellos, porque usaban mal de sus cuerpos. Y no era, á mi parecer, huir del pecado, porque tambien ellos eran dados á la sodomía, sino por el daño que recibian de fe sus instrumentos, que con ellos les quitaban la vida. Pero fue tanto el exceso destos gigantes, que tomó á su cargo el castigo la Divina justicia, que los castigó en un instante enviando fuego del cielo que repentinamente los consumió. Fingen aquí los amautas, que su padre el sol, con rayos muy encendidos, los abrasó, porque de otra manera acabarán el mundo. De esto se halla memoria en los huesos que reservó Dios para ejemplo de los venideros. Hueso se ve de la rodilla para abajo, de la altura de un hombre. Tambien se ven en la misma punta de Santa Elena unos pozos que hicieron en peña viva, donde se coge agua muy fresca y muy buena; obra de gran admiración.

El rey Ayar Tacco, recelándose de esta gente que iban poblando en algunos lugares de la sierra, como en Caxamarca y Huáitara y en todos los Llanos, salió del Cuzco con un numeroso ejército con ánimo de sujetallos y empeñallos. Llegó hasta Andaguailas, y allí tuvo nueva de que la gente contraria era mucha y mus disforme. Mudó de parecer y contentóse con poner en Vilcas guarnicion y en Lima Tambo, dando órdenes apretadas á los cabos de que no dejasen pasar al Cuzco estas gentes tan extrañas; pero confiando poco en diligencias agenas y desvelándole el cuidado de los enemigos, se quiso hallar presente en Lima Tambo, al opuesto dellos, porque supo que hacian juntas y fuertes en los Llanos contra él. Dispuso su gente en esta forma: por los cerros puso muchos soldados

que con galgas y grandes piedras estorbasen el paso del enemigo, forzándole á ir por el camino, que por Lima Tambo es estrecho, y en él puso la fuerza de sus gentes.

Estando en esta ocupacion, cansado y fatigado con tantas novedades como le traían cada dia, murió, habiendo reinando veinticinco años. Dejó por heredero á Huascar Titu, primero de este nombre, duodécimo rey peruano, el cual llevó el cuerpo de su padre Ayar Tacco Titu al Cuzco, á las casas del sol, como lo había él mandado, y despues de haber hecho las obséquias, se volvió á Lima Tambo á proseguir las fortificaciones que su padre habia comenzado contra los chimos, dichos así los extranjeros de Trujillo, que eran más belicosos, del Chimo, su rey y su capitan.

Cada día se reforzaban las nuevas de que los chimos se iban cada instante aumentando y mejorando de fortalezas y armas, para, en estando bien prevenidos, de dentro de su casa, ir á conquistar al Cuzco. Con cuidado de resistirlo vivió siempre Huascar Titu toda su vida, hasta que le cogío la muerte, habiendo vivido sesenta y cuatro años y reinando los treinta. Tuvo este rye muchos hijos y dejó por su heredero á Quispi Titu, y fue el decimotercero rey peruano. Fue éste muy querido de sus vasallos y dél no se dice cosa notable más de que murió á los treinta años de su edad, habiendo reinado.... años. Dejó por su heredero á Titu Yupanqui Pachacuti, que fue el decimocuarto de los reyes peruanos.

Al respecto de las Cinco Edades en el Mundo Andino, el cronista peruano Murúa refiere:

(...) unos quentos y fabulosas notables, que desde la creación dell mundo hasta este tiempo hauían parido quatro soles sin este que al presente nos alumbra. El primero se perdió por agua, el segundo cayendo el cielo sobre la tierra y que entonces mató a los gigantes que había y que los huesos que los españoles an hallado cobando en diferentes partes son dellos... El terzer sol dize que faltó por fuego. El quarto que por ayre; deste quarto sol tenían gran cuenta y lo tenían pintado y señalado en el templo de Curicancha y puesto en sus quipus hasta el año de 1554.

En la región andina, los indios Guari señalaban que sus progenitores habían salido de unas cuevas del Nevado de Yarupajá y que eran descendientes de una antigua nación de gigantes .

III.- Los Gigantes del Confín del Mundo:

Posiblemente, los Gigantes Patagones del extremo Sur sean los más reconocidos de América, quienes generaron gran impacto a los testigos occidentales tanto por su considerable tamaño como por sus expresiones y manifestaciones culturales. Se emplazaban en la zona patagónica, hasta el Cabo de Hornos.

Antonio de Herrera, cronista oficial del Rey Felipe II, expresa el siguiente episodio en relación con los Gigantes Patagones:

Iba el capitán general reconociendo los puertos de la parte del sur, y halló muchos, tan buenos, que sin amarras podían estar las naos seguras, y esto fue á los veinte y dos de abril, y aquella noche llegaron á bordo de las naos dos canoas de indios, que parecían que amenazaban; y porque eran hombres de grandes cuerpos, algunos les llamaron jigantes y otros los han dicho patagones, y por no haber hallado mucha conformidad en los que refieren las cosas destos hombres no se dirá aquí otra cosa dellos.

En la Historia General y Natural de las Indias (1526) de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, aparece en el capítulo VI titulado Cómo el capitán general, frey Garcia Jofré de Loaysa, se juntó con las otras naos de la armada, y de otra fortuna que se les siguió, y de los jigantes y gente del estrecho de Magallanes, el cual nombre á éstos jigantes patagones se los dio Magallanes, la siguiente crónica:

Y así siguieron hasta una legua delante de la bahía de la Victoria é hallaron muchos ranchos y chozas de los patagones, que son hombres de trece palmos de alto y sus mujeres son de la mesma altura. Y luego que los vieron salieron las mujeres á ellos, porque sus hombres eran idos á caza é gritaban y capeaban á estos cripstianos, haciéndoles señales que se detoviesen atrás: pero los cripstianos, como tenían ya costumbre de hacer la paz con ellos, luego comenzaron á gritar diciendo o o o, alzando los brazos y echando las armas en tierra y ellas echaban asimesmo los arcos é hacían las mesmas señales, é luego corrieron los unos para los otros y se abrazaron.

Decía este padre don Joán que él ni alguno de los cripstianos (que allí se hallaron) no llegaban con las cabezas á sus miembros vergonzosos en el altor con una mano, cuando se abrazaron, y este padre no era pequeño hombre sino de buena estatura de cuerpo. Luego, los cripstianos les dieron cascabeles y agujas y otras cosas de poco precio, é los cascabeles ensartábanlos en hilos é ponianlos en las piernas é como se meneaban y oían sonidos dellos, daban brincos y saltos con ellos y espantábanse de los cascabeles é con mucha risa gozábanse maravillados dello. Yo quise informarme que cómo sabían esos cripstianos y el clérigo que lo ques dicho era la costumbre de se hacer la paz con esas gentes jigantes é dijóme que ya habian visto antes de aquestos hombres, como adelante se dirá en el capítulo siguiente. Los arcos eran cortos y recios y anchos, de madera muy fuerte, y las flechas como las que usan los turcos y con cada tres plumas, y los hierros dellas eran de pedernal, á guisa de arpones ó rallones bien labrados. E son muy grandes punteros y tiran tan cierto como nuestros ballesteros ó mejor. Traen en las cabezas unos cordeles, en torno sobre las orejas, y entrellas y la cabeza ponen las flechas á guisa de guirnalda, con las plumas para arriba, y de allí las toman para tirar, y desta manera salieron aquellas mujeres. Es gente bien proporcionada en la altura ques dicho, andan desnudos, que ninguna cosa traen cubierta sino las partes menos deshonestas de la generación é allí traen delante unos pedazos de cuero de danta. Este nombre danta dánsele los cripstianos á

aquellos cueros, no porque sepan que son de dantas, que á verdad no lo son, sino unos animales que tienen el cuero grueso, como de danta ó mas.

Más adelante, en la misma obra de Fernández de Oviedo, en el capítulo VII, titulado De lo que acaesció al clérigo don Joán de Reyzaga y sus compañeros con los patagones jigantes é de la prosecución de su camino en busca de las naos y armada, se señala:

Así como las mujeres jigantas que es dicho hicieron las paces con esos cripstianos lleváronlos á sus ranchos donde vivían é aposentáronlos uno á uno por sí separados por los ranchos é diéronles ciertas raíces que comiesen, las cuales al principio amargan, pero usadas, no tanto, y diéronles unos mujiliones grandes, quel pescado de cada uno era más de una libra y de buen comer. No desde á media hora questaban en los ranchos, vinieron los hombres desas mujeres de caza é traían una anta que habían muerto, de más de veinte ó treinta arreldes, la cual traía á cuesta uno daquellos gigantes, tan suelto y sin cansancio, como si pesara diez libras. Así como las mujeres vieron á sus maridos, salieron á ellos é dijéronles cómo estaban allí esos cripstianos y ellos los abrazaron de la manera que se dijo de suso y partieron con ellos u caza y comenzaron de la comer cruda como la traían, quitando lo primero el cuero, y dieron al clérigo un pedazo de hasta dos libras. El cual lo puso al fuego para lo asar sobre las brasas y arrebatólo luego uno daquellos jigantes, pensando que el clérigo no lo quería, é comióselo de un bocado, de los cual pesó el clérigo, porque había gana de comer y lo había menester. Comida la danta, fueron á beber á un pozo, donde estos cripstianos fueron asimesmo á beber, y uno á uno bebían los jigantes con un cuero que cabía más de una cántara de agua, é aún dos arrobas ó más, y había hombres daquellos patagones que bebían el cuero lleno tres veces á reo, y hasta que aquél se hartaba los demás atendían.

            También bebieron los cripstianos con el mismo cuero, y una vez lleno bastó á todos ellos y les sobró agua, y maravillábanse los jigantes de lo poco que aquellos cristianos bebían. Como hobieron acabado de beber, se tornaron los uno y los otros á los ranchos, porque el pozo estaba desviado dellos en el campo, é ya era anochescido é aposentáronlos uno á uno, como ya se dijo.

            Estos ranchos eran de cuero de danta, adobado como muy lindo y polido cuero de vaca, y el tamaño es menor que de vaca, y pónenlo en dos palos contra la parte de do viene el viento, é todo lo demás es estar descubierto al sol y al agua, de manera que la casa no es más de lo que es dicho y en eso consiste su habitación, é toda la noche están gimiendo y tiritando de temblor del excesivo frío (porques frigidisima tierra á maravilla), y es necesario que los vea, porque está en los cincuenta y dos grados y medio de la otra parte de la equinocial, á la parte del antártico polo. No hacen fuego de noche, por no ser vistos de sus enemigos, y de continuo viven en guerra, y por pequeña causa ó antojo mudan su pueblo y casas sobre los hombros y se pasan á donde quieren, que son tales como he dicho. Esta vecindad ó ranchos eran hasta sesenta ó más vecinos y en cada uno dellos más de diez personas. Toda aquella noche estovieron estos pocos españoles con

mucho deseo y temor, esperando el día par se ir, si puidiesen, en paz á donde habían dejado su nao; la cual quedaba más de cuarente leguas de allí, y no tenían qué comer ni dineros para lo comprar, y caso que los tovieran, aquella gente no sabe qué cosa es moneda. Cuando á la mañana se despidieron de los jigantes, fue por señas no bien entendidas de los unos ni de los otros, y guiaron los españoles hacia la ribera y costa, por ver si hallarían con diligencia alguna señal ó vestigio de las naos, porque, como tengo dicho, allá estuvieron surtas la capitana y otras dos.

Bien creían estos compañeros, segund este clérigo decia, que aquellos jigantes hicieran lo que después hicieron, sino fuera por un perro que llevaban consigo, de quien aquella gente temía mucho, porque el perro se mostraba tan feroz y bravo contra ellos, que apenas lo podían tener los cripstiano ó refrenar su denuedo. Así como llegaron á la costa, vieron maderas y cepos del artilleria y botas que la nao, con la fortuna que se dijo, había alijado, y por esto sospecharon lo que les habia acescido, é prosiguieron su camino. E cuando fue de noche llegáronse á la costa y hallaron algund marisco y lapas, que comieron crudas, y echáronse á dormir, haciendo hoyos en la arena y cubriéndose con ella, excepto las cabezas, é pasaron esa noche mucho frio y hambre, allende del cansancio.

Posteriormente, en el mismo capítulo, los Gigantes Patagones vuelven a ser mencionados:

El día siguiente, continuando su jornada, perdieron un compañero, que se decía Johan Pérez de Higuerola, y quedaron el clérigo y los otros dos hombres, é cuando quiso amanescer vieron más de dos mill patagones ó jigantes (este nombre patagón fue á disparate puesto á esta gente por los cripstianos, porque tienen grandes piés; pero no desproporcionados, segund la altura de sus personas, aunque muy grandes más que los nuestros), y nenían hacia los cripstianos alzando las manos y gritando, pero sin armas y desnudos. Los cripstianos hicieron lo mismo y echaron las armas en tierra y fuéronse a ellos, porque, como tengo dicho, esta es la manera y forma de salutación ó paz que aquellas gentes usan cuando se ven con otros, é abrázanse en señal de seguridad ó amor. E así se hizo, y fecho aquesto, alzaron á estos tres cripstianos de uno en uno sobre las cabezas, y lleváronlos un cuarto de legua grande de allí á un valle, donde había un grand número de ranchos, segund los que quedan dichos, á manera de gran cibdad, armados en aquel valle. Y luego hicieron traer sus arcos y flechas y penachos para las cabezas y también para los piés, é desque hobieron tomado los arcos y penachos los tormaron á alzar y movieron de allí, é apartados una legua grande de los ranchos, que ya no los odían ver, tornaron á tomarlos en peso y despojáronlos, é traían entre menos estos cripstianos, mirándolos como espantados de ver su pequeñez y blancura, é trabábalos desde sus naturas, é parte por parte, cuanto tenía la persona de cada español destos, palpaban y consideraban. E los trían así entre si con mucho bullicio, tanto, que esos pescadores españoles sospecharon que los querían comer é que quisieran también informase del gusto de tal carne y ver qué tales eran de dentro en lo interior de sus personas, y así con mucho temor se encomendaban á Dios el

clérigo don Johán de Areyzaga y sus compañeros. E quiso Nuestro Señor socorrerlos en tanta necesidad y librarlos desta salvaje generación jigantea, porque muchas veces armaron los arcos y pusieron flechas en ellos, haciendo señales que los querían tirar y asaetearlos. Pasadas tres horas ó más que en esto pasaban tiempo, vino un mancebo que en su aspecto parescía muchacho, y con él otros veinte jigantes, los cuales traían sendos arcos y sus flechas, y cubiertos los estómagos con unos cueros blandos y peludos como de carneros muy finos y con muy hermosos penachos blancos y colorados de plumas de avestruces. Al cual cómo le vieron los otros jigantes, todos se sentaron en tierra é bajaron las cabezas, y hablaron algund poco entre sí, como quien reza en tono bajo, y ninguno alzaba los ojos del suelo, aunque eran más de dos mill los que habían despojado á estos tres cripstianos, que cada momento pensaban que sus días eran cumplidos y que aquel jigante mancebo debiera ser su rey é que venía á dar conclusión en sus vidas. Lo que pudieron entender fue que les paresció á estos españoles que aquel jigante mancebo reprendía a los otros, y tomó al clérigo don Johán por la mano y lo alzó en pié, el cual, aunque parescía de diez y ocho ó veinte años, y el don Johan de veinte y ocho ó más, y era de buena y mediana estatura y no pequeño, no llegaba á sus miembros vergonzosos en altor. E puesto en pié, llamó a los otros dos españoles é hizoles señal con la mano á que fuesen, é al dicho don Johán uno de los veinte que vinieron á la postre con aquel capitán ó rey mancebo, le puso un grand penacho en la cabeza. E así se partieron en carnes desnudos estos tres compañeros é no osaron pedir sus vestidos, porque viendo la liberalidad de aquel principal, sospecharon quél pensó que así debían andar y que si hicieran señas pidiendo la ropa, que, aunque, se la mandase dar, tomaría saña y haría algund castigo en los primeros jigantes, é hobieron por mejor no le alterar é irse sin los vestidos, pues les dejaban las vidas. E prosiguieron su viaje por la costa con grandísima hambre y sed y frío, y llegados á la mar, hallaron un pescado muerto, que parescía congrio, quel agua le había echado en la playa, é comiéronle crudo y no les supo mal.

Traían aquellos jigantes pintadas las caras de blanco y rojo y jalde, amarillo y otros colores; son hombres de grandísimas fuerzas, porque decía esto el clérigo don Johán que á todos  tres servidores, ó cámaras de lombardas de hierro, tan grandes que cada servidor ó verso pesaba dos quintales ó más, los alzaban de tierra con una mano en el aire más altos que sus cabezas. Traen muy hermosos penachos en las cabezas y en los piés, y comen la carne cruda y el pescado asado y muy caliente. No tienen pan, ó si lo tienen, estos cripstianos no lo vieron, sino unas raíces que comen asadas y también crudas, y mucho marisco de lapas y mujiliones  muy grandes asados, y hostías mucho grandes, de que se puede sospechar que también serán las perlas grandes. En aquella costa mueren muchas ballenas sin que las maten, é la mar brava las echa en la costa, y aquestos jigantes las comen.

Decía este padre clérigo que antes de todo lo que es dicho, estando seis jigantes destos en una nao desta armada, este clérigo y otros dos compañeros salieron en tierra, por ver algo de las costumbres desta gente, y que, llegados en una valle. Donde hallaron ciertos jigantes destos, los cuales se sentaron en rengle é hicieron

señas questos españoles se sentasen así entre ellos y lo hicieron; luego trujeron allí un grand pedazo de ballena de más de dos quintales, hediendo, y pusiéronles parte dello delante del clérigo y sus compañeros, y ello estaba tal que no lo quisieron, y los indios comenzaron á cortar con unos pedernales que cada uno traía, y en cada bocado comían tres á cuatro libras ó más. E volvieron con ellos á la nao é dieronles cascabeles y pedazos de espejos quebrados y otras cosas de poco valor, con que ellos mostraron ir muy ricos y gozosos, y  espantábanse mucho de los tiros de la artillería y de todas las otras cosas de los cripstianos.

En el capítulo VIII de la mencionada obra de Fernández de Oviedo, llamado De algunas particularidades desta gente de los jigantes y de las aves y los pescados y otras cosas de que tuvieron noticia los desta armada, se indica:

Estos jigantes son tan ligeros, según este clérigo don Johán de Areyzaga testifica, que no hay caballo bárbaro ni español tan veloce en su curso que los alcance. Cuando bailan toman unas bolsas cerradas y muy duras de cueros danta y dentro llenas de pedrezuelas, y traen sendas destas bolsas en las manos, y pónense tres ó cuatro dellos á una parte y otros tantos á otra, y saltan los unos hacia los otros, abiertos los brazos, y meneándolos hacen sonar las pedrezuelas de las bolsas, y esto les tura todo lo que les paresce ó es su voluntad, sin cantar alguno. E parésceles á ellos una muy extremada melodía y música, en que tienen muy grand contentamiento, sin desear la cítara de Orfeo ni aquel su cantar con que fingen los poetas que mitigó á Plutón é hizo insensibles las penas de Tántalo y Sísifo y de otros atormentados en el abismo.

Tornando á nuestro propósito, son muy grandes braceros estos jigantes, y tiran una piedra á rodeabrazo muy recia, y cierta y lejos, de dos libras y más de peso. Es gente muy alegre y regocijada.

Queriendo este clérigo don Johán de Areyzaga vengarse de la injuria que le hicieron cuando le despojaron, como se dijo en el capítulo precedente, algunos destos jigantes venían al pantax y él quiso tomarles los arcos y maltractarlos. Y un día uno llegó á la costa y comenzó á dar voces para que lo tomasen en el batel, y este padre clérigo y otros fueron por él, pero como era sacerdote pasósele la malenconía y no lo quiso maltractar, é aunque los otros cripstianos le querían matar, no lo consistió él, y lleváronle á la nao y diéronle de comer muy bien pescado y carne, quel pan no lo quiso ni lo comen estos jigantes, ni tampoco quieren vino. Y diéronle donde durmiese aquella noche debajo de cubierta, é desque fue echado, cerraron el costillón y cargarónle dos ó tres servidores de lombardas grandes, y una caja grande, llena de ropa. Y desde á poco espacio el jigante, congojado de estar allá abajo, y no le contentando aquel cerrado dormitorio, quiso salir de allí, y puso los hombros al escotillón y todo lo levantó y se salió fuera. Y viendo esto los cripstianos y gente de la nao, pusiéronle en otra parte, donde estuvo, no cesando en toda la noche de cantar y dar voces, y á media noche pensó que los cripstianos dormían, é quisose ir sin el arco y sus flechas, y entre un pedazo de aquel cuero quél traía delante del estómago, metió el chapeo del clérigo y se fue. Son tan salvajes, que piensan que todo es común, y

que los cripstianos no se enojan de lo que les hurtan, y así tornaba después el mismo jigante, y por señas daba á entender con mucho placer cómo había hurtado el chapeo. En aquella costa hay mucho pescado, y muy bueno, y de muchas maneras. Hay diversas aves y muchas raleas dellas, así grandes como pequeñas. El manjar destos jigantes es el que se ha dicho daquellas dantas y ballenas y otros pescados, y unas raíces buenas, que parescen chiribias, las cuales tienen mucha substancia y es gentil mantenimiento, y cómense curadas al sol, crudas y también asadas y cocidas.

En el capítulo X, de la misma Historia de Oviedo, aparece una breve referencia de los Gigantes:

Esto fue á los veinte y tres días de aquel mes, y aquella noche vinieron á bordo dos canoas de patagones ó jigantes, los cuales hablaban e son de amenazas, y el clérigo les respondía en vascuense: ved cómo se podrían entender. Pero no se llegaron muy junto, y caso que quisieran ir á ellos con el batel, fuera por demás, porque las canoas generalmente andan mucho más que los bateles y tanto más andarán aquellas que son bogadas de tan grandes fuerzas de hombres: así que no era posibles alcanzarlas. Y cuando se fueron, mostraban unos tizones encendidos; bien creyeron los criptianos que su fin de aquellos jigantes sería pegar fuego á las naos pero no osaron llegar tan adelante.

Y más adelante, el mismo cronista expresa:

Hay asimesmo ríos y arroyos muy buenos y muchos, en especial en los puertos que se han nombrado. Todo este Estrecho es poblado de los patagones y jigantes que es dicho, los cuales andan desnudos y son archeros.

Finalmente en el capítulo XIV, titulado Del Estrecho de Magallanes y de su longitud y latitud y partes señaladas dél y de los jigantes que en él habitan y otras particularidades, se señala:

Dicho queda en los capítulos precedentes que la una costa y la otra del Estrecho de Magallanes es habitada de jigantes, á los cuales nuestros españoles llamaron patagones por sus grandes pies, y que son de trece palmos de altura en sus estaturas y de grandísimas fuerzas y tan veloces en el correr como muy ligeros caballos ó más, y que comen la carne cruda y el pescado asado y de un bocado dos ó tres libras, y que andan desnudos y son flecheros, y otras particularidades que desta gente puede haber notado el letor. Pero porque no se piense que aquestos hombres son los de mayor estatura que en el mundo se sabe, ocurrid, letor, á Plinio y diciros ha, alegando á Onesícrito, que donde el sol en la India no hace sombra, que son los hombres tan altos como cinco cobdos y dos planos, y que viven ciento treinta años y que no envejescen, pero que mueren en aquel tiempo cuasi como si fuesen de media edad. Dice más Plinio en su Historia Natural que una gente de los etipios pastores, la cual se llama siborta, á par del río Astrago, vuelta á septentrión, crece más que ocho cobdos. Así que estos son mayores hombres que los del Esterecho de Magallanes, y cuanto á la velocidad, el

mismo auctor escribe que Crate Pargameno refiere que sobre la Etiopia son los tragloditas, los cuales vencen á los caballos de ligereza.

Por su parte, el cronista López de Velasco, menciona también la existencia de los Gigantes patagones en la zona magallánica:

En la costa y tierras de la Mar del Norte se han hallado por todos lo que han navegado muchos hombres muy grandes, de á diez y doce palmos altos, que llaman Patagones ó jigantes, bien proporcionados y trabados de grandes fuerzas y ligereza, y grandes tiradores y punteros de arco, bien acondicionados, aunque bravos y fieros en la guerra unos con otros.

El gran navegante Pedro Sarmiento de Gamboa, refiere a la creación del Mundo hecha por Viracocha Pachayachachic y a la existencia de unos Gigantes deformes pintados ó esculpidos por la Divinidad que al no estar contento con ellos, creó a hombres a su semejanza. Sarmiento de Gamboa, en su Viaje al Estrecho de Magallanes, deja registros de la gigantesca estatura de los Patagones. Uno de los colonos, llamado Hernández, en el Arcano del Mare, (1661), hace clara diferencia entre los gigantes y los nativos rechonchos de la Tierra del Fuego.

Arnoldus Florentinus van Langren, en su carta de la América del Sur, presenta el Patagonum Regnum, cuyos habitantes son gigantes de nueve, incluso diez pies de alto, y pintan sus rostros con varios colores que extraen de diversas hierbas.

Otro registro de la existencia de los Gigantes Patagones, lo aporta el aventurero inglés Byron, quien escribe: No los medí, pero, si puedo juzgar de su altura, comparándola con la mía, puedo decir que no era menos de 7 pies. El padre Diego Rosales añade información acerca de los Gigantes vistos en Chile, indicándolos como indios de soberbia grandeza, encontrándose en sus sepulturas cabezas y huesos que exceden a los otros incomparablemente.

Fray Gaspar de Carvajal, por su parte, señala en su Relación, el encuentro con los Gigantes de un país llamado Aparia: eran de estatura muy altos, que cada uno era gran palmo más alto que el más alto cristiano... y nunca supimos dónde ni de qué tierra habían venido estos indios.

Según Fernández de Oviedo, asombrados los españoles por el gran tamaño de las huellas que encontraron en la Tierra del Fuego, les denominaron Patagones.

Entre los Selk´nam de la Tierra del Fuego, se relata la existencia del gigante Cásquel, cuyas piernas eran más grandes que un coihue, y más fornidas. Sus brazos tenían los músculos tan desarrollados; que con su honda era capaz de lanzar grandes peñascos a apreciables distancias. Su cabello, negro y desordenado, se parecía a una enorme mata de cochayuyo. Poseía además, unos perros de sangre que perseguían a los hombres. Este gigante fue destruido por el jon Cuányip.

En 1519, según lo refiere el expedicionario Antonio Pigafetta, los españoles al mando de Magallanes, vieron en el Estrecho, en la bahía de San Julián, a los 49 y medio grados de latitud, unos gigantes tan altos que apenas si ellos les llegaban a la cintura. Estaban armados de arcos y se cubrían de pieles.  Pigafetta expresa de un gigante patagón:

Este hombre era tan grande que nuestra cabeza alcanza apenas a su cintura. Era de una hermosa estatura: su rostro era ancho i teñido de rojo, los ojos estaban rodeados de amarillo i sus mejillas tenían dos manchas en forma de corazón. Sus cabellos, que eran muy reducidos, parecían emblanquecidos con algún polvo. Su vestido, o mejor dicho su capa, era hecha de cueros de un animal que abunda en este país. Este animal tiene la cabeza i las orejas de mula, el cuerpo de camello, las piernas de ciervo i la cola de caballo, i relincha como éste. El mismo autor señala a su vez, el momento en que Magallanes pone amablemente frente a uno de estos Gigantes un espejo, causándole gran horror, y éste retrocedió tan espantado que echó al suelo a cuatro de nuestros hombres que estaban detrás de él. Uno de aquellos Gigantes fue bautizado como Juan Gigante, el cual se quedó unos cuantos días a bordo y le gustaba comerse los ratones de la nave.Pigaffeta expresa en su obra el episodio en que un grupo de éstos gigantes australes se pone a bailar y a cantar, con el dedo índice levantado hacia el cielo.

Los Gigantes capturados por Magallanes exclamaban: ¡Setebos!.

Bartolomé - Leonardo de Argensola, en el libro I de su Historia de la Conquista de las Molucas, expresando que Magallanes capturó algunos de estos Gigantes, que tenían más de quince palmos de altos, es decir diez pies y medio, pero que murieron muy pronto, faltos de su alimentos habituales. El mismo historiador, en su libro 3, relata que los barcos de don Pedro Sarmiento de Gamboa combatieron con unos hombres que tenían más de tres varas de alto, es decir más o menos ocho pies; que al comienzo rechazaron a los españoles, pero luego, asustados por los disparos de los mosquetes, huyeron.

En el libro de Sébald de Wert (1599), quien navegando por el Estrecho de Magallanes en 1599 con cinco veleros en la Bahía Verde, vio siete piraguas llenas de gigantes que tendrían de diez a once pies de alto; los holandeses los atacaron, y las armas de fuego les asustaron a tal extremo que se les vio arrancar árboles para ponerse a cubierto de las balas de los mosquetes . Oliverio de Noort presenció hombres de diez a once pies de alto, unos meses después de la excursión de Sébald. Frezier, ingeniero  del Rey, escribe tras su viaje al Mar del Sur: más adelante hay otra nación de indios gigantes que los chonos llaman caucahues. Como son amigos de los chonos, algunos vienen a veces con ellos hasta los poblados españoles de Chiloé. Don Pedro Molina, que había sido gobernador de esta isla, y algunos otros testigos oculares del lugar, me dijeron que tenían aproximadamente cuatro varas de alto, es decir cerca de nueve a diez pies. Son los llamados patagones, que habitan las costas orientales de la tierra desierta, de las cuales hablan los antiguos relatos; estos relatos han sido después considerados leyendas, pues en el Estrecho de Magallanes los viajeros vieron

indios cuya talla no sobrepasada para nada la de los demás seres humanos. Esto fue lo que engañó a Froger en su relación del viaje del señor de Gennes, puesto que algunos marinos vieron al mismo tiempo los unos y los otros. Frezier en 1704, señala que en el mes de julio, la gente del Jacques, de Saint- Malo, al mando de Harinton, vio siete de estos gigantes en la Bahía Gregorio. Los marinos del Saint Pierre, de Marsella, bajo el capitán Carman de Saint – Malo, vieron seis, entre los cuales había uno que tenía algunas insignias de distinción. Sus cabellos estaban plegados en una especie de red hecha de tripas de pájaro, con plumas todo alrededor de la cabeza. Su vestuario era una bolsa de piel, con pelo vuelto hacia adentro. A lo largo del brazo metido en la manga, sujetaban su carcaj lleno de flechas. Les regalaron algunas a los marinos, y les ayudaron a empujar el bote a la playa. Los marineros les ofrecieron pan, vino y aguardiente, pero no quisieron probar nada. Al día siguiente, desde el barco, vieron, más de doscientos indios reunidos.

El capitán Reainaud, de regreso a Marsella en 1764, interrogado por Coyer, señaló que los gigantes miden nueve pies, poco más o menos, mujeres y niños en proporción... ¿Y dónde los habéis visto? En las cercanías del Estrecho de Magallanes, donde tuve que fondear para proveerme de agua. El viaje de Reainaud tuvo lugar en 1712 . Coyer refiere a su vez, el acontecimiento que el holandés Guillermo Schouten registra en su Diario, donde menciona que encontrándose en Puerto Deseado, en tierras magallánicas, halló entre las montañas unos montones de piedras, que provocaron su curiosidad: Cubrían éstos unos huesos humanos de diez y once pies de largo. No parecía tratarse de la sepultura de algún monstruo marino. Coyer enumera en su obra conocidos casos de esta raza de  Gigantes en la Historia de la Humanidad: Goliath, en el relato bíblico, que tenía seis codos y un palmo de alto (Libro I de los Reyes); Og, rey de Basán cuyo lecho era de nueve codos (Deuteronomio. Capítulo 3, versículo 2) de largo y esa raza de gigantes que asombró a la humanidad por su estatura y sus crímenes antes del diluvio (Génesis, capítulo 6). El esqueleto de Orión, encontrado en Candia, al cual Plinio parece atribuir cuarenta y seis codos; el cadáver del gigante Anteo, que Sertorio según relata Plutarco, hizo desenterrar en la ciudad de Tánger, y cuyo largo comprobó que era de sesenta codos. El señor Henrion, miembro de la Académie des Inscriptions et Belles Letters trajo a dicha Academia en 1718 una tabla cronológica de las tallas humanas desde la creación del mundo hasta el nacimiento de Jesucristo. En esta tabla el señor Henrion le asigna a Adán ciento veintitrés pies, nueve pulgadas y tres cuartos, y de ahí hace derivar una regla de proporciones entre las tallas masculinas y femeninas a razón de veinticinco a veinticuatro. Pero muy luego se sustrae a la naturaleza estas majestuosas grandezas. Según él Noé tenía veinte pies menos que Adán. Abraham ya sólo media veintisiete a veintiocho. Moisés se redujo a trece, Hércules a diez, Alejandro El Grande apenas quedó de seis, Julio César no alcanzaba a los cinco.

El norteamericano Benjamin Franklin Bourne, cautivo en 1849 por una de las tribus del Estrecho de Magallanes, describió a los Gigantes, señalando que son de cuerpo macizo; a primera vista aparecen como absolutamente gigantescos. Son

más altos que cualquiera otra raza que yo haya visto; sin embargo me es imposible dar una descripción minuciosa  pues el único patrón de medida que tenía era mi propia estatura, que es de alrededor de cinco pies diez pulgadas (1, 78 m.)... todos los hombres eran por lo menos una cabeza más alta que yo. Su estatura media me parece que es cercana a los seis pies y medio (1, 98m.) y había algunos individuos que podían tener algo menos de siete pies de altura (2.13m.). Luego será el comandante Munsters quien, recorriendo el interior del continente desde el paralelo 50 hasta el 40 de latitud sur, es decir desde el Río Santa Cruz hasta el Río Negro. Munsters señala que la media es de un metro ochenta y que hay algunos que sobrepasan el metro noventa.

CONSIDERACIONES FINALES EN TORNO A LOS GIGANTES PATAGONES

La cantidad de crónicas que registran la existencia de los Gigantes en América es sorprendente, especialmente en la zona austral de Chile. ¿Cómo se explica este hecho? Se podría atribuir a la “mentalidad europea de la época”, tan supersticiosa y pagana que proyectaría éstos seres sobrenaturales a la geografía americana, pero lo sorprendente es que la existencia está registrada, en primer lugar, en un período considerable de tiempo, de por lo menos tres siglos, es decir, desde el descubrimiento del Estrecho de Magallanes, hasta una fecha relativamente tardía en el siglo XIX. Un segundo aspecto es el conocimiento de la existencia de los Gigantes en las poblaciones aborígenes antes de la llegada de los europeos, como lo refieren los Guari, los Araucanos y los Selk´nam, entre otros. Un tercer aspecto a tomar en consideración, son los cronistas, personalidades de renombre y respeto ya en su tiempo debido a su formación empírica y racionalista, como es el caso de Vespucio, Pigafetta, el padre Acosta y Claudio Gay, por mencionar sólo a algunos, registran la existencia de los Gigantes en sus obras, resultando difícil e impensable que tan doctos personajes fuesen a exponer “rumores” acerca de Gigantes en sus obras, arriesgando así sus trabajos y prestigios. Estos son los registros de una antigua raza de Gigantes, originaria del casquete polar antártico, que habitó la región austral americana y luego el resto del continente, en una época anterior al poblamiento asiático - mongoloide.

RAFAEL VIDELA EISSMANN

Mayo del Año 2006.

Mayo del Año 2006.

Díaz del Castillo, Bernal. Historia de la Conquista de Nueva España. Edición Porrúa. México. 1974. Página 135. Otro cronista, Pedro Mártir tuvo la oportunidad de medir el enorme hueso femoral, corroído por la antigüedad, de un gigante mexicano. En: Gerbi, Antonello. La Naturaleza de las Indias Nuevas. De Cristóbal Colón a Gonzalo Fernández de Oviedo. F.C.E. México. 1978. Página 68.

Krickeberg, Walter. Mitos y Leyendas de los Aztecas, Incas, Mayas y Muiscas. F.C.E. México. 1971. Página 23.

Krickeberg, Walter. Ibídem. Página 23.

Según los Aztecas, los gigantes fueron quienes construyeron los túmulos y las pirámides al Sol y la Luna de Teotihuacan.

De Acosta, Joseph. Historia Natural y Moral de las Indias. Ibídem. Libro I. Capítulo 19.

De Acosta, Joseph. Ibídem.  Libro Séptimo. Capítulo 3, Cómo los seis linajes nauatlacas poblaron la tierra de México. Página 323.

Nuñez Cabeza de Vaca. Naufragio y Relaciones. Capítulo VII.

Vespucio, Américo. Carta a Lorenzo di Pier Francesco de Medici. 18 de Julio de 1500. Navigationis. Florencia. Editorial L. Formisano. 1985. Página 11.

Cereceda, Dentin. Relatos Geográficos. S/E. Madrid. 1922. Página 248.

Cieza de León, Pedro. Crónica del Perú. 1° Parte. Ibídem. Páginas 166 - 168.

Montesinos, Fernando. Memorias Antiguas Historiales y Políticas del Perú. Seguidas de las informaciones acerca del Señorío de los Incas, hechas por mandado de D. Francisco De Toledo., Virrey del Perú [1570 - 1572]. En: Colección de Libros Españoles Raros o Curiosos. Tomo XV y XVI. Imprenta de Miguel Ginesta. Madrid, 1882. Páginas 52-57. El cronista Joseph De Acosta refiere similar información en su Historia Natural y Moral de las Indias, en cuanto a la presencia de Gigantes en Manta y Puerto Viejo, llegados de la mar, que edificaron edificios soberbios y pozos. Debido a sus pecados enormes fueron abrasados y consumidos con fuego que vino del cielo. Libro Primero. Capítulo 19. Página 53 de la obra citada.

En: Uhle, Max. Estudios sobre Historia Incaica. La Esfera de Influencia del País de los Incas. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. 1969. Página 188.

El Culto Andino a las Montañas estaría basado en las Pacarinas o Lugares Originarios y Míticos de ciertos linajes. El hecho de haber encontrado refugio en las más altas cumbres durante la Catástrofe (Diluvio) sería también parte de este Culto. Ver Las Montañas Sagradas de los Andes, de Rafael Videla Eissmann (Santiago de Chile, 2003).

De Herrera, Antonio. Ibídem. Página 421.

Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo. Historia General y Natural de las Indias.  Páginas 57, 58 y 59. En: Colección de Historiadores de Chile. Tomo XXVIII. Publicados por José Toribio Medina. Santiago de Chile. Imprenta Elzeveriana. 1901.

Fernández de Oviedo. Ibídem. Páginas 61 - 65.

Fernández de Oviedo. Ibídem. Páginas 67 y 68.

Fernández de Oviedo. Ibídem. Página 75.

Fernández de Oviedo. Ibídem. Página 78.

Fernández de Oviedo. Ibídem. Página 93.

López de Velasco, Juan. Geografía y Descripción Universal de las Indias. En: Colección de Historiadores de Chile. Tomo XXVII. Publicadas por J.T. Medina. Santiago de Chile. Imprenta Elzeveriana. 1901. Página 320.

Sarmiento de Gamboa, Pedro. Ibídem. Capítulos 6 y 7.

Interesantísima diferenciación hecha por éste colono, que señalaría la existencia de dos razas en la zona patagónica. Pedro Sarmiento de Gamboa vincula en sus escritos a la Atlántida con América. La población americana, descendería de los atlantes. Ver Historia de los Incas. EMECE. Buenos Aires. 1942. Páginas 24, 32 y 39. Sarmiento de Gamboa, señaló a los americanos como descendientes del mítico Ulises. En un notable pasaje, el gran navegante Sarmiento de Gamboa escribe: Y muchos vocablos usan griegos y tenían letras griegas. Y desto yo he visto muchas señales y pruebas. Y llaman a Dios Teos, que es griego, y aun en toda Nueva España usan este término Teos por Dios. Obra citada. Página 34.

Atlas de Mapas Antiguos de Colombia. Siglos XVI a XIX. Bogotá. Ediciones Arco. S/F. Lámina IX.

Barros Arana, Diego.  La Estatura de los Patagones. Obras Completas. Santiago de Chile. VI. Páginas 349-350. Edmund Smith, por su parte, en su obra, menciona a los Gigantes de la Patagonia como los más renombrados del Globo. En: Los Araucanos. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1914. Páginas 163 y 164.

Rosales, Diego. Historia de Chile. Santiago de Chile. S/F. Tomo I. Página 108.

De Carvajal, Fray Gaspar. Ibídem. Página 37.

Keller, Carlos. Dios en Tierra del Fuego. Mitos y Cuentos de los Sélcnam. Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile, 1947. Página 67 y siguientes.

Coyer. Ibídem. Página 32.

Pigafetta, Antonio. Viagio. Libro I. En: Barros Arana, Obras Completas. VI. Página 263.

Medina, José Toribio. Obras, CCXXIX-CCXXX.  Santiago de Chile. 1920.

En: Gerbi, Antonello. La Naturaleza de las Indias Nuevas. Ibídem. Página 132. La edición española de Pigafetta sostiene que las patagonas llevan las tetas colgantes y que ellas van pintadas de rojo, con círculos amarillos alrededor de los ojos.

Medina, José Toribio. Ibídem. Página CCXXIX.

Coyer. Ibídem. Página 33.

Coyer. Ibídem. Página 33 y 34.

Coyer. Ibídem. Página 34.

Coyer. Ibídem. Página 37 y 38.

Coyer. Ibídem Página 39 y 39.

Coyer. Ibídem. Página 43.

Coyer. Ibídem. Página 68 y 69.

Goliath de Gat, el campeador. Hay otras referencias a los Gigantes en el Antiguo Testamento. Así en Génesis (6,4): Existían por aquel Tiempo en la Tierra los gigantes, y también después cuando los hijos de los dioses se llegaron a las hijas de los hombres, y las engendraron hijos, que son los héroes. En Números (13, 34/33): Allí hemos visto a los gigantes descendientes de Haanaq, de la raza de los llamados Nefilin, resultando de ello nosotros, tanto a nuestros propios ojos como a los de ellos (...).

Coyer. Ibídem. Página 66 y 67. El cronista Montesinos señala que la isla británica fue una vez poblada por gigantes, derrotados y expulsados por Bruto el Troyano. También consigna que en Sicilia una vez hubo gigantes, que Júpiter hundió en el Etna (En: Gerbi, Antonello. La Naturaleza de las Indias Nuevas. Ibídem. Página 106).

Coyer, François-Gabriel. Sobre los Gigantes Patagones. Carta del Abate François-Gabriel Coyer al Doctor Maty, Secretario de la Royal Society de Londres. Ibídem. Página 16.

Coyer. Ibídem. Página 17