Heine, Heinrich - El Regreso

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EL REGRESO

HEINRICH HEINE

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I

Ay! en mi vida ha brilladoUna imagen de ventura;Mas la imagen se ha borrado,Y otra vez abandonadoCamino entre noche oscura.

Al nio llena de espantoLa sombra con sus horrores,Y alza en su miedo su canto,Para esconder bajo el mantoDe su cancin sus temores.

Yo tambin, nio inocente,Canto entre la sombra fra:Si en mi voz no hay armona,Borra, al menos, de mi frenteLa negra melancola.

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II

No s lo que decir quiereEsta sombra tristeza;Ha y un cuento muy antiguoCuyo recuerdo me apena.

Es fresco el ligero viento;La noche sombra llega;El Rhin corre silencioso,Y los picos de la sierraDevuelven del sol ponienteLas claridades postreras.

En la altura est sentadaLa ms hermosa doncella;Fulguran sobre su cuerpoDoradas y ricas telas,Y peina sus rizos de oroCon sus manos de azucenas.

Con rico peine de oroPeina su urea cabellera,Mientras en sus labios rojosAlegre cancin resuena,Cancin de extrao prestigioY melodas siniestras.

En su barca, el marineroSiente inconsolable pena;No ve los golfos traidores,No ve las traidoras peas;


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Ve slo la hermosa virgenSentada sobre la sierra.

Yo creo que, al fin, las ondas,Marino y barca ligeraSe engulleron y llevaronA sus sombras cavernas,Y que fueron el motivoDe aquella desdicha inmensaDe Loreley las cancionesMelodiosas y siniestras.


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III

Mi corazn est triste,Tengo el corazn cansado,Aunque en el cielo fulguranLos resplandores de mayo.

Melanclico me apoyoSobre un tilo solitarioDe la desierta explanadaEn el recinto plantado.

Silencioso, azul, tranquiloEl ro corre all abajo;Un nio sobre una barcaRecorre su caudal manso,Una cancin melanclicaIndiferente silbando.

Ms all de la corriente,De la corriente a otro ladoSe unen en bello conjuntoLos jardines, los palacios,Y los hombres y los bueyes,Y la enramada y los prados.

Extienden dos lavanderasAnte el sol sus lienzos blancos,Y del agua del molino,Que el sol convierte en topacios,Hasta mis tristes odosLlegan los ecos lejanos.


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Se alza una garita encimaDe un torren agrietado,Y un guardia, con rojo traje,Sobre el glcis solitarioVa y viene con paso lento,Viene y va con lento paso.

Con el fusil se entretiene,Que brilla ante el sol dorado.Presenta el arma luciente,La extiende hacia m apuntando:Quisiera que me tendieseDe un tiro, muerte en el acto!


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IV

Cruzo llorando la floresta umbra:El tordo entre las ramasCanta con dulce voz:-Por qu tan triste,Tan triste est tu alma?-

-Te lo dirn las negras golondrinas,Las negras golondrinas tus hermanas;Ellas que hicieron sus pequeos nidosEn los balcones de mi dulce amada..-


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V

La noche es hmeda y fra;Silba con furor el, viento,Y no brillan las estrellasSobre las playas del cielo.Bajo los rboles altosQue bate el soplo del cierzo,Por el fondo de la selvaVoy caminando en silencio.

Fulgura una luz lejana,Una luz brilla a lo lejos,Pero hacia el sitio en que brillaNo me lleva su reflejo:Hay tal tristeza all abajo,Que invade mi mente el miedo.

La abuela anciana, sentadaEst en su sill6n de cuero;Siniestra como una estatuaDe granito, del silencio yNi una palabra tan sloMurmuran sus labios secos.

El hijo del guardabosque,Mozo de rojos cabellos,Por la estancia se pasea:Cuelga su fusil del negroMuro, o insolente reA carcajadas, colrico.


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La bella hilandera llora;Mojan el camo secoSus lgrimas: a sus plantas,Aullando, se tiende el perroQue un da sigui los pasosDel anciano padre muerto.


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VI

Cuando a mi regreso encuentroLa familia de mi amada,Alegres me reconocenSus padres y sus hermanas.

Por mi salud me preguntan,Y me dicen que mi caraEst lo mismo, tan sloCon la calor ms quebrada.

Yo pregunto por las tas,Por las parientas lejanas,Y hasta por aquel cachorroQue dulcemente ladraba.

Pregunto tambin por ella,Con otro cielos! casada,Y que ya recin paridaMe dicen, oh Dios! se halla.

Les felicito, y sonro,Mientras mi voz les encargaLe hagan presente el saludoY la efusin de mi alma.

Dice en tanto la hermanita:-Creci el perro, le entr rabia,Y fue necesario entoncesDel Rhin arrojar al agua.-


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Se parece la pequeaCuando sonrie a su hermana,Y tiene los mismos ojosQue mi desventura labran.


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VII

Del pescador sentados en la ruinosa chozaMirbamos atentos el azulado mar;Las brumas de la tarde en las alas de la brisaEl cielo recorran en su carrera audaz.

Las aguas, poco a poco, de la llanura inmensaLos faros alumbraron con su indecisa luz,Y rpido en las sombras de la extensin lejanaCruz un bajel ligero por la llanura azul.

Hablamos de tormentas y hablamos de naufragiosHablamos del marino y de su vida audaz,Vida que airadas mecen las aguas y los cielos,Vida en que marchan juntos el goce y el pesar.

Hablamos de pases lejanos y remotosDel Sur y el Norte fro, y llenos de inters,Hablamos de los hombres que pueblan tales climasDe sus costumbres raras, de su ignorado ser.

Hay junto al Ganges sacro, aromas y fulgores,Gigantes arboledas alumbra el claro sol,Y hermosos hombres clavan en tierra sus rodillasY al loto azul adoran con santa devocin.

Son los lapones sucios, pequeos y asquerosos,De bocas no medidas y de aplastada sien.Al fuego se calientan y cuecen su pescado, imbciles y necios golpanse despus.


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Oannos las jvenes son gravedad profunda,Y al cabo en el silencio perdise nuestra voz;Haba ya la nave de nuestra vista huido,Y el cielo no alumbraban ni un astro ni un fulgor.


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VIII

Trae, hermosa pescadora,Tu navecilla a la playa;Sintate, nia, a mi lado;Tu mano a mi mano enlaza;

Esconde sobre mi pechoTu cabecita adorada;T que sin pavor tu vidaConfas a la mar brava.

Mi corazn, cual los mares,Tiene escollos y borrascas,Pero duermen en su fondoTambin perlas argentadas.


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IX

Se eleva la triste lunaIluminando las aguas;Entre mis brazos estrechoCon mi pasin a mi adorada,Y nuestros dos corazones,Presa de amorosas ansias,Laten juntos, confundiendoEn una sola dos almas.

En los brazos de la hermosaDescanso solo en la playa.Qu crees t escuchar del vientoen la voz que suena airada?Por qu estremecida tiemblaTu pequea mano blanca?La cancin y las plegarias,De las vrgenes marinas,De mis perdidas hermanasQue no hace mucho tragaronDel mar las ondas amargas.


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X

El viento su trompa suena;La tromba con rudos golpesAzota las verdes ondas,Que a su castigo respondenCon aullidos lastimerosY con mugidos feroces.

Desde las nubes sombras,Torrentes de lluvia corren;Parece que entre el conciertoDe inarmoniosos acordesAl viejo Ocano quiereTragarse la vieja Noche

Sobre el mstil la gaviotaDetiene su vuelo torpe,Dando gritos lastimerosQue el ter surcan veloces.Nuevas angustias le agitan,Y a presagiar se disponeOtro duelo y otras penasY otras desdichas mayores.


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XI

La tempestad se mece juguetonaY grue, y ruge y canta.Terriblemente alegre est la noche,Cmo el bajel sobre los mares danza!

Rompiendo el mar sus lquidas cadenas,Como viviente monte se levanta;Aqu se abre un abismo,Cual blanca torre all las ondas se alzan.

Bajo cubierta escchanse gemidos,Gritos y maldiciones y plegarias;Yo atado al fuerte mstil digo en tanto:-Oh, quin se viera en mi segura casa!


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XII

Llega la noche; la brumaEl mar cubre con su manto;Murmuran las verdes ondasCon ecos dulces y extraos,Y una sombra se levantaSobre el mar abandonado.

Es el hada de los maresQue abandona su palacio:En la solitaria playaSe sienta amante a mi lado;Sus blancas espaldas brillanEntre velos mal cerrados.

Me abraza tierna, y me estrechaCon tal ardor en sus brazos,Que sus caricias amantes,Casi, casi me hacen dao:Hada hermosa de los mares,Me estrechas ay! demasiado.

Si mis brazos te aprisionan,Si con tal ardor te abrazo,Es que quiero cobrar vidaCon tus besos abrasados;Est la noche tan fraQue tengo mi cuerpo helado.

La luna sobre las nubesAsoma su rostro plido.


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Hada hermosa de los mares,Tu mirada se ha turbado,Y estn tus ojos tan hmedosCual si los mojara el llanto.

- No estn mis ojos, bien mo,Ms hmedos ni turbados;Es que al salir esta nocheDe los abismos amargos,Una gota de las ondasPendiente qued en mis prpados.

Las gaviotas en el vientoLanzan gritos de quebranto;El mar se estrella rugiendoSobre los bajos speros.Hada hermosa de los mares,De los mares azulados,Salvajes latidos muevenTu corazn agitado.

Mi corazn se estremeceCon latidos agitados,Porque tanto yo te adoro,Porque yo te adoro tanto,Descendiente venturosoDe Adn, que mis pobres labiosExpresarte no podranCunto, mi bien, te idolatro.


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XIII

Cuando paso, mi bien, enamoradoDelante de tu casa,Soy feliz si contemplo tu semblanteBrillar en tu ventana.

Con tus oscuros ojos me contemplasCual queriendo sondar tu corazn.

Quin eres? Por qu sufres, extranjero, Cuyo rostro la pena entristeci?

Yo nac en Alemania, y soy poetaEn la tierra alemana conocido:Cuando citan los nombres ms gloriosos Citan tambin el mo.

Por lo que sufro yo, sufren, bien mo,Muchos tambin en alemana tierra;Cuando citan las penas ms amargas,Citan tambin mis penas.


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XIV

Del sol al ltimo rayoFulgura la mar lejana,Y sentados entretantoDelante de la cabaaDel pescador, silenciosasPalpitaban nuestras almas.

Se alz la bruma, hincharonSu seno las ondas claras;Volando, el sereno cicloLa gaviota cruzaba,Y v que tus llenos ojosVertan amantes lgrimas.

Las v brillar en tus ojosY mojar tu mano blanca,Y de amor desvanecidoCa, mi bien, tus plantas,Apret mis labios secosSobre tu mano nevada,Y enamorado y dementeBeb tus ardientes lgrimas.

Desde aquel funesto instante,Desde aquella hora menguada,Consumido est mi cuerpoY arde en deseos mi alma.Aquella mujer hermosaMe envenen con sus lgrimas!


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XV

Se alza un castillo del monteEn la elevada regin;Tres doncellas all viven;De las tres prob el amor.

Jetta el sbado fue ma,Dime Julia el coraznEl domingo, y CunegendaEl lunes me acarici.

Sin embargo, grande fiestaEn la risuea mansinDe mis tres bellas amantesEl martes se celebr.

En caballos y en carruajesA la alegre reuninGalanes y hermosas damasEl vecindario llev.

Pero yo por mi desdichaNo recib invitacin,Y en verdad que os portasteisBien neciamente, por Dios.

Tas y primas mi faltaComentaron con ardor,Y al notar que all no estabaTodo el mundo se ri.


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XVI

Del horizonte en el confn lejano,Como capricho instable de la bruma,Ante la luz incierta del crepsculoLa ciudad con sus torres se dibuja.

Un viento fro y suave mueve y rizaDel ro azul la superficie turbia,Y mueve mi patrn sus largos remos,Que en el agua cansados se sepultan.

Aun una vez el sol con rayos de oroEl denso seno de la sombra cruza,Y me muestra el lugar donde perdieraLo que ador mi mente con locura.


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XVII

Yo mi saludo con amor te envo,Misteriosa ciudad altiva y grandeQue al dulce sr que mi memoria adoraNo hace mucho en tus muros encerraste.

Hablad, torres y puertas y murallas:En dnde est la que mi amor prefiere?A vosotras dejla confiada,A vosotras os toca responderme.

No sois culpables, torres y murallas,Que dejar no podais vuestro sitioCuando la amada eterna de mi vidaCon su equipaje abandon el recinto.

S; de las puertas fue la culpa entera,Que partir la miraron en silencio,Y que abiertas de asombro y de sorpresaLa hermosa loca que escapaba vieron.


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XVIII

El camino de otras vecesOtra vez la misma senda,Otra vez cruzo por callesQue mi memoria recuerda.Regreso de aquella casaDonde vivi mi hechicera,Hoy abandonada y tristeComo noche sin estrellas.

Qu pavimento tan duro!Qu calles, ay, tan estrechasMe parece que las casasMi cuerpo aplastar desean,Y apresurado me apartoPara escapar con viveza.


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XIX

A la estancia llegu donde ella un daJur ser fiel a mi cario siempre:All donde sus lgrimas corrieronMir arrastrarse venenosas sierpes.


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XX.

Es silenciosa la noche,Estn las calles en calma;Esta es la mansin hermosaDonde vivi mi adorada:Mucho tiempo hace que ella,La ciudad abandonara.Pero su casa en el mismoLugar misterioso se alza.

Es extrao! de Pie un hombreHay delante de la casa;Sumerge en el ancho cieloSus expresivas miradas,Y con amargos trasportesRetuerce sus manos flacas.Yo mirndolo suspiro;Ante la luz argentadaDe la luna, que del cieloSurca las azules playas,Que yo soy aquella sombra,Ha conocido mi alma.

Sonmbulo compaero!Triste espectro! sombra plida!Por qu imitas de tal modoLas hondas penas amargasQue tantas y tantas nochesEn horas desventuradasEn estos mismos lugaresMi corazn desgarraran?


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XXI

D, cmo puedes descansar tranquilaSabiendo que yo an vivo?Mi clera dormida se despiertaY destrozar mi yugo necesito.

Oiste alguna vez la cancin vieja?Era un amante muerto;El busc a media noche a su adorada,Y la arrastr a su tumba torvo y fiero.

Creme, nia del semblante hermoso,Hermoso cual ninguno,Aun vivo y soy ms fuerte que entre todos, Todos los muertos juntos.


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XXII

La nia duerme tranquilaY en su habitacin descansa;Vierte la serena lunaMelanclicas miradas,Y afuera entretanto suenanEcos de voces que cantan,Y aires do valses ligerosY melodas y danzas.

Por conocer a los msicosYo me asomo a la ventana;Un esqueleto es quien tocaEl violn, y quien danza.Bailar conmigo no ha muchoMe prometiste, mi amada;Ha pasado mucho tiempoY has faltado a tu palabra.Esta noche se celebranEn el cementerio danzas;Ven y danzaremos juntos,Ven mi bien! que nos aguardan.

Un espantable deseoA la hermosa nia embarga,Y de su mansin seguraLe hace salir desalada.Al amarillo esqueletoSigue que delante marcha,Y con contorsiones hrridasToca el Violn y danza.


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Toca el violn sonoro,Canta loco, re y salta,Y crujen sus blancos huesosCon un sonido que espanta.Y aqu y all saludandoCon reverencias forzadas,Se inclina su crneo blancoQue la luna solitariaIlumina con sus lucesMelanclicas y heladas.


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XXIII

Sumergido y abismadoEn mis locas fantasasSu retrato contemplaba,Y v que el rostro adoradoComo en ya perdidos das A moverse comenzaba.

Sobre sus labios de rosaFulgur aquella sonrisaQue ahuyentaba mis enojos,Y brillante y temblorosaUna lgrima indecisaDe dolor brill en sus ojos.

Yo tambin en mi amarguraSiento que copioso llantoMi semblante enflaquecidoBaa con triste dulzura;Yo no puedo, cielo santo,Creer que ya te he perdido.


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XXIV

Atlas desventurado, un mundo de doloresTocme en mi desdicha sobre mi sr llevar.Yo llevo lo que nadie llevar sobre s puede,Mi corazn palpita, ya prximo a estallar.

Oh corazn, de orgullo y de miseria henchido.T mismo lo quisiste, feliz quisiste ser!Feliz como ninguno, o cual ninguno triste;Y hoy la miseria misma llora tu pena al ver!


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XXV

Soaba yo: la luna sus fulgoresTristes verta sobre la ancha tierra:Los astros fulguraban tristemente,Y de mi sueo envuelto en las quimeras,A la ciudad llegu, donde muy lejosDe mi amada trascurre la existencia.

Y mi sueo a su casa me conduce:El mrmol bajo yo de la escalera;Piedras que tantas veces han sentidoDe su pequeo pie la dulce huella,Y el roce tembloroso de los bordesDe su vestido de crujiente seda.

Era la noche larga y triste y fra;Fras tambin estaban ay! las piedras,Y en la ventana vi lucir, cual dulceDivina aparicin que el alma espera,Por la luz de la luna iluminado,El plido semblante de mi bella.


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XXVI

Qu quieres? Qu pretendes,Oh silenciosa lgrimaDe mis antiguas penasSobre mis tristes ojos olvidada?

Tuviste dulce coroDe brillantes hermanas,Que entre el viento y la nocheHuyeron con mis dichas no logradas.

Hasta mi amor dichosoHuy cual leve rfaga.Dispate a tu vez sobre mis ojos,Melanclica lgrima.


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XXVII

La luna melanclica de otooDel seno de las nubes se levanta;Al lado del sencillo cementerioLa mansin del pastor tranquila se alza.

La madre lee la Biblia; el hijo, en tanto,En la trmula luz los ojos clava,Y la hermana mayor duerme en su asiento;La ms joven murmura estas palabras:

-Oh Dios, qu aburrimiento! aqu es preciso,Si algo nuevo han de ver nuestras miradas,Que alguien sucumba y que a enterrarlo vengan!Sin dejar de leer, la madre exclama:

-Te equivocas; tan slo han muerto cuatroDespus que, por mi mal, en hora infaustaMuri tu pobre padre y le enterraronDel cementerio prximo a la entrada.-

La hija mayor bosteza: -Yo no quieroDe hambre espirar rendida en esta casa.Maana ir casa del joven conde;Es rico y bello y en amor se inflama.-

De los labios del hijo brota entoncesEstridente y sonora carcajada:-Conozco -dice- yo tres cazadoresQue beben con frecuencia en la posada,Oro saben hacer, y su secreto


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Me ensearn cuando a buscarles vaya.-

La madre con furor le arroja el libro.Que veloz va a chocar contra su cara,Y dice:-Condenado! Ser pretendesUn ladrn de la selva abandonada?-

Entonces escucharon secos golpesLgubres resonar en las ventanas,Y una mano miraron misteriosaQue al firmamento oscuro sealaba.

Era el pastor difunto, el padre muerto,Cubierto de la tnica enlutadaCon que en lejano tiempo a los creyentesLa virtud y la dicha predicara.


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XXVIII

Es el tiempo spero y duro,Silba el viento, y llueve y nieva;En la ventana sentadoMiro atento las tinieblas.

Veo brillar solitariaUna luz que marcha lenta:Es una mujer ancianaQue cruza por la calleja,Alumbrando su caminoCon la luz de su linterna.

Creo que de comprar vieneHuevos y leche y manteca,Y hacer un pastel deseaPara su hija hermosa enferma.

La hija entretanto en la casaA la amada madre espera,Y sobre un silln sentadaMelanclica contemplaCon ojos medio cerradosLa luz que vibrando tiembla,Mientras que los bucles de oroDe su rubia cabelleraA su plido semblanteAnimado marco prestan.


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XXIX

Creen que estoy muy afligidoY que de amor morir.Al final, yo, como todos,Lo comienzo ya a creer.

Nia de los grandes ojos,Te lo dije veces cien,Te adoro de tal manera,Mi pasin tan grande es,Que pintarte yo no puedoLo que en mi alma siento arder.

Pero es cuando yo estoy soloCuando habla as mi altivez;Cuando estoy en tu presenciaMudo reposa mi sr.

Mi boca entonces cerrabaAngeles males; tal vezPor culpa de ngeles buenosY malos, mi pena fue.Buenos y malos me hicieronTan desventurado sr.


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XXX

Tus blancos dedos de lirioBesar otra vez quisiera.Contra mi pecho oprimirlos,Y de mis delirios presa,Derramando dulces lgrimasVer espirar mi existencia.

Tus grandes ojos azules,Animadas violetas,De da y noche, brillantesMis tristes ojos contemplan.Eso mi desdicha labra!Eso mi vida atormenta!Qu significan, bien mo?Qu significan, mi bella,Esos enigmas azulesQue ante mi sr se despliegan?


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XXXI

Los dos se amaban, mas ninguno quisoConfesar a su amante su pasin,Y cual dos enemigos se miraban,Cercanos ambos a morir de amor.

Al fin se separaron; ya tan sloAlguna vez veanse en sus sueos;Mucho tiempo despus murieron ambos,Y apenas si ellos mismos lo supieron.


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XXXII

Amigos, cuando un daOs refer mis penas,Callasteis sin decirme, de consuelo,Una frase siquiera.

Mas cuando lindas coplas,Versos de formas bellas,Hice con mis dolores, me colmasteisDe elogios y alabanzas lisonjeras.


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XXXIII

Al diablo evoqu, y el diabloFiel a la cita acudi;Algo sent ante su vistaQue oprimi mi corazn.No es horrible y no cojea;Es un hombre encantador;Jovial, corts, distinguido,De grata conversacin.Diplomtico acabado,Con halagadora vozSobre el Estado y la IglesiaHabla bien y sin pasin.Su rostro est un poco plido,Pero no me sorprendi:Estudia el sanskrito y Hgel,Y su poeta es Klopstok.No quiere mezclarse en crticas,Y para siempre dejA Hcate, su noble abuela,Esta enojosa misin.Mis estudios de derechoAlab con raro ardorEl mismo, segn me dijo,Siendo joven lo estudi.Djome que no veaEn mi amistad gran valor;Y al decirlo saludabaCon corts inclinacin.Despus, con dulce sonrisa,Atento me pregunt


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Si nos habamos vistoOtra vez cerca los dosEn los salones acasoDel Delegado espaol.Y en verdad, cuando ms cercaVi su semblante traidor,Un antiguo conocidoEn l mi mente encontr.


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XXXIV

No te burles del diablo. Nuestra vidaEs muy corta, y la eternaCondenacin del alma no es tan sloUna vulgar quimera.

Hombre, cuenta tus deudas, que la vida.Es muy larga, y dinero,Como ya lo tomaste tantas veces,Aun otras muchas tomars a rdito.


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XXXV

Los tres Magos, monarcas del Oriente,Preguntaban llegando a cada pueblo:Decid, nias y mozos, dnde se hallaDe Bethlem el sendero?

Ninguno lo saba,Ni jvenes ni viejos.Y seguan su marcha: los guiabaDe un astro hermoso el resplandor sereno.

Sobre la casa de Jos la estrellaDetvose, y entraron en silencio;Bal el buey, llor el nio, y los MonarcasCantaron con dulcsimos acentos.


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XXXVI

Nia ma, ramos niosJuguetones y traviesos,Y jugando revolvamosLa paja del gallinero.

Y quiquiriqu cantbamos,Y tomaba el pasajeroPor la ronca voz del galloNuestro juguetn acento.

Del corral las viejas jaulasCubrimos con paos nuevos,Que quedaran convertidasAs en salones inmensos,Y all dimos reunionesLlenas de lujo soberbio.

La vieja gata vecinaLlegaba con paso lento;Y nosotros recibindolaCon corteses cumplimientos,Por su salud preguntbamosCon ceremonioso afecto.Cuntas veces en el mundoDespus, y pasando el tiempo,Con alguna vieja gataOtro tanto no hemos hecho!

Despus sentados hablbamosComo personas de seso,


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O nos quejbamos tristesCon acento plaidero.Cunto mejor, nia ma,Era aquel dichoso tiempo!

Fe, amor, lealtad, del mundo,Cun veloces, ay, huyeron!Cun caro el caf hoy se vende!Que raro es hoy el dinero!

Pas ya la infancia hermosa;Todo lo arrebata el tiempo,Amor, mundo y esperanzaY lealtad y dinero.


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XXXVII

Est mi pecho oprimido,Y mi mente, que vacila,Piensa triste y silenciosaEn mis ya pasadas dichas.Qu bello el mundo era entonces,Y qu agradable la vida!

Hoy, qu desorden! que ruido!Qu confusin! qu anarqua!Dios en la celeste alturaMuri tras larga agona,Y muerto yace el demonioEn esta tierra maldita.

Todo est embrollado y fro,Todo tristeza respira;Sin el germen amorosoQue aun en nuestro pecho anida,Nada, no dudarlo, nadaEn el mundo quedaraDonde reposar un puntoPudiera el alma tranquila.


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XXXVIII

Cmo el crespn de las nubesLa blanca luna atraviesa!As desde el fondo oscuroDe mis recuerdos se elevaDeslumbrante, ante mis ojos,Una mujer hechicera.

Sentados en el castilloDe una embarcacin ligera,Navegamos Rhin abajo,Y del ro las riberasQue el esto engalanaraBrillan a la luz postreraDel sol, que al ganar las cumbresDe luces claras las llena.

Sentado estoy pensativoA las plantas de una bella;Sobre su semblante plidoMisterioso jugueteaUn rayo del sol ponienteQue enamorado la besa.

Se escuchan alegres cantos,Dulces lades resuenan,Y ms azul brilla el cieloY se ensancha mi alma entera.

Pasaban como visionesAnte las miradas nuestras


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Los castillos, las montaas,Los bosques y las praderas.Y yo como en claro espejoContemplaba aquella escenaReflejarse en las pupilasDe mi hermosa compaera


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XXXIX

En sueos mir a la hermosaEncanto del alma ma;Estaba triste su rostro,Era una pobre mendiga,Y su cuerpo, que las joyasAdornaran otros das,Hacia el suelo se inclinabaComo dbil flor marchita.

A un nio daba la manoY otro en sus brazos traa;Sus pasos y sus miradas,Las ropas que la cubran,Todo anunciaba miseria,Sufrimiento y agona.

Cruzaba con paso inciertoEl mercado de la villa:All la encontr; buscaronMis pupilas sus pupilas,Y mirando su miseriaLe dije con voz tristsima:

-Ven a mi casa conmigo;Enferma ests, pobre nia;Mi trabajo y mis desvelosTe darn traje y comida.

Cuidarlos tambin deseo;Que esos dos nios te sigan.


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Mas t eres antes que todos,Pobre y desdichada nia!

Del amor que por t tuveNo te hablar mientras viva,Y cuando por fin termineTu melanclica vida,Yo derramar mis lagrimasSobre tu tumba sencilla.


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XL

Por qu cantar, amigo, a todas horaIdntica cancin?Quieres siempre vivir acurrucadoEmpollando los huevos de tu amor?

Es eterna tarea. Los polluelosRompen su cascarn,Pan y brincotean, y en tu libroT enjaulndolos vas con loco ardor.


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XLI

No seis impacientes, si es que acasoDe mi dolor antiguo los acentosAun suenan misteriososDe mis nuevas canciones en los ecos.

Esperad; disipada de mis penasLa tierna queja arrastrarn los vientos,Y nueva primaveraDe poesa alumbrar mi pecho.


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XLII

De renunciar por fin lleg el instanteA mis sueos de dicha que hoy son penas;Cansado estoy de hacer ante m mismo,Como comprado histrin, torpe comedia.

Al estilo romntico pintadas,Cercbanme decoraciones regias,Flotaba manto de oro en mis espaldas,Y en mi mente fantsticas quimeras.

Ay! Hoy que sabio soy y mi alma sabiaRenuncia al fin a sus locuras tiernas,Tan infeliz me siento a todas horas,Cual si aun no terminara la comedia.

Y es oh Dios! que en la sombra y sin saberlo,Sin darme de mi mal clara conciencia,En mi papel de gladiador heridoLa fra muerte me abraz de veras.


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XLIII

Wiswamitra el monarca, sin descanso,Soporta firme las torturas todas;La vaca del pontfice Wasischta.Quiere ganar con penitencias locas.

Oh Wiswamitra, cun imbcil eres!Tanta fatiga y penitencias tantas,Tantos apuros y vigilia y duelos,Todo por una vaca!


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XLIV

Oh corazn! domina tu tristeza,Soporta fuerte tu destino adverso;Vendr otro abril y te dar la dichaQue te rob el invierno.

Y cuntos bienes aun guarda la tierra!Es el mundo tan bello y es tan grande!Y despus, corazn, adorar puedesAun todo aquello que a tu mente agrade.


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XLV

T eres como una flor: eres tan puraTan graciosa, tan bella...Mi corazn, cuando te miro, invadeMelanclica pena.

Y me parece que poner mis manosDeba en mi cabeza,Y a Dios rogar que te conserve siempreTan graciosa y tan bella.


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XLVI

Nia, desde que te vS qu tu prdida fuera,Y al cielo le pilo as:Que no arda en amante hogueraSu tierno pecho por m.

Mas cuando mi dicha caraVeo huir con fcil modo,Mi alma, de pasin avara,Exclama: Oh Dios, si con todoLa que adoro me adorara!


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XLVII

Cuando tendido en mi lechoEntre tinieblas reposo,Una imagen adoradaFlotar veo ante mis ojos.

Apenas los cierra el sueoCon sus dedos misteriosos,Cuando ante m se levantaEse fantasma que adoro.

Y disiparla no puedenDel alba los rayos de oro,En mi corazn amanteLa conservo el da todo.


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XLVIII

Que afuera la blanca nieveSe amontone en altas torres,Que nieve, que el viento airadoMis claros vidrios azote,No me quejar por eso,Que en mi corazn se escondeLa imagen idolatradaDel ngel de mis amores,Y la alegre primaveraCon su aroma y sus acordes.


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XLIX

No te dijo mi plido semblanteCunto sufro, mi bien, por tu pasin;Quieres que te haga, cual mendigo triste,Mi boca la penosa confesin.

Es mi boca tan fiera y tan altiva,Que besar o burlarse es su misin;O un sarcasmo en mis labios vibrara,O estallara deshecho el corazn.


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L

Quera estar junto a tiY descansar tu lado,Mas t partir deseabas,Y tenas que hacer tanto!

Yo te dije que era tuyoMi corazn abrasado,Y t te reste locaDe mi cario insensato.

T continuaste riendo,Mi atroz despecho aumentando,Y hasta el beso de partidaMe neg tu labio ingrato.

No creas que en mi tristezaVoy a deshacerme el crneo.Todo eso, nia querida,Ya otras veces me ha pasado.


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LI

Resplandecientes zafirosTus queridos ojos son.Tres veces feliz el hombreA quien miren con amor!

Diamante que claras lucesFulgura, es tu corazn.Tres veces feliz el hombrePor quien se abrase de amor!

Hermosos como ningunosRubes, tus labios son.Tres veces feliz el hombreA quien declaren tu amor!

Si a tal hombre conocieraY solo le hallara yoEn la selva, mucho tiempoNo duraran por Dios!Su alegra, su venturaY su dicha y su pasin.


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LII

Con mi discurso amorosoQuise sorprender dichosoTu pequeo corazn,Y hoy veo en mis agonasQue al fin mis galanterasMuy graves para m son.

Si como puedes, huyendoEscapas de m riendo,Del infierno la maldad.Me embargar, y la tristeza,Y romper mi cabezaUna vez con seriedad.


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LIII

Son el mundo y la existenciaDos fragmentos descosidos;Un sabio alemn yo buscoQue traduzca su sentidoY un sistema razonableHaga con ellos, solcito.Con su bata prolongadaY con su gorro de lino,Tapar las hendiduras.Del caprichoso edificio.


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LIV

Es brillante la fiesta, ya de lucesEst llena la casa;Yo contemplo una sombra que se muevePor detrs del cristal de la ventana.

T no me ves; envuelto entre la sombraBajo de t estoy yo.Y menos tus miradas llegar puedenAl fondo de mi triste corazn.

Mi triste corazn sufre y se rompe,Y late estremecido,Y ardiente sangre mana, mas qu importa?T no lo ves, bien mo!


69

LV

Yo quisiera, mi bien, en una fraseFundir todas mis penas ms amargas,Y arrojarla a los vientos bulliciososPara que en raudos giros la arrastraran.

Y arrastraran a ti, dueo querido,Aquella frase de dolor cargada,Para que a todas horas t la oyeras,Para que en todas partes la escucharas.

Y hasta cuando el descanso con sus dedosTus claros ojos plcidos tocara,Te persiguiera la palabra tristeHasta en los dulces sueos de tu alma.


70

LVI

Tienes diamantes y perlas,Cuanto adora la mujer;Tienes los ojos ms bellos.Qu ms deseas, mi bien?

Sobre tus hermosos ojosYo mil canciones rimQue ya nunca han de olvidarse.Qu ms deseas, mi bien?

Con tus ojos hechicerosMi alma llenaste de hiel;Casi, casi me mataste.Qu ms deseas, mi bien?


71

LVII

El que ama por vez primeraEs un Dios, nia hechicera,Aunque su fiel coraznNo encuentre en otra pasinDe su fiel pasin el precio;Mas quien ama la segundaY halla tan slo desprecio,Al doblarse a la coyundaAmante, es tan slo un necio.

Yo a ser necio me acomodo,Mas necio de cierto modo;Yo gimo desventurado,Y adoro sin ser amado.El sol con su lumbre pura,Y la luna Y las estrellasSe ren de mi locura.Y yo me ro con ellasEspirando de amargura,


72

LVIII

Me dieron sanos consejosY previsores avisos;No hay ms que tener pacienciaDijeron entristecidos,Pues protegerme queranY abrirme paso y camino.

Mas con todos sus consejosY con todo su cario,De hambre aquellos tristes dasPudiera haber sucumbidoSin un gallardo mancebo,Sin un silencioso amigoQue valiente y generosoA prestarme ayuda vino.

Gentil doncel! a l le deboNo haber por fin perecido.Jams, por mucho que viva,Olvidar sus servicios!Lstima fue que abrazarleNo me fuera permitido!Aquel protector valienteEra tan solo yo mismo


73

LIX

Yo sueo: yo soy Dios; desde la alturaEnvo la tormenta,Y mis versos cantando, en torno moLos ngeles se sientan.

Cmo alegre pasteles confitados;Mis fauces, nunca secas,Con Mlaga refresco, y ya no tengoNi una deuda siquiera.

Y me aburro con todo; desearaAun vivir en la tierra;All, si no era Dios, darme al demonioA mi sabor pudiera.

-Oye Gabriel arcngel venturoso,El de las largas piernas,Ponte en camino, y a mi digno amigoBscame por la tierra.

No, no le busques en las doctas aulasBscale en las tabernas;Bscale entre galantes seoritas,Y no en la oscura iglesia.-

Abre el Angel sus alas y desciendeY solcito encuentraA Bengel, a mi amigo ms querido,Que absorto me contempla.


74

-S, joven, yo soy Dios, y yo gobiernoA mi sabor la tierra;Ya te tena dicho muchas vecesQue hara al fin carrera.

Yo s obrar milagros que de asombroA los mortales llenan;Por ti, dar a Berln ventura y dichaHoy ser mi tarea.

Quiero que de las calles de la villaSe abran las duras piedras,Y aparezca brillante en cada unaUna ostra clara y fresca.

De zumo de limn fresco rocoDeseo que descienda,Y que vino del Rhin, dorado y bello,Las anchas fuentes viertan.

Cmo van a gozar los berlineses!Ve cul sus casas dejan!Cmo quieren los ulicos juradosTragar la fuente entera!

Cmo pretenden del manjar divinoDisfrutar los poetas!Lamern los tenientes anhelantesDe la calle las piedras.

Que los bravos tenientes, de los hombresLa clase son ms cuerda,Y saben no se ve todos los dasUn milagro de tal naturaleza.


75

LX.

Me separ de vos en los hermososDas de julio, y regres en enero.Ay! si entonces calor, sents hoy fro,Y me mostris la frialdad del hielo.

Voy a dejaros aun; no habr a mi vueltaNi fro ni calor en vuestro pecho;Yo hollar vuestra tumba sin que lataMi corazn envejecido y seco.


76

LXI

Miradme ya arrancado de aquellos labios frescos;Miradme ya arrancado de aquellos dulces brazosQue tiernos me enlazaban con carioso ardor.De buen grado sin duda mi marcha detuviera,Mas ya con sus caballos se acerca el postilln.

La vida es esta, nia; una continua queja,Separacin continua, inacabable adis!No pueden sujetarme tus ojos hechiceros,Ni unirse nuestros pechos con ms potente amor?


77

LXII

Toda la noche en coche, y por la sombraY solos caminamos:Uno en brazos del otro, entre sonrisas,Cerr sueo de dichas nuestros prpados.

Despus, cuando brill la casta aurora,Cun sorprendidos, nia, nos quedamos!Amor, el ciego caminante, estabaEntre los dos sentado.


78

LXIII

Dios tan solo sabe dndeVive la loca doncella!Bajo la lluvia pesada,Y en la boca la blasfemia,Corro buscando su casa,Corro la ciudad entera.

Hotel tras hotel recorro,Y ejercito mi paciencia,De los sirvientes imbcilesOyendo torpes respuestas.

De pronto, en una ventanaMir el rostro de mi bella,Que entre carcajadas locasMe haca burlonas seas.Poda yo, por ventura,Adivinar, nia bella,Que este esplndido palacioHabitaba mi hechicera?


79

LXIV

Las casas en dobles filasSe alzan como tristes sueos;En mi capa rebujadoPaso ante ellas en silencio.

La media noche en la iglesiaSuena con lgubres ecos.Es la hora en que me esperanDe mi adorada los besos.

La luna amiga iluminaMi senda con sus reflejos:Ante el umbral de mi amadaAlegre rompo el silencio.

-Gracias, luna! vieja amiga,Que alumbraste mi sendero!Toma pasaporte, alumbraAl resto del universo.

Y si hallas un triste amanteQue suspira entre tormentos,Consulale, como dulceMe consolaste otro tiempo. -


80

LXV

Cuando t seas mi esposaEnvidia dar tu suerte;Slo dicha y diversiones,Slo alegra y placeres.

Grue: mi paciencia es grande;Grue y vocifera y grita;Pero ay! alaba mis versos,O te abandono en seguida.


81

LXVI

Sobre tu seno nevadoMi frente triste se inclina,Y el secreto saber puedoQue tu corazn agita.

Los hsares sonar hacenSu alegre trompetera,Y hacen su entrada gallardosPor la puerta de la villa.Maana va a abandonarmeLa adorada de mi vida!

Maana quieres dejarme;Mas hoy, hoy eres an ma,Y ser dos veces dichosaEn tus brazos necesitaHoy an mi alma, que locaPor tus amores suspira.


82

LXVII

Sonaban las trompetas,Y los azules hsares corranGozosos cabalgando hacia la puertaDe la ciudad dormida:Yo llegaba, bien mo, y fresco ramoDe rosas pudorosas te traa.

Qu bullicio infernal y qu locura!Cul las crujientes armas relucan!Mas ay, de un militar alojamientoEn tu pequeo corazn haba!


83

LXVIII

En verdad t me aborreces?Tanto cambi tu pecho?De lo mal que t me tratasMe quejar al mundo entero.

Decidme, labios traidores:Cmo hablar podis tan fierosDel que os besara un daCon tan amoroso afecto?


84

LXIX

He aqu an los ojos que no ha muchoCariosos y amantes me miraban,Los labios que llenaban de alegraMi vida solitaria.

Tambin esta es la voz que complacienteY dulce en mis odos resonaba.Tan slo yo no soy el que antes era;Tan slo el tiempo a m me transformara.

Ceido por sus brazos de alabastro,Que enamorados con ardor me enlazan,Sobre su corazn, entumecidaSiento aburrirse mi alma.


85

LXX

Raras veces, mis amigos,Me pudisteis comprender,Y yo mismo raras vecesA comprenderos llegu.

Tan slo cuando en el fangoNos hallamos a la vez,Os comprend yo sin pena,

Y a m vosotros tambin.


86

LXXI

Quejronse los castradosCuando yo elev mi voz;Quejronse; era muy fuerte,Muy grosera mi cancin.

Oir dejaron entoncesSus canciones con ardor,Con sus notas cristalinasY con su aflautado sn.Qu tono tan dulce y puro!Qu misterioso rumor!

Cantaban dulces amores,Cantaban dicha y pasin,Y derretidas en lgrimasLas damas en derredor,Desvanecidas sentanEl arte y la inspiracin.


87

LXXII

Blandas brisas acaricianLas calles de Salamanca;All las tardes de estoYo paseo con mi dama.

Cien mis brazos su talle,Y siente mi mano osadaLos anhelantes latidosDe su seno que se inflama.

Pero un murmullo siniestraDel tilo vibra en las ramas,Y un molino tristemente,Al rodar, penas presagia.

Sabis, seora, qu diceEse rumor que me espanta?Que ha de llegar triste da,Da de duelo y de lgrimas,

En que un decreto acadmicoVenza mi libertad brava,Y no cruzar dichoso,Paseando con mi amadaGozoso y enamorado,

Las calles de Salamanca.


88

LXXIII

Cerca de mi casa viveDon Enrique, a quien le llamanEl hermoso caballero,El encanto de las damas.Vecinos son nuestros cuartos,Vecinas son nuestras cmaras,Tan slo dbil tabiqueNuestras viviendas separa.

Cuando por las calles cruza,Estrechas y solitarias,Retorciendo sus bigotes,Sonando espuelas doradasY seguido de sus rpidosY fieles perros de caza,Sienten su pecho abrasadoLas damas de Salamanca.

Pero en las horas tranquilasDe la tarde, en su ventanal se sienta solitario,En las manos la guitarraY en melanclicos sueosLa fantasa abismada.

La tae con mano trmulaMientras en sus sueos vaga:De su bandurria los ecosDan nuseas a mi alma!


89

LXXIV

Apenas nos contemplamos,Cuando en tus tiernas miradasY en tu voz not, bien mo,Que a mi amor no eras ingrata.Si es que tu maldita madreNo hubiera estado en la estancia,Creo que en aquel momento,Ardiendo en amante llama,A mi cuerpo enamoradoTus bellos brazos enlazas.

Y con todo, de la villaYo me ausentar maanaPara emprender mi carrera,Mi carrera solitaria.La hermosa rubia, anhelanteMe esperar a la ventana,Y al partir, dulces saludos

Le prodigar mi alma.


90

LXXV

Ya la cima de los montesEl sol baa con sus rayos,Y ya resonar se escuchaLa esquila de los ganados.Oh mi bien! mi corderilla!Mi sol, mi amor y mi encanto!Cunto por mirar daraOtra vez tus ojos claros!

Yo, con atencin inquieta,Los tristes ojos levanto:Adis, nia de mi vida.Ya de este pas me marcho.Vana esperanza! no veoEn. las rejas de tu cuartoBlanca cortina correrseSobre los cristales claros.Ella aun reposa, le prestaEl sueo dulce descanso;Probablemente sonreCon mis amores soando


91

LXXVI

En Halle y en la plaza del mercadoDos leones enormes se levantan:Ay leones de Halle! cul rindieronVuestras fauces feroces las mordazas!

En Halle y en la plaza del mercadoUn enorme gigante se alza fiero;Espada tiene, s, mas no la esgrime;Petrific el pavor sus fuertes miembros.

En Halle y en la plaza del mercadoAlza sus altas torres una iglesia;La Burschenschaft1 y Landmanschaft2 a un tiempoLugar all para rezar encuentran.

1 Antigua Sociedad escolar alemana2 Sociedad de paisanos alemanes.


92

LXXVII

El crepsculo sombroDe las tardes del estoCubre la verde pradera,Cubre la floresta entera,Y la luna, astro de plata,Su luz presta y sus fulgoresAl ter que se dilataPerfumado por las flores.

En el borde canta el grilloDel riachuelo sencillo;Algo en el agua se mueve,Y un rumor confuso y leve,Como el suspiro arrancadoPor sus amores al almaEl viajero fatigadoOye en la nocturna calma.

Solitaria y silenciosaBajo la enramada umbrosaSe baa la hermosa ninfa;Sus brazos cortan la linfaDe las aguas sosegadasDe la desierta laguna,Y sus espaldas nevadasFulguran ante la luna.


93

LXXVIII

Sobre las oscuras sendasTiende la noche su manto;Mi corazn est enfermoY mis miembros fatigados.Ay! al menos, dulce luna,Desde el infinito espacio,Cual bendicin silenciosaViertes sobre m tus rayos.

Luna! el horror de la nocheDisipan tus fuegos claros,Siento mis amargas penasAusentarse de mi lado,Y cubrirse de rocoMis mejillas y mis prpados.


94

LXXIX

La muerte es la noche helada,Da abrumador la vida;Ya amanece y tengo sueo;Estoy cansado del da.

Sobre mi lecho, en un rbol,Nuevo ruiseor gorjea;Canta el amor, y hasta en sueosEntiendo yo sus querellas.


95

LXXX

Dnde est, di, aquella hermosaQue tu dulce voz cantabaPalpitante y armoniosa,Cuando en llama misteriosaTu corazn se abrasaba?

Ya la llama est extinguida;Slo en mi pecho hay dolor,Y este libro a quien di vida,Urna es que guarda escondidaLa ceniza de mi amor.

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Heine, Heinrich - El Regreso