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Historia del istmo centroamericano Tomo II C O O R D I N A C I O N E D U C A T I V A Y C U L T U R A L C E N T R O A M E R I C A N A C EC C

Historia Del Istmo Centroamericano Tomo II

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mario posas

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Historia del istmocentroamericano

Tomo II

COOR

DINACIONEDUCA

TIVAYCULTURAL

CENTROAMERICANA

CECC

COORDINACIÓN EDUCATIVA Y CULTURAL CENTROAMERICANA

Instituciones de los gobiernos centroamericanos que aprobaron e impulsaron el proyecto de elaboracióndel texto sobre la historia del istmo centroamericano

Costa RicaMinisterio de Educación Pública

Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes

El SalvadorMinisterio de Educación

Consejo Nacional para la Cultura y el Arte

GuatemalaMinisterio de Educación

Ministerio de Cultura y Deportes

HondurasMinisterio de Educación

Ministerio de Cultura, Arte y Deportes

NicaraguaMinisterio de Educación, Cultura y Deportes

PanamáMinisterio de Educación

Instituto Nacional de Cultura

Coordinación académicaDr. Víctor Hugo Acuña Ortega

AUTORES

Costa RicaDr. Víctor Hugo Acuña OrtegaDr. José Antonio Fernández Molina

El SalvadorDr. Knut Walter FranklinDr. Jorge Rafael Cáceres PrendesDr. Héctor Raúl Lindo FuentesLic. Othón Sigfrido Reyes

GuatemalaLic. Edgar Leonel Barillas BarrientosDr. José Luis Muñoz NavichoqueDr. Arturo Taracena Arriola

HondurasDr. Mario Posas AmadorLic. Rigoberto Paredes Fernández

NicaraguaDr. Germán Romero Vargas

PanamáDr. Francisco Alberto HerreraDra. Beatriz Rovira de Pacheco

Coordinación del proyectoMarvin Herrera Araya

ConalitegHumberto Blanco PedreroPedro Javier Herrera AriasFrancisco Oviedo VillavicencioStanislao Fabbrizzi Buonavita

Coordinación editorialAna Laura Delgado

Cuidado de la ediciónSonia ZentenoRosario Ponce Perea

Investigación iconográficaRosario Ponce PereaGerardo Uriz BorrásAna Laura DelgadoEsther Torres Guerrero

Reproducciones fotográficasPedro Hiriart

Diseño gráficoHumberto BreraAna Laura Delgado

Formación electrónicaDavid Cruz Martínez

Corrección de estiloAna María Carbonell

Elaboración de mapasDavid Cruz Martínez

Servicios editorialesGrupo Editorial Siquisirí

El Gobierno de México, en el marco de Tuxtla Gutiérrez II y a través de la Secretaría de Educación Pública y la ComisiónNacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), aportó fondos para la investigación iconográfica, la edición y la impresiónde esta obra, concebida por la Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana (CECC).

D.R. © 2000, por Coordinación Educativa y CulturalCentroamericana (CECC)175 m norte de la esquina oeste del ICE, SabanaNorte, San José, Costa Rica, C.A.

Se prohíbe la reproducción parcial o total de estaobra, sin el permiso escrito del titular de los derechos.

ISBN 970-18-4409-2 (obra completa)ISBN 970-18-5085-8 (tomo II)

AGRADECIMIENTOS

A la UNESCO, por la cooperación financiera, canalizada por mediode la Oficina Subregional para Centroamérica y Panamá, que sustentó todo

el proceso de preparación de este texto de historia.

Al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), por haber contribuidoeconómicamente para su elaboración.

Al Gobierno de la República de China en Taiwan, por la donación del papel para imprimir esta importanteobra sobre la historia de Centroamérica.

Al Gobierno de México, por su valiosa colaboración en la investigación iconográfica,edición e impresión de Historia del istmo centroamericano.

COMISIÓN ACADÉMICA

Dr. Víctor Hugo Acuña Ortega • Coordinador académico • Costa RicaDr. Knut Walter Franklin • Coordinador académico • El Salvador

Lic. Edgar Leonel Barillas Barrientos • GuatemalaDr. Mario Posas Amador • Honduras

Dr. Germán Romero Vargas • NicaraguaProf. Euribiades Chérigo Canto • Panamá

Sr. Marvin Herrera Araya • Coordinador regional

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PresentaciónIntroducción

CAPÍTULO 10 El proceso de la Independencia y la RepúblicaFederal (1821-1842)

IntroducciónLos procesos contrastantes al final de la Colonia

—La primera experiencia constitucional—Revueltas, conspiración y represión

La independencia de España—Del último período absolutista al segundo período constitucional—La independencia conservadora de Centroamérica—Panamá: el sueño del emporio comercial

Las experiencias federales, 1821-1830—El proyecto de espacio político—El surgimiento de nuevos espacios políticos—La decepción de la élite panameña

Centroamérica 1831-1843: siete Estados, mil conflictos—La disolución de la Federación centroamericana—La derrota del sueño de Morazán—La crisis federal colombiana y las independencias panameñas

Conclusión

CAPÍTULO 11 El predominio conservador (1840-1870)

IntroducciónUna tierra de caudillosLa política partidistaEl origen de los Estados nacionales en Centroamérica

—El proceso de centralización estatal—La fundación de las repúblicas

Persistencia del unionismo y rivalidades entre las potencias—El sueño del unionismo—Las crecientes influencias británica y norteamericana—Los intereses canaleros—La guerra nacional—La particularidad panameña

Conclusión

CAPÍTULO 12 Los cambios políticos y sociales (1870-1930)

IntroducciónLiberalismo político y desarrollo estatal

—El proyecto liberal—Nuevos grupos sociales

Movimientos sociales y sistema político

ÍNDICE

UNIDAD III

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—El mundo rural—Los obreros de las plantaciones—El mundo urbano—Las clases medias—Mujeres en lucha

Los límites sociales del liberalismo en Centroamérica—Indígenas y liberales

Las relaciones internacionales—El sueño unionista—Estados Unidos y el istmo—Las identidades nacionales

Conclusión

CAPÍTULO 13 La economía centroamericana (1821-1930)

IntroducciónLa persistencia colonial, añil y cochinilla

—Cultivo y exportación de la grana o cochinillaLa caficultura centroamericana

—Variaciones en la adopción del cultivo del café—Las reformas liberales—Cambios en los costos del transporte—Los efectos económicos de las rutas de transporte en Nicaragua

y PanamáLas economías de enclave

—Comienzo de las plantaciones bananeras—La concentración de la industria bananera—Los obreros de la industria bananera—Las bananeras como “economías de enclave”

La formación del mercado interno—El crecimiento de los mercados internos—Crecimiento urbano e integración territorial—La circulación monetaria

Los límites del crecimiento agroexportador—Economías de exportación y desigualdades económicas

Conclusión

CAPÍTULO 14 Los cambios culturales (1821-1930)

IntroducciónLa preeminencia de lo urbano

—La cultura impresa—La vida urbana

Las élites y su cultura—Nuevos patrones de consumo—Ocio y entretenimiento—Arte, literatura y sociedad

Las culturas populares—Las culturas populares urbanas—El mestizaje

Los inicios de la cultura de masas

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Conclusión

Conclusión de la Unidad III

CAPÍTULO 15 En busca de un nuevo modelo de crecimientoeconómico (1930-1979)

IntroducciónLa crisis de los treinta y el estancamiento del modelo económico

—Los efectos de la crisis—Los gobiernos y la crisis—Centroamérica y la Segunda Guerra Mundial

La modernización de la posguerra, auge y deterioro—Los efectos de la modernización

La integración económica centroamericana—Los tratados y sus resultados—Panamá

Las frustraciones acumuladasConclusión

CAPÍTULO 16 Estructura y dinámica sociales (1930-1979)

IntroducciónLa dinámica demográfica: crecimiento y distribución

—El crecimiento de la poblaciónEl fenómeno urbano

—El crecimiento de las capitales—La pobreza urbana

Movimientos sociales: comunales, nacionales y regionales—El movimiento sindical—Los movimientos sociales en el campo

La política social de los Estados—Los seguros sociales—La reforma agraria

Conclusión

CAPÍTULO 17 Dictadura y democratización (1930-1979)

IntroducciónLa era de los dictadores

—El Salvador: Hernández Martínez—Guatemala: Jorge Ubico—Honduras—El ascenso de Tiburcio Carías—Nicaragua: Anastasio Somoza García—Costa Rica—Panamá

Las aperturas democráticas de la posguerra—La revolución guatemalteca (1944-1954)

UNIDAD IV

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—La apertura salvadoreña—La transición hondureña—La familia Somoza—La democracia costarricense—Inestabilidad en Panamá

Nuevas formas de autoritarismo y rebeliones populares—Guatemala—El Salvador—Honduras—Revolución en Nicaragua—Costa Rica—Panamá

Conclusión

CAPÍTULO 18 El eclipse de la cultura rural en Centroamérica(1930-1979)

IntroducciónEl puente continentalDe la crisis, al esplendor

—Culturas mestizas y problemas étnicosLa búsqueda de la identidadLa cultura urbanaConclusión

Conclusión de la Unidad IV

CAPÍTULO 19 Revolución, guerra civil y democratización

IntroducciónLa revolución sandinista

—Las reformas de la revolución—El régimen político y la revolución—El fin de la revolución

La lucha armada en El Salvador y Guatemala—La guerra en El Salvador—La paz en El Salvador—La guerra en Guatemala

La política norteamericana en Centroamérica—“La Contra” nicaragüense

Honduras y los Estados Unidos—La invasión de Panamá

Democratización y régimen político—Honduras—Guatemala—El Salvador—Nicaragua—Panamá—Costa Rica

Conclusión

UNIDAD V

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CAPÍTULO 20 Crisis económica, ajuste estructural y desajustesocial

IntroducciónCrisis económica, deuda externa y ajuste estructural

—Crisis y deuda—El ajuste—Los logros del ajuste

Crisis económica, ajuste estructural y modelo de desarrollo—Los costos del ajuste—Inflación y desempleo—El nuevo modelo económico

Industrialización y urbanización—Industrialización—Urbanización—Pobreza e informalidad

Pobreza y crisis social—La pobreza estructural—La lucha contra la pobreza—Los efectos de la pobreza—La inseguridad ciudadana

Conclusión

CAPÍTULO 21 Actores sociales, cultura e integración

IntroducciónLos sindicatos y el movimiento popular

—El sindicalismo moderado—Los problemas del sindicalismo

Nuevos actores y movimientos sociales—La cuestión étnica—Los derechos de los pueblos indígenas—Las luchas de las mujeres—Género y política—El movimiento ecologista—La lucha por los derechos humanos

Cultura y sociedad—Los emigrantes centroamericanos—El nuevo modo de vida urbano—El nuevo paisaje urbano—Ocio y cultura de masas

Cumbres presidenciales: paz, integración y desarrollo—La cumbre de Antigua—La integración económica—La integración social

Conclusión

Conclusión de la Unidad V—De cara al siglo XXI

BibliografíaCréditos de iconografía

PRESENTACIÓN

La excelente y retadora idea de elaborar un texto de historia del istmo centroameri-cano surge en la XIV Reunión Ordinaria de la Coordinación Educativa y CulturalCentroamericana (CECC), realizada en Panamá en 1994. A partir de ese momen-to, se inicia el proceso en el que el Dr. Rodolfo Pastor Fasquelle, Ministro deCultura, Arte y Deportes de Honduras en ese entonces, juega un destacado papelen su calidad de historiador al preparar una rigurosa propuesta de objetivos, crite-rios y contenidos consultada y retroalimentada por los despachos de Educación y deCultura de los países centroamericanos. En la IV Reunión Extraordinaria de la CECC,llevada a cabo en Panamá en marzo de 1995, se dispone, por medio de la resolu-ción CECC/RM(E)/PAN-95/RES/004, aprobar el contenido del texto distribuido; in-tegrar la Comisión Académica de Historiadores, conformada por un historia-dor de reconocido prestigio de cada país miembro de la CECC; agradecer a laUNESCO su valiosa ayuda y autorizar al ministro Pastor Fasquelle a continuar susgestiones para solicitar la cooperación de la Secretaría de Relaciones Exterio-res de México.

Durante esas ocasiones, en el seno de la CECC, se consideró que la poblacióncentroamericana, particularmente los estudiantes de educación media, debían co-nocer y valorar el acervo cultural común de la sociedad centroamericana, desdesus orígenes hasta el presente. También influyó en la materialización de esta ideala voluntad de los Excelentísimos Señores Presidentes de las Repúblicas Centro-americanas de fomentar la unidad, los valores y la identidad centroamericanos. Elobjetivo es sistematizar, con un enfoque holístico y regional, la historia del istmo;incluir y explicar los acontecimientos más relevantes y los procesos evolutivos en loscampos social, económico y político, así como forjar una conciencia ciudadanacentroamericana en el contexto de una sociedad unificada, de cara a los desafíosque demanda el desarrollo sostenible y la convivencia pacífica con otros pueblos ynaciones.

La Comisión, en su primera sesión de trabajo, reconoció la importancia y lanecesidad del texto y definió que éste, al fortalecer los valores, resaltar la identidad yrevitalizar la historia, debía ser una valiosa contribución a la unidad de los puebloscentroamericanos. Sus miembros consideraron que esta obra de historia debía serdidáctica, motivadora, útil a los estudiantes y docentes y, sobre todo, cumplir el pro-pósito de hacer esta materia atractiva y fácil de aprender, y con ello, favorecer elpensamiento crítico y reflexivo.

Historia del istmo centroamericano260

Con el propósito de buscar la mejor distribución de los temas del texto, laComisión Académica de Historiadores los agrupó de la siguiente manera: El espa-cio y los seres humanos, El mundo antiguo (10000 a.C.-1502), El mundo colonial(1502-1821), Fundamentos del mundo contemporáneo (1821-1979) y El mundoactual y el futuro de Centroamérica. De estos amplios bloques temáticos se derivanlos 21 capítulos de esta singular obra, escritos por connotados historiadores de laregión.

Los objetivos aprobados por la Comisión para orientar la elaboración del textosobre el istmo centroamericano fueron los siguientes:

• Contribuir al acercamiento de los estados, naciones y pueblos de Centro-américa, como un esfuerzo educativo y cultural en el marco de la integraciónregional.

• Fortalecer la formación de los estudiantes con sentido crítico, reflexivo, res-ponsable y solidario.

• Promover el conocimiento de las raíces históricas y culturales de la región, yel respeto a la diversidad cultural, política y religiosa.

• Contribuir a la formación de jóvenes con sentido pluralista, conscientes de ladiversidad cultural, de la tolerancia y de la construcción de la paz y de la demo-cracia.

La Secretaría General de la CECC, con satisfacción, deja constancia escrita de lamagnífica disposición de trabajo de los miembros de la Comisión, así como de susolvencia académica, evidente desde el inicio, cuando definieron las característi-cas técnicas del texto. Esta capacidad intelectual y la vasta experiencia de cadauno en la preparación de otros textos escolares, hicieron posible la superación deobstáculos o limitaciones, lo mismo que la conclusión de este texto, único en sugénero. Felizmente, con la publicación de esta importantísima obra, de gran valoren el marco de la historia centroamericana, se da un fuerte impulso al procesoregional de integración, porque las generaciones de jóvenes que la estudiarántendrán una visión diferente de nuestros países, de nuestros pueblos y su historia,así como del Sistema de Integración Centroamericana.

MARVIN HERRERA ARAYASecretario General de la CECC

INTRODUCCIÓN

CENTROAMÉRICA EN UNA GOTA

La historia de la presencia humana en Centroamérica comenzó cuando varios gru-pos de cazadores debieron transitar por el puente del istmo centroamericano, de-cenas de miles de años antes de nuestra era, en búsqueda de la megafauna queabundaba en aquellos tiempos. Los que se establecieron finalmente aquí vinieron,quizá, unos cinco mil años antes de nuestra era cuando, tanto en México como enlos Andes, ya se había inventado la agricultura; tal vez inmigraron como conse-cuencia, precisamente, del crecimiento demográfico que indujo el cultivo.

En Centroamérica, a diferencia de México o Perú, no hubo una etnia belicosaque impusiera su dominio. Cohabitaron el istmo una miríada de pueblos, provenien-tes de dos tradiciones culturales en continuo desplazamiento, encuentro y conflicto.Distinguimos entre ellos a los mesoamericanos, cultura de maíz, frijol y chile que,encabezados por los olmecas, llegaron a Guatemala, El Salvador y Honduras haceunos cuatro mil años. Y grupos provenientes de un tronco cultural circuncaribeño,pueblos de río y selva, cultivadores de pejibaye, yuca y malanga, ancestros de losmisquitos, ramas, sumos, payas y tawahkas. Desde entonces, el istmo encarna a unaunidad geográfica, enraizada en su particular diversidad cultural.

En el primer milenio de nuestra era, los mesoamericanos desarrollaron Es-tados nucleados en torno a grandes ciudades-Estado, mientras que sus vecinosnahuas y lencas organizaron cacicazgos hereditarios. Los pueblos de la regióncircuncaribeña formaban clanes familiares, cuya subsistencia dependía en ma-yor medida de la caza y la recolección; organizados en tribus independientes,los hombres del río y la selva conservaron sus poblamientos temporales cerca de lasmárgenes, pero a salvo de la furia estacional de los ríos.

El descubrimiento por los europeos de las tierras y pueblos del istmo, ha sidoatribuido por los investigadores a varios viajeros, pero ha quedado registrado comomérito de Cristóbal Colón, quien llegó con sus barcos a Guanaja y exploró la costadel caribe en 1502, describiéndola como un paraíso terrenal. “Contacto” ciertamen-te es un eufemismo para calificar lo que ocurrió después: una invasión violenta, unaguerra a sangre y fuego de los europeos contra los nativos. Seis ejércitos españolesrivales atacaron el istmo por tres flancos, entre 1519 y 1526, y a menudo pelearonentre sí por los territorios que suponían ricos en metal precioso.

Historia del istmo centroamericano262

A medida que las tropas españolas avanzaban sobre el istmo, los príncipesnativos se levantaban para oponerles resistencia. Pero una vez derrotados, los venci-dos alimentaban a la tropa del conquistador, cargaban sus bultos, y proveían logís-tica e información contra el vecino. Así, las rebeliones eran cada vez más exiguas,dirigidas por figuras de menor rango y fracasaban más rápidamente. Quedabanzonas en las selvas tropicales del istmo —El Petén, en Guatemala; la Taguzgalpa, enHonduras; la Tologalpa, en Nicaragua y la Talamanca en Costa Rica y Panamá— derefugio efectivo, que el español sólo dominaría parcial y lentamente dos siglos des-pués; pero éstas se ovillaban, estaban cada vez más aisladas y no alteraban el con-trol establecido sobre la mayor parte de la población, ni representaban un reto aldominio español.

La construcción de la colonia en Centroamérica fue una empresa de otro tipo.Del esclavismo y la minería de oro, los españoles pasaron a organizar una explota-ción fiscal en torno a la “encomienda” del tributo indígena en el norte del istmo;fundaron reales mineros para explotar la plata y establecieron ranchos y estanciasganaderas vinculados a las minas y las ciudades de las provincias del centro. Losnativos fueron congregados en pueblos, bajo la supervisión de los frailes y de supropia élite, responsabilizada de las obligaciones colectivas con la economía colo-nial. Los encomenderos pasaron de virtuales “señores de horca y cuchillo” a bene-ficiarios de una concesión fiscal, cuando la minería de plata permitió la articula-ción de una economía mercantil. Las ciudades españolas y los pueblos indígenasfueron dotados de gobiernos municipales. Asimismo, se organizó una burocraciaimperial con su centro en Santiago de Guatemala, y representada en cada provin-cia por alcaldes mayores, corregidores y gobernadores nombrados por el rey.

Con la introducción de nuevas plantas, animales, artes y oficios, medios decambio y relaciones mercantiles, la economía colonial centroamericana creció des-de mediados del siglo XVI hasta la segunda década del siglo XVII, cuando el comer-cio del istmo era el tercero del imperio atlántico español según el volumen de lamercancía embarcada en los puertos. Hacia 1630, la incapacidad del imperiopara proteger de la piratería las redes de tráfico tan extensas condujo, empero, alcolapso del sistema comercial de flotas y al consecuente aislamiento especialmentede las colonias pobres.

Durante las décadas intermedias del siglo XVII, siglo de “crisis” y de síntesis, laeconomía española decayó, la población indígena se estabilizó y el istmo fusionóelementos de las tradiciones indígenas y de los inmigrantes para producir sus pro-pias culturas sincréticas. Fue entonces cuando cristalizó la cultura del criollo, ex-presada en notables obras literarias, como La recordación florida, de FranciscoAntonio de Fuentes y Guzmán, y en las grandes catedrales. También el indio sinte-tizó una nueva cultura a partir de su tradición; es así como surgió el culto de lossantos y las vírgenes, que encarnaban a antiguas deidades paganas para las co-fradías indias. Marginados por definición del sistema colonial, los mestizos de

Introducción 263

casta todavía minoritarios ocuparon y dominaron pronto las áreas periféricas de lacolonia, en donde crearon su propio mundo social y se dedicaron a actividadesmarginales, que nadie más quería asumir. Muchas de las diferencias precolombi-nas se conservaron dentro de los mestizajes. En la antigua mesoamérica centro-americana los criollos aprendieron a comer maíz en tamales y pan, en tortilla yatol; en el sur chibcha, a comer arepas de yuca y pejibaye soasado.

A fines del siglo XVII, la ya asfixiada economía había derivado en el contraban-do. Los ingleses, apoderados desde 1650 de gran parte del Caribe y de San Andrésy Providencia, amenazaban la costa y terminarían por colonizar Belice, las Islas de laBahía y la Mosquitia. Los costarricenses desarrollaron toda una economía de planta-ciones de cacao, orientada por esa exportación, para ello importaron esclavos ne-gros que compraban a los ingleses.

El cambio dinástico y las primeras reformas administrativas de los Borbones aprincipios del siglo XVIII no fueron suficientes para restablecer la conexión con lapenínsula. Pero el programa de reformas modernizadoras, así como el estableci-miento de monopolios y compañías reales, la apertura de puertos y el fomento dela minería, terminaron por transformar las condiciones de producción y comercio eindujeron cambios sociales. La población creció con un nuevo ritmo y, a mediadosdel siglo XVIII, ya era predominantemente mestiza (aunque en Guatemala seguiríanprevaleciendo los indígenas). Se transformó asimismo la cultura oficial, que se con-cretó en el movimiento ilustrado de la Universidad de San Carlos en Guatemala.

La mala administración y las guerras napoleónicas quebraron al gobierno es-pañol y determinaron, a fines del siglo XVIII, la descomposición del imperio, del cualel Reino de Guatemala era una remota provincia secundaria. El alza de los impues-tos y otras reformas fiscales draconianas dieron al traste con la administración colo-nial y provocaron descontento general. Los movimientos insurgentes, especialmenteel de México, y la efervescencia popular obligaron a los notables reunidos en Guate-mala en 1821 a asumir la independencia. José del Valle, el más lúcido teórico de lailustración centroamericana, redactó el acta. Tres años después, una constituyenteproclamó la República compuesta por las Provincias Unidas de Centro América. Seconvocó a elecciones y ganó el liberal salvadoreño Manuel José Arce, contra quiense alzaron los gobiernos provincianos unos meses después. Ganaron la primeraguerra civil los liberales, cuyo jefe, Francisco Morazán, intentó gobernar la Fede-ración desde 1830 hasta 1838, cuando fue derrotado por los conservadores.

Como en otras regiones de América, los intereses locales impidieron la forma-ción de la nación, pero las antiguas jurisdicciones coloniales conservaron cierta co-herencia. En cada ex provincia del istmo se impusieron dictaduras conservadoras,empeñadas en restablecer el antiguo régimen. Centroamérica transitó luego por ladisolución, y perdió en el camino tiempo, territorio y dominio sobre sus recursos, loque obligó a una larga espera para la incorporación a la dinámica mundial, que enese momento se aceleraba con el surgimiento de nuevas potencias industriales.

Historia del istmo centroamericano264

No todo por cierto era oscuro. Los gobiernos conservadores buscaron nuevosproductos de exportación, como el algodón y el café. Manejaron hábilmente lascontradicciones entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, cuyo conflicto por el controldel futuro canal quedó teóricamente resuelto con el Tratado de 1850. El mayor logrode los conservadores fue neutralizar la amenaza, en cierto momento ominosa, delfilibusterismo, que pretendió apoderarse primero de Nicaragua y después del istmo.La “Guerra Nacional”, organizada por los gobiernos (encabezados por Rafael Ca-rrera en Guatemala, Santos Guardiola en Honduras, Juan Rafael Mora en CostaRica, el general José Dolores Estrada en Nicaragua, y Rafael Campo en El Salvador)expulsó a los filibusteros, cuyo jefe, William Walker, fue fusilado en Trujillo cuandointentó regresar en 1860.

El triunfo definitivo de los liberales en México y Colombia precipitó en los paí-ses del área una revolución liberal que, de 1871 a 1893, estableció gobiernosreformadores con una visión moderna de la economía y de la administración públi-ca. La revolución liberal nicaragüense triunfó en 1893 y se extendió durante el perío-do 1893 a 1909, año en el que concluye el gobierno del general José Santos ZelayaLópez. Esos regímenes reformaron las leyes y expropiaron los bienes de la Iglesia yde las corporaciones, para impulsar un nuevo desarrollo mercantil. Aprovecharon lanueva bonanza del mercado internacional y de las exportaciones del café para res-tablecer el comercio centroamericano con las economías centrales; en Honduras sereactivó la minería.

El inusitado auge del comercio y del café a finales del siglo XIX, trajo aCentroamérica una nueva prosperidad y permitió a los nuevos gobiernos reformarlos Estados incipientes y emprender programas de infraestructura y desarrolloinstitucional. Se construyeron ferrocarriles, teatros y palacios nacionales, se esta-blecieron bibliotecas, archivos y cátedras en las universidades. Los intelectualesparticiparon entusiastas. Por otro lado, los estadounidenses promovieron la sece-sión de Panamá y construyeron su soñado “canal americano”, que convertiría elistmo en región estratégica para el comercio mundial y reforzaría sus nexos con losEstados Unidos. La prosperidad atrajo nuevas migraciones de europeos, estadouni-denses y levantinos, quienes se dedicaron a trabajar y enriquecieron la economía yla cultura local.

La bonanza atrajo además un tráfico naviero de vapores, que abarataron losfletes y permitieron el transporte en gran escala del banano a los Estados Unidos. Lademanda de ese nuevo producto acarreó un desarrollo agrícola en el litoral delmar Caribe. Los norteamericanos rápidamente se apropiaron del tráfico, por la víade las concesiones ferrocarrileras, que les facilitaba el acceso a las tierras. Surgieronasí los enclaves norteamericanos que, al mismo tiempo, significaron un desarrollo sinprecedentes del litoral. Sin embargo, la fragilidad del desarrollo dependiente quedómanifiesta cuando sobrevino la crisis financiera mundial de 1930 y la contracción dela demanda de nuestros productos “de postre”, el café y el banano.

Introducción 265

La crisis económica desembocó en movimientos sociales, entre los cuales destacael de 1932 en El Salvador. Sobrevino entonces el establecimiento de regímenes dictato-riales: Maximiliano Hernández Martínez, Jorge Ubico, Tiburcio Carías y AnastasioSomoza García se encargaron de garantizar las inversiones y sofocar las protestas. Ensus manos entraron estos países a la Segunda Guerra Mundial contra el Eje. Solamenteen Costa Rica y Panamá se mantuvieron regímenes encabezados por políticos civiles.

La Segunda Guerra Mundial consolidó la reorientación de Centroamerica ha-cia los Estados Unidos. Los dictadores invirtieron los réditos de la recuperacióneconómica de la posguerra en obras públicas. Pero el crecimiento y el nuevo climainternacional creaba ya, hacia 1944, un ambiente incómodo para las dictadurasquinceañeras. Por entonces, el desarrollo de las comunicaciones —la radiodifusióny la prensa escrita— estimulaba una opinión pública alerta, ampliando los vasoscomunicantes del istmo. Cayeron Ubico y Hernández Martínez en 1944. Guatema-la eligió presidente a Juan José Arévalo; con su ayuda, José Figueres dirigió unarevolución victoriosa y eliminó el ejército en Costa Rica. Al final cayó Carías enHonduras. Los regímenes “progresistas” dieron paso a un fermento social y a unaapertura política a mediados del siglo.

Las organizaciones populares recuperaron con creces la fuerza reprimida y seconvirtieron en agentes políticos eficaces, al organizar huelgas importantes que apo-yaban a los gobiernos reformistas. Con desfases temporales y la excepción parcialde Nicaragua, los regímenes reformadores establecieron una serie de adelantos:leyes laborales y agrarias, sufragio universal y el seguro social. Entablaron, además,las negociaciones que propiciaron la integración del Mercado Común Centroameri-cano. Se inicia entonces un período de nuevo crecimiento industrial e integracióncomercial y un proceso de urbanización acelerada.

Pronto, sin embargo, el ritmo de cambio resultó molesto para los inversionistasextranjeros y para el capital local. La guerra de Corea precipitó una mentalidad de“guerra fría” mientras que, con patrocinio de la Unión de Repúblicas SocialistasSoviéticas, los comunistas nativos se radicalizaron. En Guatemala, la contrarrevolu-ción derrocó al gobierno de Jacobo Arbenz con apoyo norteamericano. El creci-miento económico continuó durante otro par de décadas, con efectos deformadoresy polarizantes.

Salvo en Costa Rica, en los demás países continuaron, por la vía del golpe,dictaduras militares, apoyadas por sectores conservadores, que veían en los regí-menes de fuerza la tabla de salvación para continuar su control. Los militarescooptaron la burocracia para controlar una situación inestable, reprimiendo a losmovimientos guerrilleros incipientes. Sistemáticamente se produce entonces un di-vorcio entre la clase intelectual y el poder, que queda aislado y sin ideólogos.Hacia 1969, la mal llamada “Guerra del Fútbol” entre Honduras y El Salvadorpone de manifiesto las contradicciones soterradas, así como el costo y la peligrosi-dad de la dictadura militar.

Historia del istmo centroamericano266

Los generales Oswaldo López Arellano, en Honduras, y Omar Torrijos, en Pa-namá, intentaron, emulando al gobierno reformista del general Juan Velasco Alvaradoen Perú, arrebatarle banderas a la izquierda con programas populistas, que no pu-dieron sostenerse, aunque Torrijos negoció la recuperación progresiva de la zona delcanal. Hacia 1974, sin embargo, el encarecimiento del petróleo y el descenso del valorde nuestros productos tradicionales de exportación invirtieron los términos de inter-cambio comercial y le plantearon a los países del istmo nuevos problemas, doble-mente complicados en Honduras y Nicaragua por devastadores terremotos y hura-canes, que pusieron de rodillas a sus economías. De inmediato, sirvió como mitigantela disponibilidad de créditos blandos que ofreció la banca internacional, pero esosrecursos se gastaron en proyectos mal concebidos, sentando las bases de una ago-biante deuda externa y alimentando la corrupción. Entraban en crisis un modelo decrecimiento económico concentrador y excluyente, y uno político de gobierno militarrepresivo.

La más armada de las dictaduras, la dinastía de los Somoza en Nicaragua,sucumbió, en 1979, ante una rebelión pluriclasista con la que comenzó el experi-mento “sandinista” que precipitó la devolución de los gobiernos a manos civiles enHonduras, El Salvador y Guatemala. Pero las imprudencias del novel régimen nica-ragüense provocaron grandes tensiones y la intransigencia de la administración nor-teamericana del presidente Reagan, cuya respuesta fue una guerra “secreta y sucia”que derramó sangre inocente, inhibió el posible desarrollo económico de la región eincrementó todavía más la deuda externa. El colapso de la Unión Soviética, laprudencia de los gobernantes civiles y la astucia del pueblo nicaragüense en lasurnas desactivaron la tragedia inminente de un enfrentamiento regional.

Mientras tanto, entre 1940 y 1990 la degradación ambiental había corridopareja con la urbanización y el avance de la frontera agrícola mercantil. Después deque la economía agroexportadora se apropiara de los valles fértiles y la franja delcafé, los campesinos migrantes avanzaron sobre las selvas tropicales casi vírgenes,donde la tala de árboles y las siembras en laderas provocaron desecamiento, erosióne inundaciones cada vez más graves. El incremento absoluto y relativo de la miseriapor retraso y polarización mantuvo un continuo desperdicio de recursos humanos yuna devastación de los recursos naturales, que condujo a una crisis ambiental, quesólo se ha detenido en Costa Rica.

Los medios masivos de comunicación subvirtieron las estructuras mentalestradicionales y las culturas de nuestros pueblos; crearon un régimen de opiniónpública pero también de enajenación colectiva. Con el divorcio de la clase pensan-te, la cultura oligárquica entró en crisis al tiempo que la cultura popular se vioasediada por la globalización alienante. Gran parte de la población vive aúndesorientada, entre la desesperanza y la incertidumbre, la carencia de solidaridad y lamentalidad de la selva. Esto se traduce en violencia consuetudinaria, delincuenciae inseguridad.

Introducción 267

En la última década, Centroamérica se ha transformado profundamente y el pa-norama luce esperanzador, aun bajo el fardo pesado de los “ajustes” económicosimpuestos. Algunas de nuestras economías, especialmente en Honduras y Nicaragua,caminan aún sobre un campo minado por la deuda, pero tienen nuevas perspectivas einversiones. Los gobiernos civiles asumen un verdadero control y combaten la corrup-ción, al tiempo que luchan por una integración. La empresa privada, que ha visto unanueva oportunidad, empieza a repatriar el capital que exportó y surgen nuevos gruposde poder, financieros y exportadores de productos no tradicionales. La sociedad civilmadura y se apresta a asumir su nueva responsabilidad. La firma de la paz en ElSalvador y Guatemala augura un nuevo desarrollo pacífico. Los movimientos étnicoshan conseguido respuestas políticas que prometen disminuir su marginación social.Los premios nobeles de Óscar Arias y Rigoberta Menchú son emblemas de esa nuevacondición y de cierto reconocimiento en la comunidad internacional.

Nuestro reto es construir sobre la base de la reunificación, que ya han plan-teado nuestros presidentes en la ONU, una patria grande que ofrezca oportunida-des para todos, con una cultura de identidad en la diversidad, con paz y demo-cracia, y con el compromiso compartido de conservar el medio ambiente quepueda garantizar la calidad de vida del futuro. Esa gran tarea exige, en primerlugar, que nos eduquemos para ella y esa educación es el fin de este texto. Hantrabajado en él durante dos años los mejores historiadores del istmo, por inicia-tiva de los ministros de Educación y Cultura. Depende ahora de los estudiantes ylos maestros que esta obra cumpla con la finalidad de sustentar una concienciacentroamericanista perdurable.

David Tischler

Sin título (Serie Pies de Barro)

Fotografía

1997

Costa Rica

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 271

INTRODUCCIÓN

l proceso de independencia de las colonias americanas de España puede

comprenderse primordialmente en el contexto de las confrontaciones ideo-

lógicas y de los conflictos armados de finales del siglo XVIII y las primeras

décadas del siglo XIX. Durante el siglo XVIII, también conocido como de la

Ilustración o Siglo de las Luces, apareció por primera vez la noción de progreso. El

creciente control sobre la naturaleza, gracias al avance de la ciencia y la innovación

tecnológica, dio una perspectiva de cambio. Los pensadores europeos aplicaron al

funcionamiento de la sociedad lo que habían aprendido de la racionalidad de la natu-

raleza, cuestionando el derecho de los reyes a gobernar, y explorando nuevas formas

de organización política. La independencia, en 1776, de las 13 colonias inglesas de

Norteamérica, que luego constituirían los Estados Unidos, y la Revolución Francesa

de 1789 fueron momentos de ruptura en los que se llevaron a la práctica las ideas de

la Ilustración. Irrumpió entonces la forma de gobierno republicana y representativa

como alternativa al absolutismo monárquico, lo cual contribuyó a desencadenar un

período de constantes guerras, entre 1792 y 1815. Confrontaciones bélicas que de-

bilitaron el poder de España sobre sus colonias, y aceleraron el libre comercio de

ideas y mercancías.

Aunque las ideas de la Ilustración tuvieron un impacto tardío en áreas periféri-

cas como Centroamérica y Panamá, las élites de las colonias más ricas tuvieron acce-

so a la literatura de la época (de la cual una gran parte estaba prohibida) e incluso

viajaron a Europa, donde fueron testigos de los nuevos acontecimientos. Precursores

como Francisco Miranda sembraron la semilla de la insurrección, pero, a pesar de la

crisis económica y militar, predominó la lealtad hacia la metrópoli.

E

La independencia de

las 13 colonias inglesas

de Norteamérica.

Medalla conmemorativa

de la Independencia del

Reino de Guatemala.

Historia del istmo centroamericano272

as condiciones que se vivieron

en los reinos de Guatemala y

de Tierra Firme o Panamá fue-

ron muy diferentes durante el si-

glo XVIII y, especialmente, en las últimas

décadas de la Colonia. El primer reino

había logrado vincularse fuertemente al

mercado europeo después de 1760 gra-

cias a la producción de añil, un tinte que

adquirió un valor estratégico por la de-

manda de la fabricación textil inglesa. A

partir de 1792, sin embargo, la interrup-

ción de las comunicaciones con España

a causa de las guerras generadas por la

Revolución Francesa, la creciente produc-

ción de añil en la India y una serie de

plagas que atacaron los plantíos causa-

ron una seria crisis económica.

En contraste, Panamá había deja-

do de ser, desde 1740, el punto de paso

obligado de la plata peruana hacia las

famosas ferias de Portobelo, en el mar

Caribe, lo que provocó medio siglo de

depresión económica y aislamiento. Pero,

LOS PROCESOS CONTRASTANTES AL FINAL DE LA COLONIA

LHacienda de añil

Obraje de añil en el siglo XVIII

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 273

a partir de 1792, el istmo recuperó su

papel preponderante como vía de comu-

nicación entre ambos océanos al conver-

tirse en un anexo, de hecho, del emporio

comercial inglés de Jamaica, con el con-

trabando cuando España estaba en gue-

rra con Inglaterra o con el comercio legal

en tiempos de paz. Así, mientras en el

Reino de Guatemala se vivió la transición

hacia la independencia en medio de nu-

barrones que amenazaban tormenta, en

el Reino de Tierra Firme se disfrutó de una

efímera primavera.

Estas condiciones económicas con-

trastantes se reflejaron en procesos socia-

les y políticos divergentes. Los comercian-

tes de la ciudad de Guatemala dejaron

de ser los intermediarios obligados con el

mercado mundial, lo que aprovecharon

las élites provinciales para establecer sus

propios nexos con el exterior. Por ello, el

poder de la oligarquía guatemalteca se

vio cada vez más circunscrito a la capital

y a los pueblos de indios del altiplano. En

contraste, los comerciantes panameños

aumentaron su poder gracias al resurgi-

miento del comercio transístmico.

La crisis económica y militar de la

metrópoli se transformó en una crisis po-

lítica cuando Napoleón Bonaparte, em-

perador de Francia, consiguió que el rey

de España y su heredero abdicaran al

trono en 1808. El gobernante impuesto,

un hermano de Napoleón, fue rechaza-

do por sus súbditos españoles y america-

nos. Así, al mismo tiempo que se enfren-

taba a los invasores franceses, se convocó

a elección de diputados para gobernar

en nombre de Fernando VII, el príncipe

heredero prisionero, y redactar la prime-

ra constitución escrita de España y su

imperio.

Catedral de Guatemala,

en el siglo XIX.

Napoleón Bonaparte

Historia del istmo centroamericano274

soberanía residía en la nación, se ins-

tauraron los principios de representati-

vidad e igualdad, se reforzaron las ins-

tancias del gobierno local y se retomaron

otras ideas de la Revolución Francesa.

Por otra parte, el liberalismo de 1812

tenía sus rasgos conservadores. Por eso,

se declaró la religión católica como la

única permitida y se mantuvo el princi-

pio monárquico.

En el caso de Centroamérica, el

proceso constitucional, que abarcó de

1810 a 1814, hizo aflorar los conflictos

del último siglo del coloniaje. Las instruc-

ciones que dieron los cabildos españoles

a sus diputados indicaban que se debía

limitar el poder de la oligarquía de la ciu-

dad de Guatemala. Irónicamente, las éli-

tes provinciales deseaban que la lejana

metrópoli les protegiera del centro regio-

nal de poder.

La conspiración de San

Salvador, en 1811.

La primera experiencia

constitucional

La elección de los diputados a las Cortes,

como se llamó a la asamblea constituyen-

te, y las ideas que se plasmaron en la

Constitución de 1812 dejaron una pro-

funda huella entre los primeros “libera-

les”, como se denominó a sus defenso-

res. En efecto, aunque se declaró que la

La Constitución de Cádiz

de 1812.

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 275

Revueltas, conspiración

y represión

Mientras las élites participaban en el pro-

ceso constitucional, otros sectores reac-

cionaron violentamente contra la nueva

situación. Revueltas populares, con la

ocasional participación de las élites, es-

tallaron en varios pueblos y ciudades de

El Salvador y Nicaragua, en 1811 y

1814. El origen de estos movimientos fue-

ron las dos décadas de crisis económica

que les precedieron, los donativos que se

exigían para la defensa de la metrópoli y

las tensiones provocadas por la desapa-

rición del lejano monarca, base de la le-

gitimidad imperial. Ninguno de estos

movimientos tenía como meta la indepen-

dencia, sino exigir que se aliviaran las

cargas fiscales, así como defender los

derechos y prerrogativas que cada gru-

po étnico había obtenido del gobierno

colonial.

Estos movimientos dieron lugar a

una represión que llenó las cárceles de

la ciudad de Guatemala, coadyuvando

a la organización del único movimiento

claramente independentista: la conjura-

ción de Belén. En ella participaron perso-

nalidades de la ciudad de Guatemala y

otros de provincia, como fue el caso de

Tomás Ruiz, sacerdote indígena oriundo

de Nicaragua. Fue descubierta en 1813

gracias a una traición, cuando apenas

se estaban fraguando los planes para una

insurrección que liberaría a los presos

políticos, detendría a las autoridades es-

pañolas y proclamaría la independencia.

Centroamérica se encontraba entre dos

zonas de conflicto, porque la crisis políti-

ca de la metrópoli facilitó el éxito de los

movimientos independentistas sudameri-

canos y la rebelión popular que encabe-

zaron en México Hidalgo y Morelos. Por

ello, algunos funcionarios españoles, ante

estos acontecimientos, entorpecieron o im-

pidieron el pleno funcionamiento de la

Constitución. La actitud represiva del ca-

pitán general del Reino de Guatemala,

José de Bustamante y Guerra, conocido

como “terror bustamantino”, contrastó con

la que aplicó en Panamá el virrey Benito

Pérez, quien, gracias a las campañas de

Bolívar, carecía de virreinato que gober-

nar, pero respetó el orden constitucional.

José Bustamante y Guerra,

capitán general

de Guatemala.

José María Morelos y Pavón,

líder de la rebelión popular

mexicana.

Historia del istmo centroamericano276

Del último período

absolutista al segundo

período constitucional

l regreso de Fernando VII en

1814, significó la abolición de

la Constitución de 1812 y la res-

tauración del absolutismo mo-

nárquico, pero la metrópoli fue incapaz

de modificar la dinámica creada en los

años anteriores. El monopolio comercial

no se llevaba a efecto, las élites provin-

ciales de Centroamérica se fortalecieron

y el poder efectivo de los funcionarios im-

periales disminuyó. Además, las campa-

ñas de Simón Bolívar progresivamente

expulsaron a los españoles de Colom-

bia y una nueva generación de rebeldes

mexicanos identificados con los intere-

ses de la élite criolla luchó contra los es-

pañoles.

Cuando en 1820 una rebelión mi-

litar en España impuso la Constitución de

1812, los liberales americanos tenían la

capacidad de exigir que sus derechos

constitucionales fueran respetados. Ade-

más de nuevos procesos electorales, el

fenómeno más significativo de este perío-

do fue el desarrollo del periodismo como

medio para debatir sobre distintos y con-

trastantes proyectos de la sociedad. En la

ciudad de Guatemala, los periódicos El

Amigo de la Patria, bajo la dirección de

José Cecilio del Valle, y El Editor Consti-

tucional, con Pedro Molina como direc-

tor, entraron en debate sobre temas como

el libre comercio, la educación y la mo-

ralidad. En Panamá, la imprenta se in-

trodujo en 1820 para publicar La Misce-

lánea, cuyo cuerpo de redacción estaba

compuesto por miembros de las princi-

pales familias de comerciantes.

Aunque estos órganos informativos

contribuyeron a la discusión en la que

se concibió la idea de romper los lazos

con la metrópoli, no fueron menos impor-

tantes los condicionantes externos. Las

Cortes españolas del segundo período

constitucional (1820-1821) fueron mucho

Regreso de Fernando VII

al trono tras la caída

de Napoleón.

E

LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 277

más radicales que las del primer período

(1810-1814). Así, por ejemplo, decreta-

ron la disolución de todas las órdenes

religiosas e incautaron sus bienes. Las

sociedades coloniales americanas eran

más devotas y reconocían a las órdenes

como pilares de la sociedad, además, los

miembros de las élites habían ingresado

en ellas generación tras generación.

Mientras que en el primer período consti-

tucional los americanos se habían aliado

frecuentemente con los liberales españo-

les, ahora estos últimos estaban aproban-

do leyes incompatibles con la ideología

de las élites coloniales. Además de este

conflicto a nivel de las ideas, para 1821

era imposible ignorar el acelerado ritmo

que habían tomado las campañas en Co-

lombia y México. Si las élites de Centro-

américa no tomaban la iniciativa, corrían

el peligro de que una expedición militar

les impusiera la independencia. También

tiene que haberles preocupado la posibi-

lidad de que se gestaran movimientos más

o menos violentos que proclamaran la

independencia desde las clases popula-

res de la sociedad, tal como se eviden-

ciaría en el acta de la independencia.

Simón Bolívar, prócer

de la independencia

sudamericana.

Los procesos de independencia

de América Central

obedecieron a sus procesos

complementarios

y contrastantes. Como México,

el Reino de Guatemala buscó

una independencia

conservadora con la cual

mantener buena parte

de la herencia colonial.

En contraste, Panamá

se inspiró en la Ilustración

y su líder fue Simón Bolívar.

LA INDEPENDENCIA EN CENTROAMÉRICA Y PANAMÁ

M A R C A R I B E

O C É A N O PA C Í F I C O

V i r r e i n a t od e N u e v aG r a n a d a

México(24 de agosto de 1821)

V i r r e i n a t o d eN u e v a E s p a ñ a

Chiapas(8 de septiembre de1821)

Guatemala(15 de septiembre de1821)

San Salvador(21 de septiembre de1821)

Comayagua(28 de septiembre de 1821)

León(28 de septiembre de 1821)

Cartago(13 de octubre de 1821)

Panamá(28 de septiembre de 1821)

Historia del istmo centroamericano278

independencia hicieron correr la voz en

los barrios capitalinos la noche del día

14, con el fin de tener una multitud para

presionar a los españoles. Aunque en

la reunión José Cecilio del Valle propuso

que no se tomara ninguna determinación

hasta que se consultara a las provincias,

la votación dio el triunfo a quienes desea-

ban que se proclamase el mismo día. En

el acta se declaró al Reino de Guatemala

independiente de España y de México,

se nombró una Junta Provisional Consul-

tiva bajo la presidencia del capitán ge-

neral y se convocó a un congreso de los

delegados de las provincias. A pesar de

que el capitán general Gaínza y otros

miembros de la oligarquía guatemalteca

ya habían tenido correspondencia con

Iturbide, les fue imposible imponer la

anexión a México en esa ocasión.

La reacción de las provincias a la

declaración de independencia firmada en

José Cecilio del Valle, redactor

del Acta de Independencia

de Guatemala.

La independencia

conservadora

de Centroamérica

Los acontecimientos que se desarrollaban

en México eran de particular relevancia

para Centroamérica. Agustín de Iturbide,

con un programa conservador que pro-

metía la independencia sin afectar los in-

tereses de las élites, logró aglutinar a su

alrededor a quienes luchaban contra los

españoles. Cuando se hizo evidente que

Iturbide estaba a punto de entrar en la

Ciudad de México, la provincia de Chia-

pas, fronteriza con la entidad política que

estaba a punto de nacer, proclamó al

mismo tiempo su independencia y su

anexión a México.

Este hecho forzó al capitán gene-

ral Gabino Gaínza a convocar a una reu-

nión de todas las autoridades civiles,

eclesiásticas y militares para el día 15 de

septiembre de 1821. Los partidarios de la

Firma del Acta

de Independencia,

15 de septiembre de 1821.

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 279

la ciudad de Guatemala puso de mani-

fiesto la pérdida de la hegemonía capita-

lina. El Salvador declaró su independen-

cia absoluta; en Comayagua prevaleció

la anexión a México pero independiente

de Guatemala; León de Nicaragua y Cos-

ta Rica se proclamaron independientes de

la metrópoli y de la antigua capital; Gra-

nada se independizó de España pero si-

guió fiel a la capital. La vida indepen-

diente y la tormenta política se habían

iniciado al mismo tiempo.

Panamá: el sueño

del emporio comercial

Mientras en Centroamérica la declara-

ción de independencia se logró sin en-

frentar ninguna oposición militar, en Pa-

namá existieron otras condiciones. Como

el istmo era un punto estratégico, había

tropas españolas acuarteladas en la ca-

pital como retaguardia de una expedi-

ción para reconquistar el territorio que

actualmente es Ecuador. Igual que en

Guatemala, fue la decisión de un pue-

blo subordinado la que sirvió de deto-

nante: la Villa de los Santos se declaró

independiente, aunque sin especificar

cuál sería su forma de gobierno. Este

hecho aceleró los preparativos de los in-

surgentes, con la complicidad de un go-

bernador criollo. La desmoralización de

la tropa permitió que los comerciantes pa-

nameños apoyaran a los soldados espa-

ñoles para que desertaran, garantizán-

doles su retorno a territorios leales a su

rey. Paralelamente, se organizaron so-

ciedades patrióticas que agrupaban a los

artesanos bajo el liderazgo de los maes-

tros de gremio con más influencia en el

pueblo.

Para el 28 de noviembre de 1821

los efectivos militares habían sido diez-

mados y los partidarios de la indepen-

dencia pidieron una reunión de autori-

dades civiles, eclesiásticas y militares en

cabildo abierto, en presencia de una

multitud. En el acta aprobada se procla-

maron la independencia de España, la

adhesión a la Gran Colombia y la conti-

nuidad en sus puestos de los funciona-

rios, adictos al nuevo régimen.

En el antiguo Reino de Tierra Firme

no era factible la creación de un Estado

soberano por varias razones. La más im-

portante era que el papel estratégico del

istmo lo convertiría en el principal objeti-

vo de una reconquista española, y con su

escasa población era quimérico suponer

que podría defender su independencia.

Además, los líderes de la élite estaban

convencidos de que con la protección de

un Estado poderoso como la Gran Co-

lombia el istmo se tranformaría en un em-

porio comercial al cual confluirían naves

de todos los mares.

Sin embargo, como en el caso de

Centroamérica, la crisis política de las dos

décadas siguientes puso de manifiesto a

la, ahora provincia colombiana, el com-

plejo y conflictivo proceso de construir un

Estado independiente.

Gabino Gaínza, último

capitán general

de Guatemala.

Agustín de Iturbide,

emperador de México.

Historia del istmo centroamericano280

El proyecto de espacio político

ajo la amenaza de reconquista es-

pañola, los problemas fiscales he-

redados de la Colonia y la frag-

mentación provocada por la

independencia ¿cómo enfrentaron las éli-

tes centroamericanas el autogobierno?

Desde los últimos años de la Colonia ya

se identificaban en la ciudad de Guate-

mala dos grupos, los “cacos” (ladrones)

y los “serviles”. Los primeros eran libe-

rales que no temían las consecuencias de

la apertura al mercado mundial, mien-

tras que los segundos, sin pregonar vir-

tudes en el orden colonial, recomenda-

ban cautela ante los posibles efectos so-

ciales que provocaría esa medida. Pero

éstos no constituían entonces ni confor-

maron posteriormente grupos homogé-

neos: las lealtades cambiaban de acuer-

do a las circunstancias. Por ello, más que

por la confrontación de dos grupos cla-

ramente definidos, este período se carac-

terizó por la contradicción entre los inte-

reses de la capital y los de las provincias,

por conflictos entre estas últimas y en el

interior de cada una.

La anexión a México no fue parte

de la declaración de independencia de

la ciudad de Guatemala, pero quienes

LAS EXPERIENCIAS FEDERALES, 1821-1830

B

Soldados mexicanos

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 281

buscaban la integración a una entidad

política mayor en ocasiones prevalecie-

ron en la capital, así como en la mayoría

de los cabildos, posición que reforzó una

fuerza de expedición mexicana. El apo-

yo o la oposición al imperio mexicano de

Agustín de Iturbide exacerbaron el fac-

cionalismo, provocando conflictos tanto

entre las provincias como en su seno.

Desde este período los gobernantes de

Guatemala y El Salvador utilizaron las

agresiones bélicas como forma de impo-

ner su opción política, de forma que la

hegemonía se obtenía mediante la fuer-

za. Por lo tanto, el eje San Salvador-Gua-

temala, centro de la vida económica cen-

troamericana durante el siglo XVIII, entró

en una profunda crisis ante los embates

de las contribuciones forzosas, las requisi-

ciones, el costo del acantonamiento de tro-

pas y la incautación o destrucción de los

bienes del enemigo. Paralelamente se

desataron conflictos entre los centros ur-

banos provinciales, de forma que sólo San

Salvador y Guatemala lograron conser-

var su preeminencia: Comayagua perdió

terreno frente a Tegucigalpa en Hondu-

ras, León entró en conflicto con Granada

y una confrontación militar provocó el

traslado de la capital costarricense de

Cartago a San José. Aunque el imperio

duró poco más de un año, México retiró

su ejército y renunció a la soberanía so-

bre Centroamérica, Chiapas fue segrega-

da para siempre y la creación de la nue-

va entidad política tuvo lugar en medio

de los conflictos que se vivían en todos

los niveles.

Vista de León, Nicaragua,

en el siglo XIX.

Historia del istmo centroamericano282

El surgimiento de nuevos

espacios políticos

La resistencia al poder de la capital en

1810, la represión de las rebeliones anti-

fiscales en 1811 y 1814, las sangrientas

confrontaciones causadas por la anexión

a México y los conflictos entre las locali-

dades, fueron antecedentes que dificulta-

ron la formación de las Provincias Unidas

de Centro América. La desastrosa situa-

ción fiscal y la necesidad de detener la

espiral de violencia política recomenda-

ban un sistema centralista con un poder

ejecutivo fuerte que sustituyera a las des-

aparecidas autoridades españolas, pero

sus detractores veían en esta opción una

maniobra para mantener el poder de

Guatemala. Por otra parte, los procesos

políticos iniciados en algunas provincias

eran irreversibles y los funcionarios repu-

blicanos estaban lejos de tener la legiti-

midad de la que el monarca español gozó

a lo largo de tres siglos. Por lo tanto, no

había otra alternativa sino otorgarle ca-

pacidad de decidir al poder local median-

te la adopción de un sistema federal.

La tensión entre centralistas y fede-

ralistas se reflejó en las disposiciones de

la Constitución emitida a finales de 1824.

El antiguo Reino de Guatemala se convir-

tió en una República Federal dividida en

cinco Estados, cada uno con su propia

Carta Magna. Tanto la Constitución fede-

ral como las estatales adoptaron la divi-

sión de poderes (ejecutivo, legislativo y

judicial) concebida durante el siglo XVIII.

Además, el legislativo federal se dividió

en Asamblea y Senado, la primera com-

puesta por representantes electos de acuer-

do a la población y el segundo por un nú-

mero fijo de senadores por estado. Esta

medida pretendía limitar el peso político

del Estado de Guatemala, que concentra-

ba a la mayoría de la población y podía

controlar al gobierno nacional. Sin embar-

go, la Constitución federal contenía múlti-

ples contradicciones internas, no definía

cuál sería la capital federal e ignoraba el

grave problema fiscal.

La Constitución federal no concilió

los intereses locales y los nacionales, y su

aplicación generó más conflictos. La anar-

quía continuó en Nicaragua, el ejército fe-

deral invadió Honduras y El Salvador, las

autoridades del Estado de Guatemala y el

gobierno federal entraron en conflicto, los

Estados se apropiaron de los impuestos de

la República y Costa Rica amenazó con la

secesión. En contraste con la mayoría de

Hispanoamérica, durante la primera dé-

cada de vida independiente centroame-

ricana no hubo un caudillo que aglutina-

ra a su alrededor las distintas fuerzas

políticas. Aunque a finales de esta década

apareció la figura de Francisco Morazán,

el proyecto federal con el cual se identificó

ya había iniciado un prolongado proceso

de disolución.

La idea de democracia de este pe-

ríodo difería sustancialmente de la que te-

nemos hoy en día. Aunque las masas apo-

yaron algunos procesos y los soldados

Francisco Morazán,

símbolo del unitarismo

centroamericano.

Escudo de la República

Federal de Centro América.

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 283

provenían de los sectores populares, su

participación en los conflictos de las élites

no garantizó el cumplimiento de sus aspi-

raciones. De manera similar a la práctica

en otros países de América y Europa, los

derechos fundamentales de elegir y ser

electo estaban restringidos a una minoría,

puesto que era necesario tener cierto nivel

de ingresos para ser ciudadano activo. Sin

embargo, aunque continuó la estructura

social de la Colonia, hubo cambios como

la abolición de la esclavitud, la concesión

de derechos a los hijos ilegítimos y, quizá

la ruptura más significativa con el orden

colonial, los indios perdieron su situación

de perpetuos menores de edad protegidos

por el Estado. Esta última medida, adop-

tada en nombre de la igualdad, los perju-

dicó: continuaron ocupando el nivel más

bajo de la escala social mientras la pobla-

ción ladina aprovechó la nueva situación

para ocupar sus tierras y, gracias a sus

alianzas con las élites, se convirtieron en

un sector políticamente importante.

La decepción de la élite

panameña

Mientras en Centroamérica las oligarquías

locales luchaban por construir una entidad

política viable que no afectara sus intere-

ses, la anexión de Panamá a Colombia ga-

rantizó estabilidad, aunque la pretensión

de convertirse en emporio comercial pron-

to se desvaneció. El tránsito transístmico

mantuvo su vitalidad, ya que por allí se

transportaban las tropas que lucharon por

liberar Sudamérica al mando de Bolívar,

pero, una vez concluidas las campañas li-

bertadoras, el papel estratégico de Pana-

má decayó notablemente. Aunque el ais-

lamiento del istmo evitó que su territorio

fuera campo de batalla de los conflictos

políticos y militares de Colombia, la élite

panameña elaboró un proyecto para ase-

gurar la importancia del istmo en el comer-

cio internacional. En 1826 se gestó el mo-

vimiento anseatista, un confuso esquema en

que, sin declarar la independencia de Co-

lombia, se ponía al istmo bajo la protec-

ción de una liga formada por Francia, Gran

Bretaña y los Estados Unidos. Esta liga ga-

rantizaría la neutralidad del corredor co-

mercial panameño, lo cual permitiría ex-

plotar el recurso geográfico y salir de la

crisis económica. Sin embargo, un repre-

sentante de Bolívar impuso por la fuerza

de las armas la Constitución colombia-

na de 1826, y la pretensión de los comer-

ciantes, columna vertebral de la élite istme-

ña, de convertir al istmo en un emporio

comercial tuvo que esperar varias décadas.

Facsímil de la Constitución

de la República Federal de

Centro América, 1824.

Historia del istmo centroamericano284

enos de una década después

de la independencia, la crea-

ción de las Provincias Unidas

de Centro América y la ane-

xión panameña a Colombia desencanta-

ron a las élites que las habían promovi-

do. Razón por la que obedeciendo a sus

intereses, en Centroamérica llegaron a

constituirse siete Estados en diferentes mo-

mentos del período 1831-1842. Pero,

más que el resultado del funcionamiento

de la política dentro de marcos clara-

mente definidos, el fracaso de los espacios

políticos institucionalizados hizo que la evo-

lución de estas entidades se rigiera por el

conflicto militar.

La disolución de la Federación

centroamericana

Durante este período, la existencia de la

Federación estuvo íntimamente ligada al

destino del único caudillo de dimensión

centroamericana: Francisco Morazán.

Con su genio militar controló Guatema-

la, El Salvador y Honduras, mientras que

su habilidad política le permitió negociar

con sectores conservadores como el cam-

pesinado hondureño, y apoyar el esta-

blecimiento de un gobierno liberal en

Guatemala. Trasladó la capital federal a

San Salvador para poner fin a las ten-

dencias centralistas defendidas por par-

te de la élite guatemalteca, pero la fuer-

za de las armas no le permitió mantener

con vida las instituciones republicanas:

el estado de guerra impidió los proce-

sos electorales.

A la sombra del caudillo se realizó

el experimento liberal más radical de la

Centroamérica de esa época: el gobier-

no de Mariano Gálvez, en Guatemala.

El proyecto liberal se basó en la idea de

una república compuesta por pequeños

y medianos propietarios, partiendo de la

suposición de que la tierra y la especula-

ción eran la llave del ascenso social. Sos-

tenía que lo único que mantenía vivas a

las grandes instituciones coloniales, repre-

sentadas por las comunidades indígenas

y la Iglesia, era la baja rentabilidad de la

tierra y del capital. Ese fue el móvil por el

cual los liberales las atacaron de frente,

bajo el alegato de la necesaria igualdad

ciudadana en el seno del sistema repu-

blicano.

Asimismo, los liberales considera-

ron que la jerarquía social se debía defi-

nir, en gran medida, a partir del acceso

a los cargos públicos. A raíz de la inde-

pendencia, estos puestos habían queda-

do dominados mayoritariamente por las

élites de origen colonial (en especial la

CENTROAMÉRICA 1831-1843: SIETE ESTADOS, MIL CONFLICTOS

MMariano Gálvez, jefe de Estado

de Guatemala.

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 285

de la ciudad de Guatemala). Sin embar-

go, con la instauración del sistema repu-

blicano federal en 1824, se abrió una

oportunidad de ascenso social para los

sectores medios urbanos y las élites re-

gionales, entablándose una polémica

con los conservadores sobre la legitimi-

dad de los nuevos actores políticos.

Además, los liberales fueron los

primeros en romper la regla de oro de

la política colonial: la permanente ex-

clusión de las masas de cualquier expre-

sión o actividad política. Lo ejemplifica

la célebre insurrección dirigida por Cle-

to Ordóñez durante la guerra civil de Ni-

caragua, en el año 1823. En seguida sur-

gieron en el contexto centroamericano

otros conflictos sociales interclasistas de

gran envergadura: la insurrección indí-

gena de los nonoalcos en El Salvador,

en 1833, al mando de Anastasio Aqui-

no y la de La Montaña en Guatemala,

acaudillada por Rafael Carrera, entre

1837 y 1839.

Inspirado por el ideario liberal, el

jefe de Estado Gálvez intentó secularizar

la sociedad, reformar el sistema judicial

e imponer nuevos impuestos en Guate-

mala. Pero el propósito de secularización

lo enfrentó con la Iglesia, sus reformas

judiciales resultaron inaplicables y los

impuestos fueron rechazados por la po-

blación. Similar suerte corrieron otros di-

rigentes liberales, quienes pensaron que

cambiar mentalidades y prácticas ances-

trales sería fácil.

En 1838 se reunió el poder legisla-

tivo federal por última vez, y aprobó dos

leyes trascendentales. La primera fue so-

bre la creación del Estado de Los Altos,

en el occidente guatemalteco, consecuen-

cia tanto de las aspiraciones de la élite

de Quezaltenango como del interés de

los otros Estados en disminuir el poder

del Estado de Guatemala. Esta medida

fue un elemento más en la disolución de

la República Federal, pues los aconteci-

mientos de las décadas anteriores ya ha-

bían convertido la ciudad de Guatemala

en una capital en busca de un país. La

élite capitalina percibió como afrentas in-

tolerables la separación de los indígenas

del altiplano, a quienes siempre había

considerado su patrimonio, y la adhesión

a otra entidad política para proveerse de

trigo. La segunda ley autorizó a los Esta-

dos para que aplicaran el sistema de go-

bierno que más les conviniese: la mori-

bunda Federación redactó su propio

certificado de defunción. Nicaragua,

Costa Rica y Honduras se separaron ese

mismo año de la Federación.

Plaza mayor

de Quezaltenango,

en el siglo XIX.

Historia del istmo centroamericano286

La derrota del sueño

de Morazán

Las reformas de Gálvez habían provoca-

do una rebelión campesina en el oriente

guatemalteco bajo el liderazgo de Rafael

Carrera, a la que se alió la élite conser-

vadora de la antigua capital colonial,

para retomar el poder en 1838. El nuevo

régimen desconoció la secesión del esta-

do de Los Altos y lo anexó nuevamente a

Guatemala en 1840. El golpe de gra-

cia a la República Federal de Centro

América fue la aparición de un gobierno

secesionista en El Salvador, cuya élite veía

como un dudoso honor el tener la capital

federal, y la derrota de Morazán ante

Carrera. El campeón de la causa conser-

vadora había derrotado al federalista li-

beral, quien se exilió en Panamá y, pos-

teriormente, en Perú.

A la carrera de Morazán aún le fal-

taba un epílogo. Su gesta concluyó en

Costa Rica, el estado más alejado de los

conflictos centroamericanos. En 1842, a

invitación de los criollos costarricenses,

derrocó a Braulio Carrillo, el jefe de Es-

tado que impuso la hegemonía de San

José sobre las otras ciudades e impulsó

la producción de café. Aunque ese mis-

mo año Nicaragua, Honduras y El Sal-

vador formaron una Confederación, en

la práctica cada Estado se vinculó autó-

nomamente con el mundo y, posterior-

mente, todos se convirtieron en repúbli-

cas soberanas.

La crisis federal colombiana

y las independencias

panameñas

La experiencia de Panamá durante este

período tiene algunas similitudes con la

centroamericana. Su vínculo con Colom-

bia entró en una nueva crisis de 1830 a

1831, cuando dos militares aprovecha-

Braulio Carrillo, jefe de Estado

de Costa Rica.

Morazán en la batalla

de Gualcho.

El proceso de la Independencia y la República Federal (1821-1842) 287

ron la separación de Ecuador y Venezue-

la para crear un Estado soberano bajo

sus dictaduras. Es probable que este in-

tento secesionista tuviera apoyo popular,

pues la Constitución colombiana de 1830

restableció disposiciones anuladas cua-

tro años antes: se legalizó la prisión por

deudas, los monopolios y la esclavitud

para los nacidos antes de 1821. Aunque

la élite aprobó el proyecto independen-

tista bajo amenaza, por las armas se

opuso a la dictadura y apoyó a la fuerza

expedicionaria que restableció la sobe-

ranía colombiana sobre el istmo.

Sin embargo, la élite istmeña no es-

taba satisfecha con su posición política.

Las primeras concesiones a compañías

francesas, norteamericanas y colombia-

nas para construir un canal interoceáni-

co datan de la década de 1830, pero

ninguna ejecutó la ansiada obra. Ade-

más, se reclamaba la construcción de un

camino transístmico, la falta de autono-

mía provincial y la negativa a conceder

franquicias comerciales. Cuando estalla-

ron rebeliones contra la estructura cen-

tralista de la Constitución colombiana de

1838, una vez más se proclamó la inde-

pendencia de Colombia. El Estado Libre

del Istmo (noviembre de 1840 a diciem-

bre de 1841) fue un autogobierno que

estableció un tratado de amistad y comer-

cio con Costa Rica y, según los principios

del movimiento anseatista, buscó el reco-

nocimiento de las potencias. En contraste

con Centroamérica, en Colombia gana-

Fortaleza en Panamá

ron la guerra las autoridades centralis-

tas, las cuales se aprestaron a invadir la

provincia rebelde. El Estado Libre del Ist-

mo proclamó la disolución amparado en

una serie de garantías, pero hubo una

fuerte represión colombiana que, junto

con las demandas de los años anteriores,

propició el desarrollo del federalismo.Soldados panameños

Historia del istmo centroamericano288

as nuevas sociedades independientes descubrieron que el “concierto de las

naciones” distaba mucho de ser igualitario: el imperio español fue sustituido

por el neocolonialismo, es decir, la subordinación a los intereses económi-

cos y políticos de las potencias europeas. Los instrumentos de esta nueva

dominación fueron las inversiones y la agresión. En 1825 la República Federal de

Centro América adquirió en Inglaterra un préstamo por 5 000 000 de pesos. Aunque

sólo 300 000 ingresaron en sus arcas, este pésimo negocio le dio un enorme poder al

cónsul británico, Frederick Chatfield, quien interfería abiertamente en la política in-

terna argumentando que se había caído en mora con los pagos del préstamo. Asi-

mismo, Panamá como parte de Colombia había sido agredida por Francia en 1833

y por Gran Bretaña en 1837, en ambas ocasiones para exigir reparaciones para sus

súbditos.

Además de los problemas financieros, el aumento del comercio marítimo inter-

nacional transformó la aspiración de una vía interoceánica en una necesidad impe-

riosa para la cual existían varias opciones. Los nuevos países centroamericanos, po-

bres y débiles, despertaron el interés de varias potencias que encontraron facilidades

para construir un canal que uniera los dos océanos, y así evitar el rodeo a Sudamé-

rica que los marineros daban desde los tiempos de Magallanes en el siglo XVI; de

particular interés fueron el istmo de Panamá y la ruta combinada del río San Juan y

el Gran Lago en Nicaragua, ambas ya usadas por los españoles desde temprano en

la época colonial. El protectorado británico sobre la costa nicaragüense del Caribe

en 1843 dio lugar a un nuevo período en la geopolítica de Centroamérica, que

afectó en diferentes grados a todos los estados. Sobre todo, anunciaba las tremendas

dificultades que supondría defender la soberanía y la independencia.

CONCLUSIÓN

L

Isla del Tigre en el golfo

de Fonseca, Honduras

en el siglo XIX.

Sandra Eleta

América

Fotografía

1998

Panamá

El predominio conservador (1840-1870) 293

INTRODUCCIÓN

n el capítulo anterior hemos estudiado las independencias de Centroaméri-

ca y Panamá como parte de Colombia. También analizamos las experien-

cias federales poco exitosas de estos países. Ahora vamos a estudiar la

llamada “época de los conservadores” en la historia del istmo. Al disolverse

la Federación Centroamericana, la mayoría de los liberales, que le habían apostado

a la forma de gobierno federal, quedaron relegados del poder. Su lugar fue ocupa-

do por individuos y grupos de orientación más conservadora, que se mantuvieron,

en muchos casos, gracias al apoyo que recibieron de caudillos y grupos locales de

tendencia conservadora similar. ¿Cómo y cuándo surgió el caudillismo en Centro-

américa? Fue a raíz de la crisis de las economías y el poder en las diversas regiones

durante el experimento federal. Los gobiernos de los estados y el mismo gobierno

federal no tenían los medios para garantizar la seguridad de las personas o de sus

bienes y medios de producción. En consecuencia, muchos de los propietarios y cam-

pesinos formaron bandas armadas para poder subsistir en condiciones de gran pre-

cariedad en el agro, producto de los efectos devastadores de la guerras civiles y de la

inseguridad generalizada. El caudillismo consistió, por lo tanto, en grupos de perso-

nas armadas, dirigidas por un jefe y unidas por lazos personales de dominación y

sumisión (parentesco, clientelismo y servidumbre), quienes buscaban protegerse en

un entorno violento, así como obtener riqueza y poder por la fuerza de las armas.

E

En la época

de los conservadores dominó

la herencia colonial.

Historia del istmo centroamericano294

l caudillismo en Centroamérica

fue producto, más que de la In-

dependencia, de las guerras

federales que se iniciaron en

1826 y se prolongaron hasta 1842. Va-

rios de los caudillos centroamericanos so-

bresalientes en las mismas pudieron acre-

centar su riqueza y aumentar su base

social de poder. Las guerras terminaron

legitimando la figura del caudillo, en la

medida que éste atendía los reclamos de

los diferentes grupos que lo apoyaban.

Los caudillos y sus lugartenientes

formaron una nueva élite de grandes te-

rratenientes y de funcionarios estatales,

recompensados con tierras y caudales ex-

propiados a la hacienda pública, a los

integrantes de las facciones vencidas y,

aún más, a otros campesinos y terrate-

nientes que no tenían cómo proteger sus

bienes. Estas formas de enriquecimiento

les permitió, en muchos casos, unirse a

los propietarios de origen colonial y lle-

gar hasta ejercer un liderazgo sobre

ellos. Así, la mayor parte de los caudi-

llos defendieron a las élites locales y sus

intereses económicos frente a las medi-

das que querían imponer los gobiernos

centrales. Otros, sin embargo, lograron

escalar hasta los más altos puestos del

poder nacional.

El ejemplo más sobresaliente es el

de Rafael Carrera, en Guatemala. Este

caudillo no sólo dirigió con éxito la insu-

rrección campesina de la región de La

Montaña del oriente del país, sino que

UNA TIERRA DE CAUDILLOS

ERafael Carrera, dictador

de Guatemala.

Los caudillos

y los lugartenientes formaron

otra élite.

El predominio conservador (1840-1870) 295

entabló alianzas duraderas con las co-

munidades indígenas de Los Altos. Éstas

le facilitaron tanto el triunfo militar sobre

los liberales y sus aliados a nivel de todo

el istmo centroamericano, como el éxito

político ante los líderes conservadores

recelosos de su emergencia como caudi-

llo popular.

El ejemplo de Carrera ilustra

cómo el dominio del caudillo pudo ex-

tenderse de la dimensión regional a la

estatal, después de obtener control so-

bre los hombres y los recursos del Esta-

do. Como Carrera en Guatemala, fue

Frutos Chamorro en Nicaragua y Gerar-

do Barrios en El Salvador, quienes lle-

garon a vislumbrar el proceso de cons-

trucción de un Estado nacional en la

segunda mitad del siglo XIX, desde sus

respectivos mandos presidenciales. El

propio Francisco Morazán, máximo

caudillo del unionismo centroamericano,

durante su administración del estado de

Honduras, sucumbió al manejo desor-

denado de las riquezas y del poder es-

tatal y regional que él mismo criticaba,

a nombre de la Federación, en los otros

caudillos de los estados.

Los antecedentes coloniales y fede-

rales hicieron posible que los caudillos

contaran con apoyo no sólo en sus paí-

ses, sino en cualquiera de los otros esta-

dos de la antigua federación lo que ter-

minó creando una práctica de injerencia

política en los asuntos de los caudillos de

países vecinos, que con frecuencia se re-

solvían por la vía de las armas. Además,

el caudillismo retardó a lo largo del siglo

XIX la construcción de las instituciones es-

tatales modernas en Centroamérica, con

las cuales se pudieran identificar los ciu-

dadanos. En pocas palabras, entorpeció

el desarrollo de sistemas políticos más ins-

titucionalizados, porque el caudillo impo-

nía su voluntad a título personal y no como

funcionario de Estado debidamente elec-

to o nombrado.

En el caso panameño, la legitima-

ción de los caudillos ocurrió más tarde,

cuando la Constitución colombiana de

1863 prohibió la intervención de la au-

toridad central en los conflictos de los es-

tados federados. De esa manera, con la

excusa de defender la vía interoceánica,

el gobierno central promovió la alianza

con caudillos locales, cuyas múltiples aso-

nadas dieron paso al Estatuto de 1886,

que colocó a la provincia de Panamá en

un permamente estado de excepción.

Gerardo Barrios, gobernante

de El Salvador.

Historia del istmo centroamericano296

os proyectos liberal y conserva-

dor marcaron la vida política de

Centroaemérica entre 1824 y

1870. El proyecto conservador

cobró primacía sobre el liberal cuando

se rompió el pacto federal en 1840. Sin

embargo, el conservadurismo no se im-

puso de inmediato. Su éxito estuvo liga-

do a las pugnas por el poder en torno al

proceso de centralización de la autori-

dad estatal y a la promulgación de las

independencias absolutas de los estados,

así como a la intervención política y eco-

nómica de las potencias extranjeras en

el istmo.

El conservadurismo se caracterizó,

en sus inicios, por la demanda de un go-

bierno centralista y fuerte. También propi-

ciaba la continuidad histórica con la épo-

ca colonial, que se manifestaba en la alian-

za con la Iglesia, el elitismo electoral y ad-

ministrativo, el presidencialismo y el

mantenimiento de un régimen legal sepa-

rado para los indígenas. Es decir, el con-

servadurismo buscaba la defensa, en lo

posible, del statu quo. En la práctica, se

expresó en una oposición consciente a la

amenaza percibida de disolución social y

administrativa enarbolada por el proceso

independentista y por el planteamiento

federal de los liberales.

El propósito conservador era fre-

nar el debilitamiento del poder del go-

bierno central y el surgimiento de los sec-

tores ladinos y mestizos a causa de la

imposición del federalismo y de la adop-

ción de medidas modernizantes de los

liberales (reformas administrativa, agraria,

educativa y eclesiástica). Para ello, ape-

laron a la defensa de la tradición frente

a la irrupción del liberalismo, que era, a

sus ojos, desarticulador del orden social

y económico. Por ello, los conservado-

res estaban interesados en profundizar

la alianza con la Iglesia y las comunida-

des indígenas.

Veían en la Iglesia una institución

muy organizada, con una profunda im-

plantación en el pueblo y una influencia

LA POLÍTICA PARTIDISTA

L

Los conservadores se aliaron

con las comunidades

indígenas.

El predominio conservador (1840-1870) 297

social demostrada. De esa manera, vol-

vieron a instituir la influencia clerical en

la educación y en la conducción de la po-

lítica de los estados independientes. A

partir de 1840, con la caída de la Fede-

ración, la Iglesia y los conservadores or-

questaron el proceso de creación de los

obispados de El Salvador (1842) y Costa

Rica (1850), como justificador y legitima-

dor del nuevo orden social y político. En

pocas palabras, así se iniciaron las igle-

sias nacionales.

Sin embargo, dentro de cada Es-

tado centroamericano no todo el mundo

tenía la misma cultura o pertenecía a la

misma etnia. El proyecto liberal que co-

menzó con la Federación se había rápi-

damente convertido en un proyecto ex-

cluyente, integrador de territorios pero

no de todos los individuos. Aunque la

Constitución de 1824 establecía que to-

dos los hombres eran iguales ante la ley,

pronto aparecieron las categorías de ciu-

dadanía al reducirse su universalidad

por razones de orden censual y de alfa-

betismo. Es decir, terminaron votando

solamente los propietarios y los que sa-

bían leer.

Con tal reduccionismo civil, las

mujeres, los analfabetas y los indígenas,

es decir, la mayoría de la población, se

quedaron al margen de la construcción

de la nación. Desde ese momento, la di-

rigencia política de cada país estuvo más

proclive a buscar su integración al mer-

cado mundial —como sinónimo de desa-

rrollo— que a lograr un país integrado

internamente.

Dentro de ese esquema, los conser-

vadores guatemaltecos optaron por fo-

mentar —como durante la Colonia— la

separación legal del indígena, volviendo

a aplicar las Leyes de Indias, bajo el argu-

mento de que “es necesario de manejar-

los con una total separación y para esto

es menester que las leyes difieran y no sean

iguales”. Esta lógica estaba basada en la

búsqueda de la perpetuación del Estado

mínimo notabiliario heredado del sistema

colonial. El conservadurismo solamente

aplicaría la idea en boga de “progreso” a

la modernización de la economía y al sur-

gimiento del Estado nacional.

Fueron dos los países en donde el

proyecto conservador triunfó claramen-

te. En Guatemala el éxito sólo se dio en

1849, después de las derrotas decisivas

del separatismo de Los Altos occidentales

y del movimiento popular de Los Lucíos,

en el oriente del país, con la consecuente

derrota política de los liberales. A su vez,

en Nicaragua, se obtuvo definitivamente

la victoria después de la derrota de

William Walker y de la facción liberal,

que se concretó en el pacto interoligár-

quico de 1858. En fin, fue bajo la égida

de los conservadores que se construye-

ron las repúblicas centroamericanas, toda

vez que centralizaron el poder político y

se declararon independientes de cual-

quier poder federal que pretendiera

mantener la unión centroamericana.

Las mujeres, los analfabetas y

los indígenas al margen de la

construcción de la nación.

Historia del istmo centroamericano298

uizá comenzaron nuestros

antepasados a sentirse ya cen-

troamericanos a raíz de la in-

dependencia. Luego, con la

desaparición de la Federación, ¿se sintie-

ron inmediatamente guatemaltecos, salva-

doreños, nicaragüenses, costarricenses u

hondureños? ¿Acaso surgió primero el sen-

timiento nacional y luego el Estado? ¿O,

con la construcción de este último, nos fui-

mos sintiendo nicaragüenses, panameños

o guatemaltecos? Las respuestas a estas

preguntas no son abstractas, ya que en

nuestros días vuelve con insistencia el tema

de la integración o unión centroamerica-

na después de más de siglo y medio de

existencia de los Estados nacionales.

El proceso de centralización

estatal

Se ha visto que la República Federal de

Centro América lejos de reducir la ten-

sión entre la tendencia centralizadora re-

presentada por la ciudad de Guatemala

y la descentralizadora abanderada por

San Salvador, León y San José, terminó

agravándolas. Los estados —y aún las re-

giones, como la de Los Altos— buscaron

acrecentar su autonomía frente a Guate-

mala. Para ello consideraron como pro-

pios su territorio y sus recursos fiscales. A

la larga, tal planteamiento impidió que

el gobierno federal adquiriese una ver-

dadera capacidad financiera y un efecti-

vo control del territorio que, en 1823, se

había pensado sería la nación centroame-

ricana. Con ello se abrió la coyuntura

para el colapso del pacto federal que

aconteció entre 1838 y 1842, y que ace-

leró el proceso de formación del Estado

nacional en cada uno de los recién surgi-

dos Estados.

¿Qué elementos políticos y económi-

cos pesaron en dicho proceso? En primer

lugar, el desarrollo de la territorialidad como

fundamento de la forma estatal. Esta te-

rritorialidad fue de origen colonial, con-

trolada por las élites, de igual origen,

que terminaron por hacer coincidir sus

EL ORIGEN DE LOS ESTADOS NACIONALES

EN CENTROAMÉRICA

Q

Ciudad de Guatemala,

en el siglo XIX.

El predominio conservador (1840-1870) 299

intereses mercantiles, agrarios y admi-

nistrativos con los del territorio de sus

respectivas provincias, convertidas en es-

tados a raíz del pacto federal.

En segundo lugar, el asalto al po-

der político regional y estatal de esas éli-

tes, haciendo que su función política, que

hasta la fundación de la República Fede-

ral había sido ejercida de manera infor-

mal, quedara institucionalizada por el

nuevo orden político y social.

En tercer lugar, la disputa por el

poder en el seno de las élites en los esta-

dos de la Federación. Ésta se expresó

en primer término con luchas políticas

y aun bélicas en torno al problema de

la “capitalidad”, pues cada provincia

era generalmente bicéntrica, es decir,

tenía al menos dos ciudades de origen

colonial enfrentadas por el control eco-

nómico y administrativo interno. Un ejem-

plo ilustrativo es el triunfo de San José

sobre Cartago como capital del estado

de Costa Rica, entre 1823 y 1835, lo que

permitió las tareas de racionalización del

aparato estatal iniciadas por el jefe de

Estado Braulio Carrillo en 1835, junto a

una labor legislativa en pro de la sobera-

nía del Estado y de la construcción de las

bases para el desarrollo de la economía

cafetalera costarricense.

Por lo tanto, la cuestión de la sobe-

ranía pasó a ser un elemento clave para

los Estados a partir de 1840, que se de-

clararon “libres y soberanos”. Con tal

decisión política completaron la institucio-

nalización de su territorialidad y de su

poder interno por medio de los instrumen-

tos jurídicos: las reformas constituciona-

les y jurídicas.

Historia del istmo centroamericano300

La fundación

de las repúblicas

Sin embargo, esta voluntad política de

soberanía pronto hizo aparecer tres pro-

blemas reales que requerían solución:

1) la necesidad de escoger una forma re-

publicana de organización del poder

para los nuevos Estados independientes,

¿pero, sería federalista o centralista?; 2) la

necesidad urgente de tener solvencia eco-

nómica como nuevos Estados indepen-

dientes ante el concierto de las naciones,

y 3) el peso de la ambivalencia de las

fronteras internas y externas de origen co-

lonial, como parte del proceso de consoli-

dación de la soberanía territorial en cada

uno de ellos.

En lo que se refiere al primer pro-

blema, los cinco Estados que habían sido

parte de la Federación optaron por go-

biernos centralistas, que facilitasen la con-

solidación del proceso de racionalización

del aparato estatal y de soberanía de sus

territorios iniciada en el seno de la Fede-

ración.

En el caso del segundo, la disolu-

ción de la República Federal evidenció las

dificultades para transformar esa victo-

ria de la soberanía de los antiguos Esta-

dos federados en nuevas formas institu-

cionales que reemplazaran a la nación

centroamericana. Así se explica la ambi-

valencia y el fracaso de cinco dietas, o

convenciones unionistas, entre 1839 y

1853. La razón principal fue que, al final

de la década de 1830, las economías no

daban aún de sí para asegurar la inde-

pendencia proclamada y hacerla recono-

cer internacionalmente. La credibilidad de

los nuevos Estados ante europeos y nor-

teamericanos estaba en ciernes, como lo

demuestra la actuación diplomática de sus

agentes más destacados, el cónsul inglés

Frederick Chatfield y el norteamericano,

John L. Stephens.

En el tercer problema, el éxito de-

pendía en gran medida de los dos pri-

meros, pues se necesitaba tanto del con-

trol efectivo del territorio como de los

arbitrios internacionales para garantizar

los primeros tratados fronterizos entre

cada uno de los Estados recién indepen-

dizados. Es decir, era necesario demos-

trar a la comunidad internacional que

estos nuevos Estados eran funcionales

como entidades políticas y que eran cier-

tas las posibilidades de sus economías de

exportación, ambos requisitos indispen-

sables en el siglo XIX para obtener el aval

de las potencias que confirmaría su si-

tuación de Estados nacionales.

Guatemala se proclamó república

el 21 de marzo de 1847 y Costa Rica lo

hizo el 30 de agosto de 1848. Al tomar

estas decisiones, se vieron obligadas a

realizar esfuerzos serios en sus relacio-

nes internacionales con el propósito de

conseguir el reconocimiento diplomático

y la integración al mercado mundial. De

esa manera, sus intereses particulares

obtuvieron prioridad sobre los de cual-

quier otro Estado centroamericano, como

Trapiche, forma tradicional

de producir azúcar de caña.

Felipe Molina, diplomático

de la República de Costa Rica.

El predominio conservador (1840-1870) 301

lo dejaron ver sus ideólogos en el campo

de la política y de la historiografía. Tal es

el caso del diplomático Felipe Molina,

precursor en la celebración de un tratado

limítrofe de Costa Rica con Nicaragua,

en 1858, así como lo es su obra pionera

Bosquejo histórico de Costa Rica, de

1851. Nicaragua se declaró, a su vez,

república en 1854 durante la coyuntura

del enfrentamiento entre conservadores

y liberales. El Salvador lo hizo en 1859 y,

finalmente, Honduras un poco más tar-

de, en 1864.

Paralelamente, cada una de las cin-

co repúblicas se había dado a la tarea

de desarrollar redes mercantiles particu-

lares orientadas a insertarse en los mer-

cados europeo y norteamericano. A me-

diados del siglo XIX, esa transición al

capitalismo agrario obligó a los gobier-

nos conservadores del área a aceptar y

beneficiarse de las políticas reformistas

planteadas por los liberales en lo que se

refería a la privatización de la tierra y a

la promoción de las exportaciones.

En síntesis, la viabilidad de las re-

públicas unitarias en Centroamérica se

dio cuando los proyectos económicos se-

parados empezaron a tener éxito: el café

en Costa Rica y la grana en Guatemala,

codiciados por el mercado de Londres; el

tradicional añil en El Salvador, gracias al

auge del comercio de cabotaje domina-

do por las casas comerciales británicas;

la ruta interoceánica de Nicaragua ex-

plotada por la “Compañía del Tránsito”

del norteamericano Cornelius Vanderbilt

y, finalmente, la exportación de ganado

hondureño para abastecer la creciente

producción azucarera de Cuba. Sin em-

bargo, la utopía de una Centroamérica

unida se conservaba fresca en las men-

tes de muchos de los políticos del istmo,

especialmente aquellos que se alinearon

al pensamiento liberal y que esperaban

su hora nuevamente.

Cosecha del café, el nuevo

fundamento de la economía

del istmo.

Historia del istmo centroamericano302

Naves comerciales

omo se ha visto, Costa Rica y

Guatemala fueron las iniciado-

ras del proceso de proclamación

de las repúblicas soberanas. En

estas iniciativas fueron apoyadas por los

servicios de agentes diplomáticos, pues

era difícil obviar la dimensión ístmica con

la que las naciones extranjeras actuaban

en Centroamérica. Así, la acción político-

diplomática de las potencias —en espe-

cial de Gran Bretaña, que dominaba el

comercio del café, la grana y el añil—

resultó decisiva para asegurar el proceso

de fragmentación del espacio centroameri-

cano después de 1838. Al reconocer y

apoyar al gobierno de Carrera en Gua-

temala, el principal exponente de las fuer-

zas antifederalistas, la Gran Bretaña prác-

ticamente imposibilitaba cualquier inten-

to de reconstitución de la República Fe-

deral, la cual, sin la participación de Gua-

temala, resultaba inviable.

El sueño del unionismo

Paralelamente, inmersos en la polémica

sobre la Federación, entre 1842 y 1853,

los centroamericanos buscaron mantener

la unidad a lo largo de varias convencio-

nes y dietas. Primero, en la coyuntura del

retorno de Francisco Morazán a Centro-

américa, cuando los tres Estados centra-

les (Honduras, El Salvador y Nicaragua)

firmaron el Pacto de Chinandega, en Ni-

caragua, que contemplaba ya medidas

defensivas frente a la actuación británi-

ca. Sin embargo, la presencia armada

de Morazán en Costa Rica volvió a co-

hesionar a los partidarios de la sobera-

nía e independencia de cada Estado en

contra de la causa federal.

Luego, a causa de la inestabilidad

política y económica que enfrentaban las

jóvenes identidades estatales —sobre todo

las tres centrales— y la necesidad de con-

tar con el reconocimiento de las potencias

europeas, en 1844 se volvió a abogar por

la creación de una Confederación de Amé-

rica Central. Esta vez, Guatemala la apo-

yó con el fin de frenar la amenaza del

PERSISTENCIA DEL UNIONISMO Y RIVALIDADES

ENTRE LAS POTENCIAS

C

El predominio conservador (1840-1870) 303

gobierno mexicano del general Antonio

López de Santa Anna, quien, en agosto

de 1842, había ordenado invadir el So-

conusco, anexándolo a México. Empero,

Gran Bretaña se opuso con fuerza a la

creación de la Confederación.

En seguida, en las dietas de Son-

sonate (El Salvador) y de Nacaome

(Honduras) en los años de 1846 y 1848,

volvió a plantearse la necesidad del

unionismo con el propósito de enfren-

tar la creciente influencia británica en

el área. Para lo cual se esgrimió, por

primera vez, la posibilidad de contar

con el apoyo político de los Estados Uni-

dos. Este país, luego de poner fin a la

guerra victoriosa con México, volvió sus

ojos hacia Centroamérica.

Sin embargo, la promisoria base

económica de Guatemala y Costa Rica

hizo que a continuación Gran Bretaña fir-

mase un tratado de comercio con la pri-

mera y un compromiso para la firma

del mismo con la segunda. Esa fue la

razón por la cual ambos países no se

unieron a los estados centrales en la fir-

ma del Pacto de Nacaome.

Las crecientes influencias

británica y norteamericana

La cada vez mayor influencia británica

se fue expresando, a su vez, por medio

del uso de la fuerza —con bloqueos na-

vales, ocupación de territorios y presio-

nes diplomáticas y económicas—, ya sea

en torno a la deuda externa que había

dejado la Federación, a los préstamos for-

zados o a las actuaciones de cada uno

de los recién creados estados centro-

americanos. Fue así como se produje-

ron bloqueos navales británicos, en 1842

y 1844, y ocupaciones, en 1848 (Río San

Juan, Nicaragua) y 1849 (Isla del Tigre,

Honduras).

Por su parte, los Estados Unidos

comprendieron que Gran Bretaña busca-

ba monopolizar cualquier paso interoceá-

nico por Centroamérica. En 1848, nego-

ciaron un tratado con Nueva Granada

(Colombia), con el cual obtuvieron la con-

cesión de transitar el istmo de Panamá a

cambio de una garantía de neutralidad

en el área. El resultado fue la construc-

ción del ferrocarril interoceánico en 1855.

La conquista del oeste norteamericano y

el descubrimiento del oro en California

daban prioridad a los intereses estado-

unidenses en el Pacífico. Su representan-

te Ephraim G. Squier obtuvo, asimismo,

un tratado canalero con Nicaragua

(1848), y otro para la construcción de un

ferrocarril interoceánico con Honduras.

Trinidad Cabañas,

lugarteniente de Morazán.

Río Chagres, Panamá, antes

de la construcción del canal.

Historia del istmo centroamericano304

Carrera les propinaron una derrota

definitiva en la batalla de La Arada, en

el oriente guatemalteco. Este hecho

abrió el camino a la hegemonía guate-

malteca en el istmo durante dos déca-

das, con injerencias en los asuntos in-

ternos de El Salvador, Honduras y

Nicaragua.

Cuando, en 1862, el presidente

liberal salvadoreño Gerardo Barrios

propuso una nueva convención para

elaborar otro tratado de unión entre los

Estados centrales, Carrera invadió su

país e impuso en la presidencia al con-

servador Francisco Dueñas. Hubo que

esperar el inicio de la década de 1870

para ver surgir nuevamente el triunfo

de los liberales y el replanteamiento del

unionismo.

La guerra nacional

Paralelamente, en el contexto del crecien-

te enfrentamiento entre los estados perte-

necientes al sur y al norte de los Estados

Unidos, se dio la presencia en Centro-

américa de los filibusteros, al mando de

William Walker. Fueron llamados, en 1855,

por los liberales nicaragüenses en su lucha

contra el régimen conservador de Frutos

Chamorro. Por su lado, Walker buscaba

la conquista de Nicaragua para contra-

rrestar el desequilibrio estratégico fren-

te a los poderosos estados del norte de

su país, haciendo del Caribe una reta-

guardia sureña. Pensaba que así se lo-

graría romper el bloqueo a que serían

Francisco Dueñas, presidente

de El Salvador.

William Walker, filibustero

estadounidense.

Los intereses canaleros

Es claro que a mediados del siglo, ha-

bía conflicto de intereses en el área cen-

troamericana entre los Estados Unidos y

Gran Bretaña. La creciente influencia de

los Estados Unidos en el Caribe —am-

parada en el espíritu de la Doctrina

Monroe— motivó el Tratado Clayton-

Bulwer entre este país y Gran Bretaña,

en 1850. Por este medio, ambas poten-

cias convinieron en que no buscarían el

control exclusivo de una ruta canalera a

través de istmo. Empero, para los inte-

reses centroamericanos resultó un acuer-

do transitorio, pues Gran Bretaña res-

pondió declarando colonias a Belice y a

las Islas de la Bahía, en 1852. En esas

circunstancias, Guatemala, Honduras y

Nicaragua firmaron, entre 1859 y 1860,

nuevos tratados con Londres relativos a

la presencia británica en Belice, Roatán

y la Mosquitia, respectivamente; estos

tratados no traspasaron a Inglaterra la

soberanía de los territorios en cuestión,

pero sí reconocieron su derecho de ad-

ministrarlos.

Con anterioridad, en el contexto

de la política británica de bloqueos, los

tres Estados centrales, bajo gobiernos

de corte liberal, habían firmado, en

1851, el Pacto de Representación Na-

cional. En él, acordaron derrotar defi-

nitivamente al caudillo conservador Ra-

fael Carrera. Para ello, formaron un

ejército aliado, que invadió Guatemala

en febrero de ese año, pero las fuerzas de

El predominio conservador (1840-1870) 305

bia, Panamá permaneció unida políti-

camente al de la Nueva Granada. Lue-

go, con la fiebre del oro, los Estados

Unidos promovieron la aprobación del

Tratado Mallarino-Bidlack, en 1846,

mediante el cual se aseguraba el paso

expedito a los Estados Unidos en la

zona de tránsito garantizando la sobe-

ranía en la Nueva Granada. Dos años

después, dichos principios fueron rati-

ficados con el Tratado Clayton-Bulwer

(1850).

En esa coyuntura de internacio-

nalización del istmo, Justo Arosemena

elaboró un proyecto de Estado Federal

para Panamá en el seno de la Nueva

Granada. La creación del mismo, en

1855, dio comienzo a la transformación

interna del aparato administrativo y el

ejercicio pleno de gobierno por pana-

meños, dinámicas que pronto fueron frus-

tradas por la reacción centralista neo-

granadina.

Nueva Granada reaccionó emi-

tiendo, en 1858, una nueva Constitu-

ción, que establecía la Confederacion

Granadina, la que a su vez dio paso,

en 1863, a la creación de los Estados

Unidos de Colombia. Pana-

má quedó, a su vez, a mer-

ced de los caudillos, pues

la nueva Constitución co-

lombiana prohibía la inter-

vención de la autoridad

central en los conflictos de

los Estados federados.

Derrota de los filibusteros

sometidos los estados del sur en caso de

guerra.

El resultado de esta intervención

fue una respuesta conjunta de los demás

países centroamericanos en la denomi-

nada Guerra Nacional, la cual conclu-

yó con la derrota de los filibusteros, en

1857, y el fusilamiento de Walker, tres

años después cuando intentó regresar.

Tal triunfo le ganó a las jóvenes repúbli-

cas centroamericanas el respeto como

Estados en el concierto de las naciones.

Esta vez parecía que los cinco Es-

tados tenían posibilidades de revivir el

proyecto nacional centroamericano, pero

el predominio político de los conserva-

dores a nivel regional echó por tierra el

sueño unionista. Asimismo, es importante

señalar que si bien a raíz de la Guerra

Nacional aparecieron nuevos rasgos co-

munes frente a la dominación de los es-

tados extranjeros, éstos se quedaron en

segundo plano. El caso es que los nue-

vos proyectos nacionales centroamerica-

nos comenzaban a encontrar parte de

la razón de ser de su identidad nacio-

nal, en gran medida, en la reacción ha-

cia sus vecinos, antiguos miembros de

la Federación. Frente a ellos, y en torno

a los conflictos militares y las intrigas po-

líticas, se fue definiendo el discurso na-

cionalista oficial.

La particularidad panameña

A raíz de la disolución, en 1830, del

Estado bolivariano de la Gran Colom-

Historia del istmo centroamericano306

l sueño de una región centroamericana, próspera, unida y pacífica, tan pre-

sente cuando se dispuso la independencia de España, en 1821, terminó en

pocas décadas convertido en una pesadilla de guerras, destrucción e injeren-

cia extranjera. Si bien Centroamérica nació a la independencia sin pasar por

las largas luchas contra tropas españolas que buscaban conservar el poder imperial,

como fue el caso de México y Sudamérica, el período inmediamente posterior a la

firma del Acta de Independencia demostró que la independencia no sería ni fácil ni

bonancible. No podía ser de otra manera: ni en el mejor de los casos habría sido

sencillo ponerse de acuerdo para reemplazar un sistema de gobierno, de sociedad y

de economía, que tenía casi tres siglos de existencia en Centroamérica.

El peso del pasado se manifestó claramente en la victoria eventual de las fuer-

zas conservadoras identificadas con las instituciones y las tradiciones coloniales. Sin

embargo, no era posible conservar intacto el pasado. Los nuevos intercambios co-

merciales, la presencia de nuevas potencias en la región centroamericana, los nue-

vos actores políticos, quienes utilizaban la fuerza y el apoyo popular para lograr sus

fines, todos se combinaron para marcar con su sello muy particular a las nuevas

repúblicas que surgían del larguísimo período colonial y el brevísimo experimento

federal.

CONCLUSIÓN

E

El brevísimo experimento

federal de Centroamérica

se debió al peso de su pasado.

Virginia Pérez-Ratton

Sueños de varios tipos

Mixta sobre lino

1995

Costa Rica

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 311

INTRODUCCIÓN

n el capítulo anterior estudiamos la llamada “época de los conservadores”

en el istmo. Ahora analizaremos una nueva etapa en la historia política de

la región, la “época de los liberales”. Durante estos años los Estados cen-

troamericanos consolidaron sus instituciones, Panamá por su parte se sepa-

ró de Colombia y todo el istmo empezó a sentir la preponderancia de los Estados

Unidos como potencia.

Sesenta años separan el ascenso del liberalismo en Centroamérica, ocurrido a

partir de 1870, de la crisis de la década de los años treinta del siglo XX, que puso al

desnudo las limitaciones económicas y políticas de los regímenes liberales centro-

americanos. Durante esas seis décadas, los países de la región vivieron importantes

cambios políticos y sociales, que significaron dejar atrás diversos aspectos del pasa-

do colonial hispánico y adoptar algunos de los componentes de los modelos euro-

peos y norteamericanos en los distintos aspectos de la vida social. En la historia que

se va a contar, Panamá tendrá un lugar aparte, puesto que este país sólo hasta 1903

se independizó de Colombia.

E

Canal de Panamá, máximo

punto de interés estratégico

de Centroamérica, revertido

a la nación panameña

el 31 de diciembre de 1999.

Historia del istmo centroamericano312

n la década de los años setenta

del siglo XIX, al cabo de cincuen-

ta años de vida independiente,

los estados centroamericanos ini-

ciaron el proceso de consolidación de sus

instituciones y llegaron a convertirse en

órgano supremo de poder y control en su

territorio. El proceso afectó a todos los paí-

ses pero tuvo distintos grados de cristali-

zación. Así, en Guatemala, El Salvador y

Costa Rica el Estado, como instancia de

poder supremo de la sociedad, se conso-

lidó plenamente, mientras que en Hondu-

ras y Nicaragua nunca terminó ser una

institución fuerte porque quedó mediati-

zado por los poderes locales y regiona-

les y por la influencia imperialista de

los Estados Unidos.

El fortalecimiento del Estado en

los países centroamericanos se hizo

bajo el manto de la ideología liberal.

El liberalismo proclamaba la libertad

del individuo, la libertad económica y

la libertad política como sus banderas

esenciales. Tales principios fueron inte-

grados en las constituciones políticas

que se emitieron durante las tres últi-

mas décadas del siglo XIX.

Pero el liberalismo en Centroamé-

rica fue también una ideología que afir-

maba ser la portadora del progreso, que

estaba representado por el modelo de de-

sarrollo que habían adoptado los países

europeos y los Estados Unidos a partir

de la Revolución Industrial de fines del

siglo XVIII. El ferrocarril fue el símbolo por

excelencia del “progreso”. De igual ma-

nera, se creyó que la llegada de capitales

y de inmigrantes extranjeros, proceden-

tes de esos países, serían otras garantías

para transitar por la vía de la civiliza-

ción, es decir del progreso.

Desgraciadamente, el liberalismo

en Centroamérica puso el acento en los

aspectos económicos: el mercado, la pro-

piedad privada y la libertad de empre-

sa, y relegó las dimensiones políticas del

proyecto liberal, es decir, el desarrollo

de la ciudadanía y de las libertades políti-

cas y el respeto de los principios jurídicos

y constitucionales. De este modo, el libe-

ralismo en el istmo en este período fue

sinónimo, con cierta frecuencia, de arbi-

trariedad, irrespeto de los derechos de los

individuos, autoritarismo y represión.

Aunque los regímenes políticos centro-

americanos se decían republicanos y res-

petuosos de la voluntad del pueblo, en

realidad eran gobiernos dictatoriales.

Costa Rica y Guatemala fueron los

primeros países que ingresaron al pe-

ríodo liberal con los gobiernos de los

LIBERALISMO POLÍTICO Y DESARROLLO ESTATAL

E

El ferrocarril, símbolo del

progreso liberal.

Tomás Guardia, dictador que

trató de mantener una

relación estrecha

con las agrupaciones

mutualistas.

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 313

dictadores Tomás Guardia (1870-1882)

y Justo Rufino Barrios (1871-1885). El

Salvador y Honduras ingresaron a la era

liberal bajo el impulso y la tutela del dic-

tador liberal guatemalteco a mediados de

la década de los años setenta del siglo

XIX. Nicaragua fue el país más tardío pues

fue sólo en 1893 cuando sus liberales as-

cendieron al poder bajo el liderazgo del

dictador José Santos Zelaya. No obstan-

te, los conservadores que gobernaron ese

país a partir de 1858 aplicaron muchas

de las políticas liberales.

El proyecto liberal

¿Qué hicieron los liberales en Centroamé-

rica? En primer lugar, como ya se dijo,

centralizaron el poder político por medio

de la consolidación del Estado. En esta

tarea los estados liberales impusieron su

poder a la Iglesia, a las comunidades in-

dígenas, a las municipalidades, a los cau-

dillos y a las élites regionales.

En segundo lugar, los liberales

aplicaron un conjunto de políticas eco-

nómicas que trataron de favorecer el de-

sarrollo de los productos de exportación,

en especial el café y el banano. Entre es-

tas políticas destacan las medidas en fa-

vor de la privatización de la propiedad

de la tierra, así como de control del sumi-

nistro de la mano de obra, que en Gua-

temala y Nicaragua conllevaron a la im-

plantación de sistemas de trabajo forzoso,

y, por último, las concesiones y contratos

en favor del capital extranjero.

En tercer lugar, los liberales conso-

lidaron algunas instituciones del Estado,

en particular, los ejércitos. Aunque en el

ideario de los liberales centroamericanos

se insistió mucho en la importancia del

desarrollo educativo, en la práctica la

única institución que tuvo un gran desa-

rrollo fue el ejército y otros organismos

represivos. En este sentido, la mayoría de

los gobiernos liberales fueron dictaduras

sustentadas en la fuerza de las armas.

Durante este período, la más famosa por

su larga duración y por sus múltiples vio-

laciones a los derechos humanos fue la

tiranía guatemalteca de Manuel Estrada

Cabrera (1898-1920).

El único país que intentó acercarse

más al ideario político liberal fue Costa

Rica, ya que, durante este período, con-

solidó un régimen republicano en donde

el sufragio se volvió más confiable, mien-

tras que el ejército entró en declive y se

formó una capa de políticos civiles con

inclinaciones más democráticas que au-

toritarias.

Las ciudades concentraron

los frutos del progreso

económico.

Justo Rufino Barrios, dictador

liberal de Guatemala.

Historia del istmo centroamericano314

Nuevos grupos sociales

La construcción de los estados naciona-

les y el ascenso de los liberales en Cen-

troamérica favorecieron el ascenso polí-

tico y económico de nuevos grupos

sociales. Además, al calor de la econo-

mía de exportación nacieron nuevos gru-

pos de trabajadores: peones y pequeños

productores de café, obreros de planta-

ciones, minas y ferrocarriles, y artesanos

y trabajadores urbanos.

A partir de 1870, grupos de co-

merciantes, terratenientes, profesionales

y militares en nombre de los ideales libe-

rales de “orden y progreso”, obtuvieron

el control de las instituciones del Estado.

Estos nuevos grupos sociales ligaron su

destino económico a las exportaciones y

a los negocios del comercio de impor-

tación. Aunque en el plano ideológico

habían llegado al poder en la década

de los años setenta del siglo XIX afirman-

do su oposición a los conservadores,

hay que decir que los conservadores no

fueron excluidos del proyecto exporta-

dor promovido por los liberales, ni tam-

poco fueron relegados del ejercicio de

los cargos públicos. Por encima de sus

disputas ideológicas, existió en cada

país, durante el período, un bloque úni-

co de grupos dominantes, llamados, a

veces, oligarquías, los cuales estaban

de acuerdo con el modelo agroexpor-

tador de crecimiento económico que

había sido adoptado y con el modelo

autoritario de gobierno impuesto en los

distintos países.

Los niveles de cohesión y fortaleza

de las oligarquías en Centroamérica va-

riaron según los países. Se debe señalar

Manuel Estrada Cabrera,

dictador guatemalteco.

Los obreros y artesanos

urbanos formaron parte de

esos nuevos grupos sociales.

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 315

que los conservadores desaparecieron de

casi todo el escenario político centroame-

ricano, de manera que todos los grupos

dominantes compartían la misma ideolo-

gía. Nicaragua fue el único país en don-

de los conservadores siguieron teniendo

vigencia en el siglo XX. Allí, las disputas

entre liberales y conservadores expresa-

ron los conflictos entre las élites regionales

de León y Granada. En este sentido, la

unidad y la fuerza de las élites nicara-

güenses eran muy bajos, debilidad que

se profundizó con la ocupación militar es-

tadounidense del país, a partir de 1912.

La fragilidad y la fragmentación también

dominaron a las élites hondureñas. El

Salvador fue el país del istmo en donde

las clases altas lograron los mayores ni-

veles de solidez y cohesión, mediante

alianzas financieras, matrimoniales y co-

merciales. La clase alta guatemalteca, al

igual que la salvadoreña, fue muy fuerte

y unida, se fortaleció gracias a los suce-

sivos regímenes dictatoriales y ante la pre-

sencia de una población indígena mayo-

ritaria que no participaba en la conduc-

ción política del Estado.

El compromiso de las élites con el

liberalismo político fue casi nulo. Salvo

algunos intentos de apertura en la segun-

da década del siglo XX, en especial en El

Salvador, y con la excepción de Costa

Rica, el autoritarismo fue su práctica po-

lítica preferida.

El autoritarismo fue la forma

política dominante

en Centroamérica.

El Club Internacional,

San Salvador.

Historia del istmo centroamericano316

espués de 1870 el paisaje de

Centroamérica se transformó

con la presencia de haciendas

de café, de plantaciones de ba-

nano, de puertos y ferrocarriles. Por su

parte, las ciudades, especialmente las

capitales, se fueron poniendo a tono con

los nuevos avances del mundo industria-

lizado. La base de todos esos cambios

materiales y culturales fueron grupos de

hombres y mujeres que laboraban en los

campos y ciudades.

Durante el período en estudio, la

mayoría de la población de Centroamé-

rica habitaba en las zonas rurales y se

dedicaba a actividades agrícolas. Esto era

ya característico de la historia anterior del

istmo. No obstante, en este período apa-

recieron grupos de personas que labo-

raban en los nuevos cultivos de exporta-

ción, del café y del banano.

El mundo rural

Los distintos sectores populares intentaron

adaptarse a las nuevas condiciones im-

puestas por el Estado y la economía libe-

rales. Para miles de personas el problema

consistió en preservar la propiedad de la

tierra y en buscar la forma de ganarse un

salario. En este período, las condiciones

de la población rural empeoraron por los

procesos de concentración de la propie-

dad de la tierra y por la falta de buenos

salarios. No obstante, durante la época

liberal, los campesinos del istmo no pro-

tagonizaron importantes o frecuentes le-

vantamientos sociales. La población ru-

ral recurrió a otros mecanismos tales como

la resistencia pasiva o al repliegue social

y cultural, como en el caso de los indíge-

nas con sus instituciones comunitarias.

Los conflictos sociales rurales más

importantes aparecieron a fines de la

década de los años veinte del siglo XX,

ya en el ocaso de la era liberal. El pri-

mer movimiento de envergadura fue la

lucha que encabezó Augusto César San-

dino en el norte de Nicaragua, entre

MOVIMIENTOS SOCIALES Y SISTEMA POLÍTICO

D

Los trabajadores bananeros

protagonizaron

muchas huelgas.

Calle de San Salvador

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 317

1927 y 1933, contra la ocupación mili-

tar de los Estados Unidos y en favor de

los campesinos y los indígenas. En los

mismos años, en El Salvador se vivió un

clima de agitación rural, en especial en

las zonas cafetaleras del occidente del

país. En este clima de descontento social

jugó un papel importante la aparición de

un movimiento comunista. Las tensiones

sociales en el campo salvadoreño se agu-

dizaron con la crisis económica de 1930

y llevaron a la insurrección y a la matan-

za de miles de campesinos e indígenas,

en enero de 1932.

Los obreros

de las plantaciones

Durante el período liberal fueron los obre-

ros agrícolas de las plantaciones bana-

neras quienes protagonizaron movimien-

tos sociales con más frecuencia. En efecto,

en las zonas bananeras de Guatemala,

Honduras, Costa Rica y Panamá fueron

frecuentes las huelgas y los paros de los

trabajadores en demanda de mejores

condiciones laborales y salariales. La vida

en las zonas bananeras centroamerica-

nas de este período era muy dura y los

obreros carecían de viviendas y de ser-

vicios de salud adecuados. La huelga ba-

nanera más conocida de la primera mi-

tad del siglo XX ocurrió en Costa Rica, en

1934. Esta fue una lucha que involucró

a miles de trabajadores que se enfrenta-

ron a la intransigencia de la United Fruit

Company y a la debilidad del gobierno

costarricense frente a la prepotencia de

la compañía.

Durante la época liberal, los cam-

pesinos del istmo no protagonizaron

grandes movimientos sociales. Los obre-

ros de las empresas extranjeras, bana-

neros, ferrocarrileros y portuarios sí des-

encadenaron luchas, pero enfrentaron la

represión de los gobiernos y de los patro-

nos, además de que tuvieron mucha difi-

cultad para consolidar organizaciones de

tipo gremial que defendieran sus intere-

ses. Este fue también el caso de todo el

resto de la población rural, a la cual la

organización laboral en general le fue

prohibida. En este sentido, la importan-

cia de los obreros y artesanos urbanos

radica en que fue el único sector de las

clases populares que tuvo la posibilidad

de crear asociaciones mutuales, sindica-

tos y hasta partidos políticos.

Augusto César Sandino,

general de hombres libres.

Historia del istmo centroamericano318

El mundo urbano

A pesar de que el énfásis en el desarrollo

agroexportador impidió que Centro-

américa conociera un proceso de indus-

trialización durante este período, en las

principales ciudades aparecieron talleres

y pequeñas unidades de producción in-

dustrial. Las fábricas grandes fueron algo

excepcional en este época en el istmo,

pero sí se expandió el mundo social de

obreros y artesanos tales como zapate-

ros, sastres, ebanistas, carpinteros, pa-

naderos, costureras y pureras. Hacia

1930, estos grupos de trabajadores ur-

banos todavía eran una minoría, pues

apenas representaban 10% de las perso-

nas ocupadas. No obstante, este sector

minoritario de la población trabajadora

se convirtió en un factor clave de la di-

námica social y política de los Estados y

sociedades de Centroamérica durante el

período liberal.

En la década de los años setenta

del siglo XIX aparecieron en las ciudades

capitales de Centroamérica las primeras

sociedades mutuales. Dichas organizacio-

nes agrupaban a artesanos, al principio

sin una clara distinción entre obreros y

patronos, con el fin de proteger sus inte-

reses, promover el ahorro, fomentar la

educación y defender los intereses gre-

miales de sus asociados. El nacimiento de

estas agrupaciones contó con el beneplá-

cito de los gobiernos liberales quienes

vieron en estos sectores urbanos una even-

tual base social para su proyecto político

e ideológico. Dictadores como Barrios y

Guardia trataron de mantener una rela-

ción estrecha con las agrupaciones mu-

tualistas.

La relación entre los grupos artesa-

nales y los regímenes liberales empezó a

cambiar en las primeras décadas del si-

glo XX. Por ejemplo, los grupos obrero-

artesanales guatemaltecos jugaron un

papel clave en la caída de la dictadura

de Manuel Estrada Cabrera en 1920. En

general, en esos años el movimiento la-

boral de los obreros y artesanos comen-

zó a demandar a los gobiernos liberales

autoritarios una más amplia participación

en el sistema político y una mayor firme-

za y dignidad frente al capital extranjero

y a la política intervencionista de los Es-

tados Unidos en el istmo. De igual mane-

ra, a principios del siglo XX empezó a

debatirse la llamada “cuestión social” en

Centroamérica y comenzaron a circular

Obreros zapateros de Costa

Rica a principios del siglo XX.

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 319

reivindicaciones laborales tales como la

jornada de ocho horas.

En la década de los años veinte del

siglo XX los sectores obreros y artesana-

les urbanos adquirieron mayor protago-

nismo social y político y algunas de sus

organizaciones sufrieron una metamor-

fosis ideológica. En efecto, en esa dé-

cada, producto del impacto de la Revo-

lución Mexicana y de la Revolución

Rusa, muchas mutuales se transformaron

en sindicatos, organismos que ya no sim-

plemente luchaban por el ahorro y la edu-

cación obrera, sino que demandaban me-

jores salarios y condiciones de vida para

los trabajadores. También en esta déca-

da nacieron en Centroamérica los prime-

ros partidos comunistas.

La respuesta de los gobiernos cen-

troamericanos a estos cambios en el mun-

do artesanal urbano fue, por regla gene-

ral, la represión. Los gobiernos toleraron

a las mutuales, pero persiguieron siste-

máticamente a los sindicatos y a las or-

ganizaciones políticas de orientación

anarquista o comunista. No es casual que

al iniciarse la década de los años treinta,

los partidos comunistas del istmo fuesen

eliminados. Únicamente en Costa Rica el

comunismo logró sobrevivir y adquirir in-

fluencia política.

Es interesante señalar que los sec-

tores de trabajadores urbanos fueron

capaces de fundar organizaciones la-

borales y políticas, pero, a diferencia de

los obreros de las bananeras, protagoni-

zaron pocas huelgas o movimientos so-

ciales. El paro laboral fue algo poco co-

mún en las ciudades del istmo en este

período. En este sentido, destacan por su

excepción e importancia, las huelgas cos-

tarricenses por la jornada de ocho ho-

ras, en 1920 y la huelga inquilinaria en

Panamá, en 1925.

Santa Ana, El Salvador,

ciudad hija de la prosperidad

del café.

Historia del istmo centroamericano320

Las clases medias

El crecimiento del estado liberal a partir

de 1870 facilitó la aparición de grupos de

burócratas y profesionistas. En la mayoría

de los Estados centroamericanos, la prin-

cipal institución estatal fue el ejército y,

en consecuencia, los militares eran el prin-

cipal contingente de los empleados pú-

blicos. No obstante, en forma desigual

también surgieron otro tipo de profesio-

nales como los maestros y los abogados.

También en el período liberal el número

de estudiantes de secundaria y de edu-

cación superior aumentó. En su conjunto,

estos grupos conformaban una incipien-

te clase media.

En las primeras décadas del siglo

XX, estos sectores de la clase media em-

pezaron a ser los principales voceros en

favor de la democracia y en contra de

la política imperialista de los Estados Uni-

dos en el istmo. En el caso costarricen-

se, hay que decir que maestras, maes-

tros y estudiantes jugaron un papel muy

importante en la caída de la dictadura

de los hermanos Tinoco, en 1919. En el

caso panameño, los estudiantes jugaron

un papel similar en el movimiento inqui-

linario y en el despertar del nacionalis-

mo panameño en la década de los años

veinte. Por último, los conflictos salva-

doreños de esa misma década no pue-

den ser entendidos si no reconocemos

que en ese país hubo un importante

movimiento estudiantil, quizás el más

desarrollado del istmo.

Durante la década de los años vein-

te, estos sectores de clase media fueron

sensibles al mensaje antiimperialista del

político peruano Víctor Raúl Haya de la

Torre y de su movimiento, la Alianza Po-

pular Revolucionaria Americana (APRA).

Los estudiantes universitarios

salvadoreños fueron muy

activos en la política.

Víctor Raúl Haya de la Torre

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 321

Haya de la Torre visitó los países

centroamericanos, donde fue escuchado

con atención por grupos representativos

de la clase media. También se debe reco-

nocer que estudiantes, intelectuales y edu-

cadores participaron en los primeros par-

tidos comunistas.

Mujeres en lucha

Para los liberales de principios del siglo XX,

las mujeres no podían tener presencia

en la vida ciudadana. Sus ancestrales pre-

juicios patriarcales estaban sazonados

con el supuesto de que si se les daba el

voto, éstas podían convertirse en presa fá-

cil de la propaganda clerical. El lugar de

la mujer debía ser el hogar y su función

principal la procreación.

No obstante, en las primeras dé-

cadas del siglo XX, bajo el impacto de las

luchas sufragistas de las mujeres en Eu-

ropa y en los Estados Unidos, algunas

mujeres centroamericanas procedentes de

la clase media y de la clase alta empeza-

ron a luchar por el derecho al voto. En

Las luchas sufragistas

de las mujeres en Europa

y los Estados Unidos

motivaron

a las de Centroamérica.

esa época aparecieron en El Salvador y

en Costa Rica movimientos femeninos en

favor del sufragio verdaderamente uni-

versal. Las reivindicaciones de esas mu-

jeres sólo se harían realidad algunas dé-

cadas más tarde, en el caso de Honduras,

incluso, como una demanda liberal.

Las mujeres centroamericanas tam-

bién estuvieron vinculadas a las luchas de

los movimientos obreros y artesanales. Tal

es el caso en la década de los años vein-

te de la Sociedad de Cultura Femenina

de Honduras. También trabajadoras como

las costureras, las pureras y las escoge-

doras de café protagonizaron algunos in-

tentos de lucha y organización.

En última instancia, durante el pe-

ríodo liberal parecen haber sido las maes-

tras quienes se distinguieron por ser las

mujeres más activas en las luchas socia-

les y políticas. Fueron sensibles a distin-

tas causas, desde la defensa de la niñez

y el combate a la prostitución y el alco-

holismo hasta las luchas nacionalistas y

antiimperialistas.

Mujeres en lucha

Historia del istmo centroamericano322

l liberalismo fue concebido en

Europa por sus ideólogos y apo-

logistas como un programa para

la liberación del individuo. Sin

embargo, en Centroamérica, el liberalis-

mo fue aplicado en un medio que le im-

puso múltiples límites, tanto sociales como

políticos y culturales. En efecto, el creci-

miento agroexportador se basó en una

profundización de la desigualdad social

y la riqueza generada tendió a concen-

trarse en pocas manos. El Estado no hizo

nada para redistribuir la riqueza crea-

da por los nuevos productos de expor-

tación. Por el contrario, nunca fue ca-

paz de hacer pagar debidamente

impuestos a los empresarios nacionales

y a las compañías extranjeras. En este

sentido, la crisis económica y social de

1930 se abatió sobre una población em-

pobrecida y que había recibido pocos be-

neficios del auge liberal.

El liberalismo centroamericano tam-

poco tuvo mucho interés en ampliar la

participación ciudadana, tanto porque

siempre hubo muchas restricciones al de-

recho al voto, como porque los procesos

electorales comúnmente eran meras far-

sas. Para que hubiese ciudadanos era

necesaria la expansión de la educación

y la lucha contra el analfabetismo. Pero

los estados liberales mostraron muy poco

interés en esta tarea.

Precisamente, sólo en Costa Rica el

Estado se preocupó por una mejor distri-

bución de la riqueza, por la educación y

LOS LÍMITES SOCIALES DEL LIBERALISMO EN CENTROAMÉRICA

E

La mano de obra femenina fue

importante en el cultivo

y procesamiento del café.

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 323

por la participación de los ciudadanos.

Aunque hacia 1930 Costa Rica aún no

tenía un régimen político plenamente de-

mocrático, sus instituciones eran muy dis-

tintas de los autoritarismos del resto del

istmo.

Indígenas y liberales

Los liberales fueron incapaces de darle

un lugar como ciudadanos a los indíge-

nas del istmo. Por el contrario, su ideolo-

gía del progreso les hacía ver en ellos el

principal obstáculo para el desarrollo de

sus países. De esta manera, los liberales

tuvieron una postura racista frente al in-

dígena. Según ellos, el indígena no que-

ría asimilar la cultura y los valores del pro-

greso. Resistencia que legitimaba el uso

de la fuerza y la violencia contra los indí-

genas con el fin de hacerlos ingresar en el

camino de la civilización.

Bajo semejantes criterios, los indí-

genas de Guatemala y Nicaragua fue-

ron sometidos al trabajo forzoso y los in-

dígenas de El Salvador fueron despoja-

dos de sus tierras. El racismo contra el

indio de parte de los liberales se tradujo

en una actitud de desprecio a las clases

populares, en conjunto; de la población

rural en general y, en particular de la po-

blación negra traída de las islas del Ca-

ribe para trabajar en los enclaves bana-

neros y en el Canal de Panamá. En

resumidas cuentas, el liberalismo en Cen-

troamérica se quedó corto como proyec-

to de desarrollo político precisamente por-

que se desentendió de la democracia y

de la promoción de los derechos del in-

dividuo.

Indígenas guatemaltecas

Indígenas entre el racismo

y los trabajos forzosos.

Historia del istmo centroamericano324

ron en San José para fundar una nueva

República Federal. Como ha sido tradicio-

nal, Costa Rica fue cautelosa frente a esta

propuesta. Finalmente el intento abortó

cuando militares guatemaltecos liberales

derrocaron al gobierno del Partido Unio-

nista, en diciembre de 1921. Tras este epi-

sodio, la unión política perdió vigencia en

la agenda de los distintos estados del ist-

mo, aunque, por supuesto, pervivieron al-

gunos unionistas nostálgicos.

Estados Unidos y el istmo

Desde la época de la Conquista y la co-

lonización de los europeos, la historia de

Centroamérica ha estado muy condicio-

nada por los factores geopolíticos, pues

esta zona del Nuevo Mundo es un istmo

que separa estrechamente al océano Pa-

cífico del mar Caribe y el océano Atlánti-

co. Por esta razón, desde el siglo XVI to-

das las potencias han valorado la

ubicación estratégica del istmo y la posi-

bilidad de construir un canal.

Al final del siglo XIX, los Estados Uni-

dos e Inglaterra lucharon por el poder

y dominio de los territorios de la región

centroamericana, pero el primero se con-

virtió en la potencia dominante de esta zona

y el Caribe. Contribuyó a esta circunstan-

cia, el incremento de las inversiones esta-

LAS RELACIONES INTERNACIONALES

STheodore Roosevelt, presidente

de los Estados Unidos

y abanderado

del intervencionismo

en Centroamérica y el Caribe.

El sueño unionista

e puede afirmar que un legado

duradero de la época liberal fue

la consolidación de los distintos

Estados centroamericanos. Hacia

1930, el recuerdo de la República Federal

y el de la otrora unión de Panamá a Co-

lombia parecían lejanos. No obstante, en

el período 1870-1930 el ideal de la unión

centroamericana aún permaneció en al-

gunas cabezas. El intento más radical por

reconstruir la unión centroamericana fue

el del presidente guatemalteco Justo Rufi-

no Barrios quien, por la fuerza, intentó

crear un república centroamericana enca-

bezada por Guatemala. Barrios encontró

pronto la oposición de los otros países, en

particular de El Salvador, así como de Ni-

caragua y de Costa Rica. Su intento aca-

bó en 1885 cuando, conduciendo su ejér-

cito, murió en la batalla de Chalchuapa

en El Salvador. En la década de los años

noventa del siglo XIX, por medio de la ini-

ciativa del dictador liberal nicaragüense,

José Santos Zelaya, hubo otro intento unio-

nista que no tuvo éxito.

Con el ascenso del Partido Unionis-

ta al poder en Guatemala, en 1920, hubo

un nuevo intento de unificación. Delega-

dos de todos los países, menos Nicaragua,

ocupada por los Estados Unidos, se reunie-

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 325

dounidenses en la región y, en particular, el

establecimiento de los enclaves bananeros.

Pero el factor determinante fue el interés de

ese país en construir un canal a través del

istmo. En 1903, esa potencia respaldó la

declaración de separación de Panamá de

Nueva Granada (Colombia), y obtuvo el

derecho exclusivo de construir un canal in-

teroceánico en ese país, en lo que los fran-

ceses habían fracasado previamente.

Con la construcción y posterior

apertura del Canal de Panamá en 1914,

Centroamérica se convirtió en una región

de gran importancia para los Estados

Unidos donde sus intervenciones milita-

res se volvieron frecuentes. Indudablemen-

te Panamá se convirtió en una especie de

protectorado de los Estados Unidos. Ade-

más, la potencia le cercenó una parte de

su territorio, la llamada Zona del Canal,

donde se construyó el canal interoceáni-

co y diversas bases militares para su de-

fensa, en caso de guerra.

Además de las intervenciones nor-

teamericanas, los mismos estados centro-

americanos tenían una larga tradición de

injerencia en los asuntos internos de sus

respectivos vecinos. Con frecuencia, los

gobiernos fomentaban las actividades se-

diciosas de los exiliados políticos de los

países fronterizos o, incluso, entraban en

guerra con sus vecinos. Esta constante in-

tromisión fue un factor de inestabilidad

en la política regional. Con el ascenso de

los Estados Unidos como potencia en el

istmo, este elemento de inestabilidad se

tornó en un problema serio para la segu-

ridad de sus inversionistas y, sobre todo,

para la del Canal de Panamá.

Con miras a ordenar las relaciones

entre los países centroamericanos, los Es-

tados Unidos reunieron, en 1907, a los

Estados de la región, exceptuando a Pa-

namá, y los hicieron firmar unos tratados

en donde se comprometieron a mantener

la estabilidad política y a respetar los

gobiernos constitucionales en la región.

Sin embargo, dichos compromisos no fue-

ron respetados ni por los centroamerica-

nos ni por la potencia que los inspiró.

Los Estados Unidos consideraron

que el dictador nicaragüense José Santos

Zelaya era un factor de perturbación en el

área. Por eso provocaron su caída en

1909, lo que creó una situación de anar-

quía en Nicaragua, y dio lugar a que,

en 1912, la infantería de marina de los

Estados Unidos ocupara ese país. Así, Ni-

caragua se convirtió en el segundo pro-

tectorado de esa potencia en Centroamé-

rica. Honduras fue otro país ístmico en

donde el poder de los Estados Unidos fue

abrumador, y allí las compañías banane-

ras tuvieron una inmensa influencia sobre

los gobiernos y los políticos de ese país.

Caricatura que hace alusión

al interés de los Estados

Unidos por participar en el

proyecto interoceánico.

Labores de construcción

del Canal de Panamá,

revertido a la nación

panameña el 31 de diciembre

de 1999.

Historia del istmo centroamericano326

Las identidades nacionales

¿A partir de qué momento se arraigaron

los sentimientos nacionalistas en los dis-

tintos países centroamericanos? Durante

la época de los conservadores es proba-

ble que los sentimientos de identidad de

los habitantes de cada uno de los países

centroamericanos giraran en torno a cri-

terios religiosos, étnicos o raciales y lo-

cales. Fueron los liberales quienes se pre-

ocuparon por desarrollar las ideas de

pertenencia nacional mediante la inven-

ción de efemérides y símbolos patrios, así

como a través de la promoción de una

historiografía y una literatura nacionales.

Hacia 1930 el nacionalismo se había

afianzado en los países centroamerica-

nos. No obstante, hay que decir que el

desarrollo de una conciencia nacional

tuvo grados diferentes de éxito en cada

uno de los países.

En efecto, en el caso de Guatemala,

los liberales no fueron capaces de integrar

plenamente la población indígena a la

comunidad nacional, excepto en algunas

regiones próximas a los principales cen-

tros poblados. De este modo, hacia 1930,

la mayoría de los nativos no se considera-

ban guatemaltecos. La separación entre

ladinos e indígenas dificultó la formación

de esta nación.

Honduras tuvo en este período gran-

des dificultades para construir su Estado y

para integrar su territorio. La mayoría de

la población vivía en un gran aislamiento

y, además, a partir de 1900, los intereses

bananeros y el gobierno de los Estados

Unidos tuvieron una constante injerencia

en la vida del país. Hacia 1930 la identi-

dad nacional hondureña estaba poco con-

solidada.

Es posible que lo mismo pueda de-

cirse de Nicaragua, en donde las pug-

nas entre liberales y conservadores, las

rivalidades regionales y la ocupación mi-

litar de los Estados Unidos fueron claros

indicios de su débil identidad nacional.

Precisamente, el nacionalismo de Augus-

to César Sandino estuvo orientado a sub-

sanar ese problema.

La forma en que accedió a la in-

dependencia y la presencia directa deSímbolos nacionales

de El Salvador y Nicaragua.

Los cambios políticos y sociales (1870-1930) 327

los Estados Unidos en su territorio supu-

so grandes obstáculos para la formación

de la nación panameña. Además, su

economía orientada a la actividad trans-

ístmica no permitió la formación de gru-

pos dominantes deseosos de construir

una nación propia. Así, entre el cosmo-

politismo y el enclave canalero, la na-

ción panameña fue muy frágil en este

período.

Desde esta perspectiva, el proyecto

nacional liberal tuvo muchos problemas.

La principal contradicción de los liberales

consistió en que quisieron construir nacio-

nes propias, al mismo tiempo que imita-

ban al máximo la cultura y el modo de

vida de Europa y los Estados Unidos, y

miraban despectivamente la cultura po-

pular campesina e indígena y la heren-

cia colonial hispánica. Por esta razón,

entre 1900 y 1930 surgieron en Centro-

américa grupos e individuos, en especial

entre los sectores de artesanos, obreros,

estudiantes e intelectuales, que reivindi-

caron el llamado indoamericanismo y que

criticaron la política de los Estados Uni-

dos en el istmo. Dentro de estas personas

cabe destacar a intelectuales como Alberto

Masferrer de El Salvador, Froilán Turcios

de Honduras y Joaquín García Monge y

su revista Repertorio Americano de Costa

Rica.

Símbolos nacionales

de Panamá, Guatemala,

Honduras y Costa Rica.

Historia del istmo centroamericano328

os aproximadamente sesenta años de predominio liberal en Centroamérica

(1870-1930) colocaron a la región firmemente dentro del concierto de na-

ciones mediante la consolidación de sus Estados y el fomento de diversos

productos de exportación. Parecería que finalmente se había encontrado la

llave que abría la puerta de la paz y la prosperidad. Es cierto que la inestabilidad y

las guerras del período federal quedaron atrás pero nuevas situaciones se presenta-

ron que pusieron en entredicho lo proclamado por los liberales en el poder. Por una

parte, las formas republicanas y democráticas de gobierno que anunciaban las cons-

tituciones no pasaron, para efectos prácticos, del papel en que fueron escritas ya que

el autoritarismo y la imposición caracterizaron a los gobiernos de turno. Por otra, la

riqueza generada por las nuevas actividades exportadoras se concentró en pocas

manos, lo que generó conflictos con aquellos que se quedaron mayormente fuera del

reparto. Por primera vez, los campesinos y los obreros agrícolas e industriales se

comenzaron a organizar para reclamar derechos y mejoras.

Por supuesto, la situación no fue igual en todos los países de Centroamérica.

En El Salvador, Nicaragua y Guatemala se vivieron momentos y procesos de mayor

tensión y enfrentamiento político, mientras que en Honduras y Panamá, donde el

Estado nunca llegó a tener tanta presencia o autoridad, los problemas sociales no

alcanzaron niveles de alta conflictividad. En Costa Rica, la incipiente democracia

permitió que los problemas asociados con los procesos sociales y económicos encon-

traran, en la mayoría de casos, cauces de solución pacífica. Lo cierto es que las

naciones centroamericanas adquirieron, durante los años que median entre 1870 y

1930, los rasgos fundamentales de su existencia que marcaron su evolución hasta

casi el fin del siglo XX. En algunos se fortaleció la democracia y el desarrollo social,

mientras que en otros ya se estaban gestando las guerras y revoluciones.

CONCLUSIÓN

L

En Panamá, los problemas

sociales no generaron graves

conflictos.

Moisés Barrios

Absolut Bananas

Óleo sobre lienzo

1996

Guatemala

La economía centroamericana (1821-1930) 333

INTRODUCCIÓN

n los tres capítulos que preceden al presente, se ha estudiado la evolución

política y social del istmo, desde la independencia en 1821 hasta la crisis

de 1930. En el capítulo que aquí se inicia se analizan los procesos econó-

micos de las sociedades centroamericanas durante ese mismo período. Esta

es la época de formación y crisis de la economía agroexportadora en el istmo. Du-

rante el siglo siguiente a la independencia, la tendencia más pronunciada que se

observó en las economías centroamericanas es el paso paulatino de una economía,

en su mayor parte, de autoproducción y autoconsumo, heredada del período colo-

nial, a una economía con vínculos, cada vez más estrechos con los mercados mun-

diales. Es decir, los países de Centroamérica empezaron a exportar más productos y

aprovecharon los ingresos de esas exportaciones para adquirir artículos importados.

Se puede decir que es en este período cuando empiezan a darse los primeros pasos

hacia la globalización y, a la vez, se viven los problemas sociales relacionados con

las economías abiertas.

E

Inicio de una plantación

de café en Guatemala.

Historia del istmo centroamericano334

urante la época colonial la pro-

ducción de alimentos ocupaba

la mayor parte del tiempo de la

población, es decir, la economía

se orientaba fundamentalmente a la au-

toproducción y el autoconsumo. Además

de los alimentos, la producción de los ar-

tesanos locales satisfacía las simples ne-

cesidades de la época. Muchas mujeres

campesinas se dedicaban a hilar algo-

dón y a trabajar en los telares de mano.

En los pueblos había talabarteros dedi-

cados a fabricar sencillos artículos de

cuero, mientras que en el campo parte

del tiempo se destinaba a tejer canastos

y sombreros y a moldear el barro en for-

ma de cántaros y comales. Sólo algunas

personas adineradas tenían acceso a pro-

ductos importados como los encajes y

sedas europeas que vestían a las seño-

ras importantes de Santiago de Guate-

mala o de Granada, de Comayagua o

de Ciudad Real.

El principal vínculo de la economía

centroamericana con el exterior era el añil,

pero su manufactura y exportación eran

sólo una fracción de la actividad econó-

mica. Las dos razones más importantes

que impedían el comercio con el resto del

mundo eran la geografía y las regulacio-

nes impuestas por España. ¿Por qué la

LA PERSISTENCIA COLONIAL, AÑIL Y COCHINILLA

DTejedora indígena

geografía? Hasta avanzado el siglo XIX los

principales mercados internacionales se

encontraban en Europa, al otro lado del

Atlántico, mientras que las tierras más fér-

tiles y la mayor parte de la población de

Centroamérica se encontraban en los va-

lles cercanos a la costa del Pacífico, se-

paradas de los puertos del Atlántico por

cadenas de montañas. La ausencia de

buenos caminos y de puentes hacía que

el transporte de los productos a los puer-

tos fuera sumamente caro. Era mucho más

oneroso llevar el añil de la Alcaldía Ma-

yor de San Salvador al Golfo Dulce que

del Golfo Dulce al puerto inglés de Li-

verpool. Sólo un producto de alto valor

y poco volumen como el añil se podía

exportar rentablemente.

El segundo obstáculo para el comer-

cio exterior, la reglamentación comercial

del imperio español, consistía en impues-

tos, innumerables trámites burocráticos y

la prohibición de comerciar con ningún

país que no fuera España. La reglamen-

tación comercial favorecía a los españo-

les y a los criollos, lo que les permitió crear

una red comercial que, desde su base de

operaciones, en la ciudad de Guatema-

la, monopolizaba la exportación del añil;

también les permitió controlar la distribu-

ción de las importaciones y el crédito.

La economía centroamericana (1821-1930) 335

Para finales del período colonial el poder

del imperio español se había debilitado

y productores de diferentes partes de Cen-

troamérica evitaban los impuestos y ha-

cían contrabando con comerciantes ingle-

ses o de los Estados Unidos.

Una razón para buscar la indepen-

dencia era la frustración que provocaba

la reglamentación comercial y que im-

pedía la prosperidad de la región. Al

romperse el vínculo con España se elimi-

naron los impuestos y se autorizó el co-

mercio con todos los países del mundo.

De esta manera los productores de añil

se vieron libres para vender a quien qui-

sieran y cuando lo desearan. La elimina-

ción de los impuestos comerciales se apli-

có también a las importaciones, lo cual

presentó una oportunidad a los comer-

ciantes ingleses. Así llegaron a Belice

barcos ingleses cargados de telas bara-

tas y otros productos sencillos que inun-

daron el mercado local.

Las importaciones baratas, por un

lado, tuvieron un impacto beneficioso en

los consumidores que encontraban no-

vedosas y atractivas las telas estampa-

das de algodón y las preferían a las lo-

cales que, al ser hechas a mano, eran

mucho más caras y de diseños ya muy

familiares. Pero, por otro lado, los arte-

sanos locales no podían competir y mu-

chos dejaron de vender sus productos,

resultando perdedores ante la liberación

del comercio. En 1823 esta situación pro-

dujo interminables debates en la Asam-

blea Constituyente, la que terminó res-

tableciendo algunas restricciones a las

importaciones. No obstante, después de

la independencia se facilitó considera-

blemente el comercio con el resto del

mundo.

Pero si bien es cierto que la inde-

pendencia eliminó los obstáculos legales

para el comercio y la exportación, la ines-

tabilidad política y las guerras de la épo-

ca de la Federación (1824-1839) crea-

ron un nuevo problema. Provocaron un

clima hostil para los inversionistas, ade-

más de que la actividad guerrera apar-

taba a los hombres de sus labores en el

campo e interfería con el transporte de

productos.

Fausto Pérez, La cuesta,

acuarela sobre papel.

Bongo de comercio

de cabotaje en Panamá,

en el siglo XIX.

Historia del istmo centroamericano336

Cultivo y exportación

de la grana o cochinilla

El comercio de añil tuvo alzas y bajas pero

siguió siendo el principal producto de

exportación durante la primera mitad del

siglo XIX. A principios de siglo un nuevo

producto, la cochinilla, un colorante na-

tural de gran demanda en Europa por su

bello color rojo, acaparó la atención.

Durante la época de la Federación su pro-

ducción cobró importancia rápidamente

en Guatemala y llegó a constituir el prin-

cipal producto de exportación en ese país,

hasta la década de 1860. Su importan-

cia fue tal que se ha dicho que en esa

época sobrepasó todas las demás expor-

taciones de Centroamérica juntas. La co-

chinilla era un insecto que se alimentaba

de una variedad de nopal, cuyo cultivo

se concentraba en un área muy definida

en las zonas de Amatitlán, Antigua, Vi-

llanueva y Petapa, aunque se encontra-

ban pequeños cultivos en zonas más dis-

tantes, como en las áreas cercanas a la

ciudad de Santa Ana, en El Salvador.

A mediados de siglo, cuando la co-

chinilla tuvo su mayor auge, su produc-

ción parece haber ocupado un área de

unas 2 800 hectáreas. Aun dentro de esta

pequeña zona geográfica, había grandes

diferencias en la rentabilidad de la pro-

ducción; la zona de Amatitlán era la más

rentable. La producción de cochinilla

fue, pues, un fenómeno localizado.

Cuando no había problemas su produc-

ción era sumamente rentable. Pero no

estaba exenta de riesgos, pues las llu-

vias inesperadas o plagas de insectos

podían destruir parte de la cosecha. A

pesar de las dificultades, la explotación

Proceso de elaboración de la

grana cochinilla.

El nopal mexicano, también

alimento de la cochinilla.

La economía centroamericana (1821-1930) 337

de la cochinilla fue el origen de una bo-

nanza económica durante el régimen de

Mariano Gálvez, en Guatemala (quien,

dicho sea de paso, participó directamen-

te en su producción).

El rápido desarrollo de esta activi-

dad económica no causó el tipo de fric-

ciones que surgieron más adelante con

el cultivo del café. En primer lugar, no

requería de crédito de largo plazo y su

financiamiento siguió patrones estable-

cidos durante la época de la Colonia. El

uso de mano de obra familiar y el em-

pleo ocasional de mano de obra asala-

riada (en general ladinos), junto con la

localización geográfica de las explota-

ciones, permitió que se evitaran presio-

nes para el reclutamiento forzoso de

mano de obra indígena. Además, bue-

na parte de la producción se llevaba a

cabo en tierras municipales que se alqui-

laban por nueve años, período de vida

del nopal del que se nutría el insecto.

Se puede decir que, aunque la co-

chinilla contribuyó en algunos casos a la

acumulación de capital para el cultivo del

café y estimuló la creación de grupos

medios, no llevó al desmantelamiento de

las instituciones coloniales. Para los co-

merciantes guatemaltecos, que enfrenta-

ban la competencia de los comerciantes

ingleses y la pérdida del monopolio del

crédito en la comercialización del añil, la

cochinilla representó una alternativa lucra-

tiva. En este sentido se puede decir que

fue un producto de transición.

Un día de mercado

en Antigua, Guatemala.

Historia del istmo centroamericano338

ientras las explotaciones de co-

chinilla y de añil prosperaban

en el norte del istmo, Costa

Rica empezó a experimentar

con un nuevo producto que, con el paso

del tiempo, iba a transformar las econo-

mías y las sociedades de toda Centroamé-

rica: el café. La demanda de este pro-

ducto aumentó rápidamente a lo largo del

siglo a medida que los europeos se acos-

tumbraron a su consumo. Por su parte,

Centroamérica tenía las características

necesarias para satisfacer esa creciente

demanda con café de primera calidad.

Aunque hay indicios de consumo y

cultivo de café en Centroamérica a fina-

les del período colonial, no se empezó a

cultivar este producto para la exportación

sino hasta los primeros años de la época

independiente. No hay que perder de vis-

ta, sin embargo, que, aunque la produc-

ción de café llegó a ser muy importante,

otros productos de exportación siguieron

siendo rentables hasta finales del siglo y

que la producción de granos básicos para

el consumo interno era de suma impor-

tancia. De hecho, cada país de Centro-

américa adoptó el cultivo de café depen-

diendo de las opciones que estaban a su

alcance y de cambios en dos elementos

muy importantes que afectaban su costo

final: el transporte y el crédito.

Variaciones en la adopción

del cultivo del café

Costa Rica, que durante el período colo-

nial no había tenido un producto de ex-

portación que dominara la economía, fue

el primer país al que le resultó ventajoso

exportar café. Costa Rica tenía dos ven-

tajas: su cercanía con los importantes

puertos de América del Sur y una vida

política más estable que permitía el de-

sarrollo del mercado de crédito. En Gua-

temala y El Salvador la producción de

cochinilla y de añil, respectivamente, si-

guieron siendo rentables hasta la segun-

da mitad del siglo, pero los costos de

LA CAFICULTURA CENTROAMERICANA

M

Mujeres escogiendo café

en Costa Rica, siglo XX.

La economía centroamericana (1821-1930) 339

transporte se mantuvieron altos. Final-

mente, Nicaragua y Honduras tenían

ventajas en la explotación de otros pro-

ductos de exportación que, a diferencia

del café, no requerían de grandes inver-

siones. Entre estos productos se encuen-

tran minerales, maderas preciosas, zar-

zaparrilla y hule. Panamá, como se verá

más adelante, pronto descubrió sus ven-

tajas como intermediaria comercial y,

más tarde, financiera.

Así, Costa Rica fue el primer país

en exportar café. El Salvador y Guate-

mala siguieron el ejemplo cuando baja-

ron los costos de transporte aunque si-

guieron produciendo añil y cochinilla,

productos que perdieron demanda pau-

latinamente a medida que los colorantes

artificiales comenzaron a resultar más

atractivos para la industria textil europea.

Nicaragua aprovechó las rutas de trans-

porte y sus productos alternativos pero, a

finales de siglo, ya estaba estableciendo

una próspera industria cafetalera. Final-

mente, en Honduras, la producción de

minerales y otros productos como zar-

zaparrilla se volvió prioritaria dado que

su terreno montañoso dificultaba el desa-

rrollo del transporte más que en los otros

países del istmo.

Aunque los inicios y el desarrollo del

cultivo del café tuvo sus propias caracte-

rísticas en cada país centroamericano, lo

cierto es que en todos se alteró de manera

dramática la propiedad de la tierra. Ha-

cia mediados del siglo XIX se empezó a

cuestionar la conveniencia de mantener las

instituciones de tenencia de la tierra here-

dadas de la época Colonial frente a las

oportunidades que representaba la agri-

cultura de exportación. El sistema de tenen-

cia de la tierra consistía en propiedades

privadas (haciendas), propiedades comu-

nales (ejidos municipales y tierras de co-

munidades de indios) y tierras del Estado.

Con frecuencia los linderos de estos dife-

rentes tipos de propiedad no estaban cla-

ramente delimitados.

Carretas transportando café,

al puerto de Puntarenas

en Costa Rica, siglo XIX.

Costa Rica fue el primer país

en exportar café.

Historia del istmo centroamericano340

Las reformas liberales

En estas circunstancias las reformas libe-

rales que se dieron en Centroamérica, a

partir de la década de 1870, decretaron

la privatización de la tierra. Estas refor-

mas tenían los siguientes elementos: 1) las

propiedades comunales se medían y lue-

go se dividían entre los usuarios; 2) se

establecían mecanismos para que indivi-

duos particulares identificaran tierras del

Estado y las adquirieran como propiedad

privada, y 3) se establecían registros de

la propiedad.

Se organizaron en todos los países

registros de la propiedad, primero en

Costa Rica, en 1867, luego en Guatema-

la, en 1877, y en El Salvador, en 1882.

El orden y las fechas corresponden casi

exactamente al momento en que el culti-

vo del café se convirtió en la actividad

más importante de la economía de los res-

pectivos países. El proceso de privatiza-

ción se enfrentó a grandes dificultades

prácticas y contribuyó a la mala distribu-

ción de la tierra. Aunque hubo muchos

casos de usuarios que adquirieron peque-

ños terrenos agrícolas, numerosas fincas

y haciendas terminaron adquiriendo

grandes cantidades de tierra, ya sea por

compraventa o por medio de irregulari-

dades e influencias que el débil sistema

legal no impedía.

El control y la organización de la

mano de obra también se afectó por la in-

troducción del cultivo del café en gran es-

cala. En la segunda mitad del siglo XIX,

la prosperidad de la caficultura de ex-

portación hizo necesario el empleo de

más y más trabajadores. Dada la esca-

sez de brazos, lo más lógico en un am-

biente de mercados libres hubiera sido

que se aumentaran los salarios para

atraer trabajadores a las fincas o plan-

taciones. En lugar de usar este sistema,

en aquellas partes de Centroamérica

donde había mayor población indígena

se acudió a las tradiciones coloniales

de trabajo obligatorio. Así, en Guate-

mala, el célebre “Reglamento de Jorna-

leros” de 1877 daba nueva fuerza a

formas de reclutamiento forzoso de mano

de obra muy similar al repartimiento co-

lonial. En otros países los gobiernos es-

tablecieron variados sistemas de control

de la población para asegurar un sumi-

nistro adecuado de mano de obra para

los cultivos de exportación, que en to-

dos los casos, generaron una riqueza

que permitió el traslado de mano de obra

Finca de campo

centroamericana, siglo XIX.

Cacao, otro producto de

exportación centroamericano.

La economía centroamericana (1821-1930) 341

desde regiones atrasadas a las de ma-

yor dinamismo económico.

Cambios en los costos

de transporte

Los cambios en los costos de transporte

resultaron ser muy importantes para la

producción en abundancia del café.

Como se mencionó en la sección ante-

rior, era difícil llevar productos a la costa

del Caribe. Las largas recuas de mulas

cargadas de añil, que subían y bajaban

las montañas del istmo, eran lentas e im-

plicaban grandes gastos en tiempo, arrie-

ros y alimentación. Su uso encarecía las

exportaciones de forma prohibitiva. Esta

situación empezó a cambiar con rapidez

a partir de 1849 cuando California pasó a

manos de los Estados Unidos después de

la guerra con México. La incorporación

de California a los Estados Unidos repre-

sentó la etapa final de la expansión de

ese país hacia el oeste y fue un hito im-

portante en su rápido crecimiento econó-

mico. Históricamente la población esta-

dounidense se concentraba en los estados

cercanos a la costa del Caribe mientras

que California, un territorio con enormes

posibilidades económicas, tenía muy po-

cos habitantes.

Había dos rutas prácticas para ir

a California por mar: a) navegando des-

de ciudades como Boston o Nueva York

hasta San Juan del Norte en Nicaragua,

atravesando luego el istmo por el río San

Juan y el lago de Nicaragua hasta lle-

gar al Pacífico y luego embarcándose

nuevamente hasta California, y b) llegan-

do hasta la costa caribeña de Panamá

para luego cruzar por tierra hasta lle-

gar a ciudad de Panamá donde se to-

maba otro barco hasta California. Miles

y miles de personas tomaron estas rutas

para ir a probar fortuna en las minas de

oro y vastas tierras ubicados en la costa

del Pacífico de los Estados Unidos. De

esta forma, los puertos de la costa pací-

fica de Centroamérica se encontraron en

una ruta muy transitada. En 1855 se in-

auguró un ferrocarril que atravesaba

Panamá conectando los dos océanos. La

implicación para Centroamérica fue que se

podían usar los puertos del Pacífico que es-

taban mucho más cerca de los centros pro-

ductivos y los costos de transporte se redu-

jeron a la mitad. Esto hizo posible la

exportación de café, que era mucho más

voluminoso y pesado que el añil y, por lo

tanto, más difícil de transportar por medio

de recuas de mulas.

Puente de hierro, línea

de ferrocarril al Atlántico.

Costa Rica.

Historia del istmo centroamericano342

Los efectos económicos

de las rutas de transporte

en Nicaragua y Panamá

En los primeros años de la década de los

años cincuenta del siglo XIX, antes de la

apertura del ferrocarril de Panamá y del

transcontinental en Estados Unidos que

vinculó las costas este y oeste, en 1869,

parte de la migración a California se hizo

a través de la ruta del río San Juan y el

lago de Nicaragua. Ésta era más corta

que la del istmo de Panamá. Cornelius

Vanderbilt, el legendario magnate esta-

dounidense, se apresuró a asegurarse

una concesión exclusiva de las autori-

dades nicaragüenses. Así nació la Ac-

cessory Transit Company, que, usando

vapores especialmente diseñados para

navegar el río San Juan, transportó a casi

cien mil personas antes de 1860. En los

primeros años, la experiencia alimentó

los viejos sueños de Nicaragua de consti-

tuirse en el vínculo entre los dos océanos

y en una meca comercial. Los viajeros de

esta ruta, aunque en general de muy

modestos recursos, necesitaban de servi-

cios y provisiones, lo que estimuló la ac-

tividad económica. El lado negativo de

este éxito fue que Nicaragua no recibió

mayor beneficio económico de esta em-

presa y, para colmo, terminó atrayendo

la atención de aventureros inescrupulo-

sos como William Walker.

Con la apertura del ferrocarril de

Panamá, en 1855, y la inauguración, un

año más tarde, de los servicios de la Pa-

cific Mail Company (compañía conocida

en Centroamérica como “Las Malas del

Pacífico”), Panamá empezó a consolidar

su posición como ruta comercial. Las com-

pañías navieras coordinaban sus activi-

dades para proporcionar servicio bimen-

sual entre los puertos del Pacífico y

Panamá, además de transbordo al ferro-

carril y luego, del otro lado del istmo, a

barcos destinados a Nueva York, Liver-

pool, Le Havre o Hamburgo, todo con una

sola tarifa, en menos de la mitad del tiem-

po que usando la ruta del Estrecho de Ma-

gallanes y con un servicio regular. Ade-

más, el crecimiento rápido de la vida

económica de la costa del Pacífico cen-

troamericano atrajo a otras compañías

navieras, de tal forma que, para la déca-

da de 1870, alrededor de cien navíos

visitaban sus puertos cada año.

En la década de los años ochenta

del mismo siglo, el empresario francés

Cornelius Vanderbilt, magnate

estadounidense, fundador de

la Compañía del Tránsito.

Nicaragua atrajo la atención

del aventurero Walker.

La economía centroamericana (1821-1930) 343

Ferdinand de Lesseps, constructor del Ca-

nal de Suez, en Egipto, comenzó el vas-

to proyecto de excavar un canal a tra-

vés de Panamá. La empresa fracasó en

1889 debido a problemas de financia-

miento y de ingeniería. El ferrocarril, pri-

mero y el canal del empresario francés,

después, fueron una primera muestra de

la fuerza económica que implicaría el

ser intermediario comercial y financiero

del mundo. A la vez, Panamá pagó un

gran costo humano por estos sueños. Los

trabajadores que participaron en la

construcción (10 000 en el año de ma-

yor actividad) eran víctimas fáciles del

mosquito que transmitía la fiebre amari-

lla, de forma tal que la mortandad fue de

enormes proporciones. Asimismo, la im-

portación de trabajadores de todo el mun-

do, principalmente de las islas del Cari-

be y de la China, cambió la composición

Primeras obras del Canal

de Panamá, que fue revertido

a la nación panameña

el 31 de diciembre de 1999.

Aduana del puerto

de La Libertad en El Salvador.

demográfica de Panamá y contribuyó,

en gran medida, a darle la variedad étni-

ca que hoy en día es una de sus caracte-

rísticas distintivas.

Tanto el ferrocarril como el canal

significaron una fuente de empleo no sólo

en la construcción en sí, sino también en

el aprovisionamiento y la prestación de

servicios para tan grandes empresas. A

la vez, los panameños se daban cuenta

de que no todos los beneficios se queda-

ban en su región, lo que alimentó el sue-

ño nacionalista.

Historia del istmo centroamericano344

Comienzos de las plantaciones

bananeras

finales del siglo XIX el café era

la principal mercancía de ex-

portación cuando empezó a co-

brar importancia otra: el bana-

no. Ciertamente, no era un producto

totalmente nuevo: se tiene noticia de cul-

tivos en Guanaja, Honduras, cerca de

1860, y para 1883 Costa Rica ya expor-

taba más de 100 000 racimos al año.

Sin embargo, fue en la primera década

del siglo XX, momento en el que se dispo-

nía de las condiciones tecnológicas y orga-

nizativas necesarias, cuando la exportación

de bananos comenzó a hacerse en gran

escala. De los cinco países de la antigua

Federación, sólo en El Salvador no se cul-

tivó banano para la exportación. En Hon-

duras y Costa Rica la producción avanzó

más rápidamente, pero fue en Honduras

donde los bananos tuvieron una mayor

importancia para la economía.

En Guatemala y Nicaragua, la ex-

portación en gran escala empezó más

tarde, y nunca llegó a representar un por-

centaje de las exportaciones tan alto como

en el caso de Honduras, donde para 1930

se producían casi 30 millones de racimos,

más del doble que en el resto de países

juntos.

La concentración

de la industria bananera

La exportación del banano en grandes can-

tidades no era un asunto sencillo. La ca-

racterística más importante que diferen-

ciaba al banano del café era su carácter

delicado y perecedero. Para que el pro-

ducto llegara a los consumidores libre de

lastimaduras y sin pasarse de madurez

había que contar con medios de transpor-

te rápidos y confiables desde la mata en

Centroamérica hasta la tienda en Boston

o en Nueva Orleans. Esto implicaba acce-

so oportuno a ferrocarriles, barcos de va-

por refrigerados y redes de distribución den-

tro de los Estados Unidos. La mejor forma

de coordinar todos estos elementos era que

la compañía que controlaba la producción

fuera también propietaria de todas las eta-

pas de distribución. Debido a estas circuns-

tancias, la producción y exportación de los

bananos se fue concentrando cada vez en

menos compañías hasta que terminó sien-

do prácticamente el monopolio de la Uni-

ted Fruit Company.

El contrato más célebre y que dio

origen a la United Fruit Company ilustra

bien el vínculo entre la producción de ba-

nanos, el transporte y la distribución. Se

trata del contrato Soto-Keith (1884) en-

tre Minor Keith, quien había llegado a

LAS ECONOMÍAS DE ENCLAVE

AVista de una finca bananera

en el caribe, costarricense.

Bananos y ferrocarriles son

indisociables en la historia

del istmo.

La economía centroamericana (1821-1930) 345

Centroamérica a construir ferrocarriles, y

el gobierno de Costa Rica. El objeto del

contrato era terminar el ferrocarril hacia

la costa del Caribe, pero también conce-

día a Keith el derecho de usar la franja

de tierra por la que pasaba el ferrocarril,

además de exenciones fiscales. Keith de-

dicó la tierra a la producción de bana-

nos, que el ferrocarril transportaría hasta

Puerto Limón. Este tipo de contrato que

vinculaba la construcción de ferrocarriles

con concesiones de tierra para producir

bananos se repitió en Honduras, con la

empresa Vaccaro Brothers y con la que

llegó a ser la Cuyamel Company, y en

Guatemala, en 1901, con la recientemen-

te fundada United Fruit Company.

Poco a poco la United Fruit Com-

pany empezó a integrar sus operacio-

nes y a comprar otras empresas. En 1929

absorbió a su rival más grande, Cuya-

mel. Esta fue la culminación de un pro-

ceso de concentración que implicó el

acaparamiento de más de veinte com-

pañías pequeñas. Para 1929 la United

Fruit Company era no sólo la exporta-

dora de bananos más grande de Cen-

troamérica sino que también controlaba

la mayor parte de la actividad ferrocarri-

lera y varios muelles y poseía un flota de

barcos (la “Gran Flota Blanca”) que te-

nía 74 buques además de los que fletaba

cuando era necesario. Las incursiones de

la compañía en el campo de las comuni-

caciones incluyeron el monopolio de las

comunicaciones por cable y otros servi-

cios públicos como la distribución de elec-

tricidad. También utilizó sus tierras para

el cultivo de cacao, café y caña, y la cría

de ganado. En Honduras llegó a comprar

un banco que todavía es de gran impor-

tancia en la vida financiera de ese país,

el Banco Atlántida, fundado por Vaccaro

Brothers, en 1913.

Esta concentración de la actividad

bananera en las mismas manos le permi-

tía a la United Fruit Company mover sus

operaciones de acuerdo a sus necesida-

des sin prestar mayor atención a las con-

secuencias. Así, si se agotaba la tierra en

una región debido a prácticas agrícolas

que prestaban poca atención a la con-

servación de suelos, se trasladaban las

plantaciones a otra región, causando des-

empleo y problemas económicos en las

regiones abandonadas. Así ocurrió en el

litoral caribeño de Costa Rica, que fue

abandonado en la década de los años

treinta de esta época para empezar nue-

vas plantaciones en la costa sur.

Barcos a la entrada del Canal

de Panamá, revertido

a la nación panameña

el 31 de diciembre de 1999.

Historia del istmo centroamericano346

Los obreros de la industria

bananera

Las plantaciones bananeras se ubicaban en

el litoral del Caribe, alrededor de ríos,

en zonas aisladas, insalubres e histórica-

mente poco pobladas. Es por eso que la

industria bananera dio lugar a importan-

tes migraciones internas y externas. Para

operar las plantaciones se buscaron tra-

bajadores en las tierras altas con antece-

dentes de mayor densidad de población

y en las islas del Caribe, principalmente

en Jamaica. La migración de afroantilla-

nos fue particularmente importante en el

Caribe de Costa Rica, donde, para 1905,

más de 80% de la fuerza de trabajo en

las bananeras era jamaiquina. A dife-

rencia del caso del cultivo del café, la

mano de obra en las bananeras deven-

gaba un salario.

No toda la producción se llevaba

a cabo en las tierras de las bananeras.

Siguieron existiendo productores inde-

pendientes, pero, debido a las grandes

complejidades de la distribución que se

señalaron anteriormente, estos produc-

tores se veían obligados a vender a las

grandes bananeras quienes fijaban los

precios y establecían criterios de pro-

ducción y de calidad. Estas empresas

privadas se reservaban el derecho de

rechazar los bananos que a su juicio

no satisfacían las condiciones necesa-

rias. Esta práctica dio lugar a muchos

abusos, a tal grado que los productores

individuales se quejaban de que las ba-

naneras rechazaban sus productos como

una práctica deliberada que los llevaría

a la quiebra y a la venta obligada de sus

tierras.

Trabajadores bananeros

de Costa Rica de origen

antillano.

La economía centroamericana (1821-1930) 347

Las bananeras como

“economías de enclave”

Dadas las grandes cantidades de expor-

taciones que generaron, se podría pen-

sar que el cultivo de bananos contribuyó

a la prosperidad de la región. Desafor-

tunadamente no fue así. Las compañías

exportadoras, principalmente la United

Fruit Company, eran las que obtenían las

mayores ganancias del cultivo y repa-

triaban sus beneficios. Además, buena

parte de los sueldos de los trabajadores

se gastaban en tiendas que eran pro-

piedad de la compañía misma. Los bar-

cos que llevaban los bananos a los puer-

tos de los Estados Unidos regresaban

cargados de mercadería para las tien-

das y comisariatos de la United Fruit.

Estos establecimientos, que se ubicaban

en los pueblos construidos por la com-

pañía para sus trabajadores y en las

principales ciudades de la zona bana-

nera, podían ofrecer precios más bajos

que los comerciantes locales, a quienes

finalmente desplazaban del mercado.

También terminaban recibiendo la mayor

parte del salario de sus mismos trabajado-

res. De esta forma, el cultivo del banano en

Centroamérica correspondió a lo que

se llama una “economía de enclave”,

una actividad económica, controlada

por compañías extranjeras, que logra

captar la mayor parte de los benefi-

cios sin contribuir significativamente al

desarrollo económico del país que lo

hospeda.

Hubo otras dos exportaciones im-

portantes que se organizaron de tal for-

ma que produjeron grandes beneficios

para los inversionistas extranjeros que

las controlaban y muy pocos para los

países propietarios de los recursos. Se

trata de las minas de oro y plata y las

empresas madereras, ubicadas principal-

mente en Honduras y Nicaragua. Las

empresas mineras hicieron importantes in-

versiones para instalar la maquinaria pro-

cesadora y refinadora del mineral, pero,

a cambio, quedaron exentas del pago de

los impuestos de importación correspon-

dientes. Igualmente, entregaban a los go-

biernos unos impuestos muy reducidos por

la exportación del metal precioso. De esta

manera, la producción de oro y plata no

representó mayor beneficio para las eco-

nomías de los países productores. Las

empresas madereras gozaron de simila-

res prerrogativas, aunadas al hecho de

que el corte de árboles no se acompañó

de prácticas de reforestación, con lo que

las reservas centroamericanas de made-

ras finas, como caoba y cedro, se fueron

agotando rápidamente.

Pueblo minero

de San Juancito, Honduras.

Las empresas madereras eran

también “economías

de enclave”.

Historia del istmo centroamericano348

n 1929 se habían ampliado los

mercados internos, el comercio

estaba generalizado y la partici-

pación en el mercado era volun-

taria. Estos cambios fueron de gran im-

portancia, porque al ampliarse los

mercados los individuos y las regiones se

pudieron especializar en aquellos bienes

que producían mejor para luego intercam-

biarlos por otros bienes y servicios. En

1834, Frederick Chatfield, cónsul británi-

co, informó a su gobierno que el comer-

cio interno de Centroamérica se realiza-

ba con productos de lana, algodón, pieles

curtidas, cerámica, café, tabaco, azúcar,

productos de ferretería, ganado y algo-

dón en bruto.

Desde la época colonial, el comer-

cio interior se llevaba a cabo a través de

una red de ferias, con diferentes radios

de influencia, donde se compraban y ven-

dían artículos locales e importados y se

hacían arreglos de crédito para financiar

las cosechas. Las grandes ferias anuales

atraían comerciantes de toda Centroamé-

rica y barcos cargados de mercadería

europea. En enero, por ejemplo, duran-

te las festividades del Milagroso Señor

de Esquipulas, en Guatemala, tenía lu-

gar una feria de nueve días donde se

intercambiaban productos ingleses que

entraban por Izabal, ganado Hondure-

ño que llegaba a pie a través de las

montañas, y pequeñas artesanías pro-

venientes de diversos puntos de El Sal-

vador y Guatemala.

El comercio local se llevaba a cabo

en ferias semanales en cada pueblo y se

complementaba con las actividades de los

buhoneros. Éstos, además de asistir a las

ferias semanales, se encargaban de lle-

var productos de importación a las co-

munidades más remotas. En Honduras,

en particular, dada la escasez de concen-

traciones urbanas, los buhoneros jugaban

LA FORMACIÓN DEL MERCADO INTERNO

E

Artículos de comercio

indígena, en 1924.

La economía centroamericana (1821-1930) 349

un papel importante en la distribución de

productos. Cientos de ellos circulaban por

las pequeñas comunidades de las tierras

altas vendiendo sus mercancías.

Este sistema de ferias se transformó

durante la segunda mitad del siglo, cuan-

do el crecimiento de la población, una

mayor urbanización y la mejora en los

transportes ampliaron el mercado interno.

Cuando, en 1855, se inauguró el servicio

de vapores de la compañía del ferroca-

rril de Panamá, dejó de ser necesario

esperar la llegada de los veleros que,

cargados de mercancías, rodeaban el

Cabo de Hornos una vez al año. Cada

dos semanas los vapores podían traer y

llevar diversos productos, reduciendo así

los costos financieros y de almacenaje

que suponían un gasto fuerte cuando la

mayoría de las transacciones se lleva-

ban a cabo en períodos anuales. Las

casas de exportación e importación sus-

tituyeron a las grandes ferias anuales, y

una mayor cantidad de comerciantes ex-

tranjeros se instalaron en Centroaméri-

ca, especialmente en los puertos. En las

ciudades, poco a poco, se multiplicaron

las tiendas, almacenes, pulperías y boti-

cas que se abastecían de productos com-

prados tanto en las casas comerciales

como a los productores locales.

El crecimiento

de los mercados internos

La población de Centroamérica, que era

poco más de un millón en la época de la

Independencia, aumentó casi seis veces

en 1929. También creció la densidad de-

mográfica, y se expandió la frontera

agrícola, incorporando nuevas regiones

y productos a la economía, junto con la

especialización de numerosos trabaja-

dores en la agricultura de exportación,

todos estos factores contribuyeron a

ampliar los mercados internos. Las per-

sonas dedicadas exclusivamente a una

actividad productiva tenían que acudir

al mercado para cubrir sus necesidades.

Tanto el aumento general de la po-

blación como la expansión de la agricul-

tura de exportación y el incremento de

las actividades de gobierno contribuye-

ron al crecimiento de las ciudades. A su

vez, las necesidades de alimentos en las

urbes contribuyeron a estimular su pro-

ducción para el mercado. La concentra-

ción de comercios en ciudades y pue-

blos también permitió que se llevaran a

cabo actividades productivas más com-

plejas y estimuló el consumo de bienes

importados.

Plantación de caña

en América Central.

Historia del istmo centroamericano350

Crecimiento urbano

e integración territorial

El desarrollo de algunas de las principa-

les ciudades de Centroamérica fue resul-

tado del aumento de la importancia del

café. Así, metrópolis en zonas cafetale-

ras como San José, en Costa Rica, em-

pezaron a crecer más rápidamente que

antiguos centros administrativos como

Cartago. En la región cafetalera de Gua-

temala surgieron concentraciones ur-

banas como Retalhuleu, Coatepeque y

Mazatenango. Un ejemplo de este cre-

cimiento urbano es la ciudad de San

Salvador, que tenía unos 15 000 habi-

tantes en la época de la Independencia

y que para 1930 había absorbido pe-

queños pueblos de sus alrededores, has-

ta que su área metropolitana sumaba

más de 120 000 habitantes. Otro ejem-

plo es la ciudad de Managua, que entre

la quinta década del siglo XIX y 1920

creció seis veces, y llegó a tener más de

60 000 habitantes.

Finalmente, las dramáticas mejo-

ras en los transportes contribuyeron a ex-

pandir los mercados internos al vincular

las diferentes regiones económicas. Las es-

trechas veredas para mulas del tiempo de

la Independencia se convirtieron prime-

ro, en caminos para carretas, principal-

mente en aquellos trayectos que unían a

las zonas productivas con los puertos. Lue-

go siguió la expansión de la red ferrovia-

ria. Si bien los ferrocarriles de las banane-

ras vinculaban plantaciones en zonas

aisladas con los muelles, hubo otros fe-

rrocarriles que vinculaban áreas muy habi-

tadas, como fue el caso de los ferrocarriles

cercanos al Pacífico, en El Salvador, Nica-

ragua y Costa Rica. En Nicaragua, el

papel del transporte lacustre también tuvo

importancia, mientras que en Honduras el

transporte aéreo tuvo un auge temprano.

Además, se dio impulso en todos los paí-

ses a la construcción de vías pavimenta-

das para vehículos de motor, a partir de la

década de los años veinte del siglo XX.

Un céntrico hotel

en San Salvador.

La economía centroamericana (1821-1930) 351

La circulación monetaria

El mayor dinamismo de las economías de

los países centroamericanos en la segun-

da mitad del siglo XIX se vio frenado, en

alguna medida, por la ausencia de mo-

nedas nacionales, las cuales hicieron su

aparición hasta las últimas décadas del

mismo. En muchas partes siguieron cir-

culando las viejas monedas del período

colonial, a veces cortadas en pedazos

para que sirvieran como moneda frac-

cionaria. Los intercambios comerciales in-

ternacionales permitieron la entrada en

circulación de monedas peruanas, norte-

americanas e inglesas, de oro y de plata,

lo cual suplió en parte la falta de nume-

rario para los sectores más acaudalados

de la sociedad. La mayoría de la pobla-

ción, sin embargo, se ingeniaba para

hacer sus intercambios con la poca mo-

neda disponible, el uso de semillas de ca-

cao, huevos de gallina y trueque. Con

gran frecuencia en las ferias se operaba

con base en el crédito y con unidades de

cuenta —pesos, dólares, libras esterli-

nas— que aparecían en los registros con-

tables pero que no suponían la existen-

cia de monedas. A finales del siglo

aparecieron otros mecanismos para pa-

liar la escasez de circulante. En muchas

propiedades agrícolas se pagaba a los

jornaleros con la llamada “ficha”, una

pieza de metal que emitían las fincas ca-

fetaleras o las empresas bananeras que

solamente podía gastarse en las tiendas

de su propiedad.

La ausencia de una moneda nacio-

nal, o el uso de un numerario de circula-

ción restringida como las fichas o las mo-

nedas extranjeras, no tuvo mayor

impacto en las actividades del sector ex-

portador, pero sí puso trabas al creci-

miento y la integración de la economía

interna, debido a las dificultades para en-

contrar equivalencias del valor entre los

artículos de trueque o entre diferentes mo-

nedas extranjeras. Otro problema rela-

cionado era la frecuencia de las falsifi-

caciones. ¡Falsificaban hasta las semillas

de cacao! La creación de los primeros

bancos sentó las bases para la eventual

emisión de monedas nacionales cuyo va-

lor se establecía en relación al oro y la

plata según la práctica de aquellos tiem-

pos, cuando dichos metales eran los pa-

trones que normaban el valor de todas

las monedas del mundo.

Expansión de red ferroviaria

María Kahn, El cacao, óleo

sobre canvas.

Historia del istmo centroamericano352

omo hemos visto en este capítu-

lo, en el siglo XIX el crecimiento

de la economía centroamerica-

na estuvo vinculado al de las

exportaciones. Dicho en otras palabras,

se dio una verdadera apertura a la

economía mundial. Esto es lo que los eco-

nomistas han llamado “crecimiento ha-

cia afuera”. Esta evolución evidenció dos

problemas principales: 1) aumentó la

desigualdad económica entre diferentes

grupos de la población, y 2) expuso a

las economías del istmo a las variacio-

nes de precio de los mercados interna-

cionales.

Economías de exportación

y desigualdades económicas

La agricultura de exportación necesitaba

de grandes inversiones (capital), mucha

mano de obra (trabajo), y propiedades

agrícolas (tierra). Éstos son lo que los eco-

nomistas llaman los tres “factores de

producción”. Desafortunadamente, las

instituciones económicas heredadas de

la época colonial permitieron que unos

pocos privilegiados aprovecharan el ac-

ceso a los factores de producción, de for-

ma que aumentó la desigualdad econó-

mica entre las élites agroexportadoras y

la inmensa masa de desheredados.

Empecemos con los problemas de

inversión. Inicialmente, no hubo bancos

ni bolsas de valores para adquirir crédito

a largo plazo para invertir. A su vez, el

clima político y el sistema judicial eran muy

arbitrarios. En consecuencia, quien qui-

siera pedir dinero prestado para invertir

en una finca de café, una plantación de

algodón o una actividad comercial tenía

que obtener créditos de comerciantes y

prestamistas particulares. Aunque a par-

tir de 1864 se empezaron a organizar

los primeros bancos, con las utilidades

que producían las exportaciones, las ga-

rantías políticas y legales siguieron sien-

do precarias. Por ende, continuó la ven-

taja de las élites.

El sistema de propiedad de la tierra

también terminó dándole ventaja a las éli-

tes. La propiedad rural continuó concen-

trándose a partir de la introducción de los

cultivos de exportación. En el caso de las

bananeras, los gobiernos entregaron

enormes cantidades de tierras públicas

a empresarios extranjeros para el culti-

vo de la fruta y la construcción de infra-

estructura (puertos y ferrocarriles). En el

caso de los particulares nacionales, las

reformas legales (establecimiento de re-

gistros de propiedad y cambios en las

formas de tenencia reconocidas por el

LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO AGROEXPORTADOR

C

El retraso tecnológico

en el campo.

La economía centroamericana (1821-1930) 353

Estado) facilitaron la transferencia y re-

gistro de títulos de propiedad. Con el

paso de los años, las tierras para el cul-

tivo de granos básicos se tornaron más

escasas en la medida en que los cultivos

de exportación cubrían mayores exten-

siones del territorio.

Las instituciones laborales hereda-

das de la época colonial eran particular-

mente injustas para los trabajadores de

la tierra y contribuyeron en gran medida

a perpetuar la desigualdad. A pesar de

los problemas económicos que todavía

existen, a finales del siglo XX nadie po-

día obligar a un trabajador centroame-

ricano a trabajar en contra de su volun-

tad. No fue así en la época colonial ni

durante las primeras décadas de vida in-

dependiente, ya que la institución colo-

nial del repartimiento obligaba a los in-

dios a trabajar.

Esta institución no desapareció

completamente con la independencia

sino que, como hemos visto, se mantu-

vo para asegurar suficiente mano de

obra para los cultivos del café. Esta for-

ma de tratar a los trabajadores impedía

la distribución de los beneficios de la agri-

cultura de exportación a individuos que

no pertenecieran a las élites. Además, en

estas circunstancias no había incentivo

para introducir mejoras tecnológicas que

hicieran más productivo el trabajo, ya

que los salarios que se pagaban eran

prácticamente para la subsistencia.

Todos estos cambios implicaron la

polarización de las sociedades de Cen-

troamérica. En Guatemala y El Salvador

se consolidó el poder de la oligarquía li-

beral. En Costa Rica los cambios fueron

complejos pero también se consolidó la

oligarquía. Cabe notar que aunque el

cultivo del café llegó mucho más tarde a

Nicaragua que a Costa Rica, los efectos

sobre la distribución de la riqueza y del

poder fueron similares.

Transporte de sacos de café

en Costa Rica.

Los finqueros, principales

beneficiados

de la agroexportación.

Historia del istmo centroamericano354

os cultivos de exportación, particularmente el café y el banano, adquirieron una

importancia creciente en las economías de Centroamérica y constituían el sector

más dinámico. Pero vincular gran parte de la economía a uno o dos cultivos

tenía sus problemas. Los precios del café y de los bananos se fijaban en función

de la cantidad producida en todo el mundo y de la demanda que existiera en cada

momento, es decir, los precios dependían de los mercados internacionales. En 1913, las

exportaciones de los países centroamericanos se basaban en uno o dos productos (en

Guatemala 90% de las exportaciones eran de café y bananos), lo que creaba grandes

problemas cuando los precios internacionales bajaban.

La sobreproducción de café en Brasil, por ejemplo, podía hacer que bajaran

los precios, lo que repercutía a gran escala en la economía de Centroamérica. Si los

productores centroamericanos sufrían pérdidas dejaban de contratar cortadores, lo

que causaba gran desempleo; además, si el comercio exterior disminuía también

bajaban los ingresos de los gobiernos por concepto de impuestos de importación, y

exportación y con frecuencia dejaba de pagársele a los empleados del gobierno.

Además, si los cafetaleros no pagaban sus créditos a los bancos, éstos restringían el

crédito para el resto de la economía. En fin, las bajas de los precios internacionales

que quedaban totalmente fuera del control de los centroamericanos podían tener

consecuencias sumamente negativas para todos los habitantes de la región. Esta era

una de las desventajas del monocultivo.

Otra es la incorporación de Centroamérica al mercado mundial por medio de las

exportaciones de café y de bananos que causó un aumento en los niveles de desigualdad

social. El uso intensivo de mano de obra mal pagada y la concentración de la tierra de los

cultivos de exportación supuso una riqueza, ya sea en manos de empresas extranjeras

(como en el caso de la producción bananera) o de terratenientes nacionales (como en el

caso del café). Mientras se expandieran los cultivos y se mantuvieran los buenos precios

en el mercado internacional, la producción de bananos y café podría ofrecer empleo a

muchos trabajadores, si bien en condiciones muy difíciles y estacionales, y contribuir

a mantener a flote las finanzas públicas. Pero una crisis en el mercado internacional

pondría en juego todo el delicado balance entre producción, salarios y utilidades, y

amenazaría la misma estabilidad social.

CONCLUSIÓN

L

Comercio local a través

de los buhoneros.

Luis Paredes

Enfragmentación

Fotografía

1998

El Salvador

Los cambios culturales (1821-1930) 359

INTRODUCCIÓN

n este capítulo vamos a estudiar los cambios culturales que vivieron las socie-

dades centroamericanas desde el momento de la Independencia hasta la

crisis de la década de los años treinta del siglo XX. Analizaremos el desarrollo

cultural del istmo durante los tres primeros períodos de su historia política

republicana, es decir, la época federal, la etapa de los conservadores y la fase liberal.

En ese lapso de más de cien años, los países centroamericanos sobreimpusieron a su

pasado indígena y colonial hispánico, la modernidad del triunfante modo de vida de

las sociedades capitalistas industriales. La modernidad, se debe aclarar, subordinó,

pero de ningún modo hizo desaparecer, las formas culturales que la historia había

legado a Centroamérica.

La modernidad se manifestó en especial en cambios en los estilos de vida y en

los patrones de consumo de las clases altas del istmo, y su mayor reflejo fueron los

cambios urbanísticos infraestructurales y arquitectónicos de las ciudades de la región.

Las clases campesinas y el mundo rural vieron pasar de lejos esta modernidad.

E

Templo de Minerva,

Guatemala, símbolo

de la dictadura de Estrada

Cabrera.

Historia del istmo centroamericano360

La cultura impresa

urante la época colonial el úni-

co centro de producción de

material impreso en el Reino

de Guatemala había sido la

capital. Tras la Independencia, la impren-

ta empezó a difundirse por todos los paí-

ses de la región. Al respecto, jugó un

papel clave el nacimiento de los Estados

centroamericanos, quienes fueron los pri-

meros productores de material impreso

tales como leyes, bandos y acuerdos.

También debe recordarse que los gober-

nantes centroamericanos de la época de

la Independencia y la Federación esta-

ban inspirados en los ideales de la Ilus-

tración. De este modo, para ellos, la

prensa y los libros eran vehículos indis-

pensables para difundir las nuevas ideas,

que debían ser la base de los nuevos Es-

tados.

Durante los primeros cincuenta

años de vida independiente, ocurrió un

cambio cualitativo en la producción del

material impreso en Centroamérica, pues

el libro religioso que había sido el texto

dominante fue progresivamente reempla-

zado por el libro profano, cuyos temas

eran la economía, el derecho, la política,

la historia y la literatura. En este sentido,

el desarrollo de la imprenta y la circula-

ción de material impreso fueron factores

determinantes en los procesos de secula-

rización de las sociedades del istmo.

Aunque el caudillismo y las gue-

rras civiles en la época de la Federación

LA PREEMINENCIA DE LO URBANO

DLa imprenta, un vehículo de

modernización cultural.

La prensa diaria contribuyó a

crear una identidad nacional

en los países

centroamericanos.

Los cambios culturales (1821-1930) 361

y de los gobiernos conservadores limita-

ron los avances culturales, se debe ad-

mitir que la imprenta, los libros y los pe-

riódicos contribuyeron al nacimiento de

un sistema de opinión pública en el ist-

mo. Por medio de la prensa, las perso-

nas que se ocupaban de la política y de

los negocios empezaron a manifestar y

a confrontar sus opiniones. La formación

de una opinión pública fue clave en la

Costa Rica del período 1830-1870 y con-

tribuyó a la consolidación posterior de

su particular sistema político.

A fines del siglo XIX, apareció la

prensa diaria en los distintos países cen-

troamericanos. En Nicaragua, Rigoberto

Cabezas fundó el Diario de Nicaragua,

en 1884, en la ciudad de Granada. En

Costa Rica, en 1885 comenzó a circular

el primer diario. En Guatemala, en 1895,

había cinco diarios.

Este fue un cambio fundamental

porque el diarismo fue un factor impor-

tante en la construcción de una identidad

nacional y se convirtió en un instrumento

básico en la vida política de los distintos

países. Al final del período la prensa dia-

ria era el medio de comunicación princi-

pal en las ciudades centroamericanas más

importantes. Sin embargo, su impacto

tenía un límite: el alto analfabetismo de

la población.

Librería e imprenta de María

viuda de Lines, San José,

1922.

La prensa y los libros, clave

para la formación

de la opinión pública

en Costa Rica.

Historia del istmo centroamericano362

La vida urbana

La época colonial no heredó a Centroamé-

rica un gran esplendor urbano porque no

era una sección rica o importante del im-

perio español y porque la naturaleza y

los seres humanos se confabularon con-

tra sus ciudades. Como es sabido, los te-

rremotos son un fenómeno frecuente en

buena parte del istmo. San Salvador fue

destruida varias veces por sismos y Anti-

gua Guatemala es hoy testimonio del mis-

mo fenómeno. En la época colonial, los pi-

ratas se ensañaron con la ciudad de

Panamá en distintas oportunidades, deján-

dola tan maltrecha como si hubiera sufrido

un terremoto. La infraestructura urbana tam-

bién padeció los estragos de las guerras

civiles de la época de la Federación.

Fue sólo en la segunda mitad del

siglo XIX cuando las ciudades del istmo

empezaron a modernizarse. A mediados

de ese siglo XIX se instaló el servicio de

agua potable por cañería en las capita-

les. El telégrafo se difundió en la década

de los años sesenta, lo que permitió a la

población urbana conocer las noticias de

última hora del mundo entero con muy

poco retraso. No obstante, los mayores

cambios en la infraestructura urbana ocu-

rrieron a finales del siglo XIX cuando en

las ciudades del istmo se establecieron el

alumbrado eléctrico, el tranvía eléctrico

y el servicio telefónico, además de que

algunas calles principales fueron pavi-

mentadas.

Hacia 1920, todas las capitales

habían adoptado un aire afrancesado en

su arquitectura y contaban con su teatro

nacional y otras edificaciones sólidas y

de lujo. No obstante, se puede afirmar

que la ciudad con un mayor desarrollo

urbano era Panamá, como consecuencia

Estación de ferrocarril

en Santa Tecla, El Salvador.

La prosperidad cafetalera

permitió mejorar

su infraestructura.

Los cambios culturales (1821-1930) 363

de la presencia estadounidense y la exis-

tencia del canal interoceánico. Pero este

mundo urbano era una gota de agua en

un mar de población rural, pobre y ape-

gada a las tradiciones.

La diferencia entre lo urbano y lo

rural se aprecia aún más cuando se eva-

lúa su respectiva importancia en las lu-

chas políticas. En 1821, el proceso de

independencia del Reino de Guatemala

se inició en la ciudad del mismo nombre,

ejemplo que fue imitado por las otras ciu-

dades del reino. De igual manera, la in-

dependencia de Panamá, en 1903, fue de-

clarada por el cabildo de la ciudad de

Panamá. Durante la época federal y el

período conservador los conflictos loca-

listas y regionales se expresaron en la

forma de pugnas entre ciudades, por

ejemplo, Quezaltenango contra Guate-

mala, o León contra Granada, que en el

caso de estas últimas hasta originó el tras-

lado de la capital a Managua en 1852.

Por tanto, las ciudades eran el principal

espacio de la vida política. Esta caracte-

rística se acentuó durante la época de los

liberales, cuando las ciudades capitales

se convirtieron en el eje político del país.

En ellas residían las élites económicas,

políticas y militares, como también los

obreros y artesanos urbanos quienes,

como hemos visto, eran los sectores más

activos y mejor organizados de las cla-

ses populares.

Por esta razón, los conflictos políti-

cos claves se decidían en las ciudades

capitales. Por ejemplo, la caída de Ma-

nuel Estrada Cabrera fue provocada por

un levantamiento popular de la ciudad

de Guatemala. También la dictadura de

los Tinoco, en Costa Rica, llegó a su fin

después de manifestaciones callejeras de

los habitantes de la ciudad de San José.

En fin, las protestas contra las ocupacio-

nes norteamericanas fueron encabezadas

por los residentes de Tegucigalpa y la ciu-

dad de Panamá. El centralismo político

de la ciudad capital y del mundo urbano

en general es revelador del lugar subor-

dinado que han tenido las clases popula-

res rurales en la historia de la región.

Día de mercado

en Quezaltenango,

Guatemala.

El servicio eléctrico modernizó

la vida urbana, San José,

Costa Rica.

Historia del istmo centroamericano364

Nuevos patrones de consumo

no de los efectos inmediatos de

la Independencia de Centro-

américa fue la declaratoria de

libre comercio con todas las na-

ciones del mundo. Esta circunstancia po-

sibilitó una mayor importación de mer-

cancías de los países europeos, lo que se

constituyó en el punto de partida del cam-

bio en los patrones de consumo de las

sociedades centroamericanas y, en espe-

cial, de sus clases altas. Durante la pri-

mera mitad del siglo XIX este proceso

avanzó lentamente, tanto por la anarquía

política como porque la situación econó-

mica de la región era mala. En la segun-

da mitad de ese siglo XIX, con el auge de

los productos de exportación, las econo-

mías de la región desarrollaron una ma-

yor capacidad para adquirir toda clase

de bienes de consumo en el extranjero.

Además, de mediados del siglo XIX en

adelante, inmigrantes europeos se insta-

laron en los distintos países de Centro-

américa y se insertaron rápidamente en

las clases altas.

Así, mediante el doble impacto del

auge de las importaciones y de la inte-

gración de extranjeros a las clases altas

de la región se produjo rápidamente un

cambio en su estilo de vida y en sus pa-

trones de consumo.

LAS ÉLITES Y SU CULTURA

UInmigrantes europeos

radicados en Guatemala.

Interior de una residencia

decorada al estilo europeo.

Los cambios culturales (1821-1930) 365

Ocio y entretenimiento

Los cambios afectaron hasta los alimen-

tos que se servían en la mesa, la vajilla y

los cubiertos con los cuales eran ingeri-

dos, el mobiliario de los hogares y la ropa

de las personas. Los espejos de cuerpo

entero y los pianos, entre otros objetos

suntuarios, empezaron a adornar las ca-

sas de las personas con poder y riqueza.

De esa forma buscaban distinguirse del

resto de la población.

Los cambios en los patrones de

consumo también afectaron las formas

de ocio y entretenimiento. En la segun-

da mitad del siglo XIX, el teatro se con-

virtió en la diversión predilecta de las

sociedades de la región. La construcción

de un teatro nacional se convirtió en to-

dos los países centroamericanos en la ta-

rea de máxima expresión, que unía la

ideología del progreso de los liberales

con los nuevos criterios de buen gusto

adoptados por la oligarquía enriqueci-

da por la economía agroexportadora.

Ciertamente que los espectáculos de ori-

gen colonial, como las corridas de toros

y las peleas de gallos persistieron, pero

empezaron a ser considerados por las

personas más refinadas como formas

bárbaras y primitivas de distracción,

poco acordes con los ideales de “pro-

greso”.

En suma, en esa época se produjo

un refinamiento en las costumbres de las

clases altas de Centroamérica, que des-

graciadamente, no se extendió a sus re-

laciones económicas, sociales y políticas

con los sectores subordinados de la so-

ciedad, pues el maltrato físico al indio o

al campesino, al negro e incluso al arte-

sano, era considerado normal y legítimo.

Tampoco el buen gusto afectó el tra-

to con los adversarios políticos, quienes

sufrían la cárcel, el abuso, la tortura y otras

violaciones de sus derechos humanos. En

este sentido, el refinamiento del estilo de

vida de las “oligarquías” de la región no

afectó la cultura política de la violencia

que se construyó a lo largo del siglo XIX

en el istmo.

Las clases altas introdujeron

nuevos estilos arquitectónicos

para residencias.

Historia del istmo centroamericano366

Arte, literatura y sociedad

También en la segunda mitad del siglo

XIX aparecieron en Centroamérica los pri-

meros grupos de intelectuales y artistas

que intentarían producir una literatura y

un arte nacionales. En la aparición de es-

tos grupos jugó un papel fundamental el

periodismo y, en especial, la prensa dia-

ria. Surgieron círculos de intelectuales y

artistas que se reunían a discutir sus in-

quietudes. En esta época, bajo el impulso

de los gobiernos, se escribieron las prime-

ras historias nacionales de la región.

Los intelectuales y los artistas cen-

troamericanos vieron en Europa y, so-

bre todo en Francia, el modelo de cultu-

ra a imitar. Así, el afrancesamiento fue

característico de esos creadores. Eviden-

temente, la contradicción entre el mode-

lo y el entorno inmediato era muy fuer-

te, ya que había una gran distancia entre

el mundo de la cultura popular, mestiza e

indígena, y el estrecho mundo intelectual

de las élites centroamericanas y el mun-

do cultural europeo. No es de extrañar

que muchos escritores y artistas centro-

americanos de este período hayan radi-

cado mucho tiempo en el extranjero. Tal

fue el caso de Rubén Darío, el literato más

destacado de este período.

En las primeras décadas del siglo

XX, como producto de influencias cultura-

les latinoamericanas, los intelectuales y ar-

tistas del istmo comenzaron a reivindicar

su entorno natural y cultural, y a criticar la

dominación de los Estados Unidos. Ejem-

plos de ello fueron el poeta y ensayista

Froilán Turcios, en Honduras y el novelista

guatemalteco, Miguel Ángel Asturias.

El problema del extrañamiento de

los intelectuales de la época liberal fue

aún más agudo para las élites. En efecto,

las clases altas del istmo padecieron una

gran dependencia cultural frente a Euro-

pa y, después, frente a los Estados Uni-

dos. En la base de su alienación estaba

su desprecio al indio y a todos los aspec-

tos de la cultura popular. Por eso, elabo-

raron sus criterios de distinción importan-

do patrones de consumo y estilos de vida

extranjeros. Una muestra de la incapaci-

dad de estos grupos para apropiarse de

su entorno natural y cultural es que fue-

ron extranjeros quienes les hicieron des-

cubrir las riquezas y los tesoros arqueo-

lógicos de las civilizaciones indígenas

antiguas.

Rubén Darío, poeta

nicaragüense de alcance

universal.

Los cambios culturales (1821-1930) 367

Su alienación cultural y su racis-

mo también se expresaron en su poca

capacidad e interés para educar a la

masa de la población. En consecuencia,

se fue creando un abismo cultural entre

las clases altas imitadoras de lo extran-

jero y la mayoría de la población sumi-

da en el analfabetismo. En países en

donde la población indígena era mayo-

ritaria, la distancia cultural entre la mi-

noritaria clase alta y el resto de la po-

blación se hizo inmensa.

La alienación de las élites se agu-

dizó con la llegada de inmigrantes, quie-

nes, aunque se mezclaron con la clase

alta tradicional, siguieron fieles a costum-

bres y valores de su país de origen. Los

inmigrantes alemanes asentados en Gua-

temala en cierto sentido constituían un

mundo aparte, igual que los estadouni-

denses en Honduras. En fin, la clase alta

centroamericana siempre se sintió en po-

sición de debilidad frente al poderío ma-

terial y cultural de los países de Europa y

a los Estados Unidos.

Hacienda Serigiers,

Guatemala.

Primera catedral

de San Salvador.

Historia del istmo centroamericano368

espués de tres siglos colonia-

les, al llegar la Independencia

era evidente que la culturas po-

pulares en Centroamérica eran

híbridas o mestizas. El catolicismo ha-

bía impregnado tanto a ladinos e indí-

genas como a negros y mulatos. La re-

ligión era algo compartido por todos los

sectores de la sociedad. Por supuesto

que, tanto los indígenas como la pobla-

ción de origen africano tenían elemen-

tos sincréticos en sus ideas y prácticas

religiosas. La lengua española era la

que compartían muchos, pero, como es

sabido, una gran parte de los indíge-

nas hablaban únicamente su lengua

materna, para así conservar de alguna

manera su identidad.

En la vida cotidiana de las clases

populares los prejuicios raciales y el color

de la piel eran un asunto muy importante.

La sociedad colonial estaba organizada

sobre la base de la institucionalización del

prejuicio racial. No obstante, en particu-

lar a partir del siglo XVIII, el mestizaje se

volvió un fenómeno muy frecuente. En

suma, el basamento cultural de las socie-

dades de Centroamérica, hacia 1821,

mezclaba lo indígena y lo africano con lo

católico y lo español.

Este mundo empezó a cambiar con

la Independencia y la apertura de la re-

gión al mundo. Entre los primeros que ex-

perimentaron los efectos de la apertura

fueron los artesanos centroamericanos

quienes conocieron la ruina a consecuen-

cia de la importación de mercancías bri-

tánicas mucho más baratas. Como con-

secuencia, entre algunos sectores

populares de la región después de 1821

aparecieron actitudes de rechazo a los

extranjeros. De igual manera, los inmi-

grantes protestantes fueron rechazados

por su religión. Tales sentimientos fueron

muy bien explotados por el caudillo gua-

temalteco Rafael Carrera, a finales de la

década de los años treinta del siglo XIX,

cuando organizó su levantamiento de la-

dinos e indios.

LAS CULTURAS POPULARES

D

Miguel A. Polanco, Mercado,

óleo sobre canvas.

Los cambios culturales (1821-1930) 369

No obstante, no se puede afirmar

que los sectores populares fuesen refrac-

tarios a todo cambio. Por ejemplo, en El

Salvador y en Costa Rica los indígenas y

los campesinos mestizos se interesaron en

el cultivo de los nuevos productos de ex-

portación, como el café.

En todo caso, desde mediados del

siglo XIX, conforme creció la economía

exportadora se fue produciendo una se-

paración entre la cultura de las clases al-

tas y la de las clases populares y entre la

cultura urbana y la rural. Las culturas po-

pulares se diversificaron. En efecto, el es-

tablecimiento de los enclaves bananeros

en la costa caribe del istmo y las obras

del canal de Panamá conllevaron la im-

portación masiva de trabajadores negros

antillanos, en especial de Jamaica. Esos tra-

bajadores trajeron otra lengua, otras cos-

tumbres y otra cultura. Dada la tradición

de prejuicio racial colonial, los negros en-

frentaron el rechazo de los demás traba-

jadores centroamericanos de origen mes-

tizo. Pero, no se puede negar que desde

fines del siglo XIX la cultura de los negros

de habla inglesa pasó a ser un compo-

nente de las culturas populares. La com-

plejidad cultural del istmo aumentó con

la migración china que se inició a fines

del siglo XIX del mismo modo que la anti-

llana.

La población de origen

antillano sufrió la

discriminación racial.

Las economías de enclave

y el canal fomentaron

la inmigración caribeña.

Historia del istmo centroamericano370

Las culturas populares

urbanas

Entre las clases populares, los sectores

obreros y artesanos urbanos fueron quie-

nes recibieron más el impacto de la ideo-

logía liberal. Esto se explica porque las

ciudades eran los principales lugares en

donde se desarrollaba la vida política de

los países centroamericanos. Pero también

se debe recordar que los obreros y artesa-

nos urbanos eran quienes tenían los mayo-

res niveles de alfabetización en los sectores

populares. Por ejemplo, las mutuales y los

sindicatos publicaron periódicos cuyo pú-

blico eran sus asociados y los sectores po-

pulares urbanos.

Los grupos organizados de obre-

ros y artesanos urbanos abogaron por

la educación, la lectura y el ahorro en-

El ámbito rural y el urbano,

dos mundos opuestos.

tre los trabajadores. Probablemente tam-

bién creían en los ideales republicanos

que los políticos liberales predicaban

pero, que por regla general, no practi-

caban. En suma, se puede afirmar que

estos sectores sociales fueron fieles se-

guidores de la ideología del progreso.

No obstante, por la gran separación so-

cial y cultural que existía entre el mundo

rural y el mundo urbano, las culturas

populares urbanas se desarrollaron en

una actitud de desconfianza y recelo

hacia el mundo rural en general, y ha-

cia el mundo indígena en especial.

Además, estos trabajadores y sus

organizaciones siempre mostraron pro-

fundos prejuicios raciales, principalmen-

te en contra de la población negra de ori-

gen antillano.

Los cambios culturales (1821-1930) 371

Los contrastes sociales

El mestizaje

Al margen de los prejuicios étnicos, el

caso es que los países de Centroamé-

rica, como el resto de América hispáni-

ca, son hispanoparlantes y mayoritaria-

mente católicos. Por lo tanto, no son ni

la lengua ni la religión lo que los distin-

guen entre sí, a diferencia, por ejemplo,

de los países europeos. En este sentido,

el componente más relevante de la iden-

tidad nacional de estos países fue el

mestizaje. En efecto, los estados de la

región pusieron el acento en el carácter

mestizo de la población para obligar al

indígena a adaptarse y para romper, en

principio, con los criterios raciales de la

época colonial. También se puede afir-

mar que las culturas populares no fue-

ron consideradas como un elemento im-

portante ni necesario para darle sustento

a la identidad nacional. Sólo al final del

período, en la década de los años vein-

te, empezó a surgir un interés por el lla-

mado folclore como un elemento para la

definición de la nacionalidad.

Por su parte, el nivel de asimilación

de la idea nacional fue desigual entre los

distintos sectores populares. Posiblemente,

quienes aceptaron en mayor medida la

noción de una identidad nacional fueron

los sectores populares urbanos, primeros

en sentir identificación con los símbolos na-

cionales.

La población negra fue

rechazada también

por las culturas populares

urbanas.

Historia del istmo centroamericano372

n los albores del siglo XX, tanto

las culturas populares como la

cultura de las clases altas sufrie-

ron un cambio muy importante

como resultado del nacimiento del cine, de

la radio y del fonógrafo. Desde mediados

del siglo XIX el teatro se había convertido en

la forma predilecta de entretenimiento de

todos los sectores sociales en los principa-

les centros urbanos. Diversas compañías ex-

tranjeras de teatro y de ópera visitaron re-

gularmente la región hasta el inicio de la

Primera Guerra Mundial.

Después de 1914 el teatro fue re-

emplazado por el cine como forma predi-

lecta de entretenimiento. El cine tuvo la

ventaja sobre el teatro de que se podía ex-

tender a más lugares de la geografía del

istmo. La radio y el fonógrafo se difun-

dieron sobre todo en la década de los

años veinte, pero su penetración social

fue menor que la del cine, pues sólo la

gente acomodada tenía los ingresos para

adquirir esos nuevos aparatos eléctricos.

También en esa década los sectores

más acomodados de la sociedad empe-

zaron a adquirir otros bienes de consumo

duradero como las refrigeradoras, las co-

cinas eléctricas y, sobre todo, el nuevo sím-

bolo del progreso, el automóvil. Hacia

LOS INICIOS DE LA CULTURA DE MASAS

ELa radio se difundió

en la década de los años

veinte.

Teatro Nacional de Costa Rica,

inaugurado en 1897.

Los cambios culturales (1821-1930) 373

1930 aparecieron las primeras asocia-

ciones de automovilistas. En general, las

primeras manifestaciones del consumo

masivo de bienes, propias de los países

industrializados, surgieron en Centro-

américa en la década de los años vein-

te, aunque no trascendieron más allá del

mundo urbano y de los sectores acomo-

dados de la sociedad.

La llegada al istmo centroamerica-

no de la cultura de masas tuvo efectos

diversos sobre los distintos sectores so-

ciales. Por ejemplo, el fonógrafo y la ra-

dio seguramente incrementaron la de-

pendencia cultural hacia los Estados

Unidos, en particular entre los sectores

medios y altos de la sociedad, sobre todo

respecto a la música y los bailes de ese

país. Sin embargo, el fonógrafo y la ra-

dio también dieron a conocer la música

popular latinoamericana procedente de

Cuba, México y Argentina. Este fenóme-

El ciclismo, un deporte

popular.

El automóvil, sólo

para las élites.

no se reforzó con el nacimiento del cine

parlante, a finales de la década de los

años veinte.

En este sentido, los sectores popu-

lares encontraron en esos nuevos inven-

tos un recurso para modificar sus for-

mas de ocio y de entretenimiento y para

elaborar su identidad, en oposición a las

formas culturales de las clases altas. Tam-

bién es cierto que la nueva cultura de

masas creó un terreno común de interac-

ción entre las distintas clases sociales. Este

fue el caso de la música y del cine, pero

también de los deportes que se difun-

dieron después de la Primera Guerra

Mundial. El fútbol y el béisbol, según los

países, se convirtieron en prácticas y es-

pectáculos sumamente populares que

atraían tanto a los ricos como a los po-

bres. Otros deportes que adquirieron

mucha popularidad fueron el ciclismo y

el boxeo.

Historia del istmo centroamericano374

n suma, en las primeras décadas del siglo XX, la cultura popular y la de

las élites sufrieron grandes cambios como consecuencia de la llegada al

istmo de las nuevas formas de la cultura de masas surgidas en Europa y

los Estados Unidos. Ya para 1930 los cambios culturales ocurridos desde

la Independencia habían sumergido los aspectos coloniales hispánicos. El istmo

había ingresado en el camino de la modernidad inventada en Europa y los Estados

Unidos. No obstante, este ingreso en la modernidad había introducido mayores

divisiones y separaciones en el seno de las sociedades centroamericanas, como fue

el caso también de muchas de las repúblicas latinoamericanas.

El problema más evidente fue la formación de una gran dependencia cultural

de las clases altas, de muchos intelectuales y de las nacientes clases medias. El

modelo y el ideal cultural procedía del extranjero. Esto, en algún sentido, era inevi-

table porque los países que se pretendía imitar estaban más desarrollados econó-

micamente. No obstante, no hubo ningún esfuerzo por sintetizar o adaptar el mo-

CONCLUSIÓN

E

Campesinas lavando

en el río, Panamá.

Los cambios culturales (1821-1930) 375

delo foráneo a las condiciones locales. Por el contrario, la realidad local se ignoró

o se despreció.

El problema de la dependencia cultural produjo un efecto negativo en el interior

de las sociedades porque reforzó las divisiones de clase. El campesino fue desprecia-

do porque su cultura era supuestamente refractaria al progreso. La dependencia cul-

tural fortaleció el prejuicio étnico y racial y ambos se confabularon para sostener una

cultura de la violencia que fue típica en las relaciones sociales y políticas. La repre-

sión, el trabajo forzoso y la violación de los derechos de las personas se justificaron

desde la perspectiva de que quienes no querían o no podían asumir la cultura domi-

nante importada no tenían derechos. En suma, la alienación cultural de las clases

altas fomentó la cultura de la violencia.

El cambio cultural en las sociedades centroamericanas de este período que-

dó, por otro lado, truncado, porque la educación no se extendió a las clases popu-

lares y a la población rural en particular. La llegada del mundo moderno al istmo

fue sólo parcial, porque la mayor parte de la población siguió siendo iletrada. En

este sentido, el ingreso del istmo a la modernidad significó mayor dependencia

cultural y más desigualdad social.

Historia del istmo centroamericano376

l paisaje centroamericano, fruto de la acción del hombre sobre la natura-

leza, difería radicalmente en la década de 1920 si se le comparaba con

aquél heredado del período colonial. Vastas zonas de selva habían sido

transformadas en fincas, haciendas y plantaciones; su producción estaba

destinada a lejanos mercados en que la demanda de tintes, añil y cochinilla había

sido sustituida por productos como postres, café y banano. Los asentamientos colo-

niales se habían convertido en ciudades organizadas según los patrones europeos

y norteamericanos de la época, con servicios como agua potable, electricidad,

transporte público y un aprovisionamiento adecuado de alimentos. El mundo rural

y el urbano estaban vinculados por las chimeneas móviles de los ferrocarriles, por

una incipiente red de carreteras y por la creciente presencia de automotores; las

recuas de mulas y las carretas tiradas por bueyes estaban relegadas a zonas peri-

féricas. Puertos acondicionados garantizaban la regularidad del transporte marítimo

y navíos de todas las naciones utilizaban el Canal de Panamá, la principal vía intero-

ceánica del planeta. Todo este entramado respiraba, y en ocasiones temblaba, al

son de los medios de comunicación modernos, pues el cable submarino, el telégra-

fo y el teléfono hacían llegar las noticias de los mercados en los que se vendía la

producción.

La modernidad que surgió a raíz del vínculo con el mercado mundial distó

mucho de ser uniforme geográfica y socialmente. Después del fracaso del proyec-

to federal centroamericano cada república y Panamá, como parte de Colombia y

entidad independiente, funcionaron como universos autónomos en los cuales las

élites impusieron sus proyectos de sociedad mediante la progresiva construcción

de Estados nacionales adaptados a las condiciones particulares de cada país.

Aunque dentro de las élites hubo proyectos políticos alternativos, ninguno con-

templó extender los beneficios económicos ni los derechos políticos al resto de la

población.

Durante el período conservador, cuando se evitaba alterar la estructura so-

cial heredada de la Colonia, quienes detentaron el poder no pudieron evitar medi-

das de corte liberal, al mismo tiempo que mantenían los principios de precedencia

y preeminencia. Cuando en la década de los años setenta del siglo XIX los gobier-

CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD III

E

Conclusión de la Unidad III 377

nos liberales impusieron su proyecto económico y social, convenientemente olvida-

ron extender los derechos políticos por lo menos a todos los varones adultos, ya que

era impensable considerar a la mujer como sujeto político. Más aún, acudieron a

medios coercitivos propios de la Colonia, el modelo que pretendían sustituir, como

el repartimiento de trabajadores para los cafetales. En suma, los beneficios deriva-

dos de la integración al mercado mundial fueron disfrutados por las minorías que

detentaban el poder político.

Quienes no pertenecían a las élites, es decir, la mayoría de la población,

debieron pagar un alto costo por este “crecimiento hacia afuera”, que dependía de

la exportación de productos agrícolas y concentraba la riqueza en unos pocos. La

diferenciación social resultante incluía algunos elementos de resabio colonial, como

la persistencia de masas campesinas indígenas en algunos países, y un creciente

contingente de campesinos mestizos. Éstos en algunos casos estaban vinculados a

las economías de exportación, en el caso costarricense desarrollando un modelo de

caficultura campesina, pero en los otros países sirvieron de mano de obra barata

para fincas y haciendas. A pesar de ser el sector más numeroso, no participaron de

la modernidad impulsada por las élites y su protagonismo político fue muy limitado

gracias a que aún existían fronteras agrícolas a las que podían migrar y en los que

era factible producir para el autoconsumo, fuera de la economía de mercado. Por

otra parte, las plantaciones bananeras y la construcción del Canal de Panamá

requirieron de un enorme contingente de mano de obra que provino de campesinos

del interior sin tierras, inmigrantes chinos y negros antillanos. Estos últimos introdu-

jeron nuevamente la cultura afroamericana al istmo, cuando ya estaba olvidada su

presencia durante la Colonia; sin embargo, había una diferencia, eran mayoritaria-

mente protestantes, y se generaron nuevos racismos entre la población.

El sector social popular más dinámico fueron los artesanos urbanos, quie-

nes al ocupar el mismo espacio que las élites, con acceso a bienes culturales como

libros y periódicos, fueron durante las últimas décadas del siglo XIX los principa-

les aliados de los liberales. Por ello no es sorprendente que también compartieran

con la élite sus valores europeizados, una creciente secularización y los inicios de

la cultura de masas, en las primeras décadas del siglo XX. Aunque fueron el públi-

co más obvio en el proyecto elitista de crear nacionalidades, a mediano plazo

resultó evidente que tenían poco que esperar de este proceso y, junto con los

trabajadores de las bananeras, comenzaron a desarrollar nuevas formas de or-

ganización y lucha como las huelgas y la fundación de partidos comunistas que

ofrecían un modelo alternativo.

Historia del istmo centroamericano378

Ni la independencia de España ni los esfuerzos diplomáticos posteriores de

las repúblicas para ser reconocidas en igualdad de condiciones en el concierto

de las naciones eliminaron la influencia de las potencias extranjeras en la región. A

la competencia por dominar comercialmente los nuevos mercados, se sumaron la

posición estratégica del istmo y el interés por construir un canal interoceánico, por

lo que tanto Gran Bretaña como los Estados Unidos compitieron por mantener el

área bajo su zona de influencia.

Para principios del siglo XX los Estados Unidos impusieron su predominio

mediante masivas inversiones de capital en las bananeras del Caribe, la indepen-

dencia de Panamá y la posterior construcción del canal en su territorio, todo esto

fue pretexto para asumir el papel de gendarme del istmo. La presencia norteame-

ricana, en especial las ocupaciones militares de Nicaragua, generaron movimientos

antiimperialistas en los que participaron los artesanos urbanos y los trabajadores

de las bananeras al lado de un reducido grupo de intelectuales y miembros de la

clase media.

En 1930, el modelo agroexportador consolidado por los liberales entró en

crisis al disminuir la demanda en los países consumidores, reducirse los ingresos

fiscales por la disminución de las importaciones de productos manufacturados y

consolidarse dictaduras militares en la mayor parte del istmo. En el medio siglo

siguiente se sucedieron cambios económicos, procesos sociales y movimientos polí-

ticos que redefinieron el paisaje del istmo y las características de las sociedades

que lo habitan.

Los campesinos costarricenses

estaban vinculados a la

exportación de café.

Moisés Barrios

Malinowski en el cielo

Proyecto café Malinowski

1998

Guatemala

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 383

INTRODUCCIÓN

os casi cincuenta años de la historia del istmo que se cubren en los siguien-

tes dos capítulos han sido objeto de múltiples estudios, debido a que en

ellos se concentran los hechos más determinantes de la historia contempo-

ránea, tanto en el campo económico y social como en el político. Todos y

cada uno de los países de la región vivieron cambios de gran magnitud, y la región,

como un todo, redefinió su puesto en el escenario internacional. Mucho se ha discu-

tido y se sigue discutiendo sobre el significado de estos acontecimientos, ya que

algunos de los participantes que aún viven, pueden darnos testimonos de gran valor

histórico e incluso polémico.

En las páginas que siguen se sintetizan los principales esfuerzos realizados en

esta región para enfrentar los retos del subdesarrollo a través de la modernización de

las estructuras económicas y políticas heredadas del pasado. La forma en que esto se

realizó en distintas etapas determinó el desarrollo de nuevas circunstancias que ope-

rarían en el futuro inmediato. Por ejemplo, los cambios en la forma de producción de

bienes materiales y de servicios trajeron consigo la aparición de nuevos grupos so-

ciales que, a su vez, demandaron nuevas transformaciones en la economía y en la

política. Como veremos, de una situación de estancamiento de casi quince años, se

pasó a otra de acelerados cambios para desembocar, en la década de los años

setenta, en una crisis de naturaleza muy especial y nueva para la región, que la llevó

a las guerras que concluyeron sólo a finales de siglo XX.

L

Modernización

de las estructuras económicas

en Centroamérica.

Historia del istmo centroamericano384

a Primera Guerra Mundial

(1914-1918) se llamó precisa-

mente así porque puso en evi-

dencia que lo que pasaba en un

país del mundo afectaba a muchos otros,

aunque se encontraran lejanos. Para

1914, casi todos los países eran parte de

un sistema de alianzas políticas, militares

y económicas, ya sea como colonias de

una potencia imperial o como socios co-

merciales y financieros en un mundo

cada vez más interrelacionado. Esta in-

terdependencia se mostró, de forma

igualmente dramática, a poco más de

diez años de terminada esa guerra, cuan-

do la economía mundial se vio sacudida

hasta sus raíces por los efectos de la lla-

mada “caída de la bolsa” de Nueva York,

en octubre de 1929. En un plazo de po-

cos meses, el precio de las acciones que

se negociaban en esa bolsa y en los otros

grandes centros financieros, como Lon-

dres y París, se vinieron a pique. ¿Por qué

ocurrió esto?

Sucedió que en los años posteriores

a la Primera Guerra Mundial se incremen-

taron considerablemente las actividades

económicas en los Estados Unidos, Ingla-

terra y Francia, las grandes potencias que

habían resultado ganadoras en el conflic-

to. Sus fábricas aumentaron rápidamente

la producción, anticipando buenas ventas.

Muchos consumidores también se endeu-

daron para adquirir los bienes que se

ofrecían. Paralelamente, los precios de las

acciones en la bolsa subían, lo que esti-

muló la especulación bursátil, es decir, la

compra de acciones un día para vender-

las varios días o meses después a un pre-

cio más alto y obtener ganancias. Muchas

de estas actividades se realizaron sin los

controles adecuados, de tal manera que,

para fines de la década de los años vein-

te, la especulación financiera había vuelto

insolventes a muchas empresas. En deter-

minado momento, todo el andamiaje fi-

nanciero se vino abajo y muchas indus-

trias y bancos quebraron, miles de

trabajadores se quedaron sin trabajo y

todas las actividades económicas se re-

dujeron, dándose una situación llamada

“depresión económica”.

LA CRISIS DE LOS TREINTA Y EL ESTANCAMIENTO

DEL MODELO ECONÓMICO

L

Caída de la Bolsa

de Nueva York.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 385

Para ese entonces, una depresión

en las economías más ricas necesaria-

mente tenía que afectar a todo el mun-

do. Muchísimos países dependían de los

que les vendían y les compraban, y esa

situación se agravó todavía más cuando

en las economías poco diversificadas

como las del istmo centroamericano, don-

de las exportaciones eran en altísimo

grado de café y bananos. En la medida

en que aumentaron las exportaciones de

esos dos productos agrícolas, se incre-

mentaron también las importaciones de

productos de origen industrial desde Nor-

teamérica y Europa. Hacia 1920, Cen-

troamérica tenía muy pocas industrias, ya

que había concentrado grandes esfuer-

zos en los trabajos de despejar bosques

para sembrar cafetales, construir ferro-

carriles hacia los puertos y modernizar

las principales ciudades. En el caso de las

bananeras, donde se requería mayor tec-

nología para cosechar y transportar la

fruta hasta los mercados del norte, fue-

ron los capitales extranjeros los que diri-

gieron y controlaron la producción. Por

supuesto, muchísima gente seguía traba-

jando en la agricultura tradicional y en

las artesanías que se habían heredado

desde tiempos inmemoriales. Por ejem-

plo, el censo de población realizado en

Nicaragua durante 1920 indica que casi

la mitad de la población trabajadora la-

boraba en fincas y haciendas a cambio

de un salario, pero sólo 10% trabajaba

en fábricas o talleres artesanales.

Nahum Nuila, Mercado

del Calvario, óleo sobre tela.

Historia del istmo centroamericano386

Los efectos de la crisis

En realidad, los países centroamericanos

ya habían pasado por varias crisis antes

de 1929, debido a las bajas cíclicas de

los precios del café y el banano. Pero la

caída de los precios a partir de ese año

fue mucho más rápida y profunda, lo cual

significó para Honduras, El Salvador,

Guatemala, Costa Rica y Nicaragua una

reducción brutal en los ingresos de sus

exportaciones. Al principio se creyó que

la crisis sería temporal, y algunos hasta

procuraron producir mayores cantidades

de café y bananos, pero pronto se vio

que, incluso a un menor precio, los con-

sumidores estadounidenses y europeos

estaban tan empobrecidos que ya no

podían darse el lujo de adquirir esos pro-

ductos. En el caso de Honduras, que para

1928 era el principal productor de ba-

nano del mundo, la caída del precio de

esta fruta produjo efectos un tanto me-

nos severos, pero siempre significó la

ruina de muchos productores indepen-

dientes; además de esto, las plantacio-

nes fueron atacadas por la enfermedad

de la “sigatoka”, que obligó a suspender

el cultivo o a trasladarlo a otras partes.

Todos los países tuvieron también

problemas en cuanto a las importaciones,

que disminuyeron considerablemente

creando una situación casi desesperada

para los gobiernos, cuyos ingresos pro-

venían casi exclusivamente de este rubro.

Y para colmo, tenían el peso de sus deu-

das anteriores, cuyos intereses subían en

vez de bajar. En Panamá, el impacto de

la crisis produjo una disminución de los

ingresos por el tránsito por el canal, de-

bido a la caída general en los intercambios

comerciales y la consecuente reducción

del movimiento marítimo.

La crisis trajo consigo reducción en

la producción, baja de salarios y un enor-

me desempleo, tanto en el campo como

en las ciudades. Muchísimas fincas cafe-

taleras dejaron de operar, y los campesi-

nos se vieron obligados a dedicarse a

cultivos de subsistencia o a emigrar a las

ciudades o a otros países. En Panamá,

las migraciones tuvieron lugar más bien

de las poblaciones cercanas al canal ha-

cia las provincias del interior, mientras que

en Guatemala la población indígena,

aunque afectada por la recesión, volvió

a sus actividades tradicionales, lo que

también hicieron muchos campesinos

hondureños y nicaragüenses. Pero en El

Salvador, con tan poco territorio agrícola

disponible, la miseria se extendió deso-

ladoramente por todo el campo. Por otra

parte, también la desocupación cundió en

las ciudades, ya que la caída de las im-

portaciones perjudicó a muchas activida-

des, como la construcción y el comercio,

y muchos empleados públicos o quedaron

cesantes o vieron reducidos o retrasados

sus salarios. No resulta sorprendente que

se produjera un gran número de protestas

de parte de los trabajadores organizados.

Ejemplo destacado de esto fueron las huel-

gas bananeras de Honduras, en 1932, y

La caída de los precios

del café desató la crisis.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 387

en Costa Rica, en 1934. A un nivel mu-

cho más dramático, en El Salvador se

produjo el alzamiento campesino de

1932, reprimido sangrientamente por el

gobierno en turno.

Los gobiernos y la crisis

Los gobiernos de la región reaccionaron

de diversas maneras ante la crisis, en ge-

neral buscando proteger a los exporta-

dores tradicionales. Un ejemplo de esto

fueron las “leyes moratorias” decretadas

en Costa Rica y El Salvador, entre 1931 y

1932, que permitieron posponer el pago

de deudas de los cafetaleros, muchos de

los cuales estaban siendo forzados a entre-

gar sus propiedades a los bancos cuando

se ejecutaban las hipotecas. Los gobier-

nos adoptaron también “planes de esta-

bilización”, como el abandono del patrón

oro y la introducción de controles en los

mecanismos de cambio de sus monedas

ante la escasez de divisas. Costa Rica, El

Salvador y Nicaragua devaluaron sus mo-

nedas, y en todas partes se restringieron

ciertas importaciones, con lo que se lo-

gró que el balance comercial con el exte-

rior se mantuviera favorable. Se procla-

mó que las políticas gubernamentales

serían de gran austeridad, pero en la

práctica los gastos no se redujeron mu-

cho, de manera que varios países —El Sal-

vador, Guatemala y Costa Rica— no tu-

vieron más remedio que reconocer que

no podían seguir pagando los intereses

de la deuda pública adquirida con el ex-

tranjero. El costo de las medidas de esta-

bilización fue muy grande, con diferen-

cias en distintos lugares y períodos, como

puede verse en el cuadro siguiente.

Los sueldos de los empleados

públicos fueron rebajados

por la crisis fiscal.

Producto interno bruto real per cápita

Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua

1928 294.5 187.0 232.6 265.2 213.81929 276.6 184.5 252.0 257.3 235.41930 284.3 185.3 255.4 268.2 190.01931 275.2 163.7 231.6 268.4 175.31932 248.3 145.9 197.2 235.6 157.81933 290.2 163.4 194.0 216.8 195.71934 251.1 166.6 216.0 207.7 175.31935 267.1 180.9 244.7 194.7 173.21936 279.7 174.6 329.5 194.5 134.11937 314.9 188.7 315.3 182.5 141.61938 328.1 173.3 317.9 189.6 144.61939 326.6 183.5 351.1 191.3 172.91940 308.2 196.9 392.0 199.2 184.51941 339.8 190.4 403.7 195.2 199.51942 295.1 203.1 400.1 174.0 187.61943 290.1 218.8 262.2 172.9 201.11944 255.1 204.1 249.0 194.4 194.71945 282.3 193.3 247.5 209.3 191.3

Historia del istmo centroamericano388

No todo había sido estancamiento

durante la depresión, porque, aprovechan-

do que las importaciones de alimentos de

consumo interno habían bajado, su pro-

ducción local creció con mucha velocidad,

dando trabajo a muchos desocupados y

una opción para inversiones que no

podían dirigirse a otra parte. A dife-

rencia de otros países latinoamericanos

más grandes, en los nuestros había poco

interés en invertir en industrias. Los go-

biernos más bien orientaron sus inver-

siones al desarrollo de la infraestructu-

ra, en particular carreteras, en lo que se

destacaron Guatemala y El Salvador.

Centroamérica y la Segunda

Guerra Mundial

Al declararse la Segunda Guerra Mun-

dial (1939-1945) aparecieron estímulos

adicionales para la recuperación econó-

mica. Uno de ellos fue la construcción de

la Carretera Panamericana, impulsada

por los Estados Unidos con el fin de favore-

cer la defensa del Canal de Panamá, pero

que tuvo efectos inmensos en la comuni-

cación de todos los países del istmo, apar-

te de proporcionar trabajo a miles. El trán-

sito a través del Canal de Panamá se

benefició por la circulación de convoyes

y la gran cantidad de tropas estadouni-

denses estacionadas en la zona. Esto tra-

jo un período de prosperidad económica

para Panamá, del que también se bene-

ficiaron los productores de alimentos en

los otros países de la región, aunque

esto se interrumpió al terminar el con-

flicto mundial.

Durante la guerra, el temor de la

influencia alemana e italiana en América

Latina impulsó a los Estados Unidos a ase-

gurarse aliados en la región. Desde el

punto de vista económico, la acción más

importante para ello fue la adopción del

Acuerdo Interamericano del Café, firma-

do en 1940, que permitió la estabilidad

del precio de este producto y su acceso

regulado al mercado estadounidense. El

banano, sin embargo, no tuvo tal protec-

ción. Durante la guerra se desarrollaron

cultivos no tradicionales, como el caucho,

la cabuya y la cinchona, considerados de

La construcción

de la carretera panamericana

estimuló la recuperación

económica durante

1939 a 1945.

Empleo para

los centroamericanos

al declararse la Segunda

Guerra Mundial.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 389

importancia estratégica. Aunque no se ha-

bía experimentado un auge como en otros

países latinoamericanos, al final del con-

flicto se podía decir que se había supera-

do el período depresivo de las economías

de la región. Sin embargo, el costo de la

vida se había elevado enormemente pese

a que los gobiernos intentaron controlar-

Tránsito a través del canal

de tropas estadounidenses,

revertido a la nación

panameña el 31 de diciembre

de 1999.

lo y habían signos evidentes de que los

beneficios del poco progreso logrado ten-

dían a concentrarse en muy pocas ma-

nos. Sobre todo, quedó claramente de-

mostrada la debilidad de un modelo

económico totalmente dependiente de la

exportación de un par de productos. Ha-

bía que encontrar alternativas.

Centroamérica: índice del coste de la vida

1937=100*

Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua

(1) (2) (3) (4) (1) (1)

1939 101 74 100 92 93 100 2241940 99 77 88 91 90 138 2741941 102 78 110 87 81 na 2691942 123 78 130 94 96 na 3631943 158 103 156 111 122 183 4781944 167 150 176 130 140 295 8131945 177 174 203 163 174 305 954

Fuente: Fondo Monetario Internacional. Estadísticas Financieras Internacionales, Washington D.C., 1950* Excepto para Honduras, donde en 1938=100.(1) Precios para alimentos al detalle.(2) Precios al por mayor (1939=100).(3) Índice para la ciudad de Guatemala solamente.(4) Precios para alimentos al por mayor.

Historia del istmo centroamericano390

esde las primeras décadas del

siglo XX muchos intelectuales

centroamericanos, especial-

mente aquellos con responsabi-

lidades en los gobiernos, se preguntaron

cómo lograr un desarrollo económico só-

lidamente sustentado. Ellos decían que la

agricultura monoexportadora, si bien

había servido de fundamento a las repú-

blicas después de su independencia, se

había convertido en una constante ame-

naza dada la inestabilidad de los precios

internacionales. Sin dejar de pensar en

los cultivos tradicionales, los que debían

elevar su productividad, se empezaron a

proponer dos alternativas distintas, que

se podían adoptar por separado o jun-

tas, en forma complementaria incluso.

Una era la diversificación agrícola y la

otra la industrialización, lo que en su con-

junto se llamó “modernización”. A partir

del fin de la Segunda Guerra Mundial fue

posible, finalmente, tomar estas medidas.

La modernización produjo un profundo

cambio en todos las aspectos de la vida

de la región, pero el desarrollo fue mu-

cho más efectivo en lo económico que en

lo político y social.

Ya hemos visto cómo en la crisis

se desarrolló la agricultura de subsisten-

cia, pero ésta, aunque ahorraba divisas,

no generaba ingresos propios. Lo que

había que encontrar eran nuevos y varia-

dos productos que se pudieran vender

bien en el exterior, de manera que si el

precio de alguno bajaba, los otros im-

pedirían que eso pusiera toda la econo-

mía en bancarrota, como había pasado

en la década de los años treinta. El al-

godón fue uno de los productos adopta-

dos para ello, aprovechando que exis-

tían muchas tierras aptas para su cultivo

en la vertiente del Pacífico. Nicaragua

había comenzado a descollar en esta

actividad desde temprano, seguido por

Guatemala y El Salvador, y en mucha me-

nor medida el resto de los países. De 1950

a 1969 la superficie y la producción de

algodón se multiplicó cuatro veces. La

LA MODERNIZACIÓN DE LA POSGUERRA,

AUGE Y DETERIORO

D

El algodón se convirtió

en un nuevo cultivo

de exportación.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 391

concesión de créditos y la aplicación de

pesticidas fueron claves de ese crecimien-

to, aunque el último tuvo consecuencias

serias en la ecología y la población.

Otro cultivo fue la caña de azúcar,

favorecida por un trato preferencial al

mercado estadounidense, después de

1959, cuando los Estados Unidos rom-

pieron sus nexos comerciales con la Cuba

revolucionaria. Nicaragua fue también

líder en este campo, que se extendió por

todos los países de la región, Panamá in-

clusive. Tanto la superficie como el volu-

men de la producción creció casi tres ve-

ces, desde 1950 a 1970, favorecido por

mejoras tecnológicas y porque permitía

una opción cuando bajaba el precio del

algodón.

Otro rubro importante, también es-

timulado por el mercado norteamerica-

no, fue la exportación de carne de gana-

do vacuno, especialmente en Nicaragua,

en donde se instaló la primera planta em-

pacadora, en 1954. Para 1973 existían

22 plantas empacadoras de carne para

exportación en toda la región. En Pana-

má, donde también se desarrolló la ga-

nadería, el apoyo estatal que se brindó

a esta actividad tuvo como consecuen-

cia migraciones internas con el fin de

colonizar bosques que se transforma-

rían en potreros.

Centroamérica también

empezó a exportar azúcar.

Historia del istmo centroamericano392

Los efectos

de la modernización

La introducción de estos cultivos y la ga-

nadería tuvo efectos muy importantes en

la sociedad centroamericana, así como

en el medio ambiente. Gracias al algo-

dón, por ejemplo, surgió un nuevo tipo

de empresario agrícola, aquel que sin

tener recursos propios contrata los tres

factores de producción: toma en arren-

damiento las tierras, obtiene el capital de

trabajo a través de créditos bancarios, y

contrata trabajadores temporales para

realizar el cultivo algodonero en sus varias

etapas. Incluso, los productores del algo-

dón se organizaron para realizar directa-

mente la comercialización del producto.

Al otro extremo de la sociedad, la

expansión del algodón y la ganadería

desplazó a miles de familias campesinas

en Nicaragua, El Salvador y Guatemala,

y crecieron las poblaciones de trabaja-

dores sin tierras a lo largo de los caminos

y en torno a las aldeas de la costa del

Pacífico. La contaminación de suelos y

aguas como consecuencia del uso abun-

dante de insecticidas y abonos químicos

afectó no solamente la salud de la gente y

los animales domésticos sino que alteró los

ciclos biológicos de especies acuáticas que

viven en ríos, esteros y zonas costeras. Los

bosques empezaron a desaparecer acele-

radamente, a lo que también contribuyó,

por cierto, la expansión de los cultivos tra-

dicionales.

Panamá, que no se incorporó al pro-

yecto industrialista del resto de la región

que veremos adelante, logró, no obstante,

uno de los índices de crecimiento econó-

mico más altos del mundo (6.4% entre

1950 y 1979). Parte del crecimiento de la

economía panameña se debió al notable

incremento del tráfico por el Canal de Pa-

namá, pero también jugaron un papel im-

portante la introducción de la pesca del

camarón y el cultivo de frutas y vegetales,

estimulados por la exportación al merca-

do estadounidense y por un mayor consu-

mo en las zonas urbanas del país.

Sin embargo, para el resto de los

países centroamericanos el banano y el

Campos de cultivo

en Guatemala.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 393

café continuaron ocupando un puesto cen-

tral en las exportaciones. Los precios para

el primero subieron aceleradamente, de

1945 a 1954, estimulando la ampliación

de cultivos y la producción incluso en Ni-

caragua y Honduras, gracias también a

la introducción de nuevas técnicas y va-

riedades de cafeto, como la “caturra” que

no necesitaba sombra y era mas fácil de

recolectar. Igual innovación se produjo en

el cultivo del banano con la variedad “ca-

vendish”, resistente a las enfermedades.

En ambos casos se produjo un incremen-

to de las empresas medianas, sobre todo

cuando tenían acceso al crédito, como en

Costa Rica.

En conjunto, el sector agropecua-

rio centroamericano elevó su producción

de 872 millones de dólares, en 1950, a

1 827 millones, en 1970, de la cual

todavía la mayor parte provenía del

café y del banano. Lo que lamentable-

mente se desarrolló precariamente fue

el sector de producción de alimentos pa-

ra el consumo interno, víctima de po-

bres condiciones técnicas y del poco

apoyo gubernamental. Por ello, la re-

gión siguió importando alimentos que

podría haber producido localmente.

Igualmente dramático fue que la tenen-

cia de la tierra continuó concentrada en

pocas manos, aunque con marcadas

diferencias de un país a otro. Todo ello

abonó las tensiones sociales que se acen-

tuaron al final de la década de los años

sesenta.

El otro aspecto de la moderniza-

ción de la posguerra fue la industriali-

zación. Otros países latinoamericanos,

como México, Argentina y Brasil, habían

demostrado que era posible desarrollar

la producción local de manufacturas que

antes se compraban en el exterior, con

lo que se lograrían importantes objeti-

vos: se ahorrarían divisas, se crearían

fuentes de trabajo para aquellos que se

estaban quedando sin empleo y eran nu-

merosos, y además, se crearía un foco

de desarrollo que balancearía la inesta-

bilidad de la producción agrícola. A este

fenómeno se le llamó “industrialización

sustitutiva de importaciones”.

La contaminación de suelos

y agua fueron factores

que contribuyeron a la

desaparición de los bosques.

Pescadores de camarón

Historia del istmo centroamericano394

os capitales para desarrollar la

industria, en buena medida,

estaban presentes gracias al

auge que tenía la agricultura de

exportación, pero se requería una inter-

vención estatal más enérgica para lograr

que se canalizaran a una actividad nue-

va, a la que muchos le tenían desconfian-

za como fuente de ganancias. El proble-

ma más serio era que como países

pequeños, y además con poblaciones de

poca capacidad adquisitiva, se dudaba

que ninguna empresa pudiera lograr el

volumen necesario para ser una produc-

tora eficiente. Tradicionalmente la empre-

sas con esas limitaciones buscaban el mer-

cado externo, para vender sus mercancías

en otros países, pero aquí no se tenía la

capacidad de competir con países que ya

estaban en una etapa más avanzada de

desarrollo y vendían productos mejores y

más baratos.

La Comisión Económica para la

América Latina (CEPAL), organismo técni-

co de la Organización de las Naciones

Unidas, desde fines de la década de los

años cuarenta había planteado la idea

de sumar el pequeño mercado centroame-

ricano y fundar las llamadas “industrias

de integración” sobre el principio econó-

mico de producir para un mercado más

amplio y que tuviera a mayor producción

menor costo y mejor competividad. En la

década de los años cincuenta, diversos

gobiernos centroamericanos firmaron

tratados bilaterales para facilitar el in-

tercambio comercial entre sus respectivos

países. Sin embargo, el paso decisivo se

dio en el año de 1960 con la suscrip-

ción del Tratado General de Integración

Económica.

LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA CENTROAMERICANA

L

Algodón y café, listos

para ser exportados.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 395

Producto interno bruto per cápita, 1930-1984

Precios de 1970*

Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua

1930 284.3 185.3 255.4 268.2 190.01935 267.1 180.9 244.7 194.7 173.21940 308.2 196.9 392.0 199.2 184.51945 282.3 193.3 247.5 209.3 191.31950 372.0 275.2 314.8 225.6 225.01955 430.9 298.8 301.2 223.5 291.81960 474.1 329.4 335.5 240.1 282.41965 545.9 383.5 376.4 261.4 397.41970 658.6 406.1 416.7 279.5 424.31975 778.9 443.3 456.4 267.1 460.61980 892.4 399.9 519.5 308.2 314.21984 805.6 307.8 440.1 273.3 283.6

* Calculados a tipos de cambio de paridad de poder adquisitivo.

Exportación de banano

en Centroamérica.

Historia del istmo centroamericano396

Los tratados y sus resultados

La firma de dicho tratado, conocido

también como Tratado de Managua,

permitió crear un espacio geográfico en

el que los cinco países (Panamá no es-

taba incluido) pudieran intercambiar

productos como si lo hicieran localmen-

te, mientras que las mercancías que qui-

sieran ser introducidas desde afuera pa-

garían impuestos similares. Con eso se

lograría un mercado mucho mayor —que

se llamaría desde entonces Mercado Co-

mún Centroameriano o MCCA— en el cual

se intentaría también desarrollar proyec-

tos de interés común, incluyendo la tan-

tas veces frustrada unión política. Por otra

parte, en apoyo a la integración, se fun-

dó el Banco Centroamericano de Integra-

ción Económica, con sede en Tegucigal-

pa, con capital oficial de los cinco países.

También se creó el Instituto de Investiga-

ción y Tecnología Industrial (ICAITI), con

sede en San José, para resolver proble-

mas técnicos de la industrialización. Para

agilizar los pagos que tenían que hacer

los comerciantes e industriales cuando

compraban a un productor de un país del

MCCA, se estableció una Cámara de

Compensación Monetaria Centroameri-

cana. Finalmente, para que sirviera como

organismo rector de todo el proceso, se

fundó, en la ciudad de Guatemala, la Se-

cretaría de Integración Económica de

Centroamérica (SIECA).

En términos de cifras globales, el

MCCA tuvo un éxito extraordinario. El co-

mercio en la región se multiplicó por sie-

te, entre 1961 y 1969, y en todos los paí-

ses se instalaron industrias que contribu-

yeron a crecimientos económicos muy

acelerados próximos a 6% anual. Pero ese

crecimiento no fue equilibrado, de modo

que sus beneficios tendieron a concentrar-

se en determinados países, resultando

Honduras y Nicaragua más perjudicados

en el intercambio. Por otro lado, el ímpe-

tu inicial se fue perdiendo al no poder

pasar a etapas más avanzadas de indus-

trialización que requerían no sólo más

capital sino también tecnología apropia-

da. Ambas cosas fueron creando resenti-

mientos y temores que obstaculizaron la

búsqueda de soluciones alternativas al

modelo integracionista. A fines de la dé-

cada de los años sesenta, ya era eviden-

te que, si bien, la idea de la integración

era correcta, la forma de llevarla a la

práctica adolecía de serios defectos. Aun-

que indudablemente se habían logrado

progresos, éstos se habían concentra-

do en algunos países y en las manos de

empresarios locales e inversionistas extran-

jeros. La integración no había generado

los empleos esperados (unos 150 mil en-

tre 1958 y 1972, cuando la población

creció a más de cinco millones), ni tam-

poco se había logrado la libre movilidad

de los ciudadanos para que pudieran ir

en busca de trabajo a cualquiera de los

países. Más bien se había creado un sec-

tor industrial cuyo desarrollo estaba de

nuevo muy condicionado a la adquisición

Tecnología avanzada

Exportación de café

en el puerto de Corinto.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 397

de ciertos insumos, en particular tecnolo-

gía y combustibles, de los que carecía la

región; había, pues, que seguir importan-

do para poder producir. El escenario de

una nueva crisis estaba listo, y ésta no

tardó en presentarse.

Panamá

Panamá logró evitar las consecuencias de

una industrialización frustrada porque su

economía tuvo una orientación muy dis-

tinta desde un principio. Aparte de una

agricultura diversificada que no depen-

día de uno o dos productos de exporta-

ción, como en el caso del resto de los

países centroamericanos, Panamá logró

avances tempranos de integración a la

economía mundial gracias al estableci-

miento en su territorio de un centro fi-

nanciero de categoría internacional. La

creación de las llamadas “zonas libres”

en torno al canal también atrajo fuertes

flujos de inversión extranjera y convirtió

a Panamá en el centro de importantes

redes comerciales a nivel latinoamerica-

no. Por último, debe mencionarse que la

estabilidad de la moneda panameña, el

balboa, se garantizó en tanto era libre-

mente convertible al dólar de los Esta-

dos Unidos, el cual, dicho sea de paso,

actualmente circula en Panamá a la par

de la moneda nacional.

Las “zonas libres” en torno

al canal, que el 31 de

diciembre de 1999 fue

revertido a la nación

panameña, atrajeron grandes

flujos de inversión extranjera.

Fábrica de conservas

en Panamá.

Historia del istmo centroamericano398

a modernización económica no

sólo cambió el escenario físico

de la región sino que impactó

en las estructuras sociales. Las

ciudades crecieron rápidamente, y sur-

gieron sectores sociales nuevos, como los

empresarios agrícolas e industriales y, por

supuesto, los trabajadores ligados a esas

actividades. El desarrollo de la adminis-

tración pública, o sea, de los gobiernos,

también hizo crecer al estrato de los fun-

cionarios. Todos estos sectores fueron

adquiriendo, poco a poco, una fisono-

mía propia y demandando la satisfacción

de sus intereses particulares. Cuando las

condiciones económicas fueron buenas,

parecía que todos serían satisfechos de

una forma u otra, pero las cosas ocu-

rrieron de otra manera cuando la mo-

dernización mostró sus limitaciones.

El conflicto armado que se desató

en julio de 1969 entre El Salvador y Hon-

duras, aunque breve en duración (cien

horas aproximadamente) ilustró dramá-

ticamente las fallas sociales y políticas de

los proyectos modernizantes en la región.

La presencia irregular de miles de salva-

doreños en territorio hondureño, produc-

to tanto de las limitaciones de la econo-

mía de su país como de la administración

pública hondureña, fue sólo el telón de

fondo sobre el que se montó el drama.

Los numerosos acuerdos económicos y las

diversas instituciones producto de casi

veinte años de integración fueron inca-

paces de prevenir el conflicto. Éste se des-

encadenó en la sociedad civil de ambos

países, en las poblaciones cuyas expec-

tativas de mejoramiento dentro de la mo-

dernización habían quedado frustradas.

Como muestra de ello, para 1970 en toda

la región, inclusive Panamá, casi 58% de

todos los ingresos se acumulaban en sólo

20% de la población más rica. Esta si-

tuación siguió casi sin alterarse en la

década siguiente, con niveles de pobre-

za alarmantes sobre todo en el campo.

Los aspectos sociales fueron los más

descuidados por la modernización, y sólo

en contados casos se hicieron esfuerzos

para enfrentar los problemas más apre-

miantes. Ejemplos de ello fueron los in-

tentos de reforma agraria primero en

Guatemala durante el período de la “re-

volución de octubre” de 1944 a 1954,

LAS FRUSTRACIONES ACUMULADAS

L

Palacio de Sanidad,

Guatemala.

En busca de un nuevo modelo de crecimiento económico (1930-1979) 399

luego en Honduras entre 1962 y 1976, y

finalmente en Panamá durante el perío-

do “torrijista” de 1969 a 1977. En todos

los casos se trataba no sólo de propor-

cionar tierra y elevar los rendimientos,

sino también de desarrollar la organiza-

ción campesina en la producción y ele-

var el nivel de vida. En el primer país el

proyecto fue detenido tempranamente, y

en los otros casos si bien los resultados

económicos de las reformas fueron muy

limitados, sí contribuyeron a mejorar las

condiciones sociales en el medio rural.

En El Salvador, tal vez el país con

más presiones sociales en el campo, se

intentaron varios proyectos a lo largo de

todo el período reseñado en este capítu-

lo, pero las condiciones políticas no per-

mitieron sistemáticamente su realización

efectiva. Tanto en su momento como pos-

teriormente, se cuestionó en todos los paí-

ses centroamericanos la política del par-

celamiento de las tierras dentro la reforma

agraria como una forma de resolver el pro-

blema de la pobreza de la población cam-

pesina.

Uno de los factores que contribuyó

más al deterioro de las condiciones de

vida en toda la región fue el alza extraor-

dinaria del precio del petróleo a partir

de 1973, que encareció los precios de

todos los productos, sobre todo de las

materias primas requeridas por la indus-

tria. Pese a la expansión que se produjo

en la agricultura de exportación, y a los

esfuerzos que se hicieron para obtener

una mejor capacidad de negociar en el

mercado internacional (como la creación

de la Unión de Países Exportadores de

Banano, UPEB, en 1974) y reestablecer el

funcionamiento del MCCA (lo que fracasó

al no reincorporarse Honduras), las eco-

nomías de la región entraron en un fran-

co deterioro. Aunque los gobiernos in-

tentaron estimular la economía con

mayores inversiones públicas, a la vez

incrementaron el nivel de endeudamien-

to externo, un problema que pronto ad-

quirió dimensiones inimaginadas antes.

De un total de menos de dos mil millones

de dólares que debían los cinco países en

1973, se incrementó la deuda externa

a más de 6 800 millones, en 1979. La

deuda externa de Panamá, que era de

150 millones, en 1970, había subido a

1 900, en 1978.

Indígena guatemalteca,

expresión de las fustraciones

acumuladas.

El campo recibió poco

de los frutos del crecimiento

económico.

Historia del istmo centroamericano400

CONCLUSIÓN

En este capítulo ha podido notarse la forma en que las economías regionales

se sacudieron ante la crisis mundial y tuvieron lentamente que recuperarse

volviéndose más complejas, lo que trajo consigo una transformación social

global que, aunque lenta, ha sido ininterrumpida. Los grupos sociales que

emergieron participaron del optimismo de una primera etapa de modernización,

que, sin embargo, mostró pronto sus limitaciones, provocando una enorme frustra-

ción entre la población, como se mostrará en el escenario político descrito en el

capítulo siguiente.

Los intentos de reactivación económica, después de 1945, también tuvieron un

importante componente integrador de las economías de cada uno de los países cen-

troamericanos. La experiencia del Mercado Común Centroamericano, pese a su cor-

ta vida, comprobó la eficacia de unir esfuerzos y voluntades para alcanzar tasas de

crecimiento económico nada despreciables. La integración también se expresó en

un comercio más intenso y variado con el mundo más allá de las fronteras centro-

americanas. Los centroamericanos pudieron conocer las experiencias de países que

se reconstruían después de la Segunda Guerra Mundial y que lograban grandes

avances tecnológicos y productivos. Sin embargo, no sería nada fácil repetir las ac-

ciones exitosas de otras partes del mundo en Centroamérica.

Fábrica textilera

Xenia Mejía

Memorias

Tortillas serigrafiadas (Instalación)

1996

Honduras

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 405

INTRODUCCIÓN

urante casi medio siglo que se enmarca entre 1930 y 1979, Centroamérica

vivió uno de sus períodos históricos de mayores cambios jamás conocidos

hasta entonces. En ese lapso, que abarca dos generaciones, los centro-

americanos buscaron cómo superar las formas tradicionales de produc-

ción para adentrarse en la industria y el comercio de bienes de consumo. También

fueron dejando atrás, no siempre con mucho éxito, las formas tradicionales del ejer-

cicio del poder político, generalmente poco democráticas y republicanas. Quizá la

característica sobresaliente del período, sin embargo, fue toda una gama de cam-

bios a nivel social que, sin ser demasiado evidentes en todos los casos, trajeron con-

sigo una transformación de fondo en las formas de organización y manifestación de

los centroamericanos. Estos nuevos estilos de expresión social obligaron a cambios

profundos en lo político, hasta llegar en algunos países al conflicto armado y la

guerra revolucionaria.

D

Las nuevas formas

de expresión social obligaron

a algunos países

centroamericanos al conflicto

armado.

Historia del istmo centroamericano406

esde la catástrofe demográfi-

ca que siguió a la conquista

española de Centroamérica, la

población del istmo había es-

tado recuperándose muy lentamente. Si

bien no se sabe con certeza el número

de habitantes de la región en el momen-

to de la conquista, es posible que no fue-

ra hasta comienzos del siglo XIX cuando

Centroamérica recuperó la población de

comienzos del siglo XVI. El lento crecimien-

to de la población durante los tres siglos

de dominio español se debió a que, sen-

cillamente, la gente, en promedio, no vi-

vía muchos años debido a una gama de

enfermedades endémicas y epidémicas

para las cuales no había cura eficaz. Es

así como algunas de las mismas enfer-

medades que causaron estragos entre la

población en el momento de la conquista

todavía estaban presentes tres siglos des-

pués: la viruela, el sarampión, el cólera,

la difteria y diversas infecciones intesti-

nales que eran particularmente graves en-

tre los infantes y los jóvenes.

Los avances de la ciencia médica

se comenzaron a conocer en Centroamé-

rica alrededor de la época de la Inde-

pendencia. Las primeras vacunas (contra

la viruela) se introdujeron a comienzos

del siglo XIX. También se hicieron esfuer-

zos por mejorar el saneamiento en los

centros urbanos para evitar los focos de

enfermedades generados en desechos y

basuras. Sin embargo, durante el resto

del siglo XIX los Estados tuvieron muy po-

cos recursos, tanto materiales como hu-

manos, para lograr impactos notables en

la mortalidad causada por las enferme-

dades infectocontagiosas. Fue notable el

impacto de las enfermedades en las em-

presas que se iniciaron en las zonas de

tierra caliente, como el paludismo y la fie-

bre amarilla. Hemos visto cómo el primer

intento de construir un canal en Panamá

LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA: CRECIMIENTO

Y DISTRIBUCIÓN

D

Mosco del paludismo

El crecimiento de la población

se aceleró con los avances de

la ciencia médica.

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 407

fue frustrado, en parte, por la condición

epidémica de la fiebre amarilla. En las

zonas de cultivo temprano del banano,

en las costas caribeñas de Honduras y

Guatemala, el paludismo también causó

muchas muertes y debilitamiento entre la

fuerza de trabajo.

El éxito de los médicos e investiga-

dores estadounidenses y cubanos al des-

cubrir el papel del zancudo como vector

del paludismo y la fiebre amarilla permi-

tió tomar medidas preventivas para con-

trolar su propagación, al igual que tratar

con más eficacia a los enfermos del mal.

Ya en la década de los años veinte, se

estaban realizando en los países centro-

americanos diversas campañas para con-

trolar al zancudo y mejorar las condicio-

nes de la higiene pública centrando la

atención en letrinas y fuentes de agua. A

partir de la década de los años treinta,

los médicos centroamericanos tuvieron a

mano los primeros antibióticos eficaces,

las sulfas, pero su poder de cura aumen-

tó radicalmente con la introducción de la

penicilina. Con este nuevo medicamento

las enfermedades asociadas con altos ín-

dices de mortalidad, como la neumonía

y las infecciones gastrointestinales, final-

mente se podían combatir con mucha efi-

cacia, siempre y cuando, por supuesto,

el paciente tuviese acceso oportuno al

médico que las administraba y a una far-

macia en donde pudiera comprarlas.

Lo cierto es que los milagros de la

medicina moderna no estaban al alcan-

ce de todos. En las zonas rurales, espe-

cialmente las más apartadas y pobres,

las enfermedades tradicionales siguieron

haciendo de las suyas. No obstante, las

medidas de sanidad y profilaxis impul-

sadas por los gobiernos después de fi-

nalizada la Segunda Guerra Mundial,

en 1945, comenzaron a hacer mella en

algunas de las enfermedades más co-

munes. La lucha contra el zancudo trans-

misor del paludismo contó con un alia-

do poderoso llamado DDT, las siglas de

un insecticida desarrollado por los esta-

dounidenses durante la guerra y que se

usó extensamente en todo el mundo

para eliminar diversos tipos de insectos

(hasta que se descubrió que también era

muy peligroso para la salud de los hu-

manos).

Aplicación de insecticidas

Historia del istmo centroamericano408

El crecimiento

de la población

Las medidas sanitarias descritas anterior-

mente no tardaron en manifestarse en un

muy notable incremento de la tasa de cre-

cimiento de la población. No es que ha-

yan comenzado a nacer más niños sino

que los que nacían tenían mayores pro-

babilidades de llegar a la edad adulta.

Ya en la década de los años cincuenta

la tasa de crecimiento poblacional en

Costa Rica, El Salvador y Nicaragua ha-

bía superado 3% anual, lo que se tradu-

cía en una duplicación de la población

cada 25 años. A este fenómeno, típico

de muchos países en África, Asia y Lati-

noamérica, se le llamó “explosión demo-

gráfica”, y generó un sinnúmero de opi-

Población de los países centroamericanos

(en miles)

Costa Rica El Salvador Guatemala Honduras Nicaragua Panamá

1930 500 1 440 1 760 950 680 467

1935 550 1 530 1 980 1 040 730

1940 620 1 630 2 200 1 150 830 623

1945 700 1 740 2 440 1 260 920

1950 800 1 860 2 810 1 430 1 060 805

1955 1 030 2 140 3 290 1 650 1 220

1960 1 250 2 450 3 830 1 950 1 410 1 076

1965 1 490 2 930 4 410 2 304 1 620

1970 1 730 3 440 5 270 2 639 1 830 1 428

1975 1 970 4 010 6 240 3 093 2 160

1980 2 220 4 750 7 260 3 691 2 693 1 805

niones acerca de su importancia, con-

veniencia y hasta peligrosidad.

La explosión demográfica, aparte

de la velocidad de crecimiento que la

caracterizó, también ensanchó la base

de la pirámide poblacional de los paí-

ses centroamericanos. En otras palabras,

la población infantil y juvenil comenzó

a representar una proporción mayor de

la población total que en épocas ante-

riores. La explicación de este fenómeno

es sencilla: la mortalidad infantil, uno de

los grandes reguladores del crecimiento

demográfico en otras épocas, empezó

a declinar lentamente, lo que se reflejó

en la sobrevivencia de un mayor núme-

ros de recién nacidos e infantes. El caso

es que una niña o niño que llega a los

Recién nacido

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 409

cinco años de edad tiene más oportuni-

dades de llegar a la adolescencia o la

edad adulta.

Por supuesto, el arribo de grandes

contingentes de población a la niñez y a

la adolescencia significó que la deman-

da de servicios escolares creciera tam-

bién. De igual manera, el incremento de

individuos que sobrevivían hasta la ma-

yoría de edad supuso que la demanda

de empleo remunerado aumentara sig-

nificativamente. Por último, quienes lle-

gaban a la edad madura, ahora llama-

da “tercera edad,” necesitaban de las

atenciones especiales que requiere la

persona cuando ya no puede valerse

por sus propios medios. En todo senti-

do, por lo tanto, el cambio en la compo-

sición de la población centroamericana

Escuelas públicas

La tecnología en la educación

supuso una oportunidad que, en algunos

casos, se ha sabido aprovechar, mientras

que en otros todavía constituye un reto

para el futuro.

Historia del istmo centroamericano410

l crecimiento de la población

centroamericana ha sido real-

mente espectacular pero toda-

vía más lo ha sido el crecimien-

to de la población urbana. La explicación

es muy sencilla: toda la población crece

por la diferencia entre nacimientos y fa-

llecimientos, mientras que las ciudades

y pueblos crecen también por causa de

la migración de las zonas rurales a las

urbanas. Durante mucho tiempo, las ciu-

dades en Centroamérica sirvieron de lugar

de residencia de terratenientes, alguno

que otro banquero, comerciantes, fun-

cionarios del gobierno, empleados del

comercio, y de algunos pocos artesanos

y obreros. Con el auge de la produc-

ción cafetalera y bananera, la riqueza

generada por la agroexportación per-

mitió un crecimiento mayor de la pobla-

ción urbana.

Conforme aumentaron las exporta-

ciones de café y de bananos, los gobier-

nos pudieron captar más impuestos, que,

a su vez, se traducían en mayor número

de empleados públicos y más oficinas del

Estado. Los gobiernos también se intere-

saron en mejorar los servicios públicos

básicos en las ciudades, incluyendo trans-

porte colectivo, servicios de agua y elec-

tricidad y seguridad pública. Entre la po-

blación terrateniente, hubo más dinero

para construir casas grandes y ocupar

más empleados domésticos. Los sectores

de clase media, integrados por profesio-

nales, gerentes y comerciantes, también

se preocuparon por tener vivienda y un

entorno que les permitiera disfrutar de la

vida en la ciudad. Por supuesto, aumen-

taron significativamente los grupos de

obreros y artesanos que proporcionaban

los servicios demandados por los secto-

res medios y altos.

Es importante destacar que el creci-

miento de la población urbana fue posible

debido a las innovaciones en la tecnolo-

gía del transporte y las comunicaciones.

Para mantener a una población urbana

EL FENÓMENO URBANO

EModernización económica

de la infraestructura.

Carretera panamericana,

que vinculó a las economías

de Centroamérica.

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 411

más grande, se necesitan más alimen-

tos, materiales de construcción y com-

bustible. Los ferrocarriles y las carrete-

ras, que se hicieron presentes como

elementos indispensables de la produc-

ción y exportación del café y el banano,

también jugaron un papel clave en el cre-

cimiento urbano: en camiones y vagones

de ferrocarril llegaban a las ciudades los

productos de la tierra para alimentar a

las poblaciones urbanas. Por los ferroca-

rriles y las carreteras que comunicaban

con los puertos llegaban, asimismo, los

bienes importados que las poblaciones ur-

banas demandaban, incluyendo vehícu-

los, maquinaria, combustible, textiles, ali-

mentos procesados e impresos.

Por último, las ciudades requirieron

mayores servicios públicos conforme cre-

cían. Se empezaron a efectuar inversio-

nes en acueductos, asfaltado de calles,

aceras y parques. Para que la población

urbana usara con más eficiencia su tiem-

po, los medios de transporte se moderni-

zaron, pasando de carruajes a tranvías,

y de éstos a autobuses. Solamente unos

pocos podían utilizar el vehículo particu-

lar, tanto por su elevado precio como por

lo caro que resultaban la gasolina y el

mantenimiento en general.

Para mediados del siglo XX, las ciu-

dades centroamericanas comenzaron a

experimentar un crecimiento desligado de

las actividades de la agroexportación del

café y el banano, y producto de una acti-

vidad económica nueva: la industria. No

es que la industria no haya estado pre-

sente en las ciudades centroamericanas

antes: desde comienzos del siglo XX, se

habían instalado en los principales cen-

tros urbanos fábricas, incluyendo cerve-

cerías, destilerías, jabonerías, hilanderías,

textileras y plantas eléctricas, aparte de

los grandes talleres de mantenimiento

de las empresas ferrocarrileras. Pero,

después de 1950, bajo el impulso de la

integración económica centroamericana

y las políticas de fomento a la industriali-

zación, las ciudades centroamericanas

experimentaron un crecimiento más rá-

pido e impactante que el anterior. Por

ejemplo, en 1953 Managua tenía 14%

de las industrias de Nicaragua pero, en

1973, veinte años después, 54% de las

industrias nicaragüenses estaban concen-

tradas en esa ciudad.

Calle comercial

de San Salvador, antes de

la modernización urbana.

Industrialización

y urbanización aparecen

asociados.

Historia del istmo centroamericano412

El crecimiento

de las capitales

Las nuevas industrias requerían mano de

obra con alguna calificación, pero tam-

bién hubo oportunidades de trabajo en

actividades conexas a la industria, como

la construcción, donde no se necesitaba

del trabajo calificado. En consecuencia,

las ciudades se convirtieron en un polo

de atracción para quienes no encontra-

ban trabajo en su lugar de origen o bus-

caban mejores salarios. El resultado fue

un creciente flujo de población hacia las

urbes que, en algunos casos, supuso un

crecimiento demográfico mucho más alto

que el del resto del país. Una metrópoli

como San Salvador, por ejemplo, creció

a tal velocidad a partir de la década de

los años sesenta que su población se du-

plicó, aproximadamente, cada once años;

en contraste, a San Salvador en el siglo

XIX le tomó ochenta años, entre 1821 y

1900, duplicar su población. Un caso si-

milar es el de San José, cuya tasa de du-

plicación en la década de 1950, andaba

por los quince años. La ciudad de Pana-

má creció con tal rapidez que en 1980

concentraba a casi 40% de toda la po-

blación de la república. También es im-

portante mencionar el caso de la capital

guatemalteca, que pasó de 336 000 ha-

bitantes en 1950 a más de 1 400 000 en

1980, manteniendo así su lugar como el

centro urbano más grande del istmo.

El crecimiento urbano no fue sola-

mente producto de la atracción ejercida

por la industria. La agricultura también

se tecnificaba a grandes pasos y se ex-

tendían las áreas dedicadas a los nue-

vos productos de exportación como el

La agroindustria azucarera

se modernizó.

Las ciudades, la alternativa

para quienes buscan empleo

y mejor remuneración.

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 413

algodón y la carne. En consecuencia,

muchos pequeños productores se encon-

traron sin acceso a tierra para sus cultivos

de subsistencia y no tuvieron más reme-

dio que buscar trabajo en otras partes.

Algunos emigraron a otras regiones de

su país en busca de terrenos, como ocu-

rrió en Nicaragua, Guatemala y Hon-

duras, donde todavía existían zonas des-

pobladas. Otros emigraron a países

vecinos, como lo hicieron muchos cam-

pesinos salvadoreños que se fueron a

probar suerte a Honduras.

La pobreza urbana

Para los que no pudieron o no quisieron

seguir trabajando la tierra, la alternati-

va obvia fue la ciudad. Sin embargo, dos

situaciones se conjuntaron para que el

emigrante campesino no consiguiera un

trabajo decente. Por un lado, los empleos

que ofrecía la industria no eran tantos,

ya que las nuevas fábricas, por lo ge-

neral, empleaban equipo y procedi-

mientos que no requerían mucha mano

de obra. Por otro, muchos de los recién

llegados del campo no tenían los cono-

cimientos mínimos que la industria re-

quería, tales como la lectura y la escri-

tura, el manejo de los números y

nociones de mecánica. Así, no tuvieron

otra opción más que dedicarse a tra-

bajos ocasionales de baja calificación

o a las ventas callejeras, que no pro-

porcionaban ingresos suficientes como

para mantener a una familia.

En pocas palabras, la pobreza ru-

ral se trasladó a las ciudades y se convir-

tió en pobreza urbana. Si bien es cierto

que algunos tuvieron la suerte o la cons-

tancia que les permitió salir de la pobre-

za, la gran mayoría de los emigrantes del

campo siguieron viviendo con grandes li-

mitaciones materiales. Los llamados “cin-

turones de miseria” que se han ido for-

mando alrededor de las principales

ciudades centroamericanas son el reflejo

más patente de las dificultades que en-

frentan los que tratan de abrirse paso en

un entorno que no les es familiar o que,

incluso, los rechaza.

La vida de los pobres en las ciuda-

des no ha sido solamente de carencia de

bienes, también han sufrido enfermeda-

des y desempleo. En las zonas marginales

se hicieron presentes el alcoholismo, la vio-

lencia y el crimen, estimulados por la mi-

seria y la falta de oportunidades en la vida.

Romper este “círculo de la pobreza” re-

quiere, por lo tanto, de una variedad de

esfuerzos por parte de los gobiernos, las

asociaciones cívicas y los mismos habitan-

tes de las barriadas urbanas.

Las ventas callejeras forman

parte del escenario urbano.

La industrialización

estimuló la incorporación

de la mujer al mercado

laboral.

Historia del istmo centroamericano414

El movimiento sindical

os problemas sociales no han

sido aceptados sin mayores

cuestionamientos por las pobla-

ciones centroamericanas duran-

te el medio siglo que nos concierne. La

crisis económica de la década de los años

treinta estimuló el surgimiento de diver-

sos movimientos sociales en la región, for-

mados en parte por sindicatos industria-

les y agrícolas pero también por otros

integrantes de la sociedad civil, como es-

tudiantes universitarios y de secundaria y

miembros de organizaciones religiosas.

La profundidad de la depresión fue tal

que mucha gente incluso cuestionó la con-

veniencia del sistema económico y políti-

co. No debe extrañarnos que durante la

década de los años treinta aparecieron

en Centroamérica no solamente los mo-

vimientos y partidos de izquierda sino

también la contraparte de derecha, emu-

lando los procesos políticos y sociales que

se daban en la Europa de esos tiempos

bajo los nombres de falangismo (en Es-

paña), nacionalsocialismo (en Alemania)

y fascismo (en Italia).

La organización sindical, que ha-

bía comenzado a gestarse en la década

de los años veinte, fue reprimida o mani-

pulada en la década de los años treinta

como parte del sistema de controles de las

dictaduras centroamericanas. El caso es

que los sindicatos generalmente tenían

nexos con la izquierda política, lo cual

resultaba inaceptable para los regímenes

dictatoriales. Sin embargo, a partir de

1940, aproximadamente, la efervescen-

cia sindical comenzó a manifestarse de

nuevo, especialmente como reflejo de la

alianza que se estaba gestando entre

la Unión Soviética y los principales paí-

ses de Europa occidental y los Estados

Unidos en contra de las potencias del lla-

mado Eje (Alemania, Italia y Japón).

También es importante señalar que en

1940 ya se había iniciado un proceso

de reactivación económica, que aumen-

tó el número de trabajadores y emplea-

dos públicos en todos los países del istmo.

MOVIMIENTOS SOCIALES: COMUNALES, NACIONALES

Y REGIONALES

LProtesta de exiliados

nicaragüenses.

Marcha de estudiantes

universitarios.

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 415

Los aires democratizadores se ma-

nifestaron, asimismo, entre las capas me-

dias y los estudiantes universitarios. A

mediados de los años cuarenta, el istmo

entero fue sacudido por fuertes expresio-

nes de protesta social y política, espe-

cialmente en las ciudades capitales, don-

de se concentraba la mayor parte de la

clase media, el estudiantado y la clase

obrera. En El Salvador y Guatemala, la

movilización social y las protestas hicie-

ron caer a los gobiernos a mediados de

1944, mientras que en Nicaragua el ré-

gimen del general Anastasio Somoza se

mantuvo a duras penas en el poder.

El período posterior a 1945 resul-

tó ser de grandes cambios y oportuni-

dades para los movimientos sociales en

Centroamérica. El triunfo en Guatemala

del movimiento revolucionario y demo-

cratizador permitió la aparición de múl-

tiples organizaciones obreras, tanto en el

agro como en las ciudades. En Hondu-

ras, los sindicatos de las zonas banane-

ras del norte del país adquirieron fuerza

hasta desembocar en las huelgas gene-

rales de 1954, que, si bien, no fueron

totalmente exitosas demostraron el poder

de la organización obrera. En El Salvador,

el mismo gobierno surgido del golpe de Es-

tado de 1948 propició la organización

sindical. En Costa Rica, los sindicatos ad-

quirieron presencia y poder durante la

década de los años cuarenta y se convir-

tieron en interlocutores eficaces ante las

empresas bananeras.

La organización sindical recibió

sanción legal mediante la promulgación

de códigos de trabajo en cada país del

istmo, que se inspiraron generalmente en

la legislación surgida del proceso revo-

lucionario de México posterior a 1910.

Si bien los códigos de trabajo otorga-

ban los derechos básicos de organización

a los obreros, le daban al Estado la po-

testad de determinar si alguna acción

laboral, como una huelga, era legal o

no. Los códigos también prohibían, por

lo general, los vínculos entre partidos

políticos y organizaciones obreras.

La organización sindical, antes de

1960, se limitó fundamentalmente a las

zonas urbanas del istmo. En parte, esto

fue consecuencia de las restricciones de

los regímenes que, respaldados por los

códigos de trabajo prohibían o limitaban

las actividades sindicales entre los campe-

sinos y trabajadores agrícolas. Por otra

parte, los bajos niveles de educación y

conciencia entre la población rural dificul-

taban cualquier intento de organización

social que no fueran las tradicionales acti-

vidades religiosas o comunales.

Manifestación de mujeres en

la huelga bananera de 1954.

Historia del istmo centroamericano416

Los movimientos sociales

en el campo

A partir de 1960, aproximadamente, la

situación comenzó a cambiar en todo el

istmo. El activismo social se extendió de

las ciudades al campo, y su combativi-

dad se convirtió en un factor determinan-

te del escenario político. El ejemplo de

la Revolución Cubana, a partir de 1959,

sin duda jugó un papel en la creciente

radicalización de los movimientos popu-

lares, tanto urbanos como rurales. Tam-

bién debe tomarse en cuenta que aumen-

taron las dificultades para conseguir

trabajo y tierras de labranza ante el

avance de la agricultura comercial en

gran escala.

La transformación del papel de las

regiones como promotoras del cambio so-

cial fue muy importante. Desde tiempos

ancestrales, cuando fray Bartolomé de

las Casas abogaba por los derechos de los

indígenas frente a las exigencias de los con-

quistadores, nunca había levantado su voz

la Iglesia católica como lo hizo hacia fina-

les de la década de los años sesenta. Par-

te del cambio se dio como reflejo de las

discusiones y conclusiones del Concilio Va-

ticano II, que se efectuó en Roma, en 1964.

En esta reunión de todos los obispos cató-

licos del mundo, se tomaron resoluciones

que comprometían a la Iglesia en la lucha

por la paz, la justicia y el bienestar de las

personas y las familias. Posteriormente, en

la reunión del episcopado latinoamerica-

no celebrada en Medellín, Colombia, en

1968, se trataron temas aún más especí-

ficos de la región, incluyendo la propie-

dad de la tierra, la pobreza, el trabajo y

los derechos sociales.

En Centroamérica, la nueva orien-

tación del pensamiento de la Iglesia dio

pie para que muchos grupos populares

demandaran sus derechos básicos. En tor-

no a las llamadas “comunidades eclesia-

les de base”, campesinos, obreros, estu-

diantes y profesionales se reunían a

discutir el mensaje de las Escrituras a la

luz de su propia problemática. De estas

discusiones, surgieron planteamientos

que, en la práctica, suponían la puesta

en marcha de importantes cambios so-

ciales y económicos, entre ellos la refor-

ma agraria, la libertad de organización

y el mejoramiento de los salarios.

No fue solamente la Iglesia la que

tuvo que ver con las nuevas formas de pen-

sar. La misma política exterior de los Esta-

dos Unidos, alarmada por el triunfo de la

Revolución Cubana y los nexos que desa-

rrolló el régimen revolucionario con la

Concilio Vaticano II, se llevó

a cabo en Roma, en 1964.

Julio Hernández Alemán,

Panchimalco, óleo

sobre canvas.

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 417

Unión Soviética, impulsó la llamada

“Alianza para el Progreso”, un acuerdo

con los gobiernos latinoamericanos para

efectuar cambios sociales, económicos y

políticos y contrarrestar así la influencia

de la Revolución Cubana. La Alianza con-

templaba programas de reforma agraria,

vivienda popular, educación básica y sa-

lud pública. También hacía eco de la im-

portancia de la democracia y de las li-

bertades individuales. En la práctica, la

Alianza no pudo avanzar mucho en sus

propósitos de transformación social ante

la oposición de los grupos poderosos del

istmo, pero sí contribuyó a despertar las

ansias de justicia entre los pobres y mar-

ginados.

Las organizaciones populares que

surgieron fueron reprimidas, particular-

mente en El Salvador, Guatemala y Ni-

caragua, donde se les tildaba de “comu-

nistas” y “subversivas” y, en consecuencia,

ilegales. En algunos casos, se produjo su

radicalización, al punto de que algunos

militantes cristianos efectivamente pasa-

ron a los grupos guerrilleros desde fines

de la década de los años sesenta. Otros

comenzaron a militar en los partidos po-

líticos de orientación socialcristiana o

socialdemócrata, proclives a buscar so-

luciones más evolutivas de la problemá-

tica social.

Los movimientos sociales también

incluyeron a sectores que habían cobra-

do conciencia de la necesidad de actuar

por sí mismos, muchas veces al margen

de las organizaciones existentes, como

partidos políticos y sindicatos obreros. Las

mujeres, por ejemplo, fueron mucho más

visibles en el campo público a partir de

los años sesenta, particularmente en Costa

Rica y Panamá. Comenzaron a ocupar

cargos ministeriales, diputaciones y alcal-

días, además de importantes puestos en

la empresa privada.

El despertar de los movimientos ét-

nicos fue muy importante. En el caso par-

ticular de Guatemala, los pueblos de ori-

gen maya, los xincas y los garífunas

constituyen la mayoría de la población

del país. En los otros países (excepto El

Salvador, en donde la represión de 1932

las había disuelto mayormente), los gru-

pos indígenas adquirieron una creciente

importancia política. Además, se eviden-

ció que grandes regiones del istmo centro-

americano poseían una riqueza cultural

extraordinaria, producto precisamente de

la muy variada presencia aborigen a todo

lo largo del istmo.

Manifestación antiimperialista

en Panamá.

El despertar de los

movimientos étnicos.

Historia del istmo centroamericano418

a problemática social que em-

pezó a manifestarse de manera

abierta y, a veces, conflictiva, no

pudo pasar desapercibida para

los estados de la región. Durante la pri-

mera década y media de las dictaduras

militares, la “solución” a la problemática

social fue sencilla: se ignoró en gran me-

dida y se procedía a reprimirla cuando

se manifestaba públicamente. Después de

1945, sin embargo, los cambios políticos

y la misma magnitud de los problemas

sociales obligaron a un cambio de acti-

tud y de acciones. A partir de ese mo-

mento, los gobiernos centroamericanos

impulsaron una serie de medidas que

buscaban aliviar las tensiones sociales, re-

ducir los niveles de pobreza, promover el

crecimiento económico y unir las energías

nacionales en torno a un proyecto de de-

sarrollo.

La primera de las áreas donde se hi-

cieron esfuerzos significativos para supe-

rar el atraso fue en el campo de la educa-

ción. Ya desde comienzos del siglo XX,

Costa Rica había avanzado notablemen-

te en la ampliación de su red de escuelas

públicas, llegando a alcanzar para me-

diados de siglo altos niveles de alfabetis-

mo y educación general. Los demás paí-

ses, sin excepción, todavía cargaban con

enormes masas de población que no te-

nían conocimiento alguno de lectura o es-

critura. Hacia 1926, se estimó que de una

LA POLÍTICA SOCIAL DE LOS ESTADOS

L

El gasto en educación creció

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 419

población total del istmo de 5 500 000,

no más de 150 000 centroamericanos sa-

bían leer y escribir. Para darle solución a

este dramático atraso educativo, se ini-

ciaron programas nacionales de alfabe-

tización, cuyos principales beneficiarios

fueron los adultos que nunca habían asis-

tido a la escuela. Más importante, sin

embargo, fue la ampliación de los servi-

cios de educación pública para niños y

jóvenes que se concretó en la construc-

ción de escuelas, tanto urbanas como ru-

rales, y la formación de un mayor núme-

ro de maestros. Los presupuestos para la

educación de los gobiernos del istmo se

incrementaron significativamente, tanto en

los casos de los gobiernos civiles de Hon-

duras como en los encabezados por mili-

tares en El Salvador, Nicaragua y Guate-

mala. En El Salvador, por ejemplo, el

presupuesto para la educación en 1970

superó 30% del gasto total del Estado,

muy por encima de cualquier otro rubro

destinado a gastos.

Otra área donde se hicieron esfuer-

zos por superar el subdesarrollo fue el de

la salud pública. Se amplió la red de cen-

tros y puestos de salud, especialmente en

las zonas rurales. También se introdujo el

servicio social para los estudiantes de me-

dicina, mediante el cual se les exigía que

pasaran uno o dos años prestando servi-

cio médico a poblaciones pobres en zo-

nas rurales y urbanas antes de poder re-

cibir su título profesional. Los servicios

médicos se complementaron con progra-

mas amplios de vacunación contra las

enfermedades más frecuentes, además de

la erradicación de los vectores del palu-

dismo y la fiebre amarilla.

La vivienda fue un tercer componente

de la política social impulsada por los go-

biernos centroamericanos. Muchos habi-

tantes de las ciudades y las zonas rurales

seguían viviendo en casas improvisadas e

insalubres, donde se compartía el espacio

con los animales domésticos y una canti-

dad de insectos perjudiciales para la sa-

lud. La solución prevista por los gobier-

nos fue la construcción de viviendas de

bajo costo, a veces en la forma de edifi-

cios de apartamentos para las áreas ur-

banas y de pequeñas casas individuales,

para la población rural. A diferencia de

la educación y la salud pública, la cons-

trucción de viviendas resultaba mucho

más cara y, por ende, la población bene-

ficiada, menor. El pago de la vivienda

para una familia pobre, a pesar de las

facilidades que se ofrecían, también re-

sultaba un freno a la construcción y en-

trega de numerosas casas para la pobla-

ción. El “déficit habitacional”, como lo

denominan los especialistas, no pudo re-

ducirse de manera apreciable.

Un nuevo problema social:

la vivienda popular.

En las zonas marginadas

existen casas improvisadas

e insalubres.

Historia del istmo centroamericano420

Los seguros sociales

Una cuarta área de la política social, y

ciertamente la más novedosa, fue la se-

guridad social, aquella gama de servi-

cios asistenciales que son financiados

con el aporte de los empresarios, los em-

pleados y trabajadores y el Estado. Estos

servicios incluyen atención médica, jubi-

laciones y subsidios por invalidez e inca-

pacidad. En Costa Rica y Guatemala se

establecieron los programas de seguridad

social en los años cuarenta, mientras que

en los demás países estos servicios se ini-

ciaron en la década de los años cincuen-

ta. La seguridad social había sido una

de las grandes reivindicaciones de la cla-

se obrera desde la década de 1940,

como una fórmula superior al mutualis-

mo de las décadas anteriores. Efectiva-

mente, los programas de seguridad so-

cial proporcionaron importantes servicios

a la población cubierta, pero al igual

que los programas de construcción de

viviendas, se enfrentaron a limitantes

considerables. Por una parte, solamente

se beneficiaron de estos servicios los em-

pleados permanentes de empresas priva-

das. Por otra, no fueron incorporados los

trabajadores rurales, para quienes no exis-

tía mayor seguridad que la brindada por

el patrón y, al llegar a la vejez, por los

mismos hijos.

La reforma agraria

Finalmente, algunos Estados intentaron

introducir modificaciones importantes en

la propiedad de las tierras agrícolas, to-

davía el lugar de trabajo de la mayoría

de la población centroamericana. En Gua-

temala, el gobierno del presidente Jacobo

Arbenz llevó a cabo un amplio programa

de reforma agraria a partir de 1952, que

Dentro de los programas

de seguridad social

se encontraba la construcción

de vivienda.

Estructura y dinámica sociales (1930-1979) 421

afectó las tierras ociosas de la empresa

bananera United Fruit Company y de te-

rratenientes guatemaltecos. Sin embargo,

el programa se interrumpió cuando el go-

bierno de Arbenz fue derrocado en 1954,

y las tierras afectadas fueron devueltas a

sus antiguos propietarios. En Honduras, los

gobiernos de la década de los años seten-

ta llevaron a cabo una reforma agraria

que reconoció el derecho de los campesi-

nos a ocupar y usufructar las tierras na-

cionales y ejidales. En El Salvador, el país

más densamente poblado del istmo, el go-

bierno intentó en 1975 llevar adelante un

programa de “transformación agraria”,

pero la oposición de los grandes intereses

terratenientes lo obligó a dar marcha atrás.

En Nicaragua, el gobierno de Somoza

Debayle organizó diversos programas de

asentamientos rurales y de asistencia téc-

nica para campesinos, pero sus alcances

e impacto no fueron muy grandes.

Los programas de la reforma

agraria impulsados por los gobiernos

buscaban corregir grandes desigualda-

des en la distribución de la riqueza, que

se remontaban a los tiempos coloniales.

En términos del proyecto de industriali-

zación de las décadas de los años cin-

cuenta y sesenta, la reforma agraria tam-

bién tendría sentido si lograba aumentar

la capacidad de consumo de las gran-

des masas de población rural, quienes

se convertirían así en clientes de la pro-

ducción industrial. Pero en los años se-

tenta, la reforma agraria y los programas

de asistencia a los campesinos adquirie-

ron un cariz distinto, al menos en Nicara-

gua y El Salvador: se tornaron instrumen-

tos de lucha contrainsurgente, en la medida

en que aumentaba la actividad de las gue-

rrillas rurales que pugnaban por ganarse

la lealtad y el apoyo de la población cam-

pesina.

Tierras del Rancho de San José

del Obraje en Nicaragua,

1989.

Guerrilla en la montaña

Historia del istmo centroamericano422

os cambios sociales que se dieron durante el medio siglo anterior a 1979

en Centroamérica no fueron producto, en todos los casos, de acciones cons-

cientes de los gobiernos o de los particulares. A veces, las medidas que se

tomaron para favorecer a ciertos grupos de la población terminaron crean-

do nuevos problemas para otros sectores, como fue el caso de la modernización

agrícola y el consecuente desplazamiento de población rural hacia las zonas urba-

nas. De igual manera, la lucha contra las enfermedades dio lugar a un incremento

rápido e inesperado de la población centroamericana, cuyas sociedades habían es-

tado acostumbradas a un crecimiento demográfico muy bajo. En su momento, nadie

habría sugerido que las medidas para mejorar la producción agrícola o la salud del

pueblo debían posponerse porque traerían otros problemas.

Lo cierto es que resulta muy difícil saber con anticipación el rumbo que tomará

la sociedad en cualquier parte del mundo, sobre todo cuando están ocurriendo cam-

bios de fondo en su estructura poblacional, económica y social. En Centroamérica,

las décadas de los años cincuenta y sesenta, plenas de proyectos de modernización

económica y desarrollo social, terminaron marcadas por manifestaciones de violen-

cia fratricida en Nicaragua y Guatemala, donde los incipientes movimientos guerri-

lleros se organizaban en las ciudades y la montaña. En El Salvador pasaron pocos

años para que ocurriera un proceso similar. Solamente Panamá, Costa Rica y Hondu-

ras lograron evitar el tránsito hacia la guerra civil, gracias a una ausencia relativa de

conflictos sociales y a la existencia de mecanismos políticos de conciliación y nego-

ciación de los que carecían los otros tres países centroamericanos. De tal manera,

que Centroamérica terminó acercándose al final del siglo bajo signos contradictorios

de esperanza y tragedia, de paz y guerra, que muy pocos pudieron anticipar en su

momento.

CONCLUSIÓN

LCentroamérica entre la paz

y la guerra.

Emilia Villegas

Hacernos, asirnos, asarnos

Óleo y asfaltos sobre tela

1996

Costa Rica

Dictadura y democratización (1930-1979) 427

INTRODUCCIÓN

uando los países del istmo enfrentaron la crisis económica mundial de los

años treinta apenas habían empezado a abandonar los estilos tradiciona-

les de gobierno, en los que la democracia no pasaba de ser una palabra

elegante en las constituciones de corte liberal. Las élites gobernantes consi-

deraban que la población no tenía la capacidad para tomar decisiones políticas, y

veían al gobierno como una extensión de la autoridad personal de los “caudillos”

tradicionales. Este estilo de mando, que se parecía mucho al de un patriarca con su

familia, en política se llama “autoritarismo”, y cuando no admite oposición alguna se

llama “dictadura”. Caudillismo y dictadura se han combinado frecuentemente en la

historia política de los países latinoamericanos. A esto se ha unido a menudo el

militarismo, que en diversas ocasiones ha sido también una forma de autoritarismo o

dictadura.

En este capítulo, se sigue el mismo orden del anterior para analizar cómo la

crisis económica bloqueó los tímidos ensayos democratizadores que se empezaban a

desarrollar en el istmo. En la mayoría de los países se entronizaron dictaduras perso-

nales de militares con firme apoyo de las oligarquías tradicionales, que duraron

muchos años, hasta que, a finales de los años cuarenta, a la par de la moderniza-

ción económica, se dieron reformas democráticas. Cuando el modelo de desarrollo

mostró sus debilidades, se produjo una vuelta al autoritarismo, menos personalizado

pero más represivo aún que el de las viejas dictaduras.

C

Sacerdote guerrillero

Historia del istmo centroamericano428

El Salvador:

Hernández Martínez

l Salvador fue en donde más

temprano se observó el inicio

de un cambio de las estructu-

ras de gobierno tradicionales,

durante el período presidencial del doc-

tor Pío Romero Bosque (1927-1931), que

aunque provenía de las filas de la oli-

garquía permitió una participación po-

lítica más amplia y unas elecciones libres

que le dieron la victoria al ingeniero Ar-

turo Araujo en 1931. Para entonces el

país vivía una gran agitación social, y

habían surgido muchas organizaciones

(incluidos comunistas, cuyo partido se

fundó en 1930) que demandaban pro-

fundos cambios sociales. Araujo fue de-

puesto por un golpe militar a los pocos

meses de tomar el cargo, y en su lugar

emergió la figura de un militar: el gene-

ral Maximiliano Hernández Martínez (co-

nocido también en la historia por su se-

gundo apellido nada más).

El gobierno de Hernández Martí-

nez, que no parecía muy firme al prin-

cipio por la falta de apoyo de los Esta-

dos Unidos, se consolidó al reprimir

sangrientamente la insurrección campe-

sina de enero de 1932. Ésta había sido

en parte instigada por los comunistas y

además era producto del profundo des-

contento de las comunidades indígenas

ante el despojo de tierras que habían su-

frido por décadas. Como resultado de esa

represión los indígenas perdieron su iden-

tidad como pueblo y cultura.

Hernández Martínez gobernó el

país durante trece años, sin permitir opo-

sición alguna. Su enérgico mando y las

medidas económicas que implantó hicie-

ron posible que el país sobrellevara los

peores años de la crisis. Además, controló

el desarrollo del ejército, sofocando drás-

ticamente varios intentos de derrocarlo,

hasta que, en 1944, se dio simultáneamen-

te un alzamiento militar más una huelga

general que lo forzaron a renunciar.

LA ERA DE LOS DICTADORES

EGeneral Maximiliano

Hernández Martínez.

Dictadura y democratización (1930-1979) 429

Guatemala: Jorge Ubico

En Guatemala, también en 1931, se im-

plantó la dictadura del general Jorge

Ubico, y su forma de gobierno en mu-

chos aspectos se asemejó a la del salva-

doreño Hernández Martínez. Ambos dic-

tadores se perpetuaron organizando una

efectiva policía secreta y haciendo refor-

mas a la Constitución y simulacros de elec-

ciones en las que sólo participaba su par-

tido (el Pro Patria de Hernández Martínez,

y el Partido Liberal Progresista, en el caso

guatemalteco). También tuvieron en co-

mún que al inicio de su gestión contaron

con mucho apoyo en distintos sectores de

la población, pero luego esta populari-

dad se desvaneció, dando lugar a una

mayor represión.

En el caso de Ubico, el apoyo a su

gobierno se centró menos en los indíge-

nas y más en los ladinos y habitantes ur-

banos. Más bien se cuidó de establecer

relaciones directas con las autoridades de

los pueblos indígenas, lo que le aseguró

un gran nivel de tranquilidad en el cam-

po y a veces incluso una fuente de atrac-

ción para el turismo. No obstante, dictó

medidas que pusieron en condiciones muy

duras a la inmensa mayoría del campe-

sinado, condenado a trabajos forzados

en las fincas y obras públicas.

Ubico tuvo más dificultad para es-

tablecer buenas relaciones con la clase

media que, poco a poco, se estaba desa-

rrollando en las ciudades, la cual resen-

tía la falta de democracia y el favoritis-

mo con que se trataba a la todopode-

rosa compañía bananera United Fruit y

sus subsidiarias. Todos esos factores, y la

pérdida de control sobre el ejército, die-

ron como resultado manifestaciones que

forzaron su renuncia en junio de 1944,

apenas un mes después de que Hernán-

dez Martínez lo hiciera en El Salvador.

Pero en Guatemala, como veremos lue-

go, el cambio habría de ser más pro-

fundo.

Honduras

Los dictadores en Nicaragua y Honduras

tuvieron características muy particulares,

sobre todo por el peso que en esos paí-

ses tenían los intereses norteamericanos.

En ambos, la soberanía nacional era dé-

bil, tanto por la interferencia de los Esta-

dos Unidos como por el poco control que

los gobiernos tenían sobre grandes terri-

torios con muy poca población.

En Honduras las compañías mine-

ras extranjeras tenían mucho peso políti-

co y, al llegar las bananeras, éstas tuvie-

ron mucho más aún. Se les llegó a llamar

“enclaves” por operar con muy poca re-

lación con el conjunto de la economía na-

cional. Las bananeras intervinieron en

política para obtener tratamientos prefe-

renciales. Ellas apoyaron, según sus con-

veniencias, a los caudillos de los partidos

tradicionales (Nacional y Liberal), que lo

eran más por su capacidad de tratar con

las compañías norteamericanas que por

un auténtico liderazgo popular.

Campesinos

Historia del istmo centroamericano430

El ascenso de Tiburcio Carías

En el momento en el que Tiburcio Carías

llegó a la presidencia de Honduras en

1933, apoyado por la United Fruit, el país

había entrado de lleno en la depresión

económica, y cuando grupos liberales

montaron una rebelión armada, los re-

primió enérgicamente. A partir de enton-

ces, sus opositores (incluso dentro de su

propio partido) se neutralizaron, lo que

le permitió a Carías mantenerse en la pre-

sidencia por 16 años, amparado por las

consabidas reformas constitucionales.

En Honduras no había una oligar-

quía cafetalera poderosa como en El Sal-

vador y Guatemala, ni tampoco el ejérci-

to era muy grande ni politizado, por lo

que Carías pudo gobernar sin tener que

negociar el poder con grandes intereses

nacionales. Tampoco se produjeron las

grandes tensiones sociales de otros paí-

ses, porque la pobreza de la mayoría de

la población no llegaba hasta la miseria,

de modo que el gobierno pudo ser, rela-

tivamente, menos represivo. La oposición

empezó a surgir a mediados de la déca-

da de los años cuarenta entre la clase

media; en 1944 Carías prometió retirar-

se en 1948, lo que efectivamente hizo sin

que se produjera mayor trastorno políti-

co. De hecho, su sucesor, Juan Manuel

Gálvez, era un buen amigo suyo y abo-

gado de las compañías bananeras.

Nicaragua: Anastasio

Somoza García

En Nicaragua la situación era diferente,

porque la intervención de los Estados

Unidos en el país era mucho más direc-

ta, no tanto a través de empresas priva-

das sino mediante el mismo gobierno de

Washington que buscaba mantener el

control de un país que consideraba clave

para proteger sus intereses en el Canal

de Panamá. En los Estados Unidos se pen-

saba que la política nicaragüense era tan

primitiva que, como dijo un diplomático

de ese país, ahí habría que imponer la

democracia aunque fuera “a la fuerza”.

Esto había justificado las numerosas in-

tervenciones militares y políticas que se

han descrito en otros capítulos.

En 1930, los Estados Unidos man-

tenían el control de las finanzas públicas

y se aseguraban de que el gobierno ni-

caragüense pagara sus deudas antes de

General Tiburcio Carías

César Augusto Sandino

y Juan B. Sacasa.

Dictadura y democratización (1930-1979) 431

efectuar gastos en salud y educación, aún

cuando la población de Nicaragua era,

en ese momento, la más pobre de Cen-

troamérica. Además, la infantería de

marina norteamericana todavía ocupa-

ba Nicaragua, con el beneplácito del pre-

sidente Jose María Moncada y de gran

parte de la élite política; la recién funda-

da Guardia Nacional de Nicaragua es-

taba bajo el mando de oficiales norteame-

ricanos, quienes dirigían la lucha contra

las fuerzas guerrilleras de Sandino, con-

vertido en ese momento en un símbolo

continental del nacionalismo.

Las elecciones de 1932, que ganó

Juan B. Sacasa, del Partido Liberal, la

retirada definitiva de las tropas de los Es-

tados Unidos, en 1933, y la firma del

acuerdo de paz entre Sandino y Sacasa,

en febrero de ese año, parecían indicar

el inicio de un período de estabilidad y

desarrollo democrático. Pero el asesina-

to de Sandino en ese mismo mes demos-

tró que esas expectativas eran falsas.

Basado en sus buenas relaciones con los

Estados Unidos y su control sobre la Guar-

dia Nacional, Anastasio Somoza García

se constituyó en el verdadero poder en el

gobierno.

Tras elecciones manipuladas, So-

moza García asumió la presidencia en

enero de 1937, logró extender su perío-

do hasta 1947, y tomó de nuevo la presi-

dencia en 1951 hasta que fue asesinado

en 1956. En ese largo período, Somoza

García alternó momentos de intensa re-

presión contra sus opositores con otros

en que buscó pactos y arreglos para sor-

tear situaciones que produjeron la caída

de los otros dictadores centroamericanos.

Sin dejar de favorecer a algunos miem-

bros de la élite, durante su poder acumu-

ló una fuerte fortuna, de igual forma sus

familiares. Asimismo, intervino visible-

mente en la política regional, apoyando

a la contrarrevolución guatemalteca e in-

tentando influir en el gobierno costarri-

cense, en la década de 1940.

Anastasio Somoza García

Somoza en su campaña

electoral.

Historia del istmo centroamericano432

Costa Rica

Ni Costa Rica ni Panamá padecieron

de la ausencia total de democracia que

caracterizó a los otros países del istmo

en las décadas de los años treinta y cua-

renta. En el caso de Costa Rica, se dis-

tinguieron líderes personalistas y pater-

nalistas como Cleto González Víquez y

Ricardo Jiménez Oreamuno, quien go-

bernó al país en tres períodos presiden-

ciales. Aunque su sucesor, León Cortés,

adoptó un estilo un tanto autoritario, la

política en ese país no estaba tan do-

minada por los intereses económicos,

ni de terratenientes locales ni de extran-

jeros, y dio lugar a que las demandas

de los sectores sociales pudieran expre-

sarse con bastante libertad. Por ejem-

plo, la huelga bananera de 1934 abrió

un camino para la legalización de los

sindicatos en ese sector. Aunque en esas

décadas un solo partido (Republicano

Nacional) controló el gobierno, se per-

mitió la organización de otros, así como

de sindicatos.

En lugar de antagonismos irrecon-

ciliables, se desarrolló un estilo de relativa

tolerancia que favoreció acuerdos para

realizar reformas sociales y económicas

en forma progresiva, lo que impidió el tipo

de tensiones que existían en los otros países.

La más significativa de estas alianzas se

formó a partir de 1941 entre el presidente

Rafael Ángel Calderón Guardia, el líder

comunista Manuel Mora y el arzobispo

Monseñor Víctor Sanabria, para forta-

lecer al gobierno (que había perdido

muchos apoyos) y asegurar las refor-

mas sociales, como el Código del Tra-

bajo (1943). El gobierno del Dr. Rafael

Ángel Calderón Guardia, llamado el “Re-

formador Social de Costa Rica”, se reali-

zaron los siguientes cambios que forjaron

los cimientos de la Costa Rica moderna: se

creó la Caja Costarricense del Seguro So-

cial (1941) y de la Universidad de Costa

Rica (1940), se incorporó a la Constitución

Política un capítulo de Garantías Sociales

(1943), se inició una campaña para po-

nerle zapatos a toda la población escolar,

medida visionaria, la cual, al paso de los

años, se proyectó una evidente reducción

en los índices de enfermedades infecto con-

tagiosas en la población, se hizo el arre-

glo definitivo de los límites con Panamá,

fueron derogadas las leyes anticlericales y

se creó la “Cooperativa de Casas Baratas”.

Arnulfo Arias, presidente

de Panamá.

Rafael Calderón Guardia,

presidente de Costa Rica.

Dictadura y democratización (1930-1979) 433

La reforma social le trajo al doctor

Calderón Guardia una pérdida del apoyo

que le brindaron los grupos adinerados

del país al asumir la presidencia. El des-

contento fue mayor cuando en 1948 se le

adjudicó un fraude que ocasionó la segun-

da y última guerra civil que se realizó en

Costa Rica en el siglo XX. Investigaciones

recientes permiten corregir tergiversacio-

nes y mitos que sobre este hecho histórico

se han escrito. Hoy ya no se puede afir-

mar que hubo fraude electoral.

Sin embargo, el gobierno de Teo-

doro Picado, producto de elecciones en

1944, denunciadas por la oposición como

fraudulentas, se alejó de los aliados co-

munistas y detuvo las reformas sociales y

económicas; por otra parte, bajo su pre-

sidencia se emitió un nuevo código elec-

toral que supuestamente acabaría con la

práctica del fraude en las urnas.

Panamá

La política panameña también sufrió

considerables cambios en estas dos dé-

cadas, aunque sin caer en dictaduras,

estuvo profundamente determinada por

la dominación norteamericana. En ese

período aparecieron líderes. Aunque

provenientes de los sectores más altos

de la sociedad, contrastaban con las for-

mas elitistas asociadas con la oligarquía

tradicional. Destacan aquí Harmodio y

Arnulfo Arias Madrid, dos hermanos

que llegaron a la presidencia, el prime-

ro en 1931 y el segundo en 1940. Am-

bos tenían en común un profundo na-

cionalismo, que se manifestó en la bús-

queda de reformas a los tratados que

imponían el control de los Estados Uni-

dos sobre el canal. Al lograr alguna me-

joría, y a la vez favorecer el estableci-

miento de instituciones de beneficio

social, Harmodio Arias Madrid logró re-

ducir las tensiones sociales y evitar los

extremos de violencia.

Arnulfo Arias Madrid, al reformar

la Constitución en 1941 para poder re-

elegirse, y a la vez dictar medidas consi-

deradas racistas, fue depuesto por la Poli-

cía Nacional, con el posible beneplácito

de los Estados Unidos que lo considera-

ban un potencial aliado de la Alemania

nazi. Hasta el final de la guerra mundial,

la política panameña siguió girando alre-

dedor de la negociación de nuevos acuer-

dos con los Estados Unidos, dando lugar

a numerosas protestas, como la de 1947

en contra del mantenimiento de bases mi-

litares norteamericanas fuera de la zona

del canal. El aumento de la represión im-

plicó más acciones de las fuerzas milita-

res, preparando el terreno para su futura

intervención directa en la política.

Una calle de la ciudad

de Panamá.

Historia del istmo centroamericano434

La revolución guatemalteca

(1944-1954)

l ser obligado Jorge Ubico en

Guatemala a abandonar el po-

der, fue sustituido por el gene-

ral Federico Ponce Vaides,

quien prolongó la vida de las políticas

ubiquistas. El 20 de octubre de 1944, un

movimiento civil-militar terminó con los

vestigios de la dictadura. Posteriormen-

te, una junta de gobierno asumió el po-

der, y convocó a una asamblea constitu-

yente que promulgó la Constitución de

1945. Con ésta se derogaron las leyes

represivas de la época de Ubico, se am-

pliaron los derechos al sufragio y a la sin-

dicalización y se reconocieron los límites

al derecho de propiedad “en función so-

cial”. La junta convocó a elecciones que

ganó ampliamente el doctor Juan José

Arévalo. Su gobierno, de 1945 a 1951,

seguido por el del coronel Jacobo Arbenz,

de 1951 a 1954, se conocen como los de

la “revolución de octubre” porque promo-

vieron reformas económicas moderadas

junto con una amplia libertad política.

Arévalo, que llamó a su ideología

un “socialismo espiritual”, aprobó el pri-

mer código de trabajo en 1947, promo-

vió extraordinariamente la educación y

apoyó los intentos democratizantes en

otros países centroamericanos, como Cos-

ta Rica. Su habilidad política le permi-

tió sortear numerosos intentos de golpe

LAS APERTURAS DEMOCRÁTICAS DE LA POSGUERRA

A

Manifestación política en

céntrica avenida de la ciudad

de Guatemala, en las agitadas

décadas de mediados

de siglo XX (izquierda).

General Jorge Ubico, quien

gobernó con mano dura a

Guatemala, de 1931 a 1944

(derecha).

Dictadura y democratización (1930-1979) 435

de Estado y una creciente oposición de

los Estados Unidos, que para entonces

empezaba a recelar de la posible influen-

cia comunista en América Latina.

El agravamiento de la Guerra

Fría, el crecimiento de las organizacio-

nes populares y los intentos de Arbenz de

profundizar las reformas (como la Ley

de Reforma Agraria de 1952), polarizaron

enormemente a la sociedad y atrajeron la

hostilidad de los Estados Unidos. Cuando

se puso en marcha la Ley de Reforma

Agraria, unas de las primeras tierras

afectadas fueron las de la empresa ba-

nanera United Fruit Company, que tenía

estrechos nexos con el gobierno estado-

unidense de entonces. Además, entre la

dirigencia del movimiento sindical gua-

temalteco había varios individuos de iz-

quierda marxista. Para los Estados Uni-

Juan José Arévalo

y Jacobo Arbenz.

dos, la gota que derramó el vaso fue la

compra de armas que hizo Guatemala en

Checoslovaquia, entonces un país aliado

a la Unión Soviética. En cuestión de me-

ses, los Estados Unidos patrocinaron una

invasión armada que forzó la renuncia

de Arbenz, en junio de 1954. El líder de

la invasión, el coronel Carlos Castillo

Armas, revirtió las reformas de los go-

biernos revolucionarios e inauguró un

largo período de preponderancia mili-

tar en la política guatemalteca.

La ciudad de Guatemala,

a mediados del siglo XX.

Historia del istmo centroamericano436

La apertura salvadoreña

La apertura democrática fue mucho me-

nos profunda en El Salvador, donde en

diciembre de 1948, cuatro años después

de la salida del dictador Hernández

Martínez, la autodenominada “Juventud

Militar” dio un golpe e instaló un go-

bierno civil-militar llamado Consejo de

Gobierno Revolucionario. El programa

del Consejo proponía un conjunto de re-

formas similares a las que se estaban

dando en Guatemala, que encontraron

su base en una nueva Constitución pro-

mulgada en 1950. En ésta se combina-

ron tanto derechos sociales y económi-

cos como políticos, para establecer la

justicia social y la democracia.

La diferencia principal con Guate-

mala fue que en El Salvador no se inten-

tó una reforma agraria, y que la demo-

cracia política no llegó a desarrollarse

plenamente. El papel protagónico del

ejército en el gobierno quedó confirma-

do con la elección del líder de la Juven-

tud Militar, el mayor Óscar Osorio,

como presidente de la República de

1950 a 1956. Para apoyarlo se orga-

nizó el Partido Revolucionario de Unifi-

cación Democrática (PRUD). Con el tiem-

po, el PRUD se convirtió en un “partido

oficial” que, aunque toleraba una cier-

ta oposición, se aseguraba de no perder

nunca el poder usando cualquier recur-

so a su disposición. De tal forma fue elec-

to el teniente coronel José María Lemus,

en 1956.

Estos dos gobiernos del PRUD se ca-

racterizaron por promover una intervención

estatal más directa en la promoción del de-

sarrollo económico. En el período de Oso-

rio, gracias al auge económico que se vi-

vía, también se avanzó considerablemente

en el campo social, lo que se le dificultó a

Lemus, dado que, al final de la década de

los años cincuenta tuvo que enfrentar bajas

en los precios del café a la vez que crecían

las demandas populares. Divisiones en el

interior del ejército dieron por resultado la

deposición de Lemus, en octubre de 1960,

por una Junta Cívico-Militar, que a su vez

fue substituida por un Directorio Cívico-Mi-

litar en enero de 1961. El líder del Directo-

rio, coronel Julio Rivera, organizó un nue-

vo partido oficial con el nombre de

“Conciliación Nacional” (PCN), dando ini-

cio a un nuevo ciclo político, como veremos

más adelante.

La transición hondureña

En Honduras la apertura política fue me-

nos drástica; el proceso político fue con-

ducido por los partidos tradicionales, Li-

beral y Nacional, aunque finalmente se

consolidó el papel del ejército como una

especie de “superpartido” que tomaría las

decisiones en última instancia. Durante los

quince años que van desde el inicio del

gobierno de Juan Manuel Gálvez, en

1949, al golpe de Estado de 1963, Hon-

duras gozó de una estabilidad sin prece-

dentes, a la vez que se modernizaban las

estructuras económicas y sociales del país.

Monumento con el que se

conmemora el movimiento

cívico-militar de 1948.

Dictadura y democratización (1930-1979) 437

Gálvez redujo el nivel de represión per-

mitiendo que el Partido Liberal operara,

aunque prohibió a otros, considerados

izquierdistas, y respaldó la política nor-

teamericana de hostilidad al gobierno

revolucionario de Guatemala. Al final de

su período, en 1954, se produjo una pro-

longada huelga de los trabajadores de

las bananeras con serias consecuencias

para la estabilidad del gobierno.

En las elecciones presidenciales de

octubre de 1954, el doctor Ramón Ville-

da Morales obtuvo más votos que los can-

didatos nacionalistas —Carías Andino y

Williams Calderón—, pero no logró la

mayoría absoluta exigida por la Consti-

tución. De manera que tocaba al Con-

greso Nacional resolver el conflicto. En

una jugada política, Juan Manuel Gál-

vez, presidente de la República, pidió li-

cencia para salir del país por motivos de

salud y dejó en el cargo al vicepresiden-

te Julio Lozano Díaz. Se produjo una crisis

de orden político y los acontecimientos des-

embocaron —al no reunirse el Poder Le-

gislativo para declarar la elección— en

la ruptura del orden constitucional. En la

media noche del 5 de diciembre del año

mencionado, Lozano asumio de facto to-

dos los poderes del Estado. Dictó medi-

das progresistas como la extensión del

voto a las mujeres y una avanzada legis-

lación laboral (consecuencia de la huelga

bananera), pero también emitió disposi-

ciones de corte dictatorial que provoca-

ron una intensa oposición y, finalmente,

un golpe militar en octubre de 1956. La

Asamblea Nacional Constituyente que

resultó de las elecciones de ese año, de-

signó al liberal Ramón Villeda Morales

como presidente del país. Este golpe de

Estado, aunque restauró el orden consti-

tucional, también le dio una enorme au-

toridad política a los militares. Villeda Mo-

rales extendió las reformas sociales

dictando un código de trabajo y una ley

de seguridad social. Ante la presión que

provocaron las intensas movilizaciones

campesinas, emitió una ley de reforma

agraria en 1962. Después de una serie

de conflictos con el ejército, Villeda Mo-

rales fue depuesto por un golpe dirigido

por el coronel Oswaldo López Arellano,

en octubre de 1963.

La familia Somoza

Mientras en los otros países del istmo se

dieron aperturas democráticas, limitadas,

Anastasio Somoza García

Ramón Villeda Morales

Historia del istmo centroamericano438

el control dictatorial de la familia Somo-

za sobre la política nicaragüense no su-

frió alteraciones. Anastasio Somoza Gar-

cía continuó ejerciendo un indiscutible

poder político, militar, económico y so-

cial, en parte gracias al apoyo de la

Guardia Nacional y a una hábil política

de pactos con las debilitadas y dividi-

das fuerzas de la oposición, como el lla-

mado “Pacto de los Generales” suscrito

con el jefe del conservadurismo, el ge-

neral Emiliano Chamorro. El crecimien-

to económico de los años siguientes creó

una clase capitalista más homogénea, lo

que facilitó la celebración de acuerdos

como ése con la oposición tradicional.

La hostilidad hacia el gobierno costarri-

cense fue mitigada por el apoyo norte-

americano a Somoza García hasta que

se firmó un tratado de amistad con ese

país, en 1955.

Tan asentado estaba el régimen

somocista que a la muerte violenta del dic-

tador en 1956, producto de la acción de

un individuo, no siguió ninguna apertura

política, sino todo lo contrario. Después

de la intensa represión política vino la

consolidación del control de su familia en

la presidencia por medio de elecciones ma-

nipuladas, que dieron la presidencia a Luis

Somoza Debayle en 1957 y a su herma-

no Anastasio en 1967. En ese período el

nivel de violencia política creció mucho,

y sectores de la oposición, como el Fren-

te Sandinista de Liberación Nacional

(FSLN), empezaron a accionar militar-

mente. Un nuevo pacto en 1971, esta

vez con el líder conservador Fernando

Agüero para formar una junta de go-

bierno de 1972 a 1974, fue poco efecti-

vo ya que el terremoto de diciembre de

1972, que destruyó Managua, puso en evi-

dencia las fallas profundas del gobierno y

no pudo contener lo que pronto sería una

guerra civil.

La democracia costarricense

Precisamente fue una guerra civil la que

marcó la transición a un régimen de-

mocrático renovado en Costa Rica. La

crisis estalló en 1948 cuando el oficia-

lismo trató de imponer su candidato a

la presidencia, el ex presidente Calde-

rón Guardia, a pesar de que el candi-

dato opositor había ganado las eleccio-

nes. A los pocos días, se inició un

levantamiento armado dirigido por José

Figueres Ferrer y apoyado por el presi-

dente guatemalteco Arévalo, que luego de

una breve pero intensa lucha derrotó a

las fuerzas del gobierno. Finalizada la

guerra civil, que duró cinco semanas y

produjo aproximadamente 2 000 muer-

tos, se instaló la Junta Fundadora de la

Segunda República, que dictó una nue-

va Constitución y convocó a elecciones

en 1949.

La Constitución de 1949 y otras

medidas ampliaron las garantías socia-

les ya existentes, fortalecieron el papel

del Estado en el desarrollo económico,

impusieron reformas electorales, banca-

Omar Torrijos y José Figueres

Dictadura y democratización (1930-1979) 439

Panamá vivió una intensa

inestabilidad política durante

el gobierno de Arnulfo Arias.

rias y financieras, y decretaron impues-

tos a los capitales. También se determi-

nó, en diciembre de 1948, eliminar el

ejército. Dentro de este nuevo entorno

político, Otilio Ulate, quien había sido

el candidato defraudado en las eleccio-

nes de 1948, ganó las elecciones del año

1950.

Por otra parte, y como resultado de

la guerra civil, se dictaron severas medi-

das contra los opositores, identificados

con el ex presidente Calderón Guardia,

los que fueron excluidos de participar en

política e incluso exiliados. Pese a la exis-

tencia de nuevas leyes electorales, un ver-

dadero régimen democrático sólo llegó a

establecerse cuando estas exclusiones se

levantaron y se permitió la organización

de opositores en el Partido Liberación Na-

cional, fundado por los vencedores de la

guerra civil. Un paso fundamental fue que

al final del gobierno de Figueres (1953 a

1958), la oposición pudo ganar las elec-

ciones eligiendo a Mario Echandi. Final-

mente, en las elecciones de 1962 pudo

competir libremente el ex presidente Cal-

derón Guardia, quien fue derrotado por

el candidato “liberacionista” Francisco

Orlich.

Inestabilidad en Panamá

En Panamá, en lugar de una transición

democrática hubo un período de profun-

da inestabilidad política marcado por los

intentos de Arnulfo Arias Madrid, de re-

conquistar el poder. Las ambiciones polí-

ticas de los militares aumentaban al igual

que las aspiraciones de los representan-

tes de las antiguas élites políticas. Arias

Madrid fue electo presidente en 1949,

sólo para ser depuesto en 1951 por el

comandante de la Policía, José Antonio

Remón Cantera, quien se constituyó en la

verdadera fuerza detrás de los gobiernos

provisionales que se establecieron hasta

que él mismo fue electo presidente en

1952.

Remón, aunque promovió reformas

económicas y sociales, no impulsó el de-

sarrollo democrático. Fue asesinado en

1955, lo que provocó una crisis política

que posteriormente condujo a una nueva

elección de Arnulfo Arias en 1968. Ese

mismo año se produjo otro golpe de Es-

tado, esta vez bajo la influencia de una

nueva generación de militares en la que

pronto destacó el liderazgo del general

Omar Torrijos Herrera.

Historia del istmo centroamericano440

Guatemala

os pocos avances democráticos

que se habían logrado a partir

de 1945 fueron desaparecien-

do en las décadas de los años

sesenta y setenta, dando lugar a graves

conflictos políticos que rebasaron incluso

las fronteras de cada país para ser parte

de un escenario internacional complejo.

En Guatemala las elecciones de 1958 hi-

cieron llegar a la presidencia al general

Miguel Ydígoras Fuentes, quien enfrentó

las primeras manifestaciones de la insur-

gencia armada (1960), fuertemente in-

fluenciada por la Revolución Cubana de

1959. Ante un notable crecimiento de las

movilizaciones sociales en 1962, la for-

malización de los grupos guerrilleros y la

posibilidad del retorno del siempre po-

pular Arévalo en vísperas de las eleccio-

nes presidenciales, el ejército tomó las

riendas del poder e instauró un sistema

de control directo sobre el gobierno, que

llevó al poder al general Enrique Peralta

Azurdía de 1963 a 1966.

Con base en la Constitución decre-

tada en 1965 se eligió presidente a un

civil perteneciente a la tradición arevalis-

ta, el licenciado Julio César Méndez Mon-

tenegro, pero el gobierno estuvo fuerte-

mente determinado por las demandas de

la lucha contrainsurgente, bajo control

total del ejército, y los sucesivos gober-

nantes volvieron a ser generales: Carlos

Arana Osorio (1970-1974), Kell Lau-

gerud (1974-1978) y Romeo Lucas Gar-

cía (1978-1982). Todos estos gobernan-

tes se designaron por medio de procesos

electorales con muy baja participación

popular y con severas restricciones para

la organización de fuerzas opositoras, y

además tuvieron como trasfondo una san-

grienta guerra que dejó muchos miles de

muertos en todos los estratos de la pobla-

ción. Sobre todo a partir de mediados de

la década de los años setenta, la pobla-

ción indígena se convirtió en la mayor víc-

tima de la confrontación cuya severidad

se fue incrementando en la década si-

guiente.

NUEVAS FORMAS DE AUTORITARISMO Y REBELIONES

POPULARES

L

Fidel Sánchez Hernández

Dictadura y democratización (1930-1979) 441

El Salvador

El Salvador vivió un proceso similar de

radicalización política, aunque salpica-

do de distintos intentos fallidos de rebajar

el nivel de tensión social por la vía de

reformas políticas y económicas. Los pre-

sidentes siguieron siendo militares, y el

partido oficial (el Partido de Conciliación

Nacional, PCN) organizaba la participa-

ción de distintos sectores civiles en el go-

bierno. La oposición fue cuidadosamen-

te controlada aunque, entre 1964 y

1968, bajo la presidencia de Julio A.

Rivera (1961-1967) y Fidel Sánchez Her-

nández (1967-1972), poco a poco se

produjo una apertura que le dio presen-

cia significativa en la Asamblea Legislativa

y en las más importantes municipalida-

des del país. Las organizaciones sindi-

cales y gremiales como las de los maes-

tros también fueron adquiriendo gran

combatividad.

Para 1968 se agudizó la represión

contra los opositores, y aunque la guerra

en 1969 con Honduras provocó una mo-

mentánea unidad alrededor del gobierno,

las elecciones legislativas y municipales

de 1970, así como las presidenciales de

1972, fueron calificadas como fraudulen-

tas. El gobierno de Arturo Armando Moli-

na (1972-1977) fracasó en un intento de

realizar una reforma agraria, acrecen-

tando así su desprestigio, a la par que se

recrudecían las actividades insurgentes

que se habían iniciado a principios de la

década.

Al igual que en Guatemala, muchos

sectores sociales se mostraron frustrados

por los sucesivos fraudes electorales y por

la creciente intolerancia del gobierno, y

adoptaron posiciones políticas más radi-

cales. En El Salvador, más que en ningún

otro país del istmo, esta radicalización tomó

cuerpo en la Iglesia católica en todos sus

niveles. Cuando resultó electo presidente

el general Carlos Humberto Romero en

1977, en forma igualmente señalada como

fraudulenta, el país había entrado ya en

una escalada de polarización política. Pese

a sus propósitos iniciales, el golpe de Esta-

do de octubre de 1979, que derrocó a

Romero e instaló a la Junta de Gobierno

Cívico-Militar, fue incapaz de detener lo que

pronto sería una abierta guerra civil.

El costo humano de la guerra

Las luchas de los educadores

animan los movimientos

populares.

Historia del istmo centroamericano442

Honduras

El régimen militar hondureño en estas dé-

cadas estuvo fuertemente marcado por la

figura del coronel (y después general)

Oswaldo López Arellano, quien gracias

a un acuerdo con el Partido Nacional lo-

gró ser confirmado como presidente tras

las elecciones de constituyente en 1965,

aunque éstas fueron tildadas de fraudulen-

tas. López Arellano dio nuevos impulsos

a la reforma agraria, lo que creó tensio-

nes con El Salvador, ya que los campesi-

nos de ese país que habían emigrado a

Honduras tendrían que desocupar las tie-

rras que trabajaban; la breve guerra que

libraron los dos países en 1969 tuvo mu-

cha relación con la situación de los sal-

vadoreños que vivían en territorio hon-

dureño.

Como consecuencia de la guerra,

se dio un reordenamiento de las fuerzas

políticas en un foro nacional de líderes

laborales, empresariales y gubernamen-

tales (llamados “fuerzas vivas”) y un pac-

to entre los dos partidos, Nacional y Li-

beral, para celebrar elecciones en marzo

de 1971. El presidente electo, doctor

Ramón Ernesto Cruz, no pudo llevar a

cabo el programa al que se había com-

prometido, dando lugar a serios conflic-

tos que justificaron un golpe de Estado

en diciembre de 1972. Cuando López

Arellano volvió al poder, profundizó la

reforma agraria y promovió los intereses

de los industriales, con lo que logró una

cierta estabilidad en el gobierno. Sin em-

bargo, profundas divisiones generacio-

nales en el ejército, existentes desde la

guerra de 1969, llevaron a que en mar-

zo y abril de 1975 el Consejo Superior

de las Fuerzas Armadas sustituyera a

López Arellano por el coronel Juan Al-

berto Melgar Castro. Otro golpe de Es-

tado estableció una Junta de Gobierno

en 1978, que gobernó hasta 1980,

cuando las elecciones de asamblea cons-

tituyente marcaron el inicio del lento pro-

ceso de democratización que continuó

en las décadas siguientes.

El campo en Guatemala fue

testigo de muchas matanzas.

Campesinos salvadoreños

expulsados de Honduras.

Dictadura y democratización (1930-1979) 443

Revolución en Nicaragua

Mucho más que el resto de los países del

istmo, Nicaragua experimentó una verda-

dera convulsión política en estas décadas,

que culminarían con la caída de la di-

nastía somocista y la instauración de un

gobierno revolucionario. El principio del

fin de la dictadura comenzó con el des-

orden, el pillaje y la corrupción en la ad-

ministración de los fondos que llegaron

del exterior para ayudar a los damnifi-

cados después del terremoto de 1972.

Gradualmente se fueron formando gru-

pos de oposición tanto en el sector em-

presarial, como en el profesional y el

obrero.

En el contexto de una férrea repre-

sión contra una creciente y radical oposi-

ción, los sucesores de Anastasio Somoza

García, Luis y Anastasio, hijos del tirano,

se enfrentaron al surgimiento y a las ac-

ciones armadas del movimiento guerrille-

ro dirigido por el Frente Sandinista de Li-

beración nacional (FSLN), que se formó en

Nicaragua con base en concepciones pro-

gresistas y revolucionarias inspiradas por

la Revolución Cubana.

En 1974 se formó la Unión Demo-

crática de Liberación (UDEL) para dispu-

tar las elecciones presidenciales de ese

año. Aunque Somoza resultó victorioso,

desde fines de ese año, empezó a recibir

fuertes golpes del pequeño pero bien or-

ganizado FSLN. La respuesta represiva del

gobierno no tuvo precedentes, la pobla-

ción civil, fue golpeada indiscriminada-

mente lo que le trajo condenas de parte

de organizaciones internacionales.

El asesinato del líder opositor Pe-

dro Joaquín Chamorro, en enero de

1978, hizo que la oposición tomara una

serie de acciones, primero a través de

organizaciones como el Frente Amplio

Opositor, por un lado, y el Movimiento

Pueblo Unido, por el otro, sumados a

sucesivos intentos insurreccionales del

FSLN. Finalmente, el régimen Somocista

se colapsó a mediados de 1979, ante

las acciones militares combinadas del

FSLN, la oposición civil unificada y la

condena de muchos gobiernos extran-

jeros y de la misma Organización de

los Estados Americanos (OEA). Somoza

renunció el 17 de julio de 1979, el 19

de ese mes se instaló la Junta de Go-

bierno que en adelante dirigiría Nica-

ragua.Terremoto de Managua, 1972

Historia del istmo centroamericano444

Costa Rica

En contraste con sus vecinos, en Costa

Rica estas décadas fueron de una nota-

ble estabilidad política paralela a un cre-

ciente desarrollo económico. Cuando

Francisco Orlich fue electo presidente en

1962, el sistema político permitía la pre-

sencia de todas las fuerzas que desearan

participar. Incluso los comunistas, a los

que una disposición constitucional vigen-

te hasta 1975 les impedía hacerlo, logra-

ron hacerse presentes antes de ese año de

distintas formas. Por tanto, las agrupacio-

nes políticas se fueron desarrollando en

función de la presencia determinante

del Partido de Liberación Nacional, eje del

proyecto concretizado en la Constitu-

ción de 1949.

Según este partido y el resto se pre-

sentaran relativamente divididos o unifi-

cados, tendrían éxito en las elecciones. De

tal forma, el PLN perdió estrechamente ante

José Joaquín Trejos Fernández en 1966

para recuperar la presidencia en 1970

con su líder José Figueres y retenerla en

1974 con Daniel Oduber, para perderla

de nuevo en 1978 ante una oposición he-

terogénea dirigida coyunturalmente por

Rodrigo Carazo. Esta alternancia en el

poder evidenciaba no sólo la existencia

de reglas e instituciones electorales de

competencia libre, sino el hecho de que

la sociedad costarricense se iba transfor-

mando al impacto de la modernización

económica y social. Viejos y nuevos sec-

tores de la sociedad mostraban sus sim-

patías por los partidos y sus líderes con-

forme sus propios intereses se iban

perfilando, lo que es propio del sistema

democrático.

Iglesia de Nuestra Señora

de los Ángeles, de Cartago,

la ciudad más antigua

de Costa Rica.

Dictadura y democratización (1930-1979) 445

Panamá

En Panamá, durante el período llamado

del “Torrijismo”, que abarcó desde 1969,

cuando el general Omar Torrijos Herrera

se convirtió en el líder indiscutible del mo-

vimiento reformista militar, hasta su muer-

te en 1981, la democracia fue buscada

por otras vías. Todavía más que en ningún

otro caso de la región, el control político

durante ese período estuvo en manos de

los militares, luego de que, como produc-

to del golpe de 1968, se declaró la disolu-

ción de todos los partidos. En torno a la

Guardia Nacional y al liderazgo carismá-

tico de Torrijos se formó una coalición

de sectores sociales muy diversos, aglu-

tinados principalmente por el ideal na-

cionalista de recuperar la zona del canal.

Durante los primeros años de la

década de los años setenta la populari-

dad del régimen fue muy alta, debido a

las medidas socioeconómicas en benefi-

cio particularmente de los sectores rura-

les, tradicionalmente abandonados por

los políticos. Torrijos ensayó un modelo

de participación democrática directa, sin

intermediación partidaria, al que se le lla-

mó la “Asamblea Nacional de Represen-

tantes de Corregimientos”. De esa forma

se dictó la Constitución de 1972 en don-

de se le nombró jefe de Estado.

El nuevo sistema político no brindó

los frutos esperados, y una vez que se fir-

maron los tratados Torrijos-Carter en 1977

y se completó de esa forma la meta nacio-

nalista del gobierno, se reformó la Consti-

tución iniciando un proceso de apertura

política al sistema de partidos. Éstos se or-

ganizaron de nuevo con base en viejos y

nuevos líderes; en 1979 fue electo por la

Asamblea Nacional de Representantes de

Corregimientos, Arístides Royo como pre-

sidente, y en 1980 se eligió una asam-

blea legislativa en la que obtuvo el con-

trol absoluto el Partido Democrático

Revolucionario, formado por los seguido-

res de Torrijos, pero que a la muerte de éste

en 1981 derivó hacia otros liderazgos.

Canal de Panamá, revertido a

la nación panameña el 31 de

diciembre de 1999.

Omar Torrijos. Manifestación

de inicio a la cruzada

nacionalista, 1971.

Historia del istmo centroamericano446

urante el medio siglo que cubre este capítulo, la política del istmo osciló

entre rígidas dictaduras y tímidos ensayos democráticos. Las ideologías

políticas presentes en los partidos así como en otros grupos, particularmen-

te los militares, contemplaban fórmulas de gobierno para estimular deter-

minados avances económicos y sociales modernizantes, aunque en la mayoría de los

casos tal objetivo significó el sacrificio de las libertades cívicas. De acuerdo con las

orientaciones de la llamada “doctrina de la seguridad nacional”, se creyó más im-

portante impulsar el desarrollo bajo formas que no trastocaran el orden social sino de

manera evolutiva. Especialmente después del triunfo de la Revolución Cubana, se

agudizó la preocupación por el avance de las fuerzas de izquierda, sobre todo cuan-

do asumían la forma de movimientos armados y guerrilleros.

Cómo enfrentar el reto de la izquierda no resultó complicado. Desde el gobier-

no de Washington se insistió en la necesidad de reformas socioeconómicas, algunas

de ellas, como la reforma agraria, resultaron radicales para las élites centroamerica-

nas y poco diferentes a las que estaba poniendo en marcha el mismo régimen revo-

lucionario en Cuba. Por otra parte, las presiones populares aumentaron ante el enca-

recimiento del costo de la vida, el creciente desempleo y la expectativa de un trato

más justo y solidario anunciados por las nuevas corrientes dentro de la Iglesia católi-

ca. Sólo en Costa Rica llegó a estabilizarse una fórmula de desarrollo económico con

democracia política. En el resto del istmo las tensiones sociales y políticas se agudiza-

ron y, para muchos, tanto en la izquierda como en la derecha del espectro político, el

recurso de la fuerza se tornó más y más atractivo.

CONCLUSIÓN

D

La fuerza de la guerrilla

en Centroamérica.

Orlando Sobalvarro

Eclipse entre los astros

Mixta

1994

Nicaragua

El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 451

INTRODUCCIÓN

n este capítulo se examinará la evolución de la cultura en Centroamérica,

en medio de sucesos históricos mundiales de gran impacto. En este perío-

do, la región recorre un camino que, por un lado, se empeña en la cons-

trucción de Estados nacionales, cuya consolidación más bien pareciera

alejar el acariciado ideal centroamericanista, y por otro, apunta hacia la construc-

ción de la unidad de los países de la región, la cual siempre ha sido vista, al menos

declarativamente, como su destino necesario.

Complementarios más que contradictorios, estos esfuerzos marcan el perío-

do que va desde la crisis mundial del año 1930 que golpeó las economías de

Centroamérica, hasta el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, que

puso fin a la última de las largas dictaduras que dominaron el istmo. El desarrollo

cultural de la región, que en definitiva es el de cada uno de sus países, se ve marcado

por estos hechos, así como por los numerosos estallidos de descontento social y polí-

tico provenientes de los sectores indígenas, populares y de clase media.

Un fenómeno cultural generalizado, propio de este período, lo constituye el

paulatino eclipse del mundo rural. Pero si bien, hacia los años 60 casi la mitad de la

población había nacido en las ciudades o se había trasladado a ellas, el campo,

sumergido en condiciones de pobreza que han cambiado poco en los últimos dos

siglos, siguió siendo la mayor fuente de recursos.

El arte y la literatura, cristalizaciones excepcionales de la cultura de la que

surgen y en la que se despliegan, produjeron en este período obras que prueban su

vigor y universalidad. A su vez, los sectores intelectuales con las primeras elaboracio-

nes sobre su propio ser e identidad, construyeron una concepción de cultura mestiza,

pero casi nunca como integrantes de una unidad compleja y múltiple, Centroaméri-

ca, sino más bien a partir de las propias formaciones nacionales.

E

El triunfo de la Revolución

Sandinista.

Historia del istmo centroamericano452

ntes de los años 30 Centroamé-

rica todavía podía seguir sien-

do vista como un todo. No sólo

en términos geográficos, histó-

ricos y, en gran medida, lingüísticos, sino

también por la existencia de corrientes cul-

turales e ideológicas comunes. Como fue-

ron la arraigada visión de Centroamérica

como una región destinada a convertirse,

por su posición continental, en un puente

cultural, económico y social entre las Amé-

ricas; así como, la idea de construir un

canal interoceánico a través de Nicara-

gua, y posteriormente por Panamá, que

tuvo como complemento las diversas accio-

nes políticas, económicas y el intervencio-

nismo militar de los Estados Unidos.

Desde mediados de los años 20,

en muchos países de Centroamérica se

formaron círculos, integrados en su ma-

yoría por intelectuales y estudiantes, que

enarbolaron programas de renovación

nacional. El pensador salvadoreño Alber-

to Masferrer, fue exponente de una co-

rriente de corte nacionalista, portadora,

por un lado, de un claro sentimiento

antinorteamericano, y por otro, de una

visión inspirada en la idea bolivariana de

la unidad de todos los pueblos paname-

ricanos.

EL PUENTE CONTINENTAL

AAlberto Masferrer

Joaquín García Monge con un

grupo de intelectuales.

El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 453

Como él, otros intelectuales, artis-

tas y escritores, ente ellos el hondureño

Froylán Turcios, elaboraron una concep-

ción en la que se mezclaron ideas estéti-

cas, religiosas y políticas, impregnada de

un sentido mesiánico, que tenía como fi-

nes la defensa de la soberanía frente a lo

que en ese momento comenzaba a repre-

sentar el poder de los Estados Unidos en

el Caribe y Centroamérica, así como la

redención de las empobrecidas masas

campesinas. En su revista Ariel, Turcios

dio cabida a artículos del mexicano José

Vasconcelos o del cubano Julio Antonio

Mella, y mantuvo relaciones y correspon-

dencia con numerosos latinoamericanos

en Europa y en Estados Unidos. De igual

manera, en Costa Rica, Joaquín García

Monge, editó el Repertorio americano,

una publicación que, con una perspecti-

va continental, tuvo muchas coincidencias

con los pensadores citados.

Aquel tipo de planteamientos conte-

nían, de fondo, el reclamo a favor de una

urgente reorganización social, planteada

tanto en términos políticos como cultura-

les. Un reclamo que a través del surgimiento

y la consolidación de numerosas revistas y

periódicos, fundados por los emergentes

sectores de clase media, posibilitó el ejer-

cicio de un periodismo de mayor inde-

pendencia y autonomía, así como la difu-

sión de ideas que a menudo desafiaban a

los grupos de poder tradicionales.

Los paradigmas del arte y la literatu-

ra modernistas, vigentes desde el estableci-

miento del reino verbal de Rubén Darío,

se enfrentaron a un cambio radical. Los

artistas y literatos, que destacan alrede-

dor de la década de los años treinta ya no

veían el arte como una vía de escape a

las degradantes formas de convivencia

imperantes en las sociedades neocolo-

niales que el proceso de modernización

económica, por la vía de las inversiones

norteamericanas, lejos de resolverlas más

bien las exacerbaba. A partir de enton-

ces se concibió el arte de otra manera,

porque se convirtió en un elemento coadyu-

vante en la conjuración de los problemas

sociales. La poesía del futuro, afirmó el es-

critor salvadoreño Alberto Guerra Trigue-

ros, debía colaborar de manera más ínti-

ma “en el desenvolvimiento y solución” de

los problemas sociales y humanos. Este tipo

de ideas trascendieron el marco de la lite-

ratura y el arte, y llegaron a convertirse

en motores no sólo de las decisiones polí-

ticas asumidas por los artistas, sino que

tuvieron impacto en sectores medios e in-

telectuales. En ese momento, los literatos

llegaron a ser auténticos líderes de opi-

nión, elaborando propuestas reformistas

de alcances nacionales.

La editorial del Repertorio

Americano.

José Vasconcelos, intelectual

mexicano.

Historia del istmo centroamericano454

l colapso de la Bolsa de Valo-

res de Nueva York en 1929,

cayó como un trueno en el te-

jado de las economías agroex-

portadoras centroamericanas.

Al reducirse los ingresos por la ven-

ta de los productos centroamericanos, las

arcas de los Estados de la región que-

daron sin fondos. Esta depresión econó-

mica provocó una crisis social y una re-

acción política que cuestionó el modelo

liberal construido en todos los países

centroamericanos por las oligarquías. El

resultado fue un largo período en el que

las políticas de los Estados afectaron di-

rectamente uno de los pilares fundamen-

tales de la cultura, como es la educa-

ción, e incubaron el descontento político

y social.

Una visión de mundo esencialmente

agraria sobredeterminó, en general, la

cultura centroamericana. Y si los símbo-

los visibles y oficiales de la nacionalidad

desde finales del siglo XIX han estado re-

presentados en elementos esencialmente

agrarios, a lo largo de los años 30 al

40, también el arte y la literatura explo-

raron el mundo campesino, convirtiendo

al llamado “costumbrismo” en la corriente

por excelencia de la identidad centroame-

ricana.

Más allá del oscuro folclore de sus

tiranos, y de las reconstrucciones, a ve-

ces correctamente escritas, de las leyen-

das y las peripecias de la peonada, una

apretada constelación de creadores pro-

dujeron obras de calidad y proyección

universales. Entre todos destacan dos

narradores, dueños de un lenguaje y

puntos de vista excepcionales: Miguel

Ángel Asturias, quien ya en 1927 consi-

guió con Leyendas de Guatemala la cris-

talización de una visión radicalmente

nueva de la mitología indígena apropia-

da en el mestizaje, y Salarrué (Salvador

Salazar Arrué), quien en sus Cuentos de

barro traspuso al personaje campesino

DE LA CRISIS, AL ESPLENDOR

E

El indigenismo, tema

de ayer y hoy.

El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 455

de un plano instrumental hacia otro ple-

namente humano.

En el terreno de la poesía, el fenó-

meno más importante fue el surgimiento

de la vanguardia nicaragüense, que co-

incide con la invasión norteamericana

de 1928. Estos poetas, entre quienes se

cuentan autores de dimensión universal

como José Coronel Urtecho y Pablo An-

tonio Cuadra, propugnaron por la resti-

tución de la soberanía, que de inmediato

se enfrentó a las formas de ejercicio del

poder de parte de los liberales y conser-

vadores.

Ambas corrientes representan el

primer grito de independencia de la lite-

ratura centroamericana, lo cual no signi-

fica que —como sucede en todas partes—

una y otra no hayan recibido generosas

influencias de otros movimientos y tenden-

cias externas a la región, pero que son

apropiadas y expresadas desde un pro-

ceso sino completamente centroamerica-

no, al menos, se podría decir, congruen-

te con el desarrollo cultural de sus

respectivos países.

A partir del año 1945, la econo-

mía de los países centroamericanos ex-

perimentó un crecimiento acelerado.

Aunque la agricultura siguió siendo la

principal fuente de riqueza, se inició

la urbanización mediante un modera-

do, aunque importante, proceso de in-

dustrialización.

Para entonces, se había consolida-

do la hegemonía de los Estados Unidos

en la región. Los patrones culturales nor-

teamericanos, transmitidos por el cine y

los medios de comunicación, ejercieron

una verdadera fascinación para los ha-

bitantes de las ciudades.

En toda Centroamérica, la idea de

nación se había venido construyendo a

partir de la concepción de una cultura

mestiza, fundamentalmente integrada por

el cruce racial y cultural de indígenas y

españoles.

La cuestión del mestizaje surge en

Centroamérica en el momento que gru-

pos sociales tradicionalmente subordina-

dos, o excluidos, pero al mismo tiempo

vinculados con una tradición étnica eu-

ropea, comienzan a ganar presencia en

la escena nacional.

La cultura indígena

en Centroamérica.

Pablo Antonio Cuadra

Historia del istmo centroamericano456

Culturas mestizas

y problemas étnicos

Tradicionalmente, los centros de poder

han estado integrados por los miembros

de las comunidades mestizas y españo-

las. Ello deriva con frecuencia en una ac-

titud exclusionista hacia los sectores “no

mestizos” —descendientes de africanos,

árabes y chinos—, pero principalmente

hacia los indígenas, que en la región si-

guen ocupando una franja significativa

de la población, sobre todo en Guatemala

y Nicaragua.

En el caso de los negros, estos fue-

ron vistos, a lo largo de este período,

como “extranjeros” que no tenían lugar

dentro de la emergente nación mestiza.

Las élites políticas y económicas de Costa

Rica, Honduras y Nicaragua recurrieron

frecuentemente, en períodos de agita-

ción laboral a discursos racistas y xenó-

fobos dirigidos hacia la población negra.

En Costa Rica, hasta los años 40 tuvo vi-

gencia una ley que prohibía a los negros

desplazarse hacia el oeste y pasar por la

capital, San José.

Otros gobiernos de corte progre-

sista del período, también mostraron

poca comprensión hacia el asunto étnico,

como lo prueba el caso de la Guatemala

de Arbenz. Durante este gobierno, en

virtud de la puesta en vigencia de nue-

vos códigos laborales, por primera vez

en casi 75 años, los mayas fueron libres

para proteger sus propios intereses eco-

nómicos, y hubo estímulo para su partici-

pación en gobiernos locales, sindicatos y

organizaciones sociales. Incluso se die-

ron los primeros pasos para dar una edu-

cación bilingüe y expandir la educación

rural, sin embargo, las reformas en el ré-

gimen de tenencia de la tierra favorecieron

fundamentalmente a los campesinos, pro-

vocando la frustración de los pueblos

mayas del altiplano, generándose así

nuevas tensiones entre estos y los ladinos.

El asunto llegó a su clímax con la matan-

za de indígenas en la aldea de Patzicía,

El baile suelto, de José

Sequeira.

El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 457

en octubre de 1944, durante la cual los la-

dinos mataron a todos los mayas adultos

que encontraron. Asimismo, los jóvenes ma-

yas llegaron a ser la base fundamental del

ejército, mediante un reclutamiento abusi-

vo y discriminatorio.

Las concepciones esclusivistas mes-

tiza, indígena o española obscurecen el

hecho de que la cultura de estos países

ha llegado a constituirse a través de los

siglos como una compleja y rica amalga-

ma de ingredientes étnicos y culturales.

Lo que contemporáneamente se con-

sidera como lo “autóctono”, es decir, las

supervivencias culturales de los poblado-

res de la Centroamérica, a su vez residuo

de otros pueblos invasores, que enfrenta-

ron a las expediciones españolas hace qui-

nientos años.

La cultura mesoamericana, integra-

da al complejo cultural que arranca con

las invasiones de los pueblos mexicanos

desde la zona del golfo, si bien es un com-

ponente fundamental de la cultura actual,

no es el único.

La costa caribeña de Honduras, Ni-

caragua, Costa Rica y Panamá estuvo des-

de hace siglos más relacionada con las

sociedades sudamericanas. La destrucción

de los patrones precolombinos durante la

conquista, precisamente por las diferen-

tes formas que ésta asumió en cada re-

gión, generó dos tradiciones perfectamen-

te diferenciadas y que sobreviven hasta

nuestros días: la mesoamericana y la del

sureste centroamericano.

Al lado de los componentes enu-

merados, vienen a agregarse, contempo-

ráneamente, nuevas y crecientes dosis de

cultura norteamericana, en lo urbano, y

mexicana, en lo rural. La primera, si bien

es un componente de la misma domina-

ción que los Estados Unidos ejercen so-

bre los países del área, tampoco se pue-

de atribuir cualidades perversas a toda

manifestación cultural o subcultural, por

el simple hecho de ser producida en los

Estados Unidos.

La raza negra siempre fue

vista como “extranjera”

en Centroamérica.

Indígena maya plasmada

por Ernesto Rivas.

Historia del istmo centroamericano458

esde mediados del siglo XX, ex-

ponentes del sector intelectual

y artístico centroamericano

volvieron a establecer un de-

bate, que data de finales del siglo XIX y

principios del XX, y que en pocas pala-

bras podría definirse como “la búsque-

da de la identidad”. El problema de la

identidad comienza a ganar terreno

entre los sectores ilustrados cuando es-

tos experimentan los efectos de la dife-

renciación cultural y social de la mo-

dernidad. Antes de la fundación de un

Estado moderno, que en Centroamérica

comenzó a perfilarse, en general, hasta

el último cuarto de hora del siglo XX, era

muy difícil hablar de una identidad na-

cional. Lo que había, y que de alguna

manera sobrevive a lo largo del perío-

do que examinamos, eran distintas iden-

tidades adscritas a estamentos, clases y

grupos étnicos, e incluso a posiciones

político-ideológicas.

A partir del fin de la Segunda Gue-

rra Mundial, este debate, por influencia

de las ideas marxistas y socialistas en ge-

neral, desemboca en una propuesta de

reconstrucción del imaginario cultural,

que se expresa en un rechazo de los sím-

bolos de la nacionalidad que habían sido

LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD

D

Baile del güegüense,

en la fiesta de San Sebastián

en Diriamba, Nicaragua.

El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 459

cimentados por el pensamiento liberal, y

en la reivindicación de personajes pros-

critos por la historia oficial. Así resur-

gen figuras como el caudillo Anastasio

Aquino y el mismo Sandino, y se rompe

el silencio en torno a la masacre de 1932

en El Salvador.

En este debate predominaron dos

tendencias de interpretación del fenóme-

no cultural, cuyas prolongaciones llegan

hasta el fin de siglo, y que no son exclu-

yentes entre sí. La primera establece una

posición de “resistencia” frente a lo forá-

neo (y particularmente a lo norteameri-

cano), concediendo poco o ningún espa-

cio a las elaboraciones locales. En un

segundo término, otra vertiente establece

la validez de la cultura a partir de lo es-

trictamente “propio”.

Históricamente, los intelectuales y

artistas centroamericanos han jugado un

papel clave y hasta constructivo en la im-

portación ideológica y estética hacia una

región ávida de ideas y de mundo. Ya

sea por razones diplomáticas, desde Da-

río, el primero y principal, quien desem-

peñó cargos consulares en varios paí-

ses; Salarrué, que vivió por una década

entre Nueva York y Washington; Astu-

rias, diplomático en París, al igual que

el caricaturista Toño Salazar; por razo-

nes políticas, como los guatemaltecos Ma-

rio Monteforte Toledo y Augusto Monte-

rroso o Roque Dalton, cuya proyección

internacional no hubiera sido posible sin

el soporte de la Revolución Cubana; o sea

por elección personal, como los pintores

Carlos Mérida, Armando Morales y San

Avilés. Los intelectuales y artistas centro-

americanos han fungido como interme-

diarios entre su comarca y el mundo,

como puentes para la transmisión de

ideas exóticas de Centroamérica al mun-

do y viceversa.

Justamente, en el período que va

desde los años 40 hasta finales de la dé-

cada de los cincuenta, la identidad cultu-

ral de los países de Centroamérica se

modela también a partir de la conciencia

de sus propias carencias. Prueba de ello

son los movimientos artísticos que sur-

gen en Guatemala. Luis Cardoza y Ara-

gón y Miguel Ángel Asturias, en la lite-

ratura, y Carlos Mérida en las artes

plásticas, cuyas obras constituyen cris-

talizaciones de la cultura no sólo de sus

países sino de la humanidad entera; lo

mismo se puede decir de las obras del

costarricense Carlos Luis Fallas y del sal-

vadoreño Miguel Ángel Espino.

Augusto Monterroso

Paisaje submarino, 1973. Obra

de Carlos Mérida.

Historia del istmo centroamericano460

ntre 1950 y 1970, el número

de habitantes llegó a ser de casi

20 millones, y casi la mitad de

la población había nacido en

las ciudades o había emigrado a ellas.

Pero esta intensificación del proceso de

urbanización no fue acompañado de un

incremento similar en el empleo urbano.

Muy pronto, la ciudad de Guatemala, al

igual que San Salvador, comienzan a po-

blarse de barrios marginales.

Existe otro factor adicional: el de-

sarrollo de los medios de comunicación

llegó a ser de tal envergadura que éstos

se convertieron en el principal elemento

de cohesión social.

En toda Centroamérica se em-

prenden proyectos conservacionistas de

la cultura del mundo agrario, ya que

su declive era evidente. El gusto de las

personas se vio sensiblemente modifi-

cado a través de las cada vez mayores

innovaciones tecnológicas. A causa de

la determinación que ejercieran los

modelos y patrones culturales norteame-

ricanos, la cultura popular tradicional

entró en franca declinación. La apari-

ción de nuevas necesidades materiales

y recursos, obligó a cambios en la pro-

ducción de utensilios de cocina; y en

muchos casos las artesanías tradiciona-

les fueron sustituidas por productos de

plásticos. En las ciudades y municipios

se extinguieron también los pequeños ta-

lleres artesanales de joyeros, zapateros

y talabarteros.

En el plano de la cultura de élites,

se crearon y reforzaron las Escuelas de

Bellas Artes o de Artes Plásticas. La acti-

vidad de maestros como Valero Lecha en

El Salvador, y Rodrigo Peñalba, en Nica-

ragua, sentó las bases para una plástica

de calidad superior en ambos países,

surgieron así pintores de primera línea

internacional como Rosa Mena Valenzue-

la y Armando Morales, respectivamente.

También se fundaron las Facultades de Hu-

LA CULTURA URBANA

E

Barrios marginales

El eclipse de la cultura rural en Centroamérica (1930-1979) 461

manidades y Arquitectura. En todos los

países se crearon editoriales que die-

ron un impulso a la profesionalización

del trabajo del escritor y una mayor di-

fusión de sus creaciones. Se abrieron

galerías y poco a poco se estableció

un mercado de obras de arte que a par-

tir de los años 70 llegaría a ser flore-

ciente.

Las universidades empezaron a ju-

gar un papel protagónico en la actividad

cultural, no sólo científica, académica y po-

lítica. En sus programas de extensión uni-

versitaria se proyectaron y estimularon la

creación artística, y se auspiciaron con-

gresos de escritores y científicos sociales.

El despliegue de amplios sectores medios

urbanos y la actividad académica y políti-

ca de las universidades, propiciaron la pro-

pagación de estudios sociológicos, políti-

cos y económicos, así como investigaciones

arqueológicas y etnológicas.

El descontento y la consiguiente re-

sistencia a las estructuras excluyentes y

autoritarias crearon condiciones para que

las luchas sociales y políticas derivaran

en violencia y guerra civil.

La generación de artistas que sur-

gió a mediados del siglo tampoco se sus-

trajo a esta crisis. La inagotable violen-

cia, que parecía asumir características

endémicas, impregnó la obra de los es-

critores. Así, justamente en 1950, Oswal-

do Escobar Velado con su libro Cien so-

netos para mil y más obreros, sentó las

bases de una estética cuyo máximo ex-

ponente en El Salvador fue Roque Dal-

ton, quien introdujo en la poesía salvado-

reña y centroamericana un incomparable

sentido de velocidad, al reconstruir un

espacio poético sonoro, y llevar el len-

guaje hasta sus extremos. En Guatema-

la, los poetas Otto René Castillo y Ro-

berto Obregón se convir tieron en

paradigmas de una conducta del escri-

tor que tiene ante sí la disyuntiva de in-

corporarse al movimiento revolucionario

y tomar las armas, o sucumbir al aco-

modamiento que lleva a la traición a su

propio pueblo. El escritor Sergio Ramí-

rez, en Nicaragua, se adhirió a la lucha

del FSLN y tras el triunfo revolucionario

ocupó la vicepresidencia de la Repúbli-

ca de su país. Los poetas hondureños

Roberto Sosa y Óscar Acosta se incor-

poraron a la denuncia y a las iras popu-

lares. Con dramático colorido, pintores

como Elmar Rojas y Marco Augusto

Quiroa, ambos guatemaltecos, tomaron

de su realidad trastornada por el dolor,

las herramientas para un arte de conte-

nido universal.

La importancia de todo este movi-

miento cultural es la noción del “com-

promiso”, entendida como la necesidad

de que el escritor, el artista, el intelectual,

ejerza con su obra y su vida una práctica

destinada a transformar su sociedad. Más

allá de sus testimonios personales, a me-

nudo desagarrados y contradictorios, lo

esencial de sus propuestas se encuentra

en sus obras.

La artesanía, manifestación

de una cultura.

Los talleres de talabartería,

en peligro de desaparecer.

Historia del istmo centroamericano462

Así ha vivido Centroamérica

l triunfo de la Revolución Sandinista en julio de 1979 cierra una época y abre

un nuevo ciclo de la historia y la cultura de Centroamérica. Se inicia un

período de estrategias revolucionarias enfrentadas al círculo fatídico de nue-

vas intervenciones armadas, directas o indirectas de los Estados Unidos.

Tal vez no sea exagerado decir que la Centroamérica de este período sólo

puede ser vista como un conjunto en tanto la política norteamericana le otorgó ese

carácter, y en la medida que el subdesarrollo unificó procesos históricos surgidos en

contextos muy diferentes entre sí.

CONCLUSIÓN

E

Conclusión de la Unidad IV 463

a historia inmediata de Centroamérica, aquella que abarca el medio siglo

entre 1930 y 1980, de la cual todavía tienen recuerdos y vivencias perso-

nales muchos de sus habitantes, terminó con el istmo convertido en uno de

los puntos de mayor conflicto social y militar en el mundo entero. Lo cierto

es que, desde 1930, los países centroamericanos entraron en una espiral de en-

frentamientos políticos y militares, tanto internos como externos, que pocos pudie-

ron evitar y menos todavía ignorar. Por otra parte, también es cierto que se realizaron

múltiples esfuerzos para agilizar el desarrollo económico y promover el bienestar

social, pero a la larga estos no fueron suficientes para contrarrestar las fuerzas del

conflicto. ¿Por qué no prosperaron estas iniciativas? ¿Por qué no fue posible empe-

zar y sostener procesos de desarrollo social y económico como los que han cono-

cido otros países y consolidar simultáneamente las prácticas democráticas y la

convivencia pacífica?

Las respuestas a estas preguntas tiene que buscarse tanto dentro como fuera

del istmo centroamericano, lo mismo en el pasado remoto que en los acontecimientos

más recientes. En primer lugar, debe considerarse el enorme peso de una herencia de

atraso secular. Pese a los avances materiales que acompañaron el cultivo del banano,

el café y la caña de azúcar, la pobreza era un problema general a inicios de la

década de 1930, especialmente en las zonas rurales. La gran crisis económica no

hizo sino empobrecer aún más a las poblaciones del istmo y anuló buena parte de los

reducidos logros sociales de las décadas anteriores. La política social, aquellas ini-

ciativas en salud, educación y cultura que buscan mejorar las posibilidades de supe-

ración personal y colectiva, nunca fueron lo suficientemente extensivas y profundas

para apoyar eficazmente un despegue económico; más bien, la riqueza se concen-

tró todavía más, mientras que la pobreza se desplazaba del campo a las ciudades

donde comenzaban a proliferar los cinturones de miseria. Sólo Costa Rica hizo

esfuerzos sostenidos de inversión social que erradicaron el analfabetismo hacia

mediados del siglo y sentaron las bases de un modelo de desarrollo distinto al resto

del istmo.

En segundo lugar, la crisis económica de la década de 1930 dio pie, en la

mayoría de los países, a una serie de regímenes de fuerza surgidos de los ejércitos,

CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD IV

L

Historia del istmo centroamericano464

que cerraron muchas de las vías de expresión y participación propias de la democra-

cia. La ausencia de canales políticos amplios para encauzar los conflictos sociales y

dirimir las diferencias ideológicas no hizo sino aumentar los niveles de enfrentamien-

to. Ya a comienzos de la década de 1930 en Nicaragua, las fuerzas sandistas pelea-

ban por expulsar a la infantería de marina de los Estados Unidos y en El Salvador

ocurrió uno de los levantamientos campesinos más notables de toda Latinoamérica en

el siglo XX. Posteriormente, el continuismo de los Somoza en Nicaragua, los gobiernos

militares casi ininterrumpidos en El Salvador y Guatemala y la frecuente intervención

del ejército en la política en Honduras son evidencias del recurso de la fuerza como

medio para asegurar la continuidad de los sistemas sociales y económicos. Ni siquiera

los dos países menos militarizados del istmo pudieron resolver todos sus conflictos

políticos sin emplear la fuerza, como ocurrió durante la guerra civil en Costa Rica que

se libró en 1948 y el ascenso al poder en Panamá de diversas figuras ligadas a los

cuerpos de seguridad.

En tercer lugar, el entorno internacional contribuyó a intensificar el enfrenta-

miento político en cada uno de los países centroamericanos. Al finalizar la Segunda

Guerra Mundial en 1945, un nuevo proceso, la llamada Guerra Fría, hizo que los

Estados Unidos, la potencia hegemónica en la región, viera con malos ojos cualquier

proceso político que afectara sus intereses, sobre todo cuando involucraba a su con-

trincante principal, la Unión Soviética. Fue así que Estados Unidos apoyó incondicio-

nalmente a los Somoza en Nicaragua, y prácticamente organizó el derrocamiento

del gobierno reformista del presidente Arbenz de Guatemala, lo cual dejó claro que los

Estados Unidos preferían gobiernos que le fueran amistosos pese a sus prácticas

autoritarias y violaciones a los derechos políticos y cívicos fundamentales. La demo-

cracia sufrió de manera particular, en tanto se perseguía a los opositores políticos y

amañaban los resultados de las elecciones para favorecer a los candidatos “oficia-

les”. Con el paso del tiempo, las sociedades centroamericanas fueron cambiando

pero no así el estilo de sus gobernantes. Cuando triunfó la revolución en Cuba en 1959

y cuando la Iglesia católica realizó un giro profundo en un discurso y su práctica

durante 1968 en Medellín, Colombia, ya muchos estaban convencidos de que la lucha

armada era la única forma de cambiar las condiciones de vida de la población.

Finalmente, es necesario tomar en cuenta la pequeñez territorial y poblacional

de cada uno de los países y el obstáculo que esto representa cuando se intenta impul-

sar un proceso de crecimiento económico en gran escala. Varios dirigentes centro-

americanos ya se habían dado cuenta de estas limitaciones y propusieron, como

alternativa, la integración centroamericana como mecanismo para ampliar los mer-

Conclusión de la Unidad IV 465

cados, diversificar la producción agrícola, acelerar la industrialización y generar

empleo para la población. Sin embargo, el modelo de integración que se impulsó no

fue balanceado ni generó mucho empleo. Por el contrario, favoreció a unos países

más que a otros y concluyó, al menos en sus aspectos más ambiciosos, con la guerra

entre Honduras y El Salvador. Mientras tanto, las poblaciones centroamericanas en-

traron en un ciclo de rápido crecimiento que sobrepasó las limitadas oportunidades

de empleo, educación y salud que ofrecían las empresas y los gobiernos del istmo. En

consecuencia, las promesas de un mejor futuro fueron desvaneciéndose hasta termi-

nar con las esperanzas que todavía conservan las grandes mayorías.

El fracaso de la integración dejó a Centroamérica prácticamente sin alternati-

vas. Cuando los precios del petróleo iniciaron su escalada a comienzos de la década

de 1970, parecía que se daba el golpe de gracia a cualquier intento de desarrollo

económico, social y político en la región. Algunos gobiernos buscaron impulsar me-

didas de compensación social, como la reforma agraria en Honduras. Pero otros se

prepararon para tiempos difíciles aumentando los controles políticos y sociales frente

a la creciente insatisfacción popular. En Nicaragua, las fuerzas insurgentes del FSLN

intensificaron sus ataques al gobierno hasta derrocar al último Somoza, en 1979. En

Guatemala la guerrilla siguió actuando con resultados variados, pero le dió al go-

bierno razones y oportunidades para lanzar drásticas medidas de contrainsurgen-

cia. En El Salvador, la oposición política adquirió gradualmente un cariz armado

hasta desembocar en la insurrección abierta. En Honduras y Panamá se vivía una

situación de paz, no sin darse casos sonados de persecuciones, desapariciones y

torturas a los opositores políticos. Sólo Costa Rica escapó de la creciente violencia

política, aunque sufriría algunas de sus consecuencias.

Muchos de los sucesos del medio siglo, que terminó en 1980, fueron anunciados

y denunciados por la intelectualidad centroamericana. La preocupación por la cues-

tión social, la pobreza y la ignorancia en que vivían grandes contingentes de pobla-

ción, ya la habían expresado pensadores y artistas desde la década de 1920. Sin

embargo, fue durante los años de la Segunda Guerra Mundial que se introdujeron

los temas de: justicia social, democracia, subdesarrollo y derechos humanos en el

discurso político de la región. Si bien es cierto que la Guerra Fría cerró muchas de

las puertas para expresarse sobre estos temas, puede decirse que también estimuló

a los intelectuales centroamericanos a profudizar todavía más en sus análisis y a

seguir hurgando en el pasado remoto y reciente para encontrar respuestas a las

grandes interrogantes acerca de la identidad y el destino de centroamericanas y

centroamericanos.

Historia del istmo centroamericano466

Algunos de los pensadores y artistas centroamericanos tuvieron que buscar el

exilio para seguir expresándose, mientras que otros optaron por unirse a diversos

movimientos de reforma o revolución como parte de su compromiso con las transfor-

maciones sociales. Todos ellos, aun los que no tomaron partido abierto en las luchas

políticas, fueron golpeados por la creciente polarización social y política, como lo

fue, por supuesto, la mayor parte de la misma población centroamericana. Pero

nadie se imaginaba que lo peor aún estaba por venir. Frente a lo que ya se había

vivido, quizás nadie pensó que la situación podría empeorar todavía más. Pero des-

pués de 1979, pasaría más de una década para que Centroamérica cerrara su últi-

mo ciclo de violencia masiva, que resultó ser muchísimo más destructivo que cual-

quier otro conocido a lo largo del siglo XX.Carlos Mérida, pintor

guatemalteco. En su obra

destaca la identidad étnica.

Adrián Arguedas

P/A sin título (Serie Conjunto Sexual)

Punta seca

1994

Costa Rica

Revolución, guerra civil y democratización 471

INTRODUCCIÓN

a etapa de la historia centroamericana que comenzó con la crisis de 1930

terminó en 1979 con el inicio de una fase de guerra, revolución e interven-

ción que afectó a varios países del istmo. Este capítulo ofrece una imagen

general de los convulsos procesos que tuvieron lugar en la región centro-

americana como consecuencia del ascenso de los sandinistas al poder estatal en

Nicaragua, en 1979. Analiza la escalada de la lucha guerrillera en El Salvador y

Guatemala, así como la estrategia diseñada por los Estados Unidos para contener

estos esfuerzos de cambio social por la vía insurreccional. También se ocupa de

delinear los procesos de democratización que se vivieron en el istmo durante el perío-

do que estamos considerando.

L

Sandinistas triunfantes

en la Plaza de la Revolución.

Historia del istmo centroamericano472

partir de junio de 1979, se ge-

neralizó la lucha y el enfrenta-

miento directo entre las fuerzas

sandinistas y la Guardia Na-

cional. Las denuncias contra el régimen

por la violación sistemática de los dere-

chos humanos, más el apoyo de algunos

gobiernos a las fuerzas aliadas del san-

dinismo provocaron la intervención de la

Organización de los Estados Americanos

(OEA), la cual, con el apoyo del gobier-

no de los Estados Unidos, obligaron al

general Anastasio Somoza Debayle a

renunciar. Ante la dimisión de Somo-

za, la Guardia Nacional se rindió.

El 19 de julio de 1979 entró triun-

fante a la ciudad de Managua la Junta

de Gobierno de Reconstrucción Nacional,

integrada por el Frente Sandinista de Li-

beración Nacional y representantes so-

bresalientes de las fuerzas democráticas

de Nicaragua. Ya en el poder, los sandi-

nistas iniciaron un conjunto de transfor-

maciones, orientadas a establecer una

economía mixta y un régimen político

preocupado por atender las necesidades

sociales de la gran mayoría de la pobla-

ción nicaragüense, por mantener un sis-

tema político pluralista y por evitar el ali-

neamiento político con la Unión Soviética

y los demás países del llamado “socialis-

mo real”. Estas orientaciones fueron rati-

ficadas por la Constitución Política de ene-

ro de 1987.

LA REVOLUCIÓN SANDINISTA

A

Insurrección sandinista, 1979

Campaña de alfabetización

en Nicaragua, 1995.

Revolución, guerra civil y democratización 473

La economía mixta quedó integra-

da por 1) un sector estatal formado por

los bienes expropiados a la familia So-

moza y a sus allegados; 2) un sector

controlado por la empresa privada, y

3) un sector cooperativo. El sector esta-

tal, denominado “área de propiedad del

pueblo”, en 1982 representaba 39 por

ciento del producto interno bruto (PIB).

Como es fácil estimar, en manos del sec-

tor privado quedó más de la mitad del

sector agropecuario y buena parte de la

industria manufacturera. A pesar de las

tensiones que existieron con el sector pri-

vada en diferentes momentos, el régimen

sandinista siempre le pidió que mantuviera

e incrementará sus niveles de producción,

y se esforzó por darles garantías contra la

expropiación. Sin embargo, los inversio-

nistas se mantuvieron cautelosos, e inclu-

so algunos empresarios dejaron de inver-

tir en el país.

Las reformas de la revolución

El régimen sandinista estatizó el comer-

cio exterior y la banca. Emprendió tam-

bién un amplio proceso de reforma

agraria en el que entregó la mayor parte

de las tierras confiscadas a granjas es-

tatales y a cooperativas integradas bá-

sicamente por los obreros agrícolas afi-

liados a la Asociación de Trabajadores

del Campo (ATC). Fue así como, entre

1979 y 1980, se trasladaron a estos sec-

tores 1 738 millones de manzanas de tie-

rras que equivalían a 21 % del área agrí-

cola del país. El Estado sandinista tam-

bién se apropió de ingenios azucareros,

trillos de arroz, beneficios de café, des-

motadoras de algodón e instalaciones

de procesamiento de bananos y tabaco

que pertenecían a la familia Somoza y

a sus allegados. En una segunda eta-

pa, la reforma agraria tomó en cuenta

a los pequeños productores agrupados en

la Unión Nacional de Agricultores y Ga-

naderos (UNAG). Fueron afectadas y dis-

tribuidas entonces unas 804 mil manza-

nas de tierras. El régimen sandinista se

embarcó también en una masiva campa-

ña de alfabetización que movilizó a todos

los rincones del país a más de 100 000

jóvenes entusiastas, quienes enseñaron a

leer y escribir a centenares de miles de ni-

caragüenses. Emprendió, asimismo, una

amplia reforma urbana para permitir a los

habitantes de las ciudades el acceso a un

lote de tierra y a una vivienda.

Celebración del triunfo

sandinista.

Brigada alfabetizadora

sandinista.

Historia del istmo centroamericano474

El régimen político

y la revolución

A pesar de las dificultades que experi-

mentaron, los sandinistas lograron man-

tener un régimen de relativo pluralismo

político. Permitieron, al menos durante

el primer lustro de su gobierno, una no-

table apertura política hacia sus oposi-

tores. No pusieron en riesgo la libertad

de ideas y de conciencia, ni la de reli-

gión. Antes bien, reconocieron la im-

portancia de esta última para el pueblo

nicaragüense e hicieron importantes es-

fuerzos por incorporarse con espíritu cris-

tiano a sus procesos de religiosidad po-

pular. La prensa de oposición se toleró

hasta el mes de junio de 1986, momen-

to en el que se ordenó el cierre del dia-

rio La Prensa, mismo que nuevamente

volvió a circular en el mes de octubre de

1987.

Durante el régimen sandinista se

realizaron dos elecciones generales para

seleccionar autoridades supremas. La

primera fue el 5 de noviembre de 1984.

En ésta, Daniel Ortega, el candidato pre-

sidencial del sandinismo, se alzó con

67.2% de los sufragios y el Frente Sandi-

nista de Liberación Nacional (FSLN) con

61 de los 96 diputados de la Asamblea

Legislativa. El segundo proceso electoral

efectuado el 25 de febrero de 1990, como

se verá más adelante, sacó a los sandinis-

tas de la conducción del aparato estatal.

El fin de la revolución

La aspiración de los sandinistas de man-

tener una postura de no alineamiento con

la Unión Soviética, Cuba y demás países

del “socialismo real” se vio contrariada

por dos factores estrechamente relacio-

nados: la afinidad ideológica entre los

sandinistas y los regímenes de los países

del “socialismo real” y la abierta hostili-

dad del gobierno norteamericano de Ro-

nald Reagan al experimento político ni-

caragüense.

Desde el inicio, la Unión Soviética,

Cuba y otros países del bloque socialista

le ofrecieron a Nicaragua un apoyo eco-

nómico y moral que los sandinistas no es-

taban en condiciones de rechazar. La

Unión Soviética, Cuba y la República De-

mocrática Alemana (Alemania del este)

le proporcionaron armas, instructores mi-

litares y petróleo. En la búsqueda de

acuerdos para el suministro de este vital

combustible, Daniel Ortega se vio indu-

cido a realizar un controvertido viaje a

Moscú en el año de 1985. Por otro lado,

la hostilidad del régimen del presidente

Reagan hacia Nicaragua se manifestó

de múltiples formas. Basta citar dos de

ellas: el apoyo financiero otorgado a la

Ronald Reagan

Desfile militar del ejército

sandinista.

Revolución, guerra civil y democratización 475

Resistencia Nicaragüense, conocida popu-

larmente como “la Contra”, y el creciente

bloqueo económico a que sometieron a Ni-

caragua.

Como es fácil imaginar, la guerra de

desgaste ejecutada por la Contra y el blo-

queo norteamericano tuvieron un impacto

devastador sobre la economía nicaragüen-

se, que entró en una severa recesión. La

inflación alcanzó cifras estratosféricas. El

PIB disminuyó 33% entre los años1981 y

1989. Los salarios reales se derrumbaron

estrepitosamente. Muchas cosas comenza-

ron a escasear. La guerra civil, en la cual

murieron al rededor de 30 000 personas,

provocó un severo sesgo en el presupuesto

del país. El gasto militar absorbió 50 por

ciento del presupuesto en 1984, y llevó a

los sandinistas a establecer el odiado ser-

vicio militar patriótico.

Estas condiciones son importantes

para entender por qué el voto de los ni-

caragüenses que participaron en los co-

micios electorales del 25 de febrero de

1990, le dio el triunfo a la señora Violeta

Barrios viuda de Chamorro. Fue una suer-

te de mecanismo para liberarse de los

sandinistas y, por esta vía, del severo blo-

queo impuesto por los Estados Unidos a

su país. En las elecciones de 1990, la se-

ñora de Chamorro obtuvo 54.7% de los

sufragios. La derrota de los sandinistas

hizo retroceder algunas conquistas popu-

lares en torno a la reforma agraria o ur-

bana que habían afectado a la familia

Somoza y a sus aliados, muchos de los

cuales pudieron recuperar tierras y vivien-

das. Las empresas del área de propiedad

del pueblo entraron en proceso de priva-

tización.

Triunfo de Violeta Barrios,

en 1990.

Historia del istmo centroamericano476

l triunfo militar de los sandi-

nistas y la emergencia de un

régimen revolucionario en Ni-

caragua tuvo un profundo sig-

nificado para los núcleos guerrilleros

que en El Salvador y Guatemala aspira-

ban a asumir el poder estatal por la vía

insurreccional. Estos grupos guerrilleros

operaban en países en los cuales las cla-

ses dominantes locales se habían mos-

trado tradicionalmente reticentes a todo

género de apertura política y reforma so-

cial. Esto ayuda a entender por qué los

núcleos guerrilleros no fueron realmente

importantes en Honduras e inexistentes

en Costa Rica. Es proverbial la política

de reformas sociales en este último país,

mientras que Honduras vivió un proceso

reformista en la primera mitad de la dé-

cada de 1970.

La guerra en El Salvador

El triunfo sandinista está en la base de

dos hechos fundamentales en la vida po-

lítica de El Salvador que se dieron a los

pocos meses de la caída del régimen so-

mocista en Nicaragua: el primero, el gol-

pe de Estado militar de carácter reformista

que el 15 de octubre de 1979 derrocó al

general Carlos Humberto Romero, a quien

los Estados Unidos ya había instado a que

renunciara; y el segundo, la unificación

de los núcleos guerrilleros del país al in-

tegrarse el Frente Farabundo Martí para

la Liberación Nacional (FMLN) el 15 de

octubre de 1980.

Los golpistas encabezados por el

coronel Adolfo Arnoldo Majano, un mi-

litar reformista, organizaron una junta

de gobierno integrada por dos militares

y tres civiles vinculados a la social de-

mocracia y la empresa privada. Inten-

tando evitar el derramamiento masivo de

sangre que anticipaban los secuestros

realizados con la guerrilla y las masacres

LA LUCHA ARMADA EN EL SALVADOR Y GUATEMALA

E

Soldados salvadoreños

Guerrilleros salvadoreños

Revolución, guerra civil y democratización 477

de la policía y el ejército contra los ma-

nifestantes, la junta propuso un programa

de reformas sociales que contó con el

apoyo de los Estados Unidos. Esta junta

cayó a los tres meses, pues la extrema

derecha y la guerrilla no reconoció su

legitimidad política. Se organizó una se-

gunda junta y luego una tercera. Esta

última fue presidida por José Napoleón

Duarte, líder histórico de la Democracia

Cristiana salvadoreña.

Siguiendo el ejemplo nicaragüen-

se, las Fuerzas Populares de Liberación

(FPL), el Ejército Revolucionario del Pue-

blo (ERP), la Resistencia Nacional (RN) y el

Partido Revolucionario de los Trabajado-

res Centroamericanos (PRTC) se unieron en

el Frente Farabundo Martí para la Libe-

ración Nacional (FMLN) el 15 de octubre

de 1980. La fundación del FMNL había

sido precedida por la fundación de la

Dirección Revolucionaria Unificada (DRU)

que data del 22 de mayo de 1980. Este

proceso de unificación revolucionaria fue

acompañado de un movimiento de unifi-

cación de las agrupaciones de masas en

las cuales tenían influencia las organiza-

ciones político militares a que se ha he-

cho referencia. Estas organizaciones fun-

daron la Coordinadora Revolucionaria de

Masas (CRM). Fue también vital en este

proceso de consolidación de las fuerzas

revolucionarias la formación del Frente

Democrático Revolucionario (FDR) que,

aunque contaba con un claro liderazgo

social demócrata, recibía también la in-

fluencia de los grupos organizados, pri-

mero en el DRU y después en el FMNL. Du-

rante años, el FDR operó en estrecha alian-

za con el FMLN.

Considerando que las condiciones

estaban dadas para la conquista del po-

der estatal, el FMLN decidió lanzar lo que

dio en llamar una “ofensiva final” en el

mes de enero de 1981, a pocos días de

la toma de posesión del nuevo presidente

norteamericano, Ronald Reagan. La ofen-

siva del FMNL fue prematura y fracasó,

pero marcó el inicio de una guerra civil

que duró poco más de una década. El

FMLN trató de consolidar su poder en de-

terminadas áreas del país y fue así como

consiguió una gran influencia en los de-

partamentos de Morazán y Chalatenan-

go y en los bolsones que estaban en liti-

gio con Honduras. El FMLN se dedicó

también a la realización de sabotajes en

importantes obras de infraestructura de

El Salvador con grave pérdida para la

economía. En algún momento, el FMLN lle-

gó a contar con armas sofisticadas como

los misiles Sam 7 y Sam 14 con los que

derribó aviones y helicópteros del ejérci-

to salvadoreño.

José Napoleón Duarte celebra

su triunfo.

Soldados del ejército

salvadoreño.

Historia del istmo centroamericano478

La paz en El Salvador

Con el tiempo, el FMLN llegó a convertir-

se en un poderoso ejército revoluciona-

rio. Quizá la muestra más importante de

la capacidad militar del FMNL fue la ofen-

siva lanzada contra la ciudad de San

Salvador el 11 de noviembre de 1989.

En ella el FMLN movilizó varios miles de

combatientes. Se peleó con gran fiereza,

en las calles de los barrios populares y re-

sidenciales de San Salvador y sus subur-

bios. Después de los cruentos combates que

enfrentaron a los dos contrincantes, el FMLN

se replegó hacia sus santuarios en los vol-

canes que rodean la capital salvadoreña.

Las conversaciones que pusieron fin

a la guerra civil salvadoreña se iniciaron

sin mayor entusiasmo el 15 de octubre

de 1984, en un lugar de la frontera con

Honduras. Continuaron después en el

marco de la decisión de paz adoptada

por los presidentes centroamericanos en

Esquipulas II (1987). Las conversaciones

de paz sólo adquirieron un tono definiti-

vo cuando, el 14 de abril de 1990, se

firmó un acuerdo entre las partes bajo los

auspicios del secretario de la Organi-

zación de las Naciones Unidas (ONU),

Javier Peréz de Cuéllar. De allí en ade-

lante el proceso se hizo irreversible. Los

acuerdos de paz que pusieron fin a la

guerra civil salvadoreña se firmaron en

el Castillo de Chapultepec (México) el 16

de enero de 1992.

El pueblo salvadoreño tuvo que

pagar un alto costo por esta guerra ci-

vil. Se han estimado en unas 50 000,

las personas que murieron en escaramu-

zas de guerra o asesinados por cuerpos

paramilitares. Valiosas personalidades

de la vida civil murieron en esta lucha

fratricida, entre ellos, notables represen-

tantes de la Iglesia, de la intelectualidad

y de la vida política salvadoreña. El pro-

ceso de apertura política que vive ac-

tualmente El Salvador ha sido el logro

más importante de esta cruenta guerra

civil.

La guerra en Guatemala

Como se sabe, la guerrilla guatemalteca

es la más longeva de Centroamérica. Se

inició en la década de los años sesenta

cuando oficiales disidentes del ejército,

entre los que se destacan los tenientes Yon

Yosa y Turcios Lima, se fueron a las mon-

tañas para iniciar una guerrilla rural. En

una primera fase, la guerrilla ignoró al

campesinado indígena. Hacia mediados

de la década siguiente, sin embargo, una

significativa incorporación de indígenas

alteró la composición étnica de las filas in-

surgentes. El triunfo de los sandinistas en

julio de 1979 revitalizó el movimiento in-

surgente en Guatemala.

Siguiendo el ejemplo de los revolu-

cionarios nicaragüenses y salvadoreños,

los guerrilleros guatemaltecos unieron

sus fuerzas en el año 1982 en la deno-

minada Unidad Revolucionaria Nacional

Guatemalteca (URNG). Concurrieron a la

fundación de la URNG el Ejército Guerri-

Primeros pasos para la paz.

Reunión de antisandinistas

con Daniel Ortega en Sapoa.

Acuerdos de paz

en Chapultepec.

Revolución, guerra civil y democratización 479

llero de los Pobres (EGP), la Organización

del Pueblo en Armas (ORPA) y las Fuerzas

Armadas Rebeldes (FAR).

Hay que decir que la URNG no al-

canzó el potencial político y militar del

FMLN salvadoreño ni del FSLN nicaragüen-

se. Tampoco logró amenazar seriamente

la estabilidad de los regímenes políticos

de su país. Esto se debió, en parte, al

tamaño relativamente reducido de los

efectivos de la URNG, los que se han es-

timado en unos 2 000 combatientes y, por

otra parte, a los brutales pero eficaces

métodos de contrainsurgencia aplicados

por el ejército guatemalteco, que fue, en

su momento, el ejército más numeroso y

mejor apertrechado de Centroamérica

y con una base de apoyo en grupos pa-

ramilitares que sumaban más de medio

millón de hombres. El ejército sometió,

sin mayores miramientos, a aquellas po-

blaciones de quienes se sospechaba que

podían ser bases reales o potenciales de

la guerrilla. Los núcleos más afectados

por estas labores de contrainsurgencia

fueron los poblados indígenas del norte

de Guatemala, los que pagaron un alto

costo en sangre por vivir en áreas en las

cuales ha operado preferentemente la

guerrilla. En la lucha antiguerrillera del

ejército guatemalteco, se volvió prover-

bial la estrategia contrainsurgente de-

nominada “tierra arrasada” que impli-

caba el desarraigo masivo de pueblos

indígenas y la destrucción de sus po-

blados.

La búsqueda de un acuerdo nego-

ciado que pusiera fin a la lucha armada

en Guatemala fue iniciado por el presi-

dente Vinicio Cerezo en el año 1987 al

calor del Plan de Paz de Esquipulas II.

Las conversaciones adquirieron un curso

más definido durante el régimen del pre-

sidente Serrano Elías. Se interrumpieron

abruptamente a raíz del autogolpe de este

último en el mes de mayo de 1993, pero

se reiniciaron durante el régimen de Ra-

miro de León Carpio. Sin embargo, no se

obtuvieron logros significativos debido a

la cerrada oposición del alto mando mili-

tar a una paz negociada con los insur-

gentes. Se produjeron conquistas defini-

tivas hasta el primer año de régimen de

Álvaro Arzú quien asumió la Presiden-

cia del país el 14 de enero de 1996 con

la firme promesa de poner fin a la lucha

armada. Para ello, tuvo que deshacerse

del tradicional tutelaje militar reducien-

do la influencia que el Estado Mayor Pre-

sidencial ejercía sobre los presidentes

civiles del país. Fue así como, el 19 de

marzo de 1996, se suscribió un alto al

fuego con el liderazgo de la URNG. El 29

de diciembre de 1996 se firmó, finalmen-

te, en la ciudad de Guatemala, el fin de

la guerra civil guatemalteca que duró 36

años y que dejó mas de 100 000 muer-

tos y 40 000 desaparecidos. La Organi-

zación de la Naciones Unidas (ONU) jugó

un papel estelar de mediación en las con-

versaciones que pusieron fin a la lucha

armada en este país.

Escena del fin de la guerra

Vinicio Cerezo, presidente

de Guatemala.

Historia del istmo centroamericano480

l triunfo de los sandinistas no

fue recibido con gran preocu-

pación por el gobierno del pre-

sidente James Carter, quien

presionó hasta el último momento por el

relevo del dictador Somoza. Frente al es-

calamiento de la lucha armada en El Sal-

vador, el mandatario norteamericano

apoyó el golpe de Estado que derribó al

general Romero en octubre de 1980 y a

la junta de carácter reformista que lo sus-

tituyó. Carter confiaba en que por la vía

de las reformas (como la agraria, por

ejemplo) se podría minar la base de sus-

tentación de los movimientos insurgentes.

Funcionarios de la AID colaboraron acti-

vamente en la reforma agraria promo-

vida por la junta que ocupó el lugar del

depuesto general Romero. El gobierno

norteamericano también insistió en el res-

peto a los derechos humanos y los valores

democráticos como elementos importan-

tes de su política exterior. Con tal fin, pre-

sionó a los gobiernos centroamericanos

para que enmendaran el comportamiento

de sus cuerpos policiales y paramilitares

cuando violaban los derechos humanos de

la población civil.

“La Contra” nicaragüense

La política norteamericana hacia Centro-

américa, agitada por la guerra civil y la

lucha revolucionaria, experimentó un pro-

fundo vuelco cuando ascendió a la presi-

dencia de Estados Unidos, a principios de

1981, Ronald Reagan. En diciembre de ese

LA POLÍTICA NORTEAMERICANA EN CENTROAMÉRICA

E

Tratado Torrijos-Carter, 1977

Revolución, guerra civil y democratización 481

año, el presidente Reagan firmó una di-

rectiva presidencial que autorizó a la

Agencia Central de Inteligencia (CIA) a

gastar 19.8 millones de dólares con el

fin de crear una fuerza de exilados con-

trarrevolucionarios nicaragüenses, la lla-

mada “Contra”.

Para el año 1983, la Contra su-

maba unos 4 000 hombres; al año si-

guiente, tenía de 10 000 a 15 000 hom-

bres en armas. La CIA no sólo se encargó

de organizar y financiar a la Contra, sino

que ocasionalmente realizó actividades

de sabotaje en su nombre como, por

ejemplo, el minado de puertos nicara-

güenses. A lo largo de los años en los

que operó, la Contra se dedicó funda-

mentalmente a atacar objetivos civiles,

para evitar que los sandinistas pudieran

consolidar la economía, además de sem-

brar el desconcierto y el desánimo entre

la población. La Contra atacó fundamen-

talmente cooperativas, clínicas y centros

de salud. Sus ataques indujeron a los

sandinistas a endurecer su régimen y a

decretar el controversial “servicio mili-

tar patriótico” que tanta animadversión

les generó en amplios sectores de la po-

blación.

La principal base de operaciones

de la Contra fue el territorio hondureño.

Operó en forma secundaria desde terri-

torio costarricense donde encontraron su

base de operaciones los hombres en ar-

mas que dirigía el ex sandinista Edén

Pastora. Honduras no sólo prestó el área

fronteriza de su territorio para los des-

plazamientos de la Contra, sino que tam-

bién cedió una parte de la zona central

de su territorio para la instalación de una

base militar norteamericana. Los gober-

nantes hondureños también le ofrecieron

a los norteamericanos su territorio para

el entrenamiento de soldados salvado-

reños “boinas verdes” del ejército norte-

americano.

Tropas estadounidenses

en Honduras.

Edén Pastora

Historia del istmo centroamericano482

Honduras y los Estados Unidos

Honduras prestó también sus tierras para

que el ejército norteamericano realiza-

ra ejercicios militares con la milicia de

ese país con propósitos disuasivos. Como

parte de esta política de subordinación

hacia la política del presidente Reagan

en Centroamérica, el ejército hondure-

ño también colaboró con el salvadoreño

en el control de los refugiados que vivían en

campamentos que estaban bajo la custo-

dia del Alto Comisionado de las Nacio-

nes Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Esta política de subordinación le reportó

a los gobernantes hondureños una impor-

tante corriente de apoyo financiero de

Norteamérica que les permitió postergar

por unos años la crisis económica y fi-

nanciera de ese país. Se ha dicho que

durante los años ochenta, Honduras reci-

bió una inyección en ayuda financiera

norteamericana de más de mil millones

de dólares. Los ejercicios militares con el

ejército de los Estados Unidos permitie-

ron al ejército hondureño avituallarse

mejor y aumentar su potencia de fuego.

El presidente Reagan no sólo some-

tió a los sandinistas a una política de des-

gaste a través del apoyo a la Contra, sino

que también los bloqueó económica y fi-

nancieramente. A Nicaragua se le redu-

jo 90% la cuota de azúcar que exporta-

ba al mercado norteamericano. En julio

de 1983, el gobierno de los Estados Uni-

dos intervino ante el Banco Interamerica-

no de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial

(BM) para que no se le concedieran crédi-

tos al régimen sandinista si no garantiza-

ba las condiciones para que la empresa

privada local operará con plena libertad

y se revitalizara. El 7 de mayo de 1985,

el presidente Reagan aplicó un embargo

total a Nicaragua que dañó profunda-

mente la economía de ese país.

La invasión de Panamá

La posibilidad de una intervención militar

directa de tropas norteamericanas para

decidir el curso de la guerra civil en Nica-

ragua y El Salvador siempre fue contem-

plada por los principales actores de estos

cruentos procesos. Sin embargo, cuando

la intervención militar se produjo, fue en

Invasión de Estados Unidos

a Panamá.

Miembros de los batallones de

dignidad detenidos tras la

invasión de Panamá.

Revolución, guerra civil y democratización 483

Panamá, y por razones diferentes al con-

flicto bélico del istmo centroamericano.

En una operación militar denominada

“Causa Justa”, unos 20 000 soldados

norteamericanos desembarcaron en Pa-

namá en la noche del 20 de diciembre

de 1989, con el pretexto de proteger la

vida de ciudadanos norteamericanos

después de una serie de incidentes en

los que perdió la vida uno de ellos. Un

pretexto semejante había sido esgrimi-

do para invadir la isla caribeña de Gra-

nada unos años antes.

Sin embargo, el objetivo fundamen-

tal y declarado del operativo de invasión

militar a Panamá fue la captura del “hom-

bre fuerte” de ese país, el general Ma-

nuel Antonio Noriega, quien había sido

acusado el 4 de febrero de 1988 ante un

juez norteamericano de estar involucra-

do en el narcotráfico internacional. Más

tarde, en 1990, se le acusó de ignorar la

voluntad del electorado panameño cuan-

do mandó anular los resultados de los

comicios presidenciales. El operativo mi-

litar norteamericano fracasó inicialmen-

te en su intento de capturar al general

Noriega, de quien se pensó por algún

momento que se había retirado a las

montañas para organizar la resistencia

contra el invasor. Sin embargo, Noriega,

que se había refugiado en la Nunciatu-

ra, decidió posteriormente entregarse a

las tropas norteamericanas de ocupación.

Con la captura y envío de Noriega

a los Estados Unidos para comparecer

ante el juzgado en que había sido acu-

sado, terminó la historia de un indivi-

duo que durante buena parte de la dé-

cada de los años ochenta había sido el

verdadero poder o mandatario de turno

en Panamá. De Noriega, se ha dicho que

manejaba a los políticos panameños de

la misma forma que los ascensos de los

sargentos en los cuarteles de las Fuer-

zas de Defensa, que dirigió a partir del

año de 1983. Noriega había sido alia-

do de los Estados Unidos. Llegó a ser

agente de la CIA y colaboró con los nor-

teamericanos en el avituallamiento de la

Contra nicaragüense. Uno podría especu-

lar sobre las causas más profundas de la

invasión norteamericana a Panamá rela-

cionándola con los intereses norteameri-

canos en el Canal y con la desarticulación

de la guardia panameña, que se dio a los

pocos meses de la invasión norteamerica-

na. Como consecuencia, Panamá se con-

virtió en el segundo país de Centroaméri-

ca, después de Costa Rica, que abolió su

ejército y se quedó nada más con un cuer-

po policial.

El dictador Manuel Antonio

Noriega.

Soldados de los Estados Unidos

en las calles de Panamá.

Historia del istmo centroamericano484

a década de los años ochenta

no sólo fue pródiga en confron-

taciones, guerras civiles y alinea-

miento ideológico. Fue también

un espacio para procesos de democrati-

zación entendidos como el paso de regí-

menes militares a civiles. Estos procesos de

democratización tuvieron su arraigo en

una tradición política en la cual se han

combinado períodos de gobiernos ilegíti-

mos, surgidos de golpes de Estado o de

procesos electorales viciados, con gobier-

nos legítimos surgidos de procesos electo-

rales limpios y honestos. Sin embargo, los

movimientos democratizadores de la dé-

cada de los años ochenta no pueden ser

comprendidos si no se considera la polí-

tica norteamericana de ese período que

los apoyó como una vía para aislar a los

sandinistas e inducirlos a legitimar su

poder por la vía electoral. En esta cues-

tión, Costa Rica continuó una tradición

de democracia representativa firmemen-

te establecida.

Honduras

En Honduras, el gobierno norteamerica-

no del presidente Carter logró conven-

cer al régimen militar del general Poli-

carpo Paz García de la conveniencia de

suspender el fraude electoral que el ejér-

cito había preparado con el apoyo del

Partido Nacional y auspiciar un proce-

so electoral limpio y honesto. Fue así

como, en las elecciones para la Asam-

blea Nacional Constituyente de abril de

1980, el Partido Liberal obtuvo el triun-

fo, mismo que fue confirmado en las elec-

ciones generales de noviembre de 1981,

en las que el Partido Liberal llevó a la

presidencia del país al doctor Roberto

Suazo Córdoba con quien el Departa-

mento de Estado norteamericano nego-

ció el uso del territorio hondureño para

convertirlo en base de operaciones con-

trarrevolucionarias. De allí en adelante,

los hondureños han realizado eleccio-

nes presidenciales cada cuatro años

(1985, 1989, 1993) configurando uno

de los interludios de sucesión democrá-

tica más importantes en la vida política

del país.

Guatemala

La consolidación del juego electoral de-

mocrático ha sido más difícil de lograr

en Guatemala. El general Efraín Ríos

Montt había llegado a la conducción del

aparato estatal por la vía de un golpe

de Estado realizado en marzo de 1982.

El 8 de agosto de 1983, Ríos Montt fue

derrocado por su ministro de defensa,

DEMOCRATIZACIÓN Y RÉGIMEN POLÍTICO

L

James Carter

Votaciones en Honduras

Revolución, guerra civil y democratización 485

el general Humberto Mejía Víctores,

quien contó en su acción golpista con el

apoyo de la empresa privada guatemal-

teca; los empresarios se habían opuesto

abiertamente al intento del general de-

rrocado de llevar adelante una reforma

fiscal para equilibrar las cuentas del Es-

tado. En julio de 1984, Mejía Víctores

convocó a elecciones de diputados a una

Asamblea Nacional Constituyente, que

elaboraría la nueva constitución política y

la ley de elecciones en virtud de la cual

sería electo el nuevo presidente del país.

En las elecciones presidenciales de noviem-

bre de 1985, obtuvo el triunfo Vinicio Ce-

rezo, quien se convirtió así en el primer

mandatario civil guatemalteco desde que

Julio César Méndez Montenegro entrega-

ra la presidencia quince años antes. Cere-

zo tomó posesión de la presidencia del país

el 14 de enero de 1986. Cinco años des-

pués, su lugar fue ocupado por el candi-

dato triunfador de las elecciones de no-

viembre de 1991, Jorge Serrano Elías.

Al entregar la presidencia a Serra-

no Elías, Cerezo se convirtió en el tercer

presidente civil guatemalteco en concluir

un mandato presidencial durante el siglo

XX y en el primer presidente en transferir-

le el mando presidencial a un partido de

oposición. Serrano Elías no concluyó su

mandato ya que fue destituido en el mes

de mayo de 1993 al intentar asumir po-

siciones dictatoriales para solucionar el

serio problema de pérdida de legitimidad

política de su régimen. Ocupó su lugar

Ramiro de León Carpio, nombrado por el

Congreso Nacional para concluir el man-

dato de Serrano Elías. A comienzos de

1996, Ramiro de León entregó la banda

presidencial a Álvaro Arzú en lo que pa-

recía un augurio de que la sucesión de-

mocrática de presidentes en ese país se

volvería una rutina.

Jorge Serrano Elías, presidente

de Guatemala.

Alfredo Cristiani, presidente

de El Salvador.

Historia del istmo centroamericano486

El Salvador

Un itinerario semejante al de Honduras

puede observarse en El Salvador, donde

se asistió a las elecciones para integrar

la Asamblea Nacional Constituyente en

el año de 1982, para presidente en los

años de 1984, 1989 y 1994, y para di-

putados en 1985, 1988, 1991, 1994 y

1997. Buena parte de estas elecciones

se realizaron en plena guerra civil, en

general, bajo la amenaza de las balas y

la interrupción del transporte decretada

por la guerrilla. Desde 1991, comenza-

ron a participar en el proceso electoral

algunos candidatos que tenían nexos con

el FMLN, pero no fue sino hasta 1994, des-

pués de firmada la paz, cuando todas las

fuerzas políticas del país se enfrentaron

en las urnas. También es importante des-

tacar que, por primera vez desde 1931,

la Presidencia de la República ha sido

ocupada por civiles, quienes han conclui-

do su mandato y entregado el cargo a

otro individuo debidamente electo. De

esta manera, han ejercido la Presidencia

José Napoleón Duarte (1984-1989), Al-

fredo Cristiani (1989-1994) y Armando

Calderón Sol (1994-1999).

Nicaragua

En el caso de Nicaragua, los sandinis-

tas se vieron inducidos, como se indi-

có, a celebrar elecciones a lo largo de

la década de 1980. En las realizadas

el 5 de noviembre de 1984, los candi-

datos sandinistas lograron la mayoría

en la Asamblea y la Presidencia de la

República, pero en las del 20 de febre-

ro de 1990, perdieron la conducción del

aparato estatal. Los sandinistas trataron

de recuperar la conducción del Estado

en las elecciones generales del 22 de no-

viembre de 1996, pero fueron nuevamen-

te derrotados. En ambas elecciones, el

Daniel Ortega en campaña

electoral.

Revolución, guerra civil y democratización 487

candidato presidencial del sandinismo

fue Daniel Ortega. El candidato gana-

dor de las elecciones de noviembre de

1996 fue el representante de los secto-

res liberales, Arnoldo Alemán, ex alcal-

de de Managua.

Panamá

Panamá tampoco escapó a la inestabili-

dad política durante la década de los años

ochenta, pues el general Noriega puso y

quitó presidentes hasta que los norteame-

ricanos lo detuvieron, y fue expatriado en

el año 1989. Desde 1968, las esferas mi-

litares determinaron la sucesión presiden-

cial, a raíz de la invasión en 1989 se

desintegró la estructura militar y se reini-

ció el proceso de elección democrática.

Así han ocupado la presidencia del país

Guillermo Endara (1989-1994); Ernesto

Pérez Balladares (1994-1999), y Mireya

Moscoso (1999-2004).

Costa Rica

Como se ha dicho, Costa Rica hizo gala,

desde antes de la década de los años

ochenta, de su tradicional estabilidad

política. Los costarricenses fueron a elec-

ciones para ungir como presidente a Luis

Alberto Monge (1982-1986), Óscar Arias

Sánchez (1986-1990), Rafael Ángel Cal-

derón Fournier (1990-1994) y José Figue-

res H. (1994-1998).

Sin embargo, a pesar de que esta-

mos asistiendo a un período de relativa

estabilidad en la sucesión presidencial,

la mayoría de los observadores atentos

al acontecer centroamericano son de la

idea de que en Guatemala y El Salvador,

aunque en menor grado en Honduras y

Nicaragua, los militares son todavía un

importante factor de poder. Se vive, por

otra parte, bajo regímenes democráti-

cos que practican una política de exclu-

sión social de amplios sectores de la po-

blación.Óscar Arias, Costa Rica

Guillermo Endara, presidente

de Panamá.

Historia del istmo centroamericano488

CONCLUSIÓN

En este capítulo, se mostraron los evidentes vínculos entre la instauración del

régimen sandinista, la guerra civil que se produjo en Nicaragua a lo largo de

su ciclo vital, la escalada de la lucha guerrillera en El Salvador, la revitaliza-

ción de la guerrilla guatemalteca y la intervención norteamericana en la re-

gión. Esta última, tenía como propósito fundamental apuntalar a las fuerzas sociales

que se oponían a los sandinistas en el poder y luchar, a través de diversos mecanismos,

en contra de los alzados en armas que en El Salvador y Guatemala pretendían obtener

el control del poder del Estado por la vía de la insurrección.

Asimismo, se hizo referencia a las iniciativas surgidas desde dentro y fuera

de la región con el objetivo expreso de inducir a las fuerzas beligerantes a lograr

acuerdos de paz, efectivos y duraderos. Finalmente, se registraron los procesos de

alternabilidad en el poder del Estado que tuvieron lugar en el istmo durante el

período en cuestión. En este sentido, hay que decir que pareciera ser que en los

países del área estamos asistiendo al proceso de hacer una rutina la sucesión pre-

sidencial y a la consolidación de las instituciones democráticas que son moneda

corriente en Costa Rica desde hace varias décadas.

Las armas, medio para buscar

la paz en Centroamérica.

Antonio Madrid

Sobre el tema Ritos y Ofrendas

Óleo sobre acrílico

s/f

Panamá

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 493

INTRODUCCIÓN

a década de 1980 fue de guerra, revolución e intervención en Centroamé-

rica, pero fue también la “década perdida” en términos económicos y so-

ciales. En efecto, en la mayor parte de los países, el estancamiento y el

deterioro económico se conjugaron con un aumento desmesurado de las

desigualdades sociales. Este capítulo ofrece una visión general de la situación econó-

mica y social de los países del istmo desde inicios de la década de los años ochenta.

Si bien es cierto que las guerras golpearon poderosamente las economías de algunos

de los países centroamericanos, también lo es que las tendencias de la economía

mundial incidieron negativamente en la producción, las exportaciones y el comercio

de toda la región. Como resultado, los niveles de pobreza y desempleo aumentaron de

manera sensible y las esperanzas de alcanzar niveles superiores de bienestar social

se frustraron. En aquellos países que sufrieron tanto guerra como crisis económica, el

resultado fue un retroceso de los niveles de desarrollo económico alcanzados hace

décadas, lo cual complica los esfuerzos que tienen que hacerse para iniciar una

recuperación y un desarrollo sostenido.

L

Una imagen de la “década

perdida”.

Historia del istmo centroamericano494

Crisis y deuda

ientras que Centroamérica

iniciaba la década de los

años ochenta en medio de

movimientos revolucionarios

y guerras civiles, en el resto del mundo

empezaba una severa recesión econó-

mica que condujo a una drástica caída

de los precios de los principales produc-

tos de exportación centroamericanos, so-

bre todo, el café. La caída de los pre-

cios internacionales hizo que se redujera

en un tercio la capacidad de importa-

ción de los países del área. Se produjo

lo que los economistas denominan un de-

terioro de los términos de intercambio.

Esto ocurrió en un momento en que

las políticas monetarias impulsadas por

los Estados Unidos condujeron a un au-

mento sin precedentes de las tasas de in-

terés internacionales, lo que, a su vez, pro-

vocó un dramático incremento de los pagos

de la deuda externa de nuestros países.

Se ha estimado que la deuda externa

de Centroamerica (excluida Panamá),

pasó de 4 644 millones de dólares en 1979

a 8 582 millones de dólares en 1981 (da-

tos de la CEPAL). En los años siguientes, la

deuda continuó creciendo: en 1985, el

monto total de la deuda externa centro-

americana (incluida Panamá) era de

17 602 millones de dólares y en 1990

CRISIS ECONÓMICA, DEUDA EXTERNA Y AJUSTE

ESTRUCTURAL

M

La persistencia del atraso

en el campo.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 495

había ascendido a 22 426 millones de

dólares (datos del BID). A partir de enton-

ces, los incrementos en la deuda externa

tienen una tendencia moderada si se les

compara con los abruptos saltos de la dé-

cada de los años ochenta.

Al menos un factor adicional debe

ser agregado para comprender el origen

de la situación económica de inicios de

la década de los años ochenta. Se trata

de la denominada “crisis petrolera” de

1979, que se manifestó en un incremento

del precio de los hidrocarburos e incidió

gravemente sobre las finanzas de los go-

biernos y de los consumidores en gene-

ral. La crisis petrolera de 1974 tuvo efec-

tos semejantes sobre la economía de

nuestros países, que son importadores

netos de petróleo.

Como se puede comprender, estos

factores combinados golpearon severa-

mente a las economías de nuestros paí-

ses, los cuales se enfrentaron a serios

problemas de balanza de pagos, a in-

cumplimientos con las obligaciones de la

deuda externa y a una inflación galopan-

te. Para atacar estos problemas, los go-

biernos de los países centroamericanos se

vieron obligados a acudir a organismos

financieros internacionales como el Fon-

do Monetario Internacional (FMI), el Banco

Mundial (BM) y a la Agencia para el De-

sarrollo Internacional (AID), quienes se

mostraron dispuestos a suministrar el

apoyo financiero requerido por nuestros

países a condición de que adoptasen las

políticas de ajuste estructural sugeridas por

ellos.

Firma de acuerdo con el BM y

el FMI para Centroamérica.

La “crisis petrolera” de 1979

golpeó severamente

las economías

de Centroamérica.

Historia del istmo centroamericano496

El ajuste

Los programas de ajuste estructural que

sugieren los organismos financieros in-

ternacionales son de dos tipos: los de es-

tabilización y los de ajuste estructural

propiamente dichos. Los primeros son pro-

gramas de corto plazo cuyo objetivo fun-

damental es corregir desequilibrios ma-

croeconómicos tales como el déficit de la

balanza de pagos y la inflación. Estos

programas vinculan a los países con el

FMI, el cual ofrece préstamos a corto pla-

zo a cambio de que se adopten medidas

en relación a la reducción del crédito, a

la liberalización de los precios y a la de-

valuación de la moneda local. Los pro-

gramas de ajuste estructural propiamen-

te dicho son de mediano plazo cuya meta

es reactivar la economía. Para obtener

créditos para estos programas, tanto el

Banco Mundial (BM) como la Agencia

para el Desarrollo Internacional (AID) po-

nen como condición que los países ha-

yan acordado previamente un programa

de estabilización con el FMI. Es por esta

razón que, en la práctica, los programas

de estabilización se convierten en la pri-

mera fase de los programas de ajuste

estructural (PAEs).

Los PAEs descansan en la creencia

doctrinaria de que la economía se acti-

vará si los recursos financieros se dirigen

hacia la empresa privada (que es vista

como el motor del desarrollo económico

y social de un país), si se elimina cual-

quier regulación del mercado por parte

del Estado, si se liberan los precios y las

tasas de interés y se elimina cualquier

mecanismo de control sobre las inversio-

nes. Asimismo, abogan por una mayor

integración de los países al mercado in-

ternacional a través del establecimiento

de tasas de cambio que hagan más com-

petitivas las exportaciones, por la reduc-

ción de las tasas arancelarias proteccio-

nistas, por el establecimiento de incentivos

para las empresas que desean invertir en

la producción de rubros de exportación

a través de la creación de zonas fran-

cas en las cuales se ofrecen amplias

exenciones en materia impositiva. Como

es bien conocido, tanto los programas

de estabilización como los de ajuste es-

tructural se basan en principios doctri-

narios neoliberales.

Los logros del ajuste

En el área centroamericana, Costa Rica,

Panamá y Honduras fueron los primeros

países en recibir préstamos para progra-

mas de estabilización y ajuste estructural.

Maquina para la elaboración

de jugos azucarados, un nuevo

producto de exportación.

Almacenaje de caña

en un ingenio de la región

de Sonsonate.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 497

Costa Rica recibió créditos de estabiliza-

ción y ajuste del FMI en los años de 1980 a

1982, 1985 y de 1987 a 1989 y del Ban-

co Mundial en 1983, 1985 y 1989. Pa-

namá recibió créditos de estabilización

y ajuste del FMI en los años de 1980-86 y

del Banco Mundial en 1984 y 1987. Hon-

duras acordó un programa de estabiliza-

ción con el FMI en los años de 1980 a

1981, el cual fue interrumpido por falta

de cumplimiento de las metas acordadas.

Un verdadero y severo programa de

ajuste estructural sólo comenzó en Hon-

duras en el mes de marzo de 1990. La

demora en el ajuste estructural hondureño

tiene mucho que ver con la considerable

ayuda financiera que obtuvo este país de

la AID durante la década de los años ochen-

ta debido a su actitud de colaboración con

la política contrarrevolucionaria de los Es-

tados Unidos en la región.

En Nicaragua se introdujeron pro-

gramas de estabilización en 1982 y 1985

sin mayor impacto. Entre 1988 y 1989,

el régimen sandinista se embarcó en un

programa de estabilización similar a los

exigidos por el FMI. Uno de ajuste estruc-

tural severo se lanzó en 1991 por el régi-

men de la presidenta Violeta Chamorro.

Guatemala también tomó la ruta de los

programas de estabilización a partir del

año 1981. Este fue el primero de cuatro

programas de estabilización que suscri-

bió este país con el FMI a lo largo de la

década de los años ochenta. Todos ellos

se suspendieron por falta de cumplimien-

to de las metas o por no haberse instru-

mentado las medidas previstas. En el año

de 1991, el presidente Serrano Elías ini-

ció una nueva ronda de este tipo de pro-

gramas con el apoyo del FMI. En el caso

de El Salvador, éstos se iniciaron en 1982,

y uno nuevo en el año 1986. En 1989, el

presidente Cristiani se embarcó en un pro-

grama de estabilización y ajuste de ma-

yores proporciones que los anteriores.

En términos generales, los progra-

mas de estabilización y ajuste que se apli-

caron en la región centroamericana tu-

vieron importantes logros en el área

macroeconómica. Lograron controlar y

reducir el déficit fiscal, así como la infla-

ción, crear un ambiente favorable para las

exportaciones, en fin, gestar condiciones

para propiciar un crecimiento económi-

co. Sin embargo, se produjo un profundo

desequilibrio en nuestras sociedades, ya

que estos logros se obtuvieron, como ve-

remos más adelante, con un costo social

muy alto para la mayoría de los habitan-

tes del istmo centroamericano.

Comercio en Nicaragua

Historia del istmo centroamericano498

Los costos del ajuste

s difícil separar el impacto de

la crítica situación económica

de la década de los años ochen-

ta y de las políticas de ajuste

estructural instrumentadas dadas las con-

diciones económicas y sociales de los paí-

ses del istmo centroamericano. En el ám-

bito propiamente económico, hay que

destacar el creciente déficit de la balan-

za de pagos, el peso oneroso del servicio

de la deuda externa sobre las finanzas

públicas y los servicios sociales propor-

cionados por el Estado, la inflación y el

estancamiento relativo de las actividades

productivas. La crisis económica y el ajuste

estructural han conducido a la concen-

tración del ingreso y a una aguda polari-

zación social. Es decir, ambos fenóme-

nos han hecho a los ricos más ricos y a

los pobres más pobres.

El deterioro del nivel de vida de

los estratos medios urbanos y de los nú-

cleos más pobres de nuestros países, que

CRISIS ECONÓMICA, AJUSTE ESTRUCTURAL Y MODELO

DE DESARROLLO

E

Panorámica de la ciudad

de Panamá.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 499

constituyen la abrumadora mayoría de

su población, es impresionante. En este

sentido, hay que enfatizar que la crisis

económica y el ajuste estructural no han

afectado por igual a todos. Han golpea-

do, sobre todo, a aquellos núcleos empre-

sariales pequeños y medianos que produ-

cen para el mercado interno, a los

trabajadores asalariados y a los secto-

res de bajos ingresos de nuestras socie-

dades que son conducidos a un estado

generalizado de miseria social. Los prin-

cipales beneficiados de estos procesos

han sido el capital transnacional que se

mueve en nuestros países en una atmós-

fera creciente de desregulación y de re-

ducción de aranceles, los grandes ex-

portadores y los especuladores de toda

laya que han proliferado en los últimos

lustros.

Al empobrecimiento masivo a que

se hace referencia, contribuyen, en bue-

na medida, el deterioro de los salarios

reales de los trabajadores como produc-

to de la devaluación, la inflación y la es-

peculación, así como la rigidez con la cual

el sector gubernamental y el sector priva-

do manejan la cuestión de los reajustes

salariales. Esto último no sucede en el caso

de Costa Rica y Panamá, donde los sec-

tores asalariados recuperaron el nivel del

salario real que tenían antes de la crisis

económica de la década de los años

ochenta.

Pobreza urbana en Panamá

Trabajadores bananeros

en Costa Rica.

Historia del istmo centroamericano500

Inflación y desempleo

La inflación es, sin duda, un duro fla-

gelo que gravita pesadamente sobre las

espaldas de los sectores asalariados y

de los sectores de más bajos ingresos de

nuestras sociedades. Todos los países

del istmo experimentaron durante la dé-

cada de los años ochenta y en lo que

va de la década de los noventa tasas

de inflación sin precedentes. Durante la

primera década, las tasas más altas de

inflación las encontramos en Costa Rica

y Nicaragua. La tasa media de infla-

ción anual en Costa Rica durante la

década de los años ochenta fue 23.5%,

pero la de Nicaragua fue 432%. La de

El Salvador fue 17.2%, la de Guatema-

la 14.6%, la de Honduras 5.4% y la de

Panamá 2.4%. Durante la década de los

años noventa, la tasa de inflación tien-

de a reducirse o a estabilizarse en la

mayoría de los países centroamerica-

nos con la excepción Honduras, en don-

de la inflación ha alcanzado niveles sin

precedentes que lo convierten en el país

que posee la tasa inflacionaria más alta

de la región. Durante el año 1996, la

inflación de Honduras fue 25%, la que

debe ser contrastada con 8% en El Sal-

vador, 10.43% en Guatemala y 11.26%

en Nicaragua.

La crisis económica y el ajuste es-

tructural inciden negativamente en las ta-

sas de desempleo y subempleo en el área

Industria de fertilizantes

en Nicaragua.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 501

País Desempleo Subempleo

abierto

Guatemala 6.0% 33.4%

Honduras 8.6% 31.4%

El Salvador 10.0% 45.0%

Nicaragua 23.5% 36.5%

Costa Rica 4.2% 16.8%

Panamá 13.0% 45.0%

centroamericana. Según puede apreciar-

se en el siguiente cuadro, las tasas de des-

empleo abierto y de subempleo para el

año 1995 son las siguientes (según cifras

oficiales):

Seguramente, las tasas de desem-

pleo abierto y de subempleo serían ma-

yores si no fuera por el denominado sec-

tor informal que absorbe importantes

contingentes de población que no encuen-

tra empleo en el sector formal. Al sector

informal nos referiremos más adelante.

El nuevo modelo económico

La crisis económica de inicios de la déca-

da de los años ochenta y las políticas neo-

liberales que se emplearon, y aún se em-

plean, para superarla, están poniendo las

bases de un nuevo modelo de desarrollo

económico y social que: 1) reduce la in-

tervención reguladora del Estado en la

actividad económica; 2) induce a la pri-

vatización de las empresas estatales y

paraestatales; 3) tiende a la liberación de

los precios y de las tasas de interés;

4) busca reducir las políticas de subsidios

al sector industrial de sustitución de im-

portaciones y a los servicios públicos en

general; 5) reduce los aranceles de im-

portación para permitir la libre moviliza-

ción de mercancías y capitales, y 6) esti-

mula la exportación de bienes con los que

es posible hacer transacciones, ya sea con

los productos denominados tradicionales

(café y banano), con los no tradiciona-

les (por ejemplo, melón, ajonjolí, hortali-

zas, frutas y flores) o con los artículos

manufacturados.

Este nuevo modelo de desarrollo es

capaz de producir crecimiento económi-

co en el área centroamericana, como ha

ocurrido en los últimos años, pero a un

alto costo social, ya que, como sugieren

varios analistas, este modelo de desarro-

llo económico y social tiende a concen-

trar los frutos del crecimiento económico

en una pequeña minoría y a distribuir po-

breza y miseria entre las mayorías.

La precariedad de la vida

de la población

centroamericana

en tiempos del ajuste.

El desempleo, consecuencia

de la crisis económica.

Historia del istmo centroamericano502

Industrialización

omo se sabe, el sector industrial

centroamericano sólo comenzó

a desarrollarse a partir de la dé-

cada de los años cincuenta,

cuando la ola de industrialización por sus-

titución de importaciones llegó a la región

después de haber alcanzado a otros paí-

ses de mayor desarrollo relativo del sub-

continente latinoamericano. Pero fue, so-

bre todo, en el período comprendido en-

tre los años sesenta y ochenta que se lo-

gró instalar una determinada capacidad

industrial, se formó y templó una clase

empresarial y se logró una importante

acumulación de conocimiento tecnológi-

co y experiencia gerencial.

En el nuevo medio creado por las

políticas de ajuste estructural, el sector

industrial centroamericano se enfrenta a

serios desafíos que le exigen la supera-

ción de los rezagos tecnológicos, un me-

jor control sobre la calidad de los pro-

ductos fabricados y una mejor gestión en

sus empresas a fin de mejorar su compe-

titividad en el mercado interno y regional

y poder exportar hacia los exigentes mer-

cados de los países altamente desarrolla-

dos. Con este propósito, se ha inscrito en

la agenda de los gobiernos de la región la

denominada reconversión industrial que

avanza a un ritmo relativamente lento en

los diferentes países del istmo. El nuevo

ambiente de competitividad creado por

las políticas de libre mercado, actualmente

en boga, representa ciertamente un de-

safío mucho mayor para la pequeña y

mediana industria de nuestros países que,

a pesar de su rezago tecnológico, repre-

senta una fuente fundamental de empleo

industrial.

INDUSTRIALIZACIÓN Y URBANIZACIÓN

CFábrica de confección

en Morazán, El Salvador.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 503

El sector industrial de la región ge-

neralmente se concentra en la principal

ciudad de cada país, y más específica-

mente, en cada una de las capitales cen-

troamericanas. Esto explica, en parte,

la hipertrofia de su desarrollo urbano. La

concentración de las oficinas guberna-

mentales, de las facilidades educativas y

de los servicios de salud son también fac-

tores que deben tomarse en cuenta para

entender el fenómeno de hipertrofia ur-

bana que presentan las capitales de los

países de la región, que, hoy por hoy,

concentran un alto porcentaje de la po-

blación total de cada país. Según datos

disponibles, para 1980, la ciudad de

Guatemala concentraba 19.9% de la

población total del país, Tegucigalpa

10.3%, San José 25.1% y la ciudad de

Panamá 33.3%. Aunque no se dispone

de datos actualizados, es obvio que las

capitales centroamericanas concentran

un alto porcentaje de la población ur-

bana del país respectivo.

Urbanización

En el origen de este fenómeno de con-

centración urbana se encuentran funda-

mentalmente las corrientes migratorias

que, en las últimas décadas, se han dado

desde el campo a la ciudad como pro-

ducto de los cambios en el agro y por la

La migración del campo

a la ciudad se aceleró

con la crisis económica.

Historia del istmo centroamericano504

expectativa de la población rural de me-

jorar su situación, así como por el creci-

miento vegetativo de la población urba-

na propiamente dicha. Investigaciones

recientes destacan el peso de los niños y

las mujeres en las corrientes migratorias

del campo hacia las ciudades en las últi-

mas décadas. Esto ayuda a entender, al

menos en parte, porqué las mujeres re-

presentaban, según datos de finales de

la década de los años ochenta, 51.7% y

los hombres 48.3% de la población ur-

bana del área centroamericana. En el

caso de El Salvador (52.9% mujeres y

47.1% hombres) y Nicaragua (51.9%

mujeres y 48.1% hombres), las cifras de

distribución poblacional por sexo reve-

lan la presencia de importantes despla-

zamientos de población motivados por

los conflictos armados que sacudieron a

esos países. Es éste otro de los factores

que debe ser incorporado al análisis

para entender el fenómeno de las mi-

graciones rural-urbanas en algunos paí-

ses de la región.

Pobreza e informalidad

El proceso de industrialización y la con-

centración urbana que generó en las ca-

pitales centroamericanas y en otros cen-

tros urbanos dio lugar al surgimiento de

nuevas áreas de tugurios, contribuyó al

deterioro del medio ambiente y a la de-

forestación urbana, así como creó serios

problemas de abastecimiento de agua y

de tratamiento de los desechos sólidos.

Pero, sobre todo, estableció las condicio-

nes para el desarrollo acelerado del de-

nominado sector informal de la econo-

mía, que se sitúa como oposición del

Río contaminado

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 505

llamado sector formal o moderno que, a

juicio de la Organización Internacional

del Trabajo (OIT) dedicada al estudio del

empleo “se caracteriza por el lado de la

demanda de mano de obra por la exis-

tencia de puestos de trabajo en empresas

organizadas y de servicios personales de

los estratos de mayores ingresos, y, por

el lado de la oferta, abarca a las perso-

nas más calificadas y con mayor expe-

riencia”. Los trabajadores del sector for-

mal o moderno se hayan también

insertos en modernos sistemas de segu-

ridad social.

El sector informal, en cambio, está

compuesto por aquellas personas que de-

sarrollan actividades por cuenta propia,

los que trabajan en pequeñas empresas

y los que prestan servicios personales ubi-

cados en áreas de baja productividad.

Sin embargo, parece ser que el comercio

es la actividad del mayor número de los

trabajadores insertos en el sector infor-

mal. Ésta es, al menos, la situación de Te-

gucigalpa y Managua en las que los tra-

bajadores del sector informal ubicados en

el comercio representaban para finales

de la década de los años ochenta hasta

70% del empleo total. El grueso de los

trabajadores por cuenta propia se dedi-

can al comercio. Ellos obtienen, por re-

gla general, bajos salarios y no tienen ac-

ceso a la seguridad social.

El sector informal urbano tiene una

gran significación a nivel de la población

económicamente activa (PEA) de las áreas

metropolitanas del istmo centroamerica-

no. Según datos de finales de la década

de los años ochenta, se encontraban em-

pleados en el sector informal 47% de la

PEA metropolitana de Managua, 22.1%

de la de San José, 29.9% de la de Tegu-

cigalpa, 29.6% de la de San Salvador y

33.0% de la ciudad de Guatemala. Se

puede decir con toda certeza que el sector

informal capta buena parte del exceden-

te de población que no encuentra ocupa-

ción en el resto de la economía urbana.

Se ha dicho que en el caso de algunos

microempresarios, representa la búsque-

da de una cierta utópica independencia

laboral.

Calle del mercado

de Comayagüela, Tegucigalpa.

La expansión del sector

informal, Mercado Oriental en

Managua.

Historia del istmo centroamericano506

La pobreza estructural

a pobreza es un problema es-

tructural. Está estrechamente li-

gada a la distribución desigual

del ingreso que genera el mo-

delo de desarrollo económico y social ex-

cluyente que han adoptado nuestros paí-

ses. Según datos compilados por la

UNICEF, en el período comprendido entre

los años 1980-1991, 20% de la pobla-

ción de mayores ingresos en Costa Rica

recibió 51% del ingreso nacional, en tan-

to que 40% de la población de menores

ingresos recibió 13%. Este patrón de dis-

tribución del ingreso es mucho más agu-

do en Panamá (20% de los más ricos re-

cibieron 60% del ingreso nacional y 40%

de los más pobre 8%), en Guatemala

(20% de los más ricos recibieron 63%

del ingreso nacional y 40% de los más

pobres 8%) y en Honduras (20% de la po-

blación más rica recibió 60% del ingre-

so nacional y 40% de los más pobres

9.6%). Después de Brasil, Honduras y

Guatemala son los países de América La-

tina en los que la distribución del ingre-

so es más desigual. Panamá ocupa el

quinto lugar.

Al igual que en otras áreas de

América Latina, la pobreza en el istmo

centroamericano continúa ubicada en el

ámbito rural en mayor proporción que en

POBREZA Y CRISIS SOCIAL

L

Niños y mujeres, principales

víctimas de la pobreza

estructural.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 507

otros, aunque ha disminuido, por ejem-

plo, en relación a la pobreza de inicios

de la década de los años cincuenta,

cuando los países centroamericanos eran

todavía abrumadoramente rurales. En

Costa Rica (datos de 1990), 25% de la

pobreza es urbana y 27% es rural. En El

Salvador (datos de 1992), 50% de la po-

breza es urbana y 65.3% es rural. En Hon-

duras (datos de 1990), 70% de la pobre-

za es urbana y 88% es rural. En Panamá

(datos de 1990), 41% de la pobreza es

urbana y 57% es rural. En Guatemala (da-

tos de 1990), 53% de la pobreza es ur-

bana y 78% es rural. La compilación de

la UNICEF que estamos utilizando para

reproducir estas cifras, no contiene datos

sobre Nicaragua.

Hoy, como ayer, la pobreza rural

se encuentra fundamentalmente ubicada

entre los agricultores de subsistencia y en

los millares de jornaleros mal pagados

que deambulan por el agro centroameri-

cano. La pobreza urbana, en cambio, se

nutre básicamente de las corrientes mi-

gratorias del campo a la ciudad y del cre-

cimiento vegetativo de los hogares ur-

banos más pobres que se ubican, por

regla general, entre los trabajadores asa-

lariados del sector informal, los denomi-

nados trabajadores por cuenta propia y

otros tipos de trabajadores subemplea-

dos que perciben ingresos exiguos. Vis-

tas las cosas desde una perspectiva de

género, los datos disponibles para la re-

gión centroamericana muestran que los

niveles más altos de pobreza se encuen-

tran en aquellos hogares que tienen como

jefes de familia a mujeres solas.

Es necesario reconocer que la ca-

tegoría de pobre, como se ha utilizado

hasta ahora, esconde el hecho bien co-

nocido de que buena parte de los pobres

centroamericanos viven en condiciones de

extrema pobreza o indigencia, esto es,

que obtienen ingresos que están muy por

debajo del costo de los alimentos de la

canasta básica y de otros servicios esen-

ciales para llevar una vida digna y deco-

rosa. Según datos de 1985, de los por-

centajes de habitantes considerados

pobres, una gran proporción vivía en con-

diciones de extrema pobreza o indi-

gencia: en Guatemala del 82.5% y 64%;

en El Salvador de 86.9%, 51.4%; en Hon-

duras de 78.8%, 56.9%; en Nicaragua

de 68.7%, 37.7%; en Costa Rica de 28%,

15.7%, y en Panamá del 40.0%, 22.6%.

Vendedores indígenas

La niñez en busca

del sustento.

Historia del istmo centroamericano508

La lucha contra la pobreza

Como ha señalado un prestigioso ana-

lista de la región, la pobreza y la mise-

ria han sido datos de nuestra historia.

Lo que impresiona es la forma en que

ha crecido y se ha profundizado en esta

época de ajustes estructurales. Sin em-

bargo, es necesario reconocer en estos

programas una preocupación por la

agudización del fenómeno, que inten-

tan reducir mediante los programas de

compensación social, para cuya ejecu-

ción se han creado instituciones diferen-

tes a las tradicionalmente dedicadas a

atender las políticas sociales de los go-

biernos centroamericanos. Entre estas

instituciones destacan los Fondos de In-

versión Social que se originaron en la

experiencia boliviana de ajuste estruc-

tural de la economía. Hay Fondos de

Inversión Social en Honduras, El Salva-

dor y Guatemala.

Los efectos de la pobreza

La pobreza y la extrema pobreza han sido

caldo de cultivo propicio para la repro-

ducción del analfabetismo, la prostitución,

las relaciones incestuosas, la delincuencia

y la violencia social en general. Puede

decirse con certeza que el incremento de la

pobreza y la extrema pobreza de los últi-

mos años está estrechamente asociado al

salto exponencial de la delincuencia y la

criminalidad que se vive en la región lo

que, como es obvio, coloca en lugar pre-

ferente de los debates la cuestión de la

inseguridad ciudadana. Los asaltos a

mano armada, ya sea en las calles o en

los medios de locomoción colectiva, son

parte de la realidad cotidiana en las áreas

metropolitanas de los países del istmo. En

unas más que en otras, ésta u otras for-

mas de delincuencia están presentes en

las capitales centroamericanas. Se ha

vuelto también un dato importante de la

realidad metropolitana la presencia de

bandas juveniles, “las maras” en la ter-

minología de algunas capitales centro-

americanas, que se asocian para delin-

quir, vender o consumir drogas o para

otros menesteres asociados a la fantasía

juvenil.

Rafael Barela, Rostros,

acrílico sobre tela.

Crisis económica, ajuste estructural y desajuste social 509

La inseguridad ciudadana

Pero junto a estas formas de violencia

social, que pueden encontrar un sustra-

to explicativo en la pobreza y el desem-

pleo, hay otras formas de violencia or-

ganizada que dominan los titulares de

los principales rotativos de la región y

que llenan las páginas dedicadas cre-

cientemente a la nota roja. Estamos ha-

blando de las bandas organizadas de

ladrones de automóviles, de los asaltan-

tes de bancos y residencias de personas

de altos ingresos.

Para entender los actos delictivos

de esta naturaleza, hay que incorporar

al análisis variables tan importantes como

la impunidad, que favorece el desarrollo

de conductas que, utilizando un lenguaje

propiamente sociológico, denominaría-

mos anómicas. Estas conductas, según el

sociólogo norteamericano Robert K. Mer-

ton, tienen que ver con el hecho de que

vivimos en sociedades que ponderan el

éxito económico pero que no proveen a

la mayoría de las personas de los medios

legítimos para obtenerlo y poder osten-

tarlo. La impunidad está claramente aso-

ciada a un sistema judicial corrupto y

complaciente con los ricos y poderosos

de toda laya.

Estas conductas delictivas también

pueden explicarse por la considerable

cantidad de armas de fuego de alta po-

tencia que dejaron en el área las guerras

civiles de la década de los años ochenta.

Hay países, como Honduras, por ejem-

El incremento de la pobreza

está estrechamente asociado

con la delincuencia

y la criminalidad.

plo, donde los fusiles AK-47 son tan co-

rrientes como lo fueron en otros tiem-

pos las pistolas calibre 22. El hecho de

que los presidentes del área reunidos en

Tegucigalpa hacia finales del mes de ene-

ro de 1997 decidieran firmar un acuer-

do en el que se comprometen a “iniciar o

continuar en sus países planes naciona-

les de recolección de armas y explosivos,

con la finalidad de erradicar la tenencia

ilícita de los mismos”, porque ponen “en

riesgo la seguridad ciudadana, la esta-

bilidad política y el desarrollo económi-

co”, habla claramente de la importancia

que se le concede a esta cuestión en la

región.

Historia del istmo centroamericano510

n este capítulo se trató de mostrar la estrecha relación que existió entre la

crisis económica de inicios de la década de los años ochenta y los progra-

mas de estabilización y ajuste que se aplicaron para enfrentarla. Dicho en

pocas palabras, estos programas están sentando las bases de un nuevo

modelo de desarrollo económico y social fundamentado en las tesis del libre mercado

que implican la eliminación de la acción reguladora del Estado sobre la economía, la

privatización de las empresas paraestatales, la reducción de los aranceles proteccio-

nistas y el fomento de la exportación de viejos y nuevos productos. Aunque no se

dispone de datos suficientemente claros y contundentes, es un hecho corrientemente

aceptado que el modelo de desarrollo económico y social que auspician los progra-

mas de ajuste está concentrando los frutos del crecimiento económico en los sectores

de más altos ingresos y distribuyendo pobreza y marginalidad en los sectores mayo-

ritarios de nuestras sociedades.

A las transformaciones estructurales creadas por los programas de ajuste

económico que datan de inicios de la década de los años ochenta, se agregan las

derivadas de la dinámica, de más largo plazo, del proceso de industrialización, de

urbanización y de crecimiento del sector informal, así como la agudeza que pre-

sentan hoy los seculares problemas de la delincuencia y de la violencia social, los

que ponen en serias dudas la seguridad ciudadana.

CONCLUSIÓN

E

Guerra y pobreza son

inseparables.

Sandra Eleta

Anastaio y Polle

Fotografía

s/f

Panamá

Actores sociales, cultura e integración 515

INTRODUCCIÓN

ste capítulo traza un panorama general de los movimientos sociales del

istmo. Empieza con los movimientos sociales más antiguos para pasar lue-

go a los nuevos movimientos sociales que le están concediendo un nuevo

cariz a nuestras sociedades. Se estudian después algunas de las más im-

portantes transformaciones culturales que vive la región y se finaliza con un escruti-

nio, un tanto detallado, de uno de los fenómenos más esperanzadores de nuestros

tiempos: las cumbres presidenciales.

En su camino de ingreso al nuevo milenio el istmo ha cambiado profunda-

mente. Se viven profundas mutaciones culturales y la emergencia de nuevos actores

sociales.

Tales transformaciones tienen como telón de fondo los inmensos desafíos que el

nuevo milenio pone delante de la región: la integración de un mundo globalizado

con la voluntad de consolidar la democracia y de luchar contra la pobreza y la

desigualdad social.

E

Movimiento estudiantil

Historia del istmo centroamericano516

os sindicatos han jugado un

papel vital en la historia social

y política moderna de Centro-

américa. Ellos han sido prota-

gonistas de primera línea en la intensa

lucha por los derechos civiles, políticos y

sociales. Sobre todo, a partir de los años

cincuenta del presente siglo en que se

inició la modernización económica, so-

cial, política e institucional de los países

de la región.

El triunfo de la revolución sandi-

nista, en julio de 1979, marcó una clara

línea en la historia de los sindicatos del

istmo centroamericano y de otras orga-

nizaciones del movimiento popular que

datan de la década de los años sesenta o

setenta, como las organizaciones de cam-

pesinos y pobladores.

En el caso de Nicaragua, el análi-

sis del triunfo de la revolución sandinista

es fundamental para entender el consi-

derable desarrollo y protagonismo que

alcanzaron las organizaciones populares

ligadas al Frente Sandinista de Liberación

Nacional (FSLN) que asumió el gobier-

no. Este fue el caso de la Central Sandi-

nista de Trabajadores (CST), que agru-

paba a obreros industriales y empleados

estatales. Es también lo que ocurrió con

la Asociación Nacional de Agricultores

y Ganaderos (UNAG), que aglutinaba a

LOS SINDICATOS Y EL MOVIMIENTO POPULAR

LEntierro de estudiantes

asesinados por la Guardia

Nacional Nicaragüense, 1978.

Manifestación sindical

en la Plaza de la Democracia,

San José, Costa Rica.

Actores sociales, cultura e integración 517

pequeños y medianos productores del

agro, y de los Comites de Defensa Sandi-

nista (CDS), que organizaban territorial-

mente a los pobladores urbanos. Estas or-

ganizaciones actuaron como una especie

de correa de transmisión de las directri-

ces que emanaban del FSLN.

Algo semejante puede decirse en

el caso de El Salvador. El Frente Farabun-

do Martí para la Liberación Nacional

(FMLN) buscó la unidad de aquellas orga-

nizaciones obreras y campesinas, en las

cuales tenía influencia, para que actua-

ran como una especie de brazo social del

frente. Fruto de estos esfuerzos, fue la

creación de la Unión Nacional de Traba-

jadores Salvadoreños (UNTS) y la Unión

Nacional Obrera-Campesina (UNOC).

Estas dos organizaciones, creadas en

1986, se unieron en 1990 para crear la

Intergremial, uno de los esfuerzos de uni-

ficación más ambiciosos de los trabaja-

dores salvadoreños. Los núcleos guerri-

lleros guatemaltecos y la izquierda orga-

nizada de ese país en general, lograron

también estimular, en una dimensión me-

nor que la del FSLN y del FMLN, importan-

tes organizaciones en su país, como fue-

ron la Unidad de Acción Sindical y

Popular (UASP) y el Consejo Unitario de

Trabajadores (CNUT).

Miembros de la Dirección

Nacional del FSLN.

Calle en Guatemala

Historia del istmo centroamericano518

El sindicalismo moderado

En los demás países del istmo, también

se desarrollaron durante este tiempo im-

portantes agrupaciones políticas y se dio

una cierta polarización entre los núcleos

del movimiento popular que se movili-

zaban en apoyo solidario a los revolu-

cionarios de Nicaragua, El Salvador y

Guatemala y todos aquellos que se les

oponían. Estas últimas organizaciones,

la mayoría de las cuales estaban ligadas

a la Organización Regional Interameri-

cana de Trabajadores (ORIT), al Instituto

Americano para el Desarrollo del Sindi-

cato Libre (IADSL) o al movimiento social-

cristiano, ensayaron variadas políticas

de acercamiento con sus respectivos go-

biernos para contribuir a neutralizar, por

la vía del aislamiento relativo, el radica-

lismo de los identificados con la lucha

revolucionaria en la región. En algunos

países, esta combinación de radicalis-

mo, aislamiento relativo y persecución

política, condujo a una importante san-

gría en el movimiento popular del área,

que tuvo que asistir al asesinato y/o

desaparición de algunos de sus cuadros

más experimentados. Esto último es cier-

to, sobre todo, para Guatemala y Hon-

duras.

Es necesario reconocer que, a pe-

sar del giro dado por la ORIT hacia posi-

ciones socialdemócratas a inicios de los

años ochenta, en la práctica los sindica-

tos afiliados a ella en la región fueron

llamados a la moderación y a evitar mo-

lestas y riesgosas coincidencias con los

sindicatos más abiertamente influidos por

los alzados en armas o por la izquierda

organizada, en general. Después de los

años de radicalismo político, en varios paí-

ses de la región se asiste a novedosos en-

cuentros entre sindicatos de variadas leal-

tades ideológicas.

Los problemas

del sindicalismo

En los años más recientes, los sindicatos

centroamericanos han tenido que enfren-

tarse a las duras realidades del ajuste

estructural y a ciertas debilidades que no

se visualizaban con claridad en los años

de la euforia revolucionaria o contrarre-

volucionaria. Estas debilidades derivan,

entre otras cosas, del estrechamiento de

su base de reclutamiento debido al creci-

miento acelerado del sector informal, de

Licorera, fuente de trabajo

Actores sociales, cultura e integración 519

su estructura conformada básicamente

por empresas y no por industrias, y en

los vicios acumulados del burocratismo.

Se originan en la hostilidad doctri-

naria que se advierte en los círculos gu-

bernamentales y empresariales contra los

sindicatos, que ven en estas organizacio-

nes fuentes de distorsión de las fuerzas

del libre mercado. Lo propio han tenido

que sufrir las organizaciones campesinas

y/o cooperativas que ven reducido su po-

tencial por las tesis del individualismo

neoliberal vigente, así como los pobla-

dores que se ven afectados por las políti-

cas de restricción del gasto social guber-

namental. El fin de la guerra fría ha

tenido, por supuesto, un impacto des-

orientador en la conciencia y la práctica

de los sectores del movimiento popular

organizado, quienes estaban más abier-

tamente identificados con las políticas

redistributivas del Estado populista y be-

nefactor y con la izquierda centroameri-

cana organizada.

A pesar de las debilidades estruc-

turales enunciadas y de un entorno re-

lativamente desfavorable, las organiza-

ciones sindicales, campesinas y de

pobladores siguen siendo en los últimos

años un factor decisivo en las jornadas de

concertación social presentes en las agen-

das de los gobiernos de la zona. A nivel

regional, las posiciones del movimiento

popular se han reflejado en los plantea-

mientos de organizaciones tales como la

Coordinadora Centroamericana de Tra-

bajadores (COCENTRA) y la Asociación de

Organizaciones Campesinas Centroame-

ricanas para la Cooperación y el Desa-

rrollo (ASOCODE).

Huelga de empleados

Historia del istmo centroamericano520

a crisis de los años ochenta en

el istmo y un entorno interna-

cional favorable le dieron gran

notoriedad a las luchas de de-

terminados sectores sociales. Se trata,

en algunos casos, de antiguos grupos

sociales relegados en las últimas déca-

das, tal es el caso de los pueblos indí-

genas. También tienen un papel impor-

tante algunos movimientos sociales de

reciente configuración, tales como el mo-

vimiento feminista, el ecologista y el de

los derechos humanos.

La cuestión étnica

En Nicaragua, la revolución sandinista

puso en la agenda del día la cuestión

étnica al urgir a los misquitos a unirse a

las organizaciones de base, y así ocurrió

al principio. Los misquitos, que represen-

tan alrededor de 5% de la población total

del país, se incorporaron a organizacio-

nes sandinistas de base y al Consejo de

Estado. Pero, a causa de malos entendi-

dos y de intereses encontrados entre la

organización de los misquitos (MISURATA)

y el régimen sandinista, se produjo una

confrontación abierta que alineó a impor-

tantes núcleos misquitos al lado de los an-

tisandinistas durante varios años. Con el

objeto de cortar la colaboración de los

misquitos con los rebeldes antisandinis-

tas, el ejército gubernamental trasladó,

en el año de 1982, a 16 comunidades

misquitas de las riberas del río Coco y

las ubicó en cinco asentamientos a unas

50 millas de la frontera con Honduras.

Este hecho indujo a centenares de mis-

quitos a huir a ese país y a ostentar la

condición de refugiados de guerra.

En noviembre de 1984, el régimen

sandinista en una declaración pública

anunció su propósito de conceder el de-

recho a la autonomía a los pueblos mis-

quitos de la costa atlántica, así como me-

didas conciliatorias como la liberación

de los presos, la eliminación del requisi-

to de portar identificación, la reubica-

ción de los pobladores del río Coco y

otras. Esta voluntad política públicamente

manifestada se materializó posterior-

NUEVOS ACTORES Y MOVIMIENTOS SOCIALES

L

Misquitas navegando

en el Río Grande

de Matagalpa.

Actores sociales, cultura e integración 521

mente en la Ley de Autonomía de la Cos-

ta Atlántica que se emitió en junio de

1987, con el beneplácito de los grupos

misquitos que habían aprobado su ante-

proyecto en una gran asamblea pública

celebrada en abril del mismo año. Esta

ley, como ha señalado un autor, consti-

tuyó un importante hito en el tratamien-

to jurídico y político de los problemas

étnico culturales en una nación centro-

americana.

En el caso de Guatemala, en don-

de existen al menos veintiún pueblos in-

dígenas que representan, según algu-

nos autores, 45% o 66% de la población

total del país según otros, la cuestión

indígena resurgió dramáticamente ha-

cia finales de la década de los años se-

tenta debido al desarrollo del movimien-

to insurgente en áreas densamente

pobladas por ellos. Esto los colocó en

el centro de la estrategia de contrain-

surgencia diseñada por el ejército gua-

temalteco para enfrentarse a la amena-

za guerrillera. Entre 1980 y 1983, los

efectivos del ejército y sus colaborado-

res destruyeron 440 villas indígenas a

las que consideraban como semilleros

de la insurgencia, con un costo estima-

do de más de 20 000 civiles indígenas

muertos.

En este proceso, fueron desarrai-

gados más de un millón de personas des-

de la zona del altiplano a otras áreas del

país, lo que provocó un éxodo masivo de

refugiados hacia México. Se estima que

unos 54 000 pobladores desaparecie-

ron o murieron en los bombardeos a sus

lugares de residencia. La represión con-

tra los indígenas guatemaltecos adqui-

rió así las dimensiones de un verdade-

ro genocidio, que se combinó con una

estrategia de integración que llevó, por

ejemplo, en el régimen de Ríos Montt a

permitir a representantes indígenas el

acceso a cargos públicos y al Congreso

Nacional. En este contexto, el Premio

Nobel de la Paz concedido a Rigoberta

Menchú se debe ver como un reconoci-

miento internacional al holocausto de los

pueblos indígenas guatemaltecos y del

mundo entero.

Refugiados salvadoreños

Cooperativa de refugiados

salvadoreños en Honduras.

Historia del istmo centroamericano522

Los derechos de los pueblos

indígenas

En los demás países de la región, la cues-

tión étnica no ha alcanzado el dramáti-

co perfil que se observa en Nicaragua

y Guatemala, posiblemente por la tem-

prana atención que el Estado le dispen-

só al asunto al crear zonas indígenas

al estilo de las reservaciones de indios

norteamericanos. Estos son los casos de

Panamá y Costa Rica. En este último

país, la población indígena, la más baja

de Centroamérica, representa apenas

1% del total de la población del país.

Puede deberse también a la ausencia

de una población étnica claramente

identificada por la pérdida de atribu-

tos culturales como el lenguaje. Estos

pueden ser los casos de El Salvador y

parcialmente de Honduras. En general,

se puede atribuir a la combinación de

estos factores con estimulantes de la re-

acción indígena, como han sido en el

caso centroamericano, el genocidio y

la guerra civil.

Sin embargo, estamos asistiendo en

todos los países de la región, en los años

noventa, a una creciente movilización de

los pueblos indígenas que plantea deman-

das relacionadas en primer lugar, con su

situación de pueblos históricamente pos-

tergados por los servicios sociales del Es-

tado; en segundo lugar con la defensa

de las tierras en que secularmente han

vivido, hoy en día amenazadas por el de-

sarrollo capitalista y/o por la voracidad

de los terratenientes, y por último, con el

respeto a su identidad cultural. Un impor-

tante factor de movilización en los últi-

mos años ha sido el Quinto Centenario

del Descubrimiento del Continente Ame-

ricano. En un sentido semejante, ha ac-

tuado el Convenio 169 de la Organiza-

ción Internacional del Trabajo (OIT) sobre

los Derechos de los Pueblos Indígenas y

Tribales de Países Independientes (1989).

Costa Rica fue el primer país centroame-

ricano en ratificar este convenio. Otros

países de la región, como Honduras lo han

hecho después. Sin embargo, la experien-

cia demuestra que hay una gran distancia

entre la ratificación de un instrumento jurí-

dico internacional como el que nos ocupa

y su aplicación escrupulosa. Hay fuertes in-

tereses materiales y culturales que conspi-

ran contra su recta aplicación.

Las luchas de las mujeres

Las mujeres han representado tradicional-

mente alrededor de la mitad de la pobla-

ción total del istmo centroamericano. Sin

embargo, sus derechos esenciales históri-

camente se han postergado en socieda-

Indígenas guatemaltecos

Indígena de Panamá

Actores sociales, cultura e integración 523

des como las nuestras, caracterizadas por

seculares patrones de machismo que im-

pregnan la legislación y los diferentes es-

pacios de la vida cotidiana.

Sin lugar a dudas, un logro funda-

mental de las mujeres centroamericanas

fue adquirir el derecho al voto, obtenido

en todos los países de la región en los

años posteriores a la Segunda Guerra

Mundial. A pesar de esta conquista que

les permitió tener voz en la selección

de autoridades políticas, las mujeres no

están suficientemente representadas en

los altos cargos de la administración es-

tatal. En este sentido, hay que destacar

la figura de la ex presidenta de Nicara-

gua, doña Violeta Chamorro, que es la

primera mujer centroamericana en osten-

tar tan alta investidura. Es un hecho reco-

nocido en los tiempos que vivimos, que

un creciente número de mujeres desem-

peñan eficientemente posiciones gerencia-

les y ejecutivas en el sector privado de la

economía centroamericana.

El movimiento feminista centro-

americano, que comenzó a perfilarse con

claridad a partir de la década de los años

setenta, ha ido logrando, en forma lenta

pero segura, destacar notablemente en la

vida de nuestros países. En este sentido

hay que reconocer que, como se ha plan-

teado en otras latitudes del continente, a

pesar del hecho de que el movimiento

feminista en sí tiene una capacidad de

convocatoria escasa, su presencia ha evi-

denciado la problemática de las muje-

res en el conjunto de la sociedad. Esto

les ha permitido obtener nuevos espa-

cios para expresar demandas y mate-

rializar proyectos de los distintos secto-

res de la población femenina. La decisión

de la Organización de las Naciones

Unidas de declarar el período compren-

dido entre 1976 y 1985 como el dece-

nio de la mujer, contribuyó en buena

medida, a potenciar las luchas de las

mujeres de la región. Este es un dato

fundamental para entender el apoyo fi-

nanciero que han recibido un conjunto

de iniciativas de la sociedad civil orien-

tadas a apoyar el trabajo de las mujeres

y dar relieve a su importancia en las ac-

tividades productivas y reproductivas. En

general, estas iniciativas han contribui-

do a crear una mayor conciencia en la

sociedad en su conjunto del papel cru-

cial de las mujeres en la vida de nues-

tros pueblos.

Rigoberta Menchú, Premio

Nobel de la Paz.

Violeta Barrios de Chamorro

Historia del istmo centroamericano524

Género y política

Las luchas feministas por la igualdad de

derechos y por mayor participación so-

cial están conduciendo a importantes

modificaciones en la legislación social

centroamericana. En este sentido, un hito

fundamental fue la Ley de Promoción So-

cial de la Mujer de Costa Rica que aprobó

la cámara legislativa de ese país, en el

mes de marzo de 1990. Legislaciones so-

ciales protectoras de los derechos de la

mujer han sido aprobados en los demás

países centroamericanos. La literatura que

intenta llamar la atención sobre los exce-

sos sexistas de nuestras sociedades ha in-

troducido el concepto de género, uno de

las palabras básicas del léxico de nues-

tro tiempo.

El movimiento ecologista

La defensa del ambiente ha auspiciado

en los países del istmo la emergencia de

un movimiento social de reciente crea-

ción como es el movimiento ecologista.

La base de sustentación del ecologismo

moderno se encuentra en la preocupa-

ción creciente por la reducción de la

capa de ozono, la contaminación am-

biental y la necesidad de proteger la bio-

diversidad del planeta.

En esta materia, son también im-

portantes las posiciones adoptadas por

la Organización de las Naciones Unidas.

Fue este alto organismo mundial el que

creó la Comisión Mundial para el Medio

Ambiente y el Desarrollo presidida por la

primera ministra de Noruega, la señora

Gro Harlem Brundtland. El informe de la

Comisión Brundtland, como también se le

conoce, fue publicado en el año de 1987

y se convirtió en la partida de nacimiento

del concepto de desarrollo sostenible o sus-

tentable. Se trata, como se sabe, de otro

de los conceptos fundamentales del léxi-

co de nuestro tiempo. La noción de de-

sarrollo sostenible o sustentable propor-

cionó una bandera de lucha a los

ecologistas porque plantea el problema

urgente de la explotación de los recursos

naturales sin su aniquilación definitiva.

Al igual que en otras latitudes, el

movimiento ecologista está constituido por

un conjunto de agrupaciones de carácter

multiclasista e intersectorial que se movili-

zan en contra de los estilos de desarrollo

que contaminan el ambiente y destruyen

la biodiversidad de la región. La preocu-

pación ecologista forma también parte de

la agenda de los gobiernos del istmo que

han creado instituciones estatales para

atender la urgente cuestión del desarrollo

sostenible o sustentable. Sin embargo, el

ambientalismo surgido de la sociedad ci-

vil, puede convertirse en la práctica en un

Las tortugas en peligro

de extinción.

La contaminación ambiental,

un problema que es necesario

solucionar de inmediato.

Actores sociales, cultura e integración 525

movimiento social cuestionador de la ló-

gica del mercado y de las decisiones de

los gabinetes gubernamentales orientadas

por la racionalidad del crecimiento eco-

nómico. Estos son, por ejemplo, los casos

de los ecologistas que se oponen al culti-

vo del camarón de exportación que des-

truye los manglares del Pacífico, de los

que luchan por proteger a las tortugas

marinas o de los que se oponen a la cons-

trucción de una refinería en la costa cari-

beña de Honduras para evitar la conta-

minación ambiental en áreas de gran

potencial turístico. En suma, el movimiento

ecologista promueve nuevos estilos de de-

sarrollo compatibles con la aspiración bá-

sica del desarrollo sostenible de garanti-

zar a las futuras generaciones un mundo

con especies naturales y animales que han

sido fundamentales para la biodiversidad

del planeta y la reproducción de la vida

humana.

La lucha por los derechos

humanos

La guerra civil, la represión sistemática de

los opositores, la “desaparición” de per-

sonas y el asesinato político crearon las

condiciones para que, a inicios de la dé-

cada de los años ochenta, surgiera un vi-

goroso movimiento de defensa de los de-

rechos humanos. Durante estos años, se

organizaron en los países del istmo más

afectados por estos fenómenos, comités o

comisiones nacionales para la defensa de

los derechos humanos. Estos organismos

crearon posteriormente la Comisión para

la Defensa de los Derechos Humanos en

Centroamérica (CODEHUCA), organismo

que más destaca en la región en esta mate-

ria, y que surgió de la sociedad civil. Tam-

bién son importantes las organizaciones

creadas por los familiares de los “desapa-

recidos” y los asesinados por los cuerpos

represivos del Estado o por bandas para-

militares. Por ejemplo, el Comité de Fami-

liares de Desaparecidos de Honduras (CO-

FADEH) y la Coordinación Nacional de

Viudas de Guatemala (CONAVIGUA).

Las luchas de las organizaciones

comprometidas en la defensa de los de-

rechos humanos se han potenciado por

la actividad de Amnistía Internacional,

una agrupación mundial, que lucha por

la liberación de las personas encarcela-

das a causa de sus convicciones, de su

color, sexo, origen étnico o religión; por

la defensa de los derechos de los presos

políticos y contra la pena de muerte, la

tortura y todo trato cruel, inhumano o

degradante de que sean objeto los que

están en prisión en todo el mundo. En

los tiempos que vivimos, la defensa de los

derechos humanos se ha convertido en

una cuestión verdaderamente legítima,

y existen hoy en día una variedad de

entidades gubernamentales y no guber-

namentales que se ocupan de esta pro-

blemática. Es tal la legitimidad de los de-

rechos humanos que su enseñanza forma

parte de los programas de los centros

educativos de la región.

Manifestación por la paz

en El Salvador.

Historia del istmo centroamericano526

Podemos considerar los derechos huma-

nos como el mínimo indispensable de

libertades que han de ser respetadas

obligatoriamente por los poderes públi-

cos y por los individuos. Son facultades

consubstanciales al ser humano que ha

de ejercer para poder satisfacer sus ne-

cesidades individuales y sociales, tanto

físicas como individuales. Son un marco

de referencia, por encima de costumbres

y leyes locales, a partir del cual se legiti-

man las actuaciones del Estado.

Desde el punto de vista de los de-

rechos humanos, las últimas dos déca-

das del siglo XX pueden ser consideradas

por los centroamericanos como una épo-

ca de avances impresionantes y de luces

intensas, pero también de sombras y du-

das. Y es que las transformaciones y

avances democráticos vividos por las na-

ciones centroamericanas han abierto

también nuevos retos, interrogantes y de-

safíos en materia de derechos humanos.

Un examen atento muestra que los

pueblos de Centroamérica han obteni-

do, como nunca, el reconocimiento for-

mal de todos sus derechos. Las cartas

constitucionales de todos los países de-

dican diversos artículos, y hasta aparta-

dos completos, a establecerlo así. Adi-

cionalmente, entre sus primeros actos, los

gobiernos democráticos se apresuran a

firmar y ratificar convenciones, pactos y

tratados internacionales, que completan

la protección ofrecida por la Constitu-

ción y las leyes nacionales. Más impor-

tante aún que haber conseguido el re-

conocimiento formal de los derechos

humanos de los hombres, mujeres, ni-

ños y niñas de Centroamérica, es el

hecho de que las brutales prácticas de

terror, intimidación y exterminio de al-

gunos gobiernos dictatoriales y milita-

res, han cesado.

Como nos explica el historiador

Edelberto Torres-Rivas, sólo en la dé-

cada de los años ochenta del presente

siglo murieron en Centroamérica, como

resultado de la guerra y de la violencia

política, unas 270 000 personas, y más

de un millón de centroamericanos se

vieron obligados a desplazarse a otros

países o a regiones alejadas dentro de

su propio país. En tiempos recientes,

gracias a la paz y al respeto a los de-

rechos humanos, grandes contingen-

tes de personas que se vieron que

abandonaron sus sitios de trabajo y

residencia, han podido regresar a ellos

y empezar a rehacer sus vidas.

Otras áreas en las que la pacifi-

cación y democratización en Centro-

américa ha traído un avance significati-

vo en materia de derechos humanos son

SOBRE DERECHOS HUMANOS

Actores sociales, cultura e integración 527

la libertad de expresión, las libertades sin-

dicales y el reconocimiento de los dere-

chos de los pueblos indígenas. Durante

los gobiernos dictatoriales, numerosos

diarios, emisoras de radio y programas

de televisión fueron censurados o clausu-

rados, y muchos periodistas pagaron con

su vida su desafío a la ley del silencio.

Algo parecido puede decirse de las liber-

tades sindicales y del derecho a la libre

asociación; bajo los regímenes dictato-

riales, así como en el marco de las gue-

rras, miles de miembros y líderes de or-

ganizaciones sindicales fueron víctimas

de violaciones a sus derechos humanos.

Uno de los aspectos más positivos

y esperanzadores es el creciente reco-

nocimiento al derecho a vivir, educarse

y trabajar de acuerdo con sus costum-

bres, lengua y tradiciones, que obtuvie-

ron los pueblos indígenas de Centro-

américa. Simultáneamente, un elemento

de gran trascendencia es la creación e

instalación, en todos los países de Cen-

troamérica, de oficinas públicas encar-

gadas de velar por los derechos huma-

nos de los habitantes. Conocidos con

distinto nombre en cada país —procu-

radurías, defensorías, consejerías de de-

rechos humanos— estas instituciones ex-

presan, una vez más, el compromiso con

los derechos humanos que asumen los

gobiernos democráticos después de la

guerra y la pacificación de la región.

En este mismo sentido hay que

mencionar las reformas educativas

que emprendieron los ministerios de

educación de Centroamérica, con el

fin de incorporar la vivencia de los

derechos humanos como un elemento de

la educación formal. Sólo esta visión

de largo plazo podrá garantizar que

el reconocimiento y el respeto a los

derechos humanos sean en el futuro

una realidad para todos los centro-

americanos.

El compromiso de los países cen-

troamericanos con los derechos huma-

nos se manifiesta también en la redac-

ción de la Convención Americana de

Derechos Humanos, firmada en San

José de Costa Rica, en 1969. Junto con

la Comisión y la Corte Interamericana

de Derechos Humanos, que tiene su

sede en la ciudad de San José, la Con-

vención constituye la médula del Siste-

ma Interamericano de Derechos Huma-

nos. En 1980, en virtud de un convenio

celebrado entre la Corte Interamerica-

na y el gobierno de Costa Rica, fue

creado el Instituto Interamericano de

Derechos Humanos, cuya sede está en

San José. El Instituto, entidad internacio-

nal autónoma y de naturaleza académi-

ca, tiene como mandato fundamental la

enseñanza, investigación y promoción de

los derechos humanos en el continente

americano.

Historia del istmo centroamericano528

Los emigrantes

centroamericanos

na de las consecuencias más

importantes de la crisis econó-

mica y política de la década de

los años ochenta en los países

del istmo, fueron los movimientos masi-

vos de población de unos países hacia

otros, sobre todo, los Estados Unidos.

Hacia este país confluyó básicamente la

gran oleada de nicaragüenses que aban-

donaron su patria después del triunfo de

la revolución sandinista. Hacia allí tam-

bién se desplazaron los salvadoreños que

huían de la guerra civil, del desempleo y

de otras consecuencias de la crisis eco-

nómica. Y continúan llegando las ince-

santes oleadas de migrantes ilegales

centroamericanos que se exponen a una

amplia gama de peligros con tal de arri-

bar a los Estados Unidos tras el “sueño

americano”.

CULTURA Y SOCIEDAD

ULa mujer en Centroamérica

es la cabeza de familia

al emigrar el esposo.

Actores sociales, cultura e integración 529

Se ha señalado repetidamente la

importancia económica de las remesas

que envían los migrantes centroamerica-

nos, legales o ilegales, a sus países de

origen. Esta contribución se estimó para

el caso salvadoreño por el jesuita Segun-

do Montes en los dos estudios realizados

en 1987 y 1988, respectivamente. Según

sus cálculos, estas remesas traían más dó-

lares a El Salvador que las que aportaba

el café, principal producto de exportación

del país.

En otro estudio realizado entre los

años 1988 y 1989, Segundo Montes tra-

tó de estimar el impacto de las remesas

en la vida de las familias receptoras. Lo-

gró establecer con base en una encuesta,

que la gran mayoría de las familias que

recibían dinero de los Estados Unidos ha-

bían mejorado su condición económica y

su status social. Sin embargo, se perca-

tó de que uno de los costos sociales de

este fenómeno era la desintegración fa-

miliar y la ampliación del papel de las

mujeres como cabezas de familia, ya que

en la mayoría de los casos los que emi-

graban eran sus esposos o compañeros

de hogar.

Por otra parte, hasta ahora poco se

ha estudiado sobre el impacto que el fe-

nómeno de la migración internacional y el

de las remesas ha tenido sobre los patro-

nes culturales de los migrantes y sus fami-

lias, principalmente a partir del momento

en que los primeros se reintegran, parcial

o totalmente, a sus lugares de origen.

El nuevo modo de vida

urbano

Seguramente, la migración hacia los Es-

tados Unidos y la aportación de recur-

sos económicos de los migrantes ha sido

una fuente importante para la difusión

de patrones culturales norteamericanos

en nuestros países, como también lo son

los medios de comunicación como la

radio, la televisión, el cine, el video y las

revistas del corazón. A través de ellos,

se difunden ideas y variadas formas de

publicidad que conducen hacia la uni-

versalización de patrones de consumo

urbano relativamente homogéneas. En

este sentido, puede decirse que los me-

dios de comunicación, la migración in-

ternacional, los procesos de migración

interna y la urbanización han ido difun-

diendo patrones de consumo que redu-

cen la tradicional línea de demarcación

entre la cultura rural y la urbana. Así, por

ejemplo, se ha difundido el consumo de

ciertos productos industriales a tal escala

que hoy es perfectamente posible encon-

trar una Coca Cola hasta en las comuni-

dades rurales más remotas.

Lo propio puede decirse de la

ropa usada que nos llega de los Esta-

dos Unidos. A este proceso de univer-

salización de bienes de consumo indus-

triales contribuyó en buena medida el

mejoramiento de la red vial de nuestros

países y las políticas de apertura que

trajeron consigo las ideas neoliberales

en boga.

En las comunidades indígenas

se están difundiendo patrones

de consumo.

Un nuevo modo de vida

urbano en León, Nicaragua.

Historia del istmo centroamericano530

El nuevo paisaje urbano

El paisaje urbano ha ido cambiando rá-

pidamente en los últimos años. Moder-

nas autopistas buscan descongestionar

el tránsito urbano. Surgen nuevas y mo-

dernas urbanizaciones en la periferia de

las ciudades centroamericanas. Se cons-

truye, por doquier, una variada gama de

centros comerciales y hasta uno que otro

mall de estilo norteamericano. Las ciuda-

des se llenan de un verdadero ejército de

gasolineras y de restaurantes de comida

ligera que desafían al consumidor con sus

ofertas de un paraíso culinario, al cual

agregan muñequitos de los héroes de las

tiras cómicas o películas del momento, a

cambio de unas monedas más. Surgen

modernos y cada vez más altos edificios

para alojar oficinas, negocios y aparta-

mentos. Los bancos hacen lo propio para

denotar las perspectivas económicas po-

sitivas que los nuevos tiempos presagian.

Este cambio en la fisonomía de nues-

tras metrópolis, se acompaña, como es

fácil imaginar, de las nuevas tecnolo-

gías de comunicación de esta era de

globalización: la computadora, el fax,

el correo electrónico, la telefonía celu-

lar e Internet.

En estas áreas de la vida urbana

se vive el ritmo al que marcha la revo-

lución tecnológica de nuestro tiempo y

la globalización de los mercados. Esta

realidad de los sectores de ingresos me-

dios y altos de los países del istmo se

debe contrastar con la de aquellos gru-

pos sociales que se encuentran en el otro

extremo, en el que las carencias se mul-

tiplican. El modelo neoliberal de globa-

lización, ha observado un autor, exclu-

ye a los desocupados, a los migrantes

rurales y a otras categorías de pobres,

de los derechos humanos básicos como

el trabajo, la salud, la educación y la

vivienda. Para estos, la globalizacón no

significa un mundo de oportunidades en

el cual hay que aprovechar las ventajas

comparativas. Significa, más bien, la

pérdida de beneficios sociales y otras

ventajas que antes disfrutaban.

La tecnología presente

en la vida urbana.

Los restaurantes, parte

del paisaje urbano

contemporáneo.

Actores sociales, cultura e integración 531

Ocio y cultura de masas

En el istmo centroamericano pueden ad-

vertirse ya las tendencias que la moder-

nidad ha establecido en otras regiones de

América Latina. En este sentido se obser-

va, como en otras latitudes, la disminu-

ción de la población que acude a ciertos

lugares de diversión (cine, teatro, salo-

nes de baile) y que prefiere quedarse en

casa escuchando la radio, viendo los pro-

gramas de televisión o películas de video.

Esto es una aseveración importante para

entender porqué en algunas ciudades del

istmo centroamericano como Tegucigal-

pa, San Salvador y la ciudad de Guate-

mala, las salas de cine, que otrora disfru-

taban de una audiencia muy alta, se han

convertido en templos evangélicos. Es

también notoria la cantidad de personas

que dejaron de asistir a los estadios, por-

que prefieren ver el match por televisión,

o porque les interesa escuchar su trans-

misión por radio, mientras ven en la pan-

talla chica los partidos de fútbol interna-

cional.

También se advierte en los países

del istmo centroamericano, la tendencia

a que las campañas electorales se trasla-

den, como dice un autor, “de los mítines

a la televisión, de las polémicas doctrina-

rias a la confrontación de imágenes y de

la persuasión ideológica a las encuestas

de marketing”. La importancia que se

concede a la televisión y a las encuestas

en las luchas electorales, que usualmente

son auspiciadas por los propios candi-

datos, ayudan a entender también por-

qué han abierto una puerta al dinero de

narcotraficantes que desean obtener fa-

vores del Estado financiando a los políti-

cos de nuestros países.

Hay que indicar que son pocos los

esfuerzos que se hacen para mediatizar

el enorme impacto de la industria cultu-

ral trasnacionalizada que se difunde a

través de la televisión y el cine. Sin em-

bargo, no hay que ignorar el esfuerzo

que los institutos y ministerios de cultura

del área hacen para promover produc-

ción intelectual y artística y por afianzar

la identidad cultural de nuestros países

a través del estímulo a las manifestacio-

nes de la cultura popular. Esto se tradu-

ce en el apoyo que brinda el Estado a los

museos, exposiciones pictóricas, publica-

ción de obras literarias, orquestas sinfó-

nicas y a una variedad de formas de arte

y cultura popular. Empero, en algunos

países se advierte una tendencia opues-

ta que busca que estas actividades que-

den bajo el patrocinio de entidades pri-

vadas. A este propósito también

contribuye el sector empresarial que, a

través de sus galerías, editoriales y li-

brerías, ha desarollado el mercado para

la obra de pintores y literatos consagra-

dos de la región. Entre estos últimos pue-

den mencionarse, a título de ejemplo, al

salvadoreño Manlio Argueta y al nica-

ragüense Sergio Ramírez, que han es-

crito en los últimos años obras literarias

de gran calidad.

Óleo de Tomás Povedano

“Buganvillea” (detalle).

El Estado brinda apoyo a las

manifestaciones artísticas.

Historia del istmo centroamericano532

a crisis regional y las iniciati-

vas orientadas a buscar el en-

tendimiento entre las partes en

conflicto y asegurar la paz y

el crecimiento económico sostenido en el

istmo, han abierto nuevos caminos a la

integración centroamericana. Las cum-

bres de presidentes centroamericanos

han sido el principal vehículo para la

materialización de estos esperanzado-

res desarrollos. Por ello, es necesario

echar un vistazo sumario a estas reunio-

nes presidenciales y a sus principales

logros.

La Primera Cumbre de Presidentes

Centroamericanos de años recientes se

realizó en Esquipulas, Guatemala, el 25

y 26 de mayo de 1986. Allí se decidió

institucionalizar estas reuniones para dis-

cutir los problemas comunes del área y

se firmó el Acta de Contadora para la

Paz y la Cooperación en Centroaméri-

ca. De esta manera, los presidentes del

istmo legitimaron los esfuerzos de paz

emprendidos por los países del Grupo

de Contadora (Venezuela, México, Co-

lombia y Panamá) desde su fundación,

en enero de 1983. Además, se tomó tam-

bién la decisión de crear el Parlamento

Centroamericano (PARLACEN) y de iniciar

la revisión y actualización del esquema

de integración económica y social de

Centroamérica. Se establecieron así los

dos temas fundamentales que han de do-

CUMBRES PRESIDENCIALES: PAZ, INTEGRACIÓN

Y DESARROLLO

L

Reunión de presidentes,

Guatemala 1987.

Actores sociales, cultura e integración 533

minar la agenda de las reuniones cum-

bre posteriores: la paz regional y la in-

tegración económica y social de los paí-

ses del istmo. A esta cumbre asistieron

los presidentes Óscar Arias Sánchez de

Costa Rica; Marco Vinicio Cerezo de Gua-

temala; José Napoleón Duarte de El Sal-

vador; Daniel Ortega de Nicaragua y

José Simón Azcona Hoyo de Honduras.

El presidente Arias Sánchez de Costa

Rica se hizo acreedor al Premio Nobel

de la Paz por su destacado papel en las

negociaciones que condujeron al esta-

blecimiento de la paz en la región.

La Segunda Cumbre de Presidentes

Centroamericanos se realizó en la ciudad

de Guatemala el 6 y 7 de agosto de 1987.

A ella asistieron los mismos mandatarios

de la primera. En esta reunión se aprobó

el Procedimiento para Establecer la Paz

Firme y Duradera en Centroamérica que

comprometió a los gobiernos del área a

buscar la paz sobre la base de la reconci-

liación nacional, la desmovilización de los

grupos armados, la reducción y control de

los armamentos, el respeto al pluralismo

político y a las reglas del juego democrá-

tico. A esta Segunda Cumbre de Presiden-

tes Centroamericanos se le conoce con el

nombre de Esquipulas II.

La Tercera Cumbre se desarrolló en

Alajuela, Costa Rica, el 15 y 16 de agos-

to de 1988; la cuarta, en La Paz, El Sal-

vador, el 13 y 14 de febrero de 1989; la

quinta, en Tela, Honduras, del 5 al 7 agos-

to de 1989; la sexta, en San Isidro de

Coronado, Costa Rica, del 10 al 12 de

diciembre de 1989, y la séptima, en Mon-

telimar, Nicaragua, el 2 y 3 de abril de

1990. Todas estuvieron dedicadas funda-

mentalmente a darle seguimiento a los

acuerdos de Esquipulas II que condujeron

a la pacificación de Nicaragua y a la sa-

lida de los sandinistas del poder por la

vía del juego electoral democrático. En

esta última cumbre de presidentes, se

tomó la decisión de invitar a Panamá a

incorporarse al esquema integracionista.

La Octava Cumbre de Presidentes

Centroamericanos se realizó en Antigua,

Guatemala del 15 al 17 de junio de 1990.

A esta reunión asistieron por primera vez

los nuevos presidentes de Nicaragua y

Costa Rica, Violeta Barrios de Chamorro

y Rafael Ángel Calderón, respectivamen-

te. En calidad de observador, estuvo Gui-

llermo Endara, mandatario de Panamá.

Dr. Óscar Arias, Premio Nobel

de la Paz.

Historia del istmo centroamericano534

La cumbre de Antigua

La Cumbre de Antigua, Guatemala marcó

un nuevo giro en las siguientes reuniones

de presidentes centroamericanos. A par-

tir de ella, el tema dominante no fue ya el

de la pacificación sino el diseño de los me-

canismos necesarios para lograr la plena

integración económica y social de los paí-

ses del istmo. Así, los presidentes centro-

americanos instruyeron a sus ministros de

economía para que prepararan una polí-

tica común de impulso a la reconversión

industrial, así como una estrategia orien-

tada a mejorar la competitividad de los

productos de la región en el mercado in-

ternacional. Los presidentes centroameri-

canos se pronunciaron también a favor de

la privatización de las empresas estatales

y de la coordinación de los programas de

ajuste estructural que estaban impulsando.

Lo propio hicieron los presidentes

centroamericanos en la Cumbre de Pun-

tarenas, Costa Rica, celebrada del 15 al

17 de diciembre de 1990. En ella, instru-

yeron a la Comisión Centroamericana de

Ambiente y Desarrollo para que definie-

ra en un plazo de noventa días una es-

trategia para el canje de deuda externa

por naturaleza y al Foro Centroamerica-

no de Consulta para que buscara una so-

lución a la deuda interregional. En esta

reunión, se acordó también elaborar una

política aduanera y arancelaría que per-

mitiera uniformar el arancel regional a

más tardar el 31 de diciembre de 1991.

Se dispuso también establecer paráme-

tros comunes en materia de turismo, pes-

ca, libre circulación de bienes culturales

y asentamientos humanos.

El mismo espíritu dominó la Décima

Cumbre celebrada en San Salvador del 15

al 17 de junio de 1991. En ella, se tomó

la decisión de apoyar la búsqueda de fi-

nanciamiento para la Secretaría de Inte-

gración Centroamericana (SIECA) y se acor-

dó un arancel uniforme con un techo de

20% y un piso de 5%. Este arancel debía

entrar en vigencia a partir del 31 de di-

ciembre de 1992. Un logro importante de

la cumbre de San Salvador fue la decisión

de incorporar a Panamá al esquema inte-

gracionista para lo cual se acordó modifi-

car el tratado constitutivo del PARLACEN y

de otros organismos regionales.

La integración económica

Dos cumbres han sido vitales para la

creación del andamiaje institucional y

conceptual de la integración económica

centroamericana. La Undécima Cumbre

Presidencial celebrada en Tegucigalpa el

12 y 13 de diciembre de 1991, y la Deci-

macuarta Cumbre Presidencial celebra-

da en la ciudad de Guatemala del 27 al

29 de octubre de 1993. De la primera

surgió el Protocolo de Tegucigalpa a la

Carta de Organización de Estados Cen-

troamericanos (ODECA) y de la segunda

salió el Protocolo al Tratamiento Gene-

ral de Integración Económica Centro-

americana, conocido también como el

Protocolo de Guatemala.

Reunión por la paz

en El Salvador.

Actores sociales, cultura e integración 535

El Protocolo de Tegucigalpa creó

la Secretaría de Integración Económica

Centroamericana, que es el marco insti-

tucional de la integración centroamerica-

na. Son sus órganos fundamentales: 1) la

Reunión de Presidentes; 2) el Consejo de

Ministro cuyo órgano principal de coor-

dinación es el Consejo de Ministros de

Relaciones Exteriores; 3) el Comité Ejecu-

tivo integrado por un representante de

cada uno de los estados miembros, el cual

será seleccionado por los presidentes a

través de sus ministros de Relaciones Ex-

teriores, y 4) la Secretaría General a car-

go de un secretario general nombrado por

la Reunión de Presidentes por un período

de cuatro años. El primer secretario ge-

neral del SIECA fue el hondureño Roberto

Herrera Cáceres.

El Protocolo de Guatemala definió

los objetivos, principios y alcances del

proceso de integración económica cen-

troamericana. Estableció también las po-

líticas sectoriales básicas para promover

la integración económica centroamerica-

na y un conjunto de indicaciones para

lograr el mejoramiento de la productivi-

dad en el marco del mismo. Definió ade-

más los órganos e instituciones constitu-

tivas del subsistema de integración

económica centroamericana entre las

cuales destacan el Consejo de Ministros

de Integración Económica, la Secretaría de

Integración Económica Centroamericana

(SIECA) y el Banco Centroamericano de

Integración Económica (BCIE).

La integración social

Ha sido vital para la definición de pará-

metros de los aspectos sociales de la inte-

gración regional la Cumbre de Guácimo,

Costa Rica, celebrada del 18 al 20 de

agosto de 1994. En ella se crearon las

condiciones para la elaboración de la pla-

taforma denominada Alianza para el De-

sarrollo Sostenible (ALIDES) que fue discu-

tido en la Cumbre Ecológica celebrada

en Managua, del 12 al 14 de octubre de

1994. Esta cumbre fue seguida por la

Conferencia Internacional para la Paz y

el Desarrollo en Centroamérica celebra-

da en Tegucigalpa, el 24 y 25 de 1994,

en la cual se impuso plenamente la idea

de la integración social como complemen-

to indiscutible de la integración económi-

ca centroamericana.

Las cumbres presidenciales fueron

vitales para el proceso de pacificación del

istmo. Han abierto, nuevos rumbos a la

integración económica y social de la re-

gión. Sin embargo, en algunos aspectos,

las declaraciones de las cumbres presiden-

ciales han sido más bien la expresión de

buenos deseos que el reflejo de acciones

políticamente viables. Ellas han dado lu-

gar, por otra parte, a una variada gama

de instituciones, algunas de las cuales han

resultado poco eficaces y gravitan pesa-

damente sobre las precarias economías de

los países centroamericanos. Hay un cier-

to consenso en algunos círculos, que una

de estas instituciones es, precisamente, el

PARLACEN.

Cumbre de Presidentes

en Panamá.

Reunión del Pleno PARLACEN,

Guatemala 1994.

Historia del istmo centroamericano536

os movimientos sociales de fines del siglo XX en Centroamérica son el pro-

ducto de décadas de gran convulsión en la región. A los movimientos de

más larga existencia, como los sindicatos industriales y agrícolas, se suman

ahora los movimientos de mujeres, de ecologistas, por los derechos huma-

nos y de los pueblos indígenas. Como resulta evidente, estos movimientos están abrien-

do nuevos rumbos y perspectivas para las luchas sociales en la región y son, en sí

mismos, un vivo testimonio del surgimiento de nuevos consensos a nivel internacional

que enriquecen la agenda social de nuestros países. En gran medida, lo que preocu-

pa a los actores sociales de la región centroamericana es compartido por muchas

organizaciones, grupos y personas en el mundo entero.

El gran mundo también se hace presente en el istmo centroamericano mediante los

cambios culturales que introducen en nuestras sociedades la migración internacional y

los patrones de comportamiento que difunde la industria cultural por los medios de comu-

nicación electrónicos. Frente a los contenidos transnacionales del cine y la televisión, que

tienen hoy en día un papel verdaderamente protagónico en la socialización de las nue-

vas generaciones, diversas instancias del quehacer cultural en Centroamérica tratan de

mantener vivas las expresiones culturales e intelectuales propias de las tradiciones de los

pueblos del istmo. Lo cierto es que el cambio cultural que vive la región es una realidad

evidente para grandes núcleos de población; para otros sectores sociales, el esfuerzo se

ha orientado hacia la conservación de tradiciones milenarias y la identidad cultural.

Uno de los cambios más importantes que vive Centroamérica hoy, y que incidi-

rá decisivamente en su cultura y desarrollo social, es el proceso de integración, que

ha cobrado nuevos bríos mediante las cumbres presidenciales que se celebran regu-

larmente y que han jugado un papel clave en la pacificación de la región y en la

apertura de nuevos caminos para la integración económica, social y política del

istmo. Los logros alcanzados hasta ahora han sentado las bases para iniciativas

todavía más ambiciosas a futuro, por lo cual el nuevo siglo promete la concreción de

acuerdos y medidas que lleven finalmente a la recomposición de una Centroamérica

unida y próspera, cuyas poblaciones vivirán en paz y democracia. Ese ha sido el

sueño de mujeres y hombres de los tiempos pasados; a nosotros, los del presente, nos

tocará hacerlo realidad.

CONCLUSIÓN

LSe busca mantener vivas

las tradiciones de los pueblos

del istmo.

Conclusión de la Unidad V 537

as guerras civiles que asolaron los países del istmo centroamericano durante la

segunda mitad de la década de los años setenta y toda la década de los ochen-

ta trajeron consigo gran destrucción en términos de bienes materiales y de

vidas humanas. Desarraigaron a muchos centroamericanos que tuvieron que

vivir en calidad de refugiados en países como Honduras, Costa Rica y México, o emigrar

a los Estados Unidos y otros países desarrollados en busca de mejores horizontes.

Por encima de toda la destrucción, el dolor y la pena que produjeron, hay, sin

embargo, un saldo positivo neto que puede adjudicárseles. Generaron una gran

apertura en los sistemas políticos que los combatientes que sobrevivieron y las nuevas

generaciones, de hoy y mañana, han de disfrutar. La fuerzas insurreccionales enca-

bezadas por los sandinistas liquidaron a la dictadura somocista. A su vez, la guerra

civil antisandinista contribuyó de alguna manera a la alternabilidad presidencial en

Nicaragua, ya que indujo a los sandinistas a aceptar el juego democrático que los

sacó del poder estatal en 1990. La lucha guerrillera en El Salvador es, en buena

medida, responsable de la apertura política democrática que vive ese país y que

significó que los antiguos combatientes del FMLN volvieran a la vida civil como mili-

tantes de un partido político que busca alcanzar objetivos políticos por vías democrá-

ticas. La lucha de la guerrilla guatemalteca tampoco fue en vano, pues jugó un papel

importante en la apertura política que se vive hoy en Guatemala.

La intervención norteamericana en los países del istmo tuvo efectos nefastos en

la década de los años ochenta. Contribuyó a hacer más sangriento el conflicto cen-

troamericano, al propiciar salidas militares y enviar enormes cantidades de armas a

la región. Involucró a varios países en los asuntos internos de otros estados centro-

americanos y los convirtió en retaguardia de la Contra nicaragüense. Potenció a los

ejércitos aliados en su estrategia contrainsurgente de una manera extraordinaria y

les otorgó un papel político sin igual. Empero, una vez que la paz llegó a la

región, el Departamento de Estado norteamericano tomó partido por la democra-

cia representativa en los países del istmo, quitándoles el apoyo a los militares que

dependieron, en buena media, de su auspicio logístico y financiero. Éste es un dato

fundamental para entender el reducido perfil político que tienen hoy los ejércitos en

el área centroamericana, seguramente el más bajo de los últimos treinta años.

CONCLUSIÓN DE LA UNIDAD V

L

Historia del istmo centroamericano538

Estamos hablando de un hecho altamente positivo para la democratización

de los países de la región que han logrado acompañar a Costa Rica en su proceso,

ya tradicional, de sucesión presidencial. Bajo las condiciones actuales, uno se atre-

vería a sostener que los golpes de Estado, que impidieron el aprendizaje de la demo-

cracia en la región, son hoy asunto del pasado. En el caso de Panamá, la intervención

directa norteamericana, con todo el peso antisoberano que el concepto conlleva,

liquidó al ejército de ese país que actuaba como una suerte de poder omnímodo,

abriendo nuevos caminos a la democracia política de esa nación. Actualmente, Pa-

namá dispone únicamente, al igual que Costa Rica, de una policía civil que atiende lo

relativo a las garantías de la seguridad ciudadana.

La democracia liberal vive un renacimiento en los países de la región, lo cual es

muy positivo. Pero lo hace bajo condiciones económicas y sociales, que tornan cada

vez más difícil la realidad de la mayoría de la población que sufre los efectos de los

programas de ajuste estructural y del emergente modelo de desarrollo económico y

social basado en las tesis del libre mercado. Vivimos, en efecto, en sociedades donde

una buena parte de su gente se ve duramente castigada por el desempleo, el subem-

pleo, la pobreza y la miseria, y en las cuales los regímenes políticos son cada vez más

incapaces de atender las demandas que derivan de estos sectores sociales empobre-

cidos, de los movimientos sociales y, en general, del conjunto de organizaciones e

instituciones que conforman lo que denominamos la sociedad civil. Si a esto agrega-

mos cierta falta de visión de las clases gobernantes que aún ven en el ejercicio del

poder estatal una fuente de enriquecimiento fácil, estaríamos en condiciones de en-

tender mejor la crisis de representación política que viven los partidos políticos y los

gobiernos democráticos emergentes de la región.

Esta crisis de representación no sólo se refleja en el aumento de las personas

que se abstienen de participar en los procesos electorales, sino que alimenta también

el desencanto que se advierte entre los electores activos que van a las urnas con la

idea de que, independientemente del candidato por el cual se vote, las cosas segui-

rán igual o peor. Como es obvio, esta actitud tiene mucho que ver con el predominio

de políticas de ajuste neoliberal en nuestros gobiernos, las que se esgrimen como el

único camino viable y realista, así como con la profunda crisis que vive en el mundo

de hoy el ideal reformista que es fácilmente motejado como populista. Éste es, segu-

ramente, uno de los grandes dilemas que enfrenta el proceso de democratización en

los países del istmo que, como hemos tratado de señalar, es una de las ganancias

líquidas de las profundas tensiones y guerras civiles que desangraron el área centro-

americana durante la segunda mitad de la década de los años setenta y la década de

Conclusión de la Unidad V 539

los ochenta. Es también un desafío importante para las democracias del istmo la ola

de delincuencia sin precedentes que se padece, ya que mantiene latentes los impulsos

autoritarios que han dominado las relaciones sociales en nuestros países, da poder

de nuevo a las fuerzas del orden armado y lleva al ciudadano común a armarse

para defender su vida y sus propiedades.

La revitalización del proceso de unidad centroamericana que se desarrolla en

forma paralela al proceso democratizador, es realmente esperanzador y está abrien-

do nuevos rumbos para el desarrollo económico, social, político y cultural de la re-

gión. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para que la idea integracionista

pueda crecer en toda su potencialidad y dé los frutos esperados por sus principales

gestores, los presidentes centroamericanos.

De cara al siglo XXI

Los países del istmo se enfrentan a grandes desafíos en las postrimerías del siglo XX y

en los albores del siglo XXI. Tienen ante sí la urgente necesidad de revisar sus opcio-

nes económicas y sociales de cara a un mundo globalizado. Siguiendo su histórico

modelo de desarrollo, los países del istmo (con la excepción de Panamá, que tiene

una economía esencialmente transitivista y de servicios), han respondido positiva-

mente a la demanda internacional agregando al café y banano, sus tradicionales

rubros de exportación, otros como flores, frutas, hortalizas y mariscos. También debe

mencionarse el creciente papel de la maquila, tanto de la producción de bienes de

consumo (ropa, calzado) como de alta tecnología (electrónica, equipos de comunica-

ciones).

Sin embargo, una estrategia de desarrollo sostenido basada en la especializa-

ción productiva, ya sea de los productos agrícolas tradicionales o no tradicionales,

no es la mejor opción de cara al nuevo siglo. Se hace necesario ensayar los caminos

de la diversificación para superar la vulnerabilidad asociada a la demanda periódi-

ca e inestable de estos renglones de producción y así establecer las conexiones nece-

sarias entre los diferentes sectores de la economía. Esto exige volver la vista hacia el

sector industrial, cuyo modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones

y en la protección de estado se ha agotado, debido al predominio de las ideas neo-

liberales que sirven de fermento ideológico al proceso de reestructuración del mundo

capitalista en curso.

Se requiere de un programa de reconversión que dé a los países centroameri-

canos la posibilidad de crear un sector industrial tecnológicamente más sofisticado y

con un alto nivel de productividad, que permita exportar productos de calidad a otros

Historia del istmo centroamericano540

mercados o competir en los mercados locales en calidad y precio con productos

venidos de otras latitudes. Ésta es la opción que han abierto los “tigres asiáticos”

(Singapur, Hong Kong, Taiwan y Corea del Sur) y los “tigres menores” (Malasia,

Tailandia e Indonesia), que han logrado un desarrollo industrial considerable y cuya

ruta merece explotarse. Según Edelberto Torres-Rivas, un profundo conocedor de la

realidad centroamericana, la reconversión industrial “es la única manera de asumir

el desafío de la adaptación a un mundo dinámico, exigente, impulsado por crecien-

tes innovaciones tecnológicas, atento a la moda y a los gustos del consumidor y a las

variaciones de los precios”. Es también el camino para mejorar el nivel tecnológico y

el nivel de productividad de la pequeña y mediana propiedad rural. Una estrategia

de reconversión industrial que busque desarrollar islotes de desarrollo industrial, sin

serías articulaciones con otros sectores de la economía y de la sociedad, tendrá muy

poco impacto en el estímulo de la modernización de los mismos y en el mejoramiento

de las condiciones de vida de la población en su conjunto.

La reconversión industrial y el desarrollo general de la economía, exigen consi-

derables inversiones en educación, a fin de mejorar substancialmente el grado de

calificación y el nivel de productividad de la fuerza de trabajo. El desarrollo económico

y social exige, también, considerables inversiones en infraestructura (comunicacio-

nes, energía eléctrica, transporte y puertos), la que contribuirá a atraer variadas

formas de cooperación tecnológica y financiera de carácter extranjero, sin el apoyo

de la cual parece bastante difícil alcanzar los niveles de desarrollo tecnológico y de

eficiencia que se requieren para poder competir en el mundo de hoy. También debe

considerarse la necesidad de que cada uno de los países del istmo pueda vigorizar su

potencial de desarrollo a través de la integración económica regional. El mercado

regional debe servir como vehículo para estrechar vínculos con otros mercados regio-

nales del continente y con el mercado internacional en su conjunto.

Las sociedades centroamericanas deben enfrentarse también a los nuevos pro-

cesos sociales que trae consigo la globalización en marcha y las condiciones impues-

tas por los organismos de crédito internacional. Estamos hablando de fenómenos

como la precarización de la fuerza de trabajo, la feminización de la misma, la reduc-

ción de salario real de los trabajadores en las décadas precedentes, que son visuali-

zadas hoy día por los adalides del neoliberalismo como parte de una herencia “po-

pulista” que debe desaparecer.

Los procesos sociales antes mencionados, han conducido a una aguda con-

centración del ingreso que ha hecho a los ricos más ricos y a los pobres más po-

bres. Éste es uno de los grandes desafíos que enfrentan hoy en día las sociedades

Conclusión de la Unidad V 541

centroamericanas: cómo generar un modelo de desarrollo que produzca crecimiento

económico al tiempo que vaya cerrando la amplia brecha que separa a los ricos de

los pobres. Es obvio, que el problema de la pobreza de nuestras sociedades no se

resuelve con medidas de compensación social, las que tienen como propósito esen-

cial, estabilizar el descontento social de los más vulnerables, como se les llama hoy

en día a las grandes mayorías empobrecidas de nuestros países.

La polarización social que ha traído consigo la aplicación de medidas económi-

cas neoliberales han dado al traste con el viejo pacto político en que se basó el modelo

de industrialización por sustitución de importaciones. Todavía no son totalmente

claros los parámetros del nuevo pacto político que, en todo caso, parece afectar a los

sectores de bajos ingresos, a los trabajadores asalariados en general y a las clases

medias urbanas, y a favorecer a los sectores asociados al gran capital nacional o

transnacional.

Esa polarización social está en la base de la pérdida relativa de legitimidad

que disfrutan hoy los regímenes democráticos que comenzaron a surgir en todos los

países (con la excepción de Costa Rica) a lo largo de la crítica década de 1980. Esta

pérdida de legitimidad relativa deriva de las dificultades para responder a las de-

mandas políticas de sus ciudadanos que sufren las consecuencias de las medidas

restrictivas del gasto social impuestas por los organismo financieros internacionales.

Se trata de uno de los puntos de tensión más importantes de la escena política de

nuestro tiempo.

La globalización y la condicionalidad de los organismos financieros interna-

cionales incidieron en la pérdida creciente de soberanía que experimentan actual-

mente los estado nacionales. La globalización de los mercados nos ha traído patro-

nes de consumo universalizados, además de la industria cultural que nos llega a

través de los modernos medios de comunicación. De ahí la tensión entre las tenden-

cias universalistas y la preservación de las identidades nacionales.

Existen retos que compartimos como centroamericanos con otros países de

diversos niveles de desarrollo y de distinta ubicación geográfica. Uno de ellos, si

acaso el más importante, es conservar nuestro medio natural. Aun países que toda-

vía tienen grandes reservas de recursos naturales deben manejar su explotación

con mucho cuidado para asegurar la disponibilidad de los mismos de manera inin-

terrumpida para las futuras generaciones. En Centroamérica, la situación am-

biental ya adquirió matices y niveles de crisis, basta ver la velocidad con la que han

desaparecido nuestros bosques, se acaba nuestra fauna y se agotan las fuentes de

agua limpia. En el caso de El Salvador, el medio natural original ha desaparecido

Historia del istmo centroamericano542

casi completamente; otros países como Costa Rica y Nicaragua, sufrieron graves

procesos de deforestación a causa de la ampliación de los cultivos de exportación

y la ganadería. En todos, sin excepción, la población presiona sobre el agua y los

suelos en busca de sustento; cuando esa población llega a ciertos niveles, empieza

a consumir más de lo que la naturaleza, por su cuenta, está en capacidad de

reponer. Es en ese punto que comienza el deterioro ambiental.

Por lo tanto, los centroamericanos debemos tomar en cuenta el tamaño y la

tasa de crecimiento de nuestra población cuando nos preparamos para enfrentar el

futuro. Como toda especie viviente, la población humana debe alcanzar un balance,

una relación armoniosa, con su entorno mineral, vegetal y animal. Si el número de

personas es muy alto para lo que el entorno natural está en capacidad de dar, habrá

escasez de agua, de suelos y de alimentos. Algunos tendrán que emigrar, en busca

de los recursos que no consiguen fácilmente en su lugar de origen. Otra solución es

que las personas tomen conciencia de la relación entre recursos y población y deci-

dan reproducirse responsablemente, adecuando el número de hijos a las condiciones

del medio. Muchos centroamericanos hoy son conscientes de la estrecha relación que

existe entre población y entorno natural; otros, sin embargo, todavía actúan bajo el

supuesto de que los recursos naturales son ilimitados y que, por ende, pueden mal-

gastarse sin ninguna contemplación.

Éstos son, en suma, algunos de los grandes desafíos que deberán enfrentar los

países del istmo de cara al siglo XXI. Para lidiar exitosamente con ellos, se requiere

opciones viables, realistas y consensuadas. Identificadas las opciones, deberá existir

voluntad para escoger las más convenientes y movilizar los recursos humanos y ma-

teriales para echarlas a andar. Sobre todo, debemos estar conscientes de que el

tiempo pasa y que los problemas y retos que enfrentamos se agrandan.

No todo se nos presenta difícil. Hoy por hoy, los centroamericanos tenemos

una gran ventaja a favor: la instauración de regímenes democráticos en todos los paí-

ses de la región. La democracia permite el libre intercambio de las ideas, las opiniones

y la información sobre la realidad social. Es, por lo tanto, el fundamento de toda

ciudadanía informada, la cual se constituye en el primer paso en la toma de

conciencia sobre la situación de un país o región. La democracia también incor-

pora a toda la población al debate sobre soluciones de la problemática social, lo

que permite que cada quien asuma con responsabilidad lo que le toca hacer

para mejorar el entorno social y natural en que vive.

Algunos han dicho que la democracia no es la forma más adecuada para en-

frentar situaciones críticas, donde lo que se necesita es decisión y rapidez combinados

Conclusión de la Unidad V 543

con autoridad para imponer soluciones. Los que afirman esto no han estudiado ca-

balmente la historia de región centroamericana, donde durante buena parte del siglo XX

hubo regímenes autoritarios y dictatoriales que no se distinguieron por su capacidad

para solucionar los grandes problemas nacionales. Más bien, utilizaron medidas de

fuerza e intimidación para silenciar las voces que propugnaron por vías diferentes a

las que ofrecían ellos.

Ahora, todos tenemos la oportunidad de proponer y participar. A diferencia de

una dictadura, donde solamente las autoridades opinan y deciden, la democracia es

posible precisamente cuando los ciudadanos toman en serio sus obligaciones y dere-

chos. Mediante la libertad de expresión y el derecho a votar, los ciudadanos mismos

se convierten en los forjadores de su propio futuro al elegir a los gobernantes que

dirigirán los destinos del país. A la inversa, cuando los ciudadanos no se interesan ni

participan en los asuntos públicos, tampoco tendrán derecho de reclamar frente a los

desaciertos o el incumplimiento de sus gobernantes. Exactamente ese es el enorme y

difícil reto de la democracia: el reconocimiento de que, en última instancia, los que

tienen la palabra somos nosotros mismos. Esa es una gran responsabilidad pero

también una extraordinaria oportunidad, como nunca hemos tenido antes. Aprove-

chémosla para construir una Centroamérica digna de los sueños de los antepasados

y de los anhelos de las generaciones presentes.

Las nuevas generaciones,

la esperanza del sueño

integracionista

de Centroamérica.

Créditos de iconografía 545

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Agradecemos la colaboración de las siguientes instituciones para la ilustración de este libro: Sala HistoriaPatria, Museo Nacional de Costa Rica, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA),Coordinación Educativa y Cultural de Centroamérica (CECC), Fondo Monetario Internacional (FMI), y a lasbibliotecas del Archivo General de la Nación, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso),y del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey, campus Estado de México.

Historia del istmo centroamericano. Tomo IIse imprimió en la

Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos,con domicilio en

Acueducto número 2, Parque Industrial Bernardo Quintana,Municipio El Marqués, Querétaro, C.P. 76246

El tiraje fue de 220 000 ejemplares.

Sus páginas interiores han sido impresas en papel ecológico, con lo cualse evitó la tala de 2 700 árboles y se contribuyó a preservar la riqueza forestal

de la humanidad y a mejorar su calidad de vida.

Impreso en papel ecológico