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La ruta de las iglesias rupestres.- Pasando Burgos y tomando la carretera que va a Santander, nos introducimos en la alta meseta castellana hasta llegar a las primeras estribaciones de la Cordillera Cantábrica; es un paisaje solitario, prácticamente despoblado hasta llegar a Aguilar de Campóo. Si el recorrido lo hacemos por la otra vertiente, es decir, desde Logroño pasando por Miranda de Ebro, hay pasar también por Pancorvo, y tomando la carretera de Oña, vamos a salir a Soncillo, llegando poco después a las primeras rampas del puerto del Escudo. En la misma base del puerto del Escudo, hay que desviarse a la izquierda, de manera que bordeando el embalse del río Ebro, que es la imagen que vemos en la foto, y después de casi media hora de viaje, dejamos a la derecha la localidad de Reinosa hasta llegar finalmente muy cerca de Aguilar de Campóo que es donde se inicia la ruta de las iglesias rupestres, o dicho de otra forma, pequeñas ermitas excavadas en la roca. La ruta geográfica donde están ubicadas estas pequeñas ermitas milenarias, está totalmente apartada de las principales vías de comunicación, pero perderse por estos parajes es algo que no solo merece la pena, sino que aportan recuerdos que no se olvidan nunca. Están ubicadas en los límites entre el sur de la provincia de Cantabria y el norte de Burgos y Palencia. Una fractura de la meseta castellana, (como vemos en la foto inferior), da lugar a una depresión geológica, la cual se comunica, mediante una serie de valles, con la Cordillera Cantábrica.

Iglesias rupestres maso

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Page 1: Iglesias rupestres maso

La ruta de las iglesias rupestres.-

Pasando Burgos y tomando la carretera que va a Santander, nos introducimos en la

alta meseta castellana hasta llegar a las primeras estribaciones de la Cordillera Cantábrica;

es un paisaje solitario, prácticamente despoblado hasta llegar a Aguilar de Campóo. Si el

recorrido lo hacemos por la otra vertiente, es decir, desde Logroño pasando por Miranda de

Ebro, hay pasar también por Pancorvo, y tomando la carretera de Oña, vamos a salir a

Soncillo, llegando poco después a las primeras rampas del puerto del Escudo.

En la misma base del puerto del Escudo, hay que desviarse a la izquierda, de manera

que bordeando el embalse del río Ebro, que es la imagen que vemos en la foto, y después

de casi media hora de viaje, dejamos a la derecha la localidad de Reinosa hasta llegar

finalmente muy cerca de Aguilar de Campóo que es donde se inicia la ruta de las iglesias

rupestres, o dicho de otra forma, pequeñas ermitas excavadas en la roca.

La ruta geográfica donde están ubicadas estas pequeñas ermitas milenarias, está

totalmente apartada de las principales vías de comunicación, pero perderse por estos

parajes es algo que no solo merece la pena, sino que aportan recuerdos que no se olvidan

nunca. Están ubicadas en los límites entre el sur de la provincia de Cantabria y el norte de

Burgos y Palencia. Una fractura de la meseta castellana, (como vemos en la foto inferior), da

lugar a una depresión geológica, la cual se comunica, mediante una serie de valles, con la

Cordillera Cantábrica.

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Son tierras altas, donde predominan los valles con farallones cortados a cuchillo, pero

rematados en cornisas de roca caliza donde abundan las cuevas y oquedades que les sirven

de refugio a las aves carroñeras, como el buitre leonado, el alimoche y el quebrantahuesos.

Paisajes solitarios con cierto magnetismo donde el misterio lo envuelve casi todo. Austeridad

y silencio donde quiera que detengas la mirada.

En estos parajes la primavera es breve, los veranos son extremados y el invierno

rigurosamente duro. Tierra ideal para la formación de anacoretas, ermitaños y monjes

solitarios. Es en parte lo que vengo buscando al realizar este viaje en una sola jornada. En

esta zona surgieron los primeros ermitaños hace ya más de mil años. Durante la alta Edad

Media se produjo un fenómeno de vida eremítica, de monjes que vivían solitarios en las

numerosas cuevas y oquedades del paisaje. El fruto de esta forma tan singular de entender

la vida religiosa y espiritual, fue la proliferación de pequeñas iglesias rupestres, las

cuales surgieron vaciando el interior de las rocas calizas que abundan en esta zona,

dentro de las cuales, se reunían para celebrar los ritos religiosos. En esa época, entre los

siglos VIII hasta el XI, la liturgia que seguían estos ermitaños era el rito mozárabe, hasta que

poco a poco se fue modificando por la influencia del ritual romano.

Siguiendo la ruta de estos monjes solitarios, lo primero que nos encontramos es la

pequeña iglesia de san Cipriano, la cual, y tal como se aprecia en la foto, está excavada en

la misma roca. ¿Cuánto tardaron en hacerlo? No hay datos precisos, pero fue un proceso de

varios siglos, dándole forma a través del martillo, el cincel y la piqueta. Dentro no caben más

de 20 personas, pero era el refugio donde hacían las misas y recitaban la liturgia cuando se

reunían en común. Es de suponer el misterio y el sigilo con el que estos ermitaños entendían

el ritual como expresión de su fe religiosa.

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Un poco más adelante nos encontramos con la iglesia rupestre de Arroyuelos, la cual

fue dedicada en su día a los santos mártires cordobeses Acisclo y Victoria. Su

construcción se realizó aprovechado el enorme peñasco que vemos en la foto; sus notables

proporciones, permitió que el espacio de culto se articulase en dos niveles en altura, de

manera que aunque exteriormente no se aprecie nada, por dentro está totalmente vaciada.

En la foto inferior podemos apreciar el interior de esta ermita. Las dos niñas del

fondo nos permiten captar las dimensiones que tiene su interior, donde se puede apreciar un

arco en forma de herradura que es netamente visigótico, lo cual nos permite darle una

datación aproximada de unos 1.200 años de antigüedad. Actualmente no tiene ninguna

utilidad concreta, si bien está cerrado con una puerta de hierro para que no entre nadie y

evitar su deterioro. Se observan las paredes oscurecidas por el humo debido a que con el

tiempo se convirtió en refugio de pastores.

El vaciado interior de estas ermitas, lo hacían picando la roca caliza y sacando los

escombros al exterior hasta conseguir la forma deseada. La columna que vemos en primer

plano, es el resultado del vaciado de escombros al picar interiormente la roca, dejando dicha

columna como soporte del techo. En la foto inferior, que corresponde a la ermita de San

Miguel, podemos apreciar mejor el extraordinario trabajo de vaciado de la roca.

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.

Estas iglesias rupestres sitúan su cronología en torno a los siglos IX y X, (entre el

año 800 y el año 1000 aproximadamente) cuando la repoblación de esta comarca estaba en

pleno su auge y cuando las incursiones árabes eran todavía frecuentes. En realidad, de esta

zona partió gran parte de la población que siglos después formó Castilla y que se consolidó

durante el reino de Alfonso X el Sabio, que fue quien puso en marcha una política de

repoblación de algunas zonas de Castilla-León.

No podemos detenernos, así que seguimos adelante en nuestro recorrido. La

siguiente que nos encontramos es otra ermita igualmente excavada en la roca, que no es

otra que la de Santa Maria de Valverde. La espadaña que vemos encima de la roca

(también llamado campanario) no tiene nada que ver con la ermita, pues es una

construcción muy posterior, de varios siglos más tarde. Aunque externamente no tiene nada

de interés, ya que parece una cueva como otra cualquiera, interiormente es una belleza

como podemos apreciar en los fotos siguientes.

Si observamos con atención la siguiente foto, podemos ver en el techo las muescas y

estrías provocado por el trabajo a golpes de martillo, de cincel y también de la piqueta, lo

cual evidencia las técnicas que utilizaron para el vaciado interior de la roca. El resultado es

realmente espectacular, pues dentro de su sencillez, la luz exterior permite unos contrastes

de formas que realzan el conjunto arquitectónico. Recuerda mucho al estilo arquitectónico

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que llegará poco después, como es el románico, de pequeñas iglesias sin apenas aberturas

que invitaban al recogimiento y la oración.

Como se puede apreciar en esta misma ermita, pero desde otro ángulo, a esta

pequeña iglesia rupestre se la conoce como la catedral de las iglesias rupestres. Podemos

darla una antigüedad de unos 1.250 años de antigüedad aproximadamente.

No debemos pensar que estos monjes o ermitaños solitarios eran parecidos en su

forma de vida a los monjes benedictinos de los siglos XII y XIII y otras órdenes religiosas,

las cuales ya estaban en plena expansión y notablemente organizados cuando surgieron; la

realidad en este caso era diferente. La imagen más aproximada de este tipo de ermitaños

que habitaron estas cuevas y ermitas, respondería más bien a un tipo de hombres solitarios,

muy pobremente vestidos, acostumbrados no solo a pasar hambre, sino también a los

castigos físicos, con escasa higiene y una edad de vida que raramente superaba los 40 ó 50

años de edad.

Pero al mismo tiempo que este tipo de vida era una manera de alcanzar la perfección

espiritual, era también una forma de colonización de las tierras, que permitían la formación

de pequeños núcleos de población, lo cuales, se iban asentando progresivamente. Todo

parece indicar que no fueron pocos los eremitas que habitaron estas tierras, sino por el

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contrario, fueron cientos quienes seguían este ejemplo de vida en la Alta Edad Media, que

daría paso poco después, a la aparición del arte románico.

El recorrido por todas estas ermitas rupestres es largo, pues son numerosas y la

mayoría no han pasado de ser simples cuevas o grutas. En este caso, me he centrado en

las que están mejor conservadas, como es la de Santa María de Valverde y la otra de los

Santos Justo Y pastor que veremos a continuación. La foto inferior, es una muestra de lo

que son la mayoría de estas grutas convertidas en ermitas, pero volviendo a recordar que el

campanario que han construido encima, es ajeno y muy posterior a estas ermitas-iglesia.

En este viaje, nos centramos en la ermita de los Santos Justo y Pastor, cuya

entrada vemos en la foto inferior, y en la cual se aprecian también los oquedades donde se

refugiaban estos ermitaños. Acostumbrados como estamos hoy al consumismo y a una vida

relativamente fácil, nos imaginamos le vida tan extrema y dura que llevaban estos hombres.

Como se puede apreciar en las fotos inferiores, el interior de esta iglesia rupestre es

espectacular, tal y como muestran las imágenes.

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Hasta hace unos 30 años fue la parroquia del pueblo, pero a partir de entonces pasó

a formar parte del Patrimonio Histórico y Cultural.

Al estar excavada en la roca de arenisca, se pueden observan con todo detalle los

distintos niveles de sedimentación correspondientes al período de formación geológica, que

se aprecia por la coloración que tienen los diferentes estratos geológicos.

En la estructura de la nave central, a pesar de que se observa que no hay plano

determinado a seguir, el resultado no deja de ser realmente hermoso por la sencillez de sus

formas.

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Es casi seguro que, en una primera época, estas oquedades excavadas en la roca

fueron ocupadas por cientos de personajes que sintieron los mismos ideales que San

Genadio o San Fructuoso, aquellos monjes que pasaron sus días en las cuevas perdidas de

la Tebaida,y que su ejemplo se fue extendiendo por estas primeras comunidades de monjes

y ermitaños y por otros lugares desérticos.

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Y aquí finalizamos nuestro viaje, en la visita a la iglesia-ermita de los santos Justo

y Pastor, recordando que en esta zona se iniciaron las primeras comunidades de monjes

ermitaños en España, debido a que en el resto del país no era posible en esos siglos, al

estar ocupada por los árabes, los cuales, en un avance paulatino de la Reconquista, fueron

finalmente expulsados de España.

Pero fue precisamente en esta zona donde se inicia el esplendor de lo que sería

posteriormente la vida monacal. No muy lejos de esta zona se encuentra el monasterio de

Santo Toribio de Liébana, fundado precisamente durante esos siglos, el cual, se hará muy

famoso por ser uno de los iniciadores en los comentarios al libro del Apocalipsis.

Damián Galerón