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Introducción a nuestras bases estratégicas 1 Material de formación: Introducción a nuestras bases estratégicas El texto que sigue es una descripción de nuestras concepciones políticas, que tiene por objeto pasarlas en limpio y ponerlas a discusión en función de pensar el tipo de organización, programa y estrategia que necesitamos. Se apuntan, al final de cada apartado, recomendaciones bibliográficas sobre estos temas para quienes quisieran profundizar en estas discusiones y nuestras posiciones al respecto. Hacia una caracterización de nuestra etapa histórica La caída del muro de Berlín y la desarticulación del “campo socialista” 1 cerró todo un ciclo histórico, correspondiente al “corto siglo XX” abierto con la primera guerra mundial y la revolución de Octubre. La mayor parte de los enunciados estratégicos de la tradición marxista revolucionaria de los que aún somos hacedores fueron forjados al inicio del anterior periodo histórico y hoy nos enfrentamos, por ende, a una necesaria reconstrucción del proyecto emancipatorio. 1 La implosión de los regímenes burocráticos de la Unión Soviética y Europa del este, a fines de los 80’ cierra la etapa de la restauración capitalista cuyos inicios tenemos que buscar en los tiempos de la derrota de la revolución alemana del 18-19 y la contra-revolución burocrática del estalinismo. Estas conclusiones, que nacen con la “oposición obrera” al estalinismo y se continúan con la IV Internacional, mantienen vigencia. Pero no es así con las tesis del Estado obrero burocratizado, para caracterizar los regímenes posteriores a la contra-revolución burocrática: la derrota de la revolución durante los años 20 fue de tal magnitud - en el terreno material, físico, de la conciencia, - que ya no puede afirmarse que se tratara de un “estado obrero” de ningún tipo, sino de algún tipo de formación social burocrática (ni capitalista ni socialista). Este diagnóstico tiene consecuencias estratégicas y políticas en la medida en que la caracterización del “estado obrero burocratizado” dejaban completamente indemnes las hipótesis bolcheviques que las corrientes trotskistas ortodoxas mantienen sin mayores alteraciones.

Introducción marxismo

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nestor kohan

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  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    1

    Material de formacin:

    Introduccin a nuestras bases estratgicas

    El texto que sigue es una descripcin de nuestras concepciones polticas, que

    tiene por objeto pasarlas en limpio y ponerlas a discusin en funcin de pensar el tipo

    de organizacin, programa y estrategia que necesitamos. Se apuntan, al final de cada

    apartado, recomendaciones bibliogrficas sobre estos temas para quienes quisieran

    profundizar en estas discusiones y nuestras posiciones al respecto.

    Hacia una caracterizacin de nuestra etapa histrica La cada del muro de Berln y la desarticulacin del campo socialista1 cerr

    todo un ciclo histrico, correspondiente al corto siglo XX abierto con la primera guerra

    mundial y la revolucin de Octubre. La mayor parte de los enunciados estratgicos de la

    tradicin marxista revolucionaria de los que an somos hacedores fueron forjados al

    inicio del anterior periodo histrico y hoy nos enfrentamos, por ende, a una necesaria

    reconstruccin del proyecto emancipatorio.

    1 La implosin de los regmenes burocrticos de la Unin Sovitica y Europa del este, a fines de los 80 cierra la etapa de la restauracin capitalista cuyos inicios tenemos que buscar en los tiempos de la derrota de la revolucin alemana del 18-19 y la contra-revolucin burocrtica del estalinismo. Estas conclusiones, que nacen con la oposicin obrera al estalinismo y se continan con la IV Internacional, mantienen vigencia. Pero no es as con las tesis del Estado obrero burocratizado, para caracterizar los regmenes posteriores a la contra-revolucin burocrtica: la derrota de la revolucin durante los aos 20 fue de tal magnitud - en el terreno material, fsico, de la conciencia, - que ya no puede afirmarse que se tratara de un estado obrero de ningn tipo, sino de algn tipo de formacin social burocrtica (ni capitalista ni socialista). Este diagnstico tiene consecuencias estratgicas y polticas en la medida en que la caracterizacin del estado obrero burocratizado dejaban completamente indemnes las hiptesis bolcheviques que las corrientes trotskistas ortodoxas mantienen sin mayores alteraciones.

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

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    Lo que se cerr es el ciclo histrico forjado bajo la estela de la revolucin de

    Octubre, sus conclusiones estratgicas y delimitaciones. Y eso por dos razones: la

    derrota burocrtica de las experiencias emancipatorias del siglo XX constituyen, hasta

    cierto punto, un fracaso intrnseco del proyecto emancipatorio, que no puede

    adjudicarse exclusivamente a cuestiones exteriores (la guerra civil, la escasez, la

    miseria); por otro lado, el mundo ha cambiado lo suficiente como para que las tesis

    polticas y las hiptesis estratgicas que orientaron la accin de los revolucionarios

    durante todo un ciclo histrico, hayan perdido cierta vigencia. Debemos ser parte,

    entonces, de un proceso, probablemente largo y complejo, de reconstruccin del

    movimiento socialista sobre bases revolucionarias.

    No sabemos cmo sern las revoluciones del siglo XXI, necesitamos nuevas

    experiencias histricas y hechos fundacionales de la lucha de clases, para poder

    formular hiptesis estratgicas integrales para nuestro periodo. Ello no significa que

    haya que hacer tbula rasa con la historia del movimiento revolucionario, ni empezar de

    cero: hay una memoria, una historia, unas lecciones tericas, del movimiento obrero y

    socialista, que hay que recuperar, actualizar y proyectar.

    Para seguir leyendo:

    Bensad, Una nueva poca histrica: http://danielbensaid.org/Una-nueva-

    epoca-historica?lang=fr

    Hacia un rearme terico y organizativo de la izquierda anticapitalista

    La profundidad y extensin de estos cambios ha expuesto al movimiento

    anticapitalista a la necesidad de afrontar un periodo de rearme terico, programtico,

    organizativo y estratgico, para formular un nuevo proyecto emancipatorio, acorde al

    actual periodo histrico y a las lecciones tericas del siglo XX. En esta tarea, nuestras

    armas sern, entonces, la disposicin al dilogo, en el plano terico y organizativo, entre

    distintas tradiciones y herencias revolucionarias en la bsqueda permanente de sntesis,

    evitando los rasgos sectarios y autoproclamatorios que caracterizan a gran parte de la

    militancia revolucionaria.

    En nuestro pas, los laxos agrupamientos multisectoriales que intentaron

    reagrupar a diferentes agrupaciones de base y corrientes polticas, constituyeron un

    primer momento de recomposicin poltica y organizativa, que hay que saber valorar.

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    3

    Esta experiencia de la denominada nueva izquierda, ha servido como primer momento

    de recomposicin poltica, al articular una cierta capacidad organizativa con el planteo

    de nuevas hiptesis polticas. La preocupacin por la democracia de base y por el

    establecimiento de relaciones sociales horizontales, aportaron novedad y riqueza a la

    discusin del momento. Sin embargo, cuando estas inquietudes se cristalizaron

    dogmticamente se convirtieron en obstculo para proyectar nuestra vocacin de

    intervenir efectivamente en la lucha poltica con alcance estratgico.

    Consideramos necesaria la construccin de una izquierda decididamente

    anticapitalista y clasista, no sectaria ni oportunista, que abogue por un socialismo

    radicalmente democrtico, feminista, ecosocialista y libertario; que retome a un

    marxismo heterodoxo, crtico y abierto; y que pueda interpelar a los sectores

    provenientes de otras identidades populares y tradiciones terico-polticas.

    La recomposicin en el plano organizativo debe ir de la mano, a su vez, de un

    rearme en el plano terico y programtico. La actualizacin de un marxismo crtico,

    abierto, complejo, heterodoxo, que est a la altura de las luchas actuales. No se trata de

    ninguna defensa del marxismo como se proponen los dogmticos, sino de una

    renovacin y actualizacin, desprejuiciada y original.

    Para seguir leyendo:

    Jose Correa, Programa, estrategia, sujeto: los desafos de la revolucin en el

    siglo XXI, en www.democraciasocialista.org/?p=2591

    Diferencias con la izquierda tradicional: catastrofismo y mini-partido

    En la izquierda dogmticamente trotskista, la sexagenaria caracterizacin de la

    etapa del capitalismo como de estancamiento crnico (derivada de la clebre tesis de

    Trotsky respecto a que las fuerzas productivas han cesado de crecer) conduce a una

    estrategia poltica de ofensiva permanente, segn la presuncin de que las rebeliones

    espontneas de los sectores populares, la irrupcin del movimiento obrero y el

    desprestigio de los gobiernos burgueses seran ms o menos inevitables e inminentes,

    compungidas las masas por la crisis capitalista que arrojara a los trabajadores a la lucha,

    generando el caldo de cultivo para el desarrollo de la organizacin de vanguardia. Por

    tanto, la actividad poltica se reduce en lo fundamental a la agitacin (para favorecer la

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    rebelin de las masas) y la propaganda (para ganar a los mejores elementos de

    vanguardia).

    El catastrofismo conduce a una lgica de corto plazo que cree encontrarse

    siempre ante oportunidades y coyunturas decisivas y, por tanto, pretende de modo

    persistente acelerar infructuosamente los procesos. Al mismo tiempo, la supuesta

    inminencia de la crisis lleva a colocar la prioridad poltica en la acumulacin partidaria y

    en la lucha por la direccin antes que en la consolidacin de las organizaciones

    populares, de los frentes de masas, de las conquistas reivindicativas parciales,

    En la medida en que la gravedad de la crisis y la madurez de las condiciones

    objetivas reducen la actividad poltica a la cuestin de la direccin, los revolucionarios se

    del propio ncleo poltico

    movimiento de masas

    lneas ideolgicas, delimitarse sistemticamente de las corrientes centristas y

    oportunistas, y organizars

    La organizacin poltica podra, as, empalmar con las masas, por encima de los aparatos

    polticos pre-existentes que no soportaran la presin y la dinmica de los

    acontecimientos, en un contexto de

    Para seguir leyendo:

    Hacia un nuevo comienzo ... por otro camino, La alternativa a la micro

    https://www.marxists.org/espanol/draper/1970.htm

    Introduccin a nuestras bases estratgicas

    rebelin de las masas) y la propaganda (para ganar a los mejores elementos de

    El catastrofismo conduce a una lgica de corto plazo que cree encontrarse

    siempre ante oportunidades y coyunturas decisivas y, por tanto, pretende de modo

    persistente acelerar infructuosamente los procesos. Al mismo tiempo, la supuesta

    nminencia de la crisis lleva a colocar la prioridad poltica en la acumulacin partidaria y

    en la lucha por la direccin antes que en la consolidacin de las organizaciones

    populares, de los frentes de masas, de las conquistas reivindicativas parciales,

    En la medida en que la gravedad de la crisis y la madurez de las condiciones

    objetivas reducen la actividad poltica a la cuestin de la direccin, los revolucionarios se

    concentran casi exclusivamente en la construccin de

    partidos que compiten con brutalidad con el resto de las

    corrientes por ocupar ese lugar. Ese marco explica la

    persistencia de una cultura poltica facciosa y divisionista por

    parte de las principales tradiciones del trotskismo sectario.

    De hecho, estas corrientes sectarias proveni

    trotskismo tienen una concepcin de la construccin

    organizativa que se ajusta cabalmente a lo que Hal Draper

    llam mini-partido. Esto es, la creencia de que la va hacia

    una fuerza poltica de masas es el simple crecimiento lineal

    cleo poltico -por minoritario y aislado que se encuentre frente al

    movimiento de masas- en la medida en que logre depurar adecuadamente sus propias

    lneas ideolgicas, delimitarse sistemticamente de las corrientes centristas y

    oportunistas, y organizarse prefigurativamente como un pequeo partido de masas.

    La organizacin poltica podra, as, empalmar con las masas, por encima de los aparatos

    existentes que no soportaran la presin y la dinmica de los

    acontecimientos, en un contexto de crisis capitalista.

    Para seguir leyendo:

    Hacia un nuevo comienzo ... por otro camino, La alternativa a la micro

    https://www.marxists.org/espanol/draper/1970.htm

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    rebelin de las masas) y la propaganda (para ganar a los mejores elementos de la

    El catastrofismo conduce a una lgica de corto plazo que cree encontrarse

    siempre ante oportunidades y coyunturas decisivas y, por tanto, pretende de modo

    persistente acelerar infructuosamente los procesos. Al mismo tiempo, la supuesta

    nminencia de la crisis lleva a colocar la prioridad poltica en la acumulacin partidaria y

    en la lucha por la direccin antes que en la consolidacin de las organizaciones

    populares, de los frentes de masas, de las conquistas reivindicativas parciales, etc.

    En la medida en que la gravedad de la crisis y la madurez de las condiciones

    objetivas reducen la actividad poltica a la cuestin de la direccin, los revolucionarios se

    concentran casi exclusivamente en la construccin de

    rutalidad con el resto de las

    corrientes por ocupar ese lugar. Ese marco explica la

    persistencia de una cultura poltica facciosa y divisionista por

    parte de las principales tradiciones del trotskismo sectario.

    corrientes sectarias provenientes del

    trotskismo tienen una concepcin de la construccin

    organizativa que se ajusta cabalmente a lo que Hal Draper

    partido. Esto es, la creencia de que la va hacia

    una fuerza poltica de masas es el simple crecimiento lineal

    por minoritario y aislado que se encuentre frente al

    en la medida en que logre depurar adecuadamente sus propias

    lneas ideolgicas, delimitarse sistemticamente de las corrientes centristas y

    e prefigurativamente como un pequeo partido de masas.

    La organizacin poltica podra, as, empalmar con las masas, por encima de los aparatos

    existentes que no soportaran la presin y la dinmica de los

    Hacia un nuevo comienzo ... por otro camino, La alternativa a la micro-secta

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

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    Balance de la experiencia de la nueva izquierda argentina

    La denominada nueva izquierda no constituye una unidad poltica sino un

    campo inestable de fuerzas en proceso abierto de conformacin. Se trata, en todo caso,

    del nombre de un trayecto comn que fue produciendo rasgos compartidos: el de

    apostar a convertir a la militancia social desarrollada durante el ltimo periodo en el

    embrin de una nueva experiencia poltica que pudiera renovar el proyecto

    emancipatorio.

    La primera fase de ascenso de las luchas, iniciada a fines del siglo pasado, debi

    lidiar con un contexto marcado por el ms amplio desarme poltico y organizativo de los

    sectores populares, producto de la derrota histrica que sufri la clase trabajadora en

    las ltimas dcadas de contra-ofensiva

    neoliberal. En tal etapa, el surgimiento

    de las luchas sociales ms elementales,

    de movimientos reivindicativos sin

    mayor elaboracin programtica,

    constituyeron una genuina forma de

    lucha poltica para un momento en que

    lo prioritario pasaba por la regeneracin

    del tejido social y organizativo,

    precondicin para una posible

    reconstruccin poltica del movimiento

    socialista. El medio que se encontr

    para empezar a proyectar polticamente a las nuevas experiencias organizativas y

    profundizar la recomposicin poltica popular pasaba por generar relaciones

    horizontales entre las nuevas agrupaciones sectoriales, corrientes multisectoriales con

    fuertes rasgos federativos que procuraban respetar el tiempo y el protagonismo del

    conjunto de la militancia de base. Este proceso constituy un momento precioso en el

    proceso de recomposicin organizativa del sujeto popular.

    Sin embargo, en las puertas de una nueva situacin poltica, es importante

    reconocer la insuficiencia de estas formas organizativas para enfrentar las tareas de la

    prxima etapa. En lugar de fetichizar las actuales formaciones organizativas, creyendo

    que nos encontramos frente a la forma poltica finalmente encontrada, tenemos que

    entenderlas como una etapa valiosa que permiti preparar las siguientes. En ciertos

    momentos, el medio para defender la acumulacin poltica construida no pasa por

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

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    preservar los instrumentos construidos, sino por forjar las nuevas organizaciones que

    sean eficaces para afrontar las tareas del momento. Actualmente, debemos superar las

    coordinaciones polticas federativas en dos sentidos complementarios. Por un lado hacia

    convergencias amplias de carcter ms poltico, que sobre la base de la multiplicidad de

    experiencias, sensibilidades y tradiciones, puedan instituir un bloque social y poltico

    contra-hegemnico, con capacidad de intervencin dinmica y unitaria. Por otro lado,

    hacia corrientes polticas revolucionarias, con un mayor grado de homogeneidad y

    centralizacin poltica, que cumplan la funcin de referencias poltico-ideolgicas, con

    capacidad de intervencin poltica y reflexin estratgica.

    Resulta esencial reconocer la irreductibilidad de la lucha poltica, que no es una

    mera continuacin de la lucha social sino que cuenta con una lgica y mecnica propia.

    La indistincin o fusin de lo social y lo poltico bien puede llevar, ms all de la

    pretendida intencin democrtica, a despolitizar lo poltico y/o a sobreideologizar lo

    social. Ms aun, la inconmensurabilidad de lo poltico y lo social es la base necesaria

    para una concepcin democrtica de la emancipacin. Ms all de las pretendidas

    intenciones anti-burocrticas, la fusin de lo social y lo poltico tiende hacia el

    sustituismo. En la medida en que se considera que lo poltico es la continuacin

    inmanente de lo social, no hay, por un lado, lugar para la pluralidad poltica, para la

    lucha ideolgica (que parte necesariamente de reconocer el hiato entre lo social y lo

    poltico), ni la correspondiente autonoma del movimiento social respecto a los

    instrumentos polticos (que requiere del reconocimiento de funciones diferentes para

    los frentes de masas y las herramientas polticas).

    Para seguir leyendo:

    Facundo Martn y Martn Mosquera, Una ventana a la crisis de la izquierda

    independiente, en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182939

    Lucha hegemnica y prefiguracin El punto de partida para reconstruir una estrategia socialista acorde a nuestro

    tiempo, es la comprensin de la poltica como construccin de hegemona. Es decir,

    como el proceso en el cual las clases subalternas van construyendo colectivamente una

    nueva constelacin cultural y moral, en donde vertebrar y prefigurar una nueva

    sociabilidad en base a sus propios valores, prcticas e instituciones, en disputa con las

    actualmente hegemnicas. Es importante comprender que la disputa hegemnica no se

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

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    da entre dos construcciones ideolgicas pre-constituidas y estticas, sino que exige

    disputar creativamente y articular hegemnicamente diferentes elementos presentes en

    el sentido comn, y que no tienen necesariamente un contenido de clase a priori (como

    es la democracia, la nacin, el pueblo).

    No existe fuerza social y poltica que pueda seriamente amenazar al rgimen

    capitalista si no integra hegemnicamente a vastos sectores sociales, fuerzas polticas y

    sensibilidades culturales. No se trata de embestir de frente contra las identidades

    existentes en las clases subalternas, sino de radicalizar los elementos progresivos que

    existen contradictoriamente en el sentido comn popular. Los anhelos de justicia e

    igualdad social de la clase obrera peronista, la opcin por los pobres de sectores

    vinculados al cristianismo, la crtica contra-cultural de sectores juveniles o, incluso, la

    sensibilidad republicana y democrtica de sectores medios, pueden recuperarse

    resignificndose en una aspiracin anticapitalista.

    Las experiencias prefigurativas hay que situarlas en esta perspectiva de

    construccin contra-hegemnica. Sin la pretensin ingenua de construir islas de

    comunismo en el seno de la sociedad burguesa, apostamos a que nuestras

    construcciones prefiguren la sociedad que anhelamos, en la lnea del Marx que

    consideraba a los sindicatos como

    escuelas de socialismo. Es decir,

    procesos de empoderamiento de las

    clases subalternas, de transformacin

    subjetiva y organizativa, de visibilizacin

    material de las posibilidades de organizar

    bajo nuevas bases los diferentes aspectos

    de la produccin y reproduccin de la vida

    social. El desarrollo de una cultura

    socialista, las prcticas moleculares anti-

    burocrticas, la politizacin de la vida

    cotidiana y las relaciones personales son la condicin y el reaseguro para las luchas

    estrictamente polticas, no su reemplazo.

    Siendo poder popular y prefiguracin dos significantes claves de la

    militancia del ltimo perodo, corresponde realizar una apropiacin crtica. En ambos

    casos, se trata de recuperar estas categoras, pero en una definicin, por as decirlo,

    ampliada. La prefiguracin no puede reducirse, como habitualmente se hace, a las

    experiencias autogestivas, asamblearias o cooperativas, por la sencilla razn de que el

    socialismo que queremos prefigurar no se reduce a asambleas y cooperativas. El

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

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    socialismo tambin requiere instituciones, mecanismos de decisin de amplia escala,

    formas representativas de gestionar lo social. Por otro lado, la prefiguracin tambin se

    expresa en la lucha por derechos y reformas. Cuando se logra una reivindicacin, se

    conquista un derecho o se ampla una libertad, en algunos casos tambin se est

    prefigurando los contornos de la sociedad socialista por la que luchamos.

    Respecto al poder popular, vale una aclaracin equivalente. No puede pensarse

    el poder popular como una entidad previa y completamente exterior al poder del

    Estado, por tres razones: 1) en primer lugar, porque no hay un afuera completo del

    Estado. Si bien el Estado no es una totalidad omnicomprensiva, sino una realidad porosa

    y contradictoria, no hay lugares a completa distancia de l. Las experiencias piqueteras

    (que viven de la lucha por financiamiento estatal), o la misma organizacin sindical, son

    prueba de ello. En segundo lugar, 2) el poder popular no puede convertirse en un

    espacio social que conviva eternamente con el Estado capitalista. Se trata de embriones

    de un nuevo poder que lucha por la reorganizacin del conjunto de las relaciones

    sociales y por el poder del Estado. Por ltimo, 3) el poder popular tambin puede

    expresarse al interior del Estado mismo, como una lucha que lo atraviesa, como lo

    expresan las juntas comunales en Venezuela, las conquistas electorales de las fuerzas

    revolucionarias, o las tenues democratizaciones del espacio pblico que consiguen los

    sectores populares. En este caso, tambin debemos formular una concepcin

    ampliada del poder popular, que no lo piense como mera alternatividad frente al

    Estado o al mercado, sino como una fuerza social y poltica interna a la sociedad

    burguesa y en disputa con ella, al interior, y no en paralelo, de todos los mbitos de la

    sociedad civil y el Estado.

    Para seguir leyendo:

    http://www.democraciasocialista.org/?p=2980 y

    http://www.democraciasocialista.org/?p=2562

    Hacia un nuevo programa de transicin

    Reforma y revolucin no se oponen, sino que son dos momentos de un proceso

    complejo: la articulacin de acto y proceso, guerra de posiciones y de maniobra,

    estrategia de desgaste y de enfrentamiento. La conquista de reformas producto de la

    lucha, que redundan en beneficios materiales y subjetivos para las masas, cumplen el

    objetivo de reforzar la confianza en la propia fuerza por parte de las clases subalternas y

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    9

    sirven de plataforma para proyectarlas hacia sus objetivos estratgicos. En el marco de

    esta consideracin, es necesario repensar el papel de las consignas transicionales.

    No se debe tratar de consignas maximalistas, que hagan abstraccin de los

    grados de conciencia realmente efectivos en los sectores populares. Tampoco de

    consignas que solo busquen desenmascarar al adversario. Ni de una desestimacin de

    las demandas del programa mnimo. Para nosotros sigue siendo necesario articular el

    trabajo reivindicativo que puede conquistarse en el marco del capitalismo con nuestro

    programa estratgico, es decir, enlazar orgnicamente las preocupaciones inmediatas

    de las masas con el socialismo, pero de un modo acorde a las condiciones sociales y

    polticas actuales. Una forma eficaz de realizar esta articulacin es a travs de consignas

    que no sean lgicamente imposibles dentro del capitalismo, pero que requieran de un

    proceso de radicalizacin para mantenerse, dado que no son fcilmente estabilizables

    dentro del sistema. Esto permite o bien impulsar una radicalizacin poltica, o bien

    demostrar prcticamente que necesidades elementales no son posibles de conquistar

    en el seno del capitalismo.

    Por otro lado, hay que saber reconocer, como dijimos antes, que las luchas

    democrticas y por reformas trazan los contornos de la sociedad por la que luchamos,

    basada en la satisfaccin de las necesidades sociales, la ruptura con el capitalismo y la

    desmercantilizacin de la vida social. He aqu, tambin, una dimensin transicional y

    prefigurativa propia de la lucha por reformas. Por ltimo, una tercera manera de pensar

    lo transicional es entender que las luchas reivindicativas no solo dejan saldos

    materiales, sino tambin formas de organizacin y de poder popular que fueron

    necesarias para su conquista. En este caso, lo que une las demandas reivindicativas con

    nuestro programa estratgico es el tipo de poder y de organizacin que fue construido

    en el transcurso de la lucha.

    Para seguir leyendo:

    Crtica del Programa de Transicin, por Rolando Astarita

    http://www.democraciasocialista.org/?p=3908

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    10

    Hacia una caracterizacin compleja del Estado moderno

    Consideramos que el Estado de la sociedad capitalista es, precisamente, un

    Estado capitalista. Tanto la orientacin poltica que le imprimen quienes lo controlan,

    como la forma y la estructura de sus instituciones son funcionales a garantizar a la

    reproduccin social de este modo de produccin. En consecuencia, para la destruccin

    del capitalismo ser necesaria una ruptura, o una multiplicidad de ellas, con el Estado

    actualmente existente. Sin embargo, para cumplir esta funcin, el Estado no puede

    valerse nicamente de la coercin y el monopolio del uso legal de la fuerza, sino que

    debe darse tambin una poltica hegemnica de construccin de consenso. Partiendo de

    esta base, es necesario complejizar una visin completamente funcionalista del Estado.

    El Estado no es un objeto, es ante todo una relacin social, y por lo tanto no puede ser

    una herramienta fcilmente moldeable en funcin directa de las necesidades del capital,

    sino que expresa, de manera mediada, una condensacin material de una correlacin de

    fuerzas entre las clases sociales. Esta concepcin tiene la ventaja de permitirnos

    entender que el Estado no es un bloque monoltico, sin fisuras, al que las masas se

    enfrentan desde el exterior absoluto en todos los terrenos.

    En esta clave, existen ciertas conquistas democrticas dentro de las

    instituciones que, a pesar de sus limitaciones y su objetivo de cooptacin e

    institucionalizacin del movimiento popular, expresan al mismo tiempo conquistas

    duraderas de las luchas populares y no un mero armazn institucional de la dominacin

    burguesa. Las libertades civiles, los derechos polticos, el multipartidismo, el sufragio

    universal, deben entenderse como conquistas populares, aunque contradictorias y

    limitadas, que hay que conservar superando en una futura democracia socialista.

    A su vez, en un sentido ms intuitivo, consideramos que hoy en da existen una

    gran cantidad de disputas a dar hacia el Estado, como puede ser la lucha por la

    obtencin de recursos por parte de las cooperativas de trabajo, por el reconocimiento

    institucional de los bachilleratos populares y sus ttulos, o por la orientacin del

    conocimiento dentro de las universidades.

    Finalmente, consideramos que en determinados momentos de radicalizacin

    poltica, la construccin de poder popular puede tener una relacin con el Estado que

    supere la autonoma absoluta, y que penetre de alguna manera dentro de instituciones

    estatales con ciertas particularidades. Sostenemos esta hiptesis retomando

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    11

    concretamente casos como el de las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios de

    Chile durante el gobierno de la Unidad Popular y a las Comunas existentes actualmente

    en Venezuela. Ambas son instituciones impulsadas desde el Estado, pero que

    indudablemente funcionan como herramientas de acumulacin de poder popular y que

    mantienen una autonoma relativa con respecto a los Gobiernos, as como la capacidad

    de dar disputas por la radicalizacin del proceso y contra medidas particulares.

    Retomando la necesidad de ruptura revolucionaria con el Estado a la luz de las

    concepciones ms complejizadas de un Estado con contradicciones internas, planteamos

    la hiptesis de que, en contextos de una crisis revolucionaria en Estados modernos

    hegemnicos, estas rupturas no necesariamente se darn entre el Estado como bloque

    monoltico y las instituciones de doble poder como un exterior absoluto al Estado, sino

    que el poder revolucionario podr haber penetrado en instituciones del Estado como las

    mencionadas anteriormente.

    Para seguir leyendo:

    http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Artous-

    DemocraciaYEmancipacionSocial pdf y http://www.democraciasocialista.org/?p=1273

    Clase obrera, movimientos sociales y sujeto revolucionario

    Un debate histrico y central del movimiento socialista es el que refiere a la

    centralidad de la clase obrera. Desde mediados de los aos 80, pero con mucha

    fuerza durante la dcada del 90, las tesis del fin de la centralidad del trabajo y del fin o

    de la prdida de centralidad de la clase obrera tuvieron una importante difusin en las

    ciencias sociales e impactaron en la emergente militancia poltica. En nuestra coyuntura,

    este debate se toca con las tesis del sujeto piquetero (que pretendieron reemplazar el

    lugar central del movimiento obrero por el de los movimientos de desocupados) y con el

    fortalecimiento de los nuevos movimientos sociales (de gnero, identidad sexual,

    tnicos, etc.). El reciente retorno de las luchas obreras al centro de la escena en

    Argentina y en Europa ha establecido un punto de apoyo para repensar qu significa

    actualmente el anlisis de clase en el marco de un proyecto socialista.

    Para iniciar esta tarea, hay que superar definitivamente algunas ideas que

    tienden a identificarse con la centralidad del trabajo en la sociedad capitalista. En primer

    lugar, 1) la idea de que la clase obrera, como clase universal, emancipa al conjunto de la

    humanidad y supera el conjunto de las contradicciones (con lo cual, las luchas de

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    12

    gnero, de identidad sexual, nacionales, tnicas, etc. se resolveran con la resolucin de

    la contradiccin de clase, que por eso se considerara principal). En segundo lugar, 2)

    la idea de que la clase obrera es esencialmente, o tendencialmente, revolucionaria:

    algo que demuestra la historia del siglo XX es que la clase obrera puede ser enteramente

    conservadora y corporativa; incluso ms que otros sectores sociales que clsicamente se

    consideraron ms regresivos (campesinos, desocupados, etc.). En tercer trmino, 3) el

    optimismo sociolgico por el cual se considera que el desarrollo del capitalismo entraa

    de manera casi mecnica el desarrollo de una clase obrera ms numerosa y

    concentrada, cada vez mejor organizada y cada vez ms consciente. La experiencia nos

    deja la necesidad de reconocer la importancia de los procesos de diversificacin en el

    interior de nuestra clase y que la unidad de las clases explotadas nos es algo dado sino

    algo por lo que se lucha. Por ltimo, 4) no hay que confundir a la clase obrera con los

    asalariados industriales. La idea de una centralidad sociolgica del obrero industrial (que

    es solo una figura histricamente situada), s tiene que ser superada, ms all de que

    existan algunos sectores de la produccin y del movimiento obrero que tengan una

    relevancia estratgica.

    No se trata de dar una definicin exclusivamente sociolgica de la clase,

    definida solamente en relacin a su lugar en las relaciones de produccin (esto conlleva

    los subsiguientes problemas de establecer los lmites de esa definicin: Dnde

    comienza la clase? Dnde termina?). Es necesario un concepto no esencialista ni mtico

    de la clase, sino estratgico, relacional y procesual. Esto supone que no existe unidad de

    los sujetos fundada en intereses objetivos o en estructuras exclusivamente econmicas.

    La lucha de clases tiene un papel determinante en la estructuracin de la vida

    social debido al hecho de que la relacin de capital en su articulacin con, y subsuncin

    de, todas las formas de vida social es capaz de igualar e incorporar cualquier diferencia

    social (de gnero, identidad sexual, tnica) excepto la diferencia de clase. No existe una

    relacin lgicamente necesaria entre el capitalismo y las otras formas de opresin

    presentes en la actualidad, sino que existe una relacin de mutua funcionalidad

    determinada histricamente. Por lo que, analticamente, el capitalismo podra

    abandonar esas otras formas de opresin y continuar reproducindose, aunque no sea

    una tendencia que percibamos concretamente. Por el contrario, es consustancial al

    capitalismo la separacin de los productores de los medios de produccin, y la

    progresiva subsuncin del trabajo al capital. Estos dos simples elementos son los que le

    dan actualidad y vigencia a un anlisis del sistema social en trminos de clase.

    Progresivamente, desde la aparicin de la manufactura en adelante, las

    relaciones de los trabajadores directos estn mediadas por el capital, lo que constituye

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    13

    al obrero como obrero colectivo. De esta existencia colectiva se deriva su potencialidad

    de devenir sujeto a nivel poltico. Pero, estrictamente, es en el plano poltico donde se

    constituye la unidad de la clase, no en su nivel econmico. Es decir, en el terreno de

    lucha por el poder (del Estado, de la economa), de la reorganizacin del conjunto de las

    relaciones sociales, en antagonismo con la dominacin burguesa, es que puede, de

    forma estratgica y relacional, hablarse de una clase obrera como sujeto revolucionario.

    La centralidad de la clase no debe entenderse como jerarqua, sino como

    articulacin. Nada garantiza que la opresin de las mujeres vaya acabar con el fin de la

    propiedad privada. Eso justifica la autonoma del movimiento de las mujeres por un

    futuro indeterminado, y ms all de la superacin del capitalismo. Pero hoy, aqu y

    ahora, la lucha contra la opresin de las mujeres est estrechamente ligada a la lucha

    del movimiento obrero, a las reivindicaciones sobre el tiempo de trabajo, al servicio

    pblico, etc. Y, por lo tanto, se encuentran orgnicamente articuladas. Por ende, el

    feminismo, la ecologa radical, las luchas de disidencia sexual, el internacionalismo, la

    lucha contra todas las formas de discriminacin y opresin, no son reivindicaciones de

    importancia secundaria, sino que estn en el centro de nuestro proyecto.

    Con la irrupcin de la crtica de la subjetividad y el lenguaje aparecen

    dimensiones adicionales en el proceso de dominacin que estn presentes

    embrionariamente en el anlisis de Marx, aunque de un modo insuficiente. Las

    perspectivas de la dominacin de gnero y tnicas, as como las normatividades que

    estructuran la jerarqua social eran subestimadas por pertenecer a una esfera

    superestructural, cuando no negadas y/o reproducidas lisa y llanamente. Es por eso que

    quienes son expropiadxs, por el capital, de su trabajo, lo son mediante una operacin en

    la que tambin son expropiados sus otros constituyentes, en tanto que seres vivientes-

    deseantes-simbolizantes. No ser entonces posible acabar con el trabajo alienado sin

    subvertir hasta vencer al dominio en todas sus formas.

    Para seguir leyendo:

    Daniel Bensad, Teora del valor, trabajo y clases sociales (Entrevista), en

    http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-49/teoria-del-valor-trabajo-y-

    clases-sociales-entrevista-con-daniel-bensaid

    Adrin Piva, Fin de la clase obrera o desorganizacin de la clase? en

    http://www.democraciasocialista.org/wp-

    content/uploads/2014/04/piva2011findelaclase-1.pdf

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    14

    Hacia nuevas hiptesis estratgicas

    El periodo de tres dcadas de guerras y revoluciones que se inicia con Octubre

    y culmina en la conquista del poder por la revolucin china de 1948 condensa tambin

    lo que Daniel Bensad va a denominar las dos hiptesis estratgicas del siglo XX, la

    huelga general insurreccional (el modelo ruso de 1917) y la guerra popular prolongada

    (el modelo chino de guerra de guerrillas y de dualidad territorial de poderes). Las

    experiencias posteriores pueden, en buena medida, ser analizadas a partir de estos dos

    parmetros desde las luchas de guerrilla de los movimientos de liberacin nacional

    hasta las insurrecciones urbanas.

    Pero no hay forma pura y la estrategia es reflexiva, evolucionando siempre:

    depende del periodo, de la correlacin de fuerzas, de la situacin nacional e

    internacional, de lo aprendido por el enemigo de las experiencias pasadas, etc. Ejemplos

    como los de las revoluciones cubana y nicaragense, en 1959 y 1979, muestran que las

    dos hiptesis pueden combinarse. Y una tercera hiptesis emerge del debate de la

    experiencia chilena, con fuerzas radicales conquistando el gobierno a travs de

    elecciones y teniendo, en consecuencia, que prepararse para enfrentar la contra-

    revolucin (donde, por ejemplo, Allende fracasa en 1973, pero Chvez tiene xito en

    2002).

    Como decimos ms arriba, es necesario tener en cuenta que necesitamos de

    nuevas experiencias fundacionales de la lucha de clases, para poder formular ms

    integralmente una estrategia socialista en la actual etapa. Sin embargo, creemos

    plausible que la lucha revolucionaria en la actualidad se parezca ms a la hiptesis que

    emerge de la experiencia chilena (y, ms actualmente, de la venezolana y boliviana), que

    de los modelos clsicos insurreccionales o guerrilleros, implausibles en sus formatos

    clsicos en este periodo de democracias parlamentarias consolidadas y Estados

    hegemnicos.

    Esto no implica una ruptura con la tradicin revolucionaria, sino una

    actualizacin y resignificacin. El debate estratgico del siglo XX nos ha brindado

    lecciones y conclusiones duraderas. Las tesis del doble poder y la crisis revolucionaria de

    la tradicin insurreccional que se remonta a Octubre (y a la Comuna de Pars,

    anteriormente), mantienen vigencia, en la medida en que el doble poder no se lo

    entienda de modo restrictivo a la manera sovitica, es decir, exclusivamente como

    rganos de tipo consejista a distancia del Estado. En el mismo sentido, los debates

    posteriores a la revolucin China (y, luego, vietnamita, argelina y cubana), sobre la

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    15

    crtica al espontaneismo en el terreno poltico-militar, mantienen vigencia, en la

    medida en que se diferencie de las derivas militaristas y foquistas de buena parte de las

    experiencias guerrilleras de los 60 y 70.

    Los complejos escenarios del cambio social en la etapa actual exigen mantener

    abierta una hiptesis estratgica que incluya la articulacin entre independencia

    programtica y organizativa y la posibilidad de apoyos parciales a gobiernos de

    orientacin antiimperialista que, sin lograr una ruptura total con la burguesa,

    favorezcan procesos de radicalizacin social y poltica. La combinacin de fenmenos de

    auto-organizacin popular junto a la ocupacin de posiciones en el marco de la

    democracia burguesa (y la inevitable confrontacin consiguiente con la contra-

    revolucin), pueden ser coordenadas posibles para un guerra de posiciones

    revolucionaria en las actuales condiciones sociales y polticas. En procesos de estas

    caractersticas es inevitable la relacin tirante y compleja entre las direcciones polticas y

    gubernamentales, nacionalistas o reformistas, y los sectores revolucionarios que se

    proponen una ruptura decisiva con el Estado burgus. Una estrategia socialista, para ser

    tal, debe desarrollarse evitando un doble peligro: por un lado, el vanguardismo sectario

    que se desprende del desarrollo subjetivo y organizativo de los sectores populares; por

    el otro, la adaptacin populista a la direccin de estos procesos.

    Para seguir leyendo:

    Daniel Bensad: El retorno de la cuestin poltico-estratgica, en

    www.democraciasocialista.org/?p=1981

    Facundo Martn y Martn Mosquera, Qu organizacin, para qu estrategia?,

    www.democraciasocialista.org/?p=2647

    Jose Correa, Programa, estrategia, sujeto: los desafos de la revolucin en el

    siglo XXI, en www.democraciasocialista.org/?p=2591

    Nicos Poulantzas, El Estado y la transicin al socialismo (Entrevista), en

    http://vientosur.info/IMG/pdf/Entrevista_Weber-Poulantzas.pdf

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    16

    Partido, frentes, movimientos, redes

    Actualmente, a nivel organizativo, estamos obligados a avanzar en dos terrenos

    simultneos, que pueden encontrar una complementariedad positiva. Por un lado, es

    necesario dar pasos firmes hacia una convergencia amplia de agrupaciones de base,

    movimientos sociales y corrientes polticas en torno a una nueva herramienta poltica,

    que evite los errores simtricos de la adaptacin oportunista y el sectarismo basista, que

    aquejan a las jvenes construcciones de la izquierda social. Actualmente existe un

    capital poltico y organizativo, aunque frgil e inestable, que podra cristalizar en un

    instrumento poltico de estas caractersticas. Por otro lado, es importante tener en

    cuenta que la construccin de un amplio frente social y poltico complementa y no

    sustituye la necesidad de conformar organizaciones polticas estratgicas, "retaguardias

    ideolgicas" que impulsen la politizacin, la formacin de cuadros integrales y que

    puedan tomar acciones por si mismas cuando fuera necesario. Es decir, ya no podemos

    postergar la tarea de construir una organizacin marxista revolucionaria, democrtica,

    feminista, ecosocialista y libertaria que est a la altura de nuestros sueos.

    Esto implica comprometerse con la rehabilitacin y reformulacin en nuevas

    condiciones de lo que para buena parte del nuevo activismo sigue siendo la bestia

    negra de la poltica revolucionaria: la forma-partido. Como sola repetir Daniel

    Bensad:

    Una poltica sin partidos (como quiera que se llamen: movimiento,

    organizacin, etc.) termina, en la mayora de los casos, en una poltica sin poltica: ya sea

    en un seguidismo sin objetivos a la espontaneidad de los movimientos sociales, o en la

    peor forma de vanguardismo individualista elitista, o finalmente en una represin de lo

    poltico en favor de lo esttico o lo tico (Bensad, 2002).

    Cuando hablamos de la forma partido o de organizacin poltica, pensamos

    especialmente en 1) la necesidad de centralizacin y representacin democrtica en la

    toma de decisiones y 2) el reconocimiento de que no existe, y probablemente no existir

    nunca, la unidad espontnea de toda la clase en un nico movimiento social basado

    en procedimientos de carcter consejista. Las actuales discusiones sobre la forma-

    partido, la crtica a la burocratizacin y el rechazo a la centralizacin, no son una

    novedad en el movimiento socialista. Ms all de lo abusivo de ciertas crticas, stas

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    17

    sealan dificultades reales de la prctica poltica y puntos ciegos de la teora marxista a

    atender cuidadosamente por parte de cualquier intento serio de renovar las

    aspiraciones emancipatorias. Es recurrente en la historia del movimiento obrero que en

    paralelo a la degeneracin burocrtica de organizaciones polticas o experiencias

    revolucionarias surjan como reaccin concepciones ingenuas que, apelando a algn tipo

    de unificacin espontnea de las luchas sociales, buscan volver superflua la mediacin

    estrictamente poltica, esto es, el paso por estructuras representativas y lgicas

    centralistas. Cuando hablamos de rehabilitar la nocin de partido no pretendemos

    volver a las peores formas del vanguardismo autoproclamatorio, sino que sealamos la

    necesidad de que la nueva izquierda anticapitalista termine de desembarazarse de los

    remanentes que an le queden de espontanesmo y horizontalismo despolitizantes.

    El partido debe ser comprehendido como organizacin portadora de una

    memoria colectiva, hecha de experiencias de lucha, de asimilacin de victorias y

    derrotas, como operador estratgico, que sepa actuar y tomar decisiones necesarias

    en los momentos de crisis aguda del capital, de revuelta social o de oportunidades

    decisivas.

    Para seguir leyendo:

    Daniel Bensad, Estrategia y partido, en http://danielbensaid.org/Estrategia-y-

    partido?lang=fr

    Jorge Sanmartino, Pasado y presente de la teora socialista del partido, en

    http://www.democraciasocialista.org/?p=425

    Toms Callegari y Martn Mosquera, Una crtica de las dos almas de la teora

    marxista del partido, en http://www.democraciasocialista.org/?p=3062

    Reforma y revolucin en el socialismo de nuestro tiempo

    La relacin de las corrientes clasistas y revolucionarias con los sectores

    polticos reformistas, normalmente hegemnicos, obviamente no es una temtica nueva

    sino que recorre las polmicas y la experiencia poltica de los movimientos socialistas

    desde sus orgenes. Ms an, este dilema se relaciona con la problemtica estructural de

    la relacin con las masas que, cuando empiezan a romper con las ilusiones del

    capitalismo realmente existente, caen con naturalidad en la pretensin de reducir

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    18

    sus injusticias y costos sociales a travs de reformas parciales y sin rupturas ni

    convulsiones radicales.

    No es posible resolver por anticipado la difcil cuestin de evitar los problemas

    simtricos del oportunismo y el sectarismo. Slo en un desfiladero estrecho es que

    puede situarse una aspiracin anticapitalista racional, que articule virtuosamente

    amplitud tctica y organizativa con firmeza estratgica. No hay frmula universal, ni

    cerrojo programtico, que nos inmunice a estos riesgos perpetuos de la estrategia

    socialista. Sin embargo, es posible establecer criterios hipotticos y analizar diferentes

    procesos histricos.

    Por un lado, es necesario comprender que la delimitacin estratgica entre la

    reforma y la revolucin no est grabada en mrmol en los textos de una vez y para

    siempre. Ella se desplaza en funcin de las experiencias histricas. Depende de la lucha

    de clases, de la coyuntura nacional e internacional, de la formacin social, de las

    relaciones de fuerza. La relacin entre reformistas y revolucionarios, entonces, es la de

    una frontera mvil, lo cual se demuestra en todas las experiencias revolucionarias del

    siglo XX. Sin ir ms lejos, los bolcheviques tenan, hasta abril de 1917, un programa de

    colaboracin de clases con el gobierno provisional, basado en la tesis estratgica de la

    dictadura democrtica de obreros y campesinos que iba a dar lugar a una repblica

    capitalista.

    Por otro lado, hay que reconocer, como explica Daniel Bensad, que las

    organizaciones reformistas no lo son por confusin, inconsecuencia o falta de voluntad.

    Expresan cristalizaciones sociales y materiales Las direcciones reformistas pueden ser

    pues aliados polticos tcticos para contribuir a unificar a la clase. Pero,

    estratgicamente, siguen siendo enemigos en potencia. El frente nico se propone crear

    condiciones que permitan romper con la mejor correlacin de fuerzas con esas

    direcciones, en el momento de las opciones decisivas, y arrastrar a capas lo ms amplias

    posibles de las masas.

    En esta tensin entre reconocer la frontera mvil, pero tambin que el

    reformismo expresa la cristalizacin de intereses sociales y materiales (de aparato,

    burocrticos, econmicos), es donde se sita una experiencia no sectaria ni oportunista

    frente a las corrientes polticas reformistas y el reformismo espontneo de las masas.

    Para seguir leyendo:

    Miguel Romero, El origen de la poltica de frente nico, en

    www.democraciasocialista.org/?p=3281

    Daniel Bensad, Estrategia y partido, en http://danielbensaid.org/Estrategia-y-

    partido?lang=fr

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    19

    Hacia un nuevo internacionalismo

    Bajo la conviccin de que el internacionalismo revolucionario es un principio

    anticapitalista fundamental, Democracia Socialista ha desarrollado relaciones fraternales

    y una experiencia conjunta con la IV Internacional (denominada en nuestro pas,

    habitualmente, Secretariado Unificado de la IV Internacional). En qu consiste hoy este

    agrupamiento internacional? Qu valor tiene para nuestra corriente el desarrollo de

    esta relacin internacional?

    Para nuestro espacio poltico, formado en confrontacin terica y prctica con

    las tradiciones sectarias del trotskismo local, establecer un relacionamiento con la

    organizacin proveniente del tronco histrico de la vieja IV Internacional fundada por

    Trotsky (ms especficamente, de la IV reunificada en 1963) puede resultar extrao. Sin

    embargo, esta extraeza surge del desconocimiento de la realidad de esta modesta red

    de organizaciones revolucionarias a nivel internacional, y de su asimilacin con las

    corrientes sectarias del trotskismo local.

    Hoy la Cuarta no puede definirse como trotskista en ningn sentido

    familiar para nosotros. S reivindica la tradicin anti burocrtica, revolucionaria e

    internacionalista del trotskismo histrico, pero se la considera una identidad insuficiente

    para afrontar los procesos organizativos actuales. Durante sus ltimos congresos

    mundiales, bajo la consigna de nuevo periodo, nuevo programa, nuevo partido, la

    Cuarta encar un rearme terico y programtico que no tiene comparacin con

    ninguna otra corriente poltica internacional. Las reflexiones sobre la democracia

    socialista, la incorporacin del ecosocialismo como componente estratgico, la

    incorporacin de las luchas de gnero y LGTBIQ, los debates estratgicos y los balances

    de las experiencias revolucionarias del siglo XX, la actualizacin de la teora sobre el

    partido y las apuestas por construir partidos amplios anticapitalistas, conforman un

    bloque terico-poltico inestimable en nuestro periodo histrico.

    A su vez, a nivel organizativo, la Cuarta abandon hace varias dcadas la

    definicin de Trotsky de Partido mundial de la revolucin socialista y su pretensin de

    aplicar un centralismo democrtico a nivel planetario, de una forma equivalente al

    centralismo de una organizacin nacional. Hoy la IV Internacional es un cuerpo federal,

    que no impone lnea a sus secciones nacionales, y que da un lugar fundamental al

    respeto de las minoras y a la existencia de una cultura poltica pluralista y democrtica.

  • Introduccin a nuestras bases estratgicas

    20

    De este modo, es fcilmente identificable la existencia de debates pblicos entre la

    mayora de la Internacional y algunas de sus secciones nacionales (como es en el caso

    griego y la relacin con SYRIZA), o al interior de un partido nacional (como son conocidos

    los fuertes debates internos del NPA francs). Por ltimo, a nivel organizativo una

    definicin central es la apuesta por la construccin de una nueva internacional

    anticapitalista de masas. Lejos de toda auto-proclamacin, para la CI un nuevo polo

    internacional slo puede surgir en base a nuevos eventos histricos y procesos

    fundacionales de la lucha de clases que permitan reagrupar, sobre una compresin

    comn del periodo, a un conjunto de formaciones de diferentes orgenes: trotskistas de

    distinto tipo, libertarios, nacionalistas radicales, sindicalistas revolucionarios, reformistas

    de izquierda.

    Consideramos que el patrimonio terico y programtico de la Cuarta

    constituy una referencia ideolgica decisiva para nuestra evolucin hacia la cuestin

    poltica y el balance de la fase social-movimientista de la nueva izquierda. Esto est

    lejos de cualquier idealizacin o fetichizacin de esta corriente internacional. La

    Cuarta es un espacio amplio, con un vivo debate interno y dbil organizativamente, por

    el momento. En cualquier caso, constituye, para nosotros, una relacin internacional

    fecunda, productiva en trminos prcticos y no excluyente con otras.

    Para seguir leyendo:

    Liam Mac Uaid, Qu es la Cuarta Internacional en la actualidad?, en

    http://www.democraciasocialista.org/?p=3701

    Martn Mosquera, Recreando el proyecto socialista: nuevo periodo, nuevo

    programa, nuevo partido, en Bensad, Daniel, Trotskismos, Sylone, 2015.