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4. Izquierda Revolucionaria Anarquista 1. H acia un A narquismo O rganizado Al igual que el socialismo o el comunismo, el anarquismo también tuvo su proceso de renovación en los años cincuenta. Nacido a fines del siglo XIX en el seno de la inmigración europea, siguió una evolución similar a la de otros movimientos ácratas en el continente, especialmente en Argen- tina1. La primera central obrera se constituyó en 1905, la Federación Obrera Regional del Uruguay (FORU), que lideró el movimiento obrero hasta que en los años veinte, y tras la Revolución Rusa, aparecieron las primeras or- ganizaciones pro soviéticas. El anarquismo latinoamericano en estas prime- ras décadas de siglo fue principalmente anarcosindicalista. El único movimiento político especifico2 del anarquismo que trascendió el ambien- te sindical, se fundó en Argentina en 1935: la Federación Anarco-Comunista Argentina (FACA), que llegó a contar con un número importante de afilia- dos, decayendo posteriormente. En Uruguay habían existido movimientos organizativos en la década de los veinte y, posteriormente, en la segunda mitad de los treinta, pero no llegaron a cuajar. A comienzos de los años cincuenta, y tras más de dos décadas de de- clive en la representación de los trabajadores, el panorama del anarquismo uruguayo distaba mucho del existente cuatro décadas atrás. No estaba orga- nizado, y las relaciones entre los grupos aislados que funcionaban eran so- bre todo de tipo personal. La vieja FORU subsistía encerrada en sí misma y con poca fuerza en el medio sindical. La presencia anarquista dentro de 1. Para un mayor conocimiento del tema, tanto en América Latina como en el Río de la Plata y Uruguay, véase: Rama, C. (1976), Rama, C. y Cappelletti (1990), y Zubillaga y Balbis (1985-1992). 2. El término se refiere a las organizaciones políticas propias, especificas. Se diferencian claramente del anarquismo individualista, contrario a ellas, o del anarco sindicalismo. El término específico o especifista fue y es común en el anarquismo uruguayo con este sentido. 195

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4. Izquierda Revolucionaria Anarquista

1. H a c ia u n A n a r q u is m o O r g a n iz a d o

Al igual que el socialismo o el comunismo, el anarquismo también tuvo su proceso de renovación en los años cincuenta. Nacido a fines del siglo XIX en el seno de la inmigración europea, siguió una evolución similar a la de otros movimientos ácratas en el continente, especialmente en Argen­tina1. La primera central obrera se constituyó en 1905, la Federación Obrera Regional del Uruguay (FORU), que lideró el movimiento obrero hasta que en los años veinte, y tras la Revolución Rusa, aparecieron las primeras or­ganizaciones pro soviéticas. El anarquismo latinoamericano en estas prime­ras décadas de siglo fue principalmente anarcosindicalista. El único movimiento político especifico2 del anarquismo que trascendió el ambien­te sindical, se fundó en Argentina en 1935: la Federación Anarco-Comunista Argentina (FACA), que llegó a contar con un número importante de afilia­dos, decayendo posteriormente. En Uruguay habían existido movimientos organizativos en la década de los veinte y, posteriormente, en la segunda mitad de los treinta, pero no llegaron a cuajar.

A comienzos de los años cincuenta, y tras más de dos décadas de de­clive en la representación de los trabajadores, el panorama del anarquismo uruguayo distaba mucho del existente cuatro décadas atrás. No estaba orga­nizado, y las relaciones entre los grupos aislados que funcionaban eran so­bre todo de tipo personal. La vieja FORU subsistía encerrada en sí misma y con poca fuerza en el medio sindical. La presencia anarquista dentro de

1. Para un mayor conocimiento del tema, tanto en América Latina como en el Río de la Plata y Uruguay, véase: Rama, C. (1976), Rama, C. y Cappelletti (1990), y Zubillaga y Balbis (1985-1992).

2. El término se refiere a las organizaciones políticas propias, especificas. Se diferencian claramente del anarquismo individualista, contrario a ellas, o del anarco sindicalismo. El término específico o especifista fue y es común en el anarquismo uruguayo con este sentido.

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éste hay que buscarla en dirigentes de algunos sindicatos, caso de Blas Facal en la Federación Naval o Hugo Trimble en el gremio de la refinería ANCAP entre otros (Cores, 1989), pero no como tendencia estructurada.

Desde 1953 se inició un movimiento tendiente a su reorganización y revitalización. Tres acontecimientos influyeron en ello. El primero fue el Congreso Internacional Anarquista celebrado en París en 1949, que tendría ecos en la prensa ácrata uruguaya en los meses siguientes3. En él se defen­dió la necesidad de la constitución de la Organización Internacional del Anarquismo, y se estableció una Comisión de Relaciones de la Internacio­nal Anarquista (CRIA, con sede en Francia)4, que debería verse apoyada por la creación de organizaciones regionales o nacionales. En Montevideo se creó una Comisión Continental de Relaciones Anarquistas (CCRA), que en los siguientes años jugaría un papel de cierta relevancia en la creación de la Federación Anarquista Uruguaya, así como en la organización de la I Con­ferencia Anarquista Americana (1957), y fue un punto de referencia en materia internacional, tanto para contactos, como por el estímulo que podía tener una concepción regional americana del anarquismo.

En segundo lugar, cabe mencionar la importancia de los conflictos sin­dicales de los años 1951 y 1952 conocidos como los de los Gremios Soli­darios. El primero especialmente, supuso un fortalecimiento de los sindicatos autónomos clasistas, de las corrientes de acción directa y de las perspectivas de una alianza sindical combativa según interpretaba años des­pués el dirigente anarquista Gerardo Gatti (Cores, 1989: 195). Su importan­cia para el anarquismo en estos años radicó en la reactualización de una línea sindical combativa poco presente en las últimas dos décadas, así como en la agitación de conciencias y actitudes entre viejos y nuevos militantes libertarios.

En tercer lugar, hay que destacar la existencia y/o creación de varios núcleos anarquistas que actuaron como impulsores y dinamizadores del movimiento ácrata. El primero, muy vinculado con las luchas de los Gre­mios Solidarios, fue el Ateneo Libre Cerro-La Teja5, creado en enero de

3. Voluntad, febrero 1950, n° 95, p. 1. «Congreso Anarquista Internacional: Resolución sobre Declaración de Principios».

4. Voluntad, agosto 1953, n° 132, p. 3: «Hacia la realización de un Congreso Anarquista en el País. Por un Movimiento Libertario Fuerte y Organizado».

5. Barrios obreros vinculados especialmente con la industria frigorífica de la carne en la época, y de especial relevancia en las luchas de los Gremios Solidarios. Fueron barrios tradicionalmente anarquistas.

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1952 tras el primero de los conflictos. Sus fines eran propugnar por el de­sarrollo de una cultura y acción libertaria en todos los órdenes de la acti­vidad humana y facilitar su relación mediante la difusión y práctica de todos los principios y tendencias afines, todo a través de la organización de actividades culturales y la difusión de propaganda afín6. El Ateneo en ese momento era un punto de referencia del anarquismo7, y puente entre las nuevas propuestas y las viejas tradiciones, pues se levantaba en el barrio y el lugar donde anteriormente estuvieran otras instituciones precursoras8. Fue lugar de concentración, relación, intercambio político y cultural9, y estuvo junto a los conflictos de la zona en esos años. En él se reunían gentes de di­ferentes sindicatos, muchos de ellos autónomos participantes en los Gre­mios Solidarios, como los de la Carne o los Navales, por ejemplo.

El segundo núcleo era el formado por las Juventudes Libertarias, con­formadas sobre todo por estudiantes universitarios, muchos también mili­tantes de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), en la que desde fines de los años 40 defendían el tercerismo y eran decidi­damente antiimperialistas.

Jugaba también un papel importante Voluntad, una de las publicacio­nes de referencia del anarquismo desde su aparición en 1938. No era el tínico medio de prensa ácrata: la FORU hasta principios de los cincuenta siguió editando Solidaridad. Pero probablemente Voluntad a esas alturas, y dado su carácter independiente, representase mejor a la militancia no orga­nizada y a los simpatizantes anarquistas. Según Juan C. Mechoso a media­dos de los cincuenta tendría un tiraje aproximado de unos 2000 ejemplares: se expedían alrededor de 1800 para subscriptores, y unos 200 se vendían mensualmente en quioscos.

El panorama organizativo del anarquismo uruguayo a comienzos de los cincuenta se completaba con otros grupos quizás menos significativos en el proceso de construcción de la organización anarquista, pero cuya existen­

6. Voluntad, marzo 1952, n° 117, p. 3: «Ateneo Libre Cerro-La Teja».7. Entrevista n° 17, Juan Carlos M echoso.8. El Ateneo Libre (1929-1935); el Ateneo Popular de La Teja (1935-1938), el «Centro de

Estudios Universales» del Cerro (1938-1947), y la Casa de los Libertarios (1945-1948). Voluntad, marzo 1952, n° 117, p. 3: «Ateneo Libre Cerro-La Teja».

9. Teatro, literatura,... Especial mención hay que hacer en este aspecto a las charlas que anarquistas exiliados españoles dieron allí continuamente, que fueron elemento de aprendizaje y politización de muchos futuros militantes libertarios e incluso de otros que con el tiempo acabaron en otras filas de la izquierda revolucionaria (Entrevista n° 34, Carlos Rivera Yic).

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EDUARDO REY TR ISTÁ N

cia fue también un elemento de ayuda: el Centro Anarquista de Estudios Sociales (CAES), creado a fines de 1952; y la Biblioteca Archivo Interna­cional Anarquista (BAIA).

En agosto de 1953 se publicó en Voluntad el llamamiento para la ce­lebración de un congreso anarquista en el país. Reivindicaba la propuesta anti estatista y socialista, la corrección de sus postulados históricos frente al capitalismo de Estado y el socialismo autoritario, y consideraba que el problema del momento era la falta de voluntad de los hombres y los pueblos para el logro de una organización racional de la sociedad en un amplio sentido de justicia. Todo por culpa, en buena medida, de la promesa marxis­ta de dejar caer la felicidad y la justicia desde las alturas del Estado, lo que desarmó a los pueblos y no les permitió concebir otra solución a los proble­mas que no fuese mediante la intervención estatal. Es frente a todo esto que el anarquismo tiene derecho a hacerse oír. Y para ello, necesario es que el anarquismo se conforme en una fuerza orgánica coherente capaz de gravi­tar en los acontecimientos sociales y hacer cambiar el rumbo de la histo­ria. (...) Se impone, nos lo imponen las circunstancias, el que nos decidamos de una buena vez a articular, a coordinar, a cohesionar, es decir a organi­zar a nuestra militancia. Habiendo anarquistas agrupados en diferentes núcleos, sólo necesitaban comenzar a organizarse, para lo que la realización de un Pleno de militantes anarquistas en el país podría facilitarnos la ta­rea, como espacio en el que cotejar opiniones, unir voluntades y dilucidar problemas de orden táctico y militante10.

La idea de la creación de una organización específica comenzó a cuajar en buena parte de la militancia libertaria del país desde principios de 1954. A partir de entonces, en las páginas de Voluntad comenzó a hablarse ya de un movimiento anarquista uruguayo, expresión que representa la idea de conjunto, más allá de las organizaciones parciales (barriales, estudiantiles, sindicales... ) y de la no existencia de una estructura orgánica global. En esos momentos los tres núcleos clave en la organización del anarquismo fueron: las Juventudes Libertarias11, el Grupo Editor de Voluntad y la Agrupación

10. Voluntad, agosto 1953, n° 132, p. 3: «Hacia la realización de un Congreso Anarquista en el País. Por un Movimiento Libertario Fuerte y Organizado».

11. En esta época conformadas por jóvenes de extracción principalmente universitaria, de las facultades de Medicina, Arquitectura y Bellas Artes, en donde, por ese orden, estaban los principales núcleos estudiantiles anarquistas (Rubén Prieto, entrevista n° 38, realizada por el autor, 21/4/2002, Montevideo).

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Libertaria Cerro-La Teja. Esta última nació en mayo de 1955 estrechamente vinculada con el Ateneo. Ambas partían del mismo núcleo y hasta con los mismos militantes, pero con su diferenciación quisieron marcar las diver­sas actitudes y funciones a desempeñar: el Ateneo era una institución orien­tada sobre todo a lo cultural, y en él podían tener cabida gentes militantes y no militantes, organicistas e individualistas (aunque predominasen los primeros)12; la Agrupación en cambio la conformaba el núcleo militante activo, con una clara postura organicista, y con unos propósitos muy defi­nidos que iban más allá de la actividad socio-cultural del Ateneo, que in­cluían las tareas de propaganda y difusión del anarquismo y sus medios de prensa (especialmente Voluntad), el debate y pronunciamiento sobre proble­mas políticos, sociales o gremiales, o el apoyo a cualquier actividad de signo libertario.

En 1954 Voluntad también había dado un giro importante desde su carácter espontáneo (por cuanto no era medio de ninguna organización, sino editado por militantes anarquistas a título individual), para jugar un papel clave en la creación de la Federación Anarquista. En ese año se incorpora­ron al periódico un grupo de militantes del Ateneo (con clara línea organicista) que comenzaron a colaborar en su redacción y distribución, utilizando el diario como tribuna para defender sus planteamientos y para insistir en el llamamiento organizativo13. Desde sus páginas se informó de todo lo referente a las diferentes instancias organizadoras del movimiento anarquista uruguayo.

La iniciativa definitiva para la realización del Pleno, partió nuevamente de Voluntad en septiembre de 1955, a raíz de un planteamiento del movi­miento libertario cubano para la realización de un congreso anarquista americano (siguiendo la línea adoptada en París pocos años antes). Enten­dieron necesario realizar, antes del congreso continental, un congreso del movimiento libertario del Uruguay, a fin de que el movimiento nacional pueda estar eficientemente representado en la consulta continental ameri­cana, la que a su vez se adelantaría a la realización de un congreso mun­dial del anarquismo. Para ello, convocaron a las organizaciones afines: Juventudes Libertarias, Agrupación Libertaria Cerro-La Teja, núcleos y militantes del movimiento de la capital y del interior; y lo notificaron al

12. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso. El término organicista se refiere a la postura a favor de la organización, y era de común uso en la época.

13. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso.

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EDUARDO REY TRISTÁN

CCRA. Se constituyó una «Comisión Organizadora del Pleno Nacional Anarquista» (a partir de ahora PNA), con tres representantes por organismo y uno con carácter informativo por parte del CCRA; se aprobó un proyec­to de temario para el Pleno, y comenzó a editarse un boletín a través del cual se evacuarán consultas de interés general, se publicarán las ponencias que se vayan recibiendo asi como trabajos especiales de contribución in­telectual para el estudio de distintos puntos del temario, que se solicitarán a compañeros de reconocida capacidad tanto de nuestro país como del movimiento anarquista internacional14.

Los siguientes meses hasta abril de 1956 serían de intensa labor orga­nizadora. Todo este proceso de estructuración del movimiento anarquista a partir del llamamiento de 1953 y hasta la creación de la FAU a fines de 1956, estuvo acompañado de una continua exposición de los motivos, razo­nes y ventajas de la creación de una organización anarquista específica. Los argumentos en pro de la organización se fundaban, a partir del análisis que hacían de la realidad nacional e internacional, en tres conclusiones: a) la evolución del mundo y el Uruguay en las últimas décadas obligaba a bus­car la forma de enfrentarse al capitalismo y al totalitarismo de forma eficaz; b) la situación del movimiento obrero exigía una toma de conciencia y ac­ción para que pudiese volver a ser fuerza de lucha por la transformación ante esas realidades nacional e internacional; y c) sólo el anarquismo contaba con las características y planteamientos válidos para enfrentar la situación del momento, dar salida a la crisis, y reorganizar de forma combativa el movi­miento obrero. Para todo ello, la organización del anarquismo era la respues­ta. Ésta sería positiva por cuanto era la única forma de gravitar en el movi­miento obrero y las luchas sociales, de coordinar y multiplicar las energías militantes anarquistas, (siempre presentes pero poco eficaces por su indivi­dualismo y descoordinación), de contrarrestar la acción organizada del au­toritarismo y la política (especialmente en el medio social y sindical), de poder homogeneizar, a través de la discusión, coordinación y estudio con­junto de los problemas, las formulaciones tácticas y doctrinarias precisas. Sería, además, la mejor forma de aprendizaje práctico de la doctrina anar­quista, por cuanto aumentaba la responsabilidad militante y suponía una

14. Voluntad, octubre 1955, n° 154. «El Pleno Nacional Libertario deberá ser expresión de madurez doctrinaria y militante de nuestro movimiento». Voluntad, noviembre 1955, n° 155, «Proyecto de Temario del PNA».

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práctica del federalismo necesaria para organizar a posteriori, con esos mismos criterios, la sociedad ideal.

Se aprecia una autocrítica realista a la hora de analizar la presencia y fuerza del anarquismo en el país, reconociendo la pérdida de peso en las luchas sociales, y de esa forma asumiendo la herencia de etapas anteriores. Esto, que parece lógico al haber incluso continuidad militante en lo perso­nal en algunos de los protagonistas de la renovación, es de todos modos reseñable por cuanto la nueva generación que impulsa el cambio y luego lo capitalizará, no marca una diferencia radical con el pasado. No habla de aquellos anarquistas y nosotros, sino de un todo con diferentes etapas. Y no se construye la nueva postura por contraposición violenta con la anterior, sino que simplemente se argumenta la necesidad de una transformación por el cambio de coyuntura, respetando los esfuerzos realizados por el valor y significado que tienen -más allá de que no se compartan- aunque en todo caso, dándolos por superados.

Por último, dado ese mismo proceso organizativo en lo barrial, labo­ral o estudiantil que se contemplaba en estos años, así como el relativo ca­rácter finalista con que se planteaba el PNA15, la constitución de una Federación anarquista que coordinase toda la militancia era el resultado in­evitable. Del mismo modo que es absurdo crear una federación sin entida­des de base que federar, resulta inexplicable la existencia de dichas entidades con objetivos comunes sin federarse, declaraba Roberto Franano -importante militante de estos años- tras la creación de la FAU16.

El Pleno Nacional Anarquista

Con la celebración del PNA entre el 14 de abril y el 5 de mayo de 1956 no sólo se dio el primer paso en la creación de una organización política específica del anarquismo. Se establecieron además las líneas ideológicas y de acción básicas por las cuales transitaría el anarquismo uruguayo en los siguientes años. El Congreso Constituyente de la definitiva Federación

15. Por cuanto se presentaba como la gran oportunidad , a cuyo aprovechamiento se incitaba ( Voluntad, febrero-marzo 1956, n° 158, pp. 6-7: «Justificación y significación del Pleno Nacional Anarquista», Rubens Barcos; y abril 1956, n° 159, p. 3: Editorial).

16. Voluntad, octubre de 1956, n° 165, p. 5: «ímpetu constructivo en la realización del Congreso Constituyente de los anarquistas».

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ED UA R DO REY TRISTÁN

Anarquista no las transformó en lo fundamental, por lo que el PNA se plan­tea como la instancia clave para toda la década de los cincuenta, y de ahí que nos detengamos en sus contenidos17.

Al igual que la convocatoria del Pleno había tenido carácter individual para facilitar la llegada de aquellos militantes no integrados en ninguna organización, ahora, y como no podría ser de otro modo según los postula­dos anarquistas, se buscó un método de trabajo que facilitase la participa­ción directa, y se estableció total libertad de opinión, no como en los con­gresos de los partidos políticos, que se realizan sobre la base del informe del Secretariado18. Se debatió organizando los temas en tres grandes grupos: 1) Orgánicos del movimiento; 2) Problemas Nacionales; y 3) Problemas Internacionales. El primero de ellos fue el que posiblemente ocupó menos tiempo: no se contemplaba más forma organizativa que la federal. Se cons­tató en todo caso que si bien había dos factores de base propicios para esto (la tendencia a la diferenciación funcional y orgánica de las agrupaciones que formaban el movimiento, y la vinculación permanente de hecho), aún no se daban las condiciones para la creación de una Federación. Por ello, se resolvió crear una Comisión Pro Federación Libertaria del Uruguay (CPFLU), que en un plazo no mayor de seis meses debía convocar el Con­greso Constituyente de la Federación Libertaria. La CPFLU estaría integra­da por dos delegados de cada una de las agrupaciones existentes, dos desig­nados por el Pleno, y dos procedentes de cada una de las nuevas agrupacio­nes que se creasen a partir de entonces. Sus cometidos eran la coordinación de actos y recursos del movimiento; su representación en las instancias in­ternacionales (caso del Congreso anarquista americano); trabajar en pro de la formación de nuevos grupos; y propiciar todo lo que favorezca la estruc­tura y prácticas federales en las relaciones entre ellos.

17. Los Acuerdos del PNA se publicaron en un folleto en ese año (FAU, Acuerdos del Pleno Nacional Anarquista, mayo 1956). Por él sabemos que contó con una asistencia aproximada de unas 250 personas. La información que sigue acerca del PNA, si no se indica lo contrario, procede de este documento.

18. Según se indica en los Acuerdos y refleja la prensa, se publicaron inicialmente boletines o se hicieron repartos especiales de documentación; en segundo lugar, se procedía a la relación y exposición del tema (ponencias y colaboraciones) en sesión plenaria, primero por una persona designada, y luego por parte de los integrantes del Pleno, que exponían su opinión una vez y sin debate; en tercer lugar, se designaban comisión de estudio; y por último, se hacían las consideraciones finales y se resolvía en sesión plenaria ( Voluntad, mayo 1956, n° 160: «El Pleno Nacional Anarquista logró sus objetivos»).

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En la base de todo el análisis y propuestas de los Acuerdos del PNA estaban algunos posicionamientos ideológicos fundamentales del anarquis­mo, y a partir de ellos se interpreta la realidad y se definen posturas. El pri­mero era la crítica a la estatización, presente en toda América Latina y de forma muy especial en el Uruguay por su particular proceso histórico en el siglo XX. Era considerada, junto con la política, lo más negativo del Uru­guay, factor de degeneración cultural, que repercute en la producción eco­nómica general del país, divide y debilita las fuerzas de lucha sindical y popular. A ella se asociaba el clientelismo y la forma de hacer política de los partidos tradicionales19, en lo que era una crítica global a estos y al Es­tado en cuanto organizador de buena parte de los servicios e industrias del país, defensor de una cultura falseada para servir a sus fines, y sostenedor de un insuficiente régimen de libertades en el país (amenazado además si las fuerzas populares representasen un peligro para los privilegios de la casta dominante o posibiliten la alteración del «orden» establecido). Frente a esto reivindicaban una posición antiestatista y libertaria, que argumentaban con razones: a) Porque el principio de autoridad encarnado en el Estado es conjuntamente con la explotación capitalista es causa fundamental del ré­gimen social que vivimos y de su evolución hacia formas totalitarias; b) porque la progresiva estatización del país lleva a la sociedad a formas tota­litarias; y c) porque en la acción popular directa está el mejor camino ha­cia una sociedad federalista y libertaria.

El segundo, no menos importante, era la condena del sistema capita­lista, responsable de la crisis nacional, y cuya destrucción se planteaba como necesaria para el logro del objetivo final: la transformación social. De ahí que todos los esfuerzos tendientes a modificar la realidad económica deberían estar orientados a modificar las condiciones sociales imperantes en un sentido revolucionario y liberador, organizando a los trabajadores de forma orientada a la solución del problema: la socialización de los medios de producción.

En tercer lugar, hubo una constante defensa de la organización social de base: la acción directa en los diversos ámbitos de la vida popular como vía de desarrollo humano, de construcción de una sociedad libertaria, y de

19. Los partidos de izquierda tampoco se libran de las críticas: el PSU por su estéril parlamentarismo, y el PCU por su línea soviética y lo que consideran acción negativa en el movimiento obrero.

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disminución progresiva de la estatización. Cooperativas de consumo, de producción, e instituciones similares; instituciones populares y culturales de barrio, son algunas de las propuestas que aparecen constantemente para ello. Esto se trasladaba también a la propia organización y su militancia20. En aspectos como la militancia estudiantil implicaba la defensa de la partici­pación en los gremios21, especialmente en la FEUU, en la que militaban muchos jóvenes anarquistas y cuya línea era próxima a sus posturas en as­pectos como el federalismo o la participación directa.

Mención aparte merecen dos de los temas tratados. El primero, el movimiento sindical, acaparó las sesiones más concurridas del Pleno22. Tras un análisis realista de la pérdida de fuerza en el medio obrero, se conside­raron superadas las viejas tradiciones anarco sindicalistas y se abogó por nuevas formulaciones tácticas adecuadas a los nuevos y difíciles tiempos. La ruptura más clara con épocas anteriores llegaba al reclamar el fin del criticismo total a la legislación laboral, pues ese discurso chocaba con la práctica individual23. Se puso fin a la distinción sindicalistas legalistas y sindicalistas de acción directa (la realidad obligaba a conjugar ambas co­sas). En esa línea, se aprobó un plan de acción sindical que, además de crear la Comisión de Orientación respectiva en la CPFLU, defendía el aumento de la participación anarquista activa en los sindicatos: creando grupos afi­nes en ellos, estableciendo redes de vinculación, y actuando con novedosos (y bien diferentes) criterios24. Se establecieron una serie de reivindicacio­

20. Se tradujo en un primer momento en la creación de Comisiones especiales para estudiar los problemas nacionales y proponer soluciones acordes al pensamiento anarquista. Ejemplos fueron los problemas del interior y del rural, o de la cuestión sanitaria (en la que el Pleno se detuvo extensamente). En todos se abogaba por la descentralización, la participación directa de los sectores populares y la coordinación federal, con una dura crítica a la presencia del Estado y a la desigualdad existente.

21. Con el objetivo de darle el contenido social necesario a la educación, que debía ser libre, con fin social y de servicio a los sectores populares, orientada a la formación del hombre y no del ciudadano, laica, autónoma, dotada para cumplir con los principios de gratuidad y calidad, que ofreciese igualdad total de oportunidades, y que pusiese fin de la división de la enseñanza media en sector industrial y secundario, perpetuando la diferencia entre obrero e intelectual.

22. Voluntad, mayo 1956, n° 160: «El Pleno Nacional Anarquista logró sus objetivos».23. Caem os en una incoherencia que nos ridiculiza como hombres: los anarquistas se jubilan,

cobran la asignación familiar, cobran las asignaciones por despido, aceptan los aumentos que decretan los consejos de salarios, disfrutan de vacaciones pagas y perciben su parte de las cajas de compensación por desocupación... igual que cualquier obrero. Y están en su derecho (... ) Empecemos por ser sinceros y coherentes: no podem os rechazar como movimiento lo que aceptamos como hombres integrantes de ese movimiento, porque la realidad nos lo impone, no obstante nuestro desacuerdo (FAU, Acuerdos del Pleno N acional Anarquista, mayo 1956).

24. Estos incluían una asunción de responsabilidades que implicaba no rehuir cargos (aunque

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nes inmediatas25, y se abogó por estructurar las organizaciones obreras so­bre bases federalistas (federación sindical por industrias), por propiciar la estructuración orgánica del movimiento obrero sin subordinaciones ni hegemonías de ningún sector, por estimular la creación de escuelas de tra­bajo en los gremios, y por la creación de un Consejo General Económico Sindical para estudiar los problemas económicos del país y mejorar la or­ganización del trabajo para que el aumento productivo no recayese en la explotación de los trabajadores26.

El segundo, fueron los problemas internacionales. Se siguió la citada línea anticapitalista, antiestatista, y en pro de una acción directa de los pue­blos para lograr la transformación en un sentido socialista y libertario. Iden­tificaban como grandes problemas del continente, además de Estado y capitalismo, las dictaduras, el fracaso de la democracia y los partidos polí­ticos en la regulación de las relaciones sociales; la actividad de los partidos comunistas, del imperialismo yanqui, de la Iglesia; y el nacionalismo y el racismo. Condenaban y repudiaban todo ello, y abogaban por la unión de los pueblos para superarlo, y por el apoyo a toda manifestación real y efectiva de los pueblos latinoamericanos. En el fondo está presente un incipiente latinoamericanismo, impulsado poco después por la I Conferencia Anar­quista Americana, y que era novedoso en el anarquismo uruguayo. Se une además al apoyo ya declarado a las luchas coloniales del momento (antiimperialismo), y a la oposición a la política de bloques y confrontación entre las dos grandes potencias (tercermundismo).

siempre con conocimiento del grupo y ética libertaria), así como una crítica constructiva y un trato de equidad con los militantes no anarquistas.

25. Referentes a la reducción de la jomada laboral, al trabajo sin discriminación de sexo, al ajuste periódico de los salarios con el coste de vida, a la disminución de precios y beneficios estatales o del capital privado (con la creación de organismo sindicales de control del gasto), a las vacaciones mínimas, al salario familiar, el control de los trabajadores de la Caja de Asignaciones y la extensión a los parados forzosos, y a las bolsas de trabajo (administración por los sindicatos en todos los gremios).

26. En un orden social más amplio se planteaban cuestiones como la colectivización de los medios de producción, la vinculación sindical con las instituciones de enseñanza, extensión cultural, prensa, radio..., la lucha por la eliminación de fronteras, o la promoción de la ampliación, fluidez y acceso al mercado trabajo mediante el desarrollo de la producción.

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EDUARDO R EY TRISTÁN

El camino a la Federación

Los cinco meses que separaron el PNA del Congreso Constituyente de la Federación Anarquista (octubre de 1956) se caracterizaron por un cierto auge organizativo en el movimiento anarquista, la puesta en marcha de al­guna de las propuestas salidas del Pleno, la transformación de Voluntad en órgano del movimiento anarquista y, cómo no, por un intenso trabajo de cara a la organización del Congreso Constituyente. Aparecieron agrupaciones barriales resultado del impulso del Pleno a la militancia anarquista ya exis­tente en esas zonas: Agrupación Anarquista Iberia, Agrupación Libertaria La Teja-Paso de Molino, Agrupación Libertaria del Cerrito o Agrupación Libertaria de Malvín, entre otras27. Y lo hicieron con el objetivo de colaborar en los trabajos del movimiento, el estudio y resolución de los problemas del barrio, y la difusión de la propaganda anarquista, sobre todo Voluntad.

La transformación de Voluntad en órgano oficial del movimiento anarquista del Uruguay fue el origen de la primera escisión que sufrió el movimiento anarquista, antes incluso de su constitución como Federación28. El pequeño grupo de militantes que ya editaban el periódico desde antes del inicio del proceso organizativo, y que mantenía una línea individualista y antiorganicista, desacorde con la nueva Federación, según Juan Carlos Mechoso, no aceptó la transformación del periódico que durante años ha­bían mantenido con su esfuerzo personal. Desde el mes de agosto de 1956 comenzó a publicar otra versión de Voluntad, atacando duramente a los organicistas. La convivencia de las dos ediciones duró unos meses, hasta que en mayo de 1957 la de FAU cambió su denominación por Lucha Libertaria29. Voluntad persistió con las suscripciones de viejos militantes y simpatizantes del anarquismo, muchos de ellos incluso militantes de FAU,

27. La Agrupación La Teja-Paso de Molino nació a partir de la existente Cerro-La Teja, que desde ahora será sólo Cerro. Se trataba de extender la influencia anarquista a partir de los núcleos ya consolidados (Voluntad, junio, julio, agosto de 1956, nos. 161, 162 y 163).

28. Voluntad había sido declarado por el PNA como expresión fiel del pensamiento y acción del anarquismo militante en el país, por lo que se había exhortado a todos los grupos anarquistas a colaborar con la publicación, y se había recomendado a la CPFLU iniciar conversaciones con su Grupo Editor para que fuese el órgano de la nueva Federación. Esto se hizo en junio de ese mismo año, y fue aceptado en agosto por la asamblea del Grupo Editor (Voluntad, agosto 1958, n° 163: «Trascendente resolución del grupo editor de Voluntad»).

29. La individualista inició una nueva época y numeración, y seguiría publicándose hasta octubre de 1965, 102 números en total. La organicista de FAU, continuó la numeración anterior. Ambas se presentaron como herederas de la publicación precedente.

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pero sin incidencia apreciable en el anarquismo militante, en el medio obre­ro, o en el país.

Finalmente, es preciso señalar que aquel impulso internacional salido del Congreso de París en 1949, estuvo en el primer llamamiento orga­nizativo de 1953 y en la convocatoria definitiva del Grupo Editor de Volun­tad en 1955 a raíz de la propuesta del movimiento libertario cubano, cuajó en 1957 en la realización de la I Conferencia Anarquista Americana (14-21 de abril, Montevideo). Fue coordinada por la CCRA y la FAU, y además de ésta, estuvieron presentes la Asociación Libertaria de Cuba (Fernández, F., 2000: 85), la Federación Libertaria Argentina (FLA), Relaciones Internacio­nales Anarquistas de Buenos Aires (que integraba distintos grupos menores, entre ellos el Editor de «La Protesta», periódico anarquista argentino por excelencia), la Comisión de Relaciones Anarquista de San Pablo y otros grupos menores de Brasil, y delegados de la Federación Anarquista Inter­nacional de Chile30.

La Conferencia, en la que por primera vez que los anarquistas de América -a l cabo de más de medio siglo de militancia- se reúnen en una verdadera mesa redonda para estudiar y trabajar en común sobre las más elementales y complejas necesidades del movimiento, fue especialmente crítica con el nacionalismo, mero instrumento de la explotación cultural de los habitantes del continente, remarcando el carácter intemacionalista del anarquismo y reclamando la unión de todos los pueblos americanos como vía para luchar contra el subdesarrollo, miseria y dominio. La atomización nacionalista del pueblo americano es el freno más efectivo contra su libe­ración, se señalaba31. El latino americanismo de FAU, si bien ya estaba pre­sente en el PNA, tendría en esta Conferencia su punto de partida definitivo.

2. La F e d e r a c ió n A n a r q u i s t a U r u g u a y a : 1956-1967

Para realizar esta acción de resistencia y creación; para actuar cotidianamentede cara a los problemas del Uruguay, estudiándolos, enfrentando a las fuerzasrepresivas, aportando soluciones positivas; para coordinarla acción libertaria

30. Voluntad, abril 1957, n° 170: «14 al 21 de abril en Montevideo Conferencia Anarquista Americana».

31. Lucha Libertaria, mayo 1957, n° 171: «Significación y trascendencia de la I Conferencia Anarquista Americana»; y junio 1957, n° 172: «Conferencia Anarquista Americana: Disociación nacionalista de los pueblos americanos».

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en sindicatos, cooperativas, barrios, pueblos del interior, ante problemas cul­turales, sanitarios; para aunar esfuerzos militantes; para iniciar al pueblo a la libertad y al socialismo, a la lucha directa, constructiva y revolucionaria con­tra el Estado y el Capitalismo, en el camino hacia una convivencia fraterna, libre, solidaria, las agrupaciones libertarias del país, el anarquismo militante creará su organización, su Federación, en el Congreso Constituyente del 27-28 de Octubre32

El Congreso Constituyente de la Federación Anarquista Uruguaya fue un punto de inflexión en el proceso de estructuración del movimiento liber­tario uruguayo en los años cincuenta. Significó tanto el nacimiento de la organización de los anarquistas, como la continuidad del trabajo anterior. Incluso en algunos aspectos, como el que se refiere a la estructura, no sen­tó las bases definitivas, si no que veremos como en los siguientes años se seguiría discutiendo en torno a ello.

Hubo continuidad en trabajo e ideas por tanto. Se tomaron como base los Acuerdos del PNA, que en algunos aspectos fueron incluso ratificados prácticamente sin modificación. Es por esto que el PNA y Congreso Cons­tituyente se presentan como las dos partes o momentos de un mismo pro­ceso organizativo, a pesar de los meses que los distanciaron. El trabajo de cara al segundo se centró sobre todo en la discusión, por parte de las agru­paciones existentes, de los principales temas a tratar allí: la carta orgánica, el nombre de la federación, o las enmiendas a los Acuerdos del PNA (base de trabajo). Se elaboraba periódicamente un Boletín que informaba de las posiciones que sobre cada punto iba discutiendo y concluyendo cada agru­pación, con el objetivo de que la discusión en el Congreso se hiciese más fluida y desde posturas ya afinadas en los meses anteriores33.

La participación ya no se hizo de forma individual, como ocurriera en el Pleno, sino por agrupaciones, puesto que se iba a tratar de una federación entre éstas. Los documentos clave fueron la «Declaración de Principios» de la nueva FAU, y su «Carta Orgánica». Representaban los acuerdos básicos acerca de una orientación de carácter general para ese conjunto que aca­baba de organizarse; y la forma jurídica de su funcionamiento, los derechos y deberes de los militantes a través de la Carta Orgánica; y un conjunto de

32. Voluntad, septiembre 1956, n° 164: «La Federación de los Anarquistas», Editorial.33. Al respecto ha sido consultado el Boletín de la Comisión Pro Federación Libertaria del

Uruguay n° 4 (FAU, octubre 1956, Montevideo, Archivo FAU). Muy pocos de estos materiales se han conservado.

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materiales elaborados, que ahí ya se hacen colectivamente, que indican formas de acción en el seno del movimiento obrero, estudiantil, cooperati­vo... Y después para el trabajo barrial y posiciones acerca de América La­tina. En esos documentos están las pautas que se van estableciendo para el trabajo de ese conjunto de militancia»34.

La Declaración de Principios siguió la línea ideológica vista en los Acuerdos del PNA: el análisis del que parte es profundamente antiestatista y anticapitalista, crítico con el comunismo y, tras él, con la socialdemocra- cia, el nacionalismo, el militarismo y el clericalismo. Apuesta por el anar­quismo como fuerza revolucionaria y antiautoritaria y el federalismo como sistema de relación de los pueblos de forma libre y voluntaria. Concluyó que la solución de los graves problemas sociales que afectan a la humanidad sólo será posible mediante una profunda transformación de carácter indi­vidual y social, cuyo objetivo es la socialización de los medios de produc­ción y distribución, la organización y administración basadas en los prin­cipios de acción directa y federativa, y la vigencia integral de la libertad. De conformidad con los principios intemacionalistas, la revolución debe­rá crear los elementos de la nueva sociedad prescindiendo de las fronteras políticas y tendiendo a formar agrupaciones regionales sobre la base de los vínculos económicos, lingüísticos y culturales. Pero al tiempo que maxi- malista, la Declaración de Principios acababa con un planteamiento de tra­bajo que ubicaba al movimiento en su época y sociedad, al declarar fines más inmediatos y tareas factibles que en tanto ese cambio fundamental no esté alcanzado, deben ser estimuladas y apoyadas todas las actividades e iniciativas populares tendientes a resistir y restringir la explotación capi­talista y la opresión y división de los pueblos por los Estados. Finalmente, la acción directa popular para fines de cooperación social y apoyo mutuo fue la apuesta de la FAU (como ya lo había sido en el PNA) para enfrentar ai Estado así como para educar al pueblo en las prácticas de la solidaridad y de la gestión directa, y demostrar de esta manera la superioridad de la convivencia al margen de todas las formas de asociación popular para f i ­nes de cooperación social y apoyo mutuo35.

34. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso. Según éste, se estima que pudieron participar unas500 personas. Entre ellas se contaron invitados de otras organizaciones, especialmente argentinas, y anarquistas exiliados españoles, que en estos años tuvieron una destacada influencia en el Uruguay por su participación no sólo en la organización del anarquismo, sino también en las actividades culturales y diversas que realizaban las organizaciones de este signo

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La Carta Orgánica establecía la estructura de la FAU y los derechos y deberes de sus militantes36. El órgano máximo de la Federación era el Con­greso, en el que estaban representadas todas las agrupaciones. Se convocaría con periodicidad anual (existiendo posibilidad de convocatorias extraordi­narias), y entre uno y otro, un Consejo Federal en el que estuviesen presen­tes dos representantes por agrupación (además de secretarios de función puramente administrativa, elegidos por las agrupaciones), se encargaría de la puesta en práctica de sus resoluciones. Las agrupaciones mantenían su autonomía: establecían sus estatutos y normas internas (con el único requi­sito de ser compatibles con el espíritu de la FAU), y eran las responsables de la aceptación de sus propios afiliados, teniendo únicamente obligación de informar al Consejo Federal. Por último, contemplaba la posibilidad de que fuesen convocadas asambleas plenarias de militantes de forma extraor­dinaria.

El Congreso Constituyente realizó -a l igual que ya lo había hecho el PNA- diversas declaraciones sobre temas nacionales e internacionales para fijar la postura de la Federación, en las que mantuvo no sólo la línea ya expresada en el Pleno, sino incluso el texto integro -o cuasi- de muchas de las declaraciones realizadas entonces. Ejemplo fueron las posiciones sobre los pueblos latinoamericanos en lo internacional, o sobre temas jubilatorios en lo nacional37. Pero de todos, el que más nos interesa aquí -tanto por las variaciones que sufrió desde el PNA como por las repercusiones posterio­res- es el análisis del movimiento sindical y el Plan de Acción Sindical, aprobados por el Congreso Constituyente, y que un año después volverían a ser ratificados casi textualmente por el I Congreso de la FAU. Ambos no diferían en el fondo de lo acordado en el PNA, pero sí aportaban algunos avances apreciables en cuanto a la elaboración del nuevo texto y -sobre todo- la madurez y presentación de los objetivos y demandas del Plan.

La lectura del sindicalismo refleja tanto las concepciones anarquistas sobre el tema -especialmente en lo que respecta a la actuación gremial co­munista y a los problemas a enfrentar para la movilización de los trabaja­dores- como sus líneas de acción futura. Se veía al movimiento sindical como deficiente en principios y tácticas e incapaz de enfrentar seriamente

35. Voluntad, noviembre 1956, n° 166: «Declaración de Principios de la Federación Anarquista Uruguaya».

36. FAU, Boletín de la FAU n°6, marzo 1958, Montevideo (Archivo FAU).37. Voluntad, nos. 166 y 167.

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al Estado y al capitalismo, lo que achacaban, principalmente, a la influen­cia de corrientes legalistas dependientes de hegemonías e intereses ajenos a los trabajadores, a la falta de control que estos tienen de los gremios por su burocratización, a la existencia del sindicalismo amarillo, a la débil sindicalización del rural, y a la creciente expansión y poder del Estado en todos los ámbitos de la vida social o económica, a la vez que el desarrollo del capitalismo. Frente a ello reafirmaban su opción por la acción directa y por la participación en los sindicatos y entre los trabajadores, desarrollan­do un espíritu libertario, enfrentando la desorientación del momento, y creando si fuese preciso organismos más acordes con los principios enun­ciados.

A partir de este análisis y conclusiones, la FAU estableció su Plan de Acción Sindical, donde recogía prácticamente todas las propuestas del apro­bado en el PNA, pero ahora en un texto que ahondaba más en las orienta­ciones generales del movimiento que en la definición de banderas de lucha concretas. Las ideas de fondo seguían invariables: militancia más activa en el movimiento sindical, afirmación de la acción directa como método de lucha y forma de aprendizaje de cara a una futura sociedad libertaria y con­jugación los principios e ideales anarquistas con la lucha por reivindicacio­nes inmediatas.

En lo orgánico, el plan postulaba la unidad sindical sin hegemonías, la relación con el sindicalismo de los países vecinos, la capacitación del mo­vimiento sindical en organización, dirección y concepción libertarias, la capacitación de los trabajadores en sus tareas (con formación de escuelas y celebración de cursos), la relación del movimiento sindical con las institu­ciones de enseñanza, la creación de comisiones de estudio e información de los problemas del país y del mundo, y el ensayo de formas de gestión directa de productores y consumidores en diversos ámbitos y por distintas formas.

En cuanto a objetivos y banderas de lucha, se conjugaban objetivos maximalistas, como la transformación de los centros de trabajo con el ob­jetivo de eliminar las estructuras autoritarias y de opresión y desarrollar la acción directa de los individuos y la solidaridad libertaria; con otros más concretos que afectaban a la organización de la producción y el trabajo, al salario y su ajuste con el coste de vida, a las condiciones de trabajo y jor­nada, o a la perfección de los métodos de lucha sindical.

A partir de noviembre de 1956, tras el Congreso Constituyente, se abrió para la recién creada FAU un primer período de vida que abarcaría

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EDUARDO REY TRISTÁN

hasta 1967, fecha en que la Federación fue ilegalizada por el Poder Ejecu­tivo. En este primer período de vida de FAU hay al menos dos etapas cla­ramente identificables: entre 1956 y 1964 nos encontramos con una orga­nización dedicada fundamentalmente a su consolidación y crecimiento; a la consecución de una estructura interna acorde con los planteamientos mayo- ritarios; con un activo debate acerca de su actuación en el movimiento sin­dical; y que apoya firmemente a la Revolución Cubana. Las disensiones de algunos grupos en torno los tres últimos aspectos provocarán una escisión a principios de 1964, momento que aquí establecemos como definitivo para comenzar a considerar una nueva etapa en la que las orientaciones y preocu­paciones son otras. Esta primera época se caracterizó también porque en ella el vocero de la organización fue Lucha Libertaria, que a partir de 1962 prác­ticamente ya no tendría presencia en las filas anarquistas.

Entre 1964-1967, tras el apoyo a la Revolución Cubana y el inicio de coordinación con otros grupos de tendencia revolucionaria -aunque no libertarios-, la FAU profundizó en una línea teórica y de trabajo que llevó a la escisión de un sector significativo de la Federación. A partir de enton­ces los asuntos de organización y funcionamiento interno parecen quedar en un segundo plano. Esta etapa coincide con la participación de la FAU en el diario Época, junto con el resto de los grupos de izquierda revolucionaria surgidos tras el impacto del castrismo; y finalizará con la clausura de este periódico y la ilegalización de todos los grupos -incluida FAU- que en él participaban.

A partir de 1967 y hasta 1976 se abrió un nuevo período, del que nos ocuparemos más adelante38. Éste también tuvo sus etapas diferenciadas, por cuanto FAU fue legalizada nuevamente en 1971, aunque hubo también una clara continuidad en el trabajo y posiciones teóricas que hacen contemplarla como un todo. La creación de una organización de masas anarquista desde la clandestina FAU, la Resistencia Obrera Estudiantil (ROE), dio un nue­vo impulso a la incidencia social del anarquismo en el Uruguay, que se manifestaría especialmente entre 1970 y 1973. Además, en este período se creó la Organización Popular Revolucionaria 33 (OPR-33), con la que el anarquismo dio un paso más en cuanto a la concepción y uso de la violen­cia como elemento de actuación política y sindical. El período concluyó con

38. Una segunda época sería la iniciada a partir de la restauración democrática en Uruguay en 1985, en que la FAU, tras las escisiones del exilio y las derrotas sufridas se reorganizó para continuar en actividad hasta la actualidad.

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el exilio, derrota y transformación del movimiento anarquista uruguayo, que tras 1976 daría lugar a dos organizaciones diferentes.

La FAU entre 1956 y 1964

Los primeros ocho años de la vida de FAU estuvieron marcados por dos tareas y una polémica. Las primeras fueron: la búsqueda de una correcta y funcional forma organizativa, que ocupó el debate de la Federación has­ta iniciados los sesenta; y la actividad en el seno del movimiento sindical. La polémica se desarrolló desde 1960 en torno a la postura a adoptar sobre la Revolución Cubana, lo que llevaría a la escisión de FAU hacia 1964.

El I Congreso de FAU tuvo lugar al año de su creación (noviembre de 1957), y ya la prensa de la organización reflejó entonces la honda y apasio­nada polémica que suscitaron las propuestas de reforma de la carta orgá­nica, en lo que atañe a la estructura del órgano federal. Si bien ello no impidió hacer un balance positivo del año de vida de la organización, basado en la revitalización del movimiento que mostraban la incorporación de nue­vos militantes y la influencia creciente que nuestras ideas y métodos de acción van adquiriendo en todos los ambientes donde actúan, no importa en qué grado, nuestros militantes39.

Pero la preocupación por ajustar el mecanismo orgánico de la FAU a las realidades concretas del movimiento y agilizar al máximo su actividad continuaban a fines de 1958. Aquí llama la atención la importancia que ha adquirido el Pleno de militantes, presentado en la Carta Orgánica como recurso especial40. Desconocemos los motivos y formas de su convocatoria, pero sí se constata que actuó como órgano resolutivo: unificó las agrupacio­nes Sur, Aguada y Malvín en una sola Agrupación Centro; decidió la suplan­tación del Consejo Federal por un Plenario de Militantes a realizarse men­sualmente, y creó nuevas comisiones de acción estudiantil y universitaria; si bien fueron acuerdos experimentales por tres meses bajo el criterio com­partido de procurar que la actividad interna, orgánica, no absorbiese el tiem­po de militancia de los integrantes41.

39. Lucha Libertaria, noviembre 1957, n° 176: «El Primer Congreso Ordinario de la FAU».40. FAU, Boletín de la FAU, n° 6, marzo 1958, «Carta Orgánica», art. 23. (Archivo FAU).41. Lucha Libertaria, septiembre 1958, n° 185: «Importantes acuerdos del Pleno de Militantes».

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Un pleno ordinario en enero del año siguiente, y otro extraordinario dos meses después, en marzo, siguieron tratando la cuestión organizativa y la estructura orgánica acorde a la situación del momento y futura. El tema -nunca resuelto satisfactoriamente- volvería a aparecer en las polémicas de principios de los sesenta y estaría muy presente entre las causas que lleva­ron hacia 1963-1964 a la división de la Federación.

En estos años se procuró también el crecimiento de la organización, para lo cual se volcaron esfuerzos en las tareas de propaganda y activida­des, además de las propias del movimiento sindical de las que nos ocupa­remos a continuación. Lucha Libertaria, órgano de la FAU, salió mensual­mente desde mayo de 1957 hasta julio de 1961. En el siguiente año saldrían aún otros tres números de forma no periódica, y en abril de 1965 un último y solitario ejemplar. Probablemente la práctica desaparición de Lucha Libertaria a partir de 1962 estuvo relacionada con las diferencias en el seno de la organización, y quizás con la aparición del diario Época y la partici­pación en él de uno de los sectores de la Federación.

Desde el 7 de enero de 1959 también se inició una audición radial de 10 minutos todos los martes, que serviría de instrumento de propaganda, para hablar de los problemas nacionales e internacionales y dar una opinión libertaria. La audición tuvo continuidad cuando menos hasta fines de 196042. En todo caso, no es posible valorar el probable crecimiento anarquista en estos años por falta de datos acerca de las agrupaciones existentes, militan­tes, etc.

El trabajo sindical

Una de las actividades fundamentales de la FAU fue la acción sindical. En este ámbito se situaba una de sus principales fuentes de militancia. So­bre aquella y sus formas de actuación, hubo un debate permanente en la organización en estos años. Los dos rasgos principales de la acción sindi­cal anarquista fueron: su decidida campaña pro central única, y el apoyo total a las luchas del momento, especialmente a aquellas que aportaban ele­mentos novedosos y radicales al sindicalismo uruguayo.

42. Lucha L ibertaria , enero-febrero 1959, n° 189: «Lucha Libertaria radial»; y noviembre- diciembre 1960, n° 200: «Los martes CX 44 Radio América. Hora 21. Habla Lucha Libertaria».

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La postura de FAU en torno a la central única ya había sido esbozada tanto en los Acuerdos del PNA como en el Congreso Constituyente y su Plan de Acción Sindical, y a partir de fines de 1956 sería expuesta y difun­dida con mayor vigor y precisión. El debate sobre la unidad, ya viejo en el sindicalismo uruguayo, había resurgido con fuerza en 1956 a partir de una huelga de la industria frigorífica acompañada por gran parte del movimiento obrero con medidas de solidaridad. Desde entonces y hasta la creación de la CNT en 1964, el tema fue una constante en la izquierda, y el anarquismo participó en él con una propuesta de la que más adelante la CNT recogerá importantes aspectos.

Nosotros entendemos por unidad, una firme y efectiva coordinación de fuerzas entre gente y organizaciones de distinta tendencia que realizan acciones con­juntas ante objetivos comunes determinados y que -a través de un escalonamiento progresivo de las luchas- elaboran un programa por todos compartido y construyen una estructura (Comité, Plenario, Central Intersindical) sin subordinaciones políticas ni estrecheces sectarias, plenamente representativa de las bases, estructura a través de la cual éstas aplican el pro­grama común. (... ) La entendemos como coordinación activa y eficaz, como respeto mutuo entre tendencias distintas, sin mangoneo partidista, sin aprove­chamiento político, sin maniobras: como forma de resistencia y construcción popular43.

Esta cita recoge los principales aspectos de la propuesta de la FAU en tomo a la unidad, que era en realidad su concepción del movimiento sindi­cal, pues no separaban una cosa de la otra: era una necesidad para enfren­tar al Estado y el capital, y debería cuajar en una central independiente (de partidos, Estado o patronales), sin caudillismos, sectarismos ni hegemonías políticas (uno de los aspectos más duramente criticados por la prensa anar­quista, en especial referencia al dominio comunista y el copamiento ideo­lógico y de puestos que procuraba siempre en las organizaciones sindicales), pues la imposición de una tendencia política llevaba siempre a la división. Para ello era fundamental la libertad de opinión y criterio, la unidad de ac­ción y un programa de acción sindical común; con formas de lucha y planteos programáticos que sean los que en cada caso vayan decidiendo los

43. Lucha Libertaria , noviembre 1958, n° 187: «Los trabajadores, por su acción directa, harán la unidad».

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trabajadores desde las asambleas sindicales. El movimiento sindical tenía para el anarquismo una función doble e interrelacionada: de lucha inmediata y de objetivos finalistas, como señalaba el mismo artículo:

1 °) para la resistencia contra todas las medidas anti populares que adopten el Estado y el capitalismo; para la defensa de las libertades gremiales y públicas y las mejoras en las condiciones de vida y trabajo, que el pueblo ha conquista­do; para la constante ampliación y profundización de esos logros. 2°) para la progresiva transformación revolucionaria de las bases mismas del sistema que consagra el autoritarismo y la explotación, sustituyéndolo por estructuras organizativas que aseguran que no serán burócratas y parásitos quienes diri­jan al país; sino los productores a través de sus organismos articulados eficaz­mente, construyendo así la libertad y la justicia plenas y auténticas, en base a la autogestión popular.

Los criterios de independencia y oposición a burocracias sindicales eran compartidos por el sindicalismo autónomo, y se traducían en propues­tas prácticas organizativas que luego se verán reflejadas en la CTU desde 1961 o la CNT desde 1964: no existencia de dirigentes rentados, incompa­tibilidad entre dirección sindical y participación en cargos políticos electi­vos, o afiliación internacional que alinease a la central.

Otra de las banderas de la propuesta sindical anarquista en estos años fue la de la unidad obrero-estudiantil, puesta en práctica a fines de 1958 con motivo del conflicto por la Ley Orgánica de la Universidad44. La huelga y manifestaciones fueron apoyadas por el movimiento obrero, y desde esos momentos se levanta la conocida consigna que estaría presente en las luchas de fines de la década siguiente: obreros y estudiantes juntos y adelante. Si bien esta confluencia ya se había producido en casos anteriores, como en la huelga universitaria de 1951 y las luchas de los gremios solidarios de ese año y el siguiente, sería desde ahora que tomase fuerza y continuidad. Para la FAU, este acontecimiento puede alcanzar a significar un verdadero acon­tecimiento en las luchas sociales del país. Una auténtica y permanente unidad obrero estudiantil está en la línea de las grandes soluciones nacio­nales. De las verdaderas y efectivas soluciones. El conflicto universitario

44. Los estudiantes iniciaron la huelga a principios de septiembre para lograr la aprobación de la Ley que la Universidad había enviado al Parlamento antes de que se cerrase el período de sesiones (mediados de octubre) y tuviesen lugar las elecciones en el mes de noviembre.

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tenía además las características de acción directa y autogestión defendidas por el anarquismo, como mostró en la ocupación de la Universidad duran­te las semanas del conflicto, y a la que fueron invitados -así como a sus debates y plenos- los líderes obreros.

La otra lucha que aportó elementos relativamente novedosos a la ac­ción sindical en estos años fue la de FUNSA, sindicato del caucho que du­rante la década siguiente fue bandera de la acción directa bajo dirección de un decidido núcleo anarquista. En esa fábrica, a fines de 1958, se realizó por primera vez una ocupación del centro de trabajo con puesta en marcha de la producción bajo control obrero. Este hito de las luchas sindicales en el Uruguay, para la FAU significó la reafirmación de algunos de sus principios y propuestas: la negación de la acción legalista en las luchas obreras y la defensa de la acción directa de los trabajadores; la afirmación de la impor­tancia del sindicalismo entre los trabajadores (sin sindicato no hay leyes que valgan); la afirmación de la importancia de la educación y formación de los trabajadores, así como de una Universidad orientada a formar técnicos para la sociedad, no para el capital (el objetivo debía ser lograr técnicos capaces de ponerse al servicio de los obreros en la ocupación y dirección de una industria); y la importancia de la solidaridad externa de los sindicatos vin­culados, pues así las ocupaciones podrán extenderse y -¿por qué no?- podrán ir cambiando de arma de lucha meramente reivindicativa a moda­lidad de acción revolucionaria45.

El debate en torno a la Revolución Cubana

El debate en torno a la Revolución Cubana definió y distanció postu­ras en el seno de una Federación que se había levantado sobre un consen­so común de anarquistas de diversas tendencias teóricas y orígenes militantes, y de diferentes formas de comprender la lucha por los objetivos comunes definidos.

La postura inicial, incluso antes del triunfo en enero de 1959, era acor­de con las definiciones del PNA y del Congreso Constituyente en materia

45. Lucha Libertaria, diciembre 1958, n° 188: «La ocupación de fábricas. Un nuevo método de lucha. Una nueva responsabilidad». La última cita es reflejo además de la nueva posición del anarquismo en sus reivindicaciones: la conjugación de las inmediatas y el objetivo revolucionario, que no sólo es posible y deseable, sino una vía a seguir.

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internacional. Según aquellos principios generales (caso del anticapitalismo, antiestatismo o la defensa de la acción directa popular y oposición a las dictaduras del continente), un apoyo también genérico era la respuesta ló­gica a la lucha que contra la dictadura de Batista se había iniciado en la Sierra Maestra, máxime cuando se trataba, de momento, de un grupo que optaba por una forma de acción directa y del que se desconocía práctica­mente cualquier definición ideológica46.

El apoyo se mantuvo en los primeros momentos tras el triunfo revolu­cionario. Cuba era para la FAU, al igual que para el resto de la izquierda latinoamericana, una esperanza f irme (... ) llamada a repercutir hondamente en esta América llena de venalidad y nacionalismo entregadores. Aún no se hacía un análisis profundo de la revolución. Era tal, había derrocado a una dictadura, y constituía el ejemplo de lo posible para el resto del continen­te; era suficiente para estar a su lado. Se comparaba, eso sí, con las frustra­das revoluciones guatemalteca y boliviana, por lo que desde los primeros momentos se entendía que los pueblos de América tendrán que defenderlos, porque si los dejamos destruir, nos estaremos suicidando47. Todo ello se tradujo en la pronta creación de comités de apoyo y actos reivindicativos de la revolución48.

Pero a medida que evolucionaba el proceso revolucionario cubano, las opiniones en torno a él en el seno de la FAU fueron divergiendo. Hubo tres momentos importantes para entender la profundización de unas diferencias que llevarían -sumadas a otras cuestiones- a la escisión de la Federación: la resolución de apoyo de octubre de 1960, la polémica en Lucha Libertaria entre José Jorge Martínez y Luce Fabbri49, y la resolución de mayo de 196250.

46. Lucha L ibertaria , abril 1958, n° 181: «Reedición de una gran jomada». Entre las reivindicaciones que FAU plantea en su acto del 1o de mayo de 1958, ya se encontraba la liberación de los pueblos cubanos, paraguayo, dominicano, contra todas las dictaduras, siguiendo la línea de condena que ya expresara la I Conferencia Anarquista Americana de 1957 (Fernández, F., 2000: 85).

47. Lucha Libertaria , enero-febrero 1959, n° 189: «Cuba... una esperanza». Estas palabras son representación tanto del apoyo inexorable al proceso revolucionario, como del impacto que éste tuvo en la FAU en sus primeros momentos.

48. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso. Según éste, la FAU fue la primera que en el Uruguay apoyó a Cuba (mérito que por otra parte también se atribuye el PSU), y que propició los primeros com ités de apoyo desde sus diferentes lugares de militancia: Universidad, Ateneo, agrupaciones barriales...

49. Hija del teórico anarquista italiano Luigi Fabbri, llegó a Montevideo con su familia en losaños veinte escapando de la Italia de Mussolini. Llegó a ser una de las referencias teóricas más importantes del anarquismo uruguayo, con peso especial en ciertos círculos universitarios.

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La primera de éstas (octubre de 1960) es relativamente tardía si tene­mos en cuenta el momento del triunfo castrista. Entonces ya la Revolución Cubana había dado un importante giro hacia el apoyo soviético. La tardanza de esta resolución -argumentando y casi justificando el por qué de la pos­tura- parece tener más que ver con cuestiones internas que externas; con diferencias en el seno de la Federación, especialmente. Esas diferencias fueron públicas en la polémica Martínez-Fabbri, en donde se señaló que las diversas concepciones del anarquismo y su práctica en el seno de FAU arrancaban del debate sobre la Ley Orgánica de la Universidad en 1958. El que se manifestasen ahora parecía casi inevitable: el proceso cubano esta­ba demasiado lejos de las concepciones tradicionales del anarquismo, y su apoyo no podía darse sin una cierta transformación o renovación de aque­llas. Algo a lo que no todo el mundo en FAU estaba dispuesto51.

Tanto la resolución de 1960 como la de 1962, seguían una misma lí­nea argumental, base teórica del apoyo dado y mantenido durante toda la década al proceso revolucionario cubano: la revolución supuso una serie de logros del y para el pueblo cubano (reforma agraria, desarrollo de la edu­cación, de la sanidad, de la vivienda o de la higiene). Y si bien no era el tipo de revolución popular que previamente postularíamos, se comprendía su evolución por tratarse de una revolución condicionada. No podía ser una revolución socialista y libertaria, con un programa en el que se inscribie­ra la inmediata sustitución de los mecanismos probadamente anti sociales del capitalismo y del Estado, por la autogestión popular, pero aún así, po­día constituir tanto como un avance en sí misma, una apertura de una vía latinoamericana hacia el socialismo y la libertad.

Por todo lo que tiene de constructivo, sin negar ni ignorar sus aspectos negati­vos no los factores que pueden conducir a su desvirtuación, entendemos que debemos apoyara la Revolución Cubana. Nuestro apoyo es consciente y since­ro; no está inspirado en especulaciones partidistas y, por lo mismo, supone el compromiso de defenderla.

50. Las referencias son, por ese orden: Lucha Libertaria , octubre 1960, n° 199: «Por qué apoyamos y d e qué defendemos a la Revolución Cubana»; noviembre 1961, n° 205: «Polémica en Lucha Libertaria: liberación nacional, el totalitarismo, la revolución en los países desarrollados, Cuba... »; mayo 1962, n° 206: «Pleno FAU adoptó importantes acuerdos. Al replantearse tema Revolución Cubana».

51. Rubén Prieto, antiguo militante fundador de Bellas Artes y de la Agrupación Sur, además de fundador de la FAU, confirma que efectivamente, una vez pasada la euforia por el triunfo castrista, un análisis más detallado del proceso que comenzaba a darse en Cuba empezó a mostrar las diferencias

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Los enemigos de la revolución, ya manifiestos a esas alturas, eran el imperialismo norteamericano, las oligarquías del continente, el riesgo cen­tralista que podría frustrarla, y la acción del comunismo. Acorde con su tercerismo, la FAU destacaba la posibilidad cierta de que fuese utilizada por la URSS como instrumento de penetración en el continente. Para el pueblo cubano, para los pueblos de América Latina, sería trágico salir de las ga­rras de un imperialismo para caer en las del otro.

En su polémica periodística con Fabbri en noviembre de 1961, J. J. Martínez concluyó la definición de las bases argumentales de la defensa de la Revolución Cubana por parte de un sector de la FAU52. En este debate se enfrentaron dos concepciones teóricas irreconciliables: una que denomina­mos anarquista tradicional, defendida por Fabbri, y que planteaba por en­cima de cualquier otro debate la lucha por la libertad y el anti estatismo, y que era contraria a toda represión, no justificable bajo ningún argumento.Y la de Nueva Izquierda en la que se enmarcaría el anarquismo de la FAU desde 1964, que como veremos al ocupamos de su ideología, tenía por prin­cipales rasgos tercerismo, tercermundismo, antiimperialismo, y latinoame­ricanismo; así como la defensa de cualquier lucha revolucionaria dado que se entendía que la contradicción fundamental era la que tenía lugar entre imperialismo y liberación.

Esta última posición, defendida por Martínez, se acercaba en muchos aspectos al marxismo, adelantando posiciones que más adelante tendrían peso en la ideología de la FAU. Analizaba lo sucedido en Cuba dentro de la situación mundial, y concluía que debido a ello era preciso distinguir lo esencial de lo secundario. La cuestión principal en este caso era la contra­dicción imperialismo-liberación: el despertar de los pueblos explotados, el ascenso de las masas a la contingencia histórica son los grandes hechos del mundo de hoy. Respecto a la Revolución Cubana, como con cualquier pro­ceso histórico, se podía exigir acuerdo total o acuerdo en lo fundamental. Y, dado que las grandes cuestiones referidas -que Cuba cumplía- están por encima de los errores del momento, el apoyo al proceso era imprescindible.

internas, ya antes existentes, pero no tan enfrentadas. Desde 1959 ese debate se fue consolidado, y la disensión aumentaba a medida que la Revolución Cubana iba definiéndose en un sentido determinado (entrevista n° 38).

52. Martínez, secretario de FAU, representaba la corriente mayoritaria de la Federación, a decir de Juan Carlos Mechoso (entrevista n° 35).

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Ya entonces Fabbri vio en esta postura ciertos rasgos marxistas, influjo que consideraba frecuente en la cultura uruguaya de las dos últimas déca­das. Se reflejaba en el análisis basado en la dialéctica imperialismo-libera­ción, con el que no estaba de acuerdo, pues suponía separar revolución y libertad. Y entendía que gobierno y revolución nunca se identificaban, y que la represión era siempre contrarrevolucionaria. Se mostraba de acuerdo en defender la Revolución Cubana, pero no como lo hacía Martínez, si no en el terreno de la solidaridad socialista y libertaria, en la base. Y eso suponía defender a los perseguidos por el gobierno cubano y su partido único. Ade­más, entendía que el capitalismo de Estado y el totalitarismo se estaban adueñando de la revolución, al igual que ocurriera en Rusia, y eso era lo que había que combatir, por cuanto significaba luchar por la libertad. Frente a esto Martínez llamaba la atención sobre las condiciones especiales de la Revolución: no ocurría, como fuera el caso de Rusia, que le estaba siendo estafada al pueblo; aquí la revolución era producto de un pequeño grupo que la llevara adelante, por lo que la revolución era el régimen revolucionario, no podían separarse53.

Martínez defendía un nacionalismo no de capilla, de fronteras nacio­nales, sino de amplias dimensiones: latinoamericano, en su caso; y que in­cluso desbordase separaciones continentales para conformar una unidad con pueblos coloniales y semicoloniales. Reivindicaba finalmente las vías pro­pias al socialismo de las revoluciones del momento, negando el fatalismo hacia el modelo soviético; y, considerando el pensamiento de Fabbri como europeo y de preguerra, instaba a reubicarse y repensar los problemas ac­tuales según las circunstancias y claves del momento.

El debate en el que se enmarcan ambas posturas era ya viejo en la iz­quierda, una de las diferencias fundamentales entre anarquismo y marxis­mo en torno a la revolución, los fines y los medios. Arblaster (1974), al exponer el carácter de la Nueva Izquierda, indica cómo esa polémica entre marxismo y anarquismo era central también en los años sesenta en Europa. Se enfrentaba la concepción libertaria, crítica con el partido revolucionario

53. ¿Cómo los anarquistas van a luchar para que el Estado no arrebate las conquistas revolucionarias, s i el gobierno es la revolución, es el que «da» esas conquistas? No: obviamente, el papel de los anarquistas [es] partir de la situación real y no de la inventada y trabajar sobre ella para superarla. Admitir la acción esta ta l cubana que es sinónimo de adm itir la revolución y avanzar: no combatirlas «granjas del pueblo» o las fábricas estatizadas o el gobierno centralizado, sino desde esa realidad y a partir de ella, empujar hacia la autogestión obrera y popular (Lucha Libertaria, noviembre 1961, n° 205: «Polémica en Lucha Libertaria»).

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(vanguardia de las masas54) y con las revoluciones desde arriba, a la leni­nista, expuesta en ¿Qué Hacer?, donde contra la espontaneidad y el tradeunionismo, Lenin (1974) defendía la concienciación de los trabajadores desde afuera, por ese partido de vanguardia. Quizá sería excesivo decir que esas dos tendencias fueron las que se enfrentaron en la polémica entre Martínez y Fabbri. Pero en el argumento de la segunda sí que en cierto modo encontramos esa postura. La intelectual uruguaya intuía el fondo ideológi­co latente de su contraparte al tacharla de influenciada por el marxismo, pues como se verá, hacia éste evolucionaría más adelante FAU, de modo que hacia 1972 defendía la importancia del partido revolucionario y de la ideo­logía como respaldo a la acción revolucionaria.

Pocos meses después, en mayo de 1962, un nuevo Pleno volvió a de­finir la posición de la Federación tras los cambios sufridos por la Revolu­ción Cubana en el año anterior (declaración marxista-leninista), retomando los argumentos ya vistos sobre los condicionantes. A través de esta resolu­ción, FAU hacía también una exposición clara de sus principios ideológicos:

- adhesión al principio de autodeterminación de los pueblos frente a cualquier potencia (algo especialmente necesario en la lucha por la liberación de pequeños países y de las zonas subdesarrolladas);

- ratificación de antiimperialismo y tercera posición;- postura contraria a la aparición de nuevas oligarquías tras la liqui­

dación de las anteriores; y por el crecimiento constante de la autogestión popular. Sólo así tienen sentido antiimperialismo y autodeterminación;

- negación de la identificación del socialismo con el marxismo-leni­nismo;

- y valoración de la importancia de la solidaridad de los pueblos (so­bre todo subdesarrollados o dependientes) con cualquiera que ini­cie su lucha liberadora para evitar giros como al que se vio forza­da la Revolución Cubana.

54. Sobre esto, ya Bakunin en su polémica con Marx se preguntaba: ¿Cómo puede esperarse que una sociedad libre e igualitaria surja de una organización autoritaria? Es imposible. La Internacional, embrión de la fu tura sociedad humana, debe ser desde este momento la f ie l imagen de nuestros principios de liber tad y federación y rechazar de su ámbito cualquier principio que conduzca a la autoridad y la dictadura (Arblaster, 1974: 35).

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En función de todo ello, resolvía su apoyo a ésta por sus logros y su condición de avanzada en la lucha contra el imperialismo norteamericano; entendía que es tarea de los organismos populares defender -ante cualquier deformación autoritaria o regresiva- el sentido revolucionario de las reali­zaciones cubanas, para liquidar definitivamente el imperialismo, el capita­lismo, y que el pueblo cubano lograse su protagonismo histórico; se reafirmaba en su posición socialista y libertaria, en su rechazo del marxis­mo-leninismo, del capitalismo, así como de aquellas potencias imperialistas que usan a Cuba como su particular escenario de Guerra Fría; de las viejas clases explotadoras, de la OEA y de las denominadas oligarquías cipayas que lo integraban; y llamaba finalmente a la defensa de la autodetermina­ción del pueblo cubano y a orientar la lucha en el Uruguay a una transfor­mación revolucionaria para que esa defensa de Cuba sea efectiva.

Bases de una nueva concepción revolucionaria

Con la Revolución Cubana el tema de la revolución y la posibilidad de su realización práctica en el Uruguay pasó también al primer plano del de­bate anarquista. Desde 1959 no sólo se discutía en tomo al apoyo a Cuba, también se trasladaba esa experiencia al país y se planteaba su carácter, formas y vías. Nace y se desarrolla por tanto una nueva concepción de la revolución que si bien tiene influencias de etapas anteriores, estará funda­mentalmente mediatizada por el proceso cubano, suponiendo la inserción de un sector del anarquismo uruguayo en la nueva izquierda revolucionaria que se desarrollaba a nivel continental55. Hacia 1962 las nuevas ideas fueron expuestas en Lucha Libertaria. En ellas encontramos las bases del posterior desarrollo ideológico de FAU y de su concepción revolucionaria56:

55. Cabe aclarar que si bien nos referimos a esta concepción como tal, somos conscientes de que no era unánime en la FAU. Se trataba de aquella que entendemos mayoritaria -por cuanto era la de la dirección y ésta era elegida democráticamente- y que tras la ruptura tuvo continuidad en el grupo continuador de la FAU. Al respecto, y según Rubén Prieto, en los Plenarios esa postura no era mayoría, pero por la dinámica interna conseguían la representación y el control del Comité Federal (entrevista n° 38).

56. Lucha Libertaria, n° 206, mayo 1962: «Continuidad histórica de una orientación revolucionaria», J. C. Mechoso; «Trascendencia y superficialidad del año político 1962», J. J. Martínez; «La Revolución y el burocratismo», G. Gatti; n° 207, nov. 1962: «Socialismo -etapas fatales- burguesía nacional», J. C. Mechoso.

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- ubicación de la lucha nacional en el contexto latinoamericano y del Tercer Mundo subdesarrollado;

- defensa de la apertura del anarquismo al estudio de otros aportes y experiencias revolucionarias, buscando siempre la originalidad y la vía propia, adaptada a la realidad nacional, no copiando modelos foráneos;

- crítica a la izquierda partidaria, especialmente al PCU, por su apuesta electoral, la no promoción de la experiencia cubana en el Uruguay a través del Comité Coordinador Nacional, o la espera de la maduración de la situación revolucionaria sin hacer nada para ello;

- negación de la posibilidad de una etapa revolucionaria burguesa, algo que se adaptaba a la realidad de los países subdesarrollados, tal y como mostraba claramente Cuba y como también había argumen­tado F. Fanon (cita recurrente en aquellos años);

- defensa y fomento de las organizaciones populares y de las estruc­turas de base, por cuanto las masas son las únicas protagonistas de las revoluciones nacionales (G. Gatti) y porque así se crean las condiciones y se incorpora la revolución al abecedario político de los uruguayos;

- apuesta por la unidad de las fuerzas de izquierda en todos los ám­bitos, y especialmente por el nucleamiento de la izquierda revolu­cionaria sobre bases comunes de interpretación, sensibilidad y conciencia comprometida (J. J. Martínez);

- búsqueda de una base teórica e ideológica propia para el proceso re­volucionario, que no sea traslado ni imposición foránea, y permita dar continuidad a la revolución, más allá de la espontaneidad de su estallido.

Influencia de la Revolución Cubana sería también la definición, en este año de 1962, de las clases protagonistas de la revolución: campesinos, obre­ros, clases medias, intelectuales y estudiantes, frente a la burguesía nacio­nal y el imperialismo, en un desarrollo de la idea que se impone desde 1959 de contradicción fundamental entre imperialismo y liberación.

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La ruptura

La escisión que sufrió la FAU a principios de 1964 no estuvo relacio­nada únicamente con las diferentes posturas que se dieron en torno a la Revolución Cubana. Realmente, eso fue sólo una -si bien fundamental- de las tres cuestiones que enfrentaban las dos grandes y opuestas tendencias en el seno de la Federación. Los otros dos problemas eran la prioridad que la organización estaba dando al trabajo en el movimiento obrero con la inte­gración de militantes en los organismos de los trabajadores, y la necesidad que planteaban -los mismos que defendían Cuba y la línea sindical- de comenzar un trabajo de organización que preparase a FAU para los proba­bles tiempos difíciles que vendrían. Esto es, iniciar la preparación para el trabajo clandestino. Se unían además las distintas concepciones sobre la forma de organizar y estructurar internamente la Federación y sus órganos de decisión, y el apoyo a ios movimientos armados del continente.

La tendencia que podríamos llamar mayoritaria y que desde 1964 mantendría el control de la Federación, estaba encabezada por unos pocos militantes fundadores que desde entonces y por toda la década siguiente hasta el golpe militar serían sus dirigentes: Gerardo y Mauricio Gatti, León Duarte, Roberto Franano o Juan Carlos Mechoso. Algunos eran además militantes sindicales de primer orden y con fuerte peso en la dirección de sus gremios, caso de Gerardo Gatti en el sindicato de Gráficos o León Duarte en el de FUNSA. Por la otra parte, la figura más destacada -si bien por su prestigio, y no porque encabezase orgánicamente el enfrentamiento- era la intelectual y profesora de Humanidades Luce Fabbri. Junto a ella se alineaba la Agrupación Anarquista de la Facultad de Bellas Artes, la de Medicina, la Agrupación Sur y la de la Unión (que sí capitalizaba Fabbri)57.

Las diferencias en torno al apoyo crítico a la Revolución Cubana ya las veíamos en la polémica Martínez-Fabbri, representativos ambos de las respectivas tendencias. Los otros aspectos están todos estrechamente rela­cionados, como no podía ser de otra forma al responder en conjunto a dis­tintas formas de entender el anarquismo. Por una parte, y según el testimo­nio de Rubén Prieto, los grupos que a partir de 1964 ya no continuaron en FAU, abogaban por una organización asamblearia y participativa, que ba­sase su actuación en los plenarios de militantes. Esta postura la habían de­

57. Entrevista n° 38, Rubén Prieto.

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fendido desde la fundación de la Federación y ya hemos visto que había sido discutida en ocasiones. Desde la otra parte, y según Juan Carlos Mechoso, se entendía que ese hiperfederalismo -como lo denominaban-, no era funcional. Para el trabajo cotidiano deberían existir órganos ejecu­tivos, lo que significaba optar por plenarios deliberativos y que el control de la organización entre congresos recayese en manos de un Consejo Fe­deral.

El papel de éste, sus atributos, el mayor o menor centralismo, eran por tanto el eje de esa polémica, que respondía a dos concepciones organizativas muy diferentes58. Ambas concebían dos tipos de trabajo de masas diferen­tes. Los representantes de la línea más centralizadora eran los grupos con más fuerza en el medio sindical, en donde consideraban que había un día a día que necesitaba de decisiones rápidas que resolvieran los problemas. Los defensores de la línea más asamblearia eran aquellos procedentes de me­dios barriales o estudiantiles. Según Rubén Prieto, ponían el acento en el cambio cultural: las relaciones hombre mujer, las formas educativas, las formas de trabajar, rechazar la relación de salario -no servía mejorar el salario, sino que cambiabas de categoría y entonces dejabas de ser solida­rio con los que están abajo... 59.

Otro punto de fricción lo representaba la evolución de ambos sectores respecto a la violencia y a la necesidad de una organización revolucionaria en el Uruguay. El grupo más centralizador por otra parte, abogaba por la preparación organizativa para una radicalización de las luchas y un enfren­tamiento con los medios represivos, pues preveían que hacia allí caminaba el país dada la continua agudización de la crisis económica. Esa preparación significaba la creación de estructuras organizativas adecuadas para el trabajo clandestino si fuese preciso; o para el accionar armado, planteamiento que

58. Así lo reconocen hoy algunos de sus protagonistas (Juan Carlos Mechoso y Rubén Prieto). Ambas tendencias estaban presentes desde la creación de la Federación.

59. Entrevista n° 38, Rubén Prieto. Según declara, en ocasiones el otro sector era tachado de leninista por su postura frente a la cuestión organizativa, lo que da el tono de la polémica. Por otra parte, Juan C. Mechoso hoy día se refiere así a la concepción de los asambleístas: La Escuela de Bellas Artes no tiene urgencias, como tenemos nosotros grupo obrero. Ellos tienen la Escuela, tienen su ritmo, hacen su propio proyecto, y lo quieren proyectar a la sociedad. Son cosas a veces muy bonitas, campañas de sensibilización, cosas hermosas, pero que no hacen a la angustia que está viviendo la gente en un barrio, y los problemas prioritarios que tiene la gente. Nosotros en un momento como ese, lo que nos interesa es ver la fuente de trabajo, la apertura de la fuente de trabajo, el lugar en que están la gente desesperada por ocupación, como en El Cerro, La Teja. Entonces, no es que esté mal la campaña de sensibilización que ellos van haciendo, sino que para nosotros las prioridades son otras (entrevista n° 35).

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chocaba radicalmente con las ideas anti violencia que representaba el otro sector60.

Desde la dirección de FAU un grupo reducido de militantes comenza­ron a llevar a la práctica acciones armadas, momentos antes de que se pro­dujese la escisión: en las navidades de 1963 realizaron la primera, los ya citados Comandos del hambre, en colaboración con otros grupos de izquier­da revolucionaria. Esta relación, lógica en la línea de quienes mantenían la dirección de FAU -y opuesta a las concepciones de la otra tendencia- ha­bía comenzado a gestarse a fines de 1962 cuando algunos grupúsculos ra­dicales se escindían de los partidos de izquierda a los que pertenecían, ini­ciando un proceso de coordinación y colaboración que -como ya se ha vis- to - daría lugar a la consolidación de las diferentes tendencias existentes en la izquierda revolucionaria en la segunda mitad de la década.

El definitivo proceso de escisión en el seno de FAU se inició a fines de 1963. El 28 de diciembre tuvo lugar un pleno en el que se pusieron defini­tivamente de manifiesto las profundas discrepancias ideológicas y de mé­todo de ambas partes. Según señala la nota de prensa con las resoluciones de un pleno posterior, el 22 de febrero de 196461, los acuerdos de diciem­bre no fueron aceptados por militantes procedentes de las agrupaciones Cerro, Preparatorios Nocturno, y núcleos de FUNSA, Unión y La Teja, por lo que, dado el cisma, se decidió en ese pleno la disolución de FAU y el inicio de las tareas de división del patrimonio entre las diversas tendencias. Este Pleno y su resolución no fue reconocido ni aceptado por una de las partes (la definida como centralizadora). Argumentaron razones de regla­mento para invalidar tanto la convocatoria como la resolución adoptada, al tiempo que negaban la desintegración de la Federación que defendía la otra parte62.

60. En 1959, una artículo de L. Fabbri, manifestaba claramente su visión del anarquismo, de su papel en la época, y de la revolución y la violencia como instrumentos de liberación: Toda mi vida el problem a de la violencia me ha parecido angustioso p o r la contradicción que plantea dentro del anarquismo y por la dificultad casi insalvable de establecer el límite entre la violencia de liberación o resistencia (casos ambos de legítima defensa) por un lado y la violencia opresiva por otro (Lucha Libertaria , diciembre 1959, n° 188: «Elementos para una ubicación del anarquismo. Nuevos modos de acción, problemas de hoy, principios permanentes». )

61. Época, 2/3/64, n° 611: «Resoluciones del Plenario Anarquista del 22 de febrero de 1964».62. Una denominada Junta Federal de FAU el 2 de marzo declaraba que el Pleno de febrero no

fuera tal, sino una reunión de un grupo de afiliados, convocado con exclusión de la tendencia opuesta (faltaban afiliados del medio obrero, barrial y una agrupación universitaria, la mayoría, se decía), y en el que incluso participó gente que no pertenecía a la FAU. El Pleno no había sido convocado tampoco

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Las acusaciones siguieron dándose en la prensa63, mientras la escisión cuajó a lo largo de 1964. En diciembre de ese año se crearía la Alianza Libertadora del Uruguay (ALU)64, formada, entre otras, por las agrupacio­nes de Bellas Artes, Medicina y Sur, como intento de nuclear orgánicamente a esa tendencia del anarquismo uruguayo. Tuvo una efímera vida, sin reper­cusiones destacables en la evolución política uruguaya de los siguientes meses. Hacia mediados de 1965 probablemente ya no existía, pues en agosto hay constancia de que muchos de sus fundadores, se habían integrado a otro proyecto más amplio, junto con un grupo de cristianos de izquierda, deno­minado Centro de Acción Popular (CAP). Como tal editaron una revista, Tarea, de la que salieron cuatro números entre agosto y octubre de 1965. En los artículos de esta revista se aprecia claramente el carácter antiautoritario, opuesto a la violencia, defensor de un socialismo humanista, comunitarista y fuertemente crítico el marxismo-leninismo y con lo que denominan socia­lismo autoritario. Algunos miembros del grupo escindido de FAU y luego participante en ALU y el CAP, desde hacía años también eran partícipes de una significativa experiencia comunitaria: la Comunidad el Sur, que aún existe en la actualidad y a la que siguen perteneciendo algunos de los pro­tagonistas de aquel período65.

La FAU entre 1964 y 1967

Desde que se produjo la escisión a principios de 1964, y hasta su ilegalización a fines de 1967, la evolución de FAU significó la consolidación

por los órganos federales responsables según la Carta Orgánica. Negaban la desintegración de la Federación (que según declara hoy R. Prieto era patente desde hacía meses), y la acusación de que no se desarrollaba debidamente el trabajo orgánico cotidiano. Por todo lo anterior, no aceptaban la disolución. Además ésta sólo podía homologarla un Congreso o, en casos especíales, un Pleno convocado por la Junta Federal sin exclusiones, lo que no era el caso del celebrado en febrero. De ahí que no se le diese validez y la FAU siguiese su trabajo cotidiano bajo la dirección de la mayoría que había mantenido la Junta Federal.

63. M archa , 30/4/65 «¿Por qué no callas? »; Lucha Libertaria , abril 1965, n° 208: «Nuestro Congreso».

64. Marcha, 18/12/64: «Alianza Libertadora del Uruguay». Según Prieto (entrevista n° 38), ALU nació con intención de juntar a los agraviados , pero por todo lo ocurrido ya lo hizo con ánimo de derrotados.

65. Sobre la Comunidad del Sur, consúltese Prieto (1986: 91-98). Los números de Tarea citados han sido consultados por gentileza de Rubén Prieto. Podrán encontrarse también en la Biblioteca-Archivo Luce Fabbri de pronta apertura en Montevideo (dato obtenido por gentileza de Debora Céspedes).

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de las tendencias que se apreciaban desde 1962, y que en buena medida habían sido las causas de sus conflictos internos. Parece como si la desapa­rición de la oposición interna hubiese dejado las manos libres al grupo que durante estos años controló la Federación para profundizar en una línea ideológica y de trabajo muy definida. Esas tendencias que ya se manifesta­ban desde 1962 y que ahora se consolidan, pueden resumirse en los siguien­tes puntos:

- el apoyo a toda iniciativa de acción directa de contenido revolucio­nario, especialmente las movilizaciones cañeras iniciadas en 1962;

- la existencia de un Comité Federal que llevaba el peso ejecutivo de la Federación;

- una fuerte militancia en el diario Época desde su nacimiento en 1962;

- una orientación principal hacia el trabajo en el medio obrero, a par­tir de un planteamiento clasista, veta que nos venía de la vieja FORU (Mechoso, 2002: 35).

- cambios en algunos aspectos del trabajo orgánico de la Federación, representados sobre todo en el abandono de la publicación propia, Lucha Libertaria;

- y, especialmente, el inicio de la coordinación y trabajo clandestino desde fines de 1962, con otros grupos de tendencia revolucionaria con los que tenía además estrecha relación en el diario Época.

Todos estos aspectos están íntimamente relacionados. La clave es la línea de acción revolucionaria que establece FAU de forma consecuente con sus ideas acerca del apoyo a la Revolución Cubana y a ios movimientos revolucionarios del continente. Como se ha visto, en los comités de apoyo a Cuba propugnaba el aprendizaje de la experiencia cubana y el impulso revolucionario en el país como mejor forma de ayuda a la consolidación del proceso en la isla: la idea presente en esos años en toda la izquierda revo­lucionaria y que Guevara había sintetizado en la conocida frase Crear uno, dos, tres... muchos Vietnam en América Latina. Esa línea revolucionaria y de acción que empezaba a predominar en FAU desde inicios de los sesen­ta, suponía en la práctica la relación con otros grupos de tendencia similar con los que empieza a compartir espacios comunes; el apoyo a todas las luchas, movilizaciones populares y formas de acción directa que existiesen

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en el momentos; o el inicio de formas de organización que permitiesen el trabajo clandestino de la Federación si llegase el caso -algo que veremos preveían en su análisis de la realidad nacional-.

Las relaciones con los otros grupos de tendencia revolucionaria se canalizaron a través del Coordinador, como ya hemos visto. La FAU parti­cipó en esta instancia de relación, debate e intercambio prácticamente desde sus inicios. Lo hizo a través de un reducido grupo de militantes que en esos momentos tenía también una fuerte presencia en la dirección de la Federa­ción, y que representaban a aquella tendencia que a partir de 1964 se que­dó con su control. Sus características básicas acabamos de señalarlas. Se­gún Juan Carlos Mechoso66, la participación de la FAU en el Coordinador estaba a cargo de Mauricio y Gerardo Gatti, de él mismo y, en ocasiones, de León Duarte. Defiende que si bien no era algo conocido abiertamente por la militancia dado el carácter de la actividad, sí se ajustaba a la directriz aprobada de relación con todos los grupos revolucionarios. En todo caso, no podemos olvidar el desacuerdo de importantes sectores de la Federación con la concepción de lucha y organización que esto representaba, y que había estado muy presente en la ruptura de 1963-1964.

Esa idea que en esos meses se impuso en la FAU quedaba patente en las declaraciones realizadas en septiembre de 1963 tras la acción policial contra los asaltantes del Club de Tiro Suizo. En ellas expresaban su solida­ridad con los que entendían luchan por la verdadera transformación revo­lucionaria de la sociedad, y cargaban las tintas contra la policía, los polí­ticos, las clases privilegiadas y la prensa. Hacían una obvia lectura políti­ca de lo sucedido, con un discurso que al tiempo que criticaba duramente a esos colectivos, defendía indirectamente la legitimidad de la acción de armarse como respuesta67.

La FAU participó en el Coordinador hasta que en 1965 las tensiones internas y las diferentes concepciones sobre las vías revolucionarias provo­caron su definitiva disolución. Estuvieron presentes, según Juan Carlos Mechoso, en algunas de las acciones conjuntas de los grupos en estos me­ses, caso de los citados Comandos del Hambre a fines de 1963, o el robo de la Armería El Cazador en 1964. Pero no compartían el foquismo de los que

66. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso.67. Marcha, 29/9/63: «Ante la infamia»; y Época, 15/9/63, n° 451: «El país cruje». Ni FAU ni

ninguno de los miembros de la organización en el Coordinador, participaron. Probablemente tampoco conocían que iba a realizarse, o cuando menos sus detalles.

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luego formarían el MLN-T, ni las concepciones pro chinas del MIR, como veremos al analizar su concepción revolucionaria. En 1964, rechazaron las propuestas de R. Sendic de formación de un polo revolucionario, una nue­va organización que aglutinase a todas las tendencias revolucionarias de los grupos de izquierda existentes en el momento.

Nosotros decimos: «bueno sí, nosotros estamos de acuerdo con la necesidad de crear un polo revolucionario en el país y de coordinar una acción de polo revolucionario, ni qué hablar, pero nosotros somos una organización, no tene­mos que irnos de la FAU, si la FAU tiene esa posición». Ellos tienen que irse del Partido Socialista, tienen que irse del MRO, y él plantea prácticamente agluti­nar a todas las alas izquierdas, aunque vinieras del Partido Comunista, en torno a una nueva organización. Ahora bien, para nosotros eso no es viable, porque nosotros ya somos una organización, que tiene ese planteo, no tenemos que irnos de la FAU. La FAU tiene ese planteo68.

Al año siguiente, cuando en la reunión de Parque del Plata se plantea crear definitivamente la organización revolucionaria que desde unos meses después sería conocida como MLN-T, la FAU no participaría por divergen­cias tácticas y teóricas que tienen relación con ese planteamiento, que ya realizaban desde meses atrás. A partir de 1966, las relaciones se darían ya entre organizaciones, MLN-T - FAU, y con un carácter diferente al que habían tenido en los meses de la coordinación de los grupos (Mechoso, 2002: 58).

Además del Coordinador, hubo dos espacios comunes para la izquierda revolucionaria muy significativos en los que la FAU también participó y a los que ya hemos hecho referencia: las movilizaciones cañeras, y el diario Época. Colaboraron con la organización de las primeras desde el Coordina­dor, y participaron incluso acompañándolas, como fue el caso de la Marcha de 1964. En ésta, y tras los incidentes y enfrentamientos de los cañeros con la policía en Montevideo, gente de la dirección de FAU como León Duarte, aunque en calidad de dirigente del sindicato de FUNSA, estuvo en el impul­so para la realización de una convención de trabajadores que finalmente desembocaría en la creación de la central única uruguaya, la CNT. El apo­yo se mantendría en los siguientes años. En 1965 se unieron a la lucha por la expropiación de la tierra (motivo de la marcha de ese año), firmando un

68. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso.

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manifiesto conjunto con el FAR y el PSU al respecto. Este hecho reflejaba la línea de trabajo que se imponía en esos momentos en la FAU: colabora­ción con otros grupos y rechazo al sectarismo. En una nota aclaratoria que publicaron en Lucha Libertaria a raíz de la firma de esa declaración, así lo manifestaban:

Al obrar conjuntamente con otros grupos de izquierda por entender que la causa que motiva la coordinación tiene la envergadura, importancia y trascen­dencia suficientes para justificarla, lo hacemos con total conciencia de nues­tras diferencias con tales grupos respecto de múltiples aspectos de la tarea política, parlamentarismo, concepciones religiosas, o aún materias más tras­cendentes como la propia ideología, en tanto fin que persiguen las organiza­ciones. Creemos que para promover la insurrección y en consecuencia hacer todo lo que a ella conduzca, la colaboración de todos los que estén dispuestos a alentarla no sólo es deseable sino imprescindible. Al adoptar tal conducta reafirmamos nuestra convicción de que el confrontamiento, dado en un clima de trabajo común, de las distintas ideas, es fecundo, es creador, es revoluciona­rio; prepara desde ya el clima que queremos, clima de compromiso y supera­ción, de la sociedad que construiremos en común anarquistas y no anarquistas. Reafirmamos, también en los hechos, nuestra decisión de trabajar en común en la mayor armonía posible, con todos quienes quieran y luchen por la revolu­ción69.

Aclaraban que esa colaboración debía ajustarse también a un progra­ma y a unas ideas: sólo era posible con grupos revolucionarios, y se enten­día que éstos no lo eran si defendían el electoralismo y el parlamentarismo como vía para la transformación de la sociedad. En todo caso, siempre era un avance importante en cuanto a las tradicionales posturas del anarquismo en estos temas.

La lucha cañera, como ya hemos señalado en otra ocasión, era reflejo de las posturas respecto a la acción directa en la izquierda del momento. Si

69. Lucha Libertaria , abril 1965, n° 208, p. 4, «Acción conjunta de los grupos revolucionarios». Estos argumentos de rechazo del sectarismo y disposición a la colaboración entre los grupos revolucionarios, parecen habituales en la nueva izquierda de la época. Arblaster (1974: 21) lo refleja también a través de la cita de un delegado británico en una conferencia internacional de anarquistas en la época: Nuestra fin a lidad no es luchar por el movimiento como un ideal abstracto, sino como un movimiento revolucionario con el más acentuado carácter libertario que sea posible. He aquí por qué preferíamos trabajar con el m ayor número de revolucionarios, algunos de los cuales no llevan nuestra etiqueta de anarquistas, antes que con ciertos burócratas para los cuáles lo único que les hace anarquistas es el uso de la etiqueta misma.

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bien en sus inicios había suscitado apoyos diversos por su impacto, ya en 1965 aquellos se veían mediatizados por los enfoques políticos y revolucio­narios de las distintas fuerzas de izquierda. Para la FAU, la lucha de los cañeros de Artigas también ha servido para definir actitudes. Para saber quienes están comprometidos en esta acción revolucionaria que se proce­sa y quienes duermen en propósitos y declaraciones que en nada afectan al régimen y sus sostenedores. El artículo de E. Lemos en Lucha Libertaria, de donde extractamos, esta cita recoge la significación y comprensión que la FAU daba a la lucha de los trabajadores del norte: defiende su conteni­do revolucionario por lo que supone de ataque directo al régimen capita­lista, implícito en el reclamo de poner en manos de los trabajadores el medio de producción fundamental de nuestro país70. Y se refiere especial­mente al significado de la lucha, a lo que tiene de revolucionario por su ejemplo, más allá de lo que suponga en la práctica la expropiación de un único latifundio. La lucha por la tierra entendían que era, además, punto fundamental no sólo para los trabajadores agrarios, sino también para los obreros urbanos, por cuanto el agro determinaba todo el sistema económi­co del país. Y la forma de solucionar ese problema sería reflejo de la elec­ción de una opción u otra ante la crisis obrera.

La participación de la FAU en el diario Época, unido a las tensiones internas motivadas por las diferentes concepciones revolucionarias en el seno de la Federación, parecen haber sido una de las claves para la desapa­rición en este período del que había sido su órgano de prensa, Lucha Libertaria. Desde 1962 (año en que comenzó a salir Época y en el cual las diferencias en la FAU ya eran bastante graves) prácticamente no existía. En ese año habían salido dos números, en mayo y noviembre71. En abril de 1965 salió el último, con el que se había pretendido en principio inaugurar una nueva etapa que no tuvo continuidad. Según Juan Carlos Mechoso, en ese período la militancia se centró en Época y en la propaganda callejera: igual- mente las columnas de Época es una opinión permanente de FAU, de una

70. Lucha Libertaria, abril 1965, n° 208: «Marcha por la Tierra. Una lucha que define», E. Lemos.71. En el último número de 1961 (n° 205, noviembre) el tema fundamental había sido la polémica

entre Martínez y Fabbri. En los dos números de 1962 (206 y 207, mayo y noviembre respectivamente) la opinión dominante -por no decir exclusiva- era la del grupo que a la larga mantendría el control de la Federación. La postura respecto a Cuba (su apoyo) había sido ahí uno de los temas estrella, especialmente en el suplemento que acompañaba al número 207. Todo apunta a que este grupo mantenía el control de Lucha Libertaria, o incluso que la editó bajo su responsabilidad y sin participación del sector enfrentado.

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EDUARDO REY TR ISTÁ N

lectura mayor, porque en ese momento Época tiene tres ó cuatro mil ejem­plares de venta, y ningún grupo de izquierda chico accedemos a eso con nuestra propia propaganda, es decir, nuestra Lucha Libertaria, o lo que fuera, eran tirajes de 1500 ejemplares o a sí11.

La FAU también participó en el segundo y efímero período de Época, los cinco números de diciembre de 1967. La declaración revolucionaria y de defensa de los postulados de la OLAS (en la que recordemos FAU no había podido participar), llevó el 12 de diciembre no sólo a la clausura del diario, sino también a la ilegalización de las fuerzas de izquierda que lo respaldaban. Desde entonces, la FAU profundizará en la línea de organiza­ción clandestina y acción revolucionaria a la que su sector dominante apun­taba desde 1962. El anarquismo uruguayo se quedaba desde entonces, y hasta 1971, sin organización política legal alguna.

Y si por una parte FAU avanzaba en estos años en la coordinación re­volucionaria, por otra, desarrollaba una intensa actividad en el medio obre­ro. La escisión permitió una orientación definida en este aspecto, una ma­yor coherencia en la estrategia (Mechoso, 2002; 35). 1965 fue un año cla­ve por las importantes luchas que se desarrollaban y por las tareas de con­solidación de la central única, en las que FAU participó activamente. Me­ses después, en 1966, al tiempo que el proceso de unidad sindical llegaba a su fin, comenzó a acercar posturas con grupos de orientación similar, y poco a poco comenzaron a constituir lo que luego se conocería como la Tendencia Combativa. En octubre de ese año, recién concluido el Congre­so de Unificación Sindical, tuvo lugar la primera reunión conjunta de los grupos afines con el objetivo de iniciar un trabajo conjunto (Mechoso, 2002: 46-56). La orientación obrera de FAU en estos años le permitió ampliar su influencia de masas y ganar un cierto papel en la movilización social y gre­mial del período.

3. E l A n a r q u i s m o e n t r e l a Il e g a l i z a c i ó n d e FAU y e l G o lp e

d e E s t a d o (1968-1973)

La ilegalización de las organizaciones firmantes del Acuerdo de Épo­ca supuso el fin anticipado de la coordinación y trabajo común de las deno­

72. Entrevista n° 35, Juan Carlos Mechoso.

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minadas por Hugo Cores (1997) organizaciones de intención revoluciona­ria. El intento de creación de algún tipo de polo revolucionario en el país, que se había gestado en los cinco años anteriores, y que había tenido su impulso definitivo tras el intenso debate generado por la Conferencia de la OLAS, finalizó prácticamente recién nacido. Hubo por parte de FAU algún intento de mantener -en la ilegalidad- la coordinación establecida en aquel Acuerdo. Pero a su llamamiento sólo respondió el MRO73. Continuarían, sí, los contactos con el MLN-T, pero como colaboración entre organizaciones revolucionarias y para actividades esporádicas. Con el resto de organizacio­nes políticas, hubo contactos a nivel de consulta, pero no más coordinación ni proyectos comunes.

La ilegalización fue además punto de inflexión de la Federación en aquellos años, orientándose a partir de entonces a la actividad clandestina, con una estructura cada vez más centralizada. La profundización en las ten­dencias ideológicas predominantes desde mediados de la década, se conso­lidó a partir de 1968 en una nueva concepción revolucionaria que determinaría la estructura orgánica y la acción del anarquismo en los años siguientes. Esa concepción, cuyos elementos clave fueron el partido como centro político y la insurrección como método revolucionario, sería formu­lada en su versión definitiva en 1972.

Estrategia revolucionaria

Las bases fundamentales de la propuesta revolucionaria de FAU a par­tir de 1968 habían estado presentes en los debates del Coordinador, sobre todo en la postura adoptada en la reunión de Parque del Plata a mediados de 1965. En aquella reunión de debate acerca de la naturaleza de una organi­zación revolucionaria para la izquierda uruguaya, y frente a la predominante postura foquista defendida por quienes más tarde formarían el MLN-T, la FAU (representada por Gerardo Gatti) había apostado por una profun­dización de la coordinación siempre y cuando hubiese coincidencias en lo estratégico. Según Juan Carlos Mechoso, las diferencias eran importantes,

73. Se habría propuesto la constitución de una «Alianza», para la acción común entre los militantes de los grupos firmantes del Acuerdo de Época, y otros acordes con estas definiciones, en el campo de masas, de la agitación y de la propaganda (Mechoso, 2002: 75). Confirmado por Ariel Collazo (entrevista n° 18, realizada por el autor, 10/11/1999, Montevideo).

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ED UA R DO REY TRISTÁN

pues FAU no compartía ni el foquismo ni el policlasismo de quienes luego crearon el MLN-T. Además, consideraba prioritario el trabajo de masas frente a la acción militar para superar el dominio de las corrientes reformistas en el movimiento sindical. Su propuesta era algo similar a un brazo armado de la izquierda74, cuyos principales rasgos eran: prioridad a la lucha de masas sobre la armada (rechazo al militarismo); control políti­co del proceso revolucionario; y aparato armado como elemento esencial por su existencia para que una organización pueda definirse como revolu­cionaria, si bien secundario y sujeto a lo político75.

En diciembre de 1967, el acuerdo de Época contenía elementos de ambas posturas, aunque con predominio de la foquista. Suscribía los acuer­dos de la OLAS, que consideraban que la lucha revolucionaria armada constituye la línea fundamental de la Revolución en América Latina, y to­das las demás formas de lucha deben servir y no retrasar el desarrollo de la línea fundamental que es la armada76. Y al tiempo, se detenían extensa­mente en la descripción de la estrategia de los firmantes en el movimiento sindical, dado su papel clave en los procesos revolucionarios.

Estos planteamientos tuvieron su confirmación en 1968, año en que el accionar de FAU se centró en la actividad sindical por un lado, con la crea­ción de una estructura de masas, la ROE, en el mes de junio; y en la clan­destina por otro, con el inicio de las operaciones en el primer semestre del año. Una elaboración formal del nuevo concepto de organización al que todo ello respondía, fue expuesto en diciembre de ese año en la revista Rojo y Negro77. Ahí se expresan los principios fundamentales de la estrategia de FAU, coincidentes con su trayectoria hasta esos momentos, aunque no de­finitivamente elaborados. Se planteaba una estrategia para la lucha prolon­gada (concepto permanente en la dirección de FAU), lo que implicaba escalonar paralela o sucesivamente, los distintos tipos de acciones, a los distintos niveles. Esto significaba en la práctica la combinación del traba­jo de masas - la actuación en el medio sindical, con formas diferentes según la coyuntura- con la lucha armada. Todo ello a partir de un centro político que estuviese en condiciones de promover, coordinar y dirigir las luchas a

74. Entrevista n° 17, Juan Carlos Mechoso. Algo similar refiere Fernández H. (1995: 73) acerca de las divergencias entre las organizaciones.

75. FAU, COPEI, 1972 (Archivo FAU).76. É poca, 4/12/1967: «Acuerdo de Época» (Cores, 1984).77. Rojo y Negro, n° 2, diciembre 1968, pp. 7-29: «40 puntos para la acción aquí».

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escala general. Ese centro político estaría formado por los sectores más conscientes e inquietos, quienes forman el esqueleto que vertebrará a un movimiento más amplio. Son su pequeño motor. Esta visión, deudora de la Revolución Cubana y la influencia del marxismo-leninismo que estaba su­friendo la organización, abogaba además por una organización de cuadros, capaz de operar en las condiciones de la represión generalizada y duradera. Esto significaba adecuarla a la clandestinidad, lo cual impone ciertos crite­rios de estructuración y método que pueden obstaculizar en lo inmediato su eficacia propagandística pública. Es el precio inevitable que es necesario pagar. El centro político, al igual que definía el MLN-T, se procesaría en la lucha. Dentro de ésta, se seleccionan y desarrollan los militantes, se acu­mula experiencia, se depura y decanta la estrategia.

Evolución orgánica: las tres «patas» del anarquismo organizado desde 1968

La estrategia revolucionaria de FAU a partir de 1968 determinó por tanto la estructuración del anarquismo en tres organizaciones: 1) un centro político rector, formado por los destacamentos de vanguardia78 (que sería la propia FAU); 2) una organización de masas que coordine los esfuerzos en este campo (la ROE); y 3) una organización armada cuyo fin es el apoyo de la lucha de masas y la radicalización de las movilizaciones (papel que ju ­gará la OPR-33). Se trataba de tres patas para un mismo proyecto revolu­cionario, tres núcleos que actuaron de forma coordinada en el marco de una estrategia común.

El Centro Político: FAU

El trabajo de FAU cambió radicalmente tras su ilegalización. La clan­destinidad lo impuso, en primer lugar, a la dirección. Se restringió en nú­mero, buscando quizá formas de trabajo y ámbitos de decisión más flexi­bles. Desaparecieron algunos personajes claves en las etapas anteriores y comenzaron a predominar un grupo limitado de militantes. Entre los prime­

78. Rojo y Negro, n° 2, diciembre 1968, pp. 29: «40 puntos para la acción aquí».

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ros Juan C. Mechoso79 cita a Washington Perro Pérez, dirigente sindical de FUNSA; Roberto Franano, miembro fundador que ocupara el cargo de Se­cretario de la Federación en los años anteriores; José B. Gomensoro o Al­berto Marino. A partir de estos años, el peso fundamental del trabajo recaerá en Gerardo Gatti, Secretario General y cabeza visible, además de ser posi­blemente el principal ideólogo y orador del momento; León Duarte, dirigen­te de FUNSA y con peso fundamental en la ROE; Hugo Cores, dirigente bancario; u otros como Mauricio Gatti o el propio Mechoso que, si bien en un segundo plano, desarrolló una labor importante en lo orgánico y, desde esos años, en la creación del aparato armado.

Hacia 1968 parece situarse la última consulta electoral interna para elección de la dirección. A partir de ahí, y hasta 1972, la clandestinidad primero y razones desconocidas después, impidieron la realización de más consultas a la base. Por tanto, esa dirección se mantuvo aproximadamente lo que correspondería a dos períodos según lo establecido en la Carta Or­gánica. En 1972 tuvo lugar un nuevo Congreso, denominado la Instancia, que representó la culminación de un período de discusión iniciado en el año anterior de cara a su celebración80. Ese debate interno (la preinstancia)se realizó a partir de la difusión de materiales, que según se señala en el Bo­letín n° 6, abarcaron temas tales como la ideología, situación económica y política, el imperialismo o la guerrilla. Además, se editaban los boletines con los balances hechos por los diferentes sectores de la organización y por la dirección (con análisis de situación, cuestiones tácticas o estratégicas, de funcionamiento, etc.). La práctica de discusión parece haber sido importan­te, pues se realizó en todos los niveles (inclusive clandestinos), registrando las conversaciones y distribuyendo los debates una vez estructurados. Este largo proceso de debate configuró un Congreso atípico en cualquier orga­nización política, como se refleja en la siguiente frase del Boletín n° 6:

79. Entrevista n° 39, Juan Carlos Mechoso.80. De la Instancia hemos consultado un interesante documento: Boletín n° 6, Informe de C. D

sobre precisiones estratégicas. Informe para la CTU, mayo-junio 1962 (FAU, año 1972, 30pp. Archivo FAU). Cabe aclarar que tanto la segunda parte del título como la fecha de éste son falsas. Todo el documento está escrito con claves para que a simple vista se entendiese como un análisis sindical del año 1962. Su lectura y comprensión sólo podían realizarse conociendo la organización. Esta práctica de transformación de los documentos fue habitual en la FAU en la época.

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La Instancia no se hace en una fecha, sino a través de un proceso de discusióny elaboración. La instancia no es una tarea a cargo de organismos, es unatarea colectiva.

A partir de 1968, y durante los tres años de ilegalidad, la proyección exterior de FAU se realizó a través de dos publicaciones. En 1968, una le­gal, la revista Rojo y Negro, de la que salieron dos números. Según Hugo Cores (1997: 57) Rojo y Negro constituía la expresión pública de la orga­nización. Estaba dirigida por Gerardo Gatti, Secretario General de FAU en el momento de su ilegalización. Se trataba de volúmenes de pequeño forma­to pero con amplios contenidos. Sus editoriales fueron documentos clave para expresar la linea política e ideológica de la FAU en esos momentos. Además, se incluían trabajos y documentos sobre la revolución en Améri­ca Latina, y sobre cuestiones teóricas del marxismo o el anarquismo, en un intento de aportar materiales de debate que ayudaran al acercamiento de ambas corrientes en pro de una nueva concepción revolucionaria, como se explicará más adelante.

También desde 1968 se inició la edición de un órgano de prensa clandestino: las Cartas de FAU. Eran de aparición semanal, escritas a má­quina en hojas sencillas a doble cara, y a través de ellas se procuraba orientar el potencial combativo que se expresaba en el movimiento obrero y estudiantil, a decir de Cores (1997: 64). La redacción de sus editoria­les corrió a cargo de Raúl Cariboni con ayudas puntuales de otros mili­tantes como Gerardo Gatti. Los textos informativos que normalmente se ofrecían en la última página estaban a cargo de Mauricio Gatti y Linardi. Su distribución se hacía de mano en mano en los gremios fundamental­mente. Se estima que pudieron alcanzar una difusión de entre seis y sie­te mil lectores semanales: si bien sólo se editaban unos mil ejemplares, estos eran distribuidos y cada uno leído por más de una persona; incluso según Mechoso en el gremio bancario podían leer cada ejemplar hasta diez personas. Dado que las Cartas estaban identificadas con la ilegali­dad de la Federación, cuando esta finalizó en 1971 se inició la publica­ción de un nuevo órgano de prensa legal y de formato tradicional: Compañero, cuyo primer número fue del 29 de abril de 1971, y que

81. Con algunas alteraciones en la periodicidad, llegó a salir semanalmente cuando las posibilidades y necesidades lo permitieron y requirieron; o con mayores intervalos cuando las clausuras o la escasez económica lo impusieron.

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quincenalmente salió a la calle hasta 197382. Las Cartas, si bien sin tal nombre, continuaron saliendo desde entonces de forma más restringida entre la militancia orgánica de FAU.

La Estructura de Masas: la Resistencia Obrera Estudiantil (ROE)

Compañero no fue estrictamente órgano de FAU, sino de la ROE, la segunda de las patas a las que nos referimos. La creación de la ROE pue­de situarse en junio de 1968, momento en el que empezaron a salir a la ca­lle los primeros volantes firmados como Resistencia Obrero Estudiantil, que contenían octavillas reclamando la liberación de los presos políticos dete­nidos bajo las medidas prontas de seguridad impuestas el 13 de junio82. Hay que ubicarla dentro de la Tendencia Combativa, planteamiento revoluciona­rio en el medio sindical opuesto al del PCU, y que ya existía desde tiempo atrás83. Cuando la FAU impulsó la ROE, se planteaba la creación dentro de la Tendencia de una instancia de mayor compromiso y combatividad84. Desde sus inicios, en la Tendencia convivían grupos de planteamientos más y menos radicales según su nivel de combatividad y la comprensión de los problemas del momento. Esto hizo que tuviese siempre un carácter laxo en cuanto a estructura. Una mayor definición chocaba con la existencia de enfoques diversos de la actividad. La ROE representaba el intento de unir a los grupos con una visión más combativa dentro de la Tendencia, a los que querían ir más allá, convocar para un trille regular, y de combate diario. Para FAU, además, era precisa una cara en el medio obrero-popular tras su ilegalización. Aunque no se trataba de sustituir a la organización, debía for­malizarse un organismo más amplio, pero en sí, confluente con una estra­tegia de ruptura (Mechoso, 2002: 118-119).

Tenía impulso y matriz libertaria, pero en sus primeros años, hasta 1971, agrupó a gentes de otros ámbitos de izquierda radical, caso de MLN- T o GAU, si bien nunca comunistas. Según Mechoso, desde la FAU enten­dían la ROE como una instancia dentro de lo que ellos denominaban círcu­los concéntricos, definidos según su mayor o menor grado de identidad,

82. Hugo Cores, entrevista n° 32, realizada por el autor, 2 7 /1 1 y 6/12 de 2000, Montevideo.83. Tanto para ROE com o para la Tendencia, remitimos al Capítulo 8, en el que se tratan

extensamente.84. Entrevista n° 35, Juan Carlos Mechoso.

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definición y organicidad: de lo más, la FAU, a lo menos, la Tendencia; y entre ellas, la ROE.

La ROE era, por tanto, la puesta en práctica de la concepción revolu­cionaria de la FAU para el medio sindical y estudiantil. En Rojo y Negro se recogieron, meses después de su creación, las ideas de fondo y propuestas que en todos estos años estuvieron presentes en la ROE y en la Tendencia85:

- oposición decidida al denominado reformismo de los comunistas (tanto en lo político como en lo sindical);

- necesidad de una estrategia revolucionaria para el medio popular, con un plan de lucha y una combinación de objetivos inmediatos con un programa revolucionario;

- y necesidad de una estrategia de conjunto de los sectores combativos, que superase el localismo y la parcialidad de las lu­chas, y que así dejase de actuar a contragolpe frente a la represión.

Dentro de la Tendencia, la ROE sería el instrumento que estructurase los elementos más combativos dándole cierta organicidad para realizar un trabajo continuado, no exclusivo de los momentos de conflictos. Eso era clave para poder desarrollar la tarea de orientación, organización y capa­citación permanente en los medios de masas que se defendía desde Rojo y Negro; de fomento de la participación activa de la base y de crecimiento en este ámbito, vías también de enfrentamiento al predominio del comunismo en el medio sindical. Desde 1971 tras la conformación del FA y la negati­va de participación en éste de la FAU, ROE pasaría paulatinamente a ser el ámbito de masas casi exclusivo de FAU. Fue además su cantera de reclu­tamiento.

En mayo de 1969 una Carta de FAU86 definiendo y orientando en la estrategia de acción sindical, establecía los niveles que consideran adecua­dos para el desarrollo de la actividad:

1) Agitación (actos, volanteadas, pintadas, manifestaciones) destinadas a am­bientar y difundir los móviles de una movilización posterior. 2) Paros o huelgas

85. Rojo y Negro, n°1, mayo 1968, «Hay una sola respuesta»; n° 2, d ic . 1968: «40 puntos para la acción aquí».

86. Cartas de FAU, 19/5/1969: «Algunos criterios para el trabajo a nivel de masas» (ArchivoFAU).

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EDUARDO REY TRISTÁN

destinados a lograrla. 3) Movilizaciones callejeras más o menos combativas para conmover a la opinión y galvanizar y cohesionar las propias jilas. 4) Acción directa como medio de repercusión pública, para castigar la traición y los represores, para radicalizar la propia movilización.

Aquí se detalla perfectamente lo que veremos fue un programa de ac­ción cumplido casi al pie de la letra. Ilustra la estrategia de FAU en el me­dio de masas y el papel que correspondería a cada una de las estructuras creadas para ello, la ROE y la OPR-33. Agitación, paros o huelgas y movilizaciones callejeras, son tareas del frente de masas, de la primera. La combatividad en las últimas, su realización práctica, los distintos grados y formas que se le asignaron, llevaron a la creación de una estructura especí­fica dedicada a la violencia callejera: el grupo de Violencia FAl. Para el úl­timo de los niveles, la acción directa, habían creado la OPR-33.

El Brazo Armado: OPR-33

La tercera de las patas fue la Organización Popular Revolucionaria 33 (OPR-33). Se creó como tal en 1971, y su primera acción fue la del robo de la bandera de los 33 Orientales (personajes históricos de la independencia uruguaya), enseña histórica símbolo de la independencia nacional. Pero los grupos de acción del anarquismo, y en concreto de FAU, ya operaban des­de tiempo atrás. Sus precedentes más lejanos hay que buscarlos en el Coor­dinador de los grupos y las acciones conjuntas realizadas. Los más cerca­nos, hacia 1967 primero, momento en que comienzan los trabajos organizativos internos (Mechoso, 2002: 71); y en 1968 después, cuando FAU organizó los primeros grupos de acción propios para conseguir recur­sos con los que financiar su desarrollo y su tarea de masas. En ese año se estructuraron los primeros servicios y comenzaron las expropiaciones ban- carias, que sirvieron en junio para impulsar el nacimiento de la ROE, y a partir de ahí para mantener la continuidad militante y sus necesidades eco­nómicas.

Pero, realmente, fue a partir de 1971 cuando desde FAU-ROE se apostó de forma destacada por la acción armada. Según Cores, la propuesta de acción de la OPR significó un intento de incorporar un componente revo­lucionario organizado, un aparato de acción directa al accionar de los sec­

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tores más dinámicos, en particular, los del movimiento obrero, interviniendo en sus luchas específicas. A través de la consigna acción directa a todos los niveles, se procuraba articular estas formas de acción con las prácticas que se desenvolvían en el frente de masas. Efectivamente, la OPR no respondía al concepto foquista tupamaro ni puede catalogarse como un proyecto de guerrilla urbana. Tampoco se planteaba como un proyecto de propaganda armada, aunque sí en ciertos momentos pudiese servir como tal, o desde la FAU se aprobase y coincidiese en ciertas acciones del MLN-T en este sen­tido. Se trató de grupos de acción limitados en su planteamiento y en sus objetivos, cuyo fin era el apoyo de las luchas populares. Se fue desarrollan­do en la medida en que los análisis que se realizaban desde la dirección de FAU-ROE estimaban que lo hacían las necesidades del medio social; y en la cual consideraban que era asumible por éste el grado de violencia que su accionar conllevaba. No tenía autonomía política, y realizaba sólo las accio­nes que desde la dirección de la FAU estimaban convenientes para el apo­yo de la movilización social, y en consonancia generalmente con los mili­tantes de FAU-ROE en ese ámbito.

En 1968 las acciones clandestinas de la FAU se iniciaron con un gru­po restringido de militantes que tenían una mayor experiencia y disponibi­lidad para la acción. Ese grupo se dividiría con el tiempo en dos, y a partir de esa base, y con la incorporación de nuevos militantes que iban alcanzan­do un conocimiento y experiencia básicas en la acción clandestina -caso de los militantes de Violencia FAI, de la que nos ocuparemos a continuación- se desarrolló lo que sería la estructura básica de la OPR: tres ligas o unida­des de acción y una de información. Cada liga estaba formada a su vez por tres equipos o grupos de cinco miembros (uno de ellos el responsable), más un encargado de la liga: un total de 16 personas. En total, la OPR podía estar formada por 64 personas, si bien por detenciones, movimientos, etc., no estaban todos los grupos completos y la cifra de miembros de la organiza­ción rondaría entre 50 y 60 personas. A ellos hay que añadir el responsable de FAU para la organización.

La dirección de la liga la formaban los responsables de cada grupo más el responsable de la liga designado por FAU. Y la dirección global de la OPR la componían esos encargados de cada liga más el designado por FAU para la organización. Las relaciones eran verticales, como en todo grupo clandestino de estas características. Pero se dieron también lo que entre ellos se denominaban mezclas: actividades conjuntas entre grupos operativos para

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discusión política por ejemplo; además de operativos en los que se reque­rían varios grupos. Si bien estas mezclas se realizaban mediante el anoni­mato que proporcionaban una capucha y un seudónimo, permitían cierto conocimiento personal que luego era la base para poder realizar elecciones internas de dirección entre los miembros de la OPR. Esto, que parece un mecanismo poco adecuado para una organización clandestina (y así ocurre generalmente), según Juan Carlos Mechoso, se dio. Los miembros de la OPR participaron en la Instancia de 1972: en los debates, a través de los documentos internos, y en la elección de los responsables legales (conoci­dos por su carácter y actividad pública) y militares87.

El accionar de la OPR estuvo relacionado principalmente con las lu­chas sindicales. No nos detendremos ahora en su exposición, pues en el capítulo sexto se tratarán con más detalles tanto las diversas concepciones de la violencia de los grupos revolucionarios, como los datos acerca de su accionar concreto. Pero cabe señalar que, en línea con la comprensión ex­presada de la lucha revolucionaria a partir de un centro político, la violen­cia no tenía sentido por sí misma. Su desarrollo e incremento de nivel se evaluaba de forma paralela al aumento de las condiciones de las luchas so­ciales y las posibilidades de asimilación que de ella estimaban tenía el pue­blo uruguayo. Se procuraba, además, la formación política del militante de la OPR considerando que era primordial para poder desarrollar una activi­dad armada y evitar el hombre de acción, la acción por sí misma y las des­viaciones que ello conllevaría. Sus principales acciones, como se analiza­rá en el capítulo sexto, fueron: los robos (o expropiaciones según sus térmi­nos) de dinero, armas o materiales para propaganda por ejemplo; y las me­didas de presión paralelas a las luchas sindicales.

Desde FAU y a partir de 1970, se auspició también otro tipo de acción violenta: la denominada Violencia FAI, en recuerdo de la organización es­pañola de ese nombre. Se trataba en este caso de grupos de acción calleje­ros, integrados por miembros de FAU -que no perteneciesen a la OPR- apropiados para la tarea, y que trabajaban con proximidad a la ROE88. Res­pondían a aquel planteamiento que expresó una Carta de FAU en mayo de

87. Estos solían ser los de la misma unidad, pues las relaciones verticales hacían difícil el conocimiento de otros miembros a pesar de las mezclas, aunque parece que en alguna ocasión se dieron.

88. Se trata de una violencia intermedia, no tipo operación comando clásico, y que tiene como objetivo la respuesta rápida, ágil, directa sobre problemas gremiales y populares en general (Mechoso, 2002: 159).

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1969. No eran grupos armados, a no ser excepcionalmente y tras un análi­sis y autorización por la dirección de FAU. Su tarea era participar en las manifestaciones callejeras para su radicalización. Era una forma de violen­cia organizada, conducida políticamente, que actuaba en consonancia y previa consulta con el medio obrero, valorando si la acción a desarrollar sería positiva o contraproducente para la lucha en cuestión. Firmaban sus acciones como Grupos de Solidaridad Obrera.

La desarrollaban grupos estructurados de forma similar a la OPR: una unidad única en este caso con tres equipos de cinco personas cada uno, con relaciones verticales también, y que no se conocían con los miembros de la OPR. Entre sus actividades estaban: la participación en manifestaciones callejeras combativas, las acciones de sabotaje contra empresas en conflicto, los ataques a quienes consideraban represores probados, o a empresarios enfrentados a sus trabajadores.

4 . E v o l u c i ó n I d e o l ó g i c a y C o n c e p c i ó n R e v o l u c i o n a r i a

Entre 1956 y 1976, el anarquismo organizado uruguayo sufrió una indudable evolución ideológica que le llevó a acercarse cada vez en mayor medida al marxismo, al punto de que algunos de sus miembros adoptaron éste como definición en 1976 con la creación de una nueva organización, el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). Esta gradual transformación no fue en modo alguno orientada, esto es, no se trató de un objetivo definido, pretendido, sino aquél al cual se llegó a través de una constante preocupa­ción por la actualización del anarquismo con el fin de adecuarlo a las luchas del momento, según entendía un importante núcleo de militantes que man­tuvo el control de la organización casi desde sus inicios. Fue un proceso continuado, esbozado en sus principales características en la segunda mitad de los sesenta, que a inicios de los setenta tomó forma definitiva, y que a mediados de esa década, y ya en el exilio, se consolidó en un sector de la organización con la creación del PVP.

Sus orígenes más remotos se pueden encontrar en la propia fundación de la FAU, una organización política, algo que ya en sí respondía a un in­tento de renovación y a una concepción que presentaba diferencias claras con etapas anteriores, especialmente en cuanto a la superación del anarcosindicalismo y del individualismo. Pero lo que realmente marcó esa

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evolución ideológica fue la Revolución Cubana, el apoyo a las luchas revo­lucionarias del continente, la búsqueda de nuevas herramientas ideológicas en fuentes no anarquistas en pro de su actualización y adaptación, y la re­lación con otras organizaciones de intención revolucionaria en el país en­tre 1962 y 1967.

Bases de la evolución ideológica

Hay tres elementos clave para comprender la evolución ideológica de la FAU: el impacto de la Revolución Cubana, la comprensión que cierto sector de la organización tenía de lo que debería ser el anarquismo, y la influencia de lecturas teóricas de otras corrientes. La importancia de la pri­mera ha sido ya vista en relación a las polémicas que suscitó. A través de ellas hemos conocido también algunos de los que serían rasgos ideológicos clave en los siguientes años: latinoamericanismo, tercermundismo, antiimperialismo y tercerismo; defensa de las luchas revolucionarias del continente y en general, de los pueblos subdesarrollados frente al imperia­lismo; basado todo ello en el principio de autodeterminación de los pueblos y en la comprensión de que la principal contradicción del momento era entre imperialismo y liberación. Esto último fuera especialmente atacado por Fabbri, quien recordamos veía ya entonces en ello una aproximación al marxismo, y anteponía siempre la libertad, el antiestatismo, su oposición al partido único, a la violencia y a cualquier forma de represión, para que las revoluciones no cayesen en el burocratismo y el totalitarismo como había ocurrido en Rusia.

Por otra parte, la Revolución Cubana descubrió para un sector de FAU un marxismo-leninismo que sí les resultada atractivo:

Desde que Fidel se hizo marxista, ahí ya muchos de los que simpatizábamos con Fidel y con el Che (... ) hasta el Che Guevara, para nosotros el marxismo era el estalinismo. Cuando viene una personalidad, cuando viene el Che, con todo el brillo, con toda la elocuencia, con todo el calor que suscita su mensaje en América Latina, que empieza a decir que él es marxista-leninista, nosotros decimos «entonces este marxismo-leninismo si nos interesa». Nos abrimos. Yo fui uno de los que más empujé en ese sentido dentro de la FAU*9.

89. Entrevista n° 32, Hugo Cores.

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Y a través de Guevara, la evolución del marxismo-leninismo cubano caló en el seno de la FAU. Así lo confirmaba Carlos Fuques en Lucha Libertaria en 1965 al mostrar su completo acuerdo con las aseveraciones y juicios que el Che Guevara emite en su carta sobre «El Socialismo y el hombre en Cuba», texto que editado en forma de folleto por FAU circuló profusamente. Advertía, a pesar de su definición marxista, una independen­cia alentadora en lo que se refiere a «la doctrina oficial» del marxismo- leninismo90.

Estos apoyos y coincidencias, que no se manifestaban únicamente en el prestado a la Revolución Cubana o a las luchas en el continente, sino tam­bién en los debates del Coordinador, en el acuerdo de Época, o en la OLAS (momentos todos en los que fue tomando forma la propuesta revoluciona­ria de FAU), no podían llegar desde el anarquismo sin una cierta transfor­mación ideológica, por cuanto distaban bastante de sus postulados tradicionales. Ese proceso se dio a partir de una redefinición del anarquis­mo, de una nueva forma de comprenderlo, clave que permitiría la flexibili­dad posterior y la incorporación de elementos hasta entonces contradictorios con el anarquismo, manteniendo igual su filiación con éste -nominal al menos-. Esa redefinición se esbozó por primera vez en la polémica entre Martínez y Fabbri, y en poco tiempo fue adoptada como seña de identidad.

El anarquismo no es para nosotros una formal definición, no es una ideología congelada. «Son tres, cuatro cuestiones fundamentales. El resto ha correspon­dido a las condicionantes de distintas épocas. Y son esas tres o cuatro cuestio­nes fundamentales las que la historia en su devenir ha confirmado», como se decía hace muy poco en una polémica91.

Tras la escisión en el seno de la Federación (en 1964), se consolidó la tendencia a la apertura ideológica que apuntaba el sector predominante desde 1961-62. Según Juan Carlos Mechoso, la definitiva revisión tuvo como punto de partida la lectura de un manifiesto de las Juventudes Libertarias españolas tras la muerte de Granados y Delgado92:

90. Lucha Libertaria, abril 1965, n° 208: «Che Guevara: Reivindicación del Socialismo», Carlos Fuques.

91. Suplemento Lucha Libertaria, noviembre 1962: «Porqué seguimos siendo revolucionarios», M. Gatti.

92. Militantes libertarios españoles ajusticiados en agosto de 1963.

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Nosotros, un grupo de FAU, en el que se encuentra Gerardo, me encuentro yo, Duarte, Mauricio Gatti, leemos juntos el manifiesto, conversamos y pensamos que sí, que el anarquismo está muy bajo, que hay una cantidad de cosas que hay que re ver, y que hay que empezar a plantearse algunos problemas para adecuar a la nueva coyuntura histórica el anarquismo a los efectos de que no quede sepultado como corriente ideológica (... ) Y más adelante eso va fermen­tando y ya tenemos un planteo crítico de la repetición de una serie de esquemas que no son funcionales por parte del anarquismo, y ahí empieza a haber una búsqueda de herramientas, de encontrar o incorporar herramientas de rigor, de mayor rigor científico para el análisis de las coyunturas históricas, del mo­mento que se vive, las características de la sociedad93.

Reconoce además que las lecturas en los siguientes años estuvieron muy influenciadas por el evidente peso adquirido por el marxismo: en esos momentos era significativa la vasta producción intelectual marxista (fomen­tada por la URSS); la presencia de Trotsky, Luxemburgo, Gramsci, Althousser, Wright Mills o los estructuralistas entre las lecturas del momen­to en la dirección de FAU; o la aparición de trabajos de autores que como Guerin (1969), buscaban una síntesis entre marxismo y anarquismo: el marxismo libertario. Éste rechazaba igual la desorganización y el burocratismo, el partido monolítico y el electoralismo fraudulento y desmovilizador; era intemacionalista, pues la lucha de los explotados enten­día que era mundial, pero al tiempo valoraba la especificidad y originalidad del socialismo en cada país, rechazando los hermanos mayores o las subor­dinaciones a los imperios socialistas (al igual que postulaba el Che); no dudaba en emplear la lucha armada si era necesaria, pero al mismo tiempo conjugaba lucha económica y política y participaba en la toma de los cen­tros de trabajo defendiendo la autogestión de los trabajadores; rechazaba la destrucción del Estado para reconstruirlo bajo una nueva fórmula aún más opresora, y abogaba por la transmisión del poder a una confederación de confederaciones; que aspira por tanto al federalismo; y finalmente, aceptaba la existencia temporal de minorías instruidas y conscientes, guías para las retaguardias, pero que desaparezcan en una asociación igualitaria (Guerin, 1969: 176-179).

93. Entrevista n° 35. Este manifiesto no ha podido ser localizado. Según Juan Carlos Mechoso su título era Reinventar el anarquism o , y lo leyeron en un Boletín de las JJ. LL. españolas (Mechoso, 2002: 87).

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Muchos de estos elementos estuvieron presentes en FAU en aquellos años, al igual que estuvo presente la búsqueda de esa síntesis que plantea­ba Guerin. Esta cuestión era nada menos que la presentación del primer número de Rojo y Negro en 1968:

En el marco de las dos grandes tradiciones ideológicas, la anarquista y la marxista, se han aportado elementos teóricos útiles para superar estos proble­mas. La abundante experiencia histórica de los últimos decenios ha descartado muchos planteos, ha confirmado otros y, a nuestro entender, ha acercado la posibilidad de síntesis en diversos aspectos. Para aproximarse a estos puntos de convergencia que pueden configurar un fundamento socialista común a movimientos revolucionarios de distinta extracción ideológica, es necesario comenzar por un esfuerzo serio de comprensión desprejuiciada y honesta de la propia tradición del socialismo, tan desdibujada en función de fines circunstanciales94.

Análisis de la realidad nacional uruguaya

Las lecturas que desde la FAU se realizaban de la realidad latinoame­ricana en general, y uruguaya en particular, son clara muestra de la evolu­ción ideológica que sufrió a lo largo de la década. Son deudoras en buena medida de la Revolución Cubana, y se insertan plenamente en los marcos explicativos de la izquierda revolucionaria de la época. Hubo algunos tex­tos principales en esta definición, estrechamente relacionados en una mis­ma línea argumental, y que son significativos de dos momentos importantes en la evolución de FAU: el X aniversario en 1966 y los documentos que analizaron el período; y la definición política y estratégica de 1968 -ya en la clandestinidad- aparecida en los dos números de Rojo y Negro. Todo ello se recogería en 1972 en el documento que expresó la definitiva formulación de la concepción revolucionaria de la organización, el denominado COPEY95.

Con motivo del X aniversario de la FAU, en una columna de la Fede­ración en Época primero, y en un discurso de Gerardo Gatti días después, encontramos las primeras exposiciones claras en las que se recogía la evo­

94. Rojo y Negro, n° 1, mayo 1968, pág. 6: «A modo de Presentación».95. FAU, COPEY, 1972.

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lución ideológica del núcleo director de la organización en estos años a partir del impacto de la Revolución Cubana96. Por primera vez la FAU es definida como representación de la minoría activa capaz de promover la organización y movilización popular, con una actividad política desarrollada a partir de su fundamento de clase. Esta concepción de minoría directora u orientadora (que no vanguardia, entendían), está en el origen de la evolución hacia la idea de partido revolucionario que encontraremos poco después.

Aquí también se presentaban los análisis de la realidad internacional y nacional profundamente deudores de la influencia cubana. En primer lu­gar, por cuanto insertaban la lucha revolucionaria del Uruguay en un pro­ceso más amplio, latinoamericano por una parte y de independencia frente al imperialismo, en el marco de las luchas de liberación del Tercer Mundo, por otro. La principal contradicción de la época entendían era entre la gente explotada, postergada, humillada, de Asia, de África, de América Latina, contra los explotadores de su misma nacionalidad y contra el capitalismo internacional y su expresión mayor: el imperialismo yanqui. En segundo lugar, por cuanto entendían que el país estaba inmerso en una crisis irresoluble dentro de las estructuras existentes (la única salida era revolu­ción socialista), en la que se producía un paulatino incremento del nivel de luchas, enfrentamientos sociales y represión gubernamental, presentándo­se como bandos irreconciliables las clases explotadoras, aliadas del impe­rialismo norteamericano, frente a las explotadas, clases medias, obreras, rurales. Este análisis, muy sucintamente expuesto en ese documento, se profundizará en los siguientes años.

La conclusión de todo ello se resume en la necesidad impostergable de una revolución que ha de ser socialista y continental, inserta en el proceso global de lucha del Tercer Mundo por su liberación. La estrategia, por tan­to, también ha de ser continental, al igual que lo es la de la represión (se trataba de crearle muchos focos de conflicto al imperialismo para debilitar sus respuestas) e intemacionalista, si bien buscando siempre los caminos nacionales, no adaptando modelos foráneos que no tengan relación con las condiciones propias ni sometiéndose a centros revolucionarios o ideologías reveladas. Se destaca el papel de la ideología y la asimilación de otras ex­

96. Época , 27/10/1966, n° 1471: «Diez años de lucha por el SOCIALISMO y la LIBERTAD. Sentido del acto del sábado». FAU, Izquierda, Reformismo, Acción Directa Popular (Discurso de Gerardo Gatti en el X Aniversario de FAU). Folleto, 26 pp. Enero de 1967, Montevideo (Archivo FAU). Una versión parcial de este texto fue publicada por Época el 24/11/1966, n° 1494, bajo el mismo título.

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periencias a la tradición militante propia para enriquecer la ideología y lograr la adecuación cada vez mayor de sus formulaciones a las realidades actuales, para su transformación. Para hacer de aquella un arma eficaz de lucha (... ) no una torre de marfil.

Hay además un claro acercamiento a los postulados guevaristas, no sólo en cuanto a la postulación de la creación de uno, dos, tres... Vietnam en América Latina, sino también en el lenguaje que se adopta al referirse a las condiciones y su creación. En una critica dura y constante a las posturas comunistas, calificadas de reformistas, se aboga por la acción popular como vía para crear las condiciones.

Por otra parte, persisten -como no podía ser de otra manera- viejas ideas anarquistas: la aversión a los procesos electorales (algo presente igual­mente en el resto de la izquierda revolucionaria); la acción directa como método de lucha en los diferentes ámbitos; la reivindicación de las tradicio­nes anarquistas de lucha; la ideología socialista y libertaria, así como el contenido humanista y libertario del socialismo; la vigencia del federalismo; o el papel fundamental del movimiento sindical, que se reclama esté exen­to tanto de apoliticismo e individualismo (superación de otras posturas den­tro del anarquismo) como de la politiquería (en clara oposición al comunismo). Rechazan el viejo anarcosindicalismo, que hacía del sindicato la estructura básica y única de la revolución y organización de los trabaja­dores, así como la visión comunista del sindicato como furgón de cola del partido.

El análisis de conjunto más elaborado realizado por FAU fue el publi­cado en 1968 en la revista Rojo y Negro97. Se insistía en las líneas anterio­res, pero se reflexionaba de forma más profunda a partir del análisis y va­loración de la radicalización de las luchas que se habían dado desde media­dos de año con la declaración de MPS el 13 de junio. A esas alturas ya en­tendían que no había dudas acerca de la naturaleza del régimen. La escala­da represiva inaugurada con el vuelco político de octubre de 1967 primero, y la llegada de Pacheco al poder y la ilegalización de buena parte de la iz­quierda en diciembre de ese año después, se confirmaría con la evolución de los acontecimientos desde el mes de mayo de 1968: reglamentación sin­dical, MPS, persecución al movimiento sindical, subordinación de todos los

97. Rojo y Negro, n° 1, mayo 1968, pp. 7-40: «Una sola respuesta»; n° 2, diciembre 1968, pp. 7- 29: «40 puntos para la acción aquí».

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poderes al Ejecutivo, estrechamiento de los contactos con los regímenes militares vecinos, aprendizaje de las técnicas de la represión con instructores norteamericanos, o asesinatos de estudiantes por la policía. Se trataba, de­finitivamente, de una dictadura constitucional, la fórmula adoptada por una reacción continental (que respondía a la política global del imperialismo norteamericano), que procuraba vías nacionales según el carácter del país. Para el Uruguay, dada su tradición política, no podía ser otra que esa, un ropaje institucional para un régimen (igualmente) gorila. La represión asi­mismo era intensa aunque medida, selectiva y progresiva, orientada contra los sectores más radicalizados del movimiento popular. Se manifestaba así la cruda realidad del régimen burgués, su evolución al autoritarismo, cuan­do el objetivo es conservar sus bases socio-económicas y su dominio, para lo cual no duda en recurrir a la violencia98.

La solución a la crisis era la negación del régimen. Pero la lucha del movimiento popular en este sentido se encontraba con el freno que le im­ponían los reformistas, así como la falta de un plan de lucha conjunto que superase las limitaciones de las medidas sindicales clásicas, o el liderazgo que todavía ejercían reformistas y liberales desarrollistas.

Según la valoración de los seis meses anteriores de lucha, estos habían puesto de manifiesto: la esencia despótica del régimen; la pertenencia del Uruguay a América Latina; el papel que podía desempeñar la violencia en el país; el importante aprendizaje que dejaba la lucha como saldo y la incor­poración a ella de una amplia promoción de militantes; la impotencia de los reformistas; y la aparición de la Tendencia en el movimiento sindical y es­tudiantil para capitalizar a aquellos grupos más radicales. Pero al tiempo, también se observaban limitaciones: la falta de una concepción estratégica de conjunto, que implicó actuar a contragolpe dejando en manos de la re­presión la iniciativa; las tendencias localistas que hacían difícil profundi­zar en planteamientos globales; el carácter elemental de los métodos organizativos; la insuficiencia de la movilización en la calle con las fórmu­las practicadas, que si bien efectivas, son de corta duración y rápido agota­miento si no se pasa a otros niveles de lucha (se trataría de superar la espon­taneidad); y la persistencia del reformismo.

98. Las cursivas corresponden a textos citas procedentes de Rojo y Negro, n° 2, diciembre 1968, pp. 15: «40 puntos para la acción aquí».

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Izquierda, elecciones y revolución

Si dada la situación y evolución del país, y la reacción de las clases dominantes ante la crisis y la respuesta popular, no había más soluciones que una revolución socialista, ¿cuál era la actitud del resto de la izquierda y cómo se valoraban los métodos por ella utilizados? La respuesta a estas preguntas se encuentra en buena medida en el análisis realizado.

FAU era especialmente crítica con el comunismo, tanto por su utiliza­ción de la vía parlamentaria y los recursos legales del sistema, como por su estrategia exclusivamente reivindicativa en el movimiento sindical (que controlaba de forma mayoritaria). Además, le recriminaban su concepción negativa de la violencia (negada al ser considerada como pretexto de repre­sión y cierre a las prácticas políticas).

Todos estos argumentos estaban presentes en la los textos de 1966 y 1968 citados hasta el momento, así como en las Cartas de FAU. En 1966, las críticas se centraban especialmente en su propuesta de Reforma Cons­titucional y en el empleo de esos recursos, cortina de humo de la burgue­sía". En 1968 se referían especialmente a su acción limitadora a la lucha sindical y popular a través de su peso en las organizaciones de masas. En ese momento de radicalización de luchas, en que se necesitaba más que nunca un plan de lucha conjunto que superase acciones y reivindicaciones aisla­das, se criticaba que siguiera considerando el movimiento sindical como un elemento de encuadre de la masa, para emplearla como mero grupo de presión, para representarla en negociaciones, mucho más que para dirigirla en la lucha. Las diferencias entre ambas concepciones se condensaban en el siguiente párrafo:

Lo que diferencia a un reformista de un revolucionario es, fundamentalmente, el método, básicamente relacionado con lo que cada uno quiere. El reformista, el reformismo, tiene una estrategia para perdurar dentro del sistema, constitu­yendo un grupo de presión para obtener cambios pacíficos y legales dentro del sistema. El revolucionario, por la acción directa popular procesa luchas, libra la batalla ideológica, para crear así las condiciones para la forja revoluciona­ria del poder popular100.

99. FAU, Izquierda, Reformismo, Acción Directa Popular. Enero de 1967.100. Rojo y Negro, n° 2, diciembre 1968, pp. 16: «40 puntos para la acción aquí».

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En el COPEY (1972) se recogen todos estos argumentos y se recuer­da además el desencuentro del PCU entre su práctica política contra revo­lucionaria y el verbalismo, y la fraseología seudo-científica tras la que disfraza sus conceptos. Históricamente se habría dedicado a hablar de la re­volución, pero no a practicarla. Y ese vacío se cubría con el mito de la in­surrección proletaria, exaltado verbalmente, pero impedido en la práctica cotidiana en los medios de masas. Se le veía como integrado en un sistema al cual así reforzaba, y negaba la posibilidad defendida por el PCU de rup­tura desde adentro por medio del empleo de prácticas legalistas (parla­mentarismo). Veremos que según la definición que realiza FAU de la organización revolucionaria (en función de la línea política revolucionaria y el uso de la violencia), el PCU no podría ser considerado como tal.

La postura de la FAU frente a la izquierda legal se complementa con el análisis de sus formas de lucha, así como con la crítica desde 1970-1971 al Frente Amplio y a la estrategia que éste representaba. A diferencia de la evolución ideológica sufrida en otros aspectos, la tradicional postura anar­quista frente a la lucha y procesos electorales, y su opción por la participa­ción directa y la movilización popular, siguió siendo referencia clave para la FAU. Esto llama la atención por dos motivos: el primero, ya citado, las transformaciones ideológicas y estratégicas, que podían hacer suponer un cambio en la actitud o colaboración con otras fuerzas de izquierda en este plano de la política; el segundo, la presión que entre 1970 y 1971 ejerció en el conjunto de las fuerzas de izquierda revolucionaria la formación del FA.

Los argumentos defendidos por la FAU entre 1966 y 1971 para negar la validez de la vía electoral no variaron sustancialmente101. Eran acordes con su visión dicotómica de la situación del país y de la necesidad de la lucha para el logro de una revolución socialista. Esto suponía, sobre todo, oponer la vía revolucionaria a la de reformas pacíficas, parlamentaria. La segunda condicionaría totalmente las formas de lucha, pues en primer lugar necesitaba la preservación de la legalidad, lo que prohibiría la acción arma­da o la radicalización de las luchas sociales. Era crítico con los grupos que optaban por esa vía y, especialmente, con la creación del FA, trasplante a su

101. En cuanto al primero de esos años, el documento clave es nuevamente el discurso de G. Gatti en el X aniversario de FAU (Izquierda, Reformismo, Acción Directa Popular, enero 1967). En 1968 véanse los números citados de Rojo y Negro. Para el período 1970-1971, la difusión de las ideas de FAU se realizó a través de las Cartas de FAU, ya citadas, muchas de las cuales en 1971 fueron recogidas en el folleto Tiempo de Lucha, Tiempo de Elecciones? (FAU, mayo 1971, Montevideo, Archivo FAU).

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juicio del modelo chileno, y ejercicio de trapecismo político de quienes igual se habían apuntado antes a la moda cubana o a la peruanista. Enten­dían que las elecciones no aportaban nada a la lucha popular: Divide al pueblo uruguayo. No crea conciencia, confunde. No promueve la lucha, la paraliza tras espejismo. No apunta directamente al logro de conquistas, las desvía. Se trataba de un mecanismo para dilucidar diferencias entre burgue­ses, una táctica de la burguesía en su control del poder, al igual que antes lo había sido la cortina de humo de la reforma constitucional. El poder para ellos no estaba en juego, no se disputaba en las urnas. Estaba en la posesión de la riqueza y en el monopolio de la violencia, y eso nunca se plebiscita en las elecciones. Sólo se plebiscitaban ciertos cargos electivos. Por tanto, pretender disputar el poder en el terreno del enemigo, en un Parlamento sin valor ni fuerza frente al gobierno, o sin opciones de influir en la transfor­mación social (las leyes y mejoras logradas no serían cesiones de las cáma­ras ni del poder, sino logros de la movilización popular), no era más que una labor filatélica de colección de bancas, como habían sido definidas en 1966. Lo importante es lo que se hace y no lo que se vota, decían entonces, esto es, la lucha y el voto de cada día para constituir un pueblo fuerte. Y para ello, a fines de 1970 estimaban que lo necesario era integrar la acción arma­da y de masas. Las reales transformaciones sólo habrán de lograrse a tra­vés de la lucha armada102.

Esta postura tuvo sus repercusiones para FAU y sus estructuras a par­tir de 1971. La Tendencia, en la que se integraba la ROE, pasó a tener su paralelo dentro del FA en la denominada Corriente, conformada por todos los grupos de Tendencia a excepción de ROE. Según argumentó reciente­mente Cores (1999: 88-89), eso supuso un cierto aislamiento a ROE en los frentes de masas, especialmente en un año como 1971, en que el debate y la acción política estuvieron principalmente centrados en la lucha electoral y la movilización en torno a ella103. Es importante señalar también, que de todos los grupos revolucionarios del momento fue el único que dio la espal­da a los comicios. El MLN-T participó a través del M. I «26 de Marzo»;

102. Todas las citas del último párrafo pertenecen a los documentos de la FAU, Izquierda, Reformismo, Acción Directa Popular (enero 1967) y Tiempo de Lucha, Tiempo de Elecciones? (mayo 1971, Carta de 5/10/1970, p. 49; Carta de 9/10/1970, p. 69).

103. Al marginarse del FA, la ROE expresó las concepciones, comprensibles pero erróneas, de «aversión política» de algunos sectores de trabajadores. Combinó eso con una prédica demasiado abstracta y entreguista sobre el significado de las elecciones en un estado capitalista (Cores, 1999: 88).

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EDUARDO REY TRISTÁN

otros como el MRO -si bien sin significado revolucionario más allá de su prédica- se integraron plenamente al FA, abandonando sus fracasadas y poco significativas actividades clandestinas; y el PSU, otrora de intención revolucionaria, tras su legalización abandonó totalmente aquellas posi­ciones.

Dentro de la izquierda revolucionaria, FAU valoró sobre todo el accio­nar del MLN-T. Lo hizo de forma amplia en el COPEY (1972), documen­to que recogía las posturas ya encontradas en el Coordinador a principios de los años sesenta, así como la evolución y concreción de aquellos argu­mentos. El centro era la crítica al foco, tomado de la experiencia cubana pero adaptado a las condiciones del Uruguay con algunos rasgos propios que lo particularizaban. La crítica era general a esta postura elaborada por el castrismo tras su triunfo revolucionario, por los errores de los que -según argumentaban- partía: por el simplismo sobre las condiciones necesarias para el inicio de la lucha; por considerar errado el mecanismo para la gene­ración de las condiciones subjetivas a partir del foco; por el rechazo que en principio esta concepción revolucionaria tiene de la lucha urbana; porque entendían que no siempre se cumplía la fórmula propuesta de acumulación de fuerzas a partir de la dinámica acción-represión; y, especialmente, por la desestimación que el foquismo hacía del trabajo de masas, pues entendían que no era posible politizar a los trabajadores mientras sus ámbitos organizativos continuasen bajo influencia reformista104, y que lucha arma­da y de masas eran dos aspectos indisociables de una misma práctica polí­tica. Acusaban al foquismo de pretender un atajo en el proceso revolucio­nario a través de la lucha armada.

Al MLN-T, si bien se le reconocían aspectos positivos en su adaptación del concepto foquista, y no se le consideraba putchista, como desde otros ámbitos había sido tachado, se le planteaban duras críticas por cuanto se consideraba errada toda la base de su concepción según lo que acabamos de ver. Los dos aspectos básicos en los que se centraba el análisis de FAU en cuanto a las limitaciones del modelo tupamaro eran el papel de las masas y la forma en que se podría lograr la derrota militar de las fuerzas de la reac­ción como paso previo para la destrucción del Estado burgués.

104. La lucha económica bajo dirección revolucionaria dicen, es el fundamento prim ario del desarrollo de clase, de la conciencia política. FAU, COPEY , 1972.

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En cuanto a lo primero, se criticaba que el MLN-T diese prioridad a la cuestión armada frente al trabajo de masas, dejándolo en manos y control del PCU; con quien, por otro lado, se señalaba que existía una cierta con­vergencia, pues cada uno ocupaba un campo de acción que discurrían pa­ralelos sin que existiesen interferencias, y cada uno esperaba el cierre de posibilidades o la derrota del otro respectivamente. De las masas, el MLN- T - entendía FAU- no pretendía más que ganar su simpatía a través de la acción, de la propaganda por el hecho, sin intención de politizarlas en la convicción de que sería un proceso más o menos breve y que esa transfor­mación se podría dar, como en Cuba, tras el éxito de la revolución. Quería hacer la revolución de espaldas a ellas. Esto se apoyaría en una posición ideológica amplia, que no obstaculice la adhesión de nadie, con una propa­ganda sin complejidades teóricas o ideológicas, y un contenido emotivo, no racional, que prescindía además de la teoría.

Dado que los hechos eran la base del apoyo de masas, aquellos habrían de ser constantes, crecientes y variados. Es la importancia permanentemen­te creciente de los hechos lo que significa el avance de la revolución (... ) El reclutamiento se define en torno a la propensión a realizar hechos. La pro­pensión a realizar hechos se define en cuanto a un ánimo sentimental y emotivo. El ánimo sentimental y emotivo se genera en los hechos. Esta con­cepción se consideraba adecuada sólo para un movimiento cortoplacista, pues implicaba un crecimiento continuado de efectivos y crear el ejército clandestino al mayor plazo posible. Veían también en ella una concepción voluntarista, por cuanto suponía que lo que forzaba la coyuntura política era el crecimiento de las acciones y el aparato, y que el éxito sería permanen­te, sin que se eso se viese avalado por un análisis. La actividad política pasa a ser para el foquismo decisión subjetiva de un grupo operativo y no pro­ducto de un proceso global de la sociedad, postura ideológica que encon­traban adecuado sólo para sectores pequeño-burgueses cultos, al margen de las clases sociales fundamentales.

En cuanto a la derrota de las fuerzas de la reacción para acabar con el Estado burgués, la concepción implicaba crear un ejército clandestino. Esto llevaría a un nivel poco exigente de reclutamiento y con ello, a una subes­timación de la seguridad de la organización, lo que la haría más vulnerable, especialmente si no se lograban rápido los cambios políticos esperados, y si no se valoraba correctamente las posibilidades del enemigo.

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Estas son algunas de las circunstancias a las que se achacaba la derrota del MLN-T, derivadas todas ellas de los límites de la concepción foquista. Con todo, no podemos dejar de tener en cuenta que cuando se acaba la com­posición del COPEY, el MLN-T ya había sido prácticamente derrotado. La postura de la FAU sobre aquél no había variado sustancialmente desde el Coordinador, pero algunas conclusiones son propias de haber conocido el final del proceso, lo que permitió afirmar algunos de los supuestos inicia­les y redondear el discurso sobre las posibilidades revolucionarias del foquismo.

El Discurso Anarquista

El discurso y la propaganda anarquista careció de la riqueza que hemos visto para el caso del MLN-T. Se debió a que partían de diferentes concep­ciones del trabajo de masas, lo que implicaba estrategias diversas y, por tanto, resultados desiguales. Los tupamaros recurrieron a la propaganda armada y a una amplia variedad de recursos a través de los que hacer llegar su mensaje a la sociedad uruguaya, pero no desarrollaron un trabajo de masas como el de la FAU a través de la ROE. En este último caso, al haber renunciado a la práctica de las tácticas tupamaras, renunciaban también a las formas de transmisión de su mensaje, aquella vasta actividad propagandís­tica que generó numerosos documentos a través de los que hoy se puede estudiar algunos aspectos de su ideología. La FAU llegó a las masas a tra­vés de la acción directa, de la ROE, así como de sus órganos de prensa, especialmente Compañero desde 1971. Los documentos conservados fue­ra de ese ámbito tampoco han sido numerosos, si bien es cierto que la ac­tividad anarquista en este sentido ya de inicio fue menor que la tupamara. En todo caso, el análisis de la prensa de FAU-ROE, así como de la limita­da documentación llegada a nuestros días, permite ofrecer un panorama general de la construcción del discurso anarquista y de los marcos cultura­les a través de los cuales quería difundir su mensaje.

En ciertos casos, se utilizaron tácticas similares a las del MLN-T, si bien con una dimensión más reducida. Conocemos cierto número de volan­tes y similares, documentos empleados para la difusión anónima, y por tanto no comprometida, de un mensaje determinado. Estos pertenecieron casi en su totalidad a la ROE, y sus contenidos iban de las denuncias sobre muer-

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tes, torturas, acción represiva de las fuerzas de seguridad, presos políticos, etc.; a instrucciones de apoyo a las luchas sindicales que se desarrollaban, o a emotivas llamadas a no aflojar, a seguir el combate105. Y se hacía en un lenguaje agresivo, amenazante, muestra de la continuidad de la pelea y de la imbatibilidad de la lucha.

En alguna ocasión nos encontramos también con la utilización de las técnicas propagandísticas y discursivas ya vistas en el caso tupamaro, si bien el recurso a ellas fue mucho menor. Se trata de acciones no muy complejas ni arriesgadas, representativas por su fuerte significado. Así ocurrió, por ejemplo, en el caso de la toma de una fábrica de juguetes y el robo de im­portantes cantidades de material para su distribución a los niños de barrios pobres, cuyo significado emotivo es evidente; o en el asalto a una sede po­lítica de extrema derecha por la denuncia que ello significaba:

El 6 de agosto, el comando «Blas Facal» procedió a ocupar la fábrica de ju­guetes PLASTOLIT (... ), retirando de ésta numerosas bolsas de juguetes que fueron distribuidos entre los niños de dos cantegriles (... ). De este modo hemos querido que este 8 de agosto, Día del Niño, haya también algo de alegría en los hogares de aquellos a quienes la injusticia de un sistema inhumano impone pobreza y sufrimientos. El día 4 de agosto, el comando «Washington Galarza» (... ) copó el local central de la Unión Colorada y Batllista (... ). La justicia revolucionaria marcó a fuego esta sede, base de operaciones del reeleccionismo y de grupos fascistas de la JUP. Este es un golpe más que aplicamos a los personeros políticos de un sistema que recurre cotidianamente a la violencia para mantener los privilegios de una minoría oprimiendo al pueblo. OPR-33. LIBERTAD O MUERTE106.

En este volante se expresan también algunos de los elementos clave del discurso libertario: denuncia de un sistema injusto, que oprime a una ma­yoría en beneficio de una minoría; y existencia de una justicia revoluciona­ria, con la cual además se transmite a la población el mensaje de que existen posibilidades de cambiar el orden.

El anarquismo construyó igualmente dicotomías, se expresó a través de contraposiciones que querían reflejar el análisis de la situación social, po­lítica y económica que se vivía, y para la que no había solución en los mar­

105. ROE, Volante sobre muerte de Heber Nieto: Silencio, ha muerto un compañero!!, 26/7/1971. APPP, FMS, FHUCE, Montevideo.

106. OPR-33. Volante Libertad o Muerte, APP, FMS, FHUCE, Montevideo.

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cos legales existentes. En las Cartas de FAU, en la prensa o en los discur­sos de sus líderes, se encuentran ejemplos abundantes:

- Contra la injusticia del sistema, existía una justicia revolucionaria, que también se oponía a justicia del Estado: la justicia real no es cosa que pueda esperarse de los de arriba, decía una Carta en abril de 1969107.

- Ésta, al igual que la legalidad vigente, no era la justicia ni la lega­lidad de los que no usufructuaban el sistema, era la legalidad o la justicia de unos pocos. Con ello, no sólo se cuestionaba el sistema: además se colocaban afuera de él y llamaban a hacerlo a todos aquellos que se sintiesen identificados con el mensaje. Desde esa exterioridad es que se puede justificar el ataque al sistema, su cuestionamiento global, y los medios que sean necesarios para ello.

- E igual que había dos justicias, había también dos violencias: se cuestionaba la legal, la de los de arriba, y se contraponía la violen­cia revolucionaria.

- El Estado era otro de los referentes fundamentales del enfrenta­miento: era herramienta de dominio, de carácter burgués y capita­lista, no neutral, sino estructura al servicio de las clases dominan­tes. Su destrucción, por tanto, estaba justificada, pues no era nada que perteneciese al pueblo, sino más bien que ayudaba al manteni­miento de su sometimiento108.

- Se recurría también al concepto de Pueblo, y se hacía hincapié en su carácter frente a su enemigo: las oligarquías nacionales y extran­jeras, servidoras del imperialismo. Pueblo era todo lo demás: cla­ses trabajadoras, medias, campesinas, estudiantes..., frente a los grupos poseedores de la riqueza y el poder, explotadores, las oligar­quías criollas, aliadas de la oligarquía imperial109. Era un pueblo subdesarrollado y ubicado en América Latina, y el Tercer Mundo, lo cual le daba un carácter muy definido.

Todo esto tendría su superación a través de la lucha revolucionaria y el logro del socialismo. En él podría darse la auténtica democracia, que no

107. Cartas de FAU, 14/4/1969: La justicia real no es cosa que pueda esperarse de los de arriba.108. Cartas de FAU, 2/2/1970: El voto no soluciona el problema del poder.109. FAU, Izquierda, Reformismo, Acción Directa Popular, enero 1967.

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es la burguesa, sino aquella en la que se da una real participación popular en la gestión y dirección de los asuntos de la comunidad, con una organi­zación social igualitaria y libre, y con una economía colectivizada y plani­ficada110.

Desde la FAU también se buscó en la Historia la legitimación de la acción presente. En Rojo y Negro primero, y en Compañero después, se presentaban las luchas del momento como continuidad de las luchas popu­lares y obreras históricas. Se recuperaba en una secuencia continua y que se pretende relacionada por una misma razón justificativa, desde las luchas de la independencia de los criollos pobres que pelearan junto a Artigas y los 33, hasta las luchas sociales desde 1951 (Gremios Solidarios, importante momento del renacer del anarquismo en el país, y en el que participaran algunos de los líderes de FAU-ROE-OPR del momento, por lo cual la legi­timación -pretendida o no- pasaba al plano personal), pasando por las lu­chas de las sociedades de resistencia de fines del siglo XIX y el anarcosindicalismo de principios del siglo XX. Luchas estas últimas de tanos, gallegos y criollos, todos sufridores de las oligarquías nacionales y extranjeras, en una suerte de reafirmación de unidad nacional y social a pesar de las diferentes extracciones. Y que se daba contra los descendien­tes de aquellos mismos explotadores criollos y extranjeros que habían sido dueños de esclavos primero y latifundistas después, y que en su día habían estafado la revolución a los gauchos pobres111.

La recuperación del pasado se hizo a partir tanto de la historia común como de la del grupo, buscando aquellos momentos propios del anarquis­mo que de esta forma podían ser recuperados y redimensionados en la men­talidad popular. Esta identificación del anarquismo no sólo con sus luchas históricas, sino con lo criollo y con las luchas de independencia, es señal in­equívoca del proceso de nacionalización sufrido con la reactualización que había conllevado la creación de FAU en los cincuenta. Es muy indicativo el propio nombre de la estructura armada: Organización Popular Revolucio­naria 33, en referencia a los 33 Orientales, los libertadores del país frente al dominio brasileño. Su distintivo era la bandera de aquellos, que había sido robada del Museo Lavalleja en la primera acción firmada como OPR-33 en 1971.

110. Cartas de FAU, 16/2/1970: Cortinas de humo.111. Compañero, 29/4/1971, n° 1, p. 4: «Tradición de lucha y moral de victoria»; y Época, 4 /3 /

1963, n° 262: «Distintos sectores repudian las medidas de seguridad. Todos al paro general».

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En algunos discursos de destacados dirigentes de FAU-ROE se evocaba con fuerza esa identificación. Así lo hizo Hugo Cores en un acto en enero de 1972, refiriéndose a las relaciones del electo presidente Bordaberry con los militares brasileños y la supuesta disposición de estos a invadir el país en una especie de renovación de la Cisplatina, evocando la pelea de los 33 Orientales, cruzada de la masa oriental que se rebelaba contra la opresión brasileña. La tarea del momento era entonces parecida a la de los 33, frente a un dominio no tan explícito, sino más sutil, presente a través de la depen­dencia del imperialismo, en este caso norteamericano112.

Por último, cabe señalar cómo el citado volante de OPR-33 nos mues­tra otro dato acerca de la simbología utilizada: los comandos Blas Facal y Washington Galarza, militantes anarquistas así recuperados para la memoria popular. Igualmente algunos volantes de ROE se referirán a los mártires de las luchas del momento, caso de la Agrupación Heber Nieto113.

Concepción Revolucionaria

Ésta fue recogida en su formulación definitiva en 1972 en el documen­to denominado COPEY. Según el testimonio de Juan C. Mechoso y referen­cias que aparecen en prensa anarquista posterior a la dictadura114, este documento expresa una postura resultado de un proceso de elaboración con­tinuada, iniciado tras la revolución cubana, madurado a lo largo de esos años en discusiones, actos, documentos, publicaciones como Lucha Libertaria o las Cartas de FAU, y concluido en estos momentos115. Es reflejo de la evo­

112. Compañero, 12/1/1072, n° 17, p. 4-5: «Así fue el acto prohibido. Miles de clandestinos se reunieron».

113. ROE, Volante «Ramón Peré Martínez fue asesinado», 8/7/1973, APP, FMS, FHUCE, Montevideo.

114. Entrevista n° 20, Juan Carlos Mechoso. Lucha Libertaria, septiembre 1996, n° 4. Consúltese en: http: //www.nodo50.org/fau/Revista/II/II4/Lucha11.htm

115. No conocemos la forma en que fue realizado este documento, pero sí se observa que tiene dos partes diferenciadas que parecen haber sido escritas en diferentes momentos (no muy lejanas en el tiempo). La primera, divida en 10 epígrafes, por su composición y redacción, parece resultado de la unión de otras tantas entregas sobre el tema en alguna publicación periódica. La segunda, sí fue probablemente escrita como un todo, y después que la primera. En ella se encuentran los análisis y conclusiones más interesantes y profundas del texto, y las que mejor reflejan la evolución ideológica del anarquismo uruguayo en estos años. Este documento también estaba escrito en clave (de ahí su nombre), de forma que simulase referirse a Venezuela y sus partidos y situación política. Su portada decía: Universidad de Concepción. Facultad de Filosofía y Letras. Dpto. de Ciencias Políticas. Documentos

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lución ideológica de la organización, lo que se mostrará en la formulación de algunas de sus concepciones básicas, que si por una parte tenían sus pre­cedentes en momentos anteriores (1968-1969) y -sobre todo- en la prácti­ca de FAU entre 1970 y 1972, por otra habían sido resultado del proceso particular que caracterizó a esta expresión del anarquismo uruguayo.

El estudio de la concepción revolucionaria de FAU partía de algunos presupuestos básicos de la organización en diferentes aspectos, que deter­minaron algunos de los enfoques adoptados: su análisis de la realidad na­cional uruguaya; las posibilidades de la lucha revolucionaria en el Uruguay, su papel en el pasado reciente y las experiencias del momento por otros grupos de izquierda; y los problemas clave que consideraban que determi­naban una organización y su método revolucionario.

Los dos primeros aspectos tienen mucho en común, pues parte de las conclusiones del segundo lo son en función de las consideraciones inicia­les. Como ya se ha señalado, FAU entendía que el Uruguay del momento vivía una crisis en todos los órdenes para la que el modelo capitalista y la burguesía nacional no tenían respuestas. La única posible sería precisamente la que los niega, esto es, el socialismo. Pero efectivamente, éste en ningún momento iba a ser permitido de forma pacífica, por lo que la respuesta que le restaba al sistema era aumentar los niveles de represión, monopolizar el uso de la violencia, y no tolerar su uso por los de abajo cuando respondían al agravamiento de la crisis. Esta misma reacción desde el sistema entendían legitimaba el uso de la violencia como respuesta, como única vía para la transformación de la sociedad y la salida de la crisis. A partir de esto, la FAU criticaba las respuestas que desde el resto de la izquierda se le había dado a ésta en aquellos años (reformismo, sindicalismo puramente reivindicativo, parlamentarismo), así como las posibilidades y formas de lucha según las experiencias históricas conocidas.

Por otro lado, el análisis de otros procesos en cuanto a lucha urbana se refiere116, les llevaba a concluir tres modelos de guerrilla urbana según sus objetivos: el de liberación colonial, en el que predomina la cuestión nacio­

VI. Informe Balance de la Comisión Política del Movimiento Izquierda Revolucionaria de Venezuela. Centro Universitario de Editores. Concepción-Chile, 1971.

116. La rural ya ni se plantea, dado el carácter del Uruguay. Esta discusión se había procesado en el Coordinador, con los resultados vistos al referirnos al MLN-T. Las experiencias históricas estudiadas, al igual que lo hicieran los tupamaros y a partir de las mismas fuentes, eran Irlanda, Chipre e Israel.

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nal, el patriotismo, la unión de clases, en el enfrentamiento con una poten­cia imperialista; el antidictatorial, que busca la restauración de la democra­cia burguesa; y el social, cuya intención es la transformación revoluciona­ria de la sociedad.

En el tercero de estos modelos era en el que ubicaban la lucha revolu­cionaria en el Uruguay. Dado que el país no era una colonia ni una dictadura (más allá de la de clase, burguesa, que identifican) la lucha debía tener ca­rácter social. Y esto teniendo en cuenta que, a pesar de que el país sufría - al igual que otros en América Latina- la dominación imperialista y de la burguesía dependiente, las características del proceso histórico uruguayo habían disimulado esos factores en mayor medida que otros países próxi­mos, existiendo un fuerte arraigo del liberalismo democrático (a lo que ha­bría contribuido el reformismo comunista).

¿Cuál sería entonces la fórmula para el logro de la victoria revolucio­naria? La guerrilla urbana, estimaban -a partir de la crítica realizada al MLN-T- no tenía capacidad para derrotar al aparato represivo por sí sola, dadas las limitaciones para convertirse en ejército revolucionario por un lado, y el abandono de las masas por otro (concepción foquista). Su papel debía ser el de lograr las condiciones políticas para que se diese la transfor­mación, complementando otras formas de lucha no guerrilleras. Prepara el salto, el tránsito cualitativo a otra forma de lucha, con la que sí se puede vencer: la insurrección. La guerrilla urbana era por tanto un medio para ella, a través del desarrollo político de las masas. No un fin en sí misma.

La insurrección era la clave del concepto revolucionario de FAU a la altura de 1972. No era una idea novedosa en la organización, pues ya en 1962 la habíamos encontrado citada a través de un texto de Malatesta en que también se planteaba bajo la dirección de una minoría consciente, que apro­vecha o crea las circunstancias para arrastrar a las masas117. Además, la idea insurreccional que recogía el COPEY había estado en el fondo de las trans­formaciones organizativas y de trabajo que habían primado en FAU desde 1968, aunque no se había definido como se hizo en este documento.

La idea central era la existencia de un centro político que organizase, dirigiese y coordinase el proyecto revolucionario. Éste, como ya vimos, fue el papel que desde 1968 se adjudicó a FAU. La novedad en 1972 era que se

117. Lucha Libertaria, noviembre 1962, n° 207: «Socialism o - Etapas fatales - Burguesía Nacional».

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ED UA R DO REY TRISTÁN

definía ya terminantemente como Partido, algo insólito en el anarquismo y que está en relación con la evolución ideológica de la organización desde 1962. A partir de ahí, las ideas básicas de organización y movilización, a partir de las que se definía el proyecto, eran:

1. La consideración positiva de la violencia como método válido para la destrucción del poder político burgués -el Estado burgués- ob­jetivo último de toda política revolucionaria. La violencia se plan­teaba como importante, así como su práctica concreta a través de los grupos adecuados para ello. Pero se entendía como un método más, necesario sí para que una organización pueda considerarse revolucionaria118, que contribuía al proyecto, pero que no era deci­sorio ni el principal: El objetivo de la violencia a nivel de lucha económica, NO ES SOLO ni siquiera es PRINCIPALMENTE la obtención de las reivindicaciones económicas en sí mismas. Que la violencia en la lucha económica tiene por función contribuir -en­tiéndase bien CONTRIBUIR- a elevar el nivel de esas luchas a nivel político. La violencia era entendida, por tanto, como el ele­mento fundamental para la elevación del nivel político de las ma­sas, la creación de cuadros de choque y el ámbito de forja de mili­tantes revolucionarios, y -como se había definido en Rojo y Negro en diciembre de 1968- inserta en una estrategia más amplia y con las medidas de lucha adecuadas, el medio más efectivo de propa­ganda -los hechos- y de propiciar negociaciones favorables. En esta idea coincidían con el MLN-T, si bien no en el predominio táctico que éste daba a la propaganda armada en su estrategia.

2. La necesidad de conjugar la lucha de masas con la lucha armada. FAU insistía en que eran contribuciones convergentes, que no de­bían estar separadas, como ocurría en la concepción foquista. El objetivo era buscar la forma de estructurarlas para que ambas al tiempo, en un mismo proceso, contribuyeron a la lucha revolucio­naria.

118. Es realmente revolucionaria si se plantea y resuelve el problema del poder, y el problema del poder sólo se resuelve con una adecuada línea práctica de la violencia, o sea con una adecuada línea militar (...) No hay política revolucionaria sin teoría revolucionaria. No hay política revolucionaria sin línea revolucionaria. FAU, COPEY, 1972.

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LA IZQUIERDA REVO LUCIONARIA URUGUAYA, 1955-1973

3. Esa conjugación de lucha armada y de masas era lo que hacía al foco inviable, pues carecía de la segunda. Y sin ella, sin la partici­pación de masas, no se entendía el proceso revolucionario. La in­surrección no la realizaban las masas entendido en un sentido amplio: sí se contempla la posibilidad de demostraciones de masas en las calles, pero al referirse a ellas en el COPEY, se entendían como los sectores más conscientes, más combativos, aquellos que por un trabajo político previamente desarrollado por el partido, están en condiciones de tomar una parte activa en un movimiento de este tipo.

4. El partido, y el trabajo político previo orientado por éste eran fun­damentales por tanto en esta concepción. De su trabajo se deriva­rían los tres requisitos básicos establecidos para la insurrección: a) la participación de sectores de masas; b) la participación de un apar­tado armado clandestino que vanguardice el proceso, canalice y lle­ve adelante buena parte del proceso insurreccional; y c) un trabajo previo sobre algunas partes de las fuerzas represivas para intentar acercar sus posiciones.

Estos tres requisitos presuponen como es obvio, la existencia de un minucioso trabajo político previo, del cual sólo puede hacerse cargo el partido como or­ganización capaz de desarrollar, promover y armonizar desde un centro de dirección común diversas actividades. (... ) Esta concepción de la insurrección armada conduce, una vez más, a la conclusión de que la estructura del partido es la meta fundamental en la etapa de procesamiento de las condiciones para la insurrección, y no a la inversa. O sea, que se procesa la acción armada a través de un centro político y no se procesa el centro político a través de la acción armada.

En la práctica esto se había traducido en la centralidad de la FAU para el proceso revolucionario, y la creación de nuevas estructuras: de masas, la ROE; armada, la OPR; y la intermedia de Violencia FAI que jugaba ese papel de violencia como apoyo al nivel de luchas callejeras. Este proceso se acentuó a partir de 1971, cuando la ROE poco a poco fue perdiendo ampli­tud militante y pasó a ser el brazo de masas de la FAU, la OPR inició su etapa de accionar más activo en apoyo de conflictos sindicales o de la pro­pia organización en lo económico, y cuando se desarrollaron los grupos de Violencia FAI. Quedaría plantearse hasta qué punto había llegado la evolu­

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ED UA R DO REY TRISTÁN

ción ideológica de la FAU desde el préstamo de herramientas procedentes de otras ideologías, y si podemos seguir considerarla una Federación Anar­quista, o un Partido con estructuras leninistas, que hablaba de la lucha por el poder, y con planteamientos sospechosamente próximos al marxismo.

5. d e l G o lp e d e E s t a d o a l PVP (1973-1975)

El golpe de Estado de 1973 tuvo un efecto limitado en la estructura de la FAU, la ROE y la OPR-33, si bien su acción se vio drásticamente corta­da y se limitaría desde entonces a pequeños grupos clandestinos y con poca repercusión. Un análisis de mediados de 1972 que a la postre resultó acer­tado, les llevó a partir de febrero de 1973 a evacuar la mayoría de los mili­tantes clandestinos o comprometidos con la actividad pública para evitar su detención. Sólo unos pocos permanecieron en el país, y esos sí sufrirían cárcel hasta los años ochenta. El resto de la organización pasó a Buenos Aires. Allí en los meses siguientes recuperaron su capacidad de acción, e incluso realizaron algún secuestro que proporcionó una importante cantidad de dinero con la que se financió la continuidad de las operaciones y la es­tructura (Mechoso, 2002: 489-497).

Al tiempo, siguió vivo un debate interno que tendría dos momentos culminantes: un congreso en 1975, y la caída, desaparición y muerte masiva de los militantes en 1976. El primero dio paso a una nueva organización: el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). Su definición no varió: el congre­so no aceptó la propuesta de Hugo Cores, que abogaba por el marxismo, dado que la estructura y los objetivos y la propuesta ya estaban fuertemente condimentadas con elementos ideológicos marxistas. El PVP fue continua­ción de FAU, como reconocen tanto Mechoso como Cores 119, y en su direc­ción seguían las mismas personas representativas de antes, caso de Gatti o Duarte.

Pero en 1976, la radicalización de la situación política argentina y la actuación de los grupos paramilitares en aquel país, dio a la organización el golpe más fuerte nunca sufrido: la mayoría de sus militantes fueron desapa­recidos y asesinados. Entre ellos se contaba toda la dirección, como Gatti,

1 19. Entrevista 32, Hugo Cores. Es una continuidad de FAU, de matriz libertaria, con criterio m ás amplio, donde se hace una apertura mayor para gente proveniente de otras corrientes. Es más ecléctico pero se mantiene todavía el fondo histórico (Entrevista n° 35, Juan Carlos Mechoso).

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Duarte o Alberto Mechoso. Alguno logró escapar, caso del Perro Pérez o Hugo Cores. En un congreso en París en 1977, parte de los sobrevivientes de aquella organización revisaron su evolución y la definieron como mar­xista, comenzando una nueva etapa, ahora sí, no aceptada por todos. Este grupo, encabezado por Cores, representa la continuidad de aquellos que más parecen haber luchado por la aproximación al marxismo. Si bien entonces no llegaron a concretar su propuesta y, por ejemplo, habían resuelto no par­ticipar en el FA120, con el regreso de la democracia pasaron a integrar éste, superando definitivamente sus postulados anarquistas originales. A la sali­da de la cárcel, en 1985, algunos de los antiguos militantes de la FAU la refundaron, continuando su actividad hasta el día de hoy.

120. Compañero, 12/1/1072, n° 17, p. 4-5: «Así fue el acto prohibido. Miles de clandestinos se reunieron»

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