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La batalla por el inframundo por Mark Cheverton

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Segunda novela de la serie en las que el autor Mark Cheverton ficciona el mundo virtual del afamado videojuego en línea Minecraft.

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UNA AVENTURA MINECRAFT. NOVELA EXTRAOFICIAL

Mark Cheverton

Traducción de Elia Maqueda

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LA BATALLA POR EL INFRAMUNDOMark Cheverton

Gameknight999 continúa atrapado en el juego de Minecraft, mientras suamigo el Constructor ha sido transportado a un nuevo servidor. Malacodaes el rey del inframundo y quiere destruir la Fuente con su enorme ejérci-to de fuego, cubos magmáticos, esqueletos y ghasts. Saber cuáles seránlas consecuencias y advertir tanto a todas las personas dentro deMinecraft como a aquellas que habitan el mundo físico depende deGameknight, quien tendrá que actuar rápido y reclutar un ejército. PeroGameknight empieza a dudar de sus habilidades como combatiente, aperder la confianza; deberá buscar en lo más hondo de su ser para encon-trar el valor que le permita conseguir la victoria.

Una batalla épica, un monstruo terrible, una amistad conmovedora, unsuspense escalofriante. La segunda parte de las aventuras deGameknight999, una aventura Minecraft, llevará al lector a una montañarusa de emociones pixeladas.

ACERCA DEL AUTORMark Cheverton, nacido en California, es licenciado en Física y se dedi-ca a la investigación. La batalla por el inframundo es la segunda de lasnovelas que el autor norteamericano Mark Cheverton ha dedicado a lasaventuras de Gameknight999, que inició con Invasión del mundo princi-

pal y a la que le seguirá El combate contra el dragón.

www.markcheverton.com

ACERCA DE LA SERIE«Estas aventuras adictivas encantarán a los fans Minecraft y les llenaráde valor y coraje al igual que cuando juegan delante de la pantalla.»ParEnts In touch

«Este libro nos enseña un mensaje muy claro, que hay libros que puedenleer tanto niños como adultos de todo el mundo. Muy recomendable yentretenido. Una lectura obligatoria a partir de los 10 años.»MIdwEst Book rEvIEw

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AGRADECIMIENTOS

Como siempre, quiero dar las gracias a mi familia: aGeraldine, con su optimismo perenne y su visión op-

timista del mundo; a Jack, que me recuerda que he deafrontar mis miedos y perseguir mis sueños; y a Holly,mi inspiración, mi roca y la luz que ilumina mi vida.También quiero dar las gracias a todos los lectores que oshabéis puesto en contacto conmigo y me habéis enviadomensajes de apoyo: sin vosotros habría sucumbido al de-sánimo y a las dudas, y probablemente no habría termi-nado este libro. Espero que lo disfrutéis.

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«La acción supera el miedo. La indecisión o la postergación solo lo hacen más grande.»

DAVID JOSEPH SCHWARTZ

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QUe ES MINECRAFT?

M inecraft es un juego de mundo abierto donde elusuario puede construir increíbles estructuras

con cubos texturizados de distintos materiales: piedra,tierra, arena, arenisca… En Minecraft no se aplicanlas reglas habituales de la física; en el modo creativose pueden construir estructuras que desafíen la ley dela gravedad o que no se apoyen sobre ningún soportevisible.

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Las oportunidades para la creatividad que ofreceeste programa son increíbles: la gente construye ciu-dades enteras, civilizaciones sobre acantilados y hastaurbes en las nubes. No obstante, el juego real se desa-rrolla en el modo supervivencia. En este modo, losusuarios aparecen en un mundo hecho de cubos, tansolo con la ropa que llevan puesta. Tienen que conse-guir recursos (madera, piedra, hierro, etcétera) antesde que anochezca para construir herramientas yarmas con las que protegerse de los monstruos cuan-do aparezcan. La noche es la hora de los monstruos.

Para conseguir estos recursos, el jugador tendrá queabrir minas, excavar en las profundidades de Minecraften busca de carbón y hierro para hacer herramientas yuna armadura de metal, esenciales para la superviven-cia. A medida que caven, los usuarios encontraráncavernas, grutas inundadas de lava e incluso algunamina o mazmorra abandonada, donde puede haber teso-ros ocultos pero también peligros agazapados en pasadi-zos y recámaras patrulladas por monstruos (zombis,esqueletos y arañas) al acecho de los jugadores incautos.

Aunque el terreno está plagado de monstruos, elusuario no estará solo. Hay servidores enormes concientos de usuarios que comparten espacio y recursoscon otras criaturas de Minecraft. El juego está salpicadode aldeas habitadas por PNJ (Personajes No Jugadores).Los aldeanos corretean por estas pequeñas ciudades,cada uno a lo suyo, y ocultan en sus hogares cofres lle-nos de tesoros, a veces valiosos, a veces insignificantes.Los usuarios pueden hablar con los PNJ, intercambiarobjetos y conseguir piedras preciosas, ingredientes parahacer pociones o incluso un arco o una espada.

Este juego es una plataforma increíble en la que sepueden construir máquinas (usando piedra roja comocombustible, por ejemplo en los circuitos eléctricos),

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crear partidas únicas, personalizar mapas y jugar en elmodo JcJ (Jugador contra Jugador). Minecraft es unjuego lleno de creatividad, batallas emocionantes ycriaturas terroríficas. Es un recorrido trepidante porun mundo de aventuras y suspense en el que experi-mentaréis alentadoras victorias y amargas derrotas.Disfrutad del viaje.

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EL AUTOR

Me encanta jugar a Minecraft con mi hijo. No fue fá-cil, es cierto, tuvo que obligarme casi a la fuerza.

Pero ahora me encanta.Un día vio un vídeo de Minecraft en YouTube y dijo

que quería aquel juego. A lo largo de todo el mes siguien-te, nos repitió constantemente a mi mujer y a mí queMinecraft era una pasada y que no podía vivir sin él.

Así que al final accedimos y le compramos Minecraft.Con mi ayuda, lo instaló en el ordenador, escogió sunombre de usuario, Gameknight999, decidió el aspectoque quería que tuviera su personaje y se puso manos a laobra. Al principio jugaba solo, pero pronto empezó avenir a nuestro despacho a pedirnos que fuésemos a verlo que había hecho… Era increíble. Había construido uncastillo enorme, una carrera de obstáculos con elementosmóviles, una aldea subterránea… Sus creaciones nosdejaron boquiabiertos. Soy ingeniero, y cualquier cosaque me ofrezca la posibilidad de la construcción me intri-ga de inmediato. Así que me senté con mi hijo y dejé queme enseñara a jugar a Minecraft. Enseguida me compréuna licencia para mí, elegí Monkeypants271 como nom-bre de usuario y nos internamos juntos en el reino digi-tal: construíamos torres, peleábamos contra los zombis yesquivábamos a los creepers.

A mi hijo le gustaba tanto jugar a Minecraft que en

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Navidad le compramos un servidor. Se pasó meses cons-truyendo cosas: castillos, puentes, ciudades submarinas,fábricas, todo lo que se le pasaba por la cabeza. Empezó atraer a casa a sus amigos del colegio para construirestructuras gigantes juntos. Yo los ayudaba, claro, enparte para vigilarlos pero también porque soy un pocofriki y me gusta jugar. Me impresionaba ver lo orgullosoque se sentía de sus construcciones. Grababa vídeos paraenseñárselos a otros usuarios y los subía a YouTube. Undía, unos chicos consiguieron entrar en el servidor, pro-bablemente porque mi hijo o alguno de los otros niñoshicieron pública la dirección IP. Los griefers, que es comose llama a este tipo de vándalos, destruyeron todo lo quemi hijo había construido y en su lugar dejaron un enor-me cráter. Arrasaron con todo, echando por la bordameses y meses de trabajo. Cuando mi hijo se conectó aldía siguiente, vio sus creaciones destruidas y se quedódestrozado. Para más inri, los chicos subieron a YouTubeun vídeo donde se veía cómo destruían su servidor.

Hablar del acoso cibernético fue un momento clave enel proceso educativo de mi hijo. Intenté responder a suspreguntas sobre por qué la gente hace cosas así, o quétipo de persona puede disfrutar destruyendo lo que hahecho otra, pero mis respuestas resultaban insatisfacto-rias. Entonces se me ocurrió la idea de explicarle todoesto a mi hijo valiéndome de lo que más le gustaba:Minecraft. Escribí el primer libro, que titulé Invasión delmundo principal, que intenta concienciar a los chicossobre el acoso cibernético y cómo puede llegar a afectar alos demás, además de vulnerar algo tan importante comola amistad, y utilicé Minecraft como escenario para ilus-trar la lección.

Mi hijo y yo seguimos jugando juntos a Minecraft,y hemos construido estructuras que aparecen en Labatalla por el inframundo, el segundo libro de la saga

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de Gameknight999. Casi he terminado de escribir eltercero, El combate contra el dragón, en el queGameknight999 y sus amigos llegan a El Fin. Además,he empezado un cuarto libro, Disturbios en CiudadZombi, en el que Gameknight999 tendrá que enfrentar-se a un nuevo villano de Minecraft.

Quiero dar las gracias a todos aquellos que me hanescrito a través de mi web, www.markcheverton.com.Agradezco los comentarios que recibo tanto de los chicoscomo de sus padres. Intento contestar a todos los correosque recibo, pero pido disculpas si se me ha pasado alguno.

Buscad a Gameknight999 y a Monkeypants271 en losservidores. No dejéis de leer, sed buenos y cuidado conlos creepers.

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Capitulo 1

GAMEKNIGHT 999

E chó a correr por una especie de vía, unos raíles metálicos que se perdían en la oscuridad. El tra-

queteo rítmico de las ruedas marcaba un paso constante—chuchún, chuchún, chuchún— que resonaba por eltúnel y dejaba tras de sí una sinfonía percusiva en formade eco. Si miraba a su alrededor, veía los lados grises y elinterior cuadrado del vehículo en el que se desplazaba. Porel aspecto y el traqueteo de las ruedas iba montado en unavagoneta. El reducido espacio lo hacía sentirse como ungigante en el diminuto carro de hierro, pero el borrón delos muros de piedra que pasaba a toda velocidad, en cam-bio, lo hacían sentirse pequeño e insignificante.

Gameknight999 estaba asustado.La incertidumbre y el miedo inundaban su mente. No

sabía dónde estaba ni qué hacía en aquella vagoneta, nisiquiera a dónde iba. Lo único que sabía era que se diri-gía a algún lugar, y muy deprisa.

Justo entonces, se abrió la pared del túnel y vislumbróuna caverna enorme… No, era una grieta gigante que seabría hacia el cielo azul. En los muros escarpados habíazombis, arañas y creepers que cambiaban de posición ybuscaban dónde agarrarse, aunque los más torpes caíanal vacío. Gameknight miró hacia abajo y vio que el suelo

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estaba lleno de monstruos del mundo principal, quedeambulaban en busca de algo —o alguien— que devo-rar. Muchos levantaban la vista para mirarlo, y sus ojosrabiosos e incandescentes lo perforaban. Querían des-truirlo solo porque estaba vivo. Gameknight temblaba, ysolo pudo alegrarse cuando dejaron la grieta atrás y eltúnel volvió a ser de roca sólida.

Miró tras de sí por la vía; los rieles metálicos desapa-recían a lo lejos y las crucetas de madera eran un borrónde manchas marrones. Pero, de repente, notó que lavagoneta reducía la velocidad, y el traqueteo de las rue-das fue disminuyendo su tamborileo hasta que el vehí-culo se detuvo en mitad del túnel. Gameknight sintióque tenía que salir de la vagoneta, y así lo hizo, temblan-do de miedo. Miró a su alrededor y solo vio las vías delas minas que se perdían en el infinito: rieles de hierrodestacando sobre la roca gris. Pero, de repente, empeza-ron a desdibujarse: se emborronaban y se desenfocaban;los raíles rectos parecieron perder definición hasta quedesaparecieron del todo. Al mismo tiempo, las paredesrocosas que rodeaban las vías empezaron a desvanecer-se también; el granito sólido y duro se convirtió en unaneblina turbia y gris. La bruma fría y húmeda lo envol-vía, su presencia pegajosa se plegaba sobre él como unpaño enorme y empapado. Había algo en la turbia nubede oscuridad que lo asustaba, como si en ella se escondie-ra algo peligroso y amenazante.

Entonces, empezaron a oírse los lamentos.Era un gemido quejumbroso que amenazaba con

absorber toda su esperanza, un gemido nefasto y triste almismo tiempo, a la vez lleno de odio y rabia hacia todaslas criaturas que aún poseyeran algo de fe en la vida. Ibadirigido a los seres de luz que aún se aferraran a la certe-za de que estar vivo era una suerte y no solo una lecciónpara el tormento y la desesperanza. Iba dirigido a él.

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El lamento provenía de un zombi… de muchos.Gameknight se echó a temblar; los lúgubres lamentos loapuñalaban como témpanos de miedo.

De pronto, las garras verdes lo atacaron desde laoscuridad. Los terribles quejidos llenaban el aire mien-tras las uñas afiladas como cuchillas lo hendían a esca-sos centímetros de él. Abrumado por el pánico,Gameknight999 se quedó helado, sin poder moverse,mientras el zombi putrefacto se acercaba, materiali-zándose lentamente a través de la niebla. El olorhediondo a carne en descomposición atacaba sus senti-dos y aumentaba su temor. Miró hacia abajo y vio quellevaba una espada de hierro en la mano, y los brazosy el pecho recubiertos del mismo metal. Portaba arma-dura y un arma; podía defenderse. Gameknight hizo untremendo esfuerzo para reunir un ápice de valor yobligó a su brazo a blandir la espada y golpear a labestia, pero el miedo dominaba su mente. Lo asalta-ron recuerdos de garras de zombis y colmillos dearaña; el dolor que sintió al detonar los explosivos enel último servidor aún lo perseguía en sueños. El últi-mo mundo de Minecraft se había salvado gracias a sugesto altruista y heroico, probablemente el primeroque hacía en su vida. Pero le había costado su arrojoy su valor y lo había dejado en un estado permanen-te de pánico. Los monstruos lo aterrorizaban, a él, elgran Gameknight999; ¿cómo era eso posible?

Dio un paso atrás alejándose del zombi y echó acorrer. Sabía que aquello no era más que un sueño, peroel terror y el pánico eran reales. Al girarse, se dio de bru-ces con un revoltijo de patas negras y peludas, cada unarematada por una garra oscura, curva y amenazante:eran arañas gigantes, al menos media docena. Estabanmuy cerca unas de otras y formaban un muro infran-queable de odio y resentimiento.

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«No puedo luchar contra todas», se dijo Gameknight.Se estremeció.Justo entonces, un repiqueteo llegó de la oscuridad:

era el sonido de muchos huesos sueltos chocando entresí. Sabía exactamente lo que significaba aquel ruido:esqueletos. Las figuras pálidas y blancas emergieronlentamente de la espiral de niebla y cerraron cualquierescapatoria posible por la derecha. Cada una de las cria-turas óseas portaba un arco en posición de tiro, con lasflechas de punta serrada orientadas hacia él.

Gameknight se echó a temblar.¿Cómo iba a enfrentarse solo a todos aquellos

monstruos? Ya no era valiente, todo su coraje se lohabían llevado por los aires aquellos explosivos… no,lo habían hecho trizas las garras y los colmillos delúltimo servidor. Estaba vacío, no era más que una cás-cara llena de miedo.

Se giró a la izquierda y empezó a apartarse de los tresgrupos con la esperanza de escapar sin tener que luchar,pero justo cuando iniciaba la retirada, una risa estriden-te inundó el espacio. Era un sonido maquiavélico, con elúnico fin de generar miseria en los demás, como sialguien disfrutara con el sufrimiento de otro. Un sonidoterrible que resonaba en lo más profundo de su alma.Agujas de pánico perforaban sus últimos vestigios deautocontrol. Entonces, el origen de la risa emergió de laoscuridad. Era una criatura sombría, de color sangreseca, un rojo muy, muy oscuro, con unos brazos largos ydesgarbados que casi rozaban el suelo y dos piernasesqueléticas que soportaban un torso igual de oscuro.

Era Erebus, el rey de los enderman del último servi-dor, el servidor que Gameknight había salvado. Aquellabestia era su peor pesadilla, la criatura más violenta ymalvada que podía imaginar.

Se giró y se enfrentó al monstruo. Como de costum-

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bre, sus ojos eran blancos y abrasadores y desbordabanodio hacia todos los seres vivos. El deseo de destrucciónemanaba de ellos al igual que su campo de fuerza malig-na. Gameknight dio un paso atrás. La criatura era casitransparente, como si no estuviera del todo allí. Losmonstruos de detrás del enderman eran parcialmentevisibles a través de su cuerpo translúcido.

—Vaya, Usuario-no-usuario, volvemos a encontrar-nos —dijo Erebus en una carcajada aguda y chirriante.

Un escalofrío recorrió los brazos de Gameknight.—Esto es un sueño, no es real —se repetía una y

otra vez.Erebus profirió una risa escalofriante y pareció vol-

verse momentáneamente sólido, pero enseguida volvió asu estado de transparencia parcial.

—Claro que es un sueño —siseó. Su voz le recordabaa Gameknight un cristal rechinando contra otro y hacíaque le doliesen los dientes—. Pero eso no significa queno sea real, estúpido. Sigues sin saber nada sobreMinecraft y los planos de servidores que lo construyen.—Volvió a reír—. Tu ignorancia será tu perdición.

—No, no eres real —dijo, suplicó Gameknight—. Nopuedes serlo. Te… maté en el último servidor… No pue-des ser real.

—Tú sigue convenciéndote de eso, Usuario-no-usua-rio. Cuando nos encontremos en el siguiente servidor, terecordaré lo irreal que soy… mientras te destruyo.

Erebus volvió a reírse con una carcajada que resonóen la cabeza de Gameknight como un martillo contraun jarrón de cristal. Sus ganas de vivir casi se hicieronañicos.

—Lu… lucharé con… contra ti, como lo hice en elúltimo servidor —tartamudeó Gameknight con vozvacilante.

—Ja, ja, ja, qué risa —chirrió Erebus con su voz aguda

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y penetrante—. Veo tu cobardía, es como un tumormaligno. Parece que te dejaste el coraje en el último ser-vidor. Eres una cáscara vacía, un féretro hueco a puntode acoger un cadáver frío. Pronto serás mío.

El enderman dio un paso adelante. La transparen-cia de su cuerpo no lo hacía menos amenazante.Gameknight bajó la mirada; no quería provocar a lacriatura mirándola directamente a los ojos. El monstruooscuro se alzó ante él. Se hacía más alto a medida que seacercaba, hasta que Gameknight se sintió como un bichodiminuto delante de un gigante.

—Veo la derrota en ti, Usuario-no-usuario. Ya he gana-do; tu cobardía anuncia el final de tu batalla. —Erebushizo una pausa e inclinó la cabeza hacia abajo para mirardirectamente a Gameknight999 con sus ojos malignos yrefulgentes—. Puede que me derrotaras en el último ser-vidor, pero he conseguido cruzar a este. Y cuando destru-ya este mundo, llegaré a la Fuente, donde esparciré miira hasta que todos los seres vivos clamen por una pie-dad que jamás llegará. Esperadme, y temed.

Con un movimiento de muñeca, Erebus hizo ungesto a los demás monstruos para que avanzaran. Lasgarras verdes en descomposición se dirigieron hacia ély arañaron su piel, mientras cientos de flechas perfo-raban su cuerpo. Los colmillos venenosos de las arañasse unieron a la lucha hasta consumir su cuerpo depuro dolor. Lentamente, el mundo se sumió en la oscu-ridad. Lo último que vislumbró fueron los ojos brillan-tes del enderman, que desprendían un odio desorbita-do y estremecedor.

Por fin, el vacío negro y frío del subconsciente loengulló a medida que el sueño se desvanecía. Peroel dolor y el miedo no abandonaron el corazón deGameknight.

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Capitulo 2

un mundo nuevo

L a realidad fue tomando forma a su alrededor, y los confines cuadriculados de su gruta improvisada se

definieron poco a poco. Las antorchas iluminaban el inte-rior de su escondite, el resplandor vacilante revelaba lasparedes de tierra y roca. Su compañero, el Constructor,estaba sentado frente a él. El Constructor era un mucha-cho con el pelo rubio por los hombros y los ojos de unazul brillante, pero lo más especial de él era la sabiduríaque desprendía su mirada. En ella se traslucía la expe-riencia adquirida como constructor de su aldea en el ser-vidor anterior de Minecraft, la aldea que habían salvadogracias a los explosivos.

Todas las aldeas tenían un constructor: un habitanteanciano que se encargaba de identificar las necesidades deMinecraft. Los objetos eran construidos por un ejércitode aldeanos, los PNJ (personajes no jugadores), quevivían en todos los servidores. Estos trabajaban en lasprofundidades de la tierra construyendo cosas y las dis-tribuían por todo el mundo digital de Minecraft monta-dos en vagonetas, a través de un complejo sistema devías. Su cometido era diseminar objetos por todoMinecraft para que los usuarios pudieran encontrarlos:cofres, armas, etcétera. El constructor de la aldea debía

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mantener en funcionamiento el engranaje de Minecraft.El Constructor, el amigo de Gameknight, había sido elmás anciano de los constructores de su servidor… inclu-so puede que fuera el PNJ más anciano de todos los ser-vidores del universo Minecraft.

Pero en aquel mundo hecho de bloques texturizadosnada era lo que parecía. Gameknight era un usuario expe-rimentado que jugaba siempre que podía y había asumi-do, como cualquier otro usuario, que aquel mundo no eramás que un juego: líneas de código ejecutadas por lamemoria de algún ordenador remoto. Ahora, en cambio,sabía la verdad, una revelación sorprendente que aún lehacía estremecerse: ¡todas las criaturas y los PNJ deljuego tenían vida propia! Sentían anhelos y miedos, feli-cidad y alegría, y de igual modo sufrían la pérdida de susseres queridos. Gameknight había descubierto la verdaddespués de activar accidentalmente el último invento desu padre, el rayo digitalizador, que se había disparado solo,había escaneado cada molécula de su cuerpo y lo habíaintroducido en el programa que estaba ejecutándose enaquel momento en el ordenador, casualmente Minecraft.Gameknight se había teletransportado al reino virtual deljuego y ahora luchaba no solo por su propia superviven-cia, sino por la de toda la humanidad: la física y la digital.

Se estaba librando una guerra en todos los servidoresde Minecraft. Los zombis, las arañas y los creepers tra-taban de destruir a los aldeanos para absorber su fuerza—los PE, Puntos de Experiencia— y poder así cruzarhasta el siguiente servidor. Si conseguían ir subiendode servidor en servidor por todos los planos digitales,llegarían a la Fuente. La profecía, conocida por todas lascriaturas de Minecraft, predecía que la destrucción dela Fuente haría que se abriese la Puerta de la Luz, quepermitiría que los monstruos accedieran al mundo real,donde podrían destruir a todos los seres vivos.

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Gameknight había abierto otra puerta sin querer al acti-var el rayo digitalizador de su padre, y ahora su mundoestaba en peligro. Y Gameknight999, el Usuario-no-usuario —el nombre que recibía en la profecía— era elúnico que podía cerrar aquella puerta.

Después de acabar con Erebus, el rey de los enderman,y detener la horda de monstruos del último servidor, elConstructor y Gameknight habían cruzado hasta el ser-vidor posterior, un nivel más cerca de la Fuente. Él creíaque ya estaban a salvo, pero después de tener aquellapesadilla, no estaba tan seguro. Sentía que la guerra deMinecraft seguía librándose en este nuevo servidor, y laconversación onírica con Erebus confirmaba sus sospe-chas. ¿Debía contarle al Constructor cómo Erebus loshabía amenazado, o había sido tan solo un sueño estúpi-do, terrorífico pero estúpido?

—¿Estás bien? —le preguntó el Constructor, con elcabello rubio enredado y apelmazado después de dormirtoda la noche en el suelo.

Aún se le hacía raro verlo tan joven. En el servidoranterior, el Constructor era un anciano de pelo cano, peroal pasar a este nuevo servidor había adquirido el aspectodel muchacho que tenía ahora delante.

«A veces Minecraft hace lo que quiere, te guste o no»,pensó.

—Sí, estoy bien, es que he dormido regular —contes-tó, y no mentía.

Gameknight se puso en pie, sacó la pala y se giró haciala pared de tierra. Miró la pala y pensó que había sidomuy afortunado al encontrar aquellas herramientas en laaldea desierta, aunque aún se preguntaba dónde se habríametido todo el mundo. La aldea estaba medio destruida yhabían quemado muchos edificios.

«¿Qué habrá destruido esa aldea? ¿Dónde estarán sushabitantes?»

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Gameknight estaba desconcertado. Un constructornunca abandonaba su aldea, a menos que… No quería nipensarlo. Agitó la cabeza para relegar los malos pensa-mientos hasta el rincón más apartado posible y se giróhacia su amigo.

—¿Ya es de día? —le preguntó.—Sí —asintió el Constructor—. Ya podemos salir.Era muy importante saber si era de día o de noche en

Minecraft. Los zombis, las arañas gigantes, los slimes,los creepers y los terroríficos enderman salían cuandose ponía el sol, siempre al acecho de los despistados. Lamejor forma de seguir con vida era tener una casa en laque esconderse o cavar un hoyo en el suelo y encerrar-se durante la noche. Eso es lo que habían estadohaciendo las últimas semanas: durante el día, viajabanen busca de aldeanos y por las noches se escondían encuevas.

Tenían que encontrar aldeanos y formar un ejércitopara derrotar a las criaturas que amenazaran este nuevoservidor. La Batalla Definitiva por Minecraft estaba cercay lo único que se interponía entre los monstruos y loshabitantes de todos los servidores eran el Constructor yGameknight999… y eso no era suficiente. Necesitabanaldeanos, muchos aldeanos.

Hasta aquel momento, solo habían visto tres aldeas,todas abandonadas y destruidas casi por completo. Enninguna había aldeanos. El silencio que asolaba el con-junto de casas era ensordecedor. Gameknight podíaimaginar las terribles batallas que los habían hecho huirde sus hogares… o algo peor. «¿Habrá sido Erebus?» Sihubiese sido el rey de los enderman, Gameknight habríanotado su presencia. No, aquello era obra de otra cria-tura. Quizás una nueva, aún peor que aquella pesadillarojo oscuro.

Gameknight volvió a obligar a su mente a centrarse en

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el momento y hundió la pala en el muro de tierra.Enseguida deshizo los bloques, que cayeron al suelo. Loscubos marrones se quedaban flotando un momento ydespués se guardaban en el inventario (aún no estabaseguro del todo de cómo funcionaba aquello). Empuñócon fuerza la herramienta de piedra y pronto abrió unagujero en la pared que dejó pasar los dorados rayos delsol en su pequeña madriguera.

Salió al exterior, dejó la pala y sacó su espada de made-ra, escudriñando la zona en busca de enemigos. Un reba-ño de vacas pastaba perezosamente cerca de ellos, profi-riendo inofensivos mugidos. Gameknight se acercó a lasvacas mientras el Constructor salía del refugio. Prontonecesitarían comer algo; sus reservas de pan y melón seestaban reduciendo a pasos agigantados, y las vacas eranuna buena fuente de sustento. Pero no quería atacar a lasvacas para conseguir comida, no a menos que fueraestrictamente necesario. Se giró y miró a su compañero.Deseó que el Constructor pudiera hacerlo en su lugar,pero el muchacho tenía los brazos cruzados sobre elpecho como todos los aldeanos, con las manos escondidasdentro de las mangas, lo que le impedía usar armas oherramientas. Hasta que encontraran madera para haceruna mesa de trabajo, Gameknight no podría liberar losbrazos del Constructor. Y eso significaba que tendría queser él el encargado de las matanzas, algo para lo que noestaba preparado… aún no.

Meneó la cabeza y se alejó de la vaca, girándose denuevo hacia su amigo.

—Esperemos un día más antes de matar animales—sugirió.

El Constructor asintió con la cabeza; todavía podíanaguantar el hambre… pero no por mucho tiempo.

—Pues venga, en marcha —dijo el muchacho mien-tras se giraba hacia la cordillera que se elevaba a lo lejos.

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El paisaje frente a ellos lucía plagado de colinas bajascubiertas de hierba, con pinceladas de color de floresamarillas, rojas y azules—. Presiento que encontraremosalgo en esa dirección, hacia las montañas. Los sonidos delmecanismo de Minecraft, la música de Minecraft, comonosotros la llamamos, me guía hacia allá.

—Llevas varios días diciendo eso.—Lo sé, pero hay algo extraño en este mundo. Es

como si algo estuviera desequilibrado. Y esa disonanciaen la música de Minecraft viene de allí.

—Muy bien. Ve tú delante.El Constructor se encaminó a paso ligero hacia las

montañas amenazantes silbando una alegre melodía.Gameknight lo siguió, mirando a derecha e izquierda enbusca de peligros. Estaban en un bioma verde y llano, sinárboles a la vista. La única amenaza que podían encontrarera alguna araña gigante o un creeper, pero en un terre-no tan llano verían a los monstruos desde muy lejos, asíque el riesgo era mínimo. Aun así, tenía miedo. La bata-lla que había supuesto la salvación del anterior servidorhabía sido horrible y había exprimido hasta la últimagota del coraje del Usuario-no-usuario. El recuerdo deaquellas garras y dientes introduciéndose en su piel, eldolor y el pánico acuciante aún lo perseguían, tanto des-pierto como, según parecía, en sueños.

—Ojalá hubiera árboles para conseguir madera —musi-tó Gameknight.

—Mi tía abuela contaba que una vez encontró unazona totalmente desprovista de árboles. Decía que en sulugar había setas gigantes —dijo el Constructor.

Gameknight pensó que esa era otra de las historias delConstructor y puso los ojos en blanco: a aquel PNJ ancia-no en el cuerpo de un chico joven le encantaba contarbatallitas.

—Ella y su amigo decidieron recorrer aquella tierra en

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busca de aventuras, así que se montaron en un barco paraver qué había al otro lado del mar.

—No parece una decisión muy inteligente.—Probablemente no lo fuera, pero mi tía abuela era

conocida por hacer cosas estúpidas que siempre acaba-ban en grandes descubrimientos. En cualquier caso,cogieron el barco y se alejaron de su aldea navegando.La travesía fue larga, con noches de tempestad y días decalor sofocante, hasta que un día llegaron a tierra. Mitía abuela era la Lechera de la aldea, pero yo la llamabaLele. Me contó que aquella tierra estaba cubierta desetas gigantes. Eran enormes y rojas, con círculos blan-cos en los lados. Primero pensó que podía ser una zonade pruebas que el Creador estaba usando para unaactualización del servidor.

—El Creador… ¿Te refieres a Notch?—Sí, claro. Notch, el creador de Minecraft —repuso el

Constructor, como si fuese algo obvio.Se detuvo un momento para inspeccionar los alrede-

dores en busca de enemigos. Estaban solos excepto porlas vacas y los cerdos. Satisfechos, los dos amigos prosi-guieron su camino.

—En cualquier caso, me dijo que, aunque era un reinoincreíble, se alegró de poder volver a casa.

—¿Se metió en algún lío por embarcarse en aquellaaventura? —preguntó Gameknight.

—Por supuesto. Dicen que siempre andaba metiéndo-se en líos por hacer cosas así.

—¿Y no le daba miedo aventurarse así a lo loco?—preguntó, mientras sentía que su propio miedo lo ace-chaba como una serpiente venenosa.

—Es curioso que me preguntes eso, Gameknight.Hace mucho tiempo, cuando Lele era aún la persona másanciana que conocía, me dijo algo que nunca olvidaré.«Recuerda esto, muchacho: lo nuevo da miedo única-

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mente porque todavía no es antiguo. Cuando al fin hacesalgo nuevo, el miedo que te inspiraba se disipará como laniebla matutina, porque lo nuevo habrá pasado a ser loantiguo. Piensa siempre en que una vez que lo hayashecho, lo nuevo se convertirá en lo antiguo en un abrir ycerrar de ojos». Murió al día siguiente. Fueron las últi-mas palabras que me dijo.

El Constructor dejó de caminar otra vez y levantó unamano en el aire. Gameknight lo miró sorprendido. ¡Teníalas manos separadas! Antes de que el Usuario-no-usua-rio pudiese decir nada, el Constructor levantó la mano enel aire aún más alto, con los dedos separados, y lentamen-te la cerró en un puño apretado. Inclinó ligeramente lacabeza y después bajó la mano, volviendo a unirla a laotra sobre el pecho.

—Tus brazos…—Es el saludo a los muertos —explicó el Constructor—.

El único gesto que los PNJ podemos hacer con los brazos.Sirve para rendir homenaje a los seres queridos quehemos perdido a lo largo de los años.

Gameknight miró a su amigo y pudo ver la tristeza ensus ojos al evocar a Lele. Pero enseguida el Constructorlo miró, esbozó su habitual sonrisa llena de vitalidad ysiguió caminando. El PNJ se puso a tararear una melodíay la música llenó sus corazones. En fila, continuaronatravesando las llanuras cubiertas de hierba, buscandosin descanso en el horizonte lo que tanto anhelabanencontrar: una aldea con PNJ.

Empezaron a correr y Gameknight sintió cómo el solcuadrado se despegaba del horizonte y empezaba a ele-varse hacia lo alto en el cielo. Los rayos le calentaban lapiel y lo hacían sentirse vivo, y además bañaban el paisa-je con su alegre resplandor. Le encantaba aquella hora dela mañana, sobre todo porque la noche quedaba muylejos. La imagen de aquel sol anguloso acercándose poco

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a poco al horizonte al atardecer lo aguijoneó de miedo yse le puso la piel de gallina.

«Esto es ridículo —pensó—. Aún no ha atardecido yya estoy asustado pensando en el crepúsculo.» Agitó lacabeza intentando disipar aquel miedo irracional.

—¿Estás bien, Gameknight? —le preguntó su jovenamigo.

—Sí, solo estoy pensando —mintió.—Parecía que estuvieras haciendo algo más que pen-

sar —dijo el Constructor—. Es importante que trabaje-mos en equipo en este servidor, porque estoy seguro deque encontraremos peligros que harán que el último ser-vidor parezca un patio de colegio. —Hizo una pausa y segiró para mirar a su amigo mientras corrían—. ¿Quieresdecirme algo?

Gameknight dudó. Quería contarle sus preocupacio-nes al Constructor, y pensó que quizás al compartirlas sequitaría un peso de encima, pero sabía que si lo hacíaquedaría como un ser patético y débil.

«¿En qué va a beneficiarnos que le cuente mis mie-dos?»

Se limitó a suspirar.—No, solo estaba pensando en mis padres y en mi

hermana —dijo con sinceridad—. Espero que estén bien.Vamos, que vayan a estar bien… ¿Me entiendes?

—Quieres decir que esperas que podamos detener estaguerra y evitar así que los monstruos invadan tu mundo.

—Exacto.—Bueno, Usuario-no-usuario, creo que no me equi-

voco si digo que todos esperamos eso. Porque si losmonstruos consiguen llegar al mundo físico, significaríaque la vida en todos los servidores de Minecraft (en todoslos planos de la existencia) habría sido destruida. Creoque nadie quiere que eso ocurra —dijo el Constructor,casi en tono de broma.

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Gameknight sonrió.—Excepto Erebus —añadió con voz queda.—¿Qué? —preguntó el Constructor. Miró con sus

ojos azul brillante a Gameknight intentando ahondar ensu alma.

—Eh… Nada, nada.Se alejó de su amigo para que aquellos intensos ojos

azules no viesen la mentira en su rostro, miró haciadelante y siguió corriendo. Estaban empezando a subiruna colina suave y tenían que saltar cada pocos bloquespara coronar el montículo alfombrado de hierba.Gameknight desenvainó la espada, ya que no veía porencima de la cima, y en su imaginación la otra laderaestaba llena de peligros desconocidos al acecho.

Cuando llegaron a lo alto de la colina, se detuvo uninstante a recobrar el aliento. Dio una vuelta sobre símismo e inspeccionó el terreno en busca de algo que losayudara: un árbol, una aldea, usuarios… algo. Pero nohabía nada. La tierra era yerma a excepción de las reses,los cerdos y las ovejas aquí y allá, pastando la hierba queabundaba en aquel bioma. De repente, vieron dos puntosa lo lejos que coronaban una colina lejana al norte.

—¿Ves eso? —preguntó, apuntando a los dos bultoscon su espada de madera.

El Constructor se giró y miró.—No los distingo bien desde tan lejos —dijo el

muchacho—. Pero apuesto a que son o dos aldeanos o dosusuarios. No estoy seguro.

—Nos da igual. Serán bienvenidos a formar parte denuestra comitiva, sean lo que sean.

—¿En qué piensas? —preguntó el Constructor.—Pienso que necesitamos ayuda e información.

Podemos seguir corriendo por este bioma y no encontrarnunca ninguna aldea. Quizás sepan dónde hay una. Votopor que vayamos a hablar con ellos.

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—De acuerdo, vamos.Pusieron rumbo al lugar donde habían avistado los

dos bultos en el horizonte. Mientras corrían por las coli-nas, los perdieron de vista con frecuencia, y solo los veíancuando tanto ellos como los otros estaban en lo alto deuna colina. Gameknight estaba nervioso. Quería verlosbien antes de estar demasiado cerca, pero no parecía fácil.

«¿Estarán intentando pasar inadvertidos?», pensóGameknight, mientras la incertidumbre crecía en sumente dando paso al miedo.

Miró al Constructor y se preguntó qué estaría pensan-do su viejo amigo, pero se guardó los temores para sí.Seguro que se estaba preocupando sin razón y solo erandos aldeanos que habían salido de caza.

Cuando coronaron la cima de la siguiente colina, sedetuvo y tiró del brazo del Constructor para que se para-se también.

—¿Qué pasa? —preguntó el PNJ anciano, cuyos ojosaún miraban en la dirección en la que corrían.

—Tengo una sensación extraña con respecto a esto,Constructor. Vamos a esperar aquí e intentar ver algo más.

Se quedaron en el sitio sin moverse y esperaron, vigi-lando la colina en la que pronto tendrían que aparecer losvisitantes. Pero entonces dos figuras negras pasaroncorriendo por una colina más cerca y se les heló la san-gre: eran dos arañas.

—¿Las has visto? —preguntó Gameknight.—Sí, y creo que ellas a nosotros también —contestó el

Constructor con voz tensa—. Tenemos que irnoscorriendo… ¡Vamos!

Los dos amigos esprintaron colina abajo. Cuando lle-garon al pie, Gameknight giró a la derecha y enfiló unbarranco no muy escarpado que los mantenía ocultos.

—¿Qué haces? —preguntó el Constructor—. Tenemosque alejarnos de ellas, no pasar a su lado.

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—No, tenemos que ir adonde no nos esperen, y eso espor aquí. Vamos.

El Constructor gruñó y lo siguió, corriendo todo lodeprisa que le permitían sus cortas piernas. Gameknightserpenteó por el barranco y guio a su amigo lejos de lasarañas, manteniéndose fuera de su vista durante todo eltiempo que pudo. Mientras corrían, miraban por encimadel hombro por si los peludos monstruos negros apa-recían tras ellos. Escondidos allí, posiblemente las enga-ñarían durante un rato, pero en cuanto los vieran conti-nuaría la carrera. Unos minutos más tarde se terminó elbarranco y tuvieron que subir otra colina. Cuando llega-ron a la cumbre, Gameknight miró hacia atrás.

—¡Oh, no!Las arañas se dirigían hacia ellos y habían acortado la

distancia. Los monstruos estaban unos setenta bloquespor detrás de ellos, cada vez más cerca. Las arañas eranmás rápidas que los humanos en Minecraft, y acabaríandándoles alcance.

—¡Corre! —gritó Gameknight mientras esprintaba.Con todas sus fuerzas corrió por las llanuras, inten-

tando huir de los monstruos. Miró hacia atrás y vio a lasdos criaturas pisándoles los talones, con todos los ojosrefulgentes. Los chasquidos nerviosos se oían cada vezmás a medida que se acercaban, y los dientes rechinabande emoción en las fauces de los monstruos.

—¿Estás bien? —preguntó Gameknight a su com-pañero.

—Sí, pero no sé cuánto aguantaré. Gameknight volvió a mirar a las arañas y vio que solo

estaban a cincuenta bloques de distancia. La luz del sol sereflejó en una de sus garras y la hizo brillar a lo lejos. Loasaltaron imágenes de la pesadilla, un montón de garrasde araña saliendo de la niebla y extendiéndose hacia él.Se estremeció y siguió corriendo.

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Ascendieron a lo alto de una pequeña colina yempezaron a bajar hacia un valle estrecho. Al final deaquel valle había algo que necesitaban desesperada-mente: un árbol.

—Constructor, el árbol.—Ya lo veo —replicó el joven PNJ—. ¿Qué pretendes

hacer?—Tenemos que liberarte las manos, de lo contrario no

tendremos ninguna opción cuando nos enfrentemos aesos monstruos. Prepárate.

Cuando llegaron hasta el árbol, Gameknight sacó elpico y empezó a golpear el tronco de madera. Tras cuatrogolpes, se desprendió un trozo y un tocón de madera seañadió a su inventario. Cuatro golpes más y apareció unnuevo tocón. Dejó el pico y empezó a construir: transfor-mó los bloques de madera en listones y estos en unamesa de trabajo. La colocó en el suelo y miró hacia lo altode la colina: ni rastro de las arañas… todavía. Pero sentíaque se acercaban y su valentía iba disminuyendo.

Le dijo al Constructor que se acercara, y el PNJ secolocó junto a la mesa de trabajo. Sus brazos seguían cru-zados sobre el pecho y las manos ocultas en las mangas.Así era como estaban diseñados los aldeanos, exceptocuando se ponían a trabajar con los materiales, o sea aconstruir, como se llamaba en Minecraft. El único quetenía las manos libres en la aldea era el Constructor, peroen este servidor no tenía aldea, era un PNJ más.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la mesa detrabajo, los brazos se le separaron solos de repente yempezó a construir en un torbellino de ímpetu y creati-vidad. Mientras construía, Gameknight asestó un golpeseco a la mesa de trabajo con el pico. Se rompió en peda-zos y las astillas salieron volando en todas direcciones,pero las manos del Constructor quedaron libres. Habíanaprendido aquel truco en el servidor anterior: si rompías

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la mesa de trabajo mientras el PNJ estaba construyendo,los brazos se quedaban separados y podían hacer cual-quier cosa, como empuñar una espada. Aquel secretoayudó a Gameknight y al Constructor a derrotar a losmonstruos del otro servidor, y seguro que en este tam-bién les sería muy útil.

—Rápido, dame la madera —dijo el Constructor.Gameknight le pasó un trozo de madera y volvió a

mirar a lo alto de la colina. Sentía que las arañas estabancada vez más cerca. Empezó a notar un picor en la piel yvolvió a visualizar en su mente las garras introduciéndo-se en su piel.

«Tengo que salir de aquí —pensó—. Tengo que irme.»—Voy a hacer una espada —dijo el Constructor—. En

un minuto estará lista, y luego puedo…El Constructor se detuvo al ver cómo su compañero

volvía a subir la colina corriendo.—Gameknight, ¿adónde vas? ¿Vas a encontrrarte de

cara a las arañ…?El Constructor se paró a mitad de la frase cuando el

Usuario-no-usuario lo miró por encima del hombro conel miedo y el pánico pintados en la cara. Los recuerdosde todas aquellas arañas atacándolo en el último servi-dor con sus garras negras y curvas y sus colmillos des-lumbrantes acercándose a su piel… Era como si estuvie-ra pasando otra vez. Y ahora había dos más para empeo-rar la situación.

«Tengo que salir de aquí… Ya vienen… Ya vienen…»Gameknight corrió hasta lo alto de la colina y se detu-

vo. Veía a las arañas dirigiéndose rápidamente hacia ellos,a unos veinte bloques de distancia. Giró hacia la izquier-da y se alejó de los monstruos mortíferos. Quería mirara su amigo, pero la vergüenza y la culpa lo obligaban amantener la vista al frente.

«Estoy tan asustado… No le seré de ninguna ayuda.

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Solo seré un obstáculo para él y seguro que lo empeorotodo.» Las palabras sonaban vacías en la mente y en elcorazón de Gameknight, pero siguió corriendo.

Mientras esprintaba, oía los chasquidos mortales trasél. Giró la cabeza y vio cómo las dos arañas le perseguían,pisándole los talones. Estaban tan solo diez bloquesdetrás de él. Veía sus ocho ojos furibundos y brillantes.

El miedo le recorrió las venas como un relámpago,alcanzando todos y cada uno de sus nervios.

«Me persiguen las dos… ¡Ay! —pensó—. Al menos elConstructor está a salvo… espero.»

Miró por encima del hombro de nuevo y vio cómoapretaban las fauces afiladas pensando en el manjar queles aguardaba… él. Se dio cuenta de que pronto tendríaque enfrentarse a ellas, y la idea lo hizo estremecerse demiedo.

Esprintó todo lo deprisa que pudo y volvió a miraratrás. Vio que las arañas corrían en paralelo. Si se girabapara pelear, tendría que luchar contra las dos a la vez. Nosobreviviría. Así que giró bruscamente a la izquierda, loque permitió a las arañas acortar la distancia pero a la vezlas obligó a perseguirlo en fila india, una detrás de laotra. Entonces dio media vuelta y desenvainó su espadacon un movimiento continuo, la sostuvo en alto ante él yesperó a que la primera araña lo alcanzara.

Cuando estaba frente a él, se detuvo y dejó que elimpulso llevase a la araña casi hasta donde estaba. Leasestó un golpe con su espada de madera. Dos golpesrápidos recorrieron la hoja de la espada y la araña parpa-deó en rojo. Gameknight retrocedió y esquivó una garracurva y negra que pasó silbando junto a su oreja… Habíaestado cerca. Blandió la espada de nuevo y golpeó a laaraña en una de las patas delanteras y luego en la cabe-za. La criatura volvió a parpadear en rojo, pero aquellavez saltó y lo atacó. El dolor se extendió por el costado de

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Gameknight cuando la garra de la araña se introdujo ensu carne. Se tocó con la mano que tenía libre, pero nohabía sangre, solo un desgarro en su camiseta. Así eranlas cosas en Minecraft: no había sangre ni vísceras, soloperdías Puntos de Salud (PS).

Agitó la cabeza para ahuyentar el dolor y siguió retro-cediendo mientras golpeaba a la araña cada vez que teníaocasión. La criatura le propinó más golpes… más fogona-zos de dolor… más PS perdidos.

Estaba perdiendo la batalla.La araña embistió de nuevo. Aquella vez, Gameknight

dio un salto y el ataque resultó fallido. Aterrizó sobre elmonstruo y le clavó la espada, matándolo mientrasla otra araña lo atacaba por detrás y lo golpeaba en laespalda. La primera criatura desapareció con un «pop»,dejando tras ella un trozo de tela de araña y tres esferasbrillantes de Puntos de Experiencia (PE). Las bolas dePE se añadieron a su inventario mientras Gameknightse giraba para enfrentarse a su segundo rival. Sabía queno tenía PE suficientes para luchar contra aquella araña,pero si iba a morir, prefería hacerlo luchando que ser uncobarde.

—Vamos, bestia de ocho patas… ¿Quieres bailar?¡Ven a por lo tuyo! —gritó.

Justo cuando la criatura estaba a punto de atacar, ungrito de guerra rompió el aire.

—¡¡¡Por Minecraft!!!Era el Constructor.La araña parpadeó en rojo una y otra vez mientras el

Constructor la golpeaba desde atrás. La criatura se girópara enfrentarse al diminuto PNJ, pero entoncesGameknight avanzó y la atacó, asestándole un golpedecisivo tras otro. El monstruo volvió a girarse para ata-car al Usuario-no-usuario. El Constructor la atacó enton-ces, y luego Gameknight, y luego el Constructor de

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nuevo, hasta que se quedó sin PE y la criatura peludadesapareció dejando tras ella más tela de araña y esferasbrillantes de PE.

—¡Lo has conseguido! —exclamó el Constructor—.Ha sido una gran idea atraerlas hasta aquí para que yopudiese terminar de construir mi espada. Has sido muyvaliente.

«Valiente... Valiente cobarde —pensó Gameknight—.No soy más que un cobarde, una sombra de lo que fui…No soy nada. Cree que soy un héroe, pero no es así.¿Cómo voy a salvar este servidor, ni mucho menosMinecraft, si no soy capaz ni de enfrentarme a dos ara-ñas? Soy patético.»

El joven PNJ le dio una palmada en el hombro y ledirigió una mirada llena de respeto.

—¡¡¡El Usuario-no-usuario está aquí!!! —gritó elConstructor tan fuerte como pudo—. ¡¿Lo habéis oído,monstruos?!

Las palabras del PNJ flotaron por el paisaje, cuyas coli-nas las dejaban desplazarse, hasta que volvieron en formade eco por su derecha.

—¿Has oído eso? —preguntó el Constructor—. Eco.¿Qué lo habrá provocado?

—Vamos a ver.El dúo corrió hasta lo alto de la siguiente colina para

buscar el origen del eco y observaron con alegría suhallazgo. Era su salvación: una aldea. Lo que llevabanbuscando sin cesar durante semanas. Pero aquella aldeaera un lugar muerto. Miraras a donde mirases, habíacasas arrasadas por las explosiones de los creepers ypuertas destrozadas por las garras de los zombis. Separecía a las otras tres que habían encontrado antes, unaaldea rota y vacía. El terreno estaba asolado de cráteresallá donde los creepers habían detonado y arrastradocon su muerte a todos los inocentes que hubiese cerca.

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Se veían flechas atravesadas en las pocas fachadas quequedaban en pie y en el suelo, como plantas que surgie-ran de semillas diminutas. Los esqueletos arqueros sehabían vengado de lo lindo de los habitantes. Nadiepodía haber sobrevivido a aquella matanza. El panora-ma era desolador, pero lo peor era el sonido, o más bienla ausencia de él. No se oía nada, solo el silencio másabsoluto. No había un alma en aquella aldea. El corazónde Gameknight se hundió, y el destello de emoción diopaso al pánico y al miedo.

—Ha empezado, estoy seguro… La guerra —dijosolemnemente.

El Constructor suspiró. —Eso parece —confirmó el joven PNJ.Empuñando la espada con fuerza en la mano pixelada,

Gameknight emprendió el camino hacia la aldea.

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Título original: Battle for the nether

BATTLE FOR THE NETHER © 2014 by Gameknight Pubishing, LLCLa batalla por el inframundo es una obra original de fanfiction de Minecraftque no está asociada con Minecraft o MojangAB. Es una obra no oficial y noestá autorizada ni ha estado aprobada por los creadores de Minecraft.La batalla por el inframundo es una obra de ficción. Los nombres, personajesy acontecimientos son producto de la imaginación del autor o son utilizadoscomo ficticios. Cualquier parecido con hechos o personas reales, vivos o muertos, es una coincidencia.Minecraft ® es la marca oficial de MojangAB.Minecraft ® / TM & 2009-2013 Mojang/NotchTodas las características de Gameknight999 en la historia son completamenteinventadas y no representan al Gameknight999 real, que es lo contrario a supersonaje en el libro y es un individuo alucinante y comprensivo.Asesor técnico – Gameknight999

Primera edición en este formato: junio de 2015

© de la traducción: Elia Maqueda© de esta edición: Roca Editorial de Libros, S.L.Av. Marquès de l’Argentera 17, pral.08003 [email protected]

ISBN: 9788416306350

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