La Interseccion de Einstein

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Un libro bastante interesante que te llevara a lo mas profundo de la imaginacion

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  • LA INTERSECCIN DE EINSTEIN

    LA INTERSECCIN DE EINSTEINSamuel R. Delany

    Titulo original: The Einstein IntersectionTraduccin: Marcial Souto 1967 by Samuel R. Delany 1973 Ediciones Minotauro,Humberto I 545 - Buenos AiresEdicin electrnica de SadracBuenos Aires, Diciembre de 2001

    Para Don Wollheim, un hombre responsableen todos los sentidos y por lo que estn dentro,

    y a Jack Gaughan por lo que est afuera.

    Oscurece (tintura, tinte) todo este divertidonimal mundo nuestro.James Joyce / Finnegans Wake

    No quiero decir con esto que haya de darse el nombre de locura

    a todo desorden o error de los sentidos o de la mente.Erasmo de Rotterdam / Elogio de la locura

    Hay en mi machete un cilindro hueco, agujereado, desde la empuadura a la punta. Cuando soplo en la boquilla del mango, sale msica por la hoja. Cuando tapo todos los agujeros el sonido es triste, spero como algo spero que an puede llamarse suave. Cuando descubro todos los agujeros el sonido canta alrededor, y trae a los ojos destellos de sol en el agua, metal triturado. Hay veinte agujeros. Y desde que toco msica me han llamado tonto de muy diferentes modos; ms a veces que Lobey, mi nombre.Cmo soy?Feo y mostrando los dientes casi todo el tiempo. Nariz enorme y ojos grises y boca ancha apretados en una cara pequea y parda, apropiada para un zorro. Todo araado de pelos que son hilos de bronce. El pelo me lo corto casi de raz con el machete, cada dos meses. Vuelve a crecer rpido. Lo que es raro, pues ya cumpl veintitrs aos y an no me sali la barba. Tengo figura de bolo; los muslos, las pantorrillas y los pies de un hombre (gorila?) del doble de mi estatura (que es de aproximadamente uno ochenta),

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    y caderas proporcionadas. Hubo una erupcin de hermafroditas el ao en que nac, y eso es lo que me llamaron loa doctores. De algn modo tengo mis dudas.Como digo, soy feo. Mis pies tienen dedos casi tan largos como los dedos de las manos, y los mayores estn en semioposicin. Pero esperen; una vez le salv la vida a Pequeo Ion.Estbamos escalando la Cara de Berilio, resbalando en aquella roca vtrea cuando Pequeo Ion perdi pie y qued suspendido de una mano. Yo me sostena con las dos manos, pero estir un pie y tom a Pequeo Ion de la mueca y tir de l hasta que pudo pisar en algo.Aqu Lo Halcn se cruza de brazos sobre la camisa de cuero, mueve gravemente la cabeza, de modo que la barba le sube y le baja sobre el pescuezo nudoso, y dice: - Ante todo, qu hacais vosotros, jvenes Lo, en la Cara de Berilio? Es arriesgado, y ya saben que evitamos los riesgos. La natalidad est bajando, bajando todos los das. No podemos permitirnos que la juventud productiva se pierda en tonteras.Claro que la natalidad no est bajando. Son cosas de Lo Halcn. Lo que l quiere decir es que est bajando el nmero de normos totales. Pero hay muchos nacimientos. Lo Halcn es de la generacin en que el nmero de no-funcionales, idiotas, mongoloides y cretinos superaba bastante el cincuenta por ciento. (Ah, todava no nos habamos adaptado a vuestras imgenes.) Pero ahora se ven muchos ms funcionales que no-funcionales; no vale la pena preocuparse.De cualquier modo, no slo me muerdo vergonzosamente las uas de las manos sino tambin las uas de los pies.Y aqu recuerdo estar sentado a la entrada de la cueva-manantial, donde la corriente asoma en las sombras y se mete entre los rboles como una guadaa de luz, y una araa de sangre del tamao de mi puo se asolea en la roca a mi lado; le late el vientre, entrando y saliendo, en los costados del cuerpo; arriba se rozan las hojas. Entonces pasa por all La Carol con un saco de fruta al hombro y el nio bajo el brazo (una vez discutimos si era mo o no. Un da tuvo mis ojos, mi nariz, mis orejas. Al da siguiente: - No ves que es hijo de Lo Fcil? Mira qu fuerte es! - Luego los dos nos enamoramos de otras personas y ahora somos de nuevo amigos) y La Carol tuerce la cara y dice: - Lo Lobey, qu haces?- Me muerdo las uas de los pies. Qu te parece?- Oh. - La Carol menea la cabeza y cruza el bosque, hacia la aldea.Pero en este momento prefiero estar sentado eh la superficie de piedra, dormir, pensar, morderme las uas o afilar el machete. Es mi derecho, dice La Dira.Hasta hace muy poco, Lo Pequeo Jon, Lo Fcil y Lo yo trabajbamos juntos como pastores de cabras (y eso es lo que hacamos en la Cara de Berilio: buscbamos pasto). Qu tro. Pequeo Jon, aunque un ao mayor que yo, parecer hasta la muerte un menudo adolescente negro, de piel lisa como vidrio volcnico. Transpira por las palmas de las manos, las plantas de los pies y la lengua (no tiene verdaderas glndulas

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    sudorparas: se orina como un diabtico el primer da de invierno, o como un perro muy nervioso). El cabello es una red de plata; no blanca: de plata. El pigmento es metal puro; la piel negra proviene de una protena formada alrededor del xido. Ninguna relacin con ese pardo herrumbroso de melanina que nos broncea a ti y a m. Lo Pequeo Jon, bastante simpln, canta, y corre y salta entre las rocas y las cabras, y le relucen la cabeza, la ingle y las axilas; luego se detiene para levantar una pierna (s, como un perro nervioso) contra el tronco de un rbol, y los ojos negros miran desconcertados alrededor. Cuando sonre, esos ojos arrojan tanta luz, en una frecuencia distinta, como la resplandeciente cabeza. Tiene garras tambin. Garras crneas, duras, afiladas, en el sitio donde yo tengo protuberancias. No conviene enfurecerlo.Fcil, en cambio, es grande (casi dos cuarenta de estatura), peludo (un vello castao oscuro se le encrespa en los lomos, se le ensortija en el vientre), fuerte (esos ciento cincuenta y ocho kilos son como roca mellada, apretada dentro del pellejo: los msculos tienen aristas) y manso. Una vez me enoj con l cuando una de las cabras frtiles cay por una chimenea de roca.Vi lo que iba a ocurrir. El animal era la cabra grande y ciega que desde haca ocho aos nos daba trillizos perfectamente normales. Yo me apoyaba en un pie y arrojaba piedras y palos con los otros tres miembros. Slo con una pedrada a la cabeza se puede atraer la atencin de Fcil; estaba mucho ms cerca que yo.- Mira, maldito no-funcional, Lo mongoloide! La cabra se cae... - Y en ese momento la cabra se cay.Fcil dej de mirarme con aquella cara de por-qu-me-tiras-piedras, vio la cabra que araaba el borde del agujero, se lanz hacia adelante, no la alcanz, y se oyeron los balidos de los dos. Me puse todo detrs de la piedra que le dio en la cadera y casi grit. Fcil grit.Se encogi al borde de la chimenea y las lgrimas le humedecieron el pelo de las mejillas. La cabra se haba roto el pescuezo en el fondo de la chimenea. Fcil levant la vista y dijo: - No me lastimes ms, Lobey. Eso - se restreg los ojos azules con los nudillos y seal hacia abajo - ya lastima bastante.Qu puede uno hacer con un Lo as? Fcil tambin tiene garras. No las usa ms que para trepar a las palmeras gigantes y arrancar mangos para los nios.Sin embargo, en general trabajbamos bien con las cabras. Una vez Pequeo Jon salt desde la rama de un roble al lomo de un len y le destroz la garganta antes que el len alcanzase el rebao (y se levant, se sacudi, dej all al animal, se escondi detrs de una roca mirando por encima del hombro). Y el manso Fcil, armado de un palo, le aplast la cabeza a un oso negro. Y yo tengo el machete, soy totalmente ambidextro, zurdo de pie, diestro de mano, o viceversa. S, trabajbamos bien. Pero eso se acab.Lo que ocurri fue Friza.

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    Friza o La Friza fue siempre motivo de discusin entre los mdicos ms viejos del pueblo y los mayores que han de decidir los ttulos. Friza pareca normal: delgada, morena, de boca carnosa, nariz ancha, ojos de color bronce. Creo que naci con seis dedos en una mano, pero el dedo de ms era no-funcional y un mdico viajante se lo amput oportunamente. El pelo era apretado, elstico, y negro. Lo llevaba corto; aunque una vez encontr un cordn rojo y se lo trenz. Ese da se puso brazaletes y abalorios de cobre, cintas y cintas. Era hermosa.Y muda. Cuando era beb la pusieron en la kaula con los otros no-funcionales, pues no se mova. No La. Luego un guardin descubri que no se mova porque ya saba moverse: gil como la sombra de una ardilla. La sacaron de la kaula. Le devolvieron el La. Pero nunca habl. As que a la edad de ocho aos le sacaron de nuevo el La. No podan decidirse a ponerla en la kaula. Era funcional: teja cestas, araba, cazaba bien con las boleadoras. Las gentes discutieron.Lo Halcn opin: - En mis tiempos La y Lo se reservaban para los normales perfectos. Hemos sido dbiles, concediendo ese ttulo de pureza a cualquier funcional que haya tenido la desgracia de nacer en estos tiempos confusos.A lo que La Dira contest: - Los tiempos cambian, y durante treinta aos el precedente tcito ha sido siempre el mismo: conferir La o Lo a cualquier criatura funcional que nace en el nuevo hogar. El problema es hasta dnde extender la definicin de funcionalidad. Es la comunicacin verbal la habilidad sine qua non? La nia parece inteligente, y aprende rpido y bien. Yo propongo La Friza.La nia jugaba con unos guijarros blancos sentada junto al fuego mientras los otros discutan.- El comienzo del fin, el comienzo del fin - murmur Lo Halcn -. Algo hay que conservar.- El fin del comienzo - suspir La Dira -. Todo tiene que cambiar.As haban hablado siempre desde que yo tena memoria.Una vez, antes que yo naciera, cuentan que Lo Halcn se aburri de la vida de la aldea y se fue. Llegaron rumores: Lo Halcn haba ido a una luna de Jpiter a desentraar un metal que zigzagueaba en vetas azules. Ms tarde: haba dejado el satlite joviano yndose a navegar el mar humeante de un mundo de tres soles, que arrojaban las sombras de Lo Halcn sobre la cubierta desnuda de un barco ms grande que toda nuestra aldea. Luego: lo haban visto abrindose paso a travs de una sustancia que se derreta transformndose en vapores venenosos, en un sitio tan remoto que en aquellas noches perpetuas no haba ninguna estrella. Cuando haban pasado siete aos desde la partida de Lo Halcn, La Dira decidi de algn modo que el tiempo se haba cumplido. Dej la aldea y regres una semana despus... con Lo Halcn. Dicen que Lo Halcn no haba cambiado mucho, as que nadie le pregunt dnde haba estado. Pero aquella serena disputa, que una a La Dira y a Lo Halcn con ms fuerza que el amor,

    file:///F|/[Ebooks]/D/Delany,%20Samuel/Delany,%20Samuel%20-%20La%20interseccion%20de%20Einstein.htm (4 of 93)20/11/2003 20:35:45

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    haba comenzado entonces.- ...hay que conservar - Lo Halcn.- ...hay que cambiar - La Dira.Generalmente ceda Lo Halcn, pues La Dira era una mujer de amplias lecturas, culta, y tambin ingeniosa. Lo Halcn haba sido un buen cazador en los aos de juventud, y eventualmente un buen guerrero. Y tena la cordura suficiente para admitir en la prctica. a falta de palabras, que esa necesidad haba desaparecido. Pero esta vez Lo Halcn fue firme:- La comunicacin es vital si hemos de convertirnos alguna vez en seres humanos. Antes prefiero a un perro que viene de los montes y nos dice lo que quiere, imitando cuarenta o cincuenta de nuestras palabras, que un nio mudo. Oh, las batallas que ha visto mi juventud! Cuando rechazamos las araas gigantes, o cuando la oleada de hongos lleg desde la jungla, o cuando destruimos con cal y sal aquellas babosas de siete metros que brotaban del suelo. Ganamos esas batallas porque podamos hablar entre nosotros, gritar instrucciones, vociferar una advertencia, susurrar planes en la oscuridad crepuscular de la cueva manantial. S, preferira darle La o Lo a un perro parlante!Alguien hizo un comentario desagradable: - Bueno, a Friza no podras darle fcilmente un Le!Se oyeron una risitas. Pero los mayores saben ignorar muy bien este tipo de irreverencia. Adems, nadie le hace caso a un Le. De cualquier modo, el asunto nunca se arregl. Cuando iba a ponerse la luna alguien habl de un aplazamiento y la gente se dispers. Todos se incorporaron crujiendo y gimiendo. Friza, morena y hermosa, jugaba an con los guijarros.Friza-beb no se mova porque ya saba cmo hacerlo. Mirndola a la luz del fuego (yo mismo slo tena ocho aos) llegu a entender por qu no hablaba: Friza levant una piedra y la arroj, malignamente, a la cabeza del hombre que haba hecho la observacin sobre el Le. A los ocho aos, Friza era ya una sensitiva. El guijarro no dio en el blanco, y slo yo vi. Pero tambin vi el gruido que torci la cara de Friza, el esfuerzo de los hombros, el modo como apret los dedos de los pies - tena las piernas cruzadas - cuando arroj la piedra. Los puos estaban cerrados sobre el regazo. No us ni las manos ni los pies. La piedra sali del polvo, atraves el aire, err el blanco, y se perdi golpeando las hojas. Pero yo vi: Friza tir la piedra. Todas las noches durante una semana he ido a contemplar los clamos aromticos del muelle; los palacios se amontonan a la izquierda, y la luz frgil del clido otoo se quiebra en las aguas del puerto. LIDE contina, de modo extrao. Esta noche, cuando volv al trapezoide de la Piazza, la niebla ocultaba los extremos de las astas rojas. Me sent al pie de la ms prxima a la torre y escrib a propsito de las necesidades de

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    Lobey. Luego dej el dorado y el ail carcomidos de la Baslica y anduve por apartadas callejuelas de la ciudad hasta bastante despus de medianoche. Una vez me detuve en un puente a mirar las aguas de un pequeo canal que pasaba entre muros apretados, bajo las luces y las tendederas. O de pronto unos chillidos y me volv: media docena de gatos pasaron como rayos junto a mis pies persiguiendo a una rala parda. Sent que un escalofro me suba y bajaba por el cuerpo. Volv a mirar el agua: seis flores asomaron flotando por debajo del puente, arrastrndose sobre la superficie de aceite. Las mir hasta que una lancha automvil que tosa en un canal cercano estremeci las aguas; las rosas golpearon blandamente los muros. Camin por los puentecitos hasta el Gran Canal y all tom el vaporetto de regreso a Ferovia. Cuando flotbamos bajo el negro arco de madera del Ponti Accademia, se levant viento; yo trataba de comparar las flores, los gatos, y la aventura de Lobey: hay una semejanza, pero todava no s exactamente en qu consiste. Orin cabalgaba en las aguas. Las luces de la orilla temblaban en el canal cuando pasamos bajo las piedras goteantes del Rialto.Diario del autor / Venecia, octubre de 1965

    En pocas lneas dejar establecido que Maldoror fue virtuoso en los primeros aos; virtuoso y feliz. Luego se dio cuenta de que haba nacido malvado. Fatalidad extraa!

    Isidore Ducasse (Conde de Lautramont)Los cantos de Maldoror

    Todo prlogo a por qu Fcil, Pequeo Jon y yo no somos ms pastores de cabras.Friza empez a ir con nosotros; morena y ambigua, corra y saltaba con Pequeo Jon en una doble danza, siguiendo el canto de Pequeo Jon y mi msica, en divertidos forcejeos con Fcil, y subiendo conmigo de la mano por el campo de zarzas; quin ha sabido alguna vez de la posibilidad de La-erse o de Lo-erse con alguien que cuida cabras con uno, re o hace el amor con uno. Todo lo que yo haca con Friza. Friza se volva hacia m desde una roca, asomando la cabeza entre las hojas estremecidas, y me miraba. O corra hacia m por las piedras; todo movimiento, suspendido y real, caba entre los pasos graciosos y la sombra de Friza en las rocas. Y ese movimiento se liberaba a s mismo cuando Friza estaba en mis brazos riendo: el nico sonido que ella emita, y que amaba en la boca.Friza me traa cosas hermosas. Y alejaba los peligros.Creo que lo haca como cuando haba arrojado la piedra. Un da not que no ocurra nada desagradable ni daino; no venan leones, ni cndores murcilagos. Las cabras no se dispersaban; los nios no se perdan y no se acercaban a los riscos.- Pequeo Jon, no hace falta que vengas hoy.- Est bien, Lobey, si te parece que no...- Vamos, qudate en casa - Y Fcil, Friza y yo salimos con las cabras.Las cosas hermosas eran por ejemplo aquella bandada de halcones albinos que

    file:///F|/[Ebooks]/D/Delany,%20Samuel/Delany,%20Samuel%20-%20La%20interseccion%20de%20Einstein.htm (6 of 93)20/11/2003 20:35:45

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    volaban sobre el prado, o la marmota madre que vino a mostrarnos las cras.- Fcil, somos muchos para este trabajo Por qu no te buscas alguna otra cosa?- Pero me gusta venir aqu, Lobey, - Friza y yo podemos cuidar el rebao.- Pero no me im...- Fuera de aqu, Fcil.Fcil dijo algo ms y yo alc una piedra con el pie y la sopes un rato. Fcil pareca azorado, y se alej pesadamente. Imagnense, hacerle una cosa as a Fcil.Friza y yo tenamos el campo y el rebao para nosotros solos. Todo estaba bien y era hermoso y haba flores detrs de las lomas cuando corramos. Las vboras venenosas se apartaban de nosotros en sinusoides escarlatas; nunca se enroscaban. Y, ah! yo haca msica.Algo mat a Friza.Friza se haba escondido en un bosquecillo de sauces perezosos - ms inclinados que los llorones - y yo buscaba y llamaba, sonriendo. Friza grit. Fue aquel el nico sonido que yo le o aparte de la risa. Las cabras se pusieron a balar.Encontr a Friza bajo el rbol con la cara en el polvo.Los balidos roncos de las cabras borraron el prado. La desesperacin no me dejaba hablar, me aturda, me confunda, me asombraba.Llev a Friza a la aldea. Recuerdo la cara de La Dira cuando llegu a la plaza cargando el cuerpo blando.- Lobey, qu... Cmo... Oh, no! Lobey, no!De modo que Fcil y Pequeo Jon volvieron a cuidar del rebao. Yo iba y me sentaba en la entrada de la cueva manantial afilaba el machete, me morda las uas, durmiendo solo y pensando solo en aquella superficie de roca. Y aqu es donde empezamos.Una vez vino Fcil a hablarme.- Eh, Lobey, ven a ayudarnos a cuidar las cabras. Los leones volvieron. No hay muchos todava, pero t no estaras de ms. - Fcil se agach, y todava me miraba desde treinta centmetros de altura, y mene la cabeza - Pobre Lobey. - Me pas los dedos peludos por la cabeza. - Te necesitamos. Nos necesitas. Aydanos a buscar a los dos nios desaparecidos!- Vete.- Pobre Lobey. - Pero Fcil se fue.Ms tarde vino Pequeo Jon. Anduvo dando vueltas por all durante un minuto, pensando en algo que decir. Cuando al fin lo pens, tuvo que ir detrs de un arbusto, se sinti avergonzado, y no volvi ms.Tambin vino Lo Halcn. - Ven a cazar, Lo Lobey. Han visto un toro a dos kilmetros al sur. Dicen que tiene cuernos tan largos como tus brazos.- Hoy me siento bastante no-funcional - dije, lo que no puede ser motivo de broma si se

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    habla con Lo Halcn. Se fue refunfuando. Yo en verdad no estaba de humor para soportar aquellas arcaicas costumbres de Lo Halcn.Sin embargo, cuando vino La Dira fue diferente. Como dije, La Dira es culta y erudita. Vino con un libro, se sent en la otra punta de la piedra, y me ignor toda una hora. Hasta que me enfurec.- Qu haces ah sentada? - pregunt.- Tal vez lo mismo que t.- Y qu es?La Dira pareca seria. - Por qu no me lo dices?Yo volv al cuchillo. - Afilo el machete.- Yo afilo la mente - dijo La Dira -. Tenemos que hacer algo y necesitamos los dos filos.- Eh?- Es ese un modo inarticulado de preguntar de qu se trata?- Eh? - volv a decir -. S. De qu se trata?- De matar lo que mat a Friza. - La Dira cerr el libro. - T ayudars?Me inclin hacia adelante, junt los pies y las manos, abr la boca, y La Dira se estremeci en ondas detrs de las lgrimas. Llor. Luego de todo aquel tiempo me sorprendi de veras. Apoy la frente en la roca y llor y llor.- Lo Lobey - dijo La Dira, como Lo Halcn, pero de un modo distinto. Luego me acarici el pelo, como Fcil. Slo que distinto. Cuando pude dominarme un poco sent la compasin y la turbacin de La Dira. Como la de Pequeo Jon, aunque distinta.Me acost de lado, con los pies y las manos apretados y juntos, sollozando, la cabeza contra el pecho. La Dira me frot un hombro, la abultada cadera, abrindome con dulzura y palabras:- Hablemos de mitologa, Lobey. O escucha. Hace tiempo que hablamos de la racionalidad del mundo. Lo irracional es en cambio todo un problema. Recuerdas la leyenda de los Beatles? Recuerdas que el Beatle Ringo dej a su amada aunque ella era tierna con l? Ringo, el nico Beatle que no cantaba, segn las primeras formas de la leyenda. Luego de la noche de un da difcil, l y el resto de los Beatles fueron despedazados por unas jvenes chillonas, y l y los otros Beatles volvieron finalmente juntos con el gran rock y el gran roll. - Puse la cabeza en la falda de La Dira. Ella sigui hablando: - Bueno, ese mito es una versin de otro, mucho ms antiguo, y que no es tan conocido. No hay ningn 45 ni 33 de la poca de esa historia. Slo unas pocas versiones escritas, y la lectura est interesando cada vez menos a los jvenes. En la historia ms vieja Ringo se llamaba Orfeo. A Orfeo tambin lo despedazaron unas jvenes que chillaban. Pero los detalles son distintos. Orfeo perdi a la amada - Eurdice en esa versin - y ella fue a parar directamente al gran rock y el gran roll, a donde tuvo que ir Orfeo a buscarla. Orfeo se fue cantando, porque en esa versin Orfeo

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    era el mejor de los cantantes, y no el mudo. En los mitos las cosas siempre se transforman en lo opuesto, cuando una versin reemplaza a otra.Yo dije: - Cmo pudo ir Orfeo al gran rock y al gran roll? Eso es todo muerte y todo vida.- Pues fue.- Y trajo de vuelta a la amada?- No.Apart los ojos del viejo rostro de La Dira y me volv sobre el regazo, hacia los rboles. - Entonces minti. No fue all realmente. Quiz se fue un tiempo al bosque y luego invent esa historia.- Tal vez - dijo La Dira.Alc otra vez los ojos. - Orfeo quera que ella volviese - dije -. Lo s. Quera que ella volviese. Pero si hubiese ido a un sitio donde haba una mnima posibilidad de encontrarla no hubiera regresado sin ella. Por eso s que minti. En lo de haber ido al gran rock y al gran roll, quiero decir.- Toda vida es ritmo - dijo La Dira mientras Yo me sentaba -. Toda muerte es ritmo en suspenso, una sncopa antes que se reanude la vida. - La Dira tom el machete. - Toca. - Me tendi el machete tomndolo por la hoja. - Toca. Msica.Me llev la hoja a la boca, gir sobre la espalda, me enrosqu alrededor del filo peligroso y brillante, y lam los sonidos. Yo no quera pero se me formaron en el hueco de la lengua, y el aliento los llev al machete.Bajo; bajo al principio; cerr los ojos, sintiendo cada nota en el cuadrngulo de los omplatos y en las palmas apoyadas en la roca. Las notas aparecan de acuerdo con un nico metro, mi respiracin, y por debajo los msculos excitados de los dedos de las manos y los pies se contraan ya preparndose para una dama ms rpida y ms ntima, la del tiempo del corazn. El himno del dolor asom sacudindose.- Lobey, cuando eras nio golpeabas la roca con los pies, en un ritmo, una danza. Golpea. Lobey!Dej que la meloda se acelerase; luego la sub una octava y la domin. Esto slo con los dedos.- Golpea, Lobey!Me puse de pie, balancendome, y bat la piedra con las plantas de los pies.- Golpea!Abr los ojos y alcanc a ver cmo se escabullan las araas de sangre. La msica rea. Latidos, latidos, gorjeos y trinos, y La Dira tambin rea, para que yo continuara tocando, encorvado hacia adelante, mientras senta que el sudor me corra en estremecimientos por la nuca, y yo alzaba la cabeza y el sudor me mojaba la espalda, y luego, inmvil de la cintura para arriba, yo mova furiosamente las caderas, siguiendo ritmos cruzados con los dedos de los pies y los talones, apuntando hacia arriba con la hoja del machete para traspasar el sol, mientras un nuevo sudor me corra por detrs de

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    las orejas rodando entre los pliegues del pescuezo.- Golpea, mi Lo Ringo; toca, mi Lo Orfeo - grit La Dira -. Oh, Lobey! - La Dira bata y bata palmas.Luego, cuando mi respiracin y las hojas y la corriente fueron el nico sonido, La Dira movi afirmativamente la cabeza, y sonri. - Ahora te has lamentado adecuadamente.Me mir el cuerpo. Me brillaba el pecho; el estmago se me arrugaba. alisaba, arrugaba. El polvo de las puntas de los pies era ahora barro tostado.- Bueno, ya casi ests preparado para hacer lo que es necesario hacer. Puedes irte de caza, a cuidar rebaos, a tocar msica. Pronto vendr Le Dorik a buscarte.Se me paralizaron todos los sonidos. Tambin la respiracin y el corazn; una sncopa antes que continuase el ritmo, supongo.- Le Dorik?- Vete. Divirtete antes de comenzar el viaje.Asustado, sacud la cabeza, me volv, escap de la boca de la cueva.Le...

    De pronto, la bestezuela errante se alej huyendo, y dej en mi regazo - oh horror - un monstruoso y deforme gusano de cabeza humana.

    Dnde est tu alma, que yo pueda cabalgarla!Aloysius Bertrand, El enano

    A Vivir! Somos la generacin de PEPSI!

    Anuncio de publicidad ...Dorik.Una hora ms tarde yo estaba agachado, escondido, junto a la kaula. Pero el guardin de la kaula, Le Dorik, no andaba por all. Una cosa blanca (recuerdo cuando la mujer, que era la madre de Fcil, se la arranc del tero poco antes de entrar en agona) haba trepado a la cerca electrificada, y all estaba ahora, babeando. Probablemente no tardara en morir. En algn sitio estall la risa de Griga; haba sido Lo Griga hasta los diecisis. Pero algo - nadie supo si era o no de origen gentico - le pudri el cerebro, y desde entonces la risa le sala a borbotones de los labios y encas. Perdi el Lo y lo pusieron en la kaula. Le Dorik estara adentro ahora, pens, repartiendo comida, ayudando con medicinas cuando las medicinas podan ayudar, matando cuando haba alguna persona ms all de toda medicina. Aquel sitio encerraba tanta tristeza y horror; costaba recordar que aquellos reclusos eran gente. No llevaban ttulo de pureza, pero eran gente. Hasta Lo Halcn, si oa un chiste sobre los enkaulados, se ofenda tanto como si se hubiesen referido a algn ciudadano con ttulo.

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    - No sabes lo que les hacan cuando yo era nio, joven Lo. Nunca viste cmo los arrastraban desde la jungla cuando unos pocos lograban sobrevivir. T no viste el comportamiento brbaro de los normales: el miedo les haba triturado la razn, y los haba vuelto sanguinarios. A muchas personas que hoy llamamos Lo y La no las habran dejado vivir si hubiesen nacido hace cincuenta aos. Algrate de ser hijo de tiempos ms civilizados.S. eran gente. Pero yo me haba preguntado muchas veces cmo sera cuidar a aquella gente... Y Le Dorik?Volv la aldea.Lo Halcn, que estaba cambiando la cuerda de una ballesta, alz los ojos. Haba apilado los cartuchos en el suelo, delante de la puerta, y examinaba las cpsulas. - Cmo ests, Lobey?Levant un cartucho con el pie, lo di vuelta. - Todava no cazaron ese toro?- No.Toqu el disparador con la punta del machete. Estaba bien. - Vamos - dije.- Antes examina el resto.Mientras yo examinaba los cartuchos, Lo Halcn termin de poner la cuerda, entr en la casa y trajo otra ballesta para m; luego bajamos al ro. El cieno manchaba el agua de amarillo. La corriente estaba crecida y pasaba rpidamente, peinando los helechos y hierbas altas de las orillas. Caminamos por la ribera unos tres kilmetros.- Qu mat a Friza? - pregunt al fin.Lo Halcn se agach para examinar un tronco araado: marcas de colmillos. - T estabas all. T viste. La Dira supone, nada ms.Nos apartamos del ro. Las zarzas araaban las polainas de Lo Halcn. Yo no necesito polainas. Tengo la piel dura y tirante. Fcil y Pequeo Jon tampoco necesitan polainas.- No vi nada - dije -. Qu supone La Dira?Un halcn albino sali de un rbol y se alej dando vueltas. Friza tampoco necesitaba polainas.- A Friza la mat algo que era no-funcional, algo que ella tena y que era no-funcional.- Friza era funcional - dije -. De veras!- Habla ms bajo, muchacho.- Los animales no se separaban - dije ms suavemente -, y hacan todo lo que ella quera. Friza alejaba las cosas peligrosas y atraa las cosas buenas.- Tonteras - dijo Lo Halcn mientras pona un pie en el fango.- Sin ademanes ni palabras poda llevar a los animales donde ella quera, o donde yo quera.- Tonteras que te ha estado contando La Dira.- No. Yo lo vi. Poda mover a los animales como movi la piedra.

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    Lo Halcn empez a decir alguna otra cosa, y de pronto retrocedi. - Qu piedra?- La piedra que levant y tir.- Qu piedra, Lobey?Le cont la historia. - Y era funcional - conclu -. Guardaba bien el rebao, no es cierto? Ni siquiera necesitaba mi ayuda.- Pero no supo cuidarse a s misma - dijo Lo Halcn, echando de nuevo a caminar.Continuamos en silencio, atravesando la susurrante vegetacin mientras yo pensaba y pensaba. Entonces:- Yaaaaaa... - en tres tonos diferentes.Las hojas se apartaron, y los trillizos Bloi aparecieron atropellndose. Uno de ellos salt hacia m, y me encontr teniendo en los brazos a un pelirrojo histrico de diez aos de edad.- Eh, qu pasa? - dije.- Lo Halcn, Lobey! All...- Cuidado - agregu, esquivando un codo.- ...all! Pateaba y araaba las rocas... - Esto del trillizo que se me suba a la cadera.- All dnde? - pregunt Lo Halcn -. Qu pas?- All junto a la...- ...junto a la casa, cerca del sitio donde cay el techo de la cueva... apareci el toro y...- ...y era terriblemente grande y pis...- ...pis la casa vieja donde...- ...donde jugbamos...- Est bien - dije, y puse a Bloi-3 en el suelo -. Y todo eso dnde fue?Los trillizos se volvieron simultneamente y sealaron el bosque.Lo Halcn puso las manos en la ballesta. - Suficiente - dijo -. Muchachos, vuelvan a la aldea.- Dime. - Atrap a Bloi-2 por el hombro. - De qu tamao era?Unos parpadeos inarticulados.- No importa - dije -. Vyanse ya.Los trillizos se miraron, miraron a Lo Halcn, miraron el bosque, y se fueron.De tcito acuerdo dimos la espalda al ro y nos metimos por la abertura entre las hojas, de donde haban salido los nios. Cuando llegamos al claro, vimos en el sendero, delante de nosotros, una tabla con un borde destrozado. Pasamos por encima y nos metimos entre ramas de espinos.Y haba muchas otras tablas aplastadas y desparramadas por el suelo.Una seccin de los cimientos, de metro y medio de lado, haba sido hundida a golpes, y de las cuatro vigas slo una quedaba en pie.

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    En el patio se vean pedazos del techo de paja. Haca mucho tiempo, Carol haba plantado unas pocas flores ms en aquel jardn. Fue cuando quisimos apartarnos de todo lo que significaba la aldea y nos mudamos a aquella vieja casa de techo de paja que nos pareca tan agradable, que nos pareca tan... Carol la haba adornado con rosas aterciopeladas, de color naranja. Conocen esa clase de rosas?Me detuve junto a una huella: los ptalos y las hojas, aplastados en el barro, eran como un mandala oscuro. Mi pie caba fcilmente dentro de la huella. Un par de rboles haban sido arrancados de cuajo, y haban quebrado otros dos por encima de mi cabeza.Era fcil ver por dnde haba venido la bestia: arbustos, enredaderas y hojas hundidos en la tierra, y todo tendido alrededor.Lo Halcn sali al claro blandiendo descuidadamente la ballesta.- No ests tan tranquilo como parece, verdad? - dije. Mir otra vez alrededor las seales de la destruccin -. Tiene que ser enorme.Lo Halcn me ech una mirada de cuarzo y cartlago. - T ya cazaste conmigo.- Es cierto. No puede andar muy lejos si acaba de asustar a los nios - agregu.Halcn camin hacia el sitio donde todo estaba aplastado.Corr detrs.Diez pasos en la espesura y omos siete rboles que se quebraban en algn sitio: tres - una pausa -, luego cuatro ms.- Claro. Si es tan grande puede llegar muy lejos en poco tiempo - dije.Otros tres rboles.Luego un rugido:Un sonido nada musical con mucho de metlico. Ni rabia ni furia: slo ruido, que sala de unos pulmones ms grandes que fuelles de fundicin, un sonido largo, que retumb en el bosque mientras la brisa mova las hojas.Reanudamos la marcha, bajo el verde y el plateado, a travs de las cinagas peligrosas y fras.Y un paso, conteniendo el aliento, y otro paso.Entonces entre los rboles que haba a nuestra izquierda...Salt hacia nosotros, y el salto nos cubri de sombra y ramas y pedazos de hojas.Volviendo el anca con una pata delantera aqu y una pata trasera all, la bestia nos mir con un ojo inyectado de sangre, de piel de ostra, gruesa y parda alrededor. El globo del ojo deba de ser tan grande como mi cabeza.Las ventanas negras y hmedas de la nariz humeaban.Era una noble criatura.La bestia sacudi la cabeza, quebrando ramas, y se acerc golpeando el suelo con los puos - haba manos de dedos callosos y peludos, gruesos como mi brazo, en vez de pezuas delanteras -, mugi, se alz sobre las patas y salt a un lado.

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    Halcn dispar la ballesta. El dardo se clav como una aguja entre los huesos del flanco. La bestia escap aplastando ramas y hojas.Tropec con un rbol, me apart, y la corteza me mordi la espalda.- Vamos - grit Halcn, corriendo hacia el sitio por donde haba ido el toro de manos humanas.Y yo segu a aquel viejo loco, corriendo detrs de la bestia. Trepamos por la grieta de la roca (no estaba agrietada cuando yo llegu all caminando entre los rboles... una tarde de brisas y de manchas de sol, y la mano de Friza en mi mano, en mi hombro, en mi mejilla). Salt a una extensin de ladrillo musgoso que pavimentaba el bosque ac y all. Corrimos y...Algunas cosas son tan pequeas que uno no las nota. Otras son tan grandes que uno se mete en ellas antes de saber qu son. Haba un agujero en la tierra y en la ladera de la montaa y casi camos dentro: la escabrosa entrada de una caverna de unos veinte metros de dimetro. Yo ni siquiera supe que estbamos all hasta que brot aquel sonido.El toro rugi de pronto en la abertura entre las rocas, los rboles y el ladrillo, y el rugido defini la forma de la abertura.Cuando el eco muri, nos arrastramos hasta el borde spero y miramos. All abajo, en la oscuridad, unos destellos de sol giraban y giraban. El toro se alz sobre las patas, moviendo los ojos, los puos peludos.Halcn se ech hacia atrs, aunque las garras araaban la pared de ladrillo a cinco metros por debajo de nosotros.- Este tnel no lleva a la cueva-manantial? - susurr. Ante alzo tan majestuoso, uno susurra.Lo Halcn asinti. - Dicen que algunos tneles tienen treinta metros de altura. Otros tres. Esta es una de las arterias ms grandes.- Puede salir de nuevo? - Pregunta estpida.Al otro lado de la abertura aparecieron la cabeza con cuernos, los hombros. La bestia haba subido por un declive. Ahora nos miraba, agazapado. Mugi una vez, mostrando una lengua roja y espumosa.Luego salt hacia nosotros, por encima de la boca de la cueva.No nos alcanz; retrocedimos corriendo. El toro se tom del borde con los dedos de una mano - vi terrones negros despedazados por esas uas - y un brazo. El brazo manote la tierra, buscando un punto de apoyo.O que Halcn gritaba detrs (yo corro ms rpido). Me volv y vi que aquella mano se alzaba sobre el cuerpo de Halcn!Halcn estaba todo encogido en el suelo. La mano dio otros pocos golpes (Bum!... Bum! Bum!) y luego el brazo y los dedos resbalaron, arrastrando un montn de piedras y arbustos y tres pequeos rboles, abajo, abajo, abajo.

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    Lo Halcn no estaba muerto. (Al da siguiente descubrieron que tena una costilla rota.) Se dobl lentamente sobre s mismo. Pens en un insecto lastimado. Pens en un nio enfermo, muy enfermo.Lo alc sostenindolo por los hombros cuando vi que recuperaba el aliento. - Halcn! Ests...?Halcn no poda orme a causa de los rugidos que salan de la cueva. Pero consigui ponerse de pie, parpadeando. La sangre le goteaba de la nariz. La bestia haba ahuecado la palma de la mano para golpear. Lo Halcn se haba arrojado al suelo, y por fortuna la mayora de las partes importantes del cuerpo, como la cabeza, haban sufrido ms los golpes del aire que los golpes fsicos.- Vmonos de aqu! - y comenc a arrastrar a Halcn hacia los rboles.Cuando llegamos all, Halcn sacudi la cabeza.- ...no, espera, Lobey - le o decir con voz ronca, entre un rugido y otro.Lo apoy contra un rbol y l me tom la mueca.- Vamos, Halcn! Puedes caminar? Tenemos que huir. Mira, te llevo...- No! - El aliento que le haban quitado le volvi entre estertores.- Oh, vamos, Halcn! La diversin es la diversin. Pero ests herido y esa bestia es mucho ms grande de lo que pensamos. Debe de haber mutado a causa de la radiacin en los bajos de la cueva.Lo Halcn volvi a tironearme del brazo. - Tenemos que quedarnos. Tenemos que matarlo.- Crees que puede salir, y hacer dao en la aldea? Hasta ahora no ha ido muy lejos.- Eso... - Halcn tosi. - Eso no tiene nada que ver. Soy un cazador, Lobey.- Pero escucha...- Y tengo que ensearte a cazar. - Trat de apartarse del tronco. - Aunque parece que tendrs que aprender solo esta leccin.- Eh?- La Dira dice que tienes que prepararte para el viaje.- Oh, por favor... - Mir de soslayo a Halcn: todas las arrugas y los aos y la confianza y el dolor en aquella cara. - Qu tengo que hacer?El rugido del toro retumb en las paredes abovedadas de la cueva - manantial.- Baja all; busca la bestia, y mtala.- No!- Es por Friza.- Cmo? - dije.Halcn se encogi de hombros. - La Dir sabe. Tienes que aprender a cazar, y a cazar bien. - Y lo dijo de nuevo.- Estoy dispuesto a probar que soy un hombre y esas cosas. Pero...- La razn es otra, Lobey.- Pero...

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    - Lobey. - La voz de Lo Halcn era dbil, aunque firme. - Soy ms viejo que t, y de esto s ms que t. Toma la espada y la ballesta y baja a la cueva, Lobey. Anda.Me sent y pens muchas cosas. Por ejemplo: el coraje es algo muy estpido. Y lo sorprendido que yo estaba de tenerle an tanto temor y tanto respeto a Lo Halcn, desde la infancia. Y tambin cuntas cosas mezquinas pueden acompaar al mpetu, la ocasin, la decisin: cosas como el miedo, el error, y el simple disgusto.La bestia rugi otra vez. Me acomod la ballesta al hombro y puse el mango del machete a mano, en la cadera.Si uno iba a hacer una estupidez - y todos hacemos estupideces -, que fuese por lo menos una estupidez desatinada y valiente.Le palme el hombro a Lo Halcn, y fui hacia la cueva.De este lado la grieta era abrupta y profunda. Camin alrededor del abismo, hasta el lado donde haba escalones naturales de races, tierra y mampostera, y descend.El sol daba en la pared de enfrente, brillando en el musgo. Dej de apoyarme en la roca hmeda y atraves un arroyuelo aceitoso, apagando el arco iris del agua con mi sombra. En algn sitio, dentro del tnel, unos cascos golpeaban la piedra.Ech a andar. Haba muchas hendeduras en el techo y ac y all el sol alumbraba el suelo, una rama que sostena unas hojas encrespadas, o el borde de un agujero que poda tener unos pocos centmetros de profundidad, o unos pocos metros, o llegar hasta los niveles inferiores de la cueva-manantial, a cientos de metros ms abajo.Llegu a una bifurcacin, tom hacia el pasaje abovedado de la izquierda, y a los tres metros tropec en la oscuridad y rod por unos escalones gastados, atravesando un charco (mi mano chapale en la oscuridad), aplastando hojas secas (rugieron con su propio rugido bajo mi peso), y aterric en el fondo de un pozo de luz, las rodillas y las palmas de las manos sobre la arena.Un estruendo.Mucho ms cerca: Un estruendo!De un salto me apart de la luz delatora. Un cicln de motas gir en la luz oblicua donde yo haba estado. Y las motas fueron aquietndose.Senta el estmago como una bolsa de agua que me resbalaba de un lado a otro sobre los intestinos. Caminar hacia aquel sonido - la bestia estaba tranquila ahora y esperando - no era ya cuestin de caminar en una direccin. Era sobre todo: levanta ese pie, inclnate hacia adelante, apyalo en el suelo. Bien. Ahora levanta el otro pie, inclnate hacia delante.De pronto, a unos cien metros, vi otra luz, colmada por algo muy grande. Luego la luz se vaci.Clac! Clac! Clac!Resoplidos.Y tres pasos lo haban llevado tan lejos.Luego muchos clacs!

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    Me tir contra la pared, metiendo la cara en tierra y races.Pero el ruido se alejaba.Tragu todas las cosas amargas que me haban venido a la garganta y segu a la bestia por aquellos corredores derruidos.El ruido vena de la derecha.Por lo tanto dobl hacia la derecha y descend por un tnel tan bajo que oa adelante los cuernos que raspaban el techo. Las piedras y los viejos lquenes caan en el lomo voluminoso y resbalaban al piso del tnel. El canal que corra junto a la pared haba cubierto la piedra con un limo fluorescente. El canal se transformaba ms abajo en un arroyo de luz espumosa y rpida.Una vez el toro debi de pasar sobre una plancha metlica, porque en media docena de pasos las patas hicieron saltar unas chispas amarillas, que lo iluminaron hasta la cintura.Iba slo a treinta metros delante de m.Otra vez chispas cuando dobl un recodo.Sent piedra bajo las plantas de los pies, y luego un metal liso y fro. Pas junto a unas hojas empujadas all por el viento. Las chispas de las pezuas haban alcanzado a las hojas, que ardan ahora y se retorcan como gusanos de fuego, brillando alrededor de mis pies. Y por momentos la oscuridad se llenaba de otoo.Llegu al recodo y empec a doblarlo.Mirndome de frente, la bestia mugi.La pata golpe a un metro de mi pie; estaba tan cerca que las chispas le iluminaron los ojos fros y hmedos; las narices pulidas.La mano se interpuso entre esos ojos y yo, cayendo. Me ech hacia atrs y rod sacando el machete.La palma - esta vez plana, Halcn - retumb en la plancha de metal donde yo haba estado antes. Luego cay otra vez hacia donde yo estaba ahora.Me haba tirado de espaldas en el suelo, y tena el machete al lado, con la empuadura clavada en la tierra y la punta hacia arriba. Muy pocas personas, o toros, pueden dar con la mano en un clavo de ese tamao y hundirlo en la carne hasta la empuadura. Afortunadamente.Me levant de un tirn y me sacudi de un lado a otro. Yo me asa a la empuadura con manos y pies y gritaba.La bestia tambin gritaba, embistiendo el techo, y caan muchas cosas. La hoja se desprendi al fin - la flauta mojada en sangre - y fui arrojado contra la pared y rod por el suelo.El hombro derecho de la bestia golpe la pared de la derecha. La bestia se tambale. El hombro izquierdo golpe la pared de la izquierda. Y la sombra que temblaba en el techo descascarado era enorme.La bestia se lanz sobre m, mientras yo me arrastraba de rodillas sobre un montn de piedras labradas, me echaba hacia atrs (haba un esguince en algn sitio, tambin) y

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    trataba de mirarlo.A mi lado, en la pared, haba una reja de casi un metro de alto, con barrotes oblicuos. Un desage quiz. Ca por all. Y fui a dar a un piso en pendiente, un metro y medio ms abajo.Sobre m la oscuridad era completa, y una mano tanteaba y tanteaba la oscuridad. Yo oa los araazos en la pared. Lanc un machetazo por encima de mi cabeza, y la hoja choc contra algo que se mova.Roaaaaaa...La roca amortigu el ruido. Pero de mi lado vino la respuesta del toro, que tiraba manotazos.Me zambull. La pendiente era cada vez ms pronunciada, y de pronto resbal un largo trecho, raspndome ms todava. Golpe contra unos caos. Qued all tendido, con los ojos cerrados. La punta de la ballesta me molestaba debajo del hombro, y el mango del machete estaba incrustado entre los barrotes y mi cadera. Los puntos doloridos del cuerpo se me entumecieron.Si uno se afloja con los ojos cerrados, los prpados se abren lentamente. Cuando al fin me afloj, la luz me inund los ojos de abajo arriba como leche vertida en tazones.Luz? Parpade.Una luz gris ms all de la reja, el color gris de la luz del sol que ha rebotado muchas veces. Aunque yo estaba por lo menos a dos niveles ms abajo, acurrucado a la entrada de otro desage.Entonces, en algn sitio, el rugido de un toro, todava reverberando en las piedras profundas.Me puse de pie, sostenindome en los barrotes. Tena un escozor en los codos, magulladuras en los hombros, y una herida en un muslo. Mir el cuarto de abajo.En otro tiempo haba un piso al pie de la reja, pero la mayor parte se haba desmoronado haca muchos y muchos aos. Ahora el cuarto tena el doble de alto y la reja estaba a no menos de cinco metros por encima del piso.Un cuarto era redondo, de unos setenta o quiz ochenta metros de dimetro. Las paredes de piedra labrada, o de roca desnuda, suban en un color iris hacia la luz distante. Muchas entradas abovedadas que llevaban a tneles oscuros.En el centro de la sala, una mquina.Mientras la miraba la mquina comenz a susurrar vidamente y unas hileras de luces brillaron trazando una figura, detenindose, trazando luego otra. Era una computadora de la antigedad (el tiempo en que poseas la Tierra, vosotros, fantasmas y recuerdos) una de las pocas que cloqueaban y parloteaban a lo largo de la cueva-manantial.Me las haban descrito, pero esta era la primera que yo vea.Lo que me haba despertado...(Yo haba dormido? Y yo haba soado. - Recordaba ahora, con esa imagen palpitante

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    pegada al fondo de los ojos - contigo, Friza?)...eran los gemidos de la bestia.La cabeza baja, el lomo erizado, y el agua del techo como joyas en la pelambre, el toro entr arrastrando los nudillos de una mano y apretando la otra - que yo le haba lastimado dos veces - contra el vientre.Y caminando en tres patas, un animal de cuatro (aunque tenga manos) renquea.La bestia anduvo por la sala parpadeando, y gimi otra vez; en seguida la voz dej de ser llanto y fue rabia. Resopl y call; luego mir alrededor y supo que yo estaba all.Y yo dese de veras no estar.Me agazap detrs de la reja y mir hacia atrs y hacia arriba y hacia abajo y no vi ninguna salida. Czalo, haba dicho Lo Halcn.El cazador puede ser una criatura bastante pattica.La bestia movi otra vez la cabeza, husmeando el aire, la mano herida crispada en el vientre.(La pieza tampoco es muy afortunada.)La computadora silb unas pocas notas de una de las viejas canciones, un estribillo de Carmen. La bestia-toro le ech una mirada a la mquina; no entenda.Y yo, cmo poda cazarla?Baj la ballesta y apunt por entre los barrotes. Si no le acertaba en el ojo nada pasara. Y la bestia no miraba en la direccin adecuada.Dej la ballesta y tom el machete. Me lo llev a la boca y sopl. La sangre burbuje en los agujeros. Luego la nota estall y corri por la sala.La bestia levant la cabeza y me mir.Tom la ballesta, apunt entre los barrotes, apret el gatillo...Bramando y sacudiendo los cuernos, el toro creci y creci y creci en la bveda de piedra. Ca de espaldas, mientras el rugido me cubra, y cerr los ojos para no ver: el ojo ensangrentado se derramaba alrededor de mi flecha. La bestia agarr los barrotes, y yo me encog del otro lado.Metal asegurado a piedra, piedra arrancada a piedra. Y en seguida la abertura fue mucho ms grande. La bestia lanz la reja retorcida hacia el otro extremo del cuarto, aplastndola contra el muro, soltando pedazos de piedra que rodaron por el suelo.Luego estir la mano y me tom de las piernas y la cintura, y cerrando el puo me alz en el aire sobre la cara que ruga (ciega y ensangrentada del lado izquierdo), y el cuarto se aboved all abajo y mi cabeza fue violentamente de un hombro a otro y trat de apuntar con la ballesta: una flecha dio en la roca junto a una pezua, muy lejos. Otra dio muy cerca de la que Halcn le haba clavado en el lomo. Esperando que apareciese una pared y me aplastase la cabeza, mis dedos tantearon y pusieron otra flecha en la mquina.En la mejilla izquierda del toro haba una lmina de sangre. Y de pronto hubo ms sangre. La flecha golpe y desapareci del todo en el pozo ciego de hueso y linfa. Vi

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    que se le nublaba el otro ojo, como si alguien le hubiese echado polvo de cal en el cristalino.La bestia me solt.No me arroj; me solt, simplemente. Me tom de la pelambre de la mueca, y se me escap de entre las manos, y resbal por el antebrazo hasta la curva del codo.Entonces el brazo comenz a caer. Lentamente me volv, patas arriba. El dorso de la mano dio contra el suelo, y las patas traseras golpetearon la piedra alrededor.La bestia buf, y yo me deslic de vuelta por el antebrazo hacia la mano, sujetndome del pelo con manos y pies. Rod fuera de la palma y me apart trastabillando.El muslo me lata donde algo se me haba torcido.Di un paso atrs y ya no pude dar otro.La bestia se inclin sobre m, sacudi la cabeza, salpicndome con el ojo destruido. Era magnfica, todava fuerte, aunque estaba agonizando. Y era enorme. Furioso, me tambale con l en mi furia, apretando los puos contra las caderas, la lengua paralizada.La bestia era admirable, hermosa, y an segua all, desafindome mientras se mora, burlndose de mis magulladuras. Maldita seas bestia ms enorme que...Un brazo se torci, luego una pata, y la bestia cay estrepitosamente hacia el otro lado.Algo retumb y rugi dentro de los puados de oscuridad que eran aquellas narices, pero en un tono ms bajo y ms bajo. Las costillas le subieron estirndole los costados, bajaron y volvieron a subir; tom la ballesta y coje hasta las lgrimas ensangrentadas que le corran por la boca; cargu una ltima flecha. La flecha sigui a las otras dos al cerebro del toro.Las manos de la bestia se alzaron un metro en el aire, luego cayeron (Bum! Bum!) y se aflojaron.Cuando la bestia dej de moverse, fui y me sent en la base de la computadora y me apoy contra el lado metlico. En algn sitio de adentro sonaban unos chasquidos dbiles.Me dola el cuerpo. Mucho.Respirar ya no era divertido. Y en algn momento, durante todo aquello, me haba mordido el interior de la mejilla. Cada vez que me pasa, siento tanta furia que me echara a llorar.Cerr los ojos.- Fue impresionante - sopl alguien a mi odo derecho -. Me encantara verte trabajar con la muleta. Ol! Ol! Primero la vernica, luego el pasodoble!Abr los ojos.- No es que no haya disfrutado de tu arte menos sofisticado.Volv la cabeza. Haba un pequeo altavoz junto a mi oreja izquierda. La computadora sigui hablando en un tono tranquilizador:- Claro que ustedes de sofisticados no tienen nada. Todos ustedes. Jvenes pero trs

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    charmant. Bueno, hasta aqu has luchado y vencido. Te gustara hacerme alguna pregunta?- S - dije. Luego respir un rato -. Cmo hago para salir de aqu?Haba muchas puertas en la pared, muchas posibilidades. - Bien, un problema. Djame ver. - Unas luces parpadearon sobre mi regazo, en el dorso de mis manos. Claro que si nos hubiramos conocido antes que entrases, yo habra podido soltar un trozo de cinta de computadora y t habra tomado un extremo y yo la habra desenrollado a medida que te abras paso hacia el corazn, a enfrentar tu destino. En cambio llegaste aqu y me encontraste esperando. Qu deseas, hroe?- Quiero volver a casa - dije.La computadora hizo ts-ts-ts.- Adems de eso.- De veras quieres saberlo?- Estoy asintiendo con movimientos de cabeza - dijo la mquina.- Quiero a Friza. Pero est muerta.- Quin era Friza?Pens. Trat de hablar. Me senta muy fatigado, y no me sali otra cosa que un estertor, que se oy quiz como un sollozo.- Oh. - Luego de un momento, gentil: - Sabes, te equivocaste de laberinto.- S? Entonces qu haces t aqu?- A m me pusieron aqu hace mucho tiempo, unas personas que nunca soaron que vendras. Yo perteneca a la seccin Felicidad Espiritual y Desrdenes en Reacciones de Asociacin. Y t has venido aqu a buscar en mis recuerdos la muchacha que perdiste.S, yo bien poda estar hablando solo. Estaba muy cansado.- Les gusta all arriba? - dijo FEDRA.- Dnde?- All en la superficie. Recuerdo cuando haba hombres. Ellos me hicieron. Luego se fueron todos, y nos dejaron solas aqu abajo. Y ahora vens vosotros, a tomar el lugar de aquellos. Tiene que ser bastante difcil caminar por las montaas y las junglas de los hombres, luchando contra las sombras mutadas de la fauna y de la flora, entre inmemoriales fantasas humanas.- Lo intentamos - dije.- Bsicamente no estn ustedes preparados - continu FEDRA -. Pero supongo que habrn de fatigar los viejos laberintos antes de entrar en los nuevos. No es fcil.- Si eso significa luchar contra esas cosas... - Seal con el mentn el cadver sobre la piedra. - No, no es fcil.- Bueno, ha sido divertido. Echo de menos las revueltas, las doncellas que saltaban sobre los cuernos y giraban en el aire cayendo en los lomos sudorosos, y de un brinco luego a la arena. La humanidad tena estilo, muchacho! Quiz llegues a tenerlo, pero

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    por ahora tu encanto es algo muy joven.- A dnde se fueron, FEDRA?- Supongo que a donde se fue tu Friza. - Detrs de mi cabeza, dentro del metal, haba msica. - Pero vosotros no sois humanos, y no apreciis las reglas humanas. No han de intentarlo. Desde hace unas pocas generaciones tratamos de seguir aqu abajo lo que hacen ustedes, y nos llegan respuestas a preguntas que antes nunca se nos hubieran ocurrido. Por otra parte, estamos aqu desde hace siglos esperando obtener lo que nos parece informacin bsica y elemental sobre las gentes como t: quines son, de dnde vienen y qu hacen. Se te ha ocurrido que puedes recuperarla?- A Friza? - Me incorpor. - Dnde? Cmo?Las palabras crpticas de La Dira me volvieron a la mente.- Te equivocaste de laberinto - repiti FEDRA -. Y yo no soy la muchacha adecuada para sealarte el laberinto adecuado. Ve y busca a Nio Muerte un tiempo, y quiz consigas acercarte y meter el pie en la puerta, o el dedo en el pastel, por as decirlo.Me inclin hacia adelante, de rodillas. - FEDRA, me desconciertas.- Lrgate - dijo FEDRA.- Hacia dnde?- Otra vez. No soy la muchacha adecuada. Ojal pudiera ayudarte. Pero no s. Tienes que irte. Cuando el sol desciende y la marea se retira, hay oscuridad aqu, y los fantoches y los fantasmas andan por ah gritando.Me incorpor y mir las diferentes puertas. Quiz un poco de lgica? La bestia-toro haba salido de la puerta de aquel lado. Fui y la cruc.Mi respiracin y el agua que caa en la piedra resonaban en la larga, larga oscuridad. Tropec en el primer escaln. Me levant y sub. Me golpe un hombro en el rellano, anduve unos pasos a tientas, y al fin descubr que haba desembocado en un pasaje mucho ms bajo que no pareca ir a ninguna parte.Tom el machete y sopl la sangre que quedaba. Ahora la msica iba conmigo por los recovecos del tnel, dejando notas sobre la piedra, como escamas de mica, que serviran hasta que viniese la luz.Me lastim el dedo gordo de un pie.Salt en el otro pie, maldije, luego ech a andar otra vez solo con aquellos sonidos solitarios y hermosos.- ...Lobey, eres... eres t?Unas voces jvenes salieron de atrs de unas piedras.- S! Claro que soy yo!Me volv hacia la pared y puse las manos contra la roca. - Volvimos...- ...para mirar y Lo Halcn...- ...nos dijo que bajsemos a la cueva a buscarte...

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    - ...porque pens que podas haberte perdido.Puse el machete otra vez en la funda. - Muy bien. Porque s me he perdido.- Dnde ests?- Aqu, del otro lado de esta... - Yo tanteaba otra vez las piedras, ahora sobre mi cabeza. Los dedos encontraron una abertura. La abertura tena casi un metro de dimetro. - Esperad!Trep hasta el borde y vi una luz tenue en el extremo de un tnel de poco ms de un metro de alto. Tena que arrastrarme porque no haba sitio para andar de pie.Cuando llegu al final saqu la cabeza, mir hacia abajo y vi las caras de los trillizos Bloi. Los trillizos estaban en una de las manchas de luz que entraban por el techo.Bloi-2 se refreg la nariz con el dorso de la mano y se sorbi los mocos.- Oh - dijo Bloi-1 -. Estabas ah.- Ms o menos.Salt junto a ellos.- Caramba! - dijo Bloi-3 -. Qu te pas?Yo estaba manchado de ojo de toro, araado, magullado, y cojeaba,- Vamos - dije -, por dnde se sale?Estbamos a unos pocos pasos de la enorme entrada de la cueva. Nos juntamos con Lo Halcn en la superficie.Lo Halcn (recuerden que tena una costilla rota y nadie lo iba a saber hasta el otro da) estaba de pie, con los brazos cruzados, apoyado en el tronco de un rbol. Alz las cejas hacindome la pregunta con que me haba esperado.- S - dije - Lo mat. Era enorme.Me senta un poco cansado.Lo Halcn ech a los nios que corrieron delante de nosotros hacia la aldea. Mientras avanzbamos entre las hierbas altas omos de pronto el ruido de tallos aplastados. Casi me dej caer al suelo.No era sino un jabal. Poda haberme rozado un codo con una oreja. Nada ms.Lo Halcn sonri y levant la ballesta.Vamos.No hablamos ms hasta que alcanzamos y matamos al jabal. La flecha de Lo Halcn lo aturdi, pero yo casi tuve que abrirlo de arriba abajo antes que l admitiese que estaba muerto. Luego del toro? Fcil. Ensangrentados hasta los hombros, volvimos por fin al pueblo, atravesando las espinas, la tarde calurosa.La cabeza del jabal pesaba veinticinco kilos. Lo Halcn se la haba echado a la espalda. Habamos cortado y atado los cuatro jamones y yo llevaba dos en cada hombro, lo que significaba otros ciento veinte kilos. Para cargar el jabal entero hubiramos necesitado tener a Fcil all. Casi habamos llegado al pueblo cuando Lo Halcn dijo:

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    - La Dira not ese asunto de Friza y los animales. Ha visto otras cosas en ti y en otros del pueblo.- Eh? En m? - dije -. Qu vio en m?- En ti, en Friza, y en Dorik, el guardin de la kaula.- Pero eso es ridculo...Yo caminaba detrs de Lo Halcn. Me le puse al lado. Halcn me ech una mirada por encima de la cabeza del jabal. - Todos vosotros nacisteis el mismo ao.- Pero somos todos... diferentes.Lo Halcn mir hacia adelante entornando los ojos. Luego se mir los pies. Luego mir el ro. A m no me mir.- Yo no puedo hacer eso de los animales o el guijarro.- Puedes hacer otras cosas. Le Dorik otras ms.Lo Halcn no me miraba. El sol descenda detrs de cimas de cobre. El ro era pardo. Halcn no hablaba. Las nubes corrieron por el cielo y volv a quedarme atrs, puse la carne en el suelo y me arrodill para lavarme en el agua barrosa.En la aldea le dije a Carol que si curaba los jamones poda quedarse con la mitad de mi parte. - Claro que s - me dijo, pero estaba entretenindose con un nido que haba encontrado -. En un minuto.- Y date prisa. Vamos!- Est bien. Est bien. A dnde vas tan rpido?- Mira, pulir para ti los colmillos o le har una punta de lanza al nio o lo que quieras, pero no te metas en mis cosas.- Bueno, yo... escucha, de todos modos el nio no es tuyo. Es...Pero yo ya disparaba hacia los rboles. Supongo que estaba an un poco trastornado. Las piernas se me dispararon en seguida.Estaba oscuro cuando llegu a la kaula. No haba ningn ruido en el otro lado de la cerca. En una ocasin algo choc contra los alambres, y gimi. Chispas y una sombra fugaz. No s de qu lado de la cerca. Nada se mova en la cabaa de Le Dorik. Dorik estaba quiz dentro de la kaula, trabajando en algn proyecto. A veces se apareaban all, y hasta daban a luz. A veces los hijos eran funcionales. Los trillizos Bloi haban nacido en la kaula. Tenan cuello corto, y brazos largos, pero ahora eran nios de diez aos giles e inteligentes. Y Bloi-2 y Bloi-3 son casi tan diestros como yo con los pies. A Lo Bloi-3 haba llegado a darle un par de lecciones de flauta, pero era un nio, y haba preferido ir a recoger fruta con los hermanos.Luego de una hora en la oscuridad, pensando en lo que entraba en la kaula, y en lo que sala de la kaula, regres al pueblo, me enrosqu en el pajar detrs de la fragua y me adormec escuchando el zumbido del motor.Al alba me desenrosqu, me frot los ojos quitndome la arena de la noche, y fui al

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    corral. Fcil y Pequeo Jon llegaron pocos minutos despus. - Necesitis ayuda con las cabras esta maana?Pequeo Jon apoy la lengua contra la mejilla. - Un segundo - dijo, y fue hasta el rincn.Fcil movi los pies, incmodo.Pequeo Jon volvi junto a m. - S - dijo -. Claro que necesitamos ayuda.Luego sonri. Y Fcil, al ver la sonrisa de Pequeo Jon, tambin sonri.Sorpresa! Sorpresa, bolita de miedo dentro de m! Sonren! Fcil alz el primer barrote de la puerta de madera y las cabras se adelantaron balando y pusieron los mentones sobre el segundo travesao. Sorpresa!- Claro - dijo Fcil -. Claro que te necesitamos. Me alegro de que hayas vuelto!Fcil me golpe el pescuezo y yo le tir un golpe a la cadera y le err. Pequeo Jon quit el otro travesao. y perseguimos las cabras a travs de la plaza, por el camino, y luego prado arriba. Igual que antes. No, igual no.Fcil fue quien primero lo dijo, cuando el calor ya asomaba bajo el fro del alba. - No es igual que antes, Lobey. Perdiste algo.Sacud las ramas bajas de un sauce y el roco me moj la cara y los hombros. - El apetito - dije -. Y tal vez un kilo.- No es el apetito - dijo Pequeo Jon, saliendo de un tronco talado y acercndose -. Es algo diferente.- Diferente? - repet -. Decidme, Fcil, Pequeo Jon, en qu soy diferente?- Eh? - dijo Pequeo Jon. Quiso llamarle la atencin a una cabra y le tir un palo. Le err. Recog una piedra pequea que tena debajo del pie. Le acert. La cabra me mir con ojos azules, se acerc torpe y pesadamente para ver por qu, se interes en alguna otra cosa a mitad de camino y trat de comrsela -. Tienes pies grandes - dijo Pequeo Jon.- No. No es eso - dije -. La Dira not en m algo diferente y que es importante; algo diferente como lo de... Friza.- Tocas msica - dijo Fcil.Mir la hoja perforada.- No - dije -. No lo creo. Podra ensearte a ti a tocar. Es otro modo de ser diferente. Me parece.En las ltimas horas de aquella tarde trajimos de vuelta las cabras. Fcil me invit a comer y yo llev un poco de jamn y atacamos las provisiones de fruta de Pequeo Jon.- Quieres cocinar?- No - dije.As que Fcil camin hasta la esquina de los hornos y grit a la plaza: - Eh! Quin quiere cocinar una cena para tres laboriosos caballeros capaces de proporcionar comida, entretenimiento y brillante conversacin? No, t ya me preparaste

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    una cena. No empujen, muchachas! T tampoco. Quin te ense a condimentar? Aj, te conozco, Liz Estricnina. Est bien. S, t. Ven aqu.Fcil volvi con una hermosa muchacha calva. Recordaba haberla visto por all, pero ella llevaba poco tiempo en la aldea; yo nunca le haba hablado y no saba como se llamaba. - Este es Pequeo Jon, Lobey, y yo soy Fcil. Otra vez, cmo te llamas?- Llmenme Nativia.No, nunca haba hablado con ella. Era una vergenza que esa situacin hubiese durado veintitrs aos. La voz no le sala a la muchacha de la laringe. No creo que tuviese laringe. El sonido comenzaba mucho ms abajo y era como un susurro en una caverna con campanas.- T puedes llamarme lo que quieras - dije -, todas las veces que quieras.Nativia se ri, y la risa son entre las campanas.- Dnde est la comida y busquemos un sitio para el fuego.Encontramos un crculo de rocas all abajo junto a la corriente. bamos a traer algo en qu cocinar de las casas, pero Nativia tena una cacerola grande; lo nico que tuvimos que pedir fue canela y sal.- Vamos - dijo Pequeo Jon cuando volvi de la orilla del agua -. Lobey, tienes que entretenernos. Conversemos.- No, mira...Entonces me dije ah, qu ms da; me acost boca arriba y toqu msica en el machete. A Nativia le gust, pues sigui sonrindome mientras trabajaba.- No tienes hijos? - dijo Fcil.Nativia engrasaba la cacerola con un trozo de grasa del jamn.- Uno en la kaula de Zarza Viva. Dos con un hombre en Ko.- Viajas mucho, no? - dijo Pequeo Jon.Toqu una tonada ms lenta que lleg muy lejos, y ella me sonri mientras echaba trozos de carne de la palma a la cacerola. La grasa bail en el metal caliente.- Viajo.La sonrisa y el viento y la burla en la voz de Nativia eran deliciosos.- Deberas de buscarte un hombre que tambin viaje - le sugiri Fcil. Fcil tiene consejos de tipo casero para todo el mundo. A veces me pone los nervios de punta.Nativia se encogi de hombros. - Lo hice una vez. Nunca nos ponamos de acuerdo; l quera ir en una direccin y yo en otra. El de la kaula es hijo de ese hombre. Se llamaba Lo ngel. Un hombre hermoso, nunca saba a donde ir. Y cuando se decida nunca era a donde quera ir yo. No... - Nativia movi los trozos tostados de carne en el fondo agrietado de la cacerola. - Me gustan los hombres buenos, estables, asentados, que estn todava all cuando yo vuelvo.Yo comenc a tocar un viejo himno: Bill Bailey por favor vuelve a casa. Lo haba

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    aprendido de un 45 cuando era nio. Nativia tambin lo conoca pues se ri mientras cortaba un durazno.- Eso soy yo - dijo -. Bill La Bailey. As me llamaba Lo ngel.Nativia distribuy la carne en un anillo, siguiendo el borde de la cacerola. Luego ech dentro las nueces y las verduras con un poco de agua salada, y la tapa golpe.- Hasta dnde viajaste? - dije, dejando el machete sobre mi estmago y estirndome. Arriba, detrs de las hojas de arce, el cielo tena una herida de crepsculo en el oeste, y lo ensombrecan el este y la noche -. Viajar pronto. Quiero saber a dnde se puede ir.Nativia empuj toda la fruta hacia un lado de la fronda. - Una vez fui hasta la Ciudad. Y hasta fui bajo tierra, a explorar la cueva-manantial.Fcil y Pequeo Jon se quedaron muy callados.- Viajaste bastante - dije -. La Dira dice que tengo que viajar porque soy diferente.Nativia asinti.- Por eso mismo viajaba Lo ngel - dijo, quitando otra tez la tapa. Un globo de vapor picante subi y se dispers. La boca se me hizo agua -. La mayora de los que andaban de un lado a otro eran diferentes. Lo ngel siempre deca que yo era tambin diferente, pero nunca me deca cmo.Empuj la verdura en un anillo contra la carne, y ech fruta cortada en el centro. Luego canela encima de todo. Un poco de especia vol sobre la llama que lama la cacerola, y estallaron unas chispas. Nativia tap la cacerola.- S - dije -. La Dira tampoco me lo quiere decir.Nativia pareca sorprendida.- Entonces no lo sabes?Sacud la cabeza.- Oh, pero puedes... - Nativia call. - La Dira es uno de los mayores del pueblo, no es cierto?- Es cierto.- Tal vez tenga alguna razn para no decrtelo. Habl un poco con ella el otro da; es una mujer muy sabia.- S - dije, rodando sobre un costado -. Vamos, si t lo sabes, dmelo.Nativia pareca confusa. - Bueno, cuntame t primero. Qu te dijo La Dira?- Dijo que tendra que salir de viaje, para matar lo que mat a Friza.- Friza?- Friza tambin era diferente. - Comenc a contarle la historia. Fcil eruct, se golpe el pecho con la mano y se quej de que tena hambre. Evidentemente no le gustaba el tema. Pequeo Jon tuvo que levantarse y cuando se alej entre los arbustos. Fcil fue detrs, gruendo: - Llmenme cuando terminen. De preparar la cena, quiero decir.Pero Nativia escuch atentamente y luego hizo alunas preguntas sobre la muerte de

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    Friza. Cuando le dije que yo tena que hacer un viaje con Le Dorik asinti moviendo la cabeza. - Bueno, ahora tiene mucho ms sentido.- S?Nativa volvi a asentir. - Eh, muchachos, la cena est... lista.- Entonces no puedes decirme...?Nativia sacudi la cabeza. - No entenderas. He viajado mucho ms que t. Ocurre que en los ltimos tiempos han muerto muchas personas diferentes. como muri Friza. Dos en Zarza Viva. Y o que el ao pasarlo haban muerto tres ms. Habr ave hacer algo. Y se podra comenzar aqu.Quit otra vez la tapa a la cacerola: ms vapor.Fcil y Pequeo Jon, que venan caminando por la orilla del ro, echaron a correr.- Elvis Presley! - jade Pequeo Jon -. Qu bien huele eso!Se agacho junto al fuego, babeando.Las adenoides de Fcil ronroneaban, como la voz de un gato.Yo quera hacer ms preguntas, pero tema molestar a Fcil y a Pequeo Jon: pens que no los haba tratado bien, y ellos eran muy amables conmigo, mientras no les hablase de Friza.Una fronda colmada de jamn, verduras y fruta condimentada, y dej de pensar en todo menos en lo que me faltaba en la barriga; y as supe que gran parte de mi melancola metafsica era hambre. Siempre lo es.Ms conversacin, ms comida, ms entretenimiento. Nos dormimos all mismo, junto a la corriente, tendidos sobre los helechos. Hacia la medianoche, cuando vino el fro, rodamos apilndonos unos sobre otros. Despert alrededor de una hora antes del alba.Saqu la cabeza de la axila de Fcil (y la cabeza calva de Nativia se movi inmediatamente ocupando el sitio) y me puse de pie en la oscuridad estrellada. La cabeza de Pequeo Jon brillaba a mis pies. Tambin mi machete. Pequeo Jon lo usaba como almohada. Tirone suavemente, quitndoselo de abajo de la mejilla. Pequeo Jon gru, se rasc, y se qued quieto. Ech a andar entre los rboles hacia la kaula.Una vez alc los ojos y mir las ramas, los alambres que iban de la casa del motor a la cerca. Los cables negros, o el ruido de la corriente, o los recuerdos, se apoderaron de m. A mitad de camino me puse a tocar. Alguien empez a silbar conmigo. Dej de tocar. El silbido sigui.

    Entonces dnde est? En una cancin?Jean Genet / Los biombos

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    Dios le dijo a Abraham: - Mtame un hijo. Abraham dijo: - Dios, t ests engandome!

    Bob Dylan / Nueva visita a la Ruta 61

    El amor es algo que muere, y se pudre y se transforma en tierra frtil para un nuevo amor...

    Por lo tanto no hay realmente muerte en el amor.Par Lagerkvist / El enano

    - Le Dorik? - dije -. Dorik?- Hola - dijo una voz en la oscuridad -. Lobey?- Lo Lobey - dije -. Dnde ests?- Aqu dentro de la kaula.- Oh. Qu es ese olor?- Blanco - dijo Dorik -. El hermano de Fcil. Muri. Estoy cavando una tumba. Recuerdas al hermano de Fcil...- Lo recuerdo - dije -. Lo vi ayer junto a la cerca. Pareca muy enfermo.- Esos nunca duran mucho. Ven, aydame a cavar.- La cerca...- Est apagada. Sube.- No me gusta entrar en la kaula - dije.- Cuando ramos nios no te importaba merodear por aqu. Vamos, tengo que mover esta piedra. Dame un pie.- Eso pasaba cuando ramos nios - dije -. Hacamos muchas cosas entonces que no hacemos ahora. Eso es trabajo tuvo. Cava t.- Friza vena aqu a ayudarme, y me contaba todo lo tuyo.- Friza vena... - Luego dije: - Contaba?- Bueno, algunos la entendamos.- S - dije -. Algunos la entendamos.Me tom de la malla de alambre cerca del poste pero no me trep.- En realidad - dijo Dorik - me entristeca que no vinieses nunca. Antes nos divertamos. Por suerte Friza no pensaba como t. Hacamos...- ...s, muchas cosas. S, Dorik, lo s. Mira, nadie se molest en decirme que no eras una muchacha hasta que tuve catorce aos, Dorik. Si te lastim, lo lamento.- Me lastimaste. Pero eso ya pas. Nadie lleg a decirle a Friza que yo no era un muchacho. De lo que me alegro bastante. Aunque no creo que ella lo hubiese tomado como t.- Vena mucho aqu?- Todo el tiempo que no estaba contigo.

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    Salt sobre el alambre, di media vuelta all arriba, y ca del otro lado. - Dnde est esa piedra maldita que quieres mover?- Aqu...- No me toques - dije -. Mustrame, nada ms.- Aqu - repiti Dorik en la oscuridad.Tom el borde de la piedra clavada oblicuamente en la tierra.Crujieron unas races y la tierra cay susurrando; mov la piedra en redondo y la saqu. - A propsito, cmo est la criatura?Tena que preguntrselo. Y por qu, Dorik, maldita sea, tu prxima palabra tuvo que ser la que me dola y esperaba no or?- Cul?Haba una pala junto al poste. La clav en la tumba. Maldita sea, Le Dorik.- La ma y de Friza - continu Dorik luego de un instante - quiz pueda presentarse al examen de los doctores dentro de un ao. Necesita un entrenamiento especial muy intenso, pero es bastante funcional. Probablemente no tendr nunca un La pero al menos no se quedar aqu.La pala reson contra otra piedra.- No es esa la criatura de quien yo hablaba.- No me preguntas por la que es solamente ma. - Haba dos o tres trozos de hielo en aquella frase. Dorik me los tir a propsito. - Me hablabas de la tuya y ma. - Como si no lo supieras, bastardo andrgino. - se se pasar aqu la vida entera, pero es feliz. Quieres ir a verlo...?- No. - Otras tres paladas de tierra. - Enterremos a Blanco y vaymonos de aqu.- A dnde?- La Dir dijo que t y yo tenamos que hacer juntos un viaje para destruir lo que mat a Friza.- Oh - dijo Dorik -. S. - Dorik fue junto a la cerca, se inclin. - Aydame.Levantamos el cadver hinchado y gomoso y lo llevamos al agujero. Rod por encima del borde y cay pesadamente.- Se supone que esperaras a que yo fuera a buscarte - dijo Dorik.- S. Pero no puedo esperar. Quiero ir ahora.- Si voy contigo tienes que esperar.- Por qu?- Mira, Lobey - dijo Dorik -, soy un guardin de kaula y tengo una kaula que guardar.- No me importa que el moho y la podredumbre destruyan todo lo que hay en la kaula. Quiero salir y seguir!- Tengo que entrenar a un nuevo guardin, examinar los mtodos de educacin, revisar los inventarios de provisiones, y las dietas especiales, y la proteccin de ltimo minuto en los refugios...- Maldita sea, Dorik! Vamos!

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    - Lobey, tengo aqu tres hijos. Uno es tuyo, otro pertenece a una muchacha que amaste. Y otro es mo totalmente. Dos de ellos, con mucho trabajo y cario y paciencia y tiempo, quiz salgan de aqu algn da.- Dos, eh? - El aliento se me perdi de pronto en el pecho, y sent que no me haca ningn bien. - Pero no el mo. Me voy.- Lobey!Me detuve, con una pierna a cada lado de la cerca.- Mira, Lobey, este es el verdadero mundo en que vives. De algo sali; hacia algo va; est cambiando. Pero hay verdades y hay errores, modos adecuados y modos inadecuados. Nunca lo aceptaste, ni siquiera cuando eras nio, pero mientras tanto no sers muy feliz.- Hablas de cuando yo tena catorce aos - dije.- Hablo de ti ahora. Friza me cont muchas...Salt de la cerca y ech a caminar entre los rboles.- Lobey!- Qu?Segu caminando.- Te he asustado.- No.- Quiero mostrarte...- Eres muy hbil mostrando cosas a la gente en la oscuridad, eh, Dorik? En eso est tu diferencia, eh? - grit por encima del hombro.Atraves la corriente y sub por las rocas, furioso como todos los Elvis. No fui hacia el prado; di la vuelta hacia los sitios ms abruptos, y corr arrancando hojas y golpeando ramitas en la oscuridad. Entonces o que alguien vena hacia m entre las sombras, silbando.

    Aqu no hay sino locos, y algunos de ellos conocen este mundo, y saben que quien trata de actuar como otros nunca hace nada, pues los hombres nunca tienen las

    mismas opiniones. Esos no saben que quien es llamado sabio de da no ser considerado loco de noche.

    Nicols Maquiavelo / Carta a Francesco Vittori

    La experiencia le revela en todos los objetos, en todos los acontecimientos, la presencia de algo ms.

    Jean-Paul Sartre / Saint Genet, Comediante y Mrtir Me detuve. El ruido de hojas secas bajo unos pies, de helechos en un hombro, se me acerc por detrs, se detuvo. El borde de las montaas era gris ahora.

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    - Lobey?- Cambiaste de idea?Un suspiro.- S.- Adelante, entonces. - Echamos a andar. - Por qu?- Ocurri algo.Dorik no dijo qu. No le pregunt.- Dorik - dije, un poco ms tarde -, siento hacia ti algo parecido al odio. Est tan cerca del odio como estaba cerca del amor lo que senta por Friza.- Ninguno de los dos est ahora tan cerca como para preocuparse. Vives demasiado en ti mismo, Lobey. Ojal crezcas.- Y t me vas a mostrar cmo? - dije -. En la oscuridad?- Te estoy mostrando.La maana, mientras caminbamos, gote bermelln. A la luz, los ojos se me volvieron asombrosamente pesados, piedras en la cabeza. - Trabajaste toda la noche - dije -. Yo mismo dorm unas pocas horas. Por qu no descansamos un rato?- Espera a que haya luz suficiente como para que sepas que estoy aqu.Lo que era una respuesta extraa. Dorik pareca ahora una silueta griscea a mi lado.Cuando hubo bastante rojo en el este, y el resto del cielo fue por lo menos azul, empec a buscar un sitio para dormir.Estaba agotado, y cada vez que me volva y miraba el sol el mundo nadaba en lgrimas de fatiga.- Aqu - dijo Dorik. Habamos llegado a un pequeo hueco en la roca, al pie del risco. Me tend all. Dorik tambin. Descansamos con el machete entre los dos. Recuerdo un momento de luz dorada a lo largo del brazo y en la espalda encorvados hacia m antes de dormirme.Toqu la mano que me tocaba la cara, y la sostuve hasta que abr los ojos, debajo. Los prpados se separaron con un chasquido. - Dorik...?Nativia me mir desde arriba.Mis dedos se entrelazaron con los dedos palmados de Nativia. Pareca asustada, y el aliento, que le sala de los labios dilatados, par mi aliento. - Fcil! - grit hacia la loma -. Pequeo Jon! Est aqu!Me incorpor. - A dnde fue Dorik...?Fcil apareci corriendo; detrs vena Pequeo Jon.- La Dira - dijo Fcil -. La Dira quiere verte... antes que te vayas. Ella y Lo Halcn tienen que hablar contigo.- Eh, alguno de ustedes vio por ah a Le Dorik? Qu raro que se haya ido...

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    Entonces asom aquella mueca en la cara de Pequeo Jon, agrietando las facciones en miniatura como fallas en una roca negra. - Le Dorik est muerto - dijo Pequeo Jon -; eso es lo que queran decirte.- Eh?- Antes de la salida del sol, dentro de la kaula - dijo Fcil -. Estaba tendido junto a la tumba de mi hermano Blanco. Recuerdas a mi hermano?- S, s - dije -. Ayud a cavar la tumba... Antes de la salida del sol? Es imposible. El sol haba salido cuando nos dormimos, aqu mismo. - En seguida dije: - Muerto?Pequeo Jon asinti con un movimiento de cabeza.- Como Friza. De la misma manera. Eso dijo La Dira.Me puse de pie, apretando fuerte el mango del machete.- Pero es imposible! Alguien que deca: Espera a que haya luz suficiente como para que sepas que estoy aqu. Le Dorik estaba conmigo a la salida del sol. Fue entonces cuando nos tendimos aqu a dormir.- Dormiste con Le Dorik despus de que Le Dorik muri? - dijo Nativia, sorprendida.Perplejo, volv a la aldea. La Dira y Lo Halcn se reunieron conmigo en la cueva-manantial. Conversamos un rato; vi que pensaban de veras en cosas que yo no entenda; en mi perplejidad.- Eres un buen cazador, Lo Lobey - dijo al fin Lo Halcn -, y aunque un poco abultado debajo de la cintura, un hermoso ejemplar humano. Tienes por delante muchos peligros; te he enseado mucho. Recurdalo cuando andes por el borde de la noche o por la orilla de la maana. - La muerte de Le Dorik, pareca, lo haba convencido de que haba algo de cierto en las suposiciones de La Dira, aunque yo no entenda ninguna de las partes del discurso, ni el puente que una esas partes. No me aclaraban nada. - Usa lo que te ense para llegar a donde vas - continu Lo Halcn -, para sobrevivir all, y para volver.- Eres diferente. - Eso fue lo que me dijo La Dira. - Has visto que ser diferente es peligroso. Tambin es importante. He tratado de instruirte con una visin del mundo capaz de abarcar tus actos futuros. Y el significado de esos actos. Has aprendido mucho, Lo Lobey. Usa tambin lo que yo te he enseado.Sin saber a dnde iba, di media vuelta y me alej tambaleando, trastornado todava por la noticia de que Dorik haba muerto antes del alba. Pareca que los trillizos Bloi estuvieron despiertos toda la noche, pescando cangrejos ciegos en la boca de la cueva-manantial. Regresaron cuando estaba todava oscuro, balanceando las linternas y bromeando mientras suban la pendiente... Dorik detrs del alambre, envuelto en una malla de sombra, en el crculo de luz de las linternas, boca abajo al borde de la tumba!Tuvo que ser unos instantes despus de haberme ido.Corr entre las zarzas, rumbo al medioda. En mi cabeza se iba aclarando un pensamiento; se aclaraba como las figuras del lecho de un arroyo cuando uno aparta las burbujas con la mano, un instante; si Le Dorik, muerto, haba caminado conmigo un

    file:///F|/[Ebooks]/D/Delany,%20Samuel/Delany,%20Samuel%20-%20La%20interseccion%20de%20Einstein.htm (33 of 93)20/11/2003 20:35:45

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    rato ( -Te estoy mostrando, Lobey ) atravesando la aurora y el monte, y se haba acurrucado en una roca bajo la luz nueva del sol, entonces Friza tambin poda viajar conmigo. Si yo encontrara lo que mataba a los nuestros que eran distintos, y por eso mismo reales ms all de la muerte...Ahora una cancin lenta con el machete para llorar a Dorik; y los golpes de mis pies en la tierra, caminando. Luego de varias horas de lamento, tena el cuerpo cubierto de sudor, como en una danza fnebre.Mientras el da se apoyaba en las montaas pas junto a las primeras flores rojas, de capullos del tamao de mi cara, como burbujas de sangre que anidaban entre espinas, o que descansaban en la piedra desnuda. No era bueno detenerse all. Carnvoras.Me sent en cuclillas en un bloque de granito, a la luz amarilla de la tarde. Un caracol del tamao de mi dedo ndice estir los cuernos hacia un charquito no ms grande que mi palma. Media hora ms tarde, bajando por la pared de un desfiladero, cuando el violeta ya haba desplazado al amarillo, vi una hendidura en la roca: otra abertura que llevaba a la cueva-manantial. Decid pasar all la noche, y me deslic por el agujero.Todava olor a seres humanos y muerte. Excelente. Los animales peligrosos evitan esas cosas. Entr apoyndome en pies y manos. La tierra blanda se transform en musgo, en cemento. Afuera, la noche, encaje snico de grillos y avispas que yo no poda imitar con el machete, era ya muy oscura.Pronto tropec con unos rieles metlicos, y los segu con las manos... atravesando un sitio donde haba cado tierra, otro donde haba ramas y hojas esparcidas, y luego una larga pendiente. Estaba a punto de detenerme, y apoyarme contra la pared de la cueva que era el sitio ms seco y dormir, cuando not que los rieles se bifurcaban.Me puse de pie.Lanc un chillido con el machete y lleg un eco prolongado de la derecha: un pasaje sin fin. Pero de la izquierda slo lleg una breve resonancia: algn tipo de habitacin. Fui hacia la izquierda. Mi cadera roz el quicio de una puerta.Entonces, de pronto, me encontr en una sala iluminada. Los circuitos sensorios eran todava sensibles. Paredes con rejas, mesa de vidrio azul. instalaciones elctricas de cobre, vitrinas. y una pantalla de televisin en la pared. Me acerqu guiando los ojos ante la nueva luz. Cuando todava funcionan es agradable mirar los colores: hacen figuras, y las figuras hacen msica en m. Varias personas que haban explorado la cueva-manantial me haban hablado ya de esos colores (una fogata nocturna y nios fantsticamente interesados, apretados codo con codo alrededor de la llama y el aventurero), y dos aos antes yo haba ido a ver el color en un brazo muy explorado de la cueva. Fue as como supe de la msica.La televisin en colores es sin duda algo ms divertido que ese mtodo gentico de reproduccin tan arriesgado, y que adoptamos como nuestro. Ah, qu mundo hermoso.Me sent a la mesa y prob las perillas hasta que una hizo clic. La pantalla se volvi gris, parpade, y se inund de colores.

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    Haba esttica. Busqu la perilla del volumen y baj la voz... As poda escuchar la msica en colores. Cuando me llevaba la hoja a los labios, algo ocurri.O una risa.Primero pens que era una meloda. Pero era una voz, una risa. Y en la pantalla, entre un catico parpadeo de luces, un rostro. No era la imagen de un rostro. Era como si yo estuviese mirando los puntos particulares de un tono meldico - un rostro - ignorando el resto. Hubiese distinguido aquellos rasgos en cualquier confusin de colores: la cara de Friza.La voz perteneca a algn otro.Friza se disolvi. Donde haba estado su cara apareci otra, la de Dorik. Otra vez aquella extraa risa. De pronto Friza estuvo en un lado de la pantalla, Dorik en el otro y en el centro un nio que se rea de m. La imagen del nio se aclar, llen la pantalla y yo dej de ver el resto del cuarto. Detrs del nio, calles arruinadas, vigas que asomaban entre restos de paredes, malezas: y todo de un verde vacilante, el sol blanco en un cielo reticulado. All atrs, en un poste de alumbrado, se haba posado una criatura de aletas y agallas blancas que se rascaba una pata roja en el xido. En la acera haba una toma de agua envuelta en luz y verdn.El nio pelirrojo - de pelo ms rojo que los Bloi, ms rojo que los capullos henchidos de sangre -. rea con ojos entornados. Tena pestaas doradas. El verde se le meta en la piel transparente, como una fosforescencia; pero yo saba que bajo luz normal sera tan plido como Blanco en el momento de morir.- Lobey - deca el nio riendo y mostrando unos dientes pequeos: demasiados dientes. Quiz como en la boca del tiburn que yo haba visto en el libro de La Dira, hilera sobre hilera de agujas de marfil -. Lobey, cmo vas a hacer para encontrarme?- Qu? - y esper que la ilusin se desvaneciese con mi voz.Pero en algn sitio aquel nio desnudo segua riendo, con un pie metido en un agua de hierbas ondulantes. Slo Friza y Dorik haban desaparecido.- Dnde ests?El nio alz la vista, y en los ojos no tena blanco, slo un castao y un dorado brillantes. Yo haba visto unos pocos ojos como aquellos. Sin embargo es enervante ver ojos de perro en un rostro humano.- Mi madre me llamaba Bonny William. Ahora todos me llaman Nio Muerte. - Se sent en la acera y piso las manos sobre las rodillas. - Vas a buscarme, Lobey, y matarme como mat a Friza y a Dorik?- T? T. Lo Bonny William...?- Sin el Lo. Nio Muerte. No Lo Nio.- T los mataste? Pero... por qu?La desesperacin hizo de mi voz un susurro.- Porque eran diferentes. Y yo soy ms diferente que todos. Vosotros me asustis y cuando estoy asustado - dijo el nio riendo otra vez - mato. - Pestae. - Sabes, t no

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    me buscas. Yo te busco a ti.- Qu quieres decir?Nio Muerte se ech hacia atrs un mechn carmes del pelo que le caa sobre la frente blanca. - Soy yo quien te trae aqu. Si yo quisiera no me encontraras nunca. Pero co