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Discatif Un nuevo modelo teórico de la discapacidad: aplicación a la optimi- zación de las tiflotecnologías La metodología cualitativa para la investigación en Ciencias Sociales: una “mediografía” orientativa. Mariano Urraco Solanilla 1 . Departamento de Sociología IV (UCM) [email protected] 0. A modo de presentación. “Recuerdo haberme aburrido muchísimo en alguna asignatura allá en mi instituto de Guadalajara. En aquella situación me planteé varias alternativas para descubrir si el tedio era general. Podía: 1) hacer una encuesta sobre el aburrimiento entre mis compañeros de clase; 2) simplemente observar si daban cabezadas o, en general, qué estaban haciendo durante las sesiones; 3) hablar uno por uno con to- dos ellos (o con unos cuantos, según las energías del momento) para que me contaran sus experiencias al respecto; 4) analizar sus mesas, para ver si las pintaban, qué escribían, etc.; por ejemplo. La encuesta parecía lo más “usual”, pero pronto descubrí, con cierta sorpresa, que quizás no todos compartiésemos la misma definición de “aburrimien- to”. Necesitaba algo más”. La fábula trata de ilustrar de algún modo cómo surgió mi interés por las técnicas de investigación cualitativas, antes incluso de que “despertase” en mí el interés por la propia Sociología. “El sociólogo es alguien interesado por el comportamiento de los demás”, decía un folleto de orientación académica que nos pasaron cuando estábamos acabando el Bachillerato. Aquello me cautivó y fui cayendo en la trampa de la Sociología . Ya no era problema que hubiera de desplazarme diariamente a un campus hasta entonces desconocido para mí, a más de dos horas de trayecto desde mi casa 2 . Pero sería durante el segundo 1 Actualmente, disfruto de una beca predoctoral concedida por la UCM (mayo 2006-), en el departamento de Sociología IV (Metodología de la Investigación y Teoría de la Comunicación) de dicha Universidad, bajo la dirección del profesor Miguel S. Valles Martínez, que aceptó el cargo de director de mi tesis. El término “mediografía” es tomado del título de un poema de Blas de Otero, uno de mis autores favoritos y al que, además, tengo muy presente, por cuanto da su nombre a un instituto de educación secundaria ubicado en el madrileño barrio de Aluche, frente a cuya fachada he pasado muchas veces en los últimos años. 2 Lo cual, a la postre, acabaría constituyendo el tema de mi propia tesis doctoral, todavía en sus primeros estadios de realización, que tiene el provisional y genérico título de “Movimientos

La Metodología Cualitativa Para La Investigación en Ciencias Sociales

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La Metodología Cualitativa Para La Investigación en Ciencias Sociales

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  • Discatif Un nuevo modelo terico de la discapacidad: aplicacin a la optimi-zacin de las tiflotecnologas La metodologa cualitativa para la investigacin en Ciencias Sociales: una mediografa orientativa. Mariano Urraco Solanilla1. Departamento de Sociologa IV (UCM) [email protected] 0. A modo de presentacin.

    Recuerdo haberme aburrido muchsimo en alguna asignatura all en mi instituto de Guadalajara. En aquella situacin me plante varias alternativas para descubrir si el tedio era general. Poda: 1) hacer una encuesta sobre el aburrimiento entre mis compaeros de clase; 2) simplemente observar si daban cabezadas o, en general, qu estaban haciendo durante las sesiones; 3) hablar uno por uno con to-dos ellos (o con unos cuantos, segn las energas del momento) para que me contaran sus experiencias al respecto; 4) analizar sus mesas, para ver si las pintaban, qu escriban, etc.; por ejemplo. La encuesta pareca lo ms usual, pero pronto descubr, con cierta sorpresa, que quizs no todos compartisemos la misma definicin de aburrimien-to. Necesitaba algo ms.

    La fbula trata de ilustrar de algn modo cmo surgi mi inters por las tcnicas de investigacin cualitativas, antes incluso de que despertase en m el inters por la propia Sociologa. El socilogo es alguien interesado por el comportamiento de los dems, deca un folleto de orientacin acadmica que nos pasaron cuando estbamos acabando el Bachillerato. Aquello me cautiv y fui cayendo en la trampa de la Sociologa. Ya no era problema que hubiera de desplazarme diariamente a un campus hasta entonces desconocido para m, a ms de dos horas de trayecto desde mi casa2. Pero sera durante el segundo

    1 Actualmente, disfruto de una beca predoctoral concedida por la UCM (mayo 2006-), en el departamento de Sociologa IV (Metodologa de la Investigacin y Teora de la Comunicacin) de dicha Universidad, bajo la direccin del profesor Miguel S. Valles Martnez, que acept el cargo de director de mi tesis. El trmino mediografa es tomado del ttulo de un poema de Blas de Otero, uno de mis autores favoritos y al que, adems, tengo muy presente, por cuanto da su nombre a un instituto de educacin secundaria ubicado en el madrileo barrio de Aluche, frente a cuya fachada he pasado muchas veces en los ltimos aos. 2 Lo cual, a la postre, acabara constituyendo el tema de mi propia tesis doctoral, todava en sus primeros estadios de realizacin, que tiene el provisional y genrico ttulo de Movimientos

  • curso de licenciatura cuando empec a entrever que mi futuro sociolgico po-dra estar ligado a la investigacin. Fue entonces cuando conoc al que es hoy mi director de tesis, maestro en este campo, y referente bsico en la metodolo-ga cualitativa nacional: el profesor Miguel Valles3. Vi que poda ser tan intere-sante buscar respuestas como plantear interrogantes Vaya honestamente por delante que el recorrido que vamos a plantear aqu, en torno a una nocin tan extensa como difcil de acotar: la metodologa cualitativa, es slo una de las muchas propuestas posibles (algunas de ellas documentadas bibliogrficamente, otras en forma de cosas pendientes en la cabeza de alguien) y que, en cualquier caso, corresponde a una situacin vital y acadmico-formativa muy concreta y, habra que aadir, todava incipiente. El encargo de escribir sobre esta cuestin es sugerente, pero su amplitud amena-za con desbordarnos si no reducimos la ingente produccin sobre el tema a unos cuantos trazos necesariamente gruesos (que no grotescos) que enfaticen una serie de nombres y de aportaciones fundamentales. Esa es la tarea que me he propuesto con este artculo y eso, una revisin resumida, es lo que el lector encontrar en las pocas hojas que siguen a esta pequea introduccin personal. 1. El zahor de lo concreto: La metodologa cualitativa en perspectiva his-trica. Sobre Prometeo informan cuatro leyendas. As comienza Franz Kaf-ka uno de sus relatos breves4. Cualquier anlisis que postule la bsqueda de las races ms profundas de esta forma de entender la investigacin social a lo profundo de la Historia ha de hacerse cargo de la propia historia de la disciplina sociolgica. Lo que equivale a plantearse las pertinentes dudas sobre dicha historia (entrecomillamos casi para referirnos a la story de los anglosajones, por contraposicin a la sacrosanta history, por ms que obviemos en este caso las maysculas) segn su narracin, sus fuentes, etc. No es ese nuestro pro-psito aqu, por lo que remitimos a la literatura especializada en esa historio-grafa general de la materia, tan extensa como compleja es la cuestin del de-sarrollo histrico de la Sociologa (esta vez s con maysculas), para pasar di-rectamente a rastrear las aportaciones que, en torno a la metodologa cualitati-va (nos desligamos tambin del polo cuantitativo de la investigacin social, si bien es preciso ver este ying de forma paralela), han aparecido, en un reducido nmero, lo que apunta lo arduo del trabajo de quien intenta encontrar vetas de

    pendulares de la poblacin. El caso de los jvenes commuters del Corredor del Henares, co-mo dijimos bajo la direccin del profesor Miguel S. Valles. 3 Junto a otros compaeros, trabaj intensamente aquel ao en un proyecto que llevaba por ttulo No tan Cercanas. Una aproximacin cualitativa a la realidad diaria de los universitarios guadalajareos que cursan sus estudios en facultades (o escuelas universitarias) de Guadala-jara, Alcal y Madrid; con especial inters en los aspectos socio-sanitarios derivados de los desplazamientos que realizan entre sus domicilios y sus centros de estudio, y que deriv fi-nalmente en el germen de mi trabajo actual (as como tambin dio nombre a mi primera cuenta de correo electrnico), como digo financiado a travs de una beca predoctoral de la Universi-dad Complutense de Madrid. 4 Se puede encontrar el texto completo (no es ms de una cuartilla) en la edicin castellana de La muralla china. Cuentos, relatos y otros escritos (1983:83).

  • conocimiento (o slo de metodologa?) en el tantas veces hollado y transitado camino de los Hombres. Este captulo introductorio, cuya inclusin parecera inevitable, es siste-mticamente elidido (o, cuando menos, reducido a un par de pginas) en la mayora de los manuales al uso sobre metodologa cualitativa. Y ello pese a que la Biblia apcrifa de los cualitativistas, el famoso Handbook of Qualitative Research de Denzin y Lincoln, abra precisamente su primera edicin con unos cuantos artculos (entre ellos el firmado por los propios editores) dedicados a situar el terreno5. El texto de Seale et al. (2004), que viene a ser una revisin del compendio de Denzin y Lincoln, se va a centrar ms en los aspectos meto-dolgicos, en el how to do, obviando cuestiones epistemolgicas claves en la investigacin6. Esta ser tambin la orientacin que tome el conocido texto de Bogdan y Taylor (1984), quienes, en el prefacio a la segunda edicin en caste-llano (1994) marcan claramente el rumbo que habr de seguir su manual: Este libro trata sobre cmo conducir la investigacin cualitativa. Existen algunas obras excelentes sobre enfoques cualitativos especficos, en especial la obser-vacin participante, la narracin personal perspicaz de investigadores de cam-po, y tratados sobre los basamentos tericos de la investigacin cualitativa. Pero ellas no proporcionan a quienes no estn familiarizados con los mtodos cualitativos una introduccin adecuada, una perspectiva general de la gama de enfoques diferentes ni una gua sobre el modo de conducir realmente un estu-dio. La finalidad de este libro es cubrir esas carencias7. All se ofrece tan slo una breve nota sobre la historia de los mtodos cualitativos, en el marco de un texto que dedica nicamente un captulo, la introduccin, a explicar vaga-mente qu es la perspectiva cualitativa de investigacin en Ciencias Sociales, para despus centrarse en el aspecto preferente de gran parte de la tradicin anglosajona, el tan manido how to do8. La ms actual obra de Flick (2004) va a 5 Denzin, N.K. y Lincoln, Y.S. (1994:1-17). Amn del primer captulo, Introduction: entering the Field of Qualitative Research, escrito por los citados editores, se introducen cuatro artculos ms bajo el epgrafe genrico de la Part I del libro (Locating the field). Al consultar esta obra, bsica, de la investigacin cualitativa, ha de tenerse cuidado con las ediciones, pues las dos revisiones posteriores, de 2000 y 2005, presentan significativos cambios, tanto en los autores colaboradores y sus aportaciones, como en el contenido y las posiciones de algunos que repi-ten. 6 Denzin y Lincoln reservan tambin un importante nmero de pginas de su recopilacin a contribuciones que giran en torno a las nociones de paradigma y perspectiva, aspectos cuya presencia se echa de menos en demasiada cantidad no ya slo de manuales, sino tambin de investigaciones, ya sea porque se den por implcitamente explicitados o bien porque, sim-plemente, se consideran un engorro para la realizacin del trabajo de investigacin. Es cierto que volveremos despus al artculo (el ltimo en el orden de aparicin de los mismos en el texto de Seale et al.) que firma Alasuutari, donde s encontramos una revisin, diez aos vista, de lo planteado en el texto de Denzin y Lincoln en cuanto a la historizacin que estos hacen de la investigacin social cualitativa. 7 Pginas 11-12 de la citada edicin castellana (la cursiva aparece en el original). Se trata de un manual de lectura amena, centrado como decimos en el cmo hacerlo, en cmo ir hacia y estar entre- la gente. 8 En cuanto al contenido de ese brevsimo repaso histrico, Bogdan y Taylor contraponen dos orientaciones bsicas: de un lado el positivismo (que derivar, metodolgicamente, en las tc-nicas cuantitativas), y de otro la fenomenologa (que habr de sustentar las tcnicas de indaga-cin cualitativas). Siguiendo a Wax (1971), sealarn a Le Play (1855) como uno de los princi-pales promotores de la metodologa cualitativa, que habra de quedar en un segundo plano ante la influencia preeminente de Durkheim, siendo relegada al campo de la Antropologa (donde autores como Boas o Malinowski la adoptarn pronto para sus trabajos de campo). La

  • iniciar su tambin breve repaso a la historia de esta metodologa tomando los lmites de la investigacin cuantitativa como punto de partida (2004:16), para pasar por Weber9 y plantear finalmente un recorrido histrico centrado en el desarrollo, comparado, de la metodologa cualitativa en Alemania y Estados Unidos10. Sigamos, por lo tanto, la versin original, por primera, del Hand-book, en busca de huellas histricas registradas por los expertos que han dedi-cado mayor espacio en sus reflexiones a esta cuestin. Hamilton11 va a dejar pronto constancia de lo turbulenta que puede ser la historia de la cartografa de cualquier disciplina cientfica. Tomando como punto de arranque de su argumentacin el trabajo de Jacob (1987), y las poste-riores crticas vertidas por Atkinson, Delamont y Hammersley (1989) y Wolcott (1992), se alinear junto a este ltimo, en la tesis de que, frente a una visin esttica (cercana a la definicin kuhniana -la oficial entre tantas!- de para-digma) de las tradiciones de investigacin, se debera hablar ms bien de un mercado de ideas (marketplace of ideas, 1994:61), que sostiene la concep-cin diasprica del concepto de tradicin, tomado como un mutable conjunto (constelacin) de ideas a las que habr de enfrentarse el investigador social, eligiendo de algn modo la posicin que tomar frente a ellas. La postura de Wolcott se refiere a la bsqueda de un camino propio, a la tradicin ms co-mo re-invencin y adopcin constante que como mera herencia intelectual in-eludible12. Tomado partido en la disputa, Hamilton se lanza atrs en el tiempo para marcar el hito histrico de eclosin de lo cualitativo, y lo encuentra en la ruptura epistemolgica que se da en el siglo XVIII, a partir de lo que supone Kant (su idealismo, su nfasis en la interpretacin, su perspectiva trascenden-

    Escuela de Chicago supondr un resurgimiento, que se ver extinguido por la obra posterior de Parsons. El ltimo regreso de la metodologa cualitativa se apreciar a partir de Becker, Goff-man, o los etnometodlogos, que ya enlazara con el momento actual, en que ambas perspec-tivas conviviran en sus respectivos mbitos de aplicacin preferentes. 9 A partir de su concepto de desencanto (1919), adoptado despus por Bonh y Hartmann (1985), que habra de marcar el giro hacia la cotidianeidad y, as, hacia lo cualitativo. Y esto porque con el modelo clsico, de predominio de lo cuantitativo, est claro que los resultados de las ciencias sociales rara vez se perciben y utilizan en la vida cotidiana porque para cum-plir los estndares metodolgicos- sus investigaciones y hallazgos a menudo estn muy aleja-dos de las preguntas y los problemas cotidianos. Por otro lado, los anlisis de la prctica de la investigacin han demostrado que una gran parte de los ideales de objetividad formulados con antelacin no se pueden satisfacer. A pesar de todos los controles metodolgicos, en la inves-tigacin y sus hallazgos intervienen inevitablemente los intereses y el fondo social y cultural de los implicados. Estos factores influyen en la formulacin de preguntas e hiptesis de investiga-cin lo mismo que en la interpretacin de los datos y las relaciones (Flick, 2004:17). De nuevo, la tesis fundamental de que sern las limitaciones de la metodologa cuantitativa lo que alimen-te el desarrollo de la perspectiva cualitativa. 10 Referir aqu a la contribucin al proyecto de cartografiar un mapa de la investigacin cualita-tiva en los distintos pases europeos de los profesores de la Complutense Miguel Valles y Ale-jandro Baer (2005), quienes realizan un retrato de la investigacin cualitativa en Espaa, en un artculo al que nos referiremos en varias ocasiones a lo largo de este comentario. 11 Su artculo lleva por ttulo Traditions, Preferences, and Postures in Applied Qualitative Re-search (pginas 60-69 del texto de Denzin y Lincoln, 1994). 12 Valles, cuya lectura de esta cuestin se puede encontrar en su manual de 1997 (captulo 1: Genealoga histrica y planteamientos actuales de la investigacin cualitativa), sintetiza as la propuesta de Wolcott, que consistira en ofrecer (a los que se adentran por primera vez en el territorio de lo cualitativo) un repertorio pluralista de posturas existentes en la arena de la inda-gacin cualitativa, y dejar que sean ellos mismos los que encuentren su posicin (1997:22-23. La cursiva es ma).

  • tal) frente a Descartes13. En una perspectiva tal, el investigador adquiere un peso fundamental frente a los hechos, puestos bajo sospecha. La interpreta-cin libera al investigador, activo al fin, pero al tiempo le subyuga a unos compromisos, siempre orientados hacia la emancipacin de la raza humana. Esta idea emancipatoria estar presente en los neokantianos de diverso signo que irn apareciendo con posterioridad, y llegar hasta nuestros das, con ma-yor o menor predicamento (y puesta en prctica), haciendo de esta perspectiva con raz kantiana la ms duradera de la investigacin cualitativa (1994:68). La idea de emancipacin, destacada como crucial por Hamilton, apare-cer tambin, de un modo menos explcito en el artculo que firman Vidich y Lyman14. Estos autores, en su recorrido histrico, van a dejar de lado la contro-versia cualitativo-cuantitativo, para centrarse en el desarrollo de la investigacin etnogrfica (en la Sociologa y la Antropologa norteamericana15), tomando co-mo hilo de su narracin la concepcin de, y la posicin frente a, el otro. Segn su anlisis, la investigacin etnogrfica habra pasado, pues, por cinco fases, con una quinta (la actual) inevitablemente abierta al desafo (The postmodern challenge titulan el apartado final de su artculo, referido a este momento ac-tual de hace doce aos, tambin de ahora-). En todas estas fases se destaca la presencia activa del etngrafo, miembro de una cultura concreta, inextrica-blemente unido a unos valores determinados, que no deben ser ocultados. El investigador, como el escritor o el pintor, debe hacerse presente en lo que hace, debe hacer valer su subjetividad, en un acto de democratizacin del pro-pio trabajo cientfico, y en un acto, tambin, de honestidad con aquello que es-tudia16. Se trata, as, de perder el miedo que durante generaciones ha obsesio-nado a tantos trabajadores del campo: convertirse en nativo (becoming native). No existe el investigador social de bata blanca: estamos en un nuevo momento (el quinto the fifth moment-, segn recogern, en esa misma edicin, Denzin y Lincoln a modo de conclusin global de los derroteros futuros de la investiga-cin social). Esa idea, tantas veces repetida, de colgar la bata blanca de cientfico de laboratorio, nos conduce, de hecho, a la revisin histrica que los propios edito-res, Norman Denzin e Yvonna Lincoln, ofrecen, ms como complementaria que como contrapuesta a las ya presentadas17. En su breve artculo, introductorio al resto de textos que compilan, encontramos toda una reflexin programtica,

    13 El modelo kantiano de racionalidad humana construye el proceso y la emergencia de cono-cimiento sobre una epistemologa que trasciende los lmites de lo emprico. Esta perspectiva trascendental abri la puerta a epistemologas que posibilitan, si no proclaman, procesos men-tales (inside-the-head processes). Dichas epistemologas son totalmente distintas al objetivis-mo cartesiano (1994:63. La traduccin es propia). 14 Qualitative Methods: Their History in Sociology and Anthropology (pginas 23-59 de la ya citada recopilacin editada por Denzin y Lincoln, 1994). 15 Ms tarde volveremos sobre esta nueva dupla aparentemente en conflicto que nos surge aqu, al referirnos al acotamiento acadmico-profesional de las diversas disciplinas desde las que se lleva a cabo investigacin social empleando estas tcnicas. 16 Ms an, la sentencia que cierra su aportacin indica que La comprensin social y cultural puede ser alcanzada por los etngrafos slo si son conscientes de dnde surgen las ideas que les motivan y estn dispuestos a confrontarlas con todo lo que dicha confrontacin supone (1994:42-43. La traduccin es ma). 17 Introduction: Entering the Field of Qualitative Research (pginas 1-18 de la primera edicin del Handbook, la de 1994).

  • que carga las tintas en una serie de puntos que son abordados sin dilacin. Primero, qu es la investigacin cualitativa (1994:2); segundo, quin es ese seor que se hace llamar investigador y qu es lo que hace (1994:2-3); y ter-cero, de qu hablamos cuando nos referimos a la polmica entre lo cuantitativo y lo cualitativo (1994:4-6), para acabar ofreciendo una historiografa completa del ltimo siglo de investigacin social cualitativa, en la que la idea fundamental que mantienen seala la necesidad de abandonar esquemas histricos unili-neales, en forma de escalera ascendente, puesto que esta fragmentacin tem-poral slo puede generar confusin ante una realidad mucho ms compleja, en la que el pasado pesa sobre el presente sin que pueda darse fase alguna como superada. Precisamente ser a partir de aqu desde donde inicie su ataque a la postura de Denzin y Lincoln el socilogo finlands Alasuutari (2004). Recogien-do el testigo del quinto momento a que se referan los autores antes menciona-dos, Alasuutari sita la investigacin social en el mundo actual (este ms ac-tual, en 2004, para nosotros, que aquel en que escriban Denzin, Lincoln, y to-dos los autores por ellos recogidos), caracterizado por la globalizacin. A partir de aqu, en estas coordenadas socio-histricas novedosas, Alasuutari va a cri-ticar la visin centrada en lo temporal, pues escondera la idea de progreso (2004:599 y ss.18), para ir a una visin centrada en lo geogrfico, libre del ses-go etnocentrista que cree identificar en otras visiones de la historia19. Ms cen-trado en el desempeo profesional y acadmico de la investigacin, en lo disci-plinar, ofrecer una short history (2004:603-604) de la metodologa cualitativa, para acabar narrando, en primera persona, cmo se llega a ser investigador social cualitativista (que no ya, como titulase Howard Becker por ms que pueda tener algn parecido- fumador de marihuana20). 1.1. Mnima historiografa del caso espaol. Cualquier aproximacin que quiera hacerse al proceso de desarrollo de la metodologa cualitativa en Espaa ha de hacer referencia a la obra de Ber- 18 Los propios editores, Seale, Gobo, Gubrium, y Silverman, plantean en su introduccin al texto (Inside Qualitative Research), la necesidad de superar estas narrativas de progreso (lo cual enlazara, de algn modo, con los problemas analizados por Davis -2002- sobre los perni-ciosos efectos de lo que se ha dado en llamar narrativizacin de la vida cotidiana), puesto que cualquier categorizacin de la prctica de la investigacin cualitativa en una serie de etapas progresivas corre el riesgo de ser percibida como intil, adems de ideolgica (2004: 2. Citado en Valles y Baer, 2005:12), al tiempo que viene a suponer una vacuna que imposibilita el aprendizaje mutuo (2004:2). 19 Comparada con las narrativas de la modernizacin y del progreso, la historia de la globali-zacin est menos afectada por el sesgo etnocentrista, porque implica difusin global e implica interconexiones mutuas ms que desarrollos unidireccionales. En la metfora espacial que subyace al concepto de globalizacin, es ms fcil investigar las mltiples rutas de influencia en el mundo de los acadmicos, los libros, y las instituciones acadmicas (2004:601. Traduc-cin propia). 20 Ver al respecto el trabajo de Becker (1953), si bien la obra entera del socilogo de Chicago merece una lectura detenida. Puede seguirse esta cuestin en la obra que constituy la tesis doctoral de David Matza (1964), titulada precisamente Becoming Deviant en homenaje a su maestro Becker. Ttulo que, en su trnsito a travs de la traduccin castellana (que data de 1981), adopt el curioso giro con que se encuentra en los catlogos espaoles: El proceso de desviacin.

  • nab Sarabia y Juan Zarco (1997), que se presenta como una gua de lectura imprescindible para quien se quiera adentrar en estas cuestiones, con un inte-rs que radica, probablemente, ms en los links que presenta hacia diversas obras de distintas orientaciones que en el propio contenido del Cuaderno Me-todolgico que firman. Paralelamente a la descripcin de lo que est sucedien-do en la investigacin social basada en tcnicas cualitativas, se hace un reco-rrido por la propia evolucin de la Sociologa en Espaa, siempre inserta en un contexto socio-histrico particular y, en determinados momentos, ciertamen-te dual (esquizofrnico), en el cual muchas de las pioneras aportaciones inter-nacionales al estudio de la sociedad mediante el empleo de este tipo de tcni-cas no encontraron comentario alguno. Tal es el caso de las obras de Le Play, Mayhew (al que nos referiremos ms adelante) o Booth (1997:18-23), quienes son sealados por Sarabia y Zarco como autnticos promotores del mtodo biogrfico o de la observacin-participante, tecnologas que seran explotadas con gran intensidad por los socilogos de la Escuela de Chicago, con autores como Anderson (1923), Zorbaugh (1965), Shaw (1929), Cressey (1932), Sut-herland (1937), o Whyte (1943), que publican obras de referencia obligada21, textos que, no obstante su importancia, apenas alcanzan repercusin en la in-cipiente sociologa espaola del momento, demasiado influida por corrientes filosficas procedentes del idealismo alemn. Ser precisamente a partir del forzado exilio que sigue a la Guerra Civil espaola cuando algunos autores entren en contacto con el mundo acadmico estadounidense, encontrando en l la potencia de ese algo ms all de la lgi-ca (Sutherland y Cressey, 1966:72. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:29). As encontramos una serie de nombres fundamentales en la historia de la sociolo-ga espaola, en su vertiente ms metodolgica, si se quiere. Medina Echava-rra conoce la obra de Znaniecki22 antes de afirmar que debe ponerse fin al fetichismo de las tcnicas cuantitativas. En primer lugar, slo son aplicables all donde se da materia cuantificable, y en segundo lugar, la cuantificacin no su-pone algo valioso por s mismo. Una correlacin perfecta puede ser una simple tontera o algo sin la menor importancia (Medina, 1941:149. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:36-37)23. En cualquier caso, el propio trnsito geopoltico que envuelve a Espaa, con la apertura progresiva hacia los Estados Unidos, va a permitir un cambio en la tradicin sociolgica espaola, que abandonar las corrientes de influen- 21 Puede seguirse una lectura de la produccin bibliogrfica y la metodologa aplicada por las sucesivas Escuelas de Chicago en la antes citada obra de David Matza (1981). 22 Tomada como un hito en la historia de la investigacin sociolgica, a la altura, en la vertien-te cualitativa, de lo que representara, para el polo de lo cuantitativo Las reglas del mtodo sociolgico de Durkheim (Bruyn, 1972:28). Hablamos de obra para referirnos al conjunto de libros publicados por Znaniecki, ya sea en solitario (The method of Sociology , 1934) o conjun-tamente con William I. Thomas (The Polish peasant in Europe and America, 1918-1920). 23 En la misma lnea se van a manifestar otros dos autores espaoles del momento: Francisco Ayala (1984:123. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:37) cuando seala que la inadecuacin de los mtodos de la ciencia natural para captar las realidades del espritu se le ha hecho evidente al pensamiento occidental; y Luis Recasens, quien afirma que lo social es algo humano, cuya esencia no puede ser suministrada por explicaciones causales y mtodos cuantitativos; porque lo humano a diferencia de la naturaleza, no puede ser slo explicado por causas sino entendi-do en su sentido; en su sentido radica su ser esencial (1939:37. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:38).

  • cias alemanas para acoger la nueva sociologa (Perpi: 1967), que pronto se manifiesta, a los ojos de los investigadores espaoles del momento, como cier-tamente frvola y desprovista del necesario substrato terico (se tratara de un empirismo abstracto, que ya fuera criticado por Wright Mills en su clebre obra La imaginacin sociolgica, 1961). Por un lado, por lo tanto, a partir de los aos sesenta sobre todo, se observa este giro hacia los influjos procedentes del otro lado del Atlntico, y que se materializar en la revisin de las obras de Goffman (y de Garfinkel a partir de l), Cicourel, Bruyn, Glaser y Strauss Por otra parte, el salto cualitativo (Ort) que se observa en Espaa, responde tam-bin al creciente empleo de estas tcnicas en la investigacin comercial y de mercados, a partir de figuras marginales en el plano de lo acadmico que van a constituir un importantsimo grupo en torno a la escuela CEISA (Ibez, De Lu-cas, Ort, De Zrraga). El proceso de la institucionalizacin de la Sociologa en Espaa ser entonces imparable (y, con l, el de la investigacin social y de mercados-)24, y va a cristalizar, en el terreno que ahora nos atae, en la edicin de sucesivos manuales de tcnicas cualitativas (Delgado y Gutirrez, Ruiz Olabunaga e Ispizua, Valles, Ruiz OIabunaga), as como en el equivalente espaol del Handbook de Denzin y Lincoln, que bajo el ttulo de El anlisis de la realidad social es editado por Alvira, Ibez, y Garca Ferrando, los tres primeros soci-logos espaoles que alcanzan una ctedra en el campo de la investigacin so-cial. En todos estos textos se puede seguir un intenso debate sobre la (supues-ta) contraposicin entre metodologas cuantitativa y cualitativa25. Una exhausti-va revisin bibliogrfica puede hallarse en el texto de Sarabia y Zarco, que fina-liza con una mirada al exterior actual de la investigacin social cualitativa, y un breve apunte sobre uno de los temas en auge en estos momentos: el software de anlisis cualitativo26. 24 Referir aqu a los dos ltimos captulos del libro Historia de la Sociologa espaola (2001), firmados respectivamente por Manuel Navarro (La investigacin social aplicada en Espaa) y por M ngeles Durn (La actual institucionalizacin de la Sociologa en Espaa) para una descripcin detallada de este proceso en las ltimas dcadas del siglo XX. 25 De gran inters para el tema de la historia de la investigacin social resulta el artculo que firma Fernando Conde en Mtodos y Tcnicas de cualitativas de investigacin en ciencias so-ciales (Delgado y Gutirrez, eds., 1995, pp.97-119). En dicho captulo, titulado Las perspecti-vas metodolgicas cualitativa y cuantitativa en el contexto de la historia de las ciencias, Conde va a marcharse hasta la Grecia clsica para contraponer a Platn y a Aristteles, representan-tes de las perspectivas cuantitativa y cualitativa, respectivamente. La riqueza de la mirada de Conde se ve acrecentada por el hecho de que toma en consideracin desarrollos procedentes de diversas ciencias (Naturales, en este caso) para tratar de rastrear el proceso seguido en la Sociologa o, ms en general, en la investigacin en Ciencias Sociales. As, autores como Gali-leo, Newton, Heisenberg (y su principio de incertidumbre) o Einstein (y su principio de la relati-vidad) aparecen en el relato para abordar la controversia cualitativo vs. cuantitativo y, as, el propio avance de la metodologa cualitativa. 26 Cerraramos as este apartado con una nueva referencia al profesor Valles. Referencia do-ble, en este caso, pues sus actuales lneas de investigacin (algunas de ellas) pasan por dos temas sealados en esta ltima frase de nuestro comentario. El software de investigacin cuali-tativo (2000, 2001) y la historiografa de la investigacin social cualitativa en Espaa (Valles y Baer, 2005). Este autor va a enfatizar la necesidad, en toda historia de la disciplina, de introdu-cir los conceptos de generacin y de escuela, cuya formulacin ms detallada puede encon-trarse en los trabajos, fundamentalmente en los que firman conjuntamente, de lvarez-Ura y Varela (1992, 2000, 2004). En el artculo que Valles escribe con Baer se puede encontrar un esbozo del caso espaol, que constituye una nueva cronologa en seis grandes etapas, y que aporta como novedad la ascensin de Marsal como figura de talla comparable a la de Ibez,

  • 2. La Metodologa Cualitativa, hermana menor en la investigacin socio-lgica.

    En algn apartado rincn del universo, desperdigado de innumerables y centelleantes sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales astu-tos inventaron el conocer. Fue el minuto ms soberbio y ms falaz de la Histo-ria Universal, pero, a fin de cuentas, slo un minuto

    Con estas palabras, cargadas de una inusitada lrica en la obra del gran

    pensador alemn, se abre uno de los ms breves (pero al tiempo ms sugeren-tes) libros de Nietzsche: Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral (1872). Hoy quiero empezar mi argumentacin en este punto ms metodolgico de mi artculo rescatando esta cita, pues considero que lo que en ella aparece se en-cuentra a la base de la totalidad de lo que hacen los socilogos, siempre per-siguiendo, como si de un Moby Dick se tratase, ese conocer inventado, cons-tituido, manipulado, empleado al fin, por esos astutos animales ms all de la fbula. Conocer, explicar, comprender, controlar.

    En la bsqueda de aprehender lo inaprensible, el espritu humano, si

    se quiere, lo que hacen y por qu lo hacen los seres humanos, el socilogo ha desarrollado gran cantidad de tcnicas, instrumentos heursticos de estandari-zacin, al fin y al cabo. La metodologa cuantitativa, que descansa sobre los sacrosantos principios, tomados en principio como ciertos, en lugar de por fal-sables, de la cientificidad objetiva del positivismo ms rancio, se constituy pronto como la forma oficial de indagar en la realidad del hombre. La metodo-loga cualitativa, cuya historia hemos visto ms atrs, se refugi en los intersti-cios, precisamente, de aquella realidad tan compleja, tan difcil (por no decir imposible) de medir, de cuantificar, de normalizar en distribuciones Z. La reali-dad cotidiana, el mundo de la vida, se manifiesta como un ente demasiado complejo que, como dira Ibez, requiere una aproximacin igualmente com-pleja desde el punto de vista metodolgico27. Y aqu aparece ya la apertura, la interpretacin (la libertad?), la imaginacin sociolgica.

    para acabar con una reflexin en los albores del siglo XXI sobre el futuro de la metodologa cualitativa en nuestro pas. Asimismo, se revisa brevemente lo que ya se expuso tiempo atrs (en el manual de 1997) sobre las lecturas historiogrficas de Hamilton, Vidich y Lyman, Denzin y Lincoln o Conde, enfatizando nuevamente la necesidad de una lectura integradora de conjun-to para acercarse al estudio de la historia de la metodologa cualitativa: Ya se anotaba enton-ces [en el manual de 1997] que los cuatro relatos historiados se enriquecan mutuamente; y que ninguno por separado lograba transmitir el efecto cognitivo que proporciona la lectura cu-druple (Valles y Baer, 2005:10). 27 Estamos aqu aludiendo ya a un punto sobre el que volveremos al final de este apartado: la necesaria (imprescindible) complementariedad de las tcnicas de investigacin. Ms all: la idea de continuum cualitativo-cuantitativo, ms all de visiones parciales, inevitablemente mio-pes y sesgadas, que privilegian uno cualquiera de los extremos del binomio (la tradicional vi-sin binaria bueno-malo, blanco-negro) que tendera a oponer ambos enfoques. El metodlogo (y al final, como recojo de mis maestros ms cercanos, el socilogo es, sobre todo, un metod-logo) ha de ser ambidiestro (Valles, 2000), saber aprovechar(se) de ambos polos del conti-nuo, combinar, triangular.

  • Frente a la encuesta estadstica, baza principal de lo cuantitativo, los so-cilogos cualitativistas, astutos integrantes de la tribu sociolgica, inventaron y desarrollaron toda una panoplia de tcnicas que pretendan no tanto comple-mentar (como se aboga ahora) cuanto sustituir (subvertir) el orden metodolgi-co imperante. Como nios que miden con sus hermanos mayores sus bceps (tomo la metfora, que me parece muy ilustrativa, de la exposicin que haca en clase el profesor Noya hablando del carcter cientfico de la Sociologa), se presenta todo un arsenal, fundamentado en distintas disciplinas y con influen-cias tericas de los ms diversos campos, para perseguir a ese escurridizo su-jeto (que no objeto, se insistir) de estudio28. Cada una de las tcnicas29 cuali-tativas que presentaremos a continuacin merecera, por s sola, un estudio monogrfico30. Aqu slo vamos a esbozar, brevemente, sus principales impli-caciones en la prctica investigadora. 2. 1. Anlisis documental.31

    All is data. Hay una serie de frases que, a modo de consigna, se escu-chan en la facultad, y que tienen gran riqueza evocadora para m. Recuerdo, ahora mismo, el qu est pasando aqu?, que el profesor de la UNED Javier Izquierdo, invitado para dar algunos seminarios en el marco de la Especialidad de Mtodos de Investigacin, deca tomar de Sacks (de Harvey Sacks recuer-do tambin una frase que nos acerca a la reflexin, ms general, sobre la iden-

    28 La caza del replicante, ttula Daz (1989) un artculo que viene a recoger, y a criticar, la ex-pansin de estudios que sobre la juventud, se llevaron a cabo durante la dcada de los ochenta en Espaa. Los excesos en el uso parecen conducir a un desgaste, y, as, a la trivializacin (Alonso). El boom de la metodologa cualitativa podra haber conducido, por lo tanto, a un cierto agotamiento de aquella gallina tan peculiar que, refugiada en su granja (todo muy artesanal, por supuesto), no puede adaptarse a los ritmos y horarios de la produccin serial de estudios cualitativos. Sea como fuere, ese es otro tema que resulta en cierto modo lateral a la exposi-cin que estamos llevando a cabo en este punto. 29 El propio trmino de tcnica, empleado a estos procedimientos que se insertan en la tradi-cin investigadora cualitativa, est puesto en entredicho. As, por ejemplo, en la obra de uno de los grandes maestros de maestros, Alfonso Ort, quien prefiere utilizar la nocin de prctica, evocando las palabras del venerado Sennett y su concepto de craftmanship. Del mismo modo, la metodologa cualitativa no hablar de individuos, sino de sujetos Mantenemos el trmi-no de tcnica, siquiera porque es el que yo aprend (es el empleado en los manuales ms usuales, como Valles 1997), apuntando no obstante este importante matiz terminolgico, pro-cedente, adems, de un socilogo que presta especial atencin a los aspectos lingsticos, como lo es Alfonso Ort. 30 Obviamente, a estas alturas, los manuales dedicados especficamente a una sola de estas tcnicas abundan en la literatura tanto espaola (menos) como anglosajona. Con un nivel didctico y de profundidad muy dispar, la coleccin de Cuadernos Metodolgicos del CIS ha dedicado algunos nmeros a algunos de los procedimientos metodolgicos ms comunes en la investigacin sociolgica de raz cualitativa. As tenemos, en lo que ahora nos atae, los nme-ros 5 (El mtodo biogrfico: el uso de las historias de vida en ciencias sociales, de Pujadas), 17 (Auto/biografas, Jess M. De Miguel), 20 (Observacin participante, firmado por Guasch), 31 (Diarios de campo, de Garca Jorba) o 32 (Entrevistas cualitativas, firmado por M. Valles). 31 Especialmente interesante de cara a este punto ser la lectura del ya clsico texto de Plum-mer (1989. Original de 1983), con cuanto va a detenerse en los aspectos ms interesantes del anlisis documental en las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales. Tambin es de desta-car el lugar preeminente que lo visual alcanza en la compilacin de Seale et al. (2004).

  • tificacin metodlogo-socilogo32: no importa tanto qu observemos como el modo en que lo hagamos). Asimismo, el tantas veces repetido so what, que Narciso Pizarro, un converso al anlisis de redes (la red como nodo de unin entre los aspectos cualitativos y los cuantitativos: la malla es una metfora adecuada para este continuo sin fractura), pronunciaba cuando algo le pareca extremadamente farragoso para los resultados prcticos que despus tena. La frase de Glaser, uno de los padres, junto con el difunto profesor Anselm Strauss, de la teora fundamentada (Grounded Theory), es el mejor resumen de mis aprendizajes durante los distintos aos (pocos de momento) que llevo cado en la trampa de la Sociologa, como dira Martn Criado en la dedicato-ria de su tesis doctoral (1998).

    Y es que prcticamente todo es material (documento) susceptible de ser

    analizado en la investigacin social. Veamos algunas definiciones de esta no-cin, aparentemente sencilla de documento33. El trmino documento se refie-re a la amplia gama de registros escritos y simblicos, as como a cualquier material y datos disponibles. Los documentos incluyen prcticamente cualquier cosa existente previa a y durante la investigacin, incluyendo relatos histricos o periodsticos, obras de arte, fotografas, memoranda, registros de acredita-cin, transcripciones de televisin, peridicos, folletos, agendas y notas de reu-niones, audio o videocintas, extractos presupuestarios o estados de cuentas, apuntes de estudiantes o profesores, discursos34. En una lnea similar se manifiestan MacDonald y Tipton (1993), quienes establecen una diferenciacin entre documentos escritos y visuales, considerando asimismo la intencionali-dad de dichos tipos de documentos a disposicin del investigador social. Los documentos son cosas que podemos leer y que se refieren a algn aspecto del mundo social () esto incluye aquellas cosas hechas con la intencin de regis-trar el mundo social () pero tambin los registros privados y personales como cartas, diarios y fotografas, los cuales puede que no se hayan hecho para sa-carlos a la luz pblica35. Entre nosotros, en la reflexin metodolgica llevada a cabo en Espaa, destacaramos los trabajos de Ruiz Olabunaga e Ispizua36, o de Amparo Almarcha y otros37. 32 Y que tambin est presente en la obra de otros muchos autores, desde tiempos remotos, como Cuevillas, quien seala que la naturaleza esencial del objetov social es la que fija la esencia y especificidad de los mtodos, tornando a unos aptos y a otros no (1957:241. Citado en Sarabia y Zarco, 1997:53). 33 Remitimos aqu al manual del profesor Valles (1997): Tcnicas cualitativas de investigacin social. Reflexin metodolgica y prctica profesional, que en su captulo 4: La investigacin documental: tcnicas de lectura y documentacin (pginas 106-139) va a referirse a esta tc-nica. Se comentan, entre otros temas, las ventajas e inconvenientes de este tipo de tcnica investigadora. El carcter didctico y acadmico de esta obra hacen de su lectura una reco-mendacin bsica para cualquier estudiante que se quiera acercar a la investigacin social de corte ms cualitativista. Huelga decir que fue el manual con el que yo me introduje en la inves-tigacin social (o en el inters por un futuro centrado en ella). El escritor (como el pintor) debe hacerse visible en lo que escribe. 34 Erlandson, D. A.; Harris, E. L.; Skipper, B. L. y Allen, S. D. (1993): Doing naturalistic inquiry, London: Sage. Pgina 99. Citado en Valles (1997: 120). 35 MacDonald y Tipton (1993): Using documents. London: Sage. Pgina 188. 36 Ruiz Olabunaga, J. I. e Ispizua, M. A. (1989): La descodificacin de la vida cotidiana. M-todos de investigacin cualitativa. Bilbao: Universidad de Deusto. A la observacin y la entre-vista podramos aadir una tercera tcnica de recogida de datos, la lectura de textos, enten-diendo por tales, todos los documentos que contienen significado (una carta, un peridico, una autobiografa, una estatua, un edificio, las pinturas de una cueva prehistrica, las tumbas fa-

  • Pero este abigarrado marasmo de productos culturales38 que constitu-

    ye el material de anlisis recibe pronto una compartimentacin por parte de los investigadores. As, son diversas las clasificaciones que pretenden ubicar (ms al investigador que al objeto) el documento. Algunos autores hablan de docu-mentos escritos / documentos visuales (MacDonald y Tipton, 1993:189-195), otros de documentos literarios / documentos numricos / documentos audiovi-suales (Almarcha et al., 1969:150-151), etc. al tiempo que queda siempre pre-sente la clsica divisin entre documentos primarios vs. secundarios, con la elaboracin secundaria de datos primarios (Almarcha et al., citado en Valles, 1997:121) como nexo de unin39.

    Para un seguimiento ms intenso del debate sobre las potencialidades

    del empleo de documentos (del tipo que sean, segn la clasificacin que que-ramos seguir), debate que ya abandono aqu, remito al manual de Miguel Valles (1997), quien dedica un captulo de su obra a entrar en consideraciones tericas y prcticas sobre el empleo de documentos en la investigacin social cualitativa. Recojo la reflexin con la que finaliza su recorrido por la historia de la consideracin terica acerca del anlisis documental, antes de comenzar una inmersin en profundidad sobre los usos que dichos documentos posibili-tan. En suma, son varias las clasificaciones posibles de los materiales docu-mentales que interesan al investigador social. Las clasificaciones en s mismas no son lo ms importante, sino el reconocimiento de la riqueza de elementos documentales aprovechables en la indagacin cualitativa40.

    Recuperando ahora las reflexiones, entre otros autores, de Wright Mills,

    en su clsica obra (pero no por ello ms leda) La imaginacin sociolgica, so-

    ranicas). A todos estos textos, en realidad, se les puede entrevistar mediante preguntas implcitas y se les puede observar () la lectura es una mezcla de entrevista/observacin y puede desarrollarse como cualquiera de ellas (pgina 69). La cursiva es ma. Pensemos, por ejemplo, en la publicidad, que por su carcter eminentemente pblico (hecha para sacarla a la luz, retomando la cita anterior de MacDonald y Tipton), parecer ofrecer unas mayores facilida-des de adquisicin (y de entrevista) por parte del investigador social. 37 Almarcha, A.; De Miguel, A.; De Miguel, J. M.; y Romero, J. L. (1969): La documentacin y organizacin de los datos en la investigacin sociolgica, Madrid: Fondo para la Investigacin Econmica y Social de la Confederacin Espaola de Cajas de Ahorro. Rescatar, pese a la antigedad del texto, la clasificacin de documentos que los autores proponen: Documentos literarios, numricos, y audiovisuales. 38 Ian Hodder (1994) se refiere a esta cuestin introduciendo el concepto de material culture, aspecto cultural que parece haberse desgajado del anlisis sociolgico con excesiva frecuen-cia, siendo apropiado por la antropologa, cuyos practicantes han escrito bellas monografas en torno a la nocin de Cultura Popular. 39 El empleo de material documental fue la base, sin ir ms lejos, de la clebre obra de Thomas y Znaniecki, El campesino polaco en Europa y Amrica, considerada autntica obra cumbre de la tradicin cualitativista (Bruyn, 1972; Sarabia y Zarco, 1997). Creemos interesante, asimismo, introducir la distincin entre documentos personales de encargo y aquellos otros que no tie-nen este carcter de peticin, siendo, en principio, algo ms voluntario. Este debate, y enla-ces para profundizar en el mismo, se encuentra en Valles y Baer (2005:41). 40 Valles, M. S. (1997:123). La cursiva es ma y viene a reflejar la idea con la que abramos este apartado: la omnipresencia (no slo del anlisis, tema ste recurrente en la reflexin del profe-sor Valles) de los materiales a estudiar, y el necesario carcter ambidiestro del investigador para obtener la mxima riqueza de los mismos (o con los mismos).

  • bre los usos de la historia41, encontramos la potencialidad que nos ofrecen las distintas tcnicas de anlisis documental para el estudio de cualquier tema que nos dispongamos a abordar, por cuanto va a dar cuenta de los procesos de cambio en las formas de representarse una sociedad (as la publicidad, reto-mando a McLuhan entre otros autores que se han pronunciado en este res-pecto- no es sino uno ms de los medios por los que la sociedad se representa a s misma, se configura, se documenta)42.

    Y es que McLuhan (citado en Frith, 1998: 143) sealaba que la publicidad

    nos daba el mejor documento posible sobre cmo se representa una sociedad a s misma44. Reconociendo el valor que para el socilogo tiene lo cotidiano (aprehendido por la perspectiva cualitativa, pretendidamente natural, frente a la artificialidad de lo cuantitativo)45, no podemos dejar de abordar su estudio (de la publicidad) para tratar de aportar algo de luz (el socilogo con quin est: con Prometeo, con Zeus, con el guila?...) al estudio de nuestras sociedades (y

    41 Mills, C. W. (2000. Original de 1959): La imaginacin sociolgica. Dedica un captulo, preci-samente con el ttulo de Usos de la historia, a reflexionar sobre la importancia del momento histrico concreto en la produccin social de los documentos, en la produccin social de la realidad vivida, y, por tanto, sobre la absoluta necesidad, para el investigador social que aborde el estudio de dicha realidad, de mantener una perspectiva histrica con la que abordar los fe-nmenos pasados y presentes a los que vaya a aplicar la lupa investigadora (excavadora, cimentadora o el smil que se adopte en funcin de la posicin paradigmtica de partida). 42 Tambin Wernick (1991:22) abra el captulo dedicado a esta cuestin con una cita de McLuhan (1967:202): La tendencia general en publicidad es presentar el producto como una parte integrada en procesos y fines sociales de gran alcance. 43 Los historiadores y arquelogos descubrirn un da que los anuncios publicitarios de nues-tros das son el reflejo diario ms rico y fiable que una sociedad haya hecho jams de todo el conjunto de sus actividades (Frith, no obstante, no seala la procedencia de esta cita). 44 Con qu suea el hombre blanco? se preguntaba el jefe indio Seattle, de la tribu Dewa-nish, en una clebre misiva recogida en Enterrad mi corazn en Wounded Knee (Brown, 1982). La publicidad, por referirnos a un material documental omnipresente en nuestras culturas (y no slo en estas fechas pre-navideas en que escribo) nos puede dar algn rastro interpretativo de estos sueos; y, tambin, aunque mantenga su carcter esencialmente sesgado, como dice Wernick (1991:42), nos acerca a la comprensin de las pesadillas que les atormentan cuando duermen (nota para la lectura de este texto: suelo emplear las cursivas para denotar un cierto doble significado o un nfasis especial en un trmino concreto. Es as, con el ejemplo de esta nota al pie, para comprensin (por la referencia a la verstehen de Dilthey y Weber, una de las races de la indagacin cualitativa rescatadas por Valles, 1997: 22-24 y 60), y para duermen (el estado natural del hombre blanco- es la vigilia o el sueo? Sueo profundo o angustiada duermevela sazonada con pastillas coadyuvantes? El ciego deca despertad, en una vieta de El Roto (que desgraciadamente no puedo citar exactamente), a lo que el ejecutivo respon-da furioso: S hombre, con lo que nos ha costado dormirnos) 45 No volveremos aqu a la disputa entre una y otra perspectivas de investigacin en ciencias sociales, debate, por lo dems, ciertamente documentado a lo largo de la historia de nuestra propia disciplina. Sobre la riqueza de lo cotidiano, pensamos en las obras de referencia de Goffman, de la Escuela Etnometodolgica, o de las distintas Escuelas de Chicago, aparte de las aportaciones al respecto llevadas a cabo desde la Antropologa o diversas corrientes de la Psicologa Social, con el Interaccionismo Simblico al frente de la lista. Con este breve apunte aprovechamos para introducir una cuestin crucial: el oficio de investigador social no es un coto privado de los socilogos. Profesionales de mltiples reas producen material que ha de ser conocido por el socilogo, que ha de salir de su torre de marfil a buscar (perdn, a construir) los datos de su estudio. Adems, como dijo Cicourel en su ltima visita a Espaa, despus de todo, hay mucho de poltica acadmica detrs de las segmentaciones de la ciencia social (como tambin detrs de la oposicin cualitativo/cuantitativo) Ver, asimismo, en esta lnea, Snchez Prez (2005).

  • a la comparativa entre ellas: dependiendo siempre de las divisiones que que-ramos establecer en ese ambiguo trmino de nuestras). 2. 2. Observacin y Participacin.

    Que no es lo mismo. Y que no presenta el tan manido guin entre ambos

    trminos porque no quiero dar a entender que privilegio uno u otro elemento de esta dupla, pues segn carguemos el nfasis en uno o en otro la situacin del investigador es significativamente distinta. Valles vuelve a presentar (1997:149 y ss.) una minuciosa discusin sobre los distintos roles que puede adoptar el investigador en la aplicacin de esta tcnica. Retomando a los grandes clsicos de la materia (Junker, Schatzman y Strauss, o Spradley46) va a contraponer las escalas de participacin (o, en sentido inverso, si se prefiere, de observacin) que establecen cada uno de estos autores. Del observador total al participante total. El observador total se aproxima, dirn sus detractores, al poltico, distante de una realidad que intenta comprender, mientras que el rol de participante to-tal nos evoca tierras lejanas y antroplogos participando en potlatch y fumando con nativos cortos de ropa pero llenos de plumas, etc.47. El estudio del field, del escenario goffmaniano (con toda la profundidad de la nocin que emplea el socilogo estadounidense), es una cuestin crucial para todas las sociologas de la vida cotidiana (Wolf, 1982; Sociologas de la situacin, titular despus Daz, 2000). Si el anlisis documental parece una tarea de gabinete (o de bsquedas en Internet, en ltima instancia), la observacin-participante des-pierta el inters ms primigenio del socilogo nefito: salir a la calle y apren-der, como dice la cancin. Habr que buscar aqu las races del rechazo aca-dmico a las corrientes ms microsociolgicas, encarnadas en Garfinkel o Goffman? Eso no es cientfico es lo ms comn que se puede escuchar cuando un socilogo relata sus experiencias de trabajo en el campo. Un debate sobre la ciencia, sobre la construccin social de la ciencia, se puede encontrar en la tesis doctoral del profesor Miguel A.V. Ferreira (2004), as como en re-flexiones anteriores de Woolgar (1988), o en el reciente trabajo de Lizcano (2006).

    La dificultad de desligar la observacin comn de la observacin cien-

    tfica (el etic y el emic que dicen los antroplogos?), y el hecho de que todo el mundo tiene un socilogo en su interior, hacen caer esta tcnica en el ostra-cismo, pese a sus mltiples potencialidades y a su capacidad de adaptacin a

    46 Estos autores han escrito didcticos textos sobre el cmo hacerlo. La importancia de entrar en esa trastienda de la investigacin, tantas veces cubierta de un velo (de ignorancia). Una mnima bibliografa al respecto incluira los textos clsicos de los autores mencionados, y una referencia obligada a la obra de Whyte (obra como conjunto de publicaciones, entre las que cabe destacar, a los efectos que aqu perseguimos, dos: Participatory Action Research -1991-, de la que es editor, y la ya citada Street corner society -1943). En cualquier caso, otros manua-les de tcnicas cualitativas tambin pueden servir como llave de lectura. 47 Los manuales de etnografa se convierten en ocasiones en recetarios aplicables a distintas sociedades en que el antroplogo puede llevar a cabo su trabajo, significativamente llamado, de campo. Ver al respecto cualquier obra de los clsicos (Malinowski, Boas, etc.). Como con-trapunto, la obra de uno de los grandes antroplogos espaoles de la actualidad, el profesor Ricardo Sanmartn (1989, 2003).

  • las ms diversas situaciones48. Es una constante en los manuales cualitativis-tas al uso, que se arrogan la insignia de la Observacin (con mayscula para distinguir, en trminos de Bourdieu, si se quiere), destacar las diferencias entre el trabajo del socilogo en el campo y el no-trabajo del observador cotidiano. En La descodificacin de la vida cotidiana49 (1989:79-80), los autores marcan el camino que ha de seguir una observacin (actividad comn de la vida diaria), hasta convertirse en poderosa herramienta de investigacin social y en tcnica cientfica de recogida de informacin. Para ello es necesario que dicha obser-vacin se haga orientndola y enfocndola a un objetivo concreto de investi-gacin, formulado de antemano; planificndola sistemticamente en fases, as-pectos, lugares y personas; controlndola y relacionndola con proposiciones y teoras sociales; y sometindola a controles de veracidad, de objetividad, de fiabilidad y de precisin50. Al final, como vemos, la cuestin vuelve a situarse ms en el cmo (cmo se observa, en este caso) que en el qu, frente a (o casi ms bien de acuerdo con) aquel postulado de la Ley de Murphy que deca que se puede aprender mucho si simplemente se presta atencin. 2. 3. Tcnicas de conversacin-narracin.51

    Me gusta la imagen de paraguas con que el profesor Valles suele

    agrupar las diversas tcnicas que cabran debajo de este epgrafe, que ha adoptado la presentacin que este autor hace en su ya citado repetidas veces manual de 1997. Aqu nos encontraramos las tcnicas que toman por elemen-to principal para el proceso de investigacin, el lenguaje (?) o, ms especfica-mente, la produccin de narraciones, intercambios verbales, etc. Cosas que se pueden hacer con palabras (Austin, 1962; Bourdieu, 1982). Aqu encontrara-mos tres tcnicas fundamentales: la entrevista en profundidad, el grupo de dis-cusin, y el mtodo biogrfico52.

    48 De vuelta a la trastienda, quisiera destacar el valor que tiene la incorporacin, en el Cuader-no que firma scar Guasch en la coleccin del CIS (parece inevitable referirse a este socilogo como el autor de La sociedad rosa ?), de una serie de ejemplos de cuadernos de campo empleados en investigaciones reales. En esa misma lnea, resultara interesante el contraste con el texto, bsico en la Etnografa espaola, de Daz de Rada y Velasco (1997). Por ltimo, rescatar aqu nuevamente el manual de Valles, para referir a los textos clsicos que el presenta sobre este arte de las fieldnotes (Spradley, Schatzman y Strauss, Silverman, aparecen como tutores). 49 Interesante ttulo para el manual, prcticamente pionero en Espaa, que firman conjuntamen-te Ruiz Olabunaga y M.A. Ispizua (1989). Despus, Ruiz Olabunaga publicar, ya en solita-rio, un texto que pretende ser tambin manual de referencia, siquiera en nuestro pas, para los practicantes de esta metodologa investigativa: Metodologa de la investigacin cualitativa (1996) 50 Elementos que recuerden a los planteados mucho tiempo atrs por Knig, en su aejo Tra-tado de Sociologa emprica (1973:148, citado en Valles, 1997:143), a saber, 1) el principio de la constancia en la observacin, 2) el principio del control del sesgo del observador, y 3) el principio de la orientacin terica de los actos de observacin cientfica. 51 Flick (2004:87-146) hablar de distintos tipos de datos verbales, en la tercera parte de su libro, distinguiendo tres tcnicas fundamentales en este grupo: entrevistas semiestructuradas, narraciones, y entrevistas y debates del grupo de discusin. 52 La entrevista en profundidad (para una delimitacin terminolgica detallada remitimos a la obra de Valles, 1997, 2002) ha merecido tambin la dedicacin de un nmero en la coleccin amarilla del CIS, el nmero 32 firmado precisamente por Miguel Valles. Asimismo, con mu-cha anterioridad, las Auto/biografas constituyeron uno de los primeros ejemplares de dicha

  • 2.3.1. Las entrevistas cualitativas o en profundidad.

    Hablar de entrevistas en profundidad nos vuelve a situar frente al pro-

    blemtico status cientfico de un acto cotidiano. Las entrevistas cualitativas y las conversaciones cotidianas, titula el apartado correspondiente Valles (2002:37-41), quien afirma: El arte de la conversacin, aprendido de modo na-tural durante la socializacin, constituye el mejor fundamento conceptual y prctico para el aprendizaje de las diversas formas de entrevista cualitativa (2002:37. Cursivas en el original). Y, sin embargo, hay una serie de rasgos que distinguen ambas situaciones, elementos que difieren en la argumentacin de los distintos autores que han escrito al respecto, pero que, en ltima instancia, sealan hacia el mismo punto: el inters (probablemente unidireccional) del investigador por lo que el otro le dice, que puede derivar en una asimetra de poder53. El investigador es un conversador interesado, que, por diversos me-dios aprendidos (casi siempre en el oficio, en la prctica: de nuevo la artesa-na de lo cualitativo), persigue una informacin.

    Aqu creo interesante destacar la problemtica eleccin del verbo per-

    seguir empleado la ltima frase del prrafo anterior. Afrontamos la cuestin con la que Kvale (1996:3-5) abre su reflexin sobre las entrevistas, aludiendo a los presupuestos tericos de partida. El entrevistador, nos dice, puede ser en-tendido como un minero o como un viajero. Cada una de estas metforas tie-ne importantes implicaciones: En la metfora del minero, el conocimiento es concebido como un metal precioso enterrado, y el entrevistador es un minero que desentierra ese valioso metal. Algunos mineros buscan hechos objetivos que puedan ser cuantificados, otros buscan pepitas de significado. En ambos casos, el conocimiento est esperando en el interior de los sujetos, a la espera de ser descubierto, incontaminado, por el minero investigador () La metfora alternativa del viajero, entiende al entrevistador como un viajero en trnsito () El entrevistador-viajero pasea con los habitantes locales, formula preguntas que llevan a los sujetos a contarle sus propias historias, de su propio mundo, y conversa con ellos en la acepcin original latina de conversacin54. No es de extraar, en vista de esto, el nfasis, que se puede estimar en el propio ttulo

    coleccin, bajo la firma de Jess M. De Miguel (nmero 17, ao 1996), cuyo texto se vino a sumar al anlisis, ms sistemtico tal vez, que haba realizado anteriormente Pujadas, en el nmero 5 (1992). El grupo de discusin, entendido en buena medida como un invento propia-mente espaol (slo sealaremos la relacin existente con otras tcnicas afines desarrolladas en otros mbitos geogrficos) qued hurfano en lo que a produccin bibliogrfica atae con la prematura muerte de Jess Ibez, cuyas obras siguen siendo la referencia primordial para quien desea profundizar (quizs sean un poco ridas para quien quiera introducirse) en esta materia. 53 Remitimos a la obra de Valles (2002:37 y ss.) para una revisin minuciosamente documenta-da de esta cuestin, apoyada en las obras de Schatzman y Strauss (1973), Erlandson et al. (1993), Caplow (1956), Denzin (1970), Rubin y Rubin (1995), Atkinson (1998), Johnson (2002), Wengraf (2001), Kvale (1996) 54 Kvale (1996:3-4. Traduccin propia). Ambas metforas, indica este autor, representan dife-rentes modos de entender el conocimiento, y tienen, diferentes reglas de juego. La metfora del minero vendra a representar la concepcin positivista, por una visin ms postmoderna (constructivista) la perspectiva del investigador (entrevistador, en este caso) como viajero. La primera se vendra a referir a la ingeniera humana (human engineering), mientras que la se-gunda engarzara con las humanidades y el arte.

  • de su obra, sobre el carcter mutuo, compartido, de las entre-vistas (en la por-tada se dibujan dos perfiles de rostros, frente a frente, ambos con la boca abierta: InterViews, con dos maysculas en la misma palabra).

    Sea como sea, una cuestin crucial ha salido a la luz a partir de la refe-

    rencia a Kvale: el arte de escuchar. The art of hearing data, titulan los Rubin; Interviewing: The art of science, se llama la contribucin de Fontana y Frey a la primera edicin del Handbook de Denzin y Lincoln. El carcter cuasialqumi-co, por continuar con las metforas, del oficio de entrevistador (y del analista, que no tiene porqu ser el mismo, si bien es una recomendacin total como tambin lo es que el entrevistador-analista transcriba sus entrevistas-), remite a una realidad formativa (cientfica) difcil: se aprende en la prctica, cada uno ha de hacer su camino (own way, own style). En este sentido, adems, la tradi-cin espaola ha resultado ms opaca que la anglosajona55. As, las referen-cias sobre el cmo convertirse, esta vez en entrevistador en profundidad, son ms fcilmente obtenibles a partir de la lectura de manuales norteamericanos o ingleses al uso. As, Wengraf (2001) va a dedicar su libro a seguir la secuencia por la que habr de transcurrir el investigador que desea hacer uso de esta tcnica, ilustrando su exposicin con mltiples ejemplos de la prctica investi-gadora real, jalonados de comentarios, consejos, pistas Kvale (1996), por su parte, tambin va a conceder mucha importancia a los aspectos prcticos del proceso de entrevista, al tiempo que va a destacar las implicaciones ticas (e incluso legales) que debe considerar el investigador social56. De especial inte-rs resulta el captulo que dedica a la transcripcin, significativamente titulado From Speech to Text, punto tradicionalmente denostado pero que puede po-ner en riesgo el rigor (la calidad) de toda la investigacin57. Al final, la consigna

    55 No obstante se pueden encontrar tcticas de entrevista en la obra de Valles (1997:219-221; y 2002:111-126). El texto ms reciente incluye ejemplos al respecto de investigaciones reales. En ambos casos, se observar que las referencias a modo de consejos prcticos proceden de reflexiones de autores extranjeros. 56 Despus de todo, el sujeto entrevistado nos est haciendo entrega de un valioso tesoro, como recoge Atkinson (1998:39. Citado en Valles, 2002:87): Es importante mantener una perspectiva tica en todo el proyecto y ser un practicante reflexivo cuando se trata de trabajar tan cerca de alguien que te ha dado tal regalo, tal confianza como un relato de vida. 57 La transcripcin supone traducir de un lenguaje oral, que tiene sus propias reglas, a un len-guaje escrito, con otro conjunto de reglas (1996:165). En ese sentido, la transcripcin no es el reflejo de una realidad original, sino que son construcciones interpretativas, herramientas, tiles para determinados propsitos de investigacin. Las transcripciones son conversaciones des-contextualizadas, abstracciones, del mismo modo que los mapas son abstracciones del paisaje original que dicen representar. Por lo tanto, la pregunta Cul es la transcripcin correcta? no puede ser respondida, porque no hay una verdadera, objetiva, transformacin del modo oral al escrito. Una pregunta ms constructiva es: Qu es una transcripcin til para mis propsitos de investigacin? (1996:166). As, transcribir supone transformar, pasar de un modo a otro. Los sociolingistas y los etnometodlogos han enfatizado las diferencias existentes entre am-bas formas de comunicacin. Y, as, aunque supuestamente representan el mismo momento de interaccin, las diferencias que observamos son evidentes, y se pueden sintetizar en la apa-rente falta de coherencia, que, no obstante, no se aprecia en la interaccin cara a cara, puesto que est mediatizada por todo un conjunto de elementos extra-lingsticos que acompaan a las palabras y que no aparecen en las transcripciones al uso, que son conversaciones descon-textualizadas destemporalizadas [en las que] el flujo de conversacin () es reemplazado por el texto escrito, fijo, estable (1996:167). La transcripcin tradicional se relaciona con el realismo ingenuo, en la idea de que bajo lo dicho y lo transcrito late una misma realidad apre-hensible. Frente a esto, las (post)modernas concepciones del conocimiento sealan la natura-leza intrnsecamente contextual del significado, que deber reflejarse de algn modo a la hora

  • es siempre la misma: no hay recetas (ni para el anlisis ni para la realizacin de las entrevistas) y cada uno ha de buscar, eclcticamente, su propio estilo. Esto presenta, por otra parte, evidentes problemas de mtodo, en cuanto a la validez y fiabilidad (terribles palabras, aplicadas aqu) de las entrevistas58. 2.3.2. La metodologa biogrfica.

    Estamos en la poca de las biografas (Bowker, 1993). Quizs la afir-

    macin sea un tanto categrica, pero una mirada a la produccin literaria (no slo sociolgica) nos va a mostrar un panorama en el que los materiales per-sonales59 ocupan un lugar preeminente en nuestros das. De un modo un tanto grosero, se suele asociar biografa (o auto-biografa) a relatos referidos a grandes hombres, personas importantes, elites en el sentido comn con que se utiliza este trmino. Pero en la investigacin sociolgica nos estamos refi-riendo a una realidad mucho ms profunda y compleja. Dos sern las obras fundamentales que nos orienten en el recorrido por esta tcnica: las aportacio-nes de Sarabia y de Pujadas60.

    Una cuestin crucial que es abordada pronto en cualquier escrito sobre

    este conjunto de tcnicas que toman lo biogrfico como eje es la problemtica polisemia en torno a las mismas, y los problemas de traduccin en relacin a de hacer las transcripciones, a la hora de hacer el trnsito de lo oral a lo escrito. (Traducciones propias). 58 Kvale, despus de aquilatar su reflexin sobre la transcripcin y los riesgos que acechan a los resultados de la investigacin en cada momento de la misma, va a hablar del control del anlisis, una cuestin clave para el anlisis de grandes cantidades de complejo material de entrevista (1996:207). El lector de un informe no tiene, normalmente, acceso a las transcrip-ciones, por lo que su lectura depender mucho de la visin que el investigador haya aportado al material a la hora de analizarlo (seleccionarlo, contextualizarlo, etc.). Se sealan, en este sentido, dos posibilidades para aumentar la fiabilidad del anlisis efectuado: 1) el trabajo con-junto de varios intrpretes (Usando varios intrpretes para las mismas entrevistas es posible un cierto control del azar o del sesgo subjetivo en el anlisis, 1996:208. Traduccin propia), que adems enriquecer el anlisis que se realice, al incluir diferentes perspectivas; y 2) la explicacin de procedimientos, consistente, por ejemplo, en la presentacin de un ejemplo so-bre cmo ha interpretado el investigador a partir de un material que es expuesto, para que los lectores puedan rastrear el proceso seguido en el anlisis. Estas cuestiones se recogern en casi cualquier reflexin sobre las potencialidades ventajas del empleo de software en el hasta hoy artesanal (handcrafted) mundo del anlisis cualitativo. 59 La nocin de documentos personales de que hablaba Plummer (1983) nos a marcar un importante nexo de unin entre esta tcnica y el anlisis documental antes expuesto (toda bio-grafa es un documento, al fin y al cabo todo es un documento, de hecho). 60 Bernab Sarabia es el encargado de firmar el captulo dedicado al mtodo biogrfico en la primera edicin de El anlisis de la realidad social (1989). Es asimismo el autor de un texto clsico al respecto en Espaa (1985). J.J.Pujadas, por su parte, es el autor de El mtodo bio-grfico: El uso de las historias de vida en ciencias sociales (1992), que aparece en la misma coleccin del Centro de Investigaciones Sociolgicas, coleccin en la que tambin encontra-mos la publicacin de Jess De Miguel antes mencionada sobre la misma cuestin: Au-to/biografas (1996). Esto da una muestra del desarrollo que esta metodologa ha alcanzado en Espaa (y en Latinoamrica). Una muestra de la abundante bibliografa al respecto se puede encontrar en Marinas y Santamarina (eds., 1993) o en la obra clsica de J. Baln (1974). Asi-mismo, resulta inevitable una referencia a la obra de Marsal, autor, entre otros, de Hacer la Amricas (1969, primera edicin en Espaa de 1972, omitiendo el valioso apndice metodol-gico de edicin original argentina), as como de su importante discipulado, que ha hecho gran uso de estas tcnicas biogrficas.

  • otros idiomas. Pujadas deja constancia del debate muy pronto en su obra (1992:13-14), al abordar la problemtica distincin, en castellano, de la divisin anglosajona entre life story y life history: As, la life story (en francs rcit de vie) corresponde a la historia de una vida tal como la persona que la ha vivido la cuenta, mientras que el trmino life history (en francs histoire de vie) se re-fiere al estudio de caso referido a una persona dada, comprendiendo no slo su life story, sino cualquier otro tipo de informacin o documentacin adicional que permita la reconstruccin de dicha biografa de la forma ms exhaustiva y obje-tiva posible. Ya que en espaol los trminos no han sido fijados todava, pro-pongo relato de vida (sinnimo de otros trminos de resonancias literarias co-mo relato biogrfico o narracin biogrfica, para referirnos al primer concepto, frente al ya habitual trmino de historia de vida, que corresponde al segundo61.

    Pujadas hablar, asimismo, de un escaso desarrollo de la investigacin

    basada en metodologa biogrfica en Espaa (1992:85), con la vaguedad que siempre implica un juicio de este tipo basado en la nocin de trabajos con cier-ta difusin. Se ha de reconocer la importancia de la tradicin estadounidense en el desarrollo de esta tcnica (con autores como el antroplogo scar Lewis o los socilogos de las distintas Escuelas de Chicago Sutherland, Zorbaugh, Thomas y Znaniecki, entre otros muchos-), pero ha de sealarse tambin el valor de los trabajos que, antes y despus de la publicacin del Cuaderno Me-todolgico de Pujadas (1992, recordemos), han empleado algn tipo de tcnica de raz biogrfica62. As, son necesarias las referencias a Marsal (1969), Funes y Roman (1985), Gamella (1990) As como la edicin de un manual por parte de Cristina Santamarina y Jos Miguel Marinas (1993). Y todo ello dentro de un contexto internacional muy rico, con aportaciones procedentes de Lati-noamrica (Baln, 1974), o Europa (la obra magna de Ferraroti, 1981; la compi-lacin de Bertaux, 1981; etc.). 2.3.2. El grupo de discusin. El grupo de discusin es quizs la tcnica ms respetada (en el sentido castizo del trmino, por cuanto temida incluso) entre los investigadores socia-les, reacios por lo general a embarcarse en una aventura de estas caracters-ticas (hay que considerar el elevado coste econmico de realizar este tipo de reuniones grupales) sin haber alcanzado antes cierta pericia63. La expresin 61 Una reflexin anloga, anterior a la que lleva aqu a cabo Pujadas, ya haba sido realizada por Cachn (1989:554. Citado en Valles, 1997:240), cuando afirma que En 1970, N. K. Denzin propone distinguir entre life story y life history. El primero designara la historia de vida tal como la cuenta la persona que la ha vivido. Denzin propone reservar el segundo, a los estudios de casos sobre una persona dada, que comprenden no slo su propio relato, sino tambin todo tipo de documentos. La expresin propuesta por Bertaux (1980, p.200) como equivalente a life story en francs sera rcit de vie; en castellano el trmino equivalente puede ser relato de vida, reservando historia de vida para la life history. 62 Por seguir con la distincin de tres tipos de tcnicas en la metodologa biogrfica que esta-blece el propio Pujadas, a partir de la propuesta de Poirier et al. (1983), a saber, Tcnicas de relato nico; Tcnicas de relatos cruzados; y Tcnicas de relatos paralelos. Una descripcin de cada una de ellas puede seguirse en Pujadas (1992) y en el captulo que a esta metodolo-ga dedica Valles en su manual (1997). 63 Tal vez tambin sea a la hora de escribir sobre este tema, al menos en Espaa, donde la sombra de Ibez contina siendo muy alargada, y la veneracin por este maestro de maes-

  • grupo de discusin procede de la obra de Ibez, autor de referencia obligada en este campo (y en otros muchos), a partir de sus trabajos64. En la tradicin anglosajona se ha venido hablando del focus group, a partir del influjo de la obra de Merton y colaboradores (1946, 195665), as, por ejemplo, Morgan (1988) habla de los grupos focalizados, o Stewart y Shamdasani (1990) se refieren a la entrevista de grupo focalizada. En cualquier caso, todos los auto-res que han planteado el recorrido histrico de esta tcnica coinciden en su origen en el mundo de lo comercial66. La importancia de los elementos motiva-cionales, y la potencialidad de las reuniones grupales para rastrearlas, queda patente en la obra de Ibez y sus compaeros (Ort, De Lucas, De Zrraga). El propio Ibez plantea (1991) la relacin existente entre los grupos de discu-sin (sociolgicos) y los grupos teraputicos. Por su parte, los autores anglosa-jones (Morgan, 1988; Stewart y Shamdasani, 1990; Frey y Fontana, 1993), van a sealar los grupos focalizados como una variante dentro de un conjunto ma-yor de tcnicas de investigacin basadas en la reunin grupal (grupos Delphi y nominales, tormenta de ideas, etc.). La idea es siempre la misma: buscar la tcnica ms idnea para una situacin de investigacin concreta, combinar tcnicas siempre que sea posible, en aras de lograr un mejor acercamiento al objeto de estudio67. 2.4. La estrategia de la triangulacin. A partir de la frase con que cerrbamos el prrafo anterior, y presenta-das ya por separado las tcnicas cualitativas de uso ms frecuente en la inves-tigacin social (y de mercados), hemos de concluir de nuevo en la fusin de todas ellas. Muchos son los autores (por no decir que prcticamente son todos, pese a las especializaciones de cada uno) que abogan por un uso complemen-tario de diversas tcnicas de investigacin, bien sea combinando unas tcnicas cualitativas con otras, o bien llevando a cabo un uso conjunto (ms all incluso

    tros es impresionante. Ya dijimos que no hay, todava, ningn nmero de la coleccin metodo-lgica del CIS al respecto del grupo de discusin. Referir un texto que nos llega desde Argenti-na, sobre los problemas que se le pueden presentar a un coordinador (moderador, direc-tor, etc.) de este tipo de reuniones grupales: Las escenas temidas del coordinador de grupos (1978). 64 Su tesis doctoral, Ms all de la sociologa. El grupo de discusin: Tcnica y crtica (1979) sienta las bases tericas de un procedimiento de investigacin en el que el propio Ibez vena trabajando, en el mbito de la investigacin comercial y de mercados, desde mucho tiempo atrs. Ms tarde, la revista Anthropos (suplemento nmero 22, 1991) dedicar un monogrfico a esta misma cuestin, dirigido por el malogrado socilogo espaol. 65 El artculo que firma junto a Patricia Kendall, The focused interview (1946) y The focused interview (1956), junto a Kendall y Fiske. El propio Merton publicar en 1987 un artculo que bajo el prometedor ttulo de The Focused Interview and Focus Groups. Continuities and Dis-continuities acaba opacando ms an si cabe la cuestin sobre las eventuales conexiones de ambas tcnicas de investigacin. 66 Por ejemplo, Patton (1990:335. Citado en Valles, 1997:284-285) plantea al respecto que los investigadores de mercado comenzaron a usar grupos focalizados en los 50, como una forma de simular el proceso de toma de decisiones grupal de consumo. 67 Para una revisin minuciosa de los usos de los grupos de discusin, sus ventajas e incon-venientes, as como para una introduccin (con sus correspondientes enlaces bibliogrficos para profundizar) sobre los aspectos de diseo y realizacin de grupos de discusin, aquilatada mediante la inclusin de ejemplos reales, se remite nuevamente a la obra de Valles (1997:294-334).

  • de la tradicional secuencia de hacer primero una parte cualitativa a modo casi de pre-test- para obtener tems a manejar en la posterior y definitiva- parte cuantitativa) de ambas metodologas, cuantitativas y cualitativas. Esta apuesta ya la encontramos en Gini (1947), en Denzin (1970), o, entre los espaoles, por citar algunos, en Anguera (1985), Valles (1997), etc. amn de en todas las en-seanzas ms informales que reciben los aprendices de investigadores. Hablamos, en definitiva de triangulacin (o de estrategia de estrategias, Va-lles, 1997:100). En este sentido, se aboga por borrar los lmites impuestos en-tre metodologa cualitativa y metodologa cuantitativa, por considerarla una distincin estril y un acercamiento inevitablemente miope a la realidad que se investiga. Mltiples son los ejemplos de argumentaciones que apuntan en este sentido de lograr una armoniosa integracin de ambas perspectivas en la in-vestigacin social68. Mltiples son, asimismo, los ejemplos de una combinacin ms o menos feliz de estas dos perspectivas. As Rodrguez Cabrero, quien combina (1988) la estrategia cuantitativa de la encuesta con la realizacin de entrevistas en profundidad, grupos de discusin, observacin, y anlisis docu-mental. O Funes y Roman, quienes en su trabajo Dejar la herona (1985) lle-van a cabo una serie de historias de vida que combinan con datos de los servi-cios sanitarios o con observacin directa en los centros y domicilios de sus in-formantes. En un nivel ms modesto, esta es la misma estrategia seguida en el ltimo trabajo en que he colaborado como ayudante de investigacin, el trabajo dirigido por la profesora Lucila Finkel sobre Trayectorias de carrera y situacin socio-laboral de ex deportistas profesionales, cuya fase de campo todava se encuentra en marcha69. 3. El proyecto DISCATIF y la metodologa cualitativa. A todo lo anterior se suma un elemento que ha ido perdiendo peso, pero que aliment en un origen la propia investigacin mediante tcnicas cualitati-vas: la rebelda. Mayhew se pasea por los cottages de Londres (1851) buscan-do contrastar (en trminos de poner lo blanco sobre lo negro) las informaciones que se manejaban oficialmente en la poca. Su cambio de perspectiva es defi-nitivo, y marcar un hito en la concepcin de informante, por ms que las sospechas sobre el rigor (o la propia veracidad) de lo escrito sean consistentes. Mucho despus, Dexter (1970) adoptar definitivamente esta visin, definiendo (subvirtiendo) la nocin tradicional de elite como persona importante, por experto en una materia concreta70. Engels tambin haba hecho un trabajo similar al de Mayhew, por las mismas fechas, para dar lugar a la magna La si-

    68 As lo podemos ver, entre los grandes popes de la metodologa sociolgica, en las obras de Alvira (1983), Cook y Reichardt (1979), Silverman (1985), Ort (1989, 1994), Conde (1990, 1994), Alonso (1988), Ibez (1988) 69 Siguiendo esa lnea autobiogrfica, sealar que esta estrategia de la triangulacin se en-cuentra presente en el desarrollo metodolgico que sustenta mi tesis doctoral, donde se lleva a cabo un anlisis de los datos secundarios existentes, que sirve como contrapunto y comple-mento al material obtenido mediante la aplicacin de tcnicas cualitativas, como la entrevista en profundidad o la observacin-participante. 70 El ejemplo que pone (Dexter, 1970:7. Citado en Valles, 1997:189) ilustra claramente este cambio de orientacin: casi cualquier madre con nios pequeos es un experto bien informa-do sobre sus comportamientos y hbitos corrientes () una entrevista con una madre acerca de sus hijos ser, en los trminos de la definicin usada aqu, una entrevista a elites.

  • tuacin de la clase obrera en Inglaterra (1844-1845). Por fin hablan los sujetos que sostienen el peso de la Historia sobre sus espaldas. Las personas anni-mas (pero en un anonimato distinto al postulado por la encuesta estadstica) toman la palabra (las voces excluidas, como sealan Ferreira y Caamao, 2006), muchas veces mostrando con ello aspectos de la realidad que no eran evidentes. El proyecto DISCATIF, trabajando con personas en situacin de disca-pacidad, facilitar, desde un punto de vista meramente metodolgico, la expre-sin real de la situacin de estas personas, en sus propios trminos, marcando as el inicio para una redefinicin del fenmeno que proceda de los propios su-jetos que experimentan dicha situacin. Y esto frente al discurso ortodoxo de la discapacidad, que finalmente construye a estos minusvlidos, configurando un mundo de vida que les puede resultar ajeno y, en muchas ocasiones, hos-til71. En la lnea del tan manido empowerment actual, se tratar de buscar solu-ciones al problema de los discapacitados a partir de sus propias narraciones, elitistas en el sentido dexteriano, procedentes de voces expertas, fundamenta-das en un profundo conocimiento, obtenido, sin ms, a partir de su propia defi-nicin de la situacin que viven. Una redefinicin terica del concepto discapa-cidad llevar a un estudio emprico que tendr por cometido el estudio y even-tual redefinicin de la identidad social, tal y como se les manifiesta a quienes la viven: los propios discapacitados, cambiando de esta forma, para lo que se considera adecuado (idneo) el empleo de tcnicas cualitativas, la visin tradicional que han tenido la mayora de los estudios sobre este colectivo, que, en una especie de aplicacin trasnochada del despotismo ilustrado, han pre-tendido imponer una definicin de la realidad que, como siempre, se ha visto superada en la experiencia cotidiana de los sujetos a los que se pretenda apli-car. Resulta imprescindible, por lo tanto, una visin compartida sobre este fe-nmeno, una visin en la que se integren de forma efectiva las voces de los discapacitados, una visin, en definitiva, que slo puede lograrse escuchando, observando aprendiendo del otro, rompiendo para siempre con la pretendida superioridad del investigador experto sobre los ingenuos sujetos (objetos) in-vestigados. 4. El futuro de la investigacin social cualitativa. Normalmente, los artculos que suponen algn tipo de abordaje histrico finalizan con una breve previsin del futuro en el campo concreto de que se trate. Hablando de metodologa cualitativa, es obligada la referencia a los avances, actuales y, sobre todo, futuros, del CAQDAS72. En noviembre de 2001 tuvo lugar en Granada el primer Seminario sobre investigacin avanzada cuali- 71 Es obvio que la configuracin socio-cultural de la discapacidad como fenmeno se deriva de la exi stencia de un discurso ortodoxo que determina el sentido adecuado de la misma como fenmeno; es obvio, a su vez, que dicho discurso no es de las personas que, de hecho, consti-tuyen la realidad efectiva del mismo, las personas discapacitadas (Vzquez Ferreira y Caama-o, 2006). 72 Acrnimo de Computer Assisted Qualitative Data Analysis Software, es decir, el software desarrollado para el anlisis de material de naturaleza cualitativa mediante el empleo de un ordenador. En castellano, Cisneros (2001) se refiere al ACAC (Anlisis Cualitativo Asistido por Computadora).

  • tativa asistida por ordenador, a cuyas ponencias nos remitimos para la discu-sin all generada73. Mucho antes, en distintos medios de debate acadmicos, fundamentalmente del mundo anglosajn, se planteaba la propia utilidad del empleo de esta herramienta en el oficio del investigador social de corte ms cualitativista. La bibliografa al respecto es abundante74, as como tambin son numerosos los distintos programas que se han ido desarrollando, en ocasiones por los propios investigadores sociales, en ocasiones por personas ajenas a la situacin profesional de quien despus habra de utilizar sus programas75. La aportacin de Valles al respecto nos indica la existencia de un con-junto de ventajas y desafos del uso de este tipo de herramientas (2001:13-19). Hablaramos de un total de cinco aspectos a considerar: 1) Ahorro de tiempo y bazas asociadas; 2) Exploracin y codificacin, intuitivas y sistemti-cas; 3) Inclusividad e hipertextualidad; 4) Intersubjetividad: falseabilidad y otras ventajas desafos; y 5) Modelizacin y visualizacin analticas, de las que yo destacara la tercera y la cuarta. El principal atractivo que encuentro en el software de anlisis cualitativo es la hipertextualidad, por cuanto ofrece una serie de posibilidades de hacer que todo sea data. Recuerdo que en una de mis clases de licenciatura, el conferenciante invitado arroj despectivamente un bloc de notas sobre la mesa, iniciando con ello su exposicin, cargada de parabienes, sobre la irrupcin de la tecnologa en el oficio del socilogo. No quiero ponerme en su situacin, ni comparto su visin, pero me pregunto si el desarrollo observado (y el que todava est por venir) separar al investigador (en cuanto ser humano, si se quiere) de la cultura del lector-de-papeles. Real-mente no lo creo, y los profesores consultados al respecto aseguran (siempre off the record, por si acaso luego) que al final siempre debe haber un susten-to material en papel para trabajar (Volvemos aqu a Kvale -1996- y a su propuesta de trabajar directamente sobre la grabacin de las entrevistas, para evitar los riesgos de la transcripcin en cuanto transformacin, siempre impura, de lo dicho a lo escrito) Cuestin generacional? (podramos vincular esto con los debates a partir de la figura de Glaser y los escritos sobre transicin tecno-

    73 Las ponencias de Ray Lee, Thomas Muhr, Anne Kuckartz, Csar Cisneros, Vincent Peters, y Miguel Valles, han sido publicadas como documento de trabajo (S2001/05) por la Fundacin Centro de Estudios Andaluces, organizadora de tal evento. 74 Desde el germinal trabajo de Tesch (1990), hasta las obras de Barry (1998), Ruiz Jimnez (1998, 1999), Seale (2001), Ceirano y Rodrguez (1997), la compilacin de Fielding y Lee (1991), Richards y Richards (1994a y 1994 b), Weitzman y Miles (1995), el propio Valles (2000, 2005) o Kelle (ed. 1995), por citar slo algunos de los ms destacados. Una bibliografa ms exhaustiva se puede entresacar entre las referencias completas del Cuaderno Metodolgi-co que firma el profesor Valles (2002). All aparecen, ampliando el listado que aqu ofrecimos, diversas contribuciones, referidas tanto a comparativas entre distintos programas como a ejemplos de investigaciones reales que han utilizado este tipo de software, como a discusin de raz terica sobre su empleo 75 Un buen punto de partida para quien se adentre en este terreno quizs sea la ponencia que el profesor de la Universidad Autnoma Metropolitana de Mxico, Csar Cisneros, present en el Seminario antes indicado (2001). All, Cisneros lleva a cabo una revisin histrica del softwa-re de anlisis cualitativo, al tiempo que plantea una comparativa entre los distintos programas desarrollados, ms all de la tpica contraposicin Atlas/Ti Nvivo (que se pue