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A N A L E S DE LA F A C U L T A D DE Vol. XX (1968-1969) Teología Cuaderno 3 MIGUEL ANGEL FERRANDO P., S.M. LA SUMISION DEL CRISTIANO AL PODER CIVIL SEGUN ROM. 13,1-7 UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE SANTIAGO 1969

la sumision del cristiano al poder civil segun rom. 13,1-7

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A N A L E S D E L A F A C U L T A D D E

Vol. XX (1968-1969) T e o l o g í a

Cuaderno 3

MIGUEL ANGEL FERRANDO P., S.M.

LA SUMISION DEL CRISTIANO AL PODER CIVIL

SEGUN ROM. 13,1-7

UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

S A N T I A G O 1 9 6 9

A N A L E S D E L A F A C U L T A D D E T E O L O G Í A

Yol. XX (1968-1969) Cuaderno 3

MIGUEL ANGEL FERRANDO P., S.M.

LA SUMISION DEL C R I S T I A N O AL P O D E R CIVIL

S E G U N ROM. 13,1-7

UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE

S A N T I A G O 1 9 6 9

I n t r o d u c c i ó n

Los hijos de la Iglesia vuelven hoy sus ojos con renovado interés hacia los libros sagrados. Buscan en ellos luz que les oriente frente a los problemas que el mundo plantea a su conciencia.

Un problema siempre actual para el cristiano ha sido el de los límites del ejercicio de la autoridad civil1. ¿Hasta qué punto puede un cristiano reco-nocer como legítimo un poder político que ignora al evangelio? ¿Cuándo em-pieza y cuándo termina el deber y el derecho de la autoridad eclesiástica a intervenir de una u otra manera en la gestión de ese poder, orientándola, cen-surándola o asumiéndola? ¿Qué deben esperar y qué deben no esperar los cristianos de sus gobernantes?

Los teólogos no católicos, y entre ellos los alemanes sobre todo, han sido quienes, privados de un magisterio eclesiástico umversalmente reconocido, han interrogado con más frecuencia a la Biblia en busca de solución a estos pro-blemas, llegados a su paroxismo hacia el año 19402. Tal vez los autores cató-licos, fiados en las frecuentes e importantes intervenciones de la jerarquía sobre el asunto, han olvidado un poco que el Nuevo Testamento encierra un importante mensaje; de hecho, sugiere, también en este tema, actitudes que todo cristiano está en el deber de conocer y de adoptar.

1 Este trabajo fue leído en la lección inaugural del curso de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile, el día 11 de marzo de 1969. Estas pocas páginas pre-tenden ser un resumen de las ideas principales expuestas más ampliamente en nuestro libro: M. A. FERRANDO, Cristianismo y poder civil (Selección bíblica, 14). Madrid, 1965. Al texto leído en aquella ocasión —apenas modificado— hemos añadido las referencias bibliográ-ficas y algunas notas que entonces fue preciso silenciar; muchas de las notas al pie de página se imprimen ahora por vez primera.

2 Señalamos aquí sólo algunos libros y artículos de revista que estudian el tema en la Biblia y de una manera general. Kn las páginas siguientes citaremos algunos estudios

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El tema es amplio. Sobre él hay en el Nuevo Testamento bastantes más textos e indicaciones de las que uno, fiándose sólo de la memoria, esperaría encontrar. Los textos más importantes son: Mt. 4, 9-11; Mt. 22, 15-22; 1 Cor. 6, 1-6; Rom. 13, 1-7; 1 Tim. 2, 2; Tit. 3, 1; 1 Pe. 2, 13-17; Apc. 13, 1-18. Entre todos ellos, Rom. 13, 1-7 tiene una importancia excepcional. De todo el Nuevo Testamento es el pasaje más denso en enseñanzas sobre las relaciones entre el cristianismo y el poder civil. San Pablo reasume y explica aquí la doctrina sentada por Jesucristo con las palabras "lo que de César, restituidlo a César y lo que de Dios, a Dios" (Me. 12, 17). La influencia del pensa-

más, dedicados sobre todo al análisis de una palabra o de un pasaje en concreto. H. W. BARTSCH, Die newtestamentliche Aussagen über den Staat, en Evangelische Theologie, 19 (1959) 375-390. W. BIEDER, Ekklesia und Polis im Neuen Testament und in der Alten Kirche, Zurich 1941 (Tesis doctoral). O. CULLMANN, Dieu et César. Les procés de Jésus. Saint Paul et l'Autorité. L'Apocalypse et l'Etat totalitaire, Neuchátel-Paris 1956. C. W. CUTRER, The attitude toxoard the State in the ~New Testament, Diss. Vanderbilt Univ., 1959 (Tesis dactilografiada, leída en microfilm). O. ECK, Urgemeinde und Imperium. Ein Beitrag zur Frage nach der Stellung des Urchristentums zum Staat (Beitráge zur Forderung christlicher Theologie, 42, 3 ) , Giitersloh, 1940. E. GAUGLER, Der Christ und die staatlichen Qewalten nach dem Neuen Testament, en Internationale kirchliche Zeitschrift, 40 (1950) 133-155. F. HEILEK, Das Urchristentum und die irdischen Gewalten, en Eine heilige Kirche, 16 (1934) 228-238. J. HERING, A good and a bad government according to the New Testa~ ment, Springfield (Illinois, U.S.A.) 1964. L. HICK, Die Staatsgewalt im Lichte des Neuen Testamentes, Aachen, 1948. J. M. HORNUS, Evangile et Labarum. Etude sur l'attitude du christianisme primitif devant les problémes de L'Etat, de la guerre et de la violence (Nou-velle série théologique, 9 ) Ginebra, 1960. J. S. KENNARD, Politique et religión chez les Juifs au temps de Jésus et dans l'Eglise primitive, Paris, 1927 (Tesis doctoral). G. KITTEL, Christus und Imperator. Das Urteil der ersten Christenheit über den Staat, Stuttgart-Berlin, 1939. F. J. LEENHARDT, Le chrétien, doit-il servir l'Etat? Essai sur la theologie politique du Nouveau Testament (Collection du Réveil Social, 7 ) , Ginebra, 1939. W. MOEGLING, Die Stellung des Neuen Testamentes zu Staat und Vaterland, en Kirchenblatt für die refor-mierte Schweiz [=KrS] 99 (1943) 66-70; 82-86; Die christologische Begründung der Aufgabe des Staates, en KrS 100 (1944) 2-5; 18-22; Anspruch, Grenze und Aufgabe des Staates, en KrS 101 (1945) 162-166; 178-189; 194-198; 212-216; Um die Exegese von Romer 13 en KrS, 101 (1945) 278. K PIEPER, Urkirche und Staat, Paderborn, 1935. M. PRIBILLA, An den Grenzen der Staatsgewalt, en Stimmen der Zeit, 141 (1948 ) 410-427 H. SCHLIER, Die Beurteilung des Staates im Neuen Testament, en Die Zeit der Kirche, 4* ed., Freiburg, 1966, 1-16; Der Staat nach dem Neuen Testament, en Besinnung auf das Neue Testament, Freiburg, 1964, 193-211. K. L. SCHMIDT, Das Gegenüber von Kirche und Staat in der Gemeinde des Neuen Testament, en Theologische Blatter 16 (1937) 1-16; Die Polis in Kirche und Welt. Eine lexikographische und exegetische Studie, Basilea, 1939. W. SCHWEITZER, Die Herrschaft Christi und der Staat im Neuen Testament (Beitráge zur evan-gelischen Theologie 11), Munich, 1949. E. STAUFFER, Cristo y los Césares (Colección 21, N 9 5 ) , Madrid, 1956. K. G. STECK, Jedermann sei untertan der Obrigkeit. Zur christlichen Lehre von Staat, en Die Wandlung, 1 (1945/46) 295-308. F. M. STRATMANN, Die Heiligen und der Staat, Frankfurt a. M. 1949 (vol I: Jesus-Christus; vol. II: Petrus, Paulus, Die Martyrer, Helena). H. WEINEL, Die Stellung des Urchristentums zum Staat, Tubinga 1908. H. WINDISH, Imperium und Evangelium im Neuen Testament (Kieler Universitátsreden, 14) , Kiel, 1931.

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miento paulino alcanza a otros lugares importantes, en concreto a 1 Pe. 2, 13-17, que reproduce casi literalmente las enseñanzas de la carta a los ro-manos.

La índole de este trabajo obliga a centrar la exposición en torno a un texto, Rom. 13, 1-7, aludiendo a los demás sólo incidentalmente3. También el examen de esos versículos clave será muy somero. El tema puede dividirse así:

1. Ocasión y fin de las palabras de San Pablo.

2. El fundamento de la obediencia al poder civil (vers. 1 y 2).

3. Misión y límites de la autoridad civil (vers. 3-5).

4. Rom. 13 y Apc. 13.

5. Cuatro observaciones a modo de conclusión.

3 Sin contar los comentarios a estos versículos que se encuentran en libros que comen-tan entera la carta a los romanos, la bibliografía en torno a estas palabras del Apóstol es in-mensa. Señalamos aquí sólo los trabajos que hemos podido consultar; algunos otros serán cita-dos más adelante G. BAUER, Zur Auslegung und Anwendung vori Rómer 13, 1-7 bei Karl Barth, en Antwort. Karl Barth zum slcbzigsten Geburtstag am 10. Alai 1956, Zollikon-Zürich 1956, pág. 114-123; Barth se inclinó algún tiempo por la interpretación "cristológica" del Esta-do de DEHN-CULLMANN (hablaremos de ella luego), para abandonarla más tarde. E. BARNI-KOL, Rómer 13. Die niohtpaulinische Ursprung der absoluten Obrigkeitsbejahung von Rómer 13, 1-7, en Studien zum Neuen Testament und zur Patristik. Erich Klostermann zum 90. Ge-burtstag dargebracht (Texte und Untersuchungen, 77), Berlín 1961, pág. 65-133: sólo con argumentos internos, sacados de la doctrina que profesan esos versículos, el A. pretende demostrar, sin conseguirlo a nuestro parecer, que Rom. 13- 1-7 no pueden ser de San Pablo. K. BORNHAUSER, Paulus und die obrigkeitliohen Gewalten in Rom, en Christentum und Wis-senschaft, 7 (1931) 201-207. C. J. CADOUX, St. Paul's conception of the State, en The Ex-positor, 12 (1916) 135-147: es un excelente estudio sobre Rom. 13, 1-7 y 1 Cor. 6, 1-8, mostrando que no hay contradicción entre ambos textos. C. E. B. CRANFIELD, Some Obser-vations on Romans 13, 1-7, en New Testament Studies, 6 (1959/60) 241-249. C. EGGEN-BERCER, Der Sinn der Argumentation in Rom. 13, 2-5, en KrS, 101 (1945) 243 s.; parece ser el primer autor que ha negado la autenticidad paulina de estos versículos; se apoya en argumentos internos, que han sido refutados por MOEGLING (cf. supra, nota 2) . L. GAU-GUSCH, Die Staatslehre des Apostéis Paulus nach Rom. 13, en Theologie und Glaube, 26 (1934) 529-550; exagera quizás un poco en sentido contrario, al establecer una relación demasiado estrecha entre estos versículos y los que les siguen. F. HAUCK, Die Stellung des Apostéis Paulus zum Staat, en Christentum und Wü-senschaft, 3 (1927) 141-149. J. HERING, "Serviteurs de Dieu". Contríbution a l'exégése pratique de Romains 13, 3,4, en Revue d'Histoire et de Philosophie religieuses, 30 (1950 ) 31-40; excelente; resuelve muy bien la aparente contra-dicción entre Rom. 13 y Apc. 13. J. KOCH-MEHRIN, Die Stellung des Christen zum Staat nach Rom. 13 und Apok. 13, en Evangelische Theologie, 7 (1948) 378-401. O. Kuss, Paulus über die staatliche Gewalt, en Theologie und Glaube, 45 (1955) 321-334. P. MEINHOLD, Romer 13. Obrigkeit. Widerstand. Revolution. Krieg, Stuttgart 1960; a pesar del título, 3] libro es mucho más teológico que exegético. H. RAHNER, Kirche und Staat im frühen Chris-tentum. Dókumente aus acht Jahrhunderten und ihre Deutung, Munich 1961. C. SPICQ, On doit se soumettre aux pouvoirs constitués, en La vie intellectuelle, 54 (1938) 165-183; ve en las palabras del Apóstol una enérgica invitación a someterse a los poderes constituidos, siempre y en todo caso.

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1. Ocasión y fin de Rom. 13, 1 - 7

Existen pocos datos acerca del estado de la comunidad romana el año 57 para decidir sin lugar a dudas cuáles han sido todos los motivos que han impulsado a San Pablo para escribir a los miembros de esa comunidad una carta tal y cómo lo ha hecho. Por lo que se refiere a 13, 1-7, parece muy opor-tuno que el Apóstol haya abordado el tema de las relaciones cristianismo-poder político precisamente en un escrito dirigido a cristianos que vivían en la capi-tal del Imperio4. Refiriéndose indistintamente a todos los hombres —"toda alma"—, a todos da lecciones que iluminan la tensión escatológica existente entonces en el seno del cristianismo con más agudeza que hoy.

Es cierto que 13, 1-7 se inscribe en un contexto de algún modo escato-lógico; los versículos 11 y 12 del mismo capítulo suenan así: "Y esto teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantarnos del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día se avecina". Este contexto ha movido a algunos exégetas tan eminentes como Martin Dibelius a adoptar una postura pesimista ante el Estado 5; el Estado, como la persecución, es un signo pre-cursor del fin de los tiempos; no vale la pena meterse a cambiar lo que tan

4 Estos versículos se inscriben en la parte parenética o moral de la Carta, que co-mienza en el capítulo 12 con una exhortación a los destinatarios para que sepan aquilatar "cuál sea la voluntad de Dios, qué es lo bueno y agradable y perfecto". Rom. 13, 1-7 des-cubre cuál es la voluntad de Dios sobre la actitud que un cristiano debe adoptar ante los poderes políticos establecidos.

6 M. DIBELIUS, Rom und die Christen im l. Jahrhundert, en Botschaft und Geschichte. Gesammelte Aufsatze, hg. von G . BOKNXAMM, T u b i n g a , v o l . I I ( 1 9 5 6 ) , p á g . 1 8 4 . BARTSCH,

o. c. supra (nota 2), pág. 385 y 387, se hace eco de estas palabras al escribir: "Quien cuenta con la irrupción del Reino de Dios, porque reconoce en Jesús a su introductor, considerará toda actitud revolucionaria como una chiquillada".

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pronto va a perecer. Observemos por el contrario, con Leenhardt6, que e] Apóstol no habría dado una doctrina sobre el poder civil tan desarrollada y bien fundamentada, si hubiera esperado el fin del mundo para un futuro in-mediato; el cristiano estima la autoridad civil por los servicios que presta; aunque realidad provisional, merece el respeto y la sumisión.

Si los judeocristanos de Roma no son zelotes, es posible sin embargo que haya habido necesidad de corregir sus ideas sobre los tiempos mesiánicos y de enseñarles a obedecer cristianamente a las autoridades civiles 7. En cuan-to a los bautizados venidos de la gentilidad, las palabras del Apóstol les ha-rán comprender mejor, que la libertad cristiana no puede ser un pretexto pa-ra sacudirse toda ley y toda autoridad8. Todos recibirán nuevas luces sobre las relaciones existentes entre el cristianismo y este mundo, perecedero sí, pe-ro no exento de valores 9.

San Pablo escribe a los cristianos y no al emperador, Nerón en aquel momento, un Nerón que todavía gobierna sabiamente, aconsejado por Séneca. Como es habitual en el Apóstol, sus recomendaciones están enraizadas en el dogma, del que reciben una perenne validez. Por eso desbordan los límites del tiempo en que fueron escritas y se aplican a muchos más que a sus desti-natarios inmediatos. Pablo no ha desarrollado un tratado de teología de las realidades políticas, pero ha puesto los primeros jalones; sus palabras valen no sólo para los cristianos de Roma el año 57, sino también para el emperador y para todos los cristianos y emperadores de todos los tiempos 10.

6 F. J. LEENHARDT, L'Eptíre de Saint Paul aux Romains (Commentaire du NT 6), Neu-chátel-Paris 1957, pág. 182.

7 H. WEINEL estima que la insistencia con que San Pablo predica la obediencia a las autoridades civiles prueba la existencia de un radicalismo revolucionario fuertemente arraigado entre los primeros cristianos: o. c. supra (nota 2), pág. 13 ss. Esta idea está hoy casi umversalmente rechazada: cf. KEIENBURG, O. C. supra (nota 3 ) , pág. 17 s. KENNARD ha pretendido demostrar que Jesús fue un revolucionario y el cristianismo un movimiento social en consecuencia a las ideas de su fundador; la lectura de la tesis en que trata de probarlo es aleccionadora, pues demuestra de manera inequívoca la imposibilidad de probar semejan-tes afirmaciones: o. c. supra (nota 2) . Es cierto que los primeros cristianos han sido acusa-dos en alguna ocasión de que "están alborotando nuestra ciudad" (Hech. 16, 20) y de que "han trastornado el mundo entero" (Hech. 17, 6) ; la lectura de esos versículos en su con-texto basta para dejar claro que no se trata de un problema político, sino religioso.

8 "La nueva fe no cambia nada en las instituciones de orden natural; llega incluso a consagrar su legitimidad y su capacidad para mandar"; SPICÜ, O. C. (nota 3), pág. 170.

9 Kuss, o. C. supra (nota 3) , pág. 333, hace notar que el Apóstol ha acelerado el difícil proceso que tuvo lugar en el seno del cristianismo primitivo, para llegar a compren-der por qué el "eón" antiguo dura todavía, sin renunciar por eso a la convicción de que el nuevo "eón" está ya presente.

10 Ha sido el de la validez universal de las palabras del Apóstol un problema ardua-mente debatido. BARTSCH, O. C. supra (nota 2 ) , pág. 387 y 389, y BOKNHAUSER, O. C. supra (nota 3) , pág. 201-207, piensan que el Apóstol no pretendió establecer una doctrina valede-ra para todos los hombres y para todos los tiempos; sólo ofrece unos consejos prácticos para resolver situaciones pretéritas. Los argumentos de BORNHAUSER han sido refutados por

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La doctrina de estos versículos está en la misma línea que la respuesta dada por Jesús a quienes le preguntaban sobre la licitud de pagar impuestos al César 11, pero desarrolla el pensamiento del Maestro. Jesús ha predicado la sumisión al César rompiendo así con el ideal teocrático de su pueblo. Pablo precisará el motivo (vers. 1 y 2). Jesús ha reconocido la existencia de una es-fera de acción propia del príncipe, que sin embargo no debe reclamar lo que sólo es de Dios; Pablo dirá una palabra sobre la naturaleza y los límites de esa acción (vers. 3 al 5), y añadirá por su cuenta una exhortación a someterse, "para cumplir un deber de conciencia", a algunas concretas y legítimas exi-gencias de las autoridades civiles (vers. 6 y 7).

SCHLIER, Beurteilung, o. c. supra (nota 2) , pág. 8 s. La mayor parte de los exégetas están de parte de la posición que defiende el alcance universal de Rom. 13 (GAUGLEK, STRATMANN, HICK, HAUCK, PRIBILLA. . . por citar sólo a los que expresamente se refieren al tema).

11 Me. 12, 13-17 y paralelos. Todos los estudios citados en la nota 2 dedican algunas páginas al análisis del episodio del tributo al César. De manera directa han abordado el tema: A. BEA, Date a Cesare quel che e di Cesare c a Dio quel che é di Dio, en Civiltá Cattolica, N? 2598 (1958-III ) 572-583. J. S. KENNARD, Render to God. A study of the tribute passage, New York 1950; de modo más discreto que en su tesis doctoral o. c. supra (nota 2 ) , expone sin embargo el A. la misma tesis: Algunos aspectos, que parecen remontar a Jesús, caracterizan al cristianismo como un movimiento esencialmente revolucionario, salvo en sus métodos; cf. pp. 44-49; 121-127; 137-139. H. LOEWE, Render unto Caesar. Religious and political loyalty in Palestina, Cambridge 1940; pone de relieve el A. la lealtad de los judíos de todos los tiempos hacia las autoridades civiles (passim; sobre todo pp. 4-37); niega que las palabras "Devolved a César. . ." sean de Jesús; la escena no tiene valor histórico; "es posible que la lección, o parte de la lección original que Jesús enseñó, es que no hay nada de malo en manejar monedas, incluso cuando su reverso contiene emblemas idolátricos" (pág. 109; cf. hasta la pág. 112). M. RIST, Caesar or God (Mark 12: 13-17)? A study in Form-geschichte, en The journal of Religión, 16 (1936) 317-331; según el A., los judíos han pro-puesto a Jesús una cuestión sobre el pago de los impuestos; un redactor tardío, un cristiano de origen gentil, habría cambiado el sentido de la cuestión para hacer de ella una pre-gunta sobre la idolatría, sobre la adoración al Emperador; es impensable que el judío que es Jesús haya hecho mostrar una moneda imperial, un verdadero idolillo, en el recinto del templo; la narración evangélica carece de valor histórico; el relato primitivo del episodio se encontraría en un fragmento del papiro Ergeton, del s. II (publicado en Londres en 1935) según el cual Jesús no pide que se le muestre un denario. STAUFFER, o. c. supra (nota 2 ) , pág. 164, prueba con una cierta indignación —sin aludir directamente a nadie— que el frag-mento del papiro Ergeton no es más que "un mosaico mal hecho de reminiscencias y fórmu-las del Nuevo Testamento"; el libro de STAUFFER dedica un largo y excelente capítulo a esta pericopa. Conservan un valor actual los comentarios de SAN JUSTINO, 1. Apol. 17; PG. 6, 353 y 356; cf. Apologistas griegos (BAC 116), Madrid 1954, pág. 200 s, y de SAN JUAN CRISOS-TOMO, In Matt. Homilía LXX, 2; PG. 58, 656; cf. Obras de S. Juan Crisóstomo. Homilías sobre San Mateo (BAC 146), Madrid 1956, vol. II, pág. 425.

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2, El fundamento de la obediencia al poder civil (vers. 1 y 2)

"Toda alma se someta a las autoridades que están encima; en efecto, no existe autoridad sino por Dios y, las que existen, por Dios han sido ordenadas. Así que el que se insubordina contra la autori-dad se opone a la ordenación de Dios y los que se oponen atraerán sobre sí mismos la condenación".

Se pueden distinguir dos puntos en este apartado: exégesis del vers. I9, y examen de alguno de los problemas que esta exégesis plantea en la práctica.

Exégesis

En el primer versículo hay una cuestión filológica y exegética, en torno a la cual existe una abundante literatura. La palabra griega que traducimos por "autoridad" es e^ouaia. En plural y asociado frecuentemente a a p e s t e tér-mino significa en algunos pasajes de otras epístolas paulinas unos poderes angé-licos, los "principados y potestades", sobre cuya bondad o malicia moral no existe acuerdo entre los intérpretes (cf. por ejemplo: Ef. 1,21; 2, 2; 3, 10; 6, 12; Col. 1, 13; 1, 16; 2, 10; 2, 15). Oscar Cullmann se ha convertido en el adalid de una interpretación apuntada ya por G. Dehn, según la cual "autoridades" en Rom. 13, 1 tiene a la vez dos significaciones: autoridades civiles y poderes angélicos más o menos hostiles a Cristo, que actúan detrás de ellas. Esta afir-mación ha permitido a Cullmann el dar una interpretación del Estado que él llama "cristológica", y "demonológica" sus numerosos adversarios 12. Afirmemos aquí, sin más examen y con la abrumadora mayoría de los exégetas, que s^ouaia se refiere sólo a la autoridad civil en abstracto, cuando el término está en sin-gular, o a sus detentores concretos, cuando está en plural; ese el sentido obvio del texto, tal como se desprende de la simple comparación de Rom. 13, 1 con Le. 12, 11; Tit. 3, 1 y 1 Pe. 2, 13 s.

1 2 Cullmann sostiene que e?oua'.a tiene a la vez dos sentidos: autoridades civiles y poderes angélicos, más o menos hostiles a Cristo (la angelología de Cullmann no tiene nada que ver con la angelología profesada tradicionalmente por los autores católicos, según la cual sólo hay espíritus buenos —ángeles— o malos —demonios—, sin ninguna otra clase de espíritus, equidistantes de ambos extremos); estos poderes angélicos están "detrás" del poder del Es-tado, que es instrumento de su acción en el mundo. Cristo, por su cruz, los ha vencido, es decir, los ha puesto a su servicio; esta victoria, en sí definitiva, les deja sin embargo una cierta libertad de acción: pueden degenerar, sustraerse de alguna manera a la autoridad de Cristo y convertirse así en poderes demoníacos; el Estado detrás de quien están, reviste sus mismos caracteres: ministro de Dios y de Cristo, cuando los poderes angélicos están so-

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El participio que traducimos por la expresión "que están encima" (uTOpexouaaij), precisa el sentido de "autoridades": se trata de los magistra-dos que, puestos en situación eminente, ejercen el poder civil. A estas autori-dades hay que "someterse" (uTOxaaasaOü)): este verbo subraya siempre en el N. T. la entera dependencia del subdito, al que se pide un puntual sometimien-to; es de notar que aparece en los lugares paralelos a nuestro versículo, es decir en Tit. 3, 1 y 1 Pe. 2, 13 s. Los prefijos "uno" e "urop", que entran en la forma-ción de las dos palabras, indican que el derecho de mandar en unos y la obli-gación de obedecer en otros son correlativos a posiciones respectivamente supe-riores e inferiores. En resumen, existe una jerarquía entre los hombres y los inferiores deben someterse a los superiores por el hecho de ser éstos tales supe-riores. Santo Tomás de Aquino lo puntualiza así: "Dice sin embargo 'a las autoridades superiores', sin precisar más, para que nos sometamos en razón de la superioridad (sublimitatem) de su función, aunque sean malas"13.

La segunda parte del versículo explica la razón de la existencia de esta jerarquía y los motivos de la correspondiente sumisión: "en efecto, no existe

metidos; bestia apocalíptica, perseguidora de los cristianos, cuando esas z^ouaiai degeneran y se transforman en poderes demoníacos. O. CULLMANN ha expuesto repetidamente estas ideas; cf., sobre todo, la obra citada en la nota 2; él mismo ha hecho un excelente resumen de sus ideas sobre el asunto en J. J. VON ALLMEN, Vocabulaire biblique, 2;L ed., Neuchátel-Paris 1956, art. "Autorités" (pág. 32) . Daremos en la nota 22 la referencia exacta de las obras de G. DEHN. La interpretación de Cullmann ha provocado una reacción desfavora-ble entre la mayoría de los exégetas. Citamos aquí algunos trabajos que abordan de modo muy directo este asunto; como los más son contrarios a Cullmann, sólo indicaremos explíci-tamente cuáles le son favorables. E. BRUNNEB, Zur christologischen Begründung des Staates, en KrS, 99 (1943) 2-5; 18-23; 34-36; G. B. CAIED, Principalities and Powers. A study in paulino theology, Oxford 1956. H. von CAMPENHAUSEN, Zur Auslegung von Rom. 13: Die dümonistische Deutung des exousíai-Begriffs, en Festschrift Alfred Bertholet zurn 80. Ge-burtstag, Tubinga 1950, pág. 97-113. H. M. GALE, Patd's view of the State. A discussion of the problem in Romans 13: 1-7, en Interpretation, 6 (1952) 409-414; G. H. C. MACGREGOR, Principalities and Powers: The cosmic background of St. Paul's thought, en New Testament Studies, 1 (1954/55) 17-28; el A. encuentra la posición de Cullmann "enormemente suges-tiva, aunque sea difícil el demitologizarla en términos racionales". C. D. MORHISON, The po-wers that be. Earthly rulers and demonio powers in Romans 13: 1-7 (Studies in biblieal Theology, 29) Londres 1960; parece inclinarse hacia la interpretación "cristológica" del Es-tado; el libro ofrece una bibliografía muy completa. H. SCHLIER, Machte und Gewalten im Neuen Testament (Quaestiones disputatae, 3); ed., Freiburg i. Br. 1959; excelente es-tudio sobre el tema, aunque no alude directamente a Cullmann. A. STROBEL, Zum Verstand-nis von Rom. 13, en Zeitsohrift für die nt. Wissenschaft, 47 (1956 ) 67-93. También han estudiado el tema KEIENBURG (favorable a Cullmann) y, contrarios: GAUGLER, G. KITTEL, KAESEMANN, MOEGLING (obras citadas en notas 2, 3 y 20) y muchos comentaristas de la car-ta a los romanos; entre éstos destaca LEENHARDT, o. c. supra (nota 6) 183 s., que en amplia nota al pie de página estudia el tema con concisión y claridad; no acepta la interpretación de Cullmann.

13 Super Ep. ad Romanos lectura, c. XIII, lect. 1, N 9 1018. GRANFIELD, O. C. supra (nota 3 ) hace un buen estudio sobre el sentido del verbo "someterse".

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autoridad sino por Dios (UTO OÍOU) y, las que existen, por Dios (UTO

0eou) han sido ordenadas". La preposición UTCO indica la causa eficiente de la acción expresada por los verbos "existe" y "han sido ordenadas". Se puede, pues traducir así el primer miembro de la frase: "Dios ha hecho que la auto-ridad política exista". En concreto, la expresión "ser ordenado por" (xaaasiaOai UTO) es una expresión técnica que indica la acción por la que un superior, una colectividad a veces, nombra o establece a alguien para una función, confi-riéndole al mismo tiempo una autoridad real sobre personas o sobre cosas. La literatura griega, bíblica y profana, ofrece algunos ejemplos concluyentes: 2 Mac 6, 21; 3 Esdrás 1, 15; Eurípides, Jenofonte 14.

Queda claro el sentido del primer versículo de Rom. 13: Dios mismo es la causa de la existencia de una autoridad civil entre los hombres. Es él quien quiere que haya unos hombres que manden y otros que obedezcan. Todavía más, por él han sido puestos los magistrados, los que existen concretamente en un momento dado, y es él quien les confiere la autoridad sobre sus conciu-dadanos.

No es poco esto. Por una parte, Pablo niega a los magistrados, sin excluir al emperador, todo título divino: son hombres como los demás, sometidos por tanto a la soberana autoridad de Dios, que los ha establecido. Se niega así ro-tundamente la ideología helenística, según la cual los reyes eran tenidos por verdaderos dioses; esta ideología había irrumpido por vez primera en Roma con Julio César y Marco Antonio 15. Por otra parte, estos magistrados, aunque hom-bres, están revestidos de una dignidad extraordinaria: han sido colocados en sus puestos de mando por Dios, de quien han recibido su autoridad, y no por el capricho del pueblo o del ejército; se matiza así y se profundiza un principio caro a los romanos, que León Homo enuncia con estas palabras: "La autoridad del príncipe tiene su fuente en el pueblo, que ha enajenado en favor de él sus derechos soberanos y que, simultáneamente por una decisión del senado (se-natus consultus) y por voto popular, le ha conferido un mandato legal, el de princeps, al lado y al margen de la constitución tradicional" 16.

1 4 Los amigos de Eleazar "le exhortaban a traer cosas permitidas, preparadas por él, para simular que había comido de las sacrificadas, según mandato del rey": 2 Mac. 6, 21. Los cantores del pueblo forman "según lo establecido por David": 3 Esdrás, 1, 15. Aquiles anuncia a Clitemnestra que Ulises viene a buscar a Ifigenia; la reina pregunta: "¿Hace él esto por su propia voluntad o ha sido encargado por el ejército (de esta misión)?". EURÍPI-DES, Ifigenia en Aulida, versos 1363 s. Ciro se pregunta cómo debe tratar a Orontas, y co-menta: "Después que él fue nombrado general por mi hermano. . . : JENOFONTE, Anábasis, 1, 6, 6.

15 Cf. A. J. FESTUGIERE, Le monde gréco-romain au temps de Notre- Seigneur, I I : Le milieu spirituel, París 1935, pág. 23 ss. STAUFFER, O. C. supra (nota 2) pp. 82 ss; 92 ss. La historia de las vicisitudes del culto a los emperadores romanos ha sido cuidadosamente ex-puesta por L. CERFAUX y J. TONDRIAU, Un concurrent du christianisme, le cuite des Souve-rains dans la civilisation gréco-romaine, Tournai 1957, pp. 313-380.

1 6 L. HOMO, Les instítutions romaines de la cité á l'Etat (L'Evolution de l'Humani-

[ 1 3 ] 1 2 9

Las palabras del Apóstol no significan que la autoridad civil está dotada de una naturaleza divina. La historia prueba sobradamente que el poder polí-tico está lejos de ser infalible e impecable. Bien claro lo dice Apc. 13. Las ór-denes jamás serán buenas por el solo motivo de ser disposiciones emanadas de una autoridad legítima; para ser buenas deberán acomodarse a un fin: servir al cumplimiento de la misión confiada a la autoridad. San Pablo va a precisar en los versículos 3 al 5 cuál es esa misión; pero, antes de hacerlo, concluye de la doctrina que acaba de establecer: "Así que el que se insubordina contra la autoridad se opone a la ordenación de Dios y los que se oponen atraerán sobre sí mismos la condenación" (vers. 2).

Problemas

¿Valen las tajantes y optimistas afirmaciones del Apóstol para las auto-ridades que han llegado al poder por el engaño y la violencia, o para aquellas que son incorregiblemente traidoras a sus deberes fundamentales?

Este problema ha sido percibido desde que la exégesis bíblica dio sus primeros pasos. Orígenes se lo ha planteado con lucidez 17 y, por supuesto, no ha escapado a espíritus tan alerta como los de San Juan Crisóstomo o Santo Tomás de Aquino 18. Es interesante recordar, por vía de ejemplo, el plantea-miento y la solución que le da el Crisóstomo; si, a mi juicio, él no acertó en ésta, se me perdonará más fácilmente el que yo tampoco ofrezca una respuesta plenamente satisfactoria. San Juan Crisóstomo compara el poder político al matrimonio. El matrimonio ha sido instituido por Dios; sin embargo, "no es el Señor quien casa a tal hombre con tal mujer, porque vemos a menudo ma-trimonios mal avenidos, que no son conformes a las leyes del matrimonio, y no debemos atribuirlos a Dios . . . El Apóstol no dice: porque no hay príncipe que no venga de Dios; sino que habla de la institución misma"19. Pero Sau

té, 18), París 1950, pág. 260. Son características de esta mentalidad las palabras pronuncia-das un día por Tiberio en el Senado: "Dixi et nunc, et saepe alias, Patres Conscripti, bonum et salutarem principem, quem vos tanta et tam libera potestate instruxistis, senatui servire debere": SUETONIO, Tiberius, 29. Y el documento por el que el Senado, en representación del pueblo, confería el imperium a Vespasiano el año 69: " . . .foedusve cum quibus volet facere liceat ita, uti licuit divo Augusto, Ti. Julio Caesari Augusto, Tiberioque Claudio Cae-sari Augusto Germánico. . . Utique quae ante hanc legem rogatam acta gesta decreta im-perata ab imperatore Caesare Vespasiano Augusto iussu mandatuve eius a quoque sunt, ea perinde iusta rataque sint, ac si populi plebisve iussu acta essent": Fontes Juris Romani An-tiqui, ed. L. G. BRUNS; ed. quinta cura Th. MOMMSEN, Friburgo de Br. 1887, pág. 182 s.

" ORÍGENES, Comment. i n E p . a d R o m . , I X . 2 6 ; P G . 14 , 1 2 2 6 s. 1 8 SANTO TOMAS DE AQUINO, Super Ep. ad Rom. lectura, c . X I I I , l ect . 1, N 9 1 0 2 2 .

Cf. infra, nota 19. 1 9 SAN JUAN CRISOSTOMO, In Ep. ad Rom., h o m i l í a X X I I I , 1; P G . 6 0 , 6 1 5 .

126 [ 1 4 ]

Pablo ha afirmado que las autoridades, precisamente "las que existen", han sido establecidas por Dios. La doctrina de San Juan Crisóstomo parece incluso revolucionaria, si se lleva hasta sus últimas consecuencias. La institución viene de Dios, pero no tal y tal gobernante; por consiguiente, diciendo respetar a la autoridad en abstracto, un subdito podría oponerse a toda autoridad concreta so pretexto de que ésta —aquí y ahora— no es querida por Dios.

Es bien interesante la historia de la exégesis de este versículo. Keien-burg la ha hecho en una tesis doctoral publicada en 1956 20. Schelkle publica-ba en 1953 un excelente estudio sobre la época patrística, hasta el siglo IV21; en él ha hecho notar lo mucho que varía la interpretación del texto según las circunstancias políticas en que ha vivido el intérprete: las palabras del Após-tol son un rompecabezas en tiempo de persecuciones, y una delicia el comen-tarlas cuando el Imperio llega a ser oficialmente cristiano. Numerosos ejemplos contemporáneos confirman rotundamente esta observación. Cito sólo el nom-bre de G. Dehn, que abordó el tema en 1936 y en 1954 22; el año 1936 negaba, en nombre del N. T., todo derecho a la sublevación, incluso contra un poder llegado a ser demoníaco; el año 1954, después de la experiencia nazi, no afir-ma este derecho, pero disculpa sin reticencias a los hombres que prepararon el fracasado atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944.

Una conclusión al menos es clara: San Pablo no resuelve directamente todos los problemas que la existencia del poder político y su gestión pueden plantear a la conciencia cristiana a través de los tiempos, pero ha señalado ja-lones muy definidos y muy importantes. Pablo, como antes Pedro (cf. Act. 5, 29), como Cristo mismo, se ha negado a dar al César lo que era de Dios. Por eso los tres han derramado su sangre. Pero nunca jamás un autor del N. T. ha predicado la sublevación armada contra los poderes establecidos, ni siquie-ra ante la brutal y demoníaca persecución de la Iglesia, tal como aparece en el capítulo 13 del Apc. 23.

2 0 F. KEIENBURG, Die Geschichte der Auslegung von Rómer 13, 1-7, Gelsenkirchen 19.56; la tesis fue terminada en 1952; creemos que exagera la nota pesimista sobre lo difícil que es llegar a una interpretación de estos versículos en la que estén de acuerdo la mayo-ría de los exégetas. E. KAESEMANN, Rómer 13, 1-7 in unserer Generation, en Zeitschrift für Theologie und Kirche, 56 (1959) 316-376: es una crónica muy completa de los trabajos apa-recidos, sobre todo en alemán, acerca de este tema entre los años 1900 y 1959.

2 1 K. H. SCHELKLE, Staat und Kirche in der patristischen Auslegung von Rom. 13, 1-7 en Zeitsclirift für die nt, Wissenschaft, 44 (1952/53) 223-236.

2 2 G. DEIIN, Engel und Obrigkeit. Ein Beitrag zum Verstandnis von Rom. 13, 1-7, en Theologische Aufsütze. Karl Barth zum 50. Geburtstag, Munich 1936, pág. 90-109. Y: Von christlichen Leben. Auslegung des 12. und 13. Kapitels des Briefes an die Rómer, Neukir-chen 1954.

2 3 Tras la trágica experiencia nazi, PRIBILLA y STRATMANN, jesuíta el uno y dominico el otro, o. c. supra (nota 2 ) , intentan mostrar que el Nuevo Testamento, si bien no se pro-nuncia por la violencia, tampoco la condena en casos extremos. La obligación de no obe-decer a las órdenes contrarias a la ley de Dios es señalada por todos los autores cristianos;

[ 1 5 ] 129

Josef Klausner, profesor de la Universidad hebraica de Jerusalén y pri-mer hombre de ciencia judío que ha escrito una vida de Jesús en la época moderna, niega a éste el título de profeta porque se ha desentendido de los intereses nacionales y políticos de su pueblo y ha aceptado sin protesta la do-minación romana24. La observación de Klausner es muy exacta, aun cuando valore la conducta de Jesús en forma diametralmente opuesta a como la valo-ramos los cristianos.

Pablo ha predicado la sumisión antes y después de la persecución nero-niana (Rom. 13, 1 ss, antes; Tít. 3, 1, después). Cuando los cristianos eran víc-timas de una persecución al menos larvada, Pedro sigue predicando sumisión y respeto (1 Pe. 2, 13 ss). La única "venganza" del cristiano será el elevar ple-garias a Dios "por los reyes y por los constituidos en autoridad, para que po-damos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad" (1 Tim. 2, 2 ) .

San Pablo no excluye la obediencia crítica, que examina las órdenes recibidas a la luz de la misión encomendada a la autoridad civil, tal como la expone en los versículos siguientes. Quizás deja la puerta abierta a una teo-ría de la rebelión —aunque yo no acabo de verlo así— pero en todo caso im-porta subrayar toda la fuerza de sus expresiones preconizando la obediencia y la sumisión.

En principio, las autoridades, las que de hecho existen, son queridas por Dios. El Apóstol no habla más que de las autoridades "que existen", sin entrar en averiguaciones sobre los medios que han empleado para llegar al poder. Acaso se pueda entender así la expresión "que existen": las autoridades lle-gadas al poder por medios ilegítimos se vuelven legítimas por el mero hecho de existir, con tal de que en el ejercicio de sus funciones sean verdaderos ser-vidores del bien común. Es preferible el aceptar una autoridad así que el desen-cadenar todos los males de que una sublevación puede ser la causa.

Contrario es el caso de la autoridad, legítima por su origen, que deja de servir al bien común. Creo que el Apóstol no ha pensado directamente en ninguno de los dos problemas. La solución a ellos depende, pues, de conside-

son interesantes a este respecto las palabras de otro teólogo alemán que también vivió los años del III Reich, H. SCHLIER, Jesús und Pilatus. Nach dem Johannesevangelium, en Die Zeit der Kirche, o. c. supra (nata 2 ) , pág. 56-74; este estudio fue publicado por primera vez en 1941, antes de que el autor se convirtiera al catolicismo.

2 4 J. KLAUSNER, Jésus de Nazareth. Son temps. Sa cié, Sa doctrine, París 1933. El A. estima que la moral "universalista" de Jesús no es una doctrina judía; ella ha sido el "beso de la muerte" del judaismo (pág. 542); en consecuencia, Jesús —cuya divinidad es negada-no merece el título de profeta "porque no tiene el sentido político de los profetas y no ha venido, como vinieron ellos, para consolar a la nación desde el punto de vista político y nacional" (pág. 694). El A. ha comprendido bien las aspiraciones de su pueblo y el men-saje de Jesús.

126 [ 1 6 ]

raciones que quedan al margen de los textos neotestamentarios sobre el poder político.

En todo caso, el Apóstol no garantiza que las disposiciones emanadas de la autoridad sean siempre las mejores posibles. Afirma, sin embargo, que los subditos deben someterse, porque ésa es la voluntad de Dios, a todas las órde-nes emanadas de la autoridad, con tal de que no sean evidentemente inmorales. El alzarse contra la autoridad es una alternativa verdaderamente extraordinaria. El cristiano es un súbdito respetuoso y sumiso ante la autoridad, incluso irreli-giosa y perseguidora. El cristianismo no es un movimiento político. La perte-nencia al reino de Dios no autoriza a derrocar, o simplemente a huir, la autori-dad de los reyes de la tierra 25.

3. Misión y límites de la autoridad civil (vers. 3 al 5)

"Porque los magistrados no son objeto de temor para la buena ac-ción sino para la mala. ¿Quieres no temer a la autoridad? Obra el bien y obtendrás de ella elogios; porque de Dios es ministro res-pecto a ti para el bien. Mas si obras el mal, teme; que no en vano lleva la espada; porque de Dios es ministro, vengador para castigo del que obra el mal. Por lo cual fuerza es someterse, no ya sólo por el castigo, sino también por la conciencia".

Estas palabras contienen elementos que permiten conocer algo de la misión que el N. T. asigna al poder civil. Los tres versículos se estructuran en torno a tres ideas fundamentales: la de bien, la de mal y la de servicio (minis-terio, diaconía).

No es muy fácil precisar en este texto el contorno de las nociones de bien y de mal. Desde luego, Pablo no distingue aquí el bien temporal y el bien sobrenatural: esa distinción es fruto de una elaboración teológica poste-rior. Sus lectores son personas poco instruidas y ha debido emplear, pues, un lenguaje lo más sencillo y claro posible. Las nociones de bien y de mal son entendidas umversalmente por la conciencia de los mismos paganos, conocidas por todos gracias al estoicismo contemporáneo28.

2 5 "Esta es la clara lección dada por San Pablo: ningún cristiano puede rebelarse contra el orden político existente, en nombre de la libertad cristiana. Todavía quedan sin respuesta una serie de interrogantes, que siempre han acosado dolorosamente a la conciencia de los cristianos": O. Kuss, Die Briefe an die Romer, Korinther und Galater (Das NT. Wikenhauser-Kuss, 6 ) , Regensburg 1940, pág. 99s.

2 6 Séneca ha consagrado toda una carta a Lucilio (Epist . 120) al siguiente tema:

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Pero Pablo se dirige a una comunidad cristiana; las palabras bien y mal no pueden estar desprovistas de un matiz específicamente moral y religioso.

¿Cuál es el bien que la autoridad civil está llamada a elogiar, es decir, a reconocer e incrementar? No es verosímil que este bien sea la caridad cris-tiana o la eterna salvación de los hombres. San Pablo habla de un poder polí-tico, el Imperio Romano, que no conoce al verdadero Dios y que responde al mal con un juicio condenatorio y con el empleo de la espada. (La referencia que el Apóstol ha hecho un poco antes —12, 20 s— al perdón de las ofensas su-fridas y la invitación a vencer el mal por el bien, pedían una precisión sobre la actitud que tomar frente a una institución que en vez de perdonar, castiga, y con la pena de muerte). El bien hacia el cual debe el Estado conducir a los hombres no puede ser el bien sobrenatural, conocido sólo por la revelación.

Entre los pasajes de las epístolas paulinas a los que se puede recurrir para precisar la noción de bien —y, por tanto, la correlativa de mal—, el más esclarecedor es, tal vez, Rom. 2, 5-10: estamos en la misma carta y estos ver-sículos emplean términos que van a repetirse en 13, 3-5: bien, mal y cólera.

Rom. 2, 5-10 es una sección de las páginas terribles en que Pablo habla de las abominaciones de los paganos, de la culpabilidad de los judíos y de la cólera de Dios. El mal, en este contexto, es la violación de la hoy llamada "ley natural", cognoscible incluso para los gentiles. El bien es, en consecuencia, la observancia de esta ley. Importa subrayar que se trata de la responsabilidad moral de una humanidad que todavía no ha oído hablar de Jesucristo.

El bien que el poder político debe favorecer es, pues, una conducta que observa la ley natural y una atmósfera de paz y respeto mutuo, como se des-prende de 1 Tim. 2, 2, recientemente citado 27. Para trabajar en la consecución

"cómo vino a nosotros la noticia de lo bueno y de lo honesto". La noción de bien nace en nuestro espíritu por una especie de inducción, es decir, por la observación y la comparación de actos frecuentes de la vida, que, como por instinto, la inteligencia humana juzga buenos y honestos. Estos "actos frecuentes" son, por ejemplo, la incorruptibilidad de Fabricio o el valor y patriotismo de Horacio Cocles.

2 7 "El bien es la vida común que tiende a asegurar a cada uno las condiciones de existencia en que su vocación de cristiano encontrará el marco más favorable posible": LEENHARDT, O. C. supra (nota 6) , pág. 186. El problema de la naturaleza de este bien ha preocupado siempre a los exégetas. Que nosotros sepamos, SAN IRENEO DE LYON ha sido el primero en escribir que el "bien" es la paz y el orden social: Adv. haer., V, 24, 2; P. C. 7, 1187. Según DIODORO DE TARSO, la autoridad sirve a Dios y para "el bien" asegurando una paz que permita la difusión del Evangelio: cf. K. STAAB, Pauluskommentare aus der griechischen Kirche (Neutestamentliche Abhandlungen, 15), Münster i. W. 1933, pág. 107. Con algunos matices, estas ideas han sido repetidas mil veces hasta el día de hoy. Ciertas expresiones de San IRENEO hacen sospechar que, para el santo obispo, el poder político carece de razón de existir en un mundo perfectamente cristiano y sin pecado; se diría que sólo es útil para los gentiles "a fin de que temiéndole no se coman los hombres entre sí como entre sí se devoran los peces, y las leyes contengan la injusticia múltiple de los gen-tiles": cf. Adv. haer., V. 24, 2; P. G. 7, 1187. Creemos que el poder político es una institu-

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de este fin, no pide el Apóstol que la autoridad civil esté movida por los sentimientos que inspira la caridad cristiana, aunque no excluye evidente-mente la posibilidad de que el poder político actúe también impulsado por estos sentimientos. Las autoridades, incluso las paganas, que ignoran todo del cristianismo, pueden conocer la existencia de Dios y de una norma superior de moralidad. El bien que están encargadas de procurar no puede ser un bien puramente material, sin ninguna referencia a la moral. La autoridad no es enteramente libre en el ejercicio de sus funciones. Debe someterse a una norma ética que la rebasa; es infiel a su misión si permite con indiferencia la exhibición y la propaganda del vicio.

La obediencia del subdito será una obediencia crítica; tiene el derecho y el deber de examinar las órdenes procedentes de la autoridad para ver si están o no conformes a esa norma y actuar en consecuencia. Por su parte, "la Iglesia del Dios viviente, columna y sostén de la verdad" (1 Tim. 3, 15) tiene también el derecho y el deber de juzgar sobre la moralidad de la ges-tión del poder civil y de hacer oír su voz. Al actuar así, no usurpa ningún derecho ni, propiamente hablando, interviene en política; ejerce un deber y un derecho, en beneficio de la misma sociedad civil.

Elogiando el bien y vengando el mal, la autoridad "de Dios es minis-tro respecto a ti para el bien" (vers. 4). "De Dios" es un genitivo subjetivo más que posesivo; la autoridad no es un ministro al servicio de Dios; perte-nece a Dios, es claro, pero Dios la ha puesto al servicio de la comunidad. Es un ministro al servicio de los hombres, establecido por Dios, para condu-cirlos al bien. Los magistrados no pueden ponerse en lugar de Dios y definir a su gusto lo que es bueno y lo que es malo. Son servidores de Dios en la medida en que sirven a la comunidad. Como la autoridad apostólica sobre los fíeles y como la función del predicador, la autoridad es definida como una Siaxovia, un servicio a los demás (cf. Le. 22, 24-27). "Por lo cual, fuerza es someterse no ya sólo por el castigo, sino también por la conciencia" (vers. 5).

ción necesaria en toda sociedad que aún no ha alcanzado la perfección, que sus miembros sean pecadores o no. La autoridad busca el bien de seres imperfectos y limitados (todos los hombres lo somos), que necesitan de dirección para coordinar sus esfuerzos en la conse-cución de honestos fines naturales. Esta autoridad es distinta de la de la Iglesia, que tiene otros fines, y su necesidad podría haberse hecho sentir en una humanidad inocente, pero no llegada todavía al pleno desarrollo de sus virtualidades. Sea de ello lo que fuere, San Pablo no habla más que de aquello que es, de la realidad tal como existe; en este estado de cosas, la autoridad política es querida por Dios, es buena. Evidentemente el Apóstol no canoniza la forma política existente en Roma en el s. I, es decir el régimen de "prin-cipado"; nada dice de las formas de gobierno. Ningún régimen puede pretender que él es el más adecuado para garantizar las condicionees que mejor aseguran "el bien" de la sociedad civil. LEENHARDT ha insistido con fuerza en este punto: o. c. supra (nota 2 ) , pág. 135.

[ 1 9 ] 129

El comentario detallado de estas últimas palabras y de los dos versícu-los que terminan la perícopa ofrece menos dificultades y para nosotros tiene ahora poco interés. Nótese lo que se le pide al cristiano: que pague sus car-gas sociales por un motivo de conciencia, que alimente en su corazón senti-mientos de afecto y de respeto hacia la autoridad civil28.

4. Romanos 13 y Apocalipsis 13

Algunos autores han visto una oposición irreductible entre ambos tex-tos. No es mi intención el hacer ahora una exégesis minuciosa del apasionan-te capítulo 13 del Apocalipsis. Me permito recomendar los trabajos que a este tema y al del Estado en el N. T. ha consagrado el profesor H. Schlier, cuya traducción al castellano está ya anunciada29.

Es unánime el acuerdo en reconocer que este capítulo describe, con símbolos tomados sobre todo el libro de Daniel, una persecución contra la Iglesia decretada por un emperador romano, Nerón, o, más probablemente, Domiciano30. La "visión" del hagiógrafo se inspira muy de cerca en un acon-tecimiento del que ha sido o es testigo; no por eso deja de ser una página profética, en un doble sentido; horizontalmente, San Juan apunta a lo que será la realidad política en el mundo antes de la segunda venida de Cristo; mejor quizás, profetiza también en sentido vertical, en profundidad. Gracias al carisma de profecía —comunicación a la criatura de la manera que Dios tiene de ver las cosas— percibe en una realidad concreta los rasgos esencia-les de todo poder perseguidor de la Iglesia. San Juan procede a una especie de inducción a partir de un caso bien caracterizado y eso le permite enunciar la ley general y constante que funciona en las grandes persecuciones contra la Iglesia, desencadenadas por un poder político que se ha entregado de al-guna manera al influjo del dragón, del demonio. Jesús mismo ha establecido una estrecha relación entre autoridades civiles y persecución a causa de su nombre, es decir, por un motivo religioso: "Os entregarán a los tribunales,

2 8 Cf. R. COKNELY, Commentarius in S. Pauli Apostoli Epístolas. I: Ep. ad Roma-nos (Cursus Scripturae Sacrae), Paris 1896, pág. 679 s.; M. J. LAGRANGE, Saint Paul. Epitre atux Romains (Etudes Bibliques), Paris 1931, pág. 314s. P. ALLARD, Histoire des persécutions pendant les deux premiers siécles d'aprés les documents archéologiques, Paris 1885, vol. I, pp. 30-32.

2 9 A los estudios citados en las notas 2 y 23, añádase: Vom Antichrist. Zum 13. Kapitel der Offenbarung Johannis, en Die Zeit der Kirche, pp. 16-29; Zum Verstandnis der Geschichte — Nach der Offenbarung Johannis, en ibidem, pp. 265-274; Jesus-Christus und die Geschichte nach der Offenbarung des Jóhannes, en Besinnung, pp. 358-373.

3 0 Cf. R. SCHUETZ, Die Offenbarung des Jóhannes und Kaiser Domitian (Forschungen zur Religión und Literatur des Alten und Neuen Testaments, N. F. 32), Gotinga 1933.

1 2 6 [ 2 0 ]

seréis azotados en las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes por mí, para que deis testimonio ante ellos" (Me. 13, 9; cf. lugares par.).

El Apocalipsis descubre la razón última del odio satánico contra todos los que confiesan que Cristo es xupiog, Señor. El deseo más vehemente de Satanás es ser como Dios, al menos en la estimación de los hombres, y recibir de ellos el homenaje de adoración que sólo a Dios puede tributarse: piénsese en la tercera tentación de Cristo en el desierto: "Todo esto te daré si te pos-tras y me adoras" (Mt. 4, 9) 31. Una sola fuerza es capaz de oponer resisten-cia a esas pretensiones: el poder del Espíritu Santo, que pone en los labios de la Iglesia una confesión indómita y obstinada: "Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Cor. 8, 6). La Iglesia proclama hasta el fin de los siglos, con el autor del Apocalipsis: Jesucristo es "el príncipe de los reyes de la tie-rra", "Señor de señores y Rey de reyes" (Apc. 1, 15; 17, 14; 19, 16).

La Iglesia rehúsa a Satanás la adoración que éste anhela. Esta repul-sa es la razón última de las guerras emprendidas por él contra la Iglesia. Para atacarla, tienta a los poderes civiles, los únicos que pueden desencadenar una persecución importante. El Estado, cuando se deja atrapar por el dragón —nos dice Apc. 13— reviste, en un plazo más o menos largo, caracteres diabólicos e imita a su verdadero señor. Se constituye en un poder absoluto, sin ninguna referencia a Dios. Hechura del diablo, su gestión de la autoridad produce la muerte; su propaganda es falaz y embustera. Pide la abdicación de los valo-res más nobles de la persona humana y exige de sus súbditos una entrega que sólo Dios tiene derecho a reclamar. En suma, exige más o menos im-púdicamente un homenaje de adoración: que se le reconozca una grandeza de fin último y de norma suprema de moralidad. No es difícil reconocer estos rasgos en regímenes contemporáneos, puestos al servicio de una raza o de una ideología, ferozmente anticristianos. Es así cómo los combates descritos en el Apocalipsis son siempre actuales. La persecución ha comenzado mucho antes de aparecer las primeras señales precursoras del fin de los tiempos (cf. Le. 21, 12).

Comentando la tercera tentación de Cristo en el desierto, San Ambro-sio ha escrito esta frase: "El poder no viene, pues, del diablo, pero está ex-puesto a las asechanzas del diablo" (Exp. Ev. S. Luc. IV, 31). Este hecho aclara la pretendida oposición entre Rom. 13, donde el poder civil aparece

3 1 Hemos dedicado un capítulo al episodio de las tentaciones de Jesús en el de-sierto, en la o. c. suipra (nota 1), pp. 15-39. Las tentaciones en el desierto significan un esfuerzo de Satán por apartar a Jesús del mesianismo del siervo de Yavé en favor de un mesianismo terrestre y nacionalista, tal como lo esperaban los judíos. Cabe a un poeta, John MILTON, el honor de haber sido tal vez el primero en la época moderna, que ha percibido el sentido mesiánico de esas tentaciones: Paradise regain'd, IV, versos 368-393.

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revestido de la dignidad de "ministro de Dios", y Apc. 13, donde es presen-tado bajo los rasgos de una bestia agente de Satanás. San Pablo dibuja al Estado tal como Dios lo quiere y tal como más o menos es de ordinario, pero no tal como es necesariamente, de hecho. Con frase de Jean Héring, "la epístola fija la norma, el Apocalipsis condena una manera de violarla"32.

5. Cuatro observaciones a modo de conclusión

1.—El reino de Dios se opone al reino de Satanás, pero no a los reinos de la tierra. Dios quiere la existencia de autoridades políticas entre los hom-bres. Más aún, los magistrados en concreto son queridos por Dios, de quien reciben la investidura del poder que detentan. La libertad cristiana y el ca-rácter provisional de todo poder político no dispensan de la sumisión a las autoridades establecidas, incluso imperfectas. El respeto y la obediencia son deberes de conciencia. El cristiano no es un revolucionario. El estar sometido a un príncipe desconocedor de la verdadera religión es una posibilidad que entra en los designios de Dios. Sólo dejará de obedecer cuando el César pida para sí lo que pertenece exclusivamente a Dios. En ese caso, su resistencia será rotunda y decidida. Pero si ha de sellar su postura con sangre, la sangre será la suya propia, no la de sus perseguidores. Son los mártires y no los guerreros quienes han dado el triunfo a la Iglesia sobre el paganismo.

2.— Ni Cristo ni la Iglesia han venido a suplantar a los reyes de la tierra. Dios no ha querido que aportaran soluciones técnicas a los problemas políticos. También aquí, como en otros terrenos, vg., el de la ciencia, existe una legítima autonomía que la Iglesia respeta. El cristianismo no es un mo-vimiento político (lo que no impide a los cristianos el ocuparse de política, pero esto es problema distinto); por ello es compatible con todas las formas de gobierno, mientras éstas no aspiren a ocupar el lugar de Dios. Y ninguna forma de gobierno puede pretender que es la única manera cristiana de regu-la cosa pública. Pero Cristo y la Iglesia recuerdan a los soberanos que su poder, aunque autónomo, no es absoluto; la voluntad de Dios es la norma suprema de moralidad y no los intereses del Estado, si se puede hablar de verdaderos intereses donde hay oposición a la ley divina. El intérprete en la tierra de esa ley es la Iglesia, que tiene el deber y el derecho de hacer oír su voz.

3.—El Nuevo Testamento condena con igual fuerza el cesaropapismo que la teocracia. La Iglesia no tiene necesidad ninguna de la protección del Estado para hacer presente entre los hombres el reino de Dios. No necesita

3 2 J. HERING, "Serviteurs de Dieu", o. c. supra (nota 3 ) , pág. 40.

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gobernar, ni necesita arrimos demasiado humanos para continuar la obra salvadora iniciada por Cristo en el misterio pascual. Su fuerza, su única y definitiva fuerza, es la fuerza del Espíritu. Su historia demuestra hasta la saciedad que, cuantas veces ha buscado la eficacia en otras fuentes, ha ter-minado por encontrarse estéril y enferma.

4.— La Iglesia, en cuanto "sacramento universal de salvación", presta un servicio incalculable a la sociedad civil. Mientras predique el evangelio y administre los sacramentos, que son los instrumentos adecuados para su ac-ción específica, hace retroceder la influencia del mal en el mundo y posibi-lita a la autoridad el cumplimiento de su noble misión de servidor de Dios para el bien. Hubo antaño un gnosticismo que quiso poner la salvación en una sedicente "sabiduría", no en la cruz de Cristo, a cuya virtud nos unimos por la fe y los sacramentos. Tal vez se pueda hablar hoy de un nuevo gnos-ticismo de la eficacia, por llamarlo de alguna manera, que busca redimir a los hombres por la acción directa y por la violencia. Cristo rehusó ser un caudillo militar, un libertador político o un reformador de estructuras. Prefirió brindar a todos los hombres lo único que puede salvarlos por dentro y de verdad: la amistad con Dios y el amor mutuo. Confundió así a la sabiduría de los sa-bios, pues ha demostrado que ése es precisamente el único camino para re-dimir al hombre y a la historia. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todo hacia mí" (Jn. 12, 32).

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