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..LAS LEGIONES DE JULIO CÉSAR LA BATALLA DE FARSALIA: ANÁLISIS TÁCTICO La batalla de Farsalia es la obra maestra de la táctica cesariana y presenta algunas particularidades que la han hecho objeto de atento y admirado estudio a lo largo de los siglos. En primer lugar, los contendientes son dos "primeros espadas" mundiales, nada menos que los dos más grandes soldados romanos desde Cayo Mario sesenta años antes. En segundo lugar, la batalla de Farsalia es una batalla de romanos contra romanos, de legiones contra legiones, lo que la hace enormemente atractiva ya que en teoría existía una cierta igualdad táctica. En tercer lugar, es una de esas pocas batallas que realmente han cambiado el curso de la Historia. ------ LOS GENERALES ------ Cneo Pompeyo "Magno" Pompeyo no era un genio, pero era un general competente y cualificado, un hombre testarudo pero no terco. Su experiencia militar era más amplia que la de César, ya que había combatido en la I Guerra Civil al lado de Sila, en Oriente, en España y había comandado la campaña para limpiar la piratería del Mediterráneo. Su hoja de servicios era impresionante y su fama se extendía por todo el Mare Nostrum. Tras servir fielmente a Sila, formó el Triunvirato con César y Craso apoyando a los Populares para cambiar de nuevo de bando aliándose con el sector más reaccionario del Senado que pretendía destruir a César. Cuando César respondió a las ilegales agresiones de los optimates cruzando el Rubicón con una legión, Pompeyo no quiso enfrentarse a él y cruzó el Adriático para refugiarse en Grecia. Más adelante veremos por qué tomó esta decisión Pompeyo, una decisión que no fue un error, sino una opción más. El problema de Pompeyo es que no estaba solo, sino rodeado por una extraña corte. Su estado mayor, con la única excepción de Tito Labieno, estaba compuesto por gallinas cluecas senatoriales que creían que ganarían la batalla con sólo enseñarles a los proletarios de César sus impresionantes árboles genealógicos. Hombres como Catón, no aportaban nada salvo desequilibrio y encima miraban a Pompeyo por encima del hombro porque no pertenecía a su rancia casta, pero era lo mejor que tenían, o al menos eso pensaron. En lugar de dejarle trabajar en paz, los optimates, con una experiencia militar ridícula, le reprochaban haber abandonado Italia sin combatir y tras Dyrrachium le urgían a acabar de una vez con César. Presión que, como veremos, tuvo su efecto. César narra la más famosa de estas disputas en la que los patricios se enfrentan por ver quién será Pontífice Máximo tras la muerte de César: "A propósito del sacerdocio de César, Domicio, Escipión y Léntulo Sphinter llegaron ya en sus diarias disputas a insultos muy graves de palabra, de manera pública (...). Finalmente, todos discutían sobre sus cargos o premios en dinero, o de la necesidad de acosar a sus enemigos; y no meditaban con qué tácticas podrían vencer, sino cómo debían aprovecharse de la victoria". Comentarios de la Guerra Civil. Libro III, capítulo LXXXIII. Los cuatro cuerpos de su ejército estaban al mando de Léntulo Sphinter (derecha), Marcelo Escipión (centro), Lucio Domicio Enobardo (izquierda) y Tito Labieno (caballería). Pompeyo había elegido a los mejores dentro de su numeroso grupo de aspirantes.

Las Legiones de Julio César

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..LAS LEGIONES DE JULIO CÉSAR

LA BATALLA DE FARSALIA: ANÁLISIS TÁCTICO

La batalla de Farsalia es la obra maestra de la táctica cesariana y presenta algunas particularidades que la han hecho objeto de atento y admirado estudio a lo largo de los siglos.

En primer lugar, los contendientes son dos "primeros espadas" mundiales, nada menos que los dos más grandes soldados romanos desde Cayo Mario sesenta años antes. En segundo lugar, la batalla de Farsalia es una batalla de romanos contra romanos, de legiones contra legiones, lo que la hace enormemente atractiva ya que en teoría existía una cierta igualdad táctica. En tercer lugar, es una de esas pocas batallas que realmente han cambiado el curso de la Historia.

------ LOS GENERALES ------

Cneo Pompeyo "Magno"

Pompeyo no era un genio, pero era un general competente y cualificado, un hombre testarudo pero no terco. Su experiencia militar era más amplia que la de César, ya que había combatido en la I Guerra Civil al lado de Sila, en Oriente, en España y había comandado la campaña para limpiar la piratería del Mediterráneo. Su hoja de servicios era impresionante y su fama se extendía por todo el Mare Nostrum. Tras servir fielmente a Sila, formó el Triunvirato con César y Craso apoyando a los Populares para cambiar de nuevo de bando aliándose con el sector más reaccionario del Senado que pretendía destruir a César. Cuando César respondió a las ilegales agresiones de los optimates cruzando el Rubicón con una legión, Pompeyo no quiso enfrentarse a él y cruzó el Adriático para refugiarse en Grecia. Más adelante veremos por qué tomó esta decisión Pompeyo, una decisión que no fue un error, sino una opción más. El problema de Pompeyo es que no estaba solo, sino rodeado por una extraña corte. Su estado mayor, con la única excepción de Tito Labieno, estaba compuesto por gallinas cluecas senatoriales que creían que ganarían la batalla con sólo enseñarles a los proletarios de César sus impresionantes árboles genealógicos. Hombres como Catón, no aportaban nada salvo desequilibrio y encima miraban a Pompeyo por encima del hombro porque no pertenecía a su rancia casta, pero era lo mejor que tenían, o al menos eso pensaron. En lugar de dejarle trabajar en paz, los optimates, con una experiencia militar ridícula, le reprochaban haber abandonado Italia sin combatir y tras Dyrrachium le urgían a acabar de una vez con César. Presión que, como veremos, tuvo su efecto. César narra la más famosa de estas disputas en la que los patricios se enfrentan por ver quién será Pontífice Máximo tras la muerte de César:

"A propósito del sacerdocio de César, Domicio, Escipión y Léntulo Sphinter llegaron ya en sus diarias disputas a insultos muy graves de palabra, de manera pública (...). Finalmente, todos discutían sobre sus cargos o premios en dinero, o de la necesidad de acosar a sus enemigos; y no meditaban con qué tácticas podrían vencer, sino cómo debían aprovecharse de la victoria". Comentarios de la Guerra Civil. Libro III, capítulo LXXXIII.

Los cuatro cuerpos de su ejército estaban al mando de Léntulo Sphinter (derecha), Marcelo Escipión (centro), Lucio Domicio Enobardo (izquierda) y Tito Labieno (caballería). Pompeyo había elegido a los mejores dentro de su numeroso grupo de aspirantes.

Cayo Julio César

César llegó a Farsalia con su triunfo en las Galias aún humeante, al mando de los hombres que lo habían hecho posible. César se enfrentó en las Galias a ejércitos que lo superaban numéricamente en proporciones enormes. Por ello, desarrolló una estrategia nueva en la historia militar romana: una guerra de movimientos, una auténtica Blitzkrieg romana en la que la velocidad del ejército, la rapidez de la maniobra tendían a compensar la inferioridad numérica. Era la estrategia de la rapidez ya ensayada con éxito por Escipión el Africano en Cartagena y desarrollada plenamente por César en las Galias. Su estado mayor se hallaba compuesto por militares profesionales con años de experiencia que conocían perfectamente al ejército y a su jefe, adaptándose como un guante a las necesidades de ambos. Los tres cuerpos de su ejército se hallaban bajo el mando de Marco Antonio (izquierda), Cneo Domicio Calvino (centro) y Publio Sila (derecha). En Farsalia César estaba en su mayor apogeo intelectual, tenía plena confianza en todos y cada uno de sus hombres, fueran legionarios u oficiales y se sentía un Favorito de la Fortuna, idea que sus hombres compartían con él de manera entusiasta. A diferencia del de Pompeyo, el mando de César no se hallaba cuestionado, sino reforzado por sus hombres que le veían como a su líder natural. No sólo en lo militar, sino también en lo político.

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------ LOS EJÉRCITOS ------

César: 31.400FARSALIA Pompeyo: 66.200Caballería

Galos: 600 Aliados: 7.000Germanos: 400

1.000 7.000Infantería romana

Legionarios: 23.000 Legionarios: 50.00023.000 50.000

Infantería auxiliarCon la caballería::400 Españoles: 5.000Aliados: 7.000 Aliados: 4.200

7.400 9.200

El ejército de Pompeyo

Pompeyo contaba con 117 cohortes de las que 7 dejó de guarnición en el campamento y en la línea fortificada que iba de éste al río. Las 110 cohortes de la línea de batalla formaban un total de once legiones legiones bastante completas, ya que no habían tenido bajas ni habían dejado guarniciones en puntos fuertes. Era un poderoso ejército que superaba en más del doble al de César, aunque su nivel de adiestramiento y de experiencia no eran los de los "muchachos" de César.

Pompeyo contaba con varias cohortes de guerreros españoles traídos por Afranio que combatían como infantería pesada.

Pompeyo se rodeó de un impresionante cuerpo de caballería que incluía a sus numerosísimos clientes italianos de Picenum y numerosos contingentes enviados por las provincias orientales y los reyes de los estados-satélite de Roma, que en realidad eran clientes de Pompeyo. A diferencia de César, Pompeyo prefirió la cantidad a la calidad y la mejor muestra de ello fue este enorme cuerpo de caballería que, en realidad, no era más que una gigantesca masa de caballos y jinetes con un valor táctico que era una incógnita. ¿O no lo era? Porque Pompeyo siguió a César desde Dyrrachium hasta Farsalia (y hay una buena distancia) sin que sus 7.000 jinetes consiguieran, no ya derrotar a la columna cesariana, sino ni siquiera entorpecerla. Algo que Labieno debería haber meditado.

La infantería auxiliar pompeyana incluía varias cohortes españolas con las que formó una legión auxiliar, además de arqueros y honderos.

El ejército de César

Las legiones de Julio César eran las mismas legiones que acababan de conquistar las Galias. Formadas por veteranos avezados que sabían reaccionar ante el peligro con disciplina en lugar de pánico, mandados por centuriones que habían ascendido peldaño a peldaño el duro escalafón desde abajo y que llevaban años junto a ellos. Como César mismo dijo, su ejército se componía de un millar de brazos dirigidos por una sola cabeza, y es que en el ejército de César mandaba César.

César llegó a Farsalia con 87 cohortes de las que 7 dejó en el campamento. Las ochenta cohortes de la línea de batalla formaban nueve legiones bastante incompletas. Tras Dyrrachium unió a la Octava y a la Novena, que estaban al límite de efectivos para formar una sola, lo que indica que entre ambas apenas juntarían catorce o quince cohortes. Estas ocho legiones tenían una media de unos 2.800 hombres por legión cuando lo normal eran 4.800. César en Italia pudo haber esperado para reclutar más hombres en la Cisalpina, pero no lo hizo. También muchos itálicos, hartos del Senado, pretendieron alistarse en sus legiones, pero él no quiso, ya que según su planteamiento eran más valiosos "pocos" pero veteranos que "muchos" pero inexpertos. Farsalia le dio la razón.

Sus legiones eran la Sexta, Séptima, Octava, Novena, la legendaria Décima, Decimoprimera, Decimosegunda y dos nuevas reclutadas recientemente, entre ellas la Quinta, conocida por el sobrenombre de Alaudae (alondra), ya que sus legionarios, que eran todos galos cisalpinos, en lugar de penachos de crines de caballo en los yelmos se ponían plumas de alondra. Si bien estos jóvenes galos eran "novatos" comparados con sus míticos compañeros de la Décima, tenían más experiencia que la mayoría de los legionarios de Pompeyo, una confianza ciega en su general, que además de ser su caudillo militar era su caudillo político, ya que fue precisamente Julio César, durante su consulado del año 59 aC, quien promulgó la ley que otorgaba la ciudadanía romana a los galos de la Cisalpina.

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Además de las legiones, César tenía unos 7.400 infantes auxiliares soldados altamente especializados que combatían en formaciones complementarias de la legión.

La caballería de César era su punto débil, al menos aparentemente. De los 1.000 jinetes con que contaba unos 400 eran ubios, los famosos germanos que empleó en Alesia y cuya sola presencia en el campo de batalla producía pánico en el enemigo. Los mil restantes jinetes eran en su mayoría galos, probablemente eduos y un pequeño contingente de españoles que en realidad formaban la escolta personal de César. César introdujo una innovación aprendida en las Galias: unir a los escuadrones de caballería un contingente de infantería ligera de 400 hombres al típico modo germano, con lo que la eficacia de los jinetes se veía redoblada. Esta innovación resultó decisiva en el planteamiento táctico de César y demuestra lo que ya he comentado anteriormente, la importancia del momento en el que ambos jefes llegan a la batalla, con un César recién salido de las Galias, con ideas nuevas y frescas y un Pompeyo anquilosado por los mármoles de Roma con un manual en lugar de ideas.

Aquellos hombres que formaban el reducido ejército de César eran el mejor cuerpo de combate que se ha paseado por la Historia y estaban mandados por el más grande general de todos los tiempos, el maestro absoluto de la estrategia.

------ LA ESTRATEGIA ------

Pompeyo pensó que llevar la campaña de Grecia era una idea brillante, pero se equivocó. Mucho se ha discutido sobre su negativa a combatir a César en Italia. Yo no creo que fuera ni un acierto ni un error, sino una de las opciones que pudo tomar y tomó, sin más. Es cierto que tenía muchísimos más hombres que César, pero los 3.000 con los que el conquistador de las Galias cruzó el Rubicón eran veteranos curtidos y Pompeyo sabía de sobra que en Italia César no se dejaría coger en una emboscada. Además, las legiones de las Galias ya marchaban hacia la Península Itálica para apoyar a su jefe y encima las ciudades italianas le recibían como a su salvador, por lo que corría el riesgo de ser él y no César el que acabara cayendo en esa emboscada.

Pompeyo había aprendido la lección en España combatiendo a un brillantísimo Sertorio, cuya muerte prematura le impidió llegar a ese Olimpo de dioses para codearse directamente con los más grandes. La estrategia de Pompeyo era alejar a César lo más posible de sus líneas naturales tanto de suministros como de hombres que estaban en las Galias y salir de Italia, que irremediablemente se había declarado cesariana. Si Pompeyo hubiera continuado en Italia hubiera perdido la guerra sin necesidad de una batalla. ¿A dónde ir entonces? Podía haber ido a España, donde sus legados Afranio y Petreyo tenían un poderoso ejército, pero eso suponía tener que cruzar el mar con naves de altura exponiéndose demasiado ya que no podrían costear. La tierra que se extendía entre los Pirineos y los Alpes, a excepción de Marsella, era zona cesariana y por allí no podría cruzar de ninguna manera, por eso optó por ir a Grecia, más cerca de ese Oriente donde se había hecho famoso y en el que tantos amigos tenía y de cuyos inmensos recursos podría disponer. Pero en Grecia se dejó atrapar en Dyrrachium por una brillante maniobra de César que comenzó a construir una circunvalación de asedio tipo "Alesia" pero muy mejorada con fortines externos y varias líneas de defensa. Dos cabecillas eduos de la caballería cesariana, al ser descubiertos malversando los fondos de sus hombres, corrieron a pasarse al Pompeyo al que detallaron el sistema de fortificaciones y su punto débil. Pompeyo reaccionó al fin y contraatacó antes de que estuviera terminada la obra por la parte más débil. César perdió 500 hombres y se retiró de allí seguido a distancia por Pompeyo hasta llegar a Farsalia.

Estratégicamente, Farsalia fue un error tremendo de Pompeyo. Yo opino que la verdadera clave de la derrota pompeyana fue, en realidad, más estratégica que táctica, ya que la decisión de plantarle cara a César la tomó presionado por la corte de mamelucos que lo seguían cacareando y atormentándole con sus tonterías. Es evidente que Pompeyo no deseaba un enfrentamiento directo con César, al que temía y con razón. Pompeyo no era nada tonto y sabía perfectamente que el ejército de Julio César, aunque muy inferior numéricamente, era muy superior tácticamente. La estrategia de Pompeyo era seguir a César pisándole los talones, estorbando sus suministros y aprovisionamiento para ir acorralándolo en Grecia, forzándole a fortificarse, tal y como el mismo Pompeyo había hecho en Dyrrachium y que había estado a punto de costarle la derrota.

Esta estrategia es buena, pero tiene un problema fundamental: no se puede emplear una estrategia que el enemigo acaba de emplear contra ti, y más si ese enemigo se llama Cayo Julio César. Si Pompeyo hubiera continuado con su juego del ratón y el gato, no es de extrañar que el ratón hubiera acabado encontrando un sitio adecuado para tenderle al gato una trampa en la que se dejara las uñas y el bigote. Exactamente igual que hizo cuando derrotó a Ambiórix en 54 aC.

Cuando tras Dyrrachium César llegó a Farsalia, acampó en el lugar presumiblemente menos bueno del terreno, dejándole a Pompeyo levantar su campamento fortificado en el que, según los cánones, era el mejor lugar. ¿Cómo es posible que César hiciera algo así? Realmente llevaba haciendo cosas así años y años en las Galias, dando al enemigo ventajas que luego su genio manipulaba convirtiéndolas en desventajas. Para Pompeyo el campamento era algo crucial, pero para César no era más que un complemento estratégico y no táctico. En doce años de campañas continuas sólo hay dos excepciones: Britania y la mencionada batalla contra Ambiórix. En el caso británico no podía actuar de otro modo, ya que tenía que proteger a su flota y las fortificaciones del

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campamento eran la llave que guardaba su vuelta a las Galias. Con Ambiórix, César utiliza su campamento como cebo. Realmente el campamento no tiene más función que la de ocultar su brillante maniobra. César es un estratega de la movilidad, del recorrido, y sobre todo, tácticamente, de la maniobra, por lo que para él el campamento sólo tiene una función meramente complementaria. En realidad le daba igual que Pompeyo estuviera allí o en otra parte, ya que él tenía muy claro que la batalla se decidiría en campo abierto, allí donde sus legiones podrían demostrar su superioridad, y si Pompeyo creía que su campamento estaba en mejor lugar, pues más confiado se volvería.

Por otra parte, César no tenía fuerzas suficientes para intentar un asalto al campamento fortificado de Pompeyo, por lo que su única opción era tratar de provocar a Pompeyo para que aceptara el combate, cosa que éste hizo dilapidando así la valiosa ventaja estratégica conseguida en Dyrrachium que fue estúpidamente despilfarrada. César es un genio en estado puro que convierte los reveses de Gergovia y Dyrrachium en las victorias de Alesia y Farsalia aprovechándose hasta de los elementos desfavorables, manipulándolos para utilizarlos a su favor. Tras el revés de Gergovia César se retira atrayendo a Vercingetórix a su terreno y el caudillo galo muerde el anzuelo. Tras el revés de Dyrrachium hace lo mismo con Pompeyo y éste también muerde el anzuelo siendo atraído hasta Farsalia.

¿Es que Pompeyo no había leído los Comentarios de la Guerra de las Galias que ya habían sido publicados?

------ EL TERRENO ------

Pompeyo debía estar muy orgulloso del lugar que había escogido para instalar su campamento: la ladera oeste del monte Dogandzis que se proyecta hacia el río Eunipeo. El lugar tenía dos ventajas para Pompeyo: por un lado, la posición de su campamento era muy buena para la defensa, ocupando un alto de la ladera, y por otro, la zona donde las laderas meridionales del Dogandzis bajaban hacia el río eran ideales para una maniobra de flanqueo de la caballería, que era el sueño de Labieno.

Si Pompeyo le daba batalla a César, el río y la montaña encerrarían los flancos de los dos ejércitos. Sin duda Pompeyo y Labieno pensaron en Cannas, ya que la situación era muy parecida, con un río cerrando un flanco y una montaña cerrando el otro. En realidad, la llanura de Farsalia era demasiado estrecha para formar adecuadamente un ejército del tamaño del de Pompeyo y además, el norte estaba ocupado por el monte, a diferencia de Cannas. El terreno, que a simple vista favorecía a Pompeyo, en realidad jugó a favor de César gracias a su análisis más meticuloso y profesional, nada raro ya que César llegaba recién terminada la guerra de las Galias y Pompeyo había pasado demasiados años de molicie en Roma.

------ LA TÁCTICA ------

Pompeyo

Ya hemos visto que el lugar convencía a Pompeyo (por eso presentó batalla) y más aún a Labieno, que fue el que presionó hasta el final para lograrlo. Pero si hubieran sabido leer entre líneas (cosa que sólo saben hacer los Grandes), Pompeyo y más aún Labieno, se hubiera dado cuenta de la encerrona en la que había caído sin darse cuenta, ya que cuando se planea una maniobra de flanqueo de caballería, y Pompeyo fió toda la batalla a ésta, los espacios deben ser grandes, amplios y, sobre todo, por encima de todo, abiertos. Cierto que Aníbal consiguió en Cannas flanquear al ejército romano, pero Pompeyo no era, ni mucho menos Aníbal, y menos aún podía compararse su sentido táctico con el de Julio César. La batalla de Farsalia tenía dos claves: a) lo que ocurriría si la caballería pompeyana conseguía pasar el flanco de César y b) lo que ocurriría si no conseguía pasar. Dependiendo de una u otra se decidiría la batalla.

Estaba claro que con una superioridad de 7 a 1 en caballería Pompeyo dejaría que Labieno se luciera, y la especialidad de Labieno era el ataque de flanqueo, tal y como hizo en Alesia. Sin embargo, en Alesia, frente a la marea de galos que asaltaban el campamento de Antistio y Rebilio, situado en el punto débil del anillo fortificado romano, Labieno tuvo suficiente espacio para maniobrar, algo que es fundamental para la caballería. En Farsalia no existía ese espacio, pero Labieno, que era sin duda el mejor comandante de caballería de Roma, decidió utilizar su tremenda superioridad numérica para romper a la caballería cesariana situando a todos sus jinetes en su flanco izquierdo. En realidad, no podía hacerse otra cosa, ya que el terreno que bordeaba el río no era apropiado para la caballería. Además, Pompeyo puso en práctica un "refinamiento táctico" que César atribuye a uno de sus oficiales y que consistía en no avanzar hacia el enemigo, sino esperarle quieto, lo que según él haría llegar a los legionarios de César ante ellos cansados por la carrera cuesta arriba, ya que Pompeyo pensaba situar a sus legiones en la ladera del monte. Evidentemente, esto haría que los cesarianos tuvieran que combatir cuesta arriba, pero ¿qué ocurriría si los pompeyanos tenían que retirarse? el espacio entre ellos y su campamento era demasiado corto como para permitir un repliegue ordenado y dar posibilidad a

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rehacer las líneas. Con tan poco espacio, las legiones pompeyanas sólo tenían una posibilidad si eran batidas: huir a la carrera para impedir que las legiones de César las aplastasen contra las defensas de su propio campamento y tratar de llegar a él lo antes posible para evitar el tapón que se formaría con decenas de miles de hombres tratando de entrar. Militares de la talla de Pompeyo y Labieno debieron darse cuenta de todos estos importantísimos factores, y sin embargo los obviaron víctimas de la prepotencia porque todos los factores tácticos estaban a su favor, sin embargo, tratándose de César, ni siquiera los factores tácticos tienen validez absoluta.

César

Frente a las once legiones prácticamente completas de Pompeyo César sólo disponía de ocho muy mermadas de efectivos. En realidad eran nueve, pero dos de ellas, la Octava y la Novena, habían quedado tan reducidas que las unió en una sola. Evidentemente, ocho legiones no pueden ocupar el mismo frente de combate que once, y esto es importante cuando el enemigo tiene tanta superioridad numérica, ya que si se dejan los flancos al descubierto las líneas pueden ser flanqueadas. La maravillosa elasticidad de la legión romana permitió a César "alargar" sus cohortes para conseguir que cubrieran mayor espacio.

A pesar de ello, la línea de César no era tan larga como la de Pompeyo, por lo que César formó a toda su infantería auxiliar, compuesta de infantes y honderos españoles y arqueros cretenses, en su ala izquierda.

César deseaba terminar aquella guerra allí mismo. Por ello buscó el combate sacando cada día a sus legiones y formándolas en orden de batalla en la llanura. Cuando al final Pompeyo se decidió a combatir y formó a sus tropas César debió relamerse de gusto.

Evidentemente, César sabía que Labieno, con su superioridad 7 a 1 sería la estrella de la función. Toda la batalla dependía del ataque de Labieno que lanzaría a sus 7.000 jinetes contra los 1.000 de César arrollándolos como un tren y ganando así la retaguardia cesariana donde podrían atacar a gusto a la tercera línea de sus legiones, que era la más débil. Para evitar esto, César sacó de la tercera línea de cada legión una cohorte. Teniendo en cuenta que una cohorte de cada legión se quedaba a guardar el campamento, la tercera línea de César sólo tendría dos cohortes por legión y además muy mermadas de efectivos, por lo que esta tercera línea no podría entrar en combate más que fortaleciendo las dos líneas anteriores o como reserva táctica.

El plato fuerte de la táctica de César eran las ocho cohortes que había sacado de la tercera línea y que situó a la derecha, junto a la Décima legión y por detrás de la caballería. En el éxito de la misión de estas ocho cohortes estaba el resultado de la batalla, ya que, ni más ni menos que su cometido era frenar en seco a los 7.000 jinetes de Pompeyo. César instruyó a estos legionarios para que dejaran pasar entre sus huecos a sus propios jinetes, cerraran los huecos y atacaran a los jinetes de Pompeyo sin darles tiempo a reaccionar. Para ello el ataque había de ser extremadamente rápido y agresivo, por lo que César ordenó a sus hombres que atacaran directamente al rostro de sus enemigos para infundirles pánico. No es de extrañar que los yelmos de caballería imperiales utilizados décadas después cubrieran casi toda la cabeza del jinete...

Orden de batalla en Farsalia. Arriba el ejército de Pompeyo, abajo el de César.

------ LA BATALLA ------

Una vez formado su ejército, César dio inmediatamente la orden de atacar. Los legionarios avanzaron hacia las líneas pompeyanas que no se movieron. Cuando los cesarianos comenzaron a correr hacia ellos tampoco se movieron los pompeyanos, entonces tuvo lugar una de esas escenas para la Historia: los legionarios de César, espontáneamente, se pararon en su carrera, descansaron unos minutos, recuperaron el aliento y después siguieron avanzando hacia las líneas de Pompeyo. Era la reacción de un ejército veterano al que Pompeyo no iba a tomarle el pelo ni mucho menos. A medida que la distancia entre los ejércitos disminuía, César pudo hacerse una idea más clara de la situación. Su ala derecha, con la mítica Décima legión, no tendría problema en resistir el empuje enemigo y él mismo había colocado su puesto de mando tras ella, pero el ala izquierda estaba comprometida, ya que la formación de auxiliares tendría que enfrentarse no sólo a la infantería auxiliar pompeyana, sino a una legión, por lo que César delegó el mando de este ala a Marco Antonio, su mejor legado. Que César hiciera esto confirma que sus temores eran las alas y no el centro, ya que él siempre se colocaba en los lugares donde el peligro era mayor para poder acudir rápidamente, algo que aprendió en la batalla contra los nervios. Toda la clave de la táctica pompeyana era el ala derecha de César y por ello se situó allí, para estar cerca de la "cuarta línea" formada por las ocho cohortes.

La posición de las ocho cohortes

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A lo largo de todos estos siglos se han escrito centenares de interpretaciones de esta batalla. La disposición de las legiones de ambos ejércitos no presenta problemas, pero la de las famosas ocho cohortes sí, ya que unos creen que se situaron de manera oblicua a la Décima legión.

Esto no pudo ser, ya que entonces la caballería pompeyana hubiera podido pasar por allí como por una puerta a medio cerrar flanqueando a todo el ejército cesariano. La clave de la maniobra era "frenar" en seco a los jinetes pompeyanos, y si éstos conseguían pasar por el hueco formado por la Décima y la ladera del monte, toda la retaguardia cesariana estaría comprometida sin remedio. Si las ocho cohortes hubieran querido atacar a la caballería pompeyena está claro que ésta no se hubiera dejado, ya que la velocidad de un caballo al trote supera la carrera de un legionario y en cuestión de un par de minutos todos los jinetes podrían estar en la ribera del Eunipeo espoleando a sus monturas. No podemos imaginarnos a las ocho cohortes atacando a 7.000 jinetes en un espacio abierto y a éstos dejándose masacrar tan tranquilos. Así como tampoco podemos imaginarnos a las ocho cohortes atacando en línea con la caballería puesto que ello obligaba a la caballería a ir al mismo paso que los legionarios a fin de no dejar un peligroso hueco por el que los jinetes pompeyanos hubieran podido introducirse.

La clave de las ocho cohortes era impedir que la caballería pompeyana consiguiera flanquear el ala cesariana, por lo que lo más lógico es pensar que las ocho cohortes se situaron de la forma abajo expuesta, en línea, con los huecos entre manípulos abiertos para permitir el paso de la caballería propia.

De esta manera, las ocho cohortes forman un muro entre el flanco derecho de la Décima y la ladera del monte, así no hay posibilidad alguna de replegarse y reagruparse, ya que al este y al norte está el monte, al sur las ocho cohortes y al oeste dos ejércitos que se aproximan como una prensa en la que la caballería quedaría aplastada. Si la caballería de Pompeyo era rechazada sólo cabía huir ladera arriba, esparciéndose monte arriba en completo desorden. Es posible que estas ocho cohortes permanecieran ocultas detrás de la línea de legiones hasta el último momento para evitar que Pompeyo las detectara y se diera cuenta de la trampa, pero aunque hubiera sido así, una línea de tan escasa profundidad no hubiera inquietado a éste ni a Labieno que hubieran pensado en arrollarla fácilmente.

El contacto

¿Dónde tuvo lugar el primer contacto? Evidentemente entre los jinetes de uno y otro bando. Si miramos la ilustración de arriba veremos que era imposible que los cesarianos avanzaran hasta chocar con las líneas pompeyanas mientras la caballería de Pompeyo se quedaba quieta. Al menos unos cincuenta metros antes de llegar a ella, debió cargar contra la caballería cesariana. ¿Cómo se dispuso ésta? Lo más lógico es que no se dispusiera en una larga línea cubriendo toda la zona abierta entre el flanco de la Décima y el monte como habían hecho las ocho cohortes. Debieron situarse en su formación de combate natural y lanzarse contra el centro de la enorme formación pompeyana, obligando a ésta a juntar sus líneas. Es lógico que fuera la caballería de Pompeyo la que cargara antes, ya que los jinetes cesarianos tenían el apoyo de 400 infantes ligeros que no podrían cargar a gran velocidad durante mucho trecho.

Mientras la caballería pompeyana cargaba contra la cesariana los infantes auxiliares de Pompeyo (infantería ligera, ya que toda la infantería auxiliar pesada pompeyana se hallaba en el lado del río) siguieron a sus jinetes esperando el momento de realizar el flanqueo y lanzarse contra la retaguardia de las legiones. Por ello, esta infantería no sólo había sobrepasado la línea trasera de sus legiones, sino que se hallaba justamente en el flanco de éstas. Si la maniobra de Labieno salía bien estarían en magnífica situación para correr a flanquear la línea cesariana... pero si salía mal, serían atropellados por su propia caballería en fuga.

Poco después los legionarios de César lanzaron sus pila y desenvainando sus espadas españolas cargaron contra las líneas pompeyanas.

Los 1.000 jinetes de César a cuya cabeza se hallaban los 400 jinetes germanos, no fueron arrollados por los 7.000 pompeyanos, y seguro que los germanos tuvieron buena parte de la "culpa". Si los galos de Alesia, que conocían de sobra a estos gigantes se aterrorizaron al verlos ¿qué sentirían hombres que jamás habían visto a un gigante germano al verle lanzarse a la carga?... Pues de todo menos alegría. Además, entre los jinetes cesarianos se encontraban infantes que atacaban directamente a los jinetes pompeyanos desde abajo, lo que aumentó la confusión de éstos. Pero no duró mucho el susto ni la confusión, ya que los jinetes cesarianos volvieron grupas, los infantes que los acompañaban se agarraron fuertemente a las crines y colas de los caballos y rápidamente se alejaron a galope tendido hacia el sur. ¡Victoria! debieron pensar los aturdidos pompeyanos mientras se reagrupaban para cargar contra la caballería de César en retirada que se replegaba ordenadamente a través de los huecos dejados por los manípulos de las ocho cohortes.

El ataque de las ocho cohortes

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El ataque de la caballería cesariana había frenado la carga pompeyana. Los germanos habían conseguido unos segundos de pausa preciosos, ya que ahora los pompeyanos dejaron pasar otros segundos más preciosos aún reorganizándose para embestir en línea. Esos segundos de desfase entre la pérdida de contacto y la carga fueron vitales para permitir que la caballería cesariana escapara por los huecos de las ocho cohortes que tras pasar el último jinete y el último infante ligero se cerraron en cuestión de doce segundos formando así una línea continua entre el flanco derecho de la Décima y las laderas del Dogandzis. Si la caballería pompeyana quería pasar sólo podía hacerlo por allí, así que, confiada, cargó contra la delgada línea formada por las ocho cohortes.

César dice que fueron sus cohortes las que cargaron contra los jinetes pompeyanos. Es decir, que las ocho cohortes atacaron a los jinetes y no al revés. Efectivamente, cuando los jinetes pompeyanos llegan ante la línea cesariana, las ocho cohortes atacan como una muralla de escudos y pila móvil ante la que los jinetes de Pompeyo no pueden hacer nada salvo frenarse. Exactamente igual que les ocurrirá a los jinetes franceses en Waterloo cuando ataquen a los cuadros de infantería inglesa, solo que los cesarianos no permanecen clavados en el suelo, sino que cargan contra los jinetes. Y es que la caballería nunca ha podido vencer a una infantería disciplinada, conjuntada y, sobre todo, bien mandada que opone un bloque sólido, un verdadero muro infranqueable. Si los jinetes de Pompeyo no pueden cruzar, evidentemente tienen que frenarse, y es en ese momento cuando las ocho cohortes atacan como un mazo a aquella gigantesca masa de jinetes cuyo factor primordial táctico, la potencia de carga, ha sido anulado por el frenazo al que han sido sometidos. Como una verdadera muralla, en orden cerrado, los legionarios cesarianos atacan ferozmente a los jinetes pompeyanos de la primera línea destrozándoles el rostro a lanzazos. Ante la inusitada violencia del ataque, el pánico se apodera de la segunda línea pompeyana que no tarda en reunirse con sus compañeros caídos. Los jinetes de las siguientes líneas vuelven grupas tratando desesperadamente de escapar de aquella mortal encerrona y se origina una oleada de histeria colectiva que partiendo de las primeras líneas no tarda en alcanzar las últimas. Los jinetes pompeyanos de las primeras líneas en el flanco izquierdo, que están más cercanos al monte, escapan de la trampa subiendo la ladera a galope. Y en ese momento todos sus compañeros pueden verles escapar monte arriba. ¿Qué ocurre? ¿Por qué nos hemos detenido? debían preguntarse los jinetes de las últimas líneas, y de repente ven como su ala izquierda escapa ladera arriba, por el único camino posible. La huida de parte del flanco izquierdo de la caballería pompeyana posibilitará ahora a las cohortes cesarianas más próximas al Dogandzis atacar también de flanco a los jinetes pompeyanos que se enfrentan ahora a la posibilidad de quedar atrapados entre las ocho cohortes y la Décima legión cesariana por un lado y el monte y su propia infantería ligera por otro. Y entonces estalla el pánico generalizado. Los jinetes de las últimas líneas vuelven grupas y se lanzan contra su propia infantería ligera a la que atropellan en su alocada huida. La caballería cesariana no pierde el tiempo y emprende la persecución de los jinetes pompeyanos a los que irán cazando por grupos por las laderas del Dogandzis.

Pompeyo observa boquiabierto la huida de sus jinetes, pero no puede hacer nada, ya que no ha previsto una reserva táctica. Sus legiones no sólo no pueden romper la línea cesariana, sino que los legionarios de César les están ganando terreno, inflingiéndoles muchas más bajas de las que ellos pueden hacerles a su vez. Ahora Pompeyo se queda mudo de espanto cuando desde su posición en la ladera del Dogandzis ve claramente cómo las ocho cohortes atacan a su infantería ligera, que previamente había sido atropellada por su propia caballería. Las ocho cohortes cargan contra los infantes ligeros empujándolos hacia el flanco izquierdo de su propia línea de combate. El resultado es que la infantería ligera pompeyana es aplastada contra la legión de la izquierda pompeyana y masacrada por los legionarios de César que se abren paso hasta el mismo flanco de la línea de combate pompeyana sobre un mar de cadáveres para embestir la legión de su izquierda. En ese momento a Pompeyo sólo podía salvarle lo que ocurriera en la ribera del Eunipeo, pero allí Marco Antonio dirige con eficacia el ala izquierda de César donde los infantes auxiliares cesarianos se baten como leones contra los legionarios de Pompeyo, demostrando que un soldado bien preparado y mandado puede enfrentarse a cualquier enemigo, aunque sean legiones romanas.

La retirada del ejército de Pompeyo

Probablemente Pompeyo se aferró a una última esperanza: que su caballería consiguiera reagruparse y contraatacar. Pero los jinetes que regresaron no fueron los suyos, sino los de César, para cargar contra la retaguardia del ala izquierda pompeyana.

Un soldado no hay nada a lo que tenga más miedo que a quedar rodeado. Y no estamos hablando de Stalingrado, donde las líneas se extendían kilómetros y kilómetros. En Farsalia todo estaba a la vista y el momento definitivo fue al aparecer la caballería cesariana para lanzarse contra la retaguardia del flanco izquierdo pompeyano. El propio Pompeyo huyó mudo de espanto a su campamento, seguido por toda su corte de gallinas cluecas optimates y dejando abandonados a sus hombres que quedaron a merced de sus errores y su prepotencia al pensar que la victoria era completamente segura y no pensar en todas las posibilidades. En ese momento las cohortes de la tercera línea de Pompeyo, que habían visto a su jefe huir, decidieron que no iban a dejarse matar por un general que les había dejado tirados y comenzaron la huida a la carrera hacia el campamento. Y la verdad es que ¿quién pude culparles de algo? Su propio jefe ya estaba a salvo en su lujosa tienda y ellos habían quedado sin mando y sin órdenes, y sobre todo, sin esperanza alguna en lograr la victoria, ya que ningún plan alternativo se había dispuesto. Como suele decir el chiste, el soldado contestaría que lo único que había hecho había sido obedecer a su general cuando dijo aquello de "¡Seguidme, yo os conduciré a la victoria!". Pues los pompeyanos siguieron a su general... aunque a su campamento.

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Bromas aparte, algunos estudiosos imaginan una huida alocada y sin orden de las cohortes pompeyanas, lo cual es cierto, ya que allí primó el "¡Sálvese el que pueda!", pero también imaginan que la persecución cesariana se produjo de igual manera, cada cohorte a su aire, persiguiendo a la que se había enfrentado, y ello es un error grave. Yo no puedo imaginarme la línea de batalla de César rota en mil pedazos para perseguir al enemigo cuando aquella retirada podía ser una trampa. César nunca se hubiera arriesgado a que de repente los pompeyanos se reagruparan y cargaran contra él en las laderas del Dogandzis. De un soldado como César se puede esperar que arriesgue hasta el límite, pero no que sea tonto. La retirada al campamento fue frenética y allí es donde cohortes enteras debieron quedar aisladas y comenzaron las rendiciones en masa. Miles de pompeyanos se rindieron ante la imposibilidad de continuar la lucha. Sabían que César era clemente y que tenían la libertad asegurada, por lo que ¿para qué seguir luchando por una causa perdida? Ante los fosos y vallados del campamento de Pompeyo se repitió la misma escena de pánico: miles de hombres tratando de entrar en el campamento por sus estrechas puertas, sobre todo por la del sur, mientras las cohortes cesarianas se acercaban tranquilamente a terminar la faena. El valor de la desesperada resistencia que trataron de oponer los pompeyanos ante su campamento queda reflejado por el hecho de que Pompeyo huye de él antes de que un sólo cesariano haya puesto el pie en sus terraplenes. Es César en persona quien dirige la acometida al campamento, como fue él mismo quien dirigió la caballería en persecución de los germanos de Ariovisto nueve años antes, lo que claramente demuestra ansiedad. En el caso de los germanos por liberar a su amigo prisionero, en el caso de Pompeyo por poner fin allí mismo a la guerra y capturarlo con vida: no hace mucho Pompeyo había sido su amigo y había hecho feliz a su hija Julia. Y César no podía olvidar ni lo uno ni lo otro. Por lo tanto, la decisión de lanzarse espada en mano al frente de sus hombres al asalto del campamento tiene un motivo lógico e importante, pero es sumamente arriesgado. Alejandro Magno (éste sí que era "Magno"...) lo hizo en Tiro y ello sirvió para que sus hombres escalaran los muros con más bríos. Y César, que sabía que sus hombres estaban muy cansados por el tremendo esfuerzo del combate, no dudó en arriesgar una vez más su vida poniéndose al frente de sus "muchachos", consiguiendo de paso lo mismo que consiguió Alejandro: que sus hombres vieran redoblarse sus energías.

Frente a un jefe que se lanza a la lucha a la cabeza de sus hombres otro que los abandona disfrazado de mercader y escapa a uña de caballo hacia la costa dejando tirados a sus soldados que, sin embargo, continuarán la lucha demostrando que tal general no merecía aquellas tropas.

La resistencia pompeyana se derrumba. César salta de su caballo y corre espada en mano seguido de sus "muchachos", cruza el foso del campamento, escala ayudado por sus hombres el terraplén, pasa por encima del vallado derribado y, jadeante por el esfuerzo, observa el caos producido en aquel recinto que dos horas antes sus defensores consideraran "inexpugnable". Sus hombres le rodean orgullosos. Los pompeyanos que defendían esa zona arrojan sus armas y se rinden mientras miles de camaradas suyos escapan por la zona trasera del Praetorium al que ya se encamina César seguido de sus oficiales ante la asombrada mirada de miles de pompeyanos que observan en silencio al hombre que ha conseguido lo imposible. Pero los más asombrados son César y sus acompañantes al ver las tiendas de los nobles pompeyanos adornadas estrafalariamente como si de una fiesta se tratara. Boquiabiertos ante tal espectáculo de lujo y despilfarro, llegan a la tienda de Pompeyo, que más parece una sala de exposiciones que la tienda de campaña de un general, con sus obras de arte, estatuas, trofeos, tapices, triclinios y demás lujos y comodidades. Quien haya visitado el Museo del Ejército Español en Madrid habrá visto la famosa tienda que el emperador Carlos I de España y V de Alemania utilizó en sus campañas, con una cama, un escritorio y un par de sillas, como debía ser la de César, que cuenta entre asombrado e irónico en sus Comentarios que al ver el fastuoso ágape que habían preparado para celebrar la victoria se sentó a la mesa con sus hambrientos oficiales para dar buena cuenta de las viandas mientras sus "muchachos" también descansaban y disfrutaban brevemente de las comodidades y el botín que el campamento enemigo les ofrecía. Allí todo estaba preparado para la victoria, las tiendas se hallaban adornadas con guirnaldas y cada contubernium de cada centuria había dejado preparado cuidadosamente su propio festín para celebrar una victoria de la que disfruta ahora el enemigo. Ante César, los oficiales depositan nueve águilas pompeyanas.

En total, la batalla había durado menos de dos horas.

------ LAS BAJAS ------

César escribe en los Comentarios que tuvo 200 muertos por 10.000 pompeyanos. Parece una cifra muy baja la que nos da. ¿Miente César?. No, mentir no miente, pero evidentemente tampoco nos lo cuenta todo. Lo que ocurre es que en este caso "olvida" mencionar las bajas de los auxiliares y la caballería aliada. En realidad César no miente, ya que él habla de bajas "romanas", es decir, de ciudadanos romanos, que posiblemente fueron doscientos a lo largo de la línea de combate (hablamos de veteranos combatiendo contra tropas bisoñas). Aunque, evidentemente, sumando las bajas de los auxiliares tanto de infantería como de caballería tendríamos una cifra calculada generalmente en torno a las 1.200 bajas que es la cifra más comúnmente aceptada por los historiadores (en esto sí estoy de acuerdo con la mayoría de mis ilustres colegas, que ya era hora). Pienso que la verdadera zona crítica de César fue su ala izquierda, ya que allí sus tropas auxiliares debieron enfrentarse a las cohortes españolas y fue donde mayor número de bajas tuvo. En realidad, Farsalia, más que una batalla fue una auténtica matanza de pompeyanos enviados literalmente al matadero. De las escasas dos horas que duró el enfrentamiento los pompeyanos llevaron la peor parte más de tres

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cuartas partes del tiempo, lo que nos da una idea de por qué se generaron tantas bajas, y más en la huida al campamento y la lucha entablada frente a él en el que los legionarios pompeyanos, cada uno por su lado, combatieron sin orden ni concierto contra sólidas cohortes formadas en orden de batalla. En esa situación es fácil imaginar miles de muertos pompeyanos contra apenas unas decenas cesarianas.

César escribe que perdió a treinta centuriones y lo destaca con gran dolor, entre ellos a su fiel Cayo Crastino. Treinta centuriones entre doscientos legionarios es una cifra altísima que nos da una proporción de uno a seis cuando la proporción en filas era de uno a sesenta, es decir ¡diez veces más!. Ésta es una de las claves que explican perfectamente por qué tuvo tan pocas bajas, al igual que ocurrió en Gergovia o en Dyrrachium donde son los centuriones los que salvan la situación. La pérdida de tantos oficiales nos explica que mantuvieron la situación bajo control hasta el último momento, sacrificándose para evitar bajas entre sus hombres. Los centuriones eran plenamente conscientes de su gran inferioridad numérica y sabían que debían evitar bajas a toda costa, aunque esa dedicación por evitarlas les acabara costando la propia vida.

En realidad, en lo que fue la batalla propiamente dicha, el choque entre las dos grandes masas de infantería, las bajas debieron ser muy pocas:

Hay algo que en las batallas de la Antigüedad puede sorprender, y es que generalmente los que pierden sufren muchísimas más bajas que los que ganan. Las batallas de espada no son como las de fusiles. En la Edad Contemporánea los ejércitos han sido más grandes, pero la proporción de bajas más pequeña. En ninguna batalla del siglo XX un ejército ha tenido la proporción de bajas que los romanos sufrieron en Cannas, Arausio o Adrianópolis, ya que entonces las batallas eran combates prácticamente a exterminio. Ni siquiera en batallas terribles como Stalingrado las bajas, que casi alcanzaron el 70%, fueron tan espantosas como en las batallas antes mencionadas. En realidad, con la retirada de la caballería pompeyana, terminó la batalla de Farsalia para comenzar "la matanza de Farsalia". Los cesarianos masacraron a los infantes ligeros pompeyanos que lo único que pudieron hacer fue morir en cuestión de minutos sin ninguna posibilidad no ya de frenar la embestida cesariana, sino ni siquiera de defenderse físicamente. Y tras los infantes ligeros vinieron los legionarios pompeyanos, atrapados por delante por las legiones de César, por un flanco por sus propios compañeros de las otras legiones, por otro por las ocho cohortes y por detrás por la caballería de César. Como vimos en Cannas, el legionario romano necesitaba al menos un metro cuadrado para maniobrar. Si las filas se cerraban comprimiéndose, el espacio entre cada legionario se reducía impidiéndole maniobrar. Miles de legionarios romanos murieron en Cannas sin ni siquiera poder levantar su escudo para defenderse, apretados unos contra otros como ovejas en el matadero. En Farsalia, toda el ala izquierda pompeyana fue comprimida, aplastada por los cuatro costados, por lo que la matanza en aquella zona fue terrible.

No es sólo que los legionarios de César, avezados veteranos, fueran mejores que los pompeyanos y que cada cesariano muerto se hubiera llevado antes a unos cuantos pompeyanos por delante (En Cannas, se alternaron unidades galas y españolas en la media luna saliente y a pesar de estar alineados unos con otros, las unidades galas tuvieron muchas más bajas que las españolas). Es que, además, las tropas de Pompeyo fueron privadas de sus recursos tácticos incluso en el combate cuerpo a cuerpo, primero la caballería y después la infantería. Por eso las bajas fueron tan elevadas entre los pompeyanos:

César Total fuerzas Muertos % 31.400 1.200 3,82

Pompeyo

Total fuerzas Muertos %

66.200 10.000 15,10

Como vemos, si los dos ejércitos hubieran presentado una batalla convencional y tras una hora de combate se hubieran retirado cada uno a su campamento con las líneas intactas, las bajas hubieran sido aproximadamente de un 4 a un 5% por bando, lo que concuerda con las bajas cesarianas. Que los pompeyanos tuvieran casi ¡cinco veces! más bajas es la consecuencia de la carga de las ocho cohortes contra el flanco que comprimió sus líneas y la huida alocada que se tradujo en una verdadera carnicería al encontrarse los fugitivos atrapados entre el enemigo y sus propias fortificaciones. Las tajantes órdenes de César de respetar la vida de los enemigos que se rindieran en combate (gran número de pompeyanos tiraron sus espadas y se sentaron en el suelo mientras los cesarianos les sobrepasaban tranquilamente persiguiendo a los que huían) impidió que las bajas pompeyanas se dispararan. Miedo da pensar en lo que hubiera ocurrido si Pompeyo no huye y sus hombres le siguen. Si los pompeyanos se hubieran quedado clavados en el suelo como en Cannas o en Adrianópolis, ya que las bajas hubieran sido, con toda probabilidad, de más de un 80%. Claro, confiarse ante César era muy, pero que muy peligroso.

------ CONCLUSIÓN ------

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La batalla de Farsalia es una obra maestra en la que uno de los contendientes aprovecha en su propio beneficio las enormes ventajas tácticas del otro. Una obra de genios que tan sólo Alejandro, Aníbal, César y Napoleón conseguirán a lo largo de la Historia de manera tan rotunda, tan definitiva. De ellos, tan sólo Alejandro y César morirán invictos, triunfantes en la cumbre de su poder, demostrando que además de genios de la táctica fueron maestros de la estrategia. Frente al proyecto de Alejandro, diluido tras su muerte, César conseguirá dejar los cimientos del Imperio Romano listos para ser edificado. Farsalia fue el inicio de todo aquello, la batalla en la que se decidió que Roma se convertiría en un Imperio Universal como el que soñó Alejandro siglos antes y que ahora César iba a convertir en realidad.

ndiscutiblemente, uno de los aspectos más reconocidos de la personalidad de Julio César es, sin duda, su genio militar. Este genio fue puesto a prueba muchas veces a lo largo de su accidentada vida castrense, y César respondió a los retos casi siempre con innovaciones tácticas o añagazas que sorprendieron a sus contrarios y que le hicieron ganar ventajas en un terreno u otro.

Según Suetonio, César era un auténtico soldado, que compartía con sus milites las fatigas de la guerra; era experto en las armas y en equitación.[138] También sabemos que era un general valiente,[139] que dirigía sus tropas desde el propio frente de batalla, para que su ejemplo infundiera valor en los soldados, y era proclive a las arengas y mantenedor de una férrea disciplina. [140] Sin embargo, sus soldados lo veneraban y fueron muy raros los casos de deserción, quizá debido al carácter magnánimo de César. [141] También montaba un caballo de nombre Genitor que nació en los establos que el general tenía en su casa. El caballo presentaba atavismo en las patas, por lo que tenía varios dedos largos rematados en pezuña además de casco central,[142] algo causado por la desactivación del gen inhibidor que impide el crecimiento de más dedos en los caballos aparte del tercero durante el desarrollo embrionario.

Para ofrecer una visión lo más amplia posible de la capacidad táctica de César se ha elegido ofrecer breves reseñas de algunas de sus batallas; quizá no las más representativas o fundamentales, pero sí de las que supusieron alguna innovación táctica o una muestra de cómo César dirigía sus tropas: la Batalla de Bibracte como ejemplo de batalla contra fuerzas no romanas, la Batalla de Alesia como ejemplo de asedio, la Batalla de Farsalia como ejemplo de lucha entre romanos, la Batalla de Ruspina por la manera en la que se convirtió de una derrota casi segura en una retirada ordenada, y la Batalla de Tapso en África, que supuso la derrota de las fuerzas Pompeyanas establecidas en esa provincia y, a la larga, la muerte de Catón y otras figuras señeras de la oposición a César.

La Batalla de Bibracte

Artículo principal: Batalla de Bibracte

En el año 58 a. C. , César acababa de tomar posesión de su cargo de procónsul de la Galia, cuándo fue advertido de que una confederación de pueblos germánicos, compuesta por los helvecios, los boios y los tulingios, habían decidido dejar sus tierras ancestrales y emigrar a la Galia Comata.

Ambas fuerzas coincidieron en las cercanías de la localidad de Bibracte, donde César había tomado posiciones en lo alto de una colina. Contaba con cuatro legiones veteranas, las VII, VIII, IX y X, que ordenó en triplex acies al pie de la subida; las legiones XI y XII, de novatos, y los auxiliares fueron desplegados bajo una elevación del terreno en la cima.

Guerreros celtas.

Las fuerzas helvecias, quizá unos 77.000 guerreros si hemos de creer al propio César en sus Comentarii, avanzaron hacia los romanos en una formación que César describe como «una falange», lo que quiere decir que probablemente formaban una masa compacta que se agrupaba tras los escudos, no una formación de tipo macedonio.[143]

Cuando la formación helvecia se encontró al alcance adecuado, o sea unos 15 metros, de las filas romanas salió la primera salva de pila. Esta jabalina pesada estaba diseñada para retorcerse al clavarse en el escudo, dejando así al guerreo atacante la opción de portar un pesado escudo con una jabalina clavada que dificultaba su manejo, o deshacerse del escudo y luchar sin protección.

La lluvia de pila tuvo el efecto de deshacer la formación helvecia, y los romanos aprovecharon para cargar, amparados tras sus escudos, con sus gladius, aprovechando el desnivel y corriendo colina abajo; sin escudos y mal armados, los helvecios fueron obligados a retroceder hasta una colina que se hallaba como a un kilómetro y medio.

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Las legiones los siguieron, confiando en una rápida victoria, cuando, de pronto, aparecieron en el campo de batalla los boios y los tulingios, en cantidad de unos 15.000 guerreros, amenazando el flanco derecho del ejército romano.[144] El flanco derecho era el más peligroso, pues era el que no portaba escudo (que se llevaba en el brazo izquierdo).

Cogidos así entre la espada de los helvecios, que al ver aparecer a sus aliados se lanzaron al ataque con ánimo renovado, y a la pared de los boios y tulingios, César ordenó que la tercera línea de la triplex acies rotara hacia la derecha, colocándose en ángulo recto de cara a los nuevos atacantes, mientras que las fuerzas restantes, formadas en duplex acies hacían frente al renovado ataque de los helvecios.

Faltos del factor sorpresa en que habían confiado, peor armados que los romanos y los helvecios ya cansados por la lucha, fueron arrasados por las legiones.

La innovación táctica de César fue la rapidez en que, calculando el problema, había convertido la tradicional disposición legionaria en triplex acies en una formación novedosa, con un frente en duplex acies, que se encargó de frenar a los helvecios, y uno en simplex acies, que contuvo el ataque por el flanco y, eventualmente, le llevó a ganar la batalla.

La Batalla de Alesia

Artículo principal: Batalla de Alesia

Las fortificaciones construidas por César en Alesia de acuerdo a la hipótesis de localización en Alise-Sainte-Reine .En el mapa de la esquina la cruz muestra la localización de Alesia en la Galia (hoy Francia). En el esquema, el círculo muestra el punto débil en la circunvalación.

Alesia estaba situada en la cima de una colina rodeada por valles y ríos y contaba con importantes defensas. Dado que un asalto frontal sobre la fortaleza sería suicida, César consideró mejor forzar un asedio de la plaza para rendir a sus enemigos por hambre. Considerando que había cerca de 80.000 hombres fortificados dentro de Alesia junto con la población civil, el hambre y la sed forzarían rápidamente la rendición de los galos. Para garantizar un bloqueo perfecto César ordenó la construcción de un perímetro circular de fortificaciones. Los detalles de los trabajos de ingeniería se encuentran en los Comentarios a la Guerra de las Galias (De Bello Gallico) de Julio César y han podido ser confirmados por las excavaciones arqueológicas en la zona. Se construyeron muros de 18 km de largo y 4 metros de alto con fortificaciones espaciadas regularmente en un tiempo récord de 3 semanas. Esta línea fue seguida hacia el interior por dos diques de cuatro metros y medio de ancho y cerca de medio metro de profundidad. El más cercano a la fortificación se llenó de agua procedente de los ríos cercanos. Asimismo, se crearon concienzudos campos de trampas y hoyos frente a las empalizadas con el fin de que su alcance fuese todavía más difícil, más una serie de torres equipadas con artillería y espaciadas regularmente a lo largo de la fortificación.[145]

La caballería de Vercingetórix a menudo contraatacaba los trabajos romanos para evitar verse completamente encerrados, ataques que eran contestados por la caballería germana que volvió a probar su valía para mantener a los atacantes a raya. Tras dos semanas de trabajo, parte de la caballería gala pudo escapar de la ciudad por una de las secciones no finalizadas. César, previendo la llegada de tropas de refuerzo, mandó construir una segunda línea defensiva exterior protegiendo sus tropas. El nuevo perímetro era de 21 km, incluyendo cuatro campamentos de caballería. Esta serie de fortificaciones les protegería cuando las tropas de liberación galas llegasen: ahora eran sitiadores preparándose para ser sitiados.[146]

Por estos tiempos, las condiciones de vida en Alesia iban empeorando cada vez más. Con los 80.000 soldados y la población local había demasiada gente dentro de la fortaleza para tan escasa comida.[147]

A finales de septiembre las tropas galas, dirigidas por Commio, acudieron en refuerzo de los fortificados en Alesia, y atacaron las murallas exteriores de César. Vercingetórix ordenó un ataque simultáneo desde dentro. Sin embargo, ninguno de estos intentos tuvo éxito y a la puesta del sol la lucha había acabado. Al día siguiente, el ataque galo fue bajo la cobertura de la oscuridad de la noche, y lograron un mayor éxito que el día anterior. César se vio obligado a abandonar algunas secciones de sus líneas fortificadas. Sólo la rápida respuesta de la caballería, dirigida por Marco Antonio y Cayo Trebonio, salvó la situación. La pared interna también fue atacada, pero la presencia de trincheras, los campos plantados de " lirios" y de "ceppos", que los hombres de Vercingetórix tenían que llenar para avanzar, les retrasaron lo suficiente como para evitar la sorpresa. Para entonces, la situación del ejército romano también era difícil.[148]

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El día siguiente, el 2 de octubre, Vercasivellauno, un primo de Vercingetórix, lanzó un ataque masivo con 60.000 hombres, enfocado al punto débil de las fortificaciones romanas, que César había tratado de ocultar hasta entonces, pero que había sido descubierto por los galos. El área en cuestión era una zona con obstrucciones naturales en la que no se podía construir una muralla continua. El ataque se produjo combinando las fuerzas del exterior con las de la ciudad: Vercingetórix atacó desde todos los ángulos las fortificaciones interiores. César confió en la disciplina y valor de sus hombres, y ordenó mantener las líneas. Él personalmente recorrió el perímetro animando a sus legionarios.[149]

Reconstrucción actual de las fortificaciones de Alesia.

La caballería de Labieno fue enviada a aguantar la defensa del área en donde se había localizado la brecha de las fortificaciones. César, con la presión incrementándose cada vez más, se vio obligado a contraatacar la ofensiva interna, y logró hacer retroceder a los hombres de Vercingetórix. Sin embargo, para entonces la sección defendida por Labieno se encontraba a punto de ceder. César tomó una medida desesperada, tomando 13 cohortes de caballería (unos 6.000 hombres) para atacar el ejército de reserva enemigo (unos 60.000) por la retaguardia. La acción sorprendió tanto a atacantes como a defensores.[150]

Viendo a su general afrontar tan tremendo riesgo, los hombres de Labieno redoblaron sus esfuerzos. En las filas galas pronto empezó a cundir el pánico, y trataron de retirarse. Sin embargo, como solía ocurrir en la antigüedad, un ejército en retirada desorganizada es una presa fácil para la persecución de los vencedores, y los galos fueron masacrados. César anotó en sus Comentarios que sólo el hecho de que sus hombres estaban completamente exhaustos salvó a los galos de la completa aniquilación.[151]

En Alesia, Vercingetórix fue testigo de la derrota del ejército exterior. Enfrentándose tanto al hambre como a la moral, se vio obligado a rendirse sin una última batalla. Al día siguiente, el líder galo presentó sus armas a Julio César, poniendo fin al asedio de Alesia y a la conquista romana de la Galia.[152]

La Batalla de Farsalia

Artículo principal: Batalla de Farsalia

Después de haber sido derrotados en la Batalla de Dyrrachium, los cesarianos se enfrentaron definitivamente en batalla campal a Pompeyo y sus aliados en las cercanías de Farsalia.

César tenía con él a las legiones VII, VIII, IX, X, XI, XII y XIII muy reducidas en cuanto a fuerza, pues probablemente no estaban compuestas por más de 2750 legionarios cada una de ellas, y, además las legiones VIII y IX, que habían sostenido el frente de batalla en Dyrrachium y habían quedado seriamente mermadas, a las que se les dio la orden de que actuaran como una sola y se protegieran una a la otra; además, contaba con un pequeño contingente de caballería. En el otro lado, Pompeyo dirigía una fuerza de once legiones, posiblemente de 4.000 hombres cada una, y una caballería de 7.000 jinetes, junto con un fuerte destacamento de arqueros y honderos.[153]

Hondero balear.

Ambos generales formaron sus ejércitos en triplex acies, uno frente a otro, y la caballería apostada en las respectivas alas izquierdas, pues los flancos derechos de las formaciones se apoyaban en el río Enipeus, que protegía de esa manera el ala derecha. César colocó a las legiones IX y VIII en el flanco derecho, apoyadas en el río, y después fue colocando sucesivamente a la XI, XII, XIII, VI, VII y X. Pero tras la línea de caballería, ocultos tras una pequeña elevación del terreno, detrajo y colocó una cuarta fila, compuesta de seis cohortes, en sentido oblicuo a la caballería y que recibió órdenes estrictas de no moverse bajo circunstancia alguna hasta que le fuera señalado por un vexillum.[153]

Pompeyo había formado en una sistema más clásico, con todas sus legiones por igual y la caballería apoyada por una densa formación de arqueros y honderos, colocada tras ella; sin embargo, los había dispuesto en una formación más estática, con la idea táctica de que ofrecieran un muro de contención a la infantería cesariana, pues Pompeyo había depositado sus esperanzas en la superioridad de la caballería.

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Caballería legionaria.

La batalla, si creemos a César, se abrió con la carga suicida de un centurión primípalo, esto es, el centurión que mandaba la primera centuria de la primera cohorte, un puesto de gran prestigio. Dicho centurión, de nombre Crastino, arrastró a 120 voluntarios con él a cargar contra la líneas de Pompeyo, en las que, lógicamente, fueron arrasados.[154]

Al ocurrir esto, las líneas primera y segunda de la formación cesariana cargaron, pero a mitad de camino pararon para coger aire al ver que las legiones de Pompeyo no contracargaban (quizá porque Pompeyo tenía la esperanza de que se cansaran previamente). Los cesarianos recompusieron sus líneas y en ése momento, Pompeyo dio orden a su caballería de cargar.

La caballería pompeyana salió al galope, dividida en sus turma individuales, seguida por los arqueros, con el fin de flanquear el ala izquierda de la formación de César, para atacar así desde la retaguardia y formar un martillo (caballería) y un yunque (infantería) para machacar a los cesarianos. La carga tuvo éxito con la caballería cesariana, que salió en desbandada.

Pero en ese momento, César ordenó a su línea escondida de seis cohortes que atacara. La caballería pompeyana se encontró con que, en vez de tomar por sorpresa por la retaguardia a las legiones cesarianas y desbaratarlas, una nueva línea de batalla se dirigía hacia ellos con ferocidad.

Las turmas que lideraban la carga entraron en pánico y huyeron, pero probablemente se toparon en su huida con los escuadrones que les seguían y que no sospechaban nada, sembrando así la consiguiente confusión. Los legionarios de César no arrojaron sus pila, sino que los usaron, por orden de su general, más como picas, enfrentándolos a la cara de los jinetes y sus caballos, aumentando de ésta manera el pánico y la confusión; así, una fuerza de apenas 1.650 legionarios puso en fuga a la caballería pompeyana y pudo dedicarse a destrozar a los ligeramente armados arqueros y honderos.[153]

A continuación, se lanzaron al ataque del ahora desprotegido flanco izquierdo de los pompeyanos, apoyados en ése momento por una ataque furioso de la tercera línea de las legiones cesarianas, que, sustituyendo a las cansadas primera y segunda líneas, presionaron el frente de batalla.

Atacadas por tropas de refresco en el centro, flanqueadas por la izquierda y por la retaguardia, las tropas pompeyanas primero vacilaron y luego emprendieron una huida en toda regla, dejando en el campo a 15.000 muertos, frente a los 200 de los cesarianos.[155] [156]

La genialidad de César fue prever que Pompeyo iba a usar su caballería para atacar, que la suya propia no tenía la fuerza para resistirla, y arbitrar un método completamente novedoso con la línea de 6 cohortes, tendiendo una celada a su enemigo, en la que cayó, y que le sirvió para ganar la batalla y destrozar a las principales fuerzas de los pompeyanos.

La Batalla de Ruspina

Artículo principal: Batalla de Ruspina

Tras Farsalia, una buena cantidad de tropas pompeyanas y de señaladas figuras de la facción, como Catón el Joven, Quinto Cecilio Metelo Pío Escipión Nasica Corneliano y el antiguo legado principal de César en las Galias, Tito Labieno, se replegaron a la provincia de África, para reorganizarse y plantar cara de nuevo al dictador; corría el año 46 a. C.

Éste les persiguió, y después de desembarcar, fijó sus reales en Ruspina, cerca de la actual Al Munastir. Tras una serie de peripecias, salió en busca de trigo con una fuerza de 30 cohortes armadas «a la ligera»,[157] o sea, unos 13.000 hombres más o menos, dos mil jinetes y ciento cincuenta arqueros.[157]

Súbitamente, a unos cinco kilómetros del campamento, los exploradores de César le avisaron de que se aproximaba una gran fuerza de infantería hacia ellos: eran tropas pompeyanas al mando de Labieno. Consciente de su inferioridad, César ordena a su exigua caballería y a los pocos arqueros que tenía que salieran del campamento y le siguieran a corta distancia.

Mientras César estaba colocando a sus hombres, que dada la exigüidad de esta fuerza "expedicionaria", iban formados en simplex acies con la caballería en alas,[158] Labieno desplegó sus fuerzas, que resultaron estar constituidas en su inmensa mayoría por

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caballería y no por infantería. Fue una hábil celada tendida por el comandante pompeyano, que había juntado al máximo sus líneas, intercalando una numerosa tropa de infantería ligera númida entre los jinetes para dar ese efecto desde la distancia.[159]

Jinete númida.

Mientras los pompeyanos avanzaron en una línea simple de extrema longitud, César había desplegado sus tropas a fines de no verse flanqueado por las de su enemigo. Pero esto fue precisamente lo que ocurrió: mientras las pocas tropas de caballería luchaban en vano par no ser superadas, el centro de la formación de César se vio golpeado por la masa de la caballería pompeyana y la infantería ligera númida, que atacaban y se retiraban sucesivamente.

La infantería cesariana respondió como pudo, pero empezó a disgregarse. Al verlo, César ordenó que ningún soldado se alejara más de cuatro pasos de su unidad.[160] Pero la superioridad numérica del enemigo, la escasa caballería cesariana, los heridos y caballos perdidos, hicieron que la formación de César empezara a colapsarse. En ése momento, César ordenó a sus tropas que adoptaran una formación defensiva, denominada orbis (literalmente: orbe), básicamente una formación en círculo que tenía como misión la de no ofrecer el flanco al enemigo.

Pero se encontró rodeado por todos lados por las tropas, mucho más numerosas y móviles, de Labieno -en un lejano eco de la desastrosa Batalla de Cannas -, y algunos de sus más recientes reclutas comenzaron a fallar; ante ello César tomó una decisión: ordenó extender la línea de batalla en orden cerrado tan lejos como fuera posible. Esta maniobra fue siempre altamente desaconsejada por los tácticos romanos porque llevaba excesivo tiempo llevarla a cabo;[161] sin embargo, esta vez las fuerzas de César lo hicieron rápidamente y una vez que se hallaron desplegadas en una sola línea, César dio otra orden: que cada cohorte par diera un paso atrás y se enfrentaran de cara a su enemigo, con lo que consiguió transformar la simplex acies en una duplex acies.[160]

[162]

En ese momento, la caballería cesariana apareció para romper definitivamente el círculo, forzando a los pompeyanos a formar dos líneas de batalla separadas por las tropas cesarianas. Entonces, los sorprendidos pompeyanos se vieron sometidos a una lluvia de pila por parte ambos lados de la formación contraria, lo que provocó que vacilaran y se echaran atrás una distancia, no lo suficientemente grande como para disgregarse, pero sí para que César ordenara la vuelta al campamento en orden de batalla.

Una tropa de infantería romana formando en testudo.

Mientras volvían a sus reales, los pompeyanos se vieron reforzados por la inesperada llegada de una fuerza de 1.600 jinetes y un gran número de infantes, al mando de Marco Petreyo y Gneo Pisón, que hizo que atacaran de nuevo con renovadas fuerzas, rodeando otra vez a los cesarianos, pero ahora desde más lejos a fines de que César no volviera a repetir la maniobra, y lanzando sobre sus tropas una lluvia de armas arrojadizas. Las tropas de César se pararon y, ante la avalancha, quizá formaron un « testudo» (=tortuga), una formación en la que los legionarios se cubrían con los escudos.[163]

A medida que las tropas pompeyanas se iban quedando sin jabalinas y que su energía combativa disminuía frente a la cerrada formación de César, éste se dio cuenta de que llegaba el momento de romperla y atacar súbitamente, por lo que cursó órdenes de que a una señal suya, se levantara el muro de escudos para dejar pasar a unas cohortes selectas, que adoptando la formación en cuña golpearon a las tropas pompeyanas.[164] Del relato de la Guerra de África no queda claro si éste ataque se produjo en varios puntos determinados o fue un ataque masivo sobre un sólo punto, pero lo cierto es que tuvo el efecto deseado y las tropas pompeyanas se abrieron, dejando expedito el paso a César y a sus hombres que se retiraron en formación hacia su campamento, donde se fortificaron.

Lo verdaderamente genial de ésta batalla no es la derrota en sí de César, sino cómo mediante una serie de decisiones tácticas y variadas formaciones de batalla, logró que lo que podría haber sido una masacre se convirtiera en una retirada organizada, en la que conservó el mayor número posible de efectivos.[165]

La Batalla de Tapso

Artículo principal: Batalla de Tapso

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Elefantes de guerra cargando.

Tras la Batalla de Farsalia, las tropas pompeyanas se habían refugiado en la provincia de África, donde al mando de destacados miembros de la facción conservadora, como Catón el Joven y Quinto Cecilio Metelo Escipión, habían logrado reorganizarse y estaban dispuestos a continuar la lucha. Los conservadores reunieron sus fuerzas a una velocidad impresionante. Su ejército incluía 40.000 hombres (unas 10 legiones), una poderosa caballería dirigida por el que fue anteriormente la mano derecha de César en la Galia, Tito Labieno, y fuerzas aliadas de reyes locales, entre ellos el númida Juba I y 60 elefantes de guerra. César tenía consigo al menos 5 legiones, aunque no podemos saber cómo estaban de completas, y una estimable fuerza de caballería.

Tras el incidente de Ruspina, siguieron una serie de encuentros no decisivos entre las tropas de ambas facciones, pequeñas batallas para medir sus fuerzas, y durante ese tiempo dos legiones de los conservadores desertaron para unirse a César. Mientras tanto, César esperaba refuerzos de Sicilia.[166]

A comienzos de febrero, César llegó a Tapso y puso cerco a la ciudad, bloqueando la entrada sur con tres filas de fortificaciones. Los conservadores, bajo el mando de Metelo Escipión, no podían permitirse perder esa posición, por lo que se vieron obligados a entablar batalla.[167]

Disposición de los ejércitos en la Batalla de Tapso, según un grabado antiguo.

Escipión desplegó sus tropas, formando las legiones en el centro en cuadruplex acies, puso la caballería en las alas, delante de las cuales situó la mitad de sus elefantes de guerra (treinta en el ala derecha y treinta en el ala izquierda); por detrás de las filas legionarias, puso en el ala izquierda una formación de tropas ligeras y otra mixta de caballería e infantería ligera, y en el ala derecha una mixta de caballería e infantería ligera.[168] [169]

César formó con las legiones en el centro, en triplex acies,(las X y VII a la derecha y las VIII y IX a la izquierda), situó la caballería en la alas, y frente a los elefantes desplegó a sus arqueros y honderos. Pero dividió la Legio V Alaudae en dos grupos de cinco cohortes cada uno, y los situó detrás de las formaciones de arqueros y honderos.[168] [169]

Aunque la batalla comenzó antes de lo que César hubiera deseado,[167] debido a la impaciencia de sus soldados del ala derecha, tomó rápidamente el mando de la situación y ordenó el ataque. Los arqueros y honderos del ala derecha dispararon sus proyectiles contra los elefantes del ala izquierda de los pompeyanos, que al recibir la lluvia de flechas y piedras, se asustaron y dieron media vuelta, cargando contra sus propias filas. En ése momento, la caballería ligera númida apostada por Escipión en ese ala, cargó hacia el frente al verse desprotegida el muro de elefantes, pero fueron desbandados por la carga de las legiones, y la Legio X tomó posesión del campamento pompeyano, impidiendo así la huida de los enemigos.[170] [169]

Sin un lugar al que volver, con las tropas en desbandada, rendidas o muertas, los líderes pompeyanos abandonaron el campo de batalla a César, con lo que dieron por perdida la guerra.[171]

La genialidad de César en la batalla fue el movimiento táctico de colocar infantería legionaria protegiendo a los arqueros y honderos de los elefantes, y asumir con prontitud el desarrollo de la misma, usando a su favor la precipitación con la que había comenzado.

César como historiador y escritor

Véanse también: De Bello Gallico y De Bello Civili

De Bello Gallico.

La obra escrita que llega hasta nuestros días coloca a César entre los grandes maestros de la lengua latina. Sus trabajos conocidos incluyen:

De Bello Gallico – Comentarios sobre las campañas de la Galia De Bello Civili – Comentarios sobre la guerra civil

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No se puede asegurar que la autoría del llamado "Corpus Cesariano" o "Tria Bella", esto es la Guerra de Alejandría, la Guerra de África y la Guerra de Hispania, sea de César y entre sus traductores existe un consenso generalizado acerca de que no fueron escritas por él, aunque sí están posiblemente basadas en sus notas.[172]

Tanto la Guerra de las Galias como la Guerra Civil, son indiscutiblemente obra de César y están escritas en un latín de gran perfección sintáctica. Ambas son prueba de la erudición de su autor y fueron usadas, sobre todo, como propaganda ante el Senado y el pueblo de Roma. En ellas hace importantísimas referencias a múltiples aspectos de la vida cotidiana en el ejército romano de la tardorrepública, de su organización, tácticas, técnicas y armamento.[173] [174]

Asimismo, hizo descripciones etnográficas de pueblos celtas y germanos incluyendo temas como la organización social y militar, la religión o la lengua que aún hoy en día son de obligado estudio para los expertos en las diferentes materias.[174]

Igualmente describió lugares geográficos, como la Selva Hercinia,[175] y describe en sus escritos importantes aspectos que permiten comprender mejor la política de la República romana de los últimos años del siglo I a. C. y a figuras como Pompeyo, Cicerón, Catón y otros.[173]

Además se sabe que sentía curiosidad por muchos temas, desde la filosofía griega hasta la astronomía, pasando por temas sagrados o lingüísticos. Por referencias en otros autores clásicos, se sabe que César compuso un tratado de astronomía, otro de lingüística y otro más sobre augurios, pero se han perdido y no se conoce ni siquiera un párrafo de ellos.

También se sabe por Suetonio que compuso un tratado en defensa suya llamado el Anticatón, dos libros sobre la Analogía y, al menos, un poema llamado El Camino; en su juventud escribió las Alabanzas de Hércules, una tragedia con el título de Edipo y una Colección de frases selectas.[176] Parece ser que se conservaban sus oficios al Senado, sus cartas a Cicerón y su correspondencia privada. Sin embargo, Augusto prohibió a su bibliotecario que todos estos documentos fueran copiados o publicados, por lo que acabaron perdiéndose.[177] Se sabe que era un magnífico orador, pues tanto Plutarco como Suetonio lo mencionan, y parece ser que también Cicerón y Cornelio Nepote avalaban ésta opinión.[178] También se conoce que empleaba un latín de gran perfección.[179]

La obra conocida de César no puede tomarse como la de un historiador moderno, pues su intención no era esa. Las obras que se conservan y cuya autoría no es discutida, esto es, los Comentarios sobre las Guerras Galas y Civil, eran un instrumento de propaganda y un informe de progresos para el Senado, no una obra como las de Tácito o Polibio, por lo que todas sus afirmaciones, en especial las políticas, deben ser analizadas desde un ánimo crítico.[180] El hecho de que la mayor parte de la obra literaria de César se haya perdido es un inconveniente que, no por habitual en la mayoría de los autores clásicos deja de ser lamentable y que ha impedido una crítica razonada de César como autor, ya que los historiadores sólo pueden basarse en unos libros que, pese a ser de los más importantes en la Historia Occidental, no dejaban de ser más un instrumento de propaganda que un alarde de erudición.[181]

Aún así, con todas sus limitaciones, en muchas ocasiones, sus escritos son el único testimonio antiguo que se posee sobre muchos aspectos de los pueblos, usos y costumbres de la época.[182

Tácticas romanas de infanteríaDe Wikipedia, la enciclopedia libre

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Escultura de Johann Baptist Moroder-Lusenberg (1870 – 1932) situada en la "Villa Venecia" en Ortisei, Italia.

Las tácticas romanas de infantería hacen referencia a la colocación, formaciones y maniobras teóricas e históricas de la infantería romana desde los comienzos de la República hasta la caída del Imperio romano de Occidente. El artículo comienza con una visión general del entrenamiento romano. También se analiza el desempeño de la infantería romana contra distintos enemigos, y culmina con un resumen de aquello que convirtió a las tácticas y estrategia romanas en efectivas a lo largo de su historia, al igual que un debate en torno a cómo y por qué esta efectividad finalmente desapareció.

Este artículo se centra principalmente en tácticas romanas: cómo se preparaban para la batalla, y cómo evolucionaron para enfrentarse a una variedad de enemigos a lo largo del tiempo. No intenta una cobertura detallada de temas como pueden ser la estructura o equipación del ejército romano. En el artículo se exponen diferentes batallas que ilustran los métodos utilizados por los romanos, con enlaces a sus artículos principales. Para conocer el trasfondo de la infantería romana con mayor precisión, ver Historia de la estructura del ejército romano. Para un estudio cronológico de las campañas militares de Roma, ver historia de las campañas

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militares romanas. Para detalles sobre el equipamiento, vida diaria y legiones específicas ver Legión romana y equipo personal en el ejército romano.

Evolución de las tácticas y estrategia romanas

Las tácticas militares y estrategia de la infantería evolucionaron desde lo que se puede esperar de un pequeño poder tribal que buscaba la hegemonía local, hasta operaciones masivas coordinadas a lo largo de un Imperio mundial. Este avance se vio afectado por cambios troncales en la vida política, social y económica romana, y del mundo mediterráneo en general, pero también se encontraba apuntalado por una "forma romana" característica de hacer la guerra. Esta aproximación incluía una tendencia hacia la estandarización y sistematización del ejército, aprendizaje y copia de tácticas extranjeras, flexibilidad en tácticas y métodos, un férreo sentido de la disciplina, una tenaz persistencia que buscaba la obtención de la victoria en toda su extensión, y la cohesión que les confería el ideal sobre la ciudadanía romana respaldando sus actividades, personificada en la legión.[1]

Estas características se desvanecieron con el tiempo, pero forman una base distintiva sobre la que se construyó el ascenso de Roma a potencia mundial.

Algunas fases clave de esta evolución en la historia militar romana incluyen:[2]

Fuerzas militares basadas principalmente en infantería pesada de ciudadanos con inicios tribales y uso temprano de elementos estilo falange (ver establecimiento militar del reino romano).

Sofisticación creciente a medida que la hegemonía romana se expande fuera de Italia hacia el Norte de África, Grecia y Oriente Medio (ver establecimiento militar de la república romana).

Refinamiento, estandarización y mayor eficiencia continuados en el periodo asociado con Cayo Mario, incluyendo una base más amplia de incorporación de ciudadanos en el ejército, mayor profesionalidad y tiempo de permanencia en el servicio militar.

Expansión, flexibilidad y sofisticación continua desde el final de la República hasta los tiempos de los césares (ver establecimiento militar del Imperio romano).

Creciente barbarización, trastornos y debilitamiento en las unidades de infantería pesada a favor de la caballería y tropas más ligeras (ver foederati).

Caída del Imperio romano de Occidente y fragmentación en pequeñas y débiles fuerzas locales, inversión del estatus de la caballería e infantería en el Imperio romano de Oriente, con fuerzas de catafractos conformando la élite, y la infantería quedando relegada a tropas auxiliares.

Entrenamiento, armas y equipo - Visión general

Véanse también: equipo personal en el ejército romano y Legión romana

Con el tiempo, variaron los roles y equipamiento asociados al sistema militar, pero a lo largo de la historia romana, siempre se mantuvo como una máquina de guerra disciplinada y profesional. Los soldados se entrenaban como en cualquier otro ejército desde el reclutamiento inicial, haciendo instrucción sobre armas y armaduras, marcha en formación y ejercicios tácticos. El régimen normal de entrenamiento consistía en gimnasia y natación, para mantener a los soldados en forma, lucha con armatura (armas de madera) para aprender y perfeccionar técnicas de combate, y largas marchas con equipamiento completo para fortalecer el aguante, fondo y acostumbrar a los soldados a la dureza de una campaña, que solían ser de 30 Km y repetirse al menos dos veces en el mes.[3]

Los ejercicios de entrenamiento de combate consistían en atacar con un gladius de madera a un maniquí, también de madera, portando armadura completa. También combatían entre ellos con esas mismas armas. Los legionarios eran entrenados especialmente para lanzar estocadas desde el resguardo de sus grandes escudos (scutums) ya que eran conscientes de que una simple herida de 3 o 4 cm de profundidad podía causar la muerte; por eso enfatizaban las técnicas de apuñalamiento rápido en áreas vitales o entre los huecos de la armadura. En la columna de Trajano en Roma, se pueden ver imágenes de la época de soldados romanos combatiendo y les muestran con el pie izquierdo y el escudo adelantados, mientras el pie derecho se mantenía apoyado atrás y girado en ángulo recto hacia fuera. Esto indica un estilo de lucha parecido al boxeo, donde el escudo es utilizado para empujar y bloquear al enemigo mientras la espada, en la mano derecha, es utilizada para descargar el golpe de gracia. Otros ejercicios de entrenamiento enseñaban al legionario a arrojar los pila, obedecer órdenes y adoptar formaciones de combate.[4]

Un legionario portaba por regla general unos 27 kilos, entre armadura, armas y equipo de campaña diverso. En el soldado de la Tardorrepublica y del Bajo Imperio, la carga consistía en la armadura, si bien la lorica segmentata (armadura de placas) tenía un peso

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mayor que la lorica hamata (cota de malla), la espada, un escudo, dos pila (uno más ligero y otro más pesado), el pugio o daga y raciones de campaña para quince días. También llevaban herramientas para cavar y construir un castra, o campamento fortificado base de la legión.

Cuando finalizaba el entrenamiento, los legionarios debían realizar un juramento de lealtad al SPQR (Senatus Populus Que Romanus, el Senado y el pueblo romano) en época de la república, o bien al emperador en tiempos del Imperio. Cada soldado recibía un diploma y era enviado a combatir por su vida, la gloria y el honor de Roma.[4]

Operaciones y tácticas - teoría

[editar] Autoridad, control y estructura

Una vez el soldado había terminado su entrenamiento, era generalmente asignado a una legión, la unidad de combate masiva básica. La Legión se subdividía en diez unidades llamadas cohortes, a grandes rasgos comparables con un batallón de infantería moderno. Las cohortes, por su lado, se dividían en tres manípulos, que a su vez estaban formadas por dos centurias de entre 60-100 hombres cada una. La fuerza total de la legión al completo era de 60 centurias (6000 hombres). La primera cohorte de una legión era generalmente la unidad de élite, que portaba el mejor equipo y los soldados más veteranos y hábiles. Varias legiones unidas daban lugar a una fuerza de campo distintiva, un "ejército".[4]

El mando supremo de cada legión o ejército era ejercido por un cónsul, procónsul o pretor. En casos de emergencia en la época republicana, también podía tomar el mando del mismo un dictador. Un pretor o propretor sólo podía comandar una única legión, y nunca un ejército consular, que normalmente consistía en dos legiones romanas y una cantidad pareja de tropas aliadas. En el periodo republicano temprano, era rutinario en un ejército la doble autoridad, con dos cónsules que se alternaban diariamente en el mando. En siglos posteriores esto se vio modificado en beneficio de un único comandante en jefe del ejército. Los legados eran oficiales de rango senatorial que asistían al comandante supremo. Los tribunos eran por regla general jóvenes aristócratas que supervisaban tareas administrativas como la construcción de campamentos. Los centuriones (equivalentes a grandes rasgos a un suboficial de la actualidad, pero que actuaban como capitanes modernos en operaciones de campo) dirigían cohortes, manípulos y centurias. En ocasiones eran utilizados cuerpos especiales de operaciones como ingenieros y armeros.[5]

[editar] Marcha de aproximación

Una vez la legión se hallaba en campaña, comenzaba la marcha. En general, el orden de marcha dependía mucho del tipo de resistencia que el comandante de la tropa pensara encontrar en el camino, variando desde el orden habitual que, por ejemplo, nos describe Josefo en sus "Guerras Judías" hasta la formación de un "orbis", una formación especial en el que la legión se dividía en sus respectivas centurias que formaban un cuadro (ver diagrama adjunto;) En un caso de peligrosidad media, la aproximación al campo de batalla se llevaba a cabo en formación de varias columnas, que incrementaban la maniobrabilidad. Normalmente, un cuerpo de vanguardia bien armado precedía al cuerpo principal. Este cuerpo incluía exploradores, caballería y tropas ligeras. Un tribuno u otro oficial acompañaban frecuentemente a esta vanguardia para batir el terreno y buscar posibles lugares donde establecer un campamento. También se desplegaban unidades de flanqueo y reconocimiento que servían de cobertura. Tras la vanguardia venía el cuerpo principal de infantería pesada. Cada legión marchaba como una formación compacta, acompañada de su propio tren de suministros. La última legión normalmente actuaba de retaguardia, aunque las unidades más recientes del ejército podían ocupar este escalón final.

[editar] Construcción de campamentos fortificados.

Las legiones en campaña normalmente construían campamentos fortificados completos, reforzados mediante empalizadas y un profundo dique, que proveían una base para el almacenamiento de suministros, reorganización de tropas y defensa. Los romanos construían un nuevo campamento cada vez que recorrían un día de marcha (alrededor de 30 km). [6] Los campamentos eran destruidos al día siguiente, antes de retomar la marcha. Además de una necesidad militar, representaban un simbolismo religioso. Existían cuatro puertas de acceso, conectadas por dos arterias principales, que se cruzaban en el centro del campamento, lugar donde se encontraban las tiendas de mando. Del mismo modo, se respetaba un espacio para la construcción de un altar donde poder llevar a cabo los oficios religiosos. Todo se hallaba estandarizado, desde la posición del equipaje, equipamiento y unidades del ejército específicas, hasta los deberes de los oficiales que debían distribuir centinelas, piquetes y órdenes para la marcha del próximo día. La construcción del campamento llevaba entre 2 y 5 horas, durante las cuales parte del ejército trabajaba, mientras el resto montaba guardia, dependiendo de la situación táctica. Ningún otro ejército mantenía durante tanto tiempo este método sistemático de construcción de campamentos, incluso si el ejército descansaba por sólo un día.[7]

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[editar] Levantamiento del campamento y marcha

Tras un desayuno regimentado a la hora indicada, sonaban las trompetas. Las tiendas y cabañas del campamento eran desmanteladas y se hacían las preparaciones para la partida. La trompeta sonaba entonces una vez más con la señal de alerta para la marcha. Se cargaban las mulas y vagonetas del tren de suministros y formaban las unidades. El campamento era entonces incendiado y destruido para evitar que fuera ocupado por el enemigo. Sonaban entonces las trompetas por última vez preguntado a las tropas por tres veces si estaban listas y dispuestas, a lo que se esperaba que respondieran al unísono, antes de comenzar de nuevo la marcha.[8]

[editar] Inteligencia

Los buenos comandantes romanos no dudaban en utilizar un servicio de inteligencia, particularmente en situaciones de asedio o cuando se avecinaba un combate campal. Recababan información de espías, colaboradores, embajadores y enviados especiales, y aliados. Mensajes interceptados durante la Segunda Guerra Púnica, por ejemplo, permitieron a los romanos enviar a dos ejércitos a interceptar al ejército cartaginés de Asdrúbal Barca pasados los Alpes, evitando que se reuniera con Aníbal. Los comandantes también se mantenían alerta a la situación en Roma, dado que enemigos y rivales políticos podían utilizar una campaña poco exitosa para infligir un golpe a la carrera de un oficial. Durante esta fase inicial también se llevaba a cabo el habitual reconocimiento de campo, por medio de patrullas o incursiones de prueba, que tenían el objetivo de descubrir puntos débiles en el frente enemigo, capturar prisioneros e intimidar a los habitantes de la zona.[9]

[editar] Logística

La logística romana resultó la más efectiva del mundo antiguo, a lo largo de los siglos: desde el despliegue de agentes comerciales para comprar provisiones de forma sistemática durante una campaña, hasta la construcción de carreteras y almacenes de suministros, pasando por el alquiler de transporte marítimo si las tropas debían viajar sobre las aguas. Todo el equipamiento y material pesado (tiendas, artillería, armamento de reserva, piedras de afilar, etc) era empaquetado y transportado por animales y carros, mientras las tropas llevaban consigo petates individuales, que incluían palas y bastones para construir los campamentos fortificados. Como el resto de ejércitos, aprovechaban las oportunidades puntuales, y los campos sembrados de aquellos granjeros lo bastante desafortunados como para encontrarse cerca del área de conflicto solían ser esquilmados para satisfacer las necesidades del ejército. Como ocurre con la mayoría de las fuerzas armadas, un tropel de comerciantes, buhoneros, prostitutas y otros proveedores de diversos servicios les seguía a todas partes.[9]

[editar] Moral

Si el campo de batalla potencial se hallaba próximo, el movimiento se hacía más lento y cuidadoso. Podían mantenerse varios días en el mismo lugar estudiando el terreno y la oposición, mientras las tropas se preparaban mental y físicamente para la batalla. Arengas, sacrificios a los dioses y anuncios de buenos augurios podían llevarse a cabo. También podían sucederse demostraciones prácticas para evaluar la reacción del enemigo y elevar la moral de las tropas. Parte del ejército podía abandonar el campamento y desplegarse en línea de batalla ante el enemigo. Si el enemigo rehusaba mostrarse dispuesto a ofrecer batalla, el comandante podía lanzar una arenga moral a sus hombres, contrastando la cobardía del enemigo con la resolución de sus propias tropas.[9]

El historiador Adrian Goldsworthy señala que tales maniobras previas a la batalla eran típicas de ejércitos antiguos, pues cada bando buscaba ganar la mayor ventaja posible antes de que estallara el combate.[10] Varios autores clásicos relatan escenas de comandantes rivales negociando o debatiendo en general, como ocurre en la famosa conversación entre Aníbal y Escipión previa a la batalla de Zama. Pero sea cual sea la realidad de estos encuentros, o lo floridas y recargadas que fueran las palabras utilizadas en las arengas, el único encuentro que tenía una importancia decisiva era la batalla.

[editar] Despliegue para la batalla - La "línea triple" o triplex acies

Las maniobras previas a la batalla permitían a los comandantes enfrentados apreciar cómo sería el combate que se avecinaba, pero el momento exacto en que estallara y el resultado final del mismo podían resultar impredecibles. Las escaramuzas podían descontrolarse, terminando con ambas fuerzas lanzándose una contra la otra. Consideraciones políticas, escasez de suministros, o incluso rivalidad entre comandantes en busca de gloria podía desatar también un ataque frontal, como ocurrió en la batalla del Trebia.[9]

[editar] Disposición de la línea triple

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Una vez la maquinaria había comenzado a rodar, la infantería romana era por regla general desplegada, como cuerpo principal, de frente al enemigo. Durante el despliegue en la era romana, los manípulos se disponían comúnmente en triplex acies (triple orden de batalla): es decir, en tres niveles, con los hastati o asteros en primera fila (la más cercana al enemigo), los príncipes en segunda, y los veteranos triarii o triarios en la tercera y última, en posición de rodillas, para que no se lanzaran de improviso al la fragor de la batalla, o, en ocasiones, incluso más atrás como reserva estratégica. Cuando se sufría una derrota, la primera y segunda línea (príncipes y "hastati") retrocedían hasta los triarios para recomponer las líneas y efectuar un contraataque o retirada organizada. Dado que retroceder hasta los triarios era una medida desesperada, la frase "bajar a los triarios" (ad triarios rediisse) se convirtió en una frase típica romana para referirse a una situación desesperada.[11]

Con este sistema de triplex acies, escritores romanos contemporáneos hablan de manípulos que adoptaban la formación de damero llamada quincunx cuando eran desplegados para la batalla pero antes de entrar en combate. En la primera línea, los asteros dejaban huecos equivalentes en tamaño al área de intersección entre dos manípulos. La segunda línea consistía en príncipes dispuestos de manera similar, alineados tras los huecos dejados por la primera línea. Esto mismo hacía la tercera línea, que se colocaba entre los huecos de la segunda línea. Los vélites se disponían aún más adelante, en una línea continua y poco compacta.

La maniobra romana era compleja, se mezclaba con el polvo de miles de soldados posicionándose, y el griterío de oficiales que se desplazaban entre líneas intentando mantener el orden. Varios miles de hombres debían reorganizarse de una formación en columna a otra de línea, con cada unidad ocupando su lugar designado, junto a tropas ligeras y caballería. Los campamentos fortificados se disponían y organizaban para facilitar el despliegue. La colocación inicial podía llevar algo de tiempo, pero una vez llevada a cabo representaba una fuerza de combate formidable, normalmente dispuesta en tres líneas con un frente tan extenso que llegaba a ocupar más de un kilómetro y medio.[12]

El despliegue en tres líneas sería mantenido a los largo de los siglos, aunque las reformas marianas retiraron paulatinamente la mayoría de las distinciones basadas en edad y clase, estandarizaron el armamento y reorganizaron las legiones en unidades mayores de maniobra como cohortes. El tamaño total del ejército y duración del servicio militar se incrementaron sobre una base más permanente.[13]

Mientras el ejército se aproximaba al enemigo, los vélites al frente lanzaban sus jabalinas contra las líneas rivales, y retrocedían por los huecos entre las líneas de asteros. Esto aportaba una importante innovación, dado que en otros ejércitos de la época los escaramuzadores debían retirarse entre las filas de su ejército, causando confusión; o bordeando sus propios flancos. Una vez los vélites se retiraban tras los asteros, la centuria "posterior" marcharía hacia la izquierda y adelante, presentando así una línea sólida de combate. El mismo procedimiento se empleaba a medida que se los vélites llegaban a la segunda y tercera línea, o bien éstos se retiraban a los lados para canalizar el hueco existente entre la primera y segunda líneas en ruta, para ayudar en la cobertura de los flancos de la legión.[14]

En este punto, la legión presentaba una línea sólida frente al enemigo, con lo que se encontraba en la formación idónea para el choque. Cuando el enemigo se aproximaba, los asteros cargaban. Si estuvieran perdiendo terreno, la centuria 'posterior' regresaría a su posición re-creando los huecos. Entonces, los manípulos retrocederían a través de ellos hacia los príncipes, que seguirían el mismo procedimiento de formar una línea de batalla y cargar. Si los príncipes no eran capaces de romper las líneas enemigas, se retirarían tras los triarios, y el ejército al completo dejaría el campo de batalla en orden y concierto.

El sistema manipular permitía enfrentarse a cualquier tipo de enemigo, incluso en terreno accidentado, pues otorgaba flexibilidad y consistencia a la legión de acuerdo al despliegue de sus líneas. La carencia de un cuerpo de caballería poderoso, sin embargo, representaba una gran desventaja para las fuerzas romanas.

En el ejército tardío imperial, el despliegue general era muy similar: las cohortes se desplegaban en un patrón quincunx. Como reflejo de la colocación inicial de los veteranos triarios en retaguardia, las cohortes menos experimentadas (normalmente la 2ª, 3ª, 4ª, 6ª y 8ª) se disponían en vanguardia; las cohortes más veteranas (1ª, 5ª, 7ª, 9ª y 10ª) se colocaban tras las primeras.[15]

[editar] Variaciones en la formación

El capítulo previo relataba los procedimientos estándar, y era modificado a menudo. Por ejemplo, en Zama, Escipión desplegó toda lu legión en una única línea para envolver a Aníbal, tal y como éste último había hecho en la batalla de Cannas. En la imagen se aprecia un breve resumen de las distintas formaciones alternativas:

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Formaciones alternativas y variaciones en el despliegue

.

[editar] Combate de campo y utilización de máquinas de guerra

[editar] Enfrentamiento cuerpo a cuerpo tras el lanzamiento de proyectiles

Una vez finalizado el despliegue y escaramuzas iniciales descritos anteriormente, el cuerpo principal de infantería pesada cerraba los huecos y atacaba al unísono. Las primeras filas normalmente lanzaban sus pila, y las siguientes alzaban las suyas sobre las cabezas de los primeros. Si el lanzamiento de una jabalina no causaba la muerte o hería a un oponente, se doblaba, haciéndola inutilizable por sus enemigos. Tras el lanzamiento, los soldados desenvainaban sus espadas y se lanzaban contra el enemigo. Se hacía especial énfasis en la utilización del escudo para suministrar la máxima cobertura del cuerpo, mientras se atacaba la parte expuesta del cuerpo del enemigo. En el combate consiguiente, la disciplina romana, el pesado escudo, armadura y entrenamiento les otorgaba especial ventaja.

[editar] El "shock" del combate

Algunos sabios de la infantería romana mantienen que el intenso trauma y estrés del combate cuerpo a cuerpo implicaba que los contendientes no se golpeaban uno al otro continuamente hasta que uno caía. En lugar de ello, existían cortos periodos de lucha frenética. En momentos de indecisión, los contendientes podían separarse una corta distancia para tomar aliento, y acelerarse de nuevo hacia delante para retomar el duelo. Otros soldados detrás ocuparían el hueco, enfrentándose a nuevos enemigos o cubriendo a sus compañeros. Un guerrero individual podía, por tanto, contar con un alivio momentáneo, en lugar de una interminable lucha a muerte o hasta quedar incapacitados de una grave herida. Con el progreso de la batalla, el estrés físico y mental se intensificaba. El aguante y fuerza de voluntad requería una nueva carga, que llevaba consigo un ataque más frenético y desesperado.[10] Eventualmente un bando comenzaría a romperse, momento en el cual comenzaba la auténtica masacre.

[editar] Utilización de máquinas de guerra y fuego de cobertura

Muchas batallas romanas, especialmente durante el Imperio tardío, contaban con fuego de preparación procedente de onagros y balistas. Estas máquinas constituían un rudimentario cuerpo de artillería, disparaban grandes flechas y piedras sobre las formaciones enemigas (aunque muchos historiadores se cuestionan la efectividad real de dichas armas). Siguiendo esta barrera de proyectiles, avanzaba la infantería romana, en cuatro líneas, hasta que se encontraban a treinta metros del enemigo. En ese momento, se detenían, enarbolaban sus pila y cargaban. Si la primera línea era rechazada por el enemigo, una nueva línea ocuparía su lugar rápidamente. A menudo, esta rápida secuencia de ataques mortales, comparable a olas rompiendo contra la costa, se convertía en clave para conseguir la victoria. Otra táctica común consistía en provocar al enemigo con cambios prefijados y misiles rápidos de los auxiliares equites (caballería auxiliar), que forzaban al ejército rival a perseguirles. En este momento podían ser arrastrados a una emboscada, donde sufrirían el contraataque de caballería e infantería pesada romanas.

[editar] Ventajas de la línea triple

[editar] Flexibilidad en las maniobras - intervalos en combate

Algunas fuentes antiguas como Polibio parecen dejar implícito que las legiones podían luchar con huecos entre sus líneas. Sin embargo, la mayoría de las fuentes parecen admitir que era más común formar una línea compacta que ofreciera un frente sólido. Se han tomado varias aproximaciones para reconciliar estas ideas con los escritos antiguos. [16] Las ventajas de los huecos son obvias cuando una formación está en marcha: puede fluir más cómodamente esquivando obstáculos y mejora la maniobrabilidad y el control. Tal y como los romanos hacían en tiempos de la República, posicionar equipajes entre las líneas, de modo que la carga no era fácilmente capturada y el ejército podía disponerse con rapidez para la batalla utilizando éstos como cobertura. Cuando la marcha de aproximación finalizaba, sería muy difícil desplegar un ejército ileso en cualquier terreno que no fuera totalmente llano, sin algún tipo de intervalo. Muchos ejércitos antiguos utilizaban huecos de algún tipo, incluso los cartagineses, que replegaban a sus escaramuzadores a través de esos espacios antes de que comenzara el combate principal. Incluso otros ejércitos más desorganizados como los germanos cargaban en grupos diferenciados con pequeños huecos entre líneas, en lugar de marchar en línea.[17]

Luchar con discontinuidades en la línea es posible, por tanto, tal y como aseguran escritores como Polibio. Lo que, de acuerdo a aquellos que defienden que la formación de quinqux era la principal matriz de falange romana, hizo que la táctica romana destacara,

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era que sus intervalos eran por regla general más grandes y sistemáticamente organizados que los de otros ejércitos de la Antigüedad. Cada hueco era cubierto por manípulos o cohortes de líneas posteriores. Cualquier penetración de importancia no ocurriría sin más: no sólo sería golpeada lateralmente cuando cruzara el nivel de la primera línea, sino que sería recibida por unidades agresivas avanzando para cubrir el espacio.[18] Desde una visión más general, a medida que la batalla ganaba o perdía intensidad, nuevas unidades de refresco se desplegarían a través de los intervalos para relevar a los soldados de primera línea, permitiendo una presión continua hacia adelante.

Un escenario posible para no utilizar huecos es un campo de batalla de espacio limitado, como una colina o garganta, donde es imposible expandirse sin límite. Otro podría ser una formación de ataque determinada, como la flecha discutida más arriba, o un movimiento envolvente como el de la batalla de Ilipa. Otro podría ser una maniobra de cierre, cuando se construye una línea sólida para efectuar un último empujón final, como ocurrió en la batalla de Zama. En el clamor de la batalla también era posible que, a medida que las unidades se fusionaban en línea, el espacio de tablero se comprimiera o incluso desapareciera, y un espectador vería una línea más o menos sólida combatiendo al enemigo. En los ejércitos de Julio César, la utilización del quincunx y sus espacios parecía haber declinado, y sus legiones generalmente se disponían en tres líneas compactas como se muestra más arriba, con cuatro cohortes al frente, y tres de manera escalonada. Esta formación seguía siendo flexible, sin embargo, y seguía utilizando huecos y adoptando una o dos líneas de acuerdo a las necesidades tácticas.[19]

[editar] Mayor aguante en el combate: reservas y formaciones en profundidad

Otra característica única de la infantería romana era la profundidad de su espaciado. La mayoría de los ejércitos antiguos se desplegaban de forma más superficial, particularmente las tropas de falange. Las falanges podían incrementar su profundidad para añadir aguante y poder de choque, pero su aproximación general seguía favoreciendo una línea maciza, en contraposición con la disposición de tres líneas romana. La ventaja principal del sistema romano consistía en la proyección del poder de ataque hacia adelante continuamente, durante un periodo mayor de tiempo - renovando constantemente la presión en el frente - hasta que se rompía la línea enemiga.

El momento en que enviar al combate a la segunda y tercera líneas requería cuidadosa deliberación por parte del comandante romano: si se lanzaban demasiado pronto, podían verse envueltas en la lucha frontal y terminar exhaustas. Si, por el contrario, se desplegaban demasiado tarde, podrían ser barridas por la primera línea en retirada cuando comenzara a romperse. Había de mantenerse un estricto control, de ahí que la tercera línea (los triarios) fuera en ocasiones ordenada arrodillarse o acuclillarse, evitando así que acudieran al frente de forma prematura. El comandante romano se encontraba constantemente en movimiento, de un lugar a otro, y a menudo cabalgando a retaguardia en persona para guiar a los refuerzos, si no había tiempo para mandar un mensajero. El gran número de oficiales en el ejército típico romano, y la subdivisión flexible en unidades más pequeñas como cohortes o manípulos, ayudaba en gran medida a la coordinación de estos movimientos.[20]

Fuera cual fuese la formación adoptada, sin embargo, la presión continua del combate hacia el frente se efectuaba de modo constante:

Cuando la primera línea como un ente único había hecho su labor, y se veía debilitada y exhausta por las bajas, permitía el relevo de fuerzas de refresco procedentes de la segunda quienes, cruzando a través de la primera gradualmente, presionaban hacia el frente uno a uno, o en conjunto, abriéndose hueco hacia la lucha de este modo. Mientras tanto, los soldados cansados de la primera línea, cuando recuperaban fuerzas, se reorganizaban y volvían al combate. Este proceso se repetía hasta que todos los hombres de la primera y segunda líneas habían entrado en combate, lo que no necesariamente implicaba una retirada de la primera línea, sino más bien una fusión, mezcla o cohesión de ambas. De este modo, el enemigo no tenía descanso y era enfrentado incesantemente por tropas frescas hasta que, agotado y desmoralizado, cedía ante los repetidos ataques.

[21]

Órdenes tácticas tras el despliegue

Varios actores muestran una variante del testudo o formación de tortuga romana.

Cualquiera fuese el tipo de despliegue, el ejército romano tenía una marcada flexibilidad, disciplina y cohesión. Se asumían diferentes formaciones de acuerdo a diferentes situaciones tácticas.

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Repellere equites ("repeler caballos") era la formación utilizada para resistir las cargas de caballería. Los legionarios asumían una formación en cuadro, sosteniendo sus pila como lanzas en el hueco entre dos escudos, y se dispondrían hombro con hombro.

A la orden eicere pila ("lanzar pila", los legionarios arrojaban sus pila al enemigo. A la orden cuneum formate ("formad en flecha"), la infantería formaba una flecha para cargar y romper la línea enemiga.

Esta formación se utilizaba como táctica de choque. A la orden contendite vestra sponte ("Enfrentaos a vuestro rival"), los legionarios asumían disposición agresiva y atacaban a

cualquier rival que se les opusiera. A la orden orbem formate ("formad en orbe"), los legionarios asumían una formación circular, con los arqueros situados en

el centro y tras los legionarios, suministrando fuego de cobertura. Esta táctica se utilizaba principalmente cuando un pequeño destacamento debía mantener una posición y se hallaba rodeado de enemigos.

A la orden ciringite frontem, los legionarios mantenían la posición. A la orden frontem allargate ("ensanchad el frente"), los legionarios se dispersaban en una formación más suelta. Esta

orden se utilizaba principalmente cuando recibían fuego de misiles enemigo durante una carga. A la orden testudinem formate ("formad en tortuga"), los legionarios adoptaban la formación en testudo o tortuga . Se

movía lentamente pero resultaba prácticamente impenetrable al fuego enemigo, y por tanto muy efectiva durante asedios o cuando se enfrentaban a un copioso fuego enemigo. Sin embargo, resultaba una formación débil para el combate cuerpo a cuerpo, por lo cual sólo se adoptaba cuando el enemigo se hallaba lo suficientemente lejos para que los legionarios tuvieran tiempo de recomponer la formación antes de recibir la carga rival.

A la orden Agmen formate ("formad en cuadro"), los legionarios se disponían en cuadro, formación más común de una centuria durante la batalla.

Técnicas de asedio y fortificaciones de campo

Sitiando ciudades

Reconstrucción moderna de Ballista.

1. En la primera fase, los ingenieros (cohors fabrorum) construían un campamento fortificado cerca de la ciudad, con muros de contravallatum y torres de vigía (turres extruere) para evitar que penetraran refuerzos enemigos. En ocasiones, se construían muros de circunvalación alrededor del perímetro de la ciudad, como Julio César hizo en la batalla de Alesia. También podían recurrir a minas bajo los muros enemigos.

2. La segunda fase comenzaba con fuego de onagros y balistas, que pretendía cubrir la aproximación de las torres de asedio, llenas de legionarios dispuestos a asaltar los muros de la ciudad. Entretanto, otras cohortes se aproximaban a las murallas en formación de tortuga, portando escalas y arietes, destinados a forzar las puertas y escalar los muros de la ciudad.

3. La tercera fase incluía la apertura del portón principal de la ciudad por parte de las cohortes que habían conseguido penetrar en la ciudad o escalar las murallas, si el ariete no había conseguido derribar las puertas. Una vez se abría la puerta principal o se desplomaba una sección de muralla, la caballería y el resto de cohortes entraban en la ciudad para acabar con los defensores restantes.

[editar] Fortificaciones de campo

Mientras que poderosas ciudades y fuertes, junto a asedios elaborados para capturarlas, eran algo común en el mundo antiguo, los romanos eran únicos entre los ejércitos de la época en utilizar de forma masiva fortificaciones de campo. Campaña tras campaña, se gastaba un tremendo esfuerzo para cavar - un trabajo realizado por el legionario raso. Su equipo de campo incluía una pala, una dolabra o pico, y una canasta para depositar la suciedad. Algunos soldados llevaban también una especie de cortacésped. Con este equipo cavaban trincheras, construían muros y empalizadas y tendían carreteras de asalto. Son bien conocidas las operaciones de Julio César en Alesia. El campamento de César rodeaba la ciudad gala, construido con murallas dobles macizas que mantenían en el interior de la ciudad a los defensores, y evitaban la llegada de refuerzos. Una red de campamentos y fuertes se veían incluidos en estos trabajos. La trinchera interior por sí sola tenía una profundidad de 20 pies (6,096 m), y César reencauzó un río para llenarla de agua. El terreno fue cubierto con alambre de hierro en varios lugares para disuadir a los galos de intentar un asalto. Sorprendentemente para una batalla tan centrada en la infantería, César confiaba en un fuerte contingente de caballería para contrarrestar las salidas galas. Irónicamente, muchos de estos jinetes procedían de tribus germánicas con las que el triunviro se había reconciliado poco tiempo antes.[22]

El poder de las fortificaciones romanas de campo ya ha sido mencionado pero, en otras ocasiones, los romanos utilizaban trincheras para asegurar sus flancos contra un movimiento envolvente, si eran superados ampliamente en número, como hizo César durante

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sus operaciones en la Galia belga. En la región de Bretaña, fueron construidos diques y rompeolas para asaltar los fuertes costeros galos. También se utilizaron zanjas, trincheras enfrentadas, y otros trabajos en las luchas internas entre César y Pompeyo, mientras los oponentes maniobraban uno contra otro en batalla campal.[22] En los últimos tiempos del Imperio, la utilización extensiva de estas fortificaciones declinó, paralelamente a la utilización de la infantería pesada. De cualquier modo, representaron un punto de inflexión para la ascensión incansable de Roma como poder hegemónico en el mundo antiguo.[23]

[editar] Tácticas de infantería - estudio de rendimiento

Falange macedonia en marcha.

Puntos fuertes de la falange. Previamente al ascenso de Roma, la falange helénica representaba la principal fuerza de infantería del mundo occidental. Se había convertido en dueña y señora de los campos de batalla desde Esparta a Macedonia, enfrentándose con éxito a otros ejércitos extraeuropeos como los de Persia o India. Unida en una masa acorazada, y equipada con grandes sarissas de 12 a 21 pies (6,4008 m) de longitud, la falange resultaba una fuerza formidable. Aunque en ocasiones adoptaba configuración defensiva, la falange era más efectiva cuando se hallaba en movimiento hacia el frente, bien en una combate frontal, o en orden oblicuo (escalonado) contra un flanco enemigo, como atestiguan las victorias de Alejandro Magno y el innovador tebano Epaminondas. Combinada con otras formaciones - infantería ligera y caballería - resultaba, en tiempos de Alejandro, imbatible.

Debilidades de la falange. No obstante, la falange poseía debilidades clave. Disponía de cierta maniobrabilidad, pero una vez se producía el choque ésta se veía reducida en gran manera, particularme en terreno accidentado. Su aproximación en "masa densa" la convertía asimismo en una formación rígida. Comprimidas en el clamor de la batalla, sus tropas podían únicamente luchar de forma frontal. La diversidad de tropas daba a la falange una gran flexibilidad, pero esta misma flexibilidad se convertía en un arma de doble filo: confiaba en una mezcla de unidades complicada de controlar y posicionar. Esto incluía no sólo la infantería pesada típica, caballería e infantería ligera, sino también unidades de élite, grupos medianamente armados y contingentes extranjeros con su propio estilo de lucha, así como unidades de choque de elefantes de guerra.[24] Tales fuerzas "variadas" presentaban problemas de organización y comando. Si eran manejadas por un líder capaz que fuera capaz de organizarlas y combinarlas en combate, resultaban altamente eficientes. Las campañas de Alejandro, Pirro y Aníbal (una formación al estilo helénico con armas combinadas) así lo demuestran. Sin una cohesión permanente y líderes mediocres, sin embargo, su eficacia resultaba desigual, como atestigua la fuerza provisional reunida por Aníbal para luchar en Zama. Para cuando los romanos se enfrentaban a los ejércitos helenísticos los griegos habían dejado de utilizar tropas de protección en los flancos y contingentes de caballería, y su sistema de combate había degenerado en un mero choque de falanges. Una formación de este estilo fue la que los romanos enfrentaron y derrotaron en la batalla de Cinoscéfalos.

Ventajas de la infantería romana. Los propios romanos utilizaban ciertos aspectos de la falange en sus legiones tempranas, de una manera notable la última línea de guerreros de la clásica línea triple: los lanceros triarios. Las largas picas de los triarios eventualmente desaparecieron, y todos los legionarios fueron equipados de manera uniforme con gladius, scutum y pilum, y desplegados al distintivo modo romano, que proveía una mayor estandarización y cohesión a largo plazo contra las formaciones de estilo helénico.

Las falanges que se enfrentaban a la legión resultaban vulnerables al despliegue en tablero romano, más flexible, que permitía a cada luchador un cierto espacio vital donde enfrentarse cuerpo a cuerpo al enemigo en orden cerrado. El sistema manipular también permitía a unidades completas maniobrar de un modo más amplio, libres de la necesidad de permanecer siempre empaquetados en una formación rígida. La profundidad del despliegue en triple línea ejercía una presión constante y hacia adelante. La mayor parte de las falanges utilizaban una línea enorme de varios rangos de profundidad. Esto podía resultar ventajoso en las primeras fases del combate, pero a medida que más y más hombres se veían envueltos en la batalla, la formación modular romana permitía relevos en la presión que se imponían en una línea más amplia. A la par que el combate se alargaba y se comprimía el campo de batalla, la falange quedaba agotada o inmovilizada en posición, mientras los romanos podían no sólo maniobrar sino realizar los últimos y definitivos ataques.[12] La disposición del ejército de Aníbal en Zama parece dar muestra de ello: los cartagineses utilizaron una disposición de triple línea, sacrificando sus dos primeras líneas de dudosa calidad, y manteniendo en reserva a sus veteranos de Italia para el encuentro final. La colocación de Aníbal era muy recomendable dada su debilidad en caballería e infantería, pero no pensó en un sistema de relevos entre líneas como hicieron los romanos. Cada línea luchaba su particular batalla, y la última finalmente fue destrozada contra el yunque romano al recibir el ataque de jinetes númidas en retaguardia.

Las legiones convivían y se entrenaban juntas durante un tiempo más largo, eran más uniformes y eficientes (a diferencia de la fuerza final de Aníbal), permitiendo a comandantes mediocres maniobrar y posicionar sus fuerzas de un modo más o menos eficiente. Estas cualidades, entre otras, les convertían en más que un rival para la falange, cuando se enfrentaban en combate.[17]

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[editar] Derrotas de la infantería: Roma contra Pirro

Artículo principal: Guerras Pírricas

El sistema falangista de Pirro resultó una prueba de fuego para los romanos. A pesar de varias derrotas, infligieron al rey del Epiro tales pérdidas que la expresión "victoria pírrica" se convirtió en sinónimo de victoria inútil. Como comandante hábil y experimentado que era, Pirro disponía un sistema de falange mixto típico, incluyendo tropas de choque de elefantes de guerra, formaciones de infantería ligera (peltastas), unidades de élite y caballería para apoyar a la infantería pesada. Utilizando este método fue capaz de derrotar a los romanos en dos ocasiones, con una tercera batalla de dudoso resultado o que resultó en una escasa victoria táctica romana. Las batallas a continuación ilustran las dificultades de combatir contra las fuerzas de falange. Si se hallaban correctamente liderados y dispuestos (es interesante por ello comparar a Pirro con la disposición de Perseo huyendo en Pidna), presentaban una alternativa creíble a la legión pesada. Los romanos, en cualquier caso, aprendían de sus propios errores. En las batallas posteriores a las Guerras Pírricas, se mostraron como perfectos conocedores de la falange helénica..

[editar] Triunfos de la infantería: Cinoscéfalos y Pidna

Disposición inicial de las tropas en la batalla de Pidna.

Artículo principal: Batalla de Cinoscéfalos

En esta batalla, la falange macedonia ocupaba un puesto de preferencia en terreno elevado. Sin embargo, no todas sus unidades habían conseguido posicionarse debido a las escaramuzas previas a la batalla. De cualquier modo, el avance de su ala derecha hizo perder terreno a los romanos, quienes contraatacaron en el flanco derecho y consiguieron progresar contra un ala izquierda macedonia algo desorganizada. El desenlace seguía en duda, hasta que un desconocido tribuno destacó 20 manípulos de la línea romana y efectuó un movimiento envolvente contra la retaguardia macedonia. Esto causó el colapso de la falange enemiga, asegurando la victoria para los romanos. La organización más flexible y efectiva de los legionarios se había aprovechado de las debilidades de la densa falange. Tales triunfos aseguraron la hegemonía romana en Grecia y territorios vecinos.

Artículo principal: Batalla de Pidna

En Pidna, los contendientes se desplegaron en una llanura relativamente plana, y los macedonios habían reforzado la infantería con un importante contingente de caballería. A la hora de la verdad, la falange avanzó en una línea perfecta contra la línea romana, consiguiendo algún progreso inicial. Sin embargo, el suelo sobre el que debía avanzar era algo accidentado, y la poderosa formación de falange perdió su férrea cohesión. Los romanos absorbieron el choque inicial y contraatacaron; su formación más espaciada y presión incesante se mostraron decisivas en el combate cuerpo a cuerpo en terreno desigual. En combate cerrado, la espada y escudo neutralizaban la sarissa, y las armas suplementarias de los macedonios (armadura más ligera y una espada más corta, la clásica xifos) les colocaban en inferioridad ante el hábil y agresivo asalto por parte de la infantería pesada romana. Perseo no consiguió desplegar de forma eficiente tropas de apoyo para ayudar a la falange en momento de necesidad. En realidad, parece que huyó en cuanto la situación comenzaba a deteriorarse sin siquiera utilizar a la caballería. La contienda se decidió en menos de dos horas, con una completa derrota para el Reino de Macedonia.

[editar] Otras tácticas flexibles para enfrentarse a la falange

Las técnicas de ruptura de falanges enemigas ilustran con mayor detalle la flexibilidad del ejército romano. Cuando se enfrentaban a ejércitos falangistas, las legiones solían desplegar a los vélites frente al enemigo con la orden contendite vestra sponte, para causar confusión y pánico en los sólidos bloques de la falange. Mientras, los sagittarii o arqueros auxiliares se situaban en las alas, frente a la caballería, para cubrir la retirada de los vélites. Estos arqueros generalmente recibían la orden de eiaculare flammas - lanzar flechas incendiarias - como ocurrió en la batalla de Benevento. Las cohortes avanzaban entonces en formación de flecha, apoyados por el fuego de vélites y auxiliares, y cargaban sobre la falange en un punto concreto, rompiendo su formación. Después, la flanqueaban utilizando la caballería para asegurar la victoria.

[editar] ¿Por qué no fueron más efectivos contra Aníbal?

Superioridad táctica de las fuerzas de Aníbal. A pesar de no tratarse de una fuerza de falange clásica, el ejército de Aníbal se componía de contingentes "mixtos" y elementos comunes a las formaciones helénicas. Se dice que, al final de su vida, Aníbal nombró a Pirro como el comandante del pasado al que más admiraba. [25] Curiosamente, Roma había mellado las huestes de Pirro

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antes del nacimiento de Aníbal, y dadas sus ventajas en organización, disciplina y movilización de recursos, surge la pregunta de por qué no se mostraron más efectivos contra los cartagineses, quienes durante la mayor parte de su campaña en Italia sufrieron de inferioridad numérica y escasez de suministros desde su tierra natal.

El genio individual de Aníbal, la profesionalidad del grueso de sus tropas (forjadas tras varios años de luchas constantes en Hispania primero y en Italia después), y su superior caballería parecen haber sido los factores decisivos. Combate tras combate Aníbal aprovechaba las tendencias de los romanos, particularmente su ansia por conseguir una victoria decisiva. Los legionarios cansados y semicongelados que emergieron del Trebia para formar en la orilla opuesta del río, son una clara muestra de cómo Aníbal manipulaba a los romanos para luchar bajo sus condiciones, y en el lugar de su elección. Las posteriores debacles en el Lago Trasimeno y Cannas redujeron a los orgullosos romanos a evitar la batalla, acechando a los púnicos desde los Apeninos, reacios a arriesgar un enfrentamiento directo en la llanura, donde la caballería enemiga tenía una clara ventaja.

Sofisticación táctica romana y capacidad de adaptación. Pero, aunque la hazaña de Aníbal subrayaba que los romanos no eran ni mucho menos invencibles, también mostraba sus virtudes a largo plazo. Aislaron y eventualmente embotellaron a los cartagineses, acelerando su retirada de Italia mediante constantes maniobras. Más importante aún, fue el contraataque que iniciaron en Hispania y el Norte de África. Se encontraban deseosos de devolver la humillación sufrida en Italia y permanecían a la defensiva, pero con una incesante tenacidad atacaban en otros lugares, para finalmente destruir a sus enemigos. [17] También aprendieron de esos enemigos. Las operaciones de Escipión el Africano consistían en una evolución de aquellas con las que se había enfrentado Aníbal previamente, mostrando un nivel superior de innovación, preparación y organización (comparado con Sempronio en la batalla del Trebia, por ejemplo). La contribución de Escipión consistió en parte en implementar una maniobrabilidad más flexible de las unidades tácticas, en lugar del ataque frontal en triple línea que defendían sus contemporáneos. También aprovechó de manera más eficiente la caballería, un arma que tradicionalmente menospreciaban los romanos. Sus operaciones incluyeron movimientos de tenaza, línea de batalla consolidada, y formaciones "inversas a Cannas" junto a movimientos de caballería. Sus victorias en Hispania y la campaña africana demostraron una nueva sofisticación en la forma de hacer la guerra romana, y reafirmaron la capacidad romana de adaptarse, persistir y sobreponerse a las dificultades.[26] Ver en detalle las batallas:

Batalla de Baecula Batalla de Ilipa Batalla de Zama

[editar] Infantería romana contra pueblos celtas, iberos y germánicos

[editar] ¿Quiénes eran las 'hordas bárbaras'?

Las vistas sobre los enemigos galos de Roma han cambiado mucho. Varios historiadores antiguos los consideran salvajes retrógrados, destructores sin escrúpulos de la civilización y gloria de Roma. Algunas visiones más modernas les ven como una luz proto-nacionalista, luchadores ancestrales por la libertad que resistían el pie acorazado del imperio. A menudo se celebra su valentía como dignos adversarios de Roma, como ocurre con la escultura del gálata moribundo. La oposición gala se componía de un gran número de gentes y pueblos diversos, que iban geográficamente desde los valles de Francia a los bosques del Rin, pasando por las montañas de Helvecia; de tal modo que es complicado categorizarles de forma homogénea. El término "galo" ha sido utilizado indistintamente para nombrar a las tribus célticas de Britania y Caledonia, añadiendo más diversidad a las gentes agrupadas bajo este apelativo. Desde un punto de vista militar, parecían sin embargo compartir varias características generales: políticas tribales con una estructura de estado relativamente escasa y poco elaborada, armamento ligero, tácticas poco sofisticadas, escasa organización, alto grado de movilidad, e incapacidad de mantener poder de combate en sus fuerzas de campo durante un largo período.[27]

Aunque los anales populares muestran el poder de las legiones y a un grupo de comandantes carismáticos masacrando rápidamente a grandes hordas de "bárbaros salvajes"[28] (como la escena inicial de la película americana "Gladiator" del 2000) Roma sufrió no pocas vergonzosas derrotas a manos de dichos ejércitos tribales. En el período republicano, (hacia 390-387 a. C. ), los galos cisalpinos al mando de Breno , saquearon la ciudad de Roma. Incluso finalizadas las Guerras Púnicas, los romanos sufrieron fuertes derrotas contra los galos como el desastre de Noreia o la batalla de Arausio, ambas durante la primera Guerra Cimbria. En el período temprano imperial, bandas de guerra germánicas infligieron a Roma una de sus más severas derrotas, en la batalla del Bosque de Teutoburgo, que termino en la aniquilación de tres legiones imperiales, y marcó el límite de la expansión romana en el centro de Europa. Fueron estas tribus germánicas en parte (la mayoría tenían cierta familiaridad con Roma y su cultura, y se habían romanizado ellas mismas) quienes provocaron la ruina final del poder militar romano en el oeste. Irónicamente, en las postrimerías del Imperio, la mayor parte de los combates se producían entre fuerzas compuestas mayoritariamente por bárbaros, en ambos bandos.[29]

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[editar] Problemas tácticos al combatir contra fuerzas celtas y germánicas

[editar] Ventajas de las tácticas celtas y germánicas

Cualquiera que fuese su cultura en particular, las tribus celtas y germánicas probaron ser oponentes duros, que consiguieron varias victorias contra sus enemigos. Algunos historiadores muestran que a veces se producían combates masivos en formaciones compactas al estilo falangista, solapando los escudos, y utilizando cobertura de escudos durante asedios. En batalla campal, ocasionalmente utilizaban una formación de flecha al atacar. Su mayor esperanza de éxito radicaba en cuatro factores principales:

1. Superioridad numérica.2. Factor sorpresa (v.g. una emboscada).3. Mediante un ataque relámpago.4. Entrando en combate en terreno boscoso o irregular, donde las unidades de la horda podían buscar refugio mientras

atacaban a distancia, hasta que llegaba el momento decisivo, o si era posible, retirándose y reagrupándose en cargas sucesivas.[30]

Las victorias celtas y germánicas más significativas muestran dos o más de estas características. La clásica batalla del Bosque de Teutoburgo contiene las cuatro: sorpresa, traición por parte de Arminio y su contingente, superioridad numérica, rápidas cargas de acercamiento, y terreno y condiciones medioambientales favorables (bosque espeso y chaparrones constantes) que limitaron el movimiento romano y dieron a los guerreros suficiente cobertura para ocultar sus movimientos y montar ataques sucesivos contra la línea romana.

[editar] Debilidades de las tácticas celtas y germánicas

Contra los legionarios, sin embargo, los celtas se enfrentaban a una tarea desalentadora. Individualmente, en combate singular, el feroz guerrero celta podía probablemente hacer algo más que defenderse contra un romano.[31] En combate masivo, por el contrario, la rudimentaria organización y tácticas célticas resultaban un pobre adversario para la máquina militar romana. La fiereza de las cargas celtas es a menudo mencionada por los historiadores, y en ciertas circunstancias podía llegar a desbordar la línea romana. No obstante, la profunda formación romana permitía realizar ajustes, y la presión constante al frente convertía un largo combate en algo muy arriesgado para los celtas. Gracias a su brillante disciplina, moral y entrenamiento, los romanos eran capaces de derrotar a ejércitos celtas que les superaban ampliamente en número.

Aunque atacaran por los flancos, la legión era lo suficientemente flexible para pivotar y oponer frontalmente, si no todo, al menos una parte del ejército, bien mediante submaniobras o repliegue de líneas. La pantalla de caballería en ambas alas añadía una capa extra de seguridad. Los celtas y germanos luchaban, asimismo, con poca o ninguna armadura (a veces incluso desnudos)[32] [33] y utilizaban escudos de madera o cuero, más endebles que los romanos. Como menciona Polibio, hablando de la batalla de Telamón:

En efecto, el scutum romano tiene una gran ventaja sobre el galo en defensa, y el gladius para maniobrar y apuñalar en ataque. Por el contrario, la espada gala sólo sirve para cortar. La única diferencia [entre galos y romanos] individualmente o como colectivo, consistía en sus armas y armaduras.

Polibio, "Historias" ii, x

En la misma línea, ni celtas ni germanos prestaban atención a la logística a largo plazo. [30] En general, necesitaban conseguir una posición muy ventajosa de inicio contra los romanos y romper sus líneas cuando la batalla se encontrara aún en fase temprana. Un combate en similitud de condiciones entre los guerreros tribales ligeramente armados, y los bien organizados y armados legionarios, a menudo implicaba la fatalidad para aquéllos.[34]

[editar] Carros de guerra celtas

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No obstante lo anterior, los celtas mostraron un alto grado de poder táctico en algunas áreas. Los carros de guerra celtas, por ejemplo, mostraron un alto grado de integración y coordinación con la infantería. Los anales de Polibio, que se remontan a la batalla de Telamón, e historiadores más tardíos como Diodoro de Sicilia, mencionan la utilización de carros de combate en los ejércitos galos que invadieron Roma. Los celtas aparentemente utilizaban carros con un conductor y un guerrero de infantería ligera, armado con jabalinas. Durante el choque, el carro dejaría al infante en tierra y se retiraría a cierta distancia, en reserva. Desde esta posición podía recoger a las tropas de asalto si las cosas se ponían feas, o recogerles y llevarlos a algún otro lugar. A pesar de ello, los carros resultaban un arma cara y frágil y, para el siglo III a. C. , se habían convertido en un arma escasamente utilizada en detrimento de la caballería.[35]

[editar] Guerrilla celtibérica

La zona de conflicto ibérica. Los pueblos celtíberos emprendieron una lucha obstinada contra la hegemonía romana. Lucharon continuamente en la Península Ibérica, con varios niveles de intensidad, durante más de dos siglos. Hispania había sido conquistada por los cartagineses, que lucharon contra distintas tribus para crear colonias y un imperio comercial, principalmente costero. Las derrotas cartaginesas a manos de Roma enfrentaron a los locales a un nuevo poder colonial. Tribus como los ilergetes, suesetanos, vacceos o lusitanos de Viriato opusieron una dura resistencia a la dominación romana. La Guerra Lusitana y la Guerra Numantina son sólo ejemplos del prolongado conflicto, que se extendió a lo largo de 20 décadas de la historia romana. El conflicto se prolongó con las Guerras Sertorianas. La subyugación total no fue conseguida hasta el Imperio, en época de Octavio Augusto. La eterna e implacable contienda convirtió a Hispania en un lugar ominoso para los soldados romanos. Sir Edward Creasy, en su obra "Las Quince Batallas Decisivas del Mundo" comentaba esto sobre los conflictos ibéricos:

"La guerra contra los iberos, quienes, de todas las naciones subyugadas por Roma, defendieron su libertad con la mayor obstinación... los romanos de ambas provincias [Citerior y Ulterior] eran derrotados en tantas ocasiones, que nada era más temido para un legionario en Roma que ser enviado allí

[36]

Tácticas romanas. Roma utilizó sus métodos estándar, con especial énfasis en tropas ligeras, combinadas con caballería e infantería pesada para enfrentarse a las tácticas de movilidad o guerrilla utilizadas por los iberos. Los castri fortificados resultaban un importante añadido a la hora de proteger a las tropas, y actuar como centros de operaciones. Aunque el resultado de un combate a campo abierto era dudoso, los romanos desempeñaron su labor bastante bien cuando asediaban ciudades iberas, eliminando de manera sistemática a los líderes enemigos, bases de suministro y focos de resistencia.La destrucción de recursos ibéricos por medio de la quema de campos de grano o demolición de poblados ejerció una fuerte presión sobre la población nativa. Las operaciones de Escipión durante la Guerra Numantina ilustran estos métodos, lo que incluía una vigilancia constante y una radicalización en la disciplina legionaria. [37] Otras tácticas romanas incluían la esfera política, como los tratos de "pacificación" de Graco, traición y engaños, como en las masacres de los líderes tribales llevadas a cabo por Lúculo y Galba bajo la patraña de negociación. Roma confiaba a menudo en dividir internamente las tribus. Utilizaba en este sentido una estrategia de "divide y vencerás", con tratos competitivos (y en ocasiones poco sinceros) negociando el aislamiento de ciertas facciones, y utilizando tribus aliadas para subyugar a otras.[38]

Tácticas celtíberas. Mientras luchaban por su autonomía y supervivencia, las tribus ibéricas utilizaban ciudades fortificadas o fuertes para defenderse contra sus enemigos, lo que combinaban con una guerra de movilidad que variaba desde grandes unidades comprendiendo miles de hombres a pequeñas bandas de guerrilleros. Los jinetes celtíberos eran superiores en habilidad a los romanos, un hecho probado años antes con el papel clave que jugó dicha caballería en las victorias de Aníbal. La libertad de movimientos y conocimiento del terreno ayudaron a las tribus en gran medida. Una de las emboscadas más fructíferas fue realizada por un jefe local llamado Caro, que acabó con 6000 romanos en un ataque combinado de caballería e infantería. Otra la llevó a cabo Caesarus, que se aprovechó de una desordenada persecución de que era objeto por parte de los romanos, al mando de Mumio, para tenderle una trampa que resultó en 9000 bajas para los legionarios. Otra táctica similar tuvo éxito ante Galba. Estas batallas, incluyendo tácticas y características particulares de los jefes celtíberos, están relatadas con todo lujo de detalles en la Historia de Roma de Apiano «Guerras Extranjeras: Las Guerras Hispánicas».[37]

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Armamento. Varios historiadores han elogiado la calidad de las armas ibéricas, como la conocida falcata [ 39 ] o la lanza de una sola pieza llamada por los romanos soliferreum, asimilable al pilum. También utilizaron otras más ingeniosas como la falárica, a medio camino entre lanza y arma incendiaria. Filón de Bizancio relata el proceso de construcción de las espadas iberas, compuestas de tres cuerpos: dos duros, que correspondían con los laterales y el doble filo, y uno blando en el interior, lo que les otorgaba una encomiable flexibilidad.[40] El escudo utilizado por las tropas ligeras, conocido como caetra era de un tamaño más pequeño y manejable, lo que les otorgaba una razonable defensa al mismo tiempo que una gran movilidad al utilizar tácticas de guerrilla.

Victoria por guerra de desgaste. A pesar de ello, como ocurrió en sus batallas contra otros pueblos, la tenaz persistencia romana, mayores recursos y mejor organización sometió a sus oponentes con el tiempo. [41] Este aspecto "agotador" de la aproximación romana contrasta con la noción de mandos brillantes tan a menudo retratadas en relatos populares sobre la infantería romana. Al lado de líderes capaces como los Escipiones o los Gracos, el rendimiento romano en general fue mediocre, comparado con el desarrollado contra los púnicos y otros pueblos. En Hispania, se enviaron constantemente recursos para curar la herida abierta hasta que ésta terminó cerrándose, 150 años más tarde: una lenta, y ácida contienda de marchas eternas, asedios y luchas constantes, tratos rotos, poblados ardiendo y esclavos capturados. Mientras el Senado Romano y sus sucesores siguieran dispuestos a reemplazar y gastar más personal y materiales década tras década, la victoria podía ser conseguida mediante una estrategia de agotamiento. [42] Tal patrón formaba una parte integral de la "forma romana" de hacer la guerra.

[editar] Anatomía de una victoria: Julio César contra los galos

Mapa táctico del ataque galo en el río Sambre. Los bosques cercanos al río ocultaron los movimientos galos por completo hasta el momento exacto de efectuar un ataque relámpago, que a punto estuvo de liquidar las posiciones romanas.

La movilidad del ejército galo y su gran número a menudo ponía en problemas a las armas romanas, bien desplegados en ejércitos móviles, bandas de guerrilleros o en una decisiva batalla campal. Lo confirma la dureza de la campaña de las Galias, donde a César le faltó muy poco para ser derrotado, aunque esto también prueba la superioridad táctica y disciplinar romana. En la batalla del Sabis, contingentes de los nervios, atrébates, viromanduos y aduáticos se reunieron en secreto en los bosques cercanos, mientras el grueso de la tropa romana se encontraba algo disperso. En cuanto comenzó la construcción del campamento, las fuerzas bárbaras lanzaron un feroz ataque, cruzando en tromba por el vado y atacando con velocidad de relámpago a los incautos romanos.

La situación parecía inmejorable para los galos:[27] se cumplían las cuatro condiciones mencionadas más arriba: superioridad numérica, factor sorpresa, ataque rápido y terreno favorable que ocultaba sus movimientos hasta el último minuto. Ciertamente, el comienzo fue espectacular, y la disposición inicial de los romanos fue empujada a retroceder. Parecía muy posible que se produjera una ruptura en las filas de la legión. Julio César en persona hubo de animar a secciones enteras de su amenazado ejército, imprimiendo resolución en sus tropas. Con su acostumbrada disciplina y cohesión, los romanos comenzaron a recuperar terreno, rechazando el ataque bárbaro. Una última carga de la tribu de los Nervi, que cruzó un hueco dejado en las filas romanas, estuvo a punto de cambiar las tornas de nuevo, cuando los guerreros en carrera capturaron el campamento e intentaron rebasar los flancos de la legión, que se hallaban en combate con el resto de la horda tribal.

La fase inicial del choque pasó, no obstante, y siguió un trabado combate. La llegada de dos legiones de refuerzo que se habían mantenido en reserva, guardando los suministros, reforzaron las líneas romanas. Comenzó entonces un contraataque por parte de éstas, lideradas por la Legión X Equestris, que desarboló las filas de los bárbaros, quienes partieron en retirada. Fue un combate muy parejo, que ilustraba tanto el poder combativo de las fuerzas tribales como la tranquila y disciplinada cohesión de los romanos. En última instancia, fue esto último lo que resultó decisivo para la larga y costosa conquista de la Galia. Aunque existían grandes diferencias entre las distintas tribus, el historiador alemán Hans Delbrück indica en su "Historia del Arte de la Guerra":

[...] la superioridad del arte romano de combatir se basaba en la organización del ejército como un todo, un sistema que permitía a grandes cantidades de hombres concentrarse en un punto determinado, moverse en formación ordenada, ser alimentados, residir, conjuntamente. Los galos eran incapaces de llevar a cabo ninguna de estas cosas.

[43]

[editar] Infantería romana contra caballería enemiga

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[editar] Problemas tácticos al luchar contra la caballería

La caballería de sus enemigos representó uno de los más duros retos a los que hubo de enfrentarse la infantería romana. La combinación de ataque a distancia y fuerza de choque, con una gran movilidad, que representaba la caballería, se aprovechaba de las principales debilidades de la legión: su despliegue y movimientos relativamente lentos. La derrota a manos de potentes fuerzas de caballería es un elemento recursivo en la historia romana, como ilustran las campañas de Aníbal, donde jinetes númidas y celtíberos rebasaban repetidamente los flancos de la formación romana, propinando devastadores golpes en las alas y retaguardia. La gran victoria de Aníbal en Cannas (considerada una de las mayores catástrofes militares de la era romana) consistió principalmente en un combate de infantería, pero el papel principal lo jugó la caballería, como en tantas otras victorias.

Una demostración más dramática incluso de la vulnerabilidad romana se muestra en las numerosas guerras contra los partos y su caballería pesada. Los partos y sus sucesores utilizaban grandes números de jinetes arqueros, con armadura ligera y rápidos caballos, para acosar y escaramuzar con el enemigo, y daban el golpe de gracia con lanceros acorazados conocidos como "catafractos". Ambos tipos de tropas utilizaron poderosos arcos compuestos que lanzaban flechas con la potencia suficiente para perforar las armaduras romanas. Los catafractos servían entonces como tropas de choque, que cargaban con la fuerza de un ariete contra las filas romanas, una vez se habían "ablandado" tras los enjambres de flechas. Al mismo tiempo, utilizaron una estrategia de "tierra quemada" contra los romanos, rehusando las grandes batallas campales, mientras les atraían más y más a terreno desfavorable, donde escaseaban sus suministros y no disponían de una línea de retirada segura. La devastadora derrota de la infantería romana en Carras hacía que la caballería parta pareciera invencible.

[editar] Utilización de armas combinadas para enfrentarse a la caballería con éxito

Ya Alejandro Magno había utilizado este método durante sus campañas. Atacaba a los jinetes asiáticos con destacamentos de infantería ligera, escaramuzadores y arqueros, y los expulsaba del campo de batalla mediante cargas de su caballería pesada. La variante romana utilizaba esta misma aproximación de "armas combinadas", dando mayor importancia al papel de la infantería. En épocas tardías, sin embargo, creció la importancia y número de la caballería: en particular, la mitad oriental del Imperio confiaría casi por completo en sus fuerzas de caballería.

Aún en el mediodía del soldado de a pie, se desplegaban grandes unidades de escaramuzadores ligeros con las legiones, para interceptar a los rápidos jinetes a una distancia razonable. La caballería romana desempeñaba un rol importante, consistente en "apantallar" a la fuerza principal, interceptando destacamentos enteros de jinetes merodeadores. Utilizando estos apoyos, las pesadas legiones eran capaces de entrar en contacto con la caballería enemiga.

Modificaciones de Ventidio. El general romano Publio Ventidio Baso tomó las riendas del reajuste de la legión para enfrentarse a los enemigos montados, en concreto los partos. Enviado por Marco Antonio a Siria para detener la invasión parta del 40 a. C., venció a los asiáticos hasta en tres ocasiones, donde dio muerte a otros tantos generales de Partia. [44] Las principales modificaciones tácticas aportadas por Ventidio fueron:[44]

1. Mayor capacidad de disparo. Ventidio buscaba neutralizar la superioridad parta en fuego a distancia, añadiendo más unidades a distancia él mismo. Añadió contingentes de honderos a sus legiones, cuyo fuego a distancia fue básico para mantener alejados a los jinetes partos en diferentes batallas. En combates posteriores, otros comandantes romanos incrementaron el número de unidades de caballería y honderos, siendo estos últimos aprovisionados con balas de plomo, que permitían un mayor rango de disparo y poder destructivo.[44]

2. Cuadrado Hueco Esta táctica proveía una defensa en todas direcciones, dejando un pivote para comenzar la ofensiva. En el cuadro, las tropas podían parapetarse contra los enjambres de flechas utilizando sus grandes escudos. Esto, por supuesto, ralentizaba su avance y les hacía vulnerables a las cargas de los catafractos. Las legiones aguantaban estas cargas resolutivamente, utilizando sus pila a modo de picas, que ofrecían una sólida estacada de acero al enemigo. Dentro del cuadro se concentraban fuerzas de arqueros para contrarrestar el fuego, y unidades de caballería posicionadas para contraatacar. El cuadrado hueco era más vulnerable cuando el terreno hacía perder cohesión a la formación (escalando una montaña, cruzando una garganta o un puente, por ejemplo). En tal caso, subsecciones de la legión debían ser redesplegadas para suministrar cobertura hasta que el ejército había superado el escollo. La organización flexible de la legión facilitaba estas maniobras, y permitía asegurar la supervivencia hasta que los romanos llegaban al corazón de las tierras del enemigo e iniciaban asedios contra sus ciudades, saqueaban y quemaban sus campos.[45]

3. Dispersión y avance rápido. La maniobra de dispersión no podía tratarse de una única carga a grupos de arqueros montados, ni una inocua persecución mientras éstos lanzaban "disparos partos" con sus arcos. Debía amenazarles de una

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forma creíble, utilizando un movimiento de tenaza o bloqueando una ruta de escape. La consecución de puntos estratégicos por parte de las unidades ligeras romanas ayudaban a este proceso, obstruyendo posibles vías de ataque y suministrando puntos de anclaje que permitían contraatacar a otros destacamentos en maniobras, o bien retirarse con seguridad si empeoraban las condiciones del combate. Las tropas de vanguardia debían ser lo suficientemente rápidos para detener o neutralizar la oposición. Al mismo tiempo, debían ser capaces de apoyarse mutuamente, o podían ser fácilmente aislados y destruidos. La clave residía en tomar la iniciativa contra los jinetes enemigos sin fragmentar peligrosamente a las tropas propias.

Resultado desigual contra enemigos a caballo.

Las primeras victorias romanas de entidad contra el temible enemigo parto se producen bajo el dominio de Trajano, que arrebató grandes territorios a los partos y recibió por ello el sobrenombre de Parthico (h. 114). Medio siglo más tarde, en 166, Lucio Vero, hermano y co-emperador junto a Marco Aurelio, vuelve a invadir Persia como respuesta a la conquista parta de Armenia. Reconquista Armenia, instalando un rey pro-romano en el trono, asegura el norte de Mesopotamia, y arrasa Ctesifonte, la capital del Imperio Parto.

La campaña del emperador Juliano el Apóstata contra el Imperio sasánida es bastante ilustrativa en este aspecto, a pesar de que las fuerzas julianas no estaban compuestas principalmente por infantería pesada como habría ocurrido tiempos atrás. Contra Juliano, los persas rehusaron ofrecer batalla, quemando los campos frente al ejército romano y arrastrándoles a una guerra de desgaste. Pronto, ralentizaron el avance de Juliano hacia la capital enemiga. Rehusando regresar por el camino que había venido, se vio forzado a abandonar el tren de suministros y la flota mercante que había traído navegando Éufrates abajo. Dividió entonces su ejército, dejando a 30.000 hombres detrás, antes de avanzar hacia la capital enemiga. El 29 de mayo de 363, se produjo finalmente un combate a gran escala, cerca de la capital persa, Ctesifonte. Enfrentándose a una fuerza de caballería que amenazaba con diezmar sus tropas a base de fuego de flechas, y viendo el peligro de quedar rodeado, Juliano dispuso a sus tropas en forma de luna creciente, ordenando un avance simultáneo de ambos flancos y evitando al mismo tiempo ambos peligros. El ardid tuvo éxito. Tras una larga batalla, los persas se retiraron, concediendo una victoria táctica (aunque a un alto precio para los romanos, según algunos historiadores). [46] Los trabajos del historiador romano Amiano Marcelino ofrecen una descripción detallada de la campaña persa, incluyendo la rápida carga de la infantería pesada romana bajo el mando de Juliano.

Para evitar que las ráfagas preliminares de los arqueros rompieran nuestras filas, él (Juliano) avanzó por ambos lados, arruinando el efecto de su fuego [...] La infantería romana, en orden cerrado, efectuó una poderosa carga que empujó a las tropas enemigas ante ella.

[47]

Los comentarios de Marcelino ponen de relieve el contraste en espíritu combativo de la infantería romana y persa, diciendo sobre estos últimos que tenían "aversión a luchar batallas campales de infantería". En un combate anterior frente a los muros de Ctesifonte, el historiador indica la importancia de un rápido avance de los soldados a pie:

Ambos bandos lucharon cuerpo a cuerpo con lanzas y espadas desenvainadas, pues cuanto antes contactaban nuestros hombres con la línea rival, menor era el peligro de exponerse a una flecha enemiga

[48]

Aunque Juliano finalmente no consiguiera su objetivo (terminaría muriendo en esta campaña), y a pesar de que la fuerza romana incluía grandes contingentes de caballería, sus métodos y los de Ventidio antes que él mostraban que la infantería, manejada efectivamente y trabajando en conjunto con otros contingentes, podía enfrentarse al reto que suponía un ejército de caballería. Las fuerzas de Juliano contenían diferentes tipos de infantería, desde las tropas élite de choque de la guardia imperial (Iovani y Herculiani) a otras levas de menor entidad.

[editar] Valoración de la infantería romana

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[editar] Efectividad de la infantería romana

Varias de las campañas militares de Roma muestran o bien una invencibilidad sostenida, o un genio deslumbrante. El rendimiento romano en muchas batallas resultaba o bien poco impresionante o desastroso. Cuando de emboscadas se trataba (como la debacle del bosque de Teutoburgo), las fuerzas romanas parecían proclives a recibir cargas sucesivas, como ocurría siglos antes en el lago Trasimeno. A lo largo del Imperio, fueron derrotados por generales como Pirro, Aníbal y otros muchos líderes enemigos. También sufrieron importantes derrotas contra enemigos a caballo, como los partos o sasánidas. Y sin embargo, con el tiempo, los romanos no sólo se reponían de estas derrotas, sino que en su mayor parte acababan con o neutralizaban a sus enemigos. ¿Cómo era posible que lo consiguieran ante tal variedad de enemigos, en diferentes épocas y lugares, más numerosos, mejor liderados o más preparados?

[editar] Factores principales para el éxito romano

Algunos elementos que hicieron de los romanos una fuerza militar efectiva, a nivel táctico y estratégico, fueron:

Eran capaces de copiar y adaptar las armas y métodos de sus enemigos de forma eficiente. Algunas armas, como el gladius hispanicus fueron adoptados por los legionarios si resultaban más efectivos que su propio armamento. En otros casos, era posible que los romanos invitaran a enemigos especialmente duros o peligrosos a servir en el ejército romano, como auxiliares. En la esfera naval, los romanos siguieron varios de los métodos utilizados por la infantería, abandonando sus viejos diseños, copiaron y evolucionaron la trirreme púnica (mediante el corvus entre otros detalles estructurales), convirtiendo las batallas navales en combates de infantería sobre cubierta.[49]

La organización romana era más flexible que la de la mayoría de sus rivales. No sólo era superior a la de los pueblos tribales, que a menudo atacaban en masa y descoordinados, que consistían la mayor parte de sus enemigos; en contraste, la infantería pesada romana era capaz de adoptar diferentes formaciones y métodos de combate dependiendo de la situación. Desde la formación de tortuga en asedios, hasta el cuadro de infantería utilizado contra enemigos a caballo, pasando por unidades combinadas para enfrentarse a la guerrilla ibérica. Los patrones de tablero o línea triple además, permitían cambiar de una formación a otra en combate, y la organización jerárquica de las unidades permitía que los oficiales hicieran su trabajo con una alta efectividad. Eran capaces de improvisar tácticas ingeniosas, como hizo Escipión en Zama, dejando amplios huecos entre líneas para permitir el paso de los elefantes: colocando vélites a ambos lados para asaetearlos y empujarlos de vuelta hacia las líneas cartaginesas, para luego cerrar los espacios en una única línea que se enfrentó a los veteranos de Italia del ejército de Aníbal.

La disciplina, organización y sistematización logística mantenían la efectividad combativa durante largos períodos. Es de reseñar el sistema de campamentos fortificados o castra, que permitían al ejército una defensa digna del mejor fuerte permanente, descansar y reaprovisionarse para la batalla. La logística romana era capaz de mantener el poder combativo durante largos periodos, desde el reavituallamiento y almacenamiento de suministros rutinario, a la construcción de carreteras militares, arsenales estatales y fábricas de armas. En la guerra naval se organizaban convoyes periódicos, pieza clave en la derrota de Cartago. La muerte de un líder, por regla general, no desmoralizaba de manera apreciable a las tropas, pues un nuevo líder emergía y seguía el combate. En la derrota infligida por Aníbal junto al río Trebia, 10.000 romanos escaparon del desastre hacia un lugar seguro, manteniendo el orden y la cohesión en retirada, cuando la línea a su alrededor huía en desbandada. Esto da testimonio de su organización táctica y disciplina.[49]

Eran capaces de absorber y reemplazar las pérdidas a largo plazo y estaban mejor dispuestos a ello que sus oponentes. A diferencia de otras civilizaciones, los romanos proseguían la lucha sin descanso, hasta que sus enemigos habían sido totalmente destruidos o neutralizados. El ejército actuaba para instaurar la política romana, y no se le permitía detenerse hasta que recibía una orden directa del Emperador o un decreto del Senado.

Contra sus enemigos europeos, particularmente en Hispania, la tenacidad y superioridad material romana consiguió finalmente acabar con toda oposición. Las tribus europeas no poseían una infraestructura económica o estatal capaz de aguantar largas campañas, lo que les hacía a menudo (aunque no siempre) susceptibles de aceptar la hegemonía romana. La derrota del bosque de Teutoburgo podría ser vista como una excepción, pero aun así, los romanos regresaron a la guerra cinco años más tarde con un poderoso ejército contra los pueblos germánicos. El hecho de que exista un límite en la tenaz persistencia no niega la regla general.

Cuando los romanos se enfrentaban a otra estructura imperial, como el Imperio Parto, las cosas se complicaban, y en ocasiones se veían obligados a llegar a un acuerdo. No obstante, no cambiaba la regla general de la persistencia romana. Roma sufrió sus mayores derrotas contra la sofisticada Cartago, en especial en Cannas, y se vio obligada a evitar batalla durante un largo periodo. Con el tiempo, sin embargo, reconstruyó sus fuerzas en tierra y mar, y persistieron en la lucha, asombrando a los púnicos, que esperaban

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una rendición de la república romana. Contra los partos, los romanos no se detuvieron ante las terrible derrotas, pues invadieron el territorio persa en varias ocasiones tiempo después; y aunque la propia Partia nunca fue conquistada por completo, Roma impuso su hegemonía en la zona.

El liderazgo romano era mixto, pero efectivo para asegurar el éxito militar. Desastres en el liderazgo ocurrieron a menudo en la historia militar romana: Varrón en Cannas o Craso en Carras son fieles ejemplos de ello. La estructura política romana, sin embargo, producía un ilimitado suministro de hombres capaces y dispuestos a dirigir a las tropas en combate. No era inusual para un general derrotado el ser ridiculizado por sus enemigos políticos en Roma, incluso en ocasiones viendo confiscadas parte de sus propiedades o escapando de la muerte a duras penas. La oligarquía senatorial, con todas sus maniobras e interferencias políticas, ejercía las funciones de supervisar y auditar las tareas militares. Algo que se tradujo en resultados a lo largo más de un milenio, tiempo durante el cual Roma vio nacer a líderes capaces como Escipión o Julio César.

Es importante indicar la gran cantidad de suboficiales que utilizaban los romanos, lo que aseguraba coordinación y orientación de las tropas. La iniciativa de estos hombres jugó un papel importante en el éxito de Roma, como evidencian las acciones del tribuno desconocido en la batalla de Cinoscéfalos. Este liderazgo se ve fuertemente ligado a los famosos centuriones romanos, verdadera espina dorsal de la organización legionaria. Aunque no puedan considerarse modelos de perfección, inspiraban un tradicional respeto.

La influencia de la cultura cívica y militar romana daba al sistema militar romano motivación y cohesión. Tal cultura incluía, aunque no estaba limitada a:

1. El valor otorgado a la ciudadanía romana.2. El reclutamiento de hombres libres en unidades de infantería, a diferencia de la utilización masiva de contingentes

extranjeros, como mercenarios o esclavos.3. Lealtad a las unidades combatientes (la legión), típicamente romanas en educación y disciplina.

La calidad de ciudadano conllevaba valiosos derechos dentro de la sociedad romana, y resultaba otro elemento más que permitía la estandarización e integración de la infantería.

[editar] Declive de la infantería: controversias

Toda historia de la infantería romana se enfrenta a los factores que llevaron a su declive. Tal declive, por supuesto, está asociado a la decadencia de la economía, sociedad romana y escenario político. A pesar de ello, es de notar que la desaparición final de Roma fue consecuencia de una derrota militar, por muy plausible que sea la pléyade de teorías aventuradas por eruditos e historiadores, que oscilan desde bases impositivas reducidas, lucha de clases, o decadencia de sus líderes.[50] Se discutirán aquí dos de los principales factores barajados por los eruditos militares: barbarización de la infantería y evolución a una estrategia de "defensa móvil". Existen una serie de controversias y opiniones contrapuestas en esta área.

[editar] Las nuevas legiones

Para combatir las incursiones y ataques de sus enemigos fronterizos, cada vez más frecuentes, las legiones cambiaron desde una fuerza lenta y pesada a una tropa cada vez más ligera, además de introducir elementos de caballería cada vez a mayor escala.

Esto implicó que la nueva infantería perdiera el increíble poder de ataque que tenían las tempranas legiones, lo que se tradujo en que, a pesar de que la probabilidad de entrar en batalla fuera mucho mayor, tuvieran menos posibilidades de ganarla. El inferior tamaño de esta nueva legión también influía en este hecho.

Los jinetes romanos, aunque rápidos, eran muy débiles en comparación con los invasores hunos, godos, vándalos y sasánidas. Esta ineficacia se demostró en Cannas y posteriormente en Adrianópolis: en ambos casos, la caballería fue totalmente destruida por un enemigo montado muy superior y mejor entrenado para este tipo de combate.

[editar] «Barbarización» de la infantería pesada

La «barbarización» es un tema recurrente en muchos trabajos sobre Roma (ver Gibbon, Mommsen, Delbrück, y otros). En esencia, se discute que la barbarización creciente de las legiones pesadas debilitó la calidad de las armas, entrenamiento, moral y efectividad militar a largo plazo. Los cambios armamentísticos descritos más arriba son sólo un ejemplo.[51]

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Se puede argüir que la utilización de personal bárbaro no resultaba un hecho novedoso. Aunque esto es cierto, dicha utilización se veía claramente definida al "estilo romano": era el personal bárbaro quien debía adaptarse a los estándares y organización romana, y no a la inversa. En el ocaso del Imperio, sin embargo, esto no era así. Prácticas como permitir el establecimiento de grandes contingentes de población bárbara dentro de las lindes del Imperio, la laxitud de la calidad de ciudadanía romana, uso creciente de tropas extranjeras y relajación o eliminación de la severa disciplina tradicional, de su organización y control, contribuyeron al declive de la infantería pesada.

Los emplazamientos foederati, por ejemplo, consistían en grandes contingentes bárbaros acomodados en territorio romano, con su propia organización y bajo sus propios líderes. Tales agrupaciones mostraban una tendencia a obviar el "modo romano" de organización, entrenamiento, logística, etc., en beneficio de sus propias ideas, prácticas y métodos. Estos emplazamientos pudieron haber traído la paz política a corto plazo para las élites romanas, pero a largo plazo su efecto fue negativo, pues rompía las ventajas tradicionales de la infantería pesada en cuanto a entrenamiento de batalla, disciplina y despliegue sobre el campo. Del mismo modo, dado que los bárbaros recibían un trato igual o mejor con mucho menor esfuerzo, la "vieja guardia" fue decayendo y no recibía alicientes para perpetuar las viejas costumbres. En efecto, estos contingentes de "aliados" a menudo se volvían contra los romanos, devastando y saqueando amplias áreas e incluso atacando formaciones del ejército imperial.

[editar] ¿Perjudicó la «reserva móvil» el poder combativo romano?

Algunos historiadores cuestionan que existiera una «reserva móvil», tal y como se entiende en la actualidad, en tiempos del Imperio, argumentando en su contra que los cambios organizativos representan una serie de ejércitos expedicionarios desplegados en distintas áreas del Imperio cuando se les necesitaba, particularmente en Oriente. Otros apuntan a las graves dificultades fiscales e inestabilidad política del imperio tardío, factores estos que complicaban la prosecución de los métodos militares tradicionales.

Ventajas de la estrategia de reserva móvil

Esta estrategia, tradicionalmente identificada con Constantino, supuso un giro de 180 grados en la política fronteriza tradicional, que se caracterizaba por fortificaciones resistentes en los lindes del Imperio, respaldadas por legiones permanentes cercanas a las zonas en conflicto. Por el contrario, las mejores tropas se disponían en una "reserva móvil" más centralizada, que sería desplegada en áreas conflictivas a lo largo del Imperio. Algunos, como Luttwak o Delbrück, opinan que se trataba de un acierto, dadas las crecientes dificultades para gobernar el vasto Imperio, donde la inquietud política y dificultades financieras hacían el viejo sistema imposible de mantener. Algunos escritores como Luttwak condenan el viejo estilo, comparándolo a una gigantesca ' línea Maginot', que ofrecía una falsa sensación de seguridad en las postrimerías del Imperio.[52]

Desventajas de la estrategia de reserva móvil

Escritores antiguos, como Zósimo (siglo V) condenaron la política de reservas móviles aduciéndola a un debilitamiento progresivo de la fuerza militar. Otros historiadores modernos, como Ferrill, también ven este sistema como una estrategia errónea, arguyendo que las tropas de limitanei que permanecían en las fronteras eran de baja calidad, los verdaderos encargados de frenar al enemigo hasta que la distante "reserva móvil" llegaba. Aunque el descenso de calidad no ocurrió de manera inmediata, con el tiempo, los limitanei evolucionaron hacia tropas ligeras, centinelas pobremente armados cuya efectividad para detener a los cada vez más numerosos merodeadores bárbaros era, cuanto menos, dudosa. La centralización de la infantería de élite se basaba también en motivos políticos (respaldando el poder interno del emperador y algunas personalidades) más que en la realidad militar. Del mismo modo, desdeña la aproximación de "línea Maginot" sugerida por Luttwak, aduciendo que dichas legiones tradicionales y caballería de apoyo podían ser redesplegadas hacia un lugar problemático en la misma frontera.[53]

[editar] Ocaso de la infantería de élite

Existen otras muchas facetas en la controversia sobre el fin de las viejas legiones, pero sea cual sea la escuela de pensamiento, todos se muestran de acuerdo en que los valores tradicionales y el armamento de la vieja legión pesada entró en decadencia. Vegecio, un escritor del siglo IV, en lo que es uno de los trabajos militares más influyentes en el mundo occidental, subrayó esta decadencia como parte de un equipo integrado entre caballería e infantería ligera. En los últimos años, esta fórmula que había reportado tantos éxitos se fue esfumando. Atrapada entre el crecimiento de infantes más ligeramente armados y desorganizados, y las cada vez más numerosas formaciones de caballería dentro de las fuerzas móviles, los "pesados" como fuerza dominante, se marchitaron. Esto no implicó que desaparecieran completamente, pero su reclutamiento masivo, formación, organización y despliegue como parte esencial del sistema militar romano se vio grandemente afectado. Irónicamente, en las últimas batallas del Imperio Occidental, las derrotas sufridas fueron infligidas por fuerzas de infantería (muchos luchaban pie a tierra).

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El historiador Arther Ferrill aprecia que incluso hacia el final, algunas de las viejas formaciones de infantería seguían utilizándose. Tales agrupaciones eran cada vez menos efectivas, sin la severidad en orden y disciplina, instrucción y organización de los viejos tiempos. En la batalla de Chalons (hacia 451), Atila el huno arengó a sus tropas mofándose de la una vez respetada infantería romana, alegando que no hacían más que acurrucarse tras una pantalla de escudos en formación cerrada. Ordenó a sus tropas ignorarles y atacar a los potentes alanos y visigodos en su lugar. Era un triste comentario hacia la fuerza que una vez había dominado Europa, el Mediterráneo y la mayoría del Medio Oriente. Aunque es cierto que en Chalons la infantería romana contribuyó a la victoria al capturar terreno elevado en medio del campo de batalla, sus días habían pasado ya, era el momento de las levas masivas de foederati bárbaro.[54