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1 Lo Gallinazo en Huacas de Moche, ¿Estilo o cultura? 1 Santiago Uceda Castillo, Henry Gayoso Rullier y Nadia Gamarra Carranza El presente articulo busca examinar la presencia “Gallinazo” en el Complejo Huacas de Moche, atendiendo a dos contextos principales: el núcleo urbano, principalmente a partir del análisis de la muestra de cerámica obtenida de la columna estratigráfica definida en el Conjunto Arquitectónico 35, y la Plataforma I de la Huaca de la Luna. Definiremos ciertos aspectos teóricos sobre cultura y estilo; analizaremos los antecedentes sobre estudios asociados a lo “Gallinazo” y finalmente intentaremos discutir sus implicancias ideológicas, políticas y sociales dentro de la sociedad Moche. Debemos señalar también a manera de introducción que hasta la actualidad, el término “Gallinazo” ha sido utilizado para identificar un grupo cultural del valle de Virú y, por extensión, para caracterizar la cerámica que este grupo producía. Cuando se realizaban hallazgos arqueológicos de vasijas de estilo Gallinazo en las diferentes regiones de la costa norte del Perú, estos artefactos eran usados por los especialistas para inferir ocupaciones Gallinazo en estas regiones distantes. En este artículo argumentamos que el concepto de estilo Gallinazo, si hablamos de Gallinazo como cultura, debe 1 Manuscrito Expuesto en la Mesa Redonda Gallinazo: Una tradición Cultural Temprana en la costa Norte Peruana.

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Lo Gallinazo en Huacas de Moche, ¿Estilo o cultura?1

Santiago Uceda Castillo, Henry Gayoso Rullier y Nadia Gamarra Carranza

El presente articulo busca examinar la presencia “Gallinazo” en el

Complejo Huacas de Moche, atendiendo a dos contextos principales: el núcleo

urbano, principalmente a partir del análisis de la muestra de cerámica obtenida

de la columna estratigráfica definida en el Conjunto Arquitectónico 35, y la

Plataforma I de la Huaca de la Luna.

Definiremos ciertos aspectos teóricos sobre cultura y estilo; analizaremos

los antecedentes sobre estudios asociados a lo “Gallinazo” y finalmente

intentaremos discutir sus implicancias ideológicas, políticas y sociales dentro de

la sociedad Moche. Debemos señalar también a manera de introducción que

hasta la actualidad, el término “Gallinazo” ha sido utilizado para identificar un

grupo cultural del valle de Virú y, por extensión, para caracterizar la cerámica

que este grupo producía. Cuando se realizaban hallazgos arqueológicos de

vasijas de estilo Gallinazo en las diferentes regiones de la costa norte del Perú,

estos artefactos eran usados por los especialistas para inferir ocupaciones

Gallinazo en estas regiones distantes. En este artículo argumentamos que el

concepto de estilo Gallinazo, si hablamos de Gallinazo como cultura, debe

1 Manuscrito Expuesto en la Mesa Redonda Gallinazo: Una tradición Cultural Temprana en la

costa Norte Peruana.

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limitarse a las vasijas Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo2, es decir

aquellas vasijas decoradas con pintura en formato negativo.

Cultura y estilo

Para entender el fenómeno Gallinazo, es importante distinguir primero los

conceptos de “cultura” y “estilo”. A fines del siglo 19, el etnólogo E. Tylor

(citado en Trigger 1992:156) elaboró un concepto globalizador de cultura,

definiéndola como un todo complejo que incluye conocimientos, creencias,

arte, moral, leyes, costumbres y otras capacidades y hábitos adquiridos por el

hombre como miembro de una sociedad.

A principios del siglo 20, Gustaff Kossinna (citado en Trigger 1992:145)

fue el primero en delimitar y definir la cultura material en arqueología; dio las

bases de lo que sería un nuevo enfoque en arqueología, dejando de lado la

noción evolucionista que se tenía hasta ese momento y convirtiendo a la

etnicidad en el punto central del estudio de la historia humana. Este nuevo

enfoque seria el denominado “histórico-cultural”, en donde la asociación de la

cultura material con grupos sociales es parte fundamental. Éste surgió en el

despertar de un inusitado nacionalismo. En este contexto se buscaba por medio

de los artefactos el reconocer grupos humanos, y así tener un mayor

2 Estos dos tipos aparecen, por lo menos en el valle de Virú, en el periodo Gallinazo Temprano. El Gallinazo Negativo es el más abundante de los dos mientras que el Carmelo Negativo tiene una mayor presencia en la fase Gallinazo Tardío con relación a las fases anteriores; ambos tipos continúan en uso hasta el periodo Huancaco en este valle. Generalmente presentan una superficie lisa, y un pulido que va de usualmente moderado a ocasionalmente bueno y las formas donde se aplica esta técnica son: vasijas escultóricas, botellas asa estribo, vasijas de doble cuerpo, cancheros lenticulares, y cántaros con aplicaciones y cántaros cara gollete (Bennett 1939, 86-89).

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conocimiento de sus raíces y saber como habían vivido sus ancestros. La

cultura era vista como conjuntos arqueológicos geográfica y temporalmente

restringidos que tenían su correspondencia con los restos de diversos grupos

étnicos (Trigger 1992:157). Esta definición buscaba identificar pueblos

prehistóricos sin nombre por medio de las culturas arqueológicas y trazar así su

origen, su movimiento y su interacción. Para Kossina (citado en Jones 1997) los

restos arqueológicos (cultura material) son inevitablemente un reflejo de la

etnicidad, siendo claramente reconocibles, y atribuibles, con pueblos y tribus,

por tanto, las similitudes y diferencias en el material cultural son

correlacionadas con las similitudes y diferencias de las etnias. Las culturas son

delineadas y definidas entonces por los materiales, los cuales están en

asociación con una región y tiempo específico. La continuidad cultural es por

tanto asumida como reflejo de una continuidad étnica.

La concepción de cultura arqueológica que adoptó Childe, tiene su base en

las ideas de Kossinna. Childe (1978) se fija en la constancia y recurrencia de

ciertos tipos de rasgos como restos de recipientes, implementos, ornamentos,

ritos funerarios, tipos arquitectónicos. A este complejo de rasgos asociados lo

denominó “grupo cultural” o simplemente “cultura”, suponiendo que cada uno

de estos complejos es la expresión material de lo que hoy llamamos “pueblo”.

En resumen lo que define a una cultura, según el enfoque histórico cultural,

es la presencia simultánea de un número determinado de características. Esta

definición esta basada en dos axiomas: a) los objetos son las expresiones de

normas culturales o comportamientos; y b) tales normas definen lo que es

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cultura, por tal motivo esta forma de definir la cultura ha recibido el nombre de

normativa (Johnson 2000:34).

Bruce Trigger, haciendo un análisis de los postulados de Childe, considera

que para éste:

“cada cultura tenia que ser delineada individualmente según sus artefactos

constituyentes y que las culturas no podían definirse simplemente subdividiendo las épocas

o períodos de los arqueólogos evolucionistas espacial y temporalmente, por el contrario la

duración y los limites geográficos de estas culturas tenía que situarse cronológicamente

mediante la estratigrafía, la seriación y los sincronismos” (Trigger 1992:163).

Durante los 60’s, esta definición normativa de la cultura fue sujeta a

muchas críticas por parte de los especialistas, surgiendo una nueva visión que

tomaba a la cultura como un sistema, y no como normas aleatoriamente

adquiridas. La Nueva Arqueología ve pues a la cultura como un sistema en el

que los diferentes componentes se relacionan unos con otros como corresponde

a un sistema en funcionamiento, que es comparable a otra clase de sistemas del

mundo físico y natural. Para Binford ésta se trata de “la forma extrasomática de

adaptación al medio de los seres humanos” (1964, citado en Johnson 2000:42).

A pesar de que se ha tejido una serie de críticas al enfoque histórico

cultural, específicamente al postulado metodológico de que a través de la

cultura material se pueda identificar grupos humanos, éste sigue inherente en el

pensamiento de la mayoría de arqueólogos a la hora de definir culturas. Los

materiales excavados en un área determinada, el conocimiento de sus

características específicas y su recurrencia nos permite identificar a un grupo de

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personas que en algún momento de su historia compartieron estos rasgos por

algún motivo. En este contexto, los estudiosos de la costa norte del Perú han

usado las expresiones “cultura Moche” y “cultura Gallinazo” para caracterizar

la co-ocurrencia de un determinado número de rasgos en el registro

arqueológico, los cuales fueron (al menos implícitamente) asumidos como la

expresión material de distintos pueblos.

El concepto de estilo abarca un campo muy amplio. En las artes, el estilo es

un fenómeno socio-cultural, un modo o manera cultural, es decir es más que

individual, es social. Según Alfred Kroeber (1969) todo estilo posee

implícitamente cierta dosis de cambio; tal cambio es una función creadora, y

puede variar grandemente en cuanto a sus proporciones. Para este autor:

“un estilo es una rama de una cultura o civilización: un modo coherente y

autosuficiente de expresar cierta conducta o de ejecutar ciertas clases de actos. Es

además un modo selectivo; deben ser posibles ciertas alternativas de elección, aunque

de hecho nunca se escoja entre ellas. Donde reina la obligación o la necesidad física o

fisiológica no hay lugar para el estilo” (Kroeber 1969 III:11).

De acuerdo con Jorge Muelle, los estilos comparten un conjunto de

características (Muelle 1960). Es peculiar y original, o sea, una manera especial

y característica de expresión artística, privativa de un grupo humano

desaparecido. Tipifica a un pueblo, y lo que se le parezca delata contactos.

Significa gusto, preferencias y rechazos, de ciertas formas, líneas, colores y

composición. Es independiente del material y los temas; un estilo trata a su

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manera los mismos temas o sujetos de otros estilos y se manifiesta en cualquier

soporte. Es una abstracción, por lo tanto, una unidad trascendente que desborda

al individuo, esto es se encuentra realizada en varios objetos y no está nunca

totalmente en un objeto concreto. Pasa por un momento de formación y otro de

desintegración. Un sistema de relaciones le da organicidad: nace, crece y

muere. Finalmente, es una fracción de un continuum, un fenómeno con

antecedentes que ha tenido otros antecedentes que a su vez ha tenido otros

antecedentes, es decir, es un típico fenómeno histórico.

Al hablar de estilo y cultura, tanto Kroeber como Muelle nos ofrecen ideas

interesantes. Siguiendo a Kroeber:

“dado que la cultura humana no puede estar exclusivamente referida a los valores, sino que

tiene también que adaptarse a las relaciones sociales (interpersonales) y al mundo real

(circunstancias de supervivencia), la totalidad de una cultura difícilmente puede ser considerada

por completo como una especie de expansión de un estilo. Sin embargo, los estilos que

contienen dicha cultura, incidiendo sobre las demás actividades, pueden influir en si mismas.

Por consiguiente, todas las partes de una cultura tenderán a acomodarse de algún modo las unas

con las otras de modo que el conjunto puede llegar a impregnarse de una cualidad común a

poseer un grado bastante elevado de congruencia. Por falta de mejor término, yo he llamado a

este fenómeno el estilo de la cultura entera o total (whole-culture o total culture style). Hay que

estimar que se debe a una expansión y a una asimilación secundaria dentro de la cultura. No es

el determinante primario de la cultura, tal como Spengler lo consideraba” (Kroeber 1969,

capitulo II: 13).

Por su parte Muelle (1960) sostiene que el término estilo debería ser

utilizado antes que el de cultura para identificar a los complejos locales que se

desarrollaron en una “relativamente pequeña región” o “provincias artísticas”

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del territorio del actual Perú, dentro de los periodos nombrados por Rowe como

Intermedios. Bajo esta premisa, lo que conocemos por ejemplo como

“Gallinazo”, “Mochica” y “Chimú”, serían estilos o complejos locales. Sin

embargo, admite que “para el arqueólogo, cultura tiene un restringido y especial

sentido” (Muelle 1960:15).

De manera general, podemos decir que durante el periodo Prehispánico en

la zona andina existieron dos grupos de estilos. Por un lado, los estilos

relacionados exclusivamente con las elites, claramente suntuarios y rituales (por

ejemplo el estilo de línea fina Moche, o el estilo Negativo de Virú); y un

segundo grupo relacionado con la gente en general, claramente utilitario o

doméstico (como por ejemplo los estilos Castillo Modelado y Castillo Inciso

del valle de Virú3). Mientras que la evidencia arqueológica apunta a asegurar

que los estilos de elite cambiaban en sus rasgos más saltantes, según cambiaba

la organización social y política, los estilos utilitarios podían permanecer

prácticamente invariables con el paso del tiempo, por lo menos para los

periodos Horizonte Temprano, Intermedio Temprano y parte del Horizonte

Medio.

ANTECEDENTES SOBRE ESTUDIOS DE LA CERÁMICA Y LA

PRESENCIA GALLINAZO

3 Estos tipos agruparon un conjunto de técnicas decorativas diferenciables que se aplican a formas como ollas, tinajas, cántaros, platos, cuencos y crisoles. Raramente son pulidos, presentan aplicaciones modeladas, incisiones o excisiones, las cuales a veces se presentan mezcladas en una misma vasija, resultando en una simbiosis de los dos tipos

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Vamos a empezar señalando los antecedentes generales asociados a la Costa

Norte del Perú, luego nos adscribiremos al valle de Moche, para terminar en

aquellos específicos relacionados a las Huacas de Moche. Los arqueólogos han

identificado tradicionalmente como “Gallinazo” dos distintas categorías de

artefactos: la vajilla de elite decorada con pintura negativa (los tipos Gallinazo

Negativo y Carmelo Negativo en el valle de Virú) y la vajilla utilitaria decorada

con diseños incisos y modelados (los tipos Castillo Inciso y Castillo Modelado

en el valle de Virú). La composición de esas categorías de cerámica ha tenido

importantes consecuencias en nuestro entendimiento de la historia cultural de la

región.

PARA LA COSTA NORTE

Rafael Larco Hoyle (1945) fue el primero que identificó formalmente la

cerámica Gallinazo Negativa; observó que en el valle de Chicama, Gallinazo

(“Cultura Negativa”, “Virú de Chicama”) y Salinar son contemporáneos, por

encima de Cupisnique, y que el estilo Moche suplantó al Gallinazo. En Cerro

Santa Ana observó una contemporaneidad de Moche I con Gallinazo.

Wendell Bennett (1939, 1950), dentro del marco del Proyecto Valle de

Virú, distinguió 3 sub- periodos: Gallinazo I, II y III, a partir de los rasgos

arquitectónicos y de la cerámica. Este investigador le dio el nombre de

“Gallinazo” utilizando el término para referirse primero al “Grupo Gallinazo”,

luego a la cultura y finalmente al periodo que abarcó este valle. Bennet

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(1950:89) señaló la evidencia de que la cerámica procedente de contextos

funerarios es distinta a la vajilla utilitaria en todos los sub-periodos Gallinazo.

En el marco del mismo proyecto, James Ford (1949) realizó una seriación de la

cerámica del valle de Virú, teniendo como variables principales la pasta y el

tratamiento de la superficie de la vasija, y agrupándolas en los periodos

Gallinazo Temprano, Medio y Tardío. William Strong y Clifford Evans (1952)

realizaron un estudio estratigráfico para verificar y refinar la seriación

propuesta por Ford, clasificando la muestra según la presencia o no de

decoración y la ubicación estratigráfica. Estos autores (ibid: 238, 241)

denominaron también al periodo cultural Gallinazo como periodo cultural de

Cerámica pintada en Negativo (negative-painted pottery). Identifican los sub-

estilos “Gallinazo Negativo” y “Carmelo Negativo”, asociados al estilo

Negativo.

Basados en el trabajo realizado por el Proyecto Valle de Virú, los

arqueólogos que trabajaron en otras regiones de la costa norte pudieron

comparar su cerámica local con la secuencia del valle de Virú. Como resultado

de esto, quedó claro que los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso, tan

populares en Virú, constituían un estilo pan norcosteño durante el periodo

Intermedio Temprano. También quedó claro que la cerámica Gallinazo

Negativa (fuertemente asociada a Gallinazo y Carmelo Negativo de Virú) no

tenía una distribución tan amplia.

Por ejemplo, Peter Kaulicke reporta un tipo de cerámica en la zona Vicús

(Yécala, cerros Vicús y Loma Negra) denominada Vicús-Tamarindo C, ubicada

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temporalmente entre los siglos tercero y sexto d.C., de características

decorativas similares a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso,

básicamente cántaros cara-gollete (ver Kaulicke 1994:353 figuras A, B, C y G);

y ejemplares con decoración negativa (ibid:347). La cerámica de la fase Vicús

Tamarindo B, más temprana, también presenta ejemplares con “decoración

negativa con motivos parecidos a los de la pintura blanca” (ibid:347).

Más al sur, el trabajo dirigido por Kent Day e Izumi Shimada ayudó a

documentar una presencia “Gallinazo” en el valle de Lambayeque. Shimada

(1994) observó en Pampa Grande una bipartición del sitio por medio de una

gran quebrada. Para este autor, en la parte norte se ubicó la población Moche

dentro de una arquitectura de tipo residencial y administrativo; al sur, la

presencia de viviendas aglutinadas, herramientas, elementos asociados a la

agricultura y la casi ausencia de cerámica mochica y una alta densidad de

cerámica “estilo Gallinazo”, estarían indicando un grupo Gallinazo sometido a

las clases mochicas habitantes del sector norte durante el periodo Moche

Tardío, es decir que, en palabras de Shimada y Maguiña (1994:53), “la

población Gallinazo fue relegada a una posición subordinada dentro de un

nuevo orden socio-político establecido”. Cuando Shimada habla de estilo

Gallinazo se está refiriendo a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. Para

Shimada y Maguiña (1994) los estudios osteológicos demostrarían, según estos

autores, la continuidad biológica básica de la población local. A partir de esto,

sostienen que lo Gallinazo puede ser considerado como un grupo étnico

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persistente que se integró a la nueva sociedad multiétnica de la costa norte,

dominada por Moche, como un sustrato social mayor.

En el valle de La Leche, en sitios como Cerro Sajino, Cerro Huaringa,

Cerro La Calera, Paredones – Huaca Letrada y Cerro Vichayal, se han

encontrado fragmentos de cerámica utilitaria de “estilo Gallinazo”. Al observar

las ilustraciones de Shimada y Maguiña (1994: Figuras 1.4a, 1.8, 1.9) y las

descripciones de los fragmentos “con diseños geométricos incisos simple y

decoración aplicada típicos” vemos que se tratan de fragmentos asociados a los

tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. No se reporta cerámica con

decoración Negativa a excepción del sitio Huaca La Merced (Batán Grande).

donde registran vasijas “cara-gollete” de la fase Moche III, fragmentería con

pintura blanca sobre rojo, o rojo sobre crema mezclándose “con cerámica

negativa y vajilla utilitaria en el estilo Gallinazo Medio bastante puro” (ibid:

50).

Durante sus trabajos en el valle de Jequetepeque, Golfgang y Giesela

Hecker propusieron la existencia del estilo Jequetepeque I que mantenía

“semejanzas con estilos paralelos y contemporáneos surgidos fuera del

Valle…” (Hecker y Hecker 1980:294), como por ejemplo los de Virú

(Gallinazo) y Vicús y añaden que “los ejemplares elaborados en Jequetepeque I,

sugieren, por ser más toscos, más bien recipientes de uso diario” (ibid).

Sostienen que en sitios como Tecapa y Jatanca, se hallan fragmentos asociados

al “estilo Virú”. Los trabajos de Luis Jaime Castillo en el mismo valle han

contribuido a tener una visión más clara de la naturaleza de la presencia

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Gallinazo en esta área. Castillo (2003:72) ha registrado tumbas en San José de

Moro con presencia de vasijas identificadas por el autor como Virú o Gallinazo,

decoradas principalmente en la zona del gollete con aplicaciones e incisiones a

manera de rostros (cara gollete), en algunos casos con excisiones formando

lágrimas “y otros rasgos faciales característicos de este estilo” (Castillo

2003:85, Figura 18.12; 88). Para este autor esto muestra una clara continuidad

del estilo Virú. En el periodo Mochica Tardío, un rasgo característico en los

cántaros con “cuello efigie” es la presencia de brazos modelados tocándose el

rostro (Castillo 2003:93, Figura 18.16), rasgo que se registra desde la época

Virú y aparece en contextos tardíos en Pacatnamú, San José de Moro y Pampa

Grande. Castillo (2003:91) resalta que Donnan ha publicado dos piezas

procedentes de sus excavaciones en Mazanca (valle de Jequetepeque) en

contextos ubicados en el tránsito entre Virú y Mochica. Las piezas a las que

Castillo hace referencia son estilísticamente relacionadas a los tipos Castillo

Modelado y Castillo Inciso del valle de Virú. No se no reporta la presencia de

ninguna vasija decorada en negativo (ver Donnan et. al 1998).

Las excavaciones de Christopher Donnan y Guillermo Cook, y luego

Christopher Donnan en Dos Cabezas (valle de Jequetepeque) revelaron que el

sitio mostraba material Virú (Gallinazo), Moche y Lambayeque. En la unidad

A53 se encontró una tumba (tumba A53-1 en Donnan y Cock 1999, tumba 2 en

Donnan 2003) de un varón adulto muy alto que contenía como parte de un

espectacular ajuar funerario una vasija de estilo Virú junto con cerámica de

estilo Moche I. Esta tumba ha sido datada con el C14 entre el 390 y 645 d.C

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(Donnan 2003:76). Esta vasija parece ser una olla con dos pequeñas asas falsas

laterales y la decoración es similar al tipo Castillo Modelado de Virú.

El trabajo de Christopher Attarian nos permite entender mejor la ocupación

Gallinazo del valle de Chicama (Attarian 2003 y en este volumen). Su

investigación indica que, en un punto de la historia, las poblaciones rurales que

produjeron y usaron la cerámica Castillo Modelado e Inciso, congregadas en

poblaciones como la de Mocollope, empezaron lentamente a producir cerámica

fina de estilo Moche mientras mantenían su propia tradición de cerámica

utilitaria. De manera similar, en la Huaca Cao Viejo del Complejo El Brujo , en

el mismo valle, (Franco et al. 2003:157; 159 Figura 19.21) se registró cerámica

de “estilo Gallinazo” asociada a cerámica de estilo Moche I. Igualmente las

ilustraciones nos muestran ejemplares similares al tipo Castillo Modelado.

En el valle de Chao, específicamente en el sitio de Santa Rita B, el equipo

liderado por Jonathan Kent (ver Kent et al. en este volumen) reportó la co-

ocurrencia de cerámica de estilo Moche y vasijas que claramente mostraban

atributos Castillo Modelado y Castillo Inciso.

En el valle del Santa, los trabajos de Christopher Donnan (1973), David

Wilson (1988) y Claude Chapdelaine (en este volumen) permitieron

documentar la presencia de cerámica castillo Modelado e Inciso a lo largo del

valle, pero sólo fueron reportados unos pocos artefactos decorados con pintura

en negativo.

Es necesario también apuntar que la colección Gallinazo del Museo Rafael

Larco de Lima presenta cerámica decorada en negativo cuyas fichas registran

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como lugar de procedencia los valles de Chicama, Virú, Chao y Santa,

información que se puede corroborar en su catálogo en línea, en internet.

PARA EL VALLE DE MOCHE

Según Theresa Topic (1982, citada en Shimada y Maguiña 1994) la

densidad poblacional más alta se dio en el valle medio. Según Heidi Fogel

(1993:98) la mayor ocupación del valle de Moche se dio en la fase Gallinazo

Medio, aunque existe evidencia de ocupación desde la fase Gallinazo

Temprano, sobre todo en Cerro Oreja, aunque esta evidencia se reduce a unos

pocos artefactos. Brian Billman (1996) reportó 66 sitios en el valle de Moche

que presentarían ocupación Gallinazo, destacando los sitios monumentales

“Cerro Oreja” y “Pampa de la Cruz”. Este autor asegura que la presencia de

cerámica Negativa es rara aunque está presente en el valle; igualmente sostiene

que la población, dispersa en época Salinar, se concentra en el Periodo

Gallinazo en los sitios monumentales.

Recientemente, basados en su trabajo en la zona alta del valle de Moche,

George Gumerman y Jesús Briceño (2003:223), concluyeron que las fases

Gallinazo Tardío y Moche I corresponden a un mismo período de tiempo. En

Santa Rosa – Quirihuac estos investigadores encuentran dentro de un depósito

de ceniza, vasijas “Gallinazo” del tipo Cara Gollete junto con un cuello de

botella de asa estribo de la fase Moche Temprano o Moche I. Por lo que se

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aprecia en las ilustraciones estas vasijas corresponden estilísticamente al tipo

Castillo Modelado del Valle de Virú.

PARA HUACAS DE MOCHE

EL NÚCLEO URBANO.

Así se ha denominado a la planicie que separa los dos monumentos

mayores, y está constituido por un conjunto de residencias multifuncionales en

donde se desarrollaron actividades domésticas, productivas y de almacenaje

(Uceda 2005) (ver Figuras 2a y 2b).

Theresa Topic realizó excavaciones en 1972 al pie de la Huaca del Sol

dentro del marco del Proyecto Chan-Chan Valle de Moche. Lo más interesante

de sus resultados para los propósitos del presente documento, se toma de la

cerámica que obtuvo de sus excavaciones en el corte estratigráfico 4 y de las

conclusiones que obtuvo a partir de una muestra compuesta por 49,000

fragmentos de cerámica (ver Figura 1). Este corte así como el corte

estratigráfico 1 (SC1), al noroeste, demuestran una ocupación continua desde

Moche I hasta Moche IV por lo menos en la zona aledaña a Huaca del Sol y a

partir de esto infiere que esta zona habría sido en tiempos más tempranos el

corazón de la ocupación del sitio (Topic 1977:74, 136). En los estratos más

profundos, ubicados dentro de lo que se denominó como Unidad Estratigráfica

G (SU G), la muestra de fragmentos sugirió a Topic una coexistencia de

cerámica de estilo Moche I con cerámica con técnicas decorativas “Gallinazo”

de naturaleza utilitaria (ibid: 306). Las denominadas “dragged jab” (ver Topic

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1977, Figuras 4-1 y 4-2), identificables como Castillo Modelado en la secuencia

del Proyecto Valle de Virú son populares en las SU G y F, asociadas a

cerámica de estilo Moche I y II, constituyendo el 2.4 por ciento y 2.2 por ciento

de toda la decoración cerámica respectivamente. Las decoraciones en appliqué

(aplicaciones), que incluyen la adición de listones (cintas) mellados o de bultos

de arcilla a la superficie de la vasija, están presentes a través de toda la

secuencia y aquellas con antecedentes Gallinazo son populares en las sub-fases

más tempranas, más frecuentemente en vajilla utilitaria (ibid: 306). Las

aplicaciones de bultos punteados (punctated nobs) parecen ser más populares en

la fase tardía. Las aplicaciones de cintas punteadas o listón mellado (punctated

filets) son específicamente comunes en Moche I, constituyendo el 17.77 por

ciento de toda la decoración cerámica en las SU G. Las aplicaciones en forma

de trenza (“braid”), que podrían ubicarse también dentro de la categoría de

listones mellados, parecen ser más comunes en Moche III y el Moche IV

temprano (SU E y D) pero también están presentes en las sub-fases más

tempranas. Las aplicaciones de bultos y adornos, usualmente modelados

formando pájaros o cabezas de animales, se encuentran equitativa y

consistentemente a través de toda la secuencia. Muchas de estas se colocaron

cerca de los cuellos de los cántaros y ollas de cuello corto (ibid: 309), y

constituyen un estilo decorativo que bien podría asociarse al denominado

Castillo Modelado. Para Topic los residentes del Valle de Moche durante el

periodo de tiempo asociado al estilo Moche I, experimentaron un cambio en la

cerámica de la tradición Gallinazo a la tradición Moche, agregando que “la

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distinción entre estos dos estilos de cerámica parece ser menos marcado de lo

que se pensaba. La vajilla utilitaria muestra una continuidad considerable de

una fase a otra, e inclusive la vajilla fina muestra alguna mezcla de formas y

sobre-imposición de los dos estilos” (ibid: 333), como lo muestra la presencia

de dos vasijas de asa estribo de estilo Moche I asociadas a una vasija pintada en

negativo con cuello decorado con un rostro de lechuza, como parte del ajuar

funerario de la tumba 3 encontrada en este corte estratigráfico, añadiendo que el

estilo cerámico cambia in situ, sin influencia externa.

Los estudios en el Núcleo Urbano se reiniciaron en 1994, en el marco del

Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna. La mayoría de los conjuntos

arquitectónicos definidos hasta la fecha han sido excavados sólo en sus

primeras ocupaciones, asociadas a la fase estilística Moche IV. En la actualidad,

sólo el Conjunto Arquitectónico 35 ha sido excavado con intensidad,

definiéndose hasta el momento 6 pisos de ocupación, asociados a las fases

estilísticas Moche III y Moche IV. El conjunto arquitectónico 35 abarca un área

total de 495 m2 y tiene como dimensiones promedio 15 m de sur a norte y 33 m

de este a oeste. Limita por el norte con el Conjunto Arquitectónico 17 y 21,

por el sur con el Conjunto Arquitectónico 30, por el este con la Avenida 1 y por

el oeste con zonas aún no excavadas (Tello et al. 2000, 2001) (ver figura 3).

Con la finalidad de establecer una columna estratigráfica cultural completa

para el sitio Ricardo Tello y colaboradores (Tello et al. 2000, 2001, 2002)

realizaron una trinchera de 45 m2 (9.8 m por 4.6 m, con el eje mayor este-oeste)

y 8 m de profundidad, la denominada trinchera 9 (ver figuras 4 y 5). La

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excavación reveló una superposición total de 13 pisos de ocupación. De ellos,

los pisos 13 al 7 pertenecen al periodo Moche II según la secuencia estilística

de Larco (2001), los pisos 6 al 3 pertenecen al periodo Moche III y los últimos

pisos (pisos 2 y 1) al periodo Moche IV (Tello et al. 2003:93-99) (ver figura 6).

Henry Gayoso y Nadia Gamarra (2005) utilizaron la muestra obtenida de

esta trinchera para hacer un estudio sobre la cerámica doméstica del sitio,

intentando hacer una clasificación tipológica. Entre sus resultados llegaron a la

conclusión de que la cerámica doméstica en el sitio permanece prácticamente

invariable a través del tiempo, corroborando la opinión de Topic (1977) y

demostrando la inutilidad de la cerámica utilitaria Moche como elemento

diagnóstico para la datación relativa de sitios domésticos posiblemente Moche,

al menos para el caso del valle de Moche.

En su análisis tuvieron un pequeño porcentaje de fragmentos que

presentaban decoración (14.3 por ciento), y lo interesante es que los elementos

decorativos más populares (53.25 por ciento del total de fragmentos decorados),

son los asociados al comúnmente denominado estilo “Gallinazo”,

específicamente a los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso (Bennett 1950:

88). La cerámica con estos tipos de decoración estuvo presente en todos los

pisos de ocupación, en similar proporción, lo que nos lleva a plantear una

continuidad de estos tipos decorativos, al menos para la secuencia ocupacional

del núcleo urbano (ver figura 7).

Los fragmentos “Gallinazo” analizados correspondieron a formas utilitarias,

en su mayoría partes de cántaros, que presentaban un tratamiento de la

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superficie generalmente alisado o pobremente pulido. Todos los fragmentos

fueron cocidos en horno abierto (cocción oxidante).

La información obtenida en éste análisis parece ser corroborada con el

material cerámico obtenido en las excavaciones de otras áreas del Núcleo

Urbano. Aunque el tema de la presencia de cerámica con decoración de estilo

identificado como “Gallinazo” no ha sido de interés en casi ninguno de los

informes técnicos elaborados por el proyecto desde 1993 hasta la actualidad, en

las ilustraciones de cerámica presentadas en los distintos artículos sobre las

excavaciones en los diferentes conjuntos arquitectónicos se observa la presencia

de fragmentos de cerámica de los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso

predominantemente. Los resultados demuestran que la cerámica con decoración

Castillo Modelado o Inciso estuvo presente en todos los pisos de ocupación

Moche en el sitio, y en su totalidad están relacionadas con cerámica utilitaria.

Su presencia en los últimos pisos de ocupación relacionados con Moche IV esta

más que confirmada, ya que en todas las excavaciones de los 37 conjuntos

arquitectónicos intervenidos hasta la fecha se ha podido obtener este tipo de

cerámica. En las ocupaciones más tempranas tenemos solamente la muestra del

Conjunto Arquitectónico 35.

HUACA DE LA LUNA.

En este complejo, los hallazgos se centran en la Plataforma I y en la plaza

3c. Hasta el momento, el único contexto de tumba ubicado en la Plataforma I de

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la Huaca de la Luna en donde se haya encontrado cerámica identificada como

“Gallinazo” es la tumba 18.

Durante la temporada 1997 (Tufinio 2003) se registró en la unidad 12ª la

denominada tumba 18 (ver figura 8). Esta tumba se encontró al final de un pozo

de huaquero, hallándose la cámara fuertemente disturbada, pero el relleno

donde se registraron 6 testigos se conservó intacto. El testigo 1 estuvo

compuesto por tres vasijas de cerámica, dos de ellas indiscutiblemente moche, y

una tercera del tipo Castillo Modelado (ver figura 9). El cuello de los tres

ceramios se encontraba sobresaliendo el piso del edificio B-C, y Moisés Tufinio

postuló que estos funcionaron como receptores de las ofrendas para el personaje

de la tumba.

Durante las temporadas de excavación 2000 y 2001, Moisés Tufinio y John

Verano realizaron excavaciones en la denominada plaza 3c, correspondiente al

edificio C de la secuencia establecida para la Plataforma I (Tufinio 2002).

Esta plaza ha sido definida como un espacio de actividades rituales

asociadas al sacrificio de prisioneros vencidos en combate ritual. En ella se han

encontrado una gran cantidad de huesos humanos con signos de descarnamiento

post-mortem, provocando en algunos casos el desarticulamiento de los cuerpos

(ibid: 57).

José Armas realizó un análisis de 319 fragmentos diagnósticos de cerámica

provenientes de esta plaza, identificando 19 fragmentos “vinculados al estilo

Gallinazo” (Armas 2002:177), estando los restantes fragmentos relacionados a

la fase estilística Moche III. Además, en las mismas excavaciones se identificó

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una vasija completa con aplicaciones a manera de rostro (ver figura 10) de tipo

Castillo Modelado. Es necesario señalar que ninguno de los fragmentos

identificados como “de estilo Gallinazo” presentaba decoración pintada, siendo

las técnicas decorativas registradas la de incisión, excisión y aplicación, lo que

nos lleva a pensar en los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso (ver Armas

2002, cuadro 14, Figuras 230, 249). Otro dato importante lo constituye el hecho

de que el 100 por ciento de los bordes de “estilo Gallinazo” fueron identificados

por Armas como cántaros, de los tipos con cuellos evertidos redondeados y

convexos redondeados (ver Armas 2002, cuadro 16).

Los fragmentos de estilo Moche III a los que estaban asociados

contextualmente los “estilo Gallinazo” incluían tanto fragmentos de vajilla

utilitaria como botellas, floreros, formas no definidas pintadas, algunas con

iconografía, y vasijas escultóricas con representaciones de prisioneros

desnudos, decoradas con pintura fugitiva negra. Dos de los fragmentos

identificados por Armas como de estilo Moche III en realidad son fragmentos

de tipo Castillo Modelado, uno con aplicación en forma de roseta o bulto de

arcilla y otro con listón mellado (ver Armas 2002, Figura 246).

Armas interpreta la presencia de la vasija y fragmentos de “estilo

Gallinazo” como elementos provenientes de rellenos antiguos cercanos a la

zona o que “algunas formas Gallinazo pudieron coexistir en el tiempo con

algunas formas estilísticas del Moche III” (ibid:195).

La presente evidencia muestra que Castillo Modelado y Castillo Inciso son

tipos que se encuentran en diferentes regiones a lo largo de la costa norperuana

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en contextos que datan de diferentes subfases del Intermedio Temprano. Estos

tipos pudieron originarse en Virú, pero se encuentran en otros valles costeños

con sus respectivas variantes locales. Estos tipos cerámicos son esencialmente

utilitarios, aún cuando los podemos registrar en contextos rituales.

En su disertación, Heidi Fogel (1993:106-107) señaló que los materiales

cerámicos y arquitectónicos del valle de Moche son virtualmente idénticos a los

del valle de Virú, con tan sólo un grado de variación que representaría

diferencias entre valles. Incluso resaltó que la pasta de las vasijas encontradas

en la zona de Huanchaco es más oscura indicando una fuente diferente de

arcilla a las de otras partes del valle, incluso ve a la cerámica Gallinazo de

Huanchaco más cercanía con el estilo de Vicus. A este punto, parece ser que la

autora se refiere a los tipos Castillo Modelado e Inciso. Creemos que esto nos

podría estar indicando que cada alfar en cada zona fabricaba su propia cerámica

“Gallinazo”, reforzando la idea de lo Castillo Modelado y lo Castillo Inciso

como una tradición cerámica norcosteña por encima de otras hipótesis, como

por ejemplo, la de una producción masiva de estos tipos en el valle de Virú para

ser intercambiados en una gran red comercial norcosteña. Sin embargo, en el

caso de Huacas de Moche, las características de la pasta de la mayoría de

fragmentos Castillo Modelado o Inciso identificados por Gayoso y Gamarra

(2005) parecen indicar que la pasta utilizada no era la misma que para el resto

de vajilla doméstica y ceremonial registrada en el sitio, la cual se ha demostrado

fue producida localmente (ver Chapdelaine et al. 1995).

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DISCUSIÓN Y COMENTARIOS

Intentaremos comentar el Caso Gallinazo y discutir nuestras ideas teniendo

en cuenta la etnicidad y los cambios de organización social y política que se

pueden dar en el seno de una sociedad, y en particular en el caso de gallinazo, a

partir de las variaciones de estilos finos y utilitarios. Terminaremos intentando

dar una interpretación a la luz de las evidencias.

Retomando la idea de Kossina respecto a que los restos arqueológicos

(cultura material) son inevitablemente un reflejo de la etnicidad, la continuidad

del estilo cerámico de tipo utilitario, presente desde época Salinar hasta

principios del periodo Chimú, permiten inferir que en la costa norte del Perú

existió un grupo étnico homogéneo y hegemónico. La gente en general que

habitaba esta zona siguió siendo la misma, y afrontaba cada cierto tiempo

cambios en la esfera política que afectaban obviamente su economía y sociedad,

pero no sus tradiciones. Una de esas tradiciones la vemos reflejada en la

cerámica utilitaria o doméstica que, al no ser el soporte de ideologías, se

mantuvo formalmente casi inmutable en el tiempo. Tal como ya lo señalaban

Strong & Evans (1952:213) y Bennett (1950:88) la continuidad en la presencia

de esta vajilla utilitaria sugiere una continuidad de la población básica y la

cultura popular en las tres fases del periodo Gallinazo. Esto se extiende a todo

el periodo Moche, por lo menos para el caso de Huacas de Moche. En este

contexto, los tipos Castillo Modelado e Inciso formarían parte de una tradición

cerámica doméstica..

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Por lo menos para la costa norte, los cambios en las diferentes culturas que

han sido identificadas por los arqueólogos, son en resumen cambios políticos y

sociales. Estos cambios se pueden establecer desde la perspectiva de los

indicadores de la elite dominante, los cuales son su cerámica fina mortuoria, su

arquitectura y los signos de identidad política. Paralelo al Castillo Modelado y

el Castillo Inciso así como al estilo utilitario sencillo-plano, un número de estilo

de elites estuvieron en uso durante el Periodo Intermedio Temprano, como es el

caso de Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo, el estilo Moche del Sur, el

estilo Moche Norteño (valles de Jequetepeque y Lambayeque) y el estilo Vicús.

Como se mencionó líneas arriba, cada uno de estos estilos nacieron, se

desarrollaron y eventualmente desaparecieron. El estilo Negativo asociado con

las elites dominantes del valle de Virú ilustra como los estilos de elite son

esencialmente un fenómeno histórico, amén de reflejar la cultura.

No pretendemos decir que las culturas estén representadas exclusivamente

por los grupos de poder, excluyendo a los grupos sometidos; lo que intentamos

decir es que en la arqueología son precisamente los restos que dejan los grupos

de poder los que nos permiten inferir culturas. En este sentido, podemos decir

que el estilo del arte dominante se puede correlacionar con el de sociedades en

particular, y que la globalidad de indicadores nos remite a la cultura en general

y particular.

Siguiendo esta línea de ideas, el estilo diagnóstico para la cultura Gallinazo,

por lo menos en el valle de Virú, estaría conformado por los tipos identificados

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por el Proyecto Valle de Virú como Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo4,

presentes también en otros valles de la costa norte como Chicama, Moche,

Chao y Santa. Según Strong y Evans (1952) estos tipos estarían estilísticamente

relacionados a formas de la sierra norte y la región Recuay, también a las

vajillas negativas Pachacamac y Chancay de la costa central, y al estilo

interlocking de la misma costa central.

Los tipos Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo son aparentemente tipos

que forman parte de una misma corriente estilística que se dio en la costa norte,

sierra norte y costa central, durante el Intermedio Temprano. A esta corriente

estilística, Bennet (1939, 1950) y Kroeber (1944) le dan el nombre de Horizonte

Negativo, aunque el uso del término Horizonte haya sido cuestionado para este

caso.

Parece claro que los tipos negativos no son característicos de un sitio de

ocupación doméstica, siguiendo los estudios de Catalán y co-autores (Catalán et

al. 1991), y que entonces podrían estar relacionados a contextos de elite, rituales

o funerarios. Siguiendo esta evidencia, se puede argumentar que la cerámica

fina, decorada en negativo, define tanto a la cultura Gallinazo como a los

grupos de poder Gallinazo. Una situación un tanto diferente parece suceder al

norte de la Pampa de Paiján.

Hasta el momento la evidencia apunta a que durante el periodo Gallinazo,

el estilo que identificaba a los grupos de poder (que son los que manejan las

sociedades y que al organizarlas definen su complejidad social) de la zona sur 4 Es necesario resaltar que su presencia solo constituye una pequeña proporción de la cerámica mortuoria, la cual según Strong y Evans presenta en general una pobre decoración (ibid:214).

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de la costa norte era el estilo Negativo (Gallinazo y Carmelo). Con el tiempo

este estilo es suplantado en algunos valles como Chicama y Moche por lo que

conocemos como el estilo Moche, mientras que en otros valles este estilo

probablemente se mantuvo por más tiempo, como podría ser el caso de Virú. En

un determinado momento de la historia, el estilo Moche es adoptado

definitivamente, sea por cuestiones ideológicas y de prestigio, sea por una

conquista militar Mochica.

CONCLUSIONES

Si los arqueólogos están de acuerdo en que la cerámica fina Moche con su

iconografía escultórica y pictórica, sus formas diagnósticas como las botellas de

asa estribo o algunas de sus partes conformantes (especialmente asa, cuello y

labio) son elementos diagnósticos para identificar grupos de poder Mochica, y

por consecuencia asentamientos asociados a dicho grupo cultural, entonces la

lógica nos dice que deberíamos hacer uso de los tipos Gallinazo Negativo o

Carmelo Negativo para identificar grupos de poder Gallinazo y,

consecuentemente, la presencia de la cultura Gallinazo. Consideramos que es

un error asumir que los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso sean

elementos diagnósticos para identificar asentamientos que puedan ser

catalogados como Gallinazo. Erróneamente, se ha tenido en cuenta a los tipos

decorados Castillo como indicadores diagnósticos para establecer una presencia

Gallinazo en los sitios arqueológicos de los valles de la costa norte, si es que

entendemos a Gallinazo como una cultura. Queremos ser categóricos en esto: su

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presencia en los diferentes contextos norcosteños no define de manera absoluta

una presencia u ocupación Gallinazo.

Al hablar del periodo Gallinazo en el valle de Virú, Strong y Evans

(1952:238) claramente identifican a la cerámica Gallinazo como “negative-

painted pottery” (cerámica pintada en negativo). Cuando los mismos autores

(ibid:241) comentan sobre la aparición de vasijas que sugieren fuertemente

tipos Gallinazo, como los hallados por Ubeloedhe-Doering en 1939 en

Pacatnamú (valle de Jequetepeque) remarcan el hecho de que éstas no presentan

evidencias visibles de decoraciones con la técnica de pintado en negativo,

aparte de sus características formales. Nuevamente resaltamos que estos

investigadores remarcan el pintado en negativo como característica esencial

para identificar a la cultura Gallinazo. Es más, a partir de esto concluyen que

esto sugiere tentadoramente que una cultura relacionada con aquella del valle de

Virú, pero carente de la técnica de pintado en negativo, existió formalmente en

la región del Jequetepeque.

Un error similar consiste en asumir, a partir de la supuesta convivencia de

los estilos Moche y “Gallinazo”, el sometimiento de grupos Gallinazo por los

Moche, como apuntan Shimada y Maguiña (ver Shimada y Maguiña 1994:33).

En realidad, diversos investigadores reportan una convivencia de los estilos

Moche I y II (Moche Temprano del Norte) y “Gallinazo” (Larco 1945; Topic

1977; Shimada 1994; Shimada y Maguiña 1994; Donnan 1999, 2003;

Gumerman y Briceño 2003; Franco et al. 2003), o “Gallinazo” con estilos

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Moche III, IV o V (Moche Medio y Tardío del Norte) (Castillo 2003;

Chapdelaine y Pimentel 2001, 2002).

Hemos visto que esta supuesta convivencia se basa, en la mayoría de los

casos, en la presencia de cerámica de estilo Moche, en cualquiera de sus fases

estilísticas, con los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso. Sin embargo, una

convivencia de los estilos Moche I y Negativo es bastante probable y

comprensible para las primeras fases Mochica.

Ante esta supuesta convivencia, Gayoso y Gamarra (2005) a partir de la

presencia, en el Núcleo Urbano de Huacas de Moche, de los tipos Castillo

Modelado y Castillo Inciso (que son los tipos de decoración “Gallinazo” más

común en vasijas domesticas en el sitio) y tomando los datos de Mackey en el

sentido de que el 99 por ciento de vasijas Gallinazo halladas en el valle de

Moche son domésticas, descartan la idea de que la presencia de cerámica con

este tipo de decoración en contextos Moche nos estaría indicando una especie

de sometimiento de grupos Gallinazo por parte de esta sociedad. Para estos

autores:

“se trata simplemente de un estilo decorativo [doméstico] usado desde épocas

tempranas y que se mantiene vigente en época Moche (…) creemos que esto obedece a

que la cerámica doméstica permanece prácticamente invariable a través del tiempo. Este

tipo de material era producido sin control social, ya que no se trataba de elementos de

prestigio (…), es por eso que podemos encontrar cerámica de estilo Gallinazo [inciso y

modelado] en contextos Moche sin que esto nos lleve a pensar en un dominio o una

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suerte de esclavitud de un grupo gallinazo. Se trata simplemente de que la gente continuó

decorando su cerámica doméstica como siempre lo había hecho” (ibid:403).

Una nueva lectura sobre esta información se impone. En el valle de Moche,

un grupo étnico dominante existió desde finales – sino antes – del periodo

Formativo y continuó vigente en Moche y posiblemente Chimú. Sobre este

grupo étnico se basaron las estructuras de poder que la arqueología ha

denominado Gallinazo, Moche y posteriormente Chimú.

Tanto dominantes como dominados tuvieron acceso sin restricción alguna a

un “set utilitario” de vasijas, cuyas características formales y/o decorativas han

predominado desde tiempos más antiguos a lo largo de la costa norte peruana y

cuyo uso se mantiene con el paso del tiempo. Con respecto a dicho “set

utilitario”, parece ser que nos encontramos ante la presencia de dos tradiciones

cerámicas utilitarias que conviven en el tiempo, desde épocas anteriores a los

Gallinazo. Una, que no presenta mayores técnicas decorativas, sencilla o plana;

y otra un poco más elaborada pero nada compleja, con decoraciones incisas,

excisas y aplicaciones, cuyo posible origen estuvo en el valle de Virú, pero

cuyas características técnicas está presente en todos los valles de la costa con

sus posibles variantes locales, y que se resumen para épocas Gallinazo y Moche

en lo que conocemos como los tipos Castillo Modelado y Castillo Inciso.

Respondiendo a la pregunta de ¿qué tipo de cerámica Gallinazo se ha

registrado en Huaca de la Luna?, podemos responder categóricamente que lo

que se ha encontrado en contexto es cerámica utilitaria asociada a los tipos

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Castillo Modelado y Castillo Inciso y que la presencia de cerámica Gallinazo

con pintado en negativo en el sitio es prácticamente nula; bajo este argumento

la presencia de la cultura y el estilo Gallinazo en el sitio es aún materia de

discusión.

La presencia en las fases tardías, tanto en las plataformas de la Huaca de la

Luna como en el Núcleo Urbano, de los tipos identificados como Castillo

Modelado e Inciso estaría indicando una perduración fuerte de esta tradición

utilitaria. Quedan por identificar los mecanismos que permitieron la presencia

de estos tipos.

Queda por hacernos la pregunta ¿es lo Gallinazo una cultura o simplemente

un estilo?

La arqueología ha definido culturas a través de los medios tangibles, es

decir la cultura material. Así mismo, una cultura ha sido diferenciada de otra a

partir tanto de la cultura material como de los cambios políticos que se leen en

dichos soportes. Los rasgos característicos constituidos por construcciones

monumentales (centros ceremoniales y castillos) hechos con adobes fabricados

con gaveras de caña, grupos de viviendas aglutinadas irregulares con paredes

hechas con adobes y tapia, y vasijas de cuerpo simple y doble cuerpo decoradas

con pintura resistente negativa podrían identificar a una cultura que bien

podríamos llamar Cultura Gallinazo o bien Cultura Virú si se lograra demostrar

que fue en este valle donde se originan estos rasgos en su conjunto, pero cuya

presencia está demostrada en los valles de Chicama, Moche, Virú, Chao y

Santa. Al norte del valle de Chicama, este set de rasgos parece no estar

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presente. La presencia del complejo Grupo Gallinazo podría ser un factor

determinante para postular, si acaso no el origen de esta cultura en el valle de

Virú, por lo menos si su situación de lugar de residencia del grupo de poder más

importante.

Tanto Bennett (1939) como Larco (1945) aseguraron que el material

Gallinazo, por sus características propias, conformaba una unidad y por lo tanto

estábamos “frente a una cultura más que a un nuevo estilo cerámico” (Bennet

1939:74), agregando Larco que “no existe en el Perú un centro más importante

de cerámica con decoración negativa” (ibid:28).

A la luz de las evidencias obtenidas por el Proyecto Valle de Virú, se puede

afirmar que Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo son una variante estilística

de un estilo mayor, el estilo Negativo. El estilo Negativo fue adoptado por

diferentes grupos de poder que manejaban las etnias de parte de la costa Norte y

Central del Perú, así como la sierra Norte. Entre estos grupos de poder

estuvieron los Gallinazo, con sus particularidades y variantes locales que

conocemos como Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo, utilizadas por las

elites durante un periodo anterior a la emergencia del fenómeno Moche.

Posiblemente, algunos de los grupos de elite de la costa que habían

adoptado el estilo negativo durante el periodo Gallinazo cambiaron

gradualmente a inicios del periodo Moche tanto en el estilo cerámico como

arquitectónico por aquel conocido ahora como Moche, mientras otros se

mantuvieron por más tiempo arraigados en sus rasgos Gallinazo hasta que a

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fines del periodo Moche II o inicios del periodo Moche III, estos rasgos

desaparecen.

Al final, sobre la base de lo que hemos argumentado líneas arriba, podemos

decir que Gallinazo es cultura y es estilo. Pero si hablamos de cultura Gallinazo

tendremos que hacerlo en la base de la cultura material; es decir, tendremos que

hacer uso de la presencia del estilo de elite Gallinazo como uno de los

elementos más diagnósticos para inferir grupos de poder Gallinazo y,

consecuentemente, la cultura Gallinazo. Esto porque, como se ha mencionado

líneas arriba, son las huellas de los grupos de poder los que han perdurado al

paso del tiempo y permanecen aún legibles en el contexto arqueológico. Y son

los grupos de poder, aunque a veces cueste aceptarlo, los que escriben la

historia.

Si hablamos de estilo Gallinazo, nos tendremos que referir al estilo

Negativo desarrollado por los grupos de poder Gallinazo en diferentes zonas de

los valles de la zona sur de la costa norte del Perú, que para el valle de Virú se

conocen como Gallinazo Negativo y Carmelo Negativo.

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TÍTULOS DE FIGURAS

Figura 1. Plano de Huaca del Sol donde se muestra la ubicación de los

cortes estratigráficos 1 y 4. Tomado de Topic 1977.

Figura 2a. Plano de los conjuntos arquitectónicos excavados en el Núcleo

Urbano del complejo Huacas de Moche. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca

de la Luna.

Figura 2b. Vista parcial de los conjuntos excavados en el Núcleo urbano.

Vista de los Conjuntos 27, 30, 35 y 17, 8 y 25 y 26. Abajo, la Plataforma Uhle.

Fotografiado por Henry Gayoso. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la

Luna.

Figura 3. Vista del conjunto arquitectónico 35 del Núcleo Urbano.

Fotografiado por Henry Gayoso. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la

Luna.

Figura 4. Plano del Conjunto Arquitectónico 35 en el momento de

ocupación asociado al piso 4 y ubicación de la trinchera 9. Fuente: Proyecto

Arqueológico Huaca de la Luna.

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Figura 5. Vista de la trinchera 9 del Conjunto Arquitectónico 35.

Fotografiado por Ricardo Tello. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la

Luna.

Figura 6. Plano de perfil de la trinchera 9 del Conjunto Arquitectónico 35.

Dibujado por Ricardo Tello. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna.

Figura 7. Fragmentos con decoración Castillo Modelado e Inciso

provenientes de la Trinchera 9 del Conjunto 35. Diseñado por Henry Gayoso.

Fotografías de Nadia Gamarra. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la

Luna.

Figura 8. Fotografía de la tumba 18, en la unidad 12a de la Plataforma I.

Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna.

Figura 9. Fotografía de la vasija con decoración Castillo Modelado,

encontrada en el testigo o marcador de tumba 1, de la tumba 18, en la unidad

12a de la Plataforma I. Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna.

Figura 10. Fragmentos de cerámica y vasija con decoración Castillo

Modelado y Castillo Inciso asociados a cuerpos de personajes sacrificados,

Plaza 3C de la Plataforma I de Huaca de la Luna. Dibujados por José Armas.

Fuente: Proyecto Arqueológico Huaca de la Luna.