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Elisabeth Lukas
Logoterapia
y
problemas de
adicción
Sumario
Logoterapia y prevención de adicciones .... 9
¿De qué depende la dependencia? .................. 27
La búsqueda de identidad como proceso
creativo ...................................................... 35
¿Qué papel (no) desempeña la educación? . . 45
Relajación y fortalecimiento de la voluntad . . 55
Reflexiones sobre la asistencia a alcohólicos . 73
/Cómo sobreviven los familiares? .................. 87
Logoterapia y prevención de adicciones
Prácticamente para todas las enfermedades exis-
ten factores de riesgo que favorecen su declaración y
factores protectores que la impiden. Cuando se rea-
liza un examen retrospectivo de la evolución de una
enfermedad, lo habitual es descubrir los factores de
riesgo que (presuntamente) han llevado a la irrup-
ción de la dolencia, pero no los factores protectores
que, posiblemente, también han existido, si bien de-
saprovechados o en medida insuficiente.
Si, por ejemplo, analizamos las biografías de per-
sonas que los destacan por su conducta asocial, en la
mayoría de casos encontraremos daños ambientales
en la infancia y nos parecerá lógico pensar que existe
una relación entre ambas cosas. Sin embargo, sería
precipitado atribuir de buenas a primeras una rele-
vancia causal al factor de riesgo «daños ambienta-
les». En cambio, si el examen de la evolución pato-
lógica es prospectivo, se descubrirán además los
factores protectores que, pese a los riesgos de enfer-
mar, pueden contribuir al restablecimiento y conser-
10 LIBERTAD E IDENTIDAD
vación de la salud. Si, por ejemplo, observamos du-
rante un periodo de tiempo prolongado a niños que
viven en un entorno dañino, llegaremos a la sor-
prendente conclusión de que cerca de un 50 % de
ellos se convierten en adultos normales de conducta
poco llamativa, se hayan sometido o no a tratamiento
psicoterapéutico. En los trastornos psicorreac-tivos
infantiles, el índice de remisión espontánea es incluso
mayor, hasta un 60 % o un 80 % (según el profesor
Remschmidt, de Marburgo). Por consiguiente, los
factores protectores son capaces de hacer disminuir la
probabilidad (aumentada por factores de riesgo) de
declaración de una enfermedad.
Finalmente, no es tan importante la existencia de
factores de riesgo o la falta de factores protectores
como la distinta proporción de ambos grupos de
factores. Si predominan los primeros existirá un pe-
ligro patológico elevado, mientras que si prevalecen
los segundos podrá imponerse una estructura de vida
sana. Por consiguiente, si queremos investigar factores
de riesgo deberemos determinarlos en personas
enfermas (y en los estresores de sus vidas). En
cambio, para formular los factores protectores
deberemos centrarnos en personas sanas (y en su
«techo protector» psíquico).
En lo referente a la problemática de las adiccio-
nes, actualmente conocemos numerosos factores de
riesgo. Los principales precedentes son la deprivación
infantil, la escasa autoconfianza, la baja tolerancia
ante la frustración, la seducción y los mode-
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [... | II
los erróneos. Un entorno demasiado exigente o de-
masiado permisivo, las decepciones, el mal de amo-
res, la actitud chulesca y la labilidad en general di-
bujan una carrera adictiva típica. A todo ello cabe
añadir las voces de expertos que apuntan a la heren-
cia genética, así como los diagnósticos médicos que
no excluyen determinadas variables orgánicas. No
cabe duda de que el organismo del adicto reacciona
de manera distinta a la sustancia adictiva que el del
no adicto; el único punto controvertido es si esta di-
ferencia es anterior o posterior al consumo abusivo.
Pero todo ello resulta estéril a la hora de prevenir
adicciones. Una prevención eficaz no debe concen-
trarse únicamente en hacer todo lo posible para evi-
tar estos factores de riesgo, sino que, simultánea-
mente, está obligada a poner coto a la lenta pérdida
de factores protectores en la población. La preven-
ción de adicciones, aparte de denunciar públicamen-
te los peligros, debe poner el acento en la protección
y situarla por encima de la amenaza. Su obligación
es dar un giro positivo en la proporción de lo enfer-
mizo y lo saludable de manera que las catástrofes
humanas y sociales se sofoquen de raíz en vez de la-
mentarnos cuando éstas ya se han desbordado. Pre-
vención significa, ante todo, ocuparse de los aspec-
tos del éxito que hay que anteponer al fracaso.
Siendo esto así, ¿qué elementos espirituales y
mentales del ser humano impedirán que la gente en-
ferme (de adicción)? El neurólogo y psiquiatra vie-
nes Viktor E. Frankl (1905-1997), fundador de la
12 LIBERTAD E IDENTIDAD
logoterapia, esbozó y comprobó en la práctica unas
tesis brillantes en el marco de esta disciplina psico-
terapéutica. Según Frankl, el ser humano sano y
mentalmente estable no aspira por naturaleza a la
felicidad sino al sentido. La existencia propia se llena
de significado y la vida merece la pena vivirla cuando
hay una dedicación a algo fascinante, a un objetivo
autoimpuesto, a una obra o a las personas queridas.
La felicidad aparece entonces en forma de efecto
secundario y los posibles periodos de infelicidad
vividos se podrán soportar valientemente desde el
conocimiento de que en el obrar propio existe, a pesar
de todo, un sentido. Quien sabe de algo que necesita
su fuerza y que vale la pena aplicarla, también obtiene
esta fuerza.
Es decir: el ser humano es feliz —y también capaz
de sufrir— cuando descubre significados que
enriquecen y llenan su vida. En la misma medida, el
ser humano posee factores protectores de la alegría y
la energía que lo «levantan» en momentos de crisis y
lo mantienen en pie para vivir el día a día. Un lector
de mis libros expresó claramente esta idea en una
carta que me escribió:
Soy alcohólico, pero llevo más de un año sin beber.
La ocasión decisiva de hacer algo contra la adicción no
llegó de las distintas terapias a las que me sometí, sino
de la vida. A mi mujer —que me había dejado, entre
otros motivos, por mi consumo excesivo de alcohol —
no le iban bien las cosas y yo quería conservar mi
L0G0TERAPIA Y PREVENCIÓN |... I 13
puesto de trabajo para poder mantenerla, a ella y a
nuestra hija. Así que me volví abstemio. Los terapeu-
tas me habían hecho creer que era un poco «egoísta»,
pero con eso no iba a ninguna parte. ¿Para qué iba a
renunciar al alcohol? ¿Para seguir siendo esclavo de
mi egoísmo? Me despreciaba a mí mismo por mi
maldita debilidad. Pero cuando pasó lo de mi mujer,
vi de repente un sentido en el hecho de estar sano.
Esto es lo que me ha dado fuerzas hasta hoy. Ahora
puedo librarme de la culpa con la que cargué tanto
tiempo. Soy una persona distinta.
Como vemos, la estimulación terapéutica para
conseguir (egoístamente) la satisfacción personal de
una necesidad no ha aportado nada en este caso.
Podemos admitir que, durante su época de consumo
creciente de alcohol, el remitente de esta carta se
orientó demasiado hacia sus propias necesidades y
demasiado poco hacia el sentido de la situación. De
no ser así, se habría dado cuenta del sentido de echar
el «freno de emergencia» ya antes de la división de su
matrimonio y habría intentado dejar la bebida para
salvar, no en último lugar, a la familia. Pero el
hombre no fue consciente de ese sentido y no obtuvo
de él (como factor protector) la fuerza necesaria para
la abstinencia hasta que la mujer y la hija estuvieron
en peligro.
Por tanto, las posibilidades de la logoterapia de
Viktor E. FrankI para prevenir adicciones se pueden
agrupar en tres «paquetes de ayuda» distintos:
14 LIBERTAD E IDENTIDAD
1. Ayuda para encontrar un sentido en la vida.
2. Ayuda para tomar decisiones llenas de sentido.
3. Ayuda para mantener las decisiones llenas de
sentido.
La superación exitosa de la adicción del autor de
la carta anterior muestra lo extraordinariamente im-
portantes que son estas tres ayudas:
1. El hombre encontró un sentido en la vida:
ayudar a su mujer.
2. Tomó una decisión llena de sentido: dejar la
bebida para conservar su puesto de trabajo.
3. Mantuvo su decisión llena de sentido sin pro-
bar el alcohol durante un año.
Naturalmente, cuanto más se prolonga una enfer-
medad adictiva, más difícil es para el adicto sacar
partido de los «paquetes de ayuda» logoterapéutica.
La capacidad de tomar decisiones en firme y, sobre
todo, percibir el sentido se ve reducida en un cere-
bro enturbiado por el alcohol o las drogas. Sin em-
bargo, cuando se trata de prevenir, los tres «paque-
tes de ayuda» tienen un efecto inmunizador frente a
casi todas las tentaciones neuróticas. La persona
que ha desarrollado por principio una disposición
para buscar lo que en cada momento tiene más sen-
tido, ajustar las decisiones vitales a su propia vida y
mantenerlas con una aceptación interior, esa perso-
na no descarrilará tan rápido, ni siquiera seducida
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...I 15
por una adicción. Le quedará un asidero al que co-
gerse incluso sobre el empinado suelo de una gran
desgracia.
A continuación examinaremos por separado los
tres «paquetes de ayuda» logoterapéuticos.
I. Encontrar un sentido en la vida
El sentido no se puede (ni debe) dar. En cierto
modo siempre está presente, brillando en cada posi-
bilidad concreta que tiene el ser humano de reali-
zarse y hacer que su mundo personal y social sea un
poco mejor, más claro y filantrópico. Para ello, la
cantidad de posibilidades de sentido existentes no
depende de la calidad de los «rincones del mundo»
en los que uno se halla. Los impulsos de sentido
dormitan en lo positivo y lo negativo.
Pongamos un ejemplo de condiciones de vida
positivas. Imaginemos una persona que es rica por
haber heredado mucho dinero de sus padres. Esta
persona no tiene que trabajar cada día para comer,
pero le fastidia el aburrimiento y se entrega a diver-
siones dudosas. Con el tiempo, el trajín de las fies-
tas y las aventuras sospechosas le acaban repugnan-
do y se ve tentada a ahogar el tedio y el descontento
en el whisky o el LSD. En este caso, la intervención
logoterapéutica consistiría en reflexionar con el
afectado acerca de las posibilidades de sentido que
alberga el hecho de ser rico. ¿No hay alguna tarea a
16 LIBERTAD E IDENTIDAD
la espera de que alguien con los medios necesa-
rios la ponga en marcha, alguna tarea que merezca
la pena acometer, alguna tarea que esta persona sus-
criba desde su más honda convicción, alguna tarea
que requiera exclusivamente el compromiso de esta
persona?
Recuerdo a una joven condesa que acudió una
vez a mi consulta porque su vida ya no tenía signifi-
cado. A pesar de ser propietaria de varios castillos
en las regiones más maravillosas de Alemania, todo
le parecía fútil y vacío. Durante nuestra conversa-
ción, aquella joven dijo casualmente que pensaba
pasar una semana en Etiopía para presenciar in situ,
y no sólo por televisión, la miseria de la hambruna
que impera en ese país. Esperaba vivir una experien-
cia estremecedora que, tras su vuelta y en contraste
con la «película» vista en Etiopía, le hiciera recupe-
rar el atractivo de una existencia llena de lujos. Yo
intervine al escuchar esta idea y aseguré a la pa-
ciente que no se fiara de sus cálculos porque nunca
conseguiría el efecto deseado. Pero yo sabía de una
variante de su proyecto que, probablemente, le pro-
porcionaría una tensión mucho más sana e, incluso,
felicidad. Le propuse que aprovechara el viaje a
Etiopía para elegir a una familia del país a la que
ayudar realmente proporcionándole alimentos, ropa
y medicamentos. Si lo hacía, le dije, se alejaría de
ella cualquier sufrimiento por la supuesta falta de sen-
tido de su vida y el aumento de su humanidad la cu-
raría. A resultas de nuestra charla, una misión reci-
LUCOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 17
bió los medios necesarios para librar de la muerte
por inanición a todo un poblado durante unos meses.
Pero además se registró otro resultado. La condesa
se libró de una adicción que llevaba años padecien-
do: la adicción a las sensaciones.
Contrapongamos lo dicho hasta ahora con un ejem-
plo de condiciones de vida negativas y pregun-
tándonos si el enfrentamiento espiritual con ellas
puede convertirse también en un proceso de bús-
queda de sentido. En un congreso de médicos al
que asistí hace tiempo se discutía sobre el triste fe-
nómeno del suicidio. Los ponentes no dejaban de
repetir que los potenciales de agresión inconscien-
tes, no exteriorizados ni desahogados por los afec-
tados, constituían el motor de sus actos desespera-
dos. Eché de menos una reflexión sobre la falta en
los suicidas de un motivo para amar la vida con to-
das sus dificultades.
Entre otros casos, en el congreso se habló de un
joven que cayó en un estado depresivo porque su
novia lo había dejado. Temiéndose lo peor, sus pa-
dres lo llevaron a una clínica psiquiátrica. Allí el
médico hizo ver al enfermo que lo que tenía era una
rabia tremenda contra su amiga infiel y le recomen-
dó que reflexionara sobre su ira reprimida. Media
hora después, el joven se lanzó al vacío desde una
ventana de la clínica. El lacónico comentario del
ponente fue que «el enfermo no toleró su rabia».
Espontáneamente, tomé la palabra: «Desde el punto
de vista logoterapéutico, se debería haber aconseja-
18 LIBERTAD E IDENTIDAD
do al joven que reflexionara sobre el amor y no so-
bre una rabia hipotéticamente oculta». Es decir, si el
chico hubiera descubierto la esencia del amor quizá
se habría dado cuenta de que sólo el amor nos pue-
de poner en disposición de dejar marchar voluntaria
y amistosamente a una persona amada si las circuns-
tancias así lo requieren.
Sentimientos tristes como la rabia, el odio o la
decepción son reacciones psíquicas a circunstancias
opresivas. Una terapia que tiene como objetivo ex-
traer estas sensaciones dolorosas a través del llanto
o el grito, o mediante pastillas o tácticas tranquili-
zadoras, no modifica ni un ápice la situación. En
cambio, si la ayuda se centra en aportar una pers-
pectiva de sentido a la circunstancia opresiva, el
afectado será capaz de aceptarla e integrarla en su
vida. Así, por ejemplo, una injusticia puede reforzar
el sentimiento indulgente del perdón; un hecho trau-
mático puede llevar a emprender cambios fecundos
en la vida; el duelo puede hacer que una persona fa-
llecida perviva en el recuerdo y no sea olvidada; la
desesperación puede convertirse en un acicate para
un cambio interior... Esta manera de aceptar y rein-
terpretar el sufrimiento es la única vía para desterrar
el peligro de dejarse llevar por el alcohol o las dro-
gas como maniobra evasiva de la realidad.
En resumen: la persona que encuentra un sentido
en la vida —sea ésta agradable o desagradable— no
se interesa por los efectos aparentes de un entusias-
mo artificial creado por el alcohol o las drogas o de
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN ['... | 19
un apaciguamiento postizo salido de una caja de
pastillas. Lo que le interesa a esta persona no es otra
cosa que lo real, los valores reales, las pérdidas rea-
les, el mundo transpsíquico y no las frustraciones in-
trapsíquicas que, dicen, hay que quitarse de encima
lo antes posible.
II. Tomar decisiones llenas de sentido
Para tomar una decisión consciente e íntegra a fa-
vor o en contra de algo se necesita vitalidad y fuerza
de voluntad. Ambas cosas se ven perjudicadas por
las enfermedades psíquicas, aunque no se sabe exac-
tamente en qué medida. El no puedo y el no quiero
no se distinguen. Al inicio de un trastorno psicológi-
co domina en mayor medida el no quiero y, al final
del mismo trastorno, el no puedo (más). En conse-
cuencia, cuando los familiares discuten y la madre,
por ejemplo, opina que su hijo no puede actuar por
culpa de la enfermedad, mientras que el padre lo cri-
tica diciendo que no quiere comportarse «como es
debido», ambos tienen razón en cierta medida, lo
que convierte la discusión en infructuosa.
En las patologías adictivas ocurre lo mismo. La
inclinación predispuesta y adquirida hacia la adic-
ción se puede regular a voluntad, pero si se cede con-
tinuamente a ella, la capacidad voluntaria de regu-
lación desaparece de forma paulatina. Y viceversa:
esta capacidad se regenera tras una desintoxicación
20 LIBERTAD E IDENTIDAD
clínica de manera directamente proporcional al tiem-
po pasado sin probar la sustancia adictiva. Natural-
mente, también hay un potente factor adicional que
siempre influye: la existencia de un sentido en lo que
se quiere. Decir que las personas son decididas o in-
decisas desde su nacimiento es pura especulación.
Todos queremos intensamente en la medida que
lo que queremos es intensamente importante para
nosotros. Entonces, cuanto más objetivamente lleno
de sentido es lo que una persona quiere y hacia lo
cual se orienta, tanto más libre e inalterablemente
podrá tomarlo en serio y decidirse de forma subjeti-
va por ello; y viceversa. Un ejemplo conmovedor
nos ayudará a ilustrarlo.
Una mujer publicó en una revista unos apuntes
en forma de diario donde explicaba cómo cayó en
un aislamiento absoluto por culpa de su indecisión.
La mujer vivió en casa de su madre viuda hasta una
edad madura y siempre mantuvo con ella una rela-
ción muy profunda. Pero al cumplir los 30 años co-
noció a un buen hombre que quería casarse con ella.
La madre desconfiaba de él y le culpaba de todo lo
malo que pasaba. No cabe duda de que esta actitud
escondía el deseo de no perder a su hija. La mujer
vivía en el conflicto de escoger entre dejar a su ma-
dre u olvidarse de los planes de boda. Pero, según
contaba ella misma, tenía tan poca fuerza de volun-
tad que no pudo decidirse ni por lo uno ni por lo
otro, así que siguió viviendo con su madre y viendo
a su novio. Esta situación de incertidumbre acabó
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN |...I 21
en una trágica escena de despedida en la que el
hombre le hizo saber con la mayor vehemencia que
no quería esperar eternamente, y desapareció. La
mujer descargó toda su amargura en la anciana ma-
dre, quien se defendió argumentando que siempre
había dicho que aquel hombre no valía nada. El su-
ceso hizo empeorar la relación entre las dos y, en un
arrebato de ira, la madre hizo las maletas y se fue a
vivir a casa de una amiga. Allí padeció un ataque de
corazón que más tarde, en un hospital, le causó la
muerte. El relato autobiográfico de la mujer con-
cluía diciendo, a modo de resumen, que ella misma
arruinó su vida por no tener fuerza de voluntad y
que ahora pasa como puede las noches solitarias
con la ayuda de vino tinto y somníferos en la casa
que su madre le dejó en herencia.
La lectura de esta historia provoca compasión
por la protagonista, pero no porque el destino la ha-
ya tratado cruelmente, lo cual no deja de ser cierto,
sino porque su conducta se basaba en un error. El
destino le ofrecía lo que ofrece a casi todo el mundo:
circunstancias positivas y negativas. Lo que ocurre
es que la mujer no estaba dispuesta a aprovechar las
oportunidades positivas si ello implicaba acarrear
con consecuencias negativas. Este, y no otro, era su
verdadero problema. La codicia, y no la falta de vo-
luntad, era lo que le impedía tomar una decisión. Lo
quería todo: seguir siendo la hija querida por su ma-
dre y, al mismo tiempo, la esposa de su hombre. Lo
quería todo, y lo perdió todo.
22 LIBERTAD E IDENTIDAD
La dificultad de decidir es uno de los rasgos típicos
de las personas psíquicamente lábiles, dado que toda
elección implica la renuncia de lo descartado. Por
tanto, no es cierto que estas personas sean incapaces
de elegir, sino que, simplemente, no quieren
renunciar. No se pueden reconciliar con el hecho de
que no pueden tenerlo todo.
Pero volvamos a nuestro ejemplo. Atónitos, asis-
timos a cómo la mujer no ha aprendido absolutamente
nada de los sucesos vividos. Tras la despedida del
novio y la muerte de la madre, nuestra protagonista se
ve enfrentada a la decisión de cómo organizar su
futuro y, una vez más, no decide nada, o como
mínimo nada con sentido, porque quiere varias cosas
a la vez: el papel de «pobre chica» que le permite
compadecerse de sí misma y hundirse poco a poco, y,
además, una oferta de ayuda del exterior, como
demuestra la publicación de sus escritos. Lo que
debería haber aprendido —y que la logoterapia habría
intentado motivar con urgencia— es a decir un «sí»
bien alto y sincero a aquellos valores y consecuencias
que realmente le importen. Si el mayor de los valores
conscientes hubiera sido la madre, no habría seguido
viendo al novio, sino que habría marcado claramente
los límites de esa amistad. Si hubiera sido el novio,
habría intentado desprenderse de la madre. Y si se
hubiera dado cuenta de que ambas personas merecían
la pena, habría hallado algún acuerdo que vinculase el
matrimonio con el cuidado de la madre anciana. Lo
mismo se podría
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [...] 23
aplicar a su situación actual: si fuera consciente del
valor de su propia vida, no la desperdiciaría auto-
destruyéndose insensatamente.
A veces desafío a mis pacientes instándoles para-
dójicamente a querer hacer lo que hacen. Por ejem-
plo, cuando alguien bebe sin moderación, le digo
que lo haga pensando lo siguiente: «Bebo porque
quiero volverme alcohólico». A una persona que
siempre está cargando con el trabajo de los demás,
le digo que lo haga pero pensando: «Haré el trabajo
porque quiero que se aprovechen de mí». Si el pa-
ciente choca contra estas formulaciones absurdas,
se dará cuenta de la distancia que existe entre lo que
hace y lo que quiere, y deberá preguntarse por
qué hace algo que no quiere. Normalmente, el pa-
ciente alude a debilidades psíquicas o miedos de
cualquier índole que, según él, son más fuertes que
su voluntad, pero se le puede asegurar de manera
convincente que su voluntad sería lo suficientemen-
te fuerte si lo que él quiere tiene un valor y un sen-
tido suficientes para él. A partir de ese momento se
abre una puerta a la búsqueda de cuestiones verda-
deramente importantes que, si se cruza, permitirá al
paciente acercar cada vez más sus actos a sus vo-
luntades, cosa que no ocurría en su conducta adicti-
va. Éste es el carácter preventivo para adicciones
del segundo «paquete de ayuda» de la logoterapia.
24 LIBERTAD E IDENTIDAD
III. Mantener las decisiones llenas de sentido
Cuando se toman decisiones con sentido pero no se
mantienen, vuelven a perder su cualidad protectora y
se transforman precisamente en factores de riesgo.
Una persona que se echa constantemente atrás de sus
propias decisiones corre incluso más peligro que otra
que a duras penas consigue tomar alguna, porque
mientras ésta lucha por estar convencida de lo que
hace, aquélla actúa en contra de su propia convicción.
Por este motivo, la logoterapia considera importante
respaldar a las personas en el mantenimiento de
decisiones llenas de sentido. En la práctica esto
significa animar al paciente a que vea los
inconvenientes relacionados con su decisión como un
«precio» que hay que «pagar» por los valores para los
que sirve dicha decisión. De lo que se trata es de
poder estar satisfecho de lo que se consigue o se
puede conseguir y de encarar con serenidad los alti-
bajos de la vida.
Supongamos que un señor no muy adinerado tiene
que elegir entre comprarse un traje elegante, pero
caro, o una prenda barata de confección. Si se decanta
por lo primero, el precio que tendrá que pagar por el
valor de llevar una pieza de vestir noble es el de
ahorrar durante un tiempo y no poder permitirse
muchos gastos más. Si elige el barato, el precio que
tendrá que pagar por el valor del ahorro es el de no
poder lucir su traje nuevo en ocasiones solemnes y
destacar negativamente entre sus colegas.
L0G0TERAPIA Y PREVENCIÓN |... I 25
Pues bien, habrá hombres que se comprarán el
traje caro y después se lamentarán porque ya no les
queda dinero, y habrá otros que elegirán la prenda
sencilla y después se quejarán porque encoge o no
les queda bien. Da igual la manera de decidirse o el
sentido que la decisión pueda tener en su situación
personal: siempre tendrán algo por lo que refunfuñar
o que criticar porque únicamente se fijan en el precio
que hay que pagar. Esto hace inevitable la infelici-
dad, porque el sentido profundo de cualquiera de las
decisiones desaparece de repente, tan pronto como
la ejecución de la decisión exige alguna renuncia.
La situación cambia cuando se trata de un hombre
que, por la satisfacción de ir elegante, elige el traje
caro y está dispuesto a posponer de buena gana du-
rante meses otros placeres. En su caso, la satisfac-
ción perdurará. De forma parecida disfrutará de una
compra barata el hombre que se decanta por el traje
de confección —porque necesita el dinero para co-
sas más importantes— siempre que no le importe
ofrecer una imagen modesta. La metáfora del traje
caro o barato es aplicable, en general, a personas con
tendencias adictivas. Cuando por fin consiguen to-
mar la decisión sensata de ofrecer resistencia a su
adicción, estas personas no deben concentrarse ex-
clusivamente en el precio que hay que pagar por ello
(en forma de continuo autocontrol y férrea psicohi-
giene). También deberían acordarse del valor que
conquistan con su decisión: una vida sana desde la
autodeterminación y la dignidad. ¡Merece la pena
26 LIBERTAD E IDENTIDAD
pagar el precio de este valor! Cuántos adictos se ofus-
can porque, precisamente después de innumerables
intentos de curación, han visto cómo se recrudecía
su adicción. A menudo, lo que desencadena la si-
guiente recaída es la mera imprudencia, la «última»
copa de vino o el «último» cigarrillo que inicia la fu-
nesta caída. Pero a esta imprudencia sólo se llega
cuando se pierde de vista el valor por el cual se ha
pagado un alto precio y hay que seguir pagando si se
quiere conservar. Con su temática del sentido, la lo-
goterapia mantiene los valores espiritualmente pre-
sentes y pone de relieve el sacrificio, necesario en
cada momento, que merece la pena hacer «en nom-
bre de la realización de los valores». Aquí reside el
carácter preventivo para adicciones del tercer «pa-
quete de ayuda» logoterapéutica.
EN RESUMEN
Para encontrar un sentido en la vida hay que in-
dagar las posibilidades con creatividad y bajo cual-
quier circunstancia. Para tomar decisiones con senti-
do hay que renunciar heroicamente a las alternativas
con menos sentido. Para mantener decisiones llenas
de sentido hay que pagar «de buen grado» el precio
que cuestan. Seguramente no es fácil dominar este
carro de tres caballos, pero su efecto es altamente
protector porque compensa los riesgos de nuestra
frágil existencia.
¿De qué depende la dependencia?
Hay muchos tipos de dependencia, pero no todos
desembocan en una enfermedad mental. A pesar de
ello, todas las dependencias conducen a una vida li-
mitada en tanto que la forma de ser del hombre —lla-
mada «existencia»— no llega a su completo flore-
cimiento. Hay vidas que, al brotar, se marchitan.
A continuación presentaremos cinco tipos de de-
pendencia que abarcan en conjunto la práctica tota-
lidad de esta problemática. Todo ser humano que
tiene la oportunidad de hacerse adulto está obligado
a superarlos paulatinamente a medida que va cre-
ciendo.
I. La dependencia de efectos externos (o
de la aprobación de los demás)
El primer tipo consiste en la dependencia de los
efectos externos: la dependencia de la recompensa o
el castigo que esperamos cosechar en el prójimo co-
28 LIBERTAD E IDENTIDAD
mo consecuencia de nuestros actos. En este contex-
to, lo que está «bien» es lo que despierta el cariño
de los demás e impide el rechazo. Esta visión opor-
tunista se suele subestimar en la estructura de de-
pendencias, pero contiene extraordinarios elemen-
tos de crítica para valorar la salud y la estabilidad
mentales. Un ejemplo de ello son las personas que
se comprometen con su trabajo pero se orientan ha-
cia el éxito y que, cuando surge un fracaso inespe-
rado o una falta de amor repentina, se «apagan» y
pierden aquella energía inicial.
En general, diremos que en la dependencia de los
efectos externos siempre existe el peligro de ser
manipulado: no se actúa en libertad, sino siempre
guiado por la probabilidad de ser recompensado o
castigado.
II. La dependencia de efectos externos
especiales (o de la aprobación de personas
determinadas)
En este segundo tipo, la dependencia de efectos
externos se reduce a la dependencia de las opinio-
nes y actos de unas cuantas personas con las que
existe una relación particularmente estrecha. En es-
te caso, lo que estará «bien» es lo que guste y valo-
ren positivamente estas pocas personas. Aunque es-
ta reducción de la dependencia de efectos externos
supone, en principio, un avance, puede suponer un
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA? 29
agravante patológico, por ejemplo, en personas que
no se desprenden de los padres o de la opinión pa-
terna, o se someten a la influencia del jefe de una
secta.
En general, diremos que en la dependencia de efec-
tos externos especiales siempre existe el peligro de
estar sometido: no se actúa con libertad, sino bajo el
dictado de las ilusiones de otra u otras personas.
III. La dependencia de efectos externos
interiorizados (o de la aprobación de una
sociedad basada en valores transmitidos)
En este tercer tipo de dependencia, los efectos
externos se han interiorizado. Sigmund Freud ha-
blaba a este respecto del «superyó», una instancia
psíquica del ser humano que le instaría a seguir las
órdenes y normas de la sociedad a la que pertenece-
mos. Por consiguiente, lo que estará «bien» en este
caso será todo lo que coincida con la moral social.
A pesar de que esta interiorización de los principios
básicos de la convivencia humana constituye un
enorme avance si la comparamos con el culto a la
persona que se produce en los otros dos tipos, tam-
poco está exenta de peligro para la vida mental. Un
ejemplo de ello lo tenemos cuando una persona no
hace caso de la voz de su propia conciencia y aban-
dona el camino que le conviene por culpa de una mo-
da socialmente permitida.
30 LIBERTAD E IDENTIDAD
En general, diremos que en la dependencia de efec-
tos externos interiorizados existe el peligro de estar
determinado por fuerzas ajenas: se actúa con apa-
rente libertad, pero en realidad se sigue la experien-
cia y la voluntad de un colectivo.
IV. La dependencia de efectos internos
(o de la aprobación del estado anímico
propio)
Las sensaciones del afectado siempre han estado
incluidas en los tipos de dependencia citados hasta
ahora. Nos sentimos bien cuando recibimos aten-
ción y recompensa, cuando las personas cercanas
son un modelo a seguir y cuando sabemos que esta-
mos en armonía con el entorno social. Sin embargo,
todavía no hemos dicho que estar «bien» significa
sentirse bien. Decantarse por la buena sensación co-
mo patrón de conducta interno es un paso decisivo
en favor de la independencia de efectos y normas
externas. Sin embargo, este paso puede llevar direc-
tamente al cuarto tipo de dependencia: la dependen-
cia de los efectos internos, es decir, de cómo nos
sentimos después de un acto determinado. En este
caso, el peligro es obvio. El alcohólico, por ejem-
plo, se siente mal antes de tomar una copa y bien
después de hacerlo. El ludópata también se siente
mal cuando no tiene una mesa de juego delante y
bien cuando la tiene...
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA? 3 1
En general, diremos que en la dependencia de los
efectos internos el peligro de volverse adicto es in-
menso: no se actúa voluntariamente, sino bajo el yu-
go del propio estado anímico.
V. La independencia de efectos de cualquier
tipo y la dependencia de requisitos de tipo
especial (aprobarse uno mismo)
Sólo la persona totalmente independiente de efec-
tos externos e internos está capacitada para elegir
libremente sus actos, incluso cuando al elegir re-
cibe a cambio castigo, rechazo y condena de los
demás o pena y dolor en su alma. Sólo este ser hu-
mano libre estará en situación de cuestionarse el
«bien en sí mismo» y buscar las cosas buenas, in-
dependientemente de si le aportan ventajas o incon-
venientes y de si el mundo las reconoce o no co-
mo buenas. Sin embargo, en este nivel superior de
desarrollo acecha un último peligro (tipo de de-
pendencia número 5): el peligro de que el «bien
en sí mismo» sólo se haga si se cumple un requi-
sito determinado, a saber, que otras personas tam-
bién estén dispuestas a hacer el «bien en sí mis-
mo». Por ejemplo, muchos saben que la paz es
«buena en sí misma», pero sólo la firman si el
enemigo acaba la guerra. Y si no lo hace, será cul-
pable de que el «bien en sí mismo» no se haya he-
cho realidad.
32 LIBERTAD E IDENTIDAD
En general, diremos que la dependencia de requi-
sitos especiales a pesar de la independencia de efec-
tos de cualquier tipo alberga el peligro de la vanidad.
En este caso, se actúa con libertad pero siguiendo
un lema: «Si el otro no, yo tampoco».
Conclusión
De los cinco puntos anteriores se deduce que el
fenómeno de la «dependencia» depende principal-
mente de la importancia que se otorgue al antes y al
después de un acto autónomo. Si la importancia es
alta, también lo será la dependencia; si disminuye la
importancia, se podrá ponderar el sentido inherente
a la acción y orientarla hacia él. Entonces, y sólo
entonces, relucirá la verdadera libertad humana que
nos permite hacer que lo bueno ocurra a través de
nosotros si lo elegimos.
De estos puntos también podemos inferir algo
más. No cabe duda de que la dependencia es una re-
presentación fundamental de estadios tempranos del
desarrollo de la persona y un estado más o menos
natural que se extiende a lo largo de tramos prolon-
gados de la vida. Esto coincide con los resultados
de investigaciones sobre la formación de la perso-
nalidad y los procesos de desarrollo moral y religioso
desde la infancia. Los estadios considerados «supe-
riores» en cada momento son siempre los de mayor
independencia en comparación con los inferiores.
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA? 33
Sin embargo, habría que ver si de ello podemos ex-
traer la conclusión de que cada persona está obligada
a atravesar un estadio tras otro y que, por consi-
guiente, la evolución personal sigue el principio del
«pasito a pasito». Permítanme que, desde mi larga
experiencia en la práctica psicoterapéutica, contradiga
esta idea.
El ser humano está llamado a hacer realidad sus
más elevadas posibilidades. Desde su engendramien-
to, la persona está concebida para la libertad espiritual
y la realización de un sentido en sus actos. La
capacidad para la independencia y el conocimiento de
lo que es «bueno en sí mismo» están instalados en el
ser humano desde el principio. Los cinco puntos
detallados anteriormente y las distintas fases
evolutivas que notorios expertos en la psique humana
formularon mucho antes que yo dormitan en nosotros
como potencialidades antes de actualizarse, pero no
todos tienen la misma potencialidad. Los «niveles
elevados» siempre son los que nos esperan, nos atraen
y nos llegan, mientras que los «niveles inferiores»
siempre son los que se cierran cada vez más a
nosotros y nos repelen. Cuanto más dignos de la
persona son los estadios de desarrollo que hay que
alcanzar, tanta más potencia de actualización al-
bergarán para seres humanos como nosotros, y tanto
más «espontáneos» seremos nosotros para «des-
cubrirlos». De ahí que haya personas adultas que han
vivido durante años instaladas en un nivel de
dependencia infantil y que, repentinamente, son ca-
34 LIBERTAD E IDENTIDAD
paces de madurar porque han oído la llamada de la
libertad y la dignidad humana.
Por consiguiente, los expertos y profanos que tra-
bajan con personas afectadas por la problemática de
la dependencia tienen el deber de intensificar esa
llamada que desde el principio existe y que provie-
ne nada menos que del «bien en sí mismo». El as-
censo a la independencia interior puede producirse
sin rodeos ni reservas allí donde se reciba esta lla-
mada.
La búsqueda de identidad como proceso creativo
Cuando se habla de la diferencia cualitativa entre
la facultad de pensar animal y humana o, más ac-
tualmente, entre un superordenador y el cerebro hu-
mano, casi siempre se alude a la capacidad creativa
de la que carecen por igual máquinas y animales.
Las ideas artísticas o musicales, los intereses cientí-
ficos, las creaciones tecnológicas, la religión, la filo-
sofía, por nombrar sólo algunos ámbitos, son «domi-
nios humanos» por excelencia. Al ámbito creativo se
añade el cognitivo, es decir, el reconocimiento y la
formación de una identidad. Ningún animal es capaz
de valorarse a sí mismo como un «ser animal» ni
ningún aparato sumamente perfeccionado está en si-
tuación de clasificarse como «aparato» entre la abun-
dancia de cosas del mundo.
Si observamos el crecimiento de un niño desde
que empieza a actuar por reflejos e impulsado por
instintos hasta que se convierte en un joven mental-
mente adulto, vemos que el salto cualitativo a los
«dominios humanos» es continuo y no siempre en
36 LIBERTAD E IDENTIDAD
el marco de un proceso lento e imperceptible, sino,
en ocasiones, de manera repentina. Todo empieza
cuando, un día, el niño introduce una acción autó-
noma en la pura copia e imitación de actos, es decir,
crea una combinación que da como resultado una
forma que no tenía interiorizada. Esto sucede, por
ejemplo, al apilar las piezas de un juego de cons-
trucción o en el uso del lenguaje, cuando el niño in-
venta de repente frases propias, o también al pasear,
cuando se toman caminos por los que nunca se ha
pasado. La habilidad del educador se encargará de
fomentar y guiar estos saltos del niño a las acciones
creativas. Fomentar, porque la autonomía, la abun-
dancia de ideas y la creatividad son indicadores
satisfactorios de un desarrollo sano y positivo; y
guiar, porque un crecimiento «silvestre» de la iden-
tidad podría dañar la relación del niño con la socie-
dad, por ejemplo, si se inventa las palabras o si no
respeta las normas de convivencia. El difícil proce-
so de fricción entre la adaptación a los demás y la
personalidad propia, entre la asunción de la tradi-
ción y la creación de cambios, empieza con el pri-
mer paso infantil hacia lo creativo y ya no termina
jamás.
Si seguimos el desarrollo del joven, el siguiente
salto cualitativo que encontraremos será el aflora-
miento de la búsqueda de un ideario propio, aproxi-
madamente en la época de la pubertad. Con la capa-
cidad de pensamiento crítico llegan por primera vez
las preguntas sobre la religión y la sociedad a los la-
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD |... I 37
bios del joven que, hasta ahora, se ha limitado a ir
repitiendo lo que le decían. Todo lo que antes de la
pubertad se creía sin refutar, ahora se cuestiona, se
prueba, se agita, se le da la vuelta. Otra vez, el edu-
cador necesitará un tacto especial para, sin recurrir
a argumentos prefabricados, ayudar al adolescente
escéptico y obstinado a encontrar respuestas orien-
tadas hacia unos valores. La creencia en «lo que man-
tiene unido al mundo en lo esencial» siempre es el
producto de un acto creativo arduo y espiritual que
se inicia en la pubertad y que —en el mejor de los
casos— se hace bajo la atenta y paciente mirada de
las personas de referencia.
Cuando al final ya sólo quede dar el paso a la vi-
da adulta, nada pondrá trabas al último gran salto
hacia la realización creativa de la persona: el descu-
brimiento de la identidad propia, es decir, la percep-
ción de objetivos personales y del sentido de la vida
de cada uno. Partiendo de la capacidad, practicada
en la infancia, de actuar con fantasía y de una línea
ideológica fraguada en el impulso y la precipitación
adolescentes, a partir de ahora sólo habrá lugar para
la realización de la existencia humana en tanto indi-
viduo único, excepcional, irrepetible e insustituible.
Por desgracia, algunas personas no experimentan
en su desarrollo los saltos aquí descritos, lo cual tam-
poco se puede achacar únicamente a los responsa-
bles de su educación. A veces, las predisposiciones
de carácter ansioso, la seducción de los medios de
comunicación, las ideologías enfermizas, las influen-
38 LIBERTAD E IDENTIDAD
cias dominantes de los coetáneos y la inercia per-
sonal se combinan con los distintos obstáculos
que se interponen fatídicamente en nuestras vidas.
¿Qué ocurre entonces? Que el radio de acción cre-
ativo no se expande lo suficiente. No hay innova-
ción, el ideario no resiste y la persona no consigue
llegar a su identidad. Es una situación «existencial-
mente» grave, pero siempre quedan dos posibilida-
des para estas personas: o bien se esfuerzan por su
propia cuenta en recuperar enérgicamente lo perdi-
do, o bien rehusan reconocer honestamente sus de-
bilidades refugiándose en el mundo irreal de la hui-
da y la adicción.
Repetimos: es duro recuperar lo perdido, pero tam-
bién es posible. ¿Por qué es duro? Porque el arte de
crear requiere olvidarse de sí mismo con naturali-
dad y abnegación, mientras que el desertor y el
adicto solamente conoce el autoolvido embriaga-
dor. Pasar de lo segundo a lo primero implica trans-
formar completamente la actitud ante la vida, y eso
no resulta nada fácil. A continuación expondremos
algunas reflexiones a modo de ayuda:
El autoolvido natural y abnegado
Para empezar, nos adentraremos en la capacidad
natural y abnegada de olvidarse de uno mismo. Viktor
E. Frankl nos enseñó que el ser humano encuentra su
identidad trascendiéndose a sí mismo. Según él,
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD |... | 39
[,..] el ser humano apunta más allá de sí mismo. Nos
remitimos a algo que no somos nosotros. A algo o a
alguien. A un sentido que hay que satisfacer o a otro
ser humano con el que nos encontramos. A una cosa
a la que servimos o a una persona a la que amamos.1
Para Frankl, los proyectos creativos nunca se con-
ciben teniendo en cuenta exclusivamente los deseos y
necesidades propios, sino que también incluyen al
mismo nivel, cuando no prioritariamente, a las per-
sonas y cosas que nos rodean.
Diferentes estudios psicológicos avalan los puntos
de vista de Frankl. Un panadero satisfecho con su
profesión no se pasa el día pensando si le va bien
despertarse de madrugada o si le gusta o no amasar.
Un panadero satisfecho es aquel que está metido de
lleno en su oficio, que moldea la masa con habilidad,
inhala con fruición el aroma del pan recién hecho y se
concentra en vender un género excelente y mantener
una clientela fiel. De la misma manera, un médico
satisfecho no es aquel que está pendiente de la caja
registradora y lo único que hace es pensar en cómo
deshacerse de los pacientes molestos, sino aquel que
ha declarado la guerra a la enfermedad y la muerte e
invierte una parte de su ser en esta lucha.
Nadie puede identificarse primero con una profe-
sión y después disfrutar trabajando en ella, porque en
realidad sucede lo contrario: al principio se esta-
I. Viktor E. Frankl. Árztliche Seelsorge, Viena, Deuticke, 10a
edición, 1982. pág. 160.
40 LIBERTAD E IDENTIDAD
blece un compromiso con el trabajo en el que el Yo,
frente a las exigencias de la situación, se coloca vo-
luntariamente en un segundo plano. La atención del
que trabaja está «cautivada» en todo momento por
el sentido que debe ser satisfecho en cada acción y,
al mismo tiempo, de manera inadvertida y espontá-
nea, se produce el milagro de la obtención de iden-
tidad: la persona se aproxima a aquello que le gus-
taría ser, es decir, a sí misma.
La elección de pareja discurre por cauces pareci-
dos. Aquí también se produce un proceso de forma-
ción de la identidad que sólo se culmina cuando la
elección se orienta hacia un Tú del que el Yo se ha
enamorado. La esencia de la personalidad propia se
fortalece en la existencia feliz para el otro. Lo mis-
mo se puede decir de la elección de domicilio o de
cualquier otra decisión que abra nuevas perspecti-
vas en la vida de una persona. Por supuesto, las ne-
cesidades y las pulsiones vitales de cada individuo
siempre están presentes, pero únicamente se limitan
a hacer el «trabajo sucio» de un proceso creativo en
el que un «deber mundial autotrascendente» (por ín-
fimo que sea) permite al ser humano aspirar a obje-
tivos que solamente se abren a seres espirituales.
El autoolvido embriagador
A diferencia del anterior, el autoolvido embria-
gador hace que el individuo se olvide precisamente
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD |... I 41
de este «deber mundial autotrascendente» y se en-
tregue a una agitación interior que no se puede eli-
minar si no es con una dosis de anestesia que permita
pasar unas cuantas horas vegetando sin el menor
síntoma de intranquilidad. En este periodo exento de
compromiso, la alegría muere. La atención, que ya no
tiene ningún sentido que la «cautive», rodea al ego
con sus brazos y lo arrastra al remolino de la
autocompasión. «¡Oh! ¿Qué me está pasando?»
«¿Qué tengo?» «¿Cómo me siento?» Mirarse al
espejo es estremecedor. Se va esbozando una mueca
cada vez más sombría. Ángel Silesio sabía de lo que
hablaba cuando escribió los versos siguientes:
En el corazón de cada ser humano hay una imagen
de aquello a lo que aspira ser
y si no lo consigue
su paz nunca será completa.
De una cosa podemos estar seguros: el que se em-
borracha o se droga lo hace porque no ha encontrado
la paz interior, y la adicción tampoco proporciona esa
paz. Simplemente, ofusca al individuo y, al final,
puede matarlo. Y nadie sabe si realmente descansará
en paz...
42 LIBERTAD E IDENTIDAD
El «salto» necesario
Por tanto, todo desarrollo sano de la identidad re-
quiere un «salto» del autoolvido embriagador al auto-
olvido natural y abnegado. Pero ¿qué aporta este
salto? La respuesta, como suele suceder en la vida, es
relativamente sencilla: aporta el conocimiento de que
la realidad es más importante que su aceptación por
parte de nuestros sentimientos; que esta realidad sigue
existiendo incluso cuando huimos de ella para
refugiarnos en otro sitio; que se trata de la realidad
que nos rodea porque ella es el material del impulso
creativo que nos mueve desde tiempos inmemoriales;
y que no podemos escabullimos de intervenir
constructivamente en la realidad, por bueno o malo
que sea nuestro estado de ánimo en cada momento.
Quizá sea un discurso duro, pero esconde una sabi-
duría que Viktor E. Frankl reflejó, por ejemplo, en
estos dos breves fragmentos:
No cabe duda de que, al fin y al cabo, siempre es
mejor experimentar un malestar y que los médicos
nos aseguren que no hay nada fisiológico detrás.
Siempre será mejor que el caso contrario, es decir, no
notar nada y, sin embargo, arrastrar una lenta enfer-
medad latente [...].2
2. Viktor E. Frankl, Psychotherapie für den Alltag, Friburgo,
Herder, nueva edición, 1992. pág. 82 (trad. cast.: La psicoterapia al
alcance de todos. Barcelona. Herder. 1995).
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD |...I 43
PACIENTE: Todo me parece vacío, sin sentido.
FRANKL: ¿Qué es lo que cuenta para usted, la manera
como le parecen las cosas, o sea, vacías o llenas?
¿O lo único que cuenta para usted es que todo sea
importante?3
La argumentación de Frankl es obvia. Por su-
puesto, siempre es mejor no estar enfermo aunque
uno se sienta enfermo (como les sucede a los hipo-
condríacos) que estar enfermo y no notarlo (de mo-
mento). Siguiendo la misma lógica irrefutable, tam-
bién es mejor acometer algo con sentido y sentirse (de
momento) miserable (como en el «salto al auto-olvido
natural y abnegado») que hacer algo carente de
sentido y sentirse de maravilla (por ejemplo, al
consumir drogas). Por tanto, el mensaje que una
ayuda eficiente para adictos deberá transmitir es el
siguiente: el ser tiene preferencia sobre cualquier
ilusión emocional.
Y, simultáneamente, de manera inadvertida y es-
pontánea, se producirá el milagro de la obtención de
identidad...
3. Viktor E. Frankl. Logotherapie uncí Existenzcinaly.se, Wein-
heim, PVU, 3a edición, 1998, pág. 152 (trad. cast.: Logoterapia y
análisis existencia!, Barcelona, Herdcr, 1994).
¿Qué papel (no) desempeña la educación?
En repetidas ocasiones se ha negado terminan-
temente que la causa principal de la adicción resi-
da en la familia. De manera objetiva, la influencia
del factor educativo en la vida adulta asciende a
una tercera parte, siendo ésta una apreciación a la
alta, porque el medio educativo no constituye todo
el entorno de un individuo. La escuela, los amigos,
los medios de comunicación y las corrientes so-
ciales comparten con padres y familiares, en cali-
dad de agentes educadores, esta tercera parte de
influencia.
Los otros dos tercios de influencia en el desarro-
llo de un individuo los forman la herencia biológica
y la aportación espiritual propia.
Tras casi un siglo de exagerada veneración del
determinismo ambiental por parte de muchos cien-
tíficos, la era de la investigación genética moder-
na redescubrió la extraordinaria importancia de la
herencia. Actualmente nadie cuestiona la conside-
rable dote genética de las cualidades y capacida-
46 LIBERTAD E IDENTIDAD
des físicas y psíquicas que el individuo recibe en
el momento de su concepción como «capital ini-
cial». Cada célula del cuerpo humano tiene gra-
bado un completo programa de futuro que abarca
desde los gustos individuales a la esperanza media
de vida.
En cambio, el siglo xxi todavía no ha encontra-
do ninguna explicación a la enorme importancia de
la aportación espiritual propia. Tal como demues-
tra una interminable casuística, las personas con un
mismo origen o los gemelos con una misma heren-
cia se desenvuelven de una manera completamente
distinta en este mismo marco educativo y genético
y, por consiguiente, se convierten en personalidades
únicas e inconfundibles. La variopinta diversidad
de desarrollos que, por ejemplo, experimentan her-
manos procedentes de estratos supuestamente muy
marcados nos reafirma en la esperanza de que el ser
humano, en lo que respecta a su sustancia espiritual,
es mucho más que el origen que la casualidad y el
destino le han concedido. Uno de los pocos científi-
cos que siempre ha tenido en cuenta esta aportación
misteriosa del individuo en su propio devenir es
Viktor E. Frankl. Su temprano texto Der unbeding-
te Mensch, publicado en 1949, ya estuvo dedicado a
la cristalización de esta unión entre el espíritu y los
factores sociobiológicos, tal como podemos leer en
la primera página:
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA [... |? 47
Extracto de la introducción
Este libro intentará mostrar hasta qué punto el
hombre puede existir como un ser incondicionado (a
pesar de todos los condicionamientos). En estas pági-
nas demostraremos hasta qué punto el ser humano
siempre está por encima de su condicionamiento tác-
tico o, por lo menos, puede estarlo. Para hacerlo, nos
centraremos precisamente en aquellos hechos que pa-
recen limitar sorprendentemente el campo de acción
del espíritu humano, pero que también son capaces
de mostrar, de manera no menos asombrosa, cómo el
ser humano, a pesar de todo, todavía tiene la facultad
de levantar el vuelo en virtud de su libertad: nos refe-
rimos a esos hechos biológicos y psicológicos que se
resisten a la intervención del médico y, no en menor me-
dida, a la del neurólogo y el psiquiatra.
El condicionamiento fáctico y el incondiciona-
miento facultativo del ser humano van de la mano. El
neuropsiquiatra es, por definición, un conocedor del
condicionamiento psicofísico de la persona espiritual,
pero también es, precisamente por ello, testigo de su
libertad: el conocedor de la impotencia es llamado
aquí en calidad de testimonio de lo que nosotros de-
nominamos el poder de obstinación del espíritu.^
Estas excelentes palabras se pueden aplicar en la
práctica a todos los psicoterapeutas y, especialmen-
1. Viktor E. Frankl, Der leidetule Mettsch, Berna. Huber, 2a edi-
ción, 1984, pág. 67 (trad. cast.: El hombre doliente. Barcelona. Her-der,
1994).
48 LIBERTAD E IDENTIDAD no les ofrecen
drogas
¡influencia del entorno!
¡influencia del entorno!
te, a todos los trabajadores de una clínica de desin-
toxicación. Todos ellos son, por un lado, «conoce-
dores de la impotencia humana» y, por otro, «testigos
del poder de obstinación del espíritu», porque cada
día se enfrentan con el «soy así porque...» de sus
pacientes y, simultáneamente, con el «puedo cambiar,
aunque...» de esos mismos pacientes.
Los diagramas de la parte superior de estas páginas
ilustran gráficamente, tanto en la esfera individual co-
mo en la colectiva, esa tercera parte de influencia del
entorno de la que hablábamos. Se trata de un esquema
sobre el consumo de drogas (que representaría los de-
sarrollos negativos) y otro sobre la práctica musical
(un desarrollo positivo) en la juventud.
Ambos diagramas indican que, debido a la in-
fluencia del medio, dos de cada seis grupos de per-
Jóvenes
les ofrecen drogas
las toman
sin ofrecérselas también
las habrían tomado
ofreciéndoselas tampoco
las habrían tomado
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA |...|? 49
no tocarían el piano
espontáneamente
Jóvenes tocarían el piano
espontáneamente Herencia
¡influencia del entorno!
Entorno
sonas (una tercera parte) son desviados de sus pre-
disposiciones. Pero, al mismo tiempo, también mues-
tran que la última palabra, la última decisión al res-
pecto siempre la toma la propia persona. Jean-Paul
Sartre dijo, acertadamente, que «la libertad consiste
en cómo respondemos a lo que nos sucede». Por
tanto, el mito del todopoderoso factor educativo
pierde toda validez, así como la excusa que esgri-
men los adictos cuando echan la culpa de sus líos a
los padres, los camellos o al Estado. Nadie es vícti-
ma exclusivamente de sus circunstancias (excep-
tuando a los niños y a los que padecen enfermedades
cerebrales orgánicas). Todos configuramos activa-
mente nuestras circunstancias, aunque, naturalmen-
te, también podemos hacerlo para caer víctimas de
ellas.
no les les fomentan fomentan la música la música
dicen / dicen \ Aportación «sí» al ( «no» al | pr°P¡a piano \ piano
dicen no» al piano
50 LIBERTAD E IDENTI DAD
El factor «educación»
Examinemos a continuación el «factor educati-
vo». ¿Qué frutos puede dar la educación frente al peso
de la herencia y las aportaciones propias? La resig-
nación estaría aquí fuera de todo lugar. Toda educa-
ción abre puertas, a la humanidad o a la falta de hu-
manidad, en función de cómo sea. La educación no
garantiza que los adolescentes atraviesen esas puer-
tas en un futuro, aunque todo el mundo sabe que es
mucho más difícil atravesar una puerta cerrada. Por
consiguiente, si padres y profesores consiguen abrir
de par en par las puertas de la humanidad, obsequia-
rán a sus sucesores con el maravilloso regalo de po-
der andar sin trabas hacia una vida agraciada. De
ellos dependerá entonces tomar esa dirección, si así
lo desean.
Una de las puertas más atractivas hacia la hu-
manidad es la educación en el amor. Ya lo dice la
buena literatura especializada: los niños necesitan
amor. Pero no sólo eso, sino también capacidad pa-
ra amar, porque sólo gracias a la fuerza del amor
propio pasarán algún día de necesitar a ser necesi-
tados, y este paso de un nivel a otro será lo que cor-
tará definitivamente el cordón umbilical que los
mantiene en la infancia. El carácter crucial de este
cambio de niveles se ilustra en un proyecto modé-
lico que se puso en marcha en la década de 1980
del siglo pasado y que, para sorpresa general, fra-
casó. Los pedagogos lo idearon para impedir el fa-
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA |... |? 51
natismo y las agresiones en los campos de fútbol y
otros actos deportivos y proteger así a los especta-
dores de las peligrosas intrusiones de grupos de
gamberros. El proyecto consistía en proporcionar a
los agresores alternativas para satisfacer sus nece-
sidades, como, por ejemplo, peñas deportivas, cen-
tros de reunión para jóvenes, talleres artísticos y
sótanos acondicionados donde poder desahogar las
energías de manera «inofensiva» en colchonetas y
sacos de boxeo. Por desgracia, el resultado obteni-
do fue contrario a lo esperado. Las agresiones no se
recondujeron, sino que se recrudecieron. Lo que
se creía inofensivo degeneró en un dopaje de bruta-
lidad y las peñas se convirtieron en infiernos de la
droga.
¿Cuál fue el error de este planteamiento? Que no
se fue más allá del nivel de la necesidad. ¿Qué nece-
sitan los jóvenes para su desarrollo? Esto y aquello.
Pues lo tendrán. ¿Y si no se desarrollan positivamen-
te? Entonces, por lo visto, es que deben de necesitar
otras cosas y en mayor cantidad. Pues también las
tendrán... Todo quedó en un mero suministro de lo
que los jóvenes necesitaban y una ausencia de edu-
cación para ser necesitados. No se tuvo en cuenta la
mayor y más humana necesidad de los jóvenes: el
anhelo de ser ellos mismos útiles y valiosos para al-
go en algún momento y lugar.
Cuando, en su día, el famoso pedagogo Eduard
Spranger habló de la diferencia conceptual básica
que existe «entre dejarse llevar y sentirse responsa-
52 LIBERTAD E IDENTIDAD
ble»,2 dijo sin dudar que no basta con transmitir a
los adolescentes cuándo y dónde pueden dejarse lle-
var sin verse relativamente perjudicados, sino que
también tienen que aprender a asumir responsabili-
dades y, en caso necesario, controlar desde su auto-
nomía la presión acuciante de la frustración y los
instintos. Responsabilidad es ante todo conceder al
competidor la victoria merecida y esmerarse en no
hacer que los inocentes paguen por todo aquello que
nos fastidia. Pero para eso es necesario el amor en
su sentido más amplio y bello: amor por el juego
limpio, amor contradictorio por el adversario, amor
fundamental por el inocente e, incluso, amor por
uno mismo, por un Yo no mancillado por las «infa-
mias». Se necesita amor, pero no el que se recibe,
sino el que se reparte.
Una educación que se excede en la satisfacción
de necesidades está implantando una actitud de exi-
gencia en las mentes jóvenes que durará toda su vida.
Exigir alegría al ganar o ausencia de frustración al per-
der es algo que no se ajusta a la realidad. En el marco de
tales exigencias, cualquier pena se convierte rápida-
mente en un lloriqueo que aumenta aún más el pe-
sar. En cambio, una educación que hace que el
joven se sienta necesitado contribuirá al fortaleci-
miento ante los disgustos y a sacar lo mejor de cual-
quier preocupación.
2. Eduard Spranger en Hans Walter Bahr (comp.). Wege zur Da-
seinsgestaltung, 1952.
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA |... |? 53
¿Se ha eliminado de los planteamientos actuales
el error del ejemplo anterior? Un caso extremo nos
muestra que no. En agosto del año 2000 naufragó el
submarino atómico ruso Kursk. Durante días, los
equipos de rescate intentaron en vano salvar a la
tripulación de morir asfixiada. Las fotografías que
entonces se publicaron en la prensa mostraban la
desesperación de unos familiares que se agarraban
a cualquier atisbo de esperanza. En el Frankfurter
Allgemeine Zeitung, como en otros periódicos, se
pudo leer lo siguiente: «Mientras una mujer se des-
maya, la doctora sigue inyectando tranquilizantes
a los otros cuatrocientos familiares. El jefe de
psiquiatría del hospital de Murmansk justifica el
ataque con jeringuillas arguyendo que el uso de
tranquilizantes es una práctica corriente en situacio-
nes como ésta».
¿Qué necesitan los familiares desesperados? ¿In-
diferencia artificial? Pues la tendrán... ¿Se acaba
aquí la desesperación? Quien lo crea se está enga-
ñando. Mucho más digno habría sido reunir a los fa-
miliares para sentirse necesitados y, en este nivel,
confiarles la tarea solidaria de apoyarse y consolar-
se mutuamente. Y aún más útil habría sido reclutar
entre ellos a un «ejército de rebeldes» para levan-
tarse contra la guerra, las armas, los soldados y la
violencia. Pero lo más humano habría sido llorar
con ellos por la muerte de sus cónyuges, padres e
hijos para que, en el duelo común de todo un pue-
blo, pervivieran en el recuerdo.
54 LIBERTAD E IDENTIDAD
Estos ejemplos demuestran lo pernicioso que
puede llegar a ser el potencial adictivo que estos
errores de planteamiento albergan. El proyecto mo-
délico del siglo pasado hizo aumentar el consumo
de drogas en los clubes juveniles, mientras que el
ataque con jeringuillas de Murmansk convirtió en
yonquis a personas con un trauma psíquico. En am-
bos casos, la «droga» se proporcionó siguiendo el
lema: «¿Qué necesito para aguantar esta vida?». En
cambio, la buena educación apunta desde un princi-
pio a una divisa totalmente opuesta: «¡Lo resistes
todo porque la vida te necesita!».
Quien es consciente de ello es capaz de atravesar
la puerta abierta de la humanidad sin necesidad de
drogas, libremente y con paso decidido. Pase lo que
pase.
Relajación y fortalecimiento de la
voluntad
Como hemos dicho, el ser humano no es producto
ni resultado de los factores que influyen en él.
Provistos de este leitmotiv, adentrémonos ahora en
la temática de la adicción. Siempre que se habla de
ella, las cifras que se barajan acostumbran a ser dra-
máticas. Sólo en Alemania viven miles de heroinó-
manos, uno de cada ocho niños de entre 12 y 14 años
ya ha tenido alguna experiencia con las drogas y las
cifras oficiosas de casos de alcoholismo multiplican
por seis los datos recabados por las estadísticas. Ha-
ce años, el célebre psicoanalista alemán Horst Eber-
hard Richter sostenía en su libro Die Gruppe que
esta situación era «el resultado de un sinnúmero de
problemas encadenados, empezando por condicio-
nes de vida inhumanas y represión de la fantasía in-
fantil, y terminando por matrimonios deshechos y
estrés en las escuelas», pero nosotros no comparti-
mos esta opinión. La cultura de la vivienda en Ale-
mania es de las más lujosas del mundo. La fanta-
sía aflora, precisamente, cuando hay limitaciones,
56 LIBERTAD E IDENTIDAD
tal como demuestran numerosos informes de agru-
paciones de sectores discriminados. La cifra de hijos
de padres separados que se introducen en el mundo de
las drogas es insignificantemente mayor que la de los
hijos de familias intactas. Y, finalmente, la presión
educativa en las escuelas alemanas no ha aumentado,
sino todo lo contrario. Denunciar en público las cargas
externas como causas de las adic-ciones entraña un
serio peligro, porque de esta manera se fomenta la
idea de que estamos predestinados caer en ellas cada
vez que el azar nos hace víctimas de una de esas
cargas.
Además, no son tanto las «cargas» lo que debilita a
las personas, como las «descargas», y no es ninguna
idea absurda. Es cierto que la pobreza extrema puede
acarrear consecuencias físicas críticas (por la falta de
alimentos o los malos cuidados médicos), pero el polo
opuesto, es decir, la opulencia, es tanto más crítica
desde el punto de vista psicológico. La pobreza, como
mínimo, moviliza las fuerzas necesarias para salir de
ella (siempre que no se alie con el fenómeno de la
apatía), cosa que no hace la opulencia, que se instala
en un estado más bien carente de objetivos, sin
estímulos ni tensiones. Debido a ello, las sociedades
opulentas inventan las formas de entretenimiento más
desquiciadas a modo de compensación, como, por
ejemplo, navegar por Internet noches enteras, hacer
puenting desde los pasos elevados de autopistas o
divertirse en las discotecas a base de éxtasis y sonido
ensordecedor.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 57
Por ello no cabe duda de que en las sociedades
opulentas también se producen fatalidades y desgra-
cias que pueden hacer perder el equilibrio. Viktor E.
Frankl escribió unas palabras clarificadoras respecto a
los fenómenos agravantes que conducen a las
adicciones:
La persona que intenta embriagarse no soluciona
ningún problema ni elimina ninguna desgracia. Lo
que elimina es el mero resultado de la desgracia: la
pura sensación de disgusto [...]. El acto de ver no crea
el objeto ni el acto de apartar la vista lo destruye.1
¡Qué palabras tan ciertas! Una madre que toma
somníferos porque su hijo ha muerto no lo está re-
sucitando. Está huyendo de la realidad durante la
noche, pero no por ello la realidad se modifica lo más
mínimo. Lo que cambia, o, mejor dicho, disminuye,
es la fuerza de la madre para enfrentarse a la realidad.
Cuanto más dependa de los somníferos, menos
perspectivas con significado penetrarán en su nublada
conciencia y menos capacidad tendrá para aceptar y
seguir viviendo su vida a pesar de la terrible pérdida
sufrida.
Otra vez estamos ante la actitud fallida de preferir
una «apariencia» a un «existencia», que en el caso
citado se traduce en anteponer la apariencia del
1. Viktor E. Frankl, Árzlliche Seelsorge. Viena, Deuticke, 10a
edición. 1982. pág. 117.
58 LIBERTAD E IDENTIDAD
olvido agradable a la existencia del luto despierto.
Frankl comparó a estas víctimas deplorables de ilu-
siones efímeras con las ratas de laboratorio a las
que, con fines científicos, se implantan electrodos
en el centro del hambre del cerebro para que ellas
mismas, pulsando un botón, puedan enviarse impul-
sos eléctricos que les transmitan una sensación de
saciedad. Las ratas se convierten inmediatamente en
adictas a los impulsos eléctricos y a la consiguiente
satisfacción simulada del hambre y llegan a «satis-
facerse» hasta cien veces al día utilizando el botón.
Al mismo tiempo, ignoran el alimento real que reci-
ben porque han quedado saciadas, aunque sólo en
«apariencia». Cabe suponer que este tipo de engaño
es el mismo que sufren las personas que se entregan
con regularidad a mundos aparentes artificialmente
creados: se contentan con sensaciones erróneas y
dejan pasar de largo los verdaderos valores y tareas
con sentido de sus vidas.
Por consiguiente, podríamos resumir los motivos
existencialmente más significativos de la adicción de
la siguiente manera: o bien se busca anestesia para re-
peler un enorme dolor, o bien se busca el «subidón»
para llenar un vacío. Es decir: o bien la situación apu-
rada se ha vuelto insalvable, o bien el aburrimiento
se ha vuelto insoportable. Ambos extremos, tanto la
necesidad y la pena, como la opulencia y el aburri-
miento, incitan a huir de la realidad.
A continuación, partiendo de esta base, reflexiona-
remos sobre el trabajo psicoterapéutico con adictos.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 59
Terapia clínica
En los casos de consumo elevado de sustancias
adictivas, una psicoterapia de la palabra no tiene na-
da que hacer, ni tampoco la logoterapia. El enfermo
se encuentra espiritualmente «amurallado» y ningún
argumento ni ninguna palabra podrían llegar hasta
él. La dimensión existencial que lo caracteriza co-
mo ser humano se encuentra bloqueada y su fuerza
de voluntad está completamente anulada. Por ello,
el enfoque terapéutico inicial deberá intervenir en
los niveles corporal y psíquico del paciente. En el
primero, mediante una desintoxicación clínicamen-
te controlada, y, en el segundo, siguiendo un largo
programa de deshabituación completa. Si la depen-
dencia es de las drogas o el alcohol, es imprescindi-
ble ingresar al paciente. El infierno de la abstinen-
cia es poderosísimo e inimaginable para quien no lo
conoce, y aguantar a solas en este frente es casi im-
posible. Algunos enfermos lo consiguen —y por
ello se merecen un monumento—, pero la gran ma-
yoría es incapaz de hacerlo sin una sólida red social
a su alrededor, sin las estrictas indicaciones del per-
sonal médico y sin una supervisión constante.
En este momento, lo que realmente importa es
que el enfermo, que se halla en la cúspide de su carre-
ra adictiva, allí donde la vida flirtea con la muerte,
comprenda que la droga o el alcohol significan el fi-
nal, no inmediato ni biológico, pero sí cercano y,
sobre todo, de cualquiera de las manifestaciones de
60 LIBERTAD E IDENTIDAD
su dignidad. Lo que está en juego es algo más que la
salud del adicto. Es su lado más maravilloso, el
cual, al ocultarse, le hace comportarse como un si-
mio... Si el adicto logra entender esto en relación
con su deshabituación y su renacimiento espiritual,
gozará de unas posibilidades asombrosamente bue-
nas. El camino de la salvación será pedregoso y es-
tará flanqueado a ambos lados por los escarpados
abismos de la tentación, pero la vida se irá acercan-
do cada vez más en toda su plenitud. En cambio, si
el enfermo no lo entiende... Permítanme establecer
un segundo paralelismo con los resultados de las in-
vestigaciones etológicas en las ratas.
Las ratas son unos animales sorprendentemente
listos. Sin embargo, no gozan de muy buena fama
entre nosotros. A todos nos gustaría exterminarlas
de nuestras calles y casas, pero la inteligencia de es-
tos roedores no lo pone fácil. Si, por ejemplo, les po-
nemos un cebo con un veneno irreconocible para su
olfato, unas cuantas ratas devorarán la trampa y cae-
rán muertas. Pero los congéneres que han observado
el proceso extraen las conclusiones correctas y se
cuidarán en un futuro de comer de ese cebo. Con su-
ma rapidez, toda la población de ratas aprende a lo-
calizar el peligro inminente y evitarlo. ¡Todo un lo-
gro cognitivo para un cerebro tan pequeño! Pero
como el ser humano es un poco más inteligente que
las ratas, todavía consigue engañarlas e inventa un
cebo cuyo veneno actúa con un retraso de cinco días,
por ejemplo. Las ratas se lo comen y se van de allí
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 61
tan campantes. Con el estómago lleno, corretean por
los pasillos de sus moradas sin sufrir ningún tipo de
molestia y, cinco días después, aparecen muertas en
algún rincón alejado del lugar donde encontraron y
devoraron el cebo. En este caso, sus semejantes ya no
establecen ninguna relación entre comer y morir
porque el cerebro de las ratas no lo permite. Estos
cebos, y no los primeros, son los que diezman de
verdad la población de roedores molestos.
Por tanto, que nadie diga que los adictos que se
permiten reincidir no se parecen a estas ratas. La
adicción mata. Pero no inmediatamente ni en cinco
días, sino con un efecto retardado de semanas, meses
o años. Así, ¿quién es lo suficientemente estúpido
como para «morder el anzuelo»?
Terapia ambulante en dos fases
Supongamos que un paciente se ha «permitido»
finalmente pasar con éxito el complejo terapéutico
formado por la desintoxicación corporal, la desha-
bituación psíquica y la comprensión del peligro
mortal que entraña la adicción. En tal caso, será dado
de alta de la terapia clínica con unos valores san-
guíneos normales y una inculcada aversión a la sus-
tancia adictiva. De esta manera se podrá adentrar en el
pedregoso camino de la salvación. ¿Cómo le irá? En
la mayoría de los casos, el enfermo ya no dispone de
los recursos de su pasado «preadictivo» y sien-
62 LIBERTAD E IDENTIDAD
te un miedo atroz al futuro. Ahora se manifiesta, con
toda su fuerza, una urgencia existencial que apenas
se percibía en la época de la adicción. Ahora aflora
la pregunta de por qué merecía la pena hacer el es-
fuerzo para curarse y qué valor puede tener en la
abstinencia permanente una vida dañada. A un lado
del camino, un abismo abre seductoramente sus fau-
ces y susurra al oído del convaleciente: «¡Pero si ya
nada tiene sentido y, de todas maneras, tu vida está
echada a perder!». Al otro lado, otro abismo cuchi-
chea: «Además, eres demasiado débil para aguantar.
¡Abandona! ¡Disfruta lo que te queda y que pase lo
que tenga que pasar!».
Para levantar una «reja protectora» ante ambos
abismos es necesaria una terapia ambulante de dos
fases.
La primera tiene como objetivo acabar con la
creencia de que el enfermo es «demasiado débil».
Para ello son idóneos los ejercicios de relajación co-
mo el entrenamiento autógeno, el yoga o los siste-
mas de meditación que el paciente efectúa con la
ayuda de casetes. Una vez adquirido el dominio de
una técnica de relajación corporal, se intercalan fór-
mulas de entrenamiento sugestivo de la voluntad des-
tinadas a allanar el camino a la segunda fase, a la
conversación de búsqueda de sentido específica-
mente logoterapéutica destinada a anular el argu-
mento de la ausencia de sentido.
Los métodos sugestivos siempre operan en el ni-
vel psíquico, pero también pueden preparar la acti-
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 63
vación de fuerzas espirituales. Están especialmente
indicados cuando el paciente tiene poca capacidad
de resistencia y, por tanto, no puede confiar plena-
mente en sí mismo. Al mismo tiempo, no es oportu-
no sugerir directamente al paciente el objetivo de la
terapia, es decir, que tras la cura de desintoxicación
se propongan cosas como: «Adiós al tabaco», «Ya
no necesito la droga», «Nunca más volveré a tocar
una jeringuilla», etc. Estas intenciones acostumbran
a transgredirse con la misma rapidez con que se
asumen y su credibilidad cae en picado. El entrena-
miento sugestivo de la voluntad no se basa en la re-
nuncia al alcohol o las drogas sino en la creciente li-
bertad y fuerza de voluntad del paciente. Entre los
textos de relajación más habituales podemos encon-
trar las siguientes formulaciones: «No soy esclavo
de mis impulsos ni de mis sentimientos. Mi volun-
tad es libre y la consolidaré para rehacer mi vida.
Cada vez noto más esta voluntad interior; se va des-
pertando en mí de acuerdo con mis verdaderas ideas
y objetivos. Lo noto claramente: con su ayuda con-
trolaré mi vida. Y cuanto más difícil lo tenga, más
fuerte seré [...]».
Da muy buen resultado proporcionar a los pa-
cientes ejercicios grabados en casetes para que se
los lleven a casa, porque cuando están solos, sumi-
dos en un estado de ánimo inestable, todavía muy
enturbiado, y sometidos a las exigencias que entra-
ña el hecho de rehacer sus vidas, vuelven a aflorar
la inquietud y el desasosiego, y todas sus mejores
64 LIBERTAD E IDENTIDAD
intenciones amenazan con irse a pique. En momen-
tos así, exigir a estos pacientes que se tumben có-
modamente y realicen de memoria un ejercicio de
relajación sería pedir demasiado. Pero si sólo tienen
que poner un cásete y escuchar, se entregarán «sin
pensar» al efecto sugestivo de las fórmulas de repo-
so y, al mismo tiempo, se impregnarán de los con-
ceptos de libertad y fuerza de voluntad.
En su época de adicción, los toxicómanos solían
recurrir a un medio para transformar su estado inte-
rior. En la fase de desintoxicación se les ha quitado
o incluso prohibido este medio (destructivo), y en
su lugar se les ha proporcionado otro medio (cons-
tructivo): una cinta de cásete. Es posible que se vuel-
van a enganchar a él, pero en cualquier caso es mu-
cho mejor que el alcohol o las drogas. Además, al
final el cásete deja de ser interesante, porque el pa-
ciente se acaba sabiendo el texto de memoria y sólo
bastan unos minutos en posición de relax para que
todo fluya sin el menor esfuerzo.
UN EJEMPLO ILUSTRATIVO
Entre mis pacientes asistí una vez a una joven
con cinco hijos que, tras el ingreso de su marido en
prisión, había caído en un consumo abusivo de
somníferos. Un día, los vecinos oyeron gritar y llo-
rar a los niños y llamaron a la policía, que forzó la
puerta y encontró a la mujer medio inconsciente.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO |... | 65
Los hijos fueron puestos provisionalmente bajo la
tutela de familias de acogida durante la estancia de la
madre en un hospital. Tras el alta, la mujer vivía bajo
la amenaza de perder a los niños en caso de reincidir,
pero prometió que si se los llevaban a una residencia,
se suicidaría. Los médicos le recomendaron recibir
atención psicológica y fue derivada a mi consulta.
En nuestras conversaciones quedó claro que la
joven recurría a las pastillas cada vez que se sentía
angustiada por el futuro de su familia (un miedo to-
talmente comprensible cuando el marido se halla en la
cárcel) o cuando los hijos le hacían perder los nervios
(algo igualmente comprensible cuando se tienen cinco
niños pequeños que requieren, todos a la vez, la
atención de la madre). Sometida al estrés de estas
situaciones, la joven perdía los estribos y anhelaba el
efecto aliviante de caer en un sueño profundo.
Este cuadro era el ideal para aplicar los métodos de
relajación de Jacobson, que la mujer aprendió con
empeño. Cuando los dominó, fui introduciendo
fórmulas de entrenamiento sugestivo de la voluntad
del tipo: «Está tranquila, muy tranquila, nada puede
alterarla, sus miedos se han desvanecido, sus nervios
se han calmado, todas las preocupaciones están a un
lado [...]. Ahora concéntrese sólo en su firme
voluntad. La siente cada vez que respira. Su voluntad
penetra en todo lo que usted hace y está a su entera
disposición [...]. Lo nota intensamente: sí, usted
66 LIBERTAD E IDENTIDAD
quiere curarse, quiere estar sana, por usted, por sus
hijos, por el futuro [...]. Está tranquila y relajada, nada
puede alterarla [...]».
La paciente se habituó rápidamente a los casetes y
pronto llegó a la conclusión de que eran mucho más
eficaces que el valium que le habían recetado
(¡arriesgadamente!) en el hospital. Yo misma le grabé
una cinta adicional para conciliar el sueño, con efecto
despertador posthipnótico, con la cual sólo tenía que
extender el brazo y apagar el aparato desde la cama
por las noches para pasar suavemente de la relajación
al sueño. De esta manera, la mujer consiguió cuidar
perfectamente de sus hijos, cosa que notaron también
los vecinos. Poco a poco le fui proponiendo que
escuchase las cintas a un volumen cada vez más bajo,
hasta el punto de que sólo se oyera un susurro. Al
llegar a ese estadio, le expliqué que ya estaba lista
para llamar a la paz interior cada vez que la
necesitase, recordar su voluntad recuperada y llevarla
consigo en la actividad diaria tras la pausa de
relajación.
La joven también tenía que aportar pequeñas
pruebas del afianzamiento de su voluntad. Discutía-
mos sobre cómo tratar y superar las escenas y con-
flictos que solían ponerla en apuros. Por ejemplo, si
uno de sus hijos pequeños se negaba a comer la papi-
lla con la cuchara y llenaba toda la cocina de comida,
llegábamos a la conclusión de que eso no debía ser
motivo de agitación. La mujer debía reaccionar con
calma y, simplemente, guardar la papilla, limpiar al
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 67
niño, llevarlo a su habitación y no darle nada de
comer hasta que le volviera a tocar. La paciente
aprendió a ser más paciente y consecuente y a no
dramatizar pequeños sucesos, lo cual redujo rápi-
damente la probabilidad de reincidir en su pro-
blema.
Al cabo de varias semanas me dijo que ya no ne-
cesitaba los casetes. Cuando llegaban las tensiones,
era capaz de tenderse, tranquilizarse y, tal como ella
misma decía, «percibir su firme voluntad». Ante to-
do se había vuelto una persona equilibrada, con la
estabilidad necesaria para empezar las conversacio-
nes logoterapéuticas de búsqueda de sentido. Juntas
reflexionamos sobre todo aquello que, para ella y su
familia, pudiera contribuir de manera positiva y sa-
tisfactoria a cumplir con las tareas que ella misma
se propusiera. En primer lugar, estaba la obligación
de hacer de sus hijos unas personas buenas y ale-
gres, pero también tenía la tarea de ayudar a su ma-
rido a reintegrarse en la sociedad tras su vuelta de la
cárcel. Una decisión razonable fue la de inscribir a
los tres hijos más pequeños en una guardería de pe-
dagogía terapéutica. De esta manera, mientras los
otros dos hijos mayores estaban en el colegio, ella
podría ir a limpiar para mejorar el presupuesto fa-
miliar y permitirse algún capricho de vez en cuan-
do. La casualidad quiso que empezara en una em-
presa constructora donde había puestos libres para
trabajadores no cualificados. Tras integrarse en uno
de estos puestos y ver reconocida su aptitud, le pi-
68 LIBERTAD E IDENTIDAD
dio a su jefe que también diera una oportunidad a su
marido y lo admitiera a prueba tras su estancia en
prisión.
Un año después me encontré con la joven por la
calle. Iba con dos de sus hijos y una cesta de la com-
pra repleta. Radiante de alegría, se acercó a mí y me
contó que ella y su marido estaban trabajando en la
constructora y que ninguno de los dos —y, al decir-
lo, sus ojos brillaban de felicidad— había vuelto a
reincidir: ni él con el hurto, ni ella con los somnífe-
ros. «Los niños también notan que estamos bien en
casa —dijo—. Imagínese, hasta estamos ahorrando
para un coche de segunda mano. Será formidable,
podremos ir todos juntos los domingos a comer al
campo. Todavía conservo sus casetes para alguna
emergencia, pero creo que ahora ya tengo una vo-
luntad completamente firme. ¡Ya nada echará mis
planes por tierra!»
Le di la enhorabuena y le deseé toda la suerte en
el futuro.
El ingrediente logoterapéutico
Como en el caso de esta paciente, en muchas
ocasiones he conseguido, por la vía del entrena-
miento sugestivo de la voluntad, que personas emo-
cionalmente lábiles refuercen su voluntad porque
llegan al convencimiento de que disponen de más
capacidad de concentración y resistencia y, por con-
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...] 69
siguiente, son capaces de disciplinarse más decidi-
damente. A este respecto me viene a la memoria una
frase de Bertrand Russell:
Todo el bienestar que obtiene la humanidad viene
del intento de afianzar el bien y no de la lucha contra
el mal.
La ayuda a los adictos debería hacerse suyas estas
palabras. Para concluir, algunas reflexiones sobre la
última fase terapéutica, las conversaciones de
búsqueda de sentido.
Los terapeutas no pueden ofrecer ningún sentido,
sino que son los pacientes quienes deben encontrarlo.
Lo que sí puede hacer el terapeuta es señalar las opor-
tunidades de sentido. ¿Dónde, exactamente? Dentro
de los límites de cada uno. En cierto modo, los pro-
blemas individuales marcan los límites de cada per-
sona, los cuales se expresarían en frases como: «No
tengo ganas de esto», «No veo el menor atisbo de
esperanza», «Me siento débil y desanimado», «Estoy
solo y abandonado», etc. La libertad o la libre
elección se alojan en el interior de estos límites y no
fuera de ellos. La libertad consiste en emprender algo,
con o sin ganas, esperanza, ánimo o ayuda de los
demás. Libertad significa decir sí a algo, por o a pesar
de la calidad de ese algo. Lo que cuenta es elegir en
libertad, porque todo lo que no se elige se queda en el
arriesgado territorio de lo efímero. Lo que cuenta es
que entre las cosas realizables se elija
70 LIBERTAD E IDENTIDAD
lo que merece ser realizado, sea fácil o difícil. Es
necesario insistir constantemente en ello con los pa-
cientes, porque ellos mismos se encierran de buen
grado en sus límites y, al hacerlo, pasan por alto lo
que, a pesar de todo, pueden realizar y tienen enco-
mendado hacer «en nombre de la vida».
Un factor de estrechamiento de límites muy ex-
tendido es la autocompasion crónica. Actúa como
un remolino que absorbe al enfermo hacia un abis-
mo sombrío. A ella se añaden la disputa con el
destino, la estéril pregunta «¿Por qué yo?», los re-
proches a la familia y la sociedad (el clásico pre-
texto para justificar los propios defectos) y la
constante queja por las deficiencias de uno mismo
(«Soy así»). Pero incluso dentro de estos límites
tan estrechos todavía se pueden descubrir oportu-
nidades de sentido. Es precisamente en las expe-
riencias adversas y los destinos dramáticos donde
se esconde la oportunidad de obtener un beneficio
humano extraordinario a través de la superación
mental y espiritual de las influencias negativas.
Frankl denominó este proceso «la transformación
de una tragedia en un triunfo» y le atribuyó el su-
premo valor de la capacidad específicamente hu-
mana de obrar, con la que no se puede medir nin-
guna otra representación del esplendor del genio o
del intelecto.
Los argumentos de Frankl son el antídoto perfec-
to contra la autocompasion crónica y limitadora. Al
paciente se le explica que obtener éxito y satisfac-
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO |... | 71
ción en la vida es la cosa más fácil si uno encuentra
desde un principio las condiciones óptimas, si tiene
la comprensión y el apoyo de los demás y, quizá
también, si tiene un carácter estable. Pero cuanto
más dificultosa ha sido la situación inicial en la vida
de una persona, tanto más notable y digno de reco-
nocimiento será el más pequeño de los progresos
realizado por iniciativa propia. El paciente debe en-
tender que, por su pasado, puede sentirse enorme-
mente orgulloso del más mínimo empeño por salir
del remolino y tomar caminos más sanos. El trayec-
to que hemos dejado atrás no siempre muestra la ruta
hacia el futuro. A veces se necesita un desvío en el
presente o, incluso, un cambio de rumbo radical pa-
ra conquistar realmente el futuro. Si el paciente tra-
baja en esta dirección, escapará de su terrible pasado
y habrá realizado un acto heroico que nadie con un
pasado sin preocupaciones podrá nunca igualar.
Como vemos, la dependencia que los adictos tie-
nen que superar suele ser doble: la de la sustancia
adictiva y la de las circunstancias biográficas. El en-
fermo que sostiene «Como mis padres se han ocu-
pado poco de mí, he caído en el alcohol», estará en
caída permanente. Pero si da media vuelta y dice:
«Aunque mis padres se hayan ocupado poco de mí,
voy a organizar mi vida con sensatez», habrá dejado
de caer.
Resumamos las distintas fases de una terapia efi-
caz contra la adicción (hasta ahora hemos comenta-
do las cuatro primeras):
72 LIBERTAD E IDENTIDAD
I. Desintoxicación corporal (en hospital).
II. Deshabituación psíquica (en hospital).
III. Ejercicios de relajación y entrenamiento su-
gestivo de la voluntad (ambulante).
IV. Conversaciones de búsqueda de sentido (am-
bulante).
V. Asistencia (a intervalos más prolongados).
La logoterapia, que, según su fundador, es una
«psicoterapia desde lo espiritual y hacia lo espiri-
tual», puede intervenir con todo su instrumental en
la fase III, donde se habla de libertad y fuerza de
voluntad, y en la IV. Finalmente, en la fase V, la lo-
goterapia se enfrenta al enorme reto de la preven-
ción de recaídas, a la que está dedicado el capítulo
siguiente, centrado en el caso del alcoholismo.
Reflexiones sobre la asistencia a alcohólicos
En primer lugar, los objetivos de una asistencia
psicológica sólida van más allá de la prevención de
recaídas. La asistencia no debe limitarse a advertir de
la presencia de obstáculos e impedir que los con-
valecientes tropiecen. También hay que considerar el
camino por sí mismo: el sendero que espera ser
recorrido por una persona determinada, la vereda que
merece la pena tomar, la ruta que puede llevar a la
persona a la cima de su existencia como ser humano.
Quien va por su camino no tropieza con facilidad,
pero quien se limita a intentar no tropezar puede
equivocarse fácilmente de camino. La asistencia se
caracteriza por la búsqueda de lo esencial, la
dedicación a lo verdadero y, unida a un proceso de
curación, refuerza la conciencia de lo importante y
necesario que es recuperar la salud y de las posi-
bilidades que ello entraña.
El sentido de la vida no es estar sano y prevenir
las enfermedades, sino todo lo contrario. Estar sano y
prevenir enfermedades sólo es útil cuando la vida
74 LIBERTAD E IDENTIDAD
tiene un sentido. Referido a la problemática del al-
coholismo, podríamos decir que no beber no es nin-
gún sentido en la vida, sino el requisito indispensa-
ble para satisfacer un sentido en la vida. Debido a
ello, al final sólo consiguen no beber aquellos que
se esfuerzan por realizar un sentido y no los que lu-
chan por no beber.
Al hablar de un sentido en la vida no nos referi-
mos a un proyecto que se concibe y se aborda sim-
plemente para estar ocupado. Naturalmente, siem-
pre es bueno tener algo que acometer, sobre todo
porque significa tener un objetivo. Sin embargo,
hasta el mejor de los proyectos puede fracasar o
salir al revés. En ese caso, la recaída será más rá-
pida si el equilibrio interior de la persona depende B s
de la realización de un proyecto determinado. Esta
es una situación peligrosa porque todos nuestros
proyectos terrenales son susceptibles de ir mal.
Los buenos resultados nunca están garantizados y
la frustración, de un modo u otro, siempre está pre-
sente. Pero lo fundamental no es tener éxito en
nuestros proyectos ni poder mantenernos en el la-
do de los ganadores. Los objetivos individuales se
pueden perder, pero la llamada de sentido que se
produce en cada situación de la vida es perpetua y
está siempre al alcance. Incluso en el fracaso o la
frustración de los proyectos humanos es posible
satisfacer un sentido en función de cómo se ha aban-
donado un objetivo o con qué actitud se ha pos-
puesto un plan irrealizable.
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA |... | 75
Volvamos al párrafo esencial de la carta del alcohó-
lico «rescatado» que reproducíamos al principio de
este libro. Decía así:
A mi mujer, que me había dejado, entre otros mo-
tivos, por mi consumo excesivo de alcohol, no le iban
bien las cosas y yo quería conservar mi puesto de tra-
bajo para poder mantenerla, a ella y a nuestra hija.
Así que me volví abstemio.
No cabe duda de que, para el autor de esta car-
ta, la precariedad de los familiares más cercanos
ha sido un motivo de peso para la abstinencia. En
logoterapia lo denominaríamos un motivo auto-
trascendente, es decir, un motivo que va más allá de
la satisfacción de las necesidades propias y se orienta
al mundo exterior, al bien de una cosa o de una
persona.
Este alcohólico se ha dejado llevar por un mo-
tivo autotrascendente que parece extraordinaria-
mente esperanzador porque, como ya sabemos, el
ser humano sólo puede llegar a su verdadero des-
tino olvidándose abnegadamente de sí mismo. Pe-
ro supongamos que la esposa, que vivía separada
de él, hubiese conocido a un hombre rico y galan-
te que se hubiese hecho cargo de ella. ¿Qué habría
pasado? ¿El autor de la carta también habría deja-
do de beber? Lo habría hecho si entretanto hubiera
avanzado en el crecimiento interior, es decir, si
hubiera desarrollado la capacidad de estirar sus
76 LIBERTAD E IDENTIDAD
antenas espirituales y captar qué le depara la nue-
va situación.
Probablemente, le hubiese esperado un sentido
transformado. No ya el hecho de conservar el pues-
to de trabajo para mantener a la mujer y a la hija, si-
no, por ejemplo, para aparecer ante su hija como un
padre modélico, o para cultivar amistades y contac-
tos valiosos, o para plantearse nuevos retos labora-
les, o, simple y llanamente, para no convertirse en
un peso para la sociedad.
¿Y por qué el autor de esta carta debería haber
avanzado en su crecimiento interior? Porque antes
de decidir ser abstemio no poseía o, como mínimo,
no había dado muestras de poseer la capacidad de
captar con sus antenas espirituales la oferta de sen-
tido específica de cada nueva situación de la vida.
Sus palabras así lo revelan: «Mi mujer, que me ha-
bía dejado, entre otros motivos, por mi consumo ex-
cesivo de alcohol [...]». Si los posteriores apuros
económicos de la mujer proporcionaron un motivo
para dejar de beber por ella, el apuro psíquico de la
mujer durante el matrimonio y su declive no ha-
brían proporcionado un motivo menor para renun-
ciar al alcohol por la familia. Pero, por lo visto, en
esa época las antenas del hombre todavía no estaban
orientadas hacia la llamada de sentido que debió re-
sonar en su crisis matrimonial. Fue necesaria una
grave conmoción para que la llamada le llegara. En
lo sucesivo, todo dependerá de que sus antenas si-
gan desplegadas y sean suficientemente flexibles
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA |... | 77
para captar, durante toda la vida, las llamadas que
resuenan en cada momento y la finalidad de éstas.
El objetivo principal de la asistencia a adictos
nunca deberá consistir en recordarles hasta la sacie-
dad la amenaza constante que ejercen el alcohol o
las drogas sobre sus vidas, porque el enfermo ya
debe saber que la amenaza siempre existe, incluso
tras largos años de abstinencia (este conocimiento
era uno de los deberes teóricos y prácticos de la te-
rapia). Sin embargo, la tendencia a la adicción no
conforma toda la personalidad del adicto ni explica
la historia completa de su vida. Por ello, la presión
para reconocer humildemente una debilidad predis-
puesta nunca deberá ponerse como colofón a una
serie de medidas de rehabilitación. La asistencia de-
be ir más allá, es decir:
a) estimular al ex paciente para que ponga en
práctica sus propias aptitudes, y
b) potenciar su capacidad para percibir que me-
rece la pena hacerlo.
Sólo un proceso de búsqueda permanente de sen-
tido puede garantizar una protección óptima contra
la (seductoramente camuflada) autodestrucción. ¿Por
qué? Porque sólo de este proceso —de manera de-
licada, tierna y constante— puede surgir la autoes-
tima.
78 LIBERTAD E IDENTIDAD
La importancia de la autoestima
El autor de la carta dejó constancia escrita de
que, «de todas maneras, me despreciaba a mí mis-
mo por mi maldita debilidad».
Una declaración dramática, sin duda. Podemos
perderlo todo y salir ilesos, los bienes, el amor, la
amistad, el trabajo o la salud, pero no la autoesti-
ma, porque ella encierra la capacidad de existir
ante uno mismo y ante Dios. La autoestima es el
reflejo subjetivo de la dignidad objetiva e inalie-
nable del ser humano y no puede verse perjudica-
da por ninguna enfermedad, calvario o ataque, ni
siquiera por la muerte. En cualquier caso, nunca es
el reflejo de lo que el prójimo piensa de nosotros,
sino que coincide exactamente con la imagen que
tenemos de nosotros mismos. Uno puede aceptar
honestamente su propia existencia porque, por al-
gún motivo razonable, piensa que está bien exis-
tir; o también puede tener la sensación de que, en
general, no le importa existir porque, bien mirado,
no se considera necesario. La autoestima es nues-
tro sí a la existencia, la cual se halla íntimamente
unida a la voluntad de realizar los actos y mante-
ner las actitudes que en cada momento tienen más
sentido y se ajustan a nuestras circunstancias; la
existencia descansa en la decisión por un sentido.
Un ejemplo nos servirá para explicar esta compli-
cada reflexión:
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA |... ] 79
Un camarero de un barco tenía la obligación de
servir la comida a la tripulación. Un día, mientras el
camarero desempeñaba una vez más su tarea, el pri-
mer oficial se enfadó por un trozo de carne poco he-
cha que encontró en su plato a pesar de que ya había
informado repetidas veces a la cocina cómo quería
sus bistecs. El primer oficial se irritó tanto que montó
en cólera y lanzó el plato junto con su contenido
sobre la espalda del camarero, que estaba saliendo
del comedor. Éste no tuvo más remedio que barrer a
regañadientes los trozos de plato y comida y limpiar
las salpicaduras de salsa que quedaron en su chaque-
ta. Cuando acabó, se dirigió enfadado a su camarote
y se emborrachó. Por desgracia, lo encontraron ebrio y
tuvo que someterse más tarde a un proceso discipli-
nario que estuvo a punto de costarle el empleo.
¿Cuál es la idea central de este relato? Es la his-
toria de dos personas que acaban mal. Una es un
primer oficial que no puede evitar descargar sobre un
inocente un enfado causado por un suceso enervante.
Rompe un plato, echa a perder la comida y ofende a
otra persona. Por muchas excusas que tenga, a su
conciencia no le pasa por alto que estos actos no han
tenido ningún sentido, como tampoco el hecho de que
habría podido manejar con mayor sensatez su
indignación por una carne medio hecha. La habría
podido mandar de vuelta a la cocina o, incluso, habría
podido hablar directamente con el cocinero; también
habría podido ordenar medio en broma que a partir de
ese momento se colgara un cartel
80 LIBERTAD E IDENTIDAD
luminoso junto a la cocina con las sugerencias gas-
tronómicas de los oficiales, etc. Pero, claro, como a
él, el oficial de mayor rango, nadie le ha recrimina-
do nada, sale bien parado en el nivel interpersonal.
Pero, inevitablemente, le invadirá una sensación de
malestar, una leve sensación de vergüenza y culpa-
bilidad. En un futuro, esta «elección contra todo
sentido» le corroerá la autoestima. El primer oficial
no puede sentirse nada orgulloso de su colérica ac-
tuación estelar.
La segunda persona implicada es el camarero de
a bordo. Él también se enfrenta a un suceso ener-
vante y, al emborracharse, también descarga su ira
sobre un inocente: él mismo. Hasta el momento en
que recoge del suelo el plato roto, el camarero toda-
vía es capaz de mirarse con respeto, en paz y armo-
nía. Es cierto que lo han ofendido, pero la responsa-
bilidad de la ofensa la detentan otros, no él. De él
no ha salido ningún contrasentido. A él sólo se le
plantea una pregunta: ¿cómo reaccionará de manera
sensata al contrasentido sufrido? ¿Cuál puede ser su
mejor respuesta a este suceso doloroso?
Una vez en el camarote habría tenido tiempo para
pensarlo. Si se lo hubiese tomado, probablemente le
habría parecido sensato buscar un momento
tranquilo para hablar con el primer oficial y comu-
nicarle amablemente que la escena del plato no ha-
bía estado bien. Al fin y al cabo, el camarero no
había asado la carne. Esta actitud habría dado al pri-
mer oficial la oportunidad de disculparse ante el ca-
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA [...] 81
marero y zanjar el asunto concediéndole un breve
permiso. Así, el superior habría recuperado su auto-
estima y el camarero nunca la habría perdido. Más
aún, si el oficial le hubiese dado calabazas, el cama-
rero seguiría teniendo motivos para sentirse orgu-
lloso de sí mismo por el valor demostrado.
Pero el camarero elige el otro camino: el de huir
hacia el alcohol para ahogar las penas, es decir, la
continuación de un contrasentido ajeno en forma
de contrasentido propio. Después ya no podrá mi-
rarse con respeto, sino que se pone a la altura de su
adversario. Es cierto que le han hecho daño sin mo-
tivo, pero él también está aumentando el daño en el
mundo con el que se causa a sí mismo y con el que
habría causado a otros inocentes, como su familia,
si hubiese perdido el puesto de trabajo.
De esta historia podemos aprender que, desde
una perspectiva ética, lo que la vida nos ofrece es
irrelevante: alegría o dolor, afecto o rechazo, elogio
o crítica. Lo relevante siempre es nuestra forma de
reaccionar a todo esto y lo que sale de nosotros. Lo
esencial es la respuesta que damos a un suceso, ya
sea éste edificante o decepcionante; una respuesta
que nosotros mismos debemos determinar y de la que
debemos responsabilizamos.* Nadie se «hunde» só-
lo por una frustración, pero mucha gente con reac-
I. Viktor E. Frankl, Der unbewufite Gott, Munich, Kósel, 5;l edi-
ción, 1979, pág. 13 (trad. cast.: El Dios inconsciente, Buenos Aires,
Escuela, 1955-1966).
82 LIBERTAD E IDENTIDAD
ciones negativas a las frustraciones cae en desgra-
cia porque, como se muestra en el ejemplo anterior,
da continuidad a un contrasentido en vez de afron-
tarlo con sensatez.
Por ello, toda rehabilitación eficaz debe tener el
objetivo ineludible de hacer ver a los enfermos que
su autoestima nunca se verá alterada por el daño
que el destino les pueda deparar; que, a la inversa,
su autoestima se fortalecerá en la medida en que
afronten y soporten ese daño con valentía, siempre
que no puedan cambiarlo; y que, por el contrario, el
daño que ellos hagan, es decir, no el padecido, sino
el infligido, lo llevarán en su interior y mermará su
autoestima. En cambio, el conocido sentimiento de
vergüenza del alcohólico no es otra cosa que la voz
de su yo sano advirtiéndole insistentemente que la
bebida no es una respuesta con la que un ser huma-
no pueda afrontar los problemas de la vida, o al me-
nos no es una respuesta aceptable. Mientras esta vo-
cecilla hable, habrá esperanza, y todos sabemos que
no dejará de hablar mientras la chispa del espíritu
siga brotando en el ser humano.
Volvamos brevemente a la anécdota del barco.
¿En qué basamos nuestro optimismo al pensar que, a
pesar de tener un mal comienzo, la historia todavía
podría acabar bien? ¿Qué podría reconducir las co-
sas hacia un «final feliz»? Únicamente el arrepenti-
miento (despertado y activado por el sentimiento de
vergüenza) del primer oficial, que le permitiría ten-
der la mano a su subordinado y reconocer que siente
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA |... | 83
lo sucedido; pero también el arrepentimiento (des-
pertado y activado por el sentimiento de vergüenza)
del camarero, que le permitiría adoptar el firme pro-
pósito de no beber nunca más en horas de servicio,
pase lo que pase; o también el arrepentimiento de
ambos, que sería lo ideal. De ser así, nuestra historia
sería el relato de la transformación de dos personas
que se sienten culpables pero que, al liberarse volun-
tariamente de este sentimiento de culpa, van mas allá
de sí mismas y se convierten en seres humanos
adultos. Los «finales felices» no sólo se dan en los
cuentos, sino también en la vida real y siempre que
alguien se decide por lo que tiene sentido. Al tomar
esta decisión, la vergüenza sana se transforma en sa-
tisfacción edificante, la debilidad interior en fortaleza
interior y el conformismo con la propia personalidad
en posibilidad de cambio. Así lo confirma el autor de
la carta citada anteriormente: «Ahora puedo librarme
de la culpa con la que cargué tanto tiempo. Soy una
persona distinta».
Todavía falta aclarar un último punto: el referido a
hacer realidad la posibilidad de sentido cueste lo que
cueste. Parece una demanda demasiado exigente, pero
lo cierto es que el adicto tiene un destino difícil
porque ante todo prefiere lo fácil. ¿Que se aburre? Se
echa unas cuantas copas al coleto y a divertirse. Eso
es lo fácil. Lo difícil sería desarrollar la creatividad
para organizarse el tiempo libre de manera prove-
chosa. ¿Que es tímido e inseguro y se ve incapaz de
tener éxito? Un buen porcentaje de alcohol en la
84 LIBERTAD E IDENTIDAD
sangre y será capaz de superar ampliamente sus
propias barreras. Más difícil sería iniciar algo desde
la autosuperación a pesar de la timidez y la insegu-
ridad. Podemos poner muchos más ejemplos pareci-
dos, pero la esencia siempre es la misma: una sen-
sación desagradable que se elimina a corto plazo y
otra agradable que se crea a corto plazo, a cambio
de daños a largo plazo y una existencia desoladora.
¿Alguien puede entender qué hay de apetecible en
una sensación de placer efímera y qué hay de es-
pantoso en una sensación de disgusto pasajera? La
persona realmente libre es la que no se deja llevar
por los miedos o las ansias, ni la que no desea ni te-
me nada del ámbito emocional, sino la que se entre-
ga con naturalidad a una consonancia intuitiva con
la vida tal como es.
Una vez, durante una sesión de orientación, un
joven me planteó una pregunta provocadora: «Pero
¿qué tiene usted en contra del consumo de dro-
gas?». Ésta fue mi réplica: «Se lo voy a decir con
mucho gusto. Estoy en contra de cualquier tipo de
esclavitud. La droga le obsequia con una sensación
transitoria muy agradable. Pero también le roba la
libertad de no codiciar esa sensación, de no anhelar-
la constantemente, de no tener que estar continua-
mente pensando en ella. ¿Es que no sabe lo maravi-
lloso que es ser emocionalmente libre y no dejarse
irritar por cualquier sensación molesta cuya elimi-
nación le obliga a hipotecar su paz interior?». Mis
palabras hicieron reflexionar a este joven.
REFLEXIONES SÓBRELA ASISTENCIA [...] 85
Hay que admitir que nuestra época es poco amiga
de prevenir las adicciones. Las tendencias de la
sociedad occidental del ocio apuntan al ensalzamiento
del placer. «Disfruta del sabor», reza una publicidad
de cigarrillos. «Disfrute ahora, pague después»,
anuncia una sociedad de crédito. Es la esclavitud de la
era moderna. Para contrarrestar esta obligación de
disfrutar es necesario vivir con humildad y conservar
la paz interior. Si hacemos que las personas a las que
cuidamos vean esto, quizás algún día descubran la
riqueza de poder renunciar. A continuación
reproducimos un cuento del lejano Oriente que pone
de relieve como ningún otro los valores de la libertad
y la paz interior, y donde el lector imaginativo podrá
reconocer al rey Alcohol disfrazado de diamante
extraordinario.
La piedra2
El sannyasi llegó a las afueras de la aldea y acam-
pó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, un
aldeano llegó corriendo hasta allí y gritó:
— ¡La piedra! ¡La piedra! ¡Dame la piedra
preciosa!
—¿Qué piedra? —preguntó el sannyasi.
— La otra noche se me apareció en sueños
el dios
Shiva —explicó el aldeano—, y me dijo que al caer
la noche encontraría a un sannyasi en las afueras que
2. Tomado de Anthony de Mello, Warum der Vogel singt. Ges-chichten fiir das richtige Leben, Friburgo, Herder, 4
a edición, 1985,
pág. 103.
86 LIBERTAD E IDENTIDAD
me daría una piedra preciosa que me haría rico para
siempre.
El sannyasi rebuscó en su fardel y sacó una piedra.
—Quizá se refería a ésta —dijo, y se la entregó al
aldeano—. La encontré hace unos días en un sendero
del bosque. Por supuesto, te la puedes quedar.
El hombre observó la piedra con asombro. Era un
diamante. Probablemente, el diamante más grande
del mundo, porque era como la cabeza de un bebé. El
aldeano lo cogió y se fue a su casa. Pasó la noche
dando vueltas en la cama, sin poder dormir. A la ma-
ñana siguiente, al despuntar el día, fue a despertar al
sannyasi y le dijo:
— ¡Dame toda la riqueza que te permite despren-
derte tan fácilmente de este diamante!
¿Cómo sobreviven los familiares?
Viktor E. Frankl no sólo fue un médico y un filó-
sofo genial. También fue un montañero apasionado
que dominó las escarpadas paredes de los Alpes
austríacos. Frankl sabía exactamente lo que había
que hacer para salvar las dificultades del camino,
cuesta arriba y cuesta abajo. Los familiares de adic-
tos caminan durante años por terrenos particular-
mente difíciles, oscilando por altibajos, de las cimas
de la esperanza a los abismos de la desesperación, y
siempre «extenuados» a causa del enorme esfuerzo
que implica avanzar un paso sin caer junto con su
familiar adicto. A ellos van dirigidos los conoci-
mientos médico-filosóficos de Frankl que a conti-
nuación presentamos en forma de «consejos de al-
pinista». ¿Qué recomendaciones para salir ilesos
habría dado a los familiares de adictos este experi-
mentado guía de montaña y consejero personal que
a tantas almas doblegadas ayudó a atravesar los pe-
dregosos caminos de sus vidas?
88 LIBERTAD E IDENTIDAD
I. Comprobar el contenido de la mochila
Lo primero, igual que en la montaña, que cada
uno lleve su mochila. Lo importante no es que sea
ligera, sino que contenga lo necesario. ¿De qué sir-
ve la mochila más liviana si después, cuando esta-
mos en la cima, nos falta urgentemente lo que nece-
sitamos? Por tanto, la primera lección será hacer la
mochila. ¿Con qué cargamos? ¿Con cosas necesa-
rias o inútiles? ¿Qué abandonamos?
Revolvamos un poco por nuestra mochila: ¿qué
encontramos? ¡Preocupaciones, claro! ¿Son absolu-
tamente necesarias o podemos sacarlas antes de ini-
ciar la siguiente ascensión? Les revelaré un truco
sencillo que sirve de ayuda: primero, cuenten las
preocupaciones y, a continuación, el amor que hay
en la mochila. Si la cantidad es la misma, déjenlo
todo como está. El amor implica irremisiblemente
una preocupación por lo amado. Por un lado, es ne-
cesario preocuparse por la persona o la cosa que se
ama. Si no nos preocupásemos de verdad, la perso-
na o la cosa nos daría igual y dejaría de ser el objeto
de nuestro amor. Por otro lado, una mochila sin
amor se consideraría —a ojos del Señor— «dema-
siado ligera» para emprender un viaje a las cumbres
de la existencia humana.
Pero si al contar las preocupaciones encontramos
que éstas superan la cantidad de amor que hay en
nuestra mochila, será conveniente hacer un nuevo re-
cuento, porque significa que cargaremos con dema-
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 89
siadas preocupaciones inútiles que nos frenarán inne-
cesariamente el paso. Se trata de las preocupaciones
creadas no por el amor, sino por el miedo a algo. La
angustia es un lastre que pesa sobre nuestras espaldas
y nos hace perder rápidamente el aliento. Así como la
preocupación por una persona amada nos hace crea-
tivos, tolerantes y fuertes, el miedo es una fuerza con-
traproducente que cohibe y paraliza.
Es cierto que los problemas de adicción generan
perspectivas de vida aterradoras. Los adictos se ven
amenazados por enfermedades crónicas y cambios
catastróficos de personalidad, mientras que las per-
sonas de su entorno viven bajo la amenaza de la hu-
millación, la violencia y la ruina económica. Sin
embargo, el miedo a una desgracia inminente no
impide que ésta se produzca. Lo único que hace es
cubrir de sombras el periodo de tiempo anterior a la
desgracia, con independencia de que ésta llegue o
no. Conocí a una mujer que se pasó veinte años te-
miendo enfermar de cáncer y al final murió de una
simple neumonía. Las dos décadas que precedieron
al fatal desenlace de su afección pulmonar las vivió
de manera no menos fatal a causa del atormentador
miedo al cáncer. Una verdadera lástima. La práctica
psicoterapéutica nos enseña que el miedo anticipa-
torio a una desgracia es capaz de atraerla de una
manera u otra. El temor continuo induce a los facto-
res desencadenantes de crisis mentales y corporales
a tener reacciones erróneas justamente cuando lo
importante es reaccionar de forma serena y juiciosa.
90 LIBERTAD E IDENTIDAD
¿Cómo hay que poner coto al miedo? O: ¿cómo
se echa este lastre de la mochila? Para hacerlo, nues-
tro «guía de montaña» particular, Viktor E. Frankl,
formuló una singular receta paradójica: debemos
hacernos inatacables por nuestro miedo. ¿Que el
miedo nos amenaza con algo terrible? ¡Vale! ¡Que
se haga realidad la amenaza! ¿Qué puede pasar? Al
fin y al cabo, la vida humana es finita. No tenemos
nada eterno que perder, ni nuestros familiares tam-
poco. Quizás hasta tengamos algo que ganar en lo
relativo a cómo diseñamos nuestra propia finitud.
La mujer del miedo al cáncer citada antes perdió la
vida de una manera u otra; no fue de cáncer, pero sí
de una pulmonía. Sin embargo, perdió algo más, y
por ello es una lástima: perdió oportunidades en la
vida que se podrían haber llenado con algo más ale-
gre y variopinto que la visión de un futuro amena-
zador. Y todo lo que se pierde, se pierde para siem-
pre, de la misma manera que todo lo que se llena
con alegría también es para siempre.
Por ello, arrebatemos a nuestro miedo su capaci-
dad amenazadora declarándonos (hipotéticamente)
conformes con lo peor que pueda suceder y así
avanzaremos y haremos lo mejor de cualquier cosa
que suceda. Concretamente: pongamos a nuestro fa-
miliar adicto en manos de su destino, entreguémoslo
al más o menos empinado tobogán de la muerte por
el que se desliza. Ningún esfuerzo de sus allegados
conseguirá impedir la caída. Sólo su propia
firmeza lo rescatará. Por tanto, enfrentémonos sin
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 91
temor a su posible hundimiento y aprovechemos las
oportunidades del presente común que compartimos
con él.
II. Poner provisiones en la mochila
Ya hemos revisado el contenido de la mochila e
igualado los niveles de preocupación y amor, lo que
significa que hemos puesto en ella todos los buenos
deseos, esperanzas y bendiciones, toda nuestra dis-
posición y alegría para trabajar por las personas que
más nos importan. También hemos desempaquetado
cualquier posible miedo a eventuales sucesos terri-
bles del futuro. Llegados a este punto, sólo falta
conseguir «víveres» para reponer fuerzas durante el
viaje. En nuestro caso, las provisiones consistirán en
unas generosas dosis de humor que (según Frankl y
siguiendo el ejemplo de Heidegger o Binswanger)
merecería el calificativo de existencial, al igual que
la preocupación y el amor.
Ya en la vida «normal», el humor debe entenderse
como un exquisito viático destinado a prevenir
decaimientos que requieran un cuidado intensivo.
Su definición más inteligente es la que proporciona
la cultura popular, según la cual humor es reír a pe-
sar de todo. En nuestra mochila no puede faltar es-
te rasgo obstinado del humor para paliar las emer-
gencias que puedan producirse durante la ascensión.
Cuando la rocalla afilada nos hace perder el equili-
92 LIBERTAD E IDENTIDAD
brio, las paredes empinadas nos parecen insalvables
y la pendiente que bordea el camino es vertiginosa-
mente profunda, entonces recurrimos a la obstina-
ción no encarnizada, sino sonriente que, con alegría,
nos permite ver que hasta los obstáculos tienen asi-
deros y las pendientes hondonadas, y que, por enci-
ma de todo, el sol luce y hace brillar las rocas afila-
das para que la ascensión no parezca tan fatigosa.
Humor es apartarse del minúsculo excursionista que
somos en relación con la gigantesca montaña, sepa-
rarnos de nosotros y de nuestros problemas y, desde
la distancia, volver la vista atrás, riendo y llorando
a la vez, para contemplar la pequeña figura que se
esfuerza, unas veces en la dirección equivocada y
otras sin conseguir apenas avanzar, pero, al fin y al
cabo, escalando el camino que le corresponde.
Tuve a una paciente cuyo marido, por obligacio-
nes profesionales, sólo podía estar en casa con su
familia unos pocos días al mes. Una vez que expresé
ante la mujer mi sorpresa por haber mantenido el
matrimonio a pesar de esas circunstancias, porque
conozco muchas parejas en las que uno de los cón-
yuges se viene abajo por un mero fin de semana de
guardia o un turno de noche, la mujer respondió es-
pontáneamente que, por suerte, ella y su marido no
tenían tiempo para discutir. Los pocos días que pa-
saban juntos eran como una luna de miel y cuando
todo empezaba a volverse rutinario, su marido ya
tenía que partir de nuevo. Tratándose de una mujer
que ha tenido que criar a tres hijos prácticamente
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 93
sola, esta manera de ver las cosas es digna de consi-
deración. Tras su sonrisa se escondía algo mucho
más serio: la voluntad de mantener la familia unida.
III. Practicar el compañerismo de montaña
La palabra «unión» es un concepto clave para nues-
tra excursión. Ahora que ya tenemos las mochilas
hechas —con mucho amor e igual cantidad de preo-
cupación, sin miedo y con la conveniente pizca de
humor—, debemos emprender la marcha sin pen-
sarlo dos veces y tomar el trayecto especialmente
indicado para hacer sudar al excursionista que reco-
rre el mundo. Considerémoslo un «trayecto imagi-
nario de prueba» en el que se comprobará si el peso
que llevamos a nuestra espalda nos hará flaquear o,
por el contrario, nos hará más fuertes.
Básicamente, se trata de que la unión entre las
personas aumente conforme aumenta el grado de
peligro. Por eso los escaladores nunca pueden dejar
a un compañero en la estacada. Los familiares de
personas con alguna patología psíquica tienen una
obligación parecida. Tan pronto como se anuncia el
drama, lo más urgente es permanecer unidos y no
empeorar la situación con discusiones. Es com-
prensible, pero, desgraciadamente, existe una tram-
pa llamada echar la culpa en la que cae hasta la
mente más sensata. En este sentido, los escaladores
lo tienen más fácil, porque nunca se reprocharán
94 LIBERTAD E IDENTIDAD
mutuamente un cambio de tiempo brusco o una tor-
menta de nieve repentina. Por el contrario, en la vi-
da normal es más complicado. Las épocas de crisis
hacen que los afectados se pregunten con vehe-
mencia cómo se ha podido producir la crisis y, nor-
malmente, nunca encuentran ninguna explicación
adecuada. Han intervenido miles de casualidades,
las historias pasadas arrojan sombras muy largas, el
radio de influencia social es difícil de determinar y
las decisiones libremente tomadas por una de las
partes no se pueden atribuir obligatoria o lógica-
mente a ninguna causa, porque entonces ya no se-
rían decisiones libres.
Por ejemplo, si un miembro de la familia se suici-
da, lo cual es de las peores cosas que le puede pasar
a una familia, es científica y humanamente imposi-
ble determinar a posteriori por qué ha sucedido. Na-
turalmente, se podrán hacer conjeturas y reconstruir
todo tipo de «motivos» para explicar el hecho, pero
hay que admitir honestamente que todos y cada uno
de nosotros tendríamos continuamente «motivos» para
quitarnos la vida. Todos tendríamos suficientes
preocupaciones en la mochila como para decidir que
no queremos seguir la excursión. Sin embargo, se-
guimos el camino porque en nuestro equipaje tam-
bién llevamos suficiente amor: a la vida y a sus obli-
gaciones. Entonces, ¿por qué una persona ha perdido
todo el amor de su mochila? No lo sabemos, pero sí
podemos asegurar que no ha sido solamente porque
sus preocupaciones fueran muchas...
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 95
En el suicidio pueden intervenir a la vez distintos
factores: la propensión depresiva o una predisposición
enfermiza, una situación externa triste, una decepción
amarga, la falta de confianza y muchas cosas más. Sin
embargo, no hay que indagar en la decisión final del
afectado. Es una decisión procedente del fondo de su
persona que no se puede clarificar, sino simplemente
respetar.
Por consiguiente, cuando una familia se ve afec-
tada por una tragedia de esta índole, lo peor que
pueden hacer sus miembros es reprocharse mutua-
mente que éste o aquél ha conducido al muerto al
suicidio, que esto o aquello tiene la culpa de su acto
desesperado, etc. Es cierto que la culpa forma parte de
la vida humana, nadie dice lo contrario, pero nunca
nadie es culpable de la decisión de otro, sino
únicamente de las decisiones erróneas propias y es
con éstas con las que cada uno tiene que tratar, ya que
no necesita que nadie se las eche en cara. No se puede
convencer ni disuadir a nadie de la auténtica culpa.
Por mi experiencia, la auténtica culpa se refleja en el
fondo de la conciencia de la persona y, en lo que
concierne a los actos del prójimo, no tenemos la más
mínima libertad, ni siquiera como padres, con
respecto a los actos de nuestros hijos.
Por ello, lo más importante —que también suce-
de— es acercarse y permanecer unidos, porque juntos
las cosas se llevan mejor. Y otra cosa que no hay que
olvidar: ¡cada uno lo lleva a su manera! Quien
aparenta que las cosas no le afectan, en realidad no
96 LIBERTAD E IDENTIDAD
es así. El dolor tiene mil caras. Una vez, una madre
que había perdido a su hijo un año antes me explicó
con amargura que su marido siempre lo había recha-
zado y que una muestra de ello, entre otras cosas, era
que nunca visitaba su tumba. La mujer decía que ella
iba al cementerio cada día. Dos semanas después ha-
blé con el marido. Cuando abordé el tema «hijo», el
hombre me reveló entre sollozos que era incapaz de
estar junto a la tumba de su descendiente fallecido.
Sólo el hecho de pensarlo le provocaba un nudo en
la garganta...
Como decíamos, el dolor tiene mil caras, y para
mitigarlo no hay que verter sobre él ningún repro-
che cuya justificación sea, además, extremadamente
dudosa. Al contrario: siempre hay que poner el
consuelo y el compañerismo por delante. De la mis-
ma manera que en la niebla o la tormenta los esca-
ladores deben tenderse la mano mutuamente, los fa-
miliares de adictos deben hacer lo mismo: avanzar
con paso firme a través del dolor sin hablar de quién
tiene la culpa.
IV. Trazar un plan de ruta
La psicoterapia general nos enseña que, en la me-
dida de lo posible, no debemos dejar que los con-
flictos nos corroan por dentro. Por otro lado, resol-
ver emocionalmente una disputa no siempre sirve
para allanar diferencias, porque a veces no se puede
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 97
evitar la caída de un rayo, tanto en la montaña como
en los corazones de las partes en conflicto. Por ello, la
logoterapia propone una solución intermedia: ela-
borar un acuerdo que resuelva (provisional o defi-
nitivamente) la situación conflictiva.
Dependiendo de las circunstancias, el acuerdo pue-
de ser común o unilateral. Si, por ejemplo, el con-
flicto consiste en que a una persona le molesta el
elevado volumen con que el vecino escucha la música
por la radio, un acuerdo mutuo podría ser tolerar la
música durante el día hasta las cinco de la tarde y, a
partir de esa hora, usar auriculares. Si el vecino no se
aviene a pactar, se podría llegar al acuerdo unilateral
de aislar acústicamente la pared que da a la casa de
donde viene la música. Naturalmente, ninguno de los
dos acuerdos es el ideal. Tolerar la música alta
durante el día o gastar en aislamiento acústico
requiere un sacrificio. Sin embargo, si el acuerdo se
adopta realmente desde dentro de cada uno, siempre
será mucho mejor que una lucha vecinal constante,
porque entonces el sacrificio no se vivirá como algo
«provocado por un mal vecino», sino como una «reac-
ción razonable» a una situación desagradable.
Un acuerdo interior también puede apaciguar un
conflicto haciendo que dos exigencias no se simul-
taneen, sino que se sucedan, lo cual suele ser nece-
sario para la vida. Una vez, un tornero paciente mío
estaba junto a su máquina, concentrado en su manejo.
Mirando por el rabillo del ojo se dio cuenta de que
uno de los trabajadores se mostraba aquella ma-
98 LIBERTAD E IDENTIDAD
ñaña visiblemente deprimido. Mi paciente quiso in-
dagar en lo que le sucedía a su compañero, pero sin
desatender el funcionamiento del torno. La conver-
sación le distrajo y el tornero acabó con la yema de
uno de sus dedos enganchada. El resultado final fue
que el compañero deprimido tuvo que ofrecer su
ayuda en lugar de recibirla.
Durante la siguiente sesión terapéutica analiza-
mos la escena relatada por mi paciente. Él recono-
ció que habría podido resolver de forma óptima el
conflicto si hubiese llegado a un acuerdo interior.
Por ejemplo: acabar primero el trabajo tranquila-
mente y después, durante el descanso, hablar con
el compañero sobre el problema. De haberlo he-
cho así, habría apartado provisionalmente la preo-
cupación por el otro, lo cual le habría permitido
concentrarse completamente en el trabajo para,
posteriormente, concentrarse completamente en
su compañero.
Trabajo Trabajo
Conflicto
Acuerdo: •plan de rula-
Compañero Compañero
En caso de conflicto no estamos por lo que hacemos, pensamos en
ambas cosas a la vez y actuamos sin decisión.
Gracias al acuerdo nos decidimos primero por una cosa, después por la otra y las dos se hacen
como es debido.
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 99
Por supuesto, en este caso tampoco evitamos el sa-
crificio. Reducir un conflicto a una sucesión temporal
implica «paralizar» durante horas, días o incluso me-
ses una cuestión acuciante hasta que llegue el momen-
to adecuado para ocuparse intensamente de ella. El
acuerdo consistente en resolver una cosa tras otra se
asemeja a un «plan de ruta» para ir de un tema a otro y
así evitar el zigzagueo agotador. La persona que es ca-
paz de trazar planes de ruta se puede considerar afor-
tunada, porque no sólo le favorecerán en sus excursio-
nes por montañas escarpadas donde lo principal es la
constancia y la paciencia, sino también en las situacio-
nes estresantes de la vida donde las empresas difíciles
sólo se consiguen, precisamente, «paso a paso».
En el caso particular del sufrimiento de familia-
res de alcohólicos, drogodependientes, desemplea-
dos o delincuentes, esto se traduce en:
a) permanecer unidos^tal como hemos comenta-
do), y
b) acordar (a ser posible, en grupo) qué proble-
mas para el adicto deben ser tomados en considera-
ción y cuales no; cuándo está preparado para recibir
apoyo, cariño y dedicación y cuándo no; hasta dón-
de se soportan entre lamentos sus excesos y a par-
tir de dónde hay que mostrarse impasibles con él.
Para ello no hay reglas universales, pero los acuer-
dos interiores tomados en firme facilitan la comuni-
cación con el adicto y, en cualquier caso, proporcio-
nan una línea de actuación clara para todos.
100 LIBERTAD E IDENTIDAD
V. Permanecer en la cima
El hombre es un ser cultural y lo sigue siendo en
los «circuitos de prueba» en los que la vida lo ex-
plota hasta la extenuación. El olfato para lo valioso,
bello, misterioso o numinoso nunca le abandona por
completo, tal como demuestra Viktor E. Frankl en
sus estudios de los campos de concentración de la
Segunda Guerra Mundial. Por ello es importante y
beneficioso mantener un nivel cultural mínimo pre-
cisamente en las malas épocas. La cultura nos esti-
mula, nos inspira, nos saca del tedio de la cotidiani-
dad e impide que nos instalemos en la apatía y la
rigidez mental. Quien lee un libro interesante, escu-
cha su música preferida, aprende por placer un poe-
ma de memoria, se hace un bonito vestido o visita
una exposición, está alimentando su mente y abrién-
dose a las pequeñas cosas que iluminan la vida. Pero
cuando parece que este resplandor se extingue, las
evitamos categóricamente. La mejor lectura y el
concierto más imponente no parecen alegrarnos. La
moda más elegante y la exposición más concurrida
no nos llaman la atención. A pesar de ello, es reco-
mendable no dejar que nuestro nivel cultural des-
cienda. La cultura no es un objeto de placer, sino la
expresión de nuestra condición humana y, por con-
siguiente, un bien inalienable que debemos arrastrar
hasta en las épocas de mayor penuria.
No nos dejemos llevar por la mentalidad del «to-
do o nada». Que un miembro de la familia se haya
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 101
vuelto «loco» no es motivo para desatender la casa,
descuidar nuestro peinado, no poner plantas en el
balcón o no tararear una cancioncilla. Debemos
pensar que al enfermo no le beneficia en nada la
ruina de nuestra vida cultural, más bien le carga con
un mayor descontento. Tampoco tenemos que aver-
gonzarnos de una miseria que, como suele suceder
en la problemática de las adicciones, nadie es capaz
de atenuar para el enfermo. La existencia propia se
asegura en el seno de una atmósfera de cuidados,
manteniendo una serenidad digna y siendo cons-
ciente de que, a pesar de las dificultades, todavía
hay posibilidades de las que podemos disponer.
Cuando nos vemos obligados a presenciar incon-
tables contrariedades sin poder hacer lo más míni-
mo al respecto, no sólo nos limitamos a ser testigos
de ellas, sino que también vemos lo que hay de sa-
tisfactorio y edificante más allá de ellas. Puede es-
tar escondido o ser inalcanzable con la mirada, igual
que la cima de una montaña entre las nubes que só-
lo se manifiesta cuando nos aproximamos a ella.
Una vez me explicaron la historia de un hombre
con los pulmones totalmente destrozados por el cán-
cer. Antes de morir, se pasó catorce meses en el hos-
pital, totalmente consciente, conectado a un pulmón
artificial. La esposa no se separó de su cama ni un
solo día. Durante ese tiempo, ambos conversaban
con el mismo fervor y cariño con que lo hacían an-
tes. Diferenciemos en este impresionante ejemplo
lo que significa «tener que ser testigo» y «poder ver
102 LIBERTAD E IDENTIDAD
más allá». Nadie podía ayudar a este enfermo de
pulmón, ni siquiera las técnicas médicas más mo-
dernas. Lo único que se podía hacer era «ser testigos»
de cómo su hora le iba llegando poco a poco. Ésta es
una cara de la verdad. Pero si «miramos más allá»,
descubriremos una segunda cara: un enfermo terminal
y una persona querida que está a su lado, que no lo
abandona, que se entrega a él día tras día. ¿Acaso este
enfermo no era afortunado si lo comparamos con
tantas personas en el mundo que respiran sin
dificultad pero no tienen a nadie a su lado? Cada vez
que miremos un poco más allá, nos sorprenderemos
de todo lo que veremos, de la piedad que hay hasta en
el más despiadado de los destinos.
Permítanme acabar con un magnífico consejo:
practiquemos el arte de poder participar del júbilo de
los demás. No es fácil, porque la envidia acecha en
cada rincón de nuestro cerebro, pero quien domina
este arte siempre encuentra un motivo para alegrarse.
Con demasiada frecuencia escucho de mis pa-
cientes relatos de este tipo: una mujer que cursa es-
tudios universitarios se entera de que su sobrina ya ha
terminado la carrera y rompe a llorar desconso-
ladamente. ¿Por qué? Porque a diferencia de la so-
brina ella todavía no ha conseguido el título. Otra
mujer se va a tomar las aguas y en el hotel del bal-
neario se encuentra con señoras muy bien arregladas y
elegantemente vestidas. Su reacción es verter por
todas partes comentarios sarcásticos acerca de
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES? 103
semejante «desfile de disfraces ridículos». ¿Por qué?
Porque ella no tiene ninguna prenda de calidad que po-
nerse.
No es mi intención sobrevalorar un título univer-
sitario, ni mucho menos la posesión de joyas o ropa
de calidad. Como es sabido, todo esto es muy rela-
tivo. Pero precisamente por eso deberíamos hacer
un esfuerzo para no envidiar estas cosas a quien las
disfruta y ser copartícipes de su alegría. Tampoco
los padres de jóvenes drogadictos deberían alegrar-
se del fracaso de los hijos de los demás, sino reunir
la fuerza interior necesaria para congratularse de
que haya infinidad de jóvenes que realmente tienen
motivos para ser felices, porque de ahí, finalmente,
se puede extraer la confianza en el «núcleo intacto»
instalado en cada ser humano, incluidos los jóvenes
drogadictos. De la misma manera, las mujeres de al-
cohólicos deben alegrarse por los maridos sanos y
estables de sus amigas, con la sabia convicción de
que en el mundo nada se da por supuesto, y mucho
menos la felicidad. La grandeza interior se demues-
tra en la generosidad, y guardar la alegría para lo que
proporciona precisamente alegría, ya sea a uno mis-
mo o a los demás, es también una pequeña muestra
de cultura. Cuando el alpinista llega a la cima no se
pregunta a quién pertenece la montaña. Se limita a
inspirar profundamente y alzar el rostro al cielo...
104 LIBERTAD E IDENTIDAD
Conclusión
Los familiares de personas con patologías adicti-
vas pueden mantener intacta su salud mental. Para
ello es necesario:
1. Ponerse en marcha con todo el amor y sin
miedo.
2. No perder el sentido del humor.
3. Mantenerse unidos.
4. Resolver los conflictos de mutuo acuerdo.
5. Mantener cada uno su nivel cultural.
Estos cinco puntos son también el distintivo de
una búsqueda lograda de la identidad, puesto que
indican, nada más y nada menos, que una persona
puede estar conforme con lo que es y no tener que
dudar nunca de sí misma, incluso en las situaciones
más estresantes. El amor y el humor nos hacen ser
irrefrenablemente vitalistas. La cooperación y la ca-
pacidad de decisión nos fortalecen cuando estamos
limitados. El nivel cultural relata nuestra biografía...
Las personas que, por motivos familiares o pro-
fesionales, mantienen una relación estrecha con adic-
tos deben afianzar estos puntos en sus vidas, porque
lo contrario de la dependencia no es, precisamente,
la independencia (a la que nunca accedemos por
completo a causa de nuestra predisposición enfer-
miza), sino más bien la identidad, es decir, la fideli-
dad a todo lo mejor de nosotros mismos.