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¿Qué significa amar? Agón erótico en La Cosa y la Cruz de León Rozitchner y El Banquete de Platón

Lucía Puenzo - XXY

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Qu significa amar? Agn ertico en La Cosa y la Cruz de Len Rozitchner y El Banquete de Platn

Introduccin: El ros es difcilSi La Cosa y la Cruz (Rozitchner: 1996) es la tesis de cmo el modelo de subjetividad cristiano (analizado principalmente a partir de Las Confesiones de San Agustn) sent las bases (vale decir, tambin subjetivas) para la generacin del modelo de produccin capitalista, bien podramos afirmar que este modelo de subjetividad tambin tuvo sus efectos en los modos de concebir el amor en la modernidad. Consideramos que partir de esta premisa podra volverse interesante a los fines de plantear una teora de la ertica contempornea. Sin embargo, dados los antecedentes, esto puede volverse una empresa particularmente difcil.Tanto Georg Simmel (2002) como Alain Badiou (2012) afirman que la filosofa se ha encargado poco y nada de pensar al amor como una problemtica relevante, centrndo sus anlisis ms que nada en cuestiones de ndole ms analtica. Sin embargo, ambos autores rescatan la obra platnica como una de las pocas en realizar un intento de pensar al amor (al ros) filosficamente, relacionndolo con las problemticas filosficas clsicas, tales como la verdad, la belleza y la trascendencia. El Banquete se presenta entonces, como la obra por antonomasia en la complejidad del anlisis del ros. Dilogo no tan dialgico, El Banquete se presenta como una serie de discursos (cada uno con su ncleo de verdad) acerca de lo que significa ros; discursos caracterizados por su complejidad y diversidad, en la que el ros cobra los ms variados roles, pasando tanto por un carcter trascendente suprasensible como por un carcter inmanente terrenal (as como tambin encontrando sus puntos medios).En este ensayo pretendemos hacer un contrapunto entre las distintas concepciones erticas que pueden encontrarse en el anlisis de las confesiones de San Agustn de La Cosa y La Cruz de Len Rozitchner y El Banquete de Platn (2009). Sostenemos que en ambas obras subyace una tensin constante entre posiciones contrapuestas sobre el amor. Llamaremos agn a esta tensin, valindonos del griego , que puede traducirse como competencia o lucha, en este caso discursiva, en la que se busca derrotar al adversario. En el anlisis La Cosa y La Cruz, esto puede verse a partir del agn ertico que San Agustn tiene consigo mismo, a partir de su paso de un modo de vida concupiscente en el cual el amor se limita al deseo terrenal por una mujer hacia en amor por Dios, entidad suprasensible que condensa a la belleza en s(-mismo). A su vez, en El Banquete, este agn se traduce en los discursos que entienden al ros como un Dios (entre los que se encuentran los de Fedro, Pausanias, Erixmaco, Agatn y Aristfanes, aunque en este ensayo nos centraremos solamente en este ltimo), los que lo entienden como un intermedio entre los dioses y lo hombres, es decir, como daimon (Scrates-Diotima) y aqul discurso que no concibe al amor tericamente sino que lo experimenta en la prctica (Alcibades). A los fines de sistematizar nuestro anlisis, hemos decidido realizar nuestra comparacin de la obras en torno a tres temticas relativas al amor: el mito como elemento retrico fundante del ros, la estabilidad en el tiempo del amor, y en ltimo lugar la racionalidad/irracionalidad de este amor. Si bien esta triple categorizacin pueda resultar caprichosa al lector, consideramos que es la que mejor condensa los puntos de encuentro y ruptura entre las obras trabajadas, por lo que la nica forma de comprobar esto, es adentrndonos en nuestro anlisis. Comencemos entonces, por la figura del mito.La esttica del Mito

Partimos desde la concepcin de que el mito tiene cierta consistencia retrica a partir de la cual se fundamenta el origen del ros, pero que esta consistencia no se da en funcin de la rigurosidad lgica de la narrativa del mito ni en su comprobabilidad, sino ms bien en su potencial esttico. Comprender los efectos que los mitos griegos y cristianos en las diversas concepciones erticas implicar entender los efectos poticos que estos tuvieron para convencer a sus oyentes. Detengmonos en primer lugar sobre el mito a partir del cual Agustn fundamenta a su Dios padre.

Para fundamentar el origen de lo bello en s, que se diferencia de lo apto en tanto lo primero es la belleza trascendente, buena y eterna encarnada en Dios y lo apto es un tipo de belleza inmanente, terrenal y por lo tanto fugaz y de carcter inferior, Agustn recurre al mito de la creacin de la mujer para el hombre. Rozitchner considera que en aqul origen bblico del objeto bello, tanto lo bello en s como lo apto coincidan:

La mujer (la varona) vista desde Adan es la identidad consigo mismo, la coincidencia con lo ms bello, puesto que la amasa con su propio sueo y forma una sola carne con la suya. Pero desde la perspectiva divina trascendente, que mira desde afuera y desde lo alto, tambien es lo otro ms apropiado para el hombre, la ayuda idnea que Dios le hace al Adn solitario y aburrido en el paraso () se dijo Dios a s mismo: le har una belleza apta, algo semejante y diferente al mismo tiempo.(Rozitchner, 1996: 211)

En su sueo Adan contiene en l a lo apto (la varona) como algo que coincide con lo bello en s pues,En la primera cosa bella, relente de la Cosa, en la que casi tenamos la misma cosa, se rememora la unidad de la belleza materna, la belleza como simbiosis sin distancia, la belleza arcaica vivida por el nio con la cosa

(Ibidem: 208).Es que en su sueo, Adn no niega a la madre arcaica, su materialidad no haba sido anulada en favor de la inmaterialidad divina. Se trata de Dios quien se encarga de ayudarlo, separndo de l a la varona, y rompiendo con la unidad absoluta, diferencindo de esa manera lo apto de lo bello en s. Podemos considerar que ya en esta narracin subyace una teora del ros, dado que si acaso existe un objeto bello al cual Agustn se dirije, esta orientacin ser una orientacin de un tipo de amor, en un caso hacia un objeto trascendente, y en otro inmanente. En esta concepcin ertica, el hombre habra sido despojado de su unidad absoluta y ser en el transcurso de su vida que deber volver a encontrarla, orientando su amor a la belleza en s: al incorpreo divino. Este tipo de concepcin ertica se asemeja a la de la narracin mtica del discurso de Aristfanes en El Banquete. En aqul mito, (...) haba tres gnros de hombres, no dos como ahora, masculino y femenino, sino que se le agregaba tambin un tercero, que era comn a esos dos () un gnero andrgino () en segundo lugar la forma de cada hombre era completamente redonda, con la espalda y los costados de forma circular. Tena adems cuatro manos y piernas () dos regiones genitales y todo lo dems como se puede imaginar a partir de estos rasgos(Platn, 2009: 185-186)Lo que en el mito cristiano agustiniano constituye una alegora de la unidad absoluta, donde el hombre contiene a la varona como lo apto que coincide con lo bello, en el mito aristofnico el hombre contiene a los dos sexos en uno, conformando as la unidad perfecta, el gnero andrgino. Sin embargo, al igual que en el mito cristiano, esta unidad perfecta no durar mucho tiempo; la perfeccin de estos hombres circulares se traduce en una fuerza y un vigor que les provee de la soberbia necesaria para desafiar a los mismos dioses, quienes no se mostrarn impasibles frente a su arrogancia:Entonces Zeus y las dems divinidades anduvieron cavilando lo que tenan que hacerles y estaban desconcertados, porque no podan matarlos () ni tampoco soportar sus actos intolerables. Con esfuerzo y tras pensarlo Zeus afirm (...) Ahora voy a cortarlos en dos a cada uno -dijo- y a la vez que van a ser ms dbiles, por otro lado van a ser ms tiles para nosotros porque van a volverse mayores en nmero

(Platn, 2009: 188)All donde la gracia y la bondad divina ayudaron a Adn al separar de l a Eva, aqu en el mito aristofnico la separacin entre gnros se da como un castigo divino ante la arrogancia humana. De todos modos hay una clave en el por qu ambas separaciones, y puede verse en la declaracin de Zeus, quien dice que estos hombres divididos van a ser ms tiles para nosotros porque van a volverse mayores en nmero. En el discurso de Aristfanes, el ros es un dios que gua a los hombres a volver a unirse con su mitad originaria (es en este sentido que el ros tambin es un nombre para el deseo), por lo que el acto de amar implicara un volverse hacia los dioses, que necesitan de la adoracin de los hombres. Puede aplicarse este ltimo razonamiento al Dios que Rozitchner recupera de su anlisis del relato agustiniano? Ese Dios autosuficiente, inmaterial, bello en s mismo, acaso especula en la separacin de la varona de Adn que ambos le rindan ms adoracin? Explicado de esta manera no tendra ningn sentido. Sin embargo, leemos en Rozitchner (1996: 112):[Agustn] realiza una operacin mental e imaginaria para transmutar la belleza apta en belleza pura, en lo ms bello. Quitmosle a la belleza de su cuerpo entraablemente amado lo sensible que la contamina, negumosle la sensualidad a lo bello, quitmosle lo apto, y nos queda la forma pura de lo slo bello, es decir un Dios racional vaciado de sus contenidos reales maternos ms sensibles. Lo Bello abstracto como negacin de la Cosa plena que lo llenaLa estregia divina cristiana es ms sutil que la de los dioses griegos; lo corpreo queda desplazado de su belleza en favor de lo inmaterial. A partir de esta operacin mental, Agustn no tiene otra opcin que dirigir su amor hacia la trascendencia. El mito opera as como una forma de transicin del plano sensible a un plano inteligible de la ertica, que a la vez es una creacin esttica de Dios. La madre arcaica es reemplazada por el Dios-padre: Agustn ama a Dios, y a nadie ms.Por un amor estable

Junto al problema del ser del amor, acecha el de su temporalidad. Si amar rompe con todo modelo probabilstico, demostrando as su dificultad, mantenerlo estable en el tiempo constituye un desafo an mayor. Pero si tenemos a un Agustn que ama a la trascendencia, al buscar la estabilidad de este amor lo que pretender ser vivir en Dios. En su anlisis nos explica Rozitchner (1996: 271):

(...) Lo nico que le faltaba a Agustn era la seguridad, no de su existencia -tena la indeleble marca originaria- sino de su permanencia eterna, de su ser estable. De poder prolongar la existencia originaria como permanencia en la evanescente vida adulta: 'no deseaba estar ms cierto de ti, sino estar ms estable en ti'

La estabilidad del amor en el pensamiento agustiniano se presenta como una forma de trascender en el tiempo, de vencer a la muerte. Esto se sigue de nuestros razonamientos anteriores: si Agustn renuncia al amor terrenal e inferior, en favor del amor suprasensible del Dios-Padre eterno, unirse a l implicar un amor eterno que lo volver eterno a l tambin. Amar a Dios implicara de este modo una salvacin del alma.

En el discurso de Scrates-Diotima (el nico que presenta en s mismo la forma dialgica clsica de la narrativa platnica), se hace referencia a la necesidad de mantener al amor estable en el tiempo:

-es posible decir as simplemente que los hombres aman el bien? () Acaso, entonces -dijo-, no slo que sea suyo sino tambin que sea para siempre? () en sntesis, el amor apunta a poseer el bien siempre

(Platn, 2009: 231)

Sin embargo esta estabilidad no se relaciona de manera tan directa con la inmortalidad como con s ocurre con Agustn:(...) as en el ser vivo que es mortal hay algo de inmortal, la fecundidad y la generacin () por cierto, Scrates el amor no es de lo bello, como t crees.

-Y entonces de qu es?

-De la generacin y de la procreacin en lo bello

(Ibidem: 232-233)

Vemos as que en esta argumentacin no existe la idea de la inmortalidad como un fin a partir del cual lo mortal se vuelve inmortal. El problema de la estabilidad temporal del amor cobra resonancia en tanto el amor es una forma a partir de lo cual lo mortal participa en lo inmortal, a partir de la generacin y la procreacin de lo bello. Esta generacin puede darse en las obras artsticas, en los hijos o en los actos hericos, pero no implican una estabilidad de la existencia del alma luego de la muerte como pretende Agustn. Existe, en cambio, una concepcin del amor en la que hay una aceptacin trgica de la temporalidad fundamental del hombre, a saber, su muerte. Pero como afirma Rozitchner (1996: 259):

Agustn convertir a la tragedia griega en simulacro cristiano, la despojar de la muerte inexorable que lo asedia, y la transformar entonces en una representacin sin drama, es decir en una parodia que lo eludaAmores (ir)racionalesDado lo que hemos dicho hasta ahora, no nos resultar sorprendente entender que el carcter racional e irracional del amor depende de su trascendencia o inmanencia respectivamente. Retomando la explicacin, un amor racional debe corresponderse con una belleza suprasensible que garantice, o bien la inmortalidad del alma luego de la muerte corporal en el pensamiento de San Agustn, o bien la participacin de lo mortal en lo inmortal en el discurso de Scrates-Diotima. Asimismo, un amor irracional es aqul que se encuentra vinculado a un objeto terrenal, sensible, y por lo tanto inferior, sujeto a la propia individualidad de ese objeto, y por lo tanto sujeto a la lujuria para Agustn y un amor impropio (o un no-amor) en el discurso socrtico. A partir de la lectura de La Cosa y la Cruz, podemos notar como la racionalidad del amor de Agustn para con Dios tiene un correlato filosfico con la idea de Verdad:La Verdad tiene solo la forma puramente racional del contenido sensual negado de la madre, por eso puede poner en palabras todas las cualidades que sinti con ella a cuenta de un Dios-Padre ('Sumo, ptimo podrossimo, omnipotentsimo, misericordsimo y justcimo, alejadsimo y presentsimo, hermossimo y fortsimo, estable y incomprensible, inmutable y que cambias todo, nunca nuevo, nunca viejo, ect')

(Rozitchner, 1996: 315)

En esta lectura podemos encontrar una relacin entre belleza, ertica y verdad, que coincide con la concepcin Socrtica del ros en El Banquete. En aquella, lo bello coincide con lo bueno, con aquello que es. El ros es un mediador a partir del cual se puede amar lo bueno, el conocimiento verdadero (ya volveremos sobre este punto):

Despues de las ocupaciones se dirige a los conocimientos, para ver a su vez la belleza de estos conocimientos y, mirando de ah a lo ms bello, ya no se dirige a una cosa puntual () sino orientndose y contemplando el gran abismo de lo bello. As procrea muchos bellos y grandiosos argumentos y pensamientos en ilimitada filosofa, hasta que, habendose fortalecido y aumentado, ve un conocimiento nico que es el de lo bello

(Platn, 2009: 243-244)Lo bello es analizado en este discurso en los trminos clsicos de la idea platnica, que no es ni ms ni menos que el Dios agustiniano:

(...) algo que en primer lugar, es siempre y no nace ni desaparece, ni aumenta ni disminuye, adems no es en un sentido bello y en otro feo, ni unas veces s y otras no, ni bello respecto de una cosa y feo con respecto de otra () sino en s y por s mismo idntico consigo mismo, siempre existente

(Ibidem: 244)Por otra parte, Rozitchner nos afirma que previamente a su amor racional por Dios, Agustn vivi una vida de lujuria con diversas mujeres, prolongaciones del cuerpo femenino materno:

Agustn comienza este captulo describiendo su estar perdido, seducido y seductor, engaado y engaador, tanto de la bsqueda de la gloria popular como con la concupiscencia. Pero al mismo tiempo quera 'ardientemente purificarme de estas inmundicias(Rozitchner, 1996: 165)

Si bien Agustn reconoce la irracionalidad de su lujuria, a su vez afirma que siempre sinti en l la necesidad de purificarse ante lo divino. La tensin ertica en el pensamiento agustiniano tiene por detrs, tanto en sus momentos racionales e irracionales, la sombra de la belleza trascendente que acecha en sus confesiones. No existe en ningn momento la afirmacin de una ertica irracional inmanente despojada del ojo omnipotente de la divinidad. Podemos encontrar as un gran punto de ruptura con el discurso de Alcibades en El Banquete. Este discurso rompe con todo tipo de racionalidad ertica, pues ni si quiera se trata de un discurso sobre el ros, sino ms bien se trata de una declaracin de amor (tamizada bajo la borrachera) a uno de los comensales del simposio: Scrates.

Ahora escucha -dijo Erixmaco-. Hasta que entraste, nos pareci que tenamos que decir cada uno por turnos hacia la derecha un discurso sobre el Amor, lo ms perfecto que se pudiera, y encomiarlo ()

-Bueno, Erixmaco -dijo Alcibades- Tienes razn. Pero trndose de un hombre borracho frente a sobrios comparar discursos no es ecunime. Y adems, mi amigo, te convenci en algo Scrates con lo que dijo hace un momento? O sabes que es todo lo contrario de lo que deca? Porque l, si yo llego a elogiar a alguien estando l presente, ya sea un dios u otro hombre que no sea l, no se va a privar de ir a las manos

-Bien. Haz eso si quieres -dijo Erixmaco-. Elogia a Scrates

Alcibades no teme en ningn momento de no mencionar al ros; en cambio prefiere proferir un elogio a Socrates, su objeto de amor. No lo elogia en base a un conocimiento terico sopesado sobre el amor, sino que lo hace a partir de la propia experiencia terrenal en la que lo am. A diferencia de Agustn, Alcibades abraza la irracionalidad de su amor, sin importarle las consecuencias.

Conclusiones: ros, demonio mediadorEn este ensayo hemos pretendido hacer un recorrido sobre las concepciones del ros en las obras citadas a los fines de poder pensar el amor en sus distintas variantes. Sin embargo, si bien nos hemos detenido en el anlisis del objeto del ros, no lo hemos hecho en el ser del ros. Consideramos en este ensayo, que la concepcin agustiniana del ros coincide con la Socratica, en tanto ambos lo entienden como un daimon, que en los trminos de Giovanni Reale (2004) puede definirse del siguiente modo:

ros se presenta como deseo de aquello cuya carencia se siente, como deseo de lo bello y del bien. Su naturaleza no consiste, por consiguiente, en lo Bello ni en el Bien: ros es un Ser 'intermedio', un 'mediador entre lo feo y lo bello, lo malo y lo bueno, entre lo mortal y lo inmortal. No es un 'dios', sino un 'demonio'

(Reale, 2004: 38)En La Cosa y la Cruz, Rozitchner hace referencia a la concepcin de Agustn del Espritu Santo, que al igual que el ros daimon, es un amor que funciona como mediador entre el Padre y el Hijo:

Agustn considera al Espritu Santo como el amor que tienen en comn el Padre y el Hijo: 'su comn amor' (Trin., 6, 5, 7). Se ve claro, el comn amor del padre y del Hijo, que es la mujer madre que comparten, est encubierto como Espritu Santo, mediador entre ambos

(Rozitchner, 1996: 342)

En este sentido, la concepcin Agustianiana del ros podra comprenderse como un Espritu Santo que media entre l, hijo, y su Dios-Padre, lo bello en s. Aclarado esto, subyace la problemtica que nos plantebamos en el comienzo de nuestro ensayo: as como el cristianismo impuso un modelo de subjetividad que sent las bases mentales para la conformacin del capitalismo, podemos pensar que tambin sent las bases mentales de una comprensin y forma de experimentar el amor en la modernidad? acaso existe hoy en da una concepcin del amor como daimon, como mediador entre el amante y la trascendencia?

Georg Simmel (2002) responde negativamente a este interrogante. Para el filsofo alemn, la concepcin del amor moderna se acerca ms a la lgica inmanente de Alcibades, despojada en general de algn tipo de reflexin terica sobre el amor, y ms bien mediada por la propia experiencia del amor de un individuo particular. Sin embargo, Simmel nos asegura que tambin nosotros percibimos en el amor algo de significacin metafsica a-temporal en la que buscamos encontrar un lugar para todo lo que trasciende lo dado de los fenmenos vitales dentro de los mismos fenmenos, y no transferirlos hacia un ms all espacial. Acaso ser el daimon aquello que trasciende a lo individual pero que no llega a la trascendencia absoluta? Un ltimo interrogante queda abierto a la discusin, y es si acaso somos herederos de una forma cristiana, precedidamente griega, de amar.

Sobre la concepcin agustiniana del espritu santo como entidad mediadora en la trinidad mediadora entre el Padre y el Hijo, haremos referencia en las conclusiones.

El griego quiere ser inmortal en la memoria de los hombres, pero quiere serlo en virtud del valor interior de su pensamiento y de su accin (Simmel, 2002: 313).